Vrrton
E. FneNxr
Psicoanálisis y existencialismo
Treducción de Cdrlos Silyay José Mendoza
Primera edición en elemán, Primera edición en espaiol, Oct¿v¿ edición en ¿lemán, reüsada, Segunda edición en espaiol, Decimocuarta reimpresión,
1946 1950 1971
1978 2012
Edición conmcmorativ¿ del 60 aniversario de la colección,2008
Frenkl, Viktor E. Psicoandlisis y existencialismo / Vikor E. Fr¿nH ; tmd. de Cerlos Silva, José 2'ed. México : FCE, 1978 Mendoz¿. (Colec. Breviarios;27) 359p.;L7 x 11
-
SUMARIO
cm-
Tltulo origiml Aztliche
dutor
.
7
I. De la psicoterapia a la logoterapia
.
13
II. Del psicoanálisis al análisis existencial
.
4ó
Nota sobre el libro y el
Seelsorge
ISBN 978-968-16-0072-3
l. Ser.
Psico¿nálisis 2. Existenci¿lismo I. Silw, C¿rlos, tr. IL Mendoza, fosé, tr'
III.
IV t.
LC RC343 .F66
Dewey 082.1 8846V.27
III. De la confesión
se."i*f,1r".:::
. ,r,
Distribuci& mundial Título originel: árztliche SeeLsorge @ 1966, Fram Deuticke, Vien¿ D. R. @ 1978, Fondo de Cultum Económic¿ Carretera Picacho- Aiusco,ZZ7; 14738, México, D. F. Empresa certificada ISO 9001: 2008 Comenterios: editorial@fondodecultumeconomic¿.com www.fondodecr.rlturaeconomica.com Tcl. (55) 5227-4672 Fu (55) 5227-4694 §c prohfbc la reproducción total o parcial de esta obm, sea cu¿l fuere cl mcdlo, rln le anuencia por escrito del titular de los derechos.
tsSN 978-9ó8ró-0072-3
lmpruro cn Méxlco. Printed in Mexico
Índice gelrerdl
.
359
NOTA SOBRE EL LIBRO Y ELAUTOR Este libro, que en el primer año de su publicación -L946conoció tres ediciones, se halla ya en la quinta. Algún comentarista se ha atrevido a decir que es "lo más importante" después de los libros de Freud. Aunque la afirmación
haya que recogerla culn grano sdlis, tampoco hay que dar que ha sido estampada en una revista üenesa.
olü-
El título alemán Seelsorge- presentaba -Árztliche difrcultades de traducción. De no fijarse en el contenido del libro y en su verdadera intención, podría haberse traducido, sencillamente, por psicoterapia. Teniendo en cuenta esa intención habría que traducirlo a la letra o poco menos: "cura de almas" médica o cura médica de olmas. Pero si la expresión alemana resulta muy concretemente evocadora no así la española. Por eso hemos tenido que dar un rodeo buscando en la contraposición Psícodndlisis y existencialbmo la e4presión sucinta de la temática dcl libro. Hemos desistido de otro título posible y acaso mds exacto: Más allá del psicoanálisis: el análisis existenexistencialclal, porque esta última expresión -análisis no lc dice todaüa gran cosa al público lector. Podríamos prolongar esta glosa titular diciendo que también cabría otro nombre, quizá el más sencillo y exacto de todos, logtterapia, que, sin embargo, no ha sido escogido por el Autor. Con esta aparente digresión enrevesada sobre los tltulos lo que pretendemos es poner al lector, de camino, en lo piste de este libro "nuevo".
8
NOTASOBREELLIBROYELAUTOR
Más allá del psicoanáIisis freudiano y de la psicología individual adleriana, es decir, de casi toda la psicoterapia "muy siglo xx", pretende el autor establecer una psicoterapia "desde arriba", desde el nivel espiritual del hombre. Con el mismo sentido realista con que el psicoterapeuta no puede menos de apelar a la medicación cuando mira hacia abajo, tampoco podrá prescindir de un tratamiento "filosófico" si mira hacia arriba. Meior dicho, cuando se no sólo entonceshalle frente a la dolenci¿ psíquica
-y
tendrá que mirar al hombre entero. Ahora bien, en el hombre entero hay que distinguir, heurísticamente, tres capas, la somática, la psÍquica y la espiritual, en la que esta última ocupe una posición axial. Con la psicoterapia estricta no pasamos del terreno de la causalidad o de la teleología psíquica; con Ia logoterapia arribamos a lo especÍfrcamente humano, al campo dela responsabilidad.El hombre responde o tiene que responder ante las fatalida' des psíquicas lo mismo que responde ante las ñsiológicas o sociales. El hombre se enfrenta con un destino y tiene que moldearlo o aguantarlo para que sea sayo. Al psicoanálisis o análisis de lo psíquico se superpone el análisis existencial o análisis del "ser-hombre", de la existencia. En este sentido la postura del autor es existencialista,
pero sin epego a ninguna dirección determinada del llamado existencialismo. Aprovecha, sí, 1o que, de todas esas corrientes, se decanta como ontolo§ía de la existencia humana, como determinación analítica de la esencia humana, del "ser-hombre". Ya Binswanger había iniciado esta aplicación del análisis existencial a la psiquiatría tratando de profundizar las posibilidades de comprensión que la fenomenología le ofrecía para Penetrar en los estados psíquicos anormales con el concepto de "proyecto de
NOTASOBREELLIBROYELAUTOR
9
mundo" y sus categorías fundamentales. Frankl desarrolla el intento de modo que, a despecho de su carácter inicial, se puede considerar como exhaustivo, pues, frente a todas las formas conocidas de psicoanálisis, va aplicando el análisis existencial a lo largo de toda la temática psicopatológica. Es lo más distante de un libro abstruso. Hay tal calor humano, tan rica es la experiencia que ilumina el aparato conceptual imprescindible, que apenas si se podría recomendar otro libro a quien desee enterarse de verdad de la mentalidad existencialista. Esto le hace doblemente aconsejable: para el lector profano y para el especialista, pues los dos pueden aprovechar, cada uno desde su ata@a,tento del análisis existencial generdl como del especial, en el que se estudia la neurosis de angustia, la compulsiva, la melancolía y la esquizofrenia. El doctor Viktor E. Frankl es director de la Sección Neurológica de Ia Policlínica de la Ciudad de Viena. Tiene a la espalda toda la experiencia terrible de la Europa Central durante la guerra, sin que falte el campo de concentración. La tónica nada ingenua pero profundamente optimista del libro la condensa el verso que sirve de título ¿r otra obra suya: . . .a pesar de todo, hay que decir sí a la ¡tida. Lo mismo que en el caso del libro de W Szilasi, ¿Qué es la cicncia? núm. rr-, tenemos que subrayar -Breviario ct'rmo una tendencia filosóñca que ha sido tachada de nihilista se presenta, en sus desarrollos específicos, como c x t raordinariamente afi rmativa. Otras obras de Viktor E. Frankl, todas ellas posteriorcs a la guerre, son: . . .trotzdem Ja zum Leben sagen; Zeit ttnd VerantwortunglTiempo y responsabilidadl; Die Psyclntherapie in der Praxis. Eine kasuistische Einfiihrungfür
10
NOTASOBREELLIBROYELAUTOR
Introducción
ilrzte lLa psicoterapia en la práctica médica' ;;ir;;r'p"ra méiicosl, y Der unbedingte,Mensch fBl
que la que verteabsolutol. Estas obras' lo mismo la editorial vienesa Franz mos no§otros, han aparecido en und volk"' nrnl P»chylo1 fiir
;;;;t
ir."o.t . r":'v.rt"i
fugend
ertebtddsKonzentraüonslager[ExperienciasdeunP§1c9iogo.n un camPo de concentración]' En'Amanclus-rorProblem der Zeit lBl tion", Die Existenzanalyse und die tiempol' y ,riiiiri, .*ir,"ncial y los-problemas de nuestro Der unbewusste Gott [El Dios inconscientel'
A la memoria de
Turv
I. DE LA PSICOTERAPIA A LA LOGOTERAPIA ¿CóMo hablar de psicoterapia sin citar los nombres de un Freud y un Adler? Sería imposible, en efecto, tratar de problemas de psicoterapia sin tomar como punto de partida el psicoanálisis y la psicología individual y sin hacer constante referencia a ellos. Pues no en vano se trata de los dos únicos grandes sistemas en el campo psicoterapeútico. No es posible borrar mentalmente de la historia de la psicoterapia la obra de sus creadores, obra que podemos calificar de histórica en el mejor sentido de la paIabra, pero también en el sentido de lo que ha pasado ya a la historia, es decir, de lo que ha sido superado y sobrepasado por el curso ulterior de los acontecimientos. Ahora bien, aunque se trate o pueda tratarse de superar los principios del psicoanálisis o de la psicología individual, no hay más remedio que tomar sus doctrinas como base de las investigaciones. Stekel ha expresado la verdad con palabras muy bellas, al decir, refiriéndose a su actitud con rcspecto a Freud, que un enano encaramado sobre los hombros de un gigante puede dominar un campo visual m$yor que el gigante mismo. Las siguientes páginas persiguen el propósito de rebamr los límites de toda la psicoterapia, tal como ha venido clcsarrqllándose hasta aquí; mas, para ello, es necesario unte todo establecer claramente estos límites. Antes de uhordar el problema de si es realmente necesario y posit3
14
DE LA PSICOTEMPIA A LA LOGOTERAPIA
ble superar tales límites, debemos dejar sentado que la psicoterapia se halla circunscrita, en efecto, a los límites que se trata de superar. Freud ha comparado la obra esencial del psicoanálisis a la desecación delZuider Zee: así como, en estas marismas, ha ido conquistándose al mar una extensión de tierras fértiles, el psicoanálisis va sustituyendo el "ello" por el "yo", o, dicho en otras palabras, va desplazando lo inconsciente por la acción de la conciencia; lo que se ha hecho inconsciente tiene que tornarse consciente mediante la cancelación de las "represiones". La obra del psicoanálisis consiste, pues, en anular el resultado de los actos de represión en cuya virtud se produce lo inconsciente. Vemos, pues, que el concepto de represión cobra, dentro del psicoanálisis, una importancia central, y concretamente, en el sentido de una limitación del "yo" consciente por obra del "ello" inconsciente. De aquí que el psicoanálisis vea en el síntoma neurótico lJna amenaza contra el yo, una despotenciación del mismo como conciencia, y esto hace que la terapia analítica se esfuerce por ir rescatando del campo de lo inconsciente los contenidos vivenciales reprimidos, para restituirlos al mundo de la conciencia, incrementando esí la órbita de poder del yo. Análogamente al concepto de represión en el psicoanálisis, vemos que en la psicología indiüdual desempeña un papel fundamental el concepto de arrangemezl (simulación). Con el drrdngernent trata el neurótico de exculparse. No se intenta convertir algo en inconsciente, sino descargarse de responsabilidad; el síntoma es quien tiene que cargar con la responsabilidad, descargando de ella al paciente. El síntoma, concebido como drrctngement, re-presenta para la psicología individual un intento de justi-
DE LA PSICOTERAPIAA LA
LOGOTERAPIA
15
ficación del paciente ante l¿ comunidad o (como legitimación de la enfermedad) ante sí mismo. Pues bien, la terapia de la psicología individual se propone hacer al hombre neurótico responsable de su síntoma, incorporar el síntoma a la esfera de la responsabilidad personal, ampliar la órbita del yo mediante un incremento de responsabilidad. Vemos, por tanto, que la neurosis, para el psicoanálisis, representa en última instancia una limitación del yo cn cuanto conciencia, y,paru Ia psicología individual, una limitación del yo en cuanto responsabilidad. Ambas teorías incurren en una limitación concéntrica de su horizonte cientffico: en un caso, se limita concéntricamente a la conciencia delhombre, en el otro, a su responsabilidad. Pues bien, reflexionando imparcialmente sobre los fund¿mentos radicales del ser humano, vemos que la conc:lcncia y la responsabilidad constituyen precisamente los elos hechos fundamentales de la existencia humana. Lo eunl, traducido a una fórmula antropológica fundamentol, podría expresarse asi: ser-hombre equivale d ser-consdeute-y-responsable. Tanto el psicoanálisls como la psicolo¡!ía individual wn, por fanto, soldffiente uno de los lados ¡lrl ser-hombre, uno de los factores de la existencia humatta rolamente, cuando son los dos aspectos juntos y comhlrrrrdos los que ofrecen la imagen total y verdadera del Itonlbrc. Si nos fijamos en su punto de partida antropok'rglco vcmos que el psicoanálisis y la psicología individt¡r¡l ¡c contraponen; sin embargo, sus antagonismos se revelrtn, ya en este punto, como complementarios. Llegatlton, rtsí, con base en este análisis científico-teórico, a la rottclusión de que las dos doctrinas representativas en el tAlnpo dc la psicoterapia no son el producto de un azar
16
DE LA PSICOTERAPIAA LA LOGOTERAPIA
DE LA PSICOTERAPIA A LA
producido en la historia del espíritu, sino que han surgi_ do, por el contrario, como resultado de una necesidad
sistemática.
Desde su punto de üsta unil¿teral, el psicoanálisis y la psicología individual tienen en cuenta solamente un lado del ser-hombre. pero hasta qué punto forman la respon_ sabilidad y la conciencia uná unidad armónica, lo refle¡a el hecho de que el lenguaje humano, el francés, el inglás y el español, por ejemplo, dispongan de palabras pareci_ das (con una raíz común) pr., .ip..r".'tanto .,cons_ la
ciencia" [Bewusstsein], como la ,,concienci a,, [Gewissen], esdecir, un concepto muy afín al de la .,responsabilidad,, [Verantwortlichkeit]. Esta unidad de la palabra nos remite
a
una unidad del ser.*
la responsabilidad
Que y la conciencia forman una unid¿d, integran la totalidaódel ser humano, es algo que puede ser comprendido ontológicamente. partiremos, a
este propósito, de Ia afirmación de que todo ser es siem_ pre, sustancialmente, un ser-otro. En efecto, todo Io que
podamos destacar en Io existente dentro de Ia restante plenitud del se¡ sólo podrá delimitarse por
el hecho de ser, en cada caso, diferenciable. Sólo mediante le referencia de u¡ ser a otro ser podemos constituir ambos. Lo preüo
siempre la
,.siendo
es
relación del ente como otra cosa que,,. Ser = ser-otro, es decir, ,.ser otro gue,,, por lo tanto, relación; en rigor, sólo la relación ..es,,.i ¡e aquí que podamos * La verdad de esta indiceción se revela por el hecho de que, para decir lo que dice el autor en alemán, hemos tenldo qu. ...r, t, p"t"l., "consciencia". i
el fenómeno .,roio,,no podría, en realidad, en rigor, existiría solemente la relacián .oript.ir:.ro¡o_u..a.,i que serÍa el verdadero fenómeno, el fenómeno;rsá. pu"s bien,
. Según lo que decimos, darse;
esta
LOGOTEMPIA
T7
también formular el pensamiento de este modo: todo ser es un
ser-en relación.
Ahora bien, este "ser-otro-que" puede darse tanto en el espacio como en el tiempo, es decir, simultánea o sucesivamente. La conciencia presupone, por lo menos, une coexistencia de suieto y objeto y, por tanto, un ser-otro dentro de la dimensión espacial; la responsabilidad, por el contrario, tiene como supuesto la sucesión de diferentes estados, Ia separación entre un ser futuro y el ser presente, es decir, un ser-otro en la dimensión temporal; un devenir-otro; relación en la que la voluntad, como agente de la responsabilidad, aspira a transformar un estado en otro. La copertenencia ontológica delapareja de conceptOs "ser con§ciente" y i'ser responsable" tiene, por tanto, iu raíz en el primer desdoblamiento del ser como un serotro en las dimensiones posibles de la coexistencia y de la ¡uccsión. Pues bien, el psicoanálisis y la psicología individual sólo enfocan, respectiyarnente, una de las dos posibiliáades de plantearniento antropológico basadas en circunstdntlas ontológicas. Pero señalada por nosotros la antítesis entre el psico-
enálisis y Ia psicología individual, ho se revela solamente rln (luflnto a su enfoque antropológico, es decir, en lo que ¡flrtnuckin se encuentra empíricamente corroborada por el hecho de rltt¡ rur cxistcn, en verdad, personas ciegas al color rojo aisladamente, tltlo rlemprc person¿s ciegas a los dos colores combinados, el roio y el yerel¡, Vlnlendo ahora a nuestro problem¿, le tesis expuesta por nosotros qur ll rclación del ente como "siendo otro" precede siempre al ser se
de
der¡tenrlc, cntre otras cosas, del hecho de que la física o la astronomíe, t'utt¡l Ilcncl¡ts dc "cosas" relacionadas entre sí, de "relatos", presuponen llelFxdrl{mcntc la matemática, como la ciencia de las relaciones. Y ai h¡hhr rle rchción no entendemos por tal una categoríe, sino que el rtrrntéPlo de rclación se entiende en un sentido ontológico.
18
DE LA PSICOTEMPIA A LA
DE LA PSICOTERAPIAA LA LOGOTERAPIA
refiere a su idea acerca de lanatuteleza del hombre, sino que se acusa también en lo tocante a su enfoque psicopatológico, o sea en lo referente a la idea que une y otra disse
se hacen del hombre mentalmente enfermo; y también en este respecto se trata de antítesis que se completan mutuemente. El psicoanálisis, llevado de su pan-
ciplina
sexualismo, sólo da importancia, en última instancia, a los contenidos sexuales de las tendencias anímicas. Cierto que el psicoanálisis entiende la seiualidad en el sentido más amplio de la palabra, en sentido de libido. Este concepto v¿ extendiéndose, exageradamente incluso, hasta acabar abarcando, de un modo completamente general, toda la energía psíquica. Pero una generalización seme)ante pierde todo sentido. L¿ historia del pensamiento filosófico nos ofrece algo análogo en el solipsismo. También en este caso nos encontramos con que un concepto, el de lo psíquico, se va ampliando más y más, hasta que todo acaba siendo "psíquico", sin pensar que de este modo semeiante concepto pierde su sentido, ya que no existe
contraposición alguna entre lo psíquico y lo físico. Lo mismo ocurre con la afirmación de que todo es apariencia, fenómeno, representación, ya que, al desaparecer la verdad, la realidad y la cosa, caen por su base los conceptos antagónicos. Mientras que el psicoan:álisis circunscribe unilateral-
mente la realidad anímica a 1o sexual, incurriendo por tanto en una limitación en sentido material, es decir, con respecto a los contenidos de las tendencias psíquicas, la psicología individual comete, por su parte, el error de establecet en su aspecto psicopatológico, una limitación de orden formal. Pone en duda, en efecto, el carácter de autenticidad de las tendenci¿s anímicas, desde el momento
concr-eteme","'
en que sólo ve en ellas
19
t"
l^"::::::: -y' un srmple medio para Ia consecuclon
neuróticospor enfermefin, rrrr d,ffdngenen'oin'legitimación en el
mas
del
LOGOTERAPIA
dad. Verdad es que la psicotogia
iidividual no incurre ningún con-
;;;;.;;i.;r"rlitico át "o q'"ttt reconocer ;;;;il f;.t, del sexual; t"to"ott también
l¿,existencia poderío' voluntadde la como t-""",enidos, tales colectivila de sentimiento o eI .i¿.1* J. hr""rr" valer mayor rituez.l de posibles ded. Sin embargo, pese a la t"."1td'1,11]T: tergiversa-la contenidos que reconoce' expreslvo carácter el niega que t¡l como se presenta, ya y en espegeneral' en anímicos ¿iir",o de los fenómenos (Este error es evitado clcl de los fenómenos neuróticos' sin duda' la existenreconoce' el cual ;;;Ñ;"r"álisis, llamado enfermedad"' de cl¿ de un "motivo secundario perder sin pero janancia enfermedad' la
i. tit
i.riieri" ;;;;;;.;i"a
de rePresenten que los síntomas neuróticos utilice' de los se que de antes orlmariamente y' por tento' iuot como medio para fines neuróticos'
üil;;;;;Jid" psígenuina y directa de ciirtas tendencias lr expresión qulcrs,)
Volvemosaencontrarnos'pue§,conqueelpsicoanáli. piecisamente en las posicio,r* i i" pri".f"gía individual' ocupan, se complementan otia twt unilaterales que uno y ve solamente
uno de ellos ottlrc sí necesariamentt"Cad" medida' tiene razón; lo esa en ;;;i;i; áe la realidad' v' ;;;;;;t. es que sóIo'los dos asPectos iynlos ofrecen
ffi Ñ;; lnl modo
del aceecer anímico' A nuespresentan-en la realidad de tal '"at to que piensa eI psicoanáli
.o*pr"t" y total
de ver, Ias
tltttdo que
"o'""
contrario
-aI las tendencias
contenidos
psíquicas háy otros - cn figuran -,il"t,r,, a. los sexuales' conienidos que también
¡l¡
20
DE LA PSICOTERAPIAA LA LOGOTERAPIA
en los síntomas neuróticos, y que sa la psicología individual_'to,
_contra lo que pien,irrtom* neurOticos no son solamente medios para_un fin, sino qu"-r. pr.r.r-
tan también (por lo menos de un modo pr'imario) como expresión inmediata de las más diversas tendencias psí_
quicas. Esto_ es
importante, sobre todo cuando Ios modos se exrienden
, t._r,
de de psico_
DE LA PSICOTERAPIA A LA
LOCOTERAPIA
2T
ción mucho más radical que la ambición simple y corriente; por una aspiración que, por decirlo así; no se eontenta con los honores terrenales, sino que busca nada menos que "eternizarse", en una u otra form¿. Se ha acuñado la expresión psicología profunda; pero dcbemos preguntamos si no habrá llegado la hora de que
h existencia humana
sea enfocada también, dentro del
t"::T.Í:-? togu culturel.fsicopatología Así, por ejemplo, es inexacto que Ia creación artística o Ia experiencia ráligiosa oi"aurirn'rconteni-
ermpo de la psicoterapia, en todas y cada una de sus capas, no sólo en profundidad, sino también en altura, rebasando r¡1, deliberadamente, no sólo el nivel de lo físico, sino tnmbién de Io psíquico y englobando, por principio, el enmpo de lo espiritual. Hesta ahora la psicoterapia no nos ha dejado ver debi-
creaciones no representan, en verdad, nada auténtico, ql. son, simpremente, un medio para ra consecución de un fin, para huir de la realidad ,paraeva_ dirse de la vida o al servicio de otra t"ra"r"i] negativa
dlmente la realidad espiritual del hombre. Es conocida, Por e,emplo, otra antítesis entre el psicoanálisis y la psieologla individual: mientras que el primero contempla la rualldsd ¿nímica bajo la categoría de la causalidad, el hofllontc de la psicología individual se halla dominado por h eetcgoría de la finalidad. Y no puede negarse que la fr-
dos sexuales.reprimidos, como Io ¿firman con frecuencie pero es f¿lso, asimismo, lo que traran :.^rj^r]:_:-"-".ristas; qe nacernos creer ciertos autores adscritos al campo de Ia psicología individual, a saber: que todas esta, vivencias y
lr::j:,:.i::'1"o
cualquiera. Semejantes ideas sólo sirven para alterary deformar la imagen del hombre, conyirtiendo en objeto á, h antrop^rl,"g? una simple caricatura d.el ser lru*áno.lenía razón Scheler cuando, en una nota muy poco respetuosa, hacía noter.que la psicología individual, po..¡.rnfto, sólo era aplicable, en rigor, a un rrpo muy concreto de hombre: al arribista. Talvezno haya que irian lejos en Ia crítica; no obstante, nos inclinam<
duat,dejándose.lrevarñH"rL::ill"rjli,t3#lÍ,,I; que creía descubrir siempre y por doquie ta que existe también, innegablement",
r,
perdíade vis_
,ri .omo una valer-..moral_..rr.i d. ,u.rt. qr"
aspiración a hacerse ciertos hombres pueden hallarse
ago
""i*;;, ;;
una ¿mbi
ñ¡lldud representa, de un modo o de otro, la categoría supérlor, y en este sentido cabe afirmar que la psicología lndlvlclual ofrece, con respecto al psicoanálisis, un des*fr¡¡llo ruperior de la psicoterapia, un progreso en su histrlrle, Ahora bien, esta trayectoria progresiva no está aún trÉ$Ad$, cn el sentido de que puede completarse aún con gnr etspn superior. En efecto, no hay más remedio que
llfelunfurse si las dos categorías mencionades agotan ya €l t,nnrpo dc los posibles puntos de üsta categoriales o si, pur cl contrario, habrá que añadir ala categorn del "tener (nut:lda de Ia causalidad) y ala del "querer" (de acuer§u€" du r,rur un¡r finalidad anímica) una categoría nueva: la del
"dehr"; tllcho
en otros términos, si al pasado, como seno
22
DE LA PSICOTERAPIA A LA
DE LA PSICOTERAPIA A LA LOGOTERAPIA
de las "causas", y al futuro, como reino de los 'fines", no
habrá que añadir el reino de los valores, esencialmente sustraído al tiempo y colocado por encima de é1. Es posible que esta clase de reflexiones parezcan, a primera vista, ajenas a la realidad de la üda, pero no lo son, ni mucho menos; no lo son, sobre todo, para el médico, y menos que pere nadie para el que se dedique a la práctica psicoterapeútica. En el eiercicio de su profesión, este tipo de médico trata siempre de sacar del enfermo lo más posible. Pero no lo más posible en secretos, sino en valores humanos, teniendo en cuenta aquellas palabras de Goethe, que podrían grabarse quizá al frente de toda psicoterapia, como la máxima suprema de esta ciencia: "Si tomamos a los hombres tal y como son, los haremos peores de lo que son. En cambio, si los tratamos como si fuesen lo que debieran ser, los llevaremos allí donde tienen que ser llevados". No sólo en sus enfoques antropológicos y en sus categorías psicopatológicas, sino también en lo que se refiere a su meta psicoterapeútica final, el psicoanálisis y la
psicología individual adoptan una ectitud muy distinta. Pero tampoco en este punto nos encontramo§ con una mera antítesis, sino que volvemos e tropezar con una especie de gradación, con una escala que, a nuestro modo de ver, no ha sido recorrida aún hasta el final. Fifémonos, en efecto, en la meta ideal que persigue el psicoanálisis de un modo consciente o inconsciente, pocas veces en forma expresa, pero siempre de modo tácito. ¿Qué es lo que
el psicoanálisis se propone conseguir del hombre neurótico? La meta que el psicoanálisis se traza consiste en lograr un compromiso, una trensacción, entre las pretensiones de su inconsciente, de una perte, y las exigencias
LOGOTERAPIA 2'
otra. Se esfuerza por adaptar al individuo y sus instintos al mundo exterior, por reconciliarlos con a i¡r realidad, Ia cual reclama no Poca§ veces -conforme a lo implacable renuncia la "principio realidad"de un lnr¡tintivo. En comparación, la meta que la psicología indivldual persigue es más ambiciosa. Exige del enfermo, por oncima de la simple adaptación, una animosa conforma"tiene que ser" impuesto por e lón de la realidad; frente al "querer" por parte del yo' el y destaca "cllo", afirma eI «lc la realidad, de
Ahora bien, debemos Preguntarnos si esta serie de metm pcrseguidas no será, acaso, incompleta, si no cabrá e lnciuso si no será necesario avenzer en una nueva dimenllón; si, para decirlo en otros términos, no habrá que aña-
dlr
n les categorías de
"adaptación'y "conformación'una
tlrcer¿ si es que queremos obtener una imegen adecuada tla lrr fntegra realidad "hombre", somática, psíquica y esplrltunl, única imagen que no permitiría conducir al pa€lcntc .onfiado a nosotro§ y que en nosotros confía, ha-
élr ru rcalidad auténtica. Pucs bien, a nuestro iuicio, esta categoría complelllrnl¡ria a la que nos referimos existe, en efecto, y es la rlur podemos llamar la categoría de la "consumación"' Itrntrr l¡r conformación de la üda exterior y la consumalkltt lnlcrior de una persona media, en efecto, una diferenlh s¡cncial. Si la conformación de la vida es' por decirlo
árl, tlnlt mflgnitud extensiva, la consumación de la vida viellrr B rrr (:omo una ma§nitud vectorial: tiene dirección o rplttltkr, sc endereza a la posibilidad de valor reservada a t'nrla lrrtllviduo humano y en torno a cuya rcalización gira
l* vlrlrr, I'ur¡¡ llustrar todas estas distinciones a la luz de un eiem-
hombre joven criado en medio llh¡, reltre¡cntémonos un
24
DE LA PSICOTERAPIA A LA LOGOTEMPIA
DE LA PSICOTEMPIA A LA
delapobrezay que, en vez de contentarse con sus condi_ ciones de vrday"aüptarse" a la estrechezy ala imposición de estas condiciones, impone al mundo que le
iodea su voluntad personal y "conforma', su vida de tal modo que pueda, supongamos, dedicarse al estudio y llegar a tener una profesión social elevad¿. Supongamos, adlmás, que este ioven, siguiendo sus aptitudes y su inclinación, esiu_
die la carrera de medicina y se haga médico; si, encima de todo esto, se le ofreciese la posibilidad, d,e aceptar la ten_ tadora oferta de un puesto bien retribuido, y que, además, le proporciona una clientela de primera, ,rá duda de que, en estas condiciones, la persona de que"rU. se trata po_ dúa gobernar su vida y hacerte ela una existencia exte_ normente próspera. Supongamos ahora que las aptitudes
de esta persona se circunscriban a un .r-po especial de su disciplina al que no le brinda acceso alguno eipuesto a que más arriba nos referimos: en este
t"rrdrír-o, qu.
la consumación interior de esta üda "rro, se frustraría, p.r", " de la venturosa conformación exterior de ella. Esta perso-
na, por muy acomodada que fuese, por muy aparente_ mente feliz que viviera, en medio de una cas¿ ricamente amueblada a su gusto y de su propiedad, con un lujoso automóvil a la puerta y un espléndido parque, por poco que se parase a reflexionar tendría que llegar necesaria_ mente a la conclusión de que era un fracasido y, al com_ parar mentalmente su vida con la de otro hombre fiel a su verdadero destino aun a costa de renunciar ala riqueza exterior y a muchos goces materiales de la existencia, se confesaría, con las palabras de Hebbel: .,El que soy saluda tristemente al que podría ser,,. l-a_ la inwersa, podríamos figurarnos perfectamente que el hombre por nosotros imaginado, renunciando a
LOGOTEMPIA
25
una brillante carrera exterior y, con ella, a muchos placeres y bienes materiales de la vida, para encerrarse en la eüpecialidad fija que su vocación o sus aptitudes le dictan, encuentra el sentido de su vida y su con§umación interlor en el cumplimiento de lo que él puede rcalizar meior
que nadie, o de lo que tal vez puede realizar exclusivamcnte é1. Así considerado el problema, podemos llegar a [e conclusión de que muchos "pequeños" médicos ruraler, arraigados durante su vida entera en el medio concroto en que viven, son más "grandes" que no pocos de ;uu colegas que logran acomodarse en Ia capital; y más de un teórico encastillado en un puesto remoto de Ia cienelu puede, bajo esta óptica, ocupar un lugar más alto que muchos de los prácticos que "en medio de la vida" se dan glrcs de conducir la lucha contra la muerte. En el frente de lucha de la ciencia, allí donde ésta afronta o prosigue h¡ bstalla contra lo desconocido, por muy Pequeño que sea
el frente de combate que el teórico defienda, no cabe duclrr de que puede lograr en él cosas preciosas e insustifulblcs, considerándose en justicia como insustituible tnrubién é1, por el carácter único de esta obra personal. ljrtc hombre habrá encontrado y llenado su sitio en la vldn y podrá, con ello, considerarla como consumada.
Itrr cste camino pur¿mente deductivo hemos llegado
a
il¡r resultado que podríamos llamar un vacío en el espacio t lrntí.fico de la psicoterapl¿. Hemos conseguido, de este rnodo, poner de manifiesto la existencia de una laguna que está esperando ser cegada. Pues hemos puesto de rellcvc l¡r necesidad de complementar la psicoterapia, tal y ronro viene siendo practicada, con un método psicotera¡reritico que se mueve, por así decirlo, más allá del com-
26
DE LA PSICOTERAPIA A LA
DE LA PSICOTEMPIA A LA LOGOTERAPIA
plejo de Edipo y del de inferioridad, o, en términos más generales, más allá de toda dinámica emotiva, lo que se echa de menos, según esto, es una psicoterapia que se remonte más allá de esa dinámica y que, por detrás de los padecimientos psíquicos del hombre neurótico, se dé cuenta de su combate espiritual. Se trdtd, por tanto, de una psicoterapia qpe "drrdncd delo espirirual". La hora del alumbramiento de la psicoterapia sonó en el momento en que se procedió a descubrir detrás de los síntomas somáticos las causas psíquicas, es decir, su psicogénesis; ahora se i.rata de dar un paso más, el último, pare contemplar, más allá de lo psicógeno y remontándose por encima de la dinámica afectiva de la neurosis, al hombre en sus angustias espirituales, para poder ayudarle desde esa atalaya. Y en modo alguno perdemos de vista, al decir esto, que el médico, al situarse esí ante el enfermo, abruza una posición de ayuda cargada de problemas; de problemas, concretamente, que se derivan de una posición "valorada" que se hace imprescindible. No en vano, desde el momento en que se pone el pie en el terreno de esa postulada "psicoterapia que arranca de lo espiritual", toda la actitud espiritual del médico, su posición ideal no de un modo concrete, se convierte explícitamente
implícito
-y como ocurre en general en la práctica médi-
ca- en la afirmación del valor "salud", afrrmación que de entemeno y tácitamente se halla en la base misma de todos los actos del médico. Claro es que el reconocimiento de este velor como pauta última y supreme de la medicina se halla libre de toda problemática, ya que el médico puede remitirse en todo momento al mandato de la sociedad, que en última instancia le instituye y mentiene en su puesto para velar por los intereses de la salud.
LOGOTERAPIA
27
de toda psicotePor el contrario, el ensanchamiento
mediante la incorporación del enfermo' en"p;;'t;il;io ll to'.rpitit"al al tratamiento Psíquico ellos' v principalmente ;;;ifi;ritades v peligros' De ilPgner al enfermo a i.r'p.rüt" á;qu" ti -tal"o quiera trataremundo' del oulcn treta su concepcrón personal
po't'l'-os'
el problema.de si esta imevitable' debetá contestarse a
il;;;;;;iante; a i' p"' *t' ou.i.f¿n
es
fñ;;;;; iJintLt
verdaderamente
por de si este coniplemento de lapsicoterapia este Mientras postulado es, en principi-o'¡olible' psicoterapia se resuelva, et postutado de yna un simple ser de pasará no
;ü;J"t :l:T;;;;;;;;;t" "'pi'it"r" Por no§otros l;;; a" efectividaá de esta psicoterapia r¡1ontándlde-qr1e' irci.rntrr¿, depende íntegramente consrteórica' ';;;;J.. Ia dáducción de sú necesidad
tr:;:;,xr:',:*t::'^;'#ix#;; r:m*x;'ff "illrl, t"'rtpiritiat ' Si' ade(i solomente lo psíquico)
no
crítica de la "nuevd" mll, dentro del marco de nuestra en ninguna
ul¡ottooia,nos preocupamos
de no
incurrir
remedio que Pode Hmites, no tenemos ñil;ñ en el campo valoración il;;: ;;lie* la posibilidad de unaantes este emm:ás
,ir'to p*i.ot.opia' Sin embargo' |t:O1lft ptt' tl capítulo final del Presente ¡1cltr .-que reselvamos realidad de de haüernos reierido ya a la ocuparemos nos vtlurn.iOn en toda práctica médica'
ilil; -,il**és ii
,il
teódel vaürar; Pero-no de- su necesidad va dicho-' que 1o en e ella
ju
il;
"...tt¿ad :;;;; ta no, referimos
rlttrl Prrtctica. l1n rcelidad,
rpñthr
lo mismo que no§otros hemos tratado
de
una-psicoterapia deductivamente, Ia ausencia de por la vía también lo espiritual se confirma
,li;;;;¿.
28
DE LA PSICOTEMPIA A LA LOGOTERAPIA
empírica. En realidad, el psicoterapeuta se ve obligado a en_ frentarse diariamente y á todas ná.rr, .r, * iráctica cotidiana y en la situación concreta d. ,u cons.rlta, con pro_ blemas de concepción det mundo. A*";;;;; problemas, resulta inservible cuanto le entrega .omo h".rrmienta la
psicoterapia tradicional, es decirja .,m.r, ; fsi"o terapia. Todo psicoterapeuta sabe bien .uá.rá frecuencia se presenta en el transcurso "o, de su práctica,en su gabinete de consulra, la cuestión det sentidi ¿, iil¡lr.pues bien, nada salimos ganando con saber que Ias ¿rram a. un enfermo en cuanto al sentido-de ,, irr¿n q". ,, desespera_ ción a esre respecto se han desarroffra. iri"áiOgicamenre de este modo o de aqué,. ya ertemos ei .lrii"iorr., ¿. pooer demostrar Ia existencia de un sentimiento de infe_ rioridad como la causa psíquica ¿. ,u _ir.ri, espiritual, ya creamos poder "reducir" a tales o cuales
complejos el con_ cepto pesimista de Ia vida de un enfermo, .on todo eso no jamás penetrar en el interior del enfermo ::"r.gr:..^os para nada tocaremos mrsmo. el meollo de sus problemas, ni más ni menos que el.médico que, en ,r., a'. pro..a.. por la vía psicoterapeútica, se contentase
con prescriUir un tratamiento físico o con recetar tales o cuales medi_ camentos. No son pocos los médicos que se dan por con_ tentos y despachan a su paciente con prescripciones de
tütan de .,; il;;r;corÍa pro_ i:::: runoa t: que ary:i.*p!, veces se siente en la pubertad con el conse¡o de comer más pan unrado a" -rir.q"irr;;;; j, seguri_ dad de que, al ganar peso
y sentirse mejor físicamente, des_ aparecerán también todas esas .,neciasi cavilaciÁes. otros
médicos, sin perder muchas palabras, irt"rrim iogrr. ,._ sultados con una cura de arsánico; ot.or, airiÁuhndo su
perplejidad, se limitarán a recetar atgo ut aliquidfieri vi-
DE LA PSICOTERAPIA A LA
LOGOTEMPIA
29
deatur. iCuántos ríos de extracto de valeriana tendrían que eorrer para que pareciese lograrse algo terapéuticamente y euúnta sabiduría encierra, frente a esto, el aforismo clásico que dice: Medica mente, non medicatnentisl Pero lo que nos interesa es poner de manifiesto que el todas estas maneras de proceder en medicina -desde punto de vista de Ia penuria espiritual y de las luchas espiÉltuales del paciente- deben ser colocadas en el mismo plnno que los intentos de "engatus¿r" al enfermo, aunque tálec lntentos se revistan con el manto de la medicina y de
h clencia. l,o que hece falta es que sepamos hablar y responder a lluc¡tros enfermos, que aprendamos a entr¿r en la discu¡lón, n afrontar la lucha con los medios adecuados, es deClt, c«rn armas espirituales. Lo que necesitamos, o, por Felelr dcci¡ lo que el hombre neurótico puede exigir, es URá erftica inmanente de todo aquello que puede alegar a ntncra de argumentos espirituales, que derivan de una €aneepción del mundo. Debemos oponer honradamente
lU¡ [rgumentos nuestros contraargumentos, no deiándon¡l¡ llevar nunca por el cómodo camino de una argulltFnlur:it5n heterológica que vaya a buscar sus razones al felnr¡ rlc lo biológico o, incluso, de lo sociológico. A un pnrlrlenrn claray netamente ideológico no podemos cona
terl$r, cn modo alguno, invocando supuest¿s razones r#ullu¡ dc orden patológico, ni afirmando las consecuen¡lc¡ enf'crrmizas de las cavilaciones filosóficas. Intentar pl'tx'erlcr ¿sí valdría tanto como rehuir una crítica inmanenlr, equivaldría a abandonar el plano en que el probleplano espiritual-, en vez de permanelnu re ¡rlnntca -el tlcr nr é1, nfrontando y sosteniendo con arrnas espirituales lc ltr('hu cn torno a una actitud espiritual. Aunque sólo
30
DE LA PSICOTEMPIA A LA LOGOTEMPIA
DE LA PSICOTERAPIA A LA
fuese por una especie de juego limpio, debiéramos batir_ nos más bien con las
dico educado
; ,, ;ffiITffi ;?,Í,1Ti:i:"T"T;
nunca recetar, por ejemplo, una cura de arsénico para ha_ cer frente a la desesperación de un hombre empeñado en una lucha espiritual. Lejos de ello, lo que hará será, em_
pleando los medios d,e una-psicote*pi, orir*oda por lo espiritudl, un esfuerzo por brindar enf.rmo un apoyo "i en el mundo del espíriiu, por anclarlo .rpirit.rrl_.rrt.. Y esto que decimos no sólo vale también sino sobre todo para aquellos casos en que nos enfrentamos con una de esas típicas concepciones neuróticas der mundo. puede ocurrir una de dos cosas. puede el enfermo tener razón con su manera de pensar, y en este caso seríamos injus_ tos con él si intentásemos combatirlo por la vía
psicáte_ rapeútica, ya que la manera de pensar de un neurótico no
debe ser rechazada nunc a eo ipsi,es decir, por el solo hecho de que se trate de un neurótico. O pu.a. .i.rri..r.ro rro ,._
ner razón con Ia concepción del mundo que profesa, en cuyo caso debe ser corregida, en principio, poi medio de otros métodos, en todo caso no psicoterapeúiicos. también, por tanro, formular nuestro punro ,- .l:_O:i:r qe vtste asi: si el enfermo tiene razón, Ia psicoterapia es innecesaria, pu€sto que no hay por que .oi..gi, une con_ cepción acerfada;en cambio,,i .rri"r-o
no?ne
r^zón,
"l qr. será imposiUt., y, ¡r;e;iügr.._o, la vía psicoterapeútica uná m"n.ra .quivoca-" to.:.grr da de concebir el mundo. Llegamos, pues, a la conclusión de que la psicoterapia, , tal c1m3 úene aplicándose hasta ahora, ,i a todo lo espiritual. y no sólo es insuficient.,";;, además,
1r-ryt::"rrrla por
i^ffirtr¡nnt,
incompetente. Si en lo que llevamos ai.no
,. i"
,.velado
LOGOTERAPIA
3I
eomo insuficiente frente a la totalidad de la realidad anímica, frente ¿ la autonomía de la realidad espiritual se mucstra incompetente. Y esta incompetencia no se maniñeut¿ únicamente al intentar una psicoterapia de la concepción del mundo, sino que se revela ya, más bien, en la ll¡mada "psicopatología de la concepción del mundo", de quc toda aquella psicoterapia parte como de un supuesto prtvio. En realidad, no existe semejante psicopatología de h eoncepción del mundo, ni puede tampoco existir. Una erc¡¡ción espiritual es, en cuento tal, psicológicemente lfreductible, entre otras razones porque lo espiritual y lo elllmico son magnitudes inconmensurables. En efecto, el eontenido de una concepción del mundo no puede llegar t explicarse nunca, íntegramente, partiendo de l¿s raíces prlqulcas de su creador. Y, sobre todo, jamás podrá llegarl€r prrtiendo del hecho de que el hombre que crea una detcrminada concepción del mundo es un hombre enferIñor r¡ la conclusión de que esta concepción del mundo, é€ño formación espiritual, tiene que ser necesariamente f¡l¡e, lin realidad, tampoco nos sirve de gran cos¿ saber €6nto hayan llegado a nacer, psicológicamente, el pesilñhnro, cl escepticismo o el fatalismo de un neurótico, ni t,on ello ayudaremos mucho al enfermo. Aunque hayallto¡ ¡$hido hacerle comprender cuán poco "necesita" de ttt ¡rcrlmismo, etc., deberemos demostrarle, además, que su golcepción del mundo es imposible de por sí, es lógica$ettte lmposible. Deberemos refutársela; sólo entonces, tlüd vrl rcfutada, podremos pasar a ocuparnos de la "psico§éttrrln" clc su "ideología", tratar de comprenderla con ftá¡e rtt lrr historia de su vida personal. Nr¡ r¡i.rfc, por tanto, una psicopatología y, mucho me)l$t, tilttt psicoterapia de la concepción del mundo, sino, en el
32
DE LA PSICOTERAPIA A LA LOGOTEMPIA
meior de los cd.sos, una psicopdtología o una psicoterapia de quien profesa esa concepción d.el mundo, es decir, del hom_
bre concreto cuya cabeza produce la concepción del mundo de que se treta. Pero dando por descartada de an_ temano la posibilidad de que semejante psicopatología se halle en condiciones de emitir jamás un juicio acerca de la exactitud o la falsedad de una concepción del mundo
(c/ Allers). famás podrá esa psicopatología decirnos nada acerca de un determinado sistema filosófrco; sus testimonios sólo son aplicables, por principio y de entemeno, e la persona del filósofo de que se trata. Las categorías de "sano" o "enfermo", propias de esta disciplina, son aplicables exclusivamente al hombre, nunca a su obra. Di aquí que el testimonio psicopatológico acerca de un hombre no pueda suplir nunca el examen filosófico de un¿ con_ cepción del mundo, paraver si es acertada o falsa. El estado de salud o enferrnedad mental del exponente de una con_ cepción del mundo no puede probar ni refutar la exactitud, o
lafalsedad de esta concepción del mundo en el campo del espíritu. El resultado de z x z será siempre 4, aunque lo sostenga un paralítico progresivo. La prueba descubre errores de cálculo, pero no mediante un análisis psiquiá_ trico; no deducimos del hecho de una parálisis la existen_ cia de errores de cálculo, sino que, por el contrario, inducimos de los errores de cálculo, unavez descubiertos, la existencia de una parálisis. Por donde resulta también in_ significante, por principio, para llegar al enjuiciamiento de los contenidos espirituales, el modo como éstos hayan podido nacer en el campo anímico y el que sean o no producto de procesos psíquicos patológicos. Lo que en el fondo de todas estas cuestiones se venti_ Ia es, en última instancia, el problema del psicologismo.
DE LA PSICOTERAPIAA LA
LOGOTERAPIA
33
se da a ese método seudel origen psíquico de deducir en consistente tloclcntífico
tl¡ éste, en efecto, el nombre que
un ¡rcto lavalidezo falsedad de su contenido espiritual' Es un[ tentativa condenada de antemano al fracaso. Las crea(loncs objetivamente espirituales se sustraen siemPre e rümc,ante captación heteróloga. No debe perderse de visla nunca que todo lo espiritual se rige por leyes propias' desde el punto de vista de la teoría del conocimlcnto, y constituye además un diletantismo filosófico, el neÍAr o Poner en duda, por eiemplo, la existencia de un rer divino, por el (supuesto) hecho de que la idea de Dios
ll¡ llfcito,
origen al miedo del hombre primitivo a los podedc la naturaleza superiore§ a su voluntad; como lo es,
dahu su
ftr
mltnh¡mo, invocar la circunstancia de que un artista se hall¡ en un estado psicopatológico, digamos, en una fase de vldu psicótica, para definir eI valor o la carencia de valor lfilrl lco de la obra por él creada en esta situación' Aunque, a veces, incidentalmente, una creación espiiltunl o un fenómeno cultural originariamente auténticos tF lr)nl{rln secundariamente, por decirlo así, al servicio de lllnl lvos c intereses sustancialmente extraños, mediante lllt ilhtlso de orden individual o social, esto no basta para el valor de la |lolrrr ('tl tela de juicio, ni mucho menos, de vista la valiPerder trata. que se i,lencIin cspiritual de de arte o de obra de una prístino rle; llll rínscca y elvalor se las emque de hecho por el mtd rx¡rcricncia religiosa indiviñnes para los cesos, de ¡rlee, urt scn cn la mayoría equidecadentes, rltlalrtrr'rttc ncuróticos o culturalmente
vnlrlllr¡ il tlcrramar el agua del baño con el niño dentro' tftlk,rr eltritc un iuicio de esta clase se parece mucho a "Creía úr¡ttr,l r¡trc, it la vista de una cigüeña, exclamaba: que la cigüeña de hecho El r¡ue hn clgiie ñas no existían'.
34
DE LA PSICOTERAPIAA LA LOGOTEMPIA
I)Ii I,A PSICOTERAPIAA LA
sirva, secundariamente, por así decir, para ilustrar la cono_ cida fábula sobre el modo como los niños üenen al mun_ do, no quiere decir que este páiaro no exista.
No por ello hemos de negar, naturalmente, que las urmodo
creaciones espirituales se hallan condicionadas de
o de otro, psicológica ytambién biológica y sociológicamente; se hallan "condicionadas,,, en este sentido, no
cabe duda; pero ello no quiere decir que ,,causa_ se hallen das" en este mismo sentido. Wálder ia señalado con ra_ zón que todas estas condicionalidades de las creaciones
espirituales y los fenómenos culturales constituyen pre-
cisamente la'Tuente de errores,,de la que pueden brátar, evidentemente, determinadas parcialidades o exageracio_ nes, pero nunca el contenido esencial, la
realización
es_
piritual que cabe explicar de un modo positivo. (Todos estos intentos
"explicación,,confunáen
de el campo de expresión de una persona con el campo de representación de una cosa.) En lo que se refiere a la conformación de Ia personal visión del mundo, ya Scheler ha puesto de manifiesto que las diferencias caiacterológicas y la indi_ vidualidad íntegra de un hombre sólo se áanifiestan en su imagen del universo en la medida en que influyen so_ bre su opción, pero sin entrar a formar p".t. d. su con_ tenido. De aquí que Scheler califique estos factores condi_
cionantes de "electivos,, y no ,,constitutivos,,. Estos
factores sólo nos permiten ilegar a comprender por qué la persona de que se trata tiene precisamente esta manere personal de concebir el mundo; pero nunca y en modo alguno pueden llegar a..explicar,,ü que de la pienitud del universo se nos ofrece en esta üsión singular, aunque sea unilateral. La particularidad de toda perspectiva, el carácter sec_
LOGOTERAPIA
35
hrn*l rh' f otl¡s las imágenes del mundo presuponen, desrle lrri'¡1o, cl c¡rácter absoluto y objetivo de un mundo de crerrr'i,ri y valores. No cabe dud¿ de que, en última ins!4rr lú, li¡nll)oco la existencia de fuentes de errores y de lrrlrll¡'iorr¡rlidrrdes en la observación astronómica, tal como ¡F tn¡illif r('slirn en la conocida "ecuación personal" de los árlrrirrunros, llcva a nadie a poner en duda que, por encima rle t,tk's sub,ictividades, existe, por ejemplo, la estrella Sitll ll¡rslir qué punto la observación de los astros se ve lrctltttlr;rtlir por la penetración de los rayos delsz através rle l,tr, ,'rr¡rrs ¿tmosféricas, no constituye, en modo alguno, lllrr rl¡' krs ¡rroblemas esenciales y primeros de la astronolnllr, ñin() uno de sus problemas ñnales y hasta podríamos rlr,r lr' r¡ut' un problema puramente técnico. Del mismo ilrnrl,r, r'l juicio que nos merezca una concepción concreta ¡lel nrr¡rrrkr no depende, en realidad, por lo menos de un rrrr¡hr rlt'cisivo, de la estructura psicológica (o psicopatolrtgtr ,r ) irrdividual del hombre que la profesa; sólo un enfrtlr i,rrnicrrto objetivo, intrínseco, nos revelará su verdad ;¡¡¡¡,¡ lot. l',rrrr¡r«rco debe negarse que no es posible cerrarse, a r,Er r'.i, ;r ll impresión de que existen ciertes afinidades enIn' rL'lclr¡rinados tipos de concepción del mundo, de una lr,lrtr', y tlc otra ciertos tipos de personalidad. Más aún, no , ¡l,r' ,lrrtlrr de que existe una especie de analogía entre ciert,rt rn,ur('rrrs de concebir el mundo, de una parte, y de la nf r,r r r('r'l()s caracteres patológicos. Talvez exista, en gen.'r,ll, ;rl(() ¿sí como una analogía completa entre la esfera I'1,Ir]lir';r, Ia psicológica y la lógica, o bien entre el estreto , rrl)rrirl, e I anímico y el espiritual que, en su conjunto, l,rr rn,ur lir cntidad hombre. Esta totalidad, así concebida, rrf rrl¡¡ ,','r'- , cntonces garantizada por la existencia de un eie r
36
unitario que atravesaría, en cierto modo, todas las cápas del ser humano, todos los pisos de aquella pirámide, si vale la expresión, en pnalogía con la cual hémos de re_ presentarnos la estructura jerárquica del ser hombre. Sin embargo, esta unidad en la totalidad no es algo con lo que podamos encontrarnos listo y definitivame nte acabado; habría que concebirlo más bien como un eterno problema, aportando de nuevo en c¿da caso la prueba de una coincidencia entre capay cepa. En modo alguno de_ bemos encomendarnos confiad¿mente y de buena fe a la existencia de esta unidad, aceptando de antemano, como
"verdadero", llevados de esta fe y de esta confianza, Io que es "sano" por la simple razón de que lo es_ y -y considerando, por el contrario, como 'falso,,, todo lo que es "enfermo".
Por razones heurísticas al menos, deberemos abrazar en todo momento el punto de vista de que la psicotera_ pia, en cuanto tal, no tiene competencia para entrar a discernir todos los problemas de concepción del mundo, puesto que la psicopatología, con sus categorías funda_ mentales de lo "sano" y lo "enfermo", tiene necesariamen_ te que fracasar ante los problemas referentes al contenido y alavalidez o invalidez de una formación espi_ ritual cualquiera. Si la mera psicoterapia se dejara llevar por el afán de emitir juicios en este terreno, caería inme_ diatamente en el error del psicologismo. Por tanto, si queremos luchar contre las desüaciones psicologistas de la psicoterapia tradicional, eliminando definitivamente estas desviaciones, es necesario que se_ pamos complementar la psicoterapia al uso mediante un nuevo procedimiento. Del mismo modo que, en la histo_ ria de la filosofía, el psicologismo ha sido eliminado y de verdad
DE LA PSICOTERAPIAA LA
DE LA PSICOTERAPIA A LA LOGOTEMPIA
LOGOTEMPIA
37
erfticamente superado mediante un logicismo, así tamblén el psicologismo dentro de la psicoterapia debe ser supea t?do mediante algo que llamaremos -ateniéndonos la logoterapia. La misión de esta logote-
lrtr enalogíaf¡ph
sería, precisamente, la que encomendábamos a un¿
"ptlcoterapia que errenca de Io espiritual"; es decir, de €omplementar la psicoterapia, en el sentido estricto de la prlebra, llenando aquella laguna que primero intentamos dgducir teóricamente para luego verifrcarl¿ alaluz dela pfÁctica psicoterapéutica. Sólo la logoterapia tiene títulos tñÉtodológicos de legitimidad para, renunciando a destl0ruc por los caminos de una crítica inadecuada o de una
l!Íumentación heteróloga, volverse hacia la discusión limcncnte de los problemas de concepción del mundo, Sitrundo en debates objetivos e intrínsecos en torno a la ln5urtia espiritual del hombre que sufre psíquicamente.2 l,u logoterapia no puede, ni debe, naturalmente, sustltUtr u la psicoterapia, sino sol¿mente complementarla [y tun .sto, sólo en ciertos y determinados casos). De heho, lo que la logoterapia se propone, lo que quiere, es ft ultrr rc¿lidad desde hace mucho tiempo, realidad que €Btl¡l0ntcmente se repite, aunque de modo poco consélenle y, en Ia mayor parte de los casos, hasta inconscienté' I.o quc nos preocupa, sin embargo, es el problema de tl, y lrrutn qué punto, la logoterapia existe, no de facto,
lllttt le iurc. Iteru llcgar a este esclarecimiento, en una investigaÉlán ¡rrlentadahacia lo metodológico, debemos separar, i fVllrrrl rmr quc [a psicoterapia se propone descubrir el trasfondo psiFfrlrlglr'rr rlr rrnn ideología, la logoterapia tiene por misión desenmascaflFi trnttto pur¡rmente eparentes, las pretendidas razones lógicas de una F6llpFllr,lrln dcl mundo, desvirtuándolas, por tanto, como teles rezones.
38
DE LA PSICOTEMPIAA LA LOGOTEMPIA
por razones heurísticas, los componentes logoterapeúticos de los psicoterapeúticos. Pero sin olvidar nunca, al proceder así, que ambas clases de elementos se combinan y forman una unidad en la práctica de la psicoterapia, que se funden, por decirlo así, en la unidad de la ¿cción médica. En última instancia, los objetos y los problemas de la psicoterapia y la logoterapia, es decir, lo anímico y lo espiritual del hombre, sólo pueden separarse entre sí en un sentido heurístico, ya que en la unidad real de la existencia humana considerada como une totalidad se hallan inseparablemente entrelazados. En principio permanece, pues, en pie la tesis de que lo espiritual debe separarse siempre de lo anímico; ambos representan dos campos esencialmente distintos. y el error
del psicologismo consiste precisamente, tal como nosotros lo vemos y como creemos que debe verse, en que se desplaza constantemente de uno a otro campo. No se tiene en cuente nunca, al proceder así, que todo lo espiritual se rige por leyes propias, y este abandono tiene que conducir y conduce, necesariamente, a incurrir eí una Vlaa8laloLcr eiq &l,l,o yéttog, un salto a un género distinto. El propósito y la incumbencia verdadera de la logoterapia, tal como nosotros la postulamos, consisten en evitar esto dentro del campo de la acción psicoterapeútica, superando con ello definitivamente el psicologismo dentro de la psicoterapia.
Antes de poner fin al presente capítulo, no resistimos tentación de volver al psicologismo contra sí mismo, de dar la batalla al psicologismo con sus propias armas. Basta con dar la vuelta al asador, por decirlo así, aplicando los métodos del psicologismo contra el psicologismo mismo, para lo cual procuraremos enterarnos de su proa Ia
DE LA PSICOTERAPIAA LA
LOGOTERAPIA
39
plo psicogénesis, es decir, de los "motivos" que pueden de base. Si, por tento, nos preguntamos cuál es la Éetltud fundamental encubierta, la tendencia secreta del Prlcologismo, deberemos contestar: es una tendencia de dcrvalorización de los contenidos espirituales eventuales de lt¡¡ actos psíquicos sometidos a su estudio. Partiendo de €tta tendencia de desvalorización, se empeña en desenli8ffc&rer, se entrega ansioso a la obra de arrancar caretas, tnd¡ buscando continuamente falsas motivaciones, motlveclones neuróticas o patológico-culturales. Esquiva tpdon los problemas referentes alavalidez -lo mismo éñ cl campo religioso que en el artístico, y también en el clentffico-, huyendo de la esfera de los contenidos para tgfuXlarse en la esfera de los actos, ya en el sentido de los F6mpleios analizados psicoanalíticemente, ya por la vía dc lon sentimientos de inferioridad descubiertos por los métodos de la psicología individual, o por otros caminos lhllo¡¡os. De este modo, el psicologismo, en última instlnoln, huye siempre de la muchedumbre arrolladora de lc¡ tlutos referentes al conocimiento y de los problemas dell¡lvos, lo que vale tento como huir de las realidades y lrl poribilidades mismas de la existencia. lll psicologismo ve por todas partes disfraces y nada It!Ér r¡uc disfraces; y detrás de ellos no admite otra cos¿ gue tnotivos neuróticos. Todo se le antoja falso, postizo. is etttpcña en hacernos creer que el arte no es, "en última
ftryirle
lñ¡ltnciu, otra cosa" que una evasión de la vida o del ÉErlri qr¡c [a religión no es sino el miedo del hombre priñllllvo
rt los poderes cósmicos. Todas las creaciones espi-
t'lltt*lcr sc presentan, dentro de este horizonte, como "nteld¡" sublimaciones delalibido, o como puras condenrÉr,lunes dc sentimientos de inferioridad o como medios
40
DE LA PSICOTEMPIAA LA
DE LA PSICOTEMPIAA LA LOGOTERAPIA
de una tendencia de aseguramiento. Los grandes creadores espirituales son dados de lado, así, como neuróticos o
psicópatas. Podemos respirar con alivio y confesar, después de este "desenmascaramiento" del psicologismo, que
un Goethe, por eiemplo, no era, "en realidad, otra cose" que un neurótico. Esta tendencia del pensamiento a que llamamos psicologismo no ve nada genuino, es decir, no ve genuinamente nada. Por el hecho de que algo fuese alguna vezrtÍL disfraz o un medio para un fin, ¿hemos de creer que desempeña siempre este misma función, que no puede ser nunca otra cosa? ¿Por qué no ha de tratarse de algo inmediato, auténtico, originario?
LOGOTERAPIA
4I
[,o que, en último término, interesa a la psicoterapia "dcrcnmascaradora" no es eniuiciar, sino d¿r de lado' Pues blcn, si la obligamos a mirarse en su propio espejo, si, eomo el basilisco, le ponemos delante un espejo para que se mlrc cn é1, vemos inmediatamente que -al igual que toclo psicologismo- gira toda ella en torno a los problemu¡ de lavalidez en el campo ideológico y cientíñco' Se h* dado ye, por eiemplo, el caso de que un psicoanalista,
€n una discusión desarrollada dentro de un círculo redude elclo, intentara desacreditar las ideas no psicoanalíticas
"compleio" un psicoterapeuta, Presentándolas como un hacia atención la al llamársele elc ett* colega; más tarde, no método aquel con casos de It curación de una serie
La psicología indiüdual predica el coraje, olü&ándose al parecer de la humilded, de la hurnildad ante lo que es espiritualmente creador en el tnundo, ante lo espiritual como un mundo en sí y cuyas esencias y volores no se dejan llewx
prlcounalítico, tretó de valorar este efecto terapéutico
en tnodo alguno, psicologistamente, al simple plano psicolóAhora bien, la humildad, cuando es auténtica, constituye, por lo menos, un signo defortaleza interior tan respetable como el coraje.
rlrttt
glco,3
r El psico(pato)logismo proyecta los fenómenos en el plano de lo psÍquico. Pero se le escapa toda una dimensión: la dimensión de 1o espiritual. Y así, no debemos extrañemos de que, sin tomar en consideración este lado espiritual, en una visión puremente inmanente (es decir, renunciando e la trascendencia de los obietos de que se trata), un Mahoma o un Dostoievski, por ejemplo, puedan parecernos nada más que unos epilépticos y presentársenos de este modo, al igual que cuaiquier otro epiléptico,1o mismo que e1 epiléptico que sale de nuestra ambulancia o se encuentre en nuestra sala de la clínica. Vistas por el lado de le inmanencia psicológica, las visiones extáticas de una Bernadette, por eiemplo, no se diferenciarán en nada de cualesquiera otros estados excepcionales alucinetorios. Y es que al psicologista le ocurre
eunru.,, un "síntoma" de los pacientes en cuestión' Claro ert¡[ quc, con estas maneras tan cómodas, es fácil sustrlcrsc ¿ toda discusión obfetiva y a toda argumentación f
hca.
ser explicado, pues' como mede dewalorización' Con tendencie rllo clc que se sirve una por é1 dominada investigación la Ir¡ r'unl una corriente de a una cognoscitiva la entrega drfrr dc ser expresión de nuestro a es, además, l,o¡p, Sin embargo, el psicologismo la manifestación parcial de algo más extenso: los
lil psicologismo puede
fuk'kr,
€tilr'l'Ill('ttlc lo que al dibuiante que proyecta una esfera sacándola de su en It hllrttnrsion¿lidad, sobre una hoia de papel: así dibuiada se convierte que corresponun r lr'{'ulo, c[ cu¿l no se diferencia en lo más mínimo del
tb
rt
h ¡rroyccción
de un
cilindro tridimensional,
de un cono de
1¿
misma
,.1¡.,', ,i ,lci tlc la proyección de un círculo bidimensional(!)' De1 mismo "aportación' hlrrhr, cl psicotogista puro no podrá distinguir nunca entre y "tlnl ottr¡t". (Y aun prescindiendo de que, en la üsión an¿lítico-existendetermine,.lul , ,,,'*.,'u.nr", hasta el síntoma mismo puede, en ciertas y rlÉ¡ r ltlttItsl¡tncias, representar una
"aportación' del hombre')
42
DE LA PSICOTEMPIAA LA LOGOTERAPIA
finales del siglo xrx y los comienzos del xx presentaban una imagen del hombre completamente deformada, ya que lo mostraban sobre todo en sus múltiples ataduras y, por t¿nto, en su supuesta impotencia frente a ellas: las ata_ duras biológicas, las psicológicas, las sociológicas. No se paraba la atención en la verdadera libertad humana que es una libertad frente a todas estas vinculaciones, en la liber_ tad del espíritu frente a lanaturaleza, que es, en realidad, la que determina la nafuraleza humana. Surgía así, al lado del psicologisrno, u/, biologismo y un sociologismo,4 que, combinados, trazaban una imagen caricaturesca del hombre. No es extr¿ño que, en la historia del espíritu, surgiera, como necesariamente tenía que surgi¡ una reacción contra estas concepciones naturalis_ tas, volviéndose la mirada hacia los hechos fundamenta_ les del ser humano, hacia la libertad humana, frente a los datos de la vinculación natural. No es extraño que, de este modo, el hecho primigenio de la responsabilidad se situase de nuevo, por fin, en el centro del horizonte vi_ suel, ya que el otro hecho primigenio, el de la conciencia, no podía, por lo menos, ser negado por el psicologismo. Hay que reconocer a la filosofía existencialista el mérito de haber destacado la existencia como una forma de ser sui generis. Así, vemos que faspers califica el ser del hom_ bre como un ser "que decide", que no "es,,pura y simple_ mente, sino que, además, decide en cada caso .,lo que es,,. a
La genealogía de todes estas ideologías es ia siguiente: el padre del psicologismo, del biologismo y del sociologismo es el naturalismo. Sin embargo, de la unión que podemos llamar endogámica de1 biologismo con el sociologismo nació, como fruto tardío y deforme, un biologis_ mo colectivo. Con este biologismo colectivo volvemos a encontrarnos en el llamado racismo.
DE LA PSICOTERAPIA A LA
LOGOTERAPIA
43
Este esclarecimiento de una situación de hecho que Wnfe siendo comprendida como evidente desde hacíaya lergo tiempo, aunque no siempre se confesara, hace posible por vez primera un enjuiciamiento ético de los actos hu¡nonos. AIIí donde el hombre se enfrenta a las contin$ncies naturales, donde el hombre "se comporta" como t&l hombre frente a ellas, es dect, cuando deja precisailente de someterse al imperio de lo biológico (raza), de lo ficlológico (clase) o delo psicológico (tipo cd.rd.cterológico) y de obedecer ciegamente a estos poderes, es donde coñtenzs I ser susceptible de enjuiciamiento moral en toCet y cada uno de los aspectos. Conceptos diariamente ñfncfedos por nosotros, como los conceptos de mérito y eulpt, sólo tienen sentido y razón de ser a condición de iU€ feconozcamos la capacidad verdaderamente humane $l el rujeto, quien en vez de aceptar todas las vinculaciont¡ B que ecabamos de referirnos como algo impuesto pgl cl dcstino, las ve como esforzadas tareas por las que tkne que decidirse para conformar su üda.
Arf, por ejemplo, el hecho de pertenecer a un deterHlnsclo pueblo o nación no representa, de por sí, ni un nÉrlto ni una culpa. La culpa comenzará cuando el indifléuo, ¡upongamos, no fomente las dotes peculiares de Ultd ttuc¡ón o descuide o entotpez,ca los valores culturales dg ¡u nución; el mérito, por otra parte, consistirá en traBr de luperar ciertas fallas caracterológicas del pueblo de qgé ie trste, en un esfuerzo consciente de autoeducación.s t Hro tle quc el hombre posee tanto "los vicios de sus virtudes" como Hlm
vlnurler dc sus vicios", no es aplicable solamente a los individuos, también para los pueblos en su coniunto. Con lo cual dlehr¡ c¡t¡l quc depende de cada individuo 1o que haga de sus aptitudes rlur. rle rrptitudes solamente se treta-, que en é1 puedan darse por
íña qul volc =la
44
DE LA PSICOTERAPIA A LA LOGOTEMPIA
Muchas personas cometen el error de tomar las fallas de carácter de la nación a que pertenecen como pretexto pera justificar las deficiencias de carácter de su propia persona. Recuerdan en esto a Dumas hijo, de quien se cuenta que, habiéndole dicho un día una señorita de la alta sociedad: "Debe ser muy fastidioso para usted que su padre fuese un hombre de costumbres tan libres", le contestó: "¡Oh, no, señora! Ya que no puede servirme de ejemplo, me sirve, por lo menos, de excusa". Más justo y acertado habría sido que el hijo invocase a su padre como ejemplo escarmentador. Pero son también muchos los individuos que incurren en el error de sentirse orgullosos de las virtudes nacionales de carácter, sin haber hecho de ellas un mérito propio mediante su cultivo individual. No es posible imputarle a nadie, ni como culpa ni como mérito, aquello de que no se le puede hacer responsable. Esta concepción es, en última instancia, la que sirve de fundamento a toda la mentalidad del Occidente desde los tiempos de la filosofía antigua, y sobre todo, desde la aparición del cristianismo; en estricta y consciente oposición con el pensamiento pagano, toda posibilidad de eniuici¿miento moral del hombre, en este aspecto, comienzaprecisamente allí donde el hombre puede optar libremente y obrar de un modo el hecho de pertenecer a un determinado pueblo. Esas eptitudes no son
otra cosa que posibilidades, simples posibilidades que el individuo, y solamente é1, puede realizar de un modo o de otro, entre las cuales tiene que elegir, en pro o en contra de las cuales he de tomar una decisión. Sólo entonces, cuando haya optado y tomado esta decisión, se convertirán l¿s aptitudes nacionales, de por sí neutrales como valores, en las cualidedes personales de un hombre, en valores positivos o negativos, según los casos. De todo lo cual resulta, en conclusión, que es el individuo ei llamado a "adquirir, para poseerlas", las virtudes de "su nación', exentas, en la medida de 1o posible, de sus vicios.
DE LA PSICOTERAPIA A LA
LOGOTEMPIA
45
rc:ponsable y termina cabalmente en el momento mismo que esto deja de ocurrir. Hemos intentado, en las páginas anteriores, primero, deducir de un modo teórico la necesidad de una logoteEpla, y luego poner de maniñesto alaluz de la práctica Ia tl€eeoidad de una "psicoterapia que arrance de lo espiritu¡!", En relación con el primer problema, hemos visto
!il
hmta qué punto es categorialmente insuficiente la psicoterrpia, entendida en el sentido estricto de la palabra; por lo que al segundo problema se refiere, se ha demostrado Qüe le psicoterapia, así concebida, resulta incompetente Páfs todo lo espiritual o tiene necesariamente que caer en ll eempo del psicologismo. En las páginas que siguen habremos de demostrar la portbtlidad práctica de una logoterapia, concebida como Unl consciente "psicoterapia desde lo espiritual", pare, Por el capítulo final-, someter a prueba su posiúltlmo -en bllldad teórica, es decir, contestar a la pregunta, ya apunGttla, de si es posible sustraerse, en principio, a la acción de
ll¡una concepción del mundo. §ln embargo, ya por lo que dejamos dicho podemos Wt quc el problema de Ia aplicabilidad técnica de una "psiFeterttpia a partir de 1o espiritual", de que hemos de ocupcrnos cn el capítulo siguiente, tropieza con señalados obstárulos. Repetidamente hemos comprobado, en efecto, que Ft neccsario retrotraerse a lo que constituye el fund¿mento e¡encial de la existencia humana, o sea al factor respon¡ehllldrrd. Llegaremos, de este modo, a la conclusión de que le ¡rrlcoterapia, girando en torno al punto angular de la hrgolcrapia, tiene necesariamente que cambiar de rumbo, crlelltlndose hacia un análisis de la existencia, concebido ebfrro un análisis del ser hortbre a base del ser-responsdble.
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
II. DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL A. ANÁus¡s
ExISTENCTAL GENERAL
Concebida específicamente como psicoanálisis, la psicoterapia tiende hacia un resultado que es, concretamente, el de tornar consciente lo psíquico. La logoterapia, por el
contrario, tiende a tornar consciente lo espiritual. Pues bien, concebida específicamente como análisis de la existencia, se esfuerza, especialmente, por hacer que el hombre cobre conciencia de su respons¿bilidad, viendo en ella el fundamento esencial de la existencia humana. La logoterapia, así concebida, conduce necesariamente a una potenciación de la existencia humana; en efecto, si el ser-hombre es, como hemos dicho, ser-consciente y ser-responsdble, no cabe duda de que el análisis de la exis-
tencia trabaja conla conciencia de ser-responsdble, procurando que se cobre conciencia de la responsabilidad esencial, que sienta más su responsabilidad consciente. Así, pues, si la logoterapia es la psicoterapia "que parte de lo espiritual", el andlisis de la existencia podrá definirse como la psicoterapia "que arcdnca del espíritu de la concie
ncia de re sp ons abilida d".
1) El sentido de la yida La responsabilidad signifi ca siempre responsabilidad ante un deber. Ahora bien, los deberes de un hombre sólo pue-
EXISTENCIAL
47
dcn ser inte¡pretados partiendo de un "sentido", del sentldo concreto de una vida humana. Por eso debemos siturr al frente de este capítulo, antes de nada, y colocarlo ¡ll cl centro mismo de estas reflexiones, el problema del lentido de la vida humana. En realidad, este problema es Uho de los más frecuentes entre aquellos con que el enftrmo mental asalta al médico, en sus luchas y sus angusllu espirituales. No es el médico, sino el enfermo quien, llsvcdo de sus propias angustias espirituales, pone este ptOblema sobre el tapetey acosa con estas dud¿s y cuestlones al encargado de su curación. El problema del sentido de la vida, ya se plantee de un Itlodo expreso o de una rnanera simplemente tácita, debe fit consideredo como un problema verdaderamente humallo, Por tento, el hecho de poner sobre el tapete el problema drl ¡entido de la vida no debe interpretarse nunca, en modo dguno, como síntoma o expresión de algo enfermizo, paÉológtco o anormal en el hombre; lejos de ello, es la verdad:n cxpresión del ser humano de por sí, de lo que hay de Vlrd&deramente humano, de más humano, en el hombre. lgdemos perfectamente imaginarnos el caso de animales ejemplo, las abejas o las hormiñtUy desarrollados -por É$-, organizados, desde ciertos puntos de vista, de un Etotlo social y superiores, incluso, en ciertos aspectos, a la Eeledrrd humana en lo que a este tipo de organización, señt€,ante el estado, se refiere; pero jamás podremos llegar a L eonr:lusión de que un animal se plantee el problema del Fntlclo dc su propia existencia, ni pueda, por tento, llegar a h¡eer clc su propia existencia algo discutible o problemátiCft, l,r cstá reservado al hombre como tal, y exclusivamente I é1, el enfocar su propia existencia como algo problemáti€tl, el expcrimentar todo el carácter cuestionable del ser. Es
48
este hecho, mucho más que otros factores, tales como la capacidad de hablar, la de pensar en forma de conceptos o la de marchar erguido, el que puede y debe ser considerado, en rigor, como criterio determinante en la esencial distinción entre el hombre y la bestia.
El problema del sentido de la vida, planteado de un modo radical, puede llegar a avasallar totalmente al individuo. Este caso suele darse, sobre todo, en el periodo de la pubertad, es decir, en aquel periodo en que se revela ante el joven que va madurando espiritualmente y lucha espiritualmente por ver claro, la problemática esencial de la existencia humana. Como un profesor de historia natural expusiera ante una clase de alumnos de enseñanza secundaria, en sus explicaciones, le tesis de que la vida de los organismos, incluyendo la del hombre, "no es, en última instancia, otra cosa" que un proceso de oxidación, un proceso de combustión, se levantó inesperadamente uno de los alumnos, para formular esta pregunta apasioneda, incontenible: "¿Qué sentido tiene, entonces, la vida humana?". El joven que formulaba tal pregunta habíase dado clara y certeramente cuenta de que el hombre vive con una modalidad de existencia distinta, por ejemplo, a la de la bujía que arde y se consume ante nuestra vista, sobre la mesa. Su ser* podrá ser concebido, no cabe duda, como un proceso de combustión, pero es evidente que el hombre, por el mero hecho de serlo, lleva aparcjada, además, una forma de ser esencialmente distinta de ésta. El ser humano es, ante todo, un ser esencialmente histórico ejemplo, en contraposición al ser animal-, que
-por
DI]L PSICOANÁLISIS ALANALISIS
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
* El autor precisa en alemán ia expresión Seia recordando la expresión de Heidegger: Vorhanden-Sein,Ia, rrla;:,ere, de ser de lo meramente existente: lo que está presente.
EXISTENCIAL
49
t{tru rlempre dentro de un ámbito histórico (dentro de un
&nbtto "estructurado", como diríaL. Binswanger), fuera euyo sistema de coordenadas no puede concebírsele. ? trte sistema de relaciones se halla siempre presidido PAf un sentido, siquiera sea un sentido no percibido, no loifesedo o no expresado. De aquí que la vida de un horñlsucro pueda considerarse, si se quiere, como endere§dr hecia un fin, pero en modo alguno como dotada de Iñ ¡entido. Y con la categoría misma del "sentido" deslpttcc también lo que podemos llamar lo "histórico": un thffsdo" de hormigas jamás puede tener "histori¿". Erwin Strauss (en su libro titulado Acaecer y vh¡encia) h puento de manifiesto que no es posible descartar de la y no en último É¡lld¡d de vida del hombre -incluyendo, hl¡nr, et hombre neuróticamente enfermo- la "realidad dd devenir", el factor histórico tiempo. Ni siquiera o, mepr dlcho, mucho menos cuando el hombre (y, en particuLf, el neurótico) "deforma" esta realidad del devenir. Una üodalldsd de esta deformación la tenemos en ese intento C€ lnversión, en ese desviación del modo de ser originario
dl
homhre que Strauss califica de existencia "presentista". de la vida que cond¡to en crcer que se puede renunciar a toda orientación, a tadn mcta. A un comportamiento que no se basa en las éñmñsnzas del pasado ni se orienta hacia las metas del fuHttt, ¡lno que se contrae al puro presente sin historia. Esta ñptlclld¿¡d se nos presenta en la huida neurótice a una espÉt,le rle csteticismo, en la evasión del neurótico en un lñ§oklrintmiento artístico, o en un entusiasmo desmedldrr ¡xrr la naturaleza. En estas condiciones, el hombre se Bltlds, cn cierto modo, de sí mismo, aunque más exacto trllÉ rlccir que se olvida de sus deberes, por cuanto que,
&l
l: rcficre a una deformación específica
50
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS
DEL PSICOANALISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
en tales momentos, vive más allá de todos los deberes que el sentido histórico-individual de su existencia le impo-
ne. No pocos enfermos neuróticos querrían vivir "leios de la lucha por la existencia", "en una isla solitaria", tumbados todo el día al sol. Este tipo de vida puede ser apropiado para animales; llevados del olvido de sí mismos'
EXISTENCIAL
51
nlsmos. De esta categoría de hombres forman parte aque-
llor que trabajan ahincadamente durante toda la sem¿na y que, al llegar el domingo por el vacío y la -domin¿dos f¡lta desoladora de contenido de su vida, que entonces se ilcnifiesta en su conciencia- se sienten deprimidos ("neurosis dominical"), o que, llevados de un horror vacui (¡n sentido espiritual), van a refugiarse en un estado de
esta clase de hombres llegan a creer quiméricamente que semejante tipo de vida sería, alalarga, es decir, sobreponiéndose a los momentos "dionisiacos" de la existencia,
lmbriaguez cualquiera. Pero el problema del sentido de la vida no se plantea
una vida humana, digna de ser vivida por el hombre y
d; un modo típico solamente
soportable para
¡ino que en ocasiones es, como si dijéramos, el proplo destino quien lo plantea, por ejemplo con motivo de Un¡ vivencia cualquiera que sacuda y haga estremecerse
é1.
El hombre normal (normal, tanto en el sentido de una norma media como en el sentido de una norma ética) sólo puede orientarse de este modo "presentista" en ciertos momentos y, aun así, hasta cierto punto nada más. En los momentos, concretamente, en que se entrega, por eiemplo, al regocijo y al descanso, volviendo consciente y transitoriamente la espalda a la vida determinada por il sentido que la preside; en esto§ instantes, olvidándose el hombre deliberada y artificialmente de sí mismo, se descarga de vez en cuando, conscientemente, de la carga, en ocasiones demasiado $rande, de su esencial responsabilidad. Pero el hombre accidental, por lo menos, vive siem pre, en rigor y en última instancia, bajo el imperio de va lores que debe rcalizer' que se siente obligado a reaLiza creadoramente. Lo cual no quiere decir que no sea como lo es, embria$arse con la obra de la propia deiarse aturdir por ella. Esta posibilidad se apodera de dos aquellos individuos del tipo de hombre que Scheler, tu entudio sobre el "burgués", catacteriza como Perso quc, defándose llevar por los medios de tealización de ebre, ¡e olvidan del fin último, es decir, de los val
en los años de la adolescen-
Ela,
ll
hombre. Y así como la problemática del sentido de la Ylds, cn el periodo de la adolescencia, no representa en dSor nada enfermizo, tampoco debe considerarse como Prtológica la angustia espiritual del hombre luchando con tl contenido de la vida. En términos generales, no debe ftrdcrse de vista, además, que la psicoterapia, cuando §nplla su horizonte como logoterapia, o, en su caso, el §{ll¡is de la existencia, en cuanto forma específica de la lcSotcrapia, guarda relación, por lo común, conhombres xut'ren espiritualmente, pero que no deben ser consideQüia lldet¡ como enfermos en sentido c\ínico. En rigox es ese sufrlnrlcnto causado por la problemática human¿ lo que Bttnrtltuye el verdadero objeto sobre que versa la "psicotereplu que arranca de 1o espiritual". Pero, aun en los calg: en que se dan realmente síntomas clínicos, por ejemplo, rlntomas psicopáticos, puede tratarse también, en €lellu¡ y determinadas circunstancias, de facilitar al en-
fuf$rr, por medio de Ia logoterapia, aquLel punto de apoyo t*plrllual especialmente sólido que el hombre sano y corrien-
52
DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL
te necesita lnenos, ?ero que el hombre psíquicamente inseguro necesita de un modo apremiante, precisamente como cotnpensación de su inseguridad. La problemática espiritual de un hombre no debe dejarse nunca de lado como un simple "síntoma"; es, en todo caso, una "aportación' (para ¿tenernos a esta antítesis presentada por Oswald Schwarz): una aportación realizadaya por el paciente o una aportación que debemos ayudarle arealizar. Esto es aplicable, sobre todo, no a los individuos que se encuentran por tazones endógenas en un estado psíquico de equilibrio inestable (como ocurre con los psicópatas), sino también a los que han perdido el equilibrio de su alma por razones puramente exógenas. En esta categoría de sujetos habría que incluir, por ejemplo, al hombre que habiendo perdido al ser a quien amaba más que a nada en el rnundo y al que consagraba su vida entera, se pregunte, indeciso, sin rumbo, si su vida tiene ya, ahora, algún sentido,unarazónde ser. ¡Ay del hombre cuya fe en el sentido de su existencia vacile, al llegar este momento! Se quedará, si eso le sucede, sin reserva moral alguna; el hombre, en estes condiciones, se ve privado de aquellas energías espirituales que sólo es capaz de ofrecer une concepción del mundo que afirme incondicionalmente el sentido de la vida necesidad de que, para -sin ello, el hombre cobre clara conciencia en este sentido ni, mucho menos, que llegue a dar a esta conciencia una clara formulación conceptual- y se encontrará, así, desarmado para recibir, en las horas difíciles de la vida, los golpes del destino y para compensar "lafuerza" de la fatalidad con la suya propia. El hombre caerá, de este modo, en una especie de descompensación moral, verá que sus energías
morales le fallan ante los embates del destino.
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
'felvez comprendamos meior cuán primordial
53
es la
lnilportancia que debe atribuirse e una concepción del Eundo afirmativa del sentido de la vida, elalttz de lo silutcnte. Una investigación estadística de gran envergadurl ecerca de las probables razones de la longevidad dio Eomo resultado que todos los suietos investigados, es dellr, todas las personas longevas incluidas en la encuesta, §ursban una concepción de la vida "optimista", aftmatift del sentido de la üda misma. Y, en el campo psicológi6or lc actitud ideológica del hombre acredita también un fllor tan central que "se abre paso" en todas las circunstülcles, razónpor la cual no puede "disimularse" íntegraFllnte, por eiemplo, en los melancólicos que procuran licubrir su fundamentel ectitud negetive ente la vida. Émpleando los métodos adecuados de exploración psiqulátrica, cabe descubrir plenamente el sentimiento engublcrto de cansancio de vivir. Cuando abrigamos la sosplehu de que un melancólico disimula sus intenciones de lulcldarse, es recomendable seguir en el examen el siSulentc procedimiento: lo primero que debe hacerse es prcÉuntar al paciente si se propone quitarse la vida, o, en lU ('§so, si persiste en sus ideas de suicidio, manifestadas etrn Anterioridad. Claro está que el paciente contestará ne§ntlvumente a esta pregunta, sobre todo si úata de ocultar tu¡ verdaderas intenciones. Pero, en seguida, le formulaf€m(t$ otra pregunta, que nos permitirá establecer un dla¡nóstico diferencial entre la verdader¿ ausencia del fedlum vitde de una partey, de otra, el simple encubrimienmuy brutn rie esta actitud; así, le preguntaremos -por tnl quc la pregunta pueda parecer- "por qué" no abriga ye e I propósito de suicidarse. Ante tal pregunta, el mehlrnllico, libre de este propósito o ya curado de é1, se apre-
54
DEL PSICOANALISIS AL ANALISIS
DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
surará a contestar que tiene que preocuperse, por eiemplo, del sustento de su familia, que no puede dejar abandonados sus trabajos, etc. En cambio, el melancólico que quiera disimular caerá, ante esta pregunta, en un estado típico de perplejidad. No encontrará respuesta alguna en que nos ofrezce ergumentos a favor de su afirmación (simulada) del sentido de la vida. De un modo muy característico, estos enfermos disimuladores suelen desviar la conversación y expresan, casi siempre, el deseo de que se les deje errpaz. De este modo, el hombre se encuentra psicológicamente en la imposibilidad de ofrecer, ni siquiera de pretextar argumentos en favor de la aflrmación del sentido de Ia vida o en pro de la necesidad o el deseo de seguir üviendo, es decir, ergumentos en contra de la idea del suicidio que domina su mente: si estos argumentos existieran realmente, si estuvieran presentes en su espíritu, el paciente dejaria eo ipso de hallarse dominado por propósitos de suicidio, razón por la cual nada tendría que aparenter.
El problema del sentido de la vida puede interpretarse de diferentes modos. Queremos, por tanto, separar de su ulterior discusión, ya desde el primer momento, aquel problema que versa sobre el sentido dubitativo de todo acaecer objetivo, por ejemplo, sobre las problemáticas 'finalidad y meta" del mundo, o sobre el problema del sentido del destino que nos sale al paso o de las cosas que nos suceden. En rigoa todas las respuestas positivas que podamos dar a estas preguntas están reservadas ala fe. De aquí que el hombre de mentalidad religiosa, que cree en una Providencia, no tenga nunca esta clase de problemas. Los demás tendrán que buscar el modo de sobreponerse críti-
EXISTENCIAL
55
Élmcnte, por la vía del conocimiento, a este tipo de ptublemática. Deberemos examinar si es lícito, en térmiiot generales, investigar el sentido del'todo; es decir, si tfte problema tiene, de por sí, sentidoy razón de ser. En dgor, sólo debemos detenernos e Preguntar, en cada caso, por el sentido de un acaecer parcial, nunca por el'fin'del reaecer universal. La categoría del "fin', en ese sentido, es tlt¡cendente, ya que el fin se halla en ceda caso fuera de lquello que lo "tiene". Por eso, sólo podríamos concebir d rentido total del universo, a lo sumo, bajo la forma de un lhmado concepto límite. Podríamos calificar e§te senddo, tal vez, como "suprasentido", con lo que expresaríatllot que el sentido del todo no es captable ! que es mds que eáptable. Este concepto vendría a ser, así, un postulado ütálogo a los postulados kantianos delaruzÁn; representaf{¡ una necesidad del pensamiento y, al mismo tiempo, una lnposibilidad del pensamiento, antinomia ésta a la que Élo podemos sobreponernos por la vía delefe. Yn Pascal decía que la rama no puede llegar a comprender nunca el sentido del árbol en su totalidad. Y la ñodcrna teoría biológica del medio ha puesto de maniácrto que todo ser viviente se halla encerrado en el medio éorrerpondiente a su especie, sin poder romPer esta enVolturfl. Por muy excepcional que sea la posición que eI honlbrc ocupe a este respecto, Por muy "abierto" que se ul universo, por mucho que pensemos que el hombre ñ6 vlve en un "medio", en un "mundo circundante", sino Én un "mundo", en "el" mundo, ¿quién nos asegura que Fnd¡ rrllá de este mundo del hombre no existe un suprallttul(lo?* ¿Acaso no es más lógico suponer que el empla-
hllc
t lll tcxto alemán iuega con las palabras Utnuelt circun-mtndo
56
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
zamiento final del hombre dentro del mundo es algo puramente aparente, simplemente un estar más arriba, dentro de la naturaleza, en comparación con los animales; pero que podemos aplicar al "ser-en-el-mundo" (Heidegger), en última instancia, por analogía, lo mismo que vale para el mundo circundante de los animales? Exactamente del mismo modo que un animal no puede, trascendiendo de su medio, llegar a comprender nunca
el mundo de los hombres que está por encima de é1, el hombre no puede llegar nunca a comprender qué es lo que está por encima de su mundo propio; puede, a lo sumo, llegar a vislumbrarlo medio delafe-, o bien entrar -por en contacto con é1, si ese mundo superior irrumpe en el mundo propio del hombre por medio de una revelación,, Un animal dornesticado no puede llegar a conocer nuncd los, fines en función de los cuales lo subyuga el hombre. ¿Cóma, podría el hombre llegar a saber cutíl es el'fin último" de sa úda, cuál es el sentido superior a que obedece el uniyerso cotno un todo? Cuando N. Hartmann afirma que la libertad y la responsabilidad del hombre se hallan en contradicci con una finalidad oculta a sus ojos, pero superior a é1, for-i mula a nuestro entender una idea inexacta. El propio Hart+ rnnn reconoce que la libertad del hombre es una "libe a pesar de la dependencia", en cuanto que también la tad espiritual se erige sobre las leyes de lanattrraleza, una "capa del ser" propia y superio¡ la cual, pese a la " pendencia" con respecto a las capas inferiores del ser, "autónoma" con respecto a éstas. A nuestro juicio, perfectamente concebible la existencia de una relaci dante, medio
Welt-haben
ambiente- y Welt
-tener
mundo-.
-mtndo
a
secas-. También hable
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS
EXISTENCIAL
57
§úloga entre el reino de la libertad humana y un reino sobltpuesto a é7, de tal modo que el hombre, pese a lo que la Ftpvidencia se proponga hacer de é1, pueda ser consideraCo como un ser libre en cuanto a su voluntad, del mismo §1odo que el animal domesticado vive con arreglo a sus lutlntos,l a pesar de servir al hombre, quien se sirve precil¡ñente de los instintos animales para sus propios fines. | §upongamos que me propongo construir una máquina cuya funEldn consiste en empacar de cierto modo una determinada mercancía; dt ntyn t. comprende que, para poder llevar a cabo este propósito, ne-
lglto dlüponer de alguna inteligencia, y no cabe duda de que deberá ser €€$¡lderublemente mayor que la que necesitaría para empacar yo direcEñontc, mediante una operación manual, 1a mercancía de que se treta. FUgl hlcn, nada más natural que traslader esta comparación gradual al pñrhlemu de los instintos. Y, planteada la cosa así, ¿no deberemos llegar, lñ lo que ¡c refiere a la llamada sabiduría de los instintos, a le concludáñ dr quc aquella sabiduría que confiere un determinado instinto e llál crpcelc o un género animal, es decir, la s¿biduría que ha establecido, t€l d*clrlo ¿si, este instinto y que se halla, por tanto, detrás de los instlñto: to«los, tiene que ser neceseriamente de un rango incomparable§€ñle nrpcrior que la "sabiduría" de los instintos, que lleva al animal a ttll,lnnu¡ tnn "sabiamente"? Podría muy bien ocurrir que la verdadera $Ércne tu cnre el hombre y la bestia no estribe tanto en el hecho de [üC lr [rrrth posea simplemente instinto, mientras que el hombre posee §itelt¡erl'lu (ya que, en rigor, toda 1a inteligencia humena podría ser E§ltrtehldrr nlmplemente como un instinto "superior", sobre todo si nos á¡11t,,,.,r cl a priori que sirve de base a todenzón,pbro que no puede If rprltrlkkr, por sí mismo, *ru26r.), como en e1 hecho de que la inteiiIñt¡ld lrunlunr es tan elevada que el hombre -en manifiesta oposición i l trpnlftl¡rd de los animales- puede llegar a comprender que tiene ft€É¡etl¡nrcntc que existir una sabiduría de un rango esenci¿lmente ñSglllt ¡l rlc lrr suya propia, una sabiduría sobrehumana de 1a que emelhá rtt ¡rt'rr¡rlrr rrrzón y los instintos de los animales; una sabiduría que .E lr firerrtt dc lr¡d¿ sabiduría, lo mismo de la sabiduría humana que de k "tÉhl,,¡" lnstintos de los animaies y que ha impreso para siempre su Ellg al nurrr,l,,.
58
DEL PSICOANALISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
Nadie ha expresado con más fuerza y belleza que Schleich las relaciones entre el mundo humano y un mun-
do superior
-relaciones
que debemos imaginarnos
como análogas a las que median entre el "mundo circundante" de los animales (Uexküll) y el mundo del hombre-:* "Dios, sentado ante el órgano de las posibilidades, improvisó el universo. Nosotros, pobres mortales, sólo escuchamos la yox hutnand. Labelleze de ésta es un indicio de lo grandiosa que debe de ser la armonía en su totalided". De suyo se comprende que la fe en un "sentido superior" lo concibamos como concepto límite o lo inter-ya pretemos religiosamente como Proüdencia- tiene un¿ extraordinaria importancia psicoterapeútica y psicohigiénica. Es ésta una fe creadora: hace al hombre más fuerte, como auténtica fe que es, nacida de una fortaleza interior. Para quien se hace fuerte en esta fe no existe, en riltima instancia, nada carente de sentido. Para é1, nada acaece "en vano", "ningún hecho queda sin registrar" (Wildgans). En este especto, existe en el mundo algo así como una ley de la conservación de la energía espiritual (para los efectos morales); con arreglo a ella, ningún pensamiento Srande está condenado a perecer, aunque no llegue a ser conocido, eunque quien lo abrace "descienda con él a la tumba". Así concebida la cosa, la historia interior de la vida de un hombre, en todo su dramatismo, e incluso en su dolor trágico, no ¿caecerá nunca "en vano", aunque no lle§ue a escribirse ninguna novela que la relate. La "nowla"
úvida por uno es siempre, d pesdr de todo, una realizdción * Las rel¿ciones entre el mundo circund¿nte animal (estrecho) y el mundo del hombre (más amplio) y entre éste y un mundo superior (que los abarca fodos) formaían, si se quiere, la "sección dorada".
DEL PSICOANALISIS AL ANALISIS
EXISTENCIAL
59
gladdora incomparableffiente ffidlor que la novela que cualluler narrador pueda escribir De un modo o de otro, todo ll mundo sabe que el contenido de un¿ vida, su consuma-
0lón cumplidora, es "asumpta" en alguna parte, en aquel que significa, a doble sentido hegeliano -aufgehobenUh tlempo, tollere y consendre, cancelar y conservar. De llte modo, el tiempo, la caducidad de la vide, no merma lñ lo más mínimo el sentido y el valor de ésta. Ser-hdberNo* es también un rnodo de ser, tdl yez el rruis seguro. Toda lqclón en la vida sería, et este sentido, la salyación de lo lotlble en lo real. Aunque es pasado, precisamenfe en el ptado se hdlla puestct d salvo para toda una eternidad, sin lüc pucde hacer mella en ella la ¿cción del porvenir.2
r lln ¡lcmán
tenemos Gewesersein, ser-sido. de que el tiempo pasado es irreversible; pero lo acaeSldrl tn él queda como algo intangible e inviolable. Por donde el tiempo, lñ ru m¡rcha, no es solamente un ladrón, sino que es también un fiel dl¡rrrltrrrlo. Por eso nuestra concepción del mundo, aun sin perder de Vltlr h precariedad de le existenci¿, no debe ser une concepción pesiñtltlr, Sl qulsiéramos expresar esto por medio de un símil, podríamos CÍrlfi rl portmista se asemeie al hombre que, parándose delante de un Hhn¡l¡rkr dc pared, ve con miedo y con pena cómo el bloque de las ho[t rlcl nlntlnrquc, a medida que va arrancándoselas una cade día, adelttlt rlrr r'rrurr; cn cambio, el hombre que concibe la vida en el sentido llllf hdo re plrece a quien recoge limpia y cuidedosamente cada hoia qut vr nmncrrndo al calendario y, uniéndola a las demás, hace de ellas Bñt €¡pn'lr rlc diario, en el que se preocup¿ de apuntar día por día lo tlHt lrulxl(hrl mrls digno de recordación, reteniendo así con alegrÍa y Fllil lrgrrllo lo¡ hechos a que sus epuntes se refreren y'fijando" de este Httd¡r rtt "vltl¡¡'i,¡Qué importa que el hombre, pensando y obrando ¿sí, ll dl lu¡nlr «le quc envefece? ¿Debe o puede volver la vista envidiosa I lt lttvenlu(l de otros hombres, o pensar con nostalgia en los días pa{dl¡ rle lruruyl propia? ¿Qué es lo que podrÍa envidiar -deberá más blltt pte¡untumc- r otro foven? ¿Tal vez las posibilidades que tiene su tsrunlrl l'nr¡rndo ¡¡sf llegará a la conclusión de que haría un mal trato
' No crrbe duda
60
DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS
DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL
Hasta aquí hemos tratado del problema del ser en cuanto que se refiere al sentido del universo en su totalidad; volvamos ahora al problema de cómo lo entienden, en la mayoría de los casos, los enfermos que lo plantean; es deci¡ re; tornemos al problema del sentido que el individuo da a su vida personal.
Debemos ocuparnos ante todo, a este propósito, del giro que muchos pacientes intentan dar a la discusión de este problema, giro inexorablemente condenado a desembocar en una especie de nihilismo ético, En efecto, la contestación que a esta pregunta se da por muchos es la de que, en
rigo¡ la vida no tiene más sentido que el placer;
afirmación que invoca en su argumentación el supuesto hecho de que todas las acciones humanas obedecen, en
última instancia, al deseo de ser felices, de que todos los
EXISTENCIAL 6I
Prccesos anímicos se hallen gobernados pura y exclusiventente por el principio del goce. Esta teoría, en la que se asigna al principio del placer
Un¡ posición predominante dentro de toda la vida anímica dtl hombre, es mantenida también, como es sabido, por el ltlcoanálisis; el principio de la realidad no representa, en !l§or, nada contrapuesto al principio del place¡ sino que ll llmita a extender el campo de este mismo Principio, a §Uyo servicio se halla. Pues bien, según nue§tro modo de
l§,
el
principio del placer no
es otrd. cosd que
ut dttefacto
plcológico. En realidad, el placer no constituye, en geneen el hombre algo así como fuerzas de resistencia que treten de de su camino, que pugnan por descargarle de la responsabilidad tJlnrlol que sobre é1 pesa. Hay en la responsabilidad algo que se asemeia
§lrtlr
dinhrlc
tln uhlsmo. Y cuanto más y con mayor hondura Pensamos en é1, más tlemos cuenta de que se abre ante nosotros, hásta que por último nos Xnflnm¡ dominados por una especie de vértigo. En efecto, al ahondar É€ñ rl pensamiento en la naturaleza de la responsabilidad humena, senti-
I
iñI
con el cambio, pues en su pasado hay reelidades, envez de posibilidades: no sólo las realid¿des de las obras producidas, sino también las del amor vivido y las del dolor sufrido. Y estas últimas son precisamente las que más orgullo deben infundirle, siquiera sean las que menos envidias despierten... Todo lo bueno, todo 1o bello del pasado se guarda, puesto a buen recaudo, "esumpto", en el pasado mismo. De otra parte, todas las
culpas, todos los vicios y los pecados del homb¡e son todavía "redimibles", mientras el hombre vive (Scheler, Renacimiento y drrepentimienfo). No es, pues, como si se tratase de una película terminada es,
-que
sobre poco rn:ás o menos, como la teoría de la reiatividad se representa el proceso cósmico, como la totalidad de ias "línees cósmicas" tetradimensionales-, pelícuia que ya no hay que proyectar más; se trata, por ei contrario, de una película que el hombre mismo ve filmando a medida que vive. Lo cual no quiere decir sino que ei pasado -"afortun¿damen. te"- quede aprisionado y, por tanto, a buen recaudo, mientras que
futuro también- constituye una serie siempre -"afortunadamente" abierta de posibilidades, que apelan a la respons¿bilided del hombre. Ahora bien, ¿qué es responsabilid¿d? Responsabilidad es aquello a que se siente uno "atraído" y a 1o que "se sustrae". Indica que
ñUl un cscalofrío: la responsabilidad del hombre es algo espantoso, pero é! turblén, al mismo tiempo, elgo sublime. Es espantoso saber que en por el instante siguiente; forla dccisión que tome, lo mismo la más grave que la más nimia, ll Una clcclsión tomada "para tode una eternidad", irrevocable; que en Éádt ln¡trrnte de mi vida realizo o desaprovecho una posibiiidad, la poÍblltrl*rl dc cste instente mismo. Cad¿ instánte que discur¡e lleva en su lsll'nflrr rnilcs de posibilidades, pero a mí sólo me es dado eiegir una, para ñ¡llrnrlrr, condenando con ello a la muerte, al no ser, y también "para Élaia ln|t¡lnte pesa sobre mí la responsabilidad qUC
ttltlr ruru crcrnidad", a todas las demás por las que no opto. Pero es, al
*ltftlrr I hmpo, sublime saber
que el porvenir, no sólo el mío propio, sino
kmhlén cl dc l¿s cosas y los seres humanos que me rodean depende, en El€llÉ nlc(lldt *por muy pequeña que el1a sea-, de las decisiones que IH !ltlutt,r rdoptc en cada instante. Lo que yo realice por medio de elles, nrcdio de ellas "cree" yo, 1o pongo a buen recaudo en el lH t¡rro ¡u 'r'
mundo
ls re¿ltrldd, librándolo así de perecer. Sin embargo, el hombre es, con *ffucn,'lu, demasiado perezoso para afrontar ésta su responsabilidad.
lh
62
DEL PSICOANÁLISIS ALANALISIS EXISTENCIAL
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS
EXISTENCIAL
6)
ral, la meta de nuestras aspiraciones, sino que es, simplemente, la consecuencia de su realización.Ya Kant hubo de llamar la ¿tención sobre esto. Refiriéndose a la ética hedonista, al eudemonismo, dice Scheler que no es nunca el placer lo que se presenta como meta ante una acción moral, sino que esta clase de acciones lleva el placer a la espalda, por así decirlo. Existen, sin duda, ciertos estados o circunstancias en los que el placer puede constituir, en realidad, la meta de un acto de l¿ voluntad; pero, en tales cesos, no podemos decir de entemano que se trate, desde el punto de vista ético, de una buena acción, sino simplemente de la acción de un fariseo. Aparte de estos casos particulares, la teoría del prin-
§u¡l sólo encierra, al parecer, este sentido negativo de eliuna sensación desagradable. A la vista del mismo t¡t¡do de hecho que provoca en un individuo la compasión ff pcrfectamente concebible que otro individuo sienta una ñellgnidad sádica, se complazca ante el espectáculo de la Cerdicha que contempla, e incluso experimente, de este ilodo, un placer positivo. §i fuera verdad que lo único que nos mueve, por eiemplo, o leer un buen libro es el deseo de experimentar con & lecture un sentimiento de placer, con el mismo dereEho, por lo menos, podríamos gestarnos el dinero en comprtr pasteles, envez de adquirir libros. En realidad, lo cierto es que, en la vida, el hombre se
cipio del placer pasa por alto el carácter esencialmente intencional de toda actividad psíquica. En general, el
écfr guiar muy poco por el deseo de experimentar un plreer o huir de un dolor. Lo esencial para un espectador t¡¡tral no es ¿sistir al desarrollo de una comedia o a la ilprercntación de una tragedia; lo importante, para é1, es tl contcnido de lo que se le ofrece. Y e nadie se Ie ocurri-
hombre no quiere el placer, sino que quiere, sencillamente, lo que quiere. Los objetos de la voluntad humana son muy diferentes los unos de los otros, mientras que el placer siempre sería el mismo, tanto en el caso de una conducta moralmente valiosa como en el de un comportemiento moralmente reprobable. De donde se deduce que elreconocimiento del principio del placer ha dc conáucix en el dspecto moral, a una ni¡¡elación de todas las posibles finalidades human¿s. Desde este punto de üsta, sería del todo indiferente lo que un hombre hiciera o pudiese hacer. El dar limosnas sólo serviría para eliminar tales o cuales sentimientos desagradables, ni más ni menos que si el dinero se empleara para placeres culinarios. El criterio que anelizamos viene, pues, a desvalorizar toda auténtica emoción moral en el hombre. En realidad, el carácter moral de un sentimiento de compasión, supongamos, es ya anterior a su eliminación por medio de un acto adecuado, el
lllnsr
fd
lfirmar
que la verdadera finalidad perseguida por quien
tñlrtc a una representación teatral sean precisamente los $nllmientos dolorosos que en el alma del espectador produr,e I¿ contemplación de ciertos acaecimientos tristes dc¡rrrollados en la escena; de ser así, habría que considefár n lodos los que asisten a la representación de un draBIH romo una especie de masoquistas encubiertos. La terh ele que el placer constituye el fin último de todas las solamente el efecto final de alBfeloncs humanas -y no puede refutarse en toda su extensión sin dc ellas§uttur Hár quc invertir los términos de la tesis. En efecto, si fue¡e cicrto que Napoleón, por ejemplo, sólo libraba sus hctullus para dar satisfacción, con su desenlace victorioso, mismos deseos de placer que al tlt¡ deseos de placer
-los
64
DEL PSICOANALISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
cualquier otro soldado podría procurarse, pura y simplemente, comiendo, bebiendo y visitando prostíbulos-, no cabe duda de que, a la inversa, el'fin último" de las postreres batallas napoleónicas tenía que consistir necesariamente en el deseo de experimentar los sentimientos desagradables que las derrotas llevan aparejados, al igual que las victori¿s los sentimientos de goce. Si el placer fuese realmente el sentido de la yida, habría que llegar a la conclusión de que la yida carece, en rigor, de todo sentido. Pues ¿qué es, en último resultado, el placer?
Un estado, simplemente. El materialiste -y el hedonismo suele correr parejo con el m¿terialismo- podría, in* cluso, decir: el placer no es otra cosa que un proceso que se desarrolla en la sust¿ncia gris del cerebro. ¿Acaso para conseguir semejante proceso merece la pena vivi¡ padecer, obrar? Imaginémonos a un condenado a muerte a quien horas antes de ser ejecutado se le deja en libertad de escoger los manjares para su última cena. Este desdichado se preguntarÍa, con toda seguridad, en la casi totalidad de los casos: ¿tiene acaso algún sentido esto de entregarse a los placeres culinarios a la hora misma de la muerte? ¿No es acaso indiferente, si el organismo se convierte dos horas más tarde en un cadáver, el haber disfrutado de aquel proceso en sus células cerebrales o no haber llegado a disfrut¿rlo? Pues bien, la yida del hombre se halla siempre a la ústa de la muerte, ! todo placer humano cdrecería de sentido ni más ni menos que en el caso del condenado a muerte. Esta desolada concepción de la vida tendría, consecuentemente, que hacernos dudar del sentido de la vidE misma ya en medio de ella; se anticiparía con razón, generalizándolo, al conocimiento a que llegaba aquel
l)EL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
65
a quien se internó después de una tentativa de suiy lldlo que relataba la siguiente vivencia: para llevar a cabo !ü propósito de suicidarse, quiso trasladarse a un lugar
tlentc
*l¡fc¿u de la ciudad en que vivía, pero no encontró ninfün tranvía que lo llevase hasta allí, en vista de lo cual Creldi0 tomer un taxi. "Pero después reflexioné", infor,ft el paciente en cuestión, "si no era mejor que me ahoÉl¡e lo que iba apagar al taxi; hecha esta reflexión, tuve üt ¡onreír involuntariamente, pensando la cicatería que ñprtrcntaba el querer ahorrar un par de monedas en el §Cmento mismo en que iba a morir". , Aqucl a quien la vida misma no se haya encargado de de que no se vive, ni mucho meno§, paru gozar puede consultar la estadística de un psicólogo ln vlda, I ruso, en que se pone de maniñesto que el normal, un día con otro, experimenta incompamcnte más sensaciones de desagrado que de placer. { lc pnlpia experiencia cotidiana se encarga de demostrar,!9: culn poco satisfactorio es el principio del placer, no p fotno modo de entender la vida, es decir, en la práctiEJr tlno también en el campo de la teoría. En efecto, si pts§untrrmos a una Persona por qué no hace algo que a ñ€ltltros nos parece razonable y nos da como razón: "no tɧgu grrnas'l inmediatamente consideraremos esta respHérlu como muy poco satisfactoria. En seguida nos daFñIlr cucnta de que semeiante re§puesta no es, en reali*d, tel respuesta, sencillamente Porque lo agradable o lo ds¡gr+r.l,rhle -el tener o no ganas, gusto, placer- no E€ñrtllrrycn nunca un argumento en pro ni en contra del
Iñfttlrl
o ln razón de ser de una acción.
? etr tr¡tda se modificaría la insostenibilidad del principS *lel ¡rlrrccr en cuanto máxima moral aunque fuese cier-
68
DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
teorte ecerca de la "naturaleza" fisiológica de ciertas cias, ni las tesis de que el gozo no es otra cosa que una terminada danza,de moléculas, átomos o electrones de la masa gris del cerebro, ha tenido ni tendrá nunca fuerze de convicción del hombre que, entregado a los altos goces del arte o a la más pura dicha del amor, con toda certeza que su vida posee un sentido. Ahora bien, la alegria sólo puede dar un sentido a vida si ella misma lo tiene. Y el sentido riguroso de la gría no se encuentra nunce en ella misma. Reside sie en realidad, fuera. Toda alegría ¿punta siempre dere- hacia un objeto. Ya Scheler nos hace ver-l que
alegría es un sentimiento intencional, al contrario simple placer, que este autor incluye entre los sentimi tos no intencionales, entre los "estados afectivos", o timientos de "estado". Y el propio Scheler señala el de que este diferencia se acusa ya en el lenguaje cotidi no: siente uno placer "a causa de" algo, mientras que alegría se experimenta "por" algo. Y conviene también, a este propósito, el concepto del modo de "presentista", tal como Erwin Strauss lo ha acuñado. hombre absorbido por esta modalidad de vida se afe precisamente (por ejemplo, en la embriaguez) al de placer, sin salir para nada al reino de los objetos sería, aquí, el reino de los valores-; es la intentio de valores, en efecto, lo único que puede acarrear dera " alegna" al hombre.
He ahí explicado por qué la alegría no puede ser fin en sí: ella misma, como alegría, no puede "entendida". Es, como dice Reyer, una "reelidad de ca un
ción', sólo realizable en la ejecución de actos es decir, en la realización de los actos intencionales
EXISTENCIAL
69
expresó este mis$le re captan los valores.3 Kierkegaard ilc pcnsamiento con palabras muy bellas, cuando dijo gle lu puerta hacia la dicha se abre tirando hacie afuera' fulcn r. empeña en abrirla empuiando hacia adentro, lo fi¡e huce es cerrarla. Quien busca por encima de todo la se bloquea por ese solo hecho el camino que cons clla. Por donde, en última instancia, nos encontra-
ñá¡ con que toda aspiración a la dicha -a esa supuesta "final" de la vida humana- es ya de por sí algo sente imposible.
relno de los valores es un reino trascendente de cosas lvus, En efecto, el valor es algo necesariamente trastc frente aI acto cognoscitivo que apunta hacia é1. I?¿¡clcnde al acto valorador que a él se endereza, de modo el cual se §tálpgo al obieto de un acto de conocimiento, (cognoscitiacto de este al margen situado tn.Ui¿n hlln fF en t'l cstricto sentido de la palabra). La fenomenología tl pu*ttn de manifiesto que el carácter trascendente del Bhlct,, ,. contiene ya también, intrínsecamente, en cada lÉto lttlcncional. Cuando veo une lámpara que alumbra se ñé du ul mismo tiempo que está allí, aunque cierre los álgr o lc vuelva la espalda.a En el conocimiento de un obI A ls "rcolidad de eiecución', como el verdadero ser de la persona en impropias del b:!cr'rrr'h'rrr tlc sus actos, se enfrentan como modalidades tsf l¿r t n'¡ siguientes: primero, Ia del "ser meramente presente" -Vorláxderrrr/r - (como modalidad derivada; Heidegger); segunda, la del ser ew ser que 1o pet'trrrrrrccc cn su estado, que no epunta
$l
-intentio-
tálit,ler¡,lr; lcrccra, e1 ser que apunta a sí mismo, que se refleia a sí mismo, (mediante la ob*gterlcr,l,,*c tsí al plano del ser meramente presente
lffttllrtrr
rle sÍ mismo, el ser existencial, "que decide"
-el
Dd-sein-'
se
§gállÉrlr en un ser simplemente de hecho, conlo cual se desnaturaliza)' t "Ver" ¡iÍniftca siempre ver algo que está fuera del ojo' Si, frente
70
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
jeto como real va ya implícito eI hecho de que mos su realidad con independencia de que nosotros cualquiera lo conozcamos o no de hecho. Y otro ta podemos decir por lo que se refiere a los obietos del nocimiento axiológico. Tan pronto como captamos valor, captamos implícitamente que este valor existe por sí, como valor absoluto, es decir, con independenc de que pensamos en él o no. a esto, alguien insistiera en la afirmación de que lo que vemos no
realmente las cos¿s que se hallan en el mundo, fuera de nosotros, las imágenes que se proyectan en nuestra retina que es -lo mente falso-, esta falsa concepción se plegaría al error del positivismo de la escuela de Mach, el cuel arranca de los datos sensibles. En re¿lidad, el atenerse a las sensaciones t¿les sensaciones, representa une actitud muy determinada ¡ secundaria ("derivaba"), es deci¡ uná ectitud reflexiva, y, por una actitud buena para el punto de vista científico-psicológico, en modo alguno para el punto de vist¿ natural del conocimiento. embargo, una teoría del conocimiento no se propone nunca, no nunca por misión, ser una teoria de1 conocimiento psicológico, que se propone y tiene por misión ser una teoría del conoci (Lo análogo al conocimiento psicológico sería no apartarnos -para nuestro símil- aquel caso concreto en que a§uien üese solamente imágenes refleiadas en la retina, si intentase, por ejemplo, estudiar un oio arrancado a un cadáver los procesos físicos de la cámara imitados por aqué1; ¿y acaso la actitud psicológica ante los del alma no tiene aigo de ese "desgaiar del todo coherente y Podríemos ir más allá, y decir que se equivocaría incluso quien que, mirando a través de unas gafas, veía solamente el cristal de las fas, y no (a través de él) las cosas mismas. Claro está que quien usa puede fijarse exclusivamente en las manchas o en las partículas de adheridas a sus cristales, pero no debemos iamás perder de vista eso equivaldría a ñiarse en los defectos de los cristales de las gafas, mismo modo que Ia actitud crítica del conocimiento se orienta los defectos o les fuentes de los vicios del conocimiento, y no hacia conocimiento mismo, en lo que tiene de certero; se oriente hacia
DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL 7I
eiemPodríamos ilustrar lo anterior con el siguiente que los encantos estéticos de su olo. tii*i,Un hombre observa det¿r" le son "dados" cuando se encuentra en una [itrin"¿, disposición, a saber] en estado de excitación sensación de li*urt, *i.rtt s que, al calmarse éste, tiene la valoqr. ,"¿* aquelás encantos, de que todos aquellos dett.rtéti"or, desaparecen, en cierto modo' De dondede la reales' sino obra duaa q.r. los tales encantos no son de sus sentidos por la acción de la sensuali-
ii¡cinr"iOt
absoluto y obfedrd; que no rePresentan, poitanto' algo en relación solamente que existe algo tien f No, tino más eventu;l dJsu organismo y que se besa ex-
oin .l .rtr¿o
en la subietividad de sus instintos' Ahora duda de que un iion, .*, conclusión sería fal§a' No cabe áoi*rri*¿" estado del suieto ha condicionado la posibi-y de ciertos valores lldEA ¿. Ilegar a percibir la existencia
Ilurtrr*".tt.
suieto ha ñ; ,;, ¿ártttitt"¿" disposición Por perte del aquellos ñi¡; de medio u órgano necesario para queexcluye Ia
tii,rr.* pudieran llegará caPtarse' Pero esto no el contrll.rfriára de los vilores absolutos' sino que' Por los como estéticos valores los Tanto iirit,,, rn Presupone.
para su Itlcon rcquieren' por tanto, los actos adecuados del conocislttu.iOn, ni más ni menos que los "Ui:13t implícita' al también ut e§tos en bien, ¿hora minn,u,
""tot estos obietos *1r,,l,, tiempo, la trascendencia de todos
gtln rc§pccto a los actos que los mientan y' por tanto' su flárÉt'ler absoluto y su obietividad' por el hecho' ya Y ln cosa no cambia en lo más mínimo que de que nuestrd ttisión de los talores' al igual
E[tludo,
lllettlr¡ tlc
krs vicios
o defectos de un conocimiento' cuya exactitud
ir"irrh,,rtu,, c§ presupuesta siempre'
hlFtilt'r tlc crror.
por eI hecho de hablar de posibles
72
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL
nuestra yisión del uniterso, no nos dejen yer en cada mds que un sector del mundo,
un simple corte de
é1,
lo
hace que nos encontremos, por tanto, yinculados a la pers pectita.s Talvez haya que reconocer, en términos gene les, que todo deber le es dado siempre al hombre de modo concreto solamente, en la concreción de lo que e hombre "debe" hacer precisamente "aquí y ahora". Los va
lores absolutos, objetivos, se convierten, así, en concretos, se traducen en las exigencias del día y en los beres personales; los valores que se ocultan tres éstos se dejan mentar, al parecer, a través de los deberes mis. mos. Y no podemos descartar la posibilidad de que totalidad hacia la que se abre "casi" todo deber concreto llegue a ser visible en la perspectiva del individuo do a lo concreto. Toda persona representa algo único, cada una de sus sir
tuaciones de vida algo singular, que se produce una vez. Estos dos caracteres, el de algo único y el de lo que produce una sola vez, informan de un modo relativo cada caso el deber concreto del hombre. Esto hace que hombre sólo pueda tener un deber único en cdda ?noln pero estd unicidad es precbamente lo que prestd. a este su carácter absoluto. El
mundo de los valores se pues, en perspectiva; lo que ocurre es que a cada punto s
Exigir del hombre un conocimiento perfecto y acabado es algo como exigir de un compositor, no que escriba una sinfonía, sino componge la sinfonía por antonomesia, es decir, la sinfonía en cuanto a la forma y completa en cuanto al contenido. Toda si como toda ob¡a de arte, es siempre algo fragmentario; lo mismo oc rre con todo conocimiento: es siempre, por fuerza, algo unilateral en cuento a su visión, condicionado por su punto de vista fragmentario en cuanto a sus resultados. -
Vlrtn corresponde una sola perspectila, que es precisarnente h eertera. Existe, por tañto, und iusteza absoluta, no d pesar, il;ao precisamente d cdusd de la relati¡tidad de la perspectiva, l{cmos intentado, pues, rebatir con los necesarios ar-
tumcntos el escepticismo de los valores que en el plano dr los principios maniñestan con tanta frecuencia nuestlB¡ cnfermos, saliendo con ello al paso del nihilismo éti86, Ahora bien, a veces se h¿ce necesario, además, despleen toda su plenitud Ia riqueza del mundo de los valores,
f$ !l rclno de los valores y todo 1o que encierra.
A veces
es
álce¡urio, en efecto, que el hombre no se aferre, por así d€elrlo, a un grupo de valores, sin ver,más allá de é1, sino ilüe rca 1o sufrcientemente ágil para pasar a otro grupo, E¡o de que sea en ellos, y solamente en ellos, donde se dé lf portbilidad de realización La vida impone al hombre, üll e¡tc sentido, una cierta elasticidad, una adaptación ÉHrtlcrr a las posibilidades que se le ofrecen. ¡Ourfntas veces no nos encontramos con un paciente §tc nos dice que su vida no tiene sentido alguno, ya que
fU nrllvidad carece de cualquier valor superior! A estos prhntcs hay que hacerles comprender ante todo que, en áltlnrrr instancia, es indiferente el puesto que una persona BÉulrr en [a vida profesional y eliraba¡o que efectúe; lo gU€ lnrporta, fundamentalmente, es cómo trabaja y si ocuF n no rc¿rlmente el lugar en que se halla situado. No es, pHer, ll rnayor o menor magnitud de su r¿dio de acción lg que lrrrporta, sino solamente el que llene o no el círculo d€ ¡u¡ rlcbcres. Un hombre corriente que cumpla realF1€nlr ron los deberes concretos que le plantean su fami§l y ,,' ¡rrofesión es, a pesar de la "pequeñez" de su vida, ñlr "¡¡rrrnde" y ocupa un lugar más alto que cualquier Hftátt" cstrrdista que tenga en sus manos la posibilidad de
74
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAT
disponer de un plumazo de la suerte de millones de hombres, pero que no gobierne sus actos ni tome sus decisi nes con arreglo a la conciencia del deber. Y cualquier en
iuiciador sencillo e imparcial tendrá la vida de aq hombre "pequeño" en más alta estima que la del c por ejemplo, en cuyas manos se halla la vida de enfermos, sin que al realizar sus operaciones sienta sufi cientemente toda la magnitud de su responsabilid¿d. No existen solamente los valores realizables por de actos de creación. Al lado de ellos los que podrí -de mos llamar valores "creadores"- hay otros que se por medio de la vida misma, los "valores vivenciales".
Estos valores se logran en la acogida prestada al verso, por ejemplo, en la entrega alabelleza dela Leza o delarte. No debemos menospreciar tampoco la nitud de sentido que esta clase de valores pueden dar a vida humana. A quien dude de que el sentido real de un do momento en la existencia humana es posible lo por medio de la simple vivencia, podemos remitirle siguiente experimento mental. Supongamos que una sona de gran sensibilidad musical esté sentada en la de conciertos y que resuenen inmediatamente en su los impresionantes acordes de su sinfonía favorita, duciendo en ella la emoción, la sacudida emotiva que provoca labelleza más pura; imaginémonos que, en
preciso instante, alguien le pregunte si su vida tiene gún sentido; Ia persona interrogada, en esas contestará seguramente que merece la pena
viür
sólo sea por experimentar aquella dulce emoción. efecto, aunque se trate de un instante, por la grandeza un instante se mide, a wces,la grandeza de toda una yida:
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
fhltud H
EXISTENCIAL
de una cadena de montañas no Ia determina la
de tal o cual valle, sino única
75
altu-
y exclusivamente la altura
de la cumbre más alta. También en la vida del hombre son ht puntos culminantes los que deciden elt cudÍtto a su senti-
por fugaz que sea, puede proyectar un sentido sobre la vida entera. Preiltro$pectivamente en el momento en que, ena un alpinista, fuRtemos picos de los Alpes, se siente los más altos sobre GBrnmado grandioso espectáculo de la naturalee[ ante $tftmecido puede ser considerada de allí en adelante, su vida, ¡l ür da, y un solo inst¿nte,
É€mo cerente de sentido. lixiste, además, a nuestro juicio, una tercera categoría poribles valores. En efecto, es posible que la vida apaÉ: en principio, plena de sentido sin necesidad también, ñIce
ni rica en vivencias. grupo valores cuya realización de fundamental otro B*lrte que hombre adopte la actitud el precisamente en ÉBrul¡tc vida. Este rnodo de comportdrse de su limitación lBtc unu de que sea creadoramente fecunda
de sus posibilidades abre ante él un reino propio de vdlores, que deben cofl.tarse incluso entre ñlrpvo.y Una existencia al parecer empobrecida altos. k nl,f,r -d.un' sólo sea pobre en vdlores cred.dores y vivi. realidad, rrl fllÉ, da+- ptede ofrecea d pesar de todo, una úbima posibilid'ad, ! la n,h ¡yande, d.e realización de valores. l,lumrrcmos a estos valores "valores de actitud". Lo §gÉ lnlporta es Ia actitud que el hombre adopte ante un
lfitr ld linitación
Ce¡tln,, irrcmisible. La posibilidad de llegar areelizer esta €lere de villores se da, por tanto, siempre que un hombre ¡É Éhl'renlil con un destino que no le deia otra opción que h de sl'nrntarlo; lo que importa es cómo lo soporta, cómo ttf$l rutr (l corno uÍtd cruz. Se trata de actitudes humanas
ÉÉffu el vrlor ante el sufrimiento, o como la dignidad
76
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
frente a la ruina o el fracaso. Tan pronto como estos "velores de actitud" se incorporan al campo de las posibles categorías de valores, se ve que, en rigor, la existencia humana no puede, en realidad, cerecer nunca de sentido: la, vida del hombre conserve su sentido hasta el aliento ñnal, hasta que exhala el último suspiro. Mientras el hombre consery¿ la conciencia, sigue siendo responsable frente a los valores de Ia vida, aunque éstos sean solamente los que llamamos de actitud. Mientras el hombre es ,tn ser-colts, ciente, es también un ser-responsable. Su deber de realizar valores no le deja en pez hesta el ñnal instante de su existencia. Por muy limitadas que las posibilidades de realización de velores sean, siempre le será posible al hombre, aun reducido a la mayor de las inopias, lograr esta clase de valores a que aquí nos referimos. Lo que corrobora, vez más,la verdad moral de la tesis que nos ha servido punto de partida: el ser-hombre equivale a ser-consciente y a ser-responsable. De hora en hora cambia en la vida del hombre la posibilidad de orientarse hacia este o hacia aquel grupo de valores. Unas veces, l¿ vida exige de nosotros que realicemos valores creadores, otras nos obliga a volvernos a
categoría de los valores vivenciales. Unas veces se plantea, por decirlo así, la tarea de enriquecer al m con nuestros ectos; otras, la de enriquecernos a
mismos con nuestras vivencias. Unas veces pode ajustarnos al imperativo de la hora realizando un ecto; otras, entregándonos a una posibilidad de vivencia. hombre puede, incluso, según esto, hallarse .,obligado,, la alegría. En ese sentido, podríamos decir que "no cun ple con su deber", en cierto modo, el que üaja en el vía vuelto de espaldas a una espléndida puesta de sol
DEL PSICOANÁLISIS ALANALISIS
EXISTENCIAL
77
qUlcn, teniendo cerca de su nariz un manojo de acacias pcrfumadas, interpone entre é1 y las flores el periódico en §Uyu lectura se h¿lla sumido. Rcletaremos aquí, brevemente y en sus últimos capílulos, la historia de la vida de un enfermo, como expoIlhtc de la posibilidad de realizar en unitaria sucesión, y ln este caso concreto de un modo casi dramático, las tres 0ltegorías de valores a que acabamos de referimos. Se tráh rle un hombre joven, recluido en un hospital a c¿usa de Un tumor no operable localizado en la parte alta de la columna vertebral. Hacía mucho tiempo que los médicos le hrhlnn prohibido toda actividad profesional; las manifeshelones de la parálisis iban reduciendo su capacidad de lnbrrfo. Se le fueron cerrando, de este modo, todas las porlhllldades dereeliz.ar los valores de creación. Pero, aun en ltte estado, seguía abriéndose ante él el mundo de los valorcr vivenciales: mantenía conversaciones muy sugestivas §nn otros pacientes (en las que, al mismo tiempo, los enItÉtenh de un modo ameno, los consolaba y les infundía lnlmos), se entregaba ¿ la lectura de buenos libros y, sobre lotlo, sc deleitabe oyendo en la radio música escogida. ihrtrr que llegó el día en que ya no pudo sostener los aullt'ulurcs, ni sus manos paralizadas el libro. El enfermo, al lhgur cste momento, imprimió a su vida el segundo vira)e; dorprrls de haberse visto obligado a replegarse del campo de kr¡ vrrlores vividos, no tuvo más remedio que orientarl!, {llor¡r, ya en la última fase, hacia los valores de actitud. ¡() rlrrso podemos interpretar de otro modo el comporlanrlrrrto de este enfermo incurable, que, ente este giro lfdsl'o tlc las cosas, decidió servir de conseiero y de modalo ¡r,rm sus compañeros de sala, en el hospital? Afronhlln vrrlcrosamente y sin quejarse sus dolores. La víspera
78
DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
del día en que habia de morir, a sabiendas de lo que le aguardaba, alguien le dijo que el médico de guardia había reci-
bido la orden de ponerle a su debido tiempo una inyección de morfina. Pues bien, cuando el médico se presentó a pesar la visita de la tarde, este admirable enfermo le rogó que le pusiera la inyección antes de acostarse, para que no se molestara en levantarse en medio de la noche por causa de é1. Cabe preguntarse ahora, planteado así el problema, si puede haber, en ninguna circunstancia, algo que nos auto. rice a privar a un enfermo condenado a morir de la posibilidad de encontrar "su muerte", de la posibilidad de llenar de sentido su existencia hasta el último instante de ésta, aunque ese sentido consista ya, única y exclusivamente, enrcalizar valores de actitud, es decir, en el modo como el paciente, el "paciente", se comporta ante su pasión, en el momento culmin¿nte y postrero de ésta. El morir de un hombre, siempre que se trate realmente de su morir, forma, en rigor, parte sustancial de su vivir y cierra su vida como una totalid¿d de sentido. El problema que nos sale al paso es el de la eutanasia; pero interpretada no en el sentido de aliviar el tránsito, sino en el rrrás amplio de ahorrarlo. La eutanasia en el significado estricto de la palabra no ha constituido nunca un problema para el médico; el alivio medicamentoso de las torfuras de la muerte es algo evidente por sí mismo; el momento indicado es una simple cuestión de hecho y no merece, por tanto, que se la discuta en el plano de los principios. Pero; por encima de esta eutanasia en sentido estricto, se ha in-, tentado repetidas veces, y desde diversos campos, decretar legalmente libre la destrucción de l¿s llamadas vidas inúti-, les. Acerca de esto conüene decir lo siguiente. ,r
EXISTENCIAL
79
En primer lugar, el médico no es el llamado a iuzgat del valor o carencia de valor de une vida humana.
Elrc¿
k
¡ociedad humana le encomienda como única misión
L dc ayudar allí donde pueda hacerlo y la de mitigar los &lore¡ del que sufre en los casos en que pueda; la de cutsr, eusndo le sea posible, y la de cuidar a los enfermos, si § eonsigue curarlos. Si los pacientes y sus familiares no ütuvlcsen convencidos de que el médico toma en serio y ple de la letra este sagrado mandato que la sociedad le G6tÍe, le retirarían su confianza. Sería terrible que el entlmo no supiera, en ningún momento, si el médico se r la cabecera de su cama como médico o como
Ertu posición de principio no deja tampoco lugar
a
§Gepe lones cuando se trata de enfermedades incurables, ig fl¡lcrrs, sino mentales. ¿Quién se atrevería a profetizat
pf §t
curlnto tiempo deberá considerarse como incurable prlcosis clasiñcada como tal en la actualidad? Y, sobtg tudu, no debemos olvidar que el diagnóstico de una pleorh rcputada por incurable puede ser, simplemente, ll$t llcrto de un modo subjetivo, pero no objetivamente ts§uro, bmándose en lo cual pueda extenderse una senEnch ¡obre el ser o no ser del enfermo. Conocemos un Gltu §n cluc un enfermo yació en cama, inmóvil, durante Glst'o rtños enteros; los músculos de las piernas se le *tHlfluron y había que alimentarlo artificialmente. Si se hghlc¡. mostrado este ceso a los médicos a quienes con f*ñln [rccuencia se conduce en visitas a través de los mañietlttlor, alguno de ellos habría preguntado seguramentft s ls rnuncra típica, si acaso no valdría más poner fin a b vtda dc aquel individuo. Pues bien, el porvenir se enElf§r1 rle clar a esta Pregunta la meior de las respuestas.
80
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
Un buen día, nuestro paciente se incorporó en el pidió que le dieran de comer lo que a los demás y su deseo de levantarse . A fuerza de ejercicio, sus pie atrofiadas estuvieron de nuevo en condiciones de ner su cuerpo. Pocas semanas después fue dado de alta, no tardó en recorrer las escuelas superiores dando co
rencias, que tenían como tema los viajes hechos por antes de caer enfermo. En un círculo más íntimo oyentes se prestó a hacer a los psiquiatras una de sus tiempos de hospital, en la que, por cierto, no lían muy bien parados algunos enfermeros, Ios cuales se habían preocupado de atender debidamente a aqu enfermo, sin sospechar siquiera que, andando el tiem estaría en condiciones de contar en público todo lo le había ocurrido. Alguien podría argumentar y argumentaría, blemente, con estas o parecidas palabras: un enfe mental no se hall¿ capacitado para vigilar por sus intereses. Por eso nosotros, los médicos, estamos a zados a darle muerte, como si dijéramos en represe ción de su volunted enferma, ya que, sesún lo más ble, el enfermo se habría quitado por sus manos la üda las sombras que rodean su espíritu no le impidiesen cuenta de que no sirve para nada, Nosotros nos si en un punto de vista totalmente distinto. El médico desde luego, actuar al servicio y en el sentido de la tad de vida y de los derechos de vida del enfermo, nunca negándole estos derechos o esta voluntad. Es tructivo, a este respecto, el caso de un médico joven padecía de un melanosarcoma y que se había cado ya acertadamente su enfermedad. Sus colegas i taron en vano engañarle con reacciones negativas de o
DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS
EXISTENCIAL
81
,!¡, !¡ustituyendo le suya por Ia de otros enfermos: una , el médico enfermo se encerró en el laboratorio e po. sí mismo la reacción. Al progresar Ia enfermedad, hlro :n¡¡ compeñeros temían que el enfermo se suicidara. ¿Pero lpé hizo, en realidad, el médico enfermo? Empezó a poner
duda, cada vez rnás, su primer dignóstico -exacto-; rdo empezó a sentir metástasis en el hígado, se diag-
lcé tales o cuales padecimientos hepáticos inofensil)e este modo iba engañándose inconscientemente a IRlnmo, movido precisamente por su voluntad de vivir, c última hora se rebelaba contra Ia idea de la muerte. bicn, esta voluntad de vivir es la que debemos resár, §in saltar por encima de ella para privar al hombre lg vida en nombre de estos o aquellos argumentos
Hmlóglcos. Hr frecuente
recurrir también, en defensa de estas ideas,
dice que los enfermos mentales incuy, principalmente, la gente espiritualmente tarada, 'l§bler :f,pltricntan una carga económica de consideración para la R,l«l¡rd, que son seres improductivos e inútiles para la cokettvltlnd. ¿Qué valor tiene este argumento? En realidad, l$ ltlkrtrrs que, recluidos en un manicomio, tiran, por lo ñél'to¡, dc un carrito de mano, son, a pesar de todo, más lrpnrrhrctivos" que lo que puedan serlo, por ejemplo, los lBt,litnos que vegetan en un asilo y cuya exterminación p€rl' t'ueoncs exclusivas de improductividad no se atreve?láit s rncntar ni siquiera aquellos que invocan este critefh dc lrr utilidad colectiva en otros casos. Todo el mundo téltrlrÁ quc confesar que un ser rodeado del amor de sus ñmlllnrcs rcpresenta el objeto insustituible, irremplazable de e¡lr r'¿triño, lo que da a su üda un sentido (aunque sea ptlfetru'rrtc pasivo). No todo el mundo sabe, sin embargo,
I fitm nrgumento.
Se
82
DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
que son precisamente los niños mentalmente ret Ios que, en general, más quieren y miman sus padres,
cisamente como compensación del abandono, del maño con que se enfrentan e la üda.
El deber incondicional del médico de salvar la del hombre cuando pueda hacerlo no cesa, a nuestro cio, ni siquiera frente a un enfermo que ha intentado terse la vida y cuya üda pende, ahora, de un hilo. En condiciones, el médico tiene que enfrentarse con el blema de si entregar o no ¿l suicida a la suerte elegida por é1, de si debe oponerse a su voluntad ma fiesta de suicidarse, voluntad puesta ya en práctica, o, ¡ el contrario, respetarla. podría decirse, en efecto, que médico que interviene terapéuticamente interponiéndc ante una tentativa de suicidio, trata de actuar como no, de suplantarle, en vez de dejarle libre curso. Cabe
plicar: si el "destino" o la providencia hubiesen oueri
realmente dejar morir al cansado de la vida, habrían e contrado los medios y los caminos necesarios para que intervención médica llegase demasiado tarde. Siemp que el destino pone a una persona todavía con vida en nos del médico, no cabe duda de que éste tiene que o como tal, sin que pueda, en ningún caso, ni bajo nin concepto, erigirse en juez, o, meior dicho, en árbitro mado a decidir omnímodamente, con arreglo a su ideológico-personal, o sin criterio alguno,-arbitra te, ecerce del ser o no ser de otro hombre,
Nos hemos referido, en las páginas ¿nteriores, al probler del suicidio desde el punto de vista de las posiciones que
médico puede adoptar como persona situada al marge Detengámonos ahora a esclarecer este problema visto de
DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS
EXISTENCIAL
83
íl
d.ntro, por decirlo ¿sí, esforzándonos en comprender lómo piensa y siente el hombre cansado de vivir, pero lñ¡llzando al propio tiempo sus motivos y su interior IOn. §e habla a veces de
lo que se llama el suicidio-balance.
tlude, con ello, a la idea de que el hombre sólo puede la tremenda decisión de quitarse la vida con base en bsl¡nce a que somete su vida entera. Hasta qué punto belance, como balance de placer, tendría que arrojar nte un saldo pasivo, ya hemos tenido ocasión al examinar el problema del "placer como sentiWrlo la vida". Aquí sólo habremos de referirnos, por lo tlc rl problema de si el balance valoretivo de la vida ulguna vez, set tan negativo que necesariamente dc considerarse carente de todo significado el seguir
Ahura bien, nosotros consideramos como algo muy ico que el hombre pueda ser nunca capaz de con la obietividad necesarie un balance de su propia üd¡, 1,.¡ mismo acontece, concretamente, con la afirmallán de quc una situación, por desesperada que sea, no tr¡t ¡rrlida o de que no hay otra que el suicidio. Por mulhei r¡rrc lr ¿firmación responda e un convencimiento, no pmr{ trunca de ser algo puremente subjetivo. B¿staría lán r¡re uno solo entre los muchos que intentan suiciftflF ,',,rrv.n.idos de que se encuentran en una situación fn rnlt,lu rro tuviera, a la postre, razón; con que sólo uno ll erl,,, tlcsdich¿dos, al salvar su vida, encontrase más l*de h mlida en que no creía antes, para condenar como ft¡lttrrur lr¡cla tentativa de suicidio. En efecto, el convenllBlerrt,, subjetivo tiene igual ftrmeza en cuantos se deÉ Huicidarse, sin que ninguno de ellos pueda saber
84
DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL
de antemano si su convencimiento tiene también u base objetiva y no es infundado, o si lo desmentirán hechos de las horas siguientes, de aquellas horas que
suicida ya no vivirá si su designio prospera. Teóricamente, cabría quizá concebir que un suici pudiera estar, alguna que otra vez, jrtstifi,cado, como
sacrificio conscientemente ofrecido, y que consti incluso, un acto auténticamente moral. Sin emba experiencie nos dice que, en realidad, los móviles de clase de suicidios nacen también, con harta frec de un resentimiento o que, incluso en los casos de que trata,habría podido encontrarse otra salida a la situaci en apariencia desesperada. Prácticamente, podemos mar, por tanto, que el suicidio no tiene nunce une cación moral. Ni siquiera el suicidio expiatorio. pues, mismo modo que pone a la persona en la imposibi de fortalecerse y purificarse en el propio dolor sentido de lo que llamábamos la realización de los -en
de actitud-, lo incapacita para reparar de una u otra nera el mal causado a otro. Con lo cual el suicidio pe túa lo pasado , en vez de borrar del mundo una ocurrida o un desafuero perpetrado; lo que borra del do es el yo.
Pasemos a examinar ahora los casos en que los les del suicidio parecen obedecer a estados enferm del alma. Dejamos abierta la cuestión de si, en una i tigación psiquiátrica a fondo, podría descubrirse a tentativa de suicidio en que no hubiera alguna base copatológica. Lo que aquí nos interesa es más bien blecer que estamos obligados a demostrar a las cansadas de üvir, en todos y cada uno de los casos, vida tiene siempre, incondicionalmente, un sentido y
I)EL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
85
é1, y a demostrárselo meuna crítica inmanente y con argumentos objetivos, dccir, recurriendo a los medios de la logoterapia. Hay hscerles ver, ante todo, por este camino, que su can-
¡ulcidio carece siempre de
de la vida no es más que un sentimiento y que los mientos no pueden hacerse pasar nunca por arguEI problema, planteado en términos éticos, conen saber si el hombre debe dejarse arrastrer por ese de fatiga de vivir. (En última instancia y desCl punto de vista moral, tampoco podríamos considetl llmple deseo de vivir, en cuanto tal, como un argupara seguir vMendo, si es que se trata de buscar a $dn un verdadero sentido.) §upongamos que los miembros de una expedición de res declaran un buen día, con unanimidad, que Éneucntran "demasiado cansados"; ¿ha de considerarse,
f !lkl, como carente ya de sentido el proseguir la expe[Jna enferma a quien se formuló, simbólicamené¡ts prcgunta, dio la siguiente respuesta: 'Algunos se muertos..." Es verdad, pero no se suicidarán. Y el rlc que algunos sucumban a las penalidades no pueptlvur ele sentido ni a la expedición como tal ni a la de hrs expedicionarios muertos, en su conjunto; por €ttttlrurio, también la muerte de estos hombres será
!f Éil
nturrf c plena de sentido, una muerte heroica. no se descubra un fundamento psicopatoló[]ttprrdo ' l¡r nlotivación, donde no encuentre ningún punto rlr $ee á3 áp,,y,,, por tanto, la psicoterapia en sentido estricto, *ñdt'á rltrc rccurrir a la logoterapia. El siguiente caso ilusáe ¡tn rlodo impresionante la diferencia entre su modo pruletlcr y el de la psicoterapia. Un "paciente" fue reI en urra clínica psiquiátrica después y a causa de ha-
86
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
ber manifestado intenciones de suicidarse, las que ció, además, abiertamente,rrnavez internado. Sin emba el "enfermo" no presentaba ningún "síntoma psíquico' lo que hubo de alegar ante el jefe de la clínica, éste pasó la visita, era, al parecer, algo lógicamente i prochable. Desarrolló, entre otras cosas, la tesis de q todo hombre es libre y tiene, entre otras libertades, la decidir acerca de su vida, acerca de su ser o no ser.
testó, en palabras tan dignas como conmovedoras, que se privase de libertad a un hombre como é1, a no podía imputarse el más leve indicio de pertu mental. ¿Y qué ocurrió? El jefe del establecimiento, toda su autoridad, estampó en la ficha clínica el tico negativo sine morbo psychlco, y dispuso que el "no fermo" fuese dejado en plena libertad. Pero, una vez "d debaja" en las listas de los enfermos, uno de los del Centro no pudo resistir a la tentación de conve con aquel sujeto, de quien sospechaba que, aun tando de salud psíquica, era un desequilibrado En muy poco, poquísimo tiempo, este médico pudo comprender al individuo en cuestión que la libertad hombre no es precisamente una "libertad de algo", una "libertad para algo", es decir, la libertad para una responsabilidad. La charla siguió su curso por derroteros, hasta que, a la postre, quedaron rebetidas la vía del análisis existencial, mediante los recursos de logoterapia, todas las eparentes rezones lógicas en del suicidio. ¿Podría alguien negar que este médico tenía, no derecho, sino incluso el deber de recurrir a estos e pesar de que no se los pueda considerar como mientos médicos, en el estricto sentido de la palabra?
debutc esencialmente
EXISTENCIAL
87
ideoló§ico entre el médico y su "pa-
Élentc" logró, en las pocas horas de que se disponía hasta
rlcspido del "enfermo", ya ordenado, esclarecer la mente de éste hasta el punto de llevarlo a adoptar una actitud lfirmativa ante su vida y la continuación de ella. Pero la €hsrla no sólo tuvo una fase logoterapeútica, la que versó l€brc las razones aparentemente lógicas en apoyo del suicldlo, sino también una segunda fase, una fase psicoterapalabra, orientada P€tltlca en el verdadero sentido de la h¡els cl esclarecimiento de los móviles psicológicos ocult6r de aquella resolución de suicidarse. I al llegar a este que uno de los motivos a que obedecía aquePunto, se vio llr tentativa de suicidio era eI deseo de aquel hombre de ücngflrse de una sociedad a la que no debía apenas nada. á purtir de ese momento tomó la decisión de demostrar a hr elcmás quién era é1, lo que valía y el sentido de su vida' ál mhmo hizo hincapié, en sus palabras, en que no era su ¡l¡¡¡1:ión de penuria económica lo que le había movido a ¡Ulclrlnrse, que el dinero no constituía lo esencial pata é1, guo ncccsitaba, por el contrario, dar a su vida "un conte-
:l
nldrii "huir de aquella desolación'en que viüa. llemos hablado antes de la libertad del hombre para una responsabilidad. Pero la libertad misma tiene premisa la responsabilidad. El hombre, por tanilr,nlo Yá ttt, lro ¡ruede sustraerse a su responsabilidad ni mediante
ilunllr
ls ntú¡ radical de las evasiones de las responsabilidades de vldrr, que es la evasión de la vida, el suicidio. Este acto (+ln¡rrhr por supuesto, naturalmente, que quien lo ejecuta E¡lé cn su sano fuicio) lo realiza el hombre en uso de su llhcl'tu,l. No se desembaraza de aquello de que huye, ni le defo en p¿tz; no se sustrae a la responsabilidad que sobre él lo que busca: Ia solución FF¡É Y no encuentra tampoco
*l
88
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAI-
de un problema.
A quien muestre intenciones de suic
darse hay que hacerle ver, sobre todo, una y otravez, el suicidio no resuelve problema alguno. Hay que comprender que el suicidaseparece mucho al jugador de aj drez que, obligado a enfrentarse con un problema dema. do difícil o que ct él le parece, deniba las figuras sobre el
blero. Claro está que, con ello, no resuelye el problema tiene delante. Tampoco en la yida se resuelye ningin ma echando la vida por la borda. Del mismo modo que
jugador de ajedrez no se atiene a las reglas del juego, hombre que se suicida infringe las reglas del juego de vida. Estas reglas de juego no nos obligan, ni mucho nos, a vencer por encima de todo, pero sí a no la lucha por ningún concepto.6 Claro está que al lado de los ingredientes psíquicos espirituales que entran en las motivaciones del suic intervienen también otros factores somáticos y De aquí que sea posible, en principio, eiercer una péutica somática y social, al lado del tratamiento ps rapeútico y logoterapeútico. Por lo que se refiere a la somática, es evidente que debemos llegar, en las investigaciones fisiológicas que tomen como base, tan allá como aquel autor que consi ra como una preciosa aportación para nuestr¿ ciencia medir la presión arterial de todos los suicidas frus ingresados en su establecimiento, dando a conocer datos en su libro. Bastaría con que se pensase en im 6
No
tan fácil contestar a la tdvial pregunta de si el que se No puede uno ser tan iniusto que pase alto la lucha interior que suele preceder e toda tentativa de suicidio. nos queda, pues, otro camino que decir: el suicida es valiente ente muerte, pero coberde ante la vida. es
es un valiente o un cobarde.
I)EL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
89
vivir llevasen a la práctica su ión de suicidarse por medio de un largo sueño proÉUclclo mediante sustancias médicas. Pero se trata de una in provisional, y no de una solución del problema del problema de vida que arr¿stra al suicida a lipor medio de la muerte. Tampoco ofrece ninguna ra solución la proñlaxis del suicidio desde el pundc vista social. No sólo porque nada se consigue con la ión del "indiüduo peligroso para sí mismo", sino no podemos, ni deberíamos tempoco eunque Puos, borrar del mundo todas las causas de la desr¡ humana para desüar de su propósito a quienes se n e suicidarse. No tenemos por qué poner en brade quien ama sin ser correspondido a la mujer amada, cn cl bolsillo del miserable los medios económicos neÉlllrluri para que no desespere de la vida. Hay que arrepare convencer a estos desdichados no sólo de lUe ¡lucdcn seguir üviendo sin necesidad de tener aquello & qu., por una u otra razón, carecen, sino incluso de que d€lrcrr considerar, en buena parte, como el sentido de su p?trplrr vida el sobreponerse interiormente a §u desveniüfe, firrtaleciéndose en ella y mostrándose a la altura de l§ dr¡llno, aun cuando algo les falle. Pues bien, este caBltrr¡ lrrclicado para la radical superación del tedium útae E ün (.nmino logoterapeútico por excelencia. lrrlr cstc camino hay que inculcar a nue§tros pacientes k qtrc Albcrt Schweitzer llama el respeto ante la üda- Sólo É€ñrr(rtlrcrnos que nuestros enfermos se sientan movidos ¡ trululrlcritr la vida como un valor incondicional, como llpr t¡rrc ticne en cualquier circunstancia §entido y razón §g tet', ricrnpre que sepamos dar a su üda un contenido, fueer ,¡tt. cncuentren una meta y un fin a su existencia; las personas cansadas de
90
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
dicho en otras palabras, que vean ante ellos una mis "Quien dispone de un porqué para vivir es capaz de portar casi cualquier cómo", dice Nietzsche. No cabe duda de que la conciencia de un¿ misión Ia vida posee un extraordinario valor psicoterapéutico psicohigiénico. No tenemos reparo en afirmar que no nada que más ayude al hombre a vencer o, por lo a soportar las dificultades objetivas y las penalidades jetivas que la conciencia de tener una misión que c plir. Esta misión, cuando se la concibe como algo pe nal, hace a su portador insustituible, irremplazable, confiere a su vida el valor de algo único. La citadaf. de Nietzsche da a entender también que el "cómo" de vida, es decir, todas esas circunstancias desasradables la acompañan, queda relegado a segundo plano en el mento y en la medida en que pase a primer plano el " qué" de ella. Pero no es sólo esto; de la conciencia que se gana en cuanto al carácter de misión se desprende, secuentemente, el corolario de que la yida cobra, en ri, tanto ffiayor sentido cuanto más difícil se haga. La analogía entre esto y la moral del verdadero tista salta a la vista. El auténtico amante del deporte crea dificultedes para experimentar el gozo de irlas ve ciendo. Baste pensar en las carreras de obstáculos o en dificultades progresivas que se ponen en las carreras caballos, mediante barreras cadavez más altas o cadavez más profundos. Lo mismo ocurre con el en la vida: también tiene que fortalecerse luchando tra l¿s dificultades y aprendiendo a vencerlas. Si, además, queremos ayudar a nuestro enfermo a a su existencia la mayor actividad posible, si que ayudarlo a salir del estado de un "paciente", para conve
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS
EXISTENCIAL
91
en un "agente", no debemos limitarnos a hacer que e*pcrimente su existir como un ser responsable frente a ler posibilidades de realización de los v¿lores; sino hae€flc ver, además, quela misión de cuyo curnplimiento se
tlr¡c
lQ
hace responsable es siempre una misión específica. Bl carácter específico de la misión es doble. La misión
)lo stllo cambia de unos individuos d otros, con arregJo al ca' de cada persona' sino que ldeter peculiar -insustituiblehora 4 tenor del carácter singde hora en también édrnbia Basta con que recorsituación de cada kr -irrepetible"valores de situación" llamado ha que Scheler lo Cemos (eontraponiéndolos a los valores "eternos", a los que rigen étl todo momento y para todos). Estos valores aguardan, en €lerto modo, a que su hora llegue, a que al hombre se le que sólo se le brinda urravez' de realiPBcente la ocasión, se deia pasar, se perderá irreparaoportunidad si la Itrlor; quedará irrealizado para y valor de situación el blemcnte rlempre; el hombre habrá desperdiciado la ocasión. Vcmos, pues, cómo estos dos dspectos, el de la singularhlatl y el de la peculiaridad, poseen un valor constitutivo en at$rtt lo dl sentido de la existencia humana. Y hay que reconrlcer ¿ la filosofía existencialista de nuestro tiempo el qtrc -al contrario del vago concePto de l¿ vida, profesadrt pur la "filosofíe de la vida" de años atrás- haya sabido
derlur,ar Ia existencia del hombre como algo esenciallll§lrtc concreto, la de "cada uno". Sólo de este modo, bajo é¡ta firrma concreta, adquiere la vida humana un valor de nhllgnloriedad moral. No en vano se dice que la filosofía ell¡lencialista es una filosofía "que llama". Y es que la exprrlr'it'rn de la existencia humana como algo peculiar y rln¡¡trlrrr entraña la apelación a realizar sus posibilidades *ttl¡¡lnnlcs y que no se dan sino una sola vez.
92
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS
Si, orientándonos hacia el andlisis de la existencia 1t seryicio de la logoterapia, queremos ayudar al paciente dar a su vida la mayor concentración posible, .ro
t.r.,
más que hacerle ver cómo la yida de cada hombre ti und meta peculiar, hacia la que conduce un camino que se presenta sino una sola yez. El hombre que marcha este camino se asemeja al aviador que, volando en de la noche o de Ia niebla, en vuelo a ciegas, es .,pilr desde la torre de señales del aeropuerto. Corno
.,
tr
en estos casos le radioestación del aeródromo envía señales Morse diferentes en form¿ de sectores en di ción de la aeronave que se acerca, de tal modo que en línea divisoria entre ambos sectores es precis -que mente la ruta indicada hacia el punto de iterrizaje_ cucha el tripulante un sonido continuo. Sólo este carr es el que conduce al navegante aéreo hacia su meta. mismo modo, podemos decir que el hombre tiene en ca, una de las situaciones de su úda un único camino oeculi trazado de antemano, por el cual puede llegar a la reali ción de sus más particulares posibilidades. Ahgra bien, si un paciente alega ante nosotros que nora el sentido de su vida y desconoce las posibilida únic¿s de su existencia, podemos replicarle que su misi primera y más urgente consiste precisamenie en enco trar el camino hacia el cumplimiento de su propia y evanzñ resueltamente hacia el sentido de su vida, todo lo que tiene de singular y peculiar. y, por lo que refiere, en particular, a sus posibilidades interiores, es c cir, al problema de cómo el hombre puede descifrar ruta de su debe¡ partiendo de su propio ser, no cabe ..¿Cómo
mejor que atenerse a las palabras de Goethe: de uno conocerse a sí mismo? Nunca por la reflexió
EXISTENCIAL
93
sí por medio de la acción. Intenta cumplir con tu r, y sabrás en seguida lo que hay en ti. ¿Cuál es tu de§encillamente, lo que el día reclama".
Habrá, indudablemente, personas que, aun reconoel carácter siempre único de la vida, y estando, indecididas arealizar sus valores de situación concretul como se ofrecen por una sola vez, consideren, sin srgo, "desesperada" su situación personal. Debcmos preguntarnos, ante todo: ¿qué quiere decir de "desesperado"? Es evidente que el hombre no pueGlonocer de antemano su porvenir, ni lo podrá hacer , cntre otres razones, porque su conocimiento del ir influirá desde ese momento en su comportao futuro, con erreglo a su actitud, unas veces más y otras veces más sugestionable, con lo cual el homeontribuiría, por su parte, a conformar el futuro en medida o en otra, y la primitiva predicción no resaya ala realidad. Ahora bien, no pudiendo pror, cl hombre no puede tampoco preilzgar si su por*§lr rncicrra o no la posibilidad de realización de v¿lores. Un ne¡¡rn condenado a trabajos forzados a pe{petuidad fue lHbnr¡'ndo en Marsella con destino a la Isla del Diablo. ,€n HltA m¿r estalló un incendio en el barco que 1o conduelLniathán, que quedó EL en unión de otros presos -era Cp¡h'uklo cn el siniestro-. El negro, un hombre extraordlñgrlurncnte vigoroso, fue despojado de sus grilletes y ñlvd lu vida de diez personas. Más tarde le indult¿ron. Si tÉdavlrr cn el muelle de Marsella, al embarcar rumbo al pfelldkr, rtlguien le hubiese preguntado si creía que su vida Etlle nlÉtin sentido, probablemente habría contestado que ñ€' Nu,li,' puede saber si tiene o no algo que esperar de la flde y r¡ul horas grandes le aguardan aún en ella.
94
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
Ningún hombre tiene derecho ¿ invocar su propia suficiencia, es decir, a despreciar sus propias posibili interiores. No importa que se sienta desesperado con pecto a sí mismo, que caüle y se torture creyendo que das las salidas se le cierran: ya este solo hecho, esta
le justifica, en cierto modo. Así como las lamentaci acerca de la relativid¿d y la subjetividad de todo conoc miento (y de toda captación de valores) presuponen rigor su objetividad, así también el autoenjuiciamie moral de una persona presupone la existencia de un i de la personalidad, un deber ser personal. La persona paz de enjuiciarse así, por muy desesperada que se crea, hace siempre partiendo de algunos valores, lo que decir que comparte el mundo de éstos; desde el mome en que puede aplicarse a sí misma la pauta de un ideal, que no se halla totalmente privada de valor. Por ese hecho alcanza ya un nivel de valor ético, que le salva; al capaz de elevarse sobre sí misma, entr¿ en una zona tual y se confirma como ciudadano de un mundo espi cuyos valores quedan adheridos a é1. "Nuestro ojo ja podría contemplar el sol si no tuviese algo de solar..." Algo análogo a lo que Goethe dice del oio, en esta se, podría decirse de la generalizaciín del sentimiento desesperación moral, de la duda en la moralidad de hombres. "El hombre es malo de por sí" y en el fondo de naturaleza, oímos decir.T Sin embargo, esta especie de 7 Podríamos, incluso, conceder que el hombre medio no es, tan bueno, y que son siempre algunos que otros indiüduos sueltos nes son verdaderemente buenos. Pero, ¿ecaso no impone preci
esto, a cada individuo de por sí, el deber de ser meior de lo que es hombre medio", de no se¡ precisemente "uno del montón'y ser
"persona singular"?
DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS
EXISTENCIAL
95
ética universal no debe par.alizar a nadie en su acción : si alguien nos dice que "todos los hombres son, a que el altruismo manifestado PQfltre, unos egoístas" y no es, en realidad, sino egoísmo, ya que cuando WZ cn trata de desembarazarse de su altruista sólo §p0rente sentimiento de compasión, sabemos perf.ecfalo que debemos replicar. En primer lugar, que la ión de un sentimiento de compasión no es un dno un efecto; en segundo lugar, que esta actitud preya una cierta moral, bajo la norma de un ¿uténtico Pero, además, podemos objetar a quienes así que lo que más arriba dejamos dicho acerca de la del individuo vale también parala vid¿ de la humani€n üu coniunto, es decir, que lo mismo en la historia Ittr tlcmpos que en las cadenas de las montañas, son justificar a Puntos culminantes los que deciden. Para en consicon tomar humenidad como un todo bastaría unos pocos ejemplares, unas cuantas existencias
efipirituales o morales, o simplemente con tener BUrlnto a este o aquel individuo concreto por quien lntor un amor verdadero.
ftir tiltimo, si se alega que los grandes ideales eternos l¡ hum¡rnidad son pisoteados y profanados por dorunvcrtidos en medios para los fines de la política,
kü ttc¡¡ocios, de la erótica personal o de la vanidad prir p(,(lcmos replicar que todo esto no hace más que Hrrur l¡ obligatoriedad general y lafuerza imperecee¡os ideales, pues el hecho de que, pdrd d.ar autori' fl llltú t'dusd, sea. necesdrio efiiloh)eild en un manto /nod1nturslra que la moral es dlgo ertciente y que es posible eu los ltombres elt virtud de su propia mordlidad. &u'luttt,,, Ia misión que el hombre tiene que cumplir de.
96
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
en la vida existe siempre, necesariamente, aunque el teresado no Ia vea, y es siempre, necesariamente, tible de ser cumplida. Lo importante para el análisis de existencia, en general, es, como puede comprende que el hombre sienta y viva su responsabilidad en c al cumplimiento de todas y cada una de sus misiones, como en cada caso se le planteen; cuanto mejor da el carácter de misión que la vida tiene, tanto sentido tendrá su vida para é7. El que no ha adquiri conciencia de su responsabilidad acepta la vida co una simple contingencia; el análisis de la existencia, el contrario, le enseña a concebir Ia vida como una
tinua misión. A 1o anterior debemos añadir ahora lo que sigue: personas que, avanzando un paso más, viven Ia vida, así decirlo, en una dimensión más. Para ellos la misi es, en cierto modo, algo transitivo. Viven simultá mente una instancia de la que la misión procede, vi aquella instancia que les impone la misión. Viven la sión como un mandato. La yida trasluce la existencia de mdnddnte trdscendente. Constituye éste, a nuestro de ver, uno de los rasgos esenciales delhomo religi unhornbre en cuya conciencia y responsdbiliddd se da a la misión el que se la impone.s 8 Queremos ilustrar aquí alaltz de un eiemplo concreto esta fundización que la conciencia de la responsabilidad experimenta eo en el hombre religioso. Nos permitimos citar el siguiente pasaje de ensayo de L. G. Bachmann sobre Anton Brückner: "Su sentimiento la responsabilidad ante Dios crece hasta el infinito. Así, vemos que a su amigo, el doctor iosef Kluger, prior del convento de Neuburg: gunos querrían que yo escribiese de otro modo. Podrí¿ hacerlo pero
debo. Dios ha querido distinguirme entre miles, dotándome a mí, samente a mí, de los talentos que poseo. Tengo que rendir ante É1
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
97
Ahora bien, la comprensión de la misión personal retá de la vida constituye un punto especialmente nerable en los hombres neuróticos, ya que, por serlo, falta precisamente, o les suele faltar en Ia mayoría de casos, aquella seguridad instintiva para darse cuenta euál es su misión. Así vemos que una mujer neurótica, gdmo los empleo. ¿Cómo podría presentarme un día ante Dios Señor, si hiciese caso de lo que los otros me dicen, y no de 1o Úl mc ordena?"'Nada rnás falso, por tanto, que la afirmación de que
¡rl lfud religiose hece mantener al hombre une actitud pasiva; antes al puede convertirlo en eI hombre nvás activo del mundo, estisu conciencia de la responsabilidad. Sobre todo, en aquel
üll¡lo«r
de hombre que
-adoptando
una actitud
existencial-
se
tipo con-
rlempre, en cierto modo, como un paladín de lo divino sobre la l'ucs este tipo de hombre comprenderá que es en la tierra donde p fnnru, las "decisiones", que es aquí, en la tierra, donde se libran todas b lulh,rr, en gran parte y no en último término por el hombre mismo f en é1, cr decir, por y en el hombre concreto de que se trate, y no por y lñ otru, Y, a este propósito, necesariamente se nos viene á 1as mientes, !9111o ¡rlrrrlelo o analogía, el relato casídico de1 sabio a quien un día "Decidnos cuándo y cómo sabe el hombre si fff¡lutrtrrron sus discipulos: perdonado algo", a 1o que el sabio contestó: "EI hombre lc ha r'l¡l,t il Sln prrctlc saber que el cielo le ha perdonado un pecado cú¿ndo no fpFlvr r cr¡meterlo". De este modo, podríamos muy bien afirmar que la ü!ft1etlrt¡r obra del monoteísmo mos¿ico ha consistido en elevar la conÉlrnr'lrllc lrt responsabilidad del hombre, haciéndole elevar constanteñÉnlr, l¡l rnirada hacia una instancia divina -en la imagen del hombre éñhlll lllt §cr que comp¿rece constantemente ante su Dios-, haciéndoh vlvtr lu misión de su vida como un mendato divino. No debemos, sin !§Blrar'¡o, n cste propósito, olvidar una cosa: que la elevación del sentilillEltll nror¿l de lavida que esto lleva consigo se refiere principalmente I l*rr r¡ur llumamos valores de creación. Por eso tiene que parecernos tl¡lrl rtrh notable que el cristianismo exalte y sitúe en el primer plano ᧠lá r'nrtlicncia moral de la humanidad los que hemos llamado ios val6fer rlr uctitud, de tal modo que la existencia del hombre, ásí contempktle, vlnrrr cn la perspectiva cristiana de la Cruz, del Crucificado, se nos
98
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
exagerando sus deberes como madre, se esforzaba en
huir ciertos estudios de psicología en que
estaba em
y para los que tenía extraordinarias dotes; como pe versada en eses materi¿s, había pensado siempre, nos d que la psicología no era más que un "teatro de Ia secunderio" y su estudio, ut drrdngefixent netrótico. necesario que se sobrepusiera a este falso autoanálisis y
procediera a analizar exisiencialmente su vida para que, la acción misma, según Goethe aconseja, llegase a cerse a sí misma y se diese cuenta de "las exigencias día'l llegando ala certeta conclusión de que no nec ba abandonar a su hijo, pero tampoco dejar de lado su cación. Ahora bien, el neurótico típico no sólo tiende a una misión de vida por otra, sino que encontramos bién en él otras falsas actitudes; por ejemplo, según expresarse una enferma de neurosis compulsiva, la de vi¡ punto por punto, con arreglo a un programa". C está que no es posible viü¡ por así decirlo, con el en la mano, con árreglo a un plan, sin salirse de él en más mínimo. Equivaldría a perder de vista todo lo que revela en últime instancie y esencialmente como una imitación tiva de Cristo (¡como pasión!), y el mundo como un valle de
Le estaba reservado en particular al protestantismo el aporter algo cionel a la obra del cristianismo, por cuento que -al hacer hincapié el concepto de la gracia- ahonda ei sentimiento de responsabiiidad hombre con respecto a la tercera y última categoría de los valores, son los "valores vivenciales"; en efecto, precisamente en el sentido de idea de la gracia, tan central para el protestantismo, todo encuentro hombre con 1o que es valioso equivale para esta religión, propiame recibir un regalo (de la gracia). A nuestro iuicio, se reveia en todo algo así como una ordenación completa entre las tres categorías de res, de una parte, y de otra las tres confesiones del mundo occide
I)EL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
99
tlene de singular, a pasar de largo por delante del deso dejar a un lado los valores de situación, envez de Por fortuna, el ser normal, por lo menos, está de un cierto instinto con respecto a lo que "debe' : nadie que esté dotado de un sentido ético pleno iamás que, por ejemplo, el problema científico de la trayectoria de un cometa representa, evidente, una misión, pero sólo para el astrónomo y sola"en su tiempo oportuno"; es decir, que el mismo fénomo se verá obligado a desviar de ese problema su lón cuando le llame, supongamos, el deber de cuidar lU mujer enferma. i No cabe duda de que, enfocado el problema desde el to dc vista del análisis de la existencia, no es posible lleguemos e reconocer una misión de vida dotada de ldcz general y obligatoria para todos. En este aspecto, tlenc razón de ser ni sentido el problema de "la" miSÉln dcl hombre en la vida, "del" sentido de l¿ vida. Se nos lñtoft nlgo así como la pregunta que un rePortero pudiera hleer, interrogando a un campeón mundial de aiedrez: rY nh,lra dígame usted, maestro, ¿cuál es la meior iugada áe elrdrcz?" Esta pregunta no admite una respuesta valeCgrn dc uoavezpor todas, sino que debe ser contestada, al l¡utl quc la otra, con vistas a cada situación concreta. El H§rpeón de ajedrez en cuestión, suponiendo que tomase Éñ ¡crio lir pregunta del reportero, tendría que contestar, ptlr'o nriis o menos, lo siguiente: "Un aiedrecista tiene €Ué ohrnr de tal modo que intente la jugada meior en Éáda r'¡rso con erreglo a lo que él pueda y a lo que el adFf¡srkr lc permita", con lo cual dicho está que es necesaflu lorrr¡lr en cuente también la situación interior, o sea hr dolcs, la capacidad de la persona; en segundo lugar, no
lOO
I)ts1 PSICOANÁLISIS AL ANALISIS
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
hay que perder de vista, asimismo, que el jugador no de hacer otra cosa que "intentar" la jugadamejor en situación concreta, es decir, la que mejor cuadre a la posición de las figuras sobre el tablero. En efecto, empeñara de antemano en hacer lo que pudiéramos mar Ia mejor jugada absoluta, no cabe duda de que, mentado por eternas dudas y por una autocrítica i nable, dejaría por lo menos pasar el tiempo de que d para iugar, y se vería obligado a abandonar el juego. Pues bien, lo mismo ocurre, mutdtis mutandis, persona que se enfrenta con la cuestión del sentido de la tampoco puede formularse esta cuestión, si ha de tener gún sentido, rnds que proyectándola sobre una si concreta., )) stelnpre con t¡ista a su propia y corrcreta fia: por encima de estos límites, sería éticamente psicológicamente enfermizo que se le metiera en la zala descabellada idea de hacer lo absolutamente envez de limitarse a "intentar" hacerlo. Lo cual no decir, naturalmente, que no deba apuntar hacia lo pues de otro modo no podría nunca hacer lo bueno; al mismo tiempo, debe saber renunciar a una ción de sus fines que no sea puramente asintótica. Si procedemos ahora e sacar una conclusión de tras reflexiones en torno al sentido de la vida, ll una crítica radical de la cuestión como tal. El p del sentido de la vida, formulado así, sin más, carece sentido: esú mal planteado, si se refiere en abstracto a vida y no, en términos concretos, a "mi" vida, tal presenta en cada caso. Si reflexionamos sobre la originaria de nuestro viür el mundo, habremos de sobre el problema del sentido de la üda la revolución pernicana: es la vida misma la que plantea cuestiones
EXISTENCIAL
101
Éste no tiene por qué interrogarla: es a él,por el a quien la úda interroga: y él quien tiene que resa la t¡ida, hacerse responsdble. Las respuestas que .
hombre dé a estas preguntas deberán ser siempre resconcretas a preguntas concretas. En la responsabilide la existencia tenemos su respuesta; es en la existencia donde el hombre "responde" ¿ sus cuestiones. ?cl vez no sea inoportuno señalar aquí que también prlcrllogía evolutiva nos enseña que el "sonsacar un " representa una etapa de desarrollo más alta que ttdcrlo", Por donde lo que lógicamente hemos tratado "derrrrrollar" nosotros en las páginas anteriores, o sea pflmrrcía aparentemente paradójica de la respuesta resu la pregunta, corresponde en absoluto al desarroptlrrológico. Se funda en ese experimentarse el hombre ilrmpre interrogado. Ahor¿ bien, el mismo instinto que, según veíamos, 'c tl hombre a sus misiones de vida más propias y lures, le guía también en la respuesta a las interrogarlc la vida, a la responsabilidad frente a su vida.
conciencia. La conciencia tiene éste un hecho fenoménico kñe¡¡irblc. Ahora bien, la conciencia nos habla siempre tñ ftrnttrt dc respuesta. En este aspecto, el hombre relifl6ru, ¡rsicológicamente considerado, es aquel que vive §F lo lrrrblado a quien habla, cuyo oído, por tanto, es en FlÉflo rrodo más agudo que el del hombre no religioso: § el rllrikrgo con su conciencia -en este diálogo consigo fil¡ltto, cl rnás íntimo de todos los coloquios-, escucha Bltlhl,trr lrr voz del Interlocutor.e É
lnlllinto moral
es la
ñl "vuz" y nos "habla", siendo
i Nut lclcrimos, naturalmente, ll||
d,,r,,1,'
l)ios
es concebido y
a aqueila religiosidad que comienza
vivido como un ente personal, más aún,
IO2
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
EXISTENCIAL
103
el sentido de la vida total, que en última instantodo carece de sentido, puesto que la muerte vendrá, a
Sentido de la muerte
mo como aquel a quien la vida pregunta y que tiene responder, y ser-responsable ante elle. Se ve, por ta
a destruirlo todo! ¿Puede realmente la muerte lnr o menoscabar el sentido de la vida? Por el contrario. Bn cfecto, ¿qué ocurriría si nuestra üda no fuese finita en ll tlempo, sino temporalmente ilimitaü? Si elhombrefuelnmortal, podría con razón demorar cdda uno de sus dctos
remitido al hecho primigenio de que la existencia es consciente y ser-responsable. Ahora bien, en el de la existencia, como un análisis del ser-hombre cuanto ser-responsable, hemos visto que la respons
b infinito, no tendría el menor interés en realizarlos $¡lmente ahora, podría dejarlos perfectamente peru o pasado mañana, para dentro de un año o de diez. cumbio, viviendo como vivimos en presencia de la
En el intento de dar una respuesta a la cuestión del esta cuestión que es la más humana todas las cuestiones-, el hombre se ve remitido a sí:
do de la vida
-a
dad es algo que brota del carácter concreto de ia pe y la situación y surge con esta concreción misma. La
ponsabilidad crece, según hemos visto, con el c peculiar de la persona y con el hecho de que la si es siempre singular, irrepetible. Estos dos aspectos sc como hemos dicho, elementos constitutivos en cuanto sentido de la vida humana.
h pr*tr.,
fn
ñUertc como el límite infranqueable de nuestro futuro y h lnexorable limitación de todas nuestras posibilidades, áñ¡ vemos obligados a aprovechar el tiempo de üda limitdo dc que disponemos y a no deiar pasar en balde, despértllcllndolas, 1¿s ocasiones que sólo se nos brindan una ünlcu vcz y cuya suma
"fnita" compone
la vida.
Itlr tanto, la finitud, la temporalidad, no sólo es una
Pero en estos dos aspectos esenciales de su exist se manifiesta, al mismo tiempo, el carácter finito
eaFá('tcrística esencial de la vida humana, sino que es, adehlil¡, t¡n factor constitutivo del sentido mismo de la vida'
hombre. Lo cual quiere decir que esta finitud tiene
la existencia humana se basa precisamente en Por eso, sólo podremos comprenirreversible. ,ll urdcter vida de un hombre siempre que de l* rcsponsabilided der responsabilidad con vistas al cauna como ls rttt.ndamos que sólo se vive unaYez. vida, de la lcmporal f{{'lrr
bién, necesariamente, que representar algo que dé sentido a la existencia humana, envez de quitárselo. Es que ahora nos proponemos desarrollar, tratando de testar, ante todo, a la pregunta de si la finitud del en el tiempo, el carácter temporalmente finito de su o sea el hecho de la muerte, puede privarla de sentido. ¡Cuántas veces se nos dice que la muerte hace como le personalidad por antonomasi¿, como su protoimagen, o según podríamos también decir, como el primero y último .;tú,,; p hombre de esta mentalidad reiigiosa, la vivencia áe Dios es, mente, la vivencia del proto-"tú".
El wnt ido
d.e
por consiguiente, queremos, fieles al sentido del Éhrilltis de Ia existencia,traer e nue§tros pacientes a la entlr'l('n(riÍt de su responsabilidad, si realmente deseamos §1,
hdrrrlos conscientes de la responsabilidad que sobre ellos por hacerles compren¡tFre, lcndremos que esforzarnos histórico de la vida y, el carácter símiles, det, trrccli¿nte en ella- Debehombre del responsabilid¿d la Fnt tÉnto,
IO4
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
mos recomendar, por ejemplo, a una persona sencilla siente ante nosotros en la sala de consultas, que de vez en cuando, como si, en el ocaso de su vida, ra hojeando su propia biografía, abriéndola precisame por el capítulo en que se narra su presente; y como si, obra de un milagro, tuviese la posibilidad de decidir cuanto al contenido del capítulo siguiente, y dentro de pode¡ introducir tod¿vía correcciones en un capítulo cisivo de su historia interior, aún no escrita. La máxima del análisis de la existencia podría prese tarse, en general, bajo esta fórmula imperativa: ¡Vbe si ttittieses por segunda yez ! corno si la wz primera lo bieses hecho todo de un ruodo tan falso coruo te dispones hacerlo ahora! Quien consiga trazarse ante sí esta i fantástica, no cabe duda de que sentirá, al mismo tie toda la grandeza de la responsabilidad que sobre el bre pesa en todos y cada uno de los momentos de su la responsabilidad con respecto a lo que saldrá de la siguiente, en relación con el modo como deberá pl el día de mañane. se
Asimismo podemos sugerir al paciente que se re sente su vid¿ como una película que se está " pero que no puede "cortarse" bajo ningún concepto; deci¡ en la que no es posible revocar ni corregir ni de las escenas tomadas. También por medio de este sí. conseguiremos, por lo menos en algunos casos, comprender a quien interese el carácter irreversible de vida humana, la historicidad de la existencia. Al comienzo, la vida es todavía sustancia en su dad, sustancia aún no consumida; a medida que discu va perdiendo cadavez más la sustancia, para converti poco a poco en función, hasta que, a la postre, sólo
I)EL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS
EXISTENCIAL
105
en las acciones, las vivencias y los sufrimientos que portador ha ido acumulando. Así concebida, la vida hurccuerda un poco al radio, sustancia que, como es no tiene más que una duración de üda limitada, ya tus átomos se desintegran y su materia se transforma vez más en energía radiante, que no retorna ni llega a irse de nuevo en materia. El proceso de la desintedel átomo es irreversible, irrevocable. Por consite, también en el radio va desapareciendo progrela originaria sustancialidad. podemos decir de la vida, en cuanto que su tanto Qtro ¡ r material originario va üéndose relegado a segunpluno más y más, hasta que, por último, se trueca en forma. El hombre se asemeia, en cierto modo, al esquc, con el cincel y el martillo, va tallando la piedra que el material se convierte cadavez más en rnodo t¿l lil hombre elabora la materia que el destino le brinlltklri veces credndo ! otras viviendo o padeciendo, se espor "desbastar" su viáa lo mds posible para contertirla fdlrrrr's, en vdlores de creación, de vivencia o de actitud. Altrlrt bien, en este símil del escultor podemos introlurnbién el elemento tiempo; basta, para ello, con irnaginemos que sólo dispone de un determinado ltos !F€ fhür ¡,,rr,r dar cima a su obra, pero sin saber cuál es, con§fGfdttre trtc, elplazo en que deberá terminarla y entregar'L, N¡r r¡,rlrc nunca cuándo será relevado de su misión, ni ll tenrlni que dimitir al instante siguiente. Todo esto le *Usl¡ rr irprovechar bien el tiempo, si no quiere exponerff it rk's¡¡o de que su obra quede inconclusa. Pero el no a 1a obra de todo valor? Nada de F€rlFr lcr''ninarla ¿priva lirrr¡,.,co el "carácter fragmentario" de la vida (Sim-
ip,
BÉl) lttcrtoscaba el sentido de ésta. No es l¿ duración
de
106
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
I)IiL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
una yidd humana en el tiempo lo que determina la de su sentido. No juzgamos el valor de una biografía por "extensión", por el número de páginas del libro, sino la riqueza de su contenido. No cabe duda de que la heroica de un hombre muerto prematuramente enci mayor contenido y mayor sentido que la existencia de quier filisteo que viva noventa años. Son muchas las si nías "incompletas" que figuran entre las más bellas. El hombre afronta la vida como un examen de dad, en el que no importa tanto que el trabajo llegue a minarse como que sea valioso. El examinado tiene que tar dispuesto en todo momento a que suene la cam anunciando el final del tiempo puesto a su disposición; mismo le ocurre en la vida al hombre: en el momento nos pensado puede sonar la voz que lo retire de la de los vivos. El hombre debe el tiempo y en Ia finitud-en minar, ftnalizar* "¿lgo", es decir, asumir la finitud y a sabiendas con el final. No es necesario, ni mucho que esta actitud tenge un tono heroico; lejos de ello, la servamos en el comportamiento cotidiano del normal y corriente. Cuando asistimos al cine, nos teresa más, eüdentemente, que la película tengá un cualquiera que él sea, y no que tenga un happy end.Y hecho de que el hombre normal y corriente necesite algo como el cine o el teatro demuestra cuán cargado de tido se halla lo histórico: en efecto, si no se tratera samente de explicar algo, es decir, de desplegarlo en tiempo, de exponerlo históricamente, el hombre se
tentaría, evidentemente, con que le contaran en * En alemán End.e
-término
voll -enden, qu'e
o
finel-.
jtega
con Endlichkeif
-finitud-
y
EXISTENCIAL
IO7
"la moraleja del cuento", envez de pasarse varias §cntedo en el teatro o en el cine, contemplando el de la trama. No cs, pues, necesario, ni mucho menos, desconectar nln¡gún modo la muerte de la vida, ya que, en realidad, Vldu no puede concebirse sin la muerte. Pero tampoco "superarla", como !nr manera alguna posible llegar a "superarla., hnccrlo el hombre que pretende "eternizarse" con la n. Es completamente falso que el sentido de vldu sc cifre, como tentas veces se aftrma, en la descenlu. Semejante afirmación puede reducirse fácilmente
primer lugar, nuestra vida no Puede ex: ni transplantarse in infinitum: también los linaeeuhan extinguiéndose, y no cabe duda de que llegará ah¡urd.um. En
[r
dlu cn que morirá la humanidad entera, aunque sólo sea (onsecuencia de una catástrofe cósmica del planeta -€€mo !ñerr*,, Si Ia vida finita careciese de sentido, sería de todo
d
!Unt(, lndiferente cuándo se produiera el final y el que l¡ls fucsc previsible o no. Los que cierran los ojos a Ia lfFlrvnncia de este factor se parecen a aquella dama que, Gglltrr lt: diieran que un a§trónomo ptofetizaba la desapaflgirlrr dcl mundo para dentro de un billón de años, retroÉctll¡1 ntcrrada y, al repetirle tranquilizadoramente que rllélo rlcntro de un billón de años", exclamó con un suspi-
ftl rle rrlivio: "¡Ah!, eso es otra cosa, h¿bía entendido que Efc ¡rurn dcntro de un millón de años".
l)
lticn la vida tiene un sentido, efi cuyo caso lo conser?rt,r,, .v{t sea larga o cortct, !d. se propdgue o no; o bien no tles*, ¡rntjdo alguno, y en este cd.so no lo adquirirá tampoco pu rrtutln que dure o se propdgue ilimitadamente. Si la vida áe ,,",, rnujer sin hijos debiera considerarse carente de tPltlltlo por este solo hecho, querría decir que el hombre
108
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
I)I]LPSICOANÁLISISALANÁLISISEXISTENCIAL
sus hijos y que el sentido único y clusivo de su existencia se cifra en los hijos que I
: un sentido superior, la coroneción de su sentido' por a Ia importancia de esta existencia producida
üve solamente para
procrear. Con esto, no sehace más que despldzar el ma. Cada generación se lo pasa, sin haberlo resuelto, a generación siguiente. Si la cosa fuese así, el sentido de de cade generación residiría pura y exclusivamente engendrar a la que viene después de ella. Ahora bien, perpetuar algo que de por sí carece de sentido no tiene poco sentido alguno. Lo que carece de sentido de por si no adquiere por el simple hecho de que se eternice. Aun cuando la antorcha se apague, no quiere que su resplandor, mientras alumbró, no tuviese
alguno; lo que no tiene sentido, en cambio, es el irse sando eternamente, en una interminable carrera de torchas, una antorcha apagada. "Lo que ha de alu tiene que arder", dice Wildgans, con lo que sin duda re dar a entender que tiene que sufrir; también mos decir que tiene que consumirse, es decir, arder "el final". No en vano se ha deñnido todo ser, con como un "ser para el final". Por donde llegamos a la paradoja de que una úda único sentido consistiera en la propagación se contertiría ipso en algo tan cdrente de sentido como su mismd. Por el contrario, la propagación de la vida tiene un sentido siempre que sea ya de por sí algo de sentido. Así, pues, quienes ven en la maternidad el
tido exclusivo y último en la vida de la mujer no nie en rigor, el sentido de la vida de la mujer sin hiios, precisamente el de la vida de Ia medre. De aquí que la sencia de hijos no pueda privar de sentido, ni mucho nos, la vida de un hombre importante. Más aún: toda serie de antepasados que conduce a él adquirirá
109
que l)c todo lo cual deducimos nuevamente nosotros 11 que ProPa$acion llda no puede ser nunca un fin en sí y
sercontrbido, en ruodo alguno' como el sentido por kr propii d.e ésta' Leios de ello, recibe su morar,1. ottot factores no biológicos: espirituales' tanto' por eBtéticos, etc. Estos factores rePresenten' de sí momento trascendente. La vida no transciende propapropia el sentido de su "cn longitud" -en cuanto apunta a "en profundidad" '-, sino Irln -en lres _ o "en anchura", en la comunidad' a quien por llxponiendo todo lo anterior a un enfermo treer lncs de eugenesia se le prohibió estrictamente
li,e
,tid.a'no puede
que ul mundo, acabó confesando espontáneamente crea(espiritualmente Iühlu tl.go¿o ¿ pensar que su vida
de
Gri, pu.t tratátase de un profesor y escritor) -carecíapor Iuf ¡f., y era, "en rigor, una especie de materialismo"pudo
de hiios. Pero ahondando en el análisis' el ñrr. r.¡,,. su actiíud era, en realidad, la de un resentido: le üda su luttlo'llitco de lo que constituía la gran falla de
ü au*.,,.i,
"inmortalidad" littut,u * .*"g..r, la importencia de la nacía solamente [lntngi.., La áctitud de este enfermo no en cierto d: tti, ,.r.ntimiento, sino que era también' a desear' ilt,,l,,, r.,,.t, actitud sentimental: había llegado tumba' su gtt'r'lcrrrplo, tener un hiio que rezase sobre deseo este [lru ti,','.]rt. comprender cuán superfluo era
pre(tle ul¡,, cn realidad no esencial), bastó con que se le
hereditariaru,,tuil,, si le parecía apetecible deiar un hifo de é1 para maldesiempre acordase se que ,,,.rdo ir=,,r. Clfl,,, lll no
.r,
meior que le recordasen con gratitud
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
generaciones enteras de alumnos y de lectores. de haber aceptado el enfermo todas estas consideraci nes, se mostró dispuesto a desistir de un matrimonio proyectaba contraer. Pero hubo que convencerle de que sentido del matrimonio, como el de la vida, no resic t¿mpoco exclusivamente en la procreación. La satis ción vital de los instintos y la propagación biológica la especie no son, en realidad, más que dos aspectos de unión matrimonial, y no por cierto los más esenc Más esenciales son el aspecto psíquico de la dicha amor o el espiritual de la comunidad de trabajo. En correspondencia con la singularidad de la existe humana, que sólo puede vivirse :urLavez el tie -en en la sucesión-, tenemos la peculiari dad de cada bre en la coexistencia de los individuos. pero así como muerte, en cuanto limitación temporal y externa de la ü no priva de sentido a éste, sino que, por el contrario, un elemento constitutivo de é1, así también la limitaci interior del hombre sirve para dar sentido a su vida. todos los hombres fuesen perfectos, todos serían iguales tre sí, cada individuo podría remplazarse por otro susti cualquiera. La imperfección del hombre es la que mina que cada individuo sea indispensable o insustitu ble, pues si el individuo es necesariamente imperfe cada uno lo es a su manera. El individuo no es nu
omnifacético, sino siempre unilateral peculiar.
¡
por lo mi
Permítasenos acudir a un símil biológico. Como üvo unicelular paga su tránsito a pluricelular con el sacrificio de su "inmortalidad" v de omnipotencia. La célula trueca por éstas, sin emba sabido, el ser
I)I]LPSICOANALISISALANÁLISISEXISTENCIAL
111
elpecificidad. La célula de l¿ retina, por ejemplo, altante diferenciada, no puede ser sustituida por ningún ffi tipo de célula en su función. Por donde el principio la rlivisión del trabajo de las células, aun prittando a és' de su carticter
funcional omnifacético,las hace, a cambio,
.f'uncionalmente unilaterales, relativamente insustipara el organismo. Hn un mosaico, cada uno de los fragmentos que lo , cada piedra suelta, es en cuanto a la forma y
€olor algo incompleto, imperfecto, en cierto modo; es el todo y para el todo como tiene un sentido. Si cada -al igual de una miniatura, supongamos- encecl todo en su totalidad, sería perfectamente sustipor cualquiera de las otras, a la manera de un crisi rluc puede ser algo completo por la forma, pero que Iufltlfuible, por eso mismo, por cualquier otro ejemplar ln rrrisma forma cristalina; un octaedro es, en últime nncifl, igual que otro octaedro. ' (lttrutto más altamente diferenciado es un hombre, fñEilr» corresponde a la norma, tanto en el sentido de proñÉrlkr como en el sentido de ideal; pero, a costa de esa lnllrtr¡rlidad o de esta idealidad, adquiere su individuali-
importancia de esta individualltlcrl, cs decir, el sentido de la personalidad humana, se dhtg. y rcñere siempre, en cada caso, a la comunidad. Del ñtlrlltrr rnodo que el catácter único sólo confiere valor a Éátln ¡rlcdrecita del mosaico en relación con la totalidad de l*e, el smtido de toda la unicidad personal del honbre resi' Catl ¡rropia. Sin embargo, la
etrlusivamente en lo que ella signifi.ca para un todo supe' flot, llrr donde el sentido de la existencia personal en cuantfi ¡tt'r'sorral, el sentido de la persona humana en cuanto
d€
pFt'nrrrrrlidad, apunta más allá de sus
propioslímites, apun'
IL2
I)IiL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL
ta hdcia la comunidad; en su orientd.ción hacia la trasciende de sí mismo el sentido del indiyiduo. La comunidad se revela, así, como algo "exigido", simplemente como afectivamente "dado", como el do" de sociabilidad del hombre. Su mera realidad
113
con arreglo a una pauta común, es perfectamente por cualquier otro, no tiene ya la menor signicualitativa para el gran todo, el cual, en realidad, ct trrl todo, sino simplemente una cosa grande; por eso ldrquinado uniforme no tiene nunca el valor de bellede un mosaico, sino solamente un valor de utilidad, mlsmo modo que la masa sólo reconoce la utilidad del , pero nunca su valor ni su dignidad. §¡ en la comunidad, y sólo en ella, donde cobra su ple¡sntido la individualidad. En este aspecto podemos deqilc cl valor del individuo depende de la comunidad, se rondicionado por ella. Ahora bien, para que la comisma tenga un sentido, no debe prescindir dc la individualidad de los hombres que la forman, dll'ercncia de Io que ocurre con la masa, en la que desllecesariamente el sentido del individuo, la exis,h tinica e individual, y¿ que en ella todo 1o que sea lurid¡d única representa una perturbaciín. El sentido depende constitutivdnxente de la individuau»tu.tnidad kt tt la in¡tersa, el de ésta depende constitutivatnente del ,.y dr¡tuilla, En cambio, el "sentido" de la ruasa se ve perturr
y
mente psicológica o incluso biológica en va hombre es, al parecer, un zoon politikon--no se torna en postulado ético.lo Pero no es solamente la existencia i vidual la que necesita de la comunidad para cobrar sentido, sino que, a stJvez,la comunidad necesita ta de la existencia individual para significar algo. Por comunidad se distingue sustancialmente de la si masa. La masa no tolera en su seno individualid menos aún, que la existencia indMdual cobre en ella nitud de sentido. Comparando la relación entre el duo y la comunidad a la que media entre la piedrecilla mosaico y el mosaico entero, podríamos comparar la lación entre el hombre individual y la masa con la media entre un adoquín cortado en serie y el pavi todo de la calle, con su gris uniformidad: cada r0
EXISTENCIAL
yor la indfuidualidad de los individuos que la forman, y dc la individ.ualidad desaparece en la masa que la
La psicología individual considere al hombre, cab¿lmente,
zoon poliükon; sólo ve en 1a sociedad humana un hecho pu¡amente
lógico. El análisis existencial, por e1 contrario, ve en Ia comunidad que a cada cual se le plentea, una tarea que tiene ante sí cada y que debe "cumplir": el hombre tiene que "abrazr" la comunidad, cidirse en favor de ella; pero est¿ decisión no ve nunca implícita en complexión de "criatura", sino que tiene que tomarla, responsablemen el hombre. La comunidad humana, en el sentido estdcto de lapalabru, algo más que una comunidad puramente animal en que el hombre como un zoorr; algo más que un encadenamiento y un apresemiento puestos por el destino: la comunidad humana es el espacio, que en momento há rfe conquistar el hombre, de posible realiztcíón de o de sí mismo.
'd *ntl,lo
,l&nrrl,r' (rrl paso que en el seno de la comunidad se destaca
I
fnt'tirlrcc).
I lcrrrrrs dicho que el carácter único de cada hombre y dc que toda vide se viva una sola vez es constituhellro Él ('u¿lnto r.rr al sentido de la existencia; no debe conHYrl sin embargo, con la simple singularidad numéHhrlllrir, lirtlrr singularidad numérica carece de valor, de por fit*,
til úntple hecho de que todo hombre se distinga dactilosfiltlt'tt¡tcnte de los demás no bd.sta, ni mucho menos, para
á,
LT4
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
conyertirlo
en
personalidad. Así, pues, cuando
de la peculiaridad como uno de los factores determi tes del sentido de la existencia humana, no debemos
terpretarla como una peculiaridad "dactiloscópica". dríamos, según el precedente de la "infinitud buena" "mala", de que habla Hegel, distinguir, hasta cierto entre una peculiaridad buena y otra mala, consi como la buena aquella quLe se orientd hacia una para la que un hombre tiene significación yaliosa peculiaridad. La peculiaridad de la existencia humana descan nuestro modo de ve¡ sobre un fundamento onto No en vano la existencia personal representa una especial del ser. (Jna casa, por ejemplo, se compone pisos, y los pisos están formados por h¿bitaciones. pues, podemos imaginar la c¿sa como una suma de pi del mismo modo que concebimos una habitación co el resultado de la división de un piso de la casa. pves, trazar los límites del ser con más o menos riedad, delimitar el ente ¿rbitrariamente destacándolo la totalidad del ser. Sólo el ser-persond' la existencia sonal, se sustree d estd arbitrdriedad; una person¿ es cerrado en sí, subsistente por sí, no susceptible de suma de diyisión. Podríamos perfilar ahora la posición preferente q hombre ocupa dentro del campo del ser, el especí modo de ser humano, apoyándonos en nuestra tesis rior, según la cual "ser" equivale a "ser-otro". Ser (existencia humana, Existencia) quiere decir ser-otro solutamente. En efecto, la esencial y valiosa peculi de cada hombre no significa sino que éste es otro todos los demás.
I)UL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS
EXISTENCIAL
115
Elt tanto, el ser del hombre no puede ser reducido
a
scr complejo de orden superior sin que este ser sulnrrrio pierda la dignidad del ser humano. Como más
tc vemos esto es en Ia masa. La masa, en cuanto conciencia y de responsabilidad. No es, por
€&recc de
existencia. En la medida en que, a pesar de ello, pudiendo decirse, en tal sentido, que es algo "real", lclúit nunc¿ de por sí. Las leyes sociológicas no se licstan saltando por encima de los indiüduos, sino a dc cllos. Pueden regir, indudablemente, pero sólo riI lu manera como rigen los cálculos de probabilidad en Cpeuntc a la psicología de las masas, y solamente en la cn que es susceptible de cálculo psicológico un tipo Un realidad, este tipo medio no es sino una ficción llit:¡t, nunca una persona real, y no podría tampoco o' prccisamente por ser algo susceptible de cálculo. {l ¡rcrderse en la rnasa, el hombre pierde su cualidad ¡rro¡lia y peculiar: la responsabilidad. En cambio, mee lir cntrega a la misión que la comunidad le impone, ln r¡uc se ve metido o ante Ia cual se encuentra ya al , el hombre gana en vez de perder, y gena, concretaun¿r
ñ€ttlr, una suma de responsabilidad adicional. El huir kcln 1,, masa equivale, en consecuencia, por parte de la de su responsabilidad indiüdual. Tan proncl hombre obr¿ como si fuese simplemente la r,uttro B pflr tlc un todo y este todo es lo qug.verdaderamente §lrtc, ¡rucde abrigar el sentimiento de desembarazarse áel fpr',kr de su responsabilidad. La tendencia a huir de la fftporrslbilidad es, en el fondo, el móvil del colectivismo. &á t,rr,l¡dera comunidad es, sustancialmente, und comunifud ,lr pcrsonds responsdbles, mientras que la sirnple masa
pf:uttrt, ir huir
}# cr .rlrro la suma de entes despersonalizados.
116
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
El colectivismo conduce, en el enjuiciamiento hombres, al resultado de que, envezdepersones bles, sólo ve un tipo, y envez de responsabilidad ve solamente Ia sujeción del hombre a ese tipo único. embargo, la ausencia de responsabilidad no se manifr solamente por parte del objeto del eniuiciamiento, que se revela también en lo tocante al sujeto. No en la valoración con arreglo a un tipo represente una facilidad para el enjuiciado¡ por cuanto le sr parte al menos, a la responsabilidad que supone el
un juicio. Cuando valoramos a un hombre con a patrón de un tipo, no necesitamos ahondar en las terísticas del caso concreto, lo cual es, naturalmente,
cómodo. Tan cómodo, por ejemplo, como el iuzgar motor eteniéndose a su marca de fábrica o a su construcción. Cuando conducimos un determinado de automóvil, un coche de una determinada marca, mos a qué atenernos. Lo mismo, cuando escribi una máquina de determinada marca sabemos perfec te lo que de ella podemos esperar. Hasta con respecto razas de perros conocemos lo que pueden dar de sí:
tándose de un foxterrier, le atribuimos de antemano tas inclinaciones y cualidades, distintas de las de un
rro-lobo.
Pero la cosa cambia tratándose de hombres. El el único ser que no puede deterruinarse, que no puede t larse por el hecho de pertenecer a un determiiado ti cálculo no agota nunca al hombre en su totalidad;
pie siempre un residuo. Este residuo corresponde a bertad del hombre para someterse a las condicionali que todo tipo supone. Como objeto de eniuicia moral, el hombre, efi cuanto tal, sólo comienza allí
I)IiI, PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL II7
¡rurrr poder enfrentarse a la sujeción a un determinallpo, §rílo entonces es sLt ser: ser-responsable, sólo en"cs" el hombre propiamente o es "propiamente"
llm
máquina es tanto más perfecta cuanto más reguladd u rn cambio, un hombre se dení.a tanto más de la norélhn cuanto más regulado, cuanto mfor encd.ja en un típo fñttt, dc clase o de carácter), y se aiustd d un estándar.
fitt cl campo moral, el colectivismo en el enjuiciarl o l¿ condenación de los hombres se traduce en el lcrlo dc que se haga a éstos "colectivamente respon'l Sc les impone la responsabilidad por algo de que Intl, rcirlmente, responsables. Lo cual vale tanto como u'§ustraerse a la responsabilidad del juicio. No cabe rlr quc es mucho más cómodo enjuiciar, valorándotl dr¡vrrlorizándolas, a "razas" enteras en bloque que ¡r r'¡td¿ hombre por separado pare ver a cuáles de las tlrrk'¡¡s "razas" importantes desde el punto de vista [lf*l lx'rlcnece: si a la "raza" de las personas decentes o It +ft' hrs (luc no lo son. I
I
trs¡ronsabilidad del hombre, cuya forma de con-
dc facilitar el análisis de la existencia, es una f,t¡ttturrbilidad encuadrad¿ dentro del carácter peculiar y 1n¡trl,rl tlt' su cxisteflcia, como algo único y que sólo se lltv trrr,r vtzi cl existir humanamente consiste en ser-resfffir,rlr/,' t'u vista de la finitud. Ahora bien, esta finitud de h vl,l,,, r'o¡no frnitud en el tiempo, no la priva de sentido; ll l,rrttlt,ttio, ya vimos que es la muerte la que da sentido a ls vl,l¡, I le ruos dicho que el carácter singular la vida lo l|iv,t r',,rrsi¡1., rcspccto a toda situación; la peculiaridad de h vlrl,r lh'v¡r trrmbién consigo la peculiaridad de todo desHttl l'rr ltinl¡inos gcncrulcs, podcmos dccir que el desti-
lfÉttl
l,r
I
r'¿r t
rr
118
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
I
que la muerte-, de un modo o de no es -al igual parte constitutiva de la vida. El hombre no puede por mucho que haga, salirse de nuevo del merco o e irrepetible de su destino. Si maldice su destino, es aquello contra lo que nada puede, en lo que no tiene ponsabilidad ni culpa alguna, es porque no llega a prender el sentido del destino. Existe, evidentemente, sentido del destino e infunde sentido a la vida, ni menos que la muerte. Dentro del marco de su exclusivo, cada hombre es insustituible. Es lo que que el hombre sea responsable de la conformación destino: Tener un destino stgnifica tener cada uno su no.rr Con su destino peculiarísimo el indiyiduo está, diiéramos, solo en todo el uni"¡erso. Su destino no se Nadie vendrá ¿l mundo con las mismas posibilidades é1, ni él mismo volverá a tenerlas. Las ocasiones que brindan parala realización de valores creadores o ciales, el destino con que re¿lmente tropieza -es aquello que el hombre no puede modificar, sino que soportar en el sentido de los valores de actitud-: esto es algo único y que sólo se da una vez. Cuán paradóiico es querer rebelarse contra el se ve claramente cuando alguien se pregunta qué sido de é1, cuál habría sido su vida, si no hubiese teni padre que reelmente tiene y sido hiio de otra cualquiera; quien se formule tal pregunta olvida que tal caso no sería propiamente "é1", pues el portador destino sería otra persona completamente distinta, Il El "ser" ¿Qué signiñca existencia -Da-sein-? -§elz- es pre "ahí" que vale tento como decir que está arroiado -Da-,lo destino, que está siempre en su "espacio de destino", siempre e a su destino y que tiene, por tanto, que responder de "su" muerte.
r
)HI, PSICOANALISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
119
"su" destino podría ya hablarse, en rigo¡ de de la problema el tanto' Por otro' il; ;i,,,, det destino de es distinto' destino un destino, ¡uit¡ttiar¿ de tener otro sentido' dc carente y *filutt ,,i imposible, contradictorio 'tit ¿.rtino es parte del hombre, como el suelo a que le podría dar un paso' ftr h lcy de la gravedad, sin la cual no erecto sobre mantenerse que 31H,,*üt" tierie, en efecto, el suelo que sobre erecto h dc*tino, como se mantiene pie para saltar hacia su el afirmar *rn v cn el que tiene que sólo libertad ld inposible; es [Éoriu,r. Liiertad. sin destino con comPortarse un destino' un fflprlr rrr libertad frente a ello pero indudablemente' libre, I[,f,*,i". Pl hoábre es sino vacío' el en independiente' iri,rut.r. decir que flote, l',rll, en áedio de una muchedumbre de vínculos'
iar
lu cual
áün'r.
Hi,.r,u,
de su vínculos son propiamente el punto de apoyo
ünculos' tiene que contar llbort,t¿. La libertad pre§upone
con el impulso' la ét,lt ufn.tulo*. nl espiritu debe contar contar no signifique tener El :ll,t.,r.,i, con la suitancia' homlre se planta el que sobre g¡ l,,nr.timi.nto. El suelo y es suelo marcha la en ei trur."ndldo a cada momento tramPode y sirve trascendido ,,11,,.,, lrr medida en que es hacerlo de habíamos definir alhortbte iiii, sr,¡ritiet"mos gi,u,,,
,i,
que ser que mliberdndose en cddd caso de aquello
,lrt, r mina (como tipo biológico-psicológico-sociolótodas cs decir, como un ser que va trascendiendo o)t llr conformarlas' o Pero Ertl¡ tlctcrminaciones al superarlas a ellas' que va sometiéndose lltttlrlcn '-"'li¡l¿r ¿ medida
I¡
hombre' paradoia dáfine el carácter dialéctico del permanecer el es Perenneultrr rlc cuyos rasgos esenciales su realidad ii,,',,'. ,,¡i.tto y"problemático Para sí mismo: "su poder,, ,i,',,r¡rt. una posibilidad y su ser un poder: "ser-él"' Lo que su o "r.t-ptopiamente"' rrr,ir'propio'i
iet
120 es
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
no es sino que devendrá; y lo que puede devenir
ha sido.
DEL PSICOANÁLISIS
¡
La existencia humana es ser-responsable, porque ser-libre. Es un ser que dice /aspers_ decide c¡ -como vez lo que es: un "ser-que-decide,,.Es piecisamente ,.
tencia" lDasein, da-sein, "ser-ahí,,,
.",
"aqtí_y ahora"l, y no está siendo simplemente, "orr.r.trr como cosa fVorbandensein, estar delante, hallarse, terminol de Heideggerl. La mesa que está delante de mí es y se rá siendo lo que es por su perte, es decir, si alguien r hace cambiar; en tanto, la persona que está ,átrdn , mesa frente a mí, decide por sí miim a, cada vez lo
"es"
en el momento siguiente, lo que me ha de decir, ocultar. Lo que cdr&cteriza su existencia como tal es la mtt tiplicidad de posibilidades distintas, ile las que su ser realiza und en cddd caso. (Ese ser peculiar del hombre
mado existencia podría caracterizarce también como ser que yo soy'l) El hombre no se sustrae en ningún mento de su vida a la forzosidad de optar entre div
posibilidades. Sólo que puede hacer.,como si,,no opción ni libertad de decidirse. Este ..hacer como si,, ma parte de la tragicomedia del hombre. Cuéntase del emperador Francisco I de Austria refiriéndose a un peticionario que se había presentado petidas veces en audiencia con el mismo ,rr"go y qu., . airado siempre en su petición, .o.rrp"r".ír-rru.ur*. para insistir en ella, dijo volviéndose hacia uno de sus dantes: "Yaveráusted cómo este pobre diablo consigue que se propone". ¿eué es lo que encontramos de cámi en esta anécdota? Sencillamente, el ver que alguien _ emperador- hace como si no fuese libre para-decidir el "pobre diablo" en cuestión ha de salirse o ,ro .on la suya.
ALANÁLISIS EXISTENCIAL 12L
§on muchos los chistes en que resalta la situación cótJcl hombre no consciente de su esencial libertad de . Uno de ellos es el del marido que explica a su cuán inmoral es la humanidad moderna, ofreciéncomo ilustración 1o siguiente: "Hoy, por ejemplo, he cncontrado en la calle una cartera llena de billetes: bien, ¿crees que me ha pasado porla cabeza entregar-
!n la oficina de objetos perdidos?" ¿Qué es lo cómico l¡ ¡ituación? Ver que alguien nos habla de su propia § tle moral como si no le cupiera responsabilidad al-
; cste hombre hace como si hubiese que aceptar su moral como un hecho dado, del mismo modo que lnmoralidad de los demás;12 como si no fuese libre y no ese en condiciones de decidir si debe quedarse con C§rtcra encontrada o entregarla en la oficina corresnte, para que vuelva e manos de su dueño. Yu nos hemos referido a aquel profesor de enseñanza fioellu que definía la vida como un proceso de oxidación expreá de combustión. Una bujía que "está ahí" -para llrnos, cn la medida que nos permite el idioma español, clc
lo¡ f érminos de la filosofía existencialista- arde hast¿ Ét1n¡unrirse, sin poder dirigir por sí misma, en modo alÉñ
¡Hno, cste proceso de combustión. Por el contrario, el tr¡¡¡1lrrc, que "es-ahí", que es existencia,* tiene en cada p¡lr ln posibilidad de decidir libremente acerca de su ser. lJ
ktdl
lil hombre nunca
se reduce a su propia f¿cticidad. Por encima de
Htl¡ rlrcir, por tanto, que el ser-hombre no át'r
*' r
t
un ser-hombre; podeun ser-"de hecho", sino
hr r¡uc pueda encontrarse en él es, edemás,
.li
tc
es
ul t ati,r o.
bujíe se dice en alemán d.ie yorhanden lsl está ehí-, -que tiene existencia, que liliettlnrs tlcl hombre se dice der Daseinhat -que |let*, u'r ahí-. Este "ser-ahí" quiere decir que 1o que ha de ser lo deci"ahí". dlt'á dl rnismo en el momento concreto,
l)c
lrr
722
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
Decisión que entraña, incluso, la posibilidad de se a sí mismo, de "extinguirse" por su propia Podríamos, por tento, afirmar incluso que este radi simo ponerse d sí mismo en tela de juiclo, no sólo en de duda en cuanto al sentido de la vida, sino también la desesperación extrema del suicidio, que esta pos dad esencial de optar por el suicidio, qve estd libertad hombre para decidir dcercd de su propio ser, es lo que rencia al hombre de cualquier otro ser y destaca su de ser del de los animales. La libert¿d que es inherente a toda decisión, lo que se
el libre albedrío, es algo obvio para el hombre sin cios; tiene experiencia directa de sí mismo como Sólo puede poner seriamente en duda el libre quien se deje captar por una teoría filosófica determi o que, padeciendo una esquizofrenia paranoica, mente su voluntad como una voluntad no libre, " Pero el fatalismo neurótico no hace más que encub libre albedrío: elhombre neurótico se cierrd a sí mil camino hacia sus genuinas posibilidades, se interpone
mismo en el camino hacid su "poder-ser". Con 1o cual forma su vida (para decirlo con las palabras de E. St y se sustrae a la "realidad del devenir", envez de la (pues también el ser humano, como totalidad,
concebirse como "realidad de ejecución"). Si, como es un ser-otro, emplear ahora esta fórmula: el ser-hombre no sig solamente ser-otro sino también "poder ser-otro". A la libertad se contrapone el destino. Llamamos tino, en efecto, a lo que se sustrae esencialmente e h, bertad del hombre, lo que no se halle en su poder ni
principio decíamos, todo ser
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
T23
llkr rcsponsable. Sin que olvidemos ni podamos olvidar tn ningún momento que toda libertad humana implica llrntpre un destino, en cuanto que sólo puede desplegar-
ft
en é1, contando con é1.
Ahora bien, del destino forma parte, en primer lugar, ttxlo lo pasado, pues es algo incambiable. El factum (lo h;r'h«r, devenido pasado) es, en rigor, no sólo facturn, sino
thllrr, cl hado o fatalidad.l3 A pesar de lo cual, podemos
es todavía libre frente a su pasado por lo mismo, a su destino. Es cierto que el pasado hace
tllrnrar que el hombre
¡
lr Alcrc¿ de la crítica de la palabra "dete¡minación', que tanto gusta dt rttt¡rllrrr cl fatalismovulga¡ diremos, brevemente,lo siguiente. Si deciñrlr, rr,liriúndonos a algo ya pasado, que me ha sido "determinado", emph*tttur trna expresión tan ex¿cta (puesto que sólo 1o necesario llega a ¡¡'¡¡¡l) r'omo tranquilizadora (ya que no tendría sentido alguno rebeht'¡c ,',,,rtr',r Io realmente neces¿rio y lo necesariamente real); en camhltt, r'nrt ¡r'lcrcncia al futuro, si decimos que algo me he sido "determinadtt'l rl¡rr,l,, it cntender que es algo irremediable, hacemos una afirmación que iamás puedo determina¡ de antemano 1o cstii "tlcterminado") además, peligrosa, ya que paraliza nuesEttn !lrl
§llgtlll rh'scntido (puesto
lll
¡
,r¡r,l itlrttl dc decisión y nos priva de libertad para decidir. Si alguien
l¡r
r¡rcirr dc este concepción una conclusión fetalista en cuanto al (r's tlccir, en cuanto a nuestras decisiones y resoluciones en FlttFrll' por ejemplo, del c¡iterio de que el determiÉáil{ nlrnrurto) -llevedo, Hllnr r l[(' lrrnlbién de un modo intrapsíquico-, le sería imposible, por llltil rd/lrr rrruy scncilla: no queremos afirmar que el hombre o bien obra Fttt Ililt lvos lrirlcs o que puede tomar la actitud de observar estos mollHt, r ltrrr¡ si cxisticra una especie de relación de exclusión entre ambos §ttlrrr rL' rrr't itud; nadie podrá negar, sin embargo, que en ia medida en quh u, rlrv'r'vx nl¿ís a sí mismo, en que se "contempla" a sí mismo, obratl lr¡1,'¡ rlllccl;¡rne nte por la mecánica de la motivación, y viceversa. Hrr rolr rlutl¡r, ¡rucs, dc que tiene necesariamente que existir algo así tHttur rtl¡r'kin proporcional inversa entre la acción y la propia observatlÉ[, ir,l'rr hirr ¡ror virtud dc l¿ cu¿l parece descartada la posibilidad de enlF¡*nl lll,rlnrcnlc ¡¡ l¡r i¡ccitln, ¿ l¿ actividad y, al mismo tiempo, obser-
lHl¡ttl
I24
DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
comprensible el presente, pero no hay derecho a que futuro se determine exclusivamente partiendo de él: éste el error característico del fatalismo típicamente rótico, que a la par con la comprensión de los errores metidos en el pasado postula también el perdón de mismos errores para el futuro, envez de considerar los pasado como fecundo material para la plasmación de futuro "mejor", "aprendiendo" de ellos. El hombre es, tanto, libre de situarse ante el pasado en una actitud cillamente fatalist¿ o, por el contrario, de aprender de Nunca es demasiado tarde para aprender; nunca es poco demasiado temprano, lo que vale tanto como que "se está siempre a tiempo" para ello. Quien lo de vista se parecerá a aquel boracho que, a quienes ban de convencerle de que dejara la bebida, les re que era ya demasiado tarde para ello y que, acuciado el argumento de que nunca es demasiado tarde, añ "Entonces, no hay por qué darse prisa". La inmutabilidad del pasado, convertido por el si hecho de serlo en destino, provocá precisamente a la bertad humana: el destino tiene que ser siempre un cate pera la acción responsable del hombre. Como he visto, se enfrenta siempre ante la vida como un ser escoge en cada momento, de entre un cúmulo de lidades, una sola, desplazándola precisamente, su realización, al reino del pasado, poniéndola a buen caudo, por decirlo asi. Lo pasado "queda" en el mundó varse a sí mismo con toda fuerza y a la distancia necesaria. Pues
quién no se le presentará, a la vista de esta relación proporcional sa entre la "impulsividad" humana, de una parte, y de otra la ción reflexiva de uno mismo, la ¿nalogía con la conocida "relación de Heisenberg?
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
125
paradóiico que ello pueda parecer-, y " -por no a pesdr de ser pasado, sino precisamefi.te porque Ig es, Ya hemos dicho en otro lugar que Ia realidad de lo queda "asumpta"* en el doble sentido hegeliano lo que se quita y se conserva en lugar más alto, y heñÉr dicho también, a este propósito, que el "ser-sido" es forma más "segura" del ser. El pasado le salva de ser Io pasa)ero son sólo las posibilidades (cf lo que dicho acerca de los velores de situación, que sólo se una vez, y en cuanto a la ocasión, irremisiblemente toria, que para su realización se ofrece): lo que se d salvo de ser-pasajero es lo
ya dsulnpto en el pasado,
por ser-pdsddo. El instante se truecd etl cuando se logra trocar las posibilidades que el pre-
realid,ad sal¡¡ad.a
alberga en aquellas realidades albergadas en el pasado
loda una eternidad. Értc, y no otro, es el sentido de todo realizar.Y en este ldo, cl hombre no"realiza" solamente cuando eiecuta heclto o realizaunaobra"para siempre", sino también, cuando vive una experiencia. En el sentido no§otros Ie damos y a consecuencia de este tipo de lvlsnro, cabe incluso afirmar que "lo realízado" en expericncia o vivencia no puede llegar, en rigor, a deslre, u h¿rcerse desaparecer, por el hecho de que se inrrr nl pasado; más ¿ún, ni siquiera mediante la cancerlc lrr posibilidad de recordarlo, v. g., porque muere
* ilegr'l cxplica por qué
emplea el verbo auJheben para señalar el
ilrrr¡u'rlo dialéctico: tesis, antítesis y síntesis. Setzen -ponerpara poner más arri,t'tt contraponer- affieben A4llrl'rn lÉ nrur,r
y
-quiter
cs lo que hacen las amas de casa cuando
lrr guardan, ocuita
retiran
la
vaiilla
y en un lugar superior. Empleamos
"rEr¡¡l|irln" pensando en la de laVirgen.
la
126
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
la persona que ha vivido los hechos de que se trata. demás, consúltese como contrapartida de esto lo que otro lugar del presente estudio (infra,pp. r7r y ss.) de
mos ¿cerca del subjetivismo o "psicologismo" del h bre que se aturde en presencia de una desventura, hombre que va a refugiarse para el olvido del i en Ia embriaguez o en el olvido absoluto, en el suic El destino se presenta ante el hombre, principalmente, tres formas: r) como sus "disposiciones", lo que Tand llama la "fatalidad somática" del hombre; z) como su ,.r tuación', como la totalidad de las circunstancias suyas cada momento. Las disposiciones y la situación intesr "la posición" de un hombre. El hombre adopta una act ante ella. Y esta actitud es oposición a la .,
-por libre.* prueba ción" que se presenta como destino-
de
existe la posibilidad de dar un viraje en la vida, biando de posición en ella o ante ella (siempre que i yamos en nuestro esquema la dimensión temporal, pue que todo viraje en la üda lleva implicado un cambio actitud en el tiempo y con el tiempo). Del cambio de sición, en este sentido, forma parte, por ejemplo, todo que llamamos educación, posteducación y autoeducac y también la psicoterapia en el más amplio sentido de palabra, y fenómenos como el de la conversión. Las "disposiciones" representan el destino es que
del hombre mientras que la "situación" representa su áes¿ añ¿dir, además, su destino psicológico, entendiendo por tal la acJ * También el alemán juega con Stellung y -posición- Einsteilunj toma de posición, actitud. Todavía tenemos Umstellung, cambio de la tomt
tino sociológico.3) A estos dos factores hay que
de posición, de actitud.
I)ELPSICOANÁLISISALANALISISEXISTENCIAL
127
psÍquica del hombre, en cuanto no es libre ni entraña llbre actitud espirituaL Examinaremos de inmediato or«len hasta qué punto lo biológico, 1o psicológico y lo lológico, considerados como algo relacionado con el se interfieren con la libertad humana, Flfómonos, ante todo, en aquellos casos o circunstancn los que elhombre se enfrenta con el destinobiológiy nos veremos ante el problema del radio de acción de llbcrtad humana frente al aceecer orgánico, del poder penctración de su libre albedrío en el campo de lo fisioNos acercamos así a la problemática psicofísica, sdcntrarnos por eso en la interminable discusión de rtu qué punto el organismo físico del hombre depende lo psíquico-espiritual, y viceversa. Nos limitaremos a tar entre sí, dejándose que se comenten por sí sodor crudas realidades. F)l psiquiatra Lange nos informa del caso de unos melr procedentes de un solo óvulo, que vivieron durante ñuthos años separados el uno del otro. Recibió del herñcltr¡ rcsidente en otra ciudad una carta en que se revelah pur vcz primera una idea quimérica de idéntico contenide rrl quc revestíe el estado paranoico del otro hermano, al l,nnge estaba tratando. La base somática de esta en§Ue ftt'nlcchd común habíase manifestado con la fuerza del de¡tlrro cn los dos hermanos, que procedían de la misma eélulu gcrminal y poseían, por tanto, idéntica masa hereI
dllsri¿r.
Aht¡ra bien, ¿podemos cruzarnos de brazos ante esta ñterrrr biológica del destino? ¿Vamos a faltar al respeto a lá¡ lircrzas orgánicas, a la vista de hechos como éstos, que Ér,ulnn inneg¿blemente su importancia decisiva? ¿Debetsrrros ilegar a la conclusión de que el destino del hombre
128
DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
portador de ciertas disposiciones se ve forzosamente formado por factores biológicos, o quedará algún para influir sobre él por la acción de la libertad del ritu humano? Los resultados a que se llega en la gación de la herencia patológica de ese tipo de mell conducen a una sugestión fatalista que es peligrosa, to que paralizalavoluntad de hacer frente al destino terior del hombre. En efecto, quien considere su como algo sellado, jamds estará en condiciones de
dominarlo. Pasemos ahora a la segunda realidad. En la clínica enfermedades nerviosas de Viena, Hoff y sus colabo res hipnotizaron a ciertos suietos experimentales, provocar en ellos determinados efectos por lo que llamarse un proceso de cristalización pura. En unos sos, se les sugerían vivencias gozosas, y en otros se les buían vivencias tristes. Pues bien, en estos expe se vio que la masa de aglutinación ante los bacilos del ti era incomparablemente mayor cuando el suero sa se obtenía en el caso de la alegría que en los momentos tristeza. Estas investigaciones vinieron a arroiar ciertaluz sobre la reducción de la capacidad de
cia del organismo de una persona hipocond medrose ante las infecciones, así como también hecho de que las enfermeras dotadas de un sentim de deber moral que prestan sus servicios en hospitales demiológicos o incluso en leproserías se hallan prese das de las infecciones, hasta el punto de que algunos ran el hecho como un verdadero "milagro" mientras otros lo consideran como pura "fábula".
nuestro modo de ver, entretenerse en dar enfrentando a cada paso el "poder del espíritu" y Es ocioso, a
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL I2g
fpoder de la naturaleza".Yahemos dicho que ¿mbos fecforman parte del hombre y que se completan él uno otro mutuamente. Al fin y al cabo, el hombre es, por rlo así, ciudadano de varios reinos y su vida discurre, nr:ialmente, en una tensión, en un campo de fuerzas Si quisiéramos comparar estes dos fuerzas, popor decirlo así, a pelea¡ tendríamos lo que se llauna "carrera indecisa". Sabido es que las carreras inl¡rts son las más agitadas de todas. En realidad,
lo
que
crizala vida del hombre es precisamente esa eterna cntre su libertad espiritual y su destino interior y terlor. Sin menospreciar en lo más mínimo lo que toca do¡tino, y en especial lo que se refiere al destino biolótcnemos que llegaa como médicos psicoterapeutes, It eonclusión de que todo esto no constituye, en última más que las durederas pruebas de la libertad Por razones heurísticas, cuando menos tendríaquc hacer como si los límites de las libres posibilidatlcl hombre frente a lafuerza ineluctable del destino lcr¿n infinitamente leios; sólo así estaremos en conde llegar lo más lejos posible. Arrn ¡rllí donde lo fisiológico guarda una íntima relaÉlát, t,r,'r lo psíquico, en ta patot,ogía cerebral, podemos lñflltnr que los cambios patológicos físicos no entrañan
üsl,llr.*
§d¡vfu, dc por sí, ningún destino definitivo e irrevocable, üño rlnrplemente el punto de partida para una libre conÉfntrrckin. En este sentido, dícese que el cerebro tiene bplert lt'lclad": sabemos, por ejemplo, que, al resultar heri{¡r p,rrtcs extensas del cerebro, entren en función "en
ftfnu vicarie'l supliéndolas, otras partes de este órgano, §ñ !u r¡uc:, más tarde o más temprano, se restablece la funItttcrrumpida o alterada. Dandy, un cirujano norte-
t30
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
DEL PSICOANALISIS AL ANALISIS
americano especializado en el cerebro, ha llegado inc poder eliminar operativamente toda la corteza de la parte derecha (en los diestros), sin que se a
ran perturbaciones psíquicas permanentes de alguna sideración. Pero es ya una cuestión de por sí, si la ult variación permanente del organismo, consistente en parálisis de toda la mitad izquierda del cuerpo, es ace da por el enfermo o por su familia, cuestión que, una más, pone de manifiesto los últimos fundamentos Iógicos de la púctica médica. Ho¡ no sabemos si no habrá partes enteras del ce bro humano que permane zcan inactivas. No existe ni quiera la seguridad de que funcionen totalmente todas células centrales. (Parece hablar en contra de ello el de que la función de los centros lesionados sea suplida otros, como hemos üsto.) Las modernas inves indican, sobre todo, que el desarrollo filogenético del rebro se efectua a saltos, en el sentido de que el nún de las células de la sustancia gris no crece poco a sino que se duplica, en cada caso, de pronto. Ahora ¿quién podría afirmar con toda seguridad que los bres de hoy hayamos llegado a realizar ya t;das las bilidades que la actual organización del cerebro nos permite? No tendría nada de particular, en que el desarrollo real de las funciones fuese tod¿vía
rior a las máxim¿s posibilidades,
i
es decir, inferior a capacidad de rendimiento del órgeno. El destino biológico constituye el material que la
espiritual tiene que encargarse de plasmar y con en cada caso. Tal es, visto desde el hombre, su r último. La reelidad nos enseña, en efecto, cómo el
EXISTENCIAL
131
ta acomodando con sentido dentro de la trabazon histórica blogr,ifica de su vida. Continuamente nos encontramos personas que han logrado de una manera ejemplar sulos entorpecimientos y limitaciones originarios a su
desde el lado biológico, vencer las dificultades principio tropezaba el desarrollo de su esDe este modo, su forma definitiva de vida se asehasta cierto punto, aunarealización artística o deA la primera, en cuanto que la materia biológica ln es moldeada por la libre voluntad del hombre; a la en el sentido en que ya más arriba hemos prela moral del deportista como modelo para la $:mación de Ia vida: el corredor que arranca del punto 3r partida con algún handicap puede ser considerado ɧmo el mejor de todos aunque no llegue el primero a la que en un
ñttc, No
es
extraño que la nación deportiva por excelen-
lu nación anglosajona, tenga en su lenguaje el
th, b do one'sbest,"hacerlo lo mejor
giro de
que uno pueda", habiends convertido esta frase en una de las normas empleadas €€ñ mayor frecuencia, casi diariamente, en la vida. Pues
blen, cl hacerlo lo meior que "uno" pueda, el hacer en éldu c¿tso todo lo posible, significa tener en cuenta, para fulgrrr una realización,la relatividad de ella, iuzgarlateallfn.tón teniendo en cuenta el start, el punto de arranque, 6 ¡es l¿ situación concreta en que se actú¿, con todas sus dlñr'ultades, es decir, con todos los obstáculos externos y lÉt rnt«rrpecimientos interiores inherentes a ella. llucde ocurrir que una vida entera, desde sus primeros lñonlcntos, se desarrolle bajo el signo de la lucha contra el lttudicap del destino biológico, que represente toda ella Hfla rola gran rcalización, teniendo en cuenta su difícil y Éttmplicado stdrt o pvnto de arranque. Conocemos el caso
I12
I)EL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
de un hombre que, como consecuencia de una enfe dad cerebral adquirida ya en el cl¿ustro materno, una parálisis parcial de sus cuatro extremidades, ü obligado a desplazarse durante toda su vida en silla de das. Hasta bien entrada su juventud, fue considerado como un retrasado mental, y nadie se de enseñarle a leer y escribir. Hasta que, por úl maestro se hizo cargo de él y se dedicó a enseñerle; al de cierto tiempo, nuestro paciente no sólo aprendió a y escribir, sino que se asimiló una notable cultura rior en materias por las que se interesó Una serie de prominentes hombres de ciencia y de universidades se disputaron el honor de ser sus tros particulares. En su cesa se reunía varias veces a la mana un círculo de talentos, cuyo centro social, por dos admirado, era el inválido. Bellas mujeres riva entre sí, disputándose el amor del tullido, hasta el de producirse entre ellas violentas escenas, escá hasta suicidios. Y eso que el objeto de toda aquella ración y de aquellas pasiones amorosas no podía ni hablar normalmente: su articulación veíase conside mente entorpecida por una grave etetosis general, hacía luchar, sudando por el esfuerzo y con el convulsionado, por dar forma a cada una de sus Huelga decir qué realización tan admirable rep sin embargo, la vida de este hombre y qué ejemplo
formidable nos brinda para nuestros enfermos, todo si tenemos en cuenta que la mayoría de éstos sentan Lrn stdrt harto más fácil que el impuesto "destino" al sujeto a que nos referimos, el cual, si hubiera que tomar en consideración el factor "des habría pasado toda su üda vegetando como un
EXISTENCIAL I13
cn un asilo de idiotas, hasta el día de exhalar el
últi-
¡usplro. a
examinar ahora lo que hemos llamado el desti-
p*lcológico del hombre, entendiendo por tal el conde aquellos factores anímicos que se interponen h acción de la libertad espiritual. Es el psicoanálisis, todo, el que nos ha enseñado a destacar lo que hay de fatal en el acaecer psíquico, viendo en cn mayor o menor medida un "mecanismo" sujeto a ineluctables. El psicoanálisis es la teoría del homcoffio sometido a los impulsos. Visto a través de su conaparece como un ser "dominado" por sus instinLu impulsividad del hombre es el factor decisivo para prleoanálisis. Sin embargo, quien considere el problema pttjuicios se dará cuenta del sencillo hecho fenomenodc que los instintos no son otra cosa que demandas Lu que el yo tiene que decidir. EI yo puede siempre
l¡eldtr y decidirse, tomar una resolución, optar libre-
"quiere'l Y lo hace, además, esencial1o quien "imñ€tttc, con independencia de la dirección en que le
ñgntc;
es el
"ello"' !uhu" cl
(llcrto
es que el propio Freud hubo de reconocer la tsallrlrrtl de que el yo -ego- no se confunde, en 1o esen-
No obstante, eon los instintos, con el "ello" -id-. 11eimpulsos los lñfent,r derivar genéticamente el yo de perafáltrlo por este camino al concepto necesariamente Eéltco clc los "instintos-de1-yo"' EI carácter paradóiico de lttn loncepción sólo podría ser comparado con un debaft lurlk'ial en el que, después de interrogar al acusado, le fu€¡e concedida la palabra en sustitución del fiscal para ɧe firrrnulase Ia acusación contra sí mismo. Ya E- Strauss
Élal,
I34
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
poner de manifiesto que aquella dicción ejercida por la "censura" sobre los instintos puede considerarse como emanada de los instintos mos. Por su parte, Scheler caracteriza el psi como una especie de alquimia espiritual, mediante la los instintos sexuales pueden trasmutarse en la moral del hombre. No cabe duda de que el yo, como instancia de la se ha encargado de
voluntad, necesita de la dinámica de los impulsos. Sin bargo, el yo no obra nunca pura y simplemente " do". El naveger a vela no consiste en que el barco se simplemente, impulsar por el viento; el arte del que tripula un barco velero consiste, por el contra saber utilizar la fuerza del viento, haciendo que o barco en una determinada dirección, en saber, i muchas veces, navegar en contra del viento. El gran gro de la concepción psicoanalítica de la impulsividad hombre estriba en el fatalismo a que conduce. Los mos neuróticos son precisamente los que más a creer ciegamente enlafuerza del destino, desde el de vista psicológico, y los que invocan carácter pretendidamente ineluctable de sus inst la dirección de sus impulsos o, lo que tanto vale, la blez de su voluntad y las fallas de su carácter.la Podemos afirmar que no existe una voluntad
riamente débil; el neurótico hace de lafuerza de una especie de hipóstasis, pero no se trata de algo tico, dado de una vez pot todas, sino en cada caso, ción, como si dijéramos, de los siguientes factores¡ la Con su car¿cterístico fatalismo, el neurótico parece hallarse nado por la fórmula de "así es la cosa, y así tiene que ser", última la fórmula con Ia que cae, por cierto, en la sinrazín (véase la nott
EXISTENCIAL
L35
honrada y ll¡r¡r visión de la meta perseg¡uida, una decisión (del que, evidentemente' neceUF (lcrto adiestramiento trmbién el hombre neurótico). Mientras una Persona
te el error de empeñarse en creer' antes de intentar que el intento está condenado necesariamente al
y se aferre tenazmente a esa creencia, es evidente frncasará en lo que se proponga; entre otras rezones' quitarse larazÁn,ni siquiera ante sí ¡uc nadie gusta de lmo. Esto hr"" qr" sea tanto más importante descartar nntcmano todo aparente contraargumento facultativo propósito §l momento de formularse interiormente el
rc persigue; así, por eiemplo, si alguien se propone el hcücr", áeberá contar de antemeno con que, en
de llevar a la práctica su propósito, §e Presenen conn ¡¡ntc su espíritu las más diversas obieciones beber"' hnfo la forma de "no tendré más remedio que p,i,lté, pesar de todo, resistir e la tentación', etc' En " irkl, si la persona de que §e trata se repite a sí mi§ma: ttny que i.ber, sanseacabó, Y Para qué vamos a ha-
'ao ¡in tluda llevará mucho terreno ganado' lhf", que sin saberlo ni quererlotiu¡ln sabia era -claro esquizofrénic?d*' al pre-
|
tsr¡ruc*ta que una enferma diciendo: "Soy débil fUnti,'*.t. si era débil de voluntad, Io soy"' IL v,,l,,,rt*,i cuando quiero; cuando no quiero' no lrlr ¡,rlcóp,rta habría podido enseñar a muchos enfermos su arguñ€uxtllc,r*, si hubiese sido capaz de desarrollar
ñflrtrl,
r¡uc
cl hombre tiende a ocultar su propio libre voluntad'
lihc,trt,, rlctris de su suPuesta flaqueza de Itl frtulismo neurótico, sobre todo baio la impresión ft r,let'trts tcsis dc la psicología individual
-tergiversán-
invoca también' ártlrr y ,,1,,r*,r,rdo de c1las, ciertamente-, "hecho" de é1, en su infancia' quc han k¡ vcccs, áu ¡,,,,'o*
136
DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS
DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
* En alern:án tenemos
gegeben
Aufgabe es en alemán tarea.
-dedo-y
aufgegeben
no sólo
unfdctum-hecho-, sinounfatutn -fete-
que no es, en el fondo, otra cosa que una fic-, fatalista. Los defectos de educación no deben invo1o
como une disculpa, sino sencillemente corregirse nte Ia autoeducación de quien los padece. Otro enalegaba, refiriéndose a sus defectos: "No hay nada hacer; es lo típico en neurasténicos como yo". El aro contra tales alegatos es bien sencillo; bastaría haberle dicho: puede que see típico, pero se trate de dcfectos típicos de esa clase de $ente; y está bien que ed los comprenda como típicos, Pero no para perdocomo defectos.
l'll punto de vista del psicoanálisis, su empeño por lÉ¡tn..t siempre lafuetzade los instintos humanos, tiegeneral, a lle llcccsariamente que conducir, de un modo responsabilidad, esencial su de olvide yo se el qu. for.r
lñ vez de cobrar clara conciencia de ella. Por este camino l¡ vu forzosamente a la abdicación del yo- Con ello, renun-
cxistencia auténtica (a ser-uno-auténticamente) y I etrrpobrece al reducir lo que, glenuinamente' es un ser$utrr' ic ncia-y-responsable a mera conciencia'15 l )onde con mayor claridad se destaca el hecho de que ll nctitud espiritual de un hombre dispone de un margen
[lC
r
l¡r
de llhrc acción, no sólo ante sus condicionalidades
físi-
l,o que, en última instancie, se propone el psicoanálisis es que el "ello", con su inconsciente (el que httill,r. ," "ponga e buenas" con su ro
-dado
I37
La"ley" (de la psicología individual) a la que se acogía mo hija única) aquella enferma a que acabamos de re, es una ley que sólo rige, en cada caso, teóricate, para el observador; desde el punto de vista prácticxistencial, esta "ley" rige en tanto cuanto "queramos riia"; en la medida en que nos empeñamo§ en ver en
las influencias de la educación y el medio, hasta el de convertirse para él en un destino, etc. Se trata,
mente, de tentativas para excusar las debilidades de rácter. Presenta estas debilidades como si se tretase hechos "dados" e irremediables y no de "tareas" tes e su posteducación o autoeducación.* Una paciente recluida en una clínica de enfe neryiosas después de una tentativa de suicidio contestando a las consideraciones que el psicote le hacía: "¿Qué quieren ustedes que haga? Soy una 'hija única' de esas de que habla Alfred Adler". no se tratare precisamente de desembarazarse de lo hay en uno de "típico"! El ethos de la psicología ind dual, debidamente interpret¿do, debiera exigir del bre, en rigo¡ que se liberase de los defectos y fallas carácter típicos que pueda haber todavía en él como secuencia de la educación recibida, para que como tado de este esfuerzo, nadie vea en él al "hijo único", o que sea. Por el contrario, el fatalismo neurótico ta un intento de huir de la responsabilidad que al le impone su propia peculiaridad y el hecho de vivir vida una sola vez, es la tendencia a refugiarse en lo t en lo que tiene de eparentemente fatel el hecho de pe necer a un determinado tipo humano. Y, desde este de vista, tanto da o no es, por lo rnenos, esencial que tipo de hombre cuyas leyes se consideran ineluctables conciba como un tipo de carácter, como un tipo de o como un tipo de clase, es decir, como regido por dicionalidades psicológicas o por condicionalidades lógicas (colectivas) o sociológicas.
EXISTENCIAL
138
DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAT
I)EL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS
cas, sino también ante las psíquicas, es decir, de necesita, en modo alguno, plegarse ciegamente al psicológico, es en los casos en que se trata de la electiva ante los estados psíquicos patológicos. En su bajo Sobre la psicología de la neurosis compulsita, Strauss se ha ocupado de determinar hasta qué
mente porque la posee a priori. Ahora bien, si nos preguntamos ..yo,, ("en virtud de qué título esta iurídico") corresponde al priori, sóLo se nos ocur¡e este respuesta: porque el ..yo,,, porque la tencia en general, no se halla nunca suieta a ninguna clase de De aquí que el "eilo" no pueda nunca ni bajo ningún concepto hi la competencia al "yo", ser adversario suyo de ningún modo, sino merúe su pdrtfler En la existencia, como tal, no hay nunca luchas, solamente decisiones. La eiecución existencial es siempre algo i neo, temporalmente puntual, algo que no edmite, por tanto,
tanto,
); ya por este solo hecho no podría hallarse sujeto a la ley de la ni a la dinámica de los impulsos. Desde el momento en que nos en explicar dinámicamente la relación entre el "yo" y el r'ecrfamos necesariamente en un círculo vicioso. Y el propio Ireud cn su empeño, desde el momento en que se pone e hablar de loi del "yo", es decir, a querer derivar dinámic¿mente la voluntad de
firerzas puestas al servicio del yo. En realidad, más aún que esto, principio, d priori, estas fuerzas están siempre, realmente, al
modo, por qué hacer concesiones el "ello'i No cabe duda de que pulsos del "ello" poseen su propia dirrámica, pero el ..yo,,conserva frente a ellos su propia fuerza creadoru y su capacidad de plasr la conserva, adernás, en todas y cualesquiera circunstancias,
139
psicopatológicos son obra del destino y escaa la acción de la libre voluntad del hombre. el c¿so concreto de la neurosis compulsiva, este invesldor se inclina a penser que llega, incluso, a restringir llbertad existencial hasta el punto de originar fatalla actitud ideológica del enfermo. Nuestra opinión h por
C. G. Jung llama colectivo y arcaico). por el contrario, el análisis tencial persigue como mete que el hombre "se ponge a buenas mismo", es decir, que llegue, por vez primera, hasta con base en el de su propio yo. Que '?1" o este "yo" sepa crear", las potencias de
yo. (El "elio" es, si vale la frase, solamente el estado mayor, el "yo" es el iefe que ha seleccionado en todo momento las meiores zas.) Por donde el yo es, como tal, de antemano, el encargado de y toda impulsividad está ya modelada desde el yo, aunque sólo sea sentido negetivo, en el sentido de la ceida neurótica del yo en el ,, que implica siempre, como sabemos, el resultado de una yo, de ia renuncia a su libertad). De todo lo cual -voluntariaprende que Ia relación entre el "yo" y el "ello", que se trata, en modo, de regula¡ es decir, aquel "ponerse a buenas,,a que nos referido, no necesita tener, en modo alguno, el carácter di un miso", de una "transacción", ya que el "yo" no tiene, para decirlo
EXISTENCIAL
lRpulnos, y era natural que fracasase, por la contradicción que va imen un concepto como este de los "instintos del yo'i El r¡yo" que el "yo" de l¿ decisión existencial, se sustrae siempre, neceseria-
tomo una categoría que es, ¿1 punto de vista dinámico-impulsivo dlndnlco-causal. Mientras e1 psicoanálisis siga empeñándose en conel "yo" de un modo dinámico-impulsivo, como algo, subvencionaÉIcrÍdl ic¿mente por el "e11o", su teoúa del "yo" no nos dará ninguna del "yo" sino a 1o sumo, de su quiebra y bancarrota, puesto letncfuntes explicaciones no hacen, como hemos visto, más que fale tendcncie del hombre neurótico a lo que llamamos la "abdica$lñ drl ytii Para eclarar lo que queremos decir recurriendo a una ima!ñ, dllrrrr.,s que el concebir dinámicamente las relaciones entre el "yo" I El "ell,r" cs algo asi como el empeñarse en creer que el poder iudicial §flrhlr err cl poder musculer. Y quien se asombra de que el "yo" posea ñalntr,lrte l¡ fucrza necesaria para dominar "impulsos" tán poderosos, mxnkncr frente ¿ eilos la libertad (inherente a él desde el primer
Ffl
¡rrrrir adoptar una decisión final, podría ser comparado a quien ¡u r*ombro ante el hecho de que, en la vista de un proceso, un p* attr hrro y caduco pudiese condenar a un acusado fornido y atlético. FFettt,,* hrrber rcfutado definitivamente, con esto, hasta qué punto PÉñrllluyr un intento fundementalmente falso y, ¿l mismo tiempo, uná *áñr§rrrkln sustancial de los principios (a favor de 1o psicológico y en Fsálld (l(, lo (lxistcncial), todo intento de explicación del "yo" en un t§t[lrr hrr¡ruhivo-dinámico-causal. Claro está que no todo 1o que pre-
ñsmettt¡r)
ffirlrrru
140
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
difiere de la de Strauss, pero reservamos el examen llado para un capítulo especial. Nos limitaremos por ra a poner de manifiesto, alaluz de diversos posibilidad de adoptar una posición libre, electiva, las enfermedades mentales.
Una profesora inteligentísima hallábase en trata a causa de ciertas depresiones e nas que la asaltaban periódicamente. En vista de las
to y hospitalizada,
senta las apariencias de "yo" es ¡ealmente "yo", del mismo modo es ¡ealmente "ello" lo que se presenta baio las apariencias de "e este sentido, sí hay que reconocer el perfecto derecho del de la psicología
individual; no
cabe duda de que, en los casos de
los impulsos o los instintos del hombre aparecen emueltos en un
moral y pisan el terreno de la conciencia bajo un "disfraz si como el psicoanálisis sostiene; en este sentido sí hay que darle la del mismo modo quq, a la inversa, debemos reconocer que el yo¡ Io señel¿, en efecto, la psicología individual, gusta con frecue esconderse detrás de ciertos impulsos aparentes (como ocu eiemplo, en los casos de an"angement). Podernos, incluso, dando un más, reconocer sin miedo que todo lo que el psicoanálisis nos eiemplo, acerca de los sueños, tiene su fundamento y su vigencia no es el "yo" quien sueña, sino que triiumt tnir-"a,lgo -"Es" mí". En este sentido, no habría nada que oponer si e1 psicoa presentase como la teoría del inconsciente y el "ello', y la dividuai, e s! vez, como Ia teoría del preconsciente (o del "nosot del Man
-"se"-
heideggeriano), considerando el análisis
en contraste, como la teoría del verdadero "yo", del yo consciente ponsable. Lo que ocurre es que, en este caso, el psicoanálisis
renunciar de una vez por todas a su empeño de explicar eI "yo' de ánterior de 1os impulsos que mueven al "yo'l sumiendo, podríamos decir: el psicoanálisis enfoca el "yo" como si el "ello" ("instintos del ego"); la psicología individual, por su parte, ca el "ello", como si fuese e1 "yo" (supuesta finalidad, carácter de ment delos síntomas neu¡óticos); en cambio, el análisis existencial "e11o" 1o que es del "ello", deiando a1 "yo" 1o que en derecho le es decir, en su sentido
a saber: le libert¿d
final del hombre, el verdadero señorío.
I)EL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
clc
EXISTENCIAL
14I
orgánicas de su enfermedad, se le prescribió una opio, es decir, un tratamiento apoyado en los fac-
§omáticos. Un día la encontró su médico de cabeceÉn un estado de gran excitación, deshecha en llanto. hrcve conversación con la enferma llevó al médico a lusión de que la depresión, en aquel momento, no en realidad nada de endógena, sino que se trataba de dcpresión psicógena, en la que apaÍeciar^, por tanto,
en §u conjunto, ciertos componentes psíquicos. Lo momento hacía llorar a la enferma era, pre' su tendencia excesiva de llanto. La depresión fúlrr potenciado, por así decirlo. Al factor endógeno se un factor psicógeno adicional. La actual deprerecaía sobre la depresión endógena originaria; veníe por tanto, una reacción al estado endógeno. A la üsta l¡tc hecho de un desarre$lo temperamental reactivo, psicoPrercribió una terapie adicional, un tratamiento ico a tono con los componentes psicógenos. Se ¡ó ir la enferma que ignorase, en lo posible, su estado tsilvo y, sobre todo, que no se abandonara a le tenll cavilar sobre su depresión, ya que eso la condur0nrprensible pero iniustificadamente, a verlo todo l, Sc le recomendó que dejase pasar la depresión, Én aquel
§ntu
ttna nube que momentáneamente oculta el sol
a
tHert ru mirada, pero sin que por ello termine de existir, Bnqrrc nosotros no lo veamos; del mismo modo que sila persona füett existiendo los valores humanos, eunque ñ$ntctr(¡ineamente ofuscada por un estado de depresión §€ lor vcrr. §lrr unbar$o, en el curso de este tratamiento psicote-
Speril['o se puso de manifiesto el estado de penuria espiñlucl cn que se hallaba la enferma; ella misma descubrió
I42 su
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
pretendida pobreza espiritual y la supuesta falta de
tido de su existencia, sobrecargada por el destino con presiones recurrentes. En estas condiciones, lo indi eru dar un paso más allá del tratamiento en el sentido estricto de la palabra, para proceder por la de la logoterapia, tratando de hacer comprender a la ferma hasta qué punto el hecho de los estados de sión reincidentes como una fatalidad se presta prec te para mover a la persona que sigue siendo libre, adoptar una actitud libre ante los procesos psíqui seguir la única conducta adecuada, es decir, a dirigir modo responsable su üda a pesar de todas las di y todos los entorpecimientos interiores o, dicho en términos, a realizar lo que hemos llamado los actitud. con el tiempo, la paciente a que no§ referimos acostumbrándose no sólo a ver ante sí, pese a sus depresivos, una vida llena de problemas y tareas Ies, sino incluso a ver en aquellos estados de una farea más: la de acabar con ellos como fuera y sobreponerse a ellos a todo trance. Gracias a este análisis existencial eso, y -pues otra cosa, era el tratamiento-, pudo esta enferma, a sar de seguir expuesta a sus fases endógeno-depresi incluso dentro de ellas, llevar una vida más más plena de sentido que antes del tratamiento y podríamos decir que en mayor grado de lo que sido caso de no haber llegado e enfermar ni, por t necesitar de aquel tratamiento. Se explica, pues, que buen día escribiera a su médico para decirle: "Ha usted de mí una persona". Todo esto nos trae de recuerdo aquella frase de Goethe que hemos citado de la que, según decíamos, se deduce la
mejor de las
I)ELPSICOANALISISALANALISISEXISTENCIAL I43 para toda psicoterapia: "Si tomamos a los hombres y como son, sólo conseguiremos que sean peores; en si los tomamos tal y como debieran ser, haremos ¡llos lo que pueden llegar a ser'. En muchos casos de enfermedades mentales, como se logra la posible libre actitud espiritual ante ellas ln h forma de una reconciliación con el destino que la representa. No pocas veces la lucha constante lifructuosa contra esos estados "fatales" es 1o que conul enfermo a una depresión acentuada, mientras que rabe aceptar pacientemente los estados patológicos rc §se ve inevitablemente suieto puede ignorarlos con facilidad y está en mejores condiciones para soa ellos. Unu paciente que venía sufriendo, desde hacía varios os, agudísimas alucinaciones acústicas, que escuo creía escuchar constantemente voces esPantosas, ñando con sarcásticas burlas todos sus actos y ; se le preguntó un día cómo, a pesar de eso, riicmpre de tan buen humor y qué era lo que tenía rlecir a aquellas voces. He aquí su respuesta: 'iSabéis
que picnso de todo esto? Que es mejor, después de escuchar estas voces, por desagradables que sean, no cstar sorda como una tapia". ¡Cuánto arte de vivir y esfuerzo (en el sentido de los valores de actitud) del rls de esta conducta de una persona sencilla ante el f;psnlosrl destino que supone ese etormentedor síntoma !ftlttlrol'rénico! Pero ¿acaso esta respuesta tan divertida §ltto lrrlcligentísima de la paciente a que nos referimos no Sclet'nr, ¡l mismo tiempo, una gran libertad de espíritu &nt* ,r una enfermedad mental? No cabe duda de que sí. Nlrr¡¡ún psiquiatra ignora cuánto puede variar
-con
I44
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
arreglo a las distintas actitudes del
espíritu- la
de las personas que sufren de enfermedades aunque se trate exactamente de la misma psicosis. paralíticos reaccionan con gran irritabilidad y tando odio hacia sus semejantes; otros, en cambio do la enfermedad exactamente la misma-, se amables, bondadosos y dejan en nosotros, incluso, presión de ser gentes encantadoras. Conocemos guiente caso. En una de las barracas de un campo de centración había como dos docenas de reclusos, e de la fiebre llam¿da del tabardillo. Todos deliraban, uno, que se esforzaba en sustraerse a los delirios noche, permaneciendo despierto por un esfuerzo luntad; este enfermo se aprovechó de su excitación y de su estado emocional, agudizado por la enfe para reconstruir en el transcurso de dieciséis fiebre el manuscrito de una obra científic a todavia ta, que las autoridades del campo de concentración bían confiscado, estempando en medio de la nocho oscuras unas cuantas palabras taquigráficas en unos zos diminutos de papel, que le sirvieran de guión. El individuo aparcce siempre ante nosotros una trama social. Se halla sujeto, desde dos puntos ta, ala acción de la comunidad: de una parte, su vid¿ condicionada, en mayor o menor medida, por el mo social en su conjunto; de otra, se le educa si mente con vistas a este organismo social. Podemog blar, por tanto, en este sentido, de la causalidad social; actúa sobre el individuo y de su finalidad social. que a la causalidad social se refiere, habría que insisti
vez más en que las llamadas leyes sociológicas no minan nunca totalmente al individuo y, por tanto,
I)IlLPSICOANÁLISISALANÁLISISEXISTENCIAL I45
n, en modo alguno, de su libertad. Lejos de ello, que pasar necesariamente, digámoslo así, por una dc libertad indiüdual, antes de poder manifestarse lndividuo mismo y en su conducta. Por donde el homconscrva frente ¿l destino social un margen de libre pode decisión, como lo conserva frente a su destino o psicológico. PÉ¡nndo ahora a lo que llamamos la finalidad social, de-
referirnos al error en que la psicología indMdual, todo, incurre en el campo de la psicoterapia: a la concepción según la cual toda conductavaliosa hombre no es, en último resultado, sino una conducta correcta. Este punto de vista según el cual te es valioso lo que sirve o aprovecha a la comurcsulta moralmente insostenible. Sólo puede conI É un empobrecimiento de los valores de la existencia No resulta difícil demostrar que existen en el r rlc los v¿lores reservas individuales, en el sentido ?slo¡'trs cuya realización puede e incluso debe llevarse Élhrr tnris allá de tode comunidad humana e indepen§nrcntc de ella. En efecto, allí donde lo que se ventiBt hr quc nosotros llamamos valores de üvencia, de ¡llvc, ni puede reclemar pare sí vigencia alguna la rlr. lo útil para la comunidad. La plenitud de valores hrlntlrrn al individuo, aun en su soledad, la vida artístr lu vida de la naturaleza, es, sustancialmente y por ¡rkr, independiente del hecho de que la comunidad .1"-, , err un caso concreto, beneficiarse de ella, cosa que, Il rlorriis, resulta difícilmente imaginable. Sin que de¡re lrlcr de viste que existen también, por otra parte, tetle tkr valores de los que llamamos de vivencia, reservall¡,r'cslri¿ y esencialmente, a la vivencia colectiva. Unas
146
I)EL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
veces, sobre una base amplie (la de la camaradería, la solidaridad, etc.); otras, sobre la base de una relaci tre dos seres solamente, como ocurre con la com
la mirada hacia lo social como verdadero decir, como algo más o menos inmutable e inin ble, como algo que escapa a Ia voluntad humana y a combate. Tenemos que estudia¡ por tanto, lo gico como el tercero de los campos en que el fatal, sale al encuentro del hombre. En el
ca
guiente examinaremos los problemes que nos conformación de la vida profesional, el problema que podríamos llamar el debatirse activo del el mundo social que le rodea; en este capítulo mos el medio social, simplemente como un factor acción pesa, en ciertas y determinadas condiciones, el indiüduo.
Los últimos años nos han suministrado materiales en torno a la psicología de este posible del hombre bajo la acción de las condiciones Después que la primera Guerra Mundial había do la psicología del prisionero, en cuanto que las ciones y experiencias psicopatológicas recogidas campos de reclusión de prisioneros de guerra Íon trazar el cuadro patológico de la llamada enfe de las alambradas (barbed wire disease),la segunda rra Mundial nos ha dado a conocer las Ia "guerra de nerr.ios". Pero también la vida de masas campos de concentración es lo que más ha cont
147
l¡tos últimos tiempos, a enriquecer las investigacione§ en el terreno de la psicopatología de las masas.
emorosa. Después de examinar, como lo hemos hecho, el social de la existencia humana en cuanto puede ser cebido como la base o la meta de la üda, debemos
EXISTENCIAL
del campo de concentración
lol campos de concentración
se deformaba la
existen-
dcl hombre. Esta deformación adquiriría tales Propor, que necesariamente cabe preguntarse §i quien se a observarla desde dentro, como un recluso m'ás de cempos, podía conservar, en realidad, la suficiente oben sus iuicios. Su capacidad para eniuiciarse a sí y enjuiciar a los otros teníapor fuerza que resultar afectada, en mayor o menor medida, tanto desde punto de vista psicológico como desde el punto de vis-
lnorill. Mientras que el observador de fuera conservaba dl¡trrncia necesaria y apenas podía sentir lo que los de ro sentían, el que se veía "metido en el asunto" y üplcnamente en él carecía ya de la distancia convenienpnrrr iuzgar. Dicho en otras palabras, el problema funt¿l estriba en que se debe admitir que la pauta que nplicarse a l¿ realidad de vida deformada est¿ba a su tlesfrgurada.
lrerc a estos reparos, referentes, por así decirlo, a la Cflllurr dcl conocimiento, una serie de especialistas, psiy psicoterapeutas, se han encargado de suel material correspondiente, tomado de su rrrnos ñlnlst y de la aiena,la suma de sus experienrrbservación pFt¡rlt condensándolas en teorías de las y .lc sus vivencias, Sler mucho con el veto de lo subfalta descartar htce tto §U€ .,', lo esencial, todas las teorías concuerdan bas-
!illlv,,;
Bftle e ntre sí, lo que abona su obietividad. 'l'rcs fases cabe distinguir en las reacciones observa-
148
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
das en los individuos recluidos en campos de co ción: la fase de su entrada en el campo, la de su vida en él y Ia que sigue a su licenciamiento o a su
ración. La primera se caructeríza por el llamado entrada. Esta forma de reección a un medio no anormal, no presenta, psicológicamente, nada de de extraordinario. El recluso recién ingresado en el po echa una raya debajo de su vida anterior. Se le de cuanto lleva encima y de todas sus cosas, sin que nada talvez de las gafas, cuando se le -fuera conserv¿rlas- que sirva de vínculo externo entre anterior y la que ahora comienza. Las impresiones agolpan sobre él le conmueven profundamente o blevan hesta el máximo. Ante la arneneze constante pesa sobre su vida, alguno que otro se decide a " contra las alambradas" (cargadas con una alta tensión) o a intentar suicidarse de otro modo. Sin embargo, esta etapa va cediendo genera los pocos días o semanas de iniciarse la segunda fase, dejar paso a una profunda apatía. Esta apatía viene ¿ una especie de mecanismo con que el alma se protege a sí misma. Lo que antes, según los casos,
movía o sublevaba al recluso, empujándolo a la ción o a la desesperación, lo que se veía obligado a torno suyo, o incluso a padecerlo con los demás, partir de ahora contra una especie de coraza que, poco a poco, va revistiéndolo. Trátase de un no anímico de adaptación al medio peculiar en que obligado a üvir; 1o que ocurre dentro de él sólo llega conciencia de un modo apagado. La vida afectiva va cendiendo hasta un bajísimo nivel. Se produce lo ciertos observadores situados en un punto de vista
I)I]L PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
I49
ico consideran como una regresión al primitMsl,os intereses del hombre se concentran en las necemás elementales y rrrás apremiantes. Parece como si sus aspiraciones se condensaran en un solo punto:
un día más, sobrevivir un día tras otro. Al anochecuando los reclusos eran empuiados de nuevo a las del campo, muertos de fatiga y agotados, temde frío y hambrientos, casi arrastrándose por los cubiertos de nieve, baio el látigo de los "comande traba¡o'l se escuchaba siempre, en todos los labios' ñl¡mo suspiro de alivio: "¡Al ñn hemos escapado a un ñrris!"
'ltxlo lo que rebasa de los problemas actualísimos del rc lnstinto vital de la propia conservación, cuanto tra§propia y la aiena-, dc la salvación de la vida -la por días y por horas, es considerado necesariee como un lujo. Llega a carecer de todo valor. Y esta nt:ia creciente y cada vez más extensa de desvalorisc traduce en la frase más corriente, sin duda algucuantes se escuchaban en los campos de concensnlrc Dr "Todo es una mierda". Los intereses superiores hr:klrr: durante la reclusión en el campo, expostergados lserlurr los políticos condicionante§ y evidentemente, tt,rrrclo, Ept digna de ser notada-, en ciertos casos, los intere=romr pr tcligiosos. Fuera de esto, el recluso va hundiéndose, Éulftlr¡rlmente, en una especie de sueño invernal. lil ¡rrimitivismo de la vida interior, en los campos de éttllr'(' r1l r&ción, encuentra su expresión característica en br ¡rrcños típicos de los reclusos. La mayoría de ellos luéflrlrt con pan, con cigarrillos y con un buen baño callgnt., S. habla también, constantemente, de comida: Étlitttkr los reclusos se reúnen en los "comandos de traba-
I5O
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAT
DEL PSICOANÁLISIS
ALANÁLISIS EXISTENCIAL
151
io", sin que esté cerca el centinela encarsado de se entretienen intercambiando recetas de cocina y cribiéndose los unos a los otros los platos favoritos servirán cuando, después de la liberación, se inviten mer. Los meiores de ellos ansían que llegue el día
dc toda la problemática psicológica de estos cambios de
ya no sientan hambre, no pera poder comer bien, para que pase de unayez aquella denigrante si que no puede pensarse en otra cosa que en comer. La üda en el campo conduce, pues (con las
alimentación; de otra, de insomnios o de falta sueño reparador, como consecuencia de la plaga de Un que reinaba en los campos, al amparo del hacinato de gente. La mala alimentación hace a los homupáticos; lafaltacrónica de sueño,los hace irritables.
nes señaladas), al primitivismo,
y la subalime
por su parte, hace que sea precisamente el instinto trición el que llega a predominar, convirtiéndose centro en torno al cual giran los pensamientos y los seos. Y a la subalimentación debe atribuirse también, bablemente, el que se advierta un sorprendente por todos los temas sexuales de conversación: en los pos de concentración esc¿sean las obscenidades, y co en los sueños de los reclusos se manifiesta el sexual.
Esta interpreteción de las reacciones psíquicas vida de los campos de concentración, viendo en elle regresión a la estructura primitiva de lo instintivo, la única que se ha dado de estos fenómenos. E. Uti terpreta los cambios típicos de carácter que cree en los reclusos de los campos como un del tipo de carácter ciclotímico al tipo esquizotímico. advertir que en la mayor parte de los reclusos no se nifestaba solamente la apatia, sino también una gren tabilidad. Son éstos, en efecto, los dos estados que, combinados, corresponden perfectamente a las diapsíquicas fundamentales del temperamento mico, tal como 1o ha estudiado Kretschmer.
o de predominio caracterológico, creemos que es explicar de un modo más sencillo estos fenóme-
'*aparentes-
de esquizoidismo. gran mayoría de los reclusos padecía, de una parLa de mala
á estas dos circunstancias causales venían a sumarse dos: la imposibilidad de recurrir a los dos alcaloides ln civilización que, en la vida normal, tienden precic a mitigar, en unos casos la apatía y en otros la lidad: 1a cafeína y la nicotina. Las autoridades de eAmpos en efecto prohibían terminantemente el café
¡l
t¿tbaco.
'lixlos estos factores pueden ayudarnos a explica¡ simte, cuáles eran las bases fisiológicas sobre las que saban los "cambios de carácter" de los reclusos. knr n cstas condiciones se une, además, un factor de or§en psfquico. La mayoría de los reclusos padecía, en efect€, kr ,¡ue podríamos llamar ciertos complejos. Sentíanse
ltortuurtados por un complejo de inferioridad; casi toC{l¡ ellos habían sido "alguien' en la vida normal, y eran un "don nadie". Una minoría apiñlrla como una pandilla y representada, concretamente, pat los "capos" (nombre que se daba a los capataces, enÉár¡{uclos de vigilar el trabajo de los reclusos), creaba Io §Ue hicn podríamos llamar un delirio de cesarismo en Hlnl[l ura; este grupo de hombres, formado además medhnlr una selección caracterológica "negativa'; tenía en Éfálerk¡s ahora peor que
152
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
sus manos un poder que desentonaba
I)EL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS
terriblemente
quc en todos los casos en que se asumen las cualidades
falta de sentido de responsabilidad de las gentes en tión. En los choques inevitables que a cada paso vocados por la vida de los campos- se producían aquella mayoría de gentes desclasadas y esta mi gentes arribistas, necesariamente tenía que estallar, gando con ello a su apogeo, el estado de irri los reclusos, ya de suyo bastante exaltado por las indicadas. Pues bien, ¿qué indica todo esto sino que es el el que se encarga de moldear el tipo de carácter? ¿N nemos aquí una clara confirmación de que el puede sustraerse al destino del medio social en que Nuestra respuesta es clara y rotunda: no. Si fuese libertad interior sería una quimera. ¿Cómo hemos de
cebir, entonces, la conducta del hombre?
Existen numerosos ejemplos de ellos -muchos de que, incluso en situaciones tan tre como éstas, puede el hombre afirmar su personali que no necesita someterse por completo a las leyes al recer absolutas de una deform¿ción psíquica por los pos de concentración. Se ha demostrado, por eI
roicos-
rológicas típicas del recluso, tal y como han quedcstacadas, los reclusos sucumben a la acción de las
del medio social plasmadoras del carácter porque illtcmeno sucumbieron en su actitud espiritual. No se perclido la libertad de adoptar una actitud ante la situ¿concreta, sino que hubo una entrega de ella, renuna luchar.16 Por muchas y muy importantes que l¿s cosas que en las primeras horas de su ingreso Él crrmpo le arrebataran al hombre, nadie podía despohasta exhalar el último aliento, de la libertad de comde tal o cudl nxodo dnte su destino. La posibilidad Éonscrvar "tal o cual" actitud seguía, a pesar de todo,
ntcniéndose en pie para é1. No cabe duda de que en Ios campos de concentración había gentes que saduminar, como fuese, su apatía y su estado de irritaliran aquellos hombres admirables que -desende sus propias personas hasta la abnegación y ldcrllicio de sí mismos- recorrían las barracas y las dc los campos pronunciando aquí una palabra de l«r y desprendiéndose allá del último bocado, para
¿De
considerarle, espiritualmente, como responsable de lo desde un punto de vista psíquico, le acaece, de lo este caso concreto, "hace" de él un campo de ción? La respuesta, para nosotros, sólo puede ser lncluso dentro de un mundo circundante ten est tan confrnado como éste, pese a todas las res sociales impuestas a su libertad personal, el hombre siendo dueño, en última instancia, de su libertad paro tructurar la existencia, de un modo o de otro, las condiciones en que vive.
EXISTENCIAL L5!
lllgürlo a un camarada. 'ltlrl¡r [a sintomatología del campo de concentración, ¡,n nuestras consideraciones anteriores nos hemos autlo por explicar con base en su desarrollo aparenltlr i¿rtal e ineluctable, partiendo de las causas físicas Frfului('xs de que se deriva, se muestra, pues, ante noscomo algo susceptible de ser conformado por la aclos factores espirituales. También a la psicopa,1. Eán rlcl campo de concentración es aplicable lo que en §hrgl,r
,,
.
lñ
l,t
lil)cftad no se "tiene" , sirro que 1a
-como
libertad "soy yo".
"se tiene" algo que se puede
154
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
términos muy generales diremos en uno de los posteriores con respecto a los síntomas neuróticos: son, en cada caso, no sólo und consecuencia de algo
y
expresión de algo psíquico, sino también un modo existencia. Este aspecto es, además, el decisivo en instancia. Los cambios de carácter del hombre rec en un campo de concentración son, asimismo, otras tas consecuencias de los cambios de estado fisiol
(del h¿mbre, el insomnio, etc.) y expresión de psicológicos (del sentimiento de inferioridad, etc.); son, en último extremo y sustancialmente, algo más: actitud espiritual. El hombre conserva, en todo caso y difíciles que las condiciones sean, la libertad y la dad de optar por o contra la influencia del medio en vive. Esta libertad y esta posibilidad están siempre alcance, aunque en general raravez haga uso de ellas. tán también, de un modo o de otro, al alcance del en quien el medio social del campo de concentración prime una impronta psíquica y que, por difícil y pe que ello resulte, puede siempre apelar a sus propias y a su responsabilidad para sustraerse a estas influe Ahora bien, si nos preguntamos cuáles eran las que movían a estos hombres a dejarse arrastrar pof
influencias somático-psíquicas del medio,
a
ellas sin luchar, tendremos que decir: se entregaban que y cuando perdían su punto de apoyo espiritual. gámonos un poco a desarrollar esta afirmación. Yeutitz caracterizó el tipo de existencia de los dos en los campos de concentración como una " 17
Lo decisivo es siempre el hombre. Pero, ¿qué es el hombre? El que siempre decide. ¿Y qué decide? Lo que habrá de ser en el siguiente.
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
155
provisional". Esta caracterización necesita, a nuestro ser completada de un modo esencial: en efecto, t forma de la existencia humana no sólo implicaba una nalidad pura y simple, sino algo más tod¿vía: provisionalidad "sin plazo". Antes de que los futuros entrasen en el campo, su estado de espíritu era, veces, comparable solamente al del hombre frente has de donde nadie regresa: de muchos campos, tuÁs allá, retornado tampoco todavía, ni habían trashabía publicidad ninguna clase de noticias a la siquiera terminaba esta incerUna vez dentro lnformaciones. (en cuanto a las condiciones reinantes en él), cra para dejar paso a otra incertidumbre: a la incermbre en cu¿nto al fin. Ninguno de los reclusos sabía potlla saber cuánto tiempo pasaría allí. Los innumerarumores que, día a dia y hora tras hora, circulaban las masas humanas hacinadas, pintando siempre la "término", traían consigo dest€frpcctiva inmediata del y e veces definitivos. La más amargos, lñgnñ
156
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
La falta de término que caracteriza la existencia tro de un cempo de concentración lleva al recluso a rimentar que su vida carece de futuro. Uno de
infelices que desfilaban en interminables columnas el campo de concentración a que iban destinados
con frase muy significativa, que tenía la
sensaci marchar detrás de su propio cadáver. Expresaba, con el sentimiento de que su vida carecía de mañana, de era solamente aye¡ pasado, una vida ya concluida, la de un muerto. La vida de estos "cadáveres vivi
torna en una existencia predominantemente ret va. Sus pensamientos sirari siempre,
torno
a los detalles de su existencia pretérita; los mios pormenores de lo cotidiano emergen, en estas sombras, transfigurados por la luz de lo El hombre no puede llevar lo que merece llamarse existencia, sin un punto fijo en el horizonte del Es el que da forma a su presente, el cual se co sobre él como las limaduras de hierro sobre el polo nético. El tiempo interior, el tiempo vivencial se por el contrario, de su estructura cuando el hombre de "su porvenir'l La vida se convierte, así, en un presentista, a la manera que Thomas Mann nos en su Montaña ruágica, cuando nos pinta la vida tuberculosos incurables, que no conoce tampoco no ni ñn. O bien se llena de aquel sentimiento, vital, ior dicho, de aquel sentimiento de vacío y de falta de tido de la existencia que conocen tantos obreros en forzoso, en quienes se desintegra también la de la üvencia temporal, según han demostrado las riencias psicológicas hechas en serie sobre mineros
trabaio.
I)IlLPSICOANÁLISISALANÁLISIS EXISTENCIAL
157
mismo que nuestra l,rr palabra latina finis tiene "fin"- dos acepciones: la-1o de término y la de meta. gl momento en que al hombre no le es posible prever término de una interinidad en el curso de su vida, no trazarse tampoco ninguna mete, ni proponerse ninmisión; la vida pierde forzosamente, a sus ojos, todo , toda significación. Por el contrario, cuando la se dirige al"frn", a una meta proyectada en el hotc, el hombre puede hacerse fuerte en aquel punto afroyo espiritual de que tanto necesitaban los reclui§n los campos, pues es el único capaz de librar al homde capitular ante los poderes del medio social que n carácter y forman el tipo caracterológico, li, con ello, de sucumbir. Sabemos, por ejemplo, un rccluso se esforzaba, con certero instinto, en soa las más duras y difíciles situaciones del r imaginándose que estaba siempre en su cátedre, un numeroso auditorio, hablándole precisamente de ro,!¡ls que iba viviendo. Gracias a este truco lograba qud.ddm sub specie aeternitdtis, y ello Ie ayudaba a I
rl ¡r rlas.
lil ht¡ndimiento psíquico por falta de un punto de apoer¡riritual, aquel entregarse totalmente a una apatía cr¿ un fenómeno tan conocido como temido entre Bdrlr krs reclusos de los campos y constituía, con freɧeltlln, un proceso tan rápido, que en pocos días podía Éllhrlrrcir y conducía a muchos a la catástrofe. Llegaba un ñlilrrrrto en que estos reclusos se quedaban quietos en fs ¡llkr, cn la barraca, negándose a acudir a la lista o a §Fu¡ul stt puesto en los "comandos detrabajo",y, sin preo§§parre cn lo más mínimo de que los cargasen de caderlejrrban de acudir a los cuartos de aseo, y ninguna
158
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
I)EL PSICOANALISIS AL ANALISIS
amenaza, ningún rezonamiento, eran capaces de de su apatía; nada les intimidaba ya, ni ios más
ia, por ejemplo, de un desengaño cualquiera, de le ración de ciertas esperanzas. De aquí que podamos r, sin miedo a equivocarnos y con toda seriedad cli que el desengaño sufrido por aquel infelia al conven-
castigos: eran seres embotados e indiferentes a les daba igual. Quienes caían en este estado de mo -sin levantarse de su yacija ni siquiera para ha necesidades- se jugaban la vida, ,roiólo desde el
de vista disciplinario, sino desde el punto de üsta tamente vital. Esto que decimos revelábase claramente, sobre en aquellos casos en que Ia sensación de lo ,,i se apoderaba súbitamente del recluso. He aquí un plo. Un día, uno de ellos contó a sus compañáros de po que había tenido un extraño sueño: áscuchó que le hablaba-y le preguntaba qué era lo que pues podía profetizarle el porvenir. Le contesió así: siera saber cuándo terminará para mí esta segunda ¡ mundial". Lavozle dijo, en sueños, lo siguieite: ,,Ei marzo de ry45". Ocurría en los primeros días dei de marm. El recluso üvía, por aquel entonces, llen esperanza y de buen humor. pero Ia fecha anunciade:
y cada díaque pasaba limitaba más y posibilidades de que la"voz,, tuviese razón. ya en, de frnalizar el plazo marcado, nuestro hombre sen cada vez más abatido. El z9 de marzo fue traslade< lazareto, con fiebre muy alta y en estado delirante. EI de marzo, fecha tan decisiva para él_el día en que esl raba que terminasen "para éi,todos aquellos suf: tos-, perdió la concienci¿. Al siguienle estab¿ I Murió de la freb¡e de tabardillo. ya hemos explicado el estado de inmunidad del organismo depenie de la tuación afectiva del indiüduo por tanto, de cosas ¡ el deseo de vivir o el cansanci,o de la vid¿, como ( acercándose,
,
L
EXISTENCIAL T''
dc que la voz escuchada en sueños le había engañado ru profecía, determinó el brusco derrumbamiento de fucrzas defensivas de su organismo, poniendo a éste en de recibir la infección incubada. Nucstro modo de concebir y exponer este caso se haln consonancia con una observación hecha en grandes iones, acerca de la cual nos ha informado un médc los campos. Los reclusos en que ejercía su minishabíanse entregado, casi todos ellos, a Ia esperanza quc pasarían en sus casas la Naüdad de ry44. Pero las esperadas fiestas y las noticias de los periódidlstaban mucho de ser favorables. Pues bien, en la siguiente a la Navided de aquel año prodújose en enmpo a que nos referimos una mortalidad en masa vista hasta entonces y que no podía tampoco explipor causas tales como el cambio de las condiciones ItElorfóricas, el empeoramiento de las condiciones de tra[fo o la manifestación de tales o cuales enfermedades de llpo lnfcccioso.
Nl lrbc duda de que cualquier intento
de aplicar en los
llllrltos de concentración algún método de psicoterapia tt dr higiene mental sólo podía aspirar a tener éxito, en ñttyol o menor medida, a condición de que se orientase hrllu cl factor verdaderamente decisivo, es decir, hacia lqucl punto de apoyo espiritual en una meta proyectada ftllrre cl porvenir, hacia la necesidad de una üda sab specie ,ffillrr, dcsde el ángulo üsual del futuro. En la "práctica",
160
DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
no era tan difícil, con frecuencia, enderezar a otro recluso, ayudándole e orienterse hacia el una conversación común con dos de ellos, cuya ración había ido agravándose hasta conducirlos a del suicidio, se descubrió el siguiente interesante ambos se hallaban dominados por el sentimiento "ya nada tenían que esperar de la üda". Tratábase, al"udarles a efectuar aquel viraje copernicano de mos hablado, es decir, de ayudarles a comprender se trataba, en rigo¡ de pre$untarse por el sentido vida, sino de algo muy distinto: de contestar a las p tas, a los problemas por ella planteados, de asumir ponsabilidad ante ella. I en efecto, hubo de de no mucho tardar, que allá de lo que ambos -más sos tenían que esperar de la vida- le esperaban en los dos, misiones, tarees muy concretas. Uno había cado una serie de libros de geografía, sin haber dar cima a la obra; el otro, por su perte, tenía en el jero una hija que 1o adoraba. A uno le aguardaba une al otro un ser humano, pendientes de ellos y de su
Ambos podían y debían, por tanto, hacerse aquella unicidad e insustituibilidad capaz de i vida, pese a todos sus sufrimientos, un sentido cional. La vida del uno ere tan insustituible pára su científica como la del otro para el amor de la hija aguardaba.
En ocasiones , cabíe también aplicar en los c
concentración, aunque en modestas proporciones, "psicoterapia de masas". Sabemos, por ejemplo, de un cialista en enfermedades nerviosas educado en los dos psicoterapeúticos, recluido en un campo de ción y que muchas tardes, cuando los compañeros
I)t.]LPSICOANÁLISISALANÁLISISEXISTENCIAL
161
barracas, muertos de cansancio, entre las sombras
€uc se hacinaban los prisioneros, improvisaba alocupsicoterapéuticas que daban casi siempre en el blantyudaban a más de uno a encontrar la voluntad y el nccesarios para seguir viviendo. n el recluso liberado del campo requiere ciertos psíquicos. La liberación,7e súbita salida que desdc pronto al hombre de la presión psíquica, rcpre-*desde el punto de vista psicológico- un peligro ntc. La emenaza que en el plano caracterológico en-
csto representa, simplemente, la contrapartida de la enferunedad que se conoce con el nombre de de Caisson".
l,legamos, con ello, ala tercera fase que hemos señaen cste bosquejo de psicología del hombre recluido el errmpo de concentración. Por lo que se refiere a su t'ln, podemos decir, en pocas palabras, lo siguienAl principio, todo le parece un hermoso sueño; no se rr creer en lo que ve; recuerda a cada paso las desrncs ten amargas que le han causado otros sueños Ét'lr)rcs. ¡Tantas veces h¿ soñ¿do en su liberación, en Well¡r al hogar, en qve abrazaba a su mujer y estrechaln tnnno de sus amigos, en que se sentaba a Ia mesa, fr rostros leales, contando todo lo vivido y todo lo ñfflrlo; con cuánta fuerza habia esperado largamente lnstante y cuántas veces 1o h¿bí¿ visto en sueños, n quc por fin se convertía en realidadl En medio de üUpllus cnsoñaciones, resonaban en su oído los tres piti§r llrrrn,indolo a levantarse antes de amanecer para ir a §ftnur*., arrancándole brutalmente del sueño que le pinnlg¿ñosemente la libertad, para luego dejarle burla-
162
DELPSICOANÁLISISALANÁLISISEXISTENCIAI,
do. Pero, no importa; ya llegaría el dí¿ en que todo se cumpliese, en que fuese verdad.
El recluso, libre, no cree en la realidad de lo rodea; sigue sintiéndose dominado por un senti de despersonalización. No acierta a alegrarse; a goze1 que aprender de nuevo a vivir y a disfrutar; necesite de nuevo el aprendizaje de la üda. Los primeros libertad se le antoja un bello sueño; de pronto, un hecho tantos progresos que ya el pasado le pesadilla. Ni él mismo llega a comprender cómo brevivir a su reclusión. Se siente, ahora, dominado deliciosa sensación de que, después de cuanto ha sufrido, no necesita ya temer a nada en el mundo, vez, de su Dios. Y son muchos los que en los concentración aprendieron a creer de nuevo en É1.
2) El sentido del dolor Hemos definido el ser del hombre como conc responsabilidad. Esta responsabilidad es, siempre cada momento, la responsabilidad en cuanto a la ción de ciertos valores. Y ya hemos dicho que no se simplemente de los valores "eternos", de validez sal, sino también de los valores que se dan solamente vez, de los valores pasajeros, que Scheler llama de situación'. Las posibilidades de realización de los res cobran, de este modo, un sello concreto. Pero valores no se reñeren solamente a la situación, sino g tán vinculados, además, a la persona. De tal modo cambian de una persona a otra y de una hore a exigencia de realización, irradiando del mundo de lores a la vida de los hombres, se torna, así, en el i
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
16)
concreto de la hor¿ y en el llamado personal de cada iduo. Las posibilidades que se le abren a cada hombre por sí y exclusivemente a é7y para é1, son posibilidades específicas como las que brinda cada situación históconcreta, que sólo se presenta vna vez en la vida. De modo, los diferentes valores se funden y confunden lu misión precisa de cada individuo, lo que les da ese :ter único que hace que el hombre se sienta ll¿mado nte a cumplirla. Mientras el indiüduo no se cucnte del carácter especíñco de su propia existencia, se vive una vezy deun modo único, no estará en conde vivir la realización de lo que constituye la mipropia de su vida como algo que verdaderamente le l¡¡rr y de lo que no puede desembarazarse. Al tratar del problema del sentido de la üda distin§uiFor en términos muy generales tres posibles categorías & vclores. Hablamos de valores de creación, de valores de Swncia y de valores de actitud. La primera categoría se ÉÉllzn por medio de actos, la segunda mediante la acogida pillvrr del universo (la naturaleza, elarte) por el yo. Por su pt'le, los valores que llamamos de ectitud se realizan siempl+ r¡uc admitimos como tal algo que consideramos irreBl¡lblc, fatal como el destino. Con arreglo al modo como €Btln urro lo acepta se abre ¿nte nosotros una muchedumbfr ltrnrcnsa de posibilidades de valor. Lo cual quiere decir creando y Q$e ld úd.a del hontbre no se colma solamente sino también sufriendo. {wdndo, lintos pensamientos no están, desde luego, al alcance dG rrrrrlquier ética trivial orientada hacia el éxito. Sin emfulgo, basta con que recapacitemos acerca de nuestros fsh.krs cotidianos, genuinos, sobre el valor y la dignidad C€ h existencia humana, para que inmediatamente se abra
164
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
ante nosotros aquella profundidad de vivencia en cosas conservan su sentido más allá del éxito o del so, independientemente de todo lo que sea resultl efecto. Este reino d.e las realizaciones interiores, pese dos los fracasos externos, sólo es asequible a través de Ia visión que suele transmitirnos el arte.,
comprenderlo no tenemos más que recordar relatog el estilo de la historia d,e La muerte de lytín lllich, de Tolstoi. El autor pinta en esta narración la existencia guese de un hombre que sólo momentos antes de su te inesperada se da cuenta de todo el abismo de sentido que ante ella se abre. Inspirado por esta visión de lafalta de sentido de su vida, se agiganta, en últimas horas, por encima de sí mismo, cobra una qr dezainterior que da, refrospectivamente, un sentid; no y hermoso a su existencia pasada, pese a su esterilidad. Y es que la üda puede adquirir su postrero no sólo por la muerte la vida del roe-, sino también en la muerte-como misma. Dicho en palabras, no es el sacrificio de la propia vida lo que ésta un sentido, sino que la vida puede llegar a su incluso en su propio fracaso. Hasta qué punto es insostenible una ética basada éxito lo vemos alaluz del problema moral del sac Pierde todo sentido moral desde el momento en qu€ "rentab\e", es decir, cuando se hace calculando racion¡ meticulosamente el éxito que con él tratamos de guir. Real y verdaderamente nos sacrificamos cuando rremos el riesgo de sacrificarnos en balde. ¿Acaso se ocurriría a nadie que obra con menos moral, o incluso un modo inmoral, quien se lanza al agua para sa otro, si ambos, la víctima y quien se propone salvarla,
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS
EXISTENCIAL
165
juntos? ¿No sería más cierto que incluso damos §upuesto este riesgo cuando ensalzamos como un acto moral ese modo de obrar de quien se lanza al cn tales condiciones? No cabe duda de que sabemos de un modo incomparablemente alto el sentido de y e[ valor moral del hombre que lucha en veno, pero amente y que, al morir de un modo heroico, por mismo no muere en vano. La faka de éxito no signifi.ca falta de sentido. Lo vemos mente cuando consideramos el propio pasado en lo lue sc reñere, por ejemplo, a las experiencias amorosas. Frt¡untémonos honradamente si estaríamos dispuestos a luprimir de nuestra vida las experiencias desventuradas !il mflteria amorosa, a borrar de ella las vivencias dolorofir rl desdichadas, y nos contestaremos, sin ningún género de duda, que no. La plenitud de dolor no signifi.có, ni mu€ho mcnos, el vacío de la ¡tida. Por el contrario, el hombre Flcdura en el dolor y crece en él; y estas experiencias des§rucindas le dan más de lo que habrían podido darle muFhor éxitos amorosos. lin general, el hombre tiende a ex¿gerar el aspecto potltlvo o negativo que el tono afectivo agradable o doloroso lmprime a sus experiencias. La importancia que atribuye a értr prcdominio suscita en él sus quejas injustificadas conll'l cl destino. Ya hemos dicho en cuántos sentidos puede lfirnr¿rse que el hombre "no üve para el placer". Y hemos Il¡to también cómo no es, en ntodo alguno, el placer lo que pwda dar sentido a la úda del hombre. Pues bien, si es así, llrg,rrcmos, lógicamente, a Ia conclusión de que tampoco h tusencia de placer es cd,paz de pritar ala vida de sentido. l)e nuevo nos encontramos con que el arte nos indica, ttreior que nada, que son las üdas sencillas, directas y sin
166
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
preiuicios las que saben ver certeramente la reali las cosas, Baste pensar, para comprenderlo, cuán rente es en cuanto al contenido artístico de una que este compuesta en tono mayor o en tono menor, tre las obras de música inmortales no se cuentan mente, como indicamos antes, las sinfonías sino también las "patéticas".
Hemos dicho que el hombre realizaen sus obr¿s los res creadores, en su modo de üvir los valores
y en el sufrimiento los valores de actitud ante
la
Pero es que, además, el sufrimiento tiene, de por sl, sentido inmanente. Es el lenguaje quien, de un modo radójico, nos lleva a encontrar este sentido: sufrimos algo, decimos, porque no podemos "sufrirlo", porqu€ podemos soportarlo; es decir, porque no admitimos existencia, porque no reconocemos su verdad. EI se del hombre con lo que el destino pone ante él misión más alta y la verdadera finalidad del sufri Cuando padecemos una cosa, le volvemos interi la espalda, ponemos cierta distancia entre nuestra na y la cosa de que se trata. Mientras sufrimos por un do de cosas que no debiera ser, nos hallamos bajo la te es y lo que nosotros
existente entre lo que de hecho que debe ser.
Lo decimos también, ya lo hemos visto, con al hombre desesperado consigo mismo: precisa hecho de su desesperación hace que no te:ngayarazón ser, puesto que solamente por ello valora la propia dad con la pauta de un ideal, la mide por él; la circur cia de que esta persona entrevea simplemente los valr (aunque éstos queden irrealizados) implica un cierto
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
167
lsr en su vida que no le da derecho a desesperar de sí misñt§. En efecto mal podría erigirse en su propio juez si no P€¡cyera de antemano la dignidad necesaria para iluzge , h dlgnidaa del hombre que se percata de 1o que debiera [F, como pauta para enjuiciar lo que de hecho es.18 El lufrlmiento crea, pues, en el hombre una tensión fecunda I h*rta nos atreveríamos a decir que revolucionaria, haÉléndole sentir como tal lo que no debe ser. A medida que ts ldentifica, por así decirlo, con la realidad dada, elimina L dl¡tancia que le separa de ella y, con la distancia, aquella fteunda tensión entre el ser y el deber ser. §c revela así en las emociones del hombre une proIt¡ndu sabiduría situada por encima de todo lo racional y con lo que racionalQse lncluso se halla en contradicción Hente puede considerarse útil. Fijémonos, por ejemplo, Éñ los efectos del duelo o el arrepentimiento: juzgados dÉ¡dc
un punto de üsta utilitario, ambos tendrían
que
"sano sentido coFlre(:ernos carentes de sentido. Pera el Etln" cl llorar lo irreparablemente perdido es algo tan in§tll y tan absurdo como el arrepentirse de culpas que ye no es posible cancelar. Sin embargo, en l¿ historia inteflor dcl hombre ambas emociones, la del duelo y la del
lrrcpcntimiento, tienen su sentido. Cuando lloramos
a
lln ücr a quien amábamos y que hemos perdido es como rr Mientras que el sentimiento de inferioridad,para la psicologla lnrllvlrlual, represente siempre un sÍntoma neurótico, para el análisis €llrl¡ncial puede constituir, en ciertas y determinadas circunstancias, llld dportación moral, no tambien, ni a pesar, sino sobre todo en aquellrlr ,',rsos en que responde a una deficiencia reai de carácter ético, Alll a la vista de un valor tlrtlrlc cl hombre se siente inferior -siempre lttor'rl t¡uc se cierne más o menos claramente ante é1-, lo iustifica y Ir ulvl moralmente, de un modo o de otro, esta su apreciación valotrl lvir.
168
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
si, en cierto modo, ese ser siguiese viyiendo en
y el arrepentimiento del culpable hace, por decirlé que éste resucite liberado del peso de su culpa. El de nuestro amor o de duelo, perdido objetivamente plano del tiempo empírico, sigue viviendo subjeti
en el plano del tiempo interior: nuestro duelo se de mantenerlo presente y vivo. Por su parte, el
miento puede, como Scheler ha pu)esto de mani borrar una culpa: no es que la culpa deje de pesar quien ha incurrido en ella; lo que ocurre es que el c{ ble desaparece, en cierto modo, por obra de su rery miento moral. i Esta posibilidad de convertir lo ya acaecido en fecundo paralahistoria interior del hombre no se mucho menos, en contradicción con su sino que, por el contrario, forma una unidad sentirse culpable presupone, en efecto, responsabil Ia responsabilidad del hombre se manifiesta también el hecho de no poder revocer ninguno de los pasos en la vida; todas las decisiones, urravez tomadas, grandes como las pequeñas, son irrevocables y vas. Nada de cuanto el hombre hace o deja de hacer volatilizarse. Sin embargo, solamente quien sólo
perficialmente en ello encontrará una contr la posibilidad que el hombre tiene siempre de interiormente de un hecho ya consumado, acto de arrepentimiento, cancelando en cierto externo con ese otro ecto interior, en el plano morel, piritual. Como es sabido, Schopenhauer sostiene a te que la vida del hombre oscila entre la miseria el hastío. En realidad, ambas cosas encierran un
I
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
169
fundo. El hastío es un mefixento constante. ¿Qué conal hastío? La ociosidad. Pero la actividad no tiene fin librarnos del hastío, sino que éste existe para que de la pasividad y sepamos comprender el senticlc nuestra vida. La lucha por la vida nos mantiene en sión", ya que su sentido se halla inseparablemente ldo a la necesidad de cumplir las tareas que nos están teadas; por tanto, esta "tensión' difiere sustancialtc de la que apetecen el sensacionalismo neurótico o excitabilidad histérica. 'lbmbién el sentido de la "miseria" o indigencia reside una especie de memento. Ya en el plano puramente lógico sabemos que el dolor cumple las funciones de rviso y una advertencia llenos de sentido. Análogas ones desempeña en el campo anímico-espiritual. El n'riento tiende a salvaguardar al hombre de caer en la fr, en Ia rigidez mortal del alma. Mientras sufrimo§, aún, el hombre, como hemos dicho, islmlrnece viva; más átrc. y madura en el sufrimiento, el dolor le templa, le
htce rnás rico y más poderoso. I lcmos visto que el arrepentimiento tiene el sentido y €l ¡lrdcr de cancelar (en lo moral) los actos exteriores en lá hlntoria interior del hombre. El duelo, por su parte, PoGe cl sentido y lafuerza de hacer que siga existiendo, en Élerlo modo, lo que ha defado de existir. Ambos sentiñilentr¡s, el de arrepentimiento y el de duelo, corrigen, cn cierta medida, el pasado. Resuelven, con ello, un Fur.{, pfirhlcrna, al contrario del aturdimiento o Ia distracción: Él horlrbre que trata de aturdirse o distraerse, cuando sufu rrlguna desgracia, no soluciona ninguna cuestión, no bol'ru *ur desgracias, lo que borra es, simplemente, una de br r',,nsecuencias de la desgracia: el estado afectivo que
I7O
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
produce en quien la padece. Aquel que ante el gol infortunio se aturde o trata de distraerse, "no nada".Trata de huir de la realidad. Va a refugiarse, en la embriaguez. Comete, con ello, un error y hasta psicologista: al creer que, con el acto emotiyo se silenció, por así decirlo, por medio del aturdimi rra también del mundo el objeto misrno de la emoción, si lo que se arrincona en la ignorancia desapa ello, de la realidad. Ni el acto de mirar a una cosa ds al objeto, ni el apartar la vista de él lo hace tampoco el hecho de reprimir una emoción de duelo la la realidad deplorada. De aquí que la sana sens del doliente se rebele también, en muchos casos, la tentación de tomar, por ejemplo, hipnóticos, "pasarse la noche en claro, llorando"; en estos gente suele oponerse a la banel prescripción de los
dios diciendo, con muy buen sentido, que el quien se llora no resucitará por el hecho de que los lientes duerman mejor. La muerte
paradigma
ineluctable y lo irreversible- no-este se borrará, por simplemente porque se la empuje al rincón de lo ciente; tempoco por el hecho de que quien la I sabiendo sobreponerse a su dolor, vaya a refugiarse inconsciencia absoluta, en la inconsciencia y la i sabilidad de su propia muerte. La embriaguez alfrn y al cabo, si se la compara simple aturdimiento, es algo positivo. Su caracte esencial consiste en desviar al hombre del mundo vo del ser situándolo en un lecho de apariencias. El dimiento, en cambio, lleva al hombre solamente a i su desventura, a una "dicha" en el sentido negativo penhaueriano, a un estado de nirvana. El aturdi
I)EL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL 17I
especie de narcótico espiritual. Y, del mismo modo lrt anestesia quirurgica puede conducir a una muerRArcótica, la anestesia espiritual puede acarrear la muerte
A
fiterza de reprimir constantemente las reacemotivas, tan plenas de sentido propio, para evitar .
ftnsación de dolor o de pena que llevan apareiadas, acacmbotándose en el hombre la vid¿ afectiva. Cuán profundamente arraigado se h¿lla el sentido de lo
ivo nos lo revela el siguiente hecho. Hay melancoen las que no ocupa un primer plano sintomatológico lfecto de latristeza (como ocurre generalmente) sino, el contrario, los pacientes se queian precisamente de lncapacidad para sentirse tristes, para llorar, acusán-
de su frialdad como si estuviesen interiormente : nos referimos a los casos de la llamada rneldn-
dndesthetica. Quien ha tretado estos casos sabe que apenas puede concebirse mayor desesperación h que esas persones sienten por el hecho de no poder r lo que es Ia pena. Pues bien, tal paradoja viene a fufiwtrar, und vez mtís, hasta qué punto el principio del ¡lalrr rs, purd y simplemente, uttd construcción d.el psicolñdlisis, un artefdcto psicológico y no una realidad fenomel*lhl¡¡lca; la emocional logique du coeur hace que el hombe tlcnda siempre, en realidad, ya sienta una emoción de llegrfrr o de pena, a mantenerse en todo caso anímica§ietttc "activo", a no caer enle apatia. El hecho dPdrente' §entr paradójico de que quien padece de melancolía anes' fulrt su.fia por su incapacidad. de sufrir no es, efl realidad, ilno una paradoja psicopatológicd, pdrd. cuya solución nos ff1rr'r /a clave el andlisis existencial. Es, en efecto, elanálilh rlc l,r existencia el que nos descubre el sentido del suftltttlrrrto, el que nos revela que el dolor y la pena forman
172
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
parte, con pleno sentido, de la vida, del mismo la indigencia, el destino y la muerte. No es posible
rarles de la vida sin destruir su sentido mismo. amputar la miseria y la muerte, el destino y el sufri to, vale tanto como pretender quitarle a la vida su propia y específica. Son precisamente los golpes det no, descargados sobre la vida en laforja ardiente del miento, los que le dan suforma y su estructura propi Por tanto, el destino que el hombre padece tiene sentido, en primer lugar, el de conformarlo posible-, y, en segundo, el de ser soportado cesario-; sin que debamos perder de vista que-si el "pasivo", el simple padecer, posee, además, el sen manente de todo sufrimiento. No debemos vidar, por otra parte, que el hombre tiene que siempre en guardia ante la tentación de deponer siado pronto las armas, de reconocer demasiado una realidad como algo fatal e ineluctable, de Io que sólo en su imaginación adquiere la fiterza
ble del destino. Sólo cuando se cierre ante él la posibilidad de realizar algún valor de creación,
ú
realmente no esté ya en condiciones de modelar su no, sólo entonces puede plantearse la tarea de cumplir, simples valores que llamamos de actitud, sólo entonr
tiene algún sentido el echarse sobre sus hombros crttz" que el destino le impone. La característica cial de un valor de actitud reside precisamente en el como el hombre se somete a lo irremediable; el de toda yerdadera realización de yalores de actitud pues, en dfrontdr lo wrdaderamente inexorable. Enlo
Brod llama un "noble infortunio" y que él con
I)EL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
L7)
llama "innoble", es decir, que no es fatal sino algo que evitarse o que (una vez producido) debe imputarse
h eulpa del hombre.le J)e un modo o de otro, tode situación nos brinda la ilidad de :una realización de valores, ya se trate de de creación o de simples valores de actitud. "No en la vida ninguna situación que el hombre no pueda r haciendo algo o aguantando" (Goethe). Y aun íemos afirmar, en rigor, si quisiéramos, que el padercpresenta ya un "hacer"; siempre y cuando se trate un verdadero padece¡ de aguantar un destino que no !üeda hacerse cambiar mediante la acción o evitarse por I omisión; únicamente en estos casos de "auténtico" padlccr puede hablarse de una aportación del hombre; úniélmcnte este padecer inevitable es un padecer pleno de Fntido. El carácter moral de aportación del verdadero padtcer no escapa tampoco al sencillo sentir del hombre ÉBrricnte, en la vida diaria. También él alcanza a compEndcr, por ejemplo, el siguiente sucedido. Hace mu€hos ¿ños, al distribuirse los premios por los actos más ñerltorios entre los boy scouts ingleses, fueron condecofltftls tres muchachos recluidos en un hospital por enferñedrrdes incurables y que, sin embargo, no habían llegado l" l.it diferencia entre el destino eviteble o atribuible
a una culpa ("1a auténtico destino, ineviparte, y de otra el in¡roble"), de una tlprvnllura en cuente que t{lrlr, c incambiable (la "noble dewentura") -teniendo ilhr cl scgundo nos brinda 1a posibilidad de realizar valores de actitud-; h rllh,r'cncia co¡responde en un modo a la que el alpinista suele establecer EIl rÍ "pcligros subfetivos" y "peligros obietivos". Tampoco entre alPinisldr ¡r' considera "deshonroso" sucumbir ante un peligro obietivo (por f ft,n¡rlr, ante el desprendimiento de una roca); en cambio, se rePute ver(por eiemplo, las deficienci¿s del Brrrroso caer baio un peligro subietivo técnica de escalamiento, etcéte¡a). mala falta de experiencia, ryul¡xr,
174
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
a perder su sentido de la vida y su buen humor, so do estoicamente sus padecimientos. Hicieron muy los encargados de fallar sobre los premios al aquel estoicismo como una "aportación" mucho más, ritoria que las realizaciones, en el estricto sentido palabra, de otros exploradores.
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
175
también porque existe, por otra parte, un padecer cualquier acto de enfermedad, un padecer estric humano que es precisamente aquel que forma parte cial de la existencia del hombre, por el sentido de la ma. Puede darse, por tanto, el caso de que el método
o de ejecutar. Hay, en efecto, situaciones en las'que hombre únicamente puede vivir su vida en el auténtico lsfrimiento. Y esa "ocasión para algo" que es la vida, selún Hebbel, se desperdiciará también en el caso de dejar plsur desaprovechada una ocasión de padecer auténtico, ir dccir, una posibilidad de realizar lo que llamamos valollr dc actitud. Comprendemos ¿hora por qué Dostoievski pudo decir aquello de que sólo tenía miedo de una cose: dl no se. digno de sus padecimientos. Y nos pone en condlelones de apreciar también cuán meritorio es el padecer de aquellos enfermos que parecen luchar por mostrarse a h lltura de sus dolores. Un hombre extraordinariamente dotado en lo espirituel se ve arrancado de pronto, en su iuventud, a su intenü vlclrr espiritual, después de habérsele presentado ciertos llntomes de parálisis en las piernas, a consecuencia de fftrtornos medulares provocados por una tuberculosis de la GÉlumna vertebral. Se examina la posibilidad de someterlÉ u una operación (a una laminectomía). Uno de los más Éñtlncntes neurocirujanos de Europa, consultado por los lhl¡os del paciente, se manifiesta pesimista desde el punto rle vista del pronóstico, y les disuade de la operación. URo clc los amigos informa de ello en carta dirigida a una lmlgrr del enfermo, en cuya c¿sa de campo se h¿lla instalrdo. l,a muchacha, sin darse cuenta de lo que hace, entegrr la certa a la señora de la casa en el preciso instante Ell r¡uc ésta se halla desayunando con el enfermo. Es el plrt¡llo paciente quien se encarga de relatar lo ocurrido, en €*rla ¡r un amigo, de la que tomamos los siguientes párra-
llamamos análisis existencial se yea obligado d poner a.l bre en condiciones de poder sufrir, mientras que el psi lisis, por ejemplo, sólo se propone hacer de él un ser
ñl¡: ",.. Eva no pudo evitar que yo leyese la carta. De este ñlnrlr, cntré en conocimiento de mi propia sentencia de fit¡ertc, pues eso y no otra cosa es lo que contienen las ma-
"La üda no es algo, sino que es siempre, si Ia ocasión para algo." Esta sentencia de Hebbel se ma a la vista de la alternativa de seguir uno de dos nos: o modelar el destino (es decir, lo originario e
misible) en el sentido de realizar valores de
c
esto resulte imposible- comportarse -cuando me a los valores de actitud, a sabiendas de que
padecer, cuendo es auténtico padecer, representa aportación humana. Ahora bien, suena a una perogrullada el decir q enfermedades brindan al hombre la "ocasión" de cer". Sin embargo, si empleamos las palabras " "padecer" en el sentido arriba señalado, la resultará ya tan tautológica. Entre otres razones, y todo, porque se hace necesario distingui¡ sustancial te, entre la enfermedad las menta -incluyendo padecer. No sólo porque el hombre puede estar y no "padecer", en el sentido propio de la palabra,
!*ar !l
176
DEL PSICOANALISIS
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
nifestaciones del profesor. Recuerdo a este
querido amigo, aquella película llamada Titanic, hace muchos años. Recuerdo, en particular, la que el tullido, representado por Fritz Kortner, Padre Nuestro, opone a la muerte una pequeña dad de destino, mientras el barco se hunde y el Ilegando, poco a poco, al cuello de los pasajeros. do cómo salí del cine, conmovido. Parecíame que regalo del cielo el poder marchar conscientemente la muerte. Pues bien, ese don me ha sido conferido, a mí mismo. Ha llegado la hora de demostrar lo que en mí de comb¿tivo; claro está que en este que de antemano se ventila no es precisamente le ria, sino la tensión última de las energías morales, tal; se trata, por decirlo así, de un último esfuerzo nástico... Haré todo lo posible por soportar los mientr¿s pueda, sin recurrir a narcóticos... ¿'C una posición perdida'? I\,1o, nuestra manera de co mundo no admite esta frase. Lo único importante lucha... No existe eso que se llama posiciones de antemano... Pasamos la velada escuchando la' Bruckner, l¿ romántica. Sentía dentro de mí un agradable espacio lleno de sonidos. Por 1o demás, dieriamente en mis problemas de matemáticas y siento, en absoluto, sentimental". En otras ocasiones, vemos cómo la enfermedad cercanía de la muerte llevan a hacerse fuertes en premas energías a hombres que hasta entonces consumiendo su vida en una especie de 'Trivolidad físic¿" (Scheler), pasando de largo por delante de sus jores posibilidades. Una señora joven, muy mimada entonces por la vida, vióse trasladada un día, i
ALANÁIISIS EXISTENCIAL
177
, a un campo de concentración. Una vez recluida cayó enferma y fue declinando día tras día. Poco de morir, dijo, literalmente: "En realidad, debo dar doy gracias al destino, por haberme golpeado tan terrinte. En mi existencia anterior, burguesa, no sabía 1o cs Ia vida. Y puedo aseguraros que nunca llegué a toverdaderamente en serio mis ambiciones literarias". lla mujer, transformada por la adversidad, supo marhacia la muerte valerosamente, mirándola caÍa a cara. el lugar del lazareto en que la habían colocado, por la ventana un castaño en flor; inclinándose haln cabecera de la enferma, ofrecíase a nuestra vista una del árbol, con dos racimos de flores. "Este árbol es é1,
único amigo en mi soledad
-decíele
recluida, casi mo-
-, con él charlo y me entretengo." ¿Serían alucies, deliraría la enferma, cuando creía que el árbol llrr le "contestaba"? No se dab¿, sin embargo, ninguno l¡rs síntomas característicos del estado delirante. ¿Qué ruño "diálogo" era aquel que Ia enferma sosteníe con §I Árbol en floración? ¿Qué era lo que aquel árbol le "deÉlÉ" u l¿r moribunda? Le"decía" esto: aquí estoy, iunto a ti; p roy [a vida, la vida eterna. Viktor van Weizsácker dice en algún sitio que el enfrrttt,,, como sujeto que padece y soporta, es en cierto ftiurlo superior almédico. Y cuando uno visitaba a aquella Éñt'rrn¡a y se separaba de ella, tenía la conciencia de que Éft t'e¡rlmente así. El médico que tenga el oído lo bastante Énr, ¡r,rra percibir los fectores imponderables de 1a situaFklrr te ndrá siempre, ante un enfermo incurable o ante un ffilrlhundo, la sensación de no poder enfrentarse con aquel SI rlrr un poco de verg|Jcnza. En efecto, mientras que el ñérllr'r¡ se siente impotente e incepaz, por su parte, para
I78
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
arrancar a la muerte su víctima, el enfermo es, en momentos, el hombre que hace frente al destino, tiéndose pacientemente a é1, en su sereno padecer, que cumple, desde el punto de üsta metafísico, una tica obra, alapar que el médico, en el mundo de lo en el campo de las realizaciones médicas, se siente sado en su propia misión.
i)
El sentido del trabajo
Hemos dicho que no basta con preguntar por el se la üda sino que hay que responder a é1, respondiendo üda misma. De donde se desprende que esta de darse, en cada caso, tlo con palabras, sino con con la conducta.La respuesta que se dé debe además, a todo lo que hay de concreto en la situación Ia persona, asumir dentro de sí, en cierto modo, esta creción. Por eso, la respuesta adecuada será una activa y encuadreda dentro de la concreción de cada que es el espacio concreto delhumano ser-responsdble. Dentro de este marco concreto, el individuo es i tuible e irremplazable. Ya nos referimos a lo importante es para el hombre la conciencia de su carácter único, que su vida se üve una sola vez. Vimos también por razones obra el análisis de la existencia en el sentido de pertar la conciencia de ser-responsable y cómo esta ciencia se despierta y acrecienta, sobre todo, a base de tarea concreta y personal, de lo que se llama una El hombre (lue no comprenda el sentido peculiar propia existencia singular se sentirá necesariamente lizado en las situaciones difíciles de la vida. Le forzosamente, como al alpinista envuelto por la espesa
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
179
bla y que, al no tener la meta ante los ojos, se expone al peligro de que le asalte un cansancio fatal. Al despejarse de nuevo la niebl¿ y atalayar, por lejos que sea, la cabaña o cl refugio salvador, se siente otravez animoso y lleno de Encrgías. Ningún alpinista ignora esa vivencia típica del desmadejamiento, al encontrarse escalando una montaña Ércarpada, sin saber si va o no por la buena ruta o si habrá ldo a dar, talvez, por un paso falso hacia el abismo; hasta fpc, de pronto, divisa el lugar esperado y conocido, la piedru que le marca el camino y desde la cual Ie separan unos panos de la cumbre, con lo que siente que nuevas oleadas de cnergía fortalecen sus brazos, en el instante mismo en quc parecía que ya iban adejar de responderle. Mientras los valores creadores o su realización ocupnn el primer plano en Ia misión de vida del hombre, el enmpo de su realización concreta coincide, en general, eon el del trabajo profesional. El trabajo puede representtr, en particular, el espacio erfel que la peculiaridad del lntlividuo se enlaza con la comunidad, cobrando con ello ¡u scntido y su valor. Sin embargo, este sentido i este vulor corresponden, en cada caso, a l¿ obra (como una obra rtt f:unción de la comunidad), y no a Ia profesión concrelÉ e n cuanto tal. No es, por tanto, una profesión determinudrr Ia que da al hombre la posibilidad de realizarse. En r;lc sentido, podemos decir que ninguna profesión hace gl lrombre feliz.Es cierto que muchas gentes, sobre todo htr gcntes neuróticas, afirman que habrían podido cumplir su misión en la vida si hubiesen tenido la suerte de flllrrrzar otra profesión; pero, al expresarse así, tergiversan rrr realidad el verdadero sentido del trabajo profesional o rr cngañan a sí mismas. Cuando la profesión concreta r¡rrc se ejerce no produce en el hombre un sentimiento de
180
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS
DEL PSICOANALISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
satisfacción, no debe culparse de ello a la profesión, al hombre mismo. No es Ia profesión de por sí la que a quien la ejerce irremplazable e insustituible; le da, plemente, la posibilidad de ello. Una paciente nos diio una vez que la üda sentido para ella y que no tenía, por tanto, el menor rés en recobrar la salud; la cosa sería muy distinta, a todo me resultaría bello y agradable, si hubiese abrazar unaprofesión en que pudiese realizarla mi vida, por ejemplo, la profesión de médico, de mera o de química, para poder ser útil a la human realiz¿r descubrimientos científicos. Había que hacer prender a esta enferma que lo importante no es, en alguno, la profesión que se ejerce, sino el modo la ejerce; que es de nosotros mismos, y no de la concreta en cuanto tal, de quienes depende el que se valer en nuestro trabajo ese algo personal y específico da un carácter único e insustituible a nuestra existe y con ello un sentido a la vida. En efecto, ¿qué ocurre realmente con el médico? es lo que presta sentido a sus actos? ¿Es el hecho de conforme a las reglas del arte, el hecho de poner al e mo, en un caso dado, esta o aquella inyección, de le este o aquel medicamento? No, el arte médico no siste en modo alguno en proceder ajustándose a las del arte. La profesión médica suministra a la pe
médica simplemente un marco de posibilidades, de siones para realizar una obra personal por medio de actos profesionales. Lo que da un sentido a su trabaio hace insustituible, en el médico, al hombre, es lo que médico hace en el ejercicio de su profesión y que de de lo puramente profesional, es lo que en él hay de
EXISTENCIAL
18I
¡onal, de humano. En efecto' tanto da que sea é1 u otro Eunlquiera de sus colegas quien ponga inyecciones, recete' "conforme a ilc.,7ege artk, mientras se limite a proceder lru reglas del arte" pura y simplemente. Donde comienza
v€rdederamente a hacer algo personal, algo en que es intuntituible, es allí donde trasciende de los límites de los
rlmples precePtos profesionales. ocurre con el trabaio de la enfermera, ¿Y qué es 1o que t¡n cnvidiado por la paciente e que nos referimos? Su trabrfo profesional consiste, simplemente, en hervir las ierininyecciones, en sacar del cuarto de los enfermos 5n* a. Ut ¡uti .*.r"*.t tos, en hac€rles la cama y acostarlos, faenas todas ellas útiles, sin duda alguna, Pero que, de por sí, di-
flcilmente podrían satisfacer en lo humano a quien las de fcnliza; sin embargo, allí donde una enfermera, más allá verdaÉus deberes más o menos reglamentarios, hace algo
derirmente personal, encuentra, por eiemplo, palabras de ru propia cosecha para consolar al enfermo grave a quien un eui;da, altí es donde se le abren las posibilidades ile ilar Pues wntido personal 1 propio a lo meramente profesional' blcn, esfas posibilidades las ofrece toda profesión' siempre r¡uc el trabaio sea debidamente comprendido. l,legamos, pues, a la conclusión de que lo que hace de
'
vida algo insustituible e irreruplazable, algo único, algo q,tt sólo si vive una ttez, depende del hombre mismo, depen,lr de quién lo haga y de cómo lo haga, no de lo que se haga' Itrr otra perfe, aaquella enferma que ten amargamente §e lrrnentaba de no poder vivir su üda en la profesión que le ioc«i en suerte, había que hacerle comprender t¿mbién Itt
rluc tenía, adenrás,
otro camino para hacer valer, más allá de
¡rr vid¿ profesional, el carácter único y lo irremplazable rl" ,u existenc ia, patadar a ésta un sentido: el camino de su
182
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
DEL PSICOANÁLISIS ALANALISIS
üda privada, el camino del amor, como amante y como da, como esposa y como madre, contenidos ¿á uia" . que debía sentirse insustituible para el esposo y pro el n¿rurat que existe entre ei noáú" y ru bajo profesional, "^.^rl1ll:lr" comoel campo p".r rr.r, poriii. ción creadora de valores y p"r" .i cumplimiento
insustituible de Ia propia vida, sufre ,á po.r" *.., oesvraclon por obra de las condiciones de trabajo in La genre se queja co¡r frecuencia de que tenga trabajar ocho o más horas al día parasu patrono y al se cio de los intereses de éste, sumándo continuamente
llll.:
1","":r* el mismo
cabezalargas columnm
movimiento junto
y
d. .rúrrr.ro, o-.i."uru
fií
a una cadena sin movi, la misma palanca de Ia misma máquina, en :o,sr:mpre trabajo tanto más seguro y más apetecido cuanto más glamentario y más impersonal. está que, en t¿les condiciones, no es posible
.
thy
cebir el trabajo sino como medio para ur,
diopara ganarse el susrento indispensable
fir, corrro fá., "iri..
verdadera vida del homb re, en estos casos, empieza cul )^
do L-, termina el trabajo profesional
y
hbre, y el sentido de Ia vida del hombre ""-i*rá.f obligado a volverse en tales condiciones h"y qr.
libre y personal como acierta
brr.rrt .r.l
-oU."rU.
,l d
§1,
lu" mos olvidar, naturelmente, que" hay hombres cuvo tl profesional los agota de tal modo qu. *.lu* i ,u por las tardes, muertos de crnsan.io, sin saber ni h¿cer otra cosa que tenderse .n lr.amq fo, .""a, a üvir de este modo sólo pueden moldear su tiempo I como tiempo de descanso; no es posible hacer nada
ior, nada más racional, que dormir. El propio patrono, ei propio empresario
:
no
se
EXISTENCIAL
I83
llompre, tampoco, "libre" en su tiempo libre; tampoco él E h¡rlla siempre a salvo de las tergiversaciones que el rétlmcn de trabajo imperante introduce en las relaciones Hturales entre el trabajo y el hombre. Todos conocemos blen cs. tipo de director fabril o de magnate financiero abFrbido por el afán de acumular dinero y rrrás dinero y a qulcn el lucro como medio de vida le lleva a perder de Vl¡t¡l la üda misma como un ñn en sí. Este tipo de hombrc por." mucho dinero, dinero que sabe cómo y en qué Ittvcrtir, pero su üda carece de sentido y finalidad. Le vida lutrrativa les va matando la vida verdadera; fuera del lucro no hay, para ellos, ninguna otra cosa en la vida, ni el arte, ñl niquiera el deporte, y si se entregan al juego es simplemente como entrenamiento, como tensión, o incluso por le rclación que esta actividad guarda también con el lucro, in los casinos, en los que la verdadera finalidad del juego ¡¡ cl dinero que se juega. Sc comprende meior la importancia existencial de la
profcsión cuando se pierde totalmente el trabajo profellonal, es decir, cuando se produce una situación de paro lirrzoso. Las observaciones psicológicas hechas en los pnrrrdos han conducido al concepto de la neurosis de la ilrsocupación. Es curioso que entre sus síntomas ocupe el ¡rlirner lugar no un estado depresivo, como podría penrnrsc, sino un estado de apatía. En el hombre parado va ¡urnentando progresivamente le falte de interés y decae Irr)co a poco la iniciativa. La apatía del desocupado no deja rle scr, ciertamente, peligrosa. Estos hombres van sintiénrklsc cada vez más incapaces de estrechar la mano, que se
brindándoles ayuda para salir delpozn rrr que están metidos. Recordamos el siguiente caso. Un Irombre fue recluido en una clínica de enfermedades nerulrrrga hacia ellos,
1S4
DEL PSICOANÁLISIS
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
viosas, después de un intento de suicidio. Se encon
con un médico que, años antes, había tenido ayudarle desde el punto de vista económico al en un consultorio para gentes que se encontraban
situación mental difícil. Cuando el doctor le p asombrado, por qué no había ido a verle de nuevo, pare le ayudara a salir del atolladero, el paciente contestó que do le daba ya lo mismo".
En el desocupado, las fallas de la época en que vive percuten como fallas interiores suyas, como fallas propia conciencia. Se siente inútil, al carecer de de ocupación. Por el hecho de no tener nada que considera que su üda carece de sentido. Sabido es que ten, en el campo biológico, las llamadas pe por vacancia. En el campo psicológico se dan también nómenos arrálogos. La desocupación se conyierte así terreno abonado para los procesos neuróticos. La del espíritu lleva al hombre a una especie de "neurosis minical" pertndnente. Ahora bien, la apatía como el síntoma más saliente la neurosis de la desocupación no expresa solamente frustración psíquica; es, además, como lo es, a juicio, todo síntoma neurótico, corolario o fenómeno comitante de un estado físico y, en este ceso concreto, rolario de un estado de subalimentación, que en la ría de los casos acompaña al paro forzoso. Es también, ciertos casos lo son, en general, los sí -como neuróticos-, un medio para un fin. Sobre todo, en las tes en quienes se daba ya un estado de neurosis, bada o reiterada por la que podemos llamar desocupaci recurrente, observamos que el hecho del paro se ra ¿ la neurosis como elemento material, por decirlo
ALANÁLISIS EXISTENCIAL
185
de la neurosis como contenido de ella' la desocu"elaborado neuróticamente". En estos casos' grato que medio cl«in constituye, para el neurótico, un fracasos sus todos disculparse ente sí mismode
ll a formar parte
pcrmite
la vida profesional, sino en la vida aI que se carg¿n propios errores los las culpas de una vida frustrada' Los de prcsentan como otras tanta§ consecue.ncias,fatales todo trabaio' "¡Ah, si no estuviese sin '[¡,l.rorrpr.ión. todo sería bueno y hermoso!"' haría modo, iro a. lirfn La tlto y to otrol así nos aseguran estos tipos neuróticos' como vida la a sus oios, el vivir tlel parado ln
vida (no ,ólo
"tt ). Es una especie de chivo expiatorio
iustiñca,
Vldn
prottisionada' exigirles puede ¡át i, ta existencia. Creen que nadie Entienden Ill.rr, po. su Parte, nada exigen de sí mjsmos' iuc el'destiná del parado les descarga de responsabilidad lo. demás y ante sí mismos, exime a su vida de toda
il¡o provisional,
les lleva e caer en una modalidad
Jo,.
campo de la exismrponsabilidad. Sus fracasos, en cualquier Parece lrri.'i, .n que se den, son atribuibles a este destino' creconsolara se l¡rtnlo si eliombre, en esas condiciones,
yentlo que elzapato sólo le aPrieta en un sifio' Explicánademás' en rl,,l., toáo con base en un solo punto y üendo' fafortuita' ,*,. pu.r,o una contingencia aparentemente de todo descargado lrrl, sc cree, lo cual e§ una gran ventaia, aguardar a que que cosa otra hacer necesitar sin drhcr, todos los males se lle¡¡ue el momento imaginario en que todos .',,i"n .l curarse este foco del que, aParentemente' ll't'¡rtlian.
['or lo tanto, la neurosis de la desocupación es' al igual
y
expresión r¡trc todo síntoma neurótico, consecuencia' una conqt':' esperar razones pues, hay, Para nrctlio; lo mismo lc¡rción úliimay decisiva, se nos revele también'
:t
186
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
que toda otra neurosis, como vn modus de la ex como una actitud espiritual, como una decisión cial. La neurosis de la desocupación no constituye, en to, aquel destino incondicional que el neurótico se e en hacer de ella. También en este respecto se revela, contrario, que el hombre "puede obrar de otro modo,,, tar por entregarse a las fuerzas del destino social o
contra ellas. Hay ejemplos sobrados en apoyo de la tesis de desocupación no forma y acuña fatal e i te el cerácter del hombre. El tipo neurótico que e mos de presentar no es, ni por mucho, el único ti parado que conocemos. Hay otro, que se recluta entre hombres obligados a vivir en las mismas condicio económicas desfavorables que quienes sufren la ne del paro forzoso y que, sin embargo, saben mantr libres de ella, sin caer en laapatíani en la depresión, conservando, incluso, hasta cierto punto, un sano mlsmo.
T87
de que disponen y dan, con ello, una plenitud de ido a su conciencia, a su tiempo y a su vida. l)avez en cuando, sienten que se rebela su estómago, mds ni menos que los representantes del otro tipo, del ico, pero no es obstáculo para que afirmen el sende su üda, sin dejarse llevar por un sentimiento de
ión. Saben dar a su vida un sentido v un conHan comprendido que el sentido de la vida del hre no se reduce, en modo alguno, al trabajo profeque puede quedarse sin trabajo sin que por eso se ohligado a reconocer que su existenci¿ carece de todo lÉñtltJo. No se confunde, para ellos, con el hecho de una ón profésional. l,o que, por tanto, hace apático al parado neurótico, lo tUe cn última instancia provoca y determina la neurosis dÉ lrt desocupación es la falsa concepción de que lo único
'
sentido a la vida es el trabajo profesional. La falsa §entificación de dos cosas en rigor distintas, a saber: la pfolcsión y la misión del hombre en la vida es lo que lleva f llerrc necesariamente que llevar al parado al doloroso tsltllmiento de que es un ser inútil y superfluo QUr drr
r
¿A qué puede deberse? Si nos fijamos un poco, en seguida que estas gentes saben encontrar otras ciones fuera del área puramente profesional. Tra por ejemplo, voluntaria y desinteresadamente en cuales organizaciones, desempeñan funciones pu te honorarias en institutos de educación popular, son laboradores sin sueldo de bibliotecas públicas para el ¡
blo; acuden a escuchar conferencias y conciertos, mucho y discuten con sus camaradas de lo que han si se trata de jóvenes, trabajan en organizaciones les, se dedican al deporte colectivo, hacen gimnasia, man parte en excursiones, juegan en unión de sus pañeros, etc. Saben emplear racionalmente el
EXISTENCIAL
¡tt.- cn el mundo. I
-ocio-
In joven parado contaba unavez cómo durante todo
él I lernpo de su desocupación, en que se sentía desespera-
do y cmpujado casi al suicidio, sólo experimentó una hrlru hcrmosa. Un día, al anochecer, estando sentado en Fl hirnt:o de un parque, vio en otro cercano a una muchaÉha lkrrando. Se acercó a ella y preguntóle por lo que motlvph¡r su desesperación. La muchacha le contó sus cuitas I h tliio que estaba firmemente resuelta a quitarse la vida. Hl ¡rrrnrdo tuvo que apelar a toda su fuerzi de persuasión pdm lrrrcer desistir a la muchacha de su propósito, logrando
I88
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
al fin convencerla. En aquel momento
-el
I)EL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS
r
Podemos, por lo tanto, afirmar que la neurosis de la
ocupación no es, de por sí, un efecto inmediato de desocupación misma. En ciertos c¿sos, comprobamos cluso lo contrario, a saber: que es más bierla desocu ción un efecto de la neurosis. No cabe duda de que estado neurótico repercute necesariamente sobre el tino social y la situación económica de quien lo pa< Ceteris paribus, puede afirmarse que el desocupato
189
mantenerse interiormente erguido tiene, en la lucha la concurrencia, mejores perspectivas que el parado lco y saldrá siempre triunfante sobre él en la pugna
único
que conocía desde mucho tiempo, el único punto so de su existencia en los últimos tiempos- tenía de la sensación de que su vida poseía un sentido, de que
cumpliendo una misión. Y esta sensación le arrancó, que por algún tiempo nada más, del estado de apatía se había hundido. Todo esto demuestra que la reacción psíquica hecho del paro forzoso no debe ser considárada, fatal, que también en este punto queda amplio parala libertad espiritual del hombre. En el ñori: ese análisis existencialista dela neurosis de la cron en que estamos empeñados se ve claramente misma situación desgraciada se afronta de un modo tinto por los diversos hombres; o, para decirlo más tamente, que mientras unos se dejan formar y psíquica y caracterológicamente por el destinó tipo no neurótico se esfuerza, por el contrario, en i mir al destino social la huella de su propio caráctei, decir, que cada individuo colocado en esta sifuación de o forzoso puede decidir de por sí, en cada caso, a qué tipo hombre parado quiere pertenecer, si al que se mantie interiormente erguido, a pesar de todo, o al que se deja var por la apatía.
EXISTENCIAL
un nuevo empleo. l,as repercusiones de la neurosis de la desocupación
¡olamente son económicas, sino también vtaTes. La que cobra la vida espiritual gracias a su carácter además en lo biológico. De otra parte, repercute mkión, ifu pérdida la estructura interior a que conduce la de ¡(rhita b de sentido y contenido de la üda, se de la falta ?lvcncia ttaduce, no pocas veces, en manifestaciones de decadencia Et¡¡ónica. La psiquiatría conoce, por ejemplo, el típico des&nso psicofísico bajo la forma de los signos de vejez que se rápidamente en las gentes jubiladas. Y hasta en-
Pftscnten
tft
los animales se dan casos análogos: los animales amaes-
circo a los que asignan determinadas tareas o rrnrlsiones" alcanzan, por término medio, una üda más larmisma especie recluidos en $e que otros ejemplares de la púrques zoológicos sin que se les asigne ninguna "tarea". tFHdos para el
lil hecho de que la neurosis de la desocupación no
se
hullr¡ fatalmente aparejaÁa a la desocupación misma lleva t,urrsigo la posibilidad de un tratamiento terapéutico. Tamhión cn estos casos, por analogía con aquella proñlaxis contm c[ suicidio de que hablamos m'ás arriba, cabe distinguir
¡rrsl¿ncialmente entre diversas maneras de abordar elttatanrlcnto: la somática, la psíquica, la social y la espiritual. La somática, por decirlo así, consistirá en alimentar al
¡rtrrrdo; Ia social, en procurarle un empleo, un trabaio. It'ro cuando, por causas o razones que escapan a la com¡rctcncia específica del psicoterapeuta, no sea posible para el individuo, y mucho menos para el médico, lograr por h vía somática o social la eliminación radical de la des-
190
DEL PSICOANALISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
ocupación y de sus fenómenos concomitantes, dicado, sin ningún género de duda, un tratamiento
terapeútico. Y quien opine desdeñosamente que e§ quimera querer abordar por esta vía el problema gico del paro forzoso, se convencerá de que está cado con sólo reflexionar un poco acerca de estas bras, que es tan frecuente escuchar en labios de parados juveniles: "Lo que nosotros queremos no es
ro, sino que nuestra vida tenga algo dentro". De donde se desprende, al mismo tiempo, que en casos sería tan ineficaz como ridículo pretender una psicoterapia en el sentido estricto de la palabra, ejemplo, lo que se llama "psicología profunda", y no verdadera logoterapia. Cuando lo que se yentila es, de parte, el hambre y, de otra, el sentido de nuestra exi llenazón o su yacío, resulta grotesco que alguien nos con sus novelas policiacas más o menos psicológicas busca de misteriosos complejos. Lo indicado, en tale§ sos, es, sencillamente, un análisis de la existencia que ñale al parado el camino hacia su libertad interior, do incluso contra su destino social, y le conduzca a conciencia de la responsabilidad con base en la cual infundir un contenido y un sentido a su üda, por que sean las condiciones en que se deserurrelva. Como hemos visto, tanto la desocupación como el bajo profesional pueden emplearse abusivamente medios para un fin neurótico. De este empleo neu como medio para un fin debe distinguirse, eviden te, aquella certera actitud consistente en velar porque trabajo sea lo que realmente debe ser, un medio enáe: zado al fin de una vida plena de sentido. La dignidad hombre veda, en efecto, el convertirle .r, un máio, el
DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS
EXISTENCIAL
191
§fndarlo para hacer de él un simple instrumento del proÉe¡o de trabafo, un simple medio de producción. La capacidad de trabajo no es todo, ni razón suficiente y iecesaria para infundir sentido a la vida del hombre. Puede El hombre tener capacidad de trabajo y, sin embargo, lleYsr una vida carente de sentido; del mismo modo que pucdc muy bien darse el caso contrario, el del hombre §ue sabe dar un sentido a su vida, aun hallándose incapa€ltudo para trabajar. Otro tanto es posible decir, en térmi§os generales, de la capacidad del hombre para el goce. Trrmbién se comprende, sin más, que el hombre busque el ffntido de su vida, predominantemente, en un determiirdo campo de acción, aun a trueque de restringirla en t¡ns medida mayor o menor; lo único que cabe Pregunt$rsc es si semejante limitación que el hombre se impone I ¡f mismo responde en cada circunstancia a una iustificeción objetiva o si, como ocurre en los casos de neurorh, no será realmente innecesaria. En t¿les casos se suele rcnunciar innecesariamente a la capacidad de goce en favrrr de la capacidad para trabajar, o a la inversa. A estas aque¡¡cntes neuróticas habría que ponerles ante los ojos llt frase que hemos leído en un¿ novela cuyas protagonistas son médicas: "El trabajo sin amor es solamente un ¡rrstitutivo; el amor sin trabajo, un opio". No debe confundirse la plenitud de trabajo profesionrrl con la plenitud de sentido de lavida creadora; algunas vt'ccs, el neurótico procura, incluso, huir de la vida pura y simple, de la vida grande y entera, refugiándose en el trrrlrafo profesional. EI verdadero vacío y la gran pobreza rlc sentido de su vida se revelan inmediatamente tan pronlo como su ajetreo profesional se paruliza por unos insl¡rntes: al llegar el domingo. Todos conocemos el desam-
192
I)EL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
paro inocultable que se pinta en la expresión del estos hombres cuando, el domingo, se ven obligados car en su diario trajín, sin saber qué hacer al decirlo así, en la estacada, cuando, por ejemplo, no efectuarse la cita concertada o no consiguen en el cine. Caen en el vacío más profundo, al faltarles el'i Fijémonos, por ejemplo, en la actitud deportiva de semana" con el que tratan de aturdir su vecío i Este aietreo es necesario para el hombre que no haco cosa que trabaiar, que es un hombre de trabajo, y nadr que eso. Al llegar el domingo y detenerse el ritmo de la semana, queda al desnudo la pobreza de sentido vida cotidiana en l¿s grandes ciudades. El afán del de la ciudad por üvir de prisa le recuerda a uno la i
clínica de la "manía improductiva": mucho trajín, ningún resultado. Tiene uno la impresión de que el sin saber dar a su vida una metd, corre se afana con cidad más y más acelerada, precisamente para no cder cuenta de que no marcha a ningún siflo. Como si i al mismo tiempo, huir de sí mismo; sin conseguirlo,
!
ralmente, pues al llegar el domingo, es decir, al por veinticuatro horas el curso ajetreado de su existe ve claramente ante sí toda l¿ vacuidad, la carencia de tido, de contenido y de meta de su vida. Para escapar a esta üvencia, el hombre recurre a los medios posibles. Huyendo de sí mismo, se mete en
salón de baile. El estrépito de la música le exime del de hablar, pues en los bailes de hoy ya no se escuchan siquiera las "conversaciones de baile" de otros tiempos. ve relevado, incluso, de la molestia de pensar; toda la ción se concentra en el baile mismo. Otro de los "as que van a refugiarse los que sufren de "neurosis
dc estos "asilos" de
'fin
EXISTENCIAL I91
de semana" es el deporte'
l.lo entre la muchedumbre,
Allí'
es posible entregarse a la
más de creer que no hay, en aquel momento' nada equipos dos los de cuál saber que ante en el mundo Veintidói futbolistas juegan' v miles de
vencedor. s
miran. En las peleas de boxeo intervienen sola-
tc dos
está que el combate, en el ring' es mu-
se
queune, en este caso, una dosis de sadismo' No
.rrro-, y , i, contemplación del espectador ,á, in-claro
hrctiuo
esto, despreciar en lo más mínimo 1"d: 1: bueno' Cabe únitue.t d.po.t", cuandt es sano, tiene de vista crítico' qué de un Punto iint.nr. pt.guntar, desde no es Larespuesta deporte' lU¡rrr intárior ocupa el valor actitud Ia en efemplo' por ,ilirp* la misma. ri¡émonos, presupone siemdip,,.riu, de un alpinista' El alpinismo sea contemPlaque lo todo un. participación activa;
trrur, .on
¡*
p.tiu" est; de más. Sus realizaciones son auténticas física.de rendiFsllz¿ciones: por lo que a la capacidad
üiOn
refráre, el alpinista se ve, en ciertas circunstana recurrir iiiu* (rqu.ttrt en que t. ¡u.g, lavida),obligado de vista punto el desde I ¡us últimas y supremas fuerzes "reaverdaderas también este eieicicio entraña lnírr",ico, 'tti,r.io.r.t'l de necesidad la en ve se y quien lo practica vértigo el miedo' el morales, ,.,'... ,u, fánrt y flaquezas cuente' pera comrle l¡r altura, etc. Debiendo tenerse en de señalar E' hubo ya nlcnclerlo, que el apinista -como
]nlcnto
se
ii,r,,ur.- .tt brrr." el peligro (por el peligro
mismo)'
conocer'* Por otra parte'
rlno que, simplemente, lo llega aI afán de los ü ,irriiara q* en los otros deportes conduce iii'..nrdr'l reiste en el alpinismo la forma superior de una i' lll texto alemán juega con suchen -buscar- y'oersuchen -irt' Irillxra
194
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
EXISTENCIAL
195
lucha "por algo", algo "intencional" y que, Por serlo, se blh lleno de sentido y da un sentido a la üda' No hay sensación comparable a Ia que para el hombre
"rivalidad consigo mismo". Otro de los aspectos de este ejercicio físico, un aspecto social, lo ofrece vencia de la camaradería de quienes penden de la
h
cuerda.
Frllcnto áe emociones rePresenta la muerte, tanto en el
Sin embargo, todavía en el afán de conquistar cords", por malsano que see, es posible destacar un
!§mpo del arte como en el de Ia vida real. El buen burgués necesita, para lsc lce el periódico a la hora de desa¡rnar
verdaderamente humano, por cuanto representa, en to modo, una forme o modalidad de la profunda cia a ser el único, arealizar algo que no admite Lo mismo diríamos, por lo demás, de otros psicológicos de masas, como la moda. El hombre, y todo la muier, buscan en ella ser originales a todo lo que ocurre es que la tendencia de la originalidad, manifiesta simplemente en lo externo, en el vestido. Pero no sólo del deporte puede abusarse te; también del arte. Mientras que el arte verdadero o vida de auténtico artista enriquece al hombre y le a sus más genuinas posibilidades, el"arte" del que se neuróticamente no hace m,ás que dewiar al hombre mismo. Es, simplemente, una posibilidad y una para embriagarse y aturdirse. Cuando el hombre
huir de sí mismo, de la yivencia de su vacío exi echa mano, por ejemplo, de una novela policiaca quc mantenga en tensión. Con la tensión busca, en de su relajación, aquel placer negativo de deshacerse de desagradable, que Schopenhauer considera, errd como el único placer posible. Ya hemos dicho más que el deseo, la tensión, la lucha no existen, pura y mente, para experimentar un placer negativo por el de desembarazarse de ellos; en realidad, no nos a la lucha por la vida con el fin de experimentar sensaciones; es, por el contrario, como su nombre
lñocionarse, un reportaie en que entren como ingresin emdlentes la muerte y la dewentura. No le bastan,
masas de brrgo, la desventura de las masas ni la muerte de
hsmb..tt la masa anónim¿ se le antoia demasiado abstructa. Nada tendría de particular que este mismo individuo sintiese, antes de que terminara el día, la necesidad o bande lr al cine para asistir a una película de gangsters de sensacioafán dldos, Le pasa lo que a todo ücioso: el
del cosquilleo nervioso y el cosquilleo nerde Vloso, a su vez, Provoca una nueva y creciente hambre le dosis' de lcnsaciones y trae consigo el aumento Pcro lo que en última instancia importa es el delicioso contraste basado en eI hecho de que, al parecer, sean rlcmpre los otros los que mueren. Es, por tanto, como §i Irtc tipo de gentes huyese de lo que más le emPavorece' que dc l¿r certeza de Ia propia muerte, es decir, de aquello de certez'a La lc hace tan insoportable su vacío existencial. mala una abriga lu muerte sólo produce esPanto a quien cr¡nciencia de su vida. La muerte como ñnal del tiempo r¡uc se vive sólo puede causar pavor a quien no sabe llenar cl t icmpo que le es dado vivir. Éste y sólo éste es el que no ¡ubc mirar a la muerte cata e caÍa. En vez de dedicarse a ne,
n...rit,
re¡¡lizar el tiempo limitado de su üda y de realizarse por llrnto, a sí mismo, se refugia en una especie de quimera de
lndulto, como el condenado a muerte, obsesionado en xus horas postreras
con la idea de que habrán de perdo-
196
DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL
narle la vida. El tipo de hombre a que nos refe refugia en la quimera de que a él no le sucederá que la muerte y las catástrofes son cosas hechas demás". La evasión neurótica al mundo de las novelas, al do de sus "héroes", con los que el neurótico se ide: de un modo o de otro, le facilita además otra posibi Mientras que el deportista de quien se apoderaia ob del "récord" gustaría poder dormi¡ cuando menos, sus propios laureles, estos lectores de noveles se
con que alguien, aunque no sean ellos y aunque sean ras puramente ficticias, cumplan con su deber y r grandes hazañas. Ahora bien, lo que importa en la no dormir sobre ninguna clase de laureles, no con lo ya alcanzado; la vida, con sus preguntas i no nos deja nunca en paz. Sólo aturdiéndonos podremos ndrnos insensibles a aquel eterno aguijón que se clatd, fiuestra conciencia cofl sus exigencias interminables, se detiene en el camino es sobrepasado por el que
detrás; quien se da por satisfecho consigo mismo, se de. En consecuencia, no debemos darnos por conten con lo ya alcanzado, ni en los valores de creación ni en de yivencia; cada día, cada hora, plantea la necesidad nuevos hechos y abre la posibilidad de nuevas vi
4) El sentido del arnor Ya hemos visto cómo el sentido de la existencia tiene su fundamento en el carácter único _peculiar_ la persona y en el hecho de que su vida se r.iva solame¡ une vez -singularidad-. Hemos visto, asimismo, los valores de creación se realizan baio la forma de a
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
I97
Hclones, que guardan siempre una relación más o menos flande con la comunidad. Y con ello, que la comunidad, tiende a la creación y la actividad humanas, es lo que QUe !€nficre un sentido existencial a la singularidad y peculiaddatl de su vida. La comunidad puede ser también la meta hrcla la que se encamina la existencia. Principalmente, la Éomunidad entre dos seres, la comunidad íntima de un fÉ con un tú. Si prescindimos del amor en un sentido más I mcnos figurado, para concebir el amor en el sentido de lo que es el eros,vemos que es el campo en el que los valoF¡ de vivencia se reelizan de un modo especial: el amor es, E*Actamente, la vivencia de otro ser humano, en todo lo quc su vida tiene de peculiar y singular. El carácter único de la propia persona y el carácter de lU vida como lo que sólo se vive unavez puede hacerse fBlcr por medio de la realización de valores creadores, es élecir, de un modo más o menos activo; pero hay, además,
Otro camino, en cierto modo pasivo, por el que todo tqucllo que el ser humano tiene que conquistar, en genergl, mediante sus actos, le cae por sí mismo en elre$azo, por decirlo así. Es el camino del amor o, mejor dicho, el t'AInino del ser amado. La persona consigue, de este modo, rln que se preocupe por hacer nada por su cuenta, sin "nrérito" alguno ésa es la palabra-, la -graciosamente, rr¡rlización de lo que va implícito en su persona y en su vlrla, por el carácter único de una y otra. En el amor, el ¡cr amado es concebido como un ser peculiar y singular et w ser-así-y-no-de-otro-modo; es concebido como un Iti y ácogido como tal por otro yo. Como figura humana, r¡ insustituible e irremplazable para quien le ama, sin que, por cllo, necesite hacer nada de su parte. El que es amado tto puede impedir que, al ser amado, realice 1o que su per-
198
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
sona tiene de peculiar y singula¡ es decir, el valor personalidad. El amor no es ningún "mérito", sino se llamente una "gracia".
No solamente gracia, sino también encanto. amante, el amor hechiza el mundo, lo transfigura, lo de un valor adicional. El amor aumenta y afina en ama la resonancia humana paralaplenitud de los Abre el espíritu al mundo en su plenitud de valor, "totalidad de los valores". De este modo, debido a su trega al tú, el yo, el amante, adquiere una riqueza in que trasciende del tú, del ser amado: el cosmos gana, para é1, en extensión y en profundidad de valor, plandece bajo la luz brillante de aquellos valores que el enamorado acierta a ver, pues el amor no hace el bre ciego, como a veces se piensa, sino que, por el rio, le abre los ojos y le aguza l¿ mirada para percibir valores.
Y como tercer factor, aparte de la gracia del ser do y del encanto del amor mismo, hay que destacar lo podemos llamar el portento del amor. En efecto, por dio de é1, se logra algo que es, en cierto modo, i ble: dar vida -a tr¿vés de lo biológico- a un nuevo el hijo, lleno a su vez del misterio del carácter peculiar singular de su existencia. Repetidas veces hemos hablado ya de la articulación y la estratificación del ser humano. Repetidas veces lamos que hay que concebir al hombre como una dad de cuerpo, alma y espíritu. Y, en lo que a la ps rapia se refiere, postulamos que esa totalidad se como tel, es decir, que al lado de lo físico se vea tambi en el hombre, y se tome punto de partida para el
DEL PSICOANALISIS AL ANALISIS
EXISTENCIAL
199
itlcnto terapéutico, no sólo 1o psíquico, sino además lo tlpiritual. §
Veamos ahora cómo el ser humano puede comportary se comporta de diversos modos frente a Ia estructura
e¡tratificada de la persona, en cuanto sujeto amoroso, en eunnto ser que üve el amor y que en el amor, al mismo tlempo, vive a otro ser. A las tres c¿p¿s de Ia persona humanE corresponden en efecto, tres posibles formas de situarse tltc ellas, tres posibles actitudes. La actitud más primitiva es la que se refiere ala capa €xterna: Ia actitud sexual. De la estampa física de una pertone eman¿ el encanto sexual que hace nacer el mismo lnrpulso en la otra persona sexualmente predispuesta, afectnndo por tento e esta persona en su corporalidad. La forma inmediatamente superior de posible actitud ¿nte Ia otra parte es la erótica, estableciendo, por razones hcurísticas, una contraposición entre lo eróticoy lo sexual. Hl hombre orientado eróticamente, en el sentido estricto dc la palabra, no es sólo un ser sexualmente afectado, sino ulgo más que una persona que siente excitado su apetito ¡rxual. Su actitud no la dicta, en rigor, el impulso sexual, nl cs provocada exclusivamente por otra parte, como pareja sexual suya. Si concebimos la corporalidad de la otra prrrte como su capa más externa, cabe decir que el otro ¡rrr orientado eróticamente hacia él penetra, por decirlo nsí, más profundamente que el que mantiene una actitud fncramente sexual, cala hasta la capa inmediete, hasta la textura anímica del otro ser. Esta forma de actitud ante lrr otra parte, consider¿da como fase de Ia relación con é1, rs la que solemos llamar "enamoramiento". Las cualidades l'ísicas de la otra parte nos producen una excitación sexual; de sus cualidades anímicas, en cambio, nos "enamo-
2OO
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
ramos". Por tanto, el enamorado no se siente ya exc en su propia corporalidad, sino conmovido en su e vidad psíquica; conmovido, por la psique original ( no por su peculiaridad única) de Ia otra parte, por minados rasgos de carácter que se manifiestan en ella. Por tanto, la actitud puramente sexual tiene como la corporalidad de la otra parte y su intentio no t por decirlo así, de esta capa. Por el contrario, la erótica,la actitud del enamoramiento, se orienta psíquico; pero tampoco ella penetra hasta el ve meollo de la otra person¿. Esto 1o hace solamente la cera forma, la tercera posible actitud: la del ve
atténtico amor. El amor (en el exacto sentido de la palabra) es la alta forma posible de lo erótico (en el sentido más del término), como la más profunda penetración en la textura personal de la otr¿ parte,la vinculación algo espiritual. La relación directa con lo espiritual otra parte constituye, por tanto, la más alta forma de empareiamiento. Quien ame en este sentido no tampoco excitado en su propia corporalidad, ni vido en su propia emotividad, sino afectado en lo hondo de su espíritu por el portador espiritual de
1o q
el ser amado hay de corpóreo y de emocional, por meollo personal. El amor es, por tanto, la orientación directa persona espiritual del ser amado, en cuanto algo irrepetible (rasgos que hacen de ella une persona tual). Como persona espiritual, es el centro espiri las otras dos capas, la portadora de aquellas anímicas y físicas haci¿ las que se orienta
-ll,
que sólo busca 1o erótico (en sentido estricto) o lo
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
2OI
como persona espiritual, lo que se halla detrás de aquellas apariciones sexuales, e incluso puramente psíquicas, hasta las que penetran respectivamente, Ia actitud sexual cs,
y la actitud de lo que se llama "enamoramiento"; como pcrson¿ espiritual, es lo que se manifiesta en los fenómenos corporales o anímicos, que son, por así decirlo, el "ropaje" exterior o interior que la persona espiritual "vistc'l Mientras que a la persona orientada sexualmente o a lu persona enamorada Ie llama la atención, en el ser amado, un rasgo corporal o una cualidad anímica, es decir, §lgo que el ser amado "tiene", el que verdaderamente ama flo ama, precisamente, algo "en'el ser amado, sino que 1o cma a él mismo; no ama, por tanto, algo que el ser amado "ticne", sino 1o que él "es". Quien verdaderamente ama ve, por decirlo así, a través del "ropaje" físico y psíquico de Ia pcrsona espiritual, para poner los ojos en esta persona misma. No ve, por tanto, un "tipo" de cuerpo capaz de §xcitarle, ni tampoco un tipo de alma capaz de conmoverlc, sino que ve al mismo ser humano, a la persona misma a quicn ama como un ser incomparable e insustituible. El psicoanálisis, como es sabido, presente como tenrlcncias "entorpecidas en su fin" las que nos salen al paso rrr cl estado de lo que llamamos enamoramiento y que no ¡r¡n, de por sí, de carácter sexual. El psicoanálisis, al cont'cbirlas de esa manera, tiene razón, indudablemente, aunrlrrc en sentido cabalmente contrario. En efecto, considera nr¡ucllas tendencias como "entorpecidas en su ñn" por reI'e
rcncia al supuesto fin instintivo sexual-genital. A nues-
lrrr ,iuicio, las tendencias a que nos referimos aparecen "enIorpecidas en su fin" en un sentido inverso, o sea en su nricntación hacia la forma inmediatamente superior (con tt'sl)ccto al enamoramiento) de actitud, en su orientación
202
DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
hacia el verdadero y auténtico amo¡ es decir, hacia la inmediatamente más profunda de la persona de la otra te, hacia su meollo espiritual. Hasta la persona más sencilla se da cuenta, por su pia experiencia, por sus üvencias, de que el hombre,
do verdaderamente ama, busca siempre en el amor lo en la persona espiritual de la otra parte hay de único e partible. Imaginemos que la persona de que se trata un determinado ser y que 1o pierde, porque muera o, cillamente, porque se aleje del sitio en que vive o se de ella para siempre o por mucho tiempo; imag esto y que se le ofrece, por así decirlo, un "doble" del amado, es decir, otra persona quie se perezca, mente, hasta el punto de confundirse con ella. P mosle si podría trasladar su amor a este otro ser, y contestará, podemos estar seguros, que jamás sería de hacerlo. Es que semejante "transferencia" de un au tico amor es sencillamente inconcebible. En su amor, verdaderaruente lo siente, no "tiene en mientes" intendere- jamás esas o las otras cualidades psíquicw físicas que puedan darse "en" la persona dmddd, este o modo de ser que la persona "tenga", sino lo que el ser es" como algo único en el mundo. Por serlo, precisame no es nunca ni en modo alguno sustituible por ni especie de "doble". Esta combinación, en c¿mbio, se
perfectamente para el simple "enamorado", ya que su tado de enamoramiento se orienta simplemente hacia carácfer anímico que la otra parte "tiene", pero no la persona espiritual que "es". La persona espiritual, como objeto del verdadero auténtico amor, es, por tanto, insustituible e irremp ble para el ser que verdaderamente ama, por ser un
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
201
único y que se da solamente unavez- De donde se desprcnde, al mismo tiempo, que el auténtico amor garantlza ya por sí mismo su duración en el tiempo, su perpetuided. En efecto, los estados corpóreos desaparecen y támpoco los estados de ánimo tienden a sostenerse; Ios 0orpóreos, creados por la excitación sexual, son siempre trnnsitorios: el impulso sexual propende, incluso, a desBp0recer una vez satisfecho; ni suelen ser duraderos aquellos estados de ánimo a que damos el nombre de enamoramiento. En cambio, el acto espiritual en que captamos a :una persona espiritual, "l ntencionalm ente" -intentio ts sobrevive en cierto modo a sí mismo: cuando su con-
tenido tiene verdadera validez, la conserva de una vez pura siempre.
Por donde el auténtico dmor se mdntiene como und relación espiritual con lo que hay de espiritual en el ser dmd.do, como el hecho de percdtdrse de la existencia de un tú en ilt ser-así-y-no-de-otro-modo, a salvo de aquella tempordllrlad, que pesa sobre los simples estados de sexualidad cor' poral o de erotismo anímico. El amor es algo más que un estado emotivo: un ¿cto el ser-así "lrrtcncional". Tiene en mientes -intendereesencia de esta otra pertle otra persona. Este ser-así -la rona- es (como todo ser-así), en última instancia, inrlcpcndiente de la existencia; en efecto, la "esencia" no de"existencia" y se halla, consiguientemente, ¡rrnde de la encima. Así y solamente así puede comprenderse que ¡ror ¡'f irmor see captz de sobreponerse a Ia muerte del ser snrildo, de sobrevivir; solamente así se comprende que el rtnrur pueda ser "más fuerte" que la muerte, es decir, que ls dcstrucción de la existencia del ser amado. La muerte ¡rrrcde, en efecto, anular la existencia del ser amado, pero
ZO4
DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL
no borra del mundo su ser-así. Su esencia única es, todas las esencias genuinas, algo sustraído al en este sentido, imperecedero.La"idea" de una pe es precisamente lo que ve de ella quien la a -que forma parte de un mundo sustraído a la acción del po. No se crea que estas reflexiones, obligadas a tarse a pensamientos escolásticos o platónicos, se demasiado de la manera lisa y llana de ver las cosas realidad vivida, cuya dignidad cognoscitiva no pode nosotros desconocer. Para comprobarlo, basta con posemos la vlsta en el siguiente relato de una que estuvo recluida en un campo de concentración. "Cuantos estábamos en el campo, tanto mis c¿ das como yo nos dábamos clara cuenta de que ni felicidad sobre la tierra podría compensar en el fu todo lo sufrido por nosotros durante nuestra reclus hubiésemos levantado un balance de la dicha, sólo arrojado este saldo favorable: estrellarnos 'contra alambradas', es decir, quitarnos la vida. Los que no lo cíamos, nos abstení¿mos de hacerlo llevados del p do sentimiento de cualquier obligación. En cuanto a sentíame obligado hacia mi madre a no arrebatarme r¡ida. Nos queríamos el uno al otro más que a nada en mundo. Esto hacía que mi vida alcanzara -a pesar todo- un sentido. Tenía, sin embargo, que cont¿r mente y a todas horas con mi muerte, con la posibil de morir. También mi muerte debía adquirir, como un sentido, Io mismo que todos los sufrimientos que esperaban antes de llegar a ella. Llevado de estas
nes, sellé un pacto con el cielo: si tenía que mori¡ muerte alargaria la vida de mi madre, y lo que yo que sufrir hasta llegar la hora también daría a mi
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
205
una muerte dulce. Sólo así, concebida como un ¡gcrificio, me parecía soportable toda mi existencia atormcntadore. Sólo me sentía capaz de üvir mi vida a condiÉn la suya,
glón de que ésta tuviese algún sentido; pero tampoco querfu padecer mis torfuras y morir mi muerte más que si mi
lluerte y mis sufrimientos tenían algún sentido." En su narración autobiográfica, la persona de que se trata sigue informando y nos dice cómo, siempre que se lo Consentían el tiempo y su situación en el campo, se entre§oba interiormente a Ia figura espiritu¿l del ser a quien tgnto amaba. Podemos, pues, decir que este hombre, allí donde su ¡ltuación de vida concreta no le permitía pensar en la rea-
hznción de valores de creación, sentía enriquecerse y Itnlizarse interiormente su existencia por la entrega del lmor, por la contemplación amorosa, por la vivencia del amor, fuente de realizaciín de valores vivenciales. Uonsideramos muy interesente y digna de ser transcrite lu continuación del relato: "No sabía, sin embargo, si mi madre vivía aún o ya hrhía muerto. Todo el tiempo estuvimos sin noticias el uno del otro. Me di cuenta de que el hecho de ignorar yo rl rni madre vivía o no, no estorbaba en lo más mínimo lqucllas frecuentes pláticas que mantenía en espíritu con ellrr." Es decir, que esta persona no sabía en absoluto si el trr ¿rmado por é1 existía aún físicamente o no, y, sin emhtr¡qo, no le estorbaba para nada; ten poco le estorbaba, quc sólo aposterioriy de pasada tropezaba con el problentn cle la "existencia", pero sin estrellarse contra é1, ni dlllc gran importancia. Y es que el amor entrdñd esencialmente el ser-así de liltd persofid, hasta el punto de que su existencia d.pends si
206
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
tiene intportanci¿. Dicho en otros términos: el ser que te verdadero amor se halla tan poseído por la esencia ser amado, que su realidad pasa, en cierto modo, a plano. Por tanto, el amor no tiene nada que ver conla poralidad del ser arnado, hasta el punto de que puede
vivir
a su muerte y ffiantelterse yi¡to hasta la muerte del que amd. Por lo demás, para quien verdaderamente ame es nunca realmente concebible la muerte del ser No puede llegar a "concebirla", como no puede llegar a "
cebir" nunca su propia muerte. Sabido es, en efecto, hecho de la propia muerte no puede llegar a experi tarse nunca como vivencia y es, en últime instancia, tan impensable como el no-haber-sido-todavía propio nacimiento. Quien cree realmente o trata de nos creer que puede concebir la muerte de un hombre, engaña en cierto modo a sí mismo: tan inconcebible es, última instancia,lo que él creey ffatade hacer creer a a saber: que un ser personal, por el hecho de que el orsa en que encarnaba se conyierta en un cadd¡¡ef desaparezcd un modo absoluto del mundo, es decir, que ya no le de ningunaforlnd. de ser
En un estudio póstumo sobre este problema de "pervivencia" de la persona después de la muerte cue¡po), señala Scheler que, durante su vida, de la na se "nos da" siempre que "mentemos" -siempre mente la persona- bastente más que unos cuantos gos sensibles referentes a su cue{po, que es lo único en realidad, echamos de menos después de su muerte. cual no significa que la persona misma no exista ya; dríamos afirmar, a lo sumo, que no puede ya mani se, pues requiere ciertos procesos físicos o fis de expresión, tales como el lenguaje, etcétera. Alaluz
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS
EXISTENCIAL
207
É¡to, podemos comprender más claramente
por qué raauténtica intentio amorosa, es decir, la intentio que apunta a otra persona en cuanto tal, lndcpendiente de su persona corporal, más aún, de toda lón y en qué sentido
es la
eorporalidad.
No significa, en modo alguno, que el amor no quiere Éncarnar. Quiere afrrmarse, únicamente, que es indepen-
dlente de toda corporalidad, por cuanto no se halla sujeto ¡ ella. Hasta en el amor entre los sexos no es lo corporal, lo sexual, un'factor primario, un fin en sí, sino simpleme nte un medio de expresión. El amor puede existir, sustsncialmente, aun sin necesidad de eso. Donde sea posiblc, lo querrá y lo buscará; pero, cuando se imponga la le nuncie, el amor no se enfriará ni se extinguirá. La persona espiritual cobra forma allí donde conforma tus modos de manifestación psíquica y corporal. En la tot¡¡lidad centrada en torno a un núcleo personal, las capas extcriores cobran, así, un valor de expresión en cuanto a lm interiores. De un modo o de otro, no cebe duda de que Ios rasgos corporales de una persona pueden expreser su
lrtrácter (como algo anímico),y que el carácte¡ e su vez, pucde servir de medio de expresión de la persona (como rtl¡4o espiritual). Lo espiritual se expresa reclama ex-y este prcsión- en lo corporal y en lo anímico. De modo, la prcsencia corporal del ser amado se conyierte para el Anrirnte en un símbolo, en el signo de algo que hay detrás
y
r¡ttc se manifieste en Io externo, pero no se egote en ello. El amor dutét tico no necesita, en sí, de lo corporal ni l\trd despertdr ni para redlizdrse, pero se sirye de ello para
únúas cosds. Se sirve para nacer, en el sentido de que el Itombre de instinto seguro se deja influir por la figura r'orporal del ser amado, pero sin que esto quiera decir que
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
es
lo corpor¿l
a
lo que
se enderezai Io que ocurre es
lo corporal de la otra parte, como expresión que es espiritualidad de una persona, hace que, por las ci esa persona entre en la elección estrecha del te, que la prefiere entre todas por indicación de su instinto. Son ciertas propiedades corporales o ciertos gos psíquicos del carácter los que conducen al amante
tancias,
el camino que Ie lleva haci¿ una determinada nadaparaé1"- persona. Así, pues, mientras que las "superficiales" se detienen en la "superficie" de la amada, sin preocuparse de penetrar en su fondo, para
-"
gentes "profundas" la superficie no es más que la expresión del'Tondo" y, en cuanto tal expresión, nada cial ni decisivo, aunque siempre importante. En este tido se vale el amor de lo corporal, para nacer. Pero dicho que también se sirve de ello para realizarse. No duda de que todo ser físicamente maduro que ame a se sentirá acuciado, en general, por la necesidad de u: físicamente con é1. Sin embargo, para quien de veras la relación física, sexual, no es sino un medio de ex de lo que constituye el verdadero amor, es decir, de relación espiritual, y, como medio de expresión, recibe consagración humana, precisamente, del amor, del espiritual a que sirve de exponente. Podemos, por afirmar lo siguiente: así como para quien w ama el cuerpo del ser drnddo es, simplemente,la de su persona espiritual, así también el acto sexual es, el auténtico amor, la sirnple expresión de una intentio
piritual. La impresión externa de la apariencia físic¿ de persona es, por tanto, relativamente indiferente en to
a la
posibilidad de que
se la ¿me. Es el
amor y sola
DEL PSICOANÁUSIS ET ENÁIISIS EXISTENCIAT
te él lo que infunde dignidad erótica a los rasgos indivi duales psicosomáticos, lo que los convierte en cualidades
"dignas de ser amadas" (en portadores de una psicofisis eoncreta). Esto debe llevarnos a una actitud de retraimicnto en lo que respecta a afeites y cosméticos. En efecto, hasta los lunares y los defectos de la belleza forman pÉrte integrante e inseparable de la persona a quien se Bma. Cuando algo externo produce un efecto, no lo produce de por sí, sino precisamente en el ser amado. Sabemos, por ejemplo, de una paciente que abrigaba la inten-
elón de embellecer su busto mediante una operación pLfstica de reducción del pecho, creyendo que con ello se rutcguraría mejor el amor de su esposo. El médico a quien pldió consejo la disuadió de hacerlo, entendió que si su ffi¡rrido la quería de verdad, como al parecer era el caso, la
qucría, indudablemente, tal y como era, y no de otro tnodo. Tampoco los vestidos de noche impresionan al hombre "de por sí", sino solamente puestos "en" la mujer tmada que los viste. Por último, la mujer de nuestro caso, lnquieta, pidió su parecer al propio marido. Y éste le dio A cntender, en efecto, con toda claridad, que el resultado rle rrquella operación sólo traería consecuencias perturbarlrrras, pues le llevaría, talvez, a pensar: "Ésta no es ya mi rttujcr; me la han cambiado". Psicológicamente, es comprensible que las personas por:o atractivas por su exterior se esfuercen en conseguir ¡ror todos los medios, artifrcialmente, lo que a las persolrts exteriormente agradables les ha dado espontáneanrcnte la naturaleza. Las personas feas tienden a exagerar h importancia de la vida emorose, con tanta mayor fuerril cuanto más negativas sean sus experiencias en matet'l¡r de amor, Lo cierto es que el emor no es sino una de
2'IO
DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL
tantas posibilidades como al hombre se le ofrecen dar un sentido a la vida, y no la más importante de Bien triste sería para nuestra existencia y bien pobre' bría que considerar la vida humana si todo su dependiera de que llegáramos o no a ser afortut el ¿mor.
No, la vida es muy rica en oportunidades Basta pensar en la
de
primacía delatealización de valo
creación. Por tanto, también quien no sea amado sienta capaz de amar podrá dar a su vida un sentido traordinariamente grande. Cabrá preguntarse úni te si aquella incapacidad significa realmente un dest deberáconsiderarse más bien como una incapacidad rótica, es decir, si el hecho de que una persona no cuentra acceso a la dicha del amor no será i una culpa. En lo que se refiere a los valores vivenciale§ analogía con la renuncia a la amor vale -por paraabtazar los valores de acti creadores valores de no debe ser innecesaria ni renuncia que la de aquello metura. En este terreno, fácilmente se cae en una
nación antes de tiempo. En efecto, los hombres tie generalmente a olvidar cuán relativamente pequeña importancia de los atractivos externos y cómo lo que porta, en la vida amorosa, es, fundamentalmente, la sonalidad. Todos conocemos claros -y conso poco at exteriormente personas de cómo ejemplos amorosa la vida en triunfan insignificantes incluso e cias a la fuerza de su personalidad y a su encanto. rccordar el caso aquel del tullido que, en las más des rrrbles condiciones de üda que quepa imaginarse, nfrrrr,¡r su personalidad, no sólo en el terreno espi ¡lno tnmbién en el terreno erótico.
DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS
EXISTENCIAL
zLL
Por Io tanto, la resignación de la persona poco atractlvo exteriormente no tiene, en realidad, ninguna razón dc ser. Se traduce, en cambio, en un resultado incurable: Él resentimiento. El hombre neurótico que no acierta a Fslizarse en una determinada especie de valores sigue Uho de dos caminos: o va a refugiarse a la sobreestimaglón de sí mismo, o se consuela pensando que el campo de vida en que ha fracasado no tiene ningún valor. Por EUulquiera de estos caminos va mal, obra injustamente y ru precipita al infortunio. La tendencia neuróticamente éonvulsiva ala"dicht" en el amor conduce ya de suyo a la l'desgracia", aunque sólo sea por su neurótico coruulsioilrmo. Quien se halla fijado a la erótica, exagerando su Vslor, suele empujar aquella "puerta hacia la dicha" de la quc ya sabemos por Kierkegaard que "se abre hacia afueH'l y por lo mismo, queda cerradapara el hombre ansio!tt, Quien se halle, por otra parte, fijado a la vida amorosa cn un sentido negativo, restándole toda importancia y procurando, así, encajar la pérdida de lo que no alcanzó y llegó a considerar, equivocadamente, como inasequible, t¡nrbién se cerrará por sí mismo el camino hacia la dicha Étt cl amor. Por donde el amargor por la necesidad real o ilfr¡lrcnte de renunciar conduce a idéntico resultado que ln rcbeldía y la protesta contra el destino: ambos tipos de hrutrbre desaprovechan las oportunidades que l¿ vida les llrlnda. En cambio, la actitud suelta, libre de resentimiento, I'rlttlrínica" de quien renuncia honradamente, pero no de tllt rnodo irrevocable, hace que brille más claro el valor tlr nu personalidad y le brinda aquella últime oportunidad dtrl¡r ¿ la persona que sabe atenerse a la vieja máxima de dlut i ncndo obtinere, obtener absteniéndose. l.¿ acentuación de la apariencia externa lleva a exage-
2I2
DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS
rar, en generel, la importancia de la "belleza" física campo de la erótica. A Ia par con ello, se rebaja en medida el valor de lo humano. Cuando decimos, ejemplo, que una mujer es "bonita" este juicio e en rigor, una humillación para la persona de que se ¿Qué quiere decir, en última instancia, sino que emite prefiere, por caridad, no hablar, con respecto persona en cuestión, de otros valores, de los valores ritueles, supongamos? El hecho de que el juicio haga capié positivamente en este campo de velores rela mente bajos despierta necesariamente la sospecha de se
trata de silenciar un juicio negativo referente
a
campo superior de valores. Pero la acentuación de los cios valorativos erótico-estéticos no entraña so dewalorización de la persona así enjuiciada, sino la de la persona que emite esta clase de juicios. En e
cuando hablamos exclusivamente de labelleza de persona, no sólo damos a entender que no queremos ferirnos a su espiritualidad, sino, además, que no nos teresamos por ella, sencillamente porque no le co mos el menor valor. Lo que se llama el'flirteo" y, en general, las relaci eróticas superfrciales tan corrientes en las grandes des, pasan también de largo, inconscientemente, por lante de la personalidad espiritual de la persona de que trata. No ven o no se fijan para nada en lo que la nalidad del otro tiene de único, de algo que sólo se da vez, sencillamente porque no tienen el menor interés
percibirlo y apreciarlo.
Esas relaciones
eróticas huyen
todo lo que tiene de vínculo absorbente el auté amor, del sentimiento de verdadera compenetración la otra pafte y de la responsabilidad que los lazos im
EXISTENCIAL 2I'
ncn siempre a quien los contrae. Se evaden h¿cia lo colectivo: hacia el "tipo" que en cada caso se prefiere y cuya rcpresentación más o menos fortuita tiene su exponente. No es una persona determinada y concreta la que se elige, ¡lno un determinado "tipo". La intentio amorosa se adhlere a una manifestación externa, indudablemente típi€É, pero impersonal. El tipo femenino así preferido es el llamado por los
norteamericanos giñ. Se comprende esto teniendo en impersonal. La giil es una especie cle mujer "en gran tiada",lapieza o el tornillo de una ,nüquinaria de baile de la más grande precisión, una de tBntas figuras de una troupe de danzaúnas, es decir, parte de un organismo colectivo. Le está vedado, por 1o tanto, ¡nlirse del marco del conjunto que le señala sus pasos en h cscena al mismo ritmo que las demás. Y lo mismo en la érr:cna de la vida. El hombre "normal" de nuestros días .*normal, por supuesto, en el sentido de Io corriente, no de norma- busca este tipo de muier como su ideal erótlt'o a fuerza de ser impersonal, no le impone ningune clnsc de responsabilidad, pues se trata de un tipo ubicuo, prrr decirlo así. Las giús son, dentro del cuadro de una fevista, sustituibles las unas por las otras, como seres fun¡{lbles, y 1o mismo en la üda, en cu¿nto tipo de mujer. La girl cs Ia mujer impersonal, la mujer reducida al mínimo ¡rosible de personalidad, con la que no es posible mantencr una relación particular e íntima, con la que es posihlc mantener una relación que a nada obliga; es, para declrlo en otros términos, la mujer que se puede "tener" rln necesidad de "amarla", una especie de propiedad sin liurnomía propia, sin velor propio. Sólo puede sentirse dnlor por una person¿, en cuanto tal; hacia lo que es Ia Cuenta que es bastante
2I4
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
negación de la persona, como ocurre con el tipo de no cabe sentir amor. Ni tampoco fidelidad, pues a lo es la negación de la persona corresponde la negac la fidelidad. En esta clase de relaciones eróticas, la lidad, más que posible, es, podríamos decir, necesarie. donde falta la calidad de la dicha dmorosa tiene que pensctrse necesdriamente con la cantidad de los sexudles; cudnto rnenos "feliz" se siente und persond, necesita su impulso el ser "satisfecho". El flirteo üene a ser como una variante mezquina amor. La existencia, en el lenguaje corriente, de nes como las de "esa mujer ha sido mía" descubren el fondo esta forma erótica inferior. Lo que es de que se posee, puede cambiarse, canjearse; el hombre de c¿mbiar, como otro objeto cualquiera, la mujer seída" por él; puede, incluso, si lo quiere, "comprar" Pero no se cree que esta categoría "posesiva" de lo e co no se da también por perte de la mujer. Esta erótica "superficial", en el más pleno sentido de la bra que no pasa de la "superficie" de la -puesto parte, de su manifestación puramente externa, co ral-, se halla también por parte de la mujer bajo el zonte de la "posesión". Considerada la cosa desde punto de vista, no importa lo que la persona "es", sino lamente el que (como posible pareja del acto sexual) ga o no sex appeal. Lo que uno posee puede cambiarse, terarse, y el aspecto externo de una mujer, lo que la "tiene" en su figura o en su apariencia, es posible biarlo a fuerza de maquillaje. A la actitud del hombre acabamos de caracterizar corresponde, pues, otra por perte de la mujer. Ésta tiende, generalmente, a con todo cuidado cuanto haya en ella de personal,pera
EXISTENCIAL 2I5
B¡lobiar con ello al hombre, para no ser para el hombre nrts que lo que éste busca en ella: el tipo por él preferido.
dicho, la giil de les grandes Lr mujer corriente -mejor eludades de nuestros días- vive entregada a los cuidados €n torno a su figura, a su apariencia; se preocupa únicamcnte de "encontr¿r" a alguien que se ñje en ella, aunque ño [a tome en serio, aunque no la quiera realmente tal y como es, como un ser único e insustituible, pues esto no le preocupa. Ese tipo de mujer quiere que los hombres se fijen en ella llmplemente como un ser genérico; de aquí que se preoeupc siempre de destacar en primer plano su corporalidad, Iu que tiene de no específico; de ser impersonal y de pre-
Senter un
tipo cualquiera, el que está de moda, el que más
cotiza en la feria de las vanidades eróticas. Trata dc imitado con la mayor fidelidad posible aun a trueque de ter, con ello, infiel a sí misma, a su propio yo. Lo toma, por ejemplo, del mundo del cine. Se compareprer[ constantemente con este tipo de mujer -que rcnta el ideal femenino de ella misma o de su novio-, Iltsta que acaba acoplándose a él lo más posible. Hace ya lnucho tiempo que no siente ninguna ambición de ser lrn ser incomparable y único, cualidad inseparable de todo auténtico ser humano. No experimenta siquiera la Ir»bición de crear por sí misma un nuevo tipo de mujer,
tlto
se
tlc "marcar" la moda. Se contenta con representarlo. Gusta rle presentar al hombre, espontáneamente, el
"tipo" que él
¡rrcfiere. |amás se da a sí misma, jamás entrega amot'os¿mente su propio yo. Por ese camino falso, la mujer va desviándose cadavez Irr¡Ís de la euténtica vivencia ¿morosa, de la realización rlcl verdadero amor. Cuando el hombre la busca aparente-
216
DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL
mente a ella, buscando en realided el "tipo" que no se dirige a ella misma. Sumisa a los deseos del le da lo que él necesita de ella, lo que quiere "poseer". bos salen chasqueados, y no puede ser de otro modo. vez de buscarse el uno al otro, se repelen en realidad, para poder encontrarse es necesario que cada cual en el otro lo que tiene de único,lo que sólo se da und la úda, es decir, lo que wrdader&mente puede hacer un ser digno de ser amado, lo que hace digna de ser la tida propia. En su obra de creación, el ser humano se esfuerza pre por destacar lo que hay en él de único e insustitu en el amor, en cambio, busca y absorbe dentro de sl que hay de único e insustituible en el ser ¿m¿do. entrega recíproca del amor, en este mutuo dar y se impone simultáneamente la personalidad propia de uno de los dos amantes. La auténtica intentio penetrcthasta aquella zona profunda del ser eula que el humano no representd ya un "tipo", sino ufi indi¡tiduo co, el único eiemplar incomparable e insustituible, con todd la dignidad de lo que es único en el mundo. dignidad de aquellos ángeles de quienes algunos ticos dicen que no se hallan sujetos alprincipium duationis, que no ejemplifrcan una clase o una ce sino que, lejos de ello, es como si cada clase o categoría fuüese representada por un solo ejemplar. Cuando la auténtica actitud emorosa representa la ori tación de una personalidad espiritual hacia otra, ese titud es la única garantía de la fidelidad en el amor. ¿mor en cuanto tal, garantiza entonces, a la vez, su ción en el tiempo empírico. Traducido al tiempo de vi cia, arroja un resultado todavía más alto, mucho más
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS
EXISTENCIAL
217
el de la vivencia de la "eternidad" de un amor. El amor tólo puede vivirse sub specie aeternitatis. El verdadero §mante, en el momento de su amor, en la entrega a este lnomento y al objeto de su amor, no puede imaginarse éh modo alguno que su sentimiento llegue a c¿mbiar al§ún día. Se comprende con sólo tener en cuenta que sus ¡entimientos no son "de estado", sino "intencionales". Su
l¡tentio va dirigida a la esencia del ser amado y su valor, Itl mismo que ocurre en cualquier otro acto espiritual, lo tülsmo que en el conocimiento o reconocimiento de un vglor, es captado el valor o la esencia. Cuando comprendcmos que 2 x z = 4, lo hemos comprendido de unavez por todas, y "ya no hay quien 1o mueva". Cuando en verdncl hemos llegado a captar la esencia de otro ser, confenrplándolo en el amor, tampoco hay quien mueva esta Verdad y nada podrá apartarnos ya de este amo¡ ni apartsr ¿¡ este amor de nosotros. Cuando vivimos un auténtigo irmor, lo vivimos como para siempre, del mismo Ittodo que reconocemos como "verdades eternas" aquellus verdades a las que concedemos el valor de tales. He tqtrí por qué el amor, mientras dura en el plano del tiempo crnpírico, es vivido necesariamente como si fuese un "[nror eterno". Sin embargo, en su búsqueda de la verdad el hornbre puede equivocarse. También en el amor puede
confundir un simple enamoralnirnto con el verdadero amor. Claro está que, de ante-
énl{nñarse el individuo,
lil¡lrlo, nunce consideramos una verdad subjetiva como "¡rrlrrmente subjetiva", como un posible error; sólo a posleriori es posible descubrir que es un error lo que creíanlos una verdad. Pues bien, 1o mismo ocurre con el amor: el lrombre no puede amar "temporalmente", es decir, de Irnrr rnanera provisional, ni proponerse lo proüsional como
218
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
tal, ni "proponerse" la finitud temporal del amor; a lo sumo, enamorarse "corriendo el riesgo" de que el jeto de su amor se revele más tarde como indigno de de que, por tanto, el amor "se extinga" tan pronto el valor de la persona amada desaparezca a los ojos quien ama. Todo lo que es mera posesión se halla suieto a bio. Pero, desde el momento en que la auténtica i amorosa no se refiere a lo que puede "poseerse" del a lo que el otro "tiene", sino siempre, exclusivamente, que el otro "es", vemos que el auténtico amor, y conduce a la unión monogámica. La actitud presupone, en efecto, el que el otro cónyuge sea
bido como un ser único, insustituible e irrempl decir, en su valor genuinamente espiritual y, por más allá de todas sus cualidades corporales o a pues desde el punto de üsta de éstas toda persona ser representada y sustituida por otra adornada de dades parejas.
Basta con lo dicho para llegar a le conclusión de eI simple enamoramiento, como un "estado de que es, esencialmente, más o menos figaz, debiera siderarse casi como una contraindicación del mat nio. Lo cual no quiere decir, que en el auténtico deba verse, en cambio, una indicación positiva. El monio es algo más que un asunto exclusivo de la privada. Es algo mucho más complejo: una i de la vida social legalizada por el Estado y, en su bendecida por la Iglesia, con 10 que trasciende al mundo de lo colectivo. Ello hace que, desde este de vista, deban cumplirse antes de casarse ciertas diciones. Únanse a esto los factores y circunsta
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
219
ordcn biológico que, en el caso concreto, pueden hacer aconsejable o no aconsejable un matrimonio. Existen, desde luego, lo que podríamos llamar las contraindicaclones eugenésicas. EI amor, como tal, no peligrará nunca B casi nunca, evidentemente, por esta clase de impedimentos. En todo caso, el matrimonio sólo será de aconlefar cuando ambas partes se propongan, con é1, crear unn comunidad espiritual de vida, y no simplemente ase"descendencia" común de dos individuos bio§urar la lógicos. Cuando, por el contrario, se aduzcan en pro del matrimonio motivos ajenos de antemano al campo de la auténflcu vivencia amorosa, es casi seguro que estos motivos Fntrarán dentro del marco de aquellas relaciones eróticas tle los que hemos dicho que se hallan bajo la categoría dominante de la "posesión". Tal es lo que acaece, sobre lodo, cuando, en la línea del materialismo, de la voluntad de posesión, se conciertan matrimonios inspirados print:lprlmente en razones económicas. Sólo así se comprende la existencia de instituciones como las agencias matrlmoniales. En tales casos, se enfoca aisladamente el factor social del matrimonio, limitándolo, además, a lo Ér'onómico, más aún, a lo financiero. La degradación que l'orr cllo sufre el ser humano llega, a veces, hasta la si$ttlcnte generación. Conocemos, por ejemplo, el caso de ilr nruchacho que huyó de la casa paterna, por no poder §r'Éuir aguantando los continuos conflictos entre sus petlt'es, a los que se veía arrastrado también é1. El único de¡ro dc su corazóny la meta exclusiva de su üda consistía ncgún hubo de confesar, con conmovedora ingenui*lurl - en dedicarse a la propaganda de una institución rtrulquiera que hiciese imposible la celebración de matri-
220
DEL PSICOANÁLISIS ALANALISIS EXISTENCIAL
monios entre seres que no se entendieran, como les rría a sus padres. El auténtico amor constituye, sin ningún gé duda, el factor más importante en la estabilidad de las nes monogámicas. Otro factor que entra en esta relaciones es el de la exclusividad (Oswald Schw amor es siempre un sentimiento de íntima compe ción; la unión monogámica bajo la forma del mat representa el vínculo externo. Mantenerlo en pie modo deñnitivo es lo que llamamos fidelidad c Sin embargo, el carácter exclusivo de la unión que quien entre en ella contraiga la unión "adecuada"; ¿demás de vincularse é1, sepa a quién se üncula. ne, en quien se casa, la capacidad necesaria para optar una determinada persona como cón¡rge. Lamadurez erótica, concebida como la capacidad rior para contraer una unión monogámica, entraña, un doble postulado: el de la capacidad para decidirse carácter exclusivo) en favor de una determinada el de la capacidad para guardarle (definitivamente) dad. Si vemos en la juventud, incluso desde el punto vista erótico, lo que es, a saber: un periodo de para la üda, incluyendo la amorosa, se desprende de necesidad de educarl¿ para que se forme en ella la dad para encontrar a la persona adecuada como y, al mismo tiempo, para que los jóvenes "aprendan" e debido tiempo a guardar fidelidad al ser elegido. Sin embargo, este doble postulado no deia de
cierta antinomia. En efecto, si se quiere educar al en el sentido que marca el postulado de la capacidad elegi¡ no cabe duda de que hay que cultivar en él un c to conocimiento erótico de las gentes, a¡rdarle
a
DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS
EXISTENCIAL
221
Élerta rutina erótica. En cambio, el postulado de la fidelid¡d lc lleva a sobreponerse a los simples estados de ánimo plrrr fifarse en una sola persona y mantener en pie firmelicnte las relaciones que a ella le unen. Puede darse, por lo Bnto, el caso de que no sepa si debe abandonar una relaElén concreta para contreer otras muchas y las más variad$, hasta que opte, en definitiva, por la mejor de todas, o !1, por el contrario, es mejor que cultive solamente, apudnclola, la relación ya contraída, para aprender en ella lo lhtcs posible la virtud de la fidelidad. En la práctica, es leonsejable que el joven o la joven situados ante este dileñt& sc formulen el problema, en caso de duda, de un modo tleÍ[tivo. Es decir, que se pregunte si acaso no querrá "tryrse libre" de una relación concreta valios¿ desde todos lAr puntos de üsta, sencillamente porque teme los comprumisos y trate de huir de la responsabilidad, o bien, en ll citso contrario, si no se aferrará, talvez, tenazme\te, a URU relación ya cuarteada simplemente por el temor de verle e rnpujado a la soledad por un par de semanas o de meses. §1, elc este modo, se esfuerza en indagar los móviles no obfetivos que puedan impulsarle, es casi seguro que llegará a $lu dccisión aplomada y objetiva.
§t'lrcler define el amor como un movimiento espiritual alto valor de la persona amada, como un l('to cspiritual en que se cepta este valor, el más alto de torkrs, que Scheler llama la "salvación" de una persona. Algo parecido sostiene también Spranger cuando afirma r¡ttt' r:l amor conoce las posibilidades de valor de la persoltrr rrmada. Por su parte, V Hattingen, expresándose en fór'rninos diferentes, dice que el amor ve al hombre tal y r'¡rllo Dios "lo ha pensado". qtrc busca el más
222
conü Nosotros diríamos que el amor no§ permite de valor P:rs:na' plarla imagen del :",b": -lna "tt:delI valor ,n, ob.a .ábd*.rrt. metafísica' La imagen en cada ca§o contemPlamos al e)ecutar el acto espiritual es, esencialmente, la "imagen'de algo irreal e irrealizado. En el acto espiritual del atno¡pot "es" en-su to, no sólo captamo§ lo que la persona l¿ I llam¿r podríamos que lo riáad y singularidad, que lo también sino escolástica, d., ta irrmlnología úl y singularidad peculiaridad su lleger a ser, en esa decir, la "entelequia"'
la Baste recordar la paradóiica definición de de posibilidad posibilidad: como una
del hombre Por ción de valores, posibilidad de autorrealización' menos ni más ni es de 1o que el amor se Percata esta "posibilidad" de un ser humano' Añadiremos' s ,rda, que 1o mismo debe hacer toda psicoterapia' Fros dsl espíritu el porse halle animada y
"u"rrdo (Pritzhorn): también ella tiene que estorz
gogos
ver en sus más genuinas posibilidades a la d.-qu. se trata, es decir, por anticipar las pos
it.!"r
opr rsrcoeNÁusn ar eNÁusrs EXISTENCIAL
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
"
más valiosas del hombre. LJno de los ruisterios metafísicos del acto
espiritual
precisamente que, en él' podemos ilt d.e,los to imagen del ialor del ser dffiddo, Partiendo ¡ro, 'gos posi las a anticiparse El d.e su lrnagen esencial. valorcoi bot, en la redlid'ad esencial d'e und llamdmos a'?flor
es
áel no constituye ninguna operación de cálculo' Lo
que cabe calcula, son las realidades; 1T ,"tülltÍi' *"r,to tales, escapan a todo cálculo' Hemos dicho I ya hombre sólo comienza realmente a serlo cuando la y de dada realidad la de algo calculable partiendo
22c
l¡ción natural; es decir, cuando representa una posibilidrd puesta en sus manos. Por eso debe considerarse lnexacta la afirmación tan corriente de que los hombres ñlovidos por sus impulsos son incalculables. Más bien podía decirse lo contrario: partiendo dela nattxaleza de lor impulsos es como podemos calcular al hombre. Y t¿mblén puede ser reducido a cálculo el simple hombre de ñ¡ón, la mere construcción de un "ser racional", llamado hombre, o el tipo psicológico del hombre "calculador". El "verdadero" hombre, el hombre de carne y hueso es eo lpro incalculable: la existencia no puede reducirse a la ficticidad ni derivarse de ella. Lr captación de valores sólo puede serrir para enriquecer hombre. A veces, este enriquecimiento interior constituyc, incluso, el sentido mismo de su vida, como hemos Ylrto al tratar de los valores de vivencia. Por eso el amor lnrlquece siempre, necesariamente, a quien ama. No exis-
ll
En, por tanto, ni pueden existir, emores "desgraciados"; llc frase de "amor desgraciado" envuelve una contradicEkln consigo misma. Una de dos: o amamos de verdad, en
€tlyo ceso nos sentiremos necesariamente enriquecidos, lu nrismo si somos correspondidos que si somos rechazadtu¡ o no amamos real y verdaderamente, no "mentamos"
Fflrl)i¡mente la persona de otro ser, sino algunas cualidatle¡ l'ísicas, corporales que 'ren ella" vemos o algún rasgo (rnfrnico) de carácter que "posee"; en este caso, sí podelltol scntirnos desgraciados, pero lo que ocurre es que no !¡ cl ¡ruestro un verdadero amor. No cabe duda de que el simple enamoramiento ciega,
;ll ('icrto modo, al enamorado;
el verdadero amor, en
tratrrlrio, aguzala mirada. Permite captar con mayor agu-
224
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
dezala personalidad espiritual del ser amado, así en to a su realidad esencial como en cuanto e sus des de valor. El amor nos hace viür al ser amado un mundo de por sí, dil¿tando con ello los co nuestro propio universo. A la par que nos enriquece hace dichosos, estimula también al ser amado, e nándolo hacia aquella posibilidad de valor que el solamente el amor puede anticipar. El amor ayuda amado a convertir en realidad lo que el amante se ver, a intuir. Se comprende que así sea, pues se siempre en ser cada vez más digno del amante o
a
amor, asemejándose más de cerca a la imagen que el se forma, pareciéndose a "como Dios lo pensó y
Así, pues, siendo cierto que hasta los amores " dos", es decir, los amores no correspondidos, nos e
cen y hacen felices, podemos afirmar que los "afortunados", es decir, correspondidos, encierran virtud manifiestamente creadora. En los amores en los que cada cual quiere llegar a ser digno del otro, ger e ser tal y como el otro se 1o imagina, se desa cierto modo un proceso dialéctico, en el que los a rivalizan el uno con el otro, podríamos decir, en la ción de sus respectivas posibilidades. La mera satisfacción del impulso sexual produce cer; las relaciones eróticas del enamoramiento causan gría; el verdadero amor depara al hombre la dicha. En escala de resultados se revela una creciente intenci dad. El placer es, simplemente, un estado afectivo; la gría implica ya algo intencional, se dirige hacia algo. dicha se endereza en una dirección determinada: la pia realización. La dicha adquiere, de este modo, un rácter de rcalización (beatitudo ipse úrtus, dice Spi
DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS
h
EXISTENCIAL
225
dicha no es simplemente intencional, sino que es tam-
ftlén "productiva'l Sólo así c¿be comprender Ia posibilidad ds que el hombre "se realice" en su dicha. Y así es también Eomo únicamente podemos llegar a comprender la ana-
última instancia, existe entre la dicha y el ilfrimiento. Al estudiar el "sentido" que el sufrimiento loglrr que, en
tlenc, hemos visto que también en él puede llegar a reali!ñrse el hombre. Del mismo modo hemos aquilatado el
rufrimiento como una rcahzaciónhumana. Podemos distlnguir, en términos generales, entre los sentimientos intencionales y los afectos "productivos", de una parte, y de otrir los simples estados de ánimo "improductivos". Así, aI duclo, a cuyo sentido intencional y a cuya aportación §readora nos hemos referido ya, cabe oponer el enojo estóril (que una pérdida cualquiera nos produce) y que es un simple estado de ánimo reactivo. De aquí que el lenque se lla¡urtic usual distin§a, muy sutilmente, entre 1o mn la justa "có7era", como sentimiento intencional lleno dc sentido ético, y el odio "ciego", simple estado afectivo quc no envuelve intención valorativa alguna. La frase "amor desgraciado" entraña, como hemos vislo, una contradicción lógica; pero, psicológicamente conrldcrada, esta fr¿se expres¿ una especie de despecho. Se exrgera, en Io que representa para el contenido de la vivcncia, la ténica de placer o de dolor, la señal de agradable o clesagradable. En ningún otro campo es tan iniustificado el punto de üsta del hedonismo como en el de las relacion(:s emorosas. En Ia realidad de la vida le ocurre aI actor rrlgo parecido a lo que al espectador en el teatro; los dran)rrs son, en general, üvencias más profundas que las conrcdias. Las experiencias "desdichadas" de Ia vida amorosa no sólo nos enriquecen, sino que nos ahondan; más aún, es
226
DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL
precisamente en ellas donde más crece y madura el
Claro está que el enriquecimiento interior que el bre experimenta en el amor no está libre de conflictos teriores. El neurótico adulto lo teme y huye. Y lo que representa un caso patológico, se da también, de un más o menos fisiológico, en el hombre joven. En casos vemos que la experiencia de unos "amores dos" acaba convirtiéndose en un medio para un
fin,
el de proteger al niño quemado unavez del fuego de Este clase de personas se parapetan detrás de una pri
única experiencia desdichada para no caer en otras. Por donde la frase de "amores desgraciados" no es lamente expresión de un estado de despecho, sino bién un medio a que el hombre recurre para com en su dolor. Los pensamientos del enamorado no pondido giran de un modo casi masoquista, te, en torno a su desgracia. El amante desgraciado se chera detrás de su primer -o último- fracaso, para quemarse de nuevo los dedos en la hosuera. Se detrás de su desgraciada experiencia amorosa; va a giarse a la desgracia pasada, huyendo de las posib de dicha futuras. Envez de seguir buscando hasta " contrar" renuncia a toda búsqueda.Envez de abrir su píritu a la riqueza de posibilidades de la vida amorosa, cierra a cal y canto contra ellas. Clava su mirada fasci da en lo ya vivido, para no tener que mirar a la vida. importa más la seguridad que la disposición del espí No acierta a desembarazarse del fardo de una exoeri desgraciada, por su empeño en no exponerse a otra, vez venturosa. A esta clase de seres hay que en una constante actitud de espíritu abierto y dispuesto la muchedumbre de las posibilidades. Aun desde el
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
227
dc vista del cálculo de probabilid¿des, es posible que, en l*r vida del hombre medio, quepa admitir que sóIo se dé una posibilidad venturosa por nueve desgraciadas. Debe erperarla y luchar por ella, pero no cerr¿rle neciamente el e[mino, yendo paradójicamente a refugierse en la desgracic para no ceer en la dicha. La psicoterapia de los que se llaman "amores desgracia-
tlos" sólo puede consistir en poner al descubierto la tendcncia de evasión, haciendo hincapié en el carácter de mi¡lón de l¿ vida amorosa, como de la vida toda, en general. l)c nada sen¡irán, en c¿mbio, para remediar estos casos, la
ulusión tan corriente como bien intencionada a "otras madres" que "tienen también hijas bonitas", pues cuando rlguien se encapricha por una determinada hija de una dele rminada madre, comienza el enamoramiento o, quizás, el verdadero amor.
Tampoco los amores afortunados, es decir, los amores correspondidos, están siempre libres de sentimientos de "dcsvenfura", sobre todo cuando la dicha amorosa se ve enlurbiada por los tormentos de los celos que son otra de las nl¿nifestaciones de aquel materialismo erótico a que nos Ircmos referido más arriba. Traslucen la tendencia a con¡iderar el objeto amado como de propiedad exclusiva del Anlante. El celoso trataalser a quien dice y cree amar como rrn objeto patrimonial lo degrada al plano de cosa poseída. ()uiere tenerlo "solamente para sí", con lo que demuestra (luc su comportamiento se halla encuedrado, precisamente, crr la categoría del "tener", y no en la del "ser". Un¿ auténtic¿ relación emorosa no deia nunca cabida ¡rrra los celos que no tienen rezón de ser, por cuanto el vcrdadero amor presupone al ser amado como único e llrcmplazable, Io que elimina sustancialmente toda posi-
228
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAT
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
229
bilidad de compararlo con ningún otro. La rivalidad, temida por los amantes celosos, incluye la posibili
¡c halla por debajo del nivel del auténtico amor, y que, por tEnto, una persona no es querida en el sentido y en el grado
ser comparado con un competidor cualquiera en amado. Ahora bien, el hecho de ser amado, cuando daderamente se es, no admite rivalidad ni
neccsarios para que se le pueda considerar como incomporable e insustituible, los celos tendrían menos razón de t0r, pues la relación amorosa, en estas condiciones, habría
guna, ya que, para estos efectos, cada ser es se halla, digámoslo así, fuera de concurso a los ojoe quien le ama.
dcjrrdo de existir. Llegamos, en resumen, a la conclusión de quc los celos carecen siempre de sentido; unas veces son
Existe además, como es sabido, una clese de celos se extienden al pasado de la otra parte, que recaen sus "antecesores" en el amor que ahora disfruta el Las personas atormentadas por esta clase de celos ser siempre "las primeras". Más modestas son, en aquellas que se contentan con ser "las últimas'l Sin go, bien mirados los hechos resulta que no son las modestas, sino por el contrerio, las más ambiciosas. tenden, en realidad, no la prioridad, sino la superi con respecto a sus antecesores y a los posibles Unos y otros olüdan lo fundamental, que es el hecho que todo hombre, por principio, es un ser único e parable. Quien se comp¿ra con otro, es injusto con este o consigo mismo, no solamente en la üda amorosa. cual tiene, en términos deportivos, ya lo hemos dicho, propio stdrt; a quien arranca más tarde, por pesar él una suerte más dura, hay que reconocerle, ceteris bus, una aportación relativamente más meritoria. y quiera que la situación del destino no puede calibrarse ca en todos sus detalles, resulta que carecemos de toda y de toda pauta para compar¿r las aportaciones de uno! de otros, lo que vale tanto como decir que no di mos de un tertiunt comparationis para unos y otros. Ahora bien, en los casos en que una relación
prcmaturos y otras tardíos: o bien son infundados, ya que ln persona a quien amamos no nos es infiel, o tienen un fundamento, porque esa persona no nos guarde realmente f,dclidad, en cuyo caso sí que carece de sentido sentirse eeloso, pues la relación amorosa, que podría justiñcarlos, te ha extinguido. Bien podría decirse que los celos envuelven, desde el punto de vista tácito, una dinámica peligrosa. El celoso B(r¡tba provocendo aquello que teme: el desengaño amororo. l)el mismo modo que la fe no sóIo emana de la fortaleinterior, sino que se traduce, además, en una fuerza trcciente, la duda, brotando por sí misme de los fracasos, á('rlrrea nuevos y nuevos fracasos sobre la cabeza de quien lu rrbriga. El amante celoso duda de poder "conservar" el
l[
ünror de aquel a quien ama y puede, en verdad, llegar a perrlerfo a fuerza de empujar hacia la infidelidad a aquel de
luya fidelidad duda, obligándolo casi a echarse en brazos tlc otro. Acaba haciendo que sea verdad lo que cree. No cabe duda de que la fidelidad es siempre una exigenll¡r del verdadero amor; pero solamente se la puede plantear cl amante mismo, nunca a la persona emada. Como una rxigcncia acaba conyirtiéndose necesariamente en un reto. l,rr cmpuja a una actifud de protesta, de la que brotatalvez, In¿is tarde o más temprano, la infidelidad. l,a fe en el otro, lo mismo que la fe en sí mismo, le hace
230
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
uno sentirse seguro de sí, por donde esta fe acaba, lo general, teniendo razón. Lo mismo ocurre con le la fidelidad. A esta fe corresponde, por parte del ser do, una actitud de honradez. Así como la fe tiene su a
pia dialéctica, la cual hace que acabe siendo verdad en que se cree, la honradez posee su paradoja: el puede mentir con la verd¿d en los labios, por el decir la verdad con una mentira y hasta "hacer de la tira verdad". Ilustraremos esto con un ejemplo, fa cualquier médico. Cuando tomemos la presión arte
un enfermo y la encontramos ligeramente alta, muchas veces que, al comunicar al paciente, según deseos, la verdad del resultado sólo conseguimos aterrado al conocer la verdad, suba más su presión, es cir, que sea más alta de lo que hemos dicho; en se lo ocultamos indicando una cifra más baja que la trada, le tranquilizaremos, con lo que le bajará y mentira aparente (lo que se llama una. "mentir¿ piadosa resultará, a fin de cuentas, verdad. Citaremos ahora un caso demostrativo de que esta radoja es también inseparable, en términos generales, la vida misma, y muy especialmente de la vida Una paciente consultó a su médico si debía o no confesar su marido una infidelidad perfectamente inofensiva, i cente y fragmentaria. El médico le disuadió de Sabía, en primer lugar, que su cliente trataba de confesar su marido la "infidelidad" en cuestión por motivos pu mente neuróticos; más aún, que lahabía cometido, so, por los mismos motivos, para provocar y "poner prueba" a su marido. En segundo lugar y en un plano mente objetivo (es decir, de por sí y no en cuanto a la tivación y a la psicogénesis), estaba seguro de que, con
DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS
EXISTENCIAL
2'I
rdad" por delante, aquella muier no haría otre cosa que tngnñar a su marido. Su "confesión', en efecto, le induciilr l cngaño, le llevaría a creer que la cosa era más grave, "ve
otro modo nunca se habría decidido a contárselo. mujer no quiso sesuir el consejo de su médico. ¿Qué Lt Se produjo, como consecuencia, un divorcio Egurrió? perfectamente innecesario, tanto desde el punto de vista furldico como desde el punto de vista humano. Pasemos a examinar, después de la infidelidad temida por el amante celoso, el problema de la infidelidad con¡umada. Lo primero con que nos encontramos es el distlnto criterio que generalmente suele aplicarse para valorar lo infidelidad (conyugal) según que la cometa el hombre pucs de
mujer. La sociedad suele medir, en estos casos, con dos rnscros distintos. Por lo general, se considera más imperdonrrble el adulterio en la mujer que en el hombre. Es posible quc sólo en apariencia envuelva una gran injusticia. La actll ud de los dos sexos ante la vida sexual difiere, entre otras cosas, desde el punto de vista psicológico. Allers, por efcmplo, señala esta diferencia del modo siguiente: el hombre se entrega al amor, la mujer se entrega en é1. Sin enrbargo, el distinto criterio con que se enjuicia la infidelld¿d radica en una diferencia profunda entre ambos sexos, rlif'crencie que llega incluso a lo biológico y que tiene, tal vcz, su razón de ser ontológica.La diferencia entre los dos ricxos podrá expresarse, talvez, mejor que de ningún otro rnodo, por medio de un símiI, no sólo en lo tocante a la infidclidad sexual, sino también en lo que se refiere a la pérditl¡r de la virginidad: una fuente que vierta su agua pura en ttn recipiente sucio no pierde, por ello, su pureza; en camllio, una vasija que se llene de agua sucia, aunque sólo sea utlavez, se ensucia yapare siempre. o
lrr
232
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL 2t3
Finalmente, no debe perderse de vista que el de valoración de las infidelidades responde bién a un fundamento sociológico. La mujer que ha do que ver" con varios hombres no puede nunca
Yierte Ia relación amorosa misma en una mercancía. AsÍ
certeza quién es el padre del hijo engendrado en tales diciones; en cambio, el marido a quien su esposa le fidelidad, aunque él no le sea fiel a ella, sabe muy bien es el padre del hijo que aquélla trae al mundo. (En
"consumidores" de este mercado. La psicología de la prostituta no plantea grandes problemas, pues se reduce, fn rcalidad, a la psicopatología de un tipo de mujer sobre la quc pesa un complejo de inferioridad más o menos acentu¡do. Cuando analizamos psicológicamente el ceso conCreto de una prostituida, descubrimos casi siempre una deficiencia moral bajo la forma de un rasgo psicopático. El lnrilisis sociológico de cada caso no nos hace avanzar gran goria, También aquí se confirma lo que ya tuvimos que de-
criterio
caso, como en tantos otros, el ingenio humano se e de poner fulgurantemente en claro la verdad de las
Nos referimos al chiste de aquella mujer casada que,, careciendo la frecuencia con que su marido le era decía que, afuerza de engañarla con otras, no podía segura de que los hijos dados por ella a luz fuesen te de é1. El chiste está en que Ia mujer tiene que saber quién es el padre de sus hijos, por mucho marido la engañe; si no lo sabe, es porque ella misma ña a su marido, quod erat demonstrandum.) Ahora bien, las consecuencias a que conduce la lidad de la otra parte varían según los casos. La di entre las "actitudes" que ante la infidelidad ya conr
pueden adaptarse brinda, entre otras cosas, la posi de que la persona engañada siga el camino de realizat que llamamos "valores de actitud". Según los casos, la defraudada se sobrepondrá a esta üvencia desentendié se de quien la ha engañado, o bien se aferrará a ella, donándola y llegando a una reconciliación; la tercera bilidad es la que consiste en decidir e intentar al culpable de la infidelidad, recobrando su cariño. El materialismo erótico, no contento con hacer de la parte de la relación amorosa un objeto patrimonial,
ff
rcvela claramente en el fenómeno de la prostitución. Eomo problema psicológico, no cabe duda de que la pros-
tltución no es imputable tanto a las prostituidas como
a
16¡
Elr en otr¿ ocasión, a saber: que la situación económica de
penuria, por sí sola, no impone a nadie un determinado ernmportamiento ni obliga, por tanto, a una muier psíquien y moralmente normal a abrazar la prostitución. Antes al c:ontrario, lo que causa asombro, en la mayoría de los lrtso§, es la fuerza admirable con que la mujer resiste a la tsntcción de vender su cue{po, aun a trueque de desafiar a lu rnás tremenda miseri¿. A la inmensa mayoría de las mufrrcs que atraüesan una situación económicamente dura no sc les pasa siquiera por las mientes la idea de recurrir a fllc medio para salir aflote, sin que den a esto mayor imprrrtancia de la que Latípica prostituida suele dar al hecho de cscoger el otro camino. Por lo que al consumidor del mercado de la prostituckin se refiere, diremos que es el hombre que busca aqueth fbrma impersonal y sin compromiso de "vida amorosa" {lt¡c corresponde c¿balmente a la actitud de la persona ante unr¡ mercancía, ante una cosa. Ahora bien, la prostitución m trrn peligrosa, si no más, desde el punto de vista de la hi
234
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
giene psíquica como desde el punto de vista de Ia ne física. Los peligros psíquicos que em,uelve son, lueglo, más difíciles de prevenir que los otros. EI mág portante de todos consiste en que el joven que se el camino de Ia prostitución se habitúa, yhasta que se amaestra, a une actitud ante los problemas del que repugna directamente toda pedagogía sexual n ,
Se acostumbra, concretamente, a ver en la sexu¿li simple medio para la obtención de un placer, lo que cr tituye una ectitud absolutamente decadente, ,.sensual "sexualidad basada en el principio del placer,, deje de un medio de expresión del amor y convierte en un fin e la satisfacción de los impulsos o el goce sexual. La culpa de que un joven Ileno de anhelos se vuelva, de adulto, un hombre sediento sola
saciar sus impulsos la tiene, no pocas veces, la edu, Sabemos, por ejemplo, de un caso en que la misma
echó a su hifo en brazos de Ias prostitltrr, p"., del amor hacia una muchacha cuya posición ecc socia-l no le parecía suficientemente ..elevada,,paro
Donde más claramente se ve el peligro de desviarse lu la prostitución, es decir, hacia la perversión de la se¡ dad en la simple satisfacción de lós impulsos, con la siguiente degradación de la otra prrt. Lr, simple obi juguete de ellos, es en los casos en que se cierra el ca
hacia la auténtica relación para Ia que el a sexual es la expresión, y no"-oror", la dei "mor. ocasiones, el esclaviz¿miento "o.orr"iór, del joven al goce s€ como fin en sí proyecta su sombra sobre toda-su vida trimonial futura. Cuando le llega el momento de amar verdad, ya no puede retroceder; mejor dicho, no sabe contrar el camino hacia adelante, es incapaz de
DEL PSICOANALISIS AL ANALISIS
EXISTENCIAL 2'5
l¡¡cia la actitud normel del amante ante lo sexual. Para {Ulcn ama de veras, el acto sexual no es sino la expresión fltlca de los vínculos anímico-espirituales que le unen al Fr omado. En cambio, cuando se ha llegado a ver en la rcrualidad no un simple medio de expresión, sino un fin fñ sí, se establece Ia tan conocida e incurable separación lntrc el Ilamado tipo de virgen y el de prostituta que desde llcmpre ha dado tanto quehacer al psicoterapeuta. 'l'rrmbién de parte de la mujer se dan situaciones típicas normal que culñlna en la vivencia de la sexualidad como la expresión del ünor. Y estos daños son, con frecuencia, muy difíciles de tcpnr¿r a posteriori por los métodos psicoterapeúticos. (lonocemos, por ejemplo, un caso en que una muchacha Ímpezó sosteniendo relaciones "platónicas" con un amifoi se negaba, sin embargo, a convertirlas en relaciones tcxuales, sencillamente porque no sentía ningún deseo de h[r:crlo. Un día, su novio insistió más que de costumbre y defrí caer en los oídos de la muchacha, en üsta de que no llrgraba vencer su resistencia, estas palabras: "Me parece rluc cres una muier frígida", que hicieron gran mella en la ntuchacha. Obsesionada, llegó a pensar si no estaría su novkl cn lo cierto cuando le acusaba de no ser "una mujer cnlcra y verdadera", hasta que un día tomó la decisión de rnl regarse a é1, simplemente para demostrarle, y demosIlrrrse a sí misma, que no teníerazón. Como es natural, el rcsultado de este experimento sólo podía ser uno: la inca¡rrrcitación de Ia muchacha para el goce. No había germiIrrrdo aún en ella el impulso, ni espontáneemente ni des¡rcrtado desde el exterior, y, envez de aguardar a que el rr¡rctito sexual se manifestara gradual y espontáneamente, quc vienen a entorpecer aquel desarrollo
216
DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
se entregó de un modo especulativo al hombre realidad, la había amedrentado, sin otro fin que prueba su capacidad para gozar, pero al mismo t con el secreto temor de que su incapacidad q descubierto. El solo esfuerzo de observ¿rse a sr bastaba pera entorpecer e inhibir la reacción de su i so sexual. En tales condiciones, no debía ext pobre muchacha si aquel esfuerzo angustioso de varse a sí misma no dejaba m¿rgen para que, al tiempo, pudiera disfrutar del goce de la entrega. Estas cepciones pueden muy bien repercutir sobre la vida conyugal o amorosa de la mujer con efectos tos, traduciéndose en una Írigidez psicógena del ti la neurosis sexual de "angustia expectante". Como es sabido, el psicoterapeuta se encuentr¿ a paso con el "mecanismo" de esta clase de neurosis. La
servación de todo acto automáticamente regulado c normal y discurre sin que la conciencia lo vigile, duce ya de suyo, generalmente, un efecto perturbador. persona que propende a la tartamudez observa sus bras, en vez de frjarse en lo que se propone decir; atie al cómo en vez de atender aI qué. Se entorpece, con el sí misma, como un motor en el que intentara meter dedos, en vez de ponerlo en marcha y dejarlo marchar sí solo. Muchas veces, basta con hacer comprender al tamudo que debe preocuparse simplemente de pensar voz alta y dejar que la boca hable por sí misma, seguro que hablará con tante mayor fluidez cuanto menos la y la observe; si conseguimos que se percate de esto, mos dado el paso psicoterapeútico m'ás importante para curación. Por vías análogas discurre también, como es sabido, es
DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
237
rapia de las perturbaciones que impiden, a veces, lier el sueño. Si, falsamente, se convierte en la meta un¿ intención, de un esfuerzo, si la persona "se propo&" uhincadamente dormirse, se cree una tensión interior nccesariamente hace que se frustre el efecto buscado. micdo al insomnio, una de las formas de la neurosis de
lñ$ustia expect¿nte, impide conciliar el sueño, y el inlBmnio que así se provoca sólo sirve para confirmar y fort¡leccr Ia neurosis, dando como resultado, a fin de cuenBt, un círculo vicioso. bien, algo parecido les ocurre a todas las personas -que se sienten inseguras de su sexualidad. Esta insegurid«l intensifica la autoobservación y su angustiosa expecÉlclón acarree la frustración del ecto sexual. El neurótico ¡erual no piensa para nada, desde hace ya mucho tiempo, lI le otra persona que compartirá con él el goce (como plensa el amante), está, simplemente, obsesionado con el leto sexual en sí, lo que frustra el acto, y necesariamente flenc que frustrarlo, ya que no se efectúa "lisa y llanament§" como algo natural y obvio, sino como algo "buscado" y Pues
"r¡ttcrido". l,a misión esencial que a la psicoterapia se le plantea, en cstos casos, consiste en romper el fatal círculo vicioso tle la expectación angustiosa, eliminando toda intentio del f,rlo mismo, del acto en cuanto tal. El camino es instruir el paciente para que no se deje nunca llevar al acto sexual Iomo si estuviese obligado a consumarlo. Debe evitarse, ton cste objeto, cuanto pueda representar pere el paciente urrrr especie de "coacción a Ia sexualidad". Esta coacción (como ocurre en los casos de ¡rtrcde provenir de la mujer "temperamentales", es decir, con grandes tnuieres muy exigencias sexuales) o del propio yo (como cuando el
238
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
hombre se traza, por así decirlo, un "programa", niéndose ejecutar el acto sexual tal o cual día, a una determinada, etc.), y puede también, por último, impuesta por una situación (por la búsqueda de un de paso, etcéter¿).
A la par de la eliminación de todas estas fo coacción, que podrían impresionar al neurótico Ilevarle a la inhibición, conviene educarle también improvisación; y paralelamente, dirigirlo de un modo creto, conducirlo de nuevo gradualmente, te, diríamos, a través de fases progresivas de sexual, al modo sano y normal de abordar esta clase tos, como algo espontáneo y evidente por sí mismo. embargo, esta clase de psicoterapia deberá hacerse der del intento encaminado a poner de manifiesto paciente lo que su comportamiento "enfermizo" pesar de todo, de comprensible y de humano, apa sensación de que padece una perturbación patológ tel. En otros términos, inculcarle la comprensión de la influencia nefasta de la angustia expectante y el vicioso en que se mueve son un modo general de c tamiento humano. Un joven fue a consultar a su médico, alarmado un caso de impotencia repentina. Se averiguó que, tres rios años de porfía, había logrado, por fin, convencer novia para que se le "entregara". La muchacha le r¡pera que sería suya la Pascue". La promesa fue hecha semanas antes de la fecha anunciada. El pobre pasó las dos semanas enteres sin poder dormir apenas, el sobresalto de la espera. Al llegar las fiestas, hicieron dos una excursión de Pascuas que había de dur¿r dos pernoctando en una hostería de monteña. Por la
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
239
§unndo el hombre subió las escaleras que conducían al CUArto que habían tomado para los dos, estaba tan excitedo -por su expectante angustia, no por la excitación tGxu¿l- que, según él mismo declaró después, apenas podfc ¿ndar, de lo que temblaba y le martilleaba el corazón. Er claro que, en aquellas condiciones, mal podía sentirse Potcnte. El médico hubo de hacerle comprender que tenía neccsariamente que ocurrir lo que ocurrió, dade la situaglón exterior e interior creada, y que el modo como el Pscicnte reaccionó fue tan comprensible como humano, lln que se representase, por sí solo, en modo alguno, nada pstológico. El paciente, ante los razonamientos del médi€o, ilcabó convenciéndose de que no había ningún motivo parrr hablar de una impotencia, en el sentido en que él lo hr¡hía temido (llegando casi a convertirlo en objeto de gnrt neurosis de angustia expectante y a desembocar en el Élrculo fatal). Bastó con esto para devolver a un hombre quc empezaba a sentirse sexualmente inseguro la necesafln scguridad en sí mismo; se dio clara cuenta de que no Ét nccesario que una persona esté realmente enferma por el hccho de no poder realizar, al mismo tiempo, estes dos rosts: entregarse en un impulso amoroso a otra (lo que Ér cl supuesto previo para la capacidad sexual de goce y tnrlización) y observarse a sí mismo, en expectante an¡ustia. Pero lo que mayor impresión causó al paciente de qttc lrablamos fue el hecho de que el médico no le mandur:r volver, lo cual se prestaba magníficamente para rem¡rtirr el efecto de aquel breve tratamiento psicoterapeúllco. El paciente salió de allí convencido de que su estado Inrpiraba tan pocos cuidados, tenía tan poco de patológir'o, que el médico no le consideraba ni siquiera digno de ¡ontcterle a tratamiento alguno. Es difícil, naturalmente,
240
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS
DEL PSICOANALISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
mantener el efecto de semejante proceder libre de toda acción sugestiva; pero no es, en modo necesario, ni teórica ni prácticamente. El f¿ctor no puede, en casos tales, tener otro sentido que el de gar la angustia expectante in statu nascendi, y, por de impedir que llegue a nacer, ahogándola en autosugestión nociva que de ella emana. Constantemente se revela, en este campo de la sexual, en su psicología y patología, cuán falsa es tendencia del hombre a la dicha y cómo la aspiraci mana a ser dichoso a todo trance, la aspiración al cuanto tal, se halla necesariamente condenada al Dijimos en otra parte de este estudio que, en real hombre no tiende ¿ la dicha, que no busca, en el placer. Dice Kant que el hombre quiere ser dichoso, que debe aspirar a ser "digno de la dicha". Nosotros samos de otro modo, a saber: que el hombre, en el no quiere ser dichoso, sino, más bien, tener para serlo. Lo que equivale a decir que toda su empeño del objeto de la intentio a esta misma, meta del empeño (que es el'Tundamento" para ser al placer (a la felicid¿d misma, a lo que es ya el de la consecución de la meta), representa ya un desviado del empeño humano. A esta modalidad torcida le falta el carácter i que constituye, precisamente, una de las toda vivencia neurótica. Ya hemos visto hasta qué puede, por sí solo, conducir a perturbaciones en especial a perturbaciones sexuales. La inmedi y por tanto la autenticidad, de la intentio sexval un supuesto preüo inexcusable, principalmente en lo se refiere a la potencia genésica del hombre.
EXISTENCIAL
Z4L
En relación con la patología sexual, Oswald Schwarz h¡ ncuñado el término de "eiemplaridad" para exPresar el Éfrrlcter de autenticidad de una intentio. Trátase de una $pccie de combin¿ción de dos elementos, la autenticidad
y la consecuencia, de los que uno, la autenticidad, viene a fer algo así como la eiemplaridad vista en corte transvertá1, mientres que el otro, la consecuencia, nos la presenta, Continuando el mismo símil, en corte longitudinal. Rasgo típico del hombre "eiemplar" es, entre otros, el lu caer fácilmente "en la perplejidad": con una se$uridad lnstintiva característica, procura evitar todas las situacioies a las que no está en condiciones de hacer frente, y "cuafthúye todo medio en el que no "cuadra" o que no le
drn'i Un comportamiento típicamente "no eiemplar" seflu, en cambio, el del hombre de f,na sensibilidad que se tlefr arrastrar por la tentación de ir a un prostíbulo y que, Én cste medio ajeno a é1, se revela impotente. Semejante eonrportamiento no es patológico de por sí ni puede ser t$nlpoco calificado de neurótico, a menos que haya otros elcmentos. Lejos de ello, la impotencia revelada en tales r:ondiciones debe considerarse, casi, como natural y hasta romo conveniente, por Parte de una persona de cierto nivcl cultural. Lo que revela que esta Per§ona no es lo que lhrnamos individuo "efemplar" es el hecho de que se deie úrr¿rstrar a semejante situación, de que entre en una situat'irln en la que se expone necesariamente e un "fracaso", la que este "fracaso" es, incluso, la única salida posible cl trtolladero en que se ha metido. Podríamos también
rn
"ejemplar" aquel comportarrricnto en que lo espiritual se halla interiormente en lonsonancia con lo psicológico y 1o biológico. Por donrlc llegamos a la conclusión de que el concepto de lo li»mularlo diciendo que
es
242
opl pslcoexÁrtsrs elaNÁusIS ExrsrENCrAL
"ejemplar", en el plano existencial, expresa lo misl en el.pJalg^^psicológico cuando decimos que algo neurótico'l2o Después de exponer, en páginas anteriores, los que se refieren a la naturalezay alvalor de las amorosas, pasemos a tratar ahora del proceso de ción del amor. Prescindiremos de la ,,sexualidad i: 20
Pod¡íamos definir al hombre ..eiemplar,, como exis modo inconsciente, que se decide ..rporrrrtl.-.rrte por su mls¡ná, y no por obra de la reflexión. Si, por tanto, ,,existenci¡l lo coincide de un modo absoluto con 1o ,,consciente,,, debemos, por parte, considerar como un falso 5uPuarro del psicoanálisis su equ ción del inconsciente al ..ello,l En cierto sentiáo, también . el yo-,, consciente, y no yá en parte, sino de un modo exclusivo; no en el yo que ejecuta, el acto de ejecución, es esencialmente inmnscicr "yo" no posee, hablando con rigor, más que la autocomprensión, no propiamente ninguna autoconciencia. En este sentido, el ,,v sustrae, de hecho, a Ia reflexión, es inasequible a ella, por cuanto se halla bajo su acción de un modo medlato, es deci¡,'intro.r""t retrospectivamente. Así concebido, er anárisis existenciar vend¡Ía r Presentar un intento metódico para acercarse a Ia científica (médica) del yo existencial (a su ,.esclarecimiento,,,
dirh
pers). Sin embargo, este intento debe guardarse de antemeno de qu concebir el "yo" según el modelo del ,,ello,i como en efecto intente cebirlo,-por error, el psicoanálisis (véase la nota r5). po¡ donde l¿ gen de la 'tstructura escalonad¿,,, a que el psicoÁáhsis recurre o esta teorí¿ conserva para explicar le estructura del ser-hombre, se ,1.":-o algo insuficiente y superado. Habría que considerar supe ella Ia concepción antropoiógica (filosófrce) a.
"*.t"*"r"*tpo,
pas concéntrical', en que el yo se concibe como el centro personal meollo espiritual en torno al cuel se agrupan las capas pe.iférica;¡¿
psicofísico "criatural" por tanro, de Io impulslvo, dei ..elldi Sin c¡ bargo, en cuanto que, de una parte, estos impulsos p.r.d.rr r.r.onsci
¡
tes y, de otra, el "yo" existencial existencial_ -como.tonsciente,, ..ipuede ser conscrente, tenemos que los términos de e
DEL
psrcoANÁltsrs er eNÁusrs EXISTENCIAL 24t
tunque el psicoanálisis sitúe este punto en el primer plano de las investigaciones a que nos referimos. Trátase, dcsde luego, de cuestiones muy problemáticas, entre otras rtzones porque, según reconocen las mismas doctrinas pnicoanalíticas, nos sitúan, desde el punto de vista fenomcnológico, en un cempo distinto del de la sexuelidad (genltal) del hombre adulto; es discutible, incluso, hasta qué punto es posible hablar, entre los niños, de yerdadera tcxualidad, que es precisamente lo que obliga a Freud a c¡tablecer, para estos efectos, el concepto mucho más amplio delalibiáo. Podemos, pues, afirmar que la madurez psicosexual no comienza hasta la pubertad. En el periodo de madurcz, lo sexual (en el verdadero y estricto sentido de la palr¡bra) se revela de un modo tan súbito a la conciencia del hombre que bien podríamos hablar analogía con -por lus fórmulas que Schilder emplea con respecto a lo psicóllco- de una "irrupción de lo orgánico en lo psíquico". lil individuo que entra en la pubertad no se halla, en realldad, suñcientemente preparado para esta imrpción de la rcxualidad en su ánimo, y la reacción naturel se traduce, con frecuencia, en ciertos shocks. La indigencia anímica, tipica de los años de pubertad, a que esto conduce no rel)rcsenta, en modo alguno, algo patológico, sino, por el r'«rntrario, de orden fisiológico. n{) son ya carecterístices esenciales, sino simplemente suplementarias,
lr
tlecir, referentes al valor "local" en otra dimensión. Ia cuestión pritttordial sería: ¿existencial o criatural?, y la secundaria: ¿consciente o llu onsciente? Porque el "yo" existencial del análisis de la exis-
lrncia-
-objeto
constituye el eie personal que atreviese aquella estructura eslrrlonada, el cual, aunque "se asiente" sobre 1o inconsciente, no se halla, l n cambio, "dominedo ' por el "ello", por lo que es el obieto adecuado del ¡rsicoanálisis.
244
DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
En este periodo de irrupción en la órbita pe individuo púber, Io sexual no es todavía, en rigor, que podamos llamar psicológico, sino que debiera cr derarse más bien como un simple reflejo psíquico acaecer somático, como el resultado anímico de una
moción endocrina, como la expresión anímica dg conflicto de las secreciones internas. ri Esta sexualidad determinada desde el campo de siológico es, originariamente, amorfa, no se halla tc plasmada por la personalidad. Dicho en otras pa se encuentra aún "integrada". Es en el transcurso del
ceso de maduración psicosexual, a medida que ésta cuando lo sexual va viéndose organizado y asimilado
dualmente por lo personal. Pero, al principio, no rep todavía ninguna tendencia personal, sino que con más bien un mero impulso, sin meta ni dirección En su evolución ulterior, a medida que el proceso dJ
durezva desarrollándose, cobra una dirección cada más clara y definida, va ganando en intencionalidad, lo que la sexualidad se acerca más y más a la órbita del yo entra en el campo de acción de las tendencias personalis propiamente psíquicas (en cuanto intencionales). Primeramente, el impulso sexual se proyecta hacia meta: la descarga ("detumescencia") del estado de I sión, mediante la "contrectación" (A. Moll) con un
viduo (con cualquier individuo) del sexo contrario. ello, el impulso sexual carente de meta se convierte un verdadero instinto sexual, proyectado ya, como tali sobre un blanco definido. Más tarde, se añade a este factor otro, que define todavía más la dirección: el i sexual se orienta hacia una persona determinada y con. creta, hacia un representante concreto del otro sexo, ha.r
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS
EXISTENCIAL
245
Éls una determinada persona, con lo que el impulso cobra IB un obieto específico. Por tanto, después de conyertirse de impulso sin metd en un instinto dirigido sobre un blanco, dand,o un paso rnás se convierte en una verdadera tendencia afiffitddd hacia una persona. A la meta no especíñca del ln¡tinto (una meta de tipo genital-sexual) se suma ahore ll objeto específico sobre el que el instinto se proyecta: la del individuo de sexo contrario. persona -emadalmpulso sexual, instinto sexudl ! tendencia sexual repreEentan otras tantas fases en la vía del proceso de maduración psicosexual, que cdracterizan aquella línea ascendente de lntancionalidad (de orientación dirigida primeramente al coito con cualquiera y luego a la unión sexual con una determinada persona), gracias a la cual la sexualidad va adquiriendo, en el proceso de maduración del individuo, un errácter cadavez mayor de expresión de la personalidad. Ahora bien, ¿de dónde proviene lo que marca la dirccción a este proceso? ¿Qué es lo que dict¿ al instinto su rlricntación hacia una determinada persona? Este algo no pucde residir, en modo alguno, en el instinto mismo. No t'nbe duda de que el instinto, la sexualidad en general, tienc que recibir su intencionalidad de una tendencia suslnncialmente distinta de origen propio (que no brota por
vín de sublimación): de una tendencia erótica inmanente.
l'odemos calificarla de "inmanente", puesto que cabe revclar siempre su presencia, aunque muy oculta: aun en los r'¿rsos en que no se tiene conciencia de ella, encontraríamos gérmenes suyos en el pasado. Podemos llamarla tentkrncia "erótica", porque se halla en cierta relativa contraposición con todas las sexuales; en el adolescente, por cicmplo, se presenta bajo la forma de un anhelo de camar¿rdería, de ternura, de intimidad y mutua comprensión.
246
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
Es el anhelo de los muchachos a la amistad con un do anímico-espiritual, es deci¡ lo estrictamente a las tendencias sexuales: la tendencia que llamamos tica es, por tanto, "erótica" en el sentido estricto de labra. Es algo primario y que no puede derivarse, en alguno, de lo sexual. No cabe duda de que hasta el hombre que al vive entregado por entero a los goces sexuales ha mentado alguna vez en su vida aquellas delicadas nes que Freud califica de tendencias entorpecedoras meta y que, a nuestro juicio, como tendencias mente eróticas que son, alcanzan la meta de la satisfacción mejor que el simple impulso sexual. No dude de que hasta el que vive entregado por entero mera satisfacción de sus instintos sexuales ha sentido gvnavez en su vida el anhelo de que la otra parte de unión sexual respondiera a aspiraciones de un orden elevado, por ejemplo, de orden espiritual. Estas nes y estas aspiraciones se revelan, incluso, a veces, rradas entre los escombros de la degeneración sexuel bajo el ropaje del filisteísmo. Así y solamente así hay interpreta¡ en efecto, lo que una muchacha de un contaba que era muy típico que los hombres que iban con ella a un cuarto reservado le propusieran cer como si fuesen un hombre y una mujer casados y ces, como si el marido acabase de llegar del trabajo y mujer lo recibiese amorosamente en sus brazos; todo en consciente contr¿posición con cualquier clase sexualidad, y no en el sentido de un "preludio" a Se manifiesta aquí al exterior algo que hasta entonces bía permanecido recatado el amor, en estos cdsos, sido reprimido; la tendencia erótica relegada a último
DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS
!o por el impulso
EXISTENCIAL
247
sexual. Y hasta bajo estas formas tan
lñezquinas y bajas de la vida erótica como las que repreftntt la unión fusaz entre una muchacha de cabaret y un
borracho, se abre paso aquel anhelo congénito de una farma superior de üda erótica. l,a tendencia erótica inmanente se nos revelar pü€s, en eonclusión, como 1o que encauza la sexualidad desde el compo de los impulsos puramente físicos, por la vía de lo¡ instintos situados ya en el campo psíquico, hacia el plrrno de las tendencias situadas en el plano espiritual y guc cmanan de la propia persona, orientándose hecia otra per$ona distinta. De este modo, en el curso normal o ldcol de la maduración psicosexual nos encontramos con unn creciente convergencia de las tendencias sexuales y lnr eróticas, hasta que, por último, lo sexual se funde y confuncle con 1o erótico, dándose une congruencia perfecta tle e:ontenidos entre ambas corrientes. Se llega, por este fÉmino, a una venturosa síntesis de lo erótico y lo sexual. lll lnstinto, que recibe de la tendencia erótica su meta, su nrlentación hacia una persona determinada, se encuentra Ittego vinculado a esta persona, a quien "se siente unido" t'l individuo que la ama. Es así como este proceso de maduración conduce aut¡rrnáticamente a las uniones monogámicas. La tendencia ¡exual se orienta exclusivamente hacia aquella persona rinica que la tendencia erótica le dicta. Por tanto, el indivlduo verdaderamente maduro sólo podráapetecer sexualnrcnte, en rigo¡ a la persona a quien ame; sólo aspirará a uquclla unión sexual en que la sexualidad sea expresión de rurrt relación amorosa. En este sentido, debertos considerar lt capacidad interior delhombre pard. contrder una unión uonogámicd como el verdadero criterio de la madurez eró-
248
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
tico-sexual de un indiyiduo. La actitud rnonogiffiicd lo tanto, la etapa últimd del desarrollo sexual, la meta rior de la pedagogía sexudl y el ideal de la ética Como ideal, raravez se consigue, en términos les, y en la mayoría de los casos sólo de un modo co. Como todo ideal, es una norma puramente "es algo así como lo negro de la diana, en el blanco, lo que hay que mirar siempre, aunque no siempre gamos en él el tiro" (Goethe). Del mismo modo
hombre corriente raravez es capaz de sentir un amor, rare vez logra remontarse a la etapa más altE desarrollo de la vida erótica madura. Claro está última instancia, toda tare¿ o misión humana es " y todo progreso humano es un progreso indefinido,. progreso hacia el infinito, hacia una meta i También en este caso se trate simplemente de los av del indiüduo en su historia puramente personal, en el po personal e individual de cada uno. La existencia de
verdadero "progreso" dentro de la historia de la dad, el que este progreso existay en qué sentido, ye algo muyproblemático; lo único que podemos re como seguro es la existencia de un progreso técnico,
tal vez se impon$a a nuestro respeto como el pro$ por antonomasia pura y simplemente porque vivimos Ia era de la técnica.
A Ia mujer le resulta más fácil que al hombre derechamente por el camino que conduce a esta me ideal del proceso normal de maduración, en las relaci sexuales, tal como la hemos caracterizado en páginas teriores. Claro está que esta afirmación sólo puede cerse de un modo general y ateniéndonos, además, a condiciones actuales. P¿ra no sentir el apetito sexual,
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS
EXISTENCIAL
249
sc ha postulado, más que en aquellos casos en que le
cncia sexual sea la expresión física de una unión anÍñlco-espiritual, basta con que la muier sea simplemente llormal (en el sentido de "corriente"), sin que tenga que Fr, para ello, una mujer "refinada"; el hombre, en cambio, liecesita haber alcanzado ya un grado de madurez ideal pera poder elevarse hasta este plano. Otro factor que ayuér n la mujer a marchar derechamente por este camino es :l riguiente. La conservación de la virginidad hasta llegar a h unión física con el hombre real y definitivamente amado lc facilita a la muier Ia orientación monogámica hacia de entrar en relaé1, cn el sentido de que así -después casi automáentrelaza se elones sexuales con el maridotánto lo erótico perte de la otra la persona tlt:¿mente a (romo Io sexual, 1o que hace que la sexualidad de la muier ren despertada casi como un refleio condicionado exclu¡lvomente por "su" marido.
lil proceso normal de maduración psicosexual puede expcrimentar, sin embargo, diversas perturbaciones. Entre hs formas que acusan Ia alteración de este proceso cabe elistinguir tres típicas, cada una de las cuales corresponde, ¡lmultáneamente, a un tipo de hombre sexualmente neu¡'(rtico. El primer tipo aparece representado por el individuo joven que marchaba ya Por el mejor de los caminos ¡ura llegar desde el impulso sexual aún no diferenciado, pasando por el instinto sexual proyectado hacia una meta, h¿sta la tendencia erótica dirigida hacia una persona y de ¡lcanzar así, a través de formas eróticas cadavez más allirs, una orientación cadavez más profunda hacia la otra ¡lirrte, hasta que, por último, su instinto sexual encontrase su meta inalienable y su aspiración erótica su objeto
in-
2SO
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
sustituible: la persona emada. Pero al llegar a esta fese del proceso sobrevino un retroceso, un salto provocado talvez por une decepción. Una exper amorosa traducida en un desengaño puede desanimar ¿
joven de este tipo hasta el punto de interrumpir su d arrollo normal hacia una vida amorosa ideal, hacié retroceder en el camino ya recorrido. En estas nes, no acierta a creer que pueda existir la persona a llegue a respetar espiritualmente y, al mismo tiempo, tecer sexualmente. Empujado por esta decepción rosa, se entrega al goce puramente sexual; se hunde borrachera sexual, tratando de olvidar en ella su ción erótica. Se empeña en suplir la calidad de une funda rcalización de la dicha en el amor con la de los goces sexuales y de la satisfacción de sus insti El acento se desplaza, así, de lo erótico a lo sexual. En
tas condiciones, el instinto sexual, que hasta en con frecuencia, no había sido satisfecho, ni rec tampoco incondicionalmente serlo, exige súbitamento presa y acucia a este tipo de individuos a que le den la yor satisfacción posible, saliéndose de su cauce, por así. Con lo cual van alejándose más y más de Ia meta proceso demadurez psicosexual y encontrándose en res condiciones para llegar a tealizar y dominar la sí de lo erótico y lo sexual. La decepción amorosa sufride empuja de nuevo al plano inferior de la simple los hace retroceder a une fase anterior del proceso, derando que este tipo de perturbación del proceso de duración psicosexual tiene como punto de arranque desengaño y la huella que deja en el suieto, lla este tipo de perturbación el "tipo resentido". Conocemos el diario de un gangster juvenil, en el
DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
251
rc pinta con colores muy vivos el proceso interior de esta
"tipo resentido". Trátajoven arrastrado a orgías sexuales desde los años te de un de su adolescencia. En ellas, había sido utilizado también pura uniones homosexuales. (L¿ falt¿ de meta del impulso lexual, que es, como hemos dicho, una de las característlcas esenciales de esta fase de desarrollo psicosexual, crplica que se acepten, con frecuencia, metas y objetos Perversos para satisfacer los impulsos.) Este joven solía tndar, además, en las peores compañías, metido entre eetegoría humana que llamamos el
delincuentes, que no Io eran solamente en el sentido lexual; hasta que, un buen día, fue introducido por caluulidad en una asociación de jóvenes animados por lderrles políticos y entreg¿dos al deporte del alpinismo. En cste medio nuevo, conoció a una muchacha, de la que tE enamoró. A partir de este instantq, cambió toda su vida, y muy especialmente su vida sexual. Desde el primer Élomento sintió hacia quien amaba anhelos que no eran Propiamente sexuales. El acento se había desplazado hrusc¿mente de lo sexual a lo erótico. No mantenía relaFloncs sexuales con aquella muchacha, ni sentía tampoco ls ncccsidad de mantenerlas. A pesar de haberse despertadr ¡rrcmaturamente en él la sexualidad, habíase desarro-
llnrlo irhora, progresivamente, hacia una erótica asexual. llurtrr que llegó el día en que la muchacha en cuestión le denerrgañó en sus aspiraciones y se precipitó de nuevo e Itt virl¡ anterior, dominada por el grosero apetito de goces, Étr e I campo sexual como en los otros, reincidiendo en sus Éltlrriores excesos, tanto desde el punto de vista sexual t,¡lrro clesde el punto de vista social. L¿s palabras que este Ittve rr cstampa en su diario, imaginariamente dirigidas, fnnr() un grito angustioso, a la muchacha que no aceptó
252
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
su amor, no deien de tener cierto patetismo: "¿Qué que te propones? ¿Que vuelva a ser el de antes,
hunda en mi vida anterior, rodando todas las los cabarets y los prostíbulos, borracho y en brazos meras?"
El segundo tipo representativo de esta alteraci proceso de madurez psicosexual se caracteriza por cho de que los individuos se quedan de antemano a de camino, sin llegar hasta Ia actitud o la releción deramente erótica. Este tipo de hombre se repliega el primer momento en lo puramente sexual. No siquiera la posibilidad de llegar a una síntesis de las tencias sexuales y los anhelos eróticos (en el senti tricto de la palabra y, así concebidas, en una cierta traposición relativa con aquéllas). Renuncia de a la posibilidad de llegar a respetar y emar a la otra
No considera en modo alguno como posible
eI
vida le depare una auténtica experiencia amorosa, no confianza en conocer un verdadero amor o en poder pertarlo. Renuncia a la tarea de lograr una síntesis amoroso y 1o sexual. Por oposición al tipo del llamaremos a este tipo el "tipo renunciador". Como cree en la posibilidad del amor para su propia niega la posibilidad del amor en general y duda de su lidad. Considera el amo¡ simplemente, como una i En la realidad de la vida todo es, se§ún é1, sexual amor, nos dice, sólo se da en las novelas y es un ideal jamás puede llegar a realizarse. A este tipo pertenece también el llamado tipo del |uan. Se impone a las gentes sencillas como un héroe co. En realidad, es un debilucho que no se atreve ni se verá nunca a remontarse hasta las alturas de una vida
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL 25I
lora que represente una verdaderarealización. La enorme Esntidad de placeres sexuales y de mujeres que acumula tñ su historia no impide que su vida sea, en el fondo, Íscf¿. Su mundo es más vacuo que el de quien ama de tErdad, y su vida constituye un amargo fracaso. lil tercero y último tipo es el que llamaremos el "tipo lñuctivo". El resentido y el renunciador coinciden en que It dctienen en lo sexual. El inactivo no llega siquiera hasta llto fase, en el sentido del contacto sexual con la otra par&, Mientras que el resentido vive, por lo menos al principlo, transitoriamente, una cierta vivencia erótica, y el rellunciador, por lo menos, una vivencia sexual, el inactivo ño llcga e contraer ningún emparejamiento, los rehúye t6dos. No es activo ni en lo erótico ni en lo sexual. Se ln(tucntre aislado con su impulso sexual, y la expresión dt cst¿ soledad, sin pareja, es el onanismo que constituye h lirrma correspondiente a la vida sexual del hombre sollturio. La sexualidad es vivida, aquí, como un puro "estaCo"; cl acto onanista es la negación de toda intencionalidncl, de toda dirección que trasciende a otra persona. Es €lcrto que el onanismo no es ni una enfermedad ni una GBtt¡u de enfermedades, sino más bien un signo de una perturhnción en el desarrollo psicosexual o de una actitud fal¡u nnte la vida amorosa; las ideas hipocondriacas acompáll¡rntes acerca de las consecuencias patológicas de esta plúr'l ica viciosa carecerr, por tanto, de todo fundamento. lln embargo, esa especie de amargura que, en general, suels rt'guir al acto onanista tiene su raíz profunda, más allá de lus ideas hipocondriacas e independientemente de ellas,
Fll ¡l(lucl sentimiento de culpabilidad que necesariamente ü*llrr al hombre siempre que huye de la vivencia intencioñtl ¡lrrra caer en las vivencias de estado. Es la misma falsa
254
opr rsrcoaNÁLrsrs AL ANÁLIsrs ExISTENCIAL zt
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
modalided del comportamiento humano que' esenci la embriaguez, señalamos como la verdadera otro y uno que en también fenómeno. Y es notable fatalme sigug que amargura tengamos el estado de existe¡ actá. Es, en realidad, lavoz de la conciencia escrúpulos' los decir puedan que ,igrrifi." más de lo aI
ramente morales o hipocondriacos'
aun Pertenecen al que lbmamos "tipo inactivo"'seguridadd:.1" de pendientemente de la váh'ula "i f Lación, los fóvenes que sufren de Ia llam¿da como sexual", Ia cual debe ser considerada siempre generalanímica' o miseria presión de una indigencia como la indigencia del ser hun
f.-ot
interpretarla
eso y que se siente "solo" ante su instinto y que' Por ( miseria' una como á"rr," po, eso, lo experimenta
do lo erótico es la nota dominante -como ocurre casos de desarrollo normal-, no se experimenta conflicto interior su contraposición relativa con de tensión a Io sexual. Los conflictos y los estados
la llamada "indigencia sexual" falso' ct surgen como consecuencia de un desarrollo erótico lo de acento el do,""orno vimos, se desplaza "indigencia sexual" I sexual. La expresión de creer hacernos puede induce a error, por cuanto indigencia radica en la insatisfacción del impulso al hecho es dácir, en algo que va fatalmente unido
lri", qr" provocan
abstin abstinencia s"*.t"l. En realidad, el hecho de la decimos que Esto sexual' no es sinónimo de indigencia sol volver de ocasión tendremos refiere solamente -ya en la fase de la pubertad' y nc ello- al individuo ioven, joven sufre de adulto. Por tanto, cuando una persona un indicio verse debe que se llama indigencia sexual,
impulso sexual no se halla toüíta (o no se helle yr supeditado a una tendencia erótica y entrelezedo,
guc su m¿fs)
atí, con l¿s tendencias personales del sujeto. El tópico de la "indigencia sexual" se emplea, a veces,
tbusivamente, al servicio de una especie de propaganda ¡exual, aprovechándose de que una falsa concepción y una interpretación vulgar del psicoanálisis ha hecho creer no prea muchos que el impulso sexual insatisfecho -y elsamente el impulso sexual desafortunadamente repri-
mldo-
conduce necesariamente a la neurosis. Dejándose llcvar de estas falsas consideraciones, se predica a la juvcntud la conveniencia de huir de la abstinencia sexual uomo de algo nocivo, con lo que sólo se consigue causer duños reales, ya que estas prédicas no hacen más que crear h neurosis sexual de angustia expectante. De este modo, tc preconiza un comercio sexual "a todo trance", aun entrc muchachos, en vez de deiarlos madurar tranquilamenle y progresar por sus pasos contados hacia aquellas rela[krnes eróticas sanas y valiosas, las únicas dignas del ser humano, en las que lo sexual es siempre la expresión y el rcrnate de una relación auténticamente amorosa. A estas rcl¡ciones eróticas debe preceder la relación del ¿mor. El fovcn que entra prematuramente en una relación exclusi-
vuncnte sexual, consumiendo sus energías sexuales antes dc tiempo, jamás encontrará el camino que conduce a la rlntcsis armónica de lo sexual y lo erótico. Vc¡¡mos ahora cuáles son las posibilidades terapéuticas qttc se ofrecen para combatir este fenómeno de la llamada
"lrrdigencia sexual" de la juventud. El problema es imporlAntc, entre otras cosas, porque una posible psicoterapia de la "indigencia sexual" ex iut¡entibus permite deducir
256
DEL PSICOANALISIS ALANALISIS EXISTENCIAL
conclusiones retrospectivas en cuanto a la psicogé La terapia aconsejable en estos casos es la más simple
podamos imaginarnos. Basta con situar al joven e compañía o la sociedad de otros ióvenes de ambos de hacerle convivir con ellos. Acabará, más tarde o temprano, "enamorándose", es decir, encontrará su ja, en el sentido erótico concretamente, y no en el Logrado esto, la "indigencia sexual" desaparecerá por ensalmo. Son jóvenes que declaran con frecuencie se han'blvidado" literalmente, por ejemplo, de se. Sienten, más allá de toda actitud sexual, la estar cerca de la muchacha a la que aman; ni siqui sus más audaces ensoñaciones,
ni en sueños, expe
tan la necesidad directa e inmediata de satisfacer su
pulso sexual. Lo toscamente sexual, con sus exige i¡satisfechas o a pesar de ellas, pasa automáticamente e gundo plano, en los jóvenes, en el momento mismo en se sienten enamorados y ocupando el primer plano lo tico. Se produce, así, un brusco desplazamiento de lo a
Io erótico, un predominio abrupto de la aspiración
tica sobre el impulso sexual, ya que en los jóvenes cierto antagonismo entre las dos tendencias. pues debemos apoyarnos, para la terapéutica de estos j que sufren de "miseria sexual", en la relación mutua,
equilibrio entre lo sexual y lo erótico; su consecuencie los )óvenes es la normal disminución y desaparición torture que representa el impulso sexual insati pese a la persistente abstinencia sexual. Esta
ha sido puesta de manifiesto por extensas experi con base en los datos facilitados por los centros de jo y orientación para los problemas de los jóvenes, al que las discusiones y charlas sostenides con ,
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
257
micmbros de organizaciones juveniles, con motivo de conferencias en torno e temas de pedagogía social, desarro_ ll¡das en sus locales. Entre muchos miles de casos consul_ tmlos, no ha habido ni uno solo que no confirmese plena_ llcnte lo que dejamos dicho acerca de los efectos en que rc treduce el desplazamiento del centro de gravedad de lo
tcxual a Io erótico.
lil problema no se plantea de igual modo para el aduko, para
!l
hombre maduro. En el adulto, Ias tádencias eróticas aparejadas a las tendencias sexuales, como
vln siempre
eorresponde a su grado de madurez psicosexual, en que al ronsumarse la síntesis de lo sexual con lo erótico, ló pri_ mero pesa a ser la forma de expresión de lo segundo. No ohstante, tampoco en el adulio conduce h a6stinencia tcxual necesariamente a fenómenos neuróticos. Cuando ¡n un adulto que practica la abstinencia sexual se d¿n sín_ tom¿s reales de neurosis, Io más probable es que debemos ronsiderarlos, en general, no como ur" .orr!.u.ncia di_ $r'ta de la abstinencia sexual, sino como algo coordinado
lon clla. En tales casos,
la misma abstinencia=suele ser sim_ ¡tlcrncnte un síntoma, denunciador, con otros, de una neu_ ilrsis que sirve de base común a todos ellos.
'l'ambién en los jóvenes curados de su .,indigencia trxu¿I" gracias a aquel desplazamiento de lo sexual a lo rrritico se manifiesta, de nuevo, más tarde o más tempra_ flo, dc un modo natural lu crcciente síntesis de
-y
respondiendo precisamente a
lo sexual y lo erótico_, el impul_ Io scxual, haciendo valer sus naturales exigencias. Lo thrico que, por tanto, se ha hecho al relegarlJa segundo ¡rlirno -transitoriamente- ha sido aplazalel problema de lu srrtisfacción del impulso sexual. Cán este aplazamiento
258
DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
logrado, sin embargo, algo muy esencial: que el p ven madure lo suficiente para que -bajo de la aspiración erótica- pueda ser capaz de una relación amorosa dentro de cuyo marco sea ble, nada miserable, por decirlo así, una relación que ga, al propio tiempo, un contenido sexual. Lo que existe es una relación amorosa en la que el ünculo ocupa el lugar que le corresponde: el de un simple de expresión (era lo que nos proponíamos co Pero no es todo. Durante ese tiempo, el sentidode la ponsabilidad del joven se ha desarrollado lo s para que esté en condiciones de decidir, por su responsabilidad y la de la persona a quien ama, si contraer, y cuándo, una relación sexual seria. así, encomendarle tranquilamente la decisión este importante problema y estar seguros de una se ha
de que si, en tales circunstancias, llega a establecerse
relación sexual seria, la sexualidad desempeñará en el papel que le corresponde: la forma corporal de sión de un contenido anímico-espiritual, de e del amor.21 Si, resumiendo lo expuesto, nos preguntamos qué titud deberá adoptar el médico cuando se enfrente problema del trato sexual entre jóvenes, es decir, si 21
El"aplazamiento" de 1á sexualidad, el tratamiento "dila problema sexual por parte de la educación sexual de la iuventud, que partir en última instancia de la siguiente reflexión: si el tuviera que ingresar en la vida profesional ya a los catorce años, no garía nunca a desarrollarse profesionalmente ni e preparerse Pem profesión elevada; del mismo modo, si el ioven se ltnzarualavida desde el instante mismo de la pubertad, no llegaría nunca a se interiormente, ni podría elevarse a las formas más elevad¿s de ¿morose, es decir, a una vivencia profunda del emor.
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
259
preguntamos cuál deberá ser la "indicación" con respecto gl comercio o a la abstinencia sexual entre esta clase de pcrsonas, podremos establecer las siguientes líneas genefnles, a manera de orientación. En primer lugax desde eI punto de vista médico-somático, no existe indicación ni contraindicación; siempre, naturalmente, dando por supuesta una madttrez. Dicho en otras palabras, e1 médico t:omo tel deberá mantener una actitud perfectamente neufr¿I, en la seguridad de que, desde el punto de vista físico, ni las relaciones sexuales ni la abstinencia sexual son causa de ninguna clase de trastornos. La situación cambia cuando el problema se plantea destlc el punto de vista psicohigiénico. Aquí ya debemos cdoptar una actitud en los casos en que, por razones psieohigiénicas, nos creamos obligados a pronunciarnos en un sentido negativo, haciendo uso de un derecho de veto, t'omo debemos hacerlo, en todos aquellos casos en que se Apatezca el trato sexual sin que exista todavía una verdatle rrr relación amorosa que pugne por expresarse de ese modo, En este caso (pero solamente en éste) deberá pronun-
clnrse una indicación negativa; el trato sexual entre frlvcnes, como seres maduros sexualmente, pero no maduros aún en lo psicosexual, deberá considerarse contraInclicado.
Iin cambio, no podrá darse nunca ni bajo ningún conlrepto una indicación de tipo positivo. Ello equivaldría a r¡ur: cl médico echase sobre sus hombros o permitiese que luycra,sobre otros una responsabilidad centrade en la úlllnri¡ zona posible del planteamiento de la cuestión (siIunda más allá de lo corporal y lo anímico): en la zona de lo cspiritual. Un tercer punto de vista para enjuiciar el problema del trato sexual entre jóvenes del mé-
-aparte
260
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
dico-somático y del psicohigiénico- es el ét Enfocado el problema desde este punto de vista, no "sí", de iamás para el médico la posibilidad de decir sejar directamente el trato sexual en el caso conc Ilegar aquí termina toda posibilidad de conseio El médico, en cuanto conseiero, no tiene por misión cargar de su responsabilidad a quien solicita su por el contrario, debe precisamente educar en él el tido de la responsabilidad; debe indic¿rle al joven acude al médico en busca de conseio cuál es eI ca seguir. Por tanto, el problema de si un ioven que de ama a otra persona debe mantener, además, co sexual con ella, queda descartado de antemano problema para el médico y conseiero, pues se trata un problema personalísimo de orden moral, que que resolverse sin ayuda de nadie. Lo único que hacer el médico es llamar la atención de quien acude busca de consejo hacia el hecho de que no debe te miedo a la abstinencia caso de que opte libremente ella y quiera abrazarla voluntariamente, por cualquier zón (talvez porque Ia considere como un sacrificio sario en aras de su amor). La responsabilidad hacia la que el consejero debe al joven, o en la que ha de educar cuidadosamente a acuda en busca de conseio no se refiere solamente a le sona de su pareja, sino que trasciende al campo de lo de lo económico, y, en última instancia, abarca
el campo de lo eu$enésico. Y esto que decimos se al problema de si una relación monogámica debe o
convertirse en matrimonio. Ya en otro lugar de este estudio se nos ha reve matrimonio como una categoría especial, que Perte
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
267
I v¿rios campos autónomos al mismo tiempo y que tresclcnde de lo puramente psíquico. Sin embargo, el psicoterspeuta no ha de preocuparse más que de lo psíquico, rarón por la cu¿l sólo puede exigir y estimular una cosa: la eapacidad interior del individuo para contraer relaciones monogámicas, para adoptar una actitud monogámica ante el problema del sexo y del amor. Por 1o que respecta a la gente joven, se la debe animar que afronte valientemente todas las dificultades que le !
lmpone la juventud, como un periodo de iniciación erótlc¿. El joven debe tener la valentía y la decisión necesaflns para enamorarse y desenamorarse, "hacer la corte", vlvir en la soledad, etc. Pero, allí donde lo sexual intente lntcrponerse ante lo erótico y amenace con obrar por su eucnta, tiránicamente, la psicoterapia o la pedagogía sexual deben levantar su voz admonitoria. Una estadística psicológica de grandes proporciones, arganizada por la escuela de Charlotte Bühler, ha revelado quc las relaciones sexuales serias de muchachas muy jólas que no hay, por tanto, motivos para supovencs -en llcr Ia existencia de relaciones amorosas verdaderamente en'lticas- conduce a un¿ clara limitación del círculo de lntereses generales, del horizonte espiritual, por cuanto el impulso sexual, al moverse dentro de la totalidad en n¡¡rrrz de la personalidad de las jóvenes sometidas a pruehrr, "lbsorbe los demás afanes y preocupaciones, bajo la faslln¡ción de un placer logrado a poca costa y con un apetiIo vchemente de satisfacción. No cabe duda de que, bajo lir ¡rcción de este proceso desviado, tiene que sufrir rudos ¡olpcs la preparación interior para el ideal del matrimoIrlo, reconocido por todos y tan valioso desde el punto de vl¡t¿r cultural. La dicha conyr.rgal y la estabilidad matrimo-
262
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
nial sólo se hallan garuntizadas por la consecución meta ideal de un desarrollo normal y sano: la ap pare contraer relaciones monogámicas, mediante la turosa síntesis y congruencia de la sexualidad y el La existencia humana en cuanto tal y como un descansa esencialmente sobre la responsabilidad. El sejero, el médico, tiene una responsabilidad en cierto do potenciada: es co-responsable por su paciente, quien acude a él en busca de consejo. Y su se ecrecienta más todavía cuando se trata de aconsejaf asuntos sexuales. Esta responsabilidad trasciende del sente, para extenderse en cada caso al destino de una neración. La pedagogía sexual del periodo de la pubertad sentir claramente esta plenitud de responsabilidad. No drá sustraerse a los puntos de üsta generales de una gia dela pubertad. Y los tendrá en cuenta cuando nida por su triple responsabilidad- se oriente hacia logro de una triple confianza. La primera de todas eg del joven en sus educadores, en los padres o en los tros, en el dirigente juvenil o en el médico de la fami en el consejero, en general. Todos deben esforzarse ganarse la conftanza del joven y en conservarla. Es ci¿lmente importante por lo que se refiere al tan do haz de problemas de la llamada iniciación sexual. único que podemos decir aquí es lo siguiente: las caciones encaminadas a iniciar a la juventud en los tos sexuales no deben darse nunca colectivamente. Si dan a un conjunto de muchachos en bloque, se incu en el peligro de que la explicación sea, para algunos, masiado prem¿tura y los deje perplejos, y que para ot en cambio, sea demasiado atrasada, poniéndose con
EXISTENCIAL 26'
en ridículo. El método racional y recomendable es el individual. Mas, para que dé resultado, tiene que basarse
prccisamente en la confianza que el joven sienta por el encargado de educarle y que hace que el joven Ie exponga los problemas sexuales que se le plantean en el momento mismo en que se le presentan, ni antes ni después. La segunda clase de confranza que la pedagogía de la pubertad debe cultivar es la del ioven en sí mismo, pues le impedirá caer en el abatimiento cuando escale el escarpndo sendero que lleva al hombre a la personalidad matlura y sintética. La tercera clase, por último, es la que
uosotros debemos depositar en el joven mismo, como el medio más adecuado para que él sienta confianza en sí nrismo y en nosotros. Este tipo de confianza, esta conñanza nuestra ené7, evita que el joven pierda su independcncia personal en el modo de pensar y de proceder y le nyuda en el camino hacia su libertad interior y hacia la conciencia de su responsabilidad. B. ANÁrtsls ExISTENCIAL ESPECIAL
lin los capítulos anteriores pudimos ver repetidas vece§, a neuróticos, en qué consiste el método de examen y de tratamiento al que damos el nomln luz de una serie de casos
bre de análisis existencial. Sin proceder sistemáticamente cn el sentido de una teoría de la neurosis, nuestras observ¿ciones en torno a la llamada neurosis dominical o a al-
formas especiales de la neurosis sexual, mostraron posibilidad de aplicar el análisis de la existencia como
¡¡unas lrr
étodo logoterapeútico. Tampoco en esta segunda parte de nuestro estudio nos proponemos proceder sistemáticamente, Pero sí intentanl
264
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
mos aportar algunas contribuciones coherentes al sis existencial específicoz2 de las neurosis y las tomando en consideración el material de casos a
disposición. Veremos si se nos ofrecen, por este camino, puntos de apoyo para construir una logoterapia neurosis y, por tanto, una terapéutica que "parte de lo piritual", como la hemos postulado y tratamos lueg( esbozar bajo la forma de un análisis de la existencia ( ceminado a hacer que el hombre cobre conciencia ser-responsable, como fundamento de la existeneia). A manera de introducción, permítasenos algunas sideraciones psicológicas y patosénicas de orden muy neral.
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
265
espiritual, podemos decir que existe aquella libertad a que Ec propone apelar el análisis de la existencia. Por otra parte, esta libertad va desapareciendo progresivamente a medida que descendemos, en el hombre, por la escala que va de la logoterapia o del análisis dc lo espiritual -sede lo fisiológico. Al llegar los al campo de a funexistencialfisiológicos de la neurosis, desaparece totalmtlomentos e nte la libertad espiritual, existencial, del hombre; en e uanto ñsiológicos, estos fundamentos son, eo ipso, fatalcs. Tampoco la psicoterapia en sentido estricto puede llcgar a adueñarse de ellos, imprimirles su impronta, tal vcz con una sola y relativa excepción: dentro de los límitcs del llamado entrenamiento autógeno (I. H. Schultz), en general, la única terapéutica posible y ¿decuada, en estos cesos, es la medicinal.
En distintos lugares hemos indicado que todo síntoma rótico tiene cuatro raíces, cada una de las cuales brota una de las cuatro capas esencialmente distintas del ser mano.* Así la neurosis se presenta al mismo tiempo co el resultado de algo físico, como la expresión de algo
quico, como un medio dentro del campo de fuerzas y, finalmente, como un modo de la existencia. Este último aspecto es el que puede servir de punto partida para el proceder analítico-existencial. En
sólo si concebimos la neurosis corno un modo de 22
Por cuanto que ei análisis existencial e§ definición-por análisis de la existencia desde el punto de vista de1 ser-responsable, nemos que llegar a la conclusión de que el análisis especial de la e cia es, en particular, el análisis de las enfermedades psíquicas con al ser-responsable. * Tal vez podríamos hablar también de "dimensiones" del ser mano.
Los fundamentos psicológicos de la neurosis son de diverso tipo, y en el caso concreto se destaca especialmcnte tan pronto uno como otro. Se toman en conside-
ración, principalmente, los constitucionales (la dis¡rosición hereditaria) y los condicionales. Cuéntase entre Ios constitucionales la llamada neuropatía y la psicopatía. A su vez, la neuropatía se halla representada, dentro de los nl¿rcos de la etiología de las neurosis, por dos variantes ¡rrincipales: la inestabilidad vegetativa y la estigmatización cndocrina. Como fundamentos condicionales del origen rlc la neurosis podríamos considerar, por ejemplo, los si(uientes: Ia convalecencia después de una enfermedad t'urporal grave y la resonancia afectiva del organismo, des¡rLrés de una violenta sacudida de miedo. Los factores contlicionales son mucho más raros que los otros y, en los po('os casos en que se dan, presentan siempre más bien la signifrcación de factores que desencadenan la neurosis; es
266
DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
extraordinariamente probable que no exista ningune téntica neurosis en sentido clínico a la que sean ajenos los fundamentos constitucionales, es decir, tima instancia, los biológicos. Dondequiera que un síntoma neurótico puede ser terpretado como "expresión" y como "medio", hay ver en é1, en primer término, una expresión directa, y lo en segundo término un medio pare un fin. De que la llamada finalidad de un síntoma neurótico no plique nunca el necimiento de una neurosis, sino te la fijación del síntoma de que se trate. La explica, por tanto, por qué el paciente ha llegado a traet la neurosis, sino, a 1o sumo, por qué no puede embarazarse de un síntoma. Resalt¿ claramente la traposición con el modo de ver propio de la psicc individual. Ésta entiende que la neurosis tiene, pri dialmente, Ia "misión' de desviar al hombre de la de su vida. El análisis existencial no cree en esta final de la neurosis, pero, no obstante, considera su propia misión terapéutica el ayudar al indivi cumplir su misión en la vida, llamándole la atención cia ella, convencido de que, de este modo, se librará tes y más fácilmente de la neurosis. A esta "libertad (la neurosis) tiene que preceder en lo posible la "li para",la "decisión en pro" de la misión de vida; c más entrelacemos de antemano este moümiento vo (logoterapeútico) con el negativo (psicotera más rápida y seguramente alcanzarcmos la meta tica propuesta.
DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
267
1) Psicología dela neurosis de angustia lixpondremos ¿ continuación, basándonos en una selecelrin de casos, la estructura psicológica de la neurosis de tngustia y veremos, alal.uz de algunos eiemplos, hasta qué punto la neurosis tiene también sus raíces en caPas que no son propiamente psíquicas. Partiremos de un caso concreto de eritro-(ereuto)-foblrr. La base orgánica de esta neurosis reside en un trastorno de regulaciónvasovegetativa. Este trastorno no represen-
tu todavía, por sí mismo, una neurosis en el verdadero ¡cntido de la palabra; tiene que añadirse, como factor patóÍeno en sentido estricto, el elemento psicógeno. Este factor psíquico se presenta, en la mayoría de los casos, dentro de la etiología de la neurosis baio la forma de un "frauma" psíquico cualquiera. En el caso de eritrofobia a que nos referimos, las cosas ocurrieron del siguiente modo. El joven, sujeto del caso, entró un día de invierno dc la calle fuíaala sala caliente de un café. Ya esto sólo era, probab¡rstaba para explicar que aquel hombre -que hlcmente, un neurópata vegetativo ab origine- sintiera e rr ro j ecérsele la cara. IJna vez dentro del café, av anz6 helin la mesa en que solía sentarse y se presentó delante de krs amigos de su
tertulia. Uno de éstos tuvo Ia desgraciada
ocurrencia de llamar la atención de los demás y del recién llcgado hacia los arrebatados colores de su cara, bromeanrkl a cuenta de ello. En aquel momento, quedaron sentarlls las bases pera una auténtica neurosis. A la simple prerlisposición neurótico-vegetativa, a la que no había que rlribuir más importancia que la de una "predisposición ¡omática", venia a sumarse ahora la angustia expectante: trucstro paciente empezí a sentirse aterrado, pensando
268
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
que la próximayez, en situación análoga, volvería a rrirle lo mismo, y con este temor sólo conseguía, en dad, provocar directamente el enrojecimiento de su aun sin necesidad de que mediase un cambio temperatura, es decir, sin ninguna causa ocasional. "mecanismo" de la angustia expectante, :unavez marcha, sigue funcionando progresivamente, de un inexorable: el miedo provoca el síntoma y éste, a su fomenta el miedo, cerrándose así el círculo fatal, hasta la terapéutica se encarga de romperlo. En principio, conseguirse también esta finalidad por medio de un tamiento medicamentoso (y no precisamente en el tido de una sugestión larvada); pero, en general, lo y lo más sencillo es recurrir a los métodos de la psi pia. Lo primero consiste en hacer comprender "hu mente" al paciente el fenómeno de la angustia de tal modo que ya no Ie impresione como si se tratara algo verdaderamente "patológico" y, por tanto, fatal. pronto como se dé cuenta de que esa an$ustia, tan fácil comprender, no tiene más remedio que fomentar el ma, dejaú de exagerar su importancia y de temerlo, que, por último, cese el síntoma mismo, rompiéndose ello el círculo fatal. Al quitarle al paciente el miedo al toma como una especie de hecho patológico que se duce inevitablemente por sí mismo, va cediendo tam aquella tensión obsesiva que lo ve por todas partes, clava Ia atención del paciente en el síntoma, lo que tuye, en realidad, larazónde su fijación. En otros casos a nuestro esquema de -conforme posibles factores patógenos- aparecerá como to orgánico de Ia neurosis de angustia un trastorno regulación endocrina. En los casos de agorafobia, nos
DEL PSICOANALISIS ALANÁLISIS
EXISTENCIAL
269
llanado siempre la atención el hecho de que se tnanifiesten eld.ros síntornas coincidentes de hipertireosls. Este hecho, una posteriori- como de fávez cstablecido, se nos revela -a ell cxplicación. A una hiperfunción de la glándula tiroides eorresponde siempre una especial excit¿bilidad del simpútico. Por otra parte, a la emoción de angustia le corresponde también una excitación del simpático. (Empleamos deliberadamente, pera expresar nuestra idea, la palabra "corresponde", ya que en estos casos no siempre se revela clnramente un nexo causal, ni es necesario tampoco que ¡c maniñeste semejante causación.) En todo caso, Ia hipertlrcosis o la "simpaticotonía" lleva'ia consigo cierta "preclisposición a la angustia" (Wexberg). Sobre esa base disposicional puede surgir perfectamente una de estas fobias A que nos referimos. Por lo que respecta, concretamente, a h agorafobia, se descubrirán además, muchas veces, cierhrs vivencias "traumáticas" como los factores causales que echan a rodar la bola de nieve de la angustia expectante. El punto de arranque del proceso puede consistir, por ejemplo, en un desvanecimiento casual experimentado en plen¿ calle, como en un caso concreto que conocemos, caso, ¡rtlemás, "superdeterminado", por cuanto que desempeñaron su papel en é1 otros dos factores condicionales: la convalecencia después de una grave enfermedad corporal y (como consecuencia de ello) eI recrudecimiento de la rcsonancia vegetativa de una impresión de miedo. Además de explicar y resolver la angustia expectante, cs muy conveniente, en todos los casos de neurosis de an¡lustia, penetrar en las vivencias del enfermo y partir de cllas dentro de la psicoterapia. Por este medio, se dan casos en los que la angustia desaparece de un modo asombrosamente fácil, antes de que se proceda a cualquier
270
"análisis" (incluso al análisis existencial). Lo más i tante de todo nos parece, desde este punto de vista, que el paciente se distancie de l¿ angustia. El modo fácil consiste en ayudarle a objetivar el síntoma, por esl cirlo. Podemos invitarle a que enjuicie la situación de modo: "No soyyo quien teme, sino algo en mí ma
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
neurótico-
-un teme algo". Debemos, asimismo,
que interprete de un modo exacto el sentido de la expresión "tengo miedo", a que se acostumbre a cuenta de que el miedo, "su" miedo, el miedo o neuróticos, es algo que se "tiene", en el sentido p la palabra "tener", y responder a un síntoma que se Así, el paciente se habituará en seguida a no identi (como antes lo hacía) con este miedo o angustia que "en é1". Y dejará, asimismo, de sacar consecuencias miedo, como hasta ahora, dejándose guiar por é1 en actos y en sus abstenciones. Es muy posible que, por medio, consiga quitar a la angustia toda importancia. únicamente lo logrará de verdad si sabe ponerse en lo a sí mismo, reírse de sí mismo. La distanciación y tivación del síntoma tiene por finalidad, en efecto, aI paciente el objetivo, a¡rdarle, por decirlo así, a "al lado" o "por encima" de su sensación de medrosa gustia.* Y nada se presta mejor para poner de por esta distancia que el sentido del humor. "Quien re a la üctoria se halla tan poco amenazado y tiene tan motivo para sentir miedo como quien considera i ble la derrota", ha dicho Aller. Debemos ser lo bastante audaces para poner a bución este hecho, desviando el viento que sopla en a
* En alemán Angst significa a la vez miedo y angustia.
EXISTENCIAL
277
vcles del angustioso miedo neurótico: por eiemplo, si un cnfermo de agorafobia nos dice que al salir de casa siente §ngustia, por miedo a que "le dé un ataque" en plena calle, dcbemos invitarle a que, en el momento de abandonar su cnsa, "se concentre", decidido a no derrumbarse en la ca-
llc si le "da el ataque".Y, para llev¿r su temor totalmente ad absurdum, deberá decirse, además, algo como esto: "Ya mc ha ocurrido muchas veces el caer en medio de la calle, nsaltado por el ataque; pues bien, hoy volverá a sucedermc otra vez",En este momento se dará clara cuenta de quc su angustia no tiene nada de real, de que es una an¡¡ustia puramente neurótica; con ello, dará un paso más hucia la meta de la distanciación. El paciente aprenderá, así, progresivamente, a ir cofocándose cadavez más "por encima" del síntoma, y el humorismo a que le invitamos de este modo y en que debcmos, literalmente, ensayarle, le facilitará extraordinarianrcnte esta actitud, ya que el humorismo ayuda siempre al Irombre, como es sabido, a colocarse "por encima" de una rituación. En efecto, el humorismo es aquel sentimiento rlc vida, aquel "temple" (Gestimmtheit,Heidegger), que rcpresenta la necesari¿ contrapartida al talante "ttágico", a lrr mgustia vital de esta clase de neuróticos, del mismo modo que constituye, por lo demás, la posible contrapartida rlc aquel temple fundamental de angustia cósmica que, de r¡n modo absolutamente unilateral y casi arbitrario, domiñlosofía existencialista de Heidegger. dijimos antes que debemos educar a1 paciente donrinado por la neurosis de angustia hasta que se acostumhrc a no sacar consecuencias de su angustia, y este resultatlo puede conse§uirlo también en forma conscientemente "humorística". Para ello ayudémosle a que paradórrrr [a
Ya
-por
272
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
jico que parczce- proceda "tranquilamente" con drosa angustia. Debe acostumbrarse, en efecto, no hacer las cosas a pesar de la angustia que le sino también a hacer precisamente aquellas cosas angustian; es decir, a buscar, con espíritu que llamar deportivo, aquellas situaciones que le suelen gustiar, envez de huir de ellas. De este modo -al que un buen deportista- se acostumbrará a se a la sensación de angustia. La angustia irá " medida que no consiga nada, puesto que sóIo es, en dad, una reacción biológica de alarmismo enca sabotear, por así decirlo, una acción o a rehuir una ción que, "a los ojos de la angustia", es una situación grosa. Tan pronto como el enfermo se acostumbra a sar de largo" por delante de ella, sin abstenerse de pavor va cediendo paulatinamente, como si fuera de una atrofia por inactividad. Este "pasar de largo y prisa" por delante de la angustia constituye, en c modo, la meta negativa de nuestra psicoterapia en el
tido estricto de la palabra, met¿ que este tretam puede alcenzar antes de que la logoterapia o el existencial llegue a la meta positiva de inculcar aI tu del paciente la necesided de "vivir para algo". para ello, con que el paciente se dé cuenta de que la gustia neurótica no es unarazón para adoptar una acti negativa, del mismo modo que tampoco iustifrca una titud afirmativa el impulso neurótico, por ejemplo, una neurosis compulsiva. "¿Dónde está escrito preguntarse el enfermo- que no se pueda hacer a 'con miedo'o'sin ganas', o que haya que obedecer ci mente a un impulso neurótico-compulsivo? ¿Acaso reglamentos de transportes de los tranvías, por e)e
EXISTENCIAL
275
¡rohíben que el viajero tome un tranvía cuando siente
,la manera como ordenan que no se suba a él con excesivo o con materias inflamables?" Al decquipaje Un
¡Évor,
Elrlc esto al enfermo, podemos, si queremos, reírnos ttnnquilamente, ayudándole así a cambiar de actitud ante lu síntoma; él mismo se reirá también, con lo cual habreEtos ganado ya, en cierto modo, la partida.* Envez de la neuropatía (condicionada por factores vea los ca§etativos o endocrinos) que sirve de fundamento Ios ya citados, otros se basan en un fundamento psicopátlco, como factor dispositivo-constitucional, que crea una elerta "inclinación" a reacciones de angustia más profundss o el terreno propicio parala aparición de fobias neurc1ticas.
Un ejemplo de este tipo lo tenemos en el caso de un fovcn a quien atormentaba el miedo constante a morir de un carcinoma. Sin embargo y a pesar de su constitución lht¿lmente psicopática, terapéuticamente inasequible, se Iogró obtener un resultado terapéutico por la vía delanálisis existencial. El análisis existencial de este ca§o puso tlc manifiesto que el paciente vivía obsesionado por el prohlcma de la clase de muerte que le habría de tocar y totalnrcnte desinteresado de todo lo referente a la clase de vida que tenía que viür, olvidando por entero su§ deberes y sin la menor conciencia de la responsabilidad de su vida. Su angustia por la muerte era, en el fondo, angustia
*
Una paciente contaba cómo había logrado sobreponerse de un rrodo humorístico y riéndose de sí misma a 1a agorafobia que padecía: "Al salir de casa, me miraba al espeio colgado en el vestíbulo, me ponía rl sombrero y me decía para mis adentros: Bien, ya me dispongo a salir rtt'ompañada de mi 'neura'; e, inmediatamente, me echaba a reír con lodas mis genas..."
274
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
de la conciencia, la angustia que necesariamente ante Ia idea de la muerte el hombre que posibilidades de su vida vez de realizarlas- y -en por 1o mismo, tiene que considerar, por fuerza, que su existencia anterior carece de sentido. A aquel de desinterés, que llevaba a nuestro p¿ciente ¿ Iargo ante sus más propias y peculiares posibilidades, rrespondía, como equivalente neurótico, su interés exclusivo por el problema de la muerte. Con su bid trdtdba de justificar, por deciño así, su "frfuolidad tafísica" (Scheler). Lo que se esconde, por tdnto, esta clase de angustia neurótica es und dngustid exi. El síntoma de la fobia no hace, en cierto modo, más especificar dicha angustia. La angustia existencial liza en unafobiahipocondriaca cuando la angustia por la muerte (=an8ustia de la conciencia) se urrd determilrada enfermedad mortal. Debemos pues, la neurosis hipocondriaca como una rama o vación de la angustia existencial, como la proyección ésta sobre un órgano concreto. El temor ala muerte do en una conciencia culpable es reprimido y en sulugar teme Ia enfermedad de un órgano, Es, incluso, probable todo complejo de inferioridad orgánica no sea más una especificación del sentimiento, primariamente no pecífico, de no haber realizado las propias posibili de valor; sentimiento que luego, secundariamente, se canta en un órgano concreto o en una determinada ción. Puede también ocurrir, en estos casos, que Ia i rioridad orgánica sea sentida como una inferiori estética, que la hipocondri¿ se desplace, con ello, al ca po estético, centrándose en torno a un defecto (son los llamados tipos-Cyrano de Bergerac). Cuando
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS
EXISTENCIAL
275
cosmética no aparezca realmente iustificada por razones €Btéticas poderosas o por otras "indicacione§ sociales" cprcmiantes podrá ser considerada, en e§te respecto, como una modalidad generalmente difundida de esta hipocondria estética. No cabe ninguna duda de que las tendencias Co§méticas son, en general, muy exageradas en nuestros dfus. Y también tras ellas se oculte, de un modo o de otro, lg conciencia culpable de la persona, concentrándose el rcntimiento del valor en su zona más periférica, en la§ nr¿nifestaciones más externas del hombre. La condensación de la angustia existencial, la angustia Ante la muerte y, al mismo tiempo, ante la vida en su con-
funto, son fenómenos que se nos presentan constantemcnte en los procesos neuróticos. La angustia, originarirmente total, busca, al parece¡ un contenido concreto, un representante objetivo de la "muerte" o la "vida", un rcpresent¿nte de l¿ "situación límite" (faspers), una rePretentación simbólica (E. Strauss). Esta "función rePresentallva" la asume, por ejemplo, en el caso de la agorafobia, "la t'rlle", o en el caso de la llamada "fiebre de las candilejas", "la escena". Las palabras con que los mismos enfermos tlcscriben sus síntomas y exponen sus quejas, y que, al parccer, sólo tienen en sus labios un significado figurado, rnctafórico, nos descubren con frecuencia la pista que nos conduce al verdadero fundamento, al fundamento exislcncial de la neurosis. Por eiemplo, una paciente aquejada dc agorafobia describía su sensación de angustia con estas "Tengo la sensación de flot¿r en el aire", palabras ¡rirlabras: pintaban, en realidad, del modo más certero la situaque que se encontraba. En efecto, toda su neurosis no ción en y esencialmente, sino la expresión instancia cra, en última de espíritu. Así, pues, la sens¿ción este estado ¡rnímica de
276
DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL
de angustia y de vértigo que la solía acometer en la en forma paroxística, debe ser concebida, desde el' de vista del análisis existencial, como lo que podríamos mar la expresión "vestibular" de la situación de su exi
y de manera análoga deben ser interpretadas, por ei Ias palabras con que expresaba sus vivencias a una actríz atacadapor la llamada"ñebte de las candile "Todo cobra formas superdimensionales, todo parece
rrer detrás de mí, y siento miedo de perder la vida
.
Cuando la fobia neurótica no es sólo la expresión directa de la "angustia de la vida", sino también, en el concreto, un medio para un fin, sólo de un modo dario ha ido convirtiéndose en esto. No siempre se es el caso, en un plano secundario-y cuando éste servicio de tendencias tiránicas frente a uno u otro bro de la familia o sirve como una "enfermedad justi
tiva", para justificarse ante los demás o ante sí mis como la psicología individual se esfuerza constan en demostrarlo. Antes y a la par de este empleo "mediato" de la en el doble sentido de empleo "sec tia -"mediato", rio" y de empleo como "medio"-, es decir, antes y a
par de este carácter de arrangement dela angustia tica, posee siempre, primariamente, un carácter inmedi de expresión. Freud habla con razón de la "ganancia de enfermedad" como "motivo secundario (!) de ella". Pel aun en los casos en que media realmente este motivo * Otre enferma pintaba su sensación de agorafobia, literálmente sin influencia de nadie, en los siguientes términos: "Veo abrirse en espacio, delante de mí, un gran vacío, lo mismo que me acontece en espiritual... No sé siquiera de dónde vengo ni a dónde voy".
DEL PSICOANÁTTSN ETENÁI,ISIS
EXISTENCIAL
277
eundario de la enfermedad, no es aconsejable decirle al cnfermo "ala cara" que lo que sus síntomas se proponen es, en re¿lidad, retener a su esposa, dominar a su hermane, etc. Con este modo de proceder, empleado por muchos en ln práctica de la psicología individual, sólo conseguiremos una cosa, generalmente: provocar las protestas del enfermo. O bien ejerceremos sobre é1 una especie de chantaie, convenciéndole una y otravez de que su síntoma es un urma que le sirve para aterrorizar a su familia, hasta que, por último, le obligamos a apelar a las últimas reservas de flus energías morales y a vencer sus síntomas como sea, para no quedar bajo el peso de aquel estigma moral y que no sigan gravitando sobre él aquellos reproches. A estos métodos poco limpios se debe, probablemente, no pocas veces, el éxito de ciertos tratamientos psicoterapeúticos. A nosotros nos parece que, en vez de arrancar, por medio dc esta especie de chantaje, el "sacrificio" del síntoma, imponiendo con ello una curación ala fuerza, es mucho más aconsejable aguardar a que el enfermo, psíquicamentc quebrantado y en crisis, se dé cuenta por sí mismo de quc explota el síntoma y abusa de él como medio para un lin al servicio de su voluntad, para imponerse a su medio rocial o a su familia. Si lo hacemos así, nos apoyaremos, r:n cada caso, en la espontaneidad de la propia persuasión y de la confesión del paciente, dejando que sea ella la que ¡troduzca el efecto terapéutico apetecido. Ya en el primer capítulo señaIábamos que la psicología individual comete el error típico de enfocar unilateral¡nente el carácter "medi¿to" de los síntomas neuróticos, al paso que el psicoanálisis incurre en el error, también típico de é1, de restringir el cerácter de expresión de los sín-
tomas neuróticos, viendo en ellos solamente
-de
un
278
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
modo unilateral, como decimos- la forma de de contenidos sexuales. En un caso concreto de agorafobia, por ejemplo, la ciente sentíase aquejada, al mismo tiempo, por la a tia de la concepción. Un psicoanalista, fiel a su punto vista esencial, probablemente habría centrado este de agorafobia en torno a la fobia de embarazo de la e ma. Se demostró, sin embargo, que no era sino un sí
periférico, por cuanto representaba, en realidad, une las muchas formas posibles de expresión de la a general, de la predisposición general de nuestra a dejarse llevar por sensaciones de angustia. El princi §eneral de su angustia expresábase en esta frase rística: "Podía pasar algo". Nada tiene de extraño que principio se reflejase también en lo sexual. La realidad que la paciente habí¿ mantenido comercio sexual con o varios hombres algunos años antes de que se sen en ella síntomas de neurosis de angustia, experi tando a consecuencia de ello un miedo a la concepci un tanto exagerado, aunque no marcademente neurótico¡ en última instancia, por 1o demás, también el miedo real puede ser exagerado. Cuando el análisis existencial de un caso de neu de angustia llega, en último término, al resultado de quo estamos frente a un modus de la existencia, frente a un modo humano de situarse ante la vida y adoptar decisio.:' nes espirituales, tenemos ya el punto de arranque para recurrir a la logoterapia, como la terapéutica adecuada y, Tenemos por ejemplo el caso de una neurosis clima.r térica de angustia. Independientemente del trastorno en-
docrino del equilibrio orgánico como infraestructure
DEL PSICOANALISIS AL ANALISIS
EXISTENCIAL
279
nomatógena de la enfermedad, la verdaderaraíz habría que huscarl¿ en la capa espiritual, existencial: enla vivencid de la crisis de vida cotno und crisis existencial, enla dmendzd. por un balance de vida espiritualmente negdtivo. Tratábase de una paciente a quien la sociedad había mimado, como mujer hermosa, en sus buenos tiempos y que ahora se veía
obligada a hacer frente a ese periodo de la vida en que la cotización erótica desaparece, en el que hay que afrontar la vida, pese al ocaso de labelleza. La mujer de nuestro caso sentíase desarmada eróticamente; de pronto, la vida dejó de tener, para ella, un fin, un sentido y un contenido. literalmente- y "Por las mañanas, me levanto -confesó, me pregunto: ¿qué me ofrece el día de hoy?, y tengo que contestarme: nada." Hasta que se apoderó de ella la angustia. Y como su üda carecia de contenido, como no Podía ya construir una vida llena de contenidos, no tenía más remedio que injertar su angustia en su vida, como parte integrente. Tratábase de encontrar un contenido a la vida, de descubrir su sentido, de centrarla, centrando tlavez al propio yo y sus posibilidades interiores, más allá del éxito en el amor y de la cotización sociel; es decir, en cl campo moral. Tratábase de apartar a la paciente de su rrngustia, y de entregarla a las tareas de la vida. Ya hemos dicho que esta segunda finalidad, la positiva de la logoterapia analítico-existencial, puede alcanzarse ¿rntes de la ñnalidad negativa de toda psicoterapia en sentido estricto; más aún, en ciertas y determinadas circunstancias, Ia consecución de la finalidad positiva libra de por sí al enfermo de su angustia neurótica, haciendo des¿parecer la base existencial sobre la que ésta descansa. En cfecto, la angustia neurótica, en cuanto angustia existencial, carece de obfeto tan pronto como I'uelve a descubrirse
280
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
la plenitud de sentido de la vida, sin que haya, por así, sitio o lugar para la angustia o, como espon
te reconocía la paciente de nuestro ejemplo, "sin que
tiempo para pensar en estas cos¿s". De lo que se trataba, en este caso concreto, era de lo guiente: de guiar a este indMduo concreto y en esta ción concreta hacia la misión única e insustituible de wda.Tratábase de hacer que esta persona concreta " prendiese lo que era", para ectuar en consecuencia; bién ella tenía ante sus ojos "la imagen de lo que debía gar a ser", y mientras no llegara a serlo, no "disfrutaría verdadera paz", para decirlo con Rückert. Era nec
convertir aquella crisis climatérica en un renacimie crítico "animado por el espíritu'l y el lograrlo con en el caso concreto de que hablamos, la misión propia la logoterapia, en la que el médico había de desempeñar papel del comadrón socrático. Habría constituido, en e to, como más adelante veremos, un error táctico fiatar imponer al paciente tales o cuales tareas. Lejos de ello, al análisis existencial incumbe, como mos visto, el conducir al interesado hacia el sentimi de su propia responsabilidad. Pues bien, también en tro caso pudo la paciente encontrar "su" misión de ü Con su entrega completa al nuevo contenido de su vida, nuevo sentido que su vida cobró y a la vivencia de su pro, pia rcalización, no sólo renació un ser nuevo, sino que desaparecieron, al mismo tiempo, todos los síntomas neuróticos. Desaparecieron, a pesar de que persistía la base climatérica, todas las sensaciones funcionales del corazón, la sensación de inquietud en la zona cardiaca y las palpitaciones que la enferme venía padeciendo. Y hubo de demostrarse, así, cómo esta yittencia neurótico-cardiaca de ld
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
281
"inquietud" no era, en última instancia, sino la expresión de una inquietud espiritual, de la "irresolución" total de esta persofiL. Inquietum est cor nostrum... lnquieto está nuestro corazón, dice san Agustín. El corazón de nuestro pacien-
tc vivía, en efecto, sumido en la inquietud, y así siguió hasta que pudo descansar y encontrar la paz en la conciencia de su misión únic¿ e insustituible, en la conciencia de l¿ responsabilidad y del deber ante la misión especíñca de su vida.
2) Psicología de la neurosis compulsita 'fambién la neurosis compulsiva descansa, como cualquier otra neurosis, sobre una base constitucional. En los últimos tiempos, ha llegado incluso a colocarse en el centro ctiológico el fector constitucional de su patogénesis. Hasta investigadores como W'exberg y otros, orientados dc suyo más bien hacia Ia psicogénesis que hacia la psicotcrapia, atribuyen a la neurosis compulsiva, en último resultado, una infraestructura somática. La experiencia ha rcvelado, en efecto, la existencia de procesos patológicos postencefalíticos en los que llama la atención, al mismo tiempo, una analogía con los síndromes de la neurosis compulsiva. Ante estos fenómenos, se cometió el error de confundir la semejanza puramente formal con la identidad sust¿ncial; error coincidente, por lo demás, con el cometido a [¿ vista de aquellas formas y manifestaciones de la metenccfalitis que imitan la imagen de la catatonia. Y, d¿ndo un paso más por el mismo camino, se llegó, incluso, a atribuir como base de Ia neurosis compulsiva no sólo un factor constitucional, sino también un factor progresivo. Perecía
282
DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
confirmar la hipótesis de este fundamento el co miento de aquellos casos cuyo curso presentaba en luto las características de un desarrollo progresivo, con fases de un proceso. No está descartada, sin embargo, la posibilidad de en los primeros casos, se trate simplemente de frenias encubiertas y, en los segundos, de melancolías vadas. Pero, aun en aquellos casos en que no se
ban los procesos psicóticos como la base orgánica de síntomas neurótico-compulsivos, seguía colocándose primer plano lo fatal, aunque en un sentido distinto, en de una psicopatía constitucional. Se hablaba de un " drome anancástico", como expresión de una psi anancástica. Veíase en ella el elemento hereditario de neurosis compulsiva; se le atribuía también un sign do radical propio en la biología de la herencia, con trayectoria hereditaria especial y dominante. Por últi se proponía cambiar el nombre de neurosis por el de "enfermedad compulsiva", acentuando así el rácter fatal de la dolencia. Desde el punto de vista terapéutico, consideramos lativamente poco importantes todas estas diversas cepciones; opinamos, en particular, que tampoco el hincapié en lo fatal, entre los fundamentos de la compulsiva, releva a la psicoterapia de sus obligaciones nl la priva de sus posibilidades. En efecto, la psicopatía anan* cástica no significa otra cosa que una predisposición a ciertas particularidades caracterológicas, tales como la pedantería, un amor exagerado por el orden, el fanatismo de l¿ Timpieza o la tendenciaaexegerar los escrúpulos, cualidades todas ellas que desde el punto de vista -incluso como valiosas y positi, cultural- deben ser consideradas
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL 28'
cualidades cardcterísticds no lafi ert detrimento dc quien las posee ni de aquellos que le rodean. Son, sitnplemen' le, el terreno en que puede brotar una verdadera neulosl§ compulsitta, pero en que no es necesario que brote. Cuando, sobre la base de este tipo de constitución, se produzca redl' mente und neurosis, es que se arriba ya d las costds de la vrm. Esfds
li'
bertad hurnana: la actitud del hombre, su comportamiento ante la disposición psicopática, es, aquí, esencidlmente libte, lo son las disposideja de ser, por tanto, algo fatal
-como
eiones-, o algo "criatural" para emplear la expresión de lirwin Strauss. Por tanto, si la causa primaria de una neurosis compulsiva no es nada psíquico, si la neurosis compulsiva no tiene
carácter psicógeno, es que se trata Pura y simplemente de una predisposición, y no de una enfermedad en el §entldo propio de la palabra. Esta predisposición es, de por sf, elgo ¡ruramente formal; a ella vienen e sumerse' en el ceso de una neurosis compulsiva manifiesta, aquellas otres dctcrminaciones concretas que sí son de carácter psicógeno. Lo t:ual no quiere deci¡ en absoluto, que el descubrimiento de la psicogenia de los contenidos concretos deba ser
considerado como algo efr.caz, o simplemente indicedo. Por el contrario, sabemos demasiado bien qué peligro encierra la tendencia a entrar a indagar el contenido que en cada caso pueden tener los síntomas. El tratamiento de cada síntoma nos parece contraindicado, en los casos de neurosis compulsiva. Así como el intento de aplicar, por eiemplo, un tratamiento hipnótico
l los esquizofrénicos
puede provocar en ellos la sensación de que se trata de influirlos, o en los mel¿ncólicos el tratamiento psicológico-individual, con sus reproches en el
sentido de que explotan los afectos como un recurso Pera
284
DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
atemorizar a sus p¿rientes, no hace más que llevar los molinos del disgusto de estos pacientes consigo mos; un tratamiento a fondo de los síntomas, en los róticos compulsivos, sólo serviría para hundirlos más en el pozo de su angustia.
De este tratamiento sintomático, orientado síntomas, debe distinguirse cuidadosamente el to paliativo por medio de la logoterapia, que no se ne etacar el síntoma ¿islado o la enfermedad en cuanto sino el yo del neurótico, la actitud de éste ante la compulsiva. Es esta actitud, en efecto, y no otra cose/ que ha convertido un trastorno constitutivo en eI ma clínico de una enfermedad. Y esta actitud es mente corregible, por lo menos en los casos leves o fase incipiente. Por tanto, allí donde la actitud a que referimos no ha cobrado aún aquella rigidez tipica neurosis compulsiva, donde no se halla todavía infi digámoslo así, por el trastorno básico, necesaria: tiene que ser posible aún cambiar I¿ situación. EI en este caso, puede escoger todavía entre su evolución cia una neurosis compulsiva desarrollada o hacia un carácter compulsivo. Una vez por Io menos en la todo psicópata se halla en la encrucijada entre la posición blanda, de una parte,y de otra su plasmación una verdadera psicopatía. Antes de optar por uno de dos caminos, no se le debiera considerar como ve psicópata: el estado que, evidentemente, puede I convertirse en psicopatía, pero sin que sea necesario
realmente se conüerta, podríamos caracterizarlo, tal por oposición a la psicopatía, con la palabra "psicoi bilidad". Pero este estado es el que aqueja también al a sensitivo que, sintiendo en su alma la angustia
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
285
sabe convertir ese sentimiento en fuente de inspiración y en impulso para su obra creadora. Le duele el universo, pero no su propia enfermedad. Su sufrimiento se orienta "hacia el universo", es un sufrimiento intencional, mientras que el sufrimiento del psicópata es el de la criatura "afectada" por el mundo. Así, pues, cuando en el suieto psíquicamente inestable se den las dotes necesarias, le angustia del universo puede llegar a traducirse no en
una"patía", en algo patológico, sino, por el contrario, en una obra de creación cultural, artística por ejemplo, talvez genial En estos casos, el sufrimiento es una crea-
ción facultativa. En la neurosis compulsiva, la psicoterapia en sentido esIa misión de operar un üraje en Ia actitud del paciente ante la neurosis, vista en coniunto. Este viraie
tricto cumple
§eneral tiene que desarrollarse por cauces seme)antes a Ios que hemos visto a propósito de la neurosis de angustia. También en este caso hay que ayudar al enfermo a "distirnciarse del síntoma". Del mismo modo que el paciente rtquejado por un¿ fobia debe ser acostumbrado a vivirla como algo que "tiene", como algo que hay "en é1", el enlcrmo que padece una neurosis compulsiva debe acostumbrarse a ver en el impulso coactivo, por ejemplo, un impulso que "tiene" también, que hay "ené1", pero que no ante cualquier cs "él mismo": ante este impulso -como otro- puede su yo tomar libremente partido, decidir lihrcmente, escoger, entre las "propuestas" o "sugestiones" que el impulso le hace, aceptarlas o rechazarlas. Ya en otro lugar hemos puesto de relieve este sencillo hecho f'cnomenológico, hacia el que tenemos que llamar conti-
nuemente la atención a nuestros pacientes neuróticos.
286
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
Asimismo señalamos, con otro motivo, aquella técn de las formulaciones con que el enfermo puede cerrar paso a la urdimbre de sus cavilaciones, que tratan de suadirle que ceda a sus impulsos neuróticos. Tomemos el ejemplo de una paciente que era una pecie de golosa impulsiva. Desde eI punto de vista geno, cualquier psicoanalista habría tendido, mente, a interpretar este impulso como la ex simbólica de la acción de los instintos sexuales; pero, un ceso concreto, por 1o menos, se demostró que el toma en cuestión debía ser interpretado pura y si mente como la expresión de un estado de insatisfacc no específrcamente en un sentido sexual, siendo tamente comprensible, desde el punto de vista del sis de la existencia. En un terreno psicoterapeútico ( pués de que había fracasado al cabo de varios años una serie de esfuerzos psicoanalíticos), se demostró la simple evocación retrospectiva, por parte de la te, de su libertad originaria la ponía en condiciones resistir a Ia tentación de las golosinas; pero 1o que más ayudó fue la certera y taiante formulación de su to, en el sentido antes indicado: "Se terminó el sinarse, y no hay nada que habler acerca de esto". Con la primera parte de la fórmula, expresada la sión en tercera persona, la paciente se sustraía a la t dora y peligrosa argumentación contenida en estos términos: "No quiero engolosinarme, pero no tengo remedio que hacerlo, no puedo evit¿rlo, hay'algo'que obliga a ello". Con la segunda Parte, se ataba corto a el proceso de cavilaciones, de dudas y de contraargume tos en torno a la misma cuestión. Es conveniente sejar al enfermo que reserve todos los argumentos
EXISTENCIAL
287
contra de la resistencia ala tentación y los aparentes argumentos en pro de la capitulación para la discusión con el médico. Así sucedió también en este caso de engolosinamiento e que nos referimos. Unavez preguntó la paciente al médico qué debía hacer si veía ante sí un trozo de chocolate y se veía expuesta a sucumbir al argumento de que era una lástima que aquel chocolate se quedase allí, §e estropease, etc. También a este argumento podía oponerse un contraargumento. Bastaba con que la paciente se
preguntase: "¿Lástima del chocolate, de los veinte
centavos que vale? ¡Por el contr¿rio! ¿No es mejor ne$ocio pagar esos veinte centavos a cambio de afirmar el dominio sobre mí misma y la conciencia de mi propio elbedrío?" Lo mismo que en el tr¿tamiento de las fobias, también en el de las neurosis compulsivas deben las medidas
terapéuticas tender a aflojar, por así decirlo, latirantez clcl paciente y a desacalambrar su ectitud ante la neurosis. Ds bien sabido que le acalambrada lucha de estos pacientes contra sus ideas obsesivas no sirve más que pata acentuar la obsesión. La presión provoca siempre otra presión cn contrario; cuanto más se encabrita el paciente contra sus idees obsesivas y topa contra ellas, más fuertes se vuelvcn y más poderosas tienen que parecerle. Lo que estos cnfermos necesitan más que nada, como ya ha hecho ver
lirwin Strauss, es tranquilidad [Gelassenheit] y buenhulnor. Para aplicar ambos remedios juntos, hay que recurrir nuestro tratamiento psicoterapeútico. Con el mismo humorismo que recomendábamos al neurótico angustioso que se riera de sí mismo, debe el neurótico compulsivo cnfrentarse con sus obsesivos temores. También tiene que csforzarse por quitarles el viento de las velas, por una relu
288
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
ductio ad absurdum. Sabemos, por eiemplo, de un mo que vivía bafo el constante temor de haber sin darse cuenta unos centavos al cobrador de tranvía tendero. Hasta que se acostumbró a combatir aquella sesión, tomándola por el lado grotesco y diciéndose:'t mo? ¿Que he estafado a esas pobres gentes sólo par de centavos? Pues en lo sucesivo las estafaré, y tal las haya estafado ya, por miles de marcos, y no ellas, sino a miles de §entes más". Si el paciente verdad desarrollar a fondo tales pensamientos, en se dará cuenta de que su obsesión desaparece como ensalmo. Ahora bien, el no luchar contre las obsesiones re, como supuesto esencial, que el enfermo no les miedo. Sin embargo, los pacientes tienden con harta cuencia aexagetar sus síntomas obsesivos, viendo en Ios signos precursores o incluso las ma una enfermedad psicopática. En estas condiciones, sariamente tienen que sentir miedo de sus ideas vas. En tales casos, lo primero y lo más urgente será, tanto, ayudarles a superar este miedo a la psicosis de se creen amenazados y que, en ocasiones, puede los, evidentemente, al agudizarse, a una manifiesta
cotofobia. Lo primero que hay que lograr, para aquella distanciación y aquella obietivación tan rias, de que hemos hablado, es arrancar al paciente respeto exagerado a su neurosis obsesiva. Sólo así, consigamos quitarle importancia, pondremos al enf en condiciones de ignorarla o de mostrarse indife ante ella. En estos casos, es decir, cuando tropezamos con el mor a la psicosis, es aconseiable entrar a analizatlo
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
289
y objetivamente; no hay ningún inconveniente en remitlr al enfermo, por ejemplo, a estudios como los de Pilcz y Stengel, de los que se deduce, incluso, la existencia de
un cierto antagonismo entre las neurosis compulsivas y lus enfermedades psicóticas, tratando de conseguir, por este medio, que el neurótico compulsivo se sienta, pese a rus compulsivas obsesiones o, mejor dicho, precisamente por razón de ellas, inmune a toda psicosis. Debemos haccrle comprender tranquilamente que "el paso de Ia neutosis compulsiva a la psicosis", ese paso tan temido por el cnfermo, apareció lunavez como rúbrica especial en una estadística sobre la evolución de las neurosis compulsivos, acompañando a una ponencia presentada en un conSreso de psicoterapia, y que debaio de esta rubrica estaba un rotundo y convincente cero. Sin embargo, esta clase de neuróticos no sufren solamente por el temor de que su neurosis compulsiva pueda llcgar a convertirse en una psicosis, sino que les tortura lrrmbién el miedo de que, por ejemplo, puedan llegar, tal vcz, a poner en práctica las compulsiones de suicidio o de homicidio que los asaltan, si es que no se les coloca en condiciones de luchar contra ellas. En tales casos, es neccsario rechazar de frente, objetivamente, semejante temor, para cerrar el peso a esa lucha insidiosa contra los ln'rpulsos obsesivos. Si el paciente deia de luchar contra ellos, podrá acaecer, a lo sumo, que por ese solo hecho clcsaparezcan de por sí las tales compulsiones pero en mod«r alguno que se exponga a eiecutarlas. Es cierto que la ncurosis compulsiva se suele traducir también en actos r'ompulsivos; pero tienen siempre un carácter tan inofenrivo, que nunce se convierten en objeto de temores psicotofóbicos por parte de estos neuróticos.
290
DEL PSICOANÁLISIS ALANALISIS EXISTENCIAL
Por el solo hecho de quitarle al paciente el miedo a una psicosis, lograremos "descargarle de
tificado
presión" psíquica considerable; ya no necesitará el ejercer aquella contrapresión que engendraba, prec mente, la presión compulsiva. Con el fin de lograr descarga de presión, objetivo que debe preceder a toda e incluso a toda logoterapia, es i tante, con frecuencia, conseguir que el paciente radicalmente de actitud ente su enfermedad. En mientras su enfermedad tenga, por así decirlo, un fatal, irremisible, el paciente tiene por fuerza que también como algo fatal su neurosis compulsiva, mente para evitar que en torno al núcleo psic constitucional se vaya amonton¿ndo una capa inútil padecimiento psicógeno. El paciente debe adoptar, evitar esto, una actitud afrrmativa ante el mínimum de predisposición caracterológica realmente influenc por medios psicoterapeúticos. Cuanto más sepamos carlo, así, en una especie de amor fati, más insi se hará el residuo de síntomas fatales e ininfluenci
terior psicoterapia,
que se mantengan en pie.
Conocemos el caso de un paciente aquejado por
cio de quince años de una grave forma de neurosis pulsiva y que, para someterse e tratamiento, se tras por algunos meses desde su tierra a la capital, donde sometió a un psicoanálisis que resultó infructuoso, otras razones, probablemente por la brevedad del con que contaba. Disponíase a regresar a su tierra, sólo para ordenar sus esuntos de familia y sus con el propósito de poner fin a su vida inmedia después; tan grande era su desesperación ante el de que su mal no tuviera, al parece¡ posibilidades de
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
291
vencido terapéuticamente. Pocos días antes de partir, acuciado por sus amigos, fue a consultar a otro rhédico. Teniendo en cuenta, entre otras cosas, el poco tiempo disponible, este segundo médico hubo de renunciar de entemeno a todo análisis de los síntomas, para limitarse a una revisión de la actitud del enfermo ante su enfermedad compulsiva. Intentó, por decirlo así, Iograr que el paciente se reconciliase con su enfermedad. Partió del hecho de que tenía ante sí un hombre de convicciones profundamente religiosas. Considerando esto le convenció de que debía ver en su enfermedad la obra de la "voluntad de Dios", algo fatal, impuesto por el destino, por lo que no tenía para qué seguir cavilando, sino esforzarse para pasarlo por alto, aceptándolo como lo que era y procurando llevar, a pesar de todo, una üda grata a Dios. El cambio radical de actitud interior que determinó produjo efecto§ asombrosos, que sorprendieron al propio médico: después de haber reconocido el paciente, al terminar la segunda sesión psicoterapeútica, que por primera vez desde hacía
diez años se había visto por espacio de una hora entera libre de su obsesión, informó por carta a su médico, ya de regreso en su tierra, puesto que el viaje de retorno había sido inaplazable, que se sentía extraordinariamente mejorado, al punto de poder considerarse, prácticamente, como c:urado
por completo.
lil tratamiento enceminado a corregir aquella falsa actitud ¿nímica que consiste en luchar desesperadamente contra lirs ideas obsesivas, debe esclarecer al enfermo, simultáneamente, dos cosas: en primer luga¡ que no es él el responsable de sus "ocurrencias" neurótico-obsesivas, y en segundo lugar que sí lo es, en cambio, de la actitud que
292
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
ente elles adopte. Esa actitud, y sólo ella, es la que hace esas "ocurrencias" le resulten tan penosas, por el solo cho de "debatirse" interiormente con ellas, de seguir lando en torno a ellas, o de luchar continuamente por el miedo que le infunden. También en este hay que agregar a los componentes negativos del ellas,
miento, componentes psicoterapeúticos en el
es
sentido de la palabra, un componente logoterapeútico sitivo. Así orientado, el enfermo se acostumbrará, a la tre, a seguir viviendo sin preocuparse para nada de, neurosis compulsiva y a llevar, a pesar de ella, una plena de sentido. No cabe duda de que, al entregarse misión concreta de vida, se apartará de los pen que le obsesionan. Haste qué punto es verdad, lo i mejor que nada el siguiente caso. Una paciente neurótico-compulsiva que pasaba cuantos días en la capital visitó, poco antes de reg su pueblo, a un médico especialista, con fines más informativos. En vista de que no alcanzaba el tiempo ponible ni siquiera para un tratamiento breve, la conversación entre el médico y la enferma de limitarse a una plática muy general, que acabó en discusión de carácter marcadamente ideológico. ¡Cuál sería el asombro del médico cuando, al día sigui momentos antes de emprender el viaje de regreso, pareció ante él la enferma para comunicarle en pocas labras que estaba ya "curada"! Y como el médico le guntara, sorprendido, a qué se debía tan satisfact resultado, escuchó estas palabras: "Ya no le doy n importancia a la cosa, pues ahora veo Ia vida, se mente, como un deber que tengo que afrontar". Esta nera de ver la vida puso a la paciente en condiciones
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
293
echar por la borda, como un lastre inútil, las obsesiones que venía padeciendo. No es que nosotros creamos, como la enferma en cuestión, que en este caso y en otros parecidos pueda hablarse realmente de curación; lo que ocurre es que cambia la actitud del enfermo ante el síntoma neurótico, que se opera un viraie espiritual ante el proceso psicopatológico, sin que por ello desaparezcan los síntomas de la realidad del alma del paciente. Pero de lo que no cabe duda es de que cste cambio radical de actitud fue provocado por la con-
versación con el médico, como un resultado, por tanto, de la ayuda médica prestada; es posible que no se tratara de psicoterapia en sentido estricto, pero sí, por lo menos, de lo que F. Künkel llama, por oposición consciente a la psico-
terapia, el "tratamiento de salvación del alma". En el capítulo final de nuestro estudio veremos si se transgreden así, realmente, los límites de la acción médica o, por el contrario, esta clase de tratamiento se ajusta fielmente a los deberes de nuestra profesión.
Aparte de ésta que podemos llamar logoterapia general, cxiste ante la neurosis compulsiva una logoterapia especial, clue se propone abordar, concretamente, la curación mental específica del neurótico compulsivo y corregir aquella t:oncepción de mundo característica a que esa clase de ncuróticos propenden típicamente y que en seguida estudiaremos. El análisis especial de la existencia, en los casos dc neurosis compulsiva, nos ayuda a comprender esta conccpción del mundo a que nos referimos. Para ello, debemos partir de un análisis fenomenológico imparcial de las vivcncias de esta clase de neuróticos. "¿Qué es lo que sucede en la mente de un neurótico
294
DEL PSICOANALISIS AL ANALISIS EXISTENCIAL
obsesivo cuando, por ejemplo, se siente torturado pof manía de la duda? Al hacer cuentas,.supongamos, se 2 x 2 = 4. En el caso concreto sometido a estudio se muestra que el paciente, antes de que las dudas le mentasen, sabía perfectamente, por lo que fuese, que cálculo era correcto; no obstante, apunta en seguide duda. "Tengo que rectificar las cuentas -suelen esta clase de enfermos-, a peser de que estoy seguro que no hay ningún error. Afectivamente, el sujeto se te torturado por la sensación de que queda algún resi sin aclarar. Mientras que el hombre normal se sati en general del resultado de sus actos mentales, en el tido de que no experimenta la necesidad de seguir i gando, el neurótico obsesivo echa de menos ese miento tan sencillo y aquietador que sigue al acto y que, en nuestro ejemplo del simple cálculo "z x 2 = 4", podría expresarse de este modo: "y así es, efecto". La sensación del hombre normal es la de evidr cia, y el sentimiento normal de evidencia es el que se de menos en el proceso mental del neurótico obsesivo,, Podemos, pues, hablar de una insuficiencia del sentimien. to de eüdencia en esta clase de neuróticos. Mientras qu6 el hombre normal descarta en cierto modo, incluso en operaciones más difíciles de cálculo o cualesquiera otrot, actos mentales complicados, aquel residuo irracional quÉ va adherido de un modo o de otro a todos los resultado!
del pensamiento, el neurótico compulsivo no acierta 4 amortiguar este residuo irracional y a seguir pensando tranquilamente, pasando por encima de éL a aquel insufi. ciente sentimiento de eüdencia corresponde una actitud de intoler¿ncia ante el residuo irracional. El neurótico compulsivo no logra descartarlo, como el hombre normal,
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS
EXISTENCIAL
295
(En relación con esto, consideramos digno de notar que las más recientes investigaciones han llevado a la conclusión muy probable de que la función amortiguadore o de "formación de un trasfondo" se halla vinculada a la región subcortical y talvez, en especial, al tálamo; y recordaremos, a este propósito, que en aquellas formas postencefalíticas que aparentan el cuadro patológico de la neurosis compulsiva se presupone también un trastorno funcional subcortical.) Ahora bien, ¿cómo reacciona el neurótico compulsivo al residuo irracional? Intenta superarlo con un nuevo esfuerzo mental, pero sin llegar nunca, naturalmente, a eliminarlo por entero. Eso hace que se sienta continuamente obligado a realizar' nuevos y nuevos actos mentele§ Para Ilegar a extirpar por completo el residuo irracional, pero sin conse$uir nunca lo que se ProPone. Este iuego se Perece algo a la función de una bomba aspirante, la cual tiene,
como es sabido, un "espacio muerto", lo que hace que no se logre nunca el vacío absoluto, sino simplemente reducir en un determinado porcentaje Ia cantidad de aire contenida en el vaso o espacio que se trata de vaciar: el primer golpe de la palanca reduce el contenido de aire, suPongamos, a Ia décima parte, el golpe siguiente a la centésima parte, y así sucesivamente. Pues bien, los últimos e infructuosos esfuerzos con la palanca de la bomba aspirante vienen a simbolizar, si vale el símil, los esfuerzos obsesivos del neurótico por repetir su proceso mental. Después de revisar un resultado mental, el neurótico compulsivo se siente ya un poco más seguro de la situación; pero queda siempre, y quedará por fierza, a Pesar de ello, un residuo de inseguridad, por mucho que el neurótico se esfuerce por eliminarlo, llevado de su compulsión de repetir el acto
296
DEL PSICOANÁLISIS ALANALISIS EXISTENCIAL
una y otra vez. Reiterará el esfuerzo, obsesivamente,
sentirse agotado y hasta que su agotamiento, ape sus últimas fuerzas,le empuje a un vago credo y auna solución global, saltando por encima de sus cavilaci (hasta sentirse asaltado por las siguientes). A la alteración de esto que llamamos el senti de la evidencia, como uno de los f¿ctores del trastorno neurótico-obsesivo en lo tocante al corresponde, en cuanto a las decisiones, una alteración Ia seguridad instintiva. Si seguimos analizando fe lógicamente las vivenci¿s del neurótico compulsivo, mos que aparece trastornada aquella seguridad instinti que acompaña en la vida diaria al hombre normal y que descarga, en cierto modo, de latarce de tener que decisiones hasta en las cosas más triviales . Ld seguri instintita del hombre nortndl le ayuda a reserydr la ciencia de su responsabilidad para las grandes horas de vida, para las encruciiadas, y hasta en estos casos dctúd, en cierto modo, bajo una forma irracional: como ciencia, En cambio, el neurótico compulsito se w obligado 6 compensdr con und exdltdción de su consciencia, y de su con,t,
ciencid los dos defectos timopsíquicos de que adolece, saber: la aberación del sentimiento de eyidencia y la de seguridad instintiya. Su exceso de conciencia y de cons. ciencia se revelan, por tanto, como sensaciones neopsí. quicas (para emplear los conocidos términos antitéticos de "noopsique" y "timopsique", propuestos por Strans§), La alteración de la propia seguridad instintiva en el conocer y en las decisiones conduce, en esta clase de neuróticos, a un control forzado de sí mismo. Provoca, por ley de compensación, la yoluntad de llegar d una seguriádd absoluta en sus conocimientos y sus decisiones, la obsesión de
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
297
conocer las cosas de un modo absolutamente seguro y de to' mar decisiones absolutamente morales. Con la misma consciencia y conciencia profundas, del mismo modo meticu-
loso y concienzudo que el hombre normal Pone, a lo sumo, en elegir una profesión o la persona con quien ha de casarse, se empeña el neurótico, obsesivamente, en cchar una carta al correo o en comprobar, todas las noches, si está bien cerrada la puerta de su casa. Es bien sabido que este exceso de conciencia y de autoobservación tiene por fuerza que producir efectos perturbadores. Los neuróticos compulsivos carecen, por ruzón de la hipertrofi¿ concienzuda que les caracteriza y acompaña a todos sus conocimientos y decisiones, de aquel "estilo fluido" de vida con que sabe vivir, pensar y obrar el hombre normal. El caminante tropezará indefectiblemente en cuanto se fije demasiado en los obstáculos del camino en vez de fijarse en la meta. El hombre torturado por el exceso de consciencia puede, a 1o sumo, iniciar un acto, pero no eiecutarlo limpiamente sin perturbarlo. Así, pues, el exceso de consciencia y la conciencia cxagerada del neurótico compulsivo representan dos características típicas suyas, atyaraiz podemos seguir hasta la infraestructura timopsíquica de la personalidad' De donde se sigue que uno de los problemas terapéuticos que aquí se plantean consiste en ayudar al neurótico a que encuentre de nuevo las fuentes soterradas de su sentimiento de evidencia y de su seguridad instintiva, fuentes que manan de las profundas capas emotivas del hombre, reeducándolo, por ejemplo, a fuerze de adiestramiento, y basándose en aquellos restos del sentimiento de eüdencia y de angustia instintiva que podemos descubrir hasta en el
neurótico compulsivo.
298
DEL PSICOANALISIS ALANALISIS EXISTENCIAL
El neurótico compulsivo se tortura, como hemos buscando la absoluta seguridad en el conocer y en las cisiones. Aspira en todo trance a lo total, al ciento ciento. Busca por todas partes lo absoluto, lo que nu falla. Erwin Strauss ha señalado, a este propósito, que neurótico compulsivo cree enfrentarse siempre al como totalidad". A lo que podríamos añadir: se si abrumado, como Atlas, bajo el peso del mundo. El tico compulsito padece profundamente ante la en que nos dejan todos los conocimientos humanos y ante cardcter problemático de todas las decisiones del hombre. Y el mismo Strauss ha hecho notar que -por ción al neurótico compulsivo- el hombre sano ve lo particular, enfoca el mundo en perspectiva. Ta esto queremos nosotros añadir algo: los valores son, tamente, absolutos y objetivos, pero lo ético se siempre de un modo concreto y visto en perspectiva. nornas tienen siempre una vigencia personal, pero por mismo resultan obligatorias. Sin embargo, en la i que del mundo se forma el neurótico compulsivo todo concreto cae en un punto ciego. En lo que diferimos Erwin Strauss es en creer que esta ceguera puede, a de todo, iluminarse. Pronto hemos de ver hasta qué una logoterapia específica alcanza a corregir, con mentos objetivos y recursos espirituales, a fuerza de cusiones "ideológicas" concepción del mundo-de de una crítica inmanente, ese "concepción del mu cien por cien' típica del neurótico compulsivo. Finalmente, el propio Strauss apunta otro rasgo racterístico de estos enfermos, al decir que no saben al modo "provisional" en que tiene que vivir el ho Añadiremos que el neurótico compulsivo se siente si
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
299
atenazado por una impaciencia específica. Le caracteriza una cierta intolerancia, no sólo en lo que se refiere al residuo irracional del pensamiento, sino también en lo tocante al ineütable conflicto entre el ser y el deber ser. Talvez sea eso lo que determina aquel "querer igualarse a Dios" de que habla Alfred Adler, en que podemos ver el reverso de la idea de la imperfección de toda cri¿tura. A esta idea corresponde el conocimiento de la tensión existente
entre el ser y el deber ser, tensión en la que el hombre se halla inmerso, como un ser que oscila, en cierto modo, entre el cielo y el infierno. La tesis de Strauss según la cual el neurótÍco compulsivo no ecierta a vivir en la provisionalidad necesita ser completada, a nuestro juicio, con otra: no sabe tampoco pensar de una manera algo indeterminada. Huye de lo pro¡tisional parabuscar lo definitivo; rehúye lo indetertninado para aspirar alo definido. A su deseo totalitario del ciento por ciento en el aspecto pragmático le acompaña una tendencia igual en lo cognoscitivo. Ante esta visión analítico-existencial, la esencia de la neurosis compulsiva se nos revela, en última ifistdncid, como la distorsión caricaturesca de un afinfáustico.El enfermo, arrastrado por esta voluntad absolutista, por este empeño de buscar en todo el ciento por ciento, viene a ser una especie de Faustofrustrado, "trágico" enlo que tiene de hu-
y "triste" en lo que tiene de enfermin. Al estudiar la neurosis de angustia veíamos que la 11a-
md.no
mada angustia cósmica se condensaba, patológicamente, cn el síntoma de Ia fobia. Pues bien, la neurosis compulsiva nos ofrece cierta analogía: ante la imposibilidad de ver cumplidas íntegramente sus ambiciones totalit¿rias, el neurótico compulsivo no tiene más remedio que concen-
3OO
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
trarlas en un campo especial de Ia vida. Como la no puede realizarce siempre y donde quiera, se ci cribe y se constriñe a un determinado campo, en el se considera ya asequible (por ejemplo, en la la limpieza, en el empeño obsesivo de tener siempre manos limpias). El campo en que el neurótico vo logra imponer a medias su voluntad de 1o incond nal es, por eiemplo, para la mujer de su casa el orden méstico, para el intelectual el orden de su mesa escritorio, paral'homme d petit papier el empeño en nota de todos sus planes y todas sus ideas y de reg por escrito cuanto le sucede; para el tipo burocráti puntualidad meticulosa y absoluta, etcétera. El neurótico compulsito se circunscribe, pues, en cddct so, o un. determinado sector de la existencia e intentd "pars pro toto"- su ambición zar dentro de él -como talitaria. Así como en la fobia, la angustia (del hombre tipo pasivo) ante el uniyerso como un todo cobra un tenido concreto y se ciñe a un solo objeto, así también el síntoma dela neurosis compulsitala yoluntad (del bre de tipo activo) de plasmar el mundo a su imagen y mejanza se orienta hacia un determinado campo de Pero el neurótico compulsivo, en el primer caso, no realizar su ambición totalitaria más que de un modo mentario o puramente ficticio, y siempre a costa de naturalidad, de lo que el hombre tiene de "criatura". este sentido se ha dicho que todas sus aspiraciones algo de inhumano.23 Este tipo de hombre se sustrae a "realidad del devenir" (Strauss), desprecia la realidad, 23 Ambos tipos de neurosis, Ie del neurótico compulsivo y la neurótico de angustia, se caracterizan igualmente por el hecho de su tendencie a la seguridad es, por así decirlo, "refrecttü", refleia,
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
301
hombre normal el trampolín de la libertad existencial (Wálder); anticipa bajo una forma ficticia la realización de lo que constituye la misión de la vida. Así consideradas, cobran toda su certera fuerza las observaciones de Johanna Dürck y de Allers encaminadas a esclarecer la neurosis compulsiva. La primera escribe: cs para el
presente, en cierto modo, un sello subietiüsta, por no decir que psico-
klgista. Sin embargo, para poder comprenderlo mejor debemos partir normal. De él podemos decir que su contenido es pura y sencillemente segurided. La tendencia hacia ella del neu¡ótico no se contenta, en modo alguno, con este tipo vago de seguridad, con la seguridad incierta de todo ser-crietura. El neurótico vive, de un modo o de otro, "asustado", lo que hace que su afán de seguridad tenga siempre algo de forzado. Surge, así, en él el deseo de una seguridad absoluta. En el neurótico angustioso, este deseo tiende a a¡e¡¡urarse de toda posible catástrofe. Pero como no existe a este resPecto certidumbre alguna absoluta, el neurótico angustioso se ve abocedo e limitarse a la mera sensación de seguridad. Con lo cual se aparta del mundo de los obietos y de la realidad obfetiva, para orientarse hacia cl mundo de 1o subfetivo y del "estado de ánimo". La existencia neuróticoirngustiose hsce ya mucho tiempo que no tiene su puesto en el mundo que da al hombre medio su tranquilidad cotidiana, esa tranquilidad que sc contente con la improbabilidad puramente relativa de una catástrofe; cl neurótico angustioso quiere sentirse absolutamente seguro de que la rratástrofe no se produciría. Y este deseo de llegar a tener una seguridad rrbsoluta Ie obliga a tributa¡ una especie de culto al sentimiento de seguridad; no en vano su actitud de apartamiento del mundo represente una especie de pecado original y crea en é1 una conciencia culpable, que lc empufa a busc¿r una especie de compensación, Ia cual sóIo puede rncontrar el neurótico angustioso en una exageración inhumana de su dcseo reflexivo-subietivista de seguridad. Así, pues, mientras que eI rlcurótico angustioso se obsesiona con la idea de sentirse ebsohttemente cual le obliga a desviarse hacia la seguro de una posible catástrofe dc la tendencia a la seguridad de1 hombre
-1o
tendencia forzada a una pure sensación de seguridad-, 1o que al neurótico compulsivo le importa es la seguridad de sus conocimientos y sus dccisiones; pero tampoco en él aparece esta tendencia de seguridad en-
102
DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
"Un neurótico compulsivo me dijo trnevez que Dios podía ser otra cosa que el orden; se refería, con ello [.; esa supervisión pedantesca asequible que asegura la quilidad y nos descarg¿ de la tensión del ser genuino. así como yo creo que debemos enfocar el problema si remos, realmente, llegar a comprender lo que es la' tería' característica del neurótico compulsivo". Y A "Lapedantería no es otra cosa que el empeño por la ley de la propia persona a las pequeñeces de lo que cauzada en la provisionalidad y la vaguedad propias de la existencia criáture, sino que tembién su aspiración de seguridad presenta un subfetivista y desemboca en el atán obsesivo y acalamb¡ado de un sentitniento de seguridad total, ciento por ciento. Pero, en este revela una trágica esterilidad, pues si su afán "fáustico" de seguridad,
soluta está ya condenado al fracaso, es natural que se busque el de un senümíento de seguridad absoluta. Pero en el momento que se apunta a este sentimiento como tal (en vez -intenderese presente como mera consecuencia de realiz¿ciones obietivás), en mismo momento resulta desplazado. El hombre no gozaya de alguna completa, ni en un sentido ni en otro; pero menos que puede gozar de aquel sentimiento de absoluta seguridad a que eI tico compulsivo se eferre tan obsesivemente (la verdadera el sentirse resguardado, só1o puede encontra¡lo el hombre si 1o otre manera: véase la nota siguiente). Resumiendo, podríamos decir: el hombre normal se contenta vivir en un rÍrundo seguro a medias, relativamente seguro, mientr&t el neurótico aspira a 1a sensación de absoluta seguridad. El ser quiere entregarse al tú amado, mientras que el neurótico sexual orgesmo, "apunta" a é1, y esto mismo hace que se sientá yá en su potencia sexual. El hombre normal trata de conocer re te un fragmento del universo, mientras que el neurótico empeña en poseer un sentimiento de eüdencia, "apunta"
re-
hacia é1, 1o que ya por sí solo le arrastra, e"ün proqlressus in Finalmente, el hombre normal pretende responder existenci su existencia concreta, mientras que el hombre atormentado pot escnipulos de neurótico compuisivo aspira a vivir con ei sentimient0
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
303
rodea". Y, sin embargo, también este empeño, como en general toda voluntad neurótico-obsesiva de orden, debe ser considerado, en cierto modo, como humano, en el mejor sentido de la palabra: "El sentido de lo eterno se cumple por medio del orden, y solamente gracias al orden se hace el hombre digno de aquello a cuya imagen y semeianza ha sido creado" (Werfel). La neurosis compulsiva se nos revela, así, como algo muy ejemplar de lo que es el iuego de la libertad y la vinculación dentro de la neurosis en general. En su estudio sobre la psicología de la neurosis compulsiva, Erwin Strauss presenta el carácter neurótico compulsivo como elgo propio de la "criature" o fatal. No podemos estar de ecuerdo con ese modo de enfocar el problema; pare nosotros, la
cvolución caracterológica hacia la neurosis compulsiva manifieste no constituye algo inexorable y fatal. Lejos de cllo, consideramos perfectamente posible un¿ especie de ortopedia psíquica. Ya hemos visto cuán necesario es un tra-
tamiento de esta clase, a la manera de una psicagógica que cduque al neurótico en las cualidades de carácter de las que tan esencialmente carece, y que son el humorismo y la tranquilidad. Erwin Strauss tiene el mérito de haber sido uno de los primeros que siguieron la trayectoria de la neurosis compulsiva hasta remontarse a lo existencial; no reconoce, sin cmbargo, la posibilidad de tratarla partiendo de factores cspirituales. un¿r conciencia tranquila, pero absolutamente tranquila: incurre, por l¡rnto, en exceso el punto de vista de 1o humanamente desea-desde hlc- y, al mismo tiempo, en defecto el punto de vista de lo -desde h u manamente r eeliztble
-.
304
DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS
DEL PSICOANALISIS ALANALISIS EXISTENCIAL
La neurosis compulsiva no es une psicosis; la act que el enfermo adopte ante ella sigue siendo, de algún do, una actitud libre. Y por "actitud" entendemos, en
ceso, un comportarse del espíritu ante lo anímico, comportarse espiritual del sujeto ante lo psicopático. Pues bien, la actitud espiritual de la persona ( tual) ante la enfermedad psíquica que le aqueja es el de partida de la logoterapia. En páginas anteriores intentado exponer la logoterapia general de la neu compulsiva (cambio radical de actitud de la persona su enfermedad mental), así como el análisis especial la existencia en lo tocante e esta clase de neurosis (
interpretación como caricatura del hombre fáustico Abordaremos ahora la logoterapia especial de la compulsiva, es decir, el tratamiento logoterapeútico caminado e corregir Ia "concepción del mundo neu co-compulsiva". La neurosis compulsiva no es una enfermedad
y menos aún una enfermedad'de la mente" o espíritu: actitud espiritual que ante ella se adopte no se ve a por la dolencia, sigue siendo una actitud libre; libre de afección y libre en cuanto a la posibilidad de ser mente cambiada, lo que hace tanto rrrás necesario y miante, desde el punto de vista terapéutico, de esta libertad. En efecto, la neurosis compulsiva " tra" a quien la padece a una determinada actitud i gica, a aquella concepción que caracterizábamos arriba como una concepción "totalitaria" del uni Corregirla por medio de un tratamiento adecuado es, además de apremiante, fácil y fecundo. neur6tico obsesivo, con su propensión a las cavilaciones, de por sí un hombre abierto a la discusión objetiva de
EXISTENCIAL
305
problemas ideológicos; por otra parte, los esfuerzos logoterapeúticos que se hagan con el ñn de corregir su concepción del mundo son prometedores de resultados, entre otras cosas, porque los neuróticos de este tipo suelen ser, generalmente, hombres valiosos, por 1o menos, en cuanto a sus
facult¿des.
Mientras que Strauss sólo ve en la concepción neurótico-compulsiva del mundo un síntoma psíquico, lo que a nosotros nos preocupa es la posibilidad de hacer de
concepción del mundo de estos neuróticos un instrumento terapéutico, es decir, un arma que pueda emplearla
se
contra la neurosis compulsiva y, por tanto, contre su
ceracterística concepción del mundo. Vamos a examinar ahora esta posibilidad alaluz de un caso en que la con-
cepción neurótico-compulsiva del mundo se presentaba in statu nascendi. Tratábase de una persona joven en la última fase de la pubertad. Bajo el hálito del periodo inicial de la madurez, se hizo ostensible el "nacimiento" de una concepción neurótico-compulsiva del universo, pero, a la paa la posibilidad de una contrarregulación logoterapeútica. Esta persona ioven a que nos referimos se sentía animada por una sed fáustica de conocer. "Quiero sus palabras- remontarme al origen de las cosas; -eran quiero tener pruebas de todo, incluso de aquello que es evidente ¡ror sí mismo; por ejemplo, el hecho de que vivo." Ya sabemos que el neurótico obsesivo adolece siempre de un insuficiente sentimiento de evidencia; pero también el sentimiento de evidencia del hombre normal representa, a
nuestro juicio, una auténtica "realidad de ejecución". (lomo tal, se sustrae esenci¿lmente al manejo intencional: si, en el plano de la teoría del conocimiento, intentamos
306
DEL PSICOANALISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
confiarnos exclusivamente e nuestro sentimiento de dencia, caeremos en un lógico proglressus in infinitum. A corresponde el plano psicopatológico- Ia -en de repetición del neurótico compulsivo, o bien su sión caviladora. No debemos tener miedo a someter obsesión caviladora a una crítica inmanente. Así, en caso de que se trata, el médico entró con el enfermo una serie de discusiones epistemológicas hasta el más queño detalle, consiguiendo de este modo debatir hasta fondo las dudas obsesivas que torturaban al paciente. El último o, si se quiere, el primer problema del ticismo radical es el que versa sobre "el sentido del Sin embargo, el preguntarse por el sentido del ser de sentido, por cuanto el "ser" es anterior al "sentido" é1. El ser del sentido va presupuesto en el problema ser. El ser es, por decido así, la muralla que no pode a.tra.yesar por mucho que pregufitemos. Sin embar$o, tro paciente pretendía probar datos intuibles inmediatos, el ser. Fue necesario hacerle comprender que el " trar" tales cosas era de por sí no sólo imposible, sino ade. más, innecesario, puesto que como datos intuibles eran suyo eüdentes. Su objeción de que, a pesar de todo, seguía dudando, carecía en realidad de objeto, pues a la imposibi. lidadlógica de Ia duda ante el se¡ intuitivamente evidente, dado de modo inmediato, corresponde una ircealidad psicológica, ya que semejantes dudas no pasan de ser una cháchara vacua. El escéptico más radical se comportd, ert realidad, no sólo en sus dctos, sino tarnbién en sus pensdmientos, exactamente lo mismo que quien reconoce las lqtes de la realidad y las del pensamiento. Opina Arthur Kronfeld (en su libro sobre psicoterapia) que el escepticismo se destruye a sí mismo; es una
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
)07
manera de pensar bastante corriente, por lo demás, pero nosotros la reputamos por inexacta. La tesis expresada en Ias palabras "dudo de todo" excluye del "todo'l evidentemente, la tesis que se afirma. No se vuelve, pues, contra §í mismo, ni se contradice en modo alguno consigo mismo. Cuando Sócrates decía: "sólo sé que no sé nada", lo que quería decir era, exactamente, esto: "sé que no sé nada fuera de que no sé nada".
El escepticismo neuróticocompulsivo se esfuerza, al igual que todo escepticismo epistemológico, en encontrar el punto de Arquímedes, es decir, una base absolutamente segura de la que pueda partir y sobre la cual edificar para construir, con una voluntad incondicional de verdad y con coherencia lógica, una concepción del mundo. El hombre selanzaen este caso a la búsqueda de un punto de partida radical. El ideal de semeiante philosophia prima sería, como suprima sententid, una tesis que se iustificase epistemológicamente a sí misma. A esta exigencia sólo podría ajustarse, comprensiblemente, una tesis que tuviese por propio contenido la inexcusable necesidad de servirse del pensamiento concePtual con todo 1o que tiene de problemático y a pesar de ello; es decir, de un pensamiento que se sustenta a sí mismo en cuanto tiene precisamente por contenido la necesidad del pensamiento de atenerse a conceptos (y, por tanto, a algo que no son las intuiciones evidentes). Pues bien, este racionalismo que lleva en sí su propia fundamentación equivale a su propia destrucción. Y, en este sentido, el tratamiento logoterapeútico de aquel paciente debía encaminarse a lograr que §e destruya a sí mismo, por la vía racional, su exagerado racionalismo, que, pese a todo, se hallaba en la base misma de su escep-
308
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
ticismo, como de todo escepticismo en general. EI camino racional es, para estos efectos, el "puente de oro' que bemos tender al escéptico, para ofrecerle con él la salvadora. Talvez no haya ninguna tesis mejor para de "puente de oro", en estos casos, que aquella de que más razonable es no empeñarse en rdzonar demasiado, todas sus cavilaciones y dudas filosóficas o cas, nuestro paciente debe tener presentes las palabras de Goethe: "Un escepticismo activo es aquel se esfuerza incansablemente en superarse a sí mismo". Ir4 logoterapia especial indicada para combatir su concepc del mundo inspirada en un escepticismo neuróticoc pulsivo deberá ayudarle a abrazar y practicar ese tipo escepticismo, y no otro. Y, en efecto, las armas espiri puestas en sus manos por la logoterapia permitieron al paciente de nuestro ejemplo ir escapando a las garras d€ aquella concepción del mundo típicamente neurótica. Em" pleando medios racionales, fue remontándgse, poco I poco, hasta el reconocimiento del fondo irreductiblemente irracional de la existencia humana. Por este camino acabó transformándose a sus ojos la problemática origina. ria. Mientras que al principio el problema de un punto do partida radical en el pensamiento se refería a un axiom4 teórico, al término de todo un proceso de convencimiento ese problema planteábase de otro modo: su solución ib¿ a buscarse a una esfera sustancialmente anterior a todo pensamiento filosófico, a una esfera de la que errancen todos los actos y todos los sentimientos del hombre: la esfera existencial. Aquí, todo gira en torno a lo que Eucken
llamó' el hecho axiomático".
A la lucha con medios racionales contra el propio racionalismo, tan característico del neuróticocompulsivo,
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
309
y a la üctoria sobre
é1, debe segui¡ pera que el tratamiencompleto, la contrapartida pragmática. El neurótico compulsivo, con su concepción totalitaria del mundo, no busca la seguridad absoluta solamente en el conocer, sino también en las decisiones. Su exceso de conciencia representa unhandicap en la acción, ni más ni menos que su exceso de convicción racional. A su escepticismo teórico corresponde el escepticismo ético, a sus dudas en cuanto alavalidez lógica de sus pensamientos corresponden las dudas en cuanto alavalidez moral de sus actos. Resultado de esto es la indecisión característica del neurótico obsesivo. Así, por ejemplo, una neurótice de esta clase veíase torturada continuamente por la duda de lo que en cada caso debía hacer. Estas dudes fueron aumentendo de tal modo con el tiempo que, a la postre, la paciente encontrábase incapacitada para todo. No sabía decidirse por nada; no sabía nunca, n! en las cosas más triviales, por qué optar. No acertaba a décidir, por ejemplo, si ir a un concierto o a dar un paseo por el parque, y acababa quedán-
to
sea
dose en casa, después de haber agotado en aquellos interminables debates interiores con sus dudas el tiempo de que disponía para una cosa o pera Ia otr¿. Por tanto, esta indecisión típica caracteriza al neurótico obsesivo no sólo cuando se trata de tomar decisiones importantes, sino también en los casos más triviales. Pero la logoterapia especial permite combatir el exceso de conciencia del neurótico obsesivo, al igual que su racionalismo exagerado, por la misma vía, es decir, haciendo
que se destruya a sí mismo. Bien dice la frase de Goethe: "No es quien obra quien tiene conciencia, sino quien observa". También al neurótico obsesivo devorado por los escrupulos podemos ofrecerle un "puente de oro". Basta con
310
DEL PSICOANALISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
que le convenzamos de lo siguiente: de que si es cierto que, a veces, puede ir contra la conciencia el obrar de tal o de
cual modo, 1o más contrario a la conciencia es, evidentemente, no obrar de modo alguno. El hombre que no sabe decidirse a nada, que es incapaz de tomar una decisión, toma indudablemente, con su pasividad, la más reprobable de las decisiones.
j)
Psicología de la melancolía
También las psicosis endógenas pueden ser objeto de un tratamiento logoterapeútico. Claro está que en estos casos el tratamiento no recae sobre los componentes endógenos, sino sobre aquellos componentes reactivos, psicógenos, que puedan entrar en juego. Ya al ffatar de la libre actitud espiritual del hombre ante el destino psíquico que se presenta en forma de una psicosis, nos hemos referido al factor "patoplástico" que, por oposición al patogénico, debe concebirse como resultado de una plasmación en cierto modo libre del acaecer fatal de la enfermedad. Citábamos el ejemplo de un estado de depresión originariamente endógeno en el que, teniendo en cuenta el factor
psicógeno, no sólo era posible aplicar un tratamiento psioterapeútico, en combinación con el medicamentoso, sino que quedaba margen, además encima de los -por otros dos-, para un tratamiento marcadamente logoterapeútico. Este tratamiento perseguía Ia finalidad de que la paciente cambiase totalmente de actitud ante la enfermedad como destino, que cambiase por completo su manera de enfrentarse a la vida: como misión. Es evidente que la "patoplástica", unavez efectuada, implica un cambio de ese tipo, aun antes de que se lleve a
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
31I
cabo cualquier otro logoterapeútico en la actitud espiritual de una persona ante el proceso psicopático que en ella se desarrolla. En ese sentido, no cabe duda de que la conducta maniñesta del enfermo psicótico rePresenta ye, en cada caso concreto, algo más que el simple resultado de una afección fatal, propio de la "criatura"; es, al mismo tiempo, expresión de su actitud espiritual. Esta actitud es libre y sujeta, como td.l, a la exigencia de ser, o, en stt caso, llegar a ser, ufia dctitud correcta, En ese sentido podemos afirmar que la propia psicosis representa, en última instancia, algo así como una prueba parala afirmación del hombre; de lo que hay de verdaderamente humano en quien padece la psicosis. La patoplástica e que se somete lo psicótico desde el lado humano constituye una prueba de este asPecto humano. El resto de libertad que aún se mantiene en pie en la psicosis, en la libre actitud del enfermo ante ella, le permite, en cada caso, la realizaciónde una clase de valores: los de actitud. Mientras conserva su libertad, sigue pesando sobre él una responsabilidad. La logoterapia se remite a la libertad que pueda quedar y apela, sencillamente, a su re§ponsabilidad. Aun dentro de la psicosis y e pesar de ella, cabe siempre hacer ver al enfermo Ia posibilidad de una realizaciónde valores, aunque se reduzcen a los que llamamos valores de actitud; aun prescindiendo del valor, llamémosIo pasivo, que puede tener incluso la vida de un hombre gravemente enfermo de psicosis al serricio de le investigación terapéutica o de la enseñanza clínica, es decir,
como "caso". A la obligación moral que pesa sobre el psicótico y a Ia que tampoco puede sustraerse, corresponde el derecho moral del médico a obrar y tratar al enfermo, aun P¿san-
3I2
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
do por encima de é1, y despreciando, por ejemplo, la tud negativa ante la vida, de un melancólico. Porque negación de la vida y esta voluntad de destrucción de vida obedece a una ceguera para los valores por parte melancólico. El tratamiento de ese clase de enfermos Ia misma razón de ser y en'u'uelven eI mismo sentido el camino que lleva a un ciego a1 oculista, aunque aquél pueda verlo.
lntentaremos, en estas páginas, comprender Ia me colía desde el punto de üsta del análisis existencial unmodus de la existencia. El análisis existencial espec co de la melancolía se encuentra, como el primero sus síntomas, como aquel que aparece en primer planol la angustia. Sus fundamentos fisiológicos deben busca se, sin duda, en una alteración hipotética del p metabólico normal, alteración que discurre en forma fá" sica. De otro modo, no se trataría de una auténtica me-r lancolía, sino más bien de simples depresiones reacti o psicógenas. Así como la neurosis comienza a partir del momento en que al hombre ya no le sirve el mero recomportarse (Hattingberg), la melancolía comienza cuando no puede comprobarse la existencia de una psicogenia, o sólo desempeña, a lo sumo, un papel secundario como f¿ctor desencadenador. Desde el punto de vista somático, la melancolía representa un descenso yital; nada menos que eso, pero tampoco más. Labaja blande por la que se ve afectado el organismo del mel¿ncólico no besta para explicar todo el cuadro de los síntomas propios de la melancolía; ni siquiera la angustia melancólica. La del melancólico es, predominantemente, Ia angustia de la muerte y la angustia de la conciencia. Sin embargo, no podremos comprender el sentimiento angustioso
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL JIl
del melancólico y su sensación de culpa más que considerándolos como una manera del ser hombre, como une modalidad de la existencia. famás podremos llegar a comprender fijándonos simplemente en la baja vital, ya que, como es sabido, ni siquiera ella misma se halla, hasta hoy, explicada. La vivencia melancólica es posible, ante todo, por un algo transmórbido: es lo humano lo que hace del simple morbo, de una baja que empieza siendo puramente vital, la modalidad melancólica d.e la vivenciat Qu€ €s, precisamente, un modo de ser-hombre. Mientras que el simple morbo de una melancolía se traduce exclusivamente en síntomas como los trastornos psicomotores o de las secreciones, la vivencia melancólice es el resultado del debate entre lo que hay de humano en el hombre
Así
y
lo que en
é1
hay de patológico,
explica que, pudiendo muy bien imaginarnos que se den también en los animales, a base de una baja orgánica, ciertos estados de depresión (acompañados, incluso, de una excitación angustiosa), los síntomas c¿racterísticos de la verdadera melancolía en el hombre, los sentimientos patognómicos de culpabilidad, de reproches y acusaciones que el melancólico se hace a sí mismo, no sean en modo alguno concebibles en los animales. El "síntoma" de la angustia de conciencia del melancólico no es nunca un producto de la melancolía como enfermedad producida por causas físicas, orgánicas, sino que represente ya una "contribución'del hombre en cuanto personalise
dad espiritual. La angustia melancólica de la conciencia só\o
partiendo de un rruis alld de lo fisiológico, es decir, partiendo de lo hurnano. Sólo es comprensible cozo la angustia de un hombre en cuanto tal, como la angustia es coruprensible
existencial.
JI4
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
Lo único que el descenso vitel, como base ñsiológica la melancolía crea, es un sentimiento de insufrciencia. de el hecho de que ese sentimiento de insuficiencie sea Pero experimentado, üüdo, como el sentimiento de insuficiencia del hombre para cumplir con su misión, es algo que trasciende esencialmente de lo endógeno de la enfermedad. Angustia puede sentirla también un animal, pero sólo el hombre en cuanto tal, es decir, como un ente a quienla responsabilidad de su ser enfrenta d.nte un deber ser, puede sentir la angustia de la conciencia o el sentimiento de culpabilidad. Las psicosis por las que el hombre pasa son totalmente inconcebibles en los animales, lo que quiere decir que necesariamente ha de tener una participación esencial en ellas lo humano, lo existencial. En efecto, el acaecer orgánicamente condicionado que sirve de base a la psicosis es trdspuesto sienpre d lo genuind.ruente humdno, para que pueda convertirse en una vivencia psicótica; para ello tiene necesarid.mente que convertirse efi tenxd humano,
Ahora bien, en el caso de la melancolía, la insuficiencia psicofísica es vivida al modo único y exclusivo del
hom-
bre, a saber: como una tensión entre el propio ser y el
propio deber. El melancólico vive, naturalmente, como supradimensional la distancia que media entre su persona y su ideal. EI descenso vital no hace otra cosa que acentuar la tensión existencial propia de la existencia en cu¿nto tal.La distancia entre el ser y el deber ser se acrecienta en la melancolía, en virtud de la vivencia de insuficiencia. La distancia entre el ser y el deber ser se convierte, para el melancólico, en ufi dbismo. Pero, en el fondo de este abismo que así se abre, debemos percibir siempre lo que en el fondo de todo ser-hombre coflro ser-responsableyace: la con-
EXISTENCIAL
3L5
ciencia. Por donde la angustia de conciencia del ser melancólico debe concebirse como algo que brota, como una vivencia auténticamente humana, de la vivencia de esa tensión acentuada entre Ia necesidad que el hombre siente de cumplir y la posibilidad de conseguirlo. Esta vivencia melancólica de la insuficiencia radical, de un no estar a la altura de una misión, se presenta baio diversas especificaciones. En la angustia melancólica por el empobrecimiento del típico burgués premórbido, este sentimiento de insuficiencia recae sobre la misión de ganar dinero. Si, con Schopenhauer, distinguimos entre "lo que uno es, lo que uno tiene y lo que uno aparenta", diremos que la angustia de conciencia, y el sentimiento de culpabilidad de este tipo de hombre, cuando se ve aquejado de melancolía, acentúa, como corresPonde a la tendencia premórbida, "lo que uno tiene". En el miedo a la muerte del hombre premórbidamente inseguro de su vida, el sentimiento melancólico de insuficiencia versa, en cambio, sobre la misión de conservar la vida. Finalmente, en las angustias de conciencia del hombre premórbidamente consciente de su culpabilidad, o simplemente escrupuloso, se proyecta la misión de la iustificación moral. Cuando ese vital trastorno básico de la melancolía exalta hasta lo sobrehumano la tensión existencial del hombre melencólico, necesariamente tiene que representársele como inasequible la meta de su vida. Hace que pierda la sensación de la meta, del fin, del porvenir. "Mi vida esuna paciente melancólitaba hecha de recuerdos -dice ante mis o)os, y me desaparecido presente había ca-; el se pierde la senCuando retrospectiva." perdía en Ia vida "sin tiene uno mañana", üve cuando se sación del futuro, que el tiempo de ha terminado, que la vida la impresión de
316
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
consumado."Yeía el mundo con otros ojos sa una paciente-; no veia ala gente como de ayer o hoy, sino a cada persona en el día de su muerte, al bordc de la tumba, ya se tretase de ancianos o de niños. dejado de vivir yo misma en el tiempo presente." Podrí mos carecterizar el estado de ánimo de estos casos melancolía de estado de ánimo propio "deI día del jui final", de Dies irae. Kronfeld caructerizaba la vivenc existencial del esquizofrénico como la vivencia de "muerte anticipada"; de la melancolía podríamos que es la vivencia de un"Dies fuae permanente". (Al sentimiento de duelo en el melancólico corresponde, en el maniaco, el sentimiento de alegría. A la vi' vencia de la angustiarnelancólica corresponde la vivencia de la euforia maniaca. Mientras que el melancólico siente que el poder no está a la altura del deber, el maniaco, por el contrario, tiende a considerar el poder como superior al deber. La sensación maniaca de poder viene a ser, así, la correlación de la sensación melancólica de deber. Y así como la angustia melancólica es, en particular, la angustia ante el porvenir -y, como angustia catastrófica, el pavor ante un futuro c¿tastrófico-, el hombre maniaco vive, precisamente, sumido en el futuro: trazaprogramas, forja planes, anticipa el futuro, se adelanta a sus posibilidades tomándolas por realidades, vive "entregado al porse he
venir".) Llevado del sentimiento de su propia insuficiencia, el melancólico es, por fuerza, ciego a los valores que en sí mismo se encierran. Esta ceguera se extiende más tarde a lo que le rodea. Así, la ceguera a los valores del melancólico es una ceguera central, en cuanto empieza afectando solamente a su yo, y puede desarrollarse luego en
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS
EXISTENCIAL
'I? un sentido centrífugo, conduciendo a una desintegración de los matices de valor del no-yo. Ahora bien, cuando sólo se desvaloriza el propio yo, tiene que producirse necesariamente un descenso de su valor con respecto al universo. De aquí nace el sentimiento de inferioridad característico del melancólico que se considera a sí mismo insignificante y estima su vida carente de sentido: de aquí la propensión al suicidio. La obsesión nihilista de la melancolía abre una nueva etapa en el proceso: con los valores se escamotean las cosas mismas, los exponentes de ellos; se niega, incluso, el sustrato de una posible valoración. También en este caso se empieza negando el propio yo, en une especie de despersonalización. "No soy persona uno de estos en-decía fermos-; no soy nadie; soy una basura; no existo en el mundo." Más tarde, el nihilismo se hace extensivo al mundo y se convierte en una forma de desrealización. Un paciente, al serle presentado un médico, declaró: "No hay médicos; no ha habido nunca ninguno".
Cotard describe un síndrome melancólico, en el que
se
descubren "ideas de condenación, de no existir y de no poder morir". Las "ideas de condenación'del melancólico son fáciles de explicar, y la despersonalizacíón nihilista ha sido explicada hace un momento; la idea del no poder morir, la quimera de que se es inmortal, se nos presenta también aisladamente en ciertas formas de la melancolía. Podríamos dar a estas imágenes patológicas el nombre de "melancolías de Ashaverus". Pero, ¿cómo interpretar este tipo de enfermedad, desde el punto de vista del análisis existencial? El sentimiento de culpabilidad del melancólico, ahon-
318
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
dado por la vivencia de la tensión existencial exaltada, puede llegar a ser tan grande que sienta su culpa como irreparable; la misión que, llevado de su sentimiento de insuficiencia, se cree incapacitado para cumplir, se le antoja irrealizable aunque viüera interminablemente. Así, y solamente así, podremos explicarnos manifestaciones de algunos enfermos, como la siguiente: "Tendré que vivir eternamente, para poder expiar mi culpa. Esta vida se me antoja como la antesala del infierno". En esa clase de melancólicos, el carácter de misión que tiene la vida se acrecienta en proporciones gigantescas: "Tengo que cargar sobre mis hombros con el mundo entero'l dijo lunavez uno de estos enfermos; "lo único que vive ya en mí es, realmente, la conciencia. Todo se me hace demasiado abrumador. Todo lo que hay de tempo-
ral en torno mío ha desaparecido para mí; sólo veo el más allá. Pesa sobre mí la inmensatarea de crear el mundo entero, y no puedo. Tengo que reponer los mares y las
montañas, tengo que reponerlo todo, pero no poseo dinero. No puedo horadar une mina ni volver a Ia vida a los pueblos ya desaparecidos, y, sin embargo, no hay más remedio. Todo tiene que perecer, ahora". La desvalorización, no sólo de sí mismo, sino del universo entero, crea en el melancólico una misantropía general. Se siente asqueado de sí mismo, y también de los otros. Ningún valor prevalece a sus ojos. "Cuanto existe es digno de perecer." Esta sentencia mefistofélica nos ayuda explicarnos las ideas de desaparición del universo en que el sentimiento vital de la angustia catastrófica como sentimiento cósmico del melancólico se decanta en forma catatímico-quimérica. Sin embargo, la grandeza sobrehumana en que necesariamente se le revela la misión de a
DEL PSICoANÁLISIS ALANÁLISIS
EXISTENCIAL 1I9
vida (deformada por el sentimiento de la insuficiencia) nos permite comprender, desde el punto de vista del análisis existencial, aquel sentimiento de culpabilidad, cuyas proporciones superdimensionales sólo pueden expreserse en manifestaciones por el estilo de la siguiente: "Todo desaparecerá; tendré que crearlo yo de nuevo, pero no puedo. Todo tengo que hacerlo yo. Pero ¿de dónde voy a sacar el dinero, de una eternidad a otra eternidad? No puedo crear los potros, y los bueyes, y los cerdos, que existen desde que existe el mundo".
Así como el vértigo se manifiesta en movimientos aparentes, la angustia Kierkegaard nos enseñó a com-que prender como el vértigo de las alturas de la libertad- se tr¿duce en una especie de aparentes movimientos espirituales, que en el caso de la melancolía, es decir, cuando se siente la distancia entre el ser y el deber como un abismo, provoca en el hombre el sentimiento de que se hunden y desaparecen en él el yo y el universo, de que ese abismo se traga las esencias y los valores.
4) Psicología dela esquizofrenia En las siguientes acotaciones psicológicas de carácter general sobre la esquizofrenia, encaminadas a facilitar su com-
prensión desde el punto de vista de su análisis existencial, partiremos de algunas observaciones clínicas. Repetidas veces hemos tenido ocasión de observar, en una serie de pacientes esquizofrénicos, un hecho muy peculiar. Estos enfermos declaran, con frecuencia, que tienen, a veces, Ia sensación de que les están filmando. Y, hechas las exploraciones del caso, se llega al notable re-
320
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
32L
sultado de que esta sensación no responde a un mecanismo alucinatorio: los pacientes, en efecto, no creen haber oído las weltas de la manivela de la máquina de filmer, ni
respuesta, muy característica: "Estoy segura de ello, aunque no sé cómo". Hay también casos que podríamos llamar de transi-
el ruido carecterístico del disparo dela cámera fotográfrca, cuando su sensación es la de ser fotograñados. Ni creen tampoco, en el aspecto óptico, haber visto al camerdrndn o al fotógrafo. Ni logran descubrirse estas o las otras ideas paranoicas, a base de las cuales puedan explicarse las aseveraciones de los pacientes en el sentido de una ilusión secundariamente racionalizadora. Hay, entre estos casos, evidentemente, algunos que Presentan' de hecho, una base quimérica; algunos aseguran, por eiemplo, que se han visto retratados en el noticiario cinematográfico, y otros dicen, muy serios, que su§ enemigos o perseguidores sóIo han podido identificarlos por medio de fotografías tomadas secretamente. Ahora bien, estos casos en los que se manifiesta una base paranoica deben ser eliminados de antemano de las investigaciones en torno a la esquizofrenia, y así lo hemos hecho nosotros. El enfermo no vive directamente la sensación de ser filmado o fotografiado, sino que la construye e inserta luego
ción entre el característico cuadro patológico de la ilusión fílmica y otros cuadros análogos. Algunos pacientes, por ejemplo, se empeñan en creer que su voz ha sido regi§trada en discos. Es, sencillamente, el paralelo acústico del caso de la ilusión fílmica. Otros sostienen que alguien les está "escuchando" detrás de la puerta o en un rincón. Finalmente, creemos que son también casos de esta misma naturalez¿ los de quienes aseguran que tienen la cl¿ra sens¿ción de que los están "buscando" o la certeza, igualmente difícil de justificar, de que alguien está "pensando"
en el pasado. Desde el punto de vista puramente fenomenológico y descriptivo, podríamos caracterizar como "ilusión fíImica" los casos restantes, después de hacer la indicada selección. Esta "ilusión fílmica" representa una auténtica "alucinación del saber", en el sentido que |aspers de a esta expresión; podríamos, sin embargo, incluirla entre los "sen-
timientos primariamente ilusorios", siguiendo la terminología de Gruhle. Preguntada una enferma cómo podía creer que había sido filmada, cuando no había oído ni visto nada que la pudiera llevar a esa conclusión, dio esta
en ellos.
Ahora bien, ¿qué es lo que estos casos tienen en común? He aquí nuestra respuesta: el que una Per§one §e viva a sí misma como obieto, como obieto del objetivo de una cámara de filmar, en la "ilusión fflmica", o de una cámara fotográfica, o bien de un aparato de grabación de discos, y en los otros casos, análogamente, como obieto de quien se halla "a la escucha" o "espiando", o finelmente, como objeto de las "búsquedas" o los "pensamientos" de otros; es decir, agrupando y resumiendo estos tipos de vivencias, como objeto de los más diversos actos intencionales de otras gentes. En todos los casos agrupados, el paciente tiene Ia sensación de ser objeto de las ectividades psíquicas de otros; los aparatos de que hablan los pacientes de los primeros casos no son otra cosa que la ampliación "maquinal" de una actividad psíquica, una especie de prolongación "técnica" de los actos intencionales consistentes en ver y en escuchar. (Así se explica también que esta clase de aparetos envuelvan, para el esquizofréni-
J22
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL
323
co, una especie de intencionalidad mítica.) Todos los casos de esquizofrenia que hemos señalado entrañan, pues,
intencionalidades, estas funciones psíquicas, como weltas por pasiva: él "es" observado, él "es" en 1o que se piensa,
un sentimiento primariamente ilusorio, que podríamos calificar como la "vivencia del puro ser-objeto". Y partien-
etc. En una palabra, la esquizofrenia viene e ser la "privación" vivida de las funciones psíquicas' Para nosotros, constituye esto un principio fundamental de la psicología
do de esta base, podemos representarnos ya como simples formas específicas de aquella vivencia general del ser-objeto todo eso que conocemos como sensación de "ser influido", manía persecutoria, de ser espiado, etc. Bajo estas formas especiales, el esquizofrénico tiene, en efecto, la sensación de ser objeto de las "intenciones" re- de alguien que trata de influir en é1, que le-intendeobserva o le persigue. Esta vivencia de que se es, puramente, un objeto podríamos considerarla como une faceta de aquel trastorno central del yo que Gruhle señala como uno de los "síntomas primarios" de la esquizofrenia. Queremos decir con ello, que así como una grieta geológica permite descubrir Ia estructura de los estratos pétreos más profundos, los síntomas primarios (que constituyen, digamos, la superficie sintomatológica) nos dan la pista para encontrar el "trastorno fundamental" esquizofrénico. En realidad, las distintas formas y meneras de manifestarse aquella sensación que el paciente tiene de ser un simple objeto puede reducirse a una ley única y uniforme, por la que se rigen todos los casos de esquizofrenia: el esquizofrénico se vive a sí mismo como si él -el sujeto- se hubiera convertido en un objeto. Vive sus actos psíquicos como si, invirtiéndose los términos, se hubiesen trocado en algo puramente pasivo. Mientras que el hombre normal tiene la sensación de que es él quien piensa y de cómo piensa, observa, influye, escucha, mira, busca y persigue, toma fotos o películas, etc., el esquizofrénico üve todos estos actos e
del esquizofrénico.
cómo esa "pasivación'viüda lleva ¿l enfermo que la vive a emplear las correspondientes formas gramaticales transitivas en casos en que normalmente estarían indicadas las intransitivas de locución. Así, una paciente esquizofrénica se quejaba de que, por las mañanas, al salir de su sueño, teníala sensación no de "despertar", sino de que "la despertaban". Y es también esta tendencia de pasivación de la vivencia esquizofrénica y, como consecuencia, de su manera gramaticel de expresarse, lo que explica la conocida dicción típica que, desdeñando el verbo, recurre de preferencia a construcciones veces forzadísimas ("comer-ición", sustantivadas, no Es interesante ver
Pocas
y otras por el estilo); como que el verbo es aquella parte de la oración que expresa, esencialmente,la"accióí', es decir, que presupone y expresa, sustancialmente, vivencias de actividad. EI lenguaje típico del esquizofrénico, por lo menos del decir, del que Presenta una esquizofrénico autístico -es insuficiencia de "actividad" con respecto al mundo extese caracteÍiza además, por otro rasgo, e saber: por el predominio de la función expresiva en detrimento de la representativa. Así se explican y hasta llegan, a veces, a comprenderse realmente las llamadas maneras artificiosas de hablar de ciertos esquizofrénicos; por medio de estos "lenguajes" artificiales podemos, a veces, llegar a entendernos con quienes los crean, Iimitándonos también nosotros
rior-,
124
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
locuciones puramente expresivas y hablando con el paciente a la manera como "hablamos", por ejemplo, con los perros, es decir, fiiándonos exclusiv¿mente en el retintín de las palabras, y no en su significación. a
Lateoúa de la esquizofrenia mantenida por Berze se acerca mucho a la interpretación del modo vivencial esquizofrénico como la vivida pasivación de la actividad psíquica. El síntoma fundamental consiste, según é1, en la "hipotonía de la consciencia". Poniendo esta hipotonía de la consciencia en relación con 1o que hemos llamado la pasivación vivencial, podemos llegar a la siguiente fórmula, desde el punto de vista de un análisis existencial específico de la esquizofrenia: en esta dolencia el yo queda afectad.o tanto en cuanto ser-consciente como en cuanto ser-responsable. Así aparece el esquizofrénico fatalmente, "criaturalmente", limitado en esas dos dimensiones.* El ser-yo es, como ser-consciente, "hipotónico" y es "vivido", como ser-responsable, "como si" también estuüese afectado. El esquizofrénico se vive a sí mismo limitado de tal modo en todo su ser-hombre, que no acierta a sentirse "existente". Podemos, ahora, comprender, en todo su alcance, aquelld interpretación que Kronfeld hace de la vivencia esquizofrénica, cuando dice que es una especie de "muerte anticipada". Desde que Berzeha distinguido entre los síntomas procey los síntomas defectivos de la esquizofrenia, s¿bemos que toda interpretación psicológico-fenomenológica sales
* O "existenciales", a diferenci¿ de las "cetegodas", que serían las dimensiones fundamentales de 1o que no es existencia (Heidegger).
DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS
EXISTENCIAL
325
y también, por lo tanto, la interpretación analítico-existencial, debe referirse solemente a los síntom¿s de la primera clase. Ahora bien, a nuestro iuicio, entre dos vivencias del hombre normal, la de la vivencia esquizofrénic a,
de adormilarse y la de soñ¿r, medi¿ una diferencia análoga a la que existe entre los síntomas procesales y defectivos del esquizofrénico. Creemos que tiene razÁnC. Schneider
cuando, en su estudio sobre la psicología de la esquizo-
frenia, "alaluz del pensamiento adormilado" pen-el samiento que fluye cuando estamos a punto de dormir-
nos-,
toma como modelo para su análisis precisamente este pensamiento, y no el onírico, como hace, por ejem-
plo, C. G. |ung, quien define al esquizofrénico como quien "sueña despierto". Para comprender cómo realmente la üvencia normal del hombre al dormi¡se imita la modalidad esquizofrénica de vivencia, basta fijarse en que, al adormilarnos, se produce también en nosotros una hipotonía de la conciencia, o un d.bdissement mentale, para decirlo con las palabras de |anet. Ya Lówy llamaba la atención h¿cia lo que él designa los "productos a medio fabricar del pensamiento", y Mayer-Gross, por su parte, nos habla de "cáscaras de pensamiento vacías"; pues bien, todos estos fenómenos se reve-
lan tanto en el pensamiento adormilado del hombre normal como en el pensamiento deformado del esquizofrénico. La escuela de Karl Bühler, orientada hacia la psicología del pensamiento, habla del "esquema de pensamientos" y del "carácter de formulario en blanco" del pensar, lo que trasluce una cierta coincidencia en cuanto a los resultados de la investigación de los tres autores citados. En efecto, aceptando la fórmula de Karl Bühler, podríamos decir que al dormirnos nos dormimos sobre el
326
DEL PSICOANÁLISIS ALANALISIS EXISTENCIAL
formulario en blanco de los pensamientos, envez dellenarlo. Así se comprende por qué en el pensamiento que no ocurre nunca normalmenteadormilado -cosa se pone de maniñesto intuitivamente el formulario en blanco de un acto mental. El pensamiento onírico se halla en oposición con el adormilado, por cuanto que en los sueños predomina siempre el lenguaje de las imágenes. En efecto, mientras que, al adormilarse el hombre, el nivel de su conciencia acuerdo con la hipose desplaza a un grado inferior -de tonía de la conciencia-, el nivel ínfimo de conciencia se alcanza cuando el hombre dormido empieza a soñar; los sueños se desarrollan ya sobre este nivel ínfimo. Y de acuerdo con el cambio funcional que se opera en el tránsito de la ügilia al sueño, el que sueña "regresa" al lenguaje simbólico primitivo de los sueños. Dejemos a un lado la esencial distinción entre los síntomas procesales y los síntomas defectivos de Ia esquizofrenía, y preguntémonos qué otros síntomas esquizofrénicos de los señalados (es decir, la perturbación del yo y la del pensamiento) se pueden aclarar, partiendo del principio explicativo por nosotros establecido, es decir, la pasivación vivida de los procesos psíquicos, que, según nuestro modo de ver, se dan en todos y cada uno de los casos de esquizofrenia. No entraremos a examinar hasta qué punto el aspecto motor del esquizofrénico se acomoda al marco de Ia pasivación nuestro principio interpretativo -la aplicación de es fácil con respecto a los fenómenos catatónicos y catalépticos-, para limitarnos al problema psicológico de las alucinaciones acústicas, de la sensación esquizofrénica de escuchar voces. Si partimos del fenómeno de la expresión
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS
EXISTENCIAL I27
enaltavoz de los pensamientos, vemos que el principio de la pasivación nos ofrece la clave para una explicación: aquellos elementos acústicos que en el hombre sano acompañan obligadamente al pensamiento (de un modo más o menos consciente), bajo la forma de Io que se llama el "lenguaje interior", son vividos pasivamente por el esquizofrénico; los vive como si fuesen algo ajeno a é1, como si viniesen del exterior, según el esquema de las percepciones. Ahora bien, el hecho de experimentar lo propio e interior como si fuese algo ajeno y venido de fuera, como si se tratese de una percepción, no es otra cosa que alucinarse.
El principio de la pasividad vivida de las funciones psíquicas, como criterio de interpretación de la psicología del esquizofrénico, no encuentra, ciertamente, posibilidad alguna de aplicación práctica en el campo terapéutico, pero sí puede encontrar en él una confirmación empírica. Sabemos, por ejemplo, de un caso en que se logró tratar psioterapeúticamente a un joven con una acusada manía sensitiva de creerse observado. Se Ie entrenó en el sentido de no hacer caso alguno de la observación a que se creía la "persécuteur sujeto, en el sentido de no observar -d (La cuestión de persécuté"- a sus supuestos observadores. si tenía o no razón cuando se creía observado por otros, fue dejada a un lado, en las discusiones, desde eI primer
momento.) La sensación de que era observado desapareció tan pronto como el paciente se acostumbró a no seguir observando a quienes le rodeaban como venía haciéndolo h¿sta entonces, es decir, para espiar la observación de que él mismo pudiera ser objeto. Al renunciar a la propia obsentación, terminó tambien la correspondiente tittencia pasi' va, la serrsdción de ser observado. Pues bien, el hecho de
328
DEL PSICOANALISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
que, al poner
fin a la observación activa
-resultado
DEL PSICOANÁLISIS AL ANALISIS
conse-
guido por la vía psioterapeútica- desapareciese también, en el paciente, la sensación de verse observado, sólo puede explicarse, ¿ nuestro juicio, por la hipótesis de que Ia alteración fundamental había conducido a una inversión de la vivencia de observar, volviéndola pasiva.
El análisis existencial específico de la esquizofrenia no tiene por qué atenerse incondicionalmente a los casos que se hallen a salvo de toda objeción desde el punto de vista nosológico; las vivencias esquizofrénicas pueden escl¿recerse, por el contrario, por el análisis de aquellos casos patológicos situados en la periferia del círculo de las formas esquizofrénicas, como el que acabamos de referir. Por eso queremos detenernos, siquiera sea brevemente, en aquellas formas de la psicopatía esquizoide que, en su tiempo, solían agruparse bajo la imagen de la llamada psicastenia. La vivencia de esta clase de enfermos describíase,
como es sabido, como un sentiment de yide, una "senseción de vacío"; señalábase, al mismo tiempo, como otro de los rasgos la ausencia del sentiment de rédlite,'dela "sensación de realidad". Uno de nuestros pacientes intentaba expresar sus yivencias comparándose con un "violín que no tuviese caja de resonancia"; tenía una sensación "como si" fuese simplemente "su propia sombra". Lafalta de "resonancia" pera el mundo en torno, de que se quejaba, engendraba en él una vivencia marceda de desperso-
nalizaciín. Ya Haug señala, en su monografía, que la observación forzada de uno mismo puede provocar una sensación de despersonalización. Querríamos nosotros añadir algunas observaciones. El saber es siempre no sólo un saber de
EXISTENCIAL
129
algo sino también un saber este saber; y, además, un saber que es del yo de quien arranca. Cuando decimos: "yo sé algo'] decimos alevez: 'yo sé algo'i "yo sá algo" y "yo sé e7go". El pacto psíquico del saber o del pensar dispara, por decirlo así, un acto secundario, reflexivo, que tiene como objeto al acto primario y, en é1, al yo, punto de partida del acto primario, es decir, que convierte al sujeto en objeto. (El acto primario reflejado en el acto secundario, reflexivo, se da a sí mismo como psíquico, es cualiñcado como psíquico; la cualidad vivencial "psíquica" se constituye, pues, en y a través de la reflexión.) Tratemos ahora de poner de manifiesto todas estas conexiones alaluz de un ejemplo biológico. Imaginémonos que al acto psíquico primario corresponda, en un símil biológico, el seudópodo de una ameba, que, partiendo de su centro celular, se extienda a un objeto cualquiera. Al acto secundario, reflexivo, correspondería, así, un segundo seudópodo, más pequeño, que "se vuelve" sobre el que se extendió primero. Podemos perfectamente imaginar que este seudópodo "reflexivo", al extenderse demasiado" pierda su conexión sincitiaria con el plasma de la célula de la ameba. Nos brindaría, así, el modelo biológico perfecto para comprender la vivenci¿ de despersonalización de quien se empeña en observarse exageradamente a sí mismo. En efecto, al "estirarse demasiado" lo que se ha llamado "arco intencional" decir, al forzarse la obser-es vación de sí mismo-, tiene que producirse necesariamente la yivencia de la alterada conexión de las funciones psíquicas (que, de este modo, se viven como "automatizadas") con el yo. El f.orzado acto reflexivo de la propia observación pierde, así, la conexión vivencial con el acto primario y con el yo activo. De donde se sigue necesaria-
330
DEL PSICOANÁLISIS AL ANÁLISIS EXISTENCIAL
mente la pérdida de la sensación de actividad y del senes decir, la alteración del yo en forma de una despersonalización. No perdamos de vista que mediante la reflexión concomitante de un acto psíquico se da a sí mismo como puente entre el sujeto y el objeto y, además, el sujeto se da a sí mismo como portador de toda la actividad psíquica. Cuando digo que "tengo algo'l tengo, además del "algo", el "tener" mismo, y al yo como "mi yo". "Mi yo" es, por tanto, el yo que se "tiene" a sí mismo, el yo que ha cobrado conciencia de sí mismo. Esta conciencia que cobramos por la vía de la propia reflexión puede ilustrarse por medio de un símil biológico, que es la filogénesis del telencéfalo: la corteza cerebral -el correlato anatómico de la conciencia reflexiva- se halla como replegada en torno a los centros subcorticales orgánico de los impulsos -sustrato inconscientes- del mismo modo que la función entorpecedora de la conciencia se "refleja" sobre las reacciones instintivas de los centros diencefálicos. Como hemos visto, el "arco intencional" del acto reflexivo se "estira" tanto, en el caso de la despersonalización, que puede llegar a desprenderse; por medio de esta imagen, hemos intentado explicar la alteración del sentimiento del yo, cuando se fuerza excesivamente la autoobservación. Vemos, ahora, claramente por qué la hipotonía de la conciencie, en la esquizofrenia, puede o debe conducir al mismo resultado de una alteración del yo que la hipertonía de la conciencia en los casos de psicastenia,
timiento de personalidad,
decir, en los psicópatas esquizoides, y que la observación forzada de sí mismo en los psicópatas neurótico-compulsivos. La diferencia entre la alteración esquizofrénica del yo y Ia despersonalización psicopática estriba, simplemenes
DEL PSICOANALISIS ALANÁLISIS
EXISTENCIAL
331
corresponde a la hipote, en que en el primer caso -como tonía de la conciencia- el ecto intencional se deja demaa le siado flojo, mientras que en el segundo -conforme hipertonía de la conciencia- se estira demasiado, hast¿ que se "desgaja". El bajo nivel de conciencia a que el hombre, como queda dicho, se ve retrotraído al dormirse, lleva consigo una hipotonía fisiológica, es decir, no patológica, de la con-
ciencia. Ahora bien, cabe esPerar que esta hipotonía se traduzcatambién en un descenso de la tendencia a la reflexión. Podemos suponer, en efecto, que en el soñar la rama reflexiva del acto de pensamiento se retraiga, más o menos. Y ello se manifiesta en el resultado de que los elementos intuitivos de las "representaciones que ascienden libremente" puedan desarrollar su juego alucinatorio sin verse perturbadas por ninguna clase de correcciones reflexivas. Resumiendo, para terminar, los resultados del análisis especial de la existencia con respecto a las diferencias esenciales que median entre los tipos de vivencia neurótico-compulsiva, melancólica y esquizofrénica, podemos condensarlos
y delimitarlos en los términos siguientes. El neurótico compulsivo padece de insuficiencia de una función amortiguadora y del consiguiente exceso de conciencia. El esquizofrénico padece de "hipotonía de Ia conciencia", por efecto de una "insuñciencia de la actividad psíquica". Pero en parte realmente y en parte en el plano de la vivencia, la esquizofrenia trae consigo no sólo una limitación del yo en cuanto ser-consciente, sino también en cuanto ser-responsable, en cuanto ser-sujeto-responsable (vivencia del ser puramente objeto, o principio
332
DEL PSICOANÁLISIS ALANÁLISIS EXISTENCIAL
de la pasivación). Por tento, en la esquizofrenia, el proceso psicótico afecta al ser-hombre en cuanto tal y como un todo. Es esto lo que distingue esencialmente al esquizofrénico del melancólico. Desde el punto de üsta ¿nalítico-existencial, la vivencia enfermiza del melancólico sólo puede explicarse, como hemos visto, como una configuración del proceso patológico desde la yertiente humana, y, por t¿nto, en un sentido muy propio, como un modo de ser-hombre. Contrariamente, en el esquizofrénico, como el análisis existencial nos lo revela, resulta af.ectado el mismo ser-hotnbre, configurado d.esde la t)ertiente del proceso patológico. No va, pues, desencaminado el lenguaje usual cuando
distingue entre la melancolía, como una simple enfermedad del ánimo, y la esquizofrenia, como una verdedera enfermedad mental, del espíritu. Como tal, como auténtica enfermedad "de la mente", debemos considerar la esquizofretia oposición, también, a la neurosis compulsi-por va- como un ac¿ecer fatal,"criatural" (Straus), mientras que la neurosis compulsiva, a nuestro juicio y en desacuerdo con Straus, no tiene ese carácter. No obstante, el esquizofrénico sigue conservando, a pesar de todas sus limitaciones, aquel resto de libertad frente al destino y frente a la misma enfermedad que es inseparable del hombre en cuanto tal y que sigue acompañándole, eun como enfermo, en todas las situaciones y en todos los momentos de su vida, hasta que exhala el último suspiro.
III. DE LA CONFESION SECULAR A LA "CURA DE ALMAS" MÉDICA INTrNTAN{os poner de manifiesto en el capítulo r de este estudio hasta qué punto la psicoterapia, tal como ha venido practicándose hasta aquí, necesita en principio de un complemento, reflriéndonos con ello a la necesidad de incorporar lo espiritual en el tratamiento. En este capítulo, al final, trataremos de la "posibilidad" de llevar a cabo esto que preconizamos. Decía Paracelso que era "una pobre cosa un médico que, llamándose médico, estuviese ayuno de filosofía y no supiese nada de ella'l Cabe preguntar, sin embargo, hasta qué punto un médico "pleno" de ambiciones ideológicas tiene derecho a introducir una ideología, una concepción del mundo, en el tratamiento de sus enfermos. Le base sentada en el capítulo I de esta obra es la logoterapia. En torno al eje de la responsabilidad humana, situada por la logoterapia en el centro mismo de su campo üsual, se opera el viraje hacia el análisis existencial, como el análisis de la existencia desde el punto de vista de la responsabilidad. El análisis existenciel revela el absoluto carácter de misión que tiene la existencia. Nos hace vivir la existencia, profundamente, como responsabilidad. Pone en marcha, con ello, un acaecer interior cuya dignidad terapéutica hemos examinado ya. El camino de la logoterapia al análisis existencial queda 1\1
334
..CUM DE ALMAS" MÉDICA
..CURA
DE ALMAS"
MÉDICA
"5
un determinado punto, la
A quienes ven esta cura de almas médica como un
logoterapia se trocó en análisis existencial. Se plantea ahora el problema de saber si el psicoterapeuta tiene el derecho o el deber de dar un paso más allá de esta raya. ¿Qué pretendía ser la psicoterapia, especiabnente el psicoandlisis? Una confesión secular. ¿Qué pretende ser la logoterdpid, especialmente el análisis existencial? Una "cura
sustitutivo de la religión, podemos decirles que nada más lejos de la verdad. El médico que abraza la logoterapia o el análisis existencial sigue siendo médico, y no se propone, ni remotamente, dejar de serlo. No piensa ni por asomo en hacerle la competencia al sacerdote. Lo que ocurre es que treta de ensanchar su círculo de acción y de agotar las posibilidades de la acción médica. Que estas posibilidades existen y cómo deben ser rcalizadas, es precisamente lo que ahora nos proponemos demostrar. La importancia psioterapeútica de la confesión ha sido puesta de relieve repetidas veces y desde diversos puntos de vista. A cada paso tenemos ocasión de comproba¡ no sóIo dentro de los marcos del tratamiento médico, sino también cuando, en un plano más amplio, se recurre a nuestros conseios, que la simple confesión en cuanto tal tiene una esencial eficacia terapéutica. Lo que en páginas anteriores dijimos a propósito de la terapia de la neurosis de angustia y la compulsión, acerca de los efectos de la objetivación del síntoma y de la distanciación del paciente, es aplicable a toda confesión en general y, en particular, a las confesiones que vers¿n sobre la in-
ye etrás de nosotros.
Al llegar
a
de almas" médica.
Hay que poner buen cuidado en no tergiversar el sende almas" médicd no tratd. d.e ofrecer ningun "sustituti¡¡o" de la religión; no trdtd siquiera de ofrecer ningun sustitutit¡o de la psicoterapia, tal como ha wnido practicándose hasta aquí, sino que se propone, simplemente lo hemos dicho-, complementarla. Al -ya hombre de espíritu religioso, que se sabe guarecido en las reconditeces de la metafísica,l no tenemos nada que decirle, ni podríamos ofrecerle nada. Problema distinto es el de saber qué ha de hacerse con el hombre que no teniendo, de hecho, un espíritu religioso, acude al médico sediento de una respuesta a los problemas que le conmueven y torturan en lo más profundo de su entraña.
tido de esta afirmación. La "cura
1 La reiigiosidad es tal vez, en última instancia y esencialmente, la vivencia del propio cttácter fragmentario y relativo del hombre, por referencia a un trasfondo que sería desmedido carecterizú como "1o absoluto", pues ya habría que pensarlo de un modo muy absoluto. Podríamos hablar, a 1o sumo, de un algo no fragmentario, no relativo.
Ahora bien, ¿qué es la vivencia de 1o fragmentario y de 1o rel¿tivo, en su referencia a algo... "irrelacionable"? Es, sencillamente, esto: el sentirse resguard.ad.o, a buen recaudo. Aquello en que el hombre religioso se siente resguardado se halla guardado en l¿ trascendencie (geborgen y wrborgen), De este modo, no existe, para quien busca, nada encontrado que esto está siempre en la tr¿scendencia-, pero sí existe para -yá quien busca Io buscado. Y esto "es" ya algo "dado" para quien 1o busca;
dado, no en cuanto al "qué" (como 1o encontr¿do), sino en cuanto al "que". De este modo, la intencionalidad d¿ al traste con la inmanencia y se detiene, sin embargo, ante la trascendencia. (Y, en última instancia, no es otra tampoco la "conclusión final" a que se llega en la fenomenología, la cual se detiene ¿nte el acto intencional como ante lo último, del mismo modo que la filosofía existencial hace ante la decisión existencial.) Por donde también para el hombre religioso Dios es siempre algo trascendente, pero aI mismo tiempo "mentado" por la íntentio. Del mismo modo, Dios es siempre, para el hombre religioso, aquel que siempre calla ¡ sin embargo, al que siempre se invoca. Aquél con quien uno no puede hablar y al que, sin embargo, siempre se interpela.
336
"CURA DE ALMAS" MÉDICA
digqncia psíquica. Que el hablar con otro alivia y descarga es un hecho bien conocido. La pena comunicada eij*l1.rnd pend " comp artida". El psicoaiál[sis nos habla de una "compulsión confesora" y nos la preséntg, en cierto modo, como un síntoma. Desde su punto de vista, que consiste en considerar al hom$re, unilateralmente, como movido por "impulsos", el psicoanálisis tenía necesariamente que ver en la "compulsión a confesarse", eso, un síntoma, y no, para emplear la antítesis de Oswald Schwarz, una "aportación' o realización. Citaremos, sin embargo, un caso del que se desprende claramente que la necesidad que el hombre siente de confesar puede ser también una aportación (moral), es decir, que no siempre hay que cargarla en la cuenta de lo patológico, como un síntoma neurótico. Una paciente es enviada a un especialista de enfermedades nerviosas, afectada de sifilidofobia. El médico descubre en ella una neurosis hipocondriaca general. Ciertos dolores neuralgiformes son considerados falsamente por ella como signos de una infección sifilítica. Con arreglo a lo que hemos dicho acerca de Ia hipocondria neurótica, la sifilidofobia especial puede ser interpretada como la expresión específica de una conciencia intranquila en materia sexual. Sin embargo, en el caso que nos ocupa no se daba, en absoluto, esta circunstancia. Es cierto que había sido, años atrás, víctima de un acto de violación, pero este episodio no había dejado en ella, y con razón, ningún sentimiento de culpabilidad. Por lo que la conciencia la atormentaba era por otra razÁn, relacionada con esto, a saber:
h coñeQncia,
por no haber puesto
1o sucedido en conocimiento del hombre con quien se había casado. También en esto había obrado cuerdamente, puesto que todo le aconsejaba obrar
"CURA DE ALMAS"
MÉDICA
)T7
con cierta cautela con respecto a su marido, el cual la quería mucho. Sabí¿ que era un hombre muy receloso y desconfiado, y no quería sacarle de quicio con una confesión. Su deseo apremiante de confesar no tenía, por consiguiente, nada de síntoma. No era posible combatirla por los medios psioterapeúticos usuales del esclarecimiento corriente, sino recurriendo a los logoterapeúticos de la conversación objetiva, del razonamiento moral. En efecto, la obsesión de confesar desapareció en cuanto la paciente comprendió que al seguir guardando silencio acerca de lo ocurrido, no hacía más que cumplir con un deber de amor; admitió que la confesión sólo tiene razón de ser cu¿ndo hay una culpa que confesar, lo que no ocurría en su caso, puesto que se sentía libre de todo sentimiento de culpabilidad. Por su parte, con su confesión sólo habría conseguido a lo ocurrido en las circunstancias -análogamente de otro caso relatado antes- inducir a engaño a su desconfiado marido, mintiéndole con la verdad. Con estos razonamientos y otros análogos, fue posible tranqullizar ala paciente, mediante el método de aquietar su conciencia. Y aquietarla o tranquilizarla, no precisamente en relación en con el episodio sexual de que había sido üctima -pues este sentido su conciencia no se sentía intranquila-, sino en relación con lo que consideraba como su deber moral de confesar lo ocurrido. Antes de que se iniciasen sus pláticas con el médico, éste preguntó expresemente a la paciente si, antes de recurrir a é1, había acudido a un sacerdote,pare confesarle lo que le ocurría; la enferma contestó negativamente.y se negó e seguir este camino. Convencidos como estábamos de que este caso concreto envolvía un problema puramente moral, no nos cabe la menor duda de que la confesión
338
de esta mujer ante un sacerdote, si realmente hubiese tenido un espíritu religioso, le habría hecho mucho más bien que la cura de alma aplicada por un médico.2
En el camino que llew de lalogoterapia, pasando por el análisis existencial, a la cura de alrnas médica, nos sale al paso, en proporciones cada vez mayores, aquella problemática espiritual que toda psicoterapia, de un modo o de otro, lleva consigo. Tan pronto como Ia logoterapia intenta ser una "irsicoterapia que parte de lo espiritual", de apoyarse conscientemente en lo espiritual , tocd. ltecesariamente problemas axiológicos y llega a cuestiones médicas de tipo límite. La psicoterapia usual, es decir, la psicoterapia en sentido estricto, se contenta con hacer que el hombre se sienta "libre de" entorpecimientos o dificultades psíquicos, pero también físicos, y, en última instancia, con ampliar la esfera del yo respecto a lo somático. En cambio, la logoterapia o el análisis existencial pretenden hacer al hombre libre en otro sentido, en uno más amplio y más ambicioso: "libre para" descubrirse a sí mismo, Iibre para aquella ley que Georg Simmel llamaba la "Iey individual". El análisis existencial se propone,para decirlo de otro modo, poner al hombre en condiciones de aceptar su responsabilid¿d. Esta aspiración Ie lleva a emplear un filo que no 2
Por tanto, mientras que la medicina en general tiende ¿ lo somá1a psicoterapia en particular a 1o psíquico, la logoterapia tiende a 1o espiritual; hay, sin embargo, algo que no debemos perder de vista nunca: 1o que es objeto de la medicina puede ser también, en ciertes circunstancias, obfeto del deporte; aquello que compete a la psicoterapia puede también competer al amor; finalmente, 1o que incumbe a la logoterapia puede incumbir esimismo, y en ciertos casos con rnayor adecuación, a la fe.
tico y
.CURA
"CURA DE ALMAS" MÉDICA
DE ALMAS"
MÉDICA
339
sólo divide el campo de lo psíquico de lo somdüco, sino tdmbién de lo espiritual. Lo cual entraña, necesariamente, por
una necesidad esencial, el problema y el peligro de una transgresión de límites. Mientras que en el primer capítulo lo estudiábamos esforzándonos tan sólo en salvaguardarlas lqtes propias de lo espiritual al paso del peligro del psicologis-saliendo rno-, de lo que se trata, ahora, es de asegurdr lalegitimidad
y
el derecho de lo espiritual concreto, de lo personalmen-
te espiritual. Debemos, pues, formular el problema del siguiente modo: ¿qué debemos exigir desde el punto de ústa de tdles gard.ntíds, de la logoterapia o del análisis existencial, obien de esta pretendidd "curd de almas" médica, precorLizada por nosotros? También podríamos precisar nuestro problema de este, otro modo, por analogía con la formulación histórica de Kant preguntarnos si y cómo es posible una psicoterapie como valoradora. 0, variando el título de la obra kantiana, esforzarse por escribir los "Prolegómenos pera una psicoterapia del porvenir que pueda presentarse como valoradora".
Pero, en todo esto, debemos tener siempre muy presente la quaestio iuris, envez de desliz¿rnos hacia la quaestiofacti. De hecho, todo médico aplica, una u otra vez, cri-
terios valoradores, y no sólo el psicoterapeuta. No hay ningún acto médico que no presuponga el valor de la salud o el valor de la curación. Ya hemos dicho antes que la problemática espiritual o axiológica de la acción médica surge ya en toda su amplitud cuando se plantea el problema de la eutanasia, el de la salvación de la üda de un suicida o el de emprender operaciones quirúrgicas especialmente arriesgadas; es decir, en aquellos casos en que se ventila, en su conjunto, el problema de la existencia hu-
J4O
..CURA
DE ALMAS" MÉDICA
mana. Podemos, sin embargo, afirmar que ningún acto de la práctica médica se halla de antemano al margen del problema valorátivo o libre de todo supuesto de carácter ético. Y la psicoterapia sobre todo ha recurrido siempre, en la práctica, a métodos logoterapeúticos y, por tanto, a la cura de almas médica, por cuanto que el psicoterapeuta -en una unidad de acción, por decirlo así- ha entrelazado siempre aquellos campos dispares y cuye separación heurística juzgábamos tan conveniente en el capítulo I de este estudio (para salir al paso del psicologismo). Lo que ahora tenemos ante nosotros, sin embargo, es el
problema que se refiere a la legitimidad teórica del valor, Ia cuestión de "la instancia en cuyo nombre" (Prinzhorn) penetramos en el campo de las concepciones del mundo, de lo espiritual, en el campo de los valores. Es éste un problema de juego limpio ideológico y de limpieza metodoló§ica. Para el médico educado en la crítica del conocimiento, la cosa es clara: la causa de la cura médica de almas triunfará o será derrotada según que logremos o no dar una respuesta al problema planteado. Dice Hipócrates que el médico que sea alavez filósofo se asemeja alos dioses; nosotros, sin embargo, en nuestros esfuerzos por infundir a la acción del médico ciertos criterios ideológicos, no queremos equiparailo ni siquiera al sacerdote. Pretendemos., únicamente, agotar hasta el extremo las últimas posibilidades del ser-médico. Y no hay más remedio que atreverse a ello, aunque corramos el riesgo de que este audaz intento sea interpretado como una aventura prometeica. No hay más remedio que hacerlo, ye que el médico se ve obligado, en su consulta, a enfren' tdrse d, cada paso con decisiones del enfertno que entuelten
.CUM
DE ALMAS"
MÉDICA
t41
t erdaderos problemas filosóficos; no puede, disctetamente, pasar de largo dnte ellos; se ve constantemente en la necesldad de abordarlos y de tomar, ante ellos, una posición. Ahora bien, ¿incumbe al médico el derecho, tiene incluso el deber, de tomar una posición ante esta clase de problemas? ¿O está justificado y es, incluso, obligado, que los rehúya cu¿ndo le salgan al paso? ¿Tiene derecho a inmiscuirse en las decisiones de su paciente? ¿No se entromete, al hacerlo, en la órbita privada, personal, de su espíritu? ¿No transfiere, de este rnodo, sin ddrse cuentd o despreocupadamente, su modo pritatito de concebir el mundo a la mente de su enfermo? Es cierto que Hipócrates dijo que "es necesario llevar la ñlosofía a la medicina y la medici na a la ñlosofía", pero, a.la vista de esta frase, cabe preguntarse: ¿no llevará, con ello, el médico al tratamiento algo que no tiene nada que ver con él? ¿No impondrá una deterrninada coicepción del mundo al paciente que a él se confía o le está confiado? La cosa es fácil para el sacerdote, a quien el solo hecho de serlo confiere títulos para entrar a discutir problemas de esta clase, como lo es también para aquellos médicos que, en una especie de unión personal y fortuita, por coincidir en ellos la personalidad del médico y la del hombre religioso, pueden perfectamentetrater con el paciente, de ideas religiosas coincidentes con las suyas, toda clase de problemas filosóficos o axiológicosi y 1o es también para el médico ünculado de antemano a sus velores por cuento que ha recibido un mandato del Estado para la defensa de los intereses de éste. Cualquier otro médico, en cdmbio, se veni siempre, en estos cdsos, d,nte un dilema, sobre todo el psicoterapeuta: de una parte, se presentará ante élla necesidad de talorar dentro de la psicoterapia; de otra parte,
142
..CURA
tropezerá conla necesidad de evitar toda irnposición por p art e del p sic oterap
..CURA
DE ALMAS" MÉDICA
euta.
Existe, sin embargo, una solución a este dilema, pero sólo una, concreta y determinada. Para comprenderla, nos basta con remontarnos a aquel hecho antropológico originario, a aquel hecho fundamental de la existencia humana que nos servía de punto de partida: ser hombre, decíamos, es ser-consciente-y-responsable. El análisis existencial no se propone, en efecto, otra cosa quellevar alhombré a
la conciencia de este su ser-responsable. Se trata de hacer que comprenda y viva esta responsabilidad inseparable de su propia existencia. Esto es todo: trd.td.r de lleurle más allá de este punto, más allá de la conciencia de su existencia como responsabilided, no sería pósible ni tampoco ne' cesario.
El.concepto de la responsabilidad es formal, desde el punto de vista ético: no entraña ninguna clase de determinaciones concretas. La responsabilidad es, además, éticamente, un condepto neutral y, por ello mismo, un concepto ético límite, ya que nddd ttos dice acerca del "ante quién" o del "porqu€' de la responsabilidad.En este sentido, el an'álisis existencial mantiene también su neutralidad con respecto al problema de "ante quién" se siente más responsable el hombre, si ante Dios, ante su conciencia, ante la colectividad o ante cualquier otra instancia; lo mismo que con respecto al problema del "porqué" se sienta responsable, porlarealización de qué valores, por el cumplimiento de qué deberes personales, por la plasmación de qué sentido concreto de la vida.3 Por el contrario,lo que se propone precisamente el aná3 El ¿nálisis existencial tiene por misión amueblar y adornar lo meposible la sala de la inmanencia, cuidando de no disimular ias puerfor
DE ALMAS" MÉDICA
,4t
lisis de la exktencia es llevar al hombre d, un terrelto et, quc, sí y ante sí, por la conciencia de su propia re¡ponsabllldad, sea capaz de penetrar él mismo hasta la comprensión de sus deberes propios y peculiares y de descubrir el sentido genuino de su yida, sentido que deja de ser anónimo pdrd conyertirse en algo único e irretnplazable.Unavez que el hom-
por
bre avance hasta este punto, podemos estar seguros de que dará una respuesta concreta y, al mismo tiempo, creadora al problema que envuelve el sentido de la existencia, después de aquel giro copernicano a que antes nos referíamos. Lo hará así, pues habrá llegado al punto en que, como dice Dürck, despertará su sentido de la responsabilidad. Así, pues, el análisis de la existencia no se inmiscuye para nada eir la respuesta que haya de darse a los problemas que se refieren a la escala de lós valores o a su orden jerárquico; le basta con el hecho de que el hombre valore como mejor le parczcai l¿ elección misma de los valores (de lo que Eliasberg diría de los "valores electivamente afines y tiene que ser, esencialmente, de la incumbencia del paciente mismo. El análisis existencial no debe preocuparse de qué sea lo que elija el enfermo, de'la meta que se trace, sino simplemente de que elija, de que se decida por lo que sea. Sin embargo, a pesar de su neutralidad ética, la conciencia de la responsabilidad implica una obligatoriedad a é1") es
tas que conducen a Ie trascendencia. No pretende más que io primero, pero tampoco se le puede pedir más que lo segundo. Lleva, si queremos así, una política de puerta abiertal por esta puerta abierta puede sali¡ libremente, sin que nadie se 1o impida, el hombre de mentalidad religiosa, y puede también entrar libremente, sin que nadie le obligue a ello, el espíritu de auténtica religiosidad: el espíritu auténticemente religioso, que procede con espontaneidad.
decirlo
344
"CURA DE ALMAS" MÉDICA
moral; una vez que despierte en el hombre, buscará, encontrará y seguirá eutomáticamente el camino hacia su meta. Al druilisis existencial y, ior tanto, a toda cura tnédica de almas le basta y debe bastarle con guiar al enfermo hasta la úyencia rddical de su responsabilidad. El prolongar el trdtdmiento más allá, penetrando ya en la esfera personal de las decisiones concretas, debe considerarse, en este
terreno como en todos, absolutamente inadmisible. Por consiguiente, el médico jamás debe descargar al enfermo de su propia responsabilidad, echársela sobre sus hombros,
eximirle del deber de tomar sus decisiones o imponer al enfermo las que é1, por su cuenta, tome. Su misión consiste, pura y simplemente, en hacer posible que el enfermo se decida, en capacitarlo para que él mismo tome sus decisiones.a
Ahora bien, como los valores son, en cierto modo, inconmensurables y el decidir acerca de ellos supone siempre preferir unos a otros (Scheler), no cabe duda de que, en ciertas circunstancias, se planteará también la ne-
cesidad de ayudar al hombre en esto. La necesidad y la posibilidad de prestarle ayuda nos las revela claramente el siguiente caso. Un joven se presentó en la consulta de un médico para recabar su consejo ante un problema práctico que se le planteaba y en el que no se atrevía, de por sí, a tomar una a La cur¿ médica de almas no es, en última instancia, la preocupación por la salvación del alma del enfermo; no podría tampoco serlo, ni tendría derecho alguno a serlo; es más bien la preocupación porque el hombre interior se mantenga "sano", 1o que vale tento como decir que . se mantenga como 1o que realmente es, es decir, como un ser consciente de su responsabilidad, más aún, como el se¡-consciente-y-responsable por antonomesia.
"CUM
DE ALMAS"
MÉDICA
345
decisión. Una amiga de su novia animábale a tener comercio sexual con ella, por una sola vez. El joven en cue§tión pregunt¿ba qué debía hacer: ¿debía engaier a su noüa -a la que quería y estimaba mucho- o hacer ofdos sordos a la tentación de su amiga, guardándole a aquélle la fidelidad a que sentimentalmente se creía obligado? Como es natural, el médico se negó, por principio, a entrometerse en aquella decisión, privativamente personel. Pero creyó de su deber, y conrazÁn, elevando el problema a un plano superior, hacer comprender al paciente lo que éste realmente quería, el problema que en última instancia se ventilabar lo mismo en uno que en otro caso. Le hizo ver que, de una parte, se Ie presentaba por una sola vez la ocasión de experimentar un goce pasajero y, de otra, la co)'untura, también por una sola vez, de seguir una conducta altamente laudable desde el punto de üsta moral, es decir, de saber renunciar a aquel'goce pasajero en gracia al amor, 1o que representaría una "obra" positiva ante su propia conciencia (y no ante su novia, ya que ésta no tenía por qué enterarse, ni se enteraría, talvez, del asunto). El joven de nuestro caso coqueteaba con aquella posibilidad de entregarse al goce sexu¿I, porque, según sus propias palabras, "no quería desaprovechar ninguna, oportunidad". Ahora bien, lo más probable era que el goce con que especulaba hubiese resultado, en la práctica, harto problemático, pues hay que decir que este paciente se hallaba sometido a tratamiento por cierta impotencia relativa. El médico tenía, pues, sus razones para suponer que, al llegar la hora de los hechos, la conciencia del joven, sintiéndose culpable, habría actu¿do inhibitoriamente, echándole a perder todos sus cálculos. Pero, aun prescindiendo de esta consideración utilitaria, que el médico,
346
"CURA DE ALMAS" MÉDICA
naturalmente, se guardó para sus adentros, hizo todo 1o posible por aliviar al paciente de una situación bastante la coparecida a la del "asno de Buridán', el cual -según nocida teoría escolástica- murió de hambre por no decidirse entre dos montones de pienso de las mismas dimensiones y situados a ambos lados y a igual distancia de é1. El médico intentó reducir a un denominador común las dos posibilidades entre las que el paciente debía optar. Estas dos posibilidades representaban'bcasiones" que sólo se le
brindaban "unavez en la vida"; en los dos casos posibles tenía el paciente, necesariamente, que "desaprovechar una oportunidad", en uno de los casos la oportunidad de un goce problemático, en el otro la de demostrar ante sí mismo aquel amor profundo que afirmaba sentir por su noüa y que probablemente nunce tendría la oporrunidad de documentar de aquel modo. La renuncia tácita e la aventura sexual a que se le incitaba le permitía dar expresión al amor de que hacía protestas. Se hizo comprender, pues, al joven en cuestión, no sdlo que en cada uno de los dos casos "desaprovecharía una oportunidad", sino, además, que en uno de ellos sacrificaría relativamente poco y en el otro relativamente mucho.s Y así, sin necesided de indicarle el camino que debía seguir, el paciente salió de la consulta perfechmente convencido, convencido por sí mismo, de cuál debía ser su decisión; él mismo se encargó de tomarla, por sí y ante sí, afirmando con ello su propia personalidad, no a pesar, sino precisamente a causa de las explicaciones que el médico le había dado. 5
wedekind he dicho:
a
nosotros, los varones, sólo nos queda escoger,
ante la mufe¡ uno de dos caminos: ser unos ruines o ser unos asnos. No es cierto: si, además de ser lerones sabemos ser verdaderos hombres, la
alternativa es otre: ser unos ruines o ser, sencillamente, hombres.
"CURA DE ALMAS"
MÉDICA
)47
La importancia de hacer ver al paciente lo que llamamos el común denominador se revela no sólo cuendo ge trata de preferir unos valores a otros, sino también al comperar entre los diversos "bienes". Tenemos, por ejemplo, el caso de un hombre relativamente joven, paralítico de medio lado a consecuencia de una embolia cerebral, que expuso al médico la tremenda desesperación que suponía para él verse en aquel estado, sin ninguna perspectiva de una meioría notable. El médico ayudó al enfermo a hacer una especie de balance, llamando su atención hacia los bienes que aún conservaba para contrarrestar su enfermedad y dar un sentido a su vida: estos bienes eran un matrimonic felizy un hijo sano. La parálisis que le impedía velerse de las extremidades del lado derecho no signiñcaba, económicamente, un periuicio muy gr¿nde para el enfermo, ye que se trataba de un rentista. Tuvo que reconocer que aquella parálisis habría arruinado, ciertamente, \a carcera de un boxeador profesional, pero que no tenía por qué destruir el sentido de la vida de un hombre, cualquiera que él fuese. Pero como el paciente logró ganar esta distancia filosófica, esta paz estoica y esta serena alegría, fue por el siguiente camino: el médico le aconseió que se sometiera a ejercicios de lectura para vencer ciertas dificultades de pronunciación causadas por el ataque de embolia. El libro que se puso en sus manos para realizar estos ejercicios fue la obra de Séneca que lleva por tí-
tulo De la vidabeata. Ahora bien, no debe perderse de vista que existen siempre casos o situaciones en los que una psicoterapia de urgencia, de la que dependa qu;izála vida del enfermo, no podría renunciar sin peligro a una intromisión consciente
348
"CUM
..CURA DE ALMAS" MÉDICA
DE ALMAS"
MÉDICA
,49
en las decisiones del enfermo. El médico jamás dejará en la estacada a una persona a quien ve¿ presa de gran deses-
personales del médico, su personalidad. Y a este fector irracional que es la pers onalid'ad d.el médico corre§pondc'
peración, y optará por sacrificar el principio antes que la üda de un ser humano; es algo así como el guía que conduce a un alpinista y que, en general, sostiene la cuerda floja,para que la persona "conducida" no se confíe totalmente a é1, sino que despliegue personalmente todo su esfuerzo, pero que, al presentarse el peligro de que caiga
del concepto de la neurastenia: cuando un médico treta del mismo modo dos casos de neurastenia, podemos e§tar §eguros de que trata mal uno de ellos' Esto nos lleva a poner en duda que llegue a existir iamás "1a" psicoterapia
al abismo y se mate, se ¿presura a asegurar bien la cuerda, para evitar que se despeñe. Así, pues, también en lo tocanfe a la logoterapiay ala cura de almas médica existe
algo así como una indicación vital, por ejemplo, en los casos en que el paciente corra el peligro de suicidarse. Sin embargo, estos cesos excepcionales no hacen más que confirmar Ia actitud de discreción que, normalmente, debe adoptar el médico ante los problemas de valores o de concepción del mundo del enfermo. En principio y en términos generales, deberá respetarse el Iímite, tal como ha que dado car acterizado. Hemos intentado, así, buscar en el análisis existencial una solución a los problemas espirituales y sociológicos que la logoterapia plantea, sentando con él las bases para una curd de almas m.édica. Sabemos ya lo que podemos exigir de una psicoterapia capaz de valorar conscientemente.
Ahore bien, ¿qué es lo que debemos exigir del médico que la practica? ¿Es la cura médica de almas, es la psicoterapia en general, algo susceptible de ser aprendido y de ser enseñado?
Toda psicoterapia es, en última instancia y en mayor o menor medida, un arte. En este sentido, lleva siempre consigo un elemento irracional. En ella desempeñan un papel nada desdeñable la intuición artística y los factores
por parte delpaciente, otro factor de orden irracionel lr-biér, su indit¡idualidad.Ya lo decía Beard, el creador
"una" rcerfada,a pensar que talvezpueda existir solamente
psicoterapia acertada: la que el médico concreto aplica a un enfermo concreto. Cuando tratamos de averiguar en qué consiste, vemos que es siempre una ecuación con dos incógnitas, que son los dos factores irracionales a que nos hemos referido. Sabido es a qué curiosas circunstancia§ fortuitas se debe, no pocas veces, el éxito en la "psicoterapia". Por eiemplo, de urrirro en que por haber sido rechazado en redondo, por determinadas razones, un tratamiento psioterapeútico, se libró de un síntoma al paciente. En otro, el de un psicópata que se había pasado la vida luchando tan tenazmente como
rrrrro por alcanzar un alto nivel espiritual, un nivel de
"n grandezitnterior y de afirmación
de la propia personalid¿d,
áio .rn resultado asombroso este recurso: el conseio de su médico de renunciar para siempre a aquella ambición, reconociéndose como lo que realmente era, como un pobre diablo. Estos casos y otros semejantes demuestran ni más ni menos que la psicoterapia no sólo puede improvisa¡ sino que, en ciertos y determinados casos, debe hacerlo. Y, para ello, tiene que recurir a la intuición.
Nos hemos preguntado qué es posible exigir de la cura médica de almas y qué del médico que la practica' Pregun-
350
"CURA DE ALMAS" MÉDICA
"CURA DEALMAS"
témonos ahora qué podemos exigir del enfermo, como su aportación propia, como su contribución personal al éxi_ to terapéutico. He aquí la respuesta: cuidarnos de no pe_ dirle demasiado. Estimular su aspiración a hacerse valer
moralmente (!), acicatearle p".a qu. él mismo exija de sí más y más, recordando las palabras de Goethe, varias ve_ ces citadas: "Si tomamos a los hombres tal y como son,
los haremos peores de lo que en realidad ,orr. Si los trata_
mos como si fuesen lo que debieran ser, ac¿baremos lo_ grando q-ue seen Io que debieran ser,,. La psicoterapia que haga su divisa de este consejo genial
_como
debe precisa_
mente hacerlo toda psicoterapia orientada hacia Io espiri_ tual- no se basará en un idealismo ajeno a las realidades de Ia vida, sino que será, por el contrario, Io suficiente_ mente- fría y objetiva para calcular con la dialécti ca de la fe, l¿ cual crea y logra aquello en que cree; su especulación proyectada sobre el ethos delpaciente se¡á una consciente especulación a hausse, a la alta.
Nos hemos preguntado qué debemos exigir del análisis existencial, como cura médica del alma. pieguntémonos ahora: ¿qué podemos esperar de él? El ¿nálisis existencial no es, evidentemente, ninguna terapia específica. Como logoterapia no ataca las causas de la neurosis, y menos aún las de la psicosis.
No representa
ningún tratamiento causal. No existe, en efecto, ..louna gogénesis" de la neurosis, y menos ari¡ de la psicosis. Nos hemos referido constantemente a las bases fisiológicas no sólo de las psicosis sino también de las neurosis. pero la misma psicoterapia en el sentido estricto de Ia palabra es una psicoterapia no específica, por cu¿nto no toto lo que trata tiene un carácter propiamente psicógeno. Las verru_
MÉDICA
351
no son, en general, manifestaciones psicógenes, e pcsar de lo cual es posible eliminarlas mediante la sugcstlón.
gas
A la inversa, existen,
en hombres primitivos, simples pcr-
turbaciones del sueño manifi.estamente psicógenas (en el sentido de la angustia expectante) y que, sin embargo, pueden combatirse más simple y rápidamente recurriendo a un tratamiento breve por medio de hipnóticos. El psicoanálisis se presentaba, más que ninguna otra forma de psicoterapia, como una terapia específica y causal. Sin embargo, los "complejos" y los "sueños'i que considera
como patógenos, son probablemente ubicuos, ruzónpor la
cual no pueden tener ese carácter patógeno que el psicoanálisis les atribuye. No obstente, es justo reconocer que el psicoanálisis ha ayudado a curarse a muchas gentes, lo que quiere decir que es, necesariamente, una terapia no específica. La "psicogénesis" no coinci.d.e sientpre con ld "indicación
psicoterapeútica". Ptede ocurrir que la psicoterapia esté indicada aun en casos en que no es, proPiamente, una terapia causal. Dicho en otros términos, puede ser la terapia de la opción, la terapia adecuada, aun cuando no sea une terapia específica. Lo mismo acontece, por analogía, con la logoterapia. Ésta puede ser perfectamente la terapia adecuada, aun cuando no sea causal ni especíñca. En ciertas y determinadas circunstencias, será aconsejable colocarse como en la cúspide de aquella pirámide cuya forma represente para nosotros, si vale el símil, la estructura estratifrcada del hombre, o sea en la cúspide de su espiritu¿lidad, aunque la génesis del caso de que se trata deba buscarse en las capas más bajas, en el estrato de lo psíquico o de lo fisi(ológi)co. En los casos de neurosis de angustia, por ejemplo, la logoterapia hece de la neurosis
352
"CUM
DE ALMAS" MÉDICA
algo "innecesario", al privar de objeto a la angustia misma, por cuanto ayuda al enfermo a anclarse espiritualmente, a afirmarse reciamente en lo espiritual. Y, en el caso de la neurosis compulsiva, hace de la neurosis algo "imposible", al dar al enfermo aquella tranquilidad espiritual de que el neurótico compulsivo está tan necesitado, moülizando las sanas resistencias espirituales del paciente. En un caso dado, la logoterapia representará también el camino más económico para llegar a la meta terapéutica. Camino que no es siempre el que pasa por el tratamiento causal. Así, por ejemplo, el hipnotismo se halla todavía hoy indicado en ciertos casos g. cuando se -1r. considera conveniente eliminar por medio de un tratamiento breve una neurosis monosintomátice-,y, sin embargo, no logra lo que podríamos conseguir con otro método no mucho más profundo. Ahora bien, la cura de almas médica Íro yersd, de por sí, exclusi¡tamente, ni siquiera eíencialmente sobre los casos de neurosis. Esta cura de almas es de incumbencia primaria de todo médico. El cirujano necesita recurrir a ella no pocas veces, tantas, por lo menos, como el neurólogo o el psiquiatra o el psicoterapeuta. Lo que ocure es que la meta que la cura de almas médica se da es más alta que la que puede trazarse, supongamos, el cirujano. Cuando éste ha llevado a cabo una amputeción, se quita los guantes de operar y, al parecer, ha cumplido ya con su deber como médico. Pero, ¿y si el operado etenta contra su vida,.porque no se siente capaz de seguir viviendo como un ser amputado, qué es lo que queda en pie del efecto real de la terapia quirurgica? ¿Por qué no hemos de considerar como parte de los deberes del médico lo que ponga de su parte para ayudar al enfermo a soportar sus padecimientos y
"CUM
DE ALMAS"
MEDICA
'5,
sus dolores, después de operado, o Pare acogtumbrrr¡e ¡l defecto físico que la operación quirurgica le defe? ¡Aclto no tiene el médico el derecho e incluso el deber dc tfitar estd dctitud que el enfermo debe adoptar dnte su eflferfia' dad, que entuebe (aunque flo se exprese así) und concepclón del mundo? Allí donde el cirujano se cruza de brazoe en cuanto tal, comienza, precisamente, el problema de la cura
médica del alma. Concretamente, cuando el cirujano ha hecho, como tal, cuanto estaba en sus manos' y más aún, cuando no puede hacer nada, desde el punto de vista quirúrgico, por ejemplo, en los casos inoperables.6 Con golpear cariñosamente el hombro del enfermo o decirle unas cuantas frases bien intencionadas de consue-
lo, no se consigue nada. Lo importante es saber Pronunciar la palabra adecuada en el momento adecuado. Esta palabra no tiene por qué responder, ni debe responder, a una hábil fraseología, ni degenerar en un debate filosófrco de gran envergadura; pero sí debe saber llegar al alma del enfermo. 6 El análisis existencial vióse en la necesidad de dar un paso revolucionario y herético, trtzándose como mete no sólo la capacidad de reaiización o de goce del hombre, sino üendo, además, por encima de eso, una misión fundamental posible y efectivamente neceseria en su caPacidad de sufrimiento. Se convierte, con ello, en incumbencia de todo médico, dejando de ser privativo del neurólogo, del psiquiatra o del psicoterápeuta; se convierte, sobre todo, en incumbencia del clínico, del ciruiano, del ortopédico y del dermatólogo, e incluso en un¿ medida
mayor aún que en las especialidades médicas ¿nteriormente señalades. En efecto, el clínico tiene que habérselas con enfermos crónicos o incurables, el ciru)ano con casos inoperables, el ortopédico con gentes tullidas para toda su vida, el dermatólogo con Personas desfiguradas para siempre. Todos ellos se ven, por tento, obligados e tretar con sere§ humanos sobre los que pese un destino que no les permite ya influlr en é1, sino simplemente soportarlo y dominarlo por el sufrimiento.
354
"CURADEALMAS"MÉDICA
Un eminente iurista a quien fue necesario amputar una pierna pera ataier un proceso de gangrena erterioesclerósica, rompió a llorar al dejar 1¿ cama por primera vez para dar Ios primeros pasos con una sola pierna. El médico, pere ayudarle a vencer aquella crisis, le preguntó si aspiraba, de viejo, a convertirse en corredo¡ pues sólo así podía explicarse su desesperación. La pregunta hizo que las lágrimas se cambiasen inmediatamente en una débil sonrisa. Y es que el paciente se había dado cuenta de un hecho tan simple como el de que el sentido de la vida, para el hombre, eunque fuese un corredor profesional, no consiste exclusivamente en poder desplazarse úpidamente de un sitio a otro, y de que la vida no es tan pobre en posibilidades de valor que pierda todo sentido y toda ruzón de ser porque el cuerpo humano cuente con una extremidad menos. (Los símiles con a¡rda de los cuales cabe esclarecer tan fácilmente las actitudes espirituales de nuestros enfermos, a las que nos referimos, deben tomarse del mundo deportivo, entre otras r¿zones, por aquella que ya especificamos en otra ocasión: de la moral del deportista pueden aprender esta clase de enfermos Ia gran lección de que las diñcultades, lejos de quitar todo sentido a la vida, le dan otro nuevo y más alto. El verdadero deportista no rehúye las dificultades, sino que las busca e incluso las crea. Basta pensar en las carreras de obstáculos o en las con ventaja: la que el corredor da a sus competidores honra a quien la da.) La víspera del día en que iban a amputarle una pierna, afectada de tuberculosis ósea, una paciente escribió a una amiga, expresándole vagamente le intención de suicidarse. La carta pudo intercepterse a tiempo y llegó a manos de uno de los médicos de la s¿la de cirugía en que estaba
"CURA DE ALMAS"
MÉDICA
,'I
hospitalizada la enferma. Varios minutos deepuér dc hrbcr sido escrita, el médico improvisó une coilErmclón con h paciente. Logró hacer comprender a la enfenno, co'n untt cuantas palabras bien pensadas, que la existenci¡ hum¡¡¡¡ sería algo verdaderamente pobre si la pérdida de unr plct na quitase realmente todo su sentido y su contenfdo r lr vida. Sólo la vida de una hormiga, le dijo, carecerfe dc ñn¿lidad en esas circunstancias, suponiendo que, el perdcr una de sus seis patas, ya no pudiese seguir cumpliendo cl fin que en el estado de las hormigas se le asigna de ander de un lado para otro, trajinando; pero, una cosa es l¿ vid¿ de
la hormiga y otra cosa muy distinta la vida humana. Aquella improvisada charla del joven médico, sostenido en estilo más o menos socrático, surtió su efecto. Pero éste es el dí¿ en que su jefe ignora que, a Pesar de h¿ber ejecutado la amputación con todo éxito, la paciente estuvo a punto de haber sido enviada, horas después de salir de los efectos del cloroformo, desde la mesa de operaciones a la sala de disección. Si intentamos, por último, deslindar el campo de indicación de la logoterapia analítico-existencial y, por tanto, el de Io que llamamos la cura de alm¿s médica, podemos establecer las siguientes prescripciones. En primer lugar, ese tratemiento está indicado en to-
dos aquellos cesos en que un enfermo nos acucia con §u§ angustias espirituales. También la propiamente psíquica, en particular la del neurótico, se traspone a veces e une zona espiritual. Y allí debe combatirla siguiendo sus huellas, conscientemente, la logoterapia. Esta norma se §eguiú, principalmente, cuando se trate de intelectueles. En segundo lugar, el análisis existencial estará indt'
356
"CURA DE ALMAS" MÉDICA
cado siempre que el paciente see una persona a la altura de las discusiones de tipo ideológico o ñlosófico, es decir, de una persona de la que podamos esperer que responda al tratamiento psioterapeútico "que parte de lo espiritual". En esta clase de personas, el tratamiento analítico-existencial encuentra, no pocas veces, una asombrosa comprensión. Una paciente a quien se le explicaba mediante los recursos del análisis existencial la neurosis que padecía y que detrás del síntoma del miedo a la muerte dejaba traslucir claramente las torturas de su conciencia por una vida malograda, intemrmpió al médico, conmovida y apasionada con estas palabras: "¡Ahí está todo el quid. del asur.to, doctor!" En tercer luga¡ la cura médica del alma estará indicada siempre que la vida del enfermo se halle afectada por algo que emuelva esencialmente su destino, como sucede en los casos de los paralíticos o los tullidos o ante enfermedades incurebles o de larga dur¿ción. Pero deberá aplicarse, además, a aquellas personas que se encuentran en una situación inconmovible y difícil, o ¿nte diñcultades insuperables de otro origen. Nos remitimos, a este propósito, a la posibilidad y necesidad de un tratamiento médico de esta clase en los casos especiales de lo que llamamos el destino social y que fueron examinados en un capítulo
"CURA DE ALMAS"
MÉDICA
357
convertir su sufrimiento en una obra interior y a cuajar, de este modo, los que llamamos valores de actitud.
El terreno a que nos conduce la logoterapia, y meyorrnente el enálisis existencial, es fronterizo entre le medicina y la filosofía. La cura médica del alma, sobre todo, se mueve en los linderos mismos que separan la medición de la religión. Quien camina por los límites que separan dos tierras, se expone siempre a ser observado con recelo desde uno y el otro lado. No es, pues, extraño que esta cura de almas médica preconizeda por nosotros sea blanco de las miradas recelosas desde los dos campos por entre los que discurre. Así tiene que ser, y no debemos disgustarnos, sino considerarlo como un tributo necesario que esta disciplina nuestra tiene que pager.T
La "cura de almas" tnédica se halla enclavada entre dos reinos. Es, por tento, zondfronteriza. Como todo terreno situado entre dos fronteras, tierrd de nadie.Y, sin embargo, ¡una tierra de promisión!
anterior (la angustia psíquica de los obreros sin trabajo, etc.). Cuando se trata de una verdadera prescripción médica, esta tercera zona coincide, provisionalmente, con los casos en que I. H. Schulz considera apropiada su "terapia del nirvana". Opinamos, sin embargo, que esa terapia llamada del nirvana empuja al enfermo en su deslizamiento hacia lo contingente, le ayuda a hundirse en la embriaguez, en vez de animarle, como la cura médica del alma, a
7 Se nos dirá que nuestra cura médica del alma da "piedras por prn", Pero bien mirada la cosa, el juicio será un poco menos severo, y sc neconocerá que da pan, pero no puede dar el maná,
INDICE GENERAL Sumario Nota sobre el libro y el autor
I.
.
De la psicoterapia d la logoterapia.,
.,,,,
^
.... ¡.. r yida ...,r. 2) Elxntidodeldolor . ¡...,, i)Elsentidodeltrabajo ......,.i.. r?t
A. Análisis existencialgeneral 1) El sentido de la
4) El sentido del amor.
B. Análisis existenciel especial. 1) Psicología de la neurosis de angustia, . , , , , 2) Psicología de la neurosis compulsita j) Psicología de la melancolía . . . . 4) Psicología dela esquizofrenia . . .
Ill.
De la confesión secular a la "curd de almas" médica.
359
1S 261 267 281
310 319
,rt