Estilo: Paloma Pedrero se consagra dentro del panorama teatral desde el estreno de su primera aportación, La llamada de Lauren, en 1985, acontecimiento que sorprende a críticos y estudiosos del momento. El tema del que se ocupaba era delicado, pues abordaba el conflicto que se generaba en un matrimonio joven, donde se descubría la homosexualidad del marido. Hasta ese momento, su obra era considerada transgresora, pues ninguna se había ocupado de un asunto tan espinoso. Luego, vendrían su posterior reconocimiento con la concesión del Premio Tirso de Molina a la pieza Invierno de luna alegre y una trayectoria avalada por el éxito. Su escritura se ha centrado en las historias de seres anodinos, en especial, habitantes del Madrid actual. Progresivamente, pasa del caso particular a la actitud que se puede contemplar en un grupo social mayor. Su objetivo, desde la escritura, es reflexionar sobre el dolor que se acumula en el interior de cada una de las personas, con el fin de invitar al espectador a adentrarse en el sufrimiento que el ser humano puede sentir. En el teatro de Paloma Pedrero, hay una actitud muy contestataria. Busca mover las conciencias del espectador, y de ahí que incida sobre unas temáticas que puedan resultar interesantes para el auditorio, tanto el de hoy como el de un futuro no muy lejano. Emplea su escritura para criticar las injusticias que se producen en las sociedades actuales, al tiempo que reflexiona sobre la identidad del individuo. Corriente: Generalmente, a Paloma Pedrero se la incluye en la segunda generación de los dramaturgos de los 80, la llamada Generación del 57, aquellos que vivieron unas circunstancias diferentes a las que les tocó vivir a los miembros del Teatro Independiente: cuando ellos llegan a los escenarios, ya no deben luchar contra una censura política, por lo que pueden practicar una escritura en libertad. Según la propia autora, en sus textos, frente a los de los autores de la generación anterior, los temas dejan de ser principalmente políticos, para centrarse en las problemáticas que afectan al individuo: vuelven a un realismo más puro (incluso naturalista) y más deudor con la corriente stanislavskiana. Estructura:
Desde el punto de vista de la construcción, los textos de Paloma Pedrero siempre respetan el esquema de una obra clásica, con planteamiento, nudo y desenlace. Nunca presentan los juegos formales que se pueden apreciar en algunas creaciones de otros autores recientes. Desde el punto de vista de la trama, se parte de una situación inicial que, luego, poco a poco, se invierte. Para Paloma Pedrero el teatro, ante todo, es “condensación y crisis”. Ella tiene predilección por la obra corta. Como ha señalado en alguna ocasión, en pocas páginas se puede decir mucho. Salvo en Invierno de luna alegre, Locas de amar, El pasamanos, Magia Café y Caídos del cielo, ha acudido al formato de la obra breve. Esta peculiaridad de su arte dramático recuerda a la estructura del cuento, apoyada además en la percepción imaginaria que tienen algunos de sus personajes para enfrentarse a la realidad. Quizá esto se deba a que Paloma Pedrero, en su etapa de Cachivache, se familiarizó con las técnicas de construcción del teatro infantil. Incluso ha hecho sus incursiones en el mencionado género: en colaboración con Ana Rossetti y Margarita Sánchez escribe Las aventuras de Viela Calamares y Viela, Enriqueto y su secreto; y conjuntamente, con Isabel Ordaz crea Las fresas mágicas y Rosita y el viejo árbol. De ahí que, desde el punto de vista de la construcción del personaje, se observe en él una mirada inocente, como si acudiese al jardín de la infancia para comprender la complejidad del mundo en que vive. Las lecturas de otras obras subrayan la complejidad de varias de las creaciones pedrerianas: desde el punto de vista de la construcción de la obra dramática, Paloma Pedrero conoce la dramaturgia de Fernando Arrabal, autor que ella dirige en su etapa de Cachivache. Temas: Los temas fundamentales sobre los que trata el teatro de Paloma Pedrero, como ella misma nos dice, son: "El amor, la ceguera, el triunfo y el fracaso. El primero, el amor, a veces unido al desamor, a esa dificultad de los seres humanos para las relaciones [pero también desde perspectivas polémicas sobre la búsqueda de la identidad sexual] [...]. El otro gran tema de mi teatro, la ceguera, se manifiesta en personajes confusos. Seres humanos perdidos en la noche […]. El tercer tema que trato en mis obras es el del triunfo y el fracaso. La pregunta: ¿Qué es eso? ¿Quién es el que triunfa? ¿El que tiene? Pero el
que tiene qué. ¿Son los marginados seres fracasados? ¿Son los que triunfan socialmente seres felices? Dudas, búsquedas, finales abiertos".
Estos temas están tratados con un lenguaje realista con el que se identifica el público, y con frecuencia usando las técnicas del meta teatro. Su formación como directora de obras teatrales y, especialmente, su experiencia como actriz le proporcionan a Pedrero una perspectiva global de la representación teatral y del impacto que se desea que cause en el público. Por ello, nos dice, sus temas se desarrollan "a partir de historias que nacen de mi experiencia en algunos casos. Y de la observación en otros […]. Intento escribir siempre desde los personajes, porque es la mejor forma de hacerlo con pasión. El autor, la autora, se mueve mejor en el territorio de lo intelectual. Sin embargo, el hombre, la mujer de la calle que siente la agonía de un conflicto, que le hace personaje dramático, mueve los hilos de la acción con los sentimientos".
El teatro de Paloma Pedrero se caracteriza por su meta teatralidad «teatro dentro del teatro», por su espíritu revisionista, que constantemente pone en duda las normas sociales tradicionales, especialmente entre los sexos. La sintetización de los elementos dramáticos en sus obras facilita la puesta en escena de las mismas. Los temas que se repiten en sus obras son la soledad, la frustración, la inestabilidad psicológica de los personajes, el amor como fuerza destructora, y la resolución amarga e irónica. Las palabras de la autora resumen la actitud de Pedrero ante el teatro: Miro y me duele. Pero miro y escucho porque ese es mi oficio. [...] Mi teatro es eso y casi nada más, el resultado de unos ojitos que se acercan a observar y se cuelan en las peripecias de la experiencia humana. Es el resultado de una profunda vocación por comprender qué es lo que les pasa a los otros y a mí misma [...]; capacidad para ponerte en el otro, ser el otro, identificarte con la maldad y la bondad del extraño.
Pedrero se mueve en el ámbito del realismo social comprometido. En este sentido, su teatro, como buena parte del teatro español actual, tiene en los temas antropológicos un filón inagotable. En general, la historia dramatizada por Pedrero acaba con un final agradable, como un pequeño canto a la esperanza. Aunque esto sea así, su desarrollo, muchas veces, tiene lugar en el límite de lo escatológico y lo violento. Su teatro, en este caso, no hace concesiones a lo bello sin más, sino que, al contrario, entra de lleno en los temores, miedos o sentimientos turbios de las personas. Como ocurre en la dramaturgia
de Fernando Arrabal, intenta buscar en lo desagradable el disfrute de lo bello. Así, su teatro, además de moverse en el realismo comprometido, acude al realismo poético, aquel que indaga en la parte más onírica de la existencia. Desde sus primeras obras, Pedrero añade un rasgo femenino aplicado al teatro que surge renovado después de la dictadura de Franco (1936-1975). Se trata de un rasgo de subversión de los papeles tradicionales asignados a la mujer. Es además una lucha por hacer del teatro, como espacio público antes reservado para los hombres, una plataforma donde las mujeres podían expresarse dramáticamente. Su mirada es femenina, pero no hace de ella un ejercicio exclusivo: en su obra hay problemáticas que atañen al ser humano en general. Esto permite que las conclusiones que extraigamos de sus obras tengan un alcance universal. En particular, sus lecturas le ayudan a conformar un teatro donde se profundice en una identidad en crisis, más allá de una identidad sexual, en consonancia con lo que afecta al hombre actual. Personajes: Sus personajes son parejas que sufren alguna crisis sentimental. De este modo, las protagonistas de sus obras son mujeres que han padecido algún tipo de humillación (La llamada de Lauren, Resguardo personal, El color de agosto, Noches de amor efímero, Besos de lobo, Locas de amar, En la otra habitación), jóvenes que luchan por encontrar su espacio en el mundo (Cachorros de negro mirar) o ancianos que han sido excluidos de la sociedad (Invierno de luna alegre, Una estrella, El pasamanos, En el túnel, un pájaro). Los personajes de sus obras presentan una personalidad en conflicto; se les ofrece la posibilidad de encontrar una salvación, aunque esta no se haya de producir necesariamente. La autora prefiere las obras protagonizadas por dos personajes, porque es una forma de profundizar en el conflicto, sin distraerse de ninguna manera. De ahí, que el diseño espacial en sus textos sea sencillo, para que la progresión de la pieza teatral se apoye en la evolución del personaje. Esta debe destacar sobre el entorno general. Sin embargo, la autora ha superado su propio reto en dos de sus recientes obras, Magia Café y Caídos del cielo, donde aparecen muchos personajes que viven en los aledaños de la sociedad de bienestar.
En el teatro de Paloma Pedrero, sus personajes encuentran apoyo en un mundo imaginario, para así aproximarse a su identidad. A veces, la imagen que obtienen les dignifica; en otras, confirma los miedos y temores que en ellos siempre hubo pero que desconocían. Fuentes: Desde el punto de la vista de las fuentes, tal como han señalado varias estudiosas, sus obras remiten a la dramaturgia de Federico García Lorca y de Valle-Inclán. Otros nombres de la dramaturgia universal que han influido directa o indirectamente en la producción de Paloma Pedrero son: Ibsen (Casa de muñecas), Jean Cocteau (La voz humana), Jean Genet (Las criadas y El balcón), Jean Paul Sartre (A puerta cerrada), Strindberg (La más fuerte), Sam Shepard (Locos de amor), Tennesse Williams (El zoo de cristal, Un tranvía llamado deseo), entre otros. A este listado se le podría añadir La Fundación de Buero Vallejo, primera obra de teatro que Pedrero vio en un teatro, así como las creaciones de Albee o Pinter. Todos estos autores permiten ver que su teatro es de compromiso con los problemas más acuciantes que vive la sociedad española actual; los analiza, además de con su propia mirada, con reflexiones que ya plantearon otros dramaturgos extranjeros ante situaciones semejantes. En Paloma Pedrero, el cine se convierte en fuente de inspiración. Participa como actriz en algunas películas, donde colabora con Fermín Cabal. Esto le ayuda a descubrir el mundo del guión, de la ambientación espacial y temporal, conocimiento que ella aprovecha para aplicarlo a su teatro. Algunos de sus personajes están imbuidos por una cultura cinematográfica; así, por ejemplo, Pedro, en La llamada de Lauren, mientras se disfraza de Lauren Bacall, escucha el tema central de la película; Sabina, en La noche dividida, es dobladora de voces en el cine, al tiempo que le permite acercarse a su realidad con una mirada casi imaginaria. Conclusión: Paloma Pedrero ocupa un lugar destacado en el panorama teatral actual. Su técnica teatral se compromete con la realidad más inmediata, algo que se observa en la construcción de sus textos. Con todo, frente a la denuncia panfletaria, prefiere expresarse a través de unos textos teatrales muy elaborados. La escritura de sus obras
demuestra un profundo conocimiento de la escena, pero también de la literatura teatral española y universal.