Eros en la Teogonía de Hesíodo, o los dioses fundantes de la mitología
Guido Fernández Parmo
[email protected] Universidad de Morón Introducción
En la siguiente comunicación proponemos una lectura de Eros a partir del concepto de linaje. Nuestra hipótesis es que, en la Teogonía hesiódica, y en la mitología griega en general, existen dos grandes linajes divinos: uno positivo y luminoso, otro negativo y oscuro. Ambos linajes encuentran su más clara exposición en la obra del poeta, y permiten una clasificación de los dioses según sus relaciones con los valores de la sophrosyne y la hybris,
la mesura y la desmesura, la medida y la desmedida, el orden y el khaos. De esta
forma, los dioses pertenecientes al linaje negativo son, en última instancia, todos hijos de Khaos; mientras que los dioses positivos son hijos del soberano Zeus.
Sin embargo, en la obra de Hesíodo existen dioses que no pueden ser clasificados en uno u otro linaje, sino que, más bien, tienen una función de comunicación entre ambos linajes, incluso de fundación. El caso paradigmático es el de Gea, positiva y negativa a la vez, sostén y abismo sin fondo al mismo tiempo. Eros pertenece a este grupo de dioses. Su función, como uno de los primerísimos, será la de mezclar los linajes, juntarlos y unirlos para reproducirlos. Nuestro objetivo es, así, mostrar este papel inter-medio de Eros que forma parte de su condición de primerísimo. La Teogonía de Hesíodo ha sido considerada como la primera sistematización de la religión griega. En este sentido, el poema repite lo que otras teogonías venían haciendo, es decir, producir un discurso tan ordenado como el propio kosmos. Dentro del orden propiamente hesiódico, podemos identificar dos grandes grupos de dioses ordenados según lo que llamamos el linaje luminoso y el linaje oscuro . Estos «
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dos linajes representan los dos campos simbólicos de la cultura griega arcaica y clásica, en donde el oscuro expresa todo aquello asociado al Khaos, a lo ilimitado y desmesurado, a la hybris,
y el luminoso todo aquello relacionado con el Kosmos, lo limitado y mesurado, con
la sophrosyne.
Estos linajes reproducen en el discurso mítico la gran oposición entre el Khaos y el Kosmos,
el primero como la hybris sin medida (recordemos que “Khaos” se relaciona con
vacío, abismo y apertura), y el segundo como la sophrosyne limitada y medida. Existirán así dioses del linaje oscuro, monstruos con mil cabezas, seres que desafían permanentemente al orden de Zeus, como los Titanes, o seres que ponen en juego fuerzas caóticas como las Erinias vengadoras y oscuras, y dioses del linaje positivo y luminoso, como los olímpicos en general, reproductores del orden, como las Musas, guardianas de la soberanía de su padre divino. Es más, no sólo dioses, sino los seres en general entran en esta clasificación: animales, seres humanos, regiones de la tierra: cada ser ocupará un lugar en relación a estos dos grandes linajes: seres cambiantes, desmesurados, salvajes, y seres estables, mesurados y civilizados. Mar versus la tierra firme de la patria en la Odisea, el nomadismo de los heraclidas versus el sedentarismo de los espartanos en el mito del regreso de los hijos de Heracles, el alma irracional versus el alma racional. Volviendo a lo divino, existen dioses, sin embargo, que no coinciden plenamente con ninguno de los dos linajes, sino que más bien, van y vienen entre ambos, como el caso de Apolo, dios de la medida, el límite y la ley, pero también de la terribilidad y la ambigüedad, como dice Colli (COLLI, 1994), la sangre y el asesinato, como lo demuestra Detienne en su libro Apolo con el cuchillo en la mano (DETIENNE, 2001). Estos dioses más complejos, de todas formas, no desmienten la existencia de los linajes como topoi simbólicos de la cultura griega en la medida en que ellos se encuentran entre ambos universos enfrentados. Se trata en realidad de dos tipos de ser: unos, definidos por la idea de límite, encerrados en la interioridad estática del campo simbólico, y otros, definidos por la idea de fuerza o potencia siempre pasando por el afuera de las identidades. Los primerísimos de Teogonía
Los linajes tienen un origen, un punto de partida o bifurcación. En el caso de la Teogonía hesiódica, el origen sabemos que está en los cuatro primerísimos: “En primer lugar existió el Caos. Después Gea, la de amplio pecho, sede siempre segura de todos los inmortales que habitan la nevada cumbre del Olimpo [En el fondo de la tierra de anchos caminos existió el
tenebroso Tártaro]. Por último, Eros, el más hermoso entre los dioses inmortales” (vv. 116121). Khaos como espacio ilimitado efectivamente se reproducirá de manera relativa en cada dios nocturno o caótico o existencia asociada a él. Sirenas, Titanes, Harpías, y por lo general toda la existencia asociada a lo cambiante, como el mar. El Caos así está condenado a desaparecer en cuanto tal, pero seguirá existiendo bajo cualquier forma desmesurada e ilimitada que amenace con volver a su indistinción. La aparición de Gea realiza una primera clasificación u ordenamiento en Khaos, ese hueco o apertura en donde no es posible reconocer ni arriba ni abajo, ni derecha ni izquierda, ni el centro ni la periferia. Gea como primera diosa en la Teogonía, realiza un trazado en el espacio abierto permitiendo las futuras coordenadas en las que se inscriben los personajes divinos. Recordemos que Khaos es un abismo sin fondo en donde nada existe, una abertura que los griegos se imaginaron como espacio vacío infinito en donde la caída de un cuerpo no tendría fin. En Teogonía, Hesíodo dice sobre los abismos internos de Gea:
“Enorme abismo: no se alcanzaría su fondo ni en todo un año completo” (vv. 741 -742). La imagen del espacio abierto sin fondo vuelve a aparecer en la tradición de los atomistas, cuando piensan en el movimiento perpetuo de los átomos que “caen” en el vacío infinito (GUTHRIE, 1996: 397). Khaos, así, es un espacio abierto sin límites, a-peiron, en donde el movimiento no tiene límites que acechará por siempre desde las entrañas de Gea. La aparición de Gea traza un primer límite, una línea que divide en dos al espacio. Gea como plano sobre el cual se desplegarán las divinidades. Gea-plano es también Geaplan: se trata de un plan de creación que irá distribuyendo espacialmente a las divinidades. Gea es así lo que Deleuze llama «plano de inmanencia»: un plano o plan sobre el cual se dan todos los cuerpos y seres. El plano de inmanencia, como plan inmanente, mantiene a los seres pegados a la tierra impidiendo que aparezca la dualidad trascendente y, por tanto, la jerarquía entre los seres. Dice Deleuze: “Lo que define a la causa inmanente, es que el efecto está en ella, sin duda como en otra cosa, pero está y permanece en ella misma. Desde este punto de vista, jamás la distinción de esencia entre la causa y el efecto será interpretado como una degradación. Desde el punto de vista de la inmanencia la distinción de esencia no excluye, sino implica una igualdad de ser: es el mismo ser el que permanece en sí en la causa, pero también en el que el efecto permanece como en otr a cosa” (DELEUZE, 1996: 165).
Gea, entonces, puede ser pensada como una causa que está igualmente presente en todos sus efectos como Madre de todos los dioses. Si aceptamos lo precedente, podríamos pensar que es Gea la divinidad que contiene los fundamentos de la falta de trascendencia en la religión griega. Un Kósmos único e inmanente, un ser unívoco que siempre está dicho en
el mismo sentido y de la misma manera: “Cantaré a la Tierra, madre de todas las cosas, bien cimentada, antiquísima, que nutre sobre la tierra todos los seres que existen: cuantos seres se mueven en la tierra divina o en el mar y cuantos vuelan, todos se nutren de tus
riquezas” ( Himnos homéricos, “A la Tierra Madre de todos”, 1 y ss). El plan que traza, así, Gea es tanto la superficie de inscripción para todos los seres, el hecho de que todos los seres sean originados por ella igualmente, como el proyecto de inmanencia del Kósmos en donde todos los seres, dioses y hombres, habitan un espacio común. Este plan inmanente opone sucesivamente a fuerzas o potencias divinas. Esta dualidad estructural del Kósmos es producto de la propia Gea. Ella misma, como dijimos, traza un plano o línea que divide al cosmos en dos. Esto definirá las dos caras de Gea que originan los dos linajes opuestos, uno relacionado con la cara superior, y otro con la cara inferior. La Madre de todos los seres dividida en dos, la Gea luminosa asociada a la vida y al orden, y la Gea oscura, asociada al Caos y lo turbulento. Estas dos Gea seguirán presentes como causa en sus efectos, en sus hijos, en la medida en que se trata de causa inmanente, como dijimos. Entonces, como consecuencia de lo anterior, debemos decir que habrá seres que contengan en sí mismos a la Gea nocturna y otros que contengan a la Gea luminosa. De esta forma, es posible identificar divinidades luminosas y divinidades nocturnas ya que todos los seres son hijos de Gea y, por lo tanto, hijos tanto de la Gea luminosa como de la nocturna. Desde la Gea primera que traza el plano de inmanencia hasta la Gea dividida entre lo luminoso y lo oscuro, se ha dado un proceso que podemos llamar de “kosmificación”. Esto quiere decir que la diosa ha tomado una medida “kósmica”, ha sido de-limitada, y esto es, en última instancia, que ha devenido una diosa a la medida de la vida humana. Eros-bifurcación
Eros también es uno de los primerísimos. Y en su caso también encontramos una descripción parecida a la de Gea: en un primer momento estará relacionado con fuerzas primordiales y a-kósmicas, mientras que en un segundo momento, el dios aparecerá kosmificado, limitado, explicando un tipo de generación próximo a lo que conocemos. Un primer Eros será el primerísimo nombrado junto con Khaos, Gea y Tártaro. Llamaremos a este Eros, Eros-bifurcación. Más adelante en la Teogonía, Hesíodo nombra a un segundo Eros, que es quien acompaña a Afrodita cuando esta emerge de la espuma del mar (v. 201). Este joven Eros es el Eros-cruce. Eros como punto de partida es el Uno del que habla Vernant (2001: 151), es decir, una fuerza o impulso que despliega los linajes contenidos confusamente en el origen caótico. Eros distingue lo que está confuso como el apeiron. El dios es punto de partida en un sentido dinámico. Si Gea había trazado el plano sobre el cual y desde el cual todos los seres son causados o generados, Eros le imprime movimiento a ese plano, le imprime el impulso que pone en marcha las generaciones que bullen en el seno de Gea. En ambos casos, estos dioses fundantes obran desde el Khaos mismo, desde lo ilimitado, y en este sentido no pueden sino estar destinados a dejar de ser o a transformarse en otra cosa una vez que el Kosmos haya vencido plenamente al vacío primordial. Tres dioses (con un cuarto, Tártaro, que será más bien un doblete del Khaos contenido en las entrañas de Gea): el Vacío, el Plano y la Fuerza dinámica. Como dijimos, la Teogonía es un poema que ordena el universo divino y cósmico según líneas de linajes que definen espacios simbólicos: lo positivo y luminoso, que es también lo limitado y prudente, y lo negativo y oscuro, que también es lo ilimitado y desmesurado. El linaje negativo, sin embargo, no será ausencia completa de límite, es más bien lo desmesurado, como lo son esos monstruos con cientos de cabezas y brazos. Sólo Khaos,
el interior de Gea que lo contiene, y Eros como impulso, son verdaderamente
ilimitados. Este es el motivo por el cual el poeta dice de Eros que “afloja los miembros y
cautiva de todos los dioses y hombres el corazón y la sensata voluntad en sus pechos” (Teogonía, vv. 120-123): fuera de todo límite, corre los límites, los impulsa a la desmesura. Eros, como dice el texto griego con el verbo damnemi, seduce, fuerza y cautiva. Seducir es forzar porque se trata de hacer que los límites primero se separen del “embrollo” original: hay que forzar para distinguir espacios y seres contenidos en Gea; pero también, más
adelante, hay que forzar y cautivar para que uno salte sus propios límites, para que se traspasen, se crucen, y que lo que fue separado por la obra “kósmica”, se junte indistintamente otra vez. Si Eros fuera un dios limitado no sería, en primer lugar, un dios primero, sino que estaría limitado, sería hijo de Gea; en segundo lugar, no podría él mismo ser quien impulsa la distinción, quien distingue los linajes porque formaría parte de alguno de ellos. Eros se encuentra en el comienzo de la serie, justo antes del punto de bifurcación de las dos serieslinajes ordenadas del kosmos. Eros-bifurcación: él es un punto donde comienza la distinción de las series, es el punto donde la línea embrollada del origen se despliega gracias al límite: límite entre lo oscuro y lo claro, entre el arriba y el abajo, entre lo olímpico y lo titánico, entre el mar y la tierra, el Día y la Noche. La fuerza del dios, así, es fuerza en el origen, antes de toda ordenación cósmica, antes de toda de-limitación. Origen, entonces, del propio límite, del propio kósmos. Eros-cruce
Hay otro Eros, sabemos. Un Eros nuevo, joven, compañero de Afrodita que se encarga de hacer cruzar los linajes separados en el origen. Cuenta Hesíodo que una vez que Afrodita
salió del mar: “La acompañó Eros y la siguió el bello Hímero al principio cuando nació, y luego en marcha a la tribu de los dioses” (vv. 201-202) En su caso, su función es la de comunicar, mediar entre ambos linajes, acercándolos impidiendo la pureza y la incontaminación. En este sentido, Eros es el gran contaminador, el gran mezclador, el artífice de la complejidad divina que caracteriza al politeísmo griego. Este Eros joven, gracias a Afrodita, se encarga de hacer que los linajes se crucen para inaugurar nuevas líneas de descendencia. Aquí la génesis no se hace desde la bifurcación, sino desde el cruce o la mezcla. Eros joven, heredero del Eros-bifurcación, produce que las líneas de los linajes rompan su paralelismo y se crucen. Desde el comienzo, sin embargo, este dios aparece en la unión entre Gea y Urano, aunque no haya que leer esto como una contradicción. El orden de la Teogonía no necesariamente es un orden diacrónico, como dice Vernant en Mito y Pensamiento en la Antigua Grecia
en relación al mito de las edades, sino que es sincrónico. Eros-cruce es el
que ya está presente en Urano “ansioso de amor”. De este primer cruce entre la Tierra y el
terrible Urano nacerán los primeros dioses kósmicos. En un segundo momento, Eros intervendrá entre ellos para mezclarlos nuevamente. Mezclará a Noche y a Érebo, no
casualmente surgidos del mismo Caos, para dar a luz al Día y al Éter: “Del Caos surgió Érebo y la negra Noche. De la Noche a su vez nacieron el Éter y el Día, a los que alumbró preñada en contacto amoroso con Érebo” (vv. 124-126). El verso es significativo para comprender la función de este Eros de los cruces, de este Eros joven y segundo. El verso dice en griego que Noche tuvo un contacto amoroso, philoteti migeisa. Philotes es aquí amoroso, y representa el tipo de unión que provoca Eros en la Teogonía: una unión de cuerpos. Mignumi es precisamente mezclar, fundir, confundir. Eros, como dios de las uniones amorosas, es el que mezcla los seres y los funde, los confunde, haciéndolos volver al estado de indistinción de los tiempos fundantes. Esta función amorosa de Eros permite que el sistema de los linajes pueda confundirse pero también marca el fin del origen, es decir, el fin de lo fundante de las primeras generaciones. De esta forma, la aparición de este segundo Eros era tan necesaria como la división de Gea en el espacio lumínico y en el oscuro. En ambos casos estamos ante la delimitación de lo fundante y lo fundado, y si existe una Gea kósmica, más a la medida de la vida de los hombres que la Gea primera que engendra desde sí lo que contiene, también debía existir un Eros kósmico, es decir, un Eros que trabajara desde los límites, las distinciones y los linajes y ya no desde esa fuerza o impulso. Conclusión
La propuesta de leer a la mitología griega en particular, y a la cultura griega en general, a partir del concepto de linaje permite reconocer las relaciones profundas que atraviesan a las figuras divinas, a cada práctica humana o institución. Sin embargo, más allá de estas divisiones dicotómicas, a las que tiende el pensamiento, existen también fenómenos anómicos que escapan a toda clasificación. Desde una perspectiva filosófica, los linajes y los topoi simbólicos expresan el pensamiento identitario y sustancialista que define a un ser por sus límites precisos y por su substrato y permanencia. Por el contrario, existencias como Gea, Khaos o Eros dan cuenta que en el concepto de sustancia no termina el ser, sino que hay también una experiencia primera, arcaica y fundante en donde el ser es lo ilimitado y lo dinámico. En sus dos aspectos, en el de comienzo de la bifurcación y en el de las
mezclas, Eros es un dios perteneciente a esta última concepción filosófica del ser. Él es quien escapa a toda territorialización del pensamiento y tal vez por eso Hesíodo lo había presentado como aquél que cautiva nuestra sensata voluntad y nuestro pensamiento. Eros hace que nuestro pensamiento se salte los límites y experimente la terrible e insondable apertura del Ser. Referencias bibliográficas
COLLI, G. (1994) El nacimiento de la filosofía. Tusquets. Barcelona DELEUZE, G. (1996) Spinoza y el problema de la expresión. Muchnik. Barcelona DETIENNE, M. (2001) Apolo con el cuchillo en la mano. Akal. Barcelona GUTHRIE, W. K. C. (1996) A History of Greek Philosophy. Vol. II. Cambridge University Press. Cambridge HESIODO (2000) Obras y Fragmentos. Gredos. Barcelona VERNANT, J.-P. (2001) El individuo, la muerte y el amor en la Antigua Grecia. Paidos. Barcelona VERNANT, J.-P. (2001) Mito y pensamiento en la Grecia Antigua. Ariel. Barcelona