Diálogo con Eric Laurent en Buenos Aires Por Diana Paulozky *
En el marco de las XIII Jornadas de Psicoanálisis Psicoanálisis de la Escuela de Orientación Lacaniana, recibimos a Eric Laurent , eminente psicoanalista francés, quien además de haber sido paciente de Jacques Lacan, Lacan, y a la luz de su último libro, "Ciudades analíticas", podemos decir que es un pensador apasionado por la cultura.Este importante evento contó también con la visita del flamante Secretario de Cultura de la Presidencia de la Nación, Dr. José Nun, quien remarcó que la cultura implica la política y la democracia. Este tema fue ampliamente desarrollado en las conferencias que dictó Eric Laurent. D. Paulozky Ya Herman Mellville, el autor de Moby Dick y Bartleby, nos anunciaba, anunciaba, en el siglo XIX, el peso de la gran ciudad sobre los sujetos. Nos anticipaba un hombre aplastado y mecanizado por la gran metrópolis. ¿Piensas que los nuevos síntomas son respuesta a esa mecanización? E. Laurent La ‘mecanización de la vida’ en principio, forma parte de las críticas de la vida moderna, tal como surgieron al comienzo del siglo XX. Freud, en su texto ‘La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna’, se niega a hacer de la vida ‘moderna’, la causa de un nerviosismo generalizado. Limitaba la causa de la nerviosidad moderna al reconocimiento sexual."La influencia nociva de la civilización, nos dice Freud, se reduce esencialmente a la represión nociva de la vida sexual de los pueblos civilizados, por la moral sexual sexual ‘civilizada’ que los domina". domina". Él veía la prueba prueba de la importancia importancia de esa causa, en su conexión con lo sagrado, con el encantamiento del mundo, como lo habría dicho Max Weber. "La renuncia se ha hecho progresivamente, durante el desarrollo de la civilización;(...) la parte de satisfacción de la pulsión, a la cual se había renunciado, era sacrificada a la divinidad. El bien común adquirido de esa manera, era declarado ‘sagrado’ ". Freud crea en este texto una nueva clase de ‘soberano bien’: la satisfacción sexual.Basta sexual.Basta abordar la cuestión sexual, para que la civilización produzca el malestar.En este sentido, la ‘mecanización de la vida’, sólo es una causa si afecta al ‘sentimiento de la vida’, o sea, al lugar donde se anuda lo vital y lo sexual. Mecanización de la vida debe entenderse, entenderse, como la intrusión de la muerte en la vida. Así, las extrañas circunstancias circunstancias del suicidio del hijo de H. Melville, dan prueba de lo que en el padre estaba afectado. D. P. El mes pasado hemos tenido en Argentina un Congreso sobre la Lengua. ¿Es posible que la creación de nuevas fórmulas o giros del lenguaje, responda a una necesidad de diferenciación en un mundo homogeneizante, que borra las diferencias? E. L. La civilización globalizada se encuentra tomada en un doble movimiento. Por una parte, las lenguas desaparecen desaparecen de la superficie del planeta, a un ritmo jamás visto, a la medida de la unificación de las condiciones de vida y de los desplazamientos de la población,
por la extensión de las guerras o la coordenada económica. Por otro lado, asistimos al nacimiento de mezclas inéditas en las lenguas, que dinamizan el espacio interlingüístico y nuevas literaturas, que hasta ese momento no habían tenido lugar en la literatura. Yo felicito la iniciativa del ‘Congreso sobre la Lengua’, porque permite hacer un estado de los procesos de cambio, fuera de la perspectiva tan nociva, de la‘pureza’ de la lengua. El Congreso de la Lengua es el reverso de la defensa académica de una lengua fija. Permite inscribir las diferenciaciones en curso, en un espacio público de debate, en una vasta‘conversación sobre la lengua’. D. P. ¿El nuevo concepto de "Imperio" de Negri y Hardth, en oposición a imperialismo, con estados sin fronteras, con un poder desterritorializado, muestra la posibilidad de producir nuevas subjetividades? E. L. ‘Imperio’, según Negri y Hardt, es un régimen de destrucción de las identificaciones tradicionales, con una topología nueva. No hay necesidad de ocupar los territorios. Se hace a la imagen de los flujos financieros. En términos de Deleuze, se territorializa y desterritorializa sin tregua. Produce nuevas identidades comunitarias, al mismo tiempo que va en detrimento de las más antiguas. También ese régimen de poder produce nuevas resistencias. Es en ese sentido, que es portador de nuevas y múltiples posiciones subjetivas. Incluso permite soñar con un horizonte de identificaciones lábiles, maleables, casi virtuales, las ‘quimeras’, como las llamó Jacques-Alain Miller. La experiencia del psicoanálisis hace objeción a esa perspectiva. Hay para cada uno un resto, que no se puede reabsorber en el registro del cambio. El objeto del goce resiste a la plasticidad de los relatos fantasmáticos. La experiencia que nosotros hacemos de ‘Imperio’, nos muestra también, esos procesos de resistencia y de inercia, funcionando a nivel de las comunidades políticas. Para Charles Taylor, la identidad canadiensefrancesa, funda en esa comunidad, las leyes de excepción sobre la obligación de la enseñanza de la lengua para todos. Es también como límite, que aparece la identidad del sujeto religioso, que rechaza la asimilación en la modernidad. D. P. Hoy se ha perdido la línea divisoria que marcaba Smith, de amigo-enemigo. Ya no se sabe dónde puede aparecer el enemigo. Sin embargo algunos piensan que el peor de los males, más que el fundamentalismo, es el cinismo. ¿Qué piensas? E. L. No estoy seguro que los fundamentalistas religiosos, hayan perdido el sentido del enemigo. A los que se llaman cínicos, son los que sueñan con un hedonismo apacible, más allá del régimen de la ley y la prohibición. Ellos quieren olvidar que más allá de su impotencia de mantenerse a la altura del imperativo del goce, ellos encontrarán los imposibles. Estos toman dos formas esenciales. Una, el de las modalidades de goce, que se oponen a la de ellos, y es el conflicto de los fundamentalismos; y, más aún, un principio ilimitado, frente a la muerte. Las multiadicciones modernas, así lo prueban. Es en ese sentido, que el cinismo del goce y el fundamentalismo no son más que el derecho y el revés de un mismo fenómeno. D. P.
El 20 de Abril de 1999, en Columbine, se desató la violencia en un colegio. Le sucedieron en todo el mundo hechos similares.Borges decía que bastaba la irracionalidad de un solo hombre, para que otros lo sean. ¿Cómo pensar la proliferación de estos hechos fuera de la razón? E. L. Las manifestaciones de lo que Freud ha llamado la ‘pulsión de muerte’, son tan racionales como las manifestaciones de la belleza o las de la verdad. Simplemente necesitamos una razón que permita incluir la contribución del psicoanálisis. Columbine había estado precedido por olas de asesinatos suicidas, cometidos por adultos en las empresas o universidades americanas. Su eficacia fatal, ha aumentado por la comercialización de armas de guerra, que se beneficiaban de proyecciones tecnológicas importantes. Desde el empleado esquizofrénico paranoide, hasta los grandes delirantes, los excluidos del mercado laboral se vengaron, dando prueba a su manera, de la privatización del Otro. Columbine sigue siendo el testimonio que no es la miseria material, lo que causa un gusto suicida en una generación, y que los adolescentes no tienen ninguna relación fácil con la vida. Columbine ha sido seguida por la ola más actual de bombardeos suicidas, esos que son inspirados en el fanatismo religioso, especialmente en el espectro del mundo musulmán. Ellos se inscriben con medios modernos en una tradición secular, que nunca ha abandonado la tradición Chiita, por ejemplo. La yuxtaposición de esos diferentes suicidios, su producción en cadena, están allí para mostrarnos cuánto de lo que allí se trata, no se reduce a una identificación a un ideal, o a la nada de la desesperación. El misterio que escapa a la reducción psicológica de un ‘perfil’ afecta nuestro primer lazo al mundo exterior. Para Freud, es un lazo de odio que resurge como ‘odio en sí’. Esto no le pareció así al comienzo, pero es al final de su obra, que esta hipótesis se le hizo necesaria. D. P. En relación a estos cambios sociales, qué puede decir el psicoanálisis? E. L. El psicoanálisis debe mantenerse a distancia de ciertas tentaciones moralizantes del sujeto contemporáneo. La dureza de este tiempo, relanza una nueva ola de renuncias y sacrificios. Eso puede ser la nostalgia de una moral autoritaria, o el llamado a una moral hedonista tolerante, finalmente desembarazada del problema del mal. Enfrentarse al ‘odio en sí’ sin recurrir a un Dios, supone una práctica como el psicoanálisis, que opera ‘caso por caso’ y no con reglas que se aplican a todos, ya sea las de sabiduría o religión. D. P. Se puede constatar que el psicoanálisis no es el mismo. De hecho, no puede ser igual a lo largo de estos 100 años.Algunos pensadores ponen el acento en la fuerza de los nuevos lazos sociales. Mientras algunos vaticinan la desaparición del psicoanálisis, cada vez más, los psicoanalistas son requeridos en las empresas, la política y los medios. ¿Cómo ves el futuro del psicoanálisis? E. L. El psicoanálisis es ahora omnipresente en la cultura.El éxito del recurso a las psicoterapias en masa es un síntoma. El psicoanálisis se adaptó a lo largo del primer siglo de su existencia, a la extensión de su éxito. Los psicoanalistas propusieron incluso, una adaptación del psicoanálisis a todas las formas de demandas dirigidas a él. La
paradoja es que este psicoanalista moderno, que se encuentra en todo lugar, no encuentra en ninguna parte un lugar bien definido y tranquilo. El psicoanalista sigue siendo un objeto no identificable.Se trata, entonces, para este psicoanalista contemporáneo, de acentuar los términos de esta paradoja y no de querer reducirlos. La extensión del psicoanálisis debe seguir siendo inventiva. Debe poder responder a las nuevas patologías de la época, como las adicciones y la violencia. Eso supone adaptar la práctica de la palabra a las instituciones especializadas. El psicoanálisis debe, en ese sentido, demostrar su eficiencia y utilidad. El psicoanalista debe, también, resistirse a toda tentativa de reducirlo a un auxiliar de la civilización, funcionario del estado o del mercado, porque él sabe que algo en la civilización no va. Sabe que siempre habrá ‘el síntoma’. Es el lugar que se le reserva. El psicoanalista ha devenido un síntoma de nuestra civilización. Él podrá permanecer si sabe reinventarse como supo hacerlo hasta aquí. La política del psicoanálisis es de reducirse a su lugar de síntoma y de renovar los usos que se haga de él. "Hoy lo que tenemos en común no es el lazo social ni el lazo político ni el religioso, sino nuestro cuerpo, nuestra biología. Hemos transformado el cuerpo humano en un nuevo dios: el cuerpo como última esperanza de definir el bien común. A mí me parece que esto es el prototipo de las falsas creencias", afirma el reconocido psicoanalista francés Eric Laurent. Laurent, nacido en París en 1945 y uno de los más destacados discípulos de Jacques Lacan, critica el espíritu cientificista y mecanicista de esta época. "Ahora que no está más la garantía de Dios hay una garantía en el cuerpo. Este es, supuestamente, el fundamento de una ciencia de la felicidad. Gracias a las nuevas tecnologías, los neurólogos nos ofrecen imágenes en las que podemos ver el centro de la felicidad. Eso es muy fascinante. Sin embargo, las respuestas rápidas que ofrecen las neurociencias a los conflictos psíquicos son falsas", dijo Laurent, máximo responsable de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, durante una entrevista con LA NACION en su última visita a Buenos Aires. "En nuestra sociedad existe la idea de que todo puede ser reducido al mundo técnico. Es un protocolo maquinista", sostuvo. Autor de numerosos libros (12 de los cuales han sido publicados en español), Laurent es profesor de posgrado en el Departamento de Psicoanálisis de la Universidad de París VIII, prestigiosa institución donde dictaron clases intelectuales como Michel Foucault, Gilles Deleuze, Alain Badiou y Lacan. Amable y efusivo, Laurent opina que un ejemplo del espíritu mecanicista de la época se puede ver en la actuación de Estados Unidos en Irak: "Intentó constituir un Estado democrático, en un laboratorio. Pasó del modelo de laboratorio al país sin pensar en la gente. Esta concepción técnica del mundo no deja de producir catástrofes". -Usted describe la civilización actual como individualismo de masa. Esta sociedad genera, según sus dichos, excesos y exclusión. ¿Qué respuestas tiene el psicoanálisis para los marginados del sistema? -Los marginados son sujetos que están excluidos de la relación económica. Los cartoneros, por ejemplo, tratan con los restos que quedan del consumo: ellos mismos se encuentran reducidos a eso. Tratan con lo excluido y son excluidos. El objeto
fundamental producido por nuestra civilización es la basura. Y estas personas son, de la misma manera, usadas y rechazadas. Lo que decimos frente a estos modos de expulsión es que los excluidos no lo están en el plano de la lengua. Hablan, son seres humanos, son seres parlantes. -¿Cómo se los puede recuperar? -Dándoles la palabra. A pesar de que no tienen poder adquisitivo, tienen el poder de encontrar una solución. -Esta imposibilidad de acceder al consumo genera violencia. ¿Cree que esta sociedad es más violenta que las anteriores? -No es que haya más violencia, sino más tecnología de la violencia. Se ha construido una sociedad de vigilancia generalizada; entonces, se genera más violencia, para superar esas defensas. Es una cuestión de tecnología. Nos rodea un mundo tecnológico donde la violencia se vuelve más eficaz en su carácter destructivo. Es una eficacia negativa, es pulsión de muerte, la parte maldita... -Entre las víctimas de esta violencia, los más débiles son los niños. ¿Dónde quedan ubicados en este escenario? -Los chicos pueden sentirse abandonados a sí mismos y a su propia violencia. Hay algo vinculado a la condición humana en esta violencia. El hombre es un animal violento. Los niños se sienten abandonados a la violencia que tienen en ellos. Antes se los mandaba a la guerra; ahora se los manda a las escuelas, pero esas escuelas tienen problemas de autoridad. Hay que encontrar nuevos modelos que ayuden a la juventud a atravesar la adolescencia. La culpa es nuestra, no de los niños. No hemos sabido inventar los rituales apropiados que puedan ayudar a un joven violento a encontrar salidas que no sean autodestructivas o destructivas para los demás. -Por ejemplo -En el siglo XIX, los ingleses, cuando tuvieron que pasar a la educación de masas, inventaron el deporte de masas, el fútbol. En ese sentido, deberíamos inventar el nuevo deporte del siglo XXI, un nuevo ritual que al mismo tiempo fuera una práctica del cuerpo y que permitiera la socialización. -Uno de los refugios que parecían irreductibles eran las familias. ¿No lo son ya? -Hoy tenemos familias recompuestas, monoparentales y de personas sueltas. Tenemos también las familias compuestas por parejas del mismo sexo. Son modos de mantener un deseo de familia. No se puede decir que la familia no es más un objeto de deseo: más bien es un objeto de deseo sobre formas múltiples, que no está regulado por la tradición. -Y en esas familias, ¿qué lugar ocupa esta figura que siempre fue central para el psicoanálisis, el padre? -Un cambio de esta época es la desautorización de las prohibiciones. Recuerdo el famoso eslogan de fines de los años 60: "prohibido prohibir". Hoy hay una desautorización de la autoridad, del modelo tradicional de la autoridad. La figura del padre fue trastrocada: hoy su función es cargarse de la culpa de prohibir. Esto lo vemos
en la extensión de los trastornos de atención, en las adicciones. Lo que parece estar extendiéndose son las patologías de acciones, no las patologías derivadas de la prohibición. -¿Cuáles son estas patologías de acciones? -Vemos cada día más gente desaforada en los shoppings, gente que no puede parar de comprar. Si la felicidad es tener tanto como los demás, hay que endeudarse de manera excesiva para tener más, sin pensar, sin tener en cuenta las consecuencias. -¿El psicoanálisis está en contra del uso de medicamentos para ciertas patologías? -El psicoanálisis es un discurso que evoluciona. En el siglo XIX era una práctica que se ejercía en una civilización en la cual no existían los fármacos psiquiátricos. Pero ahora todo el mundo toma fármacos. Por enfermedad, por trastornos, de forma preventiva, por las dudas... Toma medicación que sirve de recreo. -¿A qué le llama "recreo"? -A la automedicación, la medicación consumida fuera de una indicación médica precisa. Se utilizan, por ejemplo, remedios que supuestamente están hechos para tratar la disfunción de la erección en el hombre y se los utiliza con la fantasía de mejorar las performances sexuales. Estamos en una civilización en la cual el uso de fármacos está muy presente. El psicoanálisis sólo constata que su discurso opera en una civilización que ha cambiado completamente.
–Usted ha dicho que allí donde no hay más familia, ella subsiste a pesar de todo. ¿Qué es lo que subsiste? –A partir de un momento que se puede pensar como el fin de una cierta forma tradicional de familia, y desde la igualdad de los derechos, sea entre hombres y mujeres, entre niños y padres o entre las generaciones, se desplazó la manera como se articulaba la autoridad. Además, con la separación entre acto sexual y procreación, y con la procreación asistida, vemos una pluralización de formas de vínculos que permiten articular padres y niños fuera de la forma tradicional. Una de las discusiones entre las civilizaciones de los países hoy es qué es lo que se puede llamar familia alrededor de un niño. Esto se puede hacer tanto con familias monoparentales como cuando hay dos personas del mismo sexo o varias personas que se ocupan de él. Es lo que queda de lo que era la oposición, en un momento dado, entre un modelo de familia tradicional o nada, nada que se pudiera llamar familia según la definición del código civil napoleónico, desde el punto de vista laico: una cierta forma que permitía transmitir los bienes y articular los derechos, pero afuera no había ni bienes ni derechos. Ahora hay pluralización completa y se sigue hablando de familia porque es una institución que permite bienes y derechos y la articulación entre generaciones. Entonces, es lo que queda; en ese sentido, creo que hay una conversación a través de nuestra civilización, un interrogante que da muchas respuestas, que algunos aceptan, otros rechazan y otros quieren mantener una forma definida, con un ideal determinado. Laurent afirma que pensar la figura del padre hoy es un asunto crucial. Y que, incluso cuando el padre falta, lo que hoy no falta es un discurso acerca de lo que para ella es un
padre, aun si está ausente. Además, la madre a su vez ha tenido un padre. Lacan trató de separar el padre del Nombre del Padre, es decir, de esta función paradojal prohibiciónautorización, que puede funcionar o no más allá de las personas presentes. –Actualmente, los nuevos roles de las mujeres en el mercado de trabajo y las innovaciones producidas por la ciencia llevan a escenarios impensables hace algunos años en cuanto a los modos de reproducción. ¿Qué tiene para decir el psicoanálisis ante esto? –En todas estas variaciones o creaciones diversas, distintos discursos van a entrar en conflicto sobre lo que son el padre o la madre en esta ocasión. Pero lo que vemos es que nadie quiere tener hijos sin padres. Es muy llamativo, pero las peleas jurídicas de las comunidades gay y lesbiana para ser reconocidos como padres y madres de hijos, son para poder utilizar los nombres de la familia. El niño es confrontado al hecho de que fuera de la familia circulan otros discursos. ¿Cómo orientarse entonces cuando, por ejemplo, el niño es concebido por fertilización asistida con donante anónimo? Los chicos en la escuela le dicen: “¿Dónde está tu padre?” Y el niño contesta: “Yo no tengo padre”. ¿Cómo no va a tener un padre? Eso es imposible... Y entonces, ¿cómo va a contestar y sostenerse con eso? ¿Cómo va a inventar una solución, un discurso posible? El psicoanálisis puede, precisamente, ayudar a que en estas circunstancias el niño, la madre, puedan orientarse en un espacio en el cual sea posible usar los términos padremadre de una manera compatible con el discurso común. –Usted ha dicho que en los momentos de grandes cambios los chicos son las primeras víctimas, son los primeros en sufrir el impacto de estos cambios. ¿Cuáles son las cuestiones en juego para los chicos que están creciendo? –Múltiples. Las formas de patología del lazo social con los chicos y entre los chicos se ven a través de las quejas de los que están a cargo de ellos, especialmente de los pedagogos, con el papel esencial que ahora desempeña la escuela en la civilización. No hace mucho que la escuela tiene este papel tan importante para criar a los niños. Antes, la articulación con la religión, la moral, el Estado, el ejército, tenían un peso, había una variedad de instituciones. Cada vez más se reduce el peso de éstas para centrarse en la gran institución escolar, que recoge a los niños y trata de ordenarlos a partir del saber. Una dificultad para los chicos de hoy (y lo vemos en la enorme cantidad de niños diagnosticados con déficit de atención o hiperactividad) es la de poder quedarse sentados cinco horas en una escuela, lo que no sucedía en otras civilizaciones. Lo curioso es que parece como una epidemia el hecho de que hay más y más chicos que no pueden renunciar a este goce de cuerpo a cuerpo, de las peleas, la agresión física, sin hablar de la violencia desproporcionada, característica de las pandillas de adolescentes. Todo este sufrimiento funda la idea de una patología de la infancia y la adolescencia. Se dice que los chicos no soportan las prohibiciones, no toleran las reglas. –¿Podría aclarar un poco más qué pasa ahora en las escuelas? –Al poner la educación universal y decir que todos los niños tienen iguales derechos, al meterlos a todos en el mismo dispositivo, hay patologías que entran dentro de este dispositivo escolar que no estaban antes. Por otro lado, con la precarización del mundo del trabajo cada vez más niños son abandonados por la presión que hay. Antes tenían madres para ocuparse de ellos. Ahora se ocupa el televisor. La tevé es como una
medicación, es como dar un hipnótico: hace dormir... Es una medicación que utilizan tanto los niños como los adultos para quedarse tranquilos delante de las tonterías de la pantalla. Pero el televisor en común para toda la familia no es la oración común de la tradición, aquella que permitía vincular a los miembros de la familia a través de rituales. Cuando el único ritual es la televisión, comer delante de ella, hablar sobre ella o quedarse en silencio frente al aparato, esto permite articular poco esta posición del padre entre prohibición y autorización. La escuela es precisamente la que articula entonces esta función: los maestros aparecen como representantes de los ideales y esto agudiza la oposición entre niño y dispositivo escolar, transformando las patologías, que no pueden reducirse estrictamente a algo biológico ni a algo cultural, en la imbricación de éstos dentro del dispositivo de la escuela. –Usted ha mencionado a Lewis y a Tolkien como dos personas que desde la literatura quisieron proponer modelos identificatorios posibles. En una época de caída de los ideales, ¿cómo orientar a los niños en ese sentido? –La literatura es siempre una excelente vía para orientarse. Después del derrumbe de la Primera Guerra Mundial, del derrumbe de los ideales, los intelectuales estaban preocupados por cómo orientarse y orientar a la generación que venía. Algunos escritores explícitamente pensaron en elaborar con su obra una manera de proteger al niño de la tentación del nihilismo y orientarlo en la cultura y en las dificultades de la civilización, presentar figuras en las cuales el deseo pudiera articularse en un relato. Con El señor de los anillos, Tolkien hizo una tentativa de proponer a los chicos, a los jóvenes, una versión de la religión, un discurso sobre el bien y el mal, una articulación sobre el goce, los cuerpos, las transformaciones del cuerpo, todos esos misterios del sexo, del mal, que atraviesa un niño; versiones de la paternidad. Tolkien consiguió algo: hay muchos niños para los cuales el único discurso que han conocido y que les interesa sobre esto es El señor de los anillos en los tres episodios. De la misma manera, un escritor católico, como C. S. Lewis, hizo con las Crónicas de Narnia una versión de la mitología cristiana sobre el abordaje de los temas del bien y del mal, de la paternidad, de la sexualidad. Gracias al cine, Tolkien salió de sus años treinta, pero para una generación fue Harry Potter, que articula la diferencia entre el mundo de los humanos y el mundo ideal de los brujos, poblado de amenazas, donde el bien y el mal se presentan como versiones del discurso. –¿Qué pueden encontrar los chicos en la literatura? –Harry Potter fue, para muchos chicos, incluso los míos, una compañía: ir creciendo de la infancia a la adolescencia a lo largo de los cinco o seis tomos de la historia. Además, presentó figuras de identificación muy útiles. Un niño podía prestar atención por lo que le decía Harry Potter, precisamente, sobre cómo se articulan el bien y el mal, sobre cómo hay que comportarse en la vida y cómo manejarse en las apariencias y en los sentimientos contradictorios que uno puede conocer al mismo tiempo. Son herramientas para salvar a las generaciones de la tentación del nihilismo, del pensar que no hay nada que valga la pena como discurso. Cuando nada vale como discurso, hay violencia. El único interés, entonces, es atacar al otro. La crisis de los ideales que se abrió con el fin de la Primera Guerra no se ha desvanecido. ¿A qué deberíamos prestarle atención? Hoy vemos un llamado a un nuevo orden moral, apoyado en el retorno de la religión como moral cotidiana. Cuando en Europa hay violencia en los suburbios, se hace un llamado a los imanes musulmanes para que dirijan un discurso de paz a los jóvenes de la
inmigración. También a los curas, para tratar de ordenar un poco el caos engendrado por estos jóvenes desamparados que manifiestan conductas estrictamente autodestructivas por la desesperanza en la que están sumidos. En la esfera política, a través de la famosa oposición entre las cuestiones de issues (temas) y values (valores), vemos que ahora el tema es moral. Hay una tendencia a pensar que para volver a obtener una cierta calma en la civilización se necesita multiplicar las prohibiciones, que la tolerancia cero es muy importante para restaurar un orden firme, que la gente tenga el temor de la ley para luchar contra sus malas costumbres. Los analistas, frente a esta restauración de la ley moral, saben que toda moral comporta un revés, que es un empuje superyoico a la transgresión. Precisamente, la idea de los analistas en su experiencia clínica es que saben que cuando la ley se presenta sólo como prohibición, incluso prohibición feroz, provoca un empuje feroz, sea a la autodestrucción, sea a la destrucción del otro que viene sólo a prohibir. Hay que autorizar a los sujetos a respetarse a sí mismos, no sólo a pensarse como los que tienen que padecer la interdicción, sino que puedan reconocerse en la civilización. Esto implica no abandonarlos, hablarles más allá de la prohibición, hablar a estos jóvenes que tienen estas dificultades para que puedan soportar una ley que prohíbe pero que autoriza también otras cosas. Hay que hablarles de una manera tal que no sean sólo sujetos que tienen que entrar en estos discursos de manera autoritaria, porque si se hace esto se va a provocar una reacción fuerte con síntomas sociales que van a manifestar la presencia de la muerte. –¿Cómo criar a los niños en esta época? –Hay que criar a los chicos de una manera tal que logren apreciarse a sí mismos, que tengan un lugar, y que no sea un lugar de desperdicio. En la economía global actual, el único trabajo que puede inscribirse es uno de alta calificación, al cual no siempre van a tener acceso. No podemos pensar que vamos a salir adelante sólo con la idea de que si uno trabaja bien y tiene un diploma va a encontrar un trabajo. Hay niños que no van a entrar y, a pesar de esto, tienen que tener un lugar en nuestra civilización. No hay que abandonarlos. Y éste es el desafío más importante que tenemos, el deber que tenemos nosotros frente a ellos. Concebir un discurso que pueda alojarlos dentro de la economía global. La nueva mirada social de Lacan Entrevista a Eric Laurent por Héctor Pavon * ¿El psicoanálisis está en crisis? "En transformación", dice Eric Laurent uno de los psicoanalistas lacanianos más famosos de la actualidad. Laurent, quien estuvo en Buenos Aires —invitado por una institución porteña— para dictar cursos y para supervisar a colegas y discípulos, señaló ante unas setecientas personas que lo escucharon en La Plaza que la técnica freudiana quiere ocuparse de algunas cuestiones sociales que antes no necesariamente entraban en su consultorio ni en su teoría. —¿El psicoanálisis está capacitado para dar respuestas a situaciones tan angustiantes como las que hoy se viven en diferentes lugares del mundo? —El psicoanálisis por lo menos puede acoger estas angustias nuevas o "formas renovadas" de la angustia. Hubo en la historia grandes epidemias de angustia social pero hoy no estamos en una época así ni tampoco hay crisis de milenarismo, no es el caso.
Pero estamos en una época en la que tenemos la racionalización más grande de nuestra cultura, en la que la ciencia y la técnica cada vez ganan más terreno y organizan, cada día más, nuestra vida. Pero hay cosas que se vuelven imposibles de organizar, como la economía, de manera tal que no haya esos altibajos: crisis financieras masivas brutales, como nunca en la historia. Los medios de comunicación mismos, que están hechos, supuestamente, para racionalizar, se tranforman en instrumentos de pánico. Nos explican que, por ejemplo, la catástrofe de la Bolsa es debido al hecho de que unos programas de compras automáticos se activaron simultáneamente y provocaron fenómenos de extensión brutal. Después de la Segunda Guerra Mundial había una gran confianza de que con la ciencia el mundo iba a ser mejor. Ahora hay mucha menos confianza. Uno tiene la idea de que hoy con la ciencia es mejor ser precavido. De la misma manera, en el campo de la política entramos en un siglo de mayor incertidumbre: antes, los dos lados del Muro eran más fáciles de comprender. En este mundo unificado, globalizado no hay alternativas porque hay una civilización única donde, efectivamente hay incertidumbre respecto de las distribuciones y las políticas. Este mundo es mucho más individualizado y los agrupamientos, las identificaciones tienen dificultades para dar a cada uno sus identificaciones. Cada uno está más libre de inventar su vida, sus identificaciones, con un margen muy grande. Esto ha podido ser entendido como una de las causas de la extensión en nuestra civilización de la idea de "depresión". Brutalmente dicho: hay deprimidos por todas partes, como una verdadera epidemia. —¿Hay una mayor religiosidad? —Con esta caída de las grandes identificaciones, las grandes maquinarias que podían a uno ordenarle la vida, cae un peso sobre la espalda de uno que es a veces demasiado pesado. Y así las tentaciones son buscar identificaciones comunitaristas. Reorganización, se ven grupos que se ordenan alrededor de un fundamentalismo religioso o de sectas diversas, o de extensión de un modo de religiosidad que escapa a los cánones clásicos. Se ve, por ejemplo en la extensión del evangelismo, que por todas partes une comunidades de un modo religioso, al mismo tiempo más democrático, más cerca de la gente, en ceremonias nuevas, y este modo constituye una identidad común. Más allá, se ve en el mundo una nueva llamada a un Dios que podría decir lo que hay que hacer en la vida. Las últimas elecciones norteamericanas son, desde este punto de vista, interesantes, y hacen pensar mucho sobre cómo la gente se refugia o se busca defensas contra la extensión de estas nuevas incertidumbres. Y cada día van a ser peor. Estamos entrando en un mundo mucho más probabilista, en el cual le van a decir: "Usted tiene el 15% de posibilidades de tener un infarto entre los 42 y los 46 y entre 30% de desencadenar una enfermedad". No son certezas, son probabilidades. Entonces, se introduce una cierta dirección angustiosa en el mundo. Un mundo en el cual va a ser más difícil tener una certeza. Y la combinación de la extensión de la ciencia y el individualismo de masa produce un nuevo mundo complejo en el cual los analistas escuchan nuevas demandas, nuevas maneras de formular la queja. —¿Y qué hace el psicoanálisis ante este panorama? ¿Se actualiza, lo toma en cuenta, es indiferente? —En los últimos treinta años hubo una gran diversidad y diversificación de los campos de aplicación del psicoanálisis. Hubo una época en la cual los psicoanalistas insistían con el hecho de que el psicoanálisis se utilizaba como un método muy rígido en las formas, en la manera de aplicarse, hasta el hecho de que se hablaba de una "cura tipo". Fue muy criticado por diversas orientaciones analíticas, pero especialmente por Lacan, que escribió en 1955 un artículo titulado "Variantes de la cura tipo". Ahora el
psicoanálisis se ha diversificado y aplicado a toda clase de patología que antes no encajaba en el método general gracias a la extensión de las psicopatologías como psicosis, casos límites, la extensión del campo a niños, adolescentes, personas de la tercera edad, que ahora componen una parte importante de aplicación. O también por las contradicciones entre las familias recompuestas, familias monoparentales, familias gay, lesbianas, problemas de adopción. El trabajo de los analistas ha sido el de inventar maneras de responder a todas estas transformaciones que producen sus contradicciones, sufrimientos emocionales, su dificultad para pensar lo nuevo, para no sentirse rechazado. Hay cosas que no llegan al diván. Por ejemplo, escuché que el ministro de Salud francés ha dicho que el psicoanálisis no servía en problemas como la violencia o la adicción. Pero hay muchas maneras de trabajar desde el diván. Hay centros de atención a la drogadicción, a los problemas de violencia, que necesitan de un modo particular de inserción. Los drogadictos necesitan tener una asistencia médica, drogas de sustitución pero sin que se olvide que precisan establecer un lazo social. Eso implica hablar de cuerpo a cuerpo con el otro. Entonces, esto no es oportuno sólo en el diván. Necesitan un tipo de lugar para acogerlos, para atender las necesidades que tienen, pero esto también es parte de la aplicación del psicoanálisis. Si no se olvida que, cualquiera sea el modo de asistencia, hay una necesidad de lazo social, de palabra, para reintroducir a estos sujetos, que cuelgan de nuestra atmósfera pero que se van por senderos de perdición. Precisamente, se trata de permitirles dar un paso a un lado de ese camino. En este sentido, pienso que hay una utilidad social del psicoanálisis en la variedad de sus aplicaciones, más allá del hecho de que utilidad social es una palabra que dentro del psicoanálisis tiene que ser manejada con precaución. Porque conocemos el límite de la utilidad y de experiencias como aquellas de las que Freud habló en "Más allá del principio del placer" (donde se habla de que hay un "goce" que permite tener un placer más allá del placer). —Llegan imágenes terribles por Internet donde se ven asesinatos de rehenes en Irak o asesinatos de iraquíes desarmados sorprendidos en plena noche o las fotos de las torturas en la cárcel de Abu Ghraib. ¿Cómo repercuten, a pesar de que se trata de algo muy lejano? ¿No hay una sensación de que esto le puede pasar prácticamente a cualquiera? —Precisamente estamos investigando el efecto que produce la emisión en masa de imágenes de este orden. La historia de Abu Ghraib es realmente ejemplar. Son fotos tomadas eludiendo controles. Antes era mucho más fácil de controlar la circulación de imágenes. Hay todo un sistema impresionante que controlan los medios norteamericanos. Estamos en una producción de masa democrática de imágenes insoportables de ver, que se producen cuando hay un error en masa. Es claro que hubo algo como una epidemia cuando, después de los atentados de Nueva York, las imágenes fueron pasadas por las cadenas de televisión norteamericanas. Los psiquiatras atestiguaron que hubo psiquiatras o psicoanalistas trabajando sobre crisis de angustia muy fuertes. Las demandas de alivio, y de análisis, fueron numerosas después del 11 de septiembre. Y creo que producen traumas. Cuáles son, cómo va a seguir esto y cómo vamos a aprender a vivir después de esto. Imágenes van a surgir sin que nadie lo quiera en la pantalla de su ordenador, a cualquier hora del día. Vamos a tener spam de fotos, como el correo electrónico basura. Entonces, sin duda, aprendemos a vivir con objetos que cada día nos embarazan y nos angustian más.
—El temor a perder el trabajo, a no encontrarlo, a morir de hambre incluso, pueden tener consecuencias más allá de lo individual y romper los lazos de comunidad. ¿No cree que estos miedos colectivos, terminan atacando al individuo? —¡Ah, sin ninguna duda! La angustia por el trabajo ahora se hace insoportable. El nivel de angustia es mucho más fuerte que en la época del desarrollo más lento del capitalismo global. Ahora el movimiento se hace más rápido, se produce un nivel de incertidumbre muy fuerte. Ahora nadie puede tener el mismo tipo de trabajo al inicio que al final de su vida. Cada uno va a tener períodos de desamparo y eso es normal. Entonces, por supuesto, esto da una idea del nivel de inseguridad que toca el lazo social. Esto puede producir el rechazo al extranjero o la idea de globalización, que sólo lleva angustias, miserias diversas, etcétera. En la Argentina, la rebeldía contra los bancos extranjeros fue muy fuerte. Pero al mismo tiempo la acogida de los turistas es muy cálida. Se ve el interés en la Argentina por inventar, en una situación de tensión, de estrés social, soluciones y esto genera la idea de que la Argentina funciona como un laboratorio para todo el mundo. Y cuando se ve la energía de toda la política argentina, del gobierno actual, y con lo cual hacen frente a una masa de problemas, se ve que se da empuje al país. Esto lo digo sin desconocer que la Argentina no vive un sueño de oro. —Muchos creen que para estos miedos y angustias el psicoanálisis no es la mejor respuesta, básicamente por la duración de los tratamientos. Entonces aparecen las terapias breves como opciones válidas, ¿usted cree que pueden trabajar en estas dolencias? —Ah sí, por supuesto. Y el psicoanálisis teoriza una terapia breve. Una de las variaciones en el psicoanálisis es pensar que el largo plazo puede no ser para todo el mundo. Forma parte de la dimensión de la civilización, es así, efectivamente, por muchas razones y por muchas sobredeterminaciones, todo va más rápido. Y no sólo Internet, los movimientos de capital indican una exigencia así. Y hay gente que viene y que pide tratamientos breves y se queda largo tiempo. Hay otros que piden un tratamiento breve y que se van rápidamente, mejorados, reconciliados con algo. Y creo que precisamente hay que seguir y aplicar el psicoanálisis a patologías a las cuales Freud no había ni pensado aplicar. No es un problema sólo de un modo de demanda nuevo. Hay que adaptarse y tratar de responder manteniendo los principios del psicoanálisis, como el tratamiento por la palabra, la transferencia, que es la base del concepto freudiano. Simplemente hay que aplicarlo de otra manera. —Elisabeth Roudinesco ha dicho en Buenos Aires que el psicoanálisis está en crisis desde hace unos diez años, pero no por culpa del psicoanálisis sino de los psicoanalistas que no se adaptan a las nuevas problemáticas sociales... —Concuerdo con Elisabeth Roudinesco, que es una amiga, y especialmente creo que los analistas tienen que alentarse, animarse a, sin angustias, probar lo nuevo y adaptarse. No todos los psicoanalistas necesariamente aman la transformación, la producción de lo nuevo, la modernidad de la posmodernidad. No aman necesariamente los caminos nuevos de la civilización, pero se les puede presentar en forma tal que les pueda interesar. Insisto con el hecho de que hay que reconciliarse, de este modo, con la transformación con lo que a veces aparece enigmático. Son, digamos, momentos no tanto de transmisión del saber sino de elaboración común y de desciframiento de lo que está en juego hoy. —Usted suele referirse a una figura novedosa del mundo psi que es el psicoanalistaciudadano. ¿Qué representa?
—Es un psicoanalista que considera que tiene que hacerse escuchar en el campo de la civilización. El psicoanalista-ciudadano es alguien que trata de elaborar lo que dice de una manera tal que pueda incidir. Considero que, por ejemplo, he tratado de ser un psicoanalista-ciudadano cuando escucho las declaraciones del ministro de Salud y trato de elaborar una respuesta positiva. Considero que hay que ayudar al ministro a modificar lo que me parece que son algunos prejuicios y que dañan. El problema no es sólo defender los intereses del analista sino los de la gente que viene a ver al analista. —¿Cómo considera usted la relación del psicoanalista con la sociedad?¿Cree que van por el mismo camino? —La posición del analista es paradojal. Al mismo tiempo que elige el campo de elaborar las formas de lo nuevo en la cultura tiene la certeza de que hay una incompatibilidad entre la satisfacción y el programa de la civilización, lo que produce. Freud describió esta imposibilidad de reconciliación entre la satisfacción libidinal, que sería armónica, con la civilización. Lo que hay son síntomas de lo que no encaja, de lo que no va. Entonces, el analista no tiene más remedio que acompañar las formas de invención de lo nuevo en la civilización, que hay que hacer, porque cada forma de evolución de nuestra cultura enfrenta problemas nuevos. Siempre tendremos formas sintomáticas a interpretar. —¿Existe una respuesta acotada a la pregunta de cuándo se termina un tratamiento? —En el psicoanálisis siempre se evalúa caso por caso. Pero también se puede repetir aquello que dijo Lacan alguna vez: que el psicoanálisis se termina cuando el sujeto está contento, cuando está satisfecho. * Aparecido en la Revista de Cultura Ñ – Suplemento del diario Clarin N° 73 del sábado