EPIGENETICA DRA. BELIA PULIDO DE LA CRUZ Científicos norteamericanos han descubierto una de las interrogantes que más nos preocupan. Comparando los cambios genéticos de un recién nacido y un adulto han despejado la incógnita de por qué el cuerpo humano cambia y envejece con el paso del tiempo. El estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, se enfocó en un nuevo campo de investigación llamado epigenética. Dicha especialidad estudia las influencias ocultas, las no relacionadas con la herencia que regulan las funciones de nuestros genes activándolos o apagándolos. La epigenética (del griego epi, en o sobre, y genética) hace referencia, en un sentido amplio, al estudio de las interacciones entre genes y ambiente que se producen en los organismos. La idea que teníamos hace pocos años era que somos lo que está escrito en nuestros genes y que lo que un individuo haga o sufra a lo largo de su vida no podrá ser heredado biológicamente a sus hijos. Estos postulados están cambiando a pasos agigantados. Por el contrario, la epigenética propone que existe un sistema de control que enciende y apaga nuestros genes y que todas las experiencias ambientales de las personas, como su nutrición y grado de exposición al estrés, tienen una influencia en esos apagadores genéticos, lo cual puede ser heredado en los humanos. Es decir, el medio ambiente y nuestras elecciones pueden influir en nuestro código genético así como en el de nuestros hijos. La epigenética es conocida como la “Nueva genética” y a diferencia de la genética clásica, se ocupa de estudiar los cambios
que se producen en el ADN pero sin que los genes sufran alteración alguna. LA EPIGENÉTICA fue descubierta en el siglo XIX, sin embargo, en los últimos años ha tomado un gran protagonismo y seguramente, revolucionará la medicina. ¿Cómo surge la epigenética? Hace cincuenta años, la genética clásica pudo descifrar el ADN y con este gran descubrimiento se creyó haber hallado la clave sobre el traspaso de información genética de una generación a otra y los mecanismos por los cuales esta información era transmitida. El gran problema al que se enfrentaron los genetistas fue que los estudios experimentales se habían estado realizando en bacterias y organismos unicelulares, y al trasladar los resultados a organismos complejos, entre ellos, el humano, los resultados no fueron los mismos.
Poco a poco, los errores de estas investigaciones comenzaron a salir a la luz. En el ser humano, existen mecanismos reguladores que pueden afectar a genes sanos cambiando su expresión sin alterar de ninguna forma su estructura, a través de la influencia de factores externos, entre los que se encuentran la contaminación ambiental, el clima, los estilos de vida y desde luego, la nutrición.
Las modificaciones epigenéticas (es decir, por fuera) son transmisibles a través de las células, por lo que son hereditarias pero a diferencia de las mutaciones dentro del ADN, los cambios epigenéticos son reversibles. ¿Cómo funciona? En la actualidad, se han descubierto diferentes tipos de alteraciones epigenéticas. La incorporación de ciertos grupos como los metilos e histonas a las moléculas del ADN pueden hacer que los genes se activen o desactiven y así se produzcan cambios sin modificar su estructura. Un ejemplo muy utilizado para poder ilustrar la influencia de los factores ambientales en el fenotipo es el de las abejas. Como todos sabemos, las abejas tienen una estructura social compleja y se encuentran dos tipos de abejas hembras: reinas y obreras. Las larvas de ambos tipos son idénticas, no presentan ninguna diferencia en cuanto a su genética, por lo que cualquier abeja es potencialmente una abeja reina u obrera. Entonces, ¿qué hace que algunas sean fértiles y se conviertan en abejas reinas y otras no? Las abejas que son alimentadas con jalea real serán las que se convertirán en reinas, mientras que las otras abejas serán estériles y se convertirán en obreras. Estas diferencias son producidas por los mecanismos epigenéticos, el alimento que las abejas reciben en sus primeras etapas de desarrollo determinará las condiciones epigenéticas que dejarán implicaciones por el resto de sus vidas.
Un fenómeno muy parecido se da en otras especies animales, entre ellas, los humanos. Durante el período más temprano del desarrollo se pueden realizar estas “programaciones genéticas”, puesto que los genes son más vulnerables a los cambios por factores externos. Una malnutrición de la madre durante el embarazo y una alimentación deficiente durante los primeros meses de vida aumentan el riesgo de que el niño sea obeso, una hambruna puede afectar no sólo a las personas que las padecen sino también a sus hijos y nietos. Es probable que ante la escasez de alimento, se activen los genes ahorrativos y esto quede grabado en nuestra herencia genética. Las generaciones futuras recibirán estos mismos genes que intentan acumular grasas en lugar de quemarlas rápidamente, incrementando la tendencia a la obesidad. Por todo lo que ya hemos visto, podemos comprender que la obesidad no se produce exclusivamente por estilos de vida o factores dietéticos específicos, sino que surge de una interacción de éstos con causas genéticas. Durante la etapa gestacional, el código epigenético es reescrito con la información aportada por los padres. Muchos de los cambios que se producen en esta etapa tienen una relación directa con la nutrición de la madre. Por ende, la alimentación materna durante la gestación y posteriormente, durante la lactancia, afectará a su descendencia. Si estos problemas se convierten en hereditarios, ¿ no los podré evitar ?
Es común pensar que al ser características hereditarias no pueden modificarse. Las personas cuyos padres han muerto de un ataque cardíaco o aquellas de padres obesos suelen pensar que su situación es irreversible. Sin embargo, esto no es cierto. Con una alimentación adecuada se pueden lograr grandes beneficios no sólo en nuestra vida, sino en la de nuestros descendientes. Cuando decidimos cambiar nuestro modo de vida y llevar adelante una alimentación inteligente para nuestros genes no sólo ayudaremos a ralentizar o incluso evitar la aparición de estas condiciones hereditarias, sino que también mejoraremos notablemente nuestra calidad de vida, haremos más lento el envejecimiento, tendremos menos enfermedades, menos estrés y mayor claridad mental. ¿Cuál es la dieta ideal según la epigenética? La epigenética no propone un régimen especial ni estricto. Lo importante es contar con los nutrientes que pueden ayudar a nuestros genes y para esto, es necesario regresar a la alimentación natural. El ser humano cambió de manera drástica su alimentación en los últimos miles de años pero nuestros organismos no han evolucionado del mismo modo, por lo que la alimentación basada en productos no adecuados para nuestros genes produce numerosos efectos negativos en nuestra salud. En el mundo occidental es prácticamente imposible satisfacer nuestras necesidades nutricionales de manera correcta. Está comprobado que el uso de químicos durante el cultivo tiene un
gran efecto sobre nuestra salud. Asimismo, la higiene excesiva extermina bacterias saludables como las productoras de vitamina B12, una muy importante para el organismo. La elección de productos orgánicos, si bien un poco más caros que los tradicionales, es una pequeña ayuda a la calidad de los nutrientes recibidos. La malnutrición no está relacionada exclusivamente con la falta de alimento, sino con una pobre incorporación de nutrientes. Muchas personas con obesidad no están bien nutridas, puesto que no saben cuáles son los nutrientes esenciales que necesitan el organismo y cómo suministrarlos. Las frutas, verduras y otros alimentos naturales contienen componentes bioactivos que pueden ayudarnos a sanar a nuestros genes y mejorar nuestra información genética para nosotros y para las generaciones futuras. Las vitaminas del grupo B, especialmente la B9 y B12, son esenciales en los procesos metabólicos del ADN. La vitamina D ha mostrado una gran importancia porque ayuda a prevenir la hipertensión, la esclerosis múltiple y algunos tipos de cáncer, asimismo, es muy útil en la estabilización de las moléculas de ADN. Llevar una dieta equilibrada es el principio de una vida (y una descendencia) más sana. La base de una alimentación inteligente deben ser los productos naturales. Las frutas, verduras, cereales integrales y un gran número de alimentos sin procesar son indispensables en la alimentación diaria.
Incorporar legumbres y reducir al mínimo posible el consumo de lácteos y carnes ayuda a obtener proteínas y vitaminas de calidad, minimizando el consumo de grasas y otros problemas presentes en los productos de origen animal. Algunos de los alimentos estrella, es decir, aquellos que siempre han de estar presentes en la mesa familiar son el brócoli, el aguacate, las mandarinas y las granadas. Las verduras de hojas verde oscuro son ricas en hierro y ácido fólico, los cereales integrales proporcionan vitaminas del grupo B, E y fibra. El consumo de carnes, especialmente si son rojas, debe minimizarse y seleccionar cuidadosamente el tipo de carne. Es fundamental evitar los embutidos u otros productos procesados. El exceso de sal, el azúcar de mesa y las harinas blancas quitan nutrientes al organismo, por lo que pueden presentarse carencias aún con una alimentación sana. Lo mejor es evitarlos o reemplazarlos por otros más saludables, como la sal marina o de roca, los endulzantes naturales y los cereales integrales, respectivamente. Una exposición al sol es suficiente para que nuestro organismo produzca los niveles necesarios de vitamina D. Con diez o quince minutos al día será suficiente para suplir las necesidades diarias.
Conclusiones La famosa frase Somos lo que comemos adquiere un gran significado para la epigenética. No sólo somos lo que comemos, sino que nuestros hijos y nietos también serán según nuestra propia alimentación. Si bien existen otros factores además de los nutricionales que pueden modificar el ADN, tenemos en nuestras manos una llave invaluable para reducir el riesgo de ciertas enfermedades en las generaciones futuras.