EL ENTRENAMIENTO ÉTICO Evaluación previa ¿Por qué son importantes los hábitos? ¿Qué son las virtudes? ¿Cómo explicarías que vivir las virtudes es más importante que conocerlas? La conquista de la virtud no es espontánea sino ardua. ¿Qué consecuencias se derivan de esta evidencia? 1. Hábitos Todo niño es un ser hermosamente torpe: necesita muchos meses para echar a andar, aprender a vestirse, vestirse, atarse los zapatos zapatos y coger al vuelo una pelota. Pero sus imprecisos imprecisos ensayos y tanteos quedan grabados en su memoria muscular y cada nuevo movimiento es corregido y afinado desde la la última posición ganada. Diez años más tarde, esa patosa criatura puede dominar varios idiomas y ganar una medalla olímpica. Las destrezas juveniles son siempre resultado de repeticiones sumadas durante años, tanto en el deporte como en el dominio de un idioma o de un instrumento musical. José Antonio Marina ha explicado que, en el jugador de baloncesto, la carrera, el salto, la finta, la suspensión, el giro, el cambio de balón de una mano a otra, el lanzamiento a canasta, son una larga frase muscular aprendida durante años. Es imposible que el jugador recuerde los ejercicios realizados en sus primeros entrenamientos, pero han quedado integrados en su conducta. Y cuando el futbolista dispara a gol, su bota es dirigida, más que por la pierna, por una compleja dotación de hábitos; es decir, de habilidades lentamente adquiridas. Si no fuera así, para encestar desde seis metros m etros y para disparar perfectamente a gol bastaría simplemente con querer (Teoría de la inteligencia creadora). La repetición de un mismo acto cristaliza en un tipo de conducta estable y fácil que llamamos hábito. Gracias a los hábitos, el hombre no está condenado como Sísifo a empezar constantemente de cero. El hábito conserva la posición posición ganada con el sudor de los actos precedentes y hace de la la ética una descansada tarea de mantenimiento. Experimentamos los hábitos como una conquista fantástica. Sin ellos, la vida sería imposible: gastaríamos nuestros nuestros días intentando hablar, leer, andar... y moriríamos por agotamiento agotamiento y aburrimiento. Para valorar nuestro hábito de hablar castellano bastaría considerar el esfuerzo que nos supondría aprender ruso ahora y confinarlo con la misma fluidez. Todo esto se cumple de manera eminente en la conducta conducta ética y se conoce desde desde antiguo. Ya dijo Aristóteles que sería inútil saber lo que está bien y no saber cómo conseguirlo, de la misma manera que no nos conformamos con saber en qué consiste la salud, sino que queremos estar sanos. Y el secreto secreto para afianzar una conducta es la repetición. En Ética a Nicómaco encontramos una respuesta precisa: "Los hábitos no son innatos sino que se adquieren por repetición de actos (cosa que no vemos en los seres inanimados, pues, si lanzas hacia arriba una piedra diez mil veces, jamás volverá a subir, si no es lanzada de nuevo)".
2. Virtudes y vicios Junto a su naturaleza biológica, recibida por nacimiento, el ser humano es capaz de adquirir una segunda naturaleza: repitiendo acciones libres va tejiendo su propio estilo de conducta, su modo de ser mejor o peor. peor. A través de los actos que repetimos y olvidamos, se decanta en en nosotros una forma de ser que permanece. Pero la libertad ofrece la posibilidad posibilidad permanente de lograr tanto una conducta digna del hombre como una conducta indigna y patológica. Así, unos se hacen justos y otros injustos, unos trabajadores y otros perezosos, responsables o irresponsables, amables o violentos, veraces o mentirosos, reflexivos o precipitados, constantes o inconstantes. La libertad nos brinda posibilidades posibilidades de protagonizar actos buenos y malos. En el primer caso adquirimos virtudes; en en el segundo, vicios. Aristóteles llama virtudes a los modos de ser perfectivos, los analiza a fondo fondo y los reconoce como poderes excelentes. Ningún profesional de la enseñanza desconoce desconoce la incidencia educativa de de esta estrategia de de repetición. Al igual que una golondrina no hace verano, un un acto aislado no constituye un modo modo de ser. Sabemos que para consolidar una conducta es imprescindible imprescindible la repetición de los los mismos actos. Por eso se ha dicho que el que siembra actos recoge hábitos y el que siembra hábitos cosecha su propio carácter. En consecuencia, "adquirir desde jóvenes jóvenes tales o cuales hábitos no tiene poca o mucha importancia: tiene una importancia absoluta". Es la conclusión de Aristóteles y de todos los que tienen que combatir las actuales epidemias de droga, SIDA, asesinatos, abortos, embarazos no deseados... Los pedagogos saben que, si los hábitos perfectivos no arraigan pronto, la personalidad del niño queda a merced de sus deseos. Hemos leído que se aficionó Lázaro de Tormes al vino y que el ciego, a quien servía, sospechó y vigiló el jarro en las comidas. Pero el deseo ya había ganado la batalla a la voluntad del chiquillo: "Yo, como estaba hecho al vino, moría por él". Cuando un hábito peligroso cristaliza, puede puede resultar imposible erradicarlo. Pero la víctima de un vicio es, en gran medida, responsable de su impotencia, porque "ha llegado a ser injusto o depravado dirá Aristóteles-, “a base de cometer injusticias o de pasarse la vida bebiendo y en cosas semejantes, cuando en su mano estaba no haber llegado a lo que ahora es". Antes de morir, Kurt Cobain declaraba: "No quiero ser adicto, no quiero auto-destruirme, pero la heroína es tan poderosa como como el diablo, es lo más adictivo adictivo que he probado nunca. No quiero volver a probarla, pero pero no puedo evitarlo. evitarlo. Me vuelvo loco". 3. Virtud significa fortaleza Para algunos, la palabra virtud está devaluada. Sin embargo, nació en la Roma de los emperadores y las legiones. Y significaba fortaleza, el esfuerzo propio del vir, del varón: la virilidad. Así que los romanos, pueblo de conquista, llamaron virtuosa virtuosa a la conducta propia del ser humano, que debe ser esforzada, no perezosa y abandonada. El emperador Marco Aurelio dijo que el arte de vivir se parece más a la lucha que a la danza. Lo escribió en campaña, pero su mensaje es necesario para tiempos de paz, porque nuestro cuerpo es vulnerable siempre: porque nadie nacería sin la fortaleza de la madre en el parto, nadie comería sin el esfuerzo del que trabaja la tierra o del que arriesga su vida en la mar. Así
que no es aventurado afirmar que la sociedad siempre ha descansado sobre las espaldas de los fuertes. Además, por una misteriosa incoherencia, ningún individuo es como a él le gustaría ser. Sabemos que los seres humanos traicionan a menudo sus propias convicciones éticas, que no hacen el bien ni evitan evitan el mal que deberían. En esa debilidad constitutiva se manifiesta manifiesta también la necesidad de la fortaleza. Unas veces, son los bienes bienes primarios quienes ejercen una presión desmedida: la comida, la bebida, el sexo, la comodidad o la salud pueden adquirir un atractivo casi irresistible. En otros casos, el desorden nace del enorme protagonismo que hemos ido concediendo concediendo al dinero, al trabajo, a la posición social. Como toda conducta repetida cristaliza en un hábito, las concesiones a cualquier desorden cristalizan en un hábito desordenado, en un vicio. Otra manifestación de nuestra debilidad se muestra en que nos proponemos muchas cosas y, sin necesidad de cambiar de opinión, no hacemos lo que que nos habíamos propuesto. No es que ya no queramos, es que no queremos a fondo, queremos sin fuerza. No es una experiencia de falta de libertad sino de falta de fuerzas. Quien fuma cuando no quiere quiere fumar o el que no respeta el régimen de comida que había decidido guardar, sabe que se contradice libremente. Ese querer y no querer es una experiencia de incoherencia interna, de debilidad humana, como si algo estuviera estuviera roto muy dentro de nosotros. nosotros. Una experiencia molesta y quizá quizá humillante, sin otro tratamiento que el de esforzarse por vencer en cada caso. 4. Fortaleza y coherencia Una dimensión de la fortaleza es la coherencia: vivir de acuerdo con lo que se cree, aceptar el riesgo de la incomprensión antes que permitir rupturas entre lo que se piensa y lo que se vive. La falta de coherencia resalta en los personajes públicos y de ahí procede cierta mala fama de los políticos, pero también en ellos es donde más brilla su cultivo. Sócrates condenado a beber la cicuta, ante la propuesta de escapar, le dice a Critón: "Los principios que profesé toda mi vida no debo abandonarlos hoy porque mi situación haya cambiado; los sigo mirando con los mismos ojos, los sigo teniendo el mismo respeto y veneración que antes; y, si no los hay mejores, ten por seguro que no cederé en lo que me propones, aunque todos intenten asustarme como a un niño, con amenazas más horribles que la confiscación, las cadenas o la muerte" (Platón, Critón). La falta de coherencia aparece en todo ser humano que se deja llevar por la brisa del sentimiento. En la sociedad actual, los los sentimientos son son a menudo el criterio último de muchas conductas desorientadas. "Me apetece", apetece", "no tengo ganas", "lo siento así" y otras expresiones similares, reflejan con frecuencia frecuencia la falta de criterios firmes de actuación. De esta forma, abandonado el obrar a los vientos cambiantes de la sensibilidad, de los caprichos o del interés, el bien y la verdad se humillan humillan ante una dudosa autoridad: la ley del gusto. Porque la ley del gusto debe guiar al animal, pero el hombre debe guiarse por convicciones profundas y arraigadas. Si no se corta esa tendencia y no se deja que la inteligencia marque el rumbo y la voluntad empuje, la persona no logra el equilibrio, pues quien busca la verdad, queriendo continuar por encima de todo con sus gustos, la busca de noche y de noche no la encuentra y quien quiere
hacer el bien, después de atender sus personales intereses, en el fondo no quiere y por tanto no lo hará. 5. Virtudes fundamentales Toda ética es una propuesta sobre virtudes. Y todas las virtudes se pueden reducir reducir a cuatro. Ellas realizan perfectamente los cuatro modos generales del obrar humano: la determinación práctica del bien (prudencia), su realización en sociedad (justicia), la firmeza para defenderlo o conquistarlo (fortaleza) y la moderación para para no confundirlo con el placer (templanza). Pero, ¿cómo sabemos que esas cuatro virtudes son las cuatro formas generales que debe adoptar toda conducta ética? Lo sabemos, entre otras razones, razones, porque en esas cuatro cuatro líneas maestras se ha decantado el obrar humano desde hace miles de años. La condición necesaria para que se produzca el mencionado proceso de decantación es la libertad. Con la libertad, el ser humano podrá forjar a su gusto su propia personalidad. personalidad. Y para ello, al estrenar la libertad, lo primero que surgen son preguntas. Y preguntas fundamentales: ¿qué quiero hacer?, ¿qué puedo hacer?, hacer?, ¿qué debo hacer?, hacer?, ¿qué voy a hacer? En dos palabras: ¿qué es lo mejor? Esas preguntas han dejado de ser acuciantes para el hombre occidental porque ya han sido contestadas satisfactoriamente por muchas generaciones de griegos y romanos romanos y por veinte siglos de cultura occidental cristiana. Ahora no nos preguntamos qué es la justicia porque hemos heredado la riquísima jurisprudencia romana. Tampoco discutimos por la mejor forma de gobierno porque parece que todas las posibles han sido ya discutidas y probadas. Al estrenar la libertad, los ciudadanos de las primeras polis griegas necesitaban saber cómo se construía y cómo funcionaba una sociedad de seres libres, cuál es la mejor de las formas posibles de gobierno. gobierno. Y, en el plano personal, personal, con diferentes diferentes formulaciones, había otra pregunta obligada: cómo usar la libertad, qué hacer con la propia vida, cuál es la mejor de las conductas posibles. Platón fue el primero en responder responder cabalmente a estas cuestiones. En uno de sus mitos más célebres, compara al hombre con un carro tirado por dos corceles que simbolizan el antagonismo entre entre los altos ideales y las bajas pasiones. pasiones. El arte del auriga consiste en aprovechar la fuerza del caballo noble y someter someter al que puede desbocarse. El filósofo propone así tres cualidades fundamentales de la conducta humana: la prudencia, la fortaleza y la templanza. Cuando se logran, entonces entonces reina quizá la más importante, la justicia, por la que la persona obra en todo momento como debe. En este tema también hablaremos hablaremos de la prudencia. En los temas siguientes explicaremos explicaremos la templanza y la justicia. 6. Importancia de la prudencia El ser libre es el que escoge la dirección de de sus actos en el mar de la vida. Si un marino es bueno cuando domina el arte de gobernar su barco, de la persona también se podrá decir que es buena cuando domina el arte arte de gobernar su propia vida. El marino necesita conocer la nave y conocer la mar, y también saber saber a dónde quiere llegar y por por qué rutas. Paralelamente, si el individuo quiere sacar el máximo partido de su libertad, debe conocerse y conocer la realidad, saber qué es lo mejor que puede hacer y elegir los medios oportunos.
Es propio de la libertad tender puentes hacia el futuro. Puentes desde lo que soy hacia lo que quiero ser. Pero lo que quiero ser, todavía no es. ¿Cómo puedo, puedo, entonces, dirigirme hacia lo que todavía no es? El verbo prever prever es la respuesta. Prever significa ver ver lejos (procul videre), videre), anticipar el porvenir (pro videntia). Y de esas raíces latinas latinas surge la palabra prudencia: el arte de dar los pasos oportunos para conseguir lo que todavía no tengo. Un poema de Anacreonte dice que los dioses repartieron diversas cualidades entre los animales: fuerza, veneno, veneno, astucia, dientes, velocidad. Y al ser humano le cayó en suerte algo muy diferente: la prudencia. Pero es un regalo regalo que exige ser conquistado. Un obsequio difícil de poseer, porque el gobierno gobierno más difícil es el gobierno gobierno de uno mismo. Supone colocar y mantener a la razón en el vértice de una pirámide donde se amontonan las libertades, los deberes, las responsabilidades, los sentimientos, los gustos, las afinidades, las manías, las rarezas, las aficiones: toda una fauna difícil de gobernar. La caprichosa evolución del lenguaje ha hecho que la prudencia pueda ser identificada con dos de sus corrupciones: corrupciones: el apocamiento y la astucia tramposa. Pero en su origen, "prudencia" designaba la cualidad máxima de la inteligencia, el arte de elegir bien en cada caso concreto; una vista excelente para ver bien en las situaciones más diversas; una difícil puntería capaz de apuntar en movimiento y acertar sobre un blanco también también móvil: la vida misma. Era una virtud activa: la de actuar bien. Cualidad teórica y práctica a la vez. Conocimiento directivo que requiere estudio, mucha experiencia, petición de consejo y reflexión ponderada. El hombre prudente es reflexivo, reflexivo, pues aunque el no y el sí son breves de decir, decir, a veces se deben pensar mucho. Ya lo había dicho el emperador Marco Aurelio: prudencia quiere decir atención a cada cosa y ningún tipo de descuido. Si la prudencia es necesaria para cualquier hombre o mujer, lo es especialmente en la tarea de gobierno, por ser empresa de la que dependen muchas muchas vidas. Cuando Marco Aurelio traza el el retrato de su antecesor, el emperador Antonino, destaca varios rasgos que lo configuran como modelo acabado de hombre prudente: las decisiones atentamente tomadas, la experiencia para discernir cuándo se debe apretar y cuándo se debe aflojar, la previsión y solución anticipada de los pequeños asuntos, la tranquilidad del que lo tiene todo calculado, como si le sobrara tiempo, sin precipitación, ordenadamente, sólidamente, armónicamente. Pedir consejo es propio del que aspira aspira a conducirse con prudencia. Confucio lo recomienda recomienda vivamente: "¿Cómo puede haber hombres que obren sin saber saber lo que hacen? Yo no querría comportarme de ese modo. Es preciso escuchar las opiniones de muchas personas, elegir lo que ellas tienen de bueno y seguirlas; ver mucho y reflexionar con madurez sobre lo que se ha visto". RECUERDA: Hay cosas que merecen ser poseídas y conservadas: la vida, la salud, la buena fama, la amistad, el bienestar, la paz. Ello significa que las dificultades pueden convertir su consecución en dura conquista y su conservación conservación en esforzado defensa. Tanto en la conquista de lo que no se posee, como en la defensa de lo que no se quiere perder, dos son las acciones que se ponen en
juego: la resistencia y el ataque. Ser fuerte significa aceptar esas penas por las cosas que merecen la pena. Como la libertad se mueve hacía el futuro, la persona libre necesita pensar antes de obrar, adelantarse a los acontecimientos. Así, el ser prudente es el que usa su inteligencia como un periscopio capaz de elevarse sobre el presente y otear el futuro. futuro. Por eso es también capaz de prever, prevenir, prevenir, precaver y proveer. proveer. Toda esa actividad de previsión, que lo romanos llamaron pro-videncia, deriva la palabra prudencia: ver previamente y adelantarse a los acontecimientos, medir las consecuencias antes de obrar, verlas venir. Conviene aclarar una confusión muy extendida, a la que ya hemos aludido: la prudencia no es astucia más o menos egoísta. El pensamiento clásico advierte que la reflexión al servicio del mal no es prudencia, pues no se puede perseguir un fin bueno por un camino malo, ni seguir un camino inteligente para llegar a un fin malo. Gracián sentenció que un buen entendimiento entendimiento casado con una mala voluntad voluntad siempre fue una una violación monstruosa. Así, por ejemplo, se se corrompe la justicia al buscarla por el camino equivocado de la venganza PIENSA Y COMENTA 1. Las capacidades del hombre vienen dadas por su naturaleza, pero el despliegue de esas capacidades necesita educación. Educar es mucho más que enseñar a comer, andar, hablar o escribir: es, sobre todo, enseñar enseñar a usar bien la libertad. libertad. En la educación de la propia libertad todos somos, a la vez, sujetos pacientes y agentes: de fuera recibimos conocimientos teóricos y prácticos y de nosotros mismos proviene el esfuerzo y el arte de llevar a la práctica esos conocimientos. Aprender a vivir como hombre tiene cierta semejanza con el aprendizaje de un instrumento musical: la teoría necesita ser asimilada en forma de hábitos, y los hábitos exigen decisión, voluntad de repetición, constancia. Cuando esa fuerza de voluntad falla, escogemos libremente pero no ejecutamos, o ejecutamos mal, y somos menos libres. 1. Se puede poner un ejemplo que afecta a todo estudiante: para ponerse puntualmente a estudiar no basta haberío decidido previamente, hace falta falta tener la costumbre de hacerlo. El mero querer no suele ser suficiente: se requiere un hábito que actúe como correa de transmisión entre lo que se decide decide y lo que se hace. Es fácil apreciar que, al cabo de los años, la diferencia entre tener hábitos hábitos positivos o carecer de ellos es enorme. La costumbre hace al ser humano y refuerza su libertad: quien no tiene la costumbre de trabajar mucho y bien, podrá trabajar así alguna vez, pero lo normal será que trabaje poco y mal. 3. El crecimiento del vicio presenta un mecanismo paradójico, que consiste en prometer cada vez más y dar cada vez menos. En ciertos casos -por ejemplo, los juegos de azar, la bebida bebida o la droga-, la tensión entre lo que se espera y lo que se consigue es particularmente dramática. Pon otros ejemplos. 4. "Muchas cosas dependen por entero de ti: la sinceridad, la dignidad, la resistencia al dolor, el rechazo de los placeres, la aceptación del destino, la necesidad de poco, la benevolencia, la libertad, la sencillez, la seriedad, la magnanimidad. Observa cuántas cosas puedes puedes ya conseguir sin pretexto de incapacidad natural o ineptitud y por desgracia permaneces por debajo de tus posibilidades voluntariamente. ¿Es que te ves obligado a murmurar, a ser avaro,
a adular, a culpar a tu cuerpo, a darle gusto, a ser frívolo y a someter a tu alma a tanta agitación, porque estás defectuosamente defectuosamente constituido? No, por los dioses. dioses. Hace tiempo tiempo que podías haberte apartado de esos defectos" (Marco Aurelio, Meditaciones). 5. Se dice que la fortaleza se se alimenta de la esperanza. esperanza. Antes de una batalla decisiva, decisiva, cuentan que Alejandro Magno reunió a sus generales y les repartió todos sus bienes. Cuando uno de ellos, extrañado, le preguntó por qué regalaba todo y se quedaba sin nada, Alejandro respondió: "A mí me queda la esperanza de vencer". Por eso, la mayor fortaleza es la que se nutre de la mayor esperanza. Y ello explica, dice Pieper, que quien reduce su visión al ámbito de lo que está del lado de acá de la muerte, no ve sino inutilidad y absurdo. 6. Juan opina que, "cuando la mayoría se inclina en una dirección, es muy posible que esa dirección sea razonable, pero también es posible que alguna vez la mayoría se equivoque en bloque. Por tanto, aunque ir en en contra por sistema es una estupidez, alguna vez se puede puede disentir de la mayoría por respeto a la verdad y a la conciencia". ¿Se te ocurren ejemplos? 7. El estudio más acreditado acreditado de las virtudes y los vicios lo encontramos encontramos en Aristóteles. Como regla general, nos dice, una conducta es mala tanto por exceso como por defecto, igual que es malo para la salud tanto la falta de ejercicio como su exceso, y también la comida insuficiente o excesiva. Ya había dicho Homero que quien recibe a un huésped huésped y lo ama en exceso, o en exceso lo aborrece, resulta irritante. Así, pues, “el exceso y el defecto destruyen destruyen la virtud, y el término medio la conserva". Pero el término medio no es el mismo para todos todos sino relativo a cada persona. No aparece prefijado e inmutable sino "relativo a nosotros, pues pues si para uno es mucho comer diez, y poco comer dos, lo correcto será que coma seis, pero seis será poco para el atleta Milón y mucho mucho para el que se inicia en los ejercicios corporales. Por tanto, todo conocedor evita el exceso y el defecto y busca el término medio y lo prefiere" (Ética a Nicómaco). De ahí que el el hombre deba encontrar el el criterio para su conducta en su propia prudencia. 8. Frente a la resistencia estoica, Rousseau recomienda la no resistencia a los impulsos del sentimiento, condición -según -según él- para el florecimiento florecimiento de la bondad primitiva. Al final de su vida, escribe de sí mismo en el Segundo diálogo: "He dicho que Juan Jacobo no era virtuoso. ¿Y cómo serlo, estando subyugado por sus inclinaciones, siendo débil y no teniendo más guía que su propio corazón en vez del deber y la razón? ¿Cómo podría reinar la virtud, que es trabajo y combate, en medio de la molicie y los dulces pasatiempos? pasatiempos? Será bueno porque así lo hizo la naturaleza; hará el bien porque le será agradable practicarlo. Pero cuando se trate de combatir sus más caros deseos y de desgarrar su corazón para cumplir con su deber, ¿lo hará también? Mucho lo dudo. La ley de la naturaleza, o por lo menos su voz, no llega hasta allí. En tal caso es necesario otra ley que mande y que calle la naturaleza. ¿Pero sería él capaz de ponerse en tales situaciones violentas de las que nacen tan crueles obligaciones? Lo dudo mucho más". 9. Desde Aristóteles somos conscientes del protagonismo y la responsabilidad r esponsabilidad que tenemos en la forja de nuestro propio carácter, porque "es nuestra actuación habitual en los negocios lo que nos hace justos o injustos y nuestra actitud ante el peligro lo que nos hace valientes o cobardes. Y lo mismo ocurre con los placeres y la forma de ser: unos se vuelven vuelven moderados y
apacibles y otros desenfrenados e iracundos, según se hayan comportado de forma habitual". Este sencillo párrafo de la Ética a Nícómaco recorre la cultura o ccidental hasta hoy.