Este libro está dedicado a quien me quiso —entre días de vino y rosas— y a mis fieles amigos
Las palabras que no tienen corazón y no comunican sólo pueden traernos regresión y locura. ROSA MONTERO
Correspondencia con el autor: Facultad de Filosofía y Educación Av. Blasco Ibáñez, 30 46010 Valencia
Vicente.Garrido@uv.és
PRÓLOGO A LA SEXTA REIMPRESIÓN Han transcurrido tres años desde que saliera El psicópata, y en este periodo he podido comprobar el gran interés despertado por lo que alli se decía, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. Ahora, al celebrar su aparición en este formato, para su sexta reimpresión es oportuno preguntarse acerca de las razones de ese interés. Pienso en dos, especialmente. La primera se halla en su capacidad para sugerirnos soluciones o respuestas a episodios que han cruzado nuestras vidas en un momento u otro, pero que quedaron sin respuesta. ¿Por qué tal persona, a la que creía mi amiga, me hizo esa jugada tan sucia que estuvo a punto de arruinar mi crédito profesional, ganado con tanto esfuerzo? ¿P or qué mi marido cambió de forma tan súbita una vez comprendió que ya me tenía «en el b ote», y se dedicó a aprovecha rse de todo lo que yo había conseguido? En efecto, muchos de los lectores de las reimpresiones anteriores me dijeron: «Ahora puedo entender cosas que me angustiaban y cuya interpretación no podía siquiera imaginar». De este modo, saber que ex iste este trastorno y cómo opera es algo importante, una necesidad desde el punto de vista de la higiene social mental. Porque al peligro que supone el psicópata en sí, ha de añadirse el de su desconocimiento. Mientras que la gente siga creyendo que los psicópatas son sólo asesinos en serie o monstruos de degeneración, su peligrosidad quedará limitada a aquellos sucesos brutales que de vez en cuando conmueven a la opinión pública, pero éstos no nos dirán nada sobre los psicópatas integrados, es decir, aquellos que viven junto a nosotros camuflados bajo la máscara de la amabilidad y la decencia. La segunda razón es la gran capacidad dramática que tiene el psicópata en sus actos y designios, dramatismo que ya advirtió Shakespeare cuando concibió a Ricardo III, Lady Macbeth o Yago, personajes de componentes psicopáticos incontestables. Lo que quiero decir es que los psicópatas encar7
nan las peores pesadillas, dan sentido real a las pasiones, las traiciones y los deseos más oscuros del hombre y la mujer; y todo esto se sabe que ha nutrido al arte de la novela, el teatro y el cine desde los co mienzos, porqu e sus semillas se encue ntran en la misma cuna de la tragedia griega, en el nacimiento de los primeros grupos de Homo sapiens, porque la psicopatía surgió en el primer momento y lugar donde fuera posible vivir explotando a los otros, imponiendo una astucia y una violencia superiores. A medida que las leyes y las sociedades iban denunciando más estas prácticas, los psicópatas tuvieron que aprender a fingir, a aparentar ser gente honesta y encantadora... y confiar en esas dotes para subvertir las defensas de los sujetos o las empresas que no advertían su peligrosidad. Esta reimpresión no es una nueva edición; ha pasado poco tiempo para forjar un libro con cambios sustanciales. Pero, aunque algunos de sus casos queden hoy fuera del primer plano de la actualidad, su relevancia se mantiene porque forman parte de un mosaico amplio, donde confluyen muchos tipos de acciones que ilustran características de personalidad propias de la psicopatía, y nos muestran claves esenciales para comprender este trastorno. Comprender al psicópata es algo más que un ejercicio intelectual o una necesidad para el médico o psicólogo que ha de avenirse al trato con ellos. Es un a medida de prevención radical que cualquiera debería asumir como una forma harto eficaz de evitar vivir situaciones rayanas en el desconcierto y la degradación, cuando no en la v iolencia y la locura. Vicente GARRIDO, enero de 2003
1. PRESENTANDO AL CAMALEÓN/PSICÓPATA Camaleón. Nombre aplicado a varias especies de reptiles saurios del género chamaeleon... Persona con habilidad para cambiar de actitud, adaptando en cada caso la más ventajosa.
(Diccionario de María Moliner) Eugenia es una chica venezolana aficionada a relacionarse con mucha gente mediante Internet, como millones de personas en el mundo. En jun io de 1998 entabló relación con un catalán, Enric, por este medio, en un canal de charla. Ella, desde Caracas, y él, desde Barcelona, llegaron a intimar. En pocos días se habían convertido en una pareja romántica que dedicaba varias horas a hablar de esas cosas de las que hablan los enamorados. Él le había enviado su foto, y aparecía realmente apuesto. Además, era piloto de aviones. La llamaba c on frecuencia por teléfono. «Tenía una labia increíble», dice Eugenia; «yo no quería salir de casa para poder seguir hablando con él». 1 En pocos días, Enric la convenció para que viajara a España y se reuniera con él. Después de enviarle un gran ramo de flores, le hizo llegar u n pasaje de avión de ida y vuelta. «Soy la menor de cuatro hermanos, y cuando se lo dije a mis padres casi se mueren del susto». Pero tal y como fueron las cosas, el susto iba a ser para ella. Cuando embarcó para Barcelona, el 9 de agosto, dejó tras de sí su trabajo en una compañía de publicidad, su piso de alqui1. El País, 22 de octubre de 1998
ler y todos sus enseres con el encargo de que se vendieran. Iba a reunirse con el amor de su vida. Cuando llegó al moderno aeropuerto de Barcelona, su galán parecía ser otra persona. «Por Internet era una persona culta y educada. Tenía muy buen humor y me hacía reír muchísimo. Cuando le vi, comprobé que no tenía nada que ver con la imagen que yo me había creado de él. Era más bajo de estatura de lo que me h abía dicho, no iba muy bien v estido y estaba siempre malhumorado». Enric fue a recogerla con un todo terreno muy sucio debido, según él, a que su casa estaba en obras. Posteriormente la trasladó a un apartahotel, donde convivieron por espacio de dos días. Él se ausentaba unas horas porque, explicaba, tenía que ir a volar. Esos dos días fueron normales, pero la noche del miércoles algo sucedió: «Me llevó a dos clubes de intercambio de parejas. Le dije que no estaba de acuerdo con eso, y me dejó en el hotel. Al día sig uiente me llamó para decir que se iba a retrasar. Todavía le estoy esperando». ¿Qué había sucedido? Eugenia empezó a investigar por su cuenta. Primero fue a la dirección que él le había dado en un pueblo cercano a Barcelona, pero tal dirección no existía. Llamó luego a la compañía aérea a Madrid (ya que ni siquiera tenía una delegación en Barcelona), pero no conocían de nada a Enric. Eug enia no daba crédito a lo que estaba pasando. Completamente desconcertada, recurrió a un detective privado, Jorge Colomar. Éste fue capaz de darle las respuestas que buscaba. Descubrió que, en realidad, «lo único cierto era el nombre, Enric, y qúe se trataba de un delincuente habitual que había estado detenido en 11 ocasiones; incluso había pasado periodos en la cárcel, siempre por pequeños robos, y que, en ese momento, estaba reclamado por la justicia». Además, el galán informático se había quitado años; no tenía 36 años, como le había dicho a Eugenia, sino 40.
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Desgraciadamente, Colomar no fue capaz de proporcionar a Eugenia una respuesta quizás más importante que el hallazgo de que su R omeo era un vulgar delincuente: la respuesta a la pregunta de por qué alguien se gasta 500.000 pesetas en traer a una chica de Venezuela en medio de una historia llena de mentiras que no parece conducir a nada.
Seguimos en Barcelona. Octubre de 1998. 2 Estamos en el cinturón litoral. Una mujer circula por su carril al volante de su coche. Al llegar al Pla del Palau, observa que hay una señal de g iro obligatorio hacia la izquierda.
Como la mujer pretende seguir recto, le pide educadamente permiso a una furgoneta que tiene delante —y que está esperando el cambio de semáforo— para adelantar por la derecha y seguir su camino. El conductor de la furgoneta, al ver que la mujer pone el intermitente e inicia la maniobra de adelantamiento, toca reiterada y enfurecidamente el claxon e, impidiendo que siga avanzando, aprovecha la superioridad física de la furgoneta para, iñaca!, abalanzarse sobre el turismo y chocar con él cual pirata al abordaje, al grito de «igilipollas!», «imala puta!» y otras lindezas. 17 de diciembre de 1997, Cúllar Vega, provincia de Granada. Ana Orantes se había hecho famosa porque quince días antes había denunciado en Canal Sur, la televisión andaluza, que su marido, José Parejo, la había estado maltratando durante 40 años de vida en común. Ese día, Ana llega con su coche a la vivienda de dos pisos que ambos compartían (un piso cada uno), porque el juez había determinado tal circunstancia, sin que todas las denuncias y •
2. Sergi Pámies para El País, 5 de noviembre de 1998
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quejas de Ana hubieran servido para otra cosas Parejo sabe lo que tiene que hacer. Coge un bidón de gasolina y se lo echa por la espalda a su mujer; luego la quema viva.
En el pequeño jardín de su casa hay una manguera, pero él no hace nada. Se queda inmóvil, observando cómo Ana se consume entre las llamas. En el juicio, Parejo llora con gran emoción; asegura que Ana le había insultado previamente, y que eso le h izo perder la cabeza. Sin embargo, los hijos tienen una opinión bien diferente. Francisco, de veinte años, dice: «Mi madre era incapaz de insultarle. Le tenía demasiado miedo, sobre todo estando sola».
Piedimonte San Germano, sur de Italia, 18 de noviembre de 1998, fecha de la desaparición de Mauro lavarone, de 11 años. Eric, un peruano y conocido del niño, de 17 años, le acompaña a donde se hallan otros chicos, entre ellos Denis Bogdan, de 19. Eric se marcha, una vez cumplida su misión. Ha dejado a Mauro en un bosque distante unos 20 kilómetros del pueblo. Allí Denis y sus amig os matan a Mauro, destrozándole la cabeza. 4 ¿Cuál fue el motivo para acabar con la vida de un niño de once años? En un principio se pensó que el asesino podía ser un pederasta, alguien q ue quisiera matarlo para ocultar la denuncia por el abuso a que hubiera sometido a Mauro. Pero la verdad era mucho más inconcebible. La razón la dio el propio «gancho» del crimen, Eric, quien había oído a Denis planear el asesinato: «[le asesinaron sus amigos] porque molestaba, hablaba más de la cuenta y se metía en todo lo que no le importaba».
3. El País, 10 y 16 de diciembre de 1998 4. El País, 30 de noviembre de 1998
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Son estos ejemplos hechos muy dispares, que no parecen tener ninguna relación. Sin embargo, la tienen. Los actos que se describen son antisociales, algunos de una gran inhumanidad. Pero, sobre todo, son absurdos, inexplicables, casi diríamos que son actos estúpidos. Aun a riesgo de equivocarnos, diríamos que son comportamientos claramente psicopáticos. En este libro aparecen muchos casos de comportamientos de esta especie. Muchos son claramente criminales, mientras que otros son más ampliamente contrarios a la sociedad («antisociales»), siempre inmorales, humillantes para una o más personas, vejatorios para la dignidad humana. ¿Por qué alguien se inventa una apostura y un prestigio social, se gasta en una chica medio millón de pesetas, y luego la deja abandonada a los dos días? ¿No podía tener a las mejores chicas de alterne de la ciudad con ese dinero? ¿No sabía que su fachada se iba a desplomar cuando Eugenia llegara a conocerle, bajito, sucio y malhumorado? ¿Por qué un conductor reacciona como un salvaje cuando una chica le pide amablemente paso en un semáforo? ¿Por qué un hombre mata sádicamente a una mujer después de haberla torturado durante cuarenta años? ¿Por qué unos jóvenes matan sin piedad a un niño de 11 años cuyo único pecado pareció consistir en ser un «pesado»? ¿No había otra forma de librarse de tan molesta compañía? Este libro es una propuesta para explicar esos porqués. No pretendemos haber elaborado un catálogo de horrores. Quizás se trata más bien de «horrores cotidianos», porque el camaleón no sólo es un criminal. Puede estar perfectamente integrado en nuestra sociedad, vivir en la puerta de al lado. Puede ser un político, el director de una prisión, un policía, un profesor universitario, un empleado de banco o un camarero. La tesis fundamental de este ensayo puede resumirse en estos puntos:
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1. Muchos comportamientos que actualmente son calificados de «incomprensibles» son obra de psicópatas. Y pretendemos explicar quiénes son y por qué h acen lo que hacen. 2. Los psicópatas criminales son muy peligrosos. Constituyen los delincuentes más violentos, y nutren muchos de los casos de maltratadores de mujeres y niños, asesinos en serie, violadores sistemáticos, asesinos a sueldo y multirreincidentes. Es preciso llegar a identificarlos y hacer un esfuerzo para que reciban una atención adecuada. 3. Pero otras muchas personas son psicópatas y no se dedican al crimen. Viven en nuestra escalera, son nuestros maridos o amantes, nuestros hijos, nuestros compañeros de trabajo, nuestros políticos... Es vital comprender este hecho, darse cuenta de la magnitud de este problema. 4. Los psicópatas que no son delincuentes habituales se adaptan a muchas circunstancias, se camuflan, manipulan, desacreditan nuestras instituciones públicas, socavan nuestra confianza en la gente, son capaces de llevarnos al infierno en vida. Dado que están especialmente preparados para desoír las necesidades de los demás, dado que son capaces de dañar y maltratar sin reparar en nada, constituyen uno de los mayores desafíos que tiene la humanidad en el siglo xxI. 5. Hay una predisposición hacia la psicopatía. Parece difícil rebatir esa opinión con los datos científicos en la mano. Pero resulta igualmente importante recordar que el medio social que entre todos levantamos para vivir nosotros y nuestros hijos puede ser de vital importancia para inhibir de forma relevante este fenómeno, o bien para fomentarlo, para construir lo que algunos autores han llamado «una sociedad psicopática».
Hemos desarrollado una ex traordinaria tecnología en los últimos cincuenta años. Desgraciadamente, nuestra capacidad para organizar la sociedad no ha ido a la par. 5 Junto a artilugios y avances médicos que han dejado obsoletas muchas novelas de ciencia ficción de hace unos años, hemos creado o extendido problemas «globales» que nos llenan de ansiedad: el crimen y las drogas, la contaminación ambiental, los genocidios, los innumerables accidentes de tráfico... Pero a menos que pensemos que tales lacras sean un resultado de la evolución natural, habremos de convenir que la mano del h ombre se halla detrás de estas calamidades. Nosotros planteamos la idea de que tales problemas s agravan de modo extraordinario gracias a la acción de lo psicópatas o, al menos, como resultado del comportamient de personas que, sin desarrollar plenamente esa condición han adoptado formas psicopáticas de relación con los demás De ahí que creamos que la calidad de vida de nuestr especie y de nuestro planeta pase necesariamente por lu char contra la extensión de la psicopatía. Porque la mal dad y capacidad destructiva de estos sujetos resultan ob vios cuando estamos frente a un personaje notoriament público, como Milosevic o Sadam Husein; pero la conduc ta de millones de ellos todos los días desliza la convivenci hacia simas miserables para otros millones que se relacio nan con ellos. Este libro pretende demostrar que ninguna arena e estéril para la psicopatía. Los hay artistas, intelectuale analfabetos, pobres y ricos. Algunos casos están convenie temente documentados, bien por los informes público existentes (caso del violador del Ensanche), bien por nue tro conocimiento personal del caso. Pero la g ran mayorí 5. V. Garrido, P. Stangeland y S. Redondo (1999), Principios Criminología, Valencia: Tirant Lo Blanch, capítulo último.
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Qué bestia es en verdad la Bestia: qué irrazonable. Caer en brazos de la Bestia supone p rescindir de la autocrítica y ser incapaz de ver y entender a los demás; es perder todo contacto con la realidad (porque el mundo son los otros) y abismarse en un egocentrismo de bebé o i mbécil.
se describe por fuentes indirectas, como artículos de prensa o comentarios en libros. Es importante que el lector entienda que, salvo que se diga así de modo expreso, no suponemos que el caso en particular represente a un auténtico psicópata, sino que ilustra el comportamiento que un «psicópata típico haría», o bien propicia la reflexión para ejemplificar diversos grados de psicopatía. Un ejemplo es Luis R oldán. Nosotros no lo hemos estudiado, ni hemos tenido otra información que la que se ha revelado en los medios de comunicación. No podemos decir que Roldán sea un psicópata. Pero sí que podemos asegurar que muchas de las cosas que se ha acreditado que ha hecho Roldán (fingir estudios que no tenía; organizar bacanales siendo un alto cargo de la nación; trepar desde la nada a puestos de g ran confianza; robar y engañar de forma increíble; protagonizar situaciones bufas e incomprensibles...) son cosas muy características de los psic ópatas, son comportamientos psicopáticos. Si Roldán no es un psicópata, muchos de sus actos (los que han trascendido) sí lo son.
Uno de los principales especialistas en psicopatía ha
defendido que la ausencia de toda preocupación por el bienestar de los demás, la crueldad, la insensibilidad emocional, bien pueden considerarse como propios de un «estado reptiliano». 7 El psicópata, de este modo, se convierte en el más perfecto depredador de su propia especie. Otro escritor insigne, Félix de Azúa, ha planteado esta misma cuestión. 8 «¿Hay ciudadanos malévolos, malignos, desalmados?» Su respuesta es que sí, ya que cualquiera puede torturar o matar por mil motivos, pero...
1.1. SAURIO/REPTIL 1
Al comienzo del libro figura la definición de lo que es un camaleón. ¿Por qué un camaleón es una buena metáfora para el psicópata? En primer lugar, el concepto de saurio nos describe lo más esencial de este personaje: su capacidad de evitar las emociones humanas más genuinas y alzarse como metáfora del mal, o de la Bestia. Lo ha 6 escrito con su habitual maestría Rosa Montero:
6. Rosa Montero para El País, 15 de diciembre de 1998
...sólo un tipo particular de criminal humilla a sus víctimas. El sádico, el cruel, es un perturbado que no sólo daña, sino que disfruta dañando. Cuando alguien se chancea o utiliza expresiones como «tu asquerosa cara de extremeño» en una amenaza de muerte, cuando descorcha una botella de champaña o pide langostinos porque unos salvajes han matado a un concejal de pueblo, cuando asegura que a su secuestrada le sienta muy bien la dieta, ese individuo tiene mala entraña... ¿Toda la v iolencia es igual, todos los criminales son iguales?
No. No todos los criminales son iguales. Lo que proponemos en este libro es un viaje hacia el estudio de esa misma esencia de la maldad humana, cuya naturaleza puede expresarse de mil maneras, muchas de ellas criminales, pero otras no. 7. R. Meloy (1 988). The psychopathic m irad. Northvale, NJ: Aronson. 8. Félix de Azúa para El País, 3 de marzo de 1 999
No son los psicópatas necesariamente los más violentos, los que causan mayores atrocidades. Otros muchos pueden hacerlo. Por ejemplo, un mafioso puede matar a sangre fría y extorsionar porque lo ha aprendido desde niño; ha crecido en una subcultura criminal y ha asumido sus normas y valores. Ello hace que, por ejemplo, pueda disfrutar de una vida «normal», fuera de sus «negocios». Y así, tal y como lo hemos visto mil veces en las películas, será un esposo solícito y un padre severo pero cariñoso, y podrá emocionarse con los espaguetis de su madre. Este sujeto no es un psicópata. «Ha aprendido normas psicopáticas que afectan una parte de su vida, pero su personalidad no se ve del todo afectada». Ha aprendido a vivir de forma disociada (esta cuestión se discutirá más adelante). Es posible, sin embargo, que algunos suj etos se quiebren ante la presión de una vida donde la violencia se extiende como una g ota de aceite, y terminen desarrollando un estilo de vida muy cercano al de un psicópata. Pero se trataría de una psicopatía creada por una cultura que, en muchos sentidos, desarrolla en los sujetos la crueldad y el crimen como forma de vida. Es obvio, sin embargo, que, cuando los psicópatas disponen de esa cultura ya instalada, actuarán de modo extremadamente violento, en ocasiones incluso poniendo en peligro a la propia organización, quien temerá que el escaso autocontrol del psicópata le traiga q uebraderos de cabeza. Sin embargo, si el psicópata es el líder, es de esperar una gran violencia y bandidaje. Es el caso del «monstruo» de México, Daniel Arizmendi «Mochaorejas», jefe de una banda de secuestradores que hasta su captura había sembrado el terror en ese país. Arizmendi contó en dos entrevistas grabadas para televisión que solía torturar y desorejar a sus víctimas con tijeras, siendo su única motivación el retarse a sí mismo. En tan sólo tres años perpetró decenas de secuestros, y obtuvo por los rescates más de tres mil millones de pesetas. Se
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demostró que asesinó a seis de sus secuestrados. Dijo que nunca había sentido compasión, pero piensa que Dios le perdonará. 9 • De este modo, no todos los responsables de crímenes atroces son psicópatas, pero éstos son responsables de un buen número de ellos, y fuera de los casos en que media la estructura de una org anización criminal (terrorismo, tráfico dé drogas, mafias varias), la violencia del psicópata será la más destacada entre el resto de los criminales. Junto a esto no podemos despreciar la posibilidad de que los psicópatas con mayor capacidad de autocontrol logren escalar posiciones elevadas en la subcultura criminal, gracias a su notable encanto externo y su elevada inteligencia. En todo caso, sea porque el sujeto posee esa personalidad, o porque la estructura criminal adopta patrones psicopáticos de actuación, en ambos casos asistimos al mismo resultado: el mayor de los desprecios por la vida h umana, por los sentimientos y necesidades del otro; un abandono de la dig nidad que poseemos como seres humanos. Es esto lo que comparten los ejemplos que han abierto este capítulo introducto .rio, junto con una sensación profund de futilidad, de estupidez. Si el modo más preclaro de vivi es un trato inteligente con la vida, lo que aquí se descuelg entre tanta aberración y despropósito es el insulto, no sól a la sensibilidad humana, sino a la inteligencia real y pro funda del hombre/mujer, la que nos dicta el juicio pruden te, el criterio del «buen sentido», la capacidad de discerni correctamente de acuerdo a las circunstancias. Porque, corno se comentará en este libro, es este quid de la cuestión, donde hace agua la psicología de dich personaje. Es cierto que puede planear minuciosamente sacar un gran provecho económico de sus acciones de ve 9 . El País, 20 de agosto de 1998.
taja o de sus delitos; hay psicópatas que tienen más autocontrol y son más brillantes, en buena medida fruto de un ambiente con instrucción. Pero aun así, muchas de sus con-
ductas serán irracionales, sin propósito real, sin que haya una meta sensata que justifique los pasos previos. Predominará lo bufo y lo grotesco. Y en muchos psicópatas esto será la tendencia más clara, más diáfana, por encima incluso de la violencia y la crueldad física. Nos dejan la sensación de que nos manipulan y nos maltratan sin que, en realidad, obtengan así mayor ventaja. «Les iría mucho mejor con nosotros si se portaran mejor.» Y comprender eso nos desconcierta, y nos sume en la más profunda desazón.
1.2. CAMUFLAJE
El camaleón puede adoptar varias docenas de tonalidades, de acuerdo a las necesidades de su supervivencia. El propósito es camuflarse, pasar desapercibido, confundiéndose con el lugar en el que está. Esta es la otra buena metáfora para el psicópata. Hay psicópatas que crecen desde niños en un ambiente marginal; comparten con el resto de delincuentes comunes unas circunstancias que, sin duda, han propiciado un estilo de vida antisocial: padres que no le h an enseñado normas y valores prosociales, que no se han relacionado afectivamente con ellos; un tránsito por la escuela decepcionante, con peleas, expulsiones y pésimos resultados académicos; un contacto temprano con la droga; una asociación precoz con delincuentes más avezados... Estos chicos no son camaleones. Son duros, egocéntricos y violentos. Representan a los delincuentes comunes más peligrosos. Son polivalentes en el crimen, no tienen ning una
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vinculación real con nadie y sólo buscan el placer más intenso e inmediato.
J. A . C. co m etió su primer delito grave a los 14 añ os. Golpeó en la cabeza con una barra de hierro a un dependiente de una gasolinera para robarle el dinero. Anteriormente había asaltado varias veces su escuela y había abusado de un niño más pequeño que él. A los 16 años atracó un banco, disparando a un guardia jurado que intentó detenerle, sin que, felizmente, le matara. Su vida críminal se extendió a lo largo de su edad adulta. A los 36 años había cometido dos violaciones, había probado todo tipo de drogas y era un personaje temido por todos los que le trataban. Siempre engañaba y extorsionaba cuando tenía la más mínima probabilidad de sacar algún beneficio. Sus mujeres eran sólo objetos sexuales, y sus padres hacía tiempo que habían renunciado a verle. Cuando era muy pequeño (sobre los siete años) había prendido fuego a su casa, pero los bomberos llegaron a tiempo de impedir que la vivienda se calcinara. Este psicópata no se camufla. Su conducta es extremadamente dañina, pero, a pesar de la gravedad de sus actos, hay otro psicópata que se nos antoja más inquietante. Podemos describir aquí dos categorías. La primera la constituyen aquellos psicópatas que son delincuentes, pero que se camuflan como personas respetables. Son asesinos y agresores sexuales que trabajan sus ocho horas; son maltratadores de esposas y de niños que asisten a las juntas de vecinos de su escalera, y que los domingos org anizan barbacoas. Son policías que manejan redes de tratas de blancas en su tiempo libre. Son jueces que cometen los propios delitos que en sus horas de juzgado condenan con i mpecables razonamientos jurídicos. Son industriales y banqueros que siembran la desesperación en la economía de miles de pequeñas familias o en el erario público mien-
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tras salen en las revistas de actualidad. Es decir, no sospechamos nada de ellos, pero tienen una «doble vida»: son personas crueles y ambiciosas que se burlan de las leyes y la sociedad sin asomo de culpabilidad o reparo. Casi nos anonada su desfachatez, su descaro, y nos llena de temor conocer unos crímenes tan brutales a manos de personas que comparten el autobús o la oficina con nosotros. Una de las más modernas formas de vivir que han encontrado los psicópatas de esta categoría es la de líder de una secta. Estamos convencidos de que la capacidad de manipulación, astucia, narcisismo y encanto externo que requiere tener el líder de una secta (o un alto carg o en la jerarquía), hace de este puesto u n objetivo idóneo para el camaleón/psicópata. ¿Quién si no puede convencer a miles de personas de que su salvación depende de que consiga secuestrar «psicológicamente» a otros incautos? ¿Quién tiene tanto arrojo para robar y abusar sexualmente de los acólitos a quienes dice llevar al paraíso? La otra variedad del camaleón/psicópata es la del su jeto que no es técnicamente un delincuente (aunque algunos de sus actos rayan muchas veces en la ilegalidad, ya sea penal, civil o administrativa), pero que en la relación con los demás ex hibe todas las características de dominio y humillación. El resultado de esto es la extensión de la desgracia y la miseria para todos aquellos que tienen el infortunio de estar vinculados a él. No son delincuentes, pero nos hieren, nos engañan, hacen que dudemos de nuestra cordura. Es el caso de compañeros de trabajo que han fingido lealtad para traicionarnos cuando les ha convenido; de «amigos» que han ido absorbiendo nuestra personalidad, energía y dinero a lo largo de muchos años, sin que supiéramos cómo lo han podido lograr y por qué hemos sido tan estúpidos; de maridos o parejas que nos han enamorado para luego descubrir que teníamos que ser muñecos de su capricho y de su trato abusivo... Son nues-
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nos hermanos, que desde pequeños parece que nos envidian, que seamos sus enemigos, que hacen cosas que se nos antojan incomprensibles. Roban nuestros ahorros, se aprovechan de nuestros amigos, nos calumnian para pro tegerse ante el castigo de nuestros padres... Son nuestros hijos, imposibles de gobernar en casa, pero con grandes dotes de actuación ante otras personas. Nuestros hijos, que sin saber por qué mienten sobre sus estudios, nos hacen mil promesas incumplidas y dan sablazos por doquier. Su crecimiento va parejo con nuestro estupor; un día nos enteramos, que los fines de semana participan en peleas de bandas, que se emborrachan hasta el coma; otro día conocemos que las calificaciones de los últimos meses han sido falsificadas.... Aún podríamos abrir una nueva categoría, una de «cinco estrellas», compuesta por aquellos políticos y hombres de estado que juraron servir a la patria y que luego nos arrojaron a nuestra cara nuestra propia estupidez y credulidad. Políticos asesinos, criminales de guerra, militares psicópatas... constituyen el mayor peligro por el poder que reúnen. Son responsables de asesinatos en masa, genocidios, años de miseria e incultura para su pueblo. Ahora se llaman Milosevic y Husein, antes Stalin, Goering o Bokassa...
Le invitamos, querido lector, a que compruebe por qué el psicópata supone una amenaza formidable para nosotros como individuos y para el modelo de sociedad que queremos legar a nuestros hijos.
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2. LAS CARACTERÍSTICAS DEL PSICÓPATA (EL PSICÓPATA CRIMINAL)
2.1. LOS PSICÓPATAS CRIMINALES
¿Cuáles son las características del psicópata? Este ensa yo no podría p retender arrojar luz sobre este tipo de suj etos si la investigación acumulada hasta la fecha no hubiera constituido un cuerpo de conocimientos relativamente fiable. No es que teng amos todas las respuestas; como el lector observará a lo largo de los capítulos, desafortunadamente las preguntas todavía son más que los hallazgos. Pero ello hace más necesario, si cabe, reflexionar, interrogar, urgir a todos para que avancen los argumentos y las soluciones. En este capítulo hablamos del psicópata criminal, pero no hemos querido desarrollar extensamente este punto, por dos razones. La primera es que, en diferentes partes de esta obra, aparecen casos en los que se ilustran comportamientos claramente ilegales y antisociales a cargo de diferentes personas que tienen, o al menos muestran, alguno de los rasgos típicos de este desorden. La segunda razón es que el énfasis de este estudio no se pone en la criminalidad, porque ésta ha sido la actividad central de la mayoría de los análisis sobre la psicopatía.' Nosotros, por el contrario, hemos querido subrayar que la capacidad des1. Vé ase V. G arrido (director) (1993). Psic ó pata. Pe rfil psic ológico y reha- bilitación del delincuente más peligroso. Valencia: Tirant Lo BlanCh.
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tructiva del camaleón, incluyendo los actos criminales, rebasa con mucho los márgenes tradicionales de la crónica negra. Sin embargo, la psicopatía criminal extrema repre senta la metáfora del mal en nuestra sociedad y, en la medida en que estamos ahora construyendo la sociedad del nuevo milenio, es un asunto que debe ser abordado en un ensayo de esta naturaleza. Este capítulo tiene un afán de síntesis. Sigue la constelación de rasgos descriptivos de la psicopatía tal y como han sido pergeñados por diferentes autores, pero, en especial, por Hervey Cleckley, en su obra señera La Máscara de la Cordura, y por Robert Hare, en su libro Sin Conciencia. No obstante, en realidad, todo este texto pretende profundizar en la psicología del psicópata a modo de rompecabezas que se va completando en cada capítulo, de tal manera que quedaríamos satisfechos si, al final del mismo, el lector pudiera tener la visión completa (al menos hasta lo que ahora sabemos).
2.1.1. La extensión del problema Se calcula que en los Estados Unidos existen, al menos, dos millones de psicópatas, y que en Nueva York viven aproximadamente unos 100.000 de ellos. Se trata de estimaciones conservadoras; no es una condición que afecte sólo a unos pocos sujetos, sino que existen muchas posibilidades de que en un momento u otro de nuestras vidas (y para muchas personas, en periodos duraderos) nos veamos afectados seriamente por el comportamiento de uno o más sujetos psicópatas. 2 En Inglaterra, como consecuencia de la enorme inquietud que suscita en la sociedad la 2. Robert Hare (1995), Without consciente. Nueva York: Simon & Schuster, p. 2.
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violencia causada por los psicópatas, el gobierno está considerando actualmente la posibilidad de encerrar preventivamente a los sujetos diagnosticados con este desorden, aun cuando no hayan cometido ningún delito.' En España no se ha hecho nunca ningún tipo de estimación a respecto, pero si calculamos que al menos el 20% de lo delincuentes encarcelados tienen este desorden, la cifr total, únicamente de entre los sujetos detectados por e sistema de justicia, se sitúa en torno a los 10.000. Sin embargo, muchos psicópatas no están (ni han es tado) en la cárcel. Quizás la prevalencia (o número de ca sos que presentan una determinada condición) de la psi copatía es muy parecida a la de la esquizofrenia, aunqu la amplitud del daño y del dolor provocado por ésta e muy inferior a la suscitada por la psicopatía, ya que ella s define, precisamente, como un cuadro que se manifies en una relación especial con los demás; es, por encima d todo, una condición relacional, cuya ruptura con los cód gos morales se constituye en la característica más distint va, y no necesariamente por cometer los delitos más g r ves, sino porque, en su actuar cotidiano, están ausentes
mínimas habilidades que permiten establecer una relación sinc ro, predecible y plenamente humana. La expresión más violenta de la psicopatía es la co ducta criminal, y los delitos más crueles muchas veces s cometidos por sujetos psicópatas. Sin embargo, la mayor de ellos no son delincuentes, o al menos no delinquen c suficiente intensidad o frecuencia como para ser captur 3. Véase El Mundo, 14 de julio de 1999. La idea puede parecer
puro disparate: nadie puede ser castigado si no ha cometido un delito. embargo, es justo reconocer que subsiste un problema grave en el caso la psicopatía: esta «enfermedad» ahora no dispone de un tratamiento h pitalario conocido. Si alguien, por ejemplo un esquizofrénico, constit un peligro, se le puede tratar y medicar por la fuerza. Pero, ¿qué hace alguien es peligroso y no tenemos el remedio para tratarlo?
dm y procesados. Se trata más bien de personas que, gracias a sus «encantos» personales, engañan, manipulan y arruinan las finanzas y las vidas de todos aquellos que tienen la mala suerte o la imprudencia de asociarse personal o profesionalmente con ellos. No obstante, es justo reconocer que los ejemplos más dramáticos de la psicopatía se han incrementado en nuestra sociedad en los últimos años, como atestigua una cuidadosa revisión de los medios. Los psicópatas constituyen una contribución muy importante a los homicidas, asesinos en serie, violadores, ladrones, estafadores, políticos corruptos, maltratadores de esposas e hijos, terroristas, mafiosos, líderes de sectas, profesionales desleales y empresarios sin escrúpulos que pueblan un día sí y otro también las noticias de los programas informativos y los argumentos de películas y series de televisión. Los criminales psicópatas más notorios son, sin duda, casos ex tremos, pero resultan adecuados para ilustrar los rasgos de este desorden en su vertiente más letal.
2.1.2. Imagen global del camaleón/psicópata Tendremos much as oportunida des para ir ma tizando y desgranando quién es, en realidad, este singular personaje. Por ahora baste reseñar aquí dos citas muy autorizadas. La primera es del canadiense Robert H are: 4 Conjuntamente, este sujeto nos presenta una imagen de una persona preocupada por sí misma, cruel y sin remordimientos, con una carencia profunda de empatía y de la capacidad para formar relaciones cálidas con los demás, una persona que se comporta sin las
4. Without consciente, pp. 2-3.
restricciones que impone la conciencia. Lo que destaca en él es que están ausentes las cualidades esenciales que permiten a los seres humanos vivir en sociedad. Por su parte, Cleckley lo describió del siguiente modo:
5
El psicópata m uestra la más absoluta indiferencia ante los valores personales, y es incapaz de comprender cualquier asunto relacionado con ellos. No es capaz de interesarse lo más mínimo en cuestiones que han sido abordadas por la literatura o el arte, tales como la tragedia, la alegría o el esfuerzo de la humanidad en progresar. También le tiene sin cuidado todo esto en la vida diaria. La belleza y la fealdad, excepto en un sentido muy superficial, la bondad, la maldad, el amor, el horror y el humor no tienen un sentido real, no constituyen ninguna motivación para él. También es incapaz de apreciar qué es lo que motiva a otras personas. Es como si fuera ciego a los colores, a pesar de su aguda inteligencia, para estos aspectos de la existencia humana. Por otra parte, es inútil explicarle dichos aspectos; ya que no hay nada en su conocimiento que le permita cubrir esa laguna con el auxilio de la comparación. Puede, eso sí, repetir las palabras y decir que lo comprende, pero no hay ningún modo para que se percate de que realmente no lo comprende.
2.1.3. ¿Maldad o enfermedad mental? Los medios de comunicación social tienden a presentar a los psicópatas como sinónimo de «locos» o enfermos mentales; esto es, como psicóticos.' De ahí que sea necesario diferenciar a los asesinos psicópatas de aquellos otros que cometen crímenes en serie o de modo ú nico, pero debido a una enfermedad mental o psicosis. En estos casos, la gra5. Hervey Cleckley (1976). The mask of sanity. S. Luis: Mosby, p. 90.
tuidad, el absurdo de esos crímenes no responde a un patrón de personalidad peculiar, como es el caso de los psicópatas, sino a una mente trastornada. Cuando se hace caso omiso del trastorno mental y se infiere que el asesinato es una manifestación de la personalidad del sujeto y, más aún, una manifestación del modo de ser de una raza, se llega fácilmente al odio x enófobo y racista, como en el caso del gitano esquizofrénico que en julio de 1998 mató sin causa alguna a un joven de la V ila Joiosa, en Alicante. Hubo una reacción .de odio hacia todos los gitanos del pueblo —sin duda s ubyacían aquí otros problemas de vida de los gitanos, asociados a la marginación y al menudeo en el tráfico de drogas— , y el alcalde de la Vila fue abofeteado por los coléricos vecinos en el entierro del joven desafortunado. Pero claramente el asesino era un psicótico, un esquizofrénico, no un psicópata. En éste, «sus actos no son el producto de una mente desequilibrada, sino de una decisión racional, calculada, combinada con una escalofriante incapacidad para tratar a los demás como seres humanos, dotados de pensamiento y sentimientos. Esta conducta moralmente incomprensible, exhibida por una persona aparentemente normal, nos deja con una profunda sensación de rabia e impotencia». 6 Por otra parte, es cierto que la palabra psicopatía significa etimológicamente 'enfermedad de la mente' (depsico, ` mente', y patía, 'enfermedad'), y así fue empleada en los orígenes de la psiquiatría. Pero, actualmente, se sabe que los psicópatas no tienen una pérdida de contacto con la realidad, ni experimentan los síntomas, característicos de la psicosis, como alucinaciones, ilusiones o profundo malestar subjetivo y desorientación. «A diferencia de los psicóticos, los psicópatas son plenamente racionales y cons-
6 . Without consciente, p. 6.
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tientes de lo que hacen y por qué lo hacen. Su conducta es el resultado de su elección, libremente realizada». 7
2.1.4. Tres tipos de anormalidad Subyaciendo a esta polémica está el concepto de «salud» o de «normalidad» que manejamos. Podemos diferenciar tres tipos de normalidad. La primera incluye la idea de lo común o frecuente, es decir, lo que resulta estadísticamente habitual con relación al fenómeno que estamos estudiando. Así, un cociente de inteligencia, digamos, de 150 es anormal, porque sólo muy pocos sujetos lo presentan. Un asesinato premeditado como consecuencia de seguir las instrucciones de un juego —como el realizado por Javier Rosado y su cómplice, en 1994, para cumplir con el juego del rol creado por ellos mismos- 8 también es anormal bajo este prisma, ya que son muy infrecuentes los hechos de esta naturaleza. Por otra parte, un delito de robo en un coche es alg o perfectamente esperable en la sociedad en la que vivimos, porque las estadísticas delictivas así lo señalan. En segundo lug ar, la normalidad tiene otro significado, esta vez referido al ámbito moral: es anormal lo que repudia nuestra moralidad, lo que ofende nuestra sensibilidad. En ocasiones, la anormalidad estadística coincide con la anormalidad moral. El ejemplo del asesinato del juego del rol sirve tanto para la una como para la otra: se trata de algo muy infrecuente que ofende a nuestra sensibilidad moral, especialmente cuando se consulta el diario que escribió Rosado después del crimen y se leen cosas como éstas: 7. Without consciente, p. 25. 8. Véase para el caso de Javier Rosado el libro Los suc eso s, en la c ita 25.
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...salimos ...salimos a la una y media. Habíamos estado afilando los cuchillos, preparando los guantes y cambiándonos, poniéndonos ropa de viaje en previsión de que la que llevaríamos quedaría sucia... ¡Era espantoso lo que tarda en morir un idiota!
Desgraciadamente., bien puede ocurrir que, en otras ocasiones, la sociedad se halle tan corrompida o violentada que hechos claramente reprobables desde la moral se tornen cotidianos, como puede ser el caso de los crímenes en tiempos de guerra o en periodos en que la ley se ve i mpotente para frenar linchamientos y disturbios (lo que, añadamos, puede tener como consecuencia que incluso nuestra percepción moral vaya decayendo en su firmeza, y vea ahora c on compre nsión los hech os que antes juzg aba intolerables). Existe una tercera acepción de normalidad: la médica, psiquiátrica o psicológica. Aquí «normal» significa que el sujeto sabe lo que hace y quiere h acerlo, que sus facultades psicológicas no están alteradas, ya sea por cuestiones de nacimiento o por circunstancias advenidas a la persona. La pregunta fundamental es: la persona que comete hechos anormales desde el punto de vista moral y (generalmente) estadístico, ¿es necesariamente un enfermo mental, alguien que «debe estar loco»? Porque éste es, en efecto, el punto. El psicópata es alguien con una personalidad peculiar, es cierto, pero que sabe lo que hace, y se afana por lograrlo. Quizás podemos alegar que las peculiaridades peculiaridades de su personalidad son tan notables que ello supone, al menos, una merma en su responsabilidad ante la ley. De hecho, en España muchas veces es ésta la posición tomada por la justicia, al aminorar la pena si se demuestra que el inculpado obró sujeto a esa condición (especialmente (especialmente si se aduce una causa orgánica), remitiéndole de modo excepcional a un 'establecimiento
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psiquiátrico si se observan otras circunstancias cu alificad- oras que pudieran influir en su psique. 9 Un asesino en serie esquizofrénico fue llamado «el mendigo psicópata», Francisco García Escalero, quien asesinó a 11 personas, igualmente indigentes, entre noviembre de 1987 y septiembre de 1993. Culpaba de sus crímenes a una «fuerza interior» que se apoderaba de él después de beber alcohol e ingerir pastillas. Su caso es interesante porque, de modo secundario, había desarrollado rasgos psicopáticos como una gran agresividad, una profunda insensibilidad y una manifiesta incapacidad para sentir arrepentimiento o remordimiento por sus hechos. A pesar de ello, en él resulta determinante su psicosis, su esquizofrenia paranoide.
2.1.5. Sobre la terminología En ocasiones, los profesionales y el aficionado emplean la expresión «sociópata» en vez de la de psicópata. Esta expresión se puso de moda en los años 60 y 70, porque preten día poner de relieve el origen social de este cuadro, es decir, que había unas causas en nuestro modo de funcionar en sociedad que eran las responsables últimas del fenómeno. Hoy en día apenas se emplea, pero, a partir de 196 8, la Sociedad Americana de Psiquiatría introdujo el concepto de «personalidad antisocial» para definir al psicópata, dentro de los trastornos de personalidad. Y las sucesivas ediciones del Manual Di ag nó sti co y E sta dís tic o d e l os De só rd en es M en ta les (1980, 1987 y 1994), un tratado al que recurren los profesionales para diag-
nosticar los trastornos trastornos psíquicos y de la conducta, no han hecho sino continuar esta línea, prescindiendo del término psicópata —que es muy antiguo, como veremos— y sustitu yéndolo por el trastorno de personalidad antisocial. 9. Véase Norbert Bilbeny (1993), El idiota moral. Madrid: Anagrama
En todo ello hay una gran confusión. Si bien la edición de 1968 aú n describía algunos de los aspectos esenciales de la personalidad psicopática (lo que llevó al mismo Cleckley a aprobar ese término en su última edición de La Máscara de la Cordura, 1976), las ediciones posteriores claramente forzaban a que el diagnóstico se basara en una serie de conductas antisociales, actos delictivos, rehuyendo la mayoría de los rasgos de personalidad que han definido la psicopatía desde siempre, y que tan bien describió Cleckley ya en 1941.
,
2.1.6. Desarrollo histórico del concepto Uno de los pioneros fue Philippe Pinel, un psiquiatra francés que vivió a principios del siglo xix. Empleó la expresión «locura sin delirio» para describir un patrón de conducta caracterizado por la falta de remordimientos y una ausencia completa de restricciones, lo que consideraba claramente distinto a «la maldad que la mayoría de los hombres realizan». 1 ° En 1 835, el psiquiatra J. C. Pritchard abundó en esta misma idea describiendo el concepto de «locura moral» (moral insanity) del siguiente modo: «[aparece cuando] los principios activos y morales de la mente se han depravado o pervertido en gran medida; el poder de autogobierno se ha perdido o ha resultado muy dañado, y el individuo es incapaz, no de razonar a propósito de cualquier asunto que se le proponga, sino de comportarse comportarse con decencia y propiedad en la vida»." A finales del siglo xix esta inquietante personalidad vuelve a ser objeto de descripción por los grandes psiquiatras alemanes que, como Emil Kraepelin, se referirá a ella 10. Véase Without consciente, pp. 20 y ss. 11 . J. C. Pritchard (1835), A treatise in insanity. Londres: Sherwood, Gilbert & Piper.
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como extravagante, responsable de una conducta perversa, pero no alejada del contacto con la realidad. En 1903, en la séptima edición de su libro clásico Psiquiatría es cuando i ntroduce el término que hoy en día todavía utilizamos:
personalidad personalidad psicopática.12 psicopática.12 La Segunda Guerra Mundial supuso un impulso notable de la inquietud científica por estudiar este cuadro, merced a dos hechos notables. En primer lugar, se hizo necesario identificar y separar a aquellos sujetos que podían destruir la moral de las tropas o poner en grave riesgo sus vidas, y na die como un psicópata podía cualificar mejor para este puesto. En segundo lugar, la atrocidad nazi supuso un aldabonazo para los pensadores y científicos de la época, que se sintieron en la obligación de llegar a comprender cómo y por qué las personas podían llegar a realizar actos que estaban más allá de las fantasías de destrucción que podíamos albergar todos nosotros. La investigación moderna acerca de la psicopatía se origina con la publicación en 1941 de la primera edición de La Másca Máscara ra de la Cordura Cordura,, libro escrito por el psiquiatra Herbert Cleckley, quien ya había alcanzado notoriedad al escribir una obra clásica sobre personalidad múltiple titulada Las tres caras de Eva, llevada posteriormente al cine. La obra de Cleckey, ahora en su quinta y definitiva edición (original de 1976) es, definitivamente, un tratado de psicopatía extraordinario. extraordinario. En él, por v ez primera, define con claridad las características básicas de la psicopatía, haciendo hincapié en los rasgos de personalidad como los aspectos más distintivos, y ayuda a separar nítidamente la psicopatía de otros trastornos mentales o de personalidad, reclamando para este trastorno la distinción clínica que posee, y alertando sobre su extraordinaria expansión en nuestra sociedad.
12. E. Kraepelin (1903), Psychiatrie: Ein Lehrbuch. Leipizg: Barth.
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2.2. Los
emocional/interperson rpersonal al 2.2.1. Área emocional/inte
RASGOS DE LA PSICOPATÍA
Locuacidad y encanto superficial La investigación revela que la psicopatía se compone de dos tipos de constelaciones de rasgos (o dimensiones). La primera incluye el área emocional o interpersonal, es decir, todos aquellos atributos personales que hacen que el sujeto se desentienda de su componente más básicamente humano, o lo que es lo mismo, su capacidad para tratar bondadosamente bondadosamente a los otros, su capacidad de sentir pena o arrepentimiento y su potencial para vincularse de una manera realmente significativa (o «sentida») con sus semejantes. El sujeto con estas carencias es alguien profundamente egocéntrico, manipulador, mentiroso y cruel. La segunda constelación de rasgos remite a un estilo de vida antisocial, agresivo, donde lo importante es sentir tensión, excitación, sin más horizonte que el actuar impulsivo y dictado por el capricho o los arrebatos. La persona resultante se comporta de modo absurdo, sin que parezca obtener riada valioso de sus actos, con poco autocontrol y ninguna meta que «parezca lógica» a la vista."
Los psicópatas suelen ser locuaces, expresarse con encanto, tener respuestas vivaces y presentar historias muy i mprobables, pero convincentes, que les deja a ellos en un buen lugar. Sin embargo, el observador atento ve que es muy superficial e insincero, como si estuviera leyendo mecánicamente un texto." Habla de cosas atractivas para las que no tiene preparación, como poesía, literatura, literatura, sociología o filosofia. Es destacable que no le importe gran cosa el que se evidencie que sus historias son falsas, algo que no siempre es fácil de lograr, dado el desparpajo y la inventiva con que emprenden sus relatos. Dionisio Rodríguez Martín se hizo un ladrón muy célebre cuando, en julio de 1989, 1989, robó el furgón blindado de la compañía de seguridad en la que trabajaba y se escapó a Brasil con un botín cercano a los 320 millones. Uno de los cronistas de esta historia, describía así al Dion Di oni: i: «De todo lo que ha contado el Dioni a quien ha querido o ha tenido que escucharle sólo hay una afirmación que puede ser considerada absolutamente verdadera: verdadera: le g usta Julio Iglesias. Lo demás no hay por donde cogerlo: una mezcla constante de medias verdades y falsedades totales. Si alguien intentara relatar los hechos en los que intervino sobre la base de lo que él confiesa, acabaría paralizado por la perplejidad»." Los que le conocieron hablan de su gran don de gentes, su innata capacidad de suscitar simpatía y confianza, algo que debió de serle de mucha utilidad cuando, cumplida la condena de cuatro años, emprendió (sin mucho éxito) su carrera de cantante y escritor.
13. Véase, por todos, el libro editado por David Cooke et al., (1998)
Psychopathy: Theory, research and implications, Dordrecht: Kluwer. Robert Hare (1991) ha creado el Hare Psychopathy Checklist Revised (PCL-R) para evaluar estas dos dimensiones o constelaciones de rasgos (Toronto Multihealth Systems). Otras obras interesantes para estudiar la personalidad y estilo de vida del psicópata son, entre otras, las siguientes: Psychopathic and antisoc antisocial ial perso personality nality B. Dolan y J. Coid (1993), Psychopathic disorders, Londres: Gaskell; D. T. Lykken (1984), «Psychopathic personality», en Encyclopedia of Psychology (pp. 165/167), Nueva York: Wiley; J. R. Meloy (1988), The psychopathic mind, Nortvale, N. J.: Aronson; W. McCord (1982): The psychopath and melieu therapy, NY.: Academic Press.
.1 1
14. Without consciente, p. 41. 15. Frances Arroyo (1996), «Un culebrón brasileño». En Los sucesos. Madrid: El País, pp. 143/164.
Egocentrismo y grandioso sentido de la propia valía El psicópata tiene una autoestima muy elevada, un g ran narcisismo, un egocentrismo descomunal y una sensación omnipresente de que todo le es permitido. Es decir, se siente el «centro del universo», y cree que es un ser superior que debe regirse por sus propias normas. S e comprende que con esta percepción de sí mismo aparezca ante el observador como alguien sumamente arrogante, dominante y muy seguro en t odo lo que dice. Es claro qu e busca poder controlar a los demás, y parece incapaz de comprender que otras personas tengan opiniones diferentes a las suyas. Enfrascados en ese mundo de superioridad, rara vez se preocupan de los problemas (financieros, legales o personales) que puedan tener, sino que son «dificultades temporales» producto de la mala suerte o de las malas artes de terceros. Alguien así no necesita tampoco embarcarse en metas realistas a largo plazo y, cuando plantean un objetivo de futuro, pronto se ve que no tienen las cualidades necesarias para alcanzarlo ni saben en realidad qué hay que hacer para ponerse manos a la obra. En realidad, creen que sus capacidades les permitirán lograr cualquier cosa. Un egoceñtrismo y un sentimiento de ser el «nú mero uno» apareció con mucha nitidez en la psicología de Jean Louis Camerini, cerebro de la banda del se cuestro de la niña Melodie, hija del financiero Nakachian y de la cantante Kimera. Se trata de un hecho que captó todo el interés del público en el mes de noviembre de 1987. 16 Antes de que perpetrara con su banda el secuestro, Camerini se había escapado de la prisión de Toulouse, Francia, y, para celebrarlo, envió un mensaje al director de la cárcel dan16. Gabriela Cañas (1996), «Melodía en la Costa del Sol». En Los suce sos. Madrid: El País, pp. 121/143.
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do recuerdos a todos sus colegas. Al mensaje adjuntaba una foto de sí mismo junto a una réplica de la estatua de la libertad. Y cuando fracasó su intento de cobrar el rescate por la niña Melodie (que fue liberada por los GEOS), llamó por teléfono desde Madrid al comisario de Estepona ( Málaga) para advertirle que «la próxima vez no fallaría». Felizmente para todos, Camerini fue capturado poco tiempo después. Falta de remordimientos o de sentimientos de culpa No experimentan ningun a preocupación por los efectos de sus actos en los demás y, en ocasiones, lo manifiest an claramente. Cuando aseguran que «lo sienten» no es más que por dar una buena imagen; sus palabras anteriores y posteriores y sus hechos suelen contradecir ese arrepentimiento. Junto a esto, encuentran todo tipo de excusas para explicar los desmanes que cometieron y, en muchas ocasiones, niegan en absoluto que ellos fueran los responsables o que tales acontecimientos que se imputan existieron en realidad. Pocos asesinos psicópatas han ex presado tan claramen te la imposibilidad de sentir culpa como Perry Smith quien junto a Richard Hickock, mataron «a sangre fría» a toda u familia en 1959 en una ciudad rural americana para robar les unos pocos dólares. El libro A sangre fría, de Truma Capote, recogió en una prosa extraordinaria este rasgo par ticularmente temible del psicópata." Perry habla con u amigo suyo que le visita en la cárcel antes del juicio:
¿Que si lo siento? (...) No siento nada en absoluto. quisiera que no fuera así. Pero nada de aquello me ca sa preocupación. Media hora después, Richard me co 1 7 . Truman Capote (e d. 1998), A sangre fría . Barcelona: Anagram
p . 269.
taba chistes y yo me reía a carcajadas. Quizá no seamos humanos. Yo soy lo bastante humano para sentir lástima de mí mismo. Me apena no poder largarme de aquí cuando tú te vayas. Pero nada más.
De forma irónica, muchos psicópatas se ven a sí mismos como las víctimas reales de la situación, ya sea debido a su infancia problemática o a otras circunstancias de su
vida. Un ejemplo extremo es el de Kenneth Taylor, un dentista norteamericano que golpeó a su mujer en la luna de miel, se aprovechó de ella durante su matrimonio, para acabar asesinándola más tarde. En el libro que Peter Maas escribió sobre él, Taylor dijo: «La amaba profundamente. La echo mucho de menos. Lo que sucedió fue una trag edia. He perdido a mi mejor amante y amiga (...) ¿Es que nadie es capaz de comprender por lo que estoy pasando?».' 8 Falta de empatía La falta de empatía es una de las grandes avenidas hacia el crimen y la violencia. El psicópata no puede ponerse en el lugar de los demás, salvo en un sentido puramente intelectual; no puede entender qué es lo que sienten los demás ante las experiencias de la vida. En una ocasión en la que estaba entrevistando a un joven que había herido muy gravemente a un trabajador para robarle, le pregunté por las cosas que estaba pensando y sintiendo inmediatamente antes de realizar el delito. Después de varias explicaciones, terminó contestándome: «corazón duro». Es decir, no podía sentir nada si tenía que ser capaz de cometer el asalto. Este chico necesitaba bloquear el senti miento natural de preocuparse por el otro, pero los psicópatas no precisan de este esfuerzo ya que, simplemente, 18.
Without consciente, p. 56.
no poseen esta habilidad. De ahí que su falta de interés ante el sufrimiento y los derechos de los d emás sea algo eneralizado, aplicable tanto a su familia como a personas g extrañas.
Esto hace que, si mantienen lazos con algunas personas, sea por puro interés, no por sentir algo profundo hacia ellas; son, en realidad, como posesiones que tienen, seres que tienen la misión de proveerles de sus necesidades sin que hayan de recibir nada a cambio. Debido a su incapacidad para apreciar los sentimientos de los otros, algunos psicópatas realizan actos de extrema crueldad, crímenes execrables y que desconciertan por su gratuidad y sadismo. Pero es importante recalcar que la mayoría de los psicópatas no cometen ese tipo de actos. Su conducta perjudica gravemente a quienes les rodean, desde lueg o, pero el daño se produce merced a su forma manipuladora y agresiva de manejar a los demás, su desconsideración hacia las necesidades ajenas y su modo de tomar cualquier ventaja que se le presente por encima de cualquier otra consideración. Mentiroso y manipulador Mentir, engañar y manipular son talentos naturales para el psicópata. Cuando se demuestra su engaño no siente apuro alguno; simplemente cambia su historia o retuerce los hechos para que encajen de nuevo. «El resultado es un conjunto de oraciones contradictorias y un oyente completamente confuso.» 19 En buena medida, las mentiras no pretenden ningún objetivo concreto, sólo demostrar su habilidad para engañar. La gente suele creer, cuando escucha al psicópata, que éste no se da cuenta de sus mentiras y, en ocasiones, duda 19.
Without consciente, p. 55.
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de su estado mental. Pero, muy frecuentemente, el interlocutor resulta «cazado» por la historia que aquél le presenta. La convicción con la que cuenta su historia se acompaña de la creencia de que el mundo se encuentra dividido en dos bandos: los que ganan y los que pierden, de tal modo que se le antoja absurdo no aprovecharse de las debilidades ajenas. En muchas ocasiones, desarrolla una buena capacidad para determinar cuáles son los puntos débiles de aquellos con los que se relaciona. Algunas de sus triquiñuelas están bien elaboradas, mientras que otras son bastante evidentes. Pero cualquiera que sea la que ponga en práctica, siempre emplea un estilo frío y desvergonzado. Estas características le hacen especialmente apto para perpetrar fraudes, estafas y suplantaciones de personalidad. Si están en prisión, saben cómo convencer a las autoridades de que se están rehabilitando; para ello se apuntan a clases, exhiben una «profunda» religiosidad y participan en numerosos programas orientados a que se les clasifique cuanto antes en regímenes próximos a la libertad condicional, o en esta misma circunstancia. Antonio Mantovani, de 42 años, conmocionó a toda Italia cuando la policía descubrió que era el responsable de la muerte de tres mujeres a las que asesinó mientras disfrutaba de permisos penitenciarios 2 0 En septiembre de 1996, el psiquiatra de la cárcel de Opera (Milán) lo consideró maduro para disfrutar del régimen abierto por motivos de «atenuación del juicio de peligrosidad social». Anteriormente había asesinado a la mujer de un amigo, condena que estaba cumpliendo desde 1983. Cuatro mujeres asesinadas... por no haber sabido valorar lo que se escondía detrás del comportamiento «ejemplar» del camaleón.
20. El País, 3 de junio de 1999
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Emociones superficiales
Los psicópatas parecen poseer una incapacidad manif iesta para sentir de modo profundo el completo rango de emociones humanas. En ocasiones, junto a una apariencia fría y distante, manifiestan episodios dramáticos de afectividad, que no son sino pequeñas ex hibiciones de falsa emotividad. Cuando aseguran q ue sienten emociones, son incapaces de describir las diferencias sutiles existentes entre diversos estados afectivos. Como comenta un personaje de una prisión de máxima seg uridad en la película de John Woo «Cara a cara» (Faces off), obligado a ver continuamente en una pantalla gigante imágenes evocadoras de la naturaleza: «Parece que quieran que tengamos emociones». Esta ausencia de afectividad manifiesta llevó a los psicólogos Johns y Quay a decir que el psicópata «conoce las palabras, pero no la música», es decir, puede hablar como si est uv ier a teniendo una emoción, pero, en realidad, no la está experimentando, habla «de oídas». Es como si sólo tuviera «proto-emociones»: respuestas primitivas dadas ante necesidades inmediatas." Investigaciones experimentales desarrolladas en el laboratorio revelan que el psicópata no muestra las respuestas psicofisiológicas asociadas con el miedo o la ansiedad. Se trata de un déficit i mportante, ya que las personas sin esta condición son capaces de aprender a inhibir determinadas conductas (por ejemplo, antisociales) por miedo a sufrir algún tipo de castigo. Éste es uno de los modos en que, cuando somos niños, aprendemos a reconocer cuáles actos son inadecuados, al tiempo que obtenemos recompensas por los actos que nuestros padres nos señalan como correctos. En ambos casos, es el conocimiento de las emociones 21.
Without conscience,
p. 64.
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que están asociadas a las conductas lo que nos impele a actuar: emociones negativas en el caso de conductas prohibidas («si hago esto luego seré castigado») y emociones negativas y positivas en el caso de las conductas aprobadas («si no hago esto, se enfadarán conmigo, pero si lo hago se sentirán orgullosos de mí»). Nada de esto ocurre con los psicópatas; actúan, quizás, sabiendo las consecuencias, pero sin que les importen. La ansiedad y el miedo son para nosotros estados afectivos con claros componentes corporales. Tenemos «el estómago en la garganta», o «sudamos a mares» por la tensión. Por supuesto, los psicópatas pueden tener sensaciones corporales, quizás en momentos de gran excitación ante algo atractivo, pero su activación es mucho menos rica e intensa. Y, en el caso de la ansiedad, su experiencia es más que nada cognitiva, desprovista de la carga afectiva que caracteriza precisamente ese estado emocional.
2.2.2. Aspectos d el estilo d e vida
I mpulsividad
El camaleón no suele pensar en los pros y los contras de una decisión, ni en las posibles consecuencias- simplemente actúa. Gary Gilmore fue condenado por un doble asesinato, y alcanzó notoriedad porque fue el primer ejecutado en los Estados Unidos en un periodo de 10 años. Cuando se le preguntó si hubiera matado a más personas si no hubiese sido atrapado la noche en que cometió los asesinatos, contestó: «Hasta que me hubieran atrapado o matado... No era capaz de pensar; no estaba planeando nada, sólo estaba actuando. Fue una maldita mala suerte para esos chicos [los asesinados] (...) Estoy diciendo que los asesinatos surgieron de la rabia. La rabia no es razona-
ble. Los asesinatos no tuvieron ninguna razón. No trate de comprender el asesinato mediante la razón». 22 La impulsividad no es tanto una muestra del temperaento del psicópata como de su deseo permanente de alm nzar la satisfacción inmediata. Es como un adulto que no ca ha: sido capaz de niño de aprender a demorar la gratificación; no modifica sus deseos cuando las circunstancias lo exigen, y no toma en consideración los deseos de los demás. El resultado de todo ello es que muchas conductas que lleva a cabo se suceden sin ninguna explicación o expectativa de que vayan a ocurrir; puede abandonar de súbito el trabajo, o g olpear a alguien, o marcharse de casa... sólo por lo que parece el capricho de un instante. Deficiente control de la conducta Además de actuar sin pensar, el psicópata es extraordinariamente reactivo a lo que él considera que son las provocaciones o los insultos, actuando con violencia fisica o verbal. No posee esa capacidad que tenemos los demás de controlarnos, de inhibirnos frente a los deseos que podamos tener de agredir a alguien. Simplemente, pasa a la acción; su respuesta es también muy violenta cuando ha de enfrentarse a los reveses y frustraciones que inevitablemente aparecen, y tolera mal las críticas o los intentos de que cumpla con la disciplina de algún lugar, ya sea un centro correccional, una escuela o una empresa. Se enoja muchas veces por trivialidades, y en un contexto que es claramente inapropiado tal y como los demás lo perciben. Sin embargo, los arrebatos de cólera no suelen ser duraderos; al poco, actúa corno si nada hubiera pasado. De hecho, estos arrebatos no suelen tener la carga emocional que les caracteriza, sino que suceden de un modo más frío y controlado. Ven la respues22. Without consciente, p. 69.
ta agresiva como un modo natural de revolverse ante una provocación y, a pesar de que puedan herir o maltratar psicológicamente a alguien con gran intensidad, no reconoce.. rán que tienen dificul tades para controlar su temperamento. Un ejemplo particularmente dramático de esta falta 23 de control ocurrió en febrero de 1994 en Madrid. Un a noche Carlos Herrero, obrero del metal de 61 años, y su mujer salieron a cenar y tomar unos vinos. La pareja se dirigía a su coche caminando por la calle Almendro. Cuando estaban a la altura del número 1 0...
por vivir nuevas sensaciones, por llenar el sistema nervio s o de acontecimientos que les lleven al vértigo. Por ello e tan frecuente el consumo de drogas y alcohol, o el cambi constante de trabajo o de lugar de residencia. Pero, d entre todas estas ocupaciones, sin duda, la violencia y crimen son las actividades que producen más dividendo líimite. to, vida r m in para Este lave aburrimiento, como causa de un estilo de vid criminal, puede hallarse de modo muy nítido en el co mentario que realizó un delincuente sexual reincident explicando por qué volvió de nuevo a delinquir: 24
...dos individuos se acercaron a la carrera por sus espaldas y les propinaron varios empujones y golpes, hasta que lograron tirarles al suelo. Uno de los delincuentes le arrebato a la mujer su bolso, mientras que el otro comenzó a golpear a Carlos, que ni siquiera pudo hacer ademán de repeler la agresión. Cuando los tironeros ya se habían apoderado de su botín, se ensañaron con el obrero metalúrgico. Mientras estaba tendido en el suelo, sin posibilidad de defensa alguna, los delincuentes le patearon h asta que comprobaron que ya no se movía. Estaba muerto, con la cabeza destrozada. Su esposa, a unos metros del cadáver, gritaba implorando piedad a los criminales y pidiendo desesperadamente auxilio.
Los ladrones no tuvieron ninguna razón para matar a este hombre. Éste ni siquiera pudo darse cuenta de lo que pasó. No suponía ninguna amenaza ni para ellos ni para su botín. La agresividad de sus verdugos se alimentó de su propio frenesí, sin control alg uno, sin misericordia. Necesidad de excitación continuada
Al principio me esforzaba por realizar las activida des que me enseñaron en la terapia. Era duro, pero sab' las cosas que tenía que hacer... Con el tiempo, echaba d menos las sensaciones que vivía cuando me preparab para cometer una agresión; anhelaba recordar esos bue nos momentos... Era muy aburrido seguir el plan tera péutico. Quería a toda costa volver a experimentar tod lo que vivía cuando cometía una violación. Se comprenderá lo dificil que resulta participar en un
vida normal y rutinaria, en un traba jo que requier a concen tración, unas pautas definidas. Lo cierto es que, a pesar d que existen trabajos que suponen aventuras y riesgo, so muy pocos comparados con los que resultan, por su po excitación, intolerables para el psicópata. Esto es una des gracia para ellos y para nosotros, como futuras víctimas. Se discute con frecuencia si los psicópatas pueden se personas idóneas para formar parte de grupos te rroris o para ser empleados como espías. Estamos seguros d que entre estas ocupaciones debe de haber sujetos con cl ras tendencias psicopáticas, especialmente si atendernos
Hay, entre los psicópatas, un hambre desmesurada 23. El Mundo, 20 de febrero de 1994.
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24. W. D. Pithers (1993), 7'reatrnent of rapist. En el libro de Gordon Sexual Aggression. Washington: Taylor & Francis, pp. 17
Nagayarna y otros: y 1 7 5 . .
la extraordinaria crueldad y futilidad de muchos de los actos perpetrados por estos últimos. Pero, ciertamente, un psicópata puro no está bien cualificado para la espera paciente y la astucia planificada, algo necesario en una organización criminal que persigue objetivos a larg o plazo. La i mpulsividad, el vivir al límite y la asocialidad de estos su jetos no encaja bien con la sumisión y el recibir órdenes. Falta de responsabilidad
Un psicópata puede decir que se preocupa de sus hijos, de su mujer, de sus empleados o de sus amigos, pero rara vez hallamos pruebas de esto. La razón es que las personas a su cargo son, en g eneral, meros inconvenientes para su estilo de v ida. Contrariamente a los esposos y padres responsables, la familia es, en el mejor de los casos, un lugar de descanso donde reponer fuerzas después de un periodo especialmente agitado. En el peor, un mero instrumento para obtener dinero o comodidades, sin que sea raro que las deudas se acumulen y acaben consumiendo el patrimonio familiar. ¿Por qué, entonces —podemos preguntar— se casa una persona así, por qué decide tener una familia? Las razones varían, desde luego, pero, en g eneral, la respuesta es que, cuando decidió casarse o tener hijos, en aquellos momentos era algo que servía a sus fines inmediatos, acerca de lo cual no adquirió ningún tipo de responsabilidad. Por ejemplo, casarse puede ser algo muy útil si uno quiere vivir del patrimonio de su esposa, o si se quiere disponer de una buena imagen para medrar en un determinado ambiente. Del mismo modo, los hijos pueden ser el resultado de unas relaciones sexuales sin que haya un deseo ulterior de hacerse cargo de ellos. Sencillamente, a los psicópatas les trae sin cuidado las consecuencias negativas de sus actos en los demás. Así,
conducen de modo temerario, o se juegan todo el dinero una noche, o no toman ninguna precaución para no contagiar a sus parejas, a pesar de conocer que poseen el irus del sida. v Esta falta de responsabilidad se extiende a los compromisos adquiridos con el sistema de justicia. Los permisos penitenciarios, la libertad condicional, y otras formas de medidas penitenciarias que implican cumplir con una serie de reglas, son oportunidades para fugarse o cometer nuevos delitos. Un ejemplo notable fue Antonio Anglés, el cual, fugado al disfrutar un permiso, asesinó junto con Miguel Ricart a tres jóvenes de Alcásser (véase más adelante). Determinados jóvenes pueden percibir sus obligaciones de hijos como algo muy desagradable. En Benijófar, Alicante, un adolescente mató a sus padres a sangre fría para librarse de injerencias que él juzgó abusivas. en
Problemas precoces de conducta Muchos psicópatas empiezan su carrera de abusos en la infancia. Es fácil ver en ellos conductas habituales de mentir, engañar, originar incendios, tomar drogas y alcohol, vandalismo, violencia hacia sus compañeros, una sexualidad precoz y fugas del h ogar y de la escuela. Por supuesto, los criminólogos saben que esas acciones son habituales, de forma aislada, en muchos jóvenes, y de modo más intenso en niñ os que han crecido en ambientes negativos o con padres, a su vez, que les han maltratado. Los niños que luego serán psicópatas, sin embargo, exhiben estos signos precoces de destrucción de modo más persistente y violento, y acompañan estas hazañas sin que parezca que haya pena o lamento alguno cuando son enfrentados a los hechos. No obstante, aparecen con mayor claridad, por efecto de con-
traste, las tendencias psicopáticas en aquellos niños que proceden de buenos ambientes, cuyas condiciones de vida difícilmente parecen suscitar tales comportamientos. Sorprende en la niñez de estos chicos su percepción positiva de actos crueles hacia otros niños o animales. Esta capacidad de sentir satisfacción a partir de emociones ne. gativas —el sufrimiento de los otros— hace que sus actos• parezcan sorprendentes ante aquellas personas que no les conocen bien. «Me parece increíble que pudiera hacer una cosa así», se puede escuchar frecuentemente en boca de atónitos conocidos y vecinos de un psicópata que acaba de ser identificado por la justicia. Pero no es algo que haya surgido de la nada; quizás el paso al acto, la comisión de un crimen violento, no se produce hasta bien entrada la madurez del sujeto, pero su personalidad, sin embargo, estaba ya conteniendo, desde edades tempranas, la semilla de esa capacidad destructiva. Que surja la violencia en la preadolescencia o la juventud, o bien se demore hasta los años adultos, es algo que, probablemente, tenga much o que ver con el ambiente donde se lleve a cabo su socialización. Ambientes criminógenos estimularán, con toda probabilidad, desde los diez o doce años, actos antisociales y un claro desafío a las normas. Por el contrario, en medios sociales más benévolos la manipulación y la violencia pueden tardar en hacerse más obvios, y. no suponer una violación tan flagrante de las le yes. En todo caso, es muy probable que los sujetos que exhiban de modo intenso este componente de comportamiento de la psicopatía causen auténticos estragos en la relación con los demás, conduciendo a la miseria a mu chas personas (padres, hermanos, novias) que se interesan por él. ,
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Conducta antisocial adulta Como se ha comentado en otros lugares, los psicópatas no tienen por qué ser delincuentes, si bien es muy probable que sean responsables de muchos actos colindantes con el delito, o inclusive de'actos que constituyen delitos, 'sólo que son acciones —engaños a Hacienda, pequeños devaneos con el tráfico de droga, g raves infracciones del código de circulación, etcétera— que, normalmente, quedan sin descubrir o s ancionar. A esta lista podríamos añadir el abuso fisico y psicológico contra mujeres y niños, lo que, desgraciadamente, sigue siendo algo dificil de controlar en nuestra sociedad. Pero no cabe duda de que, si existe una «personalidad criminal», ésta se encuentra en los rasgos de la psicopatía.
Nadie como él está tan capacitado para quebrar las leyes, para ser violento por el solo prurito de log rar el control de la situa-
ción, para engañar sin que importen las consecuencias. Cuando son delincuentes, son muy versátiles y, en muchas ocasiones, no se detienen ante el hecho de estar en prisión, sino que, en el centro penitenciario, siguen extorsionando o agrediendo, tratando de obtener ventajas de cualquier situación. Los psicópatas son los mejor preparados para acometer las empresas criminales más absurdas, sin ganancia aparente. También los más cualificados para ser gratuitamente violentos. Pero no todos los actos excesivamente violentos son obra de los psicópatas. Los esquizofrénicos paranoicos pueden ser muy peligrosos y ser responsables de asesinatos atroces sin ningún sentido... salvo el que dicta su enfermedad. En otras ocasiones, la violencia surge de vendetas mafiosas, y aquí se impone el código mafioso, algo estrictamente «comercial». O también la pasión ciega de un amante despechado...
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2.3. LA METÁFORA DEL MAL
-u_ La iglesia católica ha querido ver en las tramas cri n nales de ciertos «sapos» del contrabando de armas y del tráfico de drogas el influjo sempiterno del demonio (véase capítulo final). Quizá no sea una idea del todo absurda. Los psicópatas representan, en sus actos y en el desprecio por los sentimientos de toda persona, una metáfora del mal. Dos casos de la España actual pueden servir para ilustrar esta reflexión.
2.3.1. Una h erida abierta En primer lugar, el triple crimen de Alcásser, un caso que provocó una cólera ciudadana sin parangón hasta entonces, y que hizo tambalear la política penitenciaria en lo relativo a permisos y concesión de libertad condicional. 2 5 Sólo años después, el asesinato del concejal del Partido Popular Miguel Ángel Blanco lograría un eco parecido, aunque, en este caso, se produjo un movimiento de respuesta, un tomar la calle que no tenía sentido en el caso del triple homicidio. Allí el dolor hubo de hacerse íntimo, intenso, proporcionado a la magnitud (desconocida hasta entonces en los anales del crimen en España, al menos en la vida civil). Que luego los propios med ios de comunicación, auspiciados por intereses de unos y de otros, trocaran lo que siempre debió ser un caso criminal llevado con seriedad en un espectáculo degradado, no le resta valor simbólico en lo que se refiere a lo que aquí queremos destacar. El segundo ejemplo es el del llamado « cri.
25. Jesús Duva, «El ángel de la muerte». En Los sucesos. Madrid: El País, pp.199/218.
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men del rol», en el que, gracias al diario del principal autor del asesinato, tenemos un material criminológico de 26 xtraordinaria valía. e Los hechos son conocidos de sobra por el lector y, s ól o en beneficio de otros lectores menos informados, resumo en dos líneas los aspectos principales de ambos casos. El 13 de noviembre de 1992 desaparecieron tres adolescentes que vivían en un pueblo cercano a Valencia, Alcásser, y 75 días más tarde se encontraron cerca de la presa de Tous, en un lugar conocido como «La R omana», los cadáveres de las chicas. Habían sido torturadas, violadas y, finalmente, asesinadas. Junto con Miguel Ricart (condenado por los hechos), el responsable principal parece ser Antonio Anglés, cuya fuga del mayor cerco policial que se recuerda en la Comunidad Valenciana resultó increíble, digna de una obra de ficción. El rastro de Anglés llevó a la policía hasta Lisboa, donde parece que tomó un barco rumbo a Dublín. El aviso sin embargo llega tarde, y todo indica que tuvo la oportunidad de embarcar de nuevo con destino a Liverpool, de donde, probablemente, escapara a Brasil. Ya mencioné el tremendo impacto de la noticia. El Pa ís, un periódico tan renuente al sensacionalismo, dedicó nada más y nada menos que ocho primeras páginas consecutivas al triple crimen de Valencia, consciente del insaciable interés informativo despertado por el caso y sus circunstancias políticas, penales y penitenciarias. Transcurrido el tiempo, con Ricart condenado y Anglés convertido ya en leyenda criminal, al estilo del nunca identificado Jack el Destripador inglés, creo que el caso Alcásser supuso un antes y un despu és en cuanto a la imagen del 26. Francisco Peregil, «Y mato porque me toca». drid: El País, pp. 219/236.
En Los sucesos. Ma-
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crimen que tienen los ciudadanos españoles. A pesar de qu e ya se habían dado otros casos de violencia asesina hacia niñas (Ana María Jerez, en Huelva; Carmen Rivas, en Villalba, Lugo, y Olga Sangrador, en Tudela de Duero, Valladolid), es la primera vez que, en plena sociedad mediática., la sociedad española se enfrenta al mal absoluto, sin ninguna razón mínimamente comprensible, a la crueldad más devastador a sin ningún signo de humanidad. En efecto, existen los «ángeles de la muerte», y ahora hay conciencia pública de esto. O tro criminal múltiple, el Jarabo, se hu nde en los recuerdos de las pe rsonas mayores, allá en los años cincuenta, y además «sólo» mató a cuatro personas adultas. Ahora es diferente: dos desalmados —pero uno en especial, el huido— participan en una orgía de violencia y muerte para cuya descripción las palabras parecen no servir. Agrava este fenómeno de estupefacción una cólera apenas sorda contra la mala suerte: i Anglés escapa!, como si junto al ultraje a todo un pueblo (e incluyo a toda la España de bien) hubiera que añadir el sufrimiento suplementario de la impunidad para el principal responsable de esos crímenes atroces. Esa fuga acaba por desesperar no sólo lo a las autoridades, sino a toda España. La falta de castigo para el criminal (a diferencia de las películas a las que nos tiene acostumbrados Hollywood) va a crear una tensión, una herida que no citratiza con el tiempo, y que, en buena medida, —es la opinión de quien escribe— tendrá mucho que ver con el proceso desquiciante y desquiciado en que se volverá la investig ación y el juicio a Ricart.
2.3.2. Juegos peligrosos El otro ejemplo es diferente: la víctima es sólo una, es un hombre mayor, trabajador humilde, que, en la noche 54
d e l 30 de abril espera el autobús para regresar a su casa, d es pués de haber pasado unas horas con una amiga. Tam, bi é n en las características de los asesinos h ay variaciones i mportantes: Anglés y Ricart son delincuentes comunes, gente del ambiente marginal de Valencia, mientras que Javier Rosado y Fé lix Martínez, los responsables del «crimen del rol», son estudiantes, el primero de tercero de Químicas y el segundo de tercero de bachillerato. La crueldad, sin embargo, es común denominador n ambos crímenes. Carlos Moreno, la víctima de los estue diantes, muere de veinte puñaladas de forma absolutamente gratuita, porque lo exigía el guión del juego de rol que había ideado Javier. Cuando se ha consumado el ases i nato y Javier Rosado, ya en su cas a, escribía en su diario los pormenores de la muerte que ha provocado, toda la opinión pública queda anonadada. Las partes del diario publicado ya han pasado a los anales de la investigación criminológica, y se han mencionado en otras obras." Pero es necesario recordar, porque ahí radica la notoriedad del hecho. Sólo unas pocas líneas: 2 8
Salimos a la 1.30 [30 de abril de 1994]. Habíamos estado afilando cuchillos, preparándonos los guantes y cambiándonos. Elegimos el lugar con precisión (...) Se suponía que yo era quien d ebía cortarle el cuello. Yo sería quien matara a la primera víctima. Era preferibl atrapar a una mujer, joven y bonita (aunque esto últim no era imprescindible, pero sí saludable), a un viejo o un niño (...) Una viejecita que salió a sacar la basura s nos escapó por un minuto, así como dos parejitas de no vios °maldita manía de acompañar a las mujeres a su casas!) (...) Vi a un tío andar hacia la parada de autobu ses. Era gordito y mayor, con cara de tonto. Se sentó e 27. Por ejemplo, L. Rojas Marco (1995), Las semillas de la violencia. M drid: Espasa Calpe. 28. «Y mato porque me toca», pp. 224/227. •
la parada (...) El plan era que sacaríamos los cuchillos al llegar a la parada, le atracaríamos y le pediríamo s q ue nos ofreciera el cuello (no tan directamente, claro). E n ese momento, yo le metería el cuchillo en la garga nt a mi compañero en el costado. La víctima llevaba zapatos cutres y unos calcetines ridículos. Era gordito, rechoit. cho, con una cara de alucinado que apetecía golpearla, y una papeleta imaginaria que decía: «quiero morir»., 4
2.3.3. El mal absoluto La crueldad une a Anglés y a R osado. Pero no se trata de un mero ejercicio de sadismo. Algo más nos inquieta. En la conmoción que produjeron se reveló una amenaza a lo inteligible, al contrato social, sí, pero más allá de suponer un ataque contra nuestra forma cultural de vida, se
produjo una amenaza explícita contra nuestros sentimientos más básicos de humanidad, contra aquello que nos reconoce como
seres superiores de la evolución, capaces de bondad y belleza. Es la amenaza del mal. El editorialista del periódico El País supo reconocer explícitamente esa amenaza (las cursivas son nuestras): 29 El caso del crimen del rol (...) puede ser el efecto de una psicopatía individual, pero algo nos dice que constituye también una metáfora de nuestro tiempo. No faltan
en estos años una colección de masacres atroces, asesinos y violadores en serie, torturas de niños y ensañamientos racistas que la imaginación multiplica sobre la cultura de algunas películas o libros de éxito. La idea de que la modernidad conduciría a una transmutación de los antiguos
valores se revela como una esperanza sin cumplir. No son otros valores los que se imponen en este fin de siglo, sino 29. El País, 16 de junio de 1994.
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más bien la dispersión y confusión del valor como efecto de un colapso de los principios.
El derrumbamiento de las referencias va más allá de los asesinos. La economía, la política, la estética, la sexualidad, han ingresado en una órbita donde los patrones de valor se esfuman sin ser reemplazados por otros nuevos. Las cosas siguen adelante como en una trayectoria fatal; no sólo circulan carentes de ideología, sino emancipadas de cualquier destino. (..) El mismo pro yecto de p rogreso h umano se ha diluido. El progreso, cualquiera que sea, continúa, pero su corriente no tiene dirección alguna. Ni siquiera el mal aparece hoy como un poderoso antagonista que evoca, con su fuerza, la consistencia del bien. Las cosas marchan a su aire mientras las
consecuencias pueden ser fatales: una sociedad que no posee una idea donde basar su destino es como el hombre que ha perdido su sombra; se encuentra a riesgo de adentrarse en un delirio donde, al cabo, sucumbe». Por otra parte, los responsables de los dos casos que hemos presentado aquí habían emprendido el trayecto de los agresores múltiples, es decir, con el propósito de actuar contra diferentes personas y, en muchas ocasiones, de modo sistemático o en serie, en diferentes momentos a lo largo del tiempo. Anglés ya había agredido a una mujer, a la que había encadenado y golpeado; y Rosado planeaba otros crímenes para el futuro inmediato.
La «metáfora del mal» tiene un nombre, salvo que e s no su metáfora, sino su encarnación: el psicópata puro es el mal absoluto... y nosotros somos sus víctimas.
3. ORÍGENES Y DESARROLLO
El 4 de mayo de 1998 el pequeño estado del Vaticano se sintió conmocionado por un hecho trágico: el comandante de la G uardia Suiza, Alois Estermann, y su esposa, Gladys Meza Romero, fueron asesinados por el cabo Cédric Tornay, quien se suicidó inmediatamente después con la pistola que había empleado para dar muerte a la pareja. La investigación abierta reveló un comportamiento extraño y desinhibido del cabo, el cual parecía inapropiado para formar parte de la selecta guardia suiza del Papa. El análisis de su orina reveló la existencia de derivados del cannabis y, lo que parece realmente significativo, la autopsia detectó un tumor en el cerebro del joven del tamañ o de un huevo de paloma.' El asesinato de la pareja podía tener un cierto origen en los enredos amorosos del joven, pero no cabe duda de que este luctuoso suceso ilustra la importancia de la biología para explicar sucesos violentos específicos. Parece altamente probable que ese tumor modificara de modo sustancial la capacidad de razonamiento de Tornay, y le impulsara a tomar una decisión tan drástica. Difícilmente podría calificarse al cabo de «psicópata». No es propio de un psicópata matar por amor y, mucho menos, matarse por esta causa (o, en realidad, por cualquier otra). Sería extraordinario que fuéramos capaces de encon-
1. El País, 9 de febrero de 1999.
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trar una causa tan significativa, tan visual y tangible corn o un tumor en el cerebro para poder explicar la psicopatía. Desgraciadamente, y a pesar de que los descubrimient os de la fisiología y de la neurología han arrojado imp or _ tantes descubrimientos en el conocimiento del ser humano, estamos muy lejos de poder ofrecer un arg umeir _ to sólido del origen de este trastorno. En realidad, serí a
bastante correcto decir que no sabemos lo que causa la psicopatía. Pensamos que hay ciertos factores biológicos y sociales que son muy importantes, pero, hasta la fecha, se, tratan de hipótesis que parecen muy plausibles en algunos casos concretos, pero sólo sugerentes como ex plica ción o teoría general. Este capítulo no quiere constituirse en un prolijoy académico repaso por los estudios y teorías existentes acerca de la psicopatía. Antes bien, nuestro ánimo es desglosar algunas de las ideas más sobresalientes de la investigación actual, al mismo tiempo que seguimos c aracterizando las posibles variaciones en la personalidad que cualifica este trastorno. Finalmente, nos detendremos en señalar cuáles son los criterios más importantes para separar la psicopatía de otros trastornos de personalidad y de las enfermedades mentales.
3.1. ¿QUÉ ES LO QUE DA ORIGEN A UN PSICÓPATA?
3.1.1. Phineas Gage
En el verano de 1848, Phineas Gage trabaja como capataz de construcción para el Ferrocarril «Ruthland y Burlington» en Vermont, Estados Unidos. Una de sus misiones más delicadas es supervisar las voladuras de rocas
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tender la vía férrea. Cuenta con toda la confianza de uperiores: es joven, mide un metro setenta y cinco su s s capacitado para todas ceñ tí metros, y está perfectamente 2 s tareas que se le exigen. la El trabajo de las detonaciones requiere valentía y una gran concentración, ya que han de seg uirse varios pasos, de manera ordenada. En primer lugar, ha de perforarse n agujero en la roca. Luego se llena hasta aproximadau mente la mitad con pólvora explosiva, para, seguidamente insertarse una mecha, cubriendo la pólvora con arena. Después la pólvora ha de «atacarse» o apisonarse, con una cuidadosa secuencia de golpes realizados mediante una vara de hierro. Finalmente, debe encenderse la mecha. Si todo va bien, la pólvora explotará en el interior de la roda; la arena es esencial, porque, sin su protección, la explosión tendría lugar hacia la parte externa de la roca. para
Veamos ahora qué es lo que va a ocurrir. Son las cuatro y media de esta calurosa tarde. Gage acaba de poner pólvora y mecha en un agujero y le dice al hombre que lo ayuda que lo cubra con arena. Alguien lo lla ma desde atrás y Gage aparta la vista del barreno para mirar por encima de su hombro derecho, sólo durante un instante. Distraído, y antes de que su ayudante haya introducido la arena, Gage empieza a atacar directamente la pólvora con la barra de hierro. En un instante provoca chispas en la roca y la carga le explota en la cara. La explosión es tan brutal que toda la cuadrilla queda inmóvil (...) La detonación no es la usual, y la roca está intacta. También es insólito el sonido sibilante, como si se tratara de un cohete lanzado hacia el cielo. Pero se trata de algo más que fuegos artificiales. Es asalto y agresión. El hierro penetra por la mejilla izquierda de Gage, perfora la base del cráneo, atraviesa la parte frontal de su cráneo y sale a gran velocidad a través de la parte 2. Antonio R. Danlasio (1996), El error de Descartes. Barcelona: Crítica. pp. 19 y ss.
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superior de la cabeza. La barra aterriza a más de treinta metros de distancia, cubierta de sangre y sesos. ' Phineas Gage h a sido lanzado a tierra. Está aturdido, en medio de la luminosidad de la tarde, silencioso p e r o despierto.
Gage sobrevive a una barra de hierro que pesa cinco kilos y medio, de más de un metro de longitud y dos centí metros y medio de diámetro, si bie n presenta un ahuesar miento por la punta de medio centímetro que le penetró; por increíble que parezca, una hora después puede contestar a las preguntas de los médicos. E l primer médico que le atendió —y que estudiaría su caso para la medicina—, John Harlow, logra salvarle de una tremenda infección en una época en que no existían los anti bióticos. En menos de dos meses, Gage está restablecido, pero nunca más volverá a ser el mismo. El carácter de Gage, s u s gustos y antipatías, sus sueños y aspiraciones, todos van a cambiar. «El cuerpo de Gage puede estar vivo y bien, pero hay un nuevo espíritu que lo anima». En la descripción que hace Harlow de la vida de Gage podemos leer que, con la excepción de la visión del ojo izquierdo, todas las facultades físicas e intelectuales del capataz estaban intactas, salvo que «el equilibrio o balance, por así decir, entre su facultad intelectual y sus propensiones animales» se había destruido. En efecto, antes se admiraba en este diligente trabajador los hábitos moderados en su actuar, junto a una gran energía de carácter. Gage era persistente y listo, planificador y resuelto. Ahora, en cambio, era: ...irregular, irreverente, cayendo a veces en las ma yores blasfemias, lo que anterior mente no era su co stumbre, no manifestando la menor diferencia para sus compañeros, impaciente por las restricciones o los con-
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sejos cuando entran en conflicto con sus deseos, a ved obstinado de manera pertinaz, pero caprichoso y yac lante, imaginando muchos planes de actuación futur que son abandonados antes de ser preparados... Las m fuertes admoniciones del propio Harlow no consigui ron retornar a nuestro superviviente al buen compor miento (...) El problema no era la falta de capacidad fls ca o destreza; era su nuevo carácter. 3
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El resto de su vida es, ciertamente, triste. Se exhib circos, y consume su tiempo en tabernas y en trab los en jos ocasionales. M uere entre ataques epilépticos en 1 861 ¿Por qué es relevante para los propósitos de este libr el caso de Gage? Éste ilustra, como luego se detallará, déficit esencial de los psicópatas: la existencia de un razo namiento lógicamente adecuado pero carente de guía criterios éticos. Las facultades en cuanto a la capacidad d seguir un razonamiento no se merman, pero sí la capaci dad de poner en práctica decisiones apropiadas y «razo nables». Gage sufrió una lesión cerebral, pero existe muchas personas que se comportan como Gage —de u modo muy parecido al psicopático— que no presentan tale lesiones. Sin embargo, ¿es posible que algo suceda en su cerebros, aunque no sea una lesión traumática? De ahí qu sea de gran interés para nosotros averiguar cuál es el fun damento biológico de nuestra capacidad para actuar com í personas prudentes y prosociales. La neurología descubre en el caso de Phineas Gag que el cerebro humano dispone de sistemas dedicados a I dimensiones personales y sociales del razonamiento. No s trata sólo de que en el cerebro descanse la percepción, 3. El texto del doctor J. M. Harlow que cita Damasio es «Recover from the passage of an iron bar through the head». Publications of th Massachusetts Medical Society, 1868, 2, pp. 32 7-347, así como "Passage of iron rod through the head", en el Boston Medical and Surgical Journal 1848-1849, 39.
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lenguaje o la función motriz. Ahora vemos que «la prácti ca de convenciones sociales y normas éticas adquiridas previa. mente podía perderse como resultado de una lesión cerebral, aun cuando ni el intelecto básico ni el lenguaje pare. cían hallarse comprometidos. Inadvertidamente, el ejem.. plo de Gage indicaba que algo en el cerebro concerní a específicamente a propiedades humanas únicas, entre ellas la capacidad de anticipar el futuro y de planear en consecuencia dentro de un ambiente social complejo; el sentido de responsabilidad hacia uno mismo y hacia los demás; y la capacidad de orquestar deliberadamente la propia supervivencia, y el control del libre albedrío de uno mismo». Es sorprendente lo que ocurre. El sujeto sigue teniendo un sistema de valores abstracto, pero cuando se trata de tomar una decisión, ésta es desastrosa, perjudicial para él y los demás. La experiencia es incapaz de acudir en auxilio para la realidad del presente. Se produce lo que se conoce en neurología como una «disociación». En el caso de Gage, el carácter estaba disociado de su inteligencia, su memoria, lenguaj e o percepción. Estos eran normales, aquél había sufrido un grave deterioro. Se había convertido en un hombre indeseable. Y todavía más: Gage había perdido la capacidad de apercibirse de los cambios que se habían producido en su forma de ser. Era como si hubiera perdido la capacidad de verse a sí mismo en el espejo de las reacciones de los otros hacia él. 4 La lesión cerebral que sufrió Gage se produjo en el lóbulo frontal. Pero, ¿dónde exactamente? En 1860 no existía la costumbre de tomar registros cuidadosos de casos acaecidos en lugares lejos de grandes metrópolis. En 1994, la neuróloga Hanna Damasio y sus colegas consi4. J. A. Holmes, J. L. Johnson y A. L. Roedel (1993), «Impulsivity in adult neurobehavioral disorders». En el libro editado por William G: McCown, J. L. Johnson y M. B. Shure: The impulsive client. Theory, researck and treatment. Washington: American Psychological Association, p. 313.
uieron nuevas fotos del cerebro de Gage, el cual se encontraba guardado junto a la famosa barra de hierro en un museo médico. Con la ayuda de una simulación realizada por ordenador lograron determinar con gran precis ión la zona dañada, tal y como se observan en las dos i mágenes que se reproducen a continuación. g
Los lugares de impacto de la barra de hierro, vistos desde fuera y desde dentro del cerebro.
Aquí se puede observar que la zona afectada es, sobre todo, el hemisferio izquierdo, en concreto el sector anterior de la región frontal. Y más en detalle, resultó lesionada una zona que la investigación neurológica determina como crítica para la toma de decisiones: la región prefrontal ventromediana u orbitaria (es decir, afectando a la zona de la órbita del ojo izquierdo, en este caso).
La investigación moderna desarrollada con otros p a _ cientes que han sufrido lesiones cerebrales iguales o parecí • das (y que, en algunos casos, han afectado a la amígdala dentro del sistema límbico)5 señala que se dan dos efectos fundamentales. Por una parte, como ya hemos señalado una gran incapacidad para llevar a la práctica una decisión eficaz y positiva para sus vidas; mientras que son capaces de, pensar en opciones correctas frente a un problema y aún en las consecuencias probables que se derivan de las diferentes opciones, cuando han de actuar tienen grandes dificultades y, en vez de desarrollar en la vida real la opción elegida en el aná lisis teórico, se muestran confundidos o bien siguen el dictado de un capricho o un pensamiento casual. Por otra parte, hay una reducción drástica de la capacidad de sentir emociones; la vida sentimental se halla severamente limitada. De tal modo, que la persona «sabe» que tales situaciones «deben» ser dolorosas o placenteras, pero después de la lesión esa vivencia emocional está muy restringida (no nos referimos aquí al dolor fisico, sino a las emociones que suscitan las experiencias). Lo que la neuropsicología 6 ha establecido actualmente es que la razón no puede prescindir de los sentimientos para realizar su función, es decir, para ser «razonable». Los sentimientos colorean, dan el sentido pleno y real de los acontecimientos en cuanto que son vividos por un su jeto; lo vivido por alg uien no se procesa como los datos en un ordenador. Siempre hay alguien que interpreta la realidad. Y esa interpretación no puede hacerse sólo con la memoria, la capacidad lingüística o la percepción: el suje-
i ene to t
un fondo emocional que se h a ido formando con xperiencias diarias. Aprende, por ejemplo, que, si su sus e igo le h a traicionado, se siente desconcertado y triste; am ue si sus esfuerzos en el estudio no se han visto coronaq dos con el éxito, ex perimenta rabia y una gran confusión sobre su futuro... Observe además el lector que esta incapacidad de unir cazón y sentimientos impide que el sujeto tenga la posibilidad de disponer de lo que llamaríamos «un proyecto de vida», ya que la persona se desinteresa por las consecuencias de sus actos para sí mismo y para los demás. Y aun cuando pueda comprender lo que otras personas le dicen —y en efecto pueden describir con toda concreción el argumento que acaban de escuchar— , no acierta a vincular el sentido último de lo que ellos dicen con su comportamiento, porque, en realidad, a él no le importa, no le afecta en cuanto persona.
3.1.2. Explicaciones desde dentro del individuo ¿Significa la reflexión anterior que la psicopatía es un deterioro del cerebro, el cual desarrolla «una mente» perversa? En realidad, si entendemos por mente el pensamiento, el conjunto de procesos cognitivos que hace que un sujeto se adapte a su mundo, la respuesta sería afirmativa. Hay un deterioro o una anormalidad que, sin embargo, estamos lejos de comprender. Porque, recordemos, el
Psicópata no tiene esa lesión en las cortezas prefrontales o en la amígdala que acabamos de describir. Los pacientes con esas
5. La amígdala está situada en el seno del lóbulo temporal, y forma parte junto al hipotálamo, el septum y el hipocampo del llamado «siste-, ma límbico», de gran importancia en la regulación de las emociones. 6. La neuropsicología busca comprender el comportamiento humano a través del estudio del sistema nervioso central, en particular del ce rebro.
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lesiones presentan comportamientos que nos recuerdan al del psicópata en cuanto a que se desvinculan de lo que les sucede a los demás y, diríamos, que de su propio bienestar en cuanto personas maduras. Pero tiene que haber algo más, porque esos pacientes
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son incapaces de adaptarse convenientemente a un traba. jo, a su familia, a su s amigos. Y los psicópat as, sin embargo, presentan en un grado variable, que depende de la intensidad de su condición anormal (psicopática), estos desajustes. Algunos estudian con provecho; otros trabajan muchos años con éx ito. Unos terceros toman drogas y co- meten delitos desde pequeños, y aun los hay que pu ede n, compatibilizar una vida aparentemente integrada con l a realización de crímenes repugnantes. Ello nos lleva, necesariamente, a la importancia del ambiente, del medio. Un medio social donde se aprend e la violencia y la dureza emocional puede llevar a una persona propensa a la psicopatía a ser un peligroso delincuente, mientras que un medio compensador y ordenado puede lograr que la desviación social sea moderada. Diríamos entonces que existen dos elementos causales fundamentales: la alteración psicofisiológica, el posible daño en el sistema nervioso, y el conjunto de influencias educativas y sociales que recibe a lo largo de su vida. En este apartado vamos a hacer una revisión breve de las explicaciones que neurólogos y psicólogos han desarrollado dentro del ámbito del primero de los factores. Robert Hare es el investigador más importante del mundo en lo que respecta a los psicópatas. Continuador de la obra de Cleckley, en su laboratorio de la Universidad de Vancouver, en la Columbia Británica (Canadá), ha desarrollado una ingente labor y ha señalado el camino para otros muchos investigadores. Su tesis fundamental, derivada directamente de Ckeckley —y que también ha planteado Damasio en los estudios antes revisados sobre pacientes con lesiones en el lóbulo frontal— es que los psicópa-
tas sufren un déficit en la integración del mundo emocional con e l razonamiento y la conducta. Para él, las emociones constituirían en los psicópatas algo así como un «segundo lengu a je», es decir, un lenguaje que sólo se conoce superficial68
m en te y que deja a la persona que se ve obligada a ern-
plearlo en clara desventaja en relación a los que utilizan primer lenguaje o lengua materna.? su Hare cita como un ejemplo paradigmático lo sucedido con el psicópata y asesino Jack Abbott. Él fue capaz de describir su propia indiferencia ante las emociones: 8
Hay emociones — en realidad, muchas de ellas— que sólo conozco a través de las palabras, mediante la lectura, y algunas otras que se encuentran en mi inmadura imaginación. Puedo imaginar que yo soy capaz de sentirlas, pero en realidad no puedo. Con la ayuda de gente de cierto renombre —y entre los que se hallaba el escritor Norman Mailer—, Abbott logró la libertad condicional. Poco después, asesinó a un camarero indefenso, aspirante a actor, acuchillándole. De nuevo Abbott comentó lo sucedido: «No le dolió. Fue una herida li mpia... En realidad, no tenía ningún futuro como actor». ¿Dónde se h alla la raíz de esta indiferencia afectiva? ¿Por qué la emoción fracasa a la de hora de guiar el juicio y el comportamiento del psicópata? Se han desarrollado diversas líneas de investigación que han intentado responder a estas preguntas, trabajos que difieren en el sustrato biológico que, se ha creído, puede estar provocando esta disfunción. Tenemos que adelantar, en este punto, que todavía no ex iste una respuesta satisfactoria; lo que tenemos son datos prometedores, pero no podemos coger un atlas del sistema nervioso central y señalar con un puntero: «aquí radica el proble7 . Salvo mención expresa, la información que aparece a continuación figura en el texto de Robert Hare: «Psychopathy, affect and behavior». En el libro editado por D. J. Cooke et al., Psychopathy: Theory, research and implications for society. Dordrecht: Kluwer, pp. 105 137. 8. J. Abbott (1981), In the Belly of the Beast: Letters from prison. Nueva York: Random House. Citado por Hare, 1998, p. 105. -
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ma». No obstante, como veremos, todos los estudios apu th. tan a que la clave está en ese déficit integracional entre emoción y pensamiento, junto con una menor capacidad para sentir y experimentar las emociones. También tenernos que puntualizar que se trata, en todo caso, de un problema del pensamiento: las emociones sólo existen e nl a medida en que son procesadas, con mayor o menor consciencia, por nuestro cerebro. Por consiguiente, podernos hablar indistintamente de un déficit de integración emocional en el pensamiento o de un déficit cognitivo (esto es, del pensamiento) que dificulta la comprensión y la integración de experiencias emocionales. ¿Cómo estudiar el mundo emocional? Ésta es la primera cuestión que hemos de plantearnos, ya que la neurociencia no puede basarse únicamente en descripciones acertadas realizadas por psiquiatras o psicólogos. Dividiremos la presentación de esta información en dos grandes apartados. En el primero nos ocuparemos de los estudios que analizan la emoción empleando experimentos que no utilizan mediciones del lenguaje. En el seg undo haremos lo propio con los experimentos donde se mide la respuesta verbal de los sujetos.
Estudios de la emoción que no emplean el lenguaje Quizás la línea de investigación más antigua es la que explora la capacidad de los sujetos para anticipar miedo o ansiedad cuando esperan recibir un estímulo doloro so, como una pequeña descarga eléctrica o un ruido fuerte. Imagínese el lector que está cómodamente sentado, y tiene en sus dedos instalados dos electrodos. E n el ex perimento escuchará en primer lugar, por ejemplo, uu sonido cualquiera, neutral, por espacio de diez segundos. Inmediatamente después recibirá la descarga eléctrica. Esta secuencia se repite varias veces. Lógicamen -
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, llegará un momento en que usted sentirá ansieda cuando escucha el sonido neutral. Debido a la acción d l as glándulas sudoríparas, la velocidad de la respues eléctrica de la piel aumentará si somos capaces de expe rimentar miedo. Pues bien, la investig ación es concluyente: los psicó pat as experimentan mucho menos miedo que los no psi cópatas 9 cuando participan en esos experimentos. S menor conductancia eléctrica de la piel indica que so mucho menos sensibles frente al miedo que se puede de rivar de recibir un castigo, o un estímulo desagradable Como es lógico, esto tiene repercusiones prácticas impor tintes, ya que es bien conocido el poco efecto que tiene las sentencias de prisión en modificar la conducta futur de los psicópatas. 1 ° Pero hay otra investigación muy interesante reía cionada con lo anterior. Además de mostrar una meno sensibilidad frente al miedo, es posible que los psicópa teas dispongan de un mecanismo mental para «desco nectar» las señales de miedo que provienen del ambien te. ¿Cómo se ha podido evaluar este hecho? Ahora pres ternos atención a otro indicador fisiológico: el ritmo car díaco. Se sabe que nuestro corazón reacciona disminu yendo los latidos cua ndo esta mos prestando atención hechos que son novedosos, interesantes, que exigen po nuestra parte mayor dedicación. También se sabe que s los estímulos son amenazantes o dañinos en cualquie sentido, el ritmo cardíaco aumenta (como sabemos to te
' 9. En la mayoría de los experimentos que se relatan en este apartad, entro de la expresión «sujetos no psicópatas» se incluyen tanto sujetos n delincuentes como delincuentes, ambos con la característica de la ausenc de psicopatía. a
10. La investigación sobre respuesta eléctrica de la piel se encuen muy bien resumida en D. T. Lykken (1995), The antisocial personalitie Nillsdale, N. J.: Erlbaum.
dos y expresamos coloquialmente en la frase «el cora. zón se me salía del pecho»). Hare expuso a psicópata s y no psicópatas a una situación en la que esperaban u na descarga eléctrica después de «una cuenta atrás»: 10, g, 7, 6... al final aparecía la pequeña sacudida eléctrica e n uno de los dedos. Fue muy interesante comprobar qu e los psicópatas disminuían la tasa cardíaca, esto es, trataban el estímulo doloroso como si fuera algo simplemente «in _ teresante»; lo que hacían era protegerse del dolor, «desconectar» de la ansiedad que se asociaba con la amenaza de la descarga." También son impresionantes los estudios que se han centrado en la respuesta de parpadeo. Imagínese ahora el lector que está cómodamente sentado viendo una serie de diapositivas. Estas son de dos tipos. Unas son agradables: bonitos amaneceres, prados verdes, etc. Otras son desagradables: personas mostrando dolor, catástrofes, etc. De forma típica, una persona «normal» parpadea mucho cuando las imágenes son desagradables, y mucho menos cuando son agradables. Sin embargo, los psicópatas parpadean lo mismo frente a unas que frente a otras, lo que sugiere que el valor emocional que para ellos tienen ambos tipos de imágenes es muy parecido. 12 Finalmente, otra línea de investigación se ha preocupado por evaluar las imágenes que tienen los sujetos en la cabeza, y cuál es el contenido emocional que éstos le confieren (en realidad, aquí sí que evaluamos el lenguaje, pero de un modo encubierto o a través del «lenguaje interior» que son las imágenes). Volvemos a pedir la colaboración
11. La investigación aparece en el libro de R. Hare y D. Schalling (Eds., 1978), Psychopathic behavior: Approaches to research. Chichester: Wiley. 12. Estas investigaciones las ha realizado C. J. Patrick y su equipo. Véase el artículo de Patrick (1994): «Emotion and psychopathy: Starling new insights. Psychophysiology», 31, 319-330.
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del lector. Usted ahora tiene la instrucción de memorizar a serie de frases. Unas son neutras (por ejemplo, «la un mañana está muy fría»), otras tienen una fuerte carga emocional (por ejemplo, «mi padre ha muerto»). ¿Las ha morizado ya? B ien, ahora tiene que imaginar cada uno me de los hechos que relatan las frases que ha memorizado, por espacio de seis segundos. Así, usted imagina ahora una «mañana fría», durante seis segundos, y así sucesivamente. Lo que sucede es que si usted n o es un psicópata (cosa que le deseamos), mientras imagina las frases emocionalmente cargadas su ritmo cardíaco se acelerará, su respuesta eléctrica también, y mostrará un gran movimiento (muy sutil, pero movimiento al cabo) eh sus músculos faciales. Sin embargo, los psicópatas no mostrarán esas diferencias: responderán muy poco ante ambos tipos de expresiones imaginadas, revelando una capacidad limitada para sentirse afectados por las emociones." Estudios de la emoción que sí emplean el lenguaje
Desde siempre, los estudios de la psicopatía han reconocido lo huecas que están las palabras de los psicópatas. No en vano podemos decir que su g ran capacidad de mentir y manipular encuentra una base muy sólida en el hecho de que sus palabras son armas arrojadizas, elementos de un juego que manipulan a su conveniencia. Desprovistos de la carga emotiva, lo que se trata es de decir aquello que «suena mejor». Ya Cleckley destacó de modo extraordinario la importancia de este lenguaje «hueco» para manipular; si él no puede ver el sentido emocional que hay en las expe13. Es el trabajo de C. J. Patrick, B. N. Cuthbert y P. J. Lang (1994). «Emotion in the criminal psychopath: Fear image processing». journai of Abnormal Psychology, 103, 523 524. -
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riencias, difícilmente comprenderá por qué a nosotros n os i mporta que la gente nos crea, o que para nosotros sea muy valioso que nuestra palabra sea aceptada como bu e. na..1 4 Su respeto por la verdad es nulo, y no ha de creérsele más en las explicaciones del pasado que en los propósitos que pueda formular acerca del futuro. Y da la im presión de que ni siquiera puede comprender por qué otras personas se ven tan comprometidos con la verdad. Lo cierto es que cuando mienten lo hacen con candor y aparentan que «no les va nada en ello»; no «sobreactúan», y son capaces de mirar tranquilamente a los ojos de sus interlocutores en medio de la mayor de las falsedades. En los casos raros en que reconocen s u s añagazas tratan de que los veamos sinceramente arrepentidos de su «conducta frívola», extrañándose de que no creamos sus nuevas promesas, hechas «bajo palabra de honor» o con «un juramento solemne».
En su opinión, el psicópata utiliza el lenguaje sin llegar a comprender realmente el significado de lo que dice, al fallar la integración de la emoción con lo que denotan las palabras: Sus frases inteligentes son poco más que reflejos verbales; incluso sus expresiones faciales están sin el conte-
nido emocional que implican. No se trata de comprensión, sino de una mímica excelente de ésta. Ning una intención sincera puede derivarse de sus conclusiones porque no existe ninguna convicción afectiva que pueda motivarle.
¿De qué modo se puede llevar al mundo del laboratorio estas grandes intuiciones desarrolladas tras muchos años de estudio clínico? Como podrá comprobar el lector
(isi sigue haciéndonos el favor de ser el sujeto experime tal de nuestros ejemplos!), la moderna tecnología de ciencias neurológicas puede ser muy útil para esta emp s a. Porque está claro que para estudiar el lenguaje y mociones hemos de irnos al cerebro. e
Potenciales evocados.— En primer lugar, tenemos al sufri lector sentado cómodamente en una silla. Con la ayuda s u escaso cuero cabelludo, hemos colocado unos elec dos en la parte superior de su cabeza. También le po mos unos auriculares por los que escucha determina frases o sonidos, dependiendo del experimento. O pue que no haya auriculares, porque el ex perimento requi que se discrimen estímulos presentados de modo v isu Todo esto parece muy aparatoso, pero es necesario p medir la actividad cerebral que usted desarrolla como c secuencia de los estímulos que se presentan; esta activid eléctrica cerebral se registra mediante los gráficos de electroencefalograma. A este registro, obtenido en respu ta a un estímulo, le llamamos potencial evocado. Por ejemplo, usted está viendo una pantalla y rec la siguiente instrucción: «cada vez que aparezca una fr que contenga una palabra, ha de apretar un botón rápido como pueda»: ANZUDFHFOPEKJDJEIOENEOMFSAOCXMWIEJHRNB En efecto, aquí hay una palabra en esta lista de le que no tiene ningún sentido. ¿Apretó ya? ¡Bien! En otra lista:
KSOFCMNVNRUHFEIOFMJRMUMECCWPCWKOFP Y en esta otra:
14. The Mask of Sana)), pp. 346 y 351.
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AMCSDUSVHSBRISALFKJTUTGMMBIHHEIRCIPSJIEE0 Las palabras presentadas (subrayadas para usted, n o para el sujeto ex perimental real) no son neutras emocionalmente. En efecto, tanto «muerte» como «brisa» nos traen emociones negativas y positivas, respectivamente. «Mesa», contrariamente, es una palabra neutra. Los estudios revelan que los sujetos no psicópatas reaccionan con mayor rapidez y acierto ante las palabras emocionales que ante las neutras. En el potencial evocado, las primeras y las últi mas ondulaciones son más largas ante los estímulos emocionales que ante las palabras neutras. ¿Por qué? La primera ondulación significa que el sujeto está prestando atención, mientras que la última significa que lo está procesando mentalmente. ¿Adivina cómo reaccionan los psicópatas en este experimento? ¡Exacto! D an la misma respuesta (en rapidez y precisión de reconoc imiento, y en sus p otenciales evocados) ante todos los estímulos con palabras, sin diferenciar las palabras neutrales de las emocionales. ¿Qué podemos concluir de esto? Que los psicópatas reconocieron las palabras, pero fracasaron a la hora de sentirse afectados por la connotación o sentido emocional implicados en aquéllas.°
ferentes partes del cerebro. De este modo, podemos saber, por ejemplo, si cuando somos estimulados de alguna forma, se produce un tipo determinado de activación en el cerebro (y, en especial, en el lóbulo frontal, parietal y occipital). La tarea ahora es la siguiente: Usted está' sentado de nuevo frente al ordenador y va a observar dos series de palabras en dos sesiones diferentes. En la primera sesión, aparecen 96 palabras neutras intercaladas con 96 palabras sin sentido. En la segunda sesión, aparecen 96 palabras emotivas («tortura», «cadáver», etcétera) intercaladas con otras tantas sin sentido. ¿Qué sucedió? Los cerebros de los psicópatas mostraron mayor actividad que los cerebros de los no psicópatas ante las palabras emotivas que ante las neutras. La razón fue que los no psicópatas codifican e interpretan habitualmente palabras emocionales; como si dijéramos, habitualmente procesan cognitivamente la emoción del lenguaje. P ero los psicópatas han de esforzarse más para reconocer y procesar palabras que tienen carga emocional que para procesar palabras neutrales.°
Metáforas.— Hay otras investigaciones interesantes. Una
Psicópatas en el escáner.— Ahora complicamos la tecnología. Vamos a usar una tomografia computarizada. En palabras sencillas, éste es un aparato (un escáner) que sirve para observar la actividad —en nuestro caso— del cerebro en una pantalla de ordenador. En los experimentos que vamos a describir, esa actividad se mide mediante el registro de la actividad del fluido sanguíneo que circula en las di-
de ellas explora la capacidad de comprender las metáforas. Las metáforas son recursos linguísticos y literarios por los que designamos la realidad a través de otras cosas con la que guarda alguna semejanza, y por ello son recipientes privilegiados de la riqueza emocional del lenguaje, añadiéndole «color» y «profundidad». ¿Cómo se desenvolve xigen analizar rán los psicópatas en experimentos que e metáforas? En realidad los psicópatas emplean metáforas, ya que,
15. Es un estudio muy citado llevado a cabo por S. E. Williamson, T. J. Harpur y R. D. H are (1991), «Abnormal processing of affective words by psychopaths». Psychophysiology, 28, 260-273.
16. J. Intrator et al., (1997).
en su comportamiento engañoso y manipulativo, el lenguaje florido y figurativo juega una parte importante. Ahora bien, una cosa es emplear metáforas y otra es comprender su significado profundo o emocional. Tomemos a un grupo de psicópatas y otro de no psicópatas y presentémosles 60 expresiones metafóricas, 30 de contenido emocional negativo y 30 de contenido positivo. La tarea que hay que realizar es la sig uiente: En primer lugar, han de interpretar el significado literal de las metáforas. Y en segundo lugar, tienen que decidir su orientación emocional, dando una puntuación a cada metáfora, desde muy negativa (-3) hasta muy positiva (+3). No hubo diferencias en la comprensión del sentido literal de las metáforas, pero cuando tenían que decidir la orientación emocional de las frases, los psicópatas cometían graves errores. Por ejemplo, metáforas que los no psicópatas calificaban como muy positivas, eran evaluadas por los psicópatas como muy negativas, y viceversa. Así, un psicópata consideró la frase «el hombre es un gusano que vive en el cadáver de la tierra» de modo muy positivo, mientras que valoró muy negativamente la expresión «el amor es un antídoto para las enfermedades del mundo»." Si un psicópata tiene dificultades Lenguaje incongruente. — para comprender el sentido real (es decir, emocional) de las palabras, es lógico que muestre incongruencias en las cosas que dice, pasando de un asunto a otro, y concluyendo cosas que no se siguen de lo dicho con anterioridad. Al mismo tiempo, se esperará que resulte menos sensible ante las inflexiones emocionales que muestre la persona con la
17. J. Hayes y R. D. Hare (1997), Psychopathy and confusion of emotional polarity during processing of metaphorical statements . Original no publicado.
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que hable. Esto es justamente lo que se ha observado experimen talmen te." Esta incongruencia tiene implicaciones muy import antes. Por ejemplo, prestemos atención a la siguiente ex plicación dada por un psicópata acerca del orig en de sus onflictos: c Desde niño me las he apañado por mí mismo. Nadie me ha ayudado. A los 14 años ya sabía todo lo que hay que hacer para reparar un coche. Me daban un cacharro y a los dos días parecía un Mercedes. Luego, cuando me he metido en algú n negocio con otros, siempre he tenido que ser yo el que sacara las castañas del fuego. Pero no me ha gustado estar mucho tiempo en el mismo sitio, me gusta moverme, y nunca me ha faltado para comer, porque sé hacer mil cosas (...) Al salir de la prisión, nadie te ayuda, uno quiere trabajar, pero todos te miran mal. Y, además, la chica ésa se inventó toda la historia. Yo sólo la invité a una copa. Siempre me ha ido bien con las chavalas. No necesito violar a nadie... Si yo quiero algo de verdad, nádie ni nada se me resiste (...) Mis padres me enseñaron muchas cosas; siempre les he querido mucho; yo siempre les he enviado dinero cuando les ha hecho falta...
Aquí el camaléon nos ofrece varias caras, pero no ca san. Si cuando «yo quiero algo de verdad, nadie ni nada se me resiste», ¿por qué esas quejas sobre la poca ayuda que recibe cuando sale de prisión? Y el cambio rápido hacia la negación de la responsabilidad en el delito también es notable. Como lo es «la devoción» hacia sus padres, que contrasta con su precoz independencia y sus ganas de libertad. Este terrible defecto semántico/emocional puede estar muy relacionado con la tradicional incapacidad que 18. S. E. Williamson (1991), Cohesion and coherente in Me speech of Tesis doc toral. U niver sidad de Britis h Colu mbia, Vancouver.
Psychopathic crinúnals.
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presentan los psicópatas para aprender de la experienci En su Máscara de la Cordura, Cleckley escribió: El castigo y la experiencia no le sirven para apren, der. Y pasado un tiempo privado de libertad o sometido a un férreo control, puede, poco después de recobrada su libertad, perder en una borrachera o en un acto violento lo logrado después de mucho tiempo. Es importante recordar que tal sujeto no muestra déficit alguno en la valoración de situaciones teóricas, ya impliquen asuntos emocionales, intelectuales o morales. También pu ede mostrar ex celente juicio ex plicando lo que otros pueden o deben hacer, o él mismo en e l c a s o a debate. El problema surge cuando ha de pasar a la acción.
Para aprender de la experiencia es necesario que nuestra memoria almacene sentimientos vívidos. Seguro que somos capaces de recordar cien cosas que influyeron sobre otras cien. Por ejemplo, el susto que nos lleva mos cuando perdimos a nuestro hijo en la playa durante media hora angustiosa, hizo que tomáramos muchas precauciones en nuestros siguientes días junto al mar. O aquel fracaso matrimonial con una mujer (u hombre) que no nos quería, que hizo que buscáramos la honestidad de las intenciones en nuestra próxima pareja. Sin embargo, ¿qué sucede si las emociones son oscuras, ligeras, y no guardan una relación real con los hechos? En tal caso, nuestra vida se sucede como si siguiéramos un guión contradictorio, en donde hemos de comenzar muchas veces.
Asimetría cerebral.— El cerebro encarga un trabajo diferente a nuestros dos hemisferios. El hemisferio izquierdo (en personas diestras) se ocupa de procesar el material verbal en su sentido denotativo o descriptivo, mientras que el derecho es responsable de lo connotativo y lo emocional. Parece que los psicópatas tienen dificultades en procesar el material emocional en su hemisferio derecho, y que
necesitan emplear ambos hemisferios de modo menos dif e renciado, lo que implica una organización más difusa de la actividad cerebral. 19
R ecapitulando: El camaleón simula la realidad Hemos visto la investigación experimental que se ha desarrollado especialmente en los últimos veinte años para omprender la naturaleza de la psicopatía. Su relevancia c radica en que es plenamente compatible con la teoría general acerca de este trastorno y' con las descripciones clásicas de la psicopatía realizadas por Cleckley y otros autores. Recapitulemos un poco. Para el insigne psiquiatra americano, cuando examinamos a un psicópata «los procesos lógicos del pensamiento funcionan perfectamente (...) En un análisis de su discurso verbal, todos los juicios de valor y las apreciaciones emocionales son correctos». 2 ° Sin embargo, esa capacidad aparente es incapaz de g uiar de modo efectivo el comportamiento del sujeto: «Sólo cuando el sujeto conduce su vida podemos encontrar evidencia de lo poco que esa comprensión teórica que posee significa para él... Lo que tomarnos como evidencia de su cordura no influirá de modo sustancial o consistente en su comportamiento» En la investigación que hemos revisado anteriormente hemos visto, sin embargo, que esa lógica del razonar y de la conversación no siempre se cumple. Gracias a los años acumulados desde que Cleckley escribiera su libro (el original es de 1941, aunque la última edición —la Y— es de 1976), ahora sabemos que su conversación muchas veces 1 .2
19. Véase un resumen de experimentos sobre la lateralidad cerebral en el texto ya citado de Robert Hare: Psychapathy, affect and behavion pp. 126-128. 20. The Mask of Sanity, p. 376.
21. The Mask of Sanity, p. 385.
encierra incongruencias y saltos inopinados de un tema a otro; pero es justo reconocer que tales disonancias pue. den ser fácilmente enmascaradas por sus dotes de manipulador y por su encanto personal. En todo caso, hay una gran discrepancia entre su discurso verbal y sus actos, lo que le llevó a Cleckley a plantear la existencia de «una anormalidad o defecto en u n nivel profundo, que perturba la integ ración y la aprecia.. ción normal de la experiencia». El propio Cleckley sólo podía aventurarse a intentar comprender el origen de ese defecto o anormalidad, dada la muy escasa investig ación experimental existente sobre la psicopatía en aquellos años. Y describió la causa denominándola «afasia semántica». La afasia es una expresión reservada a los trastornos del lenguaje ; los sujetos que la padecen no entienden lo que leen o es.. cuchan, o bien (en otra modalidad) no pueden expresar verbalmente o por escrito lo que sí han sido capaces de comprender anteriormente. ¿Qué quiso decir Cleckley al señalar que los psicópatas padecen u na «afasia semántica». Según él, tales sujetos son capaces de generar palá. bras, frases y de seguir las reglas de la gramática, pero «su lenguaje no representa o expresa nada significativo... Se parece al habla real, pero es sólo un simulacro de la intención humana profunda, del pensamiento o de la emoción» La experiencia afectiva es del todo relevante a la hora de describir el defecto del psicópata. Reproducimos unos 23 fragmentos esenciales de la Máscara de la Cordura . 2 .2
.. . No estamos tratando con un hombre sano, sino con alguien que sugiere una máquina refleja sutilmente construida que puede imitar la personalidad humana
22. The Mask of Sanity, 23. The Mask of Sanity,
82
p . 379. pp. 369 a 374
perfectamente. Este aparato psíquico reproduce consistentemente no sólo ejemplos de un buen razonamiento, sino también simulaciones de emociones humanas normales en respuesta a muchos y variados estímulos de la vida. Parece que se trata de un hombre «real», pero el examen cuidadoso revela que la realidad, en el sentido de una plena y saludable experiencia de la vida, no se encuentra donde está el psicópata. La acción es lo que le delata, su total incapacidad para comprender emocionalmente los componentes más relevantes del significado o del sentimiento implícitos en los pensamientos que él expresa o en las experiencias en las que se halla inmerso. Al no poder ex perimentar los sentimientos de sufrimiento o de alegría que se derivan de una vida emocional integrada, el psicópata no aprende de sus ex periencias, y no puede por consiguiente modificar y dirigir sus actos como lo hacen las personas sanas. Carece de los i mpulsos motivacionales que son necesarios para impelimos a lograr diferentes metas (...) La opinión que mantenemos es que no puede conocer los estados emocionales y afectivos profundos que constituyen la tragedia y el triunfo de la vida ordinaria. Mi concepto del funcionamiento del psicópata postula un defecto selectivo que impide integrar determinados componentes esenciales de la ex periencia normal, en particular los componentes afectivos que usualmente se concitan en los asuntos personales y sociales más significativos. Con este déficit, su aparente brillante razonamiento no es sino racionalización, ya que aquél ex ige la contribución del sentido del valor, de lo que es verdadero, y de los sentimientos. De ahí que defina el déficit fundamental del psicópata como «semántico», ya que lo que falla es la integración y apre-
ciación normales d e la experiencia, del «significado de la vida».
Un déficit cognitivo. — Para Cleckley, entonces, el psicópata
tiene un problema en su cognición o pensamiento. Parece 83
que piensa bien, pero sólo es un simulacro. Parece q ue tiene emociones, pero únicamente intenta imitarlas, o bien reconoce algunas emociones pálidamente, pero descart o _ ceotras. Sólo podemos ser precisos ahora diciendo, en relación a la investigación presentada anteriormente, lo si_ g uien te:
1. Son capaces de sentir miedo o ansiedad en menor medida que los delincuentes comunes O que los sujetos que no son psicópatas, ya sea por una menor sensibilidad ante esa emoción o porque tienen la posibilidad de pr o _ tegerse mentalmertte frente a esa experiencia. 2. Tienen grandes dificulta des para re conocer el valor emocional de los estímulos, ya sean éstos palabras o 1111AUCtiCS. 3, Cuando se enfrentan a tareas de compret emocional han de invertir 'Luís energía psíquica para procesar ctsa información que los no psicó:i m fas. 4. 1,a valoración einocional que hacen de las idetis es morbos veces errónea; así, las ideas que suscitan enlodones positivas en sujetos no psicópatas son valoradas de modo negativo, y viceversa. Su empleo deI lenguaje indica dificultades pasa exponer los argunnanos sin desvíos o im:olterencias sw..taracitiles, así como para ajustarse a las inflexiones enioeioviales de sus Mterlocutores. altas todo 5. SO han delecind ,,cuorclo ce.Fcbro procesa 1i infotainacio la división (nitre los dos hemisliti tos cenebrnies.
lit
en personas normales) que positivos. En lodo caso, lenguaje y su comportamiento revelan, que hay dos pTolhndas r
disociaciones. En primer lugar, cuando el psicópata se ex-
presa, sus opiniones carecen del fundamento de la expea emocional. Hablan «de oído». Su razonamiento
carece del fondo emocional que produce un juicio veraz: el s entimiento está disociado del razonamiento. En segundo lug-a.r, su juicio esta disociado ele su conducta; esto es, lo que hacen muchas veces no guarda ninguna relación con la valoración que han hecho previamente de la situación. Los psicópatas se saben «la teoría» de la vida. Pero cuando han de demostrar «ia práctica», su prolinul a ins
emocional les hace rcacasar. 2 - 1
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iste una expresión que ha alcanzad() 1111:1 gran populáridad en estos últimos aieus; 5e trata de la <
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gencia que implica «la habilidad de manejar los sentimientos y emociones propias y de los de las otras personas, d e discriminar entre ellos y de utilizar esta información p ara guiar los pensamientos y acciones de uno mismo». La in_ teligencia emocional se relaciona con la conducta prosocial o beneficiosa para los demás en la medida en que, segú n Goleman," la capacidad de controlar los impulsos constituye el fundamento de la voluntad y del carácter. El Und m i
l que «anteriormente «anteriormente se diagnosticaba diagnosticaba como una enfermedad mental se ha convertido ahora en el espíritu de nuestro tiempo», y habla de que «hay personas brillantes entre nosotros que basan sus vidas en el modelo de la psicopatía». Para Cleckley no hay duda de que cuando se comenta que la psicopatía puede ser un modelo que se debe' imitar, se trata chi unta cuestión «que va nIttí s allá d e l o absurdo», como si «se propusiera para la medalla de honor del Congreso al estrangulador de Boston»."
de los impulsos no puede Yealiza.rse sin regular nuestras nes y sin reconocer las emociones de los otros, es decir, sin, empatía,
Un desorde que afecta al comportamiento ético ético
Salovey y John Mayor,`' y lo definen co mo aquella inteli_
-
En la ineclida en que la it)ersona sea más inteligente emocionalmettte, comprenderá mejor la situación del ot ro y estará mas orientado a actuar en consecuellja. IOS SU i11e1iLOS f/SiCÓpataS SOI1 CS t piel OS Si eV",111MIIIO 0-encia emocional.
3 .1 .3. Ex p plicacimes destle fuera: del
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Dettglarit queme, puede set que lo (pu(pu- pensara Clecklev hace ve1nticinC0 al-l os sobre «lo abtan do», tenga ahora otra perspectiva. invitamos al recto t a que lea los 'entes capítulos del libio pm a que tenga su it roi:,i a opinién. i\hora nos hit de bas(ar bas(ar reconewer qu?, 1 n 0 tarea ele cl, os niños yjóvenes, 51' fla dej,vdo por hacer (111)1 tarea 'a uno: lamia. ¿Qué tutea? ?duchas voces olvidarnos la t> t< .- a OS el re:minado de 011 et-,Inerzo, que os no 1 1 0mdo cou (1 , t*ari..-1»io solE ;os seo-
neHones iisociac.b .y.; a lo bunclild y a la mcn o la tieltl',;d. La a(iiviclad (Itiea requittue 10ciluien.to 001110 la ae! atación Cl, Cl, 1 ,bs códigos rittles propins del lugit diondct se vive; y, des-,er cuyo' i• céttc cuada C6r Una
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26.
D. (ok(ntao 11V:10), 1nfelilL( olci(71(mpcj 'Ilmnarpos 'Ilmnarpos las re.11,- ( xiolf:(s que :_,*(guen (1,( Paul 1(1. Mull2p , ,
27. 1'sychopathy: a developm eptal disorder of c thicfli li action». Cjiír
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do político o religioso. Pero hay otras personas que no ponen de esa capacidad. Aquí se incluirían los psicópat as. No basta sólo con adquirir el lenguaje de la moralidad, y a hemos visto cómo los psicópatas conocen ese lenguaje. s e trata de algo más que conocer las palabras: hay que sab er producir un discurso coherente, hay que tener la capa cidad para usar ese lenguaje. ¿Por qué los psicópatas carecen de esa capacidad p ala comprender el sentido ético de un acto? Como se discutió cumplidamente en las páginas anteriores de este capítulo; las reglas de la ética son articuladas de modo conveniente' falla su puesta en práctica, o su voluntad para no tornarlas en cuenta a la hora de pasar a la acción. En este punto, puede sernos muy útil la obra de un pensador ruso, Mijáj` Batkin (1895-1975), quien aseguró que la moralidad no se halla en los principios abstractos (los cuales son conocide: por los psicópatas), sino en aquellas conductas que se dis. tribuyen en miríadas de acciones todos los días. Es dec ir; sujeto aprende apre nde a ser « un ser moral» mo ral» cuando cua ndo practica pra ctica la virtud modo cotidiano. 1,a moralidad emerge a partir de las res puestas cotidianas que da un individuo a su ambiente.. Esta actividad rara vez resulta de la reflexión y, desde luego, no es el producto del razonamiento efectuado acer, ca de la aplicación de las leyes morales. Con ello no quer mos decir que sea una respue sta a modo de reflejo, no c.:: una respuesta refleja., pero sí un modo de acción que «n'a: sale» naturalmente. Para emplear una terminología rente, aprendemos a sentir verglienza cuando no actea' rezos de acuerdo a lo que esperan las personas que pírra nosotros son importantes, y aprendemos a sentir culp'a -. cuando no actuamos de acuerdo con las normas que 1 ,;.• reos aceptado corno parte de la visión que tenemos nosotros mismos. 29 ,
29. «Psychopathy: a cievelopme n disorder of e thical action», p. 9 A l 1
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'
Batkin sugirió que la sabiduría moral implica el acat lar de modo correcto momento a momento, atendiendo a l as particularidades de cada caso. Se trata de que el sujeto se reconoce como un agente único, como un yo que ha d e actuar de acuerdo con lo que exige cada situación y cada momento. La moralidad deriva de la multiplicidad d e acciones que ha de realizar la persona, para las que acepta la responsabilidad y por las que se juzga. Es decir, el sujeto es consciente cuando actúa que tiene la responsabilidad de evaluarse como un ser moral, de acuerdo a lo que él y los demás esperan de sus actos. De lo anterior, podemos derivar elSen tido de la inteiniciad. A ésta la podemos delen ir como el actuar que está de acuerdo con lo que un sujeto cree que son sus principios irrenunciables; es actuar 1 - espetando el propio propio autoconceplo, lo que yo creo que define mi forma de emender el d o . Cuando YO hago algo, lo reconozco como propio, niiin me «hago cargo» de él, y esta i magen de mi YO hac iendo algo es 15 que obrezco a los deinás paca que la valoren. it.e.f;ridad.--- Ea integridad es el coi tcepu.) clave en la teoría de Balkin. Por supuesto, es necesario aprender las normas morales ele la sociedad para coilvertirse en un ser mo-
val; nadie nace con esas normas, pero sirve de poco aprender esas normas Si 110 desarrollan los el sentido de la integridad personal, la cual es teosaria para (pie aceptemos que t t e s t nac responsables del valor moral de n rds acciones. ¿Cómo lo - ra la integridad? Mediante la pníctica del S i vm'tiloso. La acción lii acci ón moral es mds en h abito que qu e un conocon oY ese hábito lis de adquirirse durante el desarrollo persona, en su infancia y:juventud. El niño va adqttilo una imagen de sí inis i no flux:liante los cuidadtis (fue va recibiendo de los adultos que le quieren. Estos ad allos 50s responden de uti ruodo consistente, así que valno.„; 7 9retridiendo a valorar o riestr. s acciones (y a nosor()s
mos) de acuerdo a lo que se nos dice que está bien o m a l, Buscamos el cariño y las alabanzas de nuestros padres. Sj estos mensajes positivos se asocian a un actuar morahuen je positivo, aprenderemos a valorarnos cuando, por ejempi n , • compartamos compartamos cosas con los demás, ayudemos a nuestro s amigos, o seamos responsables en nuestras tareas. Ahora bien, ¿qué sucede si no existe esa consistenciá en el aprendizaje de l o que está bien o mal? O, peor aú n, ¿qué ocurre si somos alabados por ser crueles e insensi bies? En el primer caso, nuestro «yo moral» será muy dés bil, nuestra capacidad para reconocernos como autores y responsables morales de lo que hagamos influirá muy poco en corregir nuestro comportamiento, ya que nuestro sen- • . tido de la integridad s e habrá infradesarrollado• Sencilla mente, el que haganios algo «bueno» o «malo» no tendrá gran importancia, porque el sentido moral de nuestra corr duela no será un elemento esencial de nuestro autocou-. repto. Y en el segundo caso, el problema se agravará, p or, que nos solazaremos con la manipulación, el engaño y el abuso de los demás. Nos habremos, literalmente, embrutecid o: actuaremos renio brutos en vez de seres humanos al go sólo en la medida porque se nos ha enseñado que somos algo en que abusemos y utilicemos a los demás. Ciertamente, no faltan investigaciones que aseguren que en la biografía de asesinos y psicópatas abundan las experiencias de malos tratos, de una infancia abortada en su capacidad de crecimiento humano y moral. La cuestión es que otras muchas personas no parecen haber ex perimentado esas vejaciones y, sin embargo, han desairo liado indudables rasgos psicopénicos. -
qué modo una sociedad fomenta o, por el contrario, inhibe ¿ se tipo de prácticas? Una sociedad que fomentara las técnicas educativas que generaran sujetos psicopáticos podría
llamada, en justicia, una «sociedad psicopática». Quizás la formulación más completa sobre lo que significa una. sociedad psicopática es la realizarla por José Sánchez, un sociólogo hispano que trabaja en la Universidad de New ersey, en los Estados Unidos." Sánchez comienza por caracterizar la sociedad actual desmitificacióu corn o una en la que se ha producido una desmitificacióu de la autoridad tradicional adherida a instituciones políticas, religiosas y científicas, llegando a erosionar incluso a la familia. En vez de valores compartidos, socialmente legitimados, se ha extendido una visión cínica en la interpretación de los hechos sociales, donde la violencia, la corrupción y la apatía en la participación política no son sino claras manifestaciones. Son Gen -1110s de crisis, que producen dos tipos de consecuencias. Por una parte, ya no están claros cuáles son los códigos éticos que han de ser objeto de aprendizaje por la nueva generación, porque se descon ría de lo sm en sa j estradicio-. naJes de las instituciones. Por oh n parte, aumenta el rango de conductas que se desvían de las normas y que pueden recibir la aprobación de la gente, aunque sólo sea por la cobertura tan extensa que reciben de los medios de comunicación. La conclusión de esto es que la sociedad empieza a albergar cada vez más á jóvenes que se convierten eit hombres sin un código claro de valors y yte asumen urna mirada cínica, desconfiada, de la sociedad, donde la oportMlielacl para el éxito material. es quizás lo único seguro y tangible.
ser
¿Una sociedad psicopática? Este análisis debe llevarse un paso adelante. Si exis,: ten prácticas de la infancia que generan psicopatía, ¿de
90
30. José Sáncitez, Socia crisis 9,77.1psyhopal,V. 9,77.1psyhopal,V. En in obra de W. tt '_cid y colaba], adort s Unnia.kin Unnia.kin the psycliopatil. Nueva York: Norton, pp. 78-07. ,
Tomamos Tomamos varias varias de, sus ideas ideas aunque considerable considerableirtelite irtelite elaboradas. elaboradas.
91
No es ajeno al desmoronamiento de este código el rápido aceleramiento del cambio social y cultural, que ha separado generaciones que antes vivían juntas y ha forren, tado de modo extraordinario el relativismo de los valores. El mensaje universal de la sociedad moderna es « es t á , • preparado para el cambio». Si ya no hay valores sólidos, y uno tiene que estar dispuesto a cambiar constantemente,: el individuo y su capacidad para lograr las metas sociales . (del mercado, del consumo) se convierte en el punto de referencia. De este modo, el individualismo (ecómo podré• ser más eficaz que los demás en adecuarme a las exigenL„ das de los tiempos que corren?) se suma al cinismo social. (¿en quién podemos confiar?) y al relativismo (dpor qué ha de ser esto verdad? ¿qué es en realidad «lo bueno»?).
Al no existir una estructura colectiva de referencia la sociedad es percibida como una guerra de todos contra todos, en la cual no se puede contar con las institty (iones y sus autoridades para la protección de los contendientes (...) Lo que es más descorazonador de todo esto es que la persona, en la sociedad actual, parece poco más que un jugador de roles: alguien que siempre se orienta hacia los demás, que se juzga a sí mismo de acuerdo a los sentimientos y juicios que inspira en los otros; una criatura a la que le falta un núcleo interno estable. En una sociedad así el ego e vio - e de forma poderosa sa tisfacer los deseos de placer del cuerpo y de la mente, en perjucio de la ética social, que se ye impotente para oponerse a los pCOVCS 1€111)(11.SO S. 31 ¿Qué supone todo ello? En Pocas 1 - -)r labras tina sana normas, de escepticismo. Los o (te onomict, de falta valores del esfuerzo :sostenido en unas metas para «un mundo mejor» dejan paso a lo que ahora podemos disfrutar, a lo que se puede obtener en un mundo en el que
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31. Social crisis and psychrpathy, p. 87.
92
-
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«todo vale», y «cada uno va a la suya». Al igual que sucede n d inundo empresarial (véase el capítulo «el hombre de e negocios»), en esta época de confusión, la personalidad d el psicópata resulta la más adaptativa/adaptable de todas. Alan Harrington, en su obra Psicópatas, llega a decir que la psicopatía puede set- una solución a esos problemas, y llega a lo estrafalario al asegurar que debería erigirse tina religión (sic) basada en los principios de la psicopatía." Se entiende que escandalizara esa opinión a Cleckley, y que respondiera que «eso sería tan absurdo como otorgar la Medalla del Congreso al estrangulador de Boston». Pero tal extravagancia_ no puede cegarnos ante lo que significa de fondo, Os decir, que estamos en peligro de fomentar en nuestra sociedad los valores que promueven el comportamiento del camaleón: el engaño, la nranipflación, las relaciones y emociones superficiales, la falta de culpa ante las desgracias 1:tjenas, la búsqueda. de las sensaciones por encima de cualquier otro lin (y (pie se log ra con el alcohol, las drogas, los programas adormecedores de la televisión «impactante»)... La burocracia y la estructura mercantil parecen definir nuestras relaciones sociales, desde las más lejanas hasta las más cercanas. La propia familia tiene que su filr cambios muy duros para adaptarse al nuevo modelo de soHedad. La persona está cada vez más :ti:latid, más sola, a pesar de que se puede comunicar casi instantneanteu te con cualquier parte del mutado. Si la persona .< 1 . prende a vivir sia necesitar a los otros, aprenderá a 'no preocupaTse par los otTos, un rasgo básico en la personalidad psicopa tira.
En Febrero de 1999 501)1'0;11.1
unas terribles ava-
lanchas de nieve en los Alpes fraucs s con el
c lo
32. Alar). Harriintou (1072), Psy,hopaths... Nueva York. Sirtion T i m e Mask ofSanily y Socio/ crisis «'nl psyilloiyahy.
Schus ten Citado en
de 38 muertos. Muchas personas corrieron 1[11 serio p e. ligro de perder sus vidas. Entre ellos estaban los hern ia _ nos Philippe y Olivier Bourges y su amigo Christoph e Palichleb. Se convirtieron en héroes de la opinión públi ca porque durante 10 días habían tenido a todos en vil o, ya que estaban atrapados en un iglú y sólo tenían pa ra alimentarse arroz crndo. Allí estaban paralizados por u n clima infernal y por el riesgo de provocar una nueva avalancha. Durante seis días pudieron hablar con lo s gendarmes a través del teléfono móvil, hasta qt te se ag o _ taron las pilas. Una vez rescatados, fudon reacios a hablar con la prensa. Una actitud que no se comprendía muy bie n, d ad o el seguimiento que toda Francia había hecho del caso y el interés humano de la situación. Al moco ti em p o . se sopo la rizón habí a n vendido la exclusiva de la <0 , 1 : sea,, con Fotos incluidas, a la popular revista Paris-Match por G00.000 francos (unos 15.000.000 de pesetas). A h vista de todo ello, el pet iodistit que cubrió la noticia para Pl. País se preguntalia 'si los 10 días de aislamiento II, h an sido voluntarios; es decir, si los montañeros no llegaron incluso a ocultarse para evitar ser rescatados ante:; de cruz Sil aventura se cotizase a 000.000 trinnos';'''
to en ti es ileporF.s sol p reo d en te este con tisIns, si Si' con 1 irina lo (pie parece 1IT:is que probable. Pusi ,.: 1 Tui e n Ti e., ,zo vida (le muchas personas en arns de SI' m (:sciite en medio (le una (le inS iirnyore:; ti age(lins (pie se 1 recnerda en aquella zorro \r"" s(li: por J) (i ganar un di-v 11101 fama itisttolniwii. 1010 Pou'i15 (bulas 11,0 -:(le -;115( .1 1 : 1 1 - ltt iden que. nuesn so(ierínd culiiva intruisismo de -un modo (i('si-,ioraclo, h
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3 . /.4. Lime visión integrada (biosocia0 tí a de la génesis (le la pic o p a Iodos los desórclenes roen tales Tarían a través de Un Culturas. Incluso tina enfermedad tan extendida como Ir esquizofrenia presenta considerables variaciones a travé5 de las diíerentes cultoras, tanto en Sil modalidad concreta d e apar i e i6 t , (con diferencias en relación a determinados ficcuencia de los :alt - n_os a los que 705) de este uastoino In) ni; tia (1 .1 “'.. ) 1 ('S factores CTinUi
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dos pueblos bien diferentes. Por una parte, esta antropó loga se ocupó de la cultura de los yorubas, situada e n la Nigeria rural. En ella existe el concepto de <
;,„ que define a una persona que «siempre va a la suya sin. reparar en los otros; insolidaria, llena de malicia y al oca. da». Por otra parte, estudió también a la cultura inuit, en el noroeste de Alaska. Aquí el concepto equivalente er a el (le «kunlangeta». La persona descrita con esta e xpresión. «posee una mente que sabe lo que se debe hacer, pero qu e no lo hace... Éste es un término abstracto que describe a quien es consciente de cuáles son las leyes, pero que, sir, embargo, las viola. Podría ser aplicado a un hombre, qu e, por ejemplo, repetidamente miente, engaña y roba cosas y no sale de caza, y que cuando los otros hombres se han ausentado del poblado, asalta sexualmente a las mujeres; alguien que no se ve afectado por las reprimendas Tic: recibe y que siempre tiene que presentarse a los ancianos para que le casti guen». Pero si bien los psicópatas existen en todas partes, en culturas pie-industriales y en las tecnológicas, su distribtn ción (o prevalencia: el número de sujetos que presentan esta condición) es diferente, lo que prueba el impacto de la cultura. ¿Cómo puede realizarse esta influencia cultural. sobre la psicopatía? Un primer mecanismo lo hemos s eña lado ya: se trata del proceso de socialización, es decir, el modo en que los niños aprenden los valores y comporta 'piemos de su cultura. Sin duda., es la vía principal en la transmisión cultural de la psicopatía. En esencia, se ti ata. de que liii sujeto biológicamente vulnerable es expuesto a un a socialización inefectiva o, todavía peor, a unas palitas de crianza que exacerban el egocentrismo y la violencia. Esa vulnerabilidad biológica se concretaría en 1 1 1 1 nc fío que presenta las deEciencias emocionales y cognitiva expuestas en la primera parte de ese capítulo. Un dm así, dispone de un sistema nervioso con grandes dificula
tades para percibir emociones y sentimientos, para regular su impulsividad y para experimentar miedo o ansiedad. En los casos en los que los padres realizan de modo muy competente sus tareas educativas, estas características biológicas pueden ser compensadas o canalizadas hacia actividades convencionales. Pero cuando el medio ambiente no es capaz de contrarrestar este bagaje genético (sea porque los padres no son suficientemente buenos ducadores o porque el potencial genético del desore den está muy marcado), el resultado será un sujeto psicóPat a
L a importancia de la socialización está fuera de toda duda. Estudios realizados en diferentes culturas muestran que hay profundas variaciones en la aceptación de la agresión; esto es, en unas culturas, los padres aprueban más que en otras la realización de actos agresivos. Por ejemplo, en el mundo occidental se tolera mucho más la agresión de los niños y jóvenes que en tre las naciones asiáticas, como es el caso de China." El otro mecanismo de transmisión cultural de la psicopatía es la endoculturación, que implica que el sujeto aprende su cultura por estar inmerso en el la, por experimentada día a día. Según se ha reflexionado con anterioridad, tanto la socialización como la endoculturación en la moderna sociedad occidental fomentan el individua lismo y la coiilp etiel. Una sociedad iinlividualista desarrolla la preocución por uno mismo, la ans(:incia de responsab ilidad por los otros, la competencia para apropiarse de los bienes de Cono -lino tenidos por valiosos en esa sociedad. Desde la 35. Véase el esti de 8. Ekblad (1999), comparando la agresión en riii7los chinos y suecos: «The chilciren's behaviour questionnaire for comp? ,ti ,,u hy parews atad tencliers in a Chinese Icurr:rd of PSyCh0
arad Psychiatu, 31, pp. -775-791. Citado en David Cooke (1998): al;TOS:S cultuires .
expansión universal de los medios de comunicación, kv, padres que no estén preparados para educar a sus hijo s en valores altruistas sólidos puede que resulten del todo i mpotentes para contrarrestar la nueva ética s ocial que entra por todos los sentidos, y que exhorta al triunfo y al a satisfacción inmediata de los impulsos. Este aprendizaje cultural puede afectar a la misnw evolución biológica, de tal modo que no resulta descabe., Hado señalar que una cultura psicopática puede favorece r el desarrollo (le estructuras nerviosas (biológicas) más pi-e, dispuestas hacia la explotación y la insensibilidad h aci a los demás. ¿De qué. forma.? La neuropsicología señala qur, el aprendizaje social modifica el patrón de conexione
neurales (sinopsis) de nuestro sistema nervioso. Es decir, el cerebro puede alterarse a través de la conformación de n 'vas sinapsis o estructuras de conexiones nerviosas, 1,1;:, cuales se han formado como respuesta a los aprendizaje desarrollados por las personas. Estos cambios sinápticos que se dan con el aprendizaje precisan de cambios en leas pl'oteínas, lo que implica a la acción de los genes. Una cultura cada vez, 111 115 psicopatica puede favorecer, por consitiente, conexiones nerviosas que contengan pauta s d e acción crueles e iusoli(1arias.'"
3.2. Fi P.'.--;¡(- 6 P . , \ T „ , \ . Y SI
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l » del título como por los «trastornos mentales». s acaso la psicopatía un trastorno mental? En N o e ¿
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puridad, si atendemos a las principales c lasificaciones diagnósticos utilizadas por los psicólogos y psiquiatras, el psicópata no es un enfermo mental. La razón estriba en e el criterio de inclusión universalmente seguido para q u e un sujeto sea calificado de «enfermo mental» radica q u u la corrección del razonamiento, en el contacto que el e tenga de la realidad. Ya hemos visto que el psicós ujeto • Aapaiece que pien.sa correctamente, amigue las pruebas K de que su inteligencia emocional es mínima son abrumaas. Sin cimba esa inteligencia, que supone la unión d or d e l o cognoscitivo con 10 emocional, y que confo r ma un pensamiento genuinamente Lo1111 rlo, todavía no se contempla a la hora de COiISIGC[Ylr «, „líe' mo mental» a tum, porsona. En las p(Iginas que signen trataremos de explicar esto con mas detalle.
Otras ?nonalidades anorniale.s. du(la de que e! psicóyna tielle unosi - asgos 01101 miles. El concepto (le pe' y supone todo el conjunto (le canicie' i.dicas del nensinineuio, de 13 eslei a afectiva y del lepe -11(y, io dC conilucniii del in(lividno que coniribnyen a con [orinal lo c,inici un sei (mico. decin la peisditaliditd es el 1 esul .o,tilo fiír,il del psiquisnio iodividizo; si en ten(1enio'i que c:._Tel)ro del indiviino e s - ; el el ciirgado en el la infeiiiiii(i611 e iniei espo in te el medid, el nimio en gni un silsu persoirdlidiid. DebiiI0 a que la tiene 1111 1 piseciiiiposicicines para respoilsier I D( j'ido a uto muc has de las situa ciones (' 11 las que se. a podedlos can3ci.erizin lo por una selle de diniensioni No
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en las que, convenimos, se puede medir la personalid ad . l'or ejemplo, podemos decir que la impulsividad ver susl a rellexividad, o la búsqueda de sensaciones frente a la ad ap. tación a situaciones ya conocidas, son dos dimensione s d e personalidad. Son ejemplos de dimensiones de person al._ dad todas las analizadas en el capítulo 2 cuando de scribí_ mos la «primera constelación» o dimensión de rasgos del psicópata. Hay diversos trastornos de personalidad (o per sona _ Edades anormales) que guardan una relación muy estrecha con la psicopatía, aunque no son solapables. A r ouri., (niel encial de ellas en r e j a. nuacion haceinos el ui n ción con la psicopatía.
d ad, una vida laboral muy precaria, el deseo de vivir situ aciones de riesgo y, por supuesto, ese patrón general de d esp recio y violación de los derechos de los demás que se concreta en la comisión de delitos y el erigtaño y la mentira frecuentes. Sin enlarg,o, el trastorno antisocial de personalidad sólo recoge las características esenciales de los aspectos cond u (1111vales de la psicopatía, 710 s u s dit ,7SIOTIeS de persawdid a d, t al y como éstas quedaron expuestos en el capítulo 2. En efecto, con alguna excepción (como la falta de rentor-
dielientos), el trastorno antisocial de personalidad sólo .iltiende a. la conducta antisocial del sujeto, y no podernos su p o n e rT ic todos los que posean este diagnóstico serán psicópatas.
lrastol llo antisocial de la
-
sonalidad
-
Este trastorno es el que se 'utiliza uniclitts veces Daca se al sujeto que no...otros llamamos psicópata en ed.i Lia, ,is l a noincincialtri a oficial de la psicruiitti .catc ,;tc, la «pii,icopiatí n, y, tría y la psicología no tontea , en su luga, pielie e el té' mino de ,dr írt, ano 1.i nd soci n j d„,
1
OL1'i.1
personalidad». [l,in etultarg,o, como la investigación ha s o llsi n6 L ,t mostrado repetdafiteete, a 011)05 . 1 1 ( . 1 0,7')(tqo; nos 1\;:o.:i ittos. r.lan1 n un! 1» 1n:,;)cIi( o y »:,s1 a (.. (cotioeido de Pgi t o... abregiadít coluo »E)Y.,1-4\ 1 », (breoue »Ea cri, endo al acrónimo que resulaa en perso n 1. i gnistica, esencial die; usanoano raie' despredo fiotaigión de los den. es mi patrón _e e , ches de .os detian ene con:jet:iza e: 1, 1 i nt ni - I d aoni p ei ,,els .
pie de la adolesivacia y c<)nainúa ia edad adulta,. resnenidas cuentas, el trasto,'))) aidissoct senalichad c(truespouderíti al deliiicuan: te lianituíd, (1O . . gado, 0». .,• evive hu n hist.ca-cial Cieric;iVo prokm tales ciccainstar, SO C.11 típico en él el consumo de alcohol y drogas, la tproniiscw: .
Probablemente, la razón 11!1'S .1.111 ) 03,1.1111e OS MD1 S'd1 1 • 1 1 1 ' 1 C 1 S a ciencia cierta que muchos psicópatas no son dese ail podi h li ncnen tes, sino q ue d o integrar en la sociedad (nii.ia con sus rasgos habituales que h acen sal trato desacon» tsaas perseaas nunca tendrían tia diagnóstico de i antisocial de personalicla(1, pero serían psicápitraí, Pero 1)5V otras dos razones. En primer lugar, dentro raisina población compuesta por penado:4, (le entre ron trastornon atisocial de personalid a d Intim'. 1'1.1on 1 1 0 • a S p O C I O S de personalidad catsatftíTístigdis (le la psicolaatía. Por Cet111J0, 110 1.1e1
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En definitiva, no podernos confundir al delincue ne «común», aunque sea reincidente y de larga carrera delictiva, con un psicópata. El mismo Cleckley apreció e sa diferencia:
su proceder es muy específico, y no puede ser confundi_ do con la vida de un delincuente habitual motivado p or obtener un claro objetivo, o con la de un oportunista sin
ha actuado siguiendo un criterio lógico de decisión característico en cualquier otra persona.»" En segundo lugar, mientras que el delincuente habipretende conseguir cosas que todos quere os (bien t lal dinero, bien cancelar un agravio pendiente), sólo que mpleando métodos que nosotros deploramos, el psicóe pata no persigue objetivos que los demás puedan com-
escrúpulos que, en la consecución de sus deseos
prender. «En ocasiones sus actos antisociales son bastante
Cuando seguimos la carrera de un psicópata típico,
egocéntricos, meramente se despreocupa de las necesidades y derechos de los demás. 37
Nopuede confundirse con el «oportunista sin escrú pulos» porque éste, a pesar de todo, no tiene por qué pre-
sentar las otras características de la psicopatía, y más hien, en muchas ocasiones, logra asentarse económicamente con provecho, como el caso de los que progresan por las jerarguías de las mafias. Debido al disgusto natural por las reglas y las relaciones solidarias, el psicópata dificílméntc encaja bien en estas férreas estructuras. Hay en esto una excepción: que haya podido él mismo, desde el inicio, derar ese grupo de acólitos. Entonces se ve liberado de tener 'que guardar consideración y disciplina, porque él es. quien marca las reglas del juego desde el principio. Más adelante, Cleckley entra en detalles para dife 7 renciar al delincuente habitual del psicópata. En primer lugar, el psicópata rara vez se aprovecha de los beneficios que genera por el delito, y casi nunca su i mplica de ruedo consistente en la carrera criminal en cualquier otra cosa--, alcanzando en raras ocasiones posiciones de prestigio o de autoridad. En efecto, corripa7 rado con el psicópata, el d elincuente ordinario parece he cluso una persona de gran tenacidad, al menos en sus pro37. The Mask of Sanity, p. 34.
102
pósitos antisociales. «Pocas veces un observador diría que un psicópata
Il
m
incomprensibles y no se han realizado para lograr ningua ventaja o bien material.»" En tercer lugar, el delincuente ordinario se protege a sí nismo lo más posible, sin que le preocupe demasiado el bienestar de los otros. El psicópata, aunque sin duda es causa de dolor y preocupación para los demás, en muchas ocasiones se pone en situaciones de gran inconveniencia
para cl mismo, de tal modo que llama la atención 71 todos la imprudencia con que realizó una determinada acción. En cuarto lugar, el psicópata típico no comete críme-
nes muy (payes, ni ingresa por largo tiempo en prisión. Por el contrario, un delincuente profesional puede sumar inu-
chas condenas a lo largo del tiempo.
Ahora bien, es cierto que
los delincuentes muy 'violentos y crueles tienen una alta probabili-
dad de ser criminales psicópatas, pero la mayoría (le los psicópatas no se conv(.9 - tirán en ese tipo de sujetos. Así mismo, muchos de
los delincuentes más violentos pueden ser fruto de haber cido ensnbculturas criminales, con estructuras mafiosas, donde. aprender a delinquir —incluso a imitar-nuede ser — e natural como cualquier oficio en otro contexto. Aquí, la capacidad de maltratar a los demás no se fundamenta en una personalidad psicopárica, sino que se ha ido forjando pgresiv a mente a tt:avés del proceso de socialización. Crt
38. The Mask of Sanity, pp. 261-252. 39. Th e Mask of Sanity, p. 262.
103
La diferencia de crímenes puede ser también m uy relevante. El psicópata «no pone su corazón en ello», con la excepción de los asesinos o agresores en serie que está n satisfaciendo una necesidad para elevar su nivel de sensaciones, de lograr control y fuerza sobre su mundo; el típi.. co crimen del psicópata es casi un mero accidente, alg o que ha de suceder, como emborracharse o seducir a alguien. li- astorno narcisista de la personalidad
Ya sabemos quién era Narciso. Un joven muy guapo, hijo del río Clefiso y de la ninfa Liríope. A pesar de qu e cautivaba a las ninfas y a las jóvenes mortales, él era inca:paz de amarlas. 1,a ninfa Tico, que lo amó por encima d e todo, se convirtió en sombra al ser consumida por su pasión no correspondida. Según la leyenda, isTarciso se detu vo en la fuente Ramnusia para beber después de una cacería. Se sintió tan atraído por su propia imagen que ca y ó 4 al agua y murió: " Las personas que tienen el diagnóstico de trastorne narcisista de la personalidad muestran una tcaidencia exagerada a ser admirados, tanto en su conducta co m oe nsu i maginación. Una consecuencia de ello Os Sil grandioso sentido de la propia importncia, lo que le lleva a creer a que sólo puede ser etnendido o comprendido por un grupo m'ay selecto de Hn-tales. Una persona así es difícil que se relacione satisfactornn.4 0te con los demás. Y en electo, presenta una grave falta deempatía hacia los sentimientos ajenos; también procura explotarlos para su propio beneficio. Su soberbia va pavela machas veces a su envidia por los éxitos ajenos. 40. G. .)»eciii (1993), Diccionario di: /U itología
137.
1 0
Madrid: Ak al, p .
¿Qué diferencias existen con respecto al psicópata? Los psicópatas (qué duda cabe) son personas narcisistas, ro ello no supone que puedan ser confundidos con alpe gui enque tiene el trastorno de personalidad narcisista. Ambos, sin embargo, pueden compartir una tendencia a s er duros, mentirosos, superficiales, abusivos en su trato y poco empáticos. Pero la impulsividad, la capacidad Formidable de destructividad, agresión y engaño son notas dominantes en la psicopatía. Por otra parte, muchos psicópatas son indiferentes ante los logros de los demás, sin-' tiendo rara vez envidia, y su necesidad de que le ad irriten es mucho menor, mientras que los narcisistas rara vez tienen una historia delictiva o antisocial marcada, como sí ocurre en los psicópatas. LOS 11E4111 (U CD S
Vaya poi delante que el término curturosis» ya no se suele emplean' (salvo en algunos casos que alio] a no vienen al caso) como una categoría diagnóstica, aunque su arraigo popular sigue siendo n'uy importante. Anuti iorlactan' se solía (listin2ttir enlr e las neurosis y las psimsis. Este !" .iiii mo té: mino sigue en vigor, y se explica en el aparta lo sien len te. 1,a diferencia basica entre el neurótico y el psicótico railica en el contacto Con la realidad, en la conciencia cine el sujeto tiene de une en realidad él tiene 1 1 1 1 pi:)bleura «mental». El neurético comprende (e > , tina enlen)edad, qn: le cansa sutilniieulto, y (pije-in e cae él. Cuando los clínicos emplean cle Illodo ge4 néri concepto de «clese den ','airó:fino» quin-,en, ( . nt al 013 L'r,d(. su pe] S ( ene la persona sufre una alunacican naflda(1 que no tiene una base y qint 00 n'ene síntomas propios de la psicosis como aluciiincicii nes o (lelirios (véase más - itielati te). expli Clecldey abundaba en la idea expuesta al t-
cando que el psicópata no sufre por su condición de tal, n i presenta la ansiedad y angustias típicas de la neurosis. Sir i embargo, en algunos casos concedía que quizás la neuro.. sis pudiera ir añadida a la psicopatía:
Los pacientes neuróticos sufren por sus comportaalientos inadecuados y, ciertamente, se quejan por l as dificultades que aquéllos les proveen a quien quiera oí r _ los. Por el contrario, los psicópatas tienen en la falta d e ansiedad (que es un signo distintivo de la neurosis) una de las notas dominantes, y no se lamentan de los síntomas de desadaptación que exhiben. Abundando más en las diferencias, algunos obser vadores creen que la presencia de aspectos inequívoco s de la neurosis es criterio stificielne para excluir el diallnóstico de la psicopatía. Yo creo que estos dos tipos de reacción no suelen ir juntos; ahora bien, quizás no hay dos síndroines en psiquiatría que, aunque clarament distintos, no puedan en alguna ocasión aparecer validos. 41
resulta interesante. Porque con la perspectiva gradual de condición podríamos valorar que, por ejemplo, una es t a rsona tiene con mayor intensidad el rasgo de insensibi pe lid ad emocional o de arrepentimiento por sus males, o bi en es más impulsivo o agresivo que otra, sin que tengaque buscar una ubicación en estas dos categorías (prim o s ec ' l in(i i 1 1 . ). (. 1 :2 el diagnóstico de psicopatía vendría D e t )' se s t c i n i :
.
inaric)
d ado por la presencia de un nárnero de rasgos suficientes r para otorgarle tal condición, y con la intensidad necesaia acuerdo a lo explicado en el capítulo 2. d f -
,
Las psico '
Un psicótico nOcs un psicópata. No son términos C, al igual que en el caso de la neurosis, hay lista cierta irivestigacion (lite señala un pequeño niñatero de personas que tendría ambos d1agnosticos, - '2 lo ei ,.2rto es que la definición más estricta de la psicopatía se-
intercambiables. 111,11113
.
Precistu u áite, la posibilidad de que algunos psicópa-
tas pudieran [riostrar signos de ansiedad es lo que ha lle vado a algunos investigadores a diferenciar entre psicepa7 tas primarios y psicópatas secundarios. Los primeros se rían los psicópatas clásicos, sin rentordimiento, sin emociones, sin capacidad de sufrir por 10 que les sucede. En cambio, los segun dos serían mas inestables emocionalmenle, y sufrirían angustia y 'imsieclad al vivenciar sus dificultades con el inundo y con los (lemas. P l, n la acutalidad, esta división anitaii.t.) muy aceptz, r e s u l ta m u y d i ,s c u t ib l e . C r e e n t o s que si aceLairie: da
que los rasg()s de la psicopatía pueden darse de forma gro'' , dtud (ni diversos individuos, o bien presentarse t - ri 1 1 6 nw 10 variado en las diferentes persouas, tül clasificación P O 41.
106
777,3 ,íask r y csanil y ,
p. 259.
fiait con firmeza que el psicópata no presenta 1111 deterioro (01 su percepción de realidad. s el gran cr pri erecto, el «contado con la realice ) ter'
fe, en un.entino amplio, pira sefullar O una
00,1 (' 0 1 0 ) perteneciente —O uo al grupo de los enmentales. t.:arando este Contacto está pert ,..trba(-()
e) Cl sigo u) realiza ni fertiTicias incorrectas acerca de es., realitiad; b) evnina inadocuadain(ute la exactitud de sus pcnsizinienins y percepciones, y e) persiste en talt',s errores, a de la evidencia contraria que o f r e c ':.
cl::isicos lats psicosis in ist,tunaficin- habla incomprensible: («tlis
1
42. Véase R. Freese, R. NI iiller-Isberner y D. Ji 5...1,<1 pzli .lq atad cornorhidity in a German hospital cii-der pop ulaticin (1/22
Le,;(,11 Psychuto2y,
ng 24, pp. 45-47.
1 07
1
oras»), cambios profundos del estado de ánimo y condu c tas perturbadas. Quizá las psicosis más importante scan las siguientes: El trastorno bipolar, llamado antiguamente ps ic os is m an ic i.. codepresiva, en el que se alternan periodos de extrema eur folia con periodos de profunda depresión. La, Paranoia,
que nos presenta a una persona que ha creado un conjun.. to de creencias falsas pero que son absolutamente válidas para ella, según las cuales alguien le persigue para hacerle daño, o se considera un personaje eminente, o está co n., vencido de que su mujer le es infiel, por citar algunos d e los sistemas de creencias delirantes más populares. En ocasiones pudiera parecer que los psicópatas están bajo los efectos de un sistema d:Atirante, dadas las explicaciones fantásticas (pm pueden ofrecer para justificar su comportamiento. Pero se trata sólo de una falsa impresión. Una sola idea debe bastar para considerar la diferencia: el psicópata quiere inducirnos al error; él conoce cuál es la realidad. Y si, en. otros casos, él no pretende engañarnos, pero nos parece absur da l;njustificación de los hechos que nos ofrece (por ejemplo, cuando comenta que mató a un hombre porque le pareció «una buena idea»), tampoco esto es un delirio. E:astilla del Pino explica con precisión la esencia del delirio (la cursiva es nuestra): 43 Por consiguiente, el error del delirante es consecuen : cia de una dislocación, en la que un objeto interno (re presentación, interpretación, deseo, sentimieffio, etc.) es
delirante que ve colocado en el espacio exterior (...) en las mirtidas de los transeúntes señales de unos a. Otrb:3 respecto de él, coloca indebidamente su infttrpretación (un objeto interno) de las miradas de los dentás (objeto externo) en rasgo de las miradas mismas. Esta evidencia 43. C. Castilla del Pillo (109l;)„1-1 , / ddirio, un error rzecesa9io. Oviedo: L O . Nobel, p . 35 .
de ahora, la que para él poseen las miradas en tanto señales, hace que el sujeto se afiance más y más en su delirio, porque, a parta de la inicial constatación (para él) de un «hecho» (ser señalado por los viandantes), han de proseguir sus deducciones delirantes. De esta forma cada error ulterior retroalimenta el precedente, hasta situarse, todo él, en un mundo erróneo. De ahí que el
delirante no es que cometa un error (...) sino que está en el cuya - , instalado definitivamente en un error total, sobre él y sobre su entorno, al conferirle a sus creencias el rango de evidencias.
Puede aducirse que el psicópata está en len error moral, porque no acierta a comprender el sentido emocional de los hechos, pero no está «instalado en un error» como lo está el delirante. Éste ve tina mirada entre dos personas --nava seguir con el ejemplo- y piensa: «están hablando _ rl an de mí; saben que mi mujer irle es in fiel y se e sUlre b u d o». Podernos decir que el psicópata percibe la realidad a través de un filtro que le impide un conocimiento cabal del inundo, sel.;:án hemos visto, pero no crea la realidad cona; lo hace el delirante. Éste «pone» en el mundo uno creencia, algo subjeti ,, ' o, y la considera un hecho. Aquél tiene una forma ego::óittrica de relacionarse con los demás y de percibir los hechos, significativos de lo vida, pero no confunde sus creencias con los hechos. como lo hace el delirante. Finalmente, nos ocupamos thr bu eSquizotrenia.“ Sus características clínicos son las siguientes: En primer lugar, los esquizolirónicos presennm niumaciones del pensamienlas ideas, que to, en especial creen que le:; esulin ul a éstas SOIS P ni.:tlicits y los col Ricen to dos, (.) bien cpte alguien nata de imponerle una serie de id eas desde el exterior. 13.,.-11. el COn 1eill(10 del pensamiento presenta asocia-
44. Toma:nos es :a descripción rL la obra de M. S. Verdil y P.. icent (1995), Glosario de Psiqujatria .■ MaSS011, pp. 89-84.
ciones extrañas, de modo tal que es dificil seguir su di s ., curso, así como ideas delirantes. En coherencia con el p ega _ samiento, su lenguaje está igualmente gravemente altera_ do, apareciendo nuevas palabras y en Ocasiones es impó_. sible de comprender. En segundo lugar, la percepción presenta alucinaciones que afectan a cualquier órgano sensorial, con una r e _ matica muy variada. Las más frecuentes son las de tipo auditivo, que refuerzan sus ideas de robo y de difusión externa de su pensamiento. En tercer lugar, la motricidad se puede ver afectada con movimientos estereoripante s o movimientos de complejidad innecesaria. Y, finalmente, hay alteraciones graves de la afectividad, en especial u n embotamiento afectivo que impide que el paciente re ae. cione ante situaciones incluso de gran impacto emocional. Uno de los ejemplos mas significativos de asesinos esquizofrénicos lo encontramos en el caso del llamado «mendigo psicótico», descrito en el capítulo 2. Aunque el lector crea que se trata de (los tipos muy diferentes ---el psicópata y el esquizofrénico-- lo cierto es que, en ocasiones, los psiquiatras tienen alguna dificultad en decidirse sobre ambos diagnósticos en relación a trñ caso determinado. Por ejemplo, en el llamado «caso C t c f crimen rol», hubo una polémica importante sobre si Javier Rosado era un psicópata o bien un psicótico, tal y corno se discutió en el capítulo 2. Sin embargo, Eileckley ya advirtió que el psicópata tiene un déficit muy profundo, sí, pero no homologable al del esquizofrénico (las cursivas son nueshas): 45
Nc es el 1)1
ra. _ . The
110
léficit que el del eso,vizorrénico, t el nuevo enviado (le Dios en Itz Irgo, en un sentido muy relevante, en Cl
ask of San ih p. 3:50.
de la evaluación realista, el psicópata tiene un defecto más profun do que e l de much os esqu izofrén icos. No tiene ninguna
capacidad para verse él mismo como otros lo ven. Es quizás más acertado decir que no tiene capacidad para conocer cómo sienten los otros cuando le ven (...) no puede apreciar los afectos y valores que suscita su existencia en los demás. Esto es verdaderamente sorprendente dada su capacidad para la orientación perfecta, para el razonamiento y el hecho de que no padezca de alucinaciones o delirios.
En efecto, el psicópata está libre de eesas alucinaciones
y delirios que constituyen los síntomas más espectaculares ele la esquizofrenia. Su normalidad aparente, su «máscara de cord ura», lo hace por ello más difícil de reconocer y , lógicamente, más peligroso.
lector habrá apreciado que todavía estarnos buceando en los orígenes de la psicopatía. Tenemos investigaciop es interesantes, así como teorías que sirven para analizar el modo en que los factores; biológicos y sociales pueden CSiar i mplicados; en la génesis de este trastorno. 5111 embargo, las dudas que podamos tener acerca de las causas de la psicopatía no invalidan la urgencia de tornar medidas para evitar su propagación. Como tendremos la oportunidad de ver en los capítulos restantes de este libro, la psicopatía puede extenderse más allí de los crímenes violetains, basto cont ertirsrt'. en nna forma de depredació.ir 5 t ojisticada en los salones de los políticos, los despacitos de los hombres de empresa e Lis salas de estar de nuestros hogares. Existen psicorpotas en las artes, en los hombres de negocios, entro lose,.1titsidores y políticos. todas No es una cuestión de ver ahora psictóry, partes, sino de denunciar en qué niedicia estarnos contribuyendo a crear una sociedad donde la psicopatía encuera-
111
tra un caldo de cultivo favorable. Esta cultura influi r á . de modo diferenciado en los individuos, dependiend od e su predisposición biológica y de su medio social. Las p erso, nas muy predispuestas biológicamente a la psicopatía e x, hibirán una conducta extremadamente cruel y criminal si su medio ambiente es marginal, y ha contado con pobre socialización. Pero en estos ambientes social y pé F , sonahnente poco estimulantes la psicopatía no precisa de una gran predisposición biológica, ya que muchos de l w comportamientos violentos y antisociales pueden aprenderse culturalmente, y aunque el sujeto no sea un psicópata en un sentido clínico, será capaz de exhibir rasg6 s comportamientos psicopáticos. Con un medio social enrii quecido, contrario a la violencia y favorecedor de valoreat prosociales, la predisposición biológica a la psicopatía puede compensarse en muchos c asos o, al menos, canalizars hacia formas menos dañinas. En la medida en que el medio social «normalizado» incluya creencias y valores que contribuyan al desarrollo del comportamiento insolidario y egocéntrico, la psicopatía se extenderá, en unos sujetos más que en otros, peT 0' .
afectará cada vez a illdS .swjelos.
4. EL HOMBRE DE NEGOCIOS Y EL PROFESIONAL
¿Quién no ha oído el nombre del 'Banco Morgan' en 16c últimos años? Cualquiera que lea periódicos o escuche l a radio habrá sabido que Mario Conde, en su etapa de director de Banesto, ha tenido muchos problemas con este banco. Todo el caso de Conde es muy interesante, incluso desde la perspectiva del contenido de este libro, pero ahora nos interesa Morgan, en concreto, J. E Morgan. ¿Por oué? Sencillamente, J. P. Morgan fue un psicópata.' Resulta revelador detenerse unos minutos en este -n orteamericano símbolo de la nueva aristocracia del dinero, y uno de los hombres más poderosos del mundo en los albores del siglo xx. Poseía la mayor de todas las empresas del acero y también presidía el consorcio naviero más importante de todo el orbe. Su poder económico le permitía influir en los acontecimientos del M undo, y sabía que podía hablar de igual a igual a los jefes de
ido. Su control del negocio era realmente férreo. Si uno de sus socios estaba en desacuerdo con él, Morgan plepa: su caída. Dominaba las reuniones y las juntas diciendo: «iYo haré esto!», y no dudaba en aplastar sin piedad a quien se le enfrenlaba. Tenía aso ciados, p ero no amigos
1. Véase W. M. MeCorcl (1982), The psycha N'h ami 111 i
Nueva York: Academie Press, pp. 43-46, y la Enciclopedia 1 1 ) i Mnicd 6.0. 1990), tomo 8, p. 320.
de
íntimos. Su apariencia se correspondía con su comp o r t , miento: barbilla prominente, ojos fieros y una gran nar i ; caracterizaban su cara. En su infancia, sin embargo, Morgan era un niño e11. fermizo. Los otros chicos no gustaban de su connbain-,, E It los estudios no sobresalía, salvo en matemáticas. Hijo del ínianciei 0 junins Morg-rm, vivió una adolescencia solita l f, y trist e, y su padre se lam entaba de su falta d e talento, Pero a los 22 años se introdujo en el mundo financiero, sro que se le conociera debilidad alguna por los amigos o mujeres. Su especialidad para hacer dinero era en sus comienzos aprovecharse de las guerras en las que el imperi o prusiano o I nglaterra estaban inmersos, logrando unos Le neficios asombrosos. Posteriormente dirigió sus negocio: al interior del país, y con la ayuda de jueces y con gresist comprados y de matones a sueldo, se hizo dueño del ac(-, ro y de los ferrocarriles de los Estados Unidos. Es incuestionable la habilidad que tienen los psicó patas para rodearse de gente sin escrúpulos ( m facilit e.; logro de sus ambiciones. Por ejemplo, sobornando eclesitis ticos, loanaba que la - Iglesia se pusiera de su pare en la eterna pelea que I.,lorgan mantenía con los sindicatos.
"Mangan había nacido en 1 837 y murió en 1913, d a r piedad o remercli, cante un viaje a Europa. l',Inneft p e o por los nejo sosias a las que are ni mientas por las desvanece" - para favorecer su dominio en al cios 900 campo ene se propusiera. A diferencia de otros potentodos corao nockefetter, nunca dio un dólar para obras cl , „. caridad. Cie'sfamente, en su ópoca iatdie le hubiera 110.11tKIS 11); do psicópata. ll- 1 Cflt el s'3I1bOlz) ( . e Lts vales de su :ipoca. 1
114
4 . 1. TOMA EL DINERO Y COR RE: LUIS ROLDÁN
Al igual que la política, el mundo profesional y el de los negocios constituye un medio ambiente prometedor ra el psicópata. En nuestra sociedad la moral suele su-abir ante la ambición y el dinero. Este hecho fue espec ," chbriente evidente en la España de los años 80, donde toda una nueva clase empresarial y ejecutiva se dispuso a obtener beneficios rápidos en lo que se suponía era una tierra de promisión. Sin embargo, los años posteriores revetaron que mucho de ese dinero se generaba de forma bien a trav(s de triquiñuelas técnico-económicas que ponían burla" la ley (lo que pasó a denominarse «ing(e; ,- n - ía financie' a»), bien sobornando partidos políticos, renie" presentantes del pueblo o cualquier persona que puchera storbo para el logro del botín. ser un e Seguro que vienen a nuestra imaginación mnch _)s casa; da corrupción y de 1: aición al espíi int empresa: n o ble y sincero. No es el cometido de este libro analizar blanco en Sí cosmos (nonibi e que se da a aquellos - que realizan personas en buena posición cconónii( a ndo de las pi en ogarivas d e su trabajo), sino en cuanto pu. (:le supone] un ojeo p,0 clan ificador de 11ginios de rasgos eat; cteiísticos de la psicopatía. Muna bien, es ..-t.2„nte señalar que no es 1122esíTo 1227So22üs (112 e se 22 0. 11!:21'a 21 en est e GO , _2 (. ` t2 ÍO 2
1
, di/22. ,2,'0q2u1r
pSiC(if 1 20 122 s.
No as
conocemos personalmente, ni hcic,(s liecilo es ti dio alguno personaudnd. Sin embargo, lo 'pie nos interesa auní os, los 1 ocho, les atribuy-ii, en cuanto The
le" itrico oc" nic6pata. El caso de 1.1iis koldf -in es exit;funibiat í0 pw ndisenic ea este libro. :\dgnatos de los hechos que sou asorubrosatnente representativos de la psicuando ésta tiene la oportunidad de medrar en-
115
tre la clase política. En estos casos, el psicópata se dedi cq jugar con los que se creen que son l os mejores ju gad oy:. (los políticos). Es obvio que podríamos haber ubicado e s t e caso en el capítulo reservado a los p olíticos, pero debidolli cargo técnico que ocupó Roldán como director generalli; . la Guardia Civil, su proceder se ajusta más a las coorde r.r ,. das que se estudian en el capítulo presente. Recordemos los hechos más significativos: Luis RokL, fue director general de la Guardia Civil desde 1986 há, t , 1993. Al año sig uiente, cuando las investigaciones le sefil; . lan inequívocamente como autor de numerosos d elit o. , decide fugarse de la justicia y huye de modo novele, . hasta llegar a Laos (Tailandia). Permanece en busca y cz',1). tura diez meses, y después de una operación poco clara c c la que interviene la policía española y (parece) la polic . laosiana, Roldán es llevado a España y encarcelado - en . 1 prisión de Ávila. En esos meses de ausencia de nuestr o país, Roldán fue perseguido por cerca de ciento cincueni policías a través cíe los cuatro continentes. lbdo empezó en noviembre de 1993, cuando.una formación del periódico Diario 16 denunciaba que tenía mucho dinero y muchos bienes, demasiado para u: director general y funcionario público. En febrero de 1 99r!, el congreso creó urca comisión parlamentaria que, tras tr.2.; meses cle trabajo y 50.000 folios de documentación, col• cluyó que el aumento de patrimonio de Roldán se del: numerosas irregularidades y delitos efectuados durar:el transcurso de su mandato en la Guardia Civil. Se cree que Roldán podía haberse apropiado de más de 5.0C - millones de pesetas. Se le han descubierto varias cuca: bancarias en Suiza con cifras es calofriantes. Roldán huyó de España el 29 de abril de 1994, perblemente a través de Portugal, tras negarse a comparecet al llamamiento de la juez Ana Fe rrer. Se le imputaban ; 1 cielitos: prevaricación, cohecho, malversación de caudr' c •
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apropiación indebida y falsedad de documentos ss momentos podemos percibir mejor la con:e .5 b. lEi c 1 :0 1 que causó en toda España el descubrimiento de inoció n e el director general de la Guardia Civil era un delinf u nte tan extraordinario. Sin duda fue uno de los hecu e chos emblemáticos que encabezó el fin del gobierno socia. li s ta, Tal espíritu se observa bien en el siguiente texto que apareció publicado en la revista Época:
Es una lástima que no viva Hergé. Con la vida y milagros económicos de Luis Roldán podía haber hecho
un Tintín al revés, una especie de antihéroe que aunque no tenga perro y esté calvo, tiene tanto tupé como Tintín y tanto olfato como Milú. Sus aventuras darían para mu-
chos libros: «Roldán y la cuadratura del círculo del tricorMo», «Roldán y los cigarros del faraón González», «Roldán en Suiza», «La juerga de Roldán», «Roldán en
Laos», «Roldán en la cárcel». Estamos ante un hom bre inagotable al que todo columnista debe eterna gratitud. (...) Quizá otros hayan robadomás, pero como se han
fugado menos, su popularidad no tiene punto de comparación con la del ex director general de la Benemérita. Hay muchos empapelados, pero los papeles que más se buscaron fueron los laosianos. Ahora a Roldán, como en el poema de Blas de Otero, le queda la palabra. Este final de «le queda la palabra» hace referencia a Ve Roldán amenazó desde su llegada en declarar todo lo e sabía acerca de la relación entre el gobierno y los GAL. Cosa que efectivamente hizo, tratando de dañar lo más sible al gobierno una vez que éste no se avino a «negociar» con Roldán sobre un supuesto trato de favor que él pretendía de cara a sus problemas legales. Con esa misma perspectiva del tiempo, resulta un ejercicio nada estrambótico preguntarse si en Roldán aparecen rasgos propios de la psicopatía. En primer lugar, Roldán mintió acerca de los I I
universitarios que poseía. No se le conoce ninguno«, s i n embargo, mantuvo que tenía varias licenciaturas y estu, dios cualificados. La manipulación y el engaño de innu, merables personas y organizaciones parece un hecho ex.: traordinario, primero como delegado del gobierno en Navarra y luego como responsable máximo de la Guardia Civil. ¿Cómo pudo lograrlo? Pero todavía más: ¿Cómo pudo conven cer a políticos, a subordinados y a los medios de comunicación de que era un hombre íntegro durante tanto tiempo? Eso no está al alcance de todos. En segundo lugar, destaca con luz propia su falta de escrúpulos, su ausencia de responsabilidad, puesto que el dinero que él supuestamente desvió a su cuenta corriente. podía ser empleado para luchar contra el crimen y el te rrorismo. Debilitando las arcas del Estado debilitaba el es-_ fuerzo de las fuerzas de seguridad, y con ello las vidas de sus agentes y de las posibles víctimas. ¿Y el arrepentimiento? ¿Dónde está el gesto cabizbajo por el pesar? Aquí hay ese otro rasgo esencial de la psicopa- tía. Roldán se revuelve, lanza acusaciones comprometedoras, busca, ante todo, obtener un trato de ventaja... No le pesa haber sido un formidable criminal, sino estar entre rejas, ser finalmente puesto en manos de la justicia. Es cierto que aquellos años hoy se nos antojan como tierra fértil para la corrupción, pero si el clima moral imperante en el • periodo en que la carrera de Roldán prosperó fue permisivo con los desmanes, no es menos cierto que la gran mayoría de los responsables policiales cumplir -n - 011 adecuadamente • con su deber, lo que significa que sigue s iendo necesario explicar por qué Roldán actuó del modo en que lo hizo. Tenemos también la vertiente bufa, el lado chabacano (itan querido a los psicópatas!) de las bacanales y orgías en las que participó Roldán y que fueron recogidas convenientemente por la prensa de la época. Un vivir sin pensar en
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l as consecuencias que se refleja igualmente en el propio quehacer delictivo del ex director general. Porque, bien mirad o, ¿hasta cuándo pensaba R oldán seguir con sus actividades delictivas? ¿Pensó que el engaño iba a durar para siempre? Éste es otro rasgo de la psicopatía: aunque los cielitos hagan con astucia, a diferencia del profesional del robo y s e la estafa, no parece que haya una meta final concreta. Más bien se instala uno en un estilo de vida que ha logrado «col ar» a los otros con sus dotes camaleónicas, y luego el único camino parece que es seguir adelante; ir acumulando trampas y desatinos hasta que todo el asunto explota. Como todos sabernos, el increíble retruécano provocado por Roldán en el Ministerio del Interior de aquellos años suscitó que su propia captura fuera un acto más de la comedia bufa. Como si estuviéramos asistiendo a una representación de Moli¿n-e (io a una comedia de Lubistch!), nos enteramos de que Roldán fue detenido en Laos en medio de situaciones increíbles, donde los papeles oficiales eran de dudosa leg alidad y los policías laosianos malos extras de una película barata. Roldán está actualmente en la c árcel de Ávila. Quizá recuerde entre risas algunos de estos sucesos, mientras su dinero le genera pingües intereses en su cuenta suiza...
4 . 2. E L C A M A L E Ó N S E T R A N S F O R M A E N S E R P I E N T E : EL PSICÓPATA EN I AS O RGANIZACIONES
Fuera de los hospitales y de las cárceles, los psicópatas son mucho más difíciles de identificar. Ahora: bien, es en la vida de todos los días cuando podemos intentar identificar a un psicópata que no es un criminal; en particular, las organizaciones y las e mpresas constituyen un foro pri-
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vilegiado para el peculiar modo de actuar que tienen h iles _ Cros sujetos. Pero, ¿por qué un psicópata ha ele tener hit e rés en introducirse en una organización? ¿No es acaso u na empresa privada o pública un lugar de férreos controles, que casa mal con el eg o y la irresponsabilidad inflados que le caracterizan? Antes de contestar a esta pregunta, prestemos atención a un caso paradigmático. '
4.2.1. Manuel Burgos y Antonio Abastegui: alguien voló sobre el nido del cuco Manuel es una persona cordial, seguro de sí mismo, inteligente y --aparentemente— muy responsable. De este modo no le costó convencer a Antonio Abastegui —respon sable del departamento de ventas de una empresa de informática para el área del norte de España de que era su hombre. Sin embargo, los problemas aparecieron a las dos semanas de aterrizar el nuevo empleado. Manuel llegaba tarde a las citas, trataba mal a los achninistrativos del deparH lamento y causaba muchos problemas. Pronto comprendió Antonio que, a pesar del currículum excelente de Manuel y de su magnífica presencia en la entrevista, se h abía equivo cado contratándole. Su rendimiento era el peor de todo el departamento, y no paraba de decir que se le daba la peor cartera de clientes y que nadie quería ayudarle. También criticaba frecuentemente al director de la empresa. Pero eso no era todo. Manuel mentía frecuentemen. te en pequeñas cosas e ignoraba muchas reglas de la empresa porque eran típicas de una 'organización enferma'. Finalmente, compraba cosas con dinero ele la empresa para su uso personal y se excedía en todo punto enviando regalos a sus clientes. Así las cosas, Antonio decidió ir a hablar con su supe.
ri or para comunicarle que era necesario despedirle. El jefe d e Antonio no acabó de creerle, así que decidió crear una s ituación en la que se le proporcionaba a M anuel una información privilegiada para comprobar su integridad. Cuand o Manuel fracasó en superar esta prueba, tanto Antonio como su jefe fueron a hablar con el director de la empresa para comunicarle los hechos. Pero, para su sorpresa, se ncontraron con que Manuel ya se les había adelantado: e había ido a hablar con él y le había prevenido ele c uánto Antonio y su jefe se sentían amenazados por su gran capacidad de trabajo. Es obvio que el director creyó a Manuel, porque comunicó a ambos que pensaba ascenderle. Al poco tiempo, Antonio Abastegui se marcho de la empresa. 2
4.2.2. Las organizaciones están en un rápido proceso
de cambio, y esto favorece al psicópata Sin duda alguna, el rol de líder y de ejecutivo es muy atractivo para el psicópata. Además de un buen salario, estos puestos dau mucho poder y permiten un amplio margen de acción. La capacidad de un líder para que la gente haga cosas es de mayor importancia que la habilidad técnica para una tarea en particular." Y si de algo es capaz rin psicópata, es ciertamente (le que la gente haga lo que él quiere. Sin embargo, es lógico pensar que, en muchas organizaciones, es necesario hacer un trabajo muy duro durante largo tiempo para . ascender. 2. El ejemplo esta tomado de Paul Babiak (1996), «Psychopathic inanip'ulatio n in organizations: pawns, patrons and patsies». Issues in
Criminological and Legal Psychology, 24, pp. 12-17.
3. Seguirnos en lo fundamental a Babiak:psychopathic y su artículo d e 1995 : < < When psychopaths go to work: A case s raid y oían industrial psychopath». Applied Psylzoloo-y• fin International 1.1, 171-188. ,
•
En estos ambientes de trabajo, el psicópata lo tiene más dif cil. Pero desde los años 80, las organizaciones más competiti.: vas tienen que acelerar su proceso de cambio, han de ad a p _ tarse a una realidad tecnológica y social más rápida y com., pleja. Y en ellas se necesitan hombres decididos. H ay que tomar un riesgo mayor; la vieja burocracia de las emp resas tradicionales no puede responder al cambio. Además de esta gran expansión del nuevo clima organizativo, hemos de c on _ sideral' las siempre presentes batallas internas y ansiedade s derivadas de la inseguridad laboral, todo lo cual r.2 > tniett dn á egse . e nerar muchas suspicacias entre personas y departt En estas empresas, el panorama es diferente al de l a ' • organización tradicional.: alguien con mucha habilidad de manipulación, inteligente y sin ningún reparo en tergiversar los hechos y en calumniar puede subir muy deprisa. Ello explica por qué Manuel fue capaz de lograr una promoción tan rápida a pesar de que su trabajo e ra claramente perjudicial para todos.
otros dos grupos. El primero se conforma de sujetos situados en los niveles altos de poder, pero que tienen sólo trato ocasional con el psicópata. Sin embargo, realizan la un intporttante función de protegerlo contra los ataques de los otros miembros de la organización, considerándolo un homb re con iniciativas y responsable de los éxitos conseguidos. E s te primer grupo actúa como patronos del psicópata. El segundo grupo de apoyo consta de compañeros trabajo del camaleón y de empleados de nivel inferior de con los que la relación es frecuente. Este grupo es muy útil, porque pueden tener un poder informal (derivado de sus ;elaciones) que resulte crítico en muchos momentos pala la upervivencia del psicópata en la organización. Por supuess s manipula, pero ellos no se dan c uenta: to, el psicópata le son utilizados como «peones» para M fluir sobre las actitudes de otros empleados y para distorsionar l comunicació n y el funcionamiento de la empresa en beneficio suyo. vez
Los o e1raclores.-- Eanibién suele halanr dos grupos de detracEl impacto del psicópata
la orgatiización
Como heinos visto, el psicópata manipula y miente para perseguir sus propósitos. Pero su efecto es diferente entre las distintas personas y depai tainettios con los que se relaciona. Existe un grupo de personas que se pondrán a su lado (los seguidores), y otro grupo que 10 criticarán (los o;). En buena medida, la conformación de estos a del típico pe oceso Cl c grupos es una consecuencia lógi actuación del psicópata, que consiste en intentar integrar( o? la orgase ápid tni nn ne en las esti nal lit 1S ', nización y en asegurarse la voluntad de person a s menos (levantes, pero que también pueden serle útil, auricrte estén por debajo del puesto que él ocupe. l
Los seguidores.-- En esta categoría, podemos distinguir a su 1 22
t ores. El primero se [orino con los sujetos que percibieron clTscle el comienzo col c: cc:lamente al psicópata, tachándolo de pervei so, y valorándolo con la expresión «es e mito una s serpie n t e». Otras de Lis peronas de este grill)°, sin einbure, filen on anteriot mente pati onos y peones, sólo que luego <¿ se dieron cuenta de la actitud real. del sujeto al que anteriormente apoyaban, y 01101a están clecic lidtitnente en su contra. Finalmente, ten culos otro grupo de detractores al que denominar de «policía oivanizativic», compites, )0r and itores y pi ofesio;c ales de recursos In la nos (así ctiano responsables seg Liad, si 1,) organización los t cm), quienes, por su entrenamiento, deiectat on pronto el prodel Psicópata. Sin embargo, su información no siern;cslet ic in;i i:, ite influir sobre la dit ecciOn para actuar en w ,isicc u
Cómo actúa el psicópata en la organización Se podría pensar que es cuestión de tiempo el q ueel camaleón quede al descubierto en la organización, c ine s le caiga la venda a la gente, tal y como ocurre en las p el, culas de Hollywood, donde, al final, sus intrigas salen a la luz y su responsable recibe el merecido castigo. Desgratiadamente, no siempre es así, especialmente si actúa con. tacto y habilidad, como Manuel en nuestra historia. Se trata de un proceso sutil, con pocas semejanzas a lo ocurrido en una empresa española en 1998. En ella, un capataz, de origen japonés, llevaba en su gorra la palabra «capitán» y obligaba a saludar a sus subordinados al estilo militar. Pero no contento con ello, exigía a los que él consi. deraba más capaces a entablar con é l combates de «sumo», Podernos describir los movimientos del psicópata en la organización atendiendo a cuatro fases bien diferenciadas.
Fase primera: Entrada en la organización.-- Los psicópatas son capaces de entrar en la organización de modo mucho más sencillo de lo que sería esperable. Los currículos son fácilmente manipulables para alguien diestro y, en mit,chas ocasiones, no son adecu adamente comprobados. Por otra parte, los que han de tomar decisiones sobre su c o n • : natación no siempre son personas plenamente entrenas das y capaces de hacer frente a una persona que, corno el psicópata, posee un encanto y una fuerza de convencimiento realmente especiales, dando la impresión de que auto los ojos del entrevistador se halla el candidato ideal. No eS éste un hecho extraño: las tres capacidades más buscadas por los empresarios son las habilidades de relación (que incluye ser un buen comunicados, habilidades sociales y adaptabilidad en el trato con diferentes personas), la inte7 ligencia y la responsabilidad. Un buen psicópata, corno ya sabemos, no tiene problemas en dar esa imagen.
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En otras ocasiones el psicópata no tiene problemas ntrar en la organización, ya que ésta pertenece a su en e 1:as l ina. Ya sea el hermano del gerente, o el hijo del direcrn r, se supone que ha de contribuir buscando el bien de la empresa. Cuando el psicópata empieza con su conducta errática y destructiva, los enfrentamientos entre sus seguid ores y detractores llegan a ser más cruentos, porque aquél Tfianipulará sentimientos de lealtad y de cariño entre los miembros de la familia para sembrar dudas y desconcierto. En muchas ocasiones, adoptará el papel de víctima y acusará a sus detractores frente a sus seguidores de tenerle celos o de minusvalorarle. En las empresas familiares, el -poder letal del psicópata es muy superior, ya que, jun to al .daño económico, provocará un gran dolor emocional.
fine segunda: Evaluación.— Una vez el psicópata ha logrado el proceso de entrar en la organización, comienza a estudiarla con detenimiento. Está presto a evaluar a «los jugadores clave», los procesos de interacción y la cultura de la organización. A continuación, valorará la utilidad de los diferentes miembros y comenzará a manipularles para convertirlos en sus seguidores. El sistema habitual que utilizan para lograr esto es la comunicación personal y, para ello, frecumtemente saltarán la cadena de mando de la :e mpresa. La utilidad que tienen los diferentes miembros para él está en función de la posición de poder que tent, sus habilidades técnicas, su acceso a la información y el control que dispongan de los recursos de la empresa.
Fase tercera: Manipulación.-- En esta fase, el psicópata manipula las redes establecidas para la difusión de información errónea con el objeto de promocionarse en su traba jo, proceso que lleva a cabo con gran destreza, permaneciendo habitualmente en la sombra. La desinformación suele incluir comentarios cargados de intenci611 acep (l• 1
la «competencia» y «lealtad» de los miembros de la o rgani. , zación. Más en detalle, el psicópata manipula las redes d e información con el objeto de lograr tres propósitos: a) p ara aumentar su reputación, b) para desacreditar a los demá si y c) para crear conflictos y rivalidades entre diferent es t én miembros de la organización que a él le interesa que est enfrentados, porque, de este modo, en esta situación de: caos, tendrán menos probabilidades de descubrir su tra.. ina. Una conducta habitual del psicópata en todo este pro, ceso es evitar asistir a reuniones de trabajo realizadas e n grupo, ya que, en estas reuniones, es más difícil que pue, da mantener una imagen positiva, al verse expuesto simultáneamente a diferentes miembros que él ha inanipus lado de modo individual. Ahora, al estar juntas diferentes personas que han tenido diversas informaciones manipus lacias por su causa, podrían exigirle que clarificara muchas cosas, algo que no está en disposición de hacer.
Tase cuarta: Confrontación.— En esta fase emerge a la superficie la violencia interpersonal y el abuso ejercidos por el psicópata. La confrontación deriva de tres procesos. En primer lugar, el psicópata abandona a los seguidores que ya no le resultan útiles; este abandono es tanto en un sentido social como en un sentirlo psicológico: sencillamente, la proximidad interpersonal que generó el psicópata en su proceso de manipulación termina por completo. En definitiva, la relación entre el depredador y sus víctimas «se enfría» por completo y de snbito. Las víctimas pueden acusar psicológicamente el golpe:, pero no es extraño contrar igualmente 1111 sentimiento de alivio, ya que, si bien no han llegado, en muchos casos, a comprender la naturaleza de la persona a la que habían apoyado, sí habían podido sentir «algo especial» que hacía onerosa la inter, acción en muchos momentos.
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En segundo lugar, algunos «peones» empiezan a ver de qué va Iodo este juego. Descubren que «su amigo» es un farsan t e, «una serpiente» y, encolerizados, le desafían abiertamente. Sin embargo, quizás ya sea demasiado tarde para ellos: el psicópata ha tenido tiempo de neutralizarles.
¿Cómo? Mediante sus contactos con miembros que están en una posición superior en la jerarquía organizativa, ha difundido información sesgada que ha desacreditarlo ante sus ojos a las personas que ahora se le enfrentan. De este modo, cuando «los peones» inician su contraataque, han (10 convencer a unos superiores que, seducidos por el psicópata, tienen la opinión de que se trata de miembros incoinpeten tes o desleales, incapaces de apreciar a una persona con talento. Es justo reconocer que el camaleón ha hecho aquí un trabajo extraordinario: ese proceso de desacreditacion comienza incluso antes de que «los peones» se den cuenta de la estulticia de su protegido, es deci•, mientras todavía eran sus seguidores. Cuando aquél se da cuenta (le que su juego va a ser descubierto por parte de los peones, o bien cuando ya no les necesita, entonces empieza a desarrollar su 1.)lan para librarse de ellos y, al menino tiempo, protegerse de sus seguros deseos de venganza posteriores. Ese conjunto (le maniobras, traiciones, conflictos internos y celos tienen como consecuencia el declinar de la moral del departamento orwarrizativo afectado y, corno es lógico, la desintegración general de la unidad de trabajo. Sin embargo, los ejecutivos en la posición elevada de la a de poder no llegan a saber la auténtica razón de este fenómeno. En este situación, no es extraño que se produzca un cambio radical (le personas, una especie de cambio caótico con la esperanza de reestructurar toda la. situación. Lo cierto es que, en este. movimiento brusco, hay 'muchas probabilidades de que los antagonistas del psicópata se vayan a otro departamento, o bien de que éste
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sea promocionado, dejando su previo lugar de trabajo b j ao un aspecto desolador. El tercer proceso Os el objetivo final del juego del p s i.: cópata, su «pleno al quince». Los patronos protegen a j psicópata hasta que ellos mismos sucumben a su traidó t.i Piénsese que su manipulación se dirige no sólo a las p ei,„ sonas, sino a la completa estructura de poder. Quizás e s el momento en que el camaleón debe de cambiar de ai res pero no sin llevarse una buena indemnización y múltipl es conocimientos y contactos. El juego ha terminado.
4.2.3. Pro psionalos varios
El alguacil aloaniciltulo
El 21 de enero de. 1 999 el fiscal de la Audiencia de Barcelona, Carlos Ramos, pidió para el ex juez 1 atis Pascual Estevill la pena maxima por cuatro delitos fiscales probados, lo que equivale a 24 años de prisión, 6 por cada uno de ellos. De este modo, la Audiencia dejó visto para sentencia el .j iticio por defraudar a Hacienda 350 millones de pesetas entre los ejercicios de 1988 y 1993. Pascual Estevill ya había sido condenado anteriormente por el Tribunal Supremo por un delito de prevaricación (dictar con plena conciencia una resolución injusta), y, en el m omento de reda ctar es tas págin as, tenía pendiente todavía un nuevo juicio por presuntos cohechos (recibir dinero por dictar resoluciones injustas). 4 ¿Qué hace peculiar este caso que justifique su pre-. sencia en este libro? No será. la primera y la última vez que 4. Los datos y notas están extraídos de las informaciones aparecidas en 111 País los días 17 y 21 de enero de 1999.
funcionario público haya cometido algún delito, ni siiera un juez. Sin embargo, hay algunas notas particulaqu • es en todo esto que resultan relevantes para ihistrar algunas de las ideas esenciales de lo que constituye la psicopat í a. No sabemos si el ex juez m erece este calificativo. Se trata ele observar unos hechos (pie ilustran comportamient os característicos de esta personalidad. Lo que mas nos interesa de los hechos que le imputa el fiscal Ramos es la capacidad de compartinientalizaci Oil o d esdoblamiento de Estevill. Este ex juez, que primero fue a bogado y luego pasó a ocupar un puesto en el órgano máximo de la judicatura (el Consejo General del Poder judicial) al ca nzó una gran notoriedad por sus condenas a delincuentes fi scales o econóniicos. Pero esto 110 fue obsulct do para, a juicio del fisc al, com eter los mismos d elitos q ue daba n lug ar a sus condenas mientras tras ejercía de juez. De este modo, cuando Estuvill actuaba como juez debía ser capaz de tomar decisiones y, en suma, de pensar como llri hombre de leyes, honrado y cabal. El fiscal relató una de las sentencias del:juez, en d el donde hacía c1 siguiente razon ann oi n o p r o p ó s i t o caso 1")ellrán de (aralt.). Escribió Estevill: ji u
Las conductas relacionadas, amen de il dringir fron, articuli ,do d.l Código Penal, denotan toda una conducta insolidaria con relación al resto de la sociedad y hacen Tala - de las malas artes utilizadas por peramas tpte estan al frente de responsabilidades cconánn-
(almente el
Gis (pie no se avienen con la l'unción creadora (le -fique Sa que e les tia ericoniendado. ennbalgo, este !nodo (le razonar de Estevill
(1cct iral .
no le
31 1 15. cuanido en. 'calidad la operación ;e (:Taró 92,000.000, ore c bir 'Irá; de 9.000.000 iotas de la firma klyrurgia --que Sr materializó en un ()sten toso Jaguar--, como con I ;ensariol a sus tareas de asesoramiento a la empresa. dea talo la una venia por valor (le 500.000
metáfora del fiscal, Estevill se ha convertido en el «alguacil'. alguacilado» al conculcar con sus delitos la confianza q ue la sociedad establece en un juez, en todo juez, pero, en especial, en alguien de su rango. La comparlintentalización del pensamiento i mplica qu e una persona es capaz de separar ideas y actos contrapuestos con objeto de que no creen conflicto en la persona. Por eje m. plo, un delincuente puede mostrar en su vida privada actitudes muy hostiles hacia las mujeres, incluso puede hab er infligido malos tratos a su esposa, pero puede rechazar de plano la compañía de alguien que ha asesinado o violado a una mujer. Cuando esa capacidad de separar cognitivament e hechos que tienen grandes similitudes incluye a toda la per., sonalidad, de forma tal que el sujeto llega a dividir clara mente su vida, entonces hablamos de desdoblamiento.`' Para que Estevill fuera capaz de delinquir al mismo tiempo que cometía delitos parecidos a los que estaba juzg ando, tenía que realizar una operación mental de sep aración, pero tmbién un esfuerzo unís dirigido a hacer claramente diferen• tes su función juzgadora de su actividad de delincuente. Ahora bien, lo natural es que toda persona tienda a integrar sus ideas y su conducta en un patrón coherente. La división mental o de personalidad se hace a un costo elevado; hay un conflicto psíquico, una tensión que consume mucha e nergía. El sujeto, enhen Litio a una realidad incongruente, puede optar por hacer hegemónica tinz de las dos partes de la realidad enfrentadas. Por ejem l
p l o 9 —como se discute en el capítulo dedicado a los criminai es de guerra— los médicos alemanes que ejercían en los campos de concentración eran capaces de mostrar atención a los internos mientras colaboraban con el proceso de exterminio que era la finalidad t'iltima del campo. Pero, n último extremo, la realidad que predominaba era la de e «hombres de ciencia» que colaboraban con la hegemonía d e la raza aria y ayudaban al eslinsrzo bélico de Alemania. s e r atentos con los presos les ayudaba a conservar su imagen de médicos, pero si esta h ubiera sido la parte de la realidad más fuerte, entonces hubieran tenido que abandonar su puesto O dedicarse a sabotear los esfuerzos de los nazis. El hecho de que Estevill delinquiera incluso en su labor de juez (delitos de prevaricación y de cohecho) indica que la parte de la realidad que ganaba terreno era la de su ambición; es decir, la delictiva. Es verdad que un psicópata acaten tico 110 necesita separar la realidad en su conciencia, puesto que no siente contradicción alguna , según vimos en el capítulo 2 de esta obra. Pero, sin duda, en todas aquellas personas que vemos esa capacidad de hacer el mal mientras presentan una fachada de justicia y honradez, encon trarlos tramos una tenden. cia a man tpular, a engaíntr, que poco a poco va haciendo más innecesario el conflicto, hasta que los deseos ilícitos van imponiendo una personalidad más congruente con la del agresor o delincuente. Otro aspecto que destaca en el caso de Estevill es el de la falta de aceptación d e los propios Hechos. A,sí el ex jaez contestó a las calificaciones del fiscal y del acusador particaLir de la siguiente forma: ,
lialítticlo aquí del llamado «síndrome de personah7 dad múltiple». En (list (s, varias p ersonalidades completamente inclepeedientes se turnan en el control de la consciencia y voluntad del sujeto, de tal modo que derpus de que una personalidad haya tomado el corttso, •sta no recuerda titula de lo que hizo la otra personalidad que antes cic, minaba al sujeto. El desdoblaraiento supone un control consciente delsujeto por evadiese de las contradicciones que le acatTea estar represen tat sim ulta 'rtuten te roles que son col ttradictorios; por ejemplo, el ladrón y juez. . En cstmnos
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Me opongo a las uso níesiaciones del fiscal porque son para alistas (sic), y a las de la acusación particular, poique pareced mas un irilti n que un informe jurídico.
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Quizás ayudado por la incapacidad de sentirse a yer,
o - onzado por los hechos, E stevill lucha ahora, simplemen.. -
te, contra la maquinaria del sistema que pretende haced, pagar sus delitos. El 29 de enero de 1999 fue condenado a seis años de prisión. El empresario tratante de esclavos Debido a la extrema frivolidad con que los p sicópatas. contemplan el mundo, no hay límites para su conducta e x céntrica, en ocasiones con un tinte tan grotesco que la crueh dad derivada de sus actos deviene en algo surrealista. Lo característico del psicópata es que no muestra remordimiento alguno ni vergüenza cuando elabora una situación que al resto, de los modales le produciría espanto. Cleckley, el autor que hemos calificado corno el teórico más intportante de la moderna psiquiatría sobre este fenómeno, ya d escribió con precisión esta característica del perfil objeto de este libro: Ya es clásico en la literatura sobre psicopatía reconocer sn incapacidad para lamentar las cosas que suce-
d enporsucausa. N o obstante, en ocasiones puede adorad lar la pose d e que «todo en verdad ha sido mi culpa», pero se trata de una 111Cra estrategia para poder continuar manipulando. De hecho, si se le interroga detakdamente, se comprueba que no puede dar explicacioí raes convincentes de la causa por la que realmente se
siente culpable.
Ocurre otro tanto con la capacidad de sentir vengiienza en asuntos relt.cionados con hechos estéticos, I7 orales o illUllani.¿";HOS. Si Seldariwa trena; razón cuan-
do ',tí111011 que «qtrizís la verdadera dignidad del boirc
bre descans.a en su capacidad para recriminarse'', el psicópata no parece disponer de esa cualidad .
6. The ¡VGA of Sanity,
p. 343.
6
E stas consideraciones son relevantes para el c aso que mos a comentar a continuación. Es bien sabido por todos va e los emigrantes ilegales en nuestro país (y en muchos qu tros) han de afrontar situaciones muy precarias e injustas o para s obrevivir. Acuciados por la necesidad, se prestan a Componendas laborales y a tratos vejatorios que ningú n ciudadano del país aceptaría. Pero lo que le sucedió a K. M. se le con mucho de lo que es habitual. En Guadalajara, ensa tre los años 1995 y 1995, K. M. estuvo sometido a un contrato que le imponía la esclavitud. Tal contrato, realizado p or el empresario Rafael Llorente y con el visto bueno del falso abogado José María de Miguel, especificaba toda una serie de actos denigrantes, pudiendo, según consta en la sentencia judicial que se originó por estos hechos...
... disponer la 011111 esa de él comotuviera a bien, pirra 10 lligela-ió , o lo- tra b- , ;os tozados 10 sodomía o f.
,
.
para hacer la comida, teniendo bajo su jurisdicción la
vida o la ea teste del esclavo.'
Según denunció la i\sodaci6n Pro Derechos Iiinnanos de España, el inmigrante, el que 10 llamaban «sern viente» sus supuestos amos, era obligado a andar desnudo por la casa donde prestaba sus servicios, siendo habitualmente maltratado y objeto de lesiones. Desgraciadamente, el surrealismo pareció con tagr, e al árgano jurisdiccióruil que realizó la sentencia, ya que, Si bien ésta condenó a los acusados por un delito de lesio- nes, les consideró inocentes de un delli o de atentado contra los derechos de los trabajadores, conel sorprendente razonamiento de TI e '
7. El País 1 0 de noviembre de 1008.
del Estado ha recurrido la sentencia ante el Tribunal pretil° para reparar esta curiosa apreciación de lo q uees «el agradecimiento>>.
El ciudadano halle de la Amazonia Cecilio do Rego es todo un personaje en Brasil, alguien que bien pudiera recibir el sobrenombre del «d u, (Jactan° Kane» del Brasil (recordando la psicologí a del magnate dibujado por Orson Welles en la película del mis-. mo título). En 1994, la revista estadounidense Fo rbe s lo inn clu fa en la lista de los hombres más.ricos del mundo, y daba el título del mayor empresario de la construcción del mundo.s Que alguien que procede de una familia mny pobre llegue a ser tan poderoso puede ser motivo de alabanza y de estímulo para muchos, quizás una prueba clara de que nada hay fuera del alcance de una voluntad férrea. Un hecho, sin embargo, mereció la atención de/ inund oenenero d e 1999: Cecilio do Rego se había adueñado ilegalmente de Vi millones de hectáreas! de la selva del Amazonas, una superficie semejante a Holanda y Bélgica juntas. Con ello, al título del mayor constructor del mundo podía mimar el del mayor terrateniente. No parece que le supusiera ningún problema que su compra fuera ilegal. El territorio, situado en la comarca Altarnira, en el estado de Para, lo adquirió do Rego a su supuesto dueño por valor de 400.000 dólares. Los derechos de éste no estaban claros, pero ello no le inipidió al multimillonario formalizar la compra de este vasto territorio. Parece ser ene las tierras son de titularidad estatal n, al menos, del Ejército del Aire.
8.
134
El País, 27 de enero de 1902.
¿Para qué quiere uno de los hombres nnís ricos del be tanta extensión de selva? Bueno, no se trata sólo de or r ut ar de una vegetación inextricable o de coleccionar d;sf quitos molestos. Para empezar, do Rego se ha converm os tido en una especie de «señor de la jungla», algo semejante al Kurtz de la impresionante novela de Conrad El coraón de las liniebas. Ahora posee una finca atravesada por 28 z í os y, dentro de ella, existen pueblos enteros y res ervas r d indios. Pero, además, hay tesoros hm tensos, entre los e se cuentan fabulosas cantidades (le diamantes y de qu tiro. Por si fuera poco, en esta nueva propiedad de do Rego, e ubica también la mayor reserva de caoba del planeta, s valorada en 7.000 millones de dólares. El Gobierno está intranquilo y, ciertamente, no le faltan motivos para ello. Especialmente perturbador resulta el perfil de personalidad del usurpador, tal y como se ded uce de los hechos que conocemos. En primer lugar, una niegalontanía contrastada. En segundo lugar, una Formidable capacidad de tejer telarañas de manipulación. En tercer lugar, crueldad y, necesidad de poder sin que los intereses de los otros sean algo a tener en cuenta. En 1997, do Rego andaba ya detrás de este enorme te ;torio; ahora parece que ya ha logrado sus propósitos explettuido las terribles lagunas legales que existen en el Brasil. En tal año presentó un proyecto al gobierno por el que él administraría ese territorio con el armunen te de que crearía un proyecto ecológico. Prometió crear en su territorio 3.000 empresas que invertirían 100 millones de dólares en intin¿testructuras urbanísdcas. Incluso se comprometió a construir 2.000 (asas para los TI lí1S pobres de .t\itant ira. Pero hay más datos sobre lo que puede hacer una persona así. Según la - vicepresidencia (le la. Cántara de: la ciudad de i'dta in ira, do Rego es responsable de delitos como el asesinato, ocultación ele cadáver, esclavismo y formación de escuadrillas paramilitares. Un indio de la tribu de ,
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Xipaia se cuenta entre las víctimas, al enfrentars a l e a pu., lítica laboral de la empresa. En su ansia de dominio, l • ls o g fotografiar a todos los indios con la excusa de formalizar unos documentos, para luego enviarles a un « rep resen. hurte» con la amenaza de que se trataba en realidad d e fotos para hacerles una ficha policial. El sometimiento se completa además con una «p atr 1111a» personal de 14 hombres armados que siguen día y noche al potentado. No es extraño que el juez que está investigando el caso piense también que necesita una escolta. Su tarea no va a ser nada fácil. Un ex capataz de Cecilio ha declarado que todo el territorio está blindad o y protegido con armas hasta los dientes. Policías desalmados
Ya lo hemos dicho muchas veces: el camaleón se incrustra en cualquier estructura. En la dirección de la Guardia Civil O en la policía. El caso que vamos a relatar ahora es un ejemplo de la necesidad de que los responsables de la policía estén atentos a la posible existencia de psicópatas en sus filas.' Manuel Lorenzo y jesús Vela, dos agentes de la poli . cía nacional en la actualidad en prisión, ya habían dado muchos problemas a sus superiores. Jesús Vela se encontraba en situación de «segunda actividad» (retirado de servicio activo) en el periodo en que se cometieron los hechos como consecuencia de varias sanciones impuestas. Por su parte, Manuel Lorenzo había sido sancionado a c ausa de varios expedientes y había sido objeto de la vigilancia desarrollada por la Brigada de Asuntos Internos en diciembre de 1993 y enero de 1994.
9. El País, 17 de junio de 1996.
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Según el relato del fiscal, los dos policías urdieron u 1 1 para conseguir mucho dinero de un empresario gaaloe lego dedicado al granito, David Fernández Grande. Para l Manuel Lorenzo facilitó a Jesús Vela los datos preciell o, sos acerca de la situación económica del empresario y de racterísticas (le su vivienda, un chalé sito en el munil as ca cipio pon teved rés de N igrán. . pasadas las ocho de la tarde del 31 de enero de 1994, ambos se personaron en la vivienda y se identificaron como policías ante la esposa del empresario, Pilar Sanromán Fernández. Poco después, pidieron que el hijo mayor d el mat ri monio, David Fernández, les acompañara a la comisaía. También estaba en casa el h ijo menor del matrimonio. r Pero no hubo tal traslado. Una vez conseguido el acceso a la casa sin levantar sospechas, pasaron a la acción. Tras interrogar al ,joven, se enfundaron unos guantes, empuñaron sus armas y obligaron a David, a su madre y al ot ro hijo menor a entrar en el salón, donde les maniataron y amordazaron. Ea pesadilla había comenzado. Un par de horas unís tarde regresó a la vivienda el empresario, que, inmediatamente, fue esposado por los dos policías. ¿Qué habrían pensado en esas dos horas la madre y los dos hijos, secuestrados en su propia casa p or dos personas que, presumiblemente, tienen la sagrada misión de dehmderles contra el mal? La pesadilla, sin embargo, progresaba y, poco después, también estuvo en poder de Lorenzo y Vela bu hija, Marta Fernández. Pasó un tiempo fugo. Los policías querían mucho dinero, 200 millones de pesetas, pero el empresario les decía que no podía conseguir en breve tiempo esa enorme suma. Finalmente, los secuestradores se conformaron con «sólo» 20 millot tes. \litio a con t intraci(rn una noche desesperanzada. El empresario debía conseguir esa cantidad al día siguiente, y debía empezar nada más amaneciera. Un psicópata policía está mejor entrenado, tiene «mas •
•
oficio». Es la crueldad más la eficiencia en lograrla. Así, tos policías esperaron toda la mañana con sus rehenes 1, 01 que se sumó desde las ocho de esa mañana la em a P eada del hogar, Ana Isabel Costas. A las dos de la tarde u nem. ple-aclo del empresario llegó a la vivienda para entr egar l„ los 20 millones de pesetas. Entonces empezó una nueva edición de la obra Truman Capote A sangre fría. Lorenzo y Vela llevaron sus seis rehenes a diferentes habitaciones, y empeza ron asesinarlos sin piedad. Murieron el empresario y su esp o. sa , la hija, Marta, y la empleada del hogar. Felizmente, le, dos hijos lograron desatarse de sus ligaduras y echaron el pestillo de la habitación que ocupaban mientras pedí an auxilio desde su ventana. No tardó la policía en reaccionar. Manuel Lorenzo fue detenido ese mismo día, a las 23.00 horas, cuando salía de una cafetería, mientras que jesús V ela fue arrestadoa la misma hora cuando se disponía a echar la basura en un contenedor. Como otros psicópatas, los asesinos no tuvieron ningún inconveniente en seguir haciendo su vida normal. Matar para ellos era la culminación de un proceso que les había llevado previamente a llevar una vida deshonesta y a cometer otros delitos. Cuando el psicópata ingresa en una vida convencional, precisa de alicientes para satisfacer sus necesidades de control, de excitación, de poder. Si un camaleón trabaja (le policía, el paso al crimen es sólo cuestión de tiempo. Los médicos Obsérvese que los policías no huyeron cuando los hijos del matrimonio dieron la voz de alarma. Sin embargo, en ningUn momento se preocuparon por ocultar su identi dad. Está claro que no pensaban dejar ningún testigo vivo,
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¿poi qué no intentaron huir cuando dos de sus víciisobrevivir? ví Resulta sorprendente esta despreocupación frente a situaciones que pueden ocasionar al psicópata muchos dis. No abunda el «criminal profesional» entre los cas t osnes. Es verdad que el profesional ha de tener rasgos r : ai eo psicopatía (dureza emocional, falta de remordimienal e l a ), pero su vida privada y su estilo de vida en general tos rá , e mucho más organizado que el del psicópata piteo. Su odus vivendi depende exclusivamente de la perfección de «su trabajo», y no puede permitirse la impulsividad y la incongruencia que hay detrás del comportamiento psicopático. Ahora bien, cuando la persona que muestra desinterés por las personas a bu que perjudica tiene la misión de cuidarlas, como en el caso de los médicos, y una vez que disminuye la sorpresa que siempre nos causa este hecho, debemos empezar a preguntarnos qué tipo de personalidad puede estar detrás de los acontecimientos que estamos juzgando. Cleckiey dijo del psicópata y de sus actos dañinos sin inotivación aparen te.:'° e
" as lograron
n z
El psicópata puede cometer todo tipo de desmanes sin que haya una nieta que log rar: fraudes, engaños, estafas, vejaciones o violencia pueden ser el producto de ideas o sensaciones triviales, sin que se tome el trabajo de minimizar el riesgo todo lo posible. Tampoco hallamos en él una compulsión típica, por ejemplo, la piromanía o la cleptomanía, ni el conflicto o el pesar de las personas que delinquen debido a pasiones ofuscadoras.
No podemos afirmar que Ángel de la Cal del Pico, un médico de Zaragoza condenado a ocho años de prisión .
10. The Mark
of ,S ' anity, p. 218.
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por cometer 16 cielitos contra la libertad sexual, p uesh entrar plenamente en el grupo que en este libro está mui considerando, pero según lo que reflejó la prensa de aq ue líos años, hay aspectos valiosos para dis cutir. 11 Ea sentencia del caso expone los argumento . p , s au nuestra inquietud. Así, en 1 3 de las 16 agresiones sexuales; se aprecia que hubo intimidación; es decir, atendiend o sentido jurídico de este concepto, el médico atemorizó a I pacientes para que consintieran en la vejación sexual, lo que supone mostrar a la víctima que podría sufrir algú n perjuicio de no prestarse a sus deseos. En otro d e los caso s los abusos se dieron de forma continuada. Este hecho n debe alertar de que el inculpado era capaz de no p iesi. atención al daño emocional y físico que previsiblemente exhibiría la mujer. En otro caso se apreciaron coaccion a (forzar a alguien a hacer algo). Pero es el último el q ue más debe ahora interesarnos; el médico empleó la hipnosis para poder abusar de otn, paciente. iY además, fue capaz de tomar fotos de otra mujer: y luego publicarlas en una revista! Nada de esto «tiene sentido». Si lo que quería era agredir de forma secreta y sistemática, ¿por qué emplear su propia consulta para tal : fin? ¿Todas las mujeres iban a callar de forma indefinida? ¿Iba siempre a ser capaz de pasar por «terapia» todas str . • actuaciones? ¿Para qué publica unas fotos que no pueden sino aumentar el coraje de la víctima y exponerle a él a mayores riesgos si resulta acusado? Algunas de estas preguntas tendrían respuesta comprensible si sacáramos a colación la personalidad del camaleón: en unos casos más y en otros menos, el trabajo «normal» del sujeto no haría sino encubrir a duras penas unas necesidades que en modo alguno se satisfacen con el • disfraz de «hombre convencional». Con esto en mente p o11. El País,
13 de abril de 1990.
demos entender algunas cosas que parecen sorprender a. los jueces, tal y corno figura en la sentencia. En efecto, desde hacer constar el «ánimo libidinoso» del condenapués a la hora de realizar las exploraciones a sus pacientes, ;1 0 el juez encuentra «paradójica» su actitud de realizar tales exploraciones con una «C011 cupiscencia torpe», sin preocuparse por dar el alta médica, por ejemplo, a una lesión humeral. Esta torpeza se extiende a todo su operativo a la hora cometer los cielitos: el médico ordenaba desnudarse a de cualquier mujer que viniera a su consulta. que le resultara «incl' uso cuando acudían sólo para pedir una pomada El fiscal declaró que «para recetar aspirinas, upositorio sy ante unas anginas, un catarro o un dolor de
cabeza, el procesado ordenaba desnudarse completamente a las pacientes». A los desnudos se añade el hecho de que el doctor aprovechaba la consulta para fotografiar sin ropa a las mujeres. Las instantáneas quedaban unidas a los expedientes médicos, en ocasiones junto a comentarios como éstos: «se desnuda con lentitud y fastidio». 12 Pero precisamente eso es lo característico del trastorno que aquí se discute en sus manifestaciones moderadas. La acción, aunque repetitiva no se realiza con el temple de un profesional de la agresión. El abuso es «torpe»; parece que todo está hecho con despreocupación. Cleckley escribió al respecto: A diferencia del psicópata que está interno en un hospital, este sujeto ha aprendido a llevar a cabo las for-
malidades de la vida de modo consistente, y aparece
como si realmente viviera de un modo socialmente integrado. Pero en verdad se trata sólo de una superficie,
una especie de ritual donde no hay guiri cosa de su att12. El País,
9
8 de
marzo de 1990.
téntica personalidad. Desgraciadamente, sus imp ui so naturales chocan frontalmente con esa pose externa, d modo tal que tiene que recurrir a comportamient oscp e, niegan radicalmente esa apariencia superficial de f olk . malidad. 1 3 El médico abusa sexualmente de sus víctimas, incluso recurre a la hipnosis para lograrlo. Se trata de los actos «que niegan radicalmente esa apariencia superficial d e formalidad», la de Si! rol de médico especialista en ayudar a los aquejados por problemas de salud. Éste Os el « rit , u14 donde no hay gran cosa de su auténtica personalidad»; Otro indicio que debemos considerar es, finalmente, la incapacidad para reconocer la responsabilidad de las p ro piar acciones, aunque ello suponga inventar historias extraord n'arias. El médico zaragozano argumentó que des,: mudaba a las mujeres porque ¡seguía una instrucción dé Sanidad!, según la cual tenía que aprovechar toda constala para hacer un historial clínico de cada paciente. Compárese este caso con otros dos. El primero es del ATFS que ejerció durante 10 años como ginecólogo. José Luis Fernández Rivas estuvo atendiendo en San Sebastián durante esos años a más de 8.000 mujeres, y llegó incluso a ser jefe de servicio de Obstetricia y Ginecología del Hospital de la Cruz Roja de esa ciudad» Para ocultar la carencia de la titulación médica, el falso ginecólogo utilizaba el número de colegiado de un anestesista, que no lo empleaba porque no expedía recetas. A pesar de que Fernández Rivas fue capaz de engañar a muchas personas durante muchos años, y que sorteó los trámites administrad-, vos con éxito, de lo que conocemos del caso no se desprende que fuera un mal médico. Es cierto que varias
13. T/u? Mark of Sanity, p. 220. 14. El País, 14 de noviembre de 1995.
1-12
i eves se quejaron de él en el juicio, pero quizás sus peoconsultas las realizó al principio, cuando estaba apren°e ln s :riendo su profesión con la práctica de la misma. Por otra más de 8.000 pacientes un parte, no es difícil hallar entre nelo de ellas que se sienten mal atendidas. .atí El segundo caso es similar: 15 Juan Miguel Sánchez Ro0iera era un estudiante de Medicina que entró a realizar prácticas al hospital de la Cruz Roja de L'Hospitalet. sus l Llobregat, en Barcelona. La cuestión es que Juan Mide gu el no acabó sus estudios, pero cuando regresó del servido militar no hizo ningún esfuerzo para comunicar al hospital su situación académica, ni la administración hospital aria se lo exigió. El resultado fue que, se quedó a trabajar n el servicio de otorrinolaringología desde 1979 a 1989, e llegando a efectuar 3.000 operaciones. Utilizó un número de colegiado falso, elegido al azar. El acusado argumentó que nunca se había atrevido a confesar que él, en realidad, no era médico, por vergüenza ante sus compañeros de trabajo. El tribunal le condenó a dos años de prisión: un año por intrusismo y otro por imprudencia temeraria, ya que un paciente al que operó para extraerle pólipos perdió la visión en un ojo. Para nuestros propósitos lo relevante es que ambos acusados intentaban hacer su trabajo con corrección, que se dedicaban a sus tareas, que hicieron un proyecto de vida consistente gracias a su arg ucia. Si en sus vidas no se diera ninguna otra circunstancia —que ahora desconocemos , no tendríamos ninguna razón para sospechar que „an una psicopatía. El ánimo dañino, la extravagancia y lo bufo no se dan aquí: hay fraude, sí, pero no un trastorno de personalidad.
15. El País, 6 de octubre de 1995.
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11 psicópata reverencio: La orden del Templo d el S O L ¿ Quién puede dudar a estas alturas que las sectas e
ons,
lituyen grandes negocios, muchas veces considerad os l e _ gales por las jurisdicciones de muchos países? En estos anos de quiebra de solidez de las religiones en Occidente, l as sectas han venido a llenar una vida apagada y v ací ade contenido de muchas personas. Y tenemos buenas l'azo„ nes para creer que los psicópatas han encontrado en elle s un vivero de primer orden para elaborar prodigiosos pl anes de manipulación y explotación. Una secta es como una enorme tela de araña, a la que van a caer miles de pequ eños insectos. Y el camaleón, transformado en araña, está i mpaciente por devorarlos... La «orden del -Femplo del Sol» salió a la luz pública de las noticias internacionales en el mes de octubre de 1994. Hasta 53 cadá veres de militantes de la secta se contabilizaron entre Suiza y Canadá, donde la secta tenía sus enclaves. Si bien, en un primer momento, se barajó la hipótesis del suicidio colectivo, la hipótesis del asesinato cobró cada vez más fuerza. Lo que nos interesa de este caso es ilustrar, una vez más, las múltiples posibilidades de actuación del camaleón, esta vez disfrazado de líder espiritual. Los dos responsa., bles de la secta eran Luc Jouret y Josep di Mambro. A nosotros nos preocupa el primero, a quien su hermano describió de forma que nos recuerda Hincho al personaje que estamos discutiendo en este libro.l 6 En efecto, Bernard jouret, director del Instituto Geográfico Nacional de Bruselas, y hermano mayor del líder de la orden del Templo del Sol, lo describió como «un hombre encantador, amable y deportivo, que tiene una enorme facilidad para expresarse, un gran don de gentes
y probablemente la capacidad de volver loca a la gente
:' no esté vigilante». En otras palabras, de nuevo nos encontramos con la gran habilidad para encandilar, para seducir-. y para engañar, «para volver loca» (es decir, hacreíbles cosas inauditas, convencer hasta extremos incer sospechados, fascinar...) «a la gente que no esté vigilante». Alo anterior liemos de sumar la búsqueda de sensaciones, l a i ff ipulsividad, el ánimo de cambio constante que tan bien refleja la literatura especializada: «Luc era conocido sigue su hermano— en todas partes, tenía muchísimas acti v id ad es. Jugaba tenis en las montañas, hacía paracaidismo... Nadie podía i maginarse una cosa así. Nadie pudo advertirlo». De nuevo la sorpresa, la conmoción. Una vez el psi-
cópata ve llegado el momento de acabar drasticamente con la situación que le supone una amenaza, se desencadena la tragedia. ¿Cómo imaginar algoasí de una persona tan
«encantadora»? Pero lo cierto es que varios cadáveres pre► taban signos de violen cia, y la mayoría de ellos murieron abrasados ea varios incendios. La policía cree que fue
se
una obra de expertos. La sombra de guerras por el con-
trol de la secta asoma. Y Luc Jouret, con su extraordinaria vitalidad y amabilidad. parece reírse de todos nosotros desde algún lugar insospechado...
16. El País, 8 de octubre de 1994.
144
II,
5. EL ARTE Y LA PSICOPATÍA
E n un primer momento parecería que la psicopatía y rte tuvieran que ser conceptos antagónicos. ¿Cómo el a de relacionarse el producto más excelso del ser hirmapu e j i b: de su sensibilidad y afán de trascendencia., que l obalmente podemos denominar «arte», con la inhumanidad, lo grotesco y el crimen, productos característicos de la psicopatía? ¿Acaso el camaleón no emplea las armas de lo superficial, del engaño y de la violencia? ¿No hay en ja negación del interés por el otro una -negación misma del arte? No somos expertos en aná lisis artístico, y difícilmente podríamos ofrecer al lector una reflexión sesuda sobre esta cuestión. Pero podemos simplificar planteando dos i deas que, a nuestro modo de ver, han probado ser ciertas, y que son las que aquí nos interesa. En primer lugar, siguiendo la línea argurnen tal del escritor americano Roger Shattuck,' queremos establecer que el arte puede ser utilizado para fomentar la psicopatía. Es decir, que, con independen. da'del valor artístico que queramos conferir a un libro o a una película, es posible (y desde luego, se ha hecho) emplear libros y películas para fomentar una «cultura Psicopática». Tal cultura tendría la virtualidad de provocar comportamientos psicopáticos en personas que no tendrían, en su origen, esa condición (la psicopatía), o bien la
g
1. Roger Shattuck (1908), Conocimiento prohibido. Barcelona: Taus- ts. Todas las citas de S hattuck se ref ieren a esta obra. La cita corres pondiente a «El problema», es de la página 20.
147
de facilitar el paso al acto a sujetos que, disponiend o d„ (•sa condición, quizá se abstuvieran de agredir en absob at :, O, al menos, de agredir o provocar daño y desconsuelo e tt un modo tan intenso. En segundo lugar, queremos destacar que existen artista, psicópatas, d e mayor o menor gravedad. O bien, para decirli de otro modo, artistas que están muy cerca de presenta; las características plenas de la psicopatía que estamos exa, minando en este libro, y otros que, sin llegar a serio, muc trae tendencias o actos que, sin ninguna duda, revisten 1 , cualidad de l o psicopático. Así pues, desgraciadament e( .1 arte no es un reducto frente a la psicopatía. Y si bien, probablemente, no hay nada malo en juzgar a un artista por si 33 obras, con independencia de lo virtuosa que sea su v i d w , quizás deberíamos, al menos, interrogarnos sobre la con. veniencia de exaltar obras que hacen apología de la psico.: oatía. Éste es el primer plinto que vamos a considerar aya.
5 .1 . E L A R T E C O M O P R O D U C T O Q U E E X A L T A I A P S I C O P A T ÍA
estar regulados por las normas, mientras que los libros y las películas no han de sufrir ninguna censura ni li mitad6 r1 . 2 Esto, sin embargo, supone un riesgo importante, que e s el de permitir que determinados artistas, por expresión su propia psicopatía, por inclinación de su sensibilid ad, por sus limitaciones para el arte que profesan o, lii lálmente, por puro afán de lucro, quieran expandir en el mundo los valores de la crueldad y del egoísmo.' Gradualmente, razona Shattuck, hemos sustituido el Inda de los libros prohibidos y otras formas de censura por el libre mercado de ideas y por una educación liberal. «y casi hemos olvidado hasta qué punto es atrevido el experimento social que hemos emprendido y la i ntensa dedicación que será necesaria para hacer que funcione.» 4 El asunto se complica, porque lo cierto es que lo prohibido nos atrae. «Nos sentirnos insatisfechos con nuestra Suerte, sea la que sea, simplemente porque es la nuestra. Deseamos lo que no es nuestro porque represen ta la alteridad.» 5 Y esa atracción es mayor si se inclu ye la prohibición o una restricción. Los grandes relatos de la historia exploran este conflicto en cuanto acicate de las hazañas, el amor, la guerra o el crimen. Parece que cuanto mayor es el muro, tanto mejor el reto... El mal, así, puede tener una
5.1.1. El problema En opinión de Shattuck, la historia de la expansión de la cultura occidental se alimenta de una.dinámica esencia1, en la que influyen dos tendencias. Por una parte, t nemos leyes y costra' d)res que limitan la conducta, aun, que ::on a menudo pisoteadas por todo tipo de transgresores, bandas violentas y el crimen organizado. Por otra, los productos simbólicos del espíritu —palabras, imgenes, películas, grabaciones, programas de televisión— no sufren y, presumiblemente, no deben sufrir semejantes restricciones. E,n otras palabras: los comportamientos han d e .
. Para debatir esta cuestión Shattuck no atiende a una historia de s id eas, si n i ad el as hi st o i as», ya que «necesitamos listooau n a«hi s t o r r is pala d ar cuerpo al medio tempera( en el qu e el personaje humano cobra forma y se nos revela, y en el que descubrimos nuestra propia morbilidad» (p. 2:5). 3. «Siete siglos después de Dante, habiendo experimentado la. Ilustración y posteriores revoluciones, Occidente parece considerarse capaz de sobrevivir en estado de conocimiento ilimitado e imaginación desenfrenada. Nos atrevemos a acoger a Promeleo mientras hacemos caso omiso de Pandora; no tememos mirar la faz de Dios" (p. 14).
4. Conocimiento prohibido, p. 15 5. Conocimiento prohibido, p. 94. Es el «efecto de la ni tqt a- de Bailo', extraído de un cuento de Chaucer.
poderosa fuente de atracción, si se le rodea de las suficientes prohibiciones. El deseo de rebasar todo límite y la admiración que suscita En el ámbito del mito, Fausto y el doctor Frankesteiu muestran con claridad el deseo de rebasar todo límite, en ambos casos, el de la propia vida mortal. Los seres humanos buscamos con ahínco la gratificación que p roduce la riqueza, el poder, la fama o el sexo. Corno se discutirá más tarde, esa motivación elevada a la condición de motor del progreso social puede general. psicopatía, Pero ahora nos interesa posar la mirada en aquellas pe i ..• solías que no saben experimentar ninguna satisfacción perdurable, que tienen que alcanzar siempre un escalón superior de impulsos y gratificaciones, de atracciones 'y repulsiones. Es fácil citar figuras históricas para ilustrar este ímpetu prometeico: Alcibíades, Calígula, Cleopatra, Tam crian, Lorenzo de Médicis, Napoleón; «los ateniense acuñaron una palabra para designar su i nsaciable ansia . de lo inalcanzable, de la luna: pleone xia, que supera la simple arrogancia porque niega todo límite, todo horizon te». 6 La cuestión que se dilucida aquí es si puede caber alguna forma de grandeza en héroes cuya conducta ha sido malvada. ¿Por qué al resto de nosotros nos cuesta no adral, rar incluso sus formas más monstruosas? Dice Pascal que «el mal es fácil, hay una infinidad; pero el bien es casi único». El mal nos atrae, nos induce a desear poder, control, placer sin límites, y muchas personas pueden estar interesadas en que tal atracción crezca y se haga hegemónica. Si estamos fascinados por estos personajes, ¿dónde
la contribución de personas que, como Sócrates, , Jesús, San Francisco, Thoreau, Tolstói, Gandhi y d Bu a Luther King, han buscado la humildad y la sabiduría, encontrando y aceptando su destino? La solución ha sido buscar un tipo intermedio de «Figuras fundadoras» que dualmente han construido nuestras hoy hostigadas gra instituciones de la justicia, la ley y la democracia. Es decir, lo que se conoce como época moderna, nacida de las evoluciones del siglo xviri se ha fundamentado sobre la r id ea de que la. libertad puede contenerse dentro de unos lí mites. Los personajes citados nos inspiran historias de grandezas humanas, exhortando la profundización del espíritu del hombre y de su libertad en la tierra. Estos jemplos marcan (o, al menos, deberían hacerlo) nuestra e defensa y protección frente a los contra ejemplos de la crueldad y del dominio. Nuestras leyes, escuelas y parlamentos velan porque la sociedad se halle convenientemente defendida de estos modelos; sin embargo, ¿es eso suficiente? qu
eda
,
5.1.2. 'El extranjero', de Albert Camus
El argumento de El extranjero es fácilmente resuniible. Meursault es un hombre joven, que vive en la Argelia francesa (Camus escribió su obra en 1942). En esta extraordinaria obra, las primeras líneas ya establecen el tono básico del relato, que, sin duda, se centra en la peculiar psicología del personaje: Hoy, mamá ha muerto. O tal vez ayer, no sé. He recibido un telegrama del asilo: «Madre fallecida. Entierro mañana. Sentido pésame». Nada quiere decir. Tal vez fue ayer.
6. Conocimiento prohibido, pp. 133-134.
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Enseguida nos sentirnos intrigados por el mod oeti Meursault vivencia los acontecimientos.' El que se detiene en el entierro de su madre, y allí podemos ser testigos de que el protagonista parece ajeno a lo qu eestá sucediendo, que es incapaz de sentirse emocionahnent „ i mplicado, no ya en la muerte de su madre (a la que llev a a un asilo por no tener medios económicos para atenderla convenientemente), sino en la interacción usual, en los ritos propios del funeral. Gracias a la maestría de Camus sabemos que a Mcursault su madre no le importó gran cosa cuando vivía (no sabe, por ejemplo, la edad que . te , nía), y que le importa todavía menos una vez que ha falle, eido. Sin embargo, Meursault no es un hombre cruel, des:. cortés o violento. Más bien sucede que está plenamente centrado en atender sus propias sensaciones, sus necesi, Jades. Se relaciona correctamente con los dem ás, pero en modo alguno puede establecer una conexión emocional significativa con ellos. Quizás el ejemplo unís significativo ele este rasgo aparezca en su relación con Marie, una chica a la que desea y con la que tiene relaciones (las cursivas son nuestras): Por la tarde, Marie vino a buscarme y me preguntó si quería casarme con ella. Le dije que me daba igual y que podíamos hacerlo si era su deseo. Me preguntó entonces si la quería. Contesté, como ya había hecho una vez , que nada significaba eso, pero que cierta mente no' la quería. «¿Por qué te casarías entonces conmigo?», dijo ella. Le expliqué que la cosa no tenía importancia alg,ana, pero que, si ella lo deseaba, podíamos casarnos. Además, era ella la que lo preguntaba y yo 1/1c limitaba a responder que sí. Comentó ella que el matrimonio era
7. Las citas de 1 :l extranjero han sirio tomadas de la edición de Alianza, Libro de bolsillo n 9 312. 1,
una cosa seria. Respondí: «no». Se calló un momento y me miró en, silencio. Después habló. Quería simplemen-
te saber si yo habría aceptado la misma proposición de
otra mujer, a la que hubiese estado unido de igual modo. Dije: «Naturalmente». Se preguntó entonces si ella me
amaba a mí, pero yo nada podía decir sobre ese punto.
Uno de los puntos centrales del libro es el asesinato ue comete Meursault. Pongamos en antecedentes al lec q
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Páginas atrás había trabado una cierta «amistad» con It0I ar .y n -r nd, un hombre que le pide su colaboración para poder golpear salvajemente a su amante, por haberle en«añado. Como su amante es árabe, Raymond teme que su hermano se vengue de él. Así que le pide a Meursault que le aCompafte a pasar un día en la playa, y de paso podría ayudarle si tiene dificultades con el hermano de su amante. En efecto, Raymond, Meursault -y otro amigo (Masson) tienen un encontronazo con un grupo de árabes, entre los
que se halla el hermano d e la amante de Raymond. Es una escaramuza, pero Meursault se queda con un revólver que pertenece a Raymond. Hace un sol infernal en es a playa de Argel. Ese día abrumador resulta clave para explicar el comportamiento del protagonista de El extralljeTo. Poco después los hombres regresan a su cabaña, pero Menusault decide regresar a la playa, buscando una fuente que se cobija entre tinas rocas a un extremo. Era el mismo resplandor rojizo. Sobre la arena, el
sol jadeaba con toda la respiración rápida y ahogada de sus pequefias olas. Cam i né lentamente hacia las rocas y sentí que mi frente se inflamaba bajo el sol. 'Todo ese calor se apoyaba en mí y se oponía a mi avance (...) A cada espada de luz surgida de la arena, de una concha
blanqueada o de un trozo de vidrio, mis mandíbulas se crispaban. Anduve largo rato. [ Meursault está asfixiado por el calor. Lo único que
desea es «encontrarme en la sombra y en repo so ", pronto, encuentra «al tipo de Raymond».] Al verme, se incorporó un poco y metió una iruila en el bolsillo. Yo, naturalmente, agarré el revólver'¿ Raymond en mi chaqueta (...) El ruido de las ol as e;.: todavía más perezoso, más quieto que a rnediodía..b:.:, el mismo sol, la misma luz sobre la mismaaerleninacq iri d: extendía hasta aquí... Pensé que me bastaba dar la vuelta y habría terminado. Pero toda una playa vibrante de 1, ( a se apretaba a mi espalda. Di algunos pasos hacia la fu ta ,.. te. El árabe permaneció inmóvil. A pesar de todo, e s t. a• b " bastante lejos. Tal vez a causa de las sombras sobre i, u cara, parecía reír. Esperé. El fuego del sol ardía e la a i ln mejillas y sentía las gotas de sudor acumularse sobre cejas. Era el mismo sol del día en que enterré a mamá t. como entonces, me dolía sobre todo la frente y todas sis venas batían a un tiempo bajo la piel. Esa quem.adtiri que no podía soportal; me hizo dar un paso hacia delante (...) el árabe sacó su cuchillo que me mostró al sol. luz surgió desde el acero como una larga hoja relua bran te que alcanzaba mi frente (...) Sólo sentía los cíe• • balos del sol sobre la frente e, instintivamente, relumbrante surgida del cuchillo siempre ante mí. E. ardiente espada mordía mis cejas y penetraba en irJ , , ojos doloridos. Fue entonces cuando todo vaciló. Del llegó un soplo espeso y ardiente. Me pareció que el Cielcr se abría en toda su extensión para vomitar fuego. Tcáu mi ser se tensó y mi mano se crispó sobre el revólver. gatillo cedió, toqué el pulido vientre de la culata y feo así, con un ruido ensordecedor y seco, como todo pezó. Sacudí el sudor y el sol. Comprendí que destruido el equilibrio del día, el silencio excepcional una playa donde había sido feliz. Entonces, disparé el:: no veces sobre un cuerpo inerte en el que se hundían las balas sin que lo pareciese. Fueron cuatro golpes U: ves con los que llamaba a la puerta de la desgracia. .
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90derna, te hace olvidar que Meursault nunca piensa en r humano que ha matado ni hace referencia a él. No e l se siente arrepentimiento ni remordimiento algunos. Ante l, 'magistrado que le interroga, Meursault califica sus sene ti mientos hacia el hecho como ermui: irritación o fastidio. En la última página, al decir que `me sentía pronto a reviv i r lo todo', parece reafirmar su crimen y su c astigo como única fuente de su identidad, como si fuera su firma».s A nuestro modo de ver, la descripción que hace Camus d e Meursank es la de un psicópata, con la excepción ele la mentira y manipulación que son tan habituales en él. Tampoco es un malvado. Pero presenta, sin lugar a dudas, esa insensibilidad, esa ausencia de remordimiento y esa capacidad de violencia que puede surgir en cualquier moment o del modo más banal. Camus, desde lue go,. nunca lo describe así, y- parece improbable que conociera en profundidad este diagnóstico, pero lo cierto es que su genialidad le lleva a crear la figura ele un hombre que parece caminar por el mundo como si estuviera separado ele él por una tenue tela que le impidiera sentirlo de modo cabal. Cuando Marie le pregunta si la quiere, Meursault contesta que «nada significa eso». ¿Puede h aber mayor claridad para representar esa oclusión ele los sentimientos une hemos descrito repetidas veces en este libro? Sin embargo, Camus no se resigna a condenar a su sonaje más célebre. Tal y corno ocurre tantas veces en rte, parece que sea necesario revestir de un mensaje c7-.-:onerador a lo que no es sitio una descripción concreta de la falta de humanidad. Trece años después (en un prefacio escrito a una edición para estudiantes publicada en -,.ados Unidos en 1955), Camus presentaba a Meursault como un héroe del anticonformismo y de la verdad in-
Corno dice Shattuck, «La narración de Camus tiene. el poder de un encantainiento mágico con vestimenta.
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8. Conocimiento prohibido, p 183. .
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transigente. Los estudiantes aceptaron esta visión dé l! obra con gran entusiasmo. «Pero, ¿es así como h em . 0s: xi e entender El extranjero? (...) Camus insiste en su pre.1 . en que Meursault es condenado por su sinceridad, p eró., conscientemente, pasó por alto el hecho de que su ha cometido un asesinato. Yo creo que el prefacio dt ae tei tg representa el caso de un autor quemalinterpre tablemen te su obra y a su personaje más famoso» . 9 Así es. Fíjese el lector en la descripción qu e' h ao Camus del asesinato. Literalmente (como, por otrapa rl el mismo Meursault dirá al tribunal, provocando la risa del público), Meursault mata al árabe porque siente un terrible calor, una sensación abrumadora que le derrite el' cerebro. La clave está aquí: frente a su malestar; la vida (H árabe no significa nada. Lo realmente crucial para él es que el reflejo del cuchillo le incomoda grandemente, y él, e n .: tonces, decide acabar con esa situación. Podía disparar 11 aire, asustarle, correr hacia él amenazándole o marcharse de allí. Pero, en ese momento, la sensación de poder le domina. Nuestra interpretación es que Meursault tiene, en la sensibilidad del «pulido vientre de la culata», él incentivo para resolver una situación que le enoja y le duck físicamente. Del mismo modo que le daba igual casam con Marie o con cualquier otra, en ese momento Meursaa
...la persona de la que aquí estamos hablando, cuando es examinada sin su máscara, no presenta ningún esquema de motivación orientado a un objetivo, sino que busca la satisfacción inmediata en lo que se le antoja mejor en cada momento.'°
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toma la opción más sencilla, sin que importen para nada las conL secuencias futuras. Ya sabemos que a los psicópatas sólo les vale el presente, y que difícilmente las decisiones impor : . tantes en la vida se toman en atención a fines últimos que contemplen su relación con los demás. , Cleckley describió perfectamente ese actuar «casual . irresponsable en relación a las consecuencias para sí y pará los demás:
9. Conocimiento p rohibido, p. 184.
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¿Cómo explicarnos nuestra espontánea o malsana a d miración por un ciudadano más bien taciturno, embauca d o para que cometa un asesinato y que no siente el menor remordimiento? Sin duda la respuesta está en la maesía de Camus, y en una empatía mal entendida, aquélla ty nos induce a pensar que alguien «debe tener» alguna nu e razón para hacer algo horrible." .
La influencia de la empatía sobre el j uicio La simpatía «natural» que despierta El extranjero se debe a que nos dejamos llevar por el aforismo «entender es perdonar»; es decir, el estilo d e Camus nos induce a creer que entendemos a Meursault, y declinamos enjuiciarle desde la perspectiva ética que puede —y debe— aplicarse a su comportamiento. •
10. The Mash of Sanity, p. 219.
11. Porque no es sólo que Meursault permanezca insensible a su acción y a sus consecuencias para los demás. Cuando decide disparar cuatro veces más contra un hombre muerto, el protagonista disfruta de su condición de «ser superior», al poder decidir sobre la vida y la muerte de una persona. Dice Shattuck: «Una lenta acumulación de sensaciones fragmentarias nos introduce en un espíritu que no se retrae ante... ¿ante qué? Ante permitir que "todo su ser se tense" de tal modo que le induce a apretar el gatillo de la pistola cargada que por casualidad lleva en su mano. Pero el Mido ensordecedor del tiro le despierta al fin de esta existencia mortecina. Ese es el n'omento en que "todo empezó", y Meursault "comprendió" lo ocurrido, lo que había hecho. En lugar de retroceder, Meursault confirma su acto semiinconsciente disparando deliberadamente otras cuatro veces sobre el árabe muerto. El sonámbulo se convierte en criminal que siente euforia; no en un ser h umano horrorizado por el espectáculo ele la muerte. La conmoción de un acto criminal procuraa Meursault suprimera y sorprendente experiencia de estar plenamente vivo». (185)
humo de los cigarrilos de Meursault. Entretanto, los pornjenores de la historia se empeñan en sugerir que14Meursault simplemente humano, demasiado humano».
¿Cuál es el origen de esta inclinación a ren u nperieair: juicio moral? En Occidente, parece derivarse del desafí o de la Ilustración a la moral cristiana. Así se com que en la versión de Goethe de Fausto, éste, a p esard„ todas sus fechorías, no se condena, sino que va hacta • (,), Cielo, porque Dios parece «comprenderlo» muy bie n. Pero, ante todo, es importante analizar el significad o de la palabra «comprender». 12 Este infinitivo significa ple somos capaces de sentir una cie rta afinidad con el espfri, tu, con la psicología de un personaje y, como consecue n. cia, tendemos a pensar que actú a movido por fuerzas qn« no puede controlar. Este destino puede ser externo (i, t sociedad) o interno (la herencia, el i nconsciente). E natn _ bos casos, el sujeto al que hemos «comprendido» no timn, la culpa real, ya que no tenía posibilidad de elección. «E s t ? forma de comprensión niega la acción individual y la responsabilidad de los propios actos. En estas circunstancias, 13 no queda gran cosa que perdonar». Esta empatía funciona de modo extraordinario en in obra de Camus. Ciertamente, Meursault parece estar contando la verdad simple sobre sí mismo: actuó sin compasión, y luego nunca se arrepintió. Somos nosotros quienes hacemos todo el trabajo de exonerar a Meursault; le vemotan sincero, que no podemos considerarlo un hom bre irrIJ , mano, capaz de matar a alguien porque s iente demasiaci calor. «En tanto que lectores —escribe Shattuck—, nos sentirnos tan fuertemente atraídos hacia el mundo vacío y It conciencia indiferente de Meursault, que las ideas de falts: culpa empiezan a desvanecerse tan rápidamente como d
es
Lo que yo propongo es que los estudiantes que vieron en Meursault a un hombre «honrado» e «incomprendido por una sociedad francesa que se erige en juez» cayeron en un serio error parcialmente explicado por el refrán «comprender es perdon ar». G. K. Chesterton calificó esta actitud de «sentimentalismo del diablo» (...) Una vez entendemos otra vida introduciéndonos en ella, viéndola desde dentro, cabe la posibilidad de que absolvanios y perdonemos un acto criminal; puede incluso que ni siquiera lo reconozcamos como acto criminal. Todos somos culpables en cierto sentido; ¿cómo podemos juzgar a otro, cómo podemos condenar a otro?
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12. Shattuck menciona otros dos significados: que cada uno de nisotros contiene la totalidad de la condición humana en potencia, iric1: yendo la violencia y el altruismo, en primer lugar, y que todos tenenv.... cu grado variable la capacidad de explorar todas esas posibilidades, gundo lugar. 13. Conocimiento p rohibido, p. 190.
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La obra de Camus «nos lleva hasta una de las categorías de conocimiento prohibido más angustiosas. Cuanto más cerca estamos de un acontecimiento o de una persona, menos seguros parecemos estar de conocerlo (...) La percepción en Sí exige una cierta distancia; la empatía oculta más de lo que revela». De ahí que sea necesario super: poner un análisis psicológico a la lectura simplemente «emotiva» de El Extranjero. Tal análisis psicológico ha de incluir un juicio final ético, porque la psicopatía se sustanda en ese desprecio al mínimo interés por el otro. La psicopatía es una condición de personalidad que tiene claras repercusiones en el trato hacia el otro y, por ello mismo, efectos pueden enjuiciarse moralmente. Camus, en su obra El mito de Sísifo, opina que no se puede llegar a conocer nunca de verdad a las personas, Mediante el análisis de sus actos, sinceros e insinceros. 15
14. Conocimiento prohibido, pp. 193 y ss. 15. Conocimiento prohibido, p. 201.
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•acnsaciones, Sade fue quemado en efigie, encarcelado vai as veces por orden del rey, herido con pistola por un r p á d re enfurecido y condenado por el alto tribunal d e
Probablemente Camus exagera; quizás sea cierto en sentido absoluto, pero la psicología nos permite ap roxi . atarnos con bastante acierto al conocimiento personal, de modo que «conocer de verdad» no tiene por qué se r st- u o.. nimo de «conocimiento absoluto». Y es absolutamente eier.. to que nosotros conocemos la verdad de que Meursauk asesina a un hombre y merece ser castigado. Es verd al que nunca sabremos exactamente por qué lo hizo; ah or .a bien, ¿importa eso en último extremo? Para nosotros, se acerca mucho a la verdad de los hechos que decidió m at a,: al árabe porque sentía fastidio por el calor ab rumador, fastidio que su víctima incrementó con el reflejo de calor y luz cegadora que surgía de su cuchillo.
s er decaPi t s> .17 dificultades ese su primer ens ad e alle v ó co n r n t it
Pr°ven za
5.1.3. El marqués de Sade El marqués de Sade vivió en tiempos de la. Revolución Francesa, y diríase que su vida turbulenta viene a sacarse a ese periodo de alumbramiento de nuevas esperanzas políticas y sociales, pero también de desconcierto Y terror.' 6 Cierto es que Sacie sólo puede presumir de contribuir en este último punto, a pesar de los intentos de rehabilitación de los intelectuales. Estuvo tres veces encarcelado. La primera vez se.ex7 tendió por espacio de doce años, desde 1777 hasta 170, «En los documentos policiales y judiciales se hace constar cargos por sodomía homosexual y heterosexual (ambos cielitos penados con la muerte), varias palizas con látigo y • probable acuchillamiento de prostitutas, masturbación sobre un crucifijo, corrupción de muchachas jóvenes, amenazas de muerte y otros 'excesos'. A consecuencia de estas .
16. El libro de G. Suárez Ciudadano Sade es una novela histórica q u e • ilustra muy bien el ambiente y las circunstancias personales de Sade.
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cierro, y escribió que «mi sangre es en exceso caliente para s oportar un daño tan terrible», y amenazó con suicidarse. •u nos años después, escribió a su mujer que la repugnante -abstinencia que le imponían «ha puesto mi cerebro a punde ebullición. Me lleva a invocar criaturas extravaganur lasr s que tes a E, é s cr» i ade escribe sus famosas obras Los ellos a iio s , Sade a q u 120 días de Sodoma y Jusline o las desdichas de la virtud, ésta última, una obra tan licenciosa y sexualmente explícita para aquella época que Sade nunca la reconoció como propia. El segundo encarcelamiento de Sade ocurrió en 1793. Hasta esa fecha se había mantenido a salvo de las iras revolucionarias contra los aristócratas gracias a su colaboración en diversos panfletos apoyando la causa; pero sólo tres años después de salir de su primera estancia en la cárcel tiene que volver a ella acusado de «enemigo de la revolución, falso patriota y libertino», y estuvo a punto de se r. guillotinado. Ciertamente no eran tiempos fáciles para la clase alta. Y Sade era descendiente de dos antiguas familias de la nobleza de Provenza, a pesar de que se había casado por dinero a los veintitrés años. Su mujer le dio dos hijos y una hija, mientras él frecuentaba burdeles y derrochaba :sin freno en actrices. El tercer encierro de Sade es el más célebre de su biografía. Ya en tiempos de Napoleón, el marqués es en17. Conocimiento prohibido, p. 277. 18. Conocimiento prohibido, p. 278. 19. Conocimiento prohibido, pp. 278-79.
l o l
viado al manicomio de Charenton, donde se dedicó a montar obras de teatro con los internos, corno una fo rm a de terapia. La exitosa obra de Peter Weiss Marat-Sade, '(estrenada en España por Alfonso Marsillach en los años.74 , contribuyó no poco a desarrollar la leyenda de Sade como hombre avanzado y rebelde de su tiempo. La razón de su vuelta al calabozo fue, sencillamente su literatura. La policía no podía tolerar algo tan sucio corno Justine o Juliette. Lo cierto es que Sade estuvo a la altura de su fama, y hasta el final de sus días se dedicaba a corromper sexualmente a los muchachos y muchachas del manicomio. Murió a los setenta y cuatro años de edad, ¿Cómo podernos valorar a Sade hoy en día? ¿Está ala altura de sus gigantes contemporáneos como Voltaire,c, Russeau? El escritor Roger Shattuck cree que no obramos correctamente cuando analizarnos su obra separadarnente de su conducta personal, ya que resulta obvio que su 'filos6fía' se explica atendiendo a su biografía (y a su personalidad, diríamos nosotros). Lo inadecuado de esa separación se demuestra, a juicio de Shattuck, cuando Sade habla de:sí mismo en sendas cartas que escribió a su mujer: Soy culpable, pues, de puro y simple libertinaje, que es algo que practican todos los hombres, más o menos según sus diversos temperamentos o inclinaciones. No es mi manera de pensar, sino la manera de p é n sar de los otros lo que ha producido mi desgracia:Mí fanatismo es producto de las persecuciones que he sufrido de mis tiranos.
Pero que se trata de una excusa para justificarse se demuestra cuando en sus novelas describe sus excesos sexuales y sádicos como depravaciones y actos de vileza. E n varias de sus obras (por ejemplo Justine [1791] y Los crí me nes del amor [1800]) Sade, a través de sus personajes de ficción, pronuncia discursos apasionados y razonados en
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d efensa del crimen, la tortura, el egoísmo y la inmoralid ad. Sin embargo, en los prefacios o partes didácticas de sus obras, Sade —como el autor— explica que lo hace con l claro fin de constituir un ejemplo negativo, es decir, un e ejemplo de lo que no debe ser nunca objeto de imitación. Pero existen otras obras que Sade no pensaba publiarlas con su nombre y, por consiguiente, no tenía por qué c preocuparse de la censura. Una dedicatoria de una página abre su célebre La filosofía en el tocador: «Lujuriosos de todas las edades, de todos los sexos, es a vosotros sólo a quienes dedico esta obra; alimentaos con sus principios: ellos favorecen vuestras pasiones...». También en Los 120 días de Sodoma Sade alardea que se trata de «la narración más impura jamás escrita desde que empezó el mundo». ¿Cuál de los dos Sade es el auténtico? La opinión de Shattuck no deja lugar a dudas: «Ha apostado consigo mismo y con sus perseguidores que puede trastocar sisternáticamente —y que lo hará— toda virtud humana, sobre todo la virtud cristiana; que su repertorio de maldad puede llevar a cabo una obra tan sing ular que será completamente original y totalmente escandalosa para sus enemigos (...) Los excesos personales de Sade estaban dirigidos primordiahnen te hacia la sodomía y la corrupción de jóvenes. Su obra celebra todo delito sexual imaginable; literalmente». 20 Sade, gran artista
A primera vista, pudiera pensarse que alguien como Sade no merece sino el reproc he de una sociedad que trata de educar correctamente a sus hijos. Y, de hecho, ocurrió así hasta finales del siglo xrx. En esos años surge un interés médico por sus escritos . El libro Psychopathia sexualis 20. Conocimiento prohibido,
p. 284.
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(188(i) de Krafft-Ebing, acuñó la palabra masoquism o y se il )ropió de la de sadismo, que ya se había introducid o errl francés en la década de 1830. Un médico berlinés, Iwan Bloc'', dio a la luz el manuscrito hasta entonces perdido de Los 120 días de Sodoma y publicó una primera obra lada como obra relacionada con los historiales clínicos del trabajo previo de Krafft-Ebing. Pero la obra de Sade no llega a salir de un círculo muy reducido hasta después de la Segunda Guerra Mt uiL dial. A partir de esos años, todo un conjunto de filósofos y pensadores europeos empiezan a ver a Sade corno un autor excepcional. Por ejemplo, Jean Paulhan en El marqués de Sade y su cómplice, afirma la «inquebrantable exigencia' de verdad» de Sade, y concluye diciendo que «sus libros recuerdan a las escrituras sagradas de las grandes religio nes». Otro autor francés, George Bataille, escribió en su: obra El erotismo (que luego extendió en La literatura y mal, de 1957) que Sade es uno de los grandes apóstoles d e la transgresión y la cumbre de lo que él llamó «el egoísmo i mpersonal»: la negación de cualquier forma de solidari , dad con los demás. También afirmaba, impertérrito, que «la violación es el sec reto del erotismo. En esencia, el do minio del erotismo es el de la violencia, el de la violación» 2' En suma, para Bataille, Sade es la culminación de la sazóñ que tiene el pecado, el infinito atractivo de lo prohibido. Y a pesar de que Albert Camus lo califica negativa , mente en su obra El hombre rebelde (1951), la figura de Sade prende en la inquietud de Simone de Beauvoir, quien ase,. gura que «el erotismo de Sade no lleva al asesinato, sino a la literatura» (en su ensayo de 1952 ¿hay que quernar'á Sade?), para considerarlo posteriormente como «un gran moralista» .
21. Conocimiento prohibido, p. 291.
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Posteriormente, un filósofo de tanta importancia en el último tercio del siglo xx como Michel Foucault también se suma al coro de los apologetas de Sade. P ara Foucault, Sade ¡lbs revela nada menos que la verdad sobre la relación ent re el hombre y la naturaleza. Así, en su obra Locura y civiliión, afirma que «A través de Sade y Goya, el mundo occidental recibió la posibilidad de trascender su razón en viol encia...» Y en su libro Las palabras y las cosas llega a decir que «Después de Sade, la violencia, la vida y la muerte, el deseo y la sexualidad extenderán, por debajo del nivel de representación, un inmenso espacio de oscuridad, que est amos ahora intentando recuperar... en nuestro discurso, en nuestra libertad, en nuestro pensamiento. 22 Un gran conocedor de la literatura francesa del xvm, Lester G. Crocker, sitúa a Sade dentro de la estela intelectual de autores como Voltaire, Hobbes o Diderot, si bien lo considera un creador de un sis tema filosófico decidamente inhumano y le niega la originalidad de sus ideas, atribu yéndolas a De La Miettrie (1709-1751), un filósofo seguidor de Epicuro, quien escribió en su libro de 1748 La bonheur la siguiente admonición: x c
Que la polución y el orgasmo hagan tu alma a ser posible tan pegajosa y lasciva como tu cuerpo... Yo sólo exhorto a la paz del espíritu en el crimen. El mundo del cine y del teatro también han tomado a Sade como fuente de inspiración para decir cosas «trascendentes». Así, Pasolini rodó su película. Saló o los 120 días deSodoma (1975), y del catálogo de horrores que contiene ha de deducirse, según Pasolini, que se trata de mostrar Su rechazo del «Poder», es decir, a la sociedad consumista que nos envuelve sin dejarnos respirar. Un escritor japo22. Conocimiento prohibido, p. 298.
nés, Yukio Mishima (que se suicidó en 1970) publi có Madame de Sade en 1965, y pone en boca de la mujer de Sade estas palabras (sin que parezca que importe den la _ siado que le abandonara cuando salió de la estancia dé doce años en prisión): «Es el hombre más libre del rra m _ do... Acumula maldad sobre maldad y monta sobre ellaS, Un pequeño esfuerzo más permitirá a sus dedos tocar la eternidad... Ha creado santidad a base de la suciedad qué ha congregado». 23 Posteriormente, el célebre director sue. co Ingmar Bergman llevaría esta obra al es cenario, obteniendo un gran éxito. Pero quizás la consagración de la intelectualidad dé Sade en el mundo del es pectáculo vino con la obra de teatro de Peter Weiss de 1964 Marat/Sade, o La Persecución y asesinato de Jean Paul Marat representada por los internos del
manicomio de Charenton bajo la dirección del marqués de Sade. En esta obra de extraordinario éxito durante dos décadas; Weiss coloca a Sade corno el epicentro de una lucha entre el individualismo y la revolución, la locura y la razón, de modo que implícitamente su figura resulta enaltecida por , que él es el catalizador de dar una nueva dimensión al encierro de los l ocos. Este atractivo de Sade ante los ojos de los intelectuá- • les se refleja, una vez más, al hilo de esta obra, en la autobiografía —lúcida y divertida— de Adolfo Marsillach, el autor español que, como dijimos antes, estrenó en los arios .• 70 el texto de Peter Weiss. Sin duda hay que comprender que el contexto de aquellos años (finales del franquismo fue un factor decisivo en el interés de Marsillach con respecto a Marat/Sade. Como en otras obras que suscitaron sit ingenio, Marsillach quiere provocar la reflexión democrática en una país privado de esa forma de gobierno. Pero,
23. Conocimiento proh ibido , p. 303.
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en función
de todo lo visto hasta ahora, ¿ello exige exaltar
l a figura de un terrible psicópata? En el programa de mano 24 d e la función, escribió Marsillach lo siguien te:
Es curioso que en casi todas las puestas en escena, digamos «occidentales», el público instintivamente —supongo que, de paso, auxiliado por el director— haya inclinado sus simpatías hacia el personaje del marqués de Sade, que representa la posición del intelectual más o menos de guache, ferozmente individualista. Por el contrario, en los países llamados «del Este», público y directores se han puesto de acuerdo en glorificar a Marat, despreciando —por incorrecta— la postura egoísta del marqués. Yo entiendo que el director debe presentar al público las posibilidades que Marat y Sade ofrecen en igualdad de condiciones, de forma que, en última instancia, sea el espectador quien decida. Una verdad a medias, porque yo siempre estuve a favor de Sade (las cursivas finales son nuestras).
Felizmente, otro hombre de cine y escritor español, Gonzalo Suárez, ha podido comprender en toda su dimensión a Sade después de investigar exhaustivamente durante tres años para escribir su novela histórica Ciuda dano Sade.' Lejos de estar «a favor de Sade», Suárez denuncia que «hay mucho de fariseísmo en sus actitudes. Como cuando dice que nos conviene conocer el mal par luego evitarlo, cuando (...) estoy seguro de que en reali. dad le gustaba mucho practicar el mal a fondo».26 ¿Por qué ha sido capaz Sade de suscitar tanto atracti yo y polémica? ¿Qué fue realmente lo que nos dijo en su escritos? 24 . A. Marsillach (1998), 7an cerca, tan lejos. Barcelona: TusqUet pág. 306. 25. G. Suárez (1999), Ciudadano Sade. Madrid: Debate. 26. El País, 20 de febrero de 1999.
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Se hace necesario escribir aquí siquiera un muy b re. ve texto escrito por Sade, para comprender el cont enid o de la obra del marqués. Tomamos el siguiente fragm ento del ya citado libro de Roger Shattuck, quien analiza la c é.. lebre obra de Saclejulielle (para lo que querernos mostrar aquí no es necesario el conocimiento de los personajes q ue se mencionan o de su trama; sólo hay que contener la r es . piración)• 27 d:i c ob iil boda c o n Tras una extravagante ceremonia N ett e miembros del mismo sexo travestidos, Noirceuil uli se encierran en su castillo para la gran bacanal con la hija de Juliette, los hijos de Noirceuil, dos torturadores-verd e. gos y media docena de víctimas de ambos sexos. Sus placeres se nutren de las humillaciones y los ultrajes más horrendos a los participantes. Se obliga a los hijos a sodomizar al padre, que imita los gritos de una joven virgen. Empiezan los latigazos, la sangre fluye, se arrancan pechos, se rompen y dislocan brazos y piernas y se arrancan ojos mientras Noirceuil sodomiza a las víctimas y hace que obedientes esbirros forniquen a Juliette por delante y por detrás. Llevado al paroxismo de la excitación por la tortura atroz de dos víctimas femeninas, Noirceuil sodomiza a uno de sus hijos mientras literalmente se come el corazón del muchacho arrancado de su pecho por Juliette. El acto continúa narrado por la propia Juliette en presente histórico. Sus centelleantes ojos recaen una vez más sobre mi hija; la tiene extraordinariamente dura; la coge; la hace
sujetar y la encona. —i011! ¡Sagrado Dios jodid o! --excla ma ¡Cómo me vuelve loco esta criatura! ¿Qué quieres hacer con ella, Juliette? ¿Llevarías tu imbecilidad hasta el punto de tener algún sentimiento... alguna consideración por 27. Conocimiento prohibido, pp. 329 331. -
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ese repugnante resultado del bendito cojón de tu abonUnable esposo? Vende a esa zorra, Juliette, te la pago; quiero comprarla; manchémonos los dos, tú con el bonito pecado de vendérmela, yo con el más excitante todavía de no pagártela más que para asesinarla. ¡Oh!, sí, sí, Juliette, iasesinemos a tu hija! —Y sacando su pito para mostrármelo, dice—: Mira hasta qué punto inflama todos mis 'sentidos esta execrable idea. Hazte joder, Juliette, y no me respondas más que cuando tengas dos pitos en el cuerpo. El crimen no tiene nada de terrorífico cuando se jode; y cuando hay que acariciar sus atractivos es siempre en medio de chorros de semen...
El lector puede pensar que unas pocas líneas no pueden servir para enjuiciar toda una obra literaria. Pero a estas alturas debería quedar claro del extenso análisis de Shattuk, que el sentido de lo que pretende Sade se halla perfectamente reflejado en esas pocas palabras. No hay dudas al respecto; la Enciclopedia Británica sentencia la veracidad de esta misma tesis: «De acuerdo con Sade, debido a que la naturaleza está perpetuamente implicada tanto en su propia destrucción como en su construcción, el asesinato es algo natural y 7 1 1 0 2 - almente aceptable. El verdadero libertino debe abandonar el sentimentalismo blando y sustituirlo por un impulso enérgico hacia la libertad total (...) En sus obras como festine, hizo al lector plenamente consciente como nunca antes de que la búsqueda de la plenitud a través del disfrute de la crueldad forma parte de la psicología h u 111211 a». ¿En estas últimas palabras, sin embargo, quizá se le puede reconocer un mérito a _'511(.71e? Es decir, den que «hizo al lector plenamente consciente como nunca antes de que la búsqueda de la plenitud a través del disfrute de la crueldad forma parte de la psicología humana»? Eso sería tanto
28. Enciclopedia Británica, 1990, vol. 29, p. 579.
corno agradecer a Hitler que «nos hiciera consciente d e s» que la ideología, el fanatismo y el prejuicio pueden 1 1 eg ar a constituir una epidemia inenarrable de maldad. En resumidas cuentas, y por simplista que esto p ue. da parecer después de haber leído tan sesudos comenta_ ríos acerca del significado de su obra, Sade es atractivo p or que ilustra el glamour de la psicopatía. En efecto, de lo apu n _ lado en capítulos precedentes, ¿no se ha demostrado has, ta la saciedad que el psicópata es incapaz de comprender el significado de la virtud? ¿no hemos documentado qu e la afectividad es sustituida por el más absoluto de los egoísmos? ¿no es «la libertad total», sin ninguna restricción, l o que ansía el camaleón cuando empleando todo tipo d e mentiras y subterfugios busca el desconcierto y aun el convencimiento de su víctima? A pesar del rechazo que Gonzalo Suárez manifiesta por Sade (al que califica de «mezquino y deleznable»), el realizador de la película Remando al viento explica (en lo que parece una justificación de la vigencia de este autor) que «El marqués de Sade te está representando a ti. Sabe, mos que hace una tarea sucia que alguien tiene que reali 7. zar. Si él no hubiese existido, hubiésemos cogido a otro».. Sin embargo no parece claro por qué Sade «nos está representando». ¿Quiere decir que en todos nosotros hay una cara oscura que puede salir a la luz en determinadas circunstancias? Esto es muy probablemente cierto, pero es quizás muy exagerado decir que toda persona puede mirarse en el espejo de Sade. ¿Y por qué hubiésemos tenido que «coger a otro» si Sade no hubiera existido? ¿Significa,. eso que nosotros (en cuanto sociedad que evoluciona) he mos creado nuestros propios monstruos, que de ninguna manera podían haberse evitado en nuestra historia trágica? No vemos la razón de este argumento. A nuestro modo de ver, de nuevo se recurre a un argumento filosófico o sociológico para explicar la fascinación de Sade. Para de-
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i p l i c o d s e t si E- a que existe el mal no es necesario poner en un t s la l i r n
al demonio. presionante comprobar cómo l a mirada intelectual hacia Sade supone una terrible coartada moral para sus enseñanzas, del lirismo modo que los intelectuales del nazisportaron sus justificaciones hacia el exterminio de los m oa 9 arios. De este modo, no resulta de ningún modo sorprend ente que la literatura de Sade y la inspirada por el nazismo ‘P encuentre entre las influencias «culturales» de algunos de s los más dañinos asesinos de nuestra historia reciente.
n
El legado de Sade
lan Brady.-- El 7 de octubre de 1965, David Smith, un joven de 17 años con antecedentes penales de violencia, había decidido denunciar a su amigo lan Brady. 29 Smith había acornpaña.do a Myra Hindley, hermana de su mu jer, al piso de ésta para enc ontrarse con la escena terrorífica consistente en contemplar un asesinato efectuado con un hacha por el novio de Myra y amigo de Smith, fan Brady. Aquella noche Brady mató a un joven homosexual delante de Smith e intentó que éste participara en el hecho, cosa que no hizo. Unas horas después, Smith y su mujer decidieron delatar a Brady. Por horrible que este asesinato pudiera ser, era todavía inferior en maldad a los otros dos que completaban el execrable curriculum de Brady y Myra. El primero, el abuso sexual y asesinato de un chico de 14 años, y el otro, la tortura, violación y muerte de una niña de 10 años. Todc este suplicio había siclo grabado en cinta magnetofónica fotografiado por los asesinos. En la cinta se podían escuchar las súplicas de la niña ante sus asesinos, que no 1( sirvieron de nada. 29. Conocimiento prohibido, pp. 303 y ss.
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Entre las pertenencias de Brady figuraban ob rasde Sade y otras de índole parecida, además del Mi / u e h a d e, Molí Hitler. Este bagaje había constituido el aliment o intelectual del que se jactaba Brady ante su amigo Smith para justificar los asesinatos. Parte del interrogatorio d e Brady a cargo del fiscal resulta muy clarificador:
El fiscal: ¿Pero no había nada más sórdido que tar a ese chico? [se refiere a la muerte del chico horn o . se xuafl. Brady: Sí. Pero depende de cómo uno piense.
—Usted no coincide con las ideas del Marqués d e
Sade sobre esta forma de ver el asesinato, ¿verdad?' — He leído a Sade, pero el libro es de Smith. — Lo ha leído y ha disfrutado con ello. — Sí. —¿Y le merece su aprobación? —En parte. —¿Y las partes sobre el asesinato? —No .
Cuando el fiscal preguntó a Smith por qué había delatado a su amigo, éste respondió que si no lo hubiera hecho «no podría haber vivido conmigo mismo». Hubo una` señal interna, un vestigio de humanidad que disparó la alarma de su comprensión como ser sensible y racional. Ese límite había sido cruzado por Brady y Mira Hindley hacía ya muchos años. Ted Bundy.--- Ted B undy, uno de los mayores asesinos. en
serie de la historia, ha suscitado una gran curiosidad era. tre el público y los especialistas. Responsable de más - de cuarenta asesinatos, fue ejecutado en 1989. Poco antes d e morir concedió una entrevista por televisión. Cuando Dobson, el entrevistador, le preguntó «adónde empezó todo?», Bundy, que describió su hogar como un «hogar cristiano», pasó luego a explicar su descubrimiento y fasei-
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ió npor la pornografía, primero «la blanda» y luego la o sexplícita. «Los más peligrosos son los que incluyen ncia y violencia sexual (...) hasta que llegas al punto vi ol e la pornografía no da para más. Llegas al punto del en q ue salto en que empiezas a preguntarte si quizá llevarlo a la práctica te va a dar eso que no alcanzas sólo leyéndolo o 3 iniránd olo . » ° p or supuesto, como psicópata puro, Bundy intentó ipular hasta el final a la justicia y al público, siempre m an üri espera de que su sentencia se conmutara a última hora. pero sus advertencias sobre la influencia de la pornografía y la v iolencia parecen mu y consist entes, ya que h abía man -
0ac
tenido lo mismo en la larga entrevista concedida a dos periodistas en 1983 y publicada en el libro El único testigo vivo. De ahí que resulte muy revelador este comentario de Bundy, sin duda, un gran especialista en la materia: Al despertar por la mañana [después de cometer sus crímenes] y comprender lo que había hecho, con la ca• beta despejada y todos mis sentimientos esenciales morales y éticos intactos en ese momento [me sentía] absolutamente horrorizado por ser capaz de hacer una cosa así... básicamente yo era una persona normal... no estaba mal. La humanidad y el espíritu fundamentales que
Dios me había dacio estaban intactos, pero desgraciadamente a veces eran vencidos. Y creo que la gente tiene
que reconocer que aquellos de nosotros en que ha influido tanto la violencia de los medios en particular la
violencia pornográfica-- no somos una especie de monstruos inherentes. Somos vuestros hijos y somos vuestros
maridos... Noexiste protección contra esa clase de in-
fluencias que circulan libremente en una sociedad tolera n te Y más adelante, en esa misma entrevista: 30. Conocimiento prohibido, pp. 318 y ss.
;
Merezco, desde luego, el castigo más extremo tiene la sociedad... Lo que espero que quede de un," › conversación es que creo que la sociedad merece s ,..: er uregida de sí misma porque, como hemos estado did,„ do, hay fuerzas sueltas en este país; particularmen,: insisto, esa clase de pronografía violenta...
l explícitamente mostrado y alentado en las obras de
sti
Muchos delincuentes sexuales citan a Sade de ntaplícita cuando describen los materiales que les h an , nel°' expara ilustrar sus fantasías violentas." id o erv
t d e. sa.
En una conversación anterior, publicada en el 11, 0 Te d Bundy: Conversaciones con un asesino, Bundy reconocití explícitamente la influencia de Sade y, si bien, dedu ' mos que sólo una minoría se sentirá tentada de se gui ral -
marqués en sus exhortaciones, hemos de concluir «no podemos identificar a dicha minoría por su aspe ch , exterior, probablemente ni siquiera mediante pru eb„, profesionales y entrevistas... hasta que ya es demasiado tarde» . 31
Pues, con respecto a la idea de posesión, creo con esta clase de persona [Buncly habla de sí mismo en tercera persona, como había acordado con el periodista] lo que vemos es control y dominio... En otras palabras, creo que podríamos leer sobre el marqués de Sade y otras personas, que hacen víctimas de una manera u otra por el deseo de posesión y quieren torturarlas, humdlarlas y aterrorizarlas a conciencia; algo que les produzca una sensación más potente de estar en control, La investigación científica confirma esas palabras de Bundy:" muchos delincuentes sexuales violentos emplean la pornografía violenta como medio de alimentar sus fan r. tasías sexuales desviadas. E igualmente parece claro que detrás de los crímenes sexuales subyace la motivación por lograr el control y el dominio de la víctima, todo lo cual
S a d e nos ha legado el sadismo Probablemente la única gran contribución que nos jado Sade haya sido la sistemática asociación de graha d e tificación sexual y violencia, tortura, dolor y asesinato; en una palabra, el sadismo. Por supuesto que otras personas ant es que él —Nerón o la condesa Erzsebet Bathory, por ejemplo— ya habían practicado el sadismo, pero Sade es l primero que crea una filosofía moral (le ello. Resulta e xtraordinario que en una obra que el público lector ese pañol tiene a su disposición como el Diccionario de las mil obras claves del pensamiento, escrito por Denis 1Iuisman en 1993, haya nada menos que idos! libros del famoso marqués, lo que refuerza claramente la tesis expuesta en este capítulo.lo Y que es más doloroso, cuando se conoce en detalle el sadismo de Marc Dutreaux (veáse el capítulo «Políticos y criminales de guerra») uno no puede menos que sentir un escalofrío al asociar las cámaras secretas alejadas del mundo donde Sade imponía su mundo de apología del crimen con el sótano oculto que Dutreaux construyó para torturar, violar y asesinar a las niñas. Dutreaux reencarnó a Sade. ¿Lo vamos a considerar también un apóstol de la libertad frente a la opresión?
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31. Conocimiento prohibido, pp. 321-322. 32. Véase Dennis 11 owitt (1998), Crime, the media and the loe Chiches ter: Wiley, capítulo 8.
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33. A. Bates (1996), «The origins, developinent and effect on subsequent behaviour ofdeviant sexual fan Lisies in sexually violent adult men». Citado en Crime, the media and the law, p. 114.
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`).1..1. Otros artistas
oe rodea Graz, en Austria. No había testigos, pero según el fiscal los indicios obtenidos mediante el microscopio elecu'ónico y los más modernos métodos cromatográficos" eran ábrumadores». o Aquí nos encontramos con un «clásico» asesino en serie d e mujeres, que fue capaz de escribir una obra literaria .•juzgada corno meritoria por los intelectuales de la época. Si bien es incuestionable que la sensibilidad artística favorece e Id-Lsarrollo humano, el arte no está sólo a disposición de l a s personas bondadosas. No podemos caer en el error de s uponer que toda obra artística es el resultado de un hombre sensible ante las necesidades humanas, al menos que esa sensibilidad se restrinja meramente al significado de un ejercicio para crear belleza o «valor» de acuerdo con una serie de códigos. Los psicópatas pueden ser artistas. No podemos imaginar qué otros libros puede seguir escribiendo Unterweger en su nueva estancia en prisión, pero dudamos mucho que sean obras aleccionadoras del espíritu humano. A diferencia de Picasso, que realizó el Guernica y produjo un símbolo del dolor humano, el asesino de prostitutas es un psicópata criminal. Quizá Picasso tenía dificultades para generalizar la sensibilidad humana de su arte al mundo real, pero fue capaz de crear una obra que sí mostraba ese significado. Unterweger es un sádico psicópata sexual, y eso implica una imposibilidad de poseer y, por consguiente, de transmit ir esa se nsibilidad. r
J ack Unterweger Los psicópatas pueden crear, pueden ser artist.as corno pueden ser ingenieros, médicos, empresarios •o laicos. El austríaco Jack Unterweger asesinó a una m j uer en Alemania y fue condenado a 15 años de Prisión 1975» Durante esos largos años, Unterweger a.p•ovech; el tiempo y escribió una novela en la que narraba su vi b , , c de recluso con el título de Purgatorio. Su obra fue todo u n éxito de ventas, y suscitó el interés de los intelectuales por su persona. Salió de prisión en mayo de 1990. A fines de ese mismo año comenzaron una serie de asesinatos de prostitu, ras, once en total. Lo interesante del caso es que el rtiodu,:f operandi recordaba mucho al que exhibió Un terweger en el asesinato por el que fue condenado. Todas esas mujeres murieron estranguladas; primero fueron torturadas y go el asesino acababa con sus vidas haciendo una soga con, las bragas, medias o sostenes de sus víctimas. Las muertes se produjeron en lugares en los que había estado previamente Unterweger: Austria, la antigua Checoslovaquia y los Estados Unidos. El escritor fue cap- • turado e ingresó cut prisión preventiva en la primavera de 1 992. Fue capturado en febrero de ese mismo año, eu Miami, Estados Unidos. Allí huyó de la persecución inicia- ' da por la justicia austríaca, y posteriormente fue extraditado a ese país. Se cree que en Estados Unidds Unterweger asesinó a tres prostitutas en junio de 1991. 'Los restos descompuestos de algunas de las mujeres, junto con trozos de sus ropas fueron hallados por divers os transeúntes en los bosques de Viena y en la zona verde 34, El País, 31 de agosto de 1993.
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Andy Warhol
El líder de la llamada sensibilidad en los años de la «década prodigiosa» que se inició en 1960 fue, sin lugar a 35. La cromatografia es una técnica de análisis que saca partido a una diferencia denominada tasa de absorción, que podría definirse sin e xcesivo rigor como el grado cle pegajosidad, la tendencia de una snsta iicisi a adherirse a otra.
dudas, Andy Warhol (1928-1987). Como artista, serevelo con sus pinturas llenas de colorido y de ironía hacia laló.; ciedad de consumo. La pintura de la lata de sopa Campbell's constituyó todo un icono en el «pop art», así como la serie de retratos difuminados de estrellas del cine, de la canció t ,. y de otras artes, como el que dedicó a M arilyn Monroe. • En un texto escrito por él 36 describió su caráer e. psicopático, y especialmente en las películas eróticas que dirigía, disfrutaba viendo cómo la gente se denigraba y:le humillaba, siendo testigo del proceso de destrucción' los que estaban bajo sus órdenes. Una de las víctimas de su capacidad seductora le permitía que escuchara - mien; • tras, bajo la influencia de las drogas, realizaba llamadas obscenas. Otra mujer simulaba que era su hermanase, mela y, cuando Warhol se cansó de ella, desapareció en.el mundo de las drogas. Warhol era divertido, encantador, inteligente y apuesto. Atrajo a todos los excéntricos y deseosos de sensaciones fuertes desde Nueva York a California. Les necesitaba para sostener su creatividad y su negocio. No le preocupaba abandonar a la gente a la que previamente había seducido con sus habilidades y con su fama. Warhol no tuvo proble-• mas en admitir su conducta inmoral: «No me veo a mí mismo como alguien perverso;... sólo alguien realista». Una de sus compañías femeninas le disparó en una ocasión, pero se recuperó y no varió en absoluto su vida. ,
Picasso
Picasso es uno de los genios del siglo xx. ¿Quién de discutir esta afirmación? Pero también es un ejemplo de que la virtud artística puede ir reñida con la virtud 36. En la obra de W. McCord (1982), The psychopath and Mujer Therapy. Nueva York: Acadernic Press.
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ral. Ello es mucho más evidente en Picasso que en Sade, ue éste, según hemos tenido oportunidad de ver; tenía va q / p o c o de filósofo, por más que «la vanguardia» haya querido ' fue c omulgáramos con ruedas de molino. Picasso es un Mista con mayúsculas, un pintor a todas luces extraordiario. Pero su vida presenta aspectos tan rayanos con la n psicopatía, que no podemos menos que resaltarlo aquí. Se ha discutido mucho la relación entre el arte, el genio y la crueldad o la violencia, así como lo extravagante. Es ésta una discusión inacabable que ofrece pocos resultados concluyentes. Sabemos que el hombre creativo ha de ser capaz de ser transgresor, pero en modo alguno ello exige maltratar a los otros, especialmente si hay ensañamiento o sadismo. Uno es capaz de entender cierto despotismo, un car á cter voluble y caprichoso, un ánimo irritable, una vida. solitaria o llena de gente que busca favores... pero nos cuesta comprender que el genio precise del averno. Howard Gardner, el psicólogo que está estudiando con mayor brillantez diversas facetas de creatividad y liderazgo en el hombre contemporáneo ha dedicado un capítulo de uno de sus libros a Picasso. Allí él, en efecto, parece vislumbrar una relación entre el arte y la vida personal del pintor: «La relación entre el caos de la vida personal de Picasso y su continuada fecundidad artística merece comentario. Uno • puede ver en la v ida de Picasso no sólo un sucederse continuo de nuevas casas, amantes, hijos y escapadas de verano, sino también un fluir constante de estilos nuevos y obras definitorias (...) Aun cuando uno resista al impulso de p ercibir una relación exacta entre los hitos de la vida personal de Picasso y los desarrollos de la vida artística, Picasso prosperó, en cierto sentido, a partir de una vida sembrada de embrollos complicados y acusadas discontinuidades». 37 mo
3
7. H. Gardner (1993), Mentes creativas. Barcelona: Paidás, p. 198.
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laro está, que «prosperar a partir de embrollo s y cc^ni plicaciones» no puede convertirse en un axiom a parai la creatividad artística. No se conoce que Chopi n fuer • a cruel. O que Dickens haya sido un monstruo egocéntrico, Otra cuestión es si el sujeto artista decide emplear las ten ciencias de su personalidad como modo de espolear su motivación artística. Pero, en tal caso, es una elecc ión: taIt marcada por el egoísmo corno el rechazar las caricias d e un hijo. No importa que el resu ltado sea una obra de arte. De acuerdo a Gardner, Picasso colocó el egocentrismo y la crueldad como ejes de su relación con los demá s. Sólo se rodeaba de quienes le halagaban y estuvieran puestos a servirle, «aun cuando él se reservaba el derech o de tratarles como le viniera en gana, de enfrentado s despiadadamente unos contra otros, y de echarlos o apar- , tarlos de sí a su antojo. Era sádico y podría maltratar físí, camente a quienes le amaban»." El sadismo no es un rasgo especialmente aconsejable, como hemos tenido oportunidad de comentar sobrada- . mente en este capítulo, pero en Picasso hemos de añadir otra cualidad negativa: a su lado las mujeres «tenían un amargo destino»: la locura o la muerte. Su primera mujer,' Olga, se volvió loca y murió en 1955. Su amante, Marie Thérése, se ahorcó en 1977; otra amante, Dora Marr, su frió una crisis nerviosa. Su nieto se suicidó bebiendo lejía cuando no se le permitió asistir al funeral de Picasso. Su segunda mujer, ja.cqueline se mató de un disparo después ': de preparar una exposición de Picasso. Y a sus amigos o conocidos masculinos tampoco l es fueron las cosas muy bien. Picasso fingió no conocer a Apollinaire (un promotor de su obra) cuando éste fue acu T sado sin fundamento de un crimen. 'Tampoco salió en aux1lio del escritor Max Jacob, al que había tratado durante 38. Mentes creativas, p. 201.
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cuarenta años, cuando fue arrestado y enviado a un camoncentración. No se recataba a la hora de seducir a pode c mantes y mujeres de sus amigos. Participó en intrigas l as a para acabar con el prestigio profesional de otro pintor exordinario, Juan Gris. Cuando su marchante Ilahnweiler tra perdió todo su dinero en la guerra de 1914, Picasso sencillamente le dejó de lado. La manipulación, el utilizar a la gente corno medios para lograr fines, también aparece en la vida de Picasso. Su amigo Sabartés dijo: «Picasso escoge los amigos corno escoge los colores cuando pinta un cuadro, cada uno a su debido momento y para un propósito concreto»." El análisis que realiza Gardner cle Picasso, sin embargo, encuentra cuatro relaciones que suponen excepciones a la explotación humana, lo que nos sitúa a Picasso no corno un psicópata perfecto, pero sí como alguien que supo hacer de la pintura un logro extraordinario al tiempo que destruía o dañaba de modo grave las vidas de muchas personas. Arthur Koestler
Arthur Koestler nació en Hungría en 1905, y murió en Londres en 1983, en compañía de su mujer, Cynthia. Ambos creían en la eutanasia, así que decidieron acabar con sus vidas (Koestler sufría en sus últimos años de leucemia y de Parkinson). La fama internacional de este escritor se debió a su obra Darkness at N oon («Oscuridad a mediodía»), publicada en 30 lenguas, y donde relata su experiencia en la guerra de España y su camino tomado para romper con el partido comunista. En este libro relata la historia de un antiguo guardia bolchevique que, durante los años de las purgas de Stalin (en los 30) primero nie39.
Mentes creativas, p. 202.
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ga, pero luego confiesa unos crímenes que no había co m _ e tido en realidad. Para la crítica literaria, esta obrarle Koestler expone con maestría el peligro moral inher ente a un sistema que sacrifica su ética con objeto de lograr sus propósitos. 4 ° Contemporáneo de Camus y George Orwell, K oestl er ha sido un pensador muy relevante en el ámbito cultural anglosajón, ya que desde los años 40 era ciudadano britá. nico y su producción relevante se hizo en esta lengua. A modo de ejemplo, la Universidad de Edimburgo tiene mi busto del eminente escritor. Sin embargo, a comienzos de 1999 el busto fue retirado de su pedestal, yendo a parar al almacén, en espera de un destino incierto. ¿Qué desgraci., ha podido cernirse sobre Koestler quince años después de muerto?'" El problema se llama David Cesarani, autor de un libro publicado sobre Koestler con el título de La me nte si7 i. hoga7: En él, Cesarini sugiere que el autor de Oscuridad a mediodía era un perfecto canalla: ... Koestler abusó de las mujeres a lo largo de una vida atormentada que culminó en un letal cóctel de barbitúricos y coñac. Koestler, asegura el nuevo estudio, fue un hombre cruel cuyos impulsos autodestructivos fueron magnificados por el alcohol y una temible sinrazón. La violación fue un rasgo de su conducta. «Poseía una increíble energía. Era un personaje trágico», declaró Cesarani (...) Hasta la aparición del libro de Cesarani, Koestler era un benefactor de la Universidad de Edimburgo, una . i magen que se vino abajo con la revelación de que, ideas y tormentas personales aparte, era un violador en serie. Sus víctimas supuestamente incluyeron a Jili Craigie, la actriz y esposa del ex líder laborista Michael Foot.
40. Enciclopedia Británica, 1990, vol. 6, pp. 929-930. 41. El País, 10-1-99.
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Esas inquietantes descripciones de Koestler nos recuer dan demasiado a la personalidad psicopática, algo que escapó en el libro de Cesarini. Así, la «increíble energía» se fácil de comparar con la incansable búsqueda de sensaes ciones y la impulsividad del psicópata. El abuso del alcohol forma parte de todo este cuadro, y ¿qué decir de «la t emible sinrazón», sino que engloba dos fenómenos capit ales de este desorden, como son el actuar de modo «temible» sin que parezca que haya argumentos claros para ello? ¿Un filósofo puede ser un violador? Desgraciadamente no hay nada en la filosofía que lo impida. Quizá sorprenda que la violencia sea tan directa, tan <
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coparía. Cuando, según el libro de Cesarani, Koestler cogió de los cabellos a Jill Craigie y golpeó su cabeza cOnti a la pared, para, seguidamente, estar a punto de estrangu., larla, estuvo poniendo en evidencia que se trataba de una personalidad peculiar, cuya capacidad para, posteriormente, escribir con lucidez sus ideas, difícilmente puede aho rrarnos el escalofrío.
Si además contamos con casos en los que se ha observa do la existencia real de esa influencia perniciosa de las películas que exaltan la psicopatía, entonces quizás podainos llegar a concluir que éste es un asunto que merece Una cuidadosa atención. Como ha escrito el maestro de gu ionistas de Hollywood, Syd Field: «Las películas han llegado a estar tan integradas en nuestra vida, que a veces no s olvidamos de cuánto pueden influir en nuestro comportamiento o nuestra manera de pensar». 1 2
5.2. LAS P ELÍCULAS
5,2.1..asesinos nato.s' Se han dedicado muchos trabajos a discutir cuál es la influencia de los medios en promover la violencia de los ciudadanos, especialmente en el caso de los jóvenes. Sin que podamos entrar a ocuparnos in extenso de este asunto, sí que es necesario detenerse unos momentos y re,Y flexionar. Ya vimos cómo ciertos asesinos son cultos, y leen á Sade. ¿No puede ser el impacto de determinadas películas muy superior, dada la mayor accesibilidad que tienen en el ocio de los jóvenes? Que nosotros sepamos, todavía no se ha demostrado que ver películas que exaltan la psicopatía suponga un aumento significativo en el número de psicópatas en el mundo. Tampoco sabemos si el núme-;:. ro de sádicos en nuestro planeta aumentó después de la contribución de Sade. En realidad no creemos que un estulio así pueda realizarse. Pero a falta de e studios, podemos emplear el sentido común, y preguntar: ¿Es beneficioso en algú n sentido mostrar modelos de comportamiento psicopático con el glamour de las películas deHollywood?:. ¿Nuestros jóvenes tendrán mayores oportunidades de fo r - '. marse como personas a través de la contemplación de esas obras?
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Quizá el lector haya visto esta película de Oliver S tone
(Barn killers, 1995), el director de J. F K. o Matoon, entre otras. La película describe los atracos y masacres de una pareja de asesinos en serie (interpretada por Woody
Harrelson en el papel de Mickey y poli uliette Lewis en el de Mallory) que queda impune al final. 43 En 1996, Ben Darras y Sarah Echnon ton la habían visto 20 veces en vídeo, mientras ingerían LSD (una droga alucinógena). Un día cogieron un coche y una pistola y se fueron a la localidad de Hernando, en Mississipí. En esa ciudad, Darras entró en una oficina y maté al primero que se l e cruzó, un empresario cuyo nombre era William Savage. Al día siguiente, la pareja se desplazó hasta los alrededores de Nueva Orleans, en Luisiana. En esta ocasión, la chica entró en una tienda de carretera y descerrajó un tiro en la cabeza de la dependienta, Patsy Byers. Ambos asesinos han admitido todos estos hechos en su declaración ante la justicia. 42 . Syd Field (1997), Prácticas con 4 gu iones. Madrid: Plot ediciones,
p. 10.
43. El País, 29 de junio de 1996.
Todo este asunto adquirió mucha notoriedad a quel '. año, y no sólo porque la película al parecer incitadora d e este triste suceso era obra d e un director famoso, sin opar , que el hombre asesinado, el empresario de H er nan ' d o William Savage, era amigo personal del también mu ndial' mente famoso escritor John Grisham, autor de best-se 11 ers tan rotundos como La Tapadera, Cámara Sellada o El Info?: .
me Pelícano.
Grisham destapó la caja de los truenos: «Oliver Stone ha dicho que Asesinos Natos intenta satirizar el apetito de violencia que existe en nuestra cultura y la ansiedad d e los medios de comunicación. Una sátira se supone que ridiculiza aquello que ataca, pero no hay ningún humor en Asesinos Natos. Es una historia sangrienta sin descanso, di señada para conmocionamos y hacernos insensibles al absurdo del asesinato». El abogado y esc ritor propone que las películas puedan ser responsabilizadas de loS posibles daños que puedan producir. «Bastaría con un gran vere. dicto contra gente como Oliver Stone y su productoray quizá contra el gu ionista y el propio estudio, y entonces la fiesta se acabaría». John Grisham quería que los estudios fue ran res ponsables de los actos delictivos que las películas producidas por aquéllos pudieran inspirar. Tres años después, en 1 999, sabemos que no lo ha conseguido, ni hay perspectivas'de ello. Lo cierto, sin embargo, es que las fechorías de está pareja de «asesinos natos» reales se sumaban a otros tres delitos que reconocían la misma fuente de inspiración, lá película de Stone. Éste contestó que estaba consternadb por los crímenes, pero que su obra no era responsable; y a que los autores eran personas perturbadas bajo efectos de las drogas. En una entrevista, el director había dicho que «La televisión, que sigue los pasos de la pareja extermi- • nadora, convierte instantáneamente a Mickey y Mallory' en celebridades, superestrellas de la era de los basureros,
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d e los telediarios de escándalos extraídos en directo de la vida (...) Me repugna la esquizofrenia americana sobre la 44 violencia. Me da asco y la condeno». Sin embargo, si Stone quería provocar esa reflexión (y 110 tenemos por qué dudarlo), el resultado no pareció plenamente conseguido. Y no sólo por las dudas de Grisham, quien se preguntaba dónde estaba la sátira en todo esto. El crítico Vicente Sanch ís se muestra de la misa opinión (las cursivas son nuestras): m
La acción de los protagonistas se vincula obscenamente a los planteamientos propios de la ideología nazi. Mickey y Mallory exterminan por mero capricho y sin motivo, por pura diversión, proyectando en sus víctimas un odio y un desprecio que no tiene motivos racionales, sino que se debe a un desahogo de sus instintos primitivos y a sus ansias de matar. Stone presume de humanismo y de espíritu crítico cuando lo cierto es que se aprovecha del horror al faltar un punto de vista que distancie al espectador de la orgía de sangre que contempla. Sus personajes encarnan unos estereotipos despreciables. Stone no se muestra sutil, abusa de la caricatura, exagera, y además introduce una confusión ideológica perniciosa.
¿A qué «confusión ideológica perniciosa» se referirá el crítico? ¿Quizás está sugiriendo que la película acaba por presentar de modo atractivo lo que se supone que había de ridiculizarse? Es dificil rebatir la idea de que las drogas no jugaron un papel relevante en los crímenes de Darras y Edmonton, pero es también igualmente dudoso negar toda relación entre consumir de modo obsesivo esas películas e intentar emularlas en la vida real. Grisham se vería reafirmado en sus planteamientos 44. Vicente Sanchís (1996), Violencia en el cine. Valencia: La máscara,
p. 62.
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si hubiera conocido lo sucedido al otro lado del Atia- ilti, „ t u Francia, dos años antes de su polémica con pSr F o toinoei: 4 ; 1 de octubre de 1994 (el mismo año en que se est renó /Isesinas Natos) la pareja de jóvenes compuesta Rey y Audry Maupin se acercaron a dos agentes de Np li cl o y les robaron sus armas. Ocurrió en la plaza de la y h uyeron hacia el bosque de Vincennes. En su escapada; los novios dispararon contra los numerosos agentes ¿ u les persiguieron. Mataron a un policía, a otros tres d ud a danos, intentaron matar a doce personas más, y cometieron otros delitos antes de ser neutralizados. Maupin rflu. rió a manos de la policía, mientras que Florence fue cap_ turada, siendo sentenciada a 20 años de prisión en 1998 Florence y Audry eran estudiantes universitarios. La i magen dulce de Florence impactó en la imaginación dé los franceses, quienes no acertaban a comprender «la verdadera personalidad de la enigmática acusada (...) una mujer extremadamente fría que animaba a su novio a disparar, de acuerdo con la versión de los testigos (...). L o más terrible de todo el proceso ha sido no haber podido obtener de la acusada una explicación sobre los móviles y razones de su locura, indicaron los familiares de las víctimas». De nuevo la necesidad de explicar, de comprender. No saben las víctimas, la sociedad entera, que la psP copatía existe para hacernos saber que la crueldad gratuita anida en muchos de los ciudadanos. Una «bestia (en palabras de Rosa Montero, en el capítulo 1) que sólo necesita en algunos camaleones un empujón para salir. Días antes de la masacre los novios habían estado vienL do... Asesinos Natos.
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2.2. Tulp Fiction'
Si las películas no influyeran en los hábitos e ideas de l a gente, la industria de la televisión y de la cinematografía nose gastaría sumas incalculables en promocionar sus pi•oductos. Quizás la solución no sea c ensurar a Sade o a 's toue, o a Tarantino (de quien hablamos ahora a partir de gu pulp Fiction ), pero es posible que una valoración más ítica de adónde nos llevan obras de esta naturaleza nos cr yude a detener la creación de una sociedad psicopática. a En teoría, la obra de Tarantino (aclamada en Cannes, en Hollywood y en todo el mundo) persigue el mismo propósito que la obra de S tone, Asesinos Natos: satirizar la violencia, producir un «distanciamiento» crítico del fenómetio de la violencia en la actualidad, ridiculizando su culto. Es probable que el lector haya visto esta exitosa pelídila, producida en 1994. Está estructurada con un prólogo y tres historias, cuyos argumentos son: el robo «fácil» de una cafetería (el prólogo); lo difícil que es vigilar a la esposa de un atracador que consume cocaína; deudas sin pagar en el mundo del boxeo, y la redención a través de un milagro divino y uno humano. 46 «La película está construida como un juego de dominó: tres historias se entrecruzan con un personaje omnipresente, el z o m b i e nihilista Vincent Vega (John Travolta), al servicio de una dama peligrosa, Mia (Urna Thurman). Los -acompañan fríos asesinos, camorristas, policías corruptos, tipos duros, yonquis vulgares y Lolitas ninfómanas.» Esta vez Vicente Sanchís absuelve a la película: «Se sumerge en la violencia total, pero lo hace con un sentido del humor que permite el distanciamiento» . 47 Pero hay voces realmente importantes en el panorama de las artes que 46. Violencia en el cine, p. 183.
45. El País, 2 de octubre de 1998.
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47. Violencia en el cine, p. 184.
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) F id im a apoyan sin reservas a Pulí y T aran ti rli vP is ne oeia' e c do pic i.i t e baste citar a un escritor y cinéfilo tan extraordinario ti(1.:,1( Guillermo Cabrera Infante, el cual fue miembro doenic tjili :1,(:), do cuando se concedió a Pu/1 ) Fiction la Palmaa Calmes. Bien es cierto que Cabrera Infante no se pr sobre el «efecto moral» de la película. Parece co : p or la por su valor artístico, y la compara en su resoluciói, con los filmes clásicos de serie negra producido Warner en los años 30. Es eso precisamente lo el escritor cubano: un estilo directo peiiions i- il,bit ilou, ou zamiento de cámara extraordinario, arroja a otras películas pretendidamente más important , al abismo de lo pretencioso. «Pu/p Fiction —escribe en Cine o sardina—" cornietri de una forma humorística: reír antes de morir». Se refieres al prólogo: una pareja decide, de repente, atracar un restaurante; es algo cómico, pero luego el espectador ha de enfrentarse a una violencia explícita. «Toda la película mantiene ese tono de humor neg ro, aunque d'arantino obliga a tomarla en serio y su estilo se balancea entre el humor y la violencia más horrible». En efecto, si el lector. . ha visto esta película recordará que, con alguna excep , ción, todos los momentos realmente significativos se elaboran en forma de actos muy violentos. «Aparte de' la muerte de los muchachos que se han olvidado de entregar el dinero al matón mayor, hay un muerto por acciden te dentro de un auto [un momento espantoso: vemos cómo "sin querer" se le dispara la pistola al personaje que interpreta John Travolta y esparce los sesos del pasajero de atrás por todo el coche], la amante del matón sufre un colapso por inhalar cocaína con morfina, un box eador ven-
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48. G. Cabrera-Infante (1997), Cine o Sardina. Madrid: Alfaguara, pp. 463 y ss.
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pelea para apostar a sí mismo y ganarla, con lo que al matón, una pareja pederasta sodomiza al ma (1,idcinna ; el boxeador se venga de uno de los sodomitas mien i b it -as el matón castra al sodomizante con dos tiros a la en 1 finalmente, la violencia que vuelve al princi ?I . cpiorna y, Pulp Fiction está contada en historias que rc po, porque hacen de la película una especie de ronda d( r' y °Tesa ,,,
so
o
horror.»
Exacto. Una ronda del horror. El análisis de Cabrer Infante es puramente cinematográfico: «Es una películ l e acción elemental contada con la sofisticación que t( ( ,ían las viejas películas de Warner Brothers [se refiere 1 os filmes con James Cagney o Humphrey Bogart d es tracadores y ley seca] (...) Es el cine que reinventa el cine a Creemos de gran interés contraponer la visión de Cabree Infante a la de otro gran escritor y cinéfilo, Antonio Mufi(
visión de Muñoz Molina no puede deslindar 49 ético de lo cinematográfico. Se rebela contra el con ter a doi de ta película y su propuesta de que la tortura y violencia sean motivos de risa. Esto es, al es critor de Ja( le preocupa que la gente encuentre divertido cómo se ha sufrir de modo gratuito o por intereses bastardos a gente:
El secreto de la comicidad, al parecer irresistible, la película Pulp Fiction, consiste en la repetición de solo mecanismo, el de la indiferencia ante el dolor a no, o el de la trivialidad del sadismo, todo ello envue en una adecuada extravagancia formal y aderezado c citas obvias de otras películas a fin de obtener las sim tías de los e ntendidos europeos (...) En el cine donde vi Pulp Fiction la gente se echaba a reír cada una de
49. El País, 19 de abril de 1995.
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mil doscientas veces que se oían las palabras j odi do o maldito, pero las carcajadas arreciaban sobre todo c n do alguno de los múltiples asesinos que anima n la ua p. di . cola mataba o torturaba a alguien sin darle importmula, charlando de sus cosas (...) En Pu lir Fi cti on da mucha . ri . el espectáculo de las víctimas indefensas unos seguUd a antes de que las ejecuten sus verdugos, y el aire casu al con que llevan a cabo éstos sus tareas... Ni siquiera Muñoz Molina puede apreciar el humor, ése que produce el distanciamiento del que hablaba Sanchís (y del que carecía Asesinos N atos, o «el humor negro» Cabrera Infante).
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En P zdp Fi cti on ni siquiera hay humor negro: tan sUl u hay una inhumana falta de piedad, o de compasión, para ser más exactos, una incapacidad aturdida y embrultecida de comprender el dolor y, por lo tanto, de crear Personajes. Siempre se dice que con los buenos sentiliien tos no se hace buen arte: yo no he visto nunca una buena película en la que cualquier residuo de cualquier senti miento esté tan ausente como en esta presunta obra maestra. Al fin y al cabo, la han hecho en un país dOnde hay detectores de armas de fuego a la entrada delas
escuelas públicas, y donde es legal ejecutar en la silla eléctrica a un retrasado mental o a un menor, pernno permitirles que fumen un cigarrillo antes de morir. 5.2.3. Asesinos natos' y Tall) Fiction' en la realidad Antes de Asesinos Natos y de Pulí) F iction han existido otras muchas películas que reflejan el comportamiento psicopático, como La naranja mecánica (Stanley Kubrick) o Jáxi driver ( Martin Scorsesse). Lo que nos llama la atención de los dos filmes anteriores es la ausencia de toda justificación moral, la obscena representación de la psicopatía como algo atractivo. Al igual que lo que ha venido
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i iendo con las obras de Sade, una inquietud recurrente q ue puede haber otros psicópatas que entren en acción siguiendo la inspiración de esas películas. En los años 90 existió una banda de criminales en del Sur denominada La-Chijon-pa («la banda de su Corea tiajestad»)• Se formó en julio de 1993, después de que sus miembros se conocieran en una partida de póquer. Su jefe llamaba Kim Ki Hwan. El común denominador de los se eis hombres era su odio a los ricos, su frustración por no s ner dinero. Hwan tuvo la idea: construir un escondite te enlas tierras de su madre y cometer diversos secuestros y asesinatos hasta reunir más de un millón de dólares. 5 ° Hwan tenía la responsabilidad de abrir el camino y enseñar a sus fieles. Por ello eligió corno primera víctima a una joven de 23 años. La secuestró, la violó y, mientras la estrangulaba, iba. diciendo a sus compinches que «así es como se hace». Un mes des pués mataron entre todos a un miembro de la banda que intentó abandonarles, y luego lo enterraron en las montañas. Es extraordinaria la «puesta en escena» de esta banda; su modernidad no desmerece de la película de Stone o de Tarantino. Sus víctimas no eran liberadas, aunque sus familiares pagaran el rescate exigido. Una vez capturadas, su destino estaba ya escrito: primero la violación y la tortura, luego la mutilación y, finalmente, la incineración en un horno que tenían para tal propósito. En ocasiones «daban un bocado» a alguno de los cadáveres para «darse coraje» antes de la cremación. En su proceder tenían un cierto método. Lo primero que hicieron fue una lista con los nombres de 1396 clientes importantes de unos grandes almacenes de Seúl. Pos' teriormente se aprovisionaron de armas y planearon la oct rr
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50. El País, 1 de noviembre de 1094.
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muerte de todos ellos. Felizmente pudieron ser detei t cuando «sólo» habían conseguido matar a cinco d e k ser ten, tes de esa lista. Hubo un golpe de suerte. Una dé l as jeres capturada por la banda consiguió escapar despnIsH de que la violaran y torturaran. Al investigar estos britia_ les crímenes en serie, un detective de la policía del barrio chino de Seúl declaró que era uno de los asesinatos:rnas espantosos que había visto en su 30 añ os de carrera. Ot•os. se preguntaron cómo unos seres humanos podían co m _. e ter actos tan brutales contra otros seres humanos. Pero no sólo eso. Después de su captura, los seis dijerá n a la policía que no se arrepentían de haber matado a «i od os esos ricos y esnobs». Todo este asunto produjo una gran consternación en Corea del Sur. No menos inquietante fue el hecho de que los asesinos habían sacado la idea de capturar y asesinara
Si las películas nos ubican en su mundo, algunos jó s corren el riesgo de querer vivir siempre en ese mun i, ene : mismo año de 1994, en otra parte del planeta db . E nese scolares israelíes de 15 años confesaron haber dad( ¿lbs e olerte a un taxista, también israelí, de 52 años, cerca do La muerte no fue el producto de un robo, o d< Tel pelea: fue premeditada y ejecutada fríamente. una policía, en un principio, estaba despistada, ya que L a la billetera de la víctima estaba intacta. ¿Habría sido ur atentado palestino? Pero todo empezó a aclararse cuandc los dos jóvenes se delataron al alardear de su «hazaña» «Los israelíes están atónitos —dijo la prensa—. Cada año jóvenes delincuentes son detenidos por crímenes diversos, pero nunca había habido un asesinato como éste, sin ntotivo lógico excepto, tal vez, el placer de matar. Los dos detenidos son de buena familia.» De nuevo la vieja historia de Leopold y Loeb: 52 dos chicos ricos quieren probar que están más allá del bien y del mal, que son «especiales». Sólo que estos casos ahora nos asaltan desde cualquier rincón del planeta, también (ipor supuesto!) en España. «Nos enfrentarnos a un fenómeno mundial», afirmó el ministro de Educación de Israel, quien estima que la juventud está inmersa en un clima de violencia alimentado por la televisión y el cine, donde domina la crueldad gratuita. El criminólogo Peter Silfan habla de «almas insensibles, cerradas. No ven en la vida Un valor supremo, ni siquiera admiten el tabú que pesa sobre el asesinato.» En Seúl, los asesinos en serie mataron por dinero a ;
sus víctimas de las novelas de crímenes y de las películas violentas, Fueron condenados a morir en la horca. Los productores y directores de las películas no se cansan de decir que ellos se limitan a reflejar la realidad. Pero es dudoso no reconocer que la realidad y la ficción se alimentan mutuamente; la ficción es «realidad» en cuanto que actúa sobre los pensamientos y sentimientos de las personas que la observan. Determinadas personas pue. den «querer» vehementemente que la realidad se ajuste a los parámetros de la ficción que ellas admiran. En cierto sentido, la ficción es tan poderosa que prie-; de distorsionar nuestra percepción de la realidad, hasta tal punto que ésta es rechazada si no se ajusta a lo que vemos en las películas. Por ejemplo, si es cucháramos en las películas el sonido real de una pistola al disparar, probablemente lo encontraríamos algo chapucero. Gracias al dolby-estéreo, el tiro de un revólver parece un obús. En su afán de sobrecogernos y excitarnos, el mundo del cine nos lleva a su terreno, quiere que «vivamos» la verdad de lo que nos muestra.
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51. El País, 14 de enero de 1994. 52. Dos jóvenes universitarios de clase alta que secuestraron y mataron a sangre fría a un niño para demostrar que ellos eran seres superiores. Ocurrió en Chicago en los años 20, e inspiraron las películas de Richard Fleis her Impulso criminal y de Alfred Hitchcock La soga.
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los ricos, y en Tel Aviv los adolescentes ricos mataron p , c placer a un taxista, a un obrero. La psicopatía no conuco la lucha de clases, ni se detiene ante la brillantez dé l ; a inteligencias que crean arte. Es un modo de ser T i e nos enfrenta a lo más oscuro del ser humano: la falta de pi e, dad, de comprensión de lo que significa realmente ser bu. mano. No podemos aceptar la responsabilidad de los p s icópatas que llevan dentro de sí las semillas de la maldad, se encuentren donde se encuentren. Pero al menos 11 6 , mos de exigir que no se establezcan las condicione,: climáticas que hagan desarrollarse esta especie de plan , carnívora. Algunas de ellas sobrevivirán fuera del inver. nadero, pero otras no surgirían si no fuera por los cuidados que ponemos para que se desarrollen. El arte como coartada para exaltar la psicopatía el un lujo que podemos pagar muy caro. ¿Vale todo en nombr,: de la libertad de expresión? ¿No estaremos los intelectuales —o simplemente, los que tenemos un cierto nivel cul-, tural— asumiendo Que toda persona está capacitada, como nosotros, a «entender» e «interpretar» una obra sin que nos veamos tentados d e traspasar a la realidad lo que vemos o leemos? Gila Roth, la viuda del taxista asesinado, tiene los ojos secos, febriles, de tanto llorar. «Si lo hubiese matado un, árabe, por odio, porque es judío, el dolor sería el mismo ; pero, al menos, habría comprendido», dice. «Pero son jó ,, venos judíos, de nuestra ciudad, chavales que mi marido llevaba con frecuencia a clase cuando se levantaban tarde, ¿Por qué? ¿Por qué?» En opinión de Cleckley, e... hay una manifiesta predilección por parte de un minoritario pero influyente grupo de intelectuales o estetas hacia lo perverso, la inquietud o lo ininteligible». 53 Los apóstoles de lo anormal y de 53. The Mash of SahiN p. 6.
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desviación siempre tienen muchos adeptos. Las maligperversiones del marqués de Sade son aceptadas por oas naudelaire y Swinburne como un rico l egado estético. La esquizoide de Augusto S trindberg llevaron a que M i s oginia n vienés Otto Weininger le reverenciara y expresaij e ove una misoginia esquizoide similar a la de su maestro antes ra de suicidarse. Se trata de una tendencia antigua, ya reconocida por el poeta y crítico francés del siglo xvii Nicolas Boileau, quien dijo que no hay ningún mostruo odioso que el arte no pudiera transformar en un ser atractivo." La conclusión es obvia: elevar la psicopatía al altar d el arte tiene sus riesgos. Cuando ese arte alcanza una difusión extraordinaria, más allá del círculo de poetas o de dramaturgos, hemos puesto en marcha una bomba de relojería que puede estallar infinitas veces, en infinitos lugares. la
54. Roger Bartra (1997), El salvaje artificial. Barcelona: Destino, p. 339. La fascinación por lo perverso tiene, entonces, una larga tradición. Pero una cosa es, COMO opinaba Didc:rot, que los fenómenos aberrantes constituyesen un enigma que debieran ser estudiados para guiar el entendimiento del orden normal de la naturaleza y la sociedad, y otra cosa es considerar a las perversiones como normas de conducta y expresión de un orden moral y social superior. Véase el capítulo 9 de esta ola-a de liaron.
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6. POLÍTICOS Y CRIMINALES DE GUERRA
A nadie debe sorprender la inclusión de la política er n ensayo sobre psicopatía; tal y corno señalamos en capí u tinos anteriores, pocas dedicaciones permiten mayor ejer ciclo camaleonístico que la ocupación en la cosa pública De hecho, el lenguaje llano tiene acuñada una expresión, para referirse al engaño y manipulación que parecen consustanciales con esta actividad: «todo eso es política» se acosturnbra a decir cuando se quiere desacreditar las intenciones aparentes o confesadas de un trato o acuerdo, queriendo señalar que los participantes en el mismo han pu estc sus intereses personales por encima del interés público c de la verdad de la situación. Por otra parte, en tiempos de conflicto entre naciones o dentro de una misma nación, los políticos pueden ser responsables de crímenes atroces, de planes bélicos contrarios a toda convención, y usos internacionales. En estos casos, se convierten en criminales de guerra. Hitler y sus secuaces en el mando de la nación, Stalin y Pol P ot son ejemplos extremos, pero el lector puede añadir de su cosecha otros nombres a la lista, ya que, desgraciadamente. no han escaseado en este siglo que acaba de terminan En este capítulo, nos ocupamos del modo en que k psicopatía puede hacer de la política un art mucho tnru terrible que el descrito por Maquiavelo en El prínc ipe , Maquiavelo (1469-1527) en efecto, pensó que el polític o ; debería emplear múltiples recursos —y no todos hones , tos— para conservar el poder, pero en modo alguno pro , ponía que el soberano no debiera beneficiar a su nación.
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En vano buscaríamos en El Príncipe la menor ap ea ° lit fuerza; sin embargo, la guerra es la verdad d e gla la poatt.. • ea. I lay que aspirar a la libertad y al derecho, p er ello no podemos limitarnos a respetar las virtudes e° rPAra i sta,.• nas. Un político psicópata estaría de acuerdo en est o(y.1 ' que no tendría ningú n inconveniente en suscribir esta teo.. ría) salvo en que, en la práctica, el beneficiario debe ser él , sin que importen las consecuencias para su pueblo. También será objeto de análisis el modo en que de terminadas personas clave en un Estado pueden alenta r el funcionamiento psicopático de algunas de sus na s tit u _ clones, permitiendo la impunidad de profesionales de psicopatía. Este hecho puede producirse en una democracia, como ha ocurrido en Bélgica recientemente con el caso Dutroux. Cuando se trata de una dictadura,. como el Chile de Pinochet, todo ese proceso resulta mucho más acelerado e intenso, y sirven para recordarnos toda la tra, gedia del nazismo, donde la psicopatía del Estado llegó a la máxima expresión. •
6.1. EL CÁNCER DE LA PSICOPATÍA EN E L. ESTADO
Es difícil justificar determinadas acciones criminales si no media una estructura psicopática que lo permita. ¿Qué querernos decir con «estructura psicopática»? Difícilmente un solo psicópata, aunque esté en la cúspide del poder, puede mantenerse largo tiempo o generar una catástrofe humanitaria. Por supuesto, puede hacer mucho mal, pero; si hablamos de gobiernos de naciones, se hace necesario que mucha gente participe, al menos, en importantes raSgos de la psicopatía. Por ejemplo, según un informe elaborado por la justi-
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d e Brasil y el Centro de las Poblaciones Marginadas de país, en el periodo comprendido entre 1986 y 1998 haese n bí a sido asesinados sól o en Río de Janeiro 7.057 menores. p ara poder comparar esta cifra convenientemente, piénsese que en España el número de homicidios en total por año es d e 1.000, aproximadamente. Según el informe, ello es el producto de la «incapacidad del g obierno para controlar la ncia, la criminalidad, y el aumento de la desigualdad».' vi ol e sin embargo, este argumento difícilmente es una explicación. No cabe duda de que el gobierno «no es capaz de controlar» la delincuencia. Más interés tiene la gran desigualdad existente en Brasil, que crea dos mundos claramente diferenciados. Uno, el que se halla en el mito de la bossanova, La Chica de Ipanona y los carnavales. Otro, el de las favelas y el de la fría estadística de los menores asesinados. Pero nosotros diríamos que esta desigualdad es más el bie n efecto de otras cosas, que no tanto la causa primera. Lo esencial aquí es que un sistema corrupto favorece la desigualdad y la muerte. La existencia de grupos paramilitares (los célebres «escuadrones de la muerte») que matan impucia
nemente a niños vagabundos o antisociales no puede pervivir sirio en un régimen donde tal p ráctica se tolera. La insensibilidad de los asesinos se nutre de esa otra anestesia política. A su vez, el turista que llega a Río hará, en el mejor de los casos, un esfuerzo para no tener esa otra realidad en su imaginación mientras se deja seducir por la belleza y calidez del lugar. O tra insensibilidad, por consiguiente, esta vez en forma de divisas viene a cimentar el esfuerzo por negar la «otra realidad» que realizan los asesinos («los menores mendigos son una plaga») y los políticos («no podemos solucionar todo», o «río vamos a permitir que unos miles de andrajosos ahuyenten nuestros beneficios»: el turismo).
L El País, 25 de noviembre de 1 999.
El caso de Brasil ilustra la existencia de una psicopatía que se beneficia de la corrupción, pero se trata de una dezu . , . l cracia, lo que siempre limita los efectos de la crueldad.Así,en( abril de 1996 fue condenado a 30 años de prisión el e x p cía Marcus Emmanuel, al habérsele hallado culpable de asesinar a 8 niños en el centro de Río de Janeiro, en lo probablemente fue la matanza de niños que tuvo más rep er. cusión internacional. En las dictaduras, por contra, «la tructura psicopática» alcanza el cenit de los despro g n pósitos: La psicopatía en la política es producto te de tres factores. En primer lugar, uno o varios líderel han de tener personalidades psicopáticas. Es su tarea inspirar las metas de avaricia y poder para unos pocos, aun.. que normalmente tienen éstos gran influencia en la jerarquía del Estado, en cualquiera de sus poderes (normalmente en el ejecutivo, pero también en el legislativo y en el judicial). En segundo lugar, ha de existir una parte de la población que busca en la identificación con los líderes un modo de compensar carencias materiales o de subli mar un supuesto espíritu nacional que ha de ser defendido contra el extranjero, el marginado o el «impuro». En todo caso, ha de haber un grueso de la población obediente con las consignas emanadas desde el poder. En tercer lugar, han de existir los psicópatas criminales, los que real= mente se encargan de asesinar y torturar. Todo ello resulta más diluido en un sistema democrático, porque la división de poderes y el plebiscito popular ayudan a limitar la corrupción y el despotismo de los poderosos. Aquí los psicópatas han de ir sorteando leyes u órganos que limitan su voluntad. En una dictadura, sin embargo, el camaleón puede permitirse la libertad de no tener que esconderse ante casi nadie y casi nada; no hace falta que finja en exceso. Osvaldo Romo, ex agente de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) de Chile, acusado de haber participado en más de 61 casos de «desapariciones» y torturas,
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se permitió
el lujo de decir durante un programa de tele ión emitido en mayo de 1995 que le daba lo mismo que v i s lo llamaran torturador o asesino: 2
«Si se dieran las circunstancias», agregó Romo, «vol vería a flagelar», pero incluso peor. «No dejaría periquit, vivo. Fue un error de la D INA. Yo siempre le discutía mi general que no tenía que dejar a ninguna persona viva. Mire usted ahora las consecuencias». Admitió el e: agente haber torturado especialmente a mujeres, por que ellas resistían bastante. «Si la mujer es capaz de so portar el tener un bebé, puede aceptarlo todo.» Consi deró Romo una medida «adecuada» el lanzamiento eh los detenidos al mar en Argentina, porque «hay que dar le comida a los peces». Finalmente, recomendó a sus su periores que los cuerpos de los detenidos chilenos fue ran arrojados al cráter de un volcán. Los psicópatas que rodean al líder o líd eres pero que no se ensucian l as manos recurrirán —como Eichmann analizado a continuación— a la «obediencia debida» cuan. do se les pida cuentas. Afortunadamente, desde la juris. prudencia emanada en el juicio de Nuremberg, esa arti. maña tiene pocas probabilidades de prosperar en lo jurí dico. Otra cosa es que la realidad de las conveniencia; políticas haga papel mojado esa obligación legal de res, ponder por causa de crímenes contra la humanidad.
6.2. Los CRIMINALES DE GUERRA
Desde la Segunda Guerra Mundial se han cometidl muchas atrocidades, pero es difícil encontrar algo paran 2 . El P aís, 25 de mayo de 1995.
con el exterminio de los judíos, además del as esi . I l a lo sistemático de homosexuales, gitanos y otros g r u p o s considerados «inferiores» por la doctrina nazi. El estupor ante lo que hicieron los nazis, ante Ausch •w itz cuino símbolo ele todo el mal desatado, nace directarne n " t ed e la incapacidad de comprender, de hallar un modo «raZOna He» de explicar un acto tan monstruoso. Esta falta de credibilidad, de impotencia racional es, desgraciadamente, «m ar . ca de la casa» de los actos de los psicópatas. Cuando el camaleón se oculta en la sociedad convencional sus actos son egocéntricos y dañinos, pero los explicamos con conceptos como «irresponsabilidad», «deshonestidad» o «avaricia 'sin escrúpulos». Cuando el psicópata es un criminal, en tiempOs de guerra o de paz, la dureza de sus fechorías nos conduce a un estado de perplejidad. ¿Cómo comprender lo que hizo Dutroux? ¿Cómo comprender lo que hizo Anglés? Para el holocausto es imposible encontrar siquiera las palabras, no hay sino oscuridad de la razón y del alma. En la película La lista de Schindlen el capataz de la fábrica de Schindler, Itzia Stern, lo ilustra de modo muy sencillo cuando le dice a su jefe con la lista de sus judíos en s us manos:, «Esta lista es la vida. Fuera sólo está el abismo». E igualmente refleja esta situación un fragmento de las memorias de Simon Wiesenthal, quien, desde 1945, se ha comí- vertido en el símbolo de la lucha contra los criminales do guerra escapados de la justicia. Wiesenthal reproduce este diálogo entre dos compañeros suyos de internamiento en un campo de concentración: 3 ganable
creó a un judío de un trozo de tierra regado con lágrimas pero, ¿cómo esperas que crea que El también hizo a nuestro comandante de campo, Wilhaus, con la misma materia? —Te olvidas de Caín —explicó Josek. —Y tú o lvidas dónde e stás. C aín mat ó a Ab el en u n acto de ira, pero nunca lo torturó. Caín tenía un vínculo personal con su hermano, pero nosotros somos unos extraños para nuestros asesinos.
En cierto sentido, los psicópatas juegan con ventaja. Presumen (muchas veces correctamente) que no vamos a creer que en realidad «ellos son así». Que buscaremos alguna lógica, algo que pueda ayudarnos a caminar por ese sendero de la sinrazón. Pero mientras tanto, ellos actúan. Mark Goulden, un escritor británico, lo ha descrito vívida4 mente: Siempre me resulta difícil mantener la calma cuando escribo o pienso sobre esos espantosos crímenes. Mi mente empieza a fluctuar ante la enormidad de aquellos hechos. Uno se llega a preguntar si es cierto que seres humanos civilizados construyeron enormes y complejas cámaras de muerte con el expreso propósito de destruir a millones de hombres como si fueran alimañas (...) ¿esos hombres fueron alguna vez seres humanos normales corno tú y como yo?
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El irónico Arthur se sintió molesto e interrumpió el discurso de Josek. dijo— estoy dispuesto a creer que Dios —Josek
3. Simon Wiesenthal (1998), Los límites del perdón. Barcelona: Paidós, pp. 17-18
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6.2.1. Adolf Eichmann: el ingeniero del holocausto
Esta asepsia a la horade administrar la muerte pocas Veces se hace tan evidente como en la figura de Adolf Eichmann. Merece la pena detenerse en alguien como Eichmann, porque su figura ha permitido un estudio en
4 . Los límites del per dón, p. 117.
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profundidad como quizás no se haya hecho en ni ngún •• otro caso del fenómeno de la psicopatía entre los 8 crinunales de guerra. Ello ha sido posible porque Eich m a n n fue apresado por agentes del Mossad (servicio secreto a raelí) en Argentina, ll evad o J erusalén, y posteriorme nt e juzgado y ejecutado. Una vez en poder de los israelíes Eichmann no tuvo mayores problemas en hablar extensamente, sobre todo lo que le preguntaron, ni en dejarse examinar por psicólogos y psiquiatras de modo muy intenso. Por si fuera poco, dos figuras señeras del siglo xx, cada uno en su campo, Sirnon Wiesenthal (el más célebre de los «cazadores de nazis» desde que terminara la Segú n _ daGuerra Mundial) y Hannah Arendt (filósofa y pens adora política) se vieron implicados en este caso. El prime= ro, porque su participación fue decisiva en descubrir qu e Eichmann se había ocultado en Argentina bajo el nombre de Ricardo Klement, y la segunda porque estuvo asistiendo al juicio del nazi corno corresponsal de un periódico estadounidense (The New Yorker), de cuya labor posterior mente desarrolló amplias reflexiones en forma de un libro hoy clásico: Eichmann en Jerusalén. Fue en 194 9 cuando se celebró la llamada conferencia de Wannsee, en la qu e los nazis adoptaron la «solución final» para exterminar a los judíos, y que, como sabemos, estuvo muy cerca de realizarse a la perfección. El responsable de dirigir toda esta operación fue Adolf Eichmann, primero ocupándose de la deportación de los judíos desde Viena y, luego, desde Hungría. De hecho, resulta correcto referirse a él como el «asesino de los despachos» más relevante, ya que desarrolló el asesinato masivo como. una industria organizada: 5
Encontrar a este monstruo y ponerlo a disposición de la justicia fue una obsesión para Wiesenthal, que comenzó muy pronto terminada la guerra y no finalizó hasta que el Mossad lo capturó y lo llevó a Jerusalén (...) La figura de Eichmann emerge con mayor fuerza en los últimos estertores de la guerra mundial. Es en esos meses cuando se consolida entre la jerarquía nazi, llegando a proponer a los aliados un macabro intercambio: se comprometía a respetar la vida de un millón de judíos hú ngaros a cambio de recibir 10.00 0 camiones y otros útiles para servir al esfuerzo bélico de Alemania. Cuando fue rechazada su propuesta, Eichmann se aprestó a enviar a los judíos al campo de exterminio de Auschwitz.
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5. I lelta Pick (1006), Simon Wiesenthal. A life in search of justice. Boston: Northeastern University Pecas. pp. 109-11 1.
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Wisienthal se obsesionó en intentar comprender por qué un aparente burócrata se había convertido en un exterminador ele masas, y no paró en su empeño hasta descubrir —frente a la indiferencia general por querer capturarle, debido a que el clima de la época ponía más atención en la guerra fría con tra los rusos que en la captura de criminales de guerra nazis— que se había escondido en Argentina.
Ahora bien, ¿era en realidad Eichmann un «monstruo», como opinaba Wiesenthal y otros muchos? Quizás la más penetrante valoración de su personalidad la desarrolló Arendt, quien se esperaba, efectivamente, encontrar algo demoníaco sentado en el estrado; sin embargo, en su lugar, la filósofa se encontró con un sujeto absolutamente «banal». Banal sí, pero también muy peculiar. Arendt nunca empleó el concepto de psicópata, ya que ella no era psiquiatra ni psicóloga, pero describió a un sujeto con una profunda dificultad para comprender la realidad en toda su plenitud. Dejemos hablar a la propia Arendt: e 6. Hannah Arendt (1963/1992), Eichnzann in Jerusalein. Nueva York: Penguin. Las citas que siguen proceden de las pp. 47-48, 49, 34 y 287-
288.
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... un error más decisivo en el carácter de Eiclun am¡ era su completa incapacidad para contemplar algo d esde el punto de vista de los demás. El ejemplo más representativo de esto apareció en el llamado episodio de Viena: «sus hombres y los judíos estaban allí» decía Eichmann_ para «tirar juntos de la misma cuerda»; así, cada vez que. surgían dificultades, los funcionarios judíos acudían a él para «descargar sus corazones», expresarle «todo su dolor y su tristeza> , y solicitar su ayuda. Los judíos «des ea. han emigrar», y él, Eichmann, estaba allí para ayudarles, ya que las autoridades n azis habían ex presado el deseo de que el Reich estuviera libre de judíos. Así pues, los dos deseos coincidían, y él estaba allí para satisfacer a m b a á partes. En el juicio, Eichmann nunca se movió un ápice de esta interpretación, aunque estuvo de acuerdo en que hoy, «cuando los tiempos han cambiado tanto», los judíos podrían no estar tan dispuestos a recordar este «tirar juntos», y él no quería «herir sus sentimientos».
Puede observarse aquí, como señala Arendt, la absoluta falta de empatía de Eichmann, su dificultad para apreciar la perspectiva de las cosas desde el punto de vista del que está a su lado. Según esto, los judíos estaban deseosos de ser enviados a los campos de la muerte, final que por aquél entonces —al fin d e la g uerra— se ha bía convertido en algo más cine una sospecha terrible entre la comunidad judía. Pero esta dificultad no es sino parte de una dificultad mayor: la de emplear el pensamiento en un sentido pleno, real, más allá de sus propios intereses o perspectiva del mundo. Arendt lo describió también de un modo rinty nítido:
no fuera un cliché.» Los jueces describieron su declaración como un «habla vacía», y pensaron que era una estrategia para no declarar la verdad. Pero, en opinión de Arendt, «cuanto más uno le escuchaba, más obvio era que su incapacidad para hablar estaba firmemente relacionada con su incapacidad para pensar, es decir, para pensar desde el punto de vista de cualquier otra persona. No era posible la comunicación con él, debido no a que mintiera, sino porque estaba rodeado por la más inexpugnable de las barreras contra las palabras y la presencia de los otros, y por ello mismo contra la propia realidad».
Todo lo anterior llevó a Arendt a considerar no que t enía «un monstruo» delante de sus ojos, responsable ele
.
En otro momento del juicio, Eichmann se disculpó porque no encontraba otra forma de explicar una idea, diciendo que «el mundo de los oficiales es mi único lenguaje». «Pero el punto clave aquí —escribía Arendt— es que la oficialidad era su único lenguaje porque él era . genuinamente incapaz de expresar una única frase que
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la muerte de millones de personas, sirio a alguien insensible frente a los sentimientos y los pensamientos de los demás. Y por ello mismo, alguien incomunicado con el mundo que no fuera el estrechamente construido dentro de los lí mites ele su te rrible egocentrismo. El resultado no es un monstruo, sino un payaso, porque Eichmann no es sino una caricatura del ser humano, un imagen deformada y grotesca de la realidad compleja que encierra una persona: A pesar de todos los esfuerzos de la acusación, cualquiera podía ver que este hombre no era un monstruo, sino que más bien resultaba difícil no sospechar que era un payaso. Debido a que esta visión de Eichmann ponía en peligro todo el proceso [que intentaba castigar ante los ojos del inundo a un terrible y perverso criminal de guerra], y que tal visión era difícil de sostener por todo el terrible sufrimiento que él y otros como él habían causado a millones de personas, se decidió no prestar atención y apenas informar de sus peores bufonadas.
De manera extraordinaria, Arendt (quien no nos consta que conociera la obra de Cleckley, ya que no la cita en
2( P )
ningún momento), da en el clavo de la esencia de la psicó.. patía: un psicópata no precisa matar con sus m anos. mancharse de sangre al modo sádico en la estela de l os famosos asesinos descritos en el capítulo 2. Sólo precis a que su pensamiento tenga un discurrir ajeno al bienesta r o al dolor que pueda causar en los demás. Ya sea sigul en_ do un plan trazado por otros (como el genocidio decretado por Hitler), o siguiendo únicamente los propios p eusa. mientos (corno Stalin o Goering), lo único verdaderam en. te que se debe considerar para estas p ersonas es «lo que yo voy a sacar de todo esto»:
:
...cuando hablo de la 'banalidad del mal', lo hago sólo en el estricto nivel de los hechos, señalando a un fenómeno que tuvimos delante de los ojos a lo largo de todo el juicio. Eichmann no era Yago ni Macbeth Excepto por su extraordinaria diligencia para mirar por. su propio beneficio, Eichmann no tenía ningún motivo para hacer lo que hizo. Y esta diligencia, en sí misma, n o tenía nada de criminal: por ejemplo, él nunca hubiera asesinado a un superior para obtener su puesto. Él, meramente —para decirlo coloquialmente— nunca llegó a comprender lo que estaba haciendo. Era esta falta de imaginación la que explica por qué, cuando estuvo meses ante un policía judío encargado de su interrogatorio [una vez ya capturado en Arg entina] le ex plicó con total h onestidad que no era su culpa [ de Eichmann] si no había conseguido promoverse más allá de teniente coronel de las S.S. (...)
Con la expresión célebre: «la banalidad del mal», Arendt quiere decir que lo verdaderamente monstruoso es la incapacidad de conectar con los demás en un nivel plenamente humano. Ésta es la esencia de la psicopatía: el sujeto no es un psicótico, no tiene alucinaciones o delirios,
no se cree Napoleón ni siente que le persigue la KGB; tampoco tiene crisis de ansiedad o conflictos psicológicos
210
ue q
lo hagan un sujeto neurótico; sin embargo, su mundo mocional es muy limitado. Él, como ser humano, es un e mpleto autista: co No es que fuera estúpido. Se trata más bien de una completa falta de pensamiento —algo de ningún modo igual a la estupidez— lo que le predispuso a llegar a ser uno de los más g randes criminales de ese período. Y si esto es «banal», e incluso divertido, si con la mejor v oluntad en el mundo uno no puede extraer profundidad diabólica o demoníaca alguna de Eichmann, sin embargo no se puede decir que su actitud sea de lo más común (...) La lección que podemos aprender del juicio de Eichmann en Jerusalén es, quizás, que tal alejamiento de la realidad y vaciedad de pensamiento pueden llevar más destrucción que todos los instintos perversos juntos que, quizás, son inherentes al hombre.
Sobre el fundamento anterior, resulta muy probable que los psicópatas, especialmente cuando las circunstancias sociales lo facilitan, sean además sádicos y crueles. De hecho, hubo una importante controversia con Arendt acerca de su opinión sobre Eichmann, ya que reputados psicólogos mantuvieron que el ingeniero del holocausto era en verdad un psicópata perverso y diabólico.' Pero no creemos que sea esencial dirimir si Eichmann era un psicópata no sádico o un psicópata sádico. Lo importante es que exh ibía los rasgos nítidos de la psicopatía. Sin duda, muchos crimi- nales de guerra nazis eran psicópatas sádicos, que gustaban de matar con sus propias manos. Un ejemplo que probablemente recuerde el lector es el de Amon Goetz, el comandante del campo de concentración de Plaszow, P olonia, extraordina7. Véanse Jacob Robinson (1965), And the crooked shall be ~le straight. The Eichmann trial, the jewish catastrophe and Hannah Arendt's narrative. New York: Macmillan. Y también F. R. Miale y M. Selzer (1975): The Nuremberg mind. The psychology of the nazi leaders. New York: Quadrangle/The New York
Times Book.
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riamen te interpretado por Ralph Fiennes en el film .d e S )ielberg La lista de Schindler. Parte de su diversión •'• v mino se observa en la película— era tomar su rifle con mir a telescópica y asesinar desde la terraza de su casa a sang re Iría a cualquier interno del campo que se le antojara. Desgraciadamente, los criminales de guerra han empleado la excusa de «obedecer órdenes» en todas las épocas. El teniente William Calley asesinó a cientos de civiles durante la guerra del Vietnam, y en su justificación de'es a matanza —en la que perecieron muchas mujeres y niños..- • también recurrió a lo que habían objetado tantos seguidores y ejecutores del nazismo. Fue de scorazonador qu e las autoridades norteamericanas, a pesar de formarle un consejo de guerra, sólo le impusieran una condena muy leve. Es posible conservar la moralidad, aun teniendo que ocupar puestos de grandes responsabilidades. La voluntad humana, apoyada en el discernimiento moral, no pu& de ser doblegada en todos los casos. Una prueba d e ello la representó el más famoso de los militares alemanes en la Segunda Guerra Mundial, el mariscal Rommel. El direc tor de cine Henry Hathaway hizo una película sobre este personaje en 1951 (The desert fox; Rommel, el zorro del desierto). Para documentarse convenien temente, Hathaway manejó mucho material y tuvo largas conversaciones con. su viuda, la cual le de jó como prueba de afecto los propios guantes y capa del mariscal para que los empleara el actor (James Mason) que lo encarnaba. Rommel fue capaz de conservar su dignidad en medio de la locura nazi. Así, el ' mismo Hathaway declaró sentirse fascinado «por un holla , bre que, en presencia de Hitler, se atrevía a llevar del re , . vés la cruz de hierro y en cuyo bastón de mariscal de campo faltaba la esvástica». 8 8. Quirn Casas: 11. H., «Invención, industria y sentimiento». En Diri -
gido por... enero 1999, p. 64.
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6 .2 . 2. Hermann Goering, el psicópata «amable»
H. Goering fue el jefe de la aviación alemana, presidente del Reichstag y, según todos los indicios, un tipo m uy agradable. Sólo los juicios de Nuremberg pusieron al • descubierto su auténtica naturaleza. Si los alemanes hubieran ganado la guerra, sus historiadores lo hubieran descrito como un gran hombre que ayudó a crear un vas9 t o i mperio. G. M. Gilbert, psicólogo jefe en los juicios de Nuremberg, le describió como un 'psicópata amable'. Incluso cuando todo estaba ya en su contra en Nuremberg, no perdió nunca su humor y su encanto personal. Pero debajo de esa fachada, Gilbert halló una ausencia total de sentimientos de culpa, una insensibilidad completa ante sus víctimas y un enorme eg ocentrismo. 1 ° Goering fue educado en una rígida atmósfera prusiana. Ni su padre ni su madre le atendieron con cariño. Cuando Gilbert preguntó a Goering cuál era su primer recuerdo, él contestó que «golpear a mi madre en la cara con mis dos puños cuando vino a abrazarme después de una larga ausencia». La Primera Guerra Mundial vino a sacarle de una juventud donde se aburría enormemente. Destacó corno 'as del aire', y a pesar d e que odiaba la disciplina del ejército y que se metía en negocios sucios, su fama en el combate le libró de ser detenido. Su boda con una condesa suiza rica no hizo sino permitirle llevar una vida de lujos, pero sólo con la llegada del partido nazi pudo encauzar sus pasos hacia un poder y dominio sólo menor que el que tuvo Hitler. 9. Véase W. McCord (1982), The psychopath and Milieu Therapy. Nueva York: Academic Press. pp. 46-47. 10. G. M. Gilbert (1948), «Germann Goering: Amiable psychopath». Journal of Abnormal and Social Psychology, n 9 43.
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Goering no era un sádico; amaba el orden y la p ukr i_ tud en todas las tareas que imponía a su p olicía y al as s s Y planeaba con eficacia. Al final de la guerra, cuando Hitl er se estaba quedando solo, tramó relevarle del mando y li e _ var él las negociaciones con los aliados. Pero el führer d es., cubrió el complot y recluyó a Goering en su castillo, don.: de se entregó a orgías y a vivir al margen de la guerra : Durante los juicios de Nuremberg, Goering tuvo tu l aire ausente. Cuando estaba viendo una película sobre las atrocidades de los nazis en los campos de concentración afirmó: «Estaba haciendo una tarde espléndida hasta q ue mostraron aquella película ... todo el mundo se lo estaba pasando bien conmigo, pero la película lo estropeó todo». Antes de que fuera ejecutado en la horca se suicidó to mando una dosis de veneno, pero antes espetó: «Cojan toda su moralidad, arrepentimiento y su democracia y pónganlos en un marco!»."
6.2.3. ¿Cómo se forma un criminal de guerra? (Psicología del criminal de guerra)
De acuerdo con la investigación recogida por el psicólogo Ervin Staub, los responsables de asesinatos de ino-: centes tienen una o las dos siguientes constelaciones de características, que se pueden denominar potencialidad an tisocial (o psicopatía) y orientación autoritaria. En ocasiones es suficiente tener una característica de la personalidad antisocial, como es una incapacidad extrema de empatía, si bien, usualmente, se acompaña de otros factores predisponen tes.i 2 11 . «Amiable psychopath», p. 228. 12 . Ervin Staub (1989), The roots of evil. Cambridge: Cambridge University Press.
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goles y otros procesos sociales en el origen de la crueldad Si la definición de los roles que han de desempeñar incluye actos de crueldad, muchos de ellos se adaptarán a tal es comportamientos. En el famoso estudio, de la Universidad de Stanford (donde se simuló una prisión en los ótanos de la Universidad), diversos estudiantes fueron s divididos al azar en un grupo de guardianes y otro de presos. Los reclusos fueron sometidos a vejaciones, como ser desnudados o inspeccionados en todo su cuerpo. Fueron obligados a memorizar y seguir reglas que restringían su derecho a hablar y su libertad de movimientos, y tenían que pedir permiso para el asunto mas trivial, como ir al servicio. Señala Staub que «la gente así tratada debe parecer i nferior, no sólo en poder, sino en su humanidad básica. Ocupar un rol que nos garantiza un poder puede llevarnos a una separación entre el "ellos" y el "nosotros", a la devaluación y la crueldad de las personas degradadas»." El experimento Stanford tuvo que ser suspendido cuando la crueldad llegó a un mayor nivel, tal y como se podía observar cuando los guardianes pusieron a los que más protestaban en celdas de aislamiento, o cuando obligaban a los reclusos a interminables sesi ones para el recuento, algo que según las instrucciones iniciales del experimentc tenía que durar sólo diez minutos. Autoselección y personalidad en los agresores Si la gente se mezcla en un grupo donde se produce la separación ellos/nosotros y la consiguiente devaluación
13. The roots of evil, p. 169.
21,
puede convertirse en agresora, aunque no haya tn iá in edisposición personal. Es corno si el individuo se co ., n iagiara de la atmósfera prevaleciente, perdiendo su p ro _ pi:1 iniciativa. Pero también ocurre que los propios suje los predispuestos buscan ese tipo de roles, mientras q ue, en otras ocasiones, los responsables buscan ese tipo d e personas. -
Características que predisponen a los sujetos a la violencia (la persona potencialmente antisocial)
Autoconcepto y visión del mundo.
Aparece una pobre autoimagen, fácilmente amenazada, y una visión hostil del inundo. Ello provoca una necesidad de autodefens a y de elevación del yo. Estas personas se enfrentan a muchas frustraciones en la vida y, en ocasiones, se encuen- . han con muchas dificultades económicas debido a la escasa iniciativa y confianza que transmiten, todo lo cual. exacerba su deseo de compensar su imagen. El devaluar a los otros puede ser un modo de apuntalar ese yo amenazan te.
Valores morales y empatía.— Los valores de una persona determinan su orientación hacia el bienestar de los demás.: En casos extremos, dañar a los demás puede ser un valor en sí mismo. Podemos llamar a esto una orientación de valores antisocial. La empatía con las víctimas es aquí muy i mprobable. Exclusión moral.— La gente que devalúa a otros grupos con-
siderará que los valores morales no se aplican a esas personas, y les excluirá del ámbito de los derechos humanos. Precisamente, una característica de los rescatadores (los que arriesgaron sus vidas para salvar a los perseguidos por los nazis) fue su inclusividad: una predisposición consistente
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onsiderar a toda la gente como iguales y a aplicar cririos parecidos de lo justo y lo injusto a todos ellos. te
en c
C o m p etencia y orientación cognitiva a la agresión.— Algunas
rsonas aprenden a resolver conflictos por medios agreivos, y la investigación señala que esa estrategia básica pers iste desde la infancia hasta la edad adulta, quizás en pars te porque se instauran como esquemas o mapas de instrucciones que orientan al sujeto acerca de cómo desenvolverse en la vida. Las fantasías también pueden alimentar-los comportamientos agresivos. pe
Falta de auloconciencia y autoaceptación.— Este aspecto es una parte tanto de la personalidad antisocial como de la característica que antes denominamos orientación hacia la autoridad. Un efecto de ambas carencias es una gran dificultad para aceptar a los demás. Con frecuencia, la falta de autoconciencia facilita mantener un autoconcepto positivo, apuntalado por férreos mecanismos de defensa. Si un persona «debe» mantener una imagen positiva de sí mismo, cuando su vida atraviesa por dificultades ha de encontrar alguien a quien responsabilizar de sus propios errores. Orientación autoritaria y sus fuentes familiares Ciertas personas están inclinadas a obedecer la autoridad y a actuar punitivamente con las personas que no poseen poder. Esto es un aspecto de lo que algunos psicólogos denominan «personalidades autoritarias». La personalidad autoritaria se encuentra cómoda en las relaciones jerarquizadas donde hay una clara delineación de las esferas de poder. Disfrutan dando órdenes, así como obedeciendo. Determinadas prácticas educativas favorecen el de-
2/7
sarrollo de estas personalidades, en especial las q u e enfatizan los valores más convencionales y rep ri meli expresión (adecuada) de impulsos naturales, como la ir a o el deseo sexual. También se suele dar una relación con los hijos poco cálida y una disciplina punitiva con, sis ten te. Cuando la obediencia es el valor más elevado, la guía personal llega a ser una empresa imposible. Cuand o hay órdenes que seguir, lo único que le queda al sujeto es el vacío. El mundo es alg o amenazante, porque allí no hay estructuras claras. Por supuesto, la situación es importante, y si l a pre sión del grupo y las circunstancias sociales son propicias, una personalidad conformada de este modo tendrá una mayor oportunidad de pasar a la acción. El fanático Los fanáticos son aquellos que están bajo la influen4 cia de un sistema de creencias a la que subordinan cualquier otra cosa. Interpretan y evalúan la realidad bajo la perspectiva de ese sistema, y cualquier medio que sirva a sus metas resulta aceptable. Desde la perspectiva de los demás (no fanáticos), su conducta aparece como alg o irracional y destructivo. Un ejemplo muy representativo fue . la masacre de gente profesional y educada por parte de los jemeres rojos (véase más adelante), así como la des. , trucción de la industria y el ataque que llevaron a cabo contra Vietnam. O más recientemente, la matanza de se, res inocentes por parte de los fundamentalistas argelinos o de ciertos grupos terroristas. Los numerosos libros que tratan de Hitler destacan (pie el miedo y la ansiedad, junto a unas necesidades per sonales de dominio muy fuertes y una incapacidad para tolerar la incertidumbre, fueron elementos esenciales de
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I n fanatismo." La ideología que él creó le ayudaba a vivir d el único modo que él sabía: creyendo que él era Dios en l a Tierra, haciendo que sus necesidades fueran las de tod os, su ley la única ley. Los que siguen al inspirador del f a natismo aceptan sin cuestionar su visión del mundo, y satisfacen de este modo también sus propias ne cesidades.
L as SS En la evolución recíproca del sistema social y las personas que viven instaladas en é l, algunos miembros de las SS y otros nazis llegaron a experimentar lo que es un poder sin límites sobre otros seres humanos. Al controlar completamente la vida de los que estaban a s u merced, pudieron sentir un embriagador sentido de control, algo parecido a u na experiencia sexual. Su formación y experiencia les había preparado para ese placer sádico, el cual tiene sus raíces en una relación constante entre el placer personal y el dolor de las víctimas. 15 Ello se evidencia por la reacción de Poldek Pfefferberg ante el miembro de las SS Hans Schreiber, tal y como se relata en La lista de Schídler: 16
...un día, Pfefferberg, que tenía asignada la limpieza de las ventanas de su barraca, se encontró que en la revisión de su limpieza que hizo Schreiber, éste halló una partícula de suciedad. El oficial de las SS empezó a golpearle frenéticamente, como se solía hacer antes de ordenar la ejecución de la víctima. Pero Pfefferberg perdió el control y le espetó a su agresor que él sabía que las ventanas estaban perfectamente limpias, y que si lo que quería era
14 . Robert G. L. Waite (1977), The psychopaihic God. Adolf Hitler. Nueva York: De Capo.
15. The roots of cvil p. 139. 16. The roots of evil, p. 140. ,
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una razón para matarle, entonces debía dispararle:allí inisnio, sin más dilación. Este acceso de ira, de formap., radójica, divirtió a Sch reibei; quien, posteriormetrté, lía parar a Pfefferberg y preguntarle por su mujer (.:.)Ep otra ocasión, Schreiberg llegó borracho al barracón de' Pfefferberg y, en presencia de otros pocos prisioneros; empezó a lamentarse de las cosas horribles que había h e,. . cho, y que esperaba expiarlas en el frente del Este.
Parece que cuando Pfefferberg rehusó a reaccion ar como una víctima indefensa, comportándose con una h u inanidad y una intensidad que no encajaba con el rol de • víctima, Schreiber dejó, a su vez, el rol de ejecutor.' Este hecho, y su subsecuente trato amable hacia Pfefferberg' alimentaron en él su consideración hacia los demás..U n razón de la efectividad en salvar judíos que mostró Oskar l• Schindler fue que se comportaba de modo contrario a lo que esperaban los nazis. En efecto, cuando se enfrentaba a ellos, se mostraba seguro de sí mismo y con autoridad, incluso cuando solicitaba colaboración para ayudar a los judíos. El proceso de división del yo ¿Cómo podían los médicos nazis de Auschwitz ser 'hu. 7 manos' con los pacientes al tiempo que oficiaban de técnicos en un campo de exterminio corno aquél? ¿Cómo podían ocuparse de cuestiones tales c omo de qué modo rne. jorar la producción del campo (el genocidio) y luego ir a sus. casas y besar a su familia? Una explicación es que lo hicieron mediante el pro, ceso de división o desdoblamiento; este es un proceso mediante el cual se crean dos yoes opuestos, uno de los cuales es responsable del mal. Ambos permanecen aislados entre sí para no crear un conflicto internoi 7 17. Véase Lifton (1986), The nazi doctors. Nueva York: Basic Books.
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Por consiguiente, el proceso de desdoblamiento sulos seres humanos son capaces de actos pervermientras están actuando dentro de su «yo ordinario». sos E n el caso de los médicos nazis, no se trataba de personas que tenían que adaptarse a un ambiente h ostil. Sólo tuvieron que acomodar su psicología a la terrible situación y tareas que esa ideología exigía. La gente funciona mejor cuando puede integrar sus metas dentro de una vida que les permite satisfacer sus necesidades más importantes. Los doctores nazis en Ausch witz combinaron sus motivaciones médicas con la ideología nazi, incluso aunque ello exigiera negar la realidad u otras distorsiones psicológicas. Pusieron su atención en actuar profesionalmente y en atender a los presos, aunque éstos estaban siendo infra alimenta. dos y estaban condenados a morir. Actuaron de modo cruel cuando realizaron experimentos necesarios para el progreso del «conocimiento médico», pero preservaron su sentido de la posición llevando uniformes elegantes y conduciéndose con dignidad. 18 ¿Cómo podían entenderse los gestos bondadosos que de vez en cuando realizaban los médicos o incluso los oficiales de las SS? La respuesta es que los ejemplos de bondad tienen una significación limitada. La vida era barata, y los médicos y o ficiale s de las SS podían hacer alg ún favor y actuar compasivamente sin que ello entrara en conflicto con sus metas prioritarias. Estas personas podían conceder alguna «gracia» para demostrarse a sí mismos que, en realidad, «tenían corazón», a modo de sentimentalismo engañoso (y no de sentimientos auténticos). ¿Por qué los nazis siguieron matando a los judíos hasta el final, con la guerra ya perdida? Es una pregunta importante, que puede aplicarse a los asesinos en serie. El poder más fuerte es el que se tiene sobre la vida y la muer-
i
ge r eque
18. The roots of evil, pp. 145 y ss. 2 21
te de los demás. Bajo la amenaza de perder la guerra, su sentido de superioridad, e incluso s us vidas, muchos 'SS afirmaron su poder y su invulnerabilidad continuando cate • los asesinatos.
6.2.4. Los jemeres rojos Los jemeres rojos se hicieron tristemente célebres e n los años 70. Con esta denominación se designa a los mieni bros del partido comunista «jemes» (khemer) de Camb oya, fundado en 1960 y dirigido hasta hace pocos años por Poi Pot (muerto recientemente con «los honores» de ser considerado un criminal de guerra despiadado). En 1973 se hicieron con el poder y comenzaron una represión san:. grienta contra sus opositores. Nacionalizaron la ag ricultu. ra, los campos de arroz y cometieron infinidad de actos genocidas. La invasión de Camboya por Vietnam en 1979 significó la instalación de un gobierno pro-vietnamita y el retorno de los jemeres rojos a la g uerrilla. En 1982 se unieron a otras fuerzas de oposición para formar un gobierno de coalición. Opuestos a las elecciones de 1993, propiciadas por la ONU, lanzaron una campaña de terror para disuadir a los votantes, lo que, finalmente, no lograron:Ig Como testigo y superviviente de los campos de exterminio de Camboya, nunca podré perdonar u olvidar lo que los principales líderes de los jemeres rojos me hicieron a mí, a mi familia o a mis amigos. Es i mposible. Culpo directamente a los doce líderes, los cerebros que estaban detrás de toda esa trama, quienes ordenaron la : muerte de millones de personas, incluidos minusválidos, niños, religiosos, intelectuales y todo aquel que supusiera una amenaza para sus ideas. 19. Los límites del perddn, p p 166-1672
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Dith Pran, superviviente de la terrible represión l os años 70, se está refiriendo a los doce líderes de j emeres rojos, a cuya cabeza estaba Pol Pot. No sólo ma ron a millones de personas, sino que también destruyer instituciones como la familia, la religión y la educacií pran reflexiona sobre los soldados, ejecutores de esta lírica asesina, y concluye que «si no hubieran seguido 1 órdenes del líder de los jemeres rojos, no sólo habrí sido ejecutados, sino que también h abrían matado a top su familia. Tenían miedo a morir». No se trata de exc sanos, ...pero al menos comprendo por qué lo hiciere Creo que la clave del perdón es la comprensión. Lo q nunca podré entender es por qué los líderes de 1 jemeres rojos hicieron todo aquello. ¿Cuál era su pr pósito? ¿Dónde estaba su humanitarismo? Tenían la o ción de parar las matanzas, de dar a la g ente algo m que una cuchara de arroz para comer, de acabar con 1 catorce o dieciséis horas al día, siete días a la semana ( trabajos forzados.
6.2.5. Sadam IIussein En los días anteriores a la guerra del Golfo de 199 el presiden te de los Estados Unidos, George Bush, tenía costumbre de sacudir la cabeza asombrado por la reacci( de Sadam Hussein a las diferentes resoluciones del Co sejo de Seguridad de la ONU. Bush, como cualquier pr' sidente enfrentado a graves decisiones, trataba de ten una visión lógica del proceder del mandatario iraquí. Con cerca de treinta años atrás, en 1962, cuando Kennedy preguntaba ante el envío de los misiles soviéticos a Cul) «¿por qué me está haciendo [Khruschevi esto a mí? George Bush buscaba la respuesta intentando ponerse e 99
'" •
I.1 I ► ► gar de su oponente. 2 ° Cuando se le ordenó retirar s u eje, dio (le ocupación de Kuwait, el dictador iraquí se negys : ; y se pudo ver en televisión a Bush quejándose: «Sencilla. no entiendo a Sadam HusSein». Era —o así deb .: e ► ji mios creerlo— irracional, ilógico, incapaz de pe n s a r zoilablemen te, un hombre que no lograba comprender la insensatez de sus actuaciones. Hoy en día, los iraquíes pueden dudar de que mereciera la pena la invasión'clé Kuwait, pero pocos ponen en tela de juicio la astucia e inteligencia de su líder. 2 ' Desgraciadamente, el mundo tiene donde elegir' en la búsqueda de políticos criminales de guerra. Karadzic y Mladic," los responsables de la «limpieza étnica» en Bosnia, son también dos candidatos muy estimables. Pero ya qué este libro no pretende ser exhaustivo, sino clarificador, no s vamos a centrar en Sadam, un perfecto camaleón para su pueblo, un psicópata moderno, que poco tiene que envidiar a Goering. Algunos hechos son de una tozudez extrema. Se podrá estar de acuerdo con el doble rasero que utiliza Esta dos Unidos para medir los crímenes contra la humanidad, según vengan éstos de sus amigos o de sus enemigos. Y también resulta difícil aprobar el embargo que está ha= ciendo tantos estragos entre la población iraquí, como consecuencia de perder Irak la guerra contra el ejército de la ONU. Pero no es menos cierto que Sadam utiliza a su pué-
20. Richard E. Neus tad t y Emest R. May (1986), Thinking in time. The uses of history for decision mak ers • Nueva York: The Free Press, pp. 11-12.
21. El País, 8 de noviembre de 1982 22 . Cuando escribirnos estas páginas Milosevic estaba llevando a una guerra insensata a su pueblo y había provocado la limpieza étnica de loá albano-kosovares. En este libro lo hemos mencionado alguna vez, pero no queremos cansar más al lector. Para nosotros es un claro ejemplo de psicopatía, como expusimos en un artículo publicado en La Vanguardia el 26 de abril de 1999.
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b l o como moneda de cambio para debilitar el consenso internacional contra su régimen; que no duda en dejar orir a los hijos de sus ciudadanos con tal de mantenerse m en el poder. Esto incluye someterse a nuevos bombardeos, dificultar que se suavicen las medidas económicas en cona de su régimen al negarse a colaborar una y otra vez t r ron las misiones de inspección de la ONU. Es impresionante su apego al poder, su crueldad, su extraordinaria capacidad de manipular los sentimientos antisemitas del mundo árabe en su beneficio. Se le ha comp arado con Hitler, y hay buenas razones para ello. Su exterminio de la población kurda es de todos conocido, pero tuvo menos atención pública un hecho perfectamente revelador de su psicopatía. En agosto de 1995 escaparon a Jordania d os de sus hijas, Rag had y Rana, j untamente con sus maridos, el general Kamel Al Magid y su hermano Sadam Al Magid. En febrero de 1996, ambas familias regresaron a Irak después de que Sadam Hussein dijera expresamente que les había perdonado. Al día siguiente de su regreso, Sadam asesinó a sus yernos, juntamente con otro hermano y el padre de todos ellos. Según informaciones que 1 1 o pudieron ser definitivamente contrastadas (algo muy lógico en el kafkiano mundo que impone Sadam), los hombres del dictador iraquí asesinaron incluso a los hijos pequeños de los desertores, a fin de «borrar la línea de sucesión de los traidores». Varias mujeres, entre ellas las hermanas de los desertores, también fueron asesinadas en Bagdag. Sin ninguna duda, el clan de los Al Magid fue objeto de una persecución implacable, habiendo sido asesinados hasta marzo de 1996 cien de sus miembros. Sadam no puede ser catalogado, en sentido estricto, Como un político «maquiavélico». Maquiavelo no dijo que E l Príncipe debiera perseguir la miseria y destrucción de su pueblo. Al margen de nuestras opiniones sobre la política correcta en Oriente Medio, no podemos sino inquie ) 5
tarnos por la existencia de un formidable psicóp aat a, k is puertas del siglo XXI. Vemos en su figura las característicaá típicas de todo psicópata criminal: inteligencia para sóbr e= vivir en la trama criminal, mentiras y manipulación, Cruel _ dad, egocentrismo patológico... Se comprende ahora aquel gesto de Bush. ¿Por qué un hombre decide mantener una guerra injusta a sabien. das que la va a perder? ¿Por qué no llegó a comprend er que moriría mucha gente sin ningún beneficio para na. die? ¿Por qué no fue capaz de saber que la segura derrota iba a provocar terribles sufrimientos a su pueblo? Estas pre. guntas sólo se pueden contestar si comprendemos la lógic a del psicópata: lo que es bueno para él (en el sentido de sus intere. ses y ambiciones) es la única ley. ¿Por qué los nazis siguieron matando judíos y «otras razas inferiores» hasta el final, cuando era urgente reunir todas las fuerzas disponibles e n el frente, desviando así un esfuerzo que era tan necesario? Es la misma pregunta que se hacía Dith Pran a propósito d e los jemeres rojos: ¿Cuál es el propósito de todo esto? En Sadam aparece también esa impredecibilidad q u e es tan habitual en los camaleones, sin duda producto d e una impulsividad que convierte caprichos en actos de consecuencias terribles. Cuenta Robert Fisk, corresponsal en Oriente Próximo del diario The Independent, lo que le comentó personalmente el responsable de investigaciones nucleares del régimen de Bagdag. Cuando este hombre cualificado (Hossein Sharistani) le señaló a Sadam qued o s proyectos nucleares de su gobierno contravenían los acuer, dos internacionales, Sadam le contestó:"
Usted es un científico y yo soy un político. ¿Sabe lo que es la política, doctor Sharistani? Se lo voy a decir. Cuando me levanto por la mañana, pienso una cosa. Lue-
público, anuncio lo contrario. Después, por la hago otra cosa muy distinta, que me sorprende incluso a mí mismo. go, en
tarde,
Se advierte en los criminales de guerra psicópatas que h emos examinado en este capítulo que el problema no
estriba en que el razonamiento lógico esté dañado. La lóg i ca existe, aunque sea perversa. Ni Eichmann, ni Polt Pot, >n i Sadarn sufren alucinaciones. No oyen voces divinas que l es mandan concluir misiones sagradas. Tampoco tienen delirios. No hay signos de esquizofrenia. La razón de que Bush asistiera perplejo al desafío de Sadam es que no comp rendió que Sadam no incluía las emociones dentro de su sistema de decisiones, que lo que se entiende habitualmente por «iialores humanos» (y que exige irremediablemente comprender profundamente los intereses de los demás seres humanos) son para él perfectamente incognoscibles.
6.3. EL CASO Din ROUX: ALGO HUELE A PODRIDO EN BÉLGICA
•
. El 13 de agosto de 1996 fue detenido Marc Dutroux, de 39 años, en Charleroi, Bélgica. Después de dos días de duros interrogatorios, condujo a la policía a su casa (que había sido registrada por la policía con anterioridad durante las investigaciones) y les indicó una puerta secreta escondida detrás de un armario. La puerta daba acceso a un sótano de tres metros cuadrados, donde se hallaban sobre dos camastros, aterrorizadas, dos niñas de 14 (Laetitia) y 13 años (Sabine). 24
24. Seguirnos en este apartado el libro de Dirk Schümer (1998), Los
23. El País, 8 de noviembre de 1982.
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¿ c a z a d o r e s d e n i ñ o s . Barcelona: Galaxia Gutemberg/Círculo de lectores.
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Laetitia llevaba secuestrada cinco días, Pero Sabi n ya Inicia varias semanas q ue hab ía desaparecido. Tres día: I ( 1)11 és de la liberación de las niñas se d escubrió e n Otra ( asa que poseía Dutroux en otra población los cadáveres de (the Lejeune y Mélissa Russo, dos niñas de siertiesia:noe ..: desaparecidas en julio de 1995 en los alrededore s de Lie ' já. Du t roux declaró haber mantenido a las niñas p ras en su casa durante meses. Entre febrero y marzo - d . 1996, mientras Dutroux cumplía una corta condenap9)robo, nadie se había ocupado de ellas. Cuando regresó • Dutroux a su casa, una acababa de morir de hambre`y la otra murió en sus brazos. Ambas niñas fueron enterradas con las manos atadas, lo cual prueba que el ase= sitio decía la verdad: estaban casi muertas de hambie cuando fueron enterradas. Junto a los cadáveres de las niñas, los investigadores' descubrieron los restos de Bernard Weinsten, un francés que durante un tiempo trabajó para Dutroux y que había vivido en una de sus casas. Si bien éste, en un principio, intentó inculparle de las muertes de Julie y Mélissa, después reconoció que lo mató dándole una tostada de martequilla convenientemente aderezada de narcóticos y pásteriormente enterrandolo vivo. La policía empezó a realizar más detenciones, como presuntos coautores y colaboradores: Michel Lelié vre, otro colaborador de Dutroux; el industrial de neumáticos 'de coche, Mikhail Diakostavrianos; el industrial de Bruselas, Michel Nihoul y la propia mujer de Dutroux, Michelle Martin. Todo parecía indicar que la policía había descubierto a toda una banda de pederastas y asesinos, que pudiera tener ramificaciones en la Europa del este, a donde Dutroux se desplazaba regularmente. La mujer de Dutroux reconoció su culpabilidad. Muy dependiente de Dutroux, dijo que el miedo le había impedido bajar al sótano clandestino y ocuparse de las ni-
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b as . Dutroux les había dicho a las desdichadas víctimas ue estaban allí porque sus padres no querían pagar para liberadas. Ciertamente, toda Bélgica se había movilizado para buscarlas, pero las niñas debían de pensar que sus padres las habían abandonado. Finalmente, varias semanas después, se descubrió en otro inmueble de Dutroux los cadáveres, enterrados a seis metros de profundidad, de dos jóvenes flamencas desa parecidas: An Marcial, de 18 años, y Eefje Lambrecks, de 19. Dutroux h abía dicho previamente que las había vendido a burdeles de Eslovaquia, pero, en realidad, An y Eefje fueron asesinadas en Charleroi poco después de que l as secuestraran en Brujas, en agosto de 1995, donde estaban pasando unos días de vacaciones con unos amigos. Luego se supo que también ellas habían estado durante algún tiempo en el sótano de la vivienda actual de Dutroux; éste y su compinche, Leliévre, las habían capturado cuando se dirigían a un espectáculo de variedades por la noche, las habían narcotizado y luego las metieron en el espacio de carga de una furgoneta hasta su destino final. Parecía que una pesadilla había tocado a su fin. Eran muchos los niños desaparecidos en Bélgica y parecía que se había dado caza al principal responsable de una siniestra red de pederastia. Como respuesta a la presión de la población, a finales de 1995, tras la desaparición de Julie y Mélissa, se formó una comisión especial de «desaparecidos» en la gendarmería belga (policía federal), con el fin de conjuntar la información de las autoridades regionales que trabajaban por separado. Pero, para que Dutroux fuera apresado, fue necesario que intervinieran en el caso dos representantes de la ley que hicieron su trabajo con seriedad: el fiscal Bourlet y el juez de instrucción Connerotte, ambos con jurisdicción en las Árdenas, en una de cuyas poblaciones fue secuestrada una de las niñas rescatadas con vida, Laetitia.
q
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u in como si Dutroux considerara que la caza d e nin<15 y la explotación de sus víctimas fuera un neg i oc o necesidad de personal, logística y zonas industriales I ,i<'11 equipadas. No se sabe todavía quiénes eran los clien. tes de Dutroux, quiénes compraban a esas niñ as;si D u troux entregaba niñas vivas para la prácticas sexua, les, si realizaba vídeos pornográficos y sadomasoquistas; En todo caso, parece que, poco después del secuestro d e u tia niña, solía recibir transferencias de grandes cantidades de dinero. Dutroux contaba, en el momento de ser arrestado; con un amplio historial penal. En 1988 había sido conde, nado junto con su mujer a (isólo!) tres años de prisión por el secuestro y violación de cinco niñas de edades compren, elidas entre los 11 y los 18 años. Un año después, en la apelación, se había aumentado la pena a trece años y seis meses,
El psicópata puro que es también un sádico, constituye, sin duda, una personalidad muy peligrosa (...) Este tipo de sujetos suelen ser responsables de los asesinatos y delitos perv ersos que refier e la prensa y de los que son víctimas habitualmente los niños. Si se combinan ten-
26. Los cazadores de niños, p. 372. 27. The Mask of Sanity, p. 2.912.
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dencias reales sádicas con la falta de escrúpulos del psicópata, entonces es probable que surja una formidable amenaza para la sociedad.
Lo que nadie podía sospechar es que esta «formidamenaza para la sociedad» iba a contar con el apoyo (o b l ea menos la desidia) de las instituciones que, precisamenal te, tenían a su cargo la defensa de los niños.
6.3.2. El entramado político de apoyo al camaleón belga A partir de este punto, podemos comprender por qué el caso Dutroux conmocionó a toda Bélgica, y es un referente desde 1996 de la necesidad de luchar_ contra la psicopatía instalada en la política. La cuestión es la siguiente. Lo que más nos importa de Dutroux es que un criminal en serie como él —algo por lo que le hubiéramos tenido que ubicar en el capítulo correspondiente de este libro, como un psicóta criminal más— pudo hacer lo que hizo porque contó con un apoyo extraordinario en la policía, judicatura y política belg as. Es decir, al menos varias personas con claras tendencias psicopáticas (si no auténticos psicópatas) que, en teoría, vivían para proteger a los ciudadanos, permitieron o facilitaron la actuación criminal de Dutroux. Esa conmoción fue bien reflejada en la prensa española de aquellos días. El caso Dutroux vino a sumarse a la estupefacción que causaron otros crímenes feroces en los años pasados, y que habían sido convenientemente tapados. Así, en El País del 13 de octubre de 1 996 podía leerse: Europa entera asocia hoy Bélgica con la pederastia, las bandas de ladrones de coches, el asesinato político o el descrédito de la clase judicial y policial, enfangadas por la sospecha de una larga connivencia con bandidos de la peor especie (...) La conmoción provocada por el 23 7
sádico pederasta Marc Dutroux —raptor confeso de s i niñas y presunto asesino de cuatro de ellas— y por eI s detención de los presuntos inductores de la muerte. tiros del político socialista André Cools h a sacudido a
reino por los cuatro costados (...) La evidencia de e l q u e un sector de la magistratura, de la justicia y, probabl e: mente, de la clase política ha tapado durante años a 108' asesinos de André Cools y ha protegido —si no l'orne : n tado— las actividades delictivas de Marc Dutroux, h provocado una rebeldía social de consecuencias todavía ' no vislumbrables (...) las guerras entre g endarmes y pp. licías judiciales; la sola idea de que las siniestras activid ades de Dutroux no hacían más que cebar los apetitos' malsanos de los clientes de su red de pornografía infantil (¿magistrados, políticos, abogados, médicos, oficinis. tas anónimos pero culpables?), han convertido al dudadano belga en un ser desconfiado, que ve raptos donde sólo hay fugas y que ha convertido la lucha contra los abusos infantiles en una causa de honor.
Estos son los hechos, resumidos (y únicamente en lo concerniente al caso Dutroux), según la extraordinaria investigación desarrollada por el periodista y eseritor`de investigación Dirk Schümer.
1. Dutroux no llegó a cumplir ni un tercio de su coridena. En 1992, Dutroux y su mujer obtuvieron la libertad gracias a un dictamen psicológico, a pesar de que la dirección del centro penitenciario se opuso. Pero el dictamen decisivo llegó gracias al entonces ministro de Justicia belga, Melchior Wathelet. A consecuencia de su liberación, Dutroux empezó una carrera criminal con una lección aprendida: «ninguna niña secuestrada debería vivir para contarlo.» Es en ese momento cuando obtiene la invalidez permanente, a pesar de que nunca había trabajado. Cuarido todos los hechos salieron a la luz, el pueblo belga se preguntó por qué el ministro de Defensa intercedió en
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de un violador de niñas convicto, después de cumf avor lir sólo una parte mínima de su condena.
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2. A pesar de los antecedentes de Dutroux, a nadie se le ocurrió investigarle a fondo. Espe cialmente doloroso fue r que la policía había registrado en dos ocasiones su sab e casa mientras Julie y Mélissa estaban cautivas en el zulo. • Debido a la coincidencia con el periodo vacacional, hasta cinco jueces de instrucción diferentes se encargaron del caso de esas dos niñas (que, finalmente, llegarían a morir d e hambre en el sótano de Dutroux), sin que pareciera que, en realidad, importaran demasiado a ningun miembro del aparato judicial (y a pesar de que ya habían otras muchas niñas desaparecidas por aquél entonces). 3. El informe psicológico positivo acerca de Dutroux (que utilizó el ministro de Defensa para ponerlo en la calle) fue realizado por un psicólogo elegido por el mismo asesino, según pudo averiguar el fiscal Bourlet, quien fue el que, finalmente, le detuvo; porque él sí —a diferencia de los policías y jueces de las metrópolis del país— se tomó en serio la investigación. Además, también descubrió que, durante su encarcelamiento, Dutroux había disfrutado repetidamente de permisos sin ser sometido a ningún tipo de vig ilancia. 4. Pero había mucho más. A pesar de sus antecedentes, y del hecho de que estuviera en libertad en la época de los crímenes, nadie se preocupó por investigar. Ni siquiera cuando todo el mundo en su barrio sabía que llevaba lujosos automóviles y que en sus cuentas bancarias se producían regularmente cuantiosos ingresos de dinero. 5. Dutroux poseía licencia de armas. ¿Cómo la pudo obtener cuando, legalmente, de ninguna manera podía te-
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antecedentes penales? Ademá s , q ue un
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)cli<‘, se dedicara a «remodelar» su casa (ta rem pá r: ( ()list rucción de los sótanos y los enterramient os d e j os ( 11,11)(os), tampoco fue motivo de inquietud para los a s í s _ tenles sociales encargados de seguirle en la libertad condi, mia I o para cualquier policía mínimamente curioso. 1).
G . Los investigadores que registraron la casa de Dutroux habían encontrado aparatos ginecológicos y tos habían incautado, pero, después, un policía se los había devuelto sin autorización legal. Durante las tareas que desarrollaron después de aclarado el caso los miembros de una comisión de investigación, fueron interrogados los tres policías que registraron la casa de Dutroux, pero se negaron a enseñar el acta del registro. 7. Pero, quizás, lo más increíble fue lo siguiente: El 5 de noviembre de 1995, mientras Julie y Mélissa hacía meses que permanecían en el sótano de su casa, y An y Eefje acababan de ser asesinadas y enterradas, una adolescente pudo escapar del sótano de una de las casas de Dutroux: Éste la había capturado junto a otras dos niñ as en Jumet, un suburbio de la ciudad de Charleroi. Durante la ausen-.. cia nocturna de uno de sus guardianes, la niña pudo huir y pidió auxilio a unos vecinos. Cuando llegó la policía, beraron a los otros rehenes, y éstos les dijeron el nombre del propietario de la casa: Marc Dutroux. Dutroux fue detenido y declaró que las tres jóvenes de la vecindad le habían ayudado a robar un coche y que, más adelante, habían empezado a trabajar por su cuenta, por lo que había querido darles una lección. El resultado fue que Dutroux fue condenado a tres meses de cárcel, no por tomar rehenes o por privación de libertad, sino por el robo de automóviles... Nadie se cuestionó por qué un h ombre al
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habían condenado a varios años por secuestro y violaión de menores, mantenía prisioneras a tres adolescentes c en una de sus casas, ni para qué las había narcotizado y qué quería hacer con ellas... Aun cuando su delito tenía evidentes conexiones con sus anteriores crímenes, se trató a Dutroux como a un pobre delincuente de segunda fila. que
8. La propia madre de Dutroux envió una carta a la policía de Charleroi explicando que tenía razones para creer que su hijo era el responsable de los secuestros de las niñas. Pero nadie hizo el menor caso, ni la policía, ni el juez responsable de investigar en esa demarcación. Podríamos reflejar muchos más elementos mencionados por Schümer que prueban, sin lugar a dudas, la implicación de la policía, del sistema judicial y del gobierno de la nación en la protección a Dutroux, pero no creemos que sea necesario, y todo ello, además, es excesivamente prolijo para nuestros intereses en esta obra. La prensa de aquellos días reflejaba el temor del pueblo belga de que todo su sistema de justicia estuviera podrido hasta el fondo, con inconfesables intereses en el comercio sexual de niños. Esa desconfianza alcanzó cotas inusitadas cuando, en lo que pareció ser la más macabra de todas las burlas a la justicia habidas hasta la fecha, Marc Dutroux... ise escapó! Sólo estuvo fugado cuatro horas: dimitieron el ministro de Justicia y el de Interior, pero toda Bélgica no salía de su asombro. Dutroux había acudido al juzgado a consultar su expediente, un derecho que tienen todos los detenidos. Normalmente, en estos casos, el reo va esposado y escoltado por tres gendarmes. Sin embargo, el más formidable criminal de la moderna historia de Bélgica no llevaba esposas y sólo le acompañaban dos gendarmes. Dutroux aprovechó la breve ausencia de uno de ellos para abalanzarse
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sobre el otro, reducirle y quitarle el arma. Salió corriendo del juzgado y se llevó a punta de pistola un automóvil.,L0 cierto es que, según el reglamento, el arma que arrebató' Dutroux a un gendarme no estaba cargada, lo qu eh ace todavía más increíble que pudiera escaparse el enemigo público número uno de Bélgica.
7. EL MARIDO Y PADRE PSICÓPATA
7.1. EL MARIDO PSICÓPATA
Al psicópata sólo le preocupa el poder y su liberta is n ninguna restricción: no tiene ninguna preocupació: por las necesidades de los demás. La mayoría de los psid patas son hombres, porque éstos tienen una necesidal genética menor que las mujeres por sentir pertenencia l amor, así corno una mayor necesidad de poder. Su comportamiento es una búsqueda incesante rf lograr poder y control de su ambiente, y para ello no dud en humillar a los otros, robarles, estafarles o violentarle de cualquier otro modo. Su necesidad de diversión puede ser o no elevada, pero, si lo es, empleará cualquier sis tenn para explotar a los que tiene a su alrededor con tal d i pasarlo bien. Al principio, antes de que sepamos quiénes son rea mente, su presencia nos puede estimular. «iHe aquí u tipo in teresan te!», podemos llegar a decirnos, debido a qu tienen siempre propuestas atractivas y están llenos de a( tividad. Sin embargo, pronto constatamos que sus plan( nunca se materializan, y que sus promesas d e hacer «cos. a lo grande» se desvanecen en el aire una y otra vez. Un psicópata es muy .bueno engañando a la gene ¿Por qué? Tiene encanto, una gran confianza en sí misil y es inteligente. Si le detectamos ciertos fallos, él pu ed admitirlos con tranquilidad y señalar lo perspicaces qu
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hemos sido. En la relación amorosa, le dirá a su novi aq üe 1.1 ad) a a, y que cambiará «lo que sea necesario p .1 ( 1 ,111,1.11.1a».' William Glasser, un experto psiquiatr y a te-
a r a n o
idlor 111.1 3111111a:
la estado buscando toda su vida una mujer com o in, y eso es verdad. Pero, tú no has estado buscando mi hombre como él. Para este depredador sin escrúpul os, la vida es una cacería y tú eres parte de las piezas qu e quiere cobrar. Para obtenerte, empleará todas las armas': de que disponga, con sus propias reglas.
Lo que sigue después de la conquista es, o bien el• abandono, o bien un juego de manipulación para obtener a lgún beneficio de la relación. Durante todo ese proceso, el matrimonio puede estar dentro de sus planes, pero e n modo alguno (ya sea en forma de contrato civil o con el añadido del sacramento religioso) esto será u n impedimen, to para las infidelidades y, posiblemente, su marcha hacia otros horizontes. El psicópata sólo mantendrá la relación en la medida en que le sea útil. Si la mujer es muy dependiente de él, y se aferra a la relación cerrando los ojos a toda evidencia de bellaquería que muestra su pareja, entonces, muy probablemente, tendrá que pasar pruebas muy duras. No sólo tendrá que tolerar sus embustes, engaños y —quizás— que exhiba i mpunemente sus infidelidades, sino que puede que soporte malos tratos físicos. Puede incluso que la golpee por no haber sido capaz de averiguar con antelación sus deseos, para añadir después de los golpes que «debería haberlo previsto». Glasser da el siguiente consejo: 2 L Las citas de William Glasser proceden de su libro de 1998 Choice
Si usted tiene alguna sospecha de que su novio o marido es un psicópata, examine a sus amigos. Encontrará que no tiene ninguno verdadero (...) Una cosa con la que ha de contar con toda seguridad es que usted nunca puede contar con él. ¡Nunca! Si él hace lo que le pidió, o bien es un error de su parte o bien es una pieza de un plan más amplio para obtener luego algo a cambio. Si al principio de conocerlo, la invita a un restaurante caro, y con la excusa de que ha olvidado su tarjeta de crédito le pide la suya, asegúrese de que esa cita sea la última... iy de que le devuelva la tarjeta!
7.1.1. El camaleón como «hombre de mundo» Cleckley describe a un sujeto, qué podría ejemplificar perfectamente un retrato robot del trastorno que aquí examinamos. 3 Se trata de alguien... ...con título universitario, aunque sin real interés en nada de lo que estudió. Copiaba en los exámenes, presidía clubs sociales y se dedicaba a cortejar a multitud de chicas. A pesar de contar con dinero, siempre debía préstamos y dejaba de pagar cuotas a las instituciones de las que era miembro. Pero sus errores se perdonaban debido a sus buenas maneras y a su elocuencia... A los 50 años de edad, vive continuamente de las mujeres, incluyendo a las de sus amigos. Sus trabajos como agente de seguros, publicista o cualquier otro de jan una clara estela de fracaso, a pesar de su capacidad para relacionarse con gente con dinero o con buenas relaciones con «el gran mundo». Tiene frecuentes accesos de bebida, inicia dos en compañía de algunos amigos, pero típicamente finalizados en la soledad de un hotel o en un club nocturno, en compañía de alguna mujer. Este viaje de alcohol suele durar varios días, y termina en un hospital o bajo cuida-
Theory. Nueva York: Harper Collins, pp. 106-107.
2. Choice theory, p. 107.
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3. The Mash of Sanity, pp. 196-198.
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dos médicos en casa de alguna mujer o conocido q ue deciden hacerse cargo de él. Con el tiempo, llega a casarse con una muje rri ca, quien se hace cargo de su vida descarriada. Ello ilustr a la gran facilidad que tienen estas personas para logr ar el cariño y la protección de las mujeres, aupados p or un carácter romántico y maneras de gran amante, qué, rara vez, sin embargo, superan a las del hombre pr o _ medio.
7.1.2. El proceso de caza
Hemos visto que un compañero sentimental que reúna las características de la psicopatía sorprende y «Ileeh i , _ za» a sus parejas. El mecanismo que parece funcionar cons ta de cuatro elementos o etapas. En primer lugar, es muy i mportante la disposición anímica de la víctima. Ésta, ya lea por carácter o por hallarse en una situación vulnerable (por ejemplo, porque todavía se resiente de una relación anterior y se encuentra sola o desamparada) está dispuesta a dar un salto hacía «un nuevo tipo de relación», hacia algo que la «haga vivir» y, en cierto sentido, quizás, com., pensarla de amargas experiencias anteriores. Es en este punto en el que entra el segundo elemento: la extraordinaria capacidad del camaleón para presentarse como alguien capaz de hacer cualquier cosa por su pareja (fascinación y absorción). Nada hay imposible para él. Sus proyectos pueden parecer un poco atrevidos, pero, en todo caso, eso no es sino un signo más de su vitalidad, de que se trata de un hombre emprendedor y «capaz de todo». En esta segunda fase, la mujer «se ha enganchado», ha establecido un vínculo importante. Algo muy notable de esta segunda etapa es el fenómeno de absorción. Lo característico es que él pueda disponer de mucha libertad de movimientos, pero que el deambular de ella esté per-
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fectamente controlado. ¿Cuál es la razón de ello? Es im portante en este punto que el lector recuerde que los psi cópatas tienen una gran dificultad para percibir cuál es im agen que los demás tienen de él. Su incapacidad pan ponerse en el lugar de las otras personas, para compren der los sentimientos y las decisiones ú ltimas de los demás h ace que él tenga problemas para saber qué es realmente h q ue su pareja estarcí pensando de él. Un modo de compensa] esto es a través del control; al principio puede ser sutil pero luego es claramente abierto. En esta etapa, ella suele quedar aislada; su mundo se reduce a actuar con los parámetros que él ha establecido. Después de la absorción viene la explotación. Sencillamente, chupa la energía psíquica (iy muchas veces física!) de su novia o mujer. La vida de ella se reestructura de acuerdo con los intereses de él, muchas veces de modo sutil, poco a poco; en otras ocasiones, puede exigirle de modo colérico que haga o deje de hacer determinada cosa. Es la etapa en¡ que la mujer sufre porque se da cuenta de que él no es lo' que parecía, pero no llega a comprender todavía qué tipo de sujeto está abrazando en su lecho, a qué persona se ha entregado. Ahora la calidad de vida de la mujer se ha degradado considerablemente. El aislamiento iniciado en la , etapa anterior es ahora más férreo, y puede excluir a los amigos más íntimos. No es que ella no pueda salir de casa, Sino que la mujer sabe que contravenir sus deseos le puede provocar muchos problemas, peleas y broncas. Cuando el control se hace muy asfixiante, se suele entrar en la tercera etapa: revelación y horror. La revelación se inicia, generalmente, de modo progresivo. Cosas .que han sucedido durante la etapa de explotación ahora empiezan a encajar, o bien se suceden con más frecuencia cosas inquietantes (llegar tarde, cierto abuso del alcohol, ausencias no explicadas, una información sorprendente acerca del pasado...), pero las cosas no se complican hasta
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(lile surge un hecho desencadenan te, algo fuerte que pu e• (le costar creer. Laura conoce a Fernando mientras está tomando una copa en un pub de Valencia. Fernando se le acerca y le dice algo así como: «Te he estado mirando todo el1 rata, y tienes una sonrisa encan tadora». Laura ve a un chico no excesivamente guapo, pero con una mirada muy p e.: netrante y una sonrisa que desarma. Quedan para otro día. Él le dice que es constructor, que su especialidades adquirir casas en estado de semirruina y, una vez rehabilitadas, venderlas a personas que buscan casas origi= . nales, con un diseño propio. Fernando le cuenta que 6 de Vigo, y que ahora está instalándose en Valencia, ra.: zón por la que vive en un hotel. P ronto traba una gran amistad con ella, y a los dos meses le declara su amor. Le envía un enorme ramo de flores al hospital donde el la trabaja de enfermera, y en la tarjeta pone: «Tengo envidia de tus pacientes. ¿Cómo se puede encontrar alguien mal si tú estás cerca?». Laura vive con su madre, ya que su padre falleció' varios años atrás. Fernando va con mucha frecuenciaa casa, cena con ellos y rápidamente gana la confianza` de la madre. Poco después, Fernando le explica que se sentiría mucho mejor si pudiera pasar más tiempo con ella, ya que «las paredes del hotel se me caen encima cuando te dejo». Después de una conversación con su madre, Laura está en condiciones de decirle a Fernan do que puede ir a vivir a su casa, hasta que él pueda instalarse y ambos puedan vivir juntos en su nueva casa. Fernando «no quiere molestar», pero acaba aceptan-, do. Fernando lleva ya dos meses conviviendo con las dos mujeres. En ocasiones viene muy tarde porque tiene que atender a clientes que se quedan discutiendo sobre los proyectos hasta altas horas, pero no parece que se comporte mal. Un día Fernando llega a cenar muy excitad& Cuenta que ha encontrado un comprador para una casa sobre la que él tiene un precontrato, casa situada en el barrio del Carmen (casco antiguo de la ciudad) y que
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había enseñado a Laura en uno de sus paseos. Todo el proyecto de compra y reconstrucción de la casa le va a suponer a Fernando un negocio de 4 0 millones de pesetas. La casa la ha de adquirir por 20. Pero tiene un problema: le faltan 5 millones. ¿Podrían ellas adelantárselos para comprar la casa? Sería sólo cuestión de unos días, hasta que se formalizara la venta para el segundo comprador. Desde luego, madre e hija acceden. iCon esos 20 millones de beneficio podrían comprarse un piso y casarse! Pero luego ocurre algo: pasan los días y Fernando no llama ni aparece. La madre, en esos días, se da cuenta con espanto que le faltan varias joyas de su «escondite» en el dormitorio. Laura está en estado de choque. Recuerda que él le había dicho que en ciertas ocasiones tiene que atender «negocios urgentes», y que podía ausentarse unos días. Así pues, decide esperar. Llama a varios hospitales, a la policía. Finalmente piensa que puede haber regresado a su casa de Vigo, por alguna razón. Él le dio el número de teléfono de casa de sus padres. Cuando Laura llama a su casa de V igo allí no le conocen, en realidad se trata de una tienda de jug uetes...
El «horror» no es un eufemism o. La mujer se encuentra. horrorizada porque descubre que ha sido engañada en lo más íntimo. Es un estado de incredulidad y de espanto. Parece dificil hacerse a la idea de que «el hombre que yo conocía» era en realidad así. Este hombre, literalmente, rompe los esquemas mentales de una relación para la que la mujer no se había preparado convenientemente. Puede haber, sin embargo, variaciones importantes en el estilo de relación que establece el compañero romántico psicópata, una vez la relación tiene ya una cierta formalización y se aprestan para. la convivencia.
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7.1.3. Comportamientos sobresalientes esperables del psicópata en la familia (cosas importantes que debería saber el cóny uge ) Cuando alguien forma pareja con un psicópata ha de enfrentarse con un hecho conciso pero diáfano: está com-
partiendo la vida con alguien que « no juega» a lo mismo que ell a .
La mujer o compañera busca comprensión, afecto, cuidados, consejo; en suma, lo que se entiende por compartir una vida. Y todo ello en una relación sincera, como es lógico. Pero esta perspectiva es justamente la que no com_ parte su marido. Ni los objetivos ni las reglas de la relación son los mismos para él. Hemos visto en las páginas anteriores que el compañero sentimental psicópata se comporta en una primera fase al modo del título de esta obra, es decir, como un camaleón. Durante la etapa de la seducción él será muy amable y solícito, lleno de proyectos para la vida en común. Puede contar que posee conocimientos especializados y títulos universitarios. En su conversación quizá aprenda su pareja que se trata de un corazón maltratado por anteriores relaciones, y que necesita de toda la pacien cia y cariño que ahora ella le pueda dar. No es fácil resistirse ante sus buenas palabras y su encanto personal. En esté apartado nos interesa detenernos en el periodo en que la relación se establece con una cierta entidad; ya viven juntos o pasan periodos juntos en uno u otro de sus pisos con mucha frecuencia. Es decir, no se trata —como en el ejemplo aludido de una relación episódica, de breve breve duración. Aquí el camaleón quiere estar con su pareja, no se marcha (al menos inicialmente), sólo que él quiere hacerlo «a su manera». María conoció a Juan en un cumpleaños de una amiga, en Barcelona, en 1986. Ella tenía sólo 19 años, estudiaba biología y él tenía treinta años. Pero resultaba muy
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interesante, a pesar de que no h ablaba demasiado. E sí, tenía una mirada muy penetrante, y lo que decía ca tivaba su atención. Además, la amiga de María le sus rró que se trataba «de alguien muy especial» y muy b] llante. En efecto, Juan era ingeniero aeronáutico, y p recía saber mucho de un montón de cosas. Al poco tiei po, empezaron a salir juntos. Ella se sintió el centro d universo. La invitaba a salir a restaurantes caros, le h cía regalos, y la halagaba en muchos sentidos. Sus p dres tenían sentimientos contradictorios. Ella era dein ciado joven, pero, por otra parte, parecía tan feliz... los seis meses, él le propuso que vivieran juntos. Él ten ideas muy claras sobre el matrimonio: es un contrato < el que él no creía, era una cosa anticuada. Sus padr acogieron mal la idea, pero ella no quería discutir el asu to. Además —les argumentó— quizá, con el tiempo, accedería a casarse. Ella había insinuado esta posibilich] en una ocasión, y él no la descartó de forma categórica Cuando empezaron empezaron a vivir juntos, ella tenía 20 añc Ella se dio cuenta de algunas cosas que la sorprendí ron. Por ejemplo, a él no le g ustaba mucho salir, y cua: do salían con algunos de sus amigos luego él hacía mentarios despectivos sobre ellos. Ella seguía estudia] do, pero comprendió que no podía seguir establecienc una relación de amistad convencional con sus compañ ros de clase. Muchas veces, Juan la esperaba al salir c clase, e interrumpía cualquier conversación que ella r tuviera teniendo con un amigo. Por supuesto, él no d jaba qu e ning ún comp añero d e clase fu era a su casa, y las compañeras las toleraba p ésimamente. «Son «Son mi crías», decía. En alguna ocasión la acusó de ser «un poi puta», y eso era algo «que no iba con él». Una vez cada quince días se ausentaba, tenía que a Mallorca por espacio de tres días. Su empresa estaba cargo de un proyecto que exigía siempre su presem allá. Nunca le dio un número de teléfono, ya que él 11 maba todos los días. Al año, ella se quedó embarazada de un niño. 1 relación siguió por espacio de cuatro años más. Los P i dres pasaban tiempo con su hija, pero preferían que el
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Fuera a su casa. En todo caso, ellos iban a verla cuando él no estaba. María nunca les preguntó; sabía que había «algo» en Juan que no acababa de comprender, y que sus padres difícilmente podrían llegar a quererlo. Por otra parte, Juan nunca era excesivamente cariñoso con' su hijo, y apenas jugaba con él. Un día, Juan la dejó anonadada: se h abía enamorado de otra mujer, y tenían que dejar de vivir juntos. Él se marcharía; por supuesto, el niño se quedaba con ella. Su nuevo amor era una mujer de 35 años, con dos hijos de 4 y 6 años. Ella se sintió sumida en la depresión. s ib i l embargo, en su fuero interno, algo la decía que quizá hubiera un mundo mejor allí fuera esperándola. Llegaba ahora un momento dificil: buscar papeles, dividir los bienes... Cuando Juan ya no vivía allí, en cierta ocasión, María se encontró una tarjeta con el nombre de su marido, un teléfono y un a dirección de Mallorca. María llamó por teléfono y preguntó por Juan. Le dijeron que él sólo estaba unos días en Mallorca, ya que trabajaba a Barcelona. Pero que sí, que esa era su casa, y ella era su mujer... Tres añ os despu és, Mar ía encon tró a una nueva pareja, y se casó con él. Sigue viendo a Juan, aunque sólo esporádicamente, esporádicamente, ya que no viene mucho a ver al niño. Ella procura no verle. Cuando averiguó que él había estado casado ya cuando la conoció en la fiesta del cumpleaños de su amiga, que tenía tres hijos de esa relación, sencillamente no podía comprender nada. Sin embargo era cierto que la había dejado para irse con una nueva pareja que, a su vez, tenía sus hijos, tal y como él le dijo. Era todo tan increíble que no podía creerlo. Pero ahora comprende que hay personas así, y que uno tiene que aprender a hacerles frente.
He aquí algunos de los comportamientos más espera bles del psicópata en una relación de convivencia. No todos los psicópatas son iguales. Hay muchas circunstancias que los hacen diferentes. En este capítulo no tratamos de los psicópatas criminales, ya que son convenientemente
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1
analizados
en varias partes de este libro. Dentro de la «vida onvencional», sin embargo, hay también diferencias signic fi cativas, en especial según sean del tipo «parásitos» «parásitos» o del tipo «posesivos» (véase más adelante). Prese ntamos a continuación las actitudes y comportamientos má s frecuentes.
a) Desapego hacia hacia los niños niños o educación educación muy punitiva. punitiva. Los psicópatas no quieren a nadie, y eso incluye a sus hijos. En el apartado siguiente nos ocupamos extensamente de este punto.
b) Exigencias irracion ales. Puede pedirte que no veas a nadie; decirte que «ves demasiado a tus padres», que la «casa está hecha un asco» a pesar de que está razonablemente li mpia. Puede considerar, si no tienes hijos, que «ya es hora de que ganes algo de dinero». Pero también puede pedirte que abandones tu empleo y te dediques a tus hijos. Todo depende de la necesidad de control que tenga sobre ti, o de si predomina su necesidad por divertirse y disponer de fondos.
c) Comportamiento errático. Resulta difícil acertar de qué humor va a estar un día particular, y qué va a hacer. Puede invitarte a cenar para pasar la mayor parte de la cena metiéndose contigo. Puede recordar alguna vieja (y quizás imaginaria) afrenta justo cuando celebráis algo. Si vienen de visita tus padres, a lo mejor se ausenta diciendo que tiene que hacer algo urgente.
d) Puede ser violento, de palabra u obra. Algunos de los maridos maltratadores son psicópatas. Ellos no las quieren; disfrutan teniendo poder sobre ellas, y cuando «se arrepienten» y piden perdón, simplemente manipulan. Su violencia está fortalecida por la extraordinaria dependencia que crean con sus parejas. Las mujeres deciden que él merece la pena
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porque les resulta muy duro hacer frente a la verdad: q ue han sido engañadas y utilizadas. Puede decirte que « eres una fulana», que «le engañaste cuando te casaste con éw , que «te hizo un gran favor casándose contigo», etcétera. habitualmente. Las mentiras pueden ser pequeñ as e) Miente habitualmente. y grandes, grandes, incluyendo dejar la cuenta corriente familiar familiar a cero, serte infiel o arriesgar el dinero de tus padres en un negocio que nunca tuvo ninguna probabilidad de funcionar. Muchas mentiras son sólo absurdas, sin ningún pr o. pósito: conoció a un ministro o cantante de niño y eran inseparables en aquellos años; estudió tres años derecho, pero luego lo dejó por una buena oferta de trabajo; h a sido sindicalista destacado hasta que se dio cuenta de que allí «todo era política»...
f) Suele ser un parásito. Si no ha logrado un empleo estable (de donde es difícil que a uno le echen si se es listo) vivirá de tu dinero o d el de tus familiares. Pedirá créditos sin que lo sepas, recurrirá a vender a lguna propiedad sin tu consentimiento... Si hay alguna herencia en perspectiva peleará por ella de modo firme, sin que le importen los sentimientos de los demás.
te van sorprendiendo de modo permanente y, habitualmente, te producen una gran desazón.
que
h) Te manipulará. Hará que te sientas culpable; te presentará los argumentos de forma que los hechos se vean borrosos o equívocos. Se hará el ofendido, te escupirá en la cara la frase «cómo has podido pensar eso de mí». Cuando escapes a su influencia te darás cuenta de que su forma de ver la realidad es básicamente irracional. Que tú no puedes entender las cosas tal y como él las entiende.
j) Te hará bajar a los infiernos. Conocerás situaciones límite, ue ue q
pondrán a prueba tu temple emocional. En ocasiones puede que empieces a dudar de tu propia salud mental. Ello ocurrirá especialmente si has buscado siempre un hombre en el que confiar, que tome las decisiones más difíciles de una relación. Si no tiene s costumbre de ser autónoma, todo el juego queda en sus manos, y puede hacerte un gran daño emocional.
7.1.4. Cómo liberarse de una relación con un psicópata
h) No tiene amigos, sólo conocidos. No conocerás a nadie que .
No es algo fácil, pero depende del tipo de psicópata con el que tengamos la relación. Podernos distinguir dos grandes variedades: los que buscan vivir bien a cuenta de nosotros, y aquellos que, por encima de todo, pretenden poseernos, controlarnos, utilizarnos como objetos. Fernando es un ejemplo del primer tipo, y Juan un ejemplo del segundo.
realmente él aprecia o que le aprecie a él. Si tiene poder tendrá siervos o subalternos, pero no personas íntimas.
El psicópata parásito
drog as. De forma continua g) Puede abusar del alcohol o de las drogas. o bien de modo excesivo sólo en periodos concretos. En esos momentos su comportamiento es todavía mucho más errático.
i) Es muy difícil de conocer. No llegas a saber realmente cómo es él. Nunca llegarás «al fondo de su corazón». Hay cosas
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En lineas generales, es preferible tener que zafarse del primero. Sólo quieren nuestro dinero. Desde luego
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,s I, ()dicen un daño emocional importante, pero su suele ser menos dañina, ya que no asfixian unes,a vida y no suelen estar en nuestra compañía mucho I i‹ npo. Una vez logran su propósito, se evaporan. Sin embargo, una excepción al caso anterior es cuan. do se da cuenta que, de algún modo, todavía sentirnos algo por él y se encuentra, pasado un tiempo, sin dinerO en el bolsillo. Entonces regresará, cargado de prome sas, de «un profundo arrepentimiento», y con el deseo de empezar una nueva vida. Ahí es crucial nuestra capacidad resolutiva; si te mantienes firme, pasado un tiempo (rela, tivamente corto), se marchará en busca de nuevas víctimas. Al hacerlo, probablemente, proferirá alguna amena, za del estilo de «ya sabía que no podía confiar en ti», «has traicionado la confianza que siempre te había tenido -o algo más serio: «ijuro que te acordarás, maldita zorra!» Es muy importante, una vez que se ha marchado por vez primera, que tengamos la ley de nuestra parte, es de, cir, que hayamos dispuesto las cosas para no tener que tolerar su presencia una vez más. Pero no corramos tanto. Todavía estarnos en el punto en que él no se ha ido. Tú te has dado cuenta de que sólo es un parásito; incluso has comprobado que ha «limpiado» la cartilla de ahorros del niño. Son ya muchas cosas, y pretendes acabar con esa relación, sea corno sea. Hay diversas estrategias, algunas son incompatibles entre sí, y otras no. ,
1. El primer paso es el más dificil para muchas mujeres. Sencillamente, consiste en comprender y asumir que él no te quiere. Que no importa lo que te haya dicho o hecho, nunca va a cambiar. Que esa falta de amor que sientes muchas veces no es producto de que él tenga problemas, sino que, una vez más, él no te quiere.
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2. El segundo paso es intentar conocer sus puntos débiles que, a la postre, han de ser tus puntos fuertes. p regúntate: ¿Qué es lo que más teme?, ¿qué es lo que realmente quiere de mí? (ésta es una pregunta importante, ya que conocer bien de qué modo nos emplea nos acerca a la tarea de elegir bien los modos de quitárnoslo de encima): ¿qué podría aceptar como pago para que se marchara? 3. Busca pruebas que puedan servirte en un juicio si no tienes más remedio que reclamar el di vorcio, es decir, si él no quiere llegar a un acuerdo contigo para disolver de mutuo acuerdo el matrimonio. Por supuesto, si no estáis casados, esto se simplifica mucho, pero aun así es importante que puedas acreditar qué propiedades pueden corresponderte en caso de litigio. 4. Nunca le digas que quieres irte porque él es un psicópata. Probablemente no le importará excesivamente, pero te verás expuesta a un contraataque verbal por su parte. Explícale que no puedes vivir con alguien que difícil mente resulta fiable, que no sabe ahorrar ni esforzarse realmente por algo. Que estás cayendo en una depresión y que es mejor dejarlo ahora que te ves con fuerzas. Dile que estás muy decidida, y que confías en que él lo comprenda. 5. Por supuesto, él entiende tus palabras, pero no va más allá. Antes eras un medio para vivir bien, y ahora eres sólo una fuente de ingresos que amenaza extinguirse. Dile que esperas que acepte la parte (o el dinero) que has pensado que le corresponde. Hazle saber que tomarás las medidas oportunas si él no está de acuerdo. 6. Si no tienes ninguna duda de que él no se va a volver agresivo, puedes prolongar un tiempo la conviven253
cia. Si no es así y él no se quiere marchar, búscate algu na compañía que te proteja (un hermano, amigo, etcétera):,,, 7. Amenázalo con revelar cosas que le pueden perju t dicar. Si crees que van a sucederse episodios de una cierta violencia (aunque sólo sea verbal), procura que tus hijos estén unos días en casa de un familiar. Tu mayor virtud frente a este personaje es tu cons.. tancia y tu firmeza. Él es de naturaleza voluble, y no va a matarse por conseguir algo. Ahora bien, su esfuerzo pu e, de ser recurrente, como hemos dicho antes. Si ve que puede sacar algo de ti, volverá a intentarlo. Aquí es importante que recuerdes una sola expresión: «ise acabó!». En ocasiones, sin embargo, el psicópata puede inten-: tar manipularte si dispone de la patria potestad de un hijo de ambos. Esto es ya más delicado, pero aun así sigue sien do válido el argumento central: hay que estar lime y no ceder. Él se cansará pronto y perderá interés en el niño. Sus ame nazas son bravuconadas. Amenázalo con tomar medidas legales si i ncumple los acuerdos de separación. El psicópata posesivo Esta variedad resulta más fatigosa. Su presencia será como una obsesión y, como tal, la energía ps íquica que te. nemos que emplear será mayor. Él no busca nuestro dinero , pero encuentra fascinante poder dominarnos, controlarnos; que seamos, literalmente, de su propiedad. Es particular mente irritante que no comprenda, que no quiera aceptar que ya no queremos saber nada de é l; que fuimos ingenuos un tiempo, que nos pudo su poder camaleónico, pero que ahora se puede ir al diablo... Pero es éste un lenguaje dificil para él. Nos tuvo una vez, quizá durante varios años, ¿por qué no puede seguir siendo ahora como antes? La fase de explotación puede ser muy dura. La ante =
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naza contra nuestra integridad psíquica también es rr yor. El problema central es que no nos dejará en tanto cuanto se sienta satisfecho de tenernos. iY eso es algo q a priori no podemos predecir! Sin embargo, se puede intentar salir del atolladei He aquí algunas buenas ideas para el combate encarni2 do que se aproxima: 1. Con el psicópata posesivo todavía es más difícil cre que no te quiere. Pero es así: sólo te quiere como un obj to. Parece que te quiere porque siempre está muy pendien de lo que haces. Pero fíjate en el c amaleón cuando va cazar un insecto: ¡está muy pendiente de todos sus mos, mientos, hasta de los más mínimos! Detengámonos un momento. Tú estás dispuesta creer que es un mal nacido, pero tú sabes también que imposible que no te quiera. Le has sentido temblar en tm brazos, le has hecho comprender lo que es la auténtic ternura y, sencillamente, ha tenido detalles con tigo qu «demuestran» que realmente él te quería. Aunque sí, qn zás un poco «a su manera». Pero éste es el problema. «A su manera» no es la ma nera que te puede hacer feliz. Su manera es fingir que t quiere; dice la letra de la canción pero no sabe cuál es 1 melodía. El psicópata no te puede querez Seguro que clic que te quiere, que hace cosas que «prueban» su amor, per( sólo quiere absorberte. Piensa en un coleccionista posesi vo de cuadros. O de coches raros. «Daría su alma» po tener uno muy valioso, pero-sólo porque él quiere tened( Nunca lo prestaría a un museo para que se exhibiera al durante años. Esto último es amor por el a rte: se quier que el arte beneficie a todos, que la belleza se expanda. Coleccionista posesivo sólo quiere sentir que él lo tiene aunque para disfrutado haya de ocultarse en una cámar bajo siete llaves. 95
2. Empieza a recomponer tu vida. Después de la fase de exp lotación de un psicópata posesivo, las coordenadas' vitales que solían orientarte habrán sido seriamente dañadas. Cuenta las personas sobre las que realmente te puedes apoyar. Las vas a necesitar. Y a tu familia, por descon_ lado, siempre y cuando no hayan caído bajo su influencia: 3. No presentes guerra abierta. Elige un camino de reafirmación: expón qué cosas no vas ya a tolerar, en relación con tus amistades, trabajo, vida familiar o lo"que sea. Él no lo a ceptará fácilmente. Es una rebelión de sú posesión. 4. Aprovecha la discusión para decirle que crees que la relación no puede seguir más. Previamente habrás tenido que adoptar precauciones (si es posible) financieras, como ya mencionamos en la categoría anterior (parásito): Aquí el peligro de malos tratos es mayor; adopta precauciones también en este sentido. 5. Muy probablemente te rondará. Te llamará, te dirá que «le estás matando», que él sabe que «acabarás comprendiendo que te quiere de verdad». Quizás recibas regalos costosos, dependiendo de su nivel adquisitivo. El cerco aquí es más largo. Sin embargo, una relación estable con otra persona ha de servir para ahuyentarlo, salvo que tenga claras tendencias criminales. Pero en tal caso ha debido cometer otros delitos, tendrá amigos poco recomendables... Es más difícil (aunque no imposible) que te encuentres a una persona así. En ambos casos de psicópatas, el tiempo pasa, y el final de la pesadill a acaba por producirse. Como en cualquier otra mala experiencia de la vida, siempre hay algo
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aprender. Después del caos viene un silencio reconfortante. Piensa en lo que dice El Eclesiastés (3:1-4):
q u e
Para todas las cosas hay sazón, y todo lo que quisiéredes debajo del cielo tiene su tiempo [determinado. Tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado. Tiempo de matar y tiempo de curar; tiempo de construir y tiempo de edificar. Tiempo de llorar y tiempo de reír; tiempo de endechar y tiempo de bailar. Tiempo d e espar cir piedra s y tiempo de jun tar piedra s; tiempo de abrazar y tiempo de alejarse del abrazo. Tiempo de buscar y tiempo de perder; tiempo de guardar y tiempo de derramar. Tiempo de romper y tiempo de coser; tiempo de callar y tiempo de hablar. Tiempo de amar y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra y tiempo de paz.
La vida con el psicópata es tiempo de perder y tiempo de llorar. Es tiempo de romper y tiempo de guerra. Pero tú debes preocuparte de que no sea tiempo de morir: morir (ipor supuesto!) no sólo en el sentido físico, sino también en el espiritual, en tu ánimo, en tu corazón... ¡No dejes que acabe contigo!
7.2. EL PADRE PSICÓPATA
Hay varias razones por las que preocuparse en el caso de sospechar que nuestro compañero/marido y padre de nuestro hijo (o hijos) es un psicópata. La primera razón es que la familia constituye la célula más importante en la
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educación social del niño. Su labor es tanto más • I mp on". te cuanto, cada vez más, nuestra cultura está más expu es„ ta a mensajes moralmente perversos, al culto a la violenci a y a la ética indiv idualista y egoís ta. La manera en que se cría y educa a un niño i nfl uye en su sistema inmunológico moral, que le permite participar en la mutua búsqueda de la felicidad en el seno de una cultura. Igual que a un niño se le vacuna en edades fijas para activar su sistema inmunológico contra la polio, por ejemplo, ciertos espectáculos e historias inician al niño en aspectos de la violencia y la maldad frente a los cuales puede desarrollar defensas. Es decir, los padres van introduciendo a través de los cuentos, historias para niños, ejemplos y explicaciones, modos aceptables de comprender las cosas malas que suceden en la vida. Pero puede también que, con una orientación paterna errónea, el niño acabe por «infectarse». Cuando un padre actúa en un sentido contrario al desarrollo de ese sistema inmunológico, el niño está particularmente expuesto a desarrollar un j uicio moral deficiente. Por consiguiente, su capacidad para constituir una vida con pleno sentido humano se verá sensiblemente mermada (véase capítulo 3). ¿De qué manera un padre psicópata puede afectar al desarrollo y la capacidad moral de su hij o? Existen v arias formas de hacerlo, muchas veces complementarias.
7.2.1. Desapego afectivo Suele ser muy habitual que un padre afectado por esta peculiar personalidad muestre una gran indiferencia hacia su hijo. E n el mejor de los casos, el padre simplemente se desentiende. Deja todo el trabajo en manos de su madre. El niño le irrita, le incomoda, y él reacciona dejándolo de lado. No obstante, con el tiempo, el padre (si
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aún permanece en el hogar) puede encontrar divertid( participar en algunas actividades con su hijo, pero sor muchas veces ciertamente ocasionales, y se podría decir que el padre se ríe tanto con el niño como del niño. Éste SE encontrará apurado y ofendido, y lamentará estos juegos. Antonio recuerda que su padre nunca estaba en casa, ya que era viajan te de comercio. Sólo le veía los fines de semana, y no todos. Vivía a las afueras de Madrid, y su madre tenía que ocuparse de él y de su hermano pequeño. Antonio recuerda el primer día que su padre se lo llevó a él a solas. Le dijo que tenía que entrar en un comercio para recoger un paquete para é l. El lugar es-i taba muy oscuro y había unas luces rojas muy brillantes. Cuando llegó al mostrador, una mujer con los pechos desnudos lo estaba esperando. «:Quieres que te dé un masaje, hombrecito?», le espetó. Antonio salió corriendo, mientras su padre lo esperaba muerto de risa.
7.2.2. C rueldad Una creación literaria que ilustra especialmente bien el carácter del psicópata es el padre de la familia Karamazov, de la novela de Dos toyeski Los hermanos Karamazov. E s innegable que este personaje no sólo carece de la mayoría de los sentimientos humanos, sino que también actúa de modo claramente impulsivo e irresponsable. No le importan las consecuencias de sus actos ni puede ser convencido por medio de razonamientos o apelaciones a los sentimientos. Sus pasiones parecen sólidas, pero son sólo superficiales, y como todo psicópata puro no parece esforzarse por seguir una senda consistente (es decir, centrada en unas metas concretas) de destrucción o de conducta viciosa. A pesar de las cosas crueles que hace, especialmente a su hijo Dimitri, no tiene una motivación clara en sus actos. 95
( )
I )( sgraciadamente, la realidad suele acompañar y a un lejorar a la ficción. Todos conocemos casos de malos tr a._ tos, de actos crueles hacia niños. No es cuestión ahora re.. lucir aquí ejemplos de actos sádicos hacia niños. Dutr oux (analizado en el capítulo dedicado a políticos y criminale s de guerra) basta como ejemplo. Es importante decir, n o obstante, que si bien muchos de los actos más sádicos h acia niños son obra de psicópatas, la mayoría de los padres que participan en malos tratos a sus hijos no lo son. En efecto, se trata de padres que a su vez han sido ellos mismos, en muchas ocasiones, objeto d e violencia en su infancia, o bien que se han criado en un ambiente de pobreza espiritual y cultural (si no material). Para no tratar bien a un niño no hace falta ser un psicópata. La vida social encierra muchas frustraciones, y muchos padres no están preparados para asumirlas. Los niños generan una fuente de tensión muy notable: exigen cuidados permanentes, atención a sus necesidades físicas y psicológicas, cariño, tiempo y dinero. Muchos padres no están en condiciones de ofrecer alguno o varios de estos elementos. El resultado es la irritación permanente, el enojo por cualquier cosa, y el recurso a la violencia para interrumpir cualquier comportamiento del niño que se juzgue «intolerable»., Anabel Segura era una inteligente y bella joven de 22 años que fue secuestrada el 12 de abril de 1993 en la urbanización La Moraleja, en Madrid. Posteriormente fue asesinada a sangre fría. El autor de tan detestable muerte, Emilio Muñoz Guadix, antes de convertirse en un asesino famoso, tuvo oportunidad de caracterizarse por el trato cruel que daba a sus cuatro hijos y a su mujer. Antonio Muñoz, el hijo mayor, contestó de esta manera a las preguntas del tribunal: 4
4 . El País, 21 de enero de 1998.
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Tribunal: ¿C ómo se portaba tu padre con tu madre? Respuesta: La trataba como si fuera basura. T ¿La insulta ba? R. Sí, sí... La maltrataba, la insultaba... De todo. Y con nosotros también. A mí me ha pegado con palos que me partía las costillas. Decía que con la correa ya no nos hacía daño. T. ¿Tus padres discu tían delante de v osotros? R. ... Nunca hemos sentido cariño por él, y mi madre tampoco se reía nunca, siempre estaba pálida. Le decíamos que se riera, pero no... Allí todo eran palos. A mí y a mis hermanos nuestra madre nos h a librado de muchos palos.
Emilio Muñoz Guadix nunca había cometido antes un crimen. Fue diagnosticado por los forenses como «un psicópata puro». Si no hubiera matado a nadie, la realidad de su psicopatía extrema se hubiera manifestado cotidianamente en la crueldad con la que trataba a su familia.
7.2.3. Anomia Anomia significa 'falta de normas'. Un psicópata tiene sus normas, pero no se toma la molestia de enseñárselas a
nadie, salvo por el sistema no intencionado del ejemplo, es decir, de que le observen cotidianamente. Pero, desafortunadamente, eso es lo que suele ocu rrir. El padre con esta personalidad enseña con su hacer inconsistente e irregular en casa que, en realidad, nada es seguro, que todo puede cambiar de la noche a la mañana. Los hijos ven que se discuten cosas que parecían claras. Hoy pueden recibir una bronca monumental por algo que ayer pasaba perfectamente desapercibido. Se crece con inseguridad. Falta un mundo predecible.
La consecuencia es que el esfuerzo por madurar se resie n te. No se establecen metas ni se persigue con ahínc o u n proyecto definido.
7.2.4. Egocentrismo
Es dificil ver el inundo a través de los ojos de los demás si se nos ha instalado en un escenario donde tenemos que proteger nuestra integridad psicológica. El egocentrismo es la consecuencia natural de una educación errática e inconsistente, donde ha faltado el calor afectivo y la enseñanza del esfuerzo continuado hacia unas metas. Por el contrario, querremos ganar sin esfuerzo, aunque sea haciendo trampas o abusando de los demás. Tan:poco sabremos esperar para lograr algo que nos agrade. Lo querremos ahora, sin que importe que nos canse a los diez minutos. Y lo que es peor, las personas serán vistas como rivales de la vida, medios para lograr poder u otras cosas. El hándicap vital es ya muy importante. La influencia del padre psicópata va a depender mucho de la protección que pueda realizar la madre u otros adultos importantes en la vida del niño. La madre —pongamos por caso— puede esforzarse en compensar, en explicar, en razonar con el niño acciones absurdas, dañinas o irresponsables de su padre. En estos casos, hijo y padre se convertirán necesariamente en rivales. Pero eso es mucho mejor que el hecho de que se conviertan en cómplices. En la práctica, salvo circunstancias en las que los rasgos de la psicopatía sean leves, resulta difícil aconsejar a una mujer (con o sin hijos) que permanezca con un hombre así. Debería buscar consejo y ayuda: a su familia, a quien pueda en su situación. Muchas veces hemos leído
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la prensa que una madre ha tenido que matar a su marido, harta ella y sus hijos de sufrir vejaciones. 5 en
Una mujer de 40 añ os se confesó ayer autora de la muerte de su marido, de 37, que recibió un disparo en la cabeza en la localidad burgalesa de Pangusión. El fallecido, nieto de una vecina de la localidad, tenía antecedentes por cinco detenciones policiales y había cumplido condena en un centro penitenciario. Vecinos de la localidad indicaron que la pareja no tenía trabajo conocido y que el hombre tenía un carácter «muy agresivo».
Es una noticia escueta. Un drama más de apenas unas pocas líneas en la prensa. En estos casos, la respuesta de la sociedad y de la justicia ha sido sorda o, al menos, lenta. La muerte viene como consecuencia de una historia trágica, silenciada en los muros de la casa, en un día a día que sólo parece un túnel sin salida. Esto, por dificil que sea, parece ya una exigencia que las españolas no están dispuestas a negociar. Otro problema aparece, sin embargo, cuando el marido (psicópata) no recurre a la violencia física, sino a la psíquica, o lo hace de un modo muy sibilino. Ahí la mujer tiene pocas opciones recurriendo a la justicia. Ahí necesita coraje.
5. El País, 14 de marzo de 1999.
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8. ¿QUÉ DEBEN SABER LOS PADRES PARA HACER FRENTE A LA PSICOPATÍA EN SUS HIJOS? Ya se ha señalado en varias partes de este libro que la psicopatía, en cuanto trastorno de personalidad, se observa desde la niñez. La mayoría de los psicópatas no son criminales, pero eso no es obstáculo para que supongan una losa extraordinaria en la vida de su familia. Que aparezca o no una conducta gravemente antisocial depende de una serie de circunstancias que todavía no comprendemos bien. En ciertas ocasiones, la falta de piedad e interés por los demás se destapa de un modo trágico, y otro joven, un adulto o los propios padres son sus víctimas.' Sergio B., de 16 años, llegó a la casa donde su hermano tenía previsto vivir, después de casarse en un pueblo de Jaén, donde estaban también sus padres. Por causas que se desconocen, comenzó una discusión entre Sergio y su madre, en la que se vio implicado el padre. Cuando estaban en el cuarto de baño de la vivienda, el hijo apareció con una escopeta de caza y disparó varias veces a su padre en el estómago, y a su madre en el costado. Pero no se detuvo ahí. También asestó, presuntamente, una cuchillada a su padre en el cuello y cinco a su madre. Tras cometer presuntamente el crimen, Sergio se fue a su casa, se cambió de ropa, que estaba manchada de sangre y la tiró en un contenedor cercano a la casa. Sobre las tres de la tarde llegó su hermano Ángel, que encontró a Sergio leyendo tranquilamente una re1. El País, 6 de marzo de 1997.
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que estimamos que una educación especializada puede, al menos, paliar las manifestaciones más graves de su desarrollo. En parte, el que muchos psicópatas criminales sur jan entre sectores sociales deprimidos es una consecuencia de que en tales ambientes las oportunidades para que se realice una labor para compensar el problema son mu-
vista en el comedor de la casa. Ángel le preguntó dónde estaban sus padres, pero no obtuvo respuesta. Ángel, d e 25 años, comenzó a buscar a sus padres, hasta que los encontró muertos en su casa. Primero avisó a un policía local vecino y después a la Guardia Civil, que detuvo a Sergio al encontrar sus ropas en el contenedor y com. probar que eran de su propiedad. «Sergio, ¿has sido tú?», preguntó un periodista a Sergio. «Eso dicen», respondió. «¿Y adónde te, llevan ahora?» «Con Curro, al Caribe», contestó. Sergio, son. riente antes y después de prestar declaración ante el juez, negó saber cualquier cosa del doble h omicidio de sus padres. «La actitud que mantuvo el detenido fue' muy soprendente», escribió el periodista que cubría el caso.
ho menores. No se nos entienda mal: desconocemos la
c
De nuevo la sorpresa, la falta de comprensión de
acuerdo a la lógica de los hechos. Si en verdad Sergio es el autor de este doble crimen, como señalan los hechos, ¿por qué no está destrozado?; ¿por qué no se mesa los cabellos llorando de modo desconsolado?; ¿por qué no nos ofrece a todos una explicación que podarnos entender y así poder dejar de sentir un escalofrío ante lo inexplicable? A estas alturas del libro confiarnos en que el lector vislumbre ya por qué es tan dificil comprender al psicópata, cuáles son las claves que ha de manejar para acercarse a este trastorno que desafía las leyes básicas de la relación humana.
8.1. SIGNOS PRECOCE S
Muchos niños y adolescentes contienen ya los elementos centrales de este trastorno que luego se manifestará plenamente en la edad adulta. Tiene una gran importancia que los padres aprendan a detectar este fenómeno, ya 266
;
presencia del trastorno entre las diferentes capas sociales, pero resulta sensato pensar que, si el joven cuenta con un ambiente propicio, tendrá más oportunidades para eludir el lado cruel de su psicopatía. Desde luego, seguirá siendo una persona de trato muy dificil, seguirá abusando de la confianza de los demás, tendrá mil problemas para vincularse afectivamente a alguien, pero, al menos, será menos probable que utilice la violencia explícita para conseguir sus fines, o que abuse de modo intenso del alcohol o de las drogas (este asunto se trató más ampliamente en el capítulo 3). Las expectativas de los padres no deberían ser muy altas en cualquier caso. Nos estamos refiriendo a las esperanzas de que sea un hombre (o una mujer) íntegro, que sea capaz de crear una vida feliz y productiva para los demás. Es posible, sin embargo, que obtenga el éxito económico si dispone de estudios y del ambiente adecuado. Eso sí, no sabernos por cuánto tiempo. Tampoco debernos olvidar algo que se ha mencionado frecuentemente: la psicopatía admite diversos grados, es decir, no todas las personas la poseen en la misma intensidad, y esto es algo que hay que tener muy presente. Probablemente hay mucho menos que hacer si el joven prescrita una psicopatía intensa, pura. Su vida siempre será un caos, y su trato explotador será muy marcado. Que corneta delitos o no, y que éstos sean especialmente cruentos, nunca se puede asegurar. Pero es cierto que a medida que aumenta la psicopatía aumentan las probabilidades
96 7
le que el sujeto trate de modo más inhumano a los denlas, 'midiendo llegar al asesinato. A combinación figuran los indicios que típicamente estlII mas asociados con la aparición de la psicopatíaen l a e(1:1(1 Es muy importante que el lector comprenda (pie se trata de cuestiones generales y que cualquier diagnóstico exacto ha de ser reali zado por un profesional.
8. 1 .1 .
Egocentrismo persistente
Todos los niños son muy egoísta s, como sabe cualquie ra que tiene hijos o que trata con niños. Sin embargo, debido a que ellos han de empezar a comprender las reglas del trato con los demás, ese egoísmo (primero de mala gana y luego con mejor ánimo) se va ajustando a la realidad de las situaciones, y tanto más a medida que va haciéndose ma yor. Así, el niño de cinco años dejará un juguete porqúe desea que su amigo le deje el suyo; aceptará que le compren algo porque a él también se lo compraron, etcétera. Los niños con tendencia a mostrar psicopatía en la edad adulta se muestran persistentemente egocéntricos, inflexibles ante sus exigencias frente a los padres o a los demás. No parece que sean fáciles de convencer para que participen en un intercambio o en una negociación. Lo que ellos quieren parece ser algo de una necesidad absoluta. Si ceden, lo hacen muy presionados por la amenaza de un castigo, pero aun así buscarán hasta el final salirse con la suya. Cuando van creciendo, el egocentrismo se hace más nítido. Parece que sólo les importa lo que realmente les sucede a ellos. Prefieren lograr tener su capricho (un die nero, un objeto), incluso aunque claramente se corneta una discriminación en relación con sus hermanos.
268
8.1.2.
1
Coléricos y agresivos
Debido a que el supremo interés es el suyo, tienen numerosas explosiones de cólera, o «ataques de rabia». Llevan muy mal el ser contradichos, y pueden percibir cualquier oposición como una amenaza intolerable a su persona. Si dispone de la suficiente fuerza en comparación a su opositor, no vacilará en atacarle para lograr lo que desea. No le importa que éste luego quiera vengarse. Se trata de un problema que vendrá «después», y que ahora no tiene por qué preocuparle. Solamente cuando ha llegado a conectar su acto con las consecuencias (a base de mucha paciencia y repeticiones), podrá entonces abstenerse de hacer algo, o bien de hacer algo que se le exige. A pesar de todo, aquello que se le obliga a hacer lo hará siempre con desgana, «a medias» (icon suerte!), sin poner realmente propósito en la tarea. En una ocasión, el autor de este ensayo se entrevistó con los padres de un adolescente que estaba estudiando en un instituto de enseñanza media. Los padres eran mayores. Él había logrado una posición económica desahogada gracias a su trabajo en la ag ricultura. Era un matrimonio sencillo, con una vida predecible y sin lujos, como tantos otros llevan en la provincia de Valencia. Cuando fueron a visitarme, la madre hablaba con muchos requiebros, y el padre tenía puesta la mirada en el suelo continuamente. En realidad, apenas se explicaban. «Verá usted, nuestro chico es un poco raro... hace cosas que no entendemos...» Me explicaron que era un hijo adoptivo. Después de muchos años de intentar tener hijos y de no lograrlo, al fin se decidieron a adoptar uno. E sto había ocurrido ya hacía más de 16 años. A los dos años les dieron su hijo tan ansiado. Ahora Miguel tenía 14 años, y parecía que el asunto no iba bien. «¿Qué es realmente lo que pasa?», inquirí. La ma-
969
dre se echó a llorar y, entonces, el padre, con los dientes apretados, empezó a hablar. Me comentó que el chico «siempre había sido muy suyo», que «quizás la culpa er a nuestra, por consentirle», pero que ahora no pueden comprender lo que sucede, porque «tenemos un extra-, ño en nuestra propia casa». Me explicó que «siempre había sido muy difícil manejarle», que era «muy despegado, no parecía contentarse con nada», pero que desde hace seis meses ellos, sus padres, le tenían miedo. «¿Por qué le tienen miedo?», pregunté. Un día, al prin_ cipio de curso, vieron que su hijo iba al instituto «vestido muy raro», con botas de militar, collares, muñequeras metálicas... Por su descripción, entendí que llebaba el atuendo de un grupo nazi. Los padres habían discutido con él, y él había cogido el televisor y lo había lanzado al suelo. Al poco tiempo, fue haciendo exigencias cada vez mayores a sus padres: dinero, ropas... no quería que le controlaran en absoluto. La madre se pasaba el día llorando, y el padre no quería provocar más situaciones tensas. Pero el otro día, Miguel a tacó a su madre. Cuando ella se negó a darle más dinero, la agarró fuertemente, la zarandeó y la golpeó en la cabeza y la cara. A los dos días, pedí que Miguel viniera a verme a mi despacho. En efecto, llevaba símbolos nazis, y tenía una mirada acentuada de desafío. Le conté los hechos y le pedí su opinión. «Les he dicho que, si me buscan, me encontrarán; sólo quiero que me dejen en paz», me dijo. Después de escucharle esta frase, me cruzó en la mente, como un flash, la imagen de su padre en mi despacho preguntándose: «iDios mío! ¿Por qué nos has hecho esto?»
8.1.3. Incapaces de comprender puntos de vista y emociones en los otros Los niños aprenden la empatía (capacidad de comprender puntos de vista y emociones en los otros) a través del proceso de socialización. Los padres y otros adultos hacen que el menor vaya «viendo» de qué modo sus actos
270
fectan a los demás. «¿No comprendes que ahora María se pondrá a llorar cuando vea que le has roto su juguete? ¿Cómo te sentirías tú si alguien viniera a tu casa y te rompiera tu juguete favorito?» Éstas y otras muchas expresiones parecidas las empleamos para que desarrollen esa i mportantísima habilidad para la adecuada relación social y la propia madurez personal del niño. Sin embargo, estos niños parece que tienen muchas dificultades siquiera para aceptar que el interés ajeno haya de tenerse en cuenta. Cuando le hacemos una admonición como la anterior no logran entenderla. Es como si se dijera: «¿Por qué tendría que importarme lo que piense María? ¿A mí que más me dá?» Pueden discutir el asunto, pero resulta obvio que, si se disculpan forzados por nosotros, no hay el más mínimo sentimiento en lo que dicen. Es como si fueran unos malos actores leyendo las líneas que le corresponden en esa parte del guión. a
8.1.4. Crueldad y reactividad emocional anestesiada La falta de empatía es la puerta hacia la crueldad. Pueden torturar a los animales domésticos, y chinchar a sus hermanos menores. Parece que, realmente, no le importe lo que pueda suceder a los demás, incluyendo a sus padres. De este modo, puede cebarse en su madre si ha sido frustrado, sin que le importe que ella haya tenido un día agotador. Si ha sido «cogido» en una falta o mentira no se pone nervioso. Intentará negarlo todo, pero no vemos esos signos de nerviosismo que delata un comportamiento culpable. Las emociones sólo serán destacables en momentos de agresión, pero aún así serán poco duraderas.
271
A la nipulación, mentiras, falta de culpabilidad
.
I )esde pequeños empiezan a mentir. Alguien les ha 1,,b,i(1() el (linero del bocadillo; su hermano mayor le ha (iiiitad() tal cosa... Sus padres y maestros se ven obligados a escuchar cientos de mentiras. ¿Cómo dudar de todas ellas? El, además, pone convicción en lo que dice. I ,a manipulación de los compañeros empieza a edad lemprana. Debido a su buena inteligencia y a su astucia, enredan a los demás. Pueden chantajear, robar cosas, amenazar para lograr ventajas materiales o sociales. Si no hay más remedio, aceptarán que ellos hicieron tal cosa. Pero siempre tendrán «una buena razón». El arrepentimiento brilla por su ausencia; no «lo sienten» realmente. Sus explicaciones son mecániCas. La «vergüenza» se desvanece enseguida. Cleckley pone un ejemplo particularmente dramático de esa falta de arrepentimiento, de sentimiento de culpa. Se trata de un joven condenado por asesinato, de buena familia, que, sin embargo, había manifestado durante mucho tiempo una conducta caprichosa e irresponsable.' En cierta ocasión, su madre le c omunicó que tenía que hacer un viaje por avión, lo que él aprovechó para contratar un seguro de vida para su madre... pagadero a él. A continuación puso una bomba en el equipaje de su madre y esperó que el avión estallara en pleno vuelo. Cosa que ocurrió. Tanto o más estimulante que el dinero que pensaba cobrar resultó el desafío de montar y poner la bomba en el equipaje. No parecía tampoco que hubiera una razón «personal» que justificara dicho acto ante los ojos del muchacho. En el juicio parecía encantado de ser el foco de aten-
2 . The iVíask of Sanity, pp. 266-67.
272
ción, y no mostraba ninguna tristeza por ser el causante de la muerte de su madre y de otras muchas personas. Cleckley cita el siguiente comentario aparecido en Newsweek, el 14 de mayo de 1956:
E n ocasiones, seguía el curso del juicio con ojos aburridos, sin mostrar ninguna emoción: en otras ocasiones, leía un libro, La máscara de la cordura, del Dr. Cleckley. Cuando se anunció el veredicto, su labio inferior se movió un poco, pero el resto de su semblante estuvo i mpasible. Mientras, su mujer de 22 años y con dos h i jos, se puso a llorar de f orma irref renable . Y luego añadió Cleckley: Algunos psiquiatras podrían decir que este joven podría estar motivado por un deseo inconsciente o senti miento de culpa que ahora podría estar expiando al ser condenado. Quizás. Pero soy escéptico ante esa posibilidad sin pruebas que la avalen. La actitud de este joven hacia su crimen brutal y sin sentido es, me parece, consistente con la sorprendente falta de capacidad para amar y para experimentar los sentimientos normales en un ser humano que es tan típico de los psicópatas. Por otra parte, su aire entretenido y aparente satisfacción mostrados en el juicio también son característicos del egocentrismo del psicópata... Así es. Resulta del todo incoherente con la investiga-
ción científica asegurar que estos chicos tratan de expiar alguna culpa inconsciente actuando de modo tan grotesto en la búsqueda de un castigo por parte de la sociedad. Bien al contrario, mienten repetidamente para validar sus fantásticas mentiras, y si su proceder nos parece absurdo, ello no se fundamenta en que el joven psicópata lo ve así, sino más bien en algo perfectamente de acuerdo con las cosas tal y como él las considera. Nosotros vemos su comportamiento de modo esperpéntico porque no a certamos 97
a comprender cuál es la calidad última que él puede obtener como ser social y sensato. Pero su punto de vista no es éste. Para él, lo lógico es lograr sus fines, y no entiend e que nosotros adoptemos una postura claramente antagó_ nica a sus deseos. Una cuestión resulta aquí relevante. ¿Qué significa que
él «no entienda» que a nosotros nos parezca deplorable su conducta? ¿Significa que él no sabe lo que está bien y lo que está mal? La respuesta es que él lo sabe, conoce las normas y las leyes, pero es incapaz de comprender que él ha de estar sujeto a tales normas. No se siente vinculado, afectado como persona que vive en un tiempo y en una sociedad dadas. Al no sentirse concernido en su intimidad, su ego rechaza de modo pleno que nosotros intentemos que él se conduzca tal y como creemos que es justo.
8.1.6. Adolescencia tiránica y desconcertante A medida que va creciendo, las cosas se ponen más difíciles. No suele tolerar la escuela. Copia o falsea los exámenes. Quiere disfrutar con mucha insistencia las venta jas de ser un adolescente: más dinero, más libertad de movimientos. La casa le va pareciendo poco a poco un lugar asfixiante. La adolescencia es el periodo de eclosión de l a psicopatía. Es el momento en que los padres llegan a comprender que su hijo «no es como los demás». Empiezan, de modo obsesivo, a preguntarse «¿qué hemos hecho mal?», «een qué hemos fallado?». No cabe duda de que los padres pueden influir de modo extraordinario en el carácter de sus hijos, en su personalidad. En ocasiones hacen bien en reprocharse el estado final en el que contemplan ahora a sus hijos, cuando se sienten tan confusos y culpables. Es el caso, desde luego, de aquellas familias que han
274
dejado la educación de sus hijos en manos de la televisión o de otras instituciones como la escuela o los clubes juveniles, pensando que ellos ya hacen bastante con mantenerles económicamente y aguantarles. Y todavía es más cierto cuando los padres sólo se han ocupado de sus hijos para reñirlos, humillarlos o maltratarlos. Pero cuando los padres han hecho todo lo que estaba a su alcance, de ningún modo se les puede atribuir la psicopatía de sus hijos. De hecho, sería dudoso hacerles plenamente responsables de este trastorno, aun cuando no hubieran sido buenos padres, con la excepción, quizás, de aquellos niños sometidos a vejaciones y a un clima de terror inductores de insensibilidad y de egocentrismo. El propio Cleckley lo dejó escrito de m odo rotundo: 3
Yo no creo que un tratamiento paterno equivocado hacia sus hijos, o un determinado «gran error» cometido en su educación pueda ser responsable del desarrollo de este desorden en sus hijos. ... Durante los últimos años se ha hecho popular hacer responsables a los padres, de modo frívolo y sin justificación, de cualquier cosa desviada o perjudicial que realicen sus hijos. Junto a ello, también ha tenido fortuna la idea de que la sociedad es responsable, y no el delincuente, de los asesinatos, violaciones y robos que se suceden habitualmente. Actualmente sabemos que ocurre algo anormal en el desarrollo psicobiológico de estas personas, algo que en muchos casos escapa del c ontrol de sus familias. Sabemos que la personalidad psicopática puede ser i nducida por la cultura, por el ambiente en algunas personas (en muchas si todo el ambiente es aplastantemente inductor de los ras-
3. The Mask of Sanity, p. 24.
275
)., psi« •1):1 I icos, como ocurrió en muchos soldados crüni11,1Ies de guerra, tal y como discutimos en el capítulo co-
(c). Pero es muy dudoso que en un ambiente
i 1 e., ■ • )11( I i
dm(
aquí en sus hijos.
Resulta entonces muy comprensible que los padres eac( ionen con una gran angustia y sentido de culpabilidad ante la conciencia clara de que su hijo actúa de modo 1.111 irresponsable, violento e insolidario. En la adolescencia, como hemos dicho, es cuando el joven saca a relucir 1111 trato exaltado, retador, tiránico en la relación con los padres, con sus hermanos y con sus amigos. Hay excepciones: aquellas personas que pueden tener sobre él un gran poder y que no tendrían ninguna dificultad en retirarles los privilegios que ahora le suministran. En tales casos, estos jóvenes emplearán su capacidad para manipular, para dar una buena imagen, y lograrán que el viento sople a su favor. Por ejemplo, pueden convencer a su profesor de dibujo de que sus padres no le compran los utensilios adecuados para hacer las tareas, o de que en su casa «hay muy mal ambiente» porque su padre le obliga a trabajar en su negocio hasta altas horas de la noche... Todo esto puede parecer sorprendente, pero ahora quizás podamos haber comprendido cuál e s el modo de entender la vida que tienen los individuos con este trastorno. Lo anterior supone que, en muchos casos, pueden tener la capacidad de controlar su cólera en situaciones específicas: frente a un terapeuta, profesor o autoridad. Pero tal control es circunstancial. Es del todo imposible que ese control se mantenga durante todo el tiempo que exige la convivencia con la familia. En tales circunstancias también manipularán y mentirán, pero no podrán evitar que los padres se den cuenta de su gran incapacidad para relacionarse adecuadamente con el mundo.
276
Y así, no es extraño que los jóvenes psicópatas tengan accesos frecuentes de cólera, golpeen o rompan puertas, estén unos días sin aparecer por casa y sin llamar, roben dinero a sus h ermanos, vendan objetos familiares para sacar dinero, etcétera. Y lo que resulta más asfixiante, impondrán a la familia normas draconianas: no se podrá comprar nada a sus hermanos si previamente él no ha recibido otro tanto; tal producto de comida o bebida deberá ser desigualmente repartido en su favor; la televisión será de su propiedad exclusiva... Si el chico consume drogas o bebe en exceso —cosa harto frecuente—, a las incomodidades anteriores se suma el desajuste emocional y mental que provocan estas sustancias. No exageramos si decimos que, en muchos casos, la familia se convierte en una suerte de rehén del joven. Casi sin darse cuenta, procuran ir cambiando su conducta de forma que no levante las iras de su vástago; empiezan oponiéndose con firmeza, pero luego van transigiendo p ara que el resto de la familia no se vea afectada por batallas campales permanentes. Sucede así que el resultado de una familia con un chico de 17, 18 o 20 años con este trastorno es el de una célula cancerosa mantenida a raya por un acuerdo tácito entre todos los miembros del cuerpo afectado: no soliviantar, no provocar peleas, no romper los tabús que la convivencia ha ido estableciendo como necesarios para que aquello no sea un completo i nfierno. A pesar de todo, el carácter impredecible de su proceder, la arbitrariedad y capricho de sus decisiones imposibilitan que no hayan roces frecuentes: abusos verbales hacia los padres o hermanos, broncas monumentales cuando éstos pierden el control exquisito que se ven obligados a tener para que no haya problemas...
277
8.1.7. Irresponsabilidad permanente
En todos estos casos los padres intentan que su hijo «siente la cabeza» en algo. Acceden al cambio de estudios si se lo solicita, le permiten medios trabajos para tener algún dinero, claudican en h ábitos y amistades que desaprueban con tal de que, de algún modo, se comprometa a hacer algo productivo. Pero esto último es muy improbable. Su esfuerzo dura muy poco; sus deseos manifestados hacia algo mueren cuando la novedad se esfuma. Sus «compromisos» sólo tienen la finalidad de lograr arrancar un beneficio a sus padres y familiares. La moto, el coche, el aumento de paga, el viaje solicitado, la ropa cara, el reparto de obligaciones en casa, todo lo que podamos canjear con ellos para lograr su compromiso, su parte del contrato, caen en el barranco de lo efímero. Cuando obtienen lo que quieren, pedirán a lgo más. No sirve —para desesperación paterna— recordarle que ya antes empeñ ó su palabra c ien ve ces sin ningú n resultado. Ellos se muestran obstinados y reacios a aceptar que en verdad no cumplieron con lo pactado, aunque a todas luces haya sido así, de modo público y notorio. Sí que hicieron el esfuerzo, sí que al menos lo intentaron; no fue su culpa; nadie les avisó de cómo habría que hacerlo; antes era diferente al momento actual... mil excusas salen de su boca con la firmeza de su cólera. Es corno si estuvieran escandalizados de comprobar que ya no creernos en él. iY de verdad que lo creen! ¿Cómo es esto posible? La clave de esto está en su profunda deficiencia para
evaluar su comportamiento de acuerdo a las reacciones que suscita en nosotros. Es decir, él vuelve a jurar que «ahora todo lo que dice es verdad» porque no llega a comprender que todo su comportamiento durante años ha producido en nosotros una gran incredulidad hacia su persona. No tiene intuición, comprensión social, capacidad para exami278
narse de acuerdo a la imagen que él recibe de su yo en los actos y palabras que le dirigen los demás. Lo explicaremos de otro modo: nuestras acciones se van corrigiendo de acuerdo a cómo nosotros nos vemos en la reacción que los otros tienen hacia nosotros. Por ejemplo, si hemos sido muy atrevidos en una cena y hemos molestado a algunas personas, nosotros hemos de ser capaces de ver en sus gestos y palabras señales de que nuestra conducta ha sido inadecuada. Así vamos pergeñando nuestra comprensión social: vemos los efectos de nuestra conducta en la vida de la gente, y nos ajustamos a esos resultados para producir cada vez más efectos que nos producen senti mientos positivos: los demás nos tratan bien, nos aceptan, nos halagan... luego mi proceder es positivo. No se trata únicamente de mantener una etiqueta. Realmente criando hemos comprendido que hemos obrado mal nos sentimos mal; nuestros sentimientos están a tono. Entendemos que las personas ofendidas hayan pensado mal de nosotros y lo lamentamos. Quisiéramos haber actuado de otro modo. Pero los psicópatas han de fingir que saben cómo actuar bien. Ellos no tienen ese «radar» pa ra las emociones y sentimientos auténticos. Ciertamente, pueden saber si están engañando a alguien, si están obteniendo su confianza. La manipulación exige un radar; de lo contrario sería imposible que prosperara una trama para medrar a costa de alguien, por ejemplo. Pero ese radar no funciona en la parte de los sentimientos, de la comprensión certera de las hondas emociones humanas. No llegan a comprender que alguien se ha
sentido profundamente decepcionado por su proceder,- sólo comprenden que ahora le decimos que no le creemos. Pero no entienden que no le creemos porque hemos descubierto que es un frío manipulador y ya no le tenemos ninguna confianza. Cleckley escribió al respecto lo siguiente: 4 4. The Mask of Sanity, p. 350.
279
No es el mismo d•licit que el esquizofrénico, quien p uede c leer el nuevo enviado de Dios en(i l lati:irrala m y relevante, i el e “Sin embargo, m rgo, en m i sentido u evaluación realista, el psicópata tiene un defecto más proI mulo (pie el de muchos esquizofrénicos. No tiene ninguna. capacidad para verse él mismo como otros lo ven. Es quizás mas acertado decir que no tiene capacidad para cono( er cómo sienten los otros cuando le ven (...) no puede apreciar los afectos y valores que suscita su existencia e n bis demás». Esto es verdaderamente sorprendente dada su capacidad para la orientación perfecta, para el razonamiento y el hecho de que no padezca de alucinaciones o delirios.
S.1!.
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.
01J11 PUEDEN HACER LOS PADRES?
I legados a este punto alguien podría sospechar que hay esperanza en estos casos. No queremos ser pesin'islas, pero tampoco es honesto decir que la psicopatía juvenil tiene una solución clara. No la tiene. En el mejor de los casos, se pueden lograr objetivos paliativos notables; la psicopatía no «se cura». Es un trastorno de_ personalidad, no un mal episódico. Pero hay formas de proceder que posibilitan una convivencia «razonable» con él. Y siempre hemos de recordar que hay muchos grados de psicopatía; que sólo los casos más puros presentan obstáculos insalvables. La solución no existe. No hay soluciones definidas para todos los casos. Cada niño o muchacho tiene sus características personales. Un joven puede destacar por su conducta excéntrica e irresponsable, sin que sea relevante su crueldad, más allá de insultos o expresiones verbales desaforadas. En otros casos, sin embargo, puede predoucc
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minar una conducta antisocial muy precoz, y una nitro-
ducción en el mundo de la droga o del alcohol.
En buena medida, el ambiente va a ser importante para determinar el curso de acción, así como es muy relevante el momento en que los padres son conscientes de la dificultad que presenta su hijo, ya que es mucho más probable que haya esperanzas de éxito si desde la edad de los ocho o nueve años se dedican a intentar corregirle. En primer lugar, el ambiente establece las condiciones que podrán ser empleadas para intentar paliar este trastorno. No es lo mismo una familia desunida, con pobres recursos económicos y una atención deficiente a los hijos, que una familia social y psicológicamente sólida, capaz de emplear sus mejores recursos en situaciones que requieren esa inversión. En segundo lugar, el momento de la intervención puede ser también muy importante: con adolescentes es todo más difícil, con niños y preadolescentes hay más opciones. ¿Por qué es tan complicado actuar con los adolescentes? La respuesta es que a las inquietudes y sobresaltos propios de la juventud —una edad en la que el muchacho busca su autonomía y trata de establecer cuáles son los límites a los que él puede llegar— se añaden los inconvenientes del trastorno psicopático. ¿Qué hacer si creemos que nuestros hijos tienen comportamientos y una «forma de ser» que nos producen desconcierto? A continuación siguen unas directrices genéricas.
8.2.1. Criterios para el niño preadolescente
Antes vimos criterios generales para el muchacho con un trastorno de psicopatía. Pero ahora podemos ser más específicos, y centrarnos en los años de la preadolescencia,
281
entre los 7-8 años y los 12-14 . ¿Diríamos nosotros que nuestro hijo, habitualmente, se caracteriza por...? 5
Alardear de modo ostensible de sus logros. Enojarse cuando se le corrige. Pensar que él es más importante que los demás. Actuar sin pensar. Culpar a otros por sus propios errores. Molestar (burlarse) a otras personas. Meterse en situaciones de mucho riesgo o peligro. Cometer actos ilegales. No mantener sus amistades. Aburrirse fácilmente. Despreocuparse por el rendimiento en la escuela. No sentirse culpable o «malo» por algo que ha hecho. Tener emociones superficiales, como forzadas. 13. 14. No mostrar emociones. 15. Actuar de forma amable, pero sin que parezca sin
1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12.
Cero. 16. No preocuparse por los sentimientos de los demás. Los primeros diez puntos son típicos de chicos que se i mplican en actos antisociales, y que suelen proceder de barrios pobres, con familias que no se preocupan demasiado de sus hijos. La mayoría de estos niños no desarrollarán una psicopatía; dependiendo de la extensión de estas conductas y del apoyo que encuentren en su vida, serán capaces de integrarse en la sociedad o, al contrario, serán clientes habituales de las listas del paro y de la policía. Sin embargo, no conviene olvidar que también hay chicos de clase media y alta que exhiben estas conductas irrespon5. Véase P. J. Frick y R. Hare (1999), The psychopathy screening device. Toronto: Multi-health systems.
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sables y alocadas; son aquellos casos en que sus padres han estado demasiado ocupados para preocuparse de ellos o no han sabido cómo atenderles. Los seis puntos restantes se relacionan con los anteriores, pero no tienen por qué ir unidos: cuando los primeros criterios —que podemos denominar «conducta i mpulsiva e irresponsable»— se suman a estos seis, hay muchas probabilidades de que podamos identificar al niño como un claro candidato a la psicopatía. La razón es que estos seis
puntos incluyen lo que podríamos denominar el núcleo de la personalidad psicopática: falta de sentimiento de culpa, insensibilidad emocional y despreocupación por el bienestar de los otros. Hace un momento hemos dicho que los primeros diez criterios («la impulsividad e irresponsabilidad») no han de ir necesariamente con los segundos («la dureza emocional»). Pero mejor diríamos lo siguiente: muchos de los niños que muestran impulsividad e irresponsabilidad no presentan aspectos de dureza emocional (al menos de un modo intenso), pero la mayoría de los que presentan dureza emocional también muestran conducta i mpulsiva e irresponsable. ¿Por qué? De modo muy resumido podríamos decir que la dureza emocional depende menos de la educación y las oportunidades sociales que la impulsividad e irresponsabilidad. Se trata de un aspecto más anclado en la personalidad del sujeto, no tan dependiente de factores externos o sociales. Entonces, los chicos que presentan esta personalidad son muy difíciles de educar convenientemente; buscan sus intereses, pasarlo bien, «vivir al límite»...; de ahí que sea muy fácil que tengan problemas con la policía y que sean explotadores de los demás. Sin embargo, aunque los chicos sean irresponsables, bulliciosos y amantes de sensaciones fuertes, no tienen por qué presentar una personalidad indiferente a los sentimientos de los demás, no tie-
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que tienen los padres es intentar que el chico «comprenda» que debe buscar vías aceptables para lograr lo que desea. Es, si se quiere, un programa de «objetivos mínimos»; no pretenda cambios espectaculares.
8.2.5. Establezca límites y consecuencias precisos A
Sea inflexible. Establezca límites y reglas concretos. Ha de prepararse para su manipulación, para el afán constante de retorcer la regla en su beneficio. Si usted cede una vez, él pretenderá que esa excepción constituya un claro precedente en su beneficio futuro. Lógicamente —ilo sabemos!— usted no es un policía. Su vida no puede girar en la vigilancia permanente de su complicado retoño. En parte, usted debe hacer un esfuerzo. Ha de tener clara una cosa: así como un padre con un niño con síndrome de Down (retraso mental) sabe que tiene que multiplicar sus esfuerzos para lograr lo máximo en sus circunstancias, también un padre con un niño con personalidad proclive a la psicopatía ha de e sforzarse más, ha de implicarse más. Si usted toma la postura de «no querer saber nada» con este niño porque «es un niño imposible» , y arroja la toalla, tenga la seguridad de que él obtendrá todas las ventajas derivadas de su renuncia a la lucha. Llegará un momento en que la única solución que verá al problema es echarlo de casa.
8.2.6. Intente orientarle hacia lugares y estudios proclives a sus posibilidades Los psicópatas no son estúpidos en un sentido intelectual (lo son en un sentido moral, de eso no cabe duda). Si no progresan en los estudios es por su total desinterés, 286
o bien por la dificultad en atender el tiempo suficiente para lograr entender y memorizar los contenidos. Pero la mayoría de los que disponen de oportunidades educativas pueden llegar a tener una vida autónoma, e incluso prosperar, como ha quedado claro en el capítulo dedicado a hombres de negocios y profesionales. De nuevo resulta crucial saber cuál es el grado de la psicopatía que presentan y, si además de su dureza emocional, exhiben muchas de las conductas que hemos denominado anteriormente «impulsivas e irresponsables». Su tarea consiste en que ellos vayan integrándose en aquellos lugares y estudios que mejor se adaptan a su personalidad. Usualmente harán muchos intentos fallidos; cambiarán cien veces de opinión, buscarán de aquí para allá; pedirán con urgencia matricularse en algo para abandonarlo a los tres días... No permita que esto sea la norma. En parte, ellos tienen un pés imo conocimiento de sí mismos, y se aburren con los estímulos normales de la vida. Necesitan experimentar el control, lo nuevo, «el flash» embriagador de lo bufo y lo divertido. Las drogas y el alcohol ayudan, pero también estar con conocidos y hacer cosas excitantes. Usted ha de elegir una alternativa: o les canaliza a actividades legales, donde ellos puedan sentirse a gusto, tolerando una cierta inconsistencia en sus esfuerzos, o, con mucha probabilidad, se meterán en mil líos y nunca harán nada de provecho. Morgan, el coloso de la economía americana descrito en el capítulo dedi cado a los hombres de negocios, prosperó porque su padre ya tenía un imperio; él supo canalizar su deseo de poder y excitación explotando, humillando y sintiéndose un ser superior. Pero si Morgan hubiera nacido en una familia más humilde quizás se hubiera hecho corredor de apuestas, y hubiera regentado una casa de citas.
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ty:1 tí 111111
vida, autónoma
Su Indy:un() objetivo ha de ser que él logre una vida mili in( ( liando tenga treinta años. No creernos que le pu la de vista antes, salvo que se haya metido en un 1111 111(h) antisocial y muy marginal. Además, hay pruebas 11111u tatues de que la psicopatía d isminuye a partir del le«•iiio de los 30 años. Su usted logra que llegue a los 20 n a os sin que haya sucumbido a las drogas o a la delin( nen( ia, es muy probable que consiga instalarse en la so, icu Lid de un modo mínimo. Ot I izas el lector se sienta un poco decepcionado. ¿No •st:1111os siendo un poco «deterministas», un poco resignados ante el escaso criterio moral de estos chicos? Dicho de otro modo, ¿no deberíamos pretender que sean mejores (lesde el punto de vista de los sentimientos y de la moral?; ¿no podemos hacer algo para que comprendan lo que es cl bien y el mal, y que se sepan regir en sus vidas de acuerdo a criterios más elevados de los que ahora emplean? Ellos entienden lo que está bien y lo que está mal, pero no les importa lo más mínimo. Si sólo fuera un proNema de «comprensión intelectual» el asunto s ería más fácil, pero ya deberíamos saber que es una dificultad mucho más profunda ante la que por ahora carecemos de solución sustantiva. Este punto lo vimos en el capítulo 3. Su corazón no está integrado con su cerebro; su razón es correcta en la superficie, pero gravemente deficitaria en el sentido profundo de lo que significa «razonar», al carecer del contenido emocional que necesariamente cualifica toda toma de decisiones. Por ejemplo, en febrero de 1999 pudo leerse en la prensa que una mujer de mediana edad, sueca y residente en Granada con su padre (también sueco, que había decidido instalarse en España con su hija tras su jubilación) había ocultado a las autoridades de su país el falleci-
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miento de su padre para poder así seguir cobrando la pensión. Hasta ahí, riada excepcional: un acto de picaresca. La sorpresa viene a c ontinuación: ¿Cómo logró ocultar su muerte? ¿Lo enterró en compañía de unos allegados sin decir nada a nadie? Eso hubiera sido peligroso —alguien se podría ir de la lengua— y expuesto. La hija tuvo una idea más práctica: puso a su padre fallecido (de muerte natural) en la chimenea, y lo asó como un cochinillo. Luego esparció las cenizas por el jardín. Ella se llevaba bien con su padre, según los vecinos. Considerando este hecho, podemos deducir, ap arentemente, que no era una mala hija. Ahora bien, sobre la base de lo discutido en este libro, ¿hay algo en la acción que hizo la hija, quemar a su padre en la c himenea, que nos produce inquietud? Sin duda su conducta fue tan racional como hubiera sido la de enterrarlo en un lugar apartado y de incógnito. Incluso fue más racional de acuerdo a los fines pro puestos, ya que, de este modo, evitaba mayores indiscreciones, con el consiguiente riesgo aumentado de ser descubierta. Pero nosotros vemos que esta mayor racionalidad choca con un fondo emocional humano; produce una desazón que, desde el punto de vista de lo que constituye nuestra cultura, lo convierte en menos racional, porque pre-
cisamente es menos humano. Ese punto de anormalidad, de patología, todavía no somos capaces de enmendarlo. De ahí que, por ahora, sólo podamos establecer como realista ese programa de objetivos mínimos.
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9. LA PSICOPATÍA: UNO DE LOS MAYORES DESAFÍOS DEL SIGLO XXI «Yo encajo aquí perfectamente. Me siento como en casa», dice Jack el Destripador a H. G . Wells, quien ha ido en su busca a través de la máquina del tiempo que él mismo inventó. Y lo encuentra en 1979. De la película de Nicholas Meyer Los pasa jeros del tiempo (1979).
9.1. LA PSICOPATÍA, UN DESAFÍO HUMANO
Si alguien puede aspirar a representar el papel de perverso en la vida, éste es un psicópata. Como hemos visto en este libro, su desvinculación de los sentimientos humanos le deja en una posición de privilegio para emprender acciones muy dañinas contra sus semejantes. Desde una perspectiva religiosa, alguien podría indicar que representan el mal, la burla e indiferencia ante las leyes de Dios.
9.1.1. ¿La psicopatía, en el punto de mira de la Iglesia católica? Por supuesto, la Iglesia católica no habla de p sicópatas, pero ha dado un paso adelante en su identificación humana a propósito de la elaboración del nuevo manual
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ele( to, de51111(5 de casi 400 años ( 11411r• el manual de •5()1( imito anterior data de 1614) el Vatican o pte•(•ntado nuevo texto sobre exorcismo, en el cual m i1 4 , s signos que identifican al sujeto poseído oi el demonio: «hablar idiomas desconocidos, expresar I • i.111,1%u1/(1111i1S, mostrar una fuerza física que no se t•l)( )11(1(• con la realidad de la edad o del estado de 11ud, .11i (()no mostrar una vehemente aversión hacia )ios, la Virgen, los Santos, la Cruz y las imágenes sagradas«. N() obstante, el prefecto de la Congregación para el cullol)ivino y la Disciplina de los Sacramentos añade que •(•slos signos pueden ser sólo un indiCio y no significa ne( esariamen le que provenga del diablo», de ahí que hay (11u• as(•giirarse previamente de que no se trate de un pro)1eilia Mental que requiera, más que de los oficios del exorcista, (le un tratamiento médico o psiquiátrico. 11 texto recuerda que el exorcismo es una forma de ( l elensa creada por la Ig lesia para contrarrestar el poder de Siltinias y los otros espíritus malignos, «cuyas actividades consisteu en a los hombres del camino de la Salvación». «La doctrina de la Iglesia enseña que los demonios son ángeles caídos a causa de sus pecados, y que son seres espirituales muy inteligentes y poderosos», afirmó el cardenal chileno Jorge Arturo Medina, que añadió que «desde siempre», la mentira ha sido la estrategia preferida de los demonios, que «engañan a los hombres haciendo creer que la felicidad se encuentra en el dinero, en el poder o en la concupiscencia carnal». Los demonios «persuaden a los hombres de que no necesitan a Dios y de que son autosuficientes, pero el poder de Satanás no es infinito». También se mostró convencido de que el diablo está detrás de los hombres que hacen negocios con el narcotráfico y el comercio de armamento. I
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1. El País, 27 de enero de 1999.
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Quizá por ello, dos años antes, Luis Reynoso, obispo de Cuernavaca (estado de Morelos, México) tomó la decisión de decretar ante el altar de la Virgen de Guadalupe la excomunión de todos los secuestradores del Estado, además de augurarles que arderían en el infierno. 2 En verdad, tenía razones para ello, ya que en sólo cinco meses se habían producido 60 secuestros. Claro que esa plaga no era sino el reflejo de la enorme corrupción y elevada criminalidad que se ceban en todo el país desde hace varios años. De nuevo la religión suma sus esfuerzos frente al mal y la inmoralidad, pero nos tememos que esto no es suficiente, aunque sea apreciable cualquier ayuda.
9.1.2. Los psicópatas no sienten temor de Dios
No. Desafortunadamente, los psicópatas no se sienten intimidados por el temor de Dios. Quizás porque Él no viene siempre en auxilio (al menos aparentemente) de las vícti mas que están en el punto de mira del ataque del camaleón. Esto se refleja nítidamente en dos ejemplos que se han ilustrado ampliamente en este libro. El primero se refiere al caso Dutroux. Ante los féretros de dos de las niñas asesinadas por el psicópata belga, Gaston Schoonbroodt, el sacerdote encargado de la homilía dijo con voz lastimera: «¿De qué han servido tantas plegarias, tantas procesiones y lágrimas? ¿Es que acaso D ios está sordo?». El segundo es un relato de Simon Wisenthal, el infatigable cazador de nazis. Cuenta en sus memorias del campo de concentración, el siguiente diálogo entre él y uno de sus compañeros de reclusión: 3 2. El País, 8 de junio de 1996. 3. S. Wiesenthal (1998), Los límites del perdón. Barcelona: Paidós, p. 18.
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De pronto, Arthur me agarró por el hombro y me sacudió... —Tie nes que escuch ar lo qu e ha d icho es a ancian a (...) La anciana decía que... —¿ Qué pu ede hab er dich o? ¿ Sabe e lla cuá ndo sal dremos de aquí o cuándo nos van a matar? —Nadie puede responder a eso. Pero ella dijo otra cosa, algo en lo que deberíamos pensar en momentos como éste. Ella creía que Dios estaba de permiso... —¿ Qué t e parece, Simon? —pre guntó —. i Dios está de permiso!
«puro», quizás no podamos hacer mucho. Pero aún así, si somos capaces de crear estructuras sociales y políticas que impidan que su modo de proceder sea admirado e imitado, habremos logrado un gran éxito. ¿Hab ría existido Eichmann
el genocida de no haber existido un régimen político psicopático? ¿Son posibles personajes como J. P. Morgan o .
«Sordo» o «de permiso», lo cierto es que la tarea es nuestra. Quizás Dios, corno opinaba Chateaubriand, creó estas distorsiones de la naturaleza para enseñarnos lo que es la creación sin Él: «la sombra que hace resaltar la luz». 4 Pero sea como fuere, parece que no podemos invocar el auxilio divino en esta empresa. Luchar contra la psicopatía requiere del esfuerzo, imaginación y empeño que nosotros y nuestros sistemas políticos decidamos ofrecer. La tesis que hemos mantenido en este libro es que la
psicopatía es una condición individual que puede alimentarse mediante estructuras sociales, culturales y políticas. La persona «es» un psicópata, pero muchas personas pueden convertirse en psicópatas o actuar como si lo fueran si las condiciones en las que vive le animan a ello. De igual modo, resulta completamente legítimo suponer que muchas personas con tendencias psicopáticas no las manifestarían o al menos no con la misma intensidad si el medio en el que viven inhibiera ese tipo de manifestaciones. No sabernos cuánto podemos influir para que una persona Con intensas características psicopáticas no las desarrolle en su vida social. Si se trata de un psicópata
4. Chateaubriand, en la obra Génie du Christianisine. Citado en Roger Barna (1997), El salvaje artificial. Barcelona: Destino, p. 344.
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Luis Roldán si no hay un clima social que aliente y fomente la coacción, la apariencia y el engaño? ¿En qué medida hubiera podido asesinar impunemente Milosevic si nuestras democracias no fueran tan tibias con los trucos psicopáticos del líder serbio? Podrá existir la persona con psicopatía, pero su daño será minimizado en tanto en cuanto dependa de la colaboración de otras personas que no estén dispuestos a concedérsela.
9.2. ¿ QUÉ PODEMOS APRENDER DE MÁS DE CIEN AÑOS DE ESTUDIO CIENTÍFICO DEL PSICÓPATA?
9.2.1. No confiemos en su bondad natural No la tienen. No se arrepienten de lo que hacen. Son inmisericordes, implacables. Los políticos y los criminales de guerra cuentan, además, con el apoyo del fanatismo de sus seguidores. En Nuremberg, Albert Speer (arquitecto de Hitler) fue el único que se declaró (parcialmente) culpable. «En el juicio de Auschwitz de 1963, sólo las antiguas víctimas se sintieron afligidas; los antiguos verdugos no parec ieron sentirse atormentados por los remordimientos de conciencia. Lo mismo ocurrió con los responsables de otras atrocidades, en otros países que padecían el totalitarismo, o incluso en la actualidad, en la antigua Yugoslavia: los guar-
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(le I, ( am pos de concentración, al igual que sus su5 I,c c i + + 1 e s , se declararon no culpables». f.•la misma experiencia vivió Harry Wu, que pasó be( Mueve ;dios en un campo de trabajos forzados en la : 1 1 1 1 1 . 1 « )11111111sta. Wu explica cómo una comisaria del par1 1 . 1.1 -camarada Ma», fue responsable de acusarlo de
e(Ilista» y de su procesamiento político. Cuando le liI , e1.11( .11 (11 1979, tuvo un nuevo encuentro con la camara-
lo cuenta de este modo: «Cuando me encontré i oil ella, no sentí la necesidad de hacerle ningún reproche o (le acusarla por el error que cometió conmigo. Sólo quería que viera que había sobrevivido y que no había caído en la desesperación o el suicidio. Nunca se disculpó conin igo o me pidió perdón. "Ya está pasado, ya está pasado. '1 O(10 lo que ocurrió pertenece al pasado (...) Se han come¡ido errores terribles. Estoy muy contenta de que hayas vuelto. Podemos trabajar juntos en el futuro"». 6 Errotras palabras, la situación ahora había cambiado, y había que adaptarse a las nuevas circunstancias; había que hacer lo necesario para sobrevivir con el máximo de ventajas. iCon qué rapidez muda el camaleón su color! 1,1 M
9.2.2. Hagamos un esfuerzo porque impere una ley universal que reconozca que el menoscabo de la dignidad humana no puede quedar impune Causa tristeza que tengamos tantas dificultades para esculpir con letras indelebles el deseo mil veces pronunciado de «inunca más!» Debemos preguntarnos, en el umbral del siglo xxi, ¿qué hemos aprendido del pasado en lo concerniente a la crueldad del hombre con el resto 5. T. Todorov, en Los límites del perdón, pp. 187-188. 6. Harry Wu, en Los límites del perdón, p. 192.
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de la humanidad? «Aparentemente, muy poco. Después de conocer lo que sabemos del Holocausto, el genocidio de Bosnia-Herzegovina debería avergonzarnos a todos. Es evidente que la vergüenza no va a devolver la vida a las personas que perecieron (...) pero sí que nos compromete a responsabilizar de esos crímenes a a quellos que con arrogancia e inmoralidad consideraron que sus vidas tenían más valor que las de sus prójimos». 7 «Arrogancia e inmoralidad», dos atributos de la psicopatía. La primera subraya la pretensión de que uno está legitimado para hacer realidad cualquier deseo; muestra egoísmo, despreocupación por el sentir del otro. La segunda suscribe que se está dispuesto a violar los derechos ajenos con tal de salirse c on la suya.
9.2.3. La ley y la moralidad de los ciudadanos se alimentan mutuamente Es necesario, entonces, una ley que sea inequívoca contra los desmanes de los psicópatas, en especial los que ostentan cargos de responsabilidad pública. Su actuación puede producir tremendas fracturas en la convivencia de su pueblo. ¿Hubiera sido igual la furia de los jemeres ro jos sin la crueldad inusitada de Pol Pot? ¿Hubiera podido matar impunemente Dutroux sin la indiferencia psicopática de los responsables belgas de velar por la seguridad de los hijos de sus ciudadanos? Pero la ley ha de basarse en una conciencia generalizada de que el mal no puede ser tolerado. Una creencia en que la sociedad inequívocamente se opone a que la moral del camaleón sea moneda de cambio de la relación entre las personas. Lo ha escrito con decisión el historiador 7. Sven Alkalaj, en Los límites del perdón, p. 86.
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I mit.. no es sOlo una cuestión de tiempo lento; puede ballet It t laminen en la intensidad desplegada en la agretoll I )e este modo, el agresor puede sentir la experieni la subjetiva del placer homicida con la misma «calidad» que oteo en< in•titra en hacer sufrir lentamente a la víctima, ou lid de que el primero empleara un método de a m i esion que, a todas luces, aumentara su sufrimiento. 1 puede le imaginarse a esta pobre mujer bajo la lluvia le 11(• i( . s ufriendo un tormento psicológicamente muy pro1 1 ensañamiento —desde un punto de vista psi)I()gi( o - entonces, puede ser tanto una cuestión de tiempo t onto de forma. Si no se demuestra que el agresor actúa bajo los efectos de una droga o de una incapacidad mental, la ira hoi( id a puede ser perfectamente psicopática, es decir, pue-
de responder al deseo de cosificar a la víctima en un sentido máximo. Las probabilidades de una psicopatía aumentan si des p ués (le este luctuoso suceso el agresor no da muestras de
pesan El acusado del crimen fue detenido cuatro meses después del asesinato, al encontrar la policía una gota de sangre de la víctima en su calzado. La p olicía sostuvo desde el primer momento que Recio actuó siguiendo un plan premeditado en colaboración con su esposa. Resulta comprensible la indignación que siguió a esta sentencia emitida por el Tribunal Superior de Cataluña. A pesar de que el presidente de dicho tribunal, Guillem Vidal, la calificara de
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cie de neutralidad aséptica da la impresión de complicidad con el violento». 10 En efecto, este último comentario pone el dedo en la llaga. El mensaje que transmite la sentencia del tribunal catalán es algo como lo siguiente: «no importa que el agresor haya destrozado a la víctima (puesto que, literalmente, 70 puñaladas frenéticas destrozan un cuerpo), no parece que le gustara hacerlo, fue colérico, no sádico». En esta disquisición sobre los galgos o los podencos subyace la idea de que la sociedad ha de atender más a una dogmática jurídica contraria al sentido común que a las necesidades que tiene la misma sociedad en el sentido de extirpar la cultura de la violencia —especialmente la psicopática— que i mpregna todas sus capas. Esta coartada para justificar, de un modo u otro, la violencia, constituye uno de los principales baluartes de la psicopatía. En este libro hemos reflexionado sobre los modos sutiles en que el camaleón se disfraza para infiltrarse en los órganos vitales del tejido social. Ninguna parcela social puede sentirse ajena a esta amenaza. Así, nuestra competitividad a ultranza hace que el psicópata emponzoñe las empresas fingiendo ser un trabajador leal. Nuestros intelectuales justifican la maldad más absoluta porque presentan sin rubor a los psicópatas como rebeldes contra un sistema social que no les gusta, o contra la política de determinados países. Así, psicópatas tan extraordinarios como el marqués de Sade o Sadam Hussein se glorifican bajo el signo de que se enfrentan a un poder mayor que el de ellos (el conservadurismo de las fuerzas contra-revolucionarias en la Francia del siglo XVIII en el primer caso, y la hegemonía de Estados Unidos en el segundo). Fiemos visto también que los estados pueden alentar 10. El Pa ís, 28 de enero de 1 999.
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estructuras psicopáticas dentro de ellos, incluso aunque se trate de democracias. Estados Unidos cometió el error de apoyar a Hussein cuando le convenía para su conflicto con Irán, y no comprendió a quién apoyaba hasta que fue demasiado tarde. España, en los años 80, f ue un ejemplo de esto; cuando el dinero fácil se convirtió en una meta socialmente bien vista, los psicópatas no tardaron en aprender «de qué iba el juego», y treparon hasta lugares muy elevados. La justicia no está al margen de esta pelea en que todos estamos inmersos. Con sus sentencias elabora un discurso social que tiene profundas repercusiones en la solidez de las convicciones honestas que deben ser los pilares de nuestra cultura. Y se mire por donde se mire, el camaleón le metió un gol por toda la escuadra al Tribunal Superior de Cataluña, sin que nos pueda consolar la excelencia de la técnica jurídica empleada.
9.2.4. A la búsqueda del hombre y la mujer prosocial
La máxima ambición del ser humano en el próximo siglo ha d e ser combatir la psicopatía en todas sus manifestaciones. Lo contrario del camaleón es la honestidad, la creencia en unos principios sólidos. Lo contrario de la psicopatía es el altruismo. Es éste el gran reto. ¿Cómo lograr hombres y mujeres que consigan armonizar el progreso técnico y material con una conciencia mayor de que no se puede aceptar estilos de vida que provoquen sufrimiento y muerte a los demás? Una visión contraria —que considera al camaleón como un «nuevo hombre», mucho más preparado para el éxito y el poder— tendría sobre nuestro futuro unas consecuencias todavía no predecibles. Si consideramos al psicópata un «superhombre», como desgraciadamente ha sido reverenciado en muchas ocasiones, podría cumplirse el enigma
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amenazante de Nietzsche cuando hace decir a Zarathustra que «El hombre es una cuerda tendida entre la bestia y e l superhombre: una cuerda sobre el abismo» .'t Pero una de las formas de caer en ese abismo es, precisamente, asir nuestro anhelo de un mundo «más civilizado» con la imagen de un «superhombre» egocéntrico e insensible, cuyas máximas aspiraciones estén en lograr poder sobre los demás, tanto a través de su lugar en una jerarquía como por su influencia mediante la manipulación y el engaño. No creemos que la i magen del psicópata figure en ningún futuro ideario educativo y social en nuestras escuelas o tertulias, pero quizás el punto crucial es que podemos llegar a él si desarrollamos una malla social que disgrega biografías en lugar de darles un sentido de coherencia, o si somos incapaces de preguntarnos qué tipo de persona estamos formando en medio de una preocupación monotemática monotemática por el bienestar material o los índices económicos. En el fondo de toda esta cuestión hay un profundo error que pocos quieren advertir. El camaleón representa la sociedad hedónica, sin ataduras ni responsabilidad, cu yas metas acaban y empiezan en el beneficio personal. Se es alguien «muy listo» y «un triunfador» cuando puedes demostrar a los otros que eres implacable en lograr tus objetivos. El rito de convertirse en adulto se vertebra en nuestra sociedad cuando se demuestra autonomía autonomía económica. El problema es cuando para alcanzar ese estado no i mportan los medios a utilizar. Ésta es una trayectoria suicida. iQué lejos está esta visión moderna de la idea de Descartes de que más vale «derrotar los propios deseos antes que el orden del ninclo»P 2 11 . E Nietzsche, Así habló Zarathustra. «Prólogo de Zarathustra», IV, P. 44. 12 . Pascal Bruckner (1996), La tentación de la inocencia. Barcelona: Anagrama, p. 107.
3 03
nata de (.1(• en el viejo debate consiste nt een 1,1-1 que Iiiintbie peudera su virtud contaminad op or vil., (4 1 1 1 1 1 «la y el progreso. Nada de eso. Bienvenid o •,4 1 1 I • 1 1 1 1 114441,1 1 , eacervo científico y tecnológico. Sólo ipt• ► 4'111)4% ',II 1 HW( :1 p iee l precio no ha de ser, no kuede ser, :11 ( 11•',111i1 11111 1 111/N d e la i magen de la verdadera libertad a la w , 11,•1los de conliar el futuro de nuestra especie. La liq ,c1 1.111 11/ ¡Hiede crecer en el seno de una sociedad indifepreocupación por el otro, justo ► 4•111 1. ante /I sentido de la preocupación la gi ah carencia del psicópata: «Pero ser libre significa en pi i mer lugar gozar de los vínculos de afecto y reciprocidad que nos unen a nuestros semejantes y hacen que seamos personas con vínculos, personas llenas». 13 Ablinda ► do en esta idea, el analista norteamericano Fran( is Fukuyania ha calificado a los cambios acaecidos (ni la llegada de la sociedad postindustrial o de la infor111 i14 ió11 como «la gran perturbación»." perturbación»." Se refiere refiere a que la 1 1 1 1 ► 1 1 - i' del individualismo y el deseo de lograr un bienes1 . 1 1 material a toda costa ha provocado la erosión de la (i g(•i•i3 socializadora por excelencia --la familia— y, con clk›, el descrédito de virtudes sociales como la honestidad, la reciprocidad y el compromiso. En esta época —arguII l e: i ta Fukuyama—, desde principios de la década de 1960 basta la actualidad, el desarrollo económico se ha fundanulitado en la creencia ciega de que el sometimiento a las leyes razonables y a las instituciones supone una base sólida para desarrollar una sociedad que ve en el manejo rápido y eficaz de la información un camino expedito para el bienestar. El individualismo se exacerba porque se ve en la tolerancia la mayor virtud, y en la libertad de elegir el mayor de los logros de la vida civil. Pero ello ha supues1
1 1(
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.
:
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13. La tentación de la inocencia, p. 147. 14. E Fukuyama Fukuyama (1999), The great disruption. Londres: Profile Books, (:Títulos 1 y 2.
lo un coste extraordinario: la desaparición del sentido de responsabilidad compartida, de vinculación significativa que solía producir la vida generada al calor de familias unidas y de comunidades integradas. Y en efecto, el cambio tecnológico de los últimos 40 años ha modificado nuestras familias y nuestros barrios. Estamos más solos y menos comprometidos con los demás en el día a día. El aumento de la violencia, imparable, en ese periodo en todos los países occidentales no ha sido sino la respuesta lógica a esa situación. Fukuyama, no obstante, cree que la sociedad sabrá generar, más tarde o más temprano, un nuevo código de valores y de relaciones que volverá a ser eficaz en el logro de una sociedad cohesionada y menos violenta. Pero ahora tenemos motivos para sentirnos inquietos. La pregunta más angustiosa es la de si seremos capaces de invertir la curva de la psicopatía. En la nueva regeneración moral de la que habla Fukuyama se tendrá que luchar contra este desorden. Porque su expansión, como hemos visto, es un grave cáncer para cualquier pueblo. Ignacio Sotelo se preguntó algo muy semejante, en su análisis del «hombre nuevo» del próximo milenio:' 5 Este hombre nuevo, flexible al máximo, centrado en sí mismo, que se ha acostumbrado a vivir solo, con una malla de amistades y de relaciones, también flexibles y cambiantes, nada tiene que ver con el tipo de hombre que ha creado la civilización occidental desde la alborada griega. Entre los muchos problemas no resueltos que plantea el «hombre nuevo» del capitalismo triunfante, el más obvio es que no está nada claro cómo eliminada la familia y emancipada la mujer, una vez que se
15. Ignacio Sotelo para El País, 1 de febrero de 1999.
integre en un mundo laboral con una gran movilidad horaria y geográfica, podrá reproducirse y educar a los hijos.
Un «hombre nuevo... centrado en sí mismo». Quizás sea esto lo último que nece sitarnos para el futuro que ahora comienza: un hombre miedoso, preocupado «por lo suyo», desconectado de la realidad vital de los que le rodean. El medio idóneo para el camaleón.
Í NDICE
1. PRESENTANDO AL CAMALEÓN/PSICÓPATA ....... 1.1. SAURIO/REPTIL ........................................................................................... 1.2. CAMUFLAJE ..................................................................................................... 2. LAS CARACTERÍSTICAS DEL PSICÓPATA (EL PSICÓPATA CRIMINAL) ..................................
2.1. Los PSICÓPATAS CRIMINALES ............................................................... 2.1.1. La extensión del problema .................................... 2.1.2. Imagen global del camaleón/psicópata ................. 2.1.3. ¿Maldad o enfermedad mental? ............................ 2.1.4. Tres tipos de anormalidad ..................................... 2.1.5. Sobre la terminología ........................................... 2.1.6. Desarrollo histórico del concepto .......................... 2.2. Los RASGOS DE LA PSICOPATÍA ........................................................ 2.2.1. Área emocionallinterpersonal ............................... Locuacidad y encanto superficial ...................... Egocentrismo y grandioso sentido de la propia valía ............................................................ Falta de remordimientos o de sentimientos de culpa ........................................................... Falta de empatía ................................................. Mentiroso y manipulador .................................. Emociones superficiales .....................................
2.2.2. Aspectos del estilo de vida ..................................... I mpulsividad ...................................................... Deficiente control de la conducta ..................... Necesidad de excitación continuada ................. Falta de responsabilidad responsabilidad .................................... Problemas precoces de conducta ....................... Conducta antisocial adulta ................................. 2.3. LA METÁFORA DEL MAL ........................................................................
2.3.1. Una herida abierta ................................................ 2.3.2. Juegos peligrosos ................................................... 2.3.3. El mal absoluto .....................................................
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ORIGE,NES Y DESARROLLO 1.1 .¿(_)I 1F )R ic ; E N A U N 1 . 1.1. Planeas Gage
.........
PSICÓPNIA?
1 1.2. Explicaciones desde dentro del individuo Esituli()s (le la emoción que no emplean el leitguaje Esnidios (le la emoción que sí emplean (.1 lenguaje
Potenciales evocados Psicópatas en el escáner Metáforas Lenguaje incongruente Asimetría cerebral Recapitulando: El camaleón simula la realidad
Un déficit cognitivo 3.1.3. Explicaciones desde fuera del individuo
...... 59
El impacto del psicópata en la organización ......
67
Cómo actúa el psicópata en la organización .........
...... ......
...... 80
....... 8 1 ....... 83
86
...... 88
La integridad
PERSONALIDADES ANORMALES
70
....... 73 ....... 75 ....... 76 ....... 77 ....... 78
11n desorden que afecta al comportamiento ético
....... 89
¿Una sociedad psicopática? 3.1.4. Una visión integrada (biosocial) de la g énesis (le la psicopatía 3.2. EL PSICÓPATA Y S U S DIFERENCIAS CON OTRAS
Los seguidores ........................................................ Los detractore s .......................................................
....... 6 0 ....... 6 0
...... 90
Fase primera: Entrada en la organización .......... Fase segunda: Evaluación ..................................... Fase tercera: Manipulación .................................. Fase cuarta: Confrontación .................................. 4.2.3. Profesionales varios ............................................... El alguacil alguacilado ....................................... El empresario tratante de esclavos ..................... El ciudadano Kane de la Amazonia ................... Policías desalmados ............................................ Los médicos ....................................................... El psicópata reverendo: La orden del Templo del Sol .............................................................. 5. EL ARTE Y LA PSICOPATÍA ...................................
5.1.
EL ARTE COMO PRODUCTO QUE EXALTA LA PSICOPATÍA ...........................................................................................................................
5.1.1. El problema ........................................................... ....... 95
Y LOS TRASTORNOS
5.1.2. 'El extranjero', de Albert Camus .........................
............ 98 MENTALES ....... 99 3.2.1.0tras personalidades anormales Trastorno antisocial de la personalidad ............ 100 Trastorn o narcis ista de la persona lidad ............. 104 Los neuróticos ................................................... 105
Las psicosis ........................................................
El deseo de rebasar todo límite y la admiración que suscita .......................................
107
4. EL HOMBRE DE NEGOCIOS Y EL PROFESIONAL ............................................... 113 4.1. TOMA EL DINERO Y CORRE: Luis ROLDÁN ................................. 115 4.2. EL CAMALEÓN SE TRANSFORMA EN SERPIENTE:
La influencia de la empatía sobre el juicio ........
5.1.3. El marqués de Sade ............................................... Sade, gran artista ................................................ El legado de Sade ..............................................
lan Brady .............................................................. Ted Bundy ............................................................. Sade nos ha legado el sadismo ...........................
5.1.4. Otros artistas .......................................................... Jack Unterweger ................................................ Andy Warhol ...................................................... Picasso ................................................................ Arthur Koestler .................................................
EL PSICÓPATA EN LAS ORGANIZACIONES .........................................................
119
4.2.1. Manuel Burgos y Antonio Abaslegui: alguien voló sobre el nido del cuco ............................................. 4.2.2. Las organizaciones están en un rápido proceso
120
5.2.1. Asesinos natos' .......................................................
de cambio, y esto favorece al psicópata ........................ ..
121
5.2.3. Asesinos natos' y Tulp Fiction' en la realidad ......
5.2. LAS PELÍCULAS
..........................................................................................................
5.2.2. Pulp Fiction' .........................................................
122 122 123 124 124 125 125 126 128 128 132 134 136 138
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11 1 !'7t1
' ,1
.......... 6. POLÍTICOS Y CRIMINALES DE GUERRA 199 ...................... 6.1. EL CÁNCER DE LA PSICOPATÍA EN EL ESTADO 200 ...................... 6.2. Los CRIMINALES DE GUERRA 203 6.2.1. Adolf Eichmann: el ingeniero del holocausto ............. 205 6.2.2. Hermann Goering, el psicópata «amable» 213 6.2.3. ¿Cómo se forma un criminal de guerra? .............. (Psicología del criminal de guerra) 214 Roles y otros procesos sociales en el origen de la crueldad ............................................. 215 ........ Autoselección y personalidad en los ag resores 215 Características que predisponen a los sujetos a la violencia (la persona potencialmente antisocial) ................................................... 216 Autoconcepto y visión del mundo ........................ 216 Valores morales y empatía ..................................... 216 Exclusión moral .................................................... 216 Competencia y orientación cognitiva a la agresión ............................................................... 217 Falta de autoconciencia y autoaceptación ........... 217 Orientación autoritaria y sus fuentes familiares .... 217 El fanático .................................................... 218 Las SS .......................................................... 219 El proceso de división del yo ......................... 220 6.2.4. Los jemeres rojos ................................................... 222 6.2.5. Sadam Hussein ....................................................... 223 6.3. EL CASO DurRoux: ALGO HUELE A PODRIDO 227 EN B É L G I C A .......................................................... 230 ..................................... 6.3.1. Primer plano de Dutroux 6.3.2. El entramado político de apoyo al camaleón belga ................................................................................ 233
7. EL MARIDO Y PADRE PSICÓPATA ..................... 239 239 7.1. EL MARIDO PSICÓPATA ........................................................................................ 7.1.1. El camaleón como «hombre de mundo» ................ 2 4 1 7.1.2. El proceso de caza ................................................. 242 7.1.3. Comportamientos sobresalientes esperables del
psicópata en la familia (cosas importantes que debería saber el cónyuge) ......................................................
246
7.1.4. Cómo liberarse de una relación con un psicópata ...........................................................................
251
El psicópata parásito ...................................... El psicópata posesivo ......................................
7.2. EL PADRE PSICÓPATA ............................................................................................ 7.2.1. Desapego afectivo .................................................. 7.2.2. Crueldad ................................................................. 7.2.3. Anomia ................................................................... 7.2.4. Egocentrismo ..........................................................
8. ¿ QUÉ DEBEN SABER LOS PADRES PARA HACER FRENTE A LA PSICOPATÍA EN SUS HIJOS? ................................................................ 8.1. SIGNOS PRECOCES ................................................................................................... 8.1.1. Egocentrismo persistente ....................................... 8.1.2. Coléricos y agresivos .............................................. 8.1.3. Incapaces de comprender puntos de vista y emociones en los otros 8.1.4. Crueldad y reactividad emocional aneste siada ................................................................................. 8.1.5. Manipulación, mentiras, falta de culpabilidad ......... 8.1.6. Adolescencia tiránica y desconcertante ................. 8.1.7. Irresponsabilidad permanente ............................... 8.2. ¿QUÉ PUEDEN HACER LOS PADRES? ...................................................... 8.2.1. Criterios para el niño preadolescente ................... 8.2.2. Conozca realmente a su hijo ................................ 8.2.3. Busque asesoramiento ........................................... 8.2.4. Controle las conductas más dañinas .................... 8.2.5. Establezca límites y consecuencias precisos .......... 8.2.6. Intente orientarle hacia lugares y estudios proclives a sus posibilidades ........................................... 8.2.7. Lograr una vida autónoma ...................................
251 254 257 258 259 261 262
265 266 268 269 270 271 272 274 278 280 281 284 285 285 286
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9. LA PSICOPATÍA, UNO DE LOS MAYORES DESAFÍOS DEL SIGLO XXI ............................... 291 ............................. 9.1. LA PSICOPATÍA, UN DESAFÍO HUMANO 291 9.1.1. ¿La psicopatía, en el punto de mira de la Iglesia católica? .............................................................. 291 9.1.2. Los psicópatas no sienten temor de Dios .............. 293 9.2. ¿QUÉ PODEMOS APRENDER DE MÁS DE CIEN AÑOS DE ESTUDIO CIENTÍFICO DEL PSICÓPATA? ................................................ 295 9.2.1. No confiemos en su bondad natural .................... 295
9.2.2. I lagamos"un esfuerzo porque impere una ley universal 1 . La ley y la moralidad se alimentan mutuamente ................................................................................ Ira homicida ...................................................... 9.2.4. A la búsqueda del hombre y la mujer prosocial .......
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Vicente Garrido
A M O R E S QUE MATAN
Acoso y violencia contra las mujeres
MIAR
Amores que matan Acoso y violencia contra las mujeres V icente GARRIDO
Vicente Garrido desvela en El psicópata que hay personas que no son lo que parecen, y que, en cuestión de amores, un psicópata está lejos de ser la pareja ideal. En Amores que matan analiza en detalle la violencia fisica y emocional contra la mujer, así como el acoso, una experiencia de terror psicológico que en muchas ocasiones puede quedar impune. Y lo hace de un modo inédito: presenta al agresor con una luz diáfana para que le conozcas y, sobre todo, para que estés alerta. En el libro descubrirás cómo el amor puede llegar a convertirse en una trampa mortal que necesitas prevenir y, en el peor de los casos, romper en mil pedazos. Hay, literalmente, «amores que matan», y este libro te enseña cómo enfrentarte a ellos.
Contra la violencia Las semillas del bien y del mal Vicente G ARRIDO
Todos nos estremecernos cuando conocemos el último crimen terrorista o el asesinato inexplicable de una víctima inocente. Pero también nos angustiamos cuando comprendemos que la crueldad, el rechazo de las normas morales y el odio conviven en nuestra sociedad sin que sepamos cómo responder en nuestro papel de ciudadanos, padres o maestros. La respuesta está en analizar y comprender los orígenes y el desarrollo de las personalidades violentas y crueles, así corno de las personas cuya vida es una testimonio de perseverancia en la bondad y en el coraje. En Contra la violencia se ponen al alcance de todos unos conocimientos imprescindibles para descifrar las claves de la violencia interpersonal de nuestra época. Porque nuestro futuro depende de las semillas que decidamos plantar: las del bien o las del mal.
El infierno de Marta
El infierno de Marta Pasqual ALAPONT y Vicente GARRIDO
En nuestra sociedad hay muchas personas que no son lo que aparentan. El escritor Pasqual Alapont pone al descubierto en esta novela la vida de Marta, una joven adolescente que pasa por una crisis sentimental e inicia una nueva relación con un joven atractivo y servicial. Sin embargo, tras el aparente carácter amable del nuevo novio, Marta comienza a descubrir signos de un peligroso psicópata con un pasado oscuro y aterrador. El psicólogo y criminalista Vicente Garrido es el autor del epílogo de este libro, titulado La máscara del amor. A partir de un clarificador análisis de la novela de Alapont, el profesor Garrido descubre al lector joven las actitudes sociales de un psicópata, desvela las claves para reconocerlo e indica cómo pueden evitar las jóvenes caer en una trampa mortal.