ANÁLISIS DE EL NIÑO DE JUNTO AL CIELO
1. AUTOR: Enrique Congrains Martín. -Nació en Lima, en 1932. -Hizo sus estudios primarios y secundarios en Lima. -Congrains es una persona polifacética y sobre todo con ese espíritu lleno de energía para impulsar la cultura en nuestro país. -Congrains es el autor que revela ese otro rostro oculto, mágico, casi irreal de la barriada: el rostro purulento de la corrupción moral. -Ha ejercido el periodismo desarrollando desarrollando temas sociales. -Sus obras más importantes de Enrique Congrains son: => Lima, hora cero (1954) => Kikuyo (1955) => No una sino muchas muertes (1957) 2. LOCALIZACIÓN: El niño de junto al cielo, pertenece al libro de cuentos Lima Hora Cero (1954). 3. GÉNERO LITERARIO: LITERARIO: Narrativo. Narrativo. 4. ESPECIE LITERARIA: Cuento. LITERARIA: Cuento. 5. FORMA DE EXPRESIÓN: Está escrito en prosa. 6. ESCUELA O MOVIMIENTO LITERARIO A LA QUE PERTENECE EL AUTOR: Enrique Congrains, pertenece al movimiento literario: Narrativa urbana.
7. ESTRUCTURA DE LA OBRA: El niño de junto al cielo carece de capítulos ya que es un cuento corto. 8. PERSONAJES DE LA OBRA: En el desarrollo de toda la obra, participan solamente dos personajes principales o protagonistas Esteban y Pedro. 9. AMBIENTE O ESPACIO: Los hechos o acontecimientos se desarrollan en la ciudad de Lima (la bestia del millón de cabezas), centrándose como escenario principal la Plaza San Martín. 10. EL TEMA: Es el engaño de un muchacho pícaro limeño a un muchacho provinciano. 11. ACCIONES: En ACCIONES: En el cuento El ni de junto al cielo se dan varias acciones importantes: -Esteban se encuentra 10 soles, un billete anaranjado. -Esteban se queda observando el juego de los niños. Hace amistad con Pedro. -Esteban le dice a Pedro que se ha encontrado diez soles ; Pedro le propone un negocio rentable. Enrique pensaba esconderse el billete. -Esteban y Pedro acuerdan mutuamente efectuar por la tarde un gran negocio. Esteban almuerza y regresa. -Ambos viajan en tranvía a la ciudad de Lima. -Esteban y Pedro instalan el negocio de las revistas en la Plaza San Martín. El negocio resultó redondo. Se vendió casi todas las revistas. -El pícaro Pedro envía a Enrique a que compre algo para comer, pues dice no haber almorzado. -El niño Enrique al regresar, se encuentra con la ingrata sorpresa de que su amigo Pedro no estaba. Lo busca desesperadamente y espera por dos horas y el niño Pedro, no aparece. -Esteban pregunta varias veces la hora; pero la ansiada espera es inútil. -Esteban regresa a su casa. 12. EL ARGUMENTO:
Un día el niño Esteban llega al cerro Agustino de Lima, procedent procedente e de Tarma. Al día siguiente baja del cerro, para conocer la ciudad de Lima, y se encuentra junto a la pista un billete de 10 soles. Esteban lo recoge y lo acaricia suavemente emocionado y lo mete en uno de sus bolsillos. Esteban sigue su camino y se encuentra con otro niño llamado Pedro de 10 años, sin casa y sin padres. Esteban y Pedro se hacen amigos. Pedro es un chiquillo pícaro y hábil y sabe ganarse la vida en la calle. Esteban le cuenta a Pedro que se ha encontra encontrado do un billete de diez soles. La plata despierta en Pedro una gran ambición. Pedro convence a Esteban para emprender un gran "negocio", comprar revistas revis tas y venderlas en la Plaza San Martín. Ellos viajan vi ajan en tranvía para allá y realizan el negocio de las revistas. Cuando casi todas las revistas se habían vendido y la plata estaba en poder del pícaro Pedro, éste, dijo que no ha almorzado y le encarga a Esteban que vaya a comprar un pan o un bizcocho. El niño Esteban muy inocentemente obedeció y se va a comprar y, al regresar, no encuentra ni a Pedro, ni a las revistas. Espera un buen tiempo y no regresa Pedro. Esteban regresa solo a su casa "de junto al cielo".
EL NIÑO DE JUNTO AL CIELO (Enrique Congrains) Por alguna desconocida razón, Esteban había llegado al lugar exacto, precisamente al único lugar..., Pero, ¿no sería, más bien, que "aquello" había venido hacia él? Bajó la vista y volvió a mirar. Sí, ahí seguía el billete anaranjado, junto a sus pies, junto a su vida. ¿Por qué, por qué él? Su madre se había encogido de hombros al pedirle él, autorización para conocer la ciudad, pero después le advirtió que tuviera tuvier a cuidado con los carros y con las gentes. Había descendido desde el cerro hasta la carretera y, a los pocos pasos, divisó "aquello" junto al sendero que corría paralelamente paralelame nte a la l a pista. Vacilante, incrédulo, se agachó y lo tomó entre sus manos. Diez, diez, diez, era un billete de diez soles, un billete que contenía muchísimas pesetas, innumerables reales. ¿Cuántos reales, cuántos medios, exactamente? Los conocimientos de Esteban no abarcaban tales complejidades y, por otra parte, le bastaba con saber que se trataba de un papel anaranjado que decía "diez" por sus dos lados. Siguió por el sendero, rumbo a los edificios que se veían más allá de ese otro cerro cubierto de casas, Esteban caminaba unos metros, se detenía y sacaba el billete de su bolsillo para comprobar su indispensable presencia. ¿Había venido el billete hacia él -se preguntaba- o era él, el que había ido hacia el billete? Cruzó la pista y se internó en un terreno salpicado de basura, desperdicios de albañilería y excremento; llegó a una calle y desde allí divisó al famoso mercado, el Mayorista, del que tanto
había oído hablar. ¿Eso era Lima, Lim a, Lima, Lima...? La palabra le sonaba a hueco. Recordó: que su tío le había dicho que Lima era una ciudad grande, tan grande que en la ella vivía un millón de personas, ¿La bestia con un millón de cabezas? Esteban había soñado hacía unos días, antes del viaje, en eso: una bestia con un millón de cabezas y ahora, él con cada paso que daba iba internándose dentro de la bestia. Se detuvo, miró y meditó: la ciudad, ci udad, el Mercado Mayorista, Mayorista, los edificios de tres y cuatro pisos, los autos, la infinidad de gentes -algunas como él, otras no como él- y el billete anaranjado, quieto, dócil en el bolsillo de su pantalón. El billete llevaba el "diez" por ambos lados y en eso se parecía a Esteban. El también llevaba el "diez" en su rostro y en su conciencia. El "diez años" lo hacía sentirse seguro y confiado, pero sólo hasta cierto punto. Antes cuando comenzaba a tener noción de las cosas y de los hechos la meta, el horizonte, había sido fijado en los diez años. ¿Y ahora? No, desgraciadamente no. Diez años no era todo. Esteban se sentía incompleto aún. Quizá si cuando tuviera doce, quizá si cuando llegara a los quince. Quizá ahora mismo, con la ayuda del billete anaranjado. Estuvo dando algunas vueltas, atisbando dentro de la bestia, hasta que llegó a sentirse parte de ella. Un millón de cabezas y ahora una más. La gente se movía, se agitaba, unos iban en una dirección, otros en otra y él, Esteban, con el billete anaranjado quedaba siempre al centro de todo, en el ombligo mismo. Unos muchachos de su edad jugaban en la vereda. Esteban se detuvo a unos metros de ellos y quedó observando el ir y venir de las bolas; jugaban dos y el resto hacía ruedo. Bueno, había andado unas cuadras, y por fin encontraba seres como él, gente que no se movía incesantemente de un lado a otro. Parecía, por lo visto, que también en la ciudad había seres humanos. ¿Cuánto tiempo estuvo contemplándolos? contemplándolos ? ¿Un cuarto de hora? ¿Media hora? ¿Una hora, acaso dos? Todos los chicos se habían ido, todos menos uno. Esteban quedó mirando mientras su mano dentro del bolsillo acariciaba el billete: -¡Hola, hombre! -Hola... -respondió Esteban susurrando, casi. El chico era más o menos de su misma edad y vestía pantalón y camisa de un mismo tono, algo que debió ser kaki en otros tiempos, pero que ahora pertenecía a esa categoría de colores vagos e indefinidos. -¿Eres de por acá? -le preguntó a Esteban.
-Sí, este... -se aturdió y no supo cómo explicar que vivía en el cerro y que estaba en viaje de exploración a través de un millón de cabezas. -¿De dónde ah?- se había acercado y estaba frente a Esteban. Era más alto y sus ojos inquietos le recorrían de arriba abajo -¿De dónde, ah? -volvió a preguntar. -De allá, del cerro- y Esteban señaló en la dirección en que había venido. -¿San Cosme? Esteban meneó la cabeza negativamente. ¿Del Agustino? -¡Sí, de ahí! -Exclamó sonriendo. Ese era el nombre, y ahora lo recordaba. Desde hacía meses cuando se entero de la decisión de su tío de venir a radi carse en Lima, venía averiguando cosas de la ciudad. Fue así como supo que Lima era muy grande, demasiado grande, tal vez; que había un sitio que se llamaba Callao y que allí llegaban buques de otros países; que habían lugares muy bonitos, tiendas enormes, calles larguísimas.. ¡Lima…! Su tío había salido dos
meses antes que ellos con el propósito de conseguir casa. Una casa. ¿En que sitio será?, le había preguntado a su madre. Ella tampoco sabía. Los dos corrieron, y después de muchas semanas llegó la carta que ordenaba partir. ¡Lima...! ¿El cerro del Agustino, Esteban? Pero él no lo llamaba así. Ese lugar tenía otro nombre. La choza que su tío había levantado quedaba en el barrio de Junto al Cielo. Y Esteban era el único que lo sabia. -Yo no tengo casa ... -dijo el chico después de un rato. Tiro una bola contra la tierra y exclamó: -Caray, no tengo. -¿Dónde vives, entonces? -se animó a inquirir Esteban. El chico recogió la bola, la froto en su mano y luego respondió: -En el mercado, cuido la fruta, duermo a ratos ... - Amistoso y sonriente, puso una mano sobre el hombro de Esteban y pregunto: -¿Cómo te llamas tú? -Esteban... -Yo me llamo Pedro -tiró la bola al aire y la recibió en la palma de su mano-. Te juego, ¿ya Esteban?
Las bolas rodaron sobre la tierra, persiguiéndose mutuamente. Pasaron los minutos, pasaron hombres y mujeres junto a ellos, pasaron autos por la calle, siguieron pasando los minutos. El juego había terminado. Esteban no tenía nada que hacer junto a la habilidad de Pedro. Las bolas al bolsillo y los pies sobre el cemento gris de la acera. ¿A dónde, ahora? Empezaron a caminar juntos. Esteban se sentía más a gusto en compañía de Pedro, que estando solo. Dieron algunas vueltas. Más y más edificios. Más y más gentes. Más y más autos en las calles. Y el billete anaranjado seguía en el bolsillo. Esteban lo recordó. -¡Mira lo que me encontré! -lo tenía entre sus dedos y el viento lo hacía oscilar levemente. -¡Caray! -exclamo Pedro y lo tomó, examinando al detalle- ¡Diez soles, caray! ¿Dónde lo encontraste? -Junto a la pista, cerca al cerro -explicó Esteban. Pedro le devolvió el billete y se concentró un rato. Luego preguntó: -¿Qué piensas hacer, Esteban? -No sé, guardarlos, seguro… -y sonrió tímidamente. -¡Caray, yo con una libra haría negocios, palabras que sí! -¿Cómo? Pedro hizo un gesto impreciso que podía revelar, a un mismo tiempo, muchísimas cosas. Su gesto podría interpretarse como una total despreocupación por el asunto -los negocios- o como una gran abundancia de posibilidades y perspectivas. Esteban no comprendió. -¿Qué clase de negocio, ah? -¡Cualquier clase, hombre!- pateó una cáscara de naranja que rodó desde la vereda hasta la pista; casi inmediatamente pasó un ómnibus que la aplanó contra el pavimento-. Negocios hay de sobra, palabra que sí. Y en unos dos días cada uno de nosotros podría tener otra libra en el bolsillo. -¿Una libra más? -preguntó Esteban asombrándose. -¡Pero claro, claro que sí...! -volvió a examinar a Esteban y le preguntó: - ¿Tú eres de Lima?
Esteban se ruborizó. No, él no había crecido al pie de las paredes grises, ni jugaba sobre el cemento áspero e indiferente. Nada de eso en sus diez años, salvo lo que ese día. -No, no soy de acá, soy de Tarma: llegué ayer… -¡Ah! -exclamó Pedro, observándolo fugazmente- ¿De Tarma, no? Había dejado atrás el mercado y estaban junto a la carretera. A medio kilómetro de distancia se alzaba el cerro del Agustino, el barrio de Junto al Cielo, según Esteban. Antes del viaje en Tarma, se había preguntado: ¿Iremos a vivir en Miraflores, al Callao, a San Isidro, a Chorrillos, en cuál de esos barrios quedará la casa de mi tío? Habían tomado el ómnibus y después de varias horas de pesado y fatigante viaje arriban a Lima. ¿Miraf1ores? ¿La Victor ia? ¿San Isidro? ¿Callao? ¿A dónde Esteban, a donde? Su tío había mencionado el lugar y era la primera vez que Esteban lo oía nombrar. Debe ser algún barrio nuevo pensó. Tomaron un auto y cruzaron calles y más calles. Todas diferentes pero cosa curiosa, todas parecidas también El auto los dejó al pie de un cerro. Casas junto al cerro, casas en mitad del cerro, casas en la cumbre del cerro. Habían subido y una vez arriba junto a la choza que había levantado su tío Esteban contempló a la bestia de un millón de cabezas. La “cosa” se extendía y se desparramaba,
cubriendo la tierra de casas, calles, techos, edificios. Más allá de lo que su vista podía alcanzar. Entonces Esteban había levantado los ojos, y se había sentido tan encima de todo -o tan abajo, quizá- que había pensado que estaba en el barrio de Junto al Cielo. -Oye, ¿quisieras entrar en algún negocio, conmigo? Pedro se había detenido y lo contemplaba, esperando respuesta. -¿Yo...? -titubeando preguntó: -¿Qué clase de negocios? ¿Tendrían otro billete mañana? -¡Claro que sí, por supuesto? -afirmó resueltamente. La mano de Esteban acarició el billete y pensó que podría tener otro billete más, y otro más y muchos más. Muchísimos billetes más, seguramente. Entonces el "diez años" sería esa meta que siempre habían soñado. -¿Qué clase de negocios se puede, ah? -preguntó Esteban. Pedro sonrió y explicó: -Negocios hay muchos... Podríamos comprar periódicos v venderlos por Lima: podríamos comprar revistas, chistes... -hizo una pausa y escupió con vehemencia. Luego dijo, entusiasmado:
-Mira, compramos diez soles de revistas y las vendemos ahora mismo, en la tarde, y tene¬mos quince soles, palabra. -¿Quince soles? -¡Claro, quince soles! ¡Dos cincuenta para ti y dos cincuenta para mí! ¿Qué te parece? Convinieron en reunirse al pie del cerro dentro de una hora; convinieron en que Esteban no diría nada, ni a su madre ni a su tío; convinie¬ron en que venderían revistas y que de la libra de Esteban, saldrían muchísimas otras. Esteban había almorzado apresuradamente y le había vuelto a pedir permiso a su madre para bajar a la ciudad. Su tío no almorzaba con ellos, pues en su trabajo le daban de comer gratis, completamente gratis, como había recalcado al explicar su situación. Esteban bajó por el sendero ondulante, saltó la acequia y se detuvo al borde de la carretera, justamente en el mismo lugar en que había encontrado, en la mañana, el billete de diez, soles. Al poco rato apareció Pedro y empezaron a caminar juntos, internándose dentro de la bestia de un millón de cabezas. -Vas a ver que fácil es vender revistas, Esteban. Las ponemos en cualquier sitio, la gente las ve y, listo, las compran para sus hijos. Y si queremos, nos ponemos a gritar en la calle el nombre de las revistas, y así vienen más rápido... ¡Y vas a ver qué bueno es hacer negocios... -¿Queda muy lejos el sitio? -preguntó Esteban, al ver que las calles seguían alargándose casi hasta el infinito. Qué lejos había quedado Tarma, qué lejos había quedado todo lo que hasta hacía unos días había sido habitual para él. -No, ya no. Ahora estamos cerca del tranvía y nos vamos gorreando hasta el centro. -¿Cuánto cuesta el tranvía? -¡Nada, hombre! -y se rió de buena gana- Lo tomamos no más y le decimos al conductor que nos deje ir hasta la Plaza San Martín. Más y más cuadras. Y los autos, algunos viejos, otros increíblemente nuevos y flamantes, pasaban veloces, rumbo sabe Dios dónde. -¿Adónde va toda esa gente en auto? Pedro sonrió y observó a Esteban. Pero, ¿a dónde iban realmente? Pedro no halló ninguna respuesta satisfactoria y se limitó a mover la cabeza de un lado a otro. Más y más cuadras, Al fin terminó la calle y llegaron a una especie de parque.
-¡Corre! -le gritó Pedro, de súbito, El tranvía comenzaba a ponerse en marcha. Corrieron. Cruzaron en dos saltos la pista y se encaramaron al estribo. Una vez arriba se miraron sonrientes. Esteban empezó a perder el temor y llegó a la conclusión de que seguía siendo el centro de todo. La bestia de un millón de cabezas no era tan espantosa como había soñado, y ya no le importó estar siempre, aquí o allá en el centro mismo, en el ombligo mismo de la bestia. Parecía que el tranvía se había detenido definitivamente, esta vez, después de una serie de paradas. Todo el mundo se había levantado de sus asientos y Pedro lo estaba empujando. -Vamos, ¿qué esperas? -¿Aquí es? -Claro, baja. Descendieron y otra vez a rodar sobre la piel de cemento de la bestia. Esteban veía más gente y las veía marchar -sabe Dios dónde- con más prisa que antes. ¿Por qué no caminaban tranquilos, suaves, con gusto como la gente de Tarma? -Después volvemos y por estos mismos sitios vamos a vender las revistas. -Bueno -asintió Esteban. El sitio era lo de menos, se dijo, lo importante era vender las revistas, y que la libra se convertiría en varias más. Eso era lo importante. -¿Tú tampoco tienes papá? -le preguntó Pedro, mientas doblaban hacia una calle por la que pasaban los rieles del tranvía. -No, no tengo... -y bajó la cabeza, entristecido. Luego de un momento, Esteban preguntó: -¿Y tú? -Tampoco, ni papá ni mamá. -Pedro se encogió de hombros y apresuró el paso. Después inquirió descuidadamente: -¿Y al que le dices "tío"? -Ah... Él vive con mi mamá, ha venido a Lima de chofer... –calló, pero enseguida dijo: -Mi papá murió cuando yo era chico...
-¡Ah, caray...! ¿Y tu "tío", que tal te trata? -Bien: no se mete conmigo para nada. -¡Ah! Habían llegado al lugar. Tras un portón se veían un patio más o menos grande, puertas, ventanas, y dos letreros que anunciaban revistas al por mayor. -Ven, entra- le ordenó Pedro. Esteban entró. Desde el piso hasta el techo había revistas, y algunos chicos como ellos, dos mujeres y un hombre, seleccionaban sus compras. Pedro se dirigió a uno de los estantes y fue acumulando revistas bajo el brazo. Las contó y volvió a revisarlas. -Paga. Esteban vaciló un momento. Desprenderse del billete anaranjado era más desagradable de lo que había supuesto. Se estaba bien teniéndolo en el bolsillo y pudiendo acariciarlo cuantas veces fuera necesario. -Paga- repitió Pedro, mostrándole las revistas a un hombre gordo que controlaba la venta. -¿Es justo una libra? -Sí, justo. Diez revistas a un sol cada una. Oprimió el billete con desesperación pero al fin terminó por extraerlo del bolsillo. Pedro se lo quitó rápidamente de la mano y lo entregó al hombre. -Vamos -dijo jalándolo. Se instalaron en la Plaza San Martín y alinearon las diez revistas en uno de los muros que circunda el jardín. Revistas, revistas, revistas señor, revistas señora, revistas, revistas. Cada vez que una de las revistas desaparecía con un comprador, Esteban suspiraba aliviado. Quedaban seis revistas y pronto de seguir así las cosas, no habría de quedar ninguna. -¿Qué te parece, ah? -preguntó Pedro, sonriendo con orgullo. -Está bueno, está bueno... -y se sintió enormemente agradecido a su amigo y socio. Revistas, revistas. ¿No quiere un chiste, señor? El hombre se detuvo y examinó las carátulas. ¿Cuánto? Un sol cincuenta, no más... La mano del hombre quedó indecisa sobre dos revistas.
¿Cuál, cuál llevará? Al fin se decidió. Cóbrate y las monedas cayeron, tintineantes al bolsillo de Pedro. Esteban se limitaba a observar, meditaba y sacaba sus conclusiones: una cosa era soñar allá en Tarma, con una bestia de un millón de cabezas, y otra era estar en Lima, en el centro mismo del universo, absorbiendo y paladeando con fruición la vida. El era el socio capitalista y el negocio marchaba estupendamente bien. Revistas, revistas, gritaba el socio industrial, y otra revista más que desaparecía en manos impacientes. ¡Apúrate con el vuelto!, exclamaba el comprador. Y todo el mundo caminaba aprisa, rápidamente. ¿A dónde van que se apuran tanto?, pensaba Esteban. Bueno, bueno, la bestia era una bestia bondadosa, amigable aunque algo difícil de comprender. Eso no importaba: seguramente con el tiempo, se acostumbraría. Era una magnífica bestia que estaba permitiendo que el billete de diez soles se multiplicara. Ahora ya no quedaban más que dos revistas sobre el muro. Dos nada más, y ocho desparramándose por desconocidos e ignorados rincones de la bestia. Revistas, revistas, chistes a sol cincuenta, chistes... Listo, ya no quedaba más que una revista y Pedro anunció que eran las cuatro y media. -¡Caray, me muero de hambre, no he almorzado... -prorrumpió luego. -¿No has almorzado? -No, no he almorzado... -observó a posibles compradores entre las personas que pasaban y después surgió: -¿Me podría ir a comprar un pan o un bizcocho? -Bueno-aceptó Esteban, inmediatamente. Pedro sacó un sol de su bolsillo y explicó: -Esto es de los dos cincuenta de mi ganancia, ¿ya? -Sí, ya sé. -¿Ves ese cine? -preguntó Pedro señalando a uno que quedaba en la esquina. Esteban asintió. Bueno, sigues por esa calle y a mitad de cuadra hay una tiendecita de japoneses. Anda y cómprame un pan con jamón o tráeme un plátano y galletas, cualquier cosa, ¿ya Esteban? -Ya. Recibió el sol, cruzó la pista, pasó por entre dos autos estacionados y tomó la calle que le había indicado Pedro. Sí, ahí estaba la tienda. Entró.
-Déme un pan con jamón -pidió a la muchacha que atendía. Sacó un pan de la vitrina, lo envolvió en un papel y se lo entregó. Esteban puso la moneda sobre el mostrador. -Vale un sol veinte- advirtió la muchacha. -¡Un sol veinte...! -devolvió el pan y quedó indeciso un instante. Luego decidió: -Déme un sol de piletas, entonces. Tenía el paquete de galletas en la mano y andaba lentamente. Pasó junto al cine y se detuvo a contemplar los atrayentes avisos. Miró a su gusto y, luego, prosiguió caminando. ¿Habría vendido Pedro la revista que le quedaba? Más tarde, cuando regresara a Junto al Cielo, se sentiría feliz, absolutamente feliz. Pensó en ello, apresuró el paso, atravesó la calle, espe¬ro que pasaran unos automóviles y llegó a la vereda a veinte a treinta metros más allá había quedado Pedro. ¿O se había confundido? Por qué ya Pedro no estaba en ese lugar, ni en ningún otro. Llegó al sitio preciso y nada, ni Pedro, ni revistas, ni quince soles, ni... ¿Cómo había podido perderse o desorientarse? Pero, ¿no era ahí donde habían estado ven¬diendo las revistas? ¿Era o no era? Miró a su alrededor. Sí, en el jardín de atrás seguía la envoltura de un chocolate. El papel era amarillo con letras rojas y negras, y él lo había notado cuando se instalaron, hacia más de dos horas. Entonces, ¿no se había confundido? ¿Y Pedro, y los quince soles, y la revista? Bueno, no era necesario asustarse, pensó. Seguramente se había demorado y Pedro lo estaba buscando. Eso tenía que haber sucedido, obligadamente. Pasaron los minutos. No, Pedro no había ido a buscarlo: ya estaría de regreso de ser así. Tal vez había ido con un comprador a conseguir cambio. Más y más minutos fueron quedando a sus espaldas. No, Pedro no había ido a buscar sencillo: ya estaría de regreso, de ser así. ¿Entonces...? -Señor, ¿tiene hora? -le preguntó a un joven que pasaba. -Sí las cinco en punto. Esteban bajó la vista, hundiéndola en la piel de la bestia y prefirió no pensar. Comprendió que de hacerla, terminaría llorando y eso no podía ser. Él ya tenía diez años, y diez años no eran ocho, ni nueve. ¡Eran diez años! -¿Tiene hora, señorita? -Sí –sonrió y dijo con una voz linda-. Las seis y diez y se alejó presurosa.
¡Y Pedro, y los quince soles y la revista…! ¿Dónde están? Desgraciadamente no lo sabía y solo
quedaba la posibilidad de esperar y seguir esperando... -¿Tiene hora. Señor? -Un cuarto para las siete. -Gracias. ¿Entonces...? Entonces. ¿Ya Pedro no iba a regresar…? ¿Ni Pedro ni los quince soles, ni la revista iban a regresar entonces…? Decenas de letreros luminosos se habían encendido.
Letreros luminosos que se apagaban y se volvían a encender; y más y más gente sobre la piel de la bestia. Y la gente caminaba con más prisa ahora. Rápido, rápido, apúrense, más rápido aún, más, más, hay que apurarse muchísimo más, apúrense más... Y Esteban permanecía inmóvil, recostado en el muro, con el paquete de galletas en la mano y con las esperanzas en el bolsillo de Pedro... Inmóvil, dominándose para no terminar en pleno llanto. Entonces, ¿Pedro lo había engañado...? ¿Pedro, su amigo, le había robado el billete anaranjado...? ¿O no sería más bien, la bestia con un millón de cabezas la causa de todo…? Y, ¿acaso no era Pedro parte integrante de la bestia...? Sí y no. Pero ya nada importaba. Dejó el muro, mordisqueó una galleta y desolado, se dirigió a tomar el tranvía.
EL NIÑO DE JUNTO AL CIELO ENRIQUE CONGRAINS MARTÍN Resumen de la obra el niño de junto al cielo de Enrique Congrains Martín es el siguiente: Esteban y su madre llegan a Lima procedente de Tarma. Se ubican en una choza que la pareja de su madre había construido en el cerro del Agustino. Él había viajado de Tarma con dos meses de anticipación, para construir la choza. Para Esteban era la choza en el barrio de junto al cielo, Esteban esperaba llegar en un barrio de Miraflores, el callao, la Victoria. Eran los lugares que tenía referencia. Su tío, así le decía esteban a la pareja de su madre, le dice que lima es muy grande, que en ella vivía un millón de personas. A lo que Esteban lo llamaba la bestia de un millón de cabezas y más uno, porque ahora él estaba dentro de la bestia. El niño Esteban al día siguiente de haber llegado, baja del cerro, para conocer la ciudad, con anticipación de su madre que tuviera cuidado con los carros y las gentes. Al bajar del cerro hasta la carretera, divisó junto a la vía un billete
anaranjado, que el aire iba moviendo, incrédulo se agachó y lo tomó, era un billete de diez, lo guardo en el bolsillo, cruzo la pista, paso por un basurero, y llego a una calle, desde ahí diviso el mercado “el mayorista”, estaba dando vueltas dentro de la bestia, y vio a unos niños que jugaban en una vereda, de pronto todos se fueron menos Pedro, el niños se acercó amigable y le pregunto cómo se llamaba y de donde era, Esteban le hizo una seña con la mano, indicando el lugar, del agustino dijo Pedro, si añadió Esteban Jugaron bolas un rato, y esteban se sintió en confianza, y le mostró los diez soles. Pedro le propuso ir vender revistas en la plaza de San Martín y así ganarían 15 soles, esto emocionó a Esteban, quien regreso a casa y almorzó rápidamente para salir con pedro. Juntos salieron y cogieron el tranvía que los llevaría hasta la Plaza San Martín, caminaron hasta un portón donde un letrero anunciaba revistas al por mayor, Pedro seleccionó y dijo paga, Esteban vaciló, no fue fácil desp renderse de su billete, sacó el billete del bolsillo y Pedro se lo quitó de la mano y pagó. Se instalaron en la plaza de San Martín, y el negocio comenzó a venderse; el socio gritaba revistas, revistas. Esteban miraba, él era el socio capitalista, faltaban seis, luego dos, luego uno, de pronto ya eran las cuatro y media. Pedro con el fin de quedarse con el dinero y la revista, dice tener hambre como pretexto y pide a esteban que le comprara un bizcocho en el cine que estaba en una esquina. Extrajo un sol de su bolsillo, esto es de mi ganancia le dijo a Esteban. Esteban pidió un pan con jamón costaba 1.2 compró galletas, regresó al puesto de ventas y ya no estaba Pedro, tal vez me demore mucho y fue a verme, o fue a cambiar sencillo, se dijo. Ya era las cinco, y las seis, y ya marcaba la siete, y no aparecía Pedro ni las revistas y mucho menos los quince soles. Esteban comprende lo difícil que es para un extraño vivir en una ciudad tan grande y desconocida, mordisqueó una galleta y se dirigió a tomar el tranvía de regreso. Esto ha sido el resumen el niño de junto al cielo
El NIÑO DE JUNTO AL CIELO ANALISIS LITERARIO DE LA OBRA EL NIÑO DE JUNTO AL CIELO DATOS DE LA OBRA EL NIÑO DE JUNTO AL CIELO
TITULO: EL NIÑO DE JUNTO AL CIELO. AUTOR : Enrique Congrains Martín. GÉNERO LITERARIO: Narrativo. ESPECIE LITERARIA: Cuento. ESCUELA LITERARIA AL QUE PERTENECE EL AUTOR:realismo urbano ÉPOCA: Contemporánea GÉNERO LITERARIO: Narrativo ESPECIE LITERARIO: Cuento LOCALIZACIÓN DEL TEXTO: “El niño de junto al cielo” es un cuento que pertenece al libro de cuentos “Lima Hora cero” (1954). FORMA DE EXPRESIÓN: El cuento “El niño de junto al cielo” está escrito en prosa. ESTRUCTURA DE LA OBRA: la obra carece de capítulos PERSONAJES DE EL CUENTO EL NIÑO DE JUNTO AL CIELO Esteban: un niño de diez años, que llega de la sierra, para conocer lima, que se
encuentra diez soles. y es engañado por pedro en un negocio que ambos emprenden.
Pedro: Es un niño que a su corta edad, se muestra como un adulto, es palomilla, y engaña a Pedro llevándose todo el dinero ganado en la venta de las revistas.
PERSONAJES SECUNDARIOS DEL CUENTO EL NIÑO DE JUNTO AL CIELO tío: es el padrastro de Esteban, vivía con su mama, Trabajaba como chofer, quien
comenta a Esteban que lima es muy grande, él construye la choza en el cerro el agustino.
La madre de esteban niños que jugaban bolas en la vereda con Pedro
AMBIENTE: los hechos se desarrollan en la ciudad de lima (la bestia del millón de cabezas), a las faldas del cerro el Agustino, teniendo como escenario principal la Plaza San Martin TEMA: el engaño realizado por un muchacho pícaro( que simboliza a la bestia), a un niño inocente de provincia VOCABULARIO ENCONTRADO EN EL CUENTO EL NIÑO DE JUNTO AL CIELO Incrédulo: Adj. Que no cree fácilmente y a la ligera si descreído, escéptico. Peseta: Unidad monetaria de España.
ANALISIS LITERARIO DE "EL NIÑO DE JUNTO AL CIELO"
ANALISIS LITERARIO DE “EL NIÑO DE JUNTO AL CIELO” I.- DATOS DE LA OBRA a.- TÍTULO DE LA OBRA: “El niño de junto al cielo” b.- AUTOR: Enrique Congrains c.- ESCUELA LITERARIA AL QUE PERTENECE EL AUTOR: realismo urbano d.- ÉPOCA: Contemporánea e.- GÉNERO LITERARIO: Narrativo f.- ESPECIE LITERARIO: Cuento g.- LOCALIZACIÓN: “El niño de junto al cielo” es un cuento que pertenece al libro de cuentos “Hora zero”.
h.- FORMA DE EXPRESIÓN: El cuento “El niño de junto al cielo” está escrito en prosa.
II.- DATOS DEL AUTOR a.-Biografía: Enrique Congrains Martín Nació en Lima, en 1932. Desde muy joven se nutrió de la lectura de las obras clásicas de los grandes de la literatura universal hasta que en 1954, nos sorprendió con su primer libro de cuentos “Lima, hora cero”. Su carrera de escritor lo alternó con la promoción cultural. Congrains está considerado como uno de los escritores más importantes de la generación del 50, de la formaron partes otros escritores notables como: Julio Ramón Ribeyro, Luis Loayza, Carlos E. Zavaleta,Elleodoro Vargas Vicuña y la olvidada narradora Sara María Larrabure y así como también los poetas Washington Delgado, Francisco Bendezú, Juan Gonzalo Rose, Pablo Guevara, Carlos Germán Belli, Alejandro Romualdo y entre otros. En 1955, salió a luz su obra de cuentos “Kikuyo” y dos años después publicará su primera novela “No una sino muchas muertes”. Congrains dejará de publicar muchos años hasta que el 2008, nos sorprenderá con su segunda novela “El narrador de historias” y en el 2009 publicó su última obra literaria “999 palabras para el planeta”. También hizo una buena selección de cuentos en el libro que publicó en 1964“Antología del cuento hispanoamericano”, editorial Juan Mejía Baca. Falleció
el 6 de julio de 2009, en la ciudad de Cochabamba, Bolivia.
b.- Producción literario: -“Lima, hora cero”, cuentos, 1954 -“Kikuyo”, cuentos, 1955 -“No una sino muchas muertes”, novela 1957 -“Domingo en jaula de esteras”, cuentos
-“El narrador de historias”, novela, 2008 -“999 palabras para el planeta”, novela, 2009
ANÁLISIS DE LA OBRA LITERARIA 1.- ANÁLISIS LITERARIO DEL CONTENIDO O FONDO A.- LOS PERSONAJES a.- Personajes principales. Los personajes principales o centrales del cuento “El niño de junto al cielo” son: Esteban y Pedro, quienes cumplen su papel que le corresponden: -Esteban: Es un niño provinciano que llega de la sierra, Tarma, para conocer Lima. Es inocente y demasiado confiado que es engañado por Pedro. -Pedro: Es un niño palomilla que tiene malas costumbres que vive en lacalle y que no tiene ni padre ni madre. Es limeño y le engaña vilmente a Esteban. Era alto y de ojos inquietos. b.- Personajes secundarios: Los personajes secundarios que participan en la obra son: -La mamá de Esteban -El tío de Esteban -Unos muchachos que juegan a las bolitas en la verada B.- EL ESCENARIO Las acciones o hechos que realizan los personajes se desarrollan en la ciudad de Lima (la bestia del millón de cabezas), centrándose como escenario principal: la Plaza de San Martín. C.-LAS ACCIONES Las acciones más importantes del cuento “El niño de junto al cielo, son:
-El niño Esteban se encuentra diez soles. -Esteban se queda observando el juego de los niños y hace amistad con Pedro, un muchacho pícaro. -Esteban muy confiado le cuenta a Pedro que se ha encontrado diez soles, el billete anaranjado; Pedro le propone realizar un negocio rentable. -Esteban y Pedro acuerdan mutuamente efectuar por la tarde un gran negocio. Esteban almuerza y regresa. -Esteban y Pedro viajan en tranvía al centro de Lima (Plaza San Martín) -Los dos muchachos instalan el negocio de las revistas en la Plaza San Martín. El negocio resultó redondo. Se vendió casi todas las revistas. -El mentiroso Pedro le envía a Esteban a que compre algo para comer, pues dice no haber almorzado. -El niño Esteban al regresar, se encuentra con la ingrata sorpresa de que su amigo Pedro no estaba. Lo busca desesperadamente y no lo encuentra, luego lo espera por dos horas y Pedro no aparece. -El niño Esteban regresa a su casa muy triste. D.- EL TIEMPO El escritor Congrains escribe el cuento en tiempo pasado:
-Siguió por el sendero, rumbo a los edificios que se veían más allá de ese otro cerro cubierto de casas. Esteban caminaba unos metros, se detenía y sacaba el billete de su bolsillo para comprobar su indispensable presencia. ¿Había venido el billete hacia él -se preguntaba- o era él, el que había ido hacía el billete? - Estuvo dando algunas vueltas, atisbando dentro de la bestia, hasta que llegó a sentirse parte de ella. Un millón de cabezas y, ahora, una más. La gente se movía, se agitaba, unos iban en una dirección, otros en otra, y él. Esteban, con el billete anaranjado, quedaba siempre en el centro de todo, en el ombligo mismo. - Esteban bajó la vista, hundiéndola en la piel de la bestia y prefirióno pensar. Comprendió que, de hacerlo, terminaría llorando y eso no podía ser. Él ya tenía diez años, y diez años no eran ocho, ni nueve. ¡Eran diez años! E.- EL TEMA El tema central o principal del cuento es el engaño de un muchacho pícaro limeño (Pedro) a un niño provinciano (Esteban) F.- ESTRUCTURA El cuento “El niño de junto al cielo” está estructurado según la narración lineal clásica: presentación, nudo y desenlace. *Presentación: Esteban encuentra un billete de diez soles. El protagonista Esteban se hace amigo del pícaro Pedro y a éste enseña el dinero que lleva en su bolsillo. *Nudo: Pedro le propone a Esteban, realizar un negocio rentable. Viajan al centro de Lima para comprar y vender revistas. Cuando están por vender casi todas las revistas, Pedro que tiene el dinero en su poder, le pide a Esteban que vaya a comprar un pan o un bizcocho. Esteban lo obedece. Desenlace: Esteban, al regresar no encuentra ni a Pedro y ni las revistas. Fue engañado vilmente por su amigo Pedro. G.- EL ARGUMENTO El argumento del cuento “El niño de junto al cielo” es el siguiente: “Un día, el niñ o Esteban al cerro El Agustino de Lima procedente de Tarma. Al
día baja del cerro para conocer la ciudad de Lima y se encuentra junto a la pista diez soles, un billete de color anaranjado. Esteban lo re coge, lo acaricia suavemente con suma emoción y luego lo mete en su bolsillo. El niño sigue su camino y se encuentra con el pícaro Pedro que tiene diez años y que vive en la calle. Esteban y Pedro se hacen amigos. Esteban le cuenta a Pedro que se ha encontrado un billete de diez soles. Pedro al ver el dinero siente un deseo grande de apropiarse lo que Esteban guarda en el bolsillo con mucho recelo. Pedro convence a Esteban para
emprender un gran negocio rentable: comprar y vender revistas. Ambos muchachos viajan en tranvía al centro de Lima y compran las revistas. Van a la Plaza San Martín y se ponen a vender las revistas. Cuando ya casi todas las revistas se habían vendido y la plata estaba en poder del pícaro Pedro, éste le dice que todavía no ha almorzado y le encarga a Esteban que vaya a comprar un pan o un bizcocho. El niño Esteban inocentemente obedece y se va a comprar y, al regresar no encuentra ni a Pedro ni a las revistas que faltaban vender. Espera un buen tiempo y Pedro no regresa. Esteban vuelve a su casa “de junto al cielo” muy desengañado de su amigo Pedro. 2.- ANÁLISIS LITERARIO DE LA EXPRESIÓN O FORMA A.- EL PUNTO DE VISTA DEL NARRADOR
El cuento “El niño de junto al cielo”, el notable escritor Enrique Congrains escribe en tercera persona, mejor dicho” el narrador es “ omnisciente”: -“Cruzó la pista y se (él) internó en un terreno salpicado de basura, desperdicios de albañilería y excremento;(él) llegó a una calle y desde allí (él) divisó al famoso mercado, el Mayorista, del que tanto había oído hablar. ¿Eso era Lima, Lima, Lima…? La palabra le sonaba a hueco. Recordó: su tío le había dicho que Lima era una ciudad grande, tan grande que en ella vivía un millón de personas . - “Unos muchachos de su edad (ellos) jug aban en la vereda. Esteban se detuvo a unos metros de ellos y (él) quedó observando el ir y venir de las bolas; jugaban dos y el resto hacía ruedo. Bueno, había andado unas cuadras y por fin encontraba seres como él, gente que no se movía incesantemente de un lado a otro. Parecía, por lo visto, que también en la ciudad había seres humanos . - Pedro s onr ió y observó a Esteban. Pero, ¿a dónde iban realmente? Pedro no halló ninguna respuesta satisfactoria y se (él)limitó a mover la cabeza de un lado a otro. Más y más cuadras. Al fin terminó la calle y (ellos) llegaron a una especie de parque . B.- LOS RECURSOS LITERARIOS ”
”
“
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El escritor se valió de los recursos para escribir su famoso cuento “El niño de junto al cielo” que es una obra literaria de corte social.
En el cuento podemos encontrar las siguientes figuras literarias: a.- La metáfora: -“Esteban había soñado hacía unos días, antes del viaje, en eso: una bestia con un millón de cabezas. Y ahora, él, con cada paso que daba, Iba internándose dentro de la bestia.
-“Descendieron y otra vez a rodar sobre la piel de cemento de la bestia. Esteban veía más gente y las veía marchar –sabe Dios, dónde- con más prisa que antes … ”.
b.- Símil o comparación: -“El billete llevaba el “diez” por ambos lados y en eso se parecía a Esteban. Él también llevaba el “diez” en su rostro y en su conciencia. El “diez años” lo hacía sentirse seguro y confiado, pero sólo hasta cierto punto… ”.
c.-Epítetos: -“Esteban se ruborizó. No, él no había crecido al pie de las paredesgrises, ni jugado sobre el cemento áspero e indiferente. Nada de eso en sus diez años, salvo lo de ese día…” d.- Exclamativas: -“¡Claro, quince soles! ¡Dos cincuenta para ti y dos cincuenta para mí!” -“ ¡Un sol veinte… ! –devolvió el pan y quedó indeciso un instante… ” e.- Interrogativas: -“¿Cuánto tiempo estuvo contemplándolos? ¿Un cuarto de hora? ¿Media hora? ¿Una hora, acaso dos? Todos los chicos se habían ido, menos uno. Esteban quedó mirándolo, mientras su mano dentro del bolsillo acariciaba el billete”. -“Habían dejado atrás el mercado y estaban junto a la carretera. A medio kilómetro de distancia se alzaba el cerro del Agustino, el barrio de Junto al Cielo, según Esteban! Antes del viaje, en Tarma, se había preguntado: ¿Iremos a vivir a Miraflores, al Callao, a San Isidro, a Chorrillos, en cuál de esos barrios quedará la casa de mi tío? Había tomado el ómnibus y después de varias horas de pesado y fatigante viaje, arriban a Lima. ¿Miraflores? ¿La Victoria? ¿San Isidro? ¿Callao? ¿A dónde Esteban, a dónde? Su tío había mencionado el lugar y era la primera vez que Esteban lo oía nombrar.. .” f.- Hipérbole: -“Recordó: su tío le había dicho que Lima era una ciudad grande, tan
grande que en ella vivía un millón de personas ”. -“ Fue así como supo que Lima era muy grande, demasiado grande, tal vez; que había un sitio que se llamaba Callao g.- Enumeración: -“Se detuvo, miró y meditó: la ciudad, el Mercado Mayorista, los edificios de tres y cuatro pisos, los autos, la infinidad de gentes –algunas como él, otras no como él- y el billete anaranjado, quieto, dócil, en el bolsillo de su pantalón…” -“… había un sitio que se llamaba Callao y que ahí llegaban bu ques de otros países; que habían lugares muy bonitos, tiendas enormes, calles larguísimas…¡Lima…!
h.- reduplicación: -¿Por qué, por qué. él? -“Vacilante, incrédulo, se agachó y lo tomó entre sus manos. Diez, diez,diez era un billete de diez soles, un billete que contenía muchísimaspesetas, innumerables reales” C.- ESTILO El estilo del escritor Enrique Congrains se caracteriza por ser sencillo y directo. El estilo del escritor con que escribió el cuento facilita su lectura rápida así como también su comprensión.
IV- APRECIACIÓN CRÍTICA El cuento “El niño de junto al cielo” es breve y goza de calidad literaria. Está
narrado en tercera persona. es decir. El narrador es omnisciente. Los personajes principales de la obra cumplen su papel que le corresponde. El autor utiliza una metáfora impresionante y llamativa “La bestia con un millón de cabezas” y que se refiere a Lima, que es el escenario de la obra. El cuento está escrito en tiempo pasado y el escritor tiene un mucha habilidad en el manejo del lenguaje. Congrains emplea la narración lineal clásica para escribir su famoso cuento.
V.- VALORES DE LA OBRA a.- Valor literario: El cuento “El niño de junto al cielo” tiene un gran valor literario, ya que su autor maneja los recursos literarios con mesura y habilidad. El cuento, a pesar de su sencillez tiene un nivel literario respetable. b.- Valor moral: Enrique Congrains narra las vicisitudes que pasa el protagonista Esteban para conocer Lima, donde conocer la frialdad y la indiferencia de sus habitantes y así como también el engaño de parte de su amigo Pedro. El valor moral está presente en la obra, a través de la vida de Esteban, mientras en Pedro están presenten todos los antivalores morales. c.- Valor lingüístico: El cuento escrito por Enrique Congrains tiene un valor lingüístico, ya que el autor maneja magistralmente el lenguaje. El escritor introduce en la obra giros populares y así palabras que ya no se usan como: libra (billete de diez soles), medio (moneda de cinco centavos ), rea (moneda de diez centavos)l peseta (moneda de 25 centavos), gorrear (viajar sin pagar) y otros. VI.- MENSAJE DE LA OBRA: El mensaje del cuento de “El niño de junto al cielo” es que no debemos
aprovecharnos de la inocencia de los provincianos; pero también hay que de sconfiar de las personas que recién conocemos.
VOCABULARIO: atisbando: mirando, viendo capitalista: persona que dinero para un negocio caqui: color amarillento oscuro circundar: redondear, rodear convenir: acordar desolado: triste despreocupación: desinterés dócil: sumiso, apacible encaramarse: subirse fruición: goce, placer fugazmente: rápidamente gorrear: viajar sin pagar incrédulo: que no cree, desconfiado indefinible: que no se puede definir indispensable: que es necesario inquirir: preguntar, averiguar internarse: avanzas hacia adentro libra: billete de 10 soles medio: moneda de cinco centavos menear: mover o agitar una cosa oscilar: moverse alternativamente un cuerpo desde una posición a otra paladear: saborear pavimento: pista peseta: moneda de 25 centavos radicarse: establecerse real: moneda de 10 centavos recalcar: insistir, resaltar revelar: descubrir ruborizarse: ponerse rojo socio capitalista: el que pone el dinero socio industrial: el que pone el conocimiento técnico vacilante: inseguro vehemencia: violencia (Del libro “Análisis del Cuento Peruano”, 2004. Rafael Alvarado Castillo)