Emmanuel Alloa
La resistencia de Io sensible Merleau Ponty Crítica de la transparencia
C o l e c c ió ió n Cl a v e s
D irigida irigida por Hugo Vezzetti
C o l e c c ió ió n Cl a v e s
D irigida irigida por Hugo Vezzetti
Emma Em manue nuell All Alloa oa
La
r e s is t e n c ia
DE LO SENSIBLE
Me r l Cr ít
e a u -P o n t y
ic a d e l a t r a n s pa r e n c i a
Prefacio de Renaud Renaud B arbara s
Ediciones Nueva Visión Buenos Aires
Alloa, Em m an u el La resistencia de lo sensible. Merleau-Ponty. Crítica de la tran sp arenc ia - 1a ed. - Buenos Aires: N uev a Vision, 200 9 160 p.; 20x13 cm. (Claves. Perfiles) ISBN 950-602-478-9 Traducción de Viviana Ackerman 1. Filos ofía I. Ac kerm an, Vivi ana, trad. II. Titulo . CDD 190
Título del original en francés: La Résisten ce du sensible. Merleau-Púnty. Critique delà transpa rence.
© Éditions Rimé, Paris, 2008.
Cet ouvrage, publié dans le cadre du Programme d’Aide à la Publication Victoria Ocampo, bénéficié du soutien du Ministère français des Affaires Etrangères et du Service de coopération et d’action culturelle de l’Ambassade de France en Argentine. Esta obra se publica en el marco del Programa Ayuda a la Publicación Victoria Ocampo, con el apoyo del Ministerio Francés de Asuntos Extranjeros y del Servicio de Cooperación y de Acción Cultural de la Embajada de Francia en la Argentina. Traducción de Viviana Ackerman ISBN 9789506024789 Toda reproducción total o parcial de esta obra por cualquier sistema incluyendo el fotocopiado—que no haya sido expresamente autorizada por el editor constituye una infracción a los derechos del autor y será reprimida con penas de hasta seis años de prisión (art. 62 de la ley 11.723 y art. 172 del Código Penal). © 2009 por Ediciones Nueva Visión SAIC. Tucumán 3748, (1189) Buenos Aires, República Argentina. Queda hecho el depósito que marcala ley 11.723. Impreso en la Argentina/Printed in Argentina
La palom a ligera, cu ando , en su libre vuelo, hiend e el aire sintiendo su resistenc ia, podría re p res en tars e que 1c iría mucho mejor en el espacio vacío de aire. Es así ju sta m en te como Platón abandonó el mundo sensi ble, p o rq u e é s te im p one al e n te n d im ie n to tan estrechos límites, y se aventuró más allá, en las ala s de las Ide as, yendo hac ia el espacio vacío del entendimiento puro. No adv irtió qu e, pese a todos sus esfuerzos, no a v a n z a b a d e n i n g u n a m a n e r a , p u e s no e n contraba n ad a que se le opusiera y que fuera capaz de proporcionarle, por así decir, un p u n to de apoyo, en el cu al p u d ie ra h a c e r p ie y aplicar sus fu erzas par a cam biar el ente ndimiento de lugar. I m m a n u e l K a n t
Raspo un as cerillas que no se encienden. E s u n a resistencia. Me gana la imp aciencia. Y esto se convierte en un poema. Lo malogrado se vuelve cosa mu y sensible. P a u l Va l é r y
SIGLAS DE LAS OBRAS CITADAS EN FRANCÉS
PrP SC PP C EP SG SNS PPE
Le p r im a t de la perception La str ucture du com porte m ent La phénom énolo gie de la perc eption Causeries Eloge de la philosophie et autres essais Signes Sens et Non-Sens Psychologie et pédagogie de l’enfa nt. Cours de Sor bonne 1949-1952 PM La Prose du Monde RC R ésum és de cours. Collège de Fra nce 1952-1960 N La natu re. Notes du Cours au Collège de Fra nce NC Note s des cours au Collège de France 1958-1959 y 1960-1961 OG Note s de cours sur L’origine de la géométrie de Flusserl OE L ’Oeil et l’esprit VI Le visib le et l ’in vis ib le PI Parcours 1935-1951 P2 Parcours deux, 1951-1961
PREFACIO
A trás parece ha be r quedado la época en que la mención de la fenomenología de M erleauPo nty se estre llaba con tra el mu tismo de la ignorancia o contra el rechazo y, de hecho, ha pasado defin itiv am ente. No alc anza con afirm ar que se lo h a “redescubierto” pues, salvo unas pocas excepciones, nadie lo había leído. En verdad, en menos de unos veinte años, M erleauPonty pasó del esta tuto de au tor menor o m arginal al de filósofo clásico, al pu nto de que el riesgo qu e co rren hoy los comentadores, extraordinariamente numerosos, es más bie n el de la reverencia o el de la glosa académ ica. A la exaltación de los comienzos, marcados por el descubrimiento de las enorm es potencialidades desc riptivas y críticas de la obra de M erleauP onty, sucedió el trab ajo e rud ito y sistem ático de la “inve stigació n”, n u trid a de la asim ilación de los mú ltiples inéditos, atenta a la multiplicidad de las fuentes y a la com plejidad del desarrollo de la obra. La d ificultad, entonces, radica cada vez m ás en no ceder a la pend iente de la momificación, absolutamente contraria al sentido mismo de la empresa de MerleauPonty, en no dejarse aplastar por la m asa de los com entarios, en un a pa labra , en seguir viendo la obra de MerleauPonty con nuevos ojos, aquellos con los cuales, seg ún el propio M erleauP onty , el pin tor ve el mundo. Emmanuel Alloa forma parte del conjunto de quienes escap an a este riesgo. Conoce y dom ina la lite ra tu ra crítica, así como el contexto teórico en el que se formó el pen sam ien to de MerleauPonty. Y sin embargo, lo lee como si fuera la p rim era vez y por lo ta n to como si n a d a de lo q ue se h a dicho y repetido fuera realmente definitivo. La condición de tal mirada es a la vez una distancia muy grande y una gran
proxim id ad. D istancia m uy grande en el sentido de que E m m an ue l Alloa tom a las cosas desde lo alto y desde lejos, es decir situando a MerleauPonty en una larga historia del pensam ie nto y refirie ndo así su fenomenología a proble m as que ya er an los de los filósofos griegos. De ello sur ge u n efecto de relativizac ión a la vez histórico y teórico, capa z de a rro jar una nueva luz en la obra de MerleauPonty. Pero esta distanc ia frente al pensam iento, por neu tralización de la per tenencia histórica que determina en general los conceptos establecidos, tien e el envés y la condición de un a g ran prox imidad a la letra del texto. Emmanuel Alloa está atento a la recurrencia de algunas palabras, ha sta entonces pasa da s más o menos po r alto, a las que confiere el e sta tu to de conceptos, al menos operatorios, haciendo aflorar todas las implicaciones semánticas e históricas. Como la cosa percibida en MerleauPonty, la palabra debe presentarse con todas sus raíces, con sus relaciones con otros vocablos y con los usos teóricos que se sed im en taro n e n ella; sólo bajo es ta condición puede dejar de ir de suyo, puede desprenderse del curso del texto p a ra v olverse uno de los pris m as en los cuales se refra cta el pensamiento. Tal es el es ta tu to que E m m an ue l Alloa confiere a la trans parencia., que en un a prim era instan cia no es sino un simple término, a veces una metáfora, pero muy presente en la plu m a de M erle auPonty , a ta l punto que tenem os derecho a ver en él un a fue nte sec reta y un motivo central, a p a rtir del cual debe pod er restitu irse un a nu eva coherencia de la obra. Desde luego, se tr a ta de un motivo negativo: consciente de la inmensa pregnancia de este presupuesto en la historia del pensam ie nto , tan to m ás fuerte cuanto que suele e s ta r oculto, M erleauPo nty se propone ins tau ra r, de cabo a rabo, “la crítica de toda ideología de. la transparencia , ya sea la cree ncia en una tr an sp ar en cia de sí a sí, del sí mismo y de su saber, del sí mismo y del Otro” (22) Es es ta lucha ince san te c on tra la ideología de la transparencia, que es también una lucha de M erleauPon ty consigo mismo, lo que pone en escena E m m anue l Alloa en esta obra. La cuestión que se plan tea n a tu ra lm en te es la de la ve rtien te p ositiva de es ta crítica, es decir de lo que hay que oponer a la transparencia. Atento a la indiscutible influencia en MerleauPonty de la fenomenología bachelardia na, y por alu sió n a la obra célebre de Sta robin ski, Em m anu el Alloa le opone el obstáculo. P orque es un p en sa miento que tr a ta de esca pa r a la ideología de la tran sp are nc ia, 8
la filosofía de M erleauP onty es un a filosofía de la resis tenc ia, o de la adversidad; porque la resistencia es también y ante todo resiste nc ia a l lenguaje y al pensam iento, la filosofía de MerleauPonty es también una filosofía que recubre una reflexión sobre su propio leng uaje, es decir, finalm ente, sobre su posibilidad misma. Em pero, E m m anu el Alloa no se detiene en este térm ino, que evoca como al p as ar y que ap arece m ás como la formulación del problema que como su solución. En efecto, la cuestión radica en saber qué forma precisa cobra este irre du ctib le coeficiente de resiste ncia de lo rea l, en cómo no m brar lo que vuelve el horizonte de la tran sp are nc ia definitivam ente irrealizable. La obra de Em m anuel Alloa aparece como un intento de modelar figuras de la resistencia, de situar y de explicitar los términos o los conceptos donde se funda y se lee a la vez el rechazo de la transparencia. E l prim er período de la obra de M erleauPon ty, que culmina con la Phénoménologie de la perception, está centrado en la noción de cuerpo: el. descubrimiento de la encarnación constitutiva del sujeto permite superar todas las versiones idealistas e intelectualistas de la percepción y poner así en evidencia la inscripción esencial del sentido en lo sensible. Emmanuel Alloa, por su lado, sitúa en un primer plano la noción de medio, cuya rica historia recuerda, y por lo tanto reto m a el cuerpo desde el pu nto de vista de su relación con un Umwelt ya que, según el propio MerleauPonty, ten er u n cuer po es “para u n viviente, u nirse a un m edio definido, confundirse con algunos proyectos y comprometerse continuamente con ellos”. Al entender el cuerpo propio como perteneciente esen cialm en te a u n m edio y actua nd o en él, o como “potencia lida d en un m edio ” (39), uno se d a los medios de pr es er var su especificidad: el cuerpo no pu ed e ni s er reducido a un sujeto puro, ni sometido ínteg ram en te a las leyes de u n a n aturaleza. Esta aproximación al cuerpo permite a Emmanuel Alloa instaurar una confrontación esclarecedora con Heidegger, objetando con razón que la noción de mundo en Merleau Ponty pueda derivar de la de Heidegger. La relación del animal con la Umwelt no puede pensarse en términos de cerco (Eingenommensein) o de acaparamiento (Benommenheit), como lo pretende Heidegger, sino más bien, conforme a la lección de Gold stein, como un “de ba te” (Auseinandersetzung). Para Heidegger, el medio es un lugar de cierre y de cerco; par a M erleauPo nty es sinónimo de a pe rtura . De modo que E m m anu el Alloa tiene ra zón al concluir que, si el hombre 9
y el animal es tán ambos “fund am entalm ente a la vez situados en y abiertos a un medio, el hombre, sin embargo, es el ser que potencializa esa a p er tu ra creando su propio mun do” (42). Lo cual equivale a decir que el cuerpo es esencialmente mediación : es el medio del medio, en el doble sentido de su centro y de su medio. No sorp ren de entonce s que, en el último MerleauPonty, la mediación llegue a ocupar el lugar de lo m ediatizado , qu e ese medio que es el cuerpo a la vez corazón del m undo y vector de su a p a re ce r, y que en lo sucesivo se rá nom brado Ca rne, en tregu e el sentido de ser verdade ro de ese prim er m edio que es el m undo. E m m anuel Alloa m u estra con toda claridad que el alcance de la noción de medio excede am pliam ente el uso que se hace de ella en la Phénoménologie de la perception', designa lo que debe ser pensad o en el lug ar de un a “epistemología de la tran sp ar e n c ia”; por consiguiente, las nociones de “realidad de masa” o de “fenómenoenvoltura ”, p res en tad as en el curso sobre L a N ature [“La N atu rale za”], no son má s que m era s reform ulacion es de dicha noción. Luego, Em m anu el Alloa term ina po r ocuparse de la cuestión del lengua je. Sigue a sí un o rden que, aju icio de todos los comentadores, es el de la obra misma de MerleauPonty, pero, en verdad, la reflexión sobre la tran sp a ren cia justifica mejor au n s u necesidad. E n efecto, lo propio de la pa lab ra, al menos en su funcionamiento habitual, es olvidarse como hecho, es decir como trib u ta ria de cierta m ate ria sonora, pa ra aparecer en tan to la expresión pu ra de un a idealidad que la precedería y no le debería nada. El lenguaje se disim ula o se borra por su operació n misma: in stitu y e u n a tran sp a ren cia que es, a la vez y necesariamente, trans pa ren cia de la m ateria sonora en el sentido (el sentido se transparenta en ella), tran sp are n cia del sentido m ismo y, por ende, de ese sentido al pensamiento. En efecto, sostener que el sentido es trans paren te es reconocer que se tra n s p a re n ta plenam ente en la m ateria, bo rrándola íntegram ente, y, en consecuencia, que se da al pensam iento de m an era tran sp are n te, es decir de tal modo que no le ofrece ning un a res isten cia y que as í se tor n a realizable una perfecta adecuación. Por lo tanto, no debe sorp rend er que u n a filosofía que qu iere ter m in ar con “la ideología de la transparencia” se confronte largamente con la cuestión del lenguaje, en tanto tiene por efectividad una p alab ra en cuyo seno la m ateria sonora realiza su propio borram ie nto . De allí la necesid ad de efectuar u n a suerte de “reducción” de la palab ra, lo cual exige no abo rda rla ya a p a rti r 10
de la esfera tran sp a re n te del sentido, como tampoco de un a m ate ria opaca q u e no es sino la con trapa rte nece saria de ese sentido—sino a p a rti r del m ovimiento que conduce de u n a a otra y es, en verdad, más profundo que ambas. A quien examina el movimiento del significar en lugar de dejarse llevar por él, se le presenta claramente que lo que se debe aba nd on ar son las categorías mism as a pa rtir de las cuales ese movimiento es descripto en general, inclusive en la Phénoménologie de la perc ep tion: la fenomenología de la palabra reclama una objeción de la filosofía de la transparencia, incluso en sus form as m enos pa ten tes , y es por ello que es ta fenomenología se sup era a sí m isma h acia un a ontologia de un nuevo género. Emmanuel Alloa muestra muy bien que, al centrar su cuestionamiento en el “cuerpo transparente del leng uaje ”, M erleauP onty no se conforma con volver a inve stir las sentidos establecidos de sus trabajos ante riores sobre el cuerpo, es decir con insertar el sentido en un cuerpo viviente haciendo de la pa la b ra u n gesto como los otros. P or el contrario, ilum inado por la lingüística sa us su rea na , se ve llevado a renovar su concepción del cuerpo viviente para concebirlo como un sistema diacrítico (77). No obstante, como lo recuerda E m m anuel Alloa, “to da interrogación sobre la filosofía del lenguaje supone una interrogación sobre el lenguaje de la filosofía” (80). Lo cual equivale a d ecir que el pasaje por la lingüística y la fenomenología de la pa lab ra no deja inta cto el sentido que M erleau Ponty le confiere a la filosofía y, en consecuencia, a su “objeto”. La ontologia que gu sto sa m en te reclam ab a M erleau Po nty coincide con la ina ug ur ac ión de un nuevo estilo filosófico, al que Mikel Dufrenne designa muy atinadamente “filosofar sin filosofemas”. La o rienta ción del últim o M erleau Ponty procede indiscutiblemente de la preocupación por ten er repercu sión en las nuevo s sentidos establecidos por la fenomenología del lenguaje en el plano de la percepción, es decir de ir ha cia u n a fu en te com ún del sentido perceptivo y del sentido lingüístico. La tercera etapa del pensamiento de M erleauPonty “se propond ría profundizar el sus trato común a la obra de 1945 y a las interrogaciones sobre el lenguaje, reconstituir la trama de la estofa a partir de la cual a la vez algo puede serme dado como visible y las palabras que permiten hacer visible” (83). Evidentemente, es desde esta perspectiva como h ay que com prender la reflexió n de M erleauPonty sobre la pin tura , de la que Em m anuel Alloa va a 11
llegar a decir que deja definitivam ente la ganga de la esté tica clásica “para pasar de una filosofía sobre la pintura a una filosofía de acuerdo con o, más exactamente, a una filosofía según la pintura, filosofía de la que L ’oeil et l’esprit sería el esbozo” (84). Comoquiera que sea, la interro gación sobre el origen o la raíz del sentido, en su neutralidad frente a la distinción e ntr e visible y decible, da lu ga r a un a ontologia de la carne o del ser salvaje. E sta ontologia puede ser com prendida como una radicalización de la noción de medio. Si el cuerpo p uede ser “un ‘m edio’ en u n m ediom und o” (90)es porque es m ás que un medio; está hecho de la m is m a esto fa que el m und o que m ed iatiza y en tonces el concepto de medio debe en ten de rse como un a noción que rem ite a un e lem ento común al cuerpo y al mundo, a su parentesco originario: es “medio form ad or” del su jeto y d el objeto, de la e sen cia y del hecho, del cuerpo y del mundo. Emmanuel Alloa sigue con felicidad cierto conjunto de motivos de esta ontologia de la carne, es pec ialm ente al ex am ina r de cerca el concepto, siem pre repetido pero ra ra vez afrontado, de quiasm o. E sta parte en tra ñ a m últiples aproximaciones a las que no se puede sino susc ribir, tale s como, por ejemplo, la p ue sta en eviden cia del error de Derrida en lo que concierne al quiasmo táctil, comprendido como el último estadio de una filosofía de la presencia cuando, en verdad, es el exordio de un pensam iento de la nopresencia y de la notransparencia, o incluso la definición de la carne como “diacrítico encarnado” (92). Em m an ue l Alloa, empero, no se qu eda allí. Cree discern ir, en el meollo mism o de la ontologia del últim o M erleauP onty, como u na vacilación y, finalm ente, u na alter na tiva. A ltern ativa entre una filosofía de la visión que, al sustantivar lo invisible, sigue presa de la perspectiva dicotòmica clásica (puesto que la dicotom ía de lo visible y lo invisib le refle ja en verda d la du alidad m an ten ida de la visión y de lo visible) y, por otro lado, un pen sam iento de la visión primo rdial y anónim a, de una “videncia” que precedería la partición en visible e invisible y h ar ía rem on tar la génesis de lo visible a un a fuente de inspiración teneb rosa y en igm ática (112). E m m anu el Alloa esboza entonces los contornos de u n a terc er a vía, que ab riría la prob lem ática de lo visible y lo invisible a un a interrog ación fenomenològica m ás general. E sta vía, que pe rm itiría afronta r la cuestión de la esenc ia de la visibilidad , cue stión cen tral de la obra postuma, exigiría cobrar plena conciencia de la medida del sentido de toda visión, en tanto descarta la 12
adecuación pero implica, por el contrario, u n a dista nc ia “que no es un impedimento para el saber, que es en cambio su g ar an tía”, distancia que por lo tan to no es distancia entre, lo vidente y lo visible ha cia un a p roxim idad sino, precisam ente el tejido que las liga. Emmanuel Alloa ve en el texto de L ’oeil et l ’esprit sobre el fondo de la piscina, que no veo pese al agua y sus reflejos sino a través de ellos texto extraordinario y enig m ático un m ue strario de lo que podría ser esta ter ce ra vía. Es la de u na filosofía de lo diáfano s e r del “en tre ”, elemento que deja “transparentar algo que pertenece a lo visible sin s er visible en acto” ( 115) en la cual se cum pliría el pensam iento del medio como medium y que culminaría en u n a fenomenología de la trans pa rició n. E sta s proposiciones, estim ulan tes y prometedoras, ab ren la vía a m últiples profun dizaciones y jus tifica n po r sí solas la lec tur a de este libro original e inspirado.
R e n a u d B a r b a r a s
Profesor de filosofía con tem porán ea en la un iversidad de París I — P a n t h é o n S o r bo n n e
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I. EL FILÓSOFO Y SU AFUERA
1. N ol i f or as ir e Cu ando Ed m un d H usserl, en febrero de 1929, dio en Pa rís las conferencias que contienen en germen sus futuras M édita tions Cartésiennes, a la sazón en el auditorio de la Sorbonne se ha llaba un joven estud ian te, cuya comprensión del alem án era ru dim en taria. Sin embargo, la frase latin a con la cual el fundador de la fenomenología concluyó sus conferencias no podía escapársele: N oli foras ire. Po r medio de estas p alabra s tom adas de San A gustín,1H uss erl ubica la fenomenología en la trad ición de las filosofías d el recogimiento y de la inte rioridad, tradición exhibida de entrada por el título de las conferencias, que se anuncian como cartesianas. Corroído por u n a preocupación creciente frente a la ciencia positivapreocupación que en los años sucesivos lleg a rá n su pun to culm in a n t e e n laKrisis - Hu sserl preconiza un a epojé que se acerca a las Confesiones de San Agustín: in te redi, in interiore hom ine ha bitat veritas.1 2 Este rem ate final que hace resonar el retorno a un fuero interno debió de parecer tanto más dison ante al estu dia nte en cuestión cuanto que creyó en ten der en el despliegue del pen sam iento hu sserliano un a progresiva a p er tu ra a la alterida d y al mundo vivido. E n las elaboraciones persona les sucesivas del estud iante de la Ecole No rmale Su pé rieu re que no es otro que M aurice
1 Edmund Husserl, Cartesianische Meditationen und Pariser Vorträge, Husserliana [que de ahora en adelante se indicará como Hua], La Haya, Nijhoff, 1950, vol. I., p. 39. 2“Noli foras ire, in teipsum redi; in interiori homine habitat veritas” {De vera religione 39, 72). 15
MerleauPonty, hay una suerte de obsesión recurrente de ha ce r las cue ntas con esta conclusión de H uss erl cuyo m étodo, adem ás, reivindica. Mucho m ás tard e, en el prefacio de la P hénom énolo gie de la P ercep tio n * M erleauPonty explica que para la fenomenología “no hay hombre interior; el hom bre e stá en el m undo , y es en el m und o donde se conoce” (PP V). La fenomenología demostraría que “la verdad ‘no h a b ita ’ sola m en te al ‘hom bre in te rio r’” (ibidem) sino que, se podría agregar, se pro pone probar que hay asim ism o u n a ve rita s in exteriore. E l texto dedicado a H usse rl, L e ph ilo so p h e e t son om bre (probablem ente la expresión m ás explícita de la deu da de M erle au Po nty con esa “filosofía del trab ajo ” (Arbeitsphilosophie) subyace im plícitam ente a toda su propia empresa) se convierte en el lugar donde intenta conciliar es tas dos afirm acione s con traria s: “uno de sus ‘re su ltad os ’ [de la fenomenología husse rliana] es com prender que el movim iento de retorn o a nosotros m ismos d e ‘regreso a nosotros mismos’, decía San Agustín está como desgarrado por un mov imiento inverso que susc ita (S G 204), dado que la re du cción no pued e ser, e n consecuen cia, sino el reverso negativo de un a intencionalidad irreduc tiblem ente orientada hacia el afuera de sí. Por lo demás, se trata de evitar recaer en un pensam iento idealista p a ra e lcu al m ovim iento de interio rización y mo vimiento de exterio rización se ría n idénticos, ya que es tán de sprend idos de cu alq uier otro que sí; en un a palab ra, esc ap ar al riesgo de la idealización rie sgo al que el propio H usse rl no siem pre supo su str a er se reduciendo el idealismo de lH usse rl trasc end en tal en las proximidades del idealismo h e geliano : “H u sse rl redescu bre es ta id en tidad del ‘re g re sa r a sí’ y d e l‘sa lir de sí’ que p ara H eg el de finía el abs olu to” (SG 204). A hora bien, pa ra M erleauPonty no podría hab er sabe r absoluto, puesto que la exte riorida d provoca un estado de prom iscuidad insistente, de contagio perpetuo. Por ende, no se podría confin ar la génesis de la verdad al “hom bre in terio r” ya que la filosofía “en n ing u n a par te cu en ta con un terre no allí donde esté p re se rv ad a del contagio de la vida ” (SG 163). Por consiguiente, la cuestión que se plantea es la de “la filosofía y su ‘afuera’”, cuestión que proporciona además el título al primer capítulo del ensayo P a rto u t e t n u lle part-. ¿Cuál es el lugar propio de la filosofía? ¿De dónde toma su vuelo? ¿Qué relación puede o debe m an ten er con su afuera, “ Añadido a la obra a pedido de Léon Brunschvicg, para explicar a los lectores esta “nueva” filosofía que es la fenomenología.
con su otro? Estos interrog antes pueden p arecer ina dec uados, pues si se le cree a Françoise D as tur,4jus tam en te hay que distinguir a MerleauPonty de lo que ella califica de “pensam iento de la exterioridad ”, ya sea un a exterioridad ta l como la enfoca E m m an ue l Lévinas, ya sea “el pensam iento del afue ra” del que Fo uca ult ve en la es critu ra de M aurice Blanchot la más alta realización. Al cambiar el título del célebre ensayo foucaultiano, Françoise D as tur sug ería que, por el contrario, hay que calific ar la refle xió n de M erle au Ponty de p en sa m ie n to d el adentro. En efecto, los últimos manuscritos de la época de Le Visible e t de l ’in v is ib le confirman una tendencia que surge mucho antes, es decir un “proceso regresivo”5que inte nta , en u n a genealogía concéntrica, volver ha cia un “ser b ru to ” que es de en tra d a “Se r de ind ivisió n” (VI 271), de pro xim idad y de “pro m iscuid ad ” (VI 307). La “nueva ontologia” que ambiciona MerleauPonty hacia el fin de su vida es, según sus propios términos, “ontologia del ad en tro ” (VI 290), “endoon tologia” (VI 279) o incluso “intra o nto log ía” (V I280). Sin embargo, conviene record ar con Françoise D as tur que ^se “ad en tro ” no es sinónimo de interior idad . P or el contrario, se tr a ta de su p er a rla oposición en tre filosofía introspe ctivay filosofía m ate rialista , oposición que pe rm ane ce bajo el imp erio de un a m ala y por consiguiente fa lsa ambigüedad. Ya en L a philo so p h ie e t le ‘dehors1, M erleauPonty sostiene que no hay que elegir en tre u n a filosofía que se pre tend e ‘p u ra ’y un a doc trina de la explicación exterior, pu es se ría bas arse u n a vez más en “una falsa concepción del ‘interior’, y en una falsa concepción del ‘ex terio r’” (EP 149). S u p era r es ta s dicotomías hered adas, estas malas ambigüedades, por medio de un p en samiento que se ins tala en la esp esu ra de sus m em branas, en la de nsidad de sus articulaciones, es el ejercicio interm inab le al que se asiste al lee r los ap un tes de trab ajo de la época de Le Visib le e t l ’in vis ib le . E l concepto ce ntra l que sostiene e sta “endofilosofia” es el de la carne. La carne indica menos la opacidad del cuerpo propio que u n a condición de m i serenel m undo. Lo que hace de m í u n cuerpo no es sino u n a protube ! Françoise Dastur, “Merleau-Ponty et la pensée (lu dedans” en Richir, Marc/Tassin, Etienne (dir.), Merleau-Ponty, Phénoménologie et expériencies, Grenoble, Millon, 1992, pp. 42-56 [retomado en Chair et langage. Essai sur Merleau-Ponty, Versarme, Encre Marine, 2001], ° Renaud Barbaras, De l’être du phénomène. Sur l’ontologie de Merleau-Ponty, Grenoble, Millon, 1990, pp. 16 y 80.
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ran cia en un tejido que está por debajo de mí y me atraviesa a la vez. En tanto ser encarnado, ya soy perpetuamente llevado fuera de mí hacia ese mundo compuesto de la misma estofa de la que estoy hecho. Ni como idealidad ni como objetidad, la carne abre una posibilidad de superación de un a ontologia reificante. Por lo tanto, una reflexión “espesa” incipiente “del medio de las cosas” (OE 19) sustituye un pensamiento de la dominación del idealismo trascendental que “despoja al mundo de su opacidad y de su trascend encia” (PP VI) para restituirle, por el contrario, su r esist en cia y sus potencialidades. En tanto posibilidad cuya actualización está con stantem ente actualizada, es ta filosofía no está ni sometida a la cau salidad ni al privilegio de una interioridad. Pero, una vez más, ¿qué relación puede mantener la filosofía con su afuera si ya no se la confina al dominio privilegiado de un a interioridad ag ustinian a? ¿Cómo puede establecer un “contacto exp erim ental con el mundo”6sin por ello tornarse c iencia experimental entre otras, sino ciencia de la experiencia? La fenomenología en modo alguno es réductible a un fenomenismo: MerleauPonty insiste en varias ocasiones en esta diferencia catégorial; así pues, la feno meno logia vu elve a sostener y por ende a “dar cuen ta de” lo sensible. Si la tarea de la filosofía con siste, como lo sugieren los últim os escritos, en “hacer ver por medio de palabras” (VI 313), esta restitución por el logos de la aistheton donde germ ina toda racionalidad se reve la tal vez como el sentido más profundo del logon didona i del que los griegos hicieron el principio de la dialéctica filosófica: más que un a em presa que se da un fundamento proporcionando razones y por lo tanto, en última instan cia, dándose razón , e l “logon didonai” deberá, en una perspectiva merleaupontiana, ser entendido ante todo como un dar cuen ta de lo que aparece.7Por ende, dar 6 Expresión utilizada en entrevistas radiofónicas con G. Charbonier en mayo de 1959 (Archivos del INA). 7 La relación de MerleauPonty con el logos es equívoca. En varias ocasiones, hace referencia a un “Logos del mundo perceptivo’ (PP 490), expresión ya presente en Husserl quien, en la Formale und transzendentale Logik , desarrolla un camino desde el Logos en la idealidad hasta el “Logos del mundo estético” (Hua XVII, p. 257). Más adelante, mientras intenta resolver, en la Phénoménologie de la perception, la cuestión del logos por la asunción de un “cogito tácito”, MerleauPonty somete a esta última a una crítica severa (VI 227). Sirviéndose de las nociones desarrolladas enei campo de la lógica estoica, se tratará de pensar, entonces, cómo se pasa de un logos latente (logos endiathetos) a un logos que se exterioriza (logos prophorikos) (VI 222). 18
cue nta de un afuera no puede resumirse a un a salida de sí o incluso a una salida del en sí, pues se recordará que es con los mismos argumentos que Hegel escribe contra Kant una F enom enología d e l E sp ír itu que se propone dar cuenta de todos los estadios experimentados por el espíritu. Si se reconoce, insiste MerleauPonty, “el esfuerzo para pensar el espíritu y su d ependencia” (EP 98), esta salida de síe s idéntica a la vuelta en sí y la F enom enología d e l e sp ír itu culmina, precisam ente, en el Esp íritu absoluto. S e converge así con el más alto punto de un “mito de la filosofía que la presen ta como la afirmación autoritaria de una autonomía absoluta del esp íritu ” (ibidem). Sin embargo, el término “fenom enología”, que aun an tes de ser hegeliano ya se remonta a Lambert, sólo merecerá verdaderamen te su nombre con Edmund Husserl. Al abandonar el “medio cerrado y transparen te” (SG 205) de la ciencia del espíritu, H usser l no deja de predicar el estudio de las cosas en su concretud misma: “Lo impensado no puede sino aparecer con el contacto” (OG 15). Con Husserl, la filosofía pierde todo territorio privilegiado, “está por doquier, incluso en los ‘hechos’, y no ha y en ningún lado dominio donde esté a salvo del contagio de la vida” (SG 163). El propio Husserl tuvo que deshacerse del otro “gran mito” que acecha, el del saber científico “que aguarda de la simple notación de los hechos, no sólo la ciencia de las cosas del mundo sino también la ciencia de esta ciencia” (EP 98), ya sea sociología de las ciencias o, en el caso del primer Husserl, filosofía de la aritmética. Pero es precisamente confrontándose con la matemática, y luego con la psicología de su época, como Husserl habrá limado los perfiles del método fenomenològico. En tanto presupone a sus objetos, la ciencia experimental carece de la experiencia del objeto. Si la filosofía está p o r doqu ier en el sentido de que no puede haber terreno preferen cial, debe aceptar que en tanto jamás se aglu tina enteram ente en los hechos, no está , hablando con propiedad, en ningu na p a rte . E n tal sentido, lafeno menología “que no se desinteresa por los hechos” pero que no por ello es “sirvienta del saber inductivo” previos para la práctica de toda filosofía abierta a su afuera (P2 2 6 ) debe desviar la mirada de los contenidos de lo dado para considerar el propio modo de dación. Así, recuerda MerleauPonty en el prefacio de la P hénom énologie de la perception, el mayor descubrimiento de la fenom enología no es —y contrariam ente a lo que enfatizaba Sartre—8la intencionalidad (que MerleauPonty utilizará para 19
de m os trar sus límites), sino paradó jicam ente el de la r e d u c ción. El procedimiento de reducción, como lo subraya el pro pio H usserl, no es id éntico a la epojé y no se resu m e a la p u e sta entre p a rén te sis d el mundo que, p a ra M erle auPonty , nos llevaría a u na' conciencia autónom a: “D ura nte mucho tiempo, y h a sta en textos recientes, la reducción es p re se n tada como elretorn o a ú n a conciencia trasc en de nta l ante la cual el mundo se despliega en un a tran sp aren cia absoluta, a nim ado ínteg ra m en te po r u n a serie de percepciones que el filósofo es taría encargado de reco nstituir a p ar tir de su resu ltado ” (PP V). Es precisamente porque, en la reducción, conserva un contacto p erm an en te con el mundo que la conciencia hace la experiencia de la imp osibilidad de goberna rlo íntegram ente. Sin gu lar conclusión: “La may or en señ an za de la reducción es la imposibilidad de una reducción completa” (PP VIII). La irreductibilidad del afuera se revelaría así como la lección esencial de la fenomenología: un afuera que no se cansa de reabsorber en un a tran sp aren cia cu alquiera del espíritu pero que no por ello es un afuera desprendido, fu era de alcance. Por el hecho de que todo afuera está dado en tanto afuera, alcanza, daña y fisura con ello toda la interioridad. Este afu era , p ied ra de toque de toda filosofía, es el lu g a r mismo de donde surge el cue stionam iento, y e n consecu encia “la filosofía se siente e n su cas a en tod as p ar tes donde [la relación como problema] tie ne lugar, es decir en todas p a rte s, tanto en el testim onio de u n ign or an te que ha amado y vivido como pudo, en los ‘trucos ’ que in ve n ta la ciencia, sin v erg üe nz a espe culativa, pa ra sorte ar los problemas, en las cu ltura s ‘b ár b ar as ’, en las regiones de nu es tra vida que an tes no ten ían existencia oficial, como en la lite ra tu ra , en la vida sofisticada, o en las discusiones sobre la su sta nc ia y el atrib u to” (SG 199).
2.
T r a v e s ía s
Por lo tanto, para acercarnos a la obra de MerleauPonty inten tarem os c ircunsc ribir esas zonas de contacto donde nace la reflexión, por aproxim ación y por repres ión, e sas su pe rficies de fricción y de desperdicio donde surg e u n pen sam iento.* * Cf. Jean-Paul Sartre: “Une idée fondamentale de laphénoménologie de Husserl: l’intentionalité”, en La Nouvelle revue française, enero de 1939, pp. 129-131. [reimpreso en Situations I, Paris, Gallimard, 1947, pp. 31-35].
La elaboración filosòfica de la vivencia no pue de sign ificar su depu rac ión de todo ele m ento nofilosófico pu es —M erlea u Ponty lo recuerda de m an era explícita en su resum en auto biográfic o “nu e stra inteligencia de nosotros m ism os debe m ucho m ás al conocimiento ex terior del pasa do histórico, a la etnografía, a la patología mental, por ejemplo, que a la elucidación directa de nuestra propia vida” (P2 12). Como intenta rem os dem ostrar, el camino hacia la “intraonto logía” de la carn e no se h a operado p or exclusión de ese afu er a de la filosofía, sino al contrario, p o ru ñ a confrontación inin te rru m pid a y n unca d esm entida con las cie ncia s ex perim entales, las instituciones, los acontecimientos políticos, las prácticas literarias y artísticas. Sin pretender en ningún momento h a ce r él mismo sociología, p siqu iatría , biología, etnolog ía e incluso litera tu ra (como algunos pudieron reprocha rle), M erleauP onty , en cambio, no dejó de dialogar, de cu es tion ar y de atra v es ar estos estrato s del saber, no dejó de em pren der un a verd ad era “trave sía de las ciencias”3 pa ra av an zar siempre más en profundidad en este proyecto que él mismo calificó, mucho an tes que su o yente Michel F oucault, de “arque olog ía” (SG 208/EP 209).10Por consiguiente, u n a trav esía , u n pasaje |a través pero también una transversión, una experiencia teórica de la modificación q ue no puede de jar inta cto s n i al sujeto n i al objeto de est a bú squ eda. Pues la pregunta lancinante es: ¿cómo leer a Merleau Pon ty? Y m ás au n, ¿cómo escribirlo? Fre n te a la seducción del [lenguaje merleaupontiano, muy a menudo los intérpretes estuvieron tentados de moldearse en su movimiento de pensam iento y de ad o p tar su estilo. De dejarse llev ar por el [entusiasmo que inevitablemente provoca esta prosa ágil, fresca y luminosa. A riesgo de borrar aun un poco más sus contornos, empero, al im preg nars e así de es ta e scritura. El riesgo inverso no es menor: la recepción de MerleauPonty estuvo m uch as veces teñ id a de u n a focalización excesiva en ciertos conceptos atractivos . E xtraíd os de su contexto, éstos se convirtieron en fetiches que ocultaron a su vez su propia pro cedencia. E n tre lectu ras que utilizan ab iertam ente la conceptualidad m erleaup on tiana para despejar en ella alguna s piedras en tre las m ás brillante s por un lado y las lectura s a “Durchgang durch die Wissenschaften”, según la formula de Waldenfels, Bernhard: Phänomenologie in Frankreich, Francfort/M, Suhrkamp, p. 158. ! Termino que retorna en sus apuntes sobre Claude Simon (P2, 312).
que creen servir a éstas generando profusas digresiones epigonales por el otro; entre un uso que concibe una obra como una ca rrera a cielo abierto y una ree scritur a intim ista que piensa prolongar las intenciones de su autor; entre un a m irada d em asiado alej ada y un a m irada demasiado próxima, son pocas las lecturas que hay an dejado em erger au tén ticamente la cohesión inmanente de la obra. El p rese nte trab ajo alie n ta la convicción de que la obra de M erleauPonty debe ser tom ad a en serio en tanto obra. Sin pretender entregar una clave definitiva, propone, con todo, una hipótesis p ara re form ular esta cohesión y para m ostrar a la vez su un idad y sus diversas a rticulaciones a lo largo del tiem po. Toda ob ra y la ob ra filosófica no constituye ciertamente una excepción procede por reflujo y recubrimientos, por avances y retoques. Por lo tanto, la tarea del intérprete deberá ser a la vez fiel al desarrollo orgánico de un pensam iento y seguir sus dinám icas n a tu rales. Sim ultáneam ente, tam bién d eberá aclarar las cesuras que perma necen ocultas en u na reconstrucción lineal, esas rup tura s que ha brá n borrado las autointerpretaciones retrospe ctivas. U bicadas en este doble imp erativo, las tres escansiones que sugerimos en este trabajo ( percepció n, lenguaje y ontologia de lo visual) de ben se r leídas a la vez en una perspectiva sincrónica y diacrònica. En un primer mom ento, ana lizarem os la rean ud ación de la tem ática de la percepció n concebida con y contra la psicología y las ciencias del comportamiento. A pesar de haber surgido en el seno de la cuestión de la percepción, el problema de la expresión volverá a ser pensado en el marco más vasto de un a interrogación sobre la facultad creadora. M ostraremos cómo, una vez más aquí, es la nofilosofía (en este caso la lingüística estructural) lo que marca el comienzo de una segunda fase, situada bajo el signo del lenguaje. Por último, se puede arr ies g ar que el diálogo con las a rtes de la imagen, ta n decisivo pa ra el último M erleauPo nty, de svía la ontologia de la tercera fase hacia una ontologia de lo visible. Sin embargo, hay un elem ento que se m an tiene a trav és de toda la obra del que m ostrarem os que es como la “tra m a en tre lo simultáneo y lo sucesivo” (VI 172): la crítica de toda ideología de la transparencia , ya sea la creencia en una tra n sp ar en c ia de sí a sí, del sí y del propio sab er, del sí y del Otro. Cu riosamen te, este término , “tran sp are n cia ” pasó prác ticam ente inadvertido h as ta hoy,11aunque (y contrariam ente 22
a algunos conceptos como “ca rn e” o “qu iasm o”) esté p res en te en todos los escritos desde el comienzo y vuelva sin ce sar a la plum a del autor. Sin adquirir jam ás el estatu to de concepto, y consecuentemente teniendo que perm anecer siempre más acá de todo enn oblecim iento filosófico, la noción de “tr a n sp a rencia” no podrá situa rse en ningú n glosario m erleaupontia no. No obs tante, una lectu ra mínim am ente a te n ta de la obra p erm itirá m edir fá cilm ente su recurrencia. M uchas veces utiliz ad a de un modo adjetivo, la noción es emp leada sa lvo excepción con un alcance crítico y cristaliza el lugar de un impensado filosófico: la ficción de transparencia resume en un ap ala br a el olvido del a priori material, de la constitutiva mediatez corporal de toda relación con el mundo.
La reflexión sobre la m ediatez de toda aparición induce, en el seno de las tres etapas, conceptos innovadores, a su vez deriva dos de las discip linas nofilosóficas. De las ciencias del compo rtamiento, M erleauPonty retom a el concepto de m edio al cual otorgará un nuevo sentido. Su lectura de Ferdina nd de Sau ssu re le da rá m ás a delan te la noción de diacrítica cuyo alcance to tal aú n no ha sido evaluado al día de hoy. Por último, intentaremos demostrar cómo las artes visuales perm iten percibir un concepto fenom enològico que M erleau Pon ty no supo ver por sí mismo, pero que con stituye sin em barg o u n a especie de nudo de su ú ltim a filosofía: el concepto de diáfano. A p a rti r de lo diáfano, cabe pre gu nta rse si M erleauPonty, en su último esfuerzo de concreción de la endo filosofía, sacrificó su principio según el cual la exterioridad está ligada a u na opacidad nointegrable y orientada n uev am ente ha cia u n a filosofía de la fusión, a su vez sinónimo de tran sp ar en cia . A p a rt ir de lo diáfano, al que se su po nd rá como lo “im pensa do” de MerleauPon ty, inten tare m os entonces a la vez rein terp re tar la coherencia general d éla obra y además despejar las pistas de un a reflexión que su pe raría las aporías de las filosofías de la tran sp ar en cia hac ia un p ensam iento que da cuenta de una inflexible resistencia de las cosas. 1
11 Con la excepción de Isabel Matos-Dias, quien ya ha señalado su importancia, cf. Merleau-Ponty. Une poïétique du sensible, trad. R. Barbaras, Toulouse, Mirail, 20Ó1, pp. 37-39.
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3. L a t r a n s p a r e n c i a y e l o b s t á c u l o
En la fenomenología de la acción que esboza en L ’E tre et le Néant, Jea nP au l Sa rtre denu nciaba el acento excesivo pue sto por la tradición filosófica en la volición humana en detrimento de la experiencia de la facticidad.1 El intento de Maine de Biran, ese precursor de la fenomenología en el siglo xix, que había inten tado aliar el sensu alismo con el pensam iento de la acción a partir de la idea de un a “sensación de esfuerzo ”, no escapa a las críticas sa rtrea na s, pues atrib uiría un a vez más al sujeto lo que, por el contrario, le corresponde a la exterioridad. La “fam osa ‘sensación de esfuerzo’”, afirm a Sartre, es un mito psicológico”: “Nunca tenemos la sensación de nuestro esfuerzo, pero tampoco tenemos las sensaciones periféricas, m usculares, óseas, nerviosas, cutáneas por medio de las cuales se ha in ten tad o reem plazarla: percibimos la resistencia de las cosas. Lo que percibo cuando quiero llevar este vaso a mi boca no es mi esfuerzo, es su pesadez, es decir su resistencia a en tra r en un complejo utensilio, que introd u je en el m undo”.13E sta observación prolonga y será prolongada por Gaston Bach elard, quien ub ica la idea de resistenc ia en el centro de sus m editaciones sobre los elem entos m ateriales. Al retoma r una idea ya formu lada en L ’eau et les rêves, en La Terre et les rêveries de la volonté le reprocha a la fenomenología, totalm ente inte resa da en la idea de la intencion alidad, no hab er tenido en cuen ta lo suficiente el “coeficiente de adversidad” de los objetos. ; La phénoménologie de la perception de MerleauPonty participaría una vez más en una “filosofía de la orientación”, de una “fenomenología del hacia que ha bría que profund izar y radica lizar par a conferirle, en cambio, el carácter de una “fenomenología del contra ” que ven dría a reun irse con las cosas y a expe rim entar su inercia propia.’5 Todo parece indicar que MerleauPonty, quien con fre ”
" JeanPaul Sartre, L ’Être et le Néant , Paris, Gallimard, 1943, p. 372. ■ lindem, pp. 372373. Para ser precisos, h abrá que añad ir que la noción de resistencia ya se encuentra en Maine de Biran. Nathalie Frogneux señaló su recepción diametralmente opuesta en MerleauPonty y Michel Henry. Cf. Frogneux, Nathalie: “La résistence vive du corps dans F ‘Essai’ de Maine de Biran”, Revue philosophique de Louvain, vol. 103, 12 de febrero de 2005, pp. 6181. MGaston Bachelard, La terre et les rêveries de la volonté. Essai sur l’imagination de la matière, Paris, Corti, 1947, p. 53. :: Ibidem, p. 55.
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cuencia hace a lusiones al libro de Bach elard,16se tom a en serio los reproches de éste, a tal p un to la idea de resisten cia acom paña todo su pensam iento, pa ra volverse temático des pués de la Phénoménologie de. la perc eption. En la conferencia de Ginebra de 1951, que ju sta m en te lleva el título L ’Homme et l’adversité, explica: “Cuando nuestras iniciativas se hunden en la pas ta del cuerpo, en la del lengu aje o en la de este mundo desm esurado que nos es dado pa ra term ina r, no es que haya un genio maligno que nos opone sus voluntades: no se tr a ta sino de una sue rte de inercia, de una resistencia pasiva, de un desfallecimiento del sentido ,de un a adversidad anó nima” (SG 390). El problema de la resistencia toca el corazón mismo de una filosofía que se niega a la vez la constitución trasc en de nta l de los objetos y su existencia autónom a en un bosnios preestablecid o. La aporía es p lanteada como el punto de partid a del curso sobre el probi ema de la pasividad de 1954 1955: “¿Cómo concebir que el sujeto nunca en cuen tre ob stáculos? Si él misino los ha puesto, no son obstáculos. Y si realm en te se le resisten, nos vemos llevados a las dificultades de una filosofía que incorpora al sujeto a un orden cósmico y hace del funcionam iento de la me nte un caso pa rticu lar de la finalidad natural” (RC 66). Esta “adversidad” sigue siendo evocada en el coloquio de Royaumont, donde se vuelve el síntom a de una “resisten cia de lo irreflexivo a la reflexión”.1' Po r lo tan to, la resistencia no pu ede ser objeto de una filosofía sin que, inevitablemente se niegue su carácter resistente. Más bien habrá que resolverse a ver en ella la matriz y la fuente secreta del pensamiento. Al referirse al Teeteto de Platón, M erleauPo nty rec ue rda que el origen de la filosofía es el thaumazein, el aso m bro.18 Hay que te ner cuidado y tr a ta r de no ver en este asom bro sino un conector inicial que se ele vará luego a las vivisecciones conceptuales. “La filosofía es el thaumazein, es la conciencia de la ex tra ñez a” (P2 365) que no puede des pren derse sino de un a proxim idad de aquello que aso mbra. En ta l sentido, “la filosofía sólo respira cuando rechaza el pensamiento infinitamente infinito para ver el m undo en su ex trañ ez a” (P2 370). Sólo cuando se tom a en serio esta ex trañeza d esaparece la **Cf. por ejemplo las Conferencias radiofónicas de 1948 (C 30). ’■ Intervención en el Tercer Coloquio filosófico de Royaumont, “L’oeuvre et la pensée de Husserl" (2330 de abril de 1957), publicado en Husserl. Cahiers de Royaumont, Philosophie n " III, Paris, Minuit, 1959, pp. 157 159, p. 158. |y Théétète 155d3.
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falsa a ltern ativ a entre un a filosofía “que tom a n u es tra experienc ia ‘desde ad en tro ’” y u na filosofía “que la ju zg ar ía desde afuera” (VI 210). Se podrá apreciar entonces que nuestra experiencia ya nun ca m ás es otra cosa que “cambio que” p e r p e tu a m e n te “nos ubica lejos de ‘nosotros’, en el prójimo, en las co sas” (ibidem).
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II. PERCEPCION
1. (D e s )a u t o r iz a c ió n d e l a c i e n c i a
“¡Volvamos a las cosas mismas!” (.Z ur ü k zu den S ach en selb st ) : esta es la célebre requisitoria de Edmund Husserl p ara el proyecto fenomenològico. E sto supone dejar de lado la posición inatacable del pensam iento puro que la otra gran figura de la renovación filosófica del siglo xx, Ludwig Wittge nstein, calificaba tam bié n de “hielo resba ladizo” donde “las condiciones son ideale s pero donde no se pued e ca m ina r”.19El retorno a las cosas, mandato poderoso en su impulso pero vago en su dirección, se vuelve concreto cuan do se lo explica, tomando las palabras de Wittgenstein, como un “retorno al suelo rugoso” (Zu rü ck a u f den rauhen Boden!).20 El suelo rugoso que M erleau Po nty viene buscand o desde el comienzo es la cuestión del ser perceptivo. Aunque todo el arco de la filosofía m erleau po ntian a es tá traba jado por éste, se puede distinguir sin embargo una primera fase que se escalona desde 1933 ha sta el final de la gu erra a pro xim ada m en te en que el problema de la n atu ra lez a de la percepción constituye la líne a d irec triz del esfuerz o de pe nsam ien to del filósofo. Al inte res ars e m ucho de en tra d a por los nuevos resu ltado s de la psicología experim ental, M erle auPonty e stá p articu larm en te sensibilizado a la cue stión de lo perceptivo por la Gestalt psycholo gie, cuyos escritos estudia de manera sistemática. En 1933/1934, empieza a tra b a ja r en un a tesis que debe tra ta r “La na tu ra le z a del com po rtam iento” y cuyas solicitaciones de Ludwig Wittgenstein, Investigations philosophiques, trad. P. Klossowski, introducción de B. Russell, Paris, Gallimard, 1961, § 107, p. 164. 1Ibidem.
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subvención a la C aja nacional de las Ciencias ya rev elan las fuerzas motrices de una búsqu eda que se prolongará ha sta la Phénoménologie de la p e r c e p t i o n La originalidad que de en tra d a se percibe en estos proyectos de investigación es un a bibliografía que, e n d etrim ento de la filosofía (en ella no fig ura ningún nombre de autor clásico), se nutre de obras de psicología, de neurología y de psiquiatría. Hay un desdén por la institución universitaria, dominada por el idealismo y el neokantismo francés, pero no por ello hay un adiós a la filosofía, pues MerleauPonty pronto m o strar á su desacuerdo no con el objeto sino con los métodos científicos. En el proyecto de tesis, ya se ve afirm ad a la irred uc tibilidad del mund o pe rceptivo a la epistemología científica: “El universo de la percepción no s ería asim ilable al univ erso de la cie ncia” (PrP 13). Más explícita aún, la Phénoménologie de la perception comenzará con una frase apodíctica y desconcertante: “La fenomenología |...J es primero la desmentida de la ciencia” (PP II). ¡.( )u( hac er con esta afirma ción? ¿No cae M erle au Po nty en la m isma tram pa dé las filosofías criticistas e intelectu alistas que se denuncian en estas mismas líneas? Es necesario ponerse de acuerd o sobre la significación de esta “desau torización”. M erleau Po nty lo pone en claro cuand o se refiere al traba jo del propio Plusserl: p a ra la fenomenología no se tra ta de “d es in ter es ar se ” por las ciencias em píricas como la psicología (P rP 21); por otro lado, h ay que ev itai' h ac er un calco de su método. “Se trata de renovar la psicología en su propio terreno, de vivificar su método propio por medio de análisis que fijen el sentido siempre incierto de las esencias fundamentales como las de ‘representación’, ‘recuerdo’, etc.” (PrP 2223). Cuando Husserl y con él Merleau Ponty critica la psicología, no es para cuestionar la le gitim id ad de un abordaje inductivo, sino pa ra apoyarlo m edian te un abordaje eidetico. Indiscu tiblem ente, es dable ob serva r un a continuidad desde la primera obra, que surgirá de estas reflexiones con el contacto con las ciencias, La structure d u comporte ment, hasta L a phénoménolo gie de la perception de 1945. En la Cf. los documentos contenidos en PrP. No seguimos la hipótesis de ruptura propuesta por Theodore Geraets, que habría sobrevenido entre La structure du com portement y La phénoménologie de la perception. Cf. Geraets, Theodore F. Vers une nouvelle philosophie transcendentaie. La genèse de la ph ilosophie de Maurice Merleau-Ponty ju sq u'à la. Phénomé nologie de la perception, prefacio de E. Levinas, La Haya, Nijhoff, 1971. 28
p rim era obra publicada en 1942 pero ya concluida en 1938 M erleauPonty inte n ta pe ns ar la percepción con y contra la ciencia; en la segunda, rad icaliza este movimiento inten tand o de lim itar lo que la ciencia presupon e y lo que, en tan to pre supuesto, es su costado irreflexivo: la experiencia vivida del m undo sensible. En el prefacio, m an ten d rá que “si queremos p ensar la ciencia m ism a con rigor, aprecia ndo exactam ente su sentido y su alcance, es m en ester d esp erta r primero esta experiencia del mundo de la que es expresión segunda” (PP III). An tes de llegar a la cuestión de la expresión prim ordial q u e ser á el tem a del próximo capítulo,, un a vez m ás ha y que insistir en el objetivo unitario que se mantiene a través de toda esta primera fase, pero asimismo, en sus diferentes implementaciones: La structu re du, com portem ent procede de un camino negativo. La phénom énologie de la perception intenta elaborar una teoría coherente de la percepción del cuerpo encarnado; la primera, según la explicación que da MerleauPonty en persona, trata de despejar el sentido (o el nosen tido) de un abordaje que c onsidera al hom bre “desde el punto de vista del espectador extraño” (P2 12) m ientras que la segunda ilumina lo impensado, es decir la experiencia, a p a rtir de la experie ncia m ism a, “ubicándose en el interior del su jeto ” (P2 13). Al co nfron tar est as dos obras, se observa u na relación de quiasmo: allí donde L a phénoménologie de la perception queda tendenciosam ente ligada a un pensamiento del adentro de la experiencia, situando el saber positivo en u n a posición de exterioridad, La structu re du com portement aún no se sitúa en una perspectiva de experiencia, sino que ar g u m en ta en el inte rio r del discurso científico, produciendo u n a crítica contra las ciencias que, paradójicam ente, se nu tre de estas m ism as cien cias”.2’ Si bien es ta lec tura es quizá d em asiado concesiva con un a visión reconciliadora que adopta M erleauPonty cuando res ume sus'trabajos anteriores con vistas a su can did atura p ara el Collège de Fran ce en 1951 y que la Phénoménologie de la perception constituye manifiestamente una evolución conceptual en relación con La structure du com porte m ent— lo cierto es que en las intenciones, la pr im era obra opera ya un despla zam iento rad ical respe cto del medio filosòfico en el cual p retend e tom ar la palabra. E n consecuencia, se tr a ta de Cf. en este punto Soraya de Chaderavian, Zw isc hen den Diskursen. Merleau -Ponty und. die Wissens chaften, Würzburg, Ko nigsh ausen & Neumann, 1990, en partic ula r pp. 21 sq.
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rea ctu aliza r el problema de la relación en tre cuerpo y alm a p u e s justa m en te de ello se tr a ta sin volver a atrave sar las aporías de la tradición, sino instalándose de entrada en el deb ate científico que ev ita cuidado sam ente es tas dicotomías metafísicas. Se tr a ta de volver a p lan tea r la cuestión de la relación en tre actividad y pasividad sin llevarlas a la duali dad sujetoobjeto, sino analizando lo que es anterior a esta división, el comportamiento. En tal sentido, el comportamiento es menos el tema del libro que ya era y sigue siendo la perc epció n—que su lanzam iento estratégico. Por ende, optar por el campo científico es d istin gu irse de u n a filosofía inte le c tualista que disuelve la percepción en el “pensamiento de percepción”; ad o p ta r el com portam ie nto como un cam in o de travesía en el terreno de las ciencias empíricas ya es elegir un a vía que p erm ite sa lir de él pa ra llegar al propio objeto, la experiencia prop ia.1Pero detengám onos por un mo men to en la organización de la Structure du comportement, donde M erleauPonty estudia a lterna tivam en te concepciones muy heterogéneas y sigue esforzándose para despejar su propio punto de v ista, lo cual h a incitado a muchos com entadores a abandonar este primer libro para abocarse al segundo. Con todo, pen sam os qu e ya a p a rt ir de los años 19331938, en que trabaja en la elaboración del primer escrito, se esboza la perspectiva crítica que se m an tien e a trav és de todas las interrogaciones diferentes a las que MerleauPon ty se en trega rá en el futuro: u n a filosofía que denuncia todo pen sam iento de transparencia. Aunque el térm ino transp aren cia todavía no tiene el valo r del “concepto op erato rio” que ad q u irirá •más ta rd e ,2"1el motivo ya es tá i nd isc uti bl em en te p re se n te y el m ovimiento de opacificación y de reinse rción de la percepción Este rechazo de la posición de “sobresaliencia”, que adquirirá toda su importancia en el pensamiento tardío, ya se manifiesta en el segundo artículo de MerleauPonty sobre Gabriel Marcel, donde la tendencia existencialista incluso la del “misticismo empirista”, como Jean Whal calificaba la reflexión marceliana se opone a la intuitus mentis del sujeto cartesiano detrás del vidrio (P1 35 sq.) 2i Para MerleauPonty, la transparencia es ante todo un fenómeno óptico cuya importancia para la cuestión de la profundidad del campo descubre gracias a los trabajos de TudorHart a quien cita desde el pedido de subvención para la investigación (PrP 28) y al que dedicará algunas páginas en la Structure du comportement (SC 9293 y 97). Al liberarse de esta significación literal, se observará que el uso figurado generalmente crítico a veces tiende a volver a una aserción positiva (SC 181 o 286), tal como la entiende la tradición del racionalismo filosófico que ve, en la transparencia, la ausencia de obstáculos para el pensamiento. 30
en la carne, que llevará a la Phénoménologie de la perception, es sin duda el momento unificador que reúne los análisis heterogéneos.
2. E n t r e
mecánico y formal
Al igual que Husserl, quien preconizaba comenzar por la ac titud in ge nu ay por las “represen tacione s” que nos hacemos de las cosas, este tratado sobre el comportamiento desde el punto de v ista de la ciencia está obligado a s itu a r la doxa en las “rep rese nta cione s cien tíficas” (SC 199) del com portam iento. Por ende, M erleauPon ty comienza señ alando la actitud ing en ua del sabe r clásico que reto rn a en la apelación “pe nsa m iento de caus alidad ”. Au nque jam ás explicitada en detalle, es ta fórm ula de hecho e stig m atiz a toda posición que confíe en la posibilidad de un a acción directa, inm ed iata y linea l en un objeto. La causa es acon tecimiento “an tece de nte co nsta nte e incondicionado” (SC 7), condición necesaria y suficiente del efecto, y por lo ta n to siem pre verificable, a condición de que se lo aísle correctamente. De modo que aquello que se p resen ta como un realism o coherente equivaldría a ser sólo un atomismo que disecaría los procesos en eslabones inde pendientes, puesto que el esfuerzo consistiría en elim inar los elementos éxteriores pa ra lograr una pu ra relación donde la cau sa dé luga r incond icionalm ente al efecto. E ste causalismo, sin em bargo, no se restr in g e en modo alguno al m und o físico. La reflexología, a la cu al M erleauPonty dedica u n a am plia p a rte de la obra, p retend e incluir el fisiologismo sin d eshacerse, empero, del postulado causalista que perpetúa. Pavlov extien de incluso su dominio, pues ah or a ha y acción directa de lo físico a lo fisiológico. Su teoría del reflejo engendrará extensiones ab sur da s : dado que presupone u n estado originario de correspondencia directa e ntre estím ulo y reacción, está obligada a inv en tar “inh ibidores ” que “en tu rb ian ” la tra n sp a rencia del reflejo inmediato. El problema es insuperable m ien tras se piense el com portamiento como correlato de un reflejo que se produce en un canal vacío. Incluso, al concebir u n a interacción en tre los diferentes can ales, la existencia de u n m undo con stituido con conexiones preesta blec ida s (SC 35) nunca es cuestionado y uno se hunde, descomponiendo así este mundo en todas sus conexiones fijas, en interminables aporías zenon ianas. 31
En la Structure du comportement, MerleauPonty tam bién dis cute la s posiciones que rechazan tal ato mismo m aterialista para demostrar que, en última instancia, siguen operando en el interio r de un rég imen idéntico. Po r un lado, es tá el vitalismo, que pretend e rein trod uc ir la fuerza vital allí donde sólo es tá lo mecánico. Aun que es ta fue rza e scap a a la explicación fisicalista clásica, sus efectos, sin em bargo, tien en que reinte gra rse a la mecánica y se resum en a no ser m ás que un mero factor suplementario (SC 249). En consecuencia, el vitalismo cobra parad ójicam ente las formas de una “física en lo viv ien te”, sin logra r pe n sa r ver da de ram en te la “física de lo viv iente ” (SC 164). Por otra p arte , se en cu en tra el intelec tua lismo que efectivam ente su pe ra el esqu em a de yuxtaposición del atomism o, pero no es sino p a ra in clin ar lo sens ible hacia la esfera del entend imiento. Por ende, dad a la he terog en eidad ese ncial e ntr e lo sens ible y lo percibido, ya no h a b ría u n a relación de con tigüidad sino un a relación de conformidad. El pensam iento neokantiano fu e rte m e n te anclado en la F ra n cia de la posguerra, objeto de discusión cuando se trata de “criticism o” n o h a ría sino re du cir 1a percepción a un modo de juicio e n tre otros (SC 217) que im pide “po ner la conciencia en contacto con un a rea lid ad opaca y aje na ” (SC 283). Co ntra el mecanismo que piensa el comportamiento a partir de un estado inicial de transparencia y cuyo abordaje no está verdaderamente cuestionado por el vitalismo sino que más bien está confirmado por él—así como contra el intclectualis mo que reduce el comportamiento al instrumento de una idealidad, se trata de pensar la organización del campo sensible a partir de la percepción. Contra toda doctrina reduccionista que da lugar, en el caso del intelectualismo, a un modelo transparente al pensamiento y, en el caso del mecanicismo, a un “mosaico” de sensaciones (M erleauP onty utiliza aqu í la exp resión de W ertheimer), por el con trario, hay que encarar la “imagen total del organismo” (SC 22). MerleauPonty encuentra el principio de este abordaje global, en la Gestaltpsychologie a la cual no dejará de volver hasta en los últimos escritos. Mientras que el atomismo m ate rialista p retend e explicar a travé s de un fraccionamiento de las cadenas causales, la escuela de g es taltista s sostiene el credo de que el todo sup era siemp re la sum a de sus pa rtes (SC 49). S ih ay distinción de las par tes en el inte rio r del todo, éstas pued en d eso lida rizarse, pues constituyen un conjunto orgánico. La forma (G e s t a l t ) no
e stá ni en las cosas ni en la conciencia, sino que organiza su relación, es ante todo estructura. Mucho má s tard e, e n un coloquio sobre la pala br a “estru ctu ra ” organizado en Pa rís en enero de 1959, M erleauPonty definirá la estru ctu ra m ediante un sintagm a que tam bién se aplica a la forma: “principio interior de una distribución ob servab le”.' El énfasis recae e n “observ able”, pues se tra ta , co ntra riam en te al uso más común que de él hace aquello que suele situa rse bajo la etiqu eta de estructura lism o, no de un a estructura de lo percibido sino de una estructura en lo percibido. Em pero, y aun qu e g racias a los térm inos de forma y de es tru ctu ra (empleados m uchas veces indistintam en te en La structu re du comportement) se ha n b arrido muchos reduccio nismos heredado s, s ubs isten, no obstante, otra s dificultades. P ar a M erleauPonty, la escuela de Koffka y Köhler tiende a sustancializar la forma, a abstraería de las interacciones reales de la experiencia. Si veía en las investigaciones de los gestaltistas lo que “exime a los neurólogos de buscar en localizaciones anatómicas una reproducción calcada de las funciones mentales” (PrP 12), una teoría de la forma que se desprende de los procesos permanentes de reajuste en la percepción corre el riesgo de esta ble cer, a su vez, un nuevo apriorismo. Prueba de ello, por si hace falta, son algunos ejemplos de formas visuales canónicas y recurrentes en las obras de la Gestalttheorie que corren el riesgo de ubicar la forma an tes de su percepción y de forzar la vu elta al plato nismo. Au nqu e se rechace todo idealismo y au nq ue se localicen res ue ltam en te las formas en la inm ane nc ia del mundo físico, el abord aje g estáltico sigue desconociendo el hecho de que no se tr a ta de formas pree stablecidas que existen en el mundo, sino m ás b ien de forma s que son ya emergencia de un mundo. La formulación de la Phénoménologie de la perception es explícita: la Gestalt “es la aparición m ism a del mu ndo y no su condición de posibilidad, es el origen de u n a no rm a y no se re a liza según una norma” (PP 74). En el cuarto capítulo de la Structure du comportement, M erleauPonty m os trará así cómo no puede ha be r alfabeto de las formas simbólicas, ni orden en los elementos preestablecidos, sino únicam ente de las es truc tura s es truc tura da s que, al mismo tiempo, ya son estructuras estructurantes. Así
Sens et usages du terme structure dans les sciences humaines et sociales, ed. R. Bastide, La Haya, Mouton & Co., 1962. p. 154 [reimpreso -'
ahora en P2, pp. 317-3201. 33
pues, la conciencia perceptiva no es ni el receptáculo de esta “vida de las form as” ni un calco de las e str u ct u ra s del mundo, sino el lugar de su emergencia misma (SC 177). En este sentido, no hay ni exterioridad ni indeferenciación entre m undo sensible y conciencia. L a relación e n tre la conciencia y su cuerpo M erlea uP on ty recu erda desde el comienzo que es lo que e stá e nju eg o en la Structure du comportement no es una relación instrumental de “medio” [moyen], sino una relación de arraigo en un “medio” [milieu]. La conciencia es “medio [milieu] de universo” y la fenomenología, en tanto ciencia de lo que se d a a la conciencia, su “in ven tario ” (SC 215). Si bien se ha insistido con frecuencia en la fecu ndida d de estas ideas, que darán lugar especialmente a la teoría del cuerpo como medio y luego a 1a teor ía de la ex pre sivid ad creadora, en cambio ra ra vez h a habido interro gac ión sobre la génesis del vocabulario utilizado. 3.
M edio
El término medio, para el cual MerleauPonty se inspira prin cipalm ente en el etòlogo Jakob von U exküll26 y en el psicopatòlogo K u rt G old ste in ,2' conoce u n a tr adición m ás larga en la que vale la pena detenerse. Paradójicamente, la noción de medio, utiliza da por Merlea uP onty en su crítica del determinismo mecanicistu, deriva a su vez de la mecánica y es así como la Encyclopedic de d’A lem bert y de Dide rot pre senta esencialmente el siguiente sentido: “Medio, s.m. (mecánica) en la Filosofía mecán ica, significa un espacio m ate rial a través del cual pasa un cuerpo en su movimiento, o en general, un espacio material en el cual está ubicado un cuerpo, se mue va o no”. Más e xa ctam ente, el térm ino “medio” es una traducción del vocablo inglés m e d i u m que usaba Newton p a ra explicar el fenómeno de acción a dista ncia. C on trariam ente a la mecánica cartesiana, de la que M erleau Ponty demostrará en L ’oeil et l ’esprit que se elabora con la va ra de la acción “por choqu e” (la visión, se nsación a d ista nc ia
Streifzüge durch die Unwelten von Tieren und Menschen - Bedeungtslehre, Berlin, 1934 [ed. fr. Mondes animaux et monde humain seguido de Théorie de la signification, trad. P. Muller, París, Gonthier, colección “Mediations”. 1965.]. :VKurt Goldstein, La structure de l’organisme [1934], trad. E. Bürck !i: Johann von Uexküll,
hardt & J. Kuntz, Paris, Gallimard, 1951. 34
por excelencia, queda explicada a través de la analo gía de los basto nes del ciego que tantea la superficie del suelo y de los ob jeto s), Newto n consid era que to da acción se produce en “medios fluidos”. Este medio “fluido”, sin embargo, está estrictamente determinado por sus propiedades físicas y es así como la “resistencia al medio” de la que se trata en el artícu lo de la Encyclopédie es llev ada a la “den sid ad ” física de las p a rte s que com ponen el medio. El aire, el ag ua y el vidrio constituyen ejemplos de ello. No obsta nte , en e ste artículo de fines del siglo xvm ya se encu en tra el comienzo de lo que, en el xix, iba a c onvertirse en la teo ría del com po rtam iento del medio. “El a gu a”, escribe el autor del artículo, “es un medio en el cual los peces viven & se m ue ve n”. E ste es el aspecto que va a llam ar la a tención de Lamarck, quien se interesa de cerca en los medios (la expresión aparece siempre en plural) tales como el agua, el aire y la luz para abrevar en ellos su concepción de las “circ unsta ncia s influ ye nte s” o el conjun to de los facto res que de term inan desde afue ra al organismo. Léon Brun schv icg(a cuyas clases asistió MerleauPonty cuando estudiaba en la Ecole Norm ale Su pé rieu re e ntre 1926 y 1930) ha bía divulgado la idea de que la explicación de lo viviente propuesta por La m arck no es otra cosa que un a transform ación en térm inos biológicos del sistem a físicomatemático de “in te raccio nes e x te rn a s” de N ew ton.28 Po r ende, en e sta teo ría del medio viviente, hay acción a dista nc ia en el organismo en el sentido en que, por intermedio de la necesidad, el medio condiciona a éste. Sin embargo, Lamarck insiste en el hecho de que, siem pre tendien do h ac ia el finalism o de la conformación, el organ ismo es la fue nte de todo movimiento. En consecuencia, lejos de dejarse reducir a los ataques darwinianos, el evolucionismo de Lamarck es un intento de pensar una relación dinám ica y tem poral en tre o rganismo y medio. M ientras que el positivism o filosófico del siglo xix de Com te y Tain e in sist irá en el aspecto d eter m ina nte del medio haciendo del hom bre un sim ple “produc to del medio’”9(la biología co m po rtam en tal de Léon Brunschvicg, Les étapes de la philosophie, mathématique, París, Alcan, 1912, pp. 572 sq. -:l En la 40”clase de sus Cours dePhilosophiepositive de 1838, Auguste Comte introduce esta noción, definiéndola como “el conjunto total de las circunstancias exteriores [...J necesarias para la existencia de cada organismo determinado” (Auguste Comte, Philosophie première. Cours dephilosophiepositive. Leçons 1à 45, presentación y notas de M. Serres, F. Dagognet, A. Sinaceur, Paris, Hermann, 1975, p. 682).
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los siglos XIX y XX recib irá el legado de es ta tradición ad ap tac ion ista y creadora);30 M erleauP onty volverá a su m a n e ra a la intuición dinám ica de Lam arck. Así, la perspectiva sociológica que pre ten de que el hom bre se a an te todo un ser entre otros, de alguna manera parece llevada a una dimensión más primordial (y que corresponde también al prim er sentido de la pala bra), donde entre [parmi \ significa no sólo “en un medio” sino por y a través de éste."1 Siguiendo esta intuición, MerleauPonty se interesará esp ecialm en te en los estud ios psicobiológicos de von U exküll y Goldstein, quienes establecen que la biología no puede calcarse sobre la física, encara nd o las relaciones del org an ismo con el fuera según u n a relación de cau salid ad inm utab le. Si hay relación cuantitativa- entre medio y objetos físicos, existe, en tre el medio y su organism o, u n a relación cualitati va. Es e sta cualidad lo que deja es ca pa r el conductismo cuando encaja (que nos sea dada aquí la fórmula bcrgsoniana) lo mecánico en lo viviente. E n las clases sobre la Psychologie et la pédag ogie (le l’en fan t, que no son otra cosa que una reformulación de los resultados de las dos primeras obras, MerleauPonty enu nciará, por otra parte, más sucintam ente sus reproches. El conductismo cree poder ubica rse en el entorn o geográfico y deducir de él datos científicos (PPE 432 sqq). MerleauPonty utiliza aquí la distinción que propone el gestalti sta K urt Kofíka en sus P rin cip le s o f Ge sta i psychology entre “entorno geográfico” (geographical environment) y “entorno de com portam iento” (behavioral environm ent). '- Si se supo ne que la noción de en torno de com portam iento opone al cientismo condu ctista un a teo ría cu alitativa del comportamiento, deja escapar, sin embargo, lo que se comporta, en este caso un organismo. Por consiguiente, parece que el reproche más importante de Kofíka a la Gestaltpsychologie consistiría en permanecer en un pensamiento del entorno que no toman do en cu enta el dinamismo de lo orgá nico no : Pa ra más detalles sobre la historia del concepto de medio, cf. “Le vivant el son milieu”, contenido en La connaissance de la vie de Georges Canguilhem (París, Vrin, 1992 [1956], 2a edición aumentada), pp. 129 l;rl.
' Recuérdese que el térm ino francés panni deriva del latín clásico per medio. Cf. Leo Spitzer: “Milieu and ambiance. An Essay in Historical semantics”, en Philosophy and phenomenological research, septiembre de 1942, n" 3, pp. 142, p. 36). Kurt Koffka, Principles of Gestaltpsychology, New York, Harcourt, 193E 36
consigue concebir demasiado bien una teoría del medio. En otras palabras, la psicología de la Gestalt deja escapar la dialéctica entre lo viviente y su medio, dado que le falta un pensam ie nto de la vida. De este an álisis de las doc trinas de la percepción considerad as an tiinte lec tua listas se des pren den dos conclusiones: en prim er lugar, la interpretació n m ecanic ista im plica una acción in m ed ia ta de lo percibido en lo que percibe. El para dig ma es la teoría del reflejo que supone que desde el punto de p artid a h a s ta el punto ñn al hay un a tr ansm isión directa. La risa, e ntonce s, po dría reduc irse a la electrización del nervio facial, como en la experie ncia de Georges D um as (PP E 554). Ahora bien, explica MerleauPonty, basánd ose en p articu lar en Kurt Goldstein, si bien hay una relación entre reflejo y reacción, ésta no es directa: “No hay relación entre un estímulo y la respuesta, sino que esta relación pasa necesariam ente p or un medio, por un campo de fuer za s” (PPE 433). En segundo lu ga r, pen sai' la organización del campo y sus líneas de fuerza es lo que la psicología de la forma ha intentado resolve r a tra v és del concepto de Gestalt. Si el concepto evita el causalismo, según MerleauPo nty se extrae de su funda m ento concreto pa ra te n de r al formalismo. Al mismo tiempo que afirm a la coexistencia en tre e stru ctu ras físicas y psíquicas, no afro n ta su relación compleja y se lim ita a prop oner u n isomorfism o de principio. Allí donde el mecanismo p os tula la inm ediatez, la Gestaltpsychologie so stiene la coincidencia de las estructuras. En otras palabras: cuando hay transparen cia de estructuras, aparece la Gestalt. Utilizando sus resultados para refutar las posiciones clásicas de tran sp are nc ia, M erleauPonty estim a que mecanismo y gestaltismo carecen, cada uno por distintas razo nes específicas, de un pe nsa m iento autén tico de la percepció n, dado que le s fa lta el elem ento fu n d am en ta l: el cuerpo viviente, que se rá ubicado en el cen tro de la Phénom énolo gie de la perception.
4.
De l m e d i o a l m u n d o
¿Qué es un cuerpo? Todo lo que podam os d ecir de un cuerpo, de cualquier cuerpo, lo diremos según la vara del primer cuerpo que se nos da en la experiencia: el nuestro. De tal cuerpo, sin embargo, tenemos experiencias muy variadas. 37
Con él hacemos la experiencia “desde adentro”, en tanto cuerpo sensible, viviente y motor, en tanto cuerpo que actuamos y por medio del cual actuamos. Pero este mismo cuerpo también puede modificarse, y puede volverse “exterior” cada vez que sentimos que se posa en él la mirada de algún otro. Por un ins tan te, no estamos co m pletam ente “en nos otros”, ima ginam os nu es tro cuerpo percibido por los otros, como un objeto expuesto a una mirada extraña. Nuestro cuerpo se objetiva, en la experiencia del servisto, pero también cada vez que sumergimos nuestra mirada en un espejo y cuan do a quello que vemos en él “desde af u e ra ” nu nc a corresponde enteramente a lo que vivimos “desde adentro”. E sta du plicidad inhe ren te al cuerpo constituye un a de las prim eras in tu ic io nes de H u sserl que dis tingue d a d o que la leng ua a lem an a dispone de dos vocablos allí donde las leng uas latin as sólo cu en tan con u n o en tre el cuerpoobjeto (Körper) y el cuerposujeto {Leib) o cuerpo viviente; Leib p resenta la misma raíz que la “vida” {Leben). No obstante, todo parece indicar que esta distinción fund am ental pa ra la Phénom énologie de la perc eption se le ha impuesto a MerleauPon ty aún an tes de sus lec turas h us se rlian as , a trav és del contacto con los escritos de Gabriel Marcel, a quien le dedica una de sus prim eras publicacio nes.33 ¿Cómo d a r c uen ta del hecho de que soy un cuerpo, pero que ese cuerpo no es u n cu erpo cu alq uie ra sino m i cuerpo? La frase “soy u n cuerp o” e stá vacía, en tan to no hayam os advertido que ser u n cuerpo equivale a tener un cuerpo. Este tener, sin embargo, no debe confundirse con una posesión. Así, en E tre et avoir de 1935 (del que MerleauPonty publica una reseña al año siguiente), el cuerpo juega un papel de eje pues se sitúa en la intersección entre el ser y el tener pero, asimismo, por afuera: el cuerpo “no es” en la m edida en que nun ca e stá en teram en te dado, en q ue nu n ca de ve n dr á “objeto”.31 P ero si yo tengo mi cuerpo, si es el vehículo de mi a ctu ar , jam ás puedo disp on er completamente de él. La P hénom énologie de la perception puede leerse como u n a re s p u e s ta a u n a configuració n aú n :tt Se trata de la nota de lectura de “Etre et avoir”, ya mencionada, que fue publicada en la revista católica XLV (octubre de 1936), pp. 98-109 (reimpresa en PI, 35-44). Cf. el segmento nuclear del libro, es decir el “Esquisse, d’une phénoménologie de l’Avoir” para una comunicación de 1933 (Marcel Gabriel, nueva edición anotada y con prefacio de J. ParainVital, Paris, Editions Universitaires, 1991, pp. 111
La Vie intellectuelle,
Être et avoir,
38
sq.).
dem asiado abs tracta, pues no tiene en cuen ta suficientem ente que tener un cuerpo no es actuar en él sino por su intermedio. E n consecuencia, se tr a ta de tom ar conciencia de que “tener un cuerpo es, para un viviente, unirse a un medio definido, confundirse con algunos proyectos y comprometerse con ellos continuamente” (PP 169). Puesto que el cuerpo que percibe siempre está proyectado, dirigido, en tensión, ése sería el sentido profundo de la noción hu sse rlian a de intencionalidad. Pero, ¿qué proyecta el cuerpo? No sus objetos ni sus “intencione s”, sino su campo, al igual qu e un proyector, o incluso prec isa M erleauPonty un medio. “E n la m edida en que proyecta a su alrededor cierto ‘medio’” (PP 269), el cuerpo siem pre es m ás de lo que es actualm ente, está del mismo modo en sus v irtua lidades.33 E n este sentido, el ser en cam ado no es solam ente u n ser “en situación”: se define como “posibilidad de situaciones” (PP 246). Posibilidades que no son únicamente pensables, sino efectuables concretam ente, aquello por lo cual se distinguen de todo pensam iento tran sp are nte . “Al sostene r que esta intencionalidad no es un pensam iento, querem os decir que no se efectúa en la tran sp are nc ia de un a conciencia y que tom a por adquirido todo el sab er la ten te que tiene mi cuerpo de sí mism o” (ibidem). E n tanto potencia lidad en un medio, el cuerpo maduro no se dej a reducir ni a una autonomía total de un sujeto puro ni a la heteronom ía de un entorno. P en sa r su m ediatez es, en consecuencia, dejarle cierto espesor que pierde en esta extraña alianza sellada en tre el na tu ra lism o de la ciencia y el espiri tua lism o del objeto: “M ien tras q ue el cuerpo viviente deve nía un exterior sin interior, la subjetividad devenía un interior sin exterior, un espectado r im pa rcial” (PP 68). M ientras que la Structure du comportement empezaba voluntariamente “por ab ajo ”, la Phénoménologie de la perception se in sta la de en trad a en la experiencia hu m an a del cuerpo propio, desplazando ya, de este modo, la perspec tiva. “La vida h u m an a [...] se comprende a sí m ism a, porque está arrojada a un m undo n a tu ra l” (PP 377). La cuestión de lo hum ano se pla nte a pues como pro blem a del m un do .33 Aquí, u n a vez m ás, M erleau Sobre la idea de virtualidad en Merleau-Ponty y su puesta en perspectiva con otras teorías de lo posible y de lo virtual, cf. Marcello Vitali Rosati, Corpo e virtuale. Per un discorso metaontologico a partire da Merleau-Ponty, Universidad de Pisa, 2006, tesis inèdita. 16 Acerca del planteo antropologico, cf. Eric Bimbenet, Nature et humanité: le problème anthropologique dans l’oeuvre de Merleau-Ponty, Paris, Vrin, 2004.
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Ponty utiliza trabajos sobre la noción de medio de Uexküll, dado que su concepto de ‘medio’ no es otra cosa que la traducción del término alemán Umwelt, que el etòlogo se cuida de distin gu ir de Umgebung y de Welt. Jak ob von U exkü ll define la Umgebung por su localización en un espacio isotrópico, comparable en esto al “entorno geográfico” de Koffka, mientras que el Umwelt sería un espacio cua litativo, c orresp on diente al “ento rno del comportamiento”. Pensando el Umwelt como especificidad de lo vivien te en re lación con el Umgebung puramente geográfico, U exk üll le confiere un a acepción positiva; su abo rdaje “desde abajo” lo dis ting ue de la zoología priv ativ a de H eideg ge r .3‘ Al p a rtir del Welt humano, Heidegger pensará el Umwelt animal como necesariamente deficitario. Mientras que, para Uexküll, el mundomedio ( Umwelt) ya es a diferencia del Umgebung- un mundo, p ara Heidegger el Umwelt no es sino “pobrez a de W elt”, jug and o así con la pro xim idad fonética del prefijo um-, que significa el entorno, y el prefijo un-, que ind ica la privación o la fa lta.'1“ Respecto de la cues tión de la anim alida d, es im pe rativo constatar que se ha querido hacer derivar la noción de mundo en MerleauPonty de la de Heidegger de un modo demasiado apresurado: a diferencia de Heidegger, quien consideraba que los intentos recientes en zoología de p e n sa r el organis m o en rela ción con su m edio, en ú ltim a instan cia, son futiles p a ra la filosofía, M erleauPon ty confirma y prolonga los an álisis de G oldstein y de Bu yten dijk. C on trariam en te a la conceptualización h eidegg eriana, no ha bría dem asiado encercamiento (Eingenoummen sein) y acaparamiento ( B e n o m m e n h e it ) del animal por el Umwelt, sino, por el contrario, A u se in a n d e rs e tzu n g , un diferendo de fuerz as de coloración prá ctica m en te spinozia n a .i>,) Lejos de que “el org an ism o se en ca je ca da vez en un Renaud Barbaras, “Perception et pulsiion”, en Alter n" 9 (2001), pp. 13-26 [reimpreso en Vie et intentionnalité Recherches phénoménologiques, Paris, Vrin, 2003]. ia Cf. Martin Heidegger, Die Grundbegriffe der Metaphysik. Welt EndlichkeitEinsamkeit, Gesamtausgabe vol. 29/30, Franefort/M, Klostermann, 1983 Lfr. Les conceptes fondamentaux de la métaphysique. Monde finitude - solitude, trad. D. Panis, Paris, Gallimard, 1992J en particular p. 376. De la vasta literatura sobre este tema, remitimos aquí sólo al ensayo de Françoise Dastur, “Pour une zoologie privative”, en Alter , Reoue de phénoménologie 3 (1995), pp. 281-317. I!l La structure de l’organisme, ob. cit., p. 95.
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medio de term in ad o ”40 por el co ntrario, e stá inv aria ble m en te comprometido en él. Por ende, no hay demasiada cesura fundamental entre el reino animal y el humano, sino más bie n una diferencia en c uanto a la m odalidad de este compromiso. E n síntesis, M erleauPon ty no piensa el m undo según el criterio ontologico de la comprensión ( Verstehen) del ser en oposición a ú n a Umwelt de inhibición por los entesobjetos, sino como un a “com prensión de en vo ltura” d éla potencialidad del medio. En vez de ser dep end iente de los dispa rad ore s que serían como “envoltorio y rieles del comportamiento” (N 283),41 el hom bre m an tien e con ellos u n a relac ión de distan cia que siempre representa una distancia creadora. Por consigu iente, la vida hu m an a “‘com pren de’ no sólo tal medio definido, sino u n a inf inid ad de medios posibles” (PP 377). Po r ello, la noción de medio cobra un nuevo v alo r filosófico en la Phénoménologie de la perception en la medida en que está redefinida respecto del cuerpo: el cuerpo ya no es un “envoltorio transparente del espíritu” (PP 187) sino “medio” para hacer de u n medio un m undo (PP 144). M ientr as que H eidegger ve en el medio el motivo de cierre y de encerca miento, MerleauPonty, en cambio, abreva en él su concepción de ape rtu ra . Sin ab an do na r la posibilidad de distinción entre el reino animal y el reino del hombre, ésta será, empero, un a d istinción gra du al y no catégorial. Ambas e stán fund am entalm ente y a la vez situ adas en y abiertas al medio; el hombre es, sin embargo, el ser que potencializa esta ap ertu ra creando su propio mundo. Al m an tene r u na división en tre anim al y hum ano, M erleauPon ty explica el desarrollo del último a partir del primero; al utilizar la posibilidad ofrecida por la condición de ap e rtu ra , el hom bre se libera de su determinación objetiva. En el capítulo “La sp atia lité du corps propre et la m otricité” [“La esp acialida d del cuerpo propio y la m otricida d”], Merleau Po nty se inte re sa en el caso patològico “Sch n.” (el verd adero nombre es Schneider) que no logra representarse actos o situacion es no actuales, ni siqu iera rep res en tars e a sí mismo 41 Ibidem, p. 384. 41 ¿Cómo no escuchar aquí el eco de los célebres envoltorios, cintas y otras guardas de las Réflexions sur l’éducation de Kant? En éste, empero, la dicotomía se ve reiterada pese a todo entre el comportamiento, determinado por el aparato de estricta educación, y el libre uso de las facultades, orientadas hacia la razón, dicotomía que precisamente MerleauPonty intenta superar.
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en acto. Marrroquinero, sigue cosiendo y cortando el cuero, pero no está en condiciones de tom ar distancia respecto de sí mismo, de objetivar su actividad y menos a ún de proy ectarse en actividades diferentes. Schneider se confunde con su Umwelt, el medio del marroquinero, cuyas posibilidades están limitadas y son unívocas: “Lo normal cuenta con lo posible, que adquiere así, sin abandonar su lug ar de posible, u n a s ue rte de actu alida d; en el enfermo, en cambio, el campo de lo actual se limita a lo que se encuentra en un contacto efectivo o ligado a estos datos por medio de una deducción explícita” (P P 127). P a ra que hay a mundo, debe producirse un espacio, un a de solidarización de los datos inm ediatos, un a vir tualización del presente. Para el sujeto nopatológico, un estímulo no es únicamente una palanca de actualización: también puede dar lugar a un “movimiento virtual” que an un cia “cier ta po tencia de acción en el marco del dispositivo anatómico” (PP 126). Así pues, el cuerpo del sujeto normal posee un a facultad de noactu alizació n, u n a facultad de “situ ar se en lo virtu al”(ibidem). Sing ularm ente, “desligarse del mundo” (ibidem) constituye entonces, lisa y llanamente, la condición de una proyección de mundo. En el curso sobre La N ature, M erleauPonty escrib irá más a delante: “Ya no cuer po fu sión con un Umwelt sino cuerpo medio u ocasión de proyección de un Welt” (N 284). Lo que justamente la Gestaltspsychologie no consigue pensar es este p asaje a u n m undo, pues es prisionera de la idea de un m undo objetivo. E n tan to sitú a el compo rtamiento como forma en tre o tras e/i el m undo, no da cue nta del hecho de que el com portam iento indica a nte todo la posibilidad de la emergencia de un mundo. La Gestalttheorie, en suma, term ina ría por s itu ar las formas en un mundo físico y se lim ita a describir la correspondencia estructural con las representaciones que nos hacemos de ella. En tal sentido, sería una extrañ a alianza entre un presupu esto fisicalista y un procedim iento criticista. Pero el mund o, sostiene Me rleauPon ty, no es, como todavía lo pensaba el kantismo, un sistema de relaciones apriorísticas; no es “como un cubo de cristal” que deja ver “sus facetas ocultas en su tra ns p are n cia ac tu al” (PP 378). Por el contrario, es un espacio habitado, investido y trabajado, p ara retom ar esa palab ra de Hegel que retorna con frecuencia en la p lum a de M erleauPonty. Al vincu lar la génesis del mundo con el medio, se impide idealizarlo: a la manera del Umwelt, el mundo “es una realidad intermedia 42
en tre el mun do tal como existe pa ra u n observador absoluto y un dominio pu ram en te subjetivo” (PPE 432). Si se sigue la noción de medio a través de las reflexiones sobre la percepción, entonces cabe observar cómo el pensam iento me rleaupontiano se organiza a p a rtir de un a incorporación de términos técnicos p ara atribuirles un a nu eva significación. Al instalarse en la nofilosofía, se es espectador de es ta rean ud ac ión filosófica, de la reelaborac ión de un térm ino que, lejos de cristalizarse en un concepto, es operatorio y múltiple. Por ende, no se trata de llevar una noción a las esferas depuradas del espíritu, sino de mantenerse en el entredos, concluye MerleauPonty en el resumen de su recorrido: “Tal vez esta s investigacione s conve rgentes te rm ine n po r po ner en evidencia un medio común a la filosofía y al saber positivo, y por revelarnos, más acá del sujeto y del objeto puro, una suerte de tercera dimensión donde nuestra actividad y nues tra pasividad, n ue stra autonomía y nu estra depe nde ncia, c esa rían de ser con trad ictor ias” (P2 13). Así pues, la primera fase de MerleauPonty ya participa en ter am en te del esfuerzo por ev itar los reduccionismos y por consideraran cambio, a los intermediarios. En consecuencia, el ‘medio’ no es sola m en te el concepto op eratorio que atr a v ie sa este período como un hilo conductor; indica a sim ismo el proyecto mismo de este pe ns am iento .42 Se gu ram en te no es casual que MerleauPonty regrese a él, mucho más tarde, dedicándole múltiples clases en el curso sobre La N a tu re hacia fines de los anos 1950. Gracias a la noción de Umwelt, “la vista del mundo no se reduce a una suma de acontecimientos exteriores o a un interior que no está toma do en este m un do ” (N 232). Si se quiere com prend er el papel que desem peña el medio p ara el anim al prosigue M erleau Po nty hab ría que compararlo con nu es tra conciencia onírica dirigida hacia algo que nunca es visto para sí mism o (N 233). En el sueño se po dría ve r la prefiguración de u n a “nu ev a noción de lo posible” que no se red uce a se r “otro actu al ev en tua l” (RC 137) sino que ser ía el lug ar donde, en una serie de imá gen es oníricas que no d ur an m ás que unos pocos 4i Christian Bermes propuso ver a MerleauPonty como el pensador por excelencia de la mediatez y de la medialidad: Christian Bernes (2002): “Medialität anthropologisches Radikal oder ontologisches Prinzip? MerleauPonty Ausführung der Phänomenologie”, en: Die Stellung des Menschen in der Kultur , bajo la dirección de C. Bermes, J. Jonas y K. H. Lembeck, Würzburg, Königshausen & Neumann, pp. 4158.
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segundos, se perfila la infinitud de enca den am ientos posibles que siempre quedan en suspenso. En el lugar de una visión recta y adecuada, las ensoñaciones como por lo demás también la percepción en el estado de cansancio que Peter H and ke describió en un mem orable ensa yo que ga na ría si se lo in te g ra en tre los clásicos fenom enológicos—13 nos ofrecen u na visión que no perm ite de m asiado la fijación sino que más bien ofrecería u n tra n sp arecer de los fenómenos. C ontra toda epistemología de la tran sp are nc ia, corresponde un retorno al comportamiento en el medio, en “la A lltäg lichkeit [que] siempre está en el Entremundo, siempre en filigrana” (N 268). E n lu ga r “de tr a ta r de enc errarlos e ntre las pinzas de los acontecimientos parciales”, conviene restituir a las cosas su opacidad prop ia, “el organism o o la especie como rea lida d de m a sa ” (N 268 sq.) Se llega entonces a un “fenómenoenvoltorio I... J que no debe bu sca rse de trá s, sino en tre los elem entos” (N 275). Este medio envolvente que es menos u n continente que la distan cia que sostiene los elemen tos del inte rior d evendrá la id ea directriz no sólo de la ontologia de lo visible (como nos esforzaremos por m os trar en la terce ra pa rte) sino ya de la fenomenología del lenguaje que interpretaremos como segun da fase en el pensam iento de M erleauPonty. La bisagra entre esta primera interrogación sobre la percepción y la reflexión sobre el fenómeno de expresión está constituida, como veremos, por la crítica y la rein terp reta ció n de la noción clásica de trascendencia.
5. E l pr o b l e m a d e l a t r a s c e n d e n c ia
“H ab ría que definir u na vez m ás la filosofía trasc en d en ta l”. Sobre esta constatación se cierra la Structure du comportement (SC 241). Esto puede so rpren der, a ta l punto el abordaje m erleaupontiano parece diferir de un a em presa trascen den tal de im pro nta k an tian a. El en caden am iento de ejemplos, el retorno incesante a los resultados de las ciencias empíricas, la insistencia en lo prerreflexivo: he aquí todos los criterios que, en una prim era instancia, h arían de M erleauPonty un candidato para una filosofía precrítica en el sentido que le ::Peter Handke, Essai sur la fatigue, trad. G.-A. Goldschmidt, París, Gallimard, 1991.
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confería Kant. Ahora bien, hay que rendirse a la evidencia: M erleau Po nty am biciona no sólo ir m ás allá del criticismo, prete nde incluso reform ular su principio mismo: lo t rascen dental. Mientras que en la Structure du comportement esta reestructuración del estatuto de lo trascendental no supera dem asiado el estad o de un esbozo program ático, la Phénoménologie de la perception la motiva antes aún de pasar al an álisis del campo fenoménico. Es forzoso co n sta tar, como pue de leers e en la In troducción de la obra de 1945, que las filosofías tras ce n d en tale s clásicas postulan prim ero la necesidad de la experiencia y luego tr a ta n de establecer sus condiciones de posibilidad, pero que en ningún momento reflejan la donación efectiva (PP 74). En sem ejante sistem a, no puede hab er exterioridad real, ni en tanto facticidad de la percepción ni bajo la forma de la experiencia de un Otro irreduc tible a mí. La e xterioridad e stá presu puesta, pero nunca tie ne lu gar; el yo trascen d en tal es anónimo, no está ni en mí ni en los demás. Pese a esta condena que parece inapelable, M erleauP onty preten de, con todo, sa lva r el proyecto ka ntian o: ad em ás lo que le rep roc ha rá a Kant es menos el abordaje trascendental que más exa ctam ente el “no h ab er seguido h a sta el final su pro gra ma”, que consistía en defninir el conocimiento por la condición fáctica del su jeto cog noscen te (PP 255). Si K an t vio bien que no puede haber conocimiento por fuera de la intuición sensible, introduce la cap a del a priori pre lim ina r que, a falta de ser antecedente desde el punto de vista cronológico, lo es sin e mbargo desd e el pu nto de v is ta lógico.'1'1En ta nto “el a prio ri conserva en su filosofía el c arácter de lo que debe se r, por oposición a lo que existe de hecho como determ inació n antropológica”, Kant introduce una jerarquía entre “lo que debe ser el mundo y lo que es efectivamente” (PP 255), je ra rq u ía que lo rechaza m ás acá de su p ropio objetivo. “Si un m undo debe ser posible”: en es ta fórm ula que re tor na en va rias ocasiones en la plum a de Kant, el sujeto razo na nte no sólo está situado en u na posición de algu na m an era antes del mundo, deviene ade m ás como su legislador pues se tr a ta de p la n te a r las condiciones de su génesis (P rP 50). La h eteroge
■ 4 Kant retoma este punto en varías ocasiones, especialmente en los Prolégomènes à toute métaphysique future: “la palabra ‘trascendental’ no significa lo que supera toda experiencia, sino lo que, a decir verdad, la precede (apriori), con la única finalidad de hacer posible exclusivamente el conocimiento por medio de la experiencia” (Apéndice, 370, n. 1). 45
neidad entre la estética trascendental por un lado y la ana lítica trascen de ntal por el otro no puede resolverse s ie m pre en la in terpretación m erle auponti an a —si no es confirie ndo al sujeto el e sta tu to de un Dios que pla n tea el m und o y no un ho m bre que “se inte re sa en él” (PP 254), lo cual, en últim a instancia, equivale a reintroducir el dogmatismo en una filosofía crítica que se pre ten de liber ad a de él. Sólo ap a re n te mente esta filosofía del sujeto constituyente formaría la antítesis de su punto de vista naturalista donde el mundo e sta ría poblado de objetos constituidos: am bos no son sino el doble aspecto que pued e to m ar ei “prejuicio de un un iverso en sí perfectamente explícito” (PP 51). La única diferencia es que, en la versión trasc en de nta l, la condición de facto se ve dup licada por u na condición de jure , en síntesis, es necesario que la explicación sea posible y, por consiguiente, esta explicación ya debe estar “hecha en algu na p a rte ” (PP74). E sta argu m entación, que tuvo un impacto considerable en la fenomenología ir an cesa ,40es, empero, b a sta n te exp editiva. P ara en tend er todo su alcance, se impone un a digresión ha cia las fuentes de M erleauPonty (Hu sserl y Sartre, por sup ue sto, pero tamb ién, y muy p articularm en te, Eu gen Fink). A ntes de M erleauPonty, la idea de un a ley ins crip ta prev iam ente ya le había sido reprochada a Kant por el propio Husserl. La filosofía trascendental se ve llevada a una “interrogación reg resiv a” que se pr eg un ta bajo qué formas con ceptuales y cuáles fo rm as de ley [Begriffs-und. Gesetzes fo rmen] debe p re se nta rse un m undo objetivo (una N atu rale za ) en ge n era l”.'15 En su esfuerzo por desm arcar su propia filosofía trasc en de n tal de la de K ant, H usse rl estim a que en este último, la idea de lo trascen den tal sigue aún encerrada en un marco “d e n tista” de las meras leyes de la naturaleeza cuando, en cambio, es necesario “ampliarlo”, tener en cuenta “las múltiples formas de sociedades hu m an as y los productos c ultu rale s que surgen en su vida comunitaria” en tanto también ellos El a priori, ¿se deja describir no como posibilidad lógica de la experiencia, sino como algo situable en la experiencia misma? Si, después de MerleauPonty, Ricoeur. Lévinas o Michel Henry han planteado, cada cual a su manera, esta cuestión, nadie le dedicó más atención e importancia que Mikel Dufrenne, quien, de alguna manera, fue el motor La notion d’apriori (1959), donde Kant secreto de su pensamiento, desde es pensado en un trasfondo fenomenològico, hasta L’inventaire des a priori (1981), al que consideró como su “testamento” filosófico. ,KEdmund Husserl, Philosophie première, t. I, Histoire critique des idées, trad. A. L. Kelkel, Paris, PUF, 1970, p. 359 [Hua Vil 280/81],
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con figuran las ex periencias posibles.4' La fenomenología tr a s cendental es, por lo tanto, la descripción de la conciencia inten cion al que, mucho m ás que un a simple condición aprioristica, sería algo mucho m ás rea l, dirigido hacia la vida y a su “p le n itu d co ncre ta”.4 4 78 E n L a transcendance de l’ego de 1934 que sabem os h a sido leída por MerleauPonty con atención, Sartre advertía, no ob stan te, a todos aquellos que, so pre tex to de qu ere r corregir la filosofía crítica de Kan t, tra ta b a n de “realizar ”, es decir de otorg ar realidad fa ctua l a aquello que no era, en el pen sam iento kantiano, sino una simple forma del entendimiento. Así, Husserl habría reificado, en su “giro trascendental”, lo trasce nd en tal en un ego situa do como m ás acá de tod a conciencia: “Así, la conciencia tras ce nd en tal deviene rigu rosa m ente p ersonal”.49* 5 1 De este modo, Husserl habría “sobrecargado” la conciencia y S a rtr e juega aquí con las p ala b ra s al haberla “sob reca rgad o”, la h a vuelto igu alm en te “po nd erab le”.59 Ahora bien, es necesario, según Sartre, purificar la conciencia trascendental de todo egotismo, pues sería seguir ins talan do en ella un elemento ex traño. L a conciencia debe p en sarse como “clara y lúcid a” de cabo a rabo: “el objeto está en fren te de ella con su opacidad car acte rística, pero es pu ra y sim ple m en te co nciencia de ser con ciencia de ese objeto”.01 No hay lu g ár en tonces p a ra u n Yo [Je] que entonces fatalm ente devendría un “habitante” que excede los límites de la simple conciencia, un objeto para es a concien cia que, por lo mismo, nunca podrá ser sujeto de esa conciencia. En consecuencia, el campo trasce nd en tal es fatalm ente un a instan cia “pr ep er so n al”, que es lo previo a todo Yo empírico. P urific ad a de tod a e str u c tu ra egológica, la conciencia recu bre “su lim pidez prim er a”: p a ra p oder acoger el todo, debe ser pensada como nada A Con esta interp retació n de la fenomenología 47 Ibidem, p. 361 [VII 2821. 44 Ibidem, p. 360 [VII 2811. "Jean-Paul Sartre, La transcendence de l’ego. Esquisse d’une description phénoménologique [1934], introd. notas y apéndices a cargo de S. Le Bon, Paris, Vrin, 1992, p. 20. °0 Ibidem, p. 26. Sobre la extraña ausencia / presencia del peso en Sartre, me permito remitir a mi ensayo “Suspension et gravité. L’imaginaire ALTER n!! 15, Image et oeuvre d’art, Paris, sartrien face au Tintoret”, en Alter, 2007, pp. 123-141. 51 Ibidem, p. 24. 5! Cf. las conclusiones de La transcendance de l’ego (pp. 74 sq.), que, como se sabe, encontrarán su desarrollo ulterior en L’Etre et le Néant.
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trascendental, entra en conflicto particularmente con la lectura que de ella da E uge n Fink , cuyo artículo “La phén oménologie d ’E. H us se rl face à la critique co nte m po raine ” es citado en dos ocasiones. En este ensayo, publicado en 1933 en los K a n t-S tu d ie n y que influyó m uy tem pr an am en te en M erleauP onty,53 el último asiste nte de H usse rl tr a ta de sep ara r la utilización de la pala b ra “tra sc en d en tal” en fenomenología del sentido que le da el neoka ntismo. El erro r que cometen los h erm en eu tas criticistas de H usse rl co nsistiría en que aplican a este últim o sus propios modelos de pensamiento. Si ya en 1906 Husserl utiliza en p ar te u na term inología ka ntia na , no se cuida menos de disting uir rigu ros am en te el sentido que le confiere. Según Fink, se trataría de comprender que, contrariamente al pensam ie nto kan tian o , el ego tr ascen d en tal es p a ra H usserl un ego ind ividua l y ex istente (seiend). Así pues, en lugar de un a distinción e ntre un yo empírico y un sujeto trasc en de nta l noompí ri co. 1labría q ue d istin g u ir e n tre un ego em pírico que es el objeto de u n a percepción m un da na y un ego tras ce n de ntal que está desprovisto de él pero que no por ello es menos un ente.“' A la vez menos y más que el sujeto kantiano (menos, pues en la correlación con el mundo no hay ninguna priorid ad de la form a de la s ubjetivid ad por sobre los entes del mundo en tanto objetos posibles de un conocimiento; más, pues la conciencia no es sólo lo que contiene en sí la form a de todo conocimiento posible sino el lug ar m ismo de la co ns titución del mundo), la cuestión específica del ser de ese “constituy en te” no ob stante sigue en suspenso. A pes ar de p re se n tar se como el defensor de la filosofía hu ss e rlia n a m ás próximo de la voluntad de su au tor, es innegable que Fink ya h a añadido su propio pensamiento, fuertemente influido por el de Heidegger. Como Heidegger (y contrariamente a Sartre), Fink estim a que el núcleo de lo tras ce nd en tal debe form ularse no a pa rtir de u n a conciencia pu ra sino a pa rtir de la facticidad del ser comprometido en el mundo. Si bien respecto de las leyes epistemológicas kantianas Husserl verdaderamente ‘ ! En el prime] proyecto de investigación de 1983 se cita el ensayo. Eugen Fink, “Die phänomenologische Philosophie Husserls in der gegenwärtigen Kritik”, en Kant-Studien 1933 [fr.: “La phénoménologie d’E. Husserl face à la critique contemporaine”, trad. D. Franck, en De la phénoménologie, París, Minuit, 1974. p. 1241. Cf. además La nature de la perception, PrP 21. °1“La phénoménologie d’E. Husserl face à la critique contemporaine”, ob. fit., p 115. 48
operó un a revolución al p lan tea r la cuestión de la constitution, “la cuestión del modo de ser de lo con stituy en te m ismo” que da en suspenso, como lo insin úa el propio H eidegger en su célebre c arta de 1927.53 E stos plan teos , de los que se hicieron eco los texto s sucesivos de 1939 de E uge n F ink y de Ludwig La ndg rebe y que MerleauPonty leyó con gran entusiasmo en su visita a Leuven ,5'5no dejaro n de s u sc itar la reflexión de este ú ltimo. Desde luego, Hu sserl no podía lim itarse a lan za r un rechazo categórico a las críticas heid egg eriana s, pu esto que la ope ración de la reducción tra sc en d en tal no ponía enjue go, p ar a él, sino el ser del constituyente. En la Phénoménologie de la perception, MerleauPonty indica, empero, cómo la fenomenología así concebida prácticamente no se desmarca del intelectualismo, o peor aún, del psicologismo: “Esta nueva ‘reducción ’ no conocería enton ces sino u n solo sujeto v erd adero, el Ego meditante. Este pasaje de lo naturado a lo n atu ra n te , de lo constituido a lo constituyente, term in ar ía la tem atizació n e fectua da por la psicología y ya no de jaría m ás nada implícito o sobreentendido en mi saber” (PP 73). Y añade: “Tal es la perspectiva ord inaria de un a filosofía tr a s cendental y tal es también, en apariencia al menos, el program a de u n a fenom enología trasc en d en ta l” (ibidem ). Ahora bien, prosigue MerleauPonty, ¿qué queda aún de fenomenològico en semejante filosofía? Si la descripción del mundo vivido ( Lebensw elt ) no es más que una propedéutica llevada a ser reemplazada por una reflexión trascendental “donde todas las oscuridades del m undo qu eda rían ilum inadas”, “no se ve por qué la reflexión necesitaría pasar por el mundo vivido” (PP 419, n. 1). Pero entonces, ¿qué es un pensam iento au ténticam en te fenomenològico de lo trasc en dental? ¿Se puede todavía, sin sujeto trasc en de nta l y a p a rtir de un a descripción de las vivencias intencionales, d esarro llar una filosofía que merezca el nombre de “trascendental”? La tesis s a rtr e a n a de la conciencia como instan cia “pre pe rson al” “ Carta de Heidegger a Husserl del 22 de octubre de 1927, en Edmund Husserl. Noies sur Heidegger , Paris, Minuit. 1993, p. 117. '* MerleauPonty llegó a tener una entrevista con Eugen Fink en abril de 1939 (Cf. Van Breda, ob. cit., p. 412). Para más detalles sobre estos artículos, pero de manera general sobre la cuestión económica de lo trascendental en la evolución de lo trascendental en la obra merleau pontiana, consúltese la ob ra clásica y só lidam en te docu mentada de Theodore Geraets, Vers une nouvelle philosophie transcendantale, ob. cit. (en particular el capítulo IV).
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proporcionaría, en todo caso, u n a alternativa al subjetivismo husserliano. Pero al desplazar la ins tanc ia del Yo p ara hacer de él un Yo “relativo y prepersonal”, estima MerleauPonty (PP 320, nota), se finge resolver la ap oria m ien tras que, en realidad, se ha lla mejor afiemado. En todo su esfuerzo por ab ando nar la idea de un ego que se situ aría frente al mundo, la “nada” de la conciencia de Sartre llega a reducirse a un medio continen te del que luego se po drá hac er el inventario. Con Fink, MerleauPonty considera, por el contrario, que ha y que p en sa r al sujeto trasc en d en tal como un ente en tre los entes, como ser intraóntico. Si bien se puede encarar la reducción trascendental, no debe pensarse según el modelo de un suelo último que ha br ía que alc an za r sino, por el contrario, como un ejercicio inac ab able que, a tra vés de la modificación del serasí de los entes, deja aparecer más bien un suelo común que nunca es poseído. En el momento mismo en que conoce a F ink en Lovaina, descu bre asimism o los anexos p ar a L ’origine de la géométrie que dan una nueva consistencia a la siguiente idea: después de la revolución copernicana y galileana con cuya vara se mide el pensamiento kantiano, H uss erl afirm a proceder a u na modificación de estas m ismas revoluciones. E n el fragm ento tard ío U m sturz der kopernikanischen Leh re (La terre ne se m eu t pa s según su traducción francesa [La tierra no se mueve]),51 MerleauPonty cree descubrir el arquetipo de otro “suelo trascendental”, en las antípo das del logicismo del prim er H usserl: la T ierra p arafrasea —“no e stá en movim iento como los cuerp os objetivos, sino que ya no está en reposo, dado que no se ve a qué e sta ría ‘clavad a’” (SG 227). “Suelo” o ‘raíz ’ [souche], prefiguraría u na nuev a idea del fundam ento sensible tanto “de nue stro pensam iento como de n u e stra vida” (ibidem ). A nte s aú n de que pueda ha be r un a filosofía trascend ental, es nec esaria la experiencia empírica: “como el propio Kant dijo profundamente”, ya se lee en Le p rim a t de la p erception “no podemos p en sar el m undo sino porque tenem os la experiencia del mundo” (PrP 50). El error de Kant habría sido entonces q ue rer b usc ar un suelo má s sólido que el incierto del m undo de los sentidos, el único, no obstante, que está a nuestra disposición. En consecuencia, repensar lo trascendental, la cuestión p lan tea da al final de la Stru cture du comportement, Umsturz der kopernikanischen Lehre, publicado en Philosophical Essays in Memory o E f . Husserl, ed. de M. Färber, Cambridge/Mass., Harvard University Press, 1940, pp. 307-325.
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equivale a tom ar conciencia de que el mun do, en su m a, se ría si es que esta hipérbole tiene algún sentido la condición trasce nd en tal de lo trascen de ntal mismo. “Con el mundo n a tu ra l y el m undo social” concluye “hemos descub ierto lo verda dero tra sce nd en tal, que no es el conjunto de las operaciones constitutivas por medio de las cuales un mundo tra n sp are n te, sin somb ras y sin opacidades, se exten dería ante un espectador imparcial, sino la vida ambigua donde se hac e la Ursprung de las trascen de ncia s que, por un a contradicción fundamental, me pone en comunicación con ellas y en este fondo hace posible el conocimiento” (PP 418 sq.). En tanto tal, este trascendental es literalmente condición de posib ilidad. M erleauPonty insiste justam en te en este últim o pun to: en tanto es tá limitado pero sin embargo no es clausurab le, el campo perm ite la variación; en tan to “princ i pio de in determ inación” (P P 197), abre la posib ilid ad de otra actitud orientada (la E instellung h usserliana ) con un fondo de un m undo c aracteriza do como ho rizo nta lidad .58 Por ende, lo que in ter es a a M erleau Po nty en la noción de trascendencia no es tanto como Husserl en la fase del idealismo tra sc en de nta l—la ocasión de un nuevo pe nsam iento de la fundación sino el acento puesto en el acto de trascender. (Obsérvese que, de este modo, MerleauPonty vuelve parad ójicam ente m ás acá de la d istinción rigurosa, al menos a pa rtir de la Crítica de la Raz ón P ura, e n tre lo trascendente como principio dogmático precrítico y lo trascendental como condición epistemológica de la filosofía crítica). Con todo, no se tr a ta de u n a supe ración ha cia un fueradel mundo, sino de un de splazam iento per m an en te hac ia lo que aú n no e stá poseído en el in ter io r del m undo , como lo sug ería ese artícu lo de Eug en Fink de 1933.59 La op acidad del mundo 58 Esta idea resurge en Le Visible et ¡.’In visible, donde el campo horizontal aparece como “el modelo de toda trascendencia” (VI 280). "“Así, trascender el mundo [...] no conduce fuera del mundo, lejos del mundo, hacia un origen separado (con el cual el mundo sólo estaría vinculado) como hacia otro mundo; por el contrario, la trascendencia fenomenològica del mundo en tanto abertura de la subjetividad trascendental es simultáneamente la retención |. E in behaltung ] del mundo en el universo, dado a luz, del ser absoluto” (Eugen Fink: “Die phänomenologische Philosophie Husserls in der gegenwärtigen Kritik”, en KantStudien 1933 (fr. “La phénoménologie d’E. Husserl face à la critique contemporaine”, trad. fr. D. Franck, en De la. phénoménologie. París, Minuit, 1974, p. 124]). MerleauPonty ya cita esta obra en La nature de la perception (PrP 21).
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es correlativa e indisociable de un a “trasce nd enc ia a d i v a ”(PP 431), un “ék st as is” del sujeto “orientado o polarizad o hac ia lo que no es ” (PP 491), un “acto de trasc en denc ia por m edio del cual el su jeto se ab re y se lleva a sí mism o” (PP 180) y que no puede dejar de recordar el “trascen der sin trascendencia” de E rn st Bloch. Por consiguiente, menos que una crítica que ap u n ta re almente a Kant (MerleauPonty injerta en la terminología ka ntia na sus propias interrogaciones), m ás bien se rá necesario ver, en e sta reflexión sobre la ap rioridad , u n ind icador de un movimiento general. Pues indiscutiblemente y pese al acento pu esto en la inhe ren cia a un m ediomundo, la Phén oménologie de la, perception constituye ciertam ente un inte nto de pe nsa r la a ctividad del polo subjetivo. Al red uc ir al sujeto únicamente a su condición corporal, es imposible explicar su autosuperación, punto al que volverá, como veremos, Le Visible et. l’in visib le . La noción de superación trasc en de nta l todavía está pres ente en la obra in acabada, au nq ue M erleau Ponty precisa que es ta su peración no puede concebirse como superación “por sí”wi sino como u n a “trasc en den cia m uda” que acom paña a la fenom enalidad m isma. El lenguaje es el campo en el cual M erleauPonty enc uen tra prim ero la m arca de un a trasc en de ncia activa que tr a ta de describir como “exp resión” y luego el medio de una anonimización que disuelve los residu os de un a filosofía de la conciencia y que conduce ha cia una ontologia de lo sensible. 0 6
60 “La ilusión solipsista que consiste en creer que toda superación es
superación por sí” (VI 186). 52
III. LENGUAJE
1. E x p r e s ió n
La jera rq uía de la Structure du comportement culm inaba en el com portam iento simbólico. De éste no se dirá que tiene un sentido sino más ex actam ente que es ya todo él, en teram en te, sentido. En el preciso lugar donde se había detenido el prim er libro, la Phénoménologie de la perception retom ará y más exactamente con el sexto capítulo “Le corps comme expres sion et la p arole” [“El cuerpo como expresión y la pa la b ra ” que, p ara explic ita r la aserc ió n im plic ada por el título , introduce las nociones de ‘cuerpo propio’ y de ‘expresión’. M ientras que la Structure du comportement ya representa de algun a m an era el esbozo de un a ree stru ctu rac ión filosófica ulterio r, la noción de com po rtam iento ,61 este in ten to de superación de lo biológico por el comportamiento simbólico encuentra su desarrollo en el poder significante del cuerpo analizado po rla Phénoménologie'. “El uso que el hombre h ar á de su cuerpo es tras ce nd en te resp ecto de ese cuerpo como ser sim plem en te biológico”, sos tiene M erlea uP on ty (PP 220), de su erte que en toda posesión de la existencia en tanto Leib y a hay un “acto de trascendencia”, acto que “se encuentra prim ero en la adquisición de un com porta m iento , y luego en ' Cf. a propósito de Spinoza: “Spinoza no habría pasado tanto tiempo considerando una mosca que se ahoga si ese comportamiento no hubiera ofrecido a la mirada otra cosa que un campo más y la teoría de los animales máquinas es una ‘resistencia’ al problema del comportamiento. Por lo tanto, este fenómeno debe ser pensado. La estructura del comportamiento tal como se ofrece a la experiencia perceptiva no es ni cosa ni conciencia y es lo que la vuelve opaca para la inteligencia” (SC 137 sq.).
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]a comunicación m ud a del gesto” (PP 2 26)y que conduce ha sta el lenguaje articulado. Cada vez, en esta reanudación y en es ta po sesión del m undo (ibidem), el cuerpo es “el lug ar o m ás bien la actualidad m is m a del fenómen o de expresió n” (PP 271), o más exactamente representa el “movimiento mismo de expresión” (PP 171). Mientras que, en la Structure du com.portement, h ab ía m arcado su distan cia respecto de todo intelec tua lism o en el abordaje de la relación en tre conciencia y na tu ra le z a p or la elección de u n diálogo con las d isciplinas em píricas en lug ar de las doc trinas filosóficas, MerleauPo nty aho ra inte n ta r ei n se rta r el problem a de la idealización en el comportamiento mismo para evitar la escisión entre estas dos esferas, lo que no ha ría m ás que confirm ar el inte lectu alismo. En la pa lab ra, ha y u n acto, pero no se pued e decir de ella ni “que es un a ‘operación de la inte lige nc ia’ ni que es un ‘fenómeno m oto r’: tod a ella es m otricid ad y tod a ella es inte ligen cia ” (PP 227). Volvamos a estos térm inos a p rim er a vis ta un poco desconcertantes. Evidentemente, ya no se trata simplemente de criticar un modelo fijista del lenguaje pa ra ree m plazarlo por un modelo dinámico. Si hay acto significante, no por ello ha y u na “operación intelectual”, instrumental, un hacer sometido a una voluntad. Por otro lado, el lenguaje no se resume a la p u ra pasiv id ad, a un fenómeno m otor en el sentido de ser maduro Estos dos pensamientos uno intelectualista y el otro n a tu ra lis ta revelan no ser sino dos versiones de un solo y mismo op eracionalismo .62 E n tre un abordaje que h a ría del lenguaje la operación de traducc ión de u na idea y un abordaje p ara el cual toda p alabra no es sino una re aliz ació n de un esqu em a lingüístico, se tr a ta de ubicarse en la perspectiva de un lenguaje que se hace de una palabra “in statu nascendi” (PP 229). De ello surge que M erleauPo nty busca en la pala br a expresiva en pa rticular en la palab ra liter a ria un ejemplo í,:' MerleauPonty desarrollará este punto más detalladamente en sus conferencias sobre La Nature. Si ha rechazado toda concepción que ve en el lenguaje la traducción de un pensamiento previo, demuestra las contradicciones internas de las teorías naturalizantes: “Idea muy extendida: la cibernética, la teoría de la información = un estímulo es un ‘mensaje’” (N 289). Si la cibernética había franqueado una etapa decisiva liberando a lo viviente de sus determinaciones biológicas para considerarlo como ser simbólico, tendió, por su origen en la teoría de la información clásica, a reducirlo a una máquina comunicante. Ahora bien, pensar la interacción de lo viviente de acuerdo con el modelo del mensaje receptor es recaer en la antigua teoría del reflejo.
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positivo p ara su p erar su esquem a eje rcitado en la doble negación (n i... ni). P ar a conseguirlo, in sta u ra u na correlación íntima entre palabra y cuerpo, concibiendo la expresión lingü ística como u n a potencialización de la mo tricidad inh erente al cuerpo. No obstante y aquí se ve una vez más la ambivalencia fund am ental que sigue atravesa ndo la Phéno ménologie de la perception si bien la expresión no es la expresión de una idea, irremediablemente es expresión de una conciencia. En su intento por inaugurar el clivaje concienciacuerpo, M erleauPon ty llega a establece r un a continuidad entre concienciacuerpoexpresión a través de la noción de m otricidad intencional. Insistiendo en la im po rtancia de la percepción en detrim en to de un a “idea dire ctriz”, la m otricidad indica aú n e n la Phénoménologie de la percep t i o n - una modalidad de captación [prise] en el mundo. A través del cuerpo (“medio” e “instrumento”), la conciencia ex pre sa no un “piens o”, sino un “pued o” ( P P 160). E n sínte sis, la posibilidad de significación a la cual a lude M erleauPo nty es ante todo pote ncia . Mientras que el naturalismo carecía por defecto de la potencia sign ificante de la expresión en tan to és ta que da d eterm ina da como reacción a un mu ndo exterior, la Phénoménolo gie de la perceptio n en tanto está radicalmente sujeta al modelo de un polo subjetivo activo—está conducida a carec er de ella es ta vez po r exceso, atribuyé ndola a un rayo ( Ich stra h l ) de conciencia.63 P ar ec ería que el propio M erleau Po nty tomó conciencia de las aporías en las cuales se hu nd e un abordaje que afirma la con tinuidad concienci acuerpoexpresión e in te n ta ría fu nd ar toda exp resión por medio de un a base emocional an tepre dica tiva. A med ida que el fenómeno del lengu aje g an a en imp ortancia, MerleauPonty percibe las contradicciones de un pensam iento que quie re deducir lo d iscursiv o de lo gestual.64 Pu es si el intelectualism o frac asa en el acto expresivo redu ciendo el lenguaje a un a am plitud p ura m en te ideal, inve rsamente, un acceso que se acantona voluntariamente en la descripción del acto expresivo como gesto se ve inevitable 1,1Cf. también Renaud Barbaras, “De la parole à l’être. Le problème de l’expression comme voie d’accès à l’ontologie”, en Merleau-Ponty. Le philosophe et son langage, bajo la dirección de F. Heidsieck, Paris, CNRS, 1993, p. 67. M Cf. Alessandro Delco, Merleau-Ponty et l’expérience de la création. Du paradigme au scheme, Paris, PUF, 2005, en particular el capítulo “Le problème de l’insertion directe du discursif dans le gestuel”, pp. 97-101.
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m ente llevado a m alograr la idealidad propia al lenguaje. Si por un a descripción de la “ge sticula ció n fonética” (P P 211) se puede apreh en der el pasaje del com portam iento reflejo al com portam iento simbólico, éste sólo podrá dar cu enta de las formas más rudimenarias, recurrentes y por consiguiente las más previsibles de la comunicación. Pero el aspecto que MerleauPonty subraya esencialmente y ante todo del lenguaje y que lo im pu lsa a concederle c ada vez m ás lug ar es su dimensión propiam ente creadora, su potencia de ideación. Mientras se permanezca en una explicación del lenguaje como “potencia motriz” (PP 462), necesariamente se fracasa en la inteligencia propia del lenguaje. Al qu ere r a tod a costa ir co ntra el “pun to de vista de Siriu s” (PM 24) del intele ctua lismo por una aproximación “por lo bajo” que considera el lengu aje como u na forma su pe rior de m otricidad original, sólo se puede da r cue nta de la idea lidad in h ere nte a todo lenguaje. MerleauPonty habrá multiplicado los ejemplos de gestos antiintelectualistas como la expresión de cólera o la sonrisa que toma como testimonio p ara m arca r la indiferencia entre la idea y su expresión; empero, ya parece advertir que esta teo ría “em otiv ista”, donde lo que se ex terioriza no es sino un a traducción inm edia ta y aún no contam inad a por las mediaciones simbólicas y cu lturale s de u n estado in terio r,65 no puede explicar las comunicaciones que se efectúan en sistemas convencionales que, au nq ue basad os en un “teclado de significaciones adquiridas” (PP 217), permiten, como el juego musical, una variación infinita de nuevas significaciones, precisam ente por la difere ncia e ntre significante y significado. La arq uitec tura de la Phénoménologie de la perception no deja luga r a dudas: el problema del lenguaje sigue su bo rdina do al problema más general de la expresión; más allá de la expresión lingüística, ésta engloba aun la expresión g estual, musical, pictórica, etc., todo considerado aquí solamente desde la persp ectiva de un a a utosu pe rac ión de lo somático. Es así como se explica el rechazo inapelable de toda lingüística que venga a prop oner el ca rác ter a rb itra rio o convencional del lenguaje. La sintaxis de una lengua, sus desinencias, sus ,l" Con frecuencia se han señalado los sin salidas de la explicación “emotivista”. Cf. especialmente Bary Brent Madison, Laphénoménologie de Merleau-Ponty. Une recherche des limites de la conscience, Paris, Klincksieck, 1973, pp. 131sq; Renaud Barbaras, Le tournant, de l’expérience. Recherches sur la philosophie de Merleau-Ponty, Paris, Vrin, 1998, pp. 189191.
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reg las de conjugación y su prosodia son meno s la traducción de una “convención arbitraria” que una manera “para el cuerpo humano de celebrar el mundo y, finalmente, de vivirlo” (PP 218). E n sín tesis, el problem a del lenguaje nun ca es considerado por fue ra de la perspe ctiva del cuerpo expresivo. Desde este punto de vista, “en rigor no hay signos convencionales” (PP 219). El lenguaje no sería el espejo de un a cogitación ab strac ta, “simple notación de un pen sam iento puro y claro pa ra sí m ismo” (ibidem), sino u n a ebullición en la espesura misma del cuerpo viviente. Entre las líneas de este capítulo, “el cuerpo como expresión y la palabra”, se discierne un juicio severo sobre toda lingü ística p uram ente formal que pe ns ara pod er elimina r de los signos su carácter carnal, esperando poder alcanz ar un estado de “tran sp ar en cia” o de “claridad del lenguaje”. Si hay un lenguaje primordial, é ste de bería bu scarse, por el con trario, “en la gesticulación emocional” (ibidem). A hora bien, es lícito pre gu n tar se si no se está dejando caer lo esencial de un abordaje convencionalista que desliga significan te y significado y si la crítica de la tran sp a re n ci a no se aplica ante todo a su prop ia concepción. En e sta s obreac entua ción del enga rce corporal, la teo ría e m otivista, en efecto, h ab ía m alogrado algu na s a ler tas de tipo cu ltu ra lis ta /’1’H abía hecho converger tendenciosamente sentido y expresión del sentido ha cia un estado de indistinción. Al criticar un abo rda je ex ternalista, M erleauPonty se había negado a e ncerrar la diferencia en la expresión de la cólera o del amor en una simple diferencia de mímicas exteriores (que luego se pod rían explicar por medio de un convencionalismo cultural) para localizarlo, en cambio, en u n a “difere ncia de las emociones de ai Merleau-Ponty recuerda que la cultura condiciona la expresión de los estados de ánimo tales como el amor o la cólera, tomando el ejemplo del Japón o de los trobriands (PP 220). Hay una tensión permanente y muchas veces señalada en la Phénoménologie de la Perception entre un esfuerzo por evitar toda teoría reduccionista o ingenua y, por otro lado, el acento desplazado a la “palabra primera” y el “sentido primordial” que antecedería a toda relativización cultural. Esta idea prácticamente estructuralista de la expresión anticipa las lecturas de la lingüística saussuriana (cf. infra). En los cursos de Psychologie et pédagogie de l'enfant en la Sorbona, basados esencialmene en análisis de casos ya citados en la Phénoménologie de la perceptio n, se puede medir la influencia de la lingüística estructural que permite una nueva mirada en las aporías que surgen en la Phénoménologie: “En rigor, no hay expresiones puramente naturales, ni puramente convencionales o sociales” (PPE 556).
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sí m ism as ” (PP 220).67 El a uto r de la Phénom énolo gie de la perception no cesa de rep etir que hay que e nco ntrar, bajo las capas sedim entada s e instituid as del sentido, el acto inaug ura] por medio del cual se ins tituy e todo sentido: “N u es tra visión del hom bre será superficial m ien tras no nos rem on temos a ese origen, m ien tras no encontrem os, bajo el ruido de las pa lab ras, el silencio primordial, m ien tras no describamos el gesto que rompe ese silencio” (PP 214). Y añade Merleau Ponty: “La p ala b ra es u n gesto y su significación un m un do ” (ibidem). Todo convenciona lismo se ve negad o en beneficio de un a teo ría g es tua lista del lenguaje (PP 218), lo cual imp lica también que cada gesto produce su propio mundo. Las consecu encias son m ás que evide ntes. La crítica de la tran sp are nc ia, desplegada aqu í p ara el lenguaje, no se resu elve en un rechazo del intelectualismo. Al contrario, ese rechazo puede fundar otro tipo de transparencia, esta vez entre lo que debe expresarse y su expresión. En efecto, al arra iga r dem asiado profundam ente el acontecimiento de la exp resión en un cuerpo sensible del que se supon e em erge, se podría p red eterm in ar su estatuto, cuando se tra ta , según M erleauPonty, precisam ente, de com prender su sentido. El sentido no está en las cosas y tampoco es tá ins tau ra do por un gesto simbólico que se parecería al gesto de nominación adámica; no corresponde al sujeto hablante ni deriva del significado: por el contrario, siem pre se m an tien e a distancia. Así pues, el sentido del lengu aje no puede re du cirse al movimiento ni al pensamiento, sino que obedece a una lógica inm an en te y su acaecer es intralingüístico. E sta convicción, sin duda , exp licará por qué MerleauP onty de spre nd erá el problem a del lenguaje de sus investigacion es an terio res y le ded icará lo esencial de su trab ajo de los años siguientes, llegando incluso a afirmar que “el problema del lengu aje [...] contiene todos los otros, incluso el de la filosofía” (SG 116). Llegar a describir la emergencia del sentido sin reducirlo a la tra n sp ar en cia del significado ni lim itarlo a los signos en y por los cuales aparece, sin materializarlo ni espiritualizarlo (PPE 84) sería entonces “el problema de la filosofía”. En sus clases en la Sorbona, MerleauPonty lo expresará también en los siguientes términos: “Esta mediación de lo objetivo y de lo subjetivo, de lo interior y de lo exterior que busca la filosofía, podríamos en co ntrarla en el lenguaje, si lográramos acercarnos a él m áxim am ente ” (PPE 87). E n los años po steriores a la publicación de la Phénoméno58
logie de la perception, las frecuentes referencias a obras de
lingü ística disc iplina que, por definición, enc ara el lenguaje indep end ientem ente de sus incorporaciones sing ula res atestiguan la atención incipiente por el estudio científico del lenguaje. Pa ra m edir este interé s acrecentado por la lingüística totalmente ausente aún en la Phénoménologie de la perceptio n o reducida, a la sazón, a su c ar ica tu ra , es nece sario remitirse al número especial de la Revue in te rnationale de philosophie de 1939 dedicado a Edmund Husserl y que MerleauPonty, como se sabe, leyó con mucha atención. Entre otras comunicaciones (de Banfi, Fink, Hering, Landgrebe y Patocka entre otros) que terminaron por convencer a M erleauPonty de la u tilidad de un estudio sistemático de la fenomenología, figu rab a tam bié n el artículo donde el lingü ista neerlandés H. J. Pos establece un paralelo entre los inten tos hu sserliano s y los recientes avances en las ciencias del len gu aje .68 En la comunicación Le m éta physique dans l ’hom m e que d ata de 194 7,69 la con stata ción de u n a “revisión de las relacio nes de lo subjetivo y lo objetivo” que a tra v iesa las ciencias hum an as se im pon dría en p ar ticu lar en los recientes trabajos en lingüística (SNS 106). Se evocan los nombres de Antoine Meillet, Walther von Wartburg y sobre todo de Gustave Guillaume. En otros manuscritos posteriores se en co ntra rá la presen cia de Joseph V endryès y de Karl Btihler, de Jako bson, T roubetzkoy y del Círculo de Pr ag a en g enerai pero ta m bié n la psicolingüística a la cual se refie ren a bu ndan tem ente las clases de 1949 a 1952 sobre la psicología infa ntil.70 H.J. Pos, “Phénoménologie et linguistique”, en Revue internationale dephilosophie (1939), n" 1, pp. 354365. Cuando MerleauPonty redacta más tarde una comunicación Sur la phénoménologie du langage, sin duda hay que ver en ella un eco ensordecido del artículo de Pos (SG pp. 105122).
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Por lo tanto, el juicio de Paul Ricoeur, quien pretende que M erleauP onty “quemó la e tap a de la ciencia objetiva de los signos ” porque no habría hecho “el largo desvío por la ling üís tica”,' 1revela ser, en todo caso, d em asiado apre sura do . Por ende, aun que M erleauPonty se ineres aba mucho por la ling üís tica de su época, lo cierto es que hay un ling üista que, m ás que todos los otros, provocó u n profun do “im pacto” ' en el pensamiento de MerleauPonty: Ferdinand de Saussure. Roland Barthes recordó además, con toda razón, que fue M erleauPonty el primero en introd uc ir al lingü ista ginebri no en la filosofía. '3Más que de introducc ión, se ría m ás exac to hablar de utilización pues, como de costumbre, Merleau Ponty no lee a Saussure como filólogo, sino como suelo y fertilizante de sus propias reflexiones, lo cual produce un estado de entrela zam iento recíproco en el que con las pa la bras de Le philosophe et so n ombre que describen el trabajo de exegesis productiva aquel “del que se habla y aquel que hab la e stán pres en tes jun tos, a un que es imposible, en rigor, separar a cada momento, lo que le corresponde a cada uno” (EP200).'1
sprachliche Produktivität bei Chomsky, Btihler unti Ricoeur”, en MerleauPonty und die Kulturwissenschaften, bajo la dirección de R. Giuliani, Munich, Fink, 2000, pp. 99141. Paul Ricoeur, “La question du sujet: le défi de la sémiologie”, en Le conflit des interprétations, Paris, Seuil, 1969, p. 246. Un juicio semejante ha sido pronunciado por R. C. Kwant, Fromphenomenology to metaphysics, Pittsburgh, Duquesne University Press, 1966, p. 176 en particular. FontaineDe Visscher, Phénomène ou structure?, oh. cit., p. IS. ■Roland Barthes (1964), Eléments de sémiologie, en Communications 4 (19641 Ireimpreso en L’aventure sémiologique, Paris, Seuil, 1985, p. 28], ■ 1 Huelga decir que la síntesis de la diferencia entre sincrónico y diacrònico parece precaria. Así, habría una “lingüística diacrònica de la lengua”, opuesta a la “lingüística diacronica del habla”, mientras que en Saussure la distinción entre sincronía y diacronia sólo se opera en el seno de la lengua. ¿Se trata entonces simplemente de una lectura falseada? Por otra parte, algunos intérpretes han sugerido que también se podría ver en ello una deformación implícita pero no menos coherente, que apunta a colmar algunas lagunas en el sistema de Sassure. La proximidad entre las hipótesis merleaupontianas sobre lo diacrònico y la corrección de las teorías saussurianas por la dimensión del tiempo en herederos tan diferentes como Troubetzkoy o Gustave Guillaume iría, en todo caso, en este sentido. 60
2. E
l f a n t a s ma
DE UN LENGUAJE PURO
“Lo que hemos a pren dido en S a u ss u re ”, comienza el e n sa yo Le la ngage indirect et les voix du silence (SG 49) es que los signos son arbitrarios pues esta idea encuentra su desarrollo en La Prose du M o n d e - los elementos de significación (signo, palabra, fonema) “por sí mismos, no quie ren decir nada que se pueda designar” (PM 47). Si se le p re s ta atención, se verá que e sta ú ltim a aserció n contiene un a tes is doble: por un lado, las u nida de s s ignificantes no son la simple reverbe ración de las cosas que ex istirían a ntes del lenguaje, y por el otro, ya no contienen en sí un sentido intrínseco . E sta doble tes is atac a dos mitos que acechan a toda teo ría em pática del lenguaje acosada por el “fan tasm a de un leng uaje pu ro”. En el capítulo del mismo título que constituye la prime ra p arte de la Prose du M onde, M erleauPon ty vuelve a ese ideal que “todos veneramos secretamente [...] de un lenguaje que, en iiltima instancia, nos liberaría de sí mismo liberando a las cosas” (PM 8). Cratilos m odernos, fa n tas ea ría mos sin co nfesárnoslo con un “lengu aje p rehistórico hablado en las cosa s” y soña ríam os con no sta lgia con un a “edad de oro del lengu aje en la que las pala bra s se correspo nde rían a las cosas mismas” (PM 12) una edad a la cual, recuérdese, Michel Fouc ault d edicará el prim er capítulo de L as palabras y las c osas , titulad o justa m en te (¿cómo ver algu na coincidencia?) La Prose du monde [“L aP ro sa d elm un do ”J. Lam entable m ene, este “mito de un len gu aje de las cosa s” (PM 12) es tá del lado de las “creencias mág icas que pon en la p ala b ra sol en el sol” (PM 10) y no re sis te a los argu m en tos de los Herm óge nes, sean antiguos o modernos. Ah ora bien, h ay otro mito que acecha que parece oponérsele y que no ob stan te no es sino su “form a su blim ad a”: la qu im era de u na “leng ua un ive rsa l” (PM 12). Bajo el ma nto de un abo rdaje racional, la reflexión filosófica sobre el leng uaje m uch as veces tomó las form as de un a arqu eología del a prio ri lingüístico. En varios lugares, MerleauPonty menciona el proyecto del prim er H usserl quien, sobre el modelo de u n a “lógica p u ra ”, en cara el establecimiento de las reg las de un a “gramática pura” en la que vendría a injertarse todo lenguaje empírico. El filósofo gramático, se lee en las Recherches logiques, “desnu da la arm ad ura ideal que toda lengua existente efectivamente [...] llena y reviste con materiales empíri 61
cos”'0y esta “gra m ática general y ra zon ad a” (¡en fran cés en el texto!) pe rm itirá de term ina r m ás ade lante “cómo el alem án, el latín , el chino, expr es an ‘la ’ proposición de ex istenc ia, ‘la ’ prem isa hip otética, ‘el’ plural, ‘las’m odalidades de lo posible, y de lo ‘probable ’, el ‘no’ [nepas], e tc”.,(i Sin em bargo, com enta M erleauPonty, Hu sserl olvida que “no ba sta, pa ra alc an zar la gram ática un iversal, con salir de la gram ática latin a, y que la lista que da de las form as de significación posibles lleva la marca del lenguaje que hablaba” (PM 38). Pero, en lugar de repro ch ar a H usserl, como Anton M arty ha bía podido hacerlo en la publicación de las Recherches logiques en 1900/1901, una “confusion de lo apriorìstico con lo empirico”, Merleau Ponty ap un ta m ás bien a dem ostrar la incongruencia de una teo ria que p ostu la un “lengu aje sin p a la b ra s” (PM 24). Po r su lado, poco inclinados por lo general a las construcciones intelectualistas, los propios escritores no están a salvo del mito de un reino del sentido puro. Así, MerleauPonty se asombra de un pasaje donde La Bruyère pretende ten er que encontrar la palabra exacta, única e irreemplazable, que pueda trad u cir su pensam iento (PM 11). E n consecuencia, la tarea del escritor se reduciría a “reencon trar esa frase ya hec ha en los limbos del leng uaje, a ca pta r las pala b ras sordas que el ser murmura” (ibidem). En una extraña alianza no confesada, tal idea de la literatura que deviene muy a menudo una “creencia de estado” (ibidem), converge con las representaciones del intelectualismo. Yendo un poco hacia atrás, parecen desprenderse dos form as principales de un a ideología de la tra n sp are n cia de la lengua: en la primera, el signo corresponde al objeto; en la segunda, coincide con la significación." Para contrarrestar estos m itema s, la lingü ística sa u ss u rea n a ofrece dos conceptos m ás que adecuados: la ide a de la arbitrariedad a sí como la del carácter diferencial del signo. A través de la idea de la arbitrariedad, Ferdinand de Sa ussu re rompe con la explicación n a tu ra list a del lenguaje. Edmund Husserl, Recherches logiques, Tomo 2 : Recherches pou r la phénoménologie et la théorie de la connaissance, Segunda parte, trad. H. Elie, A. Kelkel y R. Schérer, Paris, PUF, 1969, p. 134 [338]. ;,i Ibidem, p. 135 [339], Cf. PM 37. ” Seguimos aquí la interpretación propuesta por Mauro Carbone: “La dicibilité du monde. La période intermédiaire de la pensée de MerleauPonty à partir de Saussure”, en Merleau-Ponty. Le philosoph e et son langage, ob. cit., pp. 83-99. 62
El signo lingüístico no m an tien e n ing ún lazo ca usa l con los objetos na tur ale s, ni siq uie ra con la sus tan cia fónica, sino que depende de una institución de sign ificación.78Por otro lado, el recurso a las nociones escolásticas como sustancia fónica no debe ind uc ir a error: se den om ina “su sta n cia ” a 1a pa lab ra en tan to u nión e n tre uno o vario s fonemas y un sentido concreto, pero si bien es el soporte necesario p ara to da actu alizació n lingüística, sus lazos con la forma virtual (la lengua) es p u ram en te arbitrario . Si esta in stitución de significaciones es arbitraria, no lo es Saussure insiste en ello y Merleau Po nty re visa rá sin d ud a a p a rtir de esta observación el juicio que había podido da r sobre la arb itrarieda d en \a Phénom éno logie de la perception- no obstante en el sentido en que dependería de la voluntad del ser hablante. “La palabra arbitrariedad”, advierte el Cours de linguistique générale, “no debe da r la idea de que el sign ificante d epe nde de la libre elección del sujeto h a b la n te ”.79 Po r arbitrariedad, se lee, “queremos decir que el significante está inmmotivado , es decir es arbitrario en relación con el significado, con el cual no tiene nin gú n vínculo n a tu ra l en la r ealid ad ”.80 Aunque no mantiene ninguna relación natural, el signo tampoco m an tiene, inv ersa m en te, relaciones de otro tipo con su afu era. D ado que está ma rcado por una pobreza esencial, éste no adquiere su sentido sino según su posición en una constelación significativa de la que forma parte. Por consiguiente, al carácter arbitra rio del signo hay que agregar lo que constituye su co n trap ar tida inev itable si debe evitarse el sin salida de la au tarq u ía del signo: su carác ter diferencial. En lugar de un sentido intrínseco al signo, se esbozará una estructura dinámica y opositiva en la que, en los diferentes tiempos y en las diversas culturas, las relaciones entre significante y significado se vuelven a jugar y, con ellas, la facultad de sintetizar o de diferenciar del significado. Allí donde algunas lenguas distinguen entre dos significados
■ HAunque no es el autor quien establece este paralelismo, podemos preguntarnos legítimamente si en los desarrollos tardíos de la noción de “institución” (además de la inspiración evidente de la Stiftung husserliana) no hay un retorno subliminal de las lecturas saussurianas. ,!l Ferdinand de Saussure, Cours de linguistique générale, publicado por C. Bally y A. Secheaye, ed. critica por T. de Mauro, Paris, Payot, 2005, p. 101 [140]. Aquí dejamos de lado los problemas filológicos relacionados con el Cours para analizar solamente el Saussure de MerleauPonty, es decir el que surge de las retranscripciones de Bally y Séchaye. 80 Ibidem. 63
cuando se tr a ta de designa r un niño de sexo m asculino y un niño de sexo femenino (el p u er y la puella en latín y el b a m bino y la bambina en italiano), otras no se perciben sino un solo significado (el teknon griego o la criatura nap ol ita na ).81 “Es que hablar”, explica el capítulo Science et experience de l’exp ression, “no es tener a disposición cierta cantidad de signos, sino poseer la lengua como principio de distinción” (PM 46). Y reto m a u na vez m ás un ejemplo saus su rian o: “Hay len gu as en las q ue no se puede decir ‘se n ta rs e al sol’ porque disponen de palab ras pa rticulare s pa ra de signar la radiación de la luz so lar, y res erv an la p ala b ra ‘sol’ al as tro m ismo ” (ibidem). La percepción del mundo se revela así dependiente de los reco rtes pero tam bié n de los cruces y de los remo delam ientos que efe ctúa el lengu aje en el vasto conjun to de los significados y nuestra visión estará, si no sometida, en todo caso fuertem ente influida por estas líne as de división que dibujan su topología. A hora bien, esta lim itación no es un im pedim ento sino la condición mism a de la comunicación. “E sta m ara villa de que una can tidad finita de signos, de giros y de palab ras pueda da r l ugar a un a cantidad indefinida de empleos [...J es el prodigio mismo del habla, y quien q uie ra explicarlo por su ‘com ienzo’ o po r su ‘fin’ perd erí a de v is ta su ‘h acer’” (PM 59). En este sentido, el lenguaje “no está ni en ese porvenir de intelección h ac ia el cual va, ni en ese pa sa do mítico de donde provendría” (PM 58), sino totalm ente allí donde, en un sentido w ittgensteiniano, “el lenguaje tra ba ja”. En el coloquio de Royaum ont dedicado a la filosofía an al ítica, M erleauPonty veía además, m ás a llá de la lectu ra dada por G ilbert Ryle de la fenomenologia , u n a convergencia real entre la filosofía postwittgensteiniana de Ryle y su propio pro yecto fenomenològico: “Amén de este contenido conceptua l que se puede tr a ta r de darles, las pala bra s, en el lenguaje, hacen u na s especie de trabajo. El traba jo de un térm ino como ‘si’, por ejemplo, no sería dado po r un an áli sis con ceptua l del térm ino ‘si’. Y, con W ittge nste in ju sta m en te , Ryle indicó la posib ilidad de u n a su erte de elu cid ación de esto s térm in os, que no es un a descripción de objetos”.S2 Si se sigue la ide a de ' Ejemplo de Tullio de Mauro citado en la “Introduction" al Cours, ob. cit., p. VIII. 32 Respuesta a la intervención de Gilbert Ryle en el coloquio de Royaumont. La philosophie analytique, Cahiers de Royaumont Philosophie n 4, Paris, Minuit, 1962, pp. 93 sq. 64
u n a p ragm ática abie rta del lenguaje, se tra ta ría entonces de volver a la sugerencia de Wilhelm von Humboldt según la cual el leng uaje no puede co nside rarse bajo el aspecto de una obra hecha (ergon), sino que debe ser descripto en tanto actividad que se hace (energeia ). U na vez más, M erleauPonty toma de Hum boldt la idea de un “todo” o de un “un ive rso ” lingüístico qu e pie nsa te n er que aplicar igualmente a la teoría s auss urian a. “En sum a, lo que hemos encon trado es que los signos, los m orfem as, las pa lab ras uno po r uno no significan na d a, y sólo gen era n significación gracias a sus combinaciones. En sum a, la com unicación va del todo de la leng ua h ab lad a al todo de la len gu a oíd a” (PM 59). Al forjar esta a lianza sorprenden te entre H um boldt y Sau ssu re q ue seguram ente este último hab ría rechaza do adv ertimos que, en últim a instanc ia, M erleauPonty aplica un lente que se po dría calificar de “g e sta ltis ta ” a los dos au tor es , de los que tom a a n te todo su c ará cte r “global”. “La len gu a es menos una suma de signos”, se puede leer también en La Prose du M onde, “que un medio metódico de discriminación de los signos unos de otros, y de construcción a sí de un u niverso de lenguaje” (P M 45). Los manuscritos de L a Prose d u M onde traducen claram ente la voluntad vo lun tad jam ás aband onad a y que caracteriza sin du da de la mejor m an era el pen sam iento merleau pontiano— de m an ten er los dos extrem os de la cadena: la atención prestada al lenguaje, y a fortiori, a la reiteración hecha posible por la finitud de los elementos que componen el código de los signos, nu nc a debe hac ers e en de trim en to de la dimensión perc ep tual y somática. Así, puede leerse en un a nota al margen, que contra la idea de Vendryès no hay estructura pura de la lengua: “Estos límites y estos valores existen; sim plem en te son del orden de lo perceptivo: ha y un a Gestalt de la len gua” (PM 53). ¿Es lícito ab rir el de scub rim iento operado por la psicología de la Gestalt de la relación en tre figura y fondo a una determinación más general de las relaciones del sentido como diferenciación recíproca de los elementos, sin ren u n cia r por ello a su funda m ento sensible? En otras pa lab ras , ¿se puede p en sa r lo sensible m ismo como tejido común donde se reconfigura incesantemente la relación en tre un sentido que aparec e y un fondo ina pa ren te? La noción sau ssu rea an a de “diacrítico”, pu ram en te estru ctu ral en sus comienzos, cobrará en MerleauPonty el valor de un intervalo p erceptible que ritm a el tejido sen sible mismo y que 65
ah ora p erm ite a la m an era de la “iconología de los in ter v alos” de Aby W arb urg h ab lar de u n a aisthética de los intervalos.
3. D ia
c r ít ic o
Si S au ssu re nos enseñó a com prender que cada signo “exp resa menos un sentido de lo que ma rca u n a d istanc ia de sentido en tre sí mismo y los otros ” (SG 49), esta dista nc ia es pr ec isamente lo que está obliterado en la conciencia cotidiana del lenguaje. Por ende, al describir la pa lab ra que M erleauPon ty llam a “pa lab ra h ab lan te” por oposición a la “pa lab ra h ab lad a”, ya sedimentada, se trata de recalcar la función inventiva, crea dora e ins tituy en te de la expresión. E sta “no elige solam en te un signo pa ra u n a significación ya definida, como se va a buscar un m artillo pa ra clavar un clavo o un a tena za pa ra arrancarlo”, sino que “tantea alrededor de una intención de significación” (PM 64). Le m étaphysiq ue dans l’hom m e de 1947 ya insistía en el hecho de que el lenguaje no es ni un objeto situado enfrente ni el producto de una subjetividad interior, sino que, por el con trario ten d rá que esta r “alre dedor de cad a sujeto h a b la n te ” (SNS 107), prá ctica m en te “en el aire” (P2 107). Por consiguiente, si bien hay un medio lingüístico en el cual “se ba ñ a ” el h ab lan te (segú n la exp resión de H en ri Delacroix retom ada por M erleauPonty), Merleau Po nty no se conforma con tra n sp on er el principio que ha bía despejado para lo viviente a la esfera del lenguaje. Por el con trario, verem os que, gra cias al contacto con la lingü ística, el concepto de medio su frir á u n a redefinición en la que, de un espacio del “yo p uedo ” se transforma en intervalo diacrítico del “no” [ne pas]. En la Phénoménologie de la perc eption, MerleauPonty había identificado en la descripción del “fenómeno de la p a la b ra y el acto expreso de la significación” el medio de “su p er ar definitivam ente la dicotomía clásica del sujeto y el objeto” (PP 203). En la confrontación con la lingüística saussureana, MerleauPonty constata que, dado que sus medios no están a la altu ra de sus ambiciones, su tratam ien to del lenguaje queda atrapado en las mallas de la ontologia clásica. Saussure, en cambio, al transponer el estudio del lengu aje “a un nuevo me dio” (RC 34), ve rd ad er am en te consegu iría p en sa r la relación e ntre p ala b ra y significación, consi 66
derand o la pa lab ra como articulación en tre signo y significación y produciendo un sistem a de d istancias que es, a la vez, diferenciación y puesta en relación. Por ende, el descubrimiento de Saussure sería ante todo el de la categoría de lo diacrítico, de un signo “que sólo opera por diferencia, por cierta distancia entre él y los otros signos, y no primero evocando u n a significación pos itiva” (S G 188). El leng uaje no está en el hablante ni en lás cosas; el sentido no está oculto en los signos, no puede surgir, según Saussure, sino del esp acia m iento de éstos. No debe bu sca rsse la significación en las pa labra s ni so bre ellas (“el sentido no está en la fra se como tampoco lo está la m antec a so bre el p an ”,* 201). Más e xa ctamente: “Decir que ningún signo aislado significa y que el lengua je rem ite siempre al lenguaje, ya que en todo mom ento sólo se reciben algunos signos, es también decir que el lenguaje expresa ta nto por lo que es tá entre las pa lab ras como por las palabras mismas” (PM 62). En consecuencia, la lengua es esencialmente negativa, resume MerleauPonty (PPE 81), en la medida en que se sitúa, agreguemos, sólo entre lo que no es y aquello a través de lo cual aparece. Para explieitar el rol del intervalo en la significación, M erleauP onty pone los descubrim ientos del lingü ista gine brin o en perspectiva con las teorías sobre la adquisic ió n del lenguaje. Pese a que en el niño se verifica un fenómeno de imitación de sonidos desde los primeros meses, su valor significante q ueda incomprendido. La com prensión del lazo sonido significante no se rea liza po r adición de sonidos sing ulares, sino por la intuición de pa rte del niño de un a coherencia general. Como lo señala Jakobson, el sistema fonemàtico esboza la significación “como ‘po r au se ncia”’ (PPE 24), y la com prensión de esta p otenc ia de significación antec ede a toda com prensión sing ular. Lo que se sigue, siem pre según Ja ko b son, es un fenóm eno de redu cción y de “deflación ”: cuando el niño co m prend e el principio de la discreción de los fonemas, restring e sus propias expresiones p ar a poder aju starla s a las necesidades de la comunicación. En otros términos: el niño debe apre nd er a m an ejar su poder de espaciamiento. Este fenómeno puede ser comparado con los aplausos des pu és de u n concierto: cuando los músicos llega n a fasc ina r la sala po r medio de u n a p erform anc e perc ibida como excep * En francés, muy a menudo la preposición sur [“sobre”] toma el valor locativo de en. En castellano habría que hablar sólo de la preposición en. IN. de la T.]
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do na i, la tensió n ac um ula da a lo largo del concierto recae en los espectadores y se invierte en un deseo irrepresible de comunión extática m ed iante el aplauso. Después de un rato, que puede ser m ás o menos largo, se organ iza la deflagración sonora, empero, para dar lugar a una vibración común. R esulta in tere sa nte observar que el acuerdo en tre los oyentes se efectúa no por u n a configuración de algú n ap lauso lambda que so na ría m ás vigorosa m ente que los otros, sino por medio de un a escucha de un ritmo ge neral que se desprend e pa ula tinamente de debajo de la onda sonora. El mayor relieve expresivo surge pues, sing ula rm en te, no de u na amplificación sino de una interrupción, pues cada espectador tiene que susp end er un golpe de cada tres pa ra e sta r al compás y poder así acompañar ese movimiento que queda emparentado con un reflujo de la ola emergente del fondo, en una dinámica que no corresponde a nadie pero que, al mismo tiempo, no es exterior a nadie. Por lo tanto, aquí no se tr a ta de una potencia del “ich kann” (Husserl) que encuentra su perennización en el “puedo” de la Phénom énologie de la perception, sino de lo opuesto a un poder de suspension, de u na potencialidad de un n o P En sum a, se tra ta ría de dejar de redu cir el p ar lengua/ba bla al par p otencia/acto, sino de volver a pe ns ar las virtualid ad es que se alojan en toda palab ra, au nqu e, en aparien cia, ésta sea plena. A unque la lingüística le perm ite a M erle auPonty p ensar la virtu alid ad del sentido en el in terio r de la palabra, parece presuponer que u n a teoría de la pu ra diferencia, de la simple distancia que rech aza ría volun tariam ente toda determinación material, está condenada a ser abstracta. “Como p uras diferencias Líos té rm inos opuesto s ] son in discernib les. En la exp resión, se tr a ta de reo rga niza r las cosas dichas, de im prim irles u na nue va inflexión, de plegarlas a cierto relieve del se ntido” (SG 2627). Pue s p a r a M erleauP onty (y acaso es1 1 Al respecto, cf. los trabajos de Giorgio Agamben sobre la dunamis aristotélica considerada no desde una óptica de actualización sino de posibilidad de noacción. La mejor ilustración literaria de ello es sin duda el I would, prefer not to del Bartleby melvilliano, al que Deleuze y Agamben dedicaron análisis memorables. (Cf. primero el prefacio de Deleuze “Bartleby, ou la formule” a Melville, Hermann, Bartleby. Les îles enchantées. LeCampanile, trad. Michèle Causse, Paris, Flammarion, 1989 (texto reimpreso en Critique et Clinique, Paris, Minuit, 1993), y luego el texto de Agamben “La formula della creazione” publicado en el volumen común, Giorgio Agamben y Gilles Deleuze, Bartleby, la formula della creazione, Macerata, Quodlibet, 1993. [Fr. Bartleby ou la création, Saulxures, Circé, 1995J.
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lo que impide su identificación apresurada con el procedimiento de la deconstrucción) no hay simplemente una flotación libre de los signos. “Los elementos son arbitrarios uno por uno ” M erleau P on ty está de acuerdo en un a nota in é d ita pero su relación no por ello es menos a rb itra ria .84 H ay que ab an do na r la idea según la cual “la relación del signo con el significado es conexión puramente exterior como número de teléfono o nombre. Pues hay relación interna de los signos toma dos como conjunto articulado con el significado tomado como cam po.88 A un qu e la rela ción e n tre signo y significación no es m ás que u na relació n de esencia, no por eso se convierte, como lo pretendía cierta interpretación de S au ssu re,86 en pura m en te arb itraria , sino que más b ien se orga niza según procesos de aglomeración. La m etáfo ra utilizada para explicitar esta “inflexión” centrípeta es la de la bóveda (SG 64): com puesta por diferente s piedras, la bóveda tiene una forma que se debe por completo a la mezcla, sin mortero, de sus elementos, mientras que sus elementos cobran un sentido y en cue ntran su lugar en la forma organizada. En consecuencia, el sentido no tiene su origen en los signos sino en sus márgenes, en sus bordes (SG 66). A ntes a un de que la pa lab ra “diacrítico” fuera u tilizada , su princip io ya había sido enunciado en la conferencia del 13 de marzo de 1945 dictad a en el In stitu to de estudios cinem atográficos avan zad os so bre “Le cinem a et la nouvelle psychologie” [“El cine y la n ue va psicolog ía”].87 M erleauPon ty re tom a el tem a sobre la opinión de la psicología psicologizante según S1 Nota inédita tomada de los manuscritos preparatorios al curso Recherches sur l’usage littéraire du langage de 19521953 en el Collège de France (Fonds MerleauPonty, Bibliothèque Nationale de France, vol. XI, f. 65). Una idea que ya estaba esbozada en la Phänomenologie de la perception cuando, contra una teoría de la arbitrariedad del signo, MerleauPonty escribe que no es “arbitrario llamar luz a la luz si se llama noche a la noche” (PP 218). Retrospectivamente, .ya se podría ver en ello la intuición de que la definición del signo como arbitrario sólo es pertinente si se refuerza con el carácter diferencial, es decir la dependencia recíproca de los signos entre sí. '1Inédito contenido en las notas de lectura sobre Paul Valéry (Fonds MerleauPonty, Bibliothèque Nationale de France, vol. XI, f. 65). 11Por lo demás, se trata de una interpretación harto superficial, pues basta con remitirse al párrafo “L’arbitraire absolut et l’arbitraire relatif’ del Cours para advertir que se trata de una arbitrariedad parcialmente motivada (Cours de linguistique générale, ob. cit., pp. 180184 [260263]). <‘; “Le cinéma et la nouvelle psychologie” en Les temps modernes 3C I año, n" 26, nov. 47, pp. 930943. (SNS, pp. 6175).
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la cual nuestro campo visual no es sino un mosaico de sensaciones cada u n a de las cuales depende de un a excitación re tin ian a local. Ahora bien, los nuevos resultad os empíricos en psicología mostrarían que la retina está lejos de ser una superfìcie de inscripción homogénea sino que, aunque alguna s de sus p ar tes son ciegas p a ra algunos colores (el azu l o el rojo), nuestra visión no sufre de ningún agujero. Es que la percepción siem pre excede el sim ple registro y ya se revela siempre como una reorganización de las sensaciones en bru to . Aunque no hay organiz ació n o cohesión n a tu ra l entre ésta s, procedemos siem pre, no ob stan te, a su reconfiguración y les conferimos así algún sentido, au nq ue sea incipiente. Lo que W alter Benjamin decía del concepto q u e nun ca es otra cosa que un a constelación- sería verdadero a fortiori a propósito de la percepción, a la vez constelada y constelante. A la manera de los antiguos, agrupamos los puntos en el firmam ento pa ra form ar con ellos conjuntos que suelen s er de u na sorpren den te longevidad (ba sta con pe ns are n las constelaciones astronómicas que a nadie en Occidente se le ocurriría cuestionar) aunqu e bien se podrían tr a z a r otros recorridos. Así pues, cuando se nos pre se nt a la serie \a b c d e f g h i j) de la m an era siguiente: ab
cd
ef
gh
acoplaremos sistem ática m en te los puntos por pares ab, cd, ef, etc., m ien tra s que el acop lam iento en bc, de, fg a priori tam bién puede encararse. E sto equivaldría, empero, a inv ertir la distribución de los roles entre figura y fondo, lo cual se pro duce por ejemplo en la s alu cin acio nes patológicas del enferm o que, al con tem plar los tapiz ado s de su habitación , de pronto le salta de m an era obsesiv a lo que h a sta ento nces ha bía pasad o ina dv ertido como fondo. “El aspecto del mund o se nos trastornaría si consiguiéramos ver como cosas los intervalos entre las cosas por ejemplo el espacio entre los árboles en el b u le v a r y recíp rocam ente, como fondo las cosas m ism as lo s árboles del b ule va r” (SNS 62). T ra ta r este “objeto” que es el inte rva lo del sentido, saca rlo a la luz en sus operaciones m últiples y res titu irle su valor de posible: así se podría resum ir el gran proyecto, abortado, de la Intr oduction à la pro se du m onde. 70
4 . V e
b l e i b l i c h u n g y b o r r a m i e n t o
Se acostumbra referir el título del conjunto de los textos publicado en 1966 a la afirm ació n de Hegel según la cual el E sta do ro m ano sería la “pro sa del m un do ”. En efecto, el propio MerleauPonty establecerá esta comparación en su carta a Martial Guéroult de 1951 (P2 45), carta que Claude Lefort citará en la “Advertencia preliminar” de su edición de La Prose d u M onde. Lo cierto es que el proyecto no exhibe en el origen u n a ambición ta n va sta u n a “significación sociológica”, dirá MerleauPonty (ibidem), sino que ante todo está pensado como un esbozo esté tico88 concebido como r esp uesta al Qu ’est-ce que la lit tér a tu re ? de Sartre . Dicha poética de la esc ritura com prometida, que este últim o hab ía publicado en 1947 en los Temp s Modernes, fue estudia da minuciosamente por M erle auPonty , de lo cual atestig u an los ap untes de lectu ra que no dejan ning un a du da sobre su apreciación: esta “dialéctica de la liter a tu ra ” le res u lta insoportable, en p a rticular la oposición inge nu a en tre p rosa y poesía. P or lo tanto , MerleauPonty se propone escribir, a su vez, “una suerte de Q u ’est-ce que la li tté ra tu re ? ” que trataría más específicamente el problema del signo las huellas de Saussure son evidentes así como el problema de la prosa tomado por ah ora en su acepción pu ram en te litera ria .89 Recordemos en este punto lo que escribió MerleauPonty en el capítulo sobre la palabra en La Phénoménolo gie de la perception, obra que S artre h abía leído antes de red ac tar su ensayo sobre la litera tura . Pese a los presu pu estos problemáticos ya señalados, en dicho trabajo MerleauPonty rechaza formalmene toda interpre tación subjetivista del lenguaje: la p alab ra no es traducció n de u na idea, el le nguaje M erleau Pon ty cita aq uí a K urt G oldstein “ya no es un medio, es un a manifestación” (PP 229). Para Sartre, quien extrapola la cuestión al suelo literario, hay que distinguir nítidamente Hecho singular, la fórmula exacta de la “prosa del mundo” no es utilizada en la teoría hegeliana de la historia sino en su estética que reproducimos aquí en la traducción [francesa] clásica del padre de Jankeleviteh: “Tal es la prosa del mundo, tal que aparece en la conciencia de cada uno y de todos. Es un mundo finito y cambiante, en pugna con los enmarañamientos de lo relativo y la presión de la necesidad a los que el individuo es incapaz de sustraerse” (G. W. F. Hegel, Esthétique, trad. S. Jankelevitch, Paris, Flammarion, 1979, vol. I, p. 205). 5!i Nota de lectura, citada según PM VII.
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en tre pro sa y poesía, siendo la p rim er a sólo “cie rta especie de instrum en to”, medio pa ra realizar un a finalidad y por ende “u tili ta ria por es en cia”;50la p alab ra poética en cambio res iste, según Sartre, toda manipulación y nunca puede trans form arse en instrumento. La oposición entre poesía y prosa en sum a, dice Sar tre, se deja resu m ir a la existencia de un modo tra n sp ar en te y un modo opaco. H ay prosa cuando, citando la expresión de Valéry, “la p ala br a deja pa sa r la m irad a como el cr ista l el rayo del sol”;51 en cambio, h ay p oesía cuan do las p alab ras son “al revés”,51’ cuando el signo se p resen ta en su objetividad opaca. E n c onsecuencia, la u tilización del estilo literario es opuesta: m ien tras que el poeta debe m an ifes tar la resistencia de los signos, el prosista, inversamente, debe en m asc ara r su estilo haciéndolo invisible, pu es esto d esviaría del contenido. “Ya que las pa labr as son tra n sp ar en tes y que la mirada las atraviesa, sería absurdo deslizar entre ellas crista les sin p ulir ”.w Aunque casi nunca nombra explícitamente a Sartre, los ap un tes de trabajo indican indiscutiblem ente que su Q u’estce que la littérature? par a M erleauPonty cumple de alguna manera una función de horizonte negativo. Cuando, en el marco de su p rep ara ción del curso de 19521953 dedicado al uso litera rio del lenguaje, M erleauPo nty se vuelve a su m ergir en la poesía de Valéry, S ar tre vuelve a ser convocado pa ra desmarcarse mejor de sus teorías. Así, puede leerse en una nota de trab ajo no fechada: “La po esía de V aléry no es, como lo dice S ar tre de los su rr ea lista s, el lengu aje tom ado al revés, las pa lab ra s como cosas, no es el lengu aje hacia: las pa lab ras como instrumentos para tratar las cosas, pinzas, antenas (Sartre), es el lenguaje tomado al bies en su u nida d la ter al de organismo de palabras, es el mundo [en su] unidad prelógica”.94 Por con siguiente, no po dría h ab er c ontrad icción en tre transparencia de la prosa u opacidad de la poesía, sino que m ás bien hay que bu sca r el suelo común del lengu aje prosaico y del lenguaje figurado. Los dos manifestarían algo que no es tá en ellos, sin que es ta “cosa para, dec ir .] esté de lan te de •>u Jean-Paul Sartre, Qu’ast-cc qua la littérature?, París, Gallimard, 1948, pp. 17 y 26. !" Ibidem, p. 26. '2 Ibidem, p. 25. : Ibidem, p. 30. w Manuscritos preparatorios para el curso Recherches sur l’usage littéraire du langage de 1952-1953 (Fonds Merleau-Ponty, Bibliothèque Nationale de France, vol. XI, f. 72). 72
nosotros, dis tin ta de tod a pa lab ra ” (PM 158). Im plícitam ente, M erleauPonty reprocha a Sa rtre, en efecto, tr a ta r el leng ua je como un regis tro preform ado que no deja ría otra opción más que entre operación e inacción. “En el escritor, el pensam iento no dirige el le nguaje del afuera” (P2 45): debe someterse a la inercia de los signos, a los límites de las modulaciones, pero en esta “reanudación” del instrumento significante, toda gran prosa no hace más que recrearlo incesantemente en la distancia (ibidem). En consecuencia, sería absurdo sostener que el poeta a diferencia del p ro sista no “utiliza” el lenguaje y que estos dos modos serían por lo mism o a bso luta m en te “inco m un icables”.90 Todo leng ua je es p ara M erle auPonty u tilizació n de la panoplia expresiva, todo lenguaje da forma deformando, si bien esta deformación no es arb itra ria sino que está som etida a lo que M alraux llam ab a la “deformación coherente” y que MerleauPonty también califica de “variación sistemática” (P2 44). La “prosa” que indica M erleauPon ty no se opondría a la poesía, ni siquiera se lim itaría a la literatura : dev endría prosa del yen el mundo, retom and o y “reí anza ndo ” ince san tem en te como un b arr ilete (MerleauPonty toma la im agen de Cassirer) las posibilidades de significación y de horizonte de sentido. Por lo tanto, pa ra M erleauPonty distribuir la tran sp are n cia y la opacidad del lenguaje entre prosa y poesía sería ab erran te. Sin embargo, las reflexiones sartre an as parecen modificar la idea de tran sp ar en cia en un a nuev a dirección. En efecto, si ésta servía pa ra es tigm atiza r las faltas del intelec tualism o y si seguirá nom brando toda aprehen sión reduccion ista, la tran sp are nc ia, g racias al estudio de la expresión, de alguna manera está complicada, porque aparece señalada como propiedad del lenguaje mismo. En la Phénoménologie de la perception, MerleauPonty escribía que la palabra “se olvida a sí misma como si fuera contingente, se basa en sí misma, y como hemos visto, es lo que nos da el ideal de un pensam ie nto sin p ala b ras” (P P 221 sq.)- H emos visto de qué m an era los textos que ten ían que con stituir la Introduction à la Prose du Monde pros eg uían la crítica de un “pen sam iento sin palabras”. Pero hay más. La idea del “autoolvido” de la lengua, ya temático en esta frase del libro de 1945, ahora deven drá recurrente: L a science et Vexpêriencie de l ’expression comienza por las siguientes palabras: “Ahora bien, hacerse Ibidem, pp. 18, 21, 25.
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olvidar es un resultado del lenguaje, en la medida en que consigue expresar” (PM 15). Como el lenguaje se vuelve imperceptible, desapareciendo ante el sentido del que, de ahora en más, es portador (PM 17), sucede en consecuencia que la tran sp are n cia es no sólo un ideal de pensam iento sino condición de la expresión. En tanto “se disimula a nuestros ojos por su op eración m ism a; su triu nfo es bo rrar se ” (PM 16). Un primer esbozo de esta idea se encuentra en la P hénom énologie, cuando compara el lenguaje con la descripción de lo que Prou st da de la Berm a en Le côté de G uerm ante s, donde “la actriz se hace invisible y la que apa rece es F ed ra ” (PP 213). E sta “v irtu d ” del lenguaje de au tob orrars e, a la cual M erleauPonty dedicará numerosas páginas, corre pareja con la insisten cia en la incorporación de este último. E s im po rtante observar que es precisamente describiendo el fenómeno lingüístico como MerleauPonty consigue deshacer la oposición entre tra ns pa re n cia de la idealidad y plenitu d del cuerpo p ara articularlos en u n a nueva relación. El m édiu m del sen tido (ya sea cuerpo, let ra o p ala br a) sólo opera por un relativo au tobo rram iento que tam bién se pod ría calificar, tomando la expresión de Marcel Duchamp, como “anesthesia”. Esta anesthesia sólo puede tene r lugar porque hay un fundam ento sensible del sentido. Por ende, puede apreciarse cómo la teoría h us serlian a de la incorporación ( Verleiblichung) q u e suele ser interpretada como embrión de la fenomenología m erleaupon tiana de la carn e no puede ser pensada sin su reverso de auto bo rram ien to, de “invisibilización” de los po rtadores de sentido. Así, esta consideración de la dep end enc ia recíproca sup er a tanto cierta semiología de raigambre s2ussureana como la te oría de los signos de 1as Recherc hes logiques. H ay, efectivamente, una sorprendente analogía entre los ejemplos del Cours de lingu istique générale y los elegidos por Husserl en su fenomenología de la significación. P a ra ex p res ar su idea de indiferencia m aterial del signo concepto fun dam ental p ara toda su sem iología, S au ssu re recu rre al ejemplo del juego de ajedrez donde, precisam ente, la m ate ria del peón, su tam año , su color y ha sta cierto pun to tam bién la forma del peón son indiferentes, con tal de que su sentido en el interior del siste m a del juego y su relación con los otros sign ificantes sea inteligible: “Si reemplazo piezas de madera por piezas de marfil, el cambio es indiferente para el sistema, pero si disminuyo o aumento la cantidad de piezas, este cambio
afecta pro fun da m en te la ‘g ra m átic a’ del jueg o”.4,6De lo a n terior Saussure concluye que todo lo que no influye en la gra m átic a del juego debe se r considerado como “ex terio r” al signo.31 Asimismo, Husserl (quien seguramente no conocía el curso compilado por los alumnos del maestro ginebrino) explica: “E n este juego, no se con sideran las pieza s del tablero como tales o cuales objetos de marfil o de madera, etc., que tienen tal forma o tal color. Lo que los constituye desde el p u n to de v ista fenom enal o físico es to ta lm e n te in d iferen te y puede variar ad libitum. P or el contrario, es en virtud dé las reglas del juego que le otorgan su de term ina da signific ació n de juego que se convierten en piezas de ajedrez, es decir en m arca s en el jueg o e n cu es tión ”.Ufi P or co nsig uien te, la indiferencia h istórica de la semiología y de cie rta fenomenología frente a la cuestión no sólo hilética sino propiamente material parecería explicarse por la indiferencia catégorial del m ate rial p ar a tod a teoría de la significación. Aun que M erleauPonty insiste m uchas veces en los aportes fundm entales a la vez de la lingüística s au ss ur ea n a y de las Recherches logiques hus serlian as, les reprocha no ha be r considerado la dime nsión corporal del signo. El soporte m ate ria l (e\Zeichen träger ) no rep res en ta únicam ente la can tidad despreciable o el tercio su perfluo en tod a relación de sign ificante con significado (Bezeichnendes-Bezeichnetes) sino qu e hac e posible esa relación en tan to m édium. E sta indiferencia se revela no ser sim plemen te el producto de un pensam iento an tim ateria lista (y la indiferencia, por ende, no puede ser convertida en un m ateria lism o afirm ado de la significación), sino que indica u na indiferencia fenom enal, u na notematización en el aparecer. Po r lo tanto , lo que qued a por pen sa r ya no es sim plem ente la relación en tre visibilidad e invisibilidad q ue ca rac teriza a la estructura figura/fondo de la Gestaltpsychologie o de cosa/ '* Saussure, Cours, ob. cit., p. 43 [91], '7Ibidem. 93 Edmund Husserl, Recherches logiques, Tomo 2, Recherches pour la phénoménologie et la théorie de la connaissance, Primera parte, trad. H. Elie, A. Kelkel y R. Scherer, Paris, PUF, 1969, § 20, p. 79. En el original, “Die Schachfiguren kommen im Spiel nicht als diese so und so geformten und gefärten Dinge aus Elfenbein, Holz u. dgl. in Betracht. Was sie phänomenal und physisch konstituiert, ist ganz gleichgütlig und kann nach Willkür Wechsel, Zu Schachfiguren, d. i. zu Spielmarken des fraglichen Spiels, werden sie vielmehr durch die Spielregeln, welche ihnen ihre feste Spielbedeutung geben” (Hua XIX / 1, p. 74).
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horizo nte de la fenomenología clásica, sino que esta rela tiva impercepción ya está implicada en toda Verleblichimg del sentido de la que habla el último Husserl en la Logique fo rm elle et t ra n sc e n d e n ta le s El lenguaje nun ca puede esta r m ás allá de los signos, de sus reactu alizacio nes m ater iale s; no por ello está contenido, dado que el sentido no es ni in m an e n te ni trasce nd en te al lenguaje (SG 68). Pe n sa r el lenguaje en su devenir equivale a criticar todas las posiciones que lo conciben desde un estado ya cumplido. Los intentos de formalización del lenguaje peca n por el hecho de que su te oría ge ne rativa sólo está pe nsa da , pese a todo, a pa rtir del acto de lenguaje, ya acabado, del Dicho. La formalización, a la cual está dedicado el capítulo “L’algorithme et le mystère du lan ga ge ” [“El algoritm o y el siste m a del len gu aje ”] en la Prose du Monde, puede fijar “cierta can tidad de relaciones tra n sp a re n te s” porque se apoya en lo que se p re se n ta como la “forma a d u lta del len gu aje” (PM 9). Asimismo, la teoría de la ad qu isición infa ntil del lengua je de Pia ge t que se pr es en ta, empero, como una teoría generativa también reduce, al final de cuentas, la potencialidad del acto en la medida en que no describe el aprendizaje del lenguaje sino desde el punto de vis ta ad ulto (PPE 186). Sin pensar el Decir a partir de lo ya Dicho pero sin por ello relega r el lenguaje a un a es fera de po tencialidad pu ra, sin aislar una estructura lingüística abstracta o entonces conceder todo a la encarnación acabada en una fórmula significante concreta, ha y que in sta lar se hac ia el lenguaje en vías de ha cer se, e n tre lo dado y lo que p erm ite la dación. D escribir “en la ju n tu ra de los signo s”, en su “arreglo “En varias ocasiones, MerleauPonty citará este pasaje de la Formale und transzendentale Logik “[...] redend vollziehen wir fortlaufend ein inneres, sich mit den Worten verschmelzendes sich glechsam beseelendes Meinen. Der Erfolg dieser Besselung ist, dass die Worte und die ganzen Reden in sich eine Meinung gleichsam verleibliehen und verleiblicht in sich als Sinn tragen’’ (Hua XVII 26 sq.). Obsérvese también la expresión “Sprachleib” en el texto inédito que estudió MerleauPonty en su estadía en Leuven en 1939 y que es publicado en Edmund Husserl, L’origine de la. géométrie, París, PUF, 1962, p. 181. Sobre el rol del Leib en Husserl, Didier Franck, Chair et corps. Sur la phénoménologie de Husserl, Paris, Minuit, 1981. En cuanto a la cuestión de la carne en Heidegger, de la que Sartre observaba con razón que Sein und Zeit ni siquiera le dedica seis líneas, más bien habrá que remitirse a los seminarios del último Heidegger en Zollikon. Cf. al respecto Jocelyn Benoist, “Chair et corps dans les séminaires de Zollikon. La différence et le reste”, en Autour de Husserl. L’ego et la raison, Paris, Vrin, 1994, pp. 107122.
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c a rn a l” (PM 169) la eclosión de es te hacer sentido, inmate rial pero no por elio ideal.
5. D e l o l it e r a l a l o l a t e r a l
Por lo tanto, es justamente alrededor de la cuestión del “cuerpo tra n sp a re n te del lengu aje” (PM 67) donde Merleau Ponty llega a bu scar u na renovación de su pensam iento que no se lim itar ía a rei n se rta r el sentido en un cuerpo viviente, sino a ha ce r del cuerpo m ismo u n “siste m a diacrítico” (N 285), lleno de late ncias sub yacentes, esm alta do de ag uje ros.100 Si el lengu aje no es tá en el cuerpo por el cual se da, no está en otro lado. Es ese dia, esos intersticios donde se distinguen los fenóm enos, distinc ión que precede a todo acto del ‘sujeto’ o de su ‘ha ce r’ y que es an ter ior a todo dualismo. M erleau Po nty califica esto tam bién por m edio de la fórm ula de“desvío [... ] en relación con la nodiferencia o con la indiferencia” (P2 272). De algu na m ane ra, el pen sam iento debe correr parejo con el movimiento mismo de esta diferenciación previa a toda diferencia, debe ac urru cars e en las dehiscencias signitivas. Ahora bien, “si es la relación lateral del signo a signo lo que vuelve sign ifican te a cad a uno de ellos” y si “por end e el se ntido no ap arece sino en la intersecc ión y como en el interva lo entre las palabras” (SG 68), ello querrá decir que el propio pensam iento deberá ser lateral, in directo , sin lo cual podría su stan cia lizar aú n el desvío, el intervalo. T entación a la cual no escapa en teram en te M erleauPon ty cuando preconiza la consideración de “la pa lab ra an tes de que sea pron unc iada, el fpndo de silencio que no cesa de rodearla” o incluso “el desnudamiento de esos hilos de silencio con los cuales está en re da d a” (SG 75). ¿Cómo no sen tirse atraído por esta p urez a de la trama, donde se sueña con poder dejar detrás de sí la am algam a dud osa de las pa lab ras impropias? “El filósofo hab la escribirá,MerleauPo nty m ás a d ela nte pero en él es un a debilidad, y una debilidad inexplicable: de bería callarse, coincidir en silencio, y en co n trar en el Se r u na filosofía que ya e stá he ch a” (V I164). No obstante, no es sino p ar a c orregirse inm ed iatam en te pues, a pesa r de todo, es ta coincidencia es ilusoria, dado que la filosofía no está más disponible en el Jl "Correlativamente, se podrá observar que la percepción está calificada, en una nota de trabajo del 27 de octubre de 1959, como “sistema diacrítico, relativo, opositivo” (VI 262).
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silencio de lo que pued e es tarlo el sentido, aleján dos e de un a buena vez m ás de la s p alabras p a ra ir hacia los blancos de la págin a. De allí este “esfu erzo absurdo” (ibidem), pero in eluctable de tener que decir y volver a decir perpetuamente, de recortar y retom ar esta intersticialidad que co ntrariam ente a lo que afirmaba Husserl respecto del horizonte—nunca podrá ser “po seíd a”.101 De este modo la noción de late ralid ad , que M erleauP onty descubre al c onfrontarse con la lingüística, llega rá a constituir el modelo director de su última filosofía. Llevar a la expresión p u ra de su propio sentido la experiencia aú n m uda, e sa “peq ueña frase ” de H usserl que M erleauPonty repetía inc an sa b lem en te1"2 tal vez no sea o tra cosa que “poner en p a lab ras” ese silencio ( V I164), ese “pliegue en el te jid o” (SG 68), ese hueco en el parecer. Si, como lo demostró Paulhan, ese hueco “no puede ser considerado de frente, ya no queda sino pe nsa rlo ‘al bie s’, ‘m im ar’ o ‘m a n ife star’ su m ister io ” (PM 163). P a ra esta p alab ra an terior al acto de proferir, pa ra e sta fenomenalización que precede al fenómeno, ha b rá que busca r una palabra lateral, diagonal, una oratio obliqua, como lo exp resab a la retórica medieval. Tal es sin du da el sentido que ha y que d arle al texto Le langage indirect, parte integ rante de la Prose du M onde y que MerleauPonty reco rtará y publicará, en u n a versión m odificada, en 1952, en Tem ps Modernes, bajo el título de Le langage in direct et les voix du silence. O ptar por u n a m irada al bies es pen sar el sentido a p a rtir del desvío, es concebir la pa lab ra a partir del silencio, “como los sordos m iran a quienes h a b la n ” (SG 75). E sta posición de desvío respecto del leng ua je a p a rt ir de lo que no puede concebirse como un lenguaje sin ser empero totalmente ajeno, MerleauPonty la encuentra en lo que, como veremos, r ep re se n tará un interlo cu tor privilegiado del últim o período: la p in tu ra .103 “A rte m ud a” por excelencia, se ' Edmund Husserl, Meditations cartésiennes, trad. G. Pfeiffer y E. Levinas, Paris, Vrin, 1969, § 19, p. 38. ,ia Para la historia y las transformaciones de esta “pequeña frase” [Petite phrase, en alusión a Marcel Proust, (T.)] consúltese el sexto capítulo “L’expérience, l’expression et la forme dans l’itinéraire de MerleauPonty”) de Jacques Taminiaux, Le regard et l’excédent, La Haye, Nijhoff, 1977, pp. 90115. : Recientemente, varios estudios han puesto en evidencia el papel, a menudo marginalízado por los primeros comentadores, de la música como fuente fecunda del pensamiento del último MerleauPonty. Si bien éstas tienen el mérito de hacer un retrato más equilibrado del autor, nadie pone en duda, empero, que el arte pictórico constituye junto con la
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trata ciertamente de la voz del silencio, como le gustaba llam arla a M alraux. Ahora bien, en tan to voz, no es precisamente silencio puro, sino que da a oír los blancos entre las cosas; no habla de otra cosa, habla más bien de unas cosas, habla de otro modo. Pues nunca el hombre se sentirá en su casa en la pintura como puede sentirse en su casa en el lengu aje (PM 156), ya sea p into r o simple espectad or; jam ás el procedimiento pictórico podría poseerlo a él mismo como puede hacerlo creer el uso de la s palabras. He aquí el sentido de la “du da” que M erleauPonty descubre en Cézanne ya en el texto homónimo de 1942, incertidumbre permanente en cua nto al control del mu ndo y de sus medios de expresión. La te la del pin tor se convierte en el sitio de u n a ex perienc ia del desposeimiento, un a exposición a un afuera donde la cobertura protectora del lenguaje cotidiano se desagrega. En consecuencia, no es de lo más sorprendente que la filosofía del lengua je, que d a comienzo después de la Phénoménologie de la perception, se transfo rm e progresivam ente, a travé s del contacto con esas “voces del silencio”, en u n a reflexión sobre el leng uaje de la filosofía. En la discusión de la Sociedad francesa de Filosofía en noviembre de 1946, Em ile Bré hier h ab ía dirigido un a de las m ás seve ras críticas a la esc ritura m erleau po ntian a cuyo eco res ue na h a sta hoy: “Veo sus ideas exp resarse por medio de la novela, de la pintura, más que por la filosofía. Su filosofía culm ina en la nove la” (PrP 78). M erleauP onty no respondió directamente. Huelga decir que la cuestión de los medios de la filosofía y de su relación con la nofilosofía se le impone, em pero, como uno de los prob lem as cru ciales cu ya resolución queda pendiente. Pero la solución no puede consistir en un exilio fue ra de la filosofía como tampoco en su disolución, sino más bien en una radicalización interna. En este sentido, qu ien an ticipa el m ovim iento necesario en la sesión de 1946 es J e a n B eaufret, al afirm ar que el único reproche que tiene p a ra “hacerle al autor no es h ab e r ido ‘dem asiado lejos’ sino literatura- la inspiración primordial de Merleau-Ponty. En noviembre de 1959, Merleau-Ponty asiste a una interpretación de Leonora n‘- 2 de Beethoven, la primera versión de la onertura de Fidelio, que lo incita a un acercamiento entre música y pintura. En la medida en que ambas son, a su manera artes, del silencio, convergen hacia la filosofía: “[...] tanto la música como la pintura son al mundo sensible lo que la filosofía al mundo entero” (Nota inédita del 15 de noviembre de 1959, Fonds Merleau-Ponty, Bibliothèque Nationale de France, vol. VIII, f. 289).
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m ás bien no ha be r sido dema siado radical. Las descripciones fenomenológicas que nos propone mantienen, en efecto, el voc abulario del idealism o” (P rP 103). Después de haber desnudado el lenguaje como objeto de reflexión, M erleauP onty tom a conciencia de que mucho más que u n a cu estión regiona l, la cuestión del lengu aje decide el destino mismo de toda práctica reflexiva. Así pues, toda interrogación sobre la filosofía del lenguaje supone u n a in terr ogación sobre el leng uaje de la filosofía. Por lo tan to, m ien tra s que M erleauPon ty se resuelve a a ba nd on ar el proyecto de la Prose du M onde, perdurará la cuestión de un lenguaje otro, de un a a lteración de la prác tica descriptiva. A la m an era del arte pictórico que esclarece un sentido operan te, se tr a ta de en co ntra r un “lenguaje op erante, ese lenguaje que no puede sab erse sino desde el aden tro, por la pr ác tica ” ( V I166). Más allá también del sueño de una coincidencia en silencio que, por otro lado, de u n discurso reific ante que plan tea sus objetos de pensamiento ante sí como ob-iectum (como otros tantos Gegenständlichkeiten), “se ría u n len gu aje del cual el filósofo no sería el organizador, sería n pa lab ras que no reu niría , que se uniría n a él por entrelazam iento n atu ral de su sentido, por el tráfico oculto de la metáfora, lo que cuenta es que ya no se trata del sentido manifiesto de cada palabra y de cada imagen, sino de las relaciones laterales, de los parentescos que e stá n implicados en su s virajes y en sus inte rca m bio s” (VI 164). Si, en una palabra, la cuestión del lenguaje hubiera perm itid o a M erleauPonty su stra e rse a la sobredeterm inación por el cuerpo viviente de su primera filosofía, ahora lo que lo conduce a una reconsideración de la cuestión del cuerpo, cuya sobredeterm inación an terior se pre sen ta cada vez m ás como sub de term inació n, son los límites del lengua je considerado e n sí mismo.
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IV. ONTOLOGIA DE LO VISIBLE
1. P e n s a r s e g ú n
l a imagen
“Los problemas plantea do s en Pli.P. son insolubles afirma MerleauPonty en una nota de trabajo porque parto de la distinción ‘conciencia’‘objeto’” (VI250). Estas advertencias, ¿no son acaso excesivas aquí? La Phénoménolo gie, ¿no ha bía intentad o precisam ente sortea r este atolladero demostrando la inserción de la conciencia en un cuerpo y la de los objetos en un mundo? Evidentemente, esta solución no convence demasiado a su autor, dado que el cuerpo en tanto cuerpo propio sig ue estando sometido, en ú ltim a instan cia, a la es fera de la conciencia, m ien tras que el m undo sigue d eterm inado e n relación con las cosas que contiene. Aun que Merleau Ponty no d esm ienta jam ás su inclinación por la p rioridad del cuerpo y la primacía del mundo sensible, el análisis de la idealidad del lenguaje lo lleva a rep en sa r la distan cia, en las prim eras obras, entre el terreno filosófico que circunscrib en y el lenguaje a través del cual éste es abordado. Por ende, considerar que el cuerpo y lo sensible están primero no equivale acaso jus tam en te a hace r un a filosofía del cuerpo, en la medida en que ésta no superaría nunca el límite de una ontologia regional y, por añadidura, plantearía el cuerpo como objeto, perman eciendo así como lo señ alab a B ea u fre t en un lengu aje ide alista. R es titu ir el cuerpo a la filosofía no podrá ser, en consecuencia, sino un ejercicio que abandone las ca tego rías he reda das de un p en sam ien to int ele ctu alis ta1111 y re em pla za rá “las nociones de concepto, idea, e sp íritu por las * 0 4 1 104No podemos dejar de señalar los paralelismos con Levinas, de quien se sabe que operó una transformation de su lenguaje luego de las críticas 81
nociones de dimensiones , articulación, nivel, bisagras, pivotes, configuración” (VI 273). Con Mikel Dufrenne se podrá sostener que MerleauPonty inaugura con este gesto un nuevo es tilo filosófico: el filosofar sin filo sofem as.105 C orrelativam ente, este nuevo lenguaje que recha za las cristalizaciones conceptuales buscando fórmulas transitivas o alusivas perm ite describ ir lo que ocurre en los abordaje s y entre las cosas, mediante conceptos fluyentes, que remiten a lo que H usserl, en su s últimos escritos, n om brab a “significaciones fluyentes” {fliessendeBedeutungen) (PP 61) y que no de jan de recordar los “conceptos fluidos” de Bergson. Una nota inédita que resume la autocrítica del último M erleauPonty indica esta íntim a correlación en tre práctica y objeto filosófico: “Nuestra corporeidad: no ponerla en el cen tro como hice e n Ph. P .\en un sentido, no es sino la b isagra del mundo”.ll,fi En el transcurso de los análisis sobre el lenguaje, se había visto la emancipación progresiva de la rigidez de u n a teoría g estu al de la expresión. Por ende, ha b ría una autonomía del sentido, una potencia de ideación que nun ca p asa e nte ram en te a sus m aterializaciones —ya se tra te de gestos, pa labra s o de es cr itura s, un a indepe nden cia de las es truc tura s lingü ísticas en relación con sus actualizaciones. Aunque indiscutiblemente integró a su pensamiento los aportes de Saussure, Jakobson, LéviSrauss y de los otros estru ctu ralistas, hay un hiato entre la “es truc tura ” merleau p o n tian a y la del m ovim iento e stru c tu ra lis ta .* 107 Así como el descub rimiento de lo diacrítico le hab ía perm itido tom ar sus distancias frente a toda interpretación naturalista de la expresión, del mismo modo la concepción es tru c tu ra lista de lo diacrítico, al red uc ir éste a un and am iaje inm ate rial, carece ahora de su indefectible pe rtene nc ia al mund o sensible que, por su presencia misma, está espaciado. En un movimiento que traiciona y supera a la vez la herencia de lo de Derrida en Violence et métaphysique, que le reprochaba la inadecuación entre la ambición refundadora y los medios lingüísticos empleados. *'jr' Mikel Dufrenne, “Maurice MerleauPonty” [1962], en Jalons, La Haya, Nijhoff, 1966, pp. 208221, p. 215. ,MNota de trabajo inédita para Le Visible et l’invisible (Fonds Merleau Ponty, Bibliothèque Nationale de France). 107Es el veredicto de Emmanuel Levinas en su prefacio a Geraets, Vers une nouvelle philosophie transcendantale, ob. cit., p. IX. El propio MerleauPonty va en esa dirección, especialmente en sus declaraciones en el coloquio de 1961 sobre Sens et usages du terme structure dans les sciences humaines et sociales, ob. cit.
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diacrítico, Me rleauP onty in te n ta p ues decir el cuerpo en su existen cia late ral; la corporeidad, ese ser del cuerpo que no se confunde con los cuerpos sino manifestando más bien su ju nció n. Pero si la lingüística sau ssu rian a puede ayu dar a e v ita rla s ap orías de u na conciencia constituyentepíom íea/ido su objeto, sólo considerando, entonces, su s articulaciones p u ras “diferencias sin términos positivos” (PPE 81), se le escapa, empero, el hecho de que este intervalo no es una difere ncia ab stra ct a (como tampoco un “agu jero” ta l como lo pensaba el hegelianism o que se prolo ngaba h a s ta S artre)108 sino una ju n tu ra carnal p ara la cual MerleauPonty tamb ién elige la expresión de “b isa g ra ”. E n tre intuicionismo y formalismo, entre positivismo y filosofia de la negación, será m enester que el nuevo lenguaje leng ua je que se hace- “ex prese, al menos lateralm en te, u n a onto génesis de la que forma p a rte ” (V I137). Entre un real que en el prefacio de la obra de 1945 aun form aba un “tejido sólido” (PP V) en el que podían apo yarse toda la ta re a de un a fenomenología de la percepción y por otra p arte el reconocim iento de u n a irreductible idealidad in fracorporal que forma el reservorio de donde emerge la creatividad hum ana , M erleauPonty busca un procedimiento que p erm ita form ular su presencia común sin reabsorció n de uno en el otro. La terce ra etap a que pensam os poder desprend er de la obra del filósofo se m an tendría , en consecue ncia, a igual distancia entre una fenomenología de la percepción y una fenomenología de la expresión: a p u n tar ía a pr ep ar ar el suelo común p ar a la obra de 1945 y para las interrogaciones sobre el lenguaje, a reco ns tituir la tra m a de la estofa a p a rtir de la cual a la vez algo pued e serm e dado como visible y las pal ab ra s que posibilitan la visibilidad. H ay que rem on tarse incluso a las raíces de lo visible y como la pintura desde siempre precedió a la filosofía en este trabajo, el pensam iento deberá modularse según sus procedimientos. Entonces no sería exagerado afirm ar desde es ta óptica que la reflexión merleaupontiana sobre la pintura abandona definitivam ente el ropaje de la estética clásica pa ra p as ar de u na filosofía sobre la pin tu ra a un a filosofía según [d après] o m ás exac tam ente un a filosofía según la p in tu ra , filosofía de la que L ’Oeil et l ’esprit se ría el esbozo. En este texto re da cta " A propósito del agujero en Hegel, cf. ya PP 249. Véase también VI 249: “Lo abierto, en el sentido del agujero, es Sartre, es el negativismo o el ultrapositivismo (Bergson), indiscernibles”.
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do en Tho lonet e l últim o acabado en vid a, M erleauPonty despliega la idea de que en la imagen, la relación objetal se en cue ntra su spendida, dado que un cuadro no se deja m irar “como se mira una cosa” (OE 23), “más que verlo, veo según él o con él” (ibidem). Enre los manuscritos inéditos para lo Visible et l’invisible, se en cue ntra una nota m ás explícita aun : “¿Qué es un Bild? Es m anifiesto en este punto que el B ild no se m ira como se m ira un objeto. Se m ira seg ún el B ild . [...] Y esta segregación a b re ... ¿Qué? No ‘significacione s’(y menos aun cosas, como las cosas visibles), sino s e r e s . . P o r lo tan to, todo parece indicar que a p a rti r de u n a interrogación sobre la imagen, M erleauPo nty llegó a reform ular su em presa en términos de “ontologia de lo visible” (VI 182). Lejos de una fenomenología ingenua que se conformaría con la simple en um eración de lo visible, por el contra rio, lo que se ve cuestionad o es su ser. “Lo visible en el sen tido profan o olvida sus prem isas”, escrib e M erleauPonty (OE 30), en la m edida en que se sigue encarando ese visible como un afuera frontal. Pero la p in tu ra m ode rna nos ens eñ a —y aquí se cita a K lee que la “visión del pintor ya no es mirada en un afuera” (OE 69),110 sino qu e ap u n ta a “esa génesis se creta y febril de las cosas en nuestro cuerpo” (OE 30). El color consignado en la te la no es ni la repe tición de los visibles ni su reducción a un a idea de visible sino que procede a u na “m irad a desde ad en tro” (OE 24). E n lu g ar de un a repraesentatio en el sentido ka n tiano, de frente a frente (Vorstellung), hay que descifrar esta “germinación sorda” del aparecer en nosotros, de la que la p in tu ra sería la huella inm ediata. “El cuadro esencia alógica” —se lee en los últim os esbozos—“visible absolu to al que co pertenecen las cosas, el cuadro e in clu so el p intor (el pintor en el cuadro)” (NC 390). En la histo ria de la pintu ra, nadie, según M erleauPonty, ha incorporado m ás profund am ente esta indescifrable correlación, nadie tra tó más intim am ene de trad uc ir la esencia de lo visible por lo visible mismo como lo hizo Pa ul Cézanne. En la ontologia tar d ía de lo visible pe ns ad a a p a rti r de Cézann e, lo que se inv ierte es la asim etría m ism a en tre método y objeto. Al arte cezanniano, el autor de L ’oeil et l’esprit, concede ciertam en te tam bién ser un a “filosofía figurad a de la visión” 10s Nota inédita para Le Visible et l’invisible (Fonds MerleauPonty, Bibliothèque Nationale de France, vol. VIII, f. 346). 110 Cf. también “[La] Vision n’est plus regard sur un ‘dehors’, représentation” (NC 170).
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(OE 32), pero m ás au n mide la línea de su propio pensam iento con los procedimientos pictóricos. En lugar de comparar el “pensamiento en pintura”, que reivindicaba el pintor, con la filosofía rigurosa, decide pen sa r él mismo “en ” o “segú n” la pintura. P ensar como pin to r significa som eterse a las leyes de la resis ten cia y exp erim en tar en los lím ites de lo sensible: “Todo es, en ar te sobre todo, teo rías de sarrollad as y aplicadas al contacto con la n at u ra lez a”, rep etirá Cézanne. A p a rt ir de 1943 a n te s aú n del cierre de la Phénoménolo gie ni M erleauPonty reda ctará Le Doute de Cézanne, un ensayo sobre el pintor provenzal que atestigua el fulgor del encuentro y en el cual el montaje apretado de las citas se confunde por mom entos con las prop ias interrogacion es del filósofo. ¿Cómo ev itar la a lte rn a tiv a y por ende la je ra rq u ía entre m undo natu ral y mundo humano, entre mundo perceptivo y mundo de la inteligencia? “La n atu ra le za y el arte, ¿no son acaso difere ntes?”, se interroga ba el m ae stro de Aixen Provence. “Me gustaría unirlas” (SNS 18). En estos diálogos con Ém ile B ern ard , “qu eda m anifiesto que Céz anne siempre tr a ta de escapar a las alterna tivas hech as que le proponen, las de los sentid os o de la inteligencia, del pinto r que ve y del pintor que piensa, de la naturaleza y de la composición, del primitivismo y de la trad ición ” (ibidem). E ntre un a p in tu ra que pretende no atenerse sino a la restitución de los dato s inmediatos de la sensación y un a p intu ra que reconstruye un mund o según u na organización abs tracta, M erleauPonty ve en el arte de Cézanne 1a vo luntad de m an ifesta r un mundo “en estado inc ipie nte ”, un unive rso que se es tá haciendo. “En vez de ap licar a su obra dicotomías, que por otro lado corresponden más a las tradicion es de escuela que a los fundad ores f ilósofos o p in to re s de es as trad icion es”, Cézanne p inta ba m ás bien “la m ateria dándose forma, el orden incipiente por una organización e sp ontá ne a” (ibidem). Mientras que este juicio general se mantiene hasta en L ’Oeil et l'esprit, otras ideas m erleaup ontiana s, en cambio, se modifican, e incluso son ab an do nad as d u ra n te la frecuentación del arte del pintor. En Le Doute de Céza nne, el ejercicio laborioso de la epojé que da a luz el fondo preobjetivo en el cual se recorta un mundo que emerge encontraría su equivalente, o e n térm inos cez ann iano s su “realización” en ' ' Cf. las indicaciones de Claude Lefort en el prefacio d eL’oeil etl’esprit (OE VI). 85
sus cuadros. “Viv “Vivimos imos en un medio de objetos objetos construido s po r los hombres, entre utensilios, en casas, calles, ciudades y la m ayo r p ar te del tiemp o los los vemos sólo sólo a tra tra v és de las las acci acciones ones hu m an as de las las que pu ede n se r los los pun tos de aplicaci aplicación” ón” (SNS 22). En la pintura de Cézanne, estos hábitos están “en sus pe p e n s o ” y los lo s p e r s o n a je s so n “como v isto is toss p o r u n s e r de o t r a especie” (ibidem). En el paisaje que representa el lago de Annecy, “el “el pa isa je es sin vie nto ”, el agu a del lago, “sin “sin movimiento, los objetos congelados, vacilantes como en el origen de la tierra”. El pintor volvería hacia esa tierra (Erde) pr p r im o r d ia l de H u s s e r l , “m á s a c á de la h u m a n i d a d c o n s t i t u i da”, que nos revela “el fondo de naturaleza inhumana en el que se in st a la el pin to r” (ibi (ibidem) dem).. El capítulo “La chose et le monde naturel” [“La cosa y el mundo natural”] de la Ph P h é n o m é n o lo g ie de la P e rce rc e p tio ti o n resumirá con las palabras del historiador del arte Fritz No N o v o tny tn y q u e e s to s p a is a je s so n “los de u n p r e m u n d o d o n d e aún no había hombres” (PP 372). Pero aquí, la idea de un pr p r e m u n d o q u e s e r á r e t o m a d a e n o tro tr o s l u g a r e s no es n a d a menos que un sinónimo del “mu ndo n a tu ra l” ha cia el cual hay que volver, un mundo que se opone al “mundo humano”. Algunos Algunos años más tard e, ya en las Causeries g r a b ad ad a s p a r a l a Radiodifusión Radiodifusión Fra nc es a en 1948, 1948, Merleau Po nty explica explica en la p a r t e d e d ic a d a a L ’a r t et le m o n d e pe r ç u que, po r el el contrario, hay que restituir el arte a su “pureza” (C 53) y que, lejos de im itar el el m undo , el arte es es,, en cambio, cambio, “un m undo p ar a sí” (C 56). Esta segunda opción, que algunos han querido inter p r e t a r como com o u n a t e s i s s o b re la a u to n o m í a del de l a r t e , e n s u m a b a s t a n t e a j e n a a la l a fen fe n o m e n o log lo g ía m e r l e a u p o n t i a n a , d e r i v a segu ram ente m ás bien bien de un a refl reflexi exión ón au m en tada sobre sobre los los signos signos lingüísti lingüísticos cos que no com parten ning ún rasg o perceptivo perceptivo con su referente a unq ue no lo lo traicion traicion an de ningu na m an er a .11 .112 Pero ta n to la id ea de un “m und o p a ra sí” del a rte como como la de un “premundo” inhumano revelado por la pintura resultan problemáticas, pues confirman el sujetamiento del mundo hum ano al mundo n atu ra l o su inversa, m ien tras que M erleauPonty erleauPonty se se impone impone pen sar su sim ultaneidad.
' Declara Decl ara en Le Le doute de Cézanne: “Así como la palabra no se parece a lo que designa, la pintura no es un trampea-el-ojo ¡trompe 23)). l’oeil I (SNS 23
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2 . L O S E S T IL IL O S D E L M U N D O
Entonces, ¿cómo pensar lo que es común a la percepción y a la expresión expresión evitando recu rrir a un a priori trascen de ntal? A decir verdad, ya se había indicado una vía cuando, en la Ph P h é n o m é n o log lo g ie de la pe p e r c e p tio ti o n , sin d ud a bajo bajo la influencia hu sse rlian a, la unidad del m undo es com parada con con la unida d de estilo que reconozco a través de los comportamientos de una persona o los elementos familiares de una ciudad (PP 378) 378).. Paradó jicam jicam ente, M erleauPon ty parece redescu brir la la pe p e r t i n e n c i a de la id e a de e stil st ilo o e n l a l e c t u r a de la s Voix du sile si len n ce de Malraux, que hace de ellas una clave para la comprensión comprensión del arte, ateniéndose empero a un a sem ántica rigu rosa m en te clási clásica. ca. Pa ra M alraux, el estil estilo o constituye constituye la indiv idualida d del a rtista , su m arca incisiva, incisiva, su estilete. estilete. De De acuerdo con un pasaje de la Voix du silence, no es otra cosa que “el medio de recrear el mundo según los valores del hom bre que los los desc ubre ” (SG (SG 83 83). E n ta n to “frágil “frágil perspe ctiva hu m an a del mundo eterno ete rno que nos nos a rra stra a una deri der i va de de astros según su ritmo misterioso” (ibidem), el estilo reitera, según Malraux, el hiato entre mundo natural y mundo humano y no puede sino culminar en una consideración del arte moderno donde el estilo es a la vez el imperativo y la ún ica creencia ind iscu tible como como ceremo nia a la gloria gloria del individuo. Si el estilo es, según una cita de la Création artistique, “la expresión de una significación prestada al mundo, llamado, y no consecuencia de una visión” (SG 86), cabe hablar, en efecto, de una “anexión del mundo por el ind ividu ivi du o” (SG 83) 83). Pero, s egú n M erleauP onty, el estilo estilo no es el producto de un a subjetividad sino sino la propiedad del m undo ta l co como se se da. da. Lejos de es ta r confinado al dom inio del arte , el estilo es lo lo que infor inform m a al mundo, lo lo que repre sen ta la g ara n tía de que que un mundo nunca está dado de una vez por todas sino que está constantemente modulado, articulado. “La percepción ya es tiliza”, afirm a un p asaje célebre de la Pro P rose se d u M o n d e (PM 83) 83), haciendo cad ucar de en tra d a la dicotomía dicotomía en tre recep tividad y actividad. actividad. Es la correlación correlación m ism a la que está afectada po p o r c i e r t a infl in flee x ión ió n , q u e n o l a a n t e c e d e sin si n o q u e c o n s titu ti tu y e algo así como su nervadura sensible. Husserl ya habría entrevisto esto en los manuscritos de las Id I d e e n I I (PM 79), donde la noción noción de estilo estilo inte rv ien e p a ra de scribir no no sól sólo la pe p e r s o n a l i d a d q u e p r e s e n t a c ier ie r to e s tilo ti lo u n i t a r i o p e r m a n e n t e 87
{ein {einen en gewissen du rchgän gigen einh eitlichen eitlichen S til ) a tra v és de
sus juicios juicios y de sus act actos, os, sino sino tam bié n la un ida d c oncordante a través de todas las actividades y las pasividades que se po p o d r ía c a lif li f ic a r d e habitus o de estilo de conjunto (Gesamts til).113 En la K r is is , Husserl irá aún más lejos: el estilo ya no califica aquí un ego, sino el mundo mismo: “Es así como nu estro m undo am biente, el el de de la intuición empírica, posee u n estilo de conjunto empírico [empirischen Gesamtstil).ui Para el último Husserl, por ende, habría que buscar por el lado del mundo “lo que da a los cuerpos que están están ju n tos tos (simultánea o sucesivamente) precisamente esta entre-per [...]] lo lo que liga uno al otro su ser tenencia, en o tras p alab ras [... LSei LSeinj nj y su se ra r a sí [S osei/ij.1 ose i/ij.115 P a re c e ría que qu e M erle au P on ty, a su vez, vez, superpo ne la inspiración h u ss er lian a con con los de sa rrollos rrollos sucesivos sucesivos de Heidegger a quien lee lee con con atención atención en los años 50—cuando es cuestión de un “estilo de weiten'’. Lo que en el el alem án h eideggeriano toda vía podía podía significar significar tan to el sermundo como el hacermundo, aquí está indiscutiblem ente desplazado desplazado hacia el el segundo sentido. sentido. Pa ra e vitar redu cir el estilo a una “regulación causal universal” del mundo, ind ep en die nte de nu e str a s va riac ion es ,11 ,116 éste se vuelve el el atribu to de una correlación correlación por medio de la cual un m undo se hace visible, pues el estilo pone de relieve su materia de la pin tu ra no weiten, de “ha ce rm un do ”. En c onsecu encia, la sería otra cosa co sa que q ue un intento de m an ifestar esta est a m anifestación misma que es anterior al recorte hombremundo. “E lp in to r no sabe n ad a de la a n títe s is ho m bre m un do L...I ya que el ho m bre y la sign sign ificación ificación se es bo za rán en el el fondo fondo del m undo ju sta m e n te por medio de de la la operación del estilo” (PM 83). 83). En este este pensam iento iento se estilo con stitu irá s e g ú n la im a g e n , el estilo un a prim era e tapa hacia las las raíces raí ces del parecer pare cer.. Incansablem ente, M erleauPonty se se esforzará por rem on tar más acá de de la separación en tre acti actividad vidad y donac donació ión n p ara delim itar este este “enigm a de la visibili visibilidad” dad” (OE 26) 26).. Pu es h ay ciertam en te u n “don de lo visible” que significa a la vez la donación de un visible visible y la capacidad de re s titu ir u n a visibili visibilidad. dad. Los Los pintore s
lu Ibidem II, K 61 (Hua IV, p. 277). La crise des sciences européennes et 114 Krisis § 9, Hua VI, p. 28 (fr. La la phénoménolog énologie transcend transcendanta antale., e., trad. G. Granel, Paris, Gallimard, 1976, p. 36). Ibidem (fr. p. 35). 115 Ibidem (fr. p. 36). 88
se rían los los beneficiarios beneficiarios privilegiados, privilegiados, pue s es tán dotados de lo visible “como se suele decir que el hombre inspirado tiene el don de las lenguas” (OE 25). Por lo tanto, se podrá sostener que, a través de la pintura, MerleauPonty llegará a una ontologia de de lo lo visible visible que te n d rá como punto pu nto de pa rtid a no el ser visible visible sino sino el dev enir visi visibl ble. e. Todas sus últim as m ed itaciones ciones se se p re se n tan ta n como como el el eco de es ta fras e de Céz ann e que figurará como epíteto de L ’oeil oe il et l ’esp es p rit: ri t: “Lo que trato de traducirles es más misterioso, se enmaraña con las raíces m ism as del ser, con con la fuen te imp alpable alpa ble de las las se nsac ione s”. Por la voluntad de pensar como pintor, MerleauPonty se h ab rá esforz esforzado ado a la vez vez por “re stitu ir a la p in tu ra y al arte en general su verdadero lugar, su verdadera dignidad” (C 53), m inando irrem irrem ediab lem ente la posibil posibilida idad d de de un a autonom ía cua lquiera del arte. El trabajo del del arte no es es sino sino un a inten sificación y no una alternativa al mundo natural. Por consiguiente, la estética de de M erleauPonty es es ínteg ram en te sen si bil b iliz izaa c ión ió n del de l pe p e n s a m i e n t o que qu e c u lm in a en e n la l a c o n s ta t a c ió n de u n a inacción del a rt e :11 :117 este ú ltimo ltim o ya no debe bus b us ca carse rse en las ob ras, sino en un a am plificación plificación de los los lazos lazos se nsible s que nos vinculan con el mundo, esos lazos que tomarán a partir de ahora el hombre de “carne”. Para paliar las deficiencias de la Ph P h é n o m é n o log lo g ie de la pe p e r c e p tio ti o n , no b a s ta pues pu es con con re em p laza la za r ‘concien ‘concien cia’ y ‘cosa’ po p o r ‘c u e rp o ’ y ‘m ‘m u n d o ’, salv sa lvo o si se p e r p e t ú a n u n a vez ve z m á s las la s dicotomías ontológicas, pero a la inversa será menester insta in sta la rse en el el “inte rm u n d o ”, en la “inva “inva gina ción ” (V I197 I197) de un “ser bruto, de na cim iento ” que precede precede toda singu lariza ción sin dejar de ser siempre movimiento de una diferenciación ción orig ina ria. Si Si,, com como o ya lo an un cia ba Le L e lan la n g a g e in d ire ir e c t et les voix du silence, “el sentido de la filosofía es el sentido de u n a gén esis” (SG (SG 103) 103),, ésta debe debe aba nd on ar la idea según la cual el el cuerpo cuerpo rep re se n ta la prom esa de un ac acce ceso so hac ia el origen. origen. Po r el contrario, debe deven ir fenomenología gen ética, devenir radical en el sentido etimológico de la palabra, debe explorar en el origen que se revela como siempre quebrado p ar a “acom pañ ar este estallido, estallido, esa nocoin nocoincid cidenencia, cia, esa diferen ciación ” ( V I163) I163). La fenom fenom enología entonces Retomando la expresión de Maurice Blanchot, Eliane Escoubas demostró que en relación con Merleau-Ponty se podía hablar de una estét es tétic ica a sin s in obra o de una esté es tétic tica a del “ocio “ocio”: ”:Eliane Elia ne Escoubas Esc oubas,, “La “La question questio n de l’oeuvre d’art. Merleau-Ponty et Heidegger”, en Merleau-Ponty. Phénoménologie et expériences, ob. cit., pp. 123-138. 89
no podrá conform arse con un a filosofía de la génesis, ten d rá que devenir fenomenología de la génesis de la génesis, es decir, en otros términos, ontogenética. El intento de repensar integralmente la fenomenología culmina asimismo en una confrontación con un cuestiona miento ontologico, haciendo coincidir campos tradicionalm en te opue stos: fenomeno logía y ontologia. La “nu ev a ontologia”118a la cual asp ira M erle au P on ty es, e mpero, todo lo con trario de un árbol po rfiriano de categorías que culm ina en el ser de sustan cia. Es, por el contrario, u na “reh ab ilitación ontològica de lo sensible” (SG 210), una fenomenología del “Se r en profu nd idad ”, que ab re un “abismo” (V I236) ins on da ble por in fundado. La necesid ad de un reto rno a la ontologia que da a luz un Ser “salvaje”, “vertical”, revela también el parente sco en tre “el ser de la tie rra y el de mi cuerpo {Leib)” (RC 169). La problemática del medio que hemos puesto de manifiesto para las primeras obras encuentra entonces su radicalización: el cuerpo ya no es un “medio” en un medio mundo; cuerpo y m undo p roceden de un tejido común, tien en que ve r con u n “medio for m ad or” (VI 191).
3. O n t o l o g ìa d e l a c a r n e
¿Cómo nombrar lo que está entre los seres, lo que los m antiene y hace lazo entre sí? M erleauPo nty se rind e ante la evidencia de que d icha cosa “no tiene n om bre en ning un a filosofía” (V I181) y por lo ta n to qu ed a liter alm en te anónimo. M edian te el vocablo anonymos, A ristóteles ind icab a el hecho de que frente a los datos de lo real, el lenguaje natural se revela d esigual en su facu ltad de da r cuen ta de ello. Si, para tom ar so lam ente u no de los m últiples ejemplos, el conjunto de los animales munidos de alas con plumas ha recibido el nombre de pájaro, la lengua (griega en este caso) se queda m ud a p ar a n om bra r el género de los anim ales con alas de piel o con ala s m em bra nosa s.119 El len gua je del científico, pero 118 El giro ontològico, que se vuelve temático en los últimos textos, puede volver a trazarse en escritos de comienzos de los años 50. En Partout et nullepart, Merleau-Ponty escribe que sería necesario que una filosofía concreta “se mantenga cerca de la experiencia, y que, no obstante, no se limite a lo empírico, que restituya en cada experiencia la cifra ontològica con la que está interiormente marcada” (EP 196). Sobre este giro ontològico, cf. Barbaras, L’être du phénomène, ob. cit. 118 Aristóteles, Hist. an. 490‘513.
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tam bié n el del filósofo, consiste en con ferir u n nom bre a estos casilleros vacíos que rev ela el estudio de lo real. E sta cosa que “no tiene nombre en ninguna filosofía”, el anonymns mer leaup on tiano que ya se despre nde al final de la Phénom énologie de la perce ption, recibirá así sucesivam ente (a p ar tir de fines de los años 1940) un nomb re a m b ig u o que ocupará el lu ga r cen tral en los último s escritos: la carne. A mbigua en el “mal” sentido de la palabra (y no en el que le da Merleau Po nty ),120la carne ha dado lu ga r a m últiple s “m alen tend idos”, incluso a reacciones ep idérmicas. “La ca rne [chair] es dem asiado tierna”,* ironizaba Deleuze, y pensaba tener que contra rr e st a r lo que sospechaba ser una recristianización sublime del pensamiento por su concepto de “carne” [viande],** tomada de los cuadros de Francis Bacon. Pero la distinción entre “chair” y “via nde”, e n tre cuerpo vivo y cadáver, re su lta m uy tenu e si se considera que la iconografía cristia na culmina en la exposición de la carne [chair] muerta. “La carne [chair] es demasiado sabia”, pensaba poder afirmar a su vez Lyotard, sin percatarse de que es con el concepto de carne como MerleauPonty rompe con toda sospecha de logicismo hu sserliano. La carne [chair] no m bra pre cisam ente lo que no tiene lug ar ni logos en u n a epistemología clásica, ni siquiera en u na epistemología del mundo sen sible.121 Co ntra un a sim ple ampliación de lo vivien te a lo noviviente, c ontra todo hilozoismo de m atriz leibniz iana donde las ca racte rísticas del prim ero sim plem ente estarían extrapoladas al segundo (VI 304), hay que pe ns ar a la “chair” como an ter ior a es ta división. Ni sustancia, ni m ateria, ni espíritu, este anonymos se acerca ría m ás bien al “elem ento” en el sentido presocrático, estofa gen erad ora que no tend ría lug ar propio y que, no obstante, * Alusión al verso famoso de Mallarmé, La chair est trop triste, hélas, etj’ai lu tous les livres [“La carne es demasiado triste, ay, y he leído todos los libros”]. [N. de la T.] ** En francés hay dos términos para designar la carne: chair (“carne viva”, la carne en el sentido de los placeres de la carne) y la viande (carne muerta, la que se come: vacuna, porcina, etc.). [N. de la T.] Renaud Barbaras indicó por qué la expresión corriente de “filosofía de la carne” es inadecuada y que se trata más exactamente de una filosofía de la encarnación. (“The ambiguity of the flesh”, en Chiasmi International, n° 4, Figures et fonds de la chair, ParísMilánMemphis, Vrin Mimesis, 2002, pp. 1925). 1S1 Sobre el alcance de este “malentendido” cf. recientemente Mauro Carbone, “Carne. Per una storia dì un fraintendimento”, en Mauro Carbone; David Michael Levin, La carne e la voce. In dialogo tra estetica ed etica, Milán, Mimesis, 2003, pp. 1166.
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es taría por doquier. M ás que un medio pero sin confundirse con el Welt , la chair es lo diacrítico en carna do , a la vez “noción última” y tejido subyacente al Ser, “investidura lateral” (VI 266). Puesto que toda chair es desarrollo [développemen t ] y envoltorio [enveloppement ] de otra chair, un enrulamiento de lo sensible sobre sí se ha prefigurado en ella, ofreciendo a M erleauP onty el modelo de tod a reflexividad. El ejemplo elegido p ar a explicitai e sta reflexividad p reob jetiva retom a la proble m ática hu sserlian a de la m ano izquierda que toca la mano derecha.1 Subrayando ya desde La voix et le phé no m ène que la autoafección es de algun a m an era la escen a pr im aria de la fenom enología,123Ja cq ue s D errid a dejó p asar, no obstante, el hecho de que la reciprocid ad que se ju eg a en tre lo que toca y lo tocado [touchant-touche] no era ún icam ente el últim o estadio de un a ideología de la presencia, sino, inversamente, el exordio de una filosofía de la nopresencia y de la notransparencia. MerleauPonty, a quien D errida calla de m an era casi sistem ática a trav és de su obra es cr ita,12'1ya afirm a empero este desfasaje prim ord ial desde la Phénoménologie de la perceptio n : “Cuando toco mi mano derec ha con mi man o izquierd a, el objeto m ano d erec ha tiene esa singular propiedad de sentir, también él”, pero añade, precisam ente, “nunca am bas m anos están al m ismo tiem po tocando y siendo tocada s. De sue rte que, cuando a prieto mis dos m anos u na con tra la otra, no se tra ta de dos sensaciones que ex pe rim en taría ju n ta s, como se perciben dos objetos yux tapuestos, sino de una organización am bigua ” (P P 109). Y sigue d iciendo que el sentido de las ‘exp resion es dobles’, del que hab lab a H usse rl, es que “en el pasa je de un a función a la otra, puedo reconocer la mano toca da como la m ism a que re cién era la que tocaba, en ese paquete de huesos y de mú sculos que es la mano izquierda, adivino por un ins tan te el envoltorio o la enc arnación de esa o tra m ano d erecha, ágil y viva, que lan zo h ac ia los objetos pa ra ex plo rarlo s” (ibidem). En ta n to el cuerpo se sorp rend e a sí mismo desde el exterior en el compromiso en una actividad de conocimiento, “esboza 1:0 Topos que a su vez es muy clásico, como se sabe. Husserl no constituye más que una etapa tardía en su historia que se despliega, para nombrar sólo estos dos extremos, desde Teofrasto hasta Condillac. Cf. Jacques Derrida, La voix et le phénomène, Paris, PUF, 1967. ’ Sin embargo, Derrida dedicará uno de sus cursos a lo Visible et l’invisible a partir de su publicación (Clase del 15 de mayo de 1964 en la Sorbona, DerridaArchivo, Irvine).
u n a su erte de reflexión” (ibidem). M ientras que, e n la sup uesta “filosofía reflexiva”, la identidad entre lo que refleja y lo reflejado aseg ura la perfecta tran sp ar en cia epistém ica, la no coincidencia entre aquello que toca y lo tocado implica un retorno a sí inces an te que no puede resolverse en un estado definitivo. Más allá de toda especularidad reconfortante, la rev ersib ilidad de lo que tocalo tocado pide otr a reflexión que nu nc a posee ente ram en te, u na reflexión que, más que filosofía reflexiva del “retorno a sí” heg eliano (SG 112), es torsión, modificación [retournement], retorno a sí. P ar a d ar cuenta de esta reversibilidad siem pre inm inente y nun ca re alizada y tal es el sentido de la afirmación según la c ual la rev ersibilidad es “verd ad últim a” (V I2 01), M erleau Ponty desarrolla en la parte redactada de lo Visible et l ’invisible la idea de una “hiperreflexión” que contra la filosofía reflexiva que, en su to rre de m arfil inex pug nab le, ya no conoce ob stá cu los e xh ibiría el lazo orgánico de su génesis (VI 60) y perm an ec ería así so lidaria de ese “sí mismo, no por tra n sp a re n c ia ” sino “por confusión” (OE 19). Ya en la Phéno ménologie de la perc eption se tra ta b a de un a radicalización de la reflexión entendida como retorno a las raíces, a los orígenes. “Po r lo tan to, la reflexión no alcanz a ella mism a su sentido pleno salvo si se menciona el fondo irreflexivo que presupone” (P P 280). Pero, ¿qué significa aquí exacta m ente “m enc iona r el fondo irreflexivo”? ¿Acaso no se tr a ta de otra formulación de lo que las filosofías trascendentales conocen bajo el nom bre de reflexión sobre la s “condiciones de posibilidad ”? Así po drían darlo a e nte nd er los pa sajes de la Phéno ménologie de la perception —poco límpidos, hay que decirlo. H ab rá que es p era r el capítulo “Réflexion et inte rro ga tion ” de lo Visible et invisible pa ra ver postulado el ca rácter irredu ctible de lo irreflexivo a la reflexión. S i se concibe lo irreflexivo como algo que la reflexión aún no pensó, se carece dob lemente de radicalidad. En primer lugar, porque, considerándolo como futuro pen sable, lo irreflexivo se en cu en tra no rm alizado de en tra d a, a linea do en los otros objetos de reflexión, y, en segundo luga r, porque en su voluntad de sup era r la experiencia, toda filosofía trascendental de la reflexión carece no de radica lidad sino de la radicalidad. El punto de pa rtida no es la suspensión, sino la fe en la percepción. En lugar de una filosofía de la reflexión cuya radicalidad “desarraigue” el pensam iento (VI 66), hay que explorar la s raíc es del ser encarnado , pra ctica r lo que de aho ra en m ás lleva rá el título 93
de hiperreflexión. P ue s si reflexiono, es gracias a mi cuerpo, al compartir un mismo horizonte con el prójimo, a un lazo perceptivo que me vin cula con el m undo y que no es réd u cti ble a u n a sim ple operación dis cursiv a. Reflexio nar sobre la reflexión no consiste pues tan to en el añadido de un grado de abstracción; por el contrario, es menester que la hiperre flexión “se hunda en el mundo en lugar de dominarlo, que descienda hacia él tal como es en lug ar de rem on tar hacia u na posib ilid ad previa de pensarlo” (VI 60). E n vez de que yo me reubique “en el origen de un espectáculo que no pude tener sino porque , sin sa berlo, lo esta b a or ga nizan do ” (VI 67), es el punto de p artid a de la reflexión lo que está despla zado en la ex perien cia de la “adv ers ida d de las cosas” (ibidem). Pu es hay ciertamente mundo, y cada vez que algo se nos aparece, en ta n to ap are cien te, algo es. O ntologiza r la reflexión, en consecuencia, no significa otra cosa que reflex iona r sobre el se r del que procede la reflexión, ese se r que a la vez es para m í y del que soy en igual m edida. U n “Ser de prom iscuidad”, u n “ser de en vo ltura ” (SG 30), un se r al que soy inh ere nte , pero a la vez y sin jam ás ren un ciar a él tam bién u n se r que me aparece, un ser que se fenom enaliza y se da en un afuera que siem pre está en retirada . P ar a p en sar ese cará cter doble, M erleauPo nty hace uso de la figura re tórica del quiasmo. A imag en de la le tra del alfab eto griego X (ji) de cuyo nom bre d eriva la figu ra , el quiasm o es tá constituirdo por liga du ras a pa ralelas que se unen, pese a todo, en un centro nodal que exhibe la interdependencia de lo que liga. En el caso más simple, el quiasmo articula la relación de recruce simultáneo entre cua tro térm inos que se po dría ubica r en los áng ulos de un cuadrado:
Pero esto ser ía o lvidar que en su uso poético y retórico, el quiasmo n un ca es visible en tan to esque m a global sino que se despliega, p or el contrario , en el tiem po de la lectu ra o de la escucha. En el breve pero extraordinario poema A une 94
p assante de B aude laire, se encu entra este quiasmo que casi
podría p a sar in advertido: Car j ’ignore où tu fuis, tu ne sais où je vais [“Pues yo ignoro hacia dónde huyes, tú no sabes dónde voy”].
Primero, estamos ante el quiasmo más común, el quiasmo gramatical: el pa r de pronombres personales yo tú de la primera parte está invertido en la segunda en tú - yo. A ello se suma un quiasmo semántico (ignorar ¡ no saber - huir / ir) que subraya, en el corazón mismo de la repetición, aquello que ésta altera. En el verso siguiente, Baudelaire confirma la complicidad nacida en el instante furtivo de este encuentro fortuito: O toi que j ’eusse aimée, o toi qui le savais! [“¡Oh tú a quien hubiera amado, oh tú que lo sabías!”]
El entrelazamiento de las dos personas en este punto de cruce pasajero perm anece, pero se hace cad a vez m ás v irtual, a tal punto ambos movimientos ( aller-fuir) ■[irhuir] son centrífugos y divergen tes. Los verbos utilizados por B au de laire en el verso anterior adquieren, por lo mismo, un sentido nuevo en el que la dim ensión e spacial se convierte en espacio temporal. C a rj ’ignore où tu fuis, tu ne sais où je vais : de aho ra en adelante lo que se despliega es toda una dimensión existencial, si se escucha en este où tu fu is [donde tú huyes] un efecto paronímico respecto de u n où tu fu s [donde tú e stu viste], el ser en pasado simple, es decir la historia im pe ne tra ble de la anónim a m ujer que pasab a an terior al encuentro, mientras que où je vais [dónde voy] indica los horizontes futuros e inesc rutables del narrado r. El ejemplo baudelairiano manifiesta las características prin cip ale s del quia sm o retórico que M erle auPonty conserva en su idea de quiasm o ontològico. La relación ínt im a e ntr e los térm inos ind ica u na coimplicación sim ultán ea (“La idea del quiasmo, es decir toda relación con el ser, es sim ultá ne am en te tom ar y ser tom ado”, V I313). Pero, por otra p arte , el qu iasmo no es reconducible a u n esqu em a e stru ctu ra l en el cual los término s podrían ser invertidos e ntre sí a voluntad. H ay una perspectividad del quiasm o que hace que siem pre se pueda ser considerado e l despliegue temp oral así lo ate st ig u a sólo según uno de los términos de su relación. Junto a una simultaneidad de copertenencia, hay por consiguiente una 95
asimetría en toda relación (cuyos planteos éticos despejó Lévinas) de tipo a—>B / Bs>a que se e n cuentra ella m ism a literalm en te complicada en la m edida en que el quiasmo no perm ite d eterm in ar d efin itiv am ente un a posición “a lta ” y u n a posición “b a ja ”. En la relació n quia sm ática, la asim etría está redoblada en cruz (aH>B/b>A I A » b /b > A ), ga rantizand o así un a d ivergencia en la inhe renc ia, un a nocoincidencia en lo simultáneo. Así, la elaboración de la idea de quiasm o co nstituye acaso un a de las vías m ás logradas para escap ar al clinamen de la transpa ren cia que entrañ a inevitablemente todo pensam iento en su conflagración consigo. Al mantener la idea de una situación originaria de trazo ornamental, la fenomenología que procede según la imagen del quiasmo ofrece más resistencia a la tentación, inevitable, del reduccionismo. D esan uda r definitivam ente la relación, lleva rla a relaciones cr istalinas, equivale a p erd erla definitivam ente. E n vez de cortar el nudo gordiano, la nuev a ontologia del quiasmo se hund e m ás profundam ente aun en el anudam iento de la experiencia sensible donde se dibuja un a d ime nsiona lidad de copertenen cia en la nocoincidencia, u n a coh esión que no es el produ cto de una reconstrucción conceptual retrospectiva sino una cohesión de adherencia sin concepto. Sin renunciar por ello a la idea lidad de la reflexión p re v ia a todo desvío respec to de lo que h a sido da do , pu es localizarla en lo su pra sen sible se ría equivocarse acerca de su esencia: “ha y u n a idealidad riguro sa en experiencias que son experiencias de la carne [chair]-, los mo me ntos de la son ata, los fragm ento s del campo luminoso, se adh ieren uno con otro por medio de un a adhesión desprovis ta de concep tos” (V I196). De este modo, la nue va ontologia onto logia de la adhe ren cia, ontologia del “se r en el en te” no analizará solamente lo sensible como objeto privilegiado; encontrará en él el modelo de su propia armadura. De una refundación ontològica de lo sensible, nos encaminamos hacia u n a descripción estésica de los anda m iajes del Ser.
4. T o c a r l o v i s i b l e
“Lo que toca y tocarse (tocarse = lo que tocalo tocado) Lse toucher = toucha nt-touch e]. No coinciden en el cuerpo”, observa MerleauPonty en mayo de 1960, agregando sin 96
em bargo: “E sto no q uiere decir que coincidan ‘en el es píritu ’ o en el nivel de la ‘conciencia’. Hace falta otra cosa que el cuerpo ” (V I302). O tra cosa que el cuerpo “p ar a que laju nc ión ten ga lug ar”. M erleauPonty introduce entonces u na noción sorprendente: ese otro del cuerpo donde se opera lajunción es “lo intocable ” (ibidem). Categ oría des con certante a p rim era vista, a tal punto está preñada de presupuestos, a la vez metafísicos y religiosos. Por lo tanto, MerleauPonty se ap resu ra a p recisar que no se tra ta de la negación (normativa o lógica) del tacto: “Lo intocable no es un tocable de hecho inaccesible” (ibidem ).125 M ás allá de u na s im etría e n tre lo que toca lo tocado que, por recu brim iento recíproco, ga ra n tiza su revers ibilidad, ha y cierta m en te algo que, en lo tang ible, re siste a la inversión tota l y que M erleauPonty designa m ediante el término de “intocable”. De modo que todo ocurre como si, en el tacto, hubiera una dimensión de impercepción, un p u n ctum caecum irreductible, una “ceguera” que hace signo hacia el otro lado o hacia el Ser sensible (VI 303). Sorprende observar que la cuestión del tacto desborda invariablemente suscitando lo metafórico, incluso en una problemática de la visión, y que, inversamente, esta problemática de lo visible es llevada co ntinuam ente a un registro sem ántico del tacto.16 ¿Cuál es el sentido de este quiasmo establecido entre lo tangible y lo visible? ¿Y hay verdaderamente equipolencia en tre estos dos órdenes? Jacqu es D errida señalaba atin ad amente que, en esta misma nota de mayo de 1960, Merleau Ponty agregaba a la cuestión de lo intocable un paréntesis sobre lo invisible. “Lo intocable (y tam bié n lo invisible: pu es se puede repetir el mismo análisis para la visión...” el parén tesis de lo invisib le nunca se cerrará y nunca te n d rá lu g a r el reto rno a lo into ca ble .127 La cue stión qu ed a ab ierta: 12 Formulación que recuerda la solución husserliana que describe, como lo ha recordado muy a menudo Bernhard Waldenfels, lo extraño en términos de una “accesibilidad de lo que originalmente es inaccesible” (Zugänglichkeit, des original Unzugänglichen) (Hua I, p. 144). 12'’ La fórmula de la “palpación por la mirada” ya se remonta a la Phénoménologie de laperception (p. ej. PP 243) y se prolonga a lo Visible et l’invisible (VI 175). La continuidad tactovisión también está motivada: “el hecho mismo de que la verdadera visión se prepare a lo largo de una fase de transición y por una suerte de tacto con los ojos no se comprendería si no hubiera un campo táctil casi espacial, donde puedan insertarse las primeras percepciones visuales” (PP 258). Jacques Derrida, “Tangente III”, en Jean-Luc Nancy. Le toucher, Paris, Galilée, 2000, pp. 209244, p. 241. 97
¿Por qué en tre los m útiples títulos encarados p ar a su segund a gra n obra, M erleauPo nty no se quedó jam ás con Le ta ngible et Vintou cha ble ? ¿Por qué razón lo que se pr es en tab a como un pa rén te sis en el seno d é la cuestión de la t actilid ad del cuerpo ha rá e sta llar este marco, haciendo im pe rativa u na ontologia de lo Visible et de l ’in vis ib le ? ¿Es cierto que toda su obra confluye en la p re g u n ta de “¿Qué es ver?”128Reflexiones como ésta: “Ciertamente nuestro mundo es principal y esencialmente visual: no se podría hacer un mundo con perfumes o con son idos ” (VI 1 14sg.) pare ce n e n todo caso no da r ca bida a ninguna ambigüedad. Derrida estaría en lo cierto entonces cuando contra la opinión que querría que MerleauPonty haya reh abilitado los sentidos tác tiles acusa a éste de seguir siendo un re p re se n tan te último de la “m etafísica patológica” que, de sde H erá clito 129 o A ris tó te le s,130 priv ilegia la visión sobre los otros sentidos? P ar a poder responder a esta pregu nta, hay que cuestionar ante todo la relación entre visión y tacto, y su redefinición implícita en la interp reta ció n de las Id een I I de H uss erl en Le philosophe et son om bre. MerleauPonty se interesa en esto en particular en los §§ 36 y 37 de los manuscritos (que sólo será n pu blicados en 1952), donde H uss erl m u es tra cómo, a nivel de la Leib lichkeit, la distinción entre sujeto y objeto se en cu en tra como “en m ar añ ad a” por el hecho de que el cuerpo viviente es doble, a la vez cosa física y fuen te de se nsacion es. Cuando la mano derech a toca la m ano izquierda, é sta cesa de se r u n sim ple objeto físico (bloß phy sische s D ing) p ar a “volverse cue rpo propio” {es wir d L eib ).rn Así pues, en la supe ración del dua lismo ‘conciencia con stitu y en te’/ ‘m undo co ns tituido ’, el último Husserl indudablemente le atribuye al tacto un privilegio que le nie ga a la visión. E n efecto, e n l a experie ncia prim orid al (el Urerlebnis) de la mano que tocala m ano tocada
Sur une
1,8 Es lo que sostiene Claude Lefort, “Qu’est-ce que voir?”, en Paris, Gallimard, 1978, pp. 140-155, p. 140 en particular. I'-!I Para Heráclito, los ojos son los testigos -más agudos ( (Diels-Kranz Fr. 22, B 101). El mismo topos retorna en Platon 250d). Cf. el cèlebre comienzo de la Metafísica, “De todas las sensaciones, se prefiere la que se ejerce a través de los ojos” 1, 980 ;21). 1:<1 Edmund Husserl,
colonneabsente. Écrits autour deMerleau-Ponty, mártures) (Fedro
akriésteroi
(Metafísica A Idées directrices pour une phénoménologie et une philosophie phénoménologique pures. Livre second: Recherches phénoménologiques pour la constitution, trad. E. Escoubas, Paris, PUF, 1982, p. 207. 98
ha y u n a experiencia de la constitución no tanto d ua lista como bifacial del cuerpo propio: experie ncia que H usserl exte nderá luego a los cuerpos otros ( Frem dkörper) y a la natu raleza. Por medio de es ta percepción, llegará a escribir en las Medit.ati.ons cartésiennes “tengo la experiencia de mi propio cuerpo que por u n a especie de ‘reflexió n’ se refie re a sí m ism o”.132 No solam ente todo ocurre como si esta reflexión an tep red icativ a p udiera “ju g arse fuera de la esfera visual”, sino que H usserl llega incluso a negar la calidad reflexiva a la mirada. Si se im agin ara, por un instan te, la hipótesis de un sujeto pu ram ente ocular, éste no podría tene r ningú n cuerpo fenoménico, pues su cuerpo propio se le aparecería como cosa puram ente m a te ri a l.1" De entrada, entonces, lam irad a se pa rala esfera local del cuerpo propio que siente la esfera objetal de lo sensib le percibido y ya no se p uede invo car el ejemplo de la percepción en el espejo, en el sentido en que sólo retrospectivamente reconstituyo el ojo que ve, indirectamente y por intropatía ( E in fü h lu n g ). Por consiguiente, la visión jamás podrá alcanzar esta reversib ilidad de lo q ue toca y lo tocado, jam ás puedo percib ir el ojo que ve en ta n to viendo ( das sehende A uge als sehendes).1 ' Si bien puedo tocar mi mano que toca, el ojo que se me a parece en el espejo se pr ese n ta no como viendo sino como elemento visual entre otros. Para Husserl, hay pues expresamente un privilegio ( Vorzug ) del tacto re spec to de los otros sentidos in clu so respe cto del sentido que desde A ristóteles se n om bra como “el más noble” 135 y en el § 37, dedicado a las “diferen cias en tre dominio visual y tá c til”, se esforza rá poi' rec ha za r la transp osic ión de cua lidades táctiles a la m irada : “Se gu ram en te, se suele decir a veces que ‘el ojo, al echar una mirada en el objeto, lo toca, por así dec ir’. Pero pron to adv ertim os la diferencia”.13,1 Po r ende, si se puede ha b lar de una “ru in a del paralelismo en tre visión y tac to ”, op erad a po r H u sse rl,137 ¿cómo explica r
Méditations cartésiennes, ob. Idées II, ob. cit., p. 213.
cit., p. 81.
1Ibidem, p. 211 (nota). 1:1,1Posición que es mucho menos inhabitual de lo que podría pensarse. Martin Jay recuerda que desde el comentario del De anima de Simplicius, toda una corriente de pensamiento cuyas huellas se pueden seguir hasta el siglo xvii considera el tacto como el sentido maestro, a expensas de la visión. (Martin Jay, Downcast Eyes. The denigration of Vision in Twentieth Century French Tought, Berkeley, University of California Press, 1993, pp. 34-35 en particular). 1M Idees II, ob. cit., p. 210.
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que MerleauPonty restaure este paralelismo sin ninguna explicación y motivándolo por añadidura apoyándose en el ejemplo husserliano? Pues, al constatar en una nota que visión y tacto “no pueden superponerse”, que “uno de los un iversos no enca ja con el otro” (VI 304), es indis cu tible que M erleauPonty no sólo restablece este paralelism o “No se puede tocar o ver sin ser capaz de tocarse o de verse” , sino que llega a inv er tir las prioridad es, reem plazand o el “privilegio ontològico sorprendente” del tacto de Husserl por un “privilegio ex orb ita nte” de la vis ión.138Aún q ue da p or a cla ra r lo que se en tiend e por est a inve rsión, p uesto que el privilegio concedido a la visión no implica aú n n eces ariam en te u n re torno a u n “oculocentrismo” de un a m etafísica de la p res en cia. Cuando M erleauPon ty hace de la carne \chair\ un “visible por excelencia” y aquí se ju eg a la s u erte de la fenomenología en los más mínimos m atice s inte n ta p en sar a la vez un sensi ble de inherencia y de distancia. R ecuérdese 'que la ex pe rien cia de lo que tocalo tocado hab ía perm itido a H us ser l su p er ar el dualismo entre sensación subjetiva y percepción objetiva, presente en la ep istem olo gía de tradic ión h elm holtziana, h a cia la caracterización de un cuerpo propio ( E ig enle ib ) ya no constituido sino autoconstituyente. A hora bien, Hu sserl tom a conciencia de que si tal abordaje puede dar cuenta de la “archipresencia” [Urprasenz) inm ediata, es incapaz de descri bir la donación en la “copresencia”, ni siquiera la “ausencia”. Este abordaje “del adentro” queda prisionero, observará Husserl en el § 42, de una posición solipsista. Junto a esta fenomenología de la Urprasenz, H usserl desarrollará, sobre el modelo de la visión, una fenomenología de la “apresentación” ( A p p ra sen z ) donde la se nsació n en cuerpo propio sólo se consigue a posteriori, por intro p atía ( E in fü h lu n g ). Esta aporía entre solipsismo y naturalismo, que no se puede creer resu elta por la yuxtaposició n de los dos, es lo que ataca el último MerleauPonty. La nocoincidencia no debe buscarse en la separació n o en la ausencia: se h alla en el corazón mismo de la experiencia de lo que sientelo sentido [sentant-senti]. Contra una filosofía de la archipresencia pura, ta l como se la esb oza en la descripción h u sserlian a del 1 11 Tomamos esta fórmula del luminoso artículo de Françoise Dastur, “Monde, chair, vision” en Chair et langage. Essais sur Merleau-Ponty, Versanne, Encre Marine, 2001, p. 96. I'1' Ibidem, p. 97. Formulas en las que insiste también Derrida, Le toucher , ob. eit., p. 226sq. 100
cuerpo que tocalo tocado [touchant-touché ], M erleauP onty le confiere la ca rac terística de la visión, a sab er la dista nc ia co nstitu tiva e ntr e lo que ve y lo visible [ voyant-visible ]: “La visión no es cierto modo del pens am iento o pre sen cia p ar a sí: es el medio que me es dado de es ta r a us en te de mí mismo, de asistir desde adentro a la fisión del ser” (OE 81). Por ende, cuando determ ina la carne [chair] como visibilidad por excelencia, es todo lo contrario de un retorno a un pensamiento heliotrópico de la captación inm ed iata: m ás bien se esboza en él un a ontologia de la ause ncia en la presencia, de inheren cia en la distancia. E sto im plica un a redefinición del sentido del tacto y de la visión así como de su relación, redefinición que no se queda en declaraciones de intenciones y en los program áticos a n un cios de superación de pa rad igm as, sino que explora m ás bien estos paradigmas desde el interior y procede así a una “superación en el lugar” (VI 198), movimiento que Merleau Ponty ve en marcha en el arte. Este retorno a la tradición filosófica occidental (con los anális is de Desca rtes y de Hegel en partic ula r, a los que está n dedicadas las últim as clases en el Collège de France) adquiere entonces los rasgos de una heideggeriana “E rinneru ng in die M etaphy sik” p ar a esclarecer los pre sup uesto s im pensados. 5. La
d ipl o pia
de
l a
mirada
E n el plan fechado en enero de 1959 y que a ún lleva el título de la obra ya anunciada en 1952, Origine de la vérité ,139 M erleauP onty a nu nc ia un a “reflexión sobre las ontologías de Descartes, el ‘estrabismo’ de la ontologia occidental” (VI 217).140Reducido a las co njeturas en cuan to al se ntid o de este guión (de unión o de separa ción, de ide ntid ad o de yu xta po sición), el in térp rete no podrá pa sar, en cambio, ju nto al plural que MerleauPonty confiere a la ontologia cartesiana. La diverge ncia de las posiciones ontológicas en D esca rtes, ¿podría esclarecer esta am bivalencia que parece ca racteriza r la ontologia occidental? A ntes de poder resp on der a esta pregun 1:19En efecto, este título ya aparece en La métaphysique dans l’homme (SNS 115). 141 Estas reflexiones son un eco de un conjunto de inéditos no fechados de fines de 1958 titulados “Le complexe de l’ontologie occidentale ou Le complexe ontologique cartésien”. 101
ta, conviene aclarar que el último MerleauPonty no se desc ubre de pronto historia do r de la filosofía. Como él mismo lo subraya en la última clase de 19601961, L ’ontologie cartésien ne et l ’ontologie d ’a ujo urd ’hu i, no se trata de restituir “lo que Descartes dijo en el orden en que lo dijo, en res pu es ta a sus pro blem as”, como lo en ten día M artial Gué ro ult,141ni si qu iera im ponerle “nue stro s pro blem as” (NC 223). Que no h ay a n ing ún filósofo de la tradició n al que M erleau Ponty no hay a vuelto con más p ersistencia de sd e los primeros capítulos de la Phénoménolo gie de la perception h asta la D io ptr iq ue abierta en su escritorio en el instante de su m u e rte se explica acaso por esta re sisten cia que le ofrece el pensam iento c arte sia no, debid a a la vez a la e xtrem a pro xim idad en las cuestiones y a la suprema distancia en su tratamiento. Hecho sorprendente, cuando se aborda la in ter p re tación merleaupontiana de Descartes: la cuestión de la visión la atra v ie sa ta l como un hilo conductor. Que sea en un marco epistemológico como en el capítulo sobre el cogito en la Phénom énologie, en el marco de una reflexión sobre las ciencias a la manera de L ’Oeil et l’esprit, o incluso en el contexto ontològico de los ap un tes de las clases y los de Le Visible et l’in visib le , el nombre de Descartes parece asociado, para MerleauPonty, a cierta visión de las cosas, visión que se p erp etú a mucho m ás allá del personaje histó ric o p ara llegar a se r la base m ism a de la tradición occidental. Entonces, ¿en qué con siste este “estra bism o”, es ta visión bifida? Se ha podido se ña lar cómo, desde L a str uctu re du co mportement, la escritura merleaupontiana se opone a los dualismos a los cuales dará alternativamente los nombres de intelec tualism o y de empirismo, de intuicionismo y de n a tu ralismo , de criticisimo y de positivism o. P rivile gia r un té rm ino y no otro, se ría incluso moverse en el terreno , p ar a h ab lar con Hegel, de una “mala dialéctica” donde, como ninguna 1 1¡1Pese a este alejamiento, es conocida toda la importancia que desempeñó el estudio de Guéroult, Descartes selon Vordre de raison en la reactivación de sus lecturas cartesianas. El estudio que Guéroult dedica y envía al nuevo elegido en el Collège de France en junio de 1953 será objeto de un estudio profundo a partir de 1956, de lo cual atestiguan, .según Emmanuel de SaintAubert, las numerosas notas al margen. Cf. Emmanuel de SaintAubert, Le scénario cartésien. Recherches sur la formation et la. cohérence de l’intention philosophique de Merleau-Ponty, Vrin, 2005. Saludamos la difusión del conjunto de los inéditos, un paso hoy más necesario que nunca para hacer frente a los reduccionismos de toda laya de los que el autor es víctima con harta frecuencia. 102
posición puede contener a su contrario , ésta es inestable en el sentido que los químicos da n a la palab ra, moviéndose sin cesar, imp osibilitando precisam ente toda posición. Ni siquiera la d ialéctica hege liana de la síntesis escap a a ello, aun presuponiendo un p unto de vista único de “sobre vuelo ” desde donde podría efectuarse la síntesis. P ar a esca pa r a es ta posición equívoca, M erleauP onty p ractic a pues d esde el comienzo lo que llam ará m ás ad elan te u n a “hipe rdialéctica” y que se ría quizá, por diferencia con Hegel, m ás un a infra o hipodialéctica calificada ya muy tem pra na m en te por los comentadores de “filosofía de la a m bigüed ad ”.142 A ho ra bien, estos últimos escritos indican que M erleauPonty tra ta b a de dar otro fund am en to a la vez históricofilosófico y ontològico a esta ambigüedad, la cual tomará, luego de un análisis de la visión en Descartes, el nombre de dualismo visual o “diplo p ia”. E n D escartes, en efecto, M erle auPonty observ a el exordio de la metafísica dualista, metafísica que, lejos de rec ha zar en bloque, ex plorará pa ra esclarecer las cau sas del dualism o.143 El escándalo que representa para Descartes la visión carnal reside en el hecho de que significa una “acción a dis tan cia” que co nstituye tan to su d ificultad como su v irtud (OE 37). Los diferentes textos, desde la D io ptriq ue h as ta las Règles y las M éditations, tra du cirían entonces la necesidad de fijar este híbrido polarizándolo para mejor exorcizar los esp ectros que produ ce (OE 36). El “enigm a de la visión”, esa cosa que no está aquí ni en ningún otro lado sino que es propiam ente “u b icu itaria”, será p ues d esgarrado y localizado dos veces: un a en el reino físico y otra en el espíritu . G racias al surgimiento de la física nueva, Descartes piensa poder terminar con la amalgama físicomental que descubre en el u- La expresión es forjada en 1947 por el cartesiano François Alquié (“Une philosophie de l’ambiguite: l’existencialisme de Maurice MerleauPonty” en Fontaine, n- 1947) y reimpresa por Alphonse deWaelhens, Une
philosophie de l'ambiguité. L’existentialisme de Maurice Merleau-Ponty, Lovaina, Publications universitaires, 1951 (reimpresión 1978]. : 1:“Evidentemente, Merleau-Ponty una vez más, se ha inspirado aquí en Valéry al describir, en una nota de 1924 contenida en los Cahiers, el retrato de Descartes realizado por Frans Hals (1649, Paris, Louvre). Está levantada la ceja derecha, detalle interpretado generalmente como un signo de duda. Valéry ve en ello, por el contrario, un “desequilibrio” que traiciona una “dualidad de la mirada”[Paul Valéry, CahiersI, París, Gallimard, 1973, p. 598). Cf. Bernhard Waldenfels, Idiome des Denkens. Deutsch-Französische Gedankengänge II, Francfort, Suhrkamp, 2005, p. 14. 103
aristotelicismo dom inante h a st a el siglo xvi. El térm ino aistheton, ce ntral pa ra el De a n im a y que ha brá que trad u cir por “se ns ible”,144 está dividido en percepción física y sen sación mental. Al referirse a la célebre analogía cartesiana de la visión con el ba stón del ciego, M erleau Po nty a firm a e n L ’Oeil et l’es prit que el “modelo cartesiano de la visión es el tacto” (OE 37) o, má s exactamente, como dirá en el curso, el tacto en el sen tido de “contacto” (NC 177). La visión se vuelve entonces un puro procedimiento mecánico, constituy énd ose el relieve perceptivo se g ú n el arq ue tipo del ba stón que se desliza sobre los árboles , las p ied ras , la a r e n a 145 por gra do s de resiste nc ia. Así como la du rez a de la pa red condiciona la m an era como reb ota la p elo ta,1“5 la visión se form a en función de la opacidad de las cosas. Por lo tan to, por fue ra de las cantidades tales como “longitud, ancho, profundidad ”, no hay n ing un a nece sidad de cualidades sen sibles en es ta ex plicación fisic al ista .147 P a ra defe nd erse de la se xta objeción de los teólogos que le repro ch an red uc ir al hom bre a una m áqu ina, D escartes reintroduce la sensación, localizándola esta vez en el esp íritu hum ano y rechazándole toda ex isten cia “fuera de mi p en sa m ien to ”.148 E n c onse cue ncia, toda cua lidad sen sible debe ser despegad a de u n a relación cualquiera con el objeto percibida para ser pensada, en cambio, según el modo de la idea que, como se sabe, no exhibe nin gu na sem ejanza con aquello que designa. E ntre el contacto ciego y la i n t u i t u s m e n t i s clara y distinta, la visión de hecho, la percepción “en acto” (OE 54), no tiene cabid a.149 ,1'1El griego antiguo no tenía ningún término especial para nombrar “sensación” en sentido estricto. I! René Descartes, Dioptrique, en Oeuvres, publicadas por C. Adam y P. Tannery, París, Vrin, 1973, vol. VI, pp. 83 sq. II Ibidem, p. 89sg. 11' “Reconocí que no había nada que pertenezca a la naturaleza o a la esencia del cuerpo, si no es una sustancia extensa en longitud, ancho y profundidad, capaz de varias figuras & de diversos movimientos”, René Descartes, Réponses aux sixièmes objetions, 10, en Oeuvres, publicadas por C. Adam y P. Tannery, Paris, Vrin, 1973, vol. IX,-1, p. 239. “Los colores, los olores, los sabores & otras cosas semejantes no eran más que sentimientos que no tienen ninguna existencia fuera de mi pensamiento & que no son menos diferentes de los cuerpos de lo que el dolor difiere de la figura o del movimiento de la flecha que la causa” (ibidem). U!i Cf. el capítulo L’ “ aisthésis comme Fimpensé de Descartes” en Jenny Slatinali, L’expression au-delà de la representation. Sur l’aisthésis et l’esthétique chez Merleau-Ponty, Lovaina-Paris, Peeters-Vrin, 2001, pp. 104
De este modo, se encontraría en Descartes la fuente del dualism o que subyace a la tradició n occidental occidental,, sep arando aran do el te jid ji d o fen f eno o m é n ico ic o en e n dos d os pol p olos os o p u e s tos to s pe p e r o co c o m p lem le m e n tari ta rio o s. E n tre un m undo de obj objet etos os henchidos henchidos en su opacidad plena y los estratos de un a idealidad idealidad trans pa ren te, no hay m ás que que una contradicción aparente. “La filosofía está reducida al pla p la n o ú n ico ic o de l a id e a lid li d a d o a l de l a e x is t e n c ia ”, deja de jan ndo ún icam ente la opci opción ón en tre “adecuac “adecuación ión inte rn a de la idea o id e n tid a d consigo de de la cosa” (VI (VI 166sg.) 166sg.).. U n a vez vez más, m ás, la solisolidaridad de lo los opuesto opuestoss se ñ ala d a a p a rtir de la la Structure du comportement se m an ifiesta tam bié n en el plano onto ontolò lògi gico co:: “E sa d istanc ia infinita, esa proximidad a bso luta expresa n de de dos maneras, sobrevuelo o fusión, la misma relación con la cosa misma” (VI 166). Una misma relación que sienta una metafísica única que MerleauPonty calificará también de metafísica de la coincidencia (VI 167). De modo que para quebrar este pensamiento de la coincidencia, ciego al hecho de que tod a “visión “visión es televisión ” (V I321), I321), h a b ría que volver volver a la am bigü eda d m an ifes ta en lo lo visible, visible, “volver “volver a esta id ea de la proximidad por distan cia” id e a ya p rese nte en la refl reflexi exión ón sobre el len g u a je ,1 , 150“de la intu ició n como como au sc scul ultac tac ión ió n o p alal pa p a c ió n en e n e s p e s u r a ” ( V I 168): en e n sí s í n t e s i s , s u p e r a r la l a on o n tolo to log g ia estrá bic a de lo los dos dos planos por u n a ontolog ontologia ia arra iga da en la experiencia sensible. Pero ¿a ¿acas caso o se puede enca rar verd ade ram ente un a ontoontologia logia de la experiencia? Al Al m enos es la pr eg u n ta que se hace M erleau Po nty luego de de un a reflexión reflexión sobre la reducción y la variación fenomenològica: “Para reducir verdaderamente u na experiencia experiencia a su esenci esencia, a, necesitaríam necesitaríam os tom ar respect respecto o de ella ella un a distan cia que la col coloq oque ue en tera m en te baj baj o n ue stra m irad a con con todos todos los sobreen tendidos de sens orialidad o de pe p e n s a m i e n t o q u e j u e g a n e n e lla ll a , h a c e r l a p a s a r y h a c e r n o s p a s a r e n t e r a m e n t e a la t r a n s p a r e n c i a de lo im a g in a r i o , p e n sa rla sin el apoyo apoyo de nin gú n suelo, suelo, en fin, fin, retro ce de r al fon fondo do* 1 * 86-91. Para una confrontación de la posición cartesiana con las otras teorías de la visión, visión, consúltese - a pesar de sus deficiencia defic ienciass- la obra obra de enology, geomet geometry ry and visi vision. on. Merleauerleau-P Ponty’ onty’s Aurora Plomer, Phenomenology, criti critique of classical classical theories theories of vi vision, Aldershot et ah, Avebury, 1991. rosee du Monde, Merleau-Ponty escribe que “en el lenguaje, 1" En la Pros la verdad es no adecuación, sino anticipación, reanudación, deslizamiento de sentidos, y no se alcanza sino en una suerte de distancia” (PM 180sq). El interés por el lenguaje ya habrá sido motivado antes por el hecho de que éste ést e represen rep resenta ta un tipo de “acción “acción a distancia dista ncia” ” (SG 144). 144). 105
de la n ad a ” (VI 147 147sg sg.) .).. C om pren der la esen cia im plica ría la po p o s ib ilid il id a d de u n a “v a r ia c ió n t o t a l ”, q u e a s u vez ve z p r e s u p o n g a la extracci extracción ón de toda p ertenen cia p ara ubicarse desde el punto de vista de la nada misma. Por lo tanto, todo ente se des p r e n d e r í a con co n u n t r a s f o n d o de u n a n a d a e n t e n d i d a como com o n o ser y que determinaría todo ente como ser positivo. La cosa así de finida como como positivida d, id en tida d consig consigo, o, plen itud , “no “no es la cosa de nuestra experiencia, es la imagen que se ob tend ría proyectándo proyectándo la en un universo donde donde la la experiencia no se an u d aría con nad a, donde el espe ctador se desv iaría del del espectáculo, en fin, confrontándola con la posibilidad de la n a d a” (V I213) I213).. La m etafísica de la coincidencia coincidencia se se b as ar ía de hecho en una utilización abusiva del principio de razón suficiente, en otros términos, en la formulación célebre de Leibniz: ¿por qué algo existe m ás bien bien [plu s tôt] tôt] que la na d a ? Tal cu estion am iento reca e bajo bajo el dominio dominio de lo que Bergson ls o s -p r o b le m a s , la forma calificaba como fa lso forma inte rrog ativa que enmascara que, debajo de la alternativa entre existencia y nada, se oculta la tesis de una nada previa, procedente m á s temprano [plus tôt].1''1 S i tam bién S artre lleva lleva adelante u na destrucción de la ontologia objetivista, en L ’E tr e e t le n é a n t que da prisionero de un a concepc concepción ión po sitiva del del ser, prec isam ente porque se ba sa un a vez vez m ás en la pos posiici ción ón de de un a na da pr p r e v ia . P e r o s e g ú n M e r l e a u P o n t y e s to es v o lve lv e r a i n v e r t i r el orden, dado que no se puede h ace r la experiencia de la nad a lògica. Por el contrario: “La experiencia de la cosa y del mundo, ¿no es precisamente el fondo que necesitamos para p e n s a r de a l g u n a m a n e r a l a n a d a ? ” (VI 213). 21 3). E s forzo for zoso so co nsta tar que que estam estam os en presencia de un ex traño pa ralelismo en tre la ontolog ontologia ia objetivista objetivista que se justifica por un a tesis de n ad a p revia y por otro otro lado lado la ontolog ontologia ia de de la na da que, pa ra po p o d e r p e n s a r a é s t a , d e b e r á t o t a l i z a r la s n e g a c io n e s d e t e r m i nadas que extrae de la positividad de los entes. Entre la au totran spa ren cia de la na da y la plenitud plenitud del del ente se en tretejee un a m etafísi tej etafísica ca de la sobredeterminación sobredeterminación que da luga r a u n a on tologia tologia de la expe riencia “que “que se obliga obliga a decir má s de lo que decía” (VI 213). 213). Decir de la n a d a que no es es lleg ar a
L’évolution créatrice, Paris, PUF, pp. 277-298. Para 101 Henri Hen ri Bergson, Berg son, L’ una puesta en relación relación entre la crítica de la nada bergsoniana y la cuestión de la reducción fenomenologica, consúltese Renaud Barbaras, Le Le désir et la distanc distance. e. Introd ntroducti uction à unephénom phénoménol énolog ogiie de de la lapercept perception, Paris, Vrin, 1999, “La réduction phénoménologique comme critique du néant”, pp. 6180. 106
decir demasiado; p lan tea r al ser es inclu incluso so situa rlo e ntre los s e n t i d o . E n consecuencia en tes, tes , faltan do con ello ello a su se consecuencia y esta observación en una nota de mayo de 1960 es nodal toda dialé ctica del S er y de de la N ad a “des “descono conoce ce al Se r y prefiere el objeto” (VI296). Si se ha visto que toda teoría de la percepción no podía alz arse por encim a de los los dualismos re ificantes si no es es vol vol-viéndose u n a ontologia, en cambio la ontologia ontologia no no pued e ser, ser, al precio de anularse a sí misma, sino una ontologia de lo sensible, pues lo lo sensible “es “es pre cisam ente ese m édium don se r sin que hay a que pla n tea rlo ” (VI 262) de puede es tar el ser 262).. Por consiguiente, consiguiente, se tr a ta de pe ns ar un a nue va ontologi ontologiaa de de lo sensible sensible que M erleauPon ty no m brará tam bién , con con Valéry, “estesiolo “estesiolo gia” (VI 220) 220) y que co ns istiría en el “develam “develam ien to de de un S er que no no es tá pla ntead o, porque no nec esita serlo serlo,, po p o r q u e es e s t á sil s ilee n c io s a m e n te d e t r á s de d e to d a s n u e s t r a s a f i r m a ciones, negaciones, e incluso detrás de todas nuestras pregu nta s form ulada s” (V I169 I169). Ni injertado en la na d a ni enca ja d o e n el m u n d o de los quale determinados, el ser de lo sensible está sembrado de negatividad. Allí donde Sartre “co nstru ye” la un ión del Se r con con la la neg atividad , conviene, conviene, en cambio, cambio, pe ns ar ese Se r sensible como como siem pre ya “duplicado duplicado de nada” (VI 286). En la nota fechada en mayo de 1960 y titulada Visible invisible, M erleauP onty an unc ia: “Lo sen si ble, bl e, lo v isib is ible le,, d ebe eb e s e r p a r a m í l a oca oc a s ión ió n de d e c ir lo q u e es la na da ” (V I30 I306). M ientras que la tradición tradición in ten ta su pe rar la la duplicidad constitutiva distribuyendo los dos órdenes en pla p la n o s d ife if e r e n te s , p ro d u c ien ie n d o e l “e s t r a b i s m o ” onto on tològ lògico ico,, hay que aceptar la usurpación de los dos órdenes en el seno de una misma perspectiva, usurpación que MerleauPonty designará con el término tomado a Maurice Blondel de diplopia 152 E n L ’Ê tre tr e et les le s être êt res, s, Blondel postula que la historia de la ontologia occidental sigue dos ejes: el que se rem onta a seres existentes al Ser co como esencia esencia la anabasis ontològica e, inversamente, el descendiente la katabasisde la esencia ha cia los los seres existentes. El título de un capítulo llama seguramente la atención de MerleauPonty: “N ue stra diplopia diplopia ontolò ontològic gicaa ¿podrá ¿podrá llevarse llevarse a la unid ad de u n a visión visión binocular? binocular? ¿y có cómo no no b as ta la fenomenología fenomenología pa ra fu n d ar la ontologia?”1 ontologia?”153 E n u n res u m en de clases, se encuen í« Maurice
L’ëtre et Blondel. L’
ió.¡ Ibidem, p. 368.
les êtres, Paris,
Alcan, 1935.
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tra un eco inmediato: “¿No habría, como se ha dicho, una su er te de ‘diplopia ontològica’ (M. Blondel), d e la q u e se p u e d e esperar la reducción racional después de tantos esfuerzos filosóficos, y de la que b a sta ría tom ar posesión en te ra , como la m irada tom a posesión de las im ágenes mo noculares pa ra hacer de ellas una sola visión?” (RC 127) Reformulado en el horizo nte m erleau pon tiano, esto significa que la ontologia de lo visible deberá desdoblarse en una reflexión sobre los vacíos, sobre las manchas de latencia con las que está esm altada, u na nad a que res ulta ser m ás que una categoría lógica un a n ad a de este m undo, in se rta en lo visible como su envés, no siendo la nada “nada más (ni menos) que lo inv isib le” (V I306). No o bstante, agrega, no hay que pen sar ese in visib le como un novisible añadido a lo visible, como una objetividad simplemente en otro lado: “Lo invisible no es otro visible (‘posible’ en el sen tido lógico), un positivo so lam en te ausente" (VI 300). Más allá del dualismo irresuelto en Husserl entre Urprasenz or iginal y A pprasenz derivada, se tr a ta de descri bir “cierta re la ció n de lo visible con lo in visib le donde lo in visible no es solamente novisible (lo que ha sido o será visto y no lo es, o lo que es visto po r otro q ue yo, no por mí), sino donde su a us enc ia c uen te pa ra el mun do (es tá ‘d et rá s’ de lo visible), visibilidad inminente o eminente, es Urprasentiert j u s t a mente como N ic htu rprasentierbar, como otra dimensión donde la lagu na que ma rca su lug ar es uno de los pu nto s de pasaje del ‘m undo’” (VI 277).
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V. HACIA UNA FENOMENOLOGÍA DE LO DIÁFANO
1. E l q u i a s m o i m p o s i b l e
No se le puede repro char a un pensam iento que h a sido bruscam ente in terru m p ido por la m uerte no ser conclusivo. Sin embargo, se ha insistido dem asiado en que rer ver en esta suspension de la obra la expresión última de una reflexión cuya fuerza resid iría totalm en te en el inacab am iento. Veinte años después de la desaparición de su autor, Michel de C erteau resum e la fascinación frente a este fragm ento fijado de pen sam iento que es Le V isib le et l ’in v is ib le : “Al ig ual que los cuerpos mineralizados de Pompeya, lleva inscripto el doble sismo que lo sacudió: un a pas ión ‘ontològica’y la m ue rte que in te rrum pió su ge sto”.154 Por incoativo que pued a se r el efecto de ta l inacab am iento p a ra el p ensam ie nto del in té rp rete, por g alv anizan te qu e sea el trabajo sobre notas dispersas que aún no son una “obra”, igual hay que cuidarse de perder de vista que esos apuntes responden a una exigencia muy precisa del autor. Es esta exigencia, pero má s a un la coherencia de los m edios puestos en marcha para realizarla, lo que habrá que someter a la pru eba crítica p a ra d eterm in ar -m á s allá del lu g a r común y de la fórmula aprendida- cuál es realmente el legado merleau-pon tiano en el m omento de su d esaparición. Hemos mostrado cómo el esfuerzo del último MerleauPo nty consiste en deshacerse de las categorías preform antes que llevan inc ansa blem ente ha cia la dicotomía, y en acceder
1:,í Michel de Certeau, “La folie de la vision”, en Esprit n" 66 ( 1982), pp. 89-99, p. 89. 109
a un pen sam iento del trazo ornam entado del quiasmo definido como un rechazo de los ins tru m en to s que la reflexión y la intuición se h an dado, en un a pala bra , en “in sta lar se en un lug ar donde éstas a ún no se disting ue n” (V I170). Según el precepto de acuerdo con el cua l hay qu e “form ar n ues tros prim eros conceptos de m an era que se eviten los sin salidas clásicos” (VI 178), MerleauPonty introducirá en filosofía expresiones que se refieren de aho ra en ad elan te a su firma: dimensionalidad, verticalidad, andamiaje, bisagra, usurpación, Ser de pregnancia, de porosidad, etc. Empero, los
apuntes de trabajo de los que solamente la mitad más o menos fue ed itad a gracias al trabajo de Claude L efort en Le Visible et l’in vis ib le — tradu cen las dificultades pa ra res tituir un nuevo marco, pa ra d ar un nuevo suelo a estas expresiones. Si, pa ra ev ita r los escollos del intuicionism o y del empirismo , una filosofía de la experiencia debe devenir ontologia, ésta deberá ser rigurosam ente pe nsad a como ontologia enc arnad a en lo sensible, como ontologia de la carne [chair]. Como no positiv id ad, la carne ofrece a M erle auPonty el modelo de un a ontologia de la pasivida d. Pero ahora se trata de preguntarse en qué medida esta ontologia sigue siendo fenomenològica, es decir en qué medida puede d ar cue nta del apa recer de un hay, de un es gib t que, como lo rec ord ab a H eidegger, no procede ni de un a actividad thética ni de un a p ura pasividad sino que se m anifiesta en la apertura de un mundo. Por más que la carne permita dar cue nta de la env oltura recíproca de lo sin tien te [sentant] y de lo sentido [senti], sigue sin explicar cómo se produce un ap are cer que no se deja redu cir ni a lo que aparece ni a aquel que aparece; un ph a in esth a i cuya forma verbal de la voz ‘m edia ’ ind ica en griego pre cisa m en te que se sitú a en tre lo activo y lo pasivo y cuyo pensamiento deberá correr parejo con el aspecto.155 Po r lo tan to, debe supo nerse que si la ontologia merleau pontiana de la carne se vuelve ontologia de lo visible, es precisam ente p ara disponer en el in terior de 1a re versibilidad sintientesentido u na distancia que perm ita la fenomenaliza Dimensión que se encuentra tematizada en una nota preparatoria. Un pensamiento productivo implica que “la voz, en el sentido gramatical, de mi pensamiento no es ni lo activo ni, por supuesto, lo pasivo, sino más bien esa categoría que el griego denomina media, esa acción que recae sobre si misma v en la que, por ende, se es indivisiblemente activo y pasivo” (NC 371). 110
ción de un mundo y que asegure a la ontologia merleau pontiana seguir siendo fenom enologica. Si la descripción de la fenom enalización se hace sobre el modelo de la visibilidad, es seguram ente porque MerleauPonty descubre en la vision a la vez la necesaria pertenencia a un mundo visible y la distinción irre m ediable “de lo que ve, de lo que se h a sepa rado por el vacío mismo que le perm ite ser visión” (V I104). Ahora bien, lo que perm ite la visión es aquello que precis am ente recibirá el nombre de invisible. Pero ¿acaso no se trata una vez más de caer en lo que MerleauPonty se había prohibido, a saber el pensamiento opositivo, dicotòmico, que produce los atolladeros clásicos? Por supuesto se podría objetar que el filósofo se esfuerza en muchos lu ga res por exp licar que el prefijo de ese invisible no debe s er en tend ido ni como privativo ni como opositivo. Pero ¿por qué enton ces lleg ar a ad ju n ta r a lo visible u n invisible del que h ab rá que explicar c o n tra toda intuición—que no se lo puede entender como contrario de lo visible? ¿Por qué hacer de ese fenómeno ya señalado en la Phénomén ologie de la perc eption, donde MerleuPonty insiste en el hecho de que toda percepción implica una nopercepción, que toda visión conoce un punto ciego, un p u n c tu m caecum ; ¿por qué hacer de este constituyente fenomenologico un sin gula re ta n tu m , un valor ontològico, sustantivándolo en un Invisible con “I” m ayúscula, aun que ese invisible sea “de este mu ndo” (V I196)? No es posible deshacerse de la im presió n de que M erleau Ponty está atrapado en su propia tram pa. Queriendo supe rar el estrabismo del dualismo occidental con lo que queda emparentado con una corrección de la mirada, no deja de confirmar la pertinencia de la visión doble. Por ende, lo que qu ed aría cuestionado es menos la duplicidad que la relación entre los dos términos: en lugar de una filosofía de la divergencia, habría que pensar la confluencia de los contrarios, eZ Ineinander de los aspectos. La relec tura de Hegel para el curso del Collège de France ofrecerá el parangón de su pu esta en relación: en un esbozo de “lo que puede ser la filosofía hoy” (NC 391), lejos de la oposición sin m ediación en Descartes, M erleauPonty a pu n ta a u n a “dialéctica de lo visible y de lo invisible” (NC 392) que ya ve en marcha en la pin tura.
111
2. V
is ib l e
,
v id e n c ia
,
v is u a l
Sin embarg o, este recurso ú ltim o al mecanism o dialéctico no es la ú nica línea de fuga que ofrecen los últim os m anu scritos. En efecto, éstos ate stigu an adem ás un esfuerzo pa ra volver m á s acá de la escisión en visible e inv isibleh ac ia u na visión prim ordia l, anónim a. E n L ’Oeil et l ’esprit, M erleauPonty ya h ab ía d esc artad o la idea de un “ter ce r ojo” (OE 17), m ás p rofundo, que v ería tan to los cuadros como las imáge nes m en tales, pues sería seguir siendo tributario de una teoría del hom unc ulus. Según la enseñ anza de la pintura , por el con trario, se tr a ta rí a de circunscribir esta “génesis secre ta y afieb rada de las cosas en nuestro cuerpo”, de una visión “que no hacemos, que se hace en nosotros” (OE 30). Invocando una frase de Max E rn st, el rol del pin tor que m an ifiesta lo que se ve en él se acercaría así al médium poético, ese “vidente” inspirado al que Rim baud h ab ía dedicado su Lettre du voyant, donde el poeta p red icab a el “des arreg lo de todos los se ntid os ” del escritor, a gotand o en él todos los veneno s pa ra conse guir tal punto del delirio en el que “enloquecido, terminaría por perder la in te ligencia de sus visiones, pero la s h a visto ”. De la estética rimbaudiana, MerleauPonty subraya la idea de u n a “viden cia” que precede a la p artición en visible e invisible, de una inspiración cuyo comienzo hay que encontrar en no sotro s.156 “B us ca r en [la] lite ra tu ra ”, consigna en u n a no ta que sigue la reflexión sobre la diplopia cartes ian a, “la a te sta ción del escritor escribiendo bajo el dictado de lo que se pie nsa, lo que se a rticu la en él”. Y a ñade: “lo [...] que retiene la ese nc ia m ism a de lo visib le” (NC 187). Así, en las an típo da s del desenlace dialéctico, este esbozo de una teoría de la “videncia”15' haría remontar la génesis de lo visible a una fuente de inspiración tenebrosa, enigmática, sustrayén do se a toda explicitación filosófica. Frente a estas dos soluciones, la dialéctica o la videncia, nos gustaría proponer ahora algunos lineamientos de una tercera vía que nos parece más coherente con la empresa is« para un análisis más profundo de la videncia, consúltese Mauro Carbone, La visibilité de l'invisible. Merleau-Ponty entre Cézanne et Proust, Hildesheim-Zürich-New York, 2001, pp. 176-180. 157 En la que Lacan se inspirará en su elaboración del concepto de Voyure’. Cf. Jacques Lacan, Les quatre concepts fondamentaux de la psychanalyse. Le Séminaire: Livre XI, texto establecido por J.-A. Miller, Paris, Seuil, 1973, pp. 94 sq. 112
m erleau po ntiana , no sin a br ir la problem ática de lo visible y de lo invisible a un a interrog ación fenomenològica m ás ge neral. Recordemos que la declaración de la obra última no es definir la relación entre lo visible y lo invisible, sino la diferencia e n tre lo visible y aquello que p erm ite la vision. U na “po tenc ia de lo visible” (V I190, nota) que no es tá fu era de él sino que no por ello coincide con él: una virtualidad de lo visib le “que ‘es po r él’, pero que no es él” (VI 161). Hemos m ostrad o que po r medio de la dime nsión de la videncia, Merleau Pon ty localiza esta p osibilidad de pasibilidad en u n a interio rida d que re iter a u na oposición que la noción de carne h abía vuelto caduca. Aquí, el esfuerzo por deshacer los dualismos tiene el efecto de produ cir nuevos. Haciendo ad em ás de un a dimensión de invisibilidad en toda percepción lo invisible a secas, se condena a permanecer en un pensamiento polarizante. Pues aunque intenta reducir la distancia antinómica en tre visible e invisible y m an ifesta r su inh ere nc ia solidaria en lo noidéntico, es tas g rand ezas h a n aba ndo nad o su suelo fenomenal p ar a devenir grandeza s ideales en tre las cuales ya no hay grados posibles. “No hay m etáfo ra en tre lo visible y lo invisible [...] m etáfo ra es dem asiado o dem asiado poco: dem asiado si lo invisible es ve rda de ram en te invisible, dem asiado poco si se dispone verdaderam ente a la transposició n” (VI 271). Ahora bien, que MerleauPonty busque un exutorio por medio de la m etáfora revela que de algun a m an era sigue siendo prision ero del leng uaje, qu e no se ha deshecho po r completo del “pensamiento de ver” que atribuye todo a lo visible y define lo invisible como p u ra n eg atividad. Inv ersa m en te, su pensam iento ontològico aú n está esculpido s egún el prototipo de un a visión activa: de finir un a o ntologia como ontologia de lo visible es desconocer que la am bigüed ad que c ara cteriza lo sen sible “en el doble sentido de lo que se siente [on sent] y de lo que huele [sent] (VI 307) no puede ser extrapolada al término “visible”. De lo visible no se puede decir que es a la vez lo que es visto y lo que es vidente, sin ir contra toda intuición lingüística, pues si puede ser visto, lo visible no puede ser vid ente y por ende, u n a vez m ás, hay que suponer un polo activo ex terio r del que depen de lo visible. Es to explica cómo ha sta el final y pese a sus esfue rzos M erleauPonty no conseguirá deshacerse de una concepción del mundo según un recorte sujetoobjeto. La imposibilidad de la reducción últim a, la certeza de un a diferencia que no puede disolverse 113
conducen al modelo diplópico que y esto es revelador se construye según los parámetros de una visión exterior, cuando se tr a ta , según su prop ia confesión, de ha cer ap arec er el pe nsam iento del ver “en la inf ra es tru ctu ra de la visión” (VI 188). Al describ ir la fenom enalizació n de un visible, se apre cia que lo visible o lo invisible co incidente consigo no tie n en dem asiada consistencia, que, inversam ente, perp etuam ente se está frente a fenómenos de superposición, de revelación m om entánea y de recubrimiento. Y en últim a instan cia es en lo visible donde toda filosofía de la tra n sp ar en cia pru eb a su inanid ad. M erleauPo nty comprende, como A ristóteles, que la visión no pue de se r adecuación in m ed iata de un objeto que viene a “o b tu ra r la m irad a” (VI 167)15Sy pone el acento en la distan cia co nstitu tiva p ar a la ap arición de todo visible, en la distan cia nec esa ria “que no es un im pedim ento pa ra saberlo, que, por el contrario, es su garantía” (ibidem). Pero esta distan cia que pe rm ite la visión (V I104) aú n es pen sada , como en la teo ría d em oc ritea na ,159 seg ún el modo del “vacío” en tre la visión y lo que ésa ve (ibidem). P a ra el filósofo del que se ha m ostrad o que todo el camino esta ba situado bajo el signo de un pe nsam iento del médium, esta neutralización del entre es paradójica, y seguramente reveladora de un fracaso para impulsar hasta sus últimas consecuencias el proyecto esthesiológico. No obstante, a modo de conclusión y como pe rsp ectiv a de a p e rt u ra con y m ás allá de Le Visible et l ’in vis ibl e, se podría in ten tar d ar espesura a ese “en tre ” apoyándose en las observaciones hec has en la terraza de la casa de Tholonet, en el verano de 1960, consignadas en L ’Oeil et l ’esp rit , y que atestiguan, una vez más, la potencia evocadora del lenguaje m erleaupontiano : Cuando veo a través de la espesura del agua las baldosas del fondo de la piscina, no las veo a pesar del agua, los reflejos, las veo justamente a través de ellos, por ellos. Si no existieran esas distorsiones, esas rayas del sol, si yo viera sin esta carnadura la geometría de las baldosas, entonces cesaría de verlas como son, donde están, a saber más lejos que todo lugar idéntico. La misma agua, la potencia acuosa, el elemento viscoso y brillante, no puedo decir que está en el espacio; no está en otro lado, sino que está en la piscina. La habita, se materializa en ella, no está contenida en ella y si levanto los ,!W De anima, 418 al2sq. 159 Ibidem, 418 a 16sq. 114
ojos hacia la pantalla de los cipreses donde juega la red de los reflejos, no puedo discutir que el agua lo visita también, o al menos envía allí su esencia activa y viviente (OE 70 sq.). De suerte que el agua, el aire, devienen mediums que, siendo notem áticos en lo visible, tien en que ver sin em bargo con él; elementos diáfanos, dejan transparentar algo que corresponde a lo visible sin ser visible en acto. El propio M erleauPonty indica una pala bra en una nota, pala bra que tom a de H uss er l160 y de la que acaso ign ora todo su alcance: “S i c h t i g k e i t ”, cita y traduce por “visibilidad” (VI 171, nota). A hora bien, si bien Sichtigkeit significa visibilidad, Sichtbarkeit es un neologismo que hace signo hacia algo del ve r que ju sta m en te no es visible y al que tal vez se le pueda dar el nom bre de visual. 161 M erleauP onty pa rece concebir algo que se acerca cuando, en su crítica de los “agu jeros” sa rtre an os , in te n ta describir un novisible que no es un a na da absoluta. La “desaparición de lo visible en los límites del campo no es una negación como agujero de sombra, es el pliegue que se deshace, ei Etw as, figura sobre fondo que deviene fondo sin fig ur a”.’62Este p liegue que en ru la y que d ese nrolla la s figu ras visibles no se originó a su vez en un a in terio rida d ciega; siem pre e stá en el afuera, en el hueco del pliegue que no es sino una interioridad dispuesta en el seno de lo exterior. Por lo tanto, la “desaparición de lo visible” no nos hace volcarnos hacia la invisibilidad, sino hacia algo que ya constituye el tejido, la tra m a de lo visible. E ntra m ad os de lo visible, se lo llamará lo visu al. No “se puede ver en él y todo el esfuerzo p a ra verlo en él lo hace d esapa recer, pero está en la línea de lo visible, es su foco virtual, se insc ribe en él (en filig rana)” (VI 265). Ese visual en filigrana no está pues solamente en el corazón de lo visible, como lo absolu to heg eliano que ap are cía en filigrana en la E rs chei n un g'163 m ás a llá, es su condición de 1
aparición. En una nota de trabajo, se lee una vez más: “un ive rsa lida d de lo sensible = Urpräsentation de lo que no es Urprasentierbar = lo sensible explorado en el ser sin re str icción, ese Ser que está entre mi pe rspe ctiva y la del prójimo ” (VI 268). Cézanne nos hace ver ese visual universal cuando nos pinta ese paseo de árboles que no tiene otro fin que hacernos ver entre los árboles, ese entre que me permite ver otros árboles. Ni visible ni invisible, ese entre es lo diáfano, médium a través del cual se dispone el aparecer, el día del phain estlia i.
Así pues, a partir de una descripción de la visión, se tratará de superar los sin salidas que subsisten en los apuntes de lo Visible et de l ’in v isi b le transform ando la fenomenología de la pura donación de un p h a in e s th a i en u n a fenom enología de la tra n sp a ric ió n 164 que te n d ría en cu enta ese hiato in su tura b le e n tre lo que aparece y aquello a través de lo cual aparece. 3. H a c e r v e r po r l a t e nc i a s
Pese a su carácter elíptico, los apuntes sobre Claude Simon esbozan esta fenomenología (de lo ) diáfano. El autor de L a Route des F la ndres se presenta así:
Claude Simon: su profunda novedad no hacer lo que es del afuera el espacio, el tiempo, los hombres, según su figura, como figuras contornos, exteriores y perspectivas, sino como presencias sin contornos en transparencia sino como “cosa que existe totalmente” (entrevista de Madeleine), en la que cada experiencia quetenemos es retenida, la totalidad transparen ta siempre como una suerte de englobante y de magma (NC 205).
relación de Merleau-Ponty con Hegel consúltese Mauro Carbone, “Alla ricerca delta filosofia. Merleau-Ponty et la Einleitung alla Phänomenologie des Geistes”, en Negli specchi dell’essere. Saggi sulla filosofia di MerleauPonty, bajo la dirección de M. Carbone y C. Fontana, Milán, Hestia, 1993, pp. 211-235. 104El termino ha sido forjado por Natalie Depraz, Luciditédu corps. De l'empirisme transcendantal en phénoménologie, Dordrecht, Kluwer, 2001 116
,
Contrariamente a las novelas de Proust, donde pese a la ra dica lidad de la recomposición de la n arrac ión que ya no es tá som etida a la linealidad es una vez más siempre un p u n to de v ista únic o (el del n a rra d o r) que organiza el relato, M erleauPonty d escubre en las novelas de Claude Simon un a es critu ra que se deshace de las a rticulaciones subjetivantes, un relato que, contrariamente al narrador proustia no, está “hecho por alg uien que no ha visto todo” (NC 216) p a ra re aliz ar “el ser de la us urp ació n” del mundo. Si no se hub iera intere sado más que un poco an tes del surgimiento de lo que se llam ar ía m ás a de lan te el “no uve au ro m an ”, M erleauPonty parece sorprendido por la proximidad de sus pro pio s esfuerzos con los de C laude Simon. E n enero de 1961, asiste a la conferencia de este último sobre Signification, roman et psychologie en la Sorbonna. El escritor declara rec ha za r las diferentes perspectivas, italian as, caballerescas, ch inas y afirma pre fer ir a un a “óptica física” u n a “óptica de la m em oria”, un a visión de la sim ultane idad donde las manc has del pres en te p e n etr a n las este las del pa sad o.165 E n La Route de Flandres, por ejemplo, es ta “óptica de la m em oria” in te rviene en la gran ja donde mientras acomodaba los pertrechos de soldado a lo largo de la pared le parecía seguir viéndola, allí donde se había quedado un momento antes, o más bien sentirla, percibirla como una suerte de huella persistente, irreal, dejada menos en la retina (la había visto tan poco, mal visto) que por así decir en sí mismo166 No te nem os m agdalena p rou stian a que proveería el punto de apoyo de un a an am ne sis de la historia personal, sino más bie n h uellas y m arcas in sisten tes de un ça a été [“esto fue”] del que no estam os d em asiado segu ros de se r los verdad eros de stinata rios. De es ta desarticulación de la constelación de sentido s, de ese “de sa stre ” con sono ridades blan ch otia na s no puede hab er sino un a “descripción f ra g m en ta ria”.16' N ada de je rarquiz ación, nada de focalización po sible en esto s “cuadros su eltos ” (Simon utiliz a la expresión de Fla ub ert), anónimos, donde la cuestión mism a del na rra do r sigue en suspenso. ¿Es -”r' Cf. la reseña de la conferencia por Janine Parot, “À la Sorbonne, Claude Simon part en guerre contre la signification”, en Les lettres françaises, 859, 1 al 19 de enero de 1961. lœ Claude Simon, La Route des Flandres, Paris, Minuit, 1960, p. 39. 16, Recuérdese que el primer título de la novela era Description
fragmentaire d'un désastre.
117
Georges, es el capitán Reixach el que está hablando? ¿Es un rela to c ontado a un terce ro o bien es un monólogo? A lo largo de las páginas, la tercera persona viene a injertarse en la prim era en un efecto de palim psesto , dando lu g ar a modos, a “person ajes interm edio s” (P2 312) que giran alrede do r de un punto in asig nable , el tú destinatario. MerleauPonty encue ntra ya es ta preocupación en La M odific ation de Michel Bu tor, enteramente escrita en vocativo (ibidem). Instancia vacía (puesto que G eorges res u lta ser litera lm en te el “jeho rsje” [“yo fuera de mí/yo fu era del jueg o”], esta “prim era /seg un da persona” (ibidem) no vale sino por cuanto se dirige a ella, lo que le aparece, un apa recien te que él mismo no aparece sino transp are cien do a trav és de otros sensibles sobre los cuales avanza, usurpánd olos. P a ra v er la lluvia, se lee en L a R oute des Fland res, “h ab ía que m ira rla de lan te de un objeto oscuro, como el borde de un tejado, porq ue las go tas ra u d a s se volvían im perce ptibles e str ías como guiones con un fondo oscuro con grise s e n tre cr uza d os”.188No sin ev ocar la distin ción g es taltis ta de la figura y el fondo, aquí se trata, pese a todo, de un aparecer que se hace esencialmente en el tiempo, una relación donde figura y fondo transparente confluyen en un mismo ritm o. E n este fondo de lluv ia, el paso m onótono de los caballos en la noche se desp rend e e, inve rsam en te, impone su cadencia al m artilleo de las go tas de agua. E n el universo de Simon, todo es tá liter alm en te “a caballo” y los seres, h íbridos, se enc ab alga n (la mu jeryegu a, el hom brecaballo, el asno de oro, etc.).189 Las p alab ra s se im an tan , se a g lu tin an y se solidarizan, deslizándose en un juego de fondoencadenad as y evocando las técnicas cinem atográficas. Así se p as a de “todo fue negro” a “to uffu es ” [“car gadas ”]’ así, las “bo ca na da s” [“bouffées] se convierten en “bufones”, las “serpentinas” de pronto su en an como “in testin o s” y el cuerp o de Corin ne en el coito se fund e en el recuerdo del cuerpo iner te de un soldado. Por consiguiente, en la escritura simoniana estaríamos en presencia de u n a superposic ió n de los fenómenos donde “los cuerpos se sobreim prim en uno en otro [...] donde los luga res enc ajan un os en otros, donde cad a dato se nsible (el ruido del tapón con tra el frasco) abre laten cias en abismo [en gigogne]” (NC 209). Por medio de esta estética de la sobreimpresión, Simon espacializa la liter a tu ra pa ra acercarse al gesto pictó 1II HLa Route des Flandres, ob. cit., p. 60. "'n Cf. el posfaeio de Luden Dällenbach (“Le tissu de mémoire”) para La route de Flandres, ob. cit., 315 sq.). 118
rico cezanniano, preocupado a nte todo por la restitución de un visible: “P ien sa corno un C éza nne ‘pe nsa ba la p in tu ra ’, lo hace ver con cierto gesto, pero ese tipo de dev elam iento del mundo, sin pensamiento separado, es precisamente ontologia m oder na” (NC 206).]70 E n la m edida en que parte n de esta s “laten cias en abismo” reveladas en esas “m ue stras de pensam iento fund am ental” que son las novelas simo nianas, las últim as n otas de trabajo de M erleauPonty pueden interp retarse c on trariam ente a toda quim era de tran sp ar en cia como una fenomenalización en el estado incipiente de un “transparecer”. “Se debe restitu ir s e lee en un recoveco de una n ota in éd ita un contacto con el Ser bruto (contacto en el que transparece como una cosa a describir a través de una estofa y donde no está p lanteado como objeto)”.171 Así como M erleauPonty h abía descubierto bajo los presupuestos dualistas de Descartes el esbozo de u na “filosofia por h ac er ” que h ab rí a n prolonga do los pintores (OE 60), se tr a ta r á de enc a rar siguiendo en esto a las artes de lo indirecto una filosofía nothética, que no plantee sino que “haga apa rec er” (V I188), que no constituya sino que como las a rtes de lo vis ua l, ha ga ver lo que se hace. Si, segú n la célebre frase de Klee, la pin tu ra no hace lo visible sino que hace visible, es que lo visible nu nc a es tá tota lm en te dado; la p in tu ra en tera , en cambio, “se pres en ta pu es como un esfuerzo para decir algo que sigue sin decirse” (SG 128). Por consiguiente, ha y que acom pañar esta fenomenalización que se hace , esta manifestación en el participio presente [en francés] [faisant ] que MerleauPonty califica también de “modo interm ed io” (P2 3 12 ) por u n a filosofía que qu ede “por hacer” [à faire]112 y de la que hay que comprender que la pues ta al día no reduce el pensam iento a un a prop edéu tica cualquiera sino que su porvenir indica el aplazam iento perp etuo de su clausura. Más acá de la oposición entre lo descriptivo y lo normativo, entre el hecho y el deber, este inacabamiento 1711Simon comparará muchas veces su trabajo con el de los pintores (él mismo fue tal) y con Cézanne en particular: “Trabajo como un pintor”, carta de J.-M. de Montrémy en 1979, publicada en La Croix l’événement del 18 de octubre de 1985. 1,1 Nota de trabajo inédita para Le Visible et l’invisible (Bibliothèque Nationale de France). m Sobre este motivo, véase Bernhard Waldenfels, “Vérité à faire. Zur Hekunft der Wahrheit, en DeutschFranzösische Gedankengänge, Francfort/M. 1995, pp. 124-139. [Version francesa en Les Cahiers de Philoso phie 7 (1989), pp. 55-68.] 119
apela a un faciendum en gerund io que esboza el ho rizon te de lo que en lo sucesivo queda emparentado con una ética fenomenologica.
12 0
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INDICE
Siglas de las obras citadas en francés......................................6 P r e f ac io de Renaud B ar ba ra s
................................................... 7 s u a f u e r a .......................................................... 15
I. E l f il ó s o f o y 1. N oli foras ire .......................................................................15 2. Travesía s............................................................................. 20 3. La transferencia y el obstáculo 24 II. P e r c e pc i ó n .............................................................................. 27 1. (Des)autorización de la ciencia 27 2. Entre mecánico y formal 31 3. M edio ....................................................................................34 4. Del medio al mundo 37 5. El problema de la trascendencia...................................44 III. Le n g u a j e .................................................................................53 1. E xpresió n............................................................................ 53 2. El fantasma de un lenguaje puro..................................61 3. Diacrítico 66 4. Verleiblichung y borramiento 71 5. De lo literal a lo lateral...................................................77 IV. On t o l o g ìa d e l o v i s i b l e .......................................................81 1. Pensar según la im ag en 81 2. Los estilos del m u n d o ......................................................87 3.Ontologia de la ca r n e 90 4. Tocar lo visib le ................................................................96 5. La diplopia de la m ir a d a 101 V. Ha c ia u n a f en o me no l o g ía d e l o d iá f a n o .........................109 1. El quiasmo im p os ib le 109 2. Visible, videncia, visual .................................................112 3. Hacer ver por latencias .................................................116
..................................... ...................................... ................................................ .........................................................
............................................................................. .......................................
................................................ ........................................................ ............................................. .....................................................
Bibliografía
..................................................................................
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