Colección Alfar Universidad, 164 . Cubierta: Composición de Ana Díaz.
ÍNDICE
PRÓLOG0 .......................................................................................... 9 Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos - www.cedro.org), si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
INTRODUCCIÓN ........................................................................... 11 PRIMERA PARTE CAPÍTULO 1: DEFINICIONES, TIPOLOGÍAS, ESTRATEGIAS ... 21 l. Algunos problemas terminológicos ................................................ 21 2. Hacia una definición .................................................................... 24
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JUnTJ\ 1JE J\nDJ\lUClJ\ CONSEJERÍA DE CULTURA
Esta obra ha sido editada con la ayuda de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía.
CAPÍTULO 11: PODER, IDEOLOGÍA, PERSUASIÓN ............... 35 1. La asimetría esencial ...................................................................... 35 2. Ideología ......................................................................................... 41 3. Persuasión ....................................................................................... 52
CAPÍTULO 111: LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN ................. 65 1. El poder del emisor ........................................................................ 65 2. Intelectuales y líderes de opinión .................................................... 69
CAP'ITULO IV: TIPOLOGIA , ........................................................... 71 © Adrián Huid Módenes. ©Ediciones Alfar S.A. Polig. La Chaparrilla, 36. 41O16 Sevilla www.edicionesalfar.es /
[email protected] ISBN: 978-84-7898-329-2 Dep. Leg.: SE-587-2010. Imprime: Imprenta Kadmos Impreso en España • Printed in Spain
1. Alejandro Pizarroso ......................................................................... 71 2. Mario Herreros: propaganda manifiesta y encubierta ....................... 73 3. Jacques Ellul y la propaganda sociológica ....................................... 74
SEGUNDA PARTE CAPÍTULO V: ESTRATEGIAS Y RECURSOS ................................ 81
PRÓLOGO
1. Reglas .............................................................................................. 82 2. Otras estrategias: credibilidad y carisma ......................................... 92
CAPÍTULO VI: CÓDIGOS, LENGUAJES ................................... 99 l. El poder de la palabra .................................................................... 2. Manipulación y perversión de la palabra .......................................... 3. La imagen ...................................................................................... 4 . M'. USICa ................................. 5. Acción ...................................·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.·.
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6. Inhibido res de la comunicación ........................................................ 159 7.Educación ....................................................................................... 160
TERCERA PARTE CAPÍTULO VII: LA PROPAGANDA DE GUERRA ....................... 167 1. Una vieja costumbre ........................................................................ 2. Cosa de hombres ............................................................................ 3. Los voluntarios no son mayoría ....................................................... 4. Ponsonby: los principios elementales de la propaganda de guerra .....
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CAPÍTULO VIII: IDEOLOGÍA YPROPAGANDAEN EL CINE .. 189 1. Imaginario social y representaciones colectivas ................................ 189 2. El eterno mito.................................. 194 3. Ideología y propaganda .................... ::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::: 196 4. El western: entre ideología y realidad ................................................. 198 5. El duelo al sol, y sus sombras ............................................................ 206 ~-~a violencia como fundamento ...................................................... 208 . modo de conclusión................................................. ····················· 212
BIBLIOGRAFÍA ............................................................................... 215
Este libro ha sido escrito con una intención muy concreta. Aproximar el fenómeno de la propaganda y de la comunicación persuasiva a todas aquellas personas que, sin dedicarse específicamente a estas cuestiones, ni formar parte del mundo académico en las facultades de comunicación, sociología, etc., o del mundo profesional de los medios, estén interesadas, y muchas veces preocupadas, ante la sensación que les asalta a menudo cuando ven un telediario o leen la prensa. La sensación de que, en muchos casos, lo que vemos o leemos no responde ni a la realidad, ni a una pretensión clara de objetividad sino más bien lo contrario. Dicho crudamente, muchos piensan/pensamos que las técnicas de manipulación y de persuasión para dirigir nuestras conductas, y no sólo en nuestro rol de consumidores de bienes, no son cosa del pasado totalitario de Europa. Es posible que se actúe con más prudencia, con elegancia inclusive, de modo que no nos apercibamos de que tras un determinado mensaje subyace toda una estrategia para persuadirnos de alguna cosa. Sin embargo, siempre quedan intersticios por los que asoma la realidad para desmentir a ese político que nos ha mentido, o a esa empresa que no dice toda la verdad respecto al producto que nos quiere colocar. A todos aquellos que intentan asomarse a esos intersticios, para ver los engranajes de la maquinaria a través de la cual se "cuela" la mentira y la manipulación, va dirigido este libro. Y muy especialmente, a nuestros estudiantes, de modo que puedan servirse de este trabajo como un complemento para las asignaturas vinculadas al tema que aquí tratamos. Acariciamos también la espe:~mza (que ya veremos si resulta o no vana) de que se despierte en ellos alguna inquietud, algún momento de reflexión y, puesto que soñar no cuesta nada, por qué no, algún impulso hacia la rebeldía, para que resistan la tentación mayoritaria de transformarse en los brutales rinocerontes de los que nos habló Ionesco Y para que, como su héroe, Berenguer, no capitulen.
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Esta declaración de intenciones pone a las claras que no figura entre nuestros objetivos postular una nueva teoría de la comunicación, ni hacer una demostración científica del funcionamiento de la propaganda. No queremos sacrificar, en el altar de la innovación y la originalidad a cualquier precio, la labor de codos los que han trabajado anteriormente. Antes al contrario, nos hemos apoyado en ellos, como quien camina a hombros de gigantes, para dar a conocer sus reflexiones que, cada una a su manera y según las circunstancias en que fueron hechas, nos siguen pareciendo valiosas y útiles. Porque de ello se trata, de intentar que estas páginas puedan ser tomadas como un humilde, pero útil, servicio público.
INTRODUCCIÓN
Normalmente, la Introducción a un texto ensayístico o divulgativo suele escribirse -contrariamente a lo que dice la lógica de su significado- una vez acabada la obra y sirve para hacer una breve síntesis de sus ideas básicas e, incluso, de las partes en que se divide. Aquí, demás de intentar cumplir con lo que se espera de tal Introducción, vamos a ir un poco más allá para intentar responder a una pregunta que, tal vez, muchos se hagan al leer el título de este trabajo: ¿por qué otro libro sobre propaganda? o, más ampliamente aún: ¿por qué y para qué hablar de propaganda hoy?. Como se ve, esta última pregunta se articula en torno a dos conceptos: "propaganda'' y "hoy", conceptos de gran relevancia si queremos justificar las decenas de páginas que siguen. Se desprende de los dos términos que la cuestión no reside sólo en la conveniencia de hablar de propaganda sino, además, de hacerlo desde el presente o, mejor aún, para el presente. Somos concientes de que traer la propaganda a la contemporaneidad puede parecer contradictorio ya que casi todo el mundo está de acuerdo en aceptar que se trata de un fenómeno que caracterizó y marcó la primera mitad del siglo XX. Inclusive en el marco de la guerra fría, esto es, desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la caída del Muro de Berlín, cuyo derrumbe marcó para algunos el presunto final de la historia y el hipotético triunfo definitivo de la democracia de mercado como única e insuperable forma de gobernar, de vivir Y de concebir al hombre, en este marco, decía, se podría aceptar que la propaganda jugase un papel relevante, o fuese un mal necesario para luchar contra las oscuras intenciones del bloque soviético. Pero lo que, para muchos, resulta a todas luces inadmisible es introducir en un sistema como el que tenemos hoy, sistema que teóricamente garantiza plenamente la libertad y el derecho a la información, entre muchos otros derechos, un concepto como el de propaganda, tradicionalmente ligado a términos .1 ··,- '• ... ~
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tales como desinformación, manipulación, mentira, lacras todas del pasado de las que los ciudadanos del siglo XXI nos habríamos librado. En consecuencia, el único interés que tendría hablar de propaganda hoy sería el mismo que anima al paleontólogo a desenterrar fósiles y huesos de monstruos ya desaparecidos. Digna actividad, ciertamente, que, como todo conocimiento del pasado, nos ayuda a comprender nuestro presente. Pero los dinosaurios ya se han extinguido y-desde luego- no volverán (como no sea en algún nuevo engendro de la factoría Spielberg). De modo que, desde una posición pragmática y centrada en el aquí y en el ahora, se podría argumentar que en lugar de lamentar la desaparición del Tyrannosaurus Rex o del Velocirraptor (al final Spielberg ha hecho pedagogía) deberíamos preocuparnos por las numerosas especies que viven hoy y que están abocadas a un galopante proceso de extinción. Extrapolando, y volviendo a la pregunta inicial, desde este punto de vista la respuesta sería: existen innumerables libros dedicados a ese fósil comunicativopolítico llamado propaganda, por lo que no parece muy útil agregar uno más a esa proliferante bibliografía y parecería mucho más razonable dedicar tiempo y esfuerzo a fenómenos contemporáneos tan apasionantes como la irrupción de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TIC) que, desde la telefonía móvil a internet, están cambiando completamente el paisaje social, en lugar de recrearse con la piqueta para buscar unos huesos que, por cierto, ya han sido desenterrados. Evidentemente, no podemos no estar de acuerdo con la urgente necesidad de analizar el momento presente de la comunicación social, apasionante, vertiginoso, lleno de promesas, y también de amenazas. Pero el hecho de haber escrito este libro indica que tenemos otra respuesta a la pregunta originaria, respuesta que no excluye el análisis del presente y que -por seguir utilizando la terminología científica- pasa por la teoría de la evolución. En efecto, nosotros pensamos .que la propaganda no se ha extinguido sino que ha evolucionado y, por ello, ahora no presenta el aspecto amenazante de una mandíbula enorme con incontables hileras de filosos dientes. La propaganda ha mutado Y asumido nuevas formas, ha suavizado sus maneras y ha encontrado º.inventado nuevos mecanismos de autolegitimación, uno de los cuales, por cierto, pasa por haber renunciado a su viejo nombre para sustituirlo por diversos eufemismos (la antigua técnica de la manipulación verbal que nunca deja de dar sus frutos). De tal modo, cuando escuchamos o leemos términos como marketing político, publicidad política, marketing electoral o relaciones públicas, ya no saltan nuestras viejas alarmas ni aparecen en nuestras mentes palabras
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corno ma nipulación, lavado de cerebro, mentira, nazismo, etc., enmarcadas en luces rojas. Ya no más sospechas, ni temores, y ése es el gran éxito de la propaanda: así como Giovanni Papini afirmaba que el mayor triunfo del demonio g que la gente no creyese en e, 'l as1' tam bº1en, ' se ha consegu1_ºd o ~ue to dos veaera mos en los mensajes con que se nos bombardea desde los med10s, mocentes corderitos donde, verdaderamente, se ocultan las orejas del depredador: un verdadero logro adaptativo. En definitiva, lo que queremos decir es que, con otros modos y nombres, la propaganda está tan vigente hoy como en los mejores tiempos de Goebbels 0 Stalin, y es tan consustancial a las democracias como lo fue, en su momento, a los totalitarismos de derechas o izquierdas que asolaron la primera mitad del siglo XX. De allí la famosa sentencia de Noam Chomsky: "La propaganda es a las democracias lo que las porras a las dictaduras", que debería estar impresa en las cabeceras de todos los periódicos y en el frontispicio de nuestras Facultades. Se justifica, por tanto, estudiar la propaganda, y estudiarla hoy. Sentimos que tiene algo de imperativo ético el analizar esta forma de comunicación y, si queda alguna duda acerca de la necesidad de este conocimiento, bástenos con recordar que la propaganda, entre otras cosas, coadyuvó en la conquista y mantenimiento en el poder de Hitler o Stalin, entre otros. Aunque no podremos hacerlo aquí, por razones de espacio y organización, naturalmente que también es muy importante contar con una perspectiva histórica ya que ello permite comprobar no sólo el nihil novum subsole, sino que también posibilitará que nuestros jóvenes alumnos puedan establecer las sutiles, pero fuertes líneas que conectan las ambiciones imperiales de Julio César o los delirios de Nerón con Mussolini, y a éste con Berlusconi, por poner un solo ejemplo en el que la actualidad es, en parte, iluminada por el pasado, de modo que no nos resulta muy difícil predecir hacia qué abismo se desliza Italia, por no decir Europa entera. Por otra parte, la apelación a la historia se nos antoja hoy más necesaria que nunca a la vista de lo que nos atrevemos a calificar de terrorífica ignorancia del pasado que exhiben la mayoría de nuestros alumnos. Peor aún, si añadimos de un lado la indiferencia ante semejante ignorancia Y: del otro, el desprecio que muchas instituciones y parte de la población manifiestan hacia la recuperación de la memoria histórica, la tendencia a una amnes'.a voluntaria (valga la paradoja), entonces tenemos ya los ingredientes necesanos para que el famoso tópico se haga realidad: el olvido nos condena a repetir la historia, ya como farsa, ya como tragicomedia.
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Por tal motivo, aunque insistimos en que este trabajo no versará sobre historia de la propaganda, de la que por otra parte existen excelentes manuales, el de Alejandro Pizarroso (1993) sin dudas el mejor en lengua castellana, tendremos siempre una ventana abierta hacia esa perspectiva, la ventana de los ejemplos que intentaremos, siempre que podamos, remitan preferentemente al siglo XX ya que, como muy bien dicen Pratkanis y Aronson (1994), ha sido "la era de la propaganda''. Nuestro propósito será, entonces, el de describir, analizar y desvelar, eso esperamos, los diversos recursos, estrategias, contenidos y medios a través de los cuales la propaganda cumple con su tarea, una tarea -lo adelantamos ya- al servicio del poder, de la dominación y la generación de obediencia o de consentimiento, aparentemente voluntarios, según los casos. Haremos hincapié en una modalidad de la propaganda que, lamentablemente, está siempre vigente y que no ha dejado de progresar en cuanto a uso de medios o estrategias: la propaganda de guerra. Hemos dicho, citando a Papini, que la propaganda, igual que el diablo, tiene una gran capacidad de mímesis lo cual le permite habitar en el seno mismo de_ la democracia. Para muchas personas, ambos términos (propagandademocrac1a) pueden parecer excluyentes; sin embargo, creemos necesario preguntarnos no solo qué clase de democracia es ésta, sino algo mucho más radical: ¿es concebible una democracia que necesita apoyarse, entre otros muchos, en el pilar de la propaganda?
Y no hablamos aquí de la "ingeniería social", de la "socialización y adaptación" o, como dice Ignacio Gómez de Liaño (1989), de la "fabricación de ciudadanos", males necesarios a los que ya nos hemos resignado en aras de una cierta convivencia y en nombre de un contrato social deteriorado pero al que no le vemos alternativa. Nos referimos a la manipulación descarada, al adormecimiento de las conc_iencias, a la generación de miedo o euforia, a la anulación del pensamiento crítico Y a la potenciación de la obediencia, el fanatismo o la indiferencia, según convenga en cado momento. Circunstancias todas estas que, aunque no nos g~ste, ocurren en esa forma política a la que llamamos democracia, bien es cierto que, como decía Chomsky, en ella el asentimiento y la obediencia no se logra con porras (a no ser que se encuentre resistencia ya que, en ese caso, las c~lles no tardan en militarizarse) sino a través del discurso, de distintos tipos de discursos pero, especialmente, de aquellos que, en principio, el común de las gentes no calificaría de propaganda.
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Estos discursos son puestos en circulación por los medios masivos de comunicación (los media) y pueden ofrecer un aspecto tan inocente como los roductos Disney y las películas del oeste en particular, pero todo el cine de ~ollywood, en general, y las diversas ficciones televisivas, sin olvidar la publicidad e, incluso, los formatos informativos. Seguiremos aquí la propuesta realizada por varios autores pero especialmente la de Teuun van Dijk, en el sentido de que los discursos son siempre ideológicos y en ellos se reproducen las relaciones de dominio a la vez que se impone una determinada weltanschauung. Consideramos, como lo hace la escritora india Arundhati Roy (2005: 87), que no ha existido nunca mejor agencia u oficina de publicidad y propaganda que esa fábrica de sueños llamada Hollywood ya que, según esta autora, fue el cine el que más ayudó a cimentar el dominio de los Estados Unidos a nivel mundial, colonizando culturalmente el imaginario planetario, a la vez que ha obliterado o tergiversado el lado oscuro de su imperio, sea éste el del genocidio indio o el del racismo. Por ello, dedicaremos el capítulo final de este libro al análisis ideológico propagandístico del género cinematográfico norteamericano por excelencia, el western, además de algunos otros ejemplos que ilustran esta relación entre cine, propaganda e ideología. Lo cual no significa que el resto de las naciones del mundo actual, independientemente de sus formas de gobierno, no apelen a la propaganda. Todos, en mayor o menor medida, lo hacen y, cuando sea necesario, haremos las referencias oportunas. Si hacemos hincapié en los Estados Unidos es por dos motivos, el primero, más que evidente: hablamos del país que ostenta la hegemonía mundial, de la única superpotencia que, desde hace años, marca el rumbo de todo el planeta Y estamos diciendo que ese dominio se funda, en parte, en la producción Y la circulación, a través de los medios de masas, de un discurso que proyecta e impone una imagen interesada (en la medida en que responde a intereses concretos) de sí.
A la vez, este mismo proceso encierra a personas, grupos sociales y países en los significados y valores que más le convienen a la Casa Blanca en cada momento. De manera que, a modo de ejemplo, mientras luchaban contra la ocupación soviética en Afganistán, los yihadistas talibanes era considerados por ~1. gobierno y los medios norteamericanos como "luchadores por la libertad", 1 ~nos de todo apoyo y de todas las simpatías. Sin embargo, después del 11 de setiembre de 2001, esos mismos combatientes pasaron, lisa y llanamente, al estatuto de "terronstas · " (aunque en rea lºd ' sien · d o 1os mismos · ), 1 a d e11 os seguian
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terroristas que amenazaban los grandes valores de occidente, esto es, como siempre, la libertad, la democracia, etc. El segundo motivo de nuestro énfasis en el país de las hamburguesas nos concierne todavía más. Se trata de que el propio discurso dominante norteamericano (que nosotros podemos llamar "propaganda") ha persuadido a casi todo el mundo de que su democracia no tiene nada que ver con esos métodos que la mayoría de las personas asocian con el nazismo o con el stalinismo. El respeto a ultranza de las libertades individuales, los magníficos ejemplos de una prensa que una vez fue capaz de derribar a un presidente mentiroso o de publicar los Pentagon Papers, pese a la oposición del gobierno y de los militares, harían imposible que sucediera en Washington algo parecido a los grandes mítines de Nuremberg, o los desfiles interminables del 1 de mayo en una Plaza Roja tapizada con los retratos de Marx, Lenin y Stalin. Nosotros intentaremos mostrar que, con otras formas y modalidades, la propaganda es consustancial al sistema norteamericano, y a todos los sistemas políticos, por lo que estas reflexiones deberían servir, también, para que no nos creamos muy lejos de aquellos regímenes totalitarios que hacían delirar a unas masas que, desde nuestra perspectiva, vemos con desprecio o conmiseración: no tenemos demasiados motivos para sacar pecho. Naturalmente, el poder de Estados Unidos no se funda únicamente en el control de la información y de la comunicación, desde la producción y circulación de mensajes, pasando por los contenidos. Sería necio ignorar su potencial humano, económico y militar; pero debemos saber también que la capacidad de dominio de una persona o de un país pasa, como lo vio muy bien Karl Marx, por el control del lenguaje (que es lo que significa el dominio mundial de los medios por parte de este país). Decía el autor de El Capital que la diferencia entre ricos y pobres residía en que, mientras los primeros se desenvolvían con un vocabulario de dos o tres mil palabras, los segundos apenas si manejaban trescientas o cuatrocientas. . Hemos dicho ya que el discurso es el soporte y el vehículo de la ideología. Si, como se ha dicho a menudo, la ideología dominante se corresponde con la de la clase dominante, ese dominio, esa "hegemonía", en términos de Antonio Gramsci, pasa por el control del discurso, del lenguaje. Y el lenguaje que Estados Unidos produce, controla e impone, desde hace décadas es, además de la l~ngua inglesa, el que constituyen sus películas, sus series de televisión, su publiC1da~, sus héroes y superhéroes de comic, sus videojuegos, sus formatos informanvos Y otras múltiples variantes de la industria del entretenimiento.
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Si se alberga alguna duda acerca de lo anteriormente dicho, bástenos recordar cómo Estados Unidos reaccionó contra la UNESCO cuando, en los años y 80, esta organiza~ión de,re.ndiente de ~aciones Unidas pretendió estimu70 un orden informativo mas ¡usto y equilibrado entre el Norte y el Sur, de 1ar modo que los llamados países emergentes, o del Tercer Mundo, mantuviesen una cierta autonomía y control sobre sus discursos, frente al dominio de las productoras y distribuidoras norteamericanas y europeas. La idea que sustenta este planteamiento se refiere al hecho de que, como dicen los autores del libro Intro-
ducción a la sociología de la comunicación: ... unos pocos países dominan el flujo internacional de noticias y cultura, siendo quienes suministran a los demás países del mundo los contenidos con los que deben llenar sus medios domésticos. De este modo, las principales agencias informativas se ubican en los principales países desarrollados, siendo éstas, además, quienes deciden cuál es la agenda temática mundial; es decir, qué asuntos deben ser tratados y cómo han de ser tratados, ejerciendo de ese modo un control casi absoluto sobre el flujo de la información a nivel planetario. (Espinar, E. et al, 2006: 106) Fruto de la iniciativa de la UNESCO fue el informe Un solo mundo y múltiples voces (McBride, 1990) más conocido como Informe McBride, que proponía lo que se llamó el Nuevo Orden Mundial de la Información y de la Comunicación (NOMIC) y que estimuló una incipiente industria comunicativa en algunos países en desarrollo, hasta que Estados Unidos e Inglaterra, mayoritariamente, desataron una campaña contra esta iniciativa y chantajearon abiertamente a la UNESCO retirándole su ayuda financiera con lo cual, el NOMIC se quedó en agua de borrajas. Ese boicot al intento del Tercer Mundo de gestionar su información y los contenidos de los medios, en los que se forjan los imaginarios sociales y se cimenta la identidad colectiva, muestra a las claras la importancia que para el poder planetario de la superpotencia tiene el control del discurso. Y también debería ser acicate suficiente para que nosotros le dediquemos toda nuestra antención y nuestra capacidad crítica. Por si no ha quedado, lo diremos con todas las letras: en esta tarea nos jugamos mucho.
CAPÍTULO 1: DEFINICIONES, TIPOLOGÍAS, ESTRATEGIAS
l. Algunos problemas terminológicos
"Propaganda" es un concepto que, al menos en el ámbito europeo, pertenece a lo que los lingüistas llaman "palabras fuertemente estigmatizadas", o lo que equivale a decir que en la mayoría de los casos se evita su uso y se lo sustituye con distintos eufemismos, tales como "publicidad política o electoral", etc. ¿Por qué esta operación verbal para escamotear el término? La explicación nos la puede proporcionar el contexto histórico en que su utilización estuvo asociada a una serie de valores o de personajes que produjeron verdadera repulsa a nivel mundial, pero especialmente en Europa. Esos valores o, mejor dicho, contravalores, ocupan un arco que va de la mentira a la manipulación, pasando por la censura, la desinformación, etc. Y el contexto histórico en el que se sitúan es el del surgimiento y la implantación, en la primera mitad del siglo XX, de los totalitarismos tanto de derechas como de izquierdas: el fascismo italiano y el nazismo, de una parte, y el leninismo-stalinismo de la otra. Es una cuestión ampliamente aceptada el hecho de que difícilmente Hitler, Mussolini o Stalin habrían llegado hasta donde lo hicieron sin el apoyo de sus formidables maquinarias propagandísticas. .. "Propaganda" evoca, por tanto, multitudes rugientes, arengadas por el F~hr~r al grito de Sieg Heil; imágenes de estudiantes quemando más de veinte mil libros en la Universidad de Berlín, alimentando la pira con textos de Thomas '.'1ann, Freud o Holderling, y de los enormes retratos del líder presidiendo, ~mnipresenre, todos y cada uno de los aspectos de la vida cotidiana; las horl asfide los SS arrasando el ghetto judío y, sobre todo, esta palabra se asocia con ~ ~ura de aquel hombre inteligente a la vez que siniestro llamado Joseph en~~ beis,_ precisamente Ministro de Propaganda y uno de los artífices del I<: t~samienro de Adolph Hitler, de la creación de lo que atinadamente Ian ers aw llama El mito de Hitler (2003).
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Este proceso de estigmatización al que nos referíamos ha hecho de la palabra "propaganda'' casi un insulto y sólo así es como suele aparecer en el actual espacio público. Por ejemplo, cuando la prensa considera que un político proyecta un discurso conscientemente falso, lo acusa de "hacer pura propaganda", y los propios actores políticos suelen emplearlo para desacreditar a sus rivales ya que decir que "hacen propaganda" es una forma de llamarlos mentirosos, manipuladores o torticeros. Curiosamente, en muchos países de Hispanoamérica "propaganda" no se utiliza únicamente en referencia a la comunicación política sino que también aparece en el lenguaje cotidiano, como sinónimo de lo que en España llamamos publicidad comercial. Hay que decir que esta presunta confusión terminológica es, en realidad, un elemento clarificador ya que nos habla de lo que es una evidencia histórica: el origen común de ambos fenómenos comunicativos, el político y el comercial. A este respecto, se puede suscitar la duda acerca de quién fue primero, si la publicidad política a la que, de ahora en más, llamaremos propaganda, o la comercial. Sin empantanarnos en una cuestión tan fútil como la del huevo y la gallina, hemos de decir que, en la actualidad, la opinión dominante es la que considera que fue la propaganda la iniciadora de un tipo peculiar de accionar humano que, cuando condiciones económicas como una forma de protocapitalismo asociada a un incipiente proyecto de mercado, lo permitieron, derivó en lo que hoy conocemos como publicidad comercial 1• Se puede dar la razón a este argumento si se toma nuestro objeto de estudio en un sentido restrictivo, pero en sentido amplio, podemos ver atisbos de actividad comunicativa publicitaria (comercialmente hablando) desde la más remota antigüedad, inclusive cuando los mecanismo de intercambio económico pudieran ser tan rudimentarios como el trueque. Si, por un lado, aceptamos que la neutralización o supresión de un rival que disputa el poder del jefe o pretende mujeres, bienes o prestigio, por parte del hombre primitivo, es una forma de propaganda ("propaganda inhibitoria" se la denomina actualmente, siempre bajo el imperativo del eufemismo), del mismo modo, dentro del mecanismo del trueque, la exhibición de un objeto, presentado del mejor modo posible, con el fin de intercambiarlo ventajosa- ' mente ~o.r otro, también puede entenderse como una manifestación primitiva de publ1C1dad comercial. Con lo cual, además, parece que distinguimos ambos 1
Al respecto, puede consultarse la obra de Eulalia Ferrer: De la lucha de clases a la lucha de
fa'tlses. De la propaganda a la publicidad, ( 1992: 17 y ss)
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i de publicidad por la presencia o no de la intencionalidad o motivación 0 r :onómica. Como se ve, el término es resbaladizo y la ambigüedad, grande. e Ello justifica que nos empeñemos en buscar o "aislar" un elemento que sea exclusivo y, por tanto, distintivo de la propaganda, cosa que veremos más adelante. Lo cierto es que, surgido antes uno que otro o los dos al mismo tiempo, ambos fenómenos reconocen un origen común y, a lo largo de su desarrollo histórico, su andadura no sólo fue paralela sino que, muchas veces, sus líneas se intersecraron y, a menudo, se fundieron en una sola. Decimos que su origen es común precisamente porque, tal como lo hemos indicado, la intencionalidad política y la comercial o económica no siempre se distinguen claramente y, a veces, resulta difícil determinar dónde acaba una y dónde comienza la otra aunque, como es obvio, el componente político o económico tendrá un peso específico distinto según sea el caso. Sin caer en las nociones clásicas del marxismo (infraestructura-superestructura), pensamos que es de sentido común el considerar que poder y economía son dos términos que se implican mutuamente: el poder político presupone el económico del mismo modo que difícilmente se podría considerar como políticamente poderoso a alguien económicamente débil. Es verdad que, a lo largo de la historia, el poder se ha apoyado sobre distintos pilares, no siempre relacionados con el dinero: las armas o la fuerza y la información pueden ser dos ejemplos extremos, pero en ningún caso dichos pilares hubiesen resistido sin el respaldo de la riqueza: las armas y los ordenadores también son negocio, y a los ejércitos hay que pagarlos. Centrándonos en una perspectiva histórica y también léxica, se puede afirmar que, en su camino de constante expansión, fue la propaganda la primera en alcanzar pleno desarrollo y sistematización metodológica. Ello, evidentemente, ~orque dicho desarrollo corre paralelo a la creciente organización y compleJificación política de los pueblos y a la consolidación de la idea de Estado. La publicidad comercial, en el sentido moderno del término, es un producto mucho más reciente, fruto del afianzamiento del capitalismo de mercado. Así pues, antes que "publicidad", la primera palabra en aparecer es "propagand ª" , asocia · d a a la esfera del poder, en este caso eminentemente religioso ~~~que ello, Y sobre todo en la época a la que nos referiremos, es sinónimo tamren de poder po l'ltlco . y econom1co. ' . E n erecto, e ' . aparece por pnmera . e1 termmo Vez en el . 162 e ("A ano 2, rormando parte de la expresión latina De propaganda fide rio ~~a ~e l_a ~ropagación de la fe"), que es el nombre con que el papa Gregopor baunzo a una institución por él creada. La finalidad que perseguía era, una parte, la de profundizar y extender la evangelización y, por la otra, la
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de contener y neutralizar la creciente amenaza que representaba el avance de la Reforma protestante. Como se ve, estamos siempre ante un doble movimiento: difundir e inhibir, propagar y contener, extender y suprimir. Y ante un mismo carácter impositivo, porque "propaganda" es una forma del verbo latino propagare (literalmente, plantar algo para que crezca y se desarrolle, difundir, extender). Y esta forma es la voz pasiva perifrástica, tecnicismo gramatical que delata, entre otras cosas, un claro matiz imperativo que, en el caso de propagandum est (así es la forma completa) debe traducirse por: "lo que debe ser propagado". Por lo tanto, si en un primer momento, y de forma libre, traducíamos De propaganda fide como "Acerca de la propagación de la fe", una versión más literal y ajustada debería decir: ''Acerca de la fe que debe ser propagada"
2. Hacia una definición Definir la propaganda en unas pocas frases, encerrarla en un número limitado de conceptos sigue siendo una cuestión difícil y controvertida porque el propio objeto de estudio lo es. En una fecha tan temprana como 1950, apenas cinco años después de terminada la Segunda Guerra Mundial, Jean-Marie Domenach, en un trabajo pionero, La propaganda política, afirmaba, y dicha afirmación mantiene toda su vigencia medio siglo después, que: "La propaganda es polimorfa y cuenta con recursos casi ilimiados" (1962: 47). Si tenemos en cuenta que Domenach escribe cuando la televisión acababa de despegar como medio de masas y no ejercía la preeminencia que exhibirá a partir de las décadas siguientes; cuando la cibernética era casi un dominio esotérico reservado a una élite de especialistas y, por tanto, elementos que hoy forman parte de nuestra vida cotidiana, como Internet, You Tube, etc., eran cosa de la ciencia ficción, entonces podemos concluir que la complejidad, el polimorfismo, la omnipresencia y la eficacia de la propaganda no han hecho más que aumentar, aunque nos encontremos ante la paradoja de que no se la llame por su nombre. Todo ello dificulta aún más si cabe la posibilidad de enmarcarla en una definición que la agote. Más bien, lo que ocurre es lo contrario, es decir: que c~alquier definición, por amplia o precisa que se pretenda, será siempre parc~al o reduccionista e, inevitablemente, siempre habrá elementos que quedaran fuera. De allí que Alejandro Pizarroso, uno de los principales especialistas en el tema, dentro y fuera de España, y autor de textos de referencia al respecto,
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abo a por una aproximación multidisciplinar ya que: "La historia del pensa. g to político, la historia de la filosofía, de la literatura, del arte, etc., nos m1en ofrecen valiosos ejemplos de propaganda política a lo largo del tiempo". (ob. cit.: 25)
Por tanto, conviene abandonar la idea de una definición única y comprensiva y conformarnos, en cambio, con aproximaciones "en círculo" que nos permitan rodear y acercarnos lo más posible al núcleo de este peculiar fenómeno comunicativo. Y, en un caso como éste, lo más prudente es seguir los pasos de otros estudiosos, desde el propio Pizarroso a Mª Victoria Reyzábal, y comenzar apelando a un expediente aparentemente muy sencillo pero que siempre da mucho de sí y, aunque no agote el tema o a veces lo tergiverse, al menos sirve para abrir puertas. Nos referimos al Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (el DRAE). Leemos allí, en la entrada "Propaganda", que ésta es "Acción o efecto de dar a conocer una cosa con el fin de atraer adeptos o compradores" Como han señalado numerosos estudiosos, esta definición no sólo es escasa sino también imprecisa, ya que no distingue entre propaganda política y publicidad comercial. Como muy bien apunta Reyzábal: " ... la apreciación 'dar a conocer una cosa' deja abierto un espacio ambiguo que no establece el contenido de la propaganda'' a lo que, seguidamente, agrega: " ... resulta cuestionable la inclusión de los 'compradores' entre los destinatarios de este tipo de mensajes, ya que de esta forma se desvirtúa la intencionalidad primordialmente ideológica de la propaganda''. (1999: 16) Con lo cual, esta autora va a introducir uno de los elementos que, a mi entender, más significativos resultan para definir la propaganda: la ideología, a la que nosotros agregaremos la persuasión y la búsqueda del poder. Obviamente, a partir de una aproximación tan claramente insuficiente como la de nuestro DRAE, y adentrándonos ya en fuentes bibliográficas más esp<:cíficas y especializadas, nos encontraremos con infinidad de definiciones de propaganda, que van desde una visión claramente negativa a otras mucho más "tolerantes" o, incluso, entusiastas. O, lo que es lo mismo, definiciones que enfatizan sus aspectos más tenebrosos, tales como la mentira, la manipulación 0 el "lavado de cerebros" o bien, por el contrario, definiciones en las que la propa?anda es poco menos que el lubricante básico que hace funcionar los engranajes de la democracia. Entre los primeros podemos citar a Leonard Doob, quien afirma que Propaganda: "Es el intento de afectar a la personalidad y controlar la conducta
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del individuo hacia un fin considerado poco científico o de dudoso valor en la sociedad en un momento determinado" (1966: 240, en Herreros, M., 1989: 72). Aquí, los elementos negativos se evidencias en la expresión "afectar a la personalidad" (algo que, sin dudas, cualquier persona en sus cabales rechazaría), en la calificación de acientificidad y en la consideración de un valor "dudoso" en el plano de lo social. Pratkanis y Aronson, dos psicólogos sociales, definen la propaganda de una forma un tanto más objetiva, aunque sin dejar de trasuntar una visión cuanto menos cuestionadora del fenómeno. Dicen estos autores que: "La propaganda es la comunicación de un punto de vista con la finalidad última de que el destinatario de la llamada llegue a aceptar 'voluntariamente' esta posición como si fuese la suya'' (ob.cit.: 28-29). Como dice Jacques Ellul, el rechazo de la propaganda por parte de muchos autores proviene de la idea, no del todo exacta según él, de que en el proceso propagandístico, los receptores (el hombre de la calle, las masas) son un objeto no solo pasivo sino también indefenso frente a los mensajes manipuladores. Así, Ellul glosa la reacción de los "moralistas hostiles" para quienes " ... el hombre, esa víctima inocente, es empujado por el propagandista a hacer el mal", con lo cual siempre podrá autojustificarse ya que ha sido engañado e inducido a cometer actos que él, libremente, jamás habría hecho. Siempre con su habitual ironía, sigue Ellul: El militante nazi o el comunista son pobres víctimas a los que no debemos combatir sino liberarlos psicológicamente (... ) El propagandeado se encuentra en la situación del pobre hombre que no puede ni tiene los medios para defenderse y sobre el que cae el ave de presa desde lo profundo del cielo (1990: 137, traducción propia)
Para Ellul, estas aseveraciones son del todo inexactas ya que una idea sólo es aceptada plenamente no por ser impuesta por los medios sino porque, normalmente, responde a un deseo o a una necesidad previos (ob.cit.: 146), con lo cual este autor se sitúa en la línea del humanista francés Étienne de la Boétie , quien, en su Discurso sobre la servidumbre humana, afirma que el hombre oprimido o esclavizado consiente, de alguna manera, esa situación y, en ese sentido, se hace cómplice, colabora con su propia esclavitud. Y se pregunta este autor sobre el opresor: ¿Cómo tiene poder sobre vosotros, si no es por obra de vosotros mismos? ¿Qué , os podría hacer si vosotros no fuerais encubridores del ladrón que os roba, cóm- ·.· plices del asesino que os mata y traidores a vosotros mismos? ( ... ) Pero podéis .
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ronauanda en el siglo XXI Guerra y P r "'
libraros si ensayáis no siquiera a libertaros, sino únicamente a querer ser libres. Estad resueltos a no servir más y seréis libres" (1986: 165) Como un eco de este bello texto escrito, aunque parezca difícil de creer, en l S47, cuando su autor contaba apenas con diecisiete años, dice Jacques Ellul: No se puede dominar por la propaganda a quien no tiene necesidad de lo que ella le aporta. El propagandeado no es en absoluto inocente, no es una simple víctima, sino que él mismo reclama la acción psicológica. No sólo se presta sino ue encuentra en ella su satisfacción. Sin dudas, es influido o manipulado, pero perfectamente cómplice involuntario, inconsciente, de esa propaganda. (ob. cit.: 140)
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La afirmación de Ellul nos invita, entonces, a buscar definiciones que eviten cualquier tipo de catastrofismo o que se regodeen en el apocalipsis lo cual, por cierto, no obsta para que la mirada sea crítica cuando pensamos que así deba serlo
2.1. Algunas definiciones canónicas
2.1.1. Edward Bernays y Harold Lasswell Comenzaremos, pues, por un curioso personaje: Edward Bernays. Nacido en Austria, siendo niño, su familia emigró a Estados Unidos donde desarrolló toda su carrera en el ámbito de la comunicación, la publicidad, el periodismo y las relaciones públicas. Y tenemos más de un motivo para incluirlo al comienzo de este repaso histórico-conceptual de distintas definiciones de "propaganda''. En primer lugar porque su libro, Propaganda (2008), publicado en una fecha tan temprana como 1928, es uno de los primeros estudios serios sobre la propaganda en el siglo XX. En segundo lugar porque, cuando Bernays habla de propaganda está pensando, fundamentalmente, en los sistemas democráticos y, concretamente, en los Estados Unidos. Por último, porque este hombre, en muchos sentidos, notable (era sobrino de Sigmund Freud y vivió más de cien años), no sólo no se quedó en el plano teórico sino que, como hemos dicho, se esforzó para que sus principios fuesen aplicados, de manera que hoy sabemos que además de haber conseguido, como publicitario, que las mujeres se atreviesen a flurnar, all'a por l os años veinte, tuvo un mtensa . · · ·, como asesor parnc1paoon de la p 0 l'1t1ca · Internacional · d de los Estados Uni os. . Bernays fue el impulsor de la idea de "fabricar consenso", esto es, de conseguir el apoyo de la opinión pública para el gobierno y la aceptación de sus polí-
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ticas, aunque éstas signifiquen intervenir en terceros países con resultados de muerte o penurias para muchas personas. Al respecto, uno de sus críticos más implacables, Noam Chomsky, nos recuerda que Bernays: . . . dirigió la campaña de relaciones públicas para la United Fruit Company en 1954, cuando Estados Unidos intervino para derrocar el gobierno capitalistademocrático de Guatemala e instauró una sociedad criminal basada en los escuadrones de la muerte ... (2000: 21) Por cierto, el "crimen" cometido por Jacobo Arbenz, presidente democrático de Guatemala en aquel momento, fue el de nacionalizar la explotación y comercio de frutos de su país para que los beneficios redundasen en una pobla~ión mayoritariamente indígena y secularmente empobrecida y explotada: algo imperdonable para los poderosos del norte. Por cierto, quien sabe mucho sobre lo~ crímenes qu~ menciona Noam Chomsky es la Premio Nobel de la Paz y miembro de la tnbu maya-quiché, Rigoberta Menchú, cuya familia al completo fue asesinada por los susodichos escuadrones de la muerte. E, ironías de la historia, en 1954'. un joven que recorría América en motocicleta junto a un amigo, fue atento testigo del golpe de estado contra Arbenz que, estimulado por la CIA y con la colabo~ac_ión de Bernays, colocó en el poder a la sempiterna oligarquía local. El motociclista era un, por entonces, desconocido médico argentino llamado Ernesto Guevara. La visión que tiene Bernays de la propaganda y de la democracia es ciertament,e peculiar, aunque tuvo sus continuadores. Para este hombre, y otros como el_ filosofo John Dewey o el extraordinariamente influyente periodista Walter 1 Lippmann, el gobierno tiene como misión principal la de fabricar consenso a través de los medios de comunicación para que la opinión pública esté distraída ~ ~pine lo me~'os posible, al mismo tiempo que ha de estar convencida de que tiene el poder ya que se la convence, se le genera la "ilusión necesaria'' de que realmente, cada cuatro años, el pueblo elige libremente a su presidente. ' Todo ello orientado a que el control del poder y de sus resortes económicos Y estratégicos no caigan en manos inconvenieptes, es decir, en algún miembro d~l rebaño, que carece de toda capacidad y conocimiento del arte de gobernar. Si eso ocurriera, el desastre estaría asegurado ya que lo que normalmente ' hace un rebaño es pisotearlo todo. Por eso, el gobierno no de~e salir nunca de . las · 'd a, con expenencia · · en el mando, sin importar dema. manos d e 1a e'!"ite mstrm siado. si el presidente es demócrata o republicano. Sin dudas, estas reflexiones '. convierten al libro de Bernays en un verdadero Mein Kampf americano. 1
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Veamos ahora cómo define Bernays a la propaganda. Dice el autor: "La ropaganda moderna es el intento consecuente y duradero de crear o dar forma 11 los acontecimientos con el objetivo de influir sobre las relaciones del público a con una empresa, idea o grupo" (ob.cit.: 33) . Como se ve, se reconoce abiertamente que la propaganda puede crear acontecimientos que, en teoría, no existen en la realidad. Por ejemplo, hacer creer a la opinión pública norteamericana que el gesto del presidente Arbenz de nacionalizar la fruta no buscaba el bienestar de su pueblo sino implantar una dictadura comunista, peligrosa incluso para la seguridad de los Estados Unidos. Bernays insiste: "La práctica de crear circunstancias e imágenes en la mente de millones de personas es muy común. Hoy en día, prácticamente no se lleva a cabo ninguna empresa de importancia sin su concurso ... " (ob.cit.: 34). Y más adelante, demostrando que sabe de lo que está hablando, insiste en la importancia de la imagen como instrumento de persuasión, algo que la evolución histórica de la propaganda y de la publicidad no hará sino confirmar: "La propaganda nos rodea por los cuatro costados y no cabe duda de que altera las imágenes mentales que nos formamos del mundo" (ob.cit.: 36). Independientemente de las objeciones que podamos hacerle, sin dudas Bernays abre el camino a la comprensión de un fenómeno que, en la época en que escribe su libro, había producido un gran impacto en los dirigentes políticos y en los intelectuales que, desde las ciencias sociales, contemplaron con asombro y con temor, en muchos casos, cómo la propaganda tuvo un papel decisivo en el origen y el desarrollo posterior de la Primera Guerra Mundial. Y otro tanto hará un contemporáneo de nuestro autor, Harold Lasswell quien, por la misma época, y directamente motivado por lo que se pudo ver en la ~ran Guerra, comienza a plantear el que será su influyente modelo conductlsta de la Comunicación y de la Propaga,_nda. De ésta última dirá que es una forma de manipulación de la opinión pública a través de símbolos que se traducen en "imágenes, rumores u otras formas de comunicación social". Para Lasswell· · 1a con 1a d'irecc10n, ·' de 1as opm1ones · · · d · "[a " propagan da se vmcu y las acti~ esª través de la manipulación directa de la sugestión social" (1971: 19, en ineda, 2006:34). 2 · 1. 2 . Jean-Marie Domenach reff J~~n-Marie Domenach, al igual que los autores citados, también sitúa su ex1on b ªJ.0 e1 m . fl UJO . del conflicto bélico, en este caso, la Segunda Guerra M:undi 1 ª ' pero con la "ventaja" de haber sido testigo del desarrollo último de los
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en el siglo XXI Guerru.,, y proipauanda D
totalitarismos que, en tiempos de Bernays, eran todavía incipientes. Por ello, su libro comienza declarando que sin la propaganda:
ceso de información, sobre codo en lo que se refiere al flujo de la misma. (oh. cit.: 27)
... serían incomprensibles las grandes conmociones de nuestra época, la revolución comunista y el fascismo. Fue en gran parte gracias a ella que Lenin pudo establecer el bolchevismo; y esencialmente a ella Hitler debió su victoria, desde la toma del poder hasta la invasión del 40. [Ambos] son, antes de Jefes de Estado y Jefes militares, dos genios de la propaganda que proclamaron la supremacía de esta arma moderna. (ob.cit.: 5)
Otro elemento que, según Pizarroso, caracteriza a la propaganda es su condición de producto social y, como consecuencia de ello, se vincula estrecha-
Domenach indica que la propaganda puede compararse con la publicidad en tanto que busca influir en nuestras conductas y opiniones y en tanto que utiliza medios similares, pero se distingue de ella por que su objetivo no es comercial sino político, y porque: .. .la propaganda sugiere o impone creencias o reflejos que a menudo modifican el comportamiento, el psiquismo y aún las convicciones religiosas o filosóficas. La propaganda, por consiguiente, influye en la actitud fundamental del ser humano. En ese sentido puede comparársela con la educación, pero las técnicas que emplea habitualmente y, sobre todo, su designio de convencer y subyugar sin formar, la hacen su antítesis. (ob.cit.: 9)
2.2. La propaganda en español Queremos, también, en este repaso a distintas definiciones de propaganda, contar con la aportación de autores en lengua española, no por mero chauvinismo, sino porque pensamos que, a la vez que sintetizan muchos trabajos anteriores, aportan una visión amplia y esclarecedora de nuestro objeto de estudio. 2.2.1. Alejandro Pizarroso Leemos en su Historia de la Propaganda que propaganda" ... es el proceso comunicativo que disemina, difunde, da a conocer, promociona ideas'', pero no se trata de cualquier forma de comunicación ya que: " ... su finalidad u objetivo es la influencia'' (ob.cit.: 26-27), con lo cual Pizarroso introduce el concepto de persuasión y, a partir de ésta, perfila su definición: En una primera aproximación podríamos equiparar propaganda y persuasión, pero lo cierto es que el fenómeno de la propaganda es mucho más complejo. Fundamentalmente, es un proceso de persuasión porque, en efecto, implica la creación, reforzamiento o modificación de la respuesta; pero también es un pro-
mente al estado: ... la propaganda no existe sino en un medio social complejo. El fenómeno de la propaganda es inherente a la organización estatal. ~s~ado ~ _propaganda son inseparables. La propaganda es, pues, propaganda polmca, clVll, estatal o contrapropaganda. (ob.cit.: 27) 2.2.2. Mario Herreros Por su parte, Mario Herreros, otro de los grandes expertos en el tema, en su libro Teoría y técnica de la propaganda electoral (1989:74 y ss) enumera algunos de los elementos constitutivos de la propaganda, a saber: que se trata de una comunicación teleológico-persuasiva, en tanto que persigue un objetivo concreto basado en la provocación de una determinada conducta en los receptores. También insiste en el contenido ideológico de los mensajes y añade otro elemento que a nosotros nos parece decisivo: el poder. Dice Herreros: La intencionalidad de coda propaganda política puede resumirse en un objetivo global: la conquista del poder( ... ) Si el poder no se tiene, lo que_ p~etende es su conquista. ( ... ) Si el emisor ya lo detenta, su propaganda se dmgua a conseguir su afirmación y perpetuación en el mismo. (Ibídem)
s:
A partir de estos elementos, Mario Herreros plantea una definición de propaganda que se nos antoja, además de comprensiva, de las más claras y rotundas: La propaganda política es una forma de comunicación referida al_ ca~po ideológico que persigue influir sobre las actitudes y opiniones de los md1V1duos de una determinada colectividad, para perpetuar o cambiar las estructuras de poder imperantes en la misma, mediante la inducción a obrar de acuerdo con los principios y los términos contenidos en el mensaje. (ob.cit.: 79) No podemos estar más de acuerdo con esta definición ya que permite de~ pejar la confusión que se suele dar entre propaganda y otras formas de comumcación con las que comparte algunos elementos, como son la ya muchas ve~es aludida publicidad comercial y también la publicidad institucional producida por el estado con fines, en principio no vinculados con la política o el poder,
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como pueden ser, por ejemplo, las campañas anuales de la Dirección General de Tráfico para disminuir el número de accidentes de circulación. Estas tres formas de comunicación tienen en común, primero, el ser productos propios de la comunicación de masas y, segundo, los tres tipos pueden ' encuadrarse dentro de los llamados discursos persuasivos, lo que implica, por ejemplo, la utilización de distintas técnicas, entre las cuales la imagen, especialmente la icónica, ocupa un lugar privilegiado. En tercer lugar, todas buscan -a través de sus estrategias persuasivas, precisamente- producir un efecto específico que responde a un objetivo concreto. Y aquí es, precisamente, donde se pueden esbozar, aunque con matices, los primeros elementos diferenciadores ya que ese objetivo concreto es distinto en cada caso, igual que la motivación que subyace a ellos. Parece claro que el objetivo de la publicidad comercial es vender los productos y servicios que los anunciantes colocan en el mercado. Por lo tanto, la motivación última que lleva a utilizar la publicidad es claramente económica. La publicidad institucional, al inducir conductas cívicas, de mejora de la convivencia y redundantes en el bienestar individual, puede decirse que está movida por el deseo del bien común. En cuanto a la propaganda, su objetivo, de acuerdo con las definiciones que hemos visto, es ideológico aunque, como ya aparece en Mario Herreros, pensamos que incluso la ideología está aquí al servicio de una motivación ulterior: el poder. A pesar de estas distinciones, debemos tener en cuenta que las fronteras nunca son impermeables y que, por ejemplo, en los tres casos, y no solamente en el de la propaganda, podemos hablar de una dimensión ideológica. La publicidad comercial, por ejemplo, no sólo ha contribuido a consolidar la ideología del consumo sino que ha devenido un pilar fundamental del sistema capitalista. Los anuncios trasuntan, de forma más o menos explícita, valores como el individualismo, el materialismo, el egoísmo o el anhelo de triunfo a cualquier precio, que caracterizan a las democracias capitalistas del siglo XX y XXI. En cuanto a la publicidad institucional, por más que tengan como meta el bien común, no debemos olvidar que el emisor es el Estado, detrás del cual hay un gobierno perteneciente a un partido concreto que, en caso de que la campaña sea exitosa, obtiene un rédito político. Esta dimensión ideológica es posible porque en todos los casos estamos manejándonos con distintos tipo de discursos, de textos en los que siempre está presente la marca del emisor y su visión del mundo, su ideología. Así lo explica el lingüista Teuun van Dijk:
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... las ideologías se producen y se reproducen socialmente sob~e t~do mediante ~ as concretas en los textos y en las interacciones comumcauvas entre los a~::es sociales, en tanto que miembros grupales [por lo que] ~arece plausible suponer que algunas estructuras semánticas del discurso func10nan de forma más efectiva que otras. (2008: 202)
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De allí que el análisis del discurso debe ~ermitir " .. ".i~e~tific~r ~escr~ bir estas estructuras semánticas efectivas, y explicar su functon 1deolog1ca (Ib1e d dem). . e comuE n 1a misma línea de indicar el solapamiento de las tresl wrmas . ., · .· · de las que estamos hablando, debemos decir que a monvaoon eco111cauon . . · 1E , · a no es exclusiva aunque sí dominante, de la publicidad comercia . n nom1c ' . . 1 · ,e una campaña de publicidad institucional exitosa, sigamos con e eJemerecto, . 1d' · · 1 la Dirección General de Tráfico, puede consegutr que, a 1smmu1r os p1o d e ., 'd' ·· accidentes, el Estado se ahorre muchísimo dinero en atenoon me ica, servioos de seguridad, etc. En cuanto a la propaganda, ya hemos hablado acerca de la
relación entre poder y economía. . 2.2.3. La clave del poder Con una pretensión más recopiladora que de originalidad, ~nunetaremos aquí nuestra propia definición de propaganda que, como se vera, se apoya en las que ya hemos comentado aquí, y busca dar forma, con cada una de ellas, al dibujo del puzle. . Partiendo de este punto, nuestra conclusión es que la propaganda es un n~o de discurso persuasivo que, en su forma moderna, se difund~ por ~os ~e~ios masivos de comunicación, cuyos mensajes se refieren a cuesnones 1deologicas \y, por lo tanto, vinculadas directamente con la política) y que constituye .un recurso de primer orden para todos aquellos que, o bien buscan el poder, o bien intentan mantenerlo. Pensamos que lo que da a la propaganda su peculiaridad · · ' Fers~a~1va · (apoyada en los es la sinergia de estos tres elementos: comu01cac10n . mass media), ideología y poder, siendo de los tres, este ulnmo el q~e p.ermlte distinguir más nítidamente a la propaganda de otras formas comumcanvas en las que la persuasión y la ideología participan en algún gra~o, ~al ~ como lo hemos señalado en el caso de la publicidad comercial o en la mstltuetonal. 2.2.4. Antonio Pineda En esta misma línea, Antonio Pineda publicó en 2006 Elementos para una teoría comunicacional de fa propaganda, un trabajo amplio y exhaustiv~ en. el que, por una parte, pretende establecer una concepción no sólo comunicativa
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de la propaganda, sino también científicamente fundada, de manera que busca manejar no sólo nociones y concepto objetivos, sino también el método hipotético-deductivo, inscrito en el puro razonamiento lógico y alejado de cualquier aproximación interpretativo-hermenéutica. Al margen de este prurito científico, que redunda en numerosas fórmulas lógicas de las que nos sentimos un poco lejanos, por lo que tiene de geometrización, el libro es un brillante análisis del fenómeno, al que esclarece y explica , con admirable solvencia. Pues bien, Pineda también toma al poder como elemento angular de la propaganda, lo que él llama el explicans: Dentro del vasto conjunto de formas y fenómenos de la comunicación humana, el elemento explicativo que va a servir para distinguir a la propaganda es el poder, que puede considerarse un tipo concreto de intención que mueve al Emisor a generar el Mensaje. (op.cit.: 79) La propaganda es, para Pineda, no sólo un instrumento de legitimación del poder, como pretende serlo la fuerza o la religión, sino que es la forma que el poder tiene de comunicarse: " .. .la propaganda es la forma natural de comunicación del poder, del mismo modo que la fuerza es una de sus formas físicas de legitimación" (op.cit.: 127) De tal modo, sigue diciendo este autor que : Ante la pregunta: '¿Cuál es la motivación que lleva al proceso de generación comunicativa en propaganda? o, en otras palabras: '¿Por qué se hace propaganda?', la respuesta sería: por el poder. (op.cit.: 127) Por ello, dedicaremos a esta cuestión las siguientes páginas.
CAPÍTULO 11: PODER, IDEOLOGÍA, PERSUASIÓN
1. La asimetría esencial La propaganda, en tanto que comunicación, implica el establecimiento de una relación entre Emisor y Receptor, sólo que, en este caso, se trata de una relación asimétrica y unidireccional, puesto que sólo uno de los elementos de la relación, en este caso, el Emisor, tiene la capacidad y los medios para producir y poner en circulación su discurso, mientras que el otro elemento sólo puede limitarse a recibir el mensaje, al cual no puede responder (de allí la unidireccionalidad) más que con la aceptación de los contenidos y el asentimiento frente a la voluntad del Emisor. Joaquín Estefanía define el poder a partir de una cita de Max Weber en la que éste afirma que: " ... el poder no es más que la capacidad de predecir con la máxima exactitud la conducta ajena'' (2000: 21-22), lo cual, en el caso de la propaganda implica que tal anticipación es posible, sencillamente, porque dicha conducta ha sido provocada previamente por el Emisor. Estefanía concluye que: . .. hay poder siempre que se produce una situación de desigualdad, sea ésta social, sexual, geográfica o c;ultural. Poder es potestad, poderío, prepotencia, preponderancia, dominio,. mando, privilegio, pero sobre codo, superioridad; todo poder es una conspiración permanente contra el débil. (ibídem) Como se ve, esta definición de poder describe perfectamente esa relación asimétrica y jerárquica que se establece entre un Emisor poderoso y un Receptor débil en la situación de comunicación propagandística: ¿qué podía hacer un alemán, por más comprometido que estuviese personalmente con los valores democráticos y humanitarios, frente a la poderosa maquinaria propagandística mantenida por Joseph Goebbels?
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En todo caso, la posibilidad de una respuesta es viable sólo si los receptores se organizan y unen sus fuerzas o, en nuestro ejemplo, si quien responde es otra nación, o coalición de naciones (los aliados) que debieron mantener una maquinaria tan poderosa como la de los nazis para realizar una actividad de contrapropaganda y contrarrestar así el poder del Emisor. La contrapropaganda pasa así a ser una forma de contrapoder, cosa que encaja perfectamente en esta otra afirmación del citado Estefanía: La respuesta habitual a un ejercicio del poder es manifestar enfrentada otra posición de poder, un poder equilibrador. Todo ejercicio de poder genera un ejercicio general, similar y opuesto; cualquier manifestación de poder inducirá una manifestación de poder opuesta, aunque no necesariamente igual. (op.cit.: 23-24)
Por supuesto, existen bibliotecas enteras dedicadas al tema del poder y, en consecuencia, innumerables enfoques, aproximaciones y definiciones. Se puede hablar de poder en las relaciones interpersonales (padres-hijos; parejas; maestroalumno; jefe-empleado; sacerdote-creyente, etc.) pero también del poder ejercido a nivel de colectivos humanos, que van desde grupos pequeños (aula, iglesia) a naciones enteras. En todos los casos, la presencia o no del poder, es un elemento que determina la relación ya que, como hemos visto, cuando aquél existe, ésta se vuelve asimétrica, jerarquizada y desigual. Cuando esto ocurre, ello implica que uno de los elementos de esa relación posee y ejerce el poder. En muchos casos, el sujeto posee poder como una virtud que le es inherente: por sus conocimientos, por manifestar una voluntad férrea o por ser una persona carismática que tiende naturalmente a liderar cualquier grupo al que pertenezca, sea el de una peña futbolística o una nación entera. En otros casos, el poder es un atributo que le viene dado por la tradición: por ejemplo, el dominio que durante milenios ha ejercido el hombre sobre la mujer, reforzado y legitimado por la institución del matrimonio, el patriarcado y la iglesia. También está institucionalizado el poder que los maestros ejercen (o ejercían) sobre sus alumnos. Naturalmente, en muchos casos, el resultado final es una combinación de varios elementos. Así, un profesor cuenta de partida con la legitimidad institucional, pero esto de poco le valdría sí no la confirma con la autoridad de su saber. Las instituciones políticas también determinan quién ejerce el poder, pero éste será mayor y de más impacto y efectividad si recae en un líder que ya cuenta con la potencia de su carisma.
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Naturalmente, no olvidamos que, a veces, tanto a nivel personal como colectivo, el poder se reduce a una mera cuestión de fuerza física. El más fuerte es el que manda e impone su ley: en el patio de la escuela es el matón de turno; entre las naciones, la que tiene el ejército más poderoso o dispone de un arsenal nuclear. En todos los casos, se reafirma lo dicho por Estefanía en cuanto a la conspiración del fuerte contra el débil. También Pineda coincide con esta cuestión y afirma: "El poder es una relación entre dos o más personas, pero en esa relación los sujetos no poseen en el mismo grado la capacidad de delimitar la gama de posibilidades cognitivas o conductuales del ~tro" (ob.~í~.: 85). En otras palabras: sólo el que posee el poder esta en cond1c10nes de hacer que el otro piense, crea y/o haga lo que él quiera, lo cual es, ~orno die~ Weber, una forma de anticipación de la conducta, donde hay un SUJeto que eJerce esa anticipación simplemente porque es él quien previamente la ha determinado e inducido, gracias al poder que posee. Ahora bien, la fuerza física o los elementos materiales (la bomba H) no siempre son suficientes para que el poder sea una realidad efectiva. Más aún, a veces ni siquiera son necesarios. Como dice el ya citado Pineda: Entre los factores que posibilitan esa capacidad coercitiva se encuentran sin duda elementos materiales como el dinero o la fuerza física, pero también elementos simbólicos y comunicacionales. La propaganda( ... ) es uno de esos elementos. (Ibídem)
1.2. Hacer creer: imaginación y poder Se ha dicho muchas veces: ningún dictador, mucho menos un gobernante democrático, puede retener el poder sólo por la fuerza de las bayonetas. Aunt¡ue alguien pueda encontrar más de una excepción a esta "regla", en general, en la inmensa mayoría de las veces, el que manda necesita un plan de legitimación que va más allá de la exhibición muscular, a veces, de la mayoría parlamentaria. Como dicen los teóricos de la propaganda y de la democracia norteamericana (Bernays, Líppmann), es necesario fabricar consenso, esto es -según hemos visto- no sólo acuerdo sobre las cuestiones esenciales de la Ciudad, sino también asentimiento y aceptación del gobernante, aunque a veces (casi siempre, según los citados teóricos) sus designios escapen a la mayoría de los gobernados. Ese consenso puede reposar, en el caso de las democracias liberales, en conceptos tan simbólicos como el de "soberanía popular" o, inclusive, el de "pueblo" mismo que, según el politólogo Edmund Morgan, no dejan de ser fic-
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ciones útiles para el funcionamiento del gobierno. Este interesantísimo autor parte de una pregunta que se hace, con asombro, el filósofo inglés David Hume en su ensayo De los primeros principios del gobierno: ¿Cómo puede un número limitado de personas gobernar sin violencia física a la mayoría? Si la fuerza, una dimensión cuantitativa, está necesariamente en la mayoría, entonces, para Hume, no cabe más que una respuesta: el gobierno, es decir, el poder, se funda en la opinión, y ello vale -nos aclara nuestro filósofo- tanto para los gobiernos despóticos como para los liberales (en Morgan, E., 2006: 13). Morgan, partiendo de Hume, elabora una reflexión que apunta directamente en la misma dirección que nosotros: ... todo gobierno descansa en el consentimiento, obtenido de alguna manera, de los gobernados. Y a la larga, la mera fuerza (... ) no constituye una base suficiente para inducir al consentimiento (... ) Así pues, el éxito de un gobierno requiere la aceptación de la ficción, requiere la suspensión voluntaria de la incredulidad, requiere que nosotros creamos que el emperador está vestido aunque podemos ver que no lo está. (Ibídem) Para Morgan, la monarquía, basada en la ficción del derecho divino, fue sustituida por otra ficción: la noción de pueblo y de soberanía popular, que son constructos producidos social y culturalmente y que se mantienen porque son efectivos en la legitimación del poder en las democracias liberales y no porque se ajusten a la realidad: ¿verdaderamente, es el pueblo el que toma las decisiones de gobierno? Lo mismo ocurre, según ejemplifica este autor, con la Declaración de la Independencia norteamericana, en la que Jefferson declara que todos los hombres son creados iguales: "Sería difícil, sino imposible, demostrar esa proposición con pruebas fácticas" (ob.cit.: 15) dice Morgan. Tal vez lo contario, la desigualdad, se ajusta más a la realidad, pero, la mayoría de las personas en Estados Unidos y otros muchos lugares, han sido persuadidas y han consentido en admitir como verdadera la frase de Jefferson, por encima de lo que nos dice la biología. Hay una opinión mayoritaria en ese sentido, y esta opinión, creída, inducida, demuestra que, como sigue diciendo Morgan: Todo gobierno necesita hacer creer en algo. Hacer creer que el rey es divino, que es justo y que la voz del pueblo es la voz de Dios. Hacer creer que el pueblo tiene una voz o hacer creer que los representantes del pueblo son el pueblo. (ob.cit.: 14)
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Como decíamos, ese "hacer creer" no se circunscribe sólo a las democra_. quienes, supuestamente, se sostienen por la fuerza, necesitan uas. "T"ambién t; ner en pie un relato que justifique la presencia del tirano de turno y la usurO pación del poder. A menu do, ese re1ato se remonta a unas ratees ' romeas, '. que permiten jugar con elementos propios de la tradición, la cultura y la psicoloprofunda. Pero, incluso cuando no se rec_urre,a_ la mitología, el relato puede ser suficiente para sostener un entramado s1mbohco capaz de generar el consentimiento, para imponer, como dice Harry Pross (1983), "la violencia de los símbolos sociales", una violencia inmaterial, sustentada en la sutileza del signo, pero igualmente efectiva. . . Un buen ejemplo de lo que estamos dtc1endo se ha dado una y otra vez entre las distintas dictaduras que asolaron Hispanoamérica en las décadas de los 70 y 80. Se trata del relato médico y viene a decir que el cuerpo de la nación se halla gravemente enfermo. Con ello tenemos ya la primera incursión en el terreno de lo simbólico-metafísico: la equiparación nación-cuerpo que, además, evoca otra mucho más potente, la de la Iglesia Católica con el cuerpo de Cristo. La enfermedad en cuestión pone en peligro de muerte a dicho cuerpo y, además, no "viene de fuera'', sino que la produce el propio organismo: evidentemente, se alude al cáncer, que lingüísticamente es un término estigmatizado, es decir, aquél cuya sola pronunciación, cuyo solo nombre provoca prevención, temor, retraimiento. Verdadero tabú verbal, si se puede no se lo nombra, o se lo hace en voz baja y, cuando se puede, se lo sustituye por algún eufemismo, tal y como se podía leer hasta no hace mucho en las esquelas mortuorias de los periódicos: "larga o cruel enfermedad", o en el lenguaje popular: "tiene algo malo". Así pues, la nación está corroída por un cáncer que, en el caso de las dictaduras ultraderechistas de Hispanoamérica, no puede ser otra cosa que el comunismo. Ahora bien, se preguntan retóricamente los Videlas o Pinochets de turno: ¿Cuál es la mejor manera de librarse de un tumor maligno? Respuesta: la cirugía. Vale decir que la nación necesita de un cirujano de pulso firme que la salve y, naturalmente, ¿quién mejor para esa tarea que un general que blande su espada a modo de grosero y fálico bisturí? El general-cirujano extirpará el tumor y salvará ese cuerpo doliente pero todo el mundo sabe que incluso el mejor profesional se verá forzado a cortar algunas de las células sanas que están próximas al tumor: es el precio que se debe pagar para salvar la vida. Naturalmente, tras la expresión "cortar algunas células sanas", se esconde la realidad de miles de asesinatos o desapariciones.
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Una vez que tenemos el relato, el discurso legitimador, éste debe pasar a , formar parte -como decía Hume- de la opinión, es decir, debe ser aceptado y , asumido por la población y, para ello, debe ser comunicado. Dado el contenido del mensaje, está claro que no estamos ante un tipo de comunicación basada en la argumentación lógica, ni en razonamientos que estimulen el espíritu crítico, de los receptores. Se trata de un "cuento" que sólo puede asumirse dentro de i 1 una estrategia persuasiva basada en imágenes fuertes (el tumor royendo órganos ¡ vitales y amenazando con la metástasis) y en una de las emociones que más ren-'. tabilidad persuasiva a dado a gobernantes de todo signo: el miedo. En otras palabras, toda esta historia puede resumirse en un solo término: : propaganda, es decir, un discurso persuasivo que apunta a Ja es[eJ:
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. . . ntes y terroríficas. Por tanto, ya tenemos dos de los ingredientes del disunpact,1 opagandístico: imágenes que suscitan emociones fuertes a las que debecurso Pr regar el componente ideológico. mos ag . En el caso del relato médico antes citado, se trataba de combam al comu. simbolizado también por una imagen generadora de miedo: el tumor n1smo, canceroso. Ahora, cuando el comunismo se ha transformado en un viejo fan. que ya no va a ninguna parte, su lugar es ocupado por otro foco de tasnM miedo, por otro enemigo temible cuya imagen no es menos siniestra: la cara de Ben Ladeo y sus amenazas. Para que la potencia simbólica de las imágenes sea aún mayor, se imprimieron carteles con ese rostro barbado y la típica inscripción "Buscado, vivo o muerto", más el importe de una recompensa, con lo cual se alude al tema del imaginario colectivo en el que mejor se sienten representados los norteamericanos: el western. ¿Qué consiguió con todo ello George W Bush? Nada menos que, por un lado, hacer olvidar las circunstancias más que sospechosas en que había llegado a la presidencia en el año 2000, más por una resolución judicial que por haber ganado las elecciones. Y, en 2004, cuando su prestigio estaba por los suelos después del desastre de Iraq, y su reelección era una quimera, sólo bastó que su aparato propagandístico reactivara el recuerdo del 11-S y de la amenaza terrorista: por aquellas fechas, casi todos los días se "descubría" un nuevo plan de Al Quaeda y se alertaba contra un inminente atentado contra ciudades o instalaciones en suelo norteamericano, algo llamativo ya que ninguno de los servicios secretos fue capaz de anticipar el que sí ocurrió. Resultado: reelección de Bush contra todo pronóstico. ¿Qué encontramos detrás de todo esto?: poder. Legitimación del acceso espurio al poder por parte del dictador, legitimación de una presidencia dudosa Yreválida de la misma en la reelección. Para ello, en estos y en todos los casos, el instrum<.:nto fundamental para que la población acepte a ese u otro gobernante, ha sido y sigue siendo la propaganda, se la llame como se la llame.
2. Ideología Éste es otro de los términos que aparece en nuestra definición de propagand·1'' e n tanto que estamos ante un dº1scurso cuyo contemºd o es 1ºd eo l'ogICo. · As' 1 lo afirma Ma Victoria Reyzábal: "Los contenidos y la temática de la propaganda t'Jcrtcncccn siempre · ' 1·deo l'ogICas · (po l'ItICas, · · fil oso'fia categonas re lº1g10sas,
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cas ... ) o hacen referencia a grupos ideológicos determinados". (ob.cit.: 39). En este mismo sentido se pronuncia Mario Herreros: ... el término propaganda está íntimamente ligado con la divulgación de doctrinas e ideologías para conseguir adeptos a las mismas. Es decir, se refiere a toda acción tendente a expandir, extender, divulgar, doctrinas o creencias religiosas y que, por ampliación del significado, se aplica también al plano político y filosófico. (ob.cit.:63) De esta forma, como afirma Antonio Pineda, si el poder es el porqué de la propaganda, la ideología es el qué (ob.cit.: 194). Este autor aborda la cuestión con muchas prevenciones ya que, con toda razón, afirma que estamos ante un concepto muy difuso y polisémico, y su aplicación sin más a la propaganda puede crear confusión en lugar de aclarar el fenómeno. Según él, un concepto demasiado amplio de ideología permitiría su aplicación a otros fenómenos como el de la publicidad. Afirmación ésta última que sólo compartimos a 1 medias porque, si por un lado sirve para encuadrar mejor la propaganda desde un punto de vista teórico, con evidente utilidad epistemológica, por el otro, excluye a otras formas comunicativas, y no sólo a la publicidad; fundamental- ' mente manifestaciones de la cultura de masas, como el cine, la televisión, los i' cómics, etc.
2.1. Ideología en la cultura de masas Cierto es que no se nos ocurriría, por ejemplo, hablar de las películas Disney de animación como propaganda, al menos, no en el sentido en que las; podría asociar con lo que hacía Goebbels. Pero tampoco podemos negar la carga¡ ideológica de esos productos aparentemente tan inocuos, algo que ya habían: hecho en los años 70 Ariel Dorfman y Armand Mattelart en su, entonces céle1¡ bre y escandaloso, Para leer al Pato Donald, obra en la que "denunciaban" cómo:; la ideología burguesa y los valores norteamericanos eran reproducidos a travé~. de aquellos inocentes personajes y, de este modo, formaban la punta de lanzai: de lo que se ha venido a llamar "la colonización del imaginario hispanoameri~l cano". Decían los autores: "Disney, entonces, es parte -al parecer inmortal-dtl nuestra habitual representación colectiva. En más de un país se ha averiguad~ que el ratón Mickey supera en popularidad al héroe nacional" (1974: 12). Seguramente, ni Mattelart, ni Dorfman mantendrían hoy, línea por lío~ los términos de este estudio tan marcadamente marxista, lleno de expresion .' como "lucha de clases" o "infraestructura y superestructura": el libro fue escri .·
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en el Chile eufórico por la victoria de Salvador Allende, pero ello no obsta para que el análisis ideológico, aunque en otros registros, siga siendo pertinente. Cosa que ha demostrado, por ejemplo, Henry Giroux en su libro El ratoncito jéroz: Disney o el fin de la inocencia (2001), cuyo título ya es una declaración de intenciones que anticipa la denuncia que el autor hace, centrado especialrnente en las películas de animación, de la islamofobia, el machismo o el autoritarismo latente en ellas. Por otra parte, en un tiempo y en un contexto muy distintos a los que vieron nacer el libro de Dorfman y Mattelart, Román Gubern, en su obra Espejos de jántasmas, hace una constatación parecida a la afirmación citada más arriba, en cuanto a la penetración en todo el mundo de los productos Disney. Dice el profesor Gubern: Hace algún tiempo, un estudio a escala global reveló que el personaje más conocido en nuestro planeta no era el presidente de los Estados Unidos o el papa de Roma, o las máximas estrellas del rock, sino Mickey Mouse ( ... )Es evidente que un dato como éste debe ser valorado en el contexto de las estrategias del imperialismo cultural. (1993: 11) Pero Román Gubern no se queda aquí y, en un texto verdaderamente esclarecedor, alude a la ideología que subyace a este tipo de productos. Sin embargo, aclara que no se trata únicamente de ideología en su acepción más tradicional (discurso que oscurece la condición real de la sociedad para consolidar las relaciones de privilegio y poder) sino que también, y muy especialmente, se refiere a una concepción más pertinente para la vida cotidiana, para la identidad y las relaciones entre los sexos, para los conflictos de parentesco, etc. Profundizando aún más e iluminando nuestro campo de trabajo, Gubern P.asa a hablar de manipulación. En primer lugar, dice, cuando la idea de un cineasta se transforma en imagen, "tal imagen es portadora de ideología", a la vez que la transparencia o inmediatez del lenguaje cinematográfico: ···disimula eficazmente su capacidad para manipular y juzgar aquello que muestra. Por ello es menester reivindicar aquí la función del cine como transmisor de ideología a través de la manipulación emocional, modelizando escalas de valores Y pautas
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bién examina con sentido crítico y que no circunscribe sólo al cine sino que lo amplía a la comunicación de masas en general: Los mensaje masivos mediáticos tienden a ser reorganizadores del consenso social en la compleja sociedad moderna (... ) Las fabulaciones audiovisuales tienden a cohesionar el conflictivo tejido social proponiendo un imaginario colectivo compartido y cauterizador que garantice el consenso en sus premisas fundamentales. Por eso, puede afirmarse que las ficciones cinematográficas surgen de la moralidad socialmente consensuada en una época y en un lugar, y sirven, a su vez, para legitimarla y reforzarla. (ob.cit.: 13-14) Insistimos en que no pensamos que, en este caso, se pueda hablar de propaganda en el mismo sentido en que lo haríamos ante El triunfo de la volun- , tad de Leni Riefenstahl, donde la intención propagandística y la base ideológica , son evidentes, directas, por momentos, brutales. En todo caso, tratándose de la , cultura de masas, deberíamos hablar de propaganda indirecta y de contenidos ideológicos mantenidos en un segundo plano, pero ello no obsta para que no ¡ exista la intención de producir unos determinados efectos (una forma de mani- , pulación) que exceda la mera función de entretenimiento. .; El hecho de hablar de discurso indirecto no quita al mismo su efectivi- ,. dad; antes al contrario, se suele considerar que lo elusivo o lo metafórico suele· tener una "potencia semántica'' y persuasiva mayor que la alusión directa. Bor- , ges, refiriéndose obviamente a la literatura, pero de una forma extrapolable a ·, cualquier otro ámbito, afirmaba que: "Homero no ignoraba que las cosas deben , decirse de forma indirecta. Tampoco lo ignoraron sus griegos, cuyo lenguaje,\ natural es el mito" (1989: 176). ·
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. ) que Inglaterra invirtió en la dominación de la India parecen ridículad inen Y escasos frente a la magnitud de los territorios y gentes sometidos. Dice mente · Said: Apenas somos capaces de calibrar la voluntad, la confianza y hasta la arrogancia para mantener tal estado de cosas. (... ) Pero estas actitudes eran tan importantes como el número de personas del ejército o del funcionariado (... ) Porque la empresa del imperio depende de la idea de tener un imperio. Y dentro de una cultura, toda clase de mecanismos han de funcionar para que esto suceda. (1993: 46)
Muchos han señalado ya el servicio que a esa idea de imperio, y al imperio mismo, han prestado las novelas de Kipling, Conrad e, inclusive, las de Jane Austen, como el mismo Said se encarga de recordarnos. Otros autores se retrotraen aún más hasta llegar, incluso, al Robison Crusoe de Daniel Defoe. Es el caso de Lennard Davies y su libro Resistirse a la novela. Novelas para resistir: ideología y ficción, en el que deja bien claro el vínculo entre novela "culta'' e ideología. Dice Davis que la ideología es el mecanismo por el cual un vasto sistema de significaciones, interpretado por los individuos, hace que las cosas signifiquen algo en el seno de una cultura y, especialmente, para sus miembros: La ideología constituye la suma de aquello que una cultura necesita creer acerca de sí misma y de sus aspiraciones en contraposición con lo que realmente es. Y la novela es una forma de incorporar esta ficción cultural en el seno de una historia concreta. Así, la ficción se convierte, a su vez, en una de las formas mediante las cuales la cultura se imparte enseñanza a sí misma sobre sí misma y, por consiguiente, las novelas se convierten en agentes inculcadores de ideología. (2002: 39-40)
2.2. La ideología en la "alta cultura" No debemos creer que la ideología es un elemento exclusivo de la cultura . de masas o, en otras palabras, que no toca a la llamada "alta cultura", ni mucho '.f 1 menos. Al respecto, no estaría de más recordar los análisis que algunos críti- ; cos literarios de la orientación sociológica han hecho de la novela como instru- f mento al servicio del colonialismo británico, como en el caso de los integranteS., 1 de la Escuela de Birminghan, o de los estudios basados en lo que Edward Said, i llamó el "orientalismo". En una obra titulada, precisamente, Cultura e impe-, rialismo, Said dice que el imperio es mucho más que un ejército de ocupació~(' con una potencia de fuego insuperable para los "nativos". Un imperio es un.·'. idea, tal es así que, en términos objetivos, el número de militares, funcionario., ',•
Lógicamente, detrás de esta imposición ideológica se perfila la sombra del poder. Poder imperial, concreto, tangible, como el té o el marfil que los ingleses sacaban de la India, pero también poder para imponer unas representaciones concretas que no sólo estaban en las mentes de los ingleses (que llegan a la India con el salacot y unos prejuicios en sus cabezas, como por ejemplo que los indios ~on perezosos, taimados, etc.), sino que, como denuncia Said, finalmente aca~ por contaminar el propio imaginario de los colonizados que terminan asunuend~ias Y poniendo en marcha una profecía de autocumplimiento. e l Dice Davis, en el libro citado, que una forma de manifestarse la ideología n a novel'1 . . 1 d . con . st1ca mg esa es la preocupación que sus autores ponen en etermmar exactitud el espac10 · nove l'1st1co, · ¡ l' · sus oca 1zaoones ya que esto:
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... proporcionará a la sociedad del siglo XVIII un modo de justificar la pose- ' sión de determinados tipos de propiedad (... ) Las localizaciones están entrete- . jidas con explicaciones ideológicas acerca de la posesión de la propiedad. (ob. cit.: 77) Davis explica esta premisa sobre la ideología en el espacio novelesco con un brillante análisis del Robinson Crusoe, con la forma en que el náufrago toma posesión de la isla y con su preocupación por medir, delimitar y acotar los distintos espacios en los que va a transcurrir su vida. Para este autor, en el interés ' que los europeos muestran por las primeras novelas subyace su preocupación por el tema de la propiedad: En el caso de Robinson Crusoe, es particularmente relevante la dominación , inglesa en las colonias. Es decir, Robinson Crusoe trata en gran medida de la con- · quista de una isla que no 'pertenece' a Crusoe, salvo en el sentido de que es euro- : peo y ha construido algo allí. Pero la conquista de Crusoe no es solo la manifes- ·, tación de un poder militar, aunque también lo pone de manifiesto, sino la del ' establecimiento de un derecho ideológico sobre la isla. (ob.cit: 87) Evidentemente, no podemos considerar a esta novela, ni a otras, como obras de propaganda sin más. Es posible, como dice el propio Davis, que ni Defoe, Kipling o Richardson fuesen conscientes de ese componente ideológico. Pero sí que sus obras reflejan unas estructuras sociales y unas preocupaciones que, en tiempos de Defoe, pasaban por la propiedad individual y por la expansión de las colonias. En buena medida, esos textos contribuyeron al establecimiento de un statu quo (Inglaterra como "natural" potencia colonial), consiguiendo que la idea germinase en el imaginario colectivo como condición previa para su aceptabilidad y legitimación. Y, en este sentido, sí que consideramos que la novela, y otros productos culturales, reúnen algunas de las condiciones que en un discurso más directo y menos sutil no dudaríamos en llamar propaganda
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2.3. Ideología: definiciones
La bibliografía sobre la cuestión de la ideología es inabarcable, por lo que:,;, no entraremos en disquisiciones o en perspectivas históricas, sino que nos limi·< taremos~ algunas definiciones que nos parece se ajustan mejor a nuestro objeto, de estudio. Para ello, seguiremos, en líneas generales, el libro de Terry Eagle-: ton Id.eoiogta. ' una r r · ducczon ·' ya que nos parece una guía adecuada, por s~;'· .¡, mtro
claridad expositiva y, a pesar de presentarse como una introducción, su exhausrividad. Este autor, después de repasar la multitud de definiciones que se han ostulado para el término, acaba por subsumirlas a todas en seis, de las cuales, p . . do to dav1a ' mas, ' tomaremos so'lo tres nosotros, smtenzan En primer lugar, una visión neutra. Esto es, que no considere a la ideología desde un punto de' ~ista pe~o~ativo, es de~i~, ~o como argun_ientación para justificar posturas pol1t1cas, rehg10sas, etc., d1ficilmente defendibles desde un punto de vista objetivo o racional. Una variante de esta visión neutra y extensa de ideología sería aquella que, según Eagleton, implica:
... el proceso material general de producción de ideas, creencias y valores en la vida social. Esta definición (... ) está próxima al sentido más amplio del término 'cultura' [y] denotaría todo el complejo de prácticas de significación y procesos simbólicos de una sociedad determinada. (ob.cit.: 52) Vinculada con esta definición estaría la concepción de ideología como el conjunto de ideas y creencias que simbolizan las experiencias de un grupo social significativo o de los individuos que lo componen lo cual la aproxima al concepto de "visión del mundo" o "cosmovisión" (la weltanschauung de los alemanes). Otro conjunto de significados para ideología puede reunirse bajo la etiqueta de discurso o mecanismo de legitimación del poder de un grupo o clase social dominante, o de un sistema político determinado, como sería la imposición de la monarquía como un fenómeno de derecho divino, es decir, emanado directamente de la voluntad de Dios y consagrado por ella. Como dice J.B. lhompson: "Estudiar la ideología es estudiar las formas en que el significado (o l~ significación) sirve para sostener relaciones de dominio" (en Eagleton, op.cn.: 24), lo cual resulta de sumo interés para nosotros ya que hemos situado ~poder (las relaciones de dominio) como sostén básico de la propaganda, por 0 que esta asociación entre ideología y poder refuerza o reafirma más si cabe ~~estr~ ~efinición de propaganda como discurso político ideológico cuya finaad ultima, cuyo explicaos, como diría Pineda, es el poder. Vinculado a este concepto de ideología como discurso de legitimación ' conoc1"da (y negativa · ) d e sus d efi 01c10nes, · · tenemos es fi h' que tal , vez sea 1a mas esto 1 t~ ~- ormulada por Karl Marx, que la considera como "falsa conciencia" o disd . 1 1 ciors1on. dde la rea l"d 1 a impuesta por a c ase dominante para perpetuar las relanes e pod S er Y sus propios privilegios. y se a~r~uede entender que la imposición de unos significados que interpretan eponen a la realidad y que, utilizando una metáfora óptica, Marx cali(
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fica de "imagen invertida'' de lo real, es una forma de violencia; de los signos, pero violencia al fin que, desde luego, consigue unos objetivos. Por ejemplo, la desmovilización de la clase trabajadora precisamente para que no intente ope- · rar sobre la realidad. Desde esta perspectiva, se entiende todavía mejor la pro- : clama marxista para que la filosofía deje de interpretar el mundo y se ponga:, manos a la obra en su transformación. Y la primera tarea, en ese proceso de t 1 transformación, es "enderezar" aquello que la ideología ha "invertido" y distor- '. sionado. Dice Paul Ricoeur que para Marx la crítica de la ideología deriva de la idea de que la filosofía invirtió el orden real de las cosas: " ... de manera que lo que corresponde hacer es poner de nuevo las cosas en su orden real. La tarea es;, invertir una inversión". (2001: 49) Estas tres formas de aproximación a la ideología: como cultura o visión; del mundo, como discurso de legitimación o como falsa conciencia, no exis- ¡ ten como compartimientos estancos. Antes bien, lo normal es que se solapen; y que, en mayor o menor medida, las tres puedan concurrir para caracterizar: una doctrina o un sistema político. Así, por ejemplo, si tomamos una religión,:: cualquiera que sea, no tendremos inconveniente en aceptar que en ella está ins-: crita una visión del mundo a la vez que, en muchos casos, por ejemplo en eI1 catolicismo, sin dudas, ha servido para legitimar un determinado orden polí• tico y social, como lo fue durante siglos con la monarquía. Pero esta legitima~¡ ción puede considerarse también desde el punto de la falsa conciencia. Es decir~': se inventa una ficción: el rey o el caudillo gobiernan "por la gracia de Dios",; cosa que sirve para volverlos intocables y, de ese modo, el sistema se puede per>;:1 petuar. Lo mismo puede decirse, como hemos aclarado ya, de otras religione~¡i como por ejemplo, con algunas interpretaciones fundamentalistas del islam qu":, sostienen el sometimiento de la mujer al hombre, o proponen una visión d
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de Antonio Gramsci y en uno de los conceptos centrales de su pensamiento: la hegemonía Rafael Díaz Salazar, en su exhaustivo estudio sobre el filósofo, indica también que la problemática de la hegemonía en Gramsci tiene que ver con el tema del poder:
¡.a reflexión gramsciana sobre la ideología está determinada por la preocupación de hallar una estrategia política que favorezca la toma del poder por el proletariado [porque] la complejidad de la sociedad occidental, con la fortaleza de sus superestructuras, la democracia parlamentaria y la burocratización del movimiento sindical no permitirían una victoria obrera al estilo bolchevique. (1991: 225) Gramsci llega a la conclusión de que la liberación de la clase obrera no pasa por la toma de ningún Palacio de Invierno, sino por sacudirse el predominio cultural-ideológico de la clase dominante, lo que él llama hegemonía, ya que es precisamente ese predominio el verdadero garante del mantenimiento del orden capitalista. Gramsci, sigue diciendo Díaz Salazar, concibe la hegemonía desde su propia etimología: "conducir, guiar", es decir, que se refiere a la capacidad de una clase para imponer su ascendiente intelectual, político y cultural como forma de establecimiento de un statu quo que la favorezca. "La hegemonía es considerada tanto como dirección ideológico-política de la sociedad civil como combinación de fuerza y consenso, de coerción y persuasión para lograr el control de la sociedad" (ob.cit.: 281). Como se ve, aparecen aquí conceptos como "dirección ideológica", "coerción" o "persuasión" que son, precisamente, los mecanismo que la propaganda pone en escena para la consecución del poder. La propaganda, podríamos decir, es un instrumento imprescindible para el establecimiento de la hegemonía. Y un reflejo de esta idea lo encontramos en la ya citada frase de Chomsky acerca de que la propaganda en democracia es el sustituto de las porras en dictadura. Se trata, simplemente, de la obtención del dominio de una clase por la acep· d os d e sus premisas · · Los opnm1· · dtación de 1os d omma cu1tura1es e 1'deo l'og1cas.
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os son educados en dichas premisas, que se les comunican a partir del control que la clase d ommante · · d e aparatos 1'deol'og1cos · · nene tan importantes como 1a CScuela o los m ed'1os d e comumcac10n. . .'
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. en En otras palabras, podemos ver que toda esta cuestión de la hegemonía gira ·u tolr~o al tema del poder, o de una forma de ejercerlo. Podemos ver, además, e a ideolo gia , puc d e eruncionar como instrumento para 10rta e 1ecer1o y 1egm..
2.4. Ideología y poder: la hegemonía El concepto de ideología como discurso al servicio del mantenimiento 41i privilegios y relaciones de poder tiene un desarrollo importante en la filoso .> :1,
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marlo. Es por ello por lo que, en tanto que la motivación última de la propa-¡ ganda es el poder, se entienda que su contenido se vincule con la ideología, sea ésta de tipo político o religioso. Por ello, nos parecen totalmente pertinentes; estas palabras de Antonio Pineda: .. .las apreciaciones sobre la sustancia ideológica de la propaganda deben enten-. derse -dado además el carácter borroso del concepto de ideología- en función: del explicaos de la propaganda: el poder. Los contenidos de la propaganda son. ideológicos, pero la consistencia de dichos contenidos se subordina a los fine$, de la propaganda. (ob.cit: 196) Una prueba concreta de esta afirmación la tenemos en el discurso y en la' trayectoria política de Mussolini, un hombre salido de las filas de socialismo•. que llega al poder garantizando a la alta burguesía la eliminación de todo movH miento izquierdista que ponga en peligro sus intereses, alguien que afirma qu~, el fascismo es, al mismo tiempo, aristocracia y socialismo, democracia y popu• lismo. Casos como este, o el del nazismo, al que siempre se ha considerado comO,~' ideológicamente inconsistente, llevan a Pineda a pensar que se podría hablar d .'. "propaganda con contenidos sólidos", como podría ser el caso de la propagan capitalista estadounidense que: " ... tiene unas características ideológicas muy; claras y casi invariables, como la idea de libertad asociada al sistema de empr · privada" (ob.cit.: 196). Sin embargo, la norma es, más bien, lo contrario: pro~ paganda de contenido débil que no sería sino un apoyo instrumental para su objetivo final: el poder. (•¡ Con toda razón, Pineda nos advierte contra el peligro de considerar qu , cualquier discurso y cualquier tipo de relación en el marco interpersonal o soci · tienen siempre un trasfondo ideológico, del mismo modo que sería también ' error pensar que todos los mensajes mediáticos son, en mayor o menor medí propagandísticos: ello implicaría caer un una especie de pan-ideologísmo y e ,. un pan-propagandismo en el que, si todo es ideología, o propaganda, final', mente, nada es ideología ni propaganda. ' De allí la importancia decisiva de su libro al aislar (casi en el sentido médi del término) los elementos necesarios, no contingentes, para que un discurs .• pueda considerarse propagandístico, a saber: el poder y una ideología a su se ,: vicio, a lo que se añade la persuasión y la utilización de los medios de mas 1 Dice Pineda: . 1
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I ,a delimitación de la cuestión de la ideología a cuestiones relativas al poder
ocia! puede ayudarnos a su vez a delimitar el ámbito de aplicación del concepto , d . de "propaganda'', dado que existen numerosas categonas e mensa¡es cuyas implicaciones respecto a la producción y reproducción de la estructura social tienden a cero. (ob.cit.: 208)
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Estando de acuerdo con el espíritu de esta afirmación, queremos hacer hinié en ese "tiende a'', lo que debería significa que en ningún caso, ni siquiera cap ' bana1(un dºál · d e fiunc10. la comunicación mas r ogo amoroso o 1as ·mstrucc10nes namicnto de un aparato eléctrico, son los ejemplos de Pineda) está totalmente desprovista de ideología o de todo potencial de reproducción social. . . Evidentemente, el diálogo entre dos personas es una forma comumcauva ue, aunque pertenezca a una determinada ordenación social " ... no necesa~amente tiene como finalidad referirse a ese tipo determinado de ordenación social y política" (ob.cit.: 208-09) Está claro que, en un determinado nivel, en la conciencia de los amantes, no existe ninguna alusión ideológica, ni se siente ninguna presión en ese sentido. Es decir, los amante puede que no sepan ni, mucho menos, les importe que su diálogo y su praxis se sustentan en un universo de valores, juicios y prejuicios, de rituales y de condicionamientos sociales, psicológicos y económicos, ni que lo que hacen repite y, por ello mismo, reproduce y reafirma ese universo. En este nivel, el contenido ideológico es débil y sus efectos propagandísticos tienden efectivamente a cero porque, además, no hay ninguna intención proselitista en ese acto. Pero, como dice el propio Gramsci, la ideología es una articulación en distintos niveles que van de la praxis en la vida cotidiana a las elaboraciones más abstractas. Al respecto, dice van Dijk que el concepto de reproducción ideológica en el marco social: ··.implica una dimensión activa, humana: es lo que la personas hacen, hacen que suceda, al mismo tiempo que hacen algo nuevo, crean algo. La partícula repetitiva "re-" implica que el acto de producción es reiterado. En las prácticas sociales y el discurso, esto habitualmente implica que esos actos de producción tienen lugar cada día, son una rutina, y son parte de la definición de la vida cotidiana. ( 1999:287) Vol· d , defi . vien o a nuestros amantes, aunque vemos claramente que ellos no estan end1endo · '"d 1 , "( b ' · ) d ,0 ¡\rid ninguna 1 eo og1a amorosa se astan a s1 mismos , no po emos · ndar q~e este nivel práctico de su relación se produce en un marco concreto e existe una determinada idea del amor romántico, de las relaciones hetero
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u homosexuales, del matrimonio, el sexo, etc., a las que ellos responden, aún sin saberlo siquiera. Pero no saberlo, o ignorarlo deliberadamente, no puede borrar el hecho de que si el marco ideológico fuese distinto, también esa relación lo sería. Pongamos por caso que los amantes viviesen antes del siglo XIII, esto es, antes de que en la Provenza francesa se "inventara" el concepto de amor tal y como ha subsistido hasta hoy. Entonces, posiblemente, ni siquiera habla- :" damos de amor y la relación se sustentaría en otras premisas: sexo, hijos que '· cuiden de nuestra vejez, unión de fuerzas para sobrevivir, etc. La ideología fun-, :; ciona, entonces, como una condición de posibilidad ineludible. Por tanto, sin abandonar nuestra idea de que, en algún nivel, siempre nos,,, encontraremos con la ideología y los procesos de reproducción social, estamosc, de acuerdo en que para hablar de ideología y propaganda, debemos exigir a,' los discursos algo más que meras prácticas inconscientes. Debe haber, fuerte/ o débil, un contenido reconociblemente ideológico y, por supuesto, debe ser:· posible indicar cómo ese contenido no existe per se sino en función de un obje~ tivo de poder: entonces, y sólo entonces, podemos hablar de propaganda.
3. Persuasión Pineda, con toda razón, relativiza el papel de la ideología en el marco d~' la propaganda y pone de manifiesto, de manera casi mcluhiana, que impor , más la forma y las estrategias persuasivas del mensaje (uso de la imagen, músic '' retórica, etc.) que el contenido doctrinal en sí. Aduce, como prueba de ello e, 1 hecho de que la propaganda nazi debe muchas de sus técnicas a las formulaci_oí nes que Barnays hizo pensando no en el nazimo sino en el capitalismo y el sis~: tema de libre empresa. . Existe, por tanto, sigue diciendo Pineda (ob.cit.: 197 y ss), una transfer~ 1 bilidad o intercambiabilidad en los procedimientos propagandísticos, inclus ., entre sistemas políticos distintos o antitéticos. Ello se explica porque, como s , ha dicho ad nauseam, el fin último de la propaganda es el poder, y las ideas son) siempre secundarias o están a su servicio. :" Estas afirmaciones coinciden con la reflexión del ensayista norteamericano' Eric Hoffer acerca del fanatismo y los movimientos de masas, que este autor: considera también intercambiables. Dice al respecto: Aunque existen diferencias evidentes entre el cristiano fanático, el mahomet~ fanático, el nacionalista fanático, el comunista fanático y el nazi fanático, ;
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cierto que el fanatismo que los anima se puede entender y tratar como si fuera el mismo. [Todos ellos) tienen cierta uniformidad en todos los tipos de dedicación, de fe, de persecución del poder, de unidad y de autosacrificio (... )Aunque puedan ser diferentes las causas sagradas por las que las personas mueren, quizá mueran básicamente por la misma causa. (2009: 36) Como se ve, Hoffer introduce el poder como fin del fanatismo y donde habla de "causas sagradas" nosotros podemos sustituir esa expresión por la palabra ideología y ya estamos en el terreno de la propaganda la que, ciertamente, con su visión maniquea del mundo, con su búsqueda de un rostro enemigo para odiar, cte., es un factor esencial en la generación de la mentalidad fanática. Sin dejar de lado el papel de la ideología, quiere esto decir que, dada la intercambiabilidad de la propaganda, o de la mentalidad fanática, lo que importa es el procedimiento, la estrategia persuasiva que, a través de la comunicación de masas, se utiliza para movilizar al público a favor del Estado, el Partido o los intereses del líder carismático. Hemos llegado, así, al tercer elemento que concurre para definir y distinguir la propaganda de otro tipo de comunicación: la persuasión, que es una condición necesaria, pero no suficiente del mensaje propagandístico. Queremos decir que si bien todo mensaje propagandístico consiste en un ejercicio de persuasión, no necesariamente es así al contrario: no toda praxis persuasiva puede considerarse propaganda, al menos, no en el sentido que estamos dándole aquí. A menudo, suele identificarse persuasión con propaganda y, en la mayor pant: dt: los casos, el carácter peyorativo de la segunda suele "contaminar" a la primna. Por ello, es preciso clarificar un poco la cuestión. Sobre ello, encontramos la siguiente aseveración de Alejandro Pizarroso: En una primera aproximación podríamos equiparar propaganda y persuasión, pero lo cierto es que el fenómeno de la propaganda es mucho más complejo. Fundamentalmente, es un proceso de persuasión porque, en efecto, implica la creación, reforzamiento o modificación de la respuesta; pero también es un proceso de información, sobre todo en lo que se refiere al control y flujo de la misma. (ob.cit.: 27) sió Sin embargo, no sería correcto identificar, como muchos lo hacen, persua. con mampu . 1aoon. . , La pern con p ropagan d a y, como consecuencia l'og1ca, SlJas·, ion no sólo no es sinónimo de manipulación sino que, además, puede ser
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una herramienta fundamental en el proceso de socialización porque, como dice , Kathleen Reardon: ... muchos consideran que la persuasión es una actividad reservada a quien ' carecen de ética. Por el contrario, la persuasión es una forma de comunicació 1 en la que debe participar toda persona que se arriesga a entrar en comunicació con los demás. La persuasión es necesaria por el solo hecho de que todos diferi~ mos en nuestros objetivos y en los medios con que los conseguimos. (1991: 25 Evidentemente, la persuasión interpersonal, aquella que se utiliza en praxis social cotidiana y que nos permite satisfacer nuestras necesidades mate' riales, espirituales, de reconocimiento o intelectuales, no puede considerars como una manipulación aviesa y falta de ética ya que sin ella no podríam ' negociar, seducir, dar a conocer nuestro pensamiento o mejorar nuestras con. diciones de vida. En este caso, la persuasión es un fenómeno comunicativo-transaccional e· el que no se establece una relación de superioridad entre el Emisor y el Rece tor ya que, en todo caso, el Receptor consiente y acepta la propuesta del Em; sor, entre otras cosas porque ésta se hace sobre la base de argumentos expuest de forma abierta y sin ocultar segundas intenciones lo cual, de suceder, ya n situaría en el terreno de la manipulación, que juega con el desconocimiento la posición de inferioridad del Receptor. María V. Reyzábal hace algunas precisiones muy interesantes a este r pecto y pensamos que merece la pena glosarlas porque aportan claridad al tem. Por ejemplo, distingue entre discurso persuasivo y discurso convincente, lo c '·' despeja posibles confusiones: Convencer es un propósito intelectual que se basa en realidades verificabl ' probadas o demostrables. El asentimiento del receptor es reflexivo y libre. S" embargo, cuando lo que se pretende es persuadir, se quiere influir generalmen mediante mecanismos emocionales en la conducta de los oyentes, en su volu tad. (ob.cit.: 50) La autora propone como discurso convincente paradigmático la mayéuti , socrática. Y no le falta razón, aunque aquí no nos resistimos a mencionar aqu . lla desgraciada fecha, el 12 de octubre de 1936 en el Paraninfo de la Univers 1 dad de Salamanca, cuando don Miguel de Unamuno responde a los gritos cistas, necrófilos y antiintelectuales de Millán Astray y los suyos. El autor de ' agonía del cristianismo remató su discurso con una frase que es una verdadt(
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reflexión sobre lo que estamos hablando: "Venceréis pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis la fuerza, pero no convenceréis porque no tenéis la razón" Reyzábal indica que el discurso convincente no sólo es el que recurre a ruebas objetivas y a evidencias demostrables, sino que se basa en la argumen~ación lógica, aprovecha las estadísticas, las cifras o las demostraciones y los testimonios objetivos. El discurso persuasivo, por su parte, recurre a las emociones como principal "argumento" (que, en realidad, son un "no-argumento"), y a partir de ello, también apela a los intereses personales, a los deseos o a los motivos más irracionales, a lo subjetivo o indemostrable. Esta es la base de la propaganda y la publicidad, y se aprovecha de los sentimientos más fuertes y más incontrolables, como el miedo, el odio y, también del anhelo de poseer, de los prejuicios, la envidia, etc. 3.1. Razón y sinrazón de la persuasión
Los psicólogos sociales ya citados, Pratkanis y Aronson, distinguen dos vías a través de las cuales las personas recibimos y procesamos los discursos persuasivos. Una distinción útil para situar a la persuasión "buena" de aquella a la que se apela para manipular, coaccionar o generar conductas ajenas a la voluntad dd Receptor. Según estos autores, las dos modalidades de percepción del discurso persuasivo se distinguen por el grado de racionalidad que comprometemos en su procesamiento. Se trata de la vía periférica y de la vía central: "En la vía periférica, el destinatario de un mensaje presta poca atención y esfuerzo para el procesamiento de la información". Aquí, la persuasión apela a claves sencillas, como el atractivo del comunicador, la opinión de nuestros grupos de pertenenua o el placer o el displacer que el hecho de estar o no de acuerdo con determinada comunicación pueda provocar: "En cambio, en la vía central, el destinatai:io de un mensaje realiza una consideración minuciosa y reflexiva del valor de la información presentada" (1994: 52) En este caso, una persona puede argumentar contra el mensaje, buscar n llcv·¡' 11110rmac10n . e . ' o p 1antear mterrogantes . . les. Como se sospecha, ad'ic10na 1 ª mayoría de los mensajes, publicitarios y propagandísticos, que alcanzan sus ob)etivo ' . . ' perirée . s en termmos persuasivos son aque11os que "entran,, por 1a vta ~ica, aquellos que encuentran al individuo con sus "defensas" racionales bajas. s:ºsautores citados, ante la pregunta sobre qué es lo que determina la vía per, iasiva a adoptar dan la siguiente respuesta: la motivación del destinatario para Pcns·ir . (o b .CI.: . 53 ) ·' so b re el mensaje.
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La cuestión de la motivación es importante ya que, de una parte, nos vie a decir que el sujeto no es una víctima inevitable e indefensa de los mensaj propagandísticos que queda sometida a la voluntad del Emisor, como en el c de la hipnosis. Si existe una voluntad para investigar, criticar, analizar, el me'· saje puede admitirse o rechazarse, y si es admitido, ello se puede deber a afinidad ideológica, o a la falta de voluntad para la crítica. Como decía Jaqu Ellul, el mensaje siempre responde a un deseo o a una necesidad, lo cual de · hacernos rechazar la idea de un hombre sorprendido en su buena voluntad el discurso publicitario o propagandístico. .) Por otro lado, la preeminencia de la vía periférica y, por tanto, de la fal.· de motivación para procesar los mensajes conecta con otro de los mecani mos psicológicos que, según Pratkanis y Aronson, contribuyen a la aceptad de los mismos. Se trata de los atajos cognitivos y de la racionalización. Lo p mero se refiere al hecho de que los seres humanos poseemos una capadd' limitada para procesar información y, por ello, actuamos como "avaros cogni. vos", lo que implica que intentamos conservar nuestra energía cognitiva y qu'. a menudo, optamos por la vía periférica para simplificar la información, lo c ' nos puede llevar a aceptar una argumentación no por la fuerza de su radon ' dad sino porque se sustenta en un "recurso de persuasión simplista". Así, co ·· dicen estos autores: "La propaganda moderna fomenta el uso de la vía peri'· rica de la persuasión y está destinada a sacar partido de las limitadas capad · des de procesamiento del avaro cognitivo" (ob.cit.: 55) 1 Esta circunstancia se ve reforzada por dos de las principales caracterís cas de la vida moderna: la velocidad y la cantidad de información que le Il · a cualquier persona, en cualquier momento, es infinitamente superior a la hace apenas un siglo, lo cual provoca el fenómeno conocido como "sobreca informativa". Significa esto que nuestra capacidad de procesamiento de la infi,· mación se ve desbordada, lo que hace prácticamente imposible reflexionar, profundidad sobre ese enorme volumen de bits con el que los media nos ba. bardean día y noche, en la calle, en nuestros lugares de trabajo y ocio y en·. intimidad de nuestros hogares. Y: "Dado que a menudo actuamos en la vía pe férica, los propagandistas profesionales tienen vía libre para utilizar [distin tácticas] con el fin de conseguir, impunemente, cualquier meta que tengan· mente" (ob.cit.: 56). El otro mecanismo que contribuye a la preeminencia de la vía periféri que, en cierto modo, responde a nuestra avaricia y a nuestra pereza cogni , (pensar cuesta trabajo), es el tema de la racionalización, que es una forma: acallar cualquier escrúpulo que pudiera surgir entre nuestra poca predisp '
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pensar críticamente y las acciones u omisiones que ello puede llevarnos a cwi ' er El corolario de la racionalización es la llamada disonancia cognitiva coinct . . ,
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').J. l. La disonancia cognitiva Esta teoría parte de la base de que la mayor parte del tiempo, y en la mayo'a de )as situaciones, los seres humanos, lejos de regir nuestra vida por la razón, nos conducimos movidos más por impulsos, por intuiciones o por emocio:cs. Hace mucho tiempo que, en el ámbito de los estudios comunicativos, casi nadie habla ya del elector racional, aunque la política necesite hacer creer que as1' es· como funciona el sistema, no sólo en el terreno político sino también en el del consumo. Como dice Terence Qualter: La creencia en la realidad de un votante autónomo y racional es vital para una versión del mito democrático liberal (... ) En una comprensión paralela, los modelos del mercado económico se apoyan en la existencia objetiva de un consumidor igualmente autónomo y racional. En ambas situaciones el mito es más útil para apoyar la estructura de poder prevalente que para describir empíricamente un mundo real de votantes y compradores (1994: 176)
Qualter incluye aquí el elemento que, para nosotros, constituye el explicans de la propaganda: el poder. No gusta creer que actuamos siempre siguiendo el faro de la razón, pero publicistas y propagandistas saben, desde hace mucho tiempo, que esto no es así. Seguimos leyendo:
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La publicidad, dicen sus practicantes, no inventó la creación de imágenes o la apelación irracional sino que, simplemente, refleja los elementos más básicos de la sociedad en la era de las masas( ... )Los conceptos irracionales pronto dominaron los escritos sobre publicidad. Algunos publicistas decían que su trabajo era escribir para "impresionar a los tontos" y "para ignorantes" que eran universalmente vacuos, predispuestos y susceptibles al halago. (ob.cit.: 121-22)
Pero, como es natural, a nadie le gusta que lo consideren un ser que se ' !llueve por la vida a golpes de impulsos momentáneos, sin sopesar los pros y los c,ontras que existen para la compra de determinado producto o para seguir a un liderpol'· ·1 gwa .dos so'l o por 1as emoc10nes . . 1t1co en especia, que nos d omman en cada momento, de las que las principales son, como ya hemos visto: el impulso sexual, el miedo, la vanidad, la envidia, etc. 1> Por tanto, difícilmente, el hombre que cada año se compra un coche más otande , . ) reconocera, que 1o h ace para presu . y mas potente (aunque no 1o necesite . lllir Y para "machacar" a su vecino, o para impresionar a las mujeres. Lo que
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hará este individuo será enmascarar su conducta con una racionalización, es es, con un argumento aparentemente racional, aunque no lo sea, y esto tan' para convencer a los demás como para convencerse a sí mismo. Como die · Pratkanis y Aronson:
. d cometer crímenes de lesa humanidad pueden calmar el malesobltga os d 1 ven 1 . ncia que surge entre su auto imagen de personas respetuosas e os la oisona . d 1 . a1· . rar, humanos y su conducta de carniceros, apelan o a as raoon 1zac10· d'10s, gnanos, · de rechos cisamente les ha suministrado la propagan d a: "Los JU nes que, pre. kurdos'. .. (la lista es interminable) que has matado (violado, desoatas, tuts1s, . _ ( cr ,·¿ torturado ... ) eran unos seres infrahumanos, unas a1imanas ratas, PareCI ,h·o, , ) que no merecían vivir. ¿Hay algo más razonabl e que matar cuca. . , · 1 1 cucarac ,is· · · ¡ ·No hacemos un bien a la humanidad hbrandola de seme¡ante p aga. ·d " rachas. e , · el verdadero crimen sería no actuar en ese sentl o . Mas aun, ., 1 d" . .. ( ,~mo dicen Pratkanis y Aronson, la reducc10n de a 1sonanc1a cognmva d. e rorma pa rte de la vida cotidiana y es utilizada con provecho por propagan 1s-
Los seres humanos gustamos de concebirnos como animales racionales. embargo, lo cierto es que somos animales racionalizadores, que intentamos p cer razonables, tanto ante nosotros mismos como ante los demás (... ) enco trando formas de justificar nuestras acciones. (ob.cit.: 57)
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En nuestro ejemplo, posiblemente el conductor del último modelo cien mil euros dirá que ese vehículo le es indispensable por su trabajo, donde status es muy importante, o porque es más seguro, etc., aunque su cochean· rior le proporcionaba status de sobra y aunque la seguridad en la carretera sea' última de sus preocupaciones. A esa racionalización, los psicólogos sociales, a partir de los trabajos ' León Festinger, la incluyen dentro de la teoría llamada de la disonancia cog · tiva. La disonancia surge cuando un individuo percibe que ha incurrido en incoherencia entre sus opiniones, ideas o creencias y su conducta o sus dec · raciones. Esta incoherencia provoca un malestar psicológico ya que cuestio. o afecta a la integridad del yo, a la autoestima y a la autoimagen. A ese mal': tar es al que Festinger llamó disonancia cognitiva y dicen de ella los citados P · tkanis y Aronson:
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... este estado de incongruencia es tan desagradable que las personas se esfue por reducir el conflicto de la manera más fácil posible( ... ) En estas circuns cias, las personas proceden a realizar maniobras de distorsión, negación y au.: persuasión para justificar su conducta anterior. Cuando nuestra autoestima ha visto amenazada por nuestra propia conducta anterior, todos tenemos poderosa tendencia a convertirnos en animales racionalizadores. (ob.cit.: 60)'• Ante la imposibilidad de alcanzar las uvas, y la humillación personal q representa la constatación de su impotencia física, la zorra de la fábula m mura para sí el siguiente argumento: "estaban verdes", y con ello Esopo brinda el primer ejemplo literario de racionalización para eliminar la dison '., cia cognitiva entre el deseo y la frustración. " El hombre que se ha gastado el dinero que no tiene en un coche que necesita y se dice a sí mismo que ésa es la única forma de ascenso social ac igual que la zorra de la fábula. Del mismo modo, también los soldados que
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tas y publicistas: en hacer U!U. de las funciones más perniciosas de la propagandadbélica consiste , . . más fácil que los miembros de un país destruyan a los e otro pa1s. con impumdad psicológica (... ) La cognición "mi país y yo somos decente_s, ¡ustos y razonables" es disonante con la cognición "mi país y yo hemos danado a personas inocentes" (... ) En esta situación, la manera más eficaz de reducir la disonancia consiste en minimizar la humanidad o maximizar la culpabilidad de la víctima de su acción: convencerse a sí mismo de que las víctimas se merecían lo que sufrieron. (ob.cit.: 63) 3.1.2. El punto ciego Existe otro mecanismo de persuasión relacionado con la forma en que las personas procesamos la información y que puede ser potenciado por la propaganda a fin de persuadir al individuo para que actúe conforme a los intereses del propagandista, y de quien esgrime el poder. Se trata del llamado ."punto ciego" y, en cierto sentido, debe entenderse como una variante de la disonancia cognitiva. Dicho concepto proviene de la fisiología de la visión, del hecho de ~ue, cierta distancia y en determinadas circunstancias, dejamos de ver un ob¡eto, aunque lo estemos mirando con los ojos abiertos y sin que exista ninguna patología. Este fenómeno, como muchos otros provenientes de las ciencias exactas, ha sido extrapolado al terreno de las ciencias sociales y es utilizado para explicar lo que puede ocurrir con determinados sucesos d e nuestra ex1stenc1a · · que h emos en· · . a¡enado, que no recordamos porque los hemos borrado de nuestra expenenc~a consciente, como si no hubiesen ocurrido. Es como si, en determinadas situaciones, dejásemos de prestar atención a determinados aspectos de la reali-
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dad y evitásemos así darnos cuenta de algún hecho concreto en una paradój operación de olvido voluntario, de ceguera autoinducida. El punto ciego puede calificarse, en términos de Freud, de mecanis de defensa, de "represión", es decir, la forma en que relegamos al inconscie ciertas experiencias o impulsos que resultan socialmente inaceptables, espec mente, en la teoría freudiana, los vinculados a la sexualidad. Este mecanis implica no sólo que olvidamos algo, sino que "olvidamos que hemos olvida · y lo hacemos fundamentalmente por la presión social, por el miedo al ridíc o a la sanción. · Dicha presión social adquiere, a veces, la forma de una amenaza física concreta que genera un miedo insuperable y puede, por tanto, hacer que no· demos cuenta, que no veamos u olvidemos ciertas cosas asociadas con esa naza. Ello explicaría, por ejemplo, por qué muchos ciudadanos alemanes d raron después de la Segunda Guerra Mundial que no sabían nada de la perse ción y el posterior genocidio judío pese a que los trenes repletos de deporta· pasaban ante sus ojos día tras día. ¿Qué podía hacer un ciudadano no f: zado por los nazis frente a ese hecho? Señalarlo y denunciarlo sólo le h traído nefastas consecuencias a él mismo: acusación de traición, de sioni y un destino similar al de las víctimas que intenta salvar. Si su conscienci · soporta semejante atrocidad, si no es lo suficientemente valiente (y nadie derecho reclamar el heroísmo del otro, ni siquiera los héroes), el único c que le queda para calmar esa disonancia entre lo que ha visto y sabe y lo q dicta su consciencia es el olvido, la ceguera, lo cual no significa que los n ' antisemitas convencidos (que fueron legión) no mintieran a conciencia so ' tema para evitar librarse del castigo (y muchos lo lograron). El punto ciego, el autoengaño, opera no sólo a nivel individual sino bién, y muy especialmente, a nivel colectivo. Y ello porque el hombre es un:' mal gregario y la necesidad de pertenencia a un grupo puede llevarnos a rl un alto precio a cambio de ser aceptados y que se nos permita pertene · rebaño (el término "gregario" viene del latín "gregs" que significa, precisarn rebaño. De allí derivan el sustantivo "grey", en referencia a los fieles de la.' sia, o el adjetivo "egregio", literalmente: que está fuera del rebaño, que d tinto y superior a la mayoría). ' De este modo, somos capaces de suprimir nuestras objeciones y dud pecto a determinadas actuaciones de nuestro grupo que chocan con nu ·. 1 convicciones más íntimas, a lo cual debemos añadir que el grupo cuent mecanismos internos para sofocar cualquier tipo de disidencia. Dice . Goleman que el punto ciego colectivo suele comenzar en nuestro grupo d 1
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cene 11 á ,1 ¡Jrimario: la. familia. En ella, a menudo, algunas de las situaciones más rribles (maltrato, mcesto, alcoholismo) suelen ocultarse bajo la apariencia de ~:"familia feliz". Se trata de la complicidad que permite mantener una mascarada y que sólo se explica por la vergüenza, el miedo o la culpabilidad.
La negación -dice Goleman- consiste en afirmar que no ha pasado nada importante, y si ha pasado no ha sido más que una situación excepcional que no volverá a ocurrir. La culpa puede asumir la forma de autoculpabilización de la víctima ... (1997: 248) Esta afirmación es perfectamente aplicable a situaciones en que naciones enteras, involucradas en crímenes de lesa humanidad, tampoco reconocen dichos crímenes, o les aplican criterios de excepcionalidad. El punto ciego está relacionado con el pensamiento dominante en un grupo que implica el establecimiento de un "nosotros" distorsionado: nosotros somos siempre los "buenos" frente a "ellos", los "malos". Siempre según Goleman, ese nosotros se autodefine y califica su conducta a base de racionalizaciones que, por muy conocidas, no dejan nunca de resultar chocantes cada vez que nos topamos con ellas. Algunas de las más usuales son:
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- Nosotros no cometemos errores, es que no nos comprenden. - Nosotros no somos discriminatorios, sólo queremos el bien de nuestra comunidad. - Nosotros no somos inhumanos, sólo queremos salvar al mundo de "ellos". Dice, al respecto, Daniel Goleman: : ·.el primer mártir del "pensamiento colectivo" es la capacidad crítica de sus
Integrantes (. .. ) La lealtad al grupo requiere que sus miembros no manifiesten cuestiones embarazosas, ataquen los argumentos más débiles o traten de rebatir los razonamientos que parecen contradecir los hechos. (ob.cit.: 257) sido Y, más adelante, insiste en que este mecanismo de amnesia colectiva ha en Y es profusamente utilizado por los regímenes dictatoriales u opresivos para terrar l d Parece p os· atos que amenazan la versión oficial. El ejemplo de Goleman nos reg' eninente, aunque se podrían poner muchos otros, y no sólo referidos a Imenes t ora l'Jtanos, . smo . tam b'' , . recuerd· 1en a los 11 ama d os d emocrat1eos. Goleman nos 1 ' na : que en la antigua URSS, muchos años después de muerto Stalin, toda1 lle e Ie se atrevía a hablar de sus crímenes. De hecho, tres años después de la rte del dictador, en 1956, Khruschov formó una comisión para investigar
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ese período histórico, pero las revelaciones fueron tan atroces que en el Co greso del Partido apenas si se atrevió a denunciar una mínima parte, y no to , el mundo le creyó. El historiador ruso A. Ovseyenko, que investigó a fondo, genocidio cometido por Stalin y sus secuaces contra el propio pueblo ruso, refiere al borrado que la nomenclatura comunista hizo de ese período históri "Hechos, sucesos, nombres y estratos enteros de la historia de nuestro país desvanecen en la nada. La nueva generación se enfrenta a la vida con una am . sía provocada, inducida y sostenida artificialmente" (en Goleman, ob.cit.: 322 Nos llama la atención el subrayado final en el que Ovseyenko indica qu~ amnesia, el olvido, la ignorancia voluntaria pueden ser inducidos o provoca . artificialmente. Y ya sabemos de qué manera puede conseguirse esto. Althu ' hablaría del control de los aparatos ideológicos del estado que finalmente " ban siendo instrumentos del control de las mentes de los ciudadanos. N ' tros, asumiendo lo anterior, podríamos sintetizarlo en una sola palabra: pro ganda. 1 Podemos ver que el tema del punto ciego puede vincularse con la c. tión de la ideología, al menos en su sentido peyorativo de "falsa concien' o engaño (que, como hemos visto, a menudo es una forma de autoengaño. también al de la hegemonía gramsciana. A final de cuentas, ideología o h · monía pueden considerarse discursos o relatos que una clase impone sobre para defender o ampliar sus intereses, tras los cuales siempre existe una mo ción de poder. Y esos discursos pueden imponerse porque la clase hegemó cuenta con los medios necesarios para hacerlo: medios de comunicación, trol de la educación, la iglesia, etc. La teoría del punto ciego no es más que la explicación psicológica del cionamiento de una ideología que distorsiona la realidad "echando un sobre ella'', de modo que los individuos vivan en el autoengaño inducido ese modo, actúen y piensen conforme a los deseos de quienes informan, ed o predican. Luego, está claro que el punto ciego puede ser provocado, y . operación, que puede llevar a toda una nación a la guerra repitiendo confr' mente para sí: "Dios está con nosotros", sin darse cuenta que los de la trin . de enfrente dicen los mismo (lo cual plantea un dilema insoluble al mismí Dios), no cabe llamarla de otro modo que no sea propaganda. .
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río. no hacen sino confirmar la condición de irracionalidad que, según veíamos, va apuntaba Qualter al referirse al elector y al consumidor. ' Ello pone seriamente en cuestión nuestro orgullo de animales racionales o, al menos, de que, a la hora de tomar decisiones, obremos siempre desde premisas lógicas. Normalmente, solemos mostrar una gran pereza cognitiva que se traduce, como hemos visto, en que nos conformamos con meras racionalizaciones o, peor aún, nos regimos por los impulsos del momento, por nuestras intuiciones y creencias, por nuestras fobias y filias, en definitiva, mucho más por lo emocional que por lo racional. El estudioso de la persuasión, H.C.A. Brown también reflexiona sobre la irracionalidad humana y su relación con la propaganda y la publicidad: Los animales superiores son generalmente no-racionales, pero muy pocos son tan definitivamente irracionales como puede serlo el hombre. Para ser irracional hace falta un grado considerable de sofisticación. Ningún animal podría desarrollar las fantasías sistemáticas del loco, ni tampoco son los "animales inferiores" presa fácil de anunciantes o propagandistas políticos. (1986: 7)
Parece obvio que la postura de Brown incurre en una radicalidad un tanto exagerada. Posiblemente no se pueda hablar del hombre únicamente como ser racional puro o, contrariamente, como alguien enteramente irracional, porque uno u otro tipo de actitud pueden variar, en una misma persona, dependiendo del contexto en el que esté inserto en cada momento: es el típico ejemplo del hombre de vida regida por el orden y la mesura, que sopesa sus decisiones, etc., pero que convertido, durante unas pocas horas del domingo, en hincha de fútbol se vuelve un ser enloquecido y fanático, capaz de los actos más irracionales Yviolentos. Los propagandistas y otros persuasores profesionales conocen perfectalllente esta circunstancia y actúan en consecuencia, dirigiéndose a personas que, ~eneralmenre, están dominadas por emociones y creencias y que, a menudo, incurren e n d"1stors10nes · ·· · ' cogrnuvas, ta1es como atn"b uc10nes causal es erroneas, =~nainientos puramente asociativos, etc. Por ello, la verdad y la coherencia p guran entre sus preocupaciones principales, siempre y cuando el mensaje ri:~~a verdadero y regido por la lógica. Mario Herreros lo dice con toda da-
3.2. Razón y emoción
La tendencia de las personas a procesar los mensajes mediáticos por periférica, con las racionalizaciones y la aparición del punto ciego como e
El significado de persuasión en sentido vulgar es el acto de convencer a otros con razones sobre cualquier cuestión. Mas para llegar a ese convencimiento no es condición necesaria el uso de argumentos verdaderos. La persuasión puede
llegar a ser el resultado de un convincente discurso construido con argumentos : pertinentes, aunque falsos, pero aceptados como verdaderos, a veces incluso por : el propio persuasor. (ob.cit.: 105) ' Un eco de estas afirmaciones lo tenemos en la famosa declaración de Goebbels en el sentido de que una mentira repetida muchas veces y con un •· buen aparato retórico podría pasar como verdad. La declaración tenía una segunda parte en la que el Ministro de Propaganda del Reich confesaba que si ·• se profundizaba en la repetición, el propio propagandista podía acabar consi- ! derándola verdadera. Además de los recursos de la retórica, tal y como los planteó y sistematizó por primera vez Aristóteles, y fueron perfeccionados luego por los romanos, l~ propagand~ y la publicidad se fundamentan en la utilización de imágenes, s1mbolos y mitos como estrategia persuasiva, y ello es así porque éstos inciden m~cho más en la esfera emocional que en la racional, por lo que su influencia, su impacto y su efectividad serán mucho mayores que 1de una argumentación deductivo-silogística. De esta manera, el discurso de la propaganda se dirige a los aspectos de la per.sona que están mucho más marcados por lo emotivo-instintivo que por lo rac10nal. Como dice Mª Victoria Reyzábal: El discurso persuasivo (... ) se apoya en requisitos previos: el conocimiento de . ciertas características (valores, creencias, deseos, carencia, necesidad, motivacio- ! nes, actitu~es_) de l~s p~rsonas a l~s que se dirige para lograr modificar algunas de .· ellas y, en ultimo termmo, cambiar sus comportamientos. (ob.cit.: 55-56)
CAPÍTULO III: LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
Hemos dicho que la propaganda es un discurso que tiene como vehículo a los mass media, y ese es el motivo por el cual muchos autores entienden que realmente podemos hablar de este fenómeno, tal y como lo entendemos hoy, ran solo desde el siglo XIX, momento en que aparece la prensa masiva, con el Times de Londres y la Presse de París, primer paso para su posterior desarrollo en el XX.
1. El poder del emisor El hecho de que la propaganda moderna se vincule necesariamente a la comunicación de masas implica que comparte con ella sus características fundamentales y, en realidad, la diferencia de la propaganda en relación con otras formas de comunicación masiva (además del componente ideológico-persuasivo y la finalidad de poder) es más bien de grado. De hecho, la propaganda comparte con los medios de masas una de sus características fundamentales: el hecho de tratarse de una comunicación de tipo unidireccional y monológica, donde sólo el Emisor habla, mientras que los receptores deben limitarse a escuchar o a no recibir comunicación alguna. Cierto que las nuevas tecnologías están ayudando a cambiar esta relación y que los receptores siempre han intentado contactar con el Emisor y, de hecho, las Cartas a la Redacción mantienen su vigencia y casi constituyen un verdadero género periodístico, pero aún se está lejos de poder hablar de la comunicación
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asuman con naturalidad ese papel hegemónico y sin contestación en la con · trucción del consenso social. En el caso de la propaganda, se podría decir que la asimetría entre Emis y Receptor es llevada a sus extremos. En otras palabras, en la comunicación pr :, pagandística, la superioridad del Emisor resulta aplastante. En primer lugar , aquí no se distingue demasiado de la comunicación de masas en general- pq que el Receptor, en tanto que persona aislada, miembro anónimo de la m jamás podrá reunir los recursos económicos, técnicos y humanos como p , poder responder en pie de igualdad a los grandes medios. · En segundo lugar, y aquí estamos plenamente en el marco de la prop ganda, porque el Emisor, sobre todo si hablamos de regímenes totalitarios do la propaganda se ejerce sistemáticamente y sin límites, dispone de mucha información que el Receptor y cuenta con los recursos para filtrarla, censur o distorsionarla, según sus intereses, de modo que el receptor puede a lo su sospechar o desconfiar de los propósitos manipuladores de las comunicado que recibe de unos medios controlados por el poder. Evidentemente, cuando existe una instancia que tiene el dominio total · la información, tanto por que controla las fuentes como los propios me ·. de difusión, estamos ante una clara supremacía del Emisor, que puede ejer, su dominio, a veces apabullante, sobre los receptores. Ello explica algunos los episodios más chocantes en cuanto a manipulación y engaño de las m , solo posibles por las circunstancias descritas. El ejemplo más notable, pero :i el único, es el de la caída del III Reich, que muchos alemanes se negab ., creer a pesar de que estaban prácticamente sepultados por los cascotes de ciudades. Naturalmente, la propaganda no hablaba del hundimiento del fr oriental, a partir de la derrota de Stalingrado, ni del avance implacable de\ aliados en el oeste y el sur de Europa. En todo caso, se prometían quiméri, contraataques, armas milagrosas, etc., y se utilizaban eufemismos para disfr la derrota tales como: "retirada elástica", para designar una estampida llenaí ,1 pánico ante el avance de los T-38 rusos, o "reagrupamiento estratégico prov1 nal", cuando alguna unidad de la Wehrmacht había quedado aislada y a P de caer prisionera. ~:. También la propaganda soviética nos ha proporcionado ejemplos en tal tido, a veces grotescos, la mayoría de las veces, monstruosos. El poeta Ev . Evtushenko narra una anécdota que casi no requiere de comentario alguno-,' los años 70, mientras el poeta se encontraba en una reunión, en Siberia, joven de unos dieciocho años propuso un brindis por Stalin. Escandali ,, 1
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Evrushenko le preguntó: "¿Acaso ignoras cuántas personas fueron arrestadas y .,!.sesinadas durante su mandato?". Ante su asombro, la muchacha respondió: "Tal vez veinte o treinta''. Recordemos que los últimos cálculos le atribuyen al régimen de Stalin decenas de millones de víctimas, entre asesinados y deportados al GULAG. Ante semejante despropósito, dice Evtushenko: Entonces comprendí que las generaciones más jóvenes carecen de hecho de toda posibilidad de descubrir la trágica realidad de aquella época porque en ninguna parte aparece la menor referencia a esos hechos. Y cuando algún artículo habla de los héroes de nuestra Revolución, muertos durante la represión stalinista, no se menciona siquiera la causa de su muerte ... De este modo es como la verdad termina viéndose sepultada por el silencio y éste, a su vez, acaba convirtiéndose en una mentira. (en Goleman, obl.cit.: 323) Las jóvenes generaciones lo desconocían todo sobre Stalin, salvo su cara gloriosa, construida por la propaganda y por una reescritura de la historia que hace palidecer a la fantasía imaginada por George Orwell para el estado totalitario de su novela 1984 ( 1988) o para su disto pía, Rebelión en la granja ( 1998). Pero no sólo los jóvenes vivían engañados respecto a su pasado. Incluso los contemporáneos de Stalin, los que vivieron de primera mano las consecuencias de las purgas y de la política del georgiano, también vivían en una versión completamente distorsionada de la realidad. Así, los campesinos ucranianos, víctimas de una monstruosa hambruna, provocada por órdenes directas del "Padrecito" para que se les requisaran todas sus semillas, solían lamentarse de aquello diciendo: "Si Stalin supiese lo que nos hacen, no lo permitiría". Esta ignorancia y este engaño no afectaba sólo a campesinos analfabetos. Momentos antes de ser fusilados en los sótanos de la Lubianka, muchos de los intelectuales y miembros del partido condenados durante las grandes purgas, clamaban para que se informase a Stalin del atropello que estaban sufriendo. l Este tipo de ejemplos tampoco existen sólo en el pasado remoto. Durante guerra de las Malvinas entre Inglaterra y Argentina, la Junta Militar que g~bernaha el país sudamericano eJ·erció un control tan férreo de la informac , ( dion en muchos casos con la complicidad de distintos medios católicos o de laerech~s,_ ,como las revistas Gente y Siete Días, o el periódico La Prensa), que po~~nd_1 : 1 on, el 13 de junio de 1982, tomó tan de sorpresa a la mayoría de la ese acion que el comentario más oído en esas horas era una pregunta llena de Upefacción·· "·P , e ero como, no 1'b amos ganan d o~"'
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, ·n y prohaganda en el siglo XXI (,uerru. r
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Alejandro Pizarroso, en su libro Nuevas guerras, vieja propaganda (2005) describe esta situación con toda claridad y rigor: .•.
2. Intelectuales y líderes de opinión 1
Consumada la ocupación de las Islas Malvinas por la dictadura argentina, • prensa, instrumento del régimen, exaltó con exageraciones líricas, que harí : enrojecer a cualquiera, el heroísmo de los militares argentinos, además subrayar la imposibilidad de un ataque británico en una verdadera campaña . 1 intoxicación y desinformación. Porque, en efecto, cuando los británicos lle . 2 ron al teatro de operaciones y a algunos "valerosos", como el repulsivo Astiz l', faltó tiempo para rendirse, el pueblo argentino estaba, naturalmente, lejos conocer la verdad, que sólo les llegó en forma de jarro de agua fría cuando l hechos estaban ya consumados.
·~ En todos estos casos, resulta evidente que el engaño o la manipulación só es posible a partir de la posición de dominio del Emisor y, una vez más, apare ·, aquí el tema del poder, que se traduce en el control de la información y de l. medios de comunicación, ya sea por la fuerza de las armas o por el dinero. La importancia del control de los medios y el establecimiento de forma jerarquizada de la comunicación ha sido muy bien explicada por Pine quien señala a la comunicación como elemento caracterizador de la propagan., aunque no como su explicans último ya que, de un lado, existen otras fi. mas persuasivas comunicativas (publicidad, relaciones públicas) y, del otro,\,. comunicación no es un elemento inmutable sino sujeto al devenir históri · a sus cambios. . ¡: Por ello, advierte que no existe una esencia comunicativa de la propagaq' entendida como algún tipo de:
,¡ ... contenido metafísico que existe en una realidad supraterrenal (... ) sino .• bien como una determinada relación causal entre las intenciones de un Emi y el contenido del Mensaje que éste produce, con el fin de satisfacer unas de' minadas necesidades manipulando a un Receptor. (ob.cit.: 72)
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Alfredo Astiz es un capitán de la marina que, durante los años de la dictadura, se co .· rió en uno de los más sanguinarios torturadores, además de dedicarse a la "heroica" tarea de , jar prisioneros al mar desde aviones de la Armada en los llamados "vuelos de la muerte". bién se le acusa de haber asesinado personalmente a la joven de origen sueco Dagmar Hage, a varias monjas francesas. De allí que el calificativo que le atribuye Pizarroso no pueda se~.· pertinente.
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La naturaleza propagandística de la comunicación no viene determinada or circunstancias tales como el tipo de medio o la tecnología utilizados, ni por los procedimientos que entran en la construcción del mensaje. Tampoco, ~ ue diciendo Pineda: " ... puede explicarse la propaganda como una comunic!ión destinada en exclusiva a las masas, dado que el volumen cuantitativo del úblico varía según los intereses del emisor en cada momento." (ob.cit.: 73). ~firmación, ésta, que puede entenderse en el marco de la teoría del "cwoo steps flow'', la comunicación en dos niveles, la cual dice que, a menudo, la información es asumida e interpretada primero por el líder de opinión, que le da su "bendición" para que pueda llegar así a un público más amplio. Esta forma de ver la comunicación propagandística coincide también con la visión de Noam Chomsky, quien afirma que, al menos en las democracias liberales como la norteamericana, la primera tarea de los medios de comunicación (según este autor, instrumentos de propaganda del estado) no es incidir sobre las masas sino sobe los intelectuales ya que, una vez persuadidos, ellos mismos contribuirán a obtener el asentimiento de esas masas. Chomsky insiste mucho en la responsabilidad de los intelectuales, a los que llama "privilegiados", no sólo como correas de transmisión en la propaganda de las élites de cara al público, sino como responsables de algunas de las grandes aberraciones ideológicas de todos los tiempos, y de sus consecuentes atrocidades. Dice este autor: "La gente que ocupa despachos y aulas en sitios como el MIT tienen la posibilidad de elegir. Son unos privilegiados, tienen formación superior, una educación. Eso conlleva responsabilidad" (2006: 125). Chomsky pone el ejemplo de la Alemania nazi e indica que el soldado raso que cometió atrocidades no tuvo elección: si se negaba lo mataban: "Pero Manin Heidegger podía elegir. Podía no haber escrito libros y artículos llenos de complicadas y elaboradas maneras de justificar las acciones de los nazis" (Ibídem).
, Y, fiel a su compromiso ético, el gran lingüista dispara con su munición Illas gruesa · pa1s, ' en re laoon · ' con 1os cnmenes ' · contra su prop10 comeu"dos por soldado . d v· M .s norceamencanos durante la guerra e 1etnam, como 1a matanza d e Y lai, de la que hablaremos más adelante. Chomsky no considera que los autores¿· irectos sean los responsables últimos: Los planificadores de Washington son los verdaderos criminales de guerra, no los soldados desplazados al campo de batalla. La cadena de mando empieza en
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los civiles de los despachos de Washington ( ... ) Es a ese tipo de gente a la q .• habría que procesar aquí, junto con todo el que escrib~ sobre nuestr_a benevole~ cia y nuestras benignas intenciones para tapar esos cnmenes. (oh.en.: 124) ¡~
CAPÍTULO N: TIPOLOGÍA
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La naturaleza propagandística de la comunicación se explica por el car 1 ter intencional que le imprime el Emisor. Y esa intención, como se ha die . muchas veces, es el poder, un poder que marca todo el proceso comunicad~'~ propagandístico ya que, en principio hay un Emisor ~ue puede canal.izar e~, intención, y puede porque controla los medios necesanos para ello e, mclus¡. porque a veces dispone de las competencias personales como para ser él ~is quien configure los mensajes que desea emitir, com~ ocurre con grandes !'.de.; políticos que, a la vez, han sido grandes propagandistas, como en el caso md.,,. cutible de Lenin.
Hemos dicho que la comunicación propagandística representa una flagran te asimetría que privilegia claramente los dominios del Emisor. Por ello, por un lado, describiremos las taxonomías enunciadas por Alejandro Pizarroso v Mario Herreros, ya que estos autores utilizan -entre otros- la figura del Emi~or como criterio clasificatorio. Por otro lado, y aunque se aparte de esta línea, dedicaremos un parágrafo al analista francés Jacque Ellul, por el interés intrínseco de su forma de ver los distintos tipos de propaganda.
1. Alejandro Pizarroso Dice este autor que, al situarnos en la esfera del Emisor, podemos utilizar como criterio diferenciador la mayor o menor transparencia de la fuente, esto es, si la misma puede identificarse fácilmente o si, por el contrario, resulta difícil hacerlo ya que, a menudo, enmascara su identidad, podemos hablar de tres formas distintas de propaganda: 1. 1. Propaganda blanca
Es aquella en la que el Emisor está claramente identificado, a menudo porque él mismo lo hace y porque, como dice Pizarroso, " ... el contenido del mensaje suele ser preciso" (1993: 29). Es el tipo de propaganda característico de los tiempos de guerra, cuando la dirección de las masas se hace de forma abierta Y con urgencia, lo cual no significa, como veremos, que la propaganda de guerra encaje siempre en ese tipo. La guerra fría que enfrentó a Estados Unidos y a la Unión Soviética desPués de la Segunda Guerra Mundial nos proporciona buenos ejemplos de probaganda radiofónica blanca, en la cual las emisoras se identificaban y no dejaan la menor duda acerca de sus contenidos ideológicos y su voluntad de ganar adeptos a sus causas respectivas. Es el caso de Voice ofAmerica, que había sido
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ro'f'auanda en el siglo XXI ..,.
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creada durante la guerra para contrarrestar la propaganda fascista que llegab~J Sudamérica y que luego se convirtió en un verdadero bastión anticomunista la vez que exhibía, como en un escaparate luminoso, las bondades de la dem cracia norteamericana. Su contrafigura es Radio Moscú, que también alean' un enorme desarrollo después de la guerra, tras la cual: " ... va a mantene~ 1 a incrementar sus servicios de lenguas extranjeras dirigidos, sobre todo, a '' poblaciones de los países colonizados y a las áreas más subdesarrolladas." ( '1 cit.: 437)". "'.t Su discurso era, por una parte, el del comunismo como arma liberad frente al "imperialismo yanqui occidental" y, por otra parte, el de los gran logros sociales y científicos de la URSS que, en los años 50 y primeros 60,' había puesto a la delantera en la carrera espacial con el lanzamiento del Sp .1 nik y, luego, con el primer viaje espacial tripulado a cargo del astronauta Yi 1 Gagarin. 1
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J.3. Propaganda gris ,Se trata de mensajes cuya fuente no puede ser identificada, al menos no e cilidad y consecuentemente, también resulta dudosa la veracidad de sus con ra '. . . . . , a paises con . ., conten ¡·dos · Sus destmatanos suelen ser cmdadanos pertenecientes , , 11 es totalitarios, amordazados por una fuerte situac10n de censura. Este regune tipo de propaganda suele informar, precisamente, sobre circunstancias silenciada 0 censuradas y, por ello mismo, el impacto que provocan puede ser muy
grande.
2. Mario Herreros: propaganda manifiesta y encubierta
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1.2. Propaganda negra Es aquella: " ... en la que la fuente emisora está deliberadamente falsifica independientemente de la falsedad o veracidad del mensaje" (ob.cit.: 29). éxito se basa en su capacidad para empatizar con la masa a la que se dirige. P, ello -dice Mª Victoria Reyzábal- emplea los modismos, argot o formas dial, 1 tales de los receptores: " ... ya que confía en esta táctica como uno de los med. más idóneos de identificación y, por supuesto, de aceptación del conteni.' propagandístico" (ob.cit.: 206) ! Los ejemplos más importantes nos lo proporciona la Segunda Gu , Mundial y el uso que, en este sentido, se hizo de la radio; uso del que no 11 privó ninguno de los bandos en lucha. Los alemanes pusieron en marchara ¡ que instaban al colaboracionismo de los franceses y avivaron su sentimie \• anti británico. :·~. Aunque, tal vez, el mayor éxito se lo apuntaron los ingleses con sus fam "radios negras", que alcanzaban Alemania e interferían en sus emisiones ra. ,, fónicas de una forma tan eficaz que consiguieron sembrar la confusión en los alemanes, de tal modo que el Ministerio de Goebbels ordenó que tras o,"i boletín informativo se añadiera la coletilla: "Este ha sido un comunicado oft del gobierno del III Reich", cosa que los ingleses imitaron también a la pe , ción, convirtiéndose en un dolor de cabeza permanente para los nazis.
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Mario Herreros, que presenta una amplia taxonomía, al referirse al emisor, establece una clasificación binaria (más general, por tanto) y habla de propaganda manifiesta y propaganda encubierta. Obviamente, cuando hablamos de propaganda manifiesta nos referimos a aquella que " ... agrupa a todas las manifestaciones reconocidas de inmediato como tales, porque la fuente (emisor) muestra claramente su propósito" (ob. cit.: 130). Quiere ello decir que el propio mensaje, en su propósito de mostrar abiertamente su filiación y sus fines, está poniendo claramente de manifiesto la identidad del emisor y, en ese sentido, coincide completamente con la propaganda blanca.
La propaganda encubierta: " ... incluye los mensajes cuyo fin propagandístico se oculta a los receptores y el contenido de la propaganda se admite como perteneciente a otro tipo de mensajes" (Ibídem). Este tipo no se corresponde demasiado con ninguno de los otros dos indicados por Pizarroso (negra o gris), a~nque se podría presuponer, por ejemplo, que existirían dificultades para identificar el emisor, en el sentido de que, al igual que existiría un contenido propagandístico encubierto también habría un emisor "en las sombras" detrás del emisor declarado. ' Sería el caso, ya comentado, de los contenidos ideológicos en mensajes
que manifiestan otra finalidad completamente distinta, como por ejemplo la de ' dentre l ten er, en e1caso de las películas Disney. Hoy sa bemos que, antes y despues e 11-S ' e,1 1)entagono ' d estmo . ' eron d os para 1a fi nanciac10n . . , d e pel'1cu1as que refi orzaran el d · · · · 1adas con 1os &n punto e vista norteamencano en cuest10nes vmcu
Usulnn1 . 1 d 1 . ' d ' ies Y e terrorismo islámico, presenta o como e nuevo enemigo, tras e 1 d ' 1 D .. , esvancci f1l1enco . d e1rantasma comunista. Es e caso e tltu os como eczszon
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crítica, Mentiras arriesgadas, Delta Force, Estado de sitio, etc., aunque una d ' las más virulenta a la hora de presentar a los musulmanes como sinónimo d terroristas es Reglas de compromiso, calificada por el Comité Árabe American de Antidiscriminación como "probablemente, la película más violentamen ' antiárabe y racista que haya hecho jamás un gran estudio de Holliwood" (e " Sardar y Davies, 2009: 65). .~ Se podría decir que la clasificación de Mario Herreros deja algunos hil ,' sueltos porque, por ejemplo, el caso de la propaganda encubierta tendría menos dos variantes. La primera incluiría el caso señalado por el propio Her ros: mensajes donde el contenido propagandístico no es manifiesto, pero cuanto al emisor, éste podría ser encubierto o manifiesto. Así, por ejemplo, l películas de la serie Rambo tenían un emisor manifiesto: el director, o direct res, de las películas, y otro encubierto: la administración Reagan y su ideolo belicista y ultraconservadora. Podría darse el caso de un emisor manifiesto, la National Geografic y contenido encubierto, el tratamiento ideologizado e interesado del proble , del cambio climático. Y, por último, podríamos encontrarnos con un emi encubierto, o enmascarado bajo una falsa atribución, pero con un conten", manifiestamente propagandístico. Sería el caso del libelo conocido como protocolos de los Sabios de Sión, un texto frabricado por la policía zarista','. finales del XIX pero atribuido a un grupo de "sabios" hebreos que exponían!. él un supuesto plan judío para dominar el mundo. En pocas palabras: b ,, propaganda antisemita.
3. Jacques Ellul y la propaganda sociológica El otro gran especialista francés en propaganda, junto con J .M. D , nach, Jacques Ellul, en su libro Propagandes (1990) ofrece otro punto de ', respecto a las que él llama categorías de la propaganda. Aunque, en ci aspectos, sus aseveraciones encuentran reflejos reconocibles en las clasifi nes ya desarrolladas aquí, merece la pena dedicarles algo de espacio. Este a: comienza indicando la dificultad de una taxonomía de la propaganda ya q' trata de un fenómeno tan complejo que ni siquiera se podría hablar, por plo, de una propaganda soviética frente a la americana, ya que en el dev , la Revolución Rusa y la consolidación posterior del estado soviético, la P , ganda no es ni monolítica ni invariable a lo largo del tiempo. La propagan,, Lenin, la de Stalin y la de Khruschev son tan diferentes en cuanto a su '
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sus temas o su simbología que bien se podría hablar de tres tipos distintos de propaganda Por ello, frente a una categorización política o temporal de la propaganda, Ellul afirma: "Nos parece que, sobre todo, hay que ceñirse a otro modo de diferenciación que se sostenga en determinados caracteres internos al fenómeno". (ob.cit.: 75) Y lo que propone este autor es distinguir entre propaganda política y propaganda sociológica. A la política no le dedica mucho espacio ya que es en ella en la que todos pensamos cuando se pronuncia la palabra '"propaganda": son las técnicas de influencia empleadas por gobiernos, partido, administraciones, grupos de presión, etc., con el fin de modificar el comportamiento del público, según sus intereses. Se trata de los ejemplos de todos conocidos que van de la propaganda de Lenin a la hitleriana, etc. Pero ésta no es toda la propaganda, dice Ellul. Existe un fenómeno mucho más amplio y más incierto como es: El conjunto de manifestaciones por las que una sociedad( ... ) busca integrar en ella el máximo de individuos, unificar los comportamientos de sus miembros según un modelo, difundir su estilo de vida hacia el exterior de sí misma y, así, imponerlo a otros grupos (... ) Esta influencia se sitúa en el nivel del estilo de vida, mucho más que en el de las opiniones e, inclusive, de un comportamiento dado. (ob.cit.: 76) Este tipo de fenómeno es, en parte, lo que Ignacio Gómez de Liaño llama "la máquina de hacer ciudadanos" y caracteriza muy bien a lo que podemos llamar la propaganda en democracia. Dice Ellul que un ejemplo antiguo de propaganda sociológica puede ser ~a propaganda cristiana en la Edad Media, o la definición, en Francia, de los ideales republicanos durante y después de la Revolución de 1789. Modernamente, el mejor ejemplo -sigue diciendo-- es la propaganda americana, a la que ~ncnudo se evita llamar como tal y se la nombra como difusión del American
ªY oj Lije. . Se trata, ésta, de una forma de propaganda que invierte el modelo tradicional ' para conseguir la ace en . , el que se b usca a b'1ertamente d'fi 1 un d'Ir una 1'd eo log1a pt~icion por parte del público de tal o cual estructura político-económica, o Para incit 1 1 , En cam b io, aquí nos encontramos con que la ideo¡0 ía ar o a a accion. pc~ctra a través de su contexto sociológico y no por la acción directa y Untana de un propagandista. Refiriéndose a los Estados Unidos, dice Ellul:
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Fl · de propaganda se encuentra en e1 hecho de que ese americano, • den1 cnro en su película y sin saberlo expresa el modo americano de vida y es ese modo
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americano de vida (del que está imbuido y que expresa en su película) lo q .. constituye el elemento de propaganda. (ob.cit.: 78) ··
Aun estando de acuerdo en lo general, pensamos que el grado de incon ciencia o de involuntariedad no es total o, al menos, no lo es en todos los niv: les. Puede que el director de una película no se plantee en ningún momen', que su obra tiene un trasfondo propagandístico y, en ese sentido, Ellul tie razón. Pero imaginemos qué ocurriría si la película de nuestro director atent contra los valores básicos de la sociedad americana: tal vez el director no se~' desterrado al GULAG, como ocurría en la Rusia soviética, pero sí que tend,, que soportar la reacción de las instituciones que lo criticarían, lo boicotead' 1 económicamente, lo estigmatizarían y puede que lo conviertiesen en una es cie de apestado, lo que representará su expulsión del mercado, su aislamien~ El GULAG no sólo es ese lugar situado en Siberia. , De todos modos, el propio Ellul matiza su afirmación y, más adelan i afirma que este tipo de modelo social no sólo utiliza los mismos medios que¡ 1 propaganda tradicional sino que, en realidad, está dirigida por los mismos q 1 hacen propaganda. La propaganda sociológica se expresa por múltiples vías, como son publicidad, el cine comercial, la instrucción escolar, la música pop o a través .·.· Reader Digest (siempre dentro del ejemplo del American \Vtty ofLife) y se exp ,,' sin la violencia o el carácter abiertamente imperativo de la propaganda tradici 1 nal: actúa lentamente, por impregnación y alcanza su máxima eficacia en sociedad relativamente estable y viva. Naturalmente, cuando lo que se req ·'', es la movilización social y el llamamiento a la acción, este tipo de estrate · debe complementarse con la propaganda clásica. .'¡. La propaganda sociológica permite establecer una concepción global' la sociedad y un determinado modo de vida. Una vez que el individuo . 1 inmerso (atrapado, se podría decir) en esta forma de vida inducida, pas , considerarla como la buena y la verdadera mientras que los otros se sitúan e". 1 orilla del mal, o del error: En consecuencia, se trata, sin duda, de la difusión, como en la propa , ordinaria, de una conducta y de un mito sobre el bien y el mal. Más aún/ propaganda lo es más acaso si cabe en la medida en que lleva a tomar con · cia del valor de bien y de verdad que representa ese modo de vida, por eje . el American Way ofLife. En realidad, es toda una sociedad la que se expres¡i.¡' esa propaganda al difundir su forma de vida. (ob.cit.: 79)
, ~"yprohaganda en el siglo XXI (,uer,u r
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Pensamos que la propaganda sociológica, tal y como la explica Ellul, no está rnuy lejos de lo que hemos dicho acerca de la representación de las ideologías, incluso en discursos aparentemente no ideologizados, y encontramos, a la ,z ecos del concepto gramsciano de hegemonía. ve,,
CAPÍTULO V: ESTRATEGIAS Y RECURSOS
Una vez hechas algunas distinciones tipológicas, vamos a detenernos en las estrategias persuasivas que utiliza la propaganda y que plasman la puesta en pr~íctica de una serie de reglas (así las llama Domenach) y de códigos que, combinados y con distintos soportes tecnológicos, aparecen siempre que nos encontramos ante un discurso propagandístico. Subrayamos el adverbio "siempre" porque deseamos resaltar que, frente a las grandes innovaciones técnicas, que han marcado sin duda no sólo la historia de la propaganda sino la historia, sin más, se podría decir -tal vez exagerando un tanto- que las estrategias persuasivas casi no han experimentado variación alguna desde la Retórica de Aristóteles y si ahora nos parecen nuevas, ello se debe al olvido o a la ignorancia más que a una renovación verdadera. Jean Marie Domenach enumera en su libro pionero lo que él llama las reglas y las técnicas de la propaganda y afirma que éstas pueden formularse porque "El uso que de ella hicieron comunistas y nazis (. .. )es particularmente precioso para discernir ciertas reglas de la propaganda". (ob.cit.: 47) Como se ve, Domenach se remite a una época muy cercana al momento en que ~l escribe, pero las reglas y las técnicas que enumera y describe ya aparecen -aunque no con las mismas denominaciones- en los tratados de retórica clásica. ~ ~odos modos, es comprensible que este autor, quien tomó parte activa en la sistencia contra los nazis, se remita a su pasado inmediato ya que los sucesos ocurridos· en ese peno ' d o, no so'1 o en re1ac10n · ' con 1a propagan d a, smo · tam b"1en ' por la en ·¿ d d 1 . b u . orm1 a e a guerra y sus horrores, constituyen un osque tan enorme q e 1111 Pide ver el árbol de la Antigüedad proyectando su sombra.
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.,, y propaganda en el siglo XXI
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nduye ese autor: " .. .la reducción a fórmulas claras, a hechos y cifras, causa
l. Reglas
c~mpre mejor efecto que una larga demostración". (ob.cit.: 54)
Domenach enumera las siguientes reglas: de simplificación y del enemi único, de exageración y desfiguración, de orquestación, de transfusión, de u ' dad y de contagio.
1.1. Regla de simplificación y del enemigo único Toda propaganda debe lograr la simplicidad. Las grandes doctrinas e id 1 logías que pueden llenar interminables anaqueles deben poder ser reducid unos pocos puntos que se contengan en fórmulas fácilmente recordables o, a sumo, en libelos y panfletos en los que la utilización del lenguaje o de la im provoquen un impacto emocional lo suficientemente fuerte como para que ' manezcan en la memoria. En esta categoría Domenach incluye la Declara··· de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de la Revolución Francesa, el Q como condensación de la fe católica o el Manifiesto Comunista en el que M Engels destilan una doctrina filosófica, económica y social tan ardua y exte'' que, sin dudas, no estaba (ni está) al alcance de las grandes multitudes a las se buscaba indoctrinar. Otra fórmula de simplificación, más estricta aún, la constituyen los esl X nes políticos: formas breves, dice Domenach, y bien acuñadas, enunciados ! bales eufónicos fácilmente memorizables. Deben ser capaces, en pocas palab de sintetizar la situación en la que se encuentran los receptores, a la vez . formular una promesa o acción para el futuro, aunque a menudo basta con· sea capaz de imprimir un determinado curso de acción a las multitudes, cd el "No pasarán" del Madrid sitiado durante la Guerra Civil. !, Aunque en el capítulo dedicado a los lenguajes de la propaganda le d'. caremos un análisis más pormenorizado, digamos que dos de los eslóganes mejor han cumplido con esto requisitos han sido, de un lado, el lanzado'. Lenin durante la Revolución Rusa: "Paz, Pan y Tierra'' y, del otro, uno dt más característicos del III Reich: "Ein Volk, Ein Reich, Ein Führer" ("Un" blo, un reino, un conductor"). Domenach incluye también en esa regla a los símbolos gráficos y cales, tales como el anagrama SPQR utilizado por Roma, los emblemas, deras, escudo, himnos, etc., que también, en su poder representativo y e , dor, constituyen una simplificación o síntesis de doctrinas o ideas. Sin :, en desacuerdo, nosotros trataremos los símbolos en el capítulo dedicado~ los lenguajes o códigos de la propaganda. Lo que es indiscutible es que, C, !'
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y no sólo llevaba razón Domenach cuando hacía estas afirmaciones en los , !rimos años 50, sino que hoy son más ciertas que nunca ya que lo que preside ~ propaganda y, peor aún, el discurso político del presente es una simplificación que resulta sumamente preocupante porque, más que a una estrategia, en la mayoría de los casos responde a una indigencia neuronal y a una escasez de ideas que resultan aterradoras ya que todos sabemos quiénes aprovechan esos vacíos en el terreno del pensamiento político. Dice también Domenach para referirse a la regla del enemigo único: " ... una buena propaganda no se asigna más que un objetivo principal por vez. Se rrata de concentrar el tiro en un solo blanco durante un período dado". (Ibídem). También esta afirmación la ejemplifica con los nazis: enemigos, primero de los marxistas, luego, de los burgueses; después de los católicos y los judíos, siempre se las arreglaron para dibujar un enemigo único, al menos para el consumo de las masas. La otra cara de la misma moneda la tenemos en la veneración de un único e indiscutido líder: "Concentrar en una sola persona las esperanzas del campo al cual se pertenece o el odio que se siente por el ·campo adverso es, evidentemente, la forma de simplificación más elemental y más beneficiosa" (Ibídemr. La regla del enemigo único ha seguido plenamente vigente hasta nuestros días. De hecho, cuando ese enemigo en el que se ha concentrado todo el odio desaparece, de inmediato se debe buscar otro villano o supervillano que concentre la atención de la población y, sobre todo, que infunda el miedo suficiente para que el pueblo deje las manos libres a sus gobernantes y sus decisiones. Es lo que ocurrió en Estados Unidos con la caída del comunismo que, durante setenta años se proyectó como la gran amenaza roja y que, en el paroxismo de la !:ªa:º'.ª co.n~piratoria, generó la famosa caza ~e b~ujas que llevó.ª ve~ a~t!vidati,tm<:ncanas por todas partes. Pero la h1stena no fue gratmta, sirv10 para que los· lH<:st1¡ · · el · )Uestos rm·1·Itares se d.1sparasen y para que se s1gu1ese al'1mentand o ~~~piejo industrial-militar, del que tanto se beneficiaron las empresas que tn1srraban al Pentágono. lib ,~na vez caído el comunismo, tanto por la acción del llamado "mundo re co 1110 ..,~Apor su propia incompetencia y burocratización, hubo que salir a la --qu<:da · los mve · les d e m1e · d o ad ecuad os la < l .de. ,un n:ievo "coco" que mantuviese ib P )d)Ltuon. Como hemos dicho, el candidato fue el Islam al que rápida y · empieza · · con e1 fiun d amental'1smo, d e ta1 manera Pera amente se a asociar ara nluchas· pe rsonas, un termmo ' . es s1nommo . , . d e1otro.
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Por regla general, la propaganda opera siempre sobre un sustrato preexistentcr. trata de una mitología nacional (la Revolución Francesa, los mitos germán¡' etc.) o de un simple complejo de odios y de prejuicios traici<;mados: "cha · nismo", "fobias" o "filias" diversas. (ob.cit.: 67) ' '~"
Se trata de una estrategia persuasiva conocida por todos los grandes ora res y retóricos de la Antigüedad: recomendaban comenzar sus discursos ~ trándose de acuerdo con la opinión preponderante para luego revertida · 1 llevarla al terreno propio. . 1 Quiere ello decir que, a menudo, la propaganda no hace más que ex tar elementos que ya estaban en el inconsciente del público, lo cual reafi las palabras ya citadas de Jacques Ellul cuando éste indicaba que el propa deado casi nunca es una víctima inocente y que, generalmente, los men que acepta se ajustan o responden a deseos preexistentes. También Dome 1 se pronuncia en el mismo sentido: Existen en las psiques de los pueblos sentimientos conscientes e incons tes que la propaganda capta y explota ( ... ). Sería erróneo, por tanto, ver propaganda un instrumento todopoderoso que orienta las masas en cual dirección. Aun el "atiborramiento de los cráneos" se hace en un sentido, determinado. ( ... )La propaganda desempeña siempre un papel de partera,, cuando sean monstruos los que ayude a dar a luz. (ob.cit.: 68-68) Tal vez, el ejemplo más claro de esta regla nos lo proporciona el ge : dio judío perpetrado por los nazis. En la actualidad, pese a que existen i divergentes entre los estudiosos del antisemitismo y el Holocausto (de los,· obviamente, excluyo a los negacionistas), casi todo el mundo está de acu,,· en que los nazis no poseían una aguja hipodérmica, al estilo del modelo e~' nicativo conductista-funcionalista de Lasswell, con la que inyectaron el vi ·.' Lt judeofobia y el racismo en el cuerpo sano de un pueblo hasta ese mom limpio de tales lacras. t Como dice Domenach, los nazis operaron sobre terreno abonado p~ mente, esto es, que el antisemitismo era una condición previa en la socieda mana (y centroeuropea, en general), y a partir de ello, superpusieron su raci, biologicista y sus planes eugenésicos. En este sentido, y sólo en éste, pode aceptar la posición de Daniel Goldhagen y su famoso y contradictorio O, Los verdugos voluntarios de Hitler (1997) en el cual hace hincapié en el he r que una gran mayoría de alemanes aceptó sin reservas las leyes discriminatq primero, y colaboró después con la maquinaria que puso en marcha la .•
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. , fi al" a veces activamente, a veces por omisión y con su silencio culpable. 11 , ºd d ice Enzo Traverso, el problema de Goldhagen es que cons1 era que:
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la Shoa no tiene sus raíces en el contexto histórico de la Europa Moderna sino ~;~ una rara estructural de la historia alemana. En otras palabras, propone analizarla "in vitro", en tanto que resultado inevitable de una enfermedad alemana cuyos primeros síntomas habrían aparecido con Lutero. (2002: 20-21) Lejos de ser una patología alemana, el antisemitismo moderno es un fenócomo hemos dicho, afecta a buena parte de la sociedad europea. meno qlle ' Travcrso distingue el antisemitismo tradicional y milenario de raíz religiosa, y el moderno que implica asociar a los judíos: ... como encarnación de la modernidad abstracta que recorre toda la cultura occidental desde la mitad del siglo XIX( ... ) En cierta forma, se convirtieron en el símbolo de una modernidad urbana e industrial vivida como la pérdida de los valores tradicionales y como el advenimiento de un mundo frío, racional, sin puntos de referencia y, en definitiva, inhumano (ob.cit: 147) Así pues, la mentalidad tradicionalista y reaccionaria reprocha al judío su impulso hacia la modernidad mecánica, industrializada y abstracta, por lo que aquí enraíza el antisemitismo de los nazis, nazis que, sin embargo, se beneficiaron de la mecanización racionalista. Pero, en tanto que símbolo del capitalismo industrial, también los partidos de izquierdas señalaron a los judíos como origen de los males de la era que comenzaba: Los primeros socialistas, sobre todo en Francia, identificaban a menudo anticapitalismo y antisemitismo mientras que los conservadores consideraban a los judíos responsables de la desaparición de un "orden natural" fundado en la tradición ... (ibídem) . Como se ve, los judíos no tenían escapatoria: si no se les acusaba de deic.•dio se les achacaba la pérdida de un pasado idílico, en el que el hombre cultlvaba la tierra y se alimentaba de sus frutos al ritmo de las estaciones, en aras de las ch· · d ustria1es, 1os te1ares mecamcos ' · ·' d e to d o l uneneas m y 1a cuantt"fi cac1on ~ hum,ano, medido únicamente con la vara abstracta del valor, el capital o la P Usvalia. Luego, el antisemitismo no es un sentimiento exclusivamente alemán y ra · cismo nazi se inspira en el pensamiento de intelectuales franceses, como seph de Maistre o Pierre Drieu de la Rochelle, mientras que la eugenesia es
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i una posibilidad que ya se barajaba en Inglaterra bastante tiempo antes de qu' se abrieran las cámaras de gas. Por cierto, tampoco fueron los nazis los prime' ros en erigir campos de concentración: sus inventores fueron, una vez más, lo'; ingleses, durante la guerra de los Bóers. Y, en cuanto a genocidios, los nazis 1 tuvieron mucho que aprender del Holocausto de un millón y medio de arme: nios a manos de los turcos. Por otro lado, no estaría de más recordar aquí que en el juicio de Nurem-. berg, durante el interrogatorio de von Schirak, el jefe de las Juventudes Hitle-:. rianas y furibundo antisemita, se le preguntó si el origen de su odio a los judío~:\ se había originado en la lectura de Mein Kampf a lo cual el nazi respondió que, en realidad, ese odio se había nutrido, en primer lugar, con la lectura de El judío. internacional: un problema del mundo, escrito por ... Henry Ford en 1922. ' La crítica a Goldhagen no implica, ni mucho menos, la intención de excul-: par a aquellos que con su colaboración o su silencio posibilitaron la barbarie. Pero incriminar a todos los alemanes, por acción u omisión, significa caer en., la injusticia de olvidar a aquellos que, sin ser judíos, comunistas o de cualquier• otro colectivo perseguido, se negaron a contribuir al genocidio y, en muchos ;, casos, se opusieron al régimen. Y no nos referimos aquí a los archiconocidos oficiales de la Operación Val- i kiria, sino a los miles de soldados y civiles fusilados, ahorcados o guillotinados . por alta traición, y que ahora, setenta años después del inicio de la Segunda '¡ Guerra Mundial serán rehabilitados por la justicia alemana, tal y como titulaba · el diario El País el pasado 20 de julio de 2009: "Los traidores de Hitler serán · rehabilitados". Se refiere a las treinta mil personas que fueron juzgadas (veinte mil de las cuales ejecutadas) como traidores de guerra a la vez que el periódico aclara que "Los nacionalsocialistas equiparaban con este término [traición] la solidaridad con judíos acosados, la resistencia política, los comentarios negati1 vos sobre Hitler en un diario, o las posturas críticas con la guerra de miembros del ejército". Evidentemente, las cosas nunca son tan simples como en las películas de "buenos y malos", o como en la propaganda.
1.5. Regla de la unanimidad y el contagio Con esta regla, Domenach hace alusión al peso del grupo en el individuo,
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... un individuo puede tener sobre un mismo asunto, y muy sinceramente, dos opiniones muy distintas y, a veces, hasta cont:adictorias, s~gún o~ine en tanto que miembro de un grupo social (Iglesia, parudo, etc.), o ~1en a mulo pers~nal (... )La mayoría de los hombres desean, ante todo, armomzar con sus semeiantes. Rara vez osarán perturbar la armonía que reina en torno de ellos expresando una idea contraria a la de la generalidad 3 • (ob.cit.: 70) De ello puede deducirse que, con frecuencia, lo que creemos una opinión 'blica mayoritaria sobre determinada cuestión no es más que el producto de dº h .. , 1 pu una suma de conformismos de personas que creen que lC a opm1on es a que defiende la mayoría: "La tarea de la propaganda será, entonces, la de reforzar esa unanimidad, y aun la de crearla artificialmente" (Ibídem), cosa que hacen los estados totalitarios a través de la generación de entusiasmo y de terror. Íntimamente asociado con la relación grupo-individuo, y con la regla de unanimidad, tenemos también el fenómeno del contagio psíquico. Aquí Domenach echa mano de los etólogos, que indican que un animal perteneciente a un rebaño suele ser siempre más sensible a la reacción de sus compañeros que a los estímulos exteriores al grupo. El individuo se deja llevar por la conducta mayoritaria, sin atender ni a sus inclinaciones, ni a otras señales de fuera: el ejemplo más claro es el miedo, que puede comenzar en algunos de los miembros del grupo y contagiarse a la totalidad, incluso cuando no existe ninguna amenaza objetiva. , . . , y aunque no todos los experimentos de la etolog1a o de la soc10b10log1a son extrapolables, en este caso, esta clase de reacción t~mb~én es o~servable en la conducta humana: pensemos en los fenómenos de histena colecnva, o en las modas, como por ejemplo, la de los OVNIS que hizo. que, q~ien más ,~uien menos, en los años 70, casi todo el mundo hubiese temdo un contacto o, al menos, un "avistamiento". La propaganda se aprovecha abusivamente de este rasgo de los gru~~s humanos y lo estimula como una fórmula casi infalible p~ra obtener adhes1?~ incondicional, irreflexiva. Para ello es para lo que se orgamzan los grandes mltlncs, los desfiles y otras manifestaciones de masas: Se ha destacado con frecuencia, y particularmente a propósito de las manifestaciones hitlerianas, que era muy difícil para un espectador ind_ife:ente, o aun hostil, no ser arrastrado a pesar suyo. El simple desfile de un re_g1m1ento, con la banda a la cabeza, ya es bastante para alterar a los bobos. (ob.c1t.: 71)
alg~ qu~ ya ~emos referido cuando tratábamos los efectos del punto ciego y las
rac10nalizac1ones. Nuestro autor lo reafirma al dar por sabido que:
.i Para un análisis exhaustivo de este autosilenciamiento en el que se incurre frente a la opinión supuestamente mayoritaria, vid. Noelle-Neumann, E. (1995).
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Al respecto, no vendría mal recordar una memorable escena de la pelíc Cabaret de Bob Fosse en la que los parroquianos de una cervecería, en un Alemania a punto de caer en manos de Hitler, son subyugados, contagiado con una canción patriótica entonada por un miembro uniformado de pardo '' svástica en el brazo, de las Juventudes Hitlerianas. Poco a poco, mientras disc : rre la canción, cuyo estribillo repite obsesivamente: "El mañana me pertenece~' la mayoría de los parroquianos acaba de pie, cantando y haciendo el salu 4 ~ romano. ,~ Para que el entusiasmo se contagie y se estimule la expresión de lo emoci nal e instintivo, libre de todo filtro racional, las grandes concentraciones debe.. completarse con otros elementos, tales como banderas, estandartes y orname tos; con la repetición por los altavoces, una y otra vez, de los principales eslóg . nes del partido, por la presencia de uniformes, que refuerzan, tal y como lo di el propio término, la idea de igualdad y de unanimidad, de acción y heroísmo' o por la música. Domenach:
ripo de solución que no sea la satisfacción completa de nuestras aspiraciones y la negación absoluta de las del oponente. Se trata de una concepción totalitaria de la realidad que, no por casualidad, ha caracterizado a los regímenes de ese signo que han marcado el siglo XX: recordemos el eslogan de Lenin: "Todo el poder a los sóviets", lo que excluye cualquier posibilidad de incluir en el movimiento revolucionario a los sectores m<Ís moderados de la sociedad que también apostaban por el socialismo. Otras consignas que reflejan esta mentalidad son: "Patria o muerte", "Ninguna libertad a los enemigos de la libertad", etc. La instigación de posturas maniqueas induce a las personas a amar u odiar sin atenuantes ni matices: si el enemigo es el mal absoluto, nada más lógico que odiarlo completamente; si nuestro líder conjuga en sí todas las virtudes y los valores positivos imaginables, lo natural no es sólo seguirlo, sino amarlo e idolatrarlo incondicionalmente. Demonización e idolatría son, al fin y al cabo, dos aspectos del mismo fenómeno que la propaganda viene incitando desde hace siglos, de modo que los hombres sólo vean bichos o dioses 5 en lugar de
Es difícil sustraerse al imperio de algunas frases musicales, hasta para los duos más evolucionados. Esta emoción, esta comunión culmina con el himn ' ( ... )El canto colectivo es el medio más seguro de fundir una muchedumbre eál un solo bloque, y de inspirarle el sentimiento de que constituye un solo ser. (opl cit.: 75) .;i'
simples humanos. La propaganda dispone de diversos recursos para estimular una visión maniquea de la realidad o de las personas: fundamentalmente, una determinada utilización del lenguaje y de la imagen. Así, por ejemplo, la satanización o divinización se produce a través del empleo de adjetivos, o denominaciones muy concretas o por asociación con imágenes descalificadoras. Los nazis, por ejemplo, instauraron el calificativo "alimaña" para referirse a los judíos, pero no conformes con ello, produjeron documentos audiovisuales en los que se mostraba una familia judía con muchos hijos mientras una voz en offdecía: "Los judíos son como ratas". En ese momento, el montaje pasaba a un plano de miles de ratas pululando en una cloaca. Así, pues, se los califica verbalmente y se los identifica visualmente, por asociación, por proximidad de
indivi~
1.6. Maniqueísmo La propaganda, fiel a la regla de simplificación y a la búsqueda de respues.i., tas puramente emocionales, alejadas del pensamiento crídco, es un discurso maniqueo, binario. Para la propaganda el mundo se divide tajantemente en do.; visiones, la nuestra y la de los otros, la buena y la mala, la pura y la impura, la:; justa y la injusta, etc., que no admite matices, términos medios, sólo blanco; frente a negro con exclusión de toda posibilidad de grises. La visión maniquea del mundo lleva a las personas a incurrir en actitudes' de tipo "todo o nada", ya que la exclusión de los matices y el término media/ impide la consideración de vías alternativas que, por ejemplo, pudieran satiV facer a ambas partes en litigio y, de ese modo, evitar el choque. En una época como la presente, en la que se habla tanto de la gestión del conflicto y de la: mediación, la estrategia del "todo o nada" constituye una negación de cualquier~ ~ara u~ análisis en profundidad de esta película y del pasaje comentado, en particular, vid;.: m1 arnculo Lachen Mache Frei: Comicidad y contrapoder en Cabaret"(2008: 56-86) .
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los dos planos. Otro ejemplo, un poco más cercano en el tiempo, lo tenemos en la primera Guerra del Golfo, cuando toda la maquinaria propagandística occidental se dedicó a demonizar la figura de Saddam Husein, al que se llamó "loco dictador", "asesino", "genocida'', etc., mientras que en una pancarta pudimos leer la expresión "Satán Husein". También la operación se llevó al terreno de la imagen y, en este caso, el ejemplo más patente, lo tenemos en una portada del ABC de 'Aludimos aquí al poema de Thomas Gunn dedicado a un soldado alemán que se negó a colaborar con el genocidio y que se refiere a los ojos de ese hombre que no solían "confundir a los hornbres que veía,/ como otros hicieron, con dioses o bichos" (en Eagleton, ob.cit.: 15).
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Madrid, en el que, en virtud de un fotomontaje, aparecía Saddam Husein ah '; zado fraternalmente a ... Adolph Hitler.
2. Otras estrategias: credibilidad y carisma
2.1.. Credibilidad de la fuente . Aquí :ambié~ nos encontramos ante una especie de transferencia aunqu a diferenoa del e1emplo anterior en que el objeto de la transferencia era · ma~dad absoluta que Hitler "traspasaba'' a Saddam, en este caso, el prestigio d emisor (periodista, político, intelectual) se traslada al mensaje que, automáf1' cam_ente se vuelve aceptable, no tanto por su contenido, sino por decirlo quie ' lo dICe. Aunque este tema no se empezó a estudiar, en el marco de las teorías d la comunicación, hasta los años 60, en la práctica, se lo viene utilizando desdd m~~ ~ Dice Mario Herreros: " ... la credibilidad de quien comunica es consustan.¡: cial con los efectos persuasivos" (ob.cit.: 111) y, en buena medida, ésta descansa.' en el prestigio de la fuente, prestigio que depende tanto de su situación 0 status! como d~l dominio real que ejerza sobre el receptor. "Este dominio ha de supo.o n:r un oert~ gr~d~ de sumisión del receptor a la fuente, situación que impide o:.' dificulta el e1ercIC10 de las facultades críticas de la audiencia. (Ibídem) . _En la credibilida~ ~ presti~io de la fuente se basa uno de los recursos publicitanos y propagandisncos mas usados hasta el presente: el testimonio. De lo• que se trata es ~e poner en boca de una persona 'que goza de fama 0 prestigio, , 1 a ve~es por motivos tan pedestres como la belleza física o sus logros deportivos, las vmudes de un producto o las excelencias de un candidato. · En el terreno de la publicidad, un ejemplo del testimonio basado en el 1 aspecto físico lo tenemos en una larga campaña publicitaria de la marca Citroen que, en los años 90 utilizó a la supermodelo alemana Claudia Schiffer, lo cual ; confirma que el publicitario es un discurso que no se dirige a la razón de los ,: receptores ya que con un poco de análisis y de información esa campaña debería haber fracasado. En primer lugar, se asocia a un coche con una mujer guapa. No queremos decir que las mujeres no conduzcan (de hecho, parece que lo hacen mejor que los varones), pero no parece que ese sea el rasgo definitorio de la modelo en . 1 cuestión, como sí lo es Fernando Alonso publicitando a Mercedes o a Renault, · porque "casualmente" es piloto de F-1 y ha corrido para esas marcas. Lo lógico
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.'. que la Schiffer anunciara una marca de ropas o cosméticos, ya que ésa es
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su profesión, como lo es conducir para Alonso. . En segundo lugar, Citroen es una marca francesa y durante mucho tiempo casi fue un símbolo de la mism~ Francia:, ¿Quién no recuerda al _ge~:ral _De Gaulle usando como coche oficial del Ebseo a aquellos largos Cm~en tibu• ? Pues bien como si no hubiese suficientes bellezas francesas, se elige a una ron. ' , . , , modelo alemana para que represente a esta marca emblemauca: ¿donde esta la lógica? Por otra parte, si los receptor~s se hub~~se mole,stado n~ sólo en razonar sino también en recabar algo de mformac10n habnan avenguado que, en el momento de hacer la campaña, Claudia Schiffer ni siquiera tenía carnet de conducir. En el ámbito de la política, a nadie sorprende ya el hecho de que un candidato 0 el propio presidente se rodee de personas de prestigio que, de alguna manera, iluminan su persona con ese brillo ajeno, como ocurre con la luna, que roma su luz prestada del sol. Tal vez fue J.F. Kennedy el que comenzó a utilizar de forma sistemática esta técnica, al rodearse de multitud de personajes que procedían tanto del glamuroso Holliwood, con la bel!~ Marylin co~o trági~o exponente, como del mundo de la cultura. Por tal motivo, se conocia a ese Circulo de amigos del presidente con el nombre de Camelot. También en el terreno político español se utiliza esta técnica por parte de los partidos mayoritarios: Julio Iglesias por el PP o Antonio Banderas por el PSOE, aunque, tal vez, una de las operaciones más espectaculares, en ese senrido, fue el fichaje del mediático juez Baltasar Garzón para las listas del PSOE de Felipe González, operación que, al final, terminó mal para todos ya que el público se quedó con la idea de que el mejoramiento de la justicia no figuraba entre las prioridades de ninguna de ambas partes. . , . Si nos vamos a tiempos más remotos, uno de los e1emplos mas conoodos nos lo proporciona, cómo no, la Alemania nazi donde, en un momento en que los grandes intelectuales y artistas del momento: ~instein, '!11~mas Mann, Freud, Adorno, Fritz Lang, etc., se distanciaban del nac10nal-sooabsmo, el gran filósofo Martin Heidegger acepta la dirección de la Universidad de Friburgo Y asume con un rebuscado discurso pro-nazi y la svástica en el brazo. El recurso al testimonio es también muy usual entre las prácticas de captación de adeptos de distintos grupos o sectas religiosos. Este recurso se basa en el hecho de que algunos de estos grupos ayudan a ~uchas person~s, a dejar el alcohol 0 las drogas, con lo que lo típico en las reumones de captac10n sea que alguien suba a escena con un micro y cuente cómo pasó de vivir en un infierno a llevar una vida normal, libre del vicio, gracias a ... Se trata, en definitiva, de
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emplear a alguien "redimido" que aplica la técnica del antes/después: "Antes ingresar en el grupo, yo era un vicioso (robaba, me drogaba, maltrataba et )··. . , h ,, ' c. mtrenme a ora . En el caso de las sectas, además del testimonio de los conversos, tambi ~ ju~~a un pa~el ~uy im_portante e~ atractivo que las personas puedan sentir p · la personalidad del lider o guru, una personalidad que se suele calificar hipnótica o magnética, en tanto que es capaz de atraer a multitud de person 1' que, en los casos más serios, suelen entregarle todos su bienes 0 someterse ad"1 . . . tintas ~epc10nes, casi siempre en el terreno sexual. La veneración fanática P · el guru. ~a llegado, a veces, a extremos terribles, como el aceptar beber cianu para sUic1darse en masa, como ocurrió con la secta que lideraba el reverendo Ji ' Jones, en Guyana, en 1978. Dice al respecto, María V. Reyzábal: El colectivo de una se~ta ~ira en torno a un líder-fundador, el cual designa ' su~ suceso~es. La obed1enc1a absoluta a este jefe constituye, más allá de cuaf qm~r otra idea, el dogma fundamental para todos los miembros. En torno a ese guru. el grupo va creciéndo mediante la incorporación de nuevos integrante$¡! mediante a un proceso bien planificado. (ob.cit.: 216) ~~ 1
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. Estas características de los líderes sectarios pueden aparecer también en el u.mverso de la política, y se la designa con el nombre de carisma. Su importan.!..· oa merece que le dediquemos el siguiente apartado. 2.2. Carisma j
. Por lo que hemos dicho acerca de los líderes sectarios, entendemos que el(' cansm~ es una característica (difícil de definir) que permite a quien lo posee, .1 pote~ciar enormemente su atractivo personal y su magnetismo, para influir
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efectivamente en los demás y conseguir adeptos para una causa 0 ideología concretas. Así, el ca:isma puede entenderse como un recurso persuasivo y, por ello, , ocupa un lugar importante en los estudios sobre la propaganda. · .Empezan~o por el principio, digamos que "carisma" es una palabra que proviene del gnego Charis, que significa, literalmente, "gracia" y que, referida a · una. persona, designa al que ha sido "tocado" o "elegido" por los dioses para que . realice hechos fuera de lo común y sea capaz de captar y doblegar la voluntad , del pueblo con su "magia" y su atractivo irresistible. ' El líder carismático tiene un "no sé qué", imposible de racionalizar, que : hace que todo aquel que caiga en sus redes quede de inmediato subyugado y ·~
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sometido incondicionalmente, amorosamente a veces, a su voluntad. Por tanto, :'carisma" es un término de origen religioso y, como tal, pertenece al ámbito de las emociones y no al de la razón. A la vez, esas emociones que suscita se parecen mucho a la pérdida del vínculo con la realidad, propia tanto del éxtasis místico como de la efusión amorosa. El hombre con carisma tiene algo de divino y, por ello mismo, se lo considera predestinado al mando. Además, como el talento, el carisma no se compra ni se aprende. Por ello, siempre que se habla del líder carismático se piensa en Hitler, Mussolini, el Mariscal Tito o el general Perón, hombres que fueron capaces de aglutinar en torno a su figura grandes multitudes que los siguieron con fervor, incluso mucho después de muertos. Hombres que destacaban por su oratoria encendida, su hiperactividad, su energía y, a menudo, por su aspecto físico. De allí que la contrafigura del líder carismático que, sin embargo, se mantuvo mucho más tiempo en el poder que cualquiera de ellos, fuera el general Franco. En efecto, este hombre no solo carecía de un "verbo de fuego", que diría Hitler de sí mismo, sino que tenía una vocecita de gnomo, escasa estatura, poca simpatía personal y nada de la seducción de cualquiera de los que hemos nombrado. Intelectualmente mediocre, tampoco fue un gran estratega y no se le conocieron ni excelsas virtudes (salvo las proclamadas por la propaganda), ni grandes vicios que, al menos, despertasen algo de curiosidad o morbo. Su imagen cuadraba mas con la de un oscuro burócrata que con la del "Caudillo de España por la gracia de Dios". Pero, los líderes carismáticos no se dan sólo entre dictadores o demagogos. También pueden aplicarse a otros políticos más "democráticos", como el ya nombrado John F. Kennedy o el General De Gaulle, o a estrellas del espectáculo o del deporte. En la España de la democracia también hemos "gozado" de dirigentes carismáticos: Adolfo Suárez, durante la transición y, muy especialmente, Felipe González a quien, en sus años de apogeo, sus enemigos políticos lo llamaban "encantador de serpientes", en relación con sus dotes de seducción, y no se sabe si para criticarlo o elogiarlo. Dice Charles Lindholm en un importante libro sobre el carisma: En la cultura occidental, la idea de la atracción carismática alude a ciertos aspectos muy emocionales de la interacción social, tanto en los movimientos sociales como en la vida social cotidiana. En cada nivel, desde el personal al público, permanece el concepto de un lazo emocional, compulsivo e inexplicable que une a un grupo de seguidores en la adulación del líder. (1992: 21)
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Existe, por tanto, una dialéctica entre carisma y razón, tal y como lo expH. el sociólogo Salvador Giner en un libro así titulado (2003), ya que, como hem , dicho, el carisma es un concepto que proviene del campo de las religiones y q fue extrapolado al ámbito de lo político por Max Weber, quien al analizar distintas formas de poder, habla de poder o dominación carismático. Dice ' gran sociólogo alemán que "carisma": Originariamente era una cualidad derivada de un poder mágico, tanto en 1 profetas como en los sacerdotes, en los sabios de derecho o en los jefes de ( cacerías. Por esta cualidad se considera que la persona que la posee está dota de fuerza o propiedades extraordinarias, no accesibles a cualquier persona, o es una persona enviada por dios o una persona modélica y que, por lo tanto, " un líder. (2007: 113)
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Se comprende, por tanto, que además de Alejandro Magno, Napoleón ~ Rodolfo Valentino, la iglesia católica hable del carisma de Jesucristo, ya que s~) figura de enviado divino, de sanador, de hacedor de hechos extraordinarios '·. de líder de un nuevo movimiento (tal vez, a su pesar) encaja milimétricament\ en la definición de Max Weber, quien más adelante insiste en definir al carismi1 frente a, o al margen de la razón: La dominación carismática, como algo de carácter extraordinario, se opon~;/ radicalmente tanto a la dominación racional, y especialmente a la burocrática,.)'' como a la dominación tradicional( ... ) La dominación racional y la dominación) tradicional son formas de dominación ordinarias, mientras queJa dominación" genuinamente carismática es totalmente lo contrario. La dominación burocrá-.: tica es específicamente racional, en el sentido de que está vinculada a reglas; analizables intelectualmente; la dominación carismática es específicamente irra;:, dona!, en el sentido de que es ajena a las reglas. (ob.cit.: 117-18) ' De alguna manera, la persistencia del carisma en nuestras sociedades, aun\; después de consolidada la Modernidad y la Ilustración, debió de provocar una 1, fuerte impresión en un hombre que, como Max Weber, había pronosticado el 'I' "desencantamiento del mundo'', la muerte de la visión mágico-religiosa del cosmos a manos de la razón instrumental, tecnológica y económica de la burguesía que, como mucho, dejaría espacio para lo sagrado únicamente en el ámbito de lo privado ya que, en sus propias y archicitadas palabras, la religión había quedado encerrada en la "jaula de hierro de la razón". Sin embargo, y pese a Weber, lo que se ha constatado es no sólo el reviva!; religioso que está en pleno apogeo, sino también la persistencia del carisma en :.
, .,, y pro'Paganda en el siglo XXI (,uerr••
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' bºt s de la vida social. Así que, frente al pronóstico de Weber, la · ros am 1 o ' d 1 l .isnn ' mas ' b1·en al otro gran sociólogo contemporaneo e ·d d ha d ad o 1a razon l rea l a , ·1 D kh . u1·en afirmaba que las religiones no desaparecen, ' Em1 e ur e1m, q . dº alernan, e S b la persistencia del fenómeno relig10so, ice este ' lo se trans10rman. o re So ran
l
auror: . . 'n algo eterno que está destinado a sobrevivir a todos los Hay pues en 1a re l1g10 ' . N d 1 ' . 1 de los que se han ido rodeando sucesivamente. o ~ue e s1m o º.s parucuo~:~~ad ue no sienta la necesidad de mantener y revitalizar, a 7:~:::i:gr~;:l:res, los s~ntimientos colectivos y las ideas colectivas que le dan unidad y la individualizan. (2003: 641)
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n cierto sentido, la persistencia del carisma, su peso en ~n terreno no
e~ficamente religioso, como es el de la política y otros, vendna a ~abl~rnos
esp ¡ d · d l religión como una mvanante d la existencia de un horno re igiosus, es eor, e a d " ,, .e oló ica que siempre encuentra el modo de manifestarse, e .reencantar ~;1~:do~Algo de esto intuimos en esta afirmación de Salvador Gmer: .b . ' de carisma obedeciera a inclinaciones bº n pudiera ser que 1a atn uc10n E f, . . . ie 1 d .d d ( ) no ha hecho desaparecer. n e ecto, humanas peren~es' que a m~á~;~s: en. ·~ntropomorfizar sus ideas abstractas, las gentes contmu.an. empe héroes o villanos vehicular fuerzas sobrenatuidentificar aconteomientos con . . ,' . ue se ciernen sobre sus rales a través de sacerdotes o chamanes, en_glf ?nnopes ~ omento cuál es el súbditos y buscar amos mentales que les md1quen a ca a m camino. (ob.cit.: 156) La supervivencia del elemento mágico-religioso enl nuel strads lsohc~edeadoesd:~ . d l . n e cu to e ero manifiesta no sólo en la presenc~a e. cdanlsma y e. mítico, que también c1udillo sino también en la perv1venoa e pensamiento d o , , d l l' . D la política y de la propagan a que, com ingresa en el terreno e ª Pº 1t1ca e d d bºd de la potencia persuahemos estudiado en otra parte6' ha toma o e 1 a nota · ' · com o del mito · siva tanto de la figura cansmauca
'' Vid. Huici, A. ( 1996)
CAPÍTULO VI: CÓDIGOS, LENGUAJES
Para hacer llegar al público el mensaje propagandístico a la vez que para fortalecer su potencial persuasivo y manipulador, la propaganda no solo debe funcionar conforme a las estrategias que hemos descrito, sino que puede y debe utilizar distintos lenguajes o códigos, teniendo siempre presente que, como dice Reyzábal, el discurso de la propaganda suele funcionar siempre como una superposición de códigos y no como una forma estable ya que recurre a todos los disponibles: verbal, no verbal, icónico, musical, etc., los cuales a menudo, se combinan en un mismo acto propagandístico, como ejemplifica perfectamente el mitin, en el que se combina la imagen (plasmada en los símbolos, uniformes, emblemas, carteles, formaciones humanas) y la arquitectura, con la palabra del líder, la música, los gestos, etc. Dice inteligentemente Reyzábal: Lógicamente, tal variedad de códigos y de formas de presentación de los actos propagandísticos constituye un factor más de poder para el emisor y, recíprocamente, de desprotección para el receptor, ya que resta capacidad a este último para identificar la finalidad manipuladora del mensaje y, en consecuencia, para defenderse críticamente de la misma. (ob.cit.: 178) Evidentemente, el hombre inmerso en una gran manifestación de masas, como lo eran los grandes mítines nazis convocados en Nuremberg, no puede dejar de sentirse abrumado por esa "superposición de códigos" que atrapa todos sus sentidos sin dejar margen para pensar o reafirmar su individualidad. A grandes rasgos, se puede decir que los principales, aunque no los únicos códigos empleados por la propaganda son la imagen y la palabra. La primera, encarnada en muy diversas formas que abarcan desde lo icónico propiamente dicho, que va desde la pintura de cámara que se dedica a inmortalizar al soberano de turno, hasta los espots televisivos, es decir, lo audiovisual, pasando por la arquitectura o los espectáculos. La palabra, evidentemente, aparece en la propaganda tanto en forma oral como en la escritura y, obviamente, combinada
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con la imagen, en l~s ~ocumentos audiovisuales. También consideramos co soportes propagand1sucos ., ,a .los llamados lenguaJ·es no verbales , los gestos y ·· g~~tas, la educac10n, la mus1Ca, etc. De todo ello nos ocuparemos a contin :· CIOn.
l. El poder de la palabra . Diderot menciona.en la E~cyclopedie a un sacerdote que se encuentra, P pnmera ,vez, con un ch1mpance. El hombre permanece largo rato ante la ja /, y despues de pro.funda reflexión, le dice al animal: "Habla y te bautizo". · hombres hemos mventado el lenguaje, para que éste, a su vez, nos invente nosotros. Es~! lenguaje el que, verdaderamente nos hace humanos. Sin la p 'I bra, no pasanamos, com~ en la historia de Diderot, del status de chimpacé. Los hombres, conscientes de la importancia del lenguaje, han atribuido: la palabra el poder de crear la realidad que nombra o, dicho en otros término\' ~an pensado q~e el ser de las cosas estaba en su nombre, que, literalment" no~brar es ser . Ello atribuye un poder a la palabra que la incluye en la cat .:. gona de lo sagrado-religioso, tal y como puede verse en el Génesis, donde Di :, crea el mundo nombrándolo, o en el Evangelio de Juan que comienza diciend aquello de que "En el principio era el Verbo ... ". Dice Cassirer sobr~ esta concepción "fuerte" de la palabra y el lenguaje¡ que la eleva a la categona de lo sagrado: ·
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los relatos de Creaci~n de casi todas las grandes religiones cultivadas, ¡~: abra aparece por do,qu1er en unión con el dios creador supremo, ya sea como strume~to del que este se sirve, o directamente como razón primaria de lá' que, lo mismo que todo ser y toda ordenación del ser deriva tamb"' '] · " (1975: 114) ' 1en e m1smoj Esa concepción de la palabra como una entidad de poder no es privativa::. d e1 camp 0 d 1 l º • ' d l 1 l e re igion o e as culturas primitivas. Ya hemos hablado de'~1 ' " , evitamos" · pas palabras . fuertemente estigmatizadas , aquellas que , como "cancer
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(,'u erra y propaganda en el siglo XXI
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guaje y poder de la que venimos hablando. s~ trata del diálogo que la heroína Jcl cuento entabla como Humpty Dumpty. Este ha dicho que las palabras significan lo que él quiere que signifiquen. Alice, escandalizada, le recuerda que el significado de las palabras no depende de las personas que las usan, pero Humpty Dumpty, con total pragmatismo, le contesta: "No se trata de una cuestión de significados, se trata de quién tiene el poder". La palabra es, por tanto, una creación humana que no sólo emana poder, sino que se lo confiere a quien mejor la usa o, como decía Marx en un texto ya citado, a quien domina más palabras. Y ese poder, obviamente, no pasa desapercibido para quienes se dedican a la persuasión. Tal y como dice Luis Veres: El lenguaje, como principal producción humana pertenece al mundo propiamente humano de la libertad en donde dicha producción responde a una finalidad, pero también al mundo del imperativo, del mandato y de la persuasión. (2006: 19)
Vista la relación entre lenguaje y poder, ya no parece tan exagerada la afirmación de que las palabras pueden matar, y no sólo en el ejemplo un tanto "fácil" de la palabra "fuego" pronunciada por el jefe de un pelotón de fusilamiento. El lenguaje es mucho más sutil que eso, como cuando se empezó a hablar, en Alemania, del "problema judío": enunciar la existencia de tal problema (real o inexistente) ya lo introduce en la categoría del ser y, naturalmente, cuando hay un problema, lo que se debe hacer es buscar la solución, la "solución final", expresión que, en este caso, no requiere de mayores comentarios. El vínculo entre lenguaje y poder no es ajeno a su relación con la ideología puesto que aquél es una imagen mediadora de la realidad que, como dice Veres, puede informarnos acerca de esa misma realidad: Por su carácter social y convencional, el lenguaje es el poso donde se aposenta la ideología de una comunidad( ... ). El lenguaje se apodera de numerosas experiencias conectadas con la personalidad de un individuo o de un grupo, incluidas aquellas que hacen referencia a sistemas de valores. (ob.cit.: 33)
lar~;uncia~ por temor a que lo nombrado se materialice en nosotros. También:1 d q
de~ del msulto reposa en la creencia de que hay un poder en la palabra capaz•' :e :~r al ,?t~o: ~ecorde~os q~e "~lasfemia" es palabra de origen griego en la; apto s1g01ficar
H·¿ªzY un pasaje muy conocido en él capítulo VI de Alicia en e/país de las ' marav1 as (1999) ¡ ¡ . d ' en e que e ge010 e Carroll plasma esta relación entre len-
Si, como dice Barthes, "no hay lenguaje sin ideología" (2002: 177), y si el lenguaje es un producto social y convencional, entonces, cuando un miembro de una determinada comunidad "habla", lo que hace -entre otras cosas- es reafirmar el sistema establecido, con unos valores y una visión del mundo concretos. Por ello, cuando una revolución triunfa, una de las primeras cosas que hacen los líderes revolucionarios es intervenir sobre el lenguaje, modificar el
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léxico como una forma de reforzar la idea de que la realidad ha cambiado, qu es distinta. Es lo que hicieron, recordémoslo, los dirigentes de la Revolució'· Francesa, entre otras cosas, con los nombres de los meses del año. :~; Todo sistema totalitario -dice Luis Veres- da lugar a un lenguaje totalitari ' 1 porque no es el lenguaje el culpable del totalitarismo, sino la ideología qu' lo engendra y que se manifiesta en el propio lenguaje. Sin el Mein Kampf n hubiese existido el lenguaje del Tercer Reich, sin la prédica racista de Sabin 1 Arana no hubiese surgido ni ETA ni su retórica. (ob.cit.: 38) Lo dicho hasta aquí en relación con los vínculos entre lenguaje, poder "''• ideología nos lleva directamente a la propaganda, esto es a la persuasión, a l' institución de estereotipos, a la construcción de modelos mentales dominantes' con los que individuos y colectivos "procesan" la realidad. En la tercera parte nos detendremos en algunos ejemplos de manipulació del lenguaje que encuentran un marco propicio en la propaganda de guerr~ Ahora vamos a ver las grandes modalidades de uso del lenguaje en la propa' ganda: la oralidad y la escritura. l. l. Palabra hablada
Eq'
El hombre lleva muchísimo más tiempo hablando que escribiendo. consecuencia, la primera forma de comunicación, más allá del lenguaje gestual y, por tanto, la primera forma de persuasión, estuvo basada en la oralidad o~ dicho de otra manera, el hombre comenzó a crear eso que llamamos civilización'' antes hablando que escribiendo. Inclusive en una época en que la escritura >1' está consolidada, como en la Grecia clásica, el propio Platón en su Cratilo des,j 11 potrica contra la escritura, como enemiga de la memoria. Desde el punto de vista de la propaganda, como señala Pizarroso, los pri-;-J meros medios tienen un carácter directo: "La palabra hablada es el primerq'; de ellos, tanto cuando la propaganda se dirige a uno o pocos receptores com& cuando lo hace a multitudes" (1993: 30) 1.1.1. Grupos restringidos La palabra dirigida a grupos restringidos -una práctica válida todavía er1 nuestros días-- es característica de las organizaciones celulares, es decir, grupos: pequeños de personas que suelen ser, aunque no sea ésta su condición necesaria.,:. 1 clandestinos. '
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En cualquier caso, la organización celular suele estar en la base de las sectas, palabra que en un principio designaba a un grupo pequeño de iniciados que compartían algún conocimiento o creencia que los había llevado a "separarse" del tronco de una doctrina principal. La etimología más probable de "secta'' es, precisamente, la raíz griega "sek'', que significa "cortar", "separar". De allí términos como "sección", "secante", "sector", etc. En este sentido, el cristianismo encaja perfectamente en esta definición ya se que trata de una rama que se secciona del tronco principal del judaísmo para adquirir entidad propia. En muchos casos, y el cristianismo es un ejemplo, es la persecudón la que obliga a los adeptos a una religión o ideología política a organizarse en sectas o pequeñas células. La organización celular y la clandestinidad, como en el caso de cristianismo, favoreció el uso de la palabra hablada (escribir no estaba al alcance de todos o podía ser peligroso). El mecanismo consistía en que cada miembro de la célula, una vez absorbida la doctrina escuchada de boca del líder, se convertiría en un nuevo propagador de la fe y podría fundar una nueva célula, de modo que la secta creciese cada vez más hasta que, como en el caso del cristianismo, acabase transformándose -por obra del Edicto de Milán propiciado por Constantinoen la religión oficial del imperio y -todo hay que decirlo- pasase de perseguida 7 a perseguidora de otras sectas, incluidos grupos cristianos disidentes • También en los comienzos, Lenin organizó a sus seguidores en pequeñas células cuya necesidad, en parte, coincidía con el cristianismo: evitar caer en manos de los perseguidores, en este caso, la policía del zar. Pero hay otra causa, y ésta coloca al leninismo en las antípodas del cristianismo (al menos de lo que nos dicen fue en sus primeros tiempos): se trata de la complejidad de la doctrina marxista-leninista, difícilmente explicable a las grandes masas semianalfabetas de campesinos, obreros y proletarios. Era necesario adoctrinar primero a un grupo reducido que, ante todo, comprendiese el "mensaje" con conceptos tan complejos como "plusvalía'' o "fetichismo de la mercancía" y, en segundo término, fuese capaz de sintetizarlo y adaptarlo a la mentalidad de su público a través de eslóganes y consignas. 1.1.2. Multitudes Si no tenemos en cuenta la condición de persecución, complejidades conceptuales, etc., que acabamos de mencionar, el discurso oral dirigido a multitudes es un recurso igual de antiguo y está presente, precisamente, en una de las 7
Sobre el tema de grupos cristianos marginados por la corriente oficial, vid. Ehrman, B.
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Guerra y propaganda en el siglo XXI
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actividades más viejas del hombre: la guerra. Nos referimos a las arengas qu~ los jefes guerreros primitivos o los grandes generales de rodas los tiempos h~ dirigido a sus hombres, tanto para estimular su valor como para -a menudo po': medio del ridículo o el escarnio- hacerles olvidar el miedo. Arengas que, en fondo, no han cambiado demasiado en la historia del ho sapiens: apelaciones a la defensa de la propia tribu o de la patria, promesas ~. paraísos futuros garantizados a los valientes por distintas religiones, defensa d~ la religión "verdadera'', exhortaciones al honor y a las virtudes guerreras, recorj' datarios de la gloria y el botín prometidos son recursos que, con variacione'~ se mantienen hasta el presente, desde el "Dios lo quiere" utilizado durante l~ 1 cruzadas, al "¡Soldados, Cuarenta siglos de historia os contemplan!" emplead por Napoleón en la batalla de las Pirámides, pasando por el romano "Bello .: honroso es morir por la patria'', hasta llegar a la brutal admonición con que l
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exponentes, como Demóstenes (tal vez, con Cicerón, en Roma, el orador por antonomasia) o el propio Pericles, de "verbo irresistible". Roma, en esta como en tantas otras cuestiones, aprende de la oratoria griega y la lleva a sus picos más elevados con nombres como el ya mencionado Cicerón, o el viejo Catón, la "lengua más afilada de su tiempo", que fue capaz de provocar una guerra con una frase pronunciada en el senado: "Carthago est delenda''. Por supuesto, Julio César fue un maestro en la oratoria, en la invención de eslóganes y palabras que, él parecía saberlo, quedarían en la historia, como "Alea iacta est", al cruzar el Rubicón con su ejército, "Veni, vidi, vici", anunciando su victoria ante el rey Farnaces o, inclusive, en el momento de su muerte: "Tu quoque, fil¡ mihi". El propio Octavio, a la muerte de César, se gana la voluntad popular con fa oración fúnebre que pronuncia ante el cadáver apuñalado del dictador. Hemos dicho que para el cristianismo la palabra hablada tendrá un papel fundamental. Bástenos recordar que su fundador no dejó nada escrito y que no sólo hablaba para su reducido grupo de discípulos sino que, cuando fue necesario, se dirigió a una gran multitud, como el caso del Sermón de la Montaña, que puede considerarse una de las grandes piezas de retórica de todos los tiempos. Así, durante toda la Edad Media, tiempos de mayorías analfabetas, no lo olvidemos, la oratoria católica, la predicación, ocupará un lugar central en la difusión de la doctrina y en la consolidación de la Institución. Sólo con el surgimiento de la Modernidad y uno de sus grandes inventos, la imprenta, va entrar en decadencia la oratoria, eclipsada por el prestigio que pronto revistió a la palabra escrita, prestigio plasmado en el adagio latino: "Scripta manent, verba volant", esto es: lo escrito permanece, a las palabras se las lleva el viento. Sin embargo, la oratoria no se perderá del todo, y todavía vivirá grandes momentos, especialmente durante la Revolución Francesa, en cuya Asamblea las batallas dialécticas protagonizadas por Robespierre, Danton, Saint Just o Marat sacaban, literalmente, chispas. También existió buena y abundante oratoria en los debates parlamentarios durante el siglo XIX puesto que, aunque la indigencia verbal de los políticos actuales parezca desmentirlo, hubo un tiempo en que cualquier diputado que tomaba la palabra construía una verdadera pieza de retórica. A pesar de esta decadencia de la oralidad y del discurso político pronunciado de viva voz y sin papeles, las innovaciones tecnológicas aparecidas a comienzos del siglo XX: el micrófono y, fundamentalmente, la radio, le devolvieron a la palabra hablada buena parte de su poder y de su prestigio. De hecho,
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a y propaganda en el siglo XXI
(,uer~
no podría entenderse la propaganda fascista ni, sobre todo, el ascenso de ler al poder sin los amplificadores que le permitieron dirigirse "in praesen ~1 no ya a cuatrocientos o quinientos fieles congregados en una plaza de Berl sino a decenas de miles de personas que lo escuchaban embelesados en la g ' explanada de Nuremberg, y a muchos millones más a través de la retransmisi · radiofónica. · Se podría decir que, como ocurriera antes con la imprenta, el imperio de imagen instaurado especialmente con la televisión a partir de la segunda mi · del siglo XX, volvió a arrojar a la oratoria a un papel secundario. Sin embar debemos decir que la palabra hablada, en mayor o menor medida, sigue sien . insustituible. Los medios técnicos pueden fallar, o no estar disponibles, pero ' voz de un hombre, a menos que padezca alguna patología, siempre se pu hacer oír. Un ejemplo muy impactante de esto último lo tenemos en la Rusia e plena transformación de los años 90, cuando la vieja guardia comunista inten un golpe de estado mientras Gorbachov se hallaba fuera de Moscú. En e momento, Boris Yeltsin se encaramó a un tanque y con un simple altav arengó a la multitud y a los soldados para desactivar el golpe; y de paso, aupar ' él mismo en el poder, desplazando definitivamente a Gorbachov. , 1 Por último, no está de más recordar que, desde los a_fu>s 50 en adelanrei¡ pasaron varios decenios en que el discurso político, en tanto que palabra 1 argumentación, quedó eclipsado en aras de la imagen, del "loock". Una época¡. en que la sonrisa, el corte de pelo o la combinación de colores del traje con la;¡ corbata del candidato eran más importantes que cualquier cosa que pudiera¡ decir. Hasta que llegó Obama. · La llegada a la presidencia de los Estado Unidos del senador por Illinois, Barak Qkiama representó una nueva revitalización del viejo y noble arte de pro- . nunciar buenos discursos. Obviamente, las campañas de los candidatos para las; elecciones de noviembre de 2008 fueron, como las anteriores, grandes batallas/ de imágenes. Pero, casi todos los analistas coinciden en que, ante la igualdad .: en el uso de las estrategias tradicionales del marketing político, lo que marcó '. la diferencia entre McCain y Obama fue, precisamente, la capacidad oratoria .i de este último, que fue capaz de pronunciar discursos bien construidos, desde 1 el punto de vista formal, y con contenidos lo suficientemente atractivos como . para que la gente, aun sin dejar de ver, también escuchase, prestase oídos. El eslogan "Yes, we can" sintetiza muy bien esta circunstancia, como veremos más \ adelante.
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J.2. Palabra escrita Hemos dicho que la palabra escrita, en virtud de su materialidad y su Este fenómeno se agudiza perm anencia ' acaba desplazando al discurso oral. . . . davía más con la aparición, a mediados del siglo XV, de la imprenta de tipos ro,ov1·1es inventada por Gutenberg. La letra de molde se volvió casi . un fetiche 111 . que volvía indiscutible y confería valor de verdad a cualquier ~ensa¡e. Desde el punto de vista de la propaganda, uno de los pnmeros en benefi_., del inmenso poder de la letra impresa fue Martín Lutero. Efectivamente, u,1se e la imprenta permitió que las ideas de la Reforma pudiesen difundirse d_e ro~n:~ masiva y con un rapidez imposible en la época de los amanuenses. Ello rmp1~10 e ue Roma pudiese reaccionar con la suficiente celeridad y, para cuando quiso prácticamente había "perdido" el norte de Europa. El propio Lutero reconoció el papel~ la imprenta jugó en el éxito de su movimiento calificándola de "Un acto de la gracia de Dios".
~acedo,
1.2. l Prensa y otros impresos Como hemos dicho más arriba, desde mediados del siglo XV hasta finales del XIX y principios del XX, el texto escrito se convierte en uno de los medios propagandísticos más importantes. De hecho, no es casual que mu~h~s de los revolucionarios y políticos del siglo XIX y parte del XX hayan parncrpado activamente en áctividades de prensa, como colaboradores ocasionales, como periodistas profesionales e, incluso, como fundadores de p;ri~dicos. Todo ell~, a menudo con resultados espectaculares, como el caso de Emile Zola y su articulo "]' accuse", publicado en L'Aurore el 13 de enero de 1898 y dirigi~o al Presidente de la República, en el que denunciaba el injusto encarcelamiento del capitán Dreyfus, acusado de alta traición y confinado en el terrible penal de la Isla del Diablo, pero, en realidad, víctima del antisemitismo, presente en la sociedad francesa y, en particular, en su ejército. Benjamín Franklin, Karl Marx, Vladimir Ulianov, Lenin'. o Fid~l Castro, foeron periodistas o dirigieron periódicos. En el caso de ~enm,. el l,~der de la Revolución Rusa fundó dos periódicos. Primero el Iskra ( La chispa ), creado en 1900 durante su exilio en Ginebra, como órgano del partido Socialdemócrata, y ~ue duró hasta 1905. El segundo, el famo~o Pr~~~a ("La ve~dad") fue creado en 1912 y dominó todo el período de la Rusia sov1et1ca como organo d~l Partido Comunista. En realidad, durante este tiempo, el Pravda no se pareoa demasiado a lo hoy entendemos que debe ser un periódico, es decir, la información ocupaba un lugar secundario, cuando lo ocupaba, frente a la carga
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ideológico-propagandística. El Pravda sigue saliendo a la calle, pero sin la carg~ política que tuvo antaño. , Fidel Castro, que se distinguió como gran orador, aunque tremendamenté excesivo (hoy nadie, fuera de Cuba, soporta un discurso de tres o cuatro horas)1 también se dedicó a la prensa y, una vez en el poder, fundó su propio periódico>)¡: el Granma (nombre del yate que lo llevó a él y a los primeros guerrilleros Parai;· iniciar la lucha en Sierra Maestra) y, en cierto modo, seguidor de la línea dd ' Pravda: poca información y mucha ideología. j11 Además de la prensa escrita como vehículo de propaganda, debemos men-.'~ cionar otro tipo de escritos que han cumplido con dicha función, con distintos: objetivos. Entre ellos, citamos a los panfletos, las octavillas y los libelos, como ;' instrumentos de choque y de batalla política que persiguen fines inmediatos y,} resultados a corto plazo, que buscan mover a la acción más que al pensamiento.'~ reflexivo, algo que sí puede hacer la prensa. ·
1.2.2. Literatura, crónicas, historia
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También la literatura, en sus distintas variantes (epopeya, biografías y ! memorias), ha contribuido a la propaganda. La epopeya antigua (y su continuación moderna en la novela) desde el Cantar de Gilgamesh a Virgilio, pasando. por Homero hasta el Cantar de Mio Cid, se ha dedicado a exaltar no sólo a . héroes, reyes y caudillos, sino también ciertas ideas vinculadas con pueblos ,. ' razas o naciones: pensamos en el vínculo que en un tiempo se estableció entre la 1· figura y los valores encarnados por el Cid y la idea de españolidad que sostenía la ultraderecha española y la clase dominante vencedora de la Guerra Civil. Así, la propaganda franquista no sólo asoció la lucha de Rodrigo contra los moros con la "cruzada contra los rojos", sino que, a menudo, los panegíricos obsecuentes -propios de todo estado absolutista- procuraban identificar la ' • figura poco agracyida de Franco con el mismísimo Campeador, algo que hoy resulta irrisorio, tanto como los increíbles calificativos que la literatura del régimen prodigaba a Stalin: los extremos siempre acaban tocándose. La novela decimonónica, en muchos casos, recoge la herencia de las grandes epopeyas clásicas y, a menudo, conscientemente o no, se pone al servicio de una causa o de algún personaje al exaltarlo de una u otra forma. Por poner sólo dos ejemplos pensemos en la figura de Napoleón, a cuyo carisma cedió no sólo Sthendhal, que sirvió en el ejército napoleónico, escribió una biografía del Emperador y, en La cartuja de Parma, sitúa a su héroe Frabizio del Dongo en Waterloo, sino también el antimonárquico Víctor Hugo, que en su odio feroz contra Napoleón III, el rey que lo envió al exilio, lo compara desfavorablemente ~
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Los B aparte y llega a hacer una descripción de la batalla de Waterloo, en con on h b' , ,,. ables, en la que poco menos afirma que Napoleón prácticamente a 1a ¡vitser. 1 ·1· · venct·d o pero los ingleses ' a punto de rendirse, contaron con e aux110 zn extre· de los prusianos que llegaron al rescate. ¡ntS e' no han s1'do smo . verAsimismo, en muchos casos, las gran des b'10granas dadera hagiografías, escritas ad majaren gloriam del personaje, como Napo~eón, Alejandro, De Gaulle o Stalin. Todavía más cu~ndo se trata de ~emo~1as u . biografías, normalmente escritas por persona¡es con egos sobred1mens10naJllto . , . · P) j (.Para qué escribir una autob10graf1a s1 uno no se cree un ser excepc10na . a debemos añadir que, se trate de personajes "históricos" o de ' · os los recuerdos tienen mucho más de constructo, de creac1on, que anomm ' d' h de recuperación objetiva del pasado: queriéndolo o no, ~ransfor~amos IC os recuerdos por lo que, en el caso de que éstos vayan a publicarse, ¿como no ceder a la tentación de presentarlos bajo~ luz más favorable? . Biografías y autobiografías de héroes, padres fund.adores ~e l~ patna, etc., son utilizadas por la propaganda nacional como paradigmas a 1m1tar que catalizan en sus figuras, eternizadas en el bronce, la suma de todos los valores que . definen a la nación y a la identidad colectiva. Mª V. Reyzábal (ob.cit.: 179) incluye entre la prop~ga.nda esc~lt~ ~ las crónicas, textos redactados por testigos de grandes acontec1m1entos h1sto~1cos, protagonistas u observadores de los mismos, es decir: .te~tos con pre~ens10nes históricas aunque, la mayoría de las veces, igual de sub¡et1vos y fantas10sos que las memorias. En el ámbito hispánico, algunas de las crónicas más interesantes, a menud.o a mitad de camino entre historia y libro de viajes, son las relativas al descubnmiento y conquista de América, desde el cuaderno de bitácora de Colón a la crónica de Berna! Díaz del Castillo. Estas crónicas tienen un antecedente prestigioso en la cultura clásica, como famosos son los Comentarios sobre la guer~a de las Galias, en los que Julio César relata sus propias hazañas en esa campana , . n1ilitar de la que tanta renta política iba a sacar. Pero no sólo debemos atribuir a las crónicas un carácter mas constructivo l\Ue objetivo. Tampoco el discurso histórico puede atribuirse el ~atrimonio. de 1a ob.¡et1v1 · ·d ad porque, como di'ce Hayden White , se trata de un artefacto . l1terario". En efecto, la historia es un producto verbal y, lógicamente, también un producto humano, es decir, a cargo de un sujeto que inevitablemente interpreta Y valora. Dice al respecto el autor antes mencionado:
~0°~u~
ciu.~adanos
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Adrián Huid Móden
La representación de una cosa no es la cosa misma. Hay una estrecha relació .· entre la aprehensión del historiador de que "algo ocurrió" en alguna región pasado y su representación de "lo que ocurrió" en su consideración narrativ .. zada de ello. (... ) En sus investigaciones, los historiadores tratan típicamente d, determ.ina: no sólo "lo que ocurrió", sino el "significado" de ese acontecer. (.. : Y la pnnc1pal forma por la que se impone el significado a los acontecimient ·· históricos es a través de la narrativización. (2003: 51) La historia, en definitiva, son palabras y las palabras pueden modificarse .:
int~rpretar~e de di~tintas maneras, según los intereses, los valores y, por qué 0
decirlo, la id~olo~~a del qu~ la escribe, y también del que la lee. Por ello, n ' parece paradigmatrc~, para ilustrar esta maleabilidad del discurso histórico, J novela del gran escntor portugués José Saramago, Historia del cerco de Lisb ; (1 ~90), en la cual un simple corrector de pruebas modifica un texto que es ' revisando, trastocando la historia del cerco que los cruzados impusieron a I ciudad de Lisboa8 •
1.3. Eslóganes y consignas :
1:
Posiblemente; la forma hablada o escrita que más se utiliza en propaganda;~ c.on mayores y mas duraderos efectos, sea la conoelcta como eslogan y/o con' signa, una forma que también será de importancia capital para ese otro discurs persuasivo: la publicidad. · . . ].~~· Dom~nach distingue, aunque luego se cuida en afirmar que dich ' ~istmc10n no esta del todo clara, entre consigna o voz de orden y eslogan polf..:l
tlc~. La voz de orden es una característica distintiva de la propaganda leninist · y dice de ella nuestro autor: l
La voz de orden no;Ueva no solo a la situación política, sino también al ni" 'i\ de conci_enci_a de las masas. Su. valor depende de la repercusión que tenga e~,' esa conc1enc1a Y para ello debe mterpretar aspiraciones latentes en el tema más' favorable. (ob.cit.: 27) ·\
un
¡
Para Lenin la cuestión de la voz de orden (o de los eslóganes) no era 4 asumo baladí y, de hecho, en 1917 escribió un artículo dedicado al tema en eJ, que, entre otras cosas, afirma que las voces de orden no deben perpetuarse sino''. que ~ebe~ cambiar conforme las circunstancias del momento lo requieran, fo.. que impl1Ca que n o se trata s1mp . 1emente d e un recurso para excitar a las masa51'¡i
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Para un análisis más amplio de esta novela, vid. Huici, A. (1994).
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sino que representa la línea política que se sigue en cada momento, tal y como !damos en la anterior cita de Domenach. El genio de Lenin para la elaboración de este tipo de fórmulas verbales queda de manifiesto en su famosa, y ya mencionada, consigna: "Tierra y paz". Aquí, como afirma Domenach, con sólo dos palabas Lenin: " ... supo unir y expresar las dos reivindicaciones fundamentales de millones de campesinossoldados del ejército ruso" (Ibídem). Luego, el eslogan se ampliará y pasará a ser "Tierra, pan y paz", con lo cual Lenin alude a la situación de las masas empobrecidas y sometidas a la dictadura zarista: en efecto, el pueblo ruso pasa hambre, es decir, carece de pan; los campesinos viven esclavizados a una tierra que no les pertenece y, además, son enviados al frente de combate donde caen exterminados en una guerra que ni siquiera comprenden. Al mismo tiempo que les recuerda esas carencias, las palabras paz, pan, tierra, en boca de Lenin y sus bolcheviques constituyan una promesa que se cumplirá en un futuro cercano siempre que los comunistas lleguen al poder. ( De hecho, la película Octubre de Serguei Eisenstein, rodada en 1927 para conmemorar el décimo aniversario de la Revolución (lo que delata su carácter propagandístico, además del hecho de que fue un encargo directo de Stalin a su director), termina con la toma del Palacio de Invierno de San Petersburgo y el triunfo de la revolución. Pero los planos finales muestran a Lenin firmando los decretos del pan, de la paz y de la tierra: la promesa formulada en el eslogan, corno una profecía bíblica, se ha cumplido . Ahora bien, si la voz de orden, como dice Domenach, tiene un contenido r~íctico y resume un objetivo concreto, el slogan, por su parte: ... hace un llamado más directo a las pasiones políticas, al entusiasmo, al odio" (ob.cit.: 57). Dice Ma Victoria Reyzábal: El slogan constituye un mensaje verbal sumamente conciso y rico en significaciones, en él se elimina cualquier elemento que no resulta esencial (... ). La lograda estructuración de forma y contenido le confiere un carácter único, que aumenta su rotundidad e impide la reflexión o la crítica, ofrece como únicas posibilidades de reacción el silencio o la repetición. (ob.cit.: 180-1) En cierto sentido, el eslogan está emparentado con la poesía: una conjunción de forma y fondo que resulta evocadora, eufónica, a veces incluso con rima Y que se dirige principalmente al mundo de las emociones y de la sensibilidad. De hecho, el lingüista Roman Jackobson utilizó como ejemplo para la función poética del lenguaje el famoso eslogan empleado por el general Eisenhower en su campaña para las presidenciales de 1956: "I like Ike"
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En cuanto al eslogan nazi, "Ein Volk, Ein Reich, Ein Führer", desde . · punto de vista del contenido, puede considerarse como un pequeño compen ,¡ 1 de lo que fue el nacional-socialismo. Aparece aquí el concepto de pueblo, unid 1 al de raza, que derivará en la creencia en la superioridad aria y en la idea de q el individuo sólo es una partícula al servicio de ese ideal; la idea de un Rei es decir de un imperio que, como tal, se ampliará por sus conquistas militar y un líder (Führer) que será el guía necesario y providencial para la conqui de esos objetivos. Formalmente, el eslogan es una estructura tripartita que, pronunciarse, instituye una cadencia cuya repetición constituye una espec . de onomatopeya del ruido de las botas militares en un desfile, lo cual refue semánticamente el concepto nazi de un estado militarizado. Por otro lado, ca uno de los tres miembros de la fórmula se compone de palabras breves y co • tantes: "Volk, Reich, Führer'', que evocan también las orden que imparten lo militares a la tropa. · Reyzábal enuncia las principales virtudes que debe reunir un eslogan: br vedad, concisión, conexión con la esfera emotiva, relación fondo/forma fór~ mula cerrada que no admite discusión o crítica, fácil memorización, u~o : rimas , ritmo, etc. Pero, la autora también pone el acento en el hecho de que' además de su brevedad, hay dos elementos que incrementan el poder del eslo~' gan. Primero, la repetición, que se convierte en algo mecánico y desvía la aten./' ción de los verdaderos prob,emas subyacentes y, segundo, porque de este modojl " ... funciona como narcótjto de la conciencia, debilitando el pensamiento librejo: y razonado". (ob.cit.: 181) Esta última reflexión nos parece muy importante para nuestro presente{ porque se podría decir que, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, los/ eslóganes y las consignas pasaron a constituir la totalidad del discurso de loi políticos, incapaces de "discurrir" más allá de unas pocas palabras siempre; repetidas. Al respecto, Reyzábal cita un artículo del siempre muy ponderado~ historiador Santos Juliá, quien lamenta la desaparición de los grandes debates:! i parlamentarios, con sus batallas dialécticas: Será porque falten tiempo y lecturas para entablar verdaderos debates, o porque', el Parlamento haya echado el cierre a la palabra y sólo deje lugar para el insulto/ el caso es que toda la política tiende a reducirse ( ... ) a unos cuantos eslóganes; machaconamente repetidos con el único propósito de que la gente se los meta'. bien en la cabeza. (en Reyzábal, ob.cit.: 181)
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J. 4. Aires nuevos: Obama puede
Aunque coincidimos con Juliá, ello no significa que, de vez en cuanto, aparezca una rara avis, capaz de enlazar más de tres palabras con sentido. Precisamente, un político que, lo hemos dicho ya, parece haber despertado nuevas esperanzas en los que creemos en el poder de la palabra, ha sido el Presidente Obama. Además de sus magníficos discursos, verdaderas piezas de oratoria, y de su forma de pronunciarlos, tenemos el "Yes, we can", el eslogan cuyo impacto ha sido tal que ha excedido los límites de la política y ha saltado, por ejemplo, al ámbito del deporte: ¿Es casual que la selección española de fútbol, que ganó la Eurocopa en mayo del 2008 (en plena campaña electoral norteamericana), utilizara el estribillo "Podemos", repetido ad nauseam por todos los medios de comunicación? ¿Dónde reside la fuerza y el impacto de este eslogan? En diversos factores. El primero, el pronombre ("we"): al utilizar el nosotros, Obama establece una conexión profunda con su audiencia, algo más que una conexión, en realidad, una identidad en la que "todos nosotros, los q~~- escuchamos, somos como tú, nos parecemos a ti y queremos lo que tú quiereS:: Como dice Shel Leanne: El empleo del "nosotros" tiene un efecto similar a la conexión "yo-nosotros". Ayuda a enviar el mensaje de que el orador y los que escuchan forman parte de un mismo equipo, van en el mismo barco y se enfrentan a la misma suerte.
(2009: 79)
Se trata, como sigue diciendo este autor, de aprovechar las experiencias compartidas para establecer "una profunda sensación de acompañamiento" (ob. cit.: 60). Pero, además, los nexos, la fuerza de identificación que va tejiendo ese "nosotros" se establece por círculos concéntricos cuyas ondas acaban por abarcar el todo social. Si partimos de las adscripciones políticas, en primer lugar, el "we" se refería a una corriente interna dentro del partido Demócrata que apoyó la candidatura del senador Obama, frente a la otra facción encabezada por Hillary Rodham Clinton Una vez dirimidas las primarias, el "we" potencia su carácter inclusivo: ahora son todos los demócratas frente al candidato republicano. Lo importante aquí, sobre todo en vistas a un futuro que todavía tiene muchas incógnitas respecto a la gestión del ahora Presidente, es que esa inclusividad del "we" no se ha quedado en mera retórica. El mejor símbolo de esa coherencia por parte de Obama, lo tenemos en la incorporación a su gabinete, nada menos que como
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Secretaria de Estado, de su antigua rival en las primarias, y de otros demócra fieles a Clinton. A medida que la campaña electoral avanzaba, el discurso de Obama hacía cada vez más amplio y se dirigía a todos los sectores de la sociedad, tan en lo que respecta a clases sociales como a simpatías políticas. En otras palabr a pesar de los ataques y las críticas de su rival, John McCain, lógicos y esperabl ' en cualquier contienda electoral, el senador por Illinois (el mismo estado al q pertenecía Abraham Lincoln, algo que se ocupó de que todos recordaran) dej claro que su propuesta estaba pensada para todos los norteamericanos, ind pendientemente de su adscripción política, de sus creencias, valores o posició social. / Así que ya tenemos a ese "nosotros" que ha ampliado su onda expansi hasta incluir (o pretenderlo) a la totalidad del pueblo y, a juzgar por la popul-" ridad de la que el personaje y su eslogan gozan, mucho más allá de las fronte ' de su país. < Queda todavía, en esta sucesión de círculos concéntricos, una relaci6 ": establecida por ese "we" que subyace a todas las demás y que ha estado, co , ciente o inconscientemente, en la mente de todos los que, desde dentro o de · fuera, han seguido la trayectoria de Obama. Una relación que tiene que v : con su condición racial: evidentemente, cuando Obama dice "we", inevitabl mente, está interpelando especialmente a los afroamericanos que, más allá d '; sus filiaciones políticas, no pueden dejar de ver que ese que aspira a ingresar en' la ~~sa Blanca es "uno de los nuestros" y, además, "nos está diciendo que pode; mos , verbo en plural que no sólo alude al triunfo personal del senador, sino hecho de que, por primera vez en la historia de ese país, existe la posibilidad d 1 "colocar" a uno como nosotros en ese lugar, la posibilidad de que alguien, po: fin, cumpla con el sueño de muchas generaciones de hombres y mujeres qu •·. padecieron la esclavitud, la segregación, el Ku Klux Klan, los linchamiento · el desprecio. El sueño, en definitiva, del gran mártir de la causa, el Reverend .· Martin Luther King. Para que no queden dudas del carácter deliberado, inclusivo, del eslogan,. nada mejor que la propia palabra de Obama en un discurso pronunciado trJ' perder las primarias en New Hampshire. A pesar de que se trataba de un revéJ: importante y que, incluso los "expertos" comenzaron a poner en duda la capa1,i, 1 ciclad del candidato para obtener el apoyo de la clase trabajadora, el senador s~ , dirigió al público para ahuyentar el desaliento y, para ello, centró su discurso;) que en verdad fue un metadiscurso, en un comentario sobre el significado del' "Yies, we can" . Extraemos aqu1' a1gunas partes del mismo: 1
''
Si, podemos, fue el credo escrito en los documentos fundacionales que declaraban el destino de una nación. Sí, podemos, fue susurrado por los esclavos y los abolicionistas cuando se habrían camino hacia la libertad en la más oscura de las noches. Sí, podemos, fue cantado por los inmigrantes y por los pio.neros. . Sí, podemos, fue el grito de los trabajadores que se orgamzaron, de las mu¡eres que lucharon por el voto, de un presidente que logró la Luna como nuestra nueva frontera; y de un Martin Luther King que nos llevó a lo alto de la montaña y nos señaló el camino de la tierra prometida. (en Leanne, ob.cit.: 116)
Nada, ni nadie queda fuera, a todos se les acoge y, para ello, tenemos ese sí ue es la puerta que se abre frente a los obstáculos y trabas. El sí refuerza el espí;itu positivo del hombre que, aun derrotado, pergeña este discurso, el ~s el darse permiso para soñar y para esperar lo mejor, el sí es, frente a la ~ega~1v1~~d el miedo, una explosión de positividad y alegría, que se vuelve mteqecc1on y c. d - d .. gozosa y también refleja el placer más prorun o, acampana o casi siempre por
s!
esa palabra. Obama, en el pasaje citado, va desgranando una sucesión de personas y circunstancias vinculadas al eslogan que convierten a su discurso en una especie de mantra, en ~,na oración. Y de ~llo, precisame~tf, nos ha.bl:, Antoni~ Cascales en su artículo Yes, we can, un impulso que v1e~e de le¡os (2009). Obama, nos dice este autor, es el heredero de una larga tradición de contacto entre los esclavos negros y el discurso liberador del Antiguo Testamento referido al pueblo judío. La Biblia que los esclavistas y protestantes llevaron al Nuevo Mundo, también fue una fuente de inspiración para los esclavos a pesar de que muchos amos blancos prohibían su difusión entre aquellos, temerosos de que el mensaje liberador (legítimo sólo para ellos), "perjudicase" a sus siervos. No obstante, algunos esclavos destacados, como Andrew Bryan, ayudados por hombres blancos, persistieron en predicar la Biblia entre los suyos y llegaron a levantar, en Ccorgia, la primera iglesia negra de los Estados Unidos. Allí, en esas lecturas compartidas, en la predicación de Bryan, surge lo que Antonio Cascales (2008: 113) llama, con acierto, la "Biblia oral", esto es, la rnúsica y los cantos que repiten cadenciosamente, y a su manera, la historia de la esclavitud y la liberación de un pueblo: En esa historia oral de las canciones de esclavos que se reúnen al anochecer, en medio del campo, en un lugar apartado, están los ecos de una mítica historia de liberación de un pueblo que los amos blancos cuentan en las iglesias y que
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ellos repiten en sus claves trágicas ( ... ) en una danza frenética, ancestral, aclamación, un ritual que llaman 'shoot', un clamor áspero, quebrado y cade cioso. (ob.cit.: 114) '
Afirma Cascales que el discurso de Obama bebe de esas antiguas cancion y se beneficia de esa cadencia que se repite casi de forma hipnótica crean<:t
entre sus audiencias un clima religioso en el que, a cada párrafo cadencioso d: senador, el público responde con enfervorizados "Yes, we can", al modo de 1 ' aleluyas que domingo a domingo repiten en sus iglesias. Pero lo que aquí interesa es la arquitectura del ritual, lo que hace que, en s' discurso de cierre, en el Grant Park de Chicago, la multitud se inserte tan flu.i
2. Manipulación y perversión de la palabra Si ya hemos hablado de la importancia de la palabra para el ámbito de l~:, político y de la propaganda, ahora debemos profundizar en una de las estrate~;; gias fundamentales en la tarea de persuasión en relación-ecrn el lenguaje: lo que; nosotros llamamos la manipulación o perversión del lagos. '/¡, Ya hemos dicho que toda ideología que se pretenda triunfante necesita, imponer un determinado lenguaje. Se trata de poner en circulación unas deter-.i!. minadas palabras, eliminando otras, y de establecer unos significados concretos'.'. ya que ello, como decía Humpty Dumpty, es una forma de demostrar quién~ tiene el poder. Naturalmente, quien controla las palabras e impone los significa-.) dos está en condiciones de establecer una nueva realidad, su realidad. Lo hemos dicho y lo reiteramos: es a través de las palabras como damos.', forma a nuestro mundo y son ellas las que, en buena medida, determinan nues- , tra visión de la realidad. Como dicen Collins y Glover en la Introducción a su '1 muy interesante libro Lenguaje colateral. Claves para justificar una guerra: Aunque no siempre nos damos cuenta, el lenguaje actúa como un factor determinante en la creación de nuestras percepciones del mundo ( ... ) Para comprender la retórica política con seriedad, resulta necesario reconocer que lo que 1 oímos afecta significativamente a nuestra manera de ver el mundo y a personas ' concretas de ese mundo. (2003: 15)
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Las técnicas de manipulación del lagos son las siguientes: 2.1. Asociaciones, eufemismos, y piruetas semdnticas
2.1.1. Asociaciones verbales Cuando los autores antecitados se refieren a "lo que oímos", debemos ser conscientes de que estamos hablando de palabras que son empleadas desde las instancias del poder político, económico, religioso o militar. Palabras que los medios de comunicación repiten, la mayor parte de las veces de forma acrítica, de modo que, por ejemplo, se produzcan en las mentes de los receptores, asociaciones, tanto desde el punto de vista argumentativo como formal, de proximidad sintáctica. Es el caso de vincular el Corán con la violencia, ésta con los musulmanes y, finalmente, a éstos con el terrorismo. Conclusión: todos los musulmanes, que se rigen por el Corán, son terroristas. Para reforzar todavía más el estereotipo, la operación se completa con una omisión cómplice. Queremos decir que, cuando un musulmán comete un acto de violencia o de terrorismo, nunca falta quien explique ese acto acudiendo al Corán y señalando el pasaje concreto que justificaría dicha conducta. Sin embargo, y también debemos hablar aquí de doble rasero, cuando el actrviolcnto lo comete un cristiano, nadie acusa al cristianismo de ser intrínsecamente violento, o machista, acudiendo a algún pasaje particularmente violento de la Biblia, y desde luego, tendría dónde elegir. La omisión va más allá todavía ya que la asociación automática entre musulmán y violencia "olvida" tener en cuenta a los millones de musulmanes que no practican la violencia ni el terrorismo, se omite mencionar a los movimientos de mujeres palestinas (e israelíes) por la paz y se omite mencionar a los movimientos místicos y pacíficos que también existen en el Islam, como es el caso del sufismo. Ya el viejo Cicerón decía aquello de que "La verdad se corrompe tanto por la mentira como por el silencio". Por ello es tan importante pensar, y desconfiar, de ciertas palabras y expresiones que nos llegan, y de qué forma, de los medios de comunicación porque, como siguen diciendo los autores citados: ... su urilización, por parte de los líderes políticos y militares, conduce directamente a la violencia en forma de guerras, asesinatos en masa (incluido el genocidio), destrucción física de comunidades humanas y devastación del entorno natural ( ... ) Existen más probabilidades de que la gente apoye actos de violencia cometidos en su nombre si los receptores de la violencia han sido calificados
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como "terroristas", o si la violencia se presenta como una defensa de] "l'1 tad". (ob.cit.: 18) a
2.1.2. Eufemismos y omisiones Partiendo de una situación en que un determinado gobierno quiere ini u~a ~uerra, podemos ver que el vínculo entre lenguaje y violencia funci prmopalmente de dos maneras. En primer lugar, sirve para crear un di ~av~rable al uso de la ~uerza, digamos, por ejemplo, para justificar una gue existe una amenaza cierta contra la seguridad, las fronteras, la identidad de nuestra pat~ia. ~ ello nos obliga, a regañadientes, a intervenir". En se¡un lugar, ~na vez"m1c1~~a la g~erra, se pone en marcha un tipo muy concreto · lengua!~, que · · .mmga el impacto visceral de la violencia en los ciudadan· de.ª ,r1~ · ,~e"ec~a _mano de distintos eufemismos ("daños colaterales", "gue · qmrurg1ca , obJet1vos alcanzados", etc.) que consiguen su finalidad: '. ···tanto haciend,o ~ue la violencia ya cometida resulte más aceptable co \
abla~da~do al publico para que las futuras acciones militares se parezcan más:·
un v1d~0Juego que a lo que son en realidad: actos de violencia que causan mu tos, les10nes y destrucción. (ob.cit.: 20) !
·l
Bá~i.camente, las estr.ategia~ de_ manipulación del lenguaje con fines polít' cos Y ~:l,JCos pa~an, ~n pnmer termmo por el eufemismo y su variante extrem
la om_1s10n o el silenoo, a los que ya hemos aludido, y que suavizan y disimulan por eJemplo, el horror de la guerra que, de lo contrario, sería inasumible para una población que supiese la verdad. ' La manipulación de la palabra, su uso torticero para obtener determinados efectos, para movilizar o crear indiferencia, para emocionar 0 insensibilizai. etc., es una praxis que involu.cra la política y a otras instancias sociales, aunqu :.: he~os ?e reconocer -y las citas anteriores así lo confirman- que su territorio~. ~nvileg1ado es el de la guerra. Cuando se dice tan a menudo que la primera víc): tima de la ~uerra es la verdad, se está diciendo que también lo es el lenguaje. . · El c~talogo de p_alabras y expresiones cuyos significados han sido exagera_:: dos, ~u~v1zados, terg1v~rsados o silenciados en aras de la manipulación propa-' 1•. gandi~uca es muy ampl10, pero no podemos dejar de mencionar algunas de ellas•: y, conjuntamente, los mecanismos de manipulación y los elementos ideológicos 1 subyacentes, con especial hincapié en la propaganda de guerra. · 1
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2.1.3. Operaciones semánticas _ La palabra enmascarada: El lingüista Víctor Klemperer fue un judío de [)resde que sobrevivió al nazismo escondido por distintas familias de la ciudad (estaba casado con una mujer no judía) y, durante los interminables días de su cautiverio, se dedicó a analizar cómo el nazismo pervertía la lengua de los alemanes. El resultado es un libro admirable al que tituló LTI. La lengua del Tercer Rrich. Dice en uno de sus pasajes: El nazismo se introducía más bien en la carne y en la sangre de las masas a través de palabras aisladas, de expresiones, de formas sintácticas que imponían repitiéndolas millones de veces y que eran adoptadas de forma mecánica e inconsciente (... ) Pero el lenguaje no sólo crea y piensa por mí, sino que guía a la vez mis emociones, dirige mi personalidad psíquica, tanto más cuanto mayores son la naturalidad y la inconsciencia con que me entrego a él (... ) Si alguien dice una y otra vez "fanático" en vez de "heroico" y "virtuoso", creerá finalmente que, en efecto, un fanático es un héroe virtuoso y que sin fanatismo no se puede ser héroe. (2001: 31) Klemperer apunta aquí a una forma de manipulación del lenguaje que E.Hazan (2007: 35 y ss) llama "palabras-máscara", expresión que designa el mecanismo por el cual se vacía a una palabra de su significado original utilizándosela para designar una realidad que no se podría nombrar sin provocar rechazo. Por ejemplo, a nadie se le ocurriría designar una acción del gobierno como "desmantelamiento de los servicios públicos", en cambio, nos encontraremos, en la prensa y en boca de los políticos, expresiones como "reforma estructural", mientras que "reforma laboral" funciona muy bien para no mencionar los despidos o la precariedad de los contratos. También se suelen utilizar ciertas palabras, cuyo prestigio y aceptación est~Ín fuera de toda duda, para legitimar acciones cuanto menos dudosas. Es el caso de las ya desgastadas "libertad", "justicia'' o la propia "democracia" que, inclusive se utilizaba en la Alemania Oriental para designar al país como "República Democrática'', cualquier cosa que los jerarcas del partido y la Stasi entendieran por ese término. - Oposiciones binarias: Otro recurso para "intervenir" sobre las palabras es el
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Pero, ot;a cosa es que ese sistema de opuestos se utilice ideológicamen . . i. algo que esta en el fondo del maniqueísmo q d. ue caractenza, precisamente , 1scurso propagandístico. Sobre esta cuestión dice Marina Ll ' " o rente: '.'i:. 'I
.. ¡El. ~istema [del lenguaje] determina el modo de entender una palabra Y, re ac10n da ot~a palabr~, e~ un sistema de oposiciones. Lo que no hace este ... :e~ai~s tvª, uadr un. termino con relación a su opuesto; ese trabajo correspo:', eo og1a ommante, en un moment 1 '· (2003: 67) o concreto, en un ugar concret ,
A s1,' por eJemp . l o, l o normal es que, cuando un concepto " " d . . entra en nuestr e mpo e consc1enc1a, inmediatamente lo asociemos y nos ayudemos a a r !. he~derlo plenamente a partir de su opuesto. Comprendemos mucho m~· la idea de lo alto al vincularla con la de lo bajo; si queremos hablar de lo J~;, tenemos que en;pezar por considerarlo como aquello que no es bajo. .•1· Hasta aqm, nada que n · d d l e · " len . . o caiga entro e runc1onamiento normal del: guaJe Y del pensamiento. Ahora bien, si utilizamos "alt0" e ·.· devaluador d "b · " l . como una 10rmll¡1., , a e ªJº ~ que asociamos, por ejempio, con "inferior" lo atr j mos as1 al campo semantico de "infierno", entonces sí que estamos ~aloran~:·1 (devalua~do, en este caso) como parte de una operación ideo!' . ., El b" · og1ca. ,·. . . ,sistema mano presupone una carencia de uno de los miembros de la'; ;roosIC10n res.pe.ero. al otro: " ... una carencia de algo que el opuesto encarna,:,:· O .mbre/MuJ~r, Bien/Mal, Urbano/Rural, Primitivo/M~derno y Occidente ¡ '1 neme son eJemplos sobradamente cono id d , ~ . , e os e como nc10na un sistema·.·• . · "( b · b mano o .cit.: 6 1-62)"". · Ahora bien, esa. desigualdad . es la circunstancia:{ . ' que d enota una carencia, que a menu d o se utiliza para p h . h h oner en marc a esa desvalorización que como h emos d 1c o ace q l0 b · d · d ' 'l ue ªJº eJe e ser una cuestión de estatura, simple- ¡ l mente o no-a. to ' para pasar a ser ""mrenor e · " mientras que, automáticamente ', lo alto se su bl1ma y por · ·' "· e · " oposIC10n a mrenor pasa a la categor1'a de "supenor . " ,· · ·, Esta men oposIC10~ se v~ene practicando y usando propagandísticamente desde al . ,ºs hace cinco siglos con los conceptos de Occidente sino' n1ºmo d " . ·1· zaoo " fi lO · ' e c1v1 In ' rente a neme, encarnación de la "barbarie" Sigu d. . d M . · e JCJen o arma Llorente: a
er
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En ~ldcaso de (Occide~tal). Civilización/(Oriental) Barbarie, el último término es e evaluado. La h1stona de cóm 1 "b b . " . od a , ar ane ~e devaluó con relación a "civilización" es, de hech 1 h" o, a istona e como las naciones poderosas de "Occi-
dente" llegaron a ejercer su dominio cultural, político, económico y militar sobre el resto del mundo. (ob.cit.: 62)
La lógica binaria es, ciertamente, un producto del pensamiento occidental )'quedó definitivamente instituida por Aristóteles, con los principios de identidad, de no contradicción y del tercero excluido. Precisamente, es a partir de esa lógica que se instituye la dicotomía Occidente-Oriente y, aunque en términos puramente lógicos no se debería producir la devaluación de uno respecto del otro, sí que, en virtud de la regla de tercero excluido, se establece una separación insalvable entre ambos, la imposibilidad de un término medio que los aproxime. A partir de esta lógica, que dice que Occidente y Oriente son términos irreconciliables, se construye un andamiaje ideológico que establece la superioridad de la cultura occidental (y ello a pesar de las esporádicas modas orientalizantes, como la "conversión" al budismo o a la kábala de algún famoso, o las tribus de Hare Krishna que pululan por las calles de nuestras ciudades). Superioridad que no solo fue percibida y proclamada por la mentalidad imperialista y colonial decimonónica, con sus Kiplings y sus Conrads, sino que, dadas las circunstancias, vuelve a emerger una y otra vez. Esta superioridad subyace a la teoría del fin de la historia de Francis Fukuyama y del choque de civilizaciones del ya difunto Samuel Huntington, que proclaman el triunfo final del modelo de las democracias de mercado occidentales. Y la que emergió después de los atentados del 11 de setiembre de 2001, cuando en plena histeria antimusulmana, muchos, como la periodista italiana Oriana Falacci, proclamaron a los cuatro vientos la supremacía cultural de Occidente sobre un Oriente "que había sido incapaz de producir un Dante Alighieri". Evidentemente, en toda esta retórica pro-occidentalista y antiislámica encontramos muchos de los ingredientes de la propaganda, como la exageración, la distorsión de los hechos o las omisiones. Se soslaya, por ejemplo, que el concepto geográfico de un Occidente frente a un Oriente es completamente arbitrario ya que depende de la posición del observador: resulta obvio que el sol , no "nace" en Japon. En cuanto a la cultura, los occidentales nos venimos considerando de ese modo, y vanagloriándonos, porque entendemos que somos herederos de la civilización griega, primero, y romana después, a la que se añadirá luego el judeocristianismo. Pero los adalides del "occidentalismo" nada dicen de las raíces orientales del pensamiento griego, ni del alto desarrollo que, al menos hasta el
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siglo XV, alcanzó la cultura árabe en todas las ramas del saber y de las artes 1, de que, de no haber sido por las traducciones árabes, apenas sabríamos nacb; Aristóteles. Incluso cuando, a regañadientes, se admite que el Islam forjó una cul i se le sue~e achacar su irremediable decadencia frente a la pujanza de la mode :; d~d ocC1dental, u~a 1;1odernidad que los musulmanes fueron incapaces de ,, milar, lo q~e. exphcar~a ~~ atraso,cultural, social y político y su incapacidad p. separar palmea de relig10n. Aqm tampoco se nos dice que el atraso de los pai 1 musulmanes se debe, en buena medida, a las políticas coloniales de Occide · Y q~~, cuand~ ~gún país ~rabe quiso construir su propio proceso hacia la 11 · trac10n, tambien fue Occidente el que lo impidió, como fue el caso en Egi ' donde est: proceso, iniciado por Mehmet, fue ~borrado por Inglaterra. P{ - Danos colaterales: Es un eufemismo que se utiliza para no aludir abier '.' mente a la población civil que sufre directamente las consecuencia de la '! rra. Detrás de esta expresión se ocultan las bombas que, "por error" se des ' (. d b" . 1 ' VI e su o Jetlv~ y en _ugar de acertar en una base terrorista talibán, caen en pi bod~ pueblenna_ ~eJando tras de sí un reguero de cadáveres destripados, niñ ! mutilados y familias destrozadas de por vida, que deben pasar directamente d' convite al funeral. : Es el propio carácter de la guerra tecnológica, iEugurada en la Gran Gue~ rra, con la introducción de la aviación o de los ga es militares, y continuad~ hasta ~'l presen_t~, el que más ha dado justificación a la expresión "daños cola~1 terales ~ara disimular la creciente afectación de la población civil. En efecto;~ hasta el siglo XIX las guerras, por lo ~eneral, eran una sucesión de combates qu~:\ se desarr~~lab~n en el campo ~de alli la expresión aún hoy utilizada de "campe>/ de batalla ) mientras que las cmdades y sus habitantes quedaban relativamente'/' ' a salvo. Esto cambió a partir del la Primera Guerra Mundial y, especialmente de ' la Guerra Civil Española, cuando se comenzaron a bombardear ciudades c;mo ': Mad~id o Barcelona. Se calcula que hasta el siglo XX, aproximadamente un diez ! ~~~ Ciento de l~ población civil se ~eía af~ctada directamente por las acciones elicas. En la Pnmera Guerra Mundial la cifra asciende al veinticinco por ciento Y la Segunda llega al cincuenta. En las dos guerras del Golfo ocurridas en 1991 Y~003 el noventa por ciento de los civiles padeció por causa de la guerra lo que, evi?entemente, son muchos muertos como para que se justifique la necesidad de mventarse el eufemismo. - Guerra quirú rgi ca.· Expresion · ' emparentada con la anterior que, en este caso, se vale del aura de prestigio de que está revestido el adjetivo "quirúr-
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(Tica" y otros términos emparentados con su campo semántico: cirugía, cirujano (.Quién no quiere tener un hijo cirujano?). e El cirujano es aquel hombre cuyas manos no tiemblan y poseen la habilidad suficiente como para cortar el tejido en el lugar exacto, a fin de salvar la vida del paciente9 • Siguiendo esta lógica, una guerra quirúrgica, por la precisión de sus "bombas inteligentes" y armas dirigidas por láser, también debería establecer el corte exacto que separa militares de civiles. Por tanto, los civiles podemos sentirnos más tranquilos cuando, ante el temor de una guerra, se nos asegura que ésta será quirúrgica. Retirada estratégica: Cuando la Wehrmacht huía en desbanda del frente oriental, perseguida por el ejército rojo, sediento de venganza, y los T-34, esos monstruos de orugas y metal, la propaganda de Goebbels, siempre triunfalista, ante la evidencia de la debacle, apeló al eufemismo comentado. Lo que nunca se dijo a los alemanes fue que la retirada estratégica terminaba en Berlín, con la bandera roja ondeando en el Reichtag. -Presión física leve: Este eufemismo fue acuñado por el ejército más poderoso de Oriente Próximo, el israelí, para referirse a las torturas infligidas a los prisioneros palestinos que, durante la Segunda lntifada, osaron enfrentarse con piedras a los tanques Abrams, tal y como en 1939 los polacos opusieron la caballería a las divisiones Panzer de los nazis. - Pacificación: Otro eufemismo que leemos a menudo en la prensa: "El gobierno chino ha enviado el ejército para pacificar la revuelta del Tíbet". Además del sarcasmo de asociar ejército con paz, todos sabemos que, como siempre, la "pacificación" se saldará con decenas o centenares de muertos, co~ otros tantos encarcelados y torturados, y con dosis cada vez mayores de odio que serán la base para la siguiente rebelión y la consiguiente "pacificación". - Acto de guerra asimétrico: Esta pomposa expresión sirve para ocultar la desproporción de fuerzas entre enemigos. Es lo que hubiese dicho Goliat, en caso de haber vencido, para justificarse: "David provocó, con su piedra una reacción asimétrica de mi parte". El colmo de la manipulación y el uso torticero de las palabras, respecto a esta expresión, lo tenemos en la que fuera Secretaria de Estado del pres!dente George W Busch. La circunstancia fue la siguiente: dos presos de Guantanamo (ya se sabe: esa prisión que, en teoría, no existe para el sistema judicial norteamericano), desesperados por los años pasados en unas jaulas, torturados, sin ''La etimología de cirugía es el término griego "Cheiron" que significa "mano". De allí también "quiromancia", "quiropraxia", etc. , .
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juicio, sin defensa, se suicidaron ahorcándose en sus celdas. Precisament i e ~ . pel 1groso y amenazante acto me calificado por la señorita Rice como " . . ,.,,A acto guerra as1metnca . nte 1o cual, no parece que haya que hacer ningún e . mas. , orne. rano . - Transferencia de població~: C~n estas palabras se suelen ocultar las dep . taoones que han asolado la h1stona europea del siglo XX. Detrás de ellas¡ e~conden, por poner un ej~mplo, los trenes de ganado que llevaban a jud~' g1t~nos, homosexuales y d1s~entes a los campos nazis de la muerte. Una : alli, entraban en el territorio de nuevos eufemismos: a la eliminación de las ' sonas se la ll~maba "procesamiento de unidades". Cuando los prisioneros etr: ban en las camaras de gas, donde se les asfixiaba con gas Ziklon-B se les an ' ciaba que iba a la "ducha". '
Pero_ no sól~ _l~s nazis se aprovecharon de los beneficios del transporte t~en. Stalm lo unlizo con gran ventaja para deportar millones de personas, esp ''
c1al~e,nt~ los habitantes del siempre rebelde Cáucaso, a los que se desarraigó'.'
asesmo sm contemplaciones, eso sí, siempre bajo el membrete de la "transfererl cia de población". 1 -Guerra fºr la civilización: Esta fue la expresión utilizada por los aliad i durante la Pnmera Guerra Mundial. A los combatientes que sobrevivían se 1 ' e~,tregab~ ~n diploma en el que con~taba que habían luchado por la civiliza.'. Cl~n. Y, log1Camente, aunque ellos no 1o supiesen, los muertos también había~J ca1do defendiendo tan noble causa.
.. _Co~o puede a~reciarse, se revitaliza aquí la dicotomía ya comentada entre~ ovil1:ac10n y barbane, donde, obviamente, civilizados somos nosotros y ellos, ~'os bar~aros. Esto es, los alemanes a los que, no por casualidad, se los llamaba · hunos (con lo cual, su jefe no podía ser otro que un nuevo Atila). :, Queda ~or saber si q~ien~~ lanzaro~ esta expresión eran conscientes de que) p~ra combatJr; la b~rbane ut1l1z,aron metodos igualmente salvajes y que, como die,~ Todorov: El miedo a los barbaros es lo que puede convertirnos en bárbaros (2009) . , - Objetivos: Esta es una palabra que se utiliza in extenso en la informaoon_ de g~erra, cuando portavoces militares convocan ruedas de prensa para :• explicar e mfor:nar al publico sobre cuestiones relativas al teatro de operaciones. Un luga_r que tiene poco de teatro, verdaderamente, ya que el campo de batalla n~ es, ll1 much~ menos, un espectáculo tan placentero como el que podríamos , ~isfr~tar,.~or eJemplo, en la Scala de Milán o en el Liceo de Barcelona, pero, la 1magmac1on de los propagandistas no tiene límites.
!ºs.
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Como decíamos, buena parte de la información que los ejércitos ofrecen a Jos medios de comunicación trata sobre "objetivos": las bombas impactan sobre un objetivo concreto, mientras que el avance de la infantería permite alcanzar ese otro objetivo y, debemos lamentar que, por error, hemos bombardeado objetivos civiles. Por lo tanto, "objetivos", junto a "posiciones", son términos que ayudan a que las masacres desaparezcan tras la frialdad de palabras que, al igual que las estadísticas, deshumanizan por completo la vida y la muerte que proyectan su sombra tras ellos. - justicia: A raíz de los atentados del 11-S, el entonces presidente Bush utilizó, entre otras muchas, la expresión "justicia infinita", la que se aplicaría sin restricciones a los terroristas. Sin embargo, a la vista de lo ocurrido después: bombardeo de Afganistán, prisión de Guantánamo, guerra de lrak, torturas en la cárcel de Abbu Graib, deberíamos preguntarnos que entendía el señor Bush por "justicia" ya que, en su boca, esta palabra no parecía responder a la definición habitual de cualquier diccionario en cualquier idioma. A saber: algo así como "dar a cada uno lo que le corresponde", o "reparar ofensas y agravios y castigar al ofensor", a no ser que pensemos que los miles de mujeres y niños muertos en los valles afganos, o quemados por el fósforo blanco (un arma prohibida, por cierto) en Faluya, eran los ofensores, que todos y cada uno de ellos tuvieron alguna responsabilidad en los atentados de New York y Washington. Según Enim McCarthy, el discurso del presidente Bush no es otra cosa que un proceso de enmascaramiento semántico (tal y como nos hemos referido a él más arriba) para resemantizar los conceptos conforme a sus intereses ideológicos. Bush, nos dice este autor, utiliza un concepto de "justicia de la frontera", lo cual queda perfectamente representado por los miles de carteles que se imprimieron con la cara de Ben Laden y el típico "Buscado vivo o muerto" del viejo oeste. Como sabe cualquiera que haya visto más de tres westerns, lo que en el oeste llamaban justicia hoy lo denominaríamos asesinato o linchamiento. Dice McCarthy (2003: 139), refiriéndose a ese período de la historia norteamericana, que en la frontera no había juicios ni jurado, sólo el solitario sheriff (cuando lo había) disparando a los malhechores, o patrullas de ciudadanos dispuestos a aplicar prestamente la ley de Lynch, o rancheros que se tomaban la justicia por la propia mano con cualquiera que invadiera sus tierras. Sigue diciendo nuestro autor acerca del salvaje oeste:
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El resultado era que, a menudo, el representante "oficial" de la ley a b . d d , ca sien o na a mas que un enterrador glorificado( ... ) Su historia cuenta cómo rancheros arreglaban los asuntos a su manera, cómo un solo hombre ha ' . . d 1 b c1a ¡uez Y¡ura o; y a rutalidad con que eran tratados los que habían sido "j dos" culpables. (ob.cit.: 140) u
crata de una teoría esencialista, la misma que decía que "hay algo perverso en los alemanes" o que "todos los musulmanes, por el hecho de serlo, son terrorisras" 0 que "todos los tutsis son malvados sin otra redención que el machete". Si el mal está en la persona, o personas, la única forma de erradicarlos es la eliminación de las mismas: limpio, rápido y poco complicado. Se trata de una teoda: "Menos compleja, porque al vernos a nosotros mismos como "buenos" y a aquellos que nos disgustan como "malvados", podemos sentirnos reconfortados por nuestro propio sentido de superioridad moral" (ob.cit.: 197-8). La segunda teoría, llamada estructural, afronta el mal de forma sistemática, se niega a señalar con el dedo a buenos y malos, y se inclina por el análisis y la comprensión de las causas que provocaron el hecho como única forma realmente eficaz de afrontar y solucionar el problema. La teoría individual, que elimina al malvado, no sólo no soluciona el problema (véase la ineficacia de la pena de muerte para combatir el crimen) sino que esta actitud está en el origen mismo de la violencia ya que: " .. .la violencia es el impulso de dejar fuera, expulsar o destruir a aquellos a los que consideramos una amenaza para nuestro propio sentido de la comodidad, la bondad o el bienestar" (ob.cit.: 198).
. Como siempre, en estos casos, la justicia de frontera resulta más atracti Pnme~~n_iente porque es más expeditiva: no se requiere de ningún esfue
de anahs1s o de comprensión de los hechos, móviles, circunstancia, etc. Si · plement~; se señala al culpable y se lo elimina sin grandes miramientos, sin'. engorro ~e ten~r q~~ presentar pruebas, tes~igos o abogados. En segun lugar, este upo de JUSt1oa produce la sensación dC:: que es una forma mucho efectiva y definitiva de erradicar el mal, lo cual nos lleva a otro de los térmiri · con que los manipuladores emplean la técnica del enmascaramiento. l - Mal, maldad: Dice Laura Rediehs que: ( Al ei:nplear el tér'.11ino "maldad", las instituciones sociales generan miedo p mampular la~ actttudes y los comportamientos de la gente. Una teoría del " resu!t~ espeoalmente convincente para solicitar el apoyo para la acción violen '.• o militar. (2003: 195) ";
. Ya hemos dicho que los manipuladores tienen en la generación de mi '\. u~ mstrumento privilegiado de control social o de fabriqción de consend1. miento ..No debe extrañarnos, por tanto, que la palabra mal~ maldad, atribuí ~enemigo, ª,f~rezca tan,~ m~,nudo en el discurso político. Recordemos expr·. s10nes como eje del mal , o imperio del mal" que hemos oído a menudo e \ las últimas décadas. .. Pero no se trata. sólo del uso del término maldad, sino de qué definici6Y uuhzamos; esto es, s1 pensamos que las personas son inherentemente buenas "' m~las o si, por el contrario realizan actos buenos o malos. Para la autora citad~ existen: 1:¡, l
Segú~.
··.dos m,aneras muy diferentes de considerar la realidad de la maldad. una teona,. la maldad es ~na ~uera irracional inherente a las personas. Según 1*;, otra, no existe una fuerza 1rrac10nal del mal como tal. Más bien, el tipo de accio-.r ne.s Y ~u~esos que .suelen llamarse malvados surgen de un complejo de factord}: ps1colog1cos, relac10nales y socio-estructurales. (ob.cit.: 195-6) 1'•i
primer~
intrín~
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Para la teoría, llamada individual, no sólo existen personas secamente malas, smo que ello es aplicable también a colectivos enteros. Se·'
3. La imagen La imagen es tan antigua como la palabra hablada y aún más que la escrita: el hombre primero dibujó y esos dibujos derivaron lentamente en pictogramas, ideogramas y alfabetos. Al igual que la palabra (hablada y luego escrita), también en el origen de la imagen nos encontramos con la magia, con el concepto de lo sagrado y con la religión. Circunstancias ésas que pueden corroborarse en los dibujos que aparecen en los primeros enterramientos de los que tenemos conocimiento y, por supuesto, en las pinturas rupestres, en las que los grandes animales allí reproducidos están acribillados por flechas y lanzas, seguramente como parte de un ritual mágico que pretendía favorecer la cacería del animal real. Habíamos hablado antes del aura de prestigio que, desde el Renacimiento en adelante, revistió a la palabra impresa, que se transformaría en vehículo privilegiado en la transmisión del conocimiento. Sin embargo, con la mejora de la reproducción técnica de las imágenes y, posteriormente, con la aparición de nuevas tecnologías vinculadas a lo icónico, como la fotografía, el cine y la televisión, pronto el dicho ya citado de que "Lo escrito permanece", será desplazado por el de "Una imagen vale más que mil palabras".
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La imagen ha impuesto su imperio y ha marcado claramente la histo .ii del siglo XX, y lo ha hecho sin apenas contestación, al menos hasta las últi décadas, cuando han comenzado a levantarse algunas voces críticas, inclusi'' desde el ámbito de la teoría política, como es el caso de Giovanni Sartori y sf Horno videns (1998). ;¡ Este dominio tan amplio de la imagen se hace patente en las generaci,•1 nes más jóvenes, incluidos los más pequeños (a los que Sartori llama vide,\ niños) que parecen extraer casi todas sus experiencias vitales, su conocimien ' del mundo y su forma de entretenerse de lo que les llega a través de las distint . pantallas de las que disponen: televisión, ordenador, teléfono móvil, videoju' ) gos, etc., en las que viven todo tipo de experiencias vicarias.\ 1 También en nuestro terreno, el del discurso persuasivo, la imagen •· impuesto su dominio casi absoluto. Si, por ejemplo, nos remitimos a la hist '. ria de la publicidad, veremos que a finales del XIX, principios del XX, lo q ' predominaba en los anuncios era el texto escrito, de carácter más bien expli > tivo y acompañado, a veces, con ilustraciones de no muy buena calidad. Pero,/ medida que avanza el siglo, comprobamos que la imagen, de calidad crecient) ha desplazado al texto (reducido en el presente a su mínima expresión) y h~ establecido un reinado casi absoluto. ' Este fenómeno es igualmente perceptible en el caso de la propaganda e;> inclusive, desde una perspectiva histórica más amplia, se podría decir que l'~ imagen estaba ya presente en esas formas primitivas de persuasión política qu~: hemos llamado "proto-propaganda", desde los estandartes utilizados por l " ejércitos, a los símbolos o animales pintados en los atavíos utilizado\por lo·s···.;, que ejercían el poder. \ \\: Desde muy temprano, algunos hombres se percataron del poder persua~; sivo y del impacto emocional de las imágenes. En efecto, lo icónico es procet/ sado por el hombre a partir de premisas basadas en la intuición y la emotividadi,, frente al procesamiento racional que es típico del lenguaje verbal. i¡'.: Puesto que hemos dicho que la persuasión más efectiva es aquella que sa:', dirige a la esfera emocional, a los sentimientos más que a la razón, y que prefel'!j' rentemente se procesa por la vía periférica, aquella que no exige grandes esfuer:\ zos cognitivos, se entiende que la imagen juegue un papel fundamental en l~: publicidad y en la prqpaganda. , .:{ En su muy interesante libro Televisión subliminal, Joan Ferrés (1996: 47 ~; ss) explica que mientras la palabra se mide por la densidad de las relaciones qu~J establece con otros conceptos, por su capacidad de generar pensamientos abs·/ tractos, la imagen se mide por su capacidad de producir impacto emocional.',
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"Las imágenes -nos dice este autor-, los sonidos y, e~ ~onsecuencia, las imáge,. sonoras conectan de manera directa con la emot1v1dad. Y, cuando la emone~d des muy intensa puede erradicar todo vestigio de racionalidad" (ob.cit.: t1Vl
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48)".y el ya muchas veces citado Ignacio G,omez de L.1ano - repara en que 1a causa fundamental por la que Platón expulsa a poetas y artistas de su República pasa rambién por el tema de las imágenes: Platón fue el primer filósofo que se percató del poder "vital" de las imágenes, la "música" y la facultad imaginativa en general, pero, al mismo tiempo, fue el primero en señalar con el dedo la herida del inevitable conflicto que opone a esa esfera con la de la racionalidad. No ignoró, por cierto, ( ... ) el atractivo que ejercen sobre los niños (o sobre las mentes infantiles) los "grabados iluminados", las "bellas imágenes y los ritmos musicales". (ob.cit.: 41)
Como un eco lejano, pero perceptible, de Platón, Giovanni Sartori insiste en \a idea de que el procesamiento de la imagen requiere de un menor esfuerzo cognitivo que la palabra. Para entender la palabra debemos establecer una serie de conexiones mentales, de relaciones con otros conceptos, que se aclaran mutuamente. Si, además, nos encontrásemos con un texto en lengua extranjera, primero deberemos hacer el esfuerzo de aprender esa lengua. Si no, esa palabra será letra muerta para nosotros. "Por el contrario, la imagen es pura Y simple representación visual. La imagen se ve y eso es suficiente; y para verla basta con poseer el sentido de la vista, basta con no ser ciegos. La imagen no se ve en chino, árabe o inglés ... " (ob.cit.: 35). Naturalmente, un historiador del arte tendría muchas objeciones que poner a estas aseveraciones de Sartori, pero cuando este autor escribe no está pensando tanto en el mundo del arte sino en la televisión, que es la diana contra la que dispara constantemente. . . Y, tenga 0 no razón el italiano, y la tiene en muchos sentidos, la evidencia es que nuestras vidas están ya irremisiblemente ligadas al mundo de los mass media, concretamente de los medios audiovisuales, que ya no sólo son un medio de entretenimiento sino que se han convertido en uno de los más importantes agentes de socialización, a la vez que instrumentos de control social, al servicio del poder. Dice, al respecto, Gómez de Liaño: ... las imágenes activas, en movimiento, sorprendentes, sedu~toras, compr~me tidas en algún argumento dramático son los principales m~d1os de que se sirven los órganos reguladores de las modernas sociedades para implantar sus mode-
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, y pronaganda en el siglo XXI (,uerra r
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los (... ) Las imágenes organizadas argumentalmente provocan en el indivi al captar eficazmente su atención, un proceso de identificación. Presenr paradigmas de una manera sintética y fácilmente asimilable a la memoria, ,, cit.: 74) ( i
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Siempre conscientes de que cualquier clasificación será siempre arbitra' describiremos a continuación algunos usos propagandísticos de la imagen. ' tinguiremos distintas categorías, como la imagen personal del político u h ·. bre de poder, la iconografía propiamente dicha, la escultura y la arquitect ' Por su componente visual, también incluimos aquí a los espectáculos públ(l los grande mítines, las concentraciones de masas, reuniones ~eportivas co los Juegos Olímpicos, representaciones teatrales, etc. ~
icho más arriba, en la figura de John Kennedy quien a menud?, se conhcmos d, Cl k G ble o un Cary Grant que como el presidente de , mas como un ar a ' d l duoa b rítico con esta intromision e star system en ís Schwartzen erg es muy c SLI pa . la política: a ,la realidAladl: Slob~e todo e on las "celebridades" a menudod la ilusión reemplaz~ d imagenes 1, a imagen
en la vida pública, transfil~rmal a hen hescaparlaetse( e) y el púbiico está ahíto de · · al e ipsa os ec os rea ·· · reemp 1aza a1ongm Y e y· ndo de artificios y rastros falsos, ·· trucos 1ve en un mu . . b r o en la realidad de su propia publiilusiones, de espe¡'.smos y donde todos termman por( ere)~ sdm e~ adg 'La realidad y el discurso; lo vivido .d d · · gen ~o o se run e. , Cl a y su propia ima .. . hech'1zado vagamente sonambulo, . 'd · · · ( ) Vagamente ' real y lo v1v1 o imagmano. . . . - d e prefiere el fantasma a la realidad, el espectador se transforma ~n un sona or qu tan prosaica o penosa. (ob.c1t.: 246)
3.1. Imagen personal 3 .2 . Iconografía propiamente dicha Con ella nos referimos a lo ya dicho acerca del marketing político y a" preocupación creciente de los políticos por su aspecto personal (vestido, 1, nado, gestos, aspecto físico) más que por los contenidos de sus programas o p los hechos concretos. Roger-Gérard Schwartzenberg en su libro El show político ha estudiado} fondo este proceso de imposición de la imagen como primer, y a veces únic , argumento de un proyecto político. La imagen, dice, por una parte hace con , cer y reconocer, con lo cual puede crear y consolidar la notoriedad de un cand'.' dato. Por otro lado, una buena imagen puede aparecer como el sustituro.de , programa político, sirviendo así de etiqueta: "Indica las características -reales ~ supuestas-, las realizaciones al uso de tal 'producto' o de tal 'marca' política. E~ consecuencia, no es excesivo hablar de imagen de marca'' (1978: 11) ' :' Schwartzenberg indica claramente el riesgo de equiparar al candidato o ái su programa con un producto de consumo cualquiera, de su ingreso al mer~.'. cado político con la consecuente aceptación de sus reglas que, entre otras cosas,{ ha llevado a la utilización de recursos propios de la publicidad comercial y a la/ imposición del marketing político. Esto implica "vender" al candidado que es · literalmente construido por los medios, del mismo modo que el cine y la televisión lo hacen con sus estrellas, muchas de las cuales, como todos sabemos, son entes artificiales, seres de pies de barro. El star system aplicado a la política significa que sus agentes se desempeñan más como estrellas de Holliwood que como candidatos o gobernantes. El ejemplo inicial de esta tendencia al "estrellato" de los políticos podría situarse, como
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N os re f,enmos aq
i.m~g:nes
u1' a la imagen propiamente dicha, excluídas, por tanto, d · d l pro-
las llamadas verbale:. v Paganda e h1stoncamente, d
~e:~~0 ~0~g~:.í:;r~~i::::ls~::~os~ ~::ª e:al:an la
J d l 'n hasta el cine y de caza matan o un eo ' cáma:a, que retrata reyes, papas, minis-
~ag~;:~~~;~:,;:~:~:n;~r~ae;i~t:~a~e
, l , b los icónicos que identifitros y generales. T b"' pertenecen a esta categona os s1m o . . am i~n . , artidos olíticos o inst1tuc10nes, y que Pbl" "d d comercial se conoce can y sintetizan ideas, personas, paises, P ' 'd ivalentes a lo que en pu ICI a podnan cons1 erarse equ h.b. ·' muchas veces sin como "imagen de marca'': aquellas imágeneds ~uya ed~ ~01~:~; mente del consul bal alguno evocan e mme ia necesi d ad d e apoyo ver ' d l M d rada de McDonald's, e 'd d . d empresa o pro ucto: a o m1 or una etermma a . l d l El corte inglés. En política, hablarombo de Renault o la band~r~ mangubalr e l flechas falangista, de la hoz mos de las Fascies de Mussolm1, del do e yugo y as y el martillo del comunismo o de los animales heráldicos, entre otros. 3.2.1. Pinturas, carte.les, grabtd~s: d l historia el arte se ha puesto al En muchísimas ocas10nes, a o ar~~ a:tista ind~pendiente, que vive de servicio del poder, de hecho, el co.nce~ Se suele decir que, por ejemplo, en el la venta de sus obras, es muy reoent · . · ue "iba por libre" es ' . e B h ' me eet oven el pnmer compositorl q d terreno de la mus1ca, . d d l ' · 0 e rey e turno. decir, que no trabajaba como asalana o e pnnope
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(,'uerra y propaganda en el siglo XXI
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Naturalmente, el artista al servicio del príncipe debe exaltar, en su ob, la figura de su patrón .. I?e allí la figura del pintor de cámara que nos ha leg ." tantos retratos, en familia, ecuestres, armado, de pie o aposentados en su tro 1 de reyes, reinas y príncipes: para no irnos muy lejos, bástenos con record · Velázquez y Goya. Aunque un ejemplo de sumo interés lo representa el pin ', francés Louis David, que inmortalizó la figura de Napoleón y, sobre todo, > le recordará por el cuadro de la coronación, en el que reprodujo el momeo; en que el emperador arrebata la corona al papa para colocársela él mismo en testa.. , Sin embargo, uno~ a~os antes, Dav.id había sido el pintor jacobino q ' refle10 algunos de los pnncipales aconteomientos de la Revolución France · notoriamente el famoso Juramento del Frontón. Lo que quie\e decir que, m' all~ de sus convic~iones políticas, el artista es a menudo alguien que trabaja p • quien le paga me1or. Obviamente, se puede plantear la pregunta de hasta qué punto estam ' hablando de arte o de pura propaganda. Se trata de una cuestión compleja, q · no pretendemos abordar aquí, pero sí debemos decir que son raros los momen' tos históricos en que se puede hablar de "arte puro", libre de toda connotació 1 ~ política y, en casos extremos, se han dado momentos en que no sólo existía u' a~te "del régimen", como lo fue el kitch nazi o el realismo soviético, que tanto disgustos costó, por ejemplo, a Dimitri Shostakovich, y a muchos otros, sin ' también un arte y unos artistas proscritos, "enemigo del pueblo", en el casdl comunista o "degenerado y decadente", en el nazi. !• 1
C~mo contrapartida, está bien documentado, especialmente por el impor-l tante libro de Frances Stonor Saunders, La CIA y la guerra fría culiuraf{2001f q~e, durante la guerra fría, los Estados Unidos, a través de la CIA y otros .orgaA msmos, apoyaba económicamente y favorecía a los artistas de vanguardia, abs~\'. tractos, formalistas, no-realistas, para contraponerlos al arte soviético, al que se;, presentaba como retrógrado y anticuado. El maridaje entre arte, política y propaganda plantea también la cuestión l de la calidad: ¿merece ser considerada como arte una obra de la que sabemos·!, que fue concebida para exaltar al régimen, o encargada directamente por éste?'! Tan_ibién aq~í la respuesta es difícil y sólo nos cabe decir que todo depende dd 1; ge.n10 del artista. El Guernika de Picasso podría muy bien encajar en esas pre~rnsas; ~ue encargado por un gobierno, el de la República, tiene una fuerte carga 1 ideolog1ca, alude a un hecho contemporáneo muy concreto (el bombardeo de la .villa. de Guernika por parte de la aviación nazi al servicio del alzamiento) e. implica una toma de posición política e ideológica por parte de su autor. Sin embargo, el genio del pintor trasciende todas estas circunstancias y la obra 1
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en el que fue producida, pued e admirarse , incluso prescindiendo del contexto . rque su poder de sugerencia la ha hecho umversal. Pº En el período anterior a la fotogra fl'1a, ademas ' de 1a pmtura, . tenen:i~s que hacer mención a los grabados que, a partir d: la Reforma, ~eron ~ulizados con tra la iglesia de Roma · Martín Lutero no solo se aprovecho de la imprenta . com O Verdadera arma político-religiosa, sino que estimuló el uso de la 1magcn q Ue luego , curiosamente ' proscribió . de .la Reforma. Surgen, así, los grabados q ue especialmente en el caso de artistas importantes, como Lucas Cranach, caricaturizan y ridiculizan, a veces de forma verdaderamente brutal, a curas, monjas y papas, a los que muestran en actitudes abiertamente sexuales o esca. tológicas, en actos de sodomía con el demonio, etc. , La moda del grabado y de la caricatura perdurara hasta el siglo XIX y, además de la época de la Reforma, tuvo otro momento culminante en la Re~olu ción Francesa, cuando fue utilizada para atacar a los representantes del Anuguo Régimen (Iglesia, aristocracia, monarquía) o a los enemigos del Estado. Todavía durante la Primera Guerra Mundial, a pesar de que se trató de una guerra fotografiada y filmada, se podían ver en periódicos ingleses y franceses caricaturas del Kaiser Guillermo o de van Hindenburg. Además del grabado, debemos mencionar como elemento icónico ~.ser vicio de la propaganda, aunque también tendrá un gran peso en la publicidad comercial, al cartel. Elevado a la categoría artística por Toulouse-Lautrec en el XIX, el cartel pasará a formar parte del paisaje urbano durante todo el siglo XX y, de hecho, con distintos formatos o técnicas, lo sigue haciendo en el presente. En el terreno específico de la propaganda, el cartel se ha utilizado fundamentalmente para las campañas electorales o para situaciones m~y conc~e tas, por ejemplo, en tiempos de guerra. Al respecto, vamos a menc10nar solo a uno, pero que ha tenido una larga trayectoria. Se trata de ~n cartel de rec~u tamiento cuya versión más conocida es la de la figura del T10 Sa~, que mua fijamente al espectador a la vez que lo señala con el dedo, acompanado .por el texto / ~nt You. Este cartel, en realidad, es una copia de uno que se hizo en Inglaterra durante la Primera Guerra Mundial, en el que aparecía lor~ Kitchener, el Ministro de Guerra, en la misma actitud y con un texto parecido al del Tío Sam. Lo curioso es que también existe un cartel muy similar hecho en la Unión Soviética. Otro gran momento, si puede llamarse así, en el empleo del cartel como arma de propaganda bélica lo tenemos durante la Guerr~ Civil Es~añola,, con especial mención para el bando republicano en el que artistas de pnmera !mea,
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como Joan Miró, se entregaron con pasión a esta tarea, sobre todo de cara~ exterior del país, donde esperaban aprovechar su prestigio personal para ayu a la causa republicana. Miró es el autor de los famosos carteles con el texto en francés: A· l'Espagne, para ser difundidos en la Exposición Internacional de Artes y Téc . cas celebrada en Paris en 1937. Exposición para la que el gobierno de la Re blica encargó un cuadro a Picasso para exhibirlo en el pabellón de España. cuadro resultó ser el ya referido Guernika y, en cierto sentido, también pue entenderse como un cartel de propaganda, aunque como ya hemos dicho, potencia artística del malagueño lo convirtió en un alegato universal contra 1 atrocidades de la guerra, de todas las guerras.
\ 3.2.2. Símbolos políticos - Fascies: Era un haz de varas fuertemente atadas junto con un hacha/ constituía un símbolo del poder de Roma y de sus legiones, donde las v representaban la fuerza de la unión (una a una era fácil quebrarlas, pero tod . juntas ... ) y el hacha, el poder que los gobernantes tenían sobre la vida y . muerte de las personas. Mussolini, en su delirante empresa de revitalizar el antiguo Imper· Romano y fundar una tercera Roma, dota a su movimiento de la simbolo imperial y toma las fascies no sólo como su principal símbolo visual sino que, partir de ellas, dará nombre a su partido: el fascismo. j - Doble yugo y haz de flechas: Se trata de una variante de las fascies y su his,', toria también mantiene un cierto paralelismo. Originalmente fue el símbol~ de los Reyes Católicos y del poder Imperial de España. EH:loble yugo simboli~ zaba la unión de las dos coronas de Castilla y Aragón y el haz de flechas curo~' ple con la misma simbología que las varas de las fascies. Al igual que en Ita~( lia, en España este símbolo también fue apropiado por el fascismo nacional, el¡ decir, la Falange de José Antonio Primo de Rivera, primero, y luego por Fran~! quien, al igual que Mussolini, también alentaba sueños de laureles imperialeS:; reverdecidos. .
- Animales: También se utilizan para representar ideas o virtudes humana$ , y aparecen profusamente en banderas y escudos. Posiblemente, el animal que · más "suerte" ha tenido, en este sentido, ha sido el águila. En la antigua Grecia, . · igual que el búho para Atenea, el águila era el animal que representaba al mismísimo rey de todos los dioses, Zeus. A partir de allí, tenemos el águila romana, ,¡ las águilas bicéfalas, por ejemplo, de la Rusia zarista o la de Polonia, o el águi1a 1 napoleónica, es decir, de otro con delirios imperiales. ·
(,·uerra y propaganda en el siglo XXI
., el agui ' ·1a, que ya figuraba en . mo adoptó tam b ten · lo XX e1 nazis . E n e1 s1g , , . d una svástica entre sus garras. ' 1 represento sostemen o bº' el escudo al eman, a que . 1 b tió Estados Unidos, tam ten Curiosamente, una de las naciones que o comd a , ' ·1 1 1 mericana en su escu o. l lleva un agui a, a ca va a ' ' e "heráldica'' ha tenido es e , . l ·mal que mas wrtuna Después de1agu11a, e am 11 d 1"rey" de la selva. d la realeza, por aque o e versión "rampante"' el león león, igualmente emparenta o co~ 1 . d especia mente en su En distintas actitu es, perod b d standartes a veces incluso, en gru, a arece por doquier en escu os, .ª~ ~ras y e P 1escudo bntamco. pos de tres, como en e . l do se quería aludir a su potenEl oso es el símbolo de Rusia, a : qUue, cuan_ , más amable de este animal b "El 0 ruso na vers10n . os . d 1madroño del escudo de la crncial militar, se la 11ama a utilizado como emblema, es el oso apoya o en e dad de Madrid, o el de Berlín. . 1 iºmbo'lico que no tiene nada f, · os a un amma s Finalmente queremos re enrn 1 . des guerreras. Se trata del pez, como la fuerza o a as v1rtu . . . que ver con a1us10nes a ·1· do por los primeros cnstia. · to mutuo uti iza símbolo y señal de reconoc1m1end b , 'l al hecho de que Cristo se vin·1· . ' d 1 ez no se e e, o no so o, ·1 nos. La uti izac1on e P . no de sus principales m1 aque ver con u 1 ue tuviese culase con pescad ores, o q e ado con las primeras etras · un anagrama iorm gros (el del pan y los peces) 'smo a .. d o· 1 ador" que daban la palabra . "] esucns · t o, hi¡o e. ios, sa v" " ' de la frase en gnego: · ifica preosamente, pez · Ichthus, que en esa 1engua s1gn . ' 1 ' b 1 "oficiales" que representan J C tituyen OS Slm O OS ' - Banderas, escuaos: ons 1 N almente los colores estan d nuestro P aneta. orm ' ' a la totalidad de 1os paises e . 1 1 d que predomina en la de Brad . b 1 ' particu ar: e ver e revestidos de una s1m o og1a d 1A mientras que la de Esta os 1 selva e mazonas, sil alude, indu d ablemente ª ª ada uno de los estados, Y con O 11 s que representan a c 1 13 colonias originales. Unidos cuenta con S estre a . b lº d . bl que sim o izan as 13 barras ro¡as y ancas d . de los antiguos pen ones h deras o a aptac10nes ' . Otras banderas son ere . ., d olores es más pragmauca la monvac1on e sus c . nobiliarios y, en a1gunos casos, _ l d de una de las señales utl1 de la espano a, toma a que simbólica, como en e caso . 1 ·o el amarillo son dos de los colores !izadas antiguamente por la marma: e ro¡ y · se ven a dº1stancia ' en el mar. bº que me¡or l'tºicos implican tam bº' ten una l · y cam ios po 1 e l s símbolos. Así, la tricolor A menudo, las tur b u enoas , . t rmina por arectar a o inversión ideo log1ca que e ., lores copiados de la norteame. ºd l oluc10n con sus co francesa instttu1 a por ª rev . ; l bl con la flor de lis de la monarh sustituyo a a anca h . ricana, y vigente h asta oy, . l · ¡·a bandera a franjas onl h . s sustituyeron a v1e quía. En Rusia, los b oc ev1que l . l hoz y el martillo, aunque, una · Pº r a ro¡a con a zontales, blanca, azu1 Y ro¡a,
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vez caído el comunismo se recuperó la bandera primitiva. Otro tanto ocur con la Segunda República Española, que instituyó la bandera roja, amarilW' morada. ·¡ 1
La Alemania nazi sustituyó la antigua bandera imperial por una de cof rojo, con una cruz negra y la svástica en el centro. " - Símbolos religiosos: Los tres grandes monoteísmos no carecen de símbo visibles: estrella de David, cruz o media luna. Muchas de ellas aparecen tambi ' en la bandera de distintos países. Obviamente, la estrella de David en la de Isra ,'. la cr~z en muchos países occidentales, desde la Union Jack inglesa, pasando p: l~ gneg~ o la ~e numerosas naciones nórdicas y escandinavas: Noruega, Sueci F1nlandia o Dmamarca. Por su parte, numerosos países de religión musulm llevan la medialuna en su bandera, como Bosnia o Turquía. - Svdstica: Es una variante de la cruz, con una inclinación y unos br que sugieren movimiento. Era, como es bien sabido, el símbolo de los nazi aunque no fue inventada por ellos, ni mucho menos. En realidad, se trata •, Un símbolo m.uy .antigu.O, P,Osiblemente de raíces indoeuropeas, que ya apare •I en templos egipc10s e h1ndues. Al parecer, se la consideraba un símbolo solar.' í esotéri,co y, tal vez por ello, atrajo la atención de Hitler, muy dado al ocultism~~ tanto el como su lugarteniente, Heinrich Himmler. .,·¡i, - Hoz y martillo: Fue el símbolo del comunismo soviético, luego exportad :i a otros países que se situaban bajo la esfera rusa o abrazaban el comunism~ Representa la unión de los obreros industriales (el martillo) con los campesi..;, nos (la hoz). .~¡1 1
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3.3. La fotografía
La aparición de la fotografía y el cine y, luego, de la televisión, revolucioI
~aron la utilización de la imagen propagandística.
Los pintores pierden su sen-1 ttdo'. Y aho~a es la fotografía del presidente o del rey la que preside las
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Vendida a un editor italiano, a partir de ese momento, y especialmente después de la muerte del personaje, su cara reproducida por millones en posrer s, Pegatinas ' camisetas, etc. fue símbolo de rebeldía para la generación que se manifestó en el mayo francés y lo sigue siendo todavía para los pueblos de muchas regiones del mundo, especialmente de América Latina, donde siguen luchando por sus derechos. Sin embargo, en el llamado Primer Mundo, la cara del Che ha terminado como un elemento introducido en el sistema de la moda, lo cual le ha restado toda o casi toda su carga semántica y política. Aunque en sus inicios las rudimentarias técnicas exigían lugares fijos para la realización de la fotografía (como el estudio del fotógrafo), con prolongadas exposiciones que requerían mucho tiempo de posado para las personas que querían un retrato, pronto el nuevo arte se va a beneficiar de rápidos progresos técnicos. La calidad de la imagen y la velocidad y facilidad para su registro serán los primeros efectos, pero no los únicos. Pronto, el equipo se aligerará y las .nuevas cámaras, mucho más manejables, sacan a los fotógrafos de sus estud10s y ello permitirá, ya a mediados del XIX, registrar algunos de los grandes acontecimientos del siglo. Fue el caso de la Comuna de París, con sus barricadas y sus decenas de fusilados, o la Guerra de Secesión norteamericana, que fue profusamente fotografiada. Al respecto, todavía impresionan esas placas tomadas en los campos de batallas sembrados de cadáveres. El siglo XX verá la eclosión de la fotografía que, por ejemplo, va a registrar -igual que el cine- algunos de los grandes momentos de la Revolución R~s~, como las multitudes frente al Palacio de Invierno o a Lenin y a Trotsky dmgiéndose a las masas. Además de la Revolución Rusa, los innumerables conflictos bélicos que han asolado todo el siglo XX fueron campo propicio para la fotografía. Así, la Primera Guerra Mundial fue ampliamente fotografiada y, en algunos casos, se pudieron registrar escenas de soldados en plena acción. , Podemos señalar como punto de inflexión en la historia de la fotografia de prensa, la aparición, en 1930, de un nuevo modelo de cámara: la Leica !, fab~i cada en Alemania, con una lente de 50 mm, gran angular de 35 mm y teleob¡etivo de 135 mm, compacta y fiable. Esta cámara se transformará en una verdadera leyenda, más aún si la unimos al nombre de Robert Capa. El resultad.o de esta conjunción será una de las cumbres del fotoperiodismo de todos .los nempos. Para ello, bástenos con recordar las imágenes que Capa y su novia, Gerda Taro, tomaron durante la Guerra Civil Española, con uno de los grandes iconos del siglo XX, la fotografía (todavía hoy discutida) del miliciano herido de
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c;uerra y propaganda en el siglo XXI
Adrián Huid Móde.
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muerte en Cerro Murciano. También las que realizó durante el desembarco Normandía: fotos impresionantes de quien se arriesgó a acompañar a los co ' batientes, coherente con su frase más célebre: "Si la imagen no es buena es q no te has acercado lo suficiente". Coherencia que les costó la vida tanto a G daTaro, aplastada por un tanque, en España, en 1937, como al propio Ca¡;' muerto en Viet Nam, en 1954, al pisar una mina. . '' La utilización propagandística de la fotografía no se ha limitado a se~ el viejo camino de la pintura de cámara. También en este caso podemos habl de manipulación con fines políticos. Hoy, merced a los avances en la digitali ción, nadie se soprende de las posibilidades de "operar" sobre las imágenes: programa Foto Shop es ya un instrumento habitual en el equipaje de los po ticos que, igual que los personajes de la prensa del corazón, lo utilizan p corregir y mejorar su imagen. Recordemos, a modo de ejemplo más bien g ' ' tesco, cómo la revista Paris-Match, retocó una fotografía en bañador de Nicol · Sarkozy para borrar un michelín de su cintura. Aquí, no estaría de más recorat!' dar que Arnaud Lagardere, el propietario de dicho semanario, es íntimo ami del presidente. Pero, la manipulación de la fotografía es tan antigua como los primerc~ daguerrotipos. Ya durante la Guerra de Cuba se prepararon escenas bélicas q los periódicos del señor Hearst vendían como auténticas. El periódo stalinist , en la antigua Unión Soviética, fue pródigo en la manipulación de imágene$~ Como un correlato siniestro de los fusilamientos de los viejos dirigentes bol~ cheviques, éstos eran también borrados de las fotografías, como para no dejar el:l, menor rastro de su paso por la vida.
3.4. El cine
{I En cuanto a la imagen en movimiento, a poco de su aparición, el cintf.'' co~e.nzó ~ ser utilizado ~o sólo como re~i~tro documenta\pretendidament~,:; objetivo, smo que enseguida se puso al servic10 de la propaganda y la manipula"'\ ción. Pese a que se ha afirmado que la primera guerra filmada fue la del 14-18~:.: la realidad es que la primera vez que una moviola registró escenas bélicas fu~,¡í durante la guerra de Cuba, en 1898. Aquí, los norteamericanos no se limitaroni:. a registrar sino que, en muchos casos, del mismo modo que lo hacían con li·~ fotografía, presentaron como filmaciones en vivo lo que eran montajes en plat4'. rodados con posterioridad a los hechos, lo que equipara estos documentos con:. el actual docu-drama, sólo que aquí la intención manipuladora los introduce de· lleno en el terreno de la propaganda.
Sin duda, la Primera Guerra Mundial fue objeto de los focos y, sin dudas, con imágenes de calidad superior a las de Cuba: pensemos que los avances técnicos eran muy rápidos, tanto en lo referente a la calidad de las pel~culas.com~ . la maniobrabilidad de los equipos. No obstante, sabemos que existen mfim~ad de imágenes de esta guerra que también son montajes realizados lejos del frente de combate. También los grandes sucesos de octubre de 1917 en San Petersburgo fueron filmados: desde las imágenes del acorazado Aurora a la figura de Lenin arengando a las masas, pasando por el Palacio d~ l~vierno las tropas bolcheviques al asalto. Lo mismo ocurrió con la guerra ovil postenor, de la que nos queda, por ejemplo, la imagen de Trotsky recorriendo el frente en su famoso tren blin-
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dado. La Segunda Guerra Mundial profundiza aún más en el uso del cine ya que sus cámaras, mucho más pequeñas y manipulables, permiten a los reporteros acompañar a las tropas al meollo mismo de la acción sin el engorro de transportar pesados equipos. Algunos de los grandes directores de Holliwood se implicaron en el esfuerzo bélico y suspendieron la realización de películas de ficción para volcarse al documental de propaganda. Entre ellos, los más importantes fueron hank Capra, John Ford y Walt Disney. Capra, posiblemente el que más énfasis puso, rodó una serie de películas bajo el título general y pretendidamente didáctico: ¿Por qué lucham.os? En ellos explica a los norteamericanos, de manera simplista y, a veces, con tintes verdaderamente racistas, que existe una semilla de perversidad intrínseca en los alemanes, que se ha manifestado otras veces en la historia y que "obliga': a barrerlos del mapa. Lo mismo hace, de forma más brutal si cabe'. c_~n los p~oneses: unos taimados amarillos que no han dudado en atacar a traic10n a los desprevenidos" norteamericanos en Pearl Harbour. Precisamente, John Ford es quien rueda un documental, Un cálido diciembre, sobre este ataque al puerto hawaiano, el 7 de diciembre de 1941, Y lo hace a la manera de una película del oeste, de las que estaba acostumbrado a rodar: los norteamericanos, encerrados en su base son una reedición de los colonos, que son los portadores de la civilización, parapetados en un círculo de ca~retas_r resistiendo los embates de los bárbaros, que ahora en lugar de tener la piel rop son amarillos pero, en todo caso, siempre de otra raza. El documental de Ford termina con unas palabras dirigidas al general Tojo en las que se anuncia la venganza y se "profetiza'' el apocalipsis nuclear de Hiroshima y Nagasaki:
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Adrián Huid Mód '1
Ha hecho usted un buen trabajo apuñalando por la espalda. Usted ha oscu cido nuestras ciudades, ha destruido nuestra propiedad, ha derramado nu . ' sangre. Nuestra fe nos dice que para toda esta traición no puede haber más · una respuesta, y una respuesta bíblica: quien a hierro mata a hierro muere Engelhart, 1997: 69) 1
Todo muy emocionante y patriótico si no fuera porque existen cada ··.' más evidencias de que el gobierno norteamericano sabía que los japoneses 1 carían pero les dejaron hacer ya que se trataba de un excelente casus belli, excusa perfecta para intervenir en aquella región en cuyos mercados y ma · rías primas, especialmente el caucho, los norteamericanos tenían máximo in rés. Por otro lado, como buena propaganda, la frase citada no deja de most sus elementos característicos: manipulación y exageración, que queda al des ·' bierto en la referencia a "nuestras ciudades oscurecidas", lo cual parece más u ' alusión a las ciudades japonesas bombardeadas ya que ninguna ciudad en no teamérica fue atacada nunca por ningún avión japonés. En cuanto a la expr'".,:I¡ sión "apuñalando por la espalda", produce cierto sonrojo recordar que es ud versión casi literal de uno de los eslóganes empleados por Adolph Hitler en l campaña electoral que lo llevaría al poder, aquello de que "Alemania había si ·'' apuñalada por la espalda". ,~; Como decíamos, también Disney puso su industria de animación al servil'. cio del esfuerzo bélico. Concretamente, utilizó al ya muy popular Pato Donald¡ al que colocaba en diversas situaciones en las que debía lidiar con los naziS\11 Durante la guerra fría, el creador de Mickey Mouse, también se dedicó a li:. propaganda anticomunista. Pero, respecto al cine y la propaganda de guerra, nd\ podemos _dejar de mencionar el caso del famoso director de películas como L~~ reina de Aftica o El halcón maltés, John Huston, quien no sólo rodó una especi~, de contra-documental bélico, en el que muestra lps devastadores efectos psico{ lógicos que sufrieron los soldados que participaron'de la Segunda Guerra Mun~:· dial, sino que hizo esta contundente afirmación: "Que me fusilen si alguna veii/ hago alguna película en favor de la guerra". ·' En el lado alemán, no se puede hablar de cine documental de propaganda:.: sin hacer mención de la cineasta Leni Riefenstahl, una mujer que comenz6 ,: como bailarina y actriz pero que pronto mostró sus dotes como fotógrafa y' directora. En 1934, Goebbels la llamó para que hiciera un documental sobre el · II Congreso del partido nazi en Nuremberg, para lo cual le proporcionó medios técnicos y humanos prácticamente ilimitados. El resultado fue El triunfa de la voluntad, verdadero manual audiovisual del nacional-socialismo y una obra
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y pro'Pauanda en el siglo XXI "'
cuya ca1.1d ad cinematográfica, si hacemos abstracción de la ideología, era indis-
cutib~. do el éxito obtenido con este trabajo, Goebbels acude nuevame,nte a ª. r ara que registre todo lo relativo a los Juegos Olímpicos de B:rlm, en esta muie P. lmen te para mostrar al mundo entero la superioridad 1936 especia al ana,1tanto . , "d d rganizativa como en los deportes. El document resu tante, 1 su capac1 a o I' . d 1 , ue et . ¿ O!ympta o a fi esta de lospueblos ' también constituye F . un e as1co e genero q - . . remiado en diversos lugares, inclusive en rancia. , . fue ps· El triunfa de la voluntad la idea central es la del pueblo aleman umdo . , del r;r:u"h ''..er' al que se presenta como una especie¡ de mesías que b, ·0 1a1 1recc10n ll ,11 a literalmente, del cielo (los primeros planos del documenta. nos m~estran ,;:ndes nubes entre las que aparece el avión de Hitler que a escen~cr hacia Nuremberg sobre la que proyecta su so~bra), Olympza no es tan de;caradamente propagandística, aunque nunca dep de subrayar la belleza Y. a fuerza de los cuerpos arios. También aquí el comienzo resulta;u~amente s1~ nihcativo, ya que los primeros planos se abren con imáge~es . e Jovenes :e.:1~ d dos imbuidos en una ceremonia en el templo de Ohmp1a, d~nde s . primera vez la tradición de encender allí la llama olímp1ea para lletmciar, p ' . de culto al sol que , H" '¡ varia al estadio de Berlín. Se trata de una ceremoma paga~a,h enlaza con la inclinación al ocultismo que, según hemos ic o, senuan lt er y
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algunos jerarcas, como Himmler. · · d l También el cine argumental tiene una larga historia al serv1e10 le da p~opha, que aparecen no sólo como g,mda y de determinadas'"d eo¡og1as d lresu ta o. m. , e, 1 . d n las marcas e a enunc1ac10n, rente a todo discurso en e que siempre .que da C d. Gloria Camarero: · te y delibera a· orno !Ce sino como una empresa consc1en . , mantiene su .. .la 1deolog1a .
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resencia en ese medio de comunicación y en .los llos en la globalidad de los mismos ( ... ) El eme
::~:.,:: :~·:: :~~":';,n~~,1'.;.d ideo 16~';· "~.'";! ::~~~;::':~ ~:~'~':;
gráfico. Las imágenes no son mocentes: o a pe icu ., ue tiene de sí el individuo tiene de percibir las cosas, mfluye en la concepdoon q . t ndo que 1e ro d ea. e rea h a'hitos , normas e comportam1en o, 1 . d 1 mismo y e mu . en definitiva, imágenes que constituyen a mentalidades, formas d e v1.da, mitos, ideología. (2002: 5)
, muy largaya que no hay momento d "d en .la agitada d La lista de películas sena no ha a toma 0 paru o le mtenta l . l historia del siglo XX sobre e que e eme Y d , ol . d a causa, 0 criticarla y enostar a, segun e exaltar y glorificar una d etermma
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Adrián Huici Mó
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caso. Nos limitaremo~ aquí a señalar algunos ejemplos que nos parecen rel tes, ya que lo contrano nos obligaría a abarcar toda la historia del cine. 'rl, . Tal vez una d~ las primeras películas que, desde un punto de vista restr' g1do, pueden considerarse de propaganda o, en todo caso, con una fuerte ;' dente carg~ ideológica, en la que todo un país exalta sus orígenes y los v~o· · que lo sostienen, sea El nacimiento de una nación, de David W Griffith, :' de, 19 ~ 5 que, por sup~esto, es mucho más que una película de propagan· Ma~ a~n, se pued~ dec!f que con esta obra, su director "inventa" el cine, el 1 ', g~aJe crn~mat~~rafico, tal y como lo conocemos hoy, con sus técnicas de mo · :ªJe, P~:mficac10~, etc. Pero es imposible no señalar, de un lado, su manifies' mtenc10n de glonficar la gesta que resultó en la creación de los Estados Unid y, del otro, su lado "oscuro", esto es, un fuerte componente racista, que mu ·1 tra a los negros como asesinos y violadores, y a los miembros del Ku Klux K1 ' como caballeros cristianos. ,
~n el lado sovi,ético, otro genio también trabajó para dar al cine dignid
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.· art1~t1ca. Se trata, como no, de Serguei Eisenstein, que en su trilogía revoluci '' nana, La hue~a, Acorazado Potemkin y Octubre, exalta la ideología comunista '. la vez que demgra ferozmente al ca~italismo y a la burguesía. Así, en La hue!g.' s~ muestr: la masacre de los trabaJadores, mientras que en Acorazado Potem~ km lo har~ co~ la matanza en la escalera de Odessa, una escena inmortal den~. tro de l~ h1stona del cine. Como dice la ya citada Gloria Camarero sobre estas!;: tres pel1culas:
De~arrol_lan una técni~a q~e justifica el calificativo que se les da de trilogía revolucionana. Es una tnlog1a revolucionaria por la técnica, "revolucionaria" en ·, c~ant~ opuesta a la ,d~sa~;ollada ~n el cine burgués, y también es trilogía revolu- '. c~onar~a por la temat1ca revoluc10naria" en cuanto a que exalta sucesos revoluc10nanos: la Revolución de 1917 y sus antecedentes. (ob.cit.: 61) En Octubre, el elemento propagandístico es todavía ~s evidente y no es ~ara me,n~s, ya q_ue la p_elícula es un encargo personal de Stalin para co~memo a~ el de~1~0 amversano de la Revolución. Son, precisamente, los contenidos ;as exp!1C1tamente ideológicos o propagandísticos los que van en detrimento e la calidad artística ~e la película, como la escena en que las mujeres burgue~a~, con rostros henc~1dos de un éxtasis casi orgásmico, matan a punta de somnlla a un pobre marmero revolucionario.
Pero el ge~io de Eisenstein supo trascender esos condicionantes y, además e ;)er una lección de utilización del montaje (que él llamaba montaje intelectua ' la película está llena de momentos de gran belleza y simbolismo, como d
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la casi surrealista escena de un caballo blanco que muere en uno de los_ grandes puentes de la ciudad, o la forma en ~ue se presenta la llegada _de Lenm a la estación de Finlandia, provocando un viento huracanado que ag~ta Y, pone, e~ 111ov 1· rniento banderas y pancartas que, hasta ese momento, langu1dec1an, flaCldas. en sus mástiles. La guerra ha sido fuente inagotable de propaganda al presentar el combate corno algo glorioso, en el que los hombres demuestran su coraje, o como una aventura capaz de arrancar a las personas de una vida rutinaria y anodina. A nosotros nos interesa más el cine antibélico, al que calificamos de contrapropaganda, y que procura mostrar la verdadera cara de la guerra y_la perve~sidad de aquellos que las declaran y dirigen, que normalmente se mantienen ale¡ados del frente y que se mueven por intereses que nada tienen que ver con la gloria o el patriotismo, algo que siempre será, como tan sabiamente afirmó Samuel Johnson, "el último recurso de los canallas" . Prácticamente existe cine antibélico referido a todos, o casi todos, los conflictos sucedidos en el siglo XX, y fueron muchos. Una de las mejores, referida a la guerra del 14-18 es, sin dudas, Senderos de gloria, de Stanley Kubrick, y también Johnny cogió su fasil, del perseguido por la caza de brujas de los 50, Dalton Trumbo. En la primera se muestra la incompetencia de los generales, el despr~ cio por el sufrimiento de sus soldados y la refinada crueldad que los lleva a ~us1lar al azar a cinco o seis soldados, por no haber sido suficientemente heroicos. En la segunda, Trumbo se recrea en el espanto de un mutilado por un ,º~ús, postrado en una cama, sin brazos, piernas y apenas cara, al que los med1cos militares le niegan, inclusive, la posibilidad de una muerte piadosa. Vietnam también inspiró muchas películas críticas, que surgieron al calor del gran movimiento civil contra esa guerra, originado en los ca~pus universitarios y que se contagió a grandes sectores del pueblo norteamencano. Entre ellas, cabe destacar Pelotón y Nacido el 4 de julio, de Oliver Stone, Apocalypse Now, de Ford Coppola, o La chaqueta metálica, de Kubrick, un feroz alegato contra la instrucción militar. La guerra fría también generó múltiples películas de p~opaganda y contrapropaganda, como la anticomunista Cortina rasgada de H1tchcock, las de la serie james Bond, o sobre el final, las de Rambo, surgidas e~ los 80 al cal~~ del rcaganismo. Pero nos quedamos con una sátira de aquella epoca, que crmca a diestro y siniestro, tanto los presupuestos ideológicos de ambos bandos como los métodos utilizados. Se trata de Teléfono rojo, volamos a Moscú, con escenas tan surrealistas como las de un antiguo nazi, que colabora con los norteamericanos, y cuyo brazo ortopédico cobra vida propia para hacer el saludo romano,
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caso. Nos limitaremos aquí a señalar algunos ejemplos que nos parecen relev tes, ya que lo contrario nos obligaría a abarcar toda la historia del cine. 3 Tal vez una de las primeras películas que, desde un punto de vista rest/'1 gido, de propaganda o, en todo caso, con una fuerte y dente carg~ ideolog1Ca, en la que todo un país exalta sus orígenes y los valo ,. que lo sostienen, sea El nacimiento de una nación, de David W. Griffith, ob de, 19 ~ 5 que, por sup~esto, es mucho más que una película de propagan , Mas aun, se puede dec!f que con esta obra, su director "inventa" el cine el I guaje cinematográfico, tal y como lo conocemos hoy, con sus técnicas de mo ' taje, planificación, etc. Pero es imposible no señalar, de un lado, su manifi ' intención de glorificar la gesta que resultó en la creación de los Estados · y, del otro, su lado "oscuro", esto es, un fuerte componente racista, que mu tra a los negros como asesinos y violadores, y a los miembros del Ku Klux Kl '· como caballeros cristianos. ', , ~n el lado sovi~tico, otro genio también trabajó para dar al cine dignid art1~t1ca. Se trata, como no, de Serguei Eisenstein, que en su trilogía revoluci ' nana, La huel~a, Acorazado Potemkin y Octubre, exalta la ideología comunista'/ la vez que demgra ferozmente al capitalismo y a la burguesía. Así, en La huet s~ muestr~ la masacre de los trabajadores, mientras que en Acorazado Potem.' km lo hara con la matanza en la escalera de Odessa, una escena inmortal den' tro de la historia del cine. Como dice la ya citada Gloria Camarero sobre est . tres películas:
puede~ con~i~erarse
técni~a q~e
"1 casi surrealista escena de un caballo blanco que muere en uno de los. gran, puentes de la ciudad, o la forma en que se presenta la llegada de Lenm a la ación de Finlandia, provocando un viento huracanado que agita y pone en est l d , fl' . movimiento banderas y pancartas que, hasta ese momento, angui eoan, ac1-
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una justific: el calificativo que se les da de trilogía luc10nana. Es una tnlog1a revoluc10naria por la técnica, "revolucionaria'' e c~ant~ opuesta a la ¿~sa~;ollada ~n el ~i~e burgués, y también es trilogía revolu·', c~onar~a por la temat~~a revoluc10nana en cuanto a que exalta sucesos revo!u..i.! c10nanos: la Revoluoon de 1917 y sus antecedentes. (ob.cit.: 61) ' En Octubre, el elemento propagandístico es todavía más evidente, y no es'. para me,n?s, ya que la película es un encargo personal de Stalin para conmemo~·¡ ra~ el de~1~0 aniver~ario ,d~ la Revolución. Son, precis~ente, los contenidos:: mas exphcttamente ideolog1Cos o propagandísticos los qu'e van en detrimento': de la calidad artística ~e la película, como la escena en que las mujeres hurgue... ', sa~, con rostros henchidos de un éxtasis casi orgásmico, matan a punta de soro- ':. bnlla a un pobre marinero revolucionario. ¡ Pero el genio de Eisenstein supo trascender esos condicionantes y: además ' de ser una lección de utilización del montaje (que él llamaba montaj~ intelectual)' la película está llena de momentos de gran belleza y simbolismo, como ·,
Jas, en sus mástiles. La guerra ha sido fuente inagotable de propaganda al presentar el combate como algo glorioso, en el que los hombres demuestran su coraje, o como una aventura capaz de arrancar a las personas de una vida rutinaria y anodina. A nosotros nos interesa más el cine antibélico, al que calificamos de contrapropaganda, y que procura mostrar la verdadera cara de la guerra y_la perve~sidad de aquellos que las declaran y dirigen, que normal~ente se mantienen ale¡ad_os del frente y que se mueven por intereses que nada nenen que ver con la glona o el patriotismo, algo que siempre será, como tan sabiamente afirmó Samuel Johnson, "el último recurso de los canallas". Prácticamente existe cine antibélico referido a todos, o casi todos, los conAicros sucedidos en el siglo XX, y fueron muchos. Una de las mejores, referida a la guerra del 14-18 es, sin dudas, Senderos de gloria, de Stanley Kubrick, y también johnny cogió su fusil, del perseguido por la caza de brujas de los 50, Dalton Trumbo. En la primera se muestra la incompetencia de los generales, el desprecio por el sufrimiento de sus soldados y la refinada crueldad que los lleva a fusilar al azar a cinco o seis soldados, por no haber sido suficientemente heroicos. En la segunda, Trumbo se recrea en el espanto de un mutilado por un obús, postrado en una cama, sin brazos, piernas y apenas cara, al que los médicos militares le niegan, inclusive, la posibilidad de una muerte piadosa. Vietnam también inspiró muchas películas críticas, que surgieron al calor del gran movimiento civil contra esa guerra, originado en los campus universitarios y que se contagió a grandes sectores del pueblo norteamericano. Entre ellas, cabe destacar Pelotón y Nacido el 4 de julio, de Oliver Stone, Apocalypse Now, de Ford Coppola, o La chaqueta metálica, de Kubrick, un feroz alegato contra la instrucción militar. La guerra fría también generó múltiples películas de propaganda y contrapropaganda, como la anticomunista Cortina rasgada de Hitchcock, las de la serie james Bond, 0 sobre el final, las de Rambo, surgidas en los 80 al calor del reaganismo. Pero nos quedamos con una sátira de aquella época, que critica a diestro y siniestro, tanto los presupuestos ideológicos de ambos bandos como los métodos utilizados. Se trata de Teléfono rojo, volamos a Moscú, con escenas Un surrealistas como las de un antiguo nazi, que colabora con los norteamericanos, y cuyo brazo ortopédico cobra vida propia para hacer el saludo romano,
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Adrián Huid Mód
o un piloto con sombrero vaquero cabalgando sobre una bomba atómica•. '.: trata, una vez más, del gran Kubrick: ¿Existe alguna duda de su lugar en la hi' toria del cine? ";. :lll 3.5. La televisión Contrariamente a lo que las jóvenes generaciones, ancladas en una espe de eterno presente, suelen creer, la televisión ya era técnicamente una reali en los años treinta. De hecho, los Juegos Olímpicos de Berlín, en 1936, fu ron retransmitidos por ese medio, aunque sólo se hizo a través de un circuí cerrado. Lo cual no hace sino demostrar que los nazis fueron unos indiscut ' b.les maestros en el arte de la propaganda y, por ello, supieron percibir el pote' , oal que, en ese sentido, podía esperarse de la pequeña pantalla. .'·' Las prioridades de la guerra aparcaron el desarrollo de la televisión el cual una vez vencid~ Alemania, le correspondió al gran vencedor del conflictti los Estados Umdos. En efecto, apenas silenciados los cañones, la televisi6 comienza a extenderse velozmente. Primero, por todo el territorio norteam ri~an?,Y' luego, por el resto del mundo hasta su más completa y catódica col mzac10n. . Una vez que los aparatos receptores redujeron su precio para hacerse acce'; s1bles al gran público, la televisión se convirtió en la reina absoluta de l ' medios de masas, con un reinado aún más indiscutible si cabe con el adveni' miento del color. Y, dadas las innovaciones técnicas que ya están aquí, com. la TDT o la Alta Definición, se hace difícil imaginar la posibilidad de que s , destronada, aunque en Internet le ha surgido un rival poderoso y posiblement' veremos una guerra de incierto resultado. A pesar de este dominio casi insultante, desde su mismo nacimiento la tele' visión no ha estado exenta de polémicas y ha tenido, desde entonces y hasta presente, sus apologetas y sus detractores. Los primeros anunciaron una nu~ 1 era en la que la humanidad dispondría de una "ventana mágica" a través del ' cual todos podríamos asomarnos al mundo a la vez que el mundo entero podría(/ entrar en nuestras salas de estar. La televisión sería un instrumento formidabl " para ampliar n~estras ~xperie~cias '! n~~stros saber~s sin necesidad dt\movernos·:.l de nuestra casa. la meJora sooal e md1v1dual parec1an hechos impara¡jles. f, Otros, sin embargo, vieron desde el principio una amenaza mucho más que'; u~a ~e~tana Y levantaron una serie de acusaciones que van desde el efecto cuasi:; hipnouco que a menudo se ejerce en los niños, y también en muchos adul-'í'. tos, hasta la creciente trivialización de sus contenidos, pasando por la induc~\
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ción a la violencia. Violencia de la que no escapan, sino que más bien son uno Je sus ámbitos privilegiados, los dibujos animados. Por último, otro fenómeno sumamente preocupante, señalado por todos los estudiosos del tema, es el des1\azamiento de los contenidos informativos o culturales hacia el mero entrete;ümiento que nos incita, como diría Neil Postman (1991) a "divertirnos hasta rnorir", etc. Al respecto, dice este autor que la finalidad última de la televisión es dar entretenimiento a la audiencia, que la televisión: ... ha hecho del entretenimiento el formato natural de la representación de toda la experiencia. Nuestro televisor nos mantiene en constante comunión con todo el mundo, pero lo hace con un rostro cuya faz revela una sonrisa inalterable( ... ) Por decirlo de otra manera, el entretenimiento es la superideología de todo el discurso sobre la televisión. No importa qué representa, ni cuál es el punto de vista, la presunción general es que está allí para nuestro entretenimiento y placer. (ob. cit.: 91)
A este adormecimiento de la conciencia por esta especie de pan Y circo catódico que denuncia -tal vez demasiado apocalípticamente- Neil Postman, debemos agregar que la televisión constituye, por mediación de la publicidad, el principal instrumento de incitación al consumo feroz que domina a las sociedades desarrolladas. De hecho, para muchos autores, la televisión no es más que un instrumento al servicio de la publicidad: sus contenidos no serían otra cosa más que cebos para captar miradas y venderlas a los anunciantes (cfr. González Requena, 1988) Más allá de posturas más o menos apocalípticas, más o menos i~tegradas, casi todo el mundo está de acuerdo en que la televisión no ha cumplido, al menos, no totalmente, con las promesas que anunciaron sus tempranos defensores y apologetas. Y, en lo que a nuestro centro de interés res~ecta, deber_nos decir que la televisión se ha convertido, desde finales de lo~ anos del siglo pasado en adelante, en el principal instrumento del marketmg polmco Y de la propaganda. A ello debemos añadir que, igual que en el caso d~l' cine. y aún más (porque al cine va sólo un porcentaje determinado de la poblac10n ~!entras qu,e casi todo el mundo ve la televisión), se ha constituido en un formidable veh1-
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culo de transmisión ideológica. Así, durante largos decenios, la mayor parte de contenidos y formatos televisivos que se podían ver en Europa, Latinoamérica y otros lugares del mundo provenían exclusivamente de la factoría norteamericana que imponía su presencia de una forma casi absoluta y, con ello, obviamente, se cumplía con la
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Adrián Huici Móde
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transmisión ideológica que, consciente o inconscientemente, fue calando en I poblaciones "indígenas".
·d desde su acción como presidente a sus avatares familiares, pasando por sus . en 1a te1eoa,ríos con Marilyn Monroe (todos "recordamos", por haber1o visto am visión, el famoso "Happy Birthday to you, Mr. Prest"dent" que 1a sex sym bo11e cantara con voz llena de seducción y erotismo al donjuaneco presidente), c~ns riruyó material para el cine y la televisión, '.~cluída _su propia muer~e, acaeoda, precisamente, del~nte de una cámara que fi¡o para s1~mpre lo sucedido en aquella avenida de la cmdad de Dallas, una tarde de noviembre de 1963. El formato televisivo de la publicidad también llegó a la política para dar nacimiento al marketing político, esto es: la presentación de los candidatos como productos a "vender" al electorado, el estudio de la a~di~ncias para ofrecer a la gente lo que ésta espera o desea, en lugar de dar pnondad a las necesidades reales de la sociedad. Fue, como hemos dicho, Dwight Eisenhower el primero en poner el destino de su campaña electoral en manos de una agencia de publicidad. Y, desde entonces esta tendencia se ha ~echo univer~al de modo ( ue hoy es imposible concebir una campaña electoral sm la presencia de los asede imagen", 0 de los expertos en comunicación, además de los infaltables sondeos de opinión, etc. La televisión se ha vuelto tan omnipresente que se puede decir que es ella la que marca la agenda política e, incluso, configura todos los ac~os d~ ~ampaña, de modo que durante los mítines, el candidato dispone de un d1sposltlvo que le avisa del momento en que han llegado las cámaras, lo que es el indicativo para que avive y enfervorice su discurso. . . Giovanni Sartori ha denominado a este reinado de la imagen telev1s1va video-política y una demostración de su peso es el hecho de que··, en Estados Unidos, cuatro de cada cinco personas votan en función de lo que ven en la pantalla y no de lo que leen en la prensa o en los libros. Para este politólog~ '.t,aliano, uno de los efectos más perniciosos de la videopolítica es que la televlSlon personaliza las elecciones. Dice este autor que: VI
La profusión de series americanas, desde las comedias a las aventuras d :' oeste, pasando por las policiales o bélicas, con las que se alimentó a varias gen raciones de espectadores, fueron el cimiento de la expansión y, sobre todo, · la aceptación como modelo a imitar del "American Way of Life" o, dicho otros términos: una gigantesca operación de propaganda a gran escala qu : como decía Arundhati Roy, ha permitido, durante muchos años, la aceptació · acrítica de los valores norteamericanos. Y si alguien alberga alguna duda acer del papel que la televisión ha jugado en la hegemonía norteamericana, bást ' nos recordar la virulencia con que los Estados Unidos se emplearon contra NOMIC, según lo hemos explicado ya. Pero la televisión no es sólo un instrumento de hegemonía cultural e ide lógica y, por tanto, de propaganda indirecta. También se ha convenido, com . hemos dicho, en el principal medio de publicidad política y se ha vuelto un herramienta indispensable para cualquier campaña electoral. De este modo, · televisión ha entronizado definitivamente el dominio de la imagen sobre el dis, curso político fundado en la argumentación y en el "logos". A partir de la irrupción de la televisión es lícito hablar de espectaculariza ción de la política, de puro show que ha hecho derivar la praxis política hacia · . star system (cfr. Schwartzenberg, 1978) en el que un buen candidato no requier ' de un buen discurso, cimentado en ideas y proyectos, sino que debe actuar }f\ parecerse lo más posible a una glamurosa estrella del cine o del show-bussines:.'·'. Se podría decir que todo comenzó con John F. Kennedy y su famoso debat()!;\ televisivo con Richard Nixon, en 1960. Como es sabido, la disputa televisiva;f' se decantó a favor del joven Kennedy, quien se movió con toda soltura ante las,· cámaras y que presentaba, literalmente, el aspecto de una estrella de Holliwood:f joven, elegante, de sonrisa irresistible, la piel bronceada, la cabellera rubia, etc., :;1 mientras que Nixon, que se negó a ser maquillado, apareció en la pantalla conJ un aspecto verdaderamente patibulario: sudoroso, con profundas ojeras y uru1¡ ,1 1 sombra de barba, etc. 1 1
Resulta extraordinariamente revelador el saber que quienes vieron el debate :; por la televisión dieron ganador a Kennedy, mientras que los que sólo l~iguie~ ;¡ ron por la radio, consideraron que Nixon había vencido. Preeminencia, por tanto, de la imagen que llevó a Nixon a declarar, amargamente, que realmente había sido derrotado por Elisabeth Arden. El joven presidente Kennedy, que ganó esas elecciones a Nixon por ape-' nas un puñado de votos, se dejó querer por las cámaras y prácticamente toda su
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s~res
En la televisión vemos personas y no programas de partido; y personas constreñidas a hablar con cuentagotas. En definitiva, la televisión nos propone personas (que algunas veces hablan) en lugar de dis~ursos (... ). Sea co~o fuere, cuando hablamos de personalización de las elecc10nes queremos decir que lo más importante son los rostros (1998: 107-108) La televisión norteamericana, durante la guerra de Viet Nam, jugó un involuntario papel al que podríamos calificar de propagandístico y, por ello, no podemos dejar el tema sin mencionarlo. Nos referimos al curioso hecho de qu~, durante esta guerra, los equipos informativos de las distintas cadenas de telev1-
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prisión, buscó la reconciliación racial. Para ello, según cuenta John Carlin . " interesantísimo libro El factor humano (2009), decidió que el rugby, un de;n normalmente reservado a los blancos, se transformara en el deporte nado de todos los sudafricanos, incluidos los de raza negra. Para ello, los convocó¡· todos a la final del campeonato mundial, que finalmente ganó Sudáfrica a la ' 1· que Mandela conseguía su objetivo. .,1 Otra ~ostu~bre t~rrible que perduró hasta comienzos del siglo XX fue 1 de convertrr las e1ecuc1ones en espectáculos públicos ejemplarizantes, algo q" va desde los Aut.os de Fe ~e la Inquisición a la aplicación del garrote vil. ·; que, _tal vez, el e1emplo mas obsceno sea el de la aplicación de la guillotina, · los anos del terror revolucionario en Francia. Esta siniestra práctica se convir en una ocasión festi:~ y se sa~e que muchas personas acudían de madrugad~{ la plaza para coger smo en pnmera fila y no perder detalle. .:..
~efiniti:a, e~ poder siempre ha sido dado a la institución de grand cere~~m.al.e~ y l~t~~~1as, a las que los sociólogos llaman, a partir de Jean J. Ro : En
seau, rehg10n CIV1l . Salvador Giner la define de este modo:
1
·
l¿t religión ~ivi~ consist~ en e.l proceso de sacralización de ciertos rasgos de 'i',, vida comunuana a trav~s de ntuales públicos, liturgias cívicas 0 políticas y pi ' dades populares en~a~madas a conferir poder y a reforzar la identidad y ·. º.rden d~ una colectividad socialmente heterogénea, atribuyéndole trascende · · na mediante la dotación de carga numinosa a sus símbolos mundanos 0 sobr ,: naturales así como de ~a.rga épica a su historia. (... )Ciertamente, la religión ci ' ocupa un ~ugar estrateg1co -aunque siempre con fronteras difusas- dentro [d·. la modernidad] como fuente de su legitimación y viabilidad. ( 1994: 133) Estas liturgias son verdaderos espectáculos que han llevado a otro soci~· l,ogo, Ge,?rges Bala~~'ier, a hablar de una verdadera teatralización del poder, q~ • el lla~a teatrocrac1a ya que, como él mismo dice: "Todo poder político acaba: obteniendo la subordinación por medio de la teatralidad" (1994: 15-16) · ·' 3.1. Arquitectura, escultura ~·
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Las p~rá~ides de Ghizé no eran sólo monumentos funerarios.jrelgran tem- J plo de ¿.bu S1mbel (aquel que fue trasladado piedra a piedra por la UNESCO ' para evitar que lo sepultara el lago de la presa de Assuan), no sólo era un templo para venerar a los dioses. En todos los casos, la majestuosidad de la arquitectura está en relación directa con el deseo de impresionar y proclamar a todos :
el mundo la grandeza del gobernante, fara?n, rey, dicta.dar o presidente, y de su blo capaz de diseñar y construir seme¡antes maravillas. ' l . ' d 1n . h Desde los antiguos zigurats babilonios hasta a reconstrucoon e 1'.elc tag del Berlín por Norman Foster, la arquitectura siempre ha funcionado como lenuaje del poder, como instrumento para levantar monumentos que recuerden ~I mundo quién manda y de qué manera. No olvidemos que la etimología de '.'monumento" es la raíz griega mn-men-man, que alude a un tipo de actividad mental que cristaliza en la memoria (de allí: "mnemotecnia") o a la adivinación ("manda'', "mántica'', como en "quiromancia": adivinar a ~ravés de las ~a~os). Realmente, se puede decir que es posible conocer el caracter de un reg1men político o la megalomanía de un gobernante por los edificios que manda consrruir, o por sus preferencias artísticas. . . La Acrópolis de Atenas fue mandada levantar por Pendes, con dmero público, para exaltar los logros de Atenas y, en verdad, fue -y sigue siendod reflejo de la clara inteligencia y el buen gusto del siglo que lleva. su nomb~e. Mientras que el palacio presidencial de Bucarest, mandado constrmr por el dICrador Ceaucescu es un verdadero monumento a la megalomanía y, paralelamente, al sufrimiento de su pueblo'º. Algo parecido ocurrió con los proyectos que Adolph Hitler (artista y arq~i tecto frustrado), encargó a Albert Speer para remodelar completamente la cmdad de Berlin y trufada de gigantescos edificios, como el de un nuevo Reichtag (d antiguo lo habían quemado los mismos nazis) con una cúpula b~jo ~a cual debía caber medio millón de personas. También el diseño de los ed1fic1os del Kremlin, en la Plaza Roja de Moscú, constituyen una arquitectura retrógrada, pesada, chata y simétrica que revelan mucho del carácter de la época stalinista, máxime si tenemos en cuenta que Stalin en persona rechazó un proyecto vanguardista, presentado por Le Corbusier. , . . El Escorial, el Louvre o el Buckingham Palace no fueron solo res1denc1as reales sino verdaderos signos de la opulencia y el poder de hombres, dinastías e imperios. Y lo mismo puede decirse de las grandes catedr~les medievales'. u otros templos, como mezquitas y sinagogas (pensemos, tan solo en la Mezqmta Mayor de Córdoba, 0 en la Sinagoga del Tránsito, en Toledo), obras levantadas para ensalzar a los distintos dioses y para proclamar la grandeza de sus respectivas religiones. . . . Al igual que la pintura, también la escultura ~a ~erv1d~ para 1~mort~l'. zar la figura del gobernante y glorificar al hombre publico, heroe, artista, militar, santo, etc. Los bustos griegos y romanos de sus grandes hombres, las estaptie
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Al respecto, vid. la novela de Andrés Sorel: La caverna del comunismo (2007)
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de los faraones (como las del ya mencrona . do s·tuas bgigantescas 1) 1
'T'
iemplo de im e ' os monumentos ecuestres a los grandes (y peq ) 1 d Ti f 1 uenos G enerale e _ra a gar Square, con el almirante Nelson en su cima 1s 1dent1ca función. ' cump en
~o,un:ina
Los romanos . ',.' d ·inauguraron también la costumbre d e 1evantar otro tip a conn:iemorar victorias o a celebrar su poder: los ' o e e Vespaoano, y las columnas cubiertas de baºo l' la de Trajano, glorificaban al emperador. Esta práctica h1 ta a uego por otros gobernantes y, concretamente por Nap 1 ' B l i1 En efecto, el em erado d' . ' o eon onapart " de la Place de l'Étoilten losr;an o co~strmr dos arcos de triunfo en Paris: ,1 Louvre Est d ' ampos Ehseos, y el de Carrousel, a la entrada d . os os monumentos de los q 1 .. . son, en realidad d d '1 ' ~e os pansmos están tan orgullos ' El, . ' ver a eras apo og1as del imperialismo. En el de los Cam \ por eJemplo, bajo el cual se encuentra la tumba del soldado de c1 o, y que suele convocar a los nostálgicos de la guerra de Argelia tienesgcroan . os en sus muros los b d d 1 , ' dbotas de los sold d nfiom res e to os os paises que fueron "hollados" por r' a os ranceses. ,/·1 Tampoco se privó Napoleón d 1 d columna de Place Vend • de;u co um~a e la victoria: se trata de enemigo en la batalla deomAe, ml~n a a construir con los cañones tomados uster 1tz. Obviam t 1b · 1. hazaña del emperador en dicha contienda en e, e ªJº re ieve narra la gr~!:·
:o~~:~:t:so;m~a~os
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q~e, ~orno
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-~seos,
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4. Música 4.1. Himnos, marchas, canciones . El canto ha servido siempre como instrumento de :{ vementemente utilizado, su oder ., . propaganda ya que, contible. De hecho el cant p ~e.dpedrsuas10n es mnegable; a veces, irresis-1 ' ar es una act1v1 a q · . · las operaciones de la ma . 1 u_e mantiene oerto parentesco con . ' al . g1a, con e en-cantam1ento. Encantar era conse uir ue . d o" a partº d 1g q . . .gu1en , d quedase completamente seduc1ºdo o "hº1pnot1za cron e un mantra 0 estrºbºll l Ir e a repett1 . I I ~ que e mago canturreaba entre dientes. También la conexión con a magia esta presente en la d mitivas llevaban a cabo para obt 1 ' sfi anzas y cantos~. las tribus priener ª gun e ecto· curar a f; 1· . etc. Aunque p. ºbl un en ermo, a epr a 1os malos espíritus ' atraer 1a 11 uv1a, l . seductor al que todos nos hemos rendid 1 ' os1 emente, e pnmer canto o a guna vez, lo que tal vez explique su
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Jcrsistencia en nuestro inconsciente, sea la canción de cuna, verdadera opera~¡ón taumatúrgica que, a veces, inclusive consigue dormir a los niños. El canto colectivo constituye una forma de mantener la cohesión del grupo y también, por la presencia de rimas y estribillos, un interesante mecanismo de ·rnnemotecnia para recordar consignas o palabras altamente significativas. Posiblemente, los primeros cantos con un objetivo persuasivo hayan sido los cantos guerreros y las marchas militares, una forma de estimular la belicosidad y el coraje de los soldados que entraban en combate. En esa misma línea, pero con el objetivo de reforzar la fe y, naturalmente, la cohesión de los fieles, tenemos los himnos y cánticos religiosos, que han hecho aportaciones fundarnentales a la historia de la música, como el caso del canto gregoriano o la obra de Johan Sebastian Bach. También debemos mencionar los himnos nacionales, patrióticos y partidistas, que jugaron un papel muy importante en el desarrollo del EstadoNación y el consecuente surgimiento de los nacionalismos. Los himnos naciorules, junto con la bandera y el escudo, conforman la trilogía de los símbolos patrios y, en algunos países, como Estados Unidos, constituyen un motivo de exhibición y exhibicionismo permanente. Fieles a su conexión con la ideología nacionalistas, las letras de los himnos nacionales, cuando las tienen, suelen ser excesivamente floridas y retóricas y, en muchos casos, sumamente violentas y agresivas, a tal punto que muchos países, desaparecidas hace mucho tiempo las condiciones en que surgieron dichas letras, han tenido que suavizarlas. Ocurre así con algunos himnos sudamericanos, llenos de diatribas contra la España de Fernando Vil a quien, por ejemplo el himno argentino, se refería como "león que escupe pestífera hiel". También La Marsellesa habla de matar enemigos para "regar con su sangre impura nuestros surcos". Y, puesto que lo hemos mencionado, debemos hacer una referencia un poco más amplia al himno francés ya que, durante mucho tiempo, tuvo una proyección que excedía los límites de Francia y de lo francés. Como se sabe, este canto nació como una marcha militar para los soldados que combatían en defensa de la Revolución y su nombre original era precisamente: Chant de guerre des soldats de l'Armée du Rhin, esto es, Canto de guerra de los soldados del Ejército del Rin. Al interpretarse por primera vez en la ciudad de Marsella, se quedó con el nombre de la ciudad y su éxito fulgurante lo elevó a la categoría de Himno Nacional. Precisamente por representar los ideales republicanos, durante casi cien años, La Marsellesa fue mucho más que el himno de Francia, y se lo identificó
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con un himno libertario y progresista, cantado por las gentes de izquierda . · primeros socialistas. Sólo a partir de 1889, en el marco de la II Internado:· el primer centenario de la Revolución, la izquierda se dotó de un himno · pío: La Internacional. P Se ~a dicho~ menudo que la Guerra Civil Española fue también una gue. de canciones e himnos y, efectivamente, todavía hoy se pueden comprar dis con recopilaciones de "Canciones y marchas de la Guerra Civil". Obviamen' el ~a~do republicano, una coalición de partidos de centro y de izquierda, de ' socialistas moderados o anarquistas hasta comunistas de la línea de Moscú, taba La fnter~~c~onal aunque cada facción, fiel a la tradición de la izquierda separarse y dividirse, la entonaba con una letra propia, según sus conviccion También se cantaban himnos anarquistas, como A las barricadas, canciones .. los brigadistas, como Song ofJarama o Bandiera rossa, 0 se adaptaban letras ·:' canciones populares, tal el caso de Puente de los franceses. En el bando Nacional se cantaba el Cara al sol y se siguió cantando duran · muchos años, una vez acabada la guerra. De hecho, cada 20 de noviembre sue' son~r en las inmediaci~nes del Valle de los Caídos. También destacaba Soy ' novio de la muerte, el himno de la legión que ni siquiera en su título oculta s necrofilia fascista.
4.2. Música culta Ta1:1bién la llamada música "culta" fue utilizada, incluso por los propi compositores en algu~os casos, como elemento de la lucha política y de la prcf'. paganda. Ten~mos asi, en un primer ejemplo, las músicas nacionalistas, qu · celebran las virtudes y bellezas de la tierra, como Mi patria, con el hermo sos fragmento El Moldava, del checo Bedrich Smetana, las innumerables dan zas eslavas, el poema sinfónico Finlandia de Jan Sibelius, la Rapsodia Ruma de Georgy Enescu, las partituras de los cinco grandes de la música nacionalis rusa: Borodin, Balakirev, Cui, Rimsky y Moussorsky, Las fuentes y Los pinos Roma de Üttorino Respighi, y un larguísimo etcétera. , Además del nacionalismo musical propiamente dicho, otros autores had c~mpuesto ob:a~ patrióticas o con carga ideológica. Un primer ejemplo no' vie~e de u~ musJCo ruso que, precisamente, nunca fue incluido entre los nado4: nalJStas: Piotr Ilych T chaikovsky quien, además de una bella marcha eslavlti. compuso _la f~mosísima Obertura Solemne 1812 en la que se conmemora exalta,!~ victona de los rusos sobre los ejércitos napoleónicos y que acaba en uni; apoteosico resonar de campanas mezclado con cañonazos. La Obertura presenta)
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un aspecto muy interesante ya que su desarrollo se basa en una "guerra" de him1105. En primer lugar, mientras el invasor avanza victorioso por territorio ruso, se oyen fuertes acordes de la Marsellesa, pero pronto, a ésta se le opone el Himno Imperial Ruso y, cuando la suerte de las armas se inclina a favor del general Kuruzov, la Marsellesa se diluye y desaparece, "derrotada" por la música rusa. En la película Casablanca, de Michael Curtiz, hay una escena que, en cierto modo, refleja el plan de la Obetura 1812. Ocurre en el bar de Rick, cuando un grupo de militares alemanes canta canciones nazis. En un momento dado, el ;eñor Lazlo se dirige a la orquesta y ordena: "Toquen la Marsellesa". El director rnira a Rick buscando autorización y éste asiente. También aquí se desata una "batalla" musical en la que la gente, enfervorizada, canta las estrofas del himno francés hasta acallar las voces nazis. Hablar de música, política y propaganda es, inevitablemente, hablar de Richard Wagner. En primer lugar, se deben rechazar juicios simplistas que acusan al músico de nazi. Igual que Nietzsche, ni lo fue ni pudo serlo. Ahora bien, lo que no se puede negar es su antisemitismo, que se refleja en su música, especialmente en la tetralogía de los Nibelungos, o su apelación a los antiguos mitos germánicos, que sí despertaron el interés de los nazis, concretamente del propio Hitler, que peregrinaba anualmente a Bayreuth, el gran templo de la música wagneriana. Además, la propaganda goebbelsiana hizo uso y abuso de este compositor, utilizando sus oberturas más famosas como sintonía para los discursos del Führer, etc. En este pequeño recorrido por músicos y músicas con carga política, debemos recordar el ejemplo de la Tercera sinfonía de Beethoven, la Heroica. Como se sabe, el maestro de Bonn era un hombre de convicciones republicanas, por lo que se entusiasmó con la figura de Napoleón, quien en sus primeros tiempos se presentó como el gran defensor de dichos ideales. Por ello, Beethoven le dedicó su Tercera sinfonía. Sin embargo, cuando Napoleón demostró sus ambiciones personales de poder y sus intenciones imperiales, el compositor no tuvo ningún empacho en tachar la dedicatoria. También Giuseppe Verdi fue un músico que tuvo una participación activa en la política de su país, en pro de la unificación de Italia, tras el proyecto de Garibaldi y Cavour y bajo el reinado de Víctor Manuel. De hecho, los partidarios del rey solían gritar viva VERDI, que funcionaba como un acrónimo de "Vittorio Emmanuele, Re d'Italia''. Y la música que se utilizó para acompañar este proyecto político fue nada menos que el "Coro de los esclavos", del Nabucco, uno de los coros de ópera más bellos jamás compuestos.
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5. Acción Muchos grandes o pequeños hechos, conductas individuales 0 colecti se han vis~o ~evestidos de ~n. valor propagandístico, dado su carácter ejemp ~or constitmr un acontec1m1ento fundacional, o por su potente carga sim ·· hca. Podemos hablar, entonces, de gestos y gestas propagandísticos, los c · en el momento de su realización no siempre fueron percibidos como tales . ' . 1 p s~s ~rotagoms~as,. a menos, ~o .en todos los casos. A veces, el valor propag d1snco es un anad1do a posterzorz aunque no han faltado personajes que sí tu .; ron plena consciencia de los ecos que sus acciones despertarían en el futuro: que actuaron en consecuencia. 1
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5.1. Gestos
~on acciones individuales pero que acaban generando una gran oleada entusiasmo y adhesión colectivos. Incluimos en esta categoría algunos de 1 hechos de Cristo y sus apóstoles: los milagros y el martirio. En ambos cas se trata de gestos que, de forma distinta, consiguieron llamar la atención sob f Jesús y sus ideas.
Lo~ milagr~~' máxime realizados en un tiempo y ante unas gentes carent ' de toda ms~ruc~10n, al me~os así eran los primeros seguidores de Cristo según f' c.uenta el h1stonador Flav10 Josefo ( 1997), tuvieron que tener un efecto impr ' s10nante. No hace falta un gran esfuerzo mental para imaginar la conmoció~ que pudo provocar entre pescadores y campesinos analfabetos el rumor sobrd un galileo que convertía el agua en vino, andaba sobre las aguas, sanaba enfer~ mos y hasta res~citaba a l~s muertos. En términos comunicativo-propagandísti~ cos, aunque Jesus no hubiera obrado sus milagros con esa intención, el impactt, tuvo que haber sido total. <'i' . "Márti~" ~s una palabra griega que significa "testigo", por lo tanto, para Io$¡t pnmeros cnsnanos, aceptar el martirio era una forma de dar testimonio de s~:;, fe. Era,_ también, una forma de transmitir un mensaje (como se ve, siempre la'.¡ comumcació~) que venía a decir: "Mi fe en Jesús y en la salvación prometida es, tan grande e mquebrantable que acepto con alegría pasar por este trance". Un~/ prueba de la efectividad comunicativa y propagandística del martirio lo tetle.. ,: mos en el santoral: prácticamente, cada día del año tiene un mártir que nos(1 recuerda la grandeza de la fe. J La idea del martirio, su utilización como propaganda excede los límites !t de la religión y se ha empleado y se emp1ea tam b"' ,' · aunque 1a ere- '.: 1en en po1mea,
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. te influencia que vuelve a tener la religión hace difícil, a veces, distinguir las cien . , fronteras. Por ejemplo, los suicidas musulmanes, que se autodenomman marse inmolan en nombre del Islam, pero lo hacen con una finalidad polí. nres, · concreta· aca · atacar a Israel o combatir a Occidente en Afganistán, . lrak, Nueva , . York Londres o Madrid. De todas maneras, estos autodenommados marnres mueren matando, lo que constituye una gran diferencia con la mayoría de los cristianos primitivos que no conviene olvidar. Aunque tampoco hay que relegar al olvido a los santos cristianos que también fueron guerreros, como Santiago Matamoros: en todas partes se cuecen habas. Hay un ejemplo espectacular (en el más puro sentido de "espectáculo", de exhibición) de presentación de una muerte como martirio y de su utilización or la propaganda. Se trata de la última aventura del Che Guevara en Bolivia p de las circunstancias que rodearon su captura y posterior ejecución. Recordeque el Che intentaba encender el foco de la revolución en el Latinoamérica y para ello se trasladó a Bolivia donde, contra todas sus prev1s1ones, la población no sólo le dio la espalda, sino que, presumiblemente, lo delató. Sin apoyo local, y sin noticias de Fidel, herido y hambriento, el Che fue finalmente capturado por los Rangers bolivianos, entrenados por la CIA, y el 9 de octubre de 1967 fue ejecutado con una ráfaga de ametralladora disparada a quemarropa en el interior de una escuela. La infinita torpeza de los militares sudamericanos, sumada a su orgullo de cazadores que quieren exhibir el trofeo, les llevó a permitir que se fotografiara el cadáver de Guevara. La imagen de ese cuerpo en escorzo, semidesnudo, barbado y con los ojos entreabiertos dio la vuelta al mundo y recordó poderosamente el Descendimiento de la Cruz de Mantegna, en el que Cristo también aparece en escorzo. El resto lo hizo la imaginación de la gente, y los estudiantes que meses más tarde, en mayo de 1968, intentarán su revolución: El Che, igual que Cristo (que fue el primer socialista, según se decía por entonces), fue martirizado y ajusticiado por los lacayos del imperio. Otro ejemplo de gesto propagandístico lo tenemos en la historia del general Moscardó, defensor del Alcázar de Toledo durante los primeros momentos de la Guerra Civil Española, que no vacila en sacrificar a su hijo para cumplir con su deber. También hay que mencionar a Winston Churchill, filmado y fotografiado mientras recorría las ruinas humeantes. de Lond~es, inmedia~a mente después de un bombardeo de la Luftwaffe, haciendo el signo de la victoria.
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resto~~
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5.2.Gestas
Son grande actos colectivos que, como suele decirse, acaban por mar • hitos históricos, a menudo no tanto por su importancia estratégica sino bien por su valor simbólico. Es el caso de la toma de la Bastilla, el 14 de juf" de 1789 que, en realidad, no obedeció a ninguna finalidad pragmática: en momento, en la cárcel-fortaleza, no había prisioneros que liberar ni armas q obtener. Lo importante era lo que para los parisinos y franceses simbolizaba edificio, que había sido la cárcel en que la monarquía recluía a los disidentes,' cárcel de Richelieu.
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Para corroborar su valor simbólico, recordemos que finalmente, el de julio se convirtió en el aniversario de la Revolución, como si ésta hubi , comenzado precisamente ese día y con esa acción, lo cual es del todo inciert :: En segundo lugar, un dato: la Bastilla fue destruida y con sus materiales . construyó un puente sobre el Sena, para que el pueblo pudiese pisar esas pi : dras infames. ' Ya en el siglo XX, la toma más famosa es, sin dudas, la del Palacio Invierno de San Petersburgo por los bolchevique de Lenin en octubre de 19 I 7{ Al igual que en el caso francés, también esta gesta fue mucho más símbólica q . efectiva: ni el gobierno estaba allí, ni el ejército custodiaba el edificio, tan sól un pequeño batallón de mujeres que apenas opusieron resistencia. .! 1 La marcha sobre Roma, que llevó a Mussolini al poder en octubre de 1922t, fue glorificada y conmemorada puntualmente como la gran gesta fascista aun./ que, en verdad, tuvo mucho más de circo (algo normal, tratándose del Duce)'¡ que de acción político-militar. , También la revolución cubana tiene su gesta: la travesía en el Granma y ef\ desembarco clandestino en las cosas de la isla y, luego, la toma del cuartel Mon~, cada, primera acción de los guerrilleros de Fidel en su marcha hacia el poder. . Existen otras grandes acciones colectivas que algunos personajes han termi- t nado por rentabilizar a título personal. Nos referimos a famosas campañas militares que elevaron a sus generales a la arena política y, en ocasiones, al poder. El:\ modelo clásico es el de Julio César, quien una vez conquistadas las Galias, apro- ·: vechó ese triunfo, totalmente exagerado por su auto-propaganda, que incluye sus Comentarios sobre la Guerra de las Galias, para llegar a Roma y hacerse con el poder, acabando con la República. Algo similar hizo Napole~n con la cam_r~ña de Egipt~ que, aunque mili- ' tarmente fue desastrosa, el gemo propagand1st1co del corso SJ.lpo transformarla :. en ocasión de gloria y prestigio para asaltar el poder. Incluso; fue capaz de pre-
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sentar lo que no pasó de una carnicera (y fallida) incursión colonial como una ;1cción cultural y civilizadora. Ya en el siglo XX, no debemos olvidar el caso del general Eisenhower, Comandante en Jefe de las fuerzas aliadas del frente occidental durante la Segunda Guerra Mundial, quien en 1956 llegó a la presidencia de los Estados Unidos a pesar de que no destacaba por sus grande dotes políticas ni intelectuales. Estas carencias fueron compensadas por la ya comentada decisión de su equipo de campaña que, a la postre iba a marcar la historia de la propaganda electoral en el futuro: se contrató, por primera vez, para llevar la campaña, a una agencia de publicidad. Había nacido el marketing político.
6. Inhibidores de la comunicaci6n La propaganda no sólo tiene como tarea la difusión de una ideología con una finalidad concreta, tal y como ya hemos comentado. También puede cumplir con la función de contrarrestar, cuestionar o rebatir, con los mismos medios, la ideología o los temas tratados por la propaganda contraria. Estaríamos aquí en el caso de la contra-propaganda que, strictu sensu, no deja de ser una forma de propaganda, sólo que, en este caso, discurre teniendo como horizonte atacar ideas opuestas para conseguir, finalmente, imponer las propias. Sería el caso del cine antibélico; considerado como propaganda, es un discurso que no sólo ataca la idea de la guerra sino también a quienes la promueven y a sus causas más profundas, a la vez que, normalmente, muestra su verdadera cara
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en el siglo XX1 (;uerra Y Pronaf7anda r ,.,.
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curso que resulta inconveniente o inaceptable, ya sea texto verbal, icónico,.' audiovisual. Tal vez el mejor ejemplo, y el más brutal, de censura de todos los tie pos, nos lo proporcione Stalin, ya que bajo su régimen de terror se eliminó¡ una cantidad incalculable de opositores, o presuntos opositores, intelectual' y creadores cuyas obras era consideradas formalistas, decadentes o burgues. ) También se mutilaron textos, se borraron imágenes o se retocaron para elirn,' 1 nar personajes, a medida que iban cayendo en desgracia ante el Gran Padrecit Zinoviev, Bukharin, Kamenev, Radek, Trotsky fueron asesinados y borrados las fotografías y, en el caso de Trotsky, de la película Octubre de Eisenstein, CUJri . metraje fue recortado en una tercera parte para hacer desaparecer su figura. 'I~
7. Educación 'i ,:t'
1.1. Propaganda educativa
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Uno de los problemas éticos que suelen surgir cuando se habla de pro-;} paganda, es el tema de la educación y de los límites entre ambas. Para los más;'i; puristas, la distinción debe ser tajante: la educación no puede ni debe tenepC nada que ver con la propaganda ya que ésta es intrínsecamente mala y no puede \ ofrecer nada positivo a la labor pedagógica, que debe estar al margen de cual..: /1 quier forma de manipulación de las consciencias, máxime cuando hablamos ,',1 de mentes infantiles o juveniles, tan propensas a dejarse seducir. Para esta pos~ / tura, si la educación se desvía de sus fines y entra en el terreno de la propaganda, " acaba por desnaturalizarse y perder todo su valor. 1
A esa postura tan rígida responde Pizarroso afirmando que " ... la educa- \I ción siempre es propaganda" aunque haciendo matizaciones. En principio, se '. puede afirmar que determinadas campañas propagandísticas han podido tener un efecto educador sobre las masas analfabetas del siglo XIX o principios dd XX: "La historia de la toma de conciencia del movimiento obrero en el siglo XX -dice Pizarroso- es un ejemplo de ello" (193: 32).
En efecto, tanto los primeros socialistas utópicos, como las diversas corrientes de izquierdas a lo largo del siglo XIX y XX, fueron conscientes de que el analfabetismo y la falta de educación eran un factor de opresión o, a la inversa, que una clase trabajadora instruida era más difícil de engañar y, consecuentemente, tendría más oportunidades de progreso. Ello explica que una de las consignas del Lenin prerrevolucionario fuera: "Si sabes leer, enseña a tu com-
, ,, p r otro lado, la propaganda leninista, tal y como el pr~pio Ulianov panero o d e una pnmera . . , .consta y esencial fase llamada "de revelaoon . o denun. reor!ZO, . " l' ,, en enseñar a los trabajadores el fune1onam1ento . " ue consiste en exp icar ' . ál" , 1 eta 1' q . al'ista que lo s explota · Igual que en el psicoan is1s, so o · aria capit . ma.qu.m d l d l "enfermedad" podía indicar el cammo para de a el conoc1m1ento e as causas e a la
cu~~¡~=~ como la mayoría de los partido de izquierdas qu~, fueron apare-
· ndo en Europa Y el m undo tuvieron una especial preocupac1on · , · pord el tema d el oe d ., l cultura En los tiempos del socialismo utop1co, on e · . l l al nd la e ucaoon y a e anticismo de los primeros días todavía era percept1b e, olnorml cera rom s con una sede socialista, anarqmsta . o comumsta · a e n a cua , iunc10na . trarn.o nta o un aula para la alfabetización. Por tanto, ademas d~ la i~eolo una impre . . , co mo parte del programa de adoctnnam1ento, , obviamente, se imparua l l g1a. que, ·1· b en esos partidos podían tener acceso a las d letras · y a cu tura. lluienes m1 ita an Se trata por tanto d e propagan d a ' sí ' pero con un efecto e ucauvo.
~ncob
7.2. Educación propagandística El caso contrario, esto es, educación propagandísticad, nlo sólo es igu~ mente post'bl e sino que está mucho más extendido y, des e uego, es mue o más grave y preocupante. Como dice Pizarroso: .
eda o ía como formación de futuros ciuda-
~a edu~ción .;tend~t;::o~o::i:enr! ~is;óricos clarísimos ribetes propagand~s~:~s. ~~e~~u:l:nha sido empleada por muchos regímenes políticos como un vivero de futuros adeptos. (Ibídem) . d , Los e. emplos más claros a este respecto los tenemos en la escuela francesa,
~espués
~:;~l~:sI~~:~~~o:~
que surge de la Revolución y se consolida bajo mos decir que sus efectos se han prolongado hasta nu, , l · exagerada fe en la razon. resultado un pa1s a1co y c~n una . d d mediados de los años 20 hasta En nuestro siglo, los ejemplos so.bran. e~, e . ianos se levantaban todas el final de la Segunda Guerra Mundial, losdn1~os '.t~l baJ·º la égida del Duce. y · , d de se agra eoa v1v1r las mañanas con una oracion on l res italianos vistiendo todos hemos visto, en películas y fot~grafías, ~lo~ e~co ªde las Juventudes Hitla camisa negra de los fascistas. Lo mismo pue e e.c'.rse d d , 1 . l d d us familias y e to o vmcu o emo lerianas y las Napolas en las qu~; a1s a º~.he s formaban los futuros soldados cional que no fuera la venerac10n del Fu rer, se
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que morirían en todos los campos de batalla en Europ Áfi · L . ,A . . b . l , . ' ay nea. am1smah' tona se repite ªJº e reg1men de Stalin o con la Joven Guard1ºa R . d M .: Natura1mente, nos estamos refiriendo aquí a gobiernos totalit ºJa e ao . ·, est r, ·1 anos y, os casos es muy iao encontrar e1·emplos que d escalºfi l . . . , ' 1 can a mtromiswn d , propagand a estatal en la escuela. El problema surge cuando n . e, l d d , . OS Situamos an os esta os emocrattcos. Escuchemos nuevamente a Pizarroso: , . ;/º ci~~to es ~ue, incluso en los casos en que pudiera parecer más aséptica e ucac1on es siempre una manipulación de la consciencia humana En l ' renes, demo~ráticos, en la escuela se hace propaganda del sistem~ y e:st~~ ' os paises se wmenta un patriotismo más o menos mitigado La 1 r a fut · d d · escue a ror uro~ cm a anos y, para ello, ha de adaptarlos a los valores sociales vige
;:~~~a~o:. ~~~::tt proponerles modelos de conducta que nunca son inco Estas palabras de Piz
. arroso, en cuanto a una cierta manipulación inh " ren~e a la educa~ión, posiblemente reflejan algo de lo que el hombre siem re h i, temdo ~onstanc1a, aunque no siempre haya querido reconocerlo. p ' .Ev1dentem~nte, como damos por sentado que la democracia es el me. or d : . . . J ~ los sistemas posibles y que el país en el d que v1v1mos merece ser quendo y res e·i ta o, no ~osEelscandblalizamos ante lo que dice Pizarroso sobre la educación~nÍ d emocrac1a. pro em d ,, . . a surge cuan o pensamos que, tal vez, muchos alema-:, nes, italianos o rusos de la p;imera mitad del . 1 XX 1 . •· l'd 1 . s1g o ' creyeron o mismo de• sus 1 ere~ y os sistemas políticos que la escuela inculcaba. '1 Lo cierto es que, como dice el filósofo Ignacio Gómez de Liaño:
D. n~~na sociedad ~
estado pueden subsistir si no se basan, como decía ,
la ~:tu;~:~ae; ~:~::titos q~e le dan cohesión º.en una educación apropiada a ., , ¡· e os mismos, o sea, en un sistema motivador -en su acep- l ~~~~q~ d ' se pue e comparar perfectamente con una máquina de . d d ' h acer cm a anos. (ob.cit.: 30)
~ada la existencia y la, hasta ahora inevitabilidad, del estado lo q h ' ºd . ue ay que p antearse como cuestión previa a la legitimidad d , t educación d e es e man ªJe entre y propagan a, es a qué tipo de estado sirve la propaganda y tod l que esto conlleva Esto su . . o o " dº . . pone que, como sigue diciendo el autor antes citado· ···en con 1C1ones normal d · al · del estado s fu d esl es eor, no tot itarias, los derechos e intereses el a . e con n en con os del individuo o, a lo menos, se mantienen or mplio grado en que coinciden y convergen" (ob.cit.: 61)"". p
En ese caso pareciera aceptable una cierta dosis de "orientación" de la conducta que redunde en beneficio de la comunidad, como podría ser la educación cn valores democráticos, la interiorización de normas y valores que faciliten la convivencia y el respeto mutuo, la instrucción en temas de salud pública, etc. El problema surge cuando intentamos definir cuáles son las "condiciones normales" de las que habla el autor citado. Porque, evidentemente, resulta muy facil descalificar con la etiqueta de "propaganda", "manipulación" o "lavado de cerebro" cuando quien emprende ese tipo de acciones es un gobierno totalitario. Pero ¿qué ocurre cuando, a veces, en muy contadas ocasiones, descubrimos que nuestros muy democráticos gobiernos utilizan métodos similares a los de cualquier dictadura para obtener, por ejemplo, la adhesión de los ciudadanos a una guerra en un país lejano, que la mayoría no sabría siquiera situar en un mapa. Guerra que, naturalmente, no tiene nada que ver con mejorar la democracia, extender la libertad, sino que responde a intereses personales y más bien oscuros? ¿Y qué ocurre cuando los mensajes del poder, que no coinciden con los intereses y necesidades "reales" de la sociedad, invaden de tal manera la vida de los ciudadanos, de modo que éstos no tienen forma de sustraerse a ellos? ¿No es lícito, entonces apelar a la analogía orwelliana y hablar de telepantalla o Big Brother, tal y como los imagina Orwell en 1984 ( 1988)? Y, sobre todo ¿se puede hablar, en estos casos, de democracia? Tal vez, una medida de las intenciones democráticas de un gobierno puedan encontrase en la mayor o menor utilización de esa "máquina de hacer ciudadanos", puesto que la cuestión es de grado y se da por sentado que los mecanismos de orientación de la conducta son consustanciales a cualquier tipo de organización social. Por otra parte, se pueden utilizar esos mismos mecanismos persuasivos con distintos fines y serán éstos últimos los que deberán enjuiciarse éticamente porque, como casi siempre, la herramienta suele ser inocente del objetivo para el que se la utiliza. Así, por ejemplo, se puede utilizar el tema de la eterna juventud para favorecer un cierto concepto de educación psicofísica, sintetizada en el adagio latino mens sana in corpore sano, o para borrar a los ancianos "improductivos" de nuestros mapas sociales y confinarlos en residencias en las que ya no molesten.
CAPÍTULO VII: LA PROPAGANDA DE GUERRA
l. Una vieja costumbre Desde hace ya mucho tiempo, estudiosos que abarcan todo, o casi todo, el arco del conocimiento de lo humano, se vienen planteando el problema del origen de la guerra y de su presencia constante a lo largo de la historia del hombre.
Psicólogos como Erich Fromm, antropólogos como René Girard o LeviStrauss, pasando por etólogos (Lorenz), o sociólogos (Weber, Durkheim) y filósofos (H.Arendt), todos ellos y muchos más han postulado diversos orígenes para el fenómeno de la guerra, desde la agresividad instintiva de ser humano, que conlleva el placer de matar, hasta las motivaciones más crasamente materialistas. Otro tanto ocurre no ya con el análisis de sus causas sino con la persistencia del fenómeno: no deja de causar perplejidad el que, a pesar de experiencias tan terribles como las grandes carnicerías de Verdum o el Somme, en la Primera Guerra Mundial, el Holocausto perpetrado por los nazis o los bombardeos totales a ciudades indefensas, como Dresde o Hiroshima durante la Segunda Guerra Mundial, a pesar de ello, y de su memoria constantemente revisada por los historiadores y, especialmente y por razones distintas, por Holliwood, decíamos que sigue sorprendiendo el que la guerra no sólo no haya desaparecido sino que, antes al contrario, se haya multiplicado, desmintiendo las ingenuas predicciones que políticos, historiadores y sociólogos emitieron al finalizar alguna de las matanzas que han marcado de manera indeleble los últimos siglos, con especiales y dudosos honores para el que acaba de concluir. Al respecto, no estaría de más recordar que, finalizadas las guerras napoleónicas, en las que las innovaciones introducidas por Bonaparte en el uso de la artillería provocaron matanzas hasta entonces desconocidas (recordemos la "genial" idea de cañonear el lago helado en el que se precipitó una parte del ejército austríaco, durante la batalla de Austerlitz), filósofos como Auguste Comte
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. ·d d y fundamentado en la genética y en datos puramente fisiológicos, como s1v1 a la presencia de la testosterona.
o John Stuart Mili concluyeron que el altísimo coste en vidas y bienes servir :.1 de elemento disuasorio para las intenciones bélicas de cualquier nación. Asimismo, la Primera Guerra Mundial, y por motivos similares, fue U~~ ruada "la guerra que acabaría con todas las guerras", aunque no pasarían '1 treinta años hasta que un nuevo horror, la bomba de Hiroshima y la posteri escalada atómica hizo creer al mundo que el nuevo "equilibrio del terror" imp 1 diría, a riesgo de suicidio, el inicio de una nueva guerra. Demás está decir que, desde 1945 hasta nuestros días se cuentan unas 160 guerras llamadas eufemíS::i ricamente "de baja intensidad", pero que se han cobrado unos 12 millones d~'. , • 1,:\ vicnmas. .'i
2.1. El hombre también se hace Sin embargo, y aunque la base biológica sea importa~te, ello no basta para definir lo masculino y, mucho menos, para hacerlo a partir del dato de la agre. ·d d Entre otras cosas cabría recordar que la testosterona es una hormona SIVI a · ' ., · que el varón comparte con la mujer, aunque en aquél la proporc10n sea seis · ' · veces mayor. d Por otro lado, si la masculinidad se definiera por una ten enc1a genet1ca hacia la violencia, se incurriría en una contradicción i~salvable, al _menos a la luz del darwinismo, ya que lo que sería un rasgo adaptanvo, el ~en violento, destinado en teoría a la perpetuación de la especie, se transformana en el a~e~te de su destrucción, ya que arrojaría a sus portadores a la guerra y ~l exre;mm~o. Por lo tanto, sin desdeñar la base biológica, los est~d~os mas_ rec1~ntes demuestran que no se puede hablar de una masculinidad umca que. tmphc~ la existencia de una esencia inmutable. De hecho, los antropó~~gos tten~n b1e.n documentados pueblos en los que los varones no sólo no unh.zan la v10lenc1.a sino que asumen sin trauma alguno roles que la sociedad patnarcal suele atn-
2. Cosa de hombres Por lo tanto, la persistencia de las guerras, a pesar de que nadie ignora sWI:· consecuencias en términos de muerte, sufrimiento y pérdidas materiales, ha lle-·'. vado a pensar con una lógica aparentemente irrefutable, que el conflicto bélico;' es connatural al hombre. En este caso, inclusive, la mayoría concuerda en que) cuando decimos "hombre" nos referimos especialmente al varón, a quien se.,. atribuye casi en exclusiva la pulsión homicida, y ello entendido a menudo como una herencia genética ineludible. Como dice Bárbara Ehrenreich en su libro, Ritos de sangre, en el que aporta una teoría novedosa y sugestiva sobre el origen de la guerra, muchos de los que han reflexionado sobre el tema:
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buir a las mujeres. ., d 1 Para B. Ehrenreich y otras autoras la conclus1on es clara: buena parte e o que hoy consideramos virilidad, masculinidad, hombría, etc., es una co~struc ción cultural. Ello le permite a Elisabeth Badinter (1993) parafrasear a S1,?1one de Beauvoir en el sentido de que "uno no nace hombre sino que se hace para
... suelen dar por sentado el vínculo entre la masculinidad y la guerra, hasta el punto de considerar que aquella -o incluso la mera virilidad biológica- basta para explicar por qué existe la guerra. Según esta perspectiva, la guerra es un resultado inevitable de la agresividad masculina, y las armas, las lanzas y los : misiles, los sablazos y las explosiones, sirven para emular el aspecto fálico del sexo. (2000: 191)
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Los argumentos a favor de la existencia en el hombre de una inclinación innata, dada, hacia la violencia, de una agresividad genética que, además, es definitoria de lo masculino suelen ser fácilmente aceptados porque es verdad que la experiencia de la vida cotidiana evidencia claramente que los niños son más activos y practican juegos más violentos que las niñas. Por otra parte, la biología y la sociobiología (E.Wilson y sus seguidores), apoyan la tesis, marcadamente determinista, que habla de un "eterno masculino" definido por la agre-
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Adrián Huici Móde
afirmar luego que: Si la masculinidad se aprende y se construye, no cabe duda 'de que t~mbién . E l · l XVIII un hombre digno de ese epiteto pod1a llorar puede cam b1ar. n e s1g o , l en úblico y desmayarse, a finales del siglo XIX, ya no puede hacer o, so p~na de ~ejar en ello su dignidad masculina. Lo que se construye es, pues, suscepuble de ser derruido, para reedificarse más adelante. (1993: 45) Como en otros mucho casos, el concepto de masculinidad como algo na.ruralmente dado inmutable, es propio del pensamiento conservador y ha servido para la subsist~ncia del patriarcado a lo largo de milenios. Hoy, como estamos viendo, eso está cambiando. . Así, pues, y según estas autoras, cuyas ideas centrales comparnmo.s, no es lícito afirmar que el hombre c~~~=-ª~~~r=~~?~~}a. b;i.ta~la para dar nenda (""'
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suelta a su agresividad innata (aunque en algu nos casos sea as1') smo . por su contexto social se ha definido la hombrí 1 l . ' . que . d . a y e ro mascu1mo, en pnmer lu : a part~ e, sus_ aptitudes guerreras y sus variantes (cacerías, deportes, etc) seg~n o termino, en relación con y por oposición al sexo fe . D.. y, e, Badmter: menmo. Ice
hombres, en líneas generales, no corren alegremente a la batalla si antes no se ha estimulado lo suficiente ese presunto "instinto homicida". Seguimos leyendo en B.Ehrenreich: A lo largo de la historia siempre ha habido individuos que han llegado a extre-
mos casi suicidas para evitar participar en la guerra. (. .. ) Ha habido hombres que por no ir a la guerra huían de sus casas, cumplían largas condenas carcelarias, se amputaban un miembro (... ) y aún otros que, cuando se lo podían permitir, pagan a un sustituto para que luchara por ellos. {ob.cit.: 25)
Hoy, para la mayor parte de nosotros, el hombre ya no es el Hombre El es u~ aspecto de la hum,anidad y la masculinidad, un concepto relaci~nal ~~ que oy no se define mas que en relación con la feminidad ( ) L . d P sado como absoluto, la masculinidad, atributo del hombr ... 1e¡~s e s~r pe e, es a mismo tlem relativa y reactiva. (ob.cit.: 25 )
fl Más adelante, s~ refi~re esta autora a las dificultades que el varón deb .' en rentar para definir su identidad masculina. De hecho much .' hacenI c~n~iderando que es masculino todo aquello que no ~s feme:;n:mos l é ns1snmos, por tanto en qu dºd . . ºfi . ' e en una me I a muy importante la virilidad y s'us mam e~tac1ones belicosas, es una construcción cultural n~ al o d ) As1, en las tnbus primitivas -o no tanto- 1 h b 1 y g ado. ' ría durante la . . os om res a canzaban tal catego-': d . guerra, acnv1dad masculina por excelencia. Por ello, a los cobar- . o a los mep~os para esa labor se los tachaba de mujeres (un insulto) mienque las mu¡eres que deseaban guerrear debían disfrazarse de h b S ' cae por tanto , 1 . . om res. e ' 'en un circu o VICioso e7el que la humanidad h d d b h , a esta o atrapa a durante milenio . 1 h bres. Como dicesB. ~sb omEhres a_cehn la guerra porque la guerra los hace hom- · . ar ara renrerc :
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~~~ ~ombres van a la guerra por el deseo de demostrar que son hombres "autén-
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nos ulat masculinipdad ahgresiva han sido Jenóme. uamente. ara acer la no que haya guerreros, es decir "hombres auté . " g~erra es necesanecesario que se libren guerras. (ob.cit.: 197) nucos y para for¡ar guerreros es '
Hemos subrayado 1 lºfi ·' d 1 menos cu!t 1 a ca 1 caoon e a guerra y la masculinidad como fenósuasión, la ::n~sp~~ q~e este hedchfio ~~s lleva directamente al terreno de la peraoon y, en e nmva, de la propaganda.
3. Los voluntarios no son mayoría
Y ello precisamente por 1 . los militares o las castas que,; n~ ser mnata la propensión a la violencia, guerreras e to os los tiempos han comprobado que los
Inclusive un ejército tan prestigioso como el prusiano indicaba en sus manuales del siglo XVIII la inconveniencia de acampar en las proximidades de un bosque, ya que se corría el riesgo de que la tropa se esfumara entre los árboles. La autora antecitada insiste en que la idea de luchar "no es algo que surja espontáneamente" y que "pocos hombres se resignan a disparar directamente contra enemigos individualizados". Por ello, para conseguir que lo que hoy llamaríamos "el hombre de la calle" se vuelva un asesino feroz en preciso que ocurra una transformación merced a la cual los futuros guerreros "se desprendan de su personalidad habitual para convertirse en seres distintos por completo (Ibídem)". 3.1. Inducir la metamorfosis
3.1. l. El "meme" bélico Los conceptos clave aquí son "transformación" y "conversión", porque ésos son algunos de los efectos perseguidos por la propaganda política o religiosa en general, y por la de guerra en particular: convertir a un rival o a un indiferente en un adepto o transformar a un pagano en creyente, o a un ser inofensivo en una fiera. Por tanto, independientemente de las motivaciones económicas más o menos evidentes (aunque casi siempre presentes), de la fascinación que en algunos pueda ejercer la batalla, de la necesidad de los países beligerantes de presentar una imagen favorable en relación con el resto del mundo ("Somos las víctimas", "Sólo nos defendemos", "Ellos cometen atrocidades"), de elevar la propia moral, de seleccionar, censurar o tergiversar la información del frente, o de confundir al enemigo, podemos afirmar que la primera tarea de la propaganda de guerra, aun antes de que se dispare un solo tiro o se levante la primera espada, es precisamente la de "persuadir" al hombre común (es decir, al que no es un psicópata que, como Hitler, encuentra la felicidad entre obuses y gas mostaza)
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de que ir a la guerra es bueno y necesario, no sólo para su patria sino para él ei).:J particular. ..1 1 En este sentido, el argumento primario, si así podemos llamarlo, apunta ]i directamente a la psicología profunda del hombre, del "macho", mejor dicho.\. Porque, si como afirma la ya citada E. Badinter, y muchos otros, el varón nece- :; sariamente ha de atravesar por una crisis de su identidad sexual puesta en tela de:] juicio desde el mismo hecho de que la feminidad habita en el hombre (recorde-.''j; mos que ~l .varón genéticamente es XY, mientras que la mujer es XX, es decir, i~ pura femm1dad), con la angustia que ello conlleva, sobre todo en sociedades f patriarcales y por ende machistas, la guerra, tal y como hemos visto, le propor-) dona una salida: la identidad masculina se adquiere en el combate donde uno .~ se convierte en un hombre de verdad y se libra del riesgo de la ambigüedad y del :;\ peligro de ser confundido con un despreciable afeminado: las heridas, siempre. '¡ que no sean en la espalda, así lo confirman y, con ello, los señores de la guerra , no carecerán de carne humana para enviar al matadero. . Obviamente, no podemos decir que entre los pueblos primitivos este mecanismo fuera utilizado de forma deliberada y con conciencia plena de que se estaba tocando una cuerda psicológica muy profunda, pero es innegable que, en términos de persuasividad, la reafirmación de la masculinidad por medio de la guerra ha dado grandes resultados y, en ese sentido, se puede hablar de, al menos, un efecto propagandístico. Esta cuestión de la existencia de un discurso persuasivo que parece sobrepas~r a los propios sujetos, incluida la clase do171inante y beneficiaria de las acc10nes desencadenadas por el mismo (en este ~aso, la guerra), podría entenderse mejor si tenemos en cuenta, por una parte que, como dice Elíseo Verón (1987), no se trata sólo de que la sociedad genere discursos sino también de que los discursos producen la sociedad. Por este motivo, se ha hecho notar que determinadas formas sociales, y los discursos (o la ideología) que las sustentan parecen autorreproducirse, independientemente de la voluntad de los sujetos a l~s _que parecen "utilizar" para lograr sus fines: un eco de esta idea puede per- , c1buse en la famosa -y no siempre comprendida- aseveración de Lévi-Strauss (1985) en el sentido de que los hombres no piensan los mitos sino que los mitos se piensan en los hombres. . La guerra parece ser uno de esos productos sociales que adquieren una cierta autonomía respecto de quienes, presuntamente, las producen. Afirma sobre esta cuestión B. Ehrenreich: " ... en cierto sentido, aún no definido por completo, la guerra es un modelo de conducta que se reproduce a sí mismo mediante una dinámica no muy distinta de la de los seres vivos". (ob.cit.: 346)
Algunos antropólogos y biólogos postulan la existencia de unas determinadas "unidades culturales" equivalentes a los genes y que, por lo tanto, se copian a sí mismas, se auto-replican y están sometidas a unas leyes evolutivas proias. Esas unidades culturales autorreplicanates fueron llamadas memes por el ~onocido etólogo Richard Dawkins en su ya clásico El gen egoísta (2002). Ello Jodrían explicar el porqué tan a menudo las sociedades acaban siendo presas de ~ntidades que ha sido de su propia creación (el mito de Frankenstein ejemplifica perfectamente esta situación). Una de estas entidades que escapan ,ªl control humano, según Ehernreich, podría ser el mercado, tal y como esta caracterizado en El Capital por Karl Marx: "El mercado llega a actuar como una fuerza de la naturaleza, dictando -o, al menos, circunscribiendo rígidamentelas posibilidades de todo aquel que pretende participar en él" (ob.cit.: 351) Metafóricamente hablando, entonces, podríamos decir que es la guerra la que, a través de los hombres, y sirviéndose de diversos recursos persuasivos como la apelación a la identidad masculina, se "hace propaganda" para autoperpetuarse. 3.1.2. Matar al Otro De todos modos, y al margen de teorías más o menos creíbles, insistimos en que el hecho de conseguir que un hombre marche a la guerra creyendo que así alcanzará su plena hombría es un primer paso propagandístico, o proto-propagandístico. Un primer paso al que le siguen muchos otros, porque, una vez que tenemos a nuestro hombre alistado en el ejército (o en la horda), hay que conseguir que, a la hora de la verdad, sea capaz de matar y, como ya hemos dicho antes, no es fácil conseguir que un hombre "normal" dispare sobre un enemigo individualizado. . Aquí la tarea persuasiva avanza un paso más (aunque siempre en la misma dirección): de lo que se trata, pues, es de "des-individualiza~'.' al_q~e s~, tie_ne en la mira del fusil. Habitualmente, identificamos la palabra md1v1duo (literalmente, "el que no se puede dividir") con "persona" , "ser humano" ' "h ombre" , y, por tanto, con nosotros mismos, en tanto que miembros del género hum_an~. Si hemos individualizado al que está en la trinchera de en frente, ello no s1gmfica solamente que lo hemos identificado o que lo hemos señalado o ~-isti~~uido entre otros (que son algunas de la acepciones que damos al verbo '.nd'.v'.dualizar"), significa que lo hemos "reconocido" y al reconocerlo como md1v1duo, inevitablemente, le estamos considerando como un ser humano, esto es, como un igual, como a un semejante.
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Por lo tanto, para que el pacífico campesino dispare su fusil, es preciso q tanto él como la nación entera vean que el otro, el enemigo, no sólo exhibe co :· tumbres, modos de ser y visiones del mundo distintos de los propios, sino q~, ni siquiera merece ser considerado como miembro del género humano. Lo$:, enemigos no son hombres, en todo caso, animales y, a ser posible, animal~:,! repugnantes o ridículos: ratas, cucarachas, monos. Por ejemplos, los japoneSC$:~ eran "monos amarillos" para los soldados norteamericanos durante la guerra de(í Pacífico, los disidentes son "gusanos" para la Cuba de Fidel Castro y los judíos) eran ratas, insectos o "subhombres" (contrafigura perfecta del übermensch nitzs-: cheano) para los nazis. Así, nadie en su sano juicio pondría reparos en eliminar esas alimañas. Alain Finkielkraut, en su desesperanzado ensayo, La humanidad perdida . (1998), insiste en la idea de que, por un lado, el concepto de igualdad y fraternidad entre todos los hombres es una idea tardía y de difusión limitada y, por d, otro, que durante mucho tiempo, los hombres, a diferencia de las demás especies animales, no se han reconocido unos a otros como iguales. Para amplias fracciones de la especie humana, y durante decenas de milenios (... ) la humanidad se acababa en las fronteras de la tribu, del grupo lingüístico, , a veces incluso del poblado: hasta tal punto que muchas poblaciones llamadas primitivas se designan a sí mismas con un nombre que significa "los hombres" (... ) lo que implica que las demás tribus, grupos o poblados no participan de las virtudes o incluso de la naturaleza humana. (ob.cit.: 14)
Estas afirmaciones deben ser matizadas ya que, como dice Bárbara Ehr- ., enreich, sería paradójico que el horno, orgullosamente a~tobautizado "sapiens" fuese la única especie incapaz de reconocer a sus congéneres. Sabemos, además, de muchos pueblos que se han relacionado pacíficamente durante milenios, "lo que significa que también eran capaces de reconocerse mutuamente como seres humanos" (ob.cit.: 206). Por otra parte, existen numerosos casos de tribus que alternaban el comercio y los matrimonios intertribales con las guerras más despiadadas. Pero, aunque no podamos hablar, como lo hacen antropólogos como Ruth Benedict, de una "incapacidad cognitiva" natural para reconocer en el otro a un semejante, es innegable que esto ha ocurrido en muchos pueblos primitivos o, por lo menos, ha ocurrido en determinadas circunstancias. Podría resultar curioso, en este sentido, el hecho de que algunos de los ejemplos de animalización o despersonalización que hemos puesto más arriba no se correspondan precisamente con pueblos "salvajes" sino con culturas avanzadas del siglo XX.
. Debemos hablar, entonces, de un retroceso? En cierto modo. No por-
l~s facultades cognitivas del hombre hayan mermado, sino por el hecho de
· d las operaciones de persuasión a gran escala son capaces e conseguir que ~~chas personas (poblaciones enteras), vean ratas all~ ~onde hay seres humanos, como si de pueblos primitivos se tratase. En definmva, de lo que se trata es de que el soldado no vea en su oponente a un individuo, d~ que no ~e p:oduz~a ·' d e la que hemos hablado ("él es como. yo ) que esa 1'd enu'ficac10n , ev1tana el d1sparo. Para ello, se profundiza en el racis~o º. ?n otras 1de~log1as marcadas por los prejuicios 0 cualquier otro tipo de d1stors10n de la realidad. La ~ropa~anda ' d que los hombres desaparezcan tras las etiquetas mas variadas, se ocupara e , al f según la circunstancia o la idiosincrasia de aquellos a los qu.e ~e env1a ren~e. El alcance de esta manipulación ideológica puede pero~me ~ucho me!or con un contraejemplo que también podemos leer en el ya Citado libro d~ Fmkielkraut. Cuenta el filósofo francés que un oficial italiano, durante la Pnme~a Guerra Mundial se encuentra, durante un patrullaje, con que desde una posición dominante 'y segura tiene encañonado a un oficial ~ustr~aco ignorante de su situación. Emilio Lussu, el italiano, sabe que no fallara el ~1ro, lo q~e le ~~r mitirá "obtener una pieza de caza mayor" (véase una vez m.as la e~u1paraoon " · · l") Cuando va a apretar el gatillo ocurre lo 1mprev1sto: el eneenem1go-amma · . . . · lk . "El migo enciende un cigarrillo. Dice el propio Lussu, citado por Fmk1e raut. cigarrillo creó una relación entre él y yo. En cuanto vi el humo, sentí dentro de
que
mí las ganas de fumar. .." (ob.cit.: 36) Ahora Lussu contempla a ese hombre y puede apreciar sus ojos, lo.s rasgos de su cara y, fundamentalmente, se da cuenta que ambos sie~ten ~o m1s~o: ~~ placer de fumar. No olvidemos que los griegos llamaron a ese sen=1r lo m1~r;1~, "sentir con el otro", "simpatía" y que su traducción latina es co~pas10~ · 0 "Tenía frente a mí a un hombre" exclama el italiano, al tiem~o que baJª. su fusil. Dice Finkielkraut que ese hecho casual, el cigarrillo encendido, despo¡a al oficial enemigo de sus dos atributos: oficial y enemigo. "Lo que ~e repente pone al descubierto no son ya las determinaciones visibles de su ser, smo esa forma a~s tracta, independientemente del estatuto, de la función, del rango Y de la naoonalidad: su humanidad misma" (ob.cit.: 36). A Lussu la propaganda de guerra le había hecho cr~er que aquell?s que habitaban las trincheras enemigas no eran seres humanos smo ap~nas ammales, de allí que él mismo utilice la metáfora ~e ~a caza y ~n otro pasa¡e, ya derrum: bado su andamiaje ideológico, exclame: Disparar as1, a unos pa~os, ~ un hom . . Precisamente ' en esta frase se smteuza lo que b re ·como s1· eruera un J'abali''"
veni~os diciendo:
al italiano lo habían
~~~~:.r,:~~.E..~~:.;~r ~resas de caza pero
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un hecho casual le devuelve la verdadera visión emp - d h h ·. : d" d' . ' ana a asta a ora por JI iscurso propagan isnco y, como en la metáfora b'bl" . e····· 1 d d I !Ca, sus OJOS se abren pa "; ver o que ~~r a ~ram~nte tiene delante: un semejante. , y aqu1 semepnte es usado en su sentido más 1 ·.·~ (por trivial y por compartido) de fumar le p . p e~o, yadque el gesto comú.q:/ en que la d 1 h b, ermne a ussu esandar el camino,, individua~~:~~~ª°oa a Ia ~~tido para pasar de la desindividualización a la:1.; . e a masa m10rme que hasta ahora h b' "d l ¡ cos, Lussu "individualiza", distingue a uno d ll a ian s1 o os austría- t enemigo en individuo, en ser hu e e os, y ese act~ lo transforma de.·• E f; , mano, y por tanto, en semepnte. . ste enomeno de incapacidad (permanente o transitoria) otrlo a un semejante, y para seguir con la metáfora visual pod:;:: '. rar o como un caso de lo h . ' s1 e- i "punto . " que, como ya emos visto, Daniel Goleman llama el·~
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º~º·
Parece claro que para con · l . i~capaz, aunque sea transitori:~::eq;:: ~~~e~~~:;~ó: t:;as ~as ev1idencias, sea c10nante ¡ oc10na tan conmo.., " . . " como es a guerra, de reconocer en el otro a un i ual o 1 s1m1lar ' para crear este verdadero punto ciego d , g ' a. menos, a un desde tem ra ' ec1amos, es preciso comenzar
d~ lan;e::~~:~:ut~:::::a~~e~~~n~eda~o~i~li~ación, ~s ~ecir, ~ue
el discurso la escuela, cuando la palabra de los padres d le e m1c1arse .en a mfanc1a, en · . . Y e os maestros )Unto con Ja !et impresa, msp~ran una credibilidad difícilmente modificable. ra Como dice Daniel Goldha ¡ d ¡ la sociedad son resistentes al ca;~~~ P~srq:: "el~s ~~~~itivos im~lantados en los cognitivos de su cultura como la , . e m 1v1 uo apren e los mode(1997. 7 4) y fi . , d d'. gramat1Ca, con seguridad y sin esfuerzo" . . re nen ose lfectamente al mod 1 .. con los judíos, imperaba en la Alemani d 1 _e o co?nltlvo que, en relación autor: a e os anos tremtf y cuarenta, dice este De la misma manera que h l pasado se aceptaba que el s7i ~~r:~e::~r~~:d~:i~rr; gi~a alred~dor d~l, sol y en el personas han ace tado las i , . , e a tierra, as1 tamb1en muchas dem) P magenes de los 1ud10s culturalmente ubicuas. (IbíPor ello, es preciso matizar la afirmació , tido de que el Holocausto 1 d , h n comunmente aceptada en el senY os emas orrores de¡ '! e · . . d I a guerra so o rueron pos1bl es gracias a los etecto , s permc10sos e a pr d d G bb habría sido capaz d · ¡ . opagan ª e oe els ya que éste e myectar e virus antisemit 1 bl 1 , dolo a cometer las atro "d d d a en e pue o a eman arrastránc1 a es que to os E conocemos. n este caso, estamos ante una verdad a m d. e ias porque, realmente, los nazis y su propaganda traba-
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;aron sobre un terreno previamente abonado. Como ya hemos dicho, el antisemitismo no es un invento de Hitler y sus secuaces sino que se trata de un fenómeno preexistente, no sólo en Alemania sino también en casi toda Europa, especialmente en Austria y Rusia. El título del libro de Goldhagen que venimos citando es toda una declaración al respecto: Los verdugos voluntarios de Hitler, y en él podemos leer lo siguiente: ... son muchas las pruebas positivas de que el antisemitismo, si bien un antisemitismo cuyo contenido evolucionó con el cambio de los tiempos, siguió siendo un axioma de la cultura alemana a lo largo del siglo XIX y en el XX y que las versiones predominantes en Alemania durante el período nazi sólo fueron una forma más acentuada, reforzada y elaborada de un modo básico ya ampliamente aceptado. (ob.cit.: 36) [subrayado nuestro]
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Inclusive deslindando el ya comentado aspecto esencialista de la postura de este autor, criticado por Enzo Traverso, subrayamos las expresiones "acentuada" y "reforzada", porque, como decíamos, esa fue en buena parte la tarea de la propaganda goebbelsiana, tarea que contribuyó a crear o a reforzar un marco cognitivo que favoreció un determinado imaginario: el del judío infrahumano, conspirador, traidor y peligroso para la unidad del Reich. En resumidas cuentas, podemos decir que dos de los objetivos básicos, aunque no los únicos, de toda propaganda de guerra (siempre pensando en la propaganda de cara a la propia población) consiste en conseguir que el hombre admita marchar con el ejército y, llegado el momento, sea capaz de usar un arma contra otros hombres. Para ello, hemos descrito dos estrategias fundamentales, la primera, supone la apelación a determinados mecanismos de la psicología masculina que puede hacer de la guerra un medio para reafirmar la hombría cuestionada o insegura y, la segunda, la incapacitación de ese hombre para la compasión, es decir, para la capacidad de "sentir con", de sentir igual o parecido al otro y, por lo tanto, de tener conciencia de su condición de semejante. Para romper una lanza a favor del género humano (especialmente del género masculino), hay que decir que no es tan fácil convertir a hombres pacíficos en asesinos natos. Aunque los mecanismos persuasivos aludidos son condicionantes importantes, sus resultados no son unánimes ni universales: a pesar de todo, a muchos hombres sigue repugnando la idea de matar. Por ello decíamos que estos procedimientos no son los únicos empleados por la propaganda de guerra. En las páginas siguientes estudiaremos de una forma más sistematizada los argumentos clásicos utilizados por la propaganda de guerra.
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4. Ponsonby: los principios elementales de la propaganda de guerra '
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El gran experto español en propaganda de guerra, Alejandro Pizarroso, ~. titulado su último libro Nuevas guerras, vieja propaganda (2005), un título cier4.: tamente significativo ya que viene a demostrar una verdad que no nos deja mu~t bien como especie racional: la infinidad de veces que volvemos a tropezar con 1-í): piedra de la guerra. Peor aún, una y otra vez nos llevan al matadero con los mis~ i mos cuentos. Por ello, Michel Collon exclama airado, ante la propaganda deS.:·:,; plegada durante la Primera Guerra del Golfo: :\; ¿Cómo? ¿Estamos cayendo en las mismas trampas propagandísticas que nues- ,. tros bisabuelos en relación con la guerra del 14-18? ¿Estamos dejándonos llevar !~ por imágenes y relatos de atrocidades burdamente manipulados? ¿Estamos acep- ':~ tando, también con docilidad, la calificación de nobles causas humanitarias sin ,¡;, ver los sórdidos trasfondos? Parece que hemos olvidado la advertencia del escri- ·¡¡ tor Anatole France que, a principios del siglo XX dijo "Creemos morir por la' '. patria y morimos por los industriales" (2002: 7)
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Precisamente, para que el engaño quede al descubierto y, con suerte, tam-'. bién nuestra ingenuidad, pensamos que sería útil describir los argumentos con que la propaganda, una y otra vez, ayuda a los gobiernos a mandar a la muerte a la flor y nata de su juventud. Para ello, apelaremos al aristócrata inglés Arthur Ponsonby quien, pese a sus orígenes, tuvo una militancia política en partidos de , izquierdas y, entre otras cosas, se dedicó a desenmascarar los argumentos falaces con que su gobierno justificó la entrada en la Primera Guerra Mundial. Para seguir los argumentos de Ponsonby, nos apoyaremos en otro texto, el de la historiadora belga Anne Morelli (2002), que es una glosa de los mi~mos. Los argu. \ mentos son los siguientes:
4.1. Nosotros no queremos la guerra Todos, o casi todos los jefes de estado modernos han afirmado, sin sonrojarse, y en el mismo momento en que mandaban avanzar a sus ejércitos, que ellos no querían esa guerra y que se habían visto obligados a declararla porque, como dice Morelli: "La guerra, y su cortejo de horrores son, en efecto, muy poco populares a priori, y por eso queda bien presentarse como enamorado de la paz" (ob.cit.: 17) Veamos sólo un ejemplo, eso sí, sorprendente. Lo que sigue está extraído de una carta que un jefe de gobierno dirige a otro:
Como anti uo combatiente conozco, como usted, el horror de la guerra. ;r: d g talidad y de esta experiencia, me he esforzado lealmente p ral~ó~ e estalaqmu~1enr causa de conflicto entre nuestros pueblos [y] para evitar un e 1mmar cu · b · 21) nuevo derramaml·ento de sangre. (en Morelh, o .ctt.: p es bien el autor de esta carta es Adolph Hitler y la dirige. al plesiden~e de la ;epúbli~a Fancesa apenas unos días antes de invadir Poloma y esatar a Segunda Guerra Mundial
4.2. El adversario es el único responsable de la guerra '1 la paz según reza la premisa Evidentemente, si .noso~ros so o qhuberem~~ el re~ponsable de la guerra: . algmen uene que a er si o . no colabora atacándonos, entonantenor,. entonces . 1 d obviamente, el adversario. y si e. a versano asus belli como el que hemos . d 1 ecurso de mventarse un e ' ces siempre que a e r . . 1 · ' del Maine en La 'fi d p 1 Harbour, o la m1stenosa exp os10n , ejemph ca o con ear '"bl' ,,, Estados Unidos a involucrarse en la Habana, que fue la excusa que o igo a guerra de Cuba. M d' l r ej' emplo los aliados insistieron un ia , po , d d" D urante la Primera· Guerra . d' . . , a la guerra pero na a l)eron mayen su 1spos1c1on , . 'd d d Al ) d 1 movimientos de tropas conen la belicos1 a e ema .o nada por supuesto e os 1 . ., . (una om1s10n i~tenc1 '. . de al ún modo, empujaron a os juntos que realizaron Francia y Rusia y que, g E t dos Unidos arrastró a la ONU Moder~a~ente, de~em~s r~~~a ~s q~~a, s :ra nuestra vergüenza, a la Priy a una coahoon de paises, me 1P P d liberar Kuwait un pequeño ' !fo en 1991 con a excusa e 0 G 1 d ' ' d' , primero Lo que tampoco mera G uerra e 'd I k quien evidentemente isparo . . e d d h s de que Saddam Hussein país invad l o por ra ' ' existen run a as sospec a . h se nos ha d lC o aqm es que lb l' . ' ito de los Estados Unidos, en d .. , d tacar con e enep ac1to tac tomó 1a ec1s1on e a d d luego ella ¡0 negara terminanla persona de su embajadora en Badg a , aunq~ed ido por la traducción. Tamtrataba e un error m uc . . d . ha muy bien con el árabe. temente y exp1icara que se ora se manep 1 . e la embaja d 1 poco se sue e ecir qu , d iadados culpan siempre a ene. . · ' h sta los be ic1stas mas esp 1 En conc1us10n, ª . d l control del aparato comunimigo de haber iniciado el conflicto y, ~~:ce ~blica Aunque como dice Ane .h , . cativo suelen persuadir de ello a su opm1on pu. ' , . · ifica ni mue o menos. Morelli, denunciar estas pracucas no s1gn ,
Alemanes a declarar la guerra.
d
.. . ores a a redidos, sino mostrar que los dos ... poner en el m1sm~ mvell a agr~s E y1 m~mento en que se desencadena un bandos utilizan el mismo engua¡e. n e
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. ' de la llegada de Hitler al lugar fue manipulada .(pasan~,º lad cinta la fil mac10n ) d modo que daba la impres1on e que 'd ce en avance y retroceso e . Lifi repetl amen d b ·1 celebrar su victoria. La revista i e do unos pasos e a1 e para d . estab a eJecutan 1 . l . "O nza macabra". Por supuesto, amos a . d jo un fotograma con e tltU ar. repro ucado que Hitler no necesitaba mucho para dar esa imagen. por sen
conflicto, y en ausencia del conjunto de fuentes y archivos para contrastar, } más frecuente es que sea imposible decir quien es realmente el agresor. (ob4 cit.: 37) '
4.3. El enemigo es el demonio .,.J
Este principio está en la base de una de las reglas de la propaganda: según ,i J.M. Domenach, la simplificación para crear un enemigo único. Se trata no sófü,\ de personalizar al enemigo en una sola imagen y en un nombre sino de que ello\1), sirva para canalizar y concentrar todo el odio. " Se trata de una regla de máximo pragmatismo ya que resulta muy difícil i, odiar globalmente a todos los alemanes, o a todos los franceses. En nombre de,:,' ese odio universal, ¿deberían renegar de Beethoven, Brahms o Bach los meló~ : manos ingleses y franceses, o de Flauberc, Balzac y Shakespeare los alemanes amantes de la literatura? Resulta mucho más eficaz concentrar el odio en una cara concreta, la odiosa cara del líder enemigo y, como dice Morelli: 1
. . .en la medida de lo posible, hay que demonizar a ese líder enemigo, presentarlo( ... ) como un carnicero, un perturbador de la paz, un enemigo de la humanidad, un monstruo ( ... ) El fin de la guerra sería pues capturarlo y su derrota significaría la vuelta inmediata a la moral y la civilización. (ob.cit.: 46)
Es lo que hizo, por ejemplo, la prensa inglesa con el Kaiser Guillermo durante la Guerra del 14-18 a quien calificaba de "judas moderno", "bárbaro" y "monstruo". Sin embargo, unos pocos años antes de la guerra, con motivo de una visita del Kaiser a la isla, esa misma prensa demonizadora decía del visitante que era un perfecto gentleman cuya palabra valía más que cualquier compromiso formal. Una técnica muy socorrida para demonizar a ~~alquier líder político es la de compararlo, o equipararlo, con el "malo entre los malos", por ejemplo, Adolph Hitler. El propio Saddam Hussein corrió esa suerte y, como hemos dicho, en los días previos a la Guerra del Golfo, en la porcada de un periódico español se publicó un fotomontaje en el que el entonces presidente iraquí aparecía abrazado nada menos que al Führer. Decir que Saddam, Gaddafi, Mobutu o Milosevic son iguales a Hitler nos garantiza que se los pase a considerar como locos asesinos sin escrúpulos. En su momento, el propio Hitler fue objeto de una operación de demonización. El hecho ocurrió cuando se firmó la rendición de Francia en 1940, lo que se hizo en el vagón de ferrocarril donde Alemania se había rendido en 1918. Pues bien,
4. 4. Enmascarar los fines de la guerra bajo nobles causas . fi alidad última cuestiones ecoCasi codas la guerras uenen c~dmo causa y nnadie mata o se hace matar por , · s pero ev1 entemente, nómicas y geoestrat~gica .. ' ' d la ro a anda es ocultar los fines bastardos unos litros de gasolma. M1s1on e P P g lo que se provoca canto dolor, por los que se envía a los jóv:nes a matarse y por además de otras consecuencias. . G Mundial se la llamó la "Gran . h a la Pnmera uerra d h Ya emos lC o que d hemos ahora los motivos rea' . ·r ·' " ro como to os sa bl Más bien se trató de una Guerra por la C iv1 izac10n pe ' . h que ver con tan no e causa. 1 les no tuvieron mue o . . l . les y por el mantenimiento o a l l de los ternconos co oma disputa por e contro . . . rce de las naciones beligerantes . recuperación de los respecuvos. imple:1~s. podr pla Segunda Guerra Mundial, Alel ' enos previos a imc10 e a .' En 1os pro egom .' d l . ' d Checoslovaquia y la invas10n l ' . tificac1on e a anex1on e l mania a ego como JUS l . , lemanas sufrían en esos países, un ma de Polonia, el maltrato que as mmonas a se ún se sospecha, fue alentrato infinitamente exagerado por.la(plrensa ybq/ulz~delgque hemos hablado), por retos nazis e casus e . · cado por los serv1c10s sec . h . l e disfrazó de razones huma. · hitlenano ac1a e este s lo que e1 expans10msmo h h n la declaración de guerra . d ndieron a estos ec os co al . l h s aunque omitían cuidadonitarias. Los ia os respo m1gos po acos y e eco ' b para defen d er a sus uenos a , b d por dictaduras de fuerte samente el dato de que ambos paises eran go erna os corte antisemita d U 'd tuvo enormes motivaciones ., l · · 'n de Esta os m os Tamb1en a mtervencio b , el mal que repre. ., al Oficialmente, se coro aua económicas como mouvac10n re . l batiera) o el militarismo japo. ( bien estuvo que se o com sentab a el fasc1smo y l . . ión en la guerra fue, por un obtuvo con a paruc1pac , . nés; realmente, lo que se l'd d fi . . de la Gran Oepresion gracias muva l . . del país la sa 1 a e lado, de cara al mtenor ' e Te r y por la otra, de cara a onomía por el esruerzo m1 1 a ' ., d l a la reaccivacion e ª ec d . l .d s los del lejano Oriente que, ld dos los merca os, me u1 o l' l d' 1Japón lo cual exp tea e exterior, el contro e to . en un reparto geoestratégico tácito, corre~pon l 1an a ' interés por anular lo como pote ocia a craves de a guerra. Como dice Morelli:
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(;uerra y propaganda en el siglo XXI
Inclu~o los más abyectos seres humanos raras veces alud . . ;'> tas o mnobles, y aseguran tener buenas intenciones en a mon:ac10nes venciéndose de ello para manten er una imagen . autoco~ posit"y fines d altruistas, , · · ·;~, esta autopersuasión hay que convencer a la opm10n . . , pu 1;bª1·1ca e s1demismos (... ) li. '·. qu e va a pan1~V., par en una causa noble. (ob.cit.: 73-74) t ..
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Este conflicto entre nosotros ' los guard'tanes de los m · d supuesto l · .· uctos e a cultura y la civilización frente a ellos lo l . eJores pro..,¡, nada, constituye uno de los leivs motifi , l, ds sla vaJeS que no respetan'/ 'd mas usua es e a pr d l •.,, CI ades cometidas por el enemig opagan a: as atro.,;:! o.
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4.5. El enemigo comete atrocidades El hecho de que narrar la inhumanidad el salv .. . , tema recurrente en la propaganda de t d ly . apsmo del enemigo sea un o os os ttempos n · ·fi guerra no se cometan atrocidades , entre otra cosas porqueo s1gmd ca fi .que . , en la guerra siempre es una atrocidad f ' por e mc10n una rico) que existan "guerras quirú;gi~:s~~ude les ~lso (y mderamente propagandís· , , e mismo mo 0 que e una re d undancia, que a algunas de ellas se las llam " s ~n: troma, y ello presupusiera algún tipo d a· e guerras sucias , como si e con 1cto que no lo se "L , de la propaganda de guerra -dice M . h ª· o que s1'l es lespecífico . . ore111- es acer creer qmen está acostumbrado a estos hechos" ( b . . 77) que es so o e enemigo H d' o .Cit.. ' emos tcho que ese tipo de ro d ' :" embargo debemos indicar que d p plagpa~ a es un fenomeno antiguo, sin . urante a nmera Gu M d' l b , impulso tan es ecial ue l d' . . . erra un ta co ro un se había hechophasta ~l m:m~~1t:~~l~~:n~:~:1va y c~alitativamente, de lo que ante una guerra de masas lo . . , en pnmer lugar, a que estamos que debe llegar no sólo a los s~~a~:pltca re~o~lar el esfuerzo propagandístico, a la ciudadanía especialment l s Y_ com attentes en el frente, sino también d' ' e a as mujeres que el esfuerzo bélico y por t l d ld ' ' en retaguar ia, colaboran con 0 ro a o, e · ' esarrollo d hu d' d d l e evos me ios e comunicación permitirá que el d1'sc urso e a propagand al la opinión pública descon 'd h a canee una penetración en OC! a asta entonces En esta guerra todos los bandos a l l de hecho, los alemanes ale . b pe aron a recurso de las atrocidades y, cc10na an a su pobl · ' h · d . según los cuales los belgas s d d' b ac10n ac1en o ctrcular relatos e e 1ca an a arrancar l · d mientras que los curas belg d' os OJOS e sus soldados, raban contra el enemigo duars estcoln ia~ ametralladoras en los altares que dispaan e a misa.
Sin embargo, la gran innovadora en la guerra de la propaganda fue, sin dudas, Inglaterra, que superó ampliamente al resto de la potencias, tanto en organización como en cantidad, calidad y efectividad. Esto ocurrió, según Pizarroso (1993), porque en otros países, como Francia, la opinión pública, en general, estaba mayoritariamente a favor de la guerra. El pueblo inglés, por el contrario, no sentía gran interés por un conflicto que les resultaba ajeno y distante, "allá, en el continente". Por tanto, el gobierno tuvo que hacer un gran esfuerzo para persuadir a su pueblo de que era necesario sacrificar a su juventud, dado que en Gran Bretaña no existía el servicio militar obligatorio. Además de algunas organizaciones privadas, el gobierno británico creó el War Propaganda Bureau que, aprovechando la invasión de Bélgica por las tropas alemanas, lanza una gran campaña señalando la necesidad de ayudar a la "pequeña Bélgica'' frente a los "hunos" y así, en setiembre de 1915 se habían alistado, voluntariamente, más de dos millones de hombres. Precisamente, uno de los grandes argumentos empleados por el Wtr Propaganda Bureau fue el de las atrocidades cometidas por el enemigo, lo que ellos mismos llamaron atrocity propaganda, denominación que ha pasado a formar parte del vocabulario técnico de la propaganda. El gran tema en romo al cual giró la atrocity propaganda inglesa, que también provocó un gran impacto en los Estados Unidos, ya que Inglaterra orientó también sus esfuerzos propagandísticos de cara a que dicho país interviniera a favor de los aliados, fue la historia de las manos cortadas. Historia según la cual los soldados alemanes se dedicaban sistemáticamente a cortar las manos de los niños belgas, o a ensartar bebés en sus bayonetas. También se decía que enterraba vivos a los prisioneros, mutilaban y violaban enfermeras, etc. Pero, como decíamos, las historias que más hondo calaron en la opinión pública fueron las de las manos cortadas que, según A. Morelli: "Sirvieron para que en EEUU se inclinara la balanza en favor del intervencionismo" (ob.cit.: 80), lo cual no fue cosa baladí ya que, de no haberse producido dicha intervención, el resultado de la guerra pudo ser muy distinto. Ahora bien, una vez acabada la guerra, distintas organizaciones y personas a título individual, se trasladaron a Bélgica para socorrer a todos esos pequeños huérfanos (porque, seguramente, los bárbaros habían asesinado a sus padres) con las manos cortadas. Y el resultado fue que no encontraron a ningún niño mutilado: todo había sido una gran mentira de la propaganda inglesa. Es posible que muchas personas, al escuchar o leer hoy estas historias de burdas mentiras y manipulación descarada, piensen con una sonrisa de condescendencia que eso es algo que no nos podría suceder a nosotros, dudada-
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nos ya del siglo XXI, con amplia experiencia como consumidores de produc- :}! tos comunicativos, de los que dominamos perfectamente sus códigos y sabemos'/ distinguir si, como dirían Chomsky y Ramonet (1993), "nos quieren vender la,}' moto". Y sin embargo... !'. Sin embargo, volvió a ocurrir en 1990, durante los prolegómenos a la Guerra del Golfo, guerra emprendida, una vez más como en el caso de Bélgica en 1914, para "auxiliar" a un pequeño e inocente país, Kuwait, invadido por una gran potencia, lrak. Y tal como ocurría en Inglaterra en 1915, en 1990 el pueblo norteamericano no tenía el menor interés en intervenir en una zona del mundo de la que lo desconocía casi todo. Naturalmente, el gobierno norteame- i ' ricano sí sabía dónde estaban Kuwait e Irak y sí tenía sumo interés en la guerra por lo que, como ocurriera en Europa 75 años atrás, una campaña de atrocity propaganda consiguió que la opinión pública diese un vuelco a favor de la intervención. Los hechos fueron los siguientes: en octubre de 1990 una joven de 15 años, que decía ser enfermera de la planta de pediatría del Hospital de Kuwait City y se llamaba Nayirah, informó ante una comisión del Senado norteamericano, con gran profusión de lágrimas, que ella misma había visto cómo los soldados iraquíes entraron en la sala de neonatología, arrancaron a los bebés de las incubadoras, los arrojaron al "frío suelo" y se las llevaron La noticia conmocionó a todo el mundo y el tema de las incubadoras robadas fue reiteradamente mencionado en la sesión en la que el Senado autorizó la guerra. Pero, cuando algunas organizaciones, como Human Right Wat~h ~ :, , Amnistía Internacional, comenzaron a investigar, la historia se evaporó, nunca '! existió. Se descubrió que no faltaban las incubadoras del hospital y que, entre el personal del hospital, nadie conocía a la joven Nayirah, y no era para menos porque ésta no era enfermera sino la hija del embajador de Iraq en Estados Unidos, emparentada con la familia real kuwaití y, posiblemente, buena candidata a un Osear. Su declaración había sido un montaje cuidadosamente preparado por la agencia de publicidad Hill & Knowlton, contratada por el gobierno kuwaití a cambio de suculentos honorarios. Una vez más, a las puertas del siglo XXI la vieja atrocity propaganda volvía a dar sus frutos. Ahora bien, la facilidad con que rápidamente parecemos dispuestos a creer ·en las atrocidades que cometen nuestros enemigos, se transforma pronto en incredulidad cuando los acusados son "los nuestros". Algo así ocurrió durante la guerra de Vietnam, cuando los medios de comunicación comenzaron a mostrar imágenes de atrocidades cometidas por soldados norteamericanos contra la población civil.
Guerra y propaganda en el siglo XXI
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. dios de este tipo, uno de los más conocidos, Aunque h u b o mueh os ep1so L . Ali' ., und1ºal fue el ocurrido en un pueblo llamado My a1. l, r su repercus10n m ' 'T' • w·n· po 6 d d 1968 un grupo de soldados dirigidos por el iemente i_ iam el 1 e marzo e ' , .ianos Calley, asesinó a sangre fría a 504 vietnamitas, en su mayor; ~mo~ y :n~ desarmados. Uno de los supervivientes de la masacre recuer a os ec os. s y nos pidieron que saliéramos y fuésemos hacia nos apuntaron con sus ar ma . d ¡ ... . ue no se movía de puro m1e o a matauna acequia. A una vecma muy mayor q u'aron a ella acularon allí mismo. En la acequia había mucha gente. Nos emp J tazos. Uníamos las manos y les rogábamos que no nos mataran, pero empeza ron a disparar. (El País, 2008)
Si cambiamos la fecha y alguna que otra circunstancia, este podría .ser ,el
relato de una matanza perpetrada por los nazis aunque, natura~men~.', m~~~: Spielberg acudirá a perpetuarla en una película. y eso que aqm tam ten una especie de Schindler: se llamaba Hugh Thompson y, en ese mome:to era el piloto de un helicóptero que sobrevolaba MyLai. Al ver lo q~e-~sta la ocu~ 0
:~::0~:,~:,pi~~~~•:,;:::e::: ~;¡f¡~~ q~: ';~:;:;:~:º:::::;~~¡,:, si intentaban dañarlos. Una vez conseguido ello, recog10 a un hendo y l b · d ladó a un hospital. Aun ue el Pentágono intentó echar tierra sobre el asunt~, e tra ªJ~ ~ q . ., fi la prensa publicara esta h1sto un periodista free lance cons1gmo que, por n.' b d l población ria y numerosas fotografías del hecho. Ahora bien, uena parthe e a " . , l . "N stros muchachos no acen esas cosas . norteamericana se .nego a creer o. ue d ra un montaje propagandístico Muchas personas, incluso, afirmaron que to o e urdido por los comunistas. . , Call Finalmente, el escándalo fue incontenible y el ejército _Juzgo a fi e~ ~ 'mpuso una condena de muchos años. Sin embargo, la misma se ude re.~ 1e l , l', - s de arresto omic1ciendo de tal modo, que finalmen~~·~lo cump to ~~:o:n~n cambio, el piloto liario en su ciudad, donde fue reo l o como un e . . ue se le cas, d H h Thompson no sólo no fue reconocido por su gesto smo q ug .. d l modo que una semana mas tar e tigó enviándosele a peligrosas ~1Slonefus, e ta co después su helicóptero de los hechos de MyLai, su artillero e muerto y po , a su pa1s. 'b', mo de rribado y' a causa de sus heridas, pudo regresar l · . Thompson no reo io, co Tampoco aquí la realidad se parece a eme.' b , "' sto entre los
ll~bs sup:i~~~:~:eps,e~~~~a!::::s~:id~ También en
Schindler, el. homh enaje ?e hombres", m se an escnto l ros d esta imperdonable omisión tiene mucho que ver la propagan a.
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aliado, especialmente como dique de contención contra el fundamentalismo
4. 6. El enemigo utiliza armas no autorizadas .l
El argumento propagandístico dice aquí que, ~entras nosotros hacemos,\ la guerra como verdaderos caballeros, respetando los tratados internacionales.·. (como la convención de Ginebra) y utilizando únicamente armas legales, el ' enemigo se salta todas las leyes y utiliza armas ilegales. La realidad es que las armas son ilegales mientras las usa sólo el enemigo..,· En cuanto nosotros disponemos de ellas, automáticamente quedan legitima- i, das. Así ocurrió con los submarinos durante la guerra del 14-18: mientras fue ' un arma "alemana'', los aliados abominaron de un artilugio que era propio de . cobardes, ya que atacaba protegido por la invisibilidad. Pero, cuando todos se 1; hicieron con él, pronto se comenzó a exaltar el heroísmo de unos hombres que 1 arriesgaban sus vidas a muchos metros bajo el agua. La realidad nos dice que, a menudo, mucho más que las estrategias, la genialidad de los generales o el valor de los soldados, lo que suele decidir batallas y guerras es la superioridad cuantitativa y cualitativa de esas "armas no autorizadas". Ni la inteligencia de los aztecas o el coraje de los galos pudieron con los arcabuces o con las catapultas. Y por genial que fuera como estratega, cuando Rommel se quedó sin gasolina para sus tanques tuvo que doblar la rodilla ante Montgomery en El Alamein. Como dice Morelli: Para el que combate ferozmente pero no ve perfilarse la victoria de su lado -ya que no posee la ventaja del nuevo armamento- es grande la tentación de afir-/ . mar que su uso no es, digamos, muy leal. Lo mismo ocurre con el ataque-poi sorpresa, que resulta legítimo e incluso sinónimo de la excelencia de nuestra estrategia cuando es practicado por nuestro bando, pero una prueba de cobardía cuando lo usa el enemigo. (ob.cit.: 100) Como en tantos otros casos, nada ha cambiado respecto al tema de la legalidad de las armas enemigas. De hecho, la guerra contra lrak del 2003 se llevó adelante con los mismos argumentos de siempre. A la operación de propaganda a favor de la guerra y contra Irak no le faltó nada entre mentiras, omisiones y exageraciones. En primer lugar, la excusa de que dicho país almacenaba armas de destrucción masiva, por tanto ilegales, era falsa o, en todo caso, completamente exagerada. Recordemos que se llegó a decir que Saddam podía alcanzar Londres en 40 minutos con uno de sus misiles cargados con material biológico. Y, en segundo término, se omitió cuidadosamente recordar que, cuando Saddam tuvo realmente armas químicas, éstas le fueron suministradas por Estados Unidos y Europa ya que, y esto tampoco se decía, lrak había sido un buen
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chií de Irán .
4. 7. Nuestra causa tiene un carácter sagrado Suele decirse que todas o casi todas las religiones tienen ~orno. ~entido y objeto último el amor y la concordia entre los ~om?res y la b~eracion de los males que aquejan al mundo. Sin embargo, las iglesias constrm~as en torno a esas religiones y sus sacerdotes no han dejado, a lo largo de los siglos, de bendecir ejércitos y espadas. . . El oder por otro lado, siempre ha buscado -mcluso en las democraoas p ' , d ... modernas-- la legitimación en lo sagrado, la sacralizacion . e sus prmci~ios básicos: la libertad, la democracia 0 el mercado al que, por oerto, los neobbeles de Reagan y Bush convirtieron en una especie de dios todopoderoso que, ::gún nos decían, era capaz de ar1;1onizar la .socie~a? y solucio~ar todos sus problemas. Solamente se nos oculto que ese d10s exigia un alto tributo de sangre: una vez más, la propaganda. . . . .. Lo cierto es que la religión y lo sagrado han sido ~ siguen siendo utilizados en la propaganda de guerra, incluso aunque la prop~a naturaleza de l~ guerra contradiga la esencia misma de la religión. Así, por ejemplo, frente al u~pe rativo del amor al prójimo y del "poner la otra mejilla'' predicados _por Cnst~, San Bernardo, quien se autodenominaba cristiano e, incl~so, ha sido ca~oni zado dice estas aleccionadoras palabras: "El caballero de Cnsto mata consci~nte y m~ere tranquilo. Muriendo se salva, matando trabaja para Cri~to. Sufnr la muerte 0 darla por Cristo no tiene nada de criminal y merece una inmensa glo, ria'' (en Morelli, ob.cit.: 132)". Seguramente si Cristo levantara la cabeza y pudiese leer esto exclamana, mucho antes que Ortega: "No es esto, no es esto". , . Es bien conocido que la Biblia es uno de los libros mas sangnen~~s de la historia, repleto de crímenes, guerras y sangre derra~ada con profusion. y el Corán no se queda atrás: "Cuando encontréis a los mfieles, matad~~s hasta matadles allí donde quiera que los encontreis, comAl, " h acer una gran mat anza , batidles hasta que no haya más desacuerdos y sólo subsista el culto de a ... (Sura 9, Vers. 299)'. Es fácil imaginar el efecto que estos textos pue~en tener e.n manos de fu~. to es , de quienes se toman las escnturas al pie de la letra, sm d amentalistas, es ningún tipo de interpretación ni contextualización.
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Adrián Huici MódenJ, ''I:'
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a a scnpc10n de una causa al terreno de lo sagrado la vuelve intocab . /~ que todo lo que no sea veneración, respeto y obedienci·a a 11 1 le ya.·.} ] · h ·' ¡ e a se vue ve sa · , eg10, ere¡ia, con as consecuencias que ello conllev . d d 1 h cr1.":,¡~ inquisición al ostracismo social, desde la 1 "d . , al~ es ~ a , o~uera de la'; p api ac10n escarnio publico etc \ ~ra que una causa sea sagrada no es preciso ue ' . :; al territorio de la religión o de una iglesi 'fi q penen_ezca plenamente i) conocidos de ideologías y doctrinas olíti: especi ca. Existen e¡emplos más que \ han sido sacralizadas por sus especialmente, de Stalin.
CAPÍTULO VIII: IDEOLOGÍA Y PROPAGANDA EN EL CINE
dirige~tes. E:s J~~s:u;~ue procl~men el ~t,e~smo,, ;; comumsmo soviettco y, ,.
Hemos afirmado en numerosas ocasiones, a lo largo de este libro, que el cine, especialmente el que se produce en Holliwood, es un vehículo privilegiado para la transmisión de determinados postulados ideológicos, plasmados en valores, creencias y juicios, lo cual lo convierte no sólo en un poderoso factor de socialización, sino también en potente instrumento para la propaganda. Evidentemente, ha existido, y existe todavía aunque en menor medida en figuras de directores como Kean Loach o Costa-Gavras, un cine militante, el que en los 60 se denominaba "comprometido", y que ha dado importantes películas que nos enfrentaban a cuestiones sociales o políticas de gran calado, como fue el cine antibélico, por ejemplo. Pero el cine, por lo general, puede considerarse un discurso indirecto en el que su objetivo aparente es divertir, entretener y ello hace que su dimensión propagandístico-ideológica sea mucho más efectiva todavía, ya que encuentra al espectador desprevenido, sin ser consciente del discurso que subyace a lo que está viendo en la pantalla. En lo que sigue, pues, nos dedicaremos al análisis del western, el género cinematográfico por excelencia del cine norteamericano desde sus comienzos hasta prácticamente el presente, ya que todavía se rueda alguno, aunque sus premisas hayan variado. Y el western es el género norteamericano por excelencia porque en él se acrisolan los valores, creencia, temores y esperanzas, la ideología, en una palabra, de todo un pueblo que se ve reflejado en él como en un espejo.
l. Imaginario social y representaciones colectivas Todos los hombres, y las sociedades a las que pertenecen, en cualquier tiempo y lugar, suelen obrar según un sistema de creencias y valores que constituyen el pilar sobre el que reposa la arquitectura básica de lo social. Esto es así
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porque dicho entramado de valores y creencias opera, en primer lugar, como generador de sentidos: aquellos que explican y justifican ,*hombre y al mundo en el que se ve arrojado. En segundo término, funciona como instancia legitimadora de conductas individuales y colectivas, tanto como de las instituciones ' que conforman el ámbito de lo social. Este sistema de creencias se sustenta sobre un conjunto de símbolos que se constituyen sobre la base de las experiencias vividas por la comunidad, de su historia y también de sus deseos, intereses, aspiraciones y temores. Se trata de lo que los sociólogos denominan el "imaginario social". Esto es, como afirma "' Bronislaw Baczko: ... el dispositivo imaginario que asegura a un grupo social un esquema colectivo de interpretación de las experiencias individuales tan complejas como variadas, la codificación de expectativas y esperanzas así como la fusión, en el crisol de la memoria colectiva, de los recuerdos y de las representaciones del pasado, cercano o lejano (1999: 30) También se suele utilizar, en lugar de "imaginario social'', la expresión "representaciones colectivas", puesto que, en verdad, dicho imaginario no refleja una realidad "externa" a sí mimo sino que, como hemos dicho, su base es simbólica o, dicho en otros términos, estamos ante una construcción social, que se apoya en la historia de la colectividad recreándola merced a un esfuerzo de la imaginación simbólica. De allí que los términos "imaginario" y "representación" no sólo nos parecen pertinentes sino que se complementan: de ~cho, solo baste tener presente cómo Durkheim (1987, 2003) nos recuerda constantemente no sólo que la supervivencia de la sociedad depende de una conciencia colectiva, sino que ésta sólo puede ser simbólica ya que la propia comunicación entre los hombres sólo se puede realizar a través de símbolos exteriores a sus estados mentales, por signos tomados como si fuesen realidades. También Max Weber hará hincapié en la sociedad como productora de valores y normas que se concretan en un sistema de representaciones que expresan necesidades, esperanzas, temores y, fundamentalmente, la búsqueda del sentido, de manera que también según el autor de La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1990) las relaciones sociales jamás se reduce~ a sus compon~ntes físicos y materiales, del mismo modo que el poder, en cualquiera de sus · vertientes no reposa sólo en el ejercicio de la fuerza sino también en diferentes sistemas de representaciones colectivas sobre las cuales se funda la legitimidad de dicho poder, según· ya lo hemos expuesto ampliamente más arriba.
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y puesto que este imaginario implica, según afirma Backo, un dispositivo interpretativo y valorativo, ello: ... provoca la adhesión a un sistema de valores e interviene eficazmente en ~l proceso de su interiorización por los individuos, moldea las cond~:tas, ca~nva_ l~ energías y, llegado el caso, conduce a los individuos a una acoon comun (1b1dem) No resulta difícil ver aquí cómo el control del imaginario social, esto es, de sus mecanismos de producción, reproducción y difusión (fundamentalmente por instituciones como la escuela, la iglesia o los mass -:nedia): comporta un importantísimo dispositivo de persuasión ya que garantiza _un 1mpac~o en las conductas individuales y colectivas, y la posibilidad de canalizarlas segun determinados intereses vinculados al poder político, de clase, etc. Como dice el aut~r en la anterior cita, se pueden moldear conductas, porque el dominio de las instituciones adecuadas, entre las que ocupan un lugar prominente -y no nos can_saremos de insistir en ello- los medios masivos de comunicación, ofrecen a qmen ostenta el poder 0 aspira a él, la posibilidad de con_f?r~ar_l~s represen~ac.iones colectivas e influir decisivamente en la autopercepc1on md1v1dual y soC1al. El impacto de los imaginarios sociales sobre las m_entalidades .depende ampliamente de su difusión, de los circuitos y de los med10s de que dispone. Para conseguir la dominación simbólica, es fundamental c~ntrola~ esos m.e~ios que son otros tantos instrumentos de persuasión, de presion, de mculcaoon de valores y creencias. (ob.cit.: 31) La intervención en los dispositivos simbólicos que sustentan el imaginario social implica, también, una forma de organización y dominio de~ tiempo colectivo. Estos imaginarios: " .. .intervienen activamente en la memona colectiva para lo cual (... ), a menudo, los acontecimientos cuen~an menos que la,~ representaciones imaginarias a las que ellas mismas dan ongen Y encuadran fl · fi ¡ · (ob.cit.: 31). Estamos, por tanto, ante una memoria construida, no _un re e¡o e smo, como ya hemos dicho, representaciones en las que la reah~ad cuenta men~s que lo que de ~lla se imagine. De allí que .esa expresión m~1ma de la me~ona colectiva que son las naciones y el nacionalism~ sea~ d~n~;nmados en el celebre trabajo de Benedict Anderson "comunidades 1magmanas. (1~93). . Por tanto, la interve'nción 0 el control de los imagmanos soC1ales constituye un mecanism~ para escribir el pasado, para reeséribirlo interpretado y
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depurado, en función de un determinado proyecto de futuro y de acuerdo con unas as~!racione~ concretas que puede~ responder a una ry.ecesidad mayoritaria, y cambien a los mtereses de la denommada clase domirtante o élite del poder. Obviamente, quien escribe y reescribe, puede ampliar o enmendar la realidad de base, u omitir aquello que considere inconveniente. Circunstancia ésta que se refleja perfectamente en la expresión popular de que "a la historia la escriben los vencedores" y que está en la base del imaginario que nos proponemos analizar: el lejano y salvaje Oeste y cómo el hombre blanco lo conquistó y -según nos cuentan ellos mismos- "civilizó". 1.1. El imaginario de la frontera
Podemos decir que, aunque hoy esté muy atenuado, el tema de la conquista de los territorios allende los Apalaches, de los hombres de la frontera, del peregrinaje de las caravanas hacia el sol poniente, de la carga de caballería que, al son de la trompeta, salva in extremis a los colonos rodeados por los indios, y la aparición de caracteres propios de un tiempo y lugar, como el vaquero, el sheriff, el forajido, el ganadero o el buscador de oro, conforman el gran relato que sustenta, desde su carga simbólica, las bases de lo que los norteamericanos consideran su identidad, su propio ser. En efecto, los elementos enunciados, y que podemos denominar bajo la etiqueta de "tema del Oeste" o western, constituyen sin dudas el gran mito americano, el relato fundacional, es decir, el espejo que desde el pasado, sigue mostrando a los estadounidenses el que ellos consideran y creen su verdadero \Qscro. Pruebas de que aún hoy éstos reaccionan, mantienen su sensibilidad respecto a este tema, las tenemos, por ejemplo, en el hecho de que, tras el 11 de septiembre de 2001, se publicaron carteles con el rostro de Ben Laden enmarcado por la westerniana inscripción: Wanted, dead or alive y la correspondiente recompensa. O la elección de Ronald Reagan como presidente: un actor de segunda fila y pocas luces, pero que había trabajado en varios westerns y que se presentaba en los mítines tocado con un sombrero stetson, pañuelo al cuello, botas tejanas y camisa a cuadros, al tiempo que llamaba "mi rancho" a la Casa Blanca. Podemos recordar, también, cómo en los 60 una marca de tabaco, Marlboro, no sólo se salva de la quiebra sino que llega a ser líder de ventas al lanzar unt campaña publicitaria apelando a la iconografía del Oeste: vaqueros, johnfordianos paisajes tipo Monument Valley y la música que Elmer Bernstein compuso para una excelente película (del Oeste, bien sur) dirigida por John Sturges: Los siete magníficos.
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Tenemos que resaltar que, especialmente en los dos últimos ejemplos, las alusiones a la gesta del Oeste están filtradas o tamizadas por el cine. Marlboro sitúa su marca en escenarios propios del western clásico de John Ford, a la vez que cita expresamente una película concreta a través de su banda sonora. Y, obviamente, Reagan no era un vaquero auténtico sino alguien que a~guna vez representó semejante papel en el cine. Por tanto, dejamo_s a~~tad~ aqm el hecho de que no se trata de referencias directas a un pasado ~1stor~~o s1~0 a ~~ determinado tipo de discurso (el cinematográfico), a un d1sposmvo s1mbohc_o ~ue ha mitificado y, por tanto, narrativizado, un pasado que, tal vez, no comoda demasiado con lo que se muestra en la pantalla, pero que ig~alm~nt~ prov~ca reconocimiento e identificación, a la vez que, como codo 1magmano sooal, legitima conductas, instituciones y valores. . . No queremos exagerar, en relación con los ejemplos dado~, d1c1~n,do q~e la sola apelación al far west obró como un encantamiento que ~1pnot1zo a mill.ones de fumadores y electores. Evidentemente, hay que considerar o~r.as vanables (imagen de debilidad del presidente Carter, inmerso en la cns1s de los rehenes en el Irán de la revolución islámica, en el caso de Reagan o, en el de Marlboro, factores del mercado que no podemos analizar aquí). Pero ~l magnetismo que para los norteamericanos (y, tal vez, para muchos otros) e¡erce la figura del vaquero, con su sombrero, sus pistolas y las espuelas rascando el suelo de madera del saloom 0 cabalgando en las grandes praderas, parece irresistible o, al menos, lo ha parecido hasta no hace demasiado ti:mpo. . .Por qué ese poder de atracción? ¿De dónde le viene esa capacidad referencial? ~ensamos que la respuesta, al menos en parte, reside en el hech~ de que el tema del Oeste, con coda su carga simbólica y ritual (el western esta repleto de ritos) no sólo constituye una mitología, sino que debe inscribirse _como elemento básico del imaginario social y de las representaciones colecnvas en las que los norteamericanos se reconocen. . . Hemos hablado de micologías: en efecto, el mito o, me¡or dIChº.' el relat~ mítico, conjuntamente con la utopía o la religión, es una de las expresiones mas importantes de lo que venimos llamando "imaginario social"· Y P_uesto q~e los elementos míticos subyacen a esa encarnación del imaginario sooal amencano al que llamamos western, pensamos que no está de más detenern~s ~ara hacer · ·' b del mito y de sus pnnopales eleuna caractenzac10n, aunque sea muy reve, . meneos, tal y como se van a manifestar luego en el discurso del salva¡e Oeste.
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2. El eterno mito El mito puede considerarse, por tanto, como un tipo de estrategia de legitimación a la vez que uno de los principales recursos de los que ha dispuesto (y, en cierto sentido, aún dispone) el hombre partía búsqueda y la donación del sentido, a sí mismo y a su mundo. Se comprende, pues, que se considere al mito como el relato fundacional por excelencia (tal vez, el relato por excelencia) ya que estamos ante el primer intento sistemático del hombre para pensar al mundo y a sí mismo. Se trata de los primeros atisbos de lo que luego será la filosofía y el germen de las religiones, con su función legitimadora como premisa básica. Y para que no queden dudas sobre el vínculo entre mito e imaginario social, nada mejor que recordar lo que sobre el primero dice Ignacio Gómez de Liaño en su ya citado La men- ;
tira social: ... (un mito) es como un organismo de imágenes cálidamente coloreadas, que afectan al hombre no como lo hacen el razonamiento y el análisis -cuyo paralizante esquematismo racionalista puede iluminar la inteligencia pero no arrastrar la voluntad- sino como un fermento del alma que despierta el entusiasmo, estimula las energías de las gentes y las orientan en una dirección. Esas imágenes motivan y movilizan la voluntad; dan sentido a cuanto somos y hacemos (1989: 112) Como se ve, se mencionan aquí conceptos tales como imágenes, ,sentido o voluntad, a la vez que se habla de orientar a las gentes, despertar entu~1asrno, etc., todo lo cual conecta con lo que hemos dicho acerca de la "efectividad" de las representaciones colectivas para generar adhesión a determinados valores o para "moldear conductas". Resaltamos también el hecho de que Gómez de Liaño, y todos los grandes especialistas en el tema, desde Eliade (1989) a Lévi-Strauss (1990, 1992), por nombrar a dos de los más prominentes, coinciden en que el mito es una forma de pensamiento eminentemente emocional, una forma simbólica, según la fórmula del que tal vez sea el principal filósofo del mito, Ernst Cassirer (1980, 1989), que se contrapone al viejo logos griego o, más ampliamente, a la razón. Obviamente, los siglos de la Ilustración y del positivismo, llegando incluso a la Escuela de Frankfurt, al entronizar la razón como horizonte único y último de lo humano, automáticamente situaron al mito como una forma de pensamiento primitivo (en el sentido peyorativo del término), irracional, acientífico. Dfiallí proviene la asociación del mito con el engaño, la superstición y lamen-
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tira ("mitómano" se denomina al mentiroso compulsivo) que permanece aún hoy en muchos ámbitos, incluso en el de la ~n~versidad. . Hubo que esperar, primero al romanticismo, c~n el ilustre prece~ente de Giambattista Vico, y luego al siglo XX, a los traba¡os de los ya mencionados Cassirer, Eliade o Lévi-Strauss, también del psicoanalista C.G.Jung ~19~2, 1983), para que comprendiéramos que el pensamiento mítico no es pnvauvo de los pueblos primitivos, sino que está inscrito en lo más. profundo de nu.estro psiquismo y sobrevive en la religión, en el arte, en l~' literatura, en el ci_ne e, incluso, en el propio discurso científico; y para que de¡aramos de ver al mlto como pensamiento pre-lógico y lo considerásemos como una forma ~~ pen~a miento distinta pero no inferior a las elaboraciones que beben de la logICa anstotélica. . '· 1 Por otro lado, es de sentido común no exigirle al pensamiento mmco os mismos resultados, certezas y exactitudes producidos por la ciencia ya que, como dice Karen Armstrong: ... un mito es cierto porque es eficaz, no por que proporcione una ¡~forma.ció~ objetiva. Sin embargo fracasará si no n~,s permi~e c?mprender me¡~r el s1gn16cado profundo de la vida. Si "funciona , es deor, s1 nos ~ac~ camb.1~r nuestra mente y nuestro corazón, si nos infunde esperanza y nos mota a v1vlf de una forma más plena, el mito es válido (2005: 19) Si ahora nos aproximamos brevemente al funcionamient~ del pens.amiento mítico en tanto que forma privilegiada del imaginario colectivo o sooal, veremos q~e su capacidad legitimadora, su ejemplaridad, y su "voluntad de sentido" reposan en unos principios o categorías interdependientes que _P~eden resumirse en lo sagrado, y por añadidura, en el eterno retorno Yla repeticion de un modelo prestigioso.
2.1. Lo sagrado No vamos a entrar aquí en precisiones conceptuales porque este tema si~ue sujeto a interminables controversias y a una bibliografía inagotable Y pro~ife rante. Nosotros nos limitaremos sólo a uno de sus aspectos, esto es, la ~onside ración del tiempo y del espacio sagrados, esto es, el tiempo y el espao? en los que se produce la hierofanía, la manifestación visible de lo sagrado que mumpe transformando todo aquello que "toca". . . Para el mito, por tanto, existen un tiempo y un espac10 sagrados, es deor, distintos y superiores a los profanos.º °.º~1.1!~!«::~: ~e. .rr~ta del ~iempo Y el espa1
--:~· c:c;~ :•~:·,¡'.·.
\Íi•/!
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cio en que se manifestaron, vivieron y realizaron sus gestas los héroes y dioses fundadores. Sagrado es aquel tiempo en que esos héroes y dioses establecen los fundame~tos. del. mundo y de la vida, cuando establecen de una vez y para siempre las mst~tu~10n~s, normas, valores y costumbres que los hombres deben imitar ~ repetir sm ~i~guna otra alternativa más que el sacrilegio. El tiempo sagrado tiene la pecuhandad de que, a través del cumplimiento de determinadas acciones rituales, puede recuperarse, es decir, que se curva hasta instaurar el Eterno Retorno. Espacio sagrado es aquel en el que se manifiesta la divinidad (teofanía 0 más ampliamente, hierofanía) y, por ello mismo, es un espacio distinto, recor~ tado o separado d~l es_racio profano o, meramente, humano. El ejemplo más claro d.e este :sp~~IO smgular, al que no se ingresa "de cualquier manera y en cualquier actitud , es el templo; no cualquiera puede ingresar en el espacio ~agrado, .Y !:mc,?o ~en~s a su. núcleo central, el sanctasanctorum: lo sagrado con~amma y sacnfica a quien no está debidamente preparado para tratar con el, como es el caso del sacerdote. . Para. fin~lizar ~sta breve incursión por el mito como expresión privilegiada del imagmano sooal, no podemos dejar de señalar un aspecto en el que, por otra parte, nos apoyaremos más adelante al incidir en nuestro tema: se trata de l~s p~ntos ~e contacto que inevitablemente se pueden percibir entre mito, imagmano social e ideología, y entre éstos y el discurso del western.
3. Ideología e imaginario .. ,Ya hemos hablado de la ideología y de los problemas que plantea su defin'.o~n, por lo que sólo vamos a recordar que nos apoyamos en tres conceptos
distmtos pero complementarios: la ideología como visión del mundo (weltanschauun~), como falsa consciencia y como sistema de legitimación. Evidentemente, si en estas definiciones sustituimos el término visión (:~si~n del mundo, falsa visión de la realidad) y empleamos el de "representac'.on , nos e~contramos en el terreno del imaginario social, de las representaoones colectivas. De hecho, para Marx, la ideología en el sentido más amplio que da a la palabra: .._.engloba las representaciones que una clase social se da de sí misma, de sus relacwnes con sus clases antagónicas así como de la estructura global de la sociedad.
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Una clase social expresa sus aspiraciones, justifica moralmente y jurídicamente sus objetivos, concibe su pasado e imagina su futuro a través de sus representaciones ideológicas. (en Baczko, ob.cit.: 19-20) Naturalmente, la ideología dominante no sería más que las representaciones de la clase dominante que ésta impone al resto de la sociedad a través y gracias al control o influencia que puede ejercer sobre instituciones como la escuela, la iglesia o los medios de comunicación social: los aparatos ideológicos del estado, en palabras de Althusser (1976). Está claro que, en la perspectiva de Marx, esas representaciones no sólo expresan la situación y los intereses de un sector social, sino que también deforman y ocultan las verdaderas relaciones de clase y, en particular, las relaciones de producción: de allí el calificativo de falsa conciencia. Por lo tanto, concluye Baczko: "La ideología, factor real de los conflictos sociales, solo opera gracias a lo irreal e ilusorio que hace intervenir" (ob.cit.: 20) La clase dominada sólo puede rechazar esta representación interesada y torticera de la realidad postulando e imponiendo sus propias representaciones (o contra-representaciones), su propia ideología. Tarea tanto más difícil cuanto que, en el presente, el instrumento fundamental para dar a conocer y proponer una nueva representación de las relaciones sociales son los mass media que, normalmente -y más aún en estos tiempos de megafusiones y grupos multimedia-, están en manos de la clase dominante. Tal vez por ello, las luchas sociales (cuando las hay) se deslizan tan fácilmente hacia la violencia. Para bien y para mal, todo esto puede aplicarse al mito: el mito nos ayuda a vivir a través de la instauración del sentido y del orden, pero también puede llevarnos a la muerte, como ocurrió con la mitología racial nazi, o con las imágenes de paraísos y huríes que contaminan la imaginación de tantos jóvenes y suicidas en el mundo musulmán. El mito, igual que la ideología, tiene un enorme potencial movilizador desde el momento en el que ofrece determinadas representaciones (por irreales e ilusorias que sean) como horizonte de salvación o de perfección y pureza. Se trata de imágenes que nos conmueven (y nos mueven) mucho más que cualquier razonamiento: como ya hemos dicho, nadie va la guerra (como soldado raso, se entiende) por unos litros de petróleo ni por razones geoestratégicas, sino por las grandes imágenes, por las ficciones con que han obnubilado su mente: la patria, la bandera, el ser nacional, la sagrada memoria de los antepasados, etc. No debe sorprendernos, por _tanto, el vínculo entre mito, como forma del imaginario colectivo, e ideología, y entre ambos y la propaganda, que busca
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) producir un determinado efecto sobre las masas a través de imágenes atractivas y fascinantes. Así lo ha reconocido, por ejemplo, un hombre tan pretendidamente cerebral como Lenin, que da instrucciones claras a sus propagandistas en el sentido de que, para la movilización del proletariado, hay que dirigirse a él con imágenes "vivas y coloreadas". O también el sociólogo francés de los años veinte, Georges Sorel, muy leído por cierto por Hitler y Mussolini, quien afirma en sus Reflexiones sobre la violencia (2005) que la revolución social debe instigarse por medio de la creación de mitos que permitirán al socialismo imponerse a la burguesía.
4. El western: entre ideología y realidad Volvemos ahora, después de este rodeo -nunca mejor dicho- al territorio del western y, en primer término, haremos una aclaración terminológica ya que hasta ahora hemos venido utilizando expresiones tales como "tema del Oeste" o del "salvaje Oeste", el Jar-west y, naturalmente, el western. En todos los casos, nos referimos a un lugar y a un momento histórico concreto: los Estado Unidos de Norteamérica y su estrategia de avance hacia los inmensos territorios que se encontraban al oeste de los Apalaches, durante buena parte del siglo XIX hasta casi llegar al siglo XX. . .~vanee que se ~on~ció también como conquista del Oeste ya que la'aprop1ac10n de esos terntonos se obtuvo a costa de arrebatárselos, manu militari, a las tribus autóctonas, legítimas propietarias de esas tierras. Todo ello ocurrió: está bastante bien documentado y forma parte de una amplia historiografía. Pero tenemos la casi total certeza de que el conocimiento que las gentes, incluidos los propios norteamericanos, tienen de esa historia no proviene tanto de libros o documentos, como de ese producto cinematográfico al que llamamos western. El western es el relato que los propios norteamericanos, los vencedores, se hacen a sí mismos y a los demás de aquella historia o gesta que, verdaderamente, tiene bastante poco de gloriosa y mucho de ignominia. En otros términos, el western es un discurso producido por unos sujetos que realizan, a través de sus textos, una verdadera operación ideológica a la vez que de construcc!ón de ~n imaginario colectivo. Como todo discurso, y como todo imaginario colectivo, el western requiere de una forma y de un lenguaje porque: " ... estos imaginarios -nos recuerda el muchas veces citado Baczko- se articulan fácil-
mente en los más diversos lenguajes: religiosos y filosóficos, políticos y arquitectónicos, etcétera" (ob.cit: 31). Enseguida veremos cómo tanto la operación de la conquista del Oeste como su relato están "dichos" en un lenguaje impregnado de poderosas imágenes bíblicas y de conceptos teológicos. En cuanto a lo formal, el western comienza su andadura en la literatura popular con las famosas novelas de a diez céntimos, pero encuentra su forma definitiva e imperecedera en el cine, que es la forma narrativa dominante, casi exclusiva y excluyente para millones de americanos. Evidentemente, el western no es un relato cualquiera, y en esa peculiaridad reside ese atractivo o fascinación que ha ejercido durante tanto años. Fascinación que intentamos explicar por sus conexiones con el mito y lo imaginario. Concretando más, la peculiaridad del western se sustenta en el hecho de que constituye el relato fundacional de los Estados Unidos, con todo lo que ello conlleva. Para decirlo con más exactitud, se trata del mito de los orígenes, según la expresión canonizada por Mircea Eliade (1989), del relato que los norteamericanos han producido y designado como su referente nacional y personal a partir de una multitud de acontecimientos que contribuyeron al "nacimiento de una nación" (Griffith dixit): el Mayflower, los primeros peregrinos y la roca de Playmouth, la guerra con los "casacas rojas", el Jar-west. Sin embargo, de todo ello, consciente o inconscientemente, se ha "elegido" como la gran gesta, la más representativa y que sienta las bases de los Estados Unidos, la conquista del Oeste. Está claro que todas las naciones suelen formular un relato que configura su identidad y en el que se ven reflejados sus ciudadanos, quienes mayoritariamente se sienten partícipes o herederos y en el que pueden reconocerse. Los habitantes de una nación ponen en pie una serie de representaciones, o de autorepresentaciones, colectivas que constituyen un producto social que, a su vez, y como ocurre con el lenguaje natural humano, moldea y crea al hombre que lo ha producido, en un círculo de inacabable retroalimentación. La circunstancia de la "elección" del tema del Oeste como mito de origen no es en absoluto inocente y, por ello, el discurso del western es un ámbito privilegiado para el desvelamiento de la ideología que subyace, del universo de valores que propone, sustenta y define a esa sociedad y, también, la forma en que, como ideología dominante, intenta imponerse no sólo a su población sino más allá de sus fronteras. Hace ya tiempo que Sigfried Krakauer en su famoso libro De Caligari a Hitler (1990) mostró que el cine podía ser no sólo el reflejo de una época, sino
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también la proyección del imaginario colectivo, esto es, recordémoslo, de los deseos, temores, aspiraciones e intereses de una determinada sociedad en un momento concreto. En otros términos, los enunciados siempre exhiben, para el que quiera o pueda verlas, las huellas del sujeto de la enunciación: de allí el valor cognoscitivo social que tiene el análisis de este y de cualquier otro discurso. Esta concepción de las películas como espejo social se refuerza aún más si tenemos en cuenta el cine de género; y si algo se puede decir del western es que se trata de unos de los géneros cinematográficos por excelencia. Porque, como diceJ.A. Vela León (2000: 151-2), cuando un género conserva su capacidad de suscitar reconocimiento, en distintos momentos históricos, es que está reflejando un fondo mítico común. El cine de género, según Astre y Hoarau, permite dar significado coherente Y homogéneo a lo que sólo es ambigüedad y confusión y confirma de manera satisfactoria un sistema de valores, un código ético, unas definiciones de las situaciones capitales de la vida (1997: 19). Por lo tanto, tenemos un género cinematográfico con profundas raíces míticas, que va a funcionar como elemento de construcción simbólica de una nueva patria, como exaltación del nacimiento de "una nación que no se siente totalmente nacida'' (Fernández-Santos, ob.cit.: 60) y que, además, necesita de un relato heroico que a la vez que glorifique las hazañas de la conquista oculte unos hechos demasiado atroces, demasiado teñidos de sangre india 0 de piel negra flagelada, como para reconocerlos conscientemente. De modo que el western se inscribe plenamente en el proceso de invenciQn, recreación y transformación de la realidad que define a los imaginarios sociales Y a su función ideológica, en los tres sentidos (imbricados) que le hemos atribuido más arriba. Como dice Baczko: A lo largo de la historia, las sociedades se entregan a una invención permanente de sus propias representaciones globales, otras tantas ideas-imágenes a través de las cuales se dan una identidad, legitiman su poder o elaboran modelos forma~ores para su~ ciuda~anos. (. .. ) Estas representaciones de la realidad social (y no siempre refle¡os de esta), mventadas y elaboradas con materiales tomados del caudal simbólico, tienen una realidad específica que reside en su misma existenc.ia, en su im?acto variable sobre las mentalidades y los comportamientos colectivos ... (ob.cit.: 8) Algo de este procedimiento de invención y ocultamiento se puede apreciar en las palabras del periodista del Shimbone Star, en El hombre que mató a Liberty Va/anee de John Ford: una vez conocida la verdad histórica acerca de la muerte
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de Liberty Valance, esto es, que no ha sido el abogado Ramson Stoddard (James Stewart) quien ha matado al pistolero sino Tom Oniphan (John Wayne), aquél rompe sus notas y asevera: "En el Oeste, cuando la leyenda se convierte en realidad, imprimo la leyenda''. 4.1. Imaginario y mito en los orígenes
En el proceso del Oeste y su construcción imaginaria podemos reconocer un doble movimiento de mitificación. En primer lugar, y en el terreno de la "cruda realidad", debemos recordar que el poder central norteamericano, en el momento de decidir la incorporación de los territorios del Oeste al estado, lanza una campaña para reclutar colonos con la famosa expresión "Go west, young man, go west" y con la propuesta (o el cebo, según se mire) de una imagen mítica en el horizonte: al final del camino un paraís~ esperaba a ~u.i~nes se arriesgasen a marchar en las caravanas, una verdadera tierra de promision q~e realizaría todos los anhelos inculcados en los piadosos corazones de los despiadados colonos. Este componente mítico-religioso resulta especialmente omnipresente en ese subgénero del western que son las películas "de caravana'', en las que los colonos suelen llevar la Biblia en una mano y un rifle en la otra.(cfr. Por ejemplo, La gran jornada, de Raoul Walsh o Wagonmaster, de John F~rd) El segundo momento en este proceso es la mitificación de la propia marcha y colonización del Oeste, que acabará proporcionando los materiales del western, cuya codificación cinematográfica los hará universalmente reconocibles. Los principales temas o materiales de este discurso son, como ya hemos dicho, el de la bíblica tierra prometida, que se combina con el tema de la fr~n tera (un concepto a la vez físico y mental) y con la visión mesiánica ~el. destmo manifiesto. También hay que señalar la ley del talión, un oscuro sentimiento de caída o pecado original que hay que lavar continuamente, y la figura del terrateniente como patriarca celoso, irascible y violento. Dicen Astre Y Hoarau: ... La sociedad americana, que es joven, convulsiva, heterogénea e inestable tan solo obtiene (... ) una relativa homogeneidad del apego a unos mitos siempre vivos en el subconsciente colectivo. El "pensamiento salvaje" -que el western emplea- podría muy bien construir hasta el mom~nto'. ~a m.ayor parte de la psique americana. El western es algo más que una d1vers1on sm futuro, _Yª que la Conquista del Oeste, dadas sus múltiples implicaciones, se ha convemdo en un mito esencial para los EEUU (ob.cit.: 14)
L.VL.
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Cuando los autores hablan de "pensamiento salvaje", de algún modo, se
es~á~' r~firiendo a los fu,?damentos del tema de paraíso a conquistar: la dicotomia cmdad-naturaleza , donde la primera (que nace en el este) representa la corrupción, la artifi~io~idad y el pecado, y la segunda encarna la pureza (que cone~t~ con ese sentimiento de pecado ya mencionado), la virginidad y la recuperac10n del hombre rousseauniano, naturalmente bueno, que también reivindica David H. Thoreau en su famoso Walden.
~~s valores asociados a esta dicotomía van a derivar en uno de los conflictos bas1cos del western y que articula la película de John Ford antes citada El hombre que mató a Liberty Va/anee: el conflicto entre el orden social (la ciuclad es decir, l~ ci.vitas) Yel orden natural, el mundo salvaje; entre una vida sometid~ a las. res.tr~cc1ones de la ley y otra en plena e irrestricta libertad, entre el estado y el md1V1duo. El mit.o de la tierra prometida implica la idea de una frontera que se hace retroceder m~~santemente y del destino manifiesto: un concepto mesiánico en ~l ~ue much1s'.mos norteamericanos siguen creyendo y que viene a decir que Dws ha quendo que nosotros, su nuevo pueblo elegido, marchemos en pos del nuevo Israel. Por tanto, nuestro éxito no es otra cosa sino la realización de la voluntad divina". Como dice irónicamente Johan Galtung: Si parti~~s d.e la. base de qu~ hay un dios que ayuda a los elegidos, entonces ~uestro e~1to ¡usufica !.os med10s que hemos utilizado para conseguirlo. Si América e.s la.tierra prometida, entonces, la facilidad con que los colonos eliminaron a los md10s n~ es más que un indicio de que han obrado bien, como inclhQduos y como colectivo (1999: 29) '~
El western puede considerarse, pues, una mitología secularizada y, por t_:into, con ~n trasfondo ~eligioso que lo vuelve, en afortunadas palabras de An~el Fe~na~dez-Santos, una misa pagana" (ob.cit.: 16) y, como toda misa, esta c.o~Stitmdo por una serie de gestos, que ilustran el relato de fondo, que son repetmvos y a los que llamamos ritos. Así; todo wester~ que se p'recie debe incluir: la caravana, el riesgoso cruce de un no, ~a estampida, el cafe junto a la hoguera, a la luz de las estrellas, las puertas batientes del saloom, el círculo de carretas atacada por los indios y, fundam~ntalmente, la ceremonia máxima, llevada casi hasta el expresionismo por Sergw Leone: el duelo en medio de la calle polvorienta y requemada por el sol.
de
Todos estos eleme~to~, repetidos ad nauseam en miles de películas y series TV generan reconocimiento, son un espejo en el que los americanos ven su
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rostro y han constituido, durante casi cien años, unas estructuras explicativas que permiten a la sociedad reflexionar sobre ella misma, descubrirse a la vez que construirse. Así que aquí tenemos al western en la función básica del mito, esto es, la función ejemplarizante: propone un modelo de hombre y de sociedad, de conductas y valores que deben ser imitados. Ese modelo se extrae de unos hechos ocurrido ab origine (en un tiempo y un espacio sagrados) que se puede recuperar (de allí el eterno retorno asociado al mito) siempre que se imiten, que se repitan los gestos originarios. El western se presenta así como un mecanismo dador de sentido, tanto para la vida individual como para la nación entera, a la vez que funciona como instancia de legitimación de las políticas norteamericanas desde su nacimiento hasta nuestros días.
4.2. Ideología y propaganda Hasta aquí tenemos un discurso que ha exaltado un pasado y que lo ha impuesto como máximo valor no sólo a los norteamericanos sino a todo el mundo. Se trata del discurso que destaca el heroísmo, la audacia y el sacrificio, y que ha servido de argumento fundamental a la propaganda norteamericana para exportar su modelo como el que todos debemos aceptar, modelo que implica no sólo las hamburguesas, Halloween o Nike, sino también su sistema económico, político, militar y cultural. Esta acdón propagandística ha sido tan efectiva que, a menudo, resulta difícil ver detrás de los vaqueros valientes y esforzados la terrible historia de exterminio de toda una raza, de esclavitud inmisericorde o de atropello ecológico. La escritora y ensayista india Arundhati Roy se pregunta cómo han conseguido los Estados Unidos, salvo honrosas excepciones, que se llegue al colmo de que muchos hayan visto a los indios como los bárbaros agresores y a los pioneros como victimas. Más aún, cómo todavía hoy muchos asienten ante su retórica democrática autoexaltatoria sin que detrás de las palabras perciban las sombras del apoyo del gobierno norteamericano a algunas de las dictaduras más sangrientas del siglo XX. Dice A.Roy: ·Cómo se las han arreglado los EEUU para salir incólumes de tan terrible
~asado? No confesándolo, ni haciendo reparaciones, ni pidiendo perdón a los negros estadounidenses, ni a los pieles rojas, ni tampoco, ciertamente, cam-
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biando s,u forma ~e actuar. Lo que han hecho los EEUU, al igual que muchos otros ~a1ses, ha s'.do reescribir su historia. Pero lo que diferencia a EEUU de c~alq~ter otro pats y los coloca en el primer lugar de la carrera por deformar su h1stona es que han contado con los servicios de la agencia de publicidad más poderosa del mundo y que más éxitos ha conseguido: Hollywood (2005: 87)
, De lo que ~e trata ahora es de analizar el western desde el prisma de la ideolog1a en el sentido marxista de falsa conciencia o velo encubridor de Ja realidad,. ámbito ést~ donde ~e h~ce m~s evidente la operación de propaganda en el sentido peyorativo del termmo: discurso persuasivo que no duda en apelar al engaño o a la omisión para obtener sus fines, que normalmente tienen que ver con el poder. . Consideramos que, entre otras muchas cosas, el western cae en lo ideológKo en ta~to que ha funci?nado como coartada para los sucesivos gobiernos ~orteamenc~nos Y. como ~1scurso tranquilizador, que se pone al pairo de críticas y cuesnonar~uentos, siempre peligrosos por ser difícilmente controlables. 1?e modo que as1 se consigue que permanezca la imagen idílica de la historia sm que afloren, a no ser que se busquen expresamente, los hechos atroces de los que hemos dado debida cuenta. También se perpetúa una imagen concreta de los hombres que participara~ de aquella gesta que tampoco responde a la realidad. En verdad, la con~msta del Oeste requirió de hombres emprendedores, hechos a sí mismos, curtidos en todos los rigores que no dudaron en utilizar los medios más extremos para defender lo que creían suyo. Como muy bien dice Fernández-Sa~s en cuanto el pionero se baja de su carromato y construye una cerca se conví~rte en un propietario violento e insolidario, mientras que durante la 'marcha de Ja caravana todo era comunitarismo y ayuda mutua. La tierra prometida, como dicen]. Batió y]. Pérez se transforma en la tierra ~~seída, Y ~¡ paroxisr:io de esta luch~ por la adquisición de una buena pare~!~. · .. se reflep en las diferentes recreac10nes cinematográfica de un hecho his~onc~: la famosa carrera de carromatos por la posesión de la tierra de Dakota, mclmda en westerns de todas las épocas" (1997: 48-49). Esta apología de la propiedad privada deriva en la construcción de la cerca ~' como afirman los autores citados, está en el origen de la violencia civil. Lo l~teresante de esa car~e.ra de car~os es que revela que para conseguir un poco de tl~rra no valen los mentos prop10s de la actividad, como saber de cultivos 0 de cna de ganado, poseer herramientas adecuadas o semillas, etc. De lo que se trata es de correr lo más rápido posible, en realidad, más rápido que los demás. Por
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lo tanto, el más fuerte y el más veloz -no el más apto-, el que suele ser más inescrupuloso y violento, será quien gane (y prospere). Como en los famosos duelos: el más rápido vence, aunque sea un delincuente. Ángel Fernández-Santos, con mucha radicalidad, explica que la frenética carrera por ocupar unos territorios, sólo en teoría desocupados, había comenzado mucho antes, porque está inscrita en la letra misma de la Constitución, redactada por los famosos padres fundadores que, en palabras del historiador Richard Hoftader, citado en el texto de Fernández-Santos, eran " ... hombres de negocios, granjeros, inversionistas, especuladores para los que el concepto de libertad no estaba ligado al de democracia sino al de propiedad" (ob.cit.: 122). Al respecto no estaría de más recordar que Washington y Jefferson, entre otros, eran grandes terratenientes que poseían centenares de esclavos. Así, unos hechos muy poco honorables han sido edulcorados por un discurso que, sobre la base de ocultamientos, medias verdades o de la manipulación del lenguaje ha llegado a producir una situación del "mundo del revés", una inversión que hace que del western: " ... un canto idílico a un acto de rapiña, la exaltación de una usurpación y la expresión en lenguaje heroico de un comportamiento mercantil( ... ) contado con cadencia de nueva Ilíada" (ob.cit.: 118). Sobre la manipulación del lenguaje con miras a invertir completamente la historia, tenemos el ejemplo de cómo al genocidio indio se lo llamó con la expresión "guerras indias". Obviamente no hubo ninguna guerra porque no hubo dos ejércitos con cierto equilibrio de fuerzas, como para que cada uno abrigase esperanzas de victoria en la batalla. En realidad, se trató de atacar a tribus, muchas veces enemigas entre sí, apenas armadas con arcos, lanzas y unos pocos fusiles, con tropas bien organizadas, con rifles, cañones y una avanzada logística. Utilizar la expresión "guerras indias" es tan falso y tan ofensivo como si los nazis hubiesen denominado "guerras judías" al Holocausto. Para terminar con este proceso de desvelamiento de la operación ideológica que se oculta en los pliegues de la pantalla plateada, queremos insistir en el hecho de que el avance al Oeste -al igual que todas las operaciones coloniales emprendidas por Europa- no fue sólo el fruto de la iniciativa de unos hombres idealistas, deseosos de conocer mundos nuevos, de progresar y de hacer fructificar la tierra que, según ellos, les había sido dadas por un acto de la gracia divina. Como hemos dicho más arriba, se trató en realidad de una operación económico-política derivada del propio funcionamiento del capitalismo. Una vez que las empresas del este perdieron su capacidad para seguir absorbiendo la creciente mano de obra, se toma la decisión de "deshacerse" de esa fuerza de trabajo forzadamente ociosa -y potencialmente peligrosa- enviándola al Oeste
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con la bella promesa de la que ya hemos hablando bastante. Se trata de la teoría de la "válvula de seguridad" que garantizaría, según un senador de la época, evitar para siempre en conflicto entre capital y trabajo. Está claro que este senador pecó de optimismo: en el siglo siguiente, durante la Depresión de los años treinta, decenas de miles de personas sin trabajo se echaron a la carretera, especialmente la mítica Ruta 66, buscando, una vez más, la salvación en el Oeste. Sus expectativas no se vieron colmadas tal y como lo narra John Steinbeck en su majestuosa novela Las uvas de la ira, publicada en 1939 y verdadero contra-mito en el que los buscadores de la tierra prometida, en este caso, California, lejos de llegar al Edén, se verán inmersos en un verdadero descenso a los infiernos. Esta vez, no fue el Oeste el que permitió solventar la crisis del capitalismo sino la guerra, que tan oportunamente iniciaron alemanes y japoneses en 1939 y 1941 respectivamente.
5. El duelo al sol, y sus sombras Existe, dentro del western, un elemento que, a nuestro entender, constituye la quinta esencia de la función ejemplarizante, legitimadora e identitaria propia de este tipo de discursos inherentes a los imaginarios sociales. Se trata, cómo no, del duelo, la ceremonia máxima del Oeste. Como ocurre con el resto de los temas tratados, también podemos poner en duda el que, en la realidad del viejo Oeste, alguna vez haya h¡ibido duelos. Nos referimos al término no en el sentido vulgar, y común a td~ tiempo y lugar, de reyerta o actos violentos para dirimir diferencias, sino en el de ese enfrentamiento ceremonial al que se le ha atribuido el carácter de ritual, es decir, de gestos que se repiten y se desarrollan con un orden y unas formas lindantes con la liturgia: salida a la calle principal, hombres enfrentados, curiosos que observan desde lugar seguro, sol a plomo, manos que acarician las empuñaduras de los colts y, finalmente el relampaguean te desenfundar y el estruendo del o los disparos y el triunfo del más rápido. Nuestras dudas respecto a la realidad de este tipo de prácticas podrían confirmarse en el hecho de, que en un periódico de la época, se anunció con gran tipografía y en primera plana que había ocurrido un tiroteo en el O.K Corral de Tombstone entre Wyatt Earp y los Clanton. Si los duelos y los tiroteos hubiesen sido tan habituales como nos lo pintan en el cine, éstos no hubiesen ocupado grandes titulares de prensa. Y, en todo caso, si hubo duelos, tampoco se parecieron mucho a los exhibidos en la pantalla. De hecho, John Ford afirma que
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el mismísimo Wyatt Earp, al que conoció cuando éste vivía retirado en Nueva York, le contó que él nunca había participado en un duelo de los de "desenfundar rápido" y que, en todo caso, de lo que se trataba era de avanzar disparando contra el rival, por lo que lo importante no era la velocidad sino la sangre fría y la puntería. . "' ,, Sin embargo, el imaginario social norteamencano ha mventado e impuesto la forma de duelo que ha ingresado en el cine, el cual a su vez la ha instituido definitivamente en la sociedad americana, aunque tenga poco o nada que ver con la realidad: ya hemos visto que una característica de las representaciones colectivas era la de recrear el pasado. ·Por qué, entonces, los norteamericanos "eligieron'' (obviamente, de forma inco~sciente) como uno de sus símbolos más característicos lo que no es más que una fantasía? Para contestar a esta cuestión debemos tener en c~ent~ otra circunstancia, y es la de que los westerns más típicos suelen recrear situaoones en las que el hombre vive inmerso en un mundo salvaje (n~ olvidem~s que también se hablaba del wild-west), donde impera la ley del mas fuerte mientras que los representantes de las instituciones -ley, vigilancia, castig~ est~n aus~ntes. Efectivamente, hubo un período de unos veinte o tremta anos, digamos entre las décadas de 1860 a 1890, en que, en determinados territorios, no en todo el Oeste, y debido a las enormes distancias y la rapidez con que se hacía retroceder la frontera, las instituciones del estado tardaron en llegar, lo que los convirtió en "territorios sin ley ni orden". Hubo una carencia de normas, de códigos, de leyes y de funcionarios para hacerlas cumplir, de manera que pudiesen regular las relaciones individuales y sociales. Recordemos al respecto, y regresamos a El hombre que mató a Liberty Va/anee, los esfuerzos del abogado, recién llegado de una ciudad del este, Ramson Stoddard, para imponer la ley de los códigos (los libros) frente a la del revólver. Esta situación de falta de control duró, como decíamos, apenas dos o tres décadas y no fue generalizada. Sin embargo, es muy significativo que los ~~rte americanos la hayan elegido como la que mejor los representa. Hay much1s1m~s películas que presentan a un pueblo sin sheriff: porque lo han matado y nadie se atreve a recoger su estrella, porque es un corrupto o un co~a,;de (como el q~e nos presenta la ya citada El hombre que mató... ), o porque esta solo ante el p~~1gro", como Gary Cooper, a quien sus conciudadanos dan la espalda. :ambien suele faltar el juez: no lo hay, no llega, está en otra parte o es como el ¡uez Roy Bean (El juez de la horca, de John Huston) que dice: "De ª~,ora en adelante yo seré aquí la ley. Conozco bien las leyes: las he violado todas.
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6. La violencia como fundamento No hay, por tanto, un estado que sea capaz de regular conductas, mantener el orden y la cohesión social, ni que, como decía Hobbes (1989), tenga el patrimonio exclusivo de la violencia, de modo que los ciudadanos no deban ejercerla a título individual. Esto implica muchas cosas. Por ejemplo, la cultura de las armas y su símbolo máximo, la Asociación Nacional del Rifle, que ha llegado hasta nuestros días, o el individualismo: cada uno debe hacer justicia por su propia cuenta, siguiendo sus criterios personales, como una cuestión privada y no pública En un mundo así, triunfará casi siempre no el que lleva la razón sino, precisamente, el que desenfunda más rápido, el más fuerte, que suele ser el forajido, no el trabajador. La ceremonia del duelo (y antes la de la carrera de carromatos en pos de la tierra) refleja perfectamente, aunque sea una ficción, el sistema capitalista tal y como se entiende (o como lo entiende la clase dominante) en el mundo anglosajón: es decir, capitalismo salvaje (un adjetivo que, significativamente, reaparece) que no deja de reclamar que hay que reducir (o eliminar) el estado, sobre todo cuando éste ayuda a los desfavorecidos. Que insiste en la desregulación, lo que no significa otra cosa que la eliminación de normas que regulen las relaciones humanas, sociales y laborales (y pongan límites a los patronos). Que proclama la libertad individual y, en palabras de unos de los halcones neocons, Roben Kagan (2002), el po_der frente a~ª. debilidad, ~~n_d; el po~r está representado por los Estados Umdos y la debilidad por la v1ep Europa, que insiste tercamente (aunque cada vez menos) en el bienestar colectivo frente a la fuerza del individuo. Se consagra así en Estados Unidos el darwinismo social (cuarenta millones de pobres) que implica la supremacía del más fuerte y mejor adaptado y el desprecio por el débil: la idea dominante es que los pobres son culpables de su propia pobreza ya que no se esfuerzan lo suficiente, carecen del espíritu competitivo y ganador o son genéticamente, y sin remedio, fracasados. El mito del Oeste transmitido por Holliwood presenta un mundo que, según hemos dicho más arriba, tiene mucho de hobbesiano, es decir, un mundo regido por el miedo donde, en ausencia del Leviatán, se instaura el homo lupus homini, la "guerra de todos contra todos" y el triunfo del más feroz. De allí que nos parezca tan significativo el calificativo de "salvaje" (wi/d) Oeste que, en realidad, no está tan lejano. Salvaje en tanto que se opone al concepto de civilización que implica, precisamente, códigos, leyes, regulación
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y límites. Parece consustancial a una buena parte de los westerns la oposición entre ley social y ley natural, que en verdad es una no-ley y que implica la imagen presuntamente romántica del hombre libre de cualquier atadura y con derecho a realizar cualquier deseo o a satisfacer cualquier instinto, al margen de toda limitación, a no ser que se la imponga no la sociedad sino alguien que desenfunde más rápido. Dice el ya muchas veces citado Fernández-Santos que hay en el western " ... una oculta demanda de nostalgia de barbarie" y que los espectadores, hombres aplastados por la sociedad industrial " ... tienden a buscar en la pantalla imágenes compensadoras, (la liberación) de inhibiciones muy arraigadas, muy profundas" (ob.cit.: 33-34) Si la civilización, como lo hace Stoddard en El hombre que mató... , vive con la ley bajo el brazo, el hombre del Oeste la ve como una agresión a su libre iniciativa, a su costumbre de resolver los problemas por sí mismo. De allí la frase, tantas veces repetida: "Yo soy la ley", que implica considerarla como una cuestión privada y que consagra la figura del caza-recompensas. Frente al mundo natural, tenemos la Ciudad, es decir, la cultura, la ley, el límite y, para alguien acostumbrado a cabalgar sin ataduras, esa manifestación de la cultura que es el orden jurídico, las instituciones, etc., sólo puede provocarle malestar, una dolencia que Freud describió magistralmente en su obra El malestar en la cultura ( 1997). Dice el creador del psicoanálisis, y parece estar pensando en el western, que el hecho cultural está ya implícito en la limitación de la ley del más fuerte, que conlleva la creación del derecho, lo que no es otra cosa que establecer el poder de la comunidad frente al individuo. El derecho implica restringir satisfacciones, sacrificar ("sublimar") los instintos para que nadie quede a merced de la fuerza bruta e incontrolada. En esa restricción de la libertad, nunca aceptada del todo, reside el malestar de la cultura porque, según escribe el maestro vienés: "La libertad individual no es un bien de la cultura, pues era máxima antes . de toda cultura" (39) El hombre del Oeste parece padecer crónicamente ese malestar ya que, ll1 , . . . " , como la muchas veces tan crepuscular y "rev1s10msta d siquiera en una pehcula . obliga) . citada (su excelencia El h om b re que mato, a L z·berty 1v~Ta/anee ' está dell to o l'cula por e tren, resuelto. John Ford se rinde a la cultura, representad a en su pe i . ,, ¡ . . ., d " r el desierto o a la introducción de la ley en Shimbone, la mtencion e rega . . . . l d . , d l terntono, pero no creación de un nuevo estado que implica a or enac10n e . lo hace sin una nostalgia cuasi rousseauniana por la vida salvaJe·
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Ford no puede hacer nada ante la evidencia histórica de la marcha del progreso, que se lleva por delante, como ese tren en el que viaja el hombre de leyes, al mundo natural y salvaje, pero a pesar de ello, parece dejar sentado un mensaje muy claro: cuando la situación es verdaderamente difícil, no existe otra solución que apelar a la violencia, combatir a los violentos con sus mismos métodos ' ya que contra ellos nada pueden los códigos, la normas o las instituciones. Por ello, el conflicto entre el abogado Stoddard y el forajido desemboca casi fatalmente en una típica situación de ejercicio de la violencia. Liberry Valance obliga al abogado a salir a la calle y batirse en un duelo del que nadie duda quién será el vencedor. Pero, contra todo pronóstico, parece que ha triunfado la civilización y el delincuente acaba muerto en medio de la calle. Sin embargo, quien realmente ha eliminado al forajido no ha sido el abogado ~ino To.~'. que le ha disparado, oculto en un callejón. En otras palabras, la soCiedad c1v1lizada no podría sobrevivir al margen del ejercicio de la violenc'.ª'. aunque luego esa misma sociedad dé la espalda a quienes le prestan tal serVICIO. ~on lo cual se experimenta una sensación de gran injusticia: se "obliga'' a algmen a mancharse las manos de sangre, a realizar el "trabajo sucio", para que la mayoría mantenga su imagen impoluta y pueda dormir con la conciencia tranquila. De alguna manera, es un mensaje parecido al que se transmite en la película Rambo: la sociedad envía a sus mejores hombres a una guerra para salvar su forma de vida y, cuando éstos regresan, se les trata como a verdaderos parias. . Por eso, el verdadero héroe, el que en realidad mata a Liberry \\,alance, Tom Omphan, es un ser ambiguo que, por una parte, reivindica el revól*1- como la Ú.nica .ley pero, por la otra, salva al representante del sistema jurídico instituc10nalizado. Tom frecuenta la ciudad, pero se construye una casa fuera de ella, al borde del desierto, como corresponde a un ser verdaderamente "fronterizo". En esa casa construye un jardín, desde siempre símbolo de la domesticación de lo natural, de lo salvaje, pero en él cultiva cactus, que traen un aire de desierto indómito a su hogar. Por cierto, las visitas de Toma Shimbone obedecen en buena medida a la n.e~esidad de satisfacer sus instintos (llamémosle así): acude allí para buscar prov1s10nes y para conquistar a la chica, para arrebatarla del pueblo y llevársela a ese mundo semisalvaje que es su casa. ... Cu~?do la mujer le da la espalda, encandilada por el representante de la c1V!lizac10n, el abogado Stoddard, la vida de Tom o mejor dicho su mundo, que es el mundo del Oeste, pierde toda razón de ser, y por ello, quema su casa en un acto pleno de simbolismo a través del cual el ya viejo Ford entona un bello
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canto de cisne para su género favorito, un canto en el que nunca deja de estar presente la atracción por ese universo perdido, atracción que se trasluce en el dolor de la ahora madura esposa del abogado Sroddard al contemplar las ruinas de la casa que perteneciera a Tom, la que pudo haber sido su hogar y que, como el viejo Oeste, se ha perdido definitivamente. Pero esta película de John Ford no es un hecho aislado. En realidad, es un mensaje que se reproduce a través de todo el género, y ya en 1953 aparece en una película con aureola mítica: Raíces profundas, dirigida por George Stevens. Este film se puede leer casi como una historia medieval en la que el caballero andante, Shane, llega a un lugar en el que, gracias a sus virtudes, se impondrá a los malvados y restituirá la justicia y el orden. También se la ha interpretado como una relato de iniciación, puesto que la narración se hace desde el punto de vista del niño que contempla al héroe con admiración y que será introducido, como testigo, en el ritual de la violencia. Pero también podemos hacer la interpretación política, cercana a la que hemos hecho de El hombre ... La que viene a decir, nuevamente, es que los bienes de la civilización, en este caso personificados en la vida sedentaria de los trabajadores de la tierra, sólo pueden sustentarse y estar seguros si se los defiende a punta de pistola. Como dicen Sardar y Davies: La retórica política norteamericana puede hacer formar en círculo carromatos, alrededor de las viejas ideas familiares de la identidad nacional, y reconocer clara y firmemente la necesidad de protección y seguridad. Pero (... ) fuera del círculo su significado es claro: otras personas tendrán que morir. Cuando Shane entra a caballo en el asentamiento de los aterrorizados colonos, trae consigo el reflejo de la violencia( ... ) Al final trae la seguridad que vuelve a la tierra protegida para las virtudes del progreso social y la realización de la misión nacional. Lo llevará a cabo con una brutalidad implacable, ocasionando la muerte a los que se oponen al curso futuro de Estados Unidos. (2009: 243-244)
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La película reafirma la idea de que el salvaje Oeste instituye una paradoja que ha acompañado la historia norteamericana hasta el día de hoy: la violencia como factor instituyente de la civilización y del progreso. Los colonos de Raíces ... sólo podrán progresar materialmente, incrementar su sus beneficios, cuando los forajidos que les chantajeaban estén muertos. Lo cual nos retrotrae a lo que hemos dichos cuando hablábamos de las palabras "mal" y "justicia'': precisamente aquí estamos ante la idea de "justicia de la frontera'' y del mal como algo inherente al hombre que sólo desaparece cuando el malvado muere. El western, precisamente:
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... representa que el mal es intratable, algo que sólo se puede erradicar, que la justicia al fin surge de estar preparado para el derramamiento de sangre, y que es legítimo el uso de la violencia, siendo ésta la única forma segura para solucionar un conflicto. El mundo entero conoce las películas de vaqueros, y tras su popularidad se encuentra una reacción diferente: el miedo. ( ... )El miedo es de que el mito de los poderes redentores y regeneradores de la violencia sigan encerrando de forma muy acrítica, prontamente, la perspectiva política norteamericana. (ob.cit.: 245-246)
7. A modo de conclusión Hemos visto, a lo largo de este capítulo, las que podemos denominar constantes ideológicas del western, que pueden sintetizarse en ocultación y tergiversación de la historia, darwinismo social, visión hobbesiana de las relaciones humanas, malestar provocado por las restricciones de la civilización. Pero no nos llamemos a engaño pensando que todo esto es cosa del pasado o del cine porque, eso es lo que creemos, sus premisas ideológicas siguen irrigando, como una corriente subterránea, la sociedad americana. Y no nos referimos solamente al hecho de que el anterior presidente procediera de Texas y presumiera de su rancho y que, como "cristiano renacido", haya revitalizado la visión mesiánica decimonónica, plenamente inscrita en la teoría del destino manifiesto. Tampoco aludimos, al menos no sólo a ello, al hecho de que, la idea de front~r~ no haya desap~recido con ~a llegada de ~ pioneros al Pacifico: las bases militares norteamencanas se extienden por todoel mundo, la idea de conquista se trasladó al espacio y no es casual, por ello, que un hombre tan vinculado al western, como Clint Eastwood, haya rodado una película con el significativo título de Space Cowboys, también nostálgica y crepuscularmente fordiana. Hablamos de que durante el dominio de los neocons, los Estados Unidos en tanto que país, han reivindicado abiertamente la ley del más fuerte, del más rápido, apoyada en la creación del ejército más poderoso del mundo, que según Donald Runsfeld, les garantizaría la hegemonía definitiva sobre el resto de las naciones. Y para qué tanta fuerza, nos preguntamos. Tal vez, para calmar ese malestar freudiano que la cultura sigue provocando en el vaquero que hay detrás de cada americano. Un malestar que es bien real y que se manifiesta en el constante rechazo de los Estado Unidos a toda regulación o limitación de su fuerza por las leyes internacionales a las que, en la mayoría de los casos, consideran un ataque a su libertad.
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No tenemos más que recordar, al respecto, la cantidad de tratados que el país del norte no ha firmado: tratado de limitación de las armas químicas y de minas antipersonales, tratado contra la esclavitud infantil, contra la explotación de la mujer, Protocolo de Kyoto contra el calentamiento global, Tribunal Penal Internacional. .. Sin embargo, ha firmado convenios por separado, con diversos países, para evitar que sus soldados sean juzgados fuera de su territorio, hagan lo que hagan: una vez más, la ley no es una cosa comunitaria sino una transacción privada, una vez más: "Yo soy la ley". Tal vez, los ejemplos más flagrantes de esta tendencia a rechazar cualquier norma que limite su libertad de acción sean, de una parte, el desprecio con que han tratado a la ONU a partir de la Guerra de Irak, invadiendo ese país al margen de sus resoluciones e informes. El segundo ejemplo es la creación de la prisión de Guantánamo ignorando todo orden legal y toda garantía jurídica para los prisioneros quienes, a menudo, no encuentran más salida que el suicidio. Y todo ello lo pueden hacer, y lo hacen, porque aún hoy siguen siendo quienes disparan más rápido aunque, como hemos dicho, ello no signifique que tengan la razón.
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