Wolin Sheldon Política y Perspectiva Filosófica política y filosofía I. La filosofía política como forma de indagación. La Filosofía política debe ser comprendida de la misma manera en que se aborda la comprensión de una tradición compleja y variada. Existe una intima y continua vinculación entre la filosofía política y la filosofía en general. La mayoría de los filósofos han proporcionado al teórico político muchos de sus métodos de análisis y criterios de evaluación. Históricamente, la diferencia fundamental entre filosofía y filosofía política ha radicado en un problema de especialización y no de método o de temperamento. En virtud de esta alianza, los teóricos políticos han adoptado como propia la búsqueda básica de conocimiento sistemático que lleva a cabo el filosofo. La filosofía puede ser diferenciada de otros métodos de extraer verdades, tales como la visión mística, el rito secreto, las verdades de conciencia o el sentimiento intimo, porque pretende referirse a verdades públicamente alcanzadas y públicamente demostrables. Al mismo tiempo, una de las cualidades esenciales de lo político es su relación con lo publico (res pública). Se ha singularizado el ordenamiento político como referido exclusivamente a lo que es común a toda la comunidad. Se ha considerado la filosofía política como una reflexión sobre cuestiones que preocupan a la comunidad en su conjunto.
II. Forma y sustancia. Las obras maestras de la literatura política nos revelara la continua reaparición de ciertos temas problemáticos tales como las relaciones de poder entre gobernantes y gobernados, la índole de la autoridad, los problemas planteados por el conflicto social, la jerarquía de ciertos fines o propósitos como objetivos de la acción política, y el carácter del conocimiento político. Lo que importa es la continuidad de las preocupaciones y no la unanimidad de las respuestas. El filosofo debe tener en claro que es político y que no lo es. El filosofo político experimenta un problema cuando intenta delimitar un objeto de estudio que en realidad no puede ser delimitado: a) Una institución política se halla expuesta a influencias de tipo no político, de modo que explicar donde comienza lo político y donde termina lo no político pasa a ser un problema desconcertante. b) Hay una difundida tendencia a utilizar, cuando describimos fenómenos no políticos, las mismas palabras y conceptos que cuando hablamos de asuntos políticos. Si aceptamos que un campo de indagación es, en importante medida, producto de una definición, el campo de la política puede ser considerado como un ámbito cuyos limites han sido establecidos a lo largo de siglos de discusión política; cuyos limites han sido cambiantes, abarcando a veces mas, a veces menos, de la vida y el pensamiento humano. La política es ya ha sido, en un sentido decisivo y radical, un producto de la creación humana. Ni la designación de ciertas actividades y ordenamiento como políticos, ni nuestra manera característica de pensar en ellos, ni los conceptos con que comunicamos nuestras observaciones y reacciones, se hallan inscritos en la naturaleza de las cosas, sino que son el legado de la actividad historia de los filósofos políticos.
Las practicas establecidas y los ordenamientos institucionales han proporcionado a los autores políticos sus datos básicos. Las ideas y categorías que empleamos en el análisis político no son del mismo orden que los Hechos institucionales, ni están contenidos en los hechos, por así decir, sino que representan un elemento agregado, algo creado por el teórico político. Conceptos como poder, autoridad, consenso y demás no son cosas reales, aunque estén destinados a señalar algún aspecto importante relativo a las cosas políticas. Tienen como función volver significativos los hechos políticos, ya sea con fines de análisis, critica o justificación, o una combinación de estos. La teoría política no se interesa tanto en las practicas políticas o su funcionamiento como en sus significados. Los conceptos y categorías que constituyen nuestra comprensión política nos ayudan a deducir conexiones entre los fenómenos políticos; introducen algún orden en lo que podría parecer, de lo contrario, un caos irremediable de actividades; median entre nosotros y el mundo político que procuramos hacer inteligible; crean una zona de conocimiento determinado y con ello nos ayudan a separar los fenómenos pertinente de los que no lo son.
III. Pensamiento político e instituciones políticas. Los limites y la esencia del objeto de estudio de la filosofía política están determinados, en gran medida, por las practicas de las sociedades existentes. Entendemos por practicas los procesos institucionalizados y procedimientos establecidos que se emplean habitualmente para resolver asuntos públicos. Lo importante para la teoría política es que estas practicas institucionalizadas cumplen una función fundamental en cuanto a ordenar y dirigir la conducta humana y determinar el carácter de los sucesos. El papel organizador de las instituciones y las practicas habituales crea una naturaleza o ámbito de fenómenos que es análoga, en general, a la naturaleza que debe abordar el especialista en ciencias naturales. Tal vez puede esclarecer el significado de la naturaleza política describiendo parcialmente la función de las instituciones. El sistema de instituciones políticas de una sociedad dada representa un ordenamiento de poder y autoridad. En algún punto del sistema, se reconoce que ciertas instituciones poseen autoridad para tomar decisiones aplicables a toda la comunidad. Como es natural, el ejercicio de esta función atrae la atención de grupos e individuos que intuyen que las decisiones adoptadas influirán en sus intereses y objetivos. Cuando esta toma de conciencia cobra la forma de una acción dirigida hacia las instituciones políticas, las actividades pasan a ser políticas y a integrar la naturaleza política. Lo principal es la función relacionante que cumplen las instituciones políticas. Por medio de las decisiones que adoptan y ponen en practica los funcionarios públicos, se reúnen actividades dispersas, se las dota de una coherencia nueva y se moldea su curso futuro de acuerdo con criterios públicos. De este modo, las instituciones políticas agregan otras dimensiones a la naturaleza política. Sirven para definir, por así decirlo, el espacio político o lugar donde se relacionan las fuerzas tensionales de la sociedad, como en un tribunal, una legislatura, una audiencia administrativa o el congreso de un partido político. También sirven para definir el tiempo político, o periodo dentro del cual tienen lugar la decisión, la resolución o el acuerdo. Los ordenamientos políticos proporcionan así un marco dentro del cual se vinculan espacial y temporalmente las actividades de individuos y grupos. Las instituciones políticas proporcionan las relaciones internas entre las cosas o fenómenos de naturaleza política, y que la filosofía política trata de formula enunciados significativos respecto de esas cosas. En otras palabras: las instituciones dan coherencia previa a los fenómenos políticos; de ahí que, cuando el filosofo político reflexiona acerca de la sociedad, no se encuentra ante un torbellino de sucesos o actividades inconexos que se precipitan a través de un vacío democriteano, sino ente fenómenos ya dotados de coherencia e interrelaciones.
IV. La filosofía política y la índole de lo político
Casi todos los grandes enunciados de la filosofía política han sido propuestos en épocas de crisis, o sea, cuando los fenómenos políticos son integrados por las formas institucionales con menos eficacia que antes. La preocupación por el orden ha dejado señales en el vocabulario del teórico político. En los escritos de todo teórico importante se encuentran palabras como paz, estabilidad, armonía y equilibrio. De modo similar, toda investigación política se dirige, en alguna medida, hacia los factores que favorecen o contrarian el mantenimiento del orden. El orden contenía una jerarquía de bienes que ascendía desde la mera protección de la vida hasta el tipo de vida mas elevado. El carácter común del orden político se ha reflejado tanto en la gama de temas que los teóricos políticos juzgaron adecuados a su materia, como en el modo en que tales temas han sido tratados en la teoría política. Esta presente en la creencia básica de los teóricos: -
El poder político: se ocupa de los intereses generales compartidos por todos los integrantes de la comunidad. La autoridad política: se diferencia de otras formas de autoridad en que habla en nombre de una sociedad considerada en sus características comunes. La pertenencia a una sociedad política: simboliza una vida de experiencias comunes. El orden: Presidio por la autoridad política debería extenderse a lo largo y a lo ancho de la sociedad en su conjunto.
Para los fines de este trabajo, interpreto actividad política como: a) Una forma de actividad centrada alrededor de la búsqueda de ventajas competitivas entre grupos, individuos o sociedades b) Una forma de actividad condicionada por el hecho de tener lugar dentro de una situación de cambio y relativa escasez. c) Una forma de actividad en la cual la prosecución de beneficios produce consecuencias de tal magnitud que afectan en modo significativo a la sociedad en su conjunto o a una parte sustancial de ella. Las Actividades Políticas son una respuesta a cambios fundamentales que tienen lugar en la sociedad. Desde otro punto de vista, estas actividades provocan conflicto porque representan líneas de acción que se cortan, mediante las cuales individuos tratan de estabilizar una situación de modo afín a sus aspiraciones y necesidades. La política es tanto una fuente de conflicto como un modo de actividad que busca resolver conflictos y promover reajustes. El objeto de la filosofía política ha consistido, en gran medida, en la tentativa de hacer compatible la política con las exigencias del orden. La historia de la filosofía ha sido un dialogo sobre este tema.
V. El vocabulario de la filosofía política. Los teóricos políticos en vez de predecir se han ocupado de prevenir. Una prevención sugiere una consecuencia desagradable o indeseable, en tanto que una predicción científica es neutral, una prevención expresa un compromiso que esta ausente en las predicciones. En vez de demorarse en torno de las deficiencias científicas de las teorías políticas, acaso sea más fructífero considerar a la teoría política como perteneciente a una forma diferente de discurso. Siguiendo esta sugerencia, podemos adoptar, para nuestro fines, una propuesta formulada por Carnap. Este ha sugerido el termino explicación para abarcar ciertas expresiones, empleadas tanto en el habla cotidiana como en la discusión científica. La Explicación emplea significados menos precisos que los idealmente adecuados para una discusión rigurosa, pero prácticos, y que, una vez redefinidos y precisados, pueden prestar servicios muy útiles en una teoría. Ejemplos de tales palabras serian ley, causa y verdad. En la
medida en que se las formula como propuestas, estas palabras, no pueden ser definidas como verdaderas o falsas. Nos hemos detenido en destacar esta cuestión con el fin de poner de relieve los nexos entre los conceptos de la teoría política y la experiencia política. Ellos sugieren que una teoría política no es una construcción arbitraria, porque sus conceptos se vinculan con la experiencia en diversos puntos. Una teoría sistemática como la formulada por Hobbes consiste en una red de conceptos interrelacionados y coherentes (idealmente); ningún concepto es idéntico a la experiencia, pero ninguno esta separado de ella. El lenguaje coloquial cotidiano fue modificado y redefinido de modo que el teórico pudiera enunciar sus ideas con una precisión, coherencia y extensión que el uso habitual no le permitía alcanzar. Sin embargo, persistía el vinculo que conectaba el concepto perfeccionado y los antiguos usos. La preocupación del teórico no ha sido el espacio y el tiempo como categorías que hacen referencia al mundo de los fenómenos naturales, sino al mundo de los fenómenos políticos; vale decir, al mundo de la naturaleza política. Si hubiera querido ser preciso y explícito en estos aspectos, se habría referido al espacio político, al tiempo político, etc. Es cierto que pocos o ningún autor ha empleado esta forma de terminología. En cambio, el teórico político ha utilizado sinónimos; en vez de espacio político quizás haya escrito acerca de la ciudad, el Estado o la nación; en lugar de tiempo, puede haberse referido a la historia o a la tradición; en lugar de energía, puede haber habla de poder. El conjunto de estas categorías puede ser denominado metafísica política.
VI. Visión e imaginación política. La filosofía política constituye una forma de ver los fenómenos políticos, y que el modo de visualizar los fenómenos depende, en gran medida, del lugar donde se sitúe el observador. Quiero examinar dos sentidos distintos, pero relacionados, del termino visión; uno y otro han desempeñado un papel importante en la teoría política. Suele utilizarse este termino para referirse a un acto de percepción. Así, decimos que vemos al orador disertando ante una asamblea política. En ese sentido, la visión es un informe descriptivo acerca de un objeto o suceso; pero el termino se utiliza también con otra acepción cuando se habla de una visión estética o religiosa. En este segundo significado predomina el elemento imaginativo y no el descriptivo. Desde la revolución científica de los siglos XVI y XVII, fue el primer tipo de visión, la objetiva, destinada a informar de modo desapasionado, la relacionada comúnmente con la observación científica. En la actualidad se admite de manera bastante general que esta concepción de la ciencia es errónea, pues subestima el papel que cumple la imaginación en la construcción de teorías científicas. No obstante, persiste la creencia de que el hombre de ciencia se asemeja a un cronista experto, en la medida en que trata de ofrecer una información textual sobre la realidad. La fantasía no prueba ni refuta, sino que procura iluminar, ayudarnos a percibir mejor las cosas políticas. Al mismo tiempo, la mayoría de los pensadores políticos han opinado que la imaginación era un elemento necesario en la teorizacion, porque advirtieron que, para que el intelecto pueda manipular los fenómenos políticos, deben ser presentados en lo que cabe denominar su plenitud mejorada. Los teóricos nos han dado cuadros en miniatura de la vida política, cuadros en los cuales ha sido eliminado cuanto era extraño al propósito del autor. Esto es necesario porque los teóricos políticos, como los demás seres humanos, están impedidos de ver de primera mano todas las cosas políticas. La imposibilidad de una observación directa obliga al teórico a epitomar una sociedad abstrayendo ciertos fenómenos y proporcionando interconexiones donde no se las ve. La imaginación es el recurso del teórico para comprender un mundo que jamas puede conocer de manera intima.
VII. Conceptos políticos y fenómenos políticos. Toda filosofía política representa una perspectiva necesariamente limitada, a partir de la cual contempla los fenómenos de índole política. Los enunciados y formulaciones que produce son abreviaturas de la realidad que no agotan la amplia gama de la experiencia política. Los conceptos y categorías de una filosofía política pueden compararse con una red que se arroja para apresar fenómenos políticos, que luego son recogidos y distribuidos de un modo que ese pensador particular considera significativo y pertinente. Pero en todo el procedimiento, el pensador ha elegido una determinada red, que arroja en un sitio por el elegido El uso de ciertas categorías políticas pone en juego un principio de exclusividad especulativa, mediante el cual se proponen para su examen algunos aspectos de los fenómenos políticos y algunos conceptos políticos, mientras que se deja languidecer a otros. En el pensamiento de un filosofo influyen, en gran medida, la los problemas que agitan a su sociedad. Si quiere lograr la atención de sus contemporáneos, debe encarar sus problemas y aceptar, para el debate, los términos que esas preocupaciones imponen.
VIII. Una tradición de discurso. De todas las limitaciones a la libertad del filosofo para especular, ninguna ha sido tan vigorosa como la misma tradición de la ffilosofíapolitica. En el acto de filosofar, el teórico interviene en un debate cuyos términos ya han sido establecidos, en gran medida, de antemano. Muchos filósofos anteriores se han ocupado de reunir y sistematizar las palabras y conceptos del discurso político. Con el tiempo, este material ha sido elaborado y trasmitido como legado cultural; aquellos conceptos han sido enseñados y discutidos, examinados y, con frecuencia, modificados. Se convirtieron, en suma, en un cuerpo de conocimiento heredado. Una tradición ininterrumpida de pensamiento político presenta muchas ventajas, tanto para el pensador político como para el actor político. Les proporciona la sensación de transitar por un mundo familiar, cuyo territorio ya ha sido explorado; y donde no lo ha sido, existe igualmente una amplia variedad de indicios respecto de las rutas alternativas. También permite la comunicación entre contemporáneos sobre la base de un lenguaje común. Que los pensadores políticos se hayan atenido, en general, a un vocabulario político común, y que hayan aceptado un cierto núcleo de problemas como tema adecuado para la investigación política, han servido para hacer comprensible y estimulante el pensamiento político de otros siglos. Una tradición de pensamiento político ofrece un vinculo de continuidad entre el pasado y el presente. La tradición del pensamiento político no es tanto una tradición de descubrimientos como de significados extendidos a lo largo del tiempo.
IX. Tradición e innovación. Al poner de relieve el horizonte especulativo que limita a cada pensador político, es esencial no ignorar las respuestas sumamente originales y creativas que han tenido lugar. Enfocando la experiencia política común desde un ángulo algo distinto del predominante; presentando de manera novedosa una antigua cuestión; rebelándose contra las tendencias conservadoras del pensamiento y el lenguaje, determinados pensadores han ayudado a liberar modos de pensar establecidos y a plantear, ante sus contemporáneos y posteridad, la necesidad de repensar la experiencia política. Cualquiera sea la exactitud del aforismo de Whitehead, según el cual la creatividad es el principio de la novedad, en la historia de la teoría política el genio no siempre se ha presentado como originalidad sin precedentes. A veces ha consistido en un énfasis mas sistemático o acentuado de una idea ya existente. En este sentido, el genio es recuperación imaginativa. La originalidad de un filosofo político determinado recibe ayuda desde otra dirección. Así como la historia nunca se repite con exactitud, jamas la experiencia política de una época es
precisamente la misma de otra. De aquí que, en el juego que tiene lugar entre conceptos políticos y experiencia política cambiante, no puede dejar de haber una modificación en las categorías de la filosofía política. Eso explica, en parte, la frecuencia con que presenciamos el espectáculo de dos teóricos políticos que, situados en puntos diferentes de la historia, utilizan los mismos conceptos, pero expresan con ellos cosas muy distintas: cada uno responde a un conjunto diverso de fenómenos. Como resultado de esto, cada filosofía política importante lleva en si algo de exclusivo, así como algo tradicional. Cada filosofo político se ha ocupado de lo que considera un problema vital de su tiempo. Al abordar ideas persistentes del pasado, es inevitable que un filosofo político impregne su propio pensamiento de ideas y situaciones anteriores, análogamente entrelazadas con las que las precedieron. En este sentido, el pasado nunca es totalmente sustituido; se lo recupera constantemente, en el momento mismo en que el pensamiento humano parece ocupado en los problemas peculiares de su época. El resultado es una coexistencia de elementos diversos, en parte nuevos, en parte heredados, los viejo destilándose en lo nuevo, y lo nuevo recibiendo la influencia de lo viejo. La tradición del Pensamiento Político occidental ha exhibido así dos tendencias algo contradictorias: una hacia un regreso infinito al pasado, y otra hacia la acumulación. Y si esto ultimo se parece demasiado a la idea del progreso mecánico, podemos decir que ha habido una tendencia a adquirir nuevas dimensiones de comprensión. En las ideas y conceptos elaborados durante siglos no debe verse una reserva de sabiduría política, sino una gramática y vocabulario en continua evolución, destinados a facilitar la comunicación y orientar la comprensión. Pero, por sobre todo –dado que la historia de la filosofía política es, como veremos, una evolución intelectual dentro de la cual sucesivos pensadores han agregado nuevas dimensiones al análisis y comprensión de la actividad política- investigar esa evolución no es una búsqueda de antigüedades, sino una forma de educación política.
Gianfranco Pasquino Naturaleza y Evolución de la Disciplina 1. El nacimiento de una Disciplina Delinear la evolución de una disciplina como la ciencia política es una operación difícil y compleja por dos tipos de razones. En Primer lugar porque su historia y la historia de sus cultivadores se entrelazan irremediable, y fecundamente, con las de otras disciplinas como la filosofía política, la historio de las doctrinas y del pensamiento político, el derecho constitucional y, mas reciente, la sociología, sobre todo y por supuesto, la sociología política. En segundo lugar, la evolución de la ciencia política es continua, y se produce tanto a través de la definición y redefinicion del objeto de análisis, como a través de la elaboración de nuevas técnicas y en especial de nuevos métodos, en búsqueda de la cientificidad. En el transcurso del tiempo, cambiaron por ende, tanto el objeto (que es la política) como el método (que es la ciencia). La ciencia política es el producto de un conjunto de contribuciones, reflexiones, análisis de fenómenos políticos madurados, precisamente, en el transcurso de la experiencia política occidental. De vez en cuando los estudiosos se han enfrentado a estos fenómenos recurriendo a los métodos disponibles en el momento y estudiando en lo concreto las temáticas más significativas. Además, ninguno de ellos ha sabido o querido nunca (suponiendo que sea posible además de deseable) mantener cuidadosamente separados el momento descriptivo del prescriptivo, los hechos de los valores. Sin embargo, de cada uno de ellos, de los mejores podemos aun hoy extraer las problemáticas más importantes y podemos afirmar que de ellos surgen las primeras soluciones clásicas. En lo que aquí respecta, el recorrido a delinear se refiere ante todo al objeto de la ciencia política, y después al método. Desde el principio, por ejemplo con Aristóteles, el objeto cualificante, aunque
no exclusivo, del análisis político estaba constituido por el poder. Los modos de adquisición y utilización del poder, su concentración y distribución, su origen y la legitimidad de su ejercicio, su misma definición en cuanto poder político han sido el centro de todos los análisis político desde Aristóteles, precisamente, a Maquiavelo, de Max Weber a los politologos contemporáneos. Los interrogantes clásicos acerca de quien tiene el poder y como lo ejerce, interrogantes planteados también de forma normativa (sobre quien debería tener el poder y como debería ejercerlo) informan aun hoy el análisis contemporáneo de la política, la ciencia política. El poder parece un fenómeno más sugerente que otros, mas general y generalizado, mas difundido y más característico. Pero, en cuanto objeto central del análisis político, a menudo a sido sustituido por el de Estado. La misma experiencia política occidental ha empujado en esta dirección y ha actuado también en el sentido de introducir fuertes diferencias analíticas entre los estudiosos, en función de los procesos de construcción nacional que tenían que analizar (y pronosticar). En este caso también, la historia de las doctrinas políticas y del derecho constitucional puede arrojar mayor luz sobre el tema. Si en los primeros análisis clásicos, de Maquiavelo a Hobbes para entendernos, el problema es el de crear el orden político a través del control del poder en el interior de fronteras bien definidas, en otros casos el problema será el de la creación de un Estado pluralista (Locke), democrático (Tocqueville y los federalistas estadounidenses), fuerte (Hegel y los historicistas alemanes), capaz de asegurar un compromiso entre las clases sociales (Kelsen) apto para gobernar la emergencia (Schmitt). De esta fase surgieron dos tradiciones analíticas distintas. Por un lado, una tradición anglosajona que concede gran atención a los procesos sociales mas que a las configuraciones estatales; por otro, una tradición continental de análisis de las estructuras estatales autenticas, reales, de estudios de instituciones. En la primera tradición apenas encuentra sitio el derecho, en beneficio de la practica, de las costumbres, del common lew; en la segunda el derecho surge como elemento central de los procesos políticos, rectifica y cristaliza los análisis políticos y, a la postre, los constriñe dentro de los confines nacionales. A la larga, e inevitablemente, la fuente de cada dato y de cada explicación fue la historia política, interpretada y utilizada de diferentes maneras. Quizás se produce una primera ruptura epistemología con Maquiavelo, que no solo se refiere a la historia, sino a la observación y en concreto declara querer describir lo mas objetivamente posible la Realtá Effettuale. Una vez consolidadas las formaciones estatales, los estudiosos continentales volvieron su mirada hacia las modalidades de formación, de recambio, de sustitución de las clases dirigentes. Aparece la ambición de imitar a las ciencias naturales, de copiar sus técnicas de investigación, de producir explicaciones y generalizaciones bajo la forma de causa y efecto, con fuerza de leyes. El poder tenia que ser calificado como político y no podía referirse, tautológicamente, al Estado; y por otra parte, las sociedades sin Estado mostraban la existencia de actividades políticas. De ahí la nueva definición de política a que llegab, tras una amplia exploración histórico critica, David Easton como actividad de “asignación imperativa de valores para una sociedad”. De ahí, pues, la propuesta metodología de un análisis sistemático de la política.
2. Easton y el conductismo político. Por un lado el poder es demasiado, cuando no es específicamente político, y por el otro, es demasiado poco, porque política no es solo conflicto, sino que también es multiplicidad de formas de colaboración, de coalición, de consenso. En cuanto a Estado, representa una forma transitoria de organización política. Había política antes del nacimiento del Estado, como lo conocemos de algún siglo a esta parte y habrá política incluso cuando el Estado sea sustituido por otras formas de organización política; y, naturalmente, hay política también en niveles inferiores al Estado y en las relaciones entre los Estados. Política es, pues, “asignación imperativa de valores para una sociedad”. Lo que significa que no es necesaria una coincidencia con una forma organizativa (y por tanto hay política también en las sociedades sin Estado, en el interior de las organizaciones partidistas, sindicales, en el ámbito del Parlamento, en las relaciones entre Parlamento y Ejecutivo, y así sucesivamente). El lugar de la política será el sistema político identificado como “un sistema de interacciones, abstraídas de la totalidad de los comportamientos sociales, a través de las cuales los valores se asignan de modo imperativo para una sociedad”.
El discurso de Easton, nacido y desarrollado en el estudio de la psicología, el comportamientismo en política se caracteriza por un lado por la insistencia que pone en la necesidad de observar y analizar los comportamientos concretos de los actores políticos (individuos, grupos, movimientos, organizaciones) y por otro por el recurso a (y la elaboración) técnicas especificas tales como entrevistas, sondeos de opinión, análisis de contenido, simulaciones, hasta las mas refinadas cuantificaciones. Según Easton, ,caminando en esta dirección es como el análisis de la política puede aproximarse a ser ciencia. Ciencia es, en la visión conportamentista que se difundira ampliamente en el contexto estadounidense, tener presente y tratar de conseguir los siguientes objetivos: a) Descubrir las regularidades en los comportamientos políticos que se presten a ser expresadas en generalizaciones o teorías con valor explicativo y predictivo. b) Someterlos a verificación, lo que equivale a decir confrontarlos con comportamientos y actividades similares para probar su capacidad explicativa. c) Elaborar rigurosas técnicas de observación, recogida, registro e interpretación de datos. d) Proceder a la cuantificacion, lo que quiere decir, en la medida de lo posible, medir los fenómenos a fin de obtener mayor precisión. e) Mantener separados los valores de los hechos, en el conocimiento de que la valoración ética y la explicación empírica suponen dos tipos distintos de proposiciones, sin negar por esto al científico de la política que exprese proposiciones de ambos tipos f) Proponerse la sistematización de los conocimientos adquiridos en una estrecha interconexión de teoría e investigación (la investigación no guiada por la teoría puede ser insignificante y la teoría no sostenible con datos puede ser improductiva). g) Mirar la ciencia pura ya que, aun cuando la aplicación del saber sea importante, la comprensión y la interpretación del comportamiento político preceden lógicamente a cualquier esfuerzo de aplicación y lo fundan sobre bases sólidas. h) Operar en la dirección de una integración entre las ciencias sociales, ya que las investigaciones en el campo político pueden ignorar las conclusiones a que llegan las otras disciplinas solo a costa de debilitar la validez y la generalidad de sus propios resultados. El reconocimiento de este lazo contribuirá a devolver a la ciencia política la posición que tenia en los siglos pasados y a volver a colocarla en el centro de las ciencias sociales. Easton lleva a sus ultimas consecuencias un proceso iniciado en torno a los años veinte de redefinicion de la política y de alejamiento de las disciplinas humanísticas y de acercamiento a las ciencias naturales. La política como actividad de “asignación imperativa de valores para una sociedad” se encuentra con que es no solo sugerente, sino cada vez mas importante. Y el análisis político debe hacer frente a nuevos problemas, a nuevos desafío, a la expansión inesperada de su campo.
3. La situación actual. En una reconstrucción, aunque demasiado sintética, de los estudios politologicos al final de los años cincuenta, Gabriel Almond y Bingham Powell les reprochaban tres defectos fundamentales: 1- En Primer lugar, el provincialismo, lo que equivale a decir que el análisis de los sistemas políticos se había concentrado fundamentalmente en unos pocos sistemas del área europea occidental, en las grandes democracias (Gran Bretaña, Estados Unidos, Alemania y Francia) y en la Unión Soviética. 2- En segundo lugar, el descriptivismo, es decir, que la mayor parte de los estudios se limitaban a describir las características de los sistemas políticos analizados sin ninguna preocupación teórica, sin ninguna ambición de elaborar teorías o de someterlas a la criba en el caso concreto, sin ningún intento de comparación explícita, seria, rigurosa. 3- En tercer lugar, el formalismo, una excesiva atención a las variables formales, a las instituciones, a las normas y a los procedimientos, con total menoscabo del funcionamiento real de los sistemas políticos, de las interacciones entre estructuras, de
los procesos, de los cambios. Salvo contadas excepciones, la ciencia política de los años cincuenta era por tanto fundamentalmente Eurocentrica, descriptiva y formalista Si Easton se esforzaba en la dirección del comportamientismo para conducirla a través del camino de la teorizacion y la cientificidad, Almond y Powell proponían en cambio moverse en la dirección de la política comparada y del desarrollo político. La respuesta a la expansión del campo de la política debe ser la aceptación del desafío y la preparación de instrumentos con los que comparar los sistemas políticos y analizar sus procesos de formación, funcionamiento y cambio. Los campos de análisis estaban constituidos por las organizaciones políticas mas importantes, los partidos, por los procesos políticos mas significativos, los electorales, por los sistemas políticos nacionales o por comparaciones. Almond distingue cuatro tipos de sistemas políticos a partir de la calidad de la cultura política (de las orientaciones respecto al sistema y a los otros miembros del sistema) y de la presencia de grupos en competición (pluralismo): los sistemas políticos angloamericanos; los sistemas políticos continentales; los sistemas políticos pre-industriales; los sistemas políticos totalitarios. Tendrá que pasar algún tiempo antes de que la clasificación de Almond fuera definitivamente refutada. No obstante, a pesar de no pocos estudios todavía etnocentricos consciente o inconscientemente, es indudable que, en el terreno de las comparaciones (y gracias a ellas), la ciencia política ha logrado evitar los mas burdos errores del pasado, reconocer las diversidades y diferencias sin atribuir primacías. Precisamente, junto a la política comparada, se hacia camino la exigencia de plantear un discurso riguroso de desarrollo político, es decir, de análisis de los procesos históricos mediante los cuales los distintos sistemas políticos se dieron una determinada configuración, de sus diferencias y de sus semejanzas. La literatura sobre el tema es muy amplia; de especial importancia es el estudio de Stein Rokkan dedicado a Europa que produjo un autentico paradigma del desarrollo político. A partir de ese momento, es decir, desde el principio de los años sesenta a hoy, se dibujaron claramente las dos vías fundamentales por las que transcurre la ciencia política: modernización y desarrollo político y análisis político comparado. En cuanto a la política comparada, en gran medida ha conquistado el campo de la ciencia política tanto como método cuanto como contenido. Es decir, que la lección de los clásicos y la de los contemporáneos han actuado de modo fecundo para impulsar en la dirección del análisis de sistemas políticos, de subsistemas (como los partidos, los sindicatos, las burocracias), de procesos (como los de toma de decisiones) que están fundados teóricamente y tienen un sustrajo histórico.
4. Nuevas vías. Distinguir las dos vías fundamentales de la disciplina no significa de ninguna manera que se puede meter toda la ciencia política dentro de ellas ni que se agote en ellas. Se comprende fácilmente que sea necesario escoger una línea interpretativa o bien, al menos utilizar algunos criterios analíticos lo suficientemente precisos y al mismo tiempo flexibles para no desdibujar demasiado las diferencias. Un punto de partida útil consisten en combinar los objetivos que Easton asignaba al conductismo con los “cinco fragmentos en busca de una unidad” que propone Dahl después del éxito del conductismo. En orden creciente de complejidad de los objetivos y de su integración en el cuerpo de la disciplina, se puede partir de la cuantificacion. En resumen, las técnicas están bien, son útiles, a veces indispensables, pero tienen el peligro de quedarse reducidas al análisis y a la solución de un numero de problemas muy concretos si no están explícitamente ligadas a nuevas teorizaciones, o bien corren el peligro de dar respuestas a problemas poco importantes. El segundo objetivo general, o fragmento en busca de unidad, se refiere a lo que Dahl define como ciencia política empírica. El conductismo tuvo el gran mérito de exigir de sus seguidores (aunque no todos fueran fieles al precepto y a la enseñanza) la búsqueda de constantes en los comportamientos políticos, la elaboración de generalizaciones a partir de las regularidades observadas, la comprobación de las generalizaciones elaboradas. La descripción de los fenómenos, acompañada de la recogida de datos, de su acumulación y posterior utilización, incluso
en series diacronicas, fue por supuesto mas fácil y mas propia de algunos campos y ha llevado a la formulación de teorías de alcance medio sobre el comportamiento electoral. Por ultimo, y en relación con algunas tendencias a la cuantificacion, la ciencia política empírica ha acentuado y consolidado el recurso a las técnicas empíricas de investigación, en todas sus variantes, desde la observación participante a la investigación de campo, de las entrevistas a los sondeos de opinión, de la recogida de a la elaboración de datos ya disponibles, pero de manera fragmentaria y no sistemática. Se ha abierto así, recientemente, un nuevo campo de estudios definible en sentido amplio como public policies (análisis de las políticas publicas). El núcleo de estos estudios consiste en el análisis de los procesos de toma de decisión, en la descripción de los ordenamientos institucionales y de su influencia sobre los procesos de decisión, en la identificación de los participantes y de las coaliciones que pueden formar, en la evaluación de la incidencia y los efectos de las distintas coaliciones, de los llamados policy networks o issue networks, sobre las decisiones. Por ultimo, en alguna medida, los estudios de las políticas publicas llaman la atención sobre la importancia de la política frente a no pocos y desmañados intentos de anegar la política en lo económico (como hace parte de un marxismo mal entendido y llevado a sus extremos) o en lo social (como desean algunas tendencias sociológicas bastante difundidas) e incluso frente a algunas concepciones politologicas que quieren a la política autónoma y separada, no difundida por procesos sociales, encerrada en una torre de marfil desde la que dicta y guía los procesos sin sufrir mas que de modo limitadisimo sus influencias reciprocas (no es ajeno a estos riesgos el mismo esfuerzo teórico de Easton). Cabe, por tanto, no estar satisfecho de los policy studies por dos tipos de razones. En síntesis, por su escasa consideración de la historia (de los individuos, de los grupos, de las instituciones en las que se crean y se confrontan los policy networks), y por su escasa inclinación teórica. La teoría se hará cada vez mas logico-deductiva y matemática. A partir de su contenido haremos cada vez mas uso de la teoría económica, de la teoría de los juegos, de la teoría de las decisiones, de la economía del bienestar y de la teoría de la finanza publica. Asistiremos a una proliferación de modelos de sistemas políticos análogos a los tipos de economías y de mercados. Igual que los economistas empezaron con los extremos opuestos de la competencia perfecta y del monopolio, así los teóricos políticos precedan, a partir de los modelos de la democracia y de la dictadura a comparaciones análogas a la competencia monopolista, al duopolio y al oligopolio. Al principio los modelos se construirán sin datos empíricos como ocurre en la economía; después llegara una generación de críticos no especialistas y de “econometras políticos” que someterán a comprobación las relaciones entre teorías y datos.
5. Ciencia política y teoría política. Para que la especulación teórica pueda manifestarse y expresarse cabalmente son necesarias tres operaciones complejas y multiformes. Para saber donde esta hoy la ciencia política, como ha llegado allí, hacia donde se encamina, hay que realizar estas tres operaciones. La Primera es fácil de definir. Si la ciencia política quiere afrontar bien pertrechada la especulación teórica tiene que confrontarce con ( y redefinirse con respecto a ) la filosofía política. La rica y abigarrada tradición de pensamiento de la filosofía política contiene al menos cuatro significados: a) Búsqueda de la mejor forma de gobierno o de la optima república b) Búsqueda de la naturaleza de la política o mejor de lo politicidad, y la consiguiente distinción entre política y moral c) Análisis del lenguaje político y metodología de la ciencia política. Solo el ultimo de estos significados caracteriza a una filosofía política que quiera encontrarse con la ciencia política. De hecho, los otros tres significados carecen al menos de un de los componentes que Bobbio considera indispensables para fundar una ciencia política empírica (y precisamente la búsqueda de la mejor forma de gobierno no es ni pretende ser evaluativa, sino todo lo contrario; la investigación de la naturaleza política se sustrae a cualquier posible verificación empírica). Si la filosofía analítica, la reflexión sobre el lenguaje y el método constituyen los campos de investigación mas propios de la ciencia política y de los tres presupuestos científicos de la
explicación, la verificación y la evaluación, encuentran un terreno fértil en Gran Bretaña y mas en general en el mundo anglosajón. La ciencia política italiana parece buscar un justo equilibrio entre la investigación empírica y la teorizacion, sin caer en la simple historia política y sin rozar las teorizaciones abstractas. La ciencia política estadounidense es netamente empírica, orientada a la solución de los problemas políticos mas urgentes (en especial en el sector de las relaciones internacionales), poco inclinada a la teorizacion, ligada al modelo de democracia de su país, definible como lockeano. “Los clásicos de la filosofía política, por tanto, nos invitan a compartir la gran aventura de la mente y del espíritu continuando la investigación de sus autores por una ampliación de la perspectiva y una profundización del conocimiento. No se pide “imitar” a estos autores de una manera mecánica, ni de “competir” con ellos en una vana búsqueda de gloria, sino reproducir con la meditación las experiencias interiores en las que se basaron los clásicos y proyectar intentos originales de elaboración de símbolos que guíen al hombre contemporáneo en su atormentado viaje”. “La teoría política clásica sigue definiendo muchos de los problemas fundamentales, dando forma a los interrogantes críticos y ofreciendo los conceptos cruciales que inspiran y directa o indirectamente guían a los estudiosos en la ciencia política, incluidos los que son mas conscientemente científicos. Análisis del comportamiento electoral, sondeos por muestreo y datos, agregados que se refieren a categorías de los sistemas políticos, así como también estudiosos de la ejecución de las políticas publicas pueden reconocerse casi siempre como dirigidos a temáticas que ya fueron identificadas como significativas en la teoría política clásica”. Ambas citas muestran una considerable insatisfacción con el estado de las relaciones entre ciencia política y los clásicos de la teoría política. Los historiadores del pensamiento político ni los filósofos políticos contemporáneos han logrado reformular las contribuciones de los clásicos de modo que las hagan importantes y utilizables. En lugar de un enriquecimiento mutuo, se llega a una rara batalla por la defensa de las fronteras de las disciplinas, o por la conquista de mayores espacios académicos, acompañada del repliegue sobre el terreno ya batido y seguro de la investigación estrechamente disciplinaria. Todo ello favorecido por la dificultad de dominar a la vez los clásicos, los contemporáneos, las nuevas técnicas de investigación y de análisis. Una teoría es un sistema de leyes, y existen dos tipos generales de teorías: concatenadas y jerarquicas. En las primeras, las leyes que las componen entran “en una red de relaciones tales que constituyen una configuración y un modelo identificable”. En las segundas, las leyes que las componen son presentadas como “deducciones de un pequeño conjunto de principios fundamentales”. Y no existe una opción teórica precisa y unívoca en ciencia política. Riker sugiere que la nueva teoría política deberá definirse como Heresthetics “estudio de la estrategia de la decisión” y que su objeto consistirá en la identificación “de las condiciones para un equilibrio de las preferencias”. El pluralismo de los conceptos parecen sugerir mas bien dispersión y fragmentación que una síntesis teórica general in progress.
6. La utilidad de la ciencia política. Abandonando las pretensiones voluntaristas (“la política al puesto de mando”) y las afirmaciones normativas (“la política es la mas importante actividad humana”), la ciencia política contemporánea ha sabido documentar convincentemente la importancia crucial de las variables políticas en las colectividades organizadas. Sin triunfalismos, ha aparecido la conciencia de que el funcionamiento de los sistemas políticos no se puede explicar si no se poseen técnicas analíticas propias, que no se pueden comprender sus transformaciones si no se utilizan instrumentos adecuados, que no se puede introducir ningún cambio deseado si no se recurre a ese cuerpo de conocimiento, también operativos, que la ciencia política ha elaborado y sigue elaborando. Sabemos que hay que ser mas sistemáticos, menos normativos, mas atentos en la construcción de hipótesis y en la formulación de generalizaciones.
Hobbe Thomas Leviatan Capitulo XIII De la CONDICION NATURAL del Genero Humano, en lo que Concierne a su Felicidad y su Miseria. La Naturaleza ha hecho a los hombres tan iguales en las facultades del cuerpo y del espíritu que, si bien un hombre es, a veces, evidentemente, mas fuerte de cuerpo o mas sagaz de entendimiento que otro, cuando se considera en conjunto, la diferencia entre hombre y hombre no es tan importante que uno pueda reclamar, a base de ella, para si mismo, un beneficio cualquiera al que otro no pueda aspirar como él. En efecto, por lo que respecta a la fuerza corporal, el mas débil tiene bastante fuerza para matar al mas fuerte, ya sea mediante secretas maquinaciones o confederándose con otro que se halle en el mismo peligro que él se encuentra. De esta igualdad en cuanto a la capacidad se deriva la igualdad de esperanza respecto a la consecución de nuestros fines. Esta es la causa de que si dos hombres desean la misma cosa, y en modo alguno pueden disfrutarla ambos, se vuelven enemigos, y en el camino que conduce al fin (que es, principalmente, su propia conservación y a veces su delectación tan solo) tratan de aniquilarse o sojuzgarse uno a otro. De aquí que un agresor no teme otra cosa que el poder singular de otro hombre; si alguien planta, siembra, construye o posee un lugar conveniente, cabe probablemente esperar que vengan otros, con sus fuerzas unidas, para desposeerle y privarle, no solo del fruto de su trabajo, sino también de su vida o de su libertad. Y el invasor, a su vez, se encuentra en el mismo peligro con respecto a otros. Dada esta situación de desconfianza mutua, ningún procedimiento tan razonable existe para que un hombre se proteja a si mismo, como la anticipación, es decir, el dominar por medio de la fuerza o por la astucia a todos los hombres que pueda, durante el tiempo preciso, hasta que ningún otro poder sea capaz de amenazarle. Así hallamos en la naturaleza del hombre tres causas principales de discordia. Primera, la competencia; secunda, la desconfianza; tercera, la gloria. La primera causa impulsa a los hombres a atacarse para lograr un beneficio; la segunda, para lograr seguridad; la tercera, para ganar reputación. La primera hace uso de la violencia para convertirse en dueña de las personas, mujeres, niños y ganados de otros hombres; la segunda, para defenderlos; la tercera, recurre a la fuerza por motivos insignificantes, como una palabra, una sonrisa, una opinión distinta, como cualquier otro signo de subestimacion, ya sea directamente en sus personas o de modo indirecto en su descendencia, en sus amigos, en su nación, en su profesión o en su apellido. Con todo ello es manifiesto que durante el tiempo en que los hombres viven sin un poder común que los atemorice a todos, se hallan en la condición o estado que se denomina guerra; una guerra tal que es la de todos contra todos. Porque la Guerra no consiste solamente en batallar, en el acto de luchar, sino que se da durante el lapso de tiempo en que la voluntad de luchar se manifiesta de modo suficiente. En una situación semejante no existe oportunidad para la industria, ya que su fruto es incierto; por consiguiente no hay cultivo de la tierra, ni navegación, ni uso de los artículos que pueden ser importados por mar, ni construcciones confortables, ni instrumentos para mover y remover las cosas que requieren mucha fuerza, ni conocimiento de la faz de la tierra, ni computo del tiempo, ni artes, ni letras, ni sociedad; y lo que es peor de todo, existe continuo temor y peligro de muerte violenta; y la vida del hombre es solitaria, pobre, tosca, embrutecida y breve. Los deseos y otras pasiones del hombre no son pecados, en si mismos; tampoco lo son los actos que de las pasiones proceden hasta que consta que una ley las prohibe: que los hombres no pueden conocer las leyes antes de que sean hechas, ni puede hacerse una ley hasta que los hombres se pongan de acuerdo con respecto a la persona que debe promulgarla.
Ahora bien, aunque nunca existió un tiempo en que los hombres particulares se hallaran en una situación de guerra uno contra otro, en todas las épocas, los reyes y personas revestidas con autoridad soberana, celosos de su independencia, se hallan en estado de continua enemistad, en la situación y postura de los gladiadores, con las armas asestadas y los ojos fijos uno en otro. Es decir, con sus fuertes guarniciones y cañones en guardia en las fronteras de sus reinos, con espías entre sus vecinos, todo lo cual implica una actitud de guerra. Pero como a la vez defienden también la industria de sus súbditos, no resulta de esto aquella miseria que acompaña a la libertad de los hombres particulares. En esta guerra de todos contra todos, se da una consecuencia: que nada puede ser injusto. Las nociones de derecho e ilegalidad, justicia e injusticia están fuera de lugar. Donde no hay poder común, la ley no existe: donde no hay ley, no hay justicia. En la guerra, la fuerza y el fraude son las dos virtudes cardinales. Las pasiones que inclinan a los hombres a la paz son el temor a la muerte, el deseo de las cosas que son necesarias para una vida confortable, y la esperanza de obtenerlas por medio del trabajo.
Capitulo XIV De la primera y de la Segunda LEYES NATURALES, y de los CONTRATOS. El Derecho de Naturaleza, lo que los escritores llaman comúnmente jus naturale, es la libertad que cada hombre tiene de usar su propio poder como quiera, para la conservación de su propia naturaleza, es decir, de su propia vida; y por consiguiente, para hacer todo aquello que su propio juicio y razón considere como los medios mas aptos para lograr ese fin. Por Libertad se entiende, de acuerdo con el significado propio de la palabra, la ausencia de impedimentos externos, impedimentos que con frecuencia reducen parte del poder que un hombre tiene de hacer lo que quiere; pero no pueden impedirle que use el poder que le resta, de acuerdo con lo que su juicio y razón le dicten. Ley de Naturaleza (lex naturalis) es un precepto o norma general, establecía por la razón, en virtud de la cual se prohibe a un hombre hacer lo que puede destruir su vida o privarle de los medios de conservarla; o bien, omitir aquello mediante lo cual piensa que pueda quedar su vida mejor preservada. Aunque quienes se ocupan de estas cuestiones acostumbran confundir jus y lex, derecho y ley, precisa distinguir esos términos, porque el Derecho consiste en la libertad de hacer o de omitir, mientras que la Ley determina y obliga a una de esas dos cosas. Cada hombre debe esforzarse por la paz, mientras tiene la esperanza de lograrla; y cuando no puede obtenerla, debe buscar y utilizar todas las ayudas y ventajas de la guerra. Que uno acceda, si los demás consienten también, y mientras se considere necesario para la paz y defensa de si mismo, a renunciar este derecho a todas las cosas y a satisfacerse con la misma libertad, frente a los demás hombres, que les sea concedida a los demás con respecto a él mismo. Renunciar a un derecho a cierta cosa es despojarce a si mismo de la libertad de impedir a otro el beneficio del propio derecho a la cosa en cuestión. En efecto, quien renuncia o abandona su derecho, no da a otro hombre un derecho que este ultimo hombre no tuviera antes. No hay nada a que un hombre no tenga derecho por naturaleza: solamente se aparta del camino de otro para que este puede gozar de su propio derecho original sin obstáculo suyo, y sin impedimento ajeno. Se Abandona un derecho bien sea por simple renunciación cuando el cedente no se preocupa de la persona beneficiada por su renuncia. Por Transferencia cuando desea que el beneficio recaiga en una o varias personas determinadas. Cuando una persona ha abandonado o transferido su derecho por cualquiera de estos dos modos, dicese que esta Obligado o Ligado a no impedir el beneficio resultante a aquel a quien se concede o abandona el derecho. Debe aquel, y es su deber, no hacer nulo por su voluntad este acto. Si el impedimento sobreviene, prodúcese Injusticia o Injuria, puesto que es sine jure, ya que el derecho se renuncio o transfirió anteriormente. Existe, así, ciertos derechos, que a nadie puede atribuirse haberlos abandonado o transferido por medio de palabras u otros signos. En primer termino, por ejemplo, un hombre no puede renunciar al derecho de resistir a quien le asalta por la fuerza para arrancarle la vida, ya que es incomprensible que de ello pueda derivarse bien alguno para el interesado.
En definitiva, el motivo y fin por el cual se establece esta renuncia y transferencia de derecho no es otro sino la seguridad de una persona humana, en su vida, y en los modos de conservar esta en forma que no sea gravosa. La mutua transferencia de derechos es lo que los hombres llaman Contrato. En efecto, la cosa puede ser entregada a la vez que se transfiere el derecho, como cuando se compra y vende con dinero contante y sonante, o se cambian bienes o tierras. Por otro lado, uno de los contratantes, a su vez, puede entregar la cosa convenida y dejar que el otro realice su prestación después de transcurrido un tiempo determinado, durante el cual confía en el. Entonces, respecto del primero, el contrato se llama Pacto o Convenio. O bien ambas partes pueden contratar ahora para cumplir después: en tales casos, como a quien ha de cumplir una obligación en tiempo venidero, se le otorga un crédito, su cumplimiento se llama observancia de promesa, o fe; y la falta de cumplimiento, cuando es voluntaria, violación de fe. Cuando la transferencia de derecho no es mutua, sino que una de las parte transfiere, con la esperanza de ganar con ello la amistad o el servicio de otra, o de sus amigos; o con la esperanza de ganar reputación de persona caritativa o magnánima; o para liberar su animo de la pena de la compasión, o con la esperanza de una recompensa en el cielo, entonces no se trata de un contrato, sino de Donación, Liberalidad o Gracia: todas estas palabras significan una y la misma cosa. Los signos del contrato son o bien expresos, o por inferencia. Son signo expresos las palabras enunciadas con la inteligencia de lo que significan. Tales palabras son o bien de tiempo presente o pasado, como yo doy, yo otorgo, yo he dado, yo he otorgado, yo quiero que esto sea tuyo; o de carácter futuro, como yo daré, yo otorgare: estas palabras de carácter futuro entrañan una Promesa. Los signos por inferencia son, a veces, consecuencia de las palabras, a veces consecuencia del silencio, a veces consecuencia de acciones, a veces consecuencia de abstenerse de una acción. En términos generales, en cualquier contrato un signo por inferencia es todo aquello que de modo suficiente arguye la voluntad del contratante. Decimos que quien cumple primero un contrato Merece lo que ha de recibir en virtud del cumplimiento del contrato por su parte, recibiendo ese cumplimiento como algo debido. En el contrato y merezco de los contratantes que se despojen de su derecho mientras que en el caso de la donación yo no merezco que el donante renuncie a su derecho, sino que, una vez desposeído el, ese derecho sea mío, mas bien que de otros. Quien transfiere un derecho transfiere los medios de disfrutar de el, mientras esta bajo su dominio. Quienes dan a un hombre el derecho de gobernar, en plena soberanía, se comprende que le transfieren el derecho de recaudar impuestos para mantener el ejercito, y de pagar a magistrados para la administración de justicia.
Capitulo XV De otras Leyes de Naturaleza De esta ley de Naturaleza, según la cual estamos obligados a transferir a otros aquellos derechos que, retenidos, perturban la paz de la humanidad, se deduce la tercera ley, a saber: Que los hombres cumplan los pactos que han celebrado. Sin ello, los pactos son vanos, y no contienen sino palabras vacías, y subsistiendo el derecho de todos los hombres a todas las cosas, seguimos hallándonos en situación de guerra. En esta ley de naturaleza consiste la fuente y origen de la Justicia. En efecto, donde no ha existido un pacto, no se ha transferido ningún derecho, y todos los hombres tienen derecho a todas las cosas: por tanto, romperlo es injusto. La definición de Injusticia no es otra sino esta: el incumplimiento de un pacto. En consecuencia, lo que no es injusto es justo. Antes de que puedan tener un adecuado lugar las denominaciones de justo e injusto, debe existir un poder coercitivo que compela a los hombres, igualmente, al cumplimiento de sus pactos, por el temor de algún castigo mas grande que el beneficio que esperan del quebrantamiento de su
compromiso. La validez de los pactos no comienza sino con la constitución de un poder civil suficiente para compeler a los hombres a observarlos. Es entonces, también, cuando comienza la propiedad. Lo que presta a las acciones humanas el sabor de la justicia es una cierta nobleza o galanura (raras veces hallada) en virtud de la cual resulta despreciable atribuir el bienestar de la vida al fraude o al quebrantamiento de una promesa. Esta justicia de la conducta es lo que se significa cuando la justicia se llama virtud, y la injusticia vicio. La justicia de las acciones hace que a los hombres no se les denomine justos, sino inocentes; y la justicia de las mismas (lo que se llama injuria) hace que les sea asignada la calificación de culpables. La injusticia de la conducta es la disposición o aptitud para hacer injurias; es injusticia antes de que se proceda a la acción, y sin esperar a que un individuo cualquiera sea injuriado. Cualquier cosa que se haga a un hombre, de acuerdo con su propia voluntad, significada a quien realiza el acto, no es una injuria para aquel. Los escritores dividen la justicia de las acciones en conmutativa y distributiva: La primera, dicen, consiste en una proporción aritmética, y la ultima en una proporción geométrica. Según eso seria injusticia vender mas caro que compramos, o dar a un hombre mas de lo que merece. El mérito no es debido por justicia, sino que constituye solamente una recompensa de la gracia. Del mismo modo que la justicia depende de un pacto antecedente, depende la Gratitud de una gracia antecedente, es decir, de una liberalidad anterior. Esta es la cuarta ley de naturaleza, que puede expresarse en esta forma: que quien reciba un beneficio de otro por mera gracia, se esfuerce en lograr que quien lo hizo no tenga motivo razonable para arrepentirse voluntariamente de ello.
Capitulo XVII De las Causas, Generación y Definición de un ESTADO. La causa final, fin o designio de los hombres (que naturalmente aman la libertad y el dominio sobre los demás) al introducir esta restricción sobre si mismos (en la que los vemos vivir formando Estados) es el cuidado de su propia conservación y, por añadidura, el logro de una vida mas armónica; es decir, el deseo de abandonar esa miserable condición de guerra que, tal como hemos manifestado, es consecuencia necesaria de las pasiones naturales de los hombres, cuando no existe poder visible que los tenga a raya y los sujete, por temor al castigo, a la realización de sus pactos y a la observancia de las leyes de naturaleza establecidas en los capítulos XIV y XV. Las leyes de naturaleza (tales como la de justicia, equidad, modestia, piedad y, en suma, la de haz a otros lo que quieras que otros hagan a ti) son, por si mismas, cuando no existe el temor a un determinado poder que motive su observancia, contrarias a nuestras pasiones naturales, las cuales nos inducen a la parcialidad, al orgullo, a la venganza y a cosas semejantes. Los pactos que no descansan en la espada son mas que palabras, sin fuerza para proteger al hombre, en modo alguno. No es extraño que (aparte del pacto) se requiera algo mas que haga su convenio contante y obligatorio; ese algo es un poder común que los mantenga a raya y dirija sus acciones hacia el beneficio colectivo. El único camino para erigir semejante poder común, capaz de defenderlos contra la invasión de los extranjeros y contra las injurias ajenas, asegurándoles de tal suerte que por su propia actividad y por los frutos de al tierra puedan nutrirse a si mismos y vivir satisfechos, es conferir todo su poder y fortaleza a un hombre o a una asamblea de hombres, todos los cuales, por pluralidad de votos, puedan reducir sus voluntades a una voluntad. Esto equivale a decir: elegir un hombre o una asamblea de hombres que represente su personalidad; y que cada uno considere como propio y se reconozca a si mismo como autor de cualquiera cosa que haga o promueva quien representa su persona, en aquellas cosas que conciernen a la paz y a la seguridad comunes; que, además, sometan sus voluntades cada uno a la voluntad de aquel, y sus juicios a su juicio. Esto es algo mas
que consentimiento o concordia; es una unidad real de todo ello en una y la misma persona, instituida por pacato de cada hombre con los demás, en forma tal como si cada uno dijera a todos: autorizo y transfiero a este hombre o asamblea de hombres mi derecho de gobernarme a mi mismo, con la condición de que vosotros transferiréis a el vuestro derecho, y autorizareis todos sus actos de la misma manera. Hecho esto, la multitud así unida en una persona se denomina Estado, en latín, Civitas. Esta es la generación de aquel gran Leviatan, o mas bien (hablando con mas reverencia), de aquel dios mortal, al cual debemos, bajo el Dios inmortal, nuestra paz y nuestra defensa. Porque en virtud de esta autoridad que se le confiere por cada hombre particular en el Estado, posee y utiliza tanto poder y fortaleza, que por el terror que inspira es capaz de conformar las voluntades de todos ellos para la paz, en su propio país, y para la mutua ayuda contra sus enemigos, en el extranjero. Y en ello consiste la esencia del Estado, que podemos definir así: una persona de cuyos actos una gran multitud, por pactos mutuos, realizados entre si, ha sido instituida por cada uno como autor , al objeto de que pueda utilizar la fortaleza y medios de todos, como lo juzgue oportuno, para asegurar la paz y defensa común. El titular de esta persona se denomina Soberano, y se dice que tiene poder soberano; cada uno de los que le rodean es Súbdito suyo. Se alcanza este poder soberano por dos conductos. Uno por la fuerza natural, como cuando un hombre hace que sus hijos y los hijos de sus hijos le estén sometidos, siendo capaz de destruirlos si se niegan a ello; o que por actos de guerra somete sus enemigos a su voluntad, concediéndoles la vida a cambio de esa sumisión. Ocurre el otro procedimiento cuando los hombres se ponen de acuerdo entre si, para someterse a algún hombre o asamblea de hombres voluntariamente, en la confianza de ser protegidos por ellos contra todos los demás. En este ultimo caso puede hablarse de Estado político, o Estado por institución, y en el primero de Estado por Adquisición. En primer termino voy a referirme al Estado por Institución.
Capitulo XVIII. De los Derechos de los Soberanos por Institución. Dicese que un Estado ha sido instituido cuando una multitud de hombres convienen y pactan, cada uno con cada uno, que a un cierto hombre o asamblea de hombres se le otorgara, por mayoría, el derecho de representar a la persona de todos (es decir, de ser su representante). Cada uno de ellos, tanto los que han votado en pro como los que han votado en contra, debe autorizar todas las acciones y juicios de ese hombre o asamblea de hombres, lo mismo que si fueran suy0os propios, al objeto de vivir apaciblemente entre si y ser protegidos contra otros hombres. De esta institución de un Estado derivan todos los derechos y facultades de aquel o de aquellos a quienes se confiere el poder soberano por consentimiento del pueblo reunido. En primer lugar, puesto que pactan, debe comprenderse que no están obligados por un pacto anterior a alguna cosa que contradiga la presente. En consecuencia, quienes acaban de instituir un Estado y quedan, por ello, obligados por el pacto, a considerar como propias las acciones y juicios de uno, no pueden legalmente hacer un pacto nuevo entre si para obedecer a cualquier otro En segundo lugar, como el derecho de representar la persona de todos se otorga a quienes todos constituyen en soberano, solamente por pacto de uno a otro, y no del soberano en cada uno de ellos, no puede existir quebrantamiento de pacto por parte del soberano, y en consecuencia ninguno de sus súbditos, fundándose en una infracción, puede ser liberado de su sumisión. En tercer lugar, si la mayoría ha proclamado un soberano mediante votos concordes, quien disiente debe ahora consentir con el resto, es decir, avenirse a reconocer todos los actos que realice, o bien exponerse a ser eliminado por el resto En cuarto lugar, como cada súbdito es, en virtud de esa institución, autor de todos los actos y juicios del soberano instituido, resulta que cualquiera cosa que el soberano haga no puede constituir injuria para ninguno de sus súbditos, ni debe ser acusado de injusticia por ninguno de ellos. En efecto, quien hace una cosa por autorización de otro, no comete injuria alguna contra aquel por cuya autorización actúa. Pero en virtud de la institución de un Estado, cada particular es autor de todo cuanto hace el soberano.
En quinto lugar, y como consecuencia de lo que acabamos de afirmar, ningún hombre que tenga poder soberano puede ser muerto o castigado de otro modo por sus súbditos. Como el fin de esta institución es la paz y la defensa de todos, y como quien tiene derecho al fin lo tiene también a los medios, corresponde de derecho a cualquier hombre o asamblea que tiene la soberanía, ser juez, a un mismo tiempo, de los medios de paz y de defensa, y juzgar también acerca de los obstáculos e impedimentos que se oponen a los mismos. En sexto lugar, es inherente a la soberanía el ser juez y acerca de que opiniones y doctrinas son adversas y cuales conducen a la paz; y por consiguiente, en que ocasiones, hasta que punto y respecto de que puede confiarse en los hombres, cuando hablan a las multitudes, y quien debe examinar las doctrinas de todos los libros antes de ser publicados. En séptimo lugar, es inherente a la soberanía el pleno poder de prescribir las normas en virtud de las cuales cada hombre puede saber que bienes puede disfrutar y que acciones puede llevar a cabo sin ser molestado por cualquiera de sus conciudadanos. Esto es lo que los hombres llama propiedad. Estas normas de propiedad (o meum y tuum) y de lo bueno y lo malo, de lo legitimo e ilegitimo en las acciones de los súbditos, son leyes civiles, es decir, leyes de cada Estado particular, aunque el nombre de ley civil esta, ahora, restringido a las antiguas leyes civiles de la ciudad de Roma. En octavo lugar, es inherente a la soberanía el derecho de judicatura, es decir, de oír y decidir todas las controversias que puedan surgir respecto a la ley, bien sea civil o natural, con respecto a los hechos En noveno lugar, es inherente a la soberanía el derecho de hacer guerra y paz con otras naciones y Estados; es decir, de juzgar cuando es para el bien publico, y que cantidad de fuerzas deben ser reunidas, armadas y pagadas para ese fin, y cuanto dinero se ha de recaudar de los súbditos para sufragar los gastos consiguientes En décimo lugar, es inherente a la soberanía la elección de todos los consejeros, ministros, magistrados y funcionarios, tanto en la paz como en la guerra. Si, en efecto, el soberano esta encargado de realizar el fin que es la paz y defensa común, se comprende que ha de tener poder para usar tales medios, en la forma que el considere son mas adecuados para su propósito En undécimo lugar se asigna al soberano el poder de recompensar con riquezas u honores, y de castigar con penas corporales o pecuniarias, o con la ignominia, a cualquier súbdito, de acuerdo con la ley que el previamente estableció; o si no existe ley, de acuerdo con lo que el soberano considera mas conducente para estimular los hombres a que sirvan al Estado, o para apartarlos de cualquier acto contrario al mismo. Por ultimo, considerando que valores acostumbran los hombres a asignarse a si mismos, que respeto exigen de los demás, y cuan poco estiman a otros hombres es necesario que existan leyes de honor y un modulo oficial para la capacidad de los hombres que han servido o son aptos para servir bien al Estado, y que exista fuerza en manos de alguien para poner en ejecución las leyes. Corresponde, por tanto, al soberano dar títulos de honor, y señalar que preeminencia y dignidad debe corresponder a cada hombre. Son estos derechos, ciertamente, incomunicables e inseparables. El poder de acuñar moneda; de disponer del patrimonio y de las personas de los infantes herederos; de tener opción de compra en los mercados, y todas las demás prerrogativas estatuarias, pueden ser transferidas por el soberano, y quedar, no obstante, retenido el poder de proteger a sus súbditos. Pero si el soberano transfiere la militia, será en vano que retenga la capacidad de juzgar, porque no podrá ejecutar sus leyes; o si se desprende del poder de acuñar moneda, la militia es inútil; o si cede el gobierno de las doctrinas, los hombres se rebelaran contra el temor de los espíritus. Como el poder, también el honor del soberano debe ser mayor que el de cualquiera o el de todos sus súbditos: porque en la soberanía esta la fuente de todo honor. Las dignidades de lord, conde, duque y príncipe son creaciones suyas. Y como en presencia del dueño todos los sirvientes son iguales y sin honor alguno, así son también los súbditos en presencia del soberano. Y aunque cuando no están en su presencia, parecen unos mas y otros menos, delante de el no son sino como las estrellas en presencia del sol.
Capitulo XIX.
De las diversas Especies de Gobierno por Institución, y de la Sucesión en el Poder Soberano. Cuando el representante es un hombre, entonces el gobierno es una Monarquía; cuando lo es una asamblea de todos cuantos quieren concurrir a ella, tenemos una Democracia o gobierno popular; cuando la asamblea es de una parte solamente, entonces se denomina Aristocracia. Quienes están descontentos bajo la monarquía la denominan Tiranía; a quienes les desagrada la aristocracia la llaman Oligarquía; igualmente, quienes se encuentran agraviados bajo una democracia la llaman Anarquía. Yo me imagino que nadie cree que la falta de gobierno sea una nueva especie de gobierno; ni, por la misma razón, puede creerse que el gobierno es de una clase cuando agrada, y de otra cuando los súbditos están disconformes con el o son oprimidos por los gobernantes.
Capitulo XXI. De la Libertad de los súbditos. Libertad significa, propiamente hablando, la ausencia de oposición. Es un hombre libre quien en aquellas cosas de que es capaz por su fuerza y por su ingenio, no esta obstaculizado para hacer lo que desea. Temor y libertad son cosas coherentes; por ejemplo, cuando un hombre arroja sus mercancías al mar por Temor de que el barco se hunda, lo hace, sin embargo, voluntariamente, y puede abstenerse de hacerlo si quiere. Es, por consiguiente, la acción de alguien que era libre: así también, un hombre paga a veces su deuda solo por temor a la cárcel, y sin embargo, como nadie le impedía de abstenerse de hacerlo, semejante acción es la de un hombre en libertad. Generalmente todos los actos que los hombres realizan en los Estados, por temor a la ley, son actos cuyos agentes tenían libertad para dejar de hacerlos. Libertad y necesidad son coherentes, como, por ejemplo, ocurre con el agua, que no solo tiene libertad, sino necesidad de ir bajando por el canal. Lo mismo sucede en las acciones que voluntariamente realizan los hombres, las cuales, como proceden de su voluntad, proceden de la libertad, e incluso como cada acto de la voluntad humana y cada deseo e inclinación proceden de alguna causa, y esta de otra, en una continua cadena (cuyo primer eslabón se halla en la mano de Dios, la primera de todas causas), proceden de la necesidad. Así que a quien pueda advertir la conexión de aquellas causas le resultara manifiesta la necesidad de todas las acciones voluntarias del hombre. Por consiguiente, Dios, que ve y dispone todas las cosas, ve también que la libertad del hombre, al hacer lo que quiere, va acompañada por la necesidad de hacer lo que Dios quiere, ni mas ni menos. Del mismo modo que los hombres, para alcanzar la paz y, con ella, la conservación de si mismos, han creado un hombre artificial que podemos llamar Estado, así tenemos también que han hecho cadenas artificiales, llamadas leyes civiles, que ellos mismos, por pactos mutuos han fijado fuertemente, en un extremo, a los labios de aquel hombre o asamblea a quien ellos han dado el poder soberano; y por el otro extremo, a sus propios oídos. Estos vínculos, débiles por su propia naturaleza, pueden, sin embargo, ser mantenidos, por el peligro aunque no por la dificultad de romperlos. Y por absurdo que sea, esto es lo que demandan, ignorando que las leyes no tienen poder para protegerles si no existe una espada en las manos de un hombre o de varios para hacer que esas leyes se cumplan. La libertad de un súbdito radica, por tanto, solamente, en aquellas cosas que en la regulación de sus acciones ha predeterminado el soberano: por ejemplo, la libertad de comprar y vender y de hacer, entre si, contratos de otro genero, de escoger su propia residencia, su propio alimento, su propio genero de vida, e instruir sus niños como crea conveniente, etc.
Cada súbdito es autor de cada uno de los actos del soberano, así que nunca necesita derecho a una cosa, de otro modo que como el mismo es súbdito de Dios y esta, por ello, obligado a observar las leyes de naturaleza. No es la libertad de los hombres particulares, sino la libertad del Estado, que coincide con la que cada hombre tendría si no existieran leyes civiles ni Estado, en absoluto. En los estados y repúblicas que no dependen una de otra, cada una de estas instituciones tiene una absoluta libertad de hacer lo que estima mas conducente a su beneficio. Atenienses y Romanos eran libres, es decir, Estado libres: no en el sentido de que cada hombre en particular tuviese libertad para oponerse a sus propios representantes, sino en el de que sus representantes tuvieran la libertad de resistir o invadir a otro pueblo. Tanto si el Estado es monárquico como si es popular, la libertad es siempre la misma. Pero con frecuencia ocurre que los hombres queden defraudados por la especiosa denominación de libertad; por falta de juicio para distinguir, consideran como herencia privada y derecho innato suyo lo que es derecho publico solamente. Refirendonos ahora a las peculiaridades de la verdadera libertad de un súbdito, cabe señalar cuales son las cosas que, aun ordenadas por el soberano, puede, no obstante, el súbdito negarse a hacerlas sin injusticia. En el acto de nuestra sumisión van implicadas dos cosas: nuestra obligación y nuestra libertad, lo cual puede inferirse mediante argumento de cualquier lugar y tiempo; porque no existe obligación impuesta a un hombre que no derive de un acto de su voluntad propia, ya que todos los hombres, igualmente, son, por naturaleza, libres. Por consiguiente, si advertimos en primer lugar que la soberanía por institución se establece por pacto de todos con todos, y la soberanía por adquisición por pactos del vencido con el vencedor, o del hijo con el padre, es manifiesto que cada súbdito tiene libertad en todas aquellas cosas cuyo derecho no puede ser transferido mediante pacto ya he expresado anteriormente, en el capitulo XIV, que los pactos de no defender el propio cuerpo de un hombre, son nulos. Por consiguiente: Si el soberano ordena a un hombre que se mate, hiera o mutile a si mismo, o que no resista a quienes le ataquen, o que se abstenga del uso de alimentos, del aire, de la medicina o de cualquiera otra cosa, sin lo cual no puede vivir, ese hombre tiene libertad para desobedecer. Si un hombre es interrogado por el soberano o su autoridad, respecto a un crimen cometido por el mismo, no viene obligado a confesarlo, porque, como he manifestado en el mismo capitulo, nadie puede ser obligado a acusarse a si mismo por razón de un pacto. Nadie esta obligado por sus palabras a darse muerte o a matar a otro hombre. Por ello cuando nuestra negativa a obedecer frustra la finalidad para la cual se instituyo la soberanía, no hay libertad para rehusar; en los demás casos si. Nadie tiene libertad para resistir a la fuerza del Estado, en defensa de otro hombre culpable o inocente, porque semejante libertad arrebata al soberano los medios de protegernos y es, por consiguiente, destructiva de la verdadera esencia del Gobierno. En cuanto a las otras libertades dependen del silencio de la ley. En los casos en que el soberano no ha prescrito una norma, el súbdito tiene libertad de hacer o de omitir, de acuerdo con su propia discreción. Si un súbdito tiene una controversia con su soberano acerca de una deuda, o del derecho de poseer tierras o bienes, o acerca de cualquier servicio requerido de sus manos, o respecto a cualquiera pena corporal o pecuniaria fundada en una ley precedente, el súbdito tiene la misma libertad para defender su derecho como si su antagonista fuera otro súbdito, y puede realizar esa defensa ante los jueces designados por el soberano. La defensa no es contraria a la voluntad del soberano, y por tanto el súbdito tiene la libertad de exigir que su causa sea oída y sentenciada de acuerdo con esa ley. La obligación de los súbditos con respecto al soberano se comprende que no ha de durar ni mas ni menos que lo que dure el poder mediante el cual tiene capacidad para protegerlos. En efecto, el derecho que los hombres tienen, por naturaleza, a protegerse a si mismos, cuando ninguno puede protegerlos, no puede ser renunciado por ningún pacto. La soberanía es el alma del Estado, y una vez que se separa del cuerpo, los miembros ya no reciben movimiento de ella. El fin de la obediencia es la protección, y cuando un hombre la ve, sea en su propia espada o en la del otro, por naturaleza, sitúa allí su obediencia, y su propósito de conservarla. Y aunque la soberanía, en la intención de quienes la hacen, sea inmortal, no solo esta sujeta, por su propia naturaleza, a una muerte violenta, a causa de una guerra con el extranjero, sino
que por la ignorancia y pasiones de los hombres tiene en si, desde el momento de su institución, muchas semillas de mortalidad natural, por las discordias intestinas. Si un súbdito cae prisionero en la guerra, o su persona o sus medios de vida quedan en poder del enemigo, al cual confían su vida y su libertad corporal, con la condición de quedar sometido al vencedor, tiene libertad para aceptar la condición. Pero si un hombre es retenido en prisión o en cadenas, no posee la libertad de su cuerpo, ni ha de considerarse ligado a la sumisión, por el pacto; por consiguiente, si puede, tiene derecho a escapar por cualquier medio que se le ofrezca. Si un monarca renuncia a la soberanía, para si mismo y para sus herederos, sus súbditos vuelven a la libertad absoluta de naturaleza. Si el soberano destierra a su súbdito, durante el destierro no es súbdito suyo. En cambio, quien se envía como mensajero o es autorizado para realizar un viaje, sigue siendo súbdito, pero lo es por contrato entre soberanos, no en virtud del pacto de sujeción. Y es que quien entra en los dominios de otro queda sujeto a todas las leyes de ese territorio, a menos que tenga un privilegio por concesión del soberano, o por licencia especial.
Capitulo XXIX. De las causas que Debilitan o Tienden a la Desintegración de un Estado. Entre las enfermedades de un Estado quiero considerar, en primer termino, las que derivan de una institución imperfecta. Una de ellas es que un hombre, para obtener un reino, se conforma a veces con menos poder del necesario para la paz y defensa del Estado. Suele ocurrir, entonces, que cuando el ejercicio del poder otorgado tiene que recuperarse para la salvación publica, sugiere la impresión de un acto injusto, lo cual dispone a muchos hombres a la rebeldía. En segundo lugar observo las enfermedades de un Estado, procedentes del veneno de las doctrinas sediciosas, una de las cuales afirma que cada hombre en particular es juez de las buenas y de las malas acciones. Es manifiesto que la medida de las buenas y de las malas acciones es la ley civil, y el juez es el legislador que siempre representa al Estado. Otra doctrina repugnante a la sociedad civil es que cualquiera cosa que un hombre hace contra su conciencia es un pecado, doctrina que depende de la presunción de hacerse a si mismo juez de lo bueno y de lo malo. En un Estado la ley es la conciencia publica mediante la cual se ha propuesto ser guiado. También se ha enseñado comúnmente que la fe y la santidad no se alcanzan por el estudio y la razón, sino por inspiración o infusión sobrenatural. Una cuarta opinión repugnante a la naturaleza de un Estado es que quien tiene el poder soberano este sujeto a las leyes civiles. Es cierto que los soberanos están sujetos, todos ellos, a las leyes de naturaleza, porque tales leyes son divinas y no pueden ser abrogadas por ningún hombre o Estado. Pero el soberano no esta sujeto a leyes formuladas por el mismo, es decir, por el Estado, porque estar sujeto a las leyes es estar sujeto al Estado, es decir, al representante soberano, que es, el mismo; lo cual no es sujeción, sino libertad de las leyes. Una quinta doctrina que tiende a la disolución del Estado afirma que cada hombre particular tiene una propiedad absoluta en sus bienes, y de tal índole que excluye el derecho del soberano. Cada persona tiene, en efecto, una propiedad que excluye el derecho de cualquier otro súbdito, y la tiene solamente por el poder soberano sin cuya protección cualquier otro hombre tendría igual derecho a la misma. Existe una sexta doctrina directa y llanamente contraria a la esencia de un Estado: según ella el soberano poder puede ser dividido. Ahora bien, dividir el poder de un Estado no es otra cosa que disolverlo, porque los poderes divididos se destruyen mutuamente uno a otro. En cuanto a la rebelión, en particular contra la monarquía una de las causas mas frecuentes de ello es la lectura de los libros de política y de historia, de los antiguos griegos y romanos. A base, como digo, de la lectura de tales libros, los hombres se han lanzado a matar a sus reyes, porque los
escritores griegos y latinos, en sus libros y discursos de política, consideraban legitimo y laudable para cualquier hombre hacer eso, solo que a quien tal hacia lo llamaban tirano. Ni decían regicidio, es decir asesinato de un rey, sino tiranicidio, asegurando que el asesinato de un tirano es legitimo. Del mismo modo que han existido doctores que sostienen la existencia de tres espíritus en el hombre, así también piensan algunos que existen, en el Estado, espíritus diversos y no uno solo, y establecen una supremacía contra la soberanía; cánones contra leyes, y autoridad eclesiástica contra autoridad civil, perturbando las mentes humanas con palabras y distinciones que por si mismas nada significan, pero que con su oscuridad revelan que en la oscuridad pulula, como algo invisible, otro reino nuevo, algo así como un reino fantástico. A veces, también, en el gobierno meramente civil existe mas de un alma, por ejemplo, cuando el poder recaudar dinero depende de una asamblea general, quedando el poder de dirección y de mando en poder de un hombre, y el poder de hacer leyes en el consentimiento accidental, no solo de esos dos elementos, sino, acaso, de un tercero. Esto pone en peligro al Estado, a veces por la falta de respeto a las buenas leyes, pero en la mayoría de los casos por falta de aquella nutrición que es necesaria a la vida y al movimiento. Existen otras que no son tan grandes, y que, sin embargo, merecen ser observadas. Tal es, en primer termino, la dificultad de recaudar dinero para los usos necesarios del Estado, Especialmente en caso de guerra inminente. Por otra parte, se da a veces en un Estado una enfermedad que se asemeja a la pleuresía, y que consiste en que cuando el tesoro del Estado fluye mas allá de lo debido, se reúne con excesiva abundancia en uno o en pocos particulares, mediante monopolios o exacciones correspondientes a las rentas publicas. Así también, la popularidad de un súbdito potente es una enfermedad peligrosa, porque el pueblo, por la adulación o la reputación de un ambicioso, es apartado de la obediencia a las leyes, para seguir a un hombre de cuyas virtudes y designios no tiene conocimiento. Otra enfermedad de un Estado es la grandeza inmoderada de una ciudad, cuando es apta para suministrar de su propio ámbito el numero y las expensas de un gran ejercito; como también el gran numero de corporaciones, que son como Estados menores en el seno de uno mas grande, como gusanos en las entrañas de un hombre natural. Por ultimo, cuando en una guerra los enemigos logran una victoria final, de tal modo que no existe ulterior protección de los súbditos en sus haciendas, entonces el Estado queda Disuelto, y cada hombre en libertad de protegerse a si mismo por los expedientes que su propia discreción le sugiera.
Locke Ensayo sobre el gobierno civil Capitulo VIII Del comienzo de las sociedades políticas. Siendo, según se ha dicho ya, los hombres libres, iguales e independientes por naturaleza, ninguno de ellos puede ser arrancado de esa situación y sometido al poder político de otros sin que medie su propio consentimiento. Este se otorga mediante convenio hecho con otros hombres de juntarse e integrarse en una comunidad destinada a permitirles una vida cómoda, segura y pacifica de unos con otros, en el disfrute tranquilo de sus bienes propios, y una salvaguardia mayor contra cualquiera que no pertenezca a esa comunidad. Una vez que un determinado numero de hombres ha consentido en constituir una comunidad o gobierno, quedan desde ese mismo momento
conjuntados y forman un solo cuerpo político, dentro del cual la mayoría tiene el derecho de regir y de obligar a todos. Por eso vemos que en las asambleas infestidas por leyes positivas para poder actuar, pero sin que esas leyes positivas hayan establecido un numero fijo para que puedan hacerlo, la resolución de la mayoría es aceptada como resolución de la totalidad de sus miembros y, por al ley natural y la de la razón, se da por supuesto que obliga, por llevar dentro de si el poder de la totalidad. De esa manera, todos cuantos consienten en formar un cuerpo político bajo un gobierno, aceptan ante todos los miembros de esa sociedad la obligación de someterse a la resolución de la mayoría, y dejarse guiar por ella; de otro modo, nada significaría el pacto inicial por el que cada uno de los miembros se integra con los demás dentro de la sociedad, y no existiría tal pacto si cada miembro siguiese siendo libre y sin mas lazos que los que tenia cuando se encontraba en el estado de Naturaleza. Resulta poco menos que imposible conseguir la unanimidad, como consecuencia de la variedad de opiniones y de la pugna de intereses que se manifiesta fatalmente en cuanto se reúnen unos cuantos hombres. Allí donde la mayoría no puede obligar a los demás miembros, es imposible que la sociedad actúe como un solo cuerpo y, por consiguiente, volverá inmediatamente a disolverse. Por consiguiente, debe darse por supuesto que quienes, saliendo del estado de Naturaleza, se constituyen en comunidad, entregan todo el poder necesario para las finalidades de esa integración en sociedad a la mayoría de aquella, a no ser que, de una manera expresa, acuerden que deba estar en un numero de personas superior al que forma la simple mayoría. Lo que inicia y realmente constituye una sociedad política cualquiera, no es otra cosa que el consentimiento de un numero cualquiera de hombres libres capaces de formar mayoría para unirse e integrarse dentro de semejante sociedad. Y eso, y solamente eso, es lo que dio o podría dar principio a un gobierno legitimo. Dos objeciones suelen hacerse a esto: 1) No existen ejemplos en la historia de que un grupo de hombres, independientes e iguales entre si, se hayan juntado e iniciado y establecido de esa manera un gobierno 2) Es imposible en Derecho que haya hombres que hagan eso porque, habiendo nacido todos los hombres bajo un gobierno, tienen por fuerza que estar sometidos al mismo, y, por tanto, no gozan de libertad para instituir otro nuevo. He aquí la contestación a la primera de estas objeciones: No tiene nada de sorprendente que la historia nos cuente muy pocas cosas de los hombres cuando estos vivían en el estado de Naturaleza. Los gobiernos son en todas partes anteriores a los documentos. Todas las sociedades políticas arrancaron de una unión voluntaria, y del mutuo acuerdo entre hombres, que actuaban libremente en la elección de sus gobernantes y de sus formas de gobierno. Para terminar. Esta claramente de nuestro lado la razón de afirmar que los hombres eran naturalmente libres; los ejemplos de la historia demuestran que los gobiernos, cuando se iniciaron en tiempo de paz, estuvieron fundados sobre esa base, y se constituyeron por el consenso del pueblo. Si volvemos la vista atrás, hasta donde la historia nos lo consiente, en busca de la iniciación de las comunidades primeras, encontramos, por regla general, que estas se encuentran bajo el gobierno y la administración de un solo hombre. Lo corriente fue que el gobierno se iniciase con el padre. Teniendo este por ley de Naturaleza el mismo poder que todo hombre para castigar según su buen entender las culpas cometidas contra la ley, podía por eso mismo castigar las transgresiones cometidas por sus hijos, incluso cuando estos eran ya hombres y habían salido de su tutela. Parece muy probable que ellos se sometiesen a esos castigos del padre, y se uniesen a el contra el culpable los que no lo eran, aportándole así el poder necesario para ejecutar su sentencia contra cualquier transgresión. Era el hombre que mas confianza merecía; el cariño paternal les aseguraba sus propiedades y sus intereses bajo el cuidado suyo, y la costumbre de obedecerle en su niñez les hacia mas fácil someterse al padre mejor que a otra persona. Pues bien: si volvemos la vista atrás hasta al comienzo de los documentos históricos relativos a la propagación del hombre por el mundo, y a la vida de las naciones, nos encontramos por lo general que el gobierno esta en una sola mano; pero eso no destruye mi afirmación de que el comienzo de la sociedad política depende del consenso de los individuos para reunirse e integrar una sociedad. Ahora bien: como eso ha dado ocasión a ciertos hombres para equivocarse y para pensar que el
gobierno fue por naturaleza monárquico, y pertenecía a l padre, quizá no estará de mas que entremos aquí a considerar la razón de que en sus comienzos los pueblos se inclinaron generalmente hacia esa forma de gobierno. La verdad es que todas las monarquías pequeñas, es decir, casi todas las monarquías en sus primeros tiempos, fueron generalmente electivas, al menos en el momento de adoptar una forma de gobierno. Agreguemos a ello que la monarquía es una forma de gobierno sencilla y que se ofrece espontáneamente a los hombres, cuando la experiencia no los ha instruido en las formas de gobierno, ni la ambición ni la insolencia del mando les han enseñado a precaverse contra las intromisiones de prerrogativas y los inconvenientes del poder absoluto, que la monarquía hereditaria tendría tendencia a reclamar y a imponerles. De ese modo, allí donde una familia creció hasta convertirse gradualmente en un Estado, y la autoridad paterna paso a su hijo mayor, cada súbdito, a su vez, fue creciendo bajo la misma y la acepto tácitamente; y como lo llevadero y equitativo de esa autoridad no molesta a nadie, todos se mostraban conformes, hasta que el transcurso del tiempo pareció confirmarla y estableció el derecho de sucesión como consecuencia de una prescripción. Ahora bien: varias familias o los descendientes de varias familias a las que la casualidad, la vecindad o los negocios unían entre si, acabaron formando una sociedad política. Pero la ambición y el anhelo de goces pretendió en épocas posteriores retener y acrecentar el poder, sin cumplir con las tareas para las que ese poder había sido creado. Vino la adulación a enseñar a los príncipes que sus intereses eran distintos y separados de los del pueblo. Entonces fue cuando los hombre creyeron necesario examinar con mas cuidado los orígenes y los derechos del gobierno; idearon medios para restringir las pretensiones exageradas y para evitar los abusos de ese poder que ahora se empleaban en daño de ellos, siendo así que solo para su bien lo habían puesto en manos ajenas. Pero jamas soñaron siquiera que la monarquía fuera de jure divino, derecho del que jamas se oyó hablar entre el genero humano hasta que nos ha sido revelado por la teología contemporánea, de la misma manera que tampoco aceptaron jamas ni que el poder paterno incluyese en si el derecho de soberanía ni que fuese la base de toda clase de gobiernos. Otra objeción que se hace contra esa clase de comienzos de las sociedades políticas es, según yo creo, la siguiente: “Que todos los hombres nacen sometidos a uno u otro gobierno, siendo, por tanto, imposible que hayan tenido nunca libertad e independencia para reunirse y constituir un gobierno nuevo, sin que hayan sido tampoco capaces de establecer un gobierno legitimo”. Cualquier persona nacida bajo la soberanía de otra puede también ser libre para convertirse en gobernante o en súbdito de una sociedad política distinta y separada. La historia no nos ofrece ejemplos mas frecuentes, lo mismo en lo sagrado que en lo religioso, que los hombres que se apartaron y retiraron su obediencia de la jurisdicción bajo la cual habían nacido, de la familia o de la comunidad dentro de la cual se habían criado, y que establecieron nuevos gobiernos en otras regiones. Así fue como surgió ese gran numero de pequeñas comunidades políticas en las edades primitivas, que se fueron multiplicando mientras hubo en sus regiones espacio suficiente, hasta que las comunidades mas fuertes o mas afortunadas engulleron a las mas débiles; y así es como se ha visto a esas comunidades mas importantes deshacerse para volver a formar Estados mas pequeños. Todos ellos son otros tantos testimonios contra la soberanía paternal, y demuestran claramente que no fue el derecho del padre transmitido a sus herederos lo que en los comienzos dio origen a los gobiernos; porque en ese terreno era imposible que se hubiesen constituido tantos pequeños reinos, y solo habría habido una monarquía universal si los hombre no hubiesen gozado de libertad para apartarse de sus familias y de su gobierno, fuesen aquellas y este los que fuesen, a fin de marcharse y constituir otros Estados y gobiernos que a ellos les parecieron convenientes. Resulta, pues, evidente por las mismas practicas adoptadas por los gobiernos, igual que por la ley de la buena razón, que el niño no nace súbdito de un país o de un gobierno determinado. Hasta que llega a la edad de la discreción encuéntrase bajo la tutela y autoridad del padre; al llegar a esa edad es un hombre libre, y gozan de libertad para someterse al gobierno que quiera, para unirse al cuerpo político que desea. Existe una distinción corriente entre consentimiento expreso y consentimiento tácito, que podrá aplicarse a nuestro caso actual. Nadie pone en duda que el consentimiento expreso de un hombre
para entrar en una sociedad lo convierte en miembro perfecto de la misma, en súbdito de aquel gobierno. La dificultad estriba en ponerse de acuerdo sobre lo que debe entenderse por consentimiento tácito y hasta que punto liga este, es decir, hasta que punto se considerara que una persona ha consentido, sometiéndose de ese modo a un gobierno determinado, en los casos en que no ha manifestado expresamente ese consentimiento. En cuanto a eso, digo que todas aquellas personas que tienen bienes o el disfrute de una parte cualquiera de los dominios territoriales de un gobierno, otorgan con ello su consentimiento tácito. Ese consentimiento puede consistir simplemente en el hecho de vivir dentro del territorio de dicho gobierno. Desde el momento en que un hombre se incorpora a un Estado cualquiera, entrando a formar parte del mismo de allí en adelante, anexiona y somete a la comunidad todos los bienes que ya posee y los que podrá adquirir, siempre que estos no dependan ya de otro gobierno. Por el pacto mismo por el que una persona que antes era libre se agrega a cualquier Estado, agrega también a este sus bienes, que antes eran libres. Ambos, la persona y los bienes, quedan sujetos al gobierno y a la soberanía de aquel Estado mientras este exista. Pero el simple hecho de someterse a las leyes de un país, de vivir tranquilamente y de disfrutar de los privilegios y de la protección que ellas otorgan no hace a ningún hombre miembro de dicha sociedad. Nada puede hacer a un hombre súbdito o miembro de un Estado sino su ingreso en el mismo por compromiso positivo, promesa expresa y pacto.
Capitulo IX. De las finalidades de la sociedad política y del gobierno. Como la mayor parte de los hombres no observan estrictamente los mandatos de la equidad y de la justicia, resulta muy inseguro y mal salvaguardado el disfrute de los bienes que cada cual posee en ese estado. Tenemos, pues, que la finalidad máxima y principal que buscan los hombres al reunirse en Estados o comunidades, sometiéndose a un gobierno, es la de salvaguardar sus bienes; esa salvaguardia es muy incompleta en el estado de Naturaleza. En Primer lugar se necesita una ley establecida, aceptada, conocida y firme que sirva por común consenso de norma de los justo y de lo injusto, y de medida común para que puedan resolverse por ella todas las disputas que surjan entre los hombres. En segundo lugar, hace falta en el estado de Naturaleza un juez reconocido e imparcial, con autoridad para resolver todas las diferencias, de acuerdo con la ley establecida. En tercer lugar, se carece con frecuencia en el estado de Naturaleza de un poder suficiente que respalde y sostenga la sentencia cuando esta es justa, y que la ejecute debidamente. Así es como el genero humano se ve rápidamente llevado hacia la sociedad política a pesar de todos los privilegios que goza en el estado de Naturaleza, porque mientras permanecen dentro de este su situación es mala. Por esa razón, es raro encontrar hombres que permanezcan durante algún tiempo en tal estado. Los inconvenientes a que están expuestos, dado que cualquiera de ellos puede poner por obre sin norma ni limite el poder de castigar las transgresiones de los demás, los impulsan a buscar refugio, a fin de salvaguardar sus bienes, en las leyes establecidas por los gobiernos. Esto es lo que hace que cada cual este dispuesto a renunciar a su poder individual de castigar, dejándolo en las manos de un solo individuo elegido entre ellos para esa tarea, y ateniéndose a las reglas que la comunidad o aquellos que han sido autorizados por los miembros de la misma establezcan de común acuerdo. Ahí es donde radica el derecho y el nacimiento de ambos poderes, el legislativo y el ejecutivo, y también el de los gobiernos y el de las mismas sociedades políticos. En el estado de naturaleza el hombre posee dos poderes: 1) El primero de ellos es el de hacer lo que bien le parece para su propia salvaguardia y la de los demás, dentro de la ley natural. 2) el otro poder que el hombre tiene en el estado de Naturaleza es el de castigar los delitos cometidos contra la ley.
El primero de esos poderes, es decir, el de hacer lo que le parece bien para su propia salvaguardia y la de los demás hombres, lo entrega a la reglamentación de las leyes que dicta la sociedad. En segundo lugar, renuncia de una manera total al poder que tenia de castigar, y compromete su fuerza natural, esa fuerza de la que antes podía servirse por su propia autoridad para ejecutar la ley natural, según creía conveniente, a ponerla al servicio del poder ejecutivo de la sociedad, cuando sus leyes lo exijan. El poder legislativo o supremo de un Estado hallase en la obligación de gobernar mediante leyes fijas y establecidas, promulgadas y conocidas por el pueblo; no debe hacerlo por decretos extemporáneos. Es preciso que establezca jueces rectos e imparciales encargados de resolver los litigios mediante aquellas leyes. Y todo esto debe ser encaminado al único objeto de conseguir la paz, la seguridad y el bien de la población.
Capitulo X. De las formas de gobierno. Hemos visto ya que al reunirse por vez primera los hombres para formar una sociedad política, la totalidad del poder de la comunidad radica naturalmente en la mayoría de ellos. Por eso puede la mayoría emplear ese poder en dictar de tiempo en tiempo leyes para la comunidad y en ejecutar por medio de funcionarios nombrados por ella esas leyes. En esos casos la forma de gobierno es una democracia perfecta. Puede también colocar la facultad de hacer leyes en manos de unos pocos hombres selectos, y de sus herederos o sucesores; en ese caso es una oligarquía. Puede igualmente colocarlo en las manos de un solo hombre, y en ese caso es una monarquía. Si dicho poder esta vinculado a el y a sus descendientes, la monarquía es hereditaria; si es solamente para mientras viva, ya a su muerte el poder nombrearle sucesor vuelve a los miembros de la sociedad será una monarquía electiva. Como la forma de gobierno depende de que se coloque el poder supremo, que es el legislativo, en unas u otras manos, la forma de gobierno del Estado dependerá de la manera como se otorgue el poder de hacer las leyes.
Capitulo XI. Del alcance del poder legislativo. Siendo la alta finalidad de los hombres al entrar en sociedad el disfrute de sus propiedades en paz y seguridad, y constituyendo las leyes establecidas en esa sociedad el magno instrumento y medio para conseguirla, la ley primera y fundamental de todas las comunidades políticas es la del establecimiento del poder legislativo. Ningún edicto u ordenanza, sea de quien sea, este redactado en la forma que lo este y cualquiera que sea el poder que lo respalde, tienen la fuerza y el apremio de una ley, si no ha sido aprobada por el poder legislativo elegido y nombrado por el pueblo. Porque, sin esta aprobación, la ley no podría tener la condición absolutamente indispensable para que lo sea, a saber, el consenso de la sociedad, puesto que nadie existe por encima de ella con poder para hacer leyes, sino mediante su consentimiento y con la autoridad que esa sociedad le ha otorgado. El poder legislativo supremo, lo mismo cuando es ejercido por una sola persona que cuando lo es por muchas, lo mismo si es ejercitado de una manera ininterrumpida que si lo es únicamente a intervalos, permanece, a pesar de que sea el supremo poder de cualquier Estado, sometido a las restricciones siguientes: En primer lugar no es ni puede ser un poder absolutamente arbitrario sobre las vidas y los bienes de las personas y no puede ser superior al que tenían esas mismas personas cuando vivían en estado de Naturaleza. Nadie puede transferir a otro un poder superior al que el mismo posee, y nadie posee poder arbitrario absoluto sobre si mismo, ni sobre otra persona;
nadie tiene poder para destruir su propia vida ni para arrebatar a otra persona la vida o las propiedades. El poder del legislador llega únicamente hasta donde llega el bien publico de la sociedad. Es un poder que no esta enderezado a otra finalidad que a la de la salvaguardia, y no puede por esa razón poseer el derecho de matar, esclavizar o empobrecer deliberadamente a sus súbditos. En segundo lugar, la autoridad suprema o poder legislativo no puede atribuirse la facultad de gobernar por decretos improvisados y arbitrarios; está, por el contrario, obligada a dispensar la justicia y a señalar los derechos de los súbditos mediante las leyes fijas y promulgadas, aplicadas por jueces señalados y conocidos. La comunidad pone el poder legislativo en las manos que cree mas apropiadas, encargándole que gobierne mediante leyes declaradas. Los gobernantes se mantendrán dentro de los limites debidos, y el poder que tienen en sus manos no los empujara a emlearlo para finalidades y recurriendo a medidas que los miembros de la sociedad no conocen y a las que no se habrían acomodado voluntariamente. En tercer lugar, el poder supremo no puede arrebatar ninguna parte de sus propiedades a un hombre sin el consentimiento de este. En cuarto lugar, el poder legislativo no puede transferir a otras manos el poder de hacer las leyes, ya que ese poder lo tiene únicamente por delegación del pueblo. He aquí los limites que la misión que le ha sido encomendada por la sociedad y por la ley de Dios y la ley natural impone al poder legislativo de toda comunidad política, cualquiera que sea su forma de gobierno: 1. Tienen que gobernar de acuerdo con leyes establecidas y promulgadas, que no deberán ser modificadas en casos particulares, y tendrán que se idénticas para el rico y el pobre, para el favorito que esta en la Corte y para el labrador que empuña el arado. 2. Tales leyes no tendrán otra finalidad, en ultimo termino, que el bien del pueblo. 3. No se deberán percibir impuesto sobre los bienes del pueblo sin el consentimiento de este, que lo dará directamente o por medio de sus representantes. 4. El poder legislativo no debe ni puede transferir la facultad de hacer leyes a ninguna otra persona; tiene que dejarla allí donde el pueblo la sitúo.
Capitulo XII. Del poder legislativo, del poder ejecutivo y del poder federativo de la comunidad política. El poder legislativo es aquel que tiene el derecho de señalar como debe emplearse la fuerza de la comunidad política y de los miembros de la misma. No es necesario que el órgano legislativo permanezca siempre en ejercicio; las leyes están destinadas a ser cumplidas de manera ininterrumpida, y tienen vigencia constante; para hacerlas solo se requiere escaso tiempo. Además, tampoco es conveniente, pues seria una tentación demasiado fuerte para la debilidad humana, que tiene tendencia a aferrarse al poder, confiar la tarea de ejecutar las leyes a las mismas personas que tienen la misión de hacerlas. Ello daría lugar a que eludiesen la obediencia a esas mismas leyes hechas por ellos, o que las redactasen y aplicasen de acuerdo con sus intereses particulares. Pero por la misma razón de que las leyes se hacen de una vez, y que su elaboración solo exige un tiempo bastante coro, aunque su fuerza de obligar es constante y duradera, siendo como es necesario aplicarlas sin interrupción y de una manera constante, se impone la necesidad de que exista un poder permanente que cuide de la ejecución de las mismas mientras estén vigentes. De ahí nace que los poderes legislativo y ejecutivo se encuentren con frecuencia separados. Existe en toda comunidad política otro poder al que podría aplicarse el calificativo de natural, puesto que corresponde a una facultad que cada uno de los hombres poseía naturalmente antes de entrar en sociedad. Tenemos, pues, que la comunidad, tomada globalmente, constituye un solo
cuerpo, y que este cuerpo se encuentra en el estado de Naturaleza por lo que se refiere a todos los demás Estados o personas ajenas a la comunidad. Por esa razón lleva ese poder consigo el derecho de la guerra y de la paz, el de constituir ligas y alianzas, y el de llevar adelante todas las negociaciones que sea preciso realizar con las personas y las comunidades políticas ajenas. A ese poder podría, si eso parece bien, llamársele federativo. Estos dos poderes, el ejecutivo y el federativo, son en si mismos ralamente distintos; sin embargo, a pesar de que uno de ellos abarca la ejecución de las leyes comunales de la sociedad en el interior de la misma y a todos cuantos la integran, y el otro tiene a su cargo la seguridad y los intereses de la población en el exterior, con respecto a quienes pueden serles útiles o perjudicarle, ocurre que casi siempre suelen encontrarse reunidos. Tenemos que si el poder ejecutivo y el poder federativo de cada comunidad son distintos en si mismos, resulta, sin embargo, difícil el separarlos y ponerlos simultáneamente en manos de distintas personas. Ambos exigen para su ejercicio la fuerza de la sociedad, y resulta casi imposible colocar esa fuerza simultáneamente en manos distintas y que no están mutuamente en relación de subordinación. Tampoco seria posible confiar el poder ejecutivo y el poder federativo a personas que pudiesen actuar por separado, porque, en ese caso, la fuerza publica se hallaría colocada bajo mandos diferentes, lo cual acarrearía mas pronto o mas tarde desordenes y desgracias.
Capitulo XIII. De la subordinación de los poderes de la comunidad política. Un poder supremo único, el legislativo, al que todos los demás se encuentran y deben estar subordinados, le queda siempre al pueblo el poder supremo de apartar o cambiar los legisladores, si considera que actúan de una manera contraria a la misión que se les ha confiado. En efecto, todo poder delegado con una misión determinada y una finalidad, encuéntrase limitado por esta; si los detentadores de ese poder se apartan de ella abiertamente o no se muestran solícitos en conseguirla, será forzoso que se ponga termino a esa misión que se les confió. En ese caso, el poder volverá por fuerza a quienes antes lo entregaron; entonces, estos pueden confiarlo de nuevo a las personas que juzguen capaces de asegurar su propia salvaguardia. Ningún hombre ni sociedad de hombres tiene poder para renunciar a su propia conservación, y por consiguiente, a los medios de conseguirla, entregando ese poder a la voluntad absoluta y a la soberanía arbitraria de otro persona. En ese sentido, puede afirmarse que la comunidad es siempre el poder supremo; pero no si se la considera sometida a una forma concreta de gobierno, porque el poder del pueblo no puede ejercitarse sino cuando el gobierno que tenia queda disuelto. Por fuerza tendrá que ser el poder supremo el legislativo, y por fuerza todos los demás poderes confiados a miembros o partes de la sociedad tendrán que derivarse de aquel y estarle subordinados. Existen algunas comunidades políticas en que el poder legislativo no funciona de manera permanente, y en que el ejecutivo esta delegado en una sola persona que participa también en el poder legislativo. En tales comunidades políticas, y en un sentido muy aceptable, puede también decirse que esa persona concreta es el poder supremo, no porque detenten en si misma todo el poder soberano, es decir, el de hacer leyes, sino porque posee el poder supremo de ejecución del que todos los magistrado inferiores derivan sus distintos poderes subordinados. No es necesario, ni es siquiera conveniente, que el poder legislativo permanezca en constante ejercicio: es, en cambio, absolutamente necesario que lo este el poder ejecutivo, ya que, si bien no necesita siempre hacer leyes nuevas, es preciso siempre asegurar el cumplimiento de las ya establecidas. Debemos suponer también que el poder legislativo lo forman varias personas, porque si lo detentase una sola, por fuerza tendría que estar siempre en ejercicio y, por ese hecho mismo, seria el poder ejecutivo supremo, al mismo tiempo que el legislativo. Una vez que el pueblo ha colocado en ellos el poder supremo, lo tienen siempre, y pueden ejercerlo cuando les parezca bien, amenos que la constitución por la que se rigen no haya limitado
ese poder a determinadas épocas, o no lo hayan suspendido ellos mismos, en el ejercicio de semejante poder supremo, hasta una fecha determinada. Cuando los componentes del poder legislativo, o una parte de los mismos, son representantes elegidos por el pueblo para una plazo determinado, y pasado dicho plazo, vuelven a la situación corriente de súbditos, no teniendo, por otra parte, participación en la legislatura sino en caso de ser elegidos nuevamente, la facultad de elegir debe ser ejercitada por el pueblo en épocas determinadas o siempre que sea convocado para ello. Hacer uso de la fuerza publica contra el pueblo, sin haber sido autorizado y contrariando la misión que al poder ejecutivo le ha sido confiada, equivale a colocarse en estado de guerra con el pueblo, y este tiene derecho entonces a restablecer al cuerpo legislativo en el ejercicio de sus facultades. Si se le impide por la fuerza el cumplimiento de una misión que es indispensable para la sociedad y de la que dependen la seguridad y la conservación del pueblo, este tiene derecho a apartar ese obstáculo empleando la fuerza. La facultad de reunir y de disolver la legislatura, propia del poder ejecutivo, no da a este ninguna superioridad sobre aquel. La prerrogativa no es otra cosa que un poder puesto en manos del príncipe, con objeto de que provea al bien publico en aquellas situaciones derivadas de circunstancias imprevistas, y es imposible reglamentar con seguridad mediante leyes fijas e inmutables, entonces, cuando el monarca pueda hacer en interés evidente del pueblo y para asentar el gobierno sobre bases que respondan a la verdad, es y será siempre una prerrogativa justa.
Capitulo XIV. De la prerrogativa. En las comunidades políticas en que el poder legislativo y el político se encuentran en manos distintas, como ocurre en todas las monarquías moderadas y en los gobiernos bien constituidos, el bien de la sociedad exige que deje varias cosas al buen juicio de la persona que ejerce el poder ejecutivo. Los legisladores no pueden prever y proveer por medio de leyes a todo lo que puede necesitar la comunidad. El ejecutivo puede tomar las medidas oportunas mientras no pueda reunirse el órgano legislativo y proveer debidamente. Mas aun, son muchas las cosas que la ley no puede en modo alguno proveer, y que por fuerza hay que dejar al cuidado de quien tiene el poder ejecutivo en sus manos, a fin de que el provea como mejor lo pidan el bien y la conveniencia públicos. Conviene pues, que quien gobierna posea en muchos casos autoridad para mitigar el rigor de la ley y para perdonar a algunos culpables, puesto que, siendo la finalidad del gobierno la salvaguardia de todos, en la medida que ello es posible, debe incluso perdonarse a los que han delinquido si con ello no se causa perjuicio al inocente. A esa facultad de actuar a favor del bien publico siendo los dictados de la discreción, sin esperar los mandatos de la ley, e incluso en contra de ellos, se le llama prerrogativa. Cuando príncipes débiles se dejaron llevar del error y de la adulación, e hicieron uso de tal poder para servir a finalidades particulares suyas y no para el bien publico, el pueblo se apresuro a reglamentar la prerrogativa mediante leyes expresas, en aquellos puntos que lesionaban sus conveniencias y marco limites a la prerrogativa. Tienen un concepto muy equivocado del gobierno quienes sostienen que el pueblo ha invadido el derecho de prerrogativa, cuando ha hecho señalar por medio de leyes positivas el alcance exacto de ciertas partes de la misma. Siendo la finalidad del gobierno el bien de la comunidad, cualquier alteración que se haga en aquel, buscando esa finalidad, no podrá constituir nunca una instrucción contra nadie. Ninguna autoridad puede tener un derecho que vaya en contra de tal finalidad. La prerrogativa, por consiguiente, no puede ser otra cosa que una autorización otorgada por el pueblo a sus gobernantes para adaptar diferentes iniciativas en casos no previstos por la ley, y, en ocasiones, para obrar directamente en contra de la letra de la ley, mirando por el bien del pueblo, y a reserva de la aprobación ulterior de este ultimo. Un príncipe bueno, cuidadoso de la misión que
ha recibido y atento al bien de su pueblo, no dispondrá nunca de una prerrogativa demasiado extensa; es decir, de un poder demasiado grande para hacer el bien. Cuando el conjunto del pueblo, o un solo hombre aisladamente, se ven despojados de su derecho, o sometidos al ejercicio de un poder ilegal, como no tienen nadie en la tierra a quien apelar, están en libertad de apelar al cielo, si juzgan que tienen para ello causa suficientemente grave. Aunque el pueblo no puede ser juez, pues no tiene, por la constitución de aquella sociedad, ningún poder superior con el que sentenciar y hacer efectiva la sentencia en este caso, le queda siempre aquella ultima decisión reservada a todo linaje humano cuando no tiene a quien recurrir en la tierra, y eso por una ley que precede y esta por encima de todas las leyes positivas de los hombres, de apelar al cielo cuando tienen una causa justa para ello. Y que nadie vaya a pensar que con esto se cura una fuente de perpetuos desordenes; esa apelación de que hablo no entra en acción hasta que los daños son tan grandes que llega a sentirlos la mayoría del pueblo, cansándose de ellos y experimentado la necesidad de ponerles remedio. El poder ejecutivo, o los monarcas prudentes, no deben dar jamas lugar a que eso ocurra.
Capitulo XIX. De la disolución del gobierno. Lo que de ordinario, mejor dicho, casi siempre disuelve las asociaciones políticas es la invasión de una fuerza extranjera que actúa como conquistadora. Con independencia de estos derribos de gobiernos provocados desde el exterior, pueden los gobiernos ser disueltos desde el interior: En primer lugar, cuando el poder legislativo ha sufrido una alteración. La sociedad civil equivale a un estado de paz entre los miembros que la formasen, y excluye el estado de guerra mediante el arbitraje del poder legislativo que pone fin a todas las diferencias que puedan surgir entre uno y otro miembro. Sobreviene la disolución y la muerte cuando el poder legislativo es derribado o disuelto. Existe otro modo por el que se puede llegar a la disolución de un gobierno de esa clase, a saber: cuando quien detenta el poder ejecutivo supremo se despreocupa o abandona esa obligación, hasta el punto de que ya no puedan aplicarse las leyes existentes. No poder ejecutarse las leyes equivale simplemente a la no existencia de leyes, y yo creo que un gobierno sin leyes resulta en política un misterio inconcebible para la inteligencia humana, que es incompatible con la existencia de la sociedad. La sociedad no puede perder nunca, por culpa de nadie, el derecho innato y primordial que tiene de conservarse, y no puede asegurar ese derecho de otra manera que mediante un poder legislativa establecido y una aplicación justa e imparcial de las leyes. Existe, en segundo lugar, otro modo de disolución de los gobiernos y es cuando el poder legislativo o el monarca, lo mismo el uno que el otro, actúan en forma contraria a su misión. El cuerpo legislador actúa de manera contraria a la misión que se le ha confiando cuando trata de invadir lo que constituye propiedad de los súbditos, haciéndose ellos mismos, o haciendo a una fracción de la comunidad, dueños soberanos absolutos de las vidas, libertades y bienes del pueblo. Se dirá, sin embargo, que semejante teoría siembra los gérmenes de frecuentes rebeldías. A ello contesto: Primero: El pueblo que se ve maltratado, y gobernado contra Derecho, estará siempre dispuesto a quitarse de encima una carga que le resulta pesadisima. Anhelara y buscara la oportunidad, que nunca tarda mucho en presentarse dada la inestabilidad, la debilidad y las mudanzas de los humanos Segundo: contesto que esa clase de revoluciones no se producen por causa de faltas pequeñas en el manejo de los asuntos públicos. Los pueblos son capaces de soportar sin rebelarse y sin murmurar grandes errores de sus gobernantes, muchas leyes injustas y molestas y todos los deslices a que esta expuesta la fragilidad humana. Pero no es de admirarse que, si una larga
cadena de abusos, prevaricaciones y maquinaciones, encaminadas todas hacia el mismo fin, descubren al pueblo cual es ese fin, y el pueblo no puede menos de ver lo que se les viene encima y adonde se le lleva, no es de admirar, digo, que ese pueblo se levante y trate de poner el gobierno en manos que puedan asegurarle el cumplimiento de las finalidades para las que fue establecido. Porque, si estas finalidades no se cumplen, nada se gana con regímenes antiguos y formas de gobierno que parecen magnificas, sino que, por el contrario, son mucho peores que el estado natural de pura anarquía. Tercero: contesto que la mejor defensa contra la rebelión, y el medio mas probable de impedirla, es que el pueblo tenga poder para proveer nuevamente a su propia salvaguardia, estableciendo un nuevo poder legislativo cuando el que tenia ha actuado contrariamente a su misión atropellando la propiedad de sus súbditos. En los dos casos arriba mencionados, es decir, cuando se introducen cambios en el poder legislativo, o cuando los legisladores actúan en forma contraria a la finalidad para cuya consecución se les dio el poder, quienes hacen tales cosas son reos de rebelión. La finalidad de los gobiernos es el bien del genero humano. ¿qué es mejor para el genero humano: que el pueblo se vea expuesto siempre a las voluntad omnimoda del tirano, o que los gobernantes se hallen expuesto en ocasiones a encontrar resistencia cuando abusan con exceso de poder, y lo emplean en la destrucción y no en la salvaguardia de las propiedades de su pueblo? Es probable que al llegar aquí se me plantee la cuestión habitual. ¿quién será el juez para sentenciar al monarca o el poder legislativo obren en contra de la misión que se les ha confiado? Es posible que personas desafectadas o facciosas hagan correr esa idea entre el pueblo precisamente cuando el príncipe solo hace uso de su legitima prerrogativa. A lo cual contesto que es el pueblo quien ha de juzgar. Si, pues, surge entre el monarca y algunos de sus súbditos una disputa en materia que la ley ha dejado dudosa o en silencio, y es materia que puede acarrear grabes consecuencias, yo me siento inclinado a creer que el arbitro mas indicado en semejante caso debería ser la totalidad del pueblo. El poder que cada uno entrego a la sociedad al entrar a formar parte de la misma no puede revertir de nuevo al individuo mientras la sociedad subsista, sino que permanecerá siempre en la comunidad, porque sin eso no podría existir comunidad política, lo cual seria contrario al convenio primitivo. Si se puso limites a la duración del poder legislativo, y coloco este poder solo temporalmente en una persona o en una asamblea, o si quienes ejercen tal poder lo pierden por las faltas que cometen, o porque se cumple el plazo señalado, el poder legislativo revierte a la sociedad, y el pueblo tiene el derecho de actuar como soberano, de conservar para si mismo el poder legislativo, darle otra forma, o de colocarlo, conservando al antigua, en otras manos, según lo juzgue mas conveniente.
Weber Max III. Los Tipos de Dominación. I.
Las Formas de Legitimidad.
Debe entenderse por dominación, de acuerdo con la definición ya dada, la probabilidad de encontrar obediencia dentro de un grupo determinado para mandatos específicos. No toda dominación se sirve del medio económico. Y todavía menos tiene toda dominación fines económicos. Pero toda dominación sobre una pluralidad de hombres requiere de un modo normal un cuadro administrativo; es decir, la probabilidad, en la que se puede confiar, de que se dará una actividad, dirigida a la ejecución de sus ordenaciones generales y mandatos contratos, por parte de un grupo de hombres cuya obediencia se espera. La naturaleza de estos motivos determina en gran medida el tipo de dominación. Motivos puramente materiales y racionales con arreglo a fines
como vinculo entre el imperante y su cuadro implican aquí, como en todas partes, una relación relativamente frágil. Por regla general se le añaden otros motivos: afectivos o racionales con arreglo a valores. En estos casos fuera de lo normal pueden estos ser los decisivos. En lo cotidiano domina la costumbre y con ella intereses materiales, utilitarios, tanto en esta como en cualquiera otra relación. Pero la costumbre y la situación de intereses, no menos que los motivos puramente afectivos y de valor, no pueden representar los fundamentos en que la dominación confía. Normalmente se le añade otro factor: la creencia en la legitimidad. Parece adecuado distinguir las clases de dominación según sus pretensiones típicas de legitimidad. Para ello es conveniente partir de relaciones modernas y conocidas. 1. Tan solo los resultados que se obtengan pueden justificar que se haya tomado este punto de partida para la clasificación y no otro. 2. No toda pretensión convencional o jurídicamente garantizada debe llamarse relación de dominación. Pues de esta suerte podría decirse que el trabajador en el ámbito de la pretensión de su salario es señor del patrono, ya que este a demanda del ejecutor judicial, esta a su disposición. Debe surgir una relación de obediencia inmediata , o sea, que las disposiciones de la dirección de alguien tengan la pretensión y la probabilidad de ser respetadas puramente en cuanto tales, y sean controladas en su ejecución. 3. La legitimidad de una dominación debe considerarse solo como una probabilidad, la de ser tratada prácticamente como tal y mantenida en una proporción importante. su propia pretensión de legitimidad, por su índole la hace valida en grado relevante, consolida su existencia y codetermina la naturaleza del medio de dominación. 4. Obediencia significa que la acción del que obedece transcurre como si el contenido del mandato se hubiera convertido, por si mismo, en máxima de su conducta; y eso únicamente en méritos de la relación formal de obediencia, sin tener en cuanta la propia opinión sobre el valor o desvalor del mandato como tal. 5. El ámbito de la influencia autoritaria de las relaciones sociales y de los fenómenos culturales es mucho mayor de lo que a primera vista parece. La autoridad de los padres y de la escuela llevan su influencia mucho mas allá de aquellos bienes culturales de carácter (aparentemente ) formal, pues conforma a la juventud y de esa manera a los hombres. 6. El que el dirigente y el cuadro administrativo de una asociación aparezcan según la forma como servidores d ellos dominados, nada demuestra respecto del carácter de dominación. Existen tres tipos puros de dominación legitima. El fundamento primario de su legitimidad puede ser: 1. De carácter racional: que descansa en la creencia en la legalidad de ordenaciones estatuidas y de los derechos de mando de los llamados por esas ordenaciones a ejercer la autoridad (autoridad legal). Se obedecen las ordenaciones impersonales y objetivas legalmente estatuidas y las personas por ellas designadas 2. De carácter tradicional: que descansa en la creencia cotidiana en la santidad de las tradiciones que rigieron desde tiempos lejanos y en la legitimidad de los señalados por esa tradición para ejercer la autoridad (autoridad tradicional). Se obedece a la persona del señor llamado por la tradición y vinculado por ella por motivos de piedad, en el circulo de lo que es consuetudinario. 3. De carácter carismático: que descansa en la entrega extracotidiana a la santidad, heroísmo o ejemplaridad de una persona y a las ordenaciones por ella creadas o reveladas (autoridad carismática). Se obedece al caudillo carismáticamente calificado por razones de confianza personal en la revelación, heroicidad o ejemplaridad, dentro del circulo en que la fe en su carisma tiene validez.
II. La dominación legal con administración burocrática. La dominación legal descansa en la validez de las siguientes ideas, entrelazadas entre si: 1. Que todo derecho, pactado u otorgado, puede ser estatuido de modo racional, racional con arreglo a fines o racional con arreglo a valores (o ambas cosas), con la pretensión de ser respetado.
2. Que todo derecho según su esencia es un cosmos de reglas abstractas, por lo general estatuidas intencionalmente; que la judicatura implica la aplicación de esas reglas al caso concreto; y que la administración supone el cuidado racional de los intereses previstos por las ordenaciones de la asociación, dentro de los limites de las normas jurídicas y según principios que tienen la aprobación o por lo menos carecen de la desaprobación de las ordenaciones de la asociación. 3. Que el soberano legal típico, en tanto que ordena y manda, obedece por su parte al orden impersonal por el que orienta sus disposiciones. 4. Que el que obedece solo lo hace en cuanto miembro de la asociación y solo obedece al derecho. 5. Los miembros que obedecen al soberano, no lo hacen por atención a su persona, sino que obedecen al orden impersonal; y que solo están obligados a la obediencia dentro de la competencia limitada, racional y objetiva, a el otorgada por dicho orden. Las categorías fundamentales de la dominación legas son, pues: 1. un ejercicio continuado, sujeto a ley, de funciones, dentro de 2. un ámbito de deberes y servicios objetivamente limitado en virtud de una distribución de funciones, a) con la atribución de los poderes necesarios para su realización, y b) con fijación estricta de los medios coactivos eventualmente administrables y el supuesto previo de su aplicación. A esto hay que añadir: 3. el principio de jerarquía administrativa, o sea la ordenación de autoridades fijas con facultades de regulación e inspección y con el derecho de queja o apelación ante las autoridades superiores por parte de las inferiores. 4. Las reglas según las cuales hay que proceder pueden ser: a) técnicas o b) normas. Su aplicación exige en ambos casos, para que se logre la racionalidad, una formación profesional. Solo el que posea esas condiciones puede ser empleado como funcionario quienes formaran parte del cuadro administrativo. 5. Rige (en el caso racional) el principio de la separación plena entre el cuadro administrativo y los medios de administración y producción. Existe el principio de la separación completa entre el patrimonio publico, del cargo y del patrimonio privado y entre la oficina y el hogar. 6. En el caso mas racional no existe apropiación de los cargos por quien los ejerce. 7. Rige el principio administrativo de atenerse al expediente, aun allí donde las declaraciones orales sean de hecho la regla o estén hasta prescritas, por lo menos se fijan por escrito los considerandos, propuestas y decisiones, así, como las disposiciones y ordenanzas de toda clase. 8. La estructura pura de dominación del cuadro administrativo es la burocracia. El tipo de administración legal y racional es susceptible de aplicación universal, y es lo importante en la vida cotidiana. Pues para la vida cotidiana dominación es primariamente administración. El tipo mas puro de dominación legal es aquel que se ejerce por medio de un cuadro administrativo burocrático. La totalidad del cuadro administrativo se compone, en el tipo mas puro, de funcionarios individuales, los cuales. 1) personalmente libres, se deben solo a los deberes objetivos de su cargo 2) jerarquía administrativa rigurosa 3) competencias rigurosamente fijadas 4) contrato sobre la base de libre elección 5) calificación profesional por medio de pruebas y diplomas 6) retribución en dinero con sueldos fijos 7) ejercicio del cargo como principal profesión 8) carrera o perspectiva de ascensos 9) separación de los medios administrativos y sin apropiación del cargo 10) rigurosa disciplina y vigilancia administrativa.
La administración burocrática pura, o administración buroratico-monocratica, atenida al expediente, es a tenor de toda la experiencia la forma mas racional de ejercerce una dominación. El gran instrumento de la superioridad de la administración burocrática es el saber profesional especializado. Sin ese aparato, en una sociedad que separa a los funcionarios, empleados y trabajadores de los medios administrativos, y que requiere de modo indispensable la disciplina y la formación profesional, cesaría toda posibilidad de existencia para todos con excepción de los que todavía están en posesión de los medios de abastecimiento (campesinos). La administración burocrática significa: dominación gracias al saber; este representa su carácter racional fundamental y especifico. Mas allá de la situación de poder condicionada por el saber de la especialidad la burocracia tiene la tendencia a acrecentar aun mas el poder por medio del saber de servicio: conocimiento de hechos adquirido por las relaciones del servicio o depositado en el expedienté. El concepto de secreto profesional, no exclusivo pero si específicamente burocrático procede de este impulso de poderío. La administración burocrática significa socialmente en general: 1. la tendencia a la nivelación en interés de una posibilidad universal de reclutamiento de los mas calificados profesionalmente. 2. La tendencia a la plutocratizacion en interés de una formación profesional que haya durado el mayor tiempo posible. 3. La dominación de la impersonalidad formalista, sometida tan solo a la presión de deber escrito, formalmente igual para todos. El espíritu normal de la burocracia racional, hablando en términos generales, es el siguiente. 1. Formalismo, exigido ante todo para garantizar las oportunidades personales de vida de los interesados, cualquiera que sea su clase. 2. Inclinación de los burócratas a llevar a cabo sus tareas administrativas de acuerdo con criterios utilitario-materiales en servicio de los dominados, hechos felices de esta suerte.
III. Dominación tradicional. Debe entenderse que una dominación es tradicional cuando su legitimidad descansa en la santidad de ordenaciones y poderes de mando heredados de tiempos lejanos, desde tiempo inmemorial, creyéndose en ella en méritos de esa santidad. Las relaciones del cuadro administrativo para con el soberano no se determinan por el deber objetivo del cargo sino por la fidelidad personal del servidor. No se obedece a imposiciones estatuidas, sino a la persona llamada por la tradición o por el soberano tradicionalmente determinado: y los mandatos de esta persona son legítimos en dos maneras: a) en parte por la fuerza de la tradición que señala inequívocamente el contenido de los ordenamientos, así como su amplitud y sentido tal como son creídos, y cuya conmoción por causa de una transgresión de los limites tradicionales podría ser peligrosa para la propia situación tradicional del imperante; b) en parte por arbitrio del señor, al cual la tradición le demarca el ámbito correspondiente. Este arbitrio tradicional descansa primeramente en la limitación, por principio, de la obediencia por piedad. Existe por consiguiente el doble reino: a) de la acción imperante materialmente vinculada con la tradición. b) De la acción imperante materialmente libre de la tradición. En la medida en que el soberano procede según principios son estos los de la justicia y equidad, con un contenido ético material, o los de la conveniencia utilitaria, pero no principios formales. De hecho el ejercicio de la dominación se orienta por lo que, de acuerdo con la costumbre, esta permitido al señor frente a la obediencia tradicional de los súbditos.
En el tipo puro de dominación tradicional es imposible la creación deliberada, por declaración, de nuevos principios jurídicos o administrativos. Nuevas creaciones efectivas solo pueden ser legitimadas por considerarse validas de antaño y ser reconocidas por la sabiduría tradicional. El imperante domina 1) Sin, o 2) con cuadro administrativo. El cuadro administrativo típico puede ser reclutado de modo: a) Tradicional, por lazos de piedad de los vinculados al señor (reclutamiento patrimonial). Pertenecientes al linaje. Esclavos Funcionarios domésticos (ministeriales). Clientes Colonos Libertos b) Reclutamiento Extrapatrimonial. por relaciones personales de confianza (favoritos) por pacto de fidelidad con el señor legitimado como tal (vasallos) Funcionarios que entran libremente en la relación de piedad. Al cuadro administrativo de la dominación tradicional en su tipo puro le falto: a) la competencia fija según reglas objetivas b) jerarquía racional fija c) nombramiento regulado por libre contrato y el ascenso regulado, d) la formación profesional (como norma) e) Sueldo fijo y pagado por dinero. 1. Los tipos originarios de la dominación tradicional están constituidos por los casos en que no existía un cuadro administrativo personal del imperante: a) gerontocracia b) patriarcalismo originario Debe entenderse por gerontocracia la situación en que, en la medida en que existe una autoridad en la asociación, esta se ejerce por los mas viejos (originariamente según el sentido literal de la palabra: los mayores en años) Se llama patriarcalismo a la situación en que dentro de una asociación, las mas de las veces primariamente económica y familiar, ejerce la dominación un a sola persona de acuerdo con determinadas reglas hereditarias fijas. Para este tipo determinante la carencia total de un cuadro administrativo personal (patrimonial) del imperante. Este es tanto mas dependiente de la voluntad de obediencia de sus iguales, cuanto que carece de un cuadro administrativo. Los compañeros son todavía sus iguales y no sus súbditos. Pero son compañeros por la fuerza de la tradición y no miembros por disposición legal. Deben obediencia al imperante, pero no a normas positivas estatuidas. 2. Con la aparición de un cuadro administrativo (y militar) personal del señor toda dominación tradicional tiende al patrimonialismo y en el caso extremo de poder de mando al sultanato. Los compañero se convierten en súbditos, ya que lo que fuera hasta ese momento derecho preeminente entre iguales lo convierte el imperante en su derecho propio, apropiado en igual forma que cualquier otro objeto de posesión y valorizable como cualquiera otra probabilidad económica. 3. Debe entenderse por dominación estamental aquella forma de dominación patrimonial en la que determinados poderes de mando y sus correspondientes probabilidades económicas están apropiados por el cuadro administrativo. La apropiación puede ser: a) la de una asociación b) la de un individuo La dominación estametnal significa también:
a) limitación permanente de la libre selección del cuadro administrativo por parte del soberano, en virtud de apropiación de los cargos o poderes políticos: Por una asociación. Por una capa estamentalmente calificada. b) frecuentemente además significa: apropiación de los cargos, y también eventualmente de las probabilidades lucrativas que su posesión procura apropiación de los medios administrativos materiales Apropiación de los poderes políticos por los miembros individuales del cuadro administrativo. La apropiación estamental significa la apropiación de una parte por lo menos de los medios administrativos por los miembros del cuadro administrativo. Mientras que en el patrimonialismo puro tiene lugar una separación absoluta entre los administradores y los medios administrativos, en el patrimonialismo estamental ocurre precisamente lo contrario: el administrador tiene la propiedad de todos los medios administrativos o al menos de una parte esencial. La dominación tradicional opera sobre la naturaleza de la economía, por regla general, ante todo mediante un cierto fortalecimiento del sentir tradicional; con el máximo de rigor en las dominaciones gerontocracias y patriarcales puras, las cuales no se apoyan en ningún cuadro administrativo propio de los señores que pueda encontrarse en oposición con los demás miembros de la asociación, y que, por tanto dependen en su propia legitimidad en forma extrema de la observancia de la tradición.
IX. Dominación Carismática. Debe entenderse por carisma la cualidad, que pasa por extraordinaria (condicionada mágicamente en su origen, lo mismo si se trata de profetas que de hechiceros, árbitros, jefes de cacería o caudillos militares), de una personalidad, por cuya virtud se la considera en posesión de fuerzas sobrenaturales o sobrehumanas, o por lo menos específicamente extracotidianas y no asequibles a cualquier otro, o como enviados de Dios, o como ejemplar y, en consecuencia, como jefe, caudillo, guía o líder. Sobre la validez del carisma decide el reconocimiento, nacido de la entrega a la revelación, de la reverencia al héroe, de la confianza en el jefe, por parte de los dominados; reconocimiento que se mantiene por corroboración de las supuestas cualidades carismáticas. El reconocimiento no es el fundamentos de la legitimidad, sino un deber de los llamados, en méritos de la vocación y de la corroboración, a reconocer esa cualidad. Si falta de un modo permanente la corroboración, si el agraciado carismático parece abandonado de su dios o de su fuerza mágica o heroica, le falla el éxito de modo duradero y, sobre todo, si su jefatura no aporta ningún bienestar a los dominados, entonces hay la probabilidad de que su autoridad carismática se disipe. El cuadro administrativo de los imperantes carismáticos no es ninguna burocracia. Su selección no tiene lugar ni desde puntos de vista estamentales ni desde los de la dependencia personal o patrimonial. Sino que se es elegido a su vez por cualidades carismáticas. No existe reglamento alguno, preceptos jurídicos abstractos, ni aplicación racional del derecho orientada por ellos, mas tampoco se dan arbitrios y sentencias orientados por precedentes tradicionales, sino que formalmente son lo decisivo de las creaciones de derecho de caso en caso, originariamente solo juicios de Dios y revelaciones. Sin embargo, en su aspecto material rige en toda dominación carismática genuina la frase: “estaba escrito, pero yo en verdad os digo”; el profeta genuino, como el caudillo o jefe, anuncia, crea, exige nuevos mandamientos.
La dominación carismática se opone, igualmente, en cuanto fuera de lo común y extracotidieana, tanto a la dominación racional, especialmente la burocrática, como a la tradicional, especialmente la patriarcal y patrimonial o estamental. El carisma es la gran fuerza revolucionaria en las épocas vinculadas a la tradición.
V. La rutinizacion del Carisma. La dominación carismática que, por decirlo así, solo existió en statu nascendi, tiene que variar esencialmente su carácter: se racionaliza (legaliza) o tradicionaliza o ambas cosas en varios aspectos. Los motivos son: a) El interés ideal o material de los prosélitos en la persistencia y permanente reanimación de la comunidad. b) El interés ideal mas fuerte y el material todavía mas intenso del cuadro administrativo en. 1- continuar la existencia de la relación 2- De tal modo que quede cimentada su propia posición ideal y material sobre una base cotidiana duradera. Estos intereses se actualizan de modo típico en caso de desaparición de la persona portadora del carisma y con el problema de sucesión que entonces surge. La solución: a) Nueva búsqueda, según determinadas señales del que, como portador del carisma, este calificado para ser líder. b) Por revelación: oráculo, sorteo, juicio de Dios u otras técnicas de selección. Entonces la legitimidad del nuevo portador del carisma es una que deriva de la legitimidad de la Técnica (legalización).
Oscar Oslak. Reflexiones sobre la formación del Estado y la Construcción de la Sociedad Argentina. Estatidad. Elementos tan variados como el desarrollo relativo de las fuerzas productivas, los recursos naturales disponibles, el tipo de relaciones de producción establecidas, la estructura de clases resultante o la inserción de la sociedad en la trama de relaciones económicas internacionales, contribuyen en diverso grado a su conformación. Dentro de este proceso de construcción social, la formación del estado nacional supone a la vez la conformación de la instancia política que articula la dominación en la sociedad, y la materialización de esa instancia en un conjunto interdependiente de instituciones que permiten su ejercicio. Analíticamente, la Estatidad supone la adquisición por parte de esta entidad en formación, de una serie de propiedades: (1) Capacidad de externalizar su poder, obteniendo reconocimiento como unidad soberana dentro de un sistema de relaciones interestatales. (2) Capacidad de institucionalizar su autoridad, imponiendo una estructura de relaciones de poder que garantice su monopolio sobre los medios organizados de coerción. (3) Capacidad de diferenciar su control, a través de la creación de un conjunto funcionalmente diferenciado de instituciones publicas con reconocida legitimidad para extraer establemente recursos de la sociedad civil, con cierto grado de profesionalizacíon de sus funcionarios y cierta medida de control centralizado sobre sus variadas actividades.
(4) Capacidad de internalizar una identidad colectiva, mediante la emisión de símbolos que refuerzan sentimientos de pertenencia y solidaridad social y permiten, en consecuencia, el control ideológico como mecanismo de dominación.
Nación y Estado. Del mismo modo en que la formación del estado argentino no resulto automáticamente de la guerra emancipadora, tampoco la nación argentina fue su necesario correlato. Los pueblos que habitaban ese vasto territorio no se fracturaron de inmediato luego de la revolución. La estructura política heredada de la colonia y su aparato burocrático continuaron proporcionando durante un tiempo un elemento aglutinante básico. Romper con las Provincias Unidas requería tener opciones: ser viable política y económicamente, tener ventajas comparativas en elegir la autonomía. Los constructores del estado argentino no buscaron formar una unidad política mayor o mas fuerte, sino evitar la disgregación de la existente y producir una transición estable de un estado colonial a un estado nacional. La unidad nacional argentina durante las primeras décadas de vida independiente se asentó mas en elementos expresivos y simbólicos que en vínculos materiales plenamente desarrollados. Paradójicamente, el aislamiento y el localismo, en condiciones de precariedad institucional, magros recursos y población escasa, impidieron el total fraccionamiento de esas unidades provinciales en estados nacionales soberanos. En cambio, la posibilidad latente de negociar desde una posición de al menos formal paridad, la constitución de un estado nacional sobre bases mas permanentes que las ofrecidas por los diversos pactos federativos, resultaba siempre mas atractiva y conveniente que el horizonte de miseria y atraso que la gran mayoría de las provincias podía avizorar de persistir el arreglo institucional vigente. Sobre todo, existiendo plena conciencia de que la superación de ese estado de cosas pasaba por establecer alguna forma de vinculación estable al circuito económico que tenia por eje al puerto de Buenos Aires. Por otra parte, el paulatino mejoramiento de las comunicaciones y la consecuente creación de un mercado interno para ciertas producciones del Interior que antes se orientaban hacia los piases limítrofes, también contribuyeron al proceso de lenta homogeneización de los intereses económicos localizados en las diversas provincias.
Orden y Progreso. Solo a partir de la aparición de condiciones materiales para la estructuración de una economía de mercado se consolidan las perspectivas de organización nacional; y solo en presencia de un potencial mercado nacional, y consecuentes posibilidades de desarrollo de la relaciones de producción capitalistas, se allana el camino para la formación de un estado nacional. Sin embargo, pese a la intensa actividad despertada por la apertura de la economía, las posibilidades de articulación de los factores productivos se vieron prontamente limitadas por diversos obstáculos: la dispersión y el aislamiento de los mercados regionales, la escasez de población, la precariedad de los medios de comunicación y transporte, la anarquía en los medios de pago y en la regulación de las transacciones, la inexistencia de un mercado financiero, las dificultades para expandir la frontera territorial incorporando nuevas tierras a la actividad productiva y hasta la propia vida que oponían escollos prácticamente insalvables a la iniciativa privada. La intención de los hombres de la organización nacional, regularizar no significaba restituir a la sociedad determinadas pautas de relación y convivencia ni regresar a un orden habitual momentáneamente disuelto por los enfrentamientos civiles, sino imponer un nuevo marco de organización y funcionamiento social, coherente con el perfil que iban adquiriendo el sistema productivo y las relaciones de dominación. El orden aparecía así como la condición de posibilidad del progreso, como el marco dentro del cual, librada a su propia dinámica, la sociedad encontraría sin grandes obstáculos el modo de desarrollar sus fuerzas productivas. Pero a su vez, el progreso se constituía en condición de legitimidad del orden.
Por definición, entonces, el orden excluía a todos aquellos elementos que pudieran obstaculizar el progreso, el avance de la civilización, fueran estos indios o montoneras. Estar rémoras que dificultaban el progreso eran todavía en 1862 una amenazadora realidad presente. El orden también contenía una implícita definición de ciudadanía, no tanto en el sentido de quienes eran reconocidos como integrantes de una comunidad política, sino mas bien de quienes eran considerados legítimos miembros de la nueva sociedad, es decir, de quienes tenían cabida en la nueva trama de relaciones sociales. El orden también tenia proyecciones externas. Su instauración permitiría obtener la confianza del extranjero en la estabilidad del país y sus instituciones. Con ello atraerían inmigrantes y capitales. Pero lo mas importante para nuestro análisis es que la instauración del orden, además de producir una profunda reconstitución de la sociedad, significaba dar vida real a un estado nacional cuya existencia, hasta entonces, no se evidenciaba mucho mas allá de la formalidad de un texto constitucional.
Dominium. Desde un punto de vista analítico, al existencia y desarrollo de estas instituciones nacionales pueden ser observados como resultado de un proceso de expropiación social. Es decir, su creación y expansión implican la confesión de intereses comunes de la sociedad civil en objeto de interés general y, por lo tanto, en objeto de la acción de ese estado en formación. A medida que ello ocurre, la sociedad existente va perdiendo competencias, ámbitos de actuación, en los que hasta entonces había resuelto. O sea, el estado subroga, transformándolos en públicos y generales, intereses y funciones propios de los particulares, de las instituciones intermedias o de gobiernos locales. En parte, consiste en adquirir el monopolio de ciertas formas de intervención social reservadas a la jurisdicción de los gobiernos locales. En parte, también, en una invasión por el estado nacional de ámbitos de acción propios de los particulares. En parte, finalmente, en la delimitación de nuevos ámbitos operativos que ningún otro sector de la sociedad esta en condiciones de atender, sea por la naturaleza de la actividad o la magnitud de los recursos involucrados. Esta ultima modalidad no implica estrictamente una expropiación funcional, sino mas bien la apertura de nuevos espacios de actuación que hace posible, por su formidable concentración de poder y recursos materiales la existencia del estado nacional. Esta existencia, entonces, (1) exige replantear los arreglos institucionales vigentes desplazando el marco de referencia de la actividad social de un ámbito local-privado a un ámbito nacional-público; y (2) crea la posibilidad de resolver, mediante novedosas formas de intervención, algunos de los desafíos que plantea el paralelo desarrollo de la sociedad. La transferencia forzada o no de funciones ejercidas de hecho por las provincias, concentro los mayores esfuerzos del gobierno nacional, que fueron dirigidos especialmente a la formación de un ejercito y un aparato recaudador verdaderamente nacionales.
Penetración Estatal. La centralización del poder y los recursos resultaban insuficientes. Para ser efectiva, debía ir acompañada por una presencia institucional permanente que fuera anticipando y disolviendo rebeliones interiores y afirmando la suprema autoridad del Estado Nacional. Sin embargo, esta presencia no podía ser solo coactiva. La legitimidad del Estado asumía ahora un carácter diferente. Si la represión (su faz coercitiva) aparecía como condición necesaria para lograr el monopolio de la violencia y el control territorial, la creación de bases consensuales de dominación aparecía también como atributo esencial de la Estatidad. Ello suponía no solamente la constitución de una alianza política estable, sino además una presencia articuladora, material e ideológica que soldara relaciones sociales y afianzara los vínculos de la nacionalidad. A pesar de ser aspectos de un proceso único, las diversas modalidades con que se manifestó esta penetración podrían ser objeto de una categorizacion analítica. Una primera modalidad, que
llamare represiva, supuso la organización de una fuerza militar unificada y distribuida territorialmente, con el objeto de prevenir y sofocar todo intento de alteración del orden impuesto por el estado nacional. Una segunda, que denominare cooptativa, incluyo la captación de apoyos entre sectores dominantes y gobiernos del interior, a través de la formación de alianzas y coaliciones basadas en compromisos y prestaciones reciprocas. Una tercera, que designare como material, presupuso diversas formas de avance del estado nacional, a través de la localización en territorio provincial de obras, servicios y regulaciones indispensables para su progreso económico. Una cuarta y ultima que llamare ideológica, consistió en la creciente capacidad de creación y difusión de valores, conocimientos y símbolos reforzadores de sentimientos de nacionalidad que tendían a legitimar el sistema de dominación establecido. La penetración represiva implica la aplicación de violencia física o amenaza de coerción, tendientes a lograr el acatamiento a la voluntad de quien la ejerce y a suprimir toda eventual resistencia a su autoridad. El mantenimiento del orden social se sustenta aquí en el control de la violencia, a diferencia de lo que ocurre con las otras formas de penetración, en que el orden se conforma y reproduce a partir de contraprestaciones o beneficios que crean vínculos de solidaridad entre las partes que concurren a la relación, consolidando intereses comunes y bases de posibles alianzas. La penetración material constituyo una modalidad de control social basada en la capacidad de crear, atraer, transformar, promover y, en ultima instancia, ensamblar, los diferentes factores de la producción, regulando sus relaciones. Mediante la cooptación, el estado nacional intento ganar aliados entre fracciones burguesas del interior y gobiernos provinciales, a través de la promesa cierta o efectiva concesión de diversos tipos de beneficios conducentes a incorporar nuevos grupos o sectores a la coalición dominante. En tanto los beneficios y contraprestaciones se dirigieron a ciertos sectores de la sociedad, con exclusión de otros, implicaron a menudo privilegios que por oposición relegaban a estos últimos a una existencia económica, cultural y políticamente marginal. Por eso la represión y las formas mas consensuales de penetración fueron procesos simultáneos recíprocamente dependientes: ganar aliados dio lugar muchas veces a ganar también enemigos, y el progreso en el que se enrolaron los unos exigió el orden que debió imponerse sobre los otros. Por ultimo, la penetración ideológica revistió la represión desnuda o los intereses individuales de un barniz legitimaste, tendiente a convertir la dominación en hegemonía, el beneficio particular en interés general. La ideología sirvió como mecanismo de interpelación y constitución de sujetos sociales que, en medio de una situación de caos institucional y transformación de l estructura económica, debían reubicarse dentro de la nueva trama de relaciones que se estaba conformando.
Estado y Clases. El análisis precedente pone de manifiesto otra arista poco estudiada del proceso de formación estatal: la vinculación entre este proceso y la constitución de clases sociales. Sin mayor pretensión que aportar algunas reflexiones a esta importante temática, quisiera destacar dos aspectos diferentes, aunque íntimamente relacionados entre si: (1) la composición y la transformación de la clase dominante; y (2) el papel del estado en la estructuración de clases sociales. Con relación al primer aspecto, Gaetano Mosca, en su celebre La clase Gobernante, sostenía que en sociedades primitiva, que se hallan todavía en etapas tempranas de organización, el valor militar es la cualidad que mas rápidamente abre acceso a la clase política o clase gobernante. Pero a medida que avanza la civilización del progreso y aumenta la renta del suelo la riqueza, y no ya el valor militar, pasa a ser el rasgo característico de la clase gobernante, los ricos en lugar de los bravos son los que mandan. Hacia 1862 el centro de la escena política fue ocupado por diversas fracciones de una burguesía en formación, implantada fundamentalmente en las actividades mercantiles y agroexportadoras que conformaban la todavía rústica aunque pujante economía bonaerense. A ese núcleo se vinculaban (1) por origen social, un nutrido y heterogéneo grupo de intelectuales y guerreros que por su control del aparato institucional –burocrático y militar- de la provincia porteña, constituía una autentica clase política, y (2) por lazos comerciales, diversas fracciones burguesas del litoral fluvial y el interior, cuyos intereses resultaban crecientemente promovidos a través de esta asociación.
Esto nos lleva al segundo aspecto que quería destacar. Frente a una estructura social de las características descriptas y a una clase dominante cuyas contradicciones abrían espacio a la progresiva diferenciación y autonomía del aparato institucional del Estado, cabe preguntar de que modo se relacionaron los procesos constitutivos de la estructura social y del estado. En otras palabras, estoy planteando el problema del rol del estado en la construcción de la sociedad y el desarrollo del capitalismo argentino. No es fácil ponerse de acuerdo sobre el tipo de indicadores que permitirían medir el peso de la intervención estatal en estos procesos. No es difícil, en cambio, perderse en el laberinto de las múltiples formas de intervención a través de las cuales el estado moldea a la sociedad. En ultima instancia, quizás, la esencia de estas intervenciones consiste en la articulación y garantía de reproducción de relaciones sociales capitalistas. En este sentido, la evaluación del papel del estado en la formación de sectores económicos y sociales exige considerar aspectos eminentemente cualitativos: la apertura de oportunidades de explotación económica, la creación de valor, la provisión de insumos críticos para el perfeccionamiento de la relación capitalista o la garantía, material o jurídica, de que esta relación se reproducirá. Además de su impacto especifico, estos mecanismos contribuyeron sin duda a la configuración de la estructura social argentina.
Ernesto A. Isuani. Bismarck o Keynes: ¿quién es el culpable? Notas sobre la crisis de acumulación Introducción. Es común asociar la existencia del denominado Estado de Bienestar o Estado Benefactor (EB) a aquella etapa de intervención estatal en la economía que se insinúa a partir de la Gran Depresión y se consolida luego de la Segunda Guerra Mundial, esto es la etapa Keynesiana. En primer lugar, mientras el Keynesianismo o el Estado Keynesiano (EK) significo una ruptura con la etapa liberal previa a la década de 1930 y una respuesta a las crisis recurrentes por esta producidas, el EB ya había desarrollado sus instituciones antes de la Gran Depresión. Segundo, las causas que los originaron son diferentes: el EB respondió a motivaciones de índole políticosocial, mientras que el EK lo hizo a determinantes de naturaleza fundamentalmente económica. En tercer lugar, mientras los instrumentos típicos del EK son flexibles para poder ser utilizados anticiclicamente, las instituciones del EB están caracterizadas por su rigidez ya que crean derechos garantizados jurídicamente e incorporados como derechos adquiridos en la conciencia de la población. Cuarto, el EK opera en el campo de la inversión y la producción, mientras que el EB lo hace en el terreno de una redistribución que pretende permitir el acceso de amplios sectores de la población al consumo de bienes y servicios. Por ultimo, y esta quizás sea la diferencia mas susceptible de polémica, la crisis que adquiere visibilidad a mediados de la década del setenta es principalmente la crisis del EK y en consecuencia los intentos de raíz conservadora que apuntan a superarla se basan mas en un ataque ha instituciones contra las del Keynesianismo, que en el desmantelamiento del EB.
I.
Aspectos conceptuales e históricos.
A. El Estado Benefactor.
El EB consiste en un conjunto de instituciones publicas supuestamente destinadas a elevar la calidad de vida de la fuerza de trabajo o de la población en su conjunto y a reducir las diferencias sociales ocasionadas por el funcionamiento del mercados. Ellas operan en el terreno de la distribución secundaria del ingreso mediante transferencias monetarias directas (pensiones, prestaciones por desempleo o asignaciones familiares) o indirectas (subsidio a productos de consumo básico), provisión de bienes (programas de complementacion alimentaria) y prestación de servicios (educación o salud). El establecimiento de regulación protectora de las condiciones de trabajo (higiene en fabricas), del medio ambiente o de la calidad de bienes y servicios, es finalmente otro instrumento del EB. Las acciones estatales de protección social ya existían en la época medieval pero se limitaban a dar respuestas puntuales a desastres naturales, plagas, hambruna, etc. El avance del capitalismo implico la progresiva desaparición del concepto feudal-patrimonial de responsabilidad, por el cual el barón debía proteger al campesino a cambio de trabajo y lealtad. Las nuevas clases altas rechazan ahora la idea de protección e impulsan la noción de responsabilidad personal. En otras palabras, las condiciones de vida que ofrecían eran tan deplorables que solo alguien que no estuviera en condiciones de subsistir en el mercado de trabajo podía sentirse tentado de recurrir a ellas. La maduración de los procesos de industrialización y urbanización y el surgimiento de los asalariados como fuerza social, crearon las condicione para que se iniciara una etapa de extraordinaria importancia en la política social del Estado: el nacimiento del seguro social. Por iniciativa del canciller alemán Otto Von Bismarck surgió a fines del siglo pasado el seguro social, fenómeno asociado al origen del EB, significando una ruptura con las instituciones de la beneficencia. Las leyes de pobres eran discrecionales y estigmatizantes. El seguro social, en cambio, se basaban en reglas no discriminatorias relativamente automáticas en su aplicación ante el daño ocasionado. Además del importante crecimiento de la acción sanitaria y educativa del Estado, las instituciones típicas del seguro social adquirieron una estructura definida antes de la segunda guerra mundial La lógica de desarrollo del EB obedeció fundamentalmente a dos determinantes. Por una lado a l o que genéricamente puede denominarse el mantenimiento del orden social. Por el otro lado, las instituciones del EB también obedecieron a las necesidades de legitimación y apoyo político introducidos desde fines del siglo pasado en virtud de la extensión del sufragio y de la competencia política. En definitiva, conflicto social y competencia política en un contexto de creciente democratización determinaron el origen y desarrollo del EB. no existen indicios que avalen al idea de que la expansión de servicios de salud o educación hayan obedecido en alguna medida apreciable a una racionalidad estrictamente económica, por ejemplo, estimular la demanda efectiva. Podría sostenerse que en verdad no fueron tanto los servicios públicos cuanto las transferencias las que obedecieron a dicha lógica. Sin embargo, esto no puede ser afirmado en el caso de las pensiones; todo sistema de pensiones requiere mucho tiempo para madurar y es impensable que algún funcionario o legislador hayan tenido en mente estimular la demanda efectiva mediante la expansión de sistemas que comenzarían a ejercer su beneficio impacto, 20 o 30 años en el futuro. En definitiva, solo marginalmente puede atribuirse a objetivos económicos, el desarrollo del EB. En sus comienzos, el EB estuvo mas centrado en la idea de seguridad que en la de igualdad. La protección de los trabajadores de las dislocaciones producidas por los procesos de industrialización y urbanización fue avanzando en forma gradual y comenzando generalmente por los grupos ocupacionales de mayor poder relativo.
B. El Estado Keynesiano. El EK desarrollo sus formas embrionarias a partir de la Gran Depresión pero adquirió contornos definidos en la segunda posguerra y representa un nuevo ciclo de intervención estatal en la economía mundial. Efectivamente el Mercantilismo había expresado una comprensiva intervención del estado absolutista en la vida económica de las sociedades europeas costituyendose en un verdadero capitalismo comercial de estado. El Mercantilismo significo en términos globales, la defensa de la producción nacional, el desarrollo del aparato fiscal, el control del sistema monetario
y crediticio, el establecimiento de privilegios y subsidios para impulsar el comercio y la industria y la regulación de la producción de determinados bienes y establecimientos. Pero tanto en Inglaterra como en el continente a finales del siglo pasado y comienzos del actual se experimentaron las consecuencias de un sistema socioeconómico que funcionaba sobre los automatismo del mercado: la fluctuación abrupta de los ciclos y sus efectos sobre la producción y el empleo y el crecimiento del conflicto social. Esta etapa de liberalismo económico culmino en la Gran Depresión y dio origen a la respuesta Keynesiana y a un nuevo ciclo de intervención estatal. La necesidad de regularizar el ciclo económico y evitar así fluctuaciones dramáticas en el proceso de acumulación de capital fue la causa del nacimiento del EK. La política fiscal, monetaria o creditica son instrumentos que manejados anticiclicamente intentan regularizar el ciclo económico tanto en fases de alta como de baja. Una institución centra del EK es el pleno empleo, y aun cuando acarrea beneficios para el trabajador como una situación de menor competencia en el mercado laboral y una mayor capacidad de negociación, responde fundamentalmente a una lógica de producción y rentabilidad económica y en consecuencia es incorrecto considerarlo como parte del EB. Un EB determinado por el proceso general de democratización social y un EK originado por la necesidad de suavizar el ciclo económico responden entonces a lógicas diferentes. Pero es cierto sin duda, que el crecimiento del EB fue potenciado por una etapa del desarrollo económico (la Keynesiana) que brindo las bases materiales para ello. Así, las instituciones del EB y el EK produjeron la etapa mas exitosa del capitalismo tanto en materia de producción y productividad como en mejoría de las condiciones materiales de vida de la población.
II.
Acerca de la crisis.
Algunos autores presentan la crisis que se inicia a mediados de los setenta como una de acumulación. Esto es, a diferencia de la crisis de finales de la década de 1920, caracterizada por sobreacumulaicon o subconsumo, la actual crisis obedecerá a una suerte de debilidad del proceso de inversión o acumulación. Un factor explicativo seria el nivel adquirido por la inflación y su capacidad de erosionar las decisiones de inversión. También la crisis petrolera fue un elemento importante que influyo en los procesos inflacionarios de la década del 70, señalando además, el fin de una etapa de fácil acceso a las materias primas. Otras hipótesis poseen un carácter sociológico. Una de ellas afirma que la crisis de acumulación se debió a un proceso de redistribución del capital al trabajo operando en la posguerra. Esto es, se produjo una reducción del excedente disponible en manos de los capitalistas que se tradujo en menores recursos para la inversión. Sin embargo, no parece existir evidencia del que la participación del salario dentro del producto social haya aumentado durante el periodo de posguerra. Las características del estado democrático hizo que los trabajadores encontraran mas fácil promover sus demandas en el terreno político que en la negociación privada. De esta forma el denominado salario social fue ocupando progresivamente una cuota mayor del consumo de los asalariados. En principio esto podría apoyar la hipótesis de la redistribución hacia el trabajo. Sin embargo, un punto oscuro es quien financio este salario social. Podría sostenerse que el gasto social salió en gran parte o totalmente de los bolsillos de los asalariados y en este caso la distribución funcional del ingreso no se habría alterado significativamente, invalidando las criticas efectuadas al EB como mecanismos de reducción del excedente para inversión. Otra hipótesis de naturaleza sociológica sugiere que el EK introdujo un elemento que perturbo seriamente el proceso de acumulación al debilitar los mecanismos tradicionales de disciplinamiento de la fuerza de trabajo: la recesión y el desempleo. Bajo el imperio del patrón oro los gobiernos habían dado prioridad al mantenimiento del valor de sus monedas sobre objetivos macroeconomicos domésticos. En consecuencia, estaban dispuestos a operar ajustes sobre sus propias poblaciones en las formas de deflación y desempleo. Esto se torno virtualmente imposible con el advenimiento del EK. La vigencia del pleno empleo y de las instituciones democráticas contribuyeron a elevar la fuerza social y política d ellos asalariados para confrontar las amenazas de recesión y desempleo. En otros términos, la mayor simetría en las relaciones sociales de poder
hizo que los asalariados estuvieran en condiciones de no aceptar el pago del costo de procesos tales como el deterioro de los términos de intercambio, la devaluación de la moneda, las perdidas en las ventas de bienes manufacturados o precios crecientes de la energía o materias primas. Pero como solo el uso de dosis masivas de desempleo durante periodos prolongados podía devolver la disciplina al mercado laboral, al mayor poder de la fuerza de trabajo deben agregarse las dificultades crecientes de los empresarios para, en un contexto de creciente competitividad internacional, aceptar políticas recesivas prolongadas que pusieran en peligro las ventajas tecnológicas adquiridas. En un breve ensayo escrito en 1943, Kalecki había advertido sobre la debilidad de la esperanza keynesiana de obtener un crecimiento estable con pleno empleo. Sostenía que el pleno empleo podía ser a mediano o largo plazo un obstáculo para un crecimiento estable, dado que la perdida del efecto disciplinardor del miedo al desempleo y el consiguiente fortalecimiento el poder de negociación de los asalariados erosionario a la inclinación a invertir debido a “profit squeeze” o a presiones inflacionarias. El EB también tuvo su cuota de responsabilidad en la crisis. Por una parte coopero con la legislación laboral; por ejemplo, leyes como las que protegen al trabajador del despido introdujeron rigideces en el mercado de trabajo. Además, el gasto social posee una resistencia a la baja y por ende no puede ser utilizado anticiclicamente. Pero es discutible que el tamaño del EB o del gasto publico total este relacionado, por ejemplo a la inflación, principal síntoma de la crisis. En definitiva, la regularización del ciclo económico y el pleno empleo generaron un creciente poder de la fuerza de trabajo para disputar la distribución del ingreso. En ausencia de recesión, la inflación fue la respuesta al poder de los trabajadores.
III.
La estrategia conservadora frente a la crisis.
No es difícil percibir que en base a las conclusiones anteriores estrategia conservadora para superar la crisis de acumulación debería descansar fundamentalmente en recortar el poder de los asalariados para presionar por una distribución del ingreso a su favor y apara ello seria desenterrar los mecanismos tradicionales del mercado o establecer acuerdos corporativos donde quienes mas deben ceder son los asalariados. Y esto seria preciso porque la inflación dejo de ser un mecanismo efectivo para modelar la lucha distributiva. Una vez que el aprendizaje del juego inflacionario se difunde, los asalariados presionan por mecanismos compensatorios que a su vez realimenta el crecimiento del nivel de precios. Así la inflación termina estimulando la pugna distributiva hasta limites que tornan extremadamente difícil las decisiones de inversión. Para volver las cosas por su fuero las estrategia conservadora debe atacar la institución del pleno empleo y solo es necesario tocar aquellos elementos del EB que refuerzan la posición de los trabajadores en el mercado. De este modo, la resolución de la crisis pasa en primer lugar por el ataque frontal al estado Keynesiano y sus instrumentos. El desempleo, la reducción salarial y la abstinencia en el uso anticiclico de los instrumentos de política económica impulsaran la perdida de poder sindical y de capacidad estatal para regularizar el ciclo económico. Una de las principales criticas de sectores progresistas es que el EB no produjo un proceso de redistribución entre el capital y trabajo, sino al interior de los propios asalariados. Pero aun este no habría sido un proceso progresivo. Por ejemplo, y en términos globales, se afirma que en la mayoría de los piases de América Latina la función del EB ha sido regresiva en termino distributivos. Una pista interesante para evaluar la secundaria responsabilidad del EB en la crisis es la falta de ataque que ha recibido el seguro de desempleo, institución que genera un espacio extramercado donde los trabajadores pueden refugiarse del rigor del mercado laboral. Los beneficios por desempleo actuaban anticiclicamente: a mayor desempleo, mayor gasto. En verdad se ha cuestionado mas a la estabilidad en el empleo que al seguro de desempleo, lo que significa que el problema central se encuentra en el mercado de trabajo y no en los mecanismos compensatorios del EB.
No parece ser necesario entonces realizar una tarea de demolición del EB: el ajuste puede realizarse vía sobre el salario directo de los trabajadores vía inflación o recesión. Cuando se opera por medio de la inflación suele constituir una opción menos costosa, menos visible que la de eliminar o reducir servicios como los de educación o salud. Cuando se opera vía recesión no es de extrañar que el EB se convierta, especialmente en el contexto de instituciones democráticas en funcionamiento, en una herramienta indispensable para compensar las heridas de legitimación que el ataque al Keynesianismo produce a cuerpo social. Podría argumentarse que la forma de proceder al ajuste no es a través de la supresión de instituciones del EB sino a través de la desvalorización de sus productos. En otras palabras no solo no existe un ataque centrado en el gasto social en cuanto tal, sino que por el contrario, el gasto publico no social parece haber sido el mas desfavorable. Es decir, siempre existe la posibilidad de recortar otros gastos del estado o reducir los gastos sociales al ritmo del conjunto del gasto estatal. Los procesos de privatización y el ataque al estado empresario en América Latina son un claro ejemplo. Ideológicamente es mas fácil sostener que el estado debe desprenderse de su acción en la economía, ya que no nació para esto, que cuestionar los beneficios del EB, que son de un alto costo en términos de legitimación. Todo parecería indicar que mientras el EK fue un periodo en el desarrollo del capitalismo que acabo minando la lógica de acumulación de capital, el EB lo antecedió, creció enormemente a su amparo y esta en condiciones de sobrevivir sin el. Mientras el auge de las políticas monetaristas y liberales señala el fracaso del paradigma Keynesiano con la renuncia al pleno empleo y al las políticas anticiclicas, el EB difícilmente podrá ser desmantelado. Podrá ser reducido y experimentar mudanzas en algunas de sus instituciones, pero no podrá dejar d asegurar un proceso secundario de distribución, mas importante mientras mayor sea la perdurabilidad de las instituciones democráticas y sus necesidades de legitimación. La ideología conservadora sostiene que la crisis de acumulación ocasionada por la intervención estatal se resuelve mediante un retorno al predominio que las fuerzas del mercado poseían en el periodo previo a la década del 30. Esta postura posee un poder persuasivo hoy muy grande pero no explícita como resolver los problemas ocasionados por la sociedad de mercado y que llevaron a la instauración de un periodo de alta intervención estatal: el Keynesiano.
Adam Przeworski. Capitalismo y socialdemocracia. El capitalismo democrático en la encrucijada. Decisiones ante las que nos encontramos. Con keynes la macroeconomía paso de ser un enfoque a convertirse en una teoría, un método deductivo para analizar los determinantes de la renta nacional y para evaluar líneas políticas alternativas. Sus seguidores construyeron modelos matemáticos de las economías capitalistas y describieron estadísticamente economías concretas sobre la base de estos modelos. La nueva teoría se convirtió en el marco dentro del cual determinados grupos presentaban sus intereses particulares como universales, y paso a ser el vehículo para la articulación de las pretensiones hegemónicas y el lenguaje de la política económica. El ultimo legado de la revolución Keynesiana ha sido el que el campo del conflicto ideológico haya sido conquistando por la teoría tecnicoeconomica. La teoría de Marx nos dio un útil análisis en tres puntos: primero, el capitalismo esta basado en la explotación (la fuente de los beneficios es la plusvalía); segundo, la propiedad privada de los medios de producción es fuente a la vez de la injusticia y de la irracionalidad del capitalismo; tercero, la decreciente tasa de beneficios es el origen de a crisis. Esta teoría ha sido políticamente útil solo como justificación de objetivos revolucionarios. La economía de Marx, incluso su versión
mas sofisticada, no es una herramienta útil para las exigencias redistributivas de los trabajadores dentro del marco del capitalismo y es inútil para la administración de las economías capitalistas. El resultado es que la izquierda ha tenido que dedicarse a la comprensión de la economía capitalista y de las recomendaciones de la economía Keynesiana. Pero ésta está ahora un tanto deslustrada. Dos fenómenos que han caracterizado la mayor parte del mundo desarrollado a partir de la década de 1970 –el gradual aumento de la tasa de inflación y el declive, también gradual, de la tasa de crecimiento- han resultado notablemente insensibles a las tradicionales intervenciones prescritas por las teorías de Keynes. Muchos continúan insistiendo en que la oferta de ahorro no es un problema, que la demanda es crónicamente insuficiente, y que la redistribución de la renta, la política de pleno empleo, y el gasto publico son el único camino para salir de la crisis actual. El problema es que tales respuestas ya no convencen a nadie es aferrarse a viejas líneas politices que la derecha proclama.
La revolución Keynesiana como compromiso. La combinación de la propiedad privada de los medios de producción con el sufragio universal, argüía Marx, ha de conducir o a la emancipación social de las clases oprimidas en su utilización del poder político o a la restauración política de la clase opresora en su utilización del poder económico. De aquí que, sostenía Marx, la democracia capitalista sea solo la forma política de la revolución de la sociedad burguesa y no su forma de vida conservadora, solo un estado de cosas espasmódico y excepcional imposible como forma normal de sociedad. El Keynesianismo fue lo que proporciono las bases políticas e ideológicas al compromiso de la democracia capitalista. Sostenía la esperanza de que el Estado pudiera reconciliar la propiedad privada de los medios de producción con la dirección democrática de la economía. El problema de la década de 1930 era la falta de recursos: las maquinas estaban ociosas y los hombres sin trabajo. En ningún otro momento de la historia fue mas evidente la irracionalidad del sistema capitalista. Mientras miles de familias se morían de hambre, la comida –comida ya producida- se destruía: se quemaba el café, se mataban los cerdos, se pudrían las existencias, las maquinas se oxidaban. El principal problema político de la sociedad era el desempleo. Pero en Suecia el Partido Socialdemócrata Sueco, que había ganado las elecciones de 1932, rompió con el esquema política monetaria ortodoxa. Conforme el desempleo subía con fuerza con la arremetida de la Gran Depresión, tropezaron con una idea realmente nueva: en vez de ayudar a los parados, los socialdemócratas suecos les dieron trabajo. Fue el comienzo del matrimonio de la izquierda con la economía Keynesiana. Una vez en el gobierno, los socialistas se encontraron el la vergonzosa situación de no poder llevar adelante el programa de nacionalizaciones y de no tener otro programa que los distinguiera de sus oponentes burgueses. Pudieron, eso si, tomar una serie de medidas diseñadas para mejorar la situación de aquellos que los habían elegido: desarrollo de un plan de vivienda social, ayuda al paro, introducción del salario mínimo, impuestos sobre la renta y herencias, y pensiones de vejez. Pero tales medidas no se diferenciaban de las tradicionales reformas conservadoras de los gobiernos como el de Bismarck, Disraeli o Giolitti. Los socialistas se comportaron como todos los demás partidos: con un cierto sesgo hacia su propio electorado, pero totalmente respetuosos con los sagrados principios del equilibrio presupuestario, la deflación, el patrón oro, etc. Parecía que había algo que hacer5, que la economía no se estaba moviendo de acuerdo con las leyes naturales, que la crisis económica podía atenuarse, y el derroche de recursos y el sufrimiento de las gentes podía aliviarse si el Estado seguía una política anticíclica de gestión de la demanda. La economía Keynesiana proveía la justificación técnica para el compromiso de clase. La respuesta que daba era que se aumentara el consumo. La causa del desempleo era la insuficiencia de la demanda. Dado el capital existente, la producción siempre se puede incrementar subiendo los salarios, las ayudas a los necesitados, y el gasto publico, o reduciendo los impuestos. En el pensamiento ortodoxo cualquier demanda de trabajadores o desempleados en el sentido de que aumentara el consumo habría sido considerada como intereses particularistas enemigos del desarrollo nacional en el futuro. Aumentar los salarios o los servicios sociales era elevar los costos de producción y desviar recursos de la inversión necesaria para el crecimiento, la acumulación de capital y el aumento de productividad. El bienestar de los pobres era un asunto de almas
caritativas, no de economía. Pero desde el punto de vista del Keynesianismo el consumo es el que produce la fuerza motriz para la producción, y súbitamente obreros y desposeídos pasaron a ser los representantes del interés general. Su interés particular por el consumo coincidía con el interés general por la producción. El pueblo se convirtió en la fuerza hegemónica de la sociedad. De hecho, el simple marco formal de la economía Keynesiana, tal como aparece hoy en los textos modernos de macroeconomía, prima el gasto publico sobre la redistribución de la renta: el multiplicador para el gasto publico es mayor que la unidad, mientras que el de los salarios y las ayudas sociales es menor que la unidad. De aquí que, por lo menos en el principio, el gasto publico compensa con creces por si mismo el aumento de producción, mientras que la distribución de la renta daña parcialmente otros componentes de la demanda. En todas sus formas, el compromiso Keynesiano consistía en un doble programa: empleo total e igualdad. El compromiso Keynesiano, pues, paso a consistir en un papel mas que activo del gobierno en la gestión de la macroeconomía. Como proveedor de servicios sociales y regulador del mercado, el Estado actuaba en múltiples terrenos sociales. Los gobiernos pusieron en funcionamiento programas de mano de obra, política familiar, de vivienda, ayudas neta, sistemas de salud, etc. Hasta finales de la década de 1960, el Keynesianismo fue la ideología del compromiso de clase, bajo el los diferentes grupos podían entrar en conflicto dentro de los limites de un sistema capitalista y democrático. La crisis del Keynesianismo e s la crisis del capitalismo democrático.
Alternativas democráticas. La economía Keynesiana es la economía de la demanda. Se da por hecho que la oferta de capital y la de mano de obra son constantes. La oferta de ahorro se determina endogenamente: es siempre igual a la inversión. La economía Keynesiana es una economía de corto plazo, en que corto plazo es una situación mas que un periodo de tiempo, en la cual pueden ignorarse los cambios de acumulación de capital. Dado el problema Keynesiano, esta suposición no es irrazonable, pero lo que ocurre es que este marco no dice nada de los determinantes del nivel potencial de producción, de la acumulación de capital, o de la productividad. El problema de las políticas Keynesiana es siempre el cerrar la brecha entre producción real y producción potencial, se esta cual fuera. En la visión del mundo de la demanda, que no es la de Keynes pero si es muy Keynesiana, la estimulación de la demanda también producirá el efecto de aumentar la producción, ahora por medio de la aceleración de la inversión. Los inversores se supone que toman sus decisiones respecto de la inversión para aumentar la producción y poder hacer frente al aumento de la demanda que se espera en el futuro. Pero cuando la economía esta cercana al empleo total las medidas destinadas a aumentar la demanda agregada y, por lo tanto, reducir al ahorro surten el efecto de limitar la tasa de crecimiento de la producción potencial. Y dado que la producción potencial es el techo de la producción real, la estimulación de la demanda a corto plazo resulta tener efectos nocivos para el a largo plazo. Cuando encontramos síntomas de insuficiencia en la inversión, la gestión de la demanda no soluciona las cosas. De hecho, la estimulación de la demanda acentúa el problema cuando este es la escasez de capital. Desde el lado de la oferta el ahorro es el motor de la acumulación y, como todos los estudios demuestran, los trabajadores no ahorran demasiado. Los aumentos de salarios y ayudas así como los de gastos de bienestar se presentan pues, como obstáculos para el crecimiento. La experiencia historia de varios piases ha demostrado que el crecimiento puede generarse sin efectos perniciosos sobre la redistribución de la renta cuando los gobiernos influyen activamente sobre la tasa de la dirección de la inversión y la provisión de la manso de obra. El milagro alemán de la postguerra, el rápido crecimiento de Japón, y el aparente éxito de los socialdemócratas suecos al combinar un aumento de la productividad relativamente rápido con la mas igualitaria redistribución de la renta de todo Occidente demuestra que hay una alternativa tanto a la gestión de la demanda como a las políticas de la oferta derechistas orientadas hacia los beneficios. La cuestión fundamental es si se puede obligar a invertir a las compañías cuando la tasa de beneficios es baja. El argumento de la derecha es que la situación es imposible, puesto que sin
suficientes réditos futuros los capitalistas no ahorraran en el presente. Los grandes negocios y las fuerzas políticas que los representan declaran continuamente que la única forma de hacer crecer el volumen del ahorro e subiendo la tasa de beneficios descontados los impuestos, subida que tiene dos efectos. Primero, dada una tasa constante de ahorro sobre beneficios, ya directamente o a través de los recipendarios de esos beneficios, el volumen agregado de beneficios. Segundo, una tasa de beneficios mas alta promete inducir a una mayor propensión al ahorro sobre beneficios . dar más dinero a los que ahorran, en palabras de Wall Street Journal, les animara a ahorrar mas deprisa.