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momentos de felicidad son cuando a veces por la calle se pone a jugar a la pelota con un nene. Le digo “como “como un nene”. Él dice “Yo “Yo siempre fui mamero, me costaba soltarme. Como cuando los bebés caminan agarrados de los padres, cuando se quieren soltar sienten que se caen. Como ahora que necesito que me ayuden a caminar”. Después de esta entrevista Roque le dice a la ex -novia que se cansó de intentar recuperarla. Que si cortaron se perdieron uno al otro. Y tiene un lapsus: “Yo me apoyé mucho en ella cuando tomé la decisión que no quería dejar de drogarme más”, en lugar de “quería dejar de drogarme”. Al señalarle el lapsus dice: “parece como que ella también fuera una droga”. “A mí nunca me gustó casarme, quería siempre ser soltero. Siempre admiré a un vecino mío que es soltero y está de novio hace mil años. El dice que no se casó para cuidar a la madre” Yo le digo: “para qué, si está casado con la madre”. A la entrevista siguiente habla de una infidelidad del padre de la que se enteró a los diez años: “Nunca lo encaré, hay veces que tenía ganas de decirle que es una basura, que nos estaba usando a todos, más que nada a mi mamá”. Le digo: “vos, de lado de tu mamá”. Continúa: “y… si está cagando a mi mamá me está cagando a mí. Yoo a las chicas les decía: yo para estar con otra mujer tiene que ser Y mejor que vos, no voy a poner en juego mi relación con vos por una calentura. Qué boludo ¿no? Porque después ella me dejó. Creo que ella sí me cagó. No puede ser que esté diciendo esto”. En la entrevista siguiente hablará de las condiciones que rodearon su concepción: los padres no se hablaban debido a una infidelidad del padre: “Yo caí del cielo. No me quisieron tener. Llegué enseguida que mi hermana. Me tuvieron que sacar antes de tiempo porque a mi mamá se le abría la cicatriz. Caí”. Y agregará que por primera vez ha soñado, primero que moría el padre, y luego que él mismo moría a causa de la droga: “Estaba en el cajón, veía a mi familia y a mis amigos, y a gente que no me conocía. Yo les quería hablar”. Lo que me interesa situar en este caso es la manera en que la droga encuentra su ubicación en relación con las dificultados de este sujeto
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con su deseo masculino, el que, tal como es definido por Lacan en Observación sobre el informe de Daniel Lagache, encuentra a su soporte en el semblante fálico, para adquirir la forma fetichista: Φ(a). Es justamente justame nte este semblante fálico, el que se encuent encuentra ra problematizado en su constitución: Roque huye, esquiva toda la situación que lo comprometa de algún modo, ya que se encuentra sin recursos para enfrentarla. Efectivamente su encierro y su aislamiento implican en sus propias palabras una “desconexión”. Los años anteriores al inicio de su consumo, a partir de los diez años, Roque queda desconectado del Otro. En ese momento parece interrumpirse, junto con la carrera del padre, la transmisión simbólica del falo. A partir de ese momento Roque se verá arrojado a las marcas traumáticas del no-deseo del Otro, a su ser de desecho caído de deseo del Otro: retroactivamente sus operaciones de rodillas, que le cortan su carrera como le había ocurrido al padre, se inscriben en una serie inaugurada en el accidente de los tres años, escena especular con la madre en la que la castración faltante en lo simbólico viene a inscribirse como castración imaginaria en lo real del cuerpo. Ese momento en el que, junto con su pie, su deseo queda agarrado, enganchado a la madre. Es en esta línea que se inscriben esos sueños con los que se inaugura la conexión del sujeto con la Otra escena en los que la lógica de la cura sigue indefectiblemente los pasos de la estructura: efectivamente es el padre muerto como función simbólica el que posibilita que a su vez se constituya el sujeto como negatividad o falta, surgiendo como deseo de muerte, pero a que el cuerpo En efecto, Roque ha comenzado a esbozar algo que no queda encerrado en el círculo de la fantasmática con la muerte, y que introduce la cuestión del sexo: su deseo de hablar rompe con el silencio que rodeó su nacimiento, ese deseo femenino silenciado en la madre, esa mujer que podría haber en la madre es silenciada por este imprevisto embarazo frente a la desviación del deseo delo marido hacia otra mujer. Con la droga Roque se encierra encier ra en ese goce del silensilen cio materno, desconectado del Otro, huyendo, esquivando poner en juego el semblante semblante para para operar con el deseo. deseo. Punto Punto de identificación identificación con la madre que es equivocado primero por el lapsus en el que su no-
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via se sustituye a la droga, y luego por su diatriba contra la infidelidad del padre que termina en un perplejo: “no puede ser que esté diciendo esto”, allí donde la barra del falo reinstala la división subjetiva en el acto mismo de enunciación. Por el lado de las mujeres.
Sofía, de veintinueve años, lleva adelante una exitosa carrera profesional trabajando con los números, rasgo transmitido por el padre, a quien define como alguien que “está pintado”. Sofía siente “pozos de angustia”, “vacíos”, “vacíos”, el sentimiento de que “está todo mal”. Se ve fea, gorda, se obsesiona con la comida. Hace un ayuno casi completo, cuenta las calorías de lo poco que come. No quiere salir de la casa ni que la vea la gente. Sale vestida con ropa que le tapa completamente el cuerpo. Toda Toda la ropa que usa debe ser de marcas exclusivas, si no se siente desnuda. Sofía se reprocha no lograr hacerse amar por los hombres, siempre bastante menores, con los que sale. Estos le proponen relaciones esporádicas, sin compromisos. Salen con otras mientras lo hacen con ella, para terminar dejándola al comprometerse en una relación con otra. Siempre se despiden de ella diciéndole que es muy buena. En una entrevista tiene un lapsus: “Cuando voy a X (su ciudad natal, a visitar a su familia), me siento más fea, peor, como todo lo que no hay… (se corrige) todo lo que hay”. Le digo: “la comida en el lugar de lo que no hay”. Ella continúa: “nunca me gustó la carne, me daba asco. Nunca fui a la playa o a una pileta, nunca quise usar traje de baño”. Le digo: “no mostrar la carne”. Un tanto sorprendida dice: “Nunca lo había pensado, pero mi mamá nunca se maquilló, siempre se vistió toda tapada con ropa fea y vieja, jamás la vi en traje de baño”. En la entrevista siguiente relata una situación en su adolescencia en la cual llama a la casa una mujer con la que el padre tenía una relación. Dice: “Para mí fue una desilusión terrible. La
que peor reaccionó fui yo. Mi papá llorando se arrodilló y me pidió que lo perdonara. Mi mamá se abocó totalmente a nosotros y como mujer, desapareció. Yo Yo a mi papá le dije: di je: “vos no podes hacerle esto a mamá. Debe ser una de las personas más buenas que hay””. Yo Yo le digo: “Buena… buena… me suena”, y corto la entrevista. Viene a la entrevista siguiente diciendo: “Me parece que yo estoy enojada con mi papá no por lo que le hizo a mi vieja sino porque es tan boludo”. Está angustiada porque se olvidó el maquillaje en el trabajo. Ella no puede salir a la esquina sin maquillaje. Dice: “parece que estuviera pintada, como que sin pintura no n o existo, como con la ropa de marca”. Al irse se deja una latita de chicles en la que había guardado los cigarrillos. A la entrevista siguiente dice: “Yo dejando mis objetos infantiles, como esa latita. Tengo Tengo muchos rasgos infantiles. Por algo siempre salgo con chicos tan chicos. Para divertirme tengo que hacer un esfuerzo y me sale infantil. Para pedir algo también. Pero sobre todo cuando hay varones que te miran, que te pueden llegar a decir algo del cuerpo… ahí quisiera desaparecer”. En Sofía el recurso a la imagen del cuerpo revela un rechazo al semblante, es decir, a aquello que posibilita que lo imaginario del cuerpo incluya la castración, barrando esa alteridad radical que es la femineidad corporal. Según la fórmula del deseo femenino que da Lacan en el texto ya mencionado: A/( ), esto posibilitaría a Sofía atrapar ese falo que ella vislumbra en el cuerpo de los hombres, pero que se le escapa todo el tiempo, dejando vacío ese paréntesis que es donde se hacen presentes sus “pozos de angustia”. El control yoico de la alimentación no es suficiente para que la imagen la complete narcisísticamente: Sofía se ve fea, gorda, necesita taparse, esconderse. La feminidad corporal se hace presente como carne, ese exceso que ella rechaza. La compulsión de comer cuando visita a su familia es un signo de ese rechazo, allí donde lo femenino se hace presente como faltante en el goce materno. Es interesante cómo el recurso a la imagen, a diferencia de la contabilidad, es un recurso fallido al padre, a ese padre “pintado”, ese padre humillado que resigna su virilidad en la escena en a que se ᵠ
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arrodilla ante Sofía. El maquillaje y la ropa de marca componen una imagen que, si bien distinguen a Sofía de la madre que ha perdido todo interés por su cuerpo, es una imagen que no está agujereada por la función simbólica de la castración, imagen que escapa a la función del velo. Es de esa imagen que Sofía comienza a desprenderse al poder diferenciarse de la mirada materna en su enojo con su padre. Cuando el sexo falla el nombre.
Podemos definir a la anorexia y la toxicomanía como nominaciones por las cuales el sujeto, estando suspendida su relación con el falo simbólico, recurre en un caso a una imagen ideal, en el otro a una sustancia a consumir como suplencias fallidas de lo que el significante fálico posibilita nombrar en cuanto a la sexuación. Es la vertiente que he intentado recortar en los casos de d e Sofía y Roque. La falla de estos nombres consiste en que eluden la dimensión del semblante, en eso no logran suplir al falo. Tal como plantea Lacan en el seminario De un discurso que no sería del semblante , el falo es el goce sexual en tanto está coordinado al semblante. Ahora bien, siguiendo a Jacques-Alain Miller en El hueso de un análisis , podemos plantear que el falo se localiza de manera diferente en hombres y mujeres, en los varones lo podemos ubicar como ese punto exterior al cuerpo, hétero, que llegado el caso puede ser sustituido por la droga. En las mujeres podemos ubicar la alteridad del falo en el cuerpo propio, el cuerpo femenino falicizado o fetichizado, no-todo, puede, ocasionalmente, verse sustituido por la imagen. ¿Qué implica este esquivamiento del semblante? Que en ese nombre no quedan articuladas la castración y la verdad, que caracterizan al semblante, tal como lo plantea Lacan en el seminario mencionado. Esto problematiza la posibilida d del amor, ya que éste se define por el don de una falta que implica la castración. Pero es
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sólo por el amor que el sujeto puede llegar a nombrarse como hombre o mujer. Efectivamente, en la clase del 20/1/71 de su seminario, Lacan dirá que la identificación sexual no consiste en creerse hombre o mujer, sino en tener en cuenta que hay mujeres para el varón, y para la mujer, tener en cuenta que hay varones. Lacan definirá al sexo en El despertar de la primavera como como un agu jero en lo real. Es este este agujero agujero en lo real el que que hace hace fallar fallar a la anorexia anorexia y la toxicomanía como nominaciones, ya que si “nombrar algo es un llamado” (Seminario Nº18, clase de junio de 1971), la cuestión de la que se trata es qué responde. El falo no habla pero da que hablar, hace hablar, y entonces vuelve posible arribar a lo real del sexo a p artir de la elaboración del semblante. Cuando responde a la droga o la imagen, estamos en el reino del silencio de muerte. En la clase del 20/1/71 del Seminario que seguimos, Lacan dirá que la mujer es para el hombre la hora de la verdad en tanto hace presente lo que hay de semblante en el goce. Y al hombre le es necesario responder en este encuentro con su semblante “bien puesto”, podríamos decir. Roque no podía abordar a las mujeres si no estaba drogado porque estaba desconectado del semblante. Y es en esa línea que podemos ubicar su idealización del vecino soltero. En El hueso de un análisis Millar Millar definirá al soltero como quien pretende prescindir del Otro con el goce del Uno. La ambición imposible del toxicómano es hacer uno sin el falo, siendo soltero hasta del falo. Con el falo también es imposible hacer Uno, pero eso ya es el síntoma. Porque efectivamente el falo es también el Otro: “El falo es el órgano en tanto es el goce femenino” (Seminario Nº18, clase del 17/2/71). En este punto en que se prescinde del semblante fálico, que se cuela al goce materno, cuya interdicción se suspende, es lo que en los casos de Roque y Sofía se presenta como lo infantil. Cito a Lacan (Seminario Nº18, clase del 17/3/71): “Al goce sexual su propia estructura lo priva de la prohibición que alcanza al goce dirigido al cuerpo propio, es decir muy precisamente el punto de artista y de frontera adonde confina con el goce mortal. Y no alcanza la dimen-
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sión de lo sexual más que al llevar la interdicción al cuerpo de donde sale el propio cuerpo, a saber el cuerpo de la madre”. Lo que Sofía evitaba con su refugio en lo infantil, era la mirada deseante de los hombres, lo que la excluía de la ley sexual, ya que, tal como plantea en Lacan (Seminario Nº18, clase del 17/2/71), una mujer sólo puede insertarse en la ley que suple la relación sexual por intermedio del deseo del hombre. En efecto, el propio cuerpo en las mujeres sólo alcanza el estatuto del falo o fetiche para el deseo de un hombre, es desde el deseo de un hombre que ese Otro que es el cuerpo femenino se desdobla: por un lado es el falo, por el otro, se vuelve el lugar vacío de La mujer. Es en esa vertiente que Lacan ubicará en El despertar de la primavera la la función de la máscara en el vacío de La Mujer. Cuando Sofía se desprende de la fijeza de su imagen congelada, puede su cuerpo volverse máscara o velo, y esto no se produce sin la función de la palabra. También en Roque el pasaje de la sustancia pura que es la droga a la sustancia fálica, implica ese deseo de hablar que se representa en el sueño. Este texto fue publicado en el libro Sexuación y semblantes: ¿mujeres anoréxicas, hombres toxicómanos? Plural. La Paz, 2002.
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Referencias bibliográficas
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8. Efectos clínicos de la forclusión forclusión de la castración castración
Comienzo este trabajo con un fragmento de la letra de una canción de la banda musical Bersuit Vergarabat, con el fin de comenzar a situar el campo clínico que me interesa abordar hoy. Me serviré para ese fin de varias letras de canciones de esta banda, ya que encuentro en ellas una verdadera clínica poética de la época, tal como se manifiesta en este singular lugar del mundo. Y abatidos van los dos sin creencia o religión (...)un retorno eterno al vacío, vacíos. (1)
Comienzo entonces ubicando el vacío en el centro del campo clínico actual, un vacío que no es otro que aquél que genera el discurso del capitalismo al forcluir la castración, tal como señala Lacan en su seminario de 1972: (2) S1 S2 $ // a
$ S1
S2 a (3)
Discurso del amo antiguo
Discurso del capitalismo
Al distribuirse las flechas de un modo que da lugar a un circuito circucircular, se saltea la doble barra de la imposibilidad, lugar de la castración en el discurso del amo, la consecuencia es que el sujeto gira en vacío.
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En el título de esta canción, llamada “Desconexión sideral”, podemos adivinar un efecto clínico de la forclusión de la castración, que es la desconexión del inconsciente. El eterno retorno al vacío que señala como consecuencia de la inexistencia de creencia o religión indica otro efecto clínico: el abatimiento. La depresión generalizada.
La extensión de la depresión en nuestra época obliga a considerar que nos encontramos ante una caída del deseo a escala masiva. La tristeza es un afecto que Lacan, siguiendo a Spinoza, propone en Televisión como el correlato de una cobardía moral (4). ¿Qué provoca la extensión de este fenómeno en nuestra época? Lacan plantea en 1967 que en la posguerra posguerr a surge una nueva posición sub jetiva:: el niño generalizado. jetiva generalizado. (5) Es el momento de surgimiento surgimiento de la industria del entretenimiento como respuesta denegatoria al horror de la Segunda Guerra. Se trata de un momento de renuncia del sujeto a la responsabilidad por el propio deseo, que encuentra su refugio en una posición infantil que permanece hasta hoy. El saldo de esta operación es una disolución de la angustia (afecto que mantiene un estatuto ético) en sus variantes topológicas “cobardes”: la depresión, el aburrimiento, las impulsiones, los ataques de pánico, el recurso al consumo de sustancias, el refugio en la imagen, etc.
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que dio lugar al discurso del capitalista. (7) La mutación es un cambio que aparece bruscamente en un ejemplar de una especie, y que se transmite por herencia. ¿En qué consiste entonces la mutación de la que somos producto? Se trata del advenimiento de un sujeto, no ya del inconsciente, dividido entre dos significantes, sino del goce, dividido por la falta-en-gozar, por la carencia misma de un goce pleno, siempre a la búsqueda de un nuevo gadget que lo colme. Las expresiones de lalengua actual dan cuenta cabal de esta mutación: nos ponemos las pilas, nos desenchufamos, nos caen las fichas, hacemos un click . La letra con la que inauguré este apartado ubica con precisión este movimiento que va desde las andanzas del sujeto del inconsciente, abierto a la contingencia del lapsus, al refugio en una ausencia de acontecimiento garantizada por la PC: los sueños pueden corregirse. Efectivamente, se trata de un nuevo sujeto, ya que es capaz de gozar virtualmente, en un desenganche de lo real que vuelve posible una experiencia, incluso sexual, que escapa a la contingencia del encuentro corporal, encuentro del que debe mantenerse a distancia el sujeto eficiente de la actualidad, que no debe perder tiempo en los enredos del amor. Este desenganche de lo real no deja de afectar al discurso: en el discurso del capitalista vemos cómo la flecha que en el discurso del amo va desde la verdad hacia el agente se invierte: ahora es el sujeto quien comanda sus S1. La increencia en el síntoma.
La mutación del discurso. Y no hay más andanzas, se la pasa tecleando, A ver si raja por el monitor. Nada pasó: los sueños se corrigen. Y hoy viaja por la PC, detrás de la libertad.(6)
En su seminario El reverso del psicoanálisis, Lacan propone al sujeto actual como un producto de una mutación surgida en el discurso del amo antiguo,
Toma toma coca coca. Y cada vez está más roca. Huele, huele, y más le duele No creer en otra cosa. (8)
Esta letra de una canción que no por casualidad se llama La calavera , sitúa la increencia como el dolor propio de la época. Podría decirse que el dolor de la increencia es un dolor inhumano, a diferencia del dolor que pueden provocar las creencias.
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Las letras de Bersuit Ber suit Vergarabat Vergarabat muchas veces ubican el recurso a ilusiones ofertadas tanto por las actuales versiones degradadas de “la religión” (evangelismo, carismatismo, espiritualismo oriental, sectas diversas) como por la ciencia misma, ilusiones que vienen al lugar que antaño ocupaba la creencia. Pero dirijámonos ahora a aquella que inaugura la posibilidad de la experiencia analítica: la creencia en el síntoma. Tal como señala Lacan en RSI, “Lo que hay de sorprendente en el síntoma, en ese algo que, como ahí, se besuquea con el inconsciente, es que uno allí cree...” (9). No es entonces lo mismo solicitar un tratamiento para curarse del síntoma sin perder tiempo que dirigirse al oráculo en el afán de descifrar lo que el propio síntoma quiere decir. Si bien la experiencia analítica avanza más allá de lo que en e n él llama a la creencia, al deshojar la envoltura formal del síntoma hasta llegar a su nú cleo de goce, el abordaje de éste último por el análisis entra en impasse al al faltar esa creencia, ya que imposibilita la instalación del sujeto supuesto al saber, sólo posible si se supone la existencia de un saber que puede dar cuenta del síntoma. Se cierra entonces la vía para la instalación de la transferencia. Llegamos así a un punto crucial. El apartamiento de las cosas del amor.
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te el recurso a la práctica de goce, aún fallido, en su lugar: Al goce sexual:
Coger no no es amor, amor, es mucho mejor mejor.. (13)
Al alcohol:
Tomo para no enamorarme. (14)
Al sexo virtual:
Por no estar ahí tu amor perdí. Igual puedo jugar al Porno Star. (15)
A la droga:
Sos de jugarte la vida, un gran actor que no se corre del papel: siempre derecho a la villa. (16)
Al coqueteo con la muerte: ¿
Qué importa perder la vida Si ni siquiera es mía? (17)
Al suicidio:
Y así nace el asesino Que no sabe a quién lastimar. Termina consigo mismo, A alguien tiene que matar. (18)
Al asesinato:
Mata porque quiere morir. Pero no sabe cómo. No quiere ser feliz, no quiere descansar. (19)
No es una herida, es un hueco de amor. (10)
Lacan señala como efecto clínico fundamental de la forclusión de la castración que “todo “todo orden, todo discurso que se entronca en el capitalismo, deja de lado lo que llamaremos simplemente las cosas del amor”. (11) Tal como indica la canción, en la clínica actual no nos confrontamos con la herida que puede dejar el amor tras su paso, sino con un hueco en el lugar del amor. No se trata entonces de lo no sabido que sabe de la una equivocación, dando lugar al amor (12), sino de un malestar que, al entrar en disyunción con la dimensión del saber, lo está también con la del amor. Las canciones de Bersuit Vergarabat exploran las distintas variantes de la imposibilidad del amor en nuestra época, acentuando fundamentalmen-
Los síntomas actuales parecen consistir en su mayor parte en los efectos de devastación a que puede llegar al sujeto en estas prácticas de goce. La pregunta que se abre entonces es cómo opera el psicoanalista con estos nuevos síntomas y estas variantes antiéticas de la angustia al no contar con el amor de transferencia.
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El deseo del analista como invención.
Lacan formalizó como instrumento fundamental del quehacer analítico un concepto que no se sostiene ni en un discurso, ni en la conexión con el inconsciente, ni en la creencia en el síntoma, ni en el amor de transferencia: se trata del deseo del analista. El deseo del analista es una invención de cada analista, invención que que el analista extrae de los restos de su subjetividad analizada. Pero no se trata de una invención eterna, sino que ocurre ( si ocurre) cada vez, en el e l encuentro con aquél que llamaré aquí, no necesariamente el analizante, ya que también puede tratarse simplemente de un consultante. Lo nombro entonces paciente. En el deseo del analista se trata de abrir en la contingencia del acto, en la imposibilidad misma del psicoanálisis, el espacio para que algo nuevo se escriba, sin que se pueda saber de antemano en qué consistirá esa novedad para ese sujeto singular. Para alguno se tratará tratará de una inesperada conexión, a veces dolorosa, con el inconsciente. Para algún otro, del establecimiento de un velo en el goce obsceno y exhibicionista al que empuja nuestro superyó actual. Para un tercero, de un anclaje de su deseo en lo real, como salida al mal encuentro con lo real en juego en la impulsión. Para alguien más, del descubrimiento de un recurso singular para el tratamiento de un goce que lo invade. Etc, etc., etc..... La consecuencia no deja lugar a dudas: hoy más que nunca la clínica nos obliga a inventarnos como analista plural, cada vez. Se abre entonces para nosotros el desafío de probar que en cada una de esas situaciones de la práctica, una por una, hay analista, y que de ello resultan consecuencias absolutamente singulares, irreductibles a cualquier otra pr áctica psicoterapéutica actual. Y esto implica que, si bien del lado de quien consulta puede no haber una posición ética, no dejamos de encontrarla del lado del analista: una ética orientada por un real que no se deja reducir a los estándares adaptativos imperantes. Publicado en la Revista Psicoanálisis y el Hospital Nº 29. Buenos Aires, junio de 2006.
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Referencias bibliográfic bibliográficas as 1. Bersuit Vergarabat, Desconexión sideral . 2. Jacques Lacan, El saber del psicoanalista . Inédito. 3. Matema introducido por Jacques Lacan en su conferencia Acerca del discurso psicoanalítico, dictada en Milán el 12 de junio de 1972. 4. Jacques Lacan, Télevision. En Autres écrits , Seuil, París, 2001. Pág. 526. 5. Jacques Lacan, Allocution sur les psychoses psychoses de l’enfant , en Autres écrits , Seuil, París, 2001. Pág. 369. 6. Bersuit Vergarabat, La oveja negra . 7. Jacques Lacan, El reverso del psicoanálisis . Paidós, Buenos Aires, 1992. Pág. 181.La cita textual es: “Hablo de aquella mutación capital, también ella, que da al discurso del amo su estilo capitalista...”. 8. Bersuit Vergarabat, La Calavera . 9. Jacques Lacan, R.S.I . Clase del 21 de enero de 1975. Inédito. 10. Bersuit Vergarabat, El viejo de arriba . 11. Jacques Lacan, El saber del psicoanalista . Clase del 21 de enero de 1975. Inédito. 12. Jacques Lacan, L’insu que sait de l’une bévue, c’est l’amour , inédito. Se trata de una de las lecturas posibles del título del seminario 24. 13. Bersuit Vergarabat, Coger no es amor . 14. Bersuit Vergarabat, Yo tomo. 15. Bersuit Vergarabat, Porno Star . 16. Bersuit Vergarabat, Mariscal Tito Tito. 17. Bersuit Vergarabat, La vida boba . 18. Bersuit Vergarabat, La calavera . 19. Bersuit Vergarabat, Perro amor explota .
9. La dimisión paterna generalizada: del síntoma al trastorno
Introducción.
Me interesa ubicar las perspectivas de los conceptos de mutación y degeneración, que es posible encontrar en la enseñanza de J. Lacan a la hora de dar cuenta de cierta modificación irreductible en la especie hablante, que condensaríamos en el sintagma: “dimisión paterna generalizada”, para plantear finalmente la posición del psicoanalista psicoana lista frente a la subjetividad de la época. J. Lacan advirtió muy tempranamente la caída de la función paterna, sin dejar de inquietarse por la manera en que afectaría al discurso analítico, tal como lo prueba el siguiente párrafo de su seminario sobre las psicosis: “Dentro de dos o tres generaciones, ya nadie entenderá nada, nadie dará pie con bola, pero, por el momento, en conjunto, mientras el tema del complejo de Edipo permanezca ahí, preserva la noción de estructura significante, tan esencial para ubicarse en la neurosis” (1). La mutación del discurso.
La mutación es un cambio que aparece bruscamente en un ejemplar de una especie orgánica y que se transmite por herencia, es decir, que afecta a las generaciones posteriores. Se trata de una modi-
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ficación aleatoria que cambia un gen o cualquier parte de la cadena del ADN, lo que implica una nueva escritura de la misma. Y como de escritura se trata, tomaré como punto de partida la mutación del discurso del amo que da lugar al discurso capitalista, a la que hace referencia J. Lacan en su seminario El reverso del psicoanálisis : “La finalidad de estas observaciones es que se sorprendan y se planteen al menos una pregunta concerniente al discurso del amo: ¿cómo dicho discurso, que se entiende tan maravillosamente bien, puede haber mantenido su dominación? Tal y como lo prueba este hecho, que explotados o no, los trabajadores trabajan. Nunca, desde que la humanidad existe, se ha concedido tanto honor al trabajo. Hasta se excluye la posibilidad de que no se trabaje. Es todo un éxito, desde luego, de lo que llamo el discurso del amo. Para ello, ha tenido que sobrepasar ciertos límites. Para decirlo todo, llega hasta eso, en una mutación que traté de señalarles. Espero que se acuerden, y si no se acuerdan -es muy posible-, voy a recordárselo enseguida. Hablo de aquella mutación capital, también ella, que da al discurso del amo su estilo capitalista” (2). Sabemos que este discurso es formalizado por Lacan en una conferencia en la Universidad de Milán (3) del siguiente modo: $ S1
S2 a
Discurso capitalista
S1 $
//
S2 a
Discurso del Amo
En esta mutación se trata de una inversión de lugares entre el S1 y el $, en infracción con el modo en que se modifican los cuatro discursos clásicos de Lacan: por rotación de un cuarto de vuelta. Es decir que se trata de una mutación que afecta, por un lado al sujeto, y por otro, a la estructura misma del discurso. El sujeto en el discurso capitalista no está dividido entre dos significantes, como ocurre con el sujeto del discurso del amo clá-
sico, que es el sujeto del inconsciente. Este nuevo sujeto, mutado, está dividido directamente por la falta-en-gozar, está directamente afectado por una flecha que proviene del pequeño a. Es el consumidor, que lejos de dejarse afectar por sus S1, los manipula con fines de goce, en la búsqueda insaciable de un gadget siempre siempre nuevo que colme su división, demanda con la que enventualmente puede encontrarse el psicoanalista en nuestra época. El discurso, por su parte, comienza a funcionar de un modo nuevo. Desaparece la doble barra de lo imposible que habita a los demás discursos, disponiéndose las flechas de un modo tal que la relación entre los cuatro lugares es circular y continua. Lo que no deja de afectar entonces a la posibilidad de transformación en alguno de los otros discursos. Sabemos que los discursos de la uni versidad, de la histérica y del psicoanalista son derivaciones que se vuelven posibles a partir del punto de imposibilidad que habita al discurso de partida, que es el discurso del amo. Digamos que este nuevo sujeto, producto de una mutación, está ubicado en un discurso que es una ruptura radical con las modalidades discursivas previas, es decir que habla otra lengua. Habla una lengua deshabitada de lo imposible, que deja de lado las cosas del amor, que no hace síntoma. Este rechazo radical hace que cuando ese movimiento circular se detiene por alguna contingencia de la vida del sujeto, lo imposible retorne de un modo absoluto, en lo que da en llamarse trastorno: este nuevo sujeto no se angustia, entra en pánico. No pierde el apetito por amor, a mor, se vuelve anoréxico, no se confronta con el vacío: lo consume como sustancia o se deja aplastar por él en la depresión. Etc, etc... La mutación de la ciencia.
La posibilidad de mutación del discurso del amo en su versión capitalista no deja de ser la consecuencia de una mutación previa, “...mutación decisiva que por la vía de la física funda La ciencia ciencia en
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el sentido moderno, sentido que se pone como absoluto” (4), según señala Lacan en La ciencia y la verdad. El surgimiento de La ciencia posibilita esa alianza entre el amo y el saber que prefigura las coordenadas actuales en el marco de las cuales el imposible de gobernar busca su sutura en el recurso a una supuesta cientificidad, eventualmente ofertada por las TCC en el campo de la salud mental. Lacan lo señalaba en La ciencia y la verdad de este modo: “...la psicología que ha descubierto los medios de sobrevivirse en los servicios que ofrece a la tecnocracia” (5) Y Miller lo indicaba recientemente en su curso: “Esto es una consecuencia fastidiosa de lo que se produjo en determinado momento de la historia: la alianza del amo, que se burlaba del saber, que no tenía nada que hacer con él, que se lo dejaba a los esclavos, y luego, en determinado momento, se produce una alianza entre el amo y el saber” (6). A partir del momento momento en que el amo echa mano al saber saber,, el recurso es a la comunicación científica, ya que, tal como señala Lacan en La ciencia y la verdad , “...en la ciencia, en oposición a la magia y a la religión, el saber se comunica” (7). Pero la consecuencia es la sutura del sujeto: “...la forma lógica dada a ese saber incluye el modo de la comunicación como suturando al sujeto que implica” (8). Es en este punto que reencontramos al sujeto del discurso capitalista, ya que lo que queda suturado por esta operación es la división entre saber y verdad, que es, como señala Lacan, “nuestra división experimentada del sujeto” (9). Podría decirse que la división entre saber y verdad tiene un nombre: el inconsciente. Y podría decirse entonces entonces que el trasto trastorno rno es un nombr nombree de esta mutación posibilitada por la introducción del discurso de la ciencia, mutación que vuelve posible la desconexión del inconsciente, y en consecuencia, del síntoma. Es lo que señalaba J. Lacan en la última clase de su seminario Les non-dupes errent : “Quien no está enamorado de su inconsciente, yerra. Esto no dice absolutamente nada en contra de los siglos pasados. Ellos esta-
ban tan enamorados de su inconsciente como los demás, y en consecuencia, no erraron. Simplemente, no sabían hacia dónde iban, pero en cuanto a estar enamorados de su inconsciente, ¡lo estaban! Se imaginaban que era el conocimiento. conocimi ento. Ya Ya que no hay necesidad de saberse enamorado del propio inconsciente para no errar, basta con dejarse hacer, con ser su incauto. Por primera vez en la historia, les es posible a ustedes errar, es decir, rehusar amar v uestro inconsciente (...)” (10). La degeneración catastrófica.
La degeneración es un término que, así como el de mutación, proviene de la genética. Significa ser un individuo vivo de peor calidad que sus antecesores. Implica un juicio de valor, y Lacan no se priva de hacerlo, en el seminario mencionado. Allí indica que en la época actual la nominación paterna es sustituida por el nombrar para , nominación para la cual generalmente alcanza con la madre, que designa un proyecto para su hijo, y que finalmente, cuando se prefiere este tipo de nominación al nombre del padre, lo social toma una prevalencia de nudo. Y termina preguntándose: “¿Acaso este nombrar-para no no es el signo de una degeneración catastrófica?” (11). La mutación toma entonces para Lacan la forma de la degeneración cuando se trata de la pérdida de dimensión amorosa que introduce la nominación paterna. Efectivamente, la nominación paterna humaniza el deseo, mientras que en el nombrar-para se se trata más bien de un deseo congelado en un proyecto. Nominación que da lugar a un nuevo tipo de ser hablante, el no incauto. Aquél para quien la vida es un viaje, y él es el proyectil que sigue una trayectoria lineal predeterminada. La prevalencia de nudo que toma lo social en esta mutación de la nominación da cuenta de los colectivos de expertos y los comités de ética como un recurso que en su último curso Miller no duda en
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interpretar como el resultado de la angustia frente a lo arbitrario de toda decisión (12). Efectivamente, se trata de la angustia frente a la función paterna, que es una función de nominación, acto por excelencia que, en tanto tal, no es resultado de un saber, y que por ello le da a su agente estatuto de síntoma. Así, podríamos definir a ésta como una época de dimisión paterna generalizada, que no deja de tener efectos en el campo psi : lo que se verifica en las TCC es un intento de garantizar la ausencia de deseo del lado del terapeuta. Cero de deseo, cero de subjetividad, cero de path pathos os , asegurarían la forclusión del sujeto y por ende, su inclusión en el campo científico. En este estado de cosas el terapeuta se vuelve un administrador de cuestionarios, recetas, ejercicios, y finalmente, métodos de evaluación, en el afán de tratar esa entelequia desencarnada que es el trastorno. Es perfectamente sustituible, podría ser cualquiera. El lazo terapeuta-paciente es democrático, volviéndose sospechosa la transferencia con su poder. El psicoanalista como síntoma.
Estar a la altura de la subjetividad de la época implica estar adverti dos de esta mutación-degeneración. Implica saber que eventualmente tenemos que vérnoslas con seres hablantes que no hablan con metá foras y metonimias, que no tropiezan con la una-equivocación, una-equivo cación, que sólo quieren responder cuestionarios y recibir garantías de eficacia. Seres hablantes que prefieren consumir TCC a psicoanálisis (que atentaría contra los derechos del consumidor), que quieren que se les enseñe a autosugestionarse en una ilusión de individualidad y aparente libertad que les permita escapar al horror que implica la posibilidad posibi lidad de que alguien se autorice a encarnar la función paterna. El deseo del analista se acerca a la función paterna en varios aspectos, Lacan lo señala en algunas oportunidades. Por supuesto que no se trata de un recurso dogmático al nombre del padre, y mucho menos de la promoción del padre ideal. Se trata de esa responsabilidad, que por otra parte siempre es sexual, que implica hacerse cargo
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del acto, soportando la ausencia de garantía, soportando la asimetría que implica la transferencia, y operando con un medio-decir habitado por un deseo de separación. En este punto propongo que en la actualidad el psicoanalista no debe retroceder frente al horror al acto propio de la época, apostando a la dimensión poética del acto interpretativo, apostando entonces al forzamiento de la dimensión del síntoma en este ser hablante mutado, incluso siendo su soporte, para quien consienta a dejarse traumatizar por él. Publicado en la Revista Psicoanálisis y el Hospital N°30. Octubre de 2006.
Referencias bibliográfic bibliográficas as 1. Jacques Lacan. Seminario 3, “Las Psicosis”. Psicosis”. Ed. Paidós. Barcelona. 1985. Pág. 455. 2. Jacques Lacan. Seminario 17, “El reverso del psicoanálisis. Ed. Paidós. Buenos Aires. 1992. Pág. 181. 3. Jacques Lacan. “Del discurso psicoanalítico”, conferencia del 12/5/72, Milán. Inédita. 4. Jacques Lacan. “La ciencia y la verdad”, en Escritos 2 . Ed. Siglo XXI. Buenos Aires. Pág. 834 5. Jacques Lacan. Ibid. Pág. 838. 6. Jacques- Alain Miller. “Pièces detachées”, curso del 12/01/2005. Inédito. 7. Jacques Lacan. Ibid 4) Pág. 855. 8. Ibid. 9. Ibid. Pág. 835. 10. Jacques Lacan. “Los no incautos yerran”, clase del 11/6/1974. Inédito. 11.Jacques Lacan. Ibid. Clase del 19/3/1974. 12. Jacques- Alain Miller. “Pièces detachées”, curso del 13/4/2005. Inédito.
10. La segregación del Otro sexo
“-A trabajar, hermano. Después nos ayudarán los caranchos. Hoy la maté. Que se quede aquí con sus pilchas. Ya no hará más perjuicios. Se abrazaron, casi llorando. Ahora los ataba otro vínculo: la mujer tristemente sacrificada y la obligación de olvidarla”.
J.L.Borges, La intrusa. (1)
En Psicología de las masas y análisis del yo Freud ubica, a partir de la distinción entre aspiraciones sexuales directas y de meta inhibida, que las primeras son desfavorables para la la formación de la masa, ya que los amantes se apartan del sentimiento de masa buscando la soledad con el fin de la satisfacción sexual. Sin embargo, inmediatamente precisará de qué satisfacción sexual se trata: de aquélla que pone en juego a una mujer como como ob jeto sexual, sexual, aclarando que que la relación amorosa entre hombre y mujer queda excluida de organizaciones tales como la iglesia y el ejército, y que incluso si se forman masas mixtas de hombres y mujeres, la diferencia entre los sexos no desempeña ningún papel. Finalmente, ubicará a la segregación en oposición al amor por una mujer , diferenciándolo explícitamente del amor homosexual masculino: “El amor por la mujer irrumpe a través de las formaciones de masa de la raza, de la segregación nacional y del régimen de las clases sociales, consumando así logros importantes desde el punto
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de vista cultural. Parece cierto que el amor homosexual es mucho más compatible con las formaciones de masa aún donde se presenta como aspiración sexual no inhibida, i nhibida, hecho asombroso cuyo esclarecimiento nos llevaría lejos.” (2) Es en el sentido del esclarecimiento de aquello que encarna una mujer en el amor como irrupción que desarma los lazos identificatorios que promueven la segregación, que orienté mi investigación sobre el tema, orientación que por otra parte me permitió resituar las referencias de Lacan a la segregación.
éste el S1 funciona como excepción que posibilita el efecto sujeto, dividido entre ideal y goce, lo que tiene como consecuencia otro tipo de segregación. Según plantea Lacan, la cuestión del amo actual es “¿cómo hacer para que masas humanas consagradas al mismo espacio, no solamente geográfico, sino llegado el caso familiar, permanezcan separadas?” (3). El campo de concentración, entonces, es el modo en que este amo consigue tratar los cuerpos, cuya individualidad resiste a la operación universalizante de la ciencia. Vemos que aquí el término de campo de concentración se amplifica hasta incluir seguramente a guarderías, geriátricos, barrios cerrados, villas miseria, etc.
La segregación de la ciencia.
En la Proposición del 9 de octubre de 1967 Lacan Lacan señalaba una diferencia fundamental en la manera en que la ciencia y el psicoanálisis destituyen al sujeto. Del lado de la ciencia, planteaba que la universalización en las agrupaciones sociales tenía como correlato necesario la segregación, a la que le da el nombre de “campo de concentración”. Mientras que en el psicoanálisis, el correlato de la destitución subjetiva es la consistencia lógica del objeto a en en su singularidad. Es en este punto de la singularidad del objeto que reside el principio anti-segregativo del psicoanálisis: la singularidad no hace conjunto, es lo que resiste al universal. Es en el Pequeño discurso a los psiquiatras que Lacan desarrollará más en detalle esta distinción, advirtiéndonos acerca del precio a pagar por el desconocimiento de lo singular del goce propio de la ciencia, que postula un sujeto puro universal que no existe. Ese goce singular de la relación con un objeto a , que sí existe, retorna salvajemente, sin soporte subjetivo, es decir, no en el malestar del síntoma sino en la práctica segregativa. En efecto, Lacan sitúa en este texto una incidencia directa del gadge sobre el cuerpo por la que gadget t sobre se elimina el rodeo del discurso. En el nivel de la segregación de la ciencia, ni siquiera encontramos la lógica de las identificaciones propia del grupo, ya que en
La segregación del grupo.
Por otra parte, es interesante tener en cuenta que Lacan se interroga sobre la segregación en el momento en que está proponiendo el pase, y en los textos mencionados vincula explícitamente la estructura de las sociedades psicoanalíticas modelo IPA con la práctica de d e la segregación. Como siempre, Lacan se dirige aquí a los psicoanalistas, esta vez para advertirles acerca de su propia posición segregativa. Nos encontramos entonces con otra vertiente de la segregación, ligada al planteo freudiano de Psicología de las masas y análisis del yo. En esta vertiente se pone en cuestión la modalidad de lazo social que establece la psicología de grupo, cuya estructura es esclarecida por Lacan en el seminario sobre El reverso del psicoanálisis , donde la define de la siguiente manera: “No hay fraternidad que pueda concebirse si no es por estar separados juntos, separados del d el resto.”(4) resto.”(4) Efectivamente, segregar proviene del latín segregare , que significa apartar de un rebaño. Pero también secretar, excretar, expeler, o sea, volcar afuera algo que fue concebido adentro. Es decir que la segregación es un efecto estructural del grupo, que siempre es de hermanitos. Y finalmente finalmente el mito mito en el que que Freud Freud imagina el origen origen de esta estrucestructura, Tótem y tabú, muestra el deseo por una mujer como aquello que precipita la fraternidad, pero con la condición, paradójica, de dejarlo
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desterrado: segregación. A partir de entonces, esa mujer sólo puede ingresar al grupo en tanto madre, dejando afuera su feminidad. Se ve entonces claramente que ahí reside la diferencia marcada por Freud en la cita de Psicología de las masas : la homosexualidad masculina no sólo no rompe con la estructura segregativa del grupo, sino que incluso es su sostén libidinal, sea o no actuada. ¿Cómo se articulan estas dos vertientes de la segregación, la de la ciencia y la del grupo? En ambas se impone un universal, el del sujeto vacío y el del “todos hermanos”. En el caso de la ciencia, se trata de la exclusión del sujeto encarnado, y por lo tanto, afectado por lo singular de su goce, exclusión de la división del sujeto, por lo tanto, forclusión del ser hablante en tanto tal. No hay allí lugar para el síntoma en la medida en que éste hace presente la fractura del universal del fantasma como intento de sutura. El síntoma es el punto de fuga que se abre desde el universo del “todo” hacia un real no universal, ligado al Otro goce. El grupo, por su parte par te excluye el deseo femenino: sólo en la medida en que éste esté ausente de la madre, somos todos “hermanitos”. Por eso Lacan dirá en el seminario XVII: “Este empeño que ponemos en ser todos hermanos prueba evidentemente que no lo somos. Incluso con nuestro hermano consanguíneo, nada nos demuestra que seamos su hermano.”(4) Por esta vía la familia se demuestra ser el grupo más sólidamente constituido y que atraviesa las épocas demostrando así su cercanía a lo real de la estructura. Porque el problema con el deseo femenino es que no hay relación sexual: no se sabe, ni siendo hombre ni siendo mujer, cómo relacionarse con él, ya que encarna la incidencia del Otro goce en el discurso. Allí, el fantasma desfallece, así que mejor mantenerlo a distancia. La propuesta de la escuela es la de conformar un grupo cuyo síntoma sea el pase: inflexión por la que el conjunto no se cierra ni se excluyen las excepciones (que se pluralizan al quedar abierto el con junto). El pase como lo que se se pone en cruz frente a la homeostasis grupal, como lo que vuelve a interrogar cada vez los fundamentos
del saber, ubicando en el centro de la escena la interrogación del goce. La segregación del Otro sexo.
Es a partir del Discurso de clausura de las Jornadas sobre las psicosis en el niño que es posible articular ambas dimensiones de la segregación en la vertiente única del rechazo estructural de lo femenino. En este texto Lacan comenzará planteando que “Debemos saber cómo vamos a responder los psicoanalistas a la segregación puesta al orden del día por una subversión sin precedente.” (5) Inmediatamente va a proponer que los psicoanalistas estamos llamados a portar el ser-para-el-sexo. Y va a decir que no parecemos muy valientes ni tampoco alegres para sostener esta posición, señalando que el problema es que los psicoanalistas no soportamos la castración.. Esto lo llevará a una pregunta: “¿Puntualizaremos con el término del niño generalizado la consecuencia de lo que dije hoy? Ciertas antimemorias son de actualidad estos días (...). El autor las abre con la confidencia de extraña resonancia con que un religioso se despidió de él: “Termino creyendo, vea Ud., en el ocaso de mi vida –le dijo- que no hay personas grandes ”. ”. Esto signa la entrada de un montón de gente en la vía de la segregación .” (5) En este texto Lacan advierte a los psicoanalistas niños-deprimidos que no quieren saber de la castración, que es esa mirada infantil la que segrega. Esta cuestión fue retomada por Eric Laurent en Las personas grandes y el niño, ubicando en el texto de referencia, las An de Malraux, una marca del momento histórico en que timemorias de se produce la entrada en la segregación de la ciencia. Es en el final de la Segunda Guerra Mundial que comenzamos a desviar nuestra mirada del dolor, de la muerte, del mal, par empeñarnos en distraernos, entretenernos, hipnotizarnos: todos televidentes, todos niños. Aquí Lacan nos advierte advier te que el único modo de estar afuera a pesar de estar adentro de este campo segregativo es soportar la castración,
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es decir, hacer de ella causa del entusiasmo de portar el ser-para-elsexo. Pero ¿qué es este ser-para-el-sexo que los psicoanalistas estamos llamados a portar a partir de la subversión freudiana? Al final de esta intervención Lacan va a indicar de qué está hablando: “En psicoanálisis la función de la presencia debe borrarse, como se ve en la matemática. Sin embargo en el psicoanálisis hay una que se suelda a la teoría: es la presencia del sexo como tal, a entender en el sentido en que el ser hablante lo presenta como femenino” (5). Luego va a retomar la pregunta freudiana ¿qué quiere la mujer? Para ubicar lo que una mujer quiere en el centro ciego del discurso analítico. Portar el ser-para-el-sexo implica entonces la confrontación con el deseo femenino que encarna el Otro sexo, lo que implica dejar atrás la mirada infantil que sólo puede interesarse por el deseo materno, atrapada en la formación de masa familiar. Y no sólo confrontarse con él, sino también alojarlo en el centro ciego del discurso analítico, es por este agujero que el discurso en tanto semblante se enlaza a lo real del nudo. La respuesta de Freud y de Lacan al problema de la segregación no es la revolución, que vuelve al punto de pa rtida, sino esta subversión que implica, en el reverso del discurso del amo imperante, una elección del sexo, que sabemos que será siempre sintomática porque no hay relación sexual. Ya que sólo un hombre o una mujer pueden confrontarse con el deseo femenino
Referencias bibliográfic bibliográficas as 1. Borges, Jorge Luis. La intrusa. En Obras Completas. Emecé editores. Buenos Aires, 1974. Pág.406. 2. Freud, Sigmund. Psicologia de las masas y análisis del yo. En Obras completas. Ed. Amorrortu. Buenos Aires, 1984. Tomo XVIII Pág. 134. 3. Lacan, Jacques. Discurso de clausura de las jornadas sobre las psicosis en el niño. Inédito. 4. Lacan, Jacques. El Seminario. Libro XVII El reverso del psicoanálisis. Ed. Paidós. Buenos Aires, 1992. Pág.121. Lacan, Jacques. Discurso de clausura de las jornadas sobre las psicosis en el niño.Inédito.
Publicado en las Memorias de las XI Jornadas de Investigación de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires: Psicología, sociedad y cultura . Tomo Tomo III. 2004. Argentina.
Nota: las itálicas en las citas son mías.
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11. No existe ninguna que diga no Acerca de la homosexualidad homosexualidad femenina
La homosexualidad no es una categoría psicoanalítica, sino una modalidad que eventualmente asume el erotismo. La particularidad de la homosexualidad femenina consiste en su prescindencia del órgano fálico en el campo del goce sexual. Este trabajo se centrará en la interrogación clínica de esta prescindencia, algunas de sus determinaciones y efectos, particularidades y singularidades que permitirán delimitar algunos confines del campo de la homosexualidad femenina, tal como se presenta en la experiencia analítica. Para ello me serviré de viñetas en las cuales la homosexualidad femenina se juega, ya sea en el nivel del acto, ya en el de la fantasía, precisando en este último caso que que se trata de fantasías en las que que el sujeto no se encuentra en posición histérica, ya que no se trata de versiones de lo femenino que respondan a la pregunta por la feminidad desde la identificación viril. Algunas determinaciones. 1. Versiones Versiones degradadas del falo paterno.
Partiendo del caso freudiano de la joven homosexual, Lacan situará la decepción como el centro alrededor del cual gira la homosexualidad femenina. El agente de esa decepción es el padre, y en este caso en par-
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ticular se trata de una “exigencia del amor escarnecida en lo real” (1). Podemos subrayar en este caso cierta versión degradada del falo en el padre, en la medida en que no parece anudar el deseo con el amor. Es este amor dejado de lado por el padre el que ella va a promover al primer plano en su cortejo a la dama, en el que “no se contenta con nada menos que con permitirse los lujos del amor cortés” (2). La posición homosexual en una mujer rechaza esta versión degradada del falo, lo que conlleva a su vez un rechazo del límite que le impone al goce la castración en la dialéctica fálica. En su promoción del amor se trata entonces de dar lo que no se tiene sin el límite de la castración. Su obesidad la obsesiona sin por ello lograr introducir el menor límite en ese hambre voraz de comida chatarra que la invade casi continuamente. A medida que su cuerpo se deforma elude cada vez más el encuentro sexual con su esposo. Se pregunta si no estará buscando que él se vaya con otra para confirmar la idea que tiene de los hombres, todos traicioneros como su padre. Lo que no se anima a preguntarse, dice, es si en verdad no le gustan las mujeres. Lo sospecha cada vez que se detiene excitada en las escenas lesbianas de los videos pornográficos con que su marido busca estimularla. Pero, me advierte, no quiere saber nada de ello. •
Su adolescencia marcada por la anorexia, su adultez por la imposibilidad del encuentro amoroso, pasando del novio-hermano al amante “cagador”. La separación de su madre: una tarea titánica, como parece haberlo sido para su padre, cuya obscenidad en materia sexual tanto la asqueó siempre. A veces se ilusiona con algún hombre, para desilusionarse rápidamente. Es en esos momentos que prevalecen sus fantasías sexuales con mujeres. Tiene que ser bien potra, con muchas tetas, como una madre, termina diciendo para su sorpresa. •
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Empobrecida, triste, sintiéndose desafortunada. Nunca amada por un hombre. Amante de su jefe casado por años, él acaba de echarla del trabajo. No pudo hacer otra cosa, le dijo, razones de empresa. El padre tan amado sin mérito muere. Su mundo se derrumba. Llega ella, que es casi él, tan varonil, tan segura de sí, tan amante. Sabe por fin lo que es sentirse amada. ¿Amar ella? No lo parece. Tampoco quiere saber más. •
La mortificación del falo.
En su estudio de la juventud de André Gide, cuyo goce sexual estaba orientado hacia muchachitos, Lacan deduce cierta determinación de su posición en la particularidad del deseo materno, que en este caso no se orientaba al falo paterno, sino hacia otra mujer. La consecuencia en el nivel de la significación fálica es la disyunción entre la vertiente positiva del deseo ( ϕ) y su vertiente negativa, es decir, la castración (-). De allí la separación entre su erotismo masturbatorio como pura afirmación del goce fálico y lo que Lacan da en llamar su “amor embalsamado” por Madeleine, su prima y mujer (3). Encontramos en muchas oportunidades esta misma ausencia de deseo materno por el falo paterno en casos de homosexualidad femenina, con la particularidad de que el efecto diferente que introduce la feminidad (con el goce que conlleva) es que no se opera una disyunción entre el + y el (-), sino pura y simplemente un rechazo, más o menos radical, de la positividad del falo, reforzándose y sobredimensionándose su vertiente negativa, ya sea en la exaltación de la dimensión amorosa en su relación con la falta, ya sea en la identificación del sujeto con la mortificación del falo (quedando el sujeto mismo como falo muerto), ya sea en el desafío al falo, que puede llegar incluso a una voluntad de destrucción del mismo. •
Ejerce su sexualidad con cierta liviandad propia de la época, es “li-
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bre”, desprejuiciada. Alterna noviazgos con relaciones ocasionales, siempre infiel. Los hombres, menos uno, desfilan por su vida. Es su amante de larga data. El análisis la confronta con su amor por él, desconocido por ella. En el vacío, convencida de que será el fin de esa relación, le declara su amor. Pero es recién cuando cuando él responde a su llamado llamado que ella se siente atraída por primera vez por una mujer. Esta atracción se desvanece rápidamente cuando ella la ubica en sesión como una desmentida del acto de amor, como un ataque a ese hombre en su punto de falta.
Encuentra en sí fuerzas que desconocía, avanza hacia ella, pudiendo finalmente dejar realmente atrás al bruto. Ve por primera vez realmente a su madre, viviendo con su padre en cuartos separados casi desde siempre. La ve, dependiendo hasta la desesperación de su propia hermana, que también desde siempre vivió con ellos. Ambas cómplices en su odio al hombre con el que conviven.
Ella llega temerosa, en medio de la noche, huyendo quizás, no sabe de qué, a una frágil cabaña en la altura. Algo la amenaza, cruza una sombra, ella toma un rifle.
La prevalencia del goce materno y la tendencia al estrago.
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Este sueño le recuerda una escena infantil. Están en el campo, con un primito matan a un pajarito con un rifle. Ella está contenta, su alegría es decepcionada por la seca respuesta del padre, quien señala el dolor de una vida perdida inútilmente. Y luego otros recuerdos... como los chistes verdes que su tía paterna le hacía contar de muy pequeña, sin ella saber lo que decía. La risa sobrecogedora y enigmática que sobrevenía. O esos momentos, tan reiterados, cuando en el medio de la reunión familiar alrededor de la mesa la asaltaba la idea de acuchillar a su padre por la espalda. Ante el primer desengaño amoroso su padre le ordenó ordenó no llorar llorar nunca más por un hombre. Con el tiempo, buscó el amor en las mujeres, encontrando tan sólo el estrago. A través de estos avatares una pre gunta, que se vuelve objeto de una apuesta, insiste. •
Una luz se insinúa en la noche de su dolor. El hijo muerto en un accidente fruto de un viaje que ella no quería, un “último viaje en familia”” antes de separarse de ese marido que la había hostigado, familia maltratado y violentado casi constantemente. La luz de una mujer que la ama desde aquel beso adolescente inmediatamente olvidado. •
Algunos efectos.
Un efecto regular del rechazo del falo paterno p aterno en la homosexualidad femenina es la prevalencia del goce materno en el goce del sujeto, y su consecuente tendencia al estrago, allí donde no opera el límite fálico. Tal como plantea Lacan en “El Atolondradicho”, a las mujeres, a diferencia de los hombres, les está dada la posibilidad de prescindir del falo. Y ubicará como consecuencia de esta prescindencia “el estrago que es en la mujer, para la mayoría, la relación con su madre, de donde ella parece justamente esperar como mujer más sustancia que de su padre...” (4) Efectivamente, en todos los casos de homosexualidad femenina planea, oscura, la sombra de la madre. Le pesa su cuerpo como le pesa la vida, apabullada por la monotonía, el sentimiento de lentitud, la imperiosa necesidad de estar sola. La atormenta la idea de que le gustan las mujeres. No es una sensación erótica, que sí siente por los hombres, seres absolutamente lejanos en su vida. Es una idea obsesiva que la lleva en ciertas circunstancias a obligarse a imaginar escenas sexuales con alguna mujer que tiene enfrente. Recuerda que de pequeña le decía a su madre que iba a ser monjita, pero decía “esponjita”. “esponjita”. Y reconoce reconoce que absorbió a su madre al al punto •
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de no saber si algo de lo que hay en ella le pertenece. Esa pregunta guía su análisis. Oscura, malhumorada, vestida de negro y siempre al borde de la anorexia. La negatividad la embarga, al punto de pensar sim plemente en desaparecer. Los hombres, uno a uno, la decepcionan. Como lo hizo su padre, siempre tan silencioso y ausente, al arrodillarse ante ella pidiéndole perdón cuando una amante de larga data llamó a su casa. No soporta la idea de que su madre muera. Esa mujer sacrificada, entregada a un cuidado cuidado sin margen de su casa y de sus hijos, la encanta con su hálito mortífero. Busca el análisis. No ceja en la búsqueda del amor. Finalmente lo encuentra con una mujer que lleva marcas corporales de una posición de sacrificio, llenándola de vida. •
La ausencia de desdoblamiento en el goce.
Lacan ubicará como específico de la posición femenina un desdoblamiento entre el goce que obtiene en su relación con el falo (y que toma la modalidad del deseo) y un goce que encuentra en la relación con un vacío, que corresponde a la ausencia de significante de La Mu jer (y que toma la modalid modalidad ad de lo que dará en llamar llamar “go “goceaus ceausencia encia”), ”), goce propiamente femenino (5). Su notación específica en las fórmulas de la sexuación es el no-todo: ∀x
ϕx
Ella está de lleno en el goce fálico, pero hay un goce más allá del mismo, que lo suplementa. La feminidad es lo Otro respecto de la dialéctica falocéntrica, y la posibilidad para una mujer de encontrarse con esa alteridad que la habita en su feminidad corporal corpor al no es sin el pasaje por la relación
con el falo en el encuentro con un hombre: “El hombre sirve de relevo para que la mujer se convierta en ese Otro para sí misma, como lo es para él (6)”. Al tomarla como objeto de su amor y su deseo, la releva del lugar de sujeto. Este encuentro, contingente, le vuelve posible vivir su feminidad al descansar de la posición subjetiva, devolviéndole vida a ese goce con el vacío que de otro modo se vuelve mortífero (como vimos en el punto anterior): “¿...para qué resultaría el hombre servir mejor a la mujer de la que quiere gozar que devolviéndole este goce suyo que la hace no toda de él: al re-suscitárselo? (7)”. Pero no se trata en este encuentro de cualquiera, sino de un hombre que cumple la función lógica del al-menos-uno, que la desea y la ama en su alteridad, que soporta que exista en ella ese Otro goce que no es con él, que “no esté apurado por habitarlo” (8). ¿Qué ocurre en la homosexualidad femenina? La decepción en la relación con el falo anula ese vector vector en su goce, unilateralizándose el goce con el vacío, en su ilimitada apertura a la infinitud. El “no hay ninguna que diga no” ubica exactamente esa ausencia de límite al cortarse el lazo con el orden fálico: ∃x
ϕx
Como señalará Lacan en el seminario ...Ou pire , esto le vuelve cómodo el discurso del amor, pero amputa para ella el discurso analítico, que apenas puede balbucear, ya que, a diferencia de la mujer, que sólo sabe gozar en una ausencia, la homosexual no está para nada ausente en lo que le queda de goce (9). Agregamos que seguramente la ausencia del relevo del hombre en cuanto a la función sujeto la lleva a ese forzamiento que implica querer habitar con su presencia subjetiva ese goce con el vacío. No puede dejar de llorar llorar.. Casi siempre vestida de negro, siempre de colores oscuros. Deslucida, sin arreglo. Balbucea su angustia, balbucea •
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sus pesadillas, balbucea, siempre al límite casi inmediato del silencio. Su trabajo, un mundo de mujeres desgarrado por las pequeñas pasiones ruines de la cotidianeidad. Su quehacer, ligado a la muerte. Una familia de mujeres, un desierto de hombres. Sólo un tío materno, quizás, que también se fue tras la muerte en su adolescencia. Una enorme soledad, un espacio vacío, en el que ella y su comp añera ya no se encuentran, sólo logran lastimarse. Ninguna intervención intervención la conmueve o acierta a despertarla de ese sueño mudo. Publicado en la revista El Caldero de la Escuela - Nueva Serie, N°2. Buenos Aires, 2007.
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Referencias bilbliográfi bilbliográficas cas 1. Lacan, J. “Ideas directivas para un congreso sobre sexualidad femenina”, en Escritos 2 , Ed. Siglo veintiuno. Buenos Aires, 1985. Pág. 713. 713. 2. Ibid. 3. Lacan, J. “La juventud de Gide o la letra y el deseo”, en Escritos 2 , Ed. Siglo veintiuno. Buenos Aires, 1985. Ver también el esclarecedor texto de J. A. Miller, “Acerca del Gide de Lacan”, Ed. Malentendido, Buenos Aires, 1990. Autress écrits. Ed. Du Seuil. París, 2001. La 4. Lacan, J. “L’étourdit”, en Autre traducción es mía. 5. El neologismo en francés es jouissabsence, que suena muy parecido a jouissance (goce). 6. Lacan, J. Ibid 1, págs. 710/711. 7. Lacan, J. Ibid 4 . Pág. 466. Es mi intento de traducir la siguiente frase: “...à quoi l’homme s’avouerait-il servir de mieux pur la femme dont il veut jouir, qu’à lui rendre cette jouissance sienne qui ne la fait pas toute à lui: d’en elle la re-susciter”. 8. Lacan, J. Seminario ...Ou pire . Clase del 8 de marzo de 1972. Inédito. 9. Ibid. Clase del 8 de diciembre de 1971.
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12. Des-amores en disneymundo
1. La ditmensión del amor.
El amor, qué cosa singular. Tan humana. Está lleno de palabras y a la vez... habita un silencio. Ninguna palabra alcanza a decirlo, con la excepción, quizás, del nombre de quien amamos. Pero ésa ya no es una palabra. O, en todo caso, es mucho más que una palabra. Como señala Lacan sobre el final de su seminario sobre la angustia, cuando proferimos el nombre de quien amamos, atravesamos un umbral. Por un momento, pasamos por el espacio de la angustia. Pero la forzamos a transmutarse en Otra cosa. El amor también nos inunda, pero, a diferencia de la angustia, queremos sumergirnos en sus olas, no queremos salir de ese mar. Pero entonces es ese mar el que se nos escapa. El que es no siendo. El amor es más tiempo que espacio. Pero no es el instante eterno de la angustia, sino azar, tiempo que se va. Como el nombre que pronunciamos. Y si es espacio, se trata de un sitio ajeno, ajeno, extranjero, extranjero, Otro. InasiInasimilable. Un espacio inconquistable.
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El amor es una experiencia de desposesión, de allí el fracaso de todos los artificios creados para atraparlo, para ubicarlo, para garantizarlo. El amor es la experiencia de castración más real que puede vivir un ser hablante. De allí su fuerza, su incidencia, su gravitación, ya sea porque está, ya sea porque falta, en eso que llamamos vida. El amor es una ditmensión, una dimensión de la palabra en la que los absurdos seres hablantes a veces nos arriesgamos. Hay seres hablantes marcados por el amor. Hay quienes lo viven con alegría. Hay quienes lo viven con humor. Hay quienes lo ilusionan. Hay quienes lo sufren. Hay quienes le temen. Hay quienes lo añoran. Hay quienes se resignan a sólo intuirlo. Hay quienes lo presienten. Hay quienes lo avizoran, como un horizonte lejano. Hay quienes lo rechazan. Hay quienes lo niegan. 2. El amor, amor, entre el sujeto y el objeto.
El ser hablante, agujereado por la lengua, vive la experiencia de la desposesión estructural del objeto. El acto de palabra surge en ese espacio de la imposible relación entre el sujeto y el objeto, de lo que no se acomoda entre ellos. Y es en eso que falta, en ese abismo que separa separa al sujeto del objeto, que la palabra fluye, que la palabra se arremolina, que la palabra tantea, que la palabra se lanza, y que a veces, tocada por algún encuentro, la palabra muta hasta volverse poesía amorosa. El amor se hace con palabras que avanzan, osadas como un destello, en ese espacio ciego.
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A ese espacio ciego lo llamamos con Freud castración, ese espacio en el que se interna Edipo de la mano de Antígona, desgarrándose para siempre de ese objeto que creía poseer y que en verdad lo poseía, Yocasta, Yocasta, una vez que la palabra verdadera opera. 3. El amor, amor, entre el hombre y la mujer. mujer.
Lacan pesca en un almanaque un poema de Antoine Toudal Toudal que volverá una y otra vez en su enseñanza. En ese poema ese espacio de la imposible relación entre el sujeto y el objeto es redoblado, hasta llegar a la imposible relación entre el hombre y la mujer. Y dice así: Entre el hombre y la mujer está el amor. Entre el hombre y el amor hay un mundo. Entre el hombre y el mundo hay un muro. (1)
Se trata del lugar del amor en el ser hablante como un lugar entre , un lugar de intervalo, allí donde la relación sexual entre el hombre y la mujer no se escribe. Es a partir de la existencia del dos (deux), de ellos (d’eux), dice Lacan, que emerge la alteridad, el Otro sexo, el que escapa escapa al Uno. Ese espacio en blanco entre el hombre y la mujer que impide que se complementen, que se unifiquen, es justamente tres , el entre , el amor. En la trinidad cristiana es llamado Espíritu Santo, el tercero es allí el amor entre el padre y el hijo. El espacio del amor es un espacio matemático, resultado de una cuenta muy precisa. El amor es una matemática poética.
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4. El amor por el nombre. “El nudo bo no es más que la traducción de lo siguiente (...) que el amor (...) se dirige al padre, en tanto que es el portador de la castración”.
J. Lacan, S. XXIII. Cap. X.
Esta observación que hace Lacan L acan en su seminario sobre Joyce es una de las tantas que indican que el primer nombre del amor es el nombre del padre. Freud, por su parte, trataba de d arle su alcance a la función del padre en el amor a través de la identificación primaria, que procede por una incorporación sólo realizable en el plano del amor, como testimonian los atragantamientos anoréxicos cuando hay rechazo de padre. El nombre del padre introduce el tres del del falo entre la madre y el niño, es el cuatro que garantiza el entre . Es el nombre que anuda en el vacío, que sostiene el nudo bo...rromeo. El nombre del padre es el que inyecta la castración en la lengua, es el que abre ese espacio imposible entre el sujeto y el objeto, entre el hombre y la mujer. El nombre del padre es el que nos hace n’ombres , hombres o mujeres que vivimos en la dimensión del nombre, en la dimensión del amor. Es por el nombre del padre que el amor es amor por un nombre.
ca muy bien lo propio de la época de la declinación de la función paterna: es el hueco en el lugar del amor, la pérdida de la dimensión amorosa, tal como señalaba J. Lacan en su seminario titulado Los nombres del padre o Los no-incautos yerran. (2) Esta elección actual que privilegia otro tipo de nominación es correlativa de la incidencia del discurso de la ciencia en el discurso del amo: el surgimiento de la posibilidad de la producción masiva de objetos técnicos que amplifican notablemente las posibilidades de goce autoerótico, a los que Lacan llamará gadgets . Este nuevo tipo de objeto, tomado en la lógica del mercado, dará lugar a una mutación radical del discurso del a mo, que es el discurso del capitalismo. Este discurso tiende a cerrar el espacio entre sujeto y objeto, promoviendo la ilusión de la posibilidad de sutura de la falta de goce estructural del sujeto por medio del gadget. El discurso del capitalismo tiende a borrar el espacio del entre . Es por eso que Lacan planteará en su seminario El saber del psicoanalista que este discurso forcluye la castración, provocando el apartamiento de las cosas del amor. a mor. Y este discurso afecta no sólo a quienes tienen la posibilidad económica de acceso a este objeto, sino también a quienes no la tienen, y que pueden entonces dedicar su vida ya sea a anhelarlo, ya a arrebatarlo. 6. El niño generalizado generalizado y el empuje a la homosexualidad. Los nenes con los nenes las nenas con las nenas
5. La pérdida de la ditmensión amorosa. No es un vacío Es un hueco de amor
Esta estrofa de una canción de la Bersuit, El viejo de arriba, ubi-
En unas Jornadas dedicadas a las psicosis psicosis infantiles Lacan interviene calificando la época que se abre en la posguerra bajo el sintagma del niño generalizado (3). Se trata del momento en que, a medida que comienza a imponerse el american way of life , entramos en un mundo televisivo, de puro entretenimiento, mundo denega-
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torio de los horrores del encuentro con lo real propio de las guerras mundiales, y en el que no por casualidad se produce justamente el fenómeno del baby boom. En este disneymundo somos todos niños aburridos que buscan divertirse, siempre anhelando el nuevo objeto que venga a suturar nuestra división subjetiva. Y, como los cartoons , nos volvemos todos un poco aparatos: nos enchufamos, nos desenchufamos, nos ponemos las pilas, nos caen las fichas, a veces tenemos la suerte de hacer un click . Sin darnos cuenta, pasamos de la poesía amorosa al msje de txto, rellenando hasta el cansancio los espacios vacíos, ahorrando tiempo y espacio hasta el hartazgo. Los nenes de treinta o cuarenta años se juntan a jugar a la play un un viernes por la noche mientras las nenas de la misma edad se van de viaje de solteras o hacen una fiesta de disfraces, eso sí, con ácidos porque si no es aburrido. Michel D’Houllebecq describe magistralemente este mundo de hastío en su famosa novela Las partículas elementales. La vigencia de la segregación urinaria, propia de la infancia, rige desde entonces las relaciones entre los sexos, lo que desemboca en un empuje a la homosexualidad: cada sexo por su lado, evitando el encuentro. Cada sexo por su lado va poblando este disneymundo de todo tipo de seres que no son ni hombres ni mujeres. Se habla entonces de los n sexos, de la desaparición de la clásica bipartición masculino-femenino. Los n sexos enloquecen enloquecen el espacio posible del amor, allí no es posible contar. Y, cuando lo consiguen, terminan haciendo nudos que no son borromeos, que no anudan en el vacío, vací o, y que dan lugar a síntomas bien propios de la época. 7. Los pseudo-amores: el empuje al narcisismo. Por no estar ahí tu amor perdí Igual puedo jugar al porno Star
Esta canción de la Bersuit, Porno Star, condensa muy bien lo
que ocurre con el amor en la época: por no estar ahí, en ese espacio que se abre al encuentro con el Otro, el sujeto actual en repliegue autoerótico queda encerrado en su narcisismo: podrá ser una estrella porno gozando del sexo por internet, por venus, por DVD. El o ella, niños indiferenciados, modelando i nfatigablemente su imagen para volverse un digno ciudadano del disneymundo: las horas de gimnasio, las dietas, la ropa de marca, el último celular que tenga todas las funciones, las lolas nuevas para los quince de ellas, los deportes extremos para las fotos de él, las marcas registradas en el cuerpo: tatuajes, piercing, etc. Si ya está más grande, el auto último modelo, los viajes. Para él los viajes de negocios o de trabajo (hay problemas porque ahora a veces ella también tiene sus viajes de negocios o de trabajo, y es un lío con quién se quedan los niños reales), para ella los viajes con las amigas, para todos las vacaciones (en las que no debería faltar la redudancia de visitar el Disneyworld , preferentemente para los quince de la nena), la casa en el country , el auto deportivo para él, la cuatro por cuatro para que ella juegue a la mamá gallina. La familia a toda costa, si es necesario, tratamientos de fertilidad a repetición, también hasta el cansancio, las cirugías plásticas hasta la muerte, ¡que no se note por favor, al menos no tan patéticamente como en la vejez, que ya estamos grandes ! Si no tolera la convivencia con el otro sexo, puede entretenerse con relaciones sin compromiso. Si es nene sale con varias, simultánea o sucesivamente. Eso sí, les advierte desde el principio que no quiere nada serio... ¡ahora que están avisadas es problema de ellas si se enamoran!...pero ellas suelen no entender las reglas, o las infringen para molestar, así que mejor están las prostitutas (precursoras del gadget desde desde tiempos inmemoriales), pero si igual lo asustan porque son mujeres, están los travestis...tranquilo, tranquilo, hermano...todo está en su lugar. O puede arriesgarse a convivir con otro hombre, ellos sí que saben lo que es el sexo. En principio estaría garantizada la ausencia
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de irracionalidad femenina, la ausencia de agujero. Pero nunca se sabe... ¡algunos se feminizan al punto de pretender vivir un amor! De todos modos, en ese caso azaroso, ambos pueden volver a encontrar su lugar en disneymundo casándose, adoptando niños, y el auto y los viajes y la casa en el country . Si es nena... si es nena siempre está más complicada, ya lo decía el misógino de Freud... las nenas casi siempre algo de mujeres tienen, siempre se salen un poquito del disneymundo, casi siempre quieren vaya a saber qué cosa extraña que no se puede comprar... Pero de todos modos siempre tiene la alternativa de dedicarse a desarrollar alguna brillante carrera, que la protege bastante bien de la ausencia de amor en su vida... Si no fuera por esos fenómenos psicosomáticos que padece... o esa bulimia por las noches al volver a la casa vacía... o esa necesidad de pastillas para dormir... o algún ataque de páni co, por suerte, muy de vez en cuando, después está todo bien. Ella sabe que de los hombres no puede esperar demasiado, su yo le da casi todo lo que necesita...siempre y cuando no le devuelva en el espejo la inquietante mirada de su madre. Lo que ya no espera de los hombres puede no esperarlo de su yo, sino de otra mujer, alguna mujer que se le antoje fuerte, un yo fuerte en el cual cobijarse, una imagen que la sostiene. Una imagen desnuda, desprovista de esa perversidad que el falo inyecta en el deseo masculino. 8. Los des-amores: el empuje a la depresión. Y abatidos van los dos sin creencia creencia o religión Un retorno eterno al vacío vacíos
La imagen, narcisista, no es nunca un tratamiento eficaz del vacío. La inflación narcisista intenta tratar por medio de una imagen hueca un agujero real que tarde o temprano se hace presente. Tarde Tarde
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o temprano la excitación maníaca recae en el pozo melancólico. La otra cara del empuje al narcisismo es la depresión generalizada, ese abatimiento del que habla la letra de esta canción de la Bersuit que se llama Desconexión sideral . En el discurso del capitalismo el sujeto vive la experiencia de la ausencia de satisfacción completa cotidianamente: cada vez que adquiere un objeto, verifica que no lo satisface. Pero a la vez, a diferencia de los campos de la creencia o de la religión a los que hace referencia la canción, se encuentra acorralado en la relación con un objeto que no incluye la castración. No encuentra entonces en el discurso que habita habita los elementos para entrar en la dimensión del amor, y no le queda otro remedio que relanzarse en la búsqueda ilusoria de un nuevo objeto que lo colme, lo que asegura un fracaso ini nminente. Es en esa misma cama que no logra habitar con las car icias del amor, que el sujeto consumidor caerá, rendido, en la depresión. 9. Del amor de transferencia a los derechos del consumidor. Toma toma coca coca y cada vez está más roca Huele, huele, y más le duele no creer en otra cosa
Esta canción de la Bersuit que se llama La calavera muestra hasta qué punto el drogadicto es el consumidor ideal: de la coca-cola a la coca-coca, buscando esa roca de la degradación. La a-dicción es la increencia en la palabra. En esta época, quien más quien menos, somos todos consumidores. Si no consumimos drogas químicas, consumimos otro tipo de “paliativos” (así los llamaba Freud)(4) al desgarro original que es el ser hablante. La astucia del mercado ha extendido la lógica del gadget hasta campos inauditos: todo se compra, todo se vende, todo se asegura. La salud, incluida la mental, está pre-paga, y el paciente-consumidor, está en su derecho al exigir garantía de eficacia: ¡y no me
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vengan a hablar de transferencia!, esos ar tilugios de la sugestión son cosa caduca, se trata de hacer un pacto entre el paciente y el terapeuta, en el marco de una relación dual, sujeta regularmente a una mutua evaluación supervisada por un orden burocrático que no debe fallar. Recuerdo a aquel joven empresario exitoso que no creía en los psicólogos y cuyos inquietantes ataques de pánico trajeron a la consulta: ¿podría ponerse en mis manos sin una garantía de eficacia? ¿podía yo garantizarle que los ataques no se repetirían? Y finalmente, en caso de ocurrir esto ¿podría llevar adelante con éxito un juicio por mala praxis? Nada más justo que estos derechos que esgrime el sujeto, ausentándose por completo del campo del amor de transferencia, único lugar donde podría salir del pánico que le provoca la relación con el prójimo. 10. El deseo del analista, salida de disneymundo. Cuanto más santo se es, más se ríe, Es mi principio, véase la salida del discurso capitalista. (5)
En este párrafo de Televisión Lacan equipara la posición del analista con la del santo. Define al a l santo como quien permite al sujeto del inconsciente tomarlo por causa de su deseo. En esta posición ubica la posibilidad de salida del discurso capitalista. Ya que, perdido en medio de todos estos imperativos de consumo, hay un sujeto que sufre. Estar desterrado de la dimensión de la palabra provoca dolor. Es por ello que los des-amores sintomáticos contemporáneos pueden llegar a tener la suerte de encontrarse con el deseo del analista. Oportunidad de salida del disneymund o, o, ya que el deseo del analista opera en el campo del amor, y cuando no lo encuentra lo
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desliza, lo sugiere, lo abre, incluso a veces lo introduce por la fuerza, traumáticamente. Es un deseo despierto, siempre atento a las fisuras del disneyd e sus habitaciones estancas mundo, siempre listo para tomar alguna de e idénticas por sorpresa, por asalto. Su arma es esa poesía analítica a la que llamamos interpretación, acto que opera en un campo preciso, en el que se vuelve posible la cuenta. Cuando da en el blanco, su efecto es la risa, el saber alegre, el retorno paulatino a la vida del inconsciente, que es la vía del deseo atravesado por la castración. Texto presentado en la plenaria de la Jornada sobre “Clínica del síntoma”. Facultad de Psicología,UBA. 29 de junio de 2007.
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Referencias bilbliográfi bilbliográficas cas
13. Anorexia y sexuación: la obliteración del sexo por la imagen
1. En la clase del 6 de enero de 1972 del Seminario ...ou pire. Inédito. 2. Lacan, J. Les non-dupes errent, clase del 19 de marzo de 1974. Inédito. 3. Lacan, J. Autres écrits. Seuil. París, 2001. P. 369. 4. Freud, S. “El malestar en la cultura”. En Obras Completas , Biblioteca Nueva. Madrid, 1973. Tomo III. P. 3017. 5. Lacan, J. “Televisión”, en Psicoanálisis. Radiofonía & Televisión. Anagrama, Barcelona, 1980. P. P. 99.
Si bien existen descripciones muy antiguas de cuadros anoréxicos, es recién en estas últimas décadas que presentan de modo constante y prevalente una obsesión por la imagen especular alrededor de la cual gira todo el sufrimiento del sujeto. En este modo actual que toma el goce anoréxico es posible advertir una respuesta a un imperativo propio de la época: el de gozar de la imagen narcisista. Este imperativo, soportado en la producción masiva de gadgets , objetos técnicos que potencian, recrean, amplifican e invaden los espacios públicos y privados, diversificando los modos de gozar de la imagen, ha alcanzado también a la medicin a. Lo que puede constatarse en el florecimiento relativamente reciente, en su seno, de dos especialidades que verifican la transformación del médico, tal como lo preveía Lacan en “Psicoanálisis y medicina” (5), en mero administrador de objetos técnicos que en el mercado valen como otros tantos objetos de consumo: la nutrición y la cirugía estética. No escapa a una clínica de la sexuación la evidencia de que la oferta de estos campos se soporta de la demanda, más aún, cuenta con la complacencia, incluso la complicidad que llega a la obsesión, la pasión y hasta la entrega absoluta, de clientes-pacientes mujeres. Lo que nos lleva a la cuestión del estatuto de la imagen femenina en la época actual. Época signada por el discurso capitalista, al que Lacan califica de mutación del discurso del amo, consistente en que a partir de cierto
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momento de la historia el plus-de-gozar se contabiliza (cf. 8, p.192). Este discurso es formalizado por Lacan en una conferencia en la Universidad de Milán (cf. 14): S1 $
//
S2 a
Discurso del Amo
$ S1
S2 a
Discurso capitalista
Se trata, en verdad, de un pseudo-discurso, ya que en él las flechas realizan un movimiento circular, prescindiendo de la doble barra de la imposibilidad que encontramos en los otros discursos. Tampoco hay flecha flech a entre el agente y el otro, por p or lo que el discurso capitalista prescinde también del lazo social, tal como señalaba Lacan en “La tercera”: “Sólo hay un síntoma social: cada individuo es realmente un proletario , es decir, no tiene ningún discurso con qué hacer lazo social...” (11, p. 86). A lo que se agrega, según señala Jorge Alemán (cf. 1), la inversió inversiónn del sentido del vector que conecta el lugar de la verdad con el lugar del semblante, por lo cual el agente repudia la determinación que recibe de la verdad, para pasar a dirigirla. En el “discurso capitalista” el agente es el sujeto dividido reducido a sujeto del consumo, que comanda la verdad, moviendo al saber de la ciencia en la producción de objetos, gadgets que que obliteran momentáneamente su división, tal como indicaba Lacan en “Radiofonía”: “...la plus-valía, es la causa del deseo del cual una economía hace su principio: el de la producción extensiva, por consiguiente insaciable, de la falta de gozar” (12, p. 58). El discurso del amo antiguo, por el contrario, consiste en una escritura lógica del mito edípico. En él es posible ubicar la castración como imposibilidad del fantasma, lugar privilegiado para el síntoma: en este discurso el falo se escribe como castración en la doble barra de la imposibilidad.
En esta época, Lacan subraya que “lo que distingue al discurso del capitalismo es esto: la Verwerfung, el rechazo fuera de todos los campos de lo simbólico de la castración. Todo Todo orden, todo discurso que se emparente con el capitalismo deja de lado lo que llamaremos simplemente las cosas del amor” (13, 6/1/1972). Siendo la castración intrínseca al concepto de falo, éste pierde su consistencia, fenómeno señalado por Eric Laurent como actual (cf. 16, 5/3/1997). De allí que en el discurso capitalista “la significación del falo” sea sustituida por “la imagen del falo”, es decir, que del falo sólo queda lo imaginario, pero también que la imagen (y no la significación) es el lugar en el que funciona el falo en este discurso. Entrando en el terreno de la sexualidad femenina, la necesaria falicización del cuerpo señalada por Lacan (fundamentalmente en sus escritos “La significación del falo” e “Ideas directivas para un congreso sobre sexualidad femenina”) es regularmente degradada, en la actualidad, al recurso a la identificación imaginaria, a la imagen pura, separada de lo simbólico. En esta vía Laurent insistía en señalar que en esta época existe una “fuerte tendencia a la elección narcisista de objeto. Si el Otro no existe, existimos yo y mis dobles” (16, 18/12/1996). En muchos casos actuales de anorexia es posible constatar hasta qué punto el fenómeno anoréxico, ya sea neurótico o psicótico, se presenta como respuesta (¿suplencia?) a una desconexión, una falla o interrupción del soporte narcisista. Del lado de la psicosis, tomemos como ejemplo el caso de Sofía, una joven de 14 años que llega a la consulta con la analista acompañada de su hermana. Siempre había sido más bien gordita, lo que llevaba a su violento padre a llamarla “vaca “vaca”, ”, “gorda”, “chancha”, “chancha”, sin que esto la afectara demasiado en ese momento. Llamativamente, su anorexia se desencadena cuando el padre golpea ferozmente a su hermana mayor. A partir de ese momento, Sofía deja de sentir su cuerpo, y en consecuencia, de alimentarlo. Comienza a verse fea y gorda, y a preocuparse casi únicamente por la alimentación de su
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hermana. Sofía sale de la progresión mortífera del ayuno absoluto, para estabilizarse en un peso bajo fuera de riesgo clínico, cuando la analista interviene para que los actos violentos del padre sean sancionados e impedida su reiteración por medio de la intervención de la ley. Del lado de la neurosis, nos parece paradigmático el caso de Claudia, de 16 años, quien también vivía sostenida en una identificación imaginaria con una hermana. Luego de su menarca, comienza a salir con ella, a compartir sus amigos, se contaban todo, su hermana era su “mejor amiga”. Hasta que llega el cumpleaños de su hermana: ella se despierta con vómitos y diarreas sangrantes, debe ser internada. A partir de ese día, en que la diferencia propia de lo simbólico irrumpe en su paraíso imaginario, Claudia se desespera por adelgazar, dejando prácticamente de alimentarse, hasta llegar a los 34 kgs. en el momento de la consulta. En este caso la salida de la posición anoréxica se produce en el momento en que Claudia decide renovar la relación con su padre, a quien no veía desde la temprana infancia. Cuando Cuando lo ve se sorprende por tener rasgos y gestos de él, le causa gracia. Ya no vuelve a ayunar. En ambos casos, la intervención médica se circunscribió a la evaluación del riesgo clínico y la intervención sobre el mismo, totalmente ajeno a la “demanda del sufriente”, de la que en cada caso se ocupaba un analista. Tal como planteaba Lacan en “Psicoanálisis y medicina”: “...el médico ya no tiene nada de privilegiado en la jerarquía de ese equipo de científicos diversamente especializados en las diferentes ramas científicas. Desde el exterior de su función, principalmente en la organización industrial, le son proporcionados los medios y al mismo tiempo las preguntas para introducir las medidas de control cuantitativo, los gráficos, las escalas, los datos estadísticos a través de los cuales se establecen, hasta la escala microscópica, las constantes biológicas y se instaura en su dominio ese despegue de la evidencia del éxito que corresponde al advenimiento de los hechos” (5, p. 89).
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La problemática del falo degradado al estatuto imaginario nos lleva así, en la interrogación de la práctica analítica desde la clínica de la sexuación, a la pregunta por el estatuto del padre en el discurso capitalista. En el discurso del amo clásico podemos ubicar al padre del Edipo en el lugar del S1, agente de la castración. En tanto el nombre del padre no puede nombrar lo femenino, innombrable innombra ble por estructura, lo mal-dice , nombrando a la mujer como castrada, y dejándola entonces del lado macho de la sexuación, a espera el falo, amando eternamente al padre, al punto que Lacan llega a topologizar la estructura histérica como un garrote en el que se sostiene por la armadura que es el amor por su padre (cf. 10, 14/12/1976). A diferencia de la histérica clásica, sostenida en la impotencia del saber del amo-padre para nombrar lo femenino, la anoréxica no cuenta con el padre para definir su posición. Ya sea por su forclusión estructural en el caso de la psicosis, ya sea por su ausencia del discurso capitalista en el caso de las neurosis actuales, lo que no es lo mismo. En este último caso, se trata de un discurso que deja afuera la posibilidad del amor al padre. En esta perspectiva Laurent proponía la distinción entre el amor al padre que estructura la histeria, de jándola sin embargo en la increencia, y el goce sin garantía (cf. 16, 11/12/1996). Podríamos agregar: sin la garantía de la castración. En este estado de cosas la medicina, pero también la psicoterapia, ambas aliadas al mercado, necesariamente obliteran (e incluso a la potencia segunda respecto de la obliteración estructural) el sexo. Que éste no se borre, no se tapone, no se anule, depende de la ética de un deseo, el del analista, que apuesta a ahondar la división presente en la demanda de un sufriente, hasta volverla el agujero mismo del sexo. Marzo de 2008
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Referencias bilbliográfi bilbliográficas cas 1. Alemán, J., Cuestiones antifilosóficas en Jacques Lacan. Atuel, Buenos Aires, 1992. 2. Freud, S., “La interpretación de los sueños”. En Obras Completas , Buenos Aires, Amorrortu, 1986, IV y V. 3. Indart, J. C., Clínica de la no relación sexual . Inédito. Clases del 12/6/98 y 26/6/98. 4. Lacan, “La dirección de la cura y los principios de su poder”. En Escritos 2, Siglo Veintiuno, Méjico, 1984. 5. Lacan, J., “Psicoanálisis y medicina”. En Intervenciones y textos 1. Manantial, Buenos Aires, 1988. 6. Lacan, J., El Seminario. Libro 10: “La angust ia”. Inédito. 7. Lacan, J., El Seminario, Libro 11: “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”. Paidós, Buenos Aires, 1987. 8. Lacan, J., El Seminario. Libro 17: “El reverso del psicoanálisis”. Paidós, Buenos Aires, 1992. 9. Lacan, J., El Seminario. Libro 20: “Aún”. Paidós, Barcelona, 1985. 10. Lacan, J., El Seminario. Libro 24: “L’insu que sait de l’une bévue s’aile à mourre” . Inédito. 11. Lacan, J., “La tercera”. En Intervenciones y textos 2 . Manantial, Buenos Aires, 1988. 12. Lacan, J., Radiofonía & Televisión. Anagrama, Barcelona, 1977. 13. Lacan, J., El saber del psicoanalista. Inédito. 14. Lacan, J. Del discurso psicoanalítico, conferencia del 12/5/72, Milán. Inédito 15. Lacan, J., “El atolondradicho”. En Escansión, nº 1, Buenos Aires, 1984. 16. Laurent, E. y Miller, J.-A., El Otro que no existe y sus comités de ética. Inédito. 17. Miller, J.-A., Silet . Inédito. Clases del 31/5/95, 7/6/95 y 14/6/95. 18. Recalcati, M., “Las dos nadas de la anorexia” anorexia”.. Inédito.
14. Huellas del exilio Acerca del cine de David Lynch Lynch
Sin duda, David Lynch sabe de esa manera que tanto Freud como Lacan señalaron como propia de los artistas: sabe antes que nosotros, sabe sin saber qué sabe. Sus películas nos llevan directamente a la Otra escena, al inconsciente, a puro arte, sin comentarios ni interpretaciones. Como el director ha señalado en múltiples oportunidades, su obra es pura creación, asociación libre en acto, exenta de toda operación intelectual. Allí reside su valor excepcional, y por ello sus películas son una invitación a la contrapartida exacta de la asociación libre, que es la atención flotante. Al sumergirnos en su cine sin ideas previas, siguiendo los audaces pasos del creador, podemos hacer la experiencia de encontrarnos de lleno en el hueso mismo de la estructura del ser hablante, ese ser que por el hecho del lenguaje siempre es un poco extranjero en su sexualidad. Una y otra vez, con gran maestría, Lynch nos lleva a través de sus carreteras a recorrer las huellas de ese exilio de la relación sexual que debemos enfrentar los humanos cuando nos arriesgamos a acercarnos a ese fuego. Propongo al lector seguir algunas de esas huellas en sus películas, contando para ello con las claves que nos entrega S. Freud acerca del lenguaje onírico y sus mecanismos en Interpret Interpretación ación de los sueños , ya que ése es el lenguaje que habla Lynch. La iniciación sexual.
trata de la asunción de la virilidad por parte de Terciopelo Azul trata
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un varón, situándose el conflicto en el punto preciso de la caída del padre, allí donde Jeffrey debe tomar su relevo. Guiado por Sandy, Sandy, hija de un detective, una oreja cortada lo lleva al encuentro con Dorothy,, personaje que conjuga varias rothy varia s versiones fantasmáticas de lo femenino, fundamentalmente el fantasma del masoquismo femenino. Jeffrey vive la experiencia del deseo de y por esta mujer, que que lo obliga a medirse con Frank, versión fantasmática del Otro gozador que Jeffrey logra abatir, lo que le posibilita cierto atravesamiento de un fantasma sado-masoquista en el que prevalecía el objeto voz. Luego de este recorrido se encuentra en condiciones de vivir un amor con Sandy, pasando a ocupar su lugar en la cadena de las generaciones. Esta película muestra muy bien la íntima relación, ya señalada por Freud en Inhibición, síntoma y angustia entre entre neurosis obsesiva y masculinidad, entre histeria y feminidad (1). Por un lado, Jeffrey debe atravesar el fantasma del Otro gozador que mortifica la sexualidad viril del obsesivo, impidiéndole el encuentro con una mujer, allí donde hace pareja con la muerte. Si bien el sujeto del relato es Jeffrey,, y es su historia la que se cuenta, Sandy, por su lado, enreda Jeffrey a Jeffrey en una intriga típicamente histérica, haciéndolo entrar en la serie paterna al despertar su curiosidad hasta empujarlo a una investigación, y señalándole a esa otra mujer, Dorothy, Dorothy, que encarna para ella el enigma de la feminidad. Pero ella también va más allá de su fantasma, ya que sostiene su posición amorosa sin ceder su lugar femenino a la otra, aceptando a su vez que Jeffrey, dejando atrás la actividad detectivesca, desplace al padre pa dre haciéndola su mujer. El estrago materno. Salvaje de corazón trata del encuentro amoroso entre Sailor y Lula, cuya madre está embarcada en una empresa mortífera, totalmente decidida a acabar con la feminidad de su hija. Sailor enfrenta a esta madre, arrebatando a Lula de sus garras. Sin embargo, su presencia fantasmática, bajo la figura de la bruja mala de El Mago
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de Oz , acompañará el camino de Lula hasta el definitivo triunfo de los amantes sobre ese goce materno que los amenaza de modo siniestro. El camino que hace Lula con Sailor es un recorrido por su inconsciente que da la clave de la posición estragante de la madre en el Edipo: en este caso, es la madre quien mata al padre, quedando su hija a sus expensas, y a las de un tío que la viola y embaraza. El camino del amor la lleva a una repetición de esta escena con Bobby, en el punto de desfallecimiento de la función viril en Sailor. En efecto, Sailor, por su parte, se mueve entre su amor por Lula y ese goce típicamente macho que lo lleva al robo y la cárcel. Lula no retrocede en su deseo, lo espera con el mismo amor, y es entonces que a Sailor se le plantea precisamente el punto que señala Lacan en el Seminario 20 : para que un hombre pueda hacer el amor debe pasar por la castración, por algo que le diga no a la función fálica (2). En ese momento de huída del amor de Lula y su hijo, Sailor elige correr tras la mujer que ama, dejando caer el goce de medirse con otros hombres por el poderío fálico. La carretera hacia una mujer. Carretera perdida es una película que debe leerse con la doble clave de los mecanismos de la inversión temporal y la sustitución. Una vez más Lynch retoma la problemática de la virilidad, encarnada en un personaje persona je de doble faz: Pete/Fred. Pete es un muchacho de barrio, que tiene su noviecita y vive con unos padres que parecen constituir una unidad, ya que se mueven, se visten, funcionan en bloque, en el estilo de esas parejas que terminan por parecerse y reflejarse uno a otro de un modo inquietante. Adivinamos que este padre que se mimetiza con la madre no opera como carretera principal hacia las relaciones con una mujer (3), por lo que Pete toma una carretera que parece perdida: la de enamorarse de Alice, la mujer de un hombre fuerte, Eddie, que es un capo maffia , y
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como tal, impacta, intimida, hace diferencia, en un contrapunto evidente con el padre de Pete. En este punto se abren dos caminos, uno de ellos sin salida: en este último, él intenta huir con ella de ese padre terrible, feroz, no encontrando otro destino que el desprecio de ella ( “nunca me tendrás” ),), destino que es figurado por sustitución en el de Fred y Renée, cuya identidad enigmática punza en él como una herida siempre abierta: ¿qué quiere una mujer? , llevándolo a un pasaje al acto homicida del que ella se convierte en la víctima. El otro camino le permite a Pete/ Fred retomar la carretera principal: este último se enfrenta con Eddie, abatiéndolo y dejándolo solo con su goce escópico, poniéndosele en cruz a ese camino que lo conducía irremediablemente a la destrucción de lo femenino. Su futuro está abierto. Locura femenina sin salida.
explora vicisitudes posibles de la locura femenina Mulholla Mul holland nd Driv Drive e explora cuado ésta no encuentra límite, en una lógica psicótica, por lo que en ese atolladero tiene lugar el pasaje al acto. También También aquí Lynch recurre a cortes e inversiones temporales, así como a la sustitución y la función del doble. Betty es una chica ambiciosa, que no cuenta con una familia, y que llega a Hollywood esperando convertirse en una estrella. Fracasa, debiendo incluso recurrir a la prostitución, armando una sórdida pareja con una mujer desagradable en un lugar más que humilde. Conoce a una gran actriz, Camila, a la que adora con devoción sin ser correspondida; sigue todos sus pasos y recoge sus migajas. Sin embargo, Betty sigue soñando. En este caso el sueño alcanza el estatuto de un delirio, ya que despliega una interrogación que se adelanta a cualquier asunción subjetiva de la pregunta, empujando al sujeto al doble pasaje al acto, homicida y suicida. Betty sueña que tiene gran talento, que es acogida por su tía, que se destaca en un casting , que es mirada por el director de la película, y que rescata,
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logrando tener a su merced a Camila, que se apasiona por ella. Una llave azul revela el revés de la trama, el otro lado del espejo, el punto de fuga por el que el delirio se pierde en la infinitud, en la lógica siniestra del doble como puro reverso especular, sin mediación: una verdad sin sujeto. Allí resuena la pura voz: Silencio, no hay banda: el cuerpo cae, la voz permanece, radical, inalterable, impersonal. Una voz que sonoriza una mirada, como señala Lacan en su seminario (4). El único corte posible con ese objeto que le muerde la cola a toda subjetividad en una enloquecedora trama moebiana sin sin fin, que no se anuda con ninguna heterogeneidad (es lo que Lacan figura con el cross-cap como pegado entre una cinta de Moebius y una superficie heterogénea, y que daría cuenta del corte entre sujeto y objeto en la estructura del fantasma neurótico(5)) es la muerte. En efecto, esta película nos sumerge en cierto borde posible entre homosexualidad femenina y psicosis, allí donde una mujer carece del recurso al falo simbólico. Lynch nos lleva a recorrer ese nudo abierto entre feminidad y locura amorosa, que se explicita en la escena en que ella aleja de sí a Adam, con quien se juega una atracción mutua evidente, para correr al abrazo con Camila. Así, ella queda paradójicamente encerrada en ese goce sin límite que la desvasta hasta la muerte. Una salida a la locura femenina.
nos interna tierra adentro en el continente descoInland Empire nos nocido de lo femenino, allí donde impera una lógica que demuestra encontrar una salida, un anclaje, una posibilidad de vivir la alteridad sin perderse en ella a través del amor con un hombre (y este con indica a la vez el por y y el de un un hombre, ya que la falta de d e alguno de estos dos vectores puede llevar también al enloquecimiento). En esta película la dimensión de la Otra escena nos lleva a un nudo de tres: se trata de una película dentro de una película que a su vez está dentro de una película. El sujeto es una chica morocha sin nombre,
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que mira con angustia una película en una habitación de hotel en la que acaba de vivir la experiencia de cierta degradación degrad ación de su feminidad al quedar en posición de prostituta para un hombre. La película que ve le entrega el libreto de su fantasma, posibilitándole a su vez cierto atravesamiento del mismo. En ella se trata de la historia de Nicky, hija de un gitano polaco que presenta inquietantes aspectos fuera de ley, actriz que conoce a Devon, con quien protagoniza una siniestra película sobre un cuento polaco en la que se juega un destino fatal para los protagonistas, Sue y Bill, y eventualmente también para los actores que los representan. Sue y Bill, ambos casados, tienen una aventura, pero Sue atraviesa todas las barreras de la degradación, d egradación, prostituyéndose y siendo asesinada por la mujer de Bill, ante la cual se presenta en su locura amorosa. El síntoma se hace presente en el marido de Nicky/Sue, que se vuelve persecutorio, confundiéndose con el padre. En este recorrido ella llega a un espacio analítico, en el que se escucha hablándole a un analista silencioso que finalmente queda también tomado por la transferencia paterna, volviéndose a su vez persecutorio. Sin embargo, su pasaje por allí le permite terminar un recorrido que se develará finalmente como el atravesamiento de un fantasma histérico que mantenía al sujeto de la película, la morocha espectadora, separada de Nicky/Sue, que encarnaba el enigma de su feminidad. Este recorrido le posibilita unificarse con Nicky/Sue, para desdoblarse luego de otro modo, al fundirse en un abrazo amoroso con su marido que ha quedado liberado de la transferencia paterna. En el recorrido por su fantasma encontramos de nuevo la escena de seducción propia de la fantasmática histérica: ella es entregada por el padre a un amigo de éste, que termina matándolo. Su casa actual se confunde con la casa de su infancia en un juego que tiene como refe Alicia cia a través través del espej espejo. o. rencia a Ali Aquí la Otra escena escena es representada por una familia conejo, compuesta por el padre, la madre y la hija, que sueltan frases enigmáticas en un espacio que sobredimensiona el registro escópico, perturbando la cómoda posición del espectador al devolverle su mirada, su
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risa y su aplauso tontos, sin consecuencias. En efecto, el recorrido de esta mujer por su fantasma no está exento de consecuencias, ella debe pagar una factura ( bill ).). Es un camino que va de la oscuridad a la luz. En la oscuridad está la pérdida de un hijo, que remite a un punto de no n o deseo del padre, que se verifica en el rechazo del padre al embarazo de la madre. Es la oscuridad de la pérdida de este hijo la que parece llevarla a la interrogación de su verdad, posibilitándole acceder a la experiencia luminosa del amor. Es que ella misma debe perderse como hija para poder vivir su feminidad en la vía del amor más allá del padre. Los nudos de Lynch.
Lynch nos enseña la estructura con una maestría que n os sobrepasa. ¿Cómo hablar de esos nudos que nos obliga a recorrer, nudos entre el amor el deseo y el goce, entre el hombre y la mujer, allí donde los objetos voz y mirada dejan su marca in deleble, y donde la figura de la locura y la muerte es también la del analista, interrogando cada vez, en cada película al espectador, dirigiéndole un brutal ¿quién eres? Publicado en Litura Nº 1. La Plata, 2009.
Referencias bibliográfic bibliográficas as 1. Freud, S. “Inhibición, síntoma y angustia” angustia”,, en Obras completas. Buenos Aires, 1985. Ed. Amorrortu. Tomo XX. Pág 135. 2. Lacan, J. El seminario. Libro 20 “Aún”. Buenos Aires. Ed. Paidós. Pág. 80. 3. Lacan, J. El seminario. Libro 3 “Las psicosis”. Buenos Aires, 1984. Ed. Paidós. Pág 418. 4. Lacan, J. Seminario 22. “RSI”. Inédito. Clase del 8 de abril de 1975. 5. Millar, J.-A. “Suplemento topológico a “De una cuestión preliminar…””, en Matemas 2. Ed. Manantial. Buenos Aires, 1987. Pág 135.
15. Anorexia y sexuación
1. Espejito, espejito… Acerca del narcisismo femenino.
Ya desde aquel antiguo cuento infantil (que recuer recuerdo do especialm especialmenente, seguramente a causa de mi nombre), “Blancanieves y los siete enanitos”, es posible encontrar la pareja inefable de la mujer y el espejo de manera regular en las distintas producciones de la cultura. En este caso se trataba nada menos que de una Reina Madre que preguntaba todos los días al espejo: “Espejito, espejito, dime quién es la más bella del reino”, desatándose su odio mortal hacia Blancanieves, justamente cuando ésta es nombrada por el espejo. Más tarde, el lógico, matemático, fotógrafo y escritor Lewis Carol, escribirá sus famosos “Alicia en el país de las maravillas” y “Alicia “Alicia a través del espejo”, en los que una pequeña se sumerge en aquello que los psicoanalistas llamamos con Freud la otra escena , es decir, el inconsciente. Y esos relatos son verdaderos tratados acerca de la lógica que anima al inconsciente, recorridos a veces tortuosos que debe andar y desandar una niña que se encuentra en las puertas de la pubertad, urgida por una interrogación in terrogación que proviene de ese cuerpo que está cambiando de forma… Y no es casual que sea precisamente en ese momento de metamorfosis de la pubertad que que el sujeto femenino se deslice, patine, hacia la ligazón-madre preedípica, figurada por la presencia arbitraria y feroz, cuándo no, de otra Reina Madre, esta vez la Reina de Corazones, cuya sinrazón comanda el destino d e quienes la rodean, incluido el del pobre rey padre… En su conferencia sobre “La feminidad” Freud nos entregaba la
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clave de tal apego, a veces mortal, de la mujer por el espejo, afirmando que “En la vanidad corporal de la mujer sigue participando el efecto de la envidia del pene, pues ella no puede menos que apreciar tanto más sus encantos como tardío resarcimiento por la originaria inferioridad sexual. La vergüenza, considerada una cualidad femenina por excelencia, pero fruto de la convención en medida mucho mayor de lo que se creería, la atribuimos al propósito originario de ocultar el defecto de los genitales .” (1) Este planteo de Freud nos lleva de lleno a la incidencia del anudamiento entre complejo de Edipo y complejo de castración a la hora de dar cuenta de la problemática que se juega en torno a la imagen especular. 2. El vestido femenino al des-nudo: des-nudo: la norma fálica deja algo abierto en la imagen femenina.
Hace ya unos diez años me encontré con un cuadro de un artista brasileño que me impactó mucho. Fue pintado por Gregório Gruber en 1972, se llama Manequins na vitrine y se encuentra en el Museu de Arte Moderna do Rio de Janeiro. Es un cuadro en apariencia simple, que muestra una vidriera de ropa clásica femenina. Lo difícil de transmitir es hasta qué punto esa ropa parece tener vida, a la vez que muestra de manera evidente… que no hay nada detrás. Es un cuadro que pone en primer plano el valor agalmático que tiene el vestido femenino, en la medida que recubre esa falta original, transformando el cuerpo femenino en un falo: fetichización del cuerpo a la que Lacan, recurriendo a una expresión de Joan Riviére, dio en llamar mascarada. (2) La solución femenina respecto del falo es serlo, a falta de tenerlo. De ese modo la apariencia de la mujer funciona como señal del falo para un hombre, pero en el encuentro entre los sexos el deseo de ella se dirigirá al falo en el cuerpo de él. ¿Cómo empieza todo este asunto?
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Sabemos que los animales, cuando se encuentran con otro, gracias al instinto saben qué hacer. El instinto es un saber inscripto en lo real del cuerpo que desencadena comportamientos programados a partir del encuentro con la imagen (visual, auditiva, olfativa, táctil) del otro. Entonces el animal sabe si debe defenderse, atacar o copular con ese otro cuerpo que entra en su campo perceptivo. Los seres hablantes, en cambio, a falta del instinto, nacemos con esos dos registros (real e imaginario) sueltos. Freud lo demuestra en su texto “Introducción del narcisismo”, en el que califica la constitución del yo como una operación segunda respecto de la fragmentación corporal original en el ser hablante. Allí Freud indica que el yo es la proyección de una superficie corporal, antecedente de lo que Lacan conceptualizará como estadio del espejo. Lacan concibe el estadio del espejo como un aparato óptico, tal como lo propone Freud en el capítulo VII de “La interpretación de los sueños”, en el que señala que el inconsciente es lo que Fechner denominó la otra escena (3), precisando que hay que concebirlo como un aparato óptico, como un telescopio o una cámara fotográfica, provisto de una serie de lentes o espejos.
Luego de sucesivos ensayos, termina diseñando el famoso esquema de los dos espejos, que da cuenta de cómo se consiguen anudar
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lo imaginario y lo real en el ser hablante, por mediación de lo simbólico. En el esquema óptico el ramillete invertido de flores flores figura lo real pulsional, el florero el cuerpo imaginario, y la posibilidad de ver las flores dentro del florero va a estar dada por una doble referencia simbólica: por un lado la posición del sujeto, el lugar preciso del ojo, que debe situarse en línea con el punto I del ideal. Por otro lado, el espejo plano, posibilitador del armado de la imagen especular, que figura al gran Otro de lo simbólico, debe estar perpendicular al punto I, exactamente a 90º para que ello ocurra. La traducción clínica de este planteo implica que en la constitución del narcisismo (en el armado del cuerpo, de la imagen especular) es determinante la referencia al Ideal del Yo, Yo, que regula tanto la posición del sujeto como la funcionalidad de la cadena significante como lugar del Otro. ¿Qué ocurre con el Ideal del Yo en la sexualidad femenina? Sabemos que Freud hace referencia a la disimetría de los sexos en el Edipo, determinada por su diferente relación con el complejo de castración. El varón sale del Edipo por la eficacia de la amenaza de castración, que realiza un corte rotundo, posibilitándole al su jeto la identificación con el Ideal del Yo. Yo. En ese momento el varón prefiere el padre a la madre, lo toma como ideal y recibe de él el título de varón que le posibilitará ejercer la virilidad cuando llegue el momento. Freud plantea la diferencia con el Edipo femenino de la siguiente manera: “El complejo de Edipo del niño, en el cual desea a su madre y quisiera apartar al padre, viendo en él un rival se desarrolla naturalmente a partir de la fase de su sexualidad fálica. Pero la amenaza de castración le fuerza a abandonar tal actitud. Bajo la impresión del peligro de perder el pene, el complejo de Edipo es abandonado, reprimido y en el caso más normal, fundamentalmente destruido, siendo instaurado, como heredero del mismo, un riguroso superyó. En la niña sucede casi lo contrario. El complejo de castración prepara el complejo de Edipo en lugar de destruirlo; la influencia de la envidia del pene aparta ap arta a la niña de la vinculación vin culación a la madre y la hace entrar en la situación del complejo de Edipo
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como en un puerto de salvación. Con la desaparición del miedo a la castración se desvanece el motivo principal que había impulsado al niño a superar el complejo de Edipo. La niña permanece en él indefinidamente, y sólo más tarde e incompletamente in completamente lo supera. En estas circunstancias, la formación del superyó tiene forzosamente que padecer; no puede alcanzar la robustez y la independencia que le confieren su valor cultural. Los feministas nos oyen con disgusto cuando les señalamos los resultados de este factor para el carácter femenino medio.” (4) Lacan prefiere nombrar Ideal del Yo a esta instancia a la que hace referencia Freud como resultado del complejo de Edipo, ya que se trata de una instancia más bien reguladora del goce y de la posición sexuada. Vemos Vemos que Freud deja planteado entonces el problema de la fragilidad del Ideal del Yo Yo en la sexualidad femenina. Si retomamos el estadio del espejo a la luz de estos planteos, concluiremos que necesariamente la imagen especular especular,, en la medida en que se constituye a partir del Ideal del yo, va a ser más precaria en las mujeres. Podemos entender entonces ese apego femenino al espejo como una inquietud respecto de la imagen especular: ¿está todo en su lugar?, ¿no hay algo que falta?, ¿no hay algo que sobra? Es esta problemática generalizada de la imagen femenina la que habitualmente hace crisis en los llamados “trastornos alimentarios”, que en buena medida podrían diagnosticarse desde la perspectiva psicoanalítica como “trastornos de la imagen especular”. En efecto, escuchamos que habitualmente el sujeto anoréxico, bulímico u obeso se encuentra frente a un espejo deformante. En esos casos tanto la posición del sujeto como el lugar del Otro se encuentran en cuestión, y es fundamentalmente cierto efecto de presencia de la mirada del Otro desregulada respecto de la referencia al anudamiento entre ley y deseo la que se hace presente. A Ana su padre la trataba de “cerda “cerda”, ”, de “vaca “vaca”, ”, cuando de pequeña ella mostraba su angustia ante el desamor parental “atacando” la heladera por la noche. En su pubertad desarrolla una anorexia que a sus
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quince años la trae al análisis. Si bien es extremadamente delgada, se ve gorda en el espejo. En un momento de inflexión en este e ste análisis relata el siguiente episodio: Ella va caminando por la calle, se para frente a una vidriera de artículos electrónicos entre los cuales se encuentra un televisor en el que aparece la figura de una mujer cuya delgadez le provoca espanto: “¡qué horror!, esa chica está en las últimas, con un pie en la tumba, parece un cadáver”. De pronto, su ropa le resulta familiar: es la que ella lleva puesta… ¡es ella! Cuando Cuando se da cuenta de que la imagen en el televisor era era su propro pia imagen filmada desde la vidriera, vuelve a verse gorda. Pero ahora ya está advertida de que se trata de su propio p ropio espejo deformante, defor mante, en el que se hace presente la mirada injuriante, ultrajante del padre. 3. ¿Lobo está? El atajo del estrago. estrago.
En español existe una canción que acompaña a un juego infantil, mientras el lobo no está. ¿Lobo está? y dice así: Juguemos en el bosque mientras Mientras el lobo no está es posible jugar, disfrutar, pero si el lobo está… El lobo hace presente esa figura del padre castrador tan cara a la fobia. Se trata de una versión oral del padre castrador, que no por casualidad suele encontrarse en la clínica de los niños varones, como Juanito Jua nito o el Hombre Hombre de los los Lobos. Lobos. Del lado de las mujeres, en cambio, encontramos más bien el retorno de esa figura en los llamados “trastornos de la alimentación”. Al respecto, respecto, existe un mito ancestral, ancestral, plasmado plasmado en el cuento cuento de “Caperucita Roja y el lobo”. Ustedes recordarán de qué se trata: una niña pequeña es enviada por su madre a llevarle unos dulces a su abuela, no sin antes ser advertida acerca de la importancia de tomar el camino largo, ya que por el camino corto puede encontrarse con el lobo feroz. La pequeña elige el camino corto, es devorada por el lobo que toma el lugar de su abuela, pero finalmente ambas son rescatadas de la panza del lobo por un leñador.
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Este mito es una metáfora de la sexualidad femenina, ya que una mujer tiene, a diferencia del varón, la opción de prescindir de la castración, de no pasar por el rodeo edípico. En efecto, eso que queda abierto en el campo de la imagen es algo que queda abierto también en el campo del goce. Freud se refería a ello cuando señalaba en su conferencia sobre “La feminidad”: “La identificación-madre de la mujer permite discernir dos estratos: el preedípico, que consiste en la ligazón tierna con la madre y la toma por arquetipo, y el posterior, derivado del complejo de Edipo, que quiere eliminar a la madre y sustituirla junto al padre. De ambos estratos es mucho lo que queda pendiente para el futuro, y hasta hay derecho a decir que ninguno se supera en medida suficiente en el curso del desarrollo”. (5) La postura de Lacan será más radical en “El Atolondradicho” no vacilará en tomar distancia de Freud al plantear que él no va a obligar a las mujeres a pasar por la horma fálica, si bien esto le parece lo aconsejable para ellas, subrayando que una mujer puede prescindir de la función falo-castración, y que la prueba de ello es el estrago que para la mayoría de las mujeres es la relación con su madre (6). Ese estrago es entonces el resultado de un atajo, de un camino corto, que evita el pasaje por el rodeo de la lógica fálica. Allí la mujer es presa del superyó materno, feroz: éste es el punto en el que el lobo se transforma en la abuelita, quedando la niña devorada por su linaje matrilineal, desconociendo o rechazando la función del padre. En el cuento esta función es restituida por la figura del leñador salvador. ¿Cómo llega una mujer a tomar este atajo? Podemos encontrar un primer planteo de Lacan al respecto “Ideas directivas para un congreso sobre sexualidad femenina”, donde señala que una mujer, que debe fetichizarse, hacer de su cuerpo falo para entrar en la lógica falo-castración, puede quedar identificada con el falo imaginario. Lacan indica que en ese caso la mujer no atraviesa el velo del semejante materno, lo que le impide desear el falo en el cuerpo del hombre, ya que esa identificación imaginaria con el falo
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es un rechazo de la función de la castración que la deja en espejo con la madre en una apertura a un sin límite. A este tipo de narcisismo femenino Lacan lo llama “narcisismo del ego”, y lo distingue del “narcisismo del deseo”, que implica el pasaje de una mujer por la lógica de la castración, dejándose tomar por la dialéctica entre ser y tener que le posibilita encontrarse con un hombre, despegándose del espejo con la madre (7). Cuando Lacan construye sus fórmulas de la sexuación formaliza una lógica con la cual es posible dar cuenta de los atajos del estrago femenino, que, como señala Lacan en “El Atolondradicho”, si bien se juega en el plano de de la relació relaciónn de la hija con su madre, no deja de ser también un estrago paterno. En ese texto Lacan indica que “el padre no es segundo en ese estrago”. (8) Es lo que encontramos en muchos casos de anorexia o bulimia. Como el de Antonella, quien desarrolla rápidamente una anorexia a sus diecinueve años a partir de la muerte de su padre. Cuando consulta conmigo está al borde de la internación, en un estado de franca desnutrición. Sin embargo, se ve gorda, con panza, cada vez que come, así sea una manzana. Rápidamente me relata su enfrentamiento mortal con su madre: un juego de miradas, miradas, un espejo sin fin. Ella no le quita el ojo de encima, y viceversa, lo que lleva a constantes enfrentamientos en los que ambas se cantan sus verdades. A estos enfrentamientos le sigue una lucha silenciosa en la que la mirada no descansa un instante. La madre le controla lo que come, ella entonces… come nada. Algo comienza a moverse a partir de una sesión sesión en la que Antonella Antonella me habla de su padre muerto, a quien la unía un gran amor, siendo ella su preferida: “mi padre moría por mí”. Entonces me cuenta que a su padre le gustaba mucho comer, que la cocina y la heladera de su casa estaban llenas de manjares riquísimos comprados por él. Por otra parte, refiere que la muerte prematura de su padre se debió a su falta de cuidado con la comida. Me cuenta que desde que su padre murió nadie volvió a comprar cosas ricas, ni a sentarse a la mesa familiar para
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comer: la comida se transformó en un trámite. Su padre, en cambio, vivía pensando en la comida. Tenía Tenía una panza tal monumental que sus amigos le hacían la broma de que estaba embarazado, que esa panza era su hijo. En ese punto de su relato intervengo diciéndole: “La panza es de tu padre… de esa forma no lo dejás ir”. Esta intervención es decisiva en la salida de su anorexia. A partir de ese momento comienza de a poco a comer y deja de culparse o culpar a su madre por la muerte de su padre. 4. Lógicas de la sexuación.
En su seminario sobre “Los cuatro conceptos fundamentales…” Lacan deja entrever alguna comunidad entre la fobia y la anorexia, refiriéndose a cierto estatuto que podríamos denominar universal, o pre-subjetivo del fantasma. (9) En efecto, de ambos cuadros clínicos podría decirse que son infantiles, más allá de la edad cronológica del sujeto que los padece, ya que indican un detenimiento en cierto momento lógico de la constitución del sujeto, de allí la pertinencia a la referencia a los cuentos o juegos infantiles para dar cuenta de ellos. En el caso de la anorexia, Lacan hace referencia al “fantasma de la propia desaparición”. Con este nombre pone de relieve el valor constitutivo de ese fantasma, universal en los niños, que consiste en imaginarse desaparecido o muerto. En ese fantasma el acento está puesto en el efecto que la propia desaparición provocaría en el Otro, particularmente los padres. Hay niños que fantasean con esa escena, otros la actúan en el famoso juego del escondite: el niño se esconde en algún lugar de la casa hasta que (en los casos felices) los padres notan su ausencia y comienzan a buscarlo. Esa búsqueda angustiosa le provee al niño de una satisfacción fundamental: la de saber que le hace falta al Otro: un momento lógico fundamental se realiza allí. Lacan señala a la anorexia como una fijación, una detención en ese momento de pregunta del sujeto acerca de si le hace
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falta al Otro, pregunta fundamental para pasar a la constitución de un fantasma singular, subjetivo. Podemos situar entonces un primer momento lógico (alienación) en el cual el sujeto busca un lugar en el Otro. Se trata allí de la pregunta ¿le hago falta al Otro?, por medio de la cual el sujeto busca alojarse como falta/falo en el Otro. Cuando los padres buscan al niño, se inquietan por él, le demuestran que les hace falta, encuentra ese lugar y puede entonces extraer de ese Otro un objeto con el cual construir su fantasma singular, su propia manera de a con responder a lo que no tiene respuesta por estructura, posibilitándosele de este modo armar ese lazo con el objeto del que carece estructuralmente por la falta del instinto. A este segundo momento lógico Lacan lo llama separación. ¿Qué pasa cuando el niño se esconde y el Otro no lo busca? El niño queda en un lugar de resto, desecho, no pudiendo pasar al tiempo lógico siguiente. En algunos de estos casos el niño queda melancolizado, identificado con ese ser de resto del Otro. En otros casos, el niño pasa al a cting cting , buscando por todos los medios, incluidos el ayuno o el exceso de alimentación, hacerse notar por el Otro. ¿Qué ocurre cuando el niño no puede esconderse porque el Otro no le quita la mirada de encima? En esos casos se entabla una lucha a muerte, en la que también el sujeto puede elegir atiborrarse, hacerle cargar al Otro con el peso de su mirada, como diciéndole: “¿Querías verme todo el tiempo? Aquí me tienes, no podrás ver otra cosa que a mí”. También puede elegir desaparecer de distintas maneras, una de ellas es la anorexia. La evidencia clínica dice que es mucho más frecuente la fobia en los varones, así como es mucho más frecuente la anorexia en las mujeres. Esto nos lleva nuevamente a la cuestión de la sexuación. Como señalaba Freud en “Inhibición, síntoma y angustia” (10), la fobia está más directamente ligada con la angustia de castración, que como vimos, es propia de la sexualidad masculina. De allí el acento puesto por Lacan en su seminario sobre La relación de objeto
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acerca de la importancia del surgimiento de la presencia del pene real en el desencadenamiento de la fobia en Juanito. Por el contrario, podríamos decir que en la anorexia (y la bulimia como anorexia fallida) está en juego el cuerpo entero, no un órgano o una zona delimitada del mismo. Se trata de la presencia o de la ausencia, no ya del pene sino del cuerpo entero. Ésta es una problemática propiamente femenina, aunque puede darse en varones, como veremos más adelante. Pero ya es hora de que desarrollemos las fórmulas de la sexuación, que nos permitirán fundamentar de un modo más cabal estas experiencias clínicas:
Del lado izquierdo encontramos la lógica falo-castración, construida a partir del mito freudiano de Tótem y tabú, que da cuenta de cómo a partir de la función de la excepción paterna p aterna se constituye el conjunto del universal. El padre de la horda es el único que tiene acceso a las mujeres de la misma (excepción), quedándoles entonces vedado el acceso a las mujeres de la horda a todos los hijos (universal). Se trata de la lógica según la cual la excepción funda la regla. El resultado de esta operación es la constitución del sujeto del inconsciente, sujeto dividido por la barra de la represión (interdicción del incesto en el mito) y del falo como significante alrededor del cual va a girar toda la sexualidad masculina.
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Los sujetos del mito de Tótem Tótem y tabú son los varones de la horda, el padre y los hijos. Las mujeres figuran figuran allí únicamente a título título de objetos de goce. Las mujeres son indistintas en el mito, no hay ninguna que se destaque, que quede situada en una posición de excepción. De allí que el lado derecho, el lado femenino de las fórmulas, tome como punto de partida la inexistencia de la excepción. En efecto, la sexualidad femenina no tiene su punto de par tida en la función de la excepción paterna, en la función de la castración, ya que al no faltarle nada a la mujer la amenaza de castración es ineficaz para ella, quedando también su agente (el padre) relegado a un segundo plano, sin la presencia contundente que tiene en el varón. La inexistencia de la excepción deja abierto el goce femenino a un sin límite, como se verifica en la parte de inferior de las fórmulas, en el vector que se dirige desde L/ a Mujer Mujer hacia el significante que falta en el Otro (que es precisamente el significante de la mujer). Si la mujer acepta pasar por la lógica falo-castración, volverse de la ligazón madre preedípica hacia el padre, entonces quedará desdoblada en su goce: tendrá por un lado relación con el falo, mientras que por otro permanecerá en relación con una ausencia. Miller hace una lectura muy esclarecedora de las fórmulas de la sexuación como estructuras significantes del cuerpo en su curso El partenaire-síntoma . Allí retoma los planteos lacanianos del Semina acerca de la relación de cada uno de los sexos con rio de La Angustia acerca el amor, el deseo y el goce, a la luz de las lógicas de la sexuación. Señala entonces que del lado masculino existe un órgan o que se descuenta de la imagen narcisita, el órgano fálico, que pasa entonces a funcionar “fuera-de-cuerpo”. A partir de este órgano que se exceptúa del conjunto de los órganos corporales, es posible cerrar el cuerpo como un conjunto. De allí la prevalencia del yo en la clínica de hombres, particularmente la neurosis obsesiva, así como los fenómenos de goce localizados. El cierre narcisista es más logrado que en las mujeres. Del lado femenino, en cambio, no existe ningún órgano que funcione fuera-de-cuerpo, por lo que el cuerpo no se cierra como
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un conjunto universal. Entonces el cuerpo femenino es un conjunto abierto, lo que tendrá consecuencias tanto en el plano del goce como en el plano de la imagen narcisista. Los fenómenos clínicos de la sexualidad femenina son más deslocalizados, encontrándose más bien del lado del estrago. (11) Hilda ubica el inicio de su anorexia a los diecinueve años, luego de tener a su hija. Durante el embarazo había engordado excesivamente, luego adel gazóó hast gaz hastaa pesa pesarr tan sól sóloo cuar cuarent entaa kil kilos. os. Tant antoo ese ese emb embar arazo azo com comoo su su pos posteri terior or matrimonio, que durara escasos cuatro meses, fueron producto de su urgencia por hui huirr de de la la casa casa mat materna erna,, a la que hab había ía lle llegad gadoo a sus sei seiss años años,, momen momento to en que su madre, embarazada, se casa con el padrastro de Hilda. Hasta ese momento ella había sido criada por sus abuelos maternos. Hilda desconoce las circunstancias de su nacimiento, así como a su padre, de quien sólo tiene el nombre. Había intentado encontrarse con él, logrando hablar con él por teléfono, pero éste negó ser su padre y también se negó a verla. A sus sus seis años el flam flamante ante mari marido do de la madr madree lele da da el apel apellido lido.. Cua Cuando ndo Hilda crece, comienza a mirarla con evidente deseo sexual, irrumpe en el baño cuando ella está bañándose, le saca fotos desnuda. Hilda mantiene el ayuno hasta que se enamora de un hombre. Comienza a tomarle gusto a la comida, disfruta comer con él. Pero cuando se queda a solas se provoca el vómito. 5. Los “trastornos alimentarios” como trastornos del amor: la declinación de la función paterna.
¿Por qué las anorexias y bulimias constituyen epidemia en esta época en los países desarrollados o en vías de desarrollo? Sin duda, hay una relación directa entre la declinación de la función paterna y estos fenómenos de estrago en la clínica. Lacan da las claves de esta transformación de la clínica al formalizar el discurso del capitalismo como una variante del discurso del amo que de algún modo infringe las reglas del discurso:
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S1 $
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S2 // a
Discurso del Amo El discurso del amo clásico es el mismo que da lugar a la lógica edípica, organizada alrededor de la figura del pater familiae . El padre en posición de amo, como S1 agente de la castración, en función de excepción, instala la ley de la castración para todo sujeto, conformando el conjunto de los significantes como S2. El resultado de esta operación es el surgimiento del sujeto del inconsciente, dividido entre dos significantes, que va a quedar separado para siempre del objeto, resto real de esa operación simbólica. Esa separación radical es figurada en este discurso a través de la doble barra de la imposibilidad en el nivel inferior de la fórmula. De allí en más, es la estructura lógica y topológica del fantasma la que posibilitará algún tipo de lazo, siempre sintomático, sin tomático, entre el sujeto y el objeto. $ S1
S2 a
Discurso capitalista El discurso capitalista, en cambio, surge a partir de la combinación entre la lógica del mercado y la posibilidad de la fabricación de objetos en serie a partir de los avances de la ciencia, objetos a los que Lacan denominará gadgets . El agente de este discurso di scurso es el sujeto, no dividido entre dos significantes, sino habitado por la barradura que implica la falta de un goce absoluto. Es el consumidor, siempre listo para obturar su división subjetiva con algún nuevo gadget . Vemos cómo en este pseudo-discurso falta la doble barra de la imposibilidad, por lo que se produce un movimiento circular sin límite. De allí que Lacan defina en su seminario sobre “El saber del psicoanalista” al discurso del capitalismo como un discurso que forcluye la
castración, dejando afuera las cosas del amor. (12) Así como el discurso del amo puede leerse en el lado izquierdo de las fórmulas de la sexuación, el discurso capitalista puede leerse en el primer cuantificador del lado derecho: el del sin límite, el de la inexistencia de la excepción. Su correlato en el campo del goce es la unilateralización del vector que va del L/ a a a S(A), desconectado del anclaje fálico. Vemos entonces que coincide con lo que desarrollamos anteriormente como estrago. Lacan propone otra vuelta a esta problemática clínica en su seminario Les non-dupes errent , en el que hace referencia a que lo propio de la época es que cada vez más se prefiere otro tipo de nominación al nombre del padre, señalando que la consecuencia de esta depreciación de la nominación paterna es la pérdida de la dimensión del amor. Lacan indica que el tipo de nominación en ascenso es la que da en llamar nombrar-para , señalando que para que opere ese tipo de nominación generalmente basta con la madre, indicando que ese tipo de nominación, que consiste en designar un proyecto para el hijo, constituye un orden de hierro, y que en estos casos lo social toma una prevalencia de nudo. Considero fundamental retomar estos planteos lacanianos a la hora de estudiar los nuevos síntomas y su carácter epidémico. Basta mirar los sitios web pro-anorexia, con sus millares de seguidoras, para encontrar la evidencia de d e que estamos aquí ante un nuevo tipo de nominación. Hay una relación directa entre el aumento de los llamados trastornos alimentarios y la pérdida de la dimensión amorosa propia de la época, al punto que podríamos considerar dichos trastornos como trastornos del amor. Jovencísima,, delgadísima, Jovencísima delgadísima, llenand llenandoo su día día de vómitos, vómitos, mentir mentiras as y sustracciones de objetos o dinero a sus seres cercanos. Disparada de un lado a otro, intentando huir de la coacción, transgrediendo sistemáticamente el control del que era objeto en una institución especializada
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en trastornos de la alimentación. Camino que termina llevándola a comparecer ante un juez que no encuentra mejor acto de justicia que obligarla a comer un alfajor delante suyo, mientras la retaba. Se queja de este e ste camino que va directo al grano, directo al alfajor, directo a la comida que tanto la perturba. Consigue hacerse escuchar, llegando al encuentro con este objeto extraño que es un analista. Me habla habla de sus sus pasos pasos perdidos, perdidos, su tristeza, tristeza, que la la obligó obligó a abandon abandonar ar el colegio, su ajenidad a todo lugar, su consciente satisfacción en el sufrimiento, su fascinación por la muerte, por su imagen muerta. “Julieta, Julieta, Julieta, ¿querés morir de amor?” Y entonces el viraje, otro camino, un desvío. Entonces el llanto de Julieta, del nombre elegido por la madre a los besos, sus primeros besos, que él se llevó, a esa música que arrobaba sus cuerpos. Ella sólo está ausente, ahí, donde está él. Sigue en él, en ese cuerpo, ajena a sí misma. Su pierna quedó allí, sobre el cuerpo de él, luego de haber hecho el amor, como antaño reposaba durante su sueño infantil sobre el cuerpo de la madre que la consolaba. Visitamos su blog, sus dibujos, sus escritos, sus tatuajes, sus sueños. Estaciones en las que la palabra se estremece, se suelta, se escabulle. Y en las que finalmente resuena, atronadoramente silenciosa, la voz. Seguimos su llamado. La perdemos, la encontramos. Cada encuentro es diferente. She said, she said, dice el tatuaje. La voz oracular oracular,, injuriante de la madre, escribiéndose con sangre en su carne. She said, she said. Aquella canción de los Beatles, la nostalgia del padre, que ella adivinó tan temprano, calando hondo en su ser. ser. She said, she said. Su amado cantando, acariciándola con su voz. Su boca, ahora otra boca, desatada del yugo oral. Su propia voz, derramándose en poesía analítica. Animándola a internarse por nuevos caminos. Conferencia de apertura de las Jornadas sobre anorexia y bulimi a realizadas en Belo Horizonte (Brasil) por el NIAB en la Facultad de Medicina de Minas Gerais el 2 de diciembre de 2010.
Referencias bibliográfic bibliográficas as 1. Freud, Sigmund. “La feminidad”, en Obras Completas. Buenos Aires, 1986. Amorrotu. Tomo XXII. P. 122. 2. Rivière, Joan. “La femineidad como máscara”, en La sexualidad femenina . Buenos Aires, 1985. Homo Sapiens. 3. Freud, Sigmund. “La interpretación de los sueños”, en Obras Completas. Buenos Aires, 1986. Amorrotu. Tomo IV. Cap. VII. 4. Ibid 1. P. 120. 5. Ibid. P. 124. 6. Lacan, Jacques. “El atolondrado, el atolondradicho o las vueltas dichas”, en Escansión nº1. Buenos Aires, 1984. Paidós Biblioteca Freudiana. Pp. 35-36. 7. Lacan, Jacques. “Ideas directivas para un congreso sobre sexualidad femenina”, en Escritos 2. Buenos Aires, 1985. Siglo veintiuno. P. 712. 8. Ibid 6. P. 36. 9. Lacan, Jacques. El Seminario. Libro 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires, 1986. Paidós. P. 222. 10. Freud, Sigmund. “Inhibición, síntoma y angustia”, en Obras com pletas. Buenos Aires, 1986. Amorrortu. Tomo XX. P. 135. 11. Miller, Jacques- Alain. El partenaire-síntoma. Buenos Aires, 2008. Paidós. Cap. XIII. 12. Lacan, Jacques. El saber del psicoanalista. Seminario inédito. Clase del 6 de enero de 1971.
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VERIFICAR
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INDICE PRESENTACIÓN
5
PRÓLOGO
7
1. INTRODUCCIÓN A LOS NUDOS DEL AMOR I. Un sueño, una invitación / II. Lectura de “Des-amores en Disneymundo” / III. Amor y función paterna / IV IV.. Amor y vacío / V. V. Amor y sexuación. / VI. Amor y cuerpo
11
2. AMOR Y FUNCIÓN PATERNA I. Lacan y el Edipo freudiano: idas y vueltas / II. El problema de la identificación primaria / III. Versiones del padre / IV IV.. La transmisión de una falta / V. V. Angustia, función paterna y ex - sistencia
27
3. AMOR Y CASTRACIÓN I. Complejo de Edipo y complejo de castración / II. La metáfora del amor / III. Dar lo que no se tiene / IV. Eros y Psyché / / V. V. Amor y castración en el campo escópico / VI. La posición del analista en el amor
49
4. AMOR Y FANTASMA I. La vertiente patógena de la operación edípica / II. VersioVersiones lacanianas del Edipo / III. Más allá del Edipo / IV. La mentira del fantasma / V. El amor y la demanda / VI. La perversión cristiana del amor / VII. La corrección que opera el análisis / VII. El amor más allá del fantasma
71
5. AMOR E INCONSCIENTE I. El incauto del inconsciente y el amuro / II. El no incauto, producto de la ciencia / III. Amor e inconsciente / IV. IV. El yerro en el amor / V. Las dimensiones trágica y cómica del amor
93
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NUDOS DEL AMOR / 397
6. AMOR Y VACÍO I. La invención del amor cortés / II. Arte, ciencia o religión / III. Amor cortés y misticismo / IV. La faz femenina de Dios / V. La función del obstáculo / VI. La lógica del amor
111
7. AMOR Y SEXUACIÓN I. Hombres y mujeres en la dialéctica fálica / II. El problema del goce femenino / III. El hombre como relevo / IV. El número de oro y la inexistencia de la relación sexual / V. Equivalencia o relación
127
8. AMOR Y CUERPO I. Del seminario de la Angustia a Aún / II. El goce macho / III. El Otro goce
147
9. NUDOS DEL AMOR I. La relación sexual no existe / II. Anudamientos entre los sexos / III. Posiciones masculinas en el nudo. / IV IV.. Posiciones femeninas en el nudo
159
10. LA DESAMORADA I. Acerca de los nervios… / II. La madre / III. Del padre / IV. Sus hombres / V. De los nervios y el amor / VI. Algunas cuestiones para pensar / VII. El síntoma en el cuerpo / VIII. Ropa de mujer / IX. Furia femenina / X. No perder a la nena / XI. Cenicien Cenicienta ta del padre / XII. El El nudo de de “Ele” “Ele”
175
11. CIEN POR CIENTO MAMÁ I. Un poco de historia… / II. Una pareja diametralmente opuesta / III. Cien por ciento mamá / IV. Espasmos de amor / V. El síntoma de la soledad / VI. Cuando la madre hace la ley… / VII. La guerra entre los sexos / VIII. Un saco demasiado chico / IX. Un límite al goce materno / X. El síntoma en femenino / XI. El nudo de Analía
12. LA INCRÉDULA I. Un mundo de silencio / II. Locura materna / III. El advenimiento de una pregunta / IV. IV. No hay amor sin creencia / V. De lo necesario a lo contingente / VI. El estrago matern o / VII. Un corte fundamental fun damental / VIII. El nudo de F.
219
13. LA HOMI�CIDA I. Ambivalencia de transferencia y análisis / II. La renuncia y las relaciones entre los sexos / III. Otra vez el inconsciente / IV. IV. Una mujer de armas tomar / V. Se para-ción / VI. Desarmada por el amor / VII. La excepción paterna
241
APÉNDICE 1. Hacia una clínica del estrago femenino
260
2. La verdadera, la falsa, la no toda
267
3. La erotomanía del amor femenino
277
4. Lo real del sexo en Lacan
283
5. La cara oscura del Otro
291
6. Síntoma y sexuación
296
7. Anorexia y toxicomanía: cuando el sexo falla el nombre
305
8. Efectos clínicos de la forclusión de la castración
313
9. La dimisión paterna generalizada
321
10. La segregación del Otro sexo
329
197
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11. No existe ninguna que diga que no. Acerca de la homosexualidad femenina femenina
335
12. Des-amores en disneymundo
343
13. Anorexia y sexuación: La obliteración del sexo por la imagen
353
14. Huellas del exilio. Acerca del cine de David Lynch
359
15. Anorexia y sexuación
367
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un varón, situándose el conflicto en el punto preciso de la caída del padre, allí donde Jeffrey debe tomar su relevo. Guiado por Sandy, Sandy, hija de un detective, una oreja cortada lo lleva al encuentro con Dorothy,, personaje que conjuga varias rothy varia s versiones fantasmáticas de lo femenino, fundamentalmente el fantasma del masoquismo femenino. Jeffrey vive la experiencia del deseo de y por esta mujer, que que lo obliga a medirse con Frank, versión fantasmática del Otro gozador que Jeffrey logra abatir, lo que le posibilita cierto atravesamiento de un fantasma sado-masoquista en el que prevalecía el objeto voz. Luego de este recorrido se encuentra en condiciones de vivir un amor con Sandy, pasando a ocupar su lugar en la cadena de las generaciones. Esta película muestra muy bien la íntima relación, ya señalada por Freud en Inhibición, síntoma y angustia entre entre neurosis obsesiva y masculinidad, entre histeria y feminidad (1). Por un lado, Jeffrey debe atravesar el fantasma del Otro gozador que mortifica la sexualidad viril del obsesivo, impidiéndole el encuentro con una mujer, allí donde hace pareja con la muerte. Si bien el sujeto del relato es Jeffrey,, y es su historia la que se cuenta, Sandy, por su lado, enreda Jeffrey a Jeffrey en una intriga típicamente histérica, haciéndolo entrar en la serie paterna al despertar su curiosidad hasta empujarlo a una investigación, y señalándole a esa otra mujer, Dorothy, Dorothy, que encarna para ella el enigma de la feminidad. Pero ella también va más allá de su fantasma, ya que sostiene su posición amorosa sin ceder su lugar femenino a la otra, aceptando a su vez que Jeffrey, dejando atrás la actividad detectivesca, desplace al padre pa dre haciéndola su mujer. El estrago materno. Salvaje de corazón trata del encuentro amoroso entre Sailor y Lula, cuya madre está embarcada en una empresa mortífera, totalmente decidida a acabar con la feminidad de su hija. Sailor enfrenta a esta madre, arrebatando a Lula de sus garras. Sin embargo, su presencia fantasmática, bajo la figura de la bruja mala de El Mago
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de Oz , acompañará el camino de Lula hasta el definitivo triunfo de los amantes sobre ese goce materno que los amenaza de modo siniestro. El camino que hace Lula con Sailor es un recorrido por su inconsciente que da la clave de la posición estragante de la madre en el Edipo: en este caso, es la madre quien mata al padre, quedando su hija a sus expensas, y a las de un tío que la viola y embaraza. El camino del amor la lleva a una repetición de esta escena con Bobby, en el punto de desfallecimiento de la función viril en Sailor. En efecto, Sailor, por su parte, se mueve entre su amor por Lula y ese goce típicamente macho que lo lleva al robo y la cárcel. Lula no retrocede en su deseo, lo espera con el mismo amor, y es entonces que a Sailor se le plantea precisamente el punto que señala Lacan en el Seminario 20 : para que un hombre pueda hacer el amor debe pasar por la castración, por algo que le diga no a la función fálica (2). En ese momento de huída del amor de Lula y su hijo, Sailor elige correr tras la mujer que ama, dejando caer el goce de medirse con otros hombres por el poderío fálico. La carretera hacia una mujer. Carretera perdida es una película que debe leerse con la doble clave de los mecanismos de la inversión temporal y la sustitución. Una vez más Lynch retoma la problemática de la virilidad, encarnada en un personaje persona je de doble faz: Pete/Fred. Pete es un muchacho de barrio, que tiene su noviecita y vive con unos padres que parecen constituir una unidad, ya que se mueven, se visten, funcionan en bloque, en el estilo de esas parejas que terminan por parecerse y reflejarse uno a otro de un modo inquietante. Adivinamos que este padre que se mimetiza con la madre no opera como carretera principal hacia las relaciones con una mujer (3), por lo que Pete toma una carretera que parece perdida: la de enamorarse de Alice, la mujer de un hombre fuerte, Eddie, que es un capo maffia , y
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como tal, impacta, intimida, hace diferencia, en un contrapunto evidente con el padre de Pete. En este punto se abren dos caminos, uno de ellos sin salida: en este último, él intenta huir con ella de ese padre terrible, feroz, no encontrando otro destino que el desprecio de ella ( “nunca me tendrás” ),), destino que es figurado por sustitución en el de Fred y Renée, cuya identidad enigmática punza en él como una herida siempre abierta: ¿qué quiere una mujer? , llevándolo a un pasaje al acto homicida del que ella se convierte en la víctima. El otro camino le permite a Pete/ Fred retomar la carretera principal: este último se enfrenta con Eddie, abatiéndolo y dejándolo solo con su goce escópico, poniéndosele en cruz a ese camino que lo conducía irremediablemente a la destrucción de lo femenino. Su futuro está abierto. Locura femenina sin salida.
explora vicisitudes posibles de la locura femenina Mulholla Mul holland nd Driv Drive e explora cuado ésta no encuentra límite, en una lógica psicótica, por lo que en ese atolladero tiene lugar el pasaje al acto. También También aquí Lynch recurre a cortes e inversiones temporales, así como a la sustitución y la función del doble. Betty es una chica ambiciosa, que no cuenta con una familia, y que llega a Hollywood esperando convertirse en una estrella. Fracasa, debiendo incluso recurrir a la prostitución, armando una sórdida pareja con una mujer desagradable en un lugar más que humilde. Conoce a una gran actriz, Camila, a la que adora con devoción sin ser correspondida; sigue todos sus pasos y recoge sus migajas. Sin embargo, Betty sigue soñando. En este caso el sueño alcanza el estatuto de un delirio, ya que despliega una interrogación que se adelanta a cualquier asunción subjetiva de la pregunta, empujando al sujeto al doble pasaje al acto, homicida y suicida. Betty sueña que tiene gran talento, que es acogida por su tía, que se destaca en un casting , que es mirada por el director de la película, y que rescata,
NUDOS DEL AMOR � APÉNDICE / 373
logrando tener a su merced a Camila, que se apasiona por ella. Una llave azul revela el revés de la trama, el otro lado del espejo, el punto de fuga por el que el delirio se pierde en la infinitud, en la lógica siniestra del doble como puro reverso especular, sin mediación: una verdad sin sujeto. Allí resuena la pura voz: Silencio, no hay banda: el cuerpo cae, la voz permanece, radical, inalterable, impersonal. Una voz que sonoriza una mirada, como señala Lacan en su seminario (4). El único corte posible con ese objeto que le muerde la cola a toda subjetividad en una enloquecedora trama moebiana sin sin fin, que no se anuda con ninguna heterogeneidad (es lo que Lacan figura con el cross-cap como pegado entre una cinta de Moebius y una superficie heterogénea, y que daría cuenta del corte entre sujeto y objeto en la estructura del fantasma neurótico(5)) es la muerte. En efecto, esta película nos sumerge en cierto borde posible entre homosexualidad femenina y psicosis, allí donde una mujer carece del recurso al falo simbólico. Lynch nos lleva a recorrer ese nudo abierto entre feminidad y locura amorosa, que se explicita en la escena en que ella aleja de sí a Adam, con quien se juega una atracción mutua evidente, para correr al abrazo con Camila. Así, ella queda paradójicamente encerrada en ese goce sin límite que la desvasta hasta la muerte. Una salida a la locura femenina.
nos interna tierra adentro en el continente descoInland Empire nos nocido de lo femenino, allí donde impera una lógica que demuestra encontrar una salida, un anclaje, una posibilidad de vivir la alteridad sin perderse en ella a través del amor con un hombre (y este con indica a la vez el por y y el de un un hombre, ya que la falta de d e alguno de estos dos vectores puede llevar también al enloquecimiento). En esta película la dimensión de la Otra escena nos lleva a un nudo de tres: se trata de una película dentro de una película que a su vez está dentro de una película. El sujeto es una chica morocha sin nombre,
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que mira con angustia una película en una habitación de hotel en la que acaba de vivir la experiencia de cierta degradación degrad ación de su feminidad al quedar en posición de prostituta para un hombre. La película que ve le entrega el libreto de su fantasma, posibilitándole a su vez cierto atravesamiento del mismo. En ella se trata de la historia de Nicky, hija de un gitano polaco que presenta inquietantes aspectos fuera de ley, actriz que conoce a Devon, con quien protagoniza una siniestra película sobre un cuento polaco en la que se juega un destino fatal para los protagonistas, Sue y Bill, y eventualmente también para los actores que los representan. Sue y Bill, ambos casados, tienen una aventura, pero Sue atraviesa todas las barreras de la degradación, d egradación, prostituyéndose y siendo asesinada por la mujer de Bill, ante la cual se presenta en su locura amorosa. El síntoma se hace presente en el marido de Nicky/Sue, que se vuelve persecutorio, confundiéndose con el padre. En este recorrido ella llega a un espacio analítico, en el que se escucha hablándole a un analista silencioso que finalmente queda también tomado por la transferencia paterna, volviéndose a su vez persecutorio. Sin embargo, su pasaje por allí le permite terminar un recorrido que se develará finalmente como el atravesamiento de un fantasma histérico que mantenía al sujeto de la película, la morocha espectadora, separada de Nicky/Sue, que encarnaba el enigma de su feminidad. Este recorrido le posibilita unificarse con Nicky/Sue, para desdoblarse luego de otro modo, al fundirse en un abrazo amoroso con su marido que ha quedado liberado de la transferencia paterna. En el recorrido por su fantasma encontramos de nuevo la escena de seducción propia de la fantasmática histérica: ella es entregada por el padre a un amigo de éste, que termina matándolo. Su casa actual se confunde con la casa de su infancia en un juego que tiene como refe Alicia cia a través través del espej espejo. o. rencia a Ali Aquí la Otra escena escena es representada por una familia conejo, compuesta por el padre, la madre y la hija, que sueltan frases enigmáticas en un espacio que sobredimensiona el registro escópico, perturbando la cómoda posición del espectador al devolverle su mirada, su
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risa y su aplauso tontos, sin consecuencias. En efecto, el recorrido de esta mujer por su fantasma no está exento de consecuencias, ella debe pagar una factura ( bill ).). Es un camino que va de la oscuridad a la luz. En la oscuridad está la pérdida de un hijo, que remite a un punto de no n o deseo del padre, que se verifica en el rechazo del padre al embarazo de la madre. Es la oscuridad de la pérdida de este hijo la que parece llevarla a la interrogación de su verdad, posibilitándole acceder a la experiencia luminosa del amor. Es que ella misma debe perderse como hija para poder vivir su feminidad en la vía del amor más allá del padre. Los nudos de Lynch.
Lynch nos enseña la estructura con una maestría que n os sobrepasa. ¿Cómo hablar de esos nudos que nos obliga a recorrer, nudos entre el amor el deseo y el goce, entre el hombre y la mujer, allí donde los objetos voz y mirada dejan su marca in deleble, y donde la figura de la locura y la muerte es también la del analista, interrogando cada vez, en cada película al espectador, dirigiéndole un brutal ¿quién eres? Publicado en Litura Nº 1. La Plata, 2009.
Referencias bibliográfic bibliográficas as 1. Freud, S. “Inhibición, síntoma y angustia” angustia”,, en Obras completas. Buenos Aires, 1985. Ed. Amorrortu. Tomo XX. Pág 135. 2. Lacan, J. El seminario. Libro 20 “Aún”. Buenos Aires. Ed. Paidós. Pág. 80. 3. Lacan, J. El seminario. Libro 3 “Las psicosis”. Buenos Aires, 1984. Ed. Paidós. Pág 418. 4. Lacan, J. Seminario 22. “RSI”. Inédito. Clase del 8 de abril de 1975. 5. Millar, J.-A. “Suplemento topológico a “De una cuestión preliminar…””, en Matemas 2. Ed. Manantial. Buenos Aires, 1987. Pág 135.
15. Anorexia y sexuación
1. Espejito, espejito… Acerca del narcisismo femenino.
Ya desde aquel antiguo cuento infantil (que recuer recuerdo do especialm especialmenente, seguramente a causa de mi nombre), “Blancanieves y los siete enanitos”, es posible encontrar la pareja inefable de la mujer y el espejo de manera regular en las distintas producciones de la cultura. En este caso se trataba nada menos que de una Reina Madre que preguntaba todos los días al espejo: “Espejito, espejito, dime quién es la más bella del reino”, desatándose su odio mortal hacia Blancanieves, justamente cuando ésta es nombrada por el espejo. Más tarde, el lógico, matemático, fotógrafo y escritor Lewis Carol, escribirá sus famosos “Alicia en el país de las maravillas” y “Alicia “Alicia a través del espejo”, en los que una pequeña se sumerge en aquello que los psicoanalistas llamamos con Freud la otra escena , es decir, el inconsciente. Y esos relatos son verdaderos tratados acerca de la lógica que anima al inconsciente, recorridos a veces tortuosos que debe andar y desandar una niña que se encuentra en las puertas de la pubertad, urgida por una interrogación in terrogación que proviene de ese cuerpo que está cambiando de forma… Y no es casual que sea precisamente en ese momento de metamorfosis de la pubertad que que el sujeto femenino se deslice, patine, hacia la ligazón-madre preedípica, figurada por la presencia arbitraria y feroz, cuándo no, de otra Reina Madre, esta vez la Reina de Corazones, cuya sinrazón comanda el destino d e quienes la rodean, incluido el del pobre rey padre… En su conferencia sobre “La feminidad” Freud nos entregaba la
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clave de tal apego, a veces mortal, de la mujer por el espejo, afirmando que “En la vanidad corporal de la mujer sigue participando el efecto de la envidia del pene, pues ella no puede menos que apreciar tanto más sus encantos como tardío resarcimiento por la originaria inferioridad sexual. La vergüenza, considerada una cualidad femenina por excelencia, pero fruto de la convención en medida mucho mayor de lo que se creería, la atribuimos al propósito originario de ocultar el defecto de los genitales .” (1) Este planteo de Freud nos lleva de lleno a la incidencia del anudamiento entre complejo de Edipo y complejo de castración a la hora de dar cuenta de la problemática que se juega en torno a la imagen especular. 2. El vestido femenino al des-nudo: des-nudo: la norma fálica deja algo abierto en la imagen femenina.
Hace ya unos diez años me encontré con un cuadro de un artista brasileño que me impactó mucho. Fue pintado por Gregório Gruber en 1972, se llama Manequins na vitrine y se encuentra en el Museu de Arte Moderna do Rio de Janeiro. Es un cuadro en apariencia simple, que muestra una vidriera de ropa clásica femenina. Lo difícil de transmitir es hasta qué punto esa ropa parece tener vida, a la vez que muestra de manera evidente… que no hay nada detrás. Es un cuadro que pone en primer plano el valor agalmático que tiene el vestido femenino, en la medida que recubre esa falta original, transformando el cuerpo femenino en un falo: fetichización del cuerpo a la que Lacan, recurriendo a una expresión de Joan Riviére, dio en llamar mascarada. (2) La solución femenina respecto del falo es serlo, a falta de tenerlo. De ese modo la apariencia de la mujer funciona como señal del falo para un hombre, pero en el encuentro entre los sexos el deseo de ella se dirigirá al falo en el cuerpo de él. ¿Cómo empieza todo este asunto?
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Sabemos que los animales, cuando se encuentran con otro, gracias al instinto saben qué hacer. El instinto es un saber inscripto en lo real del cuerpo que desencadena comportamientos programados a partir del encuentro con la imagen (visual, auditiva, olfativa, táctil) del otro. Entonces el animal sabe si debe defenderse, atacar o copular con ese otro cuerpo que entra en su campo perceptivo. Los seres hablantes, en cambio, a falta del instinto, nacemos con esos dos registros (real e imaginario) sueltos. Freud lo demuestra en su texto “Introducción del narcisismo”, en el que califica la constitución del yo como una operación segunda respecto de la fragmentación corporal original en el ser hablante. Allí Freud indica que el yo es la proyección de una superficie corporal, antecedente de lo que Lacan conceptualizará como estadio del espejo. Lacan concibe el estadio del espejo como un aparato óptico, tal como lo propone Freud en el capítulo VII de “La interpretación de los sueños”, en el que señala que el inconsciente es lo que Fechner denominó la otra escena (3), precisando que hay que concebirlo como un aparato óptico, como un telescopio o una cámara fotográfica, provisto de una serie de lentes o espejos.
Luego de sucesivos ensayos, termina diseñando el famoso esquema de los dos espejos, que da cuenta de cómo se consiguen anudar
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lo imaginario y lo real en el ser hablante, por mediación de lo simbólico. En el esquema óptico el ramillete invertido de flores flores figura lo real pulsional, el florero el cuerpo imaginario, y la posibilidad de ver las flores dentro del florero va a estar dada por una doble referencia simbólica: por un lado la posición del sujeto, el lugar preciso del ojo, que debe situarse en línea con el punto I del ideal. Por otro lado, el espejo plano, posibilitador del armado de la imagen especular, que figura al gran Otro de lo simbólico, debe estar perpendicular al punto I, exactamente a 90º para que ello ocurra. La traducción clínica de este planteo implica que en la constitución del narcisismo (en el armado del cuerpo, de la imagen especular) es determinante la referencia al Ideal del Yo, Yo, que regula tanto la posición del sujeto como la funcionalidad de la cadena significante como lugar del Otro. ¿Qué ocurre con el Ideal del Yo en la sexualidad femenina? Sabemos que Freud hace referencia a la disimetría de los sexos en el Edipo, determinada por su diferente relación con el complejo de castración. El varón sale del Edipo por la eficacia de la amenaza de castración, que realiza un corte rotundo, posibilitándole al su jeto la identificación con el Ideal del Yo. Yo. En ese momento el varón prefiere el padre a la madre, lo toma como ideal y recibe de él el título de varón que le posibilitará ejercer la virilidad cuando llegue el momento. Freud plantea la diferencia con el Edipo femenino de la siguiente manera: “El complejo de Edipo del niño, en el cual desea a su madre y quisiera apartar al padre, viendo en él un rival se desarrolla naturalmente a partir de la fase de su sexualidad fálica. Pero la amenaza de castración le fuerza a abandonar tal actitud. Bajo la impresión del peligro de perder el pene, el complejo de Edipo es abandonado, reprimido y en el caso más normal, fundamentalmente destruido, siendo instaurado, como heredero del mismo, un riguroso superyó. En la niña sucede casi lo contrario. El complejo de castración prepara el complejo de Edipo en lugar de destruirlo; la influencia de la envidia del pene aparta ap arta a la niña de la vinculación vin culación a la madre y la hace entrar en la situación del complejo de Edipo
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como en un puerto de salvación. Con la desaparición del miedo a la castración se desvanece el motivo principal que había impulsado al niño a superar el complejo de Edipo. La niña permanece en él indefinidamente, y sólo más tarde e incompletamente in completamente lo supera. En estas circunstancias, la formación del superyó tiene forzosamente que padecer; no puede alcanzar la robustez y la independencia que le confieren su valor cultural. Los feministas nos oyen con disgusto cuando les señalamos los resultados de este factor para el carácter femenino medio.” (4) Lacan prefiere nombrar Ideal del Yo a esta instancia a la que hace referencia Freud como resultado del complejo de Edipo, ya que se trata de una instancia más bien reguladora del goce y de la posición sexuada. Vemos Vemos que Freud deja planteado entonces el problema de la fragilidad del Ideal del Yo Yo en la sexualidad femenina. Si retomamos el estadio del espejo a la luz de estos planteos, concluiremos que necesariamente la imagen especular especular,, en la medida en que se constituye a partir del Ideal del yo, va a ser más precaria en las mujeres. Podemos entender entonces ese apego femenino al espejo como una inquietud respecto de la imagen especular: ¿está todo en su lugar?, ¿no hay algo que falta?, ¿no hay algo que sobra? Es esta problemática generalizada de la imagen femenina la que habitualmente hace crisis en los llamados “trastornos alimentarios”, que en buena medida podrían diagnosticarse desde la perspectiva psicoanalítica como “trastornos de la imagen especular”. En efecto, escuchamos que habitualmente el sujeto anoréxico, bulímico u obeso se encuentra frente a un espejo deformante. En esos casos tanto la posición del sujeto como el lugar del Otro se encuentran en cuestión, y es fundamentalmente cierto efecto de presencia de la mirada del Otro desregulada respecto de la referencia al anudamiento entre ley y deseo la que se hace presente. A Ana su padre la trataba de “cerda “cerda”, ”, de “vaca “vaca”, ”, cuando de pequeña ella mostraba su angustia ante el desamor parental “atacando” la heladera por la noche. En su pubertad desarrolla una anorexia que a sus
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quince años la trae al análisis. Si bien es extremadamente delgada, se ve gorda en el espejo. En un momento de inflexión en este e ste análisis relata el siguiente episodio: Ella va caminando por la calle, se para frente a una vidriera de artículos electrónicos entre los cuales se encuentra un televisor en el que aparece la figura de una mujer cuya delgadez le provoca espanto: “¡qué horror!, esa chica está en las últimas, con un pie en la tumba, parece un cadáver”. De pronto, su ropa le resulta familiar: es la que ella lleva puesta… ¡es ella! Cuando Cuando se da cuenta de que la imagen en el televisor era era su propro pia imagen filmada desde la vidriera, vuelve a verse gorda. Pero ahora ya está advertida de que se trata de su propio p ropio espejo deformante, defor mante, en el que se hace presente la mirada injuriante, ultrajante del padre. 3. ¿Lobo está? El atajo del estrago. estrago.
En español existe una canción que acompaña a un juego infantil, mientras el lobo no está. ¿Lobo está? y dice así: Juguemos en el bosque mientras Mientras el lobo no está es posible jugar, disfrutar, pero si el lobo está… El lobo hace presente esa figura del padre castrador tan cara a la fobia. Se trata de una versión oral del padre castrador, que no por casualidad suele encontrarse en la clínica de los niños varones, como Juanito Jua nito o el Hombre Hombre de los los Lobos. Lobos. Del lado de las mujeres, en cambio, encontramos más bien el retorno de esa figura en los llamados “trastornos de la alimentación”. Al respecto, respecto, existe un mito ancestral, ancestral, plasmado plasmado en el cuento cuento de “Caperucita Roja y el lobo”. Ustedes recordarán de qué se trata: una niña pequeña es enviada por su madre a llevarle unos dulces a su abuela, no sin antes ser advertida acerca de la importancia de tomar el camino largo, ya que por el camino corto puede encontrarse con el lobo feroz. La pequeña elige el camino corto, es devorada por el lobo que toma el lugar de su abuela, pero finalmente ambas son rescatadas de la panza del lobo por un leñador.
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Este mito es una metáfora de la sexualidad femenina, ya que una mujer tiene, a diferencia del varón, la opción de prescindir de la castración, de no pasar por el rodeo edípico. En efecto, eso que queda abierto en el campo de la imagen es algo que queda abierto también en el campo del goce. Freud se refería a ello cuando señalaba en su conferencia sobre “La feminidad”: “La identificación-madre de la mujer permite discernir dos estratos: el preedípico, que consiste en la ligazón tierna con la madre y la toma por arquetipo, y el posterior, derivado del complejo de Edipo, que quiere eliminar a la madre y sustituirla junto al padre. De ambos estratos es mucho lo que queda pendiente para el futuro, y hasta hay derecho a decir que ninguno se supera en medida suficiente en el curso del desarrollo”. (5) La postura de Lacan será más radical en “El Atolondradicho” no vacilará en tomar distancia de Freud al plantear que él no va a obligar a las mujeres a pasar por la horma fálica, si bien esto le parece lo aconsejable para ellas, subrayando que una mujer puede prescindir de la función falo-castración, y que la prueba de ello es el estrago que para la mayoría de las mujeres es la relación con su madre (6). Ese estrago es entonces el resultado de un atajo, de un camino corto, que evita el pasaje por el rodeo de la lógica fálica. Allí la mujer es presa del superyó materno, feroz: éste es el punto en el que el lobo se transforma en la abuelita, quedando la niña devorada por su linaje matrilineal, desconociendo o rechazando la función del padre. En el cuento esta función es restituida por la figura del leñador salvador. ¿Cómo llega una mujer a tomar este atajo? Podemos encontrar un primer planteo de Lacan al respecto “Ideas directivas para un congreso sobre sexualidad femenina”, donde señala que una mujer, que debe fetichizarse, hacer de su cuerpo falo para entrar en la lógica falo-castración, puede quedar identificada con el falo imaginario. Lacan indica que en ese caso la mujer no atraviesa el velo del semejante materno, lo que le impide desear el falo en el cuerpo del hombre, ya que esa identificación imaginaria con el falo
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es un rechazo de la función de la castración que la deja en espejo con la madre en una apertura a un sin límite. A este tipo de narcisismo femenino Lacan lo llama “narcisismo del ego”, y lo distingue del “narcisismo del deseo”, que implica el pasaje de una mujer por la lógica de la castración, dejándose tomar por la dialéctica entre ser y tener que le posibilita encontrarse con un hombre, despegándose del espejo con la madre (7). Cuando Lacan construye sus fórmulas de la sexuación formaliza una lógica con la cual es posible dar cuenta de los atajos del estrago femenino, que, como señala Lacan en “El Atolondradicho”, si bien se juega en el plano de de la relació relaciónn de la hija con su madre, no deja de ser también un estrago paterno. En ese texto Lacan indica que “el padre no es segundo en ese estrago”. (8) Es lo que encontramos en muchos casos de anorexia o bulimia. Como el de Antonella, quien desarrolla rápidamente una anorexia a sus diecinueve años a partir de la muerte de su padre. Cuando consulta conmigo está al borde de la internación, en un estado de franca desnutrición. Sin embargo, se ve gorda, con panza, cada vez que come, así sea una manzana. Rápidamente me relata su enfrentamiento mortal con su madre: un juego de miradas, miradas, un espejo sin fin. Ella no le quita el ojo de encima, y viceversa, lo que lleva a constantes enfrentamientos en los que ambas se cantan sus verdades. A estos enfrentamientos le sigue una lucha silenciosa en la que la mirada no descansa un instante. La madre le controla lo que come, ella entonces… come nada. Algo comienza a moverse a partir de una sesión sesión en la que Antonella Antonella me habla de su padre muerto, a quien la unía un gran amor, siendo ella su preferida: “mi padre moría por mí”. Entonces me cuenta que a su padre le gustaba mucho comer, que la cocina y la heladera de su casa estaban llenas de manjares riquísimos comprados por él. Por otra parte, refiere que la muerte prematura de su padre se debió a su falta de cuidado con la comida. Me cuenta que desde que su padre murió nadie volvió a comprar cosas ricas, ni a sentarse a la mesa familiar para
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comer: la comida se transformó en un trámite. Su padre, en cambio, vivía pensando en la comida. Tenía Tenía una panza tal monumental que sus amigos le hacían la broma de que estaba embarazado, que esa panza era su hijo. En ese punto de su relato intervengo diciéndole: “La panza es de tu padre… de esa forma no lo dejás ir”. Esta intervención es decisiva en la salida de su anorexia. A partir de ese momento comienza de a poco a comer y deja de culparse o culpar a su madre por la muerte de su padre. 4. Lógicas de la sexuación.
En su seminario sobre “Los cuatro conceptos fundamentales…” Lacan deja entrever alguna comunidad entre la fobia y la anorexia, refiriéndose a cierto estatuto que podríamos denominar universal, o pre-subjetivo del fantasma. (9) En efecto, de ambos cuadros clínicos podría decirse que son infantiles, más allá de la edad cronológica del sujeto que los padece, ya que indican un detenimiento en cierto momento lógico de la constitución del sujeto, de allí la pertinencia a la referencia a los cuentos o juegos infantiles para dar cuenta de ellos. En el caso de la anorexia, Lacan hace referencia al “fantasma de la propia desaparición”. Con este nombre pone de relieve el valor constitutivo de ese fantasma, universal en los niños, que consiste en imaginarse desaparecido o muerto. En ese fantasma el acento está puesto en el efecto que la propia desaparición provocaría en el Otro, particularmente los padres. Hay niños que fantasean con esa escena, otros la actúan en el famoso juego del escondite: el niño se esconde en algún lugar de la casa hasta que (en los casos felices) los padres notan su ausencia y comienzan a buscarlo. Esa búsqueda angustiosa le provee al niño de una satisfacción fundamental: la de saber que le hace falta al Otro: un momento lógico fundamental se realiza allí. Lacan señala a la anorexia como una fijación, una detención en ese momento de pregunta del sujeto acerca de si le hace