Espacio de acompañamiento de equipos de conducción de escuelas secundarias
¿Cómo usan los jóvenes los servicios de redes sociales?(1) Estamos un poco vacilantes. Pensamos que tal vez sea mejor titular este artículo “Tratando de entender cómo usan los jóvenes los servicios de redes sociales”. No es una diferencia radical, está claro, pero en algún punto evidencia nuestra postura. Cuando tratamos de entender observamos, dialogamos, hacemos un esfuerzo por situarnos por un instante, en el lugar del otro. Luego volvemos a ser nosotros aunque diferentes, porque como sucede con el conocimiento, una vez adquirido algo cambia. De eso se trata en parte este artículo, de ubicarnos en el rol de adultos que intentan comprender algunas prácticas de los adolescentes asumiendo además, que los esfuerzos por saber de qué se trata tienen sus efectos colaterales, entre otros: que el análisis en torno de los jóvenes nos conduce a la reflexión de nuestros propios modos de entenderlos, que conlleva supuestos a partir de nuestros propios usos de las redes sociales y nos indica que no hay decálogo a seguir y que, no obstante, es posible ofrecer a los jóvenes algunas estrategias que los habiliten a tomar decisiones con anticipación, a fin de no quedar cautivos de las propias acciones llevadas a cabo irreflexiva e ingenuamente. Entonces, a partir del texto de Danah Boyd (2007), una especialista que estudió la participación de los adolescentes en estos espacios (2), empezaremos, por caracterizar los servicios de redes sociales y las prácticas de los jóvenes en ellas. Intentaremos comprender qué implica construirse un perfil personal (3) vinculado con los modos de presentarse en la red para, finalmente, desarrollar el concepto de “gestión de las impresiones” del sociólogo canadiense Erving Goffman en función de las prácticas de socialización de los adolescentes, de ser aceptados por sus pares.
Algunos aspectos de los servicios de redes sociales Si bien cada servicio de red social tiene sus propias particularidades y usos específicos, como espacios de comunicación y publicación, comparten algunos aspectos afines que aquí nos interesa destacar: la posibilidad de crear un perfil propio, establecer contactos, realizar comentarios, etc. Pero, ¿en qué consiste crear (se) un perfil personal? En principio, supone realizar una descripción de sí mismo a través de distintos recursos (textos, fotografías, videos, sitios web favoritos, etc.). En general, el perfil se construye al completar formularios predeterminados que solicitan datos demográficos (edad, sexo, ubicación, etc.), gustos (intereses, libros o discos favoritos, etc.), y una imagen. Luego de reunir los primeros elementos del perfil (que siempre estará sujeto a una constante actualización), el siguiente paso será establecer vínculos con otros usuarios que podrían o no pertenecer a la misma red. Una vez que las dos partes acepten crear el vínculo, pasan a integrar la lista de amigos, seguidores o contactos que también podrán ser leídos como parte de nuestro perfil.
1) Este artículo integra, junto a otros, una serie que se basa en el documento de Boyd, D. (2007): “Why Youth (Heart) Social Network Sites: The Role of Networked Publics in Teenage Social Life” (Traducción de de la Unidad TIC del Ministerio de Educación de la Nación: Por qué los jóvenes aman los sitios de redes sociales. El rol de los públicos en red en la vida social de los adolescentes). MacArthur Foundation Series on Digital Learning – Youth, Identity, and Digital Media Volume (Ed. David Buckingham). Cambridge, MA: MIT Press. Cabe destacar además, que el texto que aquí desarrollamos toma algunos conceptos de la autora que han sido traducidos del original en inglés, pero cuya intención no ha sido elaborar una copia fiel del mismo sino una interpretación en el más amplio sentido del término. 2) Ella estudió el servicio de redes sociales Myspace, pero sus argumentos pueden ser utilizados para pensar en torno a otros servicios de redes sociales. En este texto abordaremos, fundamentalmente, las prácticas que se desarrollan en torno de Facebook. 3) Hablamos de perfil personal, ya que algunas redes sociales como Facebook permiten crear perfiles de grupos, instituciones, etc.
Además, estos espacios disponen de un lugar –en el caso de Facebook, el muro– donde a través de comentarios, se interactúa socialmente entre amigos de manera pública, dejando a la vista de otros lo que allí se escribe. En Facebook, la información del perfil es -por defecto y hasta el momento- pública y accesible para cualquiera a menos que, deliberadamente, se utilice la herramienta de configuración de privacidad (4) para determinar quién puede ver qué. Es importante destacar que, según los hallazgos de Boyd, lo que hace que estas prácticas sean significativas y considerables para los jóvenes es que se realizan en público: los amigos se relacionan públicamente, los perfiles son vistos públicamente y los comentarios también.
La gestión de las impresiones y la construcción de la identidad Cuando Boyd les preguntó a los jóvenes por qué se unieron al sitio de la red social, la respuesta más común fue “porque es donde están mis amigos”. Al indagar sobre lo que hacían allí, la explicación fue más imprecisa: “… no sé, simplemente paso el rato”. A pesar de la vaguedad de estas explicaciones, para la autora hay un mensaje claro: los servicios o sitios de redes sociales dan soporte a la sociabilidad entre grupos preexistentes de amigos. Los adolescentes usan estas redes para conectarse con los amigos de manera complementaria a sus encuentros en los espacios tradicionales. Ellos dicen que “pasan el rato” (5) es decir, están conectados, escriben, miran otros perfiles y sitios, suben fotos, escuchan música, bajan archivos y mientras, también, hacen otras cosas “no tecnológicas”. Pareciera ser que pasar el rato implica para ellos una manera de estar en el mundo habitándolo como un todo, como una continuidad integrada, lejos de la tradicional oposición on-line/off-line (en línea/fuera de línea). Ahora bien, estar y mostrarse en la red implica un aprendizaje y este aprendizaje se hace a través de los amigos o pares. ¿Cómo? Mirando los perfiles que estos (o los amigos de los amigos) han construido. De esta manera, adquieren un sentido acerca de qué presentaciones son socialmente aceptables. La forma en que los otros se muestran (la selección de fotos, los comentarios, etc.) constituyen claves fundamentales sobre qué expresar en el propio perfil. Así, el quién soy (o el quién quiero que los demás crean que soy) se va modelando conforme las interpretaciones y evaluaciones personales de las diversas puestas en escena, del mismo modo (aunque no con los mismos recursos) que lo hacemos en las interacciones cotidianas fuera de la red: usamos nuestros cuerpos para proyectar información sobre nosotros mismos a través del movimiento, la ropa, el habla y las expresiones faciales. Lo que presentamos es el resultado del esfuerzo por transmitir quiénes somos. Por supuesto, nuestra representación no siempre es interpretada como esperamos. Por eso, desarrollamos una habilidad que Goffman (1956) denomina –y nosotros traducimos como– “gestión de las impresiones” que es, ni más ni menos que el manejo de la imagen –en su más amplio sentido– que causamos en los demás. Este es un proceso largo que se va perfeccionando con la experiencia, en el cual las personas buscan definir una situación a través de su comportamiento. Con el tiempo, aprendemos a interpretar las reacciones de los otros y ajustamos nuestros modos de actuar en función de aquellas. En las redes o entornos mediatizados esto cambia. El cuerpo no es visible y las habilidades necesarias para entender las situaciones y controlar las impresiones que producimos en los demás, son diferentes. El acto de articular el texto, las imágenes, el audio y el video nos proporcionan sentidos para desarrollar nuestra formas de presentarnos virtualmente. Vale la pena aquí hacer un paréntesis en tanto creemos que se abre un espacio para promover la reflexión entre los jóvenes dado que, el mismo proceso de construcción del perfil impone un momento para pensar y elegir qué información subir y cuál no. Claro que la decisión de ellos está atravesada por intereses vinculados a la gestión de su imagen, pero nosotros podemos introducir el aspecto de la privacidad y el uso ético y responsable de lo que se publica.
4) La aplicación que permite configurar la privacidad en el caso de Facebook brinda diversas opciones que permiten que el usuario establezca qué información de la que está subida a su espacio desea compartir y con quién. Al respecto, existen muchos tutoriales que enseñan a usar esta aplicación. Aquí proporcionamos el link para acceder a uno de ellos producido por: INTECO y Universidad Politécnica de Madrid. “Red social: FACEBOOK. Guías de ayuda para la configuración de la privacidad y seguridad de las redes sociales” en: http://www.inteco.es/file/ nVpd_oWQO0blBIiD4wnTxQ, [Última consulta: 18 de agosto de 2011.]
5) Esta frase (en inglés, “Hanging out”), en realidad, es una de tres categorías que algunos autores han formulado para describir los modos de participación que tienen los jóvenes en los medios digitales. Las otras categorías son: “messing around”, que no tiene una traducción literal pero puede entenderse como andar por ahí probando, mezclando, equivocándose, haciendo lío, y “geeking out”, para la cual tampoco existe su equivalente en español, pero tiene que ver con las acciones que realizan los amantes/ adictos a la tecnología que se dedican a experimentar intensivamente con ella, probando aplicaciones específicas y dispositivos disponibles. En general son reconocidos en su comunidad y poseen cierta credibilidad que tratan de alimentar. Es importante subrayar que estas tres categorías conciben a los jóvenes como creadores, conectores, comunicadores y colaboradores y no como simples consumidores o usuarios pasivos de estos medios. Hacemos esta aclaración dado que “pasar el rato” puede interpretarse en nuestro idioma como estar sin hacer nada, como una especie de deriva indiferente y superflua. Para profundizar, ver: Horst, Heather; Herr-Stephenson, Becky y Robinson, Laura (2010): “Media ecologies” en: Ito, Mizuko: Hanging out, messing around, and geeking out : kids living and learning with new media, The John D. and Catherine T. MacArthur Foundation Series in Digital Media and Learning, Massachusetts Institute of Technology.
De todos modos, hay que considerar que aun habiendo reflexionado sobre lo publicado, nadie puede controlar las interpretaciones que hacen los demás sobre lo que subimos a la red (6).
6) Este punto será desarrollado en otro artículo de la serie que ya hemos referido.
En definitiva, a través de sus perfiles virtuales, los adolescentes expresan aspectos salientes de sí mismos (que pueden o no asemejarse a las formas de mostrarse fuera de la red) para que sean vistos e interpretados por sus amigos y pares (compañeros de escuela, del club, del trabajo, del barrio). Esta conexión entre su identidad dentro y fuera de la red es la que los adolescentes gestionan para presentar el lado que ellos mismos creen será bien recibido por sus pares. Y este deseo se relaciona con la demanda más general de ser aceptado por el entorno y la exigencia de responder a la presión y a la necesidad de “tener onda” para lo cual, realizan muchas acciones. Entre ellas, está la de agregar amigos a su red de contactos, aunque estos no lo sean en el sentido estricto del término, es decir, incluyen a gente dentro del propio perfil que le puede sumar valor (onda) independientemente de que se tenga una relación de amistad porque, en la red, las personas forman opiniones sobre otras basándose en la lista de contactos, los grupos a los que adhieren. Algo así como dime a quién conoces y te diré quién eres. Este proceso de aprender a leer las pistas sociales es central en la socialización de los adolescentes. Por supuesto, que la manera en que los jóvenes aprenden a manejar las impresiones varía según las culturas, pero para todos esto forma parte de su crecimiento(7). Los años de la adolescencia son fundamentales para desarrollar estas habilidades, para construir narraciones que den cuenta de sus subjetividades dentro de la sociedad. Para ello, disponen de material proveniente de la cultura de masas que los constituyen y los interpela en diversos ámbitos, estén o no frente a la pantalla: Cuando los jóvenes tararean las canciones de moda, cuando llevan puesta una remera con inscripciones, cuando compran la ropa de marca, ya no están frente al aparato de radio o televisión [o la computadora agregaríamos nosotros]. Están mirándose a la cara los unos a los otros, se están comunicando más allá de la presencia del medio. Como dice la antropóloga María Teresa Quiroz (2003: 64) es en el cuerpo, en el rostro, en la manera de hablar, en lo que se come, en lo que se canta, donde la cultura de masas se muestra a cada instante.(8)
En esa misma línea, la antropóloga Rossana Reguillo Cruz (2000) sostiene que el acceso a determinados objetos emblemáticos y –podríamos sumar, a ciertos espacios como los servicios de redes sociales–, conforman “una de las más importantes mediaciones para la construcción identitaria de los jóvenes, que se pone de manifiesto no solo como marcas visibles de ciertas adscripciones sino, fundamentalmente, como un modo –entre otros– de entender el mundo”. A través de estas formas simbólicas, los jóvenes se identifican con unos (pares) y se diferencian de otros (adultos) y es en este terreno, el de la expresión, donde ellos se visibilizan. Como plantea Sundén (2003), los jóvenes aprenden a “escribir su propio ser” (“write themselves into being”), a construir-se una identidad. En esa misma línea, el filósofo especialista en estudios culturales, Jesús Martín Barbero (2009) en el concepto de identidad narrativa indaga en los sentidos de la palabra “contar” para transmitir esta necesidad que tenemos los seres humanos de decirnos frente a un prójimo que a su vez deseamos que nos tenga en cuenta: Toda identidad se genera y constituye en al acto de narrarse como historia, en el proceso y la práctica de contarse a los otros. Que es de lo que nos habla la preciosa polisemia en castellano del verbo contar. Pues contar significa narrar historias pero también ser tenidos en cuenta por los otros, y significa además hacer cuentas. En ese solo verbo tenemos la presencia de las dos relaciones constitutivas. En primer lugar la relación del contar historias con el contar para los otros, con el ser tenidos en cuenta. Ello significa que para ser reconocidos por los otros es indispensable contar nuestro relato, ya que la narración no es solo expresiva sino constitutiva de lo que somos tanto individual como colectivamente. Y especialmente en lo colectivo, las posibilidades de ser re-conocidos, tenidos en cuenta y de contar en las decisiones que nos afectan, dependen de la capacidad que tengan nuestros relatos para dar cuenta de la tensión entre lo que somos y lo que
7) El sociólogo Tenti Fanfani (2000) sostiene que los jóvenes no constituyen un grupo homogéneo. No todos los que tienen la misma edad participan de la misma “clase de edad”, ya que poseen diferentes características y experiencias vitales (formar pareja, trabajar, alcanzar la autonomía económica, estudiar, etc.). Las identidades sociales no tienen una única causa, por el contrario, están compleja y multidimensionalmente articuladas con un conjunto de elementos sociales, económicos y políticos. Para ampliar este tema, ver entre otros: Reguillo Cruz, Rossana (2000). 8) Batista, M. Alejandra y otros (2007), Tecnologías de la información y la comunicación en la escuela: trazos, claves y oportunidades para su integración pedagógica, Ministerio de Educación, República Argentina, págs. 29-30. La cita realizada corresponde a Quiroz, María Teresa (2003), Aprendizaje y comunicación en el siglo XXI, Buenos Aires, Norma.
queremos ser. Y en segundo lugar se halla la relación también constitutiva del contar (narrar y ser tenido en cuenta) con el hacer cuentas, cuyo significado es doble. Pues si, de un lado ello, instaura la relación entre el reconocimiento y la participación ciudadana, la capacidad de participación e intervención de los individuos y las colectividades en todo aquello que les concierne; por otro, ello instaura también la relación perversa del narrar con el mercado al cooptar desde el valor (comercial) el sentido de las traducciones culturales y de la circulación de las narraciones.
A nuestro modo de entender, este magnífico párrafo condensa entre otras cosas, esta necesidad humana de ser para uno mismo pero también para los demás. En este sentido, la red les posibilita a los adolescentes ir explorando diferentes facetas de su ser, a través de las fotos, los videos y la escritura (adoptando diversos estilos, temas) y recibir respuestas que les permitan cotejar el grado de aceptación o rechazo que tienen sus producciones, sin las constricciones que impone lo físico, lo social y lo económico cuando se encuentran fueran de la red. Los jóvenes participan de las redes sociales entre otras cosas, para expresar sus gustos culturales, sus identidades sexuales, sus personalidades y sentimientos sobre sus relaciones, con la ventaja de poner en juego conflictos que en el offline sería difícil hacer o a un alto costo (Turkle, 1995). De todos modos, el uso de la red por parte de los adolescentes como un espacio donde es posible contar algo de sí mismos, no conlleva per se un uso reflexivo. Para ello, es necesario que los adultos y fundamentalmente los docentes conozcan las prácticas de sus alumnos y traten de comprender sus narraciones en tanto saberes que los jóvenes traen y que es preciso incluir en el ejercicio pedagógico diario. Definitivamente, solo si hacemos el esfuerzo de entenderlos podremos pensar en estrategias que se adecuen a sus necesidades y que les permitan hacer elecciones deliberadas, en esta larga y difícil tarea que tienen de construirse una identidad.
Referencias bibliográficas - Batista, M. Alejandra y otros (2007), Tecnologías de la información y la comunicación en la escuela: trazos, claves y oportunidades para su integración pedagógica, Ministerio de Educación, República Argentina. - Boyd, Danah (2008), “Why Youth (Heart) Social Network Sites: The Role of Networked Publics in Teenage Social Life”, en Buckingham David, Youth, Identity, and Digital Media, MacArthur Foundation Series on Digital Learning, Cambridge, MA: MIT Press. - Goffman, Erving (1956), The Presentation of Self in Everyday Life. Edinburgh: University of Edinburgh. -Horst, Heather, Herr-Stephenson, Becky y Robinson, Laura (2010), “Media ecologies”, en: Ito, Mizuko, Hanging out, messing around, and geeking out: kids living and learning with new media, MacArthur Foundation Series on Digital Media and Learning, Cambridge, MA: MIT Press. - Martín Barbero, Jesús (2009), “Diversidad cultural y convergencia digital”. En revista Alambre. Comunicación, información, cultura. Nº 2, marzo de 2009. , [última consulta: 15 de agosto de 2011]. - Quiroz, María Teresa (2003), Aprendizaje y comunicación en el siglo XXI, Buenos Aires, Norma - Reguillo Cruz, Rossana (2000), Emergencia de culturas juveniles. Estrategias del desencanto, Buenos Aires, Norma. - Sundén, Jenny (2003): Material Virtualities, New York: Peter Lang Publishing. -Tenti Fanfani, Emilio (2000): “Culturas juveniles y cultura escolar”, Buenos Aires, IIPE, Sede regional del Instituto internacional de Planeamiento de la educación. [última consulta: 15 de agosto de 2011]. -Turkle, S. (1995): Life on the screen: Identity in the age of the internet, New York, Simon And Schuster. Autoras: Alejandra Batista, Clarisa Martinez Prediger y Natalia Sternschein. Texto introductorio para el Espacio de Acompañamiento de Equipos de Conducción de Escuelas Secundarias. Ministerio de Educación de la Nación - Dirección Nacional de Gestión Educativa - Equipo de Desarrollo Profesional Docente, Programa Conectar Igualdad Coordinación de contenidos: Alejandra Batista y Carlos Ruiz. Gestión y desarrollo del campus virtual: Guillermo Antolini, Javier Areco , Grisel El Jaber, Silvia Grandal, Andrea Mandelbaum, Gimena Nieto, Juliana Topolevsky, Verónica Travi. Diseño gráfico: Mariano García. República Argentina. Agosto 2011.