librar el concepto de enemigo de todo odio privado, o de toda psi cología de las pasiones, como querría Schmitt, para excluir la exclu sión xenóf xen ófob obaa de esta «lógica». ¿Se está seguro de que a través de todas las mutaciones de la historia europea (mutaciones que hay que que tener en cuenta con el mayor rigor, desde luego) alguna vez algún concepto de lo político y de la democracia haya roto con la herencia de esta turbadora necesidad? Es ésa la cuestión que nos ocupa aquí. La fraternidad. Puesto que la distinción entre pol p olém ém ios io s y 2. ekbthrós (enemigo de guerra, enemigo político y enemigo odiado, pó lemos os y stásis (gue objeto de odio en general, etc.), después entre pólem rra/disensión interna, guerra interétnica, interestatal o internacional/ guerra interna o guerra civil, etc.) nos importa tanto en la problematización desconstructiva que intentamos aquí de un cierto discurso schmittiano, subrayemos también que esa misma «necesidad obliga toria» liga a los griegos entre el losa los a la vez en la guerra que hacen a los griegos y en la guerra que hacen a los bárbaros. En la medida en que se mantengan fieles a la memoria de sus muertos, a los padres de sus muertos, es decir, a los espectros de sus padres bien nacidos, se atie nen a ese lazo testamentario que no es, en verdad, otra cosa que su patrimonio originario. Una memoria monumental comienza institu yéndoles para decirles quiénes son ellos en verdad. La memoria de sus sus muertos, a saber, de sus padres bien nacidos, recuerda nada menos que su su verdad, verdad, su verdad verdad como verdad política. polí tica. Esta memoria inaugu inaugu ra la verdad, al igual que la recuerda o la reproduce. La necesidad obligatoria de este lazo de memoria constituye la condición de su li bertad política. Es el elemento de su libertad, el sentido de su mundo como verdad verdad de su su libertad. Es su libertad, en verdad la única pensable pensable para ellos. Verdad, libertad, necesidad, igualdad se juntan en esta política de la fraternidad. Se ve mal cómo podría encontrar ahí alguna vez un quizá su ocasión, la ocasión de una ruptura o de una hospita lidad absolutas, de una decisión o de un sobrevenir impredecibles. Salvo por accidente o fortuitamente, y por eso hablamos de ocasión {chance), un quizá se entrega siempre a la ocasión; así pues, no se puede, no se debe esperar para el quizá una posibilidad esencial o necesaria, necesaria, una condición no accidental. Quizá Quizá el quizá, por el contra rio, habrá abierto la posibilidad para esta configuración (el lazo entre las dos necesidades, necesidades, las dos igualdades, igualdades, la libertad, liber tad, la verdad, verdad, la frater frate r nidad: en una palabra «la» política griega) de configurarse olvidando el quizá. Este olvido del quizá, esta amnesia de la decisión sin deci sión, del arribante absoluto, es esto lo que se oculta quizá en el acto de memoria griega. Olvido o memoria, el hijo o el hermano griego se recuerda a sí mismo cuando combate por la libertad fuera y dentro. Así podría leerse la continuación del discurso de Aspasia: