Treinta inmensas in mensas fortunas y cómo se hicieron Sergio A. Berumen Karen Arriaza Ibarra
© Sergio A. Berumen Berumen y Karen Karen Arriaza Ibarra, 2008 © Ecobook - Editorial del Economista. 2008 Cristo, 3. 28015 Madrid (España) Tel.: 915 595 130 - Fax: 915 595 072 www.ecobook.com ISBN formato papel: 978-84-96877-04-7 ISBN formato PDF: 978-84-96877-08-5 Diseño y maquetación: Cristihan González Imprime: Infoprint, S.L. c/ Dos de Mayo, 5. 28004 Madrid Queda rigurosamente prohibida sin la autorización escrita de los titulares del Copyright bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público.
INTRODUCCIÓN ......................................................... 4 A BRAMOVICH , ROMAN Millones y fútbol .................................................. 9 A DELSON, SHELDON Con la suerte a su favor...................................... 11 A LBRECHT , K ARL El mundo es un supermercado... de precios bajos ..... 14 A L-W ALEED Príncipe de Arabia Saudí ................................... 17 A RNAULT, BERNARD El negocio de la clase y el lujo ............................ 20 BENETTON, LUCIANO La moda es un circo ........................................... 23 BETTENCOURT, LILIANE ¡Porque yo lo valgo! ............................................ 27 BRANSON, RICHARD Malabarismo financiero para alcanzar el éxito ...... 30
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BUFFETT, W ARREN El oráculo de Omaha ......................................... 33 DEL V ECCHIO, LEONARDO Todo depende del cristal con que se mire ........... 36 DELL , MICHAEL A cada cliente una solución ................................ 39 FRIDMAN, MIKHAÏL Comprar barato y vender caro... al Gobierno ....... 41 G ATES, W ILLIAM El número uno ................................................... 44 H ASSANAL BOLKIAH Sultán de Brunei ................................................ 49 K AMPRAD, INGVAR Diseño sueco para la aldea global ...................... 52 K OCH , CHARLES Y D AVID La fórmula schumpeteriana ............................... 56 LI, K A SHING A por la conquista de Asia... y del mundo .......... 58 MITTAL, L AKSHMI Con el corazón de acero .................................... 61 MURDOCH, RUPERT El valor de la comunicación ............................... 65
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OMIDYAR , PIERRE El bazar más grande del mundo ......................... 68 ORTEGA , A MANCIO Un sastre para la aldea global ............................ 72 P AGE, L ARRY, Y BRIN , SERGEY Millonarios a golpe de ratón .............................. 75 PRADA , MIUCCIA Una empresa familiar de clase mundial.............. 78 SLIM HELÚ , C ARLOS Cada amigo es un valioso tesoro ........................ 81 SOROS, GEORGE El arte de especular ............................................ 84 THOMSON, D AVID Tras la estela de grandes empresarios................. 87 TRUMP, DONALD El ladrillo nunca se deprecia .............................. 90 V EKSELBERG, V IKTOR Hacerse rico a la sombra de Putin...................... 93 W ALTON, S AM Y FAMILIA Comprar barato y vender barato ....................... 96 W INFREY, OPRAH La vida es un talk show ...................................... 99
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Introducción
En sus años mozos Henry A. Kissinger, quien fuera emblemático secretario de Estado en los Gobiernos de Richard Nixon y Gerald Ford y, en general, una prominente figura del escenario internacional durante las décadas de los sesenta a los ochenta, se caracterizó por ser un donjuán. Él, que no se distinguía precisamente por su belleza, estuvo siempre rodeado de mujeres hermosas. En una ocasión un periodista le preguntó cuál era el secreto de su éxito con las mujeres, a lo que sin rodeos respondió: “El poder, el poder es el mejor afrodisíaco”. Probablemente tenía razón. En muchas ocasiones hemos podido constatar lo seductor que puede resultar un gallardo militar vestido con uniforme de gala, o un político (mejor si está enfundado en austeros pero impecables trajes grises), o un alto funcionario de algún organismo económico internacional (armado de su misterioso maletín, siempre de color negro, en el que celosamente guarda documentos que se convertirán en decisiones que afectarán a muchas personas), o un reconocido empresario, o un cantante al que le preceda una larga estela de fama mundial (tanto mejor si suele moverse por la ciudad en largas y fastuosas limusinas). El aspecto común a estos personajes es que detentan poder, y eso pone.
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El dinero, como el poder, es otro potente afrodisíaco. El poder de atracción que ejerce el dinero sobre las personas en algunos casos puede incluso incitar a rebasar la línea de los principios, de los escrúpulos o, incluso, del amor propio y la dignidad, todo, con tal de hacerse con él. No hace falta profundizar demasiado para argumentar que más de uno está dispuesto a lo que sea necesario con tal de hacerse con un fajo de billetes en su bolsillo, en su cuenta bancaria en un banco de las islas Caimán o cualquier otro paraíso fiscal, o guardado a buen recaudo debajo del colchón, como se hacía antiguamente. Esto nos recuerda lo que decía un viejo presidente de México de principios del siglo XX, Venustiano Carranza, en clara alusión a la connivencia entre los gobernantes y la ciudadanía: “No hay quien resista un cañonazo de 50.000 pesos”. Hoy en día podríamos decir lo mismo si hablamos de millones de euros o de dólares, porque mucha gente, incluso aquellos pertrechados en firmes convicciones de honradez y rectitud, en más de algún caso verían flaquear sus principios a medida que se incrementase la cantidad de dinero que se les ofrece, a tan sólo unos centímetros de su mano. Esto nos lleva a a firmar que el flagelo de la corrupción y el cohecho, tan comunes como nefastos, en realidad no son otra cosa que parte de la condición humana. Empero, ello no signi fica que todos estemos dispuestos a corrompernos por dinero. Hay otros caminos, con diferencia, más diáfanos y lícitos, como el trabajo. Pero, el hecho de comprar billetes de lotería, de apostar en la quiniela o de comprar el Euromillones es una forma de evidenciar lo interesados que estamos en hacernos con dinero, y mejor si es rápidamente. La cuestión radica en
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el hecho real de que casi todo el mundo desearía ser rico. Las explicaciones ante tales deseos se pueden encontrar en la suposición de que un magnate no tiene por qué levantarse temprano y salir a trabajar cada mañana, día tras día, mes tras mes, año tras año, o que nunca llamaría para pedir un préstamo a las empresas de estraperlo que se anuncian por televisión y cobran intereses draconianos, o que no tiene que esperar a las rebajas para renovar el armario, o jamás se encontraría ante la disyuntiva de tener que elegir entre pagar la hipoteca o irse de vacaciones, o que los ricos tienen un ejército de personas a su entera disposición, ya sea para hacerles la cama por las mañanas, la colada o la compra del supermercado. Curiosamente tendemos a darle excesivo valor al dinero, y queremos pensar que si tuviésemos grandes cuentas en el banco nuestros problemas, simplemente, desaparecerían. Por tanto, deliberadamente queremos creer que, si fuésemos ricos, seríamos muy felices. Las páginas que a continuación se presentan en realidad sólo tienen un fin estrictamente informativo y, si acaso, lúdico; por lo tanto, están al margen de las cuestiones ideológicas o concernientes a la formulación de juicios morales sobre la manera en que estas fortunas llegaron a amasarse. El sucinto recorrido que aquí exponemos a través de las vidas de treinta millonarios y de la forma en que hicieron su dinero únicamente pretende que el lector se entere cómo, personas que en principio eran comunes y corrientes (si bien dotadas de fuertes dosis de astucia, osadía y quizás también de temeridad), alcanzaron sus ambiciosos objetivos económicos, algunos de ellos, en apenas unos años. No obstante, la motivación que nos impulsó a escribir este trabajo está lejos de
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mostrar a estos millonarios como ejemplos de providencia (porque, todo hay que decirlo, en muchos casos se trata de personas que rayan en lo siniestro), sino que nos hemos concretado en sacar a relucir una selección de los hechos más relevantes de sus historias. Salvo una minoría de las personas que se muestran en estas páginas, que son ricos simple y llanamente porque heredaron su dinero (como Liliane Bettencourt o Bolkiah Hassanal), el resto amasó su fortuna a través de su trabajo, de sus habilidades para hacer amigos y aprovechar sus relaciones con la elite del poder, por sus dotes para especular, o por ver aquello que el resto de la gente no fue capaz de ver, pero en todos estos casos el dinero lo hicieron a través de sus empresas. A diferencia de los millonarios que en sus venas no corre el espíritu aventurero que subyace en todo empresario, los millonarios que son empresarios, amén de dirigir sus esfuerzos en el sentido de ganar cantidades ingentes de dinero, también han luchado por forjar un vasto imperio de empresas. Lo interesante del caso es que éstas generan puestos de trabajo que demandan empleados altamente cuali ficados (y bien remunerados), incentivan el desarrollo de inno vaciones tecnológicas, favorecen la competitividad en los sectores industriales en los que se desempeñan, dinamizan las relaciones y la convivencia entre agentes que actúan en el actual escenario de globalización internacional, y contribuyen, entre otros muchos aspectos, a crear mercados cada vez más amplios y complejos entre oferentes y demandantes. Pero por encima de todo lo anterior, las grandes empresas de estos millonarios contribuyen a for jar un sentimiento de progreso en las sociedades en las
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que están insertas. De este modo, los ricos empresarios y sus poderosas organizaciones son generadores de riqueza y valor para la sociedad en su conjunto. Por consiguiente, estos elementos nos llevan a argumentar que, después de todo, es bastante positivo que haya ricos empresarios que estén interesados (en función de su afán de lucro) en que a través de sus empresas se gestionen proyectos orientados a crear nuevos y mejores productos y servicios, a cambio, claro está, de que una parte de nuestro dinero vaya a parar a sus dilatadas cuentas bancarias. Si bien puede que en su camino a la cumbre estos treinta millonarios hayan arrollado a mucha gente y per judicado muchos intereses, cosa que no se debe soslayar, pero lo cierto es que ha habido casos peores. Nos referimos a aquellos que han amasado grandes fortunas a partir del ejercicio de la fuerza, ya mediante golpes de Estado o mediante la imposición de revoluciones ideológicas y económicas. Personajes de la talla de Fidel Castro, Augusto Pinochet o el matrimonio Aquino, sólo por mencionar a unos cuantos, se han valido del poder (detentado desde los más altos cargos públicos) para enriquecerse, con tan malas artes que no les ha importado cegar las vidas de cientos, o tal vez de miles, de disidentes que levantaron la voz y denunciaban las atrocidades cometidas. Estos pintorescos personajes han creído que en el contrato de mandato, sostenido entre los que detentan el poder y la ciudadanía, los que mandan son ellos, siendo justo lo contrario, que los que mandan son los ciudadanos, y los políticos, los que obedecen. A diferencia de esta clase de millonarios taimados, torticeros, sátrapas, oscuros, lúgubres y, sobre todo, asesinos, que se ocultan detrás de los cargos públicos, del fuero que gozan, de la nocturnidad y
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de la impunidad, los treinta millonarios que aquí mostramos no se avergüenzan de serlo, de hecho, todo lo contrario. Cada año la revista Forbes publica el ranking de millonarios, denominado como “Las personas más ricas del mundo”. En cierto modo, este célebre instrumento mediático funge a modo de termómetro, y se interesa en reflejar los éxitos y los fracasos de las personas que ahí figuran. Por ende, la revista Forbes se ocupa de poner nombres y apellidos a las más grandes fortunas y de revelar a cuánto ascienden éstas. Desde 1917, año en que por primera vez B. C. Forbes publicó esta mítica revista, periódicamente ha revelado el listado de los hombres y mujeres más ricos del mundo. Desde entonces hasta el día de hoy es posible constatar el baile de nombres que han figurado en los puestos más altos. Pero lo que más poderosamente llama la atención es que prácticamente ningún apellido de los que lideraban la primera lista se ha mantenido hasta la actualidad. Esto significa que no siempre los herederos de las fortunas son capaces de mantenerse en lo más alto del pódium de millonarios. Pero por el contrario, es posible que gente normal y corriente pueda encumbrarse en lo más alto. Esta cuestión es una de las más claras expresiones del éxito de las sociedades libres, que han abanderado el sistema capitalista y su instauración en todo el planeta a través de la globalización. A contrario sensu, los millonarios que han surgido de sociedades cerradas y oligárquicas, peor aún si son el fruto de regímenes totalitaristas o demagogos, más preocupados en repartir la riqueza (por supuesto, de acuerdo a los cánones que decida el dicta-
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dor de turno o el aparato burocrático) que en generarla, por lo general sólo se han preocupado de sí mismos, sin importar el coste en vidas, en el deterioro de la calidad de vida de las personas o de destrucción del medio ambiente que impliquen. Las sociedades libres, democráticas y capitalistas, en las cuales los millonarios son una expresión de que en cierto modo las cosas marchan bien, logran evolucionar en la medida en que se sienten unas sólidas bases jurídicas, políticas y económicas, en función de las cuales a los empresarios les interese seguir invirtiendo su dinero, y no optar por guardarlo. En la medida en que los millonarios tengan incentivos para incrementar sus fortunas, crearán más empresas, que a su vez generarán más puestos de trabajo, y que en general tenderán a crear un entorno de prosperidad. Por consiguiente, la formación de grandes capitales, lejos de ser un problema social de nuestro tiempo, es un síntoma positivo, siempre, claro está, que no sean el resultado de acciones delictivas o monopolísticas. Todos los millonarios que aquí se estudian están vivos. Era de nuestro interés que todos ellos (sus vidas y sus acciones) puedan ser comprendidos como hombres y mujeres de su tiempo, que es el nuestro. Es usual que cuando un millonario muere (cuanto más si su vida estuvo salpicada de eventos polémicos), tarde o temprano salgan a la luz biografías escritas por periodistas sin más afán que lle varse una tajada de dinero y, en algunos casos, de desprestigiar al magnate finado y mostrarlo en la desnudez de lo que el firmante de la obra puede entender como su verdad, aunque, como es lo común en estos casos, la historia real se entremezcle de mitos y anécdotas imaginarias,
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sin más finalidad que añadir un poco de picante y generar morbo u opiniones antagónicas entre los lectores (en alusión a esto, recordamos que una de las máximas de los malos periodistas dice: “Que la realidad no estropee una buena noticia”). En este caso hemos querido hacer una selección de millonarios que se distinguen por su carisma (como Luciano Benetton o George Soros), su tenacidad (como Li Ka Shing, Carlos Slim Helú, Richard Branson o Donald Trump), sus malas artes (como Mikhaïl Fridman o Viktor Vekselberg), su espíritu visionario (como Michael Dell o Larry Page y Sergey Brin), su audacia (como Sheldon Adelson, David Thomson o Lakshmi Mittal), su magnetismo (como Oprah Winfrey o Al-Waleed), su sencillez (como Karl Albrecht), su clase (como Bernard Arnault o Miuccia Prada), su espíritu innovador (como Charles y David Koch), su discreción (como Amancio Ortega), su carácter (como Warren Buffett, Rupert Murdoch o Leonardo del Vecchio), sus a ficiones (como Roman Abramovich), su tacañería (como Ingvar Kamprad), o por su genialidad (como Pierre Omidyar o Bill Gates), pero en todos los casos la condición primigenia era que debían estar vivos. Haber hecho una selección de millonarios que fuesen medianamente atractivos no fue fácil, lo confesamos, pero creemos que el resultado final se acerca bastante a lo que originalmente deseábamos. A final de cuentas, lo que sacamos en claro de estos treinta millonarios es que son personas, como nosotros y como usted, con la diferencia de que son inmensamente ricos. Sin embargo, al igual que nosotros, también tienen problemas, y tanto,
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que en algún caso es probable que más de uno estuviese bien dispuesto a cambiar su fortuna por la bendita salud, por unos años más de vida, por recuperar a la persona amada que súbitamente la muerte le arrancó de su lado..., porque, como dice Joaquín Sabina, “la muerte no acepta propinas”. Después de todo, a los que no somos millonarios nos queda el consuelo de pensar que la humanidad que reside en estos magnates, como en cada uno de nosotros, no discrimina el pobre del rico pero, sobre todo, que no siempre la riqueza es un salvoconducto a la felicidad. Madrid, invierno de 2008
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ABRAMOVICH Roman Millones y fútbol Roman Abramovich es uno de los ejemplos más emblemáticos de los millonarios que se enriquecieron en muy poco tiempo tras el proceso de desmantelamiento territorial y productivo de la extinta Unión Soviética. Pero, como en el caso de otros empresarios a fines al régimen y que posteriormente se vieron beneficiados con los procesos de privatización de las empresas estatales soviéticas, sobre él pende la fuerte sospecha de corrupción y trá fico de influencias que, en general, enmarcaron la venta de aquellas empresas.
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Roman nació el 24 de octubre de 1966 en Saratov, Rusia. Su primera infancia estuvo marcada por la fatalidad; quedó huérfano de madre antes de cumplir dos años y de padre a los cuatro. De la mano de su familia paterna fue llevado a vivir a Siberia, en donde estudió en Gubkin y tuvo la oportunidad de rodearse de la clase política más influyente de la región. Con los conocimientos que adquirió en la uni versidad, aunado al apoyo de sus poderosos amigos y de la buena suerte, en 1991 Roman abrió una pequeña empresa en Suiza dedicada a comprar petróleo ruso a muy bajo precio y venderlo en Occidente a precios de mercado. El despunte definitivo llegó cuando, junto con su socio Boris Berezovsky, en 1996 financió la campaña de Boris Yeltsin a la presidencia. Si bien no hay documentación que valide el pago por el favor, hay fuertes indicios para pensar que una vez que Yeltsin se hubo proclamado presidente de la Federación Rusa, Berezovsky y Abramovich resultaron ganadores (tras una amañada subasta y a precio de saldo) de la mayoría de las acciones de la empresa petrolera Sibneft. Durante los primeros años del Gobierno de Yeltsin, Berezovsky y Abramovich gozaron de todas las facilidades para que el negocio prosperara. El cerebro de las operaciones era Berezovsky, pero el que daba la cara era Roman, que era el presidente de la empresa. Pero Roman aspiraba a detentar el control absoluto de Sibneft. Desde las empresas de su propiedad, como Multitrans y Centurión-M, compró todas las acciones que pudo de Sibneft. En 2001 las cosas empezaron a cambiar. En ese año Vladimir Putin fue electo presidente de Rusia. Las rela-
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ciones entre Berezovsky y Putin eran conocidamente acres, de modo que a nadie extrañó que el nuevo inquilino del Kremlin quisiese ajustar cuentas con el petrolero siberiano. Antes de tres meses Berezovsky fue acusado de fraude contra el Estado y de evasión de impuestos, tras lo cual se vio obligado a exiliarse. Este hecho le dio la oportunidad a Roman, quien la aprovechó haciéndose con el control absoluto de la empresa. Su siguiente paso fue comprar, de nuevo a precio de saldo, las tres empresas petroleras rusas más emblemáticas y grandes, la Lukoil, la Severnaya Neft y la Slavneft, con lo cual este empresario se constituyó como el líder indiscutible del sector en Rusia y en uno de los más poderosos en todo el mundo. El imperio petrolero de Roman produce 9 millones de barriles diarios; en 2004 los beneficios netos ascendieron a los 1,2 billones de euros, y en 2005, a 1,8 billones de euros. Una vez que Sibneft estaba bajo su control, Roman incursionó en el mercado del aluminio. En un golpe de audacia, Roman reunió a los dos mayores oligarcas del sector del aluminio ruso, Oleg Deripaska (dueño de Siberian Aluminium) y Lev Chernoi (dueño de Transworld), y les convenció de que en vez de luchar entre ellos debían unir sus fuerzas e ir a por los hambrientos mercados internacionales que cada vez están más ávidos de ese metal. Oleg y Lev acordaron unirse y designar a Roman como el director de semejante empresa. Añadidamente Roman compró la empresa Petmol, la cual es una de las mayores empresas lecheras de Rusia. Pero Roman, además de sagaz empresario, es un forofo del fútbol consumado. En 2003, a través de su empresa
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Millhouse Capital, con sede en Londres, por 200 millones de euros compró el club inglés Chelsea (y asumió la deuda que tenía por otros 100 millones de euros). La compra de este club le ha reportado más pérdidas que ganancias, pero en múltiples ocasiones ha señalado que el fin no es ganar dinero, sino hacer que el Chelsea gane todas las competiciones inglesas y europeas. La pasión de Roman por el fútbol es emblemática, al grado tal que en ocasiones ha postergado la realización de reuniones importantes con accionistas de sus empresas para ver jugar a su club. Este peculiar millonario es amante del lujo y la ostentación. Después de todo, sus 24 billones de euros le permiten tener un avión privado (un Boeing 373, dotado de todas las comodidades, como cama, ducha, bañera de hidromasaje, sala de juegos…), sendas mansiones en Rusia, Inglaterra, Suiza e Italia, y tres enormes yates, entre otras múltiples propiedades. Se rumorea que Roman siempre tiene a la mano tres millones de euros para comprarse cualquier capricho que le apetezca. Para saber más sobre Roman Abramovich: • www.forbes.com/lists/2006/10/DG3G.html • www.bbc.co.uk/bbcfour/documentaries/profile/abramovich.shtml • www.time.com/time/subscriber/2005/ time100/builders/100abramovich.html • www.sofiaecho.com/article/who-is-romanabramovich/id_17915/catid_34
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ADELSON Sheldon Con la suerte a su favor Sheldon Adelson es el sexto hombre más rico del mundo, con un capital estimado en 26,5 billones de dólares según la revista Forbes (de marzo de 2007). Sheldon nació en 1934 en Boston, en el seno de una familia pobre de inmigrantes judíos. A los 12 años se vio obligado a trabajar como vendedor de periódicos para ayudar a su familia. Desde aquellos lejanos días hasta hoy, Sheldon ha sido negociador de hipotecas, consejero de inversiones, consultor financiero y, sobre todo, probablemente el empresario hotelero más notable del mundo.
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Hacia 1979 había colaborado en la creación de 52 empresas, muchas de las cuales eran consideradas como exitosas, pero en particular, había sido el creador de la primera feria de informática, denominada Comdex (Computer Dealers Exhibition), en diciembre de ese año. En 1995 la vendió al banco japonés Softbank por 860 millones de dólares. Comdex fue una gran idea de Sheldon porque cuando él la creó muy pocos imaginaron la revolución tecnológica que supondría la informática en las vidas y en los hogares de las personas en los años venideros. En 1995 Sheldon ocupaba el puesto 400 en la lista Forbes, en 1998 subió al 327, en 2004 poseía una fortuna superior a los 1,4 billones de dólares y, sólo un año después, ocupó el puesto 19 de dicha lista. Hoy en día, desde su cómodo sexto puesto en la lista Forbes, su fortuna se incrementa a razón de un millón de dólares por hora. En 1988 Sheldon decidió dar un salto cualitativo cuando adquirió el famoso Sands Hotel & Casino, en Las Vegas, por 128 millones de dólares, fundó Las Vegas Sands Corporation y construyó el Sands Expo and Con vention Center. A partir de entonces su vida quedaría de finitivamente ligada a Las Vegas, sus hoteles y sus casinos. En 1991 dieron inicio las obras de su mayor sueño, la construcción del Venetian Resort-Hotel-Casino, que vendría a sustituir al antiguo y emblemático Sands Hotel. El Venetian y el Palazzo fueron inaugurados en 1999; en especial, el Venetian estaría destinado a convertirse, con sus más de 4.000 suites, en el paradigma de la industria hotelera en todo el mundo. Sólo la construcción del Venetian costó 1,5 billones de dólares.
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Con vistas al futuro, Sheldon ha orientado sus esfuerzos a Macao, China. Su nuevo proyecto incluye la creación de 20 hoteles casino, con más de 3.000 habitaciones cada uno. Para el efecto, cuenta con un presupuesto de 12 billones de dólares. Adicionalmente, se ha hecho con los derechos para abrir el que será el primer casino en la bahía de Singapur (se inaugurará en 2009); en este pro yecto invertirá 3,2 billones de dólares. En su faceta de filántropo, Sheldon se ha propuesto ser el judío más rico del mundo, pero también el más generoso. De la mano de su esposa, Myriam, en los últimos años ha donado más de 55 millones de dólares a organizaciones como Birthright Israel, que ayuda a familias judías de escasos recursos, o Yad Vashem, a la cual ha donado 25 millones para la construcción del monumento más grande del mundo, en honor a las víctimas del Holocausto, y a finales de 2008 se inaugurará el primer colegio judío de Las Vegas. La segunda fuente de atención filantrópica de los Adelson es el desarrollo de investigaciones orientadas al ámbito de la medicina. Los Adelson han prometido que en los próximos años donarán 200 millones de dólares anualmente. Para saber más sobre Sheldon Adelson: • www.answers.com/topic/sheldon-adelson • www.kevo.com/profile/sheldongadelson • www1.yadvashem.org/about_yad/press_room/ press_releases/26.10.06.html • www.haaretz.com/hasen/spages/798456.html • www.brainyquote.com/quotes/authors/s/sheldon_adelson.html
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ALBRECHT Karl El mundo es un supermercado... de precios bajos La historia de Karl Albrecht es digna de ser mostrada en los libros que narran las vidas de aquellos que se han hecho a sí mismos y que han logrado mantenerse en la cima del éxito durante mucho tiempo. Karl nació el 20 de febrero de 1920 en cuna humilde, en la pequeña población alemana de Essen. Su padre era minero de profesión, pero enfermó cuando Karl apenas era un niño. La estrechez económica de la familia les obligó a aguzar el ingenio. Fue así como Anna, madre de Karl y
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Theo, decidió emprender una pequeña tienda de ultramarinos. Sobre la base del negocio de Anna, los hermanos Albrecht se dedicaron a ampliar el surtido de género y de las instalaciones, de tal forma que en 1962 fundaron Aldi (Albrecht Discount). Pero Aldi, más que una empresa familiar funcionaba como un consorcio conformado por dos cabezas, una dirigida por Theo, concentrada en la zona norte de Essen, y la otra por Karl, en la zona sur. Ambas partes se complementaban en algunos renglones estratégicos, pero en casos concretos cada una competía por imponerse a la otra. Fue así, por ejemplo, como tuvieron lugar diversas guerras de precios entre ambas, o competían en la búsqueda por ofrecer productos más originales y novedosos. En 1972 Aldi contaba con 10 grandes almacenes y 600 puntos de venta, repartidos por todo Alemania, y en 1980 ya tenía 1.800 filiales (entre empresas propias y las que vendían sus productos) y una plantilla de 8.000 empleados. En la actualidad Aldi es la empresa alemana de alimentación más grande: tiene 4.000 supermercados en 12 países. A diferencia de otros, los supermercados Aldi son pequeños (el 90% de ellos no supera los 1.000 metros cuadrados) y cuentan con una variedad limitada de productos: unos 900 (a diferencia de otras cadenas, como Carrefour, con más de 15.000), de los cuales el 94% de ellos son secos. La estrategia de contar con tiendas de reducido tamaño y una limitada variedad de productos obedece a que cada tienda puede funcionar con muy poco personal, y sólo en casos muy contados es necesario que el género sea refrigerado.
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En realidad, los supermercados Aldi son bastante austeros. Muestra de ello es que, por ejemplo, en su búsqueda por vender barato no pagan publicidad, el ahorro de energía es casi una obsesión (de modo que sólo en casos muy contados el género está preservado en refrigeradores), no hay música ambiental (debido a que con ello se ahorran el pago de derechos a los autores de las canciones) y sus estanterías son muy poco atractivas (los productos se muestran en sus cajas, tal cual salieron de las fábricas). Sin embargo, Aldi se caracteriza por vender a muy bajo precio (siempre al contado y no acepta el pago con tarjeta de crédito), por reponer con rapidez los productos que se agotan (una de sus máximas es que todos los proveedores de cada tienda no se encuentren a una distancia superior a 50 kilómetros, para que, de ser necesario, sean capaces de reponer los artículos que se han agotado) y por vender productos con todas las garantías sanitarias y de seguridad. Tras haber sufrido un secuestro en 1971, Theo (fue liberado tras el pago de siete millones de marcos de la época) paulatinamente se fue retirando del negocio, de forma que Karl fue asumiendo la responsabilidad global de la empresa. Su buen quehacer empresarial le ha hecho un hombre muy rico. En 2006 la empresa estaba valorada en 30 billones de euros, y la fortuna conjunta de los hermanos, en 25 billones de euros. A diferencia de otros millonarios, tan dados a figurar en las cenas de gala y en general en eventos de gran rimbombancia, los Albrecht son bastante recelosos de su intimidad, en parte por el miedo a sufrir un secuestro. Su característico alejamiento de los fl ashes y las cámaras ha
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implicado que, para muchos, sean unos auténticos desconocidos. En la única entrevista que Karl ha concedido a un medio de comunicación, señaló que la base de su éxito se basa en seis principios fundamentales: visión, pasión, integridad, confianza, curiosidad y osadía. Estos seis principios han sido trasladados a lo que en Aldi se conoce como los 11 mandamientos que todos los trabajadores de la empresa deben tener en mente: I ) sé sencillo; II ) procura ganarte la confianza de los clientes; III ) fíjate objetivos claros y cíñete a ellos; IV ) mejora en los detalles cada día; V ) no optimices, maximiza; VI ) conoce tu situación, pero no pierdas el tiempo en presupuestos y cifras; VII ) prueba ahora, perfecciona después; VIII ) sé justo con tus proveedores y ayúdales a mejorar su negocio; IX ) basa tu gestión en la confianza y el control; X ) habla de modo que la gente pueda entenderte; y, XI ) no importa el éxito que tengas, sé ahorrativo y sobrio. El modelo de negocio de los hermanos Albrecht ha demostrado tanto éxito que otras empresas de alimentación lo han copiado, como Lidl. Aldi y Lidl no son sinónimos de calidad, lujo y exclusividad, pero responden a un mercado especí fico, caracterizado por sus precios verdaderamente bajos, que es lo que busca el per fil de sus clientes. Hoy en día estos hermanos están parcialmente retirados del negocio. Ambos viven en una amplia, pero sencilla mansión en las afueras de Los Ángeles, en donde practican al golf y cultivan orquídeas.
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Para saber más sobre Karl Albrecht: • www.KarlAlbrecht\Aldi.DeutscheWelle. 30.09.2006.mht • www.aldi.com • www.karl_albrecht\Karl_Albrecht_International_Journey_to_Excellence.mht
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