Aspectos políticos y sociales reflejados en
La casa de los espíritus
«El pasado, por remoto y escondido
que esté, siempre alimenta nuestro presente.»
Carlos Fuentes
Isabel Allende escribió La casa de los espíritus (su primera novela,
aparecida en 1982, cuando tenía casi 40 años) para entender y explicar el
pasado inmediato de su país. En unas conocidas declaraciones (a propósito
del 'caso Pinochet': su detención en Londres en 1998), nuestra autora
opinaba lo siguiente sobre la necesidad de 'conocer' lo que ocurrió en su
país:
En 1970, Salvador Allende (tío de Isabel Allende) es elegido primer
presidente socialista de Chile (el primer presidente marxista en el mundo
que accedió democráticamente al poder), un mandato que apenas dura tres
años: el 11 de septiembre de 1973, Chile sufre un golpe de estado militar
encabezado por el general Augusto Pinochet Ugarte. Durante el golpe,
Salvador Allende muere. Este fatídico hecho y los años siguientes de
persecución y exterminio de los partidarios del mandatario socialista
influyen decisivamente en la vida y las obras de Isabel Allende.
Precisamente este período histórico y político se corresponde con el final
de La casa de los espíritus.
Al igual que muchos novelistas de la nueva novela hispanoamericana,
Isabel Allende escribe su primera novela desde una posición personal de
compromiso político y social, convirtiendo La casa de los espíritus en una
obra de testimonio y denuncia. Isabel Allende denuncia el totalitarismo y
la barbarie del golpe y la dictadura de Pinochet, así como las prácticas
caciquiles de los poderosos.
Isabel Allende supo relatar en La casa de los espíritus una historia
familiar que, al mismo tiempo, dibujaba la realidad política y social de
Chile durante todo el siglo XX. La novela recorre la evolución de los
cambios sociales e ideológicos del país: las «nuevas ideas» socialistas y
de emancipación de la mujer, los fantasmas comunistas, hasta desembocar en
el triunfo socialista y el posterior golpe militar.
Pero también podríamos afirmar que en La casa de los espíritus
personajes y acontecimientos trascienden el contexto concreto de Chile para
convertirse en símbolo de la realidad hispanoamericana.
Por otra parte, en la novela se retratan las diferencias entre las
clases sociales de Chile, diferencias que acabarán repercutiendo en el
devenir político del país:
— De un lado, tenemos a la clase alta. La casa de los espíritus muestra
en pleno siglo XX la existencia de un modelo socioeconómico
latifundista y un deplorable comportamiento moral de los caciques, que
se comportan como señores feudales en sus posesiones (manteniendo,
incluso, el "derecho de pernada" medieval en los numerosos actos de
violación de adolescentes de Esteban Trueba).
— Por su parte, la clase social baja es una clase en general sumisa y
resignada, que padece los mayores atropellos, como la violación a
Pancha García a sus quince años por el patrón, o las vejaciones a
Pedro Segundo (el capataz de la finca) y, en general, a los indígenas
que trabajan en el fundo.
Ante estas desigualdades sociales, en la novela vemos la relación de los
Trueba (familia de gran riqueza, de clase alta) con los desposeídos (los
García, por ejemplo: los campesinos indígenas de la finca rural "Las Tres
Marías"). Los diferentes componentes de la familia protagonista representan
actitudes políticas y sociales enfrentadas:
De un lado, tenemos a los liberales o izquierdistas. El primero es
Severo del Valle, padre de Clara, que aspira a convertirse en senador
por el Partido Liberal. Su esposa Nívea era una sufragista que se
dedica a pedir avances como el voto o la educación para las mujeres.
Esta caridad y atracción por los pobres es heredada por las mujeres de
la familia: Clara monta una escuela para los hijos de los
trabajadores. Por su parte, Blanca siente una fuerte atracción por
Pedro Tercero (homenaje a la figura de Víctor Jara, el cantautor
chileno martirizado y asesinado por el régimen del general Augusto
Pinochet y representante del movimiento revolucionario chileno). Alba
también se enamora de un revolucionario radical, Miguel, cosa que le
acarrea la detención y las torturas que sufre después del golpe
militar. Las mujeres representan la luz, la comprensión con los
débiles, la comunicación.
De otro, tenemos a la derecha reaccionaria encarnada por el que será
Senador Trueba: intransigente, conservador, políticamente clasista,
casi esclavista... Se cree salvador de los desposeídos que "le
pertenecen" en su finca, porque él tiene inteligencia, capacidad de
trabajo e iniciativa para hacerla funcionar. No quiere democracia,
cree que el pueblo no vale para otra cosa que para el trabajo físico o
para la violación (de Pancha y otras muchas mujeres de su finca). Así,
emprende una cruzada contra las ideas socialistas que hundirían el
país.
Sin embargo, al final queda redimido por el amor hacia Alba: ve que
los militares no son el paraíso feliz aristocrático y conservador que
él sueña. Abandona su machismo y su clasismo al "rebajarse" a
conseguir un favor de una prostituta para que liberen a Alba, y, al
final, también transige con Pedro Tercero y Blanca. Así que el odio
destructor queda al final representado por los militares, y la novela
"se reconcilia" parcialmente con los conservadores.
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«La democracia en Chile se mantiene según un acuerdo que concede inmunidad,
yo diría impunidad, a las Fuerzas Armadas. Se pretende una especie de
borrón y cuenta nueva. Pero la gente que fue víctima de la represión, los
familiares de los asesinados y los desaparecidos, quizá pueda resignarse a
que no haya justicia, pero jamás podrá aceptar que, al menos, no salga a la
luz la verdad sobre el golpe de estado y el régimen de Pinochet. Sólo
cuando Chile conozca toda la verdad sobre el golpe de Estado y el régimen
de Pinochet podrá haber una reconciliación nacional.»
«Esas comilonas en el club, las riñas de gallos y las tardes en el burdel,
culminaron en un plan inteligente, aunque no del todo original, para hacer
votar a los campesinos. Les dieron una fiesta con empanadas y mucho vino,
se sacrificaron algunas reses para asarlas, les tocaron canciones en la
guitarra, les endilgaron algunas arengas patrióticas y les prometieron que
si salía el candidato conservador tendrían una bonificación, pero si salía
cualquier otro, se quedaban sin trabajo. Además, controlaron las urnas y
sobornaron a la policía. A los campesinos, después de la fiesta, los
echaron dentro de unas carretas y los llevaron a votar, bien vigilados,
entre bromas y risas (…(» (Capítulo II: "Las Tres Marías)