CAPITULO 2 EL FACILITADOR La función del que da los Ejercicios (Anotación 2ª)
La función fundamental que Ignacio atribuye al que da los ejercicios está descrita de una manera sencilla, precisa y clara en las primeras palabras de la anotación segunda: ...La persona que da a otro modo y orden... (la negrita es nuestra). Es decir, no se habla de director. Nunca se habla en el texto de director, por más que sigamos empleando el término en los ambientes ignacianos. Nadie dirige a nadie. Se limita a dar modo y orden, es decir a info inforrmar mar de un método todo,, a fac facilit ilitar ar una técn técnic icaa, en la que que se supo upone que que está stá experimentando y en la que conoce, por tanto, los pasos, las dificultades, los signos de progreso o de retroceso, etc. Por esta razón, vamos a emplear el término de facilitador, discutible, ciertamente, pero que nos ayuda a percatarnos de un aspecto fundamental de la dinámica que se ha tener en cuenta en el proceso. Con este término además, se pretende, por una parte, resaltar este papel fundamental que se le atribuye al que da modo y orden, de facilitación de un proceso y, por otra parte, al utilizar un término tan poco consagrado, deseamos resaltar y acentuar la necesidad de evitar el desgraciado término de director, que se impuso a lo largo del tiempo. El facilitador proporciona un método para que el proceso se pueda llevar a cabo. Pero él no lo origina ni dirige, porque sabe muy bien que su voluntad, su deseo, su mundo de valores no deben, en absoluto, entrar en juego. El que da los ejercicios debe saber quela esencia misma del proceso puede pervertirse si su deseo interfiere en la experiencia del ejercitante, puesto que de ese modo perderíamos toda la seguridad de estar accediendo al deseo en el que se hade llevar a cabo el discernimiento y la elección. Al quedar situado el papel del que da los Ejercicios como un “facilitador de modo y orden”, parece parece que Ignacio ha entrev entrevist isto o toda toda una proble problemát mática ica que, que, siglos siglos más tarde, tarde, el psicoa psicoanál nálisi isiss descub descubrió rió y denominó fenómeno transferencial. La transferencia, en efecto, remite a la actualización de unos modos inconscientes y antiguos de relación de objeto que se hacen presentes en toda relación humana y, de modo particular, en la relación del analizado y el analista. Por una parte, es absolutamente necesario, para la buena conducción de un psicoanálisis, detectar cuáles son las demandas y tipos preferidos o temidos de relación que están en juego en la dinámica del analizado. Y por otra parte, es igualmente obligado que los deseos del analizado y del analista no se mezclen ni se confundan. Sobre ello volveremos más adelante, pero interesa resaltar desde ahora que en el proceso proceso de Ejercicios Ejercicios es necesario tener también perfectamente perfectamente delimitados los deseos del facilitador y los del ejercitante. Es el único modo de garantizar la pureza y la autenticidad del proceso. Ignacio insiste en la necesidad de neutra objetividad por parte del facilitador. Los narrar fielmente fielmente la términos de fidelidad objetiva se acumulan, por eso, en el texto: narrar histor historia.. ia.... con breve breve o sumaria sumaria declar declaraci ación. ón... .. tomand tomando o el fundam fundament ento o ver verdad dadero ero de la historia... etc. Esta insistencia en la fidelidad a los datos que ha de proporcionar el facilitador y la afirmación explícita de que no se debe dar el sentido de la historia, nos hace ver hasta
qué punto Ignacio quiere despejar la variable del deseo del que da los Ejercicios, puesto que, efectivamente dar el sentido, equivale a dar una interpretación de los datos y, con ello, la entrada en juego de la subjetividad, del propio punto de vista, de la propia espiritualidad, 1
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del propio modo de ver y sentir. El facilitador como objetivador (Anotaciones 7ª y 14ª).
De lo dicho hasta ahora se deduce, pues, que una de las funciones principales del facilitador vendrá dada por la objetivación de un proceso que se tiene que desarrollar en la más estricta subjetividad del ejercitante. Efectivamente, no hay otro terreno para el proceso de Ejercicios que el el de la experiencia más íntima del que los hace. Es ahí donde se juegan todas todas las posibil posibilida idades des y todos todos los riesgo riesgoss del proce proceso so empren emprendid dido. o. Renun Renuncia ciarr a esa subjetividad del propio querer y libertad en el que se tiene que desarrollar todo, es renunciar a la clave del discernimiento y de la elección. Sólo, pues, en la más estricta subjetividad, en lo más íntimo del propio deseo, puede oírse la voz y el deseo de Dios. Pero el riesgo es grande. Porque en ese mismo deseo, que es el único espacio en el que se puede oír la voluntad de Dios, es donde puede surgir también la voz del mal espíritu, del desvarío, de la pura ilusión. Efectivamente, todo un riesgo. El que da los Ejercicios tendrá, por eso, que estar al tanto, en su proporcionar modo y orden, para que los varios pensamientos y voces que se oyen en la intimidad del deseo del ejercitante no se confundan en una pura algarabía. Como todos sabemos, gozo y tristeza, consolación y desolación en el deseo, serán los rostros tras los que hay que discernir las divers diversas as voces voces que recorr recorren en al sujeto sujeto en su experi experienc encia. ia. Una funció función n import important antee del facilitador será la de auxiliarle en la objetivación de sus afectos y la de estimularlo para seguir seguir adelan adelante te cuando cuando se sienta sienta desfal desfallec lecer er en la altern alternanc ancia ia de sentim sentimien ientos tos que le habitan. A todo ello se refiere Ignacio en la anotación séptima. ...el que da los excercicios, si vee al que los recibe, que está desolado y tentado, no se haya con él duro ni desabrido, más blando y suave, dándole ánimo y fuerzas para adelan adelante; te; y descub descubrié riéndo ndole le las astuci astucias as del ene enemig migo o de natura natura humana humana y hacián haciándol dole e preparar y disponer para la consolación ventura.
Sin embargo, para calibrar adecuadamente el sentido de esta anotación, tendremos que hacer una lectura paralela de la “quatordecima”, en la que se invita al facilitador a que juegue un papel exactamente contrario. En este caso, no se trata de estimular ni de animar, animar, sino más bien de objetivaren un sentido contrario, contrario, atemperando al sujeto que se ve invadido por sentimientos de tipo eufórico: el que los da, si ve al que los rescibe que anda consolado y con mucho hervor, debe prevenir que no haga promesa ni voto alguno inconsiderado y precipitado.
El desolado tiene el peligro de negarse el futuro y de quedar bloqueado en un sentimiento de impotencia y desinterés. El consolado, al contrario, tiene el peligro de huir hacia delante, de fugarse en un futuro que descuida lo que el pasado y el presente pesan sobre nosotros. Ambos pierden la objetividad, ambos sufren una alteración en su capacidad crítica y adaptativa frente a la realidad, por una especie de “inflación afectiva” en su Yo (a quien corresponde esa función básica de adaptación a la realidad). Desolado y consolado, desde un punto de vista clínico, están, en mayor o menor grado, en una situación que conocemos como “depresión” y “manía” o, por emplear términos menos psicopatológicos,
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interpretarlas como condicionadas por la ausencia o la presencia de un objeto bueno, real o soñado. Algo se nos ha ido cuando estamos tristes, algo creemos tener en nuestra presencia cuando estamos alegres o consolados2. La labor fundamental del que da los ejercicios será entonces de remitir a la realidad,
descubriéndole las astucias del enemigo. Es decir, deshaciéndole del engaño que vive en su desolación o desánimo (todos sabemos cómo en una situación depresiva ennegrecemos
nuestra propia realidad y la que nos rodea) o en su consolación y euforia, pues en ella se puede perder igualmente el sentido de la realidad y se puede manifestar la actuación de un mecanismo de defensa mediante el cual el sujeto vive unas falsas ilusiones de cambio, con la finalidad inconsciente de no cambiar realmente nada. Esta situación última no es extraña en los procesos de psicoterapia. El paciente encuentra su modo de huir y de evitar la curación mediante una repentina y llamativa desaparición de síntomas ante los cuales, el terapeuta (si no se cree omnipotente) tendrá que mostrar su desconfianza. El facilitador y la consolación o la desolación (Anotaciones 8ª, 9ª y 10ª) .
Renunciando ahora al complejo asunto del discernimiento de espíritus sobre el que más adelante vendremos, se pueden hacer algunas observaciones sobre lo que, aquí en las anotaciones, se dice en relación al modo en que debe actuar el facilitador frente al ejercitante cuando éste es movido por diversos espíritus. Habría que indicar en primer lugar que, como se afirma en la anotación octava, el que da los exercici exercicios os según según la neces necessida sidad d que sintier sintiere e en el que los rescib rescibe.. e.... podrá podrá platicarle las reglas de la 1ª y 2ª semana que son para conoscer varios spiritus . Es decir, que
el facilitador se limita a comunicar las reglas del discernimiento. Pero no es él quien dirige el análisis, ni decide por el ejercitante lo que es del buen o mal espíritu. De nuevo aquí nos encontramos con la evidencia ignaciana del papel no directivo que tiene que desempeñar el facilitador. En la anotación novena se pone de manifiesto una vez más la necesidad que ve Ignacio de adaptación continua a la dinámica singular y concreta de cada ejercitante, así como al momento en el que éste se encuentra: Cuando el que se exercita anda en los exercicio exerci cios s de la primer primera a semana semana,, si es person persona a que en cosas cosas spirit spiritual uales es no haya haya sido sido versado y es tentado grosera y abiertamente, ...el que da los exercicios, no le platique las reglas de varios spíritus de la 2ªsemana; porque cuanto le aprovecharan las de la primera semana, le dañarán las de la 2ª, por ser materia más subtil y más subida que podrá entender .
Una intervención adelantada por parte del facilitador puede entorpecer el proceso e, incluso, jugar de modo contraproducente. El paralelo con lo que ocurre en un proceso de psicoanálisis salta a la vista. Efectivamente, una de las cuestiones más espinosas para todo psic psicoa oana nalilist staa es el de acer acerta tarr con el mome moment nto o prec precis iso o en el que que debe debe inte interv rven enir ir inter interpre pretan tando. do. Como Como en el caso caso de los Ejerci Ejercicio cios, s, una interv intervenc ención ión adelan adelantad tadaa puede puede prod produc ucir ir un fort fortal alec ecim imie ient nto o de las las defe defens nsas as y de las las resi resist sten enci cias as al camb cambio io que que necesariamente existen en todo psicoanalizado. No se le puede interpretar a un sujeto sobre su latente odio a la madre, si las defensas y resistencias para conocer dicha agresividad son,
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puede tampoco, por una razón parecida, decir a una persona, que se encuentre en situación clara de primera semana, que la consolación que le ha venido puede proceder del mal espíritu. Ese nivel de sospecha puede deshacer el proceso difícil que está viviendo en el duelo por sus antiguos objetos y, además, puede conducirla a una pérdida de la necesaria confianza en sí misma para seguir adelante con el proceso iniciado. Sobre esta cuestión ya abundamos en el capítulo anterior. Por último habría que anotar cómo en la anotación novena se nos habla de vergüenza y temor , como dos sentimientos que actúan a modo de impedimento para avanzar en el proces proceso o de conv convers ersión ión.. Sin embar embargo, go, tenemo tenemoss que estos estos dos sentim sentimien ientos tos van van a ser demandados en la oración de la Primera Semana [48 y 65] a propósito del pecado. Ignacio, en efecto, conoce bien el carácter ambiguo que posee toda experiencia humana. Un sentimiento de vergüenza o temor puede, de hecho, constituir en un momento determinado un elemento movilizador de progreso (al caer en la cuenta, por ejemplo, de una conducta pervertida) o puede ser, como en el caso en el que aquí se alude, un elemento paralizante; puesto que la vergüenza de la que aquí se trata es por la honra del mundo, es decir, por el miedo a perder una situación privilegiada ante los demás. En definitiva, existe una vergüenza que genera libertad y otra que genera bloqueo y esclavitud. La neutralidad del facilitador (Anotación 15ª ).
En la anotación “décima quinta” nos encontrarnos con una de las afirmaciones más taxativas de San Ignacio sobre el papel secundario y neutral que el facilitador juega en la dinámica de los ejercicios. Recordemos la anotación completa: El que da los exercicios no debe mover al que los rescibe más a pobreza ni a promesa, que a sus contrarios, ni a un estado o modo de vivir, que a otro. Porque, dado que fuera de los exercicios lícita y meritoriamente podamos mover a todas las personas, que probabilite probabiliterr tengan subiecto, subiecto, para elegir continencia, continencia, virginidad, virginidad, religión y toda manera de perfección evangélica; evangélica; tomen en los tales exercicios exercicios spirituales más conveniente conveniente y mucho mejor es, buscando lo divina voluntad, que el mismo Criador y Señor se comunique a la su ánima devoto abrazándola en su amor y alabanza, y disponiéndola por la vio que mejor podrá servirla adelante. De manera que el los do no se decante ni se incline a la Una parte ni a la otra; más estando en medio como un peso, dexe inmediate obrar al Criador con la criatura, y a lo criatura con su Creador y Señor.
Esta propuesta ignaciana de neutralidad nos remite una vez más a las analogías con la técnica psicoanalítica. En ella, esta neutralidad define la actitud del analista durante la cura. El analista debe ser neutral en cuanto a los valores religiosos, morales y sociales, es decir, no dirigir la cura en función de un ideal cualquiera, y abstenerse de todo consejo; neutral con respecto a las manifestaciones transferenciales, transferenciales, lo que habitualmente se expresa en la fórmula “no entrar en el juego del paciente”; por último, neutral en cuanto al discurso priori una import del analizad analizado, o, es decir, decir, no conceder conceder a priori importanc ancia ia prefer preferent ente, e, en virtud virtud de prejuicios teóricos, a un determinado tipo de significaciones3. El analista debe tener muy clara la afirmación freudiana siguiente: Rehusamos decididamente adueñamos del paciente que se pone en nuestras manos y estructurar su destino, imponerle nuestros ideales y
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La razón de esta no-directividad en psicoanálisis es muy clara. Durante él, la función del analista radica en facilitar la puesta en contacto del analizado con una realidad que le trasciende y desborda, una realidad que le condiciona, pero que al mismo tiempo escapa a su control y que es el Inconsciente. El Inconsciente, en este sentido psíquico y topológico, es como un Otro que escapa a la voluntad del sujeto y con el que tiene que verse durante el proceso de análisis, en orden a reestructurar su vida. El analista, por tanto, no puede de ningún modo sustituir el discurso de ese Otro por su propio discurso, interés o valoración. Dicho de otro modo, no puede interponerse entre el sujeto y el Otro que se busca. Su función radica, insistimos, en facilitar la puesta en contacto del sujeto con ese Otro que le habita pero que trasciende a su Yo. La razón que mueve a Ignacio para solicitar de modo tan explícito la no-directividad del que da los Ejercicios, tiene una función equivalente. También aquí, se trata de poner en contacto al sujeto con una realidad que le habita pero que se escapa a su control y que le trasciende de un modo radical. En el caso de los Ejercicios el ejercitante está llamado a entrar en contacto con el Otro que le desborda, que es Dios. El facilitador, por tanto, no puede tampoco y bajo ningún pretexto, intentar sustituir el discurso de ese Otro por su propio discurso, interés o valoración. Hay que tener, además, en cuenta que Ignacio está describiendo aquí un tipo de relación que para él es único y específico de los Ejercicios. Fuera de ellos, nos dice, que lícita y meritoriamente podemos mover a todas personas...pero no en este tipo de relación: tamen en los tales exercicios... Aquí, lo mismo que en un proceso psicoanalítico, el facilitador no puede interponerse entre el sujeto y el Otro que se busca. Su función, como la del analista radicará en facilitar la puesta en contacto del sujeto con ese Otro que le habita pero que le trasciende radicalmente. Para ello, como el analista también, deberá poner entre paréntesis su propio mundo de valores religiosos y morales, que no se decante, ni se incline a la una parte ni a la otra. Sólo así puede garantizar que no esto estorb rbaa en el proc proces eso o el encu encuen entr tro o y la comu comuni nica caci ción ón entr entree el ejer ejerci cita tant ntee y Dios Dios.. Paradójicamente, como en un psicoanálisis, su mediación consistirá en eliminar al máximo inmediate obrar obrar al Criador Criador con con la todo tipo de mediación, para que de este modo dexe inmediate criatura, y a la criatura con su Criador y Señor.
Tanto la relación analista-analizado, como la relación facilitador-ejercitante, están marcadas una necesaria referencia referencia a un tercero que, en ambos casos, escapan a la voluntad de las dos personas que entran en relación: el Otro-Inconsciente y el Otro-Dios. De ahí que, en la medida en que analista o facilitador hablen desde sí, desde su propio mundo de intereses y valores, están traicionando esta necesaria referencia al Otro. El analista no estará en sus interpretaciones revelando al Otro-Inconsciente del analizado, sino que lo estará encubriendo con su propia personalidad. El que da los ejercicios, no estará hablando del Podre del cielo, sino de su propia cosecha.
La neutralidad es una exigencia límite, pues, evidentemente, tanto en el caso del analista como en el del que da los ejercicios es imposible eliminar totalmente la interferencia del propio discurso. Sin embargo, parece que en el mundo del psicoanálisis se tiene una mayor conciencia de esta dificultad y de la necesidad de adiestra rse de un modo muy serio en el ejercicio de esta especie de asepsia psíquica. La exigencia en toda institución analítica de asegurar esta neutralidad es la que, entre otras cosas, ha llevado a la instauración del “psicoanálisis didáctico” para para todo futuro analista. A lo largo de él, el futuro terapeuta, vivirá un profundo proceso de investigación de su propio mundo inconsciente para que, a la hora
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Evidentemente, no se trata de insinuar la conveniencia de que los facilitadores de los Ejercicios se tuvieran que someter a algo parecido a un psicoanálisis para poder ejercitar su función de modo adecuado. Estaríamos confundiendo los términos de la cuestión, puesto que el que da los ejercicios no tiene que referirse para nada al Otro-Inconsciente, sino sólo y excl exclus usiv ivam amen ente te al Otro Otro-D -Dio ios. s. Pero, ero, la técn técnic icaa psic psicoa oana nalít lític icaa ha saca sacado do a la luz luz una una problemática, que ésa sí que afecta en un mismo plano tanto al analista como al que da los ejer ejerci cici cios os.. Se trat trataa just justam amen ente te del del domi domini nio o y cont contro roll de la llama llamada da (qui (quizá záss no muy muy justamente) contratransferencia. contratransferencia. La contratransferencia, en su sentido más estricto, es el conjunto de reacciones inconscientes del analista frente a la persona del analizado y, especialmente, frente a la transferencia de éste, es decir, frente a la repetición de los prototipos infantiles del pasado actualizados en el presente. Pero la investigación psicoanalítica ha puesto de relieve cómo el fenómeno transferencial (en su doble vertiente de analizado y analista) no constituye algo que el psicoanálisis cree a partir de los elementos técnicos que pone en juego, sino que se trata más bien de algo que la situación analítica moviliza, pero que no crea; puesto que se trata trata de la actuac actuación ión de una serie de esquem esquemas as incons inconscie ciente ntess que condic condicion ionan an y se encuentran presente en todo tipo de relación humana. Pero, Pero, además además,, hay hay que tener tener en cuent cuenta, a, que determ determina inados dos tipos tipos de relac relacion iones es humana humanass tienen tienen la virtua virtualid lidad ad de movil moviliza izarr el fenóme fenómeno no trans transfer ferenc encial ial con especi especial al intensidad. Dentro de ellas, se han destacado tres que, por las circunstancias especiales que concurren, parecen facilitar particularmente la actuación del transfert paterno-filial. Estos tres tipos de transfert son los que acontecen en la relación entre profesor-alumno, entre médico-paciente y entre sacerdote-fiel. Así pues, tenemos que uno de estos tipos de relación es el que, hoy por hoy, se da con más frecuencia en la situación de Ejercicios; es decir, una relación sacerdote-fiel. No es momento para detallar la compleja y diversa problemática que este tipo de fenómeno trans transfer ferenc encial ial puede puede poner poner en juego juego5. Pero Pero sí serí seríaa conv conven enie ient ntee resa resalt ltar ar que, que, por por la frecuencia con que el fantasma paternal ronda por los espacios de la religión y, de modo más intenso aún, por los ambientes clericales, este tipo de transferencia paterno-filial es el que más fácilmente puede dar al traste con la función facilitadora de neutralidad neutralidad que Ignacio prescribe en el método de los Ejercicios. Conviene aclarar, por otra parte, que el problema no radica en que se dé una trans transfer ferenc encia ia por parte parte del ejerc ejercitan itante te o que el facilit facilitad ador or experi experimen mente te tambié también n unos unos sentimientos contratransferenciales. Como ya se adelantó más arriba, la transferencia está siempre presente en todo modo de relación humana. Y la contratransferencia contratransferencia también. Todos Todos vamos al encuentro de los otros a partir de una historia personal, de unas experiencias relacione relacioness determinad determinadas, as, con unas expectativas expectativas,, temores, temores, deseos, deseos, etc., etc., tanto de orden conscientes como inconscientes. El problema, pues, no radica en que se den toda una serie de reacciones transferenciales entre el ejercitante y el que da modo y orden. El problema se sitúa en que esos movimientos transferenciales sean ignorados e impulsen la relación en una dirección opuesta a los objetivos que se propone. Son muchos los elementos que hacen pensar que, del mismo modo que con el psicoterapeuta y en mayor grado todavía, la transferencia con el facilitador del proceso de
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con la indicación evangélica) en el caso de los presbíteros y así se suscita también por el papel de “representante de Dios y de la Iglesia” que muchos fieles le atribuyen. Madre quizás también por la disponibilidad total que se le exige y por el carácter gratuito de sus intervenciones. Figura parental en cualquier caso que, teológicamente es cuestionable (en la comunidad cristiana el lugar del padre debe quedar vacío), pero que, desde el punto de vista psicodinámico, puede guardar significados y funciones muy diversas. ¿Qué parentalidad es la que se juega en esas relaciones que se establecen entre el ejercitante y el que le da modo y orden?, ¿la del “padre imaginario” infantil que se presenta a sí mismo como representación de un saber absoluto y de una ley incuestionable, pretendiendo someter a su domino y dependencia a los que considera perpetuamente hijos, pero nunca hermanos?, ¿o la de una parentalidad “simbólica” que juega como intermediaria de una única parentalidad de Dios, que “no habla habla de su propia propia cosecha cosecha” y que, sobre todo, procura la independencia, la autonomía y la adultez de quien le encuentra? encuentra? El padre sabe lo que el niño no sabe, el padre puede lo que el niño no puede, el padre, incluso, es capaz de una benevolencia de la que el niño no es capaz. Ese sería el mayor peligro para el que da los ejercicios, situarse en un nivel de sabiduría, poder e incluso de benevolencia con respecto al ejercitante, que facilitará la actuación de los fantasmas narcis narcisist istas as infant infantile iles, s, que son justam justament entee fantas fantasmas mas de omnisc omniscien iencia cia,, omnipote omnipotenc ncia ia y omnibenevolencia. De este modo, el que da los l os ejercicios dejará de estar, estar, en las l as palabras de en medio como un peso, sin mover al que los rescibe, sin decantarse ni i nclinarse ni Ignacio, a la una parte ni a la otra . ¡Difícil ascética para quienes de modo continuo son solicitados y ejercen las funciones de padres que saben, que mueven y que aman desde lo alto! Pero sólo así, así, sólo cuando el que da los Ejercicios sabe renunciar a sus fantasías fantasías de paternidad sobre los otros, será posible que el Criador opere de modo inmediate con la criatura. Esa experiencia inmediata de Dios, que quizá tendríamos que identificar con la llamada consolación sin causa precedente y que supone la expresión de dos deseos: el de Dios y el del ejercitante. Si un tercer deseo, el del que da los ejercicios, interfiere, las voces se confundirán y nos quedaremos sin saber cuál es el deseo del ejercitante, y por tanto, el de Dios, puesto que es en el deseo del ejercitante el único lugar donde, en un extremo silencio, se puede oír el deseo de Dios. La neutralidad ética y 'los tres pensamientos" (Anotación 17ª )
En la anotación “décimaséptica” pareciera da rse una expresa contradicción en el
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podríamos llamar del Yo. Todos están en mí , dice Ignacio, pero sólo uno es proprio mío. Examen Genera Generall de Efec Efectiv tivam amen ente te,, así así se expr expres esaa en un text texto o reve revela lado dorr que que es el Examen Consciencia y sobre el que tendremos que volver en más de un momento. Presupongo ser tres pensamientos en m¿ es a saber, uno proprio mío, el cual sale de mi mero libertad y querer; y otros dos que vienen de fuera, el uno que viene del buen spiritu y el otro del molo [32].
En efecto, desde aquí se aclara la aparente contradicción de la anotación 17ª. En ella se afirma que el que da los ejercicios debe saber de las agitaciones y pensamientos que los decir,, de los pensam pensamien ientos tos que, que, de alguna alguna manera manera,, son varios varios spirit spiritus us le traen traen; es decir “exteriores” al sujeto; pero, debe guardarse totalmente de querer conocer los proprios proprios pensamientos; es decir, aquellos que se corresponden con la mera libertad y querer del ejercitante, aquellos que suponen la entrada en juego de la dimensión ética de la persona. De nuevo, a este nivel íntimo, se impone una neutralidad extrema por parte del facilitador. facilitador. También aquí, una vez más, surge la analogía con lo que sucede en un proceso de psicoanálisis; aunque en este caso tenemos también, junto a la semejanza una clara diferencia. El analista, en principio, tiene que conocerlo todo. Efectivamente, como nos dice Freud, al analizado se le pide que nos diga no sólo lo que sabe, sino también, a diferencia con la confesión sacramental, lo que no sabe; es decir, todo aquel material procedente del asociación de ideas7. San inconsciente que tendrá que ir aflorando a través de la libre asociación Ignacio pide menos al ejercitante en su relación con el faciíitador. faciíitador. Sólo debe entrar con él en los pensamientos que le traen; es decir, en los que le vienen de fuera. Puede y, quizá sea conv conven enie ient nte, e, que que evit evitee posi positi tivvamen amente te en entr entrar ar con con él en mate materi riaa de los los propios pensamientos ni pecados; es decir, decir, en lo que concierne a su responsabilidad ética personal. No quiere San Ignacio que el que da los Ejercicios entre en el mundo objetivo de los valores y contenidos que informan la vida del ejercitante, sino más bien, invita al facilitador a que permanezca en el análisis de la pura subjetividad; es decir, en las agitaciones que los varios spirítus le traen. Con ello, el que da los ejercicios debe permanecer, como el psicoanalista, en la interpretación del sujeto de la enunciación y renunciar, por tanto, a entrar en el mundo de los enunciados8 En relación a los proprios pensamientos y pecados Ignacio plantea la conveniencia de que que el faci facililita tado dorr qued quedee al marg margen en.. De ello ello se deri deriva va una una cons consec ecue uenc ncia ia de suma suma importancia y que, en muchas ocasiones, no se ha tenido en cuenta: se trata de evitar una
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constitución del acto ético en San Ignacio. Beirnaert analiza el período de Manresa en el que Ignacio, después de experimentar las primeras y grandes consolaciones subsiguientes a la conversión, comienza a sufrir grandes problemas. Pasa de la consolación a la desolación en una alternancia que, ante sus ojos, no se justifica. Sumido en un mundo de escrúpulos, se confiesa una y otra vez, sin ningún resultado. Sigue los consejos del confesor, aumenta el número y la intensidad de sus penitencias. Todo en vano. Un día, en su desesperación, le aflora incluso la idea del suicidio, como una posible liberación de sus sufrimientos. También piensa en la posibilidad de abandonar, sin más, la andadura religiosa que ha iniciado. Pero en un mome moment nto o dete determ rmin inad ado, o, camb cambia ia por por comp comple leto to su orie orient ntac ació ión. n. En luga lugarr de desesperarse, pensando que le va mal porque ha pecado contra Dios, se pregunta cómo le ha venido esa idea de abandonarlo todo. Echando la vista atrás, cae en la cuenta de que ha sido ese confesarse una y otra vez sin cesar cuando le sobrevino el tiempo de la desolación. Entonces, escribe, despertó como de un sueño... y así se determinó con grande claridad de no confesar más ninguna cosa de las pasadas; y así, de aquel día adelante quedó libre de aquellos aquellos escrúpulo escrúpulos... s... ( Autobiografía 25). Poco Poco desp despué ués, s, aban abando dona na sus sus aspe aspere reza zass Autobiografía, nº 25). ascéticas, comienza de nuevo a comer carne, se corta las uñas, se viste correctamente, etc. Es decir, Ignacio, por la acomodación sumisa y acrítica a las prácticas e ideas morales quererr y y religiosas comunes de su época, había traicionado la referencia única a su quere libertad. Por el camino más habitual y convencional del servicio de Dios (penitencias, confesiones...) se está perdiendo a sí mismo. Mientras que, en la medida en la que adopta una decisión que nace de su soledad más profunda y al margen de los caminos que le señala la espiritualidad de su época se abre a la libertad por el propio discernimiento y, de ese modo, encuentra la única vía válida para conocer y encontrar la voluntad de Dios. A partir de ese momento, Ignacio va a saber que sólo en el riesgo de optar personalmente en el discernimiento y, por tanto, a partir de una ley no escrita, se va a realizar un camino auténtico ante Dios. El acto ético, por tanto, como afirma Beirnaert, se realiza sólo en la medida en la que el sujeto, en una soledad radical toma en sus manos la propia vida de cara a la muerte y decide, asumiendo incluso el riesgo de optar al margen, o incluso en contra, del discurso oficial y común sobre lo moral9. Esta anotación 17ª, quizás tenga su origen en estos episodios de Manresa que hemos comentado. Aprendió Ignacio en su propia carne lo que significaba “moralizar” un proceso espiritual y místico, e introducir un discurso ajeno (el confesor) en el discurrir de su quehacer íntimo. De aquí la clara prevalencia prevalencia que en los Ejercicios se da a lo subjetivo frente