EN EL OMBLIGO DE LA LUNA
DIEGO SANGRI
SOBRE EL PRESENTE LIBRO Buen día, tarde o noche a ti, lector, lectora, que abres este libro en cualquier hora de cualquier lugar. Agradezco hayas abierto esta obra literaria que más que pura literatura, contiene imágenes autobiográficas alusivas a un proceso de sanación impersonal que he buscado construir valiéndome de la creación metapoética y las herramientas del lenguaje que considero necesarias para la transmisión de un mensaje, una idea y/o una experiencia. La obra contiene muchísimos detalles, recovecos, pasillos interiores, por los cuales esto no es únicamente una autobiografía en el sentido temporal y cronológico, sino en un sentido más amplio que abarca mi sentido de individualidad conectado a un proceso de cambio que me trasciende, y esto es, mis amigos, mi familia, “todas mis relaciones”, además de la humanidad en sí misma vista desde un punto de vista evolutivo y trascendental, es decir, buscando mejorarnos a nosotros mismos a través de nuestras generaciones, a través de la transformación y sanación individual. No busco imponer una ideología sino invitar a la experiencia, a la exploración de nuestra consciencia, esto incluyendo nuestro inconsciente, nuestra creatividad, nuestra mente, nuestro sexo, las capacidades no desarrolladas por el ser humano, ir más allá de limitaciones. Soy profundamente optimista en cuanto a que el contenido de este libro, como el de cualquier otro, puede ser exprimido hasta la médula y volverse una pequeña dosis de medicina creativa. Creo que el mundo en que vivimos está como está porque nos hemos alejado de las cosas que tienen que ver con nuestra cualidad de Ser y de crear. Al volver a esta premisa, el compromiso que hemos hecho de compartir este conocimiento sirve para colaborar con el proceso de creación de la realidad (en la percepción de ésta) y mejorar el mundo desde adentro, sublimando el centro cuántico gravitatorio en la observación. Hemos visto que cuando reconocemos el Ser empoderamos el hecho, ya no la teoría, de que la observación puede cambiar la realidad. Si lo interior y lo exterior actúan simultáneamente con la voluntad creadora del universo, entraremos en el terreno ya no de las utopías sino de los logros, de los puntos del desdoblamiento del individuo en el devenir cósmico. Nosotros estamos aquí para darle un final a este proceso lineal histórico y entrar en una singularidad. Así, nosotros somos los guerreros de un nuevo tiempo o era.
Aquí doy una muestra de lo que es la aplicación metapoética del lenguaje, con el cual, a través de la escritura podemos recapitular, comprender y crear mejor nuestras propias vidas, sanar nuestro pasado y encarnar nuestra propia esencia, sublimar al Ser en la belleza, en el significado, pues este es el sentido máximo de la lección, además de sus numerosas relatividades que se manifiestan como enseñanzas y/o visiones. Nací y crecí en el Estado de México, tierra mágica que contiene los más variados paisajes e historias entrelazadas a un gran mito que se va develando trascendental, tan verdadero como las grandes revelaciones místicas, que sin embargo había perdido peso gracias a la manipulación de la historia y la subestimación de nuestras tradiciones. Pero somos exploradores de la totalidad a través de diversas experiencias que nos unen directamente con la realidad tanto de uno mismo como del universo. Hay un punto en donde los demás ya no son otros, sino que todos somos una expresión de nosotros mismos, de una misma consciencia. Disolviendo nuestro Ser en lo desconocido, se nos revela entre grietas lo realsolar, lo que trasciende las máscaras, y todas las definiciones. Comprender la vivencia como una continua lección, la sincronicidad como un mensaje de acuerdo a nuestro propio entendimiento, nos hace nutrirnos con más efectividad del néctar de la vida, que es un puente entre lo visible y lo invisible, lo denso y lo sutil, lo interno y lo externo, lo simbólico y lo objetivo. Agradezco a quienes han leído mis obras, apoyado mi trabajo, co-creado conmigo y nuestros proyectos para florecer en un árbol grandísimo, plural, que traspasa fronteras. Proseguiremos con la obra, la metapoesía, la libertad creativa y las realidades que percibimos, así como sus detalles y sus posibilidades. Navegaremos por el océano de la mente y el sueño del corazón. 8 de Mayo del 2014 Puebla, México
RE-NACIMIENTO: EL MENSAJE Nací el 11 de Agosto de 1991 en Tlalnepantla, Estado de México, vocablo en náhuatl que quiere decir “La tierra de en medio”, como refiriéndose a una tierra que está entre dos lugares. Mi nacimiento se dio a unas cuantas avenidas de las pirámides de Tenayuca, donde se asentaron hace aproximadamente 700 años, chichimecas y mexicas junto con su líder, Xólotl, para ser parte de una historia hasta ahora parcialmente desconocida por las mayorías. El sitio, al igual que el Distrito Federal, está ubicado en el paralelo 19. Esto, numerológicamente, nos hace referencia a la Unidad, puesto que 9 + 1 hacen 10 y en la numerología cabalística se reduce a 1, pues se completa la serie, así como en las matemáticas mayas vuelve a 0, es decir, la nada, la energía sin forma. Esto es algo más que interpretación: El número 9 es el número del microcosmos, puente al macrocosmos (El Ermita, en el Tarot, y El Sol), el ser humano, y a su vez, del ombligo (Xíctli), ya sea físico o simbólico. Está relacionado con el planeta Venus y la estrella Sirio, representando lo femenino, el agua de la vida, además de estar en las matemáticas de todas las geometrías como un patrón numérico inexplicable. El cero tiene una importancia trascendental en la simbólica de Anáhuac, se le simboliza como una semilla, conocimiento que puede germinar en cualquier punto del tiempo/espacio para florecer. La pirámide de Tenayuca está construida en contraste a la puesta de Sol, direccionada hacia el zenit, apuntando hacia Aldebarán, en la Constelación de Tauro. Y yo nací ahí en 1991, año en que se produjo un eclipse que para las culturas indígenas anunciaba, junto con otros eventos celestes, la entrada en una nueva era. La ciudad, mientras tanto, hecha un monstruo, como dice mi abuelo materno, de diez mil cabezas. Me recibirían después de la cesárea, de la que finalmente salí al mundo, lleno de sangre y fluidos, siendo el segundo de los nietos de mi lado materno y el primogénito de mis padres. Mi infancia se dio en esa ciudad que contiene ecos de tiempos y mundos sumamente significantes para nuestro continente y el mundo. Según algunos maestros nosotros elegimos antes de nacer el sitio en que encarnaremos en nuestra próxima vida para cumplir con nuestra misión. La astrología aplicada a la psicología nos habla de cómo nos reflejamos en el cosmos, y cómo podemos estudiar el mapa del universo cuando nacimos. Estas herramientas nos revelan una estructura holográfica que más allá de lo
simbólico “ES” nosotros mismos. Para descubrir el universo, el Opus Alquimicum, hay que Ser, amar, investigar, ver, aprender a fundirse en la comprensión de un hecho, por minúsculo que éste sea. El cielo es espejo. LA FAMILIA Y LOS COMIENZOS Mi familia materna fue el primer vínculo que tuve con el mundo puesto que mi padre biológico, asustado por la responsabilidad, huyó a Guadalajara después de saber de las noticias del embarazo de mi madre y, aún hoy, no lo conozco más que por teléfono y correos electrónicos tardíos. Sin embargo fui un niño despreocupado en ese aspecto, realmente no fui consciente del abandono hasta la pubertad. Valientemente mi madre, Patricia Marín López, me sacó adelante. Viví mis primeros tres años con mi abuela y mis tíos, y algunos de mis primos inmediatos, hijos de ellos, con quienes compartía momentos de inigualable picardía en una especie de pequeño rancho en donde convivíamos con perros, gatos, árboles y nuestras imaginaciones. Recuerdo que decían que al presentarme con algún extraño yo le decía que me llamaba “oye” porque al llamarme siempre me decían “hey, oye”, y yo llegué a aceptarlo como propio mi nombre. También hice mis primeras canciones, como a los tres años, que decían en mantra “el ratón quiere queso” mientras hacía un baile sobre la mesa. En septiembre de 1996 mi madre se casó con Esteban Sangri Vargas, un yucateco-italiano cristiano plus rockero que conoció en el sitio donde trabajaba, con quien formaría una familia de seres a los que amo: mis hermanos Daniel, Santiago y Sara. Mis raíces provienen, lo más próximamente, del DF y de Guadalajara. Otra porción de mi familia biológica viene de lugares como Portugal y España, migrantes de diferentes tiempos, posiblemente árabes, judíos o nativos de la península Ibérica. El bisabuelo de mi padre llegó a Yucatán desde Sicilia, Italia, multiplicándose orgullosamente con una mexicana. Como normalmente los viajeros eran hombres y venían sin mujer, era frecuente que procrearan con una mujer originaria, por lo que la sangre de la mayoría de las gentes de Latinoamérica está inevitablemente mezclada de indígenas y europeos. Mi árbol materno está unido a través de mi abuelo con la primer esposa de Diego Rivera, Guadalupe Marín, quien fue su tía. Es el llamado de la sangre, y también el del espíritu, aquello que nos mueve a recordar esta memoria. Y es que todo es así, entre nubla y estupor, suelo trémulo y volcánico, mineral, como un polvo ceniciento de un mundo que
antes era más sublime. La nostalgia es como de paraíso, como ese momento mágico en el que todo es grande y uno es grande con eso, pero sigue aquí. Después viene la consciencia a recordarnos que el mundo que deseamos podemos crearlo en nosotros mismos, o crearlo en una pintura, o grabarlo por cámara de video, porque todo está en nuestro interior. La obra los artistas es una distorsión psíquica del mundo, como ecos de un mundo nuevo. Las raíces nos hacen árbol, copa, lluvia, pues el Sol nos alimenta. Ya el mundo de los sueños comenzó a crecer y a invadir el mundo “real” en su proceso. LA MAGIA DE LA RIVIERA MAYA Cuando yo tenía 5 años fue que nos pasamos de vivir en el Estado de México a Cancún Quintana Roo (KÁN y KÚN: nido de serpientes), hasta el Sureste del país, donde hay mucho calor y humedad. Es una ciudad turística creada en tierras mayas con apenas medio siglo de edad, donde se dió un curioso fenómeno de migraciones y nuevas construcciones, que también es parte de una historia mucho más antigua que involucra a los mayas y quichés, culturas que se han expresado en libros como el Popol Vuh, códices, y ahora, con nuevos exponentes culturales. En esa zona se han encontrado pocos constructos piramidales, o zonas arqueológicas, sin embargo se halló hace relativamente poco un sitio que fue más tarde llamado El Meco. En esos tiempos conocí personas clave en mi desarrollo personal. Ahí fue que conocí, tanto la religión como la amistad sin límites, tanto el aspecto quizá más sacramental y aparentemente absurdo de la vida como la auténtica expresión del espíritu y la personalidad. Allá en esa época aún había tucanes, monos, lagartijas e iguanas sueltas por las calles, o mejor dicho, “las tierras”. En un terreno que tiene un tío-primo mío en las profundidades de la selva, se encontraron hasta un jaguar, al que él y sus trabajadores le daban de comer para no agarrarlo con hambre. Para los mayas, el encuentro directo de un guerrero con un jaguar lo hacía subir de rango, era tomado como un buen augurio sobre el discípulo, porque de alguna forma el felino le otorgaba sus poderes. La simbología mexicana tendrá sentido entre más vayamos entrando en la obra y en el pensamiento espiritual, que no distingue entre lo ancestral y lo actual, pues esta vida y la vida de los que vendrán está inexorablemente interrelacionada de factores diversos que más que negados deben ser potenciados si se quiere comprender los alcances de la libertad creativa así como la desprogramación cultural y la
reestructuración en un nuevo paradigma, que incluya el movimiento en su síntesis, algo así como recordar nuestro programa original, nuestra consciencia galáctica, nuestra conexión cielo-tierra, pues los sistemas actuales no nos dirigen al espíritu sino al control y la mecanización. Cuando alguien nace no tiene nada en la cabeza sino silencio, voz, mirada, luz y alegría, no hay condiciones, no hay condicionamientos. La vida avanza para germinar en el despertar, más allá de todo. Y ahí donde crece cada semilla que somos, donde el calor y el océano hacen de la dicha lo evidente, la esencia danza entre las imágenes para ir creando un nuevo ser, día tras día, que es uno mismo, un destello en el mundo y parte de esa creatividad de la consciencia colectiva manifestada que consideramos la noósfera. La definición y el número hacen de la visión una manifestación relativa, por ello hay que decodificar los signos. Es más allá del tiempo que los significados se develan más lumínicos, pues el todo está en todas partes, nada está separado. La vida ha teñido las olas de nuevas energías que se evocan para ser sublimadas. Pienso que cada persona hace de su vida una propia creación y una propia fuerza, capaz de construir y destruir, capaz de transformar y de sanar. El propósito de este libro es: conscientizar. Mi relación con ciertas personas de Cancún me abrió un camino no propiamente definido, sino sentido como una consciencia de lo que fue, de lo que es y de lo que será en nosotros, como almas, como seres, como humanos, así como una revisión de la cultura, la religión, la música, la moda, la filosofía, la psicología, la historia, la antropología, la matemática, la bioquímica, las neurociencias, la física y la astrofísica, es decir, las disciplinas que nos hacen más conscientes de donde estamos y qué somos, así como valorando la percepción íntima, que es al fin y al cabo lo más inmediato que tenemos. También está el lado más místico de todo esto, que es la devoción, la experiencia y el arte. Llegué inicialmente a Cancún en 1996, donde prácticamente viví el puente entre la niñez y la adolescencia. Me fui en el 2003 a Querétaro y regresé en el 2005, ya después de una ligera mutación interna para expresarla a través de la música. Javier Llanes (Stivi) fue mi vecino desde que tenía 9 años, y junto con él y otros amig@s de las cercanías emprendí aventuras que me hicieron creer firmemente en la libertad, en la mente y en el amor total hacia uno mismo. Con él fue que empecé a cuestionar la realidad para darme cuenta de que muchos de los mecanismos que nos absorben funcionan por nuestra obediencia. A partir de esa edad por un lapso de dos
vueltas al Sol creamos canciones punk-experimentales en un cuarto de ensayo con otros amigos nuestros. Este proyecto nos hizo ver que hay toda una generación interesada en el arte, y que hacerlo posible es cuestión simplemente de hacerlo, de ponerse un sitio y tocar, crear, cantar, vibrar. El 2013, en un pueblo cercano a Benito Juárez, en Quintana Roo, unos amigos, mi novia y yo fuimos a un templo de la consciencia de Krisna, fundado por los dueños de un restaurante vegano cerca del Colegio Kukulcán donde hicimos la preparatoria. Fuimos a aprender, escuchar, y nos compartieron un poco sobre los vedas, que se consideran sagrados en la India y tienen información muy avanzada sobre la naturaleza del Ser, la Superalma y los misterios divinos. Con ellos he conocido aspectos más internos de la sabiduría, la meditación, y los diferentes objetivos del yoga (en su versión oriental, pues también hay formas de hacerlo originales de Anáhuac, sabemos que los toltecas conocían los “cuecueyos” - chakras). Ya entre los años 2012 y 2013, en lugares como Tulum y Playa del Carmen, por nuestra parte nos hemos iniciado, es decir, sublimando y/o ritualizado nuestra ingesta de psicodélicos. Pero más adelante es que contaré estas experiencias y anécdotas con un estilo metapoético, con el único fin de enriquecer la visión, la consciencia y este libro que escribes, tú, lector(a), con tus ojos al momento en que lo imaginas. Es evidente que la historia de “América” ha sido algo así como la de África, en donde, de alguna forma, los pueblos originarios han sido suprimidos para dar pie al movimiento planetario que se conoce como globalización, que previamente al Vaticano fue empujado por las coronas de Europa al invadir los territorios latinoamericanos, que ya tenían sus linajes sagrados y su conexión estelar, y estas coronas de la bestia han aplastado violentamente a quienes aquí habían sido “elegidos” también por un misterio divino. Sin embargo, gracias a la fuerza y la voluntad los líderes de muchas comunidades se han levantado después de siglos de genocidio brutal, muchos han salvado su conocimiento, resistido los golpes del tiempo, trascendido los dogmas y comprendido que vamos hacia un nuevo tiempo, un tiempo de cambios, porque aún estamos desarrollando la educación, la consciencia, conociendo nuestras herramientas, transformando la cultura, explorando posibilidades, re-significando a cada paso, comprendiendo nuestras capacidades, renovándonos más allá del concepto del tiempo de la mente, puesto que el ser
humano, creyendo que el ego es “quien es”, no ve que éste está siendo guiado por fuerzas superiores y una voluntad consciente (de su yo superior, que es causalidad –cuerpo causal, cuerpo espacial, vacío pleno ö sabiduría). Este observador que más allá del tiempo y del espacio se une con la totalidad multipolar de la manifestación que es el universo, lo otro, el gran otro, lo indefinible, es precisamente uno mismo, nuestro centro vibratorio, pero hay que aprender a expandirse más allá de eso, lograr comunicar y representar algo real, significativo, algo que late en la sangre y el espíritu, en lo astral, a partir de lo vital, en la información, en la complejidad misma de nuestro proceso de concebir lo real y la importancia de aquello que elegimos hacer. Considero, personalmente, valientes a aquellos que se entregan en cuerpo y alma a una causa justa, que son conscientes de que sus actos no están separados del mundo, pues cada gota provoca ondas. También es cierto que no hay que dejarse llevar por las ideologías, para trascender los prejuicios y lograr integrar tanto la sabiduría original de nuestros ancestros como renovar constantemente el conocimiento y las formas que lo envuelven. Este tema será profundizado más adelante, el de los mitos, el de los símbolos, puesto que está relacionado con una verdad de lo incognoscible por el hombre, de un conocimiento muy “alien” a la humanidad, que es de alguna forma una integración de ciencia, vida, arte y religión, la razón de la confusión religiosa y la revelación, la conexión espiritual con nuestros ancestros y “hermanos mayores”. El mundo cambia y nosotros con él. Pase lo que pase, nuestra dicha es la felicidad. Ya conocemos por fuentes bastante serias que estos modos de vida y conocimiento existieron en este continente desde hace miles de años y estuvieron vinculados con cuestiones muy adelantadas inclusive para el hombre de nuestros días. Esto que nos dejaron nuestros abuelos y abuelas es algo que además de estar en nuestro presente late en cada ola de nuestro ser, en nuestras células, en nuestra genética, y es un código. Por ello es de suma importancia a la humanidad vivir lo que es sin alejarse de lo que fue y será, pues aquello que llamamos eternidad no es sino un continuo presente. Quintana Roo es una tierra especial, con una vibración singular. Ese aire caliente y fresco a la vez, esos cocos y esas palmeras que brotan de todos lados, esas melodías de gaviotas en la aurora del mar, esos secretos del viento, esos caminos sin fin, esos pájaros sabios, esos monos, esos cangrejos, esos tucanes,
esos guacamayos, esa luna, esos coatíes, y esos pavorreales azules, son un eco de la belleza interna que la madre naturaleza refleja en el ecosistema. En esa tierra uno aprende a sudar, a vibrar, a bailar, y también a amar sin límites, será porque nos hace sentir el calor y la energía de una forma que trasciende nuestros cuerpos, que nos atraviesa y llena de fuerza interior. Creo que esa vibración se debe a una inteligencia de la tierra que no imaginamos, pues no hemos disuelto la idea de que el mundo es únicamente material, pero es una energía que abarca, obviamente, al planeta entero, que lo envuelve y penetra. Yo creo que no vivimos “de casualidad” en la tierra, ni que estamos separados de ella, creo que ella es infinitamente más grande que nosotros y nosotros somos “células”, “neuronas”, “partículas de información”. Si aceptáramos eso, nuestros pensamientos serían vínculos, conexiones de esta inteligencia, de esta consciencia única que está en el Todo. Quizá estamos aquí por alguna razón que tiene que ver con el espacio-tiempo y la consciencia en sí. El maestro Ome Ollin en su libro Inapayon In Miktlan habla sobre Quetzalcóatl como el tiempo cíclico. Si aceptamos esta premisa, el espacio y el tiempo (o los factores universales y su contenido cuantitativo-cualitativo) nos reflejarán directamente. En ese sentido, la cultura de Quintana Roo es obviamente un despliegue de la herencia sincretizada de los mayas, que, como nos hace evidente el Chilam Balam de Chumayel, le dieron un sentido a la “conquista” para proteger a sus pueblos del adoctrinamiento extranjero y seguir evolucionando en la creación de su propia cultura. Hicieron, al igual que los wirrárikas, una mitología basada en psicofarmacología chamánica, y aunque no todos los seguidores de la tradición lo acepten, ha sido una inspiración básica en la construcción de la cosmovisión y algunas historias. Al darnos cuenta de la unión con esta consciencia, nos daríamos cuenta de que no es casualidad, sino parte de un designio superior que protege a nuestras gentes, y que florece desde el suelo. Una manifestación de Dios, en América, según estas culturas, es Kukulcán, Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, la espiral-onda de energía, pues es donde se representa la inteligencia, el conocimiento, el símbolo de poder, junto con otros dioses como Tezcatlipoca y Huitzilopochtli, así como sus representaciones femeninas: Coatlicue, Mayahuel, Tonantzin, Xochiquetzal... Para el mundo judeocristiano que niega lo femenino esto fue considerado paganismo y quien tuviera estas “imágenes” (que sólo eran signos para ocultar un conocimiento –el culto no es la sabiduría–) era asesinado, y no
se trata ya de crear figuras ni imágenes, sino de comprender en qué medida la consciencia del arquetipo nos hace consciente del arquetipo “en nosotros”, es decir: conociendo dimensiones de sí mismo más allá del seguimiento de leyes o métodos rígidos, se puede ir directamente a la vida en una voluntad expansiva, tomando desde el Ser “su” propia energía, que podríamos asociar con la serpiente kundalini, la potencia espiritual, para encendernos en un estado de sublimación espiritual que se manifiesta en el plumaje. La pirámide de Chichen Itzá claramente nos refleja un estado de trascendencia mental, que se desdobla en cuadros holográfricos fractales desde el cuerpo de Kukulcán. Siento que algo está ocurriendo, y que estos misterios no son únicamente ideas o creencias. Si miramos el lenguaje de los sueños, como dice Cocom Pech, maestro maya, es un puente hacia nuestro propio espíritu, la vida onírica es como un puente entre esta realidad física y el infinito interior que llamamos “inconsciente colectivo”. Este océano de seres, información, signos y paisajes no es sino un reflejo de nuestra verdad más íntima, de nuestra realidad más exorbitante. El otro lado, digamos, el lado lúcido del sueño, se nos presentaría en la vigilia. Las visiones quizá serían el eco tangible de aquello que se nos intenta presentar en la realidad, el “contacto” con aquella inteligencia que nos mueve y que a través de estas experiencias reconocemos “es” nosotros mismos, o quizá al revés, nuestro cuerpo es simplemente su vehículo. Comprender todo este caos sería simplemente un preábulo al accionar consciente, a la voluntad con convicción, a nuevas respuestas, preguntas y obras. ¿Qué representó en este sentido el Diciembre del 2012 para el mundo o para los mayas? ¿Sólo fue una propaganda mediática para aplacar el verdadero mensaje de su gran cultura? Antes de que se dieran estas fechas, yo estaba experimentando nuevas realidades y posibilidades que me iban haciendo crecer la idea de que estas profecías no eran únicamente delirios o presagios de locos, sino que representaba algo más sobrio y sensato de lo que imaginamos, y es que simplemente un nuevo ciclo que se abre para encender este devenir histórico, conscientizando la voluntad que crea nuevas formas a través de los seres humanos, y esta consciencia galáctica de las súperculturas atlantes. Me di cuenta de que la “consciencia colectiva” estaba agitada así que decidí ir a tierras mayas y llegué ahí el 23 de Diciembre, después de una serie de vivencias que me habían hecho pensar que “todo esto tiene sentido.”
LA NUBE ROJA
EL CAMINO A LA TRADICIÓN, AL ARTE Y A LA EXPERIENCIA Una de las primeras preguntas que los chichimecas hacen a quienes están interesados en conocer más acerca de la naturaleza y de sí mismos a través de sus prácticas, o estando con ellos, es: para ti, ¿Qué es la tradición? Las personas suelen responder todo tipo de cosas, asumiendo en base a datos antropológicos que han leído, o haciendo referencia a eventos históricos, normalmente contados, paradójicamente, por quienes no están dentro de la tradición. Sin embargo, ellos lo que más valoran es a aquellos que simplemente responden “No sé”. Eso, para ellos, significa que estamos “en blanco”, es decir, como recién paridos, y listos para la recepción de todo lo que la naturaleza y lo que este gran espíritu que ellos mantienen vivo a través de la tradición oral y sus prácticas tienen para darnos. Entonces, ese liberarnos de querer tener la razón y aceptar que no se sabe, es el primer paso para comenzar a saber. Las vivencias se crean para que nosotros podamos “recordar”, en salud y alegría. Son un puente al desarrollo íntegro del Ser, la atención y el autoconocimiento. Donde realmente somos ya no existen caminos. A veces me pregunto si fue por simple azar que la vida me dio ciertos retos, dificultades, o me puso en situaciones de austeridad que me ayudaron a tomar un nuevo patrón que fue surgiendo de decidir, de cambiar, de crear, de aprender de las experiencias y el esfuerzo tanto artístico como laboral y académico. Mis primeros acercamientos a la música fueron en el 2005, en Cancún, después de algunos años de haberme ido a Querétaro, y regresado. La banda era junto con Javier Llanes (Stivi), quien tocaba el sintetizador, Isaac Domínguez, quien tocaba la guitarra, Sergio Silva, quien tocaba el bajo, Carlos Barrios, quien tocaba la batería. Juntos formamos Vert Vie, Newton! tocamos post-punk experimental que era expresarnos en todas nuestras fecetas, una catarsis interior que provocaba mutaciones, para nosotros, en nuestra esencia vital. Las canciones estaban compuestas, unas inspiradas en locos, en héroes, en musas, otras como ataque a la guerra, al sistema y a la manipulación, protesta en propuesta creativa y multifacética. Llegamos a tocar varias veces en vivo, lo cual nos trajo cierto reconocimiento en el Sureste de México. Tuvimos la oportunidad de convivir con grandes bandas la región y viajar a otros lugares, sin embargo después, en 2008, nos desintegramos por cuestiones personales, aunque sabemos que en un futuro cercano nos reintegraremos para tocar de nuevo. El
2010, como el Fénix de las cenizas, surgiría el proyecto Spirula Hélix. Ello llenaría un vacío que durante estos años en Puebla hizo del canto espiral. Creo que el arte en este tiempo es lo que nos puede acercar con mayor libertad a nuestro infinito interior. Creo que la expresión es aquello que tiende un puente entre nosotros mismos y lo que consideramos el mundo. Creo que cuidar nuestro lenguaje y sublimarlo en la belleza es una semilla para los que vienen. Creo que el sentido de toda religión-tradición es volver a nuestra esencia creadora. La palabra religión viene de Religare, es decir, re-ligar, unir, re-unir. La palabra yoga tiene ese sentido, que es la comunión con la fuente. El verano del año 2008 hice un viaje desde Cancún hasta Querétaro con mi mejor amigo Javier Llanes (Stivi) del cual ya no regresaría. Me enamoré de una mujer (Mariana Cuevas, Somnusnauta) en esa ciudad, lo cual alteraría el curso de mi vida y de mis astros. También Stivi quería quedarse, pero al final él se iría a Chetumal Quintana Roo a estudiar Antropología Social y vincularse con el INAH, así como a seguir sus proyectos intelectuales y artísticos. Cuando me mudé a Querétaro fue que conocí la libertad, ya sin la presión de una hora a la que llegar y sin quien me impidiera hacer lo que yo quisiera. Llegué a vivir con mi tío Alex Marín en la colonia Santa Mónica, donde leía textos de Juan José Arreola (el autor del palíndroma “¿Eres o no eres, seré o no seré?”), Julio Cortázar, Jaime Sabines, Juan Rulfo, Alejandra Pizarnik, Miguel Ángel Asturias, Octavio Paz, José Revueltas, así como otros grandes maestros de la literatura hispanoamericana; leí también a Marx, a Engels, a Hegel, a Nietzsche, a Heidegger, y a otros filósofos y especialistas en hermenéutica; leí a Bretón, a algunos surrealistas, al dadaísta incendiario Tristan Tzara, vi las obras de Marcel Duchamp; me interesé por las pinturas de Diego Rivera, de Frida Kahlo, de Siqueiros, de Rulfino Tamayo, de José Luis Cuevas, las fotografías de Tina Modotti, el auge post-revolucionario... Escribí mis primeros “intentos” de libros poéticos, llenos de dibujitos y en prosa, en verso libre, que contendrían para mí el infinito canalizado en la obra, en la creación literaria y la consciencia de son solo huellas de la conscienca. Por ello mi búsqueda siempre quiso alejarse de lo conocido para ir hacia lo auténtico, hacia lo que verdaderamente veía en el mundo y sentía tanto de lo humano como del universo, del amor y de la muerte, del sexo y la soledad. Ahí leí a Cioran, a Freud, a Jung, a Lacan, y también redescubrí el trabajo de Alejandro
Jodorowsky, que me hizo ver nuevos horizontes en esta cuestión de direccionar la magia hacia la bondad y el arte hacia la sanación. ¡Sana-acción! Quise adentrarme en mi propio inconsciente, descubrir mis límites para identificarlos y transgredirlos, lo cual hice en vivencias. Fue a comienzos del 2008 que vi por primera vez su mítica película La Montaña Sagrada con un grupo de amigos, film que nos influyó mucho, una leyenda. La experiencia lúdica y el estudio me fueron condujeron a enfocarme en mi propia mente a su vez que a seleccionar intuitivamente el material, comprender que el mensaje más fuerte y retador es la disolución del ego, la transformación, así como el desdoblamiento en la creatividad esencial. Esto lo pude experimentar más claramente en la elaboración de diarios en los que exploraba mi propia capacidad del lenguaje, mis propis recovecos, me sentía libre en mi imaginación, hacía collagges en los que yo adhería significados unas veces absurdos, otras veces abstractos, otras veces simbólicos. Para esas fechas comencé a leer sobre budismo, sobre los iniciados, sobre los sufíes, los judíos, los vedas, el esoterismo, me di cuenta de que había un misterio profundo y me propuse a comprender, a darme cuenta de que esto me trascendía: somos, ¿y quién soy yo sino nada, algo, o una parte del todo? El cuerpo del universo nos trasciende. La Vía Láctea está ahí vibrando con todos sus ecos, luces, estrellas y planetas. De todos estos temas, por los años 2010 y 2011, el chamanismo me fue cautivando y llevando hasta sus zonas más sublimes, por su promesa transformadora y terapéutica, además que siendo original no se rompe, se vuelve sagrado y nos recuerda lo esencial, que es que todos somos los creadores de nuestra propia realidad. Fui investigando estos secretos de las numerosas tradiciones nativas de América, así como el trabajo de algunos antropólogos y científicos que mezclaron sus trabajos con las técnicas chamánicas, tales como Cristóbal Jodorowsky, Carlos Castaneda, Jacobo Grinberg, Terence McKenna, Drunvalo Melquizedek, etc. La vida, más tarde, me conduciría a conocer al tata purhépecha K’eri, quien es un gran ser lleno de luz con quien hemos tenido la oportunidad de profundizar en este trabajo espiritual, que para mí es integrarlo a mi manera, sin embargo, como él mismo nos dijo, “quien niega a las plantas niega a Dios, pues niega la creación.” Los libros y las vivencias me fueron haciendo ver que el universo es más grande de lo que yo creía o podía suponer, me fui dando cuenta de mi propia relación con el fenómeno y cómo éste se vincula con el colectivo, pues estos
seres son relativamente difíciles de encontrar, así como darme cuenta de que los límites individuales son imaginarios, todo es simultáneo, sincrónico. Varias experiencias psicodélicas, metapoéticas y reales que más adelante serán profundizadas me dotaron de un sentido de significado y de visión, así como me enfrentaron con mi propia oscuridad. Así, en la experiencia y el estudio fui gestando mi propia transformación, para comprender más la esencia de lo que somos y compartirlo al mundo, pues sé que todos somos en el mismo nivel de consciencia, que todos podemos mirarnos a los ojos, que todos somos sagrados, este libro está escrito de alguna forma a en forma de celebración al cosmos, para aquellos que se sientan en resonancia con la vida. Creo que es necesario ir mucho más allá de los símbolos para encontrarse con una vida satisfactoria, tanto en el aspecto externo como en el aspecto interno. En ese sentido, el trabajo sobre lo humano lo que hace es renovarnos constantemente, para sentir el pulso de lo latente en el instante. Cuando estamos plenamente aquí no estamos con otros sino con nosotros mismos, es ahí que surge la confianza y la libertad creativa, así como el pensamiento florido. El proceso que nos lleva desde creer en lo absurdo hasta regocijarnos en la filosofía y en la meditación es nuestro propio Ser. Cuando renunciamos a ser normales y accedemos a crear a partir de lo que palpita en nosotros, aceptamos nuestro don, nos reinventamos. Cuando aplicamos nuestro poder para ayudar y nuestra belleza para crear estamos cambiando el mundo. El milagro es ahora.
LA TIERRA DEL VENADO Y LA SERPIENTE Vivía Querétaro en el 2008 y asistía al Bachillerato en el turno vespertino. Ahí conocí a Max Sánchez, un poeta de esos que son un misterio para todos, de esos que nadie sabe si son aparición o ausencia. Recuerdo que escribía en su libreta versos sobre lobos, entidades, la noche, las sombras y el terror. Vivía en un mundo de sueños y pesadillas, y fue ese mismo instinto artístico más allá de la moral y lo estético lo que me llevó a hacer varios trabajos con él, tanto a nivel poético como a nivel musical y de aventura. En mi libro La Miel del Fuego (2014) publico unos Cadáveres Exquisitos que hice con él, textos que hacemos en improvisación y en aparente disonancia que brindan ecos del inconsciente simbólico expresado a través de escritura automática. Max es ese tipo de personas conscientes con las que yo gusto de platicar, puesto que son sensibles a temas como el amor, como la muerte, así como el humor indispensable en la vida. Alguna vez recuerdo que estábamos sentados enfrente de los salones de computación de nuestra escuela, en tercer semestre, bajo los efectos de la marihuana que usualmente fumábamos en hojas de árbol y no en pipa (pues las autoridades escolares eran muy escrictas y revisaban nuestras mochilas). Ahí él me dijo algo que no olvidaría fácilmente: “Pienso que la muerte es la liberación del mundo de la materia. Estamos atados al sufrimiento. Esto es el infierno. La civilización es antinatura. Somos como mosquitos chupándonos la sangre y el tiempo los unos a los otros. Nos ignoramos. Nos marginamos. Nos insultamos. Somos alienados. Lo único que queremos está lleno de egoísmo y de falsedad. Definitivamente que lo único bello es la muerte. La muerte es la libertad total.” Este tipo de discursos que llegaba a hacer era un producto de las mutuas provocaciones conversacionales que hacíamos en pos de la propia expresión y el autodescubrimiento. Descubro que hay una profunda relación entre salud y enfermedad, como lo hay, evidentemente, entre la luz y la sombra. Yo lo entendía, sin embargo no creía que lo que dijera fuera fatal, veía también el brillo, la luz en sus palabras, este reconocimiento de la incandescencia de la consciencia me hizo comprender la naturaleza volcánica, violenta, del arte y de la verdad. Yo sentía que la muerte era como un crescendo, como el puente definitivo hacia el misterio. Recuerdo que alguna vez, saliendo de mi trabajo, en Villemont, en Querétaro, se nos acercó un personaje de ropas holgadas, y un paliacate. Nos dijo que La Parca lo acababa de sacar de la cárcel. Lo felicitamos sin
comprender cómo o qué. Sonreía con alevosía, nos dijo que no lo dudáramos, que solo había que cumplirle, y riéndose siguió su camino, mostrando la imagen de la Santa Muerte que guardaba debajo del regazo. Pero más allá de la forma, pienso que Max habla de la muerte real de cada uno de nosotros como posibilidad de no-retorno a la realidad ordinaria. Descubrí ahí que a través de la meditación, los libros, la filosofía, las charlas bajo la luz del sol y de la luna, las ideas tienen vida y nosotros somos puente para que ellas se desarrollen a través del ser humano en el mundo, para ser conscientes de lo duradero y conquistar nuestra voluntad. No escribo esto para crear una guerra, sino precisamente para darnos cuenta de que estamos todos “metidos en la misma nave” y que la opción a la paz es nuestra propia perspectiva, nuestra propia evolución y desarrollo personal, nuestro respeto mutuo y nuestra libertad de Ser, crear y vivir. La realidad pesimista y optimista hace balanza, fuerza, substancia y esencia, como el Yin y el Yang, para brindarle un sentido espiral a la existencia, así como un vía de escape a las propias pulsiones psíquicas y físicas del ser humano, que escapan a su razón, y están en este terreno de lo no-visible, de lo no-explicable. Fue esto y la exploración de la música que el despertar se fue gestando en mí hasta que estalló en lo que llamamos “iniciaciones psicodélicas” que no fueron sino un proceso del reconocimiento del Ser y del punto de unión entre uno mismo y lo que es. En Querétaro fue que comencé a explorar mi mente con más calma, a expandir mi consciencia con más libertad, a darme a mí mismo el espacio que necesitaba para inspirarme, para crear, para respirar, para meditar. En un principio estuve viviendo con mi tío Alex y su esposa Alma en una casa en la que teníamos un árbol de guayabas y otro de mandarinas. Ellos tuvieron un par de bebés, Johan y Hassan, separados por un año de edad mientras vivían ahí. En ese tiempo ellos estaban mucho en el rancho de los papás de Alma pues hacían cosas allá, estar con la familia, los animales, los negocios, y yo me quedaba en la casa, con mis libros y mis poemas y mis cafés y mis galletas. Por las tardes iba a la escuela, donde frecuentaba a Max y otros amigos. Por las mañanas y las noches escribía, miraba, dibujaba, respiraba música. En ocasiones salía a las fiestas. En otras ocasiones salía con Mariana a caminar por las calles o me quedaba en la casa con ella a ver películas. Descubrí lo simple. Descubrí el amor. Descubrí el sentir. Descubrí la paz. Después tomé la decisión de irme a vivir por mi cuenta. Una muerte de mi yo pasado era
necesaria para transmutar hacia un yo presente definitivo, que solucionara todos mis problemas, que me llevara a vivir. Entonces me mudé. El primer lugar que conseguí para vivir fue con un amigo que conocía desde hace mucho, quien era parte de la “pandilla” en la colonia en que viví algunos años en la infancia-adolescencia y que aún frecuento de vez en cuando. También era parte de la red de artistas urbanos que yo conozco de Querétaro. Yo estaba ya trabajando en una cafetería, El Rincón de los Sentidos, cuando un día mientras caminaba por el centro me encontré a Kevin con un tripié y una gran cámara de video. Me dijo que grababa para el canal de Cablevisión, en exactitud los noticieros. Me dijo que estaba buscando con quién rentar un departamento y que yo le parecía de confianza. A él lo consideraba un amigo, aún a pesar de que dejamos de vivir en la misma colonia años atrás, entonces yo acepté y juntos fuimos, en primavera del 2009, en busca de casa. Tras un par de tardes de exhaustivas búsquedas en el Centro Histórico y los alrededores, llegamos a un parque muy conocido llamado Los Alcanfores, y en una de las colonias cercanas encontramos un compilado de departamentos. En uno de ellos, que estaba a un lado de la avenida y en un primer piso, vimos el letrero de que estaba en renta, y llamamos al número anotado. En veinte minutos el dueño de la casa fue amablemente a mostrarmos las instalaciones, los tres cuartos, el baño, el patio, el espacio para la cocina. Le dimos un apartado para que nos diera las llaves y comenzáramos la ligera mudanza. Era un lugar en el que prácticamente los dos llegamos sin cosas, por lo que era un triunfo después de la búsqueda aunque no precisamente un lujo. Sin embargo pasamos ahí tres meses que sí fueron extraordinarios, ya no por los aspectos materiales sino por los aspectos de la experiencia, de amores. Fue una época singular en la que mezclando mis amistades, el arte, y las aventuras, se engendró parte de esa irrevocabilidad de las consecuencias, el punto en que ya no había atrás sino un continuo despliegue de nuevas posibilidades. La musicalidad y la poesía siempre estuvieron involucradas en mi vida. Recuerdo hacer el amor recitando un poema, cosa que recomiendo a todo el mundo, reflejando esa musa que yo iba creando no sólo en imaginerías, sino que vi encarnada en Mariana, mi ligera compañera que siempre leal, que hizo de las decisiones sabiduría y de la magia un acto cotidiano, un andar en-Amor.
Un pequeño acto puede cambiar un montón de cosas, eso sin duda. Cuando vivía con Kevin comenzó un andar en mi vida más trasnochado. Recuerdo que en alguna ocasión llegamos a ir con Arturo, un compañero del trabajo, a ver las estrellas fugaces a las afueras de la ciudad, en un acto de celebración cósmica que danzaba al ritmo de Michael Jackson en la radio, mientras pasaban el porro de marihuana. Y así comulgábamos ante el universo y las cuatro estaciones, que nuestra alegría sería viva vida espiritual y no charlatanería, y cantábamos de regreso porque había nubes, porque la vida era simple, porque la vida era eso, esto. Recuerdo también que Kevin estaba muy enamorado de una persona en específico, una mujer que jamás llegué a ver por completo, sin embargo me sabía su nombre y oía hablar de ella tanto hasta el punto en que sabía más de ella que ella misma. En el departamento llegamos a pintar, a crear un pequeño buen ambiente, donde por un tiempo pude vivir muy a gusto en compañía. Pinté las paredes de verde brillante, me sentía metido en fotosíntesis, sentía que ese color me transmitía vida de una forma directa, aunque algo penetrante. Acomodé los libros en su lugar, y comencé con la escritura. Como Kevin y yo compartíamos el gusto por la poesía, llegamos a escribir varios Cadáveres Exquisitos que sin embargo se perdieron conel tiempo. Pero juntos escuchábamos rap callejero de nuestros rumbos, algo de indie, post-rock, y lo que considerábamos buena música, con sus desviaciones dentro de la parranda, ya que el colectivo necesita ritmo. Recuerdo que en ese departamento, en mi cuarto, escuché por primera vez el disco de Fuerza Natural de Cerati. Fue algo memorable. Era una tarde cualquiera, algo nublada, pero viva, diurna, como hinchada de rocío. Yo salí del trabajo y me fui directo a la casa. Kevin no estaba, entonces estaba yo solo, con las bocinas esperando que pusiera algo. Bajé ese disco con curiosidad, ya había escuchado Bocanada antes, y me fumé un porro, grande grande, que me puso pero pachequísimo. Subí el volumen y comencé a escuchar cada detalle, cada sonido, cada palabra, mientras estaba recostado en la cama. Fue una experiencia que con pocas obras he tenido, como por ejemplo con el disco King of the Limbs de Radiohead y otros que iré mencionando a lo largo del libro. Lo que me llamó la atención fue la cuestión del Deja Vú, que en algún momento enfrenté, ya el maestro Ome Ollin me había contado que alguna vez en París sintió un Deja Vú de treinta minutos. Yo escuchaba atentamente a las letras,
volvía a las guitarras en movimiento, y sentía que había algo simbólico en ellas que trascendía el mero significado trivial, la mera repetición de las voces. Intentaba comprender en qué debraye estaba Cerati cuando decía: “Cuento hasta diez y te escondes / Dioses creados / con diez nombres / Alpha y Omega / todo principio y final / Once mi cumpleaños / Doce las lunas en tu año.” Obviamente, después de los clímax emocionales de todo álbum musical, el silencio volvió a reinar y los pájaros volvieron a cantar, los autos afuera a sonar. Sin embargo yo pude en ese lugar conocer un poco más a detalle el misterio de la música.
LA CASA SIN TIEMPO Ya en el año 2011, en Puebla, comencé a grabar álbumes caseros con nuevas frecuencias, sonidos, guiándome por mi sentido de improvisación y experimentando con mi mente. Estaba en la Universidad Iberoamericana en clases de Psicología, donde sostuve diálogos muy nutritivos con algunas maestras y compañeros, algunos de los cuales decidieron probar ayahuasca. Increíbles experiencias y anécdotas cambiaron mi percepción de la realidad, de mí mismo y de los otros, sin embargo, me decía yo, estas no eran experiencias comunes a todos los usuarios de drogas (sí a algunos que inclusive me han contado cosas más increíbles) ni a cualquier ser humano, esto que me sucedía no era tampoco “especial”, no pretendía sentirme superior a nadie, simplemente era un fenómeno que yo quería investigar con todo mi Ser hasta lograr un resultado que fuera satisfactorio a mi deseo personal de claridad y comprensión porque sentía que necesitaba asimilar todo lo sucedido. Comprendí que esto trascendía la noción religiosa de “Dios” puesto que tenía que ver muchísimo con mi propia razón/intuición, con mi propia experiencia. Sabía que navegaba un mar de locura, sin embargo decidí no perder completamente la cordura para recapturar lo aprendido. Entonces decidí dejar la Universidad y me entregué a la lectura de muchas cosas, a la creación artística, a trabajar, dibujar, escribir, viajar, hacer el amor, y a su vez colaboré con la primer formación del movimiento de Yecallicahuitl (La Casa sin Tiempo) en Puebla, junto con mi amigo Omar Terrones, el precursor más joven hasta ahora de la cultura chichimeca, quien ha sido instruido en la tradición oral chichimecatl por el abuelo Teuctli, compañeras y compañeros. Ellos son portadores de la voz antigua de México y el conocimiento de la tradición. Ellos llevan los bastones que vienen directo de Emiliano Zapata. A comienzos del 2011 titulé un demo de Mayia utilizando un nombre hasta esa fecha para mí desconocido: Xólotl. Descubrí después quién es: el “Dios Perro del Fuego”, el “gemelo de Quetzalcóatl”, simbolizado tanto por el Xolozquintle mexicano como por el Ajolote (Axólotl, en náhuatl). Es la fuerza psíquica (mercurio) que nos entrena para trascender a la vida dinámica, espiritual; es la resurrección, el renacimiento, la energía en transformación, el fuego y el relámpago. Alguna vez, Andreas Von Kunowsky, un amigo entusiasta chileno, leí que hizo la curiosa observación de que la palabra “Dios”
en inglés es “God” la cual al revés es “Dog”, es decir, “Perro”. Simplemente son asociaciones, curiosidades, arquetipos, y para mí, sincronicidades. Tres años más tarde encontré en el libro de Ome unos versos que dicen así: ¡Yo soy Xólotl! ¡Señor que traspasa la materia! ¡Yo! A quien crujen las coyunturas. ¡Yo! Quien disparatadamente grito a todas partes. ¿Casualidad o sincronía? Asímismo, aquí Xólotl después de su huida y su llanto, termina sacrificándose en la hoguera junto con el Abuelo Fuego para crear el Quinto Sol, el nuevo universo. Sin embargo, según los calendarios mexicas, nosotros ya estamos en el Sexto Sol. En el año 2012 conocí a Manuel Rosas, Ome Ollin, un maestro que fue invitado a charlar a Yecallicahuitl y nos habló sobre la esencia de la cultura mexica, los significados, los signos, el náhuatl, de los calendarios y el trabajo, algo que para mí era parcialmente desconocido y que fue una inusual sincronía, puesto que yo estaba cada vez más interesado en toda esta temática. Ya Teuctli nos había hablado de muchas cosas, sin embargo en Ome vi la sagacidad revolucionaria que tienen los intelectuales, era alguien que no tenía filtros y comparte el conocimiento más universalmente. Nos contó que estamos en un nuevo ciclo que va desde 1987 hasta el año 2663. Una Segunda vuelta de Quetzalcóatl, la cual, extirpado un sentido de poder, no tiene un significado definido como la llegada de un maestro individual, sino que es parte del mismo proceso planetario de ascensión-espiral hacia la consciencia. Un proceso que tiene que ver con nosotros humanos y la misma inteligencia planetaria colaborando con la comprensión del Ser y la energía solar. En su libro, Ome cuenta experiencias que lo unieron al todo y le revelaron verdades sobre estos misterios. Mixcoac, me contó, es la espiral cósmica, la Vía Láctea, el Señor, el Padre de Quetzalcóatl, una forma en que los antiguos llaman al universo para unírsele en experiencias que traen el cielo a la tierra y al revés. Algunos encuentros con Ome y otros maestros como Teuctli y el tata purépecha K’eri Rubén Sánchez, así como experiencias de improvisación con amigos, mi novia y conocidos, me fueron abriendo camino a reconocer que esta responsabilidad cósmica de la que hablaba el “azteca entre los aztecas” Tlacáelel es necesaria para vivir nuestro día a día, inclusive para representar lo que se creyó vivo pero jamás murió, puesto que México-Tenochtitlan no está muerto sino oculto, ya que guarda un conocimiento que además de peligroso, suele ser contrarrestado por aquellos que no lo comprenden. Creo que sin la
consciencia cósmica jamás podríamos llegar a “darnos cuenta” de que lo evidente no es lo que pasó ni lo que puede pasar, sino lo que está pasando, y en qué medida podemos colaborar con la creación de una mejor realidad. La vida y el misterio colaboran con el ajuste de cuentas de la naturaleza, pues con nuestros países no ha habido justicia, sí un profundo saqueo y desigualdad. Deseamos que la democracia pueda realizarse y que tanto colectivamente como individualmente alcancemos la plenitud, la paz, la libertad. Cuando nos atrevemos a observar más allá del condicionamiento estamos reactivando nuestra esencia sagrada y nuestra relación con el espíritu. Más allá de la moral y la visión dualista del sistema, encontramos el placer y la sanación. Pareciera que la historia nos condujo a una singularidad: dos mundos engendrando otro. Ya no somos lo que somos, ni lo que creemos que somos. Hoy somos otros. Recuerdo que un día “Lagartija” (Cuetzpallin) del 2013 fue la “siembra” de nombre de Omar Terrones y fuimos directamente a Milpa Alta con el abuelo Teuctli. Ahí tuvimos una larga sesión de cinco horas de temazcalli y después comida, así como charlas, poemas, canciones y risas. Recibimos su enseñanza, así como Omar su nuevo nombre, “Texotla”, que significa “piedra resplandeciente”. El nombre del abuelo quiere decir “Polvo”. Ese mismo día, al amanecer, yo había escrito un tuit que decía simplemente: “Tlahuizcalpantecuhtli”. Siete horas más tarde, ya en la ceremonia con el abuelo, recibía de él una explicación precisamente sobre “Tlahuizcalpantecuhtli”, “La Aurora”, “La Casa de la Luz”, “La estrella de la mañana”. Más tarde comprendería que esta simbología abarca el planeta Venus y al mismo Quetzalcóatl. Meses después, en una ceremonia en verano, ahora en La Casa sin Tiempo, el abuelo Teuctli me daría a mí mi propio nombre, el cual es “Coxolli”, que significa “Ave de muchos colores”. Este nombre obviamente es algo simbólico, algo que nosotros potenciamos. Parte de la historia que cuentan los abuelos y las abuelas de la tradición oral conlleva lo sucedido con Cuauhtémoc tanto en vida y en pensamiento, como en el asesinato que le hizo Cortés, y lo que ésto representó para México. Siendo un espíritu vivo, guardián y médico, la fuerza de nuestras manos ha estado constantemente influyendo en una tarea encomendada desde hace mucho, y que hizo el tlatoani el año 1522. El propósito para los hijos del maíz es continuar con la tradición, mejorarla, sacarle jugo, provecho, encontrarle el
sentido, el juego a la vida. Las familias que sobrevivieron a la masacre de la invasión pudieron rescatar su conocimiento; parte de ese legado se encuentra, por supuesto, en la lengua, en la danza, en la artesanía, en calpullis, calmecacs. Recordarlo nos hace honrar nuestro pasado, nuestras raíces, y revalorarlo para que cuando nos encontremos con ello en el mundo no lo rechacemos, puesto que es algo milenario, más milenario en esta tierra que el mundo moderno. Quien sabe ver reconoce que no ve sino lo que quiere ver. Todo es por algo. Las nociones del Dador de la Vida dieron un sentido sagrado a Tollan, y este sentido de la voluntad divina se ve reflejado en un llamado que hizo el tlatoani mexica Cuauthtémoc antes de que su cultura se sincretizara al catolicismo, disfrazando a la Tonantzin bajo las ropas de Guadalupe y la devoción de los dioses a los santos, que son una expresión de un mismo Dios, que para los antiguos, en su expresión más pura, trasciende todas la formas y habita tanto en nuestros corazones como en el universo. Es una realidad que existió y existe, Tollan como un centro ceremonial, sagrado, vital, solar, iluminador, pleno, sin embargo quizá no ha sido valorado en la actualidad como lo que es, pues se busca poder, no entendimiento, no verdad. El trabajo de reconocimiento de la naturaleza no es más que un proceso de lo que somos vinculando el conocimiento que la tradición ha protegido, gestado y compartido con la misma noción de totalidad que trasciende fronteras y que descubrimos a través de sus formas con cualidades expresadas como mitologías, mitos, y expresiones sagradas; nos muestra dimensiones de nosotros mismos lo cual es una forma particularmente distinta de ver lo divino a la forma occidental. El punto en el que la información se vuelve experiencia mística es el punto en que el individuo va más allá de sí mismo para encontrarse con el aspecto luminoso. Si asociamos lo divino a estos conceptos es porque lo satisfacen. Por ello la noción de Todo, Totalidad o Nirvana, es un aspecto indefinible. La realización, el amor total, es un “estado continuo”. ¿QUIÉN SOY? Arquetipos, iniciaciones psicodélicas, Tarot, Ser y crear ¿Quiénes somos? ¿Qué somos? ¿Qué hacemos aquí? Resolverlo es lo difícil. No creo que alguna definición pueda conducirme a sentirme realmente en la certeza. Creo que la certeza viene más bien de un estado de consciencia que
trasciende la palabra. Los arquetipos son simplemente puentes a la disolución del ego con la consciencia simbólica, la cósmica y de los elementales, así como son puentes al misterio del significado. Podemos acceder a numerosas formas de autoconocimiento, el fin es en sí mismo expandir nuestra visión del mundo y del yo, ya no como ego (ni luchando contra el ego) sino “siendo” parte fundamental de la realidad que percibimos, concebimos y creamos. Es acabar con la ilusión, creando belleza. Esto es ponernos en contacto con nuestro inconsciente personal, familiar y colectivo, sanando y sublimando los detalles de nuestro propio misterio, ya que cada ser humano es en sí mismo un milagro de la existencia. Al hacer se disuelven las fronteras del Ser. En las experiencias con LSD los individuos parecen reaccionar de distinta manera, esto dependiendo de varios factores, tanto psicológicos como personales, predisposiciones o contratos “metagenealógicos”, es decir, prohibiciones y/o pulsiones en sus estructuras psíquicas, condicionamientos políticos, religiosos, morales, conductuales, autoinducidas por el árbol. Sin embargo en esas circunstancias o estados suelen “darse cuenta” y mejorarlo, o dejan de darle importancia a lo que descubren que no la tiene. La visión del Ser es ya no en los dilemas del deseo y el desapego (que se vuelve apego al desapego: huida), sino en la misma comprensión de que la coherencia que podamos representar a través de nuestros actos y palabras es lo que nos colocará en cierta dimensión frente a nosotros mismos. Así la individualidad afecta la colectividad: en movimiento. Curiosamente, esto del movimiento fue simbolizado por una especie de cruz o esvástica en la cosmovisión antigua, no solo de grupos prehispánicos, sino de grupos en todo el mundo como en Oriente. Ese símbolo es la misma cruz de San Andrés que no está verticalhorizontal sino en X, y representa los cuatro vientos: el Universo. La consciencia del movimiento en el instante solo la brinda la experiencia. Una de mis primeras experiencias con ácido lisérgico me hizo reconocer que yo no era el centro del mundo y que yo era un ser diminuto, o al menos así me hizo sentir en ese momento. Tenía apenas 15 años y me sentí perdido, así como tuve muchas alucinaciones y sentí miedo. Después fui comprendiendo que fue mi misma paranoia la que me hizo reaccionar de ese modo, me abrí a percibir la realidad “tal y como es” y descubrí que la inocencia está implícita en esto que llamamos Universo, que vivimos en la mente de Dios, sentí que llevamos
un niño y una niña interior que no paran de curiosear por la eternidad. Descubrí que no soy yo quien existe sino el Universo. Yo soy solo un vehículo. Primeros encuentros con el Tarot Mis primeros contactos con el Tarot se dieron después de la adolescencia, en 2010, ya cuando vivía con algunos amigos en Santiago de Querétaro, entre varias crisis de identidad que tuve como explosión en cierta época de mi vida, que se dió entre las drogas, el amor y el exceso de literatura. Ahí, Salvador Becerra, lingüista, sacó un montón de barajas con las que hacía trucos de magia urbana para todos. Ahí vivíamos en un departamento, fumábamos marihuana recreativamente y compartíamos todo tipo de anécdotas, ideas, música, juegos, así como aventuras que después se convirtieron en rupturas de la realidad que me hicieron comprender la vida misma de otra manera. Recuerdo cuando una tarde, en una de esas tiradas me habló sobre la Esperanza, simbolizada por la Emperatriz, que veo como la matriz creadora, la feminidad sublimada, el orgasmo, la creatividad, y también recuerdo que una de las “predicciones” del Tarot (usado adivinatoriamente) después de numerosos exámenes del presente y proyecciones, predecía una especie de “Catástrofe”. Intenté re-simbolizar, pensar que era una casualidad, o simplemente ignorarlo, ser indiferente a esto que tanto temía, pero para mi sorpresa unos meses más tarde viviría lo que realmente sería para mí un caos o una deconstrucción de mi propia identidad, y aunque el mundo cotidiano parecía el mismo de siempre, en mí habría roto los límites de mi propia percepción y de mi propia realidad. A su vez, estas situaciones me condujeron a querer comenzar de nuevo. Quemé todos mis diarios, poemas, y descubrí la Psicomagia como guía a sanar cuestiones internas, “metagenealógicas”, partir de mi enfermedad. Leí algunas cosas de Plano Creativo de Paco y Carmen Sol, quienes comparten textos de Alejandro Jodorowsky, y ello junto con ciertos elementos poéticos y oníricos me inspiró a esa mutación que yo quise definitiva. En el punto en que estaba en mi vida comencé a ver la realidad como un sueño en donde todo significaba algo. Antes no existía esa “moda espiritual” que en ocasiones me parece melosa y sin suficiente fundamentación empírica (fanatismo), pensé que lo que sucedía era algo como una elevación de la vibración que no entendemos porque no podemos comparar un tiempo con otro, un salto cuántico, dimensional. Agradecerlo me parece fundamental para
concretar una visión de la realidad que trasciende lo individual y comprende que lo que hará de nuestra humanidad un mundo mejor es la sanación de nosotros mismos, en la risa, el conocimiento, la experiencia misma y el arte, es decir, la vida metapoética, iluminando con nuestro Dios(a) Interior. Ya en septiembre del 2010, mis amigos y yo estábamos a punto de irnos “cada quién por su lado” de esa casa que rentábamos juntos, puesto que algunos no tenían trabajo y algunos estaban hartos de la fiesta excesiva, algunos problemas habían surgido por parte de Holkan (guerrero imparable, en maya) amigo nuestro que andaba borracho todo el tiempo y, a pesar de que nos cae muy bien, en ocasiones se ponía muy impertinente y a pesar de no pagar la renta, vivía con nosotros incitándonos al continuo desastre y las noches sin dormir. En verdad que a mí me gusta mucho ese estilo de vida, pero hay un límite, que es el respeto, y se rompió por pleitos supuestamente “amorosos” por una chica a pesar de que la situación era realmente absurda, puesto que ella es mi amiga y tiene todo el derecho de serlo, pero en el punto en el cual uno se pone celoso y se va a la violencia ahí ya no somos nosotros mismos. Esa fue una de las razones por las cuales decidimos separarnos. En noviembre de ese mismo año, cuando ya habíamos desalojado la casa, Chava rentó un nuevo depa y yo vivía con Mariana Cuevas, mi musa, en un nuevo recinto, sucedió lo que yo sentí como “la catástrofe” de la que hablaba el Tarot. Yo iba a cuidarle a Chava un par de gatos, “Tantarria” (una gata pardinegra increíblemente flexible) y “Micifuz” alias “Tom” (por Tom Yorke, vocalista de Radiohead, que igual que el gatito blanco y ojoazulado tiene un ojo chiquito) por un tiempo, que él iba a estar fuera de la ciudad, y entonces saliendo a las once de la noche de mi trabajo, donde lavaba trastes continuamente por seis horas (y eso me hizo crecer la musculatura de los antebrazos) me fui directamente al departamento de Chava, donde encontré también a Erik Blas, con quienes pasaba ratos muy afables. Llegué y noté que el departamento ya tenía muebles, que tenía un balcón muy simpático que daba a una de mis avenidas favoritas del Centro Histórico. Encendimos un porro y comenzamos a fumarlo, a platicar sobre cosas triviales así como, recuerdo, sobre alguien que vivía en los sueños. Yo sabía que ellos habían comprado 6 ácidos a Holkan, quien los había traído de El Chopo, en el DF, y que querían experimentar después de otros viajes que habíamos tenido.
Sabemos que en muchos casos a los jóvenes no les dan LSD, sino LSA, o PSP. En esta ocasión era LSD puro, y la edición de los “papeles” se llamaba “Dalai Lama”. El cuadro contenía un monje budista meditando y un aura en su cabeza como los santos. Sin embargo, yo no sabía que iría a “viajar” en ese momento, yo solamente pensaba que iba por los gatos. Pero ellos en una travesura diabólica pusieron el ácido en la lata de refresco que yo bebía. Bebí con confianza aún sin saberlo, mientras platicaba con ellos. Entonces, más o menos a la media hora, comenzaron los efectos. Chava me confesó que había puesto un ácido en mi refresco. ¿Qué? ¿Cómo era posible que me hubieran “drogado” a propósito? Me quejé. No quería. Sentí que tenía cosas qué hacer, que no estaba preparado, pero después reí. Acepté. Pensé que quizá los efectos no serían tan intensos. Subestimé el ácido que luego me iría a enfrentar con mis miedos más profundos de una forma tan intensa, que tardaría mucho en asimilar y aún no logro por completo. Al comienzo, sentí un gran impulso por sentirme “estable”. Me sentía bien, miraba hacia la ventana que daba al balcón, y comencé a sentir algo singular en el viento, algo muy bonito, algo que no puedo describir, como si yo “recordara” o “fuera recordando”, una especie de Deja Vú. Las cortinas tenían flores que me miraban con dulzura, se movían como mujeres dulces que hacen señas de amor incondicional, tornasol, miel, luz, arco iris. Me levanté, di unos pasos al frente y me asomé a la calle. Los adoquines giraban como caleidoscopios. Volteo y las cabezas de Chava y de Erick han crecido. Somos como toros salvajes, como niños santos, como duendes, ¡humanos! Recuerdo que decimos que somos genios pero que somos tontos y nos reímos y hablamos sobre lo que sentimos. Uno de ellos dice que hay que salir a cenar, siendo ya casi la madrugada. Sin pensarlo, salimos bajo estos efectos sin imaginar las consecuencias. Fuimos a la azotea y sentí que ese ácido era el que me había hecho un efecto más fuerte. Mi cuerpo estaba sudando. Caminaba a oscuras y me sentía de alguna forma “observado” por luces rojas incandescentes. Esa sensación continuaría de alguna forma repitiéndose en otras experiencias hasta que le he hallado una especie de explicación. Ciertos mandalas me rodean, pero domino mi voluntad, me muevo y miro a las estrellas, las cuales viajan a la velocidad de la luz. Siento energías. Siento calor y alegría. Chava y Erick ríen y caminan
conmigo. Para ese momento dicen “Hay que salir” y recuerdo que ya en el sitio de comida fue que comenzó la catástrofe. Bajamos de la azotea por unas escaleras, pasamos por el pasillo, fuimos hasta la puerta, caminamos hacia las calles y fuimos directo a un puesto nocturno de comida, uno de estos carritos ambulantes. No hablábamos mucho en esos momentos, sólo caminábamos. Comencé a oler, naturalmente, el hedor emanado de los tacos, hamburguesas y hot-dogs que preparaban a esas horas. Escuchaba la televisión, hablar como un idioma ininteligible. Yo no estaba en un estado ideal para estar allí. Sentí muchas cosas extrañas: sentí el dolor de los demás, como algo que se expandía al punto que me haría llorar, y luego algo de náuseas. Como calmando mi nube de exageraciones y pensamientos, Chava se reía. “Ya te pegó”, me dijo. Me di cuenta que sí. Me dispuse a reír, a calmarme, y me pasaron una hamburguesa. Las personas del lugar me miraban con curioso morbo. Erick se reía también, temblando como de frío. Yo no entendía nada, y comí. Recuerdo que pensé en cómo antes era vegetariano, en esas épocas andaba con gran falta de dinero y dejé de serlo temporalmente. Sin embargo nunca dejé de sentir cierto “asco” por la carne. En este estado, me dio cien mil veces más asco todavía, pensar que comíamos carne de seres que asesinábamos para comérnoslos. Lo sentí. Horror. Pensé que nosotros éramos el Diablo, o algo por el estilo. Tuve una incomodidad extrema, quería irme. Pero no quise rechazar la comida. Después que terminé la hamburguesa caminé con Chava y Erick de regreso. Recuerdo que el efecto había subido tremendamente y yo me sentía mareado, exaltado, a su vez ligero y en cierta forma “destelleante”. Deambulamos de regreso. Vimos a un par de jipitecos que conocíamos de las calles del centro. Chava platicó con ellos y les dijo que andábajos “bien ajos”. Yo estaba, como se dice por aquí, “mega volado”. No tenía idea de qué ocurría y estaba pronto a desvanecerme en cualquier instante. Después de la conversación que tenían y rumbo al departamento, tuve un “blackout” que solo una vez antes me había sucedido. Fue una ruptura en la realidad fuera de mi control que no pudo haber sido medida o analizada, simplemente fue. Íbamos platicando y de pronto sentí que la realidad dejó de existir, dejé de ser o de estar ahí, un sonido parecido a un zumbido se “destapó” y los segundos me parecieron siglos, a su vez que mi visión se expandía más que en 360 grados. Sin embargo yo “ya no estaba aquí”. Vi todo en blanco o gris, y me fui a una zona en donde no entraba luz, o al menos eso
fue lo que sentí temporalmente. Ya no estaba “en mí” sino en un lugar donde el nacimiento y la muerte no existían, no había sino mente, espacio vacío, impersonalidad, no había cuerpos ni formas definidas, yo estaba de alguna forma “antes” de haber nacido pero con los recuerdos de mi vida actual, sin alterarse, por lo tanto simultáneamente era “después”. Me decía, por inercia a mí mismo, los nombres de mi madre, mi novia y de mí mismo, múltiples veces. Estaba aterrorizado, pensé que había muerto y que ya no había salida. Pensé que mi vida había sido una “película”, una simple “ilusión” y que “ya todo había pasado”. Después recobré la confianza y un flujo de energía me “sacó” y “aparecí” en el cuarto de Chava, vomitando la hamburguesa, recapitulando lo vivido, con el efecto del LSD aún acrecentándose y mostrándome su poder. A pesar de que lo que había vivido para ese momento suena impresionante, yo no lo procesé del modo en que lo cuento sino que fue como despertar del sueño dentro de otro sueño. Una vez en esta realidad, en el cuarto de Chava con Erick y la música y la marihuana, me encontraba de frente con la cuestión de que ya nada lo percibía como antes, sino que el LSD me había hecho un efecto dramático en simplemente un par de horas. Sospechaba que no era solo el LSD, esta sensación de “muerte” me había provocado algo que ya no era ni la droga ni yo mismo, era una singularidad que rompía con la propia concepción de lo real. Sentí que mi mente creaba el Universo y que todos éramos la expresión de una misma consciencia. Sentí que estaba muerto y que yo era un sueño que despertaba en vida. Vi al techo y vi un espejo triangular, del cual yo oía una voz, como un eco, que flotaba sobre mí y me decía “Yo soy la Realidad” en una forma no-verbal (emanación) sino como revelándome una verdad que humanamente no comprendemos. Después decidí salir del departamento. Abrí la puerta que daba al pasillo de las demás habitaciones y sentí una presencia femenina increíblemente hermosa, así como increíblemente poderosa, eléctrica, azul, que me seducía. Vi formarse en la pared este rostro de mujer que me está cantando una especie de canción, mientras me dan escalofríos, e intento volver al silencio y a mis pensamientos. No logro asimilar qué es esa sensación de que alguien intenta aproximarse, ese canto de mujer, esas sensaciones. Después caminé, bajé por las escaleras y salí a la puerta frontal. Miré la calle. Sentí una libertad que no puedo definir. Sentí que era el rey del mundo. Sentí que lo amaba todo. Decidí correr y me eché a correr. Dejé
atrás mis llaves, mi mochila, mis zapatos, y algunas monedas que rebotaron en la banqueta mientras yo daba de saltos por las calles del centro de la ciudad. Seguí corriendo, literalmente como loco y a toda velocidad. Sentía que podía “volar”, sentí una especie de vuelo sin separarme del suelo, una ligereza sin par la que era correr, una emoción que sólo había experimentado en sueños lúcidos. Para eso, eran aproximadamente las 4 o 5 de la mañana. Le decía a la gente “buenos días” con una alegría sin precedentes, a lo que ellos respondían “Buenos días”, “Buenos días”, mientras me miraban con curiosidad. Vi a una patrulla y decidí calmarme porque al fin pensé que era algo raro hacer algo así a esas horas. Tomé un taxi y me fui directamente a ver a uno de mis mejores amigos, Suri Sadday, en quien tengo confianza y a quien conozco desde los 12 años. El efecto me duró dos días más, yo me encontraba en una vibración cerebral de hipercognición. Procesaba una cantidad de datos simbólicos, analíticos y empíricos en mi cerebro de los cuales apenas podía traducir algunas frases o alusiones a “lo que quería decir”. La claridad me era sin par, pero encontré una intriga que me amargó los siguientes meses, que era qué es lo que había yo visto en esa visión de muerte. Sin embargo, ahí estaba vivo, y yo me hallaba feliz por ese simple hecho. Me bajé del taxi y llegué a casa de Suri, quien me recibió mirándome de pies a cabeza y sentenciándome por mi forma de llegar a esas horas y en esas condiciones. “No traes zapatos”, dijo, “¿Dónde mierda te metiste?” Me reí y le dije que no tenía tiempo para explicaciones. Me metí a su cuarto. Le dije: “Estoy bien pinche ácido.” Le dio risa y le contó a su hermano Ami que dormía en la litera superior. “Qué son estas pinches horas de llegar”, dijo el otro entre bostezos. Recuerdo que hizo una alusión a la confianza que yo consideraría un gesto simbólico trascendente e inspirador. Este par de “cuates” eran para mí como verdaderos hermanos, me daban la confianza suficiente para superar mis problemas y ponerme a pensar en lo que había sucedido, que no era cualquier cosa. “Vamos a fumar un cigarro”, me dijo Suri. Salimos al patio trasero y le conté cómo vi “máscaras tribales” en su jardín antes de entrar a la casa. Ahora, no había nada. “Estás alucinando”, me dijo. Y a pesar de ello me escuchó contar cada una de las partes del viaje, así como me invitó otro poco de marihuana para calmarme y potenciar el efecto del LSD que aún continuaba. Me dijo que
se metería a bañar. Me quedé solo y miré a una enredadera con flores azules, de un azul rey fascinante, llamadas en el antiguo México las flores de la virgen (Ipomoea, Morning Glory). Las vi y comenzaron a transformarse, a cambiar de forma, de color, y sentí que querían comunicarse conmigo, sentí que me veían. Me sacudí la mirada y dejé de ver eso. Después miré mis pies y efectivamente no tenía zapatos. Decidí pedirle un par prestados a Suri, quien se hallaba consternado por mi condición que repito, parecía una locura. Recordé a Mariana y me sentí invadido por el amor, cierta melancolía, y una necesidad de curar, de irme directamente hacia ella. Entonces le dije a Suri que me iría, me dió diez pesos para el pasaje, y le agradecí diciéndole que en su casa me había “reconectado” con una parte de mí mismo, quizá gracias a la meditación. Entonces caminé por las calles a eso de las 7 de la mañana o un poco después. Recuerdo que me sentía unido a todo lo que existía. No había sonido que yo no sintiera conectado a mi sueño lúcido, que no fuera una propia expresión de la misma cosa, conectado de forma inmediata con todo lo demás. Mis sentimientos hallaban resonancia en el entorno. Por ejemplo: subía mi ánimo, y una camioneta aceleraba creando una música de guerra, una música de decisión, de valentía. O tenía un pensamiento sublime y los pájaros comenzaban a cantar diferente. Una parte de mí duda y otra simplemente observa, canaliza, decodifica, relaciona. Entonces subí al camión y comencé mi viaje de regreso, hasta llegar al Centro Histórico. En el camino recuerdo que pensé algo, o me llegó una idea iluminadora, que era que “somos partículas cósmicas que quieren ayudar al universo a encontrar su perfección”. Después me bajé y comencé a caminar por las calles. Me descubrí sin dinero. Comencé a arrastrar los zapatos viejos que me había prestado Suri y a sentir el calor del Sol. Aún me faltaba tomar otra ruta para llegar hasta mi nuevo departamento. Pedí dinero a varias personas, algunos me miraron con desprecio y algunos me dijeron que no tenían. Vi a un vagabundo que me miró con camaradería, y yo pensé, quizá con algo de soberbia, “no quiero acabar así”. Tras varios intentos, algunas personas me dieron unas monedas y logré alcanzar la tarifa de 6 pesos. Antes de ir con Mariana, decidí echar un ojo al departamento de Chava, del cual había salido corriendo sin avisarles ni a él ni a Erick, y me trepé a un árbol para hablarles. Pude ver por el piso del balcón que ya no había nadie. Después, salté del árbol al suelo y una señora me miró
muy feo, como si yo hiciera algo delictivo. Me dieron ganas de decirle algo pero seguí mi camino, esta vez para ver a Mariana. Caminé por la calle Ezequiel Montes hasta llegar a una plaza que llama Santa Rosa de Viterbo. En ese lugar me sentí muy tranquilo, y me detuve a pensar en lo sucedido. Seguía en un cierto grado de confusión, exaltación e hipersensibilidad, que se manifestaría en mí los siguientes dos o tres días, una especie de percepción muy lúcida y amplificación de mis propia capacidad de observación de mis estructuras inconscientes. Podía saber qué había detrás de mis pensamientos. Era como poder observar capa tras capa una cosa sin final, un sentimiento o una causa infinita. Eran como las ocho de la mañana. No había dormido. El viento me acariciaba. En ese momento me llegó la palabra “Mayia”, mientras las palomas recogían semillas de maíz del suelo y la fuente de la plaza brotaba, nombre que puse a mi proyecto musical personal, que también nos evoca a la palabra hindú, “Maia”, que se refiere al velo, a la ilusión. Años más tarde en el Bhagavad Gita leí un mantra sobre la ilusión que me gustó: “Cuando tu inteligencia haya salido del espeso bosque de la ilusión, te volverás indiferente a todo lo que se ha oído y a todo lo que habrá de oírse.” Tomé un camión y fui hacia mi nuevo departamento. Lamentablemente, llegando, ¡me di cuenta que había tirado mis llaves al salir corriendo de casa de Salvador! Qué falta de anticipación, pensé, y me quedé a esperar. Fui a buscar un teléfono de monedas por las cercanías. Caminando, me encontré con una señora que barría la calle. Parecía algo ricachona, por su modo de vestir. Pensé que sería una buena persona, y le pregunté por un teléfono de monedas. Me miró de pies a cabeza, creo que notó que mis zapatos estaban horribles y posiblemente mi pelo desaliñado, para decirme que no sabía. Después hallé un teléfono y llamé. Una hora después llegó Mariana, a quien abracé con gran alegría, sin poder explicarle con palabras lo sucedido, y nos pusimos a reordenar esta cuestión puesto que sabíamos que necesitábamos hacer nuevas cosas para sentirnos mejor con toda esta novedad, lo que pasa y nosotros mismos. Algo había que hacer y estar allí no era simple casualidad, era más que un deseo. ¿Qué es lo que me había sucedido y qué es lo que había comprendido en esta experiencia? ¿Cómo podía explicarle a Mariana que yo no lo había hecho por mi propia voluntad sino que esto era parte de una especie de mala broma?
Recordé un momento difuso de la noche, cuando Chava y Erick le marcaron a Mariana, y le dijeron una serie de cosas sobre ella, sobre el momento y sobre mí, creando uno de las situaciones más decisivas y difíciles de mi historia personal pues ella se asustó, pensó que yo le mentía, que yo me había ido por ahí a drogar sin decirle y que además estaba perdido. Entonces ella se hallaba confundida y proseguí a explicarle lo sucedido, después logramos sanarlo. Pero entre más iba haciendo esa regresión, más fui recordando también este sentimiento de muerte que me invadió en mi experiencia y que me hizo cambiar de ser un chico fresco, alegre y despreocupado, a ser un poco más tormentoso, asceta y reflexivo. Cierto dolor en mí surgía como una puerta hacia mi propio encuentro, la raíz sensible con mi Ser. Ya en casa, sentí una conexión muy poderosa con ella, quien me lleva a partes de mí mismo que yo estaba y sigo reentendiendo. Sentí que había una parte de nosotros que comprendía los procesos psíquicos como una verdad inmediata, y algo más que eso, redes invisibles. Sentí nuestra necesidad de amor padre/madre, y de dar, sentí el amor como una verdad. Escribía y también, por esos días, tuve otros sueños muy fuertes. Entonces comenzó lo que puedo llamar un proceso de sanación, despertar y renacimiento. Uno de esos sueños fue así: yo estoy en Querétaro, pero las casas están destruidas y no hay luz en la ciudad sino únicamente la que nos ilumina desde las estrellas. Siento varias energías sobrevolarme, que de repente me arrancan del suelo y me echan a volar junto a ellas. En el aire, descubro que puedo volar con la mente y con la confianza. Miro a quienes me rodean en movimiento y son ánimas, mujeres-niñas-jóvenes-almas, cuatro o cinco en total, que me invitan a descubrirme en el vuelo. Al descubrir esta capacidad me siento entero y quiero besarlas, abrazarlas, agradecerles, siento que me uno a todas ellas y que formamos un ser colectivo. Siento que somos amor y despierto en el cuarto para escribir el sueño al amanecer, aún con los efectos secundarios. Al día siguiente volvería a tener un sueño lúcido, esta vez ya no con ánimas, sino que aparezco solo en el Centro de Querétaro, en uno de los andadores, que se llama 5 de Mayo. No hay nadie en las callejuelas. La luz del Sol se refracta en la piedra y llega a mí como un resplandor multicolor, como dorado. Salto por las escaleras y comienzo como a levitar. El momento se detiene y puedo observar cada uno de los detalles separarse como en polvo cósmico. En lugar de caer al suelo, soy disuelto en el espacio, succionado hacia arriba y despierto de nuevo.
Recordé entonces uno de los momentos de la noche del “Dalai Lama”, uno en el que después de que había vomitado la hamburguesa, Chava agarró un gafette que decía mi nombre, me lo acercó y me dijo: “Mira, te devuelvo tu nombre”. Las letras brillaban y leí: “Diego Sangri”. Recordé que cuando estaba en la “zona gris” repetía constantemente mi nombre, el de mi madre y mi novia. Sentí que había algo más que simbólico en eso. Sentí que mi identidad después de todo era un asunto mío y de nadie más. Sentí que debía reinterpretar la vida para comprender sus vicisitudes. Entonces me reí, tomé el gaffette y fue que me eché a correr a casa de Suri. Tras esas fechas que me cambiaron bastante, me acerqué al Tarot, al esoterismo, la ciencia, a la poesía y a la vida en una nueva forma, y después de unos meses me mudaría a Puebla, donde vivo actualmente. Este sentimiento de renacimiento ya no venía de la definición, sino de lo contenido. Después de pasados tres años, estoy reescribiendo esta historia y aprendiendo a ser quien soy. He descubierto que la vida no se trata de entender, sino de vivir, sanar y ser tú mism@. Siento que, a pesar de todo, construimos castillos de arena que inevitablemente se lleva el mar.
EL MUNDO DE LOS SUEÑOS LÚCIDOS: EXPERIENCIA Y PERCEPCIÓN, EL INCONSCIENTE COLECTIVO Y LO SAGRADO Casi todo el 2011 y 2012 se me fue llevando en sueños a sitios en el tiempo y el espacio que yo no puedo sino ser leal y transcribir lo que observé, aprendí, escuché y experimenté en estas zonas oníricas, con las mismas dudas que cualquiera puede tener al respecto, puesto que son “solo sueños” y después de todo no puedo observarlos sino bajo la lupa escéptica de la vigilia. No digo que soñé todos los días, sino que apunté cada uno de los sueños y después fui navegando por los posibles significados. En ellos he estado en Tikal, Chichen Itzá, Palenque, en numerosas ciudades, así como en la Pirámide del Sol y de la de la Luna, en Ushuaia, en la Selva Amazónica, Machu Piccu, los Andes, Giza,
y otros lugares indistinguibles, así como fuera en el espacio, entre energías de colores. Esto me condujo a darme cuenta de que la realidad es algo relativo. Uno de los sueños que más me asombró, fue uno en el que yo estaba en una zona semiárida que colindaba con una carretera rural, y frente a mí había una especie de cabaña con cimientos de piedra muy estéticos, hechos al estilo prehispánico, con piedras, troncos en vertical, y el techo me parece que era de palma. A unos quince metros había una mujer morena que miraba hacia las lejanías, como cuidando el terreno. La puerta estaba abierta: entré dentro de la pequeña construcción. Observé la pared y vi grandes bloques de piedra extendidos como un mapa sobre la pared, iluminados de colores no pintados, sino como luces, como inteligencia. Se movían formando mezclas cuadrangulares que tenían coherencia una vez que se leían de distinta manera. Al parecer, en estos sueños, “alguien” se aparece y me dice cosas para comprender lo que estoy viendo. En ese momento, la “voz” me dice: “Eres un Quetzalcóatl.” Continuó: “Son muchos guerreros. Tu deber es reordenar los rompecabezas para que se entiendan los viejos calendarios.” Después se esfuma, y me quedo junto con las piedras iluminadas. Las observo y de mis manos surgen los mismos símbolos que están en las piedras, y variaciones, los veo surgir desde mis brazos como chorros de luz que se hacen chispas y símbolos. Me asusto por la potencia. Quiero salir a tomar aire. Decidí mover una de las piezas, la hago encajar en un espacio vacío y brota un intenso resplandor que me ciega. Despierto consternado, e invadido por el éxtasis. Aún guardo el sentimiento de que esto no es una mera fantasía, sino que es parte de una realidad no reconocida en general por la humanidad, que tiene que ver con nuestro inconsciente colectivo, el legado sagrado de Anáhuac y los mismos designios de sus Potestades Espirituales, las cuales aquí han sido nombradas de distintas formas y que son meras representaciones de la cosmovisión que ellos tenían acerca de la realidad. Parte del trabajo, una vez me dijo Ahuatl, compañero chichimeca, es “unir el cielo y la tierra”. He decidido despojarme de definiciones para acceder a todas mis partes, no puedo decir “quién soy”, sí puedo decir que sé cómo puedo “conocerme mejor” y eso es “siendo”, “experimentando”. Somos lo que somos. En mis experiencias con LSD y DMT, que también fueron compartidas, logré penetrar a una zona de realidad en donde hay “entidades” y una comprensión de la realidad que
incluye nuestras proyecciones de lo divino, puesto que en esos momentos estamos “de frente” a algo divino, a algo indefinible, a algo sumamente espiritual y que si comprendemos todos llevamos dentro, es lo mismo. También, esto posiblemente tenga que ver con una nueva forma de comprender las dimensiones y acrecentar nuestra relación con el hiperespacio. Sin embargo, para mantenerse “cuerdo” después de ver este tipo de cosas, es absolutamente necesario un cambio de consciencia, una nueva forma de ver y hacer, una transformación interna, como hace la oruga antes de hacerse mariposa, y eso es el trabajo interior. Estas entidades no solo existen, son consciencia, son luz y son información. No están ahí para ayudarnos a hacer negocios convenientes, ni guerras, están ahí para transformarnos, para mostrarnos, para liberarnos. No podemos decir que son precisamente materiales o que se presentarían aquí en la tierra al Presidente. Algunas gentes hablan de “ángeles” o “devas”, o “espíritus guardianes”. Yo no sé si es eso, pero puede llamársele así, porque no sé de qué forma le podemos llamar. Estamos ante uno de los fenómenos más revolucionarios y al mismo tiempo más milenarios de la humanidad, y no es ciencia ya con instrumentos, sino la ciencia misma de la percepción de “lo que es” en tanto que realidad empírica inmediata, cesando de separar el observador de lo observado, método que en antiguas culturas incluye la utilización de los artefactos “aliados”, los “sacramentos del indígena” que vienen siendo substancias psicoactivas como las ya mencionadas, entendidas ya no únicamente como moléculas (aunque nos hagan pensar en las “hormonas” como entes comunicantes, en la neuroquímica y en la misma activación de las zonas cerebrales por cuestiones tanto externas como “a voluntad”) sino, como dijo el conferencista y psiconauta Terence McKenna: como “catalizadores de la imaginación”. El mismo mito de Génesis nos habla de que a “Adán” y “Eva”, gracias al fruto prohibido sus ojos fueron abiertos. Estos artefactos para estas culturas serían considerados sagrados y los códices serían como guías de usuario tanto para estos temas como para cuestiones médicas, morales, sociales, rituales y astronómicas, los cuales la mayoría fueron vilmente saqueados y robados por los reyes, virreyes y papas europeos que ejecutaron la invasión a Anáhuac. Creo que “extraterrestres” es un término descabellado y poco certero. Dioses, por otro modo, nos coloca en las jerarquías, y no es así como funciona
la cosa ya en una “dimensión de sabiduría” donde “todo es sagrado”, “todo es uno” y “todo es lenguaje”. Somos lo que vemos. Después de todo, ¿qué es Ser Humano? ¿Qué puede decirse de un cristal que refleja aquello que observa: Tú Mism@, y/o emana significados y formas como “sacadas de la nada”? ¿Qué se puede decir de las relaciones humanas, que más allá de los nombres, somos? En maya, Humano era antes dicho únicamente como “Ser Vibratorio”. Para esta perspectiva, no hay diferencias entre las cosas, como para los grandes chamanes no hay diferencia entre un Ser de Luz y nosotros mismos. El abuelo Teuctli nos ha dicho: “Y todos somos estrellas cuando descubrimos nuestra esencia.” Quizá el mensaje es ese: somos polvo de estrellas. Y bueno, la vida es otro tema, el rompecabezas. Mi trabajo aquí es liberar los recuerdos de estas vivencias y ponerlos a merced del mundo para reconocer el silencio y la palabra como una necesidad vinculada, interrelacionada, danzando en sincronía. Lo que hallamos en espíritu y en verdad en la experiencia y la sublimación, lo traducimos en música, poesía, literatura y expresión. No nos tomamos en serio lo “pasado”, sino que lo re-significamos en el momento presente. Pasado – presente – futuro son procesos simultáneos. Ya no es tiempo de repetir sino de transformar lo recibido. Después de todo el mensaje trasciende y penetra todo lo conocido, y podemos ayudarnos ayudando. Llega un punto en que las definiciones no son nada, pueden intercambiarse, solo hay experiencia. El propósito también es reclamar el sitio que merece el Toltekayotl, el arte de vivir, dentro de la mística universal, planetaria. EL VIAJE DEL COMIENZO DEL NO-TIEMPO El 21 de Diciembre del 2012, estaba yo en Querétaro con “la pandilla”, Suri, Carlos, César y Julio. Varios de mis mejores amigos, guerreros y poetas, ingerimos LSD para vivir lo que para nosotros significaba ese día: un nuevo ciclo, un cambio de energías, de consciencia. En algún momento del viaje pudimos rasgar el velo de lo inconcebible y captar, con toda seguridad, a ciertas entidades lumínicas. A su vez, yo tuve visiones sobre serpientes en el suelo, serpientes de fuego astral que nos unían en una red inteligente en la tierra. Por un momento, sentí que todo “se conectó”.
INVOCACIÓN A ITZAMNÁ En otra de estas experiencias, ya en 2013, que más adelante contaré con más detalle, estaba en Playa del Carmen (Quintana Roo) junto con Mariana en este nivel de percepción. Tras nadar en el agua, danzar, sentir, conversar un poco y meditar, pude distinguir luces azules formarse más allá del espacio que consideraríamos tridimensional, dentro de nuestro cuarto de hotel (aunque el cuarto de hotel ya no era más que un “espacio” dentro del “espacio”), sin embargo estas “esencias” cautivaron mi atención ya no por el hecho de parecer conscientes o vibratorias sino por el hecho de que “emanan” símbolos que me recordaron en el “estilo” a la escritura de estas grandes culturas, toltecas, olmecas, mayas, en movimiento, en continua transformación, expansión y
disolución. Es decir, “ondas”, “signos”, “campos giratorios”, “luces que florecen”, “texturas tornasol”, “diamantes multidimensionales”, cierta transmisión espiritual. Me sentía conectado a la esencia del territorio maya, por lo tanto sentía que esa misma geografía producía un efecto natural, relacionada con su propia historia, su propia energía, aquello que han inscrito en la “noósfera” y en el “campo morfogenético” los mismos mayas con su concepción de Dios y sus rituales, así como el fenómeno que sucede hoy en día. Esta cuestión de los “lugares” es muy importante en la visión trascendental, es la noción del Espacio como substancia de la Totalidad y el Tiempo como esencia Atemporal.
MEMORIA, ESCRITURA, ESPACIO-TIEMPO Y SINCRONICIDAD Cabe mencionar que, como el lector notará, este proceso de escritura parcial y fragmentaria en realidad es así porque los tiempos cronológicos no parecen ser así vividos por los seres humanos, sino que la realidad es una misma expresión de nuestras formas de estructurar la memoria y la vivencia/contemplación de estos mismos fundamentos de percepción, a través de los cuales se establece el límite entre lo conocido y lo desconocido, bordes con los que podemos elaborar la recapitulación, la definición que conduce a la indefinición, a la metacomprensión de la experiencia del Ser. El elemento llamado Sincronicidad es de vital importancia para comprender el “sueño vivo”.
Un día leí: “La sincronicidad es el medio que las culturas chamánicas tienen para saber que van por el camino correcto”. Este elemento, no controlable, es más bien una anomalía del tiempo que no comprendemos puesto que no conocemos nuestra relación con el futuro y pensamos que lo observamos independientemente cuando no es así, estamos contenidos más allá de la esfera de las leyes espacio-temporales. Eso es lo que me ha llevado a resignificar tanto lo que sucede como la voluntad de que las cosas sucedan, la comprensión de que somos capaces de crear cuando somos capaces de reconocer quiénes somos. Es así que la relación que tenemos con nuestros sucesos vividos es simplemente una mezcla de mensaje de la vida y un eco, pues todo aquello que hacemos en cierto modo vuelve a nosotros. La cosa siempre es “qué es lo que hacemos” con lo que recibimos, pues una vez conscientes, solo nos queda actuar.
DUDA, CERTEZA, SILENCIO Y RESOLUCIÓN Hay que dudar con precisión para no caer en aquello que nos manipula o nos daña, y compartir lo que sentimos, dar algo verdadero. Como bien dicen “lo no compartido jamás se ha vivido”, y no compartirlo por tener la razón o hablar por hablar sino para producir la idea, sentirlo, crear, resolverlo colectiva e individualmente. Una vez que llegamos a nuestro centro, no hay palabras, no hay dudas, solo hay silencio. Esa es mi certeza, viajar encendidos desde nosotros mismos hasta lo indefinible.
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