EEP WEB
Aguas profundas
Pasamos muchas horas al día navegando por internet, pero dentro de ese inmenso océano que es la red, apenas chapoteamos en la orilla. Existen otros mares digitales –donde no siempre se hace pie– que resultan mucho más alucinantes e inquietantes. Los especialistas los denominan Deep Web, zonas abisales –ajenas al universo Google– por las que no siempre resulta recomendable bucear.
Por Javi Sánchez
. O C S O B A N G A M O I R I S : A Í F A R G O T O F
El 1 de octubre de 2013, Ross Ulbricht, un exestudiante de Física de 29 años, pelambrera rebelde y ojos dorados, se dirigía a la sección de ciencia ficción de la biblioteca de Glen Park, en San Francisco, para acceder a su Wi-Fi pública. Ulbricht se conectó siguiendo un ritual bastante familiar entre los usuarios de la internet sumergida, pinchando en el icono de la cebolla de Tor, destinado a eliminar todas las huellas de su periplo digital. Finalmente, abrió el panel de administración de su mayor tesoro: Silk Road (Ruta de la Seda), un mercado negro virtual de casi un millón de clientes donde se podían adquirir de forma anónima –pagando en bitcoins– desde drogas hasta sicarios. Ulbricht, supuestamente, era el propietario del bazar, que manejaba con el alias de Dread Pirate Roberts (el temido pirata Roberts de La princesa prometida), un nick fantasmal que el FBI llevaba persiguiendo dos años. Los agentes del FBI detuvieron a Ulbricht en la propia biblioteca, donde le intervinieron una cartera digital. El Pirata Roberts, administrador de un imperio criminal que había movido más de 850 millones de euros en esos dos años (de los que unos 60 millones habían caído en su bolsillo), había cubierto bien todas sus huellas en la Deep Web. Pero, al final, cayó víctima de Google: el FBI había rastreado las primeras referencias públicas a The Silk Road hasta varios foros donde un único usuario se dedicaba a alabar las virtudes del bazar, oculto a los navegadores normales. Silk Road ha sido, hasta la fecha, el nombre más famoso
de Darknet, el lado oscuro de internet, donde todo lo que sucede escapa a la vigilancia de Google y al control de los gobiernos. Y es sólo una parte, minúscula, de la Deep Web, un eufemismo que comprende la mayor parte de lo que sucede en internet, desde tu cuenta de banca on-line hasta foros de iluminados ufólogos, pasando por Wikileaks o almacenes anónimos de información. Según Google, la World Wide Web actual –es decir, la que el buscador puede indexar– alcanzaba a principios de abril los 45.000 millones de páginas web. La Deep Web se estima en más de 500 veces esa cantidad. El término, acuñado por primera vez a mitad de los 90, define una realidad más antigua que internet como la conocemos hoy en día. Antes del nacimiento de la primera página web, en 1991, el mundo digital se componía de grupos de noticias, foros y tablones on-line. Esa internet primitiva de módems chillones estaba poblada por un público minoritario y ultraexperto, émulos del Matthew Broderick de Juegos de guerra (1983), inspirados por la contracultura de las universidades californianas, donde foros de hackers y phreakers (especializados en saltarse la seguridad de los teléfonos de la época, condición indispensable por entonces para evitar facturas millonarias al estar on-line) compartían secretos alegremente… si sabías dónde buscar. En realidad, aquella internet preweb estaba completamente sumergido: no existían busca134 www.gq.com
dores y eran los propios usuarios quienes intercambiaban direcciones interesantes. Incluso tras el nacimiento de las famosas "www", todavía
pasarían un par de años hasta el primer buscador propiamente dicho y los primeros bots (programas que recorren internet para indexarlo), cuyo único propósito era medir el tamaño del mapa web de la época. Google no vería la luz hasta 1998 y, para entonces, la Deep Web ya era un término común entre los expertos, describiendo todo aquello a lo que no puede accederse alegremente desde un navegador. ¿Significa esto que todo lo que engloba es tan ilegal o peligroso como Silk Road? Para nada: todo el contenido de tu cuenta de Gmail, por ejemplo, es Deep Web (si sale en los resultados de Google, entonces tienes un problema); así como las intranet o extranets de tu empresa o universidad; el contenido protegido por muros de pago de varios medios de comunicación o servicios. ¿Los foros protegidos con contraseña? Tampoco salen en los buscadores, al igual que casi todos los sitios dinámicos o que presenten resultados de bases de datos (es decir, los que generan páginas al momento, que desaparecen en cuanto las abandonas. Incluso este artículo es, en origen, Deep Web: está escrito en Google Drive. Piensa en tu banco: el tamaño de lo que cada usuario puede ver de su página web sin registrarse palidece ante la cantidad de información quesólo cada cliente puede consultar. O en que cada usuario de Dropbox, de Gmail, de cualquier disco duro virtual donde literalmente cada internauta tiene a su disposición varias decenas de gigas ocultos al tráfico normal. Incluso los famosos captcha, esas ristras de caracteres ilegibles para "comprobar que eres humano", están dispuestos precisamente para cerrarle el paso a los bots, ya sean los de los buscadores o aquellos pensados para explotar los contenidos de un sitio concreto. Pero aquí todavía da la luz del sol: puedes acceder a casi todos estos sitios desde Google, armado con un nombre de usuario y su correspondiente contraseña, o tecleando los caracteres exigidos. Hace poco los investigadores marinos revelaron un descu-
brimiento impresionante: el número de peces de nuestros océanos es diez veces mayor de lo que pensábamos, y el 95% de ellos escapa a los buques pesqueros. Para ser exactos, esa cantidad aparece en el mesopelágico, a partir de 200 metros de profundidad, en la penumbra marina, habitada por criaturas que son a un atún lo que el Hombre Elefante a Bradley Cooper. Especies que apenas tenemos catalogadas y que, en su mayor parte, escapan a la lógica comercial de la pesca. Es la metáfora perfecta de la Deep Web: sólo unos pocos nombres, como Julian Assange, Edward Snowden o el infame Ulbricht han ido sacando a la luz para el público occidental las partes más polémicas de la divisoria. Quizá los dos primeros hanservido, sobre todo, para que nos conciencemos del nivel de vigilancia digital al que estamos sometidos cada vez que nos conectamos a la web visible.
Los ciudadanos de otros países más represivos tienen más claras sus posibilidades (con China a la cabeza, donde ciudadanos y Gobierno juegan desde hace años al gato y el ratón de la navegación privada). El gobierno turco, por ejemplo, prohibió a finales de marzo el acceso a Twitter y a YouTube en un intento de que no le estropeasen la campaña electoral al Partido de la Justicia y el Desarrollo de Erdogan. El resultado, puro efecto Streisand –cuando intentas ocultar algo en internet, el resultado acaba siendo lo contrario–, vio cómo el tráfico de la Internet Oculta se disparaba en la vecina Turquía, que aprendió sobre la marcha a eludir el radar gubernamental accediendo a las Darknets, con Tor a la cabeza. El objetivo primordial es saltarse las barreras con una combinación de herramientas: desde proxies y redes virtuales que oculten nuestro origen hasta la encriptación de nuestros pasos por internet. Herramientas perfectamente legales –en nuestro país–, que simplemente sirven como coraza en la superficie de internet. Pero que pueden usarse para descender más en ese reino de redes extrañas. Tor son las siglas de The Onion Router (El Router de la
Cebolla), famoso por ser muy eficaz para eludir al Gran Hermano: ha sido el protagonista en la sombra de la Primavera Árabe, una de las gargantas profundas de Wikileaks y, en general, la herramienta primaria para el submarinismo digital. Su creación, en2002, no está exenta de ironía: es la forma pública de unas herramientas creadas por el Laboratorio de Investigación Naval de la Armada de los Estados Unidos. La razón es obvia: la navegación encriptada es esencial para los ejércitos. Que el resultado fuese durante años una de las armas predilectas de Al Qaeda para su ciberactivismo ha sido un inesperado efecto secundario. Lo interesante de Tor es que permite el acceso a una serie de webs de complicada nomenclatura alfanumérica con la terminación ".onion". Webs, éstas sí, cerradas directamente al usuario normal, difícilmente rastreables, ubicadas en servidores ocultos al mundo. Silk Road era una de ellas, pero podemos encontrar bibliotecas, mercadillos más legales, servicios de chat para el paranoico extremo, foros conspiranoicos de pirados, alternativas a Dropbox donde no esté Condoleezza Rice y, en fin, casi todo lo que existe en la web pública, pero con la garantía –no al 100%– de la discreción y la privacidad. Por cada sitio curioso y más o menos legal, eso sí, existen unos cuantos callejones criminales bastante peligrosos. Vivimos en un mundo donde nuestros móviles y ordenadores están preparados de fábrica para suministrar toda nuestra información a los fabricantes, donde accedemos alegremente a servicios de geolocalización basados en satélites militares que pueden ser desactivados o controlados a distancia. Cada paso que damos en internet es fuente potencial de vigilancia o marketing, donde cada usuario deja un brillante sendero de baldosas amarillas en cada zancada. Sumergirnos en la Deep Web nos devuelve a los días de explorar internet como si fuese terra incognita, aunque esa sensación de libertad pretérita también tiene el precio de que, a partir de cierta profundidad, aquí hay dragones.
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10 NOMBRES PROPIOS DE LA DEEP WEB 1. TOR El equipo completo para acceder a todos los estra- tos de la internet sumergida y que, con un poco de maña, también sirve para saltarse los límites regionales de inter- net. Como, por ejemplo, Netflix o Hulu .
2. ORBOT Tor para tu móvil Android, por si te preocupa mínimamente tu privacidad.
3. HEARTBLEED Una vulnerabilidad tan gorda que ha habido que ponerle nombre propio. Ha afectado tanto a servicios normales (cambia ya tus contraseñas de Instagram y Tumblr. Cambia todas, mejor) como a Tor, que no era tan anónima y segura como creían.
4. DUCKDUCKGO La alternativa a Google y a Bing para internet "normal". Si no quieres complicarte la vida con Tor, pero no quieres que tus buscadores sepan todo sobre ti, DuckDuckGo es la respuesta para hacer búsquedas anónimas. Cuenta con una ventaja mayor: no te llena la primera página de resultados promocionales.
5. FREENET Una alternativa a Tor, de las favoritas entre la población china. Permite navegación anónima.
6. TAILS Para los muy paranoicos, una especie de Matrix que mantiene tu navegación por la Deep Web ajena al resto de tu ordenador, evitando virus y 'malware'.
7. SHODAN Un motor de búsqueda curiosísimo, sólo para expertos. Shodan revela un nuevo estrato de la Deep Web: el internet de las cosas. Busca cámaras, impresoras y cualquier otro cacharro conectado y sin proteger. Si sabes de esto, es la versión macarra y en directo de Google Street View.
9. THE HIDDEN WIKI La Wikipedia Oculta, en per- petua mutación, es el primer paso –y el más seguro– para entrar en los dominios .onion, ofreciendo un listado de categorías, desde bibliotecas de libros censurados o inéditos, hasta foros donde aprender a ser el nuevo Walter White.
10. BASES DE DATOS Más de la mitad del contenido web del planeta son bases de datos, inaccesibles desde un buscador. La más apasionante es la de la NASA (data. nasa.gov), pura Deep Web para todos los públicos, repleta de todo tipo de imágenes a altísima resolución sobre la con- quista del espacio y nuestro propio planeta .
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