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m o . c . ELs LA MONTAÑA DONDE NACIO t PUEBLO DEL SOL o do p a s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T JULIO JORGE CELIS POLANCO
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La presente obra es el resultado de la investigación científica continuada, que se comenzó desde 1987, se presentó por primera vez en el año de 1997, en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, del Instituto Nacional de Antropología e Historia, I.N.A.H., en la Tesis de Licenciatura en Arqueología, denominada: “El mito del Coatepec, aproximaciones arqueológicas”, donde en el capítulo III “El problema de Aztlan”, quedó aceptado por la Academia Científica de directores y sinodales la ubicación geográfica del lugar conocido como el Teoculhuacan Chicomoztoc Aztlan, en el actual cerro Culiacán de Guanajuato. La Tesis fue aprobada por Unanimidad con mención Honorífica y Recomendación de publicación de Tesis, en el Acta de exámenes profesionales No. 1123, expediente 8600103 del oficio No. 401 -18-328 del I.N.A.H., E.N.A.H.
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LA MONTAÑA DONDE NACIÓ EL PUEBLO DEL SOL. Autor y Titular: Julio Jorge Celis Polanco. Fotografías: Julio Jorge Celis Polanco.
La presente obra ha sido registrada ante el Instituto Nacional del Derecho de Autor en el Registro Público del Derecho de Autor. Número de registro: 03-2000-092212013600-01.
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m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T A mi amigo y maestro Don Román Piña Chán. (+).
Al Doctor Paúl Kirchhoff por sus importantes aportaciones a la geografía prehispánica.
A mi esposa María Elsa Camacho de Celis, luz de mi vida.
A todas aquellas personas que busquen en la verdad histórica, la unión y el progreso de todos los mexicanos.
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Índice
m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T
Agradecimientos………………………………………………………………….…….8 Prólogo………………………………………………………………………………..…9 Introducción.....................................................................................................................11
PRIMERA PARTE Datos etnohistóricos
La Búsqueda del Aztlán...................................................................................................20 El estudio de los mitos……………….………………..………………………………..29 La geografía sagrada........................................................................................................36 La Toponímia………………………………………………………………….………..43 Los chichimecas del Epiclásico……………………………………................................47 El Estado tolteca y sus áreas de control............................................................................63 El retorno al Teoculhuacan Chicomoztoc.........................................................................81 La reconstrucción de la ruta……………………………………………………………..99 El Teoculhuacan Chicomoztoc Aztlan, y su identificación con las crónicas…………………………………………………………………….....................110 La pirámide Montaña………………………………………………………………...…121 El Teoculhuacan de la eterna juventud…........................................................................127 El Teoculhuacan Chicomoztoc lugar de la dualidad……………………………….…...131 El viejo jorobado, el Teoculhuacan……….....................................................................139
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El regreso al Mictlán…………........................................................................................150
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La caída de Tula y los nuevos chichimecas.....................................................................166 Los aztecas y el Aztlan….………………………………………………………………173 Tras las huellas de un camino; la tierra prometida……….………………….………….193 El Coatepec el cerro de la serpiente………………..………………………………...…218 El sol Huitzilopochtli marca el lugar…………………………………………….…......227 El Camino de Tula a México……………………………………………………….......232 Situación política del valle de México a la llegada de los mexicas………….……..…..235 La fundación de México Tenochtitlán………………………………………….….…...228
SEGUNDA PARTE Del mito a la realidad.
Datos físicos del Culiacán y su área de influencia……………………………………...255 Entre sitios y cuevas….……………………………………………………………........274 Las cuevas del Chicomoztoc………………………………………….………….……..295 El corredor climático y la laguna de Yuriria……………………....................................306 Consideraciones arqueológicas e históricas del Estado de Guanajuato……………...…311 El Preclásico………………………................................................................................317 El Clásico –Epiclásico…………………………………………….……………..……..321 La relación de las fases tempranas de Tula con el Bajío…….….………….……….....334 5
El Posclásico, la presencia de Tula………………….…………….……………………341
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El Posclásico Tardío, la presencia purépecha………….………………….……….…...347 La fase chichimeca……………………………………………………………….……..349 Datos etnográficos…………………………………………………………….….…..…352 Datos lingüísticos……………………………………………………………………….358 Los diferentes nombres del Teoculhuacan…………………………….…………….….364 Conclusiones, discusión y análisis...................................................................................367 Epílogo……………………………………………………………….………………....386 Bibliografía......................................................................................................................387
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AGRADECIMIENTOS.
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Un trabajo de esta naturaleza que implica años de análisis y estudio con muy escasos recursos, no hubiera sido posible sin la ayuda de numerosas personas, instituciones y científicos, que de manera desinteresada apoyan la cultura y la investigación con el afán de apoyar al conocimiento y la investigaciòn de que esta tenga un impacto positivo en nuestra sociedad cada vez mas alejada de nuestras raíces y cultura general, a todas ellas muchas gracias. Sin el afán de buscar el protagonismo o de forzar las cosas, este trabajo expone el resultado de muchos años de trabajo de campo y gabinete y una manera de corresponder a estos apoyos recibidos es la posibilidad de que esta publicación se realice y se difunda. De manera sincera, doy gracias y reconozco el apoyo incondicional del empresario y amigo Raúl Novoa Aguilera, quien me ha apoyado directamente, en este trabajo y la difusión del mismo. Una obra de esta naturaleza, que se ha desarrollado a lo largo de varios años de investigación y análisis, no hubiese sido posible sin el apoyo y el interés de las personas que han podido entender y han valorado la importancia que tiene para los mexicanos, el reforzar y enriquecer parte de nuestra identidad cultural, de nuestras raíces, como un pueblo de una basta historia y tradiciones. Por lo que agradezco también de manera muy especial, a mi esposa María Elsa Camacho de Celis que tanto me apoya y ayuda en la elaboración y difusión de este trabajo, con amor y sacrificio. Al compañero y amigo al arqueólogo Roberto Pedraza Renaud por su confianza, amistad y apoyo. Al Ingeniero e Historiador, el Profesor Juan Enrique Saavedra Morales, por su apoyo en los tiempos más difíciles, por su entusiasmo y pasión por México, así como a su hermana Yolanda Saavedra Morales que tan gentilmente me ayudaron y continúan apoyándome. Deseo agradecer de igual manera al compañero y amigo Benjamín Ariel Nava Hernández, Director del archivo Municipal de Cortazar, el cual permitió la publicación de documentos inéditos por medio de esta obra y ha sido compañía confiable en diferentes expediciones. Del mismo modo agradezco el interés, apoyo, entusiasmo y aportaciones de mi hermano el historiador Miguel Ángel Celis Polanco.
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Agradezco de forma especial, al Círculo Nacional de Periodistas A.C., por su Premio Nacional y Reconocimiento, así como por la presea que me fue otorgada por la Excelencia y Trayectoria Profesional – Cultural: “SOL DE ORO 2008”, nominando a esta obra por el descubrimiento del Teoculhuacan Chicomoztoc Aztlan en Guanajuato y el origen de nuestras raíces.
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¡A todos ellos, y a todos los que hicieron posible este libro mil gracias!
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PRÓLOGO
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Cuando el arqueólogo Alfonso Caso denominó al pueblo azteca como el “Pueblo del Sol” en su libro publicado allá en los primeros años de la década de los cincuentas del siglo XX, ya hacía referencia sobre la importancia del paisaje y de las montañas sagradas para los antiguos mexicanos. Estos conceptos después fueron desarrollados como una nueva corriente de investigación en los años ochentas en la Escuela Nacional de Antropología e Historia ENAH y en donde pude participar, en lo que se denominó como la Arqueología de Alta Montaña desarrollada en ese entonces por el arqueólogo Ismael Arturo Montero García apoyado por la Doctora Johanna Broda y otros especialistas entre los que se destacaban el Doctor en Astrofísica de la UNAM Daniel Flores Gutiérrez el cual desarrolló los cursos e investigaciones en el campo de la arqueoastronomía. Fue por esas fechas que un amigo mío y maestro, el Doctor Román Piña Chán al platicarle sobre nuestras expediciones en las altas montañas de México y sobre el paisaje sagrado, y la búsqueda del cerro Coatepec, el cerro sagrado de los aztecas, que me aconsejo continuar con los trabajos inconclusos del Doctor Paúl Kirchhoff, el cual me podía aportar importantes datos sobre las migraciones prehispánicas y la cartografía y con una identificación de la cual, el estaba de acuerdo con el Doctor Kirchhoff. Se trataba sobre la montaña del origen, el antiguo Teoculhuacan de las crónicas localizado en el actual Estado de Guanajuato, cerro que contenía en si a las “míticas” siete cuevas del Chicomoztoc y que además revelaba un dato por demás importante para la historia de México: la posibilidad de poder ubicar a la antigua Aztlan, la patria original de los aztecas que fundaron México. Fue desde ese año de 1987 que comenzó la aventura por la búsqueda en el basto paisaje mexicano sobre su realidad física, investigando a fondo todas las anteriores propuestas para terminar con la más confiable y seria, la identificación de la montaña que realizó el Doctor Kirchhoff. Este libro: La Montaña Donde Nació el Pueblo del Sol, es la exposición de todos los pormenores y detalles, con sus códices, documentos y vestigios, que me llevaron de la mano a definir y demostrar que efectivamente el volcán Culiacán al sureste del Estado de Guanajuato, es la antigua montaña del Origen, el Teoculhuacan Chicomoztoc y de la misma forma poder ubicar al Aztlán, en una región geográfica rica en vestigios arqueológicos, que rompe con la antigua creencia de que en el Estado de Guanajuato no había existido asentamientos importantes en la época prehispánica, y ahora podemos 9
hablar de mas de mil trescientas zonas arqueológicas, algunas de ellas verdaderamente monumentales.
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Al aparecer esta tercera edición especial a un año de celebrar el bicentenario de la Independencia Nacional y el centenario de la Revolución Mexicana, nos ponemos a reflexionar, sobre lo que nos define como mexicanos y a reconocer que nuestra identidad tiene sus más profundas raíces en los pueblos mesoamericanos que esculpieron durante siglos las bases de los múltiples rostros de México y en donde podemos decir que entre los símbolos antiguos de identidad y que poco a poco ven la luz en el presente, esta la montaña sagrada del Origen, el Teoculhuacan, la cual es de manera simbólica: La Montaña Donde nació el Pueblo del Sol.
Febrero de 2009 Acámbaro Gto.
Julio Jorge Celis Polanco.
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INTRODUCCIÓN
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uando llegaron los conquistadores españoles al Valle de México contemplaron la gran laguna en donde se asentaba la ciudad de Tenochtitlán en una extensa isla, llegaron a la capital de un complejo estado militarista y por las narraciones de los mismos europeos podemos percibir gran impresión y asombro al conocer esta ciudad: “y Desde que vimos tantas ciudades y villas pobladas en el agua, y en tierra firme otras grandes poblazones, y aquella calzada tan derecha y por nivel como iba a México, nos quedamos admirados y decíamos que parecía a las cosas de encantamiento que cuentan en el libro de Amadís, por las grandes torres y edificios que tenían dentro del agua, y todos de calicanto, y aún algunos de nuestros soldados decían que si aquello que veían, si era entre sueños, y no es de maravillar que yo escriba aquí de esta manera, porque hay mucho de ponderar en ello que no sé como lo cuente: ver cosas nunca oídas, ni aún soñadas como veíamos...”. El soldado cronista, Bernal Díaz del Castillo continúa diciendo: “Luego otro día de mañana...íbamos por nuestra calzada adelante, la cual es ancha de ocho pasos, y va tan derecha a la ciudad de México, que me parece que no se torcía ni poco ni mucho, y puesto que es bien ancha, toda iba llena de aquellas gentes que no cabían, unos que entraban en México y otros que salían y los indios que nos venían a ver, que no nos podíamos rodear de tantos como vinieron, porque estaban llenas las torres y cues y en las canoas y en todas partes de la laguna, y no era cosa de maravillar, porque jamás habían visto caballos ni hombres como nosotros. Y de que vimos cosas tan admirables, no sabíamos que decir o si era verdad lo que por delante parecía, que por otra parte en tierra había grandes ciudades, y en la laguna otras muchas, y veíamos todo lleno de canoas, y en la calzada muchas puentes de trecho a trecho, y por delante estaba la gran ciudad de México”. Días después el Huey Tlatoani, Moctezuma Xocoyotzín, el señor de México, recibió a los españoles en una histórica ceremonia, cuando fueron instalados los castellanos en los palacios de Axayácatl padre de Moctezuma. Posteriormente Cortés pidió subir al templo Mayor de México acompañado de Moctezuma, por decenas de españoles y sus aliados tlaxcaltecas. 11
El señor de México: “… le tomo por la mano y le dijo que mirase su gran ciudad y todas las más ciudades que había dentro en el agua, y otros muchos pueblos alrededor de la misma, en tierra: y que si no había visto muy bien a su gran plaza, que desde allí la podría ver muy mejor, y así lo estuvimos mirando, porque desde aquel grande y maldito templo estaba tan alto que todo lo señoreaba muy bien y de allí vimos las tres calzadas que entran en México…Y veíamos el agua dulce que venía de Chapultepec, de que se proveía la ciudad, y en aquellas tres calzadas las puentes que tenían hechas de trecho en trecho, por donde entraba y salía el agua de la laguna de una parte a otra; Y veíamos en aquella gran laguna tanta multitud de canoas, unas que venían con bastimentos y otras que volvían con cargas y mercaderías; Y veíamos que cada casa de aquella gran ciudad, y de todas las mas ciudades que estaban pobladas en el agua, de casa a casa no se pasaba sino por unas puentes levadizas que tenían hechas de madera, o en canoas; y veíamos en aquellas ciudades cues y adoratorios a manera de torres y fortalezas y todas blanqueando que era cosa de admiración, y las casas de azoteas, y en las calzadas otras torrecillas y adoratorios que eran como fortalezas. Y después bien mirado y considerado todo lo que habíamos visto, tornamos a ver la gran plaza y la multitud de gente que en ella había, unos comprando y otros vendiendo, que solamente el rumor y zumbido de las voces y palabras que allí había sonaba mas que de una legua, y entre nosotros hubo soldados que habían estado en muchas partes del mundo, y en Constantinopla, y en toda Italia y Roma, y dijeron que plaza también compasada y con tanto concierto y tamaño y llena de tanta gente no la habían visto…”
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Este pueblo, que en menos de cien años, conquistó de costa a costa gran parte de Mesoamérica creando un gran estado imperialista, que según sus relatos al inicio era un grupo nómada y atrasado, supo aprovechar los conocimientos de pueblos que los antecedieron, construyeron la grandiosa ciudad de México Tenochtitlán, que tanto asombró a los conquistadores del siglo XVI. Pero ante este asombroso logro, nos surgen muchas interrogantes, y muchas dudas: ¿Eran en verdad un grupo lejano y nómada como ellos decían? ¿Como lograron esto en tan poco tiempo?, de ser así, ¿de donde vinieron estos asombrosos hombres?, ¿Cuál era su lugar de origen? Recordemos que los aztecas sólo representan una de las fachadas de la historia antigua de México y de las más tardías, ellos los aztecas o mexicas eran el resultado de una larga evolución milenaria que los antecedió. Pero sobre el inicio particular de los aztecas, hay un relato que nos es familiar desde la infancia sobre su historia y su propio origen. Las crónicas tardías del siglo XVI mencionan el famoso y misterioso lugar de su origen: Aztlan, el “lugar de la blancura o de las garzas”, pero de alguna manera se relacionaba íntimamente con una montaña mágica y legendaria; el Teoculhuacan Chicomoztoc. El 12
confusiones de los que la han buscado; los aztecas le denominaban Aztlan “lugar de la blancura”, o “de Garzas”, otras tradiciones nombran a este lugar como el Chicomoztoc “las siete cuevas”, o también Teoculhuacan “La divina montaña curva o jorobada” y por medio del análisis de las fuentes indígenas, como veremos llegamos a la conclusión de que Teoculhuacan y Chicomoztoc es un mismo lugar, mientras que Aztlan puede ser un poblado de la región del Bajío o uno mas de los nombres de la montaña, situación que se desarrollara a lo largo de este trabajo, y en donde el lector podrá sacar sus propias conclusiones.
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Según la mítica leyenda tradicional mexica, la orden de partida desde el Teoculhuacan Chicomoztoc –Aztlan, la había dado su dios patrono Huitzilopochtli, por medio del canto de una águila que salió de una de las cuevas del cerro y que parecía pronunciar: “tihui, tihui,” – “nos vamos, nos vamos”-, el dios patrono guió a su pueblo y les prometió ser dueños del Anáhuac, y decenas de años después llegaron a unos islotes de la parte occidental del lago de Texcoco y allí cumpliendo su promesa el dios patrono les indicó el sitio del asentamiento definitivo: En una roca con islotes, se levantaba una nopalera; en ella se posó el águila guía y destrozo con su pico a una serpiente. Tenoch, el caudillo fundador, dio nombre al poblado a partir del suyo: Tenochtitlán, y los aztecas dejaron de llamarse definitivamente aztecas para llamarse mexicas o mexicanos. Años después la promesa de grandeza se cumplió y conformaron uno de los imperios más bastos de Mesoamérica. Conforme se penetra a los documentos primarios, las interrogantes se multiplican, ¿cuáles fueron las causas históricas de la migración?, ¿qué nivel de desarrollo tenían los emigrantes? Y quizá la pregunta más importante de todas, que vuelve a salir al paso: ¿Cual era o en donde se ubicaba geográficamente su lugar de origen? Tema que ha inquietado por años a diversos investigadores. Como sabemos mucha de la información fue destruida en la invasión de la conquista, la información que se recupero después ya estaba fragmentada por los sobrevivientes a este drama, con el matiz de la cultura europea, lo que deforma y confunde muchos de los datos mas “puros” acerca del origen y cultura de los mexicas. Y quizá lo más importante, los mexicas dieron una versión de su propia historia, ¡que nos confundiría aun más! Ante la complejidad de este hecho histórico surgen dos problemas importantes, en cuanto a los datos que disponemos, el primero, que en los relatos existe un estrecho vínculo entre lo mundano y lo divino, o sea entre la realidad y el mito; el segundo son las discrepancias entre las diferentes versiones del viaje. 14
De estos problemas hay una derivación; las interpretaciones del hecho histórico en si, son múltiples y contradictorias, interpretaciones confusas desde los inicios de la colonia hasta nuestros días, y a esto se ha sumado lo político, sobre todo cuando el nacionalismo desde inicios de la vida independiente de México, ha rescatado la leyenda de la fundación de México y tiende a hacer a los aztecas el pueblo mesoamericano por antonomasia, transformando la narración del origen en: la historia oficial del asunto del “Origen de la Mexicanidad” e identidad para el actual pueblo de México, por lo tanto en una versión histórica nacional de Estado.
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Con la obra monumental de México a través de los Siglos, se escribe la versión porfiriana de la historia de México, en donde se efectúa una interpolación del concepto de México como nación y de Patria hacia el pasado prehispánico, en donde todos los pueblos prehispánicos eran ya mexicanos de algún modo y los aztecas los fundadores de esta mexicanidad y el pueblo principal de entre todos. Era un intento de formar el argumento de que los antiguos mexicanos forjaron el México desde épocas antiguas, sin tomar en cuenta las características pluriétnicas y plurilinguisticas de los demás. Conceptos que se continúan desarrollando por lo menos hasta mitad del siglo XX, en donde las expresiones artísticas y literarias engloban el concepto de lo que se puede definir como lo mexicano, compartido por el muralismo y el cine y en donde se llegan a los extremos de hacer una estampa oficial de lo mexicano, estampa que se exporta y vende al interior y exterior de México. Pero regresando a nuestro análisis; para poder entender los conceptos que rodean al fenómeno del Origen de los aztecas, debemos entender entre otras cosas la cosmovisión prehispánica, sus arquetipos y particularidades. Un aspecto que debemos tomar en cuenta es que las crónicas antiguas tienen una amalgama entre la historia real y los mitos. Para nuestros pueblos antiguos, entre ellos los aztecas, la historia estaba respaldada por el arquetipo cósmico. La parte visible y la invisible se explicaban al mismo tiempo y la concepción de su dependencia mutua se reflejaba en sus textos históricos. Los relatos de las migraciones del posclásico son particularmente ricos en temas en los que se da esta intima fusión del mito y la historia. El primero se refiere a un lugar de origen que no es exclusivo de los aztecas, y este es quizás el punto mas importante, es un lugar de origen compartido por otros pueblos, lo que lo hace pluriétnico y plurilinguístico; El Teoculhuacan Chicomoztoc, pictográficamente en los códices, aparece representado como una montaña con la cumbre curva, provista de un conjunto de siete cuevas o úteros que albergan a los pueblos, con lo que se describe como la gran montaña madre, simbólicamente como la paridora de los grupos humanos. 15
resultan datos históricos y lo más relevante: La ubicación o identificación geográfica de esta montaña arquetípica de origen.
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Pero la historia y los mitos cambian su perspectiva, cuando el punto de origen es encontrado en nuestra geografía actual y se convierte por lo tanto, en un lugar real. Si por una parte el Chicomoztoc es un arquetipo de amplia distribución en Mesoamérica, relacionado con los mitos de origen, muchos de estos aspectos míticos e históricos encuentran su explicación y se aclaran con la montaña real, localizada en le Bajío del actual estado de Guanajuato. Pero para entender los conceptos históricos y los mitos en torno al origen de los aztecas, y las ideas que los motivaron, necesitamos retroceder muchos siglos y entender como a partir de un paisaje real, este fue mitificado y explicar además no sólo el origen mítico de los aztecas, sino el origen de muchos pueblos, que eligieron a esta montaña como su lugar mítico de inicio. Algunos pueblos si eran de esa región del Bajío, otros de otras regiones de norte y occidente; pero lo adoptaron, por su prestigioso valor mítico cosmogónico. Recorreremos en este trabajo brevemente, como los pueblos que se desarrollaron en el Bajío, influirán determinantemente en los valles centrales de México, y nos daremos cuenta del gran desarrollo cultural que tuvieron los pueblos del la Mesoamérica Septentrional, en donde esta el Estado de Guanajuato. La región del Bajío esta lleno de sorpresas para la historia antigua de México ya que fue el crisol de ideas, mitos y culturas que se verán reflejados en la historia de los estados militaristas del Posclásico. Para este trabajo y para llegar a estas conclusiones, fue necesario aplicar la ínter disciplina científica, tomando elementos de las diferentes disciplinas antropológicas que se emplearon para el estudio y se apoyan entre sí, entre las que se destacan la etnohistoria, la arqueología, la antropología etnográfica y algunos estudios complementarios como la glotocronología de la lingüística y la Teoría de la Religión. Estas fueron las herramientas principales para la identificación geográfica, de un lugar simbólico para algunas etnias del Posclásico mesoamericano. El descubrimiento e identificación geográfica de este lugar mítico de origen, lo podemos sintetizar de una manera muy simple, pero cuyas conclusiones llevan años de estudio por muchos arqueólogos, antropólogos y lingüistas: Los pueblos asentados en el Bajío hacia el Epiclásico que producían una cerámica diagnóstica que los arqueólogos conocemos como el Rojo sobre Bayo, son los mismos grupos que al parecer se asientan en las primeras fases de Tula. A la caída de Tula en el Posclásico continúan migrando hacia los valles centrales grupos del Bajío y Occidente de 17
México. La gran mayoría de los pueblos del Bajío (de varias etnias llamados de manera general como chichimecas) reconocían a la montaña Teoculhuacan Chicomoztoc, hoy el Culiacán, como su lugar mítico y simbólico de origen, como un punto referencial y simbólico en el paisaje, digamos que de alguna forma, y de manera general, es muy probable que de esta región provengan los antecesores culturales de los toltecas y posteriormente de los aztecas.
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Pero esta conclusión es lo que desarrollaremos con detalle a lo largo de estas líneas, que iremos detallando a continuación.
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PRIMERA PARTE
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“ya salen del Chicomoztoc de dentro del Colhuacatepec…” Historia Tolteca Chichimeca. 19
Si la crónica era indígena debíamos tomar en cuenta, a qué pueblo y provincia pertenecía el autor, ya que de eso dependía el énfasis de su historia y sus inclinaciones culturales. Como lo vemos con Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, que tenía un desprecio –notablehacia los Aztecas, y por lo tanto era muy parcial en cuanto a ellos, pintándolos como lo peor en cuestión de valores morales.
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Además se indagó en lo posible, de dónde obtuvo sus datos el autor; si fue narrativa oral de algunos parientes o de documentos ya desaparecidos. Como en el caso de Alvarado Tezozómoc, nieto del emperador Moctezuma Xocoyotzin por línea materna y que además tenía en su poder códices ya desaparecidos, lo que ocasionó entre otras cosas contradicciones en su misma información, además que será el caso contrario a Ixtlilxóchitl, ya que al pertenecer a la nobleza mexica, Alvarado Tezozómoc elevó a su pueblo con todas sus virtudes y con el fin de que la corona española le reconociera el linaje de su realeza. Existe el caso o la explicación directa de algunos informantes indígenas que sobrevivieron a la conquista y que fueron a las escuelas oficiales, como al Calmecac y al Tepochcalli y que con el tiempo se convirtió en información de primera mano para los sacerdotes evangelizadores, como se ve reflejado en la obra del padre Franciscano Fray Bernardino de Sahagún. Caso muy similar, el del padre Dominico Fray Diego Durán, y valió la pena comparar dichos escritos referentes a un mismo tema. Recordemos que en las primeras décadas después de la conquista militar, siguió la conquista ideológica y decenas de sacerdotes de diferentes órdenes religiosas aprendieron las lenguas prehispánicas para enseñar la religión católica y así mismo conocieron la cultura e historia de los conquistados y la escribieron, con el afán de conocer “sus idolatrías” aunque no dejan de entrever la gran admiración que les causó conocer las ricas culturas precolombinas. Se analizó por lo tanto, el tipo de la información que presenta la fuente, en cuanto al contenido de la misma, si ésta es mítica historicista, o sea, la unión de historias fantásticas con hechos reales, o si la narración es completamente histórica –pocos casos- o si la narrativa de un hecho es puramente mítica y observamos, al mismo tiempo, las coincidencias entre los documentos en cada punto relevante. Así mismo se hizo un profundo estudio iconográfico, que es el significado de los símbolos y dibujos de los códices, y el toponímico, que es el significado de los nombres de los poblados y lugares; todo esto ayudó a la reconstrucción de la geografía indígena, 22
-como hemos dicho - mezclan la historia y los mitos. Una situación que ha confundido a los que han buscado las pistas de la verdad, si no conocen el pensamiento religioso de estos pueblos y su filosofía.
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Es por estas situaciones que hay tanta discrepancia y propuestas diferentes acerca de la ubicación de la “patria original” de los aztecas o mexicas. Hay crónicas y fuentes documentales que mencionan el hecho de la peregrinación azteca, pero no proponen la ubicación geográfica del punto de partida o lo mencionan de manera muy vaga y sombría, como es el caso del códice Mexicanus y el mapa de Sigüenza; hay documentos antiguos que recogieron a la vez tradiciones mucho más antiguas y puras y que sí ubican al lugar con exactitud geográfica, como la Historia Tolteca Chichimeca. De manera cronológica, las propuestas más importantes que se han elaborado en el pasado, acerca del origen de los aztecas y la ubicación geográfica del Aztlan, son las siguientes: El padre Fray Bernardino de Sahagún, en su obra del siglo XVI al hablar de las montañas a las que se les rendía culto, ubica al cerro Culhuacan o Coliuhqui donde está Aztlan, entre los linderos de los michoacanos y el territorio conquistado por los mexicas, cercano a la Huasteca, en la zona del actual Bajío del estado de Guanajuato, al pie del río Chignahuapan “el río de las nueve corrientes”, nombre antiguo del río Lerma. El padre Fray Diego Durán, en el mismo siglo, identifica que Aztlan debió estar en un territorio de la recién descubierta Florida o quizá hacia el norcentro de la Nueva España, ya que no tenía más datos al respecto. Lo que sí aclara es que Aztlan, el Teoculhuacan y el Chicomoztoc es un mismo lugar: “Estas cuevas Chicomoztoc son del Teoculhuacan que por otro nombre se llama Aztlán”. Fernando Alvarado Tezozomoc a inicios del siglo XVII, propone que Aztlan se ubica en los territorios descubiertos de Nuevo México y después él mismo se contradice, ubicándolo en la región de Pantlan, hacia el oeste de la Huasteca, expresando en náhuatl, su idioma materno: “In Aztlan in anepantla”, “Aztlan por el rumbo de Pantlan”, otro nombre con que se conocía a la Huasteca y su cultura. Otros cronistas del mismo siglo, como el indígena Chimalpain Cuauhtlehuanitzin lo ubican cercano a la Huasteca y describe el lugar físicamente con gran exactitud. Habla de que la montaña del Culhuacan o Teoculhuacan tiene las cuevas y un lago cercano.
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Diego Muñoz Camargo, cronista indígena de Tlaxcala, lo ubica entre el territorio de Michoacán y el río Grande de Santiago, nombre que se le daba al río Lerma en la época novohispana, ubicándolo en la misma región del Bajío.
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Francisco Javier Clavijero en el siglo XVIII, en una interpretación muy tardía, propone que se encuentra al norte de California. Veytia, en el mismo siglo, propone que Aztlan se encuentra al norte de Sonora y Sinaloa. Prescott, a inicios del siglo XIX, propone que se localiza en la lejana región de Oregon, Idaho y Wyoming, en los E.U.A. Alfredo Chavero, por su parte, ubica a Aztlan en la sierra Tarahumara.
Alexander von Humboldt, a principios del siglo XIX, en sus viajes dice: “la montaña cuya cima jorobada es coronada por un árbol, que se eleva en medio de las aguas, es el Ararat de los mexicanos, el pico de Colhuacan”. No lo ubica en ningún lugar en particular, agrega que se encuentra perdido en la historia. El geógrafo e historiador Manuel Orozco y Berra en el mismo siglo, ubica al antiguo monte Culhuacan como el origen de los mexicanos, cercano a la laguna de Yuríria y el río Lerma, en la región del Bajío de Guanajuato, específicamente en el monte que actualmente se conoce como Culiacán al sur del estado de Guanajuato. No sabemos cuáles fueron sus fuentes para estas conclusiones a las que llegó. A finales del siglo XIX, Carl Berghes hace un esfuerzo por interpretar las fuentes y propone que el Chicomoztoc se encuentra en Zacatecas, en la zona arqueológica de La Quemada. Esta idea ha sido retomada por otros investigadores que hacen a un lado las fuentes etnohistóricas y entran al campo de la especulación interpretativa sin profundas bases científicas. Hay propuestas muy extrañas y sin bases, como la de Eustaquio Buelna que a principio del siglo XX opina que los aztecas venían de la Atlántida griega, o que eran sólo una idea abstracta de la religión, siendo un mito sin relación con la realidad, como lo propone Edward Seler también a principios del siglo XX. Hacia mediados de este siglo se hacen propuestas más serias para ubicar Aztlan.
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El investigador Wigberto Jiménez Moreno en 1940, la sitúa en la laguna de Mexcaltitán en la costa de Nayarit; posteriormente el mismo investigador niega esta propuesta y propone que Aztlan estaba en la región de Meztitlan en el estado de Hidalgo, pero sin que esto fuese contundente. También Gutierre Tibón en los setentas del siglo XX, creía que Aztlan estaba en Nayarit, al hacer una errónea interpretación de las fuentes.
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Fue en la década de los sesentas cuando se realiza un estudio científico de las fuentes, por el Doctor Paul Kirchhoff, quien compara y traduce las fuentes antiguas, como el códice de la Historia Tolteca Chichimeca, el cual es un tratado de cartografía indígena, y es cuando se tienen las verdaderas bases para demostrar que el lugar buscado, el Teoculhuacan Aztlan Chicomoztoc, se encuentra en la región del Bajío de Guanajuato, a un lado del río Lerma, en el actual monte Culiacán. Como desde un inicio el padre Sahagún y posteriormente Tezozomoc, Chimalpain, Diego Muñoz Camargo y Manuel Orozco y Berra, lo habían propuesto. Aunque esto todavía no se había demostrado contundentemente. El investigador Antonio Pompa y Pompa (1995) realizó algunos estudios del Bajío y situaba el lugar de origen en el Culiacán de Guanajuato, estando de acuerdo con Kirchhoff, pero no contó con apoyo de las autoridades para sus propuestas. Han existido otras propuesta posteriores y hasta trabajos de investigación arqueológica, que se practicaron en la isla de Mexcaltitán en el estado de Nayarit, pero los Arqueólogos Raúl Arana y Raúl Barrera, de 1990 a 1991, no encontraron ningún vestigio que los relacionara con los Aztecas y se concluyó definitivamente, que de ese lugar –Mexcaltitánno provenían las tribus nahuas ni los aztecas. Aún así, el gobierno del Estado, hizo caso omiso al informe científico y por conveniencias políticas, el mismo Gobernador del Estado hace oficial, que la “Cuna de la mexicanidad” estaba en Nayarit. El investigador Jesús Jáuregui, opina en relación a la isla de Mexcaltitan de Nayarit: “En la conformación del nuevo mito de Mexcaltitán – Aztlan, intervinieron factores relacionados con el orgullo familiar, la reivindicación provinciana y el interés turístico”. Hicieron oficial el argumento de que en Nayarit está la “Cuna de la mexicanidad”, “sin la mínima demostración histórica o simbólica. ¡Se ha llegado a otorgar veracidad a discursos improvisados, carentes de fundamento documental y desconocedores de la cosmovisión nativa!” (Jáuregui, 2004, 56-60). Por lo que la propuesta de Aztlan en Nayarit carece de veracidad. El profundo y excelente estudio de Christian Duverger (1987), propone que el Aztlan y sus complementos, el Teoculhuacan y el Chicomoztoc es una idea abstracta y no es 26
localizable, desconociendo en parte la concepción cosmogónica de la geografía sagrada de los antiguos habitantes, por lo cual le faltaron elementos complementarios para localizarlo.
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La actual investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas de la U. N. A. M., Marie-Areti Hers, retoma la idea de que el Chicomoztoc se encuentra en La Quemada, Zacatecas, y el origen de los toltecas chichimecas, y de Tula. Proviene del análisis de un escalón de piedra que aparece en excavaciones de un cerro en Jalisco, lo propone como un proto Chac Mool, escultura famosa por los toltecas, (Areti-Hers, 2002, 48–53). Primeramente observando la simbología prehispánica, a lo que ella llama “un proto Chac Mool”, no tiene los mínimos elementos iconográficos de calidad, para que esta alargada escultura en forma de “penate” o de un clavo o remate arquitectónico sea considerado como un “proto Chac Mool”, además del salón de columnas circulares de La Quemada. Sabemos que el verdadero nombre antiguo del sitio de La Quemada fue el de Tuitlan y no el de Chicomoztoc. (Weigand; 2002, 54). En esta zona no hay, como lo confirma el Doctor Enrique Nalda, los rasgos culturales en cantidad y calidad suficiente para adjudicarlos a algo que no sea un intercambio ocasional de bienes y conceptos (Nalda, 2008, 41); sin embargo los rasgos más inmediatos de cultura en cantidad y calidad para Tula es la región del Bajío, como analizaremos más adelante. En estudios actuales aplicados en la Huasteca en la región de Tamtoc, en el estado de San Luís Potosí, se ha dicho de manera reciente en 2007 que también ahí estaba “la Aztlan de los Aztecas”, por interpretación de algunas fuentes, y aunque los antiguos mexicas tenían –como veremos- ciertos parámetros culturales huastecos, no podemos dejar atrás las grandes raíces toltecas chichimecas, que se dieron en otra zona de Mesoamérica y no en esta parte de la Huasteca. El Doctor en Arqueología Don Román Piña Chán en 1975, apoyó la propuesta de que la montaña del origen estaba en Guanajuato, y en 1987 me insistía en que retomara el estudio, profundizando en las propuestas de Kirchhoff. Por lo que desde el año de 1987 se comenzó la investigación de las rutas de migración prehispánica, reconstruyendo la ruta migratoria de los aztecas, y retomando los estudios del Doctor Paúl Kirchhoff y del Doctor Román Piña Chán.
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m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T Tenemos en la realidad tangible a la Montaña del Origen, lugar conocido con diferentes nombres en el pasado; hoy ostenta el nombre castellanizado de Culiacán que proviene de Culhuacan o de Teoculhuacan, el Culhuacan divino. Foto tomada en 2008 a un costado de la carretera SalvatierraCortazar.
Una de nuestras mejores herramientas para comprobar los datos de los documentos antiguos es la Arqueología, porque se puede comprobar materialmente lo que las crónicas antiguas nos mencionan, aunque no a detalle. Las crónicas presentan historias en su mayor parte míticas, pero al analizar las evidencias materiales que dejaron los pueblos desaparecidos podemos explicar de forma general la información que nos dan las mismas. No ha sido necesario excavar ni alterar ningún contexto, ya que en la superficie se encuentran las evidencias arqueológicas de dicho hecho, en los cientos de zonas arqueológicas en toda la región del Bajío y regiones del Occidente, y la cerámica diagnóstica se ha dejado “in situ”. De esta forma hemos podido comprobar que los restos arqueológicos corresponden en tiempo, y en tipologías cerámicas, a las culturas que decían las crónicas provenir de esta región, teniendo al cerro Teoculhuacan como un símbolo cosmogónico de la misma.
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EL ESTUDIO DE LOS MITOS
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Analizando esto con base en la Teoría de las Religiones, podemoso entender el
fenómeno. Mucho se ha hablado de los mitos, pero poco conocemos acerca de su naturaleza y cómo funcionan. Para esta investigación y cualquier otra que quiera conocer y explicar fenómenos religiosos e históricos entrelazados, es importante analizar la naturaleza de los mismos y cómo se crean estos. Los mitos son producidos por las sociedades en general, y es un esfuerzo que el hombre hace por conocer e interpretar la realidad que lo rodea, por lo que crea una cosmovisión, y esta será creada con base en sus conocimientos, muchas veces empíricos, del universo. Por lo tanto, los mitos constituyen una fuente del conocimiento e información sobre los pueblos en los que tuvieron vigencia, ya que los mitos explican el mundo, la naturaleza y el hombre, respondiendo a los intereses, y cubren a la vez las necesidades de sus creadores y seguidores, pues el mito es el producto de una ideología del grupo en el poder y de la cultura dominante, en época y espacio de un pueblo. Para tratar de entender adecuadamente otras concepciones de la vida y el mundo, hay que adentrarnos en nuestro objeto de estudio; las sociedades prehispánicas –en nuestro caso- y su pensamiento, claro está, en la medida de nuestras posibilidades y sin juicios arbitrarios que nos lleven a una interpretación errónea de la información que estamos trabajando. Cada pueblo tiene su propia definición de la realidad, así como su simbolismo para comunicarlo y experimentarlo. De esta forma los mitos se refieren a los diversos aspectos del mundo y de la vida de una sociedad y los hacen comprensibles. De acuerdo con el pensamiento mítico, todo lo que existe fue originado por fuerzas sobrenaturales, por seres superiores al hombre, (Dios o dioses), pero análogos a éste, a partir de la nada, del caos o de otro orden, de eras o épocas. Es decir, se trata de una creación, de un ordenamiento o reordenamiento del universo, o del mundo, y además lo toman por cierto; estos Génesis son diferentes, dependiendo claro, de la religión a la que se refiera. Esta consideración es similar a la ciencia –que trata de explicar al universo- pero con la diferencia de que en la conciencia mítica no se buscan los grados de desarrollo o progreso, sino el inicio o invención del mundo, fenómeno que por lo general es un acto único, efectuado en el tiempo originario. (Mircea Eliade, 1979,55) 29
qué religión se refiera; en ese tiempo todo es posible. Por lo anterior es llamado tiempo originario o primordial, porque es el inicio donde todo comienza o se origina. Todos los acontecimientos que originaron al mundo y que narran los mitos, se llevan a cabo en una época atemporal, difícil de definir o establecer, está más allá de la historia, esto es, en la eternidad. (Limón Olvera Op. Cit.28)
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Por otro lado el tiempo profano está abierto a lo sagrado, por medio del ritual, fundamentalmente es por medio del rito, que se vuelve a vivir una parte del tiempo originario, su modelo, pues lo que sucedió en ese momento, in illo tempore, es un precedente para las acciones y situaciones que se repetirán constantemente. (Limón Olvera, Ibidem. 28) Existe una indudable relación entre el mito y los eventos históricos. En muchos casos la base de la narración mítica es en realidad histórica, ya que un suceso que aconteció realmente en el mundo de los humanos se mitifica al tratar de ser explicado o interpretado. Es decir, que con el paso del tiempo el recuerdo de determinado hecho se desvanece de su realidad para transformarse en mito; así a lo que sucedió de una manera totalmente real, se le atribuyen causas y actores sobrenaturales. Por otro lado, puede existir un mito arquetipo o modelo, que paute ciertos acontecimientos, en este caso los sucesos se adecúan al mito que viene a ser un modelo establecido previamente. Así mismo, es posible que el mito y la realidad se fusionen hasta llegar a confundirse y, por lo tanto, ambos se influyan y modifiquen. (Limón Olvera, Ibidem. 29) En algunas sociedades antiguas o en desarrollo, la historia y el mito se confunden, ya que las acciones del hombre son importantes en tanto es la repetición de las actividades arquetípicas de dioses o héroes civilizadores. Así el tiempo histórico, es a la vez mítico. En parte veremos cómo estas variantes impregnaron al mito de la montaña del origen de los mexicas. Otra de las características que tienen los mitos para que funcionen dentro de una sociedad y de la religión que los produce, es que deben de estar sustentados en una parte de la realidad tangible, por ejemplo: si se menciona que fue creado el cielo y la tierra, o los mares o el mismo hombre, es porque todo esto existe en la vida real para demostrarlo. Así mismo los mitos de origen, tienen su contraparte real, en cuanto ubican ya sea en una montaña determinada, en una cueva, o en un lugar específico, la creación a la que se refiere, es la parte de la realidad histórica envuelta del mito. Como una necesidad del mito de origen del pueblo mexica y de otros pueblos que lo adoptaron para sí, fue fundamental ubicar este origen en una montaña real y tangible en la geografía, para así darle sustento de credibilidad al mito. 34
Es importante resaltar que los mexicas adoptaron éste mito de origen de los pueblos que los antecedieron como son los toltecas chichimecas, los cuales ya desde un inicio, tenían perfectamente ubicada la montaña de origen, puesto que estaba dentro de su territorio real.
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Veremos más adelante cómo el pueblo mexica se fue constituyendo por calpullis que pertenecían a las mismas tradiciones que los toltecas, por lo tanto conocían muy bien el mito de origen y la montaña real donde se ubica este mito. Veremos también cómo el mismo mexica hará modificaciones a su conveniencia del mito de origen cuando se convirtió en un pueblo hegemónico, creando entre otras cosas el concepto de Aztlan como isla, que no es más que una visión retrospectiva de su misma isla de Tenochtitlán, situación que después analizaremos. Sin embargo, es necesario tener presente que tenía una gran importancia la historia para los mexicas y otros pueblos antiguos, como hechos irrepetibles e irreversibles, puesto que se ocuparon de registrarlos en el tiempo.
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LA GEOGRAFIA SAGRADA
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Una de las herramientas utilizadas para entender y encontrar el lugar físico del
origen, fue por medio del estudio de la Geografía Sagrada, y la correspondencia cartográfica en los códices. Esta corriente de estudio se desarrolla desde los años 80’s del siglo XX por la Doctora Johanna Broda y el Doctor Ismael Arturo Montero García, la cual se desarrolló en la E. N. A. H. contando con el apoyo del Doctor Stanislaw Iwaniszewski, del Profesor Jesús Galindo Trejo y sus estudios de Arqueoastronomía y del Físico Astrónomo Daniel Gutiérrez Flores y numerosos especialistas en estos temas. Con el análisis de la iconografía, que es el estudio de los íconos o símbolos gráficos, de cómo representaban los antiguos mexicanos la naturaleza, la geografía y su mundo, en general podemos leer los toponímicos de los nombres de lugares e ir reconstruyendo un complejo rompecabezas geográfico del México prehispánico y observar su correspondencia con la geografía actual, que en la mayoría de los casos coincide. Pero para encontrarlas y entenderlas, primero es necesario comprender el pensamiento cosmogónico de estas sociedades, así como el culto religioso a las montañas y su significado profundo. Esto nos lleva a un culto universal de los pueblos antiguos: las montañas sagradas. Desde la más remota antigüedad en la historia del Hombre, ha existido la creencia de que las montañas y las altas cumbres estaban habitadas por dioses, o por seres fantásticos. En casi todos los pueblos del mundo, como ya hemos visto, el hombre ha creído que seres poderosos controlan los fenómenos naturales, y de esta forma explicarse, el funcionamiento del universo, creando una cosmovisión o visión del cosmos. Los dioses principales en las mitologías, por lo regular siempre moraban en los montes, cerca del cielo y entre las nubes. Los grandes mitos de creación y de origen en las religiones del mundo, están relacionados con las montañas y las cuevas, y siguen siendo lugares sagrados y de respeto. En el México prehispánico no era la excepción. A lo largo y ancho de Mesoamérica se creía que los diferentes grupos habían nacido de la Madre Tierra, estos principios fundamentales fueron compartidos por los diversos grupos y pueblos, era una religión extensa, fragmentada en múltiples matices regionales, pero siendo un factor de cohesión social. (López Austín 1984; 51), (Johanna Broda 1996) 36
Al parecer cada año se realizaban fiestas en diferentes montañas, como lo expresa Durán: “y así les cabía hacer fiesta en cada cerro, andando la rueda para que cada cerro fuese honrado y la comida divina que se había comido en los cerros de masa de ese cerro, la iban otro año a comer en el otro siéndoles velado y de precepto que un año tras otro no se pudiese hacer tal solemnidad en un mismo cerro.” (Durán: Op.Cit., 167)
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Al observar la concurrencia con la que se efectuaban las ceremonias rituales en las diferentes montañas y cerros, podemos darnos cuenta de lo importante que era este ritual para los mexicas y los demás pueblos nahuas, puesto que dedicaban gran parte de su ritualismo anual a este tipo de ceremonias. En el año ritual mexica, en once de las dieciocho fiestas se realizaban ceremonias rituales en montañas o cerros a diferentes dioses, siendo más recurrente el culto a los dioses acuáticos, pero sin restarle importancia a las demás deidades. Al sur del volcán Popocatepetl en la comarca de Tetella, Ocuituco y Tzacualpan, la gente adoraba al cerro Tecuicano “el cantor divino”, se llamaba así por que las nubes se engendraban en su cumbre y de ellas salían tempestades con grandes truenos y relámpagos. Se hacían muchas ofrendas y sacrificios. En este cerro había un Ayauhcalli con un ídolo verde de la talla de un niño de ocho años que era tan valioso que los de Huejotzingo, Cuauhquechola y Atlixco quisieron robarlo, dando lugar a guerras entre ellos y los mexicas; al llegar los españoles los indios enterraron esta estatua en el monte. (Durán: Op.Cit., 306) La gran información que nos revelan las fuentes documentales acerca del culto a los montes la vemos reflejada en los numerosos sitios arqueológicos que se encuentran desde las altas montañas hasta los cerros de menor altura, situación que es importante conocer para comprender la importancia de estos cultos. Las evidencias arqueológicas encontradas en diferentes montañas y montes de menor altura son muy numerosas y vastas, por lo que sólo se mencionan algunos ejemplos, de manera general, retomando las evidencias más importantes. Es sobresaliente notar que la investigación arqueológica en las montañas es antigua en México. El francés Desiré Charnay en 1887 subió al volcán Iztaccihuatl y en el sitio conocido como Nahualac realizó diversas excavaciones extrayendo numerosas vasijas con el rostro del dios Tlaloc y su pintura azul característica. En el volcán Iztaccihuatl son numerosos los sitios arqueológicos detectados, entre los más sobresalientes están los sitios denominados El Pecho, El Caracol, Nahualac, Cueva de los Brujos, El Solitario, Amacuiltecatl, la cueva de Calucan. Un sitio arqueológico que sobresale por su 40
4,300 a 3,800 m. s. n. m., localizándose en diferentes montañas como el Pico de Orizaba con 8 sitios, el Popocatepetl con 5, el Iztaccihuatl cuenta con 12 sitios, en el Nevado de Toluca se han localizado 15 sitios, un sitio en La Malinche, un sitio en el Cofre de Perote, 3 en la Sierra Nevada en las montañas Teyotl, El Mirador y el Telapón así como 5 sitios en el Ajusco. (Montero: 1995, 295-314)
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De esta forma casi todas las montañas de nuestro México eran objeto de algún culto a un dios en particular, de ahí la costumbre, que todavía observamos, de poner una o varias cruces en la parte más alta de los cerros y montes -y en donde había o hay adoratorios prehispánicos-, lo que nos revela una antigua manifestación religiosa prehispánica, que fue sustituida por la católica. Como ocurrió en la montaña del origen, el Teoculhuacan Chicomoztoc de Guanajuato, actual Culiacán, en donde se han localizado numerosas zonas arqueológicas de importancia tanto en las faldas del volcán, como en la cumbre donde existía una pirámide mayor que fue destruida en los años cincuentas del siglo XX para construir las actuales antenas, así como en los alrededores. Pero de la arqueología del Bajío y del Culiacán hablaremos más adelante.
El cerro Culiacán, antiguo Teoculhuacan Chicomoztoc, es un volcán que dentro de la geografía sagrada fue profundamente mitificado y se le rendía culto por lo menos desde la época de la cultura Chupícuaro, unos 500 años antes de Cristo.
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LA TOPONIMIA
Pasando al tema de las crónicas y fuentes primigenias, como losom códices, es
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básico el conocimiento de la iconografía prehispánica –la gramática y los símbolos glíficos- para entender de esta forma la información que podemos obtener de ellos. En el caso de los documentos geográficos, es básico descifrar la toponímica o los nombres de los lugares. Los nombres de los lugares con los que denominaron a la geografía, estaban íntimamente ligados a su cosmovisión, religión y características geográficas reales, aunada a una íntima convivencia con la naturaleza. Los espacios naturales del paisaje cobraban un significado muy diferente a como se concibe por el pensamiento occidental.
En el extremo izquierdo tenemos la figura simple de una colina, cerro o montaña, el glifo Tepetl (Códice Boturini), al cual se le agregaba algún otro elemento, encima, abajo o dentro, para identificarlo con un lugar en específico de la geografía. Muchos otros toponímicos podrían ser animales, cosas o sucesos. Al centro el toponímico de Azcapotzalco “en el hormiguero” y el de Acolman “en la curvatura del río”, representado por un brazo con agua; los últimos dos del Códice Mendoza.
Los topónimos o nombres de lugares, tenían su representación gráfica común y de esa manera se leían en los códices (y en algunas piedras labradas que han sobrevivido hasta nuestra época); eran sencillos, los dibujos prehispánicos siempre se delineaban con color negro. En la geografía el glifo o pictograma de Tepetl “cerro o monte” se representaba como una forma alta y redondeada, era de color verde o café, por ser este el color de la vegetación y de la vida, y llevaba unas pequeñas protuberancias alrededor, se ensanchaba y se curvaba en su base, con un par de franjas en color rojo y amarillo, que para algunos investigadores representa la boca cerrada del monstruo de la tierra. 43
Esta forma del monte o cerro se explica dentro de la cosmovisión mesoamericana, según la cual la corteza terrestre con sus montes y valles constituía la parte superior de un lagarto o de Tlaltecuhtli “el señor de la tierra”, cuya piel era rugosa, dura y áspera, calidad que se indica mediante las protuberancias y las fauces de este monstruo en forma de cuevas. Pensaban que los cerros eran huecos y guardaban el agua de la lluvia (como grandes cántaros), de los ríos y de los manantiales, por lo que su superficie solía pintarse de verde, ya que éste es el color de lo fresco y de lo que reverdece, así como de lo que está tierno y crudo, como la vegetación que brota de ellos.
m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T Tlaltecuhtli, “el señor de la tierra”, es el monstruo de la tierra, una especie de batracio y lagarto, que representa a la corteza terrestre; su boca por lo regular eran las cuevas, y su cuerpo los montes y valles. Detalle del Códice Borbónico, Lámina 5.
Al glifo general de cerro se le agregaba un elemento específico fonético y gráfico que definía al lugar en cuestión; un cerro con un chapulín en la cumbre era Chapultepec, si se le dibujaba la estilización del zacate, era Zacatepec, si se le ponía el dibujo de una serpiente, generalmente de perfil, era el Coatepec, el “cerro de la serpiente”. Así mismo, si la cumbre del cerro se dibujaba curveada se leía Colhuacatepec y si era el lugar sagrado de origen, se leía Teoculhuacatepec “el divino monte de la cumbre curva o torcida” y el dibujo era aun más complejo, ya que generalmente se le agregaban al dibujo varias connotaciones geográficas, topográficas y simbólicas, como las siete cuevas del Chicomoztoc y la blancura de la cumbre, que nos relaciona simbólicamente con el “lugar de la blancura”. Los topónimos son fundamentales para identificar una realidad geográfica, física, histórica o religiosa, ya que los nombres de lugar llegan a tener multitud de datos, tanto 44
del paisaje material, como simbólico de los lugares determinados, reseñan acontecimientos importantes, rasgos peculiares, seres, animales o cosas. Podemos agregar lo que comenta Anaya: “El hombre va fijando su peculiar comportamiento en el nombre del lugar en que actúa o se desplaza. El hombre va depositando en aquel nombre de lugar la señal inequívoca de su expresión cultural e histórica, grabando en sus signos un momento determinado en un toponímico.” (Anaya, 1960; 7)
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Tepeyácac o Tepeyac, “en la nariz del cerro”, es representado en los códices con una cabeza humana de perfil, en donde sobresale la nariz, lo que no es sólo un recurso de los escribas del México antiguo, sino que debe verse como una identificación del propio monte con las características geográficas y físicas del mismo. Tepeyac es la “nariz” o península de la Sierra de Guadalupe al sur, que miraba al lago de Texcoco en el Valle de México, donde se encontraba el antiguo santuario de la diosa Tonantzin.
Representación glífica de Tepeyac, “en la nariz del cerro”; es la humanización de la geografía en los nombres de los lugares y la manera de representarlo en los códices, con la típica forma del cerro pero con una nariz prominente, que en la vida real es una península. Detalle de la Foja 37v de la Historia Tolteca Chichimeca.
Una de las montañas del México prehispánico más sobresaliente por su carga simbólica y religiosa, es el monte sagrado del Teoculhuacan “la divina montaña de la cumbre torcida”; cuenta en la Historia Tolteca Chichimeca, Foja 16r, con una compleja representación. En esta montaña se encuentra el lugar de origen llamado Chicomoztoc, el lugar de “las siete cuevas”, y otras crónicas lo nombran también como el Huehue Colhuacan “el antiguo lugar curvo o torcido”, el Amaquemecan “vestido de papel”, el Mixtitlan “lugar entre nubes”, o el nombre de Aztlan, “lugar de la blancura”, o “de las garzas”, entre sus principales nombres. 45
Esta montaña plagada de cuevas, era el sitio ancestral de nacimiento y origen mítico de dioses y de las tribus que salieron de su interior, para poblar la tierra (en sentido simbólico cosmogónico). Este lugar también conocido como el ColhuacatepecChicomoztoc “la montaña de la cumbre curva de las siete cuevas”, se convirtió en el símbolo de origen de las distintas etnias y pueblos de Mesoamérica, como los Nahuas, Purépechas, Zacatecos, Otomíes, Matlatzincas, Guachichiles, Pames, y como arquetipo de gran distribución en Mesoamérica; los Mayas Quichés de Guatemala decían provenir de un lugar que le nombraban el Wukub Pecc, “las siete cuevas”. (López Austin, 1993, 36)
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Para entender este fenómeno religioso, y a la montaña misma, nos remontaremos en el tiempo a las primeras menciones sobre este lugar en un desarrollo historiográfico.
La sagrada montaña de las siete cuevas, la montaña de la cumbre torcida, la que se identifica con el lugar sagrado del origen, cumple con los requisitos físicos geográficos y míticos, es una montaña con profundas cañadas plagadas de cuevas, manantiales; la forma y altura de la misma cumplieron con los parámetros dentro de la cosmovisión, para que fuera identificada y venerada por algunos pueblos de diferentes épocas de Mesoamérica como un símbolo dentro del paisaje, convirtiéndose en un arquetipo.
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LOS CHICHIMECAS DEL EPICLÁSICO
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Una de las ciudades más importantes y grandes del mundo, Teotihuacan, “la
Ciudad de los Dioses”, era abandonada y saqueada; esto ocurría entre los años 700 al 800 de nuestra era, nuevas ciudades surgían o cobraban fuerza como Xochicalco en Morelos, Cantona o un poco después el Tajín en Veracruz. En el valle poblano-tlaxcalteca, surgían nuevas ciudades, como Cacaxtla y reocupaban la Cholula clásica con los nuevos pueblos toltecas-chichimecas, en este período de militarismo extremo que Enrique Nalda, (2001, 20-29), así como otros investigadores lo han definido como el periodo Epiclásico. Un pueblo que surgirá con gran fuerza hacia el año 900 de nuestra era y que cubrirá el vacío de poder dejado por Teotihuacan y dominará parte del escenario cultural, será Tula, en el actual estado de Hidalgo. Grupos humanos venidos de las antiguas fronteras de la época Clásica y mas allá, que se desarrollaron en las tierras del Bajío y Occidente, llegaban a los valles centrales de México. Entre los actuales estados de Guanajuato, Jalisco y San Luis Potosí, y de forma más marginal Zacatecas, lo que conocemos como la Mesoamérica septentrional, llegaban a los valles centrales de México etnias que de manera genérica se les conocían como chichimecas y que llegaban a los centros de cultura y de poder del Altiplano que Teotihuacan dejaba. Entre ellos se destacan los Toltecas-chichimecas, etnias nahuas y Otopames (Wright Carr, 2005, 26-29), que habrían de iniciar un mundo diferente en una época de reorganización social. Combinarían la herencia cultural del mundo Clásico con las aportaciones de los nuevos pueblos que llegaban de Occidente. Lo que sabemos de los chichimecas históricos es poco y viene de fuentes más bien tardías. Esta palabra no indica una tribu específica, sino más bien, es un conjunto de grupos, a veces bastante diferentes, que se alían en ciertos momentos y en otros combaten entre ellos. La palabra chichimeca en náhuatl significa, según se dice “linaje de perros”, ya que una de las razas de perro mesoamericano era el llamado Tlalchichi “perro de la tierra”. No debemos dar a este nombre el sentido despectivo que tendría entre nosotros, ya que muy probablemente se refiere a un nombre tribal, en que el perro es el tótem de la tribu. Así mismo pudo ser cualquier otro animal como un coyote, un halcón, una tortuga o cualquier 47
animal que por razones mágicas eligieron en un pasado oscuro. Con el tiempo el significado de este nombre se amplió hasta incluir no sólo a los chichimecas originales, sino a todos los recién llegados o a los emigrantes que llevaban vida nómada o seminómada.
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Después existirá la separación entre el teo-chichimeca o chichimeca culto, como los toltecas y aztecas, que eran agricultores y tenían un calendario y estratificación social, y los chichimecas cazadores-recolectores que en el siglo XVI serían los pames, zacatecos, huachichiles, jonaces, guaxabanes y otros grupos similares. Es posible también que el nombre de chichimeca provenga de una vieja leyenda de origen nahuatl y que los Huicholes aún conservan. Cuenta la leyenda, que sita el Doctor Ignacio Bernal que un leñador se instaló en una cueva y vivía con una perra. A diario salía a cortar leña. El leñador era el único hombre que existía por ahí, le extrañaba mucho que, al regresar a la cueva, todos los días encontraba agua del río y tortillas calientes. Lleno de curiosidad decidió esconderse y entonces vio que la perra se quitaba la piel y se convertía en una hermosa mujer. Mientras iba al río a traer agua el leñador quemó la piel de la perra. La mujer inmediatamente empezó a gritar sintiendo terribles dolores en la espalda, ya que tenía la espalda quemada al igual que la piel de la perra. El leñador le echó el agua con que se preparaba la masa para las tortillas y con eso se alivió. Después se casaron y sus hijos explican la palabra de “linaje de perros”. (Bernal, 1979, 100) A simple vista resulta un poco difícil entender cómo estos cazadores nómadas podrían reunir la fuerza suficiente para asediar y aún vencer los centros de poder establecidos. Pero las ruinas de numerosos sitios en Guanajuato, Querétaro y estados vecinos, nos indican que estas tribus realmente no eran nómadas como se pensaba, ya que tenían una estratificación y organización social compleja, para poder construir sitios como el de Peralta en Abasolo, Plazuelas en Pénjamo, El Cenizo en Salamanca, la zona ceremonial en Cañada de la Vírgen en San Miguel de Allende, las pirámides de Orduña en Comonfort, la Loma de San Agustín en Cortazar, o el Cerro del Chivo en Acámbaro -todas en Guanajuato-, nos demuestra este hecho. Durante siglos recibieron influencia de Teotihuacan, de la zona de Jalisco y de Michoacán, pero ellos crearon un desarrollo propio en la zona del Bajío, con sus antecesores más directos; la gente de la cultura Chupícuaro, que los hace diferentes de los demás. No se sabe el nombre de la etnia -o etnias- que produjo una complicada arquitectura que sólo la conocemos como el “Complejo de los patios hundidos” o las culturas del Bajío, también denominadas como las culturas del Teotlalpan, “tierra divina”, ya que así se conocía a la región hacia el Posclásico. Pero sin duda, estos pueblos 48
En realidad, sólo después de ese suceso la mujer toma el nombre de Chimalma, que quiere decir “mano de escudo”. Pocos meses después y estando Chimalma encinta, Mixcoatl es asesinado por uno de sus capitanes que usurpa el trono de Culhuacan. Debido a ello la viuda se refugia con sus padres, donde muere al dar a luz a un hijo. (Bernal: Op. Cit., 1979) Respecto al nacimiento de Quetzalcoatl, la crónica de los Anales de Cuauhtitlan eleva a Chimalma a la categoría de una madre “vírgen”:
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“Año 1 caña. En él, según se dice, se refiere, nació Quetzalcoatl, el que fue llamado nuestro príncipe, el sacerdote 1 Caña Quetzalcoatl. Y se dice que su madre fue la llamada Chimalman. Y así se refiere cómo se colocó Quetzalcoatl en el seno de su madre: ésta se tragó una piedra preciosa.” De esta forma la esposa de Mixcoatl será una advocación de la tierra en su calidad de madre “vírgen”, similar a Coatlicue (madre de Huitzilopochtli, el principal dios mexica) y Tonantzin. Es importante ver que también Chimalma, será en un futuro, una de las guías sacerdotisas de la peregrinación azteca. Ese niño, nació en un año Ce Acatl, “uno carrizo”, al ser hijo del señor Mixcoatl era considerado un pilli, un príncipe, por lo que su nombre era Ce Acatl Topiltzin. Más tarde tomará el nombre de Quetzalcoatl al ordenarse sacerdote de este dios en Xochicalco, y será una de las figuras más importantes del México antiguo. Quetzal en nahuatl es el pájaro de bellas plumas que se encuentra todavía en las selvas de Chiapas y Guatemala, y Coatl quiere decir serpiente. La serpiente con plumas de quetzal, por lo tanto el nombre completo del famoso sacerdote guía es: “Uno Carrizo, Nuestro Venerable Príncipe, Serpiente Emplumada”. Al morir su madre, el niño –el futuro Quetzalcoatl– es recogido y educado por sus abuelos maternos que vivían cerca del sitio mágico de Tepoztlán y el pequeño príncipe fue educado en el credo de Quetzalcoatl que se adoraba en Xochicalco. Con el tiempo, debido a sus brillantes cualidades y el prestigio de su nacimiento, se convierte en el sumo sacerdote del dios Quetzalcoatl y toma el nombre del dios, de acuerdo con la antigua costumbre prehispánica. Esto ha sido causa de continuas confusiones, ya que frecuentemente se ha mezclado el dios con el personaje histórico, así como los numerosos sacerdotes que, a lo largo de los siglos, llevaron el mismo titulo de éste u otros dioses. (Bernal, I. Ibidem) Siendo Quetzalcoatl un hombre joven, tiene el apoyo de los antiguos compañeros de su padre. Pero antes de regresar a Culhuacan, busca los restos de Mixcoatl y los entierra en el Cerro de la Estrella en Iztapalapa y eleva a su padre a la categoría de dios. En este cerro existe un templo piramidal y se ha descubierto recientemente que es de la época teotihuacana. El usurpador se preocupa por estos acontecimientos y contrata los servicios de un guerrero que lo proteja, y llega -de incógnito- Quetzalcoatl a ocupar el cargo, llegando el 54
momento Quetzalcoatl se descubre a sí mismo, pero noblemente perdona al traidor, entonces el usurpador ataca a Quetzalcoatl para sorprenderlo y matarlo, pero Quetzalcoatl es más rápido y desde la cima del cerro, vence y mata al maligno señor. Con la muerte del usurpador que, recordémoslo, era también el asesino de su padre, Quetzalcoatl se convirtió en el jefe indiscutido de los Toltecas, y les da los beneficios de la civilización aprendida en los palacios de Xochicalco, que une con su origen teo-chichimeca.
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Abandona –no del todo- Culhuacan y llega con su grupo de toltecas a Tulancingo y después hacia el año 980 de nuestra era, según cálculos, se instala definitivamente en Tula que se convierte desde este momento, en la capital Tolteca. A este personaje se le atribuye la fundación de Tula, aunque este sitio ya estaba habitado desde las últimas fases culturales de Teotihuacan. Quetzalcoatl decide construirse una ciudad verdaderamente grandiosa y para ello importa artistas y artesanos de varios sitios, destacándose la gente del Bajío de donde ellos provenían, y de sus vecinos los Huastecos, Mixtecos y Otomíes. Con el tiempo le fueron atribuyendo a Quetzalcoatl, la alta cultura mesoamericana y ser el inventor de todos los beneficios que disfrutaba el mundo, las antiguas crónicas nos refieren que él bajó al inframundo para obtener los huesos de los hombres y las mujeres de las eras anteriores y con su sangre les dio vida para que poblaran la era del Quinto Sol. Se le atribuían la invención del calendario, los horóscopos, la escritura, los libros, la astronomía, la medicina y los ritos ceremoniales. Sabemos perfectamente que estos conocimientos venían de épocas mucho más antiguas, pero estas atribuciones –aún falsas– nos demuestran el prestigio absolutamente inigualado que logró éste hombre ante la posteridad, para el pueblo tolteca y sus predecesores los aztecas. Quetzalcoatl se oponía a la práctica de los sacrificios humanos. Solía decir muchas veces “…que no quería más que culebras y mariposas que le ofreciesen y diesen en sacrificio.” Un grupo no estaba de acuerdo con él y rendía culto a un dios de la guerra, el sanguinario dios nocturno Tezcatlipoca “el espejo que humea” (que mandaba a seres como a la bruja Itzpapalotl). Sus sacerdotes urden continuamente intrigas contra Quetzalcoatl y su caída final se atribuye a actos de magia y engaños causados por su rival; se dice que logra emborracharlo y duerme con una sacerdotisa del palacio con lo que queda deshonrado. Por medio de todo tipo de artimañas Quetzalcoatl pierde su prestigio como representante del dios, y se ve obligado a abandonar Tula, y se dice que se embarca a la tierra del negro y del rojo, más allá del mar –del Golfo de México-.
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m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T Ehecatl Quetzalcoatl y Tezcatlipoca frente a frente, en un detalle del Códice Borgia, con todos sus atavíos característicos de ambos que los definen, fueron de las principales divinidades prehispánicas del Posclásico, Tezcatlipoca dios de la noche y de la guerra, al cual le dedicaban sacrificios humanos y Ehecatl Quetzalcoatl como advocación del viento, identificado con el color de la blancura, la dirección oeste, y de principios más pacíficos.
A esto se añade que, por una casualidad extraordinaria, Cortés desembarca precisamente en el año Ce Acatl “uno carrizo”, que es el año en el que Quetzalcoatl prometió volver. (Bernal I. Op.Cit.) Posiblemente y de forma inicial esto pudo darle una ventaja a Cortés, en donde la conquista de México fue más una estrategia diplomática y política de alianzas más que una conquista militar. Cuando los mexicas se dan cuenta de que no eran dioses los españoles ya era demasiado tarde, ya habían pactado con sus enemigos y se cernía el colapso del mundo prehispánico que se dio en pocos años. Pero inicialmente, y retomando al personaje paterno de Quetzalcoatl, Mixcoatl, nos surge una pregunta: ¿de dónde provienen este Mixcoatl y los toltecas teo-chichimecas que se mencionan en las crónicas?
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m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T Máscara de turquesas que acompañaba al “penacho de Moctezuma”, el cual como el penacho se encuentra en Viena. El atavío completo del sacerdote que se disfrazaba de Quetzalcoatl Topiltzin no se conserva, ya que tenía elementos de oro, que seguramente fue fundido desde tiempos de la Conquista, además de textiles, plumas y pieles de animal, posiblemente de jaguar. (Imagen tomada de Nacional Geographic, 1983)
Culturalmente y por sus características, así como por los restos arqueológicos y los tipos cerámicos diagnósticos que datan del inicio de la ciudad de Tula, observamos que provienen efectivamente de la zona del Bajío, como ya lo comentamos, y como lo demuestran los estudios de la arqueóloga Beatriz Braniff, en 1972, y los trabajos de los arqueólogos Cobean y Mastache, en 1989, en el área nuclear de Tula, siendo sobresaliente en la parte antigua de la ciudad conocida como Tula Chico, donde la cerámica del complejo Coyotlatelco y sus variantes -rojo sobre bayo-, es la misma que se encuentra asociada a los sitios de los Patios Hundidos del Bajío. Y a la vez coinciden con las fechas: Teotihuacan se abandona hacia el 700 u 800 de nuestra era, y es la época que Tula surge como tal, y donde podemos ver la cerámica del Bajío en Tula. Estudios recientes demuestran que este complejo cerámico relacionado con el Bajío proviene desde fechas un poco más tempranas, del 650 al 700 d. C. (Paredes Gudiño, 2004, 329-343), cuando el complejo de Patios Hundidos todavía estaba en su apogeo, el abandono de estos complejos arquitectónicos de Guanajuato, se nota de manera más definitiva hacia el 900 de nuestra era. (Nalda, 2008, 36-43)
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El Colhuacatepec Chicomoztoc, también conocido como el Teoculhuacan, era el punto de origen simbólico elegido por los teo-chichimecas compuestos de diferentes etnias, destacándose principalmente la gente de habla náhuatl y probablemente otopame. (Wright Carr, 2005, 26-29) Mencionaban estos grupos en sus crónicas que el Teoculhuacan era una montaña llena de cuevas, que también se le daba el nombre de Chicomoztoc “las siete cuevas”.
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El padre Fray Bernardino de Sahagún en su obra comenta acerca de los toltecas:
“...y de allí fueron a poblar a la ribera de un río junto al pueblo de Xicocotitlan, el cual tiene el nombre de Tula... estos dichos toltecas todos se nombran chichimecas...” (Sahagún, 1985, X, 595) Todavía cercano a la antigua ciudad de Tula en el estado de Hidalgo, existe el cerro Xicuco, lo que le da el nombre de Tula Xicocotitlán. La zona de donde provenían los toltecas teo-chichimecas, la región del Bajío, donde está el monte Teoculhuacan Chicomoztoc, hoy en Guanajuato, era una frontera cultural permeable y pluriétnica, de gran intercambio social, donde se compartían lenguas y costumbres. (Nalda, 1986, 43-52) Un grupo cultural de gran influencia para los Toltecas y posteriormente para los Aztecas eran los Huastecos, que para la época tolteca se encontraban al norte del territorio tolteca, teniendo su capital o por lo menos uno de los principales polos de desarrollo en la provincia de Pánuco o Pantlan, este territorio en general es una de las pistas futuras para localizar el monte Teoculhuacan por la relación cultural y cercanía de algunos asentamientos que tuvo con los toltecas y el territorio del Bajío. El padre Sahagún en su prosa del siglo XVI nos comenta sobre los Huastecos: “el nombre de todos estos tomase de la provincia que llaman Cuextlan, donde los que están poblados se llaman cuexteca... y por otro nombre toueyome cuando son muchos y toueyo cuando uno, el cual nombre quiere decir nuestro prójimo. A los mismos llamaban panteca o panoteca... los cuales fueron así llamados porque viven en la provincia de Pánuco, que propiamente se llama Pantlan o Panotlan, cuasi Panoayan, que quiere decir lugar por donde pasan...” (Sahagún, Ibidem, X, 607) Estos elementos los retomaremos posteriormente, como un elemento de gran importancia para nuestro trabajo. Como ya se puntualizó, el monte Teoculhuacan era el punto de partida simbólico que estos pueblos reconocían para sí. La Historia Tolteca Chichimeca es un códice que nos 60
revela de manera extraordinaria el retrato más completo del monte Teoculhuacan o Colhuacatepec, con todos sus elementos simbólicos, que retomaron los pueblos posteriores a los toltecas, entre ellos el más famoso son los aztecas o mexicas. Los toltecas al “salir” del monte tenían en esta versión a cuatro sacerdotes guías, tradición que otros pueblos heredarán; el documento a continuación dice:
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“en el año ce tecpatl llegaron a Tollan, de allá del Colhuacatepec, partieron los toltecas chichimecas Ixcicouatl, Quetzaltehueyac, Tezcauitzil y Tololouitzin, junto con los nonualca chichimeca...” (H. T. CH., Op. Cit: 132, 12) En la ilustración del documento, en la Foja 16r, podemos ver cómo se le representa en la figura. Es una montaña con su cumbre torcida hacia la derecha, que da todas la variantes del nombre para el mismo lugar: Culhuacan o Colhuacan “lugar curvo o torcido” y de ahí se desprenden los nombres de Huehue Culhuacan “el antiguo o viejo Culhuacan”, Colhuacatepec “la montaña curveada”, Teoculhuacatepec “la divina montaña de la cumbre curveada”, Teoculhuacan “el divino Culhuacan, Coliuhqui “lugar encorvado”, la cumbre tiene el glifo de la nieve lo que le da su nombre de blancura como Aztlan o Aztatlan y en la base de la cumbre se dibujan 5 tiras de papel salpicado de chapopote, lo que implica su relación con los dioses de la lluvia (Broda, 2009, 40-47), que da el nombre de Amaquemecan o “vestido de papel”, que es otra idea de la nieve en la época de invierno y su blancura. Posiblemente sea esta relación con la región oeste de la blancura, por esto es que en los códices se ilustra a Mixcoatl o a los mixcoas con el cuerpo pintado de blanco y se les llame los Iztac mixcoas o los mixcoas blancos, ya que provienen simbólicamente del lugar de la blancura. Otros autores como veremos, le agregan el nombre de Mixtitlan “lugar entre nubes”. El monte en sus laderas es rocoso y lleno de cactos, nopales y magueyes y al centro como elemento principal a manera de una flor de siete pétalos, úteros o brazos, se ilustra el Chicomoztoc “las siete cuevas”, donde en cada uno de los “brazos” de las cuevas están las tribus con sus nombres toponímicos que los identifican. Destacan los toltecas con un manojo de tules y los aculhuas que se representan con un brazo y el glifo del agua. Para algunos investigadores esta representación del Chicomoztoc, sugiere la matriz de la diosa madre tierra. (Heyden, Doris. 1998) De esta cueva salieron no sólo las siete tribus sino todas las que reclamaban haber salido del prestigioso lugar; el cronista Chimalpahin dice:
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“este referido Chicomoztoc ciertamente que ha mucho tiempo que existe con agujeros, desde que todos vinieron a salir de allí, la diversidad de gentes, las gentes de Nueva España, tal como todos lo reconocen.” (Chimalpahin, 1991, 29)
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Podemos notar que fue durante la época colonial cuando el cronista recogió esta tradición, y hace notar la importancia del lugar de origen de “las gentes”. En la versión de la H. T. CH. se nos enlista qué pueblos son los que salieron del Teoculhuacan Chicomoztoc: “he aquí el relato de los chichimeca: los quauhtinchantlaca, los moquiuixca, los acolchichimeca, los tzauhteca, los zacateca, los manpantlaca y los texcalteca, los siete pueblos...” (H. T. CH., Op. Cit., 157-159) Un aspecto constante que se repite en estas narraciones es que cada crónica describe siete u ocho tribus diferentes a las otras, esto se debe a que el autor del documento da una prioridad al pueblo protagonista de su historia y de su propia región geográfica particular, estos pueblos son los que serán mencionados que salieron del Teoculhuacan, de tal forma que su región será la elegida y el centro de la historia. La H. T. CH. nos describe que cuando salieron los toltecas del Teoculhuacan un grupo se fue a establecer a Tula en donde se dividieron, y otro grupo continuó su peregrinar hasta llegar al valle de Puebla y se establecen en Cholula. Los toltecas hacen la guerra a los originales habitantes de la zona, los Olmecas Xicalancas, llamados también ayapancas, los cuales son derrotados. La descripción que hace la crónica del recorrido de Cholula al Teoculhuacan corresponde a la realidad geográfica actual, ya que los mapas indígenas y su cartografía son bastante efectivos o cercanos a la realidad, como veremos más adelante y de aquí se desprende una de las principales claves para localizar a la montaña.
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EL ESTADO TOLTECA Y SUS AREAS DE CONTROL
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La ciudad de Tula se asienta a un lado del río del mismo nombre y al sur del
cerro Xicuco o Chicuco -que como ya comentamos-, es el que le da el nombre antiguo de Tollan Xicocotitlan “Tula cercana o en el Xicuco”. Tula constituyó un gran imperio o Estado, con un extenso territorio bajo su dominio e influencia. El periodo de desarrollo de Tula, es como sabemos posterior y más corto que el de Teotihuacan. Comienza a edificarse al final del período Clásico, 800 D.C., y concluye hacia el año 1200 D.C. Hacia los primeros siglos de ocupación se nota en Tula, como ya explicamos, la presencia de gente venida del Bajío (Cobean y Mastache, 1989), lo que coincide con los códices y las crónicas.
Reconstrucción de la plaza ceremonial de Tula, en su época de esplendor, con los sacerdotes efectuado un ritual en el momoztli o altar, donde se encuentra la escultura de Chac Mool. (Imagen tomada de Matos Moctezuma, 2003) 63
Tula es considerado un Estado, al igual que su antecesor Teotihuacan y de la misma forma lo fue México Tenochtitlán. No voy a referirme aquí, a los problemas teóricos de la definición y naturaleza de Estado; sin embargo, quiero señalar algunos aspectos generales sobre este punto, en la medida que orientan la discusión acerca de la estructura y funcionamiento de Tula.
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Los aspectos que son importantes resaltar, son aquellos que se refieren al hecho de que el Estado supone una sociedad dividida en clases, de un poder centralizado y de un grupo o clase gobernante que organiza a la sociedad y se ubica por encima de ella, controlando la producción, la distribución y el consumo. Si bien la clase gobernante no es el Estado, sí es la concretización del poder; el grupo que ejerce el poder. El Estado presupone también territorialidad y una forma específica de organización del pensamiento y cosmovisión de la sociedad, así como la existencia de una religión desarrollada, que en nuestros pueblos antiguos es el principal elemento de control ideológico, a través del cual se da la legitimación moral del sistema. Asimismo el Estado supone la existencia de organismos coercitivos materiales como es el militarismo. (Cobean, Ibidem) La mencionada crónica de la Historia Tolteca Chichimeca, H. T. CH., es también un documento cartográfico o Códice Mapa, además de que como hemos visto, es un documento histórico y cosmogónico. Esta crónica nos describe a detalle, en un mapa, la ubicación de los pueblos del imperio o Estado tolteca, con las provincias y cabeceras más importantes que dependían del centro rector. Gracias a la traducción que se hizo del náhuatl por el equipo del doctor Paul Kirchhoff en los sesentas, es que podemos leerla de manera coherente. (Kirchhoff, 1961) Hay personas que dudan de la valía de la Historia Tolteca Chichimeca, porque desconocen la naturaleza del documento. Este códice fue escrito y pintado en Quauhtinchan, municipio del estado de Puebla, hacia 1550, el cual se encuentra actualmente en París, Francia y es parte de un conjunto de documentos históricos de los señoríos de Quauhtinchan. Esta obra ha tenido diferentes denominaciones como la del Xiutlapoualli, Papeles de la conquista de la tierra o Anales de Quauhtinchan. (Kirchhoff, Op. Cit. 6) Por el párrafo 10 de la Historia Tolteca Chichimeca, sabemos que esta obra pertenecía a la familia Castañeda del Tecalli Tezcacoatecpan, lo cual se comprueba por un testamento de María Ruiz de Castañeada. Esta familia pertenecía al linaje de Moxquiuix (que decían provenir del Teoculhuacan Chicomoztoc), señorío de los Nahuas, como lo confirma un manuscrito de 1553. 64
Americanorum Medii Aevi, y es traducido en México por Heinrich Berlín en 1947 del alemán al español. (Kirchhoff. Ibidem,8)
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Fue en la década de los cincuentas y sesentas del siglo XX, que el Doctor Paul Kirchhoff, y su equipo hace una nueva paleografía y traducción de la obra. Cabe resaltar que el objetivo de investigación de Kirchhoff, no era el Teoculhuacan, su interés se centra en el área de Cuauhtinchán y su correspondencia geográfica y aunque realizó un breve artículo sobre Aztlan dejó abierta la investigación sobre este tema. Pero la causa del por qué fue pintada y escrita la Historia Tolteca Chichimeca, responde a un problema social, ya que esta obra es la fundamentación histórica de una demanda, pues lo que busca el autor es explicar la presencia en Quauhtinchan de los Moxquiuix y en la región, pueblo que liga su linaje con los primeros toltecas-chichimecas que salen del Teoculhuacan, así como de tantos grupos étnicos, relatando las hazañas que dieron los antepasados de los pilli (nobles), y además explicar las pugnas internas que desembocaron en migraciones, conquistas, convenios, asesinatos, y otros hechos que tenían un trasfondo antiguo y candente, es el problema de la relación entre los hombres y la tierra. El documento sirve de esta manera para justificar el poder de este linaje ante el Virrey de la Nueva España, defendiendo sus derechos de nobleza y describiendo con delicada exactitud los linderos geográficos que por derechos antiguos de conquistas les pertenecían. Por lo tanto el tlacuilo debió tener especial interés en las descripciones geográficas, y se observa que el autor tenía a mano o conocía otros códices, pintados y escritos en relación a despojos y linderos. No es aventurado afirmar, que existían varios documentos semejantes y que éstos sirvieron como fuentes para escribir y pintar la Historia Tolteca Chichimeca. Además no hay que olvidar que al lado de los registros pictóricos, que servían de recurso nemotécnico, existía la tradición oral, que conservó largas sagas y poemas religiosos. (Kirchhoff, Ibidem: 15) Sabemos que los pueblos descritos en la obra y sus linderos, se remontan a muchos años antes de la llegada de los españoles, cientos de años, pueblos famosos que tenían bien ubicados, así como accidentes topográficos que se mencionan en la fuente, como montañas y ríos. Por lo tanto tenían muy bien ubicada a la montaña del origen, ya que era el inicio simbólico de sus dinastías y de ahí sus derechos, que reclamaban al Virrey. Por lo que podemos considerar que la información de esta obra es por demás confiable, ya 67
que al revisar la geografía en el campo, nos encontramos con muchos de esos pueblos, algunos desaparecidos desde la llegada de los españoles y otros siguieron su desarrollo.
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Por sólo poner un ejemplo, en la obra se habla de Teotenango, una fuerte ciudad de filiación Matlatzinca, esta ciudad fue abandonada y se convirtió en una zona arqueológica explorada por el arqueólogo Román Piña Chán en los años setentas. De igual forma se habla de Cholula en Puebla, o de Cuauhtitlan, pueblos que siguieron su desarrollo y son ahora ciudades modernas. Hubo pueblos que cambiaron su nombre antiguo por otro como Teticpac, es Chapa de Mota en el Estado de México, o se castellanizaron, y fue necesario revisar en el Archivo General de la Nación A. G. N. o en archivos parroquiales los nombres antiguos de pueblos y montañas, que en muchos casos se encontró. En base a esto fuimos reconstruyendo un complejo rompecabezas geográfico, basado en diferentes documentos y evidencias. La Historia Tolteca Chichimeca, es un documento de primera mano para este cometido, pero para poderla interpretar correctamente debemos de tener en cuenta una cosa: está escrito y pintado de acuerdo a los cánones indígenas, dentro de lo que es su cosmovisión. Algunos investigadores dudan de la efectividad de este documento, porque fue hecho en los primeros años de la época novohispana, y argumentan que perdió su esencia prehispánica, pero una vez analizado y estudiado, podemos confiar en la información del mismo, ya que se nota que fue hecho con base en otro documento más antiguo que ya desapareció, del cual se copió los pormenores históricos, geográficos y míticos prehispánicos. Simplemente la correspondencia geográfica del documento con la realidad es sorprendente y esto se debe al origen del por qué fue hecho este documento: para reclamar a la Corona española y al virrey de la Nueva España, los territorios y linderos de las tierras de Coatlinchan en Puebla, basándose en la historia antigua y mítica de la región, reclamando de alguna forma, sus derechos de nobleza tolteca que desde la montaña del origen los ubicaba como un “pueblo elegido”. La manera de comprender el mundo por nuestros pueblos antiguos, estaba supeditada en gran medida por su cosmovisión, a sus mitos y religión en general, en el esquema de su universo religioso y de esa forma plasmaban y entendían a la naturaleza, y bajo sus propios conceptos lo plasmaban en sus códices. De esta forma, haciendo una correcta lectura del códice de las provincias del imperio tolteca, observamos que se dividían en los cuatro puntos cardinales y el centro universal, que en su momento (hacia el año 900 de nuestra era) era Tula, y de esta forma nos da las pistas más claras para encontrar al 68
Teoculhuacan-Chicomoztoc, ya que por su importancia lo ubicaron en su cartografía de manera muy clara.
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Las investigaciones realizadas por Kirchhoff, demuestran que los aztecas no sólo durante su peregrinación llegan a Tula, sino que ya en su patria original Aztlan-Aztatlan, desde donde partió la peregrinación, pertenecía al Estado tolteca. La cartografía descrita en la Historia Tolteca Chichimeca, nos describe los veinte barrios o cabeceras de población en que estaba dividido el imperio tolteca. Es fundamental determinar que el número veinte es una de las claves para entender la cartografía indígena. El veinte determina el sistema numeral y es junto con el trece, fundamental para el calendario. Cada mes del calendario solar estaba constituido por veinte días. Veinte son cuatro veces cinco o cinco veces cuatro; por lo cual no sólo son cuatro, sino cinco los puntos cardinales o rumbos del universo, cuando consideramos al quinto, como el centro del mundo. La Historia Tolteca Chichimeca dice:
“Aquí están los pueblos que eran complemento del tolteca. La gran Tollan se formaba de estos veinte pueblos, que constituían sus manos y sus pies. De estos tolteca eran sus pueblos. Allí se dispersaron en la gran Tollan por lo que cada uno fue a posesionarse de sus ciudades… Pantecatli, Itzcuitzoncatli, Tlematepeua, Tlequazpeua, Tezcatepeua.
Tecollotepeua, Tochpeneca, Zenpoualteca, Cuextlaxteca, Cozcateca. Nonoualca, Cuitlapiltzinca, Aztateca, Tzanatepeua, Tetetzincatli.
Teuhxilcatli, Zacanca, Cuixcoca, Quauhchinchinolca, Chiuhnauhteca.” (H. T. CH., Kirchhoff, Op. Cit.132)
Esta es la lista de los veinte pueblos que fueron analizados por Kirchhoff (1962), cada uno de éstos cuenta con su cabecera principal y ordenando los nombres debidamente, se forman cinco grupos de cuatro nombres cada uno. Tula o Tollan queda al centro, y llama la atención el nombre de Aztateca que se identifica con el proveniente de Aztlan. Destacando los cinco nombres como los más importantes para cada grupo, las cabeceras y 69
puntos cardinales, el Centro, el Norte, Sur, Este y Oeste, quedando de la siguiente manera: Tula, Pánuco, Tulancingo, Teotenango y Aztatlan. Así mismo ordenándolos geográficamente y étnicamente en su ubicación real nos queda:
m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T Centro – Tula. Estado de Hidalgo. Nahuas, otomíes y huastecos.
Norte – Pánuco. Zona huasteca., abarcaba el Norte de Querétaro, Hidalgo, Guanajuato, San Luís Potosí, Veracruz y Tamaulipas. Huastecos y chichimecas. Sur – Teotenango. Estado de México. Matlatzincas.
Este - Tulancingo. Estado de Hidalgo. Nahuas y huastecos.
Oeste - Aztatlan o Aztlan. Estado de Guanajuato. Nahuas, Otopames y Huastecos, además de los grupos Chichimecas nómadas.
Podemos ver que la zona huasteca es la más amplia y dispersa, aunque la cabecera estaba en el actual pueblo de Pánuco, en la actual huasteca tamaulipeca. Si vemos más a detalle la descripción que hace el códice, de estos cuatro centros podemos leer que primero ubica en la parte central a la capital Tula o Tollan de los toltecas y dentro de las poblaciones cercanas a Tula, está Nonoalco un poco hacia el occidente de la ciudad. Podemos obtener las siguientes conclusiones:
1. En la lista de los pueblos se trata de la lectura de un mapa pictórico desconocido del Estado tolteca. 2. Como vimos, no se trata de cuatro grupos de 5 nombres sino de cinco grupos de 4 nombres. 3. Los 5 grupos están enumerados con el orden: Este, Centro, Occidente y Sur. 4. Este esquema coincide con una realidad geográfica.
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5. Este esquema, además corresponde al sistema cósmico de las 5 direcciones celestes, por lo tanto el Estado tolteca estaba estructurado con los mismos principios del orden cósmico.
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6. Se sabe que al Estado tolteca pertenecían pueblos de diferentes etnias y lenguas. (Kirchhoff, Op. Cit., 132)
La región de Pánuco con sus montañas sagradas y numerosos restos arqueológicos, era donde se ubicaba la cabecera norte del Estado tolteca.
7. En el grupo del Occidente destaca la presencia de Aztatlan como un poblado, tanto el códice al hacer una descripción de las migraciones de salida lo ubican cercano al Chicomoztoc como Kirchhoff (1989), así lo consideran.
Al respecto de la ubicación de Aztlan al Sur del estado de Guanajuato como parte integrante del Estado tolteca, Martínez Marín afirma que quedaría situado dentro de Mesoamérica: “La extensión del imperio tolteca tenía cinco provincias, una de las cuales era Chicomoztoc, la más alejada hacia el occidente en donde se encontraba Aztlan, de donde el lugar resulta tolteca, dentro de Mesoamérica.” (Carlos Martínez Marín, 1963) 71
Entre los pueblos mencionados de la lista está un Cuextlaxtlan de filiación huasteca hacia el norte, pero esta población no ha sido localizada. Por los hallazgos arqueológicos y por las fuentes podemos ver que la zona de influencia huasteca ocupaba gran parte de la zona norte de Tula hasta el Pánuco, los asentamientos de esta cultura se extendían por la Sierra Gorda de Querétaro y Guanajuato, seguramente dejaron varios toponímicos dispersos en la geografía, como Cuextecan Ichocayan “donde lloró el huasteco”, paso de las migraciones tardías, así también, los huastecos dejaron sus vestigios. He observado tipos cerámicos huastecos (tipo Pánuco) en la inmediaciones de la Sierra de la Gavia por la cuidad de Celaya en Guanajuato, en pleno Bajío.
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En esta amplia zona norte se destacaba la provincia y cabecera de Pantlan y recordando la explicación del padre Sahagún sobre los huastecos, Pantlan es sólo una variante de Cuextlan, o sea la huasteca de manera general, que para el siglo X de nuestra era, se extendía hacia el Noroeste, y hacia el siglo XVI cuando llegan los españoles los huastecos se encuentran replegados hacia el Este, en el Golfo de México, debido en parte a cambios climáticos extremos, por lo que se vieron obligados a ir a zonas mas húmedas. El extremo norte estaba dado por el río Pánuco en la población del mismo nombre. Los demás toponímicos que nos habla la H. T. CH., como Tlemaztepec y Tlequaztepec, se han perdido en la geografía actual. En el grupo de poblados que estaban hacia el Este de Tula, se mencionan a Tezcaltepec, Tecolotepec, Tochpan y Cempoallan, siendo la cabecera el pueblo de Tollancinco. Entre Tula y el actual Tulancingo o Tollancinco, encontramos a un poblado que aun conserva el nombre de Zempoala o Cempoallan, en los alrededores de Tulancingo, hay dos lugares llamados Tezcaltepec, Tuspan (Tuxpan) o Tochpan, queda no lejos de Tulancingo al Sur del mismo.
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m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T Tulancingo, con sus vestigios arqueológicos, era la cabecera Este del Estado Tolteca. Zona arqueológica de Huapalcalco.
El grupo Sur destaca la presencia de varios pueblos importantes, como Zacanco, Cuixcoc, Chihnauhtlan y Quauhchichinolco. De su cabecera por ser una importante zona arqueológica del Estado de México, es fácil su identificación: el actual Teotenango, a los Tenanca o Teotenanca también se les conocía como Zacanca o Zacanco, que es el actual Tenango del Valle al Sur de la actual Toluca. En las cercanías de Tenango del Valle hay varios Zacango. Al río Lerma se le conocía como el Chiuhnahatenco o como el Chignahuapan “el río de las nueve corrientes”, como este río se interna hacia el Occidente y Norte de México se pensaba que descendía al mundo de los muertos, al noveno nivel del inframundo, y las almas de los difuntos lo tenían que cruzar con la ayuda de un perrito rojo. Durante el siglo XVI los españoles le nombraron como el Río Grande de Toluca. (Kirchhoff, Op. Cit., 1989) Cercanos al Nevado de Toluca, se encuentran los pueblos de Cuixcoc en el actual Cuixcocingo y Quauhchichinolco el la actual Cuauhchichinola al pie del volcán Chiuhnauhtecatl al Norte de Tenango del Valle. Toda esta zona la ocupaban los matlatzincas. Hacia el Sureste de Tula quedaba un pueblo tolteca, pero que era hasta cierto punto independiente del centro, que era Cholula, y que dominaba una extensa área geográfica de 73
pueblos de los actuales estados de Puebla, Tlaxcala, Veracruz y Oaxaca. Cholula fue un gran centro del Clásico, conquistado por los toltecas del Posclásico y que dominaban el camino hacia el Golfo de México.
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El grupo de pueblos que se encontraban hacia el Oeste del control central de Tula, es el que más nos interesa, ya que la capital de esta provincia es la buscada Aztlan o Aztatlan, tan conocida por los toltecas, por ser una de sus provincias; es la famosa patria original de los aztecas que posiblemente se encontraba al pie de la montaña Teoculhuacan Chicomoztoc y que colindaba a la vez –para el siglo XVI- con el territorio Purépecha o Tarasco, que frenaba la expansión del futuro imperio Mexica hacia el Occidente. Los pueblos mencionados para esta provincia que nos presenta la Historia Tolteca Chichimeca (H. T. CH.), son Aztatlan, Tzanatepec y Tetetzinco (o Tetelzingo). (Kirchhoff, Ibidem., 1989) Por lo que entre otras cosas, sabemos que esta zona también fue conquistada siglos después de los toltecas por los mexicas, que se vieron detenidos por los purépechas hacia el Occidente, teniendo como frontera natural al río Lerma. El territorio que coincide culturalmente con la región en donde podría estar Aztlan o Aztatlan, colindaba a su vez con la zona huasteca que estaba hacia el Norte con quienes compartían muchos elementos culturales, a tal grado que el cronista indígena nieto de Moctezuma II, Don Fernando Alvarado Tezozomoc, en su obra nos ubica geográficamente a Aztlan diciendo en su lengua natal “In Aztlan, In Anepantla” que significa: “Aztlan por Pantlan”. (Tezozomoc, Op. Cit.: 51) Es prudente recordar, que otro de los nombres para la zona huasteca era el de Pantlan y que como vimos era muy extensa.
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m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T Teotenango, en Tenango del Valle en el Estado de México, la cabecera Sur del Estado tolteca, zona arqueològica que fue trabajada en los años setentas del siglo XX por Román Piña Chán.
Con estos datos podemos ir ubicando, en una realidad geográfica más tangible y estrecha a la montaña del origen mítico. Sabemos entonces que el pueblo de Aztlan o Aztatlan se encontraba posiblemente en las inmediaciones del Teoculhuacan y pertenecía como veremos más delante a las culturas del Bajío culturalmente hablando, constructores de los Patios Hundidos, hacia el Norte lo limitaban pueblos de etnias huastecas y chichimecas en la Sierra Gorda, hacia el Oeste las culturas de los Guachimontones de Jalisco, por lo que descartamos que se adentrara más hacia el Occidente extremo como en el estado de Nayarit, y noroeste como Zacatecas, Durango o Sinaloa. El límite territorial de que nos habla Sahagún, Tezozómoc y la H. T. CH., era la frontera cultural de Mesoamérica, una línea pluriétnica y permeable que pasaba por el Sur del actual estado de Guanajuato, teniendo hacia su extremo Suroeste a la laguna de Yuriria y el río Lerma. Los demás pueblos de la lista que presenta la H. T. CH. para el grupo Oeste, no han sido localizados aún, pero seguramente no están lejos de la cabecera principal.
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Esta descripción que nos da la H. T. CH., demuestra que además de que conocían en la época prehispánica la ubicación de Aztlan –Aztatlan por medio del monte Teoculhuacan, la descripción cartográfica de los mapas indígenas corresponden a una realidad tangible y que podemos comprobar con la realidad. Aunque han pasado muchos siglos y aún después de la conquista, todavía han sobrevivido los principales nombres de los pueblos, algunos castellanizados y otros un tanto deformados pero es posible reconstruir la zona de control del imperio Tolteca central con sus capitales.
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Es necesario resaltar que la influencia tolteca se extendió por otras zonas de Mesoamérica de manera clara y contundente, fuera del control central, por grupos que migraron y conquistaron, estableciendo rutas comerciales y culturales. Al respecto tenemos dos zonas de influencia cultural tolteca, la primera es hacia la península de Yucatán. Hay tradiciones que señalan que los toltecas encabezados por Quetzalcoatl o Kukulcan llegaron a Yucatán y después de vencer a los habitantes locales, se establecen en la península, como lo afirma el Doctor Ignacio Bernal (1979). “Se trata de un grupo fuertemente integrado por jefes y sacerdotes guerreros que logran imponerse sobre los mayas. El resultado es visible en los elementos arquitectónicos de Chichen Itza, donde se entremezclan armoniosamente con los elementos traídos del centro, como el templo de los guerreros el cual es casi una copia del templo C de Tula en Hidalgo, donde están los “atlantes” de Tula. En los dos sitios se construyen pirámides estilo centro–mexicano, se emplean las columnas de serpientes con la cabeza en la base y la cola formando un dintel y otros muchos detalles, en medidas, estilos artísticos, en frisos, como las mariposas estilizadas llamadas Itzpapalotl de origen tolteca–otomí, que ostenta en el pecho el Chac Mool de Chichen Itza, por sólo citar un detalle.” (pp72). Las semejanzas entre Tula y Chichen Itza son obvias, aunque la ciudad maya conservó algunos rasgos del arte Pucc, adquirió elementos de muy clara presencia tolteca (Nalda, Op. Cit., 25) La segunda zona de influencia y entremezclada con las etnias de la zona es hacia el Occidente de México, llegando hasta los actuales estados de Nayarit y Sinaloa. Los Anales de Cuauhtitlan nos describen que al caer el imperio tolteca, un grupo de ellos se dirige hacia el Occidente llegando hasta las costas de Mazatlán en Sinaloa (Jiménez Moreno, 1981, 80), lógicamente llevando su cultura y religión: 76
“y se establecieron por todas partes en los países de los habitantes de la costa, donde hoy todavía viven.“ (A. Cuauhtitlan, Op. Cit.)
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lo que demuestra que la toponímia náhuatl en Sinaloa como Mazatlán y Culiacán, fue llevada por los toltecas al caer el imperio, llevando el nombre toponímico y arquetípico de Culhuacan por su importancia simbólica, más no es el Culhuacan original, sino que es posterior, al que como sabemos está en Guanajuato.
Las cuatro cabeceras de dominio del imperio Tolteca, que haciendo la reconstrucción cartográfica del códice de la Historia Tolteca Chichimeca, podemos entender la dinámica de su territorio, en donde la provincia Oeste, la antigua Aztlan o Aztatlan, era bien conocida para la época tolteca y es el lugar de donde posteriormente saldrían los aztecas para peregrinar.
Probablemente un grupo tolteca se dirigió a esta zona, Tula estaba en decadencia y buscaban donde asentarse, al migrar le iban poniendo el nombre a los lugares que iban de acuerdo a su cosmovisión y costumbre, repitiendo constantemente en las localidades los topónimos conocidos o famosos de los valles centrales, como Xalisco, un Aztatlan en Nayarit y un Culiacán en Sinaloa. 77
Más hacia el Noroeste, en tierras de los actuales estados de Jalisco, Nayarit, Sinaloa, Durango y Zacatecas encontramos las tribus chichimecas, grupos de diferentes etnias, algunos con rasgos nahuas, muchas tribus semisedentarias que se ubicaban dispersos alrededor de centros ceremoniales.
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La influencia de La Quemada en Zacatecas fue de manera más indirecta que los pueblos del Bajío, que sí influyeron sobre las primeras etapas de Tula de forma más directa; de cualquier forma el poblado de Aztatlan, se ubicaría en algún asentamiento del Bajío de Guanajuato, posiblemente, según las crónicas cerca de la montaña del Teoculhuacan.
Los “atlantes” de Tula, son las cariátides que sostenían el techo de uno de los templos principales de Tula Xicocotitlan en el estado de Hidalgo. Los toltecas que según las crónicas salieron del Teoculhuacan Chicomoztoc, constituyeron un gran Imperio-Estado, con amplias zonas de dominio comercial y militar, teniendo bien ubicada una de sus cabeceras de control, la famosa Aztlan o Aztatlan en el extremo occidental de su dominio.
Cuando los arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia I. N. A. H. excavaron en la isla de Mexcaltitán, que se suponía era la famosa Aztlan–Aztatlan, como 78
ya se puntualizó, no se encontró ningún rasgo cultural que denotara la presencia de la cultura Náhuatl, ni Azteca, con lo que quedó demostrado que no venían de esta zona. (Comunicación personal con los Arqueólogos Raúl Arana y Raúl Barrera, 1991)
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Al caer el Estado tolteca, los toltecas de pueblos o colonias satelitales en el estado de Nayarit probablemente se desarrollaron y se entremezclaron con los grupos locales de menor desarrollo cultural, los más avanzados migraron y otros grupos marginales se quedaron, que fue lo que encontró el conquistador Nuño de Guzmán en el siglo XVI, el cual llegó hasta Culiacán, en Sinaloa. Así también tenemos hacia Zacatecas una influencia Clásica más modesta, en la arquitectura y en las artes menores, como “el patio de las columnas “, que nos recuerda a Tula. La Quemada se encontraba como punto de paso en la ruta de la turquesa explotada por el imperio tolteca, y que llegaba hasta el Suroeste de los Estados Unidos, teniendo como otro punto de paso las lejanas ciudades de Chihuahua, en Casas Grandes. De la misma forma investigadores han querido ver en esta zona de La Quemada, el origen de las tribus nahuas y de los toltecas-chichimecas y de la misma forma, las evidencias materiales son insuficientes, las evidencias materiales no tienen la calidad ni la cantidad suficientes para considerar a los pobladores de La Quemada como antecesores directos de los pobladores de Tula, más bien se consideran como contactos ocasionales de intercambio. (Nalda, 2008, 41) En cambio, en Tula podemos ver una relación más clara con el Occidente inmediato como lo es el Bajío, más allá las influencias se diluyen o son más esporádicas y escasas o pobres. (Paredes Gudiño, 2004) La cerámica diagnóstica del Bajío, la vemos en las primeras etapas de ocupación en Tula coincidiendo con las ideas mitificadas de las migraciones, y en últimas fechas con las exploraciones en los sitios del Bajío de Guanajuato se han descubierto elementos muy importantes que veremos después en Tula como las bases de columnas, o esculturas de remates arquitectónicos de caracoles cortados, pero estos datos los revisaremos posteriormente. Existen en cambio datos a la inversa, una influencia de Sur a Norte; sobreviven algunas antiguas tradiciones orales de que gente de habla náhuatl que llegaron del Sur a las zonas del Noroeste de México. Los actuales Huicholes de Nayarit, que su lengua lingüísticamente se emparentó con el náhuatl, manejan una historia acerca de su origen, ellos dicen venir del Sur, de una cueva, se perdieron debajo de la tierra y después fueron a salir de esta por el país del peyote el “hicuri”. (Espinosa R., 38, 114-115) 79
EL RETORNO AL TEOCULHUACAN CHICOMOZTOC
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Como podemos darnos cuenta, el territorio de influencia tolteca era muy amplio
y dejaron constancia de ello en diferentes lugares del territorio nacional. Fundaron colonias, al igual como lo hicieron los teotihuacanos y lo hicieron los mexicas, para garantizar el control del imperio, y una de las principales ciudades que los toltecas conquistaron y que permaneció con cierta independencia de Tula fue Cholula, en el valle de Puebla al pie del volcán Popocatepetl.
La pirámide de Cholula, en una foto de 1905, del A. G. N., de la colección fotográfica de B. Waite, foto no. 42. Desde este lugar, será el punto de partida para encontrar las claves que nos llevaron a ubicar a la montaña sagrada del origen, dentro de nuestro actual territorio mexicano.
Cholula, monumental por su gran pirámide, la mayor de los valles centrales, era conocida como el Tlachihualtepetl “la montaña hecha a mano”; hoy ostenta una iglesia a la Vírgen de los Remedios en su cumbre y aparenta ser un cerro en medio del valle. Desde la época Clásica, Cholula era el enclave del camino hacia el Golfo de México, hacia las costas y 81
m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T Lámina foja F. 15v del códice de la Historia Tolteca Chichimeca, en donde comienza la narración de la aventura del camino de regreso de Cholula en Puebla al Teoculhuacan Chicomoztoc Aztlan de Guanajuato. Los cuadretes de la izquierda muestran los toponímicos de los lugares por donde pasaron, acompañados del texto explicativo en idioma náhuatl. Cada uno de las estaciones del viaje se explica en el texto de manera desglosada.
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m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T Página siguiente del mismo códice, foja F.15r, en donde se narra el camino emprendido por los dos embajadores toltecas, en seis días de camino, de Cholula hasta el Teoculhuacan Chicomoztoc. El último cuadrete de la izquierda representa el día en el que llegaron: día 13 Flor, una flor con trece círculos y el rostro de uno de los embajadores.
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En el día 8 quauhtli (águila) Ixcicohuatl y Quetzalteueyac, partieron de Tlachihualtepec de Cholollan (Cholula) y fueron a dormir allá a Tepetlaoztoc...”
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En el códice puede verse el glifo del día 8 Águila, con el glifo toponímico del pueblo de Tepetlaoztoc “en las cuevas del tepetate”.
Después la crónica continúa narrando:
“Cuando amaneció fueron a Cuauhtitlan. El día 9 cozcaquauhtli (buitre o zopilote), Ixcicouatl y Quetzateueyac partieron de Tepetlaoztoc (y) allá fueron a dormir a Cuauhtitlan (lugar donde abundan las águilas)”
Podemos ver en el códice a la cabeza de Quetzalteueyac, junto al glifo de Cuauhtitlan, a manera esquemática de que pasó por este lugar.
La crónica continúa diciendo:
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“Cuando amaneció fueron a Nonualco (en Tula), en el día 10 ollin (movimiento), Ixcicohuatl y Quetzateueyac partieron de Cuauhtitlan y fueron a dormir a Nonualco”
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Representación del día 10 Movimiento. Se observa en el códice a la figura del personaje, Ixcicohuatl, en el glifo de Nonualco, vecino a Tula. Nonualco se representa como una colina.
La crónica continúa narrando:
“Cuando amaneció fueron a Teticpac, en el 11 tecpatl (cuchillo de pedernal), Ixcicouatl y Quetzateueyac partieron de Nonualco, (y) allá fueron a dormir a Teticpac (sobre la roca).
Observamos en el códice la representación de Quetzalteueyac sobre el glifo de Teticpac, indicando que pasaron por este lugar.
Después agrega:
“Cuando amaneció fueron a Xalpantzinco en el día 12 quiahuitl, Ixcicouatl y Quetzalteueyac partieron de Teticpac y fueron a dormir a Xalpanzinco.” 88
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Podemos ver el glifo 12 quiahuitl (lluvia) en el cuadro superior y la cabeza del personaje Ixcicohuatl encima de Xalpanzinco “en el pequeño arenal”, o “en el asiento del arenal”.
La crónica continúa describiendo:
“Cuando amaneció fueron a Colhuacatepec, el día 13 xochitl, Ixcicouatl y Quetzaltehueyac partieron de Xalpanzinco para llegar a Colhuacatepec Chicomoztoc donde estaban los Tlatoque, los tepilhuan chichimeca...”
En el códice, podemos ver el cuadrete con la fecha de 13 xochitl (flor), y el rostro de Quetzalteueyac. Es el día que llegaron al Teoculhuacan Chicomoztoc, al Colhuacatepec.
Se hace una pausa narrativa y la crónica describe los pueblos teo-chichimecas, que estaban en el Colhuacatepec Chicomoztoc: “los Quauhtinchantlaca, los moquiuixca, los totomihuaque, los acolchichimeca, los tzauchteca, los zacateca, los texcaltecas y los malpantlaca. El mismo día 13 xochitl, llegaron a Colhuacatepec, Ixcicouatl y Quetzalteueyac cumplieron con su deber, allá en Colhuacatepec hicieron su signo, su señal.” La crónica nos describe los nombres diferentes con que se le conoce al Colhuacatepec (o Teoculhuacan). Al Teoculhuacan, en 89
la crónica se le designa con ocho nombres diferentes: se le llama el Coliuhquitepetl “el monte curvo”, el Atlxoxouhqui, el Iztactollin, el Iztacacatl, el Tlapapalichatl, el Tlapapalatla, el Nahuallachtli, el Zaquianmiztli (H. T. CH., Ibidem. 160, 172).
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Y después dice: “He aquí el Coliuhquitepec”, y se ilustra una de las representaciones más bellas del códice (la de la foja 16r): el esquema cargado de profundos simbolismos, a la montaña Colhuacatepec Chicomoztoc.
Imagen del códice de la Historia Tolteca Chichimeca, foja 16r, donde se representa al monte Teoculhuacan Chicomoztoc, con toda su complejidad simbólica y física, donde se desprenden los diferentes nombres que tenía la montaña. El glifo de la nieve en la punta curva, da el nombre de “lugar de la blancura”: Aztlan-Aztatlan; las cinco tiras de papel: Amaquemecan “vestido de papel”; las biznagas, cactos, piedras, le darán otros nombres, así como en relación a las siete cuevas, Chicomoztoc. 90
Después a los jefes de cada tribu les perforaron el septum de la nariz, para que ostentaran las insignias y los adornos de su rango, toman sus armas y comienzan el camino de regreso a Cholula. Después agrega:
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He aquí a las mujeres chichimecas; salieron de Chicomoztoc 16 personas. En el día VII mazatl, partieron de Chicomoztoc los chichimecas.
El águila y el jaguar que dieron de beber el agua sagrada sobre huizaches o mezquites al inicio de la peregrinación, a los recién salidos del Teoculhuacan, y con ello adquirían de manera simbólica la cultura sedentaria, curiosamente el atavío de estos personajes es de los mimixcoas, los guerreros de Mixcoatl. Y se observan los atavíos chichimecas como son el manojo de flechas, la bolsa petactli “petaca” y el escudo de flechas que representa la guerra. Estos personajes como veremos, serán retomados para la peregrinación azteca. Foja 20r. Historia Tolteca Chichimeca.
Nótese cómo se usa indiscriminadamente tanto el nombre de Chicomoztoc como el de Colhuacatepec para el mismo lugar, queda muy claro que las cuevas del Chicomoztoc son del cerro Colhuacatepec. La crónica por último, nos narra que estando los chichimecas del Colhuacatepec listos para partir, preparan sus alimentos para el camino y el primer poblado al que llegan, está 93
en la falda de la montaña Teoculhuacan; es Aztlan o Aztatlan. La futura patria de los aztecas y una de las cabeceras de control político comercial, como ya hemos visto, del imperio tolteca.
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Se describe de la siguiente forma:
He aquí los diez días que caminaron y el camino (de regreso) por el cual vinieron los chichimecas…, los siete pueblos de allá de Chicomoztoc. Aquí empieza el camino: luego ya vienen a Aztatlan, luego ya vienen a Yauonauac; luego ya vienen a Cuixtlauhco; luego ya vienen a Tzouactepec; luego ya vienen Tzanatepec; luego ya vienen a Cilman donde durmieron…. La descripción del códice, continúa describiendo el camino por varios poblados hasta llegar a Tula y después de varios días de camino, pasan por el Valle de México y pasan por entre los volcanes, el Popocatepetl y el Iztaccihuatl. En total de regreso hacen 10 días hasta Cholula, como ya lo apunta la crónica. Llegan a Cholula y emprenden la campaña militar, derrotando de forma rápida y definitiva a los xochimilcas y ayapancas. Después los victoriosos se reparten las tierras, los toltecas se quedan en Cholula y hacia los cuatro rumbos y puntos cardinales, se reparten las tierras entre los chichimecas los demás poblados y de esta forma permanecieron hasta la llegada de los españoles. Esta información se obtuvo directamente del códice en las fojas: 14v, 15r, 16r, 15v, 17v, 18r, 18v, 19r, 19v, 20v, 21r, 21v, 22v, 23v, 24r, 24v, 25v, y 26r. (H. T. CH., Kirchhoff, pp. 158,180) Ésta es la aventura del camino de regreso a la montaña del origen, donde cada parte intercambia lo que posee; los toltecas la civilización sedentaria y los chichimecas la fuerza armada, la cual produce magníficos resultados, que sabrán aprovechar después los toltecas y posteriormente los mexicas al expandir su imperio. Por lo que este proceso que la crónica indígena nos muestra de forma mágica y simplificada, se desarrollará durante los siglos XIII y XIV de nuestra era. La crónica de la H. T. CH., nos muestra en su narrativa algunos aspectos que vale la pena comentar. Cuando invocan el consejo y protección de su dios supremo Tloque Nahuaque “el señor del cerca y del junto”, también conocido como Ometeotl “el señor dual” nos remite a un concepto de alto desarrollo filosófico, ya que esta deidad era un concepción del dios absoluto el cual no podían representar porque era ilimitado, infinito, el creador 94
absoluto, “el que se crea a sí mismo”, el que se encontraba en el último cielo y que su asiento era en el monte Teoculhuacan, como centro del universo cósmico en el Omeyocan.
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Al Teoculhuacan, en la crónica se le designa con ocho nombres diferentes; se le llama el Coliuhquitepetl “el monte curvo”, el Atlxoxouhqui “el lugar donde mana agua cruda (o de manantial)”, el Iztactollin “el lugar del ave blanca”, el Iztacacatl “el lugar de la hierba blanca”, el Tlapapalichatl “el lugar de la abertura”, el Tlapapalatla “el lugar roto, abierto”, el Nahuallachtli “donde se nahualiza, donde se hace magia, o lugar de los nahuales”, el Zaquianmiztli “donde hay fieras como leones”. (H. T. CH., Ibidem, 160, 172) Los lugares o personas de gran importancia religiosa, simbólica o social, tenían comúnmente varios nombres para designar a un mismo lugar o persona, de aquí la gran importancia del Teoculhuacan, sus diferentes nombres denotan las características físicas del lugar, su valor religioso, ritual y simbólico. Además de ser la montaña curva, es un lugar de blancura, hierbas y aves, es un lugar que ha sido abierto para que salgan de su interior los hombres y es un lugar de práctica mágica donde los nahuales hacen sus rituales y donde merodean peligrosas fieras. Posteriormente veremos cómo los cronistas Chimalpain y Tezozómoc, designan con otros nombres más al lugar, descubriendo éstas y otras características del lugar de origen; el Teoculhuacan Chicomoztoc Aztlan. Cuando los embajadores tocan la montaña, está caliente, denota vida en su interior, como el vientre materno; pero la montaña en la realidad está caliente, hacia uno de sus flancos brota un manantial de agua caliente. Posteriormente con el bastón rompen y abren la cueva, de su interior sale primero el intérprete del náhuatl, el llamado Coatzin. Diego Muñoz Camargo en su crónica ofrece una versión parecida, pero en este caso es el héroe cultural Chichimeca, es Mixcoatl Camaxtle, el que dio con un palo en una peña y de ahí salieron los cuatrocientos o innumerables chichimecas. (Muñoz C., 1982, 42) Se abre la montaña, que es el elemento femenino, la madre Tierra, su vientre húmedo y caliente. Simbólicamente, el bastón es el elemento fálico; la tierra queda preñada, la miel y las abejas son elementos sagrados de la fecundidad y del inframundo y la tierra da a luz a los chichimecas de su interior, es la misma madre que dará a luz a Huitzilopochtli y que, anterior a los toltecas, había dado a luz a Mixcoatl y a los mimixcoas. Por lo tanto, es el origen de hombres y dioses, es el origen divino del hombre que es simbólicamente hijo de la tierra. Es por esto, que los hombres escogían a este lugar como 95
su punto de origen y partida, todos querían provenir del mismo sagrado lugar, además de compartir el prestigio de provenir del mismo lugar de origen de los dioses guías y patronos de los pueblos.
m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T Imagen de una parte del códice conocido como el Mapa de Cuauhtinchan número 2, el cual representa el momento en que los dos embajadores de Cholula llegan al Teoculhuacan Chicomoztoc. Al igual que el otro códice de la Historia Tolteca Chichimeca, narra el mismo evento histórico, y cita el mismo día “trece flor”. Por lo que esta historia era bien conocida por varias tradiciones, así como la ubicación geográfica de la montaña de origen.
La madre podría llamarse Coatlicue, Chimalma o Tonantzin, el lugar es el Chicomoztoc que esta en el Teoculhuacan y el hombre con un origen divino, sentirá tener la supremacía sobre los demás pueblos, de ahí que diferentes etnias lo escogieran como su lugar de origen. Según la versión de la Historia Tolteca Chichimeca, las tribus que salen de Chicomoztoc son los totomiuaque, los quauhtlinchantlaca, los texcaltecas, los malpantlaca, los 96
acolchichimeca, los tzauchtecas y los zacatecas y para que no queden dudas, de que se trata de un mismo lugar la crónica nos dice de manera muy clara:
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“y luego ya salen de Chicomoztoc, de dentro del Colhuacatepetl...” (H. T. CH., Ibidem, 205) Las siete cuevas del Chicomoztoc pertenecen a la montaña del Colhuacatepetl, por lógica es el mismo lugar. Los demás códices y cronistas nos enlistarán siete u ocho tribus diferentes, dependiendo de la región geográfica a que se refiera el autor, todos los pueblos querían tener el mismo prestigioso origen simbólico. En las narraciones míticas los pueblos que salen de la montaña están en estado primitivo, no saben hablar el náhuatl ni comen el maíz, y en el camino adquieren la cultura y el conocimiento por medio de una iniciación mágica, de esto se desprenden dos vertientes; una que nos da la idea de que vivían en un estado nómada y semisalvaje, y otro que nos dice que ya conocían la cultura y el calendario. Sin duda los grupos del Bajío tenían la base cultural mesoamericana, porque sus vestigios nos hablan de una alta cultura, bajaban a los valles centrales, cuando los Estados imperialistas como Teotihuacan pierden el control de las rutas de intercambio y fuerza política durante el Epiclásico, y después en el Posclásico cuando cae el poderío de Tula ocurren otras migraciones, y no existían la restricciones territoriales. Estos grupos eran denominados genéricamente como chichimecas, teniendo entre sí diferentes lenguas. Las crónicas insisten en presentarlos como nómadas chichimecas a los primeros en salir y por medio del contacto “mágico”, con dioses o semidioses, adquieren la cultura civilizada. Es importante destacar un detalle de la narrativa de la Historia Tolteca Chichimeca, una vez que los embajadores convencen a los chichimecas de partir y emprender el camino de regreso, uno de los poblados al que llegan primero es Aztatlan o Aztlan, la patria original de los aztecas, ya que este poblado al parecer se encontraba en las faldas de la montaña Teoculhuacan Chicomoztoc o en las inmediaciones de ella, y recordemos que Aztatlan era la capital de la provincia Oeste del imperio Tolteca, futura capital de los aztecas chicomoztoquenses, lo que da pauta a suponer su existencia. Puede parecer repetitivo, pero esta es una de las partes más importantes de la investigación, ya que Aztlan o Aztatlan, por lo tanto era un lugar bien identificado en la época tolteca, los demás lugares por donde pasan se están identificando en la geografía actual para poder reconstruir la ruta completa, que como veremos no varía mucha de otras rutas de peregrinación, como la misma ruta azteca. 97
LA RECONSTRUCCIÓN DE LA RUTA
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La Historia Tolteca Chichimeca (H. T. CH.), como ya se puntualizó entre otros
temas, es un tratado de cartografía indígena con narraciones míticas e históricas, pero que es bastante preciso con la realidad geográfica. Esta crónica indígena es la que nos da los datos para encontrar el importante lugar de origen. Al leer correctamente la crónica encontramos la correspondencia geográfica correcta, las provincias y cabeceras que se mencionan a los cuatro puntos cardinales de Tula son reales, Pánuco al Norte, Tulancingo al Este, Teotenango al Sur y Aztatlan al Oeste. Los datos para encontrar el punto exacto donde se localiza geográficamente la montaña sagrada del origen, el Teoculhuacan-Chicomoztoc–Aztlan, es precisamente la reconstrucción de la ruta del camino de regreso que hacen los embajadores toltecas de Cholula al Teoculhuacan. Por cierto, los 6 días que hacen los embajadores toltecas coinciden perfectamente con el calendario prehispánico, como se puede constatar capítulos más adelante, cuando toquemos el tema del calendario y sus días. Si tomamos en cuenta los 20 días del calendario, los últimos 6 días de cada mes, son en el orden que narra la Historia Tolteca Chichimeca: Cuauhtli “águila”, Cozcacuauhtli “buitre” o “zopilote”, Ollin “movimiento”, Tecpatl “cuchillo de pedernal”, Quiahuitl “lluvia” y Xochitl “flor”. Lo que nos muestra que la correlación calendárica y su uso era correcto, todavía a inicios de la colonia, que es cuando se hace este códice. La ruta y el camino que realizaron los embajadores toltecas, lo recorrimos físicamente en diciembre del año 1997, como un experimento comprobatorio. Mis acompañantes fueron unos “chalmeros”, personas entusiastas que anualmente hacen el recorrido en peregrinación de Milpa Alta en el Distrito Federal, a Chalma, Estado de México, en tres días, contando con el apoyo de una unidad móvil para auxiliarnos en caso necesario. Tracé en cartas topográficas del INEGI a escala 1:50,000 la ruta por caminar, evitando las cañadas y las escaladas innecesarias, cruzando carreteras y en muchas ocasiones pasando a un lado del trazado de las mismas, pues como sabemos los caminos naturales ya eran conocidos desde hace mucho tiempo atrás y durante la época colonial se utilizaban. Contamos con el equipo de apoyo móvil que nos monitoreaba y apoyaba en caso de algún 99
debajo de la espesa capa de contaminantes. En esta etapa contamos además con un guía que nos ayudó a tomar los caminos más accesibles para bajar pronto hacia el valle.
m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T Otra toma del punto de partida de nuestra expedición, con la iglesia sobre la pirámide de Cholula en el estado de Puebla.
Bajamos hacia el Valle de México entre los bosques de coníferas de las pendientes de la sierra, y alcanzamos un buen ritmo de caminata a los terrenos de cultivo de las pendientes suaves de la sierra. Tomamos el rumbo hacia Texcoco, hasta llegar al actual poblado de Tepetlaoztoc al anochecer. En este poblado descansamos, acampando en las afueras, para seguir al día siguiente con la caminata.
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el camino era más corto y plano por lo que el desplazamiento fue mejor que el día anterior, pasamos por Coacalco hasta salir a Cuauhtitlan.
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El tercer día llegan los embajadores muy cerca de Tula en Nonualco, que por los datos que da Alva Ixtlilxochitl se identifica con el pueblo de San Pablo Huatengo en el Municipio de Jilotepec en el Estado de México: “... Pochotl se salvó, en los desiertos de Nonualco, en Cuautitenco lugar cerca de Tula...” (A. Ixtlilxochitl, 1: 91) Llegamos a Tula en el Estado de Hidalgo, a la zona arqueológica, que tomamos como punto central, pasando al Noroeste del actual Jilotepec. Sabemos que la colina de Nonualco está a 5 kilómetros al Oeste de Tula, así que a la mañana siguiente pasamos a un lado de ésta, para dirigirnos a nuestro siguiente punto.
Al tercer día de recorrido llegamos a Tula, la capital del Imperio Tolteca, en el estado de Hidalgo, en donde descansamos esa noche. (Imagen tomada de Atlas de la Historia de México, 1984, Salvat)
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El cuarto día llegan los embajadores toltecas hasta Teticpac, que por antiguos informes de Montúfar en 1897, era otro nombre de Chiapan, la actual Chapa de Mota en el Estado de México. Chapa de Mota no está tan lejano y cruzando sierras no muy escarpadas llegamos en una jornada a este pueblo que está en el extremo Noroeste del Estado de México, ya en los límites con el estado de Querétaro. Descansamos esa noche, el quipo móvil nos llevó apoyo logístico. Para el siguiente día fuimos cruzando el estado de Querétaro sin mayores dificultades, hacia la capital del mismo.
m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T Chapa de Mota con una de sus iglesias, que como muchas fueron levantadas y construidas con materiales de los sitios que ahí existieron.
Después alcanzamos a ver al cerro Culiacán desde el valle de la ciudad de Querétaro, la posición en las cartas topográficas y su forma cónica lo delataban. Pudimos dirigirnos a la montaña de manera directa, pero quise respetar la ruta marcada por el códice, así que caminamos hacia el Noroeste de la ciudad de Querétaro. Una de las probables causas de por qué no siguieron de forma directa a la montaña los embajadores, fue porque podría haber territorios controlados por otros pueblos, que se encuentran frente a la actual ciudad de Querétaro -como la zona arqueológica de El Pueblito- y los toltecas se vieron obligados a caminar más hacia el Norte evitando esta parte, probablemente era una zona hostil, ya que muy seguramente estaba controlado el 104
paso por esta parte y pasar directo por el valle frente a este pueblo ofrecería algunas dificultades, además de que en esa época algunos valles estaban ocupados por ciénegas y lagunas.
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Antes de llegar al estado de Guanajuato, la montaña se fue cubriendo poco a poco por la extensa sierra de La Gavia y sabíamos que estábamos ya muy cerca de llegar. Seguimos la ruta del códice, caminando al Noroeste de la ciudad de Querétaro, hasta salir por entre algunos cerros que son como un corredor natural llegando hasta el municipio de Comonfort, al Norte de Apaseo El Grande ya en el estado de Guanajuato. El quinto día llegan los mensajeros toltecas a Xalpantzinco, cercano al actual pueblo de Xalpa (Jalpa), en Apaseo El Grande en Guanajuato. Xalpanzingo es el diminutivo de Xalpa “en el arenal”. Era costumbre prehispánica que junto a un pueblo existiera otro menor con el mismo nombre pero en diminutivo, que también se refiere al segundo de ser fundado y es un asentamiento posterior. Primero se funda el original y después el pueblo chico. Como por ejemplo: Mexicalzingo, “el pequeño México” o “el asiento de mexicanos” cercano a México, Tulancingo, “el pequeño Tula” o “asiento de toltecas” que está relativamente cerca de Tula y así sucesivamente. La terminación zingo, se refiere al “pequeño” o “el asiento de”, según se use la palabra gramaticalmente. Tenemos al Este del municipio de Comonfort y al Norte de Apaseo El Grande la Sierra de Codornices, que es un macizo montañoso – entre los dos municipiosen donde está la elevación y pueblo de Jalpa, antiguo Xalpa, que pertenece a Apaseo El Grande y cercano a éste, está el pequeño Jalpa, o sea Jalpilla, que pertenece al municipio de Comonfort, y a 4km de la cabecera municipal de Comonfort. Jalpilla o la pequeña Jalpa, es la castellanización de Xalpanzingo, “en el pequeño arenal” o “el asiento del arenal” (cabe aclarar que el Doctor Kirchhoff no localizó al pueblo de Jalpilla, aunque sabía que faltaba ubicarlo entre Teticpac y el Teoculhuacan). Teníamos ubicado al pueblo de Jalpilla pero ya no entramos, nos dirigimos a la cabecera municipal de Comonfort, para descansar. Recientemente, en octubre de 2007, regresé a Jalpilla y encontramos los restos de una hacienda y la reutilización de material arqueológico en las construcciones antiguas. Jalpilla se encuentra al lado del río de Jalpa y que es tributario del río Laja.
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m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T Restos de una capilla en el poblado de Jalpilla, Guanajuato, notamos que había mucha reutilización de materiales prehispánicos en las construcciones antiguas de la zona. Foto de octubre de 2007.
Desde el municipio de Comonfort ya se aprecia al cerro Culiacán y caminamos hacia el Sur, siguiendo a cierta distancia el río Laja, nos dirigimos hacia Celaya pero sin entrar de lleno a la ciudad. Seguimos la misma dirección, a un lado de la carretera CelayaSalvatierra, ruta del antiguo Camino Real, pasamos a un lado de Tarimoro que se quedó a nuestro lado izquierdo, hacia el Este, con la Sierra de los Agustinos y continuamos el camino que lleva hacia Salvatierra, teníamos hacia el Oeste la amplia serranía de La Gavia, continuamos al Sur de La Gavia, y sobre sus suaves pendientes nos dirigimos hacia el Suroeste, desde donde ya se apreciaba el Culiacán, que aparecía entre las nubes de lluvia. Llegamos a un lado de la carretera Cortazar –Salvatierra, por donde caminamos hacia la comunidad de Cañada de Caracheo. Ya desde este punto se puede apreciar en su forma y tamaño completo.
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Y para el sexto día de los mensajeros toltecas y al igual que ellos, llegamos por la noche al pie del Teoculhuacan Chicomoztoc, hoy Culiacán, identificado desde hace años por Kirchhoff (1960), entrando de esta forma por el municipio de Cortazar.
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Llegamos a una de las montañas más grandes de El Bajío, un volcán con el cráter taponado por su última erupción, todo el cuerpo de la montaña hace el efecto de tener su cumbre curva o echada hacia el Este, que hoy ostenta el nombre castellanizado de Culiacán, derivado de Culhuacan. También conocida entre sus variadas denominaciones como el Teoculhuacatepec “la divina montaña de la cumbre torcida, echada, panda, jorobada o curva”.
En el punto en que se pudo apreciar a la montaña en su aspecto total, salía de una bruma espesa.
Una vez ubicada la montaña y observando las coincidencias topográficas con las características que se mencionan en algunas fuentes, nos dirigimos a checar las evidencias arqueológicas de superficie, en sus cañadas y en sus pendientes. Encontramos varias cuevas ya saqueadas, y sobre los campos de cultivo materiales cerámicos y montículos, muchos de ellos con pozos de saqueo antiguos, con la cerámica diagnóstica de las culturas del Bajío: el Rojo sobre Bayo. Es importante comentar que los materiales arqueológicos siempre los hemos dejado en su lugar para no alterar los contextos, sólo los registramos fotográficamente. Dicha montaña, el Culiacán, domina los valles del Bajío, y se encuentra en el punto trino de los municipios de Cortazar, Jaral del Progreso y Salvatierra; la montaña casi alcanza los 3,000 m. s. n. m. (2,834 m. para ser exactos), teniendo más de un kilómetro de altura 107
desde los valles que la circundan, con el río Lerma que la rodea por casi tres de sus lados y a escasos metros de la laguna de Yuriria, rodeado a la vez por copiosos manantiales. Y en los alrededores de la misma existen aproximadamente 14 poblaciones; gente que conoce sus cuevas, las tradiciones orales que hablan de la montaña y sus vestigios arqueológicos.
m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T Reconstrucción de la ruta: Cholula–Teoculhuacan Chicomoztoc, que presenta el códice cartográfico de la Historia Tolteca Chichimeca, en la cual han sido localizados todos los lugares por donde pasaron los embajadores toltecas, que salieron de Cholula para llegar a la montaña del origen, y que se comprobó siguiendo las indicaciones del códice para llegar a la montaña sagrada.
Al pie de la montaña Culiacán, se encuentran entre otros pueblos: Cañada de Caracheo, San Francisco de los León, San Isidro Culiacán y San Agustín Culiacán, que pertenecen al municipio de Cortazar; del municipio de Jaral del Progreso tenemos a Victoria de Cortazar, El Tecolote, Ojo Zarco, Santiago Capitiro; y ya del municipio de Salvatierra, El Sabino, El Capulín y La Quemada, entre otros, y de los cuales hablaremos más adelante. De manera esquemática la ruta que seguimos basándonos en el códice de la Historia Tolteca Chichimeca es: 108
Primer día: de Cholula, Puebla a Tepetlaoztoc en Texcoco, Estado de México.
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Segundo día: de Tepetlaoztoc a Cuauhtitlan, Estado de México. Tercer día: de Cuauhtitlan a Tula, estado de Hidalgo.
Cuarto día: de Tula a Chapa de Mota (Teticpac), Estado de México.
Quinto día: de Chapa de Mota (Teticpac), a Apaseo El Grande y Comonfort en el estado de Guanajuato, para llegar a Xalpanzingo (Jalpilla). Sexto día: de Comonfort (Xalpanzingo-Jalpilla) y Apaseo El Grande, al monte Culiacán, antiguo Teoculhuacan Chicomoztoc (Culhuacan), en el Sureste del estado de Guanajuato (entre Salvatierra, Jaral del Progreso y Cortazar). Todos los pueblos ubicados y mencionados por el códice son de gran antigüedad, algunos datan del Preclásico mesoamericano. Cholula, el punto de partida, es uno de los más antiguos, por lo que es lógico que en la época prehispánica los tuvieran muy bien ubicados y conocidos, y supieran muy bien llegar al Teoculhuacan.
El gran Culiacán, el antiguo Teoculhuacan Chicomoztoc, íntimamente relacionado por las fuentes con el Aztlan, domina el Bajío de Guanajuato, nos demuestra que el mundo mágico del México antiguo tenía un sustento real. Podemos ver cómo la montaña se hunde de lado sobre el paisaje, mostrando su gran joroba, este efecto visual es el que le da el nombre de Culhuacan. 109
EL TEOCULHUACAN CHICOMOZTOC AZTLAN Y SU IDENTIFICACIÓN CON LAS CRÓNICAS
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demás de la Historia Tolteca Chichimeca, que hemos descrito y tomado como base para descubrir la ubicación geográfica de la montaña, existen diferentes crónicas que nos dan datos para ubicarla en la geografía actual.
El monte Culiacán, antiguo Teoculhuacan Chicomoztoc, visto desde la planicie aluvial en su cara Suroeste. Hace relativamente poco tiempo, a mediados del siglo XX, estas zonas se inundaban con el desborde anual del río Lerma, formando ciénegas; ahora son fértiles tierras de cultivo.
Fray Juan de Torquemada, al hablar del origen de las tribus que se asentaron en el Valle de México, dice: “Teocolhuacan es la parte donde dichas gentes vinieron…” (1923, I: 269) A propósito del nombre actual de la montaña de origen, Culiacán, el Padre Fray Toribio de Benavente “Motolinía” nos da un dato muy importante precisando: “el hueycolhuacan que los españoles nombran Culiacán”. El padre Motolinía del siglo XVI, conocía la referencia de que al Teoculhuacan, o como él dice, el Huey Culhuacan 110
(el gran, el original Culhuacan), los mismos españoles ya le decían Culiacán desde esa época. (1969, 151)
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Es importante agregar que en la Historia Tolteca Chichimeca (1989, párrafos 172 -179) al Teoculhuacan se le llama Coliuhquitepetl Ycatcan “donde está el cerro Coliuhqui”. El Padre Bernardino de Sahagún, al hablar de las montañas y sobre los límites o linderos territoriales de los mexicas y purépechas, menciona al cerro llamado Coliuhqui y especifica que: “el cerro llamado Coliuhqui… está situado en los linderos de los mexica y los michuaca...” (Sahagún, 1907, Op. Cit. 332V) Este lindero estaba dado en parte por el río Lerma o Chignahuapan para la época del Posclásico. En la Relación de Tepeaca de 1579, encontramos un dato muy preciso de apoyo a esta identificación geográfica: “... de una población nombrada Chicomoztoc que quiere decir las Siete Cuevas, que es de aquel cabo de la Ciudad de México como cincuenta leguas y de esta ciudad a la de México hay veinte y siete.” (del Paso y Troncoso, 1905, 13) El documento nos dice 50 leguas. Si tomamos como parámetro de medida la distancia en leguas que hay entre México y Tepeaca que son 27, las 50 leguas nos llevan al mismo punto donde esta el volcán Culiacán, en los municipios mencionados de Guanajuato. Con lo que podemos pensar que todavía hacia mediados del siglo XVI, tenían la noción geográfica de su ubicación y sabían que era además el Chicomoztoc. Fernando Alvarado Tezozómoc apoya esta ubicación que también retomamos, dándonos un dato cultural de la región en donde se encuentra la montaña: “... in Aztlan, in Anepantla...” (Tezozomoc, Op. Cit., 57.)
Significa “Aztlan por Pantlan”; recordemos que hacia el Norte del territorio de Aztatlan colindaba con el territorio de la provincia Norte: Pantlan o Cuextlan, los famosos huastecos que se extendían en pequeños poblados en esta zona. He observado asentamientos huastecos en Celaya, unos kilómetros al norte del Culiacán, y en la Sierra de La Gavia, pegada al pie del Culiacán. En superficie se encuentran restos de cerámica, al parecer del tipo Pánuco, emparentados o similares a los huastecos de la Sierra Gorda de Guanajuato y Querétaro.
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Si nos quedara alguna duda acerca del Teoculhuacan-Chicomoztoc y su relación con Aztlan, el Padre Dominico Fray Diego Durán en su obra del siglo XVI dice: “Estas cuevas Chicomoztoc son de Teoculhuacan, que por otro nombre se llama Aztlan…” (Durán, 1974, VII: 216)
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De manera clara podemos entender que es un mismo lugar y que el posible poblado de Aztlan entonces está en la montaña misma, o se interpreta que es otro nombre de la montaña. Algunas fuentes mencionan un solo lugar de origen o de partida de los pueblos, entre ellos los aztecas; el lugar de origen, como vemos, tiene a la vez varios nombres: Aztlan y Chicomoztoc. “El lugar de su morada tiene por nombre Aztlan, y por eso se les nombra aztecas; y tiene por segundo nombre el de Chicomoztoc…” (Alvarado Tezozómoc, Crónica Mexicayotl, Op. Cit., 14) “… De donde primero vinieron y los sacó hacia acá el gran mágico, dios agorero; allá de veras era el nombre del lugar Aztlan Chicomoztoc”. (Cristóbal del Castillo, Op. Cit., 81) Por lo que coincide con la Historia Tolteca Chichimeca en identificar al Chicomoztoc, al Teoculhuacan con el Aztlan. Robert Barlow considera que Aztlan y Chicomoztoc son sinónimos, situación en la que estamos de acuerdo. Por lo tanto la Relación de Tepeaca de 1579 nos estará dando la ubicación de Aztlan. Si recordamos la ilustración que presenta el códice de la H. T. CH., el Teoculhuacan o Colhuacatepec como lo nombra la crónica, presenta la cumbre curva o torcida hacia la derecha y está pintada de blanco con el glifo de la nieve, y por base de ésta se dibujaron cinco tiras de papel de amate en forma vertical (salpicadas de chapopote, lo que nos relaciona con el culto a Tláloc). Efectivamente, en ocasiones la cumbre del Culiacán se llena de nieve y de ahí que se represente con la cumbre blanca y las representaciones afines a la blancura; de esto se desprenden los nombres diferentes relacionados al color blanco: Amaqueme “vestido de papel”, según Chimalpaín (1963, 2), es otro nombre del Chicomoztoc. Este Amaqueme es el Amaquemecan que menciona Fray Juan de Torquemada (1949; I: 38) como punto de partida de los chichimecas de Xolotl. 112
Amaqueme “vestido de papel (de amate)”, el Iztactexcalocan “el lugar de las casas de piedra blancas o cuevas blancas”, el Aztlan-Chicomoztoc “el lugar de la blancura de las siete cuevas” (Chimalpain Op.Cit.1991). El Iztactollin “el lugar del ave blanca”. Las plantas como la biznaga, nopal, maguey, órgano, y zacate le dan otros nombres descriptivos, como el Tzicuayotoc “lugar donde hay hierba”, Nequameyotoc “lugar donde hay magueyes”, Zacayotoc “lugar en donde hay zacate”. (Tezozómoc 1949, 17)
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En la Foja 16r de la Historia Tolteca Chichimeca podemos ver que la cima curva del cerro tiene el glifo de la nieve y el cerro Culiacán en la actualidad según los vecinos de la región, lo han visto cubrirse de nieve en algunas ocasiones, de aquí se desprende el otro nombre de lugar de blancura, el Aztlan. Otro nombre que da esta crónica es el Iztacacatl “el lugar de la hierba blanca”. Es importante que el Teoculhuacan Chicomoztoc, forma parte de una tradición mesoamericana, y que se difundió como un arquetipo hasta la zona maya. En esta lengua se le conocía como Vucub Zivan “siete barrancas”, lo encontramos mencionado en las crónicas de Yucatán, y en documentos quichés y cachiqueles. (López Austìn, 1993, Op. Cit.: 23) Por ejemplo, en el Popol Vuh se menciona a Tulan Zuiva “la cueva de Tula”, y a Vucub Pec “las siete cuevas”, en relación a la creación de los pueblos, por lo que son los nombres quichés del Chicomoztoc de la tradición mexica. Posiblemente cuando los toltecas conquistaron Yucatán, llevaron además del culto a Quetzalcoatl–Kukulcan, el culto a la montaña de las siete cuevas. Chimalpaín (1963, 7) describe al Chicomoztoc como un lugar sagrado que infunde temor y que además era guardado por innumerables fieras y culebras conocidas y desconocidas. Cristóbal del Castillo (1908, 69) describe al Teoculhuacan como la montaña donde residen los dioses en forma de animales. Podemos ver que el aspecto religioso–mitológico, incluso, llega a ser la pauta de situaciones reales, puesto que el plano celeste tiene su representación en el plano terrestre. Incluso el orden cosmológico se hace presente y rige el orden social. El primero funge como arquetipo del segundo y éste es una repetición de aquel. Es decir, el modelo es llevado al plano de la realidad y por lo tanto éste se adecúa al esquema preestablecido. (Limón Olvera, 1990, 88) Si tomamos en cuenta que en el seno del cerro Culhuacan se encuentra el Chicomoztoc, tal y como se representa en el códice, entonces éste sería el lugar donde se llevó a cabo el 113
“Algo” penetra en los hombres y los hace participar de la naturaleza de los dioses. Al parecer, este “algo” que todos reciben en el momento del parto es más intenso en los hombres dioses, en su papel de intermediarios y depositarios. (López Austin, 1973, 95)
m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T La montaña Culhuacan con su característica cumbre torcida, en una representación del códice Huamantla de Tlaxcala; como un arquetipo mesoamericano, era representado y repetido en diferentes espacios geográficos guardando un simbolismo similar en su relación con los orígenes y las diosas madres. (códice Huamantla, 1984)
Lo que le da a los hombres ser hijos directos de la madre Tierra, la superioridad divina sobre los otros y a los cuales todos querían pertenecer. Parte de esta importancia simbólica de la montaña, y como otro de los elementos que la complementan, es la relación con el color blanco, como decíamos, y que a la vez nos relaciona con el Aztlan. En los diferentes nombres de la montaña nos podemos dar cuenta. Tezozómoc, da entre otros nombres, el de Aztlan Chicoccan “el lugar de la blancura de los siete agujeros”. (Tezozomoc, Op. Cit. 1998) En algunas crónicas, como la de Chimalpaín, se menciona que a los totolimpanecas que salieron de Aztlan después que los aztecas, los guía un ave blanca, o un águila blanca, conocida como la Iztacuauhtli. También se menciona que la deidad principal que sale de la montaña –Huitzilopochtli- se caracteriza por tener una flor blanca, la Izcacxochitl. Más adelante volveremos a retomar el concepto de la blancura y del nombre de Aztlan. Otra característica que es mitificada, son las nubes que se juntan en su cumbre. 115
Es frecuente que en época de lluvias y por ser la montaña más alta de la región, con una forma casi simétrica que se extiende por el valle, las nubes –blancas- se juntan en su cumbre formando un enorme hongo, que a manera de sombrero la cubre; al respecto también se le conocía con nombres referentes a esta situación, Chimalpaín la nombra como el Mixtitlan “entre las nubes” y Ayauhtitlan “lugar donde hay niebla”. Mientras que Tezozómoc nos acentúa también la forma del cerro, con el nombre de Oztotl Tepetlamimilolli “las cuevas del cerro elevado”.
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Los demás nombres que se le conocen corresponden a sus características físicas o simbólicas. Nuevamente Chimalpaín lo reconoce como: Huehuetlapallan “la tierra de nuestros ancestros”, Quinehuayan “el lugar de origen”, Teoculhuacan “el divino curvo”, Tzotzompa “donde llegan las canoas”. (Chimalpaín, Op. Cit.)
El monte Culiacán, antiguo Teoculhuacan Chicomoztoc, visto desde la carretera Celaya–Salvatierra. Con una de las características típicas de la montaña, la cumbre cubierta por nubes, situación muy frecuente y de donde se desprende uno de sus nombres, el Mixtitlan “entre las nubes” o el Ayauhtitlan” “lugar donde hay niebla”.
Tezozómoc nos completa la lista: Tzicuacyotoc “lugar donde hay hierba o enyerbado”, Necuameyotoc “lugar donde hay magueyes”, Zacayotoc “lugar con zacate”, Texcalli “casas de piedra” (cuevas), Cachicoccan “los siete agujeros”, y Temamachtican “lugar espantoso o tenebroso”. (Tezozómoc, Op. Cit.) 116
En las visitas que hemos realizado al monte Culiacán es notoria la presencia de abrigos rocosos y cuevas de gran tamaño en sus cañadas, donde se observa la presencia de material arqueológico, que nos demuestra la ocupación y presencia humana desde tiempos muy antiguos.
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Es importante resaltar que el río Lerma pasa al pie del Culiacán rodeándolo por casi tres de sus flancos, al respecto las crónicas antiguas nos confirman esta situación, pues el río fue sagrado y se le conocía como el Chignahuapan “el río de las nueve corrientes”, relacionado como veremos más adelante con el inframundo. El cronista indígena Diego Muñoz Camargo, en su Historia de Tlaxcala, nos narra la peregrinación de los pueblos que salieron del Chicomoztoc, al salir los emigrantes tuvieron que cruzar un río caudaloso que lo identifica como el río Grande de Toluca. (Muñoz C. Op. Cit; 10), que como sabemos, era el nombre con el que se le conocía al río Lerma durante el siglo XVI. Cuando el río Grande de Toluca llegaba a la laguna de Chapala en Jalisco, cambiaba su nombre por el de río de Santiago, y después atraviesa Nayarit, desembocando en el mar. En un mapa novohispano de 1609 se observa el “río Grande de Toluca”, el hoy río Lerma, así como el Culiacán, dentro de una curva del mismo río. En la Historia de los Mexicanos por sus Pinturas, crónica anónima del siglo XVI, se nos habla de Aztlan como un lugar: “... al Occidente de la Nueva España, volviendo algo hacia el Norte.... en medio de él un cerro del cual sale una fuente que hace un río, según y como es la de Chapultepec en esta Ciudad de México y de la otra parte del río, está otro pueblo muy grande que se dice Culhuacan...” (H. M. P., 1925, 339) Efectivamente al pie del volcán Culiacán hacia su flanco Norte, se encuentra el poblado de Cañada de Caracheo, en el cual “en medio del pueblo” y en un gran sabino brota un copioso manantial de agua que “hace un río” que ahora es tributario del Lerma. Actualmente los pobladores lo utilizan para bañarse, para el ganado, lavar ropa y beber, es verdaderamente comparable lo que dice la crónica con el antiguo manantial hoy casi extinto que había en Chapultepec. Esta situación la vemos también en el códice Azcatitlan, en donde se representa al centro de Aztlan, en las faldas del Teoculhuacan Chicomoztoc; en medio de un sabino o ahuehuete brota un manantial que forma un río, se ve al dios guía Huitzilopochtli como 117
un hombre águila que le habla a su pueblo del camino que seguirán y se observa en la parte superior una pirámide y algunas construcciones.
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De la misma forma que en el códice, a escasos 200 metros de la población de Cañada de Caracheo y sobre la pendiente del Culiacán, antiguo Teoculhuacan Chicomoztoc, se encuentran estructuras arquitectónicas prehispánicas, así como la Loma de San Agustín, que se encuentra en la pendiente de la misma montaña un poco más hacia el Noreste a unos tres kilómetros del mencionado pueblo. En el códice Codex Mexicanus se ilustra la peregrinación azteca y a la derecha de Aztlan Teoculhuacan, que se dibuja como un cerro, se ve un río que cruzan los aztecas, es el río Lerma que pasa al pie del Culiacán y que menciona Muñoz Camargo en su crónica. Aunque también puede ilustrar el río que se forma por los manantiales de la zona. Es tradicional pensar en Aztlan como una isla, lo que ha generado una confusión en los investigadores para su búsqueda, ésta confusión la propiciaron los mismos aztecas y las crónicas que hablan de ellos. Se ha querido ubicar a la patria original de los aztecas en una isla, sin considerar que el concepto de isla funcionaba como un prototipo de Tenochtitlan, como una visión retrospectiva, situación que veremos con mayor amplitud en capítulos posteriores. En el códice Boturini se presenta como una isla, pero en otros documentos no se conoce esta tradición, aun así el cuerpo de agua del códice Boturini está incompleto hacia el Occidente y en el códice Azcatitlan se muestra a Aztlan como la montaña Teoculhuacan, rodeada por tres de sus flancos por agua, como lo hace el río Lerma en la actualidad. El códice Aubin representa a Aztlan como una isla–cerro rodeada por agua y en el Mapa de Singüenza se dibuja un lago bien delimitado al Suroeste y al pie del Teoculhuacan, tal y como ocurre con la laguna de Yuriria y el Culiacán. Acerca de la laguna, Tezozómoc hace énfasis en que los aztecas vivían en la ribera: “... al pescador del gran espejo de agua, al que nombran Meztliyapan...” (Tezozómoc Op. Cit., 31). Éste sería el nombre náhuatl de Yuriria, Meztliyapan “donde se refleja la luna”. Debemos puntualizar que anteriormente la laguna de Yuriria era mucho mayor hacia el siglo X de nuestra era; al final de la época tolteca con la desertificación general, la laguna casi se secó por completo. Fue hasta el siglo XVI, en el año de 1548, cuando el fraile agustino Fray Diego de Chávez construyó un canal desde el río Lerma para inundar la laguna de Yuriria, la cual actualmente se está volviendo a secar y tiene altos índices de contaminación. 118
m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T La laguna de Yuriria o de Meztliyapan, como la nombra Tezozómoc, la cual por estudios de paleosuelo, se sabe que llegaba al pie del Culiacán, antiguo Teoculhuacan Chicomoztoc. Por la desecación climática, a principios de la época novohispana se hizo un canal para llenarla de nuevo, pero esta laguna ya existía mucho antes. El Doctor Kirchhoff (1960, Op. Cit.), identifica a esta laguna como la mencionada en las fuentes y en donde el pueblo aztateca vivía en las orillas de la misma.
El códice Ramírez da el nombre de Teoculhuacan al Culiacán y menciona que tenía otros nombres: el de Huehuetlapallan “la tierra de nuestros ancestros” o la “tierra de los viejos” y da la lista de los reyes de Huehuetlapallan-Teoculhuacan, entre los que se destaca a Mixcoatl como uno de los más importantes. Esta mención más bien mítica, nos vuelve a resaltar la importancia que tenía para el mundo prehispánico este lugar de origen mítico, con muchos nombres y facetas que enriquecen el lugar, el antiguo Teoculhuacan-Chicomoztoc, y desde luego el Aztlan.
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de alto; además se liberó la plataforma del Sol, aquella que Leopoldo Batres rompió para sacar su tren con los escombros.
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La plataforma tiene más de 800 m. de largo, divididos en tres caras de la pirámide que la enmarca, con una altura que fluctúa de los 2 m. a los 3.50 m. en su extremo Sureste y 80 cm. en su extremo Noreste. Hacia la parte exterior de la plataforma en su lado Sureste encontramos el piso de los marcadores astronómicos, serie de trazos en los pisos que en número de más de 20 representan símbolos ideográficos y astronómicos. En primera instancia se descubrió el piso antiguo de la plaza que separaba la pirámide de la plataforma, después se continúo en dirección de la misma en una larga cala de aproximación hacia el desplante de la pirámide del Sol. Con el tiempo definimos al ir liberando la estructura de los escombros, un canal de 3 m. de ancho, excavado en el tepetate natural del terreno, rodeando a la pirámide del Sol por una banqueta de 60 cm. de alto y con restos de estuco, pero no comprendíamos la función de esto. En la época de lluvias se nos inundó la excavación, rompimos las calas laterales que retenían el agua y ésta comenzó a correr con fuerza, fue cuando lo entendimos. Ese canal formaba un río artificial que rodeaba a la pirámide por tres de sus lados, un río sagrado y ceremonial.
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m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T Excavación y liberación de la cara Norte de la pirámide del Sol, en Teotihuacan. Durante el “Proyecto Especial Teotihuacan” de 1993 a 1995, se descubrió la plataforma del Sol y el desplante original de la misma, en donde el escombro cubría la última etapa constructiva hasta una altura de 17 m.
Es sabido que en la época prehispánica muchas de las pirámides representan montañas sagradas en un contexto urbano. El Templo Mayor de Tenochtitlan era la representación del Coatepec, “el monte de la serpiente”, en donde se escenificaba la lucha original de Huitzilopochtli el Sol en contra de Coyolxauhqui la Luna, era la montaña sagrada de los aztecas en su espacio urbano, que funcionaba como centro universal de la ciudad, y como centro sagrado del mundo, el “axis mundi”. La pregunta era saber a qué montaña representaba la pirámide del Sol de Teotihuacan. Por las evidencias arqueológicas descubrimos algo que ya se sospechaba, la pirámide no estaba dedicada al Sol, sino al dios de la lluvia, del granizo y del relámpago, al dios Tlaloc.
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De la misma forma, la pirámide de la Luna no está dedicada a este astro sino a Chalchiuhtlicue, la diosa de las aguas que corren sobre la tierra, ríos y manantiales. En 1847 se encontraba una gran escultura de ella sobre la pirámide, misma que está en el Museo Nacional de Antropología e Historia de la Ciudad de México.
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En el culto a Tlaloc lo típico era la dedicación de entierros de niños con ofrendas en relación al agua, y en cada una de las esquinas del mencionado canal que rodea a la pirámide del Sol (de Tlaloc), encontramos los entierros de niños con sus ofrendas de caracoles, conchas y representaciones de pececillos, además de fragmentos de la cara o efigie del dios Tlaloc en restos de vasijas de barro diseminadas por todo el canal. En época de lluvia el canal se llenaba de agua y la pirámide parecía flotar en el agua, que una vez limpiado el drenaje prehispánico corrió como río; sólo faltaba reunir los elementos sagrados y simbólicos que quisieron imitar en Teotihuacan. En los años sesentas se descubrió una cueva artificial que va de la fachada de la pirámide del Sol, por debajo del nivel del piso dirigiéndose hacia el centro de la misma, la cueva en su parte final tiene una forma insólita. Es igual a la representación del códice de la Historia Tolteca Chichimeca, aquella que representa al Chicomoztoc, a manera de varias entradas chicas formando oquedades como los pétalos de una flor. La investigadora Doris Heyden la describió e identificó como un Chicomoztoc en la pirámide del Sol (1974), explicando que era un lugar sagrado de iniciación, si a esto sumamos la representación física de un río que pasa por sólo tres de sus lados exceptuando el frente de la pirámide en donde se internaba a manera de manantial, nos recuerda a el río Chignahuapan “el río de las nueve corrientes”, actual río Lerma, que rodea por tres de sus lados al monte que contiene al Chicomoztoc, o sea al Teoculhuacan actual Culiacán. Entonces a opinión del Astrónomo-arqueoastrónomo Daniel Flores Gutiérrez, la pirámide del Sol puede funcionar simbólicamente como la representación de la montaña del origen, el antiguo Teoculhuacan Chicomoztoc en un espacio urbano. (Comunicación personal con Daniel Flores, 2002)
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m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T Cara posterior o Este de la pirámide del Sol, donde se aprecia la última fase constructiva y el canal artificial que rodea a la misma por tres de sus lados y que tenía la función de imitar a un río que circundaba a la pirámide montaña de Tlaloc, dios de la lluvia, al que estaba dedicada la misma. En cada esquina del canal se encontraron entierros de niños dedicados al culto a Tlaloc.
En el año de 2002, encontramos cerámica teotihuacana en las cuevas del Culiacán, antiguo Teoculhuacan, del mismo tipo que se encuentra en el interior y los alrededores de la pirámide del Sol, del tipo Miccaotli y Tzacualli, además de otros tipos cerámicos de las siguientes fases y culturas, cerámica tolteca “Macana delgado” de soportes huecos y cerámica Azteca II y III. En la parte media del monte Culiacán, antiguo Teoculhuacan, encontramos restos de adoratorios muy saqueados y destruidos dedicados a Tlaloc, identificados por los restos cerámicos asociados, por lo que se observa que también se rendía culto a esta deidad en la montaña.
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Lo que podemos inferir es que desde la más remota antigüedad los antiguos habitantes ya conocían a la montaña, considerando su sacralidad, y es probable que la pirámide de Tlaloc, mal llamada por costumbre del Sol de Teotihuacan, quisieron representar a la montaña sagrada en su espacio vital y urbano pero sin desligarse de la montaña del origen.
m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T Pirámide del Sol o de Tlaloc de Teotihuacan; cuenta con los elementos simbólicos para representar a la montaña del origen en un espacio urbano.
Entre las propiedades y características mágicas-cosmogónicas de la montaña del origen estaba la de brindar una larga vida a sus moradores, como veremos a continuación.
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EL TEOCULHUACAN DE LA ETERNA JUVENTUD
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En la mitología griega se menciona cómo la ninfa Juventud vivirá en una fuente
de aguas cristalinas, en la fuente de la “eterna juventud”. La idea del hombre por preservar la vida y sobretodo la juventud, es una idea que se repite en otras partes del mundo. Y precisamente, un lugar en donde se repite es en el Teoculhuacan como otra más de sus características míticas especiales. En un fantástico relato, el Padre Fray Diego Durán nos describe cómo Moctezuma Ilhuicamina, Moctezuma I o el Viejo, decide enviar a un grupo de mensajeros a saber “… en qué lugares habían habitado sus antepasados y qué formas tenían aquellas siete cuevas…” (Krickeberg cita a Durán, 1980, 82) Para esto mandó llamar al Cihuacoatl Tlacaelel y le comentó su decisión de enviar a varios hombres con muchas riquezas, ya que tenían noticias de que Coatlicue, madre de Huitzilopochtli, había quedado viva y podría ser que todavía viviera, para de esa manera informarle sobre la gloria que su hijo Huitzilopochtli había alcanzado. Tlacaelel le describe a Moctezuma el lugar en donde se encuentra la montaña del origen, donde es un lugar deleitoso, donde sus antepasados: “… tuvieron todo descanso y donde vivían mucho sin tornarse viejos, ni cansarse, ni tener de ninguna cosa necesidad; pero después que de allí salieron, todo se volvió espinas y abrojos, las piedras se volvieron puntiagudas para lastimarlos y las yerbas picaban, los árboles espinosos: todo se volvió contra ellos, para que no supiesen ni pudiesen volver allá.” (Durán, Op. Cit., Vol II, 215-224) Vemos cómo de alguna forma el mito trata de mantener alejado al hombre profano del lugar sagrado, con la advertencia de que es “imposible regresar” y de esta manera mantener su sacralidad intacta y ya se resalta: “donde vivían mucho sin tornarse viejos”. Moctezuma acordó llamar al historiador real, que se llamaba Cuauhcoatl, que era muy anciano y venido ante él, le dijo: “Padre anciano, mucho quería saber qué memoria tienes en tu historia de las siete cuevas donde habitaron nuestros antepasados, padres y abuelos, y qué lugar es aquel donde habitó nuestro dios Huitzilopochtli y de donde sacó a nuestros padres.” 127
Respondió Cuauhcoatl:
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“Poderoso Señor, lo que yo, tu indigno siervo, sé de lo que me preguntas, es que nuestros padres moraron en aquel feliz y dichoso lugar que llamaron Aztlan, que quiere decir blancura. En este lugar hay un gran cerro… que llamaban Colhuacan, porque tiene la punta algo retorcida hacia abajo. En este cerro había unas bocas o cuevas y concavidades donde habitaron nuestros padres y abuelos por muchos años”. (Krickeberg, Ibidem, 83) “… allí gozaban de mucha cantidad de patos de todo género, de garzas, de cuervos y gallinas de agua y de gallaretas… gozaban de grandes y hermosos pescados…” (Durán, Op. Cit., 43) Es importante resaltar cómo en esta información recogida por el Padre Durán, al igual que en la Historia Tolteca Chichimeca, el códice Azcatitlan y el códice Boturini, entre otros, las cuevas (Chicomoztoc) se encuentran en el mismo Teoculhuacan, de la misma manera que es en la realidad. Después la narración describe el lugar como un paraíso terrenal, a manera idílica, mitificando el paisaje real. El rey respondió que era verdad porque Tlacaelel daba aquella misma relación. Luego mandó que buscasen por todas las provincias a los encantadores y hechiceros que pudiesen hallar, y fueron traídos sesenta chamanes a los cuales les encomendó regresar a Aztlan y mandó sacar gran cantidad de mantas de todo género, piedras ricas de oro y joyas, algodón, cacao, flores, plumas finas y lo entregó a los hechiceros. Los hechiceros partieron con los regalos y ofrendas y llegaron al cerro Coatepec, que está en la provincia de Tula. En este cerro hicieron sus rituales y nos dice el mito que los hechiceros se transformaron en bestias, en felinos y aves y se fueron de manera muy veloz hasta el lugar donde se encontraba Aztlan. Cuando llegaron a Aztlan al pie de una laguna se trasformaron nuevamente en hombres y llegaron a la falda del monte Colhuacan. En este lugar entraron a la casa de un anciano, le saludaron con reverencia y le explicaron que eran enviados de Moctezuma y Tlacaelel, entonces preguntó el viejo: “¿Quién es Moctezuma y quién Tlacaelel? No son de acá tales nombres, porque los que de aquí se fueron se llamaban Tezacatetl, Acacitli, Ocelopan, Xomimitl, Auexotl, Huicton y Tenoch. Estos eran siete varones, y estos siete iban como caudillos de cada barrio…“ (Krickeberg, Ibidem, 84)
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que veinte de ellos no habían llegado, ya que en su aspecto animal habían sido devorados por otros animales, volvieron a México para informar a Moctezuma de todo lo que habían visto y oído. (Krickeberg, Ibidem, 87)
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Lo interesante de este relato que Krickeberg rescata del Padre Durán, es la descripción física que nos hace del monte Culiacán, muy parecida a la realidad física: el monte con las cuevas en sus laderas. Y el aspecto mágico de ser un lugar de la eterna juventud, donde los hombres no envejecen y entre más arriba de la montaña lleguen, más jóvenes serán. A pocos lugares en Mesoamérica se les conoce esta característica tan especial y original. Varios autores argumentan que este viaje mítico se debe a que los aztecas no conocían o recordaban la ubicación exacta del Teoculhuacan, pero ahora sabemos por la cerámica azteca encontrada en superficie en el Culiacán, que sí sabían de su ubicación exacta. Es probable que los informantes de Durán no lo supieran, ya que pudieron haber muerto en la Conquista los que sí lo sabían, o no lo dijeron para que el lugar no fuera profanado por los españoles, o había contaminación cultural y los datos ya estaban confundidos para cuando Durán, a finales del siglo XVI, recogió los datos. Pero de lo que sí estamos seguros es que los mexicas fueron a la montaña del origen, dejaron ofrendas, o vivieron un tiempo en la región y esto porque como sabemos, el Teoculhuacan era parte de su frontera con los purépechas.
El Teoculhuacan de la “eterna juventud”, desde Jaral del Progreso.
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Para los antiguos mexicanos este dios absoluto en equilibrio, en un mismo espacio, es Ometeotl el “dios dual”, el “dador de la vida”,”el que se crea a sí mismo”, el Tloque Nahuaque, “el señor del cerca y del junto”, aquel al que le lloraban y pedían ayuda los toltecas de Cholula y quien los manda de regreso a la montaña del origen para sacar a los otros chichimecas; Tloque Nahuaque es el dios que no se podía representar, porque representarlo es limitarlo y él es ilimitado. El Teoculhuacan Chicomoztoc como montaña sagrada, funciona como eje y centro del universo, es el asiento de Ometeotl, el creador del universo. Siendo de esta manera la montaña, la representación esquemática y simbólica del dios supremo.
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Podemos darnos cuenta que la religión azteca estaba en constante evolución y llegó a esta sofisticación filosófica y teológica de concebir un dios único y universal. Basado en una dualidad divina, que se complementa a sí misma y que está representada en las dos esencias universales; hombre–mujer, masculino–femenino, día-noche, los dos polos antagónicos y complementarios de la unidad, como el inframundo y el supramundo y en donde los hombres son el punto de unión de los dos polos, y los que de alguna manera tendrán contacto con los dos polos de la creación. Recordemos que este esquema es la representación mítica del universo, es la cosmovisión ubicada en un espacio físico determinado, para de esta forma retroalimentar el mito. Netzahualcoyotl erige una pirámide sin templo en Texcoco dedicado al “dador de la vida”, a Ometeotl, al cual le dedica diferentes pensamientos, llegando a esta abstracción filosófica y religiosa de un dios único y universal. Esta pirámide que se encontraba en Texcoco representa a una montaña sagrada donde en la cumbre piramidal sin templo se asienta la esencia misma del dios. El desarrollo filosófico del México antiguo estaba en constante evolución, hasta que fue interrumpido por la conquista española. El “dios dual” Ometeotl se desdoblaba en dos conceptos complementarios, en dos polos, como Ometeotl “dios dual” y como Omecihuatl “la mujer dual”, ya que como dios universal éste no tenía sexo, no era ni masculino ni femenino, sino el complemento del todo, en esencia divina pura. Lo que ocurre encima de las montañas conduce al conocimiento de dios y la montaña pirámide del Teoculhuacan Chicomoztoc, eje–centro del cosmos, es el conducto de comunicación con los trece cielos o planos, en contacto con los nueve planos subterráneos; los nueve inframundos, el “sótano”, la morada de los muertos, el Mictlan “lugar de muertos”, en donde regía Mictlantecuhtli “el Señor de la región de los muertos”. 132
En total son veintidós planos o niveles de la creación simbólica, en otros contextos son los veintidós pasos y claves de la evolución iniciática, que se representa en el inconsciente colectivo, esencia del ser humano. Los veintidós planos representados en la montaña primordial, en los dos triángulos del equilibrio perfecto de Ometeotl.
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A partir del centro-montaña, se dividían los cuatro puntos cardinales del universo, cada uno con un color, y una deidad que la rige. Este esquema se repetía en numerosas ciudades trasladando el centro a diferentes espacios urbanos sacralizados para este fin. Tenemos diferentes centros en las diferentes Tollan, “ciudad”, como: Tollan Teotihuacan, Tollan Xicocotitlan, Tollan Chollolan, Tollan Tenochtitlan y así sucesivamente. Cada una con una pirámide montaña principal. Una vez sacralizado el nuevo centro urbano, se dividía a la vez en los cuatro rumbos del universo. Cuando se sacraliza Tollan Xicocotitlan, Tula de los toltecas, del estado de Hidalgo, se organiza el imperio, como ya lo expusimos al analizar la Historia Tolteca Chichimeca, en las cuatro cabeceras de dominio y se eligen las cuatro montañas cardinales; la montaña del Occidente es el Teoculhuacan Chicomoztoc, donde rige el color blanco, y como “lugar de la blancura”, Aztlan, representa a esta área geográfica. A la vez cada montaña funge como un centro particular, es el concepto mítico mágico simbólico que se repite teniendo un paralelismo universal; dicho de otra manera, es una hierofanía. La hierofanía, son conceptos mágicos, míticos o simbólicos con un paralelismo universal. A pesar de tantas duplicidades se recordaba también la montaña primigenia, la original, la que era visitada en peregrinaciones, el centro del universo conocido, el Teoculhuacan Chicomoztoc. Cabe notar que este monte se encuentra en el centro geográfico de la República Mexicana, o muy aproximado a él. En este centro cósmico de la creación se encuentran otras deidades “centrales”, además de Ometeotl; se encuentra una de las deidades más antiguas de Mesoamérica, el dios viejo del fuego, Huehueteotl, el viejo jorobado que se identifica con la montaña comba, torcida o jorobada, el Teoculhuacan. Este dios tenía la característica de poder viajar a través de los diferentes planos. Pero por debajo de ellos y mirando al inframundo tenemos al “Señor de la tierra”, a Tlaltecuhtli, que también se ubica al centro de la creación y él es el camino al inframundo, a la región de los muertos o Mictlan. Por lo cual, en un mismo espacio se encuentran los dioses centrales de la creación y en este caso reflejado en un lugar tangible en la geografía sagrada del mundo prehispánico.
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Esta proximidad con dios está presente en las montañas; la revelación en el Sinaí o el sacrificio de Isaac sobre la montaña. (Gén., 22, 2) Elías obtiene el milagro de la lluvia después de haber orado en la cumbre del Carmelo. (1Re, 18, 42) Dios se le rebela sobre el monte Orbe. (1Re, 19, 9) Las Apocalipsis judías, multiplican las escenas de teofanías o las visiones sobre las montañas.
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Se debe recordar el “sermón de la montaña” (Mt, 5, 1), que responde sin duda, en la nueva alianza, a la ley del monte Sinaí en la antigua alianza de Moisés. Advirtamos y recordemos el relato de la transfiguración de Jesús sobre una alta montaña y el de la ascensión al monte de los Olivos. (Lc, 24, 50) Esta cadena simbólica sagrada de Dios–montaña–ciudad–templo–centro del mundo, surge con plenitud en estos versículos del salmo 48: “Grande es Yaveh y digno de loores. En la ciudad de nuestro Dios, su monte santo. Hermosa altura, alegría de la tierra; el monte Sión, corazón de Aquilón. La ciudad del gran Rey; Dios en sus fortalezas… meditamos, oh Dios tus gracias. En medio de tu templo como tu nombre, oh Dios, así es tu gloria, hasta los confines de la tierra.”
En la tradición bíblica, como vemos, son numerosos los montes que se revisten de valor sagrado y simbolizan además una hierofanía: Ararat, Sinaí, Orbe, Sión, Tabor, Garazim, Carmelo, Gólgota o Calvario, de la Asunción, etc. En el origen del Cristianismo las montañas simbolizan los centros de iniciación formados por los ascetas del desierto. (Chevaliere, Op. Cit., 275) Alexander Von Humboldt menciona que el monte Culiacán es el Ararat de los mexicanos. Aztlan en sí mismo se relaciona con el lugar de origen de los aztecas y de los hombres en general, que en la montaña sagrada del Culhuacan, es el centro divino de la creación para muchos de los pueblos prehispánicos. Con esto podemos ejemplificar el concepto de montaña–centro–templo–dios universal; observemos sin prejuicio y entendámoslo como un símbolo que la naturaleza humana ha conformado en diferentes épocas y lugares en la historia del mundo. 135
m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T La montaña del centro del mundo, es la montaña del origen, que conecta al hombre con lo divino, con los dioses celestes y terrestres, es la sacralidad vuelta terrena. El sol se oculta detrás de la cumbre del Culiacán en el equinoccio de primavera; foto tomada desde la pirámide de la Loma de San Agustín, al pie de la montaña.
Como hemos indicado, en África, en Asia, en América, en todos los continentes y en cada país hay montes señalados como morada de los dioses y funcionan de manera similar. En Mesoamérica el monte Teoculhuacan no es la excepción, para el México antiguo es el centro del universo cósmico y tangible de donde partirán en tiempos primigenios las migraciones, entre ellas la azteca, para fundar otro centro sagrado en MéxicoTenochtitlan, pero sin que olvidaran el original. Resumiendo las tradiciones universales, G. de Champeaux y Dom Sterckx distinguen tres significaciones simbólicas principales de las montañas: La montaña realiza la unión de la Tierra y el Cielo La montaña principal está ubicada en el centro del mundo El templo está asimilado a esa montaña (Chas, 169–199)
Es por esta gran carga simbólica que tienen las montañas que los hombres comunes no tan fácilmente pueden llegar a la cumbre de las montañas sagradas. En el relato de los sesenta chamanes que envía Moctezuma I, ellos no pueden ascender a la montaña de 136
origen, el Teoculhuacan; se quedan atorados ya que son hombres impuros, sólo los dioses pueden ascender o aquellos que van por el camino de la purificación, o en todo caso, el anciano que regresa a su purificada infancia al ascender a la cumbre.
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La cima de la montaña es el punto culminante de una región, es la residencia de las divinidades solares, las cualidades superiores del alma, como el destino del hombre ir de abajo hacia arriba, simboliza el término de la evolución humana y la función psíquica de lo supraconsciente, que consiste precisamente en conducir al hombre a la cima de su desarrollo. La montaña del origen se nombra Teoculhuacan Chicomoztoc, en sus principales dos nombres que la definen, vemos otra vez la manifestación de la dualidad de símbolos en un mismo equilibrio y complemento uno de otro. Tiene el carácter dual, como ya explicamos, de Ometeotl “el dios dual”, ya que es masculina y femenina, por lo tanto, con el Omeyocan, el treceavo cielo donde esta Ometeotl. Teoculhuacan como mencionan las crónicas, es el origen de los guerreros y dioses guerreros, “es el padre, el conquistador” (H. T. CH., Op. Cit.), es el curvo, el jorobado, el carácter guerrero y cazador, es la parte masculina. Chicomoztoc es la parte femenina, es la montaña madre ya que de su matriz salen por sus cuevas estos mismos guerreros y sus tribus para buscar sus “tierras prometidas”, es la madre tierra Tonantzin y Coatlicue que viven en ella, es asiento y nacimiento del Sol, Huitzilopochtli. Por lo tanto, esta montaña es el asiento de Ometeotl, el dios que engloba la universalidad de la creación, que invita al hombre a purificarse para ascender a la cumbre de su evolución desde la profundidad de su vientre. Era necesaria esta realidad tangible para que el culto tuviese una sustento de credibilidad para los pueblos y de esta forma justificar su supremacía social, de los hombres salidos de una tierra divina en relación con los hombres comunes, es por esta razón que numerosos pueblos y etnias eligen a esta montaña como su lugar sagrado de origen y así formar parte de la creación y superioridad social de carácter divino. Otra de las características que tenía esta montaña en la época prehispánica es que se consideraba el receptáculo de las almas de los difuntos, ya que como era el conducto de comunicación con los planos inferiores, es el lugar a donde los muertos tenían que llegar; después de morir regresaban de esta manera al origen divino que las creó, completando así el ciclo de la creación, después claro, de un penoso camino de retorno. Adelantándonos un poco en la exposición de ideas y símbolos, podemos considerar que el ciclo de la creación humana de esta forma simbólica, lo comprende: primero el nacer, 137
EL VIEJO JOROBADO, EL TEOCULHUACAN
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La humanización de los cerros, o sea su identificación o semejanza a una
deidad, ya sea humana, animal o un objeto, es un fenómeno religioso de todos los pueblos; máxime si la forma y el perfil de la montaña o de una colina recuerdan pormenores humanos. El Calvario, por ejemplo, llamado en hebreo “Cabeza calva”, o sea Gólgota, es el sagrado monte de la redención. Era común que los cerros se representaran con formas humanizadas, destacando las figuras deformes o “anormales”. El jorobado es un ser desagradable para nuestra actual forma de ver, pero gracias a su deformidad, en el México prehispánico, los dioses lo investían de poderes mágicos; así se creía y en ocasiones algunos lo siguen creyendo, como un símbolo de “suerte”. En México Tenochtitlan se les tenía por gran estima, y rodeaban a los poderosos, se les cuidaba, respetaba, atendía, protegía, ya que se les consideraba investidos de poderes sobrenaturales. El mismo Hernán Cortés dice que había un recinto exclusivo para ellos: “Con corcovados, enanos y seres disformes”. Él vio con horror a estas personas, además de algunos albinos, sin comprender el significado mágico que se les tenía. (Cortés H., Cartas de relación, 1984) En la gramática nahuatl se deriva colli de coliui, encorvarse, torcerse o doblarse. La deformidad se consideraba mágica, y se relacionaba con los dioses del agua, como el Chac Mool del Templo Mayor que presenta parálisis facial. El Teoculhuacan, o simplemente el Culhuacan, y los diferentes culhuacanes son montes de cumbre retorcida, jorobada, corcovada, que también nos identifica con otro dios, quizá el más antiguo de todos: el anciano Huehueteotl, “el dios viejo” del fuego, al cual se le representaba como un anciano chimuelo de rostro arrugado, con una gran joroba, siempre sentado con las piernas cruzadas al frente, y sobre su espalda y en la cabeza sostenía un pesado brasero. Huehueteotl tenía gran importancia dentro de la cosmovisión mexica, Sahagún lo expresa como sigue: “Madre de los dioses, padre de los dioses, el dios viejo, tendido en el ombligo de la tierra, metido en un encierro de turquesas. El que está en las aguas color de pájaro azul, el que está encerrado en nubes, el dios viejo, el que habita en las sombras de la región de los muertos, el señor del fuego y del año.” Podemos ver en este relato que el dios viejo se relaciona con la dualidad hombre–mujer, o sea Ometeotl, y claramente ubica al dios viejo en el centro del universo (el ombligo) y es 139
inclinada, corcovada, así como a los seres humanos deformes, enanos y jorobados, o sea, los Xolome.
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Xolome es el plural de Xolotl, el dios doble de Quetzalcoatl y se relaciona con el lucero de la tarde, Venus. Xolotl también es el nombre del caudillo chichimeca que salió del Teoculhuacan después de la caída de Tula. A Xolotl se le representaba como un perro maltratado y feo. Ya que también se relaciona con el adjetivo “feo” de ahí que a los pavos en México se les llame guajolotes, que proviene de Huey Xolotl “el gran feo”. Es interesante mencionar la escultura que se encuentra entre las nivelaciones artificiales del Cerro del Chivo en Acámbaro, Guanajuato, que representa a un Xolotl en su advocación canina y que se encuentra inclinado, casi enroscado y curvo. Es probable que existiera un culto a la estrella de la tarde como Xolotl en este cerro. Un caso análogo o similar de la toponimia simbólica es el del pueblo de Tepotzotlán, al Noroeste del Valle de México. Así llamado por el monte de la joroba, el gran Tepotzolli, es un corcovado humano y su joroba es la de los Xolome, “enanos y jorobados”. En Tepotzotlán su jeroglífico representa a un cerro, que en la parte superior tiene a un individuo jorobado en la cumbre, lo que da el nombre al lugar. Entre los matlatzincas adoraban a un dios torcido: Colzin. Este nombre es netamente náhuatl; viene de Coltic, ganchudo, torcido, con el reverencial Tzin. Los matlatzincas figuraron entre las siete tribus que salieron del Teoculhuacan y se unieron a los aztecas en su peregrinación, como se observa en el códice Boturini. Los matlatzincas, “pueblo de la venerable red”, según las crónicas salieron junto con las otras siete tribus procedentes del Teoculhuacan Chicomoztoc, era un pueblo que no hablaba el Náhuatl, sino el idioma Otomí. Se asentaron en una de las cabeceras del imperio Tolteca, por lo que eran más antiguos que los mismos aztecas, en Teotenango o Tenango del Valle como se llama hoy, cabecera Sur del imperio Tolteca, como lo vimos en la distribución que hace el códice de la Historia Tolteca Chichimeca.
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m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T Representación del códice Florentino donde se representa al dios Coltzin o Tolotzin, “el venerable dios de la cabeza torcida”, el cual se veneraba en Toluca por los matlatzincas de habla otomí. La torcedura de su cabeza a manera de peinado es muy similar a la torcedura con que se representa a la montaña del origen, al Culhuacan o Teoculhuacan Chicomoztoc, de donde provienen también los matlatzincas. (Tomada de Romero Quiroz Javier, 1988)
A propósito del nombre actual de la montaña de origen, Culiacán, Fray Juan de Torquemada (1923, I, 269) dice: “Teocolhuacan es la parte donde dichas gentes vinieron…” y Motolinía (1969, 151) precisa: “que los españoles nombran Culiacán”. El padre Motolinía es del siglo XVI, por lo que podemos deducir que el Culhuacan del Noroeste, nuestro Teoculhuacan, ya se conocía como Culiacán desde esta época. El gran centro ceremonial de los Culhuas se enlaza por supuesto por el prístino o primer cerro torcido, de altísimo valor mágico, del cual parecen derivarse todos los demás culhuacanes. Por lo que a partir del Culhuacan prístino, el Huey Culhuacan, el divino Teoculhuacan de Guanajuato –hoy Culiacán-, se derivaron todos los demás, siendo a la vez un arquetipo.
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m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T Representación de una lámina del Lienzo de Tlaxcala, donde podemos ver al monte Colhuacan, con su cubre ganchuda y torcida. Vemos también a los chichimecas que se defienden de la invasión española de Nuño de Guzmán, a finales de 1529 e inicios de 1530. El conquistador siguió el cauce del río Lerma y al llegar a la montaña del origen enfrentó una dura resistencia, iba acompañado por un gran contingente de tlaxcaltecas por lo que pudo dominarlos con cierta facilidad. (Tomado de Gutierre Tibón, 1983)
Resulta interesante aclarar sobre el “gancho” o “joroba” del Culiacán de Guanajuato, que en la Historia Tolteca Chichimeca, en el códice Boturini y en otras representaciones se dibuja al cerro con un verdadero gancho en la cumbre. Algunas personas han querido buscar este “gancho” en el Culiacán, situación que es ilógica, ya que una formación pétrea de estas características excedería las leyes de la gravedad. Debemos entender entonces el pensamiento antiguo y no podemos buscar un verdadero gancho físico, esto es simbólico exagerando las características físicas del mismo. Aún así, el gancho, torcedura o joroba de la montaña del Culiacán está presente; si uno se dirige de la ciudad de Celaya hacia Cortazar, se aprecia claramente la gran joroba que se levanta hacia el Oeste de la misma, donde la montaña se dobla, se inclina o se ladea y la cumbre desfasada del centro parece inclinarse o dirigirse al lado opuesto. Torcido, según la definición clásica, es lo que no es recto, o sea que está oblicuo, inclinado. En náhuatl el Col, Coloa o Culua de Culhuacan, equivale a encorvarse, doblarse, torcerse, inclinarse, reclinarse, recostarse, ladearse, combarse, pandearse. Tal y 144
como lo expresa Molina y Simeón, el dios viejo que lleva en su espalda la pesada vasija del fuego se reclina, se comba, se tuerce, tanto que le sale joroba.
m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T “El viejo jorobado”, el antiguo Teoculhuacan Chicomoztoc, actual Culiacán, es la montaña torcida, inclinada o corcovada, se nota su “joroba” hacia el Oeste de la misma, donde la cumbre se desfasa del centro dirigiéndose hacia un lado. Son las características que los antiguos mexicanos observaron para darle el nombre a la montaña.
El Culhuacan del Valle de México está representado por un cerro con la punta retorcida y fue el primer lugar que los mexicas conquistaron, quizá para emparentar con el linaje tolteca de sus habitantes y para tener un puente simbólico con su montaña de origen. El mismo jeroglífico se encuentra en otros códices y bajorrelieves, siempre simbolizando un Colhuacan o Culhuacan, o sea un cerro con la cumbre ganchuda. Es natural que en el México antiguo un espacio profano, debido a esta singularidad geográfica, se volviera sagrado y se identificara con alguna deidad o divinidad “torcida”, como Coltzin, Totoltzin o el mismo Huehueteotl. En la lápida de Huitzuco, obra mexica, están representados los cinco rumbos del universo, el símbolo del Occidente es el cerro jorobado del Teoculhuacan, el monte del origen.
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Desde el Culiacán o Culhuacan de Guanajuato hay varios culiacanes posteriores que recuerdan al original, como el de Sinaloa. Como ya hemos comentado en capítulos anteriores en los Anales de Cuauhtitlan, el Culiacán de Sinaloa fue de fundación posterior, efectuada al caer el imperio Tolteca.
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El historiador Antonio Nakayama de esta entidad, afirma terminantemente que en Sinaloa, no existe un cerro con las características de Colhuacan: “Puedo asegurar que en nuestra entidad no hay ninguna eminencia pétrea que corresponda a la característica de torcida… tampoco puede ser el mítico cerro de los aztecas.” (Nakayama, 1974) Regresando a las crónicas resulta interesante lo que los Anales de Cuauhtitlan expresan que sucedió en el Colhuacan del origen: “En el año dos caña (¿999?), Quetzalcoatl se sangraba con púas de maguey en lo alto de ese cerro y ofrendaba a la divinidad culebras, pájaros y mariposas, en el mismo año Quetzalcoatl murió en Colhuacan.” (Anales de Cuauhtitlan, Op. Cit., 535) Es otra versión un tanto oscura del fin del famoso personaje histórico, que valdría la pena profundizar, ya que otras crónicas como la del padre Sahagún nos dicen que Quetzalcoatl desapareció en las aguas del Golfo de México. Entre los demás místicos cerros torcidos que se multiplican en la geografía mexicana, hay uno en los antiguos linderos del reino de Texcoco, con el señorío de Tlaxcala. Habla el historiador indígena Ixtlixochitl del rey poeta Netzahualcoyotl: “echando mohoneras… hasta el cerro que se llama Coliuhcan.” (Ixtlixochitl; Op. Cit., II, 95) Efectivamente, hacia la parte Oeste de Tlaxcala en lugares muy áridos se encuentran unas serranías que las llaman Culhuacan. En el municipio hidalguense de Xochicoatlán está una ranchería llamada Culhuacan, Escalona Ramos habla de un Culhuacan con cuevas en la zona de Metztitlán (1960, 44). Tezozómoc (Op. Cit., 66), habla de un Culhuacan donde murió el sacerdote Axolohua, uno de los fundadores de México, muy probablemente es el Culhuacan del Valle de México. Ixtlixochitl (Op. Cit., I, 235) informa que uno de los barrios de la ciudad de Texcoco se llama Colhuacan, seguramente porque este clan familiar o barrio se identificaba de una manera directa con el Culhuacan original. Cerca de Izúcar de Matamoros en el estado de 147
EL REGRESO AL MICTLAN
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En el México antiguo las creencias acerca de la muerte eran diversas, ya que no
existía un destino único para las almas de los muertos. Estas creencias también las vemos reflejadas en el paisaje sagrado, cuando de alguna forma quedan plasmadas en la compleja geografía mítica y real a la vez. Otra de las características de la montaña sagrada del origen, el Toculhuacan Chicomoztoc, hoy Culiacán, es que a su vez se relaciona con el destino final de las almas, completando de esta manera el círculo completo de la vida y muerte del ser humano, en un espacio sagrado. En esta montaña comienza la vida, en la matriz de la madre Tierra que pare a los hombres y a los dioses. Pueblos que salen en un penoso peregrinar atravesando ríos, montañas, valles, peligros y aventuras. De la misma forma el alma de las personas al morir y dejar su cuerpo, tendrá que pasar por esos parajes, al regresar a la cuna que los vio nacer, a la montaña del origen, atravesando los mismos peligros durante cuatro años que duraba la travesía.
El muerto, con todas sus ofrendas y elementos que lo acompañarán en su camino de regreso al inframundo del Mictlan, en especial el perro va a jugar un papel fundamental en su camino hacia el otro mundo. (Tomada de Jiménez, 1999) 150
m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T Bulto mortuorio, donde al difunto lo preparaban con sus ofrendas para su largo camino al Mictlan. Si era mujer le ponían malacates, mantas, metates y las cosas que la relacionaban con su feminidad; si era hombre con artefactos de su sexo, como armas en caso de ser un guerrero o con artefactos de su oficio. En algunos lugares se incineraba y así comenzaría su camino al Mictlan. (Tomada de Jiménez, 1999)
Al difunto le ponían una piedra verde chalchihuitl en la boca del mismo y su itacatl “itacate”, un morralito con comida para el camino que empezaba cuando moría; el cadáver en algunos pueblos se incineraba y también se quemaban sus pertenencias para que le sirviesen en esa “otra vida “. En otras ocasiones se les enterraba en las cuevas, como para ir encaminando al muerto al conducto que los llevaría al inframundo, como lo vemos en las cuevas del Culiacán, en donde se han encontrado numerosos entierros. El camino era largo y difícil y se tenía que pasar por nueve niveles. Primeramente el alma del difunto era tragada por el monstruo de la tierra Tlaltecuhtli “el Señor de la tierra”, cuya boca es una cueva. Esta deidad era la parte masculina de la tierra, se le representaba con el cuerpo de un batracio con garras y colmillos, que simbolizaban que la tierra desmembraba el cuerpo de los muertos hasta dejar los huesos; el alma, entonces, haría el recorrido.
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Cabe destacar que Tlaltecuhtli se ubicaba simbólicamente en el centro del cosmos, por debajo de Ometeotl y debajo de Huehueteotl “el dios viejo”. Tlaltecuhtli es la deidad que miraba para abajo y comúnmente se le representaba en la base de las esculturas, como en la gran Coatlicue del Museo Nacional de Antropología e Historia, descubierta en 1790. Por debajo de la misma se encuentra el bajorrelieve de la representación de este dios.
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En la base de algunas de las columnas de la Catedral de México se han encontrado las representaciones de este dios, mirando hacia el inframundo. Hay algunos ejemplos en el museo del Templo Mayor y en el Museo de Antropología de la Ciudad de México. De alguna forma quedaban ocultos los dioses mexicas de la imposición del Catolicismo en los primeros años de la Colonia. Al verse obligados a destruir las esculturas de sus dioses, para labrar las columnas de la nueva religión, respetaban la posición original de Tlaltecuhtli y de esta manera permanecían escondidos a la vista de los españoles y “vigentes” hasta cierto punto sus dioses. Al dios Tlaltecuhtli se le representaba también con cuerpo humano, pero con garras en pies y manos, con grandes colmillos con los que se “comía” a los difuntos que entraban al interior de la tierra, su rostro por lo tanto es de una cueva y a las cuevas en los códices se les representaba con unas fauces abiertas, con el rostro de este dios. Al centro de su cuerpo se le agregaba un disco que representaba los cuatro rumbos cardinales y el centro, porque Tlaltecuhtli estaba en este centro. Dentro de sus atavíos estaba el Citlalcueitl la “falda estrellada” y no por usar este atavío era una diosa, como erróneamente lo han identificado, Tlaltecuhtli era un dios varón, la parte masculina de la tierra. Simbólica y míticamente en el Teoculhuacan, hoy Culiacán, en su base se encontraba Tlaltecuhtli por ser el centro del cosmos. Así lo vemos representado en el códice Azcatitlan donde la montaña del origen tiene el rostro del dios, o en el Atlas de Durán, donde al salir los chichimecas del Chicomoztoc, salen por la boca del monstruo de la tierra.
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m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T Representación del Atlas de Durán, donde podemos ver a los chichimecas que salen del Chicomoztoc. La cueva tiene el rostro del dios de la tierra, Tlaltecuhtli. Por lo tanto, esta deidad tenía la característica que de él salieron los primeros pueblos y por ello tiene una doble función simbólica, es la entrada al inframundo. Es otra forma de representar a las cuevas del origen del Teoculhuacan. (Tomada de Doris Heyden, 2000)
Los informantes de Sahagún explican que en dicho lugar se sufría mucho por el “viento de obsidiana”, ya que levantaba fragmentos de obsidiana y de sílex o pedernal, arena y grava. Por eso a los difuntos les quemaban su ropa para que les protegiesen al pasar por este lugar. Si había sido guerrero también se quemaban sus escudos para su protección, si era mujer sus mantas que fabricó para resguardarse del viento al pasar por este lugar. La última prueba del inframundo es una travesía en donde el hombre no puede hacerlo sólo, necesita del perro para lograrlo. “… y después de pasados cuatro años, el difunto se sale, y se va a los nueve infiernos, donde está y pasa un río, muy ancho: y allí vienen y andan perros, en la ribera del río, por donde pasan los difuntos nadando, encima de los perritos. Dicen que el difunto que llega a la ribera del río arriba dicho, luego mira el perro, si conoce a su amo, luego se echa nadando al río, hacia la otra parte donde está su amo, y le pasa a cuestas: por esta 157
Pero regresando al caudaloso río del noveno plano, éste tenía por nombre el de Chiconahuapan “el río de las nueve corrientes”, que se encontraba en el noveno nivel del inframundo, “el río del noveno nivel”. Al alcanzar la otra ribera del río, el perro desaparecía y el alma ya estaba en el último tramo del camino, donde se encuentra el trono de cráneos de Mictlantecuhtli y Mictecacihuatl, a ellos mostraba sus respetos y sus ofrendas. El códice Florentino nos dice:
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“I ansí en este lugar del infierno que se llama Chiconamictla, se acaba y fenecían los difuntos…” “Auh in oncan Chiconamictlan oncan ocempopoloa”. (Códice Florentino, Ibidem)
Chiconamictlan “el noveno lugar de los muertos”, era el sótano de la creación y donde las almas eran destruidas. El verbo utilizado es popoloa, ya que poloa tiene el significado de destrucción; la palabra popoloca, destructor o destructivo, era curiosamente la palabra que se empleaba para designar a los españoles en la invasión de la conquista de México, cuando a los españoles les cambiaron su nombre de teules “dioses” por el de popolocas, “destructores”. Las cenizas de los difuntos con el perro, las ponían dentro de una urna junto con la piedra verde, después entregaban la urna a los parientes quienes la enterraban en sus casas y le rendían honores durante cuatro años que duraba el viaje, al cabo de los cuales cesaban los rituales. Existe otra version del viaje al Mictlan que nos ofrece el códice Vaticano 3738, según la cual, estos lugares eran los siguientes: la entrada a la tierra, la pasadera del agua, el lugar donde se encuentran entre sí los cerros; los cerros de obsidiana, el lugar del viento de obsidiana, el lugar donde tremolan las banderas, el lugar en donde la gente es asaeteada, el lugar en donde son comidos los corazones de las personas, el lugar de obsidiana de los muertos y el lugar sin orificio para el humo. (Matos cita al códice Vaticano, 1986, 247) Hay versiones que mencionan que las almas podían reencarnar de nuevo a los cuatro años y al suceder esto perdían la noción y el recuerdo de sus vidas anteriores. Recordemos que en algunas culturas del mundo y civilizaciones, es común la creencia de la reencarnación, como en el Budismo, o en la antigua Grecia donde a las almas después de purgar sus penas en el infierno donde presidía Plutón, las almas renacían pero antes tomaban agua del río Teseo que las hacía olvidar todo de sus vidas pasadas. Las ideas acerca de lo que pasa con el alma y la “vida después de la muerte”, es algo que en todas las culturas han buscado una explicación y lo han mitificado, y en Mesoamérica no fue la excepción. 159
De hecho el culto a la muerte es muy antiguo y rico, y los antiguos mexicanos imprimieron a la región chichimeca una connotación muy cercana a la muerte, ya que uno de los diferentes nombres de esta región era el de Mictlampa “la región de los muertos”, y donde pensaban que efectivamente las almas irían de regreso a la montaña del origen.
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El Chicomoztoc tiene la doble función, ya que es un símbolo antagónico -como los grandes símbolos del mundo son antagónicos- de vida y muerte; por eso vemos en la representación del códice Azcatitlan al Chicomoztoc con el rostro de Tlaltecuhtli “el monstruo de la tierra”, el que se come a los cuerpos de los difuntos y abre la tierra, el camino hacia el Mictlan, o de igual manera nacen los hombres y los dioses para iniciar sus peregrinaciones. Lo importante de toda esta descripción del camino al inframundo, son los símbolos ocultos y las claves geográficas que nos llevan nuevamente a recorrer un camino hacia la montaña del origen, de donde salieron primeramente las almas, dioses y tribus en tiempos primigenios. Es la misma geografía real pero mitificada que hemos visto en las peregrinaciones ya mencionadas, pero ahora a la inversa. A la región Norte se le conocía como el Mictlampa “del lado del Mictlan”, “tierra del Mictlan”, también como el Teotlalpan “la tierra divina” o el Mimixcoatlalpan “la tierra de los mimixcoas”, que son –como ya vimos- los chichimecas cultos toltequizados. En esta tierra divina es donde se encuentra el Teoculhuacatepec Chicomoztoc “la divina montaña de la cumbre torcida de las siete cuevas”. Es toda esta región, que baja desde el río de La Laja, antiguo Ixcuinapan, hacia el Norte aproximadamente a la altura de San Miguel de Allende, pasa por el antiguo Chamacuero hoy Comonfort y se une con el río Lerma, que como ya hemos dicho, antiguamente se denominaba como Chiconahuapan. ¡El famoso río de las nueve corrientes! ¡El de los nueve planos del inframundo! Es nuevamente la geografía sagrada en la realidad tangible. Esta Teotlalpan se extendía hacia el Sur hasta Acámbaro, en el estado de Guanajuato y más allá hasta tierras de Michoacán, hacia el Oeste colindaba con tierras jalisciences y hacia el Este con el actual estado de Querétaro. Es precisamente donde se desarrollan las culturas del Bajío o de los patios hundidos, o las culturas del Teotlalpan que también ya hemos mencionado. La localización geográfica del Mictlan, por lo tanto, no está envuelta en el misterio, sino que está en pleno corazón del Teotlalpan. El viaje al Mictlan no es así, geográficamente 160
hablando, un descenso al inframundo; es por el contrario un viaje horizontal en el que se contempla a los difuntos marchando “subterráneamente” de México hacia la tierra de su propio origen.
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El difunto debe andar por los campos durante cuatro años antes del punto final, es una regresión hacia los orígenes, es una migración a la inversa, al origen. Y las pruebas y dificultades que tuvieron las tribus al salir del monte del origen son las que nuevamente sufrirán las almas a su retorno. Dicho de otra forma, cada individuo al morir debe revivir las pruebas y los lugares por las que tuvieron que pasar sus antepasados durante la peregrinación histórica. El viaje al Mictlan es el regreso al espacio geográfico del inicio. Esta migración invertida simbólica es la que recorrieron los aztecas desde Aztlan Chicomoztoc Teoculhuacan a México. Algunas crónicas como la Historia de los Mexicanos por sus Pinturas, nos dicen que al salir los aztecas pasaron entre dos grandes montañas y vivieron en medio de ellas, que Kirchhoff identifica como el espacio que existe entre el monte Culiacán y el monte de La Gavia. (Kirchhoff, Op. Cit.) La migración azteca comienza con el nombre que se le da a la primera dificultad que encuentran las almas, esta palabra para el primer nivel del inframundo es Tepetlimonamiquia “montes que chocan entre sí” (códice Florentino, Op. Cit., 41). Esta palabra es la misma que en los Anales de Cuauhtitlan se designa como el primer nombre del lugar que ocupa en el trayecto de la migración azteca. Según Sahagún, la segunda prueba del inframundo es la de una serpiente que guarda el camino, el Coatlicamac o Coatl Icuonac “en las fauces de la serpiente” o “donde se escucha silbar a la serpiente”, que identificamos por Zacatepec en el estado de Guanajuato.
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Recordemos que cuando salen los aztecas del monte cruzan “un río muy caudaloso… el río Grande de Santiago”. (Muñoz Camargo D., Op. Cit,10) O como se representa en el códice Mexicanus, donde cruzan este río. A la inversa de la peregrinación, el alma termina su camino a la orilla de este río, en donde espera ser reconocido por su perro que lo ayudará a cruzar, y regresar al monte de origen de donde sus ancestros salieron, que es el origen mismo de la creación.
m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T El águila y el jaguar que dieron al inicio de las peregrinaciones la cultura sedentaria a los mimixcoas (teo-chichimecas), son los mismos animales que se encontrarán a su paso al regresar las almas al Mictlan, y tendrán que intercambiar una cuenta de jade con ellos para continuar con su camino al Mictlan. Foja 20r. Historia Tolteca Chichimeca. Nótese el rayado del cuerpo, rasgo distintivo de los chichimecas.
El cronista indígena Cristóbal del Castillo, menciona que los aztecas vienen de la tierra del Chichimecatlalpan “tierra de chichimecas” o “tierra de perros”. El término chichimecatl puede definirse como en tlalchichi “perro” y mecatl “mecate” o cuerda de donde viene la idea de linaje. Los chichimeca serían así pues, la “gente del linaje de perro”, y recordemos los perros que ayudan a cruzar el río y que se relacionan con el Mictlan. 163
Ahora bien, el jefe de la tribu chichimeca que sale del Teoculhuacan después de la caída de Tula es Xolotl, que en la mitología náhuatl se le representa como el dios–perro. Y Xolotl es la forma que adquiere el héroe cultural Quetzalcoatl para bajar al inframundo, hasta el Mictlan y robarse los huesos de los muertos después de pasar las pruebas que le pone Mictlantecuhtli y logra dar vida a los hombres salpicándolos con la sangre de su miembro viril, como una forma de fecundidad sagrada. La relación de Xolotl, las figuras de perro y los chichimecas nos remite a la zona del Chichimecatlalpan, en donde está el monte del origen.
m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T Fragmento del Lienzo de Jucujacato, en donde se representa la salida del pueblo purépecha de la cueva del origen, el Chicomoztoc, que aquí se le da otro de sus nombres, el Chalchiuihtlahpazco “la divina vasija de jade o preciosa”, por considerar el vientre de la tierra como algo sagrado. Al salir los peregrinos que también buscarán su tierra prometida, deben cruzar el río montados en perros y tortugas, iniciando su peregrinaje desde la tierra del origen.
Hacia el año 2002, los campesinos del poblado de Santiago Capitiro de Jaral del Progreso, Guanajuato, que se encuentra en las faldas del Teoculhuacan hoy Culiacán, mencionan haber encontrado en las márgenes del río Lerma numerosas representaciones de esculturas en barro y piedra de perros rojos, en piedra tezontle de este color o barro rojizo, mismas que han vendido a los extranjeros o se las dan a vender en otras partes del país, o las han regalado, como tantas cosas que en el momento no se aprecian y que son datos valiosos para la investigación, y desafortunadamente se pierden para siempre. Como hemos visto, después de la muerte el alma de los difuntos regresa al Norte: In 164
tlatepotzco “del otro lado”; de ese otro lado de la ribera simbólica, el mundo de los muertos refleja sin equívoco posible el origen geográfico de los aztecas. Habrá pues que interpretar el itinerario del inframundo como una migración invertida, de regreso a Quinehuayaltepec “el monte del origen”, al Teoculhuacan Chicomoztoc, al actual Culiacán.
m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T Perrito de barro encontrado en Jaral del Progreso, Guanajuato, en una tumba saqueada, que nos muestra la concepción del camino al inframundo que las almas tenían que recorrer, y cómo estos animales jugaban un papel importante en el viaje. Expuesto en la Casa de la Cultura de este municipio en 2007. Pertenece a una colección particular.
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LA CAÍDA DE TULA Y LOS NUEVOS CHICHIMECAS
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iferentes civilizaciones del mundo han caído en gran parte por cambios climáticos drásticos, en donde la disminución de lluvias y por consecuencia sequías devastadoras han causado gran presión social y destruido las estructuras de poder que aparentemente eran sólidas. Tula, la capital del Estado Tolteca, cayó seguramente por numerosas causas que se combinaron, teniendo como base esta disminución dramática de las lluvias. En otras regiones del continente se vieron fenómenos parecidos como en Tiahuanaco, cerca del lago Titicaca en los Andes, antes de que sus campos fueran abandonados hacia el 1100 d. C. (Kolbert, 2009, 89), y posterior a esta fecha Tula colapsaría. Esta sequía también se notó de manera clara en el Bajío, en donde casi hizo desaparecer la laguna de Yuriria y muchas ciénegas fueron reducidas a pantanos o planicies, situación que permaneció durante los siglos siguientes. En Tula se encuentra la frontera pluviométrica que forma una franja hacia el Oeste hasta llegar al volcán Culiacán en Guanajuato. Esta franja climática y por donde se desarrollaron las migraciones indígenas es benigna para la agricultura de temporal en donde la prolongación de años secos de los cuales hablan las crónicas que se refieren a la caída de Tula, debió tener consecuencias catastróficas y bien pudo haber llevado a que los pueblos sedentarios abandonaran la región. Gracias a los aportes del Doctor en Geología Gerardo Sánchez Rubio, sabemos que las últimas erupciones de los volcanes de Valle de Santiago son muy recientes, datan por lo menos del final de la era tolteca, 1100 d. C. aproximadamente y coinciden con el abandono de la zona y los inicios de las últimas peregrinaciones. Los once cráteres –y no siete- hicieron erupción en por lo menos cien años, por lo que el lugar era muy inestable y peligroso para la vida. (Comunicación personal con el geólogo Gerardo Sánchez Rubio en marzo del año 2002) Por lo que esta zona, como ya apuntamos, también se le conocía como el Mictlampa, el lugar de la muerte. Un lugar peligroso sin duda, donde: “llovían las piedras que cortaban como cuchillos.” (Sahagún, Op. Cit., 208) Recordemos que los pueblos prehispánicos mitificaban los eventos físicos haciéndolos coincidir con su cosmovisión. 166
Con una sobrepoblación de Tula y malos años de sequía, se ocasionó una crisis de subsistencia general y si aunamos la competencia comercial y militar de otras ciudades en contra de Tula, la única salida era el abandono paulatino de la ciudad y la migración hacia lugares más benéficos.
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En Mesoamérica hubo dos grandes periodos u oleadas de migración, de grupos de la Mesoamérica Septentrional y Occidente hacia los valles centrales, en donde los grupos del Bajío dejaron los más claros indicios de estas migraciones, empujados en gran parte por esta alteración en la precipitación pluvial hacia grandes sequías. Pedro Armillas (1964) ya hace referencia a estos éxodos masivos de población de pueblos sedentarios que produjeron el retroceso de la frontera de la agricultura permanente. (Armillas, 1964, 79) La primera de ellas fue hacia el colapso de Teotihuacan, en donde esta ciudad-estado propició mucho de su propia caída, al talar y acabar con los bosques que la rodeaban y abatiendo los mantos acuíferos, no pudiendo soportar una población de más de 200 mil habitantes, siendo la presión tal que hubo levantamientos sociales, invasiones y abandono del centro, creando un vacío de poder. (Lorenzo, José Luís, 1979) Durante el apogeo tolteca, cuando hubo las condiciones ambientales favorables para la agricultura, pobladores del Centro se desplazaron hacia el Norte y Occidente (Nalda, 2001, 27) creando colonias de control de rutas de intercambio y recursos. Posiblemente el pueblo de Aztatlan, reconocido como uno de los pueblos del Estado Tolteca tenía esta función, pudo ser controlado desde el poder central de Tula y estaríamos hablando de que los habitantes eran principalmente gente del Centro, o sea toltecas, y probablemente realizaron alianzas con los pueblos de Bajío y hasta emparentaron de alguna forma. Estas colonias fueron abandonadas con la segunda migración. Esta segunda oleada de migraciones generalizada que se dio hacia el año 1100-1200 d. C. coincide con el colapso de Tula como poder central. Los territorios abandonados por los agricultores sedentarios fueron reocupados por los nómadas cazadores–recolectores. (Armillas, Op. Cit., 79) De esta manera los pueblos del Bajío comenzaron a migrar paulatinamente, abandonando algunos centros mayores; migraban en núcleos familiares por caminos ya conocidos. Los huastecos se repliegan hacia el norte del estado de Guanajuato, hacia la Sierra Gorda, por Xichú y también hacia el Golfo de México, hacia las ciudades huastecas más importantes. Los chichimecas locales, pames, otomíes y popolocas que convivían en la región, bajan también hacia las zonas abandonadas, más benéficas y fértiles, otros se quedan como 167
pueblos seminómadas alrededor de los pequeños centros ceremoniales que aún existían, la zona nunca fue del todo abandonada.
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Según la Historia Tolteca Chichimeca, a la caída de Tula los nonoalcas abandonan la ciudad para colonizar la región de Zongolica, y el grupo de los toltecas-chichimecas se asienta en Cholula y remplaza a los olmecas xicalancas. Los nuevos chichimecas que migran del Bajío, se suman a algunos restos de gente de origen tolteca con su pensamiento y cultura. En Tula, abandonada, no quedaba ningún poder militar lo bastante fuerte para oponerse a las invasiones y a las migraciones que en oleadas sucesivas llegaban a los valles centrales. Las migraciones se presentan como un fenómeno de resistencia y de creación de nuevas condiciones de vida. Los relatos que han llegado sobre las migraciones son en esencia, crónicas destinadas a validar reclamos territoriales y a legitimar el poder de gobernantes por asociación con antiguos linajes o por referencia a dioses o a personajes que se confunden con dioses. (Nalda: Op. Cit., 2001, 26) Desde las primeras migraciones, éstas fueron mitificadas por los toltecas dentro de sus argumentos ideológicos, reconociendo como un punto geográfico cosmogónico del paisaje al Teoculhuacan Chicomoztoc, en el actual Culiacán de Guanajuato, en donde los pueblos del Bajío combinan los elementos centrales con los elementos occidentales, dando como resultado pueblos de guerreros sedentarios, característica muy bien aprovechada. Como afirma el Arqueólogo Enrique Nalda en esta época el militarismo extremo, las migraciones constantes, la gran diversidad cultural y ciudades multiétnicas como Tula definen a este período. (Nalda, Ibidem, 20) Los conceptos cosmogónicos geográficos fueron heredados por los últimos migrantes de la segunda oleada, teniendo a los chichimecas de Xolotl como los primeros de esta segunda migración y a los aztecas como los últimos de esta segunda fase de migraciones. Después de la caída de Tula el nuevo caudillo que ahora los dirige es Xolotl “monstruo o feo”, es un nuevo Mixcoatl, que lanzándose nuevamente a las conquistas acabará por establecer una nueva dinastía y un nuevo control sobre las ruinas de las anteriores culturas. De Xolotl y sus chichimecas se dice que vestían con pieles de animales, recolectaban plantas y cazaban, ellos hablaban el Pame y el Mazahua, se les nombraban bárbaros o popolocas. (León Portilla, 1986, 675) Como los anteriores chichimecas también aseguraban provenir del Teoculhuacan Chicomoztoc, Chimalpain nos lo confirma: 168
m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T Chicomoztoc, en una representación de estilo pictográfico colonial, muy influido por el europeo, con una sucesión de siete cuevas en forma de casas; dentro de cada una se encuentra una familia. Ilustración de: Durán, Historia de la Indias de Nueva España. (Tratado I, Cap. II)
Un texto indígena incluido en el códice Matritense de la Real Academia, dice:
“Se guardaba su historia. Pero entonces fue quemada, Se juntaron los señores mexicas, dijeron: no conviene que toda la gente conozca las pinturas. Los que están sujetos, los hombres del pueblo se echarán a perder y andará torcida la tierra, porque allí se guarda mucha mentira y muchos en ellas han sido tenidos falsamente por dioses”. (Informantes de Sahagún, códice Matritense: Vol. VIII, fol. 192V) El Padre Sahagún comenta en su obra:
“… las pinturas que se quemaron en tiempo del señor de México que se decía Itzcoatl, en cuyo tiempo los señores acordaron y mandaron que se quemasen todas, porque no viniesen a manos del vulgo y viniesen en menosprecios”. (Sahagún, Op. Cit., 289) Con base en lo anterior es muy probable que este señor haya mandado reescribir en nuevos códices, con la participación de varios sacerdotes, la historia oficial de su pueblo, en la que los mexicas, ya libres del dominio de Azcapotzalco, ocupaban un lugar muy importante desde su origen, justificaban su hegemonía, y se presentaban a sí mismos como predestinados a realizar grandes proezas, puesto que como dice López Austin: “… la historia oficial era creación retrospectiva en la que un grupo en el poder explicaba las etapas que su pueblo había recorrido, pero narrado todo en la conciencia de su presente; era la ideología del momento la que regía el relato”. (López A., 1976, 201). 175
Con este cambio, los mexicas fueron los herederos por excelencia de todo lo grande que alcanzaron los toltecas. Su dios guía Huitzilopochtli se identifica con el sol mismo, patrono y guía de una ideología guerrera e imperialista que marcó la pauta a seguir para su pueblo, un pueblo poderoso y ostentoso que conquistaría casi todo el mundo conocido por ellos.
m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T Imagen del códice Aubin Lámina 3r, donde se representa a Aztlan con la montaña Teoculhuacan al centro. Puede verse la idea simbolica de ver a la isla, como una isla blanca como “lugar de blancura” y a manera de prototipo de México-Tenochtitlan; es un concepto retrospectivo de su misma ciudad. Confusión para los investigadores de un esquema creado por los mismos aztecas para ocultar y divinizar aún más su origen.
Es con estos cambios, cuando se crea la separación de conceptos de isla y montaña para Aztlan, se crea la idílica Aztlan como isla, prototipo de la gloriosa México-Tenochtitlan; reconocen que del Teoculhuacan sale Huitzilopochtli pero separan a Aztlan del Teoculhuacan, como una situación geográfica diferente y es lo que ha ocasionado tantos errores y confusiones. Gracias a otras fuentes y crónicas sabemos ahora la verdad. Aún así, los cronistas mismos nos dan dos o tres versiones diferentes, porque cuando recogen 176
manan numerosos y copiosos manantiales que forman pequeños ríos que lo rodean, además del Lerma y de la laguna de Yuriria que tiene casi a sus pies.
m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T El paisaje real fue mitificado por los antiguos mexicanos, el monte Teoculhuacan Chicomoztoc y el río Chiconahuapan “el río de las 9 corrientes” o “del noveno nivel del inframundo”, que hoy se conoce como el río Lerma que pasa a sus pies, y como lo indica la crónica de Diego Muñoz Camargo del siglo XVI, los aztecas lo cruzaron para comenzar su peregrinación a la tierra prometida y fundar México. La geografía sagrada en toda su expresión; montaña, manantiales, río y cuevas, era el universo cosmogónico hecho realidad.
Las antiguas crónicas siempre aseguran que los aztecas fueron los últimos en salir de Aztlan, pero si recordamos lo que nos dice la Historia Tolteca Chichimeca, Aztlan era la cabecera de la provincia Oeste del antiguo imperio Tolteca y en este territorio había otros poblados y otras tribus que también salieron de la patria original de los aztecas. El cronista Chimalpain nos da a conocer estos reveladores datos: “Los Totolimpaneca Teochichimeca, luego de permanecer 1110 años en Aztlan, salen por Chicomoztoc, en 1160 bajo el mando de Ecatzin, los guía su dios Totolin, bajo la forma de un IztaccuauhtIi (águila blanca)”. (Chimalpain, Op. Cit., XLI) Los aztlapictin teotenanca, salen de Aztlan-Chicomoztoc y arriban a Teotenanco y luego a Xochimilco, los guía Totoltecatl y traen al dios Nauhyoteuhctli. Los huixtoca y tzompahuaque, salen de Chicomoztoc Quinehuayan en 1221 bajo el mando de Cuitlach y su dios era Mixcoatl y los nonohualca teotlixca tlacochcalca, salen de Huehuetlapallan 179
Nonohualco Chicomoztoc en 1272 bajo el mando de Yacahuetzcatzin y su dios el Tezcatlipoca bermejo o Xipe Totec. (Chimalpain, Íbidem., XLII)
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Recordemos que Chicomoztoc, Aztlan, Quinehuayan, Huehuetlapallan, Nonohualco, son nombres diferentes para el Teoculhuacan. No es de extrañar que otros pueblos decían provenir de esta prestigiosa zona además de los aztecas, ninguno menciona que existiera una isla en Aztlan-Chicomoztoc, sólo los mexicas -resulta muy sospechoso- que se establecieron en el islote de Tenochtitlan cuando fundan México. Específicamente para la versión creada por los aztecas, Aztlan se representa como una ciudad construida a imagen y semejanza de México, por lo tanto es una visión retrospectiva de su misma ciudad. Por otra parte, se ha discutido en varias ocasiones si los aztecas o mexicas poseían o no los rasgos culturales de la civilización mesoamericana -ellos se pintaban así mismos como nómadas que nadie quería-, en otras palabras, la cuestión era saber si los mexicas eran un grupo seminómada de cazadores-recolectores, del modo como se ha ilustrado a los chichimecas puros, o si por el contrario, en su forma de existir contaban con los rasgos de la cultura mesoamericana. El examen de las fuentes en las que se refleja su nivel cultural es revelador. Dicho examen, que abarca el ciclo económico, la tecnología, el calendario, religión, organización social, lengua, arquitectura, nos confirma que: “Los mexicas eran un grupo con cultura mesoamericana desde el tiempo en que iniciaron la peregrinación. Por su corto número, por su pobreza y por constituir un grupo marginal... se encontraban en un estado menos evolucionado que los grupos que vivían entonces en el área nuclear mesoamericana... (Martínez Marín C., 1964, 120) Pero esto es lo que ellos mismos inventaron de sí mismos. López Austín (1993), dice al respecto: Hay que empezar a olvidar esta vieja idea de que el pueblo azteca llegó de pronto como absoluto desconocido y desconocedor a tierras mesoamericanas. La supuesta súbita elevación de la barbarie a la civilización en unos cuantos años nos ha asombrado y nos ha obligado a cometer no pocos errores. (Op. Cit., 84) Por otra parte, el Códice Florentino, a propósito de la venida e inicio de la migración de los mexica al altiplano central, nos dice: “Así luego se hizo la venida, el retorno... Pero los mexicas miraron más allá, iban a buscar tierras y, según el relato de los ancianos, dizque de allá regresaron, de donde se 180
dice Colhuacan... Y así luego regresaron los mexicas, les llamó su dios, les dijo: marchad, regresad, allá os mostraré el camino...” (Códice Florentino, IX, Cap. XXIX)
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Si hubo un retorno o regreso, ello significa que los mexicas habían vivido anteriormente en el Altiplano y, por ende, habían participado en la cultura mesoamericana. Eran los descendientes de los antiguos toltecas que habían marchado hacia la capital del extremo Occidente en calidad de avanzada a establecer una especie de frontera de Mesoamérica, ahí en Aztlan, en el Teoculhuacan, se habían empobrecido y entremezclado con huastecos y otras tribus y etnias locales. La región en donde se encuentra la montaña del origen, el actual Culiacán, es una zona muy amplia y era pluricultural en la época prehispánica, pero plenamente mesoamericana. No es de extrañar que hubiese poblaciones de diferentes tamaños y etnias que compartieran el territorio, y tuviesen relaciones de parentesco y cultura entre ellos, tomando elementos míticos unos de otros. Y que pudieron migrar en diferentes épocas por diferentes caminos y hacia distintos destinos. Alvarado Tezozómoc afirma el hecho mítico-histórico, de que se tenía noticia de que esta zona estaba habitada por muchos pueblos y no se encontraba en el abandono y aclara que: “El lugar de su morada tiene por nombre Aztlan y por eso se les nombra aztecas; y tiene por segundo nombre el de Chicomoztoc y sus nombres son estos de aztecas y mexicanos...” (Tezozómoc, Op. Cit., 11) Las versiones de Chimalpain y Tezozómoc son muy parecidas en este punto, mencionan que el señor de los aztecas era un antiguo Moctezuma, que tuvo dos hijos, al morir éste, uno de ellos fue el señor de los huastecos y el otro se hizo el señor de los aztecas, llamado Chalchiuhtlatonac, éste se enemista con el señor de los huastecos y decide migrar. (Tezozómoc, Íbidem., 13) ¿Cuál fue la causa por la que migraron los aztecas? Pudieron ser varias, las fuentes nos dan indicios de algunas. El cronista indígena Cristóbal del Castillo describe cuál era la situación de los mexicas antes de emprender su peregrinación, cuando vivían en AztlanChicomoztoc. El relato describe: “Allá han hecho sus casas, se han establecido en un poblado. Allí mucho siembran, en Aztlan Chícomoztoc en verdad de aquellos aztecas chicomoztocas,
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“En este vinieron a salir de allá, de su territorio en Aztlan, los mexitin azteca chichimeca, los que al presente se nombran tenochca (gente de Tenochtitlan)”. (Chimalpain, Íbidem., 19)
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Resulta interesante resaltar que en el códice Mexicanus, en el mapa de Singüenza, en el códice Azcatitlan y en el códice Boturini, se observa cómo un águila les habla a los aztecas, o un hombre águila que es Huitzilopochtli, y les dice del camino que seguirían para encontrar su tierra prometida.
Imagen del códice Azcatitlan, lámina 8, donde se muestra a Aztlan al pie del Teoculhuacan, que se representa con el rostro del dios de la tierra Tlaltecuhtli y debajo del mentón del rostro del dios se lee Chicomoztoc, y se ven las siete protuberancias de la estilización de las siete cuevas. Se ilustra el momento de que el díos guía Huitzilopochtli sale y tiene el artefacto para hacer el fuego, el mamalhuaztli. Es importante resaltar la distribución de los elementos pictográficos del códice, que pueden representar a un paisaje real. A las faldas del Culiacán, está la población con una arboleda al centro donde se destaca un sabino o ahuehuete y de su alrededor brota un manantial que forma un río. Existían estructuras prehispánicas, tal y como se muestra en el códice, aunque destruidas por los saqueadores (recordemos que no son ruinas aztecas propiamente, sino de Patios Hundidos). Podemos decir que el tlacuilo que dibujó este códice, pudo representar probablemente al poblado de las faldas de la montaña con todos sus elementos reales. 183
El nombre de mexitin proviene de Mixtitlan “entre nubes”, que es otros de los nombres del Teoculhuacan; también agrega que son ribereños y explotan los productos del agua. Dos cuerpos de agua rodean casi por completo al Teoculhuacan: el río Lerma y a un lado, la laguna de Yuriria. Y en las crónicas las coincidencias geográficas con el antiguo Teoculhuacan, hoy Culiacán, son notorias:
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“Y los mexica por ello, desde entonces venían a merecer; en barcas pasaban a venir a colocar sus acxoyates allí, en el lugar de nombre Chicomoztoc Tzotzompa. Se llama Chicomoztoc por los siete lugares horadados del peñasco, de la cueva. Y por lo que se llama Tzotzompa, es así mismo, porque se venían a golpear las barcas cerca de donde se extiende la cuesta del cerro, cerca de donde están las siete cuevas junto a las cuales viene a golpearse el agua”. (Chimalpain, Íbidem., 21) Esta descripción tiene un gran parecido con la geografía del lugar, el río Lerma pasa a las faldas del Culiacán y la laguna de Yuriria se extiende a un lado de éste, con sus 17 km de largo y 7 km de ancho, por lo que es claro que las barcas “golpeaban”... “cerca de donde se extiende la cuesta del cerro”, el Culiacán, ”cerca de donde están las siete cuevas, junto a las cuales viene a golpearse el agua”.
“Y así como dice que siempre está entre nubes... de donde vinieron a salir cuando se dirigieron para acá; por esa causa es por la que se dice que se hicieron nombrar mexitin” (Chimalpain, Íbidem., 27) 185
Efectivamente, las cuevas del Culiacán sobre las cañadas del flanco Oeste que mira al río Lerma y a la laguna de Yuriria, están a escasos 10 m de altura sobre la planicie aluvial y a 400 m de distancia del río. Es lógico que existiera una explotación de los recursos lacustres del río y el lago. La excesiva carga de trabajo para el pueblo puede ser mítica, ya que nos recuerda su misma situación cuando los mexicas pagaban costosos tributos a Azcapotzalco, otra visión retrospectiva de si mismos.
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En estudios recientes de suelo y paleosuelo que se han practicado en las faldas del Culiacán con pozos estratigráficos, por el Instituto de Ecología de Guanajuato (2000), se pudo constatar que el lago se extendía hasta el pie de la montaña, las capas estratigráficas que denotan las antiguas playas de la laguna se extienden hasta las faldas del Culiacán, por lo que esta laguna era mucho mayor de lo que se pensaba, y así la vieron los pueblos prehispánicos y después se fue desecando, hacia el siglo XVI se hace el canal de “Labradores”, para que el lago se llenara y se inundaran los pantanos que existían. La desecación de la laguna correspondió con la caída de Tula y las peregrinaciones hacia lugares menos áridos, que fueron en oleadas constantes hacia los valles centrales, donde estaban las grandes zonas lacustres. Una de estas peregrinaciones fue la de los aztecas. De hecho, el territorio se fue abandonando paulatinamente y fueron tomando posesión de éste los chichimecas puros, los nómadas, cazadores y más hostiles, los centros de cultura fueron abandonados y se extendió también el dominio purépecha por la región. Por su parte Tezozómoc, en su crónica, también nos describe la montaña:
“Chicomoztoc se llama las peñas, pues por siete partes hay agujeros, cuevas pegadas al cerro empinado...” (Tezozómoc, Op. Cit., 16) Y después en su lengua materna nos describe al Teoculhuacan como un lugar en donde están las: texcalli (casas de piedra)... Cachicuccan (los siete agujeros)... el Oztotl tepetlamimiloli (cuevas del cerro tendido)... in techcatque in oncan quizaco mexitin (de donde vinieron a salir los mexicanos)... aquel era un lugar espantoso, lleno de zacate... ompaqui hualhuicaque in Aztlan Chicocca (cuando vinieron a salir del lugar de la blancura de los siete agujeros). (Tezozómoc, Íbidem., 17)
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Cerámica tipo Azteca III, localizada in situ en los alrededores de Cañada de Caracheo en 1998, hacia las faldas del Culiacán, con lo que podemos observar que gente de la Cuenca de México durante el Imperio azteca venía a esta montaña. Por lo tanto, no tenían perdida de su memoria histórica y geográfica la ubicación de la misma. Los materiales arqueológicos se dejaron en el sitio.
Chimalpain agrega: “Por ninguna parte puede salirse sino sólo por Chicomoztoc, el lugar de nombre Quinehuayan...” (Chimalpain, Op. Cit., 21) Los cronistas, al describir el Teoculhuacan, y al igual que la H. T. CH., nos dan diferentes nombres del lugar, de acuerdo a su aspecto físico y geográfico que anteriormente ya puntualizamos. Al ser un lugar alejado del centro y dentro de la zona chichimeca, las descripciones resaltan a un paisaje semisalvaje y peligroso, cercano al agua. El cerro de origen es: “... un lugar que atemoriza mucho... Del referido Chicomoztoc, de allí, de su interior, vinieron a salir los aztecas mexitin; sus mujeres los vinieron acompañando puesto que salieron por parejas y también sus hijos los vinieron acompañando, y la razón por la que es un lugar que atemoriza mucho... es que no pocas fieras guarda y habitan en este lugar...” (Chimalpain, Íbidem., 29)
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m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T El gran sabino o ahuehuete del centro de los manantiales de Cañada de Caracheo en la arboleda central, que forman un río, tal y como lo vemos en el códice Azcatitlan, que según las tradiciones orales del lugar, aquí se paró el águila (de la bandera), que habló a los aztecas y fue su guía en la peregrinación. Se observaron restos cerámicos en los alrededores. Fotografía de Fernando Cuevas. 192
TRAS LAS HUELLAS DE UN CAMINO: LA TIERRA PROMETIDA
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ualquiera que haya sido la causa por la cual decidieron peregrinar en calpullis los aztecas o sus antecesores, será muy difícil saberlo; la causa real fue mitificada, al igual que el paisaje, aunque sea un lugar geográficamente identificado el antiguo Colhuacan o Teoculhuacan Chicomoztoc con el monte Culiacán.
Lámina 4 del códice Azcatitlan, en donde podemos ver en esta versión de la historia a nueve tribus que salen del cerro ganchudo, el Teoculhuacan, con los sacerdotes guías y en la cueva de la montaña aguarda Huitzilopochtli.
Quizá la retracción de la frontera mesoamericana con la caída de Tula como centro cultural y de control, aunado a la desecación del ambiente, empujó a peregrinar a los pueblos que tenían las antiguas bases culturales con las que se identificaban, siguiendo la vida civilizada y prestigiosa de conocimiento y civilización que trae consigo una mejor calidad de vida. Llegaron a los valles centrales por rutas parecidas a otros pueblos anteriores a ellos, por la franja climática que lleva del Bajío a Tula y de Tula al Valle de México. Buscando como Mixcoatl siglos antes, los reductos de la prestigiosa cultura, Tula estaba en ruinas y la oportunidad de emparentar con la nobleza tolteca estaba lejana; quedaba un pueblo en el Valle de México al pie del Cerro de la Estrella en Iztapalapa, un monte casi 193
rodeado por agua del lago de Texcoco y con un nombre que les recordaba su origen: Culhuacan, uno de los últimos reductos del linaje tolteca en el Valle de México. Pero la tarea no era fácil, porque en la trama de la narración, ni siquiera tenían un lugar donde vivir. La señal para fundar México todavía no había sido descubierta.
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La señal para fundar México, la tierra prometida por su dios Huitzilopochtli a su pueblo, tardó -según las crónicas míticas- siglos en aparecer y el camino que siguieron los aztecas al salir del Teoculhuacan Aztlan Chicomoztoc, es incierto y mitificado, pero como todo mito geográfico de peregrinación, siempre se basa en lugares reales en la geografía. El códice Aubin de 1576, copia tardía y anónima, tiene la ventaja de que explica en náhuatl los dibujos mismos. Recoge la idea de Aztlan como una isla teniendo a la montaña misma como centro de la isla, o la isla-montaña. El códice Azcatitlan, también hecho ya en la época novohispana, nos presenta a la montaña de origen rodeada sólo por tres de sus lados, como lo hace el río Lerma con el Culiacán, mientras que el Boturini se apega más a la norma “oficial” mexica de representar a Aztlan como isla; tiene la fecha “oficial” de Ce Tecpatl y un gran Teoculhuacan desde donde Huitzilopochtli dentro de una cueva habla a su pueblo para peregrinar. Este monte es el más grande en todo el códice, con la cumbre curva hacia la izquierda. (Códice Boturini, 1990, 1) En cuanto al códice Boturini o Tira de la Peregrinación, la cual podemos considerar la versión puramente mexica de su propio pasado, hay discrepancias interpretativas y se considera como una fuente cuyo objetivo era mostrar la ascendencia chichimeca de los mexicas. Se trata de un relato, según comenta la Doctora María Castañeda de la Paz (2006, 66-71), en el que se relaciona a los mexicas con el dios Mixcoatl, quien posteriormente será desplazado por Huitzilopochtli. La fecha cosmogónica de partida en la lámina primera del códice Boturini, es la fecha por excelencia de los mitos nahuas, 1 Tecpatl o 1 Pedernal, fecha que se repite y es la fecha de nacimiento de Mixcoatl y los mimixcoas en otros contextos. Observamos las huellas de los pies xocpalli, que parten de la proa de la canoa y atraviesan la cueva, así mismo el templo de Aztlan tiene siete peldaños, lo que nos relaciona con el número siete, muy presente en los mitos de origen, como las siete cuevas o Chicomoztoc. Se representa una cueva en el Teoculhuacan, aunque está implícito el número siete, y dentro de la cueva está el contenedor de ramas de abeto en donde se representa a Huitzilopochtli del cual sale su cara del pico de colibrí, y nueve volutas se elevan hacia el 194
cielo. En otros contextos narrativos esta cueva corresponde a Chicomoztoc de manera clara.
m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T Lámina primera del códice Boturini o Tira de la Peregrinación. Los aztecas vivían en Aztlan “lagar de garzas o de blancura”, salieron y llegaron a la cueva del Teoculhuacan, la montaña con la cumbre curva, para ofrendar ramas de abeto a la divinidad de la cueva, Tetzauhteotl (Huitzilopochtli). Huitzilopochtli, dios patrono y guía de los aztecas, les habla del camino que deben seguir para encontrar la señal prometida y fundar su asiento definitivo. La salida se registra en el año 1 Pedernal (¿1168?), cuando a petición de aquél salieron de Aztlan/Colhuacan.
Destaca un templo en cuya parte superior se ve un glifo con una especie de vara, flecha o caña con agua, que de acuerdo con Robert Barlow, debe leerse como amimitl “vara de agua”. Para Johansson (2007, 20), éste es el símbolo del atlachinolli, la combinación del agua y fuego que simboliza el sacrificio humano. Revisando la iconografía del símbolo nos inclinamos a reconocer que el símbolo es el de amimitl “vara de agua”, pues si bien el sacrificio o inmolación ritual era practicado por este pueblo, en este caso faltan elementos iconográficos para identificarlo con el atlachinolli, como lo podemos ver en la parte posterior del monumento del Teocalli de la guerra sagrada, en donde está el águila devorando este elemento. A los pies del templo de Aztlan hay dos personajes: un hombre sin glifo y detrás de él Chimalma, que se encuentra sentada y a quien se le conoce por su glifo de Chimalli. El personaje varón está a los pies del templo, lo que indica que es el sacerdote del mismo. 195
(Castañeda, 2006, 66) Como sabemos en la leyenda de los Soles, se señala que amimitl era la vara del dios Mixcoatl y que esa vara era la que llevaban por dios los de Cuitlahuac (hoy el pueblo de Tláhuac), por lo cual lo que representa el códice Boturini es el sacerdote del dios Mixcoatl, venerado a través de su vara. (Castañeda, 2006, Ibíd., 66)
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El códice Aubin menciona las ocho tribus que en esta versión salieron de Aztlan, los cuales eran los Huexotzincas, los Chalcas, los Xochimilcas, los Cuitlahuacas, Malinalcas, los Chichimecas, Tepanecas y Matlatzincas. (Cod. Aubin, 19, 13) El texto náhuatl del códice Aubin dice:
“In oncan onoca in Colhuacan oncan Chaneque Catca inic hualpanoque in Aztlan onca quinhuallantiquizque in Colhuacan inoquimitlaque in Chaneque inman oquilhuique in Azteca” (Códice Aubin, ibíd., 13), que podemos interpretar como:
“Y llegaron hasta el Colhuacan donde había habitantes venidos de Aztlan y que pasaron a habitar en el Colhuacan y ahora son Colhuas, quienes al ver a los Aztecas les dijeron: con nuestro dios que él está aquí, iremos con ustedes”. Sigue la confusión entre la separación de Aztlan con el Colhuacan; Diego Muñoz Camargo agrega: “finalmente que esto no hay más claridad de esta de si fue estrecho mar (lago) o si fue el río el de Toluca” (Op. cit., 10), datos que se complementan con la realidad geográfica; este “mar estrecho” puede ser la laguna de Yuriria, o tuvieron que cruzar el río Grande de Toluca o Lerma, como ahora lo conocemos, como se ve en el códice Mexicanus. Kirchhoff se inclina a pensar que Aztlan pudo estar a los márgenes de la laguna de Yuriria. (Kirchhoff, Op. cit., 1960) Por lo tanto, podemos deducir diferentes versiones de las tradiciones míticas historicistas: 1) Aztlan-Aztatlan, pueblo y cabecera política del antiguo Estado tolteca; se encontraba al pie del Teoculhuacan hoy Culiacán, en sus faldas y al comenzar la migración cruzaron el río Lerma.
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2) Se encontraba en alguna playa de la laguna de Yuriria y tuvieron que cruzar el río Lerma, caminando hacia el Este. Es probable que un grupo del otro lado del río se les uniera y se sumara a la peregrinación.
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3) Aztlan o Aztatlan pudo ser el nombre toponímico de un poblado de alguna parte del Bajío, y al salir de éste cruzaron ríos y ciénegas o lagunas, posiblemente pasaron por la laguna de Yuríria y el Culiacán, cruzaron el río Lerma, uniéndose al contingente diferentes clanes familiares de la región con sus dioses patronos. 4) Aztlan puede ser de manera simbólica la región del Bajío por ser el Oeste la región de la blancura, por ser esta la región desde donde peregrinaron algunos pueblos a la caída de Tula, conformados por diferentes clanes familiares de diferentes etnias, teniendo al Teoculhuacan identificado como la montaña cosmogónica de origen. 5) Aztlan, por tratarse de un pueblo arquetipo, es posible que existieran varios asentamientos con este mismo nombre.
De alguna forma la montaña Teoculhuacan de la región del Bajío, no pierde su calidad de ser un símbolo cosmogónico de origen identificado en el paisaje, con sus cuevas y sus elementos físicos deificados, como son sus manantiales, el río Lerma, y la forma curva de la montaña. Al ser el concepto de origen en el cerro un arquetipo, junto con las cuevas, se convierte en una hierofanía, pero para los toltecas, aztecas y algunos de otros pueblos que migraron del Bajío (o sus ancestros culturales) hacia los valles centrales, el Teoculhuacan del Bajío era su montaña particular de origen, y en diferentes áreas existieron diferentes lugares con el mismo valor simbólico de origen dentro de su particular cultura y región geográfica. En cuanto a las especificaciones geográficas que nos unen a la región del Bajío para los antecesores de los aztecas y toltecas, Muñoz Camargo indica: “Y ansí fueron estos los primeros de que se tiene noticia que pasaron aquel estrecho, que ha de estar hacia la parte del poniente en cuanto a nuestro centro.” (Muñoz C., Ibíd., 10). Efectivamente, aunque de manera vaga, como lo describe Muñoz Camargo, “aquel estrecho” se encuentra al poniente de Tlaxcala, que es desde donde él considera su centro. Después como ya vimos el mismo autor dice, aunque no lo tenía muy claro, seguramente 197
Hasta aquí surgen varias hipótesis si queremos buscar una relación con la realidad; la fundación de México, o fue anterior a la fecha propuesta porque llegaron antes o encontraron la señal de fundación tardíamente, hasta “ome calli” 1325 según algunas crónicas, o bien salieron del Teoculhuacan posteriormente de lo que se informa. Lo que en verdad puede suceder es que el acontecimiento real provoca la leyenda y es un acontecimiento que posiblemente los aztecas adoptaron y de éste surgen dos situaciones; el mito en este caso –de origen terrestre y solar- y la historia muy rica en elementos extraordinarios que impiden distinguir con claridad los hechos y su interpretación real.
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Huitzilopochtli se convierte en dios-guía y les indicará a los cuatro sacerdotes guía llamados Teomamaques o Teomamas, que cargan las reliquias del dios, el camino a seguir; el códice Aubin nos da el nombre de los cuatro sacerdotes: Cuauhcoatl “águila serpiente”, Apanecatl “el del penacho huasteco o del Pánuco”, Tezcacoatl “espejo de serpiente” que para Tezozómoc es Iztac Mixcoatl y Chimalma “mano de escudo”, esposa de Mixcoatl y madre de Topilzin Quetzalcoatl en otras tradiciones. (Códice Aubin, Op. cit.)
Mapa de 1609, donde se puede apreciar al centro el monte Culiacán y el “Río Grande de Toluca” tal y como se conocía en la época novohispana al río Lerma, y que Diego Muñoz Camargo menciona que cruzaron los peregrinos que salieron de la montaña del origen. 199
Estos cuatro sacerdotes teomamaques que se ilustran en los códices Boturini, Azcatitlan y Aubin, representan en realidad simbólicamente a los cuatro elementos y deidades principales del complejo mesoamericano del Altiplano, de la época Posclásica.
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Están presentes los cuatro símbolos calendáricos: Tecpatl, Calli, Tochtli y Acatl, al personaje de Tezcacoatl en el códice Boturini, se representa su nombre con una serpiente negra con círculos, quizá se puede leer: “la serpiente negra que brilla como espejo, o la serpiente negra con espejos”. Este personaje es una variante del dios del “espejo negro humeante” mejor conocido como Tezcatlipoca Yayauhqui, dios de la guerra, es un dios disfrazado y su glifo toponímico-calendárico es el Tecpatl o cuchillo de pedernal.
Detalle del mapa de Sigüenza, donde se representa la peregrinación de los aztecas, las múltiples volutas que salen del ave indican que canta y que les indica en su canto su misión de migrar. Puede verse al cerro ganchudo al extremo derecho de un gran cuerpo de agua, lo identificamos como la gran laguna de Yuriria, Meztliyapan o Meztliapan, según la nombra Tezozómoc, y el águila blanca que se para en el gran árbol de la tradición. Debajo del Teoculhuacan está el símbolo de la atadura de los años como inicio de la migración.
Cada uno de los teomamaques son dioses en sus variantes y representan los cuatro rumbos del universo y las deidades asociadas a cada punto cardinal y a cada glifo del año en el calendario azteca. Tezcacoatl, es el Tezcatlipoca que se ubica en la región Norte y 200
cuchillo de pedernal, ni sangre, banderas o plumones asociados con este tipo de ceremonias, sino que es un ritual chichimeca de consagración de guerreros de alto estatus. Los personajes recostados sobre las biznagas y mezquites son los hijos de Mixcoatl y se reconocen por la pintura facial negra alrededor de los ojos y el cuerpo rayado; el dios que aparece como águila les entrega los instrumentos de la caza, la cual debía de concluir con el sacrificio de los 400 mimixcoas.
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Como lo podemos ver en el contexto de la Historia Tolteca Chichimeca, Foja 20r, una escena muy similar: los chichimecas que acaban de salir del Teoculhuacan, en donde pasan por varios rituales iniciáticos, como la perforación del septum de la nariz y los animales sagrados, un águila y un jaguar, les dan de beber el atlachinolli; después de ello, ya como guerreros de la alta cultura debían de luchar y acabar con los enemigos de los toltecas en Cholula. Para acabar con los 400 mimixcoas, cada uno de los hijos de Mixcoatl buscó un escondrijo, uno se metió en la tierra, otro dentro de un cerro, o dentro de un árbol y cuando se vieron cercados por sus 400 hermanos salieron de su escondite y fue entonces que, según la leyenda de los soles crujió un árbol que se desgajó sobre ellos para que saliera el que estaba dentro de él. Los aztecas de la lámina tercera del códice Boturini se pararon a comer junto al árbol, así los brazos que salen del tronco indican que ahí se escondía uno de los mimixcoas. De esta forma simbólica los aztecas se convertirán en los herederos directos de Mixcoatl, lo cual indica una ascendencia chichimeca y un reconocimiento directo de los hijos de Huitzilopochtli, en donde Huitzilopochtli suplanta a Mixcoatl. (Castañeda, 2006, Ibíd., 69) El dios Huitzilopochtli aparece como el águila y el personaje al que se le entregan los instrumentos propios de la caza (del dios Mixcoatl) ya no es un hijo de Mixcoatl con la pintura facial alrededor de los ojos, sino un azteca o mexitin, a quien se le reconoce por el plumón en la frente; de hecho, en el códice Aubin se dice que fue en ese momento en que la deidad comunicó a su pueblo que ya no serían aztecas sino mexitin. (Castañeda, 2006, Ibíd., 69-70) Es en este lugar donde el dios Huitzilopochtli les da míticamente la cultura mesoamericana, el arco, la petaca o bolsa de viaje de red y la flecha para cazar, y hasta les cambia de nombre: “Aquí cambió el nombre de los aztecas diciéndoles, ahora ya no se llamaran aztecas sino mexicanos, y los marcaron en las orejas. Para que recibieran tal nombre de mexicanos o mexicas.” (Cod. Aubin, Op. cit., 14) 210
m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T Detalle de la lámina XX del códice Mexicanus en donde se representa a un grupo de personas en las fauces de una serpiente enroscada que expresa el toponímico de Coatl Icamac “en las fauces de la serpiente”, y se relaciona estrechamente con el siguiente lugar al que llegaron los migrantes, el Cuexteca Ichocayan “donde lloró el huasteco”.
Siguiendo la ruta, el toponímico de Quahuitzintlan o Cuautzintla debe de estar antes de Comititlan. Después llagarán a un lugar clave. Alvarado Tezozómoc nos da algunas pistas, explicando que caminaron por tierras chichimecas y se establecieron por 20 o 40 días y: “Vinieron a salir a Cuextecatl–Ichocayan (donde lloró el huasteco) y a Coatl-Icamac (en las fauces de la serpiente).” (A. Tezozómoc, Op. cit., 25) En la lámina quinta del códice Boturini sólo se ilustra con el toponímico de un cerro, donde en su cumbre está un huasteco llorando. (Códice Boturini, Op. cit., 5) El códice Aubin agrega al respecto: “Siguen (caminando) por Cuextecatl Ichocayan y después por Cohuatl Icuonac (por donde se oye silbar a la serpiente) y estaban en el año dos calli.” (Códice Aubin, Op. cit., 14)
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En este códice se ilustra a una serpiente de cascabel que en las fauces abiertas tiene una cabeza humana que mira de perfil hacia la misma dirección que la serpiente, por lo que se puede leer como “en las fauces de la serpiente”, Coatl-Icamac, o “donde se oye silbar a la serpiente”, Coatl-Icuonac.
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Las tradiciones en este punto nos mencionan dos lugares de paso: donde lloró el huasteco y donde se escucha silbar a la serpiente. Estos lugares debieron existir geográficamente reconocidos, ya que otras crónicas que nos hablan de los aztecas los mencionan. Cuando sobreviene la ruina de Tula y los toltecas abandonan la ciudad, en los Anales de Cuauhtitlan se menciona: “Cuentan que salieron y vinieron a Cuextlan; y donde se dice Cuextecatlichocayan (donde lloró el huasteco) hablaron con sus cautivos que apresaron a Cuextlan y les dijeron: ya vamos a Tollan… (Anales de Cuauhtitlan, Op. cit., 13) Después mencionan los pueblos por donde pasaron, el primero fue Cohuatl-Iyopan “donde la serpiente se puso a silbar”. (Anales de Cuauhtitlan, Ibíd., 13) Esta crónica nos especifica que estos lugares están hacia Cuextlan o la Huasteca, que en tiempos de Tula estaba hacia el Norte de la capital tolteca, que se extendía hacia el Noroeste colindando con el territorio de la provincia Oeste, Aztlan o Aztatlan. Siguiendo una ruta, ésta debió ubicarse al Norte de la Sierra de los Agustinos de Guanajuato. Si los aztecas pasaron por estos lugares, eran sitios de una antigua tradición cultural geográficamente identificables, ya sea que en verdad pasaron por ahí o lo adoptaron para su migración. El Doctor Kirchhoff, opina que estos lugares se ubicaban probablemente hacia la región del río de la Laja. (Kirchhoff, 1960, 337)
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m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T Lámina quinta del códice Boturini o Tira de la Peregrinación, vemos la representación de Cuexteca Ichocayan “donde lloró el huasteco”. El huasteco encima del cerro presenta la deformación craneana típica de este pueblo, el septum de la nariz perforado y sus lágrimas. Enseguida el glifo toponímico del cerro Coatepec “el cerro de la serpiente”, la colina con la cabeza de una serpiente.
Tenemos otra pista para reconstruir el camino. Cuextecatl Ichocayan “donde lloró el huasteco”, es un punto muy mencionado en las fuentes. El cronista Chimalpain lo menciona como un punto por donde pasó la peregrinación del pueblo tlacochcalca y está antes de Zacatlan. (Chimalpain, Op. cit.) Siguiendo la ruta de la peregrinación azteca, tenemos que saliendo del actual Culiacán en Guanajuato, primero pasaron por Apaseo El Alto, donde se identifica Cuahuitl Itzintla, y después caminaron hacia San Pedro Tenango en el municipio de Apaseo El Grande, dentro del mismo Guanajuato, donde se encontrará Cuextecatl Ichocayan. Los Anales Mexicanos comentan que los toltecas pasaron por allí, así como el principio del códice Xolotl (1989), como parte del inicio de las peregrinaciones chichimecas, que por otro nombre tiene el de Zacatepec; después la tribu tlacochcalca que comenta Chimalpain llega a Teotenango, cuyo nombre sobrevive en un pueblo del actual municipio de Apaseo El Grande, Guanajuato, que hoy se llama San Pedro Tenango. 214
En los Anales de Cuauhtitlan se menciona un Zacatepec, que está después de que pasan por Cohuatl Yayauhcan “donde la serpiente se puso a silbar”. Por lo tanto, Coatl Yayauhcan y Cuextecatl Ichocayan, deben de estar al Occidente de San Pedro Tenango en Guanajuato. (Kirchhoff, Ibíd., 337)
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Los aztecas, ahora mexicas, continúan con su camino. Alvarado Tezozómoc dice:
“… y luego fueron allá, al lugar de nombre Ocopipila, luego vinieron y se asentaron en el lugar llamado Acahualtzinco, allá permanecieron en la atadura de años“. (A. Tezozómoc, Op. cit., 30) Acahualtzinco “en el lugar o asiento de los girasoles”, es otro lugar reconocido en la geografía, el cronista Chimalpain agrega: “Aquí en este fue la vez primera y más reciente que vinieron a atar su cuenta de años los antiguos mexica azteca teochichimeca, allí en Acahualtzinco, en las cercanías de San Juan del Río...” (Chimalpain, Op. cit., 37) Acerca de Ocopipila no hemos encontrado datos, pero Chimalpain nos ubica a Acahualtzinco “en las cercanías de San Juan del Río” en Querétaro, fundado por los españoles en 1531. También en la descripción de Querétaro, escrita por Hernando de Vargas, se cita a Acahualtzinco como parte de una cadena de pueblos entre Mesoamérica y los chichimecas. (Hernando de Vargas, I, 1897, 333) Por la descripción de Hernando de Vargas, Acahualtzinco queda entre Huichapan al Norte y Timilpan al Sur, por el rumbo de Aculco, donde está el pueblo de Acahuala al Poniente del estado de Querétaro, que al parecer estuvo cerca de Acahualtzinco o es la degeneración del mismo nombre, Aculco, Acahuala y Acahualtzinco. El Padre dominico Fray Diego Durán también concuerda con la tradición de que los mexicas pasaron por Ocupita y Acahualcinco. (Durán, Op. cit., 25) Otro pueblo que se menciona, además de Acahualtzinco, por donde pasó la migración es Matlahuacallan “lugar de los matlahuacales”, las redes de los chichimecas. En los Anales de Cuauhtitlan encontramos una variante de este nombre: Tematlahualco “lugar de los poseedores de redes”, en la geografía actual sobrevive su raíz náhuatl en un 215
pueblo del municipio de Aculco en el Estado de México, que se llama Santa Ana Matlahua o Santa Ana Matlabat. (Kirchhoff, Op. Cit., 336)
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Después continúan el camino llegando a Querétaro por el pueblo de Acahuala y después llegaron a Santa Ana Matlahua, por ultimo llegan a una pequeña sierra que está antes de Tula, conocida como Coatepec “el cerro de la serpiente”. Los lugares que los códices nos presentan de la migración azteca quedan de la siguiente forma: 1) Aztlan–Aztatlan, Chicoccan, Quinehuayan, Teoculhuacan–Chicomoztoc, actual volcán Culiacán. 2) Cuahuitl Itzintla “al pie del árbol”, donde hay ahuehuetes o sabinos, en donde se separan de los demás migrantes. Zona Este de Celaya, en Apaseo El Alto, en el área llamada “Paseo de los Sabinos”. 3) Comititlan “lugar de las ollas”, lugar donde sacrifican a los mimixcoas, reciben el arco, flecha y la red chichimeca, lugar no identificado (posiblemente lugar simbólico). 4) Cuextecan Ichocayan “donde lloró el huasteco”, por el rumbo de San Pedro Tenango, municipio de Apaseo El Grande, Gto. 5) Coatl Icamac o Coatl Icuonac “en las fauces de la serpiente” o “donde se escucha silbar a la serpiente”, por Zacatepec, en Guanajuato. 6) Acahualtzinco “el asiento de los girasoles”, por San Juan del Río en Querétaro, en el pueblo de Acahuala. 7) Matlahuacallan “lugar de los matlahuacales”, en Santa Ana Matlahua, Estado de México. 8) Coatepec “el cerro de la serpiente”. Elevación a 7 km. al Suroeste de Tula en el estado de Hidalgo. 9) Tula Xicocotitlan, en el estado de Hidalgo.
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Lo que podemos deducir, es que la tradición mítica del peregrinaje se basa en una geografía real y por lo tanto si no fueron los aztecas los que peregrinaron, fueron sus ancestros toltecas que usaron este camino, o bien algunos grupos post-toltecas sí pasaron por estos parajes desde el Culiacán y se sumaron a la población del islote de México, dejándoles la crónica de su recorrido, el cual fue mitificado.
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Pero antes de continuar con el camino, es necesario que nos detengamos en el Coatepec, por ser este lugar un punto clave tanto en la migración como en la religión y mitos mexicas. El cerro de la serpiente es, sin duda, después del Teoculhuacan-Chicomoztoc el lugar más importante de la peregrinación azteca o mexica. Es en este lugar donde se define el dogma de la religión azteca del culto a Huitzilopochtli; es el ejemplo que su mismo dios le imponía al pueblo mexica, un ejemplo guerrero a seguir. Los códices y crónicas ubican al cerro Coatepec, siempre junto o muy cercano a Tula Xicocotitlan, en el estado de Hidalgo.
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EL COATEPEC, EL CERRO DE LA SERPIENTE
m El Coatepec es la base de la práctica religiosa y filosófica delopensamiento
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militarista azteca, es en este lugar donde el dios patrono Huitzilopochtli se muestra como un héroe guerrero, joven, valiente, terrible y poderoso. Es el cerro Coatepec el que se representa en el Templo Mayor de México-Tenochtitlan, el templo-pirámide desde donde Huitzilopochtli triunfante dirigía las acciones a seguir de su pueblo. Como otros lugares de la peregrinación y al ser tan importante, algunos investigadores pensaban que era un lugar mítico e inexistente, pero como hemos visto los lugares míticos no son forzosamente inexistentes, sino por el contrario, un lugar real es mitificado para que pueda participar en la conciencia de la realidad tangible y de esta manera darle una base real de credibilidad al mito y a la religión misma; el hombre para creer en algo debe sostener su creencia en algo real que se pueda ver para que tenga validez.
Toponímico del Coatepec, como se representa en el códice Mendoza, el monte con la serpiente, un nombre de lugar que se multiplicó por la geografía de México, siempre con un significado similar, el lugar donde el hombre tenía contacto con las deidades.
En relación a lo ocurrido en el Coatepec existen dos corrientes narrativas: una es míticahistórica donde los relatos con sus variantes nos dicen que los peregrinantes llegan al lugar y deseaban quedarse desobedeciendo a su dios y éste los castiga; la otra corriente es puramente mítica, donde los protagonistas son sólo los dioses y no se menciona a los migrantes. En las dos, el héroe es Huitzilopochtli, quien gana imponiendo su fuerza guerrera. Esta es parte de la mística guerrera creada por los mexicas cuando reescribieron su historia.
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El códice Boturiní en su lámina quinta muestra dos toponímicos con huellas en su parte inferior que indican el camino, el primero es Cuextecan Ichocayan “donde lloró el huasteco” -del que ya hablamos-, después continúa el topónimo del Coatepec, un cerro con una serpiente en la cumbre que se inclina suavemente hacia la derecha. En la lámina siguiente se muestran los numerales glíficos de los 28 años que ahí permanecieron con el encendido del primer fuego nuevo desde que partieron del Teoculhuacan-Chicomoztoc, lo que nos indica que cumplieron los primeros 52 años del siglo indígena desde su partida. (Cod. Boturini, Op. cit., 5)
m o . c . s t o o p ad s v g r o e l b es . n r a s c o a h u c h e l r u e c d o t. e los w s w o w od ® T La gesta de Huitzilopochtli en el Coatepec, en la lámina 6 del códice Azcatitlan, se aprecia el monte de las serpientes, el templo y al dios patrono por encima, hacia la derecha y entre los templos la frase: Xiuhcoatl oncatemoc “la serpiente de fuego ahí descendió”. La fiesta de Panquetzaliztli “alzamiento de banderas”, recordaba este momento primordial.
El códice Aubin describe al respecto:
“Aquí terminó el primer siglo; y en el cerro Coahualtepec fue encendido el fuego divino del año nuevo dos Acatl”. (Cod. Aubin, Op. cit., 17) Sobre el tiempo que se quedaron en Coatepec, no hay un acuerdo entre las crónicas. El códice Aubin sostiene que su permanencia fue de quince años, pero coincide con el códice Boturini en que en este lugar se verificó el encendido del primer fuego nuevo 219
desde que salieron de Aztlan-Chicomoztoc. Los Anales de Tlatelolco al respecto mencionan:
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“Después de Ocozapan (Ocupipila para Tezozómoc) donde se quedaron cinco años… partieron y se establecieron en Covaotépec, allá levantaron un asiento de piedra y se quedaron cuatro años, allá verificaron su atadura cíclica de años…” (A. de Tlatelolco, 1980, 33) En la Historia de los Mexicanos por sus Pinturas dice:
“Vinieron a otro rancho que llamaron Ocozaza (Ocopipila)… De esta estancia vinieron a un cerro que está antes de Tula que se llama Coatebeque, do estuvieron nueve años…” (H. M. P., Op. cit., 93)
Manuscrito Tovar, foja 89, con la representación del paso de los aztecas por el Coatepec. Es sin duda una representación tardía, probablemente inspirada en un modelo establecido, muy parecida a la representación de Durán, lo que da la idea de que una copió a la otra. El cerro Coatepec, situado en medio del agua, recuerda a Aztlan y anticipa a Tenochtitlan.
En el códice Azcatitlan se dibuja a Huitzilopochtli en lo más alto de un templo que se encuentra en la cumbre del cerro Coatepec, disfrazado de águila con su escudo “chimalli” y una lanza en actitud de guerra. Abajo, en el cuerpo del cerro cuatro serpientes que salen de él y una leyenda en náhuatl que dice:
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Xiuhcoatl oncatemoc “la serpiente de fuego allí descendió”. En la parte de abajo se ve a los Teomamaques cargando a sus espaldas el bulto sagrado de las reliquias del dios, uno de ellos carga un colibrí (Huitzil) que se transformará en guerrero águila en la cumbre del cerro. En la parte superior se ilustran los nueve años que esta crónica sostiene que se quedaron en el Coatepec.
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En el Manuscrito Tovar se muestra al Coatepec rodeado por agua a manera de isla, esta ilustración es copia del Atlas de Durán y es de donde se inspiró la ilustración del códice Ramírez. El prototipo de isla a manera de Tenochtitlan se hace muy claro aquí, donde el dios Huitzilopochtli les quiso mostrar cómo era el lugar semejante que les tenía destinado, al igual que hicieron con el prototipo de Aztlan-isla. El Padre Durán escribe:
“Tomaron el camino hacia la parte de Tula; donde sus dios los guiaba y aportaron a un lugar y cumbre de un cerro que se llama Coatepec...” (Durán, Op. cit., 25) El Padre Durán nos narra cómo los otomíes, que eran los habitantes de la zona, se enojaron por la presencia de los extraños y los mexicas los ignoran, levantan un templo a su dios, obstruyen el cauce de un río y construyen una laguna inundando toda la zona quedando el Coatepec como una isla, esto por orden de su dios y un grupo familiar -el calpulli de los huitznahuac que era dirigido por una mujer llamada Coyolxauh- quiso quedarse en ese lugar para fundar México, el dios se enojó y acabó con ellos, rompieron la represa y abandonaron el lugar. (Durán, Ibíd., 25) Esta tradición es muy parecida a la que presenta Tezozómoc, y el códice Ramírez copia a la vez la narración o la idea anterior en su versión: “Llegados los restantes del real con su caudillo y arca del pueblo que honra se dice Tula, iba la gente bien disminuida por las divisiones que habían hecho, y así, estuvieron allí tiempo rehaciéndose de gente y bastimentos, asentado en un cerro que se dice Cohuatepec, que quiere decir el cerro de las culebras. Puesto allí mandó el ídolo en sus sueños a los sacerdotes que atajasen el agua de un río muy caudaloso que por allí pasaba, para que aquel agua se derramase por todo aquel llano y tomase en medio aquel cerro donde estaban; por que les quería mostrar la semejanza de la tierra y sitio que les había prometido…” (Cod. Ramírez, Op. cit., 26) La crónica dice que así lo hicieron, represaron probablemente al río Tula y en su mito se creó una hermosa laguna llena de peces y alimentos, pero una parte de los migrantes se 221
Comenzamos a ver varias constantes en las narraciones. El Coatepec está cerca de Tula, se crea una laguna artificial para mostrar la semejanza con Tenochtitlan y recrear de forma idílica al lugar y recordando también a la idílica Aztlan. Un grupo desobedece y es manejado por una mujer, los cuales todos son castigados.
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Pero hay una crónica, la Historia de los Mexicanos por sus Pinturas, que nos liga estas historias con la narración mítica y cosmogónica de la lucha de Huitzilopochtli en el Coatepec; menciona a la diosa madre Coatlicue “la de la falda de serpientes”, la diosa vírgen y madre que dará a luz al joven guerrero dios de los aztecas. La crónica dice que una mujer de nombre Coatlicue tomó unas plumas blancas y las puso en su pecho y se embarazó: “Sin ayuntamiento de varón y nació de ella Uchilogos otra vez…“ (H. M. P., Op. cit., 93) Entonces cuatrocientos hombres que hizo el dios Tezcatlipoca la quisieron matar, pero al nacer Huitzilopochtli armado, los acabó y por eso: “En este cerro celebraban la primera fiesta del nacimiento de Uchilogos y de los cuatrocientos hombres que mató…” (H. M. P., Ibíd., 93) Es el trabajo del Padre Fray Bernardo de Sahagún el que expone de manera más clara el mito cosmogónico del culto a Huitzilopochtli. El códice Matritense de forma poética nos narra la lucha entre dioses, los peregrinos no se mencionan, y el Coatepec se convierte en la montaña sagrada exclusiva de los mexicas, mientras que el Teoculhuacan-Chicomoztoc es la montaña sagrada de origen para casi todos los pueblos indígenas, el Coatepec es sagrado para los mexicas y es representado con el Templo Mayor de MéxicoTenochtitlan, donde en la parte Sur de la pirámide se ubicará el dios patrono Huitzilopochtli “el colibrí zurdo o del Sur”, es el Sol que tomará el papel estelar en la lucha, nace de la madre Tierra y lucha en contra de las innumerables estrellas del Sur y en contra de la Luna, la Coyolxauhqui, con su luz diariamente el sol vence a la noche, acaba con las estrellas y apaga a la Luna, es la diaria lucha cósmica que en el cerro de la serpiente se escenifica, el códice lo narra de esta manera: “En Coatepec por el rumbo de Tula había estado viviendo, allí una mujer de nombre Coatlicue. Era madre de los cuatrocientos surianos y de una hermana de éstos de nombre Coyolxauhquí.
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