Amalio Blanco Cinco tradiciones en Ia psicologia social
SEGUNDA EDICION
/$Morata
Colecci6n: SOCIOLOGIA Demos
AMALIO BLANCO ABARCA
Cinco tradiciones en Ia psicologia social Segunda edici6n
EDICIONES MORATA, S. L. Fundada por Javier Morata, Editor, en 1920 c/ Mejia Lequerica, 12 28004 - MADRID
AI pequefio Ruben por su reciente llegada a los azarosos derroteros de mi fugaz tradici6n
Cinco tradiciones en Ia psicologia social por AMALIO BLANCO ABARCA Catedratico de Psicologia Social Universidad Aut6noma Madrid
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Amalio BLANCO ABARCA
Elect o lc e lon
pub Iis ned by Primera edici6n: 1988 Segunda edici6n: 1995
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EDICIONES MORATA, S. L. (1995) Mejfa Lequerica, 12. 28004 - Madrid
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Derechos reservados Deposito Legal: M-38.919-1994 ISBN: 978-84-7112324-4 ISBN eBook: 978-84-7112545-3 Compuesto por: Artedita Printed in Spain - lmpreso en Espana lmprime: Publidisa Dibujo de Ia cubierta: Equipo Taramo
CONTENIDO
Pags. PROLOGO A LAEDICION ESPANOLA, par F. JIMENEZ BURILLO.
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INTRODUCCION: Cinco mascaras para un solo rostro.. . . . . . . .
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CAPITULO PRIMERO: La tradicion grupal.... . . . . . . . . . . • . El imperio coactivo de lo social, 28.- Neokantianos y neodurkheinianos en Ia psicologla social, 35.- La chusma irreflexiva y criminal: Ia psicologia social como psicologia de las masas, 51.La tradici6n angloamericana. el espiritu de grupo, 70.
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CAPITULO II: La tradicion individualista . . . . . . . . . . . . . . . . . El individualismo metodol6gico, 87.- El poder del instinto, 95.EI individuo como unidad de analisis psicosocial, 109.- El recurso a Ia influencia, 130.- El funcionalismo individual, 140.
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CAPITULO Ill: La tradicion institucional . . . . . . . . . . . . . . . . . El hecho psicol6gico del rol, 168.- El transito del impulso a Ia racionalidad, 184.- lnteracci6n simb61ica y Psicologia Social,
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211. CAPITULO IV: La tradicion lewiniana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Los limites del determinismo, 226.- El magisterio de Kurt LEWIN, 235.- El transito hacia el grupo, 250.- Lo relacional, lo interactive y lo psicosocial, 266.
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CAPITULO V: La tradicion historico.
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BIBLIOGRAFIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 322
PROLOGO A LA EDICION ESPANOLA Par Florencio JIMENEZ BUR ILLO Catedrchico de Psicologfa Social, Universidad Complutense de Madrid
Cua/quier persona a/go familiarizada con el entramado de Ia Psicologla Social sabe que son muy escasos -apenas /Iegan a Ia media docena-, desiguales en calidad y no precisamente recientes, los estudios dedicados a/ ami/isis de las bases intelectuales, constituyentes y despues constitutivas -esa es Ia cuesti6n a que fuego se aludira- sobre las que se ha venido levantando e/ andamiaje psicosocio/6gico. Es este el primer y mas inmediato merito del profesor Amalia BLANco: colmar un ingente vaclo bibliografico en un importante aspecto sobre los orfgenes de Ia disciplina. Evidentemente, no es su {mica virtud, porque, en otras circunstancias, serfa necesario elogiar por extenso muchas mas cosas: desde Ia pirandelliana metafora que vertebra e/ texto, hasta su admirable rastreo de un conjunto de autores del area italiana y alemana desconocidos incluso para los mas eruditos investigadores; sin olvidar Ia resoluci6n y honradez inte/ectua/ con que afronta problemas cruciales, etc. Hay en esta obra un aspecto genera/mente descuidado por el coniunto de los psic61ogos sociales, merecedor de especial meditaci6n y que me voy a permitir subrayar. En este libro estan presentes practicamente todos los "c/asicos" de Ia Psicologla Social, esto es, aquellos autores a los que se concede un caracter de contemporaneidad tal, que sus contribuciones son tan vigentes como las de (algunos) autores "vivos". Pues bien, el
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Cinco tradiciones en Ia psicolog ia social
profesor BLANco sostiene -si es que interpreto bien sus afirmaciones- que en Ia Psicologla Social hay un conjunto de principios, a//ende los avatares de su historia y los estragos de las modas, vigentes en Ia actualidad, y que justamente seencuentran en las obras de esos c!asicos a los que cita con tanta generosidad como soltura. La que, con independencia de Ia intenci6n del autor -quien par cierto no explicita aquf su posicion como serfa deseableirremediablemente pone sabre el tapete de nuevo esa cuesti6n fundamental y asimismo "abierta": Ia naturaleza misma de Ia Psicologla Social. Si se aceptan las premisas del profesor BLANCO, es indudable que nos hal/amos ante una de las Geisteswissenschaft, ciencia blanda, no acumulativa, "epistemol6gicamente" empedrada de periclitadas certezas. Cinco Tradiciones en Ia Psicologla Social enriquece superlativa, y "acumulativamente", Ia historia de esta disciplina en nuestro pals; uni(mdose de este modo a otras importantes contribuciones -no todas publicadas- de otros "psic6/ogos socia/es j6venes'~ Verdaderamente, no perdera el tiempo quien lea v_reflexione esta magnifica investigaci6n. F. JiMENEZ 8URILLO Madrid, Octubre de 1988
INTRODUCCION
Cinco mascaras para un solo rostro
Cuando uno se acerca ingenuamente a Ia Psi co log fa social y decide adentrarse en su corta peripecia hist6rica, le asalta de inmediato Ia sensaci6n de encontrarse ante Ia enredada trama de una novela policfaca en Ia que el actor principal es capaz de esconder con maestrla profesional varios personajes igualmente acabados y convincentes bajo una misma mascara. El viejo prematuro que vende bebidas y aperitivos por las calles de Venecia resulta ser el Galileo de los Dia!ogos, el precursor del calculo infinitesimal que, en un momenta dado, adquiere Ia figura de una mujer eterea, traicionada y desengafiada que espera e I "vapporetto" en San Michele. Ala jada en Ia incertidumbre de Ia niebla veneciana, se escinde, se dobla, se desdobla y aparece vistiendo uniforme militar para ser al mismo tiempo envidiada como prima donna de La Fenice, el teatro de Ia opera de Venecia. Ella, Ia pasajera de San Michele, Ia Condesa Sartieri, se escinde para aparecer, fugitiva, en Ia Scuo/a de Santa Marfa della Carita trasmutada en e I maestro Carpaccio. V fetor GoMEZ PrN con Venecia, Ia ciudad y el deseo ha ensayado Ia unificaci6n del arden literario, artfstico, filos6fico y cientffico en un marco urbana, el de Venecia, que, segun sus propias palabras, jamas puede ser reducido a espacio indiferente. Nosotros carecemos ciertamente de ese envidiable marco, pero pretendemos alga parecido, bien que mucho mas modes-
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to: mostrar el personaje que se esconde tras las diversas mascaras con que ha acostumbrado a presentarse en publico Ia Psi co log fa social, un espacio cient ffico que tampoco nos resulta indiferente; un personaje que, tras los ropajes de que se adorna, encierra una cierta dosis de coherencia y unidad. No se nos oculta, sin embargo, que otros, adoptando tambien Ia mascara como soporte didactico, podr fan leg ftimamente sustentar Ia hip6tesis de Ia anarquica diversidad de figuras trayendo una vez mas a colaci6n el manido t6pico de que hay tantas definiciones de Psicolog fa social y en ultimo termino, tantas Psi co log fas sociales como profesionales que Ia practican. Bien mirado, sin embargo, tampoco serfan tantas las maneras en que ha acostumbrado a presentarse, con solidez te6rica y empfrica, esta disciplina. Aqu f se mantiene Ia hip6stesis de que son fundamentalmente cinco las mascaras que ha llegado a utilizar; unas mascaras que, como en Ia mas pura tradici6n escenica, esconden un unico personaje aunque nos presentan de el un perfil diferente. Es como aquellos ciegos del cuento indio que un buen d Ia seenfrentaron a Ia descripci6n de un elefante; uno de ellos le palp6 Ia oreja y a partir de ah f habl6 del paquidermo como si de un gran coj fn se tratara; a quien su azaroso instinto le condujo a Ia pata exclam6: es un tronco de arbo/; quien se top6 con su preciado colmillo no tuvo mas remedio que describirlo en terminos de un cuerno de gigantesco tamafio; quien le toc6 Ia trompa dijo que era un tubo, una definicion muy parecida a Ia que diera el ciego que cogi6 el rabo para quien el elefante era como una cuerda; el ultimo se top6 de bruces con el cuerpo y exclamb: es un muro. Probablemente no es raz6n lo que les falta a los ciegos, (ni tampoco a Floyd ALLPORT, George H. MEAD o Kurt LEWIN cuando se acercan a Ia Psi co log fa social para definirla de una manera no siempre coincidente), sino quiza un poco de humildad para pedir ayuda al ciego de al lado, lucidez para caer en Ia cuenta de intercambiar Ia informacion obtenida y Ia experiencia acumulada a fin de no correr el facil riesgo de confundir el todo con las partes y mezclar los propios deseos con los hechos objetivos. Tampoco han faltado ganas ni empefio; si a titulo de ejemplo hist6rico-didactico quisieramos hacer una significativa demostraci6n, ver famos como Edward A. Ross, recien estrenado el siglo, hablaba de dos maneras de entender Ia Psicologfa social: Ia instintivista encabezada por William McDouGALL y Ia que afios antes habfa propuesto el frances Gabriel TARDE; unas I
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maneras que L. BERNARD, a comienzos de los felices veinte amplfa a tres: a) el estudio de Ia conducta grupal en sus aspectos psicosociales de acuerdo con los modelos desarrollados por los te6ricos de las masas (Scipio SIGHELE, Gustave LE BoN, etc.); b) el estudio del desarrollo del individuo socializado bajo Ia influencia y el dominio de los instintos, de acuerdo con los presupuestos de Ia teor Ia del ingles McDouGALL; c) el estudio del desarrollo del individuo bajo las presiones ambientales y el aprendizaje segun Ia teorfa de CooLEY. Escasamente un ano mas tarde, English BAGBY, al hacer un somero repaso de las I ineas maestras en Ia Psicologfa social de los anos veinte, descubrfa no menos de cuatro maneras de definirla: a)
Ia Psi co log fa social como el estudio de los fen6menos de masa; b) Ia Psicologfa social como el estudio de las reacciones a las personas consideradas como est fmu los; c) el estudio de las reacciones a las situaciones en lasqueestan incluidas otras personas; d) finalmente, el amHisis de los fen6menos y reacciones psico16gicas de cualquier tipo que tienen relaci6n con el bienestar pslquico. lnmediatamente despues Floyd ALLPORT nos depara un panorama francamente desolador y anarquico cuando distingue hasta siete corrientes a las que considera tan diferentes e independientes entre si que hacen pensar en siete Psicologias sociales: a)
Ia escuela de las fuerzas socia/es que concibe los fen6menos sociales como manifestaciones de alguna fuerza homogenea (a manera de instinto) externa al individuo, tal como Ia imitaci6n o Ia sugesti6n; b) las teor ias de Ia mente social segun las cua les los hechos de Ia vida social solo pueden ser explicados acudiendo a Ia existencia de una estructura psicol6gica supra-individual como seria el alma de Ia muchedumbre, Ia mente de grupo u otras semejantes; c) aproximaci6n de las /eyes sociales que se traduce en Ia defensa, al estilo de lo que hiciera en 1926 el polaco Florian ZNANIECKI, de una serie de leyes que definen Ia dimimica
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social, tales como Ia ley de Ia estabilizaci6n, Ia ley de Ia movilizaci6n, Ia ley de Ia inhibici6n con ayuda de las cuales pretende explicar el cQ.mportamiento social; d) muy parecida en su formulaci6n a Ia anterior es Ia perspectiva cultural que, como es facilmente previsible, pone el enfasis en Ia influencia que los modelos, normas y valores culturales ejercen sobre Ia configuraci6n del comportamiento de los hombres; e) Ia teorfa instintivista de McDJuGALL que desciende al sustrato biol6gico; f) las teorfas de Ia socializaci6n, en el polo ant6nimo del anterior, postulan una causaci6n estrictamente social de Ia individualidad y centran en el proceso de aprendizaje social Ia raz6n de ser psicol6gica del individuo; g) Ia aproximaci6n conductual, de Ia que el mismo ALLPORT es su maximo exponente, pretende hacer de Ia Psi co log fa social una Psicolog fa que se ocupe exclusivamente de las reacciones de los sujetos ante los est fmulos sociales. Tras estas denominaciones, escribe ALLPORT (1926, p. 372) con un poco de estudiado dramatismo, se encuentran " ... basicos desacuerdos relacionados con Ia naturaleza de los elemen· tos o unidades de Ia Psicologfa social, metodos de medida, principios de explicacion y leyes eventualmente derivadas de ellos".
En el cap ftulo segundo de su manual, Jacob KANTOR, un autor a quien algun d fa alguien tendra que recuperar para Ia Psicologfa social, se hace eco de un cierto desconcierto al mencionar las muchas y diversas maneras de entender esta disciplina; el, en concreto, destaca ocho; a) Ia Psicologfa social como el estudio de Ia conducta grupal; b) Ia Psicolog fa social como el estudio de los fen6menos de masa; c) Ia Psicologfa social como el estudio de Ia socializaci6n; d) Ia Psi co log fa social como el estudio de los orfgenes mentales y las causas psfquicas de los fen6menos sociales; e) Ia Psicologfa social como el estudio de los fen6menos etnicos; f) Ia Psicolog fa social como el estudio de las fuerzas sociales; g) Ia Psi co log fa social como el estudio de Ia mentalidad colectiva; h) Ia Psicologia social como Ia fisiologfa de Ia conducta compleja.
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Tras llevar a cabo un exhaustivo amilisis de los art fculos publicados en el Journal of Social Psychology durante el aiio 1934, y ante el tan variopinto panorama a que se enfrenta, Kenneth SMOKE no puede por menos de exclamar un poco escandalizado que Ia Psicologfa social, como un reclamo politico, es cualquier cosa para cualquier persona, ya que uno de sus mas sobresalientes rasgos es precisamente Ia llamativa diferencia entre los diversos autores respecto a Ia naturaleza de los problemas psicosociales; en realidad, viene a concluir amargamente el autor, Ia Psi co log Ia social es una masa amorfa de cosas cuyas generalizaciones deben ser consideradas mucho mas como hip6tesis que como leyes, porque " ... los escritos psicosociales son vagos y d1tusos y nos mtorman mas acerca del aut or que sobre el tema que esta tratando; Ia Psicolog ia social necesita un Newton que reorganice y reoriente" (Smoke, 1935, p. 541).
Pero no vamos a entrar en el juego de las pol!~micas definicionales porque no creemos que deba hacerse de su diversidad una cuesti6n de estado en nuestra disciplina ya que muchas de las diferencias resultan manifiestamente artificiales, tan artificiales como una mascara de quita y pon; otras, las mas, nl')s remiten a forzosos imperativos entre cuyos bastidores se definen buena parte de las tareas de Ia producci6n del conocimiento y sobre los que no vamos a entrar por ahora; pero s ( serla bueno dejar ya aclarado desde el comienzo, a modo si se quiere de segunda hip6tesis (sobre ella volveremos una y otra vez), que Ia Psicologla social noes una disciplina cuya raz6n de ser sea primordialmente tematica, no es una ciencia que deba definirse territorialmente a no ser como argumento didactico, como probablemente tampoco lo deban ser el resto de las Ciencias sociales. El DuRKHEIM de Las reg/as del metoda socio/6gico, obra de inevitable referenda para un psic61ogo social, lo expres6 con notable lucidez: "Los hombres no han esperado el advenimiento de Ia ciencia social para formarse ideas sobre el derecho, Ia moral, Ia familia, el Estado, Ia sociedad misma; porque no pod ian pasarse sin ellos para poder vivir". (Durkheim, 1986, p. 45).
Muchos aiios mas tarde, otro inevitable nombre en Ia Psicologla social como es el de Solomon AscH, se manifestaba practicamente en Ia misma direcci6n que el sociol6go frances:
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"La Psicologia social surgi6 despues que Ia historia del pensamiento se hubiera ocupado por largo tiempo de sus problemas, yen sociedades que sustentaban convicciones definidas sabre el caracter humano" (Asch, 1968, p. 10). Y es que las cuestiones a las que hoy d fa se enfrenta esta disciplina no son otras que las que han preocupado al hombre desde el mismo inicio de su vida en sociedad; unas cuestiones, se ha advertido en algun otro momento, que se encuentran en ciertos casos hasta exhaustivamente tratadas en Ia practica totalidad de las legislaciones antiguas. En este sentido, Roger BROWN se ha manifestado con enorme claridad; tras pasar revista a un elenco de temas que hacia 1964 (fecha de publicaci6n de Ia primera edici6n de su conocido manual) constitufan el campo de acci6n de Ia Psicologfa social, escribe: "Por mi parte no puedo encontrar ningun atributo en particular ni ninguna combinaci6n de atributos que distingan claramente los temas de Psicologia social de los temas que permanecen dentro de Ia Psicologia o Ia Linguistica" (Brown, 1974, p. 2). o de Ia Sociolog fa, Ia Antropolog fa y hasta Ia Econom fa y Ia Moral, nos atreverfamos a anadir. Lo que realmente caracteriza a esta disciplina es una manera de hacer, Ia adopci6n de una perspectiva peculiar a Ia hora de enfrentarse a los asuntos de siempre, una actitud y un estilo particulares de instalarse frente a Ia realidad social. Entendemos que lo psicosocial no es un conjunto de datos o un repertorio de hechos nuevos que suceden como consecuencia del maridaje entre el individuo y Ia sociedad, sino una nueva manera de enfrentarse a los datos, temas y preocupaciones de siempre, a aquellos que han interesado al hombre desde el inicio de su peregrinar sobre Ia tierra, a aquellos que estan ya presentes en las tablas de Ia ley. Jeffrey GoLDSTEIN, un no demasiado conocido psic61ogo social, preocupado en algun momento por Ia Psicolog fa del de porte, lo ha expresado con gran claridad: "Lo que COMTE, LEWIN y MEAD tienen en co'mun con ASCH, NEWCOMB, FESTINGER, SCHACHTER, SHERIF y ZAJONC no son temas o t6picos de interes comun, sino un estilo de examinar Ia conducta y un conjunto de objetivos que Ilevan a ese analisis. (. .. ) La Psicologla social es una perspectiva o una filosofia sabre Ia interacci6n humana. Noes actitudes, ni agresi6n, ni siquiera interacci6n, es un proceso, y como tal, no puede girarsobre algo" (Goldstein, 1980, p. x). En este complejo trance a que nos enfrentamos cuando pre-
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tendemos poner un mfnimo de orden en el embrollado mundo de conceptos y definiciones, no parece descabellado adoptar Ia postura de serena indiferencia del aleman Martin IRLE; el se niega rotunda mente a ofrecer una definicion de Psi co log Ia social porque, en su nada desmesurada opinion, ninguna ciencia posee en exclusividad un objeto de estudio o un ambito de investigacion y, sobre todo, porque lo psicosocialmente etiquetado esta sujeto a continuas variaciones y cambios; lo que en el pasado fue, hoy apenas tiene sentido que siga siendo y lo que hoy mueve el interes de los te6ricos y los fondos de investigacion, sufrira tambien el desalmado paso del tiempo; lo que para unos es psicosocialmente relevante y esencial, es para otros, con toda legitimidad, marginal y secundario; en una palabra, concluye IRLE, lo que denominamos Psicologfa social no es mas que un conglomerado mas o menos arbitrario de teor las y estudios emp fricos sobre el comportamiento humano. Algo nos recuerda esta postura a Ia que su compatriota Georg SJMMEL adoptara respecto a Ia Sociolog Ia; a esta el autor berlines le niega un objeto de estudio y le concede Ia categorfa de metoda: "Por cuanto se funda en Ia idea de que el hombre debe ser comprendido como ser social, y en que Ia sociedad es Ia base de todo acontecer hist6rico, no contiene Ia Sociologfa ningun objeto que no este tratado ya en las ciencias existentes, sino que es solo un nuevo camino para todas elias, un metoda cientffico que, justamente por ser aplicable a Ia totalidad de los problemas, no constituye una ciencia por sf. Pero lcual puede ser el objeto propio y nuevo cuya investigaci6n haga de Ia Sociologfa una ciencia independiente con lfmites determinados? Es evidente que, para que quede legitimada como una nueva ciencia, no hace falta descubrir un objeto cuya existencia sea hasta ahara desconocida" (Simmel, 1977, p. 14).
Tampoco Ia Psicologla social tiene un objeto propio y, por consiguiente, parece improcedente hacer descansar sobre tan peregrina, effmero y superficial asunto el entramado de esta obra y, por extension, Ia misma naturaleza de lo psicosocial; dejemos en paz los paclficos molinos de viento ya que no nos faltaran oportunidades de luchar contra verdaderos gigantes. La carga dramatica con que muchas veces se ha vivido este asunto es una logica consecuencia de Ia muy generalizada creencia que reduce Ia naturaleza de Ia Psicologfa social al conjunto de ternas de que se ocupa, es Ia consecuencia de confundir Ia mascara con el actor, Ia sustancia con el accidente, lo adjetivo con lo sustantivo. Podrlamos hacer, ademas,el sencilloejercicio
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de comparar las categorfas definicionales que acabamos de exponer, y nos darfamos cuenta de que es mucho mas el ruido que Ia verdadera anarqu fa definicional; a Ia postre, Ia practica totalidad de los estilos definicionales se encierra dentro de muy pocas tradiciones de pensamiento, de dos si se nos apura: Ia del positivismo-individualismo-mecanicismo y Ia del idealismo-holismo sociol6gico, aque!las que tienen como marco de referenda filos6fico a HuME y a KANT respectivamente. No es este un libra sabre el siempre ambiguo y hasta ocioso objeto de Ia Psi co log fa Social, y tampoco pretende cansar al lector con el interminalbe y aburrido rosario de las definiciones; vamos a hablar de alga que se nos antoja mas sustantivo y menos caprichoso; vamos a hablar de tradiciones, de los modos que historicamente han hecho acto de presencia en Ia Psicolog fa social y que se han llegado a consagrar como nuestro acervo cultural, como nuestra carta fundamental (retomando Ia nocion de Charter de MALINOWSKI), como marco imprescindible para orientarnos en Ia enmarafiada trama actual y poder delimitar con una cierta precision eso que denominamos /o psicosocial, sin pretender ignorar que cada una de estas tradiciones va ir acompafiada de algunos aditamentos, mas o menos adjetivos, que nos hablaran del objeto y aventuraran definiciones concretas. No vamos a hablar, por tanto, ni de objeto ni de historia (alga de esta acabara deslizandose por estas paginas), sino de tradiciones, de aquello que fue y sigue todavfa vigente por encima de Ia fugaz historia y mucho mas alia de Ia simpleza del objeto. Y si de elias hablamos, podr famos hacerlo siguiendo un cierto arden cronologico que nos conducir fa a hablar de una tradicion grupal hija directa y legftima heredera de Ia Psicologfa de los pueblos; de una tradicion enclavada en el individualismo metodologico, continuadora en Ia Psicologfa del empirismo filosofico, aquel contra el que se levantara KANT en Ia Crftica de Ia Raz6n Pura; habrfa una tradicion institucional, heredera de Ia crisis del positivismo cuyo afan se centra en Ia recuperacion de Ia conciencia; podemos hablar con bastante fundamento historico de una autentica tradicion lewiniana, tradicion fugaz para desgracia de Ia propia Psicologfa social, pero de una riqueza teorica y con un soporte experimental desconocido hasta entonces en esta disciplina. Finalmente, se ha incluido una rancia tradicion europea, Ia historico-dialectica, que cada vez parece contar con mas adeptos entre Ia comunidad de psicologos sociales.
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Pero todavla es posible una segunda lectura; retomando una taxonomfa del conocido psic61ogo aleman Hans THOMAE, advertimos por estas tradiciones una perspectiva individualista que se caracteriza por definir Ia Psicologia social como aquella parte de Ia Psi co log Ia que tiene encomendado el estudio del comportamiento individual como producto de fuerzas, deseos o pulsiones instintivas (corriente instintivista), o bien como reacci6n individual a los est fmulos sociales (aproximaci6n conductista). Se corresponderla esta a Ia Psicologfa social taxon6mica del frances Serge Moscov1c1 cuyo centro de interes reside en determinar Ia naturaleza de las variables que pueden dar cuenta de Ia conducta de un individuo confrontado a un estfmulo. Un cierto resabio, a lo que los fil6sofos de Ia ciencia han denominado holismo sociol6gico resulta visible en aquellas tradiciones que, aun siendo en algun caso proclives al individualismo (perspectiva institucional) parecen poseer una entidad suficienternente diferenciada, sobre todo si atendemos al origen de Ia influencia y de Ia relaci6n. Se corresponderla esta manera, quiza no tan manifiestamente como Ia anterior, con Ia Psicologfa social diferencial de Moscovtcl, en tanto que esta se preocupa por el problema de las relaciones entre el individuo y Ia sociedad en general. Pero hay un clasico bloque definicional especialmente ajustado a esta segunda categorla, Ia aproximaci6n grupal (teorlas de Ia mente de grupo, del alma de Ia muchedumbre, etc.) donde Ia Psicologfa social aparece como Ia encargada del estudio de las entidades psfquicas supra-individuales o simplemente de los fen6menos grupales en cuanto tales. Si bien es cierto que estas dos categorfas definicionales ocupan una buena parte de Ia Psi co log fa social, no lo es menos que no son las unicas y para algunos'ni siquiera serfan las mas importantes; de tal suerte ha parecido pertinente introducir una tercera categorfa que de cuenta expresa de Ia aproxirnaci6n lewiniana, una propuesta muy acorde con Ia definicion sistematica en Ia terminologfa de Moscovtcl, a aquella que centra su interes " ... en los fen6menos globales que resultan de Ia interdependencia de diversos sujetos en su relaci6n con un ambiente comun, ffsico o social". (Moscovici, 1972, p. 52).
La tradici6n hist6rico-dialectica no suele ser muy frecuente en las monograffas al uso y carece, en el ambito concreto de nuestra disciplina, de Ia solera que gozan las anteriores. Conta-
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mos con ella porque esta presidida por un espiritu que se adecua bastante a esa manera de entender Ia Psicolog ia social como un estilo, una actitud, un modo de estar frente a Ia multiple realidad, como un metoda (como lo que es precisamente Ia dialectica); otra cosa sera lo que seamos capaces de hacer con el. Todas estas tradiciones, a modo de tercera hip6tesis, se nos antoja agruparlas, no sin dificultad, en dos grandes categorfas; las hay que han cifrado Ia distintividad de Ia Psicologia social precisamente en el objeto de estudio, en Ia particularidad de los asuntos de que se ocupa relegando a un plano ciertamente secundario Ia elaboraci6n de conceptos y teorfas propias, y limitandose a traducirlas de otras disciplinas o ciencias mas o menos afines. Este ser fa el caso de Ia tradici6n individualista mas dura y pertinaz y de una parte de las tradiciones grupal e institucional. Pero se puede optar por Ia unidad de objeto (despreciar el objeto como definitorio de nuestra disciplina) y procurar asentar lo psicosocial sabre Ia elaboraci6n de una perspectiva te6rica y metodol6gica ciertamente diferenciada; este serfa el caso de Ia tradici6n lewiniana, de alguna de las propuestas centrales de George H. MEAD y del espiritu (no tanto de Ia letra) de Ia tradici6n hist6rico-dialectica. Y estas son, a Ia postre, las que consideramos tradiciones psicosociales, es decir: 1. Modos de enfrentarse a Ia concepcion de nuestra disciplina que disponen de un respaldo consensuado, bien nacido a resultas de Ia relevancia hist6rica (serfa el caso del austrfaco Gustav A. LiNDNER,del frances Gabriel TARDE odel norteamericano Charles ELLWOOD) o como consecuencia de Ia indiscutible relevancia de Ia teor fa (el caso de George H. MEAD o del aleman Kurt LEWIN). Uno podra estar de acuerdo o no con Ia definicion de Ia conducta social como reacci6n a los estfmulos sociales, se pod ran matizar algunos extremos de Ia teor fa de Ia identidad social de MEAD o considerara excesivamente ingenua y voluntariosa Ia filosoffa galileana de Kurt LEWIN, pero nadie podra negar que estamos donde debemos estar (alrededor de Ia Psicologfa social) y que los tres tuvieron como meta y prop6sito primordial hacer (e hicieron) aportaciones decisivas, unas mas parciales que otras, a esta disciplina, unas aportaciones que, desde luego, no han hecho ni FREUD, ni SKINNER, ni DURKHEIM, ni PoPPER por mucho que las teor fas y conceptos emanados de estos autores puedan ser de utilidad (con muchas mas precau-
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ciones de las que norma Imente se han tornado) para Ia Psi co log fa social. 2. Son propuestas de aproximaci6n al comportamiento humano nacidas al amparo de Ia propia Psicolog Ia social, surgidas a ra lz de Ia preocupaci6n sobre Ia naturaleza y estatus de nuestra disciplina, llamese esta Psicologla social, Psicologfa de los pueblos, Psicologla de las masas, lnterpsicologla, Sociologfa psicol6gica, etc. Se trata de una condici6n estricta pero necesaria a fin de no vernos abocados al caprichoso abismo de poder definir como psicosocial todo aquello que se haya interesado por el comportamiento social o todo aquello que buenamente se nos antoje como tal, porque habra quien considere tradici6n psicosocial de primer orden Ia teorfa de Ia libido de FREUD y otro Ia lucha de clases de MARX; un tercero abogara por Ia diahktica hegeliana, a otro le llamara especialmente Ia atenci6n el concepto de Virtu de MAOUIAVELO; y, con Ia misma raz6n, podr !amos decir que Ia crisis de Ia doctrina teocratica medieval o Ia hip6tesis de Ia causaci6n climatica de MoNTESOUIEU son teorlas psicosociales, y as! sucesiva, injustificada e indefinidarnente hasta llegar a ZoLA, PRousT, DICKENS y GARdA MARQUEZ. La Psicologla social no existi6 cuando quiso, sino cuando pudo y esto no empez6 a ocurrir hasta bien pasada Ia primera mitad del XIX. 3. Se trata, ademas, de propuestas que tienen Ia clara intenci6n de ofrecernos un modelo global del comportamiento e incluso hacer precisiones sobre Ia propia naturaleza humana; no nos bastan los conceptos mas o menos aislados por mucho que se hayan mostrado utiles y hasta prol lficos en nuestra disciplina, ya que entrarlamos en una dinamica parecida a Ia que hemas asistido hace un momenta. 4. Todas elias, de una u otra manera, han ocupado lugares preeminentes en Ia Psicolog fa social; si exceptuamos Ia version dura de Ia tradici6n grupal y el recurso al instinto, el resto siguen manteniendo una pujanza y una vigencia actual ampliamente contrastada a Ia que, en algunos casos, acompafia un nada despreciable aparato emp !rico. Y esta va a ser Ia pauta que gufe los pr6ximos capftulos, un esquema no muy original, por cierto, pero que puede servir de alguna utilidad al aprendiz de psic61ogo social, a aquella persona ingenua que se acerque por primera vez a los arcanos de esta disciplina, como sin duda de utilidad habrfa podido ser
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cualquier otro guion que hubieramos seguido. Tiene esta monograffa, par, tanto, una clara vocaci6n didactica yen el fonda no es mas que Ia respuesta a Ia necesidad de ofrecer a nuestros estudiantes una gufa acorde con Ia programaci6n de que es objeto Ia Psicologfa social en nuestros planes docentes. La forma obedece tambien a este motivo central, si bien no (.mica. De ahf el afan par los clasicos, el nada disimulado esfuerzo par hacerles hablar directamente, sin intermediaries ni interlocutores interesados; Ia raz6n es alga mas que simple: para saber lo que han dicho Kurt LEWIN, George H. MEAD, Floyd ALLPORT, Muzafer SHERIF o William McDouGALL no hay mejor soluci6n que acudir directamente a elias, decir lo que estos pensadores expresaban y no tanto lo que otros han entendido o han interpretado que dijeron; no nos importa hasta abusar de las citas textuales si estas provienen de quienes entendemos que fueron y siguen siendo los autenticos maestros de Ia Psicologfa social (y no FREUD o SKINNER, como alegre e injustificadamente defiende James ScHELLENBERG), porque hace tiempo que abrigarrios Ia convicci6n de que, en el capitulo que se enfrenta a Ia naturaleza de esta disciplina, se han dicho pocas casas de interes desde aquellos heroicos tiempos en que nuestros mayores se vieron obligados a luchar denodadamente par su independencia; par hacer una estimaci6n mas arriesgada, nos da Ia impresi6n de que, si exceptuamos algunas apreciaciones de Ia tradici6n hist6rico-dialectica, el capitulo respecto a Ia concepcion de lo psicosocial qued6 practicamente listo para Ia historia a partir de Ia publicaci6n del Handbook en 1954, precisamente con Ia definicion que Gordon ALLPORT propane. Han estado, sin duda, los psic61ogos sociales mucho mas interesados en Ia investigaci6n, en Ia acumulaci6n de datos, en Ia corroboraci6n empfrica que en Ia pura reflexi6n te6rica sabre Ia naturaleza de Ia disciplina. No todos encontraran lo que buscan en estas paginas a pesar de los comentarios y finas observaciones recibidas de colegas y amigos (Jose Miguel FERNANDEZ DoLs, Jose Antonio CoRRAUZA, Paco MoRALEs); nose alarme el lector, nosotros tampoco lo encontramos. Y hara bien en echar de menos una detenida menci6n a Ia metodologla; nosotros tambien estamos convencidos de que hubiera arrojado indiscutible luz sabre diversos extremos y tampoco son de gran relevancia las excusas que podfamos aducir, salvo recurrir a t6picos tan convincentes como ajenos al trabajo cientffico. Lo que aquf se expresa no tiene ya
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mucho que ver con Ia primera intenci6n y mucho nos tememos que se parezca muy poco a lo que podrfa resultar de iniciar de nuevo Ia aventura de escribirlo (que el cielo nos proteja de tal desdicha); no obstante hay casas respecto a Ia Psicologfa social que el autor de estas paginas se las sigue tomando en serio y las ha incorporado a su manera de instalarse en el mundo como autenticas convicciones. Hay una respecto al tema que nos va a ocupar que reza Ia Psicologfa social, como el Ser segim Arist6teles, sera una, pero se dice de muchas maneras; si el lector lee esta obra hasta su fin, entendeni hasta que punta nos identificamos con este aserto y probablemente comprendera que, de haber sido nuestro, nos hubieramos ahorrado todos este libra. El unico consuelo es que Ia feliz definicion no ha sido obra de un norteamericano de nombre irrepetible, sino de JiMENEZ BuRILLO, un manchego bastante Iucido en los asuntos de Ia vida y tambien en este de Ia Psicologfa social.
CAPITULO PAlMERO
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De vez en cuando, los medias de comunicacion de esta sociedad culta, opulenta y civilizada nos sorprenden con noticias que nos retrotraen a Ia epoca de las cavernas. La television nos ha mostrado con frecuencia escenas sobrecogedoras de personas cuyas vidas han sido pasta del anonimato y del furor de Ia masa; Ia tarde-noche del 29 de mayo de 1985, par ejemplo, los aficionados al futbol asistimos, entre Ia impavidez y Ia incredulidad, a un espectaculo salida de las mas atavicas entrafias de nuestra naturaleza y de las mas celebradas cualidades de Ia sociedad moderna y desarrollada; el espectaculo lo oficio en el estadio Heyse·! de Bruselas una masa irreflexiva, espontanea y exaltada que, como una deidad primitiva, se cobro Ia vida de 39 personas. Los aficionados al cine recuerdan sin duda a Spencer Tracy acorralado par una chusma desalmada e iracunda que solo consiente en dispersarse una vez asegurado el que, a Ia postre, resulto ser el castigo de un inocente, alga de lo que Ia mayorfa estaba convencida, y guardaran sin duda en su memoria las estremecedoras escenas de Ia publica lapidacion de Dolores del Rio e Irene Papas en otras dos conocidas peliculas. lY que decir de Ia histeria colectiva de las grandes rnanifestaciones religiosas o deportivas, de Ia irracionalidad de aquellas masas que acaban convirtiendo Ia reivindicacion en vergonzosos atropellos a Ia libertad o de las repetidas veces denunciada anulacion de Ia personalidad que utilizan los nuevas movimientos pseudo-religiosos?
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afirmaciones macrosc6picas a partir de las microsc6picas. Las !eyes de composici6n nos suministran las premisas empiricas a partir de las cuales se realiza Ia deducci6n" (Brodbeck, 1958, p, 18).
Son Leyes: a) que tratan de establecer una conex1on emp mea entre los atributos y el comportamiento del individuo y los atributos y el comportamiento del grupo; b) intentan explicar e incluso predecir el comportamiento del individuo dentro del grupo y c) logicamente describen al grupo en unos te!rminos rara vez aplicables a los individuos, en esos terminos que nos posibilitan las leyes de composicion. En este sentido, comenta BRODBECK . de los grupos podemos decir que son cohesivos, alga que seria improcedente atribuir a los individuos; Ia cohesion hace referencia a una congregacion de individuos que mantienen una determinada modalidad de relaciones interpersonales; podrfamos afirmar, asimismo, que los individuos ambiciosos sentin3n una especial predileccion y se encontran3n mas a gusto en grupos estratificados que les ofrezcan posibilidades de liderazgo; el psicologo social seria capaz de anticipar Ia reaccion conformista de un sujeto en una situacion de presion grupal y no se recatarfa en afirmar que Ia cohesion grupal deja sentir su influencia sabre Ia productividad o sabre el tipo de decisiones que adopten los individuos dentro del grupo, por mencionar solo algunos ejemplos. Se trata de una idea que, matizada casi siempre hacia Ia vertiente mas extrema, ha venido contando con augustos valedores en el ambito de las Ciencias sociales, con unos valedores para quienes el hombre, lo que es y lo que hace viene a resultar el producto de Ia actividad que desempena en el proceso de produccion (MARx l, de las normas e imposiciones sociales (DuRKHEIM l. de los papeles socialmente definidos que tiene que ejecutar en su vida cotidiana (DAHRENDORF l o de los patrones y modelos culturales de comportam1ento. Es Ia imagen de un homo sociologicus que tantos adeptos congrega entre los sociologos y una de cuyas formulaciones, probablemente mas extremas a lc.· ·vez que mas conocidas, se debe al insigne frances Emile DuRKHEIM, un pensador a caballo de dos
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como determinante exclusivo de Ia voluntad ni como principia de moralidad; frente a Ia inclinacion se alza el deber; frente al principia de Ia felicidad, el de Ia moral; frente a Ia empiria, Ia razon; frente albien a sf mismo, el bien supremo. En FtcHTE las entidades pol fticas del Estado y de Ia nacion y en HEGEL Ia entidad metaffsica del Espiritu Objetivo cuya realizacion suprema se da precisamente en el Estado, se convierte en Ia razon pol ftica, social y psicologica del individuo. Aquel se erige en regente supremo de los asuntos humanos y de ellos solo ha de dar cuenta ante Dios, postula el FteHTE de los Discursos a Ia naci6n a!emana; expresado en otros terminos, el espfritu subjetivo (Einze!geist) solo adquiere _sentido en relacion con un Espiritu Objetivo que se materializa en rasgos, caracterfsticas, disposiciones y hasta manifestaciones psicologicas propias de pueblos, naciones y comunidades, el Volksgeist que, a su vez, no es sino un eslabon, un momenta, un grado de un espfritu eternamente universal, el We/tgeist. Espiritu individual-espfritu publico; conciencia individual-conciencia social; representaciones individuales-representaciones colectivas; alma individual-alma del pueblo. He aqu f un dualismo que va a cam pear de una manera especialmente soberana por los primeros tiempos de Ia Psicolog fa social como un marco de referencia pnkticamente indiscutible. Eizenlgeist y Volksgeist son los conceptos entre los que se dirime esa prematura Psicologfa social que es Ia Psicologfa de los pueblos de Moritz lAZARus y Hermann STEINTHAL: junto a una Psicologfa que legftimamente se ocupa del estudio del individuo considerado de forma aislada, de Ia dinamica de sus ideas y representaciones, urge poner las bases de una psicolog fa de Ia sociedad que atienda a las ideas, representaciones y actividades que se derivan del intercambio psfquico entre los individuos, que se ocupe de Ia vida historica de los pueblos desde una perspectiva psicologica. Es Ia herencia hegeliana directamente tamizada por John Friedrich HERBART a quien, en estricta justicia, hemos de considerar como marco primordial de referencia de esta primera tradicion psicosocial. De el merece Ia pena retener por qhora tres reflexiones de extraordinaria importancia para Ia epoca en que fueron defendidas (primera mitad del XIX): a) el individuo aisladamente considerado es una pura abstrac-
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cion, es una simple entelequia; este solo tiene existencia real dentro de Ia comunidad; b) consiguientemente, Ia Psicologla debe ampliar su campo de investigacion al estudio del individuo dentro de Ia sociedad, al estudio de sus relaciones e interacciones mutuas. En una palabra, se hace necesaria una Psicologfa de las relaciones entre los individuos, de las leyes que las gu fan y de los productos que de elias se derivan, una Psycho/ogie der in der Gesellschaft wirksame Kriifte (Psicologla de las fuerzas que actuan en Ia sociedad) si el lector nos permite Ia licencia idiom
El i11 •perio coactivo de lo social A buen seguro que no se le habra ocultado al avispado lector que, tomadas en sentido literal, alguna de estas propuestas abandonan definitivamente al individuo a Ia suerte de Ia comunidad, pueblo, nacion; lo someten al muchas veces caprichoso imperio de estructuras sociales, pol fticas o psicologicas supraindividuales. Es uno de los riesgos que se corre cuando se intenta llevar hasta sus ultimas consecuencias esa hipotesis tan sensata como imprescindible de que el ente biologico-animal se convierte en persona solo como consecuencia de su pertenencia y participacion en el mundo social; y hasta las ultimas consecuencias ha llevado sin duda este hecho el idealismo aleman profundamente transido de ese misticismo romantico que aboga por una deuda insuperable del individuo respecto a Ia sociedad, pol ftica, social y psicologicamente hablando, y por Ia existencia de un alma social de Ia que participan en forma conjunta los miembros de una comunidad, pueblo o nacion; es uno de los riesgos del sujeto transcendental kantiano. Es este un supuesto del que los mismos filosofos de Ia cien-
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siglos que opta claramente por el idealismo en Ia teorfa y por el positivismo en el metodo; a HERBART este mismo debate le condujo anos antes a adoptar posturas cad a vez mas cr fticas respecto a Ia filosoffa idealista de sus amigos y coetaneos RcHTE. &HELLING 0 HEGEL. Emile DuRKHEIM. un jud fo frances con apellido aleman (lo que alguno de sus enemigos aprovech6 para acusarlo, ya al final de su vida, de agente aleman durante Ia primera guerra mundial) dedic6 lo mas florido de su no muy prolongada existencia (muri6 a los 58 afios) a Ia ardua tarea de darle un metodo y un cuerpo a Ia Sociologfa; un metodo que satisfaciera Ia rigurosidad de Ia investigaci6n cientffica y que dejara definitivamente de lado Ia diletancia, el misticismo y el oscurantismo que tan facil acomodo habfan encontrado hasta entonces en esta ciencia, un metodo basado en Ia observaci6n, medici6n y cuantificaci6n de los hechos y de las realidades sociales, de lo que aquellos tienen de objetivo, de exterior y de independiente respecto a los individuos. Notable alumno de Ia prestigiosa y distinguida Ecole Normale Superieure en Ia que comparti6 aventuras y desventuras con Henri BERGSON (con quien mas tarde partirfa las diferencias al convertirse BERGSON en un impenitente crftico del positivismo) DuRKHEIM se convierte, segun sus bi6grafos, en un hombre de imponente presencia, con un cierto air terrible, austero y trabajador infatigable que impone sin escrupulos su ley en Ia Sorbona y, por extension, un cierto imperialismo sociol6gico en el orden academico frances. Para escapar a su influencia, escribe uno de sus estudiantes, habfa un solo camino: evitar sus clases y su contacto; era un elocuente orador con una contrastada capacidad de convicci6n, entre otras razones, porque era un espfritu imperioso y muy seguro de sf mismo. En una palabra -cuenta otro antiguo alumno de Ia extraordinaria biograffa de LuKEs- en el habfa un algo de ap6stol cuya fe en lo que dec fa no pod fa por me nos de entusiasmar a Ia audiencia; por eso despert6 tan incondicionales amores como injustas aversiones. Su vida y su obra fueron lo suficientemente publicas como para pasar desapercibidas. Sin duda una de sus mas hondas y constantes convicciones te6ricas, especialmente a partir de su vuelta de Alemania, fue Ia sumisi6n del individuo a Ia sociedad; Ia supremacfa de lo colectivo frente a lo individual es una idea que recorre, practicamente sin fisuras, Ia totalidad de su obra con el firme pro-
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cia han querido dar cuenta bajo Ia rubrica del holismo socio16gico y holismo metaflsico, de claras connotaciones historicistas y contrapuesto al individualismo metodologico del que se hablara en el proximo capitulo. Ha sido May BRODBECK quien, en el transcurso de Ia poh~mica que Ia enfrentara con J. W. WATKINS a proposito de estos asuntos filosoficos, nos ha ofrecido Ia mas acabada vision de esta postura: "Se denomina holismo porque sus proponentes generalmente mantienen que hay unos asf llamados todos, entidades grupales que poseen caracterfsticas propias. La propiedad del todo se dice que emerge de las propiedades de sus partes. La tesis de que existen tales propiedades se denomina emergentismo. Filos6ficamente, Ia suposici6n holista de que existen propiedades grupales por encima de los individuos que conforman el grupo que definen sus propiedades y las relaciones entre los individuos, se opone al empiricismo (... ) Culturalmente, el holismo es ciertamente hostil al individualismo liberal de Ia tradici6n occidental" (Brodbeck, 1958, p. 3).
De acuerdo con esta terminante propuesta, tres se nos antojan los rasgos distintivos del holismo sociologico: a) en primer Iugar, Ia ratificacion de Ia existencia de entidades totales, de fenomenos supraindividuales de una notable tradicion y prosapia en el contexto de las Ciencias sodales. Categorfas tales como capitalismo, mercantilismo, guerra fda, inflacion, depresion economica, lucha de clases, cohesion, moral de grupo, etc., son ejemplos de conceptos holistas cuya naturaleza parece superar con creces Ia simple tendencia estad fstica; b) dichas entidades tienen algunas propiedades singulares y realmente distintas de las que poseen los elementos o piezas que las componen; en algunos casos se trata de rasgos que emergen, como algo verdaderamente novedoso, de Ia relacion y combinacion de esos elementos. Justamente esta va a ser Ia batalla que van a librar, ya dentro de Ia tradici6n psicosocial, Kurt LEWIN, Solomon AscH y Muzafer SHERIF, tres de sus mas ilustres nombres: Ia idea de que Ia relaci6n produce una serie de efectos dificilmente imput;:tbles a los elementos aislados. En efecto, comenta May BRODBECK, Ia cohesion, Ia estratificaci6n, Ia estabilidad, Ia unanimidad, el pensamiento grupal, cabria afladir por nuestra parte, suelen ser caracteristicas emergentes casi exclusivamente
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aplicables a los grupos y, a Ia postre, vienen a resultar tan indispensables para muchas areas de las Ciencias sociales (creemos que muy especialmente para Ia Psicologfa social) como resultan los conceptos cl fnicos para el psic61ogo; c) dichas propiedades emergentes, (esto resulta tan imprescindible para el holismo como poh~mico y criticable para el individualismo) tienen Ia propiedad de definir las relaciones entre los individuos dentro del grupo, lo mismo que Ia lucha de clases o el desempleo condicionan las relaciones de los individuos en el marco de Ia sociedad. Probablemente nadie, ni siquiera los mas recalcitrantes individualistas, rechacen Ia existencia de atributos grupales, y a nadie le resultara extrafio oir que hay grupos mas eficientes, mas poderosos, mas cohesivos 0 mas productivos que otros, "EI asunto controvertido, o uno de ellos, es si son o no atributos indefinidos o indefinibles; es decir, si hay atributos grupales no definibles en terminos de Ia conducta de los individuos que lo componen, en terminos de las relaciones entre ellos o en ambos terminos" (Brodbeck, 1958, p, 2).
El problema, asf planteado, adquiere connotaciones abiertamente lim ftrofes con Ia teorfa del conocimiento: les posible alcanzar un conocimiento adecuado de Ia sociedad a partir de variables grupales? lEs posible aproximarse al estudio del comportamiento individual a partir de leyes macrosc6picas de naturaleza grupal? lHay algo tal como un Estado o una Universidad por encima de los individuos que Ia componen que posea atributos propios? La respuesta a todas estas cuestiones Ia da BRODBECK con Ia ayuda de un constructo te6rico al que denomina /eyes de composici6n, conjunto de principios explicativos derivados del que ya parece incuestionable hecho de que Ia combinaci6n y Ia relaci6n dentro de un todo produce efectos distintivos no reducibles a las propiedades o disposiciones de sus piezas o elementos. Se trata de leyes que contienen variables grupales, leyes macrosc6picas derivadas de supuestos microsc6picos_ "Las !eyes de composici6n relatan lo que ocurre cuando varias situaciones elementales se combinan de determinadas maneras. Esas situaciones combinadas son los complejos macrosc6picos a los que se refieren los terminos grupales. Las definiciones de los terminos grupales nos dotan de un lenguaje comun necesario para poder derivar
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p6sito de dejar claramente establecida Ia incuestionable dependencia de lo psicol6gico-individual respecto a Ia sociedad. Es esta una regia de oro para el soci61ogo frances que en algun momenta de Las Reg/as del Metoda Socio/6gico, originalmente publicadas en 1895, llega a explicar en los siguientes terminos: "La causa determinante de un hecho social debe buscarse entre los hechos sociales antecedentes y no entre los estados de Ia conciencia individual" (Durkheim, 1986, p, 120).
porque Ia vida individual, habfa escrito un par de anos antes en De Ia division del trabajo social, tiene ~u origen en Ia vida colectiva; Ia superioridad de Ia sociedad sobre el individuo es una superioridad intelectual, moral y psico16gica. La sociedad es, pues, algo mas, algo muy distinto y algo claramente anterior al propio individuo. La asociaci6n y fusion de individuos en sociedad da Iugar a una realidad nueva (hip6tesis holista) a Ia que son asimismo peculiares nuevas formas de ser y de actuar, nuevas maneras de ver el mundo que acaban imponiendose y anulando las propias de cada individuo: Agregandose, penetrandose, fusionandose, las almas individuales dan nacimiento a un ser psfquico, si se quiere, pero que constituye una individualidad psfquica de un genero nuevo. Es entonces en Ia naturaleza de esta individualidad, no en Ia de las unidades componenetes, donde hay que ir a buscar las causas pr6ximas y determinantes de los hechos que se producen en ella. El grupo piensa, siente, obra de un modo completamente distinto que sus miembros, si estos estuvieran aislados. Entonces si se parte de estos ultimos, no se podra comprender nada de lo que pasa en el grupo (... ) Por consiguiente, todas las veces que un fen6meno social es explicado directamente por un fen6meno psfquico, se puede asegurar que Ia explicaci6n es falsa. (Durkheim, 1986, p. 116).
No sabemos si acabara siendo convincente para el lector de esta posmodernidad transida de individualismo esta postura tan cercana al determinismo social; convincente o no, nadie podra acusarla de ambigua o imprecisa. Se trata, no obstante, de una postura en Ia que se deja traslucir con claridad Ia imborrable huella que dejaran sobre el alumna de Ia Escuela Normal Superior los escritos del neokantiano RENOUVJER a
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quien DuRKH ElM llama en algun momento maestro. Es este un dato que nos ayuda sobremanera a entender Ia favorable acogida que encontr6 en el esp fritu positivista de este jud fo alsaciano Ia doctrina neo-idealista alemana del Volksgeist y de Ia Volksseele (existencia de un espfritu, alma, estructura psicologica propia de pueblos, razas, comunidades e incluso sociedades de Ia que participaban los individuos; de entidades psfquicas supra-individuales) con Ia que el frances tuvo Ia oportunidad de familiarizarse durante su estancia en Alemania a lo largo del curso academico 1885-86. La visita a Alemania, comenta Steven LuKES en su obligada biograffa, resultar fa a Ia postre trascendental para Ia consolidacion de sus concepciones teoricas; a partir de entonces paso a considerar Ia conciencia colectiva como un fenomeno exterior, autonomo e independiente de las conciencias individuales. Los hechos sociales poseen (no podia ser de otra manera) Ia misma existencia real, independiente y primaria que Ia sociedad; se trata de casas externas al individuo tan reales como los propios hechos f fsicos: "Y, sin embargo, los fen6menos sociales son cosas y se les debe tratar como tales. Para demostrar esta proposici6n no es necesario filosofar sobre su naturaleza, ni discutir las analogfas que presentan con los fen6menos de los reinos inferiores. Basta comprobar que son el unico datum ofrecido al soci61ogo. En efecto, se entiende por cosa todo lo que es dado, todo io que se ofrece, 0, mas bien, todo lo que se impone a Ia observaci6n (... ) Los fen6menos sociales presentan indiscutiblemente este caracter". (Durkheim, 1986, p. 53).
Estos datos objetivos que se nos ofrecen a Ia observaci6n, presentan Ia particularidad de una existencia objetiva que acaba imponiendose al individuo, como se le imponen los hechos y acontecimientos de su mundo ffsico, por Ia via de Ia coacci6n que acaba erigiendose asf en el rasgo central de los hechos sociales, de manera que "consisten en formas de obrar, pensar y sentir, exteriores al individuo y estan dotados de un poder de coacci6n en virtud del cual se le imponen". (Durkheim, 1986, p, 35).
Pero si hay algo que nos flame especialmente Ia atenci6n en este momento es Ia vision del sujeto que esta latiendo en esta hipotesis extrema del holismo socio16gico. Y aqu I DuRKHElM sigue siendo tan polemico como franco e incluso rotundo en sus afirmaciones. AI individuo solo lo podemos explicar por
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referencia a Ia vida colectiva, a Ia naturaleza de Ia sociedad, a las caracterfsticas de los grupos sociales de los que participa. En £/ Suicidio, obra de un todavfa joven y prometedor especialista en Ciencias Sociales de Ia Facultad de Letras de Burdeos, se nos ofrece probablemente el mas clarificador ejemplo de como una decision tan personal, tan Intima y tan privada solo es posible entenderla en su justa medida atendiendo a razones de arden exclusivamente social. Permita el lector una cita tan larga como clarificadora de esta postura, advirtiendole de antemano que el suicidio, propiamente dicho, solo nos interesa como simple pretexto aclaratorio del holismo sociologico: "De todos estos hechos resulta que Ia cifra social de los suicidios no se explica mas que sociol6gicamente. Es Ia constituci6n moral de Ia sociedad Ia que fija en cada instante el contingente de las muertes voluntarias. Existe, pues, para cada pueblo una fuerza colectiva, de una energia determinada, que impulsa a los hombres a matarse. Los actos que el paciente !leva a cabo y que, a primera vista, parecen expresar tan solo su temperamento personal, son, en realidad, Ia consecuencia y prolongaci6n de un estado social que ellos manifiestan exteriormente. No es una metafora decir que cada sociedad humana tiene para el suicidio una aptitud mas o menos pronunciada; Ia expresi6n se funda en Ia naturaleza de las cosas. Gada grupo social tiene realmente por este acto una inclinaci6n colectiva que le es propia y de Ia que proceden las inclinaciones individuates, de ningun modo nace de estas (... ) Son esas tendencias de Ia colectividad las que, penetr mdo en los individuos, los impulsan a matarse." (Durkheim, 1928, p, 326).
Resu Ita real mente fuerte Ia postura de este gran pont ffice del pensamiento social; leyendo este y otros pasajes de sus obras, uno se imagina a Ia sociedad como un dios todopoderoso y omnipresente, mas venerado que amado, adusto e inflexible, cuyos sicarios velan celosa, y no siempre pacientemente, por Ia sumision y Ia obediencia de los ciudadanos. A veces, como una deidad primitiva, caprichosa y cruel parece incluso que necesita el sacrificio de los propios seres humanos.
Neokantianos y neodurkheinianos en Ia psicologia social Ya lo hemos dicho con anterioridad: fue un neokantiano, John Friedrich HERBART, quien hizo Ia traduccion del idea-
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lismo filosofico a Ia Psicologfa, logicamente a una Psicologfa de sentidas connotaciones sociales porIa misma naturaleza de los presupuestos morales y politicos sabre los ·que se instala esta corriente filosofica. Para el filosofo de Leipzig no puede caber duda alguna de que el hombre solo, aislado, desasido del hecho de Ia sociedad, socialmente destroncado es una entelequia solo apropiada para Ia creacion poetica. Y lo dijo clara y contundentemente en su Psychologie als Wissenschaft publicada nada menos que en 1825; lo escribio, no como una opinion entremezclada en el farrago de los dos volumenes de que consta Ia obra, sino en Ia primera pagina, como punta de partida, como hipotesis irrenunciable: "EI individuo no es nada fuera de Ia sociedad. No se conoce al individuo completamente aislado; sabemos que le faltarla Ia humanidad. No comprenderemos completamente al individuo mientras lo sigamos considerando como una parte de Ia humanidad; lo reconoceremos mejor cuando miremos su figura agigantada en el Estado, en Ia naci6n" (Cit. en Anger, 1965, p, 637).
Y si ello es asf, van a argumentar lAZARl s y SrEINTHAL en un amplio articulo que da a aconocer las razones y cometidos de Ia Psicologia de los Pueblos, resulta mas que necesario que entre las ciencias del espiritu haya alguna, distinta de Ia Psicologfa individual, que se ocupe de Ia vida pslquica de los pueblos, de aquellas fuerzas que actuan hasta llegar a crear unos modos y actitudes psiquicas comunes a los miembros que pertenecen a una misma comunidad, pueblo o naci6n, hasta configurar un autentico espiritu-alma comun, el Vo/ksgeist. "Nuestra disciplina tiene que crearse -junto a Ia ciencia de Ia psique individual- como ensefianza de los elementos y leyes que rigen Ia vida pslquica de los pueblos" (Lazarus y Steinthal, 1860, p, 7).
Estos elementos, van a puntualizar, son fundamentalmente tres; el primero, y el que mejor refleja el alma de un pueblo, es el lenguaje (Hermann STEINTHAL fue un prestigioso linguista que escribi6 notables ensayos sobre Ia relaci6n entre pensamiento y lenguaje, una relaci6n que tanto ha dado de sf en Ia Psicologfa), despues las costumbres en el vestir, en Ia alimentaci6n, en Ia crianza, etc., y finalmente Ia religion. Las leyes y principios no son otros que los que ha explicitado Ia Psicolo-
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g fa individual cuando se ha enfrentado al estudio del alma individual. La mismo que en las Ciencias naturales se han desarrollado disciplinas preocupadas par Ia historia de Ia naturaleza (Botanica, Zoologfa, etc.) junto a otras que nos intentan desvelar sus arcanos, en las Ciencias del espfritu se echa de menos justamente esa materia que se ocupe de los aspectos hist6ricos de Ia humanidad, y esa no deberfa ser otra que Ia Psicologfa de los pueblos: "Asf como Ia biograffa de los individuos y personalidades particulares se apoya en las leyes de Ia Psicologfa individual, asf Ia historia, es decir, Ia biograffa de Ia humanidad tiene su fundamento racional en Ia Psicologfa de los pueblos" (Lazarus y Steinthal, 1860, p, 19).
La Psicologia de los pueblos es una especie de historia psicol6gica de Ia humanidad cuyo objetivo se centra en describir como son los esp fritus, las mentes, las almas de los diferentes pueblos, razas y comunidades y encontrar las leyes que estan regulando las manifestaciones concretas de los diversos Vo/ksgeist, es decir, de aquello que convierte Ia diversidad en comunidad, de aquello que hace de varios individuos un solo pueblo. aquello que configura un modo arm6nico de hacer, de pensar e instalarse frente al mundo. Mas concretamente, esta biograf fa psico16gica de Ia humanidad posee a modo de dos partes y tareas fundamentales:
a) Ia primera se ocupa del Volksgeist propiamente dicho, de su naturaleza, de su origen y desarrollo, de sus elementos constitutivos; se trata de una parte general dedicada, ya Ia podemos imaginar, al estudio del lenguaje, los mitos y las costumbres; b) junto a este, un segundo y mas concreto capitulo estarfa decidado a los espfritus de los diferentes pueblos, al estudio de los distintos Volksgeister, a Ia descripci6n y caracterizaci6n de Ia biograffa psicol6gica de distintos pueblos, razas y naciones. "En consecuencia, podrfamos denominar a Ia primera parte Psicologfa etnol6gica y polftica, a Ia segunda Etnologfa psfquica y a Ia totalidad Psicologfa de los pueblos" (Lazarus y Steinthal, 1860, p, 27).
Aunque no es este el asunto que nos preocupa porque no
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estamos haciendo una historia de Ia Psicologfa social, resulta casi obligada Ia referencia a WuNDT, una referencia especialmente significada en el contexto de este capitulo por cuanto el psic6Jogo aleman confiesa preferir el nombre de Psicologfa de los pueblos al de Psicolog fa de Ia colectividad (normal mente asociado a sociedades cultas) y al de Psicologfa social (algo que le trae a Ia mente el molesto recuerdo de Ia Sociologfa, escribe), lo que sencillamente quiere decir que para WuNoT Ia Psicologfa social es una Psicologfa de los pueblos, y esto noses muy util en este momento. Ambas pertenecen y forman parte de Ia Psicologfa; no son, como LAZARus y STEINTHAL propugnaban, disciplinas independientes e. incluso contrapuestas a Ia Psicologfa individual, sino parte de ella, y esto lo repite WuNDT desde el primer momento: "La Psicologia de los pueblos es una parte de Ia Psicologia general, y sus resultados brindan conclusiones multiples para Ia Psicologia in-· dividual, porque el lenguaje, los mitos y las costumbres; como testigos del alma comun, nos ofrecen un material del que es posible extraer conclusiones para Ia vida espiritual de los individuos. Asl, por ejemplo, los fen6menos del lenguaje que de suyo deben ser considerados como una creaci6n del alma comun, pueden arrojar luz sobre las regularidades psicol6gicas del pensamiento individual" (Wundt, 1888, p, 21).
Carece, pues, de senti do contraponer Ia Psicolog fa de los pueblos (o Psicologfa social) a Ia Psicologfa individual ya que en las dos el cometido central tiene que ver con regularidades de procesos psicol6gicos, en un caso individuales y en el otro de procesos colectivos. En efecto, Ia Psicolog fa de los pueblos tiene que ver " ... con cuestiones espirituales que resultan de Ia vida hum ana en comun y que no pueden ser explicadas unicamente por las propiedades de Ia conciencia individual, pues suponen Ia influencia reclproca de muchos" (Wundt, 1926, p. 3);
y ha de hacerlo, y en esto se muestra tambien el psic6Jogo de Leipzig muy firme, atendiendo a su evoluci6n, a su desarrollo hist6rico, a los cambios que han ido sufriendo estos asuntos espirituales a lo largo de Ia vida de un pueblo. La Psicolog fa de los pueblos, va a decir en un trabajo de 1917, es una Psicologfa de Ia evoluci6n hist6rica dellenguaje, del arte, de los mi-
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tos, de Ia religion, de las costumbres, etc.; es una parte de Ia Psicologfa del desarrollo par Ia sencilla razon de que Ia evolucion psicologica del nino guarda estrechos paralelismos con el desarrollo de los pueblos. Hay otra manera de entender Ia Psicolog fa de los pueblos, una manera transversal que da Iugar a un estudio comparado de los pueblos. Ahara bien, donde el pensamiento de HERBART comienza a convertirse, al menos nominalmente, en psicosocial es en Ia obra del austrfaco Gustav Adolf l.JNDNER /deen zur Psychologie der Gesellschaft als Grundlage der Socialwissenschaft (" Ideas para una Psicolog fa de Ia sociedad como fundamento de Ia Ciencia social") dentro de Ia que incluye un apartado con un titulo que haria las delicias de los interaccionistas simbolicos: Die Gessellschaft als vorstellendes Wesen. Grunzilge der Socialpsychologie ("La sociedad como ente simbolico. Principios de Psi co log fa social"). En este apartado (y con una cierta profusion} va desentrafiando algunas hipotesis previsibles: a) par encima del individuo se encuentra, no solo social sino
psicologicamente hablando, Ia sociedad; b) a partir de esta realidad resulta inutil cualquier aproximacion al estudio del individuo que pase par alto Ia caracterfstica central de su existencia; c) consiguientemente, se hace necesaria una disciplina que se ocupe de un importante conjunto de hechos que se producen como consecuencia del intercambio psfquico entre los individuos y sabre los que, entre otras, se asienta, par ejemplo, Ia existencia de Ia sociedad; esta disciplina es precisamente Ia Psicolog fa social que, utilizando sus propias palabras " ... trata de Ia descripci6n y esclarecimiento de los hechos que se derivan de los intercambios pslquicos de los individuos sabre los que se apoya toda Ia vida pslquica de una sociedad. Esta no existe sin individuos; su vida pslquica no puede ser otra cosa que aquella que se desprenda de cada uno de sus miembros, de donde se deduce que los principios de Ia Psicologla social deben ser tornados de las ensenanzas de Ia Psicologla individual" (Lindner, 1871, p, 14).
Dos ideas, entre otras, merecen nuestra atencion par el momenta; Ia primera es un resabio hegeliano y una reproduccion de Ia distinci6n que Ia Psicolog fa de los pueblos estaba estableciendo entre el alma individual y el alma del pueblo: existe una
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vida psfquica social a partir de Ia cual se conforma un espiritu publico (Offentliches Geist), una conciencia publica que impregna, se expande y se infiltra en los espfritus y conciencias particulares hasta confundirse con el: "EI individuo no distingue su conciencia privada de Ia publica pues mientras el cree tener representaciones propias, en realidad solo percibe las cosas y las relaciones con los ojos de Ia sociedad: mientras cree poder juzgar por sus propios medios, es el espfritu publico quien lo hace por el; cree ser original cuando en todo su sistema de pensamiento a menudo no existe un movimiento idiosincrasico con fuerza creadora. De esta manera Ia conciencia publica realza al individuo al poner a su disposici6n todo el tesoro de Ia vida colectiva sin coartar Ia libertad individual de su vida pslquica." (Lindner, 1871, p. 101 ).
La segunda de las ideas es especialmente deudora del maestro HERBA RT: Ia tarea de Ia Psicolog fa social se citra en descubrir las leyes y mecanismos que definen Ia existencia y dinamica de Ia conciencia sociaL Como quiera que Ia Psicologfa social es ante todo Psicologfa, estas leyes y mecanismos son los mismos que rigen para Ia conciencia individual; en realidad, entre Ia conciencia individual y Ia conciencia social hay unas analog fas, siete para concretar mas, que son las que j ustifican Ia necesidad de Ia propia Psicologfa social: 1. Tanto Ia conciencia social como Ia individual estan compuestas por una multiplicidad de determinaciones internas que podemos denominar representaciones, cuyo intercambio constituye Ia vida interna del individuo ode Ia sociedad. 2. Se trata muchas veces de estados contrapuestos. Pensemos, por ejemplo, en las imagenes de las personalidades sociales que se proyectan al exterior de Ia conciencia publica. 3. Estos estados internos se configuran de acuerdo con las representaciones de Ia conciencia individual y entre elias se origina una interacci6n continua. En Ia sociedad, por su parte, nada queda aislado; cada individuo recibe influencias procedentes de los estados internos de los otros y, a su vez, proyecta ese estado despues de haberle dado una forma individual aunque sea de una manera muy modesta. 4. El espfritu individual y el Estado poseen un sistema externo de organizaci6n que sirve de soporte para Ia interacci6n de los estados internos. En el individuo es el sistema nervioso y el muscular; en el Estado son los medios de comunicaci6n
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petida con motivo del rol, que volvera a hacer acto de presencia cuando hablemos de MARx y que posee el inconfundible sello del reduccionismo socio16gico. "En una palabra, se aperciban o no de ella, los individuos reciben como Ia marca de fabrica de las diferentes formas sociales" (Bougie, 1923, p, 38).
Pero hay algoa lo que Ia Sociologfa no da respuesta: a las razones y peripecias hist6ricas de las formas sociales; tampoco lo hace Ia Historia; ni una ni otra .se ocupan de asuntos tales como Ia Psicologfa de los hechos hist6ricos, Ia historia psico16gica de los pueblos, el esplritu publico (!'esprit public, literal traducci6n del objetives Geist de HEGEL. y hermano del Offentliches Geist del austrfaco LINDNER l. De todo ello se ha de ocupar precisamente Ia Psicologfa social, solo puede ocuparse realmente una-Psicologfa social, porque resulta a todas luces improcedente, explica BouGLE en Les Sciences Sociales en Allemagne, acudir a razones psicol6gico-individuales para dar cuenta de los hechos hist6ricos, ya que estos son fruto de acciones colectivas, de empresas grupales; en ese sentido. "Se hace necesario (... ) pasar de Ia filosoffa del yo (moi) a Ia filasofia del nosotros (nous). y constituir una Psicologt'a social cuyas !eyes clarifiquen Ia historia de los pueblos Ia biograft'a de Ia humanidad, como las !eyes de Ia Psicologfa individual esclarecen Ia biograft'a del individuo" (Bougie, 1896, p, 20).
Lo que hace Ia Psicolog fa individual es real mente un mero artificio cientffico porque el·individuo, psicol6gicamente hablando, no tiene sentido fuera de Ia sociedad, porque sus pensamientos, sentimientos y acciones nos remiten indefectiblemente a las formas sociales que se constituyen a partir del contacto entre ellos, porque el esp fritu publico se encuentra siempre presente en las conciencias individuales. Es practicamente el mismo razonamiento que se hace Raoul DE LA GRASSERIE, bastante menos durkheiniano, a Ia hora de justificar Ia necesidad de una psychologie sociologique que se ocupe del estudio de los caracteres particulares de pueblos y naciones: lo mismo que hay una Psicolog fa individual que se ocupa de las piezas (ensambles) que existen en un individuo,
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de masas tanto ffsica (red de carreteras) como psfquica (lenguaje). 5. El intercambio de las situaciones internas se produce, tanto en el individuo como en Ia sociedad, unas veces como consecuencia de Ia colaboraci6n, otras como resultado de los obst
una definicion ciertamente hermanada con rancias tradiciones psicosociales; unas, anteriores al propio SoLTEN BERG (Ia de LINDNERl; otras, posteriores a el, nos remiten al mismisimo MEAD. A Ia segunda parte de Ia Tesis, publicada pasados los avatares de Ia Primera Guerra Mundial, le da el nombre de Psicosociologfa o estudio del alma del grupo (Seelgrupplehre); en ella se alinea con las doctrinas psicosociales de ELLWOOD y Ross (a quienes cita constantemente) para aplicar los principios de Ia Psicologfa al estudio de los fen6menos psfquicos de naturaleza grupal, al estudio de Ia conciencia social, de Ia decisiva influencia que sobre el desarrollo y modificaci6n de Ia conciencia ejerce Ia vida en comun, Ia vida en sociedad. Se trata de una Psicologfa sociol6gica interesada en las manifestaciones psfquicas en cuanto estan condicionadas por procesos o acontecimientos grupales, r.m cuanto poseen un condicionamiento
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"Hay tambien una Psi co log fa social, poco importa que uno sea or· ganicista o no, que es Ia Psicologfa de los elementos de una sociedad, sea esta un ser superior e independiente o simplemente una funci6n humana" (de Ia Grasserie, 1912, p, 162).
En realidad, nuestra disciplina formarfa parte de las diversas Psicologlas como ciencia de las correspondientes agregados: a) hay una Psicolog Ia individual o psico-idiologfa centrada en los caracteres, aetas y productos de los individuos; b) hay una Psicolog Ia colectiva o psychoplethologie dedicada al estudio de aquellos fenomenos que se desprenden de Ia sugestion recfproca y colectiva, en el sentido que le conceden los psicologos de las masas, de los que hablaremos en el proximo apartado; c) final mente, existe una Psicolog Ia social o psico-sociolog Ia que tiene como sustrato propiamente a Ia sociedad, un agregado que presenta condiciones claras de coordinacion, jerarqu Ia, subordinacion y diversas formas de organizaci6n. Dentro de ella cabe todavla distinguir una Psicologfa social aceta/a que estudia los caracteres de un pueblo o de una raza; se trata de una Psicolog Ia etnica que en nada se distingue de Ia Psicologfa de los pueblos; junto a ella, DE LA GRASSERIE distingue una Psico-sociologia cefalica que se interesa por Ia influencia que sabre el caracter y Ia personalidad indi~ vidual van ejerciendo las distintas organizaciones y unidades sociales, de las mas simples (Ia familia, Ia comuna, Ia provincia) a las mas complejas (el Estado, Ia Confederacion).
A DRAGHicEsco, un rumano afincado en Francia, le gusta mas el nombre de Sociologla pisoco/6gica para referirse a esa Psicologla, distinta de Ia individual, interesada por Ia fenomenologla de Ia conciencia y por como esta encuentra causa y razon suficiente en Ia estructura de Ia sociedad o, si se prefiere, en Ia propia evolucion historica, en Ia colectividad, en Ia vida en comun. "La conciencia y sus diferentes formas no son mas que Ia fiel expresion de las relaciones interindividuales. Por consiguiente, toda Ia fenomenologfa de Ia conciencia encuentra su causa suficiente en Ia estructura interior de Ia sociedad, en las formas de esas relaciones interindividuales (... ) Hablando con propiedad, el alma del individuo es el reflejo de las relaciones que mantiene con sus semejantes" (Ora· ghicesco, 1904a, p, 257-258);
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de masas tanto ffsica (red de carreteras) como psfquica (lenguaje). 5. El intercambio de las situaciones internas se produce, tanto en el individuo como en Ia sociedad, unas veces como consecuencia de Ia colaboraci6n, otras como resultado de los obst
una definicion ciertamente hermanada con rancias tradiciones psicosociales; unas, anteriores al propio SoLTEN BERG (Ia de LINDNERl; otras, posteriores a el, nos remiten al mismisimo MEAD. A Ia segunda parte de Ia Tesis, publicada pasados los avatares de Ia Primera Guerra Mundial, le da el nombre de Psicosociologfa o estudio del alma del grupo (Seelgrupplehre); en ella se alinea con las doctrinas psicosociales de ELLWOOD y Ross (a quienes cita constantemente) para aplicar los principios de Ia Psicologfa al estudio de los fen6menos psfquicos de naturaleza grupal, al estudio de Ia conciencia social, de Ia decisiva influencia que sobre el desarrollo y modificaci6n de Ia conciencia ejerce Ia vida en comun, Ia vida en sociedad. Se trata de una Psicologfa sociol6gica interesada en las manifestaciones psfquicas en cuanto estan condicionadas por procesos o acontecimientos grupales, r.m cuanto poseen un condicionamiento
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Todo un programa que deberia estar en disposicion de dar respuesta a las siguientes cuestiones, matiza el psicologo de Heidelberg: a) como tienen Iugar las relaciones entre los individuos; b) en que fuerzas se originan, se mantienen y cambian dichas relaciones; c) que productos resultan de Ia vida social que configuran Ia fisonomfa de su vida psfquica; d) que nuevos hechos psfquicos sociales afloran; e) que nuevos hechos psfquicos individuales resultan en los individuos que viven e interactuan conjuntamente.
A Ia sombra del maestro DuRKH ElM. es decir, instalada dentro de los supuestos del idealismo filosofico y provista de algunas de las mas sabrosas hipotesis del holismo sociologico, hace su aparicion en Ia agitada Francia finisecular una corriente psicosocial algo olvidada en los anales de Ia historia oficial. Capitanea el grupo Celestin BouGLE, un colaborador del Anm§e Socio/ogique con claras veleidades neokantianas (comme if faut) y perfectarnente acorde, por tanto, con los aires que dominaban Ia epoca, unos aires que hacian de Ia conciencia un puro y simple reflejo de Ia vida social. En una de sus primeras obras, Qu'est-ce que Ia Socio/ogie?, publicada a finales del XIX (aqu f utilizamos una edicion, Ia 6a para ser mas exactos, de 1923), maneja Ia hipotesis que hemos vista en el DuRKHEIM de Las Reg/as del Metoda Socio/6gico: Ia mera yuxtaposicion de individuos es razon mas que suficiente para Ia constitucion de una sociedad, pero son las relaciones y el contacto entre ellos lo que da Iugar a las formas socia/es, lo que produce y origina Ia emergencia de fenomenos nuevas, diffcilmente explicables a partir de los elementos separados; estos constituyen Ia verdadera esencia de Ia sociedad y el objeto por excelencia de Ia Sociolog fa. Esas formas sociales actuan como fenomenos constantes, consolidados y superiores definiendo Ia naturaleza de Ia vida social y, de su mano, Ia del comportamiento individual. Elias acaban ejerciendo una especie de presion social que se abate sabre nuestras almas, llega a decir en un momenta, y nos las va moldeando. La gente es como es, piensa como piensa, siente como siente y actua como actua de acuerdo con lo que es socialmente, de acuerdo con Ia funcion que ocupa dentro de una estructura social, una hipotesis que veremos re-
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una hip6tesis que alguien podrfa ver hermanada con Ia Psicologfa inter-mental de TARDE y, par consiguiente, un poco alejada de Ia version mas extrema del determinismo social. DRAGHICEsco se mueve ciertamente en un terreno bastante mas ambiguo que BoUGLE 0 LA GRASSERIE, pero su libra Du role de l'individu dans le determinisme social, publicado tambien en 1904, nos ofrece algunas claves para Ia historia; dos nos valen par el momenta. Junto a una nada disimulada crftica al positivismo bajo Ia excusa de que Ia Sociologfa no puede imitar a las ciencias positivas, par ejemplo Ia F fsica, sin degradar los fen6menos sociales, se sigue mostrando ferviente partidario de que Ia sociedad es una condici6n indispensable, una condici6n esencial para Ia conciencia; Ia vida biologica resulta tambien importante, pero en un segundo termino, en un nivel secundario. Vida social, vida biologica y conciencia acaban unidas por unos apretados vfnculos; esta requiere del organismo, pero solo puede tener desarrollo dentro de Ia sociedad; Ia mera existencia biologica no va acompanada de conciencia. Cuando los individuos, los organismos fisiologicos se congregan, se asocian, se unen, forman un producto original que penetra en todas y cada una de las partes del cuerpo social y da Iugar a Ia conciencia como fenomeno de origen social y de naturaleza supra-individual. La conciencia es, pues, el resultado de formas superiores de vida, de modelos avanzados de sociedad, de formas complejas de asociacion, de maneras simbolicas de comunicaci6n, organizaci6n social y convivencia; solo tiene existencia en ese contexto y como resultado directo de el, de ah f que resulte improcedente atribuir a los animales inferiores forma alguna de conciencia; a formas rudimentarias de sociedad, dice en lo que es una clara concesi6n a DuRKHEIM, corresponden formas rudimentarias de vida y formas primitivas de conciencia; Ia complejidad de Ia conciencia humana es un reflejo directo de Ia complejidad de Ia organizaci6n social (las formas elementales de vida carecen de conciencia); en una palabra, Ia conciencia tiene una condicion esencial, Ia sociedad y una condici6n secundaria, Ia vida biologica, y si se nos apura, parece decir el autor rumano, no serfa excesivamente complicado comprobar que " ... Ia sociedad es Ia condicion no solo esencial, sino, en cierto sentido, (mica de Ia conciencia ya que esta contiene ya una condici6n secunda ria que es Ia vida biologica" ( Draghicesco, 1904b, p. 131).
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Una reflexi6n que con el escaso correr de los tiempos se convertira en el vertice de teorfas de tanta solera como las de George H. MEAD y Lev VvGoTSKI quienes coincidiran, sin apenas matices, con Ia idea de este rumano franc6fono. De ello hablaremos en capitulos subsiguientes, pero permitasenos Ia anticipaci6n de alguna de las hip6tesis mas relevantes de Ia mano del psic61ogo ruso: "mientras las funciones psicofisio16gicas elementales no cambiaron en el proceso del desarrollo hist6rico, las funciones superiores (el pensamiento verbal, Ia memoria 16gica, Ia formaci6n de conceptos, Ia atenci6n voluntaria, Ia voluntad y otros) sufrieron un cambia profunda y multilateral" (Vygotski, 1987, p, 37).
Y es una reflexi6n que nos recuerda a Ia hip6tesis bio-social de los fen6menos psfquicos que otro ruso, este neo-positivista, Eugene Valentinovitch DE RosERTY defendiera en Le Psychisme social, una teor fa sobre Ia moral con parecidas resonancias a las que le hemos atribuido a algunas de las hip6tesis emanadas de Ia Psicolog fa de los pueblos. La antropofagia, Ia esclavitud, Ia monogamia, el regimen feudal, etc., son algunas manifestaciones del psiquismo colectivo; es decir, " ... todas estas casas son grupos, conexiones de ideas y de sentimientos, entidades bio-sociales. Un hecho bio-social es necesariamente un compuesto, una amalgama de propiedades y de acciones mecanicas, fisicas, qu {micas, vitales, psicofisicas y sociales. Propiedades y acciones indisolublemente ligadas entre sf" (de Roberty, 1897, p,59).
El mundo de Ia conciencia se aparta definitivamente del mundo ffsico (crftica al positivismo) y del mundo organico (crftica mas matizada al organicismo), se eleva por encima de Ia primitiva simplicidad de ambos hacia las esferas brumosas de Ia realidad social; solo allf es posible Ia vida del espfritu: "A priori se puede decir que Ia conciencia es independiente de sus condiciones fisiol6gicas de Ia misma manera que Ia vida que se manifiesta en Ia celula es independiente de las sustancias qulmicas que Ia componen. Lo mismo que Ia vida no depende de estos cuerpos qulmicos, Ia conciencia no depende directamente de ninguna de las condiciones Hsicas. Ella es original, nueva, irreductible a Ia materia bruta" (Draghicesco, 1904, p, 129).
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Con relaci6n a Ia vida organica o al mundo f lsico, Ia conciencia es un mero accidente, con relaci6n a Ia sociedad resulta un efecto necesario. Pero lque es realmente Ia conciencia? Es Ia capacidad de reconocernos a nosotros mismos como algo relativamente perrnanente, como algo dotado de unidad, sentido y coherencia, como algo que tiene continuidad; ahora bien, y aqu f entramos ya en otra de las tradiciones mas densas dentro de Ia Psicologfa social, reconocimiento, continuidad, unidad y permanencia es algo que se origina en el transcurso de las relaciones con nuestros sernejantes; el conocimiento de nosotros mismos depende de Ia existencia de gente a nuestro alrededor. " ... si nosotros nos reconocemos a nosotros mismos es que otros nos reconocen e incluso nos fuerzan a veces a reconocernos; lo que explica Ia posibilidad de reconocerse, Ia continuidad o Ia identidad de nuestra personalidad, es el hecho preciso de que existe a nuestro alre· dedor un grupo de semejantes que nos conocen y nos consideran siempre como si fueramos los mismos" (Draghicesco, 1904b, p, 182).
La inestabilidad social, los cambios sociales bruscos suelen ir frecuentemente acompanados de una desintegraci6n de Ia conciencia que acostumbra a materializarse en el incremento de Ia criminalidad, del suicidio, de Ia locura. Es sin duda una concesi6n al concepto durkheiniano de anomia: Ia inestabilidad causada por un desastre econ6mico, los trastornos subsiguientes al divorcio y Ia conmoci6n que produce Ia desaparici6n de Ia pareja son otras tantas razones para el suicidio; Ia anomia econ6mica, Ia anomia domestica y Ia anomia conyugal pueblan nuestras estad fsticas de actos de esta naturaleza por lo que tienen de inestabilidad, de desequilibrio, de rotura y trastorno de unas formas de organizaci6n y de actividad social de las que irremediablemente pende el individuo. Fue George Herbert MEAD quien hizo Ia revision de esta obra en el Psychological Bulletin en unos terminos especialmente criticos respecto a Ia hip6tesis de Ia irreductibilidad de Ia conciencia a Ia vida organica o al mundo material; para el norteamericano, defensor impenitente (lo veremos con mas detalle en el tercer capitulo) del origen social de Ia conciencia: a) resulta inadecuado prescindir de los procesos organicos ya que algunos de ellos, el gesto vocal por ejemplo, van a reve-
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larse como imprescindibles en el transcurso de Ia elaboraci6n social de Ia misma; b) Ia diferencia entre los objetos sociales y los objetos f lsicos no se dirime en los mismos terminos extremes que en DRAGHICEsco; para MEAD Ia diferencia reside en que "Los objetos ffsicos son simplemente objetos de percepci6n, mientras que las otras personas (objetos sociales) son sujetos perceptores al tiempo que objetos percibidos. La pregunta es si esa diferencia tiene algun significado para el proceso cognitivo. Yo sospecho que es el sentimiento de esa diferencia el que subyace a Ia idea de este autor de que Ia conciencia social se encuentra en un plano mas alto que Ia conciencia ffsica y que es aquella Ia que nos proporciona el mecanis· mode Ia cognici6n" (Mead, 1905, p, 403);
c) finalmente, el self siempre se nos revela como un self empfrico, como un constructe tan real como un objeto ffsico y no como esa entidad borrosa alejada de lo ffsico y de lo organico y tan peligrosamente cercana a lo epifenomenico. Es mucho lo que encierran cada una de estas aportaciones y a partir de elias se podrfa esbozar una parte nada despreciable de Ia teorfa psicosocial, pero no puede ser este el motivo de nuestro comentario; lo que par ahara nos interesa es resaltar Ia hio6tesis que supedita Ia conciencia individual y, par tanto, Ia estructura psicol6gica del individuo a formas colectivas de conciencia, a Ia existencia de unas categorfas psfquicas de cankter supra-individual de las que normalmente se supone que se deberla ocupar Ia Psicologfa social habida cuenta del fuerte sesgo individualista que hab fa tornado Ia Psicologia y Ia escasa preocupaci6n y sensibilidad par los fen6menos psfquicos que mostraba Ia Sociologfa. Y con ser importante dicha hip6tesis, lo que llama poderosamente Ia atenci6n es Ia estructura psicol6gica y el corolario que Ia acompafia: el estudio de las manifestaciones psicol6gicas de caracter individual y colectivo requiere de una nueva aproximaci6n te6rica, llamese Psi co log fa de las fuerzas que actuan en Ia sociedad, Psicolog fa de los pueblos, Psicolog fa social, Sociolog fa psicol6gica o Psicologfa sociol6gica; lode menos es el nombre, lo importante fue el descubrimiento de las limitaciones, Ia coincidencia en Ia crftica y el descontento con Ia Psicolog fa individual y con Ia Socia log fa. En el plano hist6rico esta ha podido ser su gran contribuci6n.
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Hay en estos autores un forzoso resabio filos6fico idealista; pero, junto a esto, hay tambien un declarado y generalizado empeno en Ia utilizaci6n de una variada y fertil gama de los que VYGOTSKI llama conceptos intermedios imprescindibles para una Psi co log Ia cientlfica. Recurre el insigne psic61ogo a ellos cuando habla, con Ia lucidez que le caracteriz6, de Ia i mperiosa necesidad que toda ciencia tiene de crear sus propias teorlas desde dentro, de Ia improcedencia de Ia generalizaci6n, de lo aventurado que resulta importar conceptos y metodos desde fuera. "Es necesaria Ia metodologfa, es decir, un sistema de conceptos intermedios, concretos, adaptados a Ia escala de conceptos de Ia ciencia en cuesti6n",
escribe VYGOTSKI en E/ significado hist6rico de Ia Crisis en Psicologfa que pronto hara su aparici6n en castellano para disfrute de muchos y preocupacion de algunos. Lo hace para prevenir contra Ia torpeza de querer aplicar directamente el marxismo a Ia Psicolog Ia sin Ia c;:reaci6n de conceptos y teorlas intermedias que traten de descubrir Ia esencia de los fen6menos que pretendemos estudiar y que se acomoden en lo posible a ellos; nosotros lo traemos a colaci6n porque, ademas del marxismo, puede haber (veremos que efectivamente hay) otras traducciones conceptuales y metodol6gicas igualmente impropias para Ia Psicolog fa social. No parece ser este precisamente el caso de muchos de estos autores ya que conceptos tales como intercambio psfquico, esp fritu publico, conciencia social o publica, influencia reef proca. vida psfquica social, suelen hacer acto de presencia muchas veces directa y expresamente ligados con Ia Psicologfa social (algo que probablemente no convendrfa pasar por alto), y sirven para dar cuenta, por una parte, de las formas sociales; por otra, hacen su aparici6n como causantes de esas cualidades y caracterfsticas emergentes distintas de las que poseen a titulo particular los individuos concretos, de rasgos nuevas supraindividuales de naturaleza psfquica que definen e incluso condicionan las acciones, pensamientos y sentimientos de los propios sujetos; unos rasgos, finalmente, de los que se deberla ocupar Ia Psicologfa social. No son, Ia mayorfa de ellos, conceptos exportados desde fuera, sino expllcitamente empleados para dar cuenta, desde una Psicologfa de marcado talante social, de Ia actividad del individuo. El comportamiento del grupo que
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lapida a Marfa Candelaria (es el titulo de Ia pelfcula mexicana que protagoniza Dolores del R fo) obedece a las 6rdenes de rasgos psfquicos que se han ido erigiendo como resultado del intercambio entre los individuos, de unas fuerzas psfquicas grupales que envuelven y aun dominan el comportamiento individual; muchas de esas fuerzas poseen un cankter clara mente cultural, las hemos ido incorporando como miembros de un sistema socio-cultural concreto; otras suelen ser mas contextuales y nos remiten a Ia ya man ida hip6tesis de caracteres emergentes como fruto de Ia interacci6n. Noes mucho lo quese precisa profundizar en estos autores para tener Ia seguridad de que su mas o menos afortunada aparici6n por los dominios de Ia naciente Psicolog fa social se debe a una profunda (por ahara no importa si adecuada o no) convicci6n respecto al comportamiento de los individuos, respecto a su estructura psicol6gica y aun respecto a Ia propia naturaleza humana, una convicci6n que les condujo a renunciar, abiertamente en unos casas y criticar en otros, a Ia P~:icolog fa y a Ia Sociolog fa.
La chusma irreflexiva y criminal: La psicologia social como psicologia de las masas Una renuncia y una crftica que se muestra bastante mas benigna en otro conjunto de pensadores de Ia epoca, de aquella en Ia que Ia expresi6n que nos sirve de t ftulo acostumbraba ser una denominaci6n asidua que no ven fa sino a reflejar alguna de las mas s61idas convicciones de aquellos no tan lejanos tiempos, finales del xtx y principios del xx. Se trata, por lo demas, de una denominaci6n realmente esperada porque Ia Psicologfa de los pueblos Ia anduvo rondando desde sus primeros pasos; los cimientos te6ricos y las justificaciones filos6ficas estaban ya consolidadas (algo de ello hemos vista) y pasar del alma de los pueblos al alma de Ia muchedumbre fue una cuestl6n de tiempo, de poco por cierto, porque desde sus mismos inicios Ia Psicolog fa de los pueblos se fue desmembrando en una serie de intereses, cinco dice Carlo S3ANZINI en una vieja monograffa; uno de ellos es precisamente Ia Psicolog fa de las masas que muy pronto lleg6 a conseguir plena reconocimiento academico. Viene a coincidir, ademas, este interes por las manifestaciones psicol6gicas de Ia masa con los comienzos de ese movi-
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miento filos6fico que se fragua en Ia ultima dlkada del XIX y que declara enemigo mortal al positivismo. Se trata de un movimiento que abandera el fil6sofo frances Henri BERGSON y que cuenta con Ia inestimable ayuda de Edmund HussERL, Wilhelm DILTHEY, Sigmund FREUD, Vilfredo PAREDO, Max WEBER, entre otros; una corriente que tiene como objeto central, con los matices pertinentes, arrancar a las Ciencias sociales de las garras del positivismo y devolverlas al mundo del espiritu del que nunca debieron salir, Ia instauraci6n de un empirismo idealista esquivo al empirismo positivista. El intuicionismo de BERGSON, Ia reducci6n fenomenol6gica de HussERL, el inconsciente freudiano, Ia raz6n hist6rica de DILTHEY y aun Ia Sociologfa comprensiva de Max WEBER son otras tantas denominaciones para indicar que los hechos del espiritu son hechos vivenciados, comprendidos, sentidos en lo mas profundo y personal de Ia conciencia y de Ia experiencia y diffcilmente accesibles a Ia observaci6n de los sentidos. Este resulta un marco imprescindible para Ia comprensi6n de una fase importante de Ia Psicologia social y lo es todavia mas para entender el tratamiento que recibi6 Ia masa por parte de algunos de sus mas augustos te6ricos; lo es, concretamente, para entender hip6tesis tales como Ia del irracionalismo de Ia masa del frances Gustave LE BoN, Ia del inconsciente colectivo de Carl JuNG y algunas otras emanadas del mismo FREUD; y lo es porque estas tres aportaciones a Ia tradici6n psicosocial que nos ocupa tiene como contrastado y confesado marco de referencia Ia fi losofla de BERGSON. En una palabra, el fin de siglo es testigo de un generalizado interes por los asuntos relacionados con Ia conducta colectiva; las razones de este interes son de diversa indoJe. AI italiano Scipio S!GHE LE le llamaba Ia atenci6n el problema de Ia masa delincuente, Ia violencia colectiva, los crimenes de Ia muchedumbre; La folia delinquente rezaba precisamente el titulo de su primera obra. A Gustave LE BoN parece que le preocupaba el deterioro de creencias y valores que habian sustentado Ia civilizaci6n europea, un deterioro que el mismo, un encarnizado anti-marxista, nunca dud6 en atribuir a Ia masa obrera; alguna de estas preocupaciones se encargara de transmitirnos en Ia primera pagina de su Psicologfa de las masas: "La epoca actual constituye uno de los momentos criticos en los que el pensamiento humano esta en vias de transformaci6n. ~n Ia base
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de esta ultima se hallan factores fundamentales. El primero es Ia destruccion de las creencias religiosas, pol fticas y sociales de las que se derivan todos los elementos de nuestra civilizacion. El segundo, Ia creacion de condiciones de existencia y de pensamiento completamente nuevas, engendradas por los modernos descubrimientos de las ciencias y de Ia industria" (LeBon, 1983, p, 19).
Es el mismo tono sombrlo, agorero y conservador que emplea su compatriota James MAXWELL en su Psychologie sociale contemporaine, una obra de extraordinaria peculiaridad publicada en 1911. Desde hace unos cincuenta afios, cementa, parece como si el mundo se hubiera detenido o, todavfa peor, como si hubiera adquirido una velocidad vertiginosa en una direccion desconocida e incierta. "Las caracterfsticas esenciales del mundo contemporaneo son Ia inestabilidad, Ia incertidumbre, Ia indecision audaz y temeraria. Nuestros espfritus apenas pueden conseguir el equilibria de una posicion fija; se encuentran, como nuestros cuerpos, en continuo movimiento (... ) Si yo tuviera que caracterizar en una sola palabra Ia epoca en que vivimos, creo que emplearfa el termino inestable; uno tiene Ia sensacion de que no hay nada solido y estable; no esta seguro del manana. Se tiene Ia sensacion de que Ia maquinaria del mundo esta agrietada hasta en sus mismos cimientos, que va a saltar en afiicos y que no nos quedara Iugar alguno donde podamos buscar refugio" (Maxwell, 1911, p, 4-5).
A buen seguro que estas oscuras y poco documentadas predicciones apenas mereceran Ia atencion de los historiadores del pensamiento; para nosotros adquieren, sin embargo, una cierta relevancia por cuanto reflejan, por una parte, un estado de animo, nada optimista por lo demas, del que fueron partfcipes ilustres nombres de Ia epoca, entre los que se encuentra nuesttro OnEGA; pero revisten todavfa un mayor interes si, como es el caso, se inscriben dentro de una monograf fa de Psicolog fa social y se consideran como su principal marco de referencia y como su mas fructffera fuente de inspiracion. Gabriel TARDE introduce algun matiz de racionalidad; noes esta Ia era de Ia masa irreflexiva, sino Ia del publico, esa masa informe y disgregada sometida a Ia influencia de Ia opinion escrita; los hombres sentados cada uno en su casa leyendo el mismo periodico llegan a crear una corriente de opinion, se dejan entusiasmar y se sugestionan mutuamente a. traves de Ia prensa escrita, escribe en los primeros parrafos de La Opinion
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y Ia Muchedumbre, una obra de comienzos de siglo recientemente vertida al castellano. El italiano Pasqualle Ross1 viene a coincidir sustancialmente con los franceses; Ia epoca moderna, escribe en una de sus obras, precisamente Ia ultima (Sociologfa y Psicologfa co/ectiva), nos ha deparado una cultura de Ia multitud a Ia que no son ajenos fenomenos tales como el del crecimiento urbana, el desarrollo de Ia clase y de Ia conciencia proletaria y, finalmente, Ia prensa. De entre los tres, da Ia impresion de que el italiano destaca el segundo y lo explica de Ia siguiente manera: "AI contrario que el artesano que aislaba a Ia clase trabajadora, Ia maquina, uniE~ndola y cimentandola, le da una vision de nuevas horizontes. Sustituye los diversos fen6menos de Ia psiquis individual par los colectivos y estaticos de las masas obreras, con todos los episodios de las huelgas, de las revueltas, de las organizaciones polfticas y de los oficios" (Rossi, 1922, p, 107).
Aunque nos hemos movido casi exclusivamente en Ia epidermis, convendra el lector en que nos encontramos ante un movimiento centrado practicamente con exclusividad en los fenomenos de masas, unas miras algo mas reducidas que las de neo-kantianos y neo-durkheinianos, aunque no por ello menos leg ftimas. La vinculacion de unos y otros con Ia Psicolog fa social posee tambien sus peculiaridades: en los que han ocupado el apartado anterior, Ia Psicologfa social hemos hecho notar que surge como consecuencia de una profunda conviccion teorica respecto a Ia naturaleza del comportamiento humano, una preocupacion que, cuando existe, suele ser un tanto secundaria en los psicologos de las masas; en estos, por lo general, Ia Psicologfa social suele hacer acto de presencia como simple sinonimo de Ia Psicologfa colectiva o como algo sutilmente distinto (caso del italiano Pasquale Ross11, pero sin mayores elaboraciones o connotaciones teorico-filosoficas. Dicho de otra manera, y acudimos con ello a otra caracterfstica, el interes por Ia masa tuvo en Ia mayor fa de los auto res que vend ran a continuacion un origen mucho mas pol ftico que teorico, fue mas una respuesta momentanea a un fenomeno relativamente novedoso (el creciente protagonismo de Ia masa obrera, las movilizaciones publicas a que dio Iugar el sindicalismo del x1x) que resultado de una elaboraci6n te6rica respecto al origen y motivos del comportamiento humano. Lo psicoso-
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cial aparece en ellos como algo perentorio, venido desde fuera, como algo puramente tematico; no suele haber una elaboraci6n psicosocial consistente, ni tampoco un metoda que posibilite su verificabilidad, ni siquiera intentos sistematicos de elaborar esos conceptos intermedios que tan utiles se mostraron en otros autores; muchas veces las posiciones te6ricas poseen un marcado y cor.fesado caracter pol ftico, rayan en gran manera con convicciones ideo16gicas. Simplemente existe un decidido interes por los fen6menos de Ia masa y un relativo acuerdo en conceder a Ia Psicologfa social el privilegio de su estudio, algo nada marginal, por otra parte, si tenemos en cuenta que algunos de los escritos vieron Ia luz a finales del pasado siglo, pero que es necesario instalar en un nivel claramente distinto al de las aportaciones anteriores; ademas de distinto, aqu f se mantiene Ia hip6tesis de que se trata de un nivel un poco mas alejado de las maneras e incluso intereses psicosociales. Pero volvamos al prop6sito de este apartado que noes otro que rememorar una tradici6n que quiso encumbrar a Ia masa y a Ia muchedumbre como objeto por excelencia de Ia Psicolog fa social. Y ya que estamos, comencemos por Ia tradici6n italiana, por esa tradici6n que tanto afan puso en los motivos y razones del comportamiento colectivo y que tan vivo interes demostr6 por alguna de sus manifestaciones mas s6rdidas: Ia criminalidad de Ia masa y Ia responsabilidad penal de quienes participan en un acto de esta naturaleza. Parece que fue Carlo 0\TTANEO el primero que delineara, de manera un tanto sistematica, una Psicologfa de las masas que el dio en denominar Psicologla delle Menti Associate. Fue un proyecto inconcluso que consta de cinco conferencias pronunciadas en el lnstituto Lombardo de las Ciencias entre 1859 y 1866. En Ia primera de elias (L 'idea de'una Psicologla delle Scienze) queda ya explicado el hilo argumental de su propuesta: Ia Psicolog fa tiene como objeto el estudio de aquellas ideas y pensamientos que se originan en Ia mente individual; (La Psico/ogla /o studio delle facu/ta del pensiero) se ocupa de sus or Igenes, manifestaciones, de sus repercus.iones en el acontecer personal y social y de su desarrollo hist6rico; pero hay otro orden de ideas y pensamientos de los que esta Psicolog fa es inca paz de dar cuenta: de aquellos que se originan como consecuencia de Ia acci6n recfproca de muchas mentes asociadas.
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"La Psicologfa de ciencias tales como el lenguaje, las !eyes, Ia religion o las instituciones, son todas una rama de una Psicologia de las mentes asociadas que yo no quisiera contraponer, sino anadir a Ia Psicologfa de Ia mente individual y solitaria" (Cattaneo, 1972, p, 134)
Es esta una idea, ya lo hemos observado, ampliamente difundida en los pensadores de Ia epoca: las graves dificultades de que estaba dando muestras Ia Psicolog fa individual para afrontar convincentemente algunos fenomenos psicologicos derivados de Ia ascendencia social del ser humano y, por descontado, cualquier asunto relacionado con expresiones comportamentales de naturaleza supra-individual. Esta fue y no otra Ia razon que esgrimiera HERBART, hace poco que lo hemos recordado, para proponer Ia necesidad de una Psicolog fa de las fuerzas que actuan en Ia sociedad; una razon muy parecida a Ia que explicitara Augusto CoMTE para justificar Ia necesidad de Ia Moral como ciencia de los asuntos humanos e identica asimismo a Ia que condujo a LAzARUS y STEINTHAL a contraponer Ia Psicologfa individual a una Psicologfa de los pueblos y a Gabriel TARDE a proponer una Psico/ogfa inter-mental para cubrir el espacio dejado entre Ia Sociologfa y Ia Psicologfa individual propiamente dicha. "Quiero recordar -dice al comienzo de su segunda conferencia en 1860- que mi proposito generales el de investigar hasta que arden de ideas pueden llegar las facultades mentales del individuo solitario, lo que desde Descartes hasta nuestros d las ha constitu fda Ia Psicolo· gfa; pero ademas de esto, pretendo investigar como para ascender a 6rdenes ulteriores de ideas se hace necesaria Ia acci6n recfproca de mas mentes asociadas (cursiva nuestra) y ella debera ser objeto de otra rama de Ia Psicologfa" (Cattaneo, 1972, p, 138-139).
Ciertamente Ia union de varias mentes, Ia agregacion entre los individuos da Iugar a proyectos, sistemas de pensamiento e ideas tales como el lenguaje, las costumbres, los mitos, las leyes, Ia religion (esto nos recuerda insistentemente a los componentes del Volksgeist), productos colectivos que conforman el objeto de esa Psicologfa de las mentes asociadas, una denominacion para hablar prckticamente de los mismos objetivos que Ia Psicologfa de los pueblos y para hacer referencia a una Psicologfa de los aspectos sociales y colectivos del comportamiento individual. Pero lde donde proceden esos productos comunes; cual es su origen? La forma en que Ia interrelacion
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de las mentes da su fruto -escribe CATTANEO en Ia tercera de sus conferencias a Ia que titula nada menos Dell'antitesi come metoda di psicologia socia/e (posiblemente es Ia primera vez que aparece el nombre de Psicologfa social)- es Ia antftesis como " ... proceso de creaci6n y producci6n intelectiva basado fundamentalmente en Ia oposici6n y el conflicto ideol6gico. La antftesis de las mentes asociadas es, en mi opinion, aquel acto en el cual uno o varios individuos, en el esfuerzo por negar una idea vienen a percibir una idea nueva, o aquel acto en el que uno o mas individuos, en Ia percepci6n de una nueva idea vienen inconscientemente a negar otra" (Cattaneo, 1972, p, 152).
La antftesis es el metoda por excelencia del progreso cient !fico, es el principia sobre el que se asienta Ia regulaci6n de Ia vida social; es Ia forma de pensamiento de las mentes asociadas, de los individuos en interacci6n, es una forma de pensamiento colectivo y, por consiguiente, Ia mas indiscutible justificaci6n de una Psicolog fa que tenga por objeto las consecuencias de las mentes asociadas_ Algunos psic61ogos sociales de Ia Escuela de Ginebra han hablado ultimamente de algo parecido, del conflicto sociocognitivo, como marco en el que conviene introducir Ia construecion socio-interactiva de Ia inteligencia. Se trata de una hip6tesis enclavada en Ia mas pura tradici6n de Ia escuela del gran PrAGET que tiene como punto de referenda Ia mas que posible relaci6n entre el desarrollo cognitive y Ia interacci6n social y que el psic61ogo social Willem DorsE ha introducido dentro de lo que el denomina, con no escaso acierto, el problema de Ia articu/aci6n psicosocial, del inevitable acoplamiento entre individuo y sociedad, de Ia conexi6n entre io individual y lo colectivo. Hasta aqu f los primeros pasos de una tradici6n que tiene mucho que decir respecto a los fen6menos colectivos y no poco tambien en relaci6n con Ia propia Psicologfa social. La continuaci6n correra a cargo de Scipio SrGHELE a quien se considera au tor de Ia primera obra de Psicolog fa colectiva que llelleva un titulo inequ fvocamente italiano, La folia delinquente, y expresivo del contenido axiol6gico de Ia mayor parte de los estudios sobre Ia masa en esta epoca. No establece el psic61ogo italiano, hasta donde nosotros hemas podido investigar, relaci6n alguna entre Ia Psi co log fa co-
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lectiva y Ia Psicologfa social, pero al ser un pionero en estas Iides merece una menci6n por nuestra parte. En La folia de/inquente, publicada en 1891, (a falta de Ia edici6n original italiana, vamos a utilizar una traducci6n francesa de 1892), SIGHELE toma como punto de partida una hip6tesis del organicista SPENCER, Ia de que el cankter y cualidades de un agregado, de un todo vienen definidas por los caracteres y peculiaridades de las partes que lo componen, ya que, no en vano, existe una analogfa de estructuras y de funciones entre el organismo humano y el organismo social. Y parte de esta hip6tesis para mostrar su disconformidad con ella, una disconformidad que encuentra muchos puntos de apoyo; SIGHELE vuelve repetidas veces sobre uno especialmente sabroso desde el punto de vista psicosocial: una docena de hombres inteligentes, sensatos y buenos son capaces de emitir juicios y veredictos perfectamente estupidos y carentes de toda 16gica; con ello se adelanta en muchos af\os a lo que sera Ia hip6tesis del pensamiento grupal de Irvin JANIS que recientemente hemos tratado en Ia Revista de Psicologfa Social. Es decir, a Ia hip6tesis de SPENCER solo se le puede conceder una validez restringida si las unidades que componen ese todo guardan una cierta homogeneidad; en caso contrario, como suele ocurrir en Ia masa (heterogeneidad de unidades), se trata de una hip6tesis abiertamente falsa. Ni Ia Psi co log fa ni Ia Sociolog fa ofrecen explicaciones satisfactorias del fen6meno de Ia masa. "Por ello es por lo que he remarcado que entre Ia Psicologfa que estudia al individuo y Ia Sociologfa que estudia una sociedad entera, hay Iugar para otra rama de Ia ciencia que se podrfa llamar Psico/og/a co/ectiva. Ella deberia ocuparse exclusivamente de esas reuniones de individuos (reuniones, asambleas, jurados, teatros, etc.) cuyas manifestaciones se alejan de las leyes de Ia Psicologfa individual y de las de Ia Sociologfa" (Sighele, 1892, p. 17).
Se requiere, pues, una disciplina para el estudio de esas categorfas intermedias entre Ia persona y Ia sociedad propiamente dicha, entre el atomo y el cuerpo, entre el organismo humano y el organismo social que no es ni Ia Sociologla ni Ia Psicologfa individual. Es importante, va a decir en su segunda obra, ahondar en los secretos de estos agregados porque el Estado moderno no es mas que Ia continuaci6n de aquellas hordas primitivas y salvajes, su ultima y mas perfecta expresi6n; por ello, el hombre de Estado debe ser un perfecto cono-
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cedor de Ia masa a fin de no dejarse dominar por ella. Y ello porque "La masa es un terreno donde el microbia del mal se desarrolla muy facilmente, mientras que el microbia del bien muere casi siempre" (Sighele, 1892, p. 63),
ya que: a) en una multitud, las buenas cualidades de los individuos en
Iugar de unirse, desaparecen por una especie de necesidad aritmetica; b) ello conduce a que Ia masa se encuentre mas predispuesta para el mal que para el bien; c) porque en Ia masa se produce una especie de fermentaci6n psico/6gica de las mas bajas pasiones. Ouien sf se ocupa de Ia Psicologfa social y de sus relaciones con Ia Psicolog fa colectiva y con Ia Sociolog fa es el tam bien italiano Paolo 0RANO quien ya en 1902 firma una obra con el tftulo de Psicologia sociale y que acabarfa siendo uno de los fundadores del movimiento fascista y uno de los mas estrechos colaboradores de Mussolini. Las convicciones te6ricas y metodol6gicas que all I se sostienen nos son ya fami liares, tan familiares como Ia Psicologfa de los pueblos o como el mismo DuRKHEIM. En efecto, su idea maestra se puede resumir en el ya conocido aserto de que el hombre es psicol6gico en cuanto es un ser social, en cuanto miembro de Ia convivencia colectiva, en cuanto partfcipe del consorcio social; es decir, el individualismo psicol6gico es una ilusi6n y un error, porque el individuo es un simple componente y no una causa de Ia sociedad,del mismo modo que Ia celula es un componente y noun determinante del organismo. En una palabra, sentencia en algun otro momento, Ia materia y el motor de Ia psique es Ia sociedad. "Par consiguiente, de acuerdo con esta manera de pensar, Ia consideraci6n individual, es decir, antropo-fisiol6gica, del hecho pslquico se asemeja a Ia separaci6n artificial que el poeta hace cuando canta a un rayo de sol, una gota de agua, un sentimiento, un sueno convirtiendolos en temas diversos de composici6n llrica (. .. ) El hombre es psico16gico en cuanto es social; es Ia asociaci6n entre los humanos Ia que pone al hombre en el camino de los fen6menos psiquicos" (Orano, 1902, p. 77-78),
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La consecuencia de esta manera de pensar, tan acorde por cierto con el espfritu de Ia epoca, no resulta diffcil de anticipar: si Ia materia y el motor de Ia vida psfquica es Ia sociedad y esta es objeto de Ia Sociolog fa, carece de sentido Ia Psicolog fa porque, ademas de no aportar nada a lo que ya sabemos por aquella, tendrfa como (mica justificaci6n una especie de entelequia, el hombre presocial, el hombre anterior a Ia convivencia, el hombre que todavfa no tiene entidad psfquica propiamente dicha y eso, repite, es una ilusi6n que solo puede encontrar eco y sentido en Ia IIrica. lOue ocurre entonces con Ia Psicologfa social? Simplemente que se convierte en el ultimo y conclusive capitulo de Ia Sociologfa (esa ciencia que estudia todos los hechos sociales, desde los materiales, los antropol6gicos y los etnograticos hasta los psicol6gicos) especialmente dedicado a los fen6menos colectivos. Los cap ftulos que componen su monograffa son una buena muestra de ello: Tres ideas de Ia psique social, Hacia una psicologfa del pueblo italiano, E/ espfritu politico de los italianos, rezan algunos tftulos. Ya tenemos una Psicologfa social ocupada en el estudio de los fen6menos colectivos como parte de una ciencia positiva como es Ia Sociologfa (Psicologia sociale sta alia sociologia come if filtro all'amore e /'acquare1/o a/ quadro ad olio). Es Ia unica manera de tomarse en serio esto de Ia Psicolog fa social, intentar distanciarla de Ia descripci6n lfrica, de Ia superstici6n y de Ia metaffsica y para ello nada mejor que alojarla dentro de las ciencias positivas. Parque no se nos debe ocultar, cementa cargado de raz6n el psic61ogo italiano, Ia existencia de una Psicologfa social sumida en el romance de una filosoffa literaria, profundamente hermanada con Ia ret6rica, con Ia literatura, una Psicologfa social que puede ser una obra de arte, pero que nunca sera una ciencia. Hay una Psicologia social de las apariencias, de las quimeras, de las supersticiones, una Psicologfa social metaffsica y espiritualista; se trata de una filosoffa literaria, de un ejercicio ret6rico, de un divertimento descriptive que ha tenido sus mas eximios representantes entre los escritores y novelistas de todos los tiempos. Desde Ia //!ada de HoMERO hasta Germinal de ZOLA, se han hecho precisas descripciones y acertados diagn6sticos de Ia vida colectiva y de Ia vida social en general y, en ese sentido, practicamente todos los grandes escritores podrfan ser considerados psic61ogos sociales. Pero frente a las apariencias se encuentran los hechos, fren-
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te a las supersticiones estan los determinantes, causas y razones objetivas, y frente a las quimeras los datos concretes. Y asf, hechos rea/es, causas objetivas y datos positivos y s61idos se constituyen en fundamento de una Psicologfa social cientffica, ajena a las veleidades y caprichos de Ia descripci6n literaria (por mucho que esta pueda ser de gran ayuda) cuya historia se remontarfa, como mucho, a Giambattista V1co y tendrfan en Carlo CATTANEO (el genio iniciador de Ia Psicologfa social), Cesare LoMBROSO, Gabriel TARDE (a quien GRANO dedica un emocionante cap ftulo aunque sin pasar por alto su excesivo psicologicismo), Scipio SIGHELE, Pasqualle Ross1. etc., sus mas consagrados representantes. Y esta Psicolog fa social solo es posible en el seno de una ciencia positiva como Ia Sociologia. Rossi, a quien 0RANO acaba de nombrar como uno de los representantes de Ia Psicolog ia colectiva o social, au tor pro! ifico pese a su prematura y repentina muerte, se confiesa repetidas veces ferviente defensor de un animismo de Ia masa y concede a Ia multitud caracteres humanos: las masas, como los hombres, sienten, actuan, pasan por estadios evolutivos, poseen sus periodos de crisis; tienen, en suma, un alma cuya diferencia con Ia de los individuos particulares es simplemente cuantitativa. El estudio de Ia multiplicidad de asuntos relacionados con el comportamiento de Ia masa esta encomendado a Ia Psicolog fa colectiva y a Ia Psi co log fa social, cada una de las cuales aborda unos determinados asuntos. En su obra postuma,Sociologfa y Psicologfa colectiva, publicada en 1904 (nosotros manejamos Ia edici6n castellana de La Espana Moderna de 1922), lo explica con una claridad ingenua: "EI objeto de Ia Psicologfa colectiva es Ia multitud en cuanto tiene, como ya veremos, caracteres humanos irreductibles, subordinados a las distinciones etnicas comunes a todos los hombres, cualesquiera que sean los caracteres adquiridos de raza" (Rossi, 1922, p. 175).
en cuanto posee un alma colectiva, una especie de sentimiento elemental, de emoci6n simple que se extiende, dice Ross1. a todos los individuos de Ia multitud, en cuanto posee una sinestesia colectiva (emoci6n,entusiasmo, conmoci6n) que se suele exteriorizar en gritos, expresiones y aetas comunes que obedecen a una sola emoci6n, a un solo sentimiento (Ia sinergia). Tres son las leyes y principios por los que se rige Ia Psicolog fa colectiva:
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a) Ia del producto psfquico formulada por FERRI: Ia reunion de varias personas no da nunca un resultado igual al de Ia suma de cada una de elias; b) en Ia multitud el pensamiento se resta y el sentimiento se suma (ley de Ia irracionalidad de Ia masa); c) ley hiperorganica: en Ia multitud las personas se comunican lo que tienen de mas atavico; algo de ello hemos visto, muy de pasada, en S1GHELE.
Es justamente esta ultima, Ia ley hiperorganica, Ia que nos da pie para poder hablar de Ia Psicolog fa social pro pia mente dicha y de sus relaciones con Ia Psicologla colectiva, algo a lo que el propio Ross1 dedica todo un capitulo con el que pretende dar respuesta, de una manera harto heterodoxa, a dos cuestiones: a) ver si Ia Psicologla social y Ia colectiva son una sola e indiferenciada ciencia o dos aproximaciones cientlficas distintas; b) ver si ambas tienen necesidad de una ciencia comun que las englobe.
La respuesta hay que buscarla con cuidado en el farrago de Ia exposicion, pero realrnente Ia hay y, por cierto, contundente. Psicologfa social y colectiva son dos ciencias distintas; mientras Ia ultima posee un cankter claramente hiperorganico y se ocupa, lo hemos visto en Ia definicion, de asuntos que se elevan por encima de las culturas y de las razas, de fen6menos no mediatizados por su influencia, de esos fenomenos que obedecen inexcusablemente a las leyes antes formuladas, a Ia existencia de caracteres humanos irreductibles y resistentes a Ia influencia de Ia cultura, de Ia raza, el de Ia Psicolog Ia social es un objeto restringido a Ia raza, al pueblo, a las condiciones climatologicas, a las vicisitudes historicas. La Psicologla social es realmente una Psicologla de los mitos, costumbres, leyendas. lenguaje, etc., de los diversos pueblos, es una Psicologfa de aquellos comportamientos colectivos propios y distintivos de los pueblos y de las razas. En pocas palabras, " ... m ientras Ia Psicolog fa colectiva estudia Ia multitud en cuanto tiene caracteres hiperorganicos, Ia Psicologfa social Ia estudia en cuanto a tales caracteres subordinados se superponen las dotes etnicas Y forman un pueblo o una raza" (Rossi, 1922, p. 176).
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Por todo ello, Psicologia social y colectiva poseen unos contenidos suficientemente distintivos y unos contornos definidos con una cierta claridad, lo cual no impide que haya veces en que Ia versatilidad de los fen6menos los pueda hacer objeto indistinto de las dos ciencias. A Ia segunda cuesti6n se responde con mayor claridad si cabe: Psicologia social y Psicologia colectiva poseen un unico marco de referencia, una ciencia matriz y directiva comun que es Ia Sociologia. Un punto de vista respecto al que se mostrarla extraordinariamente critico otro gran hombre de Ia Sociologia italiana de principios de siglo, Fausto SQUILLACE .Pese a todo mantiene practicamente intactas a lo largo de su nada despreciable producci6n dos de las mas compactas tesis de este movimiento: Ia idea de que el individuo solo es comprensible dentro de Ia sociedad y Ia de que junto a los individuos existen grupos, masas, colectividades que poseen una constituci6n mental intima, un alma colectiva de cuyos arcanos entiende Ia Psi co log ia social o Ia Psicolog ia colectiva. Por una parte, resulta indudable Ia existencia de un alma colectiva tan concreta y real como el alma individual cuyos problemas se resuelven atendiendo a una triple red de relaciones:
1. Relaciones genes1cas entre el individuo y Ia sociedad: a) el alma social como sintesis de las almas individuates y como producto social; b) el alma social es tan concreta y tan real como Ia individual; c) el alma social precede a Ia individual. 2. Relaciones evolutivas entre individuo y sociedad: a) el alma social evoluciona como todo hecho social; b) se traduce en fen6menos psico-colectivos y psico-sociales; c) dichos fen6menos son objeto de una sola ciencia. 3. Relaciones entre individuo y sociedad: a) individuo y sociedad son contemporaneos; b) son terminos correlativos, c) son, por tanto, interdependientes y actuan rec iprocamente. Pero el asunto de las relaciones entre Ia Psi co log fa social y colectiva que ocupa un extenso capitulo de su divulgada y celebrada obra Los problemas constitucionales de Ia Sociologfa, originalmente publicada en 1907 (aqu i manejamos Ia edici6n castellana de La Espana Moderna, sin fecha) le merece a SQUILLACE un mas detenido comentario en el que se defiende una postura bastante diferente de Ia de Rossi. En principia
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Psicologfa social y colectiva forman parte de una (mica Psicologfa (no Sociolog fa, como dirfa ROSSI), y ello porque "toda Psicologia es, pues, al mismo tiempo individual por un lado y colectiva por otro, y no hay necesidad de distinguir dos especies de Psicologla" (Squillace, 1907, p. 258);
un argumento que el italiano toma directamente de ELLWOOD (lo confiesa) y que nosotros ya hemos visto en WuNDT y volveremos a ver, treinta anos despues, en Floyd ALLPORT o Muzafer SHERIF justamente con el mismo prop6sito, el de defender Ia pertenencia psicol6gica de nuestra disciplina. La unica diferencia, sigue el italiano, es de punto de vista: en Ia Psicologfa individual es el individuo, en Ia social viene a ser el grupo. Por consiguiente, carece de sentido defender una autonom fa e independencia de las Psicologias social y colectiva; mas aun, Ia propia Sociologfa comparte con estas un objeto de estudio comun, el de los hechos colectivos (los hechos sociales no son otra cosa que hechos colectivos, comenta SouiLLACEl. bien que los estudia desde un punto de vista peculiar. lCual es entonces el objeto de Ia Psicolog Ia social o colectiva? a) El estudio de Ia constituci6n mental de los grupos y sociedades; b) Ia influencia de Ia vida social sobre el desarrollo de las facultades ps fqu icas de los seres humanos; c) los fen6menos que se desprenden de las relaciones mutuas y rec fprocas entre los individuos de una colectividad. En una palabra, "Se puede decir que Ia Psicologla individual y las Psicologlas social y colectiva, no son mas que diversos aspectos de una (mica Psicologla general: que el origen y Ia distinci6n de las Psicologlas colectiva y social son debidos a un criteria de oportunidad y necesidad practica de division del trabajo cientlfico, y no a una verdadera y real distinci6n o novedad de objeto y de problemas cientificos; que Ia distinci6n entre hecho colectivo y hecho social se confunde en Ia noci6n generica de fen6meno social y que, por tanto, Ia distinci6n del objeto y de las ciencias de Ia Psicologfa colectiva y social y Sociologia, desde el punto de vista 16gico y del contenido, no tienen base y caracteres tales que sean consideradas necesarias y cientificas ... " (Squillace, 1907, p. 308-309).
Alessandro GROPPALI. en una comunicaci6n presentada al IV Congreso lnternacional de Psicologia de Parfs celebrado
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como se sabe en 1900, riza el rizo. Psicologla social y colectiva son ciencias au xi liares de Ia Sociolog fa, es decir, ciencias que se caracterizan no tanto por un objeto especlfico de estudio, como por un punto de vista especlfico; pero, a su vez, ambas son independientes, poseen puntos de vista distintos, si bien Ia Psicologfa colectiva es una rama de Ia Psicologfa social. Esta se ocupa concretamente " ... del estudio del alma del pueblo, vale decir, del estudio de como ese espfritu comun se forma emergiendo del encuentro de las acciones y reacciones de los individuos y del estudio de como los individuos, a su vez, pasando de efecto a causa, ejercen una influencia dinamica sabre Ia conciencia de los individuos" (Groppali, 1901, p. 738).
No se acaba aqu f, ni mucho menos, Ia tradici6n ita Iiana de Ia Psicolog Ia colectiva; aparte de que no tenemos el prop6sito de Ia exhaustividad, sf creemos haber logrado dos cosas: contar con los autores mas relevantes y haber dejado clara una manera de en tender Ia Psicolog fa social practicamente homogenea en todos ellos. Una manera, ademas, de Ia que se hicieron eco otros eximios autores, el frances Gustave LE BoN y el austriaco Sigmund FREUD son sin duda los mas celebrados. Del frances ya podemos decir algunas cosas; en primer Iugar que resulta mas que injustificado el abultado protagonismo que se le ha atribuido en los orfgenes de Ia Psicolog fa social. Despues de lo que llevamos visto (y apenas hemos hecho que atisbar Ia punta del iceberg hist6rico) parece claro que Ia obra de LE BoN en relaci6n con Ia Psicolog fa de las masas es simplemente una mas de entre las que vieron Ia luz a finales del pasado siglo; el ser Ia mas conocida y Ia mas citada no quiere decir ni que fuera Ia primera y probablemente tampoco signifique que sea Ia mas importante. Ciertamente no es el pionero y hoy d fa se poseen suficientes pruebas hist6ricas como para afirmar que su teorfa ni siquiera le es original. El mismo SIGHELE, en una de sus obras, le acusa a las claras de haberle plagiado algunas de sus ideas (no se olvide que Ia Folia delinquente fue pub Iicada en 1891 y Ia Psychologie des foules de LE BoN lo fue en 1895). Cuando el italiano, en Ia parte segunda de su Psicologfa de las sectas, pasa a establecer una clasificaci6n de las masas, no puede reprimir una c fnica referenda al frances:
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"Un sabio frances, Gustave Le Bon, que tiene Ia osadfa de copiar sin citar las ideas de otro, cuando deberfa contentarse con sus ideas personales llenas de originalidad y de equilibria ...
para anadir en una nota al pie de pagina: "Le Bon, en el trabajo que hemos citado, repite casi todas las observaciones que yo he hecho sabre Ia psicofisiologfa de Ia masa sin indicar Ia fuente. Eso me satisface porque, cuando se taman las ideas de otros para apropiarselas, eso quiere decir que se las encuentra justas. Nose toma mas que lo que gusta" (Sighele, 1898, p. 42).
Con independencia de estos cotilleos historicos, Ia Psico/ogfa de las masas de LE BoN se cuenta, con justicia, entre las obras clasicas de todas las Ciencias sociales, probablemente porque refleja, mas que ninguna otra, tanto las posiciones personates del autor, como el clima social, politico e intelectual de una atormentada epoca. lvon THIEC (1981) creemos que ha resumido con acierto las tres fuentes de inspiracion o de influencia de LE BoN: 1. Una concepcion de Ia naturaleza humana, tomada del historiador TAINE, que le conduce aver con pesimismo Ia entrada de las masas en el campo de Ia vida polltica. No es necesario correr mucho para encontrar opiniones confirmatorias de esta mas que concepcion, profunda conviccion de LE BoN; en el primer capitulo de su obra se puede leer de las masas obreras y populares: "En Ia actualidad, las reivindicaciones de las masas se hacen cada vez mas definidas y tienden a destruir radicalmente Ia sociedad actual, para conducirla a aquel comunismo primitivo que fue el estado normal de todos los grupos humanos antes de Ia aurora de Ia civilizaci6n" (LeBon, 1983, p. 21).
Es Ia concesion a su recalcitrante ultraconservadurismo que quiso hacer de Ia masa obrera el chivo expiatorio de todos los males que supuestamente aquejaban a Ia sociedad del final de siglo, de ese mismo conservadurismo del que todavia participaba MAXWELL quien atribuye Ia inestabilidad econ6mica (este es precisamente el titulo de uno de los capitulos de su Psychologie socieale contemporaine) a los abusos, ignorancia, anarqufa y violencia de los sindicatos obreros a los que en otro capitulo les da el nombre de fuerzas de destrucci6n.
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2. Una concepcion de Ia Psicologla, heredada de RIBOT y tambi{m de BERGSON, que pone en tela de juicio Ia capacidad de Ia razon y de Ia consciencia para las acciones humanas, una concepcion que le conduce a Ia formulacion de Ia hipotesis de Ia irracionalidad de Ia masa. "En el alma colectiva se borran las aptitudes intelectuales de los hombres y, en consecuencia, su individualidad. Lo heterogeneo queda anegado por lo homogeneo y predominan las cualidades inconscientes. Esta puesta en comun de cualidades corrientes nos explica porque las masas no pueden realizar aetas que exigen una elevada inteligenica" (LeBon, 1983, p. 31).
3. Recurso a Ia sugestion hipnotica para explicar las especiales caracter fsticas de las masas. "Por neutra que se Ia suponga, Ia masa se encuentra generalmente en un estado de atenci6n expectante favorable a Ia sugesti6n. La primera sugesti6n formulada se impone inmediatamente, por contagia, a todos los cerebros y establece en seguida Ia orientaci6n. En los seres sugestionados, Ia idea fija tiende a transformarse en acto" (Le Bon, 1983, p. 37).
4. A todo ello nos atreverlamos a afiadir una cuarta fuente de influencia e inspiracion, aquella que proviene de los idealistas alemanes y que pasa por su compatriota, Emile DuRKHEIM, para desembocar en Ia concepcion de entidades psicologicas supra-individuales alii donde se produzca Ia union y Ia congregacion de individuos. La ley psico16gica de Ia unidad mental de las masas serla su resumen mas acertado y, en palabras del autor, rezarla de Ia siguiente manera: "EI hecho mas llamativo que presenta una masa psicol6gica es el siguiente: sean cuales fueren los individuos que Ia componen, por similares o distintos que puedan ser su genera de vida, caracter o inteligencia, el simple hecho de que hayan transformado en masa les dota de una especie de alma colectiva. Este alma les hace sentir, pensar y actuar de un modo completamente distinto de como lo haria cada uno de ellos por separado" (LeBon, 1983, p. 29).
Pero vamos a tener que dejar a LE BoN porque, al fin y al cabo, escapa al contenido de este eplgrafe en el que nos hablamos propuesto reducir Ia exposicion a esa tradicion que hermana Ia Psicologfa social con Ia Psicologla de las masas o, aun
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diferenciandola, le atribuye Ia tarea de estudiar asuntos de orden colectivo. El lector interesado en ampliar su informacion sobre este autor no tiene mas que acudir a las obras de Serge Moscov1c1. Yvon THIEC y VAN GINNEKEN, entre otros. Gabriel TARDE no ha corrido esa suerte; el apenas ha sido protagonista de algun olvidado articulo como el que lan LuBEk le dedicara en Ia Revue fram;aise de Sociologie hace no demasiados afios, y sin embargo su figura como cientlfico social raya a una altura que creemos no alcanza su compatriota LE BoN y su relevancia para Ia Psicologla social en momentos tan decisivos como los de su constituci6n es de primerisimo orden. Son los caprichos de una historia. a Ia que probablemente no debamos seguir dando por buena. Pero no estamos ahara para estas aventuras, sino para recordar que tambien TARDE rindi6 tributo al tema de las masas, y lo hizo con una obra, L 'opinion et Ia fou/e, originalmente publidada en 1901. Es el pr61ogo lo que nos interesa, porque es ah f donde TARDE habla indistintamente de Psicologfa social o Psicologla colectiva para criticar (por coherencia con escritos anteriores, no podia hacer otra cosa) aquello que habfa constitufdo el eje de las dos Psicologlas: el esplritu colectivo, Ia conciencia social, el alma de Ia muchedumbre, Ia existencia de un nosotros exterior e independiente de los individuos (un nuevo episodio en el enfrentamiento que mantuvo con DuRKHEIM 1. No necesitamos echar mano de estas entelequias misteriosas ni para definir Ia Psicolog fa social o colectiva, ni para diferenciarla de Ia Psicologfa individual, porque " ... mientras que Ia primera (Ia Psicologla ordinaria) se refiere a las relaciones de Ia conciencia con Ia universalidad de los otros seres exteriores, Ia segunda (Ia Psicologfa social) estudia, o debe estudiar, las relaciones reclprocas entre las conciencias, sus influencias unilaterales y mutuas-unilaterales primero y reciprocas despues. Existe, pues, entre las dos Ia diferencia del genero a Ia especie; pero aqu I Ia especie es de una naturaleza tan singular y tan importante que exige ser separada del genero y tratada segun aquellos metodos que le sean propios. Los diversos estudios que van a continuaci6n son fragmentos de Psicologfa colectiva, entendida de esta manera" (Tarde, 1986, p. 41 ).
Una Psicologfa, ya lo hemos apuntado, que tiene como base al publico (los grupos del presente) y no a Ia multitud (los grupos del pasado), que se ocupa de los medios de comunicaci6n, fundamentalmente de Ia prensa, cuyo mecanismo de influencia
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tiene como soporte el proceso de imitaci6n, proceso sabre el que TARDE apoya Ia naturaleza de los hechos sociales (los hechos sociales son esencialmente hechos imitativos), Ia de los grupos (reunion de seres en cuanto estan dispuestos a imitarse entre si), Ia de Ia misma sociedad (conjunto de imitaciones de hombre a hombre) e incluso Ia propia naturaleza social del individuo (el ser social es imitador por excelencia). Tambh~n en FREUD, Psicologfa social y Psicologfa colectiva se reunen en una misma materia que tiene como punta de contraste Ia Psicologfa individual, y tambh~n hace acto de presencia Ia influencia, pero entendemos que en un sentido claramente distinto al que le diera TARDE, entre otras razones, porque FREUD participa plenamente de Ia teorfa del alma de Ia muchedumbre y muestra un expl fcito apoyo a las hipotesis de Ia irracionalidad y de Ia unidad mental de Ia masa que defendiera LE BoN y que con tanto empefio criticara TARDE a lo largo de toda su vida: "Hemos utilizado como punta de partida Ia exposici6n de Gustave Le Bon, por coincidir considerablemente con nuestra Psicologfa en Ia acentuaci6n de Ia vida anfmica inconsciente" (Freud, 1974, p. 2571).
Precisamente las primeras I fneas de su Psicologfa de las masas y ami/isis del yo se dedican a definir que sea eso de Ia Psicologfa social, una definicion que encaja perfectamente en Ia tradicion de Ia que nos venimos hacienda eco, un poco prolijamente nos tememos: "La oposici6n entre Psicologfa individual y Psicologfa social o colectiva, que a primera vista puede parecernos muy profunda, pierde gran parte de su significaci6n en cuanto Ia sometemos a mas detenido examen. La Psicologfa individual se concreta, ciertamente, al hombre aislado e investiga los caminos por los que el mismo intenta alcanzar Ia satisfacci6n de sus instintos (... ) al hablar de Ia Psicologfa social o colectiva se acostumbra a prescindir de estas relaciones, tomando solamente como objeto de Ia investigaci6n Ia influencia simultanea ejercida sobre el individuo por un gran numero de personas a las que le unen ciertos lazos, pero que fuera de esto pueden serle ajenas desde otros muchos puntos de vista." (Freud, 1974, p. 2563).
La Psicolog fa individual, matiza mas adelante, es Ia Psicologfa del padre, del jefe, del caudillo, aquel que en los albores de Ia historia fue el I fder de Ia horda primitiva, aquel que prohibfa a los hijos Ia satisfaccion de las necesidades sexuales; Ia
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Psicologla colectiva es Ia Psicologla de los individuos que componen Ia masa, de esos individuos que regresan a Ia horda para volver a asesinar al padre, que reviven amores y desamores inmortales, que se sugestionan mutuamente, que rinden culto al hombre primitive e irracional que todos llevamos dentro (el alma de Ia multitud es parecida al alma del hombre primitive). En una palabra, "el padre primitivo impedia a sus hijos Ia satisfacci6n de sus tendencias sexuales directas; les imponia Ia abstinencia y, por consiguiente, a titulo de derivaci6n, el establecimiento de lazos afectivos que los ligaban a el en primer Iugar, y luego los unos a los otros. Puede dedu· cirse que les impuso Ia Psicologia colectiva y que esta Psicologia no es, en ultimo analisis, sino un producto de sus celos sexuales y de su intolerancia" (Freud, 1974, p. 2597).
En Ia tradicion psicosocial sovietica, Ia masa y el colectivo acostumbran a ocupar lugares de preeminencia por Ia muy marxista hipotesis de Ia supeditacion de Ia conciencia a las condiciones materiales de Ia existencia y, sabre todo, porIa supremacla ideologica que en los sistemas socialistas se le concede al grupo o al colectivo sabre el individuo. Noes mucho, en verdad, lo que nos atreverfamos a exponer de esta tradicion; habida cuenta del diffcil acceso a las fuentes primarias de informacion, nos vamos a contentar con anotar Ia existencia de una serie de obras referidas a los fenomenos colectivos: Reflexologfa colectiva de V.M. BEJTEREv. obra de 1921; las Notas de Ia Psicologfa del colectivo de LN. VorroLOVSKI, publicada en 1925 (VorroLOVSKI intento establecer las bases de Ia Psi co log fa social sabre el sentimiento colectivista); Ia Psicologfa del colectivo de L. Bvzov. publicada en 1924 (en ella se sostienen las hipotesis mas ch~sicas de Ia Psicologla de las masas) o incluso La colectividad y Ia educaci6n de Ia personalidad de Anton MAKA . RENKO de Ia que existe una version caste IIana de 1977; en ella se mantienen con especial enfasis en el desarrollo de Ia personalidad par media del colectivo.
La tradicion angloamericana: El espiritu de grupo Distinto es el caso de los autores angloamericanos cuya informacion, par razones idiomaticas, ha resultado francamente
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accesible; sabemos, por ejemplo, que en el af\o 1900 el Departamento de Filosofla de Ia Universidad de Chicago acepta para su defensa una Tesis Doctoral que lleva un inusitado titulo, Some Prolegomena to Social Psychology; Ia firma un tal Charles Abram ELLWOOD quien dedica el primer parrafo de su trabajo a justificar su pretension de obtener el grado de Doctor en Filosoffa con un trabajo tan heterodoxo: "EI metodo de esta tesis es declaradamente filos6fico. Como su titulo indica, es un intento de hacer un analisis filos6fico de las proporciones, principios y categorfas de Ia Psicologfa social a fin de determinar Ia naturaleza, tareas, metodo y form as de esta ciencia" (Ellwood, 1901, p. Ill).
Y eso es lo que va hacienda el autor a lo largo de unas tan escasas como enjundiosas setenta paginas en las que va desgranando asuntos de tanta envergadura como el de Ia naturaleza de Ia Psicologfa social, el concepto de mente social, el Iugar de Ia imitacion en Psicologfa social, etc. Y no tarda en verdad el doctorando de Chicago en adoptar una postura clara que, resumidamente, podrfa quedar reflejada en los siguientes supuestos: 1. La Psicolog fa social es simplemente una parte de Ia Psicolog fa, es una Psicolog fa cuyo punto de vista es el grupo. 2. La Psicologfa social va a resultar indispensable para Ia interpretacion de Ia vida social, porque nadie discutira que los grupos constituyen una parte esencial de esta; va a resultar tan indispensable que se hace necesario invertir el orden metodologico tradicionalmente imperante en Ia Sociolog fa y proceder del individuo a Ia naturaleza en Ia interpretacion de Ia sociedad y no al reves. Ello conduce a ELLWOOD a considerar a Ia Psicologfa social como un paso necesario para el desarrollo de Ia Sociologfa, como una ayuda trascendental para esta. La comprension de Ia vida economica, el origen y desarrollo de las instituciones pol fticas y legales y el ex ito de los programas de reformas sociales pasan, en alguna medida, por principios psicosociales. 3. El centro de interes de Ia Psicologfa social, su objeto primordial de estudio, reside en Ia vida grupal, en Ia explicacion de su organizacion, actividades y desarrollo; en una palabra, en dar cuenta de Ia vida ps fqu ica de los grupos.
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" .. .Ia (mica Psicologla social posible es una Psicologia de las actividades y desarrollo del grupo social, una Psicologfa funcional de Ia mente co/ectiva" (Ellwood, 1901, p. 29}.
La natu raleza y raz6n de ser de Ia Psicolog fa social se fundamenta en Ia inevitable existencia de procesos socio-psfquicos, es decir, de procesos piscol6gicos que poseen y exteriorizan los grupos y aun las propias sociedades. Hay muchas razones para argumentar Ia existencia de una vida psfquica para los grupos, Ia existencia de procesos socio-psfquicos; Ia mas decisiva, sin embargo, reside " ... en el hecho de que los grupos sociales actuan, son unidades funcionales capaces de realizar ajustes internos y externos. El hecho de que las actividades de los individuos estan constantemente coordinadas dentro de las actividades grupales y que esas actividades varian y se suceden unas a otras de acuerdo con uniformidades observadas, lo mismo que las acciones de un individuo, necesita Ia suposici6n de algun principio organizativo. Ese principio no puede ser otro que un proceso pslquico que se extiende a lo largo del grupo y lo unifica, aunque se sustente, por descontado, sobre lu interacci6n pslquica de sus elementos individuales" (Ellwood, 1901, p. 33}.
Se trata de una reflexi6n muy parecida a Ia que hiciera WuNDT; Ia Psicologfa es una ciencia de las regularidades, una ciencia que intenta llegar a definir leyes y principios a los que se somete el funcionamiento psfquico individual. La Psicologfa de los pueblos o Psicologfa social es tambien una ciencia de las regularidades, pero en este caso, de las regularidades, principios y leyes que estan definiendo el desarrollo de los elementos que constituyen el alma de los pueblos. En ELLWOOD, se trata de procesos socio-psfquicos que reciben el nombre de espfritu social (social mind), un espfritu que en Ia Psicologfa social debe ser entendido no como una entidad maciza y compacta que deja caer su peso sobre los indefensos individuos, sino como un proceso social, algo mas diafano, mas flexible, mas llevadero; algo, subraya ELLWOOD, que mediatiza los nuevos ajustes en Ia vida del grupo; no se trata realmente de un alma de Ia sociedad, sino de un proceso que unifica los procesos de muchas mentes en un todo funcional y que interviene en las actividades del grupo como un todo. 4. Pero como quiera que no solo los grupos e instituciones sociales poseen vida y manifestaciones psfquicas, sino que estas
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son tambien propias del individuo, el heche fundamental de Ia Psicologla social va a residir precisamente en el estudio e investigaci6n de esos fen6menos intermedios entre los unos (el grupo, las instituciones) y el otro (el individuo); en el estudio de Ia coordinaci6n social, de Ia acci6n conjunta de los individuos (el acting together), de Ia acci6n grupal propiamente dicha, de las actitudes mentales que unos mantienen respecto a otros dentro del grupo y que suelen revestirse de autoridad, subordinaci6n, igualdad, cooperaci6n, etc. Cuando estas actitudes mentales persisten, se mantienen y han recibido una sanci6n social, se convierten en habitos sociales, base y sustento de todas las actividades del grupo; de estes habitos proceden las normas, las costumbres, los modelos de comportamiento y, sabre todo, las instituciones donde ELLWOOD reencuentra, muy a su manera, el psiquismo grupal. Desde Ia Psicologla social, escribe, una instituci6n es un modo de actividad social, un habito social grupalmente sancionado y consagrado. La coordinaci6n social se convierte entonces en el heche fundamental de Ia Psicologla social; esta " ... puede ser objetivamente definida como Ia acci6n conjunta de los organismos individuales de un grupo( ... ) AI menos, y en lo que concierne a Ia sociedad humana, Ia coordinaci6n social puede ser subjetivamente definida como· Ia actitud mental que los individuos de un grupo mantienen unos respecto a otros" (Ellwood, 1901, p. 16).
Es un proceso circular, muy semejante al que tendremos oportunidad de ver, dialecticamente incluso, en George H. MEAD, y lo apreciaremos tam bien en Muzafer SHERIF, en Theadar NEWCOMB o en Solomon AscH; es un proceso que realmente concede carta de sober an Ia a Ia Psicolog Ia social: cuando el individuo actua en conjunci6n-colaboraci6n con los otros, se producen una serie de reacciones, sobradamente conocidas, que poseen una naturaleza llamemosla horizontal (interacci6n - influencia - subordinaci6n - autoridad - liderazgo cooperaci6n, etc.). Son precisamente este tipo de reacciones las que, convenientemente consolidadas, llegan a configurar el psiquismo grupal como una forma, un estilo y una manera de hacer que se llega a institucionalizar como Ia adecuada, Ia correcta, Ia normal. Se trata en verdad de una hip6tesis manejada, practicamente sin excepci6n, entre neo-kantianos y neodurkheinianos tomando como punta de partida el intercambio pslquico; ahara aparece de nuevo con menos fuerza coac-
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tiva y circunscrita a un ambito micro-social, pero instalada dentro de Ia misma filosoffa holista: de Ia interaccion entre los miembros de un grupo-colectividad-sociedad emergen unas propiedades estructurales (Ia estructura del grupo) que consolidan unas formas de hacer y de interactuar distintivas de cada uno de los grupos. Algo de ello veremos al final de este apartado, cuando nos acerquemos a las concepciones que sobre los grupos poseen Muzafer SHERIF o Solomon AscH. despues tendremos oportunidad de asistir a una hipotesis affn mantenida curiosamente por un crltico del esp fritu de grupo, Jacob KANTOR.
La posicion de Edward Alsworth Ross, otro de los ilustres de nuestra disciplina, mantiene, ·junto a indudables paralelismos con Ia que acabamos de mencionar, posiciones indudablemente mas acordes a lo que ven fa siendo Ia version mas dura del espfritu de grupo. En un principia ve a Ia Psicologfa social como una especie de subapartado de Ia Psicolog fa general; mas en concreto, como una Psicologfa inter-individual que se interesa fundamentalmente: a) por los procesos y relaciones interpersonales; b) por el tema de Ia grupalidad, el mas importante; c) final'mente, por el estudio de las diferencias y variaciones entre Ia gente. Mientras el campo de las relaciones interpersonales ha sido suficientemente explorado, no podemos decir lo mismo de como esos procesos interpersonales provocan fenomenos grupales tales como el lenguaje, los mitos, las costumbres y, todav fa mas, de ·como dichos procesos !Iegan a Ia configuracion de una estructura psfquica comun, supra-individual de Ia que participan los propios individuos: "Las ideas coincidentes que los individuos poseen de su grupo se convierten en una estructura espiritual, Ia individualidad grupal, que invade e incluso difumina y suplanta a Ia personalidad individual" (Ross, 1904, p. 459).
Bien, pues todo ello ha de constituir el campo teorico y de investigacion de Ia Psicologfa social; y lo debe hacer concretamente:
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1. Estableciendo una clasificaci6n de los grupos de acuerdo con sus caracteristicas ps iquicas. 2. Delimitando los principales grados de socializaci6n que intervienen y median entre Ia individualidad absoluta y el ego grupal y que el propio Ross cifra en los siguientes: a) cuando ciertas personas encuentran entre elias una cierta
consonancia mental, tienden a ayudarse y a asociarse; b) en Ia medida en que se comunican y se conocen, van siendo
cada vez mas conscientes de sus afinidades psfquicas, lo que les conduce a diferenciarse de otros y a pensar en ellos comoun grupo; c) en caso de que esa concordancia mental se extienda a prop6sitos comunes, espontanea y automaticamente coordinaran sus esfuerzos para Ia ejecuci6n de sus prop6sitos. Esta cooperaci6n les conducira a un mayor grado de simpatfa y comprensi6n mutua; d) en caso de que exista coordinaci6n, se producira una divi; si6n de tareas; e) entonces se procede a Ia creaci6n de alg(m tipo de reglamentaci6n que coordina esfuerzos, lo que incrementa sin duda Ia conciencia de unidad y pertenencia comun; f) se pasa a Ia formalizaci6n de reglas y normas internas de funcionamiento que, de alguna manera, obligan a quienes pertenecen al grupo y respecto a las cuales se les puede pedir cuentas en cualquier momenta (control); g) se constituyen 6rganos para el fomento de una adecuada socializaci6n de los miembros del grupo. "Entonces, una vez que el psic61ogo social ha determinado los niveles y pasos en Ia emergencia de Ia individua/idad grupal, y ha dis· tinguido sus caracterlsticas mas sobresalientes, se le presenta Ia mas compleja tarea de descubrir las causas y las condiciones de cada una de esas fases de Ia evoluci6n grupal" (Ross, 1904, p. 461).
3. El estudio de las relaciones que se establecen entre el yo colectivo, una vez completamente formado, y el yo personal las relaciones entre el sentimiento corporative y los intereses personales. La Psicologfa social se debe ocupar del estudio de las caracteristicas nacionales, de las diferencias culturales entre los pueblos y, sabre todo, de los diferentes modos de pensar y sentir que tienen las distintas clases.
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Pero donde aparece con meridiana claridad el tipo de Psicologia social por el que el sociologo de Wisconsin apostaba, es en su ya clasico manual de 1908. En su primera pagina se puede leer: "La Psicologia social, tal y como Ia entiende el que suscribe estas lineas, estudia los planes y acontecimientos psiquicos que emergen entre los hombres como consecuencia de su asociaci6n. lntenta comprender y dar cuenta de esas uniformidades en sentimientos, creencias o voliciones -y por tanto en acciones- debidas a Ia interacci6n de los humanos, es decir, a causas sociales" '(Ross, 1908, p. 1),
para referirse un par de paginas mas adelante, en una clara alusion al TARDE de Ia lnterpsicologla, a uniformidades que tienen como origen los contactos mentales o las interacciones mentales. A Ia Psicolog ia social no le interesan las uniform idades provocadas por dotacion genetica, ni aquellas que provienen de Ia accion directa de un ambiente f isico comun o de unas condiciones de vida semejantes, sino solamente aquellas que tienen una procedencia social, es decir, que se originan en el intercambio e interaccion de las mentes. La propagacion del espiritu de linchamiento en una muchedumbre en presencia de un peligroso criminal, el contagia del panico en un ejercito abatido, el contagia de Ia emocion religiosa, Ia extension simpatetica de una huelga son ejemplos de sucesos, eventos, movimientos que se producen como consecuencia de contactos e intercambios mentales entre los individuos. De ellos habra de dar buena cuenta esa Sociolog ia psicologica que es Ia Psicolog ia social ya que Ia Sociolog ia se ocupa de grupos y estructuras y Ia Psicolog ia se ha volcado tradicionalmente en el individuo. La sugestion, Ia masa, el espiritu de Ia masa, Ia moda, los convencionalismos, Ia imitacion de costumbres, Ia opinion publica son, entre otros, los temas de los que se ocupa Ross en su manual, unos temas que dejan claramente traslucir el tipo de Psicologia social que propone este sociologo. A. L. KAoEBER, un antropologo conocido por sus estudios de las c;loctrinas sobre Ia creacion en pueblos pre-literatos, publica en 1917 un pequeno articulo en el que mantiene una firme postura respecto a Ia existencia de entidades pslquicas supra-individuales de cuyo estudio responsabiliza directamente a Ia Psicologla social. Los comienzos de este conocido articulo,
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The possibility of a social psychology, no pueden ser mas prometedores: "Desde el momenta en que los fen6menos psfquicos del supraindividual o del grupo social como hechos empfricos son tan reales o actuales como Ia vida psfquica del mismo individuo, el termino alma es igualmente aplicable a ellos" (Kroeber, 1917, P- 633).
Para el antropologo californiano Ia realidad que nos circunda se divide en cuatro categorfas: Ia materia y Ia forma (fenomenos inorganicos), fenomenos vitales en cuanto tales (organicos), fenomenos pertenecientes al mundo de Ia conciencia (fenomenos mental-organicos o psfquicos) y los pertenecientes a Ia civilizacion, Ia cultura (fenomenos super-organicos o super-psfquicos). De ellos dan cuenta, de acuerdo con el siguiente cuadro, las disciplinas cientfficas que se citan a continuaci6n: Formulacion de los Descripcion de los procesos (Ciencias procesos (Ciencias explicativas) descriptivas) Fen6menos Super-organicos
Psicologfa Social
Historia Cultural
Fen6menos Mental-organicos
Psicologfa
Historia Biogratica
Fen6menos Vital-organicos
Fisiologfa
Historia Natural
Fen6menos inorganicos
Fisica, Ouimica
Astronomia, Geologia (Kroeber, 1917, p. 636)
Wilson WALLIS, en un reducido articulo que lleva por tftulo La independencia de Ia Psicologfa social y que el autor publica en 1925, se une a esta doble consideracion de Ia Psicologia social como el estudio de los grupos y de estos como detentadores de una personalidad psfquica independiente y superior a las personalidades individuales. Su postura cabe resumirla en los tres puntos siguientes: 1. La tesis fundamental, escribe, es que el grupo es una realidad por encima de los individuos que lo componen; es una rea-
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lidad porque muestra persistencia de cualidades, rasgos y comportamientos y porque esta compuesto por elementos mutuamente interdependientes. 2. Existe, en segundo Iugar, una dimension social de Ia mente, del espfritu, del psiquismo. Si existe rea/mente el grupo como entidad independiente de quienes lo forman, debe existir una mente de grupo igualmente independiente de Ia que nadie duda que poseen cada uno de los miembros de dicho grupo. 3. El estudio del grupo y de su espfritu no puede ser llevado a cabo por Ia Psicologfa individual; los principios explicativos que ha desarrollado no son 1Jtiles para adentrarse en los secretos de Ia sustantividad psfquica del grupo. Su estudio debe ser encomendado a Ia Psicolog fa social, una disciplina cuyo ambito de estudio trasciende lo puramente individual. En este sentido y en este contexto, "EI hecho de que un individuo sea un individuo es relativamente poco importante, porque no son sus atributos particulares los que determinan su conducta, sino los atributos del grupo" (Wallis, 1925, p. 150).
Muchos son los caminos que llevan a Roma, y otras tantas las coordenadas teoricas desde las que resulta posible llegar a Ia conclusion de Ia Psicologfa social del group mind. Los mas lo han hecho desde el idealismo aleman; otros hemos visto que lo hicieron atormentados por Ia rebeli6n de las masas, por el creciente protagonismo que estaban adquiriendo en Ia escenograffa socio-pol ftica los movimientos de movilizacion popular, mayormente obrera. Pero siempre hay un mas diffcil todavfa, y asf el ingles William McDouGALL, en una especie de triple salto mortal, consigue llegar a las mismas conclusiones para Ia Psi co log fa social prescindiendo en unos casos y atacando sin miramiento en otros a las corrientes teoricas que posibilitaron esta tradicion grupal. Los ataques de este psicologo ingles se hacen especialmente virulentos cuando se trata de Ia filosoffa idealista alemana de donde, como sabemos, procede una de las concepciones mas antiguas de nuestra disciplina. McDOUGALL no se anda por las ramas al calificarla de teoricamente decepcionante y nefasta para Ia humanidad, habida cuenta de Ia responsabilidad historica que llego a alcanzar esta ideologfa destructora del individualismo. En una palabra, escribe McDouGALL, es una pena que Ia
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juventud malgaste su preciado tiempo en devanarse inutilmente los sesos intentando adentrarse en Ia sutileza del pensamiento kantiano. El desde luego no cay6 en esa trampa y sustituy6 a KANT por BERGSON, y a WuNoT por TARDE a Ia hora de establecer las bases de esa parte de Ia Psicolog fa social dedicada al estudio de Ia mente grupal o colectiva. Porque debe quedar claro que Ia teor fa del group mind que elabora McDouGALL a lo largo de las 400 paginas de que consta su obra de 1920, es una simple continuaci6n de su Social Psychology de 1908, es su segunda parte, se fundamenta en esta y su adecuada comprensi6n requiere el conocimiento de Ia primera y mas conocida de sus obras. Yen una yen otra el punto de partida es el mismo: Ia Psicolog fa ha estado llena de asunciones vagas, de supuestos m fsticos, de opiniones y creencias mas que de pruebas, de metodos escasamente cient fficos (Ia introspecci6n) y, desde luego, no son muchas las razones que asisten a los psic61ogos para estar contentos con esa esteril y estrecha concepcion de su disciplina como una ciencia de Ia conciencia completamente alejada de los principios del positivismo, escribe ya en Ia lntroducci6n a su obra de 1908. Ha sido Ia obra de DARWIN Ia que ha hecho despertar a Ia Psi co log fa de esa especie de letargo m fstico-metaf lsi co haciendo que los psic61ogos prestaran atenci6n al problema de Ia genesis, evoluci6n y desarrollo de Ia mente humana, procesos estos que en cada momento implican y requieren Ia interacci6n entre el individuo y su ambiente social. Esta, habla escrito en 1908, es el producto de las influencias modulares ejercidas por el ambiente social en que crece y se desarrolla el propio individuo, unas fuerzas que, a su vez, resultan del intercambia de las mentes que configuran Ia propia sociedad. Y en ese juego de mutua relaci6n, pertenencia y dependencia es donde se incluye Ia Psicologia social de Ia mente de grupo. El individuo es una pieza mas o menos insignificante en Ia eterna, vasta e interminable cadena de Ia evoluci6n, una unidad dentro de ese extenso sistema de fuerzas vitales y espirituales que se manifiestan en forma de sociedades humanas, una pieza que tiene como objetivo el de transmitir esas fuerzas practicamente intactas porque su capacidad de cambiarlas o modificarlas es m lnima. Ahora bien, el funcionamiento de ese sistema de fuerzas mentales fruto del intercambio (otra vez Ia hip6tesis holista que con tanta frecuencia ha ido haciendo acto de presencia)
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entre las mentes dentro del cual el individuo aparece como una unidad insignificante, viene definido por condiciones que son producto del largo proceso de Ia evoluci6n, condiciones que han sido producidas por las actividades mentales de interminables generaciones y respecto a las cuales los individuos concretos que viven en sociedades concretas apenas son capaces de ejercer influencia alguna. La lenta pero imparable evoluci6n de las sociedades ha Jlegado a configurar una especie de superestructura mental y espiritual, una vida mental, un sistema de fuerzas altamente organizado y estructurado e independiente de las cualidades y peculiaridades de los individuos concretos que tiene su propia vida, sus propias tendencias y una indiscutible capacidad de reproducirse a sf mismo; por el los individuos pasan fugaces, sin apenas posibilidad de hacer notar su presencia, dada Ia corta existencia de los unos y el enorme poderfo del otro. Pues bien: "La Psicologfa que reconozca estos hechos e intente dar cuenta de las influencias recfprocas del individuo y Ia sociedad de Ia que forma parte, puede denominarse Psicologfa social. La Psicologfa grupal o colectiva es, pues, una parte de este ambito mayor. Tiene por objeto el estudio de Ia vida mental de las sociedades de todo tipo, y esta comprensi6n de Ia vida grupal tiene que ser utilizada por Ia Psicologia social para hacer mas concreta y completa nuestra comprensi6n de Ia vida individual" (McDougall, 1920, p. 8).
Esta Psicolog fa de las fuerzas mentales que poseen los grupos y las sociedades tiene a modo de tres partes mas o menos diferenciadas; en Ia primera se ocupa de los principios generales que rigen Ia vida mental de los colectivos, unos principios que nada tienen que ver con los que definen Ia vida de los individuos aislados. El segundo gran capitulo se dedicarla a Ia distinci6n de los principales tipos de vida mental colectiva o mente de grupo para finalizar describiendo sus peculiaridades y caracterfsticas para, dentro de lo posible, poder dar cuenta detallada de ellos. Pero, lc6mo es posible que un individualista convencido Jlegue a defender Ia existencia de una mente-esplritu-alma colectiva poseedora de sus propias leyes y de una dinamica independiente de Ia vida individual? Porque no hay mas remedio, porque sencillamente esa es Ia gran paradoja de Ia existencia humana para el estudioso del comportamiento: Ia imprescindible participaci6n en Ia vida grupal, escribe el ingles al final de
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Ia lntroduccion, lo degrada, asimila sus procesos mentales a Ia brutalidad, inconstancia, impulsividad e irracionalidad de Ia masa, pero paradojicamente esa resulta ser Ia (mica manera, el unico camino para ser plenamente humano y racional, para superar el nivel animal. Esta es Ia gran paradoja, Ia paradoja sabre Ia que se cimenta esta segunda parte de Ia Psicolog Ia social (en el proximo capitulo hablaremos de Ia primera), y no solo eso, sino Ia paradoja sabre Ia que se asienta Ia propia naturaleza humana: "La participacion en Ia vida del grupo degrada al individuo, asemejando sus procesos mentales a los de Ia masa cuya brutalidad, inconstancia e impulsividad irracional han sido tema de muchos escritores; sin embargo, solo por medio de Ia participacion en Ia vida del grupo llega el hombre a ser completamente humano, solo asf sobrepasa el nivel del salvaje" (McDougall, 1920, p. 27).
Cuando miramos a ELLWOOD y Ross y vemos que nos encontramos recien estrenado el siglo, no podemos por menos de sentir una cierta sacudida de esperanza, particular y quiza caprichosamente mas intensa con ELLWOOD. Hay en estos dos sociologos norteamericanos un decidido intento por asentar Ia Psicologfa social sabre una base teorica no exenta de cierta originalidad, sabre unos conceptos intermedios (coordinacion social, habito social, actitud mental) ciertamente heredados de Ia tradicion idealista europea, pero exentos del pesado determinismo que pose fan all f y, sabre todo, con Ia particularidad de haber sido engendrados al hila de reflexiones directas sabre Ia Psicologfa social. Da Ia impresion de que nos encontramos frente a un proceso semejante a aquel que a neo-kantianos y neo-durkheinianos les habfa conducido un poco antes a una Psicologfa de marcado talante social; en ELLWOOD y Ross, lo psicosocial parece obedecer no tanto a Ia preocupacion por un tema concreto como a mas profundas y generalizadas convicciones e intereses; unas convicciones en las que se trasluce, como no pod fa ser de otra manera, Ia ascendencia sociologica de los autores y en Ia que se deja notar el vacfo del metoda, imprescindible, se ha dicho desde diversos ambitos, para Ia instauracion de una disciplina cientffica. Pero se trata de una propuesta mas centrada en Ia propia Psicolog fa social y en los asuntos de Ia vida cotidiana y liberada por tanto de Ia fuerte carga de Ia digresion romantica y del que llegaba a ser abrumador determinismo de epocas anteriores; de hecho el psiquismo
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grupal, Ia vida psfquica del grupo aparece aquf en unos terminos no solo mas diafanos, menos pesados, menos cargados de coacci6n, sino estrechamente vinculada con Ia estructura y organizaci6n grupal y desasida de esos lazos de tan oscura procedencia a que nos ten fan acostumbrados los neo-kantianos. Detengamonos por un instante en Ia propuesta de ELLWOOD y dediquemosle una ojeada a vista de pajaro. VIDA SOCIAL
t GRUPOS, parte esencial de Ia vida social - Psicologla social, estudio de los grupos - Psicologla social, disciplina indispensable para el desarrollo de Ia Sociolog(a
t INTERACCION PSIOUICA, principia organizativo de Ia vida del grupo.
t ACCION GRUPAL, argumento para Ia existencia de procesos socio-psiquicos.
t - Coordinaci6n de las actividades dentro del grupo - Organizaci6n de las actividades dentro del grupo - Actitudes mentales de unos respecto a otros dentro del grupo
+ HABITOS SOCIALES
t ESTRUCTURA GRUPAL
t - Normas - Mode los de comportamiento
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- Costumbres grupales - Subcultura grupal
t MANIFESTACIONES PSIOUICAS GRUPALES
t VIDA SOCIAL
Habra que convenir que se trata de una propuesta ciertamente solidaria con su epoca, pero en Ia que es posible adivinar algo de lo que va a ser Ia Psicologfa social posterior; con un poco de imaginacion, y con un decidido empefio en Ia investigacion, SHERIF, por ejemplo, alcanzara cotas decisivas en esta disciplina precisamente a partir de alguna de las hipotesis de este filosofo de Chicago. Pero es que, ademas, conceptos tales como el de interaccion psfquica, accion grupal, estructura grupal, portan una inequ fvoca marca psicosocial, es decir, no han sido importados ni traducidos directa y acrfticamente desde otros ambitos del saber, sino elaborados, con mayor o menor fortuna, desde el interior de Ia propia Psicolog fa social y, por tanto, perfectamente adaptados a ella y todo esto es algo que probablemente no convenga pasar por alto a Ia hora de valorar Ia verdadera contribucion de cada una de las tradiciones. Pero no se agotan aqu I las consideraciones en torno a esta primera tradicion conceptual porque entre el holismo sociologico que acabamos de presenciar y el individualismo metodologico que nos ocupara el proximo capitulo, queda todavfa sitio para lo que Maurice MANDELBAUM ha denominado las /eyes sociales, para Ia consideracion de una serie de leyes concernientes al funcionamiento de entidades sociales como un todo, pero que no implican Ia determinacion del comportamiento individual: "Existen algunas !eyes irreductibles (a leyes individuates se entiende) que gobiernan las relaciones funcionales de aspectos o componentes especlficos en Ia vida social. El establecimiento de estas leyes no requiere Ia aceptaci6n de Ia tesis de Ia inevitabilidad hist6rica, ni las implicaciones polfticas y morales del historicismo o el organicismo, ni nos dejan en las manos del holismo" (Mandelbaum, 1957, p. 223).
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Y alga de esto ha hecho acto de presencia en Ia Psicologfa social. Muzafer SHERIF, en esa inevitable obra sabre La Psicologfa de las normas sociales, parece acercarse definitivamente a Ia idea de las leyes sociales; pero lo hace con una particularidad que nos parece imprescindible senalar: el habla con Ia ayuda de un fuerte respaldo emp Irico, y ello no nos cabe duda (tratandose ademas de Ia investigaci6n que se trata) de que concede a su opinion, dentro de Ia Psicologfa social, una autoridad de Ia que carecen otras hip6tesis emitidas desde cualquiera de los olimpos te6ricos, especialmente desde el filos6fico: "La negaci6n de caracterfsticas especiales de Ia situaci6n grupal y del valor psicol6gico de sus propiedades especiales equivale a ignorar algunos datos basicos y bastante asentados en Ia Psicologla ... Una situaci6n psicol6gica grupal altera Ia percepci6n de los individuos, y los productos grupales que resultan de ella son realidades importantes. Para ser mas clara, Ia realidad basica en el fonda de cualquier realidad social y cultural es el organismo. Pero una vez que surge Ia superestructura no podemos invertir el proceso; emerge un nuevo determinismo a nivel propio" (Sherif, 1966, p. 75).
En una palabra, y ya por resumir, comenta SHERIF unas paginas mas adelante: a) Ia situaci6n grupa/ ocasiona modificaciones en Ia experiencia y Ia conducta de los individuos que se encuentran dentro de ella, b) cuando esta en juego Ia ejecuci6n de una tarea, varfa el rendimiento de los miembros del grupo; c) el individuo dentro de Ia situaci6n grupal o colectiva actua como miembro del grupo. Su experiencia y su conducta esta determinada por Ia naturaleza de su pertenencia a el; d) Ia formaci6n de masas puede depender de Ia remisi6n de viejas normas y puede conducir al establecimiento de otras nuevas Nos encontramos, sin duda, ante algo que el lector harfa muy bien en ir reteniendo porque se erige como una de las mas s61idas bases de Ia Psicologia social y deberfa traducirse en una de nuestras mas asiduas fuentes de inspiraci6n. Como lo deberia ser Solomon ~H cuya Psicologfa social, publicada casi veinte afios despues que Ia obra de SHERIF (aqu f utilizamos Ia
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cuarta edici6n en castellano de 1968), despacha en unos terminos muy s61idamente psicosociales lo que el mismo titula Ia distinci6n e inseparabilidad del individuo y el grupo, lo que creemos que guarda cierta fidelidad con Ia hip6tesis que nos esta sirviendo de marco de referenda, Ia de las leyes sociales: "Nuestra tarea consiste en comprender Ia distincion e inseparabilidad entre grupo e individuos. Las condiciones de grupo pueden actuar sabre los individuos solo porque estos poseen propiedades muy definidas... Debemos comprender tambien como las condiciones de grupo penetran hasta el propio centro de los individuos y transforman su caracter. En particular debemos comprender que, una vez que un grupo se halla en funcionamiento, Ia unidad no es un individuo, sino un individuo social que posee un Iugar en el arden social en calidad de hijo, marido o trabajador. .. Para comprender al individuo debemos estudiarlo en el marco de su grupo; para entender al grupo debe mas estudiar a los individuos cuyas acciones interrelacionadas Ia constituyen" (Asch, 1968, p. 261-262).
Dicha interrelaci6n engendra unas propiedades macrosc6picas, unas propiedades estrictamente grupales a cuya luz adquieren verdadero sentido los hechos microsc6picos exteriorizados en Ia situaci6n grupal; no se trata de una fuerza psfquica (alma del grupo) que se impone pesadamente sabre los individuos, sino de algo mucho mas simple: de las consecuencias funcionales de Ia relaci6n. Sabre ello volveremos Ia vista alguna otra vez (dedicaremos el Capitulo IV precisamente a LEwiN, quien debiera haber encabezado este ultimo grupo), pero antes de dar por finalizado este capitulo, permita el paciente lector que le recordemos que estamos poniendo el dedo en uno de los asuntos vitales para Ia Psicologfa social y que AscH lo puso, como SHERIF, con unos importantfsimos datos por delante, con uno de los mas incombustibles datos que haya dado nuestra disciplina.
CAPITULO II
La tradicion individualista
Si retomamos los ejemplos que han servido de introducci6n al primero de los c;:apftulos, el debate se centrarfa en dilucidar los terminos que expliquen los eventos narrados. Parece claro que quienes se inclinan por una concepcion de Ia Psicologfa social centrada en los fen6menos colectivos apuntarfan a Ia existencia de una entidad (Ia masa, el grupo) poseedora de propiedades y caracterfsticas propias (caracterfsticas supra-individuales) que se alzan como responsables de las acciones que realiza; hay una serie de leyes psicol6gicas (algunas de elias han quedado enunciadas) de acuerdo con las cuales parece razonable pensar que las acciones de los grupos o de las masas difieren de aquellas que realizan los individuos aislados. Ciertamente hay explicaciones que se remontan a una especie de antropomorfizaci6n de Ia masa (Ia masa poseedora, como los individuos, de un alma, de una personalidad, de un psiquismo) en Ia que convendrfan, con matices, muchos de los autores mencionados; pero no serfa necesario llegar a estos extremos para seguir manteniendo una explicaci6n en terminos grupales o colectivos; son muchos los psic61ogos sociales que apoyarfan Ia hip6tesis gestaltica de que las relaciones entre las cosas (personas en este caso) producen efectos que no pueden ser reducidos ni explicados por referenda exclusiva a los elementos aislados; alguien ha dicho que este podrfa ser incluso el caso de DuRKHEIM; despues de lo que aca-
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bamos de ver, no hay duda de que lo es de Muzafer SHERIF o Solomon AscH, dos pro ceres de Ia Psicologla so cia I.
El individualismo metodologico. Pero no se nos puede ocultar que desde Ia propia Psicologfa social es posible una explicaci6n bien diferente, realizada en terminos exclusivamente individuales, debajo de Ia cual se encuentra Ia firme creencia de que grupos, masas y agregados sociales no son otra cosa que un conjunto de individuos cuyas motivaciones, tendencias, necesidades y caracter fsticas son las (micas que posibilitan una explicaci6n del comportamiento grupal, los movimientos de las masas o el cambio social. La masa no hace sino seguir las pautas vesanicas, irracionales y primitivas de quienes Ia forman; Ia productividad de un grupo no es otra cosa que Ia resultante del trabajo de cada uno de sus mi embros; Ia cohesion no puede ser aIgo masque Ia su rna de los Indices de atracci6n entre los individuos concretos; su personalidad es Ia que se cansinamente se desprende de los rasgos de quienes lo componen, y asf de forma sucesiva. Es justamente Ia replica al holismo sociol6gico, a Ia posibilidad de extraer leyes grupales, principios macrosc6picos que nos proporcionen un conocimiento adecuado del comportamiento grupal propiamente dicho y de las acciones de los individuos dentro de el. Dicha replica recibe el nombre de lndividualismo metodo/6glco y SU postura Ia define J. W. WATKINS, SU mas obstinado defensor, en los siguientes terminos: "De acuerdo con este principio, los ultimos componentes del mundo social son individuos que actuan, con mayor o menor propiedad, a Ia luz de sus disposiciones y de su comprensi6n de Ia situaci6n. Cualquier situaci6n social compleja, instituci6n o evento es el resultado de una determinada configuraci6n de individuos, de sus disposiciones, creencias, recursos y ambiente ffsico. Puede haber explicaciones semielaboradas de fen6menos sociales de gran alcance (Ia inflaci6n) en terminos de otros fen6menos de gran alcance (digamos, el pleno empleo); pero no llegaremos al fondo de esos fen6menos en tanto no deduzcamos su explicaci6n de las disposiciones creencias, recursos y relaciones entre los individuos" (Watkins, 1957, p. 106).
Es el principia del mecanicismo aplicado a las ciencias sociales de acuerdo con el cual, arriesgando una sfntesis que sera tan agradecida por unos como insatisfactoria para otros:
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a) se supone que los individuos son los unicos motores del devenir historico y, por consiguiente, Ia unidad de analisis por excelencia de Ia Ciencia social en cualquiera de sus diversas modalidades (Sociologla, Antropologla, Historia, cualquier rama de Ia Psicologla, etc.); de acuerdo con su posicion mecanicista sostiene que al igual que Ia realidad flsica, el mundo social es una configuracion de partfculas (individuos) cuyos eventos, por muy complejos que estos parezcan, solo pueden ser explicados acudiendo a las leyes que gobiernan el comportamiento de las piezas y componentes concretes. "No llegaremos a explicaciones profundas de fen6menos de gran escala mientras no deduzcamos su conducta de afirmaciones sabre las propiedades y relaciones de las partes" (Watkins, 1957, p. 105).
Esto lo vamos aver reaparecer dentro de poco cuando Floyd ALLPORT hable de Ia falacia de grupo y George HoMANS nos introduzca en sus proporciones sobre el comportamiento social; b) Ia suposicion central del individualismo metodologico, llega
a decir WATKINS, es Ia de que no existen tendencias sociales que no puedan ser modificadas si los individuos implicados en elias se lo proponen y disponen de Ia pertinente informacion para hacerlo; c) dicho en otros terminos, no hay tendencia social que pueda ser impuesta a los seres humanos desde arriba o desde abajo; estas son el resultado de caracterfsticas, actividades, situaciones, conocimiento y ambicion de Ia gente; d) los fen6menos sociales son asimismo consecuencia de las respuestas conscientes o inconscientes de los individuos a sus situaciones; las regularidades en Ia vida social deben ser explicadas en terminos de los individuos (disposiciones, creencias, conocimientos, etc.) y sus situaciones; los eventos sociales se explican a partir de factores humanos. "Por consiguiente, si eventos sociales tales como Ia inflaci6n, las revoluciones pollticas, Ia desaparici6n de las clases medias, etc., son ocasionados por Ia gente, entonces deben ser explicados acudiendo a conceptos individuales, a las situaciones a las que Ia gente se enfrenta y a las ambiciones, temores e ideas que los activan. En suma, fen6menos sociales de gran escala deben ser explicados por las situaciones disposiciones y creencias de los individuos" (Watkins, 1955, p. 58);
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e) el individualismo metodologico explica Ia formacion de caracterfsticas psicologicas individualistamente, es decir, acudiendo a las respuestas conscientes o inconscientes de los individuos. Las afirmaciones, leyes, principios y caracterfsticas psicologicas no pueden deducirse de principios no-psicologicos; no se niega que el desarrollo psicologico del individuo ocurra con motivo de influencias exteriores, "Simplemente se insiste en que dicho desarrollo debe ser explicado de un modo inocente como una serie de respuestas emitidas por el individuo a las situaciones y no aviesa e il6gicamente como un resultado directo de factores no psicol6gicos, sean estos factores neurol6gicos o factores impersonates de corte sociol6gico" (Watkins, 1957, p. 111 );
f) El cientffico social tiene que apoyar sus afirmaciones en un
material preferentemente psicologico; tiene que procurar descubrir cuales son las disposiciones relevantes para, a partir de elias, elaborar un modelo tan simple como realista que muestre como dichas disposiciones son capaces de generar una cierta regularidad en situaciones concretas; g) asf, el metodo individualista reconstruye una situacion historica mostrando como los individuos con sus disposiciones y creencias producen una accion comun en esa situacion particular. El asunto, no obstante, no es tan claro ni probablemente tan simple como lo hemos expuesto; los filosofos de Ia ciencia han andado siempre a Ia grena en torno a el. unos, WATKINS, para defenderlo sin desmayo; otros, lo hemos visto en el caso de May BRODBECK, para proponer justamente su antonimo, el holismo, y todavfa unos terceros, como Leon GoLDSTEIN, para hacer una defensa muy matizada. Como este noes un libro de Filosoffa de Ia ciencia, ni su autor sabe del tema mas alia de lo absolutamente imprescindible, sera bueno que nos contentemos con estas referencias, entendemos que suficientes, para enmarcar Ia tradicion individualista en Ia Psicologfa social. Una tradicion en Ia que resulta extraordinariamente facil tropezar con algunos de los mas reclacitrantes principios del individualismo metodologico; de hecho creemos que el paradigma conductista no hizo sino incorporarlos mimetica y acrfticamente; buena prueba de ello es Ia propuesta teorica de John B. WATsoN: su despiadada crftica al concepto de conciencia, el esta-
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blecimiento de Ia conducta como objeto primordial de Ia Psicologfa, el manejo continuo de un paralelismo entre Ia investigacion humana y Ia investigacion animal, Ia propia concepcion del conductismo como una ciencia natural cercana a Ia fisiolog fa y Ia conviccion de que Ia comprension de Ia conducta pasa indefectiblemente por Ia experimentacion, por el control experimental, etc., sedan algunos de sus mas codiciados rasgos. En algun momento enuncia Ia que creemos una de las hipotesis centrales de esta doctrina haciendo clara invocacion a Ia estructura genetica en lo que alguien podrfa considerar una hipotesis central del idvididualismo metodologico: "EI hombre es un animal que nace con ciertos tipos definidos de estructura, y dado que posee tales estructuras, ya desde su nacimiento, necesariamente responde a los estfmulos en forma determinada (... ) Tal conjunto de respuesta es, en general, el mismo para todos nosotros. No obstante, en cierto grado, en cada uno se dan variaciones, las cuales probablemente sean proporcionales a las diferencias que existen en Ia estructura (desde luego, en esta ultima incluimos Ia constituci6n quimica" (Watson, 1961, p. 100)1.
Tambien en Ia Psicologfa social, de acuerdo con Clay HEN. ORICK, existe un individualismo metodologico sobre el que se instala, no podrfa ser de otra manera, Ia version experimental, Ia version dura de Ia disciplina, aquella que se desprende de uno de los dos mode los de sujeto que em plea Ia Psicolog fa (por utilizar el titulo de un conocido articulo de William HITT), el modelo conductista, aquel que ahonda sus mas profundas ralces en el modelo naturalista de Ia metaflsica psicosocial de acuerdo con Ned LEviNE (1976) y cuyas caracterfsticas mas sobresalientes nos atreverfamos a resumir en las siguientes: 1. El hombre es, ante todo, su conducta, aquello que hace, realiza y materializa externamente y tan solo con cargo a ella es posible describirlo y aprehenderlo en su justa medida; asf pues solo esta puede constituir el objeto de Ia Psicologfa. La conciencia tiene mas de supersticion medieval que de dato objetivo y es indigna de Ia m fnima preocupacion cient Ifica. Si, ademas, tenemos en cuenta que Ia conducta viene a ser el simple resultado de Ia reaccion a unas condiciones de estimulacion externas, el hombre se convierte en una maquina cuasi programada (sometida es Ia expresion de WATSON l de responder a estimulos:
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"Comprobamos, pues, que el organismo se halla de continuo sometido a Ia acci6n de los estlmulos -que !Iegan por Ia vista, el oldo, Ia nariz y Ia boca- los denominados objetos de nuestro medio; al mismo tiempo, tambien el interior de nuestro cuerpo se halla sometido a cada instante a Ia acci6n de los estlmulos nacidos de los cambios en los te· jidos mismos". (Watson, 1961, p. 29).
2. Si ella es asf, el comportamiento humano resulta facilmen· te previsible; en primer Iugar, porque nacemos con una estructura que nos hace reaccionar de determinada manera ante cier· tos estimulos y, ademas, porque el hombre domina, maneja y es incluso capaz de manipular el media externo, Ia fuente de estimulaci6n. La metaflsica naturalista en Ia Psicologfa social, apunta lEVINE en el tercero de sus principios, postula que los mecanismos responsables del comportamiento operan fuera del control de Ia conciencia y voluntad de los individuos y, por consiguiente, diffcilmente pueden modificarse a capricho de los interesados. 3. Si el hombre es su conducta y esta se encuentra sometida a Ia relativa constancia del ambiente externo que nos hace vivir en un mundo de datos observables y tangibles (una definicion muy parecida hemos vista proponer al soci61ogo frances Emile DuRKHEIM, valedor por excelencia del homo sociologicus, para los hechos sociales), no es de extraf\ar que se cifre como objetivo primordial de Ia Psicologfa Ia elaboraci6n de leyes y principios generales capaces de dar cumplida y segura cuenta del comportamiento humano. Comprensi6n, predicci6n y control son considerados, cementa William Hm, los tres objetivos por excelencia del quehacer cientffico en el modelo conductista del sujeto; ellos no son otra cosa que Ia respuesta a Ia hip6tesis central de que el hombre es alga predecible. Dicha predicci6n se sustenta en Ia exenci6n de servidumbres hist6ricas (trans-historicidad y trans-culturalidad de las explicaciones que se ofrecen sabre el comportamiento humano) y sirve para dar cuenta de un fen6rneno en cualquier tiempo y Iugar; una explicaci6n, rnatiza LEviNE, que procura sintetizarse en Ia existencia de algun mecanisme general responsable directo de tal o cual fen6rneno, de unos principios onto16gicos a los que sea facil recurrir como estrategia descriptiva o explicativa de los acontecimientos psicol6gicos. 4. Si es posible llegar a enunciar leyes generales que gobiernen las acciones de los individuos, estas, y por resultado el pro-
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pio individuo, pueden ser-descritos significativamente en terminos absolutos, libres de restricciones y limitaciones culturales y linguisticas. Dicho de otra manera, Ia metaffsica naturalista postula Ia existencia de un conocimiento cientifico aseptico, impersonal y libre de valores, por cuanto cree y defiende que los fenornenos psicologicos ahondan sus rafces, en una nada despreciable rnedida, en Ia propia naturaleza humana. WATSON rnantuvo siempre con firmeza esta hipotesis. Ya en las primeras paginas de su mas conocida obra (que nos esta sirviendo de guia), escribe: "EI conductismo (... ) proponiase lo siguiente: aplicar al estudio experimental del hombre iguales procedimientos y el mismo lenguaje descriptivo que muchos investigadores habian empleado con exito durante anos en el examen de animales inferiores al hombre. Creiamos entonces, como creemos todavia, que el hombre es un animal distinto de los demas unicamente en las formas de comportarse" (Watson, 1961, p. 16).
Y cuando en el primero de los capitulos aborda Ia definici6n del conductismo, resalta el psic61ogo norteamericano que es precisarnente Ia fisiologia su mas intima, fiel y asidua companera; de ella, anade, solo difiere en el ordenamiento de los problemas, no en sus principios fundamentales. 5. Una consecuencia metodol6gica, y no precisamente de las rnarginales, es Ia suposici6n de que el comportamiento debe ser entendido como una secuencia o suma de eventos moleculares independientes (estfmulos, reacciones, sensaciones, refuerzos, etc.) cuya aparici6n con junta se debe a Ia existencia de principios y leyes tras cuyo descubrimiento corre precisamente Ia investigaci6n psicol6gica. Ned lEVINE enuncia con nitidez este que en su taxonomia serfa el sexto de los principios: Ia rnetaffsica naturalista asurne que los mecanismos pueden ser comprendidos a traves de los elementos de que se componen, y que su conocimiento se desprende de Ia acumulaci6n de datos e informacion procedente de las partes de que estan compuestos; el conocimiento es, por tanto, acumulativo, aditivo. Las caracterfsticas hurnanas -sostiene el modelo conductista de sujeto de acuerdo con HITT- pueden ser investigadas independienternente unas de otras, el estudio del hombre es susceptible de una aproximacion aditiva parecida a Ia tecnica de un experto relojero que saca, mira, analiza pieza a pieza y es ca-
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paz de hacer andar un complejo ejemplar acoplando minuciosa y cuidadosamente los elementos de que se compone. El hombre de que se ocupa el modelo condustista, comenta William H1TT, no tiene secretos para el metodo cient Ifico, ya que los procesos psiquicos complejos son perfectamente desmenuzables en partes, fragmentos, trozos relativamente independientes unos de otros que vienen a constituir el quehacer de Ia investigacion experimental. Ya lo habla anunciado WATKINS, el mecanicismo, principia que en las Ciencias duras es equivalente al individualismo metodologico en las ciencias sociales, defiende que los eventos fisicos complejos son el resultado de una configuracion de particulas y solo pueden ser adecuadarnente explicadas a partir del conocimiento del estado, propiedades y relaciones de esas particulas. Muchas cosas son las que se han sucedido en el seno de Ia Psicologia desde los tiempos, no tan lejanos, del pertinaz condutismo; si nos atenemos al titulo de este apartado, convendrlamos con mas de un autor en que quiza lo mas relevante haya sido Ia sustitucion de un paradigma dominante (el conductista) por otro (el cognitivista). Ellos mantienen una diferencia y una semejanza que nos interesa sobremanera resaltar; lo unico que practicamente los diferencia es el modelo de sujeto que defiende: el hombre que responde pasivamente a los estimulos que provienen de su medio ambiente vs. hombre procesador activo de Ia informacion que le rodea. Por lo demas, el nuevo paradigma cognitivo no solo acata sin asomo de disidencia, sino que se ha convertido en el principal valedor del individualismo metodologico, entre otras razones de menor peso porque existe algo mas que una simple sospecha de que los modelos elaborados por los mas destacados representantes del enfoque computacional-representacional dejan traslucir una continuidad y una analogia cuando menos llamativa con el Conductismo. Y de esta sospecha no son muchos los que se han librado. Angel RIVIERE dedica alguna de sus mas sutiles reflexiones a esta afinidad entre los modernos computacionales y mas tradicionales asociacionistas que resume en los siguientes terminos: "Tanto en el enfoque asociacionista como en el de procesamiento de Ia informacion basado en Ia hip6tesis de Ia capacidad computacional general, el aparato te6rico se reducira, en ultimo termino, a conjuntos de elementos y conjuntos de operaciones combinatorias (aso-
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ciativas o computacionales) realizables sobre ellos." (Riviere, 1987, p. 41).
A ella cabe anadir, otra vez con Ia experta ayuda de tan gran psicologo como buen amigo RIVIERE, que el agente de conducta posee una estructura, un andamiaje que le posibilita una cierta organizacion interna (una arquitectura funcional, ha dicho algun prohombre de Ia Psicolog fa cognitiva) con cuya ayuda se pretende dar cuenta de Ia conducta de los individuos. NEWELL y SIMoN (1972), por ejemplo, han sostenido que Ia estructura general del sujeto cognitive podrfa quedar resumida en Ia siguiente hipotesis: el hombre obtiene del media ambiente, a traves de unos receptores, una informacion que procesa en una especie de almacen central y que acumula en una memoria permanente de donde vuelve ·a salir Ia informacion para ser de nuevo procesada y actuar sabre el media ambiente a traves de unos efectores. La hipotesis de estos dos reputados
S P I
Medic ambiente
Figura 1: Modelo de procesamiento de Ia informacion de Newell y Simon.
autores se mueve dentro de una de las versiones actuales mas consolidadas del individualismo metodologico: Ia del sujeto como un procesador activo de informacion, como un cientffico alga ingenuo y un poco alocado en sus razonamientos. La tan traida y llevada metafora del ordenador ha modifi-
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cado sin duda el centro de interes de Ia investigacion psicologica, pasando de una orientacion externa, centrada en Ia conducta manifiesta, superficial, periferica y casi f fsica, al interes por los procesos internos {atencion, memoria, percepcion, etc.) que se suponen directamente resposables de las manifestaciones externas y que se sospecha estan sometidos a una dinamica de funcionamiento muy parecida a Ia que actua en un ordenador. Pero Ia continua referencia a los factores psico16gicos, Ia permanente alusion a predicados individuales, el mayoritario manejo experimental de variables personales y Ia siempre imp I fcita hipotesis de Ia reduccion de lo social a acciones de los individuos, hermanan al conductismo y a Ia Psicolog fa congnitiva en un individualismo metodologico del que tambien ha sido partfcipe Ia propia Psicologia social.
El poder del instinto. Hace poco que hemos dejado a William McDouGALL empef\ado en Ia hipotesis de Ia mente de grupo, en esa hipotesis que aboga por Ia existencia de una estructura psfquica supra-indiviual de Ia que el individuo es inevitable, involuntario y hasta forzoso subdito; pero esperemos que el lector no haya olvidado que este autor ingles parte de profundas convicciones {nunca nego sus simpatfas polfticas por el liberalismo) y modelos individualistas {no se ruboriza en confesar su admiraci6n por Gabriel TARDE!, para llegar a Ia paradojica y hasta lamentable conclusion de que Ia individualidd tiene como base y sustento Ia participacion, porno decir sometimiento, en Ia vida social. En Ia introduccion a su tan conocida como polemica obra de 1908 habla dejado sentenciada su postura. La Psicologfa, se lamenta, ha logrado un escaso reconocimiento entre los cientfficos sociales y ello es debido a un injustificado y esteril afan por Ia conciencia como su objeto de estudio y por Ia introspecci6n como su mas acabado metodo; el remedio a este deplorable estado pasa por Ia concepcion de Ia Psicolog Ia como una ciencia positiva de Ia mente, como una ciencia positiva de Ia conducta y ello exige el ineludible complemento de una rnetodologia objetiva, de esa metodologia inquebrantable y asidua compaf\era del individualismo metodol6gico. Y es en esta obra {Ia edici6n que vamos a manejar es de 1960) donde deja expuestas sus mas hondas convicciones sobre el compor-
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tamiento y Ia propia naturaleza humana con Ia ayuda de cuatro grandes principios: 1. El hombre es esencialmente una criatura que lucha par un fin, que aspira a lograr casas, que tiene ideales a los que ansfa llegar y en cuya consecuci6n se esfuerza sobremanera, actuando de un modo claramente diferenciado a como lo hace cualquier otro animal que obedece mecimicamente a unas fuerzas externas. A esta hip6tesis concerniente a Ia naturaleza hurnana se le ha dado el sobrenombre de Teleologfa. 2. Esa lucha y afan no posee una direcci6n previamente fijada; el movimiento y Ia acci6n varian a fin de evitar los obstaculos que se interpongan entre el individuo y Ia meta. "La conduccion es un continuo ensayo o lucha par un fin con variaciones de los medias empleados para su consecucion" (McDougall, 1960, p. 361).
3. En Ia conducta se encuentra atareado todo el organismo; en cada acci6n esta implicada Ia energ fa del organismo como un todo concentrado en Ia consecuci6n de un fin. 4. Como quiera que el individuo no actua de manera mecanica, aunque se enfrente a una situaci6n conocida de antemano, dificflmente repetira una acci6n de Ia misma manera; seespera una mejor adaptaci6n, una mayor eficiencia, una reducci6n del proceso. En realidad lo que McDouGALL pretende (lo confiesa en un capitulo suplernentario que anade a alguna de las primeras ediciones) es desarrollar una teorfa de Ia acci6n (el titulo del susodicho capitulo, teorfas de Ia acci6n, apenas da Iugar a equ ivacos) aplicable a cualquier forma de conducta animal; una conducta que, en cualquiera de sus modalidades, presenta rasgos distintivos universales, caracterfsticas objetivas perfectamente susceptibles a Ia observaci6n imparcial. Se lucha par un fin, par una meta en Ia que esta empenado todo el organismo (Ia energfa del organismo se concentra en Ia tarea) que persiste aun cuando existen obstaculos que pretendan impedirnos su consecuci6n y que se rnaterializa en acciones siempre nuevas (no suele existir una repetici6n mimetica de acciones) que persiguen una cada vez mas adecuada adaptaci6n de los medias para Ia consecuci6n de los fines perseguidos.
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A partir de aqui McDouGALL enuncia un entramado de proposiciones que podriamos intentar condensar en las cinco siguientes:
1. La Psicologia es el estudio de Ia mente humana como causa de Ia acci6n; es, comenta, Ia ciencia que intenta formular un cuerpo de verdades reconocidas sabre Ia constituci6n y el funcionamiento de Ia mente hurnana. 2. La mente hurnana, por su parte, esta compuesta por un conjunto de impulsos y motivos que sostienen Ia actividad mental y corporal y regulan Ia conducta. 3. Estos impulsos y motivos, continua el psic61ogo ingles, son fuerzas mentales, fuentes de energfa que senalan los fines y sostienen el curso de toda Ia actividad mental y corporal a Ia vez que regulan Ia conducta. 4. Estos impulsos, estas fuerzas mentales definidoras de Ia actividad hurnana de las que se tiene que ocupar Ia Psicologfa, poseen un caracter instintivo, son fuerzas heredadas o innatas que se convierten en los motivos mas poderosos de Ia acci6n y del pensamiento. 5. El instinto es, mas concretamente, " ... una disposici6n heredada o innata que determina que su poseedor perciba y preste atenci6n a objetos de cierta clase, que experimente una excitaci6n emocional peculiar a Ia hora de percibir tal ob· jeto, y que reaccione respecto a el de una manera particular o, al menos, que experimente un impulso hacia tal acci6n." (McDougall, 1960, p. 25).
Es decir, el proceso instintivo posee los tres elementos de todo proceso mental: un elemento cognitivo, un segundo afectivo y un tercero conativo; los mismos, curiosamente, que anos despues se le van a suponer a Ia actitud, heredera precisamente del instinto a traves de Ia pulsion. Tres elementos que se asocian estrechamente con las tres partes que posee todo instinto: a) parte aferente o receptiva encargada de Ia recepci6n y elaboraci6n de los impulsos iniciados en los 6rganos de los sentidos, responsable del contenido sensorial de ese proceso psico-ffsico que es el instinto. El sistema nervioso se convierte en su mas acabado representante;
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b) parte central por Ia que transita el impulse o el motivo de acci6n y que asurne Ia responsabilidad de Ia vivencia emocional; esta se localiza en el coraz6n, las glandulas, los vasos sangufneos, etc; c) finalmente el impulse, a traves de Ia parte central, pasa a los musculos (parte eferente) que son los encargados de ejecutar Ia acci6n, los responsables de las respuestas motoras.
Estas tres partes, y esta es Ia raz6n de traerlas a colaci6n, poseen una distinta sensibi lidad ante las influencias externas; Ia parte central, Ia excitaci6n emocional que acompaf\a a Ia actividad nerviosa, permanece inmutable a lo largo de Ia vida del individuo, ajena a cualquier influencia ambiental e incluso a las variaciones que se produzcan dentro del propio individuo; es una parte comun a todos los sujetos en todas aquellas situaciones en las que se desencadena el instinto (referencia a un asunto polemico en Ia Psicologfa: Ia universalidad de Ia experiencia emocional). No ocurre asf con las partes aferente y eferente, susceptibles ambas de visibles modificaciones en el transcurse evolutivo del individuo; ello significa que los procesos cognitivos que pone en juego el instinto varfan a lo largo de Ia vida de un mismo individuo y de un individuo a otro, y no digamos los rnovimientos musculares a traves de los cuales se consigue elfin perseguido. A partir de estas rnatizaciones conceptuales, McDouGALL pasa a establecer una triple distinci6n de instintos y de emociones a ellos asociadas: 1. Existen unas disposiciones instintivas primarias (hufda, repulsion, curiosidad, lucha, autoaserci6n, autodegradaci6n y parental) que van hermanadas con unas no menos primarias experiencias emocionales (miedo, disgusto, sorpresa, ira, jubilo, degradaci6n y ternura) que, al jugar un papel tan trascendente en Ia genesis de las emociones, suelen permanecer insensibles a cualquier influencia externa. 2. Junto a estas siete disposiciones primarias, existen otras de segundo orden (instintos secundarios) que juegan un papel menos concluyente en Ia genesis de las emociones; son los instintos de reproducci6n, el gregario, el de adquisici6n y el de construcci6n esencialmente relevantes en Ia vida social de las personas. 3. Finalmente, es posible reconocer unos pseudo-instintos,
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tambien de gran importancia para Ia vida social por cuanto su influencia se manifiesta en el proceso de interacci6n entre las personas (Ia imitaci6n, Ia sugesti6n y Ia simpatfa) y que, por consiguiente, adquieren un especial protagonismo en Ia modulaci6n del individuo por parte del ambiente y en Ia vida de las sociedades en general. En sfntesis: "En el ser humano solo algunos de los instintos mas simples que maduran inmediatamente despues del nacimiento se traducen en movimientos puramente determinados par disposiciones innatas; son los instintos de succi6n, de lloro, de parpadeo, de gatear y de encogerse antes de un golpe. La mayoria de los instintos humanos madur.an en perfodos relativamente tardlos de su desarrollo, cuando se ha adquirido ya un considerable poder de control e imitaci6n. De aquf que las tendencias motoras de esos instintos se manifiesten raramente en su forma primitiva, sino que son modificados, controlados y acallados de diversas maneras". (McDougall, 1960, p. 37).
En este contexto, Ia labor de Ia Psicologia social quedarfa reducida al estudio de aquellas tendencias primarias de Ia mente hurna na, de aquellas fuerzas mentales que juegan un papel central " ... en Ia formaci6n de Ia vida social del individuo yen Ia formaci6n de las instituciones y de Ia organizaci6n social" (McDougall, 1960, p. 228).
La Psicologia social se ocupa prioritariamente de los instintos secundarios, de aquellos que juegan un papel marginal en Ia genesis de las emociones y que, por contra, son de gran importancia en el origen y dinamica de Ia vida social; de instintos tales como el de reproducci6n, el gregario, el de adquisici6n y el de construcci6n. Junto a ellos, se ha de ocupar tambien de aquellos otros instintos (mas bien pseudo-instintos) sabre los que recae Ia responsabilidad de las relaciones interpersonales, Ia simpatfa, Ia sugesti6n, Ia imitaci6n y el juego. Dentro de Ia constituci6n instintiva, estas dos ultimas modalidades (los secundarios y los pseudo-instintos), aquellas que acabamos de decir que constituyen el objeto directo de Ia Psicologia social, son las que tienden a poseer un nucleo, una disposicion innata menos permanente y, en consecuencia, son mas susceptibles a las influencias ambientales. Es decir, Ia parte central de estas fuerzas mentales determi nantes de Ia vida y de Ia acci6n social no es tan fija e inmutable como Ia que poseen los siete instintos primarios.
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El mismo McDouGAt..L anticipandose a las reacciones que pudiera suscitar su propuesta, quiso dejar bien clara que no estaba adoptando una postura dogm1hica (aunque muchas veces Ia pareciera par Ia brevedad expositiva), sino que simplemente pretend fa sugerir una explicacion y pro mover Ia discusion mas que sentar catedra. No obstante, y con independencia de otras consideraciones mas detalladas en las que noes el momenta de entrar, Ia cierto es que el psicologo ingles defiende Ia naturaleza instintiva de Ia vida social, pero le concede un menor soporte heredado o innato ya que se trata de instintos secundarios o pseudo-instintos cuya parte central es mas sensible a las influencias socio-ambientales. Asf, "Ia Psicologla social tiene que mostrar como, dadas las propensiones y capacidades innatas de Ia mente humana, Ia compleja vida mental de las sociedades esta formada por estas y como Ia mente humana influye en el curso de su desarrollo y funcionamiento en el individuo" (McDougall, 1960, p. 15).
Con Ia posicion de McDouGALL se abre un corto pero intenso capitulo en Ia Psicologia social cuya riqueza y complejidad exigen alga mas que un simple parrafo justificative. Centremonos par ahara en Ia version definicional, que tiempo habra en algun otro momenta para hacer detallada referenda al desenlace historico de esta version instintivista. Previa, incluso, a Ia publicaci6n del libra de McDouGALL, William THOMAS (1904), un renombrado sociologo, incluia en sus argumentaciones en torno a Ia naturaleza de nuestra disciplina elementos org{micos y raciales utilizandolos como principios expl icativos de las posibles diferencias existentes entre epocas, culturas e incluso grupos distintos. La verdad es que Ia postura de THOMAS posee connotaciones grupales que podr fan haberla hecho objet a de nuestro comentario en el cap ftulo anterior. En todo caso, Ia Psicologfa social es una Psicologia individual cuyas preocupaciones deberfan girar en torno a los siguientes problemas; a) estudio de aquellas crisis o incidentes, tales como hambrunas, pestes, guerras, etc., que han cambiado Ia direccion de Ia atencion y han modificado los habitos de los grupos y de los individuos; en que medida dichas crisis han tenido algun peso sabre el desarrollo de esquemas morales, costurnbres, mitos, etc.;
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b) influencia de los grandes hombres sobre los habitos comportamentales de los grupos; c) influencia del contacto con extraf\os sobre los estados de conciencia del grupo y medida en que las razas mas debiles reciben influencia de las mas fuertes sin desorganizarse; d} estudio de Ia organizaci6n social en sus conexiones con los diversos modelos de parentesco, tribalidad, etc.; e) grado en que el paralelismo en el desarrollo encontrado entre las diversas razas indica una vida mental del mismo estilo; f) comparaci6n de memoria, percepci6n sensorial, poder de atenci6n, inhibici6n, capacidad de abstracci6n, facultades 16gicas y temperamento entre razas diferentes, clases distintas y epocas diversas a fin de determinar las variaciones que existen y en que grado son innatas o debidas a intereses desiguales o pnkticas culturales concretas; g) influencia del temperamento, en comparaci6n con Ia cognici6n, en determinar Ia direcci6n de Ia atenci6n entre las diferentes razas, clases y sexos yen suministrar los estfmulos que promueven el cambio social; h) comparaci6n de los sistemas educativos en diversos perfodos de Ia cultura a fin de precisar en que medida Ia conciencia y las peculiaridades mentales de los grupos son organicas y en que medida estan ligadas a Ia naturaleza del conocimiento y de Ia tradici6n.
George Herbert MEAD tampoco se mostr6 especialmente crftico con Me DouGALL y desde luego sus observaciones nunca tuvieron como blanco el concepto de instinto; MEAD siempre habia condescendido con el por considerarlo pieza indispensable para una Psicolog fa que tuviera como punto de partida el concepto de acci6n. Y no resulta extrano que asf fuera; sabemos que Ia idea darwiniana de Ia adaptaci6n del organismo al medio y sobre todo su teorfa sobre Ia expresi6n emocinal como un estado psicol6gico (un estado de conciencia) que presupone Ia actividad externa al individuo, fueron marcos de referencia incontestables para MEAD, "La Psicolog(a de Darwin suponfa que Ia emoci6n era un estado psicol6gico, un estado de conciencia, y que ese estado no podfa ser formulado en terminos de Ia actitud ode Ia conducta del individuo ... Es decir, presuponfa Ia conciencia como distinta del organismo bio· 16gico. El estado consciflnte era lo que debfa ser expresado por el
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gesto o Ia actitud. Debfa ser expresado en conducta y ser reconocido de algun modo como existencia en Ia conciencia de Ia otra forma, gracias a ese medio de expresi6n. Tal era Ia actitud psicol6gica general que Darwin aceptaba". (Mead, 1972, p. 63-64),
y que MEAD retoma como contrapartida a aquellas teorlas que hacian de Ia conducta algo proveniente del propio self y no reaccion a las condiciones exteriroes de Ia naturaleza y de Ia conciencia, un estado existente dentro del individuo y no como algo que emerge de manera incuestionable de Ia accion, es decir, de Ia relacion con el mundo social que nos rodea. Acto como respuesta adaptativa al medio y conciencia como resultado de Ia interaccion, dos ideas que se enfrentan claramente tanto al idealismo trascendente como al positivismo mecanicista y que acaban:Jn consagrandose como punto de referencia irrenunciable en MEAD. Convendrla que el lector no pasara dernasiado desapercibido por elias. Pero sabemos algo mas; sabemos, por ejemplo, que poco despues de matricularse en Harvard en Ia especialidad de Filosofla, MEAD toma Ia firme decision de especializarse en Psicologia fisiol6gica en Ia conviccion de que solo Ia investigacion emp irica le podrfa conducir a nuevos ambitos de conocimiento y en Ia esperanza de verse libre de Ia persecuci6n mojigata e hipocrita que ejercian las iglesias cristianas en las Universidades (ya hab ia tenido suficiente con los tres afios pasados en el ortodoxo, dogmatico y conservador Oberlin College en el que su padre, un pastor protestante, ejerciera como profesor de Teologia). Y con ese prop6sito embarca en 1888 para Alemania, para Leipzig concretamente,donde WuNDT habia fundado el primer laboratorio de Psicologia experimental. Las cosas se resolverian a Ia postre de manera bien distinta a Ia prevista, pero ahi quedan esos datos como testimonio de una admiracion imperecedera (Ia que siempre sinti6 por DARWIN l y de una vocaci6n mitad truncada por sus dificultades con el aleman y mitad destruida por el impacto que le causaria el fil6sofo OILTHEY cuando MEAD decide abandonar Leipzig y matricularse en Berlfn; pero no renunciara al instinto, ni a las bases fisio16gicas del comportamiento humano y aun de Ia sociedad, ni prescindira del organismo a Ia hora de abordar el tema de Ia conciencia. Y asi, en un trabajo publicado en 1909, el fil6sofo norteamericano pasa revista a las, en su opinion, corrientes psicosociales mas importantes: las encabezadas respectivamen-
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te por Ross, Me DouGALL y BALDWIN; aun intentando mantener una postura de equilibria respecto a cada una de elias, no niega MEAD un Iugar decisivo al componente fisiol6gico en Ia organizaci6n y desarrollo de Ia conciencia humana, objetivo por excelencia de Ia Psicologia social. Esta, sostiene MEAD, es tan deudora de Ia Sociologia como de Ia Fisiologia, porque si nos paramos a pensar en las implicaciones que se derivan de las posturas te6ricas de Me DouGALL, BALDWIN y ROYCE, estas nos conduciran a sostener: "que Ia naturaleza humana esta dotada y organizada de instintos e impulsos sociales; que Ia conciencia del significado (de las cosas) se adquiere a traves de Ia intercomunicaci6n social; y finalmente, que el ego el self que esta implicado en cada acto, en cada volici6n y con referencia al cual se llevan a cabo nuestros primeros juicios de valoraci6n, es parte de una conciencia social dentro de Ia cual/os socios, los otros egos estan tan presentes como el propio sujeto". (Mead, 1909, p. 403).
La hip6tesis de que detras de Ia conciencia humana se encuentran fuerzas instintivas sociales tiene dos implicaciones sobre las que quiere llamar Ia atenci6n del fil6sofo norteamericano; a) que ese grupo de instintos es el que da contenido y forma a
los grupos de objetos sociales, ya que un instinto implica ante todo Ia existencia de un grupo de estimulos a los que el individuo tiene que atender, por los que el organismo se ve atraido y a los que responde de determinada manera. Ya tenemos dos elementos que resultan decisivos desde el punto de vista psicol6gico; uno es el grupo de estfmulos y el otro es Ia respuesta que el individuo emite ante ellos. "La implicaci6n de un grupo organizado de instintos sociales es Ia presencia implfcita en Ia conciencia humana no desarrollada del contenido y Ia forma de un objeto social." (Mead, 1909, p. 404);
b) Ia segunda implicaci6n tiene que ver con Ia teorfa de Ia imitaci6n y se resume en el hecho de que los instintos sociales conllevan Ia adopci6n, por parte del individuo, de ciertas actitudes y Ia realizaci6n de ciertas acciones que se pueden convertir (de hecho se convierten) de nuevo en estimulos que provocan Ia adopci6n de actitudes y Ia emisi6n de res-
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puestas por parte de otras personas. Y en este juego circular comi enza a fraguarse Ia conciencia, el desarrollo de Ia persona como veremos en el proximo capitulo. Si todo ello es asf, finaliza MEAD, debemos estar tan agradecidos a las ciencias sociales que analizan el grupo social con sus interrelaciones como condici6n previa a Ia aparici6n de Ia autoconciencia reflexiva, como a Ia ciencia fisiol6gica que analiza el complejo fisico que es precondici6n de nuestra conciencia ffsica; de una y de otra es deudora Ia Psicolog fa social, hasta el punto de que " ... desde un pun to de vista 16gico, Ia Psicologfa social es rigurosamente paralela a Ia Psicologfa fisiol6gica." (Mead, 1909, p. 408).
A Ia persona le es esencial el organismo fisiol6gico, lees imprescindible como base y sustento de su conducta y experiencia sociales, (mica via para su desarrollo. Lo que ocurre es que Ia misma base fisio16gica de Ia persona tiene una ra iz social en tanto que esos procesos fisiol6gicos centrales inevitablemente requieren Ia presencia de mas de un sujeto para su funcionamiento. Es un juego circular (del que tanto gusta el fi16sofo), segun el cual, al tiempo que Ia interacci6n se sustenta sobre una base sociofisiol6gica, esta solo puede tener expresi6n a traves de Ia primera; con ello nos esta anticipando Ia que probablemente sea Ia idea central de toda su filosoffa social sobre Ia persona, Ia de que Ia interacci6n se convierte en el centro de Ia naturaleza de Ia sociedad, en el elemento distintivo de los hechos sociales, en el camino inevitable del organismo hacia Ia persona y, todavia mas, en el vertice de Ia propia naturaleza humana. En una extensa nota al pie de pagina del apartado dedicado a La Persona y el organismo, MEAD intenta justificar alguna de sus afirmaciones; Ia vamos a reproducir en su integridad rna nteniendo nuestro anunciado prop6stio de no escatimar espacio a los clasicos, de procurar que sean sus palabras las que guien nuestro comentario y no al reves: Todas las interrelaciones e interacciones sociales estan arraigadas en cierta base sociofisiol6gica comun de que estan dotados todos los individuos involucrados en elias. Estas bases fisiol6gicas de Ia conducta social -que tienen su sede o asiento definitivo en Ia parte inferior del sistema nervioso central del individuo- son las bases de dicha conducta, precisamente porque elias en si mismas son sociales; es decir, porque consisten en impulsos o instintos o tendencias de conducta, por parte
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del individuo dado, que no puede llevar a cabo ni darles expresi6n manifiesta y satisfacci6n sin Ia ayuda cooperativa de uno o mas de los otros individuos. Los procesos fisiol6gicos de Ia conducta, de los cuales elias son el mecanismo, son procesos que necesariamente involucran a mas de un individuo, procesos en los que estan involucrados por fuerza otros individuos, aparte del individuo dado. Ejemplos de las relaciones sociales fundamentales que hacen surgir estas bases fisiol6gigas de Ia conducta social son las relaciones entre los sexos (que expresan el instinto reproductor), entre padre e hijo (que expresan el instinto paternal) y entre vecinos (que expresan el instinto gregario). Estos mecanismos o tendencias fisiol6gicas relativamente sencillos y rudimentarios, aparte de constituir Ia base fisiol6gica para toda Ia conducta social humana, son tambien los materiales biol6gicos fundamentales de Ia naturaleza humana; asf, cuando nos referimos a Ia naturaleza humana, nos estamos refiriendo a algo que es esencialmente social. (Mead, 1972, p. 171).
Los mismos fundamentos fisiol6gicos que sustentan a Ia persona como entidad psicol6gica, actuan como sustento de Ia sociedad; esos mecanismos fisiol6gicos rudimentarios (Ia conducta sexual, Ia paternal y Ia gregaria), esos materiales fisiol6gicos de que esta compuesta Ia propia naturaleza humana, ademas de ser sociales por involucrar a mas de un individuo, se encuentran en el origen de todas las organizaciones sociales; es decir, son sociales por partida doble y hacen oo Ia naturaleza hurnana algo social de cabo a rabo, sentencia MEAD; son necesidades o impulsos sociofisio/6gicos de primer orden en el sentido de que " ... toda Ia sociedad humana organizada -incluso en sus formas mas complejas y altamente estructuradas- es, en cierto sentido, no mas que una extension y ramificaci6n de esas sencillas y basicas relaciones sociofisiol6gicas entre sus miembros individuales (las relaciones entre los sexos, resultantes de su diferenciacion fisiol6gica, y las relaciones entre padres e hijos) sobre las cuales se funda y de las cuales se origina" (Mead, 1972, p. 251).
En una palabra, Ia sociedad no tendrfa raz6n de ser sin el instinto reproductor, el paternal o el gregario; pero estos no son su unica base, ellos forman solo uno de los polos del proceso de diferenciacion y evolucion social (el otro lo constituyen las reacciones de los individuos al comportamiento de los otros), porque Ia sociedad, lo veremos en el proximo capitulo lo mismo que lo hemos observado en el precedente, es ante
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todo producto de Ia capacidad comunicativa del individuo; dicha capacidad, sin embargo, Ia posee, Ia desarrolla y Ia utiliza en tanto que se va convirtiendo en persona, en tanto que se va socializando. Se es persona racional e inteligente en tanto que sees social y no al reves: "EI proceso de comunicaci6n pone sencillamente Ia inteligencia del individuo a su disposici6n. Pero el sujeto que tiene tal capacidad es un individuo social. No Ia desarrolla por si mismo para despues ingresar en Ia sociedad sobre Ia base de tal capacidad. Se convierte en una persona y logra tal control gracias a que es tal individuo social, y solo en Ia sociedad puede alcanzar esa clase de persona que le posibilitanl el que vuelva sobre sl y se indique las distintas casas que puede hacer". (Mead, 1972, p. 263).
Pero MEAD vuelve una y otra vez sabre los aspectos biol6gicos de Ia persona, sabre los impulsos, sabre el individuo bio16gico (ese es precisamente el titulo de uno de sus ensayos); y lo hace siempre con el mismo afan,con una vehemencia inicial que despues se va diluyendo (uno siempre tiene Ia impresi6n de que un poco a su pesar) a poco que intente mantener una cierta coherencia con sus mas arraigadas convicciones. Ciertamente, el individuo biol6gico esta pertrechado con no menos de diez impulsos (adaptaci6n, organizaci6n de las reacciones hacia los objetos, defensa, hu ida, ali menta, cui dado de Ia cria, descanso, abrigo, etc.); ahara bien, estos impulsos primitives, que no son otra cosa que instintos, nose encuentran al mismo nivel que los instintos animales porque el individuo es un ser racional que posee un pasado, unas expectativas de futuro y vive en un mundo simb61ico tertii y heterogeneo. El individuo biol6gico vive en un ahara; el individuo reflexivo, es decir social, posee una experiencia mas o menos dilatada, un pasado fijo y un futuro incierto pero real al que le incorpora su capacidad racional, una capacidad (como Ia reflexiva) de Ia que carecen otras especies animales sometidas al imperio de los impul9:>s e instaladas en un permanente ahara. En el discurso conmemorativo del 25 aniversario de Ia American Psychological Association, John DEWEY diserta sabre Ia necesidad de Ia Psicologia social (ese es precisamente el titulo de su conferencia) en unos terminos claramente benignos con Ia postura de Me DouGALL, benignos en dos vertientes par lo menos; en Ia vertiente metodol6gica, el norteamericano aboga con Ia misrna contundencia que el ingles par el metoda positi-
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vo, por Ia aplicaci6n de Ia metodologia estadfstica a Ia investigaci6n de los fen6menos sociales; junto a esto, DEWEY no duda en incluir a'Mc DouGALL entre los autores que han contribuido decisivarnente a arrancar a Ia Psicolog fa social de Ia pista err6nea en que Ia habia situado Ia imitaci6n, Ia sugesti6n y Ia mente de grupo: "Espero que estemos de acuerdo en senalar Ia obra de McDouGALL y Ia de THORNDIKE como indicadoras del proximo gran avance en Ia Psicologfa social (... ) De aquf en adelante nuestra Psicologfa social se ha instalado sabre el terreno seguro de Ia observaci6n de Ia conducta instintiva ... " (Dewey, 1917, p. 268). lncluso Ia descripci6n de tareas concretas de las que supuestamente se debe ocupar esta disciplina (las modificaciones acaecidas en Ia constituci6n nativa del hombre, el control del ambiente a traves de esas capacidades innatas, Ia formaci6n de un esp fritu a partir de ciertos instintos, etc.) nos remite, parece que sin excesivo esfuerzo, a Ia postura de Me DouGALL. Pero esta perspectiva, muy condescendiente con el instinto, fue paulatinamente dando paso, al tiempo que arreciaban las cr fticas contra ella, al habito como pieza central del quehacer psicosocial. Su Human Nature and Culture, obra de 1922, parece ser el punto de inflexion de acuerdo con alguna avezada especialista de Ia epoca, Fay B. KARPF de quien precisamente tornamos Ia siguiente cita (KARPF, 1932, p. 333): "Preveo un gran movimiento desde Ia Psicologfa social hacia Ia Psicologfa general. Quienes han basado su actividad cientffica en las actividades instintivas, no parecen haber sido ninguna de elias capaces de extraer conclusion importante. Probablemente es inevitable con· cluir que puesto que el espiritu no aparece en Ia lista original de instintos, representa algo adquirido. Representa una reorganizaci6n de actividades originates a traves de su actuaci6n en un ambiente determinado. Es una formaci6n, no un dato; un producto y una causa s6· lo despues de haber sido producida". McDOUGALL no le perdonara este tan n)pido como sustancial cambia de postura. Tambien ELLWOOD se pronuncia respecto al papel del instinto en Ia vida social y su Iugar en Ia Psicologfa social, y lo hace con cierta condescendencia, por cierto. El Capitulo I X de su Sociology in Its Psychological Aspects, publicada en 1912,
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lo dedica en su integridad a estos menesteres; y, desde luego, su punta de partida no puede ser mas franco: se ha dicho con frecuencia (Ia batalla en torno al instinto se estaba librando con especial crudeza por esos anos) que acudir al instinto es una manera de encubrir Ia propia ignorancia; nada mas alejado de Ia realidad. "Una teoria psicol6gica de Ia sociedad que no tenga en cuenta instintos tales como el amor materno, Ia combatividad, Ia adquisici6n y otros por el estilo, se convertira en una teorfa intelectualista muy parcial. Para entender Ia sociedad en su vertiente espiritual, debemos comenzar, en consecuencia, por los instintos". (Ellwood, 1912, p. 200),
por Ia existencia de algo tradicionalmente reconocido por Ia practica totalidad de las autores en Ciencias sociales: de algo, con creta el ya por entonces Catedratico de Sociolog Ia en Ia Universidad de Missouri, que se encuentra en Ia misma base de las relaciones sociales, en el origen de muchas formas de asociaci6n e incluso de las propias instituciones sociales (algo nos recuerda esta postura a MEAD 1. Existen actividades primordiales de Ia vida colectiva claramente ligadas a instintos, tales como Ia nutrici6n-alimento, Ia reproducci6n, Ia defensa, Ia sociabilidad-gregaria, Ia imitaci6n, Ia adquisici6n, Ia auto-aserci6n y Ia auto-humi llaci6n, sin duda como los mas importantes. En suma: "Los impulsos naturales constituyen, desde el punta de vista psico16gico, Ia base' de Ia vida social del individuo. Representantes de los elementos innatos o biol6gicos en las relaciones entre los individuos constituyen Ia materia prima a partir de Ia cual se desarrolla Ia vida social (... ) Aun cuando ellos solo provocan los comienzos de Ia organizaci6n ~pcial, es su modificaci6n por media de los sentimientos y Ia inteligencia en relaci6n con el media ambiente lo que produce Ia adquisici6n de los habitos de los que emanan las mas complejas formas de coordinaci6n y organizaci6n social" (Ellwood, 1912, p. 245).
Como ocurriera con DEwEY, tambien ELLWOOD ira desentendi€mdose del instinto para acudir al habito social como pieza central de las instituciones y organizaciones sociales, y lo hara a partir de 1925 con su The Psychology of Human Society. Pero esa es ya otra historia en Ia que tomaron parte Jacob KANTOR, Raymond WELLS, Knight DuNLAP, Ellsworth FARIS, el mis-
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mo Me DouGALL, etc.; historia apasionante sin duda perc que si el lector nos permite, preferimos dejar para otro memento.
El individuo como unidad de analisis psicosocial. Y lo vamos a hacer asf porque resta mucho por recorrer de esta imprescindible tradici6n. AI comienzo del capitulo hemos acordado que fue en el conductismo donde encontr6 favorable acomodo el individualismo metodol6gico; es una idea que debemos traer ahora a nuestra presencia, porque si vamos a tratar de Ia vertiente conductista en Ia Psicolog fa social, bueno serfa recordar como dicha vertiente se ha acomodado a los supuestos de esa postura filos6fica. Algo de ello hemos visto ya en el intento de Me DouGALL al pretender inexcusablemente para Ia Psicologfa el metodo positive. Perc va a ser el norteamericano Floyd ALLPORT quien asuma Ia responsabilidad hist6rica de encaminar a Ia Psicologfa social hacia los cauces del paradigma dominante, el conductismo, una responsabilidad que algunos consideranin como providencial y que para otros signific6 el primer paso de una carrera llena de desprop6sitos en el sene de nuestra disciplina y que probablemente no sea ni lo uno ni lo otro. ALLPORT tiene el clare prop6sito de acabar con el dominic que una parte de Ia Sociologfa, Ia sucesora del idealismo, habfa ejercido en Ia Psicologia social, no tanto por un simple asunto de poder (si el no lo tuvo, hubo quien supo aprovecharlo despues), sino por Ia honda y profunda convicci6n de que el futuro de Ia disciplina pasaba inexcusablemente por incorporarse a las dos corrientes cient ificas por excelencia: Ia teoria conductista y el metodo experimental. Ambas Ilevan Ia inequ fvoca impronta del individualismo; Ia primera, recordemoslo, porque hace del individuo Ia raz6n de ser y existir de los asuntos sociales; el metodo experimental se adecua, probablemente como ningun otro, a esta filosoffa, tal y como Ia propia historia de Ia Psicologfa nos lo puede demostrar. Y ambas son imprescindibles para sacar a nuestra disciplina del estadio pre-experimental en que se encuentra. Y como primer paso para ello ALLPORT propene hacer de Ia Psicologia social pura y simplemente una Psicologfa:
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"El punto de partida de este Iibro puede ser enunciado resumidamente como sigue. No hay una Psicologfa de los grupos que no sea esencialmente y por entero una Psicologfa de los individuos. La Psicologfa social no debe contraponerse a Ia Psicologfa individual; es una parte de Ia Psicologfa del individuo cuya conducta es estudiada en relaci6n con aquel sector del ambiente compuesto por los otros". (Allport, 1924, p. 4).
Un argumento que ya nos es familiar, pero que en este psicologo norteamericano va a adquirir tonalidades un tanto dramchicas cuando se enfrenta encarnizadamente a Ia crftica del espiritu de grupo, a esa concepcion de Ia Psicologfa social que hemos vista tan hermanada con Ia Psicologfa colectiva. Es este un argumento que tambien maneja Muzafer SHERIF bien que en un tono claramente diferenciado del de ALLPORT; en Ia introduccion de Ia que hemos recordado debe ser considerada como una de las aportaciones mas decisivas al desarrollo de nuestra disciplina, The Psychology of Social Norms, publicada originalmente en 1936 (aqu f estamos utilizando una version de 1966), escribe: " ... el dualismo Psicologfa individual vs. Psicologfa social o individuo vs. sociedad es uno de los factores que hacen imposible cualquier avance real. .. La Psicologfa individual es Psicologfa social y Ia Psicologfa social es Psicologfa individual. No hay dos Psicologfas, sino solo una". (Sherif, 1966, p. 4).
La Psicologfa social se centra en el individuo, no solo parque es Psicolog fa y debe reflejar las grandezas y las miserias de esta ciencia, sino porque, repitiendo Ia hipotesis central del individualismo metodologico, el individuo es Ia {mica realidad social existente y, por consiguiente, Ia unidad de analisis por excelencia de Ia Psicologfa social. Ello se traduce muy a menudo, ya lo hemos mencionado, en una desaforada y muchas veces injustificada crftica al concepto de grupo, a aquellas teorfas psicosociales que lo consagran como una realidad psicosocial independiente de los individuos que lo conforman, como una realidad que da sentido al propio comportamiento individual. Esta llega a convertirse en una especie de obsesion que acompanara de por vida a ALLPORT, una obsesion que aparece y reaparece irremediablemente a lo largo y ancho de toda su obra. En el trabajo de 1919, el primero que ALLPORT publica en relacion con Ia Psicolog fa social, hacen acto de presencia sus dos
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grandes preocupaciones: el grupo y el instinto. Del primero dice que no puede seguir convirtiendose en un hecho central en Ia ciencia social si queremos hacer de ella una ciencia experimental, Y concluye: " ... Ia mayor pesadilla en Ia Psicologfa social es el injustificado enfa· sis puesto en el grupo. Hemos estado tan preocupados en hablar de ti· pos de grupo, intereses de grupo, conciencia de grupo y solidaridad de grupo, que hemos olvidado que el/ocus de toda Psicologfa, individual o social, es el sistema neuromotor del individuo" (Allport, 1919, p. 298);
una conclusion que harfa muy bien en retener el lector, sabre todo en su ultima formulacion, aquella que habla del sistema neuromotor, como un argumento para esgrimir a Ia hora de ponderar esta propuesta: el exclusive enfasis en el individuo acaba distanciandonos de lo social y aproximandonos a lo fi· siologico; se trata de una fiel traduccion de Ia propuesta watsoniana; Ia fisiologfa como asidua compaf\era del conductismo y que a veces se ha manejado para acusar a ALLPORT de ser "mas papista que el papa", es decir mas biologista que Me Dou. GALL.
En 1923 endurece considerablemente el tono; en el marco de Ia Convencion Anual de Ia American Sociological Society (perfectamente escogida, por tanto, Ia audiencia) pronuncia ALLPORT su conocida conferencia sabre La falacia de grupo en relacibn con Ia ciencia social que quisimos convertir en el primer Terna de Discusion de Ia Revista de Psicologfa Social a Ia que remitimos al lector para mayor informacion sabre este asunto. Ella no obstante, no estarfa demas entresacar el que se nos antoja el argumento central de todo el articulo: "No necesitamos una hip6tesis del s~:~per-espfritu para poder explicar Ia acci6n de Ia masa si nos tomaramos Ia molestia de estudiar al individuo dentro de ella y observar como responde a los esti'mulos que provienen del comportamiento de sus companeros. Este abandonado campo de estudio aparece en un primer plano gracias a Ia moderna Psi· cologi'a social cuyos datos engloban el comportamiento social del individuo. La teorfa de Ia mente de grupo no es solamente falsa, sino que obstaculiza de manera considerable el descubrimiento de Ia verdad. Hacer hincapie en el todo en vez de en las partes desvfa Ia atenci6n de estas ultimas y conduce al pensamiento por una vi'a equivocada". (Allport, 1985, p. 72).
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Este argurnento se va a desgranando en los tres siguientes pasos: a) el grupo, en caso de servir para algo, seria como instrumento
descriptivo de Ia realidad social, pero nunca como factor explicativo de Ia misma; b) el grupo es resultado y producto, nunca causa del comportamiento individual; c) Ia teorfa de Ia mente de grupo es incapaz de ofrecernos una explicaci6n coherente del cambia social. Un ano mas tarde, en el primer capitulo de su manual, vuelve sabre el espiritu colectivo, sabre Ia conciencia de grupo como Ia mas sutil y enganosa de las falacias que se hayan extendido por Ia Psicologfa social, una falacia que adquiere varias caras: a) Ia mas flagrante es Ia noci6n de conciencia de Ia masa ya que lleva implfcita Ia perdida de identidad, de control y de conciencia personal, Ia practica inmolaci6n psico16gica del individuo; su justificaci6n se mueve dentro de los mas tradicionales cauces del individualismo metodol6gico: "Dada una situaci6n de masa -es decir, un conjunto de personas en una distancia de estimu laci6n mutual- hallaremos-que sus acciones no son otra cosa que Ia suma de las acciones de cad a uno tornados separadamente. Cuando decimos que Ia masa se excita, es impu lsiva e irracional, estamos diciendo que los individuos que hay en ella estan excitados, son impulsivos e irracionales. Es cierto que no se encontrarlan en ese estado si estuvieran aislados, pero eso quiere decir simplemente que en un grupo el individuo es estimulado por Ia conducta emocional de los otros de una manera inusual" (Allport, 1924, p. 5);
b) junto a ella encontramos otras expresiones de menor alcance pero de id{mtica naturaleza, tales como espfritu de Ia reunion, comunidad de opinion, espfritu de cuerpo, etc. La replica Ia hace el psic61ogo norteamericano en terminos muy parecidos a los anteriores: "La conciencia y Ia conducta colectiva es simplemente Ia agregaci6n de aquellos estados y reacciones de individuos que debido a semejanzas de constituci6n, entrenamiento y estimulaciones comunes poseen un carckter similar (... ) En este sentido el esplritu colectivo noes
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una entidad en sf misma, sino una herramienta pn!ctica de trabajo. Es una apropiada designaci6n para ciertos tipos de reacci6n universal que interesan a los lfderes politicos porque representan puntos de contacto con miles de individuos separados y, por consiguiente, sirven para ejercer un amplio control. La opinion colectiva es solo un concepto o un sfmbolo abstracto". (Allport, 1924, p. 6);
c) Ia supuesta existencia de un esplritu de grupo, de una mente o alma social como una organizacion permanente por encima de los individuos e independiente de ellos, en Ia mas pura tradicion del Volksgeist, serfa Ia tercera de las maneras en que acostumbra a presentarse Ia falacia de grupo. La conclusion se viene a apoyar, sin el mas minima asomo de disidencia, sobre las coordenadas del individualismo metodologico: "Tanto en las conmociones masivas, en Ia uniformidad de Ia colectividad, como en los grupos organizados, los unicos elementos palpables se encuentran en Ia conducta y en Ia conciencia de las personas concretas pertenecientes a ellos. Todas las teorfas que participan de Ia falacia de grupo tienen el desafortunado efecto de desviar Ia atenci6n del verdadero locus de causa y efecto, a saber, Ia conducta del individuo". (Allport, 1924, p. 9).
Casi cuarenta aiios despues, el ya Profesor emerita de Psicologia social y pol itica de Ia Universidad de Syracusa volvla con Ia misma fuerza y conviccion sobre estos argumentos: hablar de que el grupo siente, piensa, decide, logra solidaridad, legisla, etc., es torna r prestado unos terminos que solo adquieren sentido y significado a un nivel puramente individual; solo de los individuos podemos decir que hacen esas cosas y cuando aplicarnos estos terminos al grupo estamos hacienda referencia a Ia conducta de muchos individuos; el individuo es el (mico reterente al que se le pueden aplicar terminos y conceptos psicologicos. Mas aun, " ... aunque el individuo se comporte de manera distinta cuando esta en el grupo que cuando esta solo, este hecho no ofrece evidencia alguna de Ia existencia de una entidad· social distinta de Ia individual. La explicaci6n de Ia denominada influencia social reside exclusivamente en Ia psicologfa del individuo en tanto que este actua dentro de determinadas situaciones con otros" (Allport, 1962, p. 5 ).
y justamente entre e~.tos dos ultimos terminos (individuo -situacion con otros) se va a debatir Ia naturaleza y razon de ser
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de Ia propia Psicologfa social, una situacion respecto a Ia que ALLPORT, en su vision restrospectiva, no se muestra especialmente optimista. Hay asuntos trascendentes que siguen sin encontrar una solucion satisfactoria, hay preguntas cardinales cuyas respuestas sigue estando en el viento, (si se nos permite el emocionado recuerdo a una hermosa cancion), preguntas que todavfa siguen girando en torno a Ia participacion, responsabilidad y protagonismo del individuo y del grupo en el comportamiento social, en los hechos y en las formas sociales. De hecho, " ... debemos intentar dar con un paradigma mas satisfactorio sobre el individuo y el grupo. Hay que encontrar algun camino para descri· bir en terminos generales ese conjunto de condiciones que rodean al individuo y a las que denominamos grupo y para formular, en Ia precisa y todavfa universal manera de Ia ciencia, que es lo que sucede en situaciones de acci6n colectiva. En su sentido mas amplio, el problema del individuo y el grupo es realmente el problema por excelencia (the master problem) de Ia Psicolog(a social" (Allport, 1962, p. 7).
No es este el momenta de valorar Ia aportacion historica de Floyd ALLPORT, pero no ser fa justa eludir un co menta rio respecto a su propuesta definicional. Y Ia verdad que lo primero que nos viene a Ia mente es Ia astuta manera con que ALLPORT traduce a terminos psicosociales los conceptos de Ia filosoffa pragrnatista y operativa que estaba comenzando a imponerse en el universo intelectual de Ia Psicolog fa norteamericana, tan alejada, par mentalidad cultural, del idealismo e incluso del darwi nismo, dos de las corrientes que tan claramente hemos vista aparecer en nuestra disciplina. Se trata de una posicion muy acorde con Ia mentalidad norteamericana, a Ia que Ia historia le debe agradecer el enfasis puesto en Ia experimentacion y de Ia que debemos lamentar su escaso interes y originalidad teorica, alga de lo que Ia Psicologfa social no ha acabado de recuperarse. El inevitable enfasis puesto sabre un concepto tan imprecise como el de estfmulo, directa y acrfticamente importado del conductismo, impide Ia que hubiera sido deseable y hasta inevitable labor cuando menos de ajuste teorico a Ia Psicolog fa social, de adecuacion a los prop6sitos, necesidades y peculiaridades de esta disciplina. Probablemente, no todas las interpretaciones que se han hecho del estfmulo (sin ir mas lejos, GIBSON llego a distinguir hasta seis) convienen de igual manera a Ia Psicologfa social, como tampoco queda clara hasta
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d6nde llega el adjetivo social cuando lo adjuntamos al sustantivo estfmulo; asimismo, alguien podrfa quejarse, con raz6n, de lo estrecho que resulta el concepto de refuerzo cuando lo pretendemos aplicar a Ia vida social, y lque decir de las leyes del aprendizaje, normalmente salidas de Ia investigaci6n animal, cuando las queremos utilizar con motivo del desarrollo social del nino, por ejc.mplo? No ha significado Ia posicion de Floyd ALLPORT ungran aliento te6rico; aport6, nadie lo pondra en tela de juicio, un inusitado impulso investigador del que Ia propia Psicologia social estaba ciertamente necesitada, pero habida cuenta de las dudas respecto a Ia acumulabilidad del conocimiento en Ia Ciencia social, lo que ya no es posible dilucidar es si Ia incontrolada cantidad de experimentos han arrojado definitivamente luz sobre los misterios del comportamiento humano; Ia correspondencia entre Ia cantidad de experimentaci6n y Ia profundidad y exactitud del conocimiento psicosocial no parece que cuente con entusiastas defensores. Se trata de una c6moda capitulaci6n te6rica igualmente legftima que cualesquiera otra, bien que mas facilmente justificable que las que se han producido desde posturas mucho mas distantes de Ia propia Psicologia social, que no pasara a Ia historia precisamente por ser un dechado de originalidad y creatividad, algo que viene a resultar a Ia postre imprescindible para el progreso en cualquier disciplina que tenga vocaci6n cientifica; desde luego, ninguna de las investigaciones que han hecho historia en esta disciplina (Ia de SHERIF sobre Ia creaci6n de normas en el grupo; Ia de AscH sobre Ia presion grupal, Ia de Stanley MILGRAM sobre Ia obediencia, Ia de THEODOR NEWCOMB para dar cuenta de Ia atracci6n social, el experimento de Ia prisi6n de Stanford que llevara a cabo Philip ZIMBARDO o Ia de Stanley ScHACHTER y Jerome SINGER sobre los determinantes de Ia experiencia emocional) llevan inequ fvocamente Ia marca E-R; y una de las cosas que las distingue es precisamente su originalidad. Haria mal el lector en interpretar estas reflexiones en voz alta como las de un impenitente crftico del conductismo o del metodo experimental (de SHERIF y AscH hemos destacado precisamente su vertiente experimental y lo haremos cuando hablemos de LEWIN); Ia postura de ALLPORT no supuso ni mucho menos un retroceso, pero despues de los nada disimulados esfuerzos hechos desde finales del XIX (algunos hemos visto) para dotar a esta disciplina de una fundamentaci6n te6rica propia, el aban-
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dona ria en brazos de alga tan equ fvoco, caprichoso, y comodo como el estfmulo social, nos cuesta mucho suponer que significo un gran avance, entre otras razones porque pronto veremos que Ia distintividad de Ia Psicologfa social asentada sabre los estlmulos sociales nos puede conducir a situaciones alga mas que comprometidas. Tampoco Jacob Robert KANTOR, un cultisimo fil6sofo formado en el floreciente campus del Chicago de primeros de siglo e interesado en algun momenta porIa Psicologfa social a Ia que dedic6 su atenci6n alia por los felices veinte, con Manual incluido, y que acaba de fallecer hace apenas unos cuatro afios pnkticamente ya centenario, ahorra crlticas al concepto de group mind; este no indica mas que una manera compartida de responder a los mismos estimulos, se trata de un sistema de reacci6n comun a varios sujetos, pero nada que se encuentre por encima de ellos. El grupo es sencillamente un conjunto de personas particulares y, por consiguiente, carece de conducta propiamente dicha; solo se comportan, es decir, actuan psicol6gicamente los individuos; lo unico que tiene significado para Ia Psicologia social es el individuo y sus reacciones concretas a los est fmu los socia les. Lo mismo que Ia insistencia definicional sabre el individuo tiene su origen en Ia reacci6n contra esas concepciones que hac!an de Ia Psicologia social una disciplina para el estudio del alma de Ia muchedumbre, del espiritu que recorre las situaciones masivas ode Ia mentalidad de grupo, otra de las batallas se va a librar en torno al instinto. Si aceptamos que Ia Psicologia social se debe ocupar del estudio del comportamiento social, resulta harto incoherente asociarla con los instintos, ya que " ... Ia palabra social no tiene ningun significado excepto el de denotar ciertos tipos de ambientes y el papel jugado por ellos en Ia conducta posnatal del individuo" (Allport, 1919, p. 299).
Social e instinto son terminos antag6nicos, se niegan mutuamente y con dificultad pueden con vi vir dentro de una misma definicion. Si Ia Psicologia social no ha avanzado al ritmo que lo han hecho otras disciplinas de Ia Psicologfa, ella es debido, apunta KANTOR, a que esta plagada de prejuicios tradicionales, el mas nocivo de los cuales resulta el de Ia concepcion fisiologicista u organicista del comportamiento humano; echar mana
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de los instintos para explicar el comportamiento social no deja de ser hasta injurioso para Ia interpretacion cient ffica del mismo; si queremos avanzar en el camino de Ia construccion cientffica de Ia Psicologia social " ... es absolutamente imprescindible excluir de Ia Psicologla Ia nocion de que Ia persona es un sistema fijo de instintos o un compuesto de cualquiera otras entidades teleo-fisiol6gicas" (Kantor, 1923, p. 758),
y con mucha mas razon se hace necesaria dicha exclusion en Ia Psicologfa social. Bastante mas central para los propositos que estamos persiguiendo en este capitulo se nos antoja una detallada referencia al significado que estos teoricos acostumbran a conceder a los que deben ser considerados como argumentos centrales de su teorfa: el de estimulo social y el de conducta social, ya que en las precisiones que sabre ellos se vayan hacienda es posible encontrar algunos de los argumentos mas s61idos de esta manera de entender Ia disciplina. La conducta, es ALLPORT quien nos sirve de marco de referencia, puede ser considerada, en Ia mas pura acepci6n conductista, como un juego de estimulacion y reaccion entre el individuo y los estimulos exteriores; como una concatenaci6n de estimulos y respuestas. La conducta social noes otra cosa que un juego de estimulacion-reaccion centrado sobre el ambito social del ambiente que cumple una clara funcion adaptativa en tanto que suele ser normalmente beneficiosa para Ia existencia del individuo, una idea de Ia que resulta dificil negar su ascendencia darwinista por mucho que el mismo ALLPORT no lo mencione y que hemos vista servir de marco de referencia, esta vez claramente confesado, a otro ilustre de Ia Psicologia social, George H. MEAD: "Ia conducta social comprende las estimulaciones y reacciones que se establecen entre el individuo y Ia porci6n social de su ambiente; es decir, entre el individuo y los otros" (Allport, 1924, p. 3).
Jacob KANTOR, tras confesar su plena acuerdo con Ia idea de que los fen6menos psicol6gicos se reducen a las respuestas de las personas a condiciones concretas de estimulacion, define Ia conducta social como el resultado de las reacciones del individuo a unas condiciones de estimulacion que el denomina estlmu/os institucionales a los que define como
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objetos, acciones o circunstancias que producen una reacci6n comun entre los miembros de un grupo particular" (Kantor, 1922, p. 67),
y que pueden acabar par convertirse en actitudes mentales persistentes y socialmente sancionadas; es decir, en esos habitos sociales (contrapartida del instinto) sabre los que hemos vista instalada Ia estructura, Ia vida y hasta el psiquismo grupal de acuerdo con Ia hip6tesis defendida par ELLWOOD. Asf es como Ia conducta social es en KANTOR una conducta institucional, una reacci6n que se produce ante unos estfmulos externos capaces de generar un mismo tipo de reaccion entre los individuos. Si partimos de estos supuestos no va a resultar dif fcil anticipar las directrices par las que va a discurrir Ia definicion de Ia Psicolog fa social; se tratara de una disciplina psicologica; es decir, de una ciencia que se ocupa primordialmente del estudio del comportamiento individual en su version social, o Ia que es Ia mismo, del estudio de aquellas reacciones que se producen como consecuencia de estar expuesto a Ia influencia de unos llamados estfmulos sociales. Ha sido Floyd ALLPORT quien ha elaborado Ia que podria ser Ia definicion paradigmatica de toda esta perspectiva: "La Psicologla social es Ia ciencia que estudia Ia conducta del individuo en tanto que dicha conducta estimula a otros individuos o es, en sf misma, una reacci6n a Ia de los otros; asimismo Ia Psicologia social descubre Ia conciencia del individuo en tanto que es una conciencia de los objetos y de las reacciones sociales" (Allport, 1924, p. 12),
Estfmulo, respuesta y conducta social, he aquf las piezas con las que se ha intentado urdir Ia trama de esta suerte de Psicologia social, unas piezas que obedecen a los mas rancios principios del mecanicismo individualista si bien forman parte real de una sola entidad, Ia conducta social propiamente dicha. Vayamos a su definicion. "Un estimulo social es cualquier movimiento, expresi6n, gesto o sonido; en suma, cualquier reacci6n hecha por un animal (humano o infra-humano) que produce una respuesta en otro. Quiza deberlamos extender esta definicion a admitir el hecho de que Ia mera presencia de un individuo puede servir, bajo ciertas circunstancias, como estimulo social, cuando el individuo cuya conducta proporciona el estlmulo
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y el que re.sponde pertenecen a Ia misma especie ... Estlmulos que no son
producidos par Ia presencia o las acciones de los individuos son considerados como 'no-sociales'" (Allport, 1924, p. 148).
Una concepcion del estfmulo social muy c6moda pero injustificadamente restrictiva que no tardara en sufrir importantes ampliaciones por parte de Jacob KANTOR, Muzafer SHERIF, Malcom ARNOULT, etc., ampliaciones de tal calibre que llegara un momento en el que nos asalte seriamente Ia tentaci6n de decir que todo cuanto rodea al individuo es un estfmulo social. Dos suelen ser, en principia, las maneras en que se nos muestran estos est fmu los; a) hay unos que se nos muestran y nos afectan de manera directa; hay estfmulos a los que el comportamiento obedece
directamente; b) pero hay otros, de naturaleza no social, que con frecuencia aparecen como acompanantes o colaboradores de un estfmulo directo, en una contingencia espacio-temporal con los primeros dotandose de una naturaleza social de acuerdo con los mas clasicos principios del condicionamiento; a estos ALLPORT da el nombre de estfmulos cantributarias, uno de cuyos mas acabados ejemplos se encuentra, segun el mismo autor, en Ia masa. (Vease Ia clasificaci6n de est fmulos sodales en el cuadro de Ia pagina siguiente.)
Estas rnodalidades estimulares, tan centradas en el individuo, parecen capaces de provocar no menos de tres tipos de respuesta; o si se prefiere, Ia segunda parte de Ia conducta social nos enfrenta a las respuestas que provocan esos estfmulos y que parecen ser de tres 6rdenes: 1. Existen unas farmas elementales de responder a Ia estimulaci6n social en el sentido de que estan revestidas de una singular trascendencia para Ia vida social, a Ia vez que obedecen a unos estfmulos sociales directos. Estas formas son Ia simpatfa, Ia imitaci6n, Ia sugesti6n y Ia risa. 2. Existen, en segundo termino, unas respuestas a Ia estimulaci6n social que se dan en el grupo y que se apoyan en una serie de fen6menos que se desencadenan por el mero hecho de very sentir a atras hacienda Ia misma que nasatros (influencia del grupo en co-actividad). Dicha influencia ha recibido el nombre de facilitaci6n social y son varios los ambitos en los
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TIPO DE CONDUCT A ESTIMULANTE
RECEPTOR
I. Conducta vocal Sonidos inarticui ados Lenguaje
Ofdo
EFECTO SOBRE EL INDIVIDUO QUE RESPONDE Directo
Control
II. Conducta facial y corporal Expresion facial y corporal en Ia emocion Postura facial en reposo (Fisonomia) Postura corporal Movimientos Gestos Ill. Estimulaciones men ores (Conducta no-expresiva y mera presencia) Vision de los otros, contacto, ruido, olor, humedad, etc.
Directo y contributorio
Ojo Control y
Auto-adaptacion
Varios sentidos exteroceptivos
Contributories Auto-adaptacion (Allport, 1924, p. 170)
que, a partir de Ia conocida investigaci6n del ingles Norman TRIPLETT sobre los efectos de Ia competici6n, ha sido posible dernostrar su funcionamiento; ALLPORT elige para su explicaci6n un ejemplo que conserva toda Ia viveza y actualidad: "Resulta una maxima comun entre los ciclistas que entre dos de ellos de iguales habilidades, aquel que se pone por delante y conserva Ia ventaja durante Ia carrera, perdera al final. Y ello porque Ia vision del movimiento proporciona un estfmulo contributorio al que va detras, de tal calibre que su energfa se incrementa hasta permitirle el triunfo" (Allport, 1924, p. 261).
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La influencia del grupo de co-actividad sobre Ia atenci6n y el trabajo mental, sobre tareas de asociaci6n, sobre Ia capacidad de ar!1urnentaci6n 16!1ica, sobre los juicios de comparaci6n, son algunas de las esferas en las que ALLPORT ofrece datos confirmatorios de fa facifitaci6n social para concluir que Ia estimulaci6n social dentro del grupo parece ejercer alguna influencia sobre Ia cantidad de trabajo producido por los individuos y Ia presteza con que se ejecuta (no asf sobre su calidad), si bien todo ello esta sornetido en alguna medida a diferencias individuales relativas a edad, habilidad y rasgos de personalidad. Pero tambien los que ALLPORT denomina grupos cara-a-cara, aquellos en los que normalmente participamos (pandillas, grupos de discusi6n, sociedades y asociaciones de todo tipo, comites de diverso orden, consejos de multiple natura leza, etc.) son motivo de estimulaci6n social, en ellos se reproduce asiduamente el juego de estimulaci6n-reacci6n: Ia conducta de un miembro participante del grupo evoca constantemente Ia respuesta de otro y esta sirve a su vez de estfmulo para Ia acci6n del otro; a esa dinamica obedecen conductas tan cotidianas como Ia conversaci6n y Ia discusi6n. 3. Existen, finalmente, unas maneras de responder a los estfmulos sociales dentro de Ia masa; unas maneras, matiza ALLPORT, primitivas, no socializadas y cargadas de emoci6n cuyo gobierno se encuentra en manos de conocidos fen6menos como el contagio emocional, Ia sugesti6n, Ia proyecci6n social, etc. Estfmulo y respuesta dan como resultado Ia conducta social; o si se prefiere, Ia conducta social posee a modo de dos partes: Ia primera comprende aquella conducta que produce Ia estimulaci6n; Ia segunda tiene que ver con Ia respuesta especffica que se emite ante este estfmulo. En una palabra, "La conducta social puede ser, por tanto, definida como una conducta en Ia que las respuestas sirven como estlmulo social o son evocadas por los estlmulos sociales" (Allport, 1924, p. 148).
Algo hernos ido adelantando de Jocob KANTOR, pero el ostracismo a que Ia historia oficia/ le ha sometido merece que le dediquemos algunas pausadas lfneas en este apartado. Ya hemos enunciado el que puede ser considerado su punto de partida: los caminos hacia una interpretacion cient ffica de Ia con-
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ducta social han estado llenos de prejuicios; el mas grave de ellos, el que peores consecuencias ha acarreado, es sin duda Ia idea de Ia naturaleza hurnana como un estado neurofisiol6gico definido, fijo y constante (el instinto), al que se supone directo responsable de los hechos psicol6gicos y al que suelen acompaf\ar unos estados de conciencia que han recibido los ya conocidos nombres de alma del pueblo, esplritu de Ia masa, espfritu colectivo, etc. Esto es algo que Ia Psicologfa social, si no puede olvidar, tiene al menos Ia obligaci6n de criticar sin piedad, porque, de acuerdo con el titulo de alguno de sus artfculos, nos lleva con facilidad a concepciones err6neas de Ia disciplina. Es decir, las teorias que remitan a factores internos individuales Ia explicaci6n del comportamiento social, no pueden tener cabida dentro de Ia Psicologia social, y esto, escribe KANTOR (1922, p. 65), en abierta confesi6n " ... significa nada me nos que nos debemos unir rigurosamente a Ia hip6tesis de que todos los fen6menos psicol6gicos consisten en respuestas de las personas a condiciones concretas de estimulaci6n",
porque, este es, repite, el principio-gu ia fundamental de Ia Psicolog ia: Ia resoluci6n de que los datos y los hechos con los que ha de tratar son las reacciones concretas de las personas a los estfmulos que las rodean. Como consecuencia de todo ello (lo hemos visto hace un momento), KANTOR citra Ia tarea de Ia Psicolog fa social en el estudio de las reacciones institucionales o, si se prefiere, en el analisis de Ia respuesta de los individuos a los estfmulos institucionales; es decir, se trata de una respuesta comun, uniforme, coincidente que, cuando se estabiliza, adquiere rango institucional y entonces se transforma en un estfmulo ante el que los individuos tienden a responder de manera similar. Ello concreta el campo de lo psicosocialmente relevante y el objeto por excelencia de esta disciplina en el estudio de esos mecanismos sociales que, a Ia postre, se encuentran detn3s y son a Ia vez resultado de las respuestas a los estfmulos institucionales. Todo ello se convierte en una definicion efectiva de Ia Psicologia social que incluye: a) el estudio de las caracterfsticas sociales y culturales que han dado Iugar al desarrollo de ese mecanismo social;
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b) Ia investigaci6n de los estimulos sociales o institucionales y su genesis a traves de Ia uniformidad de las respuestas de los individuos; c) el estudio del proceso de aculturaci6n a traves del cual las personas desarrollan su conducta social y sus rasgos y caracteristicas sociales; d) el estudio del cambio socio-cultural.
Cuando un individuo entra a formar parte de un grupo, se incorpora inevitablemente a los modelos de reacci6n, a las distintas instituciones desarrolladas y mantenidas por el grupo; Ia mente de grupo, algo que a buen seguro ya hemos adivinado recordando a ELLWOOD, no es una estructura psicol6gica que se impone desde arriba a los individuos, sino una forma de reacci6n conjunta y estable a situaciones de estimulaci6n; Ia mente de grupo es simplemente una forma de reacci6n institucional; en consecuencia con ello: "EI problema de Ia Psicologla social radica en el estudio del origen y manifestaci6n de las reacciones culturales a los estlmulos institucionales. Solo a traves de un exacto estudio de Ia interacci6n de las personas con las instituciones podremos llegar a establecer los principios fundamentales de una Psicologla social cientlfica". (Kantor, 1924, p. 678).
Tambien se observan variaciones y aportaciones en el tema de Ia estimulaci6n en el que KANTOR muestra una mayor variedad que .ALLPORT cuando distingue: 1. Cosas: cualquier objeto natural, inventado o creado por el hombre, se puede convertir en un estfmulo institucional desde el momento en que sea capaz de evocar reacciones comunes en los individuos. 2. Condiciones: situaciones o eventos de cualquier indole que encierran en si un valor y significado cultural y son, por naturaleza, estimulos institucionales. 3. Personas propiamente dichas. 4. Acciones de los individuos. AI tiempo que una clasificaci6n de estfmulos, KANTOR nos ofrece, como ALLPORT, una taxonomfa de respuestas: 1. Reacciones universales dependientes de Ia constituci6n
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orgimica o biol6gica del individuo; simples movimientos reflejos. 2. Reacciones idiosincrasicas: a modo de interpretaciones o reacciones individuales a las propiedades de un objeto-estimulo. 3. Reacciones culturales emitidas en comun con otras personas o, al menos, en su presencia. Estas son precisamente las reacciones institucionales procedentes de Ia coordinaci6n social que diria ELLWOOD sabre las que debe recaer todo el esfuerzo de Ia Psicolog ia social y de las que cabe destacar las siguientes caracterfsticas: a) son reacciones convencionales y, en cierta medida, acciden-
tales e hist6ricas; b) son respuestas arbitrarias; c) poseen una mayor o menor amplitud respecto al numero de personas que las ejecutan; d) no. son modos o respuesta de preservaci6n, sino que estan mas relacionadas con el funcionamiento del individuo en aspectos mas o menos importantes de su vida cotidiana; e) son justamente esas reacciones las que distinguen a unos individuos de los otros, las que distinguen razas, culturas y grupos entre si; f) son respuestas, en cierta medida, forzadas, impuestas, aunque muchas de elias se adquieren muy pronto y de manera casi inconsciente; g) este tipo de reacciones abarca, en realidad, Ia inmensa mayoria de las respuestas de los individuos. Muzafer SHERIF es otro de los asiduos a estas paginas; lo es par derecho propio, por un derecho que a el si se le ha reconocido ampliamente. El mismisimo NEWCOMB confesaba sin rubor que Ia lectura de La Psicologfa de las Normas Sociales le ayud6 sobremanera a entender que se escondia bajo el todavfa equ fvoco nombre de Psicologfa social, y no~ ~eguirfa ayudando todavra si lo leyeramos con detenimiento. Pues bien, SHERIF se acerca en un primer momenta decididamente a ALLPORT al suponer que "La Psicologfa social es el estudio cientffico de Ia experiencia y el comportamiento del individuo en relaci6n con las situaciones de estimulaci6n social." (Sherif, 1963, p. 33)."
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Existe, sin embargo, una nada despreciable diferencia entre las posiciones de estos dos autores, una diferencia que se centra precisamente en Ia concepcion del individuo. En ALLPORT su estatus es el de quien observa y responde pasivamente a las condiciones de estimulacion social; SHERIF, por el contra rio, se cuida mucho en subrayar Ia relacion inter-activa entre el individuo y las situaciones de estimulaci6n social; el habla del hombre no como un mero receptor de las influencias socio-culturales, sino como participante y creador activo de su cultura y, por tanto, de una de las fuentes de estimulacion mas importantes. El elemento primordial de Ia definicion de SHERIF nose encuentra en Ia caracterfstica social del estfmulo, como ocurre en ALLPORT, sino en el intercambio entre este y el individuo. Cabrla anadir otra diferencia no menos importante: Ia definicion y tipologfa de los estlmulos sociales, de aquello que realmente convierte en social una conducta y Ia hace de interes para nuestra disciplina " ... como un termino generico para denominar aquellos factores que en un momenta dado son externos al individuo, siendo Ia piel el lfmite usual de Ia externalidad; el estfmu lo es, pues, algo externo, ambiental que puede influir en el comportamiento del individuo y que esta lleno de significado, de sentido contextual." (Sherif, 1963, p. 24).
Y al punto, pasa a Ia distincion de cuatro grandes situaciones de estimulacion social: 1. Los otros individualmente considerados constituyen el ejemplo por excelencia de las interacciones que llevamos a cabo en nuestra vida cotidiana y dan Iugar a los fen6menos de interaccion propiamente dichos (atraccion, comunicaci6n, percepcion) y, en otro sentido, a ciertas manifestaciones dependientes de Ia influencia social de entre las que cabrla destacar Ia conformidad. Bien entendido, senala SHERIF en el Capitulo IV de su Psicologfa de las normas sociales, expresamente dedicado a delimitar las situaciones de estimulaci6n social en Ia Psicologfa social, que muchos de los contactos, interacciones y relaciones vienen prescritos cu lturalmente. 2. El grupo dentro del cualel individuoes unexpectador pasivo resulta una segunda variante de Ia estimulaci6n social, una variante esencialmente caracterizada por Ia existencia de una atmosfera grupal (un termino muy lewiniano) que posee una
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cierta capacidad impositiva sobre los individuos de los que exige un determinado grado de conformidad. 3. Pero existe otra modalidad de situaci6n grupal, el grupo interactivo, en el que el individuo participa como un miembro activo y cuya relevancia se sustenta sobre un cumulo de expectativas, relaciones y conductas recfprocas y sobre las implicaciones que las propiedades estructurales del propio grupo (sistema de roles, dinamica interactiva, division del poder, etc.) puedan tener sobre dichas expectativas y relaciones. De especial importancia para el psic61ogo social resulta, dentro de este campo, el estudio de Ia dinamica de las relaciones intragrupales e inter-grupales de las que SHERIF fue un asiduo investigador. El mismo autor, remitiendo al lector a consideraciones realizadas en otros capftulos, quiere dejar sentenciada su hip6tesis en los siguientes terminos: "Todo el mundo coincide en que Ia experiencia y Ia conducta del individuo es distinta cuando esta solo que cuando se encuentra dentro de un grupo" (Sherif, 1966, p. 56).
4. Existe una ultima categorfa de estimulaci6n social que en esta obra SHERIF reune bajo el epfgrafe de Productos sociales y que en publicaciones subsiguientes vemos aparecer bajo Ia denomi naci6n de productos culturales. En efecto, "Ademas de responder a Ia gente dentro del ambiente, los indivi· duos en toda sociedad desarrollada estan rodeados y estimulados por productos culturales, por productos que revelan Ia conducta social pasada. Esos productos incluyen edificios, calles, herramientas, sistema monetario, lenguaje, sistema numerico, ciencia, productos estthicios, valores y nor mas morale·s, religiosas y polfticas" (Sherif, 1966, p. 57),
todo lo que constituye Ia cultura material y Ia cultura simb61ica; productos socialmente estandarizados y consagrados que poseen una realidad independiente de los propios individuos por mucho que sean el resultado de su interacci6n y que poseen Ia decisiva propiedad, subraya SHERIF, de que se han ido acumulando en el transcurso del desarrollo de Ia historia social. Realmente existirfa como una quinta categorla estimular que parece adquirir una forma recopiladora y que haria referencia a las Normas como estfmulos sociales en el sentido de que
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"las normas sociales bien establecidas, una vez que se han incorporado al individuo, juegan un papel importante en Ia determinacion de Ia experiencia y de las subsiguientes reacciones ante Ia gente que le rodea". (Sherif, 1966, p. 66).
El concepto de Psicologfa social que estamos desentranando alcanza en Carl F. GRAUMANN una de sus mas clarificadoras cotas; quiere el psic61ogo social aleman llegar a Ia definicion de Ia disciplina de manera cauta y sistematica, y lo hace, en Ia mas rancia tradici6n pedag6gica, ayudandose de una serie de preguntas y respuestas:
1. lEs Ia Psicologfa social parte de Ia Psicologfa? Por supuesto, ya que tiene por objeto el estudio de Ia conducta. Ahara bien, lo mismo que tiene una estrecha relaci6n con Ia Psicologfa general, no menos profunda es Ia que mantiene con el resto de las ramas de Ia Psicologfa (diferencial, evolutiva, personalidad, etc.). 2. lEs Ia Psicologla social una parte de Ia Sociologfa? Tambi{m se tiene esa impresi6n, sabre todo porque cuanto mas empfrica se hace Ia Sociologfa masse acerca a Ia Psicologfa social. Mas aun, continua el psic61ogo de Heidelberg, aproximadamente un tercio de las obras y manua les sabre Psi co log fa social han sido escritos por soci61ogos. 3. l Es entonces Ia Psicolog fa socia I una ciencia entre Ia Psicologfa y Ia Sociologfa? Es ciertamente un campo te6rico y de investigaci6n a cuyo desarrollo han hecho aportaciones decisivas ambas ciencias, pero les una disciplina independiente? "Psic61ogos sociales representativos defienden justificada y razonadamente que los asuntos centrales de Ia Psicologla social no se dejan formular en un sentido pura y simplemente psicol6gico o pura y !lanamente sociol6gico." (Graumann, 1969, p. 4).
4. lEs Ia Psicologfa social el producto de Ia interacci6n entre Ia Psicologfa y otras ciencias sociales? Algunos capftulos importantes de nuestra disciplina han sido tradicionalmente abordados desde una perspectiva interdisciplinaria: a) Ia trilogfa cultura-sociedad-personalidad y las explicaciones y teorfas que de elias emergen (identidad social, caracter nacional, personalidad basica, etc.) resultan, en efecto, de Ia confluencia entre Antropologfa, Psicologfa y Sociologfa;
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b) Ia socializaci6n es un tema interdisciplinar que ha sido objeto de estudio por parte de Ia Sociologfa, de Ia Psicologfa evolutiva, de Ia Antropolog fa comparada y de Ia Psi co log fa social; c) en Ia comunicaci6n se imbrican Ia Psi co log fa y Ia Lingu fstica, lo mismo que de Ia conducta pol ftica participan varias disciplinas.
5. lEs Ia Psicologfa una ciencia social? Porque si as( fuera, cabrfa preguntarse con mucha legitimidad por Ia situaci6n en que queda nuestra disciplina sabre todo despues de haber supuesto su independencia respecto de Ia Psi co log fa y de Ia Sociolog fa; resulta de extraordinaria importancia este asunto, co menta GRAUMANN, para el objeto de Ia Psi co log fa social. Sf parece cada d fa mas evidente que Ia Psi co log fa esta incorporando a sus modelos referencias a aspectos, variables y condicionamientos sociales; Ia Psi co log fa se nos esta mostrando cada vez menos asocial. Entonces, lcual es el estatus de Ia Psi co log fa social como parte de Ia Psi co log fa? lEs una disciplina medularo simple mente un ambito de investigaci6n? lOue le queda a Ia Psicologfa social si Ia Psi co log fa del aprendizaje, de Ia motivaci6n, del desarrollo, etc., es cada vez mas sensible a Ia influencia de variables sociales? lUna simple tarea de acentuaci6n? Estas y otras preguntas de parecido talante le vienen a Ia mente al psic61ogo aleman quien sale del laberinto con un sutil quiebro no exento de riesgo: Ia Psicologfa social, dice, posee una autonomfa funcional al hallarse en una posicion intermedia entre el microanalisis propio de Ia Psicologfa y Ia perspectiva macronanalftica que caracteriza a Ia Sociologia; de hecho ella se ocupa " ... del estudio del individuo con sus funciones y caracterfsticas microscopicas dentro del contexto macroscopico de su ambiente social... Su inten1s en el modo y manera en que el individuo experimenta su mundo social, ha conducido a incluir Ia experiencia y Ia conducta en Ia mayorfa de las definiciones" (Graumann, 1969, p. 58).
Habia sido curiosamente otro aleman, Georg SIMMEL, quien atribuyera lo microsc6pico al ambito de Ia Psicolog fa social. Lo hizo en el primer capitulo de su Socio/ogfa, a resultas de sus siempre finas y penetrantes reflexiones sobre Ia sociedad. Esta solo es posible como consecuencia de Ia acci6n recfproca entre los individuos, como fruto de un sinfln de formas
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de relaci6n social de minima manta, de escasa apariencia; de procesos microsc6pico-moleculares que transitan por nuestra vida cotidiana y que van ajustando los ligamenes entre los propios i ndividuos para organizarse posterior mente en sistemas consolidados, en unidades firmes y compactas de cankter macrosocial, una idea que parece ir convirtiemdose en medular para Ia Psicologfa social. Los hombres, escribe SIMMEL, se mi ran unos a otros, tienen celos, se escriben cartas, comen juntos, van y vienen continua, effmera y momentaneamente; mantienen un sinfin de acciones recfprocas asequibles solo al microscopio psico/6gico objeto de una Psi co log Ia de caracter social. "Estos procesos primarios que forman Ia sociedad con un material inmediato individual, han de ser sometidos a estudio formal, junto a los procesos y organizaciones mas elevados y complicados; hay que examinar las acciones reclprocas particulares que se ofrecen en masas a las que no esta habituada Ia mirada te6rica, considerandolas como formas constitutivas de Ia sociedad, como partes de Ia socializaci6n. Y precisamente porque Ia Sociologla suele pasarlas par alto, es por lo que sera conveniente consagrar un estudio detenido a estas cia· ses de relaci6n en apariencia insignificantes. Pero justamente porque toman esta direccion, las investigaciones aqui planteadas parecen no ser otra cosa que capitulos de Ia Psicologia o, a lo sumo, de Ia Psicologla social." (Simmel, 1977, p. 31).
Ella tiene una consecuencia inmediata que al perspicaz lector no le habra resultado diffcil adivinar, Ia de que Ia sociedad es primera y fundamentalmente un hecho psicol6gico, una concatenaci6n de procesos microsc6picos que sirven de base y punta de partida para el estudio sociol6gico, si bien este suele elevarse por encima de su consideraci6n; una hip6tesis, por lo demas, que ha contado con eximios valedores entre los sociol6gos (Lester WARD, Fausto SouiLLACE, George C. HoMANS, etc.). SHAw y CoSTANZO, otros autores ampliamente traldos a colacion en estos trances definicionales, nos ofrecen un panorama perfectamente acorde con las directrices individuales al hablar de Ia Psicologla social como el estudio cientffico de Ia conducta individual como funci6n de los estfmulos sociales. Ello se traduce en los siguientes temas de estudio: 1. lnfluencia social sabre los procesos individuales que incluye aquellos fen6menos que
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a) pueden ser influidos par estimulos sociales; b) pueden ocurrir en ausencia de cualquier estimulo social y c) normalmente no suelen ser compartidos par personas expuestas a situaciones de estimulaci6n inmediata. La percepci6n, Ia atribuci6n, Ia motivaci6n, o el aprendizaje serian algunos ejemplos.
2. Procesos o conductas compartidos. Son procesos: a) basicamente individuales en tanto que su manifestaci6n no depende de Ia presencia inmediata de un estfmulo social; b) se derivan directamente de estfmulos sociales y c) suelen ser compartidos par otros en el mismo grupo social
Ejemplo de tales procesos son el lenguaje y las actitudes como fenomenos aprendidos en el transcurso interactive, pero que, una vez desarrollados, funcionan con una mayor o menor independencia del grupo social que fue testigo de su origen. 3. lnteracci6n grupal que incluye aquellos procesos: a) dependientes de Ia interacci6n con otros y b) que solo se exteriorizan cuando los otros estan presentes real o imaginariamente.
El liderazgo, Ia comunicaci6n, las relaciones de poder, Ia conformidad, Ia cooperaci6n-competici6n y los roles sociales entrarfan dentro de esta categoria. En una palabra, "La Psicologla social es el estudio cienti'fico de Ia conducta individual como funci6n de los estlmulos sociales". (Shaw y Costanzo, 1970, p. 3).
El recurso a Ia influencia Dos son, entre otros que se nos antojan de menor relevancia, los cabos que han quedado sueltos en el transcurso exposit iva de Ia vertiente conductista; el primero nos remite a un viejo y todavfa no resuelto problema en Ia Psicologia, el problema del est Imula. Las seis preguntas que GIBSON se formulara en un conocido y frecuentemente citado articulo (si los est fmu los mot ivan al sujeto o simple mente disparan una conducta, si son o no causa sufi-
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ciente de ella, si pueden ser definidos independientemente de Ia respuesta que evocan ,si estan real mente en el ambiente o s61o en el receptor, si una secuencia o evento debe ser considerado como un unico ovaries estlmulos y si los estimulos contienen informacion directa sobre su origen), hace casi treinta anos, siguen sin hallar una convincente y consensuada respuesta. En nuestro caso concreto, hemos ido siendo testigos presenciales de c6mo el concepto de estimulo-situaci6n estimulante hacla recurrente acto de presencia en Ia pnktica totalidad de las definiciones, y lo hacla de una manera especialmente central; de hecho a Ia Psicologla social se Ia ha distinguido con frecuencia por los estimulos a los queel individuo responde, porIa definicion y explicitacion de los denominados estimulos sociales, aquellos cuya influencia sobre el sujeto arroja como resultado el comportamiento social. A pesar de que ninguno de los protagonistas de este apartado han dado respuesta directa a las cuestiones planteadas por GIBSON, habremos de reconocer que el concepto de estlmulo social y el intento de ofrecer una tipologia lo mas acabada de ellos ha ocupado un Iugar preeminente a Ia hora de definir Ia Psicologia social. Quien sf se atrevio a dar respuesta a los interrogantes planteados por GIBSON fue Malcolm ARNOULT (1963), y lo hizo precisamente en nombre de Ia Psicologfa social. A fin de resaltar Ia naturaleza del estimulo en esta disciplina, intento establecer una comparacion entre Ia concepcion del estimulo en Ia Psicologia social y en Ia Psicoffsica. Todo ello, confiesa el autor, dentro de los mas tradicionales I fmites del conductismo, concibiendo Ia Psicologia social como una ciencia basada en Ia exposicion cuantitativa de las relaciones, objetivamente descifrables, entre los estimulos y las respuestas observables. Por su parte, SELLS se aventuro a Ia ingrata tarea de ofrecernos una taxonom ia de situaciones de estimulacion; lo hizo diferenciando cinco grandes categorfas: a) aspectos naturales del ambiente (clima, orograffa, etc.); b) aspectos del ambiente creados por el hombre (organizacio-
nes e i nstituciones socia les); c) caracterfsticas y circunstancias de las situaciones; d) caracteristicas externas del individuo (factores biologicos,
factores sociales, factores definidos por Ia situaci6n geografica, factores familiares, etc.);
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Naturaleza del estlmulo en Ia Psicologfa social Posee propiedades motivacionales
Naturaleza del estlmulo en Psicoffsica Carece de propiedades motivacionales
- Es Ia ocasi6n mas que Ia causa de Ia respuesta
Normalmente suele ser Ia causa de una respuesta
Debe ser definido por referencia a Ia respuesta que provoca
Debe ser definido independientemente de Ia respuesta
Existe en el ambiente
Existe en el ambiente
Puede ser modelo o secuencia de eventos
Puede ser modelo o secuencia de eventos
Su estructura se infiere de Ia estructura de Ia respuesta que provoca
- Contiene informacion sobre su origen en el ambiente
- Su estructura debe ser definida por sus propiedades Hsicas y no por Ia estructura de las respuestas que provoca - Puede contener informacion sobre sus orfgenes en el mundo. (Arnoult, 1963, p. 19-20)
e) conducta del individuo en relaci6n con otros (situaciones grupales: situaci6n intra e intergrupal, situaciones colectivas).
Todo ello nos arroja un total aproximado de unos 230 estfmulos responsables de Ia variaci6n del comportamiento humane. Esta es tan caprichosa como cualquier otra taxonomla que se nos pudiera ocurrir y, desde luego, no reside aqu f el interes de Ia Psicologfa social; ha venido a colaci6n de forma espontanea, como natural consecuencia de una manera de con-
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cebirla centrada en Ia naturaleza del estfmulo, una manera que, analizadas las distintas clasificaciones, nos puede conducir a preguntarnos que no es estfmulo social y, por tanto, que no es Psicologfa social; una pregunta que, con Ia misma legitimidad, se Ia puede hacer un psic61ogo de Ia personalidad, un psic61ogo del desarrollo o un atrop61ogo; es decir, una pregunta escasamente pertinente. Pero queda todavla un segundo cabo suelto de mayor interes por el momenta que· Ia esteril discusi6n en torno a lo que sea o no estfmulo social; se trata del recurso a Ia influencia como rasgo central de nuestra disciplina. Hay un notable grupo de autores que, tras Ia espiral estimulaci6n-reacci6n, han querido observar una dinamica de influencia; cuando decimos que Ia presencia de A actua como estfmulo para Ia acci6n de B, probablemente estemos diciendo algo muy parecido a que A ha ejercido una influencia sobre B. No se pone en entredicho el supuesto base de que Ia Psicologfa social es primordialmente una Psicologfa que se ocupa del comportamiento individual y de que este se dirime en un juego de acci6n-reacci6n, simplemente se supone que Ia reacci6n a un estfmulo es una simple cuesti6n de influencia, que el sujeto reacciona bajo Ia presion de Ia influencia estimular: basta con releer Ia recien citada definicion de SHAw y CosTANZO. Pero fue Gordon ALLPORT quien aventura Ia definicion desde Ia influencia en los siguientes terminos: "Con pocas excepciones, Ia Psicologfa social intenta comprender y explicar como el pensamiento, sentimiento o conducta de los indi-
viduos, es influido por Ia presencia actual, imaginaria o imp Ifcita de otros". (Allport, 1968, p. 3),
dando practicamente por sentado que Ia unica fuente de influencia, los estfmulos sociales por excelencia, son primordial e incluso exclusivamente los otros. Edwin HoLLANDER sigui6 por estos derroteros manteniendo un indiscutible punto de partida: el de que Ia Psicologfa social se interesa por Ia influencia que el medio social puede ejercer sobre el individuo. Mas concretamente, Ia Psicologfa social se sostiene sobre dos pilares cardinales: a) su interes en el individuo como participante en las relaciones sociales;
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Relaciones persona-grupo
Relaciones persona-persona
o, 10 o-?--o o--9--o 0\10
0
lnteracci6n social
Conform idad
0
Liderazgo
Relaciones grupo-9rupo
Conflicto y cooperaci6n
Figura 2: Algunas relaciones de influencia estudiadas por Ia psicologia social.
b) Ia comprensi6n de los procesos de influencia social que sub-
yacen a dichas relaciones; asi, "el proceso de Ia influencia social constituye el interes central de Ia Psicologia social. Los seres humanos estan necesariamente orientados hacia otros seres humanos dentro de su medio, y Ia influencia social se manifiesta cada vez que un individuo responde a Ia presencia real o implfcita de otro u otros" (Hollander, 1976, p. 17).
En sfntesis, Ia influencia es una resultante de Ia respuesta al otro como estfmulo y se materializa: a) en el efecto reclproco de una persona sabre otra en el pro-
ceso de interacci6n social; b) en el juego de relaciones que se establecen entre un grupo
y un individuo (conformidad, liderazgo, etc.); c) en Ia relaci6n existente entre dos o mas grupos (relaciones
intergrupales). Para Elliot ARoNSON todas las situaciones sociopsicol6gicas
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poseen un denominador comun: son situaciones de influencia social y ello da Iugar a una definicion operativa de Ia disciplina como el estudio de las influencias que las personas ejercen sabre las creencias o Ia conducta de los demas. En otros terminos, matiza el autor, Ia Psicologfa social se ha ocupado de dar respuesta, entre otras, a las siguientes cuestiones: lc6mo resulta influida una persona? lPor que acepta ser influida;que gana con ello? lCuales son las variables que aumentan o reducen Ia eficacia de Ia influencia social? lTiene esa influencia un efecto permanente, o es simplemente transitoria? lCuales son las variables que aumentan o reducen Ia permanencia de los efectos de Ia influencia social? Pero realmente el recurso a Ia influencia en Ia Psicologfa social se remonta al frances Gabriel TARDE, al TARDE de Ia lnterpsicologfa, de Ia Psicologfa inter-mental o intercerebral, alTARDE superador del individualismo extrema que transpiran sus primeras obras ("Las leyes de Ia imitaci6n", "La 16gica social") cdtico de las c6modas y no siempre bien fundamentadas metaforas del yo colectivo, del alma de Ia muchedumbre, del espfritu del pueblo y disconforme con el cariz intra-espiritual que habia adoptado Ia Psicologfa individual. TARDE tiene el prop6sito de reclamar Ia atenci6n de los cientfficos sociales sobre Ia existencia de un conjunto de fen6menos que provienen del contacto del yo con los otros, de Ia influencia de un espiritu sobre otro, de las relaciones inter-mentales, de Ia acci6n de las sensibilidades sobre las sensibi lidades, de las voluntades sobre las voluntades, de las inteligencias sobre las inteligencias, de los sentimientos sobre los sentimientos. De ellos se deberfa ocupar una denominada Psicologfa intermental que suplante al muy ambiguo y explotado nombre de Psicologia social; de hecho, La Psychologie inter-mentale sera el titulo del discurso con que TARDE inaugura oficialmente Ia secci6n Psicologfa social y criminal del Congreso lnternacional de Psicologia celebrado en Pads en 1900, un corto pero enjundioso discurso que creemos se sintetiza en Ia siguiente reflexi6n: "En efecto, cuando el yo esta en presencia del mar o de las montafias, de las plantas o de los animales inferiores, estas cosas actuan sobre el, pero el no puede influir sobre elias, o, si por casualidad las modifica, no existe ninguna relaci6n entre estos dos tipos de modificaci6n, Ia una no es consecuencia de Ia otra, no hay nada de rec(pro-
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co. Pero cuando dos hombres discuten o conversan se afectan mutuamente". (Tarde, 1901, p. 4).
Se trata de una /6gica inter-mental no solo presente, sino imprescindible desde el mismo momenta del nacimiento (tan imprescindible como las relaciones entre el nino y Ia madre) que corre ineludiblemente a lo largo de toda nuestra existencia, engendrando Ia mayoria de las veces vinculos sociales, dando Iugar a hechos sociales (para que haya un hecho social y al mismo tiempo un vinculo social, es preciso que un ser animado actue mentalmente sabre otro ser animado, escribira en 1903), y otras obstaculizando claramente estas relaciones. "Cuando un ser animado con su sola presencia se familiariza con otro aunque sea de una especie diferente, comienza a establecerse entre ellos un vinculo social, al princpio unilateral. Y esta es Ia raz6n por Ia que se dice -aun a riesgo de ser acusado de reiterative- que todo vfnculo social consiste, directa o indirectamente, en el reflejo a distancia de un yo sobre otro yo, es decir, en una imitaci6n" (Tarde, 1903, p. 94).
Frecuentemente, por tanto, Ia 16gica inter-mental engendra nada menos que vinculos, relaciones y hechos sociales; Ia acci6n de los sentimientos sabre los sentimientos, por ejemplo, origina las categorlas sociales de derecho y de deber, de bien y de mal; lo inter-mental es Ia clave explicativa de lo social {permita el lector que reclamemos su atenci6n sabre este aserto de tan hondas resonancias en una parte importante del pensamiento europeo de finales del xtxl, pero a su vez lo desborda, lo supera porque se trata de algo capaz de dar cuenta tambien de fen6menos puramente individuales, de fen6menos psicol6gicos producidos en un esp fritu-individuo particular a resultas de su encuentro con otro espfritu-individuo. Hecho social-16gica inter-mental-fen6menos psicol6gicos; es un esquema resueltamente utilizado por los cientfficos sociales para afrontar el siempre fascinante como imprescindible hecho del hombre en sociedad, para dar· cuenta de sus acciones dentro del marco social, para afrontar el hecho de su intersecci6n. Simplificando un mucho las casas, nos atrever [amos a decir incluso que uno de los grandes debates de las Ciencias Sociales ha tenido afguno de sus mas pole micas objetos en dilucidar Ia naturaleza de Ia instancia que media entre lo social y lo individual. TARDE apuesta clara mente par Ia influencia
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inter-mental; en el proximo capitulo veremos a MEAD afanado en estos mismos quehaceres y hacienda de Ia interaccion su clave explicativa; en el capitulo precedente hemos vista que i:XJRKHEIM apostaba por una 16gica de Ia coaccion; en MARX veremos que es Ia actividad entendida en un sentido muy materialista; Ia accion social, las relaciones sociales, el grupo, el rol, son otras tantas piezas cliisicamente empleadas como clave explicativa de Ia mediacion. TARDE se incorpora a este elenco de pensadores con una propuesta claramente original y con el decidido proposito de dotar a Ia Psicologia social de un entramado teorico peculiar; se trata de una propuesta que nos va a permitir el lector que Ia califiquemos como Ia mas relevante y Iucida hasta entonces para Ia Psicologia social, aunque no sea mas que por haber hecho de ella Ia directa responsable de Ia 16gica inter-mental, Ia encargada de estudiar las consecuencias de Ia accion de un espiritu sabre otro en unos terminos extraordinariamente parecidos a los que hemos vista en psic61ogos sociales muy posteriores. "Existe acci6n pslquica de un hombre sobre otro cuando el prime· ro, por sus gestos o sus signos expresivos comprende y siente al segundo; o por sus actitudes, o por su mera presencia, modifica el estado mental del segundo, despierta un apetito, suscita c61era, miedo, esperanza, odio, simpatia, deseo de obediencia o de mandar, alumbra una idea, un plan, un proyecto". (Tarde, 1903, p. 93).
Todo ella se desglosa y se concreta en cinco t6picos que resumen el objeto de estudio de esta lnter-psicologia:
1. La accion de un individuo sabre otro se resuelve fundamentalmente en el ambito de Ia conversaci6n, una acci6n intermental basica de cuya trascendencia han sido conscientes los fundadores de las 6rdenes religiosas quienes han impuesto el silencio como salvaguarda de Ia propia institucion. 2. La accion de un individuo sabre una masa o una asamblea, contrariamente a Ia conversacion, 'ha despertado bastante mas interes; ella no obstante, quedan todavia algunos cabos sueltos tales como Ia transformacion de las masas en publicos, las relaciones que mantienen entre las unas y el otro, asi como las que se establecen entre el publico y las sectas. 3. La accion de una asamblea sabre el individuo ha dado Iugar a investigaciones sabre Ia intimidaci6n, el sentimiento de
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angustia que provoca en ciertos individuos su pertenencia a un grupo, su participacion en un acontecimiento masivo. 4. La accion de un individuo sobre un publico, sobre una rnasa dispersa, interesaba especialmente a TARDE y es algo de lo que se supone debe seguir ocupfmdose Ia lnter-psicologfa, habida cuenta, nos recuerda de nuevo, de Ia creciente importancia que esta adquiriendo Ia prensa escrita de caracter periodico. 5. La accion de un publico sobre un individuo como Ia otra cara de Ia moneda, permite a TARDE una ultima y sabrosa reflexion sobre Ia accion inter-mental: habida cuenta de Ia variacion, diferencia y avances tecnicos y materiales (prensa periodica, telefono, telegrafo, etc.), el ejercicio de Ia accion intermental varfa notable mente de una epoca a otra, de un pa fs a otro; en una palabra, el progreso social incrementa Ia probabilidad de Ia accion inter-mental y hace su necesidad mas imperiosa, si bien esta condicion ffsica debe ser combinada con otras de caracter fisiologico (Ia raza), psicologico (Ia sugestibilidad) y social (Ia religion, Ia educacion), de una naturaleza mas sustantiva. De Franz EuLENBURG es francamente poco lo que se ha ofdo en los cfrculos psicosociales, llamativa e injustamente poco, nos atreverfamos a decir, si se tienen en cuenta las escasas pero muy pertinentes e incluso arriesgadas reflexiones que hiciera sobre nuestra disciplina recien estrenado el presente siglo. Pertinentes, porque centra su interes directamente sobre Ia Psicolog fa social manejando las fuentes de informacion adecuadas (BALDIWIN, TARDE, ELLWOOD, WuNDT, etc.),algo no siempre f
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fen6menos, supuestamente derivados de una supra-individualidad psicol6gica, no son sino fruto de Ia influencia interactiva que unos individuos ejercen sabre otros en el contexto del grupo social: "La Psicologfa social abarca aquellos acontecimientos ps1qU1cos que estan motivados o condicionados por Ia existencia de un grupo social, es decir, de un -::onjunto de individuos en intercambio." (Eulenburg; 1900, p. 212).
A un nivel mas concreto, esto se traduce en: 1. Estudio de los grupos sociales donde se produce Ia interacci6n, el intercambio, Ia influencia; unos grupos que se nos muestran en dos grandes categorfas: a) comunidades naturales a las que pertenece Ia familia, Ia horda, etc.; b) comunidades culturales cuya union se basa en el puro interes y que conforman asociaciones, corporaciones, grupos profesiona les, etc.
2. Estudio de los procesos psicosociales propiamente dichos, de los acontecimientos psiquicos comunes que se producen como consecuencia del intercambio y Ia influencia que los individuos ejercen unos sabre otros dentro del grupo en dos grandes ambitos, en el de las representaciones sociales y en el de las voliciones sociales. 3. Una tercera tarea se cifrarfa en el estudio de los principios que rigen las relaciones mutuas, el intercambio y Ia influencia: a) principios que tienen que ver con Ia actitud y posicion que unos individuos adoptan respecto a otros (absoluta subordinaci6n, subordinaci6n parcial, paridad parcial, absoluta igualdad); b) aquellos otros relacionados con procesos de mutua influencia (imitaci6n, sugesti6n, contagia, etc.); de entre elias, es sin duda el de Ia imitaci6n el mas decisivo: "Hay que hacer menci6n, aun somera, a uno de esos principios que juegan un papel extraordinario en el intercambio de los individuos y que quiza adquiere en Ia Psicologfa social un significado muy pareci-
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C1nco tradiciones en Ia ps1cologia social
do al de Ia asociaci6n en Ia Psicologla individual: Ia imitaci6n. Se puede decir que sin el nose producirla ningun acontecimiento psicosocial y no tendrla Iugar ninguna difusi6n de cualquier acontecimiento psfquico existente". (Eulenburg, 1900, p. 233).
Nos hemos entretenido especialmente en TARDE, no solo debido a una rna I disimu Iada debilidad por este autor, sino porque su recurso a Ia influencia como categorfa psicosocial de primer orden cuenta con una sabrosa y razonable justificaci6n, tanto desde el punto de vista hist6rico como te6rico. Podrfamos seguir desgranando un interminable rosario de definiciones enrnarcadas dentro de Ia influencia y tomadas mimthicarnente de Ia propuesta de Gordon ALLPORT, sin mas originalidad, discusi6n, elaboraci6n te6rica o comentario crftico; pero no nos parece pertinente colmar tan pronto Ia paciencia del lector.
El funcionalismo individual A estas alturas de Ia historia de nuestra disciplina estamos ya en condiciones de afirmar que el individualismo metodol6gico se ha consagrado como Ia ideologfa dominante, como aquella sobre Ia que ha recafdo, te6rica y metodol6gicamente, el mayor peso. Probablemente no sea este el Iugar mas id6neo para alegrarnos o lamentarnos de ello, y tampoco estamos en disposici6n de aventurar que suerte hubiera corrido Ia Psicologfa social de no haber sido asf; en todo caso el lamento y Ia ficci6n no modifican casi en nada el hecho de que Ia parte mas sustancial, cuantitativamente hablando, por lo menos, de Ia Psicologia social ha definido como su unidad de analisis al individuo ubicandose, por consiguiente, en el seno de una Psicologfa profundamente transida de individualismo positivista, de metaffsica naturalista, como no podia ser de otra manera en una sociedad como Ia norteamericana cuya Constituci6n eleva al individuo muy por encima de Ia colectividad, consagra claramente una etica individual (Ia libertad, el bienestar, Ia felicidad y los motivos personales prevalecen sobre los grupales o sociales) instalada en Ia mas pura tradici6n del empirismo y liberalismo hedonista, en LocKE, HuME, Adam SlvlrrH v Jeremy BENTHAM.
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Es bien sabido que incluso cuando Ia Psicologfa social se ha enfrentado al analisis de entidades supra-individuates (el grupo) lo ha hecho, como en algun otro Iugar hemos tenido oportunidad de comentar (BLANCO ABARCA, 1985) desde una perspectiva rnarcadamente individualista; se ha interesado,· mas que par el comportamiento grupal propiamente dicho, par las reacciones de los individuos dentro del grupo. La ausencia en nuestra disciplina de una autentica teorfa grupal es imputable, segun reconocidas autoridades, al predominio de Ia filosoffa individualista. Esta rnanera de entender y de hacer Ia Psicologfa sociallleva pareja una concepcion de lo psicosocial practicamente reducida a Ia naturaleza de los estfmulos a los que reacciona el sujeto. Lo psicosocial, par tanto, no aparece como esa actitud y manera de ponerse frente a cualquier aspecto de Ia realidad social, sino como una entidad, una cosa, un fenomeno intermedio que es consecuencia y fruto de Ia relacion que en mementos concretes se pueda establecer entre el individuo y el estfmulo social; Ia Psicologia social se muestra entonces como una ciencia bisagra e intersticial que trata de cubrir un supuesto vacfo tematico que deja tras de sf Ia convergencia entre lo psico16gico y lo socio/6gico, entre el individuo y Ia sociedad, entre Ia Psicolog ia y Ia Socia log fa y que no cubre ninguna de las dos, alga que, a poco que nos adentremos en las razones que hicieron posible y necesaria esta disciplina, veremos que carece de fuerza convincente alguna; pero ademas de no ser un argumento concluyente, llevado a sus ultimos extremes es abiertamente insostenible, ya que puede dejar traslucir Ia engafiosa idea de que lo psicologico y lo sociologico son entidades independientes que discurren normalmente par cauces paralelos, unos cauces que solo de cuando en cuando se entrecruzan dando entonces Iugar a esos fenomenos hibridos de los que se ocuparfa Ia Psicologia social. Para cualquier cientffico social, Ia interdependencia, reciprocidad y el minucioso acoplamiento entre el individuo y Ia sociedad, es un punta de partida que ni siquiera necesita ser explicitado. Es Ia situacion un tanto embarazosa que se nos presenta cuando intentamos adentrarnos en Ia naturaleza de Ia Psi co log fa social con una mentalidad territorial; a Ia postre, como le ha ocurrido a GRAUMANN, no nos queda mas remedio que confesar casas que no se caracterizan precisamente par su coherencia: que Ia Psicolog fa social es Psicologia, que es Sociologla y que no es ninguna de las dos y
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con Ia particularidad de poder aportar contundentes pruebas que avalen cualquiera de las tres opciones. Si esto es realmente asf, tendremos que pensarnos mucho seguir por estos derroteros a Ia hora de definir nuestra disciplina. Nosotros lo tenemos bastante claro: Ia concepcion tematica y territorial de Ia Psicologia social ha acostumbrado a ser producto del trasvase acritico y de Ia traduccion directa de teorfas y conceptos elaborados en ambitos mas o menos alejados de esta disciplina a los que normalmente, como ocurre con frecuencia en las Ciencias sociales, acompafia un incomodo ruido. Un individualismo incuestionable, un hedonismo mas o menos disfrazado y un experimentalismo por contra nada disimulado, vendrfan a ser los ingredientes de una de las aproximaciones teoricas mas fructfferas en Ia Psicologia social, Ia llamada teorfa del lntercambio de Ia que HoMANS por una parte, y John THIBAUT y Harold KELLEY por Ia otra, serian sus mas reconocidos defensores. En 1961 George Caspar HoMANS publica Ia que es considerada como Ia pieza central de esta teorfa, Social Behavior. Its Elementary Forms; en 1974 sale a Ia luz una edicion revisada (es Ia que vamos a manejar en nuestra exposicion) que como novedad mas destacada suprime el Capitulo II de Ia primera edicion dedicado, en Ia mas pura tradicion conductista, a formu lar una serie de proposiciones extra fdas de las investigaciones sobre el comportamiento animal. No ha Iugar, come nta HoMANS en el prefacio de Ia edicion revisada, a Ia inclusion de un cap ftulo dedicado al comportamiento experimental de las palomas, no porque haya perdido su significado y sus estrechas concomitancias con el comportamiento humano, sino porque ya noes necesario explicitarlo, hacienda del trasvase y de Ia traduccion directa de las leyes y principios emanados de Ia investigacion sobre el comportamiento animal, Ia manera mas rigurosa y sensata de acercarse al estudio del comportamiento social de los humanos. Lo que sf parece dispuesto el sociologo de Harvard a dejar muy claro (aunque no hubiera sido estrictamente necesario que lo hiciera, es muy de agradecer tenerlo por escrito) es su deuda con los psicologos conductistas, especialmente con SKINNER y su respeto por Ia extensa tradicion experimental que ha acompafiado a este modelo de Psicologia. Pero hay todavia mas, las proposiciones sobre las que se va a sustentar el modelo explicativo de Ia conducta social son enunciados que tienen como marco de referencia Ia conducta de un organismo individual.
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"Asumimos que, aunque es mucho lo que emerge en Ia conducta social que va mas alia de lo que realmente podemos observar en Ia conducta de los individuos aislados, no aparece nada que realmente no pueda ser explicitado por proposiciones sobre los individuos en cuanto tales, aun concediendo que las cosas suceden en interacci6n. Las caracteristicas de los grupos sociales y de las sociedades son una resultante, sin duda compleja, pero al fin y al cabo una resultante de Ia interacci6n que los individuos llevan a cabo a Ia largo del tiempo, y no son mas que esto". (Homans, 1974, p. 12).
Se trata sin duda de una postura poh'!mica y especialmente significativa cuando proviene de un sociologo, pero nada Ia podra acusar de ambigua y ningun psicologo social que se precie negara que se trata de una postura que se ha mantenido con una enorme pujanza dentro de nuestra disciplina desde comienzos de los afios veinte, desde que Floyd ALLPORT Ia recondujera hacia el por aquel entonces flamante y prometedor cauce del conductismo. Dejemos por ahora las cosas tal como fueron sin preocuparnos de como hubieran podido ser, no sin antes advertirle al lector que algunas de las ideas que HoMANS sostiene en esta obra le vienen de muy lejos, por lo menos de sus estudios sobre el funcionamiento grupal que quedaron resumidos en El grupo humano, una magnifica obra publicada en 1950 que cuenta con Ia correspondiente version castellana; alguna vez nos podremos referir a ella. Pero por ahora vayamos sin mas demora a las proposiciones.
1. Proposicion de exito: En todo el comportamiento humano, cuanto mas frecuentemente es reforzada Ia acci6n concreta de una persona, mayor probabilidad de que Ia ejecute. Nada tiene que ver esta proposicion con las razones por las que Ia persona ejecuta una accion frente a otra; lo que nos pone de manifiesto es que, cualesquiera que sean esas razones, una vez que Ia ha ejecutado y le ha resultado exitosa, provechosa y reforzante, tendera a repetirla en proximas ocasiones, y si son varias las oportunidades que se le presentan, Ia probabilidad de que Ia repita variara directamente con Ia frecuencia con que haya sido reforzada. Todo esto significa: a) que un incremento en Ia frecuencia del refuerzo va acompafiado de un inmediato incremento en Ia frecuencia de Ia accion, y viceversa, cuanto menos frecuentemente es refor-
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zada una acci6n, con menos frecuencia propendera a repetirse; b) cuanto mas corto es el tiempo transcurrido entre Ia acci6n y el refuerzo, mayor es Ia probabilidad de que Ia persona Ia repita, mas fckil es que se perciba Ia conexi6n entre Ia una y el otro. Y afiade at punto en Ia mas pura tradici6n conductista del aprendizaje social heredada de DOLLARD y MILLER, si queremos que una persona aprenda, debemos reforzar to mas rapidamente posible sus respuestas correctas; c) Ia frecuencia con Ia que una persona ejecuta Ia acci6n depende del modelo de refuerzo que se le aplique; d) cuanto mayor es Ia frecuencia absoluta del refuerzo, mayor sera Ia frecuencia de Ia acci6n; Ia tasa de respuesta es directamente proporcional a Ia tasa de refuerzo. 2. Proposici6n de similaridad estimular: Si en el pasado Ia presencia de un estfmulo o de un conjunto de e/los ha sido ocasi6n de refuerzo de Ia acci6n de una persona, cuanto mas parecido sea el estfmulo presente a los del pasado, mayor probabilidad de que Ia persona ejecute aque/la misma acci6n u otra semejante. Aunque no to parezca, esta segunda proposici6n dice algo realmente distinto a Ia primera en tanto que hace intervenir a Ia generalizaci6n y a Ia discriminaci6n como procesos intermedias entre el estfmulo y Ia acci6n; en tanto que introduce el complejo tema de Ia cognici6n en Ia dinamica del comportamiento humano en una clara y confesada influencia de Los principios de modificaci6n de conducta que Albert BANDURA pub I icara en 1969. 3. Proposici6n de valor: Cuanto mas valioso sea para una persona el resultado de su acci6n, mayor probabilidad de que Ia vuelva a ejecutar. Esta proposici6n implica, segun HoMANS, que un incremento en el valor positivo del refuerzo aumenta Ia probabilidad de Ia ejecuci6n de Ia acci6n, y que un incremento en su valor negat.ivo (castigo) Ia hace menos susceptible a Ia repetici6n. Y en relaci6n con ella hay que tener en cuenta los siguientes extremos: a) son muchas las cosas que el individuo encuentra reforzantes y que, por tanto, llegan a adquirir un valor para el; son tan-
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tas, que resultarfa ocioso intentar hacer una relacion de elias. Algunas lo son por determinacion genetica o innata, las mas lo son por aprendizaje; b) hay ciertos valores, los denominados valores generales, (dinero, aprobacion social, etc.) que practicamente sin excepcion, defendemos y poseemos; c) una advertencia importante: no piense el lector que se esta defendiendo una teorfa puramente hedonista preocupada solo por los valores materiales; dentro de este esquema tienen perfecta cabida los valores altruistas y ellos pueden realmente ejercer el mismo efecto que producen los valores materiales sabre nuestra conducta. Ciertamente se trata de una proposicion importante de Ia que, no obstante, confiesa HOMANS, resulta imprescindible matizar algunos extremos, fundamentalmente porque muchas de las acciones que el individuo ejecuta o evita no son puras desde el punta de vista del refuerzo y del valor; en muchas de las acciones que realizamos hay una cierta combinacion de casas que nos gustan, nos refuerzan y que valoramos y otras que resultan molestas y que procurarfamos evitar. Toda accion, en una palabra, tiene un Coste aunque pueda ser reforzante. Ello invita a una cierta reformulacion en el sentido de que cuanto mayor sea el resultado (el beneficia, el refuerzo) que una persona recibe como consecuencia de una accion, mayor es Ia probabilidad de que Ia realice, porque Ia ejecucion de una accion frente a otra depende de valores relativos, del predomi nio de los refuerzos sabre los costas y no tanto del valor absoluto de los unos o los otros. Dicho de otra manera, si el resultado es el mismo, Ia probabilidad se mantiene identica con independencia del peso absoluto de los refuerzos o de los costas. No importa que una acci6n me refuerce mucho o poco, siempre que sea alqo mas de lo que me cuesta, en una clara referencia al NCalt de THIBAUT y KELLEY. 4. Proposici6n de deprivaci6n-saciedad: Cuanto mas fre-
cuentemente una persona haya recibido en su pasado mas reciente una recompensa particular, menor valor ira adquiriendo dicha recompensa para Ia persona en cuesti6n. Se trata de una proposicion cargada de una cierta imprecision en Ia que es necesario enfatizar el pasado reciente; pero a partir de aqu i las casas aparecen envueltas en una cierta ambiguedad porque lo que constituye el pasado reciente encierra
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significados diferentes para los distintos refuerzos. El hambre, cita como ejemplo, se sacia con facilidad, lo que no ocurre con el dinero o con el estatus que pueden ser utilizados como refuerzos generalizados para lograr otro tipo de recompensas. El otro problema hace referencia al valor relativo de los refuerzos, a su diferente cotizaci6n en funci6n de Ia situaci6n y, por consiguiente, a su distinta capacidad para satisfacernos adecuadamente en momentos distintos, alga respecto .a lo que no se puede establecer una proposici6n general dado el numero infinito de personas, refuerzos y situaciones. Pero todav fa no se ha dicho nada sabre alga que esta continua mente impregnando Ia acci6n de los individuos, Ia emoci6n, y a ella dedica HoMANS su quinta proposici6n que el denomina de agresi6n y aprobaci6n y que divide en dos partes tan diferenciadas como relacionadas: 5a. Proposici6n de agresi6n: Cuando Ia acci6n de una persona no recibe el refuerzo esperado o recibe una sanci6n no esperada, se enojani y aumentara Ia probabilidad de que emita una conducta agresiva cuyos resultados pueden rea/mente convertirse en valiosos parae/ sujeto. Varios son los extremos que merece Ia pena resaltar de esta proposici6n. En primer Iugar Ia deuda con Ia hip6tesis frustraci6n-agresi6n propuesta por Neal MILLER y John DoLLARD en Ia que es ya una obra clasica de Ia Psicolog fa, Aprendizaje social e imitaci6n, publicada en 1941. Esta es una deuda confesada, pero hay alguna otra que el autor nose decide a explicitar, nos referimos al fen6meno de Ia expectativa, (un asunto cognitivo) que tan claramente (eso sf lo admite HoMANSl esta impregnando esta proposici6n. Baja ciertas circunstancias yen relaci6n con ciertos estfmulos el individuo espera conseguir un beneficia concreto de acuerdo con lo obtenido en circunstancias parecidas y con los mismos o simi lares est fmulos en el pasado (recordemos Ia proposici6n segunda); y cuanto mayor es el refuerzo que espera o el castigo que no desea, tanto mayor sera su frustraci6n y su consiguiente calera. 5b. Proposici6n de aprobaci6n: Cuando Ia acci6n de una persona recibe el refuerzo esperado o mayor de Ia esperado, o no recibe el castigo que esperaba, se alegrara, y entonces es probable que haga su aparici6n Ia conducta de aprobaci6n cuyos resultados volverim a convertirse en va!iosos parae/ sujeto. Dos son los asuntos que merece Ia pena destacar, siguiendo
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siempre las directrices del autor. En primer Iugar, Ia aprobaci6n social puede convertirse en instrumento de refuerzo (se puede aprender, y de hecho se aprende, a utilizar el aplauso social como mecanisme para conseguir refuerzo de una persona), porque es 16gico que consideremos el elogio como reforzante, lo mismo que concebimos ofensiva Ia agresi6n. En una palabra, Ia aprobaci6n se convierte en uno de los refuerzos mas significados de Ia conducta social. Ocurre, sin embargo, de acuerdo con las directrices de Ia proposici6n de deprivaci6n-saciedad, que cuando un refuerzo inusual e inesperado se repite, Ia reacci6n emocional de Ia persona tiende a debi litarse, lo que no significa que pierda su funcionalidad instr"umental como provocadora de conductas subsiguientes. Estas cinco proposiciones estan defendiendo un princ1p1o de extraordinaria importancia por lo polemico que resulta: el de Ia historicidad del comportamiento humano; en su contra hab ia desplegado unos anos antes su nada despreciable arti lieria te6rica Kurt LEWIN, como tendremos oportunidad de ver en el Capitulo IV. Dada Ia importancia que reviste, permftanos el lector una cita textual con el fin de seguir fielmente Ia lfnea del pensamiento de nuestro autor: "Las proposiciones implican que Ia historia pasada de los individuos juega un papel importante en su conducta presente, y no solo el pasado reciente, sino incluso el mas lejano. La h istoria de exitos, de estimulaci6n, de adquisici6n de valores, todo afecta al modo como se comporta en Ia actualidad. Las elecciones que hizo en el pasado pueden estar limitando todavla las oportunidades de que dispone en Ia actualidad o el las puede percibir como que las limita, de aqul el gran peso que todas las corrientes de Ia Psicologla moderna conceden a las primeras experiencias." (Homans, 1974, p. 40).
Los individuos, los grupos y las sociedades en general poseen, como uno de sus datos menos controvertibles una historia que tiende a perpetuarse, que propende a sobrevivir, a reproducirse, a mantenerse; una historia, lo que resulta a Ia postre mas decisivo, que actua como variable predictiva de Ia acciones de individuos, grupos y sociedades. El principia de Ia historicidad del comportamiento es, no obstante, mas importante y decisivo para unas conductas que para otras, porque considerando conjuntamente las tres proposiciones mas importantes (Ia del exito, Ia de Ia semejanza
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estimular y Ia del valor), podemos concluir con una ultima que, de alguna manera, matiza el principia de Ia historicidad: Proposici6n de racionalidad: En Ia elecci6n de acciones alternativas, una persona optara par aque/la, tal y como es percibida par el en ese momenta, cuyo valor final, multiplicado par Ia probabilidad de obtener el resultado deseado, sea mayor. La contundencia de las proposiciones, su indiscutible vinculo con Ia metaflsica naturalista e incluso con el hedonismo individualista, obvian cualquier comentario que, par otra parte, el avido lector encontrara en Ia extraordinaria obra de nuestro buen amigo Francisco MoRALES. Pero hay alga respecto a lo que nos gustarfa aventurar alguna reflexi6n. Nos podemos preguntar, par ejemplo, par el significado que entrafia Ia imposibilidad de ofrecer una taxonomia siquiera aproximada de refuerzos y castigos para el individuo frente a Ia facilidad con que podemos aventurar lo que resulta gratificante positiva y negativamente para las palomas de SKINNER par quien HoMANS muestra un respeto y admiraci6n al que no podemos par menos de sumarnos. Hay un desequilibrio notable entre lo que es y significa el refuerzo en el mundo anima I y Ia que es y significa para el hombre de acuerdo con el cual Ia tercera de las proposiciones requerirla puntualizaciones mucho mas sutiles de las que nos ofrece HoMANS. El desequilibrio reside probablemente en el hecho de que, en el mur;do animal, los refuerzos, ademas de ser alga relativamente fijo y facilmente previsible. nos remiten con mucha frecuencia a Ia determinacion gemhica, mientras que en el hombre lo son, Ia mayoria de las veces, par aprendizaje y resultan de una variedad tan amplia que es practicamente imposible su clasificaci6n y anticipaci6n. Tampoco hay que olvidar que ademas de Ia capacidad de generalizaci6n que HoMANS maneja como Ia diferencia mas llamativa entre Ia conducta humana y Ia de los animales inferiores, existen motivos, valores y gratificaciones simb61icas, unas gratificaciones de las que no sabemos su adecuaci6n con las que normal mente se han utilizado en Ia investigaci6n animal y que tampoco parecen acogerse a Ia cuarta de las proposiciones a Ia que tan facilmente obedece Ia administraci6n de un refuerzo flsico (Ia comida, par ejemplo) porque no se sabe muy bien d6nde se encuentra el limite del dinero, Ia felicidad, el lagro o el poder, par poner solo algunos ejemplos de refuerzos sodales, es decir, simb61icos. Es diflcil evitar Ia sensaci6n de que
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nos encontramos frente a un marco teorico ciertamente riguroso pero en el que apenas se percibe un esfuerzo par adaptarlo a las peculiaridades del comportamiento social y a Ia perspectiva psicosocial; se ha vuelto a optar par el pragmatismo cerrando en falso algunas graves heridas abiertas en nuestra disciplina a ralz de su forzosa incursion par los derroteros de Ia mistica idealista y dejando al descubierto un flanco importante, el de Ia elaboraci6n o cuando menos adaptaci6n de con ceptos, teorlas y metodos a los propositos perseguidos par Ia Psicologla social, unos propositos que no son precisamente tematicos. Estas proposiciones ejemplifican una de las posturas que es posible adoptar: tomemos los principios del aprendizaje animal y apliquemoslos a aquellos asuntos de los que expresamente se ocupa Ia Psicologla social {conducta interpersonal, poder, cooperacion, conformidad, interacci6n, liderazgo, atraccion, formacion de grupos, etc.); es decir, utilicemos un mismo entramado teorico (unidad conceptual) para dar cuenta de los objetos y temas especfficos de los que se ocupa esta disciplina {distintividad de objeto). Hay alga, con ella darlamos par finalizada Ia presentacion de HoMANS, que el mismo autor menciona en el primer parrafo de su conclusion: que ninguna de las proposiciones que constituyen el entramado de su teorla es realmente nueva, que ninguna de elias resulta original, que, de una ·u otra manera, en unos u otros terminos han sido ya previamente utilizadas; en efecto, {ya lo hemos hecho notar) en Ia obra de Neil MILLER y John DoLLARD, Aprendizaje social e imitaci6n, encontramos clararnente explicitados algunos de los principios que sirven de base a Ia teorfa del lntercambio, especialmente Ia alusi6n al refuerzo como pieza sustantiva en Ia dinamica del comportamiento humane. MILLER y DoLLARD tienen el prop6sito, dentro de Ia mas pura tradicion conductista (el libra se lo dedican precisamente a Clark L. HuLL! de dar cuenta del complejo,controvertido y cotidiano asunto del aprendizaje bajo Ia mas que razonable hip6tesis de que Ia conducta humana es aprendida mas que innata. y lo hacen intentando fijar los principios (elias hablan de fundamentos) psicol6gicos que en numero de cuatro sirven irremediablemente de base y sustento de dicho proceso. Uno de elias nos resulta especialmente pertinente, aquel que reza que sin refuerzo Ia gente no puede aprender. Mucha mas patente resulta Ia deuda de HoMANs con Ia obra
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de John THIBAUT y Harold KELLEY, La Psicologfa social de los grupos, pub I icada en 1959 y que ha pasado a engrosar Ia exigua lista de clasicos de obligada lectura y de imprescindible referencia; y lo es, entre otras razones, porque congrega dos asuntos centrales de esta disciplina: las relaciones interpersonales (diadicas fundamentalmente) y el funcionamiento del grupo a los que respectivamente dedican los primeros diez y los ultimos cinco capftulos de una no siempre asequible monograffa. Y reune ambos t6picos bajo una premisa basica (es su expresion) que ya nos resulta mas que familiar: Ia inmensa mayorfa de Ia conducta social significante no se repite a no ser que se refuerce o se vea recompensada de alguna manera. Cuando uno analiza repetida y controladamente secuencias de conducta interactiva, resulta facil observar una cierta constancia, una determinada orientaci6n, elementos (unidades mot6ricas y verbales sobre todo) que se repiten con una cierta regularidad; y todo ello ocurre con arreglo al principia de Ia selectividad de Ia interacci6n definida por las consecuencias y resultados derivados de ella; unas consecuencias que, a su vez, se definen acudiendo a los refuerzos (satisfacciones, gratificaciones, alegrfas) que una persona recibe y los costos (cualquier factor que inhibe Ia ejecuci6n de una secuencia de conducta) en los que incurre en el transcurso de una relaci6n interactiva. Selectividad-Consecuencias-Refuerzo/Costo pasan a constituir el entramado central de Ia propuesta de THIBAUT y KELLEY. Si a ello le aplicamos Ia premisa basica mencionada hace un momento, el resultado no puede ser otro que el de presumir que, como en otros muchos ambitos del comportamiento social, llevamos a cabo relaciones interpersonales (interactuamos en una palabra) en Ia medida en que los resultados de tal interacci6n nos sean satisfactorios, en Ia medida en que las recompensas superen a los costos. Las personas buscan el mejor resultado, mantienen relaciones preferentemente con quienes sean capaces de proporcionarle los mayores refuerzos; las personas buscan, entran y perrna necen en aquellas interacciones que les resulten mas beneficiosas, mas gratificantes. Pero, leon cargo a que criterios se definen las gratificaciones? lA que atiende una persona para decidir si busca, inicia o se mantiene en una relaci6n? lC6mo llega a establecer los resultados? Unicamente con Ia inestimable y muchas veces insegura ayuda de lo que los autores dieron en denominar el
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Nivel de Comparaci6n (NC) y el Nivel de Comparaci6n deAlternativas (NCalt). El primero hace referencia a Ia atraccion que nos produce una relacion, a lo satisfactoria que nos resulta; se trata del punta media imaginario en una escala de satisfaccion-insatisfaccion por encima del cual Ia relacion es considerada como satisfactoria y reforzante y Ia persona se supone que se sentira atra fda por ella, y por debajo del cual el sujeto en cuestion se sentira insatisfecho y probablemente Ia abandonara. Se trata, por decirlo pronto, de un criteria, pauta o marco de comparacion a partir del cual juzgamos y valoramos si una relacion es atractiva o no, merece Ia pena o no. Se trata de una valoracion personal y subjetiva que el individuo lleva a cabo: a) atendiendo a su propia experiencia, acudiendo a Ia historia de los resultados obtenidos en relaciones anteriores por el mismo 0 por personas cercanas a el; b) acudiendo a un factor mas puntual cual es Ia saliencia y Ia fuerza con que se nos presenta el resultado de esa relacion concreta: "Hemos decidido definir el NC como el valor modal o media de todos los resultados conocidos por Ia persona (en virtud de su experiencia personal o vicarial, cad a resu Ita do ponderado por su sal iencia (grado en que dicho resultado instiga a Ia persona en el momenta). El NC de una persona depende no solo de los resultados que ha experimentado o que ha vista que otros han tenido, sino tambien de cuales de esos resultados lo estimulan activamente, cuales se le imponen, le resultan mas v1vidos y se le vienen a Ia memoria cuando hace una evaluaci6n de sus circunstancias" (Thibaut y Kelley, 1969, p. 81-82);
de cuales en una palabra, le resultan mas recientes o asocia (recordemos Ia proposicion segunda de HoMANS, aquella que habla de Ia generalizacion) con relaciones anteriores especialmente gratificantes y, sabre todo, de cuales se siente directamente responsable y es capaz de ejercer algun tipo de control sabre los refuerzos y los costas. Pero las casas, con independencia de las preferencias de los individuos y de sus marcos de comparacion, se presentan de determinada manera en momentos concretos y asf Ia decision de iniciar o permanecer en una relacion no depende solo del nivel en que se situa Ia experiencia pasada del individuo, sino
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de las circunstancias y expectativas concretas que rodean a una relaci6n. La decision de iniciar una interacci6n depende de lo minima que el individuo este dispuesto a obtener de dicha interacci6n (NCalt) con independencia de que dicho m inimo pueda estar incluso por debajo de sus experiencias anteriores, de su NC. Se puede dar el caso de que una persona permanezca en una relaci6n considerada como no-atractiva (situada por debajo de su NC) si es Ia (mica o Ia mejor (Ia mas reforzante) que tiene a mano en ese memento incluyendo tambien Ia posibilidad de permanecer aislado. En suma, concluyen los autores, Ia formaci6n de una relaci6n se decide a Ia postre de acuerdo con: a) Ia rnatriz de los posibles resultados de Ia interacci6n; b) el proceso de exploraci6n y muestreo de posibilidades; y fi-
nal mente
c) de si los resultados obtenidos conjuntamente (por los dos actores de Ia interacci6n) se encuentran o no por encima del NCalt de cada uno de ellos. Ya sabemos que las relaciones interpersonales, que Ia conducta social por excelencia como es Ia interacci6n, tienen su origen en Ia dinamica que se establece entre Ia satisfacci6n y gratificaci6n que se desprende de una relaci6n y los inevitables costas que exige. Sabemos tambien que Ia especificaci6n y establecimiento de los refuerzos y los costas se lleva a cabo conforme a una serie de pautas, mecanismos y niveles de comparaci6n rnarcadamente personales, (NC y NCalt) y aparenternente un tanto caprichosos y anarquicos o, cuando menos, de muy diffcil predicci6n, control y cuantificaci6n. Una tercera fase de Ia teorfa (en Ia exposici6n de que esta siendo objeto por nuestra parte) intenta justamente acercarla lo mas posible a los cauces del control experimental senalando que factores son los que estan determinando los refuerzos y los costas para hacer de ellos variables manipulables y previsibles, una vocaci6n hist6ricamente inquebrantable del individualismo metodol6gico. Para ello THIBAUT y KELLEY distinguen, en primer I ugar, unos determinantes ex6genos, unos determinantes externos a Ia relaci6n interactiva propiamente dicha de entre los que destacan por su contrastada relevancia en nurnerosas investigaciones:
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1. Habilidades: parece claro que cuando uno elige a una persona como compafiera de interacci6n es porque realmente posee (o asf lo percibimos) unas capacidades que nos resultan atractivas y reforzantes de las que carecen las personas a quienes no elegimos, tales como salud y fuerza ffsica, estabilidad y control emocional, capacidad de adaptaci6n y tolerancia. En general, cornentan los autores, las personas que mas nos gustan suelen ser calificadas como buenas, generosas, sociales, entusiastas, con sentido del humor, etc. 2. Proximidad: es bastante antigua en Psicologfa social Ia idea de que Ia cercanfa ffsica entre las personas juega un papel decisivo en algunos campos de sus relaciones interpersonales (facilita llamativamente Ia atracci6n, por ejemplo). Hay quien sospecha, y no sin raz6n, que d~tras de Ia proximidad ffsica hay una proximidad (semejanza) actitudinal, normativa y valorativa (Ia gente que vive en un mismo barrio suele pertenecer a Ia misma clase social y, por consiguiente, suele moverse dentro de un mismo mundo valorativo) que posee una fuerza decisiva sobre el establecimiento de ciertas modalidades de relaci6n interpersonal. HoMANS habia escrito en su libro de 1950 que las personas que interactuan con frecuencia entre st: tienden a experimentar una simpatfa recfproca, y parece mas que 16gico que Ia frecuencia sea una resultante de Ia proximidad. Frecuencia y semejanza (adelantandonos un poco a los acontecimientos) vuelven a aparecer en Ia siguiente hip6tesis: "Las personas que interactuan a menudo se parecen mas entre s(, en sus actividades, de lo que se asemejan a otras personas con las que interactuan me nos frecuentemente" (Homans, 1972, p. 160).
THIBAUT y KELLEY, sin embargo, sugieren otra explicaci6n igual de sensata y harto coherente con su modelo: Ia proximidad ffsica reduce los costos de una relaci6n, lo que significa que el mantenimiento de una relaci6n a gran distancia nos tiene que compensar de los altos costos que inevitablemente conlleva. 3. Semejanza de actitudes: existe, lo acabamos de decir y el interesado lector lo puede encontrar en cualquier manual de Psicologfa social, una repetida confirmaci6n emp Irica de Ia relaci6n entre semejanza actitudinal y valorativa y formas intensas y extensas de relaci6n (amistad, noviazgo, matrimonio). HOMANS, en su obra de 1950, lo habia expresado de diversas formas; he aqu (una de elias:
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"Cuanto mayor es Ia frecuencia con que las personas interactuan unas con otras, mas semejantes tienden a tornarse, en ciertos aspectos, tanto sus actividades como sus sentimientos". (Homans, 1972, p. 145).
l.Y por que sucede de esta manera, se preguntan THIBAUT y KEPor dos razones, pasan a contestarse sin demora: porque encontrar alguien que defienda los mismos valores que nosotros no deja de ser un consuelo ademas de servir para ratificarlos; Ia semejanza nos refuerza y nos gratifica. Pero ademas resu Ita que esta ma nera de reforzar a Ia otra persona a pen as nos cuesta. LLEY?
"Si suponemos que en muchos ambitos valorativos los individuos necesitan de apoyo social para sus opiniones y actitudes, entonces resulta que encontrar una persona que concuerde con el constituye un refuerzo. En otros terminos, el apoyar Ia opinion de otra persona se considera que posee un valor aprendido de refuerzo. Entonces dos personas que poseen valores semejantes pueden proveerse de refuerzo mutuo por el simple hecho de dar a conocer sus valores. Esto puede ser considerado como una operaci6n de bajo costo, ya que resulta facil para una persona expresar los valores que realmente siente, especialmente cuando dicha expresi6n se hace a otra persona que se muestra mas o menos receptiva de nuestras opiniones". (Thibaut y Kelley, 1959, p. 43).
4. Comolementariedad de necesidades: otra manera distinta e igualmente tradicional de entender y de dar explicaci6n a Ia formaci6n de relaciones mas o menos intensas o duraderas (el matrimonio, por ejemplo) es quella que, de acuerdo con investigaciones muy recientes por aquel momenta, sosten ia que nos gustan las personas que poseen cualidades de las que nosotros carecemos y que precisamente ahf reside una importante fuente de gratificaci6n. Con independencia de otras consideraciones, parece que, en efecto, Ia complementariedad de necesidades puede ser en algunos casas altamente gratificante, como lo es en otros Ia semejanza. Las razones que mueven a las personas a interactuar son varias; "En algunos casos los refuerzos depend en de Ia semejanza (como en el caso del apoyo de los valores). y en otros los refuerzos dependen de las diferencias que son de alguna manera complementarias." (Thibaut y Kelley, 1959, p. 47).
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sentencian los autores apoyados por los resultados que por aquel entonces estaban dando a conocer Robert WINCH y sus colaboradores al fila de sus investigacones sabre los criterios en Ia selecci6n de consorte. 5. Poder y estatus:- parece clara, yes alga que probablemente no requiera mayores justificaciones, que Ia relaci6n con gente de alto estatus produce una mayor gratificaci6n que Ia que se puede desprender de Ia interacci6n con sujetos de menor estatus, bien sea porque poseen ciertas caracter isticas de personalidad o habilidades propicias para el refuerzo o simplemente porque las personas con mas alto estatus disponen de mayores medias para poder gratificar o reforzar a los otros. Junto a estos, hay unos determinantes endogenos que se producen en el transcurso de Ia propia interacci6n y como consecuencia de ella; son hasta tal punta decisivos que, a decir de los autores, el maximo refuerzo y el minima costa se consiguen solo cuando estos factores son 6ptimos y ella suele requerir hacer frente a uno de los mayores y mas frecuentes riesgos que entrafia toda interacci6n, Ia interferencia, un fen6meno que se produce, escribe THIBAUT y KELLEY al comienzo del Capitulo IV expresamente dedicado a ella, cuando Ia ejecuci6n de una respuesta es incompatible con Ia ejecuci6n de otra, cuando lo que hace un interlocutor entorpece o distrae lo que realiza el otro deteriorando, a Ia postre, Ia calidad de las respuestas de los dos, ya que Ia interferencia, acaba operando simetricamente (si lo que A hace interfiere las actividades de 8, 8 interferini tambif}n las actividades de A); ocurre, se dice en algun otro momenta, siempre que una persona (A) se empefie en llevar a cabo dos o mas acciones (que requieren varias respuestas) at mismo tiempo y de respuestas incompatibles, improcedentes y escasamente gratificantes a otra (B), " ... Ia inhibici6n o las tendencias incompatibles de las respuestas que acompafian a Ia produccion de Ia conducta incrementan su costo 6ptimo, sea en Ia forma de molestia, estorbo, ansiedad o en el incremento de esfuerzo que se requiere para dar con Ia respuesta apropiada". (Thibaut y Kelley, 1959, p. 53),
tal y como en el ambito indistrial se ha demostrado que ocurre con el ruido y otro tipo de distracciones. La interferencia de A puede actuar sabre Ia producci6n-ejecuci6n de Ia conducta de B y entonces lo que hace es incre-
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mentar los costas de dicha ejecucion y puede actuar tambien sabre Ia apreciaci6n o estimacion del producto-consecuencia de dicha conducta, sabre Ia consumacion de los refuerzos inherentes a ella y, en ese caso, Ia interferencia afecta fundamentalmente al valor de gratificacion de Ia conducta. Hay un segundo determinante endogeno que se emparenta con Ia proposicion cuarta de HoMANS al tener como referente Ia secuencia temporal de las respuestas (el tiempo que transcurre en Ia ejecucion de Ia misma conducta) y suponer, con el sociologo, que a medida que se repiten las mismas conductas va disminuyendo Ia atraccion que los refuerzos ejercen sabre los individuos, nos vamos cansando de ellos (saciedad) y, por contra, cada vez nos cuesta mas, nos aburre mas, nos cansa mas (fatiga) dicha conducta. En otros terminos, en nuestras relaciones con una persona, no podemos utilizar siempre los mismos refuerzos, las mismas gratificaciones, y menos todavla debernos usarlos de manera seguida, porque corremos el riesgo de que nuestro interlocutor se nos canse, pierda el inten§s en Ia relacion y cada vez sea mas diflcil mantenerlo en ella. No podemos dar por conclu fda este apartado y este capitulo sin antes hacernos eco de quien, desde los principios del condicionamiento instrumental, ha intentado elaborar nada menos que un sistema que unifique e integre Ia dispersion teorica reinante en las Ciencias sociales pretendiendo, a Ia postre, Ia siempre anorada unidad de Ia ciencia. Se trata de Arthur STAATS, un impenitente conductista que comenzara, mediada Ia decada de los cincuenta, por el estudio de las respuestas verbales en su relacion con Ia resolucion de problemas humanos, para pasar por Ia decada siguiente centrado en el fenomeno del aprendizaje y que, mediados los setenta, exactamente en 1975, vuelve al protagonismo con una obra de amplias resonancias en Ia Psicologfa cuyo simple tftulo, Conductismo social, da realmente Iugar a muy pocos equlvocos. Es sobradamente conocido y ha sido ampliamente demostrado por los psicologos del aprendizaje que muchas de las casas que nos rodean (estlmulos) comienzan a adquirir valor cuando se asocian con una situacion que va seguida de un estado agradable. Hay estfmu los neutros (par ejemplo, una luz) que cuando se asocian a una conducta (presion de una palanca) a Ia que sigue un refuerzo (aparicion de comida) pasan a adquirir un significado emocional para el sujeto, pasan a cumplir una funcion emotivo-actitudinal (A) y no tardan en con-
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vertirse en un estado motivacional que genera actividad, en un motivo de conducta propiamente dicho y, como tal, en un estado que organiza, da energfa y dirige nuestra acci6n (D); lo que en un principia era un .estfmulo neutro (E), se convierte en un estfmulo directivo (Ed) capaz de generar respuestas, de condicionar el comportamiento en virtud de ese significado emocional que ha adquirido. "Una vez aprendido este mecanisme, cualquier cosa que incremente Ia tendencia de una situaci6n estfmulo (Ed) para evocar una respuesta emocional positiva, incrementara Ia tendencia de que esa situacion evoque una de las respuestas de esforzarse por o de aproximaci6n que ya tiene en su repertorio" (Staats, 1979, p. 81);
ya que, se dice pnkticamente a continuaci6n, cualquier estlmulo que sea capaz de evocar una respuesta emocional positiva tambiE~n evocara una respuesta instrumental. Pero los experimentos sabre el aprendizaje animal han dado todavfa un paso mas cuando sostienen que llega un momenta en que, para obtener una respuesta del organismo, no se hace necesaria Ia presencia del estfmulo reforzante subsiguiente a ella, ya que ese estfmulo emocionalmente cargado que posee una fuerza directriz puede llegar a convertirse el mismo en un refuerzo ( R), puede funcionar como recompensa o castigo. Bien, pues estos principios y mecanismos no solo sirven para dar cuenta de Ia conducta de las palomas de SKINNER, sino que son tambien los que regentan el comportamiento social de los humanos. Nos ensefian y aprendemos a ir convirtiendo las casas que nos rodean en agradables o desagradables, en apetecibles o rechazables en virtud de las consecuencias que sepamos o nos digan que se derivan de elias para que, al final, nos esforcemos por su consecuci6n o luchemos por evitarlas. Familia, escuela, sistema cultural, clase social, grupo de amigos, todas las instancias de aprendizaje coadyuvan en Ia formaci6n del sistema A-R-0, todos los repertorios de Ia vida social compleja, llega a decir STAATS, quedan afectados por este sistema que, a Ia postre, pasara a formar parte sustancial de Ia personalidad del individuo, y lo hara bajo los auspicios de los mas clasicos principios del conductismo. A partir de estos supuestos pasa revista STAATS a asuntos especialmente destacados en Ia Psicologfa social: actitudes, interacci6n, atracci6n, prejuicio y conducta agresiva, conformi-
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Eo
R
Padres
lmitaci6n
R Respuesta
cari"osa
Eo
R
Never Ia
Alcanzar R caminar hacia
R
Eo
mirar
Juguete
hacia
R R - - ·-Eo
Eo
Dulce
Respuesta
Estimulo
Emocional
Emocional
escuchar a
R Correr hacia
R trabajar por
R Argumentar por
Eo
Comercial de TV
R Suplicar por
R Llorar por
Eo
Compaliero de juego
R
Conducta de ayuda
Figura 3: Mecanisme emotivo-motivacional positivo (A.R.D.). Todos los est fmulos que evocan una respuesta emocional posit iva evocaran, en virtud de ello, una gran clase de conductas instrumentales de aproximaci6n o respuestas "esforzadas". (Staats, 1979, P. 100).
dad, comunicac1on persuasiva, percepc1on social, liderazgo, etc.; se trata de conductas interactivas a las que subyace Ia siguiente "filosoffa: "EI modelo A-R-D integra los conceptos de personalidad y principios del aprendizaje al considerar Ia interacci6n social, otorgando un Iugar central al concepto de las actitudes como respuestas emocionales. Cada persona en una interacci6n se puede considerar que posee, como un repertorio importante de su personalidad, un sistema emocional-motivacional adquirido previamente. Parte de este sistema involucra actitudes hacia los estlmulos sociales, as( como tambien conductas sociales que intervienen en las actitudes (... ) Como mediadoras
La tradtct6n tndivtdualtsta
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de las conductas sociales, las caracterfsticas emocionales y motivacionales de un individuo al responder ante otro influiran fuertemente en el can!cter de Ia interaccion ( ... ) La conducta del individuo se modificara, segun Ia naturaleza de Ia interacci6n, de acuerdo con los principios del condicionamiento clasico e instrumental". (Staats, 1979, p. 189-190).
Pero no solo son estos principios, de corte claramente individualista, utiles para Ia explicaci6n del comportamiento social; son principios con cuya ayuda resulta mas que accesible, sostiene STAATS, un sensato acercamiento a Ia evoluci6n cultural, a los arcanos del desarrollo hist6rico, a los secretos de Ia ciencia pol ftica, a los preocupantes problemas de Ia educaci6n, e incluso a los lejanos asuntos de Ia etica y de Ia estetica. No hay ambito del saber hurnano, ni rincon de su comportamiento que no sea susceptible de ser abordado con ayuda de los principios A-R-D. Pero si hay alguno que merezca Ia pena resaltar, ese serla el del comportamiento econ6mico, entre otras razones porque nos recuerda Ia estrecha hermandad que hist6rica y conceptualmente ha existido entre el homo psycho/ogicus, descendiente directo del empirismo ingles, y el homo oeconomicus, vastago del tambien ingles y coetaneo utilitarismo. No ha resultado diffcil hilvanar un discurso te6rico para Ia Psicologfa social desde los mas rancios principios del individualismo metodol6gico y mucho menos desencadenar un torrente de investigaci6n emp I rica, mayormente de laboratorio, centrada en el estudio de Ia conducta individual como respuesta a una variada gama de estfmu los sociales, casi siempre representados par otra persona. No es de extranar que haya ocurrido asf, porque el modelo individualista (lo hemos recordado al comienzo) va como anillo al dedo a Ia mentalidad e ideologfa norteamericana; y tampoco hay porque lamentarlo, en primer Iugar porque si hoy en dia tenemos una Psicologfa social capaz de competir cientfficamente con el resto de las Ciencias sociales, ella es debido al definitivo empuje y vertiginoso desarrollo de que fue objeto en el mundo anglosaj6n; en segundo termino, porque a nuestra disciplina leva a resultar muy diffcil zafarse de las influencias ideol6gicas; a lo mejor ni siquiera debiera intentarlo porque le puede ocurrir lo que aquella angustiada madre que acudi6 a FREU o en busca de soluciones para Ia educaci6n de su hijo: hagalo como quiera, le contest6 el ya afamado medico, de cualquier forma lo va a educar mal; par mucho que Ia intentemos, nos va a ser real mente dif fcil
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Cmco trad1c1ones en Ia psicologia soc1al
elevarnos por encima de nuestras miserias ideologicas, lo importante es ser consciente de elias. El problema para Ia Psicologfa social no reside ni en Ia ilusa libertad de valores, ni en lo que hubiera podido ser esta disciplina fuera del individualismo metodologico; ambos asuntos son entes de ficcion y mejor serfa dejarlos aparcados por el momenta. A nuestro modesto entender el problema reside en si es conveniente o no que Ia Psicologra social se limite a traducir, sin mas consideraciones, el babelico mundo de conceptos empleados en otras ciencias sociales (estfmulo, refuerzo, aprendizaje, rol, norma, valor, cultura, etc.), cifrando su distintividad en el objeto de estudio o, si por el contrario, partimos de Ia unidad del objeto y pretendemos para Ia Psicolog Ia social una distintividad conceptual y metodologica. Uno tiene Ia impresion de que, sin negar el decisivo alcance del refuerzo, debe ser muy diferente el significado de las bolitas de comida para Ia rata que el dinero para el hombre; ambos pertenecen sin duda al mundo de las recompensas, pero no hacen falta sutiles teorfas para demostrar. que en el caso del dinero nos encontramos con un refuerzo repleto de connotaciones simbolico-culturales de las que carecen las bolas de comida que se le suministran al animalito; y esa particularidad, imprescindible para Ia Psicologfa social, no parece que haya merecido Ia atencion de HOMANS, STAATS 0 MILLER y DoLLARD. Y asf es como en algunas teorfas de Ia socializacion es posible encontrar supuestos que contradicen Ia proposicion de exito, y Ia motivacion de lagro tendrfa mucho que objetar a Ia proposicion de derpivacion-saciedad (resulta mucho mas dificil saciarse de refuerzos simbolicos que son, a Ia postre, los que regentan nuestra vida social, que de refuerzos fisicos), asf como Ia de las relaciones intergrupales podrfa rnatizar sin dificultad algunos extremos de Ia proposicion de valor y los estudiosos de Ia agresion encontrarlan excesivamente restrictiva Ia quinta proposicion de HoMANS. l Y que decir de Ia definicion y clasificacion que Floyd ALLPORT nos brinda del estlmulo social, tan ajeno a lo que debe ser marco imprescindible de referencia para el psicologo social como es Ia realidad social (Ia micro-social, si queremos) siempre tan interactiva, simbolica, relativa e incluso caprichosa? Porque, ademas de individuos, hay grupos, instituciones y organizaciones, y hay valores, normas, ideologla y poder; y tambien hay culturas y subculturas, y lenguaje, ambiente, etc.
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Si adoptamos Ia primera de las opciones (unidad de conceptos, distintividad de objeto) habremos de aceptar, si no queremos caer en un papanatismo intelectual, que haya otros te6ricos que pretendan una Psicologfa social desde Ia traducci6n conceptual de otros campos, y asf conceptos tales como lucha de clases, relaciones de producci6n, frustraci6n, complejo, mecanisme de defensa, libido, slmbolo, signa, sociedad, representaci6n, conocimiento, conciencia, etc., podrlan ser para otros legftimamente acordes con Ia naturaleza, prop6sitos y quehaceres de Ia Psi co log Ia social; psic61ogo social seda par tanto todo aquel que, sin desmedidas consideraciones respecto al marco te6rico en el que se instale ni en cuanto a Ia pertinencia y adaptaci6n disciplinar de los conceptos que utilice, se ocupa del estudio de cualquiera de los asuntos que constituyen eso que tan imprescisamente denominamos conducta social. Puestos ya en esta tesitura, lo mismo de facil resulta demostrar que las relaciones interpersonales se dirimen par los resultados que desprenden para los interlocutores, que por el rol que ambos tengan encomendado, o par su posicion en el proceso de producci6n, o como resultado de Ia libido insatisfecha y reprimida; es decir, no es facil, a estas alturas del desarrollo de las ciencias sociales, esgrimir, como argumento y justificaci6n para adoptar una alternativa te6rica y rechazar o descalificar otras, Ia posibilidad de su corroboraci6n emp [rica, parque esta se suele producir con inusitada frecuencia en terminos absolutamente contradictories. Vaya par curiosidad el lector al tema del altruismo, as6mese a las explicaciones de Ia agresividad, o a las teorlas que quieren dar cuenta de Ia interacci6n o Ia toma de decisiones en el grupo y vera si es posible o no demostrar emp fricamente hipotesis contrarias; y tambien los campesinos gallegos pueden aportar pruebas irrefutables de Ia existencia de las meigas y Ia jerarqu fa cat61ica esta aportando ultimamente argumentos terminantes que apoyan Ia existencia de Belcebu. Las casas resultan muy faciles de demostrar sabre todo cuando se cree en elias y no hay raz6n alguna para pensar, con los matices que se quiera; que el cientffico social no sea subdito de sus creencias, manias y convicciones particulares. Se puede adoptar una actitud mi litante, doctrinaria (y en eso apenas se distingue del campesino gallego o del cat6lico conservador) en los marcos de una teorla rechazando las otras para acercarse desde alii a Ia explicaci6n de aquellos te-
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Cinco tradiciones en Ia psicologfa social
mas que se suponen materia reservada de Ia Psicolog fa social, o bien podemos considerar a todas como legftimas para mostrar el acuerdo o insatisfacci6n con cada una de elias a fin de evitar Ia mimesis te6rica y metodol6gica de aquellas cuyo origen y prop6sito sean ajenos a los motivos y prop6sitos psicosociales, alga de lo que carece Ia propuesta de ALLPORT, Ia de Arthur STAATS y que s61o tfmidamente se aprecia en THIBAUT y KELLEY, por referirnos a autores que nos han servido de marco de referenda. Situemonos en Ia segunda de las opciones: unidad de objeto y distintividad de conceptos, teorfas y metoda log fa. Ya no nos preocupa demostrar que el comportamiento individual y Ia vida social obedecen inexcusablemente a Ia historia de refuerzos, a Ia irrefrenable libido o Ia lucha de clases sino: a) ser consciente de que, desde su origen como ciencia inde-
pendiente, el objetivo de nuestra disciplina se ha cifrado fundamentalmente en ofrecer una 6ptica y una perspectiva distinta de los hechos que han preocupado al hombre desde los tiempos inmemorables de su union en sociedad; b) definir cual es el Iugar desde el que se pretende emprender el estudio de los diversos aspectos del comportamiento humano; es decir, lque puede aportar Ia Psicologia social a lo que los moralistas han dicho del altruismo, los economistas del para, los bio16gos de Ia agresividad, los pol fticos de las relaciones internacionales o los psic61ogos de Ia percepci6n ?; c) delimitar Ia utilidad de las teorfas y conceptos utilizados en estas y otras disciplinas para el estudio psicosocial de estos asuntos; d) lo mismo puede afirmarse respecto a Ia metodologfa, ldebe reproducir mi meticamente el psic61ogo social que quiere estudiar Ia relaci6n madre-nino como parte de Ia teorfa de Ia regulaci6n social de Ia emoci6n, Ia metoda log fa que el et61ogo emplea para estudiar el apego entre los chimpances?; len que se diferencia un estudio psicosocial sabre el para de un informe hecho por un avispado periodista? Porque el lector convendra con nosotros en preguntarse que si utilizamos el mismo entramado te6rico, es decir, si definimos el refuerzo, el rol o el esquema como lo hacen Ia Psicologfa del aprendizaje, Ia Sociologfa funcionalista o Ia Psicologfa
La tradic16n ind1vidualista
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cognitiva y reproducimos ademas sus mismos metodos lpara que necesitamos una Psicologla social que se ocupa de decir lo mismo de Ia misma manera sabre las mismas casas? Definitivamente hay que reservar el nombre de psicologo social a quienes se acercan al estudio de las muchas vertientes del comportamiento humano armadas de un acervo teorico y con una mentalidad metodol6gica que, con mayor o menor nitidez, deberla diferenciarse de Ia que utiliza el psicologo que se adentra par los secretos del procesamiento de Ia informacion, de Ia que emplea el sociologo empef\ado en Ia relacion de Ia renta per capita con el nivel de divorcios en las distintas clases sociales o de Ia pura reflexion teorica, tan diletante a veces, que se eleva par encima de las miserias de Ia vida cotidiana a que nos tiene acostumbrados Ia Filosofla. Hay alga, muchas veces sutil, que distingue un concepto, una teorla y sabre todo una investigacion psicosocial; ese alga casi nunca es el objeto de estudio o de reflexi6n teorica y muchas veces tampoco son los conceptos concretos de que se vale Ia una (Ia teorla) o Ia otra (Ia investigacion), sino el modo como se conciben los unos (los conceptos) y Ia manera de proceder de Ia otra (Ia investigacion). Lo psicosocial es una perspectiva relacional en el sentido lewiniano del termino (dejemos su definicion mas concreta para el Capitulo IV) que intenta desentraf\ar los enigmas del comportamiento a partir de Ia confluencia e interseccion de diversos niveles y de Ia interaccion de diversas variables; y cuando hablamos de interaccion estamos hacienda referenda a Ia interdependencia, a Ia mutua relacion y a Ia influencia recfproca y no solo ni en primer termino a Ia mera relacion. Fue justamente Ia confluencia entre el individuo y Ia sociedad lo que desperto el interes de algunos teoricos y desencadeno, alia par finales del x IX, una cierta corriente de insatisfacci6n con las explicaciones que sabre el comportamiento individual estaba proponiendo Ia psicologla (alga, menos de lo que nos hubiera gustado, se ha recordado en el primero de los capftulos). Ciertamente es un ambito de interseccion, manejado muchas veces bajo una perspectiva de interaccion uni-direccional, (basta recordar cualquiera de las propuestas de neokantianos y neodurkheinianos) que sirvio de decisivo punta de part ida para Ia Psicolog fa social y que nos pone sabre el tapete un primer nivel de relacion sabre el que, al cabo practicamente de un siglo, resulta ocioso volver, pero que engen-
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Cinco tradiciones en Ia psicologia social
dr6 algunas teorfas y algunos conceptos entendemos que muy utiles para Ia perspectiva psicosocial y algunos de ellos perfectamente acordes con su naturaleza. Este serfa el caso de conceptos tales como el de intercambio psfquico, coordinaci6n social, 16gica inter-mental, relaciones interindividuales por una parte y los de conciencia social, esp fritu de grupo, alma de Ia muchedumbre por otra, por recordar solo algunos de los que han desfilado por las paginas precedentes. No hace falta mucha perspicacia para observar que su denominador comun se cifra en el establecimiento de una relaci6n entre lo psicol6gico y lo sociol6gico (Ia mayorfa de las veces unidireccional) a partir de Ia cual se pretende dar cuenta de algunas facetas del comportamiento humano. Son todos ellos conceptos y teorfas que obedecen ciertamente al requisite de Ia relaci6n, pero muchos de ellos todavfa no serfan un acabado ejemplo de conceptos psicosociales por cuanto se subordinan a una filosoffa de Ia causaci6n unidireccional (Ia conciencia social o el alma de una comunidad son fruto, dependen del intercambio entre los individuos o de su sistema de representaci6n simb61ica), si bien conviene no olvidar que todos ellos se originaron a rafz de reflexiones sobre Ia Psicolog(a social. Claro es que conceptos y teorfas puramente de relaci6n las podemos encontrar muy a menudo a lo largo y ancho de Ia historia del pensamiento; Ia teorfa de Ia causaci6n climatica de IVIoNTESOUIEU, el concepto de simpatfa de HuME o el de voluntad general de RoussEAU, sedan tres ejemplos tan azarosos como pertinentes. Si aceptamos de buen grado Ia hip6tesis de que ninguno de los tres autores eran precisamente psic61ogos sociales, nos veremos obligados a matizar o a completar el requisite de Ia relaci6n como condici6n para los conceptos y teor (as psicosociales; y lo haremos en los siguientes terminos: a) sera facil convenir en que Ia Psicologla social versa, de una u otra manera yen uno u otro nivel, sobre el comportamiento, sobre los modos en que nos conducimos los humanos, bien a titulo individual, grupal o colectivo y sobre las razones de porque lo hacemos de una determinada manera; b) eso lo pretende llevar a cabo con Ia ayuda de teorfas y conceptos psicosociales que son primordialmente conceptos de relaci6n; pero son, con mayor precision, conceptos de intersecci6n, es decir, conceptos que ponen en contacto diversos ambitos o niveles (fisio16gicos, psicol6gicos, macro-
La tradici6n individualista
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social, micro-social) implicados en las acciones de los hombres bien que sin prejuzgar entre cuales de ellos se hade establecer Ia relaci6n. Aunque tradicionalmente Ia Psicologfa socia I haya rna nejado, ante to do, mode los de re Ia cion entre distintos niveles (repase el lector Ia naturaleza de las seis investigaciones clasicas que hemos mencionado en Ia primera parte del capitulo), hoy dia resulta improcedente esta limitaci6n y podriamos contar como legftimamente psicosocial aquella teorfa o investigaci6n que se mueva, de modo relacional e interdependiente dentro de un mismo nivel; c) ademas de Ia interacci6n, estos conceptos deberian establecer una interdependencia de funcionamiento superadora de Ia simple, c6rnoda y fija relaci6n causal unidireccional; no quiere esto decir que los conceptos psicosociales lleven impl lcita Ia negaci6n de Ia causalidad, sino simplemente que no estan obsesionados por ella, ni prejuzgan su direcci6n; en una posicion maximalista, podriamos decir que los conceptos relacionales son de enorme utilidad para Ia Psicologia social, pero no son conceptos psicosociales si no llevan implicita Ia interdependencia y Ia mutua influencia; d) estos conceptos y teorlas solo merecen ser catalogados como tales en tanto que hayan sido sometidos a algun tipo de comprobaci6n y contrastaci6n objetiva; e) conceptos y teorfas psicosociales no lo son simplemente por el mero hecho de ser utilizados por los psic61ogos sociales; muchas de las que se adoptan simplemente se importan y se traducen de otras ciencias mas o menos limltrofes con Ia Psicolog Ia social. Este serfa el caso de los conceptos de estimulo y refuerzo que apenas cumplen el requisite de Ia simple mediaci6n; seria el caso del rol al que siempre subyace Ia idea de Ia influencia uni-direccional o el de muchedumbre del que simplemente se nos ha mostrado su faz te6rico-idealista. Por contra, el concepto de grupo de AscH, Ia teorfa topol6gica de LEWIN y el concepto de actividad de Ia Psicologfa social marxista, se adecuarfan, con mayor o menor naturalidad, a los requisites previamente enunciados.
CAPITULO Ill
la tradicion institucional
El recurso a Ia influencia como rasgo central de nuestra disciplina es compartido, lo acabamos de decir, por muchos y muy significados autores, incluso por quienes mantienen posturas encontradas en asuntos mas o menos centrales en Ia propia Psicologia social. La hemos vista emerger a Ia sombra del homo psychologicus, al pie del individualismo metodol6gico y ahara aparece de nuevo en brazos del homo sociologicus. En el primero, Ia instancia influyente es otro individuo, normalmente aquel cuya conducta sirve de estimulaci6n para Ia respuesta de un segundo; ahara se trata de una instancia influyente de mas altos vuelos (Ia cultura, el grupo, Ia sociedad), aunque tambien mas desdibujada, mas indeterminada, mas compleja, aunque no por ella menos real. Moscovtct habla de esta como de una Psico/ogfa social diferencial que se va a ocupar de c6mo las diferencias culturales se prolongan y se traslucen en el desarrollo de Ia personalidad o, mas comunmente, en las manifestaciones comportamentales de Ia vida cotidiana. Nose recurre al concepto de estimulaci6n, ni se pretende definir Ia conducta social como respuesta a unos denominados, no sin cierto riesgo, estfmulos sociales, sino simple y llanamente como aquello que resulta de Ia pertenencia de los individuos a unos sistemas socio-culturales especificos, de manera que
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" ... cualquiera que sea el tipo de estimulacion, se intentara saber como las diversas categorias de individuos se comportan en sociedad, como se integran en el medio social, como penetran en el medio fisico. Se trata de establecer una psicologia diferencial de las respuestas y de los comportamientos sociales y, en ultimo termino, de buscar unos indicadares de Ia composicion psicologica de los grupos sociales para deducir de ella su funcionamiento" (Moscovici, 1970, p. 33).
L. BERNARD, en una recapitulaci6n de Ia Psicolog(a social en los Estados Unidos publicada en una conocida revista alemana en 1932, habla de Ia Psicologfa social institucional como Ia reacci6n al punto de vista instintivista, uno de los bastiones del individualismo metodol6gico; de ella participan conocidos nombres de Ia ciencia social como el de Thorstein VEBLEN, autor, se ha dicho con frecuencia, de una de las mas grandiosas obras de toda Ia historia de las Ciencias sociales, Teorfa de Ia clase ociosa; junto a el aparecen los de George M. STRATTON y su Social Psychology of International Conduct, Knight DuNLAP y su manual sobre Psicologfa social de 1925, C. H. Juoo y su Psychology of Social Institutions, Charles CooLEY y su The Social Process de 1918 y varios otros menos conocidos en Psicolog(a social que en algun momento se han interesado por el estudio de las instituciones, de su procedencia, dinamica y ocaso, de como y de que manera afectan al desarrollo de Ia personalidad y actuan sobre el comportamiento individual. En una palabra, "La tesis fundamental de los psicologos institucionales es ambiental y tiene que ver con el hecho de que Ia personalidad y sus respuestas se desarrollan en situaciones institucionales" (Bernard, 1932, p. 273).
En suma, se podrfa afirmar que para esta tradici6n el individuo no es un ser que reaccione a estfmulos, sino alguien que pertenece a un complejo sistema sociocultural del que forman parte instituciones y organizaciones de muy diverso orden y participa de una fecunda realidad simb61ica a Ia que se encuentra asido por vfnculos tan s61idos y definitivos como el lenguaje, por ejemplo. Su comportamiento, por consiguiente, no es fruto de Ia incidencia que sobre el tengan unas situaciones de estimulaci6n, sino de Ia asimilaci6n e integraci6n de unos modelos normativos, valorativos, lingulsticos y comportamentales propiosde un sistema social. Se sigue centrando Ia atenci6n sobre el individuo (sin renunciar por completo a las conductas grupal y colectiva) pero no aisladamente considerado, ni como
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emisor automatico de respuestas, ni mucho menos como un compuesto neurofisiol6gico, sino como miembro integrante de un sistema sociocultural al que se incorpora, con derechos y deberes, como participante activo de sus diversos grupos e instituciones, las cuales llegan incluso a marcar las directrices por las que debe discurrir su propio quehacer; lo que el individuo es y hace se debe a Ia influencia de agentes externos por completo a el, de unos agentes, conviene resaltarlo una vez mas, que actuan a nivel supra individual (Ia sociedad, Ia cultura, el grupo, etc.) y primordialmente de manera simb61ica.
El hecho psicologico del rol No han sido en verdad pocos los psic61ogos sociales que, por una u otra raz6n y con uno u otro prop6sito, se han acogido a esta idea, y lo han hecho adoptando una acabada y muy generalizada metatora de Ia escena: el mundo es un gran teatro por el que pasamos como actores declamando y jugando los papeles que se nos han encomendado, adoptando los caracteres que requiere el espectaculo y vistiendo las mascaras que exige su representaci6n. All the world's a stage, and all the men and women merely players (EI mundo es un escenario y todos los hombres y mujeres no son sino actores), habia escrito SHAKESPEARE. Y todo ello (papel, caracter y mascara) como algo dado desde fuera y a cuya genesis hemos sido ajenos, como algo que hemos aprendido y que recitamos mecanicamente, como una simple tarea escenica que nos ha sido encomendada. Y todavfa mas importante, papel, caracter y mascara nos sirven de imprescindible y Cmico vinculo con el mundo, de instrumento de comunicaci6n y relaci6n con los otros y, en ultimo termino, de raz6n de ser en Ia sociedad. El nino por ser nino, el padre por ser padre, Ia mujer por ser mujer, el profesor por ser profesor y asf sucesiva e interminablemente, estan llamados a hacer, sentir y pensar de determinada forma, de Ia manera que conviene una especie de guion previamente escrito a Ia aparici6n de ese nino, padre, mujer y profesor en concreto.
Y para que no /es fa/ten las galas y adornos juntos tendre prevenido a punto a/ que hubiera de hacer de rey
purpura y laurel augusto; a! valiente capitan armas, valores y triunfos a/ que ha de hacer el ministro
La tradici6n institucional
Iibras, escuelas y estudios... Venid, mortales, venid a adornaros cada uno
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para que representtHs en el teatro del mundo.
(CALDERON) Es esta, por tanto, una vieja idea reiteradamente acariciada que vuelve una y otra vez al escenario de las Ciencias sociales aderezada con un nuevo ropaje sin duda mas acorde con el correr de los tiempos, pero claramente denotative de Ia relaci6n de dependencia del individuo respecto a Ia sociedad. Es una de las muchas maneras de aproximarse a Ia explicaci6n del comportamiento e incluso de Ia propia naturaleza humana y uno de los muchos modos de concebir el quehacer de Ia Psicologfa social: el hombre como ser social es fundamentalmente un jugador de papeles definidos con anterioridad; ellos se convierten en Ia raz6n mas poderosa de su comportamiento y hasta de su personalidad, porque si bien es cierto que apenas podemos conocer al hombre en su integridad, cuando nos ocupamos de reconstruir con rigurosidad su imagen acudiendo a su existencia cotidiana, aparece un hecho extmordinariamente esclarecedor, comenta el soci61ogo aleman Ralph DAHRENDORF: el individuo participa en el proceso social y en los grupos sociales cumpliendo diferentes funciones, ejecutando acciones diversas, jugando papeles varios; el hombre nos aparece en su vida cotidiana como un haz de roles: "En el punta de intersecci6n del individuo y Ia sociedad se halla el
homo sociologicus, el hombre como portador de papeles socialmente predeterminados. El individuo es sus papeles sociales, pero, por su parte, estos papeles son el hecho molesto de Ia sociedad" (Dahrendorf, 1975, p. 25),
en una clara referenda at fen6meno de Ia coacci6n que hemos visto vertebrando el pensamiento del frances Emile DuRKHEIM. Se trata ciertamente de una postura extrema que el mismo autor no tarda en ir matizando. La Psicologfa social no podemos decir que participe por complete de ella, pero no cabe duda de que ha adoptado el concepto sociol6gico de Rol como uno de sus marcos de referenda mas perseverantes,y lo ha hecho por considerarlo como punto de intersecci6n entre el individuo y Ia sociedad, como lazo de union entre to psicol6gico y to sociol6gico, depositando en el esa confianza que las Ciencias sociales han ido mostrando por aquellos conceptos (rot, acti-
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Cinco tradiciones en Ia psicologfa social
tud, rasgo, grupo, esquema) que poseen una cierta aureola de interdisciplinariedad, que superan los estrechos lfmites de una ciencia concreta y sirven para Ia integracion de diversas disciplinas; por esos conceptos que nos producen Ia ilusion de Ia explicaci6n y Ia predicci6n porque con su ayuda somos capaces de establecer un facil nexo entre lo personal y lo social, entre Ia conducta latente y Ia conducta manifiesta. Son todos ellos conceptos de una gran solera en el ambito de las Ciencias sociales; por lo que respecta concretamente al rol, podemos decir que ha ocupado un capitulo en las tres ediciones del Handbook norteamericano, algo que realmente lo eleva a una categorfa de Ia que gozan muy pocos conceptos en nuestra disciplina; ademas de ello, ha ocupado capftulos y hasta bloques tematicos enteros en muchos manuales de Psicologia social; a decir verdad, con preferencia en aquellos que han salido de Ia pluma de los psic61ogos sociales de formaci6n sociol6gica. Pero tradicionalmente las ventajas suelen acompafiarse y a veces hasta convertirse en serios inconvenientes; Ia proliferaci6n de autores interesados por Ia teorfa en cuestion va introduciendo paulatinas matizaciones en los conceptos c~ntrales hasta hacer de ellos una especie de tierra de nadie en Ia que Ia ambigi.iedad y Ia ambivalencia campean completamente a sus anchas. Ocurri6 con el concepto de actitud, en el que tantas y tan fundadas esperanzas se depositaron alia por los todavia felices treinta; sucederia despues con Ia teorfa grupal segun tuvimos oportunidad de comentar en un capitulo dedicado a su peripecia hist6rica en el marco de Ia Psicologfa social, y actualmente esta sucediendo con el esquema; es algo sobre lo que los cient ificos sociales debieramos reflexionar en vez de ir permanentemente hacia adelante en busca de nuevos conceptos de intersecci6n que solo aguantan los embates de una moda. En principia vamos a prescindir de estos inconvenientes y dificultades para intentar llegar a una definicion lo mas explfcita posible de este complejo termino sobre el que sin duda se sostiene una parte del edificio conceptual de Ia Psicologfa social. Y para ello nada mejor que acudir a un clasico, Ralph LINTON; en su conocida obra Estudio del hombre (originalmente publicada en 1936) hay un Capitulo, el V Ill para ser exactos, que da Iugar a Ia aproximacion estructural-funcionalista del rol. La sociedad es una agrupaci6n perdurable de individuos que poseen una conciencia de grupo (sociedad como una entidad
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consciente de sf misma, se dice en alguna otra parte) y un sentimiento de unidad; estos se dividen y se distribuyen las tareas y actividades necesarias para su inmediato bienestar; a resultas de dicha distribucion se produce inevitablemente un incremento en Ia dependencia mutua de los miembros, en el desarrollo de actividades y en sus modos de comportarse. Hay elementos en esta definicion perfectamente reconocibles para el lector; el sentimiento de unidad, el esprit de corps como " ... unidad psico16gica y emocional que asegura reacciones emotivas comunes y hace que el individuo este dispuesto a sacrificar sus propios intereses por los de todos y a cumplir con su deber aunque no tenga quien lo vigile" (Linton, 1972, p_ 123)
noes mas que un resabio del Volksgeist, de Ia mente de grupo, del alma de Ia muchedumbre. Pero hay otros, Ia distribucion de tareas y Ia mutua dependencia, que nos introducen en una nueva concepcion teorica; ambas se encuentran en Ia rafz del estatus definido como el Iugar y Ia posicion que un individuo ocupa dentro de Ia inrnensa red de relaciones recfprocas, como el conjunto de derechos y obligaciones ligadas a dicha posicion. Ella tiene una vertiente dinamica, un aspecto de accion y de ejecucion a Ia que LINTON da el nombre de funci6n, y los dos combinadas "representan el mfnimo de actitudes y conducta que deben asumir (los individuos) si han de participar en Ia expresi6n externa de Ia pauta social. El estatus y Ia funci6n sirven para reducir a terminos individuales los patrones ideales para Ia vida social. Se constituyen en mode los para organizar las actitudes y Ia conducta del individuo de modo que puedan ser congruentes con las de otros individuos que participan en Ia expresi6n de Ia pauta social" (Linton, 1972, p. 123).
Con independencia de Ia pobreza de matices e incluso de una cierta ingenuidad a Ia hora de hablar de Ia distribucion recfproca de tareas, es indudable que en Ia aproximacion de este antropologo se hallan presentes elementos imprescindibles de Ia nocion de rol; aparece el concepto de posicion, el de pauta social, el de funcion y, lo que es mas importante, referencias mas que explfcitas a Ia naturaleza psicologica del rol, al rol como conducta y como esquema actitudinal. Con denominaciones muchas veces distintas y muy matizadas, estos mismos elementos iran hacienda acto de presencia en Ia literatura sociologica y psicosocial. Asf, Robert K. MERTON, uno de los mas cualificados repre-
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sentantes del Estructural-funcionalismo hace suya, en su conocida obra Teorfa y Estructura sociales, Ia distincion de LINTON entre situacion social y papel social y acaba por concederles una responsabilidad teorica central en Ia definicion y el am11isis de una estructura social; lo hace, de una manera especialmente significativa para Ia Psicologfa social, dentro del capitulo sabre los grupos de referenda y comienza, matizando Ia afirmacion de LINTON, por afirmar que una situacion social implica no solo uno, sino un conjunto de papeles; dicho de otra manera, cada situacion social abarca varios niveles de interaccion y de relacion social que nos ponen en contacto con otros papeles. Pero desde una teorla que se ocupe del complejo asunto de Ia estructura social, resulta mucho mas urgente garantizar una cierta pervivencia del orden social, Ia suficiente " ... para permitir a una gran parte de Ia gente llevar casi siempre adelante sus negocios de vida social, sin tener que improvisar ajustes nuevos en cada situaci6n nueva a que haya de hace frente" (Merton, 1964, p. 370);
es decir, asegurar de antemano el comportamiento que se hade llevar a termino dentro de esa situacion y concederle Ia posibilidad de anticiparlo. Y esto' solo se puede hacer mediante dispositives sociales que aseguren una cierta constancia de actuacion; esos mecanismos son, en primer termino, las expectativas y los valores,y junto a ellos, como aparato directamente responsable de Ia estabilidad de los papeles, el poder. Bruce BIDDLE y Edwin THOMAS, en una clasica monograffa sobre el tema (Role Theory: Concepts and Research), publicada en 1966, amplfan, ordenan y profundizan algunosdeestosconceptos; y lo hacen proponiendo como cuatro pasos sucesivos para acercarse concienzudamente al fenomeno del rol. Hay una serie de conceptos que hacen referenda a las personas implicadas en el rol, conceptos tales como el de Ego, alter, grupo de referenda, otro, etc., que designan Ia persona que ejecuta Ia accion y aquel con referenda al cual se perpetra dicha accion y que puede ser otra persona o un grupo. Un segundo bloque de conceptos alude directa y expresamente a Ia conducta, a Ia cara psicologica del rol; son varios, muy importantes y significativamente asiduos entre los psicologos sociales;ellos son, muy resumidamente: a) Accion: conducta aprendida con anterioridad y dirigida de forma voluntaria hacia un fin; se trata simplemente de
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Ia conducta que despliega Ia persona ocupante-actor de un rol concreto; b) Prescripcion: mecanismo que se utiliza para referirse a Ia existencia de esas pautas, normas y modelos sociales que establecen una forma de comportamiento que se espera ejecute el actor de un rol cualquiera; se trata de mecanismos responsables de Ia estabilidad de las conductas de los actores de los roles. Norma de conducta y Expectativa de conducta se erigen, pues, en dos de los elementos centrales de Ia concepcion psicosocial, entre otras razones, parque con su ayuda somas capaces de anticipar Ia reaccion del otro, saber que es lo que va a hacer porque esta prescrito que lo haga estableciendo asf una adecuada relacion interactiva; c) Evaluacion de Ia conducta como adecuada o no adecuada a Ia norma y a Ia expectativa que ha despertado y su consiguiente expresion de aprobacion o rechazo; d) Descripcion y simple representacion cognitiva de los eventos asociadas con el rol sin mediacion de valoraciones; idea y concepcion frfa que se tiene de un rol; e) Sancion: basada en Ia norma yen Ia expectativa, Ia sancion, como su misma denominacion indica, apunta a los refuerzos positivos o negativos previos o subsiguientes a Ia ejecucion de una conducta que persiguen Ia conformidad con las prescripciones de rol. Hay dos conceptos en los que confluyen personas y conductas; ellos son el concepto de posicion definido como "una categoria de personas colectivamente reconocida que poseen como base de diferenciaci6n atributos comunes, conductas comunes o reacciones comunes de otros respecto a ellos" (BIDDLE y THOMAS, 1966, p. 29)
y el concepto de ro/ propiamente dicho que los autores definen como "el conjunto de prescripciones que definen lo que debe ser Ia conducta del miembro de una posicion" (Biddle y Thomas, 1966, p. 29).
No van a ser demasiadas ni excesivamente sustanciales las modificaciones posteriores que merecen destacarse, dadas las modestas metas que nos hemos marcado; restan, no obstante, referencias obligadas no tanto por Ia categorfa del autor sino
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tambien por entender que se trata de algo mas que una simple teorfa del rol. Nos estamos refiriendo al aleman Ralph DAHRENDORF cuyo homo sociologicus (portador de papeles socialmente predeterminados) se sustenta sobre Ia ineludible existencia de posiciones sociales y, muy en especial, sobre los papeles sociales ligados a elias. "Mientras que las posiciones solo indican lugares en campos de referencia, el papel nos designa el tipo de relaciones existentes entre los detentadores de posiciones diferentes dentro de un mismo campo. Los papeles sociales designan las demandas de Ia sociedad a los portadores de posiciones, demandas que pueden ser de dos tipos: par un lado las que afectan a Ia conducta de los detentadores de posiciones (conducta de papel), y par otro las que afectan a su apariencia y a su caracter (atributos de papel) (Dahrendorf, 1975, p. 37).
Los papeles sociales van acompafiados de una serie de rasgos que definen su categorfa como elemento de anal isis sociol6gico: a)
b) c) d) e) f)
Son algo dado a su portador, al actor, algo que existe fuera de el; son, se dice en otro sitio, complejos quasi-objetivos (una reminiscencia de los hechos sociales de DuRKHEIM). independientes del individuo; ese algo dado puede describirse como un complejo de pautas de comportamiento que entran en conexi6n con otros comportamientos para formar un todo; estos modos de comportamiento, por ser externos y ser algo dado al actor, tienen que ser aprendidos a fin de poder ser representados; ningun papel es exhaustivo ni exclusivo; el actor puede aprender y representar infinidad de ellos; su contenido lo define y altera Ia sociedad y no los individuos concretos; esas pautas y expectativas de comportamiento comprometen definitivamente al individuo por cuanto debajo de elias existen un conjunto de normas y sanciones normalmente originados en los llamados grupos de referenda.
Papel-expectativa-norma-sanci6n se entrelazan en una apretada red de relaciones en cuyo fondo sigue latiendo Ia hip6tesis de que lo que el hombre hace y lo que llega psicol6gicamente a ser como consecuencia de esas acciones esta precisado y concretado de antemano, porque fijas y concretas son las tareas que tiene que realizar de acuerdo con las posiciones que ocupe
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dentro de una estructura social. Y Ia Psicologfa social no ha hecho sino aceptar de mejor o peor grado esta idea central, si acaso incidiendo, como por otra parte es su obligacion, en los aspectos y version psico16gica de los fenomenos relacionados con el rol. En una clasica monograffa de inequfvoco tftulo, La notion de role en Psychologie Socia/e, Anne-Marie RocHEBLAVE distingue tres niveles; en el primero de ellos, el rol al nivel del grupo, (de claras connotaciones funcionalistas) aparecen Ia norma, el estatus, el consenso, Ia funci6n y el modelo cultural como elementos estrechamente ligados a Ia noci6n psicosocial del rol que nuestra autora resume: "A nivel del grupo, el rol constituye un modelo de conducta prescrito para todas aquellas personas que ocupan un mismo estatus. El rol se define entonces por el consenso y expresa normas y valores culturales" (Rocheblave, 1969, p. 145);
real mente alga muy parecido a lo que el gran Theodor NEwCOMB, alia por los afios cincuenta, habfa defendido en ese apartado que dedica en su manual a las Normas y roles sociales, una relacion que ya no requiere comentario alguno. Tras reiterar Ia indisolubilidad entre posicion y rol, tras Ia obligada alusi6n a Ia sociedad como un sistema de posiciones interrelacionadas y a Ia funcionalidad de las posiciones, habla del rol en los siguientes terminos: "Los roles representan asl formas de desempef\ar las funciones para las que existen las posiciones, form as sobre las que existe, en general, acuerdo dentro de cualquier grupo que reconozca una posicion y un rol particulares" (Newcomb, 1976, p. 335).
Eugene HARTLEY y Ruth HARTLEY dedican un par de capftulos al rol en el transcurso de Ia parte tercera de su manual precisamente consagrada al grupo, y repiten Ia letra de Ia misma canci6n: el rol es una parte de Ia estructura del grupo a cuyo traves se ejecutan ciertas tareas y se cumplen ciertas funciones; sirve de base para Ia comunicaci6p y ayuda al individuo a conocer las expectativas de los ot.ros y, por consiguiente, resulta de inestimable ayuda para orientarnos e integrarnos en el mundo social. En una palabra, "EI rol social en abstracto posee dos aspectos. Por una parte encierra las demandas, expectativas y prohibiciones que Ia sociedad ejerce sabre sus miembros. (... ) De otra parte, desde Ia perspectiva del indi-
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vi duo, Ia existencia de roles sociales ofrece una gar ant fa de arden, asegura Ia prediccibn de Ia conducta de las otras personas y ofrece, indirectamente, un media reconocible y estable para conseguir los propios deseos" (Hartley y Hartley, 1952, p. 487).
Emory BoGARDUS dedica el Capitulo VII de su Fundamentals of Social Psychology (publicado en 1924) nada menos que a dilucidar las relaciones entre estatus y personalidad; el primero lo define en los clasicos terminos de posicion y relacion social para finalizar ofreciendo una definicion de personalidad como integracion de actitudes en terminos de estatus. En el cap ftulo que Theodore SARBIN y Vernon ALLEN (1968) escribieran para Ia segunda edici6n de Handbook, se contienen elementos especial mente acordes con el tftulo de este apartado. Desde el punta de vista psicosocial y habida cuenta de Ia escasa ayuda que el esquema E-R nos proporciona para el analisis de Ia conducta social parser un esquema excesivamente individualista, el centro de interes reside en Ia representacion de rol que las personas !levan a cabo en los escenarios sociales. Pero se trata de una representacion que, sin renunciar a lo que tiene de guion impuesto desde el exterior, se apoya (posee como variables independientes ta I y como gustan de decir los auto res) sabre: a)
las expectativas: ese conjunto de derechos y obligaciones respecto a las personas que ocupan posiciones sociales que, y eso es lo importante, no son otra cosa que un conjunto de creencias, probabilidades subjetivas, ideas; en suma, cogniciones que representan Ia conducta apropiada de posiciones concretas y que varfan en su grado de generalidad, de amplitud, de claridad y de consenso; b) Ia ubicacion del rol, Ia localizaci6n del individuo dentro de Ia estructura social y Ia elecci6n de Ia conducta (rot) apropi ada a cada situaci6n aparecen como elementos indispensables para Ia participaci6n efectiva e incluso para Ia supervivencia social. Pero Ia adecuada localizaci6n y eleccion de rot va forzosamente precedida de Ia percepci6n de Ia situaci6n convirtiendose de esta manera, recuerdan los autores, en un proceso cognitivo; c) lo mismo sucede con las habilidades para ejecutar el rol de entre las que cabe destacar las habilidades cognitivas, es decir: " ... aquellas que facilitan Ia representaci6n de rol. lncluyen habilidades para inferir a partir de senales disponibles Ia posicion social de Ia
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otra persona y del yo y para inferir expectativas apropiadas de rol para esa posicion. La habilidad para analizar una situaci6n social e inferir con propiedad el rol de otro es un prerrequisito necesario para una adecuada representaci6n de rol" (Sarbin y Allen, 1968, p. 515)
escriben los autores en clara referenda a Ia capacidad para asumir el rol del otro (taking the roleofthe other) que MEAD pon fa como requisito de Ia comunicacion y del desarrollo de Ia identidad; d) y al final, como no podIa ser de otra manera, el self como resultado inferencial, y por tanto cognitivo, de las actitudes y conductas que los otros nos han ido mostrando en el transcurso de las interacciones cotidianas. Mas recientemente Bruce BIDDLE (1979) se ha acercado con claridad a Ia dimension psicologica del rol segun se desprende de las caracter fsticas que le atribuye: los roles son comportamentales ya que se refieren a acciones observables de personas concretas; b) los roles son ejecutados exclusivamente por personas; c) poseen una especificacion y delimitacion contextual, no representan Ia totalidad de las conductas exhibidas por los individuos; d) ello sugiere que el rol tiene que ver con aquellas conductas caracter fsticas de una persona ode un con junto de elias en un contexto dado; el rol apunta a un conjunto de conductas adquiridas en el proceso de socializacion y emitidas dentro de un contexto, de acuerdo con expectativas previa mente marcadas.
a)
Y asf pod (amos seguir interminable mente recogiendo las opiniones que en este sentido yen esta I fnea han expresado autores de talla; ser fa bastante aburrido y, ademas, no aportarfamos nada a lo que hace un par de a nos escribimos precisamente sobre Ia estructura grupal. En todo caso, y a modo de resumen, he aqul una escueta version grafica de esta aproximacion estructural-funcionalista al concepto de rol (figura 4). No ha resultado realmente diffcilllegar a Ia propia naturaleza del quehacer psicosocial desde estos presupuestos ya que ciertos elementos inherentes a Ia propia definicion del rol, tales como el de expectativa, el de norma, el de contexto y el de aprendizaje, facilitan notablemente Ia tarea. Si el roles una expectativa de conducta, un modelo de comportamiento externa-
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GRUPO
- - - - + Conju nto de posiciones.
ESTATUS
~
Funciones decisivas para el fu ncionamiento grupal y para Ia consecuci6n de las metas grupales.
t ROL
Prescripciones de como llevar a cabo esas funciones dentro de un grupo.
NORMA~--
Prescripciones normativas para el mantenimiento de cierto esquema de relaciones dentro de un grupo.
COMUNICACION +-Marcos de referencia compartidos dentro de un grupo (procedimientos interpretativos de Ia real idad ).
t ESTRUCTURA
GRUPAL
Figura 4: La version estructural-funcionalista del rol en Ia Psicologia social. (Blanco Abarca y Fernandez Rios, 1985, p. 380)
mente prescrito bien desde el grupo, bien desde Ia cultura o desde Ia simple situaci6n, a Ia Psicologfa socialle va a interesar, par ejemplo, Ia influencia de Ia cultura sabre el comportamiento de las personas y, todavfa mas, sus posibles conexiones con el desarrollo de Ia personalidad; se va a preocupar especialmente par Ia formaci6n e incidencia de las normas grupales. Si el rot, tal y como acabarnos de ver en el grafico, resulta una pieza central en Ia estructura del grupo, Ia Psi co log fa social no podra ser ajena, y de hecho no Ia ha sido, a este reto. Si las prescripciones, expectativas y normas ligadas al rot son alga externo al individuo, alga que tiene que aprender como un actor memoriza el papel de una obra, Ia Psicolog fa social intentara dar con las claves del hecho del aprendizaje y Ia socializaci6n. Si el rol nos conduce a Ia interacci6n y a Ia comunicaci6n, al psic61ogo
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social le va a seguir preocupando como el self y Ia identidad personal se configuran en el transcurso del proceso de comunicacion entre los actores de diversos roles. Si el rol exige unas ciertas habilidades cognitivas, hay psicologos sociales que se han preocupado de cuales son concretamente esas habilidades, como suelen presentarse en nuestra vida cotidiana y con que otros aspectos del comportamiento se relacionan (empat fa, aceptacion del rol del otro, habilidades comunicativas, etc.). Estos y otros muchos asuntos,directa o indirectamente relacionados con el rol, han ocupado lugares mas o me nos destacados en nuestra disciplina, por ello no resulta extra no que haya quienes han querido hacer de Ia filosoffa que a ellos subyace Ia razon de ser de Ia propia Psicolog Ia social. En realidad, el asunto central de esta filosoffa no deja de remitirnos, como casi todos, a un viejo problema que traspasa con creces los IImites de Ia Psicolog (a social; Georg SIMMEL lo enuncio en 1908, no sin antes hacer una demo ladora cr ftica a las teorfas antropom6rficas de Ia mentalidad-alma-espfritu de grupo: "EI problema legitimo de Ia Psicologia social seguin] siendo: lque modificaci6n sufre el proceso individual de un sujeto cuando transcurre bajo determinadas influenciasdel medio social? (Simmel, 1977, p. 589).
pasando as( Ia socializacion (Ia influencia espiritual de Ia socializacion, por utilizar sus mismas palabras) a convertirse en su prirnera y primordial preocupacion. Y de esta suerte han opinado muchos y muy notables de nuestra disciplina. Emory BoGARDUS, ya lo hemos anticipado, es uno de ellos (no en vano es sociologo). En su Manual (aqu f se maneja Ia segunda edicion de 1931 ) considera labor de Ia Psicologfa social el seguimiento de como una entidad puramente organica se va paulatinamente transformando en una personalidad mas o me nos regulada y organizada, as f como el estudio de los procesos de estimulaci6n y respuesta intersocial (comunicacion, sugestion, discriminacion, ajuste y socializacion); gracias a ellos los instintos dan paso a los patrones de conducta, a las actitudes, a los valores, al estatus, a los fenomenos de grupo. Cierto que Ia conducta es un juego de estimulacion-respuesta, pero esta ultima (Ia respuesta) es esencialmente fruto de como Ia persona define o interpreta (dos palabras de inimaginable alcance en Ciencias sociales) Ia situacion social en un mo-
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mento concreto y no una reaccion automatica a las caracter fsticas del estfmulo. Lo que nose nos puede ya ocultar es que Ia interpretacion de Ia situacion y del estfmulo es, en una medida nada despreciable, un asunto cultural, simbolico, grupal; dicho de otra rnanera, Ia inter-estimulaci6n se da entre los individuos
como miembros de un grupo. "La Psicologia social puede serentonces tentativamente definida como el estudio de Ia interacci6n de las personas en grupos sociales. Estudia Ia conducta condicionada, las actitudes, el estatus, Ia personalidad, el liderazgo, Ia formaci6n y el cambia en los grupos sociales" (Bogardus, 1931, p. 4).
En efecto, los cuatro grandes apartados de que consta Ia obra se dedican respectivarnente al estudio de Ia personalidad (sobre todo en relacion con las actitudes), delliderazgo, de Ia estimulacion social (comunicacion, sugestion, discusion, socializacion, etc.) y de Ia conducta y manifestaciones de Ia grupalidad. El punto de vista de Ia Psicolog fa social como estudio de Ia interaccion en tanto que instrurnento o canal para Ia socializacion (de nuevo Ia conexion entre rol e interaccion, esta vez teniendo como testigo Ia socializacion) es una perspectiva de Ia que participan renombrados autores. Theodor NEWCOMB, de quien hemos visto su postura frente al rol, viene a ser uno de ellos; para el el objeto de Ia Psi co log fa social " ... es Ia interacci6n de los individuos entre sf; su punta de vista es el del hombre de ciencia que investiga las form as en que el funcionamiento de los organismos humanos es modificado por el hecho de ser esos organismos miembros de una sociedad" (Newcomb, 1976, p. 46),
algo que inmediatamente veremos en George Herber MEAD (el paso del organismo a Ia persona) y que nos recuerda al recien nombrado BoGARDus. Previamente (el Manual de NEWCOMB fue publicado por prirnera vez en 1952 si bien nosotros utilizamos Ia version castellana de 1976), en unas sabrosas reflexiones en torno a los dos mode los de Psicolog fa social, se hab fa manifestado a favor del estudio de las condiciones, procesos y consecuencias de Ia interaccion entre los individuos y entre el individuo y el grupo; Ia tarea de esta disciplina en las dos proximas decadas, continua, deber fa ser Ia de " ... clasificar y sistematizar nuestro conocimiento de como los procesos psicol6gicos funcionan bajo las condiciones de Ia vida grupal" (Newcomb, 1951, p. 33).
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La interaccion por su parte se va desglosando en un conjunto de fenornenos que configuran una realidad psicosocia/. Ella nos conduce a los marcos de referenda compartidos y estos, vfa SHERIF, a Ia formacion de normas (ahara rol-interaccionnorma ). Pero los marcos de referenda como nor mas perceptivas son, a su vez, dif fcilmente disocialbes de las actitudes (actitud como estado persistente de preparacion a percibir) y, de su mana, nos adentramos en Ia compleja trarna del grupo como configuracion de normas compartidas y de roles entrelazados. Y ese es precisamente el campo tematico propio de Ia Psicolog fa social como disciplina n ftidamente diferenciada de Ia Psi colog fay Sociolog fa. Asf, pues, el estudio de los marcos de referenda y de las normas que se generan en el transcurso del proceso interactivo, el estudio de los roles como soportes de Ia interaccion, el amilisis de Ia percepcion del yo en estrecha relacion con el sistema de roles (clara herencia de MEAD), tota lizarfan, con algunos otros, los asuntos de Ia Psicologfa social posibilitando, a Ia postre, Ia siguiente definicion: "En suma, los dos hechos basi cos con los que debe haberse lase I psi cologo social son los de Ia organizaci6n de Ia vida del grupo v Ia organizaci6n de Ia conducta individual" (Newcomb, 1951, p. 48).
Y todo ella sin perder de vista algunos postulados que pueden resultar capitales para Ia propia Psicologfa social: a)
Ia conducta noes una simple reaccion pasiva a unestfmulo, una variable dependiente; se trata tambien de un est fmulo accesible a quienes interactuan con el individuo y, por consiguiente, puede ser tratada como variable independiente. La respuesta de A se convierte en estfmulo para Ia conducta de B,en Ia tradicional formula empleada por ALLPORT; b) existe, en segundo Iugar, una estrecha correspondencia en cuanto a los procesos psicologicos de A y B, una correspondencia cuyas ra fees llegan a cruzar el peligroso umbra I del espfritu de grupo ya que quiere ser explicada a partir de Ia pertenencia comun a lo que NEWCOMB llama un sistema inc/usivo (sociedad, grupo) caracterizado por una estructura psicosocial muy peculiar; c) finalrnente, las relaciones que los individuos instauran entre sf y que resultan el principal objeto de Ia Psicologfa social, son muy diferentes de las relaciones que estos estable-
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cen con los objetos ffsicos e inanimados y que serfan mas bien objeto de Ia Psi co log fa general. Tambien el matrimonio HARTLEY, pertenecientes a Ia misma generaci6n que NEWCOMB (afios cincuenta), contemplan Ia Psicolog fa social desde Ia interacci6n a Ia que convierten, no ya en un bloque tematico mas o rnenos extenso, sino en su propia ra z6n de ser: "En breve, Ia Psicologia social se centra primeramente sabre aquellos aspectos de Ia conducta humana implicados en Ia interacci6n de un individuo con otro en relaciones sociales manifiestas. El psic61ogo social va tras Ia busqueda de universales en Ia interacci6n humana y tras las !eyes que gobiernan Ia dinamica de su funcionamiento" (Hartley y Hartley, 1952, p. 5),
por ello Ia comunicaci6n y Ia socializaci6n ocupan las dos prirneras partes del manual que se completa con una tercera, el individuo y el grupo. En cualquiera de los muchos y excelentes manuales que sabre Ia materia han dado a Ia luz los soci61ogos, resulta facil toparse con Ia idea de que Ia Psicolog ia social se ha de ocupar de estudiar hasta que punto las caracter fsticas estables de Ia sociedad (sistema de roles, de normas, escala de valores, patrones de conducta social mente aceptados, etc.), estan concretando un tipo especifico de conducta y moldeando cotidianamente unos rasgos de personalidad. Perm ftasenos, ya para finalizar, dos referencias concretas especialrnente pertinentes por su claridad did
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entramado comportamental tanto a nivel individual como grupal; c) finalmente, habr (a como una tercera fase de investigaci6n psicosocial que tendr fa que ver con el origen y procedencia de los sistemas de nor mas y creencias. Tambien ALBRECHT, THOMAS y CHADWICK (1980, p. 5), por rnencionar algun ejemplo mas reciente, se muestran perfectarnente imbuidos de los supuestos y principios de esta aproxirnaci6n institucional, cuando escriben que "La Psicologia social estudia las relaciones entre instituciones sqciales y conducta individual, para lo cual integra los campos de Ia Antropo·
log fa cultural, Sociologfa, Psicologfa y, en menor grado, de Ia ciencia polftica y econ6mica (... ).La Psicologfa social sintetiza Ia informacion proveniente de esas disciplinas para dar cuenta de Ia conducta individual dentro del contexte social".
De una manera mas efectiva, esta definicion intencional se concreta en el estudio de tres grandes bloques de factores: a) Ia cultura dentro de Ia cual un individuo es socializado; b) las instituciones en las que participa; c) los grupos a los que pertenece; todo ello con Ia mirada puesta en el posible efecto sabre el comportamiento individual. El venezolano Jose Miguel SALAZAR participa tarr.bien de esta tradici6n institucional centrada en Ia comunidad de conceptos yen Ia pole mica distintividad del objeto: Ia Psi co log Ia social se ocupa bcisicamente, escribe, del proceso de socializaci6n, y continua en este tono, " ... es evidente que Ia Psi co log fa social debe ocuparse de como el hombre actua en el contexte social. .. c6mo interactua con los demiis, de que man era funciona como receptor y emisor de estimulos tanto an ivel de sociedad: el problema de Ia interacci6n" (Salazar, 1979, p. 22).
Todo es rigurosamente cierto; el problema es que se trata de una verdad de Ia que leg ltimamente pueden participar algunas otras ciencias sociales y que a duras penas se puede utilizar para definir Ia singularidad de Ia Psi co log fa social. lEs unicamente nuestra disciplina Ia que atiende al definitivo problema de Ia interacci6n? De ninguna de las maneras; hay s61idas tradiciones sociol6gicas, sin ir mas lejos Ia que abandera Georg SIMMEL, que ha querido hacer de este su motivo central. lOue ciencia
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social desatiende Ia transformacion del individuo biologico en ser social? Practicarnente ninguna. Entonces lpara que necesitamos Ia Psi co log fa social? Esta era, recuerde el lector, Ia pregunta que le asaltaba en el capitulo anterior al aleman Carl F. GRAUMANN, una pregunta a Ia que dio una respuesta forzada y escasamente original. Y este es un dilema que nos puede asaltar cada vez que nos dejemos llevar por Ia facil y I fcita tentacion de concretar esta area; no vamos a ser tan ingenuos de prescindir de este poderoso argumento cuando estamos asistiendo a una enconada guerra por el territorio desencadenada principalmente en terminos de lucha por el poder; esto de cara a Ia galer fa. Cara a nosotros mi smos, no estar fa de mas un cierto esfuerzo por no perder una necesaria lucidez que tanto necesita Ia Psicologfa social en estos tiempos tan disparatados.
El transito del impulso a Ia racionalidad Como dijo el gran GoETHE, quedan ya pocas cosas por decir, incluso cosas be lias y nobles, pero ello no deber fa ser obstaculo para que nos esforcemos en repetirlas con cierta gracia y, si fuera posible, hasta con originalidad. Este puede ser precisarnente el merito del filosofo George Herbert MEAD quien nos ha sugerido Ia expresion que da titulo a este epfgrafe; se trata de una expresion que resume con bastante fidelidad Ia quintaesencia de su propuesta; el mismo autor Ia emple6 alguna vez para referirse al paso de lo fisiologico a lo psicologico, del organismo a Ia persona, para marcar Ia distancia entre el animal biologico dominado por unos impulsos momentaneos (diez para ser mas exactos) y el hombre racional capaz no solo de vivir el presente como animal que es o de recordar el pasado, sino de anticipar significativamente el futuro y, sobre todo, de comunicarse consigo mismo en un juego de reflexividad lingu fstica de Ia que carece cualquier otra especie viviente. Si las reflexiones y comentarios previos nos han conducido a dar practicamente por concluido el espinoso asunto de Ia definicion del rol aun a sabiendas de ciertos cabos sueltos que habra alguien que no nos perdone, resultarfa improcedente dar por cerrado el asunto referente a sus mas comentadas consecuencias, porque de alguna de elias se ha nutrido una de las tradiciones psicosociales mas relevantes. Dicho de otra manera, Ia vision funcionalista que acabamos de rnencionar no agota Ia
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polifacetica naturaleza del fenomeno que nos viene ocupando; mas aun, habra muchos psicologos sociales que piensen que no es precisarnente esta Ia nocion y aportacion mas interesante para Ia disciplina y para ello argumentaran, trayendo a colacion irrefutables testi monios historicos, que, para Ia Psi co log fa social, el roles un elemento central por cuanto de el parte el proceso interactivo, epicentro de Ia vida social y objeto por excelencia de Ia Psicolog fa social ya que en else origina el proceso de influencia que deserrboca nada menos que en Ia configuracion del yo social, es decir, de Ia personalidad. Y no solo eso, diran trayendo a colacion a ilustres autoridades, Ia misma sociedad no es otra cosa que una consecuencia de acciones e interacciones reclprocas, fruto de Ia intersubjetividad, alga que vamos creando y recreando continuamente en el transcurso de Ia interaccion. El rol, habfa dicho Anne-Marie RocHEBLAVE, posee tambien un nivel intersubjetivo hermanado con las actitudes y comportamientos que se materializan en situaciones especfficas, con Ia postura y actitud que un individuo adopta en una relacion interpersonal como respuesta a las actitudes mantenidas por otros respecto a el; tiene que ver, en una palabra, con modelos de conducta recfproca e intersubjetiva dentro, logicamente, de los marcos definidos por las expectativas. De entre los clasicos, ha sido de nuevo Theodor NEwcOMB el que ha apostado porIa doble version del rol; antes lo hemos vista en su vertiente funcionalista; ahara, en un arriesgado quiebro, intenta congraciar Ia prescripcion con Ia individualidad, los aspectos comunes del comportamiento con las maneras particulares de conducirse. Y para ella acude al concepto psicologico unidad de motivaci6n para hacer recaer sabre el Ia particularidad de Ia conducta, Ia exclusividad. Unidad de motivacion y rol, lo individual y lo social, lo prescrito y lo exclusivo, lo comun y lo original conforman Ia conducta de rot como una unidad de motivaci6n 1/evada a cabo por un individuo especffico at asumir un rol, delimitan lo que el individuo realmente hace a Ia hora de asumir o adoptar un rol, Ia ejecucion de rol propiamente dicha, por utilizar un termino que noses familiar. Lo que esta prescrito, lo que es exigido es Ia funcion, pero esta se puede cumplir de diferentes maneras, dando Iugar a las conductas de rol que a Ia postre poseen un marcado caracter intersubjetivo. "Puesto qu.e toda conducta de roles una unidad de motivaci6n, estanl caracterizada porIa interdependencia de acci6n, percepci6n, pensamien-
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to y afectos. Todos estos aspectos de Ia conducta de rol est{m influidos por el hecho de que Ia conducta de rol es una forma de comunicaci6n, basada en normas compartidas (... ). Todas las unidades de motivaci6n implican tambien pensamiento y afectos, pero en el caso de las conductas de rol, lo que se piensa y lo que se siente esta muy influido por las respuestas de los demas a Ia propia conducta. Lo mas importante es que nos importa Ia forma en que los demas nos responden; nosotros deseamos ser reconocidos y recibir respuestas de cierto tipo y no de otro" (Newcomb, 1976, p. 391-392).
Un poco larga de cita, pero extraordinariamente pertinente, no solo por proceder de quien procede, sino porque reproduce un hilo argurnental (rol como un juego interdependiente de acciones, percepciones y sentimientos que desemboca en una rnanera de auto-reconocerse) muy consolidado en ciertos ambitos de nuestra disciplina, en aquellos que giran en derredor del denominado lnteraccionismo Simbolico. Y practicarnente en cualquiera de los muchos representantes de esta corriente teorica es posible hallar una exposicion del rol acorde con Ia interaccion; este serla el caso, por ejemplo, de Jerold HE 1ss quien en el capitulo dedicado a los roles sociales en una obra conjunta sobre las perspectivas sociologicas de Ia Psicolog ia social, creemos que ha logrado condensar Ia fi losoffa de quienes participan de esta perspectiva: "Los interaccionistas postulan que Ia interacci6n se gu fa porIa definicion de las situaciones, que Ia interacci6n implica creatividad por parte de los actores y que el consenso de roles un asunto aleatorio" (Heiss, 1981, p. 99);
en una palabra, continua, los interaccionistas poseen una vision muy abierta de los seres humanos, una vision que contrasta con Ia prescripcion, regulacion, sancion, etc., que acompanan al rol en Ia version estructural-funcionalista. Mas recienternente, Sheldon STRYKER y Anne STATHAM, en el transcurso del capitulo Symbolic Interaction and Role Theory que escribieran para Ia reciente edicion del Handbook de Psicolog ia social, se muestran un poco mas expl icitos respecto a Ia definicion interactiva del rol. En principia aceptan Ia idea de expectativas como premisas comportamentales asociadas al actor de una posicion, pero anaden dos precisiones: a) el roles uno de los muchos simbolos que han llegado a adquirir un significado social, es decir, un significado intersubjetivarnente elaborado y compartido, no impuesto;
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b) el rol solo tiene sentido por referencia a Ia interaccion o, mejor, todo rol requiere su complemento, su contra-mi. Por ello ambos autores proponen el tratamiento conjunto de rol e interaccion simbolica habida cuenta de las estrechas relaciones que de hecho mantienen, aunque por esos caprichosos azares de las Ciencias sociales, hayan permanecido durante decadas artificialmente alejados. El uno anda necesitado de ese sentido procesual, conc;tructivo y emergente de Ia vida social y, por contra, anda sobrado de prescripciones externas, de obligaciones normativas y de imposiciones sociales; el lnteraccionismo simbolico, por su parte, agradecerfa un cierto bafio de estructura social, un sentido mas realista, un pase porIa vida cotidiana tal y como realmente es; le vendrfa muy bien bajar de esa especie de limbo teorico en el que tan regalado acomodo ha encontrado. El mismo STRYKER (1983, p. 57-58}, conocido militante, hace referencia a una compleja y rebuscada propuesta de acoplamiento y ensamblaje entre el rot y el lnteraccionismo simbolico; entre las dos concepciones del rot que hemos venido manteniendo, Ia funcionalista y Ia interactiva. 1. El comportamiento depende de un universo clasificado. Los nombres dados a los terminos clasificativos referidos a caracterfsticas del entorno adquiren su significado propio bajo Ia forma de expectativas de comportamiento compartidas que derivan de Ia interaccion social en Ia que cada cual aprende a clasificar los objetos de su entorno y como se espera que.se comporte cada cual al relacionarse con estos objetos. 2. En Ia interaccion con otras personas se aprende a conocer los sfmbolos que se utilizan para designar las posiciones de los componentes relativamente estables de las estructuras sociales organizadas, que traen consigo expectativas de comportamiento compartidas y derivadas del reparto convencional de roles. 3. Las personas que actuan dentro del contexto de unas mismas estructuras sociales se reconocen las unas a las otras como ocupantes de una determinada posicion, son capaces de designarse las unas a las otras por un calificativo segun esta posicion que ocupan y, por consiguiente, son capaces de alimentar expectativas sobre el comportamiento de las unas para con las otras. 4. Estas personas son tambien capaces de designarse a sf mismas por un calificativo: los terminos de posicion con que se
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designan a sf mismas reflexivamente se convierten en parte de su interioridad, dando origen a unas expectativas de comportamiento interiorizadas sobre sus propios actos. 5. Cuando entran en una situaci6n de interacci6n, las personas aplican calificativos a elias mismas y a las personas que estan en Ia misma situaci6n, y a los distintos aspectos de Ia misma, y utilizan las definiciones de Ia situaci6n resultantes para organizar su comportamiento. 6. Las primeras definiciones hechas constrifien el comportamiento que se va a producir, pero nolo determinan. El comportamiento es resultante de los procesos activos de creaci6n de roles, procesos que se inician al hacer las primeras definiciones los actores, pero que continuan desarrollandose gracias al sutil y precavido intercambio ocasional entre los actores, que puede dar una nueva forma y un nuevo contenido a su interacci6n. 7. El grado de fijaci6n de los roles y de los elementos que intervienen en su construcci6n, dependera de las estructuras sociales en gran escala que encuadran a las situaciones de interacci6n. Algunas de las estructuras son abiertas, otras cerradas, frente a Ia alteraci6n de las expectativas de comportamiento y Ia innovaci6n de las determinaciones del rol. Toda estructura social impone algunos lfmites a las definiciones que entran en juego, como tambien a las posibilidades de interacci6n, al no juntar mas que a determinadas personas en determinadossitios, a determinadas horas, bajo determinadas circunstancias. 8. Dado que los roles se van replanteando sobre Ia marcha, pueden producirse cambios en el cankter de las definiciones y en las posibilidades de interacci6n. Tales cambios pueden producir variaciones en las estructuras sociales mas generales dentro de las que se produce Ia interacci6n. Pero hemos ido un poco lejos con estas primeras reflexiones y hemos abusado, contrariarnente a los prop6sitos iniciales, de referencias secundarias, lo que nos exige un cierto viraje en el planteamiento; vayamos una vez mas a las fuentes y despues ya veremos. Y side fuentes hablamos prckticamente hay una, casi Ia (mica, de obligada referencia, Ia teorla de George Herbert MEAD, ese fil6sofo de Chicago de quien hemos hablado en el capitulo anterior, pragmatista y amigo de John DEWEY enquien lo psicosocial va a hacer acto de presencia casi como una manera de ser y no solo como una manera de investigar; es decir,
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MEAD elabora una teorfa de Ia propia naturaleza humana que se acerca decididamente, como apuntaba hace unos afios Robert FARR, a una concepcion psicosocial del individuo. Hemos asistido fugazmente en el capitulo anterior a una de las vertientes de este sutil pensador (su inquebrantable vocacion par Ia Psi co log Ia fisiologica) y a uno de sus marcos de referenda mas fieles, Ia teoria de DARWIN. Pero su experiencia alemana vino a resultar definitiva en Ia peripecia intelectual de este joven estudiante (contaba par aquel entonces con unos veinticinco afios). Tras su fracasado paso par Leipzig, MEAD se matricula en Ia Facultad de Filosofia de Ia Universidad de Berlin donde asiste, entre otros, a los cursos de D1L THEY y EBBINGHAUS y es testigo presencia I de una de las mas sonoras y densas polemicas de finales de siglo: Ia Psicologfa como una ciencia positiva que se data de Ia metodologla empleada en las ciencias naturales a fin de poder explicar el comportamiento humano de acuerdo con los supuestos del individualismo metodologico (era Ia postura defendida par EBBINGHAus), en contraposicion con Ia postura mantenida par DILTHEY, uno de los protagonistas de Ia Crisis del positivismo, que considera Ia Psicologla como una Geisteswissenschaft, como una ciencia descriptiva e interpretativa de Ia realidad social ajena en su objeto yensu metoda a cualquiera de las ciencias naturales. El joven norteamericano opta sin paliativos par Wilhelm OIL THEY, es decir, par una Psicologfa como ciencia de Ia experiencia, como una disciolina que tiene par objeto los hechos de Ia conciencia, de aquellos hechos, dice OILTHEY, que sedan primariamente en Ia experiencia interna, ajenos a Ia cooperacion de los sentidos y que muy diffcilmente pueden ser objeto de observacion, cuantificacion y manipulacion externa; hasta tal punta calo en MEAD esta postura que inicia los pasos para una Tesis doctoral, dirigida natural mente par el filosofo aleman, sabre Ia crftica al concepto empirista de espacio. Ya tenemos un segundo soporte de Ia teorfa de MEAD: Ia concepcion de Ia Psicologfa como una ciencia del espfritu, de Ia experiencia, de Ia conciencia, como una ciencia social descriptiva alejada tanto de las veleidades reduccionistas de Ia explicacion (de lo que serfa el individualismo metodologico mas duro) como del sujeto trascendental de KANT y de los idealistas, del yo como alga que nos viene dado desde Ia irreconocible altura de nuestra pertenencia cultural (holismo sociologico materializado en el Volksgeist). El yo, Ia conciencia, Ia experiencia que
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tenemos de nosotros mismos no es n i fruto de Ia reacci6n mecanico-pasiva a unas condiciones de estimulaci6n externa, ni mimesis de una supuesta entidad psicol6gica superior, sino algo que se origina en el transcurso de vida interactiva y comunicativa del sujeto. Pero vayamos por partes. En el punta de partida MEAD coloca a Ia sociedad, porque el individuo es, por encima de todo, un ser social; en el de llegada, a Ia persona, y entre ambos, como inevitable nexo de union, Ia interacci6n, Ia comunicaci6n a traves de sfmbolos rebosantes de cultura, !Ienos de significado y cargados de valores. A decir verdad, el esquema en sf no es precisamente novedoso. DuRKHEIM, por ejemplo, no hubiera tenido inconveniente en sumarse a el, con una matizaci6n: en vez de union, el soci61ogo frances hubiera propuesto un nexo de dependencia del individuo respecto a Ia sociedad. Probablemente MARX lo dejarfa tal cual dando por supuesto (que es, en verdad, mucho suponer) que al hablar de sociedad aludimos preferentemente a Ia estructura econ6mica, a las fuerzas y a las relaciones de producci6n; ademas, hubiera sustituido persona por conciencia sin especial inconveniente por parte del propio MEAD, y en Iugar de interacci6n, hubiera introducido Ia cooperaci6n. Kurt LEWIN, por su parte, sustituirfa ambos terminos por el de interdependencia sin oponer excesivos reparos al esquema general; Georg SIMMEL darla tambien sus bendiciones a Ia hip6tesis central, especialmente a Ia idea de Ia sociedad como fruto de Ia interacci6n. Y es que, alga adelantabamos al comienzo del capitulo, los cientfficos sociales parecen haber puesto todo su empeno, un empeno comun por lo que parece, en dar cuenta de Ia siempre ineludible a Ia vez que todavfa impenetrable relaci6n entre el individuo y Ia sociedad, entre lo psicol6gico y lo sociol6gico, entre nuestra mas insondable individualidad y nuestra patente participaci6n en el arden social. El secreta parece encontrarse en el descubrimiento de un mecanismo, de un concepto de intersecci6n capaz de articular esos aparentemente irreconciliables niveles; los conceptos de acci6n social (Max WEBER), el concepto de interacci6n (MEAD), el de actividad (MARX), el propia concepto de rol (DAHRENDORF), el de grupo (LEWIN), el de relaci6n social (voN WIESE), el de hecho social (DuRKHEIM), el de relaciones inter-mentales (TARDE), el mismo concepto de actitud han sido otros tantos intentos, Ia mayorfa de ellos realmente grandiosos, de dar acabada respuesta a esta relaci6n. MEAD se incorpora a este grupo, ya lo hemos adelantado,
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con el concepto de interacci6n, y probablemente lo que resulte novedoso es Ia manera en que establece Ia relaci6n entre los tres elementos de su hip6tesis central (sociEDAD -INTERACCIONPERSONA), ~I estilo de relaci6n que proclama entre ellos y las vias por las que hace discurrir dicha relaci6n. Es ahf donde el norteamericano comienza a distanciarse resueltamente de los idealistas alemanes, en su teorfa de Ia formaci6n social del self, en su inquebrantable convicci6n de Ia persona como fruto de Ia interacci6n. AI sujeto trascendental de KANT, matiza JoAs (1985), MEAD opone Ia comunidad de individuos en comunicaci6n e interacci6n, un sujeto, sigue advirtiendo JoAs, del que parece que MEAD encontr6 alguna inspiraci6n en F!CHTE. Partiendo de este supuesto central, MEAD va a intentar salir airoso de los dos embrollos, por utilizar Ia misma expresi6n que su prologuista, Charles W. MoRRis, en que se ha acostumbrado a debatir Ia Psicologfa social y que, de una u otra manera, ya nos son conocidos: el embrollo egocentrico de individualismo metodol6gico y el sociocentrico propio del holismo sociol6gico; no nos i mporta demasiado si cae en un tercer en redo (de hecho creemos que sf) siempre y cuando intente acercarse a eso que, quiza un poco opacamente, denominamos lo
psicoso cia/. Y lo hace MEAD estableciendo una clara distinci6n entre Ia persona y el organismo, entre Ia persona y el cuerpo, entre Ia naturaleza humana y Ia puramente animal. La primera noes un simple producto del cerebro, Ia colurr.na vertebral y el SNC, sino resultado de Ia ascendencia social del organismo y, mas propiamente, de las interacciones y relaciones sociales que lleva a cabo dentro de Ia comunidad. "La persona es algo que tiene desarrollo; no esta presente inicialmente en el nacimiento, sino que surge en el proceso de Ia experiencia y Ia actividad sociales, es decir, se desarrolla en el individuo a resultas de sus relaciones con ese proceso como un todo y con los otros individuos que se encuentran dentro de ese proceso" (Mead, 1972, p. 167).
Hagamos un rapido extracto de esta primera cita: personaexperiencia - actividad - relacion, con un todo o con otros individuos, parecen configurar un nucleo compacta de esta teoria y no haria mal el lector en retener esta pri mera idea, porque en torno a ella se va a dirimir Ia practica totalidad de Ia aportaci6n psicosocial del fil6sofo de Chicago y a cada uno de estos conceptos iremos recurriendo a lo largo de nuestra exposici6n.
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La actividad y Ia experiencia, por descender ya a alguno de ellos, aparecen con varios motivos en Ia propuesta te6rica de MEAD y lo hacen, Ia mayorfa de las veces, como partes de un mismo todo, como contrapartida a Ia teorfa conductista, como unidad con junta de anal isis de Ia Psicologfa social y como componentes de Ia identidad. Dicho en pocas palabras, el acto y Ia conducta poseen una parte externa, observable y susceptible de ser estudiada cientlficamente; pero junto a ella, el acto posee una vertiente interna, subjetiva, una fase interior en Ia que tiene su origen Ia experiencia. "En Psicologia social, llegamos al proceso social tanto desde dentro como desde el exterior. La Psicologia social es conductista en el sentido de que parte de una actividad observable -el proceso social dinamico en ejecuci6n, y los actos sociales que son sus elementos componentes- que debe ser estudiada y analizada cientificamente. Pero no es conductista en el sentido de pasar por alto Ia experiencia interna del individuo, Ia fase interior de ese proceso o actividad" (Mead, 1972, p. 55).
Actividad y experiencia le sirven para reivindicar Ia conciencia como producto de Ia relaci6n entre el organismo y el medio social, y para proponer Ia experiencia como objeto primordial de Ia investigaci6n psicol6gica en un modelo de relaci6n que inmediatamente nos recuerda algunas hip6tesis diahkticas (Ia teorfa de Ia conciencia de MEAD guarda un indiscutible pareddo con Ia que propusiera VvGoTsKI, a Ia par que los terminos que estamos analizando nos traen continuamente a Ia memoria el titulo de otro ilustre diahktico, Alexei LEONTIEV, Actividad, Conciencia y Personalidad). El acto social posee como uno de sus rasgos distintivos Ia implicaci6n de mas de una persona; es un tipo de acto, nos va a decir, que requiere Ia cooperaci6n y que tiene como objetivo un objeto social, es decir, un objeto cuya raz6n de ser seencuentra en el grupo y no en los individuos separados. La conciencia, por su parte, posee no menos de tres acepciones: a)
Ia podemos utilizar en el sentido de conciencia de " ... y asumimos que, en este sentido, es paralela a Ia experiencia, por cuanto abarca Ia relaci6n del organismo sentiente con su ambiente, en tanto que dicho ambiente existe para el organismo" (Mead, 1924 p. 255);
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b) pero todavfa es posible concebirla como el contenido de las cualidades sensoriales de las cosas, de las imagenes de Ia memoria y de Ia imaginaci6n, de las actividades e incluso de los afectos del organismo sentiente; c) Ia conciencia posee un ultimo y definitive sentido, el de Ia auto-conciencia, para el que resulta imprescindible Ia experiencia y que, a su vez, es indispensable para el desarrollo psicol6gico del individuo, para el paso del organismo a Ia persona, para el desarrollo de Ia personalidad en una palabra; esta no es otra cosa que el resultado de Ia experiencia que uno tiene consigo mismo; dicha experiencia, a su vez, es el fruto de Ia relaci6n social, del acto social. Acto-experiencia-conciencia; he aquf una primera e inevitable conexi6n: el acto como precondici6n de Ia conciencia,comoalgo anterior a ella, como algo posible,afirma criticando a DARWIN, fuera o aparte de a/guna forma de conciencia; y esta como Ia incorporaci6n del individuo a su propia experiencia, como Ia experiencia de uno mismo; es decir, como Ia version interna del acto social. A partir de aquf, Ia persona,el espfritu, Ia conciencia, todo lo que haga referenda a Ia estructura psicologica va a ser concebido, en su mas remoto origen, como reflejo del acto social, yen su dinamica mas inmediata, como fruto de Ia interaccion y de Ia comunicacion lingufstica con las otras personas en cuanto tales (el otro) o en cuanto componentes de un grupo social organizado (el otro generalizado), unos terminos que nos han aparecido al comienzo de nuestra exposicion. Dicho de otra manera: "EI individuo se experimenta a sf mismo como tal, no directamente, sino solo indirectamente, desde los puntos de vista particulares de los otros miembros individuales del mismo grupo social, o desde el punto de vista generalizado del grupo social en cuanto un todo, al cual pertenece" (Mead, 1972, p. 170).
La tarea primordial de toda Psicologfa, especialmente de Ia social, deberfa estar presidida porIa siguiente pregunta: lcomo puede uno ser objeto y sujeto de su propio conocimiento?, porque Ia clave de Ia personalidad reside en saber como puede el individuo salir fuera de sf a fin de poder tener experiencia de sf y convertirse en persona. Solo hay un camino: Ia comunicacion, Ia interaccion, un fen6meno cuya importancia, escribe a continuaci6n, se cifra en que nos proporciona una forma de conducta en Ia que el organismo o el individuo puede convertirse en un objeto para sf.
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Hay evidentemente una teorfa individualista de Ia conciencia y de Ia persona; racionalistas y empiristas han supuesto que se trata de un atributo biol6gico acomodado a un organismo individual anterior al proceso social a las diversas formas sociales. MEAD Ia rechaza para proponer justa mente su ant6nirna: "Segun Ia teoria social de Ia conciencia, lo que entendemos por conciencia es ese can'lcter y aspecto peculiar de Ia experiencia human a individual debidos a Ia sociedad humana, a Ia sociedad de otras personas individuates que adoptan Ia actitud de otras hacia elias ... La adopci6n o experimentaci6n de Ia actitud del otro es lo que constituye Ia conciencia de si, y no las meras sensaciones org{micas de las cuales tiene conciencia el individuo que las ha experimentado" (Mead, 1972, p. 199).
El gran VYGOTSKI, cuya teoria hist6rico-diah~ctica de Ia conciencia guarda unas estrechfsimas relaciones con Ia de MEAD, lo expres6 en unos terminos practicarnente identicos: las escasas diferencias en el desarrollo biol6gico y en las funciones psicofisiol6gicas existentes entre los hombres, jamas podran explicar Ia abismal distancia que, en muchos casos, media en el desarrollo de las funciones psfquicas superiores; estas diferencias s61o pueden ser debidas a razones hist6rico-sociales: " ... las funciones psiquicas superiores no pueden ser comprendidas sin el estudio sociol6gico, es decir, que elias son el producto, no del desarrollo biol6gico, sino del desarrollo social de Ia conducta" (Vygotski, 1987, p. 38).
Pero se trata de un proceso que requiere de dos condiciones, posee dos fases y cumple varias funciones. El primer requisito es el lenguaje como conjunto de sfmbolos significantes llenos de significados socialrnente compartidos, capaces de provocar en Ia propia persona las reacciones que provoca en otros y de hacernos reaccionar ante nosotros mismos. "No conozco ninguna otra forma de conducta, aparte de Ia linguistica, en Ia que el individuo sea un objeto para si y, hasta don de puedo ver, el individuo no es una persona en el sentido reflexivo, a menos que sea un objeto para si. Es este hecho el que confiere una importancia critica a Ia comunicaci6n, puesto que se trata de un tipo de conducta en que el individuo reacciona frente a si mismo" (Mead, 1972, p. 173).
Pero habida cuenta de que el lenguaje es un con junto de sfmbolos significantes, Ia comunicaci6n y Ia interacci6n presuponen su existencia y, ademas, requieren como condici6n una
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cierta coincidencia entre los interlocutores respecto al significado y connotaci6n que adquieren en el transcurso de un proceso interactive concreto; si ha de haber comunicaci6n como tal, escribe MEAD, el sfmbolo tiene que significar lo mismo para todos los individuos involucrados. El empleo del gesto vocal (el acto social mas simple y sin duda el mas primitive) como sfmbolo significante (estimulo que provoca implfcitamente en el individuo que lo emite las mismas reacciones que en quien lo recibe), desempefia una funci6n basica en ese proceso de convertirse en objeto de las propias reacciones, condici6n del autoconocimiento y precursor imprescindible de Ia personalidad: "Si excluimos los gestos vocales, solo mediante el empleo de un espejo puede uno llegar a Ia posicion en que reacciona ante sus propios gestos como lo hacen otras personas. Pero el gesto vocal le proporciona a uno Ia capacidad de reaccionar a los propios estlmulos como lo haria otra persona" (Mead, 1972, p. 105).
Uno de los rasgos distintivos de Ia actividad del hombre, habia dicho VYGOTSKI, es su capacidad para crear estfmulos convencionales y arbitrarios a los que puede responder y con los que puede autoestimularse; sin duda, Ia creaci6n mas grandiosa y .sublime del hombre racional en este sentido es el lenguaje: " ... en el hombre resulta que Ia actividad fundamental y mas general -que lo diferencia, en primer Iugar, de los animales, desde el punta de vista psicologico- es Ia signacion, es decir, Ia creaci6n de signos, de senales arbitrarias" (Vygotski, 1987, p. 91 ),
que le permiten, en un sentido muy darwiniano y ya apuntado por MEAD, Ia formaci6n de enlaces entre el organismo y su mundo exterior; unas herramientas que poseen una importantfsima funci6n mediadora cara: a) a Ia adaptaci6n activa del organismo al media, a Ia transformaci6n de Ia naturaleza por parte del hombre, premisa imprescindible de Ia diahktica materialista; b) al establecimiento de sistemas de relaci6n psicol6gica sabre los que se asienta nada menos que Ia propia vida social (lo social como fruto de Ia interacci6n es una premisa irrenunciable para MEAD); c) pero el signa, como el gesto vocal en MEAD, posee una vertiente interna, es un media de acci6n sabre nuestra propia
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conducta; no solo nos posibilita el contacto con los otros, sino algo psicologicamente mucho mas relevante, el contacto y Ia relacion con nosotros mismos y, a su traves, el autoconocimiento, el desarrollo de Ia identidad; en una palabra, Ia conciencia es contacto social con uno mismo, reza el famoso aserto de I ruso. "Podriamos decir que nos convertimos en nosotros mismos a traves de los demas, y esta regia tiene que ver no solo con Ia personalidad en su totalidad, sino tambien con Ia historia de cada una de las funciones por separado. La personalidad se convierte para sr en aquello que ella es para los demiis, a traves de lo que ella le presenta a los demiis. Este es el proceso de establecimiento de Ia personalidad" (Vygotski, 1987, p. 160).
Es el principia de Ia sociogenesis de las formas superiores de Ia conducta del que ampliaremos algunos extremos en el ultimo de los capitulos, aquel que dedicamos a Ia tradicion historico-dialectica. Cuando el gesto vocal provoca en nosotros las mismas o parecidas reacciones que en otros, se ha dado el paso decisivo para el segundo de los requisitos que exige directamente Ia comunicacion e indirectarnente el proceso de convertirse en persona: el desarrollo y puesta en practica de Ia capacidad de ponernos en el Iugar del otro, de adoptar sus actitudes, de anticipar sus reacciones; solo a partir de Ia asuncion del rol del otro, de Ia capacidad para situarnos en Ia perspectiva del otro, de ponernos en su Iugar y adoptar sus mismas actitudes es posible Ia interaccion y, por tanto, Ia sociedad por una parte y el yo social por Ia otra. Eso es lo que hace el nino en el juego yen el deporte, dos actividades basicas en Ia genesis de Ia persona, comenta el filosofo de Chicago, por cuanto le permite enfrentarse a su pro pia persona desde fuera: "En el grupo humano, por otra parte, no solo existe esa clase de comunicacion, sino tambien aquella en que Ia persona que emplea el gesto y, de este modo, se comunica, adopta Ia actitud del otro individuo al mismo tiempo que Ia provoca en el otro. El individuo mismo desempena el papel de Ia otra persona a Ia que de tal modo excita y sobre Ia cual influye. Y gracias a Ia adopcion de ese papel del otro se encuentra en condiciones de volver sobre sf y, de tal modo, dirigir su propio proceso de comunicacion" (Mead, 1972, p. 272).
El rol taking, no podemos sustraernos a Ia tentacion de recordarlo, ha pasado a convertirse en una pieza central cuando menos en tres importantes ambitos de investigacion. En Ia pro-
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pia Psicologfa social aparece y reaparece inevitablemente a Ia hora de Ia identidad, de Ia autoestima, del auto-concepto y de Ia interaccion, muy especialmente, claro esta, entre los interaccionistas simbolicos. Pero han sido los psicologos del desarrollo quienes se han preocupado de manera ciertamente sistematica del rol taking, y lo han hecho, desde finales de los cincuenta, manejando este proceso en sus relaciones con las habilidades comunicativas, con aspectos concretes del desarrollo moral (con Ia empatfa por mas senas), con Ia conducta altruista, con Ia conciencia del yo y con otras formas de conocimiento social. Noes este ni el momenta ni el Iugar para desentranar Ia compleja y rica trama evolutiva del rol taking; recuerde no obstante el lector que ya PJAGET e INHELDER se ocuparon de Ia aceptacion de Ia perspectiva espacial del otro con Ia ayuda del famoso juego de las tres montanas; a partir de entonces, John FLAVELL, Robert SELMAN, Marilyn SHANTZ, Elliot TuRJEL y un interminable etcetera en el que se encontrarfa el mismo KoHLBERG, han seguido profundizando en Ia naturaleza de este fenomt:!no. A titulo de ejemplo observe ellector como un psicologo del desarrollo, Robert SELMAN y un conocido psic61ogo social, Donn BYRNE han concebido el desarrollo del ro/ taking: a) nivel egocentrico en el que el nino noes capaz de esi:ablecer distincion alguna entre su propia perspectiva y Ia de otra persona; b) nivel subjetivo en el que ya se es consciente de que cada uno se instala en una perspectiva distinta, de que se poseen razones personales para hacer o decir de una determinada manera; c) perspectiva autorreflexiva en Ia que el nino es capaz de extraer conclusiones sobre Ia perspectiva del otro, es capaz de hacer inferencias causales (atribuciones) y reconoce que el mismo puede ser objeto de ese mismo proceso por parte de los otros; d) perspectiva recfproca que permite al nino jugar simultaneamente con su posicion y con Ia del otro desde su propio punto de vista o incluso desde el punto de vista de un tercero; e) descubrimiento de las convenciones sociales, de Ia existencia de perspectivas y puntos de vista grupales; f) finalmente el nino descubre Ia relatividad de los puntos de
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vista tanto individuates como grupales (SELMAN y BYRNE, 1974). No seria justa silenciar una tercera aportaci6n, continuaci6n y empleo del rol taking, aquella que han hecho los soci61ogos desde Ia Etnornetodologia, Ia Sociologia del sentido comun y de Ia vida cotidiana; una aproximaci6n que ha entrada a formar parte del acervo te6rico de Ia propia Psicologla social (ver a este respecto el manual de JiMENEz BuRILLO). El padre de esta corriente es el austrlaco Alfred ScHuTZ, quien nos ofrece una noci6n especialmente ajustada y convincente; cuando intenta dar cuenta de Ia naturaleza intersubjetiva y socializada del conacimiento que el hombre posee sabre los asuntos sociales, echa mana del concepto reciprocidad de perspectivas, de intercambiabilidad de los puntas de vista, segun el cuallos mismos objetos adquieren significados diferentes de acuerdo con Ia ubicaci6n fisica (perspectiva ffsica) y biogrcifica de las personas. "Presupongo -y presumo que mi semejante hace lo mismo- que si cambia mi Iugar por el suyo, de modo tal que su aquf se convierta en el mfo, estare a igual distancia de las casas que el y las vere con Ia misma tipicidad, y que ademas estaran a mi alcance las mismas cosas que est{m ahora al alcance de el (lo inverso tambien es verdadero) (Schutz. 1974, p. 42).
He aqui un resumen grcifico de esta importante hip6tesis de MEAD, tornado de un trabajo sabre Psicologia social del lenguaje que publicabarnos hace unos afios y que atiende a alguno de los requisitos aquf rnencionados (BLANco ABARCA, 1981, p. 194): Vayamos ahara, para concluir este apartado, a las anunciadas fases de Ia conciencia; en ella cabe distinguir el Yo y el M1: El prirnero nos distingue como individualidades mas o menos irrepetibles, apenas hace acto de presencia de cara a Ia galeria ya que acostumbra a ser excesivamente espontaneo e incontrolable, habida cuenta de su estrecha relaci6n con el organismo, con el individuo biol6gico. El Mf es un yo socializado, civilizado, pasado por el control social, moldeado por las axigencias de Ia sociedad; es, utilizando las palabras del mismo MEAD, Ia serie de actitudes organizadas que adoptamos y que in corporamas y a las que reaccionamos desde el Yo. Entre ambos, en estrecha uni6n y armonfa, configuran Ia personalidad: "EI mi y el yo residen en el proceso de pensamiento, e indican el toma y daca que caracteriza a este. No existiria un yo, en el sentido
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REALI DAD SOCIAL COMPARTIDA
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LENGUAJE COMPARTIDO. COINCIDENCIA DE SIGNIFICADOS. DESENCADENA· MIENTO DE REACCIONES.
INTERACTIVO~
REFLEXIVO
!
1
PONE EN CONTACTO _ _ _ _ _ _ _ OBJETO DE NUESTRO CON OTROS PROPIO CONOCIMIENTO
!
REACCIONES JACTITUDES DE LOS OTROS PARTICULA- - - ' - - - - - - CONCIENCIA DEL SI·MISMO
RESYGRUPALE~
~
IDENTIOAD
l Oetinida como Ia conciancia da mf mismo nacida de Ia organizaci6n de las reacciones y acti· tudes mostradas por los otros en el proceso in-
teract iva.
Figura 5: El yo como resultado de Ia interacci6n linguistica.
que usamos este termino, si no hubiese un mi; no habria un mi sin una reacci6n en Ia forma del yo. Los dos, tal como aparecen en nuestra experiencia, constituyen lapersonalidad" (Mead, 1972, p. 209).
YO
Ml
Posicion en Ia sociedad
Encargado de Ia adopci6n de las actitudes - Aparece en Ia conciencia como recuerdo Socializado y moldeado por las exigencias sociales Ligado estrechamente con el rol Encargado de Ia adopci6n de las actitudes que muestran los otros
Aparece en Ia conciencia como una figura hist6rica Espontaneo, incontrolable Personal, individual, distintivo - Encargado de Ia reacci6n a las actitudes de los otros
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Pero Ia conciencia, Ia identidad, Ia inteligencia reflexiva que caracteriza y distingue al hombre racional del resto de las especies ani males cumple a modo de cuatro funciones ciertamente nada despreciables cara a su consolidacion: a)
lleva a cabo en principio una tarea de indicacion, reconocimiento e identificaci6n de los caracteres que nos permiten identificar los objetos y son capaces de provocarnos una reacci6n; "Esta capacidad distingue absolutamente Ia inteligencia de un ser reflexivo como el hombre de Ia de los animales inferiores, por inteligentes que estos puedan ser. .. Lo que yo querfa demostrar, por lo menos en terminos de Ia psicologfa conductista, es que lo que tenemos en cuenta en esta distinci6n es Ia indicaci6n de los caracteres que !levan a Ia clase de reacci6n que concedemos a un objeto" (Mead, 1972, p. 129).
b) pero, ademas de ello, el hombre reflexivo, el hombre dotado de una conciencia de sf mismo " ... se distingue por su capacidad de analizar el campo de estimulaci6n en forma de poder seleccionar un estfmulo antes que otro y asf aferrarse a Ia reacci6n que corresponde a ese est fmulo, escogiendola de entre otras y recombinandola con otras" (Mead, 1972, p. 130);
es decir, desarrolla una labor de seleccion de los estfmulos a los que ha de responder de manera preferencial,a los que hade dirigir su atencion; c) esa seleccion suele ir normalmente seguida de Ia provocaci6n de una reaccion en el propio individuo,muy parecida a Ia que dicho estfmulo causarfa en otro sujeto. Dicho en otros terminos, solo Ia conciencia de sf, Ia reflexividad de un lenguaje constituido por unos sfmbolos con significado compartido, nos posibilita el suscitar en nosotros el mismo tipo de conducta que provocamos en otros; d) todo ello no hace sino allanar el siempre sinuoso camino para Ia anticipaci6n de Ia reaccion propia y ajena en una situacion determinada. AI lector familiarizado con Ia terminologfa del procesamiento de Ia informacion todo esto le habra trafdo irremediablemente a Ia memoria las funciones que se le atribuyen al esquema cognitivo; y no va muy desencaminado, porque uno de los recursos teoricos tradicionalmente mas utilizados ha sido Ia definicion del self como un esquema cognitivo, como un prototi-
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po. Fue Hazel MARKUS quien, en 1977, dio a conocer una serie de- estudios sobre los esquemas del yo concebidos, segun sus propias palabras, como una serie de generalizaciones o teorfas sobre el yo en ambitos concretos que se derivan de Ia experiencia pasada y que se utilizan como guia para procesar Ia informacion social relevante a esos dominios y nos permiten comprender nuestra propia conducta e integrar Ia informacion sobre nosotros mismos asi como anticipar Ia conducta futura en esos ambitos concretos; en resumen, "Desde el punto de vista cognitivo el concepto de sf mismo es concebido como una red de estructuras cognitivas sobre el self que seemplean para reconocer e interpretar los estfmulos relevantes al yo en las experiencias sociales del individuo. Desde este punto de vista, el autoconcepto funciona como cualquier otra estructura cogn itiva",
han escrito el mismo Hazel MARKus y Robert ZAJONC (1985, p. 174) en el Capitulo IV de Ia ultima edicion del Handbook norteamericano. Y a partir de esta hipotesis, ha acabado por dispararse en los ultimos afios una inconmensurable y no siempre fructifera ni coherente linea de investigacion que ha dado Iugar incluso a varios volumenes monograficamente dedicados at self en su vertiente cognitiva; personalmente no tendrfamos inconveniente alguno en recomendar, a modo de ajustada sintesis, el capitulo que Anthony GREEWALD y Anthony PRATKANIS le dedican en el tercero de los volumenes del Handbookof Social Cognition para dar por cerrado este complejfsimo asunto ciertamente importante, pero limitrofe con los propositos que persigue este capitulo. A raiz de lo expuesto, esperemos que con fidelidad, sobre Ia teorfa de MEAD, no seran pocos los que sospechen que nos encontramos frente a una modalidad del determinismo social, sin duda mas moderada que Ia defendida por DuRKHEIM, pero, al fin y al cabo, una postura que parece establecer una cierta dependencia del individuo respecto at proceso social. Noes este un peligro que pasara desapercibido y MEAD se va a preocupar muy mucho en mostrar que noes to que parece ser. La cuestion Ia quiere dejar zanjada en las primeras paginas de su obra cumbre Esplritu, Persona y Sociedad, una muchas veces crfptica colecci6n de apuntes y borradores que verfa Ia luz en 1934. Y lo hace acudiendo a un concepto muy marxiano, el de actividad y, como de costumbre, teniendo como punto de contraste a WATSON. Si el acto, lo acabamos de ver, posee
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una parte interna, este no puede ser simple mente consecuencia de Ia capacidad rnecanico-organica de respuesta, sino de Ia facultad del individuo para interpretar, elaborar y comprender Ia realidad estirr.ular que lo circunda; una realidad, ademas, que ya nose le impone de manera irrevocable e imperativa como si de alga superior se tratara, sino que es mas bien resultado y fruto de Ia intersubjetividad, de Ia acci6n interactiva y recfproca entre los propios individuos y, como tal, sometida a continuo devenir y cambia. El sujeto de MEAD, observaba Herbert BLUMER, sin duda el mas cualificado de los interaccionistas simb61icos, es un organismo activo que interpreta y elabora conductas llenas de significado y no se contenta siiT'plemente con responder de rnanera prefigurada o mecanica. Pero dejemos que sean, de nuevo, las palabras de MEAD las que nos gufen: "EI hecho de que todas las personas esten constituidas por procesos sociales, o en terminos de elias, y que sean reflejos individuales de ellos ... no es en modo alguno incompatible con el hecho de que todas las personas individuales tienen su individualidad peculiar, su propia pauta (mica, n i destruye tal hecho (... ); y asf, el origen social y construcci6n comunes de las personas individuales y de sus estructuras no excluye Ia existencia de amplias diferencias y variaciones individuales entre ellos, ni contradice Ia individualidad peculiar mas o menos distintiva que cada uno de ellos posee en realidad" (Mead, 1972, p. 226).
La sociedad y Ia historia cambian, y lo hacen no par sumisi6n a unas leyes o principios onto16gicos fijos e inrr.utables, sino como resultado de Ia acci6n de los individuos, de los muchos (Ia conciencia de explotaci6n es capaz de conducir, seg(m Ia conocida hip6tesis rnarxista a una irrupci6n revolucionaria), o de los pocos, de espfritus individuates especialmente penetrantes y carismaticos que, como es facilmente demostrable, argumenta el mismo MEAD, han sido capaces de provocar cambios mas o menos visibles en el devenir hist6rico (Buda, Jesus, etc.). Pero existen otros cambios menos llamativos, menos ostensibles, pero no par ella menos reales que se van sucediendo de manera imperceptible, callada, minuscula y gradual pero irremediable; son cambios debidos a las reacciones de los espfritus particulares, a los gestos -escribe en un momenta determinado- de innumerables y an6nimos sujetos que cambian realmente Ia situaci6n en que se encuentran par el mero hecho de tener que adaptarse a ella. La capacidad de cambia parece inherente a Ia misrna constituci6n y naturaleza social de Ia per-
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sona, una hip6tesis abiertamente contrapuesta a Ia que, mas o menos por esa misma epoca, habia enunciado inesperadamente William McDouGALL en su The Group Mindy poco antes habfa guiado, sin sorpresa alguna, las reflexiones psicosociales de unas generaciones que hemos visto crecer a Ia sombra de DuRKHEIM, de HERBERT ode SIGHELE. "Cuando el hombre se adapta a cierto medio, se convierte en un individuo distinto; pero al hacerse un individuo diferente, ha afectado a Ia comunidad en que vive. Podra tratarse de un efecto leve, pero en Ia medida en que se ha adaptado, las adaptaciones han cambiado Ia clase de medio ante el cual puede reaccionar y, en consecuencia, el mundo es un mundo distinto" (Mead, 1972, p. 238).
Siguiendo a Arnold RosE (1982), otro conocido impulsordel lnteraccionismo simb61ico, podemos aducir una serie de razones, no exentas de convicci6n, por las que el principia de Ia primacia del todo (Ia sociedad) sobre las partes (los individuos) noes concluyente de un determini5mo social: a)
una parte importante de los comportamientos sociales obedecen realmente a imperatives universales, de manera que muchas de las expectativas culturales y subculturales hacen referenda, mas que a conductas concretas, a modos, grados o niveles de conductas universalmente admitidas y pautadas; b) hay que tener en cuenta, ademas, que el individuo posee una cierta libertad de elecci6n en cuanto a los roles que debe asumir, que existe una distancia de rol con Ia que el individuo puede jugar a Ia hora de enfrentarse a lasexigencias y expectativas sociales. La distancia y Ia libertad respecto al rol son directamente proporcionales al grado de desarrollo y progreso de las sociedades; Ia sociedad humana primitiva, nos dira MEAD votviendo sobre una hip6tesis durkheiniana, ofrece un menor margen a Ia individualidad, resulta mas compulsiva, mas impositiva, menos protectora de Ia conducta original y creativa; c) hay expectativas, normas v exigencias culturates o subculturales que exigen variaci6n y cambia en vez de conformidad; Ia posibilidad de innovaci6n y creaci6n es algo que no se niega en nuestras culturas; d) unas culturas, hay que recordar, que no siempre se caracterizan por el grado de armon fa y consistencia interna entre sus valores, expectativas y patrones de conducta y que, por
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consiguiente, tienen que ser permisivas con las diferentes interpretaciones que a e llos se puedan dar. Si el individuo (Ia persona) noes posible sin Ia sociedad o, si se prefiere, solo es posible dentro de ella, esto no concede carta de soberan Ia a Ia primera sabre el segundo; el individuo lees imprescindible porque aquella, en definitiva, no es otra cosa que el producto de Ia combinacion interactiva e intersubjetiva entre los primeros. No solo es Ia persona Ia que resulta en lo mas profunda deudora del proceso interactivo, tambien Ia sociedad es fruto de dicho proceso: "EI carckter peculiar poseido por nuestro media social humano lepertenece en virtud del caracter peculiar de Ia actividad social humana; y ese caracter, como hemos vista, se encuentra en el proceso de comunicacion" (Mead, 1972, p. 176),
de esa comunicacion a traves del gesto vocal sabre Ia que se eleva el alzada de Ia persona; es esa clase de comunicacion Ia (mica que realmente hace posible Ia sociedad o, si se prefiere, aquello que Ia diferencia del tipo de sociedad que forman animales inferiores. Es cierto, lo hemos vista con motivo de sus reflexiones en torno a Ia base instintiva del comportamiento humano, que Ia sociedad posee una cierta base fisiologica; pero no son los instintos gregarios, de reproduccion y paren_tal los que Ia singularizan frente a formas sociales propias de otras especies inferiores, sino ellenguaje, indicador inequ ivoco del perfeccionamiento de Ia inteligencia en los vertebrados humanos. "EI tipo de inteligencia que tiene (el individual no esta bRsado sabre Ia diferenciacion fisiol6gica, ni sabre el instinto gregario, sino sabre el desarrollo efectuado a traves del proceso social, desarrollo que lepermite llevar a cabo su parte en Ia reaccion social indicandose las distintas reacciones posibles, analizimdolas y recombinandolas. Es esa clase de individuo Ia que hace posible a Ia sociedad humana" (Mead, 1972, p. 264).
Frente a los est fmulos dados que dirigen, practicamente sin excepcion, las acciones de los ani males inferiores, tercia VvGoTsKI, se hallan los estfmulos expresamente creados por el hombre, salidos de una actividad nerviosa superior que le faculta alga que no tiene parangon en el mundo animal~ el desarrollo social y convencional del habla, Ia signaci6n:
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"Pero Ia conducta del hombre se diferencia, precisamente, porque el crea est imulos-sefiales convencionales, ante todo, Ia grandiosa sefializacion del habla y, por lo mismo, domina Ia actividad sefializadora de los grandes hemisferios ... En el hombre resulta que Ia actividad fundamental y mas general -que lo diferencia, en primer Iugar, de los animales, desde el punto de vista psicologico- es Ia signaci6n, es decir, Ia creacion y utilizacion de signos, de senates arbitrarias" (Vygotski, 1987, p. 91-92).
El mismo entramado de relaciones que hacia acto de presencia en el caso de Ia persona (lenguaje-comunicaci6n-adopci6n del rot del otro), sirve para dar cuenta de Ia sociedad, y a las relaciones que se establecen entre las diversas variables entonces mencionadas remitimos at lector para no cansarlo con los mismos argumentos. En una palabra, si el proceso del que surge Ia persona es un proceso interactive que tiene un indiscutible apoyo en loss fmbolos lingu fsticos, este mismo proceso y estos mismos instrumentos sirven de excusa para Ia sociedad: "He estado considerando ellenguaje como un principio de Ia organizacion social que ha hecho posible a Ia sociedad distintivamente humana" (Mead, 1972, p. 277).
A su vez, las instituciones sociales, en una idea que nos va siendo cada vez mas familiar, son formas organizadas de actividad social nacidas al amparo de Ia interacci6n, de las actitudes que unos individuos mantienen respecto a otros; son, para expresarlo en terminos mas familiares, respuestas y actitudes socialmente comunes; una instituci6n, escribi6 MEAD en algun momento, noes mas que una organizaci6n de actitudes que todos llevamos dentro, una creaci6n interpersonal, un producto de Ia intersubjetividad. Se trata de una idea sobre Ia que nos permitimos !lamar Ia atenci6n del lector por cuanto parece contar con un amplio beneplacito entre reconocidos psic61ogos sociales; en el capitulo primero Ia hemos visto aparecer con bastante solidez en Charles ELLWOOD: a medida que se va consolidando Ia actitud mental que los individuos mantienen unos respecto a otros, van emergiendo los habitos sociales y, a su fado, Ia estructura grupal e institucional. Tambien ha hecho acto de presencia, aunque no con tanta firmeza, en neo-kantianos y neo-durkheinianos de Ia mano de conceptos tales como intercambio psfquico, acci6n reclproca; podfamos traer a Ia memoria aquella idea de Celestin BouGu~ segun Ia cuallas formas sodales, aquellas que definen tanto Ia naturaleza de Ia sociedad
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Cmco trad1C1ones en Ia psicologia soc1al
como el comportamiento de sus miembros, proceden del contacto y las relaciones entre los hombres, y pod famos recordar muy bien aqu f Ia 16gica intermental del tambien frances Gabriel TARDE que tan estrecho parecido guarda con el esquema te6rico general de MEAD. Volvera a aparecer esta hip6tesis, con los matices pertinentes, pero esta vez con un empuje definitivo, en Theodor NEWCOMB, Muzafer SHERIF y Solomon AscH; es decir, en tres prohombres de nuestra disciplina. La estructura grupal es, primera y principalmente, una estructura comunicativa e interactiva; comunicaci6n e interacci6n actuan como indiscutible sosten de los marcos de referenda compartidos (eso lo demostr6 SHERIF en su famoso experimento con el efecto autocinetico) de don de proceden las nor mas y las actitudes comunes, de donde sa len los roles y se genera Ia estructura grupal, tal y como se refleja en el esquema incluido al comienzo de capitulo. Dichas actitudes vuelven a resultar imprescindibles para el desarrollo de Ia persona, como por otra parte era previsible dada Ia relaci6n dialectica a que nos tiene acostumbrados el fil6sofo de Chicago: "Sin las actitudes y actividades sociales organizadas por medio de las cuales se constituyen las instituciones sociales, no podrian existir personas o personalidades individuales plenamente maduras; porque los individuos involucrados en el proceso vital social general, del cual las instituciones sociales son manifestaciones organizadas, pueden desarrollar y poseer personas o personalidades plenamente maduras, solo en Ia medida en que cada uno de ellos refleje o aprehenda en su experiencia individual esas actitudes y actividades sociales que las instituciones sociales corporizan o representan" (Mead, 1972, p. 279)
Hasta aqul una apretada sfntesis de Ia doctrina del maestro que es realrnente quien nos interesa, porque las contribuciones de quienes se denominan sus discfpulos no han modificado sustancialmente sus hip6tesis originates, apenas han aportado algo realrnente orig.inal a Ia teorfa primigenia, a no ser alguna esteril polemica en torno a un asunto m~rginal a Ia teoria, el metodol6gico. Perm ftanos ellector, ya para terminar, que le esbocemos nuestra personal vision de Ia teorfa. (Vease el cuadro de Ia pagina siguiente.) Con Ia inestimable ayuda de algunos notables (Herbert BLUMER, Arnold RosE, George McCALL) vamos a correr el riesgo de intentar ofrecer al lector Ia quintaesencia de lo que ha dado de
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FASE INTERIOR
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- Experiencia interna-subjetiva de quien ejecuta Ia acci6n - Experiencia del sujeto consigo mismo ACTO SOCIAL Precondici6n de Ia conciencia. Es posible aparte de alguna forma de conciencia. "Deseo restringir el acto so cia I a aquella clase de actos que implican Ia cooperaci6n demasdeun individuo y cuyo objeto es un objeto social" (Mead)
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de Ia actividad social
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-Con el OTRO GENERALIZADO . . . - Conducta en Ia que el 1nd1V1duo se convierte en un objeto para sf. FASE EXTERNA - actividad observable del sujeto
Lenguaje como conjunto de sfmbolos significantes socialmente compartidos que nos posibilita Ia comunicaci6n y con ella ser objeto de nuestro propio conocimiento. "Del lenguaje emerge el campo del esplritu" (Mead)
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SOCIEDAD Cultura PROCESO Lenguaje - lndividuos en interacci6n simb61ica (lingulstica) SOCIAL -4--- v 10 ,..__ fruto del inequlvoco perfeccionamiento de Ia a res inteligencia reflex iva.
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s I esta tradici6n siguiendo, para nuestra propia comodidad y ayuda, un cierto arden:
1. Una idea muy compartida parece ser Ia de concebir al hombre como un animal cultural y hacerlo en varios sentidos y direcciones. MEAD nos ha ofrecido uno: Ia persona es producto a Ia vez que raz6n de Ia sociedad; McCALL lo ha expresado en terminos mucho mas claros: el hombre es un animal que planifica su actividad con Ia ayuda de Ia cultura y elabora planes en tanto que miembro de un sistema cultural. Pero ser un producto cultural encier,ra otros significados; hay uno especialmente relevante desde los supuestos de esta tradici6n: el hombre vive inserto en un mundo simb61ico (Ia sociedad posee ella misma una naturaleza simb61ica), es partfcipe activo de un mundo de significados y de connotaciones; es un manipulador de sfmbolos, en una palabra. 2. El s fmbolo y su significado se alzan como piezas centrales de este entramado te6rico. Herbert BLUMER ha hecho recaer sabre ellos las tres sencillas a Ia vez que basicas premisas del lnteraccionismo simb61ico. Asi lo hace saber en el primer capitulo de El lnteraccionismo simb6/ico, obra de 1969 acertadamente vertida al castella hace unos a nos: a) el ser humano orienta sus aetas hacia las casas en funci6n de lo que estas significan para el; b) el significado de estas casas se deriva de, o surge como consecuencia de Ia interacci6n social que cada cual mantiene con el pr6jimo; c) los significados se manipulan y modifican mediante un proceso interpretativo desarrollado por Ia persona al enfrentarse con las casas que va hallando a su paso (BLUMER, 1982, p. 2). George McCALL lo ha expresado en terminos muy parecidos y, desde luego, muy acordes con Ia primera de sus premisas: las casas que rodean al individuo van adquiriendo significados de acuerdo con los planes que este haya elaborado. Arnold RosE ha vuelto sabre el mismo tema: Ia base del comportamiento y de las acciones de los individuos se encuentra en el significado que las casas adquieran para el; por media de ellos, el hombre aprende un numero infinito de valores, de comportamientos, de objetos sociales simb61icarnente compartidos; en una pala-
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bra, aprende una cultura y entonces Ia socializaci6n se encumbra a un Iugar mas que destacado dentro de esta tradici6n. Pero los sfmbolos acostumbran a presentarse agrupados en amplias constelaciones y racimos de entre los que destaca precisamente el rol como " ... con junto de significados y de val ores relacionados entre sf que gufan y dirigen Ia conducta de un individuo en un medio social determinado" (Rose, 1982, p. 68)
Sfmbolo-Significado y Acci6n como tres piezas cardinales en este entramado te6rico y como una de las premisas mas fehacientes de Ia naturaleza simb61ica de Ia sociedad y de Ia naturaleza interactiva del individuo. De hecho, ellnteraccionismo simb61ico considera que el significado " ... es fruto del proceso de interacci6n entre los individuos. El significado que una cosa encierra para una persona es el resultado de las distintas formas en que otras personas actuan hacia ella en relaci6n con esa cosa. Los actos de los demas producen el efecto de definirle Ia cosa a esa persona. En suma, el interaccionismo simb61ico considera que el significado emana dey a traves de las actividades definitorias de los in· dividuos a medida que estos interactuan" (Blumer, 1982, p. 4).
3. A Ia par que manipulador de sfmbolos, el individuo es un
organismo agente de su propia conducta, no s61o capaz de responder, sino de interpretar y hacer indicaciones; capaz, escribe BLUMER, de elaborar una linea de conducta basada en el modo de interpretar los est fmulos recibidos. Pero esta naturaleza social y activa del organismo posce todavfa algun otro alcance: ella es Ia (mica capaz de transformar el organismo fisiol6gico en persona psicol6gica, de dotarlo de capacidad para entablar interacciones consigo mismo, de convertir al individuo en un auto-objeto; de convertirlo, tal y como hemos vista en MEAD, en objeto de su propio conocimiento. Como todo objeto social, pues, el individuo debe ser considerado como una creaci6n social, es decir, como fruto de Ia interacci6n. 4. Tras lo que llevamos dicho, casi no serfa necesario explicitar que para el lnteraccionismo simb61ico Ia persona es realmente una consecuencia del aprendizaje, de un proceso de aprendizaje (Ia socializaci6n) a partir del cual el individuo asume el entramado simb61ico de una cultura y de las diversas subculturas de las que vaya formando parte en el transcurso de su exis-
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tencia. Se asume, pues, Ia postura de Ia historicidad del comportamiento por cuanto este es considerado expresi6n y resultado de significados, valores, actitudes, normas,etc.,adquiridos desde los primeros momentos de Ia socializaci6n, " ... debido a que una persona nunca puede desaprender nada, aunque pueda modificar dnisticamente su aprendizaje reaprendiendo, y como Ia concepcion de uno mismo es el significado mas importante para Ia conducta del hombre, una concepcion de sf mismo aprendida en un momenta determinado afecta a Ia conducta del individuo a traves de toda su vida" (Rose, 1982, p. 129).
Ahora ya podemos ampliar nuestros terminos de referenda: Sfmbolo-Significado-Acci6n (lnteracci6n)-Persona, en una idea que abandera Ia teorfa meadiana: Ia persona es el resultado de Ia acci6n interactiva que los individuos lleven a cabo como miembros pertenecientes a una sociedad, grupo o instituci6n dentro de Ia cual se elabora el significado de loss fmbolos que se utilizan en el proceso interactivo. Mas recientemente, George McCALL (cit. en STRYKER, 1981, p. 16) ha ofrecido una panoramica resumida en terminos cognitivos, muy acordes por tanto con los signos de los tiempos. El que hayamos mencionado alguno de ellos, no queremos que nos imp ida una presentaci6n con junta: 1. El hombre es un animal que elabora una serie de planes con piezas que le suministra Ia cultura. 2. Los objetos adquieren significado en relaci6n con esos planes; es decir, el significado y, por tanto, el valor de una cosa se sustenta en Ia implicaci6n que tenga para los planes de acci6n que se han elaborado y as f es posible que las cosas adquieran significados diferentes en planes distintos. 3. Elaboramos planes en relaci6n con las cosas de acuerdo con su significado y el plan se ejecuta teniendo en cuenta el significado que las cosas adquieren dentro de el. 4. ldentificamos las cosas con que nos topamos e intentamos descubrir su significado. 5. En los planes de acci6n social, el significado de las cosas debe ser consensuado; si el significado no esta claro, se trabaja a lo largo de Ia interacci6n y desemboca en Ia creaci6n de objetos sociales. 6. El tema central a identificar en cualquier situaci6n es Ia persona misrna; Ia identidad de los actores debe establecerse consensuada mente.
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7. ldentidad, significado y acto social son los materiales del drama; como tal drama debe ser representado y los roles impl fcitos en sus diversas partes deben ser concebidos y ejecutados de rnanera apropiada. La construcci6n de Ia conducta social coni leva roles y caracteres, escenas, mascaras y audiencia. 8. Por tanto, Ia identificacion de las personas se realiza frecuentemente de acuerdo con las caracter fsticas de los roles que juega; se Ileva a cabo colocando las casas en categor fas de rol y de estatus, sistematicamente relacionadas.
lnteraccion simbolica y Psicologi~a social. A partir de Ia siempre tertii aunque a veces nebulosa propuesta teorica de MEAD, a buen seguro que no le resultara dif fcil al lector anticipar los objetivos, propositos y cauces por los que discurre Ia Psicologfa social; realmente no son otros que Ia conjugaci6n de las tres piezas centrales de Ia teorla (sociedad-interacci6n-persona, o si preferimos, gesto-significado-accion o todavfa conciencia-lenguaje-personalidad); una conjugacion de Ia que frecuentemente se tiene Ia impresion de haber pasado un poco por alto Ia interdependencia de esos tres elementos reduciendo Ia Psicologfa social al estudio de las influencias de Ia sociedad sabre el individuo, a Ia explicacion de como el organismo deviene persona en el transcurso de Ia interaccion social y como consecuencia directa de ella. Elser humano, recordemos, noes un complejo organico preparade de antemano para responder de una manera concreta frente a determinados estfmulos, sino un participante activo de su media social con capacidad para interpretar, elaborar y comprender Ia realidad estimular que lo circunda. Recordemos con Herbert BLUMER que para MEAD Ia accion es una conducta elaborada por el lector y no una reaccion programada del organismo ya que Ia respuesta esta mediatizada no solo por el estfmulo en sf, sino por el significado (elaboracion e interpretacion) que adquiera para el individuo. Pero tambien conviene traer a Ia memoria que dicha elaboracion e interpretacion y el significado a elias subsiguiente son procesos de procedencia exclusivamente social, procesos que ahondan sus ra fees en Ia sociedad, es decir, en Ia interaccion, o lo que es lo mismo, en Ia comunicacion simbolica. Por consiguiente, e intentando poner un poco de arden en
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el frecuentemente opaco pensamiento de MEAD, Ia Psicologfa social se ocupa del comportamiento individual (estudia el acto social), de como las reacciones del sujeto han sufrido un proceso de interpretacion personal, han dejado su huella interna en virtud del sentido y significado (alcanzado en el transcurso del proceso comunicativo) que han ido adquiriendo los est lmulos. Tampoco es mucho lo que hay que profundizar en Ia obra de MEAD para dar con su propuesta sobre Ia Psi co log fa social; lo hace en el primer parrafo de su Espiritu, Persona y Sociedad: "Por lo general, Ia Psicologfa social ha encarado varias fasesde Ia experiencia social desde el punto de vista psicol6gico de Ia experiencia indi· vidual. La forma de enfoque que yo sugiero es Ia de tratar Ia experiencia desde el punta de vista de Ia sociedad, por lo menos desde el punta de vista de Ia comunicaci6n en cuanto esencial para el orden social. La Psicologfa social, en este sentido, presupone un angulo de enfoque de Ia experiencia tornado desde el punto de vista del individuo, pero se propone determinar, en particular, que pertenece a esa experiencia en raz6n de que el individuo mismo forma parte de una estructura social, de un orden social" (Mead, 1972, p. 49).
Y lo hace contando con las tres piezas centrales de su filosotra: Ia persona (el estudio de Ia experiencia individual), Ia comunicacion y Ia sociedad (el orden social); lo hace tambien, hay que reconocerlo, acotando el ambito de actuacion de Ia disciplina a Ia experiencia y conducta estrictamente individual, hacienda gala de esa unidireccionalidad de Ia que hace un momenta nos hacfamos eco, bien que algo rnatizada para mantener Ia coherencia con los supuestos teoricos previos; MEAD define Ia Psicolog fa social desde una postura manifiestamente cr ftica con algunos de los determinismos o embrollos mas frecuentes en Psicologia social, el determinismo psicologico y su ant6nimo. Acontece, sin embargo, como anticipabamos al comienzo del capitulo, que MEAD, en particular, y el lnteraccionismo simbolico, en general, organizan un tercer enredo y cuando quieren darle salida, cuando seven obligados a bajar a Ia arena aparcando Ia pura especulacion teorica, se suelen encontrar con no pocas dificultades a Ia hora de hallar Ia tercera via (recordando un conocido tftulo de Ia literatura marxista de los setenta) y se inclinan, unas veces con moderacion y las mas sin rubor alguno, por el embrollo sociocentrico. He aquf un ejemplo, tornado del misrno MEAD, en el que podernos observar esa ambiguedad en Ia que, en realidad, todos los psicologos sociales nos seguirnos debatiendo y a Ia que, al final, parece darle un tratamien-
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to claramente escorado hacia Ia influencia unidireccional de Ia sociedad sobre el individuo: "No puede tra-zarse un I fmite muy preciso entre Ia Psicolog fa social y Ia Psicologia individual. La Psicologia social se interesa especialmente en el efecto que el grupo social produce en Ia determinacion de Ia experiencia y Ia conducta del miembro individual (... ). Es decir, que intentamos explicar el comportamiento del individuo en terminos de Ia conducta organizada del grupo social, en Iugar de explicar el comportamiento organizado del grupo social en terminos de Ia conducta de los distintos individuos que pertenecen a el. Para Ia Psicolog fa social, el todo (Ia sociedad) es anterior a Ia parte (el individuo) no Ia parte al todo; y Ia parte es expresada en terminos del todo, no el todo en terminos de Ia parte o las partes" (Mead, 1972, p. 54).
Se trata sin duda de una de las ideas que menos margen de jan a Ia siempre caprichosa interpretacion de los exegetas, de una de las reflexiones cuya claridad se agradece; de una concepcion de Ia Psicologfa social que sigue haciendo del individuo su proposito capital, lo sigue considerando, ciertamente con mas moderadon, como una variable dependiente (esta vez de Ia cultura, de Ia sociedad, del grupo) y no acaba por afianzar Ia sabia y fructffera idea del hombre como un ser que elabora sus propias conductas. El acto en MEAD aparece ciertamente como fruto de Ia interpretacion y elaboracion activa de los estfmulos (no se construye a partir de est fmulo mas reaccion), pero detras de el se encuentra Ia sociedad, el grupo; solamente all ( resulta posible dotarse de los sfmbolos y significados con cuya ayuda interpretamos Ia realidad que nos circunda. Arnold RosE lo expreso quiza con mayor contundencia a Ia hora de presentar los supuestos del lnteraccionismo simbolico: "La socies;lad como conjunto de individuos interactuando con su cultura y los significados y valores relacionados a traves de los cuales los individuos interactuan, precede a cualquier individuo existente. Este supuesto supone que el individuo va a aprender los requisites para Ia conducta que haya en su cultura, y va a actuar conforme a ellos casi siempre" (Rose, 1982, p. 125).
Es una especie de contienda entre los niveles mas abstractos (los presupuestos que Ia filosoffa social) y los mas concretos (Ia definicion de Ia propia Psicologfa social). Siesta tiene por objeto Ia explicacion de Ia conducta del individuo (porque es una parte de Ia Psicologfa) en terminos de Ia conducta del grupo social, ello desde el otro punto de vista (el filosofico) no
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compromete ni una dependencia causal de Ia primera respecto al segundo, ni mucho menos un sometimiento de Ia individualidad a Ia dinamica del orden social; para ello bastarfa recordar dos de las ideas sostenidas por el fil6sofo de Chicago y que ya han encontrado eco en nuestras paginas: a)
Ia absoluta salvaguarda de Ia individualidad que hace al hablar de Ia realizaci6n de Ia persona en Ia situaci6n social; b) su convencimiento de que Ia naturaleza humana esta dotada de una serie de instintos sociales, de una serie de mecanismos fisiol6gicos que se encuentran en Ia base de Ia propia experiencia.
Quienes no se andan ya con miramientos ni remilgos filos6ficos son los interaccionistas simb61icos propiamente dichos, al cifrar mayoritariamente como punto de partida y marco de referenda Ia sociedad y como objeto mas concreto de nuestra disciplina el de elaborar un sistema de principios te6ricos capaz de dar cuenta de Ia regularidad y estabi lidad del comportamiento individual de tal rnanera que: "Si Ia persona esta constituida, aunque solo sea en parte, por las respuestas de los demas, claramente no puede haber, desde el punto de vista de Ia Psicolog fa social, demasiadas justificaciones para tratar a las personas aislandolas de los demas o para considerar que basta Ia simple copresencia como definicion de lo social" (Stryker, 1983, p. 65).
Milton RosENBERG y Ralph TuRNER, dos de los mas renombrados psic61ogos sociales de forrnaci6n sociol6gica, se han hecho eco de Ia que ya parece ser una de sus mas s61idas convicciones: Ia regularidad del comportamiento individual nos remite a Ia estabi lidad y persistencia de Ia estructura social en Ia que se instala cotidianarnente el propio individuo, de ah r que " ... el sociologo comienza por una busqueda del orden, modelo yestructura de Ia sociedad e intenta comprender como esas caracterfsticas persistentes de Ia sociedad conforman Ia conducta y personalidad individual" (Rosenberg y Turner, 1981, p. XIX).
La supuesta estabilidad de las estructuras sociales que acogen permanentemente en su seno al individuo nos remite, una vez mas, al rol en las dos vertientes que hemos manejado a lo largo de este capitulo. En Ia version funcionalista, el rol se apoya en prescripciones, norrnas, sanciones y expectativas; posee unos rasgos claramente ajenos, ciertarnente distantes de las per-
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sonas concretas que los juegan y los ostentan. Es una de las consecuetlcias psicologicas del rol: el rol como model a de comportamiento; una version dura, peligrosamente hermanada con alguno de los presupuestos del determinismo sociologico y respecto a Ia que Ia propia Psicolog Ia social tendrla muchas matizaciones que hacer. Junto a esta, Ia version intersubjetiva, una version blanda especialmente manejada en el seno de Ia Psicolog Ia social sociologica que nos remite a otro horizonte de relaciones, ya conocido, en el que Ia estabilidad y persistencia tienen como epicentro el significado intersubjetivamente aprendido e interactivamente mantenido como pieza central de una red de relaciones de las que pasan a formar parte Rol-lnteraccionSignificado-Conducta: "Dicho en terminos mas generales, los significados que las personas atribuyen a los objetos de que se compone su universo, incluidos ellos mismos, los aprendieron en su mayorfa en interacci6n con otros. La clase social, el sexo, Ia edad o cualquier otra estructura social, influyen sobre Ia posible formaci6n y estabilidad de los grupos sociales y las consiguientes interacciones, y penetran asi en los sistemas de significados que las personas utilizan para organizar su comportamiento. Reconocer este hecho significa abrir el camino a una comprensi6n te6rica del contexto social de los significados y su impacto" (Stryker, 1983, p. 65).
A todo ella acompaiia una concepcion real de Ia Psi co log fa social centrada en el estudio de Ia interaccion como punta de partida y Iugar de encuentro de Ia estructura social par una parte y de Ia personalidad par Ia otra. En su derredor se va a ir configurando una unidad tematica cuyos hitos centrales seestablecer (an: a) en un primer y generico termino en torno a Ia naturaleza social del ser humano, a su ubicacion dentro de diversas estructuras sociales, a su participacion de un sistema cultural y a las consecuencias cognitivas, afectivas y comportamentales que de ella se derivan. As I, temas tales como cultura y personalidad, sociedad y personalidad, estructura social y personalidad suelen ser asiduos en los manuales al usa; b) clara es que entre los terminos que definen esta relacion se encuentra irremediablemente Ia socializacion como un proceso interactive en cuyo transcurso el individuo aprende s fmbolos y los significados a elias asociadas, interioriza valores y asume una serie de normas y modelos de compor-
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tamiento; aprende, en una palabra, una cultura y dentro de ella, a comunicarse por medio de sus sfmbolos significantes; c) pero si los significados nos entronizan en Ia sociedad, tambien nos posibi litan Ia interacci6n con los otros y ello se convierte en un asunto de especial interes para Ia Psicolo9 Ia social; d) dicha interacci6n resulta a Ia postre Ia (mica vfa para el desarrollo del self, para Ia construcci6n de Ia persona, para Ia configuraci6n de Ia identidad; e) entre socializaci6n e identidad, entre estructura social e interacci6n se encuentra el rol y este, como no podIa ser de otra manera, pasa a ocupar un Iugar privilegiado dentro de esta vertiente de Ia Psicolog (a social. En consecuencia, estructura social, socializaci6n, interacci6n, rol e identidad acaban tejiendo una red tematica ciertamente distintiva sobre Ia que va tomando asiento esta vertiente psicosocial. STRYKER se ha mostrado en fecha reciente,ademas de explfcito, muy acorde con posturas anteriores a Ia hora de caracterizar esta psi co log fa social sociol6gica; en su opini6n:
"Una verdadera Psicologia social sociol6gica es una Psicologia social que evalua y explica el profunda impacto de Ia estructura social sabre Ia conducta, individual y social, de las personas ... Una cosa parece clara: si los soci61ogos que hacen Psicolog ia social no localizan los procesos psicosociales en sus contextos estructurales y examinan las vias en que dichos contextos influyen sobre aquellos procesos, nadie lo hara; y si nadie lo hace, es mucho lo que se pierde" (Stryker, 1987, p. 92). McCALL y SIMMONS, otros dos reconocidos psic61ogos sociales proclives al lnteraccionismo simb61ico consolidan esta formulaci6n. La preocupaci6n capital de una disciplina como Ia Psicolog fa social es Ia de responder a Ia ancestral pregunta en torno a las relaciones entre individuo y sociedad; para ello, Ia Psicolog fa social denomi nada sociol6gica ha sustentado Ia hip6tesis de que el proceso social es el ingrediente principal, el que realmente concede carta de naturaleza a Ia persona. Por comparaci6n con Ia Psicolog fa social de corte psicol6gico, Ia de tradici6n sociol6gica podr fa definirse en los siguientes terminos:
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La tradici6n inst1tucional
Tradicion psicologica
Tradicion sociologica
Conceptos explicativos
Rasgos personalidad
Roles sociales
Derivados de
Variables individuales
Variables sociales
Adquiridos
Por aprendizaje
Socializaci6n en las organ izaciones
Disparados por
Ambiente ffsico simple
Ambiente social complejo
lntegrado en
Personalidad
Yo social
Fen6menos basicos a explicar
Conducta individual
lnteracciones
sociales
(McCall y Simmons 1982, p. 11)
El cuadro anterior resulta bastante ilustrativo de Ia filosofia en Ia que se sustentan dos de las tradiciones sin duda mas consolidadas en Ia Psicologfa social, Ia individualista que ocup6 el capitulo anterior y Ia institucional. McCALL y StMMONS se permiten destacar algunas semejanzas, concretamente cuatro: a) en ambas, el concepto explicative central nos remite a una serie de disposiciones a Ia acci6n localizadas en Ia persona; b) dichas disposiciones aparecen organizadas en una entidad integradora mas amplia (personalidad o yo social); c) disposiciones y entidad integradora que se conciben como algo adquirido; d) final mente, concluyen, estas disposiciones se ponen en funcionamiento a partir de Ia influencia ambiental, materializada en un caso en el individuo (tradici6n individualista) o en los significados, acciones o situaciones (tradici6n institucional). En efecto, Ia diferencia mas llamativa entre Ia tradici6n psicol6gica y Ia sociol6gica alude al tipo de variables en las que supuestamente se originan los procesos responsables del comportamiento, variables residentes en el individuo de acuerdo con el individualismo metodol6gico o variables emanadas de Ia
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sociedad segun el homo sociologicus. El resto son conceptos que hacen referencia a procesos muy parecidos; se trata de nociones te6ricamente paralelas que cumplen funciones muy parejas y apuntan a dinamicas afines; son nombres distintos que Ia jerga sociol6gica y psicol6gica utiliza para referirse prckticamente a los mismos contenidos. El rasgo es una marca distintiva del individuo psicol6gico, el rol es sencillamente su distintivo social. AI primero se le ha definido como una disposici6n permanente responsable de Ia regularidad y constancia de las reacciones del individuo, Ia misma que cabe esperar a partir de Ia expectativa de rol. Alga muy parecido es Ia que viene a suceder con los conceptos de aprendizaje y socializaci6n; el aprendizaje es el concepto empleado par los psic61ogos para hacer referenda a Ia que los soci61ogos denominan tradicionalmente socializaci6n. La ultima de las diferencias (explicaci6n de Ia conducta individual vs. explicaci6n de las interacciones sociales) viene a hacer hincapie, una vez mas, en Ia caracterizaci6n tematica de Ia Psicologfa social; se trata de una diferencia no solo nominal, sino extraordinariamente superficial, anecd6tica y tan facil de demostrar como de rebatir, todo depende de Ia tradici6n psi cosocial en que uno se instale. Si tomamos como punta de referenda Ia que sabre Psicologfa social se ha teorizado en Estados Unidos, que ha sido mucho y de gran calidad, es posible que esta dicotomfa resulte verosfmil con algunos matices, pero si, par ejemplo, nos adentramos en el gran tratado sabre Psicologfa social que editara el aleman Carl F. GRAUMANN a finales de los sesenta, excelente representante de Ia Psicologia social europea y que a nuestro parecer supera en algunos aspectos al Handbook norteamericano, podemos observar que los asuntos relacionados con Ia socializaci6n ocupan mas de 800 paginas. Cuando queremos hablar de dos irreconciliab/es Psicologias sodales nos vemos abocados a acudir a argumentos ciertamente perifericos y un poco en Ia epidermis de Ia disciplina. Todo esto no hace sino reforzar Ia hip6tesis de que ambas tradiciones acaban proponiendo Ia manida formula del territorio como uno de los argumentos primordiales a Ia hora de dotar a Ia Psicologia social de alguna distintividad acudiendo solidariamente a Ia defensa de una realidad psicosocial fruto del maridaje que a veces se establece entre el individuo y Ia sociedad. Pero hay alga mas: a Ia postre, ambas tradiciones abordan Ia noci6n de Psicologia social desde una perspectiva individua-
La tradici6n institucional
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lista; lo que se pretende es ver como quedan afectados algunos extremos del comportamiento del individuo, y hasta su personalidad, como consecuencia de Ia influencia que sobre el ejercen unos denominados estimulos sociales (sobre todo los otros) o las caracteristicas estables de su entorno macro o micro-social (las normas y valores culturales o subculturales, el lenguaje, las disposiciones de rol, etc.). La tradici6n institucional no acaba de desembarazarse de Ia filosofia aristotelica, de Ia epistemologia positivista, del metodo hipotetico-deductivo; desde luego su preocupaci61"! no ha sido tanto Ia de elaborar una alternativa te6rica al individualismo metodol6gico como Ia de criticar su metodologia experimental. Ello conduce a una notable analogia formal (rasgo = rol; self= personalidad; aprendizaje = socializaci6n) tras Ia que se esconden, no se nos puede ocultar, hondas diferencias de planteamiento y de postura frente a Ia propia realidad que se intenta explicar. Son unas diferencias que muchas veces no acaban de explicitarse, pero que estan ahi, entre bambalinas, apuntalando valorativamente cada una de las posiciones; si uno sostiene que el individuo es Ia (mica realidad social existente, acabara irremediablemente por recurrir a el en cualquiera de los muchos trances te6ricos o aplicados a los que se enfrente, porque en else encuentran las claves explicativas de Ia normalidad y de Ia patologia, por ejemplo; si postulamos una relaci6n de cierta dependencia del individuo respecto a Ia sociedad, no resultara desmedido ir a Ia busqueda de responsabilidades macro o micro-sociales en las expresiones comportamentales; si nos instalamos en el nivel de Ia interdependencia y de Ia mutua relaci6n, no deberia haber resultado diffcil a los interaccionistas simb61icos adoptar un marco te6rico crftico con cualquiera de los dos c6modos determinismos. Realmente no ha sido asf a pesar de contar con una infraestructura (Ia desarrollada por MEAD) muy propicia para el envite psicosocial, pero Ia inercia y Ia comodidad del planteamiento positivista fue lo suficientemente potente para arrastrar al lnteraccionismo simb61ico por los cauces de un cierto determinismo sociol6gico unas veces y conducirlo las mas hacia Ia c6moda meta de Ia relaci6n uni-direccional y para ello no hace falta mas que repasar las definiciones que desde MEAD a STRYKER se hacen de Ia Psicologfa social. Lo que aqui modestamente se pretende es plantear el problema en terminos muy alejados de Ia mentalidad territorial.
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Acabamos de asistir, especial mente con MEAD, al desarrollo de una teorfa, Ia de Ia identidad, Ia teorfa de Ia persona como fruto de Ia interacci6n social a traves de sfmbolos significantes, de altfsimo y reconocido valor para Ia Psicologfa social; y uno tiene Ia repetida impresi6n de que todo su ensamblaje te6rico gira alrededor de este prop6sito, de que todos los conceptos que utiliza (Ia sociedad, Ia interacci6n, el gesto, Ia reflexividad, el lenguaje, Ia actitud, Ia experiencia, el acto social, etc.), acaban siempre rotando alrededor de Ia persona, de Ia auto-conciencia, del self. La aportaci6n de MEAD a Ia Psicologfa social parece que acaba por circunscribirse nada mas (y nada menos) que al escabroso asunto de Ia transformaci6n del organismo fisiol6gico en persona psicol6gica. A ello afiadirfamos una segunda reflexi6n: MEAD, como buen fil6sofo, elabora su marco teorico en el maximo nivel de abstracci6n, bastante al margen de consideraciones metodol6gicas directamente relacionadas con sus propuestas te6ricas concretas y por completo ajeno a corroboraciones empfricas; tanto es asf que cuando con posterioridad se ha intentado descender a Ia arena concreta de Ia verificaci6n, el fracaso ha sido mas que notable. Y asf es como su propuesta se nos presenta mas cercana a las alturas filos6ficas que a las grandezas y miserias de Ia vida cotidiana a las que se ve obligado a enfrentarse el psic61ogo social y que en algunos mornentos puede sentir de escasa utilidad Ia teorfa de Ia persona como ente reflexivo mediatizado por Ia comunicaci6n simb61ica con el otro generalizado. Es decir, aceptada sin paliativos, al menos por nuestra parte, Ia teorfa de Ia conciencia, lc6mo explicarnos los acontecimientos del estadio Heysel de Bruselas? retomando uno de los ejemplos del principia, porque a los psic61ogos sociales se ha acudido desde las instancias pol{ticas para estos menesteres. Ciertamente podrfamos hacerlo con Ia ayuda del concepto de acto social ode conciencia reflexiva y si nos lo proponemos, tambien desde Ia teorfa de Ia libido, desde el modelo A-R-D o con Ia ayuda del concepto marxista de lucha de clases; pero lno cree el lector que en todos estos casos pecarfamos de un reduccionismo improcedente? El interaccionismo simbolico ha realizado, sin duda, un ejemplar esfuerzo en profundizar en los conceptos te6ricos meadianos y en ir aplicandolos a nuevas areas de investigaci6n. El resultado es tan diverso como diffcil de desbrozar y no siempre suele haber coincidencia entre los especialistas; si tomamos como punto de partida las revisiones que ha llevado a cabo
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Sheldon STRYKER, un mi litante de Ia causa, el panorama que se ofrece a nuestra consideracion no deja de corroborar Ia impresion de que el modelo de MEAD posibilita una restringida area de investigacion psicosocial. En Ia fugaz revision que present6 sobre las tendencias del lnteraccionismo simb61ico en el curso sobre Psicologfa social organizado por Ia Universidad lnternacional Menendez y Pelayo incluye: a) b) c) d)
Ia Ia Ia Ia
teorfa del control del afecto de HEISE; teorfa de Ia expectativa de estatus de BERGER; teorfa de Ia identidad, tradicional en esta corriente y aproximacion dramaturgica de Ervin GoFFMAN.
De estas confiesa que Ia expectativa de estatus y Ia dramaturgia tienen una vinculacion forzada con el lnteraccionismo simb61ico. Recienternente, en un articulo de inconfundible titulo, The Vitalization of Symbolic lnteractionism, ha vuelto, con el apasionamiento de Ia mi litancia, sobre el tema y nos ha ofrecido una vision algo mas completa de su estado actual que arrojarfa Ia siguiente imagen: a) investigacion de Clark McPHAIL y colaboradores sobre Ia
locomoci6n colectiva; b) desarrollos teori cos sobre Ia identidad; c) investigaciones de STRAUSS sobre negociacion y d) finalmente, intento de articulacion entre rol-interaccionidentidad; se vuelve a mencionar Ia perspectiva dramaturgica de GoFFMAN y los desarrollos teoricosde HEISEy BERGER si bien se matiza que ninguno de ellos ha tenido realmente como marco de referenda primero el lnteraccionismo simbolico. Ciertarnente se ha avanzado teorica y metodologicamente respecto a MEAD bastante menos de lo que en algun momento se ha pretendido mostrar; se ha progresado lo que ha permitido una teor fa muy circunscrita en su ambito conc~ptual y con notables inconvenientes metodologicos, habida cuenta de su insalvable parentesco con Ia abstraccion filosofica. En este sentido, nos alineamos sin rubor con una de las supuestas visiones estereotipadas del lnteraccionismo simbolico: "Para otros, el lnteraccionismo simb61ico ha sido y sigue siendo un entramado psicosocial especffico apropiado para Ia investigaci6n de
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un delimitado ambito de asuntos que implican el impacto recfproco de Ia interacci6n social y Ia persona social" (Stryker, 1987, p. 86).
Para otros y para el mismo STRYKER; si atendemos a lo que habla escrito un par de a nos antes en el Capitulo VI de Ia tercera edici6n del Handbook norteamericano, el lnteraccionismo simb61ico requiere (lo hemos recordado en el segundo de los apartados de este capitulo) un acercamiento a las grandezas y miserias de Ia vida cotidiana, una tarea en Ia que puede encontrar un indiscutible aliado en el rol. Si uno se empena, no hay rincon del comportamiento humano capaz de escapar a una explicaci6n emanada de los mas puros principios de esta teorla, como tampoco lo hay para quien lo quiera hacer desde el condicionamiento operante o desde el concepto de poder; pero si apostamos por Ia coherencia y Ia seriedad, habremos de convenir en que el lnteraccionismo simb61ico posee un ambito restringido de investigaci6n, porque a las puertas del siglo xx1 seguir diciendo que Ia sociedad y el individuo son creaciones simb61icas es igual de cierto, de solemne y de ocioso que_decir que es un esclavo de Ia estructura social o sentenciar, por contra, que su existencia se dirime en unos ambitos exclusivamente personales (el poder, el bienestar, Ia felicidad, etc.). Cuando el lnteraccionismo simb61ico ha teorizado sabre Ia identidad, lo ha hecho generalmente dentro de Ia mas estricta actitud y estilo psicosocial; el problema se plantea cuando nos empenamos en adentrarnos en Ia compleja trarna de las acciones de los hombres (de las que llevamos a cabo tanto en forma individual como en grupo) exclusivamente pertrechados con los supuestos que sustentan y con las conclusiones que se desprenden de Ia teorfa social de Ia identidad; a eso se llama reduccionismo, como reduccionismo es querer hacerlo desde el esquema A-R-D, o desde Ia teorla de Ia alienaci6n o desde Ia ley de Ia oferta y Ia dernanda.
CAPITULO IV
La tradicion lewiniana
Muy al comienzo de estas paginas apuntabamos algunas razones que intentaban justificar, no sabemos si muy sobradamente, Ia aventura de esta monografia. Pero ron independencia de ella, lo cierto es que detras de estas paginas hay algun que otro desvelo; hay tambien, como en toda obra humana, un cierto afan narcisista e incluso un prurito de querer aportar alga a Ia cada vez mas consagrada literatura psicosocial de habla hispana; en suma, todos y cada uno de los capftulos de este libra tienen su pequefia intrahistoria algunos de cuyos cabos ya dejamos apuntados en Ia lntroducci6n. Pero este Capitulo IV pnsee una peripecia especialmente dramchica algunos de cuyos episodios nos va a permitir el lector que le desvelemos. En principia, este iba a ser el Capitulo II I que versarfa sabre una nada caprichosamente denominada tradici6n interactiva e iba a tener como protagonistas a George H. MEAD y Kurt LEWIN, sin duda dos incontestadas figuras dentro de nuestra disciplina y de cuyas posibles analogfas no serfamos los primeros en hacernos eco. Con ella se pretend fa salir al paso de algunas limitaciones en que hab fan incurrido las clasicas tradiciones crecidas a Ia sombra de ese homo psychologicus que madura en el seno del individuaUsmo metodol6gico y del homo sociologicus que hemos vista formarse a partir del holismo para abrir paso a lo que podrfamos denominar el homo psicosocial. No era una apuesta insensata, pero topaba con no menos de
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dos importantes dud as a las que siempre se nos hac fa diffcil responder satisfactoriamente; una era Ia comparad6n entre LEWIN y MEAD o, por mejor decir, entre Ia naturaleza de las teorfas elaboradas por cada uno de ellos. Aceptando que ambas han sido trascendentes para Ia Psi co log fa social, nos parece de estricta justicia reservar el nombre de teorfa psicosocial, de acuerdo con las mas simples indicadones de Ia Filosoffa de Ia dencia, a Ia de Kurt LEWIN porque sus enundados se adecuan bastante mejor a los que tradidonalmente se han considerado requisites de una buena teorfa que, con Ia ayuda de SHAW y CosTANZO, podemos cifrar en: a) grade en que se ajusta a los hechos, en que sus predicdones pueden ser verificadas por observaciones futuras; b) coherencia interna y claridad; c) verificabilidad emp frica; d) concred6n y operacionalizaci6n de sus conceptos, entre otras. Ya lo antidpamos, MEAD es un fil6sofo y lo que nos ofrece es justamente una filosofia del hombre social, muy sensata e incluso muy coherente con lo que estimamos que debe ser Ia naturaleza de lo psicosocial, pero instalada en unos niveles ciertamente abstractos y borrosos de los que ha sido diffdl desprenderse incluso a los mismos seguidores de MEAD y con los que resulta extraordinariamente comprometido cumplir con algunos de los requisites expuestos hace un memento at ftulo de sendllo y rapido inventario, especialmente con aquellos que hacen referenda a datos y hechos. No es un desconsiderado afan positivista el que gu fa nuestras reflexiones, sino Ia simple sospecha de que lo mismo que hemos elevado a Ia filosofia de MEAD, con toda justida, a un Iugar preeminente en los altares de Ia Psi co log fa social, habra alguien que pretenda hacer desconsideradamente lo mismo con cualquier otro fil6sofo, con Edmund HussERL, por ejemplo, o con Alfred ScHUTZ que tan sensible fue a aspectos psicol6gico-sociales o con John SEARLE entre los actuales. Pero entonces hacemos Ia apuesta, que parece contar ya con algunos adeptos, de Ia Psicologfa social como un tatum revolutum en el que todo vale yen el que tiene cabida cualquier persona que se atreva (y se cuentan por miles) a opinar, a teorizar y a elucubrar sabre Ia inevitable naturaleza social del ser humane, sabre alguno de los graves problemas sodales que lo aquejan o sabre alguna de las muchas vertientes
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que posee su comportamiento. Es una posibilidad que solo puede ser defendida desde el mas injustificado desconocimiento de las razones que hicieron posible y necesaria Ia Psi co log ia social, desde una concepcion tematica que nos conducir ia a Ia tan absurda como divertida conclusion de que tan psicologo social es John SEARLE como Garcia M.A.RauEz, Edmund HuSSERL como Marcel PRousT, Alfred ScHUTZ como William FAULKNER, porque si bien lo miramos, puede haber mucha Psicolog ia social encerrada en los grandes relatos literarios. Ya lo hab Ia advertido D1 LTHEY: en Lear, Hamlet y Macbeth hay mas Psico/ogfa que en todos los manuales de Psicologfa juntos y a ellos conviene volver de cuando en cuando, como un saludable ejercicio de salud mental. Pero no parece que existan dificultades en reconocer Ia distancia que media entre Ia descripcion literaria y Ia explicacion psicosocial; Ia Psi co log ia social no es I iteratura, pero tampoco es metafisica, ni fi tosofia de Ia ciencia, ni teorfa del conocimiento; por mucho que las teor ias y conceptos empleados en estas y otras ramas del saber puedan ser utiles para Ia Psicologia social, nunca lo podnin ser sin previas y muchas veces profundas matizaciones que los adecuen a Ia muy especifica naturaleza de Ia perspectiva psicosocial. Y debe serlo asl porque, de lo contrario, el panorama que se ofrece al lector que se acerca ingenuamente a Ia Psi co log ia social y aun a los propios especialistas es de todo menos atractivo, coherente y Iucido, de algo siempre sometido a Ia moda o a los ultimos descubrimientos y lecturas de los interesados. Con todo esto, lo que resalmente pretendemos es destacar Ia de cis iva contribucion de MEAD a Ia Psi co log Ia social, muy por encima de Ia que hayan podido hacer (que no han hecho ninguna) HussERL, ScHuTz o SEARLE; simplemente nos queremos hacer eco de un peligro real que acecha en esta confusa y esteril epoca finisecular, el de elevar a cualquier fil6sofo despabilado a Ia categorfa de santon en Ia Psi co log Ia social por ese entre complejo y frustracion filosofica que parecen sentir algunos de los colegas; si ese fuera el caso, al autor de estas paginas le gustaria que se hiciera lo mismo con los novelistas, alguno de los cuales ha alcanzado cotas de observacion perspicaz y descripci6n minuciosa de Ia realidad social como jamas lograra psicologo social alguno. Se trata tambien de una mal llevada frustracion, ya que lo que verdaderamente nos gustarla es vivir de Ia pluma.
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La segunda de nuestras batallas se libraba en un frente mas concreto y obedecia a Ia pertinencia de separar a MEAD del lnteraccionismo simbolico, porque lo que nunca nos ofrecio duda alguna es Ia inclusion de esta vertiente teorica a Ia que hemos denominado tradicion institucional deudora de los principios, ciertamente reduccionistas, del homo sociologicus. Decidimos efectivamente que carecfa de sentido separar al padre de Ia prole, entre otras razones mas que previsibles, porque Ia (mica manera razonable de explicar y entender el lnteraccionismo simbolico era verlo en relacion con Ia filosoffa que le dio origen. Yen esta situacion nos encontramos una vez tomada definitivamente una decision, que no resueltas satisfactoriamente nuestras dudas al respecto.
Los limites del determinismo No son pocas las cosas que unen a las tradiciones que nos han ocupado hasta el momento, por lo menos desde el punto de vista de un psicologo social, y no han sido pocos los que se han ocupado de sefialarlas. Solomon AscH fue uno de los primeros; en su manual de 1952 y en el transcurso de sus penetrantes consideraciones sobre las hipotesis del individualismo y del determinismo social en Ia teorfa grupal, subraya importantes omisiones; una le resulta especial mente injustificable: el haber pasado por alto el incuestionable hecho de Ia interaccion, el haber ignorado que Ia relacion entre las cosas produce efectos y consecuencias sobre elias (el grupo noes una entidad psicologica superior ni independiente a los individuos, pero el hecho de Ia relacion e interaccion dentro de el parece desencadenar una serie de efectos sobre sus miembros, tal y como hemos recordado en el Capitulo Primero) y el haber participado de Ia hipotesis de principios ontol6gicos con propiedades y caracterfsticas permanentes (sean los rasgos de Ia personalidad o las expectativas sociales), que se alzan como responsables directos, como causantes inequfvocos de Ia accion. He aquf sus palabras, las palabras de un psicologo social respecto al que estamos cometiendo Ia torpe injusticia de arrinconar y sustituir por algun que otro filosofo, simple vencedor de ilusiones psicosociales: "Am bas carecen de Ia concepcion de que las cosas relacionadas producen efectos ordenados que dependen de las propiedades de los parti·
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cipantes. En particular carecen de Ia concepcion de interaccion psicologica y de campo mutuo. Ambos buscan, en consecuencia, una concepcion que posea el caracter de una sustancia o cosa a Ia que puedan atribuir sin riesgos ciertas propiedades permanentes. Mientras una de elias trata de encontrar Ia sustancia permanente en el individuo, Ia otra Ia busca en el grupo. Deben concebir, por tanto, que las fuerzas sociales procedan exclusivamente del interior del individuo 0 solo fuera de el. El resultado consiste en una abstraccion extrema que tergiversa tanto el can!cter del proceso individual como del proceso social. Una elimina al individuo en favor de las fuerzas masivas e impersonales; Ia otra permanece ciega al alcance de las condiciones sociales. Ninguna de elias puede admitir el hecho de que los acontecimientos psicologicos a los que llamamos sociales son, en un sentido preeminente, relacionales" (Asch, 1968, p. 257).
Y no solo carecen estos supuestos de una validez concluyente, sino que ademas silencian principios relevantes en Ia definicion del comportamiento humano, fundamentalmente dos: 1 . La necesidad que este tiene de comprender los acontecimientos y no solo de responder simplemente a ellos. "Los hombres tienen necesidad de comprender lo que sucede a su alrededor, de discernir algo del orden de las cosas y de actuar en forma que comporte una relaci6n razonable con su entendimiento" (Asch, 1968, p. 37).
El hombre es alga mas que una simple maquina irreflexiva de responder a estimulos, que un juguete a merced de sus pasiones o una marioneta a merced de los hi los de Ia sociedad. 2. El individuo posee, asimismo, interes por el ambiente, y no solo interes, diriamos hoy, sino que con el conforma una urdimbre interactiva cuya consideraci6n resulta imprescindible en muchos de los intentos de aproximaci6n al comportamiento humano. Theodor NEWCOMB tercia en este asunto y subraya algunos errores de bulto. La aproximaci6n psicologica, por ejemplo, casi nunca se ha enfrentado seriamente al estudio del organismo dentro del ambiente (de nuevo el ambiente) y ha minimizado e incluso ignorado Ia importancia de Ia estructura social de Ia que todo individuo forma parte inexorable; Ia Psicolog ia social elaborada desde Ia Sociologia, por contra, no ha tenido en cuenta las condiciones biologicas y psicol6gicas en las que participan selectivamente los organismos humanos, y as i,
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" ... su falacia ha sido Ia de asumir que los organismos humanos son virtualmente receptaculos en los que Ia cultura simplemente se vacfa" (Newcomb, 1951, p. 32).
Es una verdadera fatalidad, se lamenta el gran NEWCOMB, que haya dos psicolog ias sociales; con ninguna de las dos confiesa encontrarse satisfecho. Mas recientemente, Nigel ARMISTEAD, en Ia introduccion a su conocida obra, La reconstrucci6n de Ia Psicologfa social, originalmente publicada en 1974 (aqui utilizamos Ia version castellana de 1983) lo ha expresado con parecida claridad: Ia Psicolog ia social derivada de uno y otro modelo es deudora del pensamiento positivista, alga que se traduce en: Ia artificialidad de las situaciones experimentales y de los cuestio narios; b) Ia definicion por parte del experimentador del contenido y del significado de dichas situaciones o cuestionarios; c) el intento, fundamentalmente por parte de Ia Psicologia social psicol6gica, de operacionalizar sus conceptos y cifrar Ia finalidad de Ia investigaci6n en el estudio de las modificaciones en Ia variable definida como dependiente. a)
Hay un manifiesto sesgo determinista que ARMISTEAD (1983, p. 18) describe con tanta precision como claridad: "Los psic61ogos sociales psicologistas imaginan que estan describiendo leyes de Ia naturaleza que explican Ia forma en que las personas se comportan en las situaciones sociales. Los psic61ogos sociales sociologistas han buscado los roles y reglas, las normas y los valores que gobiernan Ia conducta social de las personas".
Sheldon STRYKER, el mismo que en 1977 defendiera con mas apasionamiento que justicia hist6rica Ia irremediable escisi6n en dos irreconciliables Psi co log ias sociales, ha mencionado una serie de semejanzas basadas en los ataques comunes que, desde cuatro frentes, han tenido que sufrir estas tradiciones: desde Ia sociedad,ambas Psicologias sociales han sido acusadas, a decir verdad con mucha mayor virulencia Ia Psicologia social psicol6gica, de falta de sensibilidad y relevancia social, uno de los argumentos que se esgrimi6 en Ia denominada crisis de Ia Psicologfa social; b) desde los ambitos, siempre irreales, de Ia independencia del conocimiento cientifico se ha denunciado una excesiva ideo/ogizaci6n de las teorias y metodos utilizados en Ia Psia)
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co log ia social. Especial mente enconado ha side el reproche de algunos colegas a esa Psicologia social que tan descaradamente sostiene y defiende ese individualismo competitive y hedonista del que nos hemos heche eco; c) desde los ambientes mas academicistas se ha subrayado Ia pobreza de los planteamientos te6ricos, Ia ausencia de verdaderas tear/as en Psi co log fa social y, en su defecto, Ia proliferaci6n de teorias de alcance intermedio que, como su mismo nombre indica, poseen una amplitud restringida a Ia que se unen unos enunciados debilmente relacionados, Ia existencia de un conjunto limitado de hip6tesis y una estructura interna mas bien informal; unas teorfas que, tal y como recordaban hace ya varies afios Marvin SHAW y Philip CosTANZO en Ia mejor obra sabre teorias en Psicolog fa social (ese es precisamente el titulo),dificilmente &:>n capaces de hacer frente a los requerimientos formales exigidos a toda formalizaci6n te6rica. Sigue siendo esta una de las asignaturas pendientes en nuestra disciplina, y sabre ella se vuelve, con un cierto tone de amargura, siempre que en Ia practica docente tenemos que enfrentarnos a Ia muchas veces incomprensible y molesta proliferaci6n de axiomas carentes de pruebas, de hip6tesis debilmente corroboradas o de simples modelos heuristicos a los que no dudamos en calificar ampulosa e injustificadamente de teorias; d) final mente, desde los mas exigentes ambitos de Ia investigaci6n se ha reprochado con insistencia Ia escasa rigurosidad metodol6gica con que se precede en Ia investigaci6n psicosocial, Ia insuficiencia de los modelos de ciencia y de explicaci6n que le si rven de base. Parece ser mas o menos unanime, y con ella dames paso a otro gran paralelismo, Ia idea de que estas maneras de entender Ia disciplina poseen, cada una a su estilo, una cierta dosis de determinismo, un modo de entender el comportamiento que tiende a reducir sus explicaciones ultimas a un solo termino, a una sola variable o a un conjunto muy homogeneo de elias; ambas van tras Ia busqueda de principios y leyes generales a las que supuestamente obedece Ia dinamica comportamental, unos principios que unos han ubicado en el individuo y otros en Ia sociedad. La cuesti6n que se nos ha planteado desde del principia es Ia de si es posible construir un modelo interdisciplinar de Ia reali-
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dad. Si retomamos el hilo de alguna de las primeras reflexiones de Ia mano del cuento indio, Ia respuesta es que no serfa muy productive tratar de integrar una definicion conjunta de elefante como coj fn, pata, cuerno, muro, de Ia misma manera que se nos antoja muy poco elegante y escasamente coherente hablar de Ia Psi co log fa social como un revuelto de conceptos psicologicos, sociologicos, antropologicos y filosoficos que resulta desgraciadamente frecuente en nuestra disciplina. La integracion interdisciplinar es, en ciencias sociales, fuente potencial de iguales despropositos ya que Ia mera aditividad no produce mode los de realidad. Pero lno podrian ser posibles las relaciones informativas entre los ciegos? lndudablemente s i y justamente del mismo tipo de las que serian recomendables para el psicologo social. En el caso del cuento, un ciego actuaria correctamente, no cuando integrase los modelos de los otros ciegos, sino cuando, desde su perspectiva, llegara a Ia conclusion de que necesitaba explorar facetas desconocidas del fenomeno que otros ciegos le mostraban y, a continuacion, el mismo explorase las regiones vecinas para construir su propia version del conjunto. La pri mera confusion existente respect a a Ia Psi co log ia social, escribfa Moscov1c1 (1970, p. 18) en Ia linea de nuestras reflexiones "descansa en Ia idea de que se trata de una disciplina mixta que segun indica su denominaci6n, se situa entre Ia Psicologia y Ia Socioldgia pa· liando las limitaciones e insuficiencias de cada una de esas ciencias e imponiendo y asegurando entre elias una via de comunicaci6n".
Se trata de una confusion respecto a Ia que el prestigioso psicologo social frances ha vuelto recientemente a !lamar Ia atencion: no hay un I imite precise entre Ia Psi co log ia social y el resto de las especialidades de Ia Psi co log fa e incluso de las mismas ciencias sociales; Ia nocion de territorio pierde completamente su interes en nuestra disciplina frente a Ia de enfoque. Si el lector se toma Ia molestia de releer las definiciones convencionales de Psicolog fa y de Sociolog fa, se dara cuenta de lo facil que resulta efectuar maniobras de distraccion ciertamente inutiles y no exentas de demagogia; de Ia mano de unas definiciones podra verificar que Ia Sociolog ia se subsume dentro de Ia Psicologfa y con Ia misma facilidad y tranquilidad de conciencia podra efectuar Ia maniobra opuesta, Ia de demostrar,
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a partir de conceptos como el de acci6n social, que Ia Sociologfa engloba a Ia Psicologfa. Max WEBER, por ejemplo, en el primer capitulo de Economfa y Sociedad, publicado en aleman en 1922 (aqu f utilizamos Ia segunda edici6n castellana de 1964),escribe que Ia Sociologfa: " ... es una ciencia que pretende entender, interpretimdola, Ia acci6n social para, de esa manera, explicarla causalmente en su desarrollo y efectos. Por acci6n debe entenderse una conducta humana siempre que el sujeto o los sujetos en/acen a ella un sentido subjetivo. La acci6n social, por tanto, es una acci6n en donde el sentido mentado por el sujeto o sujetos esta referido a Ia conducta de otros, orientandose por esta en su desarrollo" (Weber, 1964, p. 5). Leopold voN WIESE, otro ilustre soci61ogo aleman, escribe: "La Sociologia como ciencia especial solo puede ser Ia doctrina de lo social, es decir, de las influencias de los hombres sobre los hombres en sus diversas actuaciones ya simultaneas, ya sucesivas" (VON WI ESE, 1932, p. 18).
Los estudiantes de Sociolog ia de Ia Universidad de Colonia estudian en Ia actualidad un libra de texto, publicado por dos de sus profesores, que en algun momenta del primer capitulo reza: "La Sociologia es Ia investigaci6n de Ia acci6n de los individuos como respuesta a las acciones de otros individuos o a sus instancias representativas" (Scheuch y Kutsch, 1975, p. 55). Por su parte, decir a estas alturas de Ia historia que Ia Psicolog fa entrafia el estudio de Ia conducta y Ia experiencia del individuo es un t6pico tan huero como el que se desprende de frecuentes enunciados tales como el hombre es un ser social o un manipulador de s imbolos; de hecho, voces sonoras se han alzada desde dentro de Ia pro pia Psi co log fa para denunciar Ia ingenuidad y Ia improcedencia de sefialar un objeto para Ia Psicolog fa. Una de las mas lucid as a este respecto ha sido Ia de Robert MAc LEoo: "Creo que deberiamos tomar en serio Ia acusaci6n de que Ia Psico· logia que enseiiamos es un alocado revoltijo de un sinfin de cosas cuya apariencia de unidad Ia encuentra en una denominaci6n comun y un Iugar en el presupuesto academico" (Macleod, 1965, p. 349). En realidad, este tipo de disquisiciones nos !levan a terrenos bastante esteriles. Lo que nos parece importante resaltar es que esos I[mites precisos y complementarios que sugieren los tex-
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tos no existen fenomenicamente y que, por consiguiente, resulta muy diffcil que Ia Psicologia social pueda convertirse en un puente para salvar Ia niebla entre dos brumosos pantanos y serfa muy sano empefiarse en que no fuera as f. Ahora bien, si es cierto que a nivel fenomenico Ia diferenciacion entre ambas disciplinas es problematica, especialmente a partir de Ia crisis del Estructural-funcionalismo, es posible rastrear tradiciones historicas bastante diferenciadas que pueden llegar a dar cuenta de un mismo fenomeno de forma extraordinariamente diferente. STACEY (1976) cita un ejemplo dramatico con el caso de Ia pobreza al comparar Ia interpretacion estructural de GANS y Ia psicologica de Oscar LEWIS. En el primero de los casos, Ia pobreza es algo inseparable del propio funcionamiento de Ia estructura social ya que pueden atribu frsele hasta 15 funciones muy concretas tales como desempefiar los trabajos peores, aumentar Ia plusval ia, hacer viables determinadas profesiones asistenciales, consumir los stocks de art fculos que ya no son competitivos, proporcionar satisfaccion emocional como objetos de caridad, etc. En el caso de LEWIS, Ia pobreza seria mas bien una subcultura en Ia que el individuo se socializa, no solo respecto a determinadas circunstancias economicas y ffsicas, sino fundamentalmente actitudinales, motivacionales y atribucionales. La pobreza es una subcultura dominada por Ia gregariedad, por una fuerte division de roles, por una clara orientacion al presente, por el fatalismo y Ia resignacion, etc. No se trata en este momenta de polemizar sabre cual de las dos perspectivas es Ia mas acertada; nos interesa mucho mas resaltar que estamos ante un ejemplo paradigmchico para nuestros propositos: lo que distingue en este, como en otros much fsimos casos, a Ia Psicolog fa de Ia Sociolog fa no es un tema de estudio, sino Ia postura teorica que se adopta, Ia metodolog fa con Ia que se enfrenta y las consecuencias que se pueden extraer. En este concreto caso, Ia solucion que puede deducirse del analisis de GANS implicaria Ia modificacion de Ia estructura social; LEWIS modificarfa las pautas de socializacion. Y ello nos !leva a Ia conclusion de que Psicolog fa y Sociologfa no suelen ser complementarias, sino discursos y perspectivas distintos sabre objetos identicos, unos discursos Ia mayor fa de las veces insatisfactorios tanto por Ia complejidad del propio objeto de estudio como por Ia bisofiez de ambas disciplinas. Y Ia Psicolog fa so cia I, lque ser fa de ella si real mente se
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tratara de una conexi on de un puente de una bisagra entre ambas disciplinas? Pues algo bastante insulsol babelico e impersonal; utilizando los rudimentos de Ia Teoria de Ia Informacion podriamos decir que vendria a ser el resultado de Ia union de dos mensajes parecidos que utilizan un codigo distinto y en los que hay una gran cantidad de ruidol algo muy poco atractivo y diffcilmente aprehensible. Lo psicologico y lo sociologico son discursos diferentesl cornentaba hace unos afios Willem Do1sE y apenas son capaces de ofrecernos una explicacion coherente de Ia realidad a Ia que se enfrentan; lo psicosociall por su parte persigue precisamente Ia articu/aci6n entre esos dos discursos y lo hacel continua el autor ginebrinol por medio del estudio de Ia interaccion entre los individuos; I
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"Lo psicologico y lo sociologico desarrollan dos discursos autonomos, aun cuando se proveen reciprocamente de los instrumentos y manifiestan analogias e isomorfismos. Se trata de visiones teoricas generales. La investigacion empirica nos muestra con mas detalle como lo colectivo evoluciona a traves de Ia interaccion social y como, igualmente, son fruto de esta interaccion los desarrollos del individuo" (Doise, 1979, p. 11.0).
en una hipotesis que nos trae a Ia memoria Ia trilog fa meadiana Sociedad-lnteraccion-Persona o Ia marxiana de Estructura economica-Actividad-Conciencia que veremos en el proximo cap itulo o a aquella otra que propugna Ia relacion entre SociedadRoi-Conducta o a Ia durkheiniana de Estructura sociai-CoaccionEstructura psicological etc. Nose trata, pues, de una hipotesis precisamente original Ia propuesta por DoiSE pero no podernos escati marie dos grandes ventajas: Ia de su concrecion su preocupacion por el metodo y su permanente vocacion investigadora. Ello no obstante el lector versado en Psi co log fa social sa be y el aprendiz de psicologo social puede facilmente rastrear en los mas conocidos manualesl que hay consagrados psic61ogos sociales que han apostado expl icitamente por una vision reificada, tematica y aditiva de Ia Psicologfa social. He aqui un modelico ejemplo: 1
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"Ia Psicologfa social tiene un objeto de estudio propio, un punto de vista caracteristico y su propio conjunto de principios. Se sostiene sobre sus propios pies, tal y como lo hace Ia Bioqufmica, aunque aquella le deba tanto a las disciplinas vecinas como Ia Bioquimica le debe a Ia Biologia o a Ia Oufmica "(Newcomb, 1976, p. 45-46).
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Cinco tradiciones en Ia psicologia social
La continuidad (no olvide el lector que el manual de NEWCOMB data de 1950) Ia ponen otros dos conocidos y prestigiosos psicologos sociales, Paul SECORD y Carl BACKMAN, autores de uno de los mas conocidos manuales: "La Psicologia social estudia el comportamiento de los individuos en contextos sociales. Por tanto, su preocupaci6n difiere de aquella de Ia Psicologia general que frecuentemente aisla al individuo de su media social. Difiere tambien de Ia Sociologia, ya que esta ultima estudia los patrones de interacci6n social sepan3ndolos del individuo que participa en ellos" (Secord y Backman, 1976, p. 1 ).
Es una postura que se remonta, como hemos tenido oportunidad de ver, a las no tan lejanas epocas constituyentes de Ia Psi co log ia social y que, por refrescar Ia memoria del lector, se resumir ia en Ia siguiente hipotesis: lo psicosocial es Ia reificacion de las consecuencias que se derivan de Ia union entre lo psicologico y lo sociologico; es un dato, un hecho real que hace acto de presencia en Ia interseccion del individuo con Ia sociedad y que nace del ayuntamiento entre ambos. Richard LA PIERE y Paul FARNSWORTH lo expresaban de manera extraordinariamente grafica alia por los anos treinta (Ia primera edicion de su manual data de 1936): "A medida que el conocimiento psicol6gico y sociol6gico han avanzado, se ha hecho cada vez mas evidente un tercer problema; Ia relaci6n entre e/ individuo del psic61ogo y Ia sociedad del soci61ogo. Este es el problema al que se enfrenta Ia Psicologia social" (La Pi ere y Farnsworth, 1942, p. 6).
Detras de esta idea hay una nocion simplemente aditiva de Ia tan tra ida y llevada interdisciplinariedad: cuando a unos denominados fenomenos psicologico-individuales de los que se ocupa Ia Psicologia individual, se le anaden, superponen o simplemente coinciden con otros que denominamos sociales, objeto de estudio de Ia Sociologfa, entonces aparece, como ciencia intermedia, bisagra e intersticial, Ia Psicologia social para ocuparse de aquello que sucede cuando confluye el individuo con Ia sociedad. Pero tampoco vamos a hacer de esto una cuestion de estado en Ia Psicolog fa social; en Ia epoca tan disparatada que nos ha tocado vivir hay probablemente otras cosas que podrian !lamar legftimamente Ia atencion del psicologo social; tan solo pretend iamos senalar el callejon sin salida hacia el que parecen conducirnos algunas posturas definicionales y Ia, a nuestro
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modesto entender, escasa relacion con las razones que hicieron posible y hasta necesaria una disciplina denominada Psicolog Ia social en un momento concreto de Ia historia del pensamiento.
El magisterio de Kurt Lewin Un buen ejemplo de esa adecuada combinacion nos lo ofrece Kurt LEWIN a quien con independencia del posicionamiento teorico que se adopte y Ia vision de Ia Psi co log Ia social en Ia que uno se instale, es muy probable que todos convengamos en concederle una posicion privilegiada, como sin duda muchos convenimos en concedersela a MEAD. Pero este jud lo aleman, forma do en Ia fenomenolog Ia, amigo y compaiiero en Berlin de los padres de Ia Gestalt, ronvicto y confeso defensor y utilizador del metodo experimental, obsesivamente preocupado por losaspectosaplicativos de Ia Psicologla, va a intentarescapar a algunos de los I imites que acabamos de atribuir a las tradiciones anteriores, va a intentar hacer Ia s lntesis y llevarla no solo hasta los enunciados teoricos, sino someterla al contraste de los datos y a Ia prueba de Ia aplicacion. KAUFMAN, en una obra expresamente dedicada a LEWIN, lo ha resumido en lo que puede ser considerado como una adecuada s lntesis de Ia peripecia intelectual del aleman, una peripecia que vade lo puramente individual a lo interpersonal y de lo interpersonal a lo grupal para acabar incluso en Ia intervencion comunitaria: "Partiendo de Ia seriaci6n temporal que le asegura Ia critica de Ia metrica asociativa, extiende esta seriaci6n a Ia d inamica de Ia persona, a Ia del ambiente, despues a Ia interacci6n social en relaci6n dual y por ultimo a los grupos pequefios" (Kaufman, 1968, p. 10).
Su andadura personal fue un poco mas turbulenta; de ello tuvieron Ia culpa las dos guerras mundiales en las que participo (en Ia primera como un joven y entusiasta soldado aleman, en Ia segunda como asesor del ejercito norteamericano) y su condicion de jud lo que, ademas de imposibilitarle el acceso a una Catedra en su paIs de origen, lo convirtio en un refugiado errante. Pero junto a eso, Kurt LEWIN vivio una epoca especialmente intensa como joven estudiante y Profesor en Ia Universidad de Berlin; fue doctorando de Carl STUMPF, compaiiero en el lnstituto Psicologico de Berlin de WERTHEIMER, KoHLER y KoFFKA, los padres de Ia Gestalt, amigo inseparable de Fritz
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Cinco tradiciones en Ia psicolog Ia social
HEIDER con quien compartir fa las amarguras de Ia persecuci6n nazi y colega de Universidad de Ernst CASSIRER. Todos ellos, en mayor o menor medida, tendrfan alguna ascendencia sobre su obra, una producci6n, por cierto, vasta, heterogenea y prof ifica que, a partir aproximadamente de 1929 y hasta su subita y prematura muerte en 1947, tendria como centro de interes asuntos tales como elliderazgo, Ia atmosfera grupal, las relaciones intergrupales, el cambio actitudinal, Ia ecologia psicol6gica y otros asuntos te6ricos y metodol6gicos relacionados con Ia Psicolog fa social. lntentar un acercamiento a Ia extensa y compleja obra de LEWIN es tarea que exige una dedicaci6n que nosotros no hemos tenido, unos conocimientos de los que carecemos y un espacio que cada vez nos va siendo mas exiguo; pero a pesar de todas estas limitaciones vamos a intentar ofrecer un resumido panorama de Ia aportaci6n de Kurt LEwiN a Ia Psicologfa social. En un sabroso art fculo de caracter epistemol6gico y al parecer directamente inspirado en Ia filosofia de CASSIRER que ver ia Ia luz tras alguna peripecia en 1931, momento decisivo en Ia evoluci6n de su pensamiento, LEWIN contrapone el modo de hacer descendiente de Ia filosoffa aristotelica con el que se deriva de Ia filosoffa galileana. Segun Ia primera: 1. AI cientffico social le interesa primordialmente observar Ia frecuencia, Ia repetici6n y Ia regularidad de los fen6menos; lo que merece su atenci6n es Ia posesi6n o no de caracterfsticas a partir de las cuales podamos clasificarlos, diferenciarlos y definirlos. Ello conduce con desconsiderada frecuencia a un inconsciente afan clasificatorio de frecuencias y repeticiones que tiene su mas directa expresi6n en el uso y abuso del procedimiento estadfstico y, todavfa mas, en Ia propensi6n a definir un objeto por su pertenencia a una clase o categoria. 2. Asi pues, aquellos casos que no ocurran frecuentemente, que no aparezcan con una cierta regularidad son considerados como carentes de relevancia y significado cient ffico; los casos individuales no tienen interes cientifico ademas de ser dificilmente accesibles a su comprensi6n. "EI hecho individual se manifiesta ante el psic61ogo como fortuito, como carente de importancia, como indiferente desde una perspectiva cientifica" (Lewin, 1972, p. 2).
3. La frecuencia se convierte entonces en Ia mas contrastada fuente de legalidad, de normalidad y de caracterizaci6n de
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las conductas o de los individuos. LEw IN nos brinda un ejemp1o especialmente querido. "La actual Psicologia del nino y de las emociones patentiza con claridad Ia costumbre aristotelica de considerar las clases definidas abstractamente como Ia naturaleza esencial de un objeto particular y, par tanto, como Ia explicaci6n de su conducta. Cualquier cosa que sea comun a todos los nifios de una determinada edad es considerada ipso facto como Ia caracteristica fundamental de esa edad" (Lewin, 1972, p. 25).
Es una filosofla que opone ley a individuo, que considera imposible el conocimiento de los casos individuales y que se acoge gustosa a aquello de que Ia excepci6n confirma Ia reg/a. 4. En este modelo filos6fico predomina un marco de referenda hist6rico de acuerdo con el cual lo que ocurre en el presente, lo que el individuo realiza en un momenta dado, se explica acudiendo a factores, episodios y experiencias anteriores. Lo hemos visto aparecer en el individualismo metodol6gico (recordemos Ia conclusion que extrae HoMANS de sus proposiciones) y no hace mucho ha vuelto a hacer acto de presencia, prckticamente en los mismos terminos, con motivo del lnteraccionismo simb61ico. Frente a esta manera de entender las cosas y de ponerse frente a elias, se alza Ia filosofla galileana sobre los siguientes supuestos:
1. La naturaleza de las cosas y de los hechos psicol6gicos no se apoya en Ia posesi6n o no de caracter fsticas que los asemejan o los diferencian de otros, definiendolos como pertenecientes a una clase. Las cosas no son por su diferencia, sino por su relaci6n. 2. As i, las fuerzas y vectores que definen el movimiento de los objetos o Ia conducta de los individuos no se derivan de sus caracter fsticas intrfnsecas y diferencia les respecto a otros objetos, sino de Ia relaci6n que establecen con su medio ambiente. La gran revoluci6n de Ia Ffsica moderna, y que esta por llegar en Ia Psicologfa, reside precisamente en haber descubierto que el comportamiento de los objetos nose explica a partir de tendencias insitas en ellos, sino desde las relaciones que mantienen con el medio ambiente: "Esta consideraci6n de Ia dinamica no significa que Ia naturaleza del objeto se convierta en insignificante. Las propiedades y estructura
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del objeto implicado siguen siendo importantes incluso para Ia teorfa galileana sabre Ia dinamica. Pero Ia situaci6n recibe tanta importancia como el objeto. Solo a traves del total concreto que comprende el ob-
jeto y Ia situacion quedan definidos los vectores que determinan Ia dimimica del acontecimiento" (Lewin, 1972, p. 39).
3. Ese total concreto que componen el objeto y Ia situaci6n configura Ia situaci6n total, marco de referenda imprescindible a Ia hora de entender adecuadamente el movimiento de los objetos en f fsica y el comportamiento de los individuos en Psicologfa. a) Ia situaci6n total es Ia que modi fica Ia fuerza y Ia direcci6n de los vectores que definen el movimiento, Ia locomoci6n, Ia conducta; es ella Ia que define el proceso; b) esto supone una inversion completa de Ia filosoffa aristotelica en el sentido de que lo individual ya no puede ser considerado como antftesis de lo legal y lo normal. "La rareza hist6rica no es una antiprueba, y asimismo Ia regularidad hist6rica tampoco prueba Ia legalidad de un hecho. El concepto de legalidad, pues, ha sido completamente desvinculado del de regularidad" (Lewin, 1972, p. 35);
c) en Psicologfa, Ia situaci6n total esta compuesta por Ia persona (P) y su ambiente (A) y estos son dos elementos de imprescindible referencia en cualquier Psicologfa seria y rigurosa, y ello porIa simple raz6n de que "Todo evento psicol6gico depende del estado de Ia persona y al mismo tiempo del ambiente, aunque su importancia relativa es diferente en distintos casos. Entonces Ia formula C = f(P) se debe cambiar por C = f(P, A) ... Toda Psicologfa cientffica debe tener en cuenta Ia situaci6n total, es decir, el estado de Ia persona (P) y del ambiente (A)" (Lewin, 1936, p. 12);
d) esta situaci6n total que se configura a partir de Ia persona y el ambiente recibe a su vez Ia denominaci6n de espacio vital psicol6gico en cuyo seno y contexto se emite Ia conducta: "Puede decirse que Ia conducta y el desarrollo dependen del estado de Ia persona y de su ambiente, C = f(P, A). En esta ecuaci6n, Ia persona (P) y su ambiente (A) deben considerarse como variables mutuamente dependientes. En otras palabras, para comprender o predecir Ia conducta, Ia persona y su ambiente han de considerarse como una constelaci6n de factores interdependientes. Llamamos a Ia totalidad de estos factores el espacio vital (EV) de ese individuo y escribimos entonces C = f(P, A)= f(EV)" (Lewin, 1978, p. 222).
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~~ '....
..'
Pas.P.
Fut. P.
Pr.P.
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Figura 6.: El espacio vital en dos estadios evolutivos. El dibujo superior representa el espacio vital de un nino pequeno. El diagrama inferior representa el mas alto grado de diferenciaci6n del espacio vital del nino mayor respecto de Ia situaci6n presente, de Ia dimension de realidadirrealidad y Ia perspectiva temporal. N, nino; R, nivel de realidad; /, nivel de irrealidad; Pas P, pasado psicol6gico; Pr P, presente psicol6gico; FutP, futuro psicol6gico (LEWIN, 1978, p. 227).
Aparte de otro tipo de consideraciones que leg ftimamente se podrfan hacer, el concepto de situaci6n total es un rechazo directo al mecanicismo, del que tan clara mente participa el individualismo metodol6gico, a Ia vez que supone Ia incorporaci6n de algunos de los mas consumados enunciados de Ia teor fa de Ia Gestalt, de tres de ellos cuando menos: a) de aquel que supone que las partes y elementos no existen aisladamente, sino organizados en unidades o todos que conducen a una percepci6n compacta de un objeto; b) si ello es as f, Ia percepci6n de cualquier elemento quedara influida por el campo total en el que se incluye y c) ademas, es posible Ia aparici6n (emergencia hemos dicho al hablar del holismo) de caracteristicas nuevas como consecuencia de Ia interrelaci6n. Ambiente, Persona y Conducta completan una primera decisiva y dialectica aproximaci6n conceptual al Espacio Vit~l o,
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si se prefiere, a Ia explicaci6n del comportamiento humano desde Ia filosofia galileana, desde el marco de referencia de Ia situaci6n total, desde una epistemologfa de Ia relaci6n. Ahara bien, se trata de un espacio y de un ambiente, es i mportante que lo tengamos en cuenta, del que forman parte no tanto los hechos fisicos como tales, sino su experiencia psicol6gica; no tanto los datos del ambiente social, del ambito de relaciones personales, sino su experiencia psico16gica; en una palabra, el principia que gobierna Ia naturaleza del espacio vital es aquel que reza que Ia real es simplemente aquel/o que tiene consecuencias. Ella conduce a LEWIN a reformular el contenido del espacio vital en terminos de lo que el denomina cuasi-conceptos para referirse: a) a los hechos cuasi-ffsicos como hechos f fsico-ambientales de los que el sujeto es consciente y respecto a los que se tiene comprobada informacion sabre su influencia en el comportamiento de los sujetos; b) a los hechos cuasi-sociales como datos sociales psicol6gicamente relevantes e influyentes sabre Ia persona en una situaci6n concreta. Estos son precisamente, en denominaci6n del mismo LEWIN, los hechos socio-psicologicos del Espacio vital; c) ambos, hechos cuasi-ffsicos y hechos cuasi-sociales o sociopsicol6gicos, integran los hechos cuasi-conceptua/es, los cuasi-conceptos que hacen referenda a Ia estructura momentanea del campo psicol6gico del individuo. Lo momentaneo y los psicol6gico, dos nociones capitales para entender Ia propuesta de LEWIN. "Los hechos cuasi-fisicos, cuasi-sociales y cuasi-conceptuales noes-
tim nftidamente separados unos de otros, sino que se distribuyen a lo largo y ancho de un espacio vital psico/6gico unificado en el que estos tres grupos de hechos podemos decir que se representan en clases solo muy burdamente diferenciadas" (Lewin, 1936, p. 27).
4. El hecho de querer enmarcar Ia conducta en Ia situaci6n total y hacer de ella, en suma, una funci6n de Ia experiencia y de Ia influencia en un momenta dado, lleva a Ia formulaci6n de uno de los principios centrales de Ia Teorfa Topol6gica: "cualquier conducta o cualquier otro cambio en un campo psicol6gico depende solamente del campo psicol6gico en ese momenta" (Lewin, 1978, p. 55).
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Es el complicado y debatido princ1p1o de contemporaneidad, es Ia idea de Ia a-historicidad segun Ia cual el comportamiento humano es esencialmente fruto de los elementos sistematicos y no de los historicos en abierta crftica a uno de los principios de Ia filosofia aristotelica. Vayamos a su explicacion textual: "En los aspectos psicol6gicos mas importantes para Ia conducta total de los seres vivos, parece que Ia transici6n hacia una dinamica galileana es inevitable, ya que esta dinamica deriva todos sus vectores no a partir de objetos aislados y singulares, sino de las relaciones mutuas de los factores en Ia situaci6n total concreta, esto es, esencialmente a partir de Ia situaci6n momentanea de un individuo y de Ia estructura de Ia situaci6n psicol6gica. La dinamica del proceso debe ser siem-
pre derivada a partir de Ia relaci6n de un individuo concreto con una situaci6n concreta" (Lewin, 1972, p. 50). a) Solo Ia situacion presente (situacion momentanea), argumenta LEWIN, puede ejercer influencia sobre los acontecimientos presentes y, por consiguiente, solo Ia situacion presentees real; b) El pasado (situacion vital) y el futuro (expectativas) existen, pero su influencia es diffcil de precisar; como mucho, podemos suponer que Ia situacion vital sirve como remoto tel on de Ia situacion presente; a mas es d iffcil aspirar. "Aunque Ia situaci6n vital total ejerce siempre alguna influencia sabre Ia conducta, Ia medida en que Ia podemos tener explicitamente en cuenta en Ia representaci6n del espacio vital es muy diferente en diferentes casas" (Lewin, 1936, p. 23).
5. Detras de estas consideraciones en torno a Ia historicidad vs. contemporaneidad del comportamiento se encuentra el siempre polemico concepto de causa. Hay, dice LEWIN, un concepto historico de causa, aquel que acude a eventos pasados, a Ia historia del individuo para dar cuenta de un hecho actual, presente. Pero existe un concepto sistematico de causa que LEWIN asienta sobre tres principios: a) el principio de concreci6n que postula que solo lo concreto puede ejercer influencia, que establece una diferencia muy clara entre Ia apariencia y Ia realidad y que vuelve, una vez mas, sobre un principio central: el de que solo es real aquello que tiene efectos. "Los efectos pueden ser producidos por aquello que es concreto; es decir, por un hecho individual que existe en un cierto momenta, un
CUADRO 1: Caracteristicas de los conceptos y mlitodos en diferentes epocas de Ia Psicologia (Lewin, 1936, p. 9) 1\.)
Objetivo
Caracterfsticas generales de Ia formacion de conceptos
Filosoffa especulativa aristotelica
Filosofia descriptiva
Filosof ia constructiva galileana
Descubrir Ia esencia de las cosas y las causas de lo que ocurre
Reunir todos los datos posibles y describirlos con precision
Descubrir leyes. Predecir casos individuates
.;:.
1\.)
No separacion entre conceptos psicologicos y no psicologicos
Eliminacion de conceptos no psicologicos
Division de Ia Psicologfa en campos independientes con diferentes !eyes
Los fenomenos psicologicos tratados como un solo campo gobernado por el mismo sistema de Ieyes
Propicio a las teorias de tipo especulativo
Hostil a las teor ias
Propicio a las teorfas de tipo empirico
(j
:::1
Problemas hist6ricos y sistematicos
Tipo de sistema
(")
No separacion entre problemas de frecuencia y calidad
Separacion entre ambos
No diferenciacion entre pro· blemas de frecuencia y calidad
Diferenciacion entre origen hist6rico y causa
Sistema derivado de un unico concepto o de unos pocos conceptos dicot6m icos
Ol 9:
n
Clasificacion descriptiva por abstracci6n
----
0
---------
a· :::1
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Sistema constructive basado en un grupo de conceptos inter· relacionados. Los conceptos que se utili zan permiten una gradual transicion entre 8 puestos ---
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CUADRO 2. Legalidad y conceptos dinamicos (Lewin, 1936, p. 10) Filosofia aristotelica
Q)
c.
Filosofia descriptiva
Filosofia constructiva
Una ley es una norma. Los cases individuales no son legales. Legalidad existe solo cuando hay repeticion de eventos
Una ley es algo distinto de una regia. Todos eventos son legales incluso aquellos que ocurren una sola vez. No es necesaria Ia demostracion empirica de que un evento es legal
Prueba de una ley particular
Demostracion de Ia frecuen· cia de eventos semejantes des· atendiendo las diferencias individuales. La regia es: mayor certeza a mayor numero de cases y mayor semejanza entre ellos. La excepci6n confirma Ia regia
lnvestigacion de cases individuales puros. Comparacion de cases diferentes, no abstraccion a partir de peculiaridades individuales. La val idez de Ia prueba depende de Ia pureza del caso y no de Ia frecuencia. El experimento es una creacion deliberada de cases pu ros
Propiedades Jogicas de Ia formacion de conceptos
Clasificaci6n por abstraccion de las diferencias (promedio estad istico). Predominio del concepto de cosa
Dinamica
La esencia de una cosa (su pertenencia a una clase) es causa de su conducta. La conducta esta determinada por el pasado o por el futuro (teleologia)
Naturaleza de Ia legalidad
Clasificaci6n de acuerdo con el fenotipo
r;·
o: :J iii'
~
:;·
a;· :J Q)
Formaci6n de conceptos por construcci6n (en oposici6n con Ia clasificaci6n). Definiciones genthicas. Predominio del concepto de evento; conceptos funcionales y genthico-condicionales S61o las relaciones entre distintos hechos pueden ser causa de los eventos. Cad a even to depende de Ia totalidad de Ia situaci6n actual
.,.
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Cinco tradiciones en Ia psicologia social
hecho que forma parte real del espacio vital y que posee un Iugar en Ia representaci6n de Ia situaci6n psicol6gica" (Lewin, 1936, p. 33);
b) el canicter relacional de los hechos causales segun el cual, ya lo hemos visto, un evento es siempre resultado de Ia interacci6n de varies hechos. El centro de interesse traslada de los objetos a los procesos; c) el principia de contemporaneidad del que nos hemosocupado hace un memento y sobre el que el autor aleman vuelve una y otra vez: "Muchos psic61ogos han aceptado que no es permisible Ia derivaci6n teleol6gica de Ia conducta del futuro. La teoria de campo insiste en que Ia derivaci6n de Ia conducta del pasado noes menos metafisica, porque los hechos pasados no existen yay, por consiguiente, no pueden tener efecto en el presente" (Lewin, 1978, p. 71 ).
El mismo LEWIN ha sistematizado en sendos cuadros algunos de los rasgos centrales de esta que el denomina filosoffa constructiva. Detras de esta propuesta se halla una profunda a Ia vez que desconocida reflexi6n espistemol6gica que el maestro hiciera, a Ia sombra nada menos que de CASSIRER y STUMPF, durante su estancia en Berl fn y que hubiera sido de gran utilidad a Mario BuNGE y Ruben ARDILA para superar los t6picos y lugares comunes que acaban adueiiandose de algunos apartados (el dedicado a los aspectos sociales, por ejemplo) de su reciente libro, Filosofia de Ia Psicologia. Es mucho lo que LEWIN escribi6 sobre teorfa de Ia ciencia (estes asuntos ocupan los dos primeros volumenes de su obra completa recientemente publicada en aleman), pero lo mas relevante sin duda es Der Begriff der Genese im Physik, Biologie und Entwicklungsgeschichte (EI concepto de genesis en F fsica, Biolog fa e historia del desarrollo), su primer libro, y Ia Wissenschafstlehre (teorfa de Ia ciencia), un trabajo inedito que ha visto por vez primera Ia luz en Ia reciente publicaci6n a Ia que acabamos de aludir. El concepto de genesis tiene su origen en Ia memoria de habilitaci6n que presentara en Ia Facultad de Filosoffa para obtener una plaza de Profesor a Ia que no pudo acceder (Ia vida acostumbra a tener algun detalle ir6nico con los genies) perque los informes del fil6sofo Carl STUMPF, que apadrinaba a LEWIN, del botanico Gottlieb J. HABERLAND, del ffsico Heinrich RuBENS, del zool6go Karl HEIDER y de los tambien fil6sofos Benne ERDMANN y Ernst TROELTSCH no debieron resultar ex-
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cesivamente favorables por lo que el 26 de Mayo de 1920 se desestim6 su propuesta, no sin antes recomendarle muy encarecidamente un segundo intento, cosa que el joven de Mogilno hizo con tanta celeridad que el 9 de Julio del mismo ano registraba en Ia Facultad su Experimentellen Untersuchungen zum Grundgesetz der Assoziation (Investigaciones experimentales sobre las leyes basi cas de Ia asociaci6n), una continuaci6n de su Tesis Doctoral que esta vez sf recibi6 las suficientes bendiciones como para, tras una exposici6n oral sobre las nuevas teorlas de Ia memoria (de Ia que se ha perdido todo rastro), recibir Ia venia legendi el 4 de Noviembre de 1920. Pero Ia primera de las memorias acab6 siendo publicada, no sin algun avatar, en 1922, yes una s61ida y dura reflexi6n 16gico-rnatem
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cia moderna; Ia intenci6n del maestro era Ia de dirigir a Ia Psicolog Ia por los cauces de Ia elaboraci6n gemhica de conceptos y teodas, una vez superadas las tres primeras fases. Dos elementos organicos, dos estructuras sociales, dos sustancias qulmicas entran en contacto y cuando esto ocurre, uno observa que, a medida que pasa el tiempo, se van produciendo cambios, van ocurriendo cosas, cosas frecuentemente distintas, a veces cosas de tanta enjundia que los objetos, elementos, estructuraso sustancias primitivas van dando paso a algo completamente nuevo, van generando un nuevo fen6meno porque resulta que han establecido entre ellos un tipo de relaci6n profunda, se han enzarzado en un estrecho intercambio, en un intercambio que les hace correr una suerte paralela, un destino unido y que acaba siendo vital para Ia existencia de cada uno de los objetos, elementos o sustancias; en una palabra, han establecido entre ellos una relaci6n existencial, una relaci6n que va mas alia de sus semejanzas o diferencias, una relacion que no se sustenta en las cualidades mas o menos anecdoticas, mas o menos adjetivas o sustantivas de esos objetos, sino que recae sobre su propia existencia, sobre ellos mismos y no sobre sus propiedades. Resulta que las hermosas Cariatides del Parten6n, las hijas predilectas de Prax lteles hace tiempo que han perdido su serena compostura porque el marmol de PentEHidos que les hab Ia dado tan hermosa vida se ha ido paulatinamente convirtiendo en sulfato calcico (C0 2 ) a resultas de su contacto con el acido sulfurico que cae sobre elias como consecuencia de Ia contaminaci6n que sufre Atenas. Para Ia mayoda de los mortales sigue siendo todavla un misterio (tan arcano que algunos lo siguen achacando a Ia directa intervencion de fuerzas sobrenaturales) como de una cosa inanimada se puede llegar a desprender nada menos que un ser vivo, como de un huevo sale un polio (es el ejemplo al que recurre LEWIN ) y no menos misteriosas vienen a resultar las razones de por que los individuos se comportan en grupo de manera tan distinta a como lo hacen cuando estan solos o como es posible que un individuo se comporte de manera distinta en distintos grupos o por que de una reunion de hombres sensatos e inteligentes salen a veces decisiones tan alejadas de Ia cordura o por que el comportamiento de los mismos individuos dentro del mismo grupo varfa tan decisivamente con el talante del llder. En una palabra, lpor que deja el marmol de ser marmol para convertirse en sui-
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fato calcico?, lque procesos median para que un huevo traspase las enigmaticas fronteras de Ia materia inerme?, lque les sucede a los individuos dentro de las aglomeraciones masivas que pierden con tanta facilidad los reflejos, Ia cordura y Ia serenidad?; lpor que cambia con tanta facilidad el comportamiento del individuo dentro de los grupos? Estas y otras preguntas han salida y seguiran saliendo permanentemente al encuentro de los cientlficos de cualquier rama del saber. Frente a elias LEWIN adopta una postura que realmente ya nos resulta familiar: estas casas resultan y se generan como consecuencia de Ia relaci6n existencial (Existenzialbeziehung) que se produce y de Ia dependencia mutua que acaba estableciendose entre distintos elementos (sean estos sustancias inorganicas, personas, grupos, o sustancias organicas), una relaci6n absolutamente independiente de las burdas semejanzas o diferencias que existan entre sus cualidades; las casas poseen unos elementos entre los que se establecen unas estrechas relaciones de las que se desprenden y generan (el concepto lewiniano de Genese mantiene estrechas relaciones con el de emergencia que hemos vista en el primero de los capitulos) unos fen6menos nuevas; estos se configuran a partir de Ia Genidentitat (identidad genetical que alude a los fen6menos que resultan de Ia relaci6n existencial entre las casas. "A fin de evitar confusiones, queremos den om inar identidad genetica a aquellas relaciones en las que se encuentran los elementos que se derivan existencialmente unos de otros" (Lewin, 1983, p. 62).
1. Se trata, en primer Iugar, de una relaci6n que presupone Ia existencia de objetos claramente diferenciados unos de otros, de una relaci6n entre diversos objetos, y por tanto, algo distinto a Ia mera identidad 16gica que alude a Ia simple perseverancia y constancia de un determinado objeto; Ia identidad genetica, escribe en Ia Wissenchaftslehre, implica una relaci6n entre elementos que se derivan unos de otros, que existen unos gracias a los otros, que proceden de su mutua relaci6n, que son existencialmente interdependientes. 2. La identidad genetica no tiene nada que ver con Ia igualdad, Ia semejanza o Ia diferencia, fundamentalmente porque Ia igualdad o Ia semejanza son categorias reflexivas y Ia identidad genetica es una categoria constitutiva. "La igualdad es una relaci6n entre las cualidades de las cosas, mientras que Ia identidad genetica entrana una relaci6n de las cosas mis-
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mas. Ello esta relacionado con el hecho de que Ia identidad genetica, en contraposici6n con Ia semejanza, se remonta a Ia existencia y Ia existencia noes una cualidad de las cosas" (Lewin, 1983, p. 69).
lo cual significa que Ia identidad genetica nose fundamenta en las cualidades, propiedades y caracterfsticas que poseen las casas, no se define a partir de Ia relaci6n que mantienen esas cualidades (Eigenschftsbeziehung), sino que indica una relaci6n entre las casas propiamente dichas, entre las casas como tales e indica por tanto, si se nos permite acudir de nuevo a Ia termino log Ia lewiana, una Existenzbeziehung. Se trata esta de una idea matriz en el entramado te6rico de LEWIN; Ia relaci6n de existencia sabre Ia que se asienta Ia naturaleza de las casas y de los fen6menos sociales (Ia identidad genetical es independiente de Ia semejanza o diferencia, de tal suerte que cuando queramos estudiar en profundidad tales fen6menos, deberemos tener especialmente presente el principia (recordemoslo una vez mas) de que las casas no son lo que son porque posean unas propiedades que las distingan de otras, sino como consecuencia de Ia relaci6n que establezcan con otras. 3. Cuando hablamos en terminos de identidad genetica para referirnos a Ia naturaleza de los fen6menos, nos mantenemos claramente al margen de las relaciones de causa y efecto; las relaciones existenciales entre las casas no son relaciones entre sucesos o acontecimientos (Geschehnissen) cronol6gicamente distintos, sino relaciones entre las casas (Dinge) y nunca presuponen una dinamica de dependencia funcional entre elias. Las relaciones de causa y efecto aluden a un mismo acontecimiento en dos momentos cronol6gicos distintos y presuponen do~ casas respecto a las que LEWIN posee dudas epistemol6gicas bastante serias cuando se trata de aplicarlas a Ia explicaci6n del comportamiento humano: Ia historicidad (las relaciones de causa y efecto suponen un antes y un despues) y Ia permanencia, Ia conservaci6n, Ia estatica de los fen6menos propiamente dichos, algo en contra de lo que no pod fa por menos de rebelarse un esp lritu sin duda dialectico como el de LEWIN. Detras de Ia relaci6n causa-efecto se encuentra el principia de conservaci6n, va a escribir en otro corto ensayo (Erhaltung, ldentitiit und Veriinderung in Physik und Psychologie), respecto al que no se nos podran escapar sus connotaciones historicistas ya que, en sintesis, vendria a suponer que lo que ocurre en un momenta dado, ocurri6 en el pasado y volvera a suceder en el futuro. Y tampoco conviene que nos olvidemos de las dificul-
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tades que este principia tiene para convivir paclficamente con Ia filosoff~ galileana y para acomodarse al concepto de identidad gemhica. "De las relaciones de causa-efecto se diferencia Ia identidad genetica en que ella no establece dependencia funcional alguna entre un factor independiente y otro dependiente" (Lewin, 1983, p. 73).
4. En el ambito de las ciencias, Ia identidad genetica ocupa un Iugar especialmente destacado y despliega todo su significado cuando nos enfrentamos a Ia tarea de Ia explicaci6n. Ciertamente Ia F [sica, Ia Biologfa y Ia historia del desarrollo son ciencias distintas entre sf y a su vez se diferencian claramente de Ia Psicolog Ia, pero a todas elias es comun un mismo principia: el (mica camino para Ia investigaci6n es aquel que mira los fen6menos como derivados de una relaci6n existencial mutua y no tanto como pertenecientes a unas categorfas en virtud de Ia posesi6n de una serie de caracterfsticas mas o menos diferenciadas y distintivas. La raz6n de las casas (del comportamiento de las personas, por ejemplo) se encuentra en las relaciones que estas mantienen con otras de su media ambiente y no tanto en Ia posesi6n de propiedades que las dotan de una supuesta distintividad y que las incorporan a una categor fa definida de Ia cual se derivan las razones (unas razones ontol6gicas) que las hacen ser como son o actuar como actuan de una manera ciertamente constante y fija. Todo ella sin ignorar que Ia procedencia y dependencia mutua de los fen6menos (un concepto central en Ia teorfa lewiniana este de Auseinanderhervorgehen) posee una naturaleza y un significado peculiar y distintivo en cada una de las ciencias, pero tanto Ia F [sica y Ia Biolog fa como Ia Psi co log fa persiguen un objetivo comun: Ia investigaci6n de los productos, hechos y fen6menos que existencialmente se derivan unos de otros, Ia investigaci6n de su identidad genetica (Genidentitat) y no tanto de sus semejanzas o diferencias, de manera que: "En el desarrollo del individuo biol6gico nos encontramos frente a un proceso que, como en el caso de Ia identidad genetica en Ia F Isica, no esta determinado por una relaci6n reflexiva de las cualidades, o por una constancia o variaci6n de dichas peculiaridades, sino por Ia relaci6n existencial que mantienen sus elementos (Lewin, 1983, p. 121 ).
y esto es asf, tanto si hablamos de un organismo \Avo, de un individuo (a Ia identidad genetica individual dedica LEWIN un ex-
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tenso apartado en esta obra), como si intentamos adentrarnos en complejos biol6gicos mas sutiles como el parentesco o el linaje; el uno (el individuo propiamente dicho) y los otros se sustentan sobre relaciones existenciales, sobre las relaciones de las cosas que son parte de un proceso existencial. Y hablando justamente de estos complejos biol6gicos sometidos a las relaciones existenciales, anticipa el maestro Ia noci6n de grupo de Ia que daremos alguna cuenta (menos de Ia que sin duda se merece) en paginas subsiguientes: "Una cantidad de elementos biol6gicos g'm, g"m, g'"m, g'n, g"n, g'p ... configura un linaje, cuando cada uno de esos elementos (gxy) se encuentra completamente emparentado con cada uno de los otros (gx, gx') (Lewin, 1983, p. 249).
Compare el lector por sf mismo este resultado de Ia identidad gemhica en el campo de Ia Biolog Ia con otro de tanta trascendencia como es el de grupo para Ia Psicologla; el grupo, como el linaje, es esa Menge untereinander volkommen verwanter Gebilde (Ia expresi6n alemana posee una fuerza sintactica que resulta dificil traducir al castellano), ese conjunto de elementos perfectamente emparentados unos con otros, hasta tal punto que Ia naturaleza de esos elementos se desprende de sus relaciones con el resto y no de Ia posesion de caracterfsticas personales mas o menos diferenciadas (el individuo es fruto y resultado de Ia pertenencia al grupo y no de Ia posesion de un entramado de personalidad). Esta es, en verdad, Ia hipotesis que esta sustentando lo que hemos dado en llamar el transite hacia el grupo.
El transito hacia el grupo Esta que acabamos, muy resumidamente, de exponer es como una parte, como una de las vertientes de Ia teor fa topologica o teorfa de campo (que de las dos maneras se Ia suele denominar); se trata de una vision incompleta (resulta francamente dificil ofrecer un panorama acabado de esta teorfa) de Ia que su autor nos ofrece una caracterizaci6n en el Capitulo IV de La teorfa del campo en Ia Ciencia social, reunion deart fculos previa mente publicados; de ella nos vamos a servir para completar nuestra exposicion.
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1. La teoria de campo utiliza un metoda constructivo, un metoda gem\tico que descansa mas sabre Ia relacion que sabre Ia pertenencia a una categoria, mas sabre Ia interdependencia que sabre Ia clasificacion. El metoda constructivo es el que propugna Ia filosoffa galileana, esa filosoffa que se interesa mucho mas por c6mo las casas se derivan unas de otras que por cuales son sus diferencias. 2. La teorfa de campo utiliza un enfoque dinamico, es decir, sostiene Ia existencia de una serie de fuerzas psicologicas subyacentes al comportamiento de los individuos de las que el metoda cientffico debe dar cumplida cuenta. Lo dinamico (Ia configuracion del espacio vital, de Ia situacion total en un momenta concreto y determinado) frente a lo estatico, frente a aquello que suele aguantar el paso del tiempo definiendo unas pautas comportamentales mas o menos solidas (los rasgos de personalidad, el aprendizaje, Ia historia pasada del individuo, etc.). Resulta este de fuerza un concepto importante en Ia concepcion teorica de LEWIN al que creemos no haberle prestado Ia atencion que se merece y que nos va a servir para desenterrar algunos otros elementos de Ia teorfa topologica. El espacio vital psicologico, ya lo hemos vista, esta compuesto por un conjunto de elementos ffsicos (cuasi-ffsicos), sociales (cuasi-sociales) y personates (cuasi-conceptuales). Es un espacio, ademas, que posee: a)
un conjunto de regiones, de partes perfectamente diferenciadas entre sf, tales como los distint~;>s escenarios de Ia conducta, las diversas ocupaciones, los roles, los distintos ambitos familiares, profesionales, Ia propia persona, etc.
"Tenemos que considerar como region todo aquello que ocupe un Iugar dentro del espacio vital, por ejemplo una persona; todo aquello que se mueva, todo aquello que pueda llevar a cabo una locomoci6n, todo aquello en lo que sea posible distinguir varias posiciones o partes o que sea parte de un todo" (Lewin, 1936, p. 93).
He aqu I como el propio LEWIN refleja griificamente Ia supuesta estructura de Ia persona acudiendo a este concepto de region; b) las regiones estan delimitadas por unas fronteras mas o rnenos fluidas, con distintos grados de consistencia y solidez que facilitan o dificultan el transito entre elias, el paso y Ia comunicacion de una a otra; se trata de una se-
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E
Figura 7.: Topologfa de Ia persona; M: region motor-perceptual;/: region interior-personal; p; partes perifericas de/; c: partes centrales de/;£; am· biente (LEWIN, 1936, P. 177).
rie de puntos mas alia de los cuales no se puede ir sin abandonar Ia region y que se convierten en barreras cuando impiden Ia locomocion entre las regiones; c) cuando el individuo se mueve de una parte a otra dentro de su espacio vital, cuando pasa de una region a otra o cuando cambia de posicion dentro de Ia misma region, esta realizando, en Ia terminologfa de LEWIN, una locomoci6n (conducta en Ia terminolog ia psicologica al uso ); d) esa locomocion se sustenta sobre Ia existencia de unas fuerzas, de unas tensiones inherentes bien a los elementos cuasi-f isicos de una region (el ambiente impone conductas va a decir Roger BARKER, un discipulo de LEWIN, para hab lar del escenario de conducta), a sus elementos cuasisociales (a Ia atmosfera del grupo, por ejemplo) oaaquellos que se originan dentro de Ia persona propiamente dicha ~necesidades, motivaciones, etc.). El espacio vital es un campo lleno de tensiones, de fuerzas opuestas (fuerzas impulsoras que nos conducen a Ia locomocion, fuerzas restrictivas, fuerzas inducidas que corresponden a necesidades o deseos de Ia persona, y fuerzas impersonales como algo que no tiene una procedencia clara; todas esas distingue LEWIN) que nos empujan en varias direcciones.
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"EI constructe fuerza caracteriza, para un punta dado del espacio vital, Ia direccion y Ia potencia de Ia tendencia al cambia. Este cons· tructo no implica ningun supuesto adicional tal como Ia causa de esa tendencia ... La relacion entre fuerza y conducta puede resumirse en· tonces de Ia siguiente manera; siempre que exista una fuerza resultante (distinta de cera). habra locomocion en direccion de esa fuerza o un cambia en Ia estructura cognitiva equivalente a esa locomocion ... Las fuerzas psicologicas corresponden a una relacion por lo menos entre dos regiones del espacio vital" (Lewin, 1978, p. 235-236).
3. La teorfa del campo defiende un enfoque psicol6gico en el sentido de que tiene como punto de partida no las cosas que existen, sino las que tienen existencia para el individuo; los datos de los que parte, lo hemos dicho alguna otra vez, son datos cuasi-flsicos, cuasi-sociales, son datos exclusivamente psicol6gicos. 4. Por su fuerte ascendiente gestaltico, Ia teoria del campo se interesa mucho mas por el todo que por las partes de que se compone. "Lo importante en Ia teorfa del campo es su procedimiento anal ftico. En Iugar de elegir uno u otro efemento aislado dentro de una situacion, cuya importancia no puede juzgarse sin Ia consideracion de Ia situacion global, Ia teorfa del campo encuentra util, como norma, caracterizar Ia situacion en su totalidad. Despues de esta aproximacion preliminar, los diversos aspectos y partes de Ia situacion soportan un analisis cada vez mas especffico y detail ado" (Lewin, 1978, p. 70).
5. Para esta teorfa, un principia inexcusable es el analisis de Ia conducta en el momenta en que ocurre dentro de un espacio vital concreto. Es el principia de contemporaneidad al que ya hemos hecho referencia y que tan estrechas concomitancias guarda con el enfoque dinamico. 6. Para alcanzar Ia rigurosidad requerida y exigida a una ciencia, Ia teorfa del campo propane Ia utilizaci6n de una rama de Ia matematica, Ia geometria, para Ia representaci6n de las situaciones psicol6gicas. "Ciertos tipos de geometrfa, como Ia topologfa, son muy utiles para representar Ia estructura de situaciones psicologicas. Los conceptos topologicos y vectoriales combinan el poder del analisis, Ia precision conceptual, Ia utilidad para Ia derivacion y el ajuste para Ia gam a total de los problemas psicologicos de una manera que, en mi opinion, les otorga superioridad sabre cualquier otros instrumento conceptual conocido en Psicolog fa" (Lewin, 1978, p. 71 ).
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Si importante y complicada resulta Ia formulaci6n de los siempre extraiios prindpios te6ricos de esta teorfa, no menos lo es su aplicad6n a los diversos campos del quehacer psicol6gico; los muchos y muy importantes asuntos reladonados con Ia conducta grupal, Ia ecologfa psicol6gica, el nivel de aspiraci6n, el conflicto, las reladones raciales, el desarrollo infantil, las minorlas, el cambia de actitudes, Ia integraci6n racial, han pasado par Ia pantalla topol6gica, pero sin duda las preferendas psicosociales del psic61ogo aleman tuvieron como punta de referenda al grupo y a el nos vamos a referir para dar par terminada Ia exposici6n de LEWIN. Dice KAUFMAN que el paso de Ia Psicologfa individual a Ia Psi co log fa so cia I Ia di6 LEW 1N con Ia inestimable ayuda del concepto de grupo; en el encontraria uno de los campos mas abonados para comprobar algunas de sus hip6tesis te6ricas, ya que resultaba el escenario ideal para representar el espado vital, las regiones, tensiones, fuerzas, etc., todo ella, ademas, desde los supuestos de Ia filosofia galileana. La propia definicion de gru po as f parece atestiguarlo: "La concepcion del grupo como un todo dinamico debe incluir una definicion de grupo que se base en Ia interdependencia de los miembros (o mejor, de las subpartes del grupo). Me parece muy importante este punto, porque muchas definiciones del grupo toman como factor constituyente Ia similitud de los miembros del grupo mas que su interdependencia dinamica. A menudo, por ejemplo, se define el grupo como compuesto por un numero de personas con ciertas semejanzas, especial mente de actitudes. Creo que es necesario entender que tal definicion difiere fundamentalmente de las del grupo basada en Ia interdependencia de sus miembros" (Lewin, 1978, p. 142-143).
A este in teres no fue ajena su condici6n de jud fo errante, ta I y como puede atestiguarse a traves de no pocos trabajos, buena parte de los cuales se incluyeron en el volumen Resolving Social Conflicts que, escasamente un aiio despues de su muerte, editara su esposa Gertrud Weiss Lewin. Y a todos elias subyace practicamente una misma hip6tesis: Ia pertenencia al grupo acaba convirtiendose en un marco de referenda imprescindible a Ia hora de acercarnos al comportamiento individual. "Uno de los constituyentes mas importantes de los fundamentos sobre los que se sostiene el individuo es el grupo social al que pertenece. En el caso del nino que crece en una familia, es el grupo familiar el
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que constituye su principal raiz ( .. .) Durante Ia mayor parte de su vida el individuo adulto actua no simplemente como un individuo, sino como miembro de un grupo social" (Lewin, 1948, p. 146).
Lo es por muchos motivos, unos de elevado y generalizado orden cultural (Diferencias socio-psicol6gicas entre Estados Unidos y Alemania ), otros nos conducen a Ia decisiva influencia de Ia subcultura (La educaci6n del nifio judfo, Problemas psicol6gicos en Ia educaci6n judia, Auto-odio entre los judfos), finalmente otros nos ponen de manifiesto el alcance de Ia contingencia hist6rica (Problemas psicosociales de un grupo minoritario, lnvestigaci6n sabre los problemas de las minor/as); Ia larga sombra de su pro pia ascendencia jud ia y Ia no menos s6rdida de Ia persecuci6n nazi estan sin duda gravitando sobre este interes por el grupo. A ello habrfa que afiadir Ia incuestionable convicci6n gestaltica de que el todo, el grupo en este caso, es algo distinto de Ia suma de sus partes; el grupo posee sus propias metas y objetivos, su propia estructura, su propia dinamica, sus propias fuerzas y define sus propias relaciones con otros grupos; es, en una palabra, un todo dimimico e interdependiente hasta el punto, nos dire] en un trabajo dedicado al conflicto matrimonial, de que una modificaci6n en cualquiera de las subpartes hace cambiar el estado y Ia situaci6n de las otras debido, lo hemos anticipado al final del apartado anterior, a esa volkommen Verwandtschaft. El grupo, en suma, adquiere no menos de cuatro significados: a) es Ia base sobre Ia que se erige el individuo y, por consiguiente, Ia firmeza o debilidad, Ia seguridad o vulnerabilidad y otros rasgos igualmente decisivos de su conducta, nos remitiran frecuentemente a Ia resistencia o fragilidad de Ia base. Sabemos, habia escrito en 1935 en Los problemas psicosociales de un grupo minoritario, que Ia inestabilidad en el momenta de Ia nifiez puedearrastrarse en Ia vida adulta; b) el grupo es un medio para Ia consecuci6n de determinadas metas; c) Ia persona es una parte del grupo, hasta tal punto que "EI cambia en las circunstancias individuales es, en buena medida, funcion directa del cambia en Ia situacion del grupo del que forma parte. Un ataque al grupo, Ia ascension o el declive de su grupo significa un ataque a el, un progreso o degradacion de su posicion. Como
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miembro de un grupo, uno posee los ideales y metas que existen en ese grupo" (Lewin, 1948, p. 86);
d) el grupo es una parte del espacio vital del individuo, una region importante de su vida. Y lo acaba siendo en todos los terrenos practicamente sin excepci6n, en el de Ia norrnalidad yen el de las anomalfas, en el de las altas yen el de las bajas pasiones; es realmente Ia pertenencia a grupos de diverso cariz y mucho menos las diferencias en los rasgos de personalidad lo que p,uede ayudarnossobrernanera en Ia no siempre facil tarea de desvelar los areanos del comportamiento humano: "La naturaleza del proceso por el que el individuo llega a ser un cri· minal, por ejemplo, parece ser basicamente identica al proceso por el que un individuo normal se conduce de manera honesta. Lo que cuenta es el efecto que sobre el individuo han ejercido las circunstancias de su vida, Ia influencia del grupo en el que ha crecido" (Lewin, 1948, p. 57).
Una de las mas sabrosas a Ia vez que conocidas ratificaciones experimentales de lo que estamos comentando Ia proporciona el propio LEw 1N y algunos de sus mas aventajados discipulos (Ronald LIPPITT y Ralph WHITE) con Ia ayuda de una serie de investigaciones en las que se pretend ia estudiar Ia influencia que sabre el comportamiento individual pudiera ejercer Ia existencia de distintas atm6sferas, climas o ambientes grupales creados respectivamente por un liderazgo democnitico, autocratico o laissez faire que se conduclan con criterios abiertamente distantes respecto al trato con los miembros del grupo. Hay resultados concretes que LEWIN quiere destacar, tales como el gran fndice de hostilidad que se manifiesta en el grupo con un clima autocratico, su mayor dependencia y sumisi6n,o Ia atmosfera de amistad, solidaridad y cooperaci6n que se respira en los grupos democraticos. Con independencia incluso de ellos, lo que se nos antoja sustantivo en este preciso momenta es Ia reflexi6n final del maestro, una reflexi6n que no hace sino incidir sabre extremos ya conocidos, pero a Ia que no le podemos sustraer una atenci6n no sin antes proponernos firmemente el paso a otros asuntos: "EI clima social en que vive el nino resulta para el tan importante como el aire que respira. El grupo al que pertenece es Ia base sobre Ia
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que se sostiene. Su relaci6n con ese grupo y su estatus dentro de el son los factores mas importantes en su sentimiento de seguridad 0 inseguridad. No es de extranar que el grupo del que Ia persona forma parte y Ia cultura en Ia que vive determinen en alto grado su conducta y su caracter. Esos factores sociales determinan el espacio de movimiento libre que posee y lo lejos que puede mirar con alguna claridad hacia el futuro. En otras palabras, ellos estan determinando en buena medida su estilo personal de vida y Ia direcci6n y productividad de sus planteamientos" (Lewin, 1948, p. 82).
Aunque Ia curiosidad par el grupo y las investigaciones sabre algunos aspectos de su dincimica se remontan a los aiios treinta (Los problemas psicosociales de un grupo minoritario, par ejemplo, se publico en 1935 yen 1938 LEWIN publicaba unos experirnentos sabre atm6sferas democraticas y autocnhicas, a los que seguir fan los conocidos estudios con Ronald LIPPIT sabre el mismo tema ), no cabe dud a de que el perfodo mas productive y mas gratificante para Kurt LEWIN se inici6, en 1946, con Ia apertura del Centro de lnvestigaci6n de Dinamica de Grupos; fue, desafortunadamente para Ia Psicologfa social, una alegrfa effrnera, porque el12de Febrerode 1947 marfa en Newtonville, Massachusetts, el gran maestro. El mismo LEWIN dio publica cuenta de Ia naturaleza, objetivos, infraestructura y planes del Centro en un hist6rico articulo en el que se dejan traslucir sus preocupaciones sociales y sus convicciones te6ricas y que nos va a servir de gu fa en Ia exposici6n. "EI Centro de lnvestigaci6n de Ia Dinamica de Grupos ha tenido su origen en dos necesidades, una cientffica y otra tecnica. La ciencia social requiere Ia integraci6n de Ia Psicologfa, Ia Sociologfa y Ia Antropologla cultural para estudiar Ia vida del grupo. La sociedad actual demanda una comprensi6n mas profunda y un tratamiento mas eficaz y menos prejuicioso de los problemas grupales. Estoy convencido de que esta necesidad es particularmente aguda y esencial en una democracia" (Lewin, 1947, p. 5).
La Psicologfa experimental ha subrayado sobradamente Ia importancia de los factores sociales en Ia pr:actica totalidad de Ia vida psicol6gica del individuo; Ia Antropologfa cultural, despojada ya de su exclusiva vocaci6n par las culturas llamadas primitivas, puede sernos de utilidad en los aspectos gemhicos de Ia transmisi6n cultural y otros aspectos institucionales; finalmente, Ia Sociologfa es imprescindible en cuestiones tales como Ia estructura y dinamica de los sistemas sociales.
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La planificaci6n del Centro se apoy6, Ia mayorla de las veces, sobre simples ideas, otras en hip6tesis ya consolidadas y algunas otras sobre no pocas convicciones; estas son las mas importantes: a)
b)
c)
d)
e)
f)
g)
El estudio de Ia vida del grupo debe ir mas alia del nivel descriptivo; deben ser investigadas las condiciones de Ia vida del grupo y las fuerzas que ocasionan el cambia o que son resistentes a el. El termino dimimica hace referencia a esas fuerzas; Ia investigaci6n no debe centrarse en aspectos particulares de Ia vida del grupo; sea cualquiera Ia forma en que se defina y se delimite el trabajo del Centro, todos los aspectos de Ia vida del grupo deben tomarse en consideraci6n; puesto que Ia penetraci6n cientlfica de un problema depende·de que se le trate segun su propia naturaleza, mas que de acuerdo con cualquier clasificaci6n artificial, el estudio de Ia vida del grupo debe hacerse independientemente del modo en que Ia sociedad acostumbra a clasificar estos fen6rnenos; el Centro pretende utilizar cualquiera de los metodos cualitativos o cuantitativos que Ia Psicologla, Ia Antropologia o Ia Sociologla han desarrollado; sin embargo, el interes metodol6gico principal se citra en el desarrollo de experimentos llevados a cabo en el laboratorio yen Ia calle; es de trascendental importancia que el desarrollo de conceptos y teorfas se rea lice simultaneamente o incluso por delante de Ia recogida de los datos. La ciencia social solo podra avanzar en Ia medida en que se logre una compenetraci6n entre teorfa y experimentaci6n; todo trabajo cientlfico depende, en alguna medida, de circunstancias sociales. Sin recursos econ6micossuficientes y sin el estatus social suficiente, Ia investigaci6n en Ia Ffsica no hubiera sido capaz de avanzar con tanta rapidez. La experirnentaci6n con grupos, sobre todo el trabajo de campo, muestra Ia misma dependencia, pero todavfa mas acusada; los estrechos lazos entre Ia investigaci6n social y Ia realidad social constituyen una de las razones por las que se debe prestar particular atenci6n a los prerrequisitos prac-
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ticos de los experimentos de campo y a las condiciones bajo las que Ia investigaci6n social puede llevarnos a una aplicaci6n pnictica; h) uno se puede preguntar siesta interrelaci6n entre Ia ciencia so cia I te6rica y las necesidades pnicticas de Ia sociedad no hace descender el nivel cientffico. Los psic61ogos s61o han reconocido Ia necesidad de Ia teorfa recienternente, y el estudioso de Ia vida grupal debe ser consciente de este peligro y del todavla mas dramatico de convertirse en subdito y servidor de unos intereses muy particulares; i) los experimentos con grupos no s61o tienen que superar los prejuicios filos6ficos y las dificultades tecnicas; tienen tambiem que justificarse como un procedimiento social necesario y honesto. La "manipulaci6n grupal" es un termino que inspira temor, al menos en los palses democraticos, porque parece ir contra las dignidades basicas del hombre. Todos estos objetivos pensaba llevarlos a buen puerto el Centro:
1. Creando un grupo de investigaci6n con unas metas cornu nes, especialidades complementarias y con un programa de evaluaci6n continua. 2. A traves de una serie de experimentos de campo cuidadosamente elegidos sabre problemas centrales de acci6n y cambia grupal en colaboraci6n con varias organizaciones e instituciones. 3. Por media de un programa de experimentos de laboratorio muy bien controlados sabre problemas te6ricos centrales del funcionamiento del grupo. 4. Elaborando un programa de formaci6n y de entrenamiento en tecnicas de campo en Psicologfa de los grupos para graduados. 5. Concediendo oportunidades especiales al entrenamiento post -doctora I en i nvestigaci6n so cia I. 6. Estableciendo unos canales de comunicaci6n fluidos y eficaces con cientlficos de otros pa fses e intentando llevar a Ia practica los resultados de las investigaciones. Todo ella con Ia ayuda del siguiente equipo: Darwin CARlWque ten fa a su cargo las cuestiones relacionadas con las tecnicas de entrevista, analisis de contenido, muestreo y analiRIGHT,
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sis te6rico de Ia conducta socio-econ6mica; Ronald LIPPITT, mas centrado en Ia teor(a e investigaci6n de los procesos educativos en grupos pequefios y especialista en metodologla de observaci6n grupal; John R. FRENCH, experto en ancWsis de productividad en Ia industria; Leon FESTINGER, para el disefio de Ia investigaci6n experimental, el amilisis matematico y Ia medida de Ia comunicaci6n social; Marian RADKE, psic61oga infantil centrada en las relaciones intergrupales. Las actividades de investigaci6n se concentraron en cinco grandes areas:
1. Productividad grupal, dentro de Ia que se desarrollaban siete proyectos de investigaci6n que atacaban diversos aspectos del tema, incluyendo, por descontado, estudios experirnentales de laboratorio ademas de otros trabajos en ambitos academicos e industriales. 2. Relaciones intergrupales, area en Ia que se definieron cinco proyectos de investigaci6n sobre el origen de las actitudes de discriminaci6n y el papel de Ia escuela publica en el desarrollo de actitudes tolerantes; un experirnento sobre las relaciones interraciales en una escuela publica y un segundo, este de laboratorio, sobre el efecto de Ia identificaci6n grupal en las relaciones interraciales, etc. 3. Comunicaci6n y percepci6n en Ia vida social como medic de conocer las maneras en que se conduce Ia influencia dentro y entre los grupos por medio de canales formales e informales de comunicaci6n. 4. Ecologla grupal, un tema muy novedoso, del que se llev6 a cabo una unica investigaci6n para definir el grado de satisfacci6n o insatisfacci6n con Ia vivienda en dos zonas residenciales muy parecidas en cuanto a su estructura f £sica y muy diferentes en lo que respecta a su organizaci6n social. 5. Analisis te6ricos fundamentalrnente centrados en torno a los conceptos de equilibria social, diferenciaci6n grupal, interdependencia y estructura grupal. Podrfamos seguir hablando de Kurt LEwiN en Ia seguridad de no ser completamente capaces de penetrar en lomas hondo de su pensamiento y con el temor de no poder responder dignamente a las muchas dudas que Ia lectura de estas paginas ha suscitado. Pero hay una cosa que estamos seguros que el lector ingenue (aquel que no esta cargado de prejuicios respecto a Ia
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Psi co log fa social) habra sido capaz de entender: Ia distancia entre Kurt LEWIN y George H. MEAD, entre un Profesor de Psi colog fa que pone todo su empefio en ofrecer datos emp lricos que avalen su teor fa, que mide, cuantifica y controla variables en el laboratorio y a Ia vez se permite teorizar, y profundamente, a Ia sombra de CASSIRER, WERTHEIMER o STuMPF para terminar demostrando experirnentalrnente Ia eficacia de Ia discusion grupal frente a otras tecnicas de informacion para fomentar entre las amas de casa Ia compra y el consumo de ciertos productos alirnenticios; entre un Doctor de Filosofia preocupado por Ia aplicaci6n, por las demandas sociales e incluso por lo que hoy llamarfamos intervencion comunitaria y un filosofo puro ajeno por completo a Ia ratificacion emp irica y un poco alejado de Ia cruda realidad. En Ia propuesta psicosocial de Kurt LEWIN sedan cita, en el marco en que se han conducido algunos de nuestros comentarios, un con junto de caracter fsticas que nos atreverfamos a ofrecer a Ia consideracion del lector. LEWIN, lo hemos recordado en algun momento, posee una honda formacion filosofica que se deja traslucir a todo lo largo de sus consideraciones teoricas; su forma cion en Ia teor fa gestaltica esta fuera de duda; una y otra le sirvieron ciertarnente de inspiraci6n, nunca de excusa directa, en Ia elaboracion de su teoria topologica. Conceptos como espacio vital, region, ambiente, locomocion, fuerza, han sufrido un proceso de elaboracion del que no sabemos si hemos sido capaces de dar cuenta, pero del que LEWIN Ia dio en obras de tanta i mportancia te6rica como sus Principles of Topological Psychology publicada en 1936 y de los que todav fa no existe version caste IIana, en su Teorfa dimimica de Ia personalidad vertida al caste llano en 1972 yen La teorfa del campo en Ia Ciencia social, coleccion de artfculos previamente publicados traducida al castellano en 1978; desde fuego no son muchos los psic61ogos sociales que se hayan dado a esta importante tarea de clarificacion teorica. Dir famos con VvGOTSKI que LEWIN no traduce desde fuera, sino que procura elaborar teor fas intermedias ajustadas a los principios teoricos y metodologicos que deben presidir Ia investigacion psicosocial. Pero no solo contamos con una concienzuda elaboraci6n teorica, sino con un inquebrantable empefio en contrastarla empfricamente; el intenis porIa metodologfa es tal que Ia prirnera caracterfstica de Ia teorfa de campo es el metodo constructive y su propuesta galileana es realmente una propuesta
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metodologica, es Ia apuesta par el metoda constructive en Ia investigacion psicologica. Dicho metoda, tampoco Ia oculta, encuentra su mas acabada version en Ia experimentacion tanto de campo como de laboratorio y en este sentido se muestra realmente terminante: "Lo que se necesita hoy en Psicologia social es liberar su metodolog fa de las limitaciones especulativas ... Esa base emp irica debe fundamentar Ia metodologia de Ia Psicologia social" (Lewin, 1978, p. 151).
El progreso en Ia Psicolog Ia solo se llevara a cabo a partir de una sensata combinacion de teorla y metoda, de definiciones operacionales y conceptuales; el psicologo social ha de adentrarse par Ia intrincada selva del comportamiento humano con Ia actitud del explorador que penetra par primera vez en una tierra desconocida: " ... se construyen pequefios caminos a traves de lo desconocido; semide con instrumentos simples y primitivos; mucho se deja a Ia suposici6n y a Ia intuici6n afortunada. Se van ensanchando algunos caminos; adivinaci6n y azar se reemplazan gradualmente por Ia experiencia y Ia exploraci6n sistematica con instrumentos mas perfeccionados. Por ultimo se construyen las carreteras sobre las cuales los veh iculos continuos y uniformes de una 16gica altamente mecanizada, rapida y eficiente pueden alcanzar todos los puntos importantes siguiendo rumbos determinados" (Lewin, 1978, p. 17).
En el glosario de sus Principios de Psicolog fa topologica dedica el primero de los apartados a los conceptos metodologicos; par all r desfilan el metoda de aproximacf6n para determinar Ia estructura del espacio vital como un todo para ir descendiendo posteriormente a sus propiedades mas concretas; el concepto de causa del que ya hemos avanzado sus mas decisivos extremos; el constructo como un concepto interviniente operacionalmente definido que expresa una interrelacion dinamica y permite afirmaciones sabre Ia que es posible o no; Ia exp/icaci6n como representacion de una situacion concreta de tal manera que permita derivar hechos actuales con Ia ayuda de leyes generales; ley empfrica para definir relaciones funcionales entre varios hechos y que permite derivar hechos actuales a partir de los factores dinamicos de Ia situacion; hace tambien acto de presencia el concepto de predicci6n, el de espacio matematico y algunos otros que dan cuenta fehaciente de Ia obsesion del maestro par Ia metodologfa. Pero todavfa metodolog fa-teorfa y problemas aplicados
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mantienen dentro de Ia Psicolog fa social unas estrechas relaciones; investigador basico y psic61ogo aplicado pueden y deben confluir en unos mismos prop6sitos y tareas a fin de poder evitar los errores del pasado. Siempre ese equi librio entre Ia teorfa y Ia aplicaci6n, entre Ia abstracci6n y Ia realidad, entre el pensar y el ser que dirian los marxistas, una compensaci6n de Ia que han carecido, por ejemplo, Ia tradici6n individualista casi siempre volcada en Ia particular y muchas veces extrafia realidad del experimento, y tambien ha carecido Ia institucional que apenas ha sido capaz de descender de las mas t6picas alturas filos6ficas. "La mas grande desventaja de Ia Psicologfa aplicada ha sido el hecho de que, sin auxilio te6rico adecuado, tuvo que seguir el costoso, ineficaz y limitado metodo de ensayo y error. Muchos psic61ogos que hoy trabajan en un campo aplicado son agudamente conscientes de Ia necesidad de estrecha colaboraci6n entre Ia Psi co log fa te6rica y Ia aplicada. Esto puede conseguirse en Psicolog fa, como en Ia F isica, si el te6rico no mira los problemas aplicados con aversion erudita o con temor de los problemas sociales, y si el psic61ogo aplicado comprende que no hay nada tan practice como una buena teorfa" (Lewin, 1978, p. 161 ).
Elaboraci6n te6rica de altura e hincapie en Ia metodolog fa no impiden a LEWIN descender a asuntos muy terrenales, a problemas de Ia vida cotidiana algunos de los cuales hemos dejado sefialados; de hecho su actividad investigadora lleg6 a ser en algun momento verdaderamente frenetica. AI tiempo que dirig fa el Centro de Dinamica de Grupos y participaba muy activa y apasionadamente en sus investigaciones, formaba parte del Comite de Habitos Alimenticios al que tambien pertenecfa Margaret MEAD, del Comite para las lnterrelaciomis Comunitarias, de Ia Sociedad para el Estudio Psicol6gico de los Problemas Sociales, era Vice-Presidente del /nstituto de Asuntos etnicos, Consultor principal de Ia Comisi6n sabre las lnterrelaciones Comunitarias del Congreso Judlo Americana (fue un infarto, casino pod fa ser de otra manera, el que se lo llev6 de este mundo ). En un rapto sin duda de congraciarse cognitivamente consigo mismo (Leon FESTINGER, uno de sus mas aventajados discfpulos, har fa posteriormente famosa Ia idea de que el individuo huye como puede de Ia disonancia cognoscitiva), el maestro acufia el termino de Action-Research (investigaci6n-acci6n), una idea que en el contexto de Ia teor fa lewiniana tiene bastante menos peso y trascendencia de Ia que se le ha querido atribuir, para
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aludir a Ia posible y deseable colaboracion e interconexion entre Ia teorfa y Ia practica, entre Ia investigacion basica y Ia aplicada, entre quienes ejercen Ia profesion y los cient fficos sociales, de acuerdo con sus palabras. Lo hace, en el transcurso de un conocido articulo publicado en 1946 (Action Research and Minority Problems), en los siguientes terminos: "EI tipo de investigaci6n requerida para Ia practica social puede ser caracterizada como investigaci6n de gesti6n social o ingenieria social. Es un tipo de investigaci6n-acci6n, una investigaci6n comparativa sobre las condiciones y efectos de varias modalidades de acci6n social, una investigaci6n que nos conduce a Ia acci6n social. La investigaci6n que no produce mas que libros noes suficiente" (Lewin, 1948, p. 202203),
lo que no significa que ese tipo de investigacion tenga que ser rnenos rigurosa, menos cientffica que Ia d~nominada investigacion social basica. Su concepcion de Ia Psi co log Ia social, veremos dentro de poco Ia definicion textual, se aleja definitivamente del movedizo campo tematico para instalarse en unos terminos muy cercanos a Ia actitud metodologica (Psicolog Ia social como una manera de acercarse, teorica y metodol6gicamente a Ia realidad social); a partir de ellos los I imites de lo psicosocial cambian de norte, sus contornos pasan a otra esfera distinta de Ia tematica y poseen un flanco ciertarnente borroso, aquel que se refiere al objeto compartido, pero, por el contrario, parece que nos permite establecer Ia distincion entre lo psicosocial y lo filos6fico, lo psicosocial y lo sociol6gico, lo psicosocial y lo cl lnico, lo psicosocial y lo literario, algo que no siempre ha resultado facil cuando nos hemos instalado en otras tradiciones. Pese a todo, hay un problema insalvable: Ia teorfa topologica y el metoda constructive resultan casi una reliquia hist6rica para Ia Psicolog fa social; su originalidad y profundidad han dificultado una posterior continuaci6n ni siquiera a los mas directos colaboradores del maestro; se trata de una reliquia que de vez en cuando no esta de mas venerar. Hay algo que siempre se nos ha antojado especialmente relevante por lo que supone de tiel s intesis de Ia postura de este autor jud lo aleman; se incluye al final del Capitulo VI de La Teorfa de Campo en Ia Ciencia social a modo de conclusiones tras un estudio topol6gico de Ia epoca de Ia adolescencia. Ello nos va a servir, practicamente con sus mismas palabras, para dar por terminada nuestra nada disimulada referenda a LEWIN:
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1. Es posible vincular de manera definida una variedad de hechos pertenecientes a Ia Psicologfa individual y social que, desde un punta de vista clasificatorio, parecen tener muy poco en comun. 2. Esto solo es posible hacerlo mediante el empleo de constructos que caracterizan objetos y hechos en funci6n de Ia interdependencia mas que de Ia sernejanza o desemejanza fenot fpica. Dicho de otra rnanera, se hace necesario ir sustituyendo gradualrnente Ia clasificaci6n de los hechos por un ordenamiento basado en Ia construcci6n, deducci6n y axiomatizaci6n de leyes. 3. En Iugar de escoger hechos aislados y fuego tratar de sintetizarlos, se torna en cuenta Ia situaci6n total y se representa desde el principia, ya que Ia consideraci6n de hechos aislados puede conducir fckilrnente a elaborar una imagen distorsionada de Ia realidad. 4. El que se produzca o no un determinado tipo de conducta no depende de Ia presencia o ausencia de un hecho particular o de un numero de ellos aisladamente considerados, sino de Ia constelacion del campo especffico como un todo y todavfa mas, de las relaciones existenciales que acaben estableciendose entre los diversos elementos que conformen ese campo. El significado de un hecho depende de su posicion en el campo, y ella por dos razones que nos resultan ciertamente familiares: en primer Iugar, porque Ia posicion suele jugar un papel decisivo en Ia dinamica de Ia relacion (con quien nos relacionemos depende en buena parte del Iugar en que nos encontremos) y, ademas, porque las diferentes partes del campo seencuentran en una estrecha interdependencia. Este es un hecho primordial en Psi co log Ia social, entre otras razones, porque vuelve sabre una idea rnachaconamente expresada en Ia Genese: no existen principios ontologicos que encaucen el comportamiento de los individuos en una direccion fija y constante, este suele ser fruto, variable y hasta caprichoso, de las relaciones existenciales que se establecen en un momenta dado en un campo determinado. 5. Todos los constructos empleados en Psicologfa social deben ser operacionales, debemos ser capaces de definirlos emp fricamente o vincularlos con hechos observables. 6. La validez de los experimentos psicosociales debe juzgarse no por las propiedades de los hechos ode los individuos aislados dentro del campo, sino por el grado de adecuacion de las
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propiedades del grupo social ode Ia situaci6n social como totalidad. Ella significa que Ia busqueda de hechos y Ia observaci6n en Psi co log fa social deben proporcionar, ante todo, datos acerca de las propiedades del campo como totalidad.
Lo relacional, lo interactivo y lo psicosocial. La tradici6n topol6gica lleva pareja una singular manera de entender Ia Psicolog Ia social y, sabre todo, una peculiar forma de instalarse frente a Ia realidad social; Ia variada actividad investigadora de LEwiN resulta el mas acabado ejemplo de esta postura. No importa que el tema sea el tipo de liderazgo en funcion de Ia atmosfera grupal, el intento de elevar el consumo de higaditos de polio entre las a mas de casa norteamericanas, el estudio de las fuerzas ambientales en el desarrollo del nino o los problemas psicologicos de los hijos de emigrantes alemanes; lo definitive desde el punta de vista psicosocial no reside en el tema que nos ocupa, sino en como orientamos su elaboracion te6rica y sabre todo su investigaci6n. Y Kurt LEwiN lo tenia muy clara: desde una epistemologla dinamica, galileana y genetica con Ia ayuda del metoda constructive que no son sino las dos caras de una misma moneda. Filosof Ia galileana y metoda constructive creemos que introducen a Ia Psicolog fa social par unos cauces en los que Ia interacci6n, Ia relaci6n y Ia interdependencia parecen par finescapar al maleficio de Ia unidireccionalidad del proceso y de Ia pasividad del sujeto que haclan de aquellas una engaiiosa replica de s ( mismas, una replica que parecla estar irremediablemente condenada al determinismo. El psicologo social frances Serge Moscov1cl ha intentado resaltar las deficiencias de las aproximaciones definicionales taxonomica y diferencial para introducirnos, como alternativa, en Ia que el denomina Psicolog fa social sistematica. "A pesar de su inten!s, a pesar de Ia importancia de los trabajos que han suscitado, las variantes taxon6mica y diferencial del enfoque individualista han fallado a Ia hora de encontrar el aspecto propiamente estructural, dinamico de los procesos psicosociol6gicos. Desde este punta de vista, una perspectiva mas social que comparten en diversos grados muchos autores, representa un cierto progreso en Ia medida que toma como punta focal Ia unidad global constituida por Ia interdependencia, real o simb61ica, de los sujetos en sus relaciones con un
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ambiente comun, bien de naturaleza fisica o simb61ica" (Moscovici, 1970, p. 33).
La declarada intencion del frances es pasar de una psi co log fa de dos terminos (Ego-Objeto) a otra en Ia que esta relacion diadica se vea rnediatizada por un Alter y de Iugar a una psicologfa de tres terminos (Ego-Aiter-Objeto) en Ia que Ia relacion de interdependencia se erige como el elemento definitorio de lo psicosocial; ello no se encuentra ni en el sujeto ni en el objeto, sino en Ia interaccion que un Ego y un Alter establecen en sus relaciones con el contexto flsico o social, real o simb61ico. En realidad, los objetos no son sociales en s r mismos, como vendr fa a postular alguna de las perspectivas anteriores; lo son solo en virtud de Ia relacion que han establecido con un sujeto. Dicho de otra manera, Ia relacion del individuo con Ia realidad transita siempre por Ia mediaci6n que vincula a este individuo con otros. Mas recientemente, Moscov1c1 (1985) ha repetido esta idea en terminos quiza un poco mas accesibles; se trata, ha dicho, de pasar de una lectura binaria en Ia que el investigador considera por separado el Ego (individuo) y el Objeto (estfmulos exteriores), a una lectura ternaria que tiene como particularidad Ia inclusion de un tercer termino, el Alter; pero su concepcion como un alter ego (un otro similar) o como un simple alter (otro individuo diferente sin mas), da Ia impresion de que empobrece, de que restringe en exceso Ia, en nuestra opinion, mucho mas rica y amplia lectura ternaria de Ia realidad que nos circunda. Ocurre, sin embargo, que no siempre ha resultado c6modo, especialmente en terminos metodologicos, plasmar estas ideas en un proyecto psicosocial a nivel basico o aplicado, y Ia apelacion al manido topico de Ia interaccion no supone suficiente garantfa para Ia salvaguarda de lo que venimos defendiendo como elementos imprescindibles del estilo psicosocial. Hay maneras de entender Ia Psicolog (a social desde el punta de vista interactivo de las que no existe constancia clara de reciprocidad, de mutua influencia, de bi-direccionalidad, de mutua actividad y s (, por contra, defensa e xpl fcita de a Igun otro supuesto teorico. Edward JoNES y Harold GERARD, por ejemplo, en el capitulo que dedican en su todavfa muy utilizado y siempre mencionado manual de 1967 (nosotros utilizamos Ia edicion castellana de 1980) a Ia interaccion diadica, nos ofrecen una
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definicion con indudable sabor conductista al hablar de ella como algo que tiene Iugar cuando dos personas se encuentran una en presencia de Ia otra, cuando una se convierte en estfmulo para Ia otra, cuando el comportamiento de una es mediatizado por el de otra, cuando una parte de Ia respuesta de una es contingente a Ia respuesta precedente de Ia otra. Cierto que lo interactive no solo es consecuencia de esos factores o influencias sociales (Ia influencia o efecto que Ia conducta de A ejerce sobre B, juego de accion-reaccion entre A y B) tambien entran en juego influencias internas (prop6sitos, cogniciones, planes motivacionales que cada persona trae a. Ia relacion), pero no menos evidente resulta que, para estos autores, Ia modalidad de interaccion por excelencia es Ia interaccion mutua, de Ia que vuelven a dar un tratamiento conductista. Dif fcilrnente hubiera podido ser de otra manera, habida cuenta de que Ia interaccion forma parte del entrarnado psicosocial a cuya definicion dedican los autores, a modo de franca confesion, las tres primeras I (neas de su obra en los siguientes y nada ambiguos termi nos: "La Psicologla social es una subdisciplina de Ia psicologla que, de manera especlfica, versa sobre el estudio cientffico del comportamiento de los individuos como una funci6n de los estfmulos sociales" (Jo-
nes y Gerard, 1980, p. 13).
Ya hernos hablado de Ia naturaleza de Ia interaccion en THIBAUT y KELLEY y de ellos hemos extra fdo algunas conclusiones que no conviene olvidar: que se trata de una teor fa individualista, que su esquema de interaccion se mueve muy dentro del clasico esquema accion-reaccion, variable independiente-variable dependiente y que apenas se atiende a variables simbolicas. Francisco MoRALES, un experto en el terna del lntercambio social, lo ha resumido con gran acierto: "EI intento de superar el psicologismo es evidente. El fracaso tambien to es ... Hay que saludar como aportaci6n psicosocial el reconocimiento del can3cter emergente de los aspectos de Ia interacci6n que se estudian bajo el r6tulo de VD. En cambia, to psicosocial se disuelve en psicol6gico otra vez at convertirse to que en principia parece un funcionalismo de grupo en algo que es, reah:nente, un funcionalismo individual, por usar las palabras de los autores" (Morales, 1983, p. 49).
Tambien hemos visto a Ia interaccion elevarse a categorfa psicosocial de primer orden en Theodor NEWCOMB; lo hace, en verdad, desde una perspectiva bastante menos restrictiva que Ia anterior; pero ello no obsta para que vuelva a aparecer en un
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segundo plano, como un mecanisme subsidiario, como un mero instrumento de Ia vida grupal, organizacional o institucional. En NEWCOMB es claro el camino de ida (Sociedad-lnteraccion-lndividuo; Grupo-lnteraccion-lndividuo; lndividuo-lnteraccion-lndividuo) de acuerdo con Ia definicion de Psicolog Ia social que nos ha ofrecido en algun memento; pero queda sumido en un sospechoso silencio el camino de vuelta, es decir, Ia reciprocidad que concede cankter emergente a Ia interaccion y que Ia convierte no solo en instrumento mediador, sino en razon, motive y fundamento de Ia socialidad y hasta de Ia personalidad. Casi no puede ser de otra manera en quien hemos visto defender sin vacilacion alguna Ia independencia de lo psicosocial como resultado de Ia confluencia entre lo psicologico y lo sociologico, lo que se acercaria mucho a Ia definicion del elefante como Ia suma de coj in, columna v cuerno; Ia interaccion aparece en NEwcoMB como mera aditividad. David KRECH, Richard CRUTCHFIELD y Egerton BALLACHEY. en un manual publicado en 1962 y traido frecuentemente a colacion como testimonio de Ia vocacion cognitiva de Ia Psicologia social, le atribuyen a esta los hechos de Ia conducta interactiva como uno de los rasgos distintivos de toda accion humana (el otro seria Ia motivacion) y definen Ia interaccion como Ia acci6n de un individuo en cuanto sirve de respuesta a Ia de otro que actua como estfmulo; y aiiaden por si hubiera alguna duda: "Para elaborar una conducta social, Ia psicosociologia tiene que basarse en Ia psicologia general. Hay que reconocer los objetivos de las personas y como perciben, piensan y aprenden para intruir Ia conducta del hombre que se relaciona con otros" (Krech, Crutchfield y Ballachey, 1972, p. 21).
En Aroldo RoDRIGUES aparece tambien como argumento que vertebra el quehacer psicosocial; lo hace como protagonista por excelencia de Ia Psicologia social; pero el gran psic61ogo social brasileiio adopta un marco de referenda y un lenguaje nada equivoco: el de variable dependiente e independiente, el de estimulaci6n y reaccion, el de metodo experimental, el de influencia, tal y como parece desprenderse de Ia definicion que aventura: "La Psicologia social es el estudio cientifico de las manifestaciones de comportamiento de caracter situacional suscitadas porIa interacci6n de una persona con otras personas o porIa mera expectativa de tal in-
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teracci6n, asi como de los estados internos que se infieren 16gicamente de estas manifestaciones" (Rodrigues, 1976, p. 16).
Es Solomon AscH quien aparece como obligado paso hacia LEwiN, hacia una concepcion psicosocial de Ia interacci6n. Como buen gestaltista, se alinea con alguna de las hipotesis mas solidas de Ia teoria topologica. A resultas de su crftica al determinismo individualista y al determinismo social, AscH acude al concepto de campo social (un calco del espacio vita/lewiniano) como escenario de Ia interdependencia y de Ia interrelacion para, desde alii, intentar dar cuenta de los hechos sociales y de las acciones individuates. En realidad, lo que el norteamericano viene a sostener esque Ia esencia de lo psicosocial se ecuentra en Ia interaccion, que lo psicosocial es interactivo y relacional y se citra en un conjunto de hechos y de procesos, muchos de ellos incluso desconocidos, que se producen como consecuencia de las relaciones que se establecen entre las propiedades de los individuos y los fenomenos sociales. Pero ocurre que los hechos, acciones y comportamientos sociales son hechos interactivos, recfprocos, complementarios en los que se implican activamente todos sus participantes. Los individuos, puntualiza AscH, no reaccionan ni imitan de manera burda y simple Ia conducta de sussemejantes, mas bien se acercan a ella para conocerla, comprenderla y asimilarla, una reminiscencia fenornenologica de Ia que hemos visto participar a MEAD y al lnteraccionismo simb61ico. Tambien AscH adopta como marco de referenda Ia interaccion (a su estudio dedica precisamente Ia parte tercera de su manual), pero le falta tiempo para delimitar sus particularidades; en contraposicion con otras modalidades de interaccion (interaccion persona-cosa; interaccion cosa-cosa), solo las personas nos responden, responden con sentimiento, con comprensi6n, con irritacion, etc. "EI hecho capital acerca de las interacciones humanas consiste en que son acontecimientos que se hall an psico/6gicamente representados en cada uno de !os J,>articipantes. En nuestra relaci6n con un objeto, Ia percepci6n, el pensamiento y el sentimiento tienen Iugar en una de las partes, mientras que en las relaciones entre las personas, estos procesos se manifiestan en ambas partes y con dependencia reciproca" (Asch, 1968,p.151),
una idea que nos permitimos recordar habra expuesto TARDE, en terminos extraordinariamente parecidos, a Ia hora de desci-
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frar los ingredientes de Ia 16gica inter-mental, esa 16gica sobre Ia que encuentra asiento Ia Psicologfa social. La interacci6n es una actividad psico/6gica de respuesta a Ia actividad psico/6gica de los demas; es decir, una actividad recfproca que nose reduce a Ia mera reacci6n mecanico-superficial, sino que penetra en Ia otra persona llegando a establecer con ella un canal de comprensi6n mutua, por contraposici6n a Ia version conductista que supone que las acciones de las personas nos afectan de Ia misma manera yen el mismo sentido que los estfmulos ffsicos (las personas no son otra cosa que estimulos). "EI hecho capital en torno a Ia interacci6n social es que los participantes se hall an en un campo comun, que se dirigen unos a otros, que sus aetas se interpretan y por tanto se regulan recfprocamente" (Asch, 1968, p. 169).
Esto lo hacen de acuerdo al siguiente guion, continua AscH: A percibe el medio que incluye a otra persona (B) y a el mismo; 2) A percibe que B tambien se orienta hacia el medio incluyendose a sf mismo y a A; 3) A actua en direcci6n a By nota que B responde a su acci6n; 4) A nota que, al responderle, B estructura Ia expectativa de que A aprehendera Ia respuesta como una acci6n de B dirigida hacia A.
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Y, de cara a Ia interacci6n psico16gica, todo ello significa: a) que cada uno percibe los hechos como algo compartido, como algo perteneciente al acervo de ambos, condici6n indispensable para Ia interacci6n, entre otras razones, porque nos va a facilitar el role taking como una habilidad cognitiva que nos permite trascender el propio punto de vista. "Son los individuos que poseen esta capacidad particular de dirigirse unos a otros, quienes valid an y consolidan en cad a uno de ellos, en Ia acci6n concreta, un campo mutuamente compartido que incluye tanto el media y las propiedades psicol6gicas reciprocas como Ia esfera de acci6n objetiva" (Asch, 1968, p. 171 ).
b) en esta reciprocidad, en esta capacidad para observar los acontecimientos psicol6gicos en los otros, tiene su origen Ia acci6n social; Ia gran consecuencia de Ia interacci6n
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psicol6gica, escribe en algun momenta del Capitulo VI, consiste en Ia emergencia de prop6sitos, aetas y hechos sociales, de objetos, roles y relaciones de gran permanencia; Ia propia realidad social (dominio de hechos sociales para AscH) viene a convertirse en fruto de Ia interacci6n: "Las interacciones de los individuos generan una gran cantidad de fen6menos de este orden que forman Ia textura de Ia existencia social; el equipo material, las creencias e ideas, el lenguaje y los caracteres humanos mismos constituyen sus productos masivos" (Asch, 1968, p. 188).
De Muzafer SHERIF ya hemos observado su apuesta por una especie de conductismo blando debido, conviene traerlo a Ia memoria, al establecimiento de una relaci6n y no de una simple respuesta mecanica entre el individuo y una amplia gama de situaciones de estimulaci6n social. El mismo SHERIF se encarga de explicar las razones de este termino, unas razones que, por lo que dejan traslucir algunas de sus obras, tienen que ver: a) con el rechazo consciente y deliberadodelterminodeterminaci6n que connota uni-direccionalidad y entraiia una concepcion pasiva del sujeto; b) con Ia repetida idea de que Ia experiencia y Ia conducta (los dos objetivos de estudio psicosocial) no son otra cosa que el resultado de Ia interacci6n entre el individuo y su media ambiente, y sus condiciones de estimulaci6n social, si queremos utilizar sus mismas palabras, "Considerando Ia experiencia y Ia conducta como productos comunes de las influencias procedentes del propio individuo, de los grupos y de Ia cultura que lo rodea, podemos aproximarnos al estudio de Ia Psicologia social dispuestos a observar Ia inter-acci6n de estos ambitos de influencia en Ia formaci6n de cualquier experiencia y conducta particular" (Sherif y Sherif, 1956, p. 8);
c) con Ia ya tradicional hip6tesis de que Ia interacci6n no s61o sirve como canal e instrumento de comunicaci6n mecanica (estfmulo-respuesta) interpersonal, sino como inevitable soporte del grupo (los grupos son producto de Ia interacci6n entre los individuos, reza el titulo del apartado de uno de los capitulos) y como raz6n fundamental de las normas sociales: "Las normas sociales hacen referencia a criterios de experiencia y conducta formados en el transcurso de Ia interacci6n grupal y sirven
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para regular Ia conducta de los miembros del grupo en situaciones de estimulaci6n relevantes. Por consiguiente, las normas representan generalizaciones estandarizadas respecto a modos esperados de conducta en cualquier asunto de importancia para el grupo" (Sherif y Sherif, 1956, p. 170).
Y todas estas cosas sobre Ia interaccion se dicen desde Ia autoridad que conceden los datos, desde Ia seguridad que confiere saberse respaldado por algunas de las investigaciones mas celebradas en toda Ia historia de Ia Psicologia social y eso tiene un valor que no seria justo silendar. Fue predsamente el delicado tema de las normas sodales el que SHEA IF elegiria para poner a prueba alguno de estos supuestos y lo hizo bajo Ia convicdon gest
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de estandar o norma muy personal que sirve como punto de referenda a partir del cual se juzga y compara cualquier movimiento. Una vez establecido, hay una permanente tendenda a preservar el punto de referenda en situadones experimentales subsiguientes. 2. Cuando los individuos se enfrentan grupalmente a una situaci6n inestable y desestructurada, despues de haberlo hecho por separado y haber elaborado, por tanto, sus marcos de referenda, se produce, como consecuencia de Ia interacci6n, una tendencia a Ia convergencia. 3. Cuando los individuos se enfrentan por primera vez yen grupo a este tipo de situaciones, se establece un rango y una norma peculiares y propias del grupo que permanecen cuando los individuos del grupo son llamados a enfrentarse a esa misma situaci6n solos. En una palabra, "Los experimentos... muestran de una manera simple los procesos psicol6gicos basicos implicados en el establecimiento de fas normas sociales. Son una extension al campo social de un proceso psicol6gico basico que encontramos en Ia percepci6n yen otros ambitos psicol6gicos, aquel que sostiene que nuestra experiencia se organiza y se modifica por marcos de referencia que participan como factores en cualquier situaci6n estimular" (Sherif, 1966, p. 106).
Por tanto, ni individualismo romantico, ni romanticismo social; como cualquier otro organismo, el hombre nace con ciertas necesidades cuya satisfacci6n se torna imperiosa (alirnento, vestido, seguridad, apareamiento, etc.); ocurre, sin embargo, que el c6mo y el d6nde suelen estar regulados por costumbres, tradiciones, leyes y normas sociales. Y entre estos dos indiscutibles extrernos se dirime Ia naturaleza del comportamiento humano y, consiguienternente, Ia entidad de Ia Psicologfa como ciencia que lo tiene como su objeto de estudio y lo define de manera conjunta, sin menospreciar las unas (las necesidades) ni las otras (las normas o tradiciones sociales). En ese sentido es en el que hay que entender Ia crftica de SHERIF al dualismo Psicologfa individual vs. Psicologfa social, en Ia idea de que el individuo es uno y no tiene raz6n tie ser que lo pretendamos estudiar desde puntos de vista que suponen Ia negaci6n de una unidad. En este sentido, dos parece que serfan los peligros que acechan al psic61ogo social; el prirnero tendrfa su origen en Ia ilusi6n individualista y haria referenda a Ia concepcion del com-
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portamiento como consecuencia rnecanica de Ia capacidad de respuesta del organismo: "EI intercambio entre el individuo y su ambiente tiene dos caras. El hombre no es un mero receptor de las influencias socio-culturales, es decir, un mero aprendiz de su cultura. AI interactuar con los demas, se convierte en activo participante de Ia creacion de influencias sociales. Dicho de otro modo, el hombre noes tan solo un organism a que aprende las normas de su cultura y que reacciona. Constantemente se involucra con los demas creando y cambiando asf las influencias sociales de sus grupos y comunidades" (Sherif, 1975, p. 7).
Pero hay un segundo peligro a conjurar, el reduccionismo cultural, el ignorar que las normas y los marcos de referenda adoptan formas clararnente diferenciadas en las distintas culturas, subculturas y aun situaciones convirtiendose en categorias psicol6gicas fundamentales. "Cada uno de nosotros esta, en cierta medida, centrado en su comunidad y el psicologo social no es una excepcion, lo cual supone ciertamente un obstaculo en Ia perspectiva necesaria para su investiga· cion. El resultado es que muchos estudios e investigaciones tecnicamente perfectos reflejan esta centralizacion comunitaria de sus autores y, en consecuencia, dichos estudios se convierten en opiniones o veredictos normativos sabre los problemas que tratan. A fin de poder evitar esta centralizacion comunitaria, el psic61ogo social debe adquirir una cierta distancia de las normas arraigadas en el" (Sherif, 1966, p. 25).
Pero creemos que es en LEWIN donde lo interactivo se Iibera de algunas restricciones y adquiere una autentica version psicosocial. Con independencia del calificativo que se le atribuya, Ia Psicologia, recordemoslo, tiene que tener en cuenta Ia situaci6n total; es decir, el estado de Ia persona y del ambiente; ambos conforman un espacio vital psicol6gico compuesto por un conjunto de elementos personates, fisicos, sociales, etc., cuya interrelaci6n va a definir cualquier evento comportarnental. Como buen psic61ogo social, LEWIN parte de que en Ia comprensi6n y explicaci6n del comportamiento hurnano, resulta insoslayable Ia consideraci6n de los hechos sociales, ya que Ia importancia que adquieren es tan o mas decisiva incluso que Ia de los hechos ffsicos y/o fisiol6gicos; " ... desde el primer dia de vida, el nino es objetivamente parte de un escenario social y morirfa en pocos d fas si lo alejaran de el" (Lewin, 1978, p. 172).
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Cinco tradiciones en Ia psicologia social
Su mundo psicol6gico, personal y subjetivo tiene mucho que ver con los hechos y las relaciones sociales en que se encuentra inrnerso, tal y como hemos tenido oportunidad de observar en el apartado precedente, sin que esa convicci6n le conduzca a establecer otra relaci6n que Ia de interdependencia. Asf hemos tenido oportunidad de ver c6mo Ia teorfa topol6gica se convierte fundarnentalmente en una manera de enfocar el quehacer cientffico desde el tratamiento de los hechos sobre Ia base de su interdependencia. Ello quiere decir, en argumentaci6n del propio LEWIN, que Ia Psicologia social es una ciencia de las relaciones, no de las diferencias, es una ciencia de las propiedades dimlmicas, no de las semejanzas fenotfpicas, ya que las cosas y los hechos psicol6g,icos entre elias, no son por su diferencia sino muy en funci6n de sus relaciones con el resto. "EI significado de un hecho aislado depende de su posicion en el campo; o para expresarlo en terminos dinamicos, las diversas partes del campo son mutuamente interdependientes. Esto es d,e importancia fundamental en Psicologia social" (Lewin, 1978, p. 145).
y, consiguienternente, define lo psicosocial desde Ia interdependencia y Ia transacciona lid ad. Los comienzos del Capitulo VI de su Teorfa del Campo en Ia Ciencia social resultan de extraordinaria trascendencia para Ia adecuada comprensi6n de nuestra disciplina y no dudamos, a pesar de su extension, de incluirlos textualrnente y de recornendar muy ~ncarecidarnente una pausada reflexi6n en torno a ellos: "La Psicologia social, sefiala, probablemente mejor que ningun otro sector de Ia Psicologfa y Ia Sociologfa, lo que se necesita. Su progreso depende de Ia superacion de ciertas dificultades mayores, entre las que se cuentan, por lo menos, las siguientes: a) La integraci6n de vastas areas de hechos y aspectos muy divergentes: el desarrollo de un lenguaje cientffico (conceptos) que sea adecuado para tratar hechos culturales, hist6ricos, sociol6gicos, psicol6gicos y ffsicos sobre un fundamento comun. b) El tratamiento de esos hechos sobre Ia base de su interdependencia. c) El manejo de problemas tanto hist6ricos como sistematicos. d) El manejo de problemas relacionados tanto con los grupos como con los individuos. e) El manejo de objetos o pautas de cualquier "dimension" (Ia Psicologfa social tiene que incluir los problemas de una nacion y su situacion, asf como los de un grupo ludico formado par tres nifios y su lucha momentanea). f) Problemas de "atmosfera" (como Ia amistad, las presiones, etc.). g) La Psicologfa so-
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cia I experimental tendra que encontrar el modo de ubi car las pautas de grandes dimensiones dentro de un marco lo suficientemente pequeno como para posibilitar las tecnicas de experimentaci6n. La diversidad de hechos que Ia Psicologfa social debe tratar podrfa parecer real mente alarmante aun a Ia mente cientlfica mas audaz. lncluye "valores" (tales como los religiosos y los morales), "ideologfas" (como el conservadurismo o el comunismo), "el estilo de vivir y pensar" y otros hechos llamados "culturales". Abarca problemas sociol6gicos, esto es, problemas de grupo y de estructura de grupo, su grado de jerarqufa y tipo de organizaci6n; o problemas tales como Ia diferencia entre una comunidad rural y otra urbana, su rigidez o fluidez, grado de diferenciaci6n, etc. Tambien comprende los llamados problemas "psicol6gicos" tales como Ia inteligencia de una persona, sus metas y temores, y su personalidad. lncluye hechos "fisiol6gicos" como Ia salud o enfermedad de una persona, su fortaleza o debilidad, el color de su cabello y de su piel, y finalmente, hechos "ffsicos" como Ia dimension del area ffsica en Ia que Ia persona o el grupo estan colocados" (Lewin, 1978, pp. 130-131 ).
CAPITULOV
La tradicion historico-dialectica
En el esquema y representaci6n mental que poseemos de Ia peripecia hist6rica de Ia Psicologla social sedan cita no menos de cuatro grandes t6picos que corresponden a otras tantas corrientes de pensamiento: el idealismo aleman, el positivismo, el evolucionismo y el marxismo. De todas y cada una de elias es posible rastrear, y sin demasiado esfuerzo, un seguimiento bajo Ia denominaci6n de Psicolog(a social. Como se ve, no se trata de una hip6tesis cuya originalidad nos vaya a encumbrar a los sagrados altares de Ia farna; mas bien, por el contrario, se trata de algo que se le puede ocurrir a cualquier mente despierta, pero de lo que todavla no se ha dado cuenta con Ia seriedad y atenci6n que el tema requiere. Los capltulos que preceden obedecen ciertamente a este esquema; al idealismo lo hemos visto reaparecer, unas veces con mayor nitidez que otras, en Ia tradici6n grupal; el positivismo es el compafiero inseparable del individualismo metodo16gico y a el se ha dedicado un capitulo amplio aunque probablemente insuficiente; Me DouGALL, ademas de positivista, representa Ia continuaci6n del darwinismo en Ia Psicologfa social, lo que no quiere decir que se agoten ahl todas sus influencias; Ia tradici6n institucional escapa un poco a este esquema y lo hace porque mantiene, dentro de Ia Psicologfa social, una cierta ambiguedad. Por una parte presenta estrechas relaciones con Ia crisis del positivismo, pero flirtea continua-
La tradici6n hist6rico-dialectica
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mente con Ia metaflsica naturalista, con el metoda hipoteticodeductivo y tambien convive sin excesiva dificultad con una imagen pasiva del individuo. Nos fa Ita, por tanto, el marxismo, yael vamos a dedicar las pr6ximas paginas. Y no lo vamos a hacer simplemente porque nos falta, sino porque otra de las formas de entender Ia naturaleza de eso que llamamos Psicologla social, una manera que cada dla encuentra mas adeptos entre Ia comunidad cientlfica, tiene su inexcusable punta de referencia en Carlos MARX; inexcusable y ciertamente remota por lo que no espere el lector encontrar aquf una exegesis del pensamiento marxista; serla francamente sacar las casas de quicio, ademas de contravenir nuestra propia postura respecto a Ia disciplina. Pero en Ia Psicologla social, en cualquier Psicolog(a social que no siga cansina y acrlticamente Ia tradici6n, hay que hablar de MARX, como de DuRKHEIM, como del idealismo kantiano, como podrfarnos haber hablado de DARWIN; pero, eso sl, sin altares y sin inciensos para nadie.
La dialectics de Ia naturaleza Quienes lo pretendan podran ver claramente una Psicologla social en MARX, como se puede ver en San Agustin o en Tomas Moro; pero si nos tomamos las casas en serio, habremos de convenir con JIMENEZ BuRILLO en que MARX no s61Q no era un psic61ogo social, sino que, mas interesado en el analisis de estructuras macro-sociales, no tuvo precisamente a Ia Psicologla en muy alta estima y mantuvo un cierto desinteres por los factores individuales. JIMENEZ 8URILLO destaca lo que el denomina, un poco grandilocuentemente, aportaciones de MARX para Ia Psicologla social: Ia concepcion social del individuo, Ia noci6n de conciencia, el tema de Ia alienaci6n (objeto, por cierto, de otro trabajo de este psic61ogo social espafiol), el concepto de rol, Ia teorla de las necesidades, etc. Todo ello es rigurosamente cierto, pero estos temas se remontan a epocas anteriores al mismo MARX por lo que su verdadera aportaci6n no debemos cifrarla en los asuntos de los que se ocup6, sino en el modo como se enfrent6 a su estudio, en Ia manera de tratarlos y en los aspectos con los que intent6 relacionarlos; en una palabra, en el estilo metodol6gico que adopta; lo verdaderamente importante en MARX, no es que hablara de Ia conciencia, sino Ia manera como lo hizo.
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Cinco tradiciones en Ia psicologia soctal
Y este va a ser un modo diah~ctico, como corresj:Jonde a un retoiio, por utilizar Ia expresion de su amigo y colaborador ENGELS, de Ia filosoffa hegeliana; pero se trata de un retoiio poco docil que no tiene incoveniente unas veces en matizar y otras en criticar abiertamente al maestro. La dialectica hegeliana posee, en opinion de ENGELS, un indudable cankter revolucionario; su idea matriz, tomada por cierto de Mefistofeles del Fausto, de que todo lo que ex iste merece perecer, de que lo real y necesario se torna irreal, irracional y superfluo y entonces requiere ser sustituido por una realidad nueva; el concebir el mundo de Ia naturaleza, de Ia historia y del espfritu como algo en continuo movimiento, cambia, transformacion y devenir, el considerarlo como un proceso, acaba con Ia metaffsica dogmatica, con el caracter definitive y rfgido de los objetos, de los conceptos; termina, lo que es todavfa mas importante, con Ia idea de verdades absolutas, con Ia idea de Ia pervi vencia de los objetos de pensamiento para resa ltar, por contra, su caracter perecedero, mutable, dinamico. " ... esta filosofla dialectica acaba con todas las ideas de una verdad absoluta y definitiva y de estados absolutes de Ia humanidad congruentes con aquella. Ante esta filosofia, no existe nada definitive, absolute, consagrado; en todo pone de relieve su caracter perecedero, y no deja en pie mas que el proceso ininterrumpido del devenir y del perecer, un ascenso sin fin de lo inferior a lo superior, cuyo mero reflejo en el cerebra pensante es esta misma filosoffa" (Engels, 1974, p. 618).
Pero esta filosoffa tenia sus puntas debiles; MARX le dedica en los Manuscritos, obra de 1844, una primera atencion elogiosa a Ia que no tarda en acompaiiar de las que entiende serias limitaciones. Estas pasarfan, si nos seguimos ateniendo a los Manuscritos, por no menos de tres frentes: a)
La concepcion del sujeto, del hombre real como resultado, predicado y simbolo de un proceso puro, abstracto y absolute que se encuentra muy por encima de el y que le es muy anterior; una concepcion abstracta y formal del acto de autogeneracion o auto-objetivacion del hombre, comenta en tono crftico MARX. En una palabra, como no podia ser de otra manera, como resultado del Esplritu objetivo, en HEGEL, se lamenta MARx, encuentra completa confirmacion el hombre religiose;
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Cinco tradiciones en Ia psi co log ia social
He aqul, entendemos, un acabado resumen de Ia dialectica materialista en contraposici6n con Ia dialectica conceptual hegeliana, en ella sedan cita asuntos tan tangibles, tan concretos y tan reales como Ia producci6n, el trabajo, Ia tierra, materia por excelencia de Ia naturaleza; y junto a todo ello,el hombre que actua, transforma, modifica Ia materia a Ia par que en su cuerpo y en su esplritu aquella va dejando una huella indeleble. Lo hab(a expresado en 1859 en ese corto pero tan sobroso Pr61ogo de Ia Contribuci6n a Ia Crftica de Ia Economfa Polltica bajo el tan traldo y llevado enunciado de que noes Ia conciencia de los hombres lo que determina Ia realidad; es par el contrario Ia realidad social Ia que determina su conciencia; lo volvera a repetir quince afios despues en el Postfacio a Ia segunda edici6n del primer libro de El Capital, pero esta vez sin miramiento alguno por si todav(a quedaba alguna duda o algun incredulo: "Mi metoda dialectico no solo es fundamentalmente distinto del metoda de HEGEL, sino que es, en todo y por todo, Ia antftesis de el. Para HEGEL, el proceso de pensamiento, al que el convierte incluso, bajo el nombre de idea, en sujeto con vida propia, es el demiurgo de lo real, y esto Ia simple forma externa en que toma cuerpo. Para mf, lo ideal no es, por el contrario, mas que lo material traducido y traspuesto a Ia cabeza del hombre(. .. ). El hecho de que Ia dialectica sufra en manos de HEGEL una mistificaci6n, no obsta para que este fi16sofo fuese el primero que supo exponer de un modo amplio y consciente sus formas generales de movimiento. Lo que ocurre es que Ia diah~ctica aparece en el invertida, puesta de cabeza. No hay mas que darle Ia vuelta, mejor dicho ponerla de pie, y en seguida se descubre bajo Ia corteza mfstica Ia semilla racional" (Marx, 1959, p. XXIII).
En realidad, MARx no hace sino introducir fuertes matices a Ia hip6tesis idealista eel poder de Ia mente y de Ia conciencia al atribuirse un papel activo y creador frente al medio, y critica abiertarnente el caracter puramente abstracto y conceptual que HEGEL le concede al reducirla a una simple continuaci6n del Espiritu Objetivo o a un mero reflejo del mundo material. La diah~ctica hegeliana, aun admitiendo lo que de original y revolucionaria posee, explica ENGELS en Ludwig Feuerbach y elfin de Ia Filosoffa clasica alemana, obra originalmente escrita en 1888, resulta insatisfactoria porque no desciende del mundo de los conceptos, porque es simplemente un cliche para explicar el automovimiento del concepto; un automovimiento, ademas, que no se sabe de d6nde viene ni hacia d6nde se dirige y
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que parece existir y desarrollarse con independencia de los propios individuos. MARX propane descender a Ia arena, a Ia realidad tangible de las casas, a algo tan palpable y tan real como las condiciones materiales en que se desarrolla nuestra existencia (el trabajo que tenemos, el puesto que desempenamos en el, el salario que percibimos, Ia clase social a Ia que pertenecemos, etc.). AI limpiarle Ia costra idealista, comenta graticamente ENGELS, Ia dialectica hegeliana queda cabeza abajo dejando el paso expedito a Ia diahktica materialista, una dialectica que se convertirfa en el arma mas afilada de los materialistas. En Del Socialismo ut6pico a/ Socialismo cientlfico, el mismo ENGELS nos brinda una idea especialmente clarificadora de lo que es el metoda diahktico: "Cuando nos paramos a pensar sobre Ia naturaleza, o sobre Ia historia humana, o sobre nuestra propia actividad espiritual, nos encontramos de primera intenci6n con Ia imagen de una trama infinita de concatenaciones y mutuas influencias, en Ia que nada permanece en lo que era, ni como, ni donde era, sino que todo se mueve y cambia, nace y perece. Vemos, pues, ante todo, Ia imagen de conjunto en Ia que los detalles pasan todavfa mas o menos a segundo plano; nos fijamos mas en el movimiento, en las transiciones, en Ia concatenaci6n que en lo que se mueve, cambia y se concatena" (Engels, 1974, p. 426).
Dos parecen las ideas que acaban destacando con bastante claridad en esta apresurada introducci6n al materialismo dialectico: una te6rica y Ia otra, quiza Ia mas importante, de orden metodol6gico. La primera se centra en Ia cr(tica permanente y algunas veces hasta mordaz al idealismo hegeliano, a esa corriente filos6fica, esperamos que el lector no lo haya olvidado, que sirve de sosten a una importante tradici6n psicosocial, a Ia tradici6n grupal; ella, recordemoslo, acude a Ia existencia de entidades psfquicas supra-individuales capaces de dar cuenta no solo de las acciones del individuo dentro del grupo o de Ia masa, sino de su comportamiento individual habida cuenta de Ia deuda psicol6gica que este mantiene con el alma de su pueblo, de su naci6n, con el Volksgeist en una palabra. Frente a esta metaffsica dominada por las siempre oscuras y caprichosas leyes del esplritu y tan peligrosamente limftrofe con Ia teologla, Ia metaffsica de Ia naturaleza, Ia metaffsica de las leyes materiales; pero noun materialismo chavacano, noun terco empirismo que aboga por Ia existencia de unas fuerzas mecanicas que acaban por imponer su dominio sabre el comportamiento del hombre y sabre Ia dinamica de Ia historia,
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Cinco tradociones en Ia psi co log ia social
sino un materialismo dialectico. La tercera de las Tesis sabre Feuerbach es concluyente a este respecto: "La teorla materialista de que los hombres son producto de las circunstancias y de Ia educaci6n y de que, por tanto, los hombres modificados son producto de circuntancias distintas y de una educaci6n modificada, olvida que son los hombres, precisamente, los que hacen que cambien las circunstancias y que el propio educado necesita ser instruido. Conduce, pues, forzosamente, a Ia division de Ia sociedad en dos partes, una de las cuales esta por encima de Ia sociedad" (Marx, 1974, p. 24).
Ni idealismo grupal, ni mecanicismo individualista; ni holismo metaffsico ni individualismo metodol6gico; el primero, porque acude a entelequias romanticas s61o accesibles a Ia intuici6n; el segundo, porque hace del individuo un ser pasivo frente a Ia natura leza y practicamente equ ipara sus reacciones a las de cualquier otro animal. Frente a ambos, el materialismo dialectico: ni predominio del espfritu sabre Ia naturaleza, ni imposici6n de las leyes mecanico-naturales sabre las acciones de los hombres; ni predominio del ser sabre el pensar como vendrla a defender el materialismo mecanico, ni supremacfa del pensar sabre el ser que dirla el idealismo.
El asno de Buridan Claro que, a Ia postre, no viene a resultar especialmente complicado teorizar sabre este como sabre cualquier otro metoda; harina de otro costal es llevarlo a Ia practica investigadora cotid iana, a esa practica que nos acerca u n poco mas a los arcanos del comportamiento que es en el fonda de lo que quiere entender toda Ia Ciencia social y, como parte de ella, nuestra propia disciplina. No resulta facil en verdad acoplar estas ideas a Ia investigaci6n psicol6gica, pero con un poco de imaginaci6n es mas que posible. Recordemos par un momenta al asno de Buridan, aquel asno hambriento que acab6 falleciendo de hambre frente ados hermosos pesebres llenos de heno par no haber sido capaz de decidir a cual de elias atender; imaginemonos ahara al hombre en un trance semejante y preguntemonos que haria frente a dos estlmulos iguales en cuanto a su fuerza y contraries en cuanto a su direcci6n. En una estricta representaci6n estfmulorespuesta no perderlamos de vista que se trata de un animal
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racional y, en vez de dejarlo morir absurdamente de hambre, le permitir(amos su salvacion por media de Ia suerte (por ejemplo, echarfa una moneda al aire y empezarla a dar cuenta de uno de ellos). Es una explicacion no solo plausible, sino perfectamente acorde con el esquema E-R: el individuo echa rnano de est(mulos auxiliares introducidos artificialmente en Ia situacion para hacerse con ella. Pero hay un matiz en esta explicacion que no conviene pasar por alto: los estlmulos no se introducen impersonal, arbitraria o magicamente; en este caso Ia suerte no nos ha venido de forma gratuita, es alga que hemas introducido modificando sustantivamente una situacion y creando activamente una nueva estimulacion, y ella puede adquirir rango de postulado general: "Ia operaci6n de echar suerte pone de manifiesto una estructura nueva y particular; en comparaci6n con Ia situaci6n de Buridan, lo nuevo consiste en que el hombre crea el mismo estimulos que determinan su reacci6n y los utiliza en calidad de medias para dominar los procesos de Ia propia conducta. El hombre determina, de por si, su propia conducta con Ia ayuda de estimulos-instrumentos creados arbitrariamente" (Vygotski, 1987, p. 84).
Es esta una bonita manera de entender desde Ia Psicolog(a algunas peculiaridades del metoda dialectico; nos Ia cuenta nada menos que Lev VYGOTSKI, una de las figuras mas relevantes de Ia Psicolog(a del siglo xx, cuando nos habla del analisis de las funciones rudimentarias en una sustanciosa obra recienternente traducida al castellano que lleva por Htulo Historiadel desarrollo de las funciones pslquicas superiores. MEAD, frecuentemente crltico del Iugar en que quedaba el sujeto en el paradigma E-R, reproduce practicamente el mismo argumento: "EI organismo no es simplemente algo que recibe impresiones y les da una respuesta. No es un protoplasma sensitivo que se limita a recibir los estlmulos exteriores y a darles una respuesta. El organismo actua. Busca ciertos estlmulos ... En el proceso de acci6n estamos continuamente seleccionando del campo de estimulaci6n aquellos elementos que nos aseguren una respuesta libre" (Mead, 1964, p. 69).
El conductismo, afiade en el mismo tono que VvGOTSKI, pasa por alto esta concepcion del estfmulo-respuesta. Estas explicaciones se apoyan en Ia capacidad creativa del individuo, en el dominic que este ejerce sabre su propia conducta, una capacidad y un dominic que se corresponden pertectamente con Ia idea del hombre como ser activo frente a las
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materias de Ia naturaleza del que hemos vista a MARX hablar en E/ Capital. Habla hablado antes de este asunto, justamente en Ia primera de las once Tesis sabre Feuerbach; aquello era el ano 1845, aunque Ia luz no Ia veda hasta 1888 de Ia mana de ENGELs: "EI defecto fundamental de todo el materialismo anterior -incluido el de Feuerbach- es que solo concibe las cosas, Ia realidad, Ia sensoriedad, bajo Ia forma de objeto o de contemp/aci6n, pero no como actividad sensorial humana, no como practica, no de un modo subjetivo" (Marx, 1974, p. 24).
MARX introduce Ia idea de una actividad prcktica, de una actividad en estrecho contacto con los objetos materiales de Ia naturaleza que, en opinion de otro notable psicologo ruso, Alexei LEONTIEV, pasa a convertirse nada menos que en Ia base del conocimiento humano. En el contacto activo con los materiales de Ia naturaleza y de Ia propia existencia surge lo que hoy denominarlamos Ia estructura y el contenido del sistema cognitivo. Los esquemas mentales, como los pslqu icos, acaban siendo un fiel reflejo de las condiciones materiales de Ia existencia, el reflejo de Ia cruda realidad. Se trata realmente de pasar de un esquema binomial (objeto/estlmulo externo que influye directamente sabre el sujeto), a un modelo tridimensional-triadico (recordemos Ia Psicolog(a social sistematica de Moscov1c1) en el que entre el mundo exterior y el sujeto se introduce precisamente Ia Actividad con los objetos contantes y sonantes de nuestra vida cotidiana; su inclusion dentro de Ia Psicologla, advierte LEONTIEV, es capaz de modificar radicalmente Ia estructura conceptual del conocimiento psicologico. De ahf el particular empeno del psic61ogo moscovita en delimitar con precision Ia naturaleza de este concepto centra I: a)
se trata, en primer Iugar, retomando Ia hipotesis marxiana bien que con moderacion, de alga dependiente del Iugar que el individuo ocupe en Ia sociedad, de las condiciones que le hayan tocado en suerte (se supone, aunque no se menciona directamente, que en elias esta impllcita Ia condicion !aboral); b) Ia caracterlstica primordial de Ia actividad es su caracter objetal, su orientacion hacia el objeto; Ia conciencia es el reflejo de las propiedades de los objetos con los que tratamos;
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c)
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toda actividad posee una estructura circular: el sujeto va desde sus necesidades materiales a Ia actividad, de esta hacia el objeto, hacia el contacto practico con el mundo; desde aquf hacia el reflejo psfquico para iniciar de nuevo el camino hacia Ia actividad; " ... Jo mas importante que distingue una actividad de otra es el objeto de Ia actividad. Es el objeto de Ia actividad lo que le confiere a Ia misma una determinada direcci6n ... Lo importante es que, mas alia del objeto de Ia actividad, siempre esta Ia necesidad, que el siempre responde a una u otra necesidad ... De este modo, el concepto de actividad esta necesariamente relacionado con el concepto de motivo. La actividad no puede existir sin un motivo". (Leontiev, 1981, p. 83).
Ahora es probable que estemos en disposici6n de completar el cfrculo: motivo -7 objeto de Ia actividad -7 proceso/d irecci6n de Ia actividad -7 producto/reflejo subjetivo -7 interiorizaci6n de los procesos externos en procesos que transcurren en el plano mental, en el nivel de Ia conciencia, algo de lo que su amigo y companero de troika Lev VvGOTSKI dara especial cuenta; d) toda actividad esta compuesta de una serie de acciones, de procesos directamente relacionados con los objetivos de Ia actividad. "Denominamos acci6n al proceso que se subordina a Ia representaci6n de aquel resultado que habra de ser alcanzado, es decir, el proceso subordinado a un objetivo consciente. Del mismo modo que el concepto de motivo se relaciona con el de actividad, asf tambien el concepto de objetivo se relaciona con el de acci6n" (Leontiev, p. 83).
e)
toda actividad comporta ademas un conjunto de operacio0 menos instrumentales y mecanicas, que requiere Ia realizaci6n de una acci6n concreta; Ia actividad, como punto de partida, marco de referencia y eslab6n intermedio en Ia estructura psicol6gica, comprende, pues, una serie de acciones y operaciones, de manera tal que
nes, de condiciones, mas
" ... del flujo general de Ia actividad que forma Ia vida humana en sus manifestaciones superiores mediadas por el reflejo psfquico, se desprenden en primer termino distintas -especiales- actividades segun el motivo que las impele; despues se desprenden las acciones -procesos- subordinadas a objetivos conscientes y, por ultimo, las opera-
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ciones que dependen directamente de las condiciones para el lagro del objetivo concreto dado" (Leontiev, 1981, p. 89);
f)
pero a acciones y operaciones habrfa que af'iadir, para completar el concepto de actividad, los procesos fisiol6gicos, el funcionamiento fisiol6gico del cerebro cuyo estudio e investigaci6n permiten, en palabras del mismo LEONTIEV, descubrir las condiciones bajo las que se forman los procesos de actividad.
La actividad se erige en el vertice de Ia existencia del individuo al ser ella Ia encargada de ponernos en contacto con el mundo material; de Ia existencia material porque ella, por medio del trabajo, nos proporciona las condiciones materiales de existencia (por ejemplo, el salario); de Ia existencia social, porque a traves de Ia cooperaci6n nos va a poner en contacto con los otros y nos va a someter al proceso de intercambio e influencia social y, por fin, de Ia existencia psicol6gica, porque del trabajo y de Ia influencia cooperativa va a depender Ia conciencia. Es, en nuestra modesta opinion, Ia gran aportaci6n de MARX al modo de pensar psicosocial: Ia procedencia, el origen de Ia conciencia. Es su gran hip6tesis, probablemente incluso, una de las sintesis mas apropiadas de toda su obra; se contiene en el ya rnencionado Pr61ogo de Ia Contribuci6n a Ia Crftica de Ia Economfa Polftica y reza de Ia siguiente manera: "EI resultado general a que llegue y que, una vez obtenido, sirvi6 de hila conductor a mis estudios, puede resumirse asi: en Ia producci6n social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producci6n, que corresponden a una cierta fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de esas relaciones de producci6n forma Ia estructura econ6mica de Ia sociedad, Ia base real sabre Ia que se levanta Ia superestructura jurldica y polltica y a Ia que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producci6n de Ia vida material condiciona el proceso de Ia vida social, polftica y espiritual en general. No es Ia conciencia del hombre Ia que determina su ser, sino, par el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia" (Marx, 1974, p. 182).
Es Ia mas consumada slntesis de los tres elementos que definen Ia postura psicosocial del pensador aleman: a)
el elemento dialectico que preside Ia practica totalidad de esta gran hip6tesis y que se manifiesta en las mutuas e inter-
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dependientes relaciones que acaban estableciendose entre estructura econ6mica-relaciones de producci6n-conciencia social-conciencia individual; todas son a Ia vez variables independientes y variables dependientes; b) el ansiado materialismo que en este caso queda reflejado en algo tan alejado de Ia mlstica idealista como Ia estructura econ6mica; c) Ia conciencia, Ia actividad y hasta Ia estructura psfquica del ser humano como fiel reflejo de Ia estructura material de su existencia, como directamente relacionada con las condiciones materiales de su existencia; d) habria otro elemento que no es posible silenciar y que coloca a MARX en una posicion te6rica un tanto embarazosa por su vecindad con el determinismo sociol6gico: es aquella que hace referencia a Ia naturaleza impositiva y necesaria de las relaciones de producci6n, de esas relaciones que los hombres contraen en su proceso social de vida, segun reza en el Capt. Ll del tercer libro del "Capital". No es esta una idea nueva, Ia hemos vista expresada con enorme crudeza en DuRKHEtM y ha vuelto a hacer acto de presencia, ciertamente con mas moderaci6n, en Ia teorla del rol. Se trata de una hip6tesis, si se nos permite un pequefio parentesis, permanentemente acariciada por diversas teorfas socio16gicas y que sin duda pone sobre el tapete el siempre peliagudo asunto de compaginar Ia libertad y Ia individualidad con Ia inexcusable socialidad del ser humano, es decir, con su participaci6n en una estructura social normativizada, con su pertenencia a una cultura plagada de directrices, demandas y sanciones. Ralph DAHRENDORF lo expres6 con Ia maxima crudeza y claridad. "Para Ia sociedad y Ia Sociologla, el proceso de socializaci6n es siempre un proceso de despersonalizaci6n en el que Ia absoluta individualidad y libertad del individuo se disuelve en el control y generalidad de los papeles sociales. El ser humano convertido en homo sociologicus se abandona, indef~nso, a las leyes de Ia sociedad y a las hip6tesis de Ia Sociologfa" (Dahrendorf, 1975, p. 61),
una idea que FREUD en el E/ malestar de Ia cu/tura vendrfa a ratificar por razones bien distintas a los soci61ogos. Pero volvamos al analisis marxiano de Ia conciencia; de el, ha dicho Alexei LEONTIEV, el psic61ogo mas avezado sin duda
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en este asunto, que se trata de una aportaci6n y de un descubrimiento radical de MARX para Ia Psicologla, sin duda del mas importante; y ella porque ha sido capaz de arrancar tan decisivo tema de las garras del misticismo ofreciemdonos, ademas, una hip6tesis respecto a sus or(genes. LEONTIEV sostiene que Ia particularidad de Ia hip6tesis de MARX reside en Ia Actividad (alga de ella hemos vista); en Ia actividad laboral, en el manejo y manipulaci6n de los materiales de Ia naturaleza, en Ia actividad objetal que posee un caracter productivo, una actividad que crea nexos y relaciones entre los individuos (cooperaci6n); en Ia actividad como marco de referencia central para Ia conciencia. Esta es Ia (mica capaz de establecer el nexo imprescindible entre el mundo de Ia persona y el de los objetos, entre Ia conciencia personal y las formas de conciencia social reflejada en Ia superestructura, entre el modo de producci6n de Ia vida material y Ia conciencia. Esta se dirime en un ambito de relaciones e interacciones circularesentre sujeto-actividad-objeto; de acuerdo con elias, concluye LEONTIEV. "La conciencia individual como forma especfficamente humana del reflejo subjetivo de Ia realidad objetiva, puede ser entendida solo como el producto de las relaciones y mediaciones que emergen en el transcurso del surgimiento y del desarrollo de Ia sociedad" (Leontiev, 1981' p. 107).
Una hip6tesis que el lector encontrara extraord inariamente familiar, en cuanto a Ia dinamica de su explicaci6n, con Ia que propusiera George H. MEAD; en el, no obstante, el concepto de actividad objetal, de actividad material, Ia referencia a Ia estructura econ6mica como ultimo referente de Ia conciencia es sustituida porIa simple interacci6n; de ella tambien se habla en Ia teorla marxista, pero en un sentido claramente materialista, bajo Ia denominaci6n de relaciones de producci6n. Las condiciones materiales de vida y Ia conciencia, Ia estructura econ6mica y Ia psicol6gica, Ia actividad como base de Ia personalidad dirfa MARX. Casi cien anos despues, Eric FROMM, salida de Ia Escuela Crltica de Frankfurt, hablara de carckter social y estructura del capitalismo en esa enjundiosa obra que lleva por titulo Psicoamilisis de Ia sociedad contemporanea, originalmente publicada en 1955 de Ia que al ano siguiente por cierto, hubo una version castellana. Su hip6tesis central no puede por menos de recordarnos siempre a MARx:
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a)
el caracter social se refiere a ese nucleo o parte de Ia estructura del caracter compartido por Ia mayorla de individuos de Ia misma cultura; b) en su genesis juegan un papel ciertamente predominante los factores econ6micos por cuanto estan directamente ligados con una tarea insoslayable, Ia de sobrevivir; c) dicha tarea implica Ia producci6n, un asunto que define poderosamente (determina es Ia expresi6n que utiliza FROMM) las relaciones sociales existentes en una sociedad, el modo y las practicas de vida; este, es necesario recordarlo, es s61o uno de los palos de Ia interconexi6n entre Ia organizaci6n social y el hombre; el otro nos remite a ese ambiouo y caprichoso factor que es Ia naturaleza humana de Ia que este autor no da cuenta pormenorizada. En una palabra, y resumiendo Ia que se nos antoja idea central de este autor judro aleman acogido tambien a Ia hospitalidad norteamericana: "As!, pues, el problema de las condiciones socioecon6micas de Ia sociedad industrial moderna que crearon Ia personalidad del hombre occidental moderno y son causantes de las perturbaciones de su salud mental, requiere el conocimiento de los elementos especlficos del modo capitalista de producci6n, de una sociedad adquisitiva en una era industrial" (Fromm, 1956, p. 75).
A partir de ahl, FROMM hace una detallada exposici6n de los que denomina cambios caracteriol6gicos en Ia sociedad del siglo xx debidos al desarrollo del modelo capitalista de producci6n de entre los que sobresale, por su importancia y su relieve, Ia enajenaci6n (Ia alienaci6n marxista), esa experiencia de extraiiamiento y alejamiento de sf mismo que impregna, escribe FROMM, las relaciones del hombre con su trabajo, con las casas que consume, con el Estado, con sus semejantes y hasta consigo mismo. Junto at caracter social de FROMM, Ia Psicologla de Ia abundancia de David R IESMAN, Ia Psicologla del consumo, del ocio, del superavit, del despilfarro; una Psicologla que da Iugar a tipos dirigidos por los otros, tipos centrados en el ex ito econ6mico, volcados cara a Ia galerla, con una insaciable necesidad (es el termino que em plea R IESMAN) de aprobaci6n; tipos acrfticos, socialmente conformistas. Y si hay una Psicologla de Ia abundancia, tambien Ia hay de Ia pobreza. El antrop61ogo norteamericano Oscar LEWIS, un estudioso del tema, ha sostenido que quienes viven en unas condiciones econ6micas de supervi-
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vencia desarrollan unos modelos de relaci6n familiar, unas actitudes ante Ia vida, unos esquemas cognitivos, unos vlnculos con Ia sociedad y unos valores transculturalmente muy semejantes. Conocidos te6ricos de Ia Economla como Kenneth GALBRAITH han hablado del inevitable fatalismo y resignaci6n como Ia mas peculiar de las caracterlsticas de Ia pobreza. Recientemente, Ignacio MARTiN BAR6 (1993), un minucioso conocedor de Ia realidad social latinoamericana, ha resumido en las siguientes las ideas que sustentan Ia Psicologfa de Ia pobreza: a)
resignaci6n: presentimiento de que Ia vida esta regida por fuerzas incontrolables; c) conformismo, aceptaci6n sumisa del propio destino; d) presentismo; e) pasividad; f) indefensi6n; una actitud frente a Ia vida profundamente adaptativa, por mucho que parezca lo contrario, ya que de nada servirla dar coces contra el aguij6n; es mas inteligente reconciliarse con lo inevitable. b)
Y entre MARX y FROMM, podemos volver sobre el insigne VvaoTSKI para dar con una de las mas acabadas y reconocidas interpretaciones dialecticas de algunos asuntos del comportamiento de los hombres. AI enfrentarse al espinoso tema del desarrollo de las funciones pslquicas superiores y tras haber hecho un recorrido por los cauces de algunas de las mas renombradas teorlas, Lev VYGOTSKI enuncia el postulado del desarrollo sin cambios en el tipo biol6gico, un postulado ciertamente ligado a los principios del materialismo hist6rico. En slntesis, este declara que, si tenemos en cuenta que el tipo biol6gico del hombre primitive no muestra diferencias esenciales respecto al hombre contemporaneo, que las funciones psicofisiol6gicas elementales no han sufrido cambios sustanciales en el proceso del desarrollo hist6rico, Ia contrastada diferencia en el desarrollo de las funciones pslquicas superiores entre el hombre primitive y el individuo contemporaneo s61o puede ser debida a factores hist6ricos o culturales. Esto nos remite a una sociogenesis de las formas superiores de Ia conducta que obedece a Ia conocida ley genetica del desarrollo cultural de acuerdo con Ia cual:
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"Cualquier funci6n en el desarrollo cultural del nino aparece dos veces, en dos pianos: primero como algo social, despues como algo psicol6gico; primero entre Ia gente, como una categorfa interpslquica, despues, dentro del nino, como una categorla intrapslquica ( ... ).Detras de todas las funciones superiores, de sus relaciones, estan, geneticamente, las relaciones sociales, las relaciones reales entre Ia gente" (Vygotsky, 1987, p. 161);
unas relaciones que, lejos de poseer una determinacion organico-fisiol6gica, mlstico-filos6fica o simplemente mecanica, se encuentran estrechamente ligadas al desarrollo hist6rico y cultural y sometidas, par tanto, a Ia evoluci6n, a las vicisitudes pollticas, econ6micas, etc., tan propias de Ia peripecia hist6rica; unas relaciones cuyo adjetivo de social posee tres importantes implicaciones: a)
son, en primer Iugar, relaciones a partir de las cuales se origina Ia cultura; para nadie puede suponer ya un secreta que Ia cultura es el producto de Ia actividad conjunta de los individuos; b) son relaciones, conviene recordarlo una vez mas, que se encuentran en Ia misma rafz de Ia actividad pslquica del individuo y que, par tanto, se alzan como sus argumentos mas importantes: "Mas adelante aun, podrlamos decir que todas las funciones superiores se han ido constituyendo no en Ia biologla, no en Ia historia de Ia pura filogenesis, sino que el propio mecanismo que se encuentra en Ia base de las funciones pslquicas superiores constituye relaciones interiorizadas de orden social, que elias son Ia base de Ia estructura social de Ia personalidad. Su composici6n, Ia estructura genetica, el modo de acci6n, en una palabra toda su naturaleza es social; incluso al convertirse en proceso pslquico, permanece siendo casi social. El hombre, a solas consigo mismo, sigue funcionando en comuni6n" (Vygotski, 1987, p. 162);
c)
son relaciones que configuran Ia vida colectiva dentro de Ia cual, se ha supuesto desde siempre, es donde se despliega Ia vida psiquica del individuo. VYGOTSKI endureceesta hip6tesis y sostiene que las funciones pslquicas se construyen primero en el colectivo y adquieren Ia forma de relaciones interpersonales, para pasar despues a cumplir funciones pslquicas en Ia personalidad individual.
La verdad es que no haria falta darle muchas vueltas a las casas que hemos dicho hasta ahara para encontrar en elias una
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adecuada e incluso fecunda fuente de inspiraci6n psicosocial; adecuada en cuanto al metoda que se propugna y fecunda por su facil utilizaci6n como marco de referencia te6rico a Ia hora de acercarnos a asuntos especialmente contiguos a los intereses que ha mostrado tradicionalmente Ia propia Psicologfa social. Pero, para sorpresa de no pocos, no ha sido asf; nuestra disciplina, salvo escasas excepciones, se ha conducido por complete al margen de esta teorla; ello es comprensible a Ia perfecci6n si pensamos que han sido los psic61ogos sociales norteamericanos, desconocedores en su mayorfa de Ia teorfa marxista, quienes han liderado Ia teorfa y Ia investigaci6n psicosocial. Y lo han hecho, como era de esperar, defendiendo explicitamente los valores de su sistema sociocultural, es decir, el individualismo, Ia conformidad con el status quo, Ia escasa importancia del grupo frente al individuo, el metoda hipotetico-deductivo, Ia importancia de las motivaciones individuales y del aprendizaje, etc. Lo dijo hace unos afios Darwin CARTWRIGHT, uno de los disclpulos del maestro LEWIN: quienes han hecho Ia Psicologfa social han sido un grupo de varones norteamericanos, blancos, protestantes de clase media, y vaya si se nota. Pero tambien hay razones internas, razones que nos remiten a Ia naturaleza de Ia propia teorfa marxista y que nos ponen frente a un asunto de cierta envergadura al que, mucho nos tememos, no seamos capaces de dar el tratamiento que se merece. Repase con Ia mente nuestro paciente lector los grandes temas que nos han ocupado, recorra tan s61o el tftulo de los capltulos y vera si conviene o no con nosotros en apuntar que, con loables excepciones, Ia Psicolog(a social se ha limitado a aplicar, muchas veces sin mayores miramientos ni soluci6n de continuidad, el idealismo, el funcionalismo, el conductismo, etc., a Ia explicaci6n del comportamiento social. La consecuencia de ello, simplificando algo las casas, creemos que ha sido (algo se ha dicho ya al respecto) una llamativa ausencia de teorlas psicosociales propiamente dichas, un generalizado descontento, proveniente las mas de las veces del mutua desconocimiento, de los unos respecto a los modelos de los otros que se traduce en una especie de huida hacia adelante consistente en hacerse fuerte cada uno en sus respectivas posiciones, los unos en el empirismo rampl6n, los otros en Ia abstracci6n te6rico-filos6fica que les !leva muchas veces a buscar inspiraci6n psicosocial fuera de los que consideran angostos lfmites de esta disciplina.
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A quienes desde Ia doctrina marxista han pretendido hacer Psicologfa social les ha ocurrido lo mismo: han intentado aplicar directamente los principios del materialismo dialectico sin pensar en si se ajusta o no al objeto de nuestra disciplina, perque lo que es aplicar, no nos importa repetirlo una vez mas, se puede aplicar realmente todo, desde Ia escolastica hasta Ia teorfa freudiana de Ia libido; lo que ocurre es que no todo es facilmente traducible ni sensatamente acorde con el modele psicosocial. Lev VvGOTSKI, una de las mentes mas lucidas en Ia Psicologfa de este siglo, lo vi6 con extraordinaria claridad en £1 significado hist6rico de Ia crisis en Psicologfa que aparecera en el segundo de los volumenes que Visor-Aprendizaje esta ultimando sobre sus Obras escogidas: el materialismo dialectico no puede ser legftimamente aplicado a Ia Psicologfa sin Ia creaci6n de una Psicologfa dependiente de forma directa de Ia dialectica general, sin una teorla intermedia que intente aclarar el valor concreto de las leyes del materialismo dialectico para esta ciencia. Resulta insensate pretender escribir manuales de Psicologfa dialectica sin haber escrito todavfa "EI Capital de Ia Psicologfa". "Finalmente, una dificultad especial de Ia aplicaci6n del marxismo a nuevas sectores, Ia concreta situaci6n actual de esta teorfa, Ia enorme responsabilidad que representa el empleo de este termino, Ia especulaci6n polftica e ideol6gica de que es objeto. Todo ello no permite al buen gusto hablar ahara de Psicologfa marxista. Vale mas que otros digan de nuestra Psicologfa que es marxista, que no que nosotros Ia denominemos as!; apliquemosla en los hechos y esperemos en lo que a las palabras se refiere. AI fin y al cabo, Ia Psicologfa marxista todavfa no existe, hay que comprenderla como una tarea h ist6rica, pero no como algo dado" (Vygotski, en prensa).
La (mica Psicolog(a cientffica solo es posible a partir de una teorfa del materialismo psicol6gico de Ia que carecemos por el memento. Recientemente, A. V. PETROVSKI, en el primero de los capftulos de su Teorfa psicol6gica del colectivo, no ha ocultado el estancamiento y hasta el fracaso que en algun memento vivi6 esa Psicologfa social doctrinariamente apoyada sobre el materialismo dialectico; los modelos psicosociales de A. B. ZALKING, de M.A. REISNER y l. N. VOITOLOVSKI " ... no se coronaron con exito porque el estudio real de los problemas cientfficos se sustituy6 por declaraciones verbales. Los cientfficos
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especializados en Ia esfera de Ia Psicologfa social no dominaban, de manera suficiente, el marxismo-leninismo para eliminar Ia combinaci6n eclectica de este con Ia reflexologfa, Ia psicologla, el freudismo y el empirismo sociol6gico subjetivo" (Petrovski, 1986, p. 16).
Cuando Hans HIEBSCH y Manfred VORWERG intentaban explicar hace mas de veinte anos Ia manifiesta distancia entre Ia Psicolo"g(a social burguesa y Ia marxista, aduclan cinco razones; Ia primera hacla justamente referencia al esteril intento de identificar Ia Psicologla social con el materialismo hist6rico elevando esta disciplina a unos niveles muy etereos de discusi6n y sustrayendola a las urgentes necesidades y problemas sociales: "EI haberse apartado de Ia investigaci6n de los fen6menos psicosociales concretos de nuestra realidad social hacia las tesis generales del materialismo hist6rico, no fue sino una capitulaci6n dogmatica ante Ia tarea de Ia construcci6n socialista y para Ia ciencia y Ia praxis no puede acarrear mas que desdichas (Hiebsch y Vorwerg, 1963, p. 587);
una opinion que, como Ia del ruso VYGOTSKt, reconforta ver escrita; a esta afiaden los alernanes otras mas concretas: a)
Ia subsiguiente hip6tesis de lo superfluo que resulta una Psicolog(a social como disciplina independiente, habida cuenta de que el materialismo hist6rico ya concibe al hombre como un ser social; ocurre, sin embargo, comentaran los berlinenes en el sexto de sus comentarios, que este es simplemente un punto de partida para Ia Psicologfa social; sus tareas, afanes y objetivos van mucho mas alia de Ia t6pica confirmaci6n de Ia naturaleza social del hombre; lde que va entonces Ia Psicologfa social? se inquieren para responderse de inmediato: "De Ia definicion e investigaci6n de aquellas manifestaciones concretas de Ia vida en las que afloren conjuntamente Ia actividad productiva y Ia determinacion social del individuo. Esa manifestaci6n concreta de Ia vida es Ia Cooperaci6n" (Hiebsch y Vorwerg, 1963, P. 589);
b) Ia equivocada idea de que Ia Psicologfa social era una ciencia burguesa por cuanto habfa servido como justificaci6n y arma ideo16gica del capitalismo; c) haber elevado a categorla de modelo psicosocial por exce-
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lencia Ia teor(a pedag6gica de Anton MAKARENKO; un modelo y un tipo de preocupaciones, matizan los alemanes, que en modo alguno puede reemplazar ni Ia investigaci6n concreta de los problemas psicosociales, ni mucho menos sus fundamentos te6ricos; d) el dogmatismo metodol6gico injustificadamente militante contra los metodos cuantitativos como medida preventiva contra el peligro de aburguesamiento, no hizo sino impedir el desarrollo de una Psicolog(a social cient(fica, es decir, de una Psicolog(a social marxista. Pero no siempre estas sensatas reflexiones han tenido continuidad y as( es facil encontrarse con cientlficos sociales que han intentado hilvanar directamente una teorla psicosocial a partir de los supuestos del materialismo dialectico poniendo un especial empeno en contraponerla t~6ricamente a Ia que ellos denominan Psicolog(a social burguesa. Frente a esta, se ha escrito con un cierto aire dogmatico y con no poca ingenuidad, nacida a Ia sombra de las necesidades y contradicciones de Ia sociedad capitalista, que es escasamente rigurosa por servir a unos intereses de clase y que se encuentra sometida al dogmatismo metodol6gico de Ia experimentaci6n, se erige una Psicolog(a social marxista sabre el materialismo dialectico que define como su objetivo central Ia mejora de las condiciones de vida en Ia sociedad socialista y que debe coadyuvar a Ia formacion de Ia conciencia socialista. PARYGUIN creemos que ha resumido con acierto a Ia vez que con escasa imparcialidad esta manera de pensar entre los psic61ogos sociales de los palses so cia listas: "Resumiento, el objetivo de Ia Psicologfa social burguesa aplicada consiste en hacer al hombre objeto de manipulaci6n en nombre de Ia conservaci6n y consolidaci6n del regimen capitalista, en una marioneta en manos de los especialistas, de los psic61ogos sociales que, directa o indirectamente, hacen Ia voluntad del monopolio" (Paryguin, 1977, p. 7).
PARYGUIN ha optado, pues, por una traducci6n directa del materialismo dialectico a Ia Psicolog(a social; lo hizo en su obra La Psicologfa social como ciencia, original de 1967 del que utilizamos Ia traducci6n del primer capitulo incluido en un libra de Lecturas de Psicologla social editado por Ia Universidad de La Habana en 1977. Alii, a Ia cuesti6n sabre los prin-
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ctplos de esta disciplina, responde de una manera que entra dentro de Ia capitu/aci6n dogmatica: el primero de los principios del er:~foque materialista de Ia Psicolog(a social es el del condicionamiento social de Ia persona, de Ia conciencia; b) junto a el, el principia diahktico-materialista del desarrollo debe ser considerado como uno de los soportes de Ia Psicolog{a social; c) a esta disciplina le es asimismo esencial el principia de Ia comunicaci6n por ser, se advierte, el factor primordial en Ia formaci6n de Ia estructura de Ia personalidad; d) el principia del valor social, del papel, significado y funciones de los intereses, actitudes, necesidades, etc., de los distintos grupos sociales; e) y, finalmente, el principia del partidismo; Ia Psicologla social como ciencia de partido, como instrumento ideol6gico al servicio de un sistema politico concreto, como Ia Psicologfa social de los pafses capitalistas, se dice esta al servicio de un modelo econ6mico, social y politico de sociedad.
a)
Hans HIEBSCH y Manfred VoRWERG, los dos psic61ogos sociales de Ia Republica Democratica Alemana han intentado esbozar sus lfneas maestras en el que se ha convertido en el Manual por excelencia de Ia Psicologla social marxista:
1. La Psicologfa social marxista se incluye dentro del materialismo dialectico, constituye una de sus partes y se ocupa de dar respuesta a una serie concreta de preguntas. Tan es as{ que, en realidad, desde el punta de vista marxista no resu ltarfa imprescindible una Psicologla social propiamente dicha, pero si hubiera una Psicologla, tendrfa que ser social porIa naturaleza de Ia doctrina que defiende el materialismo dialectico. 2. En el sistema capitalista se ha hecho necesaria una Psicologla social independiente a ra(z de las contradicciones del sistema y de las necesidades de su clase dominante. 3. Desde Ia perspectiva marxista, y sin perder de vista las consideraciones previas, una Psicologla social defenderia Ia socialidad del ser humano y Ia defenderla con Ia ayuda de dos grandes argumentos: a)
el individuo se diferencia de otros organismos fundamentalmente en que el mismo produce sus condiciones de vida;
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b) el hombre es, ademas, un ser activo hacia adentro y hacia afuera, es decir, con capacidad de modificar el mundo exterior para hacerlo utilizable y con facu ltad para ejercer alguna influencia sobre s( mismo, con capacidad para cambiar. 4. Esa actividad, de tanta prosapia marxiana, se concreta en Ia ocupacion, en el trabajo como vehlculo de Ia determinacion e influencia procedente del exterior que tan importantes consecuencias va a acarrear para Ia vida pslquica del individuo. 5. Es en el proceso de cooperacion donde se materializa Ia actividad o, mas exactamente, Ia actividad que se materializa en Ia ocupacion nos conduce a Ia cooperacion que se alza como el proceso a traves del cual se ejerce Ia determinacion externa de Ia conciencia. Y este proceso de cooperacion se convierte en el punto de partida de Ia Psicologla social. Han hecho acto de presencia piezas capitales de Ia dialectica materialista que ya conocemos, tales como actividad, ocupacion-trabajo, influencia de las condiciones externas, determinacion externa; a su lado el concepto de cooperacion como vehfculo de Ia influencia y, lo que es todavla mas importante, como punto de partida del analisis psicosocial y este, se ha dicho en algun otro momento, tiene como objetivo ultimo Ia mejora de Ia existencia de los propios palses socialistas. Asl que estructura social-estructura grupa 1-estructura de Ia personalidad o, si preferimos, Sociedad-Grupo-lndividuo, es decir, estructura econ6m ica-actividad-cooperacion- influencia constituyen Ia trama dialectica en Ia que se dirime Ia naturaleza y el quehacer de Ia propia Psicologla social. La estructura social aparece como el reflejo del sistema de produccion y como fruto, de acuerdo con Ia comentada hip6tesis de MARX, de las fuerzas y, muy en especial, de las relaciones de produccion, de esas relaciones que contraen los hombres en el transcurso de su vida social. Lo verdaderamente importante para Ia Psicologla social marxista es el puesto que el individuo ocupa dentro de este sistema, el trabajo que desempena, el oficio que realiza; en una palabra, Ia actividad como vinculo con el mundo objetal, con Ia realidad externa, con los otros; Ia actividad como fuente de Ia Aussendeterminiertheit, de Ia determinacion externa de Ia vida pslquica del individuo, de Ia naturaleza socio-historica de su personalidad y del desarrollo de sus funciones pslquicas superiores. La actividad es el vehlculode Ia naturaleza social del hombre.
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Pero para Ia Psicologla social marxista, Ia importancia de Ia actividad reside en que da Iugar a Ia cooperacion, al contacto y relacion con los otros, a Ia vida grupal y a Ia influencia interpersonal. MARX habla de Ia cooperacion en el Capftu loX I del primer libro de£/ Capital, y habla de ella como de una forma de trabajo de muchos obreros coordinados, como de una suma mecanica de fuerzas que es capaz de crear una fuerza nueva, como algo que tiene que ver con el contacto social. Sea como fuere e incluso con independencia del significado original, el caso es que para Ia Psicologla social marxista este fenomeno se ha convertido en su justificacion mas importante; ello es debido, ante todo, de acuerdo con Ia experta opinion de HiEBSCH y VoRWERG, ados razones: 1. Es en Ia cooperacion donde definitivamente se materializa Ia determinacion externa de Ia psique humana de modo que: "La cooperaci6n humana se convierte en el punto de partida de Ia investigaci6n psicosocial; su objeto es el intercambio social" (Hiebsch y Vorwerg, 1976, p. 32).
De hecho, el error fundamental de Ia Psicolog(a social burguesa reside en no haber sido capaz de reconocer Ia importancia de Ia cooperacion humana ya que entre los intereses y necesidades de su clase dominante nose encuentra precisamente este asunto. Desestimado este, los psicologos sociales de los pafses capitalistas se han enzarzado en una interminable y absurda contienda respecto a las relaciones individuo-sociedad y el predominio de uno u otra. Para Ia Psicologfa social marxista, por contra, el tema de las relaciones individuo-sociedad da paso al mas central de Ia naturaleza, caracter(sticas y manifestaciones basicas de Ia cooperacion. Y todo ello, explicaban estos dos autores en una de sus primeras publicaciones sobre Psicolog(a social marxista, porque: "Lo esencial en las formaciones sociales, no son ni los hombres en abstracto ni los grupos en abstracto, sino las relaciones interpersonales hist6ricamente concretadas en el acto de cooperaci6n, en tanto que dichas relaciones estan objetiva y directamente condicionadas por los medios de producci6n" (Hiebsch y Vorwerg, 1963, p. 582).
Ello conduce a una primera aproximacion tematica de Ia Psicologfa social marxista en unos terminos macro-sociales que se traducirfa:
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a)
en el estudio de Ia cooperacion como funcion de los modos de produccion; b) estudio de Ia cooperacion como fenomeno central de Ia vida social; c) estudio de Ia cooperaci6n en tanto que mejora y optimiza el trabajo y las condiciones de vida en una sociedad socialista; influencia de los medias de comunicacion sabre Ia cooperaci6n; e) estudio de los mecanismo que explican el incremento de Ia produccion a traves de Ia cooperacion.
dr
Los colegas de Ia Universidad de La Habana, cuentan como fue el mismo Che quien en 1963 se dirigio a Ia Escuela de Psicologia para pedirles un estudio sabre Ia moral de trabajo en los colectivos dependientes del Ministerio de lndustriasdel que, a Ia saz6n, el era el titular; ese fue el inicio de Ia Psicologia social cubana post-revolucionaria. 2. Pero tan o incluso mas importante que todo esto resulta el hecho de que el Iugar natural de Ia cooperacion, los niveles mas elementales de cooperacion se dan precisamente en el grupo, entidad psicosocial por excelencia. "La tarea fundamental de una Psicologia social marxi sta es Ia de investigar las leyes de Ia cooperacion e intercambio en los grupos humanos. La meta que se persigue con esa investigacion es Ia optimizaci6n de Ia cooperacion y del intercambio" (Hiebsch y Vorwerg, 1964, p. 74).
Asi es como el grupo, escenario natural de Ia cooperacion, ambito natural de los mecanismos de determinacion externa, pasa a convertirse en el segundo de los niveles de preocupaci6n psicosocial, un nivel en el que tienen perfecta cabida asuntos tales como el estudio de Ia estructura grupal, cuestiones relacionadas con los modelos de comunicacion en los grandes y pequeiios grupos, con los principios que rigen el desarrollo de los grupos, con el liderazgo-direccion y proceso de cooperaci6n, con Ia influencia del grupo sabre el comportamiento individual, etc. Mara FuENTES ha realizado no hace mucho una interesante aproximacion marxista a Ia teoria grupal, partiendo en su formulacion de una obligada critica a Ia concepcion que Ia Psicologia social y Sociolog(a burguesa tienen del grupo como unidad psicologica de caracter emocional y defendiendo Ia idea del grupo por referencia a fines, metas y tareas comunes.
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Y ahara, de nuevo, el nivel individual, Ia estructura de Ia personalidad, el comportamiento de los sujetos, Ia conciencia como resultado y consecuencia de Ia actividad cooperativa que !leva a cabo el individuo desde el Iugar que ocupa en el proceso de produccion. Es una conclusion, un inevitable termino de toda Ia teorfa marx ista y, por consigu iente, Ia razon de ser de toda Ia Ciencia social. Particularmente para Ia Psicologfa social se trata de su punta de partida. B. D. PARYGUIN, de quien hemos hablado hace un momenta, nos ofrece una resumida vision de los que han sido tradicionalmente los objetivos de Ia Psicologla social marxista. Hay un conjunto de psicologos sociales, comenta, que han vista como tarea fundamental de Ia Psicologfa social marxista el estudio de las particularidades de los tipos socio-historicos de Ia personalidad, Ia determinacion de Ia personalidad por las condiciones materiales de vida, como consecuencia de modelos concretos de relaciones sociales de los que participa el sujeto; por el contrario hay quienes han preferido acercar esta disciplina a los terrenos de Ia tradicion grupal, al estudio de las particularidades psicologicas de los diferentes grupos sociales, capas y clases de Ia sociedad, escribe PARYGUIN; como una ciencia de las Ieyes que rigen Ia actividad psfqu ica de los diferentes grupos sociales; una concepcion que parece ser del agrado de este autor de acuerdo con los, en su opinion, siete objetivos de Ia Psicologla social:
1. Estudio de las manifestaciones individuates en cuanto el hombre es un miembro del colectivo. 2. Particularidades estructurales-psicologicas de los diferentes grupos sociales. 3. lnfluencia mutua de los individuos dentro del grupo e influencia entre los grupos. 4. lnfluencia de Ia motivacion individual en Ia conducta del grupo y en Ia actividad conjunta de los miembros de diferentes grupos. 5. Caracterlsticas del reflejo del media social y su influencia en los miembros de los diferentes grupos y colectivos sociales. 6. Estudio de las leyes de Ia conducta del grupo y del colectivo. 7. Leyes de Ia d inamica y de Ia formacion de Ia Psicologla social de los diferentes grupos sociales, capas y clases de Ia sociedad.
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A. V. PETROVSKI (1986) ha venido a ratificar Ia tradicion; las tres grandes preocupaciones de Ia Psicologia social marxista en Ia actualidad se cifran: en el estudio de los fenomenos socio-psicologicos de los grandes grupos (mecanismos y efectos de los medios de comunicacion de masas, caracteristicas psicologicas de las clases sociales, de las naciones, etc.); b) en el estudio de los fenomenos socio-psicologicos de los grupos pequenos (relaciones interpersonales en los grupos, atmosfera de grupo, comunicacion, liderazgo, etc.); c) en las rnanifestaciones socio-psicologicas de Ia personalidad del individuo (estudio psico-social de Ia personalidad); Ia personalidad como consecuencia y reflejo de las interrelaciones dentro del grupo.
a)
Los psicologos sociales cubanos han encarado, desde Ia teoria marxista, una serie de acciones acordes por una parte con Ia tarea de construccion del socialismo, a Ia vez que derivadas de las necesidades planteadas por esa ardua tarea y que ellos han resumido, en una publicacion no muy lejana (CASAI'iiA, FuENTES, SoRiN y 0JALVO, 1984, p. 34) en las siguientes: 1. lncorporacion masiva de Ia mujer al trabajo. 2. Creacion de nuevas comunidades campesinas que surgen como consecuencia del desarrollo agrario en el pais y Ia elevacion del modo de vida del campesinado. 3. Escolarizacion rnasiva de Ia poblacion. 4. Necesidad de enriquecer el tiempo libre. 5. Participacion del pueblo en Ia gestion de los organos de Gobierno. 6. Perfeccionamiento de Ia ensenanza acorde con los nuevos valores sociales que se gestan en Ia etapa de construccion socialista de colectivos laborales con sus requerimientos. 7. Forrnacion de colectivos laborales con sus requerimientos de participacion individual y colectiva. De alguna manera, las fases por las que parece discurrir Ia propuesta de una Psicologla social marxista, no serlan algo muy distintas a las siguientes: ESTRUCTURA ECONOMICA Fuerza de produccion Relaciones de produccion
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Cinco tradiciones en Ia psicologia social
(" Relaciones que los hombres contraen en su proceso social de vida, en Ia creaci6n de su vida social") (Marx).
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LUGAR que el individuo ocupa en el proceso de producci6n. ("En Ia producci6n social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producci6n, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales") (Marx).
- Lugar que define Ia ubicacion·en el sistema de relaciones so cia les. - Lugar impuesto.
ACTIVIDAD Nexo con el mundo material y social. - Fuente primera de conocimiento. Reflejo de Ia realidad objetiva. - Fuente de relaci6n entre los individuos. ("La producci6n de ideas tiene su origen en Ia actividad y esta directamente entrelazada con esa actividad material y con las relaciones con las personas, con el lenguaje de Ia vida real; Ia formaci on de los conceptos, el pensamiento, Ia comunicaci6n espiritual de las personas son tambien fruto directo de las relaciones materiales de las personas") (Marx).
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COOPERACION Forma de trabajo colectivo. Fuerza productiva de Ia masa. - Materializaci6n de Ia determinacion externa. - Lugar del intercambio y de Ia comunicaci6n. - Punto de partida de una Psicologfa social. ("EI objeto de Ia Psicologia social marxista son los componentes psicol6gicos de Ia cooperaci6n") (Hiebsch y Vorwerg).
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La tradici6n hist6rico-dialt~ctica
GRUPO -Ambito natural de los mecanismos de cooperaci6n. -Ambito de los mecanismos de determinacion. - Proceso intermedio entre Ia estructura econ6mica y Ia conciencia. - Ambito en el que se producen los mecanismos de INFLUENCIA. ("EI grupo es un conjunto de individuos que, juntos en cooperaci6n, realizan una acci6n") (Hiebsch y Vorvverg).
PERSONAL! DAD ("La Psicologia social es Ia ciencia de Ia tipologia sociohist6rica de Ia gente, de sus conciencias, de las particularidades de Ia personalidad y de los procesos psiquicos") (F. S. Kuzmin).
El holocausto judio La Psicologfa social ha sido capaz de poner ante nuestros ojos algunas de las mas s6rdidas facetas de Ia naturaleza humana; un buen d(a, alguien demostr6 que somo~ capaces de decir que vemos lo que no vemos (de mentir sencillamente) si antes lo han hecho algunas personas; bastantes aiios despues, otra conocida investigaci6n indic6 todav(a algo mas fuerte: que somos capaces de propiciar una descarga electrica mortal a un pr6jimo cualquiera por el mero hecho de que junto a nosotros -haya alguien que nos ordene que lo hagamos; otra vez, otro conocido psic61ogo social, Philip ZIMBARDO, se vi6 obligado a suspender un experimento que simulaba las condiciones de una prisi6n porque lleg6 a correr serio peligro Ia integridad ffsica de los estudiantes quejugaban a presos y guardianes por el celo con que unos y otros asumieron su cometido. Hace tan s61o cuatro aiios, Leon RAPPOPORT volvi6 sobre una hip6tesis largamente acariciada desde algunos ambitos 'de Ia Psicolog(a, sabre aquella que sospecha que detras del comportamiento de los criminales de guerra no existe patolog(a alguna, s61o el conformismo y Ia obediencia a Ia autoridad que mostrar(amos una buena parte de los mortales.
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Cinco tradiciones en Ia psicologia social
"EI hecho decisive, normalmente ignorado en Ia bibliograffa sobre el holocausto entre 1945-65, es que el personal de los campos de exterminio y de concentraci6n no eran psic6patas, ni neur6ticos, ni siquiera odiaban a muerte a los jud los, gitanos o eslavos, sino que eran asesinos contextuales; sus acciones criminales estaban restringidas a las victimas elegidas para morir en ellugar y manera previamente indicado por sus superiores que tenlan Ia autoridad legal para dar esas 6rdenes" (Rappoport, 1984, p. 113).
Con independencia de las muchas y muy importantes matizaciones que podrlan hacer historiadores, moralistas, politicos, etc., Ia cuesti6n tiene para nosotros una vertiente epistemol6gica no exenta de importancia por cuanto Ia interpretacion que se da de los hechos se desvfa de Ia tradicional epistemolog(a positivista, de esa que normalmente ha campeado en Ia Psicolog(a social. Cuando las personas cometen acciones detestables, no significa que elias mismas sean aborrecibles o, si se prefiere, no las cometen porque lo sean; hay veces que las circunstancias nos condiciofian, nos llegan incluso a imponer ciertas maneras de hacer. Seguro que el lector estara recordando Ia premisa de Ia filosoffa galileana de que las cosas no suelen ser porIa posesian de unas caracterfsticas que las diferencien del resto, sino por las relaciones que mantienen con el mundo que las rodea. Desde este punto de vista, anade con dramatismo RAPPOPORT, cuando una situaci6n social define Ia muerte y Ia tortura como algo normal, lo anormal puede ser no acomodarse a ella. Y esto se esgrime como excusa para hablar nada menos que de una epistemolog/a psicosocia/, heredera directa de Ia dialectica post-marxista, cuya preocupaci6n mas inmediata reside en Ia profundizaci6n de los factores psico-hist6ricos, de las fuerzas psicol6gicas y sociol6gicas que intervienen en el descubrimiento y en Ia producci6n del conocimiento, en Ia elaboraci6n de teorlas que se acercan a Ia explicaci6n del comportamiento humane, unas fuerzas a las que no pueden ser ajenos factores sociales, politicos, econ6micos, etc. En efecto: "La epistemologla psicosocial, en su forma mas familiar se interesa por Ia influencia que sobre el descubrim iento y Ia producci6n del conocim iento ejercen las fuerzas psicol6gicas y sociol6gicas de origen hist6rico y cultural" (Rappoport, 1984, p. 108);
lo que, mas en concreto, vendria a significar: a) poner de rnanifiesto el papel que Ia ideologfa esta jugando en el desarrollo del conocimiento, en Ia elaboraci6n de las teorlas que dan cuenta del comportamiento humane;
La trad1c16n h•st6nco-d•alect•ca
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b) reconocer que las teorfas econ6micas e hist6ricas pueden e inevitablemente deben convertirse en objeto de interes para el psic61ogo social y en un instrumento de primer arden en su quehacer investigador; c) enfatizar una perspectiva holista, dinamica e interdependiente de Ia naturaleza y del comportamiento humano que no requiere Ia existencia de unos principios ontol6gicos como causa primera de Ia actividad, sean estos de corte psicol6gico-individual (determinismo psicol6gico) o de naturaleza social (determinismo sociol6gico); d) reconocer que el cientffico social, ya lo hemos comentado, no es, no puede ser un observador independiente que se abstrae y se desembaraza de su pertenencia social para desde allf proceder a Ia creaci6n del conocimiento, sino un participante activo del orden social y cultural y, como tal, inevitablemente prendido a un sistema normativo y valorativo del que no puede, ni tiene porque, abstraerse cuando intenta acercarse cientfficamente a Ia realidad social. Es Ia vuelta a Ia actividad como vinculo con el mundo que nos rodea, con el mundo de los objetos y, a su traves, como inevitable punta de partida del conocimiento. MARX repite esta idea en La ldeologfa alemana cuando habla de las ideas, de Ia formaci6n de conceptos, del pensamiento como fruto directo y consecuencia inmediata de Ia actividad material, de esa actividad cooperativa que el hombre realiza como ocupante de un Iugar en el proceso de producci6n y de Ia que, a Ia postre, se desprende el entramado psicol6gico de Ia persona materializado en Ia conciencia. Una psicologfa social diah~ctica, comentaba RAPPOPORT en Ia lntroducci6n a un Simposium sobre Psico/ogfa social diatectica ceiP.brado en 1976, se debe ocupar del estudio de las personas y los qrupos: a)
como de entidades hist6ricas mutables comprendidas en circunstancias hist6ricas cambiantes; b) asediados por contradicciones y conflictos internos y por otros procedentes de sus relaciones con el media; c) por relaciones que solo pueden ser comprendidas a Ia luz de una disciplina capaz de reconocer y representar Ia complejidad y las muchas veces alocada 16gica de Ia vida cotidiana.
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Cinco tradiciones en Ia psicologia social
La parte mas decisiva para Ia Psicologla social de esta historia comenzaba en 1973 cuando Kenneth J. GERGEN sorprende a Ia comunidad psicosocial con un atrevido articulo, Social Psychology as History, que siembra de inmediato Ia polemica en las ya por aquel entonces removidas aguas de Ia disciplina. El cometido y prop6sito central del articulo se cifra en los siguientes y ambiciosos terminos: "Es el prop6sito de este articulo probar que Ia Psicologfa social es primeramente una empresa hist6rica. En contraposici6n con las ciencias naturales tiene que verselas con hechos altamente inconstantes que fluctuan considerablemente con el paso del tiempo. No se pueden elaborar tacilmente principios generales sobre Ia interacci6n humana, porque los principios sobre los que se asienta no permanecen estables. El conocimiento no es acumulativo en el sentido cientffico usual, porque dicho conocimiento no trasciende sus limites hist6ricos" (Gergen, 1973, p. 310).
Un directo ataque a algunos de los mas sagrados dogmas con los que habra convivido pl
1. Es raro el psic61ogo social cuyos valores no dejen sentir su influencia sobre el objeto de su investigaci6n, el metodo utilizado y los terminos de su descripci6n; ello se manifiesta en que Ia in mensa mayor( a de los mode los y teorlas sobre Ia interacci6n humana contienen juicios de valor, de los cuales tampoco tendrla porque librarse este modele hist6rico-dialectico, cabrla afiadir. 2. Si dames un repaso a las llneas de investigaci6n psicosocial mas relevantes de Ia ultima decada observaremos que los principios te6ricos sobre los que se asientan estan fuertemente ligados a circunstancias hist6ricas que son, por definicion, cambiantes; sin embargo, estas llneas ·obedecen pnkticamente sin excepci6n a un programa de investigaci6n y a una imagen del hombre profundamente deudora del positivismo, de eso que nosotros hemos dado en llamar el individualismo metodo-
La tradici6n hist6rico-diallktica
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16gico. En 1979, en el capitulo de una conocida obra, habla GERGEN con mas calma de La imagen positivista en Ia teorla psicosocial; a ella han rendido fervoroso culto las mas importantes teorfas de Ia organizaci6n y el cambio actitudinal, Ia teorfa de Ia atribuci6n, Ia de Ia percepci6n social, las investigaciones sobre las relaciones entre razas e incluso Ia teorla de los constructos de George KELLY. 3. Asl pues, podemos decir que los fen6menos sociales varian considerablemente en Ia medida en que estan sujetos a cambios hist6ricos, y ello nos conduce a una reflex ion sobre Ia metodologla utilizada para su investigaci6n. Lo que se necesita, apunta GERGEN, son metodos de investigaci6n que nos permitan descubrir Ia duraci6n relativa de los fen6menos sociales, tales como el analisis de contenido, metodos de comparaci6n transcultural, etc., y no tanto una metodologfa de laboratorio ajena por complete a Ia naturaleza socio-hist6rica de los fen6menos sociales. "A Ia luz de estos argumentos, el persistente intento de elaborar leyes generales de Ia conducta social parece llamado al fracaso, y Ia creencia de que el conocimiento de Ia interacci6n social puede ser acumulado a semejanza del de las ciencias naturales parece injustificada. En esencia, el estudio de Ia Psicolog(a social es ante todo un asunto hist6rico. Estamos fundametalmente implicados en Ia consideraci6n de asuntos contempon\neos. Utilizamos una metodologla cient(fica, pero los resultados no son principios cientlficos en el sentido tradicional" (Gergen, 1973, p. 316).
La Psicologfa social es el estudio sistematico de Ia historia contemporanea; es, dira unos anos mas tarde, una empresa interpretativa que nos sirve de inestimable ayuda para hacernos inteligible Ia experiencia, para dotarla de significado y para hacernos conscientes de que dicho significado varfa de acuerdo con las personas, con las situaciones y, por descontado, con las culturas. Pero, todavla mas, Ia teorizaci6n psicosocial debe estar presidida por una cierta audacia intelectual desafiando concepciones culturales, suscintando preguntas fundamentales en relaci6n con Ia vida social, fomentando Ia reconsideraci6n de cosas que se dan por sentadas. Leon RAPPOPORT, uno de los mas firmes baluartes de Ia Psicologfa social diahflctica, escribla a este respecto: "Me parece que Ia idea de una Psicologla social dialectica es liberadora, estimulante, creativa en profundidad y probablemente progre-
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Cmco tradiciones en Ia ps1colog fa social
sista, y todo ella porque no se presenta como una posicion fija y bien articulada, sino como un reto en media de Ia crisis, ciertamente plagado de riesgos, pero con increfbles implicaciones para el futuro" (Rappoport, 1977, p. 679).
Esto era a comienzos de Ia dtkada de los setenta, y desde entonces Kenneth GERGEN no ha cejado en el empeno de criticar el metoda positive, de resaltar Ia dependencia hist6rica del conocimiento social y de propiciar unos cauces para Ia consiguiente fundamentaci6n de una Psicologfa social hist6rica acorde con los principios de una epistemologfa psicosocial inspirada en Ia dialectica post-marxista. La Psicolog(a social ha estado dominada, practicamente sin excepci6n, par tres romances, se ha vista envuelta en una serie de devaneos muy poco acordes con Ia naturaleza hist6rica de su objeto de estudio. El primero de elias es el estilo mecanicista de explicaci6n de los fen6menos sociales, Ia concepcion mecanicista de Ia propia naturaleza humana que muy sucintamente hemos resumido en el Capitulo II y de Ia que GERGEN resalta su indiferencia respecto a asuntos de tanta importancia como las variables hist6ricas o diacr6nicas. Esta primera reflexi6n posee un corolario de singular trascendencia para Ia comprensi6n de Ia perspectiva hist6rica: lo mismo que Ia existencia del individuo, Ia de las sociedades, grupos y comunidades se encuentra sometida al ineludible paso del tiempo y con el sujeta a modificaciones, cambios y transformaciones que afectan muy directamente a los modos, maneras y estilos de comportamiento. Es par ella par lo que resulta improcedente una Psicologla social que se empene en Ia transhistoricidad yen Ia transcu/turalidad. Dicho de otra manera, otro de los romances en los que se ha vista ensimismada nuestra disciplina es el de Ia inmutabilidad fenomenol6gica, Ia creencia de que su objeto de estudio es alga atemporal, transhist6ricamente perdurable y transculturalmente identico como lo suelen ser, en considerable medida, los asuntos de los que se ocupan las ciencias de Ia naturaleza y que, par consiguiente, es posible tener acceso cientlfico a los principios basicos par los que supuestamente se rigen, se han regido y se seguiran rigiendo el cambia de actitudes, Ia percepci6n de las personas o Ia atracci6n interpersonal. Dos argumentos ha manejado GERGEN en contra de esta inmutabilidad fenomeno/6gica:
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a)
Ia inmensa mayorla de los modos de interacci6n, de los estilos de relaci6n entre las personas estan sujetos a Ia influencia del paso del tiempo; diversas epocas de Ia historia muestran distintos intereses por diferentes asuntos, as( como diversas maneras de conducirse frente a ellos; b) en segundo termino, no hay que perder de vista que Ia ciencia, los principios que rigen Ia creaci6n del conocimiento se encuentran fuertemente asidos a Ia vida cultural, no son algo asepticamente elaborado desde una angelical independencia y abstracci6n, sino en estrecha comuni6n con los valores propios de una cultura o de una subcultura. La Ciencia social, seg(m reza un manido principia, no esta fibre de valores. Y esto es algo ostensible en Ia propia teoria psicosocial, fief reflejo de una cultura blanca, de clase media protestante norteamericana que ha nutrido de investigadores Ia propia disciplina. Esta falta de perspectiva hist6rico-cultural ha conducido a una tercera ilusi6n, esta vez metodol6gica: acometer el estudio de los asuntos que competen a Ia Psicolog(a social valiendose de una metodologfa propia de las ciencias naturales, interesandose, casi en exclusiva, en secuencias de eventos temporalmente muti Iadas, destroncadas de sus coordenadas socio-h ist6ricas, divididas en partes, secuencias o ingredientes que pueden ser analizados microsc6picamente. Es Ia metodologla que ha utilizado Ia Psicolog(a social experimental, mayoritariamente abocada al laboratorio en el que sedan cita Ia intemporalidad y el a-historicismo, los dos enemigos por excelencia del comportamiento social de acuerdo con Ia perspectiva hist6rico-dialectica. Se trata de una actitud metodol6gica consecuente con Ia inmutabilidad fenomenol6gica, con Ia suposici6n de que el objeto de estudio de Ia Psicologfa es igual de resistente al paso del tiempo como los hechos del mundo flsico. De acuerdo con todo ello, GERGEN llega a Ia distinci6n de tres principales formas u orientaciones de investigaci6n en Ia Psicoloq(a social hist6rica: Ia asuncion de estabilidad comparte con Ia Psicologfa social tradicional y sincr6nicamente orientada Ia creencia en una naturaleza humana fija e inmutable, Ia creencia en Ia acumulabilidad del conocimiento cientffico y Ia proclividad por Ia experimentaci6n y el laboratorio; b) Ia segunda orientaci6n en Ia Psicologla social hist6rica es Ia a)
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Cinco tradiciones en Ia psicologia social
del cambia ordenado; en ella sigue existiendo una cierta aceptaci6n de principios universales del funcionamiento humano, pero vistos en su vertiente diacr6nica; "Es decir, el interes se centra, no en las maneras que tienen de manifestarse en diferentes per(odos de tiempo procesos basicos y estables, sino en Ia ordenada progresi6n de un perfodo a otro" (Gergen, 1984, p. 22),
c)
y ello requiere, en opinion de GERGEN, el cambio de Ia sincronla a Ia diacronla desde el punto de vista te6rico; Ia orientaci6n aleatoria sostiene que los procesos que suceden a lo largo del tiempo no estan predeterminados ni son esencialmente reiterativos, sino que pueden variar, a veces con enorme dramatismo, de una persona a otra y de una epoca a otra.
Nuestro compatriota, ademas de amigo, Ignacio MARTiNBARd ha hecho algunas finas reflexiones en torno a Ia dependencia cultural, ideol6gica e hist6rica de Ia teorfas psicosociales cuando escribe que el lector y el estudiante latinoamericano, cuando se acercan a los tratados clasicos de Psicologia social, tienen Ia impresi6n de que los aspectos mas cruciales de su propia existencia y de su historia apenas han merecido una minima atenci6n. Se trata de unas refleciones hechas desde una postura claramente alineada con los principios mas consolidados de Ia perspectiva hist6rico-dialectica y que no nos importarla compartir en lo sustancial: "Reducir Ia Psicologfa social a los que de hecho han estudiado y como lo han estudiado los psic61ogos sociales, significa aceptar que una ciencia es definida por aquellos que han dispuesto del poder econ6mico y social para determinar los problemas que deblan ser estudiados y las formas como deblan resolverse. En el presente caso, es bien sabido que los problemas actuales tratados por los textos de Psicologfa social son fundamentalmente los problemas que los centres de poder de Ia sociedad norteamericana han planteado a sus academicos, y las respuestas que los psic61ogos sociales norteamericanos han proporcionado a estos problemas para afirmarse cara al interior del mundo cientlfico de los Estados Unidos" (Martin-Bar6, 1983, p. 3).
No son pocos ya los autores que se han aventurado, con distinta suerte, por los intrincados senderos de Ia Psicolog(a social dialectica; una de las aproximaciones mas concienzudas y clarificadoras es Ia de Marianthi GEORGOUDI para quien una adecua-
La tradici6n hist6rico-dialectica
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da Psicologla social dialectica debe prestar atenci6n a los siguientes principios:
1. La dialectica rechaza Ia existencia de principios onto16gicos de los que supuestamente se puede echar mano como causas y razones primeras de las acciones de los hombres; esa es Ia raz6n de traer a cuento Ia macabra historia de los cdmenes de guerra. El comportamiento de los hombres no puede ser cabalmente entendido reivindicando exclusivamente principios psicol6gicos, ni tampoco puede quedar totalmente subsumido dentro del complejo y resbaladizo maremagnum de Ia estructura social. Ni el mecanicismo individualista, ni el idealismo romantico podrlan dar raz6n cumplida de Ia tragedia del estadio Heyse! de Bruselas, ni del comportamiento de los criminales de guerra, aunque lo mas socorrido pueda ser echar mano del alma vesanica de Ia masa, de Ia supresi6n de Ia personalidad en una situaci6n masiva en un caso ode Ia estructura pat6gena de Ia personaldiad en el otro. Entre los principios psicol6gicos y Ia estructura social, entre el individuo y su ambiente externo se produce una tension dialectica. Los contextos sociales estan indefectiblemente implicados en Ia trama del comportamiento humano conformando de esta manera eventos psicosociales que, en opini6n de estos autores, se definir(an como incidentes concretos, individuales y particulares de Ia vida cotidiana que poseen un asentamiento temporal, una duraci6n, apuntan hacia el pasado (antecedentes) y hacia el futuro (consecuencias) y consisten en un conglomerado de factores, relaciones y actividades que estan en continuo cambio. La dialectica, advierte GEORGOUDI, noes un principio metaflsico; mas bien, por el contrario, desde su postura se pretende precisamente rechazar Ia existencia de tales principios metaflsicos (principios onto16gicos) a los que se atribuye Ia directa responsabilidad de las acciones humanas. 2. La diahktica es una forma de mediaci6n, postula una permanente relaci6n entre los elementos que configuran una realidad. "La dialectica no pertenece ni a Ia teorla de los objetos, ni a Ia teor(a de los sujetos y no postula Ia precedencia ontol6gica ni de unos
ni de otros; mas bien, es el proceso de med iaci6n entre los dos y, por tanto, es algo que se ocasiona en su relaci6n. La dialectica no puede ser tratada como una categorla que se impone al mundo, es decir. como un principia conceptual reificado" (Georgoudi, 1983, p. 79).
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Cinco tradiciones en Ia psicologia social
En el contexto de Ia Psicologfa social resulta imprescindible recordar que sociedad e individuo son entidades intrfnsecamente relacionadas, ni Ia una ni el otro pueden ser tratados como conceptos estaticos, abstractos o puros, ni pueden ser concebidos como fenomenos con un funcionamiento independiente, ni siquiera pueden ser definidos sin mutua referencia. Partiendo de esta relacion intrfnseca, Ia Psicologla social debe sustituir el estudio por separado de ambas entidades (individuo y sociedad) o incluso el de su interaccion, por el analisis de las relaciones que ambas establecen en un continuo proceso de creacion, cambio y transformacion en el que ambas adoptan un papel de intensa actividad. Entre lo social y lo individual, entre el individuo y Ia sociedad no existe oposicion o antagonismo alguno y ni siquiera un predominio del uno sobre el otro; ambos, por el contrario, se entrelazan parejamente en una tupida red de relaciones de Ia que forma parte de un modo ineludible Ia naturaleza de cada uno de ellos. Una interpretacion ante Ia que hay que salir al paso es Ia que trata de definir Ia dialectica como una forma de interaccionismo, entre otras razones, aduce GEORGOUDI, porque Ia orientacion intraccionista supone Ia existencia de elementos independientes que deben ser analizados cada uno par su cuenta y porque se instala perfectamente dentro de Ia epistemologla positivista. La dialectica, por su parte, no solo combate, sino que realmente milita contra lo que considera artificial separacion de elementos ontologicamente interdependientes (individuo y sociedad; ciencia e historia; ciencia y sociedad). 3. Las relaciones d ia h§cticas se basan en Ia negacion, en los antagonismos e incoherencias de Ia propia realidad, en el reconocimiento de que Ia existencia de una entidad lleva automaticamente pareja Ia existencia de su negacion, Ia posibilidad de su no existencia. 4. La negacion suministra el mejor fundamento para Ia transformacion porque Ia negacion es fundamentalmente dinamica. Recordabamos al comienzo del capitulo que se trata del principio hegeliano, tornado del Fausto, de que todo /o oue existe merece perecer, un aserto que el mismo HEGEL enuncia en el sentido de que lo racional deviene real y es entonces necesario, pero puede convertirse en irracional e innecesario y entonces tiende a desaparecer. ENGELS, en Ludwig Feuerbach y elfin de Ia Filosof/a clasica alemana, lo explica en los siguientes terminos:
La tradici6n hist6rico-diafectica
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"Y asi, en el curso del desarrollo, todo lo que un dla fue real se torna irreal, pierde su necesidad, su raz6n de ser, su caracter racional, y el puesto de lo real que agoniza es ocupado par una realidad nueva y viable; pacfficamente, si lo viejo es lo bastante razonable para resignarse a morir sin lucha; par Ia fuerza, si se opone a esta necesidad" (Engels, 1974, p. 617).
As(, pues, negaci6n-contradicci6n-transformaci6n/cambio. Este es el sentido y significado que encierra el principia de Ia negaci6n dialfktica; dicho de otra manera, vuelve a advertir GEORGOUDI, Ia contradicci6n no debe·ser entendida como sin6nimo de diferencia o de simple oposici6n, como en algun caso se ha interpretado. 5. Las transformaciones son procesuales. La dialectica se ocupa de los procesos, de las actividades en relaci6n, del devenir de las casas, de Ia diacronfa. La Psicologfa social dialectica pasa de los hechos a los procesos y par ella el empleo de una metodolog(a experimental puede resultar problemchico ya que esta cifra su interes en Ia detecci6n de las relaciones causales momentaneas. "La experimentaci6n, aunque resulta de un enorme valor en muchos aspectos, es necesariamente restrict iva en Ia med ida en que no puede conciliar Ia complejidad de los factores que actuan de un modo simultfmeo y determinan los eventos en el mundo social" (Georgoudi y Rosnow, 1985, p. 16);
par ella es recomendable Ia adquisici6n de informaciones adicionales que solo pueden ser recogidas a traves de otros metodos, normalmente de corte mas cualitativo. 6. Los procesos se caracterizan par una orientaci6n teleol6gica, es decir, los procesos denotan un movimiento dinamico de relaciones creadas y recreadas sin un principia ni un final (crftica a los principios onto16gicos como razones ultimas de las casas). 7. Las relaciones dial(kticas deben ser construidas como experiencias concretas y no como abstracciones reificadas en una clara referenda al materialismo que enfatiza las condiciones concretas de existencia y en una velada crftica de nuevo a los principios onto16gicos. 8. La tarea cientffica de generar conocimiento posee una ubicaci6n hist6rica yes relacional, en una nueva referencia a Ia diffcil independencia de las teorfas cientfficas, al investigador
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Cinco tradiciones en Ia psicologia social
como un participante activo de su cultura, a los valores que dejan traslucir Ia inmensa mayor fa de las teorfas psicosociales, etc. En sfntesis, no menos de tres vendrfan a ser, de acuerdo con GEOURGOUDI, las aportaciones dialecticas a Ia Psicologfa social: a)
una reorientacion profunda en Ia concepcion de las relaciones sociales como procesos y no como entidades o mementos estaticos; su consideracion como alga en continua evolucion y cambia debido a Ia confluencia de factores individuales y contextuales; b) una necesidad urgente de aceptar una perspectiva evolutivo-contextua/ que ubica los procesos dentro de un contexte socio-h istorico como Ia mas· adecuada man era de aprehenderlos en su justa dimension; c) una redefinicion del individuo y del mundo social como entes concretes de relacion mas que como entidades aisladas, (micas e independientes. Se trata, sin duda, de un marco de referencia general perc obligado en cualquier intento de cimentar una Psicologfa social de corte dialectico; los pecos autores que se han aventurado por este complicado enredo han llegado a coincidir en algunos extremes que podemos considerar primordiales: a)
el primero es Ia ratificacion de Ia estrecha, permanente e incesante conexion entre Ia teorfa y Ia pnktica, entre Ia experiencia social y el conocimiento; "Deberla quedar clara que lo que debemos comprender es como Ia experiencia social y Ia practica cientlfica interactuan para determinar el curso del desarrollo de Ia Psicologla social",
escribfa Steve BAUMGARDNER (1977, p. 681) despues de haber intentado mostrar una interrelacion dinamica entre Ia ideologfa, Ia filosoffa, Ia personalidad, las presiones sociales y los conceptos cientfficos en algunos llamativos cases de Ia propia historia de Ia Psicologfa social (el de McDouGALL concretamente); b) es desde este punta de vista desde el que se puede argumentar, una vez mas, que el cient(fico no es un angel desasido de las grandezas y miserias humanas, sino un miembro plenamente activo de Ia vida social a Ia que le unen tanto derechos como obligaciones y de cuyos valores, ideolog fa, tradiciones, etc., participa continuamente;
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y tampoco se trata de un receptor pasivo de las influencias ambientales, sino de un ser activo frente al medio, de un creador activo de formas de estimulaci6n.
George CvETKOVITCH ( 1977) aventura una definici6n no exenta de cierta abstracci6n al suponer que Ia Psicolog(a social diahktica se interesa fundamentalmente por Ia conducta social individual y grupal en tanto que progresan y cambian a lo largo de cuatro dimensiones: Ia biol6gica, Ia psicol6gica-individual, Ia cultural-socio16gica y Ia ffsica. Y todo ello, quiza Ia aportaci6n de mas interes, dentro de unos cauces metodol6gicos caracterizados por: a)
una mayor aceptaci6n de los autoinformes sustentada en Ia hip6tesis del individuo como un agente de su propia conducta; b) un mayor enfasis en Ia s(ntesis en detrimento del analisis, habida cuenta del provecho que el psic61ogo social puede sacar del material hist6rico; c) asimismo es recomendable un incremento en Ia utilizaci6n de censos conductuales, en el acopio de observaciones sistematicas en torno a una conducta concreta. Desde Ia perspectiva diahktica, en suma, Ia ciencia, recuerda CvETKOVITCH, no consiste en una acumulaci6n de datos ode hechos. Si llegado este memento nos atrevieramos a hacer una franca confesi6n, es posible que coincidieramos en que tampoco es tanta Ia distancia que media entre esta perspectiva dialectica y las mas s61idas propuestas te6ricas y metodol6gicas de Kurt LEWIN y George Herbert MEAD. Del primero podrfamos traer a colaci6n el concepto de espacio vital donde se dan cita Ia interdependencia, Ia noci6n sistematica de causa y el principia de contemporaneidad; con arreglo a elias, se tiene Ia firme impresi6n de que Ia explicaci6n que el psic61ogo aleman ofrecerfa del holocausto de su raza encontrarfa perfecto acomodo en eso que RAPPOPORT denomina Ia epistemologfa psicosocial de marcado caracter dialectico. Cuando en el Capitulo V de sus Principios de Psicologfa topol6gica ataca el espinoso tema de las relaciones causales en Psicologia, escribe: "Los procesos hist6ricos en Psicologla como en otras ciencias hay que concebirlos como procesos dialecticos. Tanto si nos fijamos en cortos intervalos como si to hacemos en largos perlodos de tiempo,
318
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encontraremos que a etapas de aparente transformaci6n siguen periodos de crisis con cambios repentinos de estructura" (Lewin, 1936, p. 36).
El espacio vital es un campo dinamico compuesto par un conjunto de fuerzas en apretada interdependencia y en continua tension y lo que en el ocurra s61o puede ser adecuadamente comprendido atendiendo a las relaciones concretas y momentaneas que se sucedan; en un campo dinamico apenas tiene Iugar lo definitive, no hay sitio para las verdades absolutas, las casas tienen un principia y un fin. El enfoque dinamico como filosoffa que sustenta al metoda constructive, Ia fuerza como caracterfstica de Ia region que hace referencia a Ia inclinaci6n par el cambia y Ia tension como estado de una region relacionado con Ia tendencia a Ia locomoci6n que persigue Ia consecunci6n de ciertas metas y objetivos atenuantes de dicha tension, acercan de manera definitiva a Kurt LEWIN a esa trama de concatenaciones y mutuas influencias de Ia que hablaba ENGELS al definir Ia dialectica. La filosoHa constructiva, recordemoslo, se erige sabre Ia relaci6n; es decir, sabre una base escasamente s61ida o, si lo preferimos, resueltamente ductil y acomodaticia. Las casas, conviene no olvidarlo, no son como son par Ia posesian de caractensticas permanentes, constantes, absolutas y definitivas, sino que se encuentran un poco al arbitrio de Ia circunstancia, a Ia voluntad de los factores situacionales (las casas son par Ia relaci6n); incluso aquellas que tradicionalmente nos da Ia impresi6n de que se elevan par encima del paso del tiempo y de que pemanecen insensibles a Ia huella de los hombres: "La cultura no es como un cuadro pintado; es un proceso vivo compuesto de interminables interacciones sociales. Como un rfo cuya forma y velocidad estan determinadas por el balance de esas fuerzas que hacen que el agua se des Iice con mas rapidez y Ia fricci6n que hace que el agua corra con mayor lentitud, el modelo cultural en un momento dado se ampara en el balance de fuerzas contrapuestas" (Lewin, 1948, p. 46);
una acepci6n profundamente heraclitiana, es decir, marcadamente diahktica. Fue esta una lecci6n que LEwiN mas que aprender vivi6 con dramatico desencanto en su propia carne al ser testigo del Kriegeslandschaft (ese es precisamente el titulo de su primer ensayo, publicado en 1917 ), del s6rdido espectaculo de Ia guerra: el significado de las casas cambia a
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medida que pasamos de Ia seguridad de Ia paz al fragor de Ia batalla. Es una lecci6n que el maestro no pierde oportunidad de recordar al tratar asuntos de tanta trascendencia como Ia definici6n de conducta o Ia concepci6n de grupo y al que recurre una y otra vez sobre todo a Ia hora de tratar asuntos lim(trofes con Ia pertenencia y las relaciones intergrupales. Cuando el propio LEWIN se enfrenta, por ejemplo, a las interpretaciones te6ricas de A/gunas diferencias psico-socio/6gicas entre los Estados Unidos y Alemania (as( reza precisamente el t(tulo de un artfculo publicado en 1936) esgrime un argumento que, ademas de familiar, nos resulta muy diaiEktico: Ia expi icaci6n hist6rica resulta insuficiente por cuanto acaba acudiendo a un cierto determinismo unidireccional; Ia influencia de los patrones culturales (entendiendo Ia cultura en los terminos antes mencionados) nos acerca sin duda a una explicaci6n sistematica, pero no acabarfamos de entender justamente el problema si no se entrara en Ia consideraci6n de otros factores. "Uno tiene que considerar Ia situaci6n educativa con todas sus implicaciones sociales y culturales como un todo dimfmico concreto. Uno tiene que entender las interrelaciones dimlmicas entre las distintas partes y propiedades de Ia situaci6n en Ia que vive el nino. En otras palabras, deberla haber una explicaci6n sistematica allado de Ia hist6rica, una explicaci6n de como esas partes y propiedades diferentes pueden existir dentro de un todo social concreto" (Lewin, 1948, p. 17).
En MEAD, el inter:to de salir del embrollo sociocentrico manejando Ia trilog(a Sociedad-lnteracci6n-Persona y apostando por Ia inevitabilidad de su presencia conjunta para dar cuenta de cada uno de los tres elementos por separado (sin sociedad no es posible Ia persona, pero a su vez, aquella no es mas que el resultado de un conjunto de personas en interacci6n), lo aproximan a una cierta posici6n dialectica. El mismo confiesa en algun momenta, con motivo precisamente de sus reflexiones sobre el problema de Ia sociedad, su deuda con Ia filosofla hegeliana, con el caracter dinamico de su doctrina y, muy especialmente, con el interes exhibido en el desarrollo de lo que MEAD denominara autoconciencia. "Hemos hecho notar antes que una parte de Ia inspiraci6n que dirigi6 este pensamiento provino del movimiento hegeliano. La doctrina hegeliana fue en un sentido una doctrina evolutiva. AI menos estaba
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particularmente interesada en el desarrollo de lo que hemos denominado auto-conciencia, en el proceso de pensamiento en el que se origina" (Mead, 1964, p. 26).
MEAD, ha dicho Hans JoAs en un cuidado estudio, pasa por una fase hegeliana de indudable trascendencia a Ia hora de desarrollar su pragmatismo intersubjetivo; una fase en Ia que, de Ia mano del fil6sofo aleman, supera el fragil dualismo materiaesplritu, sujeto-objeto para acabar estableciendo (lo hemos intentado reflejar en el Capitulo II I) una relaci6n de mutua interdependencia entre el individuo y Ia sociedad; los dos se necesitan uno al otro, ambos pueden revestirse indistintamente de variable dependiente o independiente y ninguno de ellos es una cosa u otra por derecho propio, sino por imperative de Ia situaci6n; respecto a ellos, s61o es posible aventurar apriorlsticamente una cosa: s61o existen como fruto y resultado de Ia interacci6n. Esto como una actitud diahflctica general de Ia que ya nos hicimos eco en su momento; pero hay todavla un segundo orden conceptual en el que resulta mas evidente, si cabe, Ia postura diahktica del autor norteamericano; en un capitulo recogido en una de las multiples colecciones de artfculos que se hicieron tras su muerte (£/ proceso del esplritu en Ia naturaleza, reza su tftulo), MEAD establece una mediaci6n entre Ia naturaleza y el espiritu de Ia que hace responsable en un primer momento al organismo (siempre el resabio darwinista) y que acaba por centrarse definitiva y marxianamente en el acto que para MEAD como para MARX es Ia condici6n indispensable de Ia conciencia, su indiscutible punto de partida; y, lo que resulta quiza mas decisive, para ambos el acto se convierte tambien en el vehlculo de nuestro contacto con el ambiente, en nuestro primer instrumento de comunicaci6n con el mundo que nos rodea: "Nuestra adaptaci6n primaria con el ambiente reside en el acto el cual determina Ia relaci6n entre el individuo y el ambiente. Un acto es un evento consistente en estimulaci6n, respuesta y resultados de Ia respuesta (... ) . Es Ia adecuaci6n de Ia respuesta Ia que en Ia experiencia inmediata determina Ia realidad de Ia estimulacion. Las cosas no son reales porque se vean, se oigan y se huelan; son reales como real o potencial mente experimentadas por medio del contacto" (Mead, 1964, p. 92).
Acto como mediaci6n entre el mundo de Ia naturaleza y el
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del espfritu; acto como medio de contacto con el ambiente; acto que desemboca ineludiblemente en el contacto (cooperaci6n para MARx), en Ia interacci6n, en Ia relaci6n. Y, finalmente, acto como condici6n indispensable y necesaria para Ia conciencia: "La condici6n esencial para Ia aparici6n de lo que denominamos espfritu es que el individuo, actuando en relaci6n con su ambiente, debe actuar con referencia a sf mismo de manera tal que su acci6n lo incluya como si fuera un objeto" (Mead, 1964, p. 95).
Todo esto tienen en comun Ia aproximaci6n de MEAD a Ia persona y Ia que MARX hace respecto a Ia conciencia con una diferencia que los marxistas no nos perdonarfan silenciar: Ia de MEAD es una diah3ctica de los conceptos, es una diah:ktica de Ia idea, es una diahktica que no acaba por decidirse a bajar a Ia cruda realidad, es una dialectica hegeliana; Ia de MARX, no hace falta recordarlo, es una dialectica materialista. Y podfamos seguir adentrandonos por estos recovecos tan inutiles desde un punto de vista como atractivos lo son desde otro; serfa bueno, no obstante, que fueramos pensando en dar por concluidas estas paginas para descanso del lector e incluso para mejora de nuestra propia calidad de vida, no sin antes avisar al interesado que ha habido quienes tambien se han tornado en serio este asunto de las relaciones entre los tres grandes pensadores; Junius BROWN publicaba, mediada Ia decada de los treinta, una obra Psychology and the Social Order en Ia que intentaba, sin demasiado exito por lo demas, establecer una relaci6n entre MARX y LEWIN; mas recientemente Tom GoFF ha hecho lo propio con MEAD sin llegar a decir nada que no se supiera. Aqu ( tam poco se dice, pero no nos importarla confesar, sin prop6sito de enmienda, que ha habido ratos, muchos ratos en los que hemos sentido un verdadero placer intelectual que no es, por si cupiera alguna duda, ni el primero ni el unico de los placeres por los que vive el au tor de estas paginas.
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