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El ciberespacio: La red neural de Internet como un nuevo espacio de interacción humana Psic. Iván Hernández Barba “Todo está dominado por la desterritorialización de los lugares, por la existencia de los no lugares” Anónimo
El ser humano está ocupando su espacio en el universo. A pesar de haber creído por mucho tiempo que él era “el ombligo del mundo”, que los animales, las plantas y en general la creación existían en función suya únicamente, hoy en día tal vez pueda entenderse que las experiencias pasadas simplemente lo han llevado por un proceso de desarrollo, a la par zoológico y psicológico, cuya meta es más significativa y loable que el mero control total del medio. El hombre busca trascender, pero en el camino, tal vez por el atractivo que tiene el saberse poderoso y hasta cierto punto “manipulador” de su ambiente, se corrompe y pierde el rumbo de ese fin último que lo ayudará a ser mejor como persona. Levy (1997) define este proceso en función de los espacios antropológicos en los que se ha efectuado esta evolución de la
especie. La tierra fue fue el primer espacio que habitó, ya en el el período Paleolítico. En esta Biosfera, el ser humano empezó a comunicarse con los animales, las plantas, el paisaje y por que no, con el espíritu. Así constituyó su realidad, empezando a crear y recrear, definiendo posteriormente, un territorio , implicando con ello la domesticación de los animales y el desarrollo de la agricultura, lo que llevó a la constitución de las primeras comunidades que posteriormente
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engendrarían las aldeas, los pueblos, las ciudades, los estados y los países, lo que por desgracia también llevaría al desarrollo del sentido predatorio y el deterioro de las relaciones interpersonales. El advenimiento de la revolución industrial y el desarrollo de los diversos sistemas económicos como el capitalismo llevaron la búsqueda y el desarrollo de la comodidad , un espacio humano autónomo que subordina los dos estadíos anteriores y los organiza en términos de sus propios objetivos: Este es el progreso de la humanidad, ya sea para su bien o para su perjuicio. Con sus necesidades “satisfechas”, ahora el hombre ha venido creando, inventando y a su modo, facilitando su existencia. Es en ese manto de comodidad que se revela un nuevo espacio de interacción, el del conocimiento . Pero este espacio no existe. Al menos no en el plano real en el que nos desenvolvemos diariamente. Es virtual y espera su nacimiento propiamente dicho, pues al emerger del espacio de comodidad, sigue sujeto a la necesidad de competencia. Sería apropiado decir que este espacio de conocimiento, no se limita únicamente al conocimiento científico, sino que va más allá, al conocimiento de vida, mismo que a la larga, ha encontrado su medio de expresión en el ciberespacio. La primera vez que se utilizó el término “ciberespacio” fue en 1982, en la novela corta de ciencia-ficción “Burning Chrome” , escrita por William Gibson, pero el término se popularizó a partir de 1984, con la publicación de la novela
3 “Neuromancer” , del mismo autor. En ella, Gibson habla de una “alucinación
consensual experimentada diariamente por billones de operadores legítimos […] Una representación gráfica de los datos de cada computadora en el sistema humano. Impensablemente compleja” (1984, citado por Barlow, Ba rlow, sin fecha). Si bien, en dicha novela, se utilizaba el término con tintes oscuros y marcadas referencias a un sistema de gobierno totalitario, actualmente, esta palabra se ha extrapolado –como muchos otros conceptos acuñados por autores de ciencia-ficción– a una de tantas representaciones que tiene la Internet. Para Levy (1997) el ciberespacio “designa el universo de redes digitales como un mundo de interacción y aventura, [es] el espacio de conflictos globales y una nueva frontera económica y cultural” (p. 118). Al hablar de ciberespacio nos referimos no sólo a la Internet, sino también a la World Wide Web, al hipertexto, a la interactividad multimedia, a los videojuegos, la realidad virtual, los simuladores e incluso a la vida artificial. Y si en la década de los sesentas, Pierre Teilhard de Chardin (1965) dio a conocer al mundo su concepto de Noosfera –esa parte del mundo vivo que es creada por el pensamiento y la cultura del hombre–, entonces es posible retomar en estas letras la afirmación de Javier Candiera (2001): “si el mundo está recubierto por una capa de materia pensante con una conciencia propia [entonces] Internet es el sistema nervioso artificial que nos permite pensar como una comunidad” (citado por Gómez A., 2002:6). La red neural tejida por la Internet, surge poco a poco y en silencio, señala Esteinou (2003), al finalizar el siglo XX, “como la más reciente estructura cerebral artificial” cubriendo al planeta
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con un nuevo “sistema tecnológico-cerebral” construido por todos los hombres y conectando a todo su hábitat (p. 3). Sin embargo, para muchos, Internet es un mal necesario. Si bien somos conscientes de que actualmente tiene más “poder” quien está a la vanguardia en cuanto a tecnología y que no participar de esta “conectividad” es negarse a estar informados o vigentes, todavía existe mucha gente que sólo denota lo negativo de esta red y a la cual, de hecho, escandaliza la más remota posibilidad de ver al ciberespacio como un nuevo medio tanto de socialización como de aprendizaje y de conocimiento. Pero el impacto de esta carretera de información, junto con otras tecnologías tanto de de información como de comunicación, ha llevado la creación de subdisciplinas1 como la ciberantropología , expresión acuñada por Downy, Dumit y Williams en 1995 (citado por Mayans, 2002:2) y que se refiere a una “etiqueta descriptiva que enmarca un proyecto cultural” que fuera de un contexto académico, busca ser la “antropología cultural de la ciencia y la tecnología”, aunque Mayans (2002) señala que propiamente, el objeto de estudio de esta “antropología cyborg” es el uso social que se hace de estas tecnologías. Es necesario sumar esta perspectiva para comprender el impacto no sólo social del uso del ciberespacio, sino también las implicaciones políticas y legales que este nuevo espacio cada vez más público, conlleva. Hoy en día resulta – incluso– dogmático no aceptar que el ciberespacio y sus conceptos afines, pues son un nuevo intermediario técnico-cultural entre las relaciones sociales 1
Cabe aclarar que la utilización de la palabra va en función de su calidad sublimada al área general de estudio de la antropología y no a un mero sentido de descalificación científica del término.
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(Esteinou, 2003) ya que existe gente para la cual Internet viene a representar todo su mundo en una computadora personal o portátil (esto entendido como la información más reciente en cuanto a noticias, clima, tecnología, trabajo, diversión y socialización). En cambio, para algunos otros – para alguna mayoría– esas mismas prioridades ya mencionadas están representadas en un sentido más peyorativo y enfocándose sobretodo en el ocio y el vicio de estar ‘en línea’ para evadirse de su realidad de facto. Luego entonces, se puede apreciar que existen dos marcadas posturas para definir el uso de la red y que retomando los preceptos de Teilhard de Chardin (1962) podrían ubicarse dentro de lo que él llama “La Gran Opción”2: el Optimismo de Evasión y el Optimismo de Evolución. A continuación se analizará el primero. ¿Si un árbol virtual cae cae en un bosque generado por computadora … hace ruido? Barlow (1994) opina que un viaje por el ciberespacio es como un paseo a Disneylandia para un epistemólogo, ya que la persona es reducida a un punto de vista. Este es un lugar donde las leyes de la física no aplican y solamente existen los lineamientos establecidos por la velocidad de la conexión con que cuente la computadora. No existe el “prana”. Prana es el término hindú que define tanto el aliento como el espíritu
(Makkuni, citado por Barlow, 1997:3). De nueva cuenta, Barlow piensa que la 2
Recordemos que el P. Pierre Teihlard de Chardin señala que el ser humano está en una búsqueda constante de complejización de sí mismo, y dentro de ese proceso, vive la llamada Hominización, ese salto de conciencia y de unificación con el entorno. La La elección de vida que el hombre haga, lo llevará finalmente al Punto Punto Omega, esto es, la convergencia de Espíritu y Materia (n. del a.).
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pregunta central central en la era virtual
es si el concepto de de “prana” “prana” puede
incorporarse al ciberespacio. Para él, el prana es un elemento vital en la ecología de una relación interpersonal y esto, junto con el lenguaje corporal, el tono de voz, el olor y todo lo que para él constituye la vida real, se pierde al momento de conectarse a la red. Barlow no encuentra representación alguna de la diversidad demográfica en Internet, ya que la mayoría de las personas que se conectan, son hombres caucásicos menores de cincuenta años3 con buenas habilidades para teclear y férreas opiniones acerca de casi todo, así como exacerbada timidez, en especial con respecto al sexo opuesto. En la misma opinión, Esteinou (2003) señala que la Internet todavía opera como una herramienta elitista y privilegiada que excluye a grandes grupos sociales, por no mencionar el costo de un buen equipo, una conexión adecuada y el uso predominante del idioma inglés. Mayans (2002) entre tanto, concluye que las comunicaciones mediadas por la computadora (por ejemplo, las salas de chat y los mensajeros instantáneos) no sustituyen otro tipo de entorno ni medio de interacción social (teléfono, televisión, un café, o un encuentro al azar de dos personas); el producto sociocultural que un cibernauta construye para comunicarse y socializar a través de la computadora no es ni el habitual ni el normativo registro escrito u oral (aunque tome elementos de éstos).
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Estadística cuestionable hoy en día, ya que el texto escrito por Barlow está fechado en el año 1994. Entretanto, hasta el año 2000, 40 millones de personas se conectaban diariamente a la red, se transmitían 5 millones de correos electrónicos por minuto y se duplicaba el número de cibernautas cada cien días [Suplemento “Asterísco” en unomásuno, 2000, citado por Esteinou, 2003] (n. del a.).
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Del mismo modo, Barlow opina que las comunidades que existen en Internet carecen de genuina adversidad4 y a final de cuentas, no sólo se está intentando construir estas comunidades entre personas que nunca han experimentado esa “común unión” en la vida real, sino que tampoco es gente que esté familiarizada con el pronombre “nosotros” “nosotros” o que en verdad lo viva5. Otro problema, señalado ya por Gómez (2002), gira en torno a la distribución del poder de la información y a la generación de conocimiento, indicando que “lo importante no es el acceso ni la información en sí misma, sino la cantidad y la clase de conocimiento que ésta contiene” (p. 3) cuidando evitar la fragmentación que el hipertexto, por desgracia, también ofrece. Súmese a lo anterior la complejización 6 (concepto también señalado por Gómez) que una parte de los usuarios de la red –aquellos que “tienen” que conectarse– critican refiriéndose a la imposibilidad de seguir una secuencia de respuestas en un foro virtual o a la dificultad para comprender la plantilla que guía la elaboración de un correo electrónico, a los inconvenientes de una red saturada, o a los resultados de búsqueda demasiado amplios con que a veces se topan en cualquier buscador. Complejización que si bien es real, debe analizarse a la luz de los
conceptos de Teilhard de Chardin (1962) y comprenderla como parte del proceso de perfeccionamiento que el ser humano debe seguir. Es por ello que Lara (2003) propone “establecer estrategias que correlacionen la educación, la 4
Con esta palabra, Barlow indica que es fácil escabullirse de una sala, de un foro electrónico, cuando hay puntos de vista diferentes a los propios y que el cibernauta no acepta, simplemente “desconectándose” del sitio en cuestión, para rehuir el conflicto (n. del a.). 5 John Perry Barlow abunda en demasiadas connotaciones filosóficas tal vez debido a sus antecedentes existencialistas (n. del a.).
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formación y el desarrollo en el aprovechamiento de la innovación tecnológica” (p. 3). Pero el ser humano no ha habitado el ciberespacio por tiempo suficiente ni con la diversidad adecuada para desarrollar un contrato social acorde a las nuevas condiciones de ese mundo, y estamos ante el intercambio de ideas, de una mente a otra, sin representación físicamente (Barlow, 1997). Además, el mismo ciberespacio está borrando las fronteras legales, desde el momento en el que no existen barreras locales o internacionales en las cuales encuadrar una escena de “crímenes informáticos” para determinar un método de persecución. Esto es, las nociones de propiedad, valor y la misma naturaleza de la riqueza están cambiando fundamentalmente debido a la distribución electrónica. Siendo los argumentos anteriores los puntos de vista de un Optimismo de Evasión, es momento de empezar a definir al Optimismo de Evolución. Internet es una enciclopedia viviente. Es por ello que Pierre Levy (1997) inteligencia colectiva , definiéndola como una forma de propone el concepto de inteligencia
inteligencia distribuida universalmente, constantemente mejorada, coordinada en tiempo real y movilizando las habilidades del individuo de manera efectiva (p. 13). El mismo Levy recalca que no se debe ver a su concepción como un proyecto totalitario que subordina al individuo para la trascendencia de la comunidad. Obviamente, la expresión real de la propuesta de Levy se manifiesta a través de un ciberespacio que es capaz de ayudar al individuo en su proceso de
9 hominización , de desarrollo humano, pues este mundo virtual fácilmente puede
estar repleto de cultura, belleza, intelecto y conocimiento, comparable al contenido en un templo griego o una catedral. En pocas palabras, el ciberespacio provee una interfase para los distintos métodos de creación y comunicación. En este sentido, Lara (op. cit.) señala que las nuevas tecnologías de la información “favorecen el descentramiento y la democratización de los sistemas informáticos por medio de la construcción de redes autogestivas”, propiciando la transformación de los sistemas de aprendizaje gracias a la interactividad de la multimedia y del hipertexto. Esto es, si bien se trata de una experiencia virtual, ésta puede ser generadora de conocimientos y de competencias debido a su acción sobre el objeto. El ciberespacio, se ha caracterizado por ser una zona libre en dónde el intercambio social es cada vez importante (Esteinou, 2003). Pero si bien Mayans (op. cit.) recalca que este intercambio no cumple de lleno los requisitos propios a la comunicación y a la socialización, Esteinou refiere que las reglas de interacción social, a raíz de la conectividad, están cambiando hacia un mundo simbolizado donde esta interacción social es simulada por medio de construcciones metafóricas. “Esto da origen a nuevas culturas, mentalidades, hábitos y comportamientos, tanto personales, como grupales, que cristalizan la nueva naturaleza del “homo ciberespacial” . Levy también considera que el ciberespacio se constituirá como medio para atraer la cultura, aunque se necesita –y en esto concuerda con Barlow– un
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criterio ético y hasta político para organizar esta visión y para ello es importante generar: 1. Instrumentos que promuevan el desarrollo del del nexo social a través del aprendizaje y el intercambio de conocimientos. 2. Métodos de comunicación que se encaminen a reconocer, integrar y restaurar la diversidad en lugar de sólo reproducir las formas tradicionales de distribución de información. 3. Sistemas
que
promuevan prom uevan
la
aparición
de
seres
autónomos
independientemente de su naturaleza o de los individuos implicados. 4. Ingeniería semiótica que que nos permita explotar y mejorar, mejorar, para beneficio de la mayoría, los datos, habilidades y el poder simbólico acumulado por la humanidad.
El hombre ha llegado a una etapa donde el conocimiento de generaciones ya no se manifiesta físicamente a través de los libros. Nuestros pensamientos, nuestra memoria, se organizan ya no alfabéticamente o a través de una secuencia de hechos, sino a través del hipertexto y las ligas internas y externas de una red. Además son compartidos por una comunidad y es prácticamente imposible albergarlos en un solo individuo. Esta nueva organización del conocimiento es llamada por Levy y Authier (1997) “Cosmopedia” , concepción que se basa sobretodo en las posibilidades que brinda la tecnología computarizada para la representación dinámica del conocimiento. En este sentido, de nueva cuenta, Levy y Barlow coinciden
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cuando el segundo afirma que las computadoras son “los nuevos microscopios que nos permiten ver […] con infinito detalle el orden del caos […] en una forma que hace posible no solo apreciar su simplicidad sino su complejidad” (1990:7) La cosmopedia combina combina diferentes formas de expresión: imágenes estáticas, video, sonido, interactividad, mapas, realidad virtual, etc., y contiene tantos tipos de representación como existen en el mismo mundo. En el sentido que se ha venido hablando, de un conocimiento continuo comparable a una sábana que puede doblarse una y otra vez, la cosmopedia elimina las fronteras entre los distintos tipos de conocimiento. La cosmopedia pone a disposición del intelecto colectivo todo el conocimiento pertinente disponible, además de servir como un sitio de discusión colectiva, negociación y desarrollo. Lo que para algunos podría parecer una red intrincada y complicada sin diferenciación entre la información y el conocimiento como tal, se organiza a través de una nueva clase de simplicidad que la obtenida debido a la implicación . Es decir, la situación, el contexto y las conclusiones de una proposición no necesitan ya ser explícitas en el discurso pues están implicadas en la forma continúa de la imagen (diseño e interactividad). La inteligencia colectiva da forma, moldea, suaviza y esculpe la imagen de su conocimiento y su mundo más que sólo trasladarlo discursivamente. Si bien, la introducción de la Internet pudo haberse considerado en un principio como anárquica (invasión de información privada, piratería virtual y diseminación de virus informáticos) y elitista (conexión de banda ancha para el
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pudiente en función de la tecnología de punta más cara), poco a poco, el ciberespacio va aumentando la conectividad social, reduce el tiempo y la velocidad de intercambio de datos y de comunicación, genera nuevas relaciones sistemáticas entre las personas, grupo, e instituciones y es capaz de volver horizontal el acceso y la distribución de la información (Esteinou, 2003). Es aquí donde el lector debe imaginar entonces, las posibilidades que brinda “promover la construcción de comunidades inteligentes en las que nuestro potencial cognitivo y social pueda desarrollarse y mejorarse mutuamente” (Levy, 1997:17). Si, por desgracia, Internet a veces puede ser un medio caótico que más que proporcionar información, la segmenta y la manipula a conveniencia de cualquiera que cuente con una banda ancha. Lara (2003) remarca este posible escenario para regodeo de los globalifóbicos como un panorama que nada resuelve, sino que agudiza la presencia de desigualdades para el acceso a la cultura (sobretodo pensando en aquellos que nunca podrán tener acceso a Internet, si acaso es posible comprobar tal hecho), aunque también deja abierta la posibilidad de que a través de las bondades de las nuevas tecnologías de información y comunicación se fomente la educación a distancia (lo que implica el acceso de los diferentes niveles educativos a las poblaciones aisladas), e incrementando la educación continua. Es aquí donde visiones como las de Pierre Teihlard de Chardin o Pierre Levy han de servir como referencias para filtrar y ayudar al conocimiento a navegar hacia todo el mundo. Entonces, “compartir el conocimiento” ha de convertirse en
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una frase clave en todo usuario de Internet, pues el ciberespacio, debe ser, ante todo, democrático. Se debe pensar en el trabajo colaborativo, como el realizado en las páginas web wiki , aquellas en las que cualquiera puede subir y editar su contenido y cuyo ejemplo mas evidente es el sitio ‘wikipedia.org’. Internet es un medio para distribuir universalmente la inteligencia, apareando este concepto con el de la cosmopedia. Apareando el humanismo con la tecnología, y lo que se busca a la larga es “la incorporación y agrandamiento del auto-conocimiento hacia una forma de conocimiento de grupo y pensamiento colectivo” (Levy, 1997:23) donde la computadora sea una herramienta que permita cambiar del modelo cartesiano basado en la idea singular de cogito , hacia el plural cogitamus . O si se prefiere retomar las palabras de John J ohn Perry Barlow, letrista de bandas de rock psicodélico, ex-hippie versado en la vida de las comunas y escéptico en cuanto a la comunión de desconocidos en el ciberespacio ciberespacio hasta el momento en que vivió el duelo por la pérdida de su esposa, apoyado por la comunidad virtual de WELL7: “Cuando todos estemos juntos en el ciberespacio, entonces veremos lo que el espíritu humano y el deseo básico de conectarse, pueden crear ahí […] El resultado será más benéfico si nos integramos con una mentalidad abierta tanto como nuestro corazón […] Y muchos encontrarán una apreciación mucho más
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Whole Earth ‘Lectronic Link es una de las comunidades virtuales más más antiguas y que aún permanece “en línea”. línea”. Actualmente integra a cerca de 4 000 miembros y es mejor conocida por sus foros de discusión aunque patrocina un correo electrónico y una página web para sus usuarios registrados. Su sitio en el World Wide W eb es www.well.com
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rica de la realidad física, tras haber pasado tanto tiempo en la virtualidad” (1997:5-6).
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