Canguilhem, Deleuze, Von Von Uexküll. El canto y el código. Gonzalo Gutiérrez Urquijo, FFyH, UNC.
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I. Introducción
Febrero de 1966. El historiador de las ciencias, médico, filósofo y defensor de la tradición vitalista; Georges Canguilhem, pronuncia en Bruselas dos conferencias sobre la relación entre 'el concepto y la vida' a la luz de los nuevos conocimientos en biología 1. Habiendo sido maestro de Deleuze, resulta difícil no ver en la obra de Canguilhem una importante fuente del propio vitalismo deleuzeano 2. No obstante, el texto que aquí consideramos supone más bien un punto de diferenciación entre ambos pensamientos; y plantea una polémica que apunta al corazón del deleuzismo por múltiples razones, algunas de las cuales intentaremos exponer. El problema abordado en los textos transcriptos es, a grandes rasgos, el de la realidad del concepto de viviente: ¿cuál es su adecuación con el devenir vital? ¿Puede que, al ser él mismo un producto de lo viviente, nunca alcance la realidad de lo que conceptualiza? Es claro que este problema supone la cuestión -aún menos superficial- de la realidad de los conceptos en general; de su sincrónico carácter absoluto y local. Pero en tanto el concepto de viviente es -además- el concepto de un viviente que lo piensa, su caso se vuelve paradigmático para evaluar la distancia entre la singular realidad del fenómeno vital (del que la inteligencia es una expresión) y los modelos o representaciones humanas, que a través de la inteligencia buscan alcanzar el conocimiento de la vida. Así por ejemplo, el mecanicismo fisiológico de Descartes traduce el maquinismo industrial y la proliferación de autómatas del siglo XVII3; y la teoría celular de Oken, la comunidad concebida a la manera de la filosofía política del romanticismo. La inversión del privilegio entre ciencia y técnica es una jugada propiamente canguilheana. Su historia de las ciencias es una historia de los conceptos y los problemas a los que responden. No obstante, este texto es propiamente filosófico; apunta a aquello en lo que se nos va la vida al pensar. También Deleuze se verá en la necesidad de llegar a una indistinción entre la vida y el concepto, no obstante por otros medios; pues comprobamos que en sus conferencias, Canguilhem ataca personajes casi todos caros a Deleuze: Hume como Buffon, Kant, Bergson y Ruyer; son rechazados y reemplazados por Aristóteles, Linneo, Hegel, Claude Bernard y Goldstein. Más aún, la segunda de las conferencias está centrada en una crítica a Bergson; y si tenemos en cuenta lo que Eric Alliez sostiene respecto al bergsonismo de Deleuze: que la criatura del culeo, en ese caso, es el mismo deleuzismo en proceso de desarrollo epigenético 4; habrá que ver cómo el embrión repliega alguna de las estructuras óseas que de seguro heredaba de la filiación con el maestro.
II. La criatura
La cuestión del desarrollo del huevo, larva o embrión; es central para todo el pensamiento vitalista.
1 Canguilhem, “El concepto y la vida” en Estudios de historia y de filosofía de las ciencias. 2 “Todo cuanto he escrito – al menos así lo espero – ha sido vitalista” Deleuze en Conversaciones, p. 228. 3 Cf. Canguilhem, “Máquina y organismo” en El conocimiento de la vida. 4 Alliez, “Sobre el bergsonismo de Deleuze” en Deleuze. Una vida filosófica.
Cuando en el siglo XIX la embriología termina por desacreditar el preformismo -la idea según la cual el embrión era mera ampliación geométrica de un homúnculo contenido en la simiente-, estamos seguros que algo singular ha sido atribuido a la fuerza vital: una capacidad plástica de moldear la materia que la constituye, sin por eso reducirse a ella. Pero hasta entrados los años '50, nadie podía determinar qué era lo que dirigía el desarrollo epigenético. Cuando el ADN es por fin es vinculado con esta síntesis original del viviente, Canguilhem no duda en ver una reactivación de la idea directriz de Claude Bernard5. Una vez que el organismo abandona la fase de desarrollo y comienza a crecer e interactuar con el entorno, sus órganos no son más que la gestión de la muerte. Funcionar, como había enseñado Bichat, es destruirse. De ahí que depositar la clave de esta estructuración en los mensajes que el código genético transmite resuelve, de alguna manera, el profundísimo misterio que ocultaba el funcionamiento de la vida. No obstante, un pasaje de ¿Qué es la filosofía? nos permite confirmar que por aquí pasa un debate inherente al vitalismo, y que las cosas no son tan simples como se aparentan en el optimismo de los años '60: El vitalismo siempre ha tenido dos interpretaciones posibles: la de una Idea que actúa, pero que no es, que por lo tanto sólo actúa desde el punto de vista de un conocimiento cerebral exterior (de Kant a Claude Bernard); o la de una fuerza que es pero que no actúa, que por lo tanto es un mero Sentir interno (de Leibniz a Ruyer). 6
No podemos detenernos en un desarrollo pleno de todo lo que ese Sentir significa en la filosofía de Deleuze, pero intentaremos abundar esta diferencia de interpretaciones mediante el análisis de la disputa con Bergson que la noción de código suscita. Esta se anuda alrededor del problema de la idea general , que determina la relación entre el concepto y su realidad. ¿Las generalidades que constituirán el concepto, provienen de los esquemas sintéticos del organismo; o se anclan acaso en “el fondo de las cosas”? Canguilhem señala, en la obra de Bergson, el pasaje de una concepción a otra; y no es poco lo que está en juego. En el primer caso, concepto y vida permanecen separados por un hiato imposible de resolver; mientras que en el segundo logran co-pertenecerse. Pero la forma en que nuestro concepto de vida está signado por los descubrimientos en genética, nos acerca más bien a Aristóteles y a Hegel, y nos aleja de Bergson. Pues lo que gobierna la vida no es un devenir imprevisible del que se desprenden generalidades, sino la perpetuación de una lógica entre géneros y especies; la imitación y reproducción de una forma. 7 En palabras de Hegel: sólo se produce lo que ya está presente 8. La inteligencia es uno de nuestros desempeños orgánicos y, como todos ellos, depende de aquella fuerza que impulsa la formación del individuo. Por eso cuando la inteligencia alcanza la codificación nucleica, podemos estar seguros que sigue el movimiento mismo de la vida al producir, transmitir y recibir información.
5 Cfr. Canguilhem, “El concepto y la vida”, pp. 383 -384 6 Deleuze y Guattari, ¿Qué es la filosofía?, pp. 214-215. A continuación, los autores explican su preferencia po r el segundo tipo. 7 Cfr. Canguilhem, “El concepto y la vida”, p. 375 8 Cfr. Ibid , pp. 368-370
Hay algo raro, no obstante, en justificar con un conocimiento a posteriori la autorrealización a priori del concepto. Según la reconocida fórmula hegeliana, la vida es unidad inmediata del concepto con su realidad, sin que ese concepto se distinga de ella. Pero si es la auto-ejecución del mensaje genético el movimiento general que abarca la auto-posición del concepto como producto vital, corremos el riesgo de que sólo la ciencia sea capaz de producir y convalidar conceptos. Es esta otra razón de peso para evaluar la concepción deleuzeana del código e inscribirla en este debate vitalista.
II. Polémica vitalista
Utilizamos aquí términos y oposiciones simples, pues como dijimos, un gran número de problemas se encuentran anudados en este vínculo entre Deleuze y Canguilhem. Nuestra primer lectura del texto es, por tanto, sintomática. Creemos que distintos ámbitos -la bilogía y la política, por ejemplo- reclaman, hoy en día, un pensamiento de lo que cambia; una ontología del devenir. Y que sin dudas, la filosofía de Deleuze -en continuidad con la de Bergson- se esfuerza en producir los conceptos necesarios a tal fin. Pero que demasiado pronto, el código genético se ha presentado como el sustrato del devenir vital. En el fondo, es esto lo que Canguilhem disputa y lo que ha estado presente desde Bergson; la implicación de la vida en dos movimientos contrarios: uno espacial, repetitivo y material; y otro temporal, heterogéneo y mental. Pero la relación entre estos dos tipos de multiplicidad no está dada y puede ser interpretada de más de una manera. El hecho de que el mismo año en que se pronuncian estas conferencias, Deleuze publique su Bergsonismo, nos indica su necesidad de re-trabajar la obra de Bergson y extraer de ella toda su potencia creativa. Pero la resonancia entre los nombres de Deleuze y Canguilhem vía Bergson es por lo menos doble. Once años antes, en 1955, el texto sobre los Instintos e instituciones (prólogo a una compilación dirigida por su maestro) precede directamente a dos artículos sobre Bergson. Antes de abordar el concepto de código en Deleuze, nos detendremos un momento en este texto pues allí el análisis de la institución hecha mano de dos problemáticas netamente bergsonianas: la relación entre la tendencia y su proceso de actualización (o satisfacción), y el origen social de la inteligencia. A su vez, este breve texto nos permite una perspectiva crítica sobre el propio pensamiento de Canguilhem tal como se insinúa en el '66. Al sostener que el instinto y la institución son procesos de satisfacción que difieren en su relación con el medio en el que se despliegan, se abre para Deleuze la posibilidad de pensar la originalidad del medio social (y, también influido por Foucault, Canguilhem volverá sobre este problema en el periodo '63-'669). En el instinto, hay una relación directa entre la necesidad (o tendencia) y la satisfacción (u objeto); pero la institución supone cierta tangencialidad: allí la tendencia se satisface por medios que no dependen de ella 10. Mientras la fuerza instintiva es
9 Cfr. Canguilhem, “De lo social a lo vital” en Lo normal y lo patológico. 10 Deleuze, Instintos e instituciones, p. 28
esencialmente individual, la institución no se agota en las tendencias humanas que satisface; supone un nuevo medio, articula una colectividad. Paradójicamente, la vida sólo se encontraría con la razón de su tendencia a través del rodeo que le propone la inteligencia. (…) Si la necesidad no encuentra en la institución más que una satisfacción completamente indirecta, «oblicua», no basta decir «la institución es útil», aún en preciso preguntar: ¿para quién es útil? ¿para todos aquellos que tienen la necesidad? ¿O bien para algunos (clase privilegiada), o solamente incluso para aquellos que hacen funcionar la institución (burocracia)? El problema sociológico más profundo consiste así pues en buscar cuál es esa otra instancia de la que dependen directamente las formas sociales de la satisfacción de las tendencias. 11
Pero retengamos aquí la pregunta nietzscheana para matizar el entusiasmo científico de Canguilhem: ¿a quién le son útiles los conocimientos en genética? Los primeros beneficiados son quienes han patentado secuencias de código, organismos enteros incluso. La intervención en la genética de los alimentos es otro caso significativo y poco esperanzador, pues supone un monopolio de las condiciones que permiten a aquellos cultivos desarrollarse. El inconciente que el programador genético prepara, ¿qué posibilidades vitales determina? Si bien no podemos negar la importancia de la decodificación de la estructura del ADN en la explicación de lo viviente, ¿estamos capacitados para decir, como Canguilhem, que comprendemos el logos vital? ¿No sería necesario, siguiendo su ejemplo, pensar que también ahora nuestras posibilidades científicas y técnicas influyen de manera decisiva en nuestra concepción de vida y en nuestro vivir? Algunos autores advierten que ya no puede considerarse al genoma como un programa pues no es coherente, definido ni inequívoco12. Recordemos que el multimillonario proyecto de desciframiento del genoma humano, que prometía entender el funcionamiento de la síntesis orgánica e identificar genéticamente las enfermedades, nunca otorgó los resultados esperados. Más bien, los sentidos del código nunca emergieron luego de completarse la secuenciación de nuestros 23 cromosomas13. Si en los años 90's y a principios del siglo XXI hubo un auge de expresiones casi mesiánicas respecto al genoma, deben ser contextualizadas en un proceso técnico donde la producción industrial de bio-moléculas establecía -para el sistema capitalista- los estándares funcionales de lo que se entiende como gen. ¿Qué mensaje nos depara entonces el código vital? ¿Habla nuestra lengua todas las jergas que lo componen? Será necesario rastrear, en la utilización deleuzeana de la noción de código, algunas posibilidades de continuar pensando el devenir vital. Reactivamos este problema siguiendo a Dominique Lecourt, en su introducción a Lo normal y…: en “El concepto y la vida”, Canguilhem atenta contra su propio vitalismo polémico.
III. Código y territorio 11 Ibid, p. 26 12 Cfr. M. R. Hendrickson, El espíritu de Schrödinger. Reflexiones sobre la asombrosa relevancia de ¿Qué es la vida? para la biología del cancer. 13 “Definir la vida como sentido inscripto en la materia es obligarse a un trabajo de descubrimiento. En este caso, la invención experimental sólo consiste en la búsqueda de la clave, pero, una vez encontrada esta, el sentido se haya y no se construye” Canguilhem, “El concepto y la vida”, p. 386
La matización del rol del código genético en la explicación del devenir vital llega -en la obra de Deleuze y Guattari- especialmente en Mil Mesetas. A lo largo de la obra, y para problemas diversos, los autores aclaran que su concepto central -el de agenciamiento- está compuesto por enunciados y estados de cosas que se corresponden como expresión y contenido. Pero, siguiendo a Hjemslev, nos recuerdan en Geología de la moral que tanto el contenido como la expresión tienen -cada uno- forma y sustancia. La forma y la expresión no son menos materiales que la sustancia y el contenido, ni estos dejan de expresar otros niveles de complicación que suponen. La sustancia es una materia formada, seleccionada; e implica por lo tanto un orden de selección. El código -en su sentido más amplio- sería esta razón ordinal con la cual una sustancia emerge de la materia. Pero nada impide que su proliferación redunde en nuevas estructuras funcionales que expresan otras formas y forman nuevos compuestos sustanciales. La expresión y el contenido siempre se distinguen y se presuponen (se articulan) pero la forma y la sustancia no cesan de intercambiarse en el complejo sistema de estratos de la Tierra. ¿Desde dónde medir la estabilidad de esas figuras en movimiento, puros diagramas? El código, como forma o información, no está desligado de la materialidad del medio. Es, más bien, el ritmo por el que ese medio se diferencia de los demás al repetirse. Por eso es que los autores no cesan de señalar que en el agenciamiento, los códigos son inseparables de movimientos de territorialización y desterritorialización de los medios; tanto como los territorios de procesos de codificación y descodificación. Las formas-código individualizan una multiplicidad que se repite, son la captación de flujos de materia dispuestos en relaciones articuladas por oposiciones y repeticiones de los componentes del código. Pero en la medida en que la multiplicidad que ligan atraviesa una heterogeneidad de medios, siendo que un medio codificado siempre está pasando hacia otro, las sustancias pueden entrar en relaciones de (des)composición determinadas no por la forma, sino por las fuerzas que están contenidas en los materiales14. De esta manera, la ligazón del conjunto puede verse alterada por esas composiciones materiales que el código no contemplaba. La definición del estrato orgánico descansa en un movimiento de articulación entre un medio exterior que remite a los materiales, un medio interior que remite a los elementos componentes y sustancias compuestas; un medio intermediario que remite a las membranas y límites; y un medio anexionado que remite a las fuentes de energía y a las percepciones-acciones. Pero que la especificidad de este estrato radique efectivamente en una particular relación contenido-expresión determinada por la linealidad del código genético, no debe hacernos olvidar que cada medio está ya codificado en sí mismo; y que el conjunto nos cesa de mezclar sus códigos. En tanto se pasa de uno a otro, “cada código está en perpetuo estado de transcodificación o de transducción” 15. Encontramos
14 DyG, “Geología de la moral” en Mil mesetas, p. 60 15 DyG, “Del ritornelo” en Mil mesetas, p. 320
aquí el movimiento que impide a la forma-código adoptar una posición trascendente, así como la razón para no interpretar lingüísticamente el código genético. Pues sucede que entre sus fragmentos acontecen fenómenos de suplemento y plusvalía. El primero de ellos agrega elementos y permite nuevas variaciones (y consiguientes articulaciones), el segundo capta fragmentos de otros códigos y liga las formas asociadas. Son estos los movimientos que hacen de la descodificación un movimiento inherente al código. Como dice Bateson, el ADN sólo sabe de relaciones 16. Los elementos descodificados adquieren la libertad de entrar en nuevas relaciones de composición y, por lo tanto, de generar movimientos de (des/re)territorialización del estrato en los medios. Pero en el mismo sentido, las fuerzas que se agrupan (territorializantes) y afectan el movimiento de los medios, pueden influir sobre el conjunto de la articulación codificada. Ya en El Antiedipo, la superficie de registro; la marca del código, originalmente territorial, inscribía las disyunciones sobre el cuerpo intenso. Pero bajo la forma de un movimiento aparente que organizaba la repulsión de lo no productivo en la producción. Si el ADN es digital, la fisiología es analógica. Pero veremos en qué sentido es importante no jerarquizar estos ámbitos. De los cuatro medios señalados como constituyentes del viviente, sólo hacen falta, en principio, los primeros tres para definir la unidad de composición orgánica a nivel celular. Sin dejar de intercambiarse, el medio exterior proporciona los materiales moleculares constituyentes que en el medio interior se volverán sustancias constituidas; y las relaciones formales entre ellos son determinadas por lo que el medio intermedio (membrana) bloquea o deja pasar. Pero los medios anexionados suponen fuentes de energía novedosa: “una extensión de los materiales transformables en elementos y compuestos”17; y su aprensión por el viviente implica una reacción diferenciada respecto a su presencia o ausencia. En este sentido implican el surgimiento de la percepción-acción, y habilitan un nuevo medio que determinará cómo las formas-código reparten los organismos en el medio exterior. La forma orgánica supone una variedad de componentes, y en este sentido es que DyG retoman aquí a Von Uexküll al decir que: “los medios anexionados están en estrecha relación con [las] formas orgánicas. Una forma orgánica no es una simple est ructura, sino una estructuración, una constitución del medio asociado. Un medio animal como la tela de araña no es menos 'morfogenético' que la forma de organismo.” 18
El medio asociado no entrega al organismo un mero reservorio de energía sin otorgarle también unas sensaciones vivas que lo vincularán con otras formas que también lo habitan. Pero en definitiva, la matización del rol del código no contradice la teoría moderna de las mutaciones: un nuevo código se perpetúa si logra expandirse en una población determinada. Sólo que mientras Canguilhem depende de ella como la única fuente de variabilidad animal, DyG señalan
16 “Si preguntáramos al ADN cuántos dedos tendrá este embrión humano, la respuesta ha de ser: 'Cuatro relaciones de pares entre (dedos)'” Bateson, Espíritu y naturaleza, p. 172 17 DyG, “Geología de la moral” p. 58 18 Ibid.
maneras en que los procesos de (des/re)territorialización determinan estrechamente la selección; aún si no producen directamente las mutaciones de un código que de por sí -como hemos visto- contiene márgenes de descodificación. Así, la figura de Uexküll nos permite pasar de la Geología de la moral a Del ritornelo, sin extrañarnos que los medios constituyentes del territorio sean exclusivamente los mismos que los del viviente. Y es que tanto uno como otro agencian la distancia que va desde los medios codificados hasta la materia que los compone. Cuando un animal logra establecer un territorio, lo que ha logrado es extraer -de las variadísimas direcciones que sus componentes recorren de medio en medio- cierta dimensión expresiva de la materia. Estos rasgos liberados entran en relaciones inusitadas respecto a la repetición codificada que conectaba los medios. Un pájaro se pone a cantar. Quizás quiere hacer más corto el día, pero sólo en la resonancia de su canto con el de los demás habitantes del bosque es que puede explorar la distancia de su soledad. A partir de ese medio novedoso, sustancia vibrátil, musical; emergerán motivos no codificados que recontextualizarán la propia forma. Lo propio de las materias de expresión (como las poses, los colores, el sonido) es -para DyG- generar relaciones entre ellas. Lo mismo da que estas sean variables o constantes. El pequeño ritornelo del pájaro, repetición de un motivo, contiene ya el germen de diferencia que puede propagarse hasta captar sutiles y poderosas fuerzas cósmicas. La apertura hacia un nuevo medio permite que las funciones animales sean modificadas, propiamente territorializadas por esta emergencia expresiva que modula el contenido y arrastra la articulación (o al menos algunas de ellas). Una misma especie logra diferenciarse, vitalizarse, a partir de esas relaciones que le devuelve la expresividad de sus medios territorializados. Y el factor de territorialización es también la contracara de una desterritorialización liberada por los materiales (sonoros en este caso). En este plano no determinado genéticamente, se reúnen e intercambian los heterogéneos; surgen y se deshacen las consistencias que definen la multiplicidad. También, en cierto sentido, es este el plano común en el que se componían la araña y la mosca: captación -por parte de la araña viva- de las dimensiones y capacidades de la mosca; intrusión del afecto mosca en el Umwelt 19 de la araña; encuentro que no podía ser asegurado a priori, y que sólo a posteriori el código informará. Von Uexküll nos permite enunciar nuestro problema en su manera más sencilla: si los animales se definen por los afectos de los que son capaces: ¿cómo es que se captan nuevos afectos? ¿Cómo se componen entre sí y varían sus relaciones constitutivas? Deleuze nos recuerda, una y otra vez, que la garrapata es insensible al inmenso bosque que la contiene; pero el bosque necesita ser mencionado; existe como reservorio de variaciones que determinan la vida de la garrapata en tanto la ligan -a través del árbol, por ejemplo- con el suculento mamífero que ésta puede esperar por años. La insistencia de DyG en los mecanismos de especiación -por territorialización, por contagio, por simbiosis (o alianza), por evolución a-paralela- que no dependen unilateralmente de 19 Mundo circundante (concepto central de Von Uexküll no utilizado directamente por DyG)
determinaciones del código (y aún así lo sancionan), nos habla de una necesidad vitalista de devolver al devenir todos sus derechos creativos. Por donde éste pasa, creando la diferencia, allí para el viviente se afloja -o bien se precipita- la presión selectiva. Pero la creatividad vital, aquello que desarregla la fijeza de las especies casando los reinos, ciertamente no es una propiedad del animal en general. Tal como lo señala Anne Sauvagnargues, la garrapata y el pájaro funcionan como dos umbrales entre los que el animal se encuentra dado al medio, como polvo o como artista.
IV. Conclusión
No hemos abordado más que un aspecto de las tantas diferencias que el texto de Canguilhem nos sugería para con Deleuze, y ciertamente no hemos llevado aquel aspecto que hemos desarrollado al punto en que nos otorgue cierta comprensión sobre es estatus del concepto deleuzeano (también definido, como toda multiplicidad, por relaciones de consistencia entre heterogéneos) en relación a la vida20. Pero para recapitular este intento, debemos decir que la oposición entre las multiplicidades bergsonianas se vuelve a dar bajo la forma de la problemática relación entre el plano de composición y el plano de desarrollo genético. Ahora bien, creemos que no se trata de elegir un plan sobre otro; el bueno sobre el malo; a pesar de la evidente “preferencia” de Deleuze por la desterritorialización y la inmanencia. De hecho, más que oponer (desde esta perspectiva) a Deleuze y Canguilhem, hemos intentado mostrar una dimensión que la perspectiva organicista (genética) supone: la de composición dinámica .El plano de desarrollo está predeterminado y concierne al desarrollo de la forma y la formación de los sujetos21, pero sólo puede ser deducido del plano de inmanencia donde las formas se componen. No es otra concepción del organismo; el organismo está codificado, hay que cederlo. Ciertamente ejecuta un molde interno, como decía Buffon, una medida de los segmentos y las bifurcaciones que sigue el organismo al desarrollarse. Pero bajo el cuerpo estratificado del organismo, surge el cuerpo como instrumento musical, captador de fuerzas y vibraciones. No es negable el grito de Canguilhem: “hay especies”. No o bstante, DyG nos recuerdan que estas no existen independientemente, sino imbricadas por el devenir.
VI. Bibliografía * Eric Alliez, "Sobre el bergsonismo de Deleuze", en E. Alliez (Ed.). Gilles Deleuze. Una vida filosófica. Euphorion, Medellín, 2002. * Gr egory Bateson: “Los grandes procesos estocásticos” en Espíritu y naturaleza, Amorrortu, Buenos Aires, 2006. * Georges Canguilhem, “De lo social a lo vital” en Lo normal y lo patológico. Siglo XXI, Buenos Aires, 1971; “Máquina y organismo” en El conocimiento de la vida. Anagrama, Barcelona, 1976; “El concepto y la vida” en Estudios de historia y de filosofía de las ciencias. Amorrortu, Buenos Aires, 2009. * Gilles Deleuze, Pintura. El concepto de diagrama. Cactus, Buenos Aires, 2007; Conversaciones , Pre-Textos, Valencia, 1995; Diálogos, Pre-textos, Valencia, 2004; “Instintos e instituciones” en La isla desierta, Pre-textos, Valencia, 2005; “Spinoza y nosotros”, en 20
Otros aspectos, sobre todo en lo referido al tema del concepto en Deleuze, podrán ser desarrollados en amplitud durante las Jornadas, en caso de ser seleccionado el trabajo. Además de ¿Qué es la filosofia?, es necesario recurrir a desarrollos de la introducción de Diferencia y repetición referidos al bloqueo del concepto natural. 21 Deleuze, Diálogos p. 104
Spinoza. Filosofía práctica. Tusquets, Buenos Aires, 2004. * Gilles Deleuze y Félix Guattari , ¿Qué es la filosofía?, Anagrama, Barcelona, 1993; “Geología de la moral (¿Por quién se toma la tierra?)” en Mil Mesetas, Pre-textos, Valencia, 2006; “Del ritornelo” en Mil Mesetas. * Michael R. Hendrickson, “El espíritu de Schrödinger. Reflexiones sobre la asombrosa relevancia de ¿Qué es la vida? para la biología del cancer” en Mente y materia ¿Qué es la vida? Sobre la vigencia de Erwin Schrödinger. Katz, Uruguay, 2010. * Anne Sauvagnargues, Deleuze. Del animal al arte. Amorrortu, Buenos Aires, 2006.