EL EV EVANGEL ANGELIO IO Y LAS LAS CARTAS CARTAS DE JUAN
RAYMOND E. BROWN
EL EVANGELIO Y LAS CARTAS DE JUAN
DESCLÉE DE BROUWER 2010
Título de la edición original: The Gospel and Epistles of John. A Concise Commentary © 1988 by The Liturgical Press, Collegeville, Minnesota 56321 Traducción de María del Carmen Blanco Moreno
© EDITORIAL DESCLÉE DE BROUWER, S.A., 2010 HENAO, 6 - 48009 BILBAO www.desclee.editores-euskadi.com
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A la memoria de mi madre († 1963) y de mi padre († 1973)
ÍNDICE Abreviaturas .............................................................................................. EL EVANGELIO
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SEGÚN J UAN
Introducción ..............................................................................................
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Texto y comentario ...................................................................................
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Prólogo: El himno joánico (Jn 1,1-18) ............................................... Primera parte: El Libro de los signos (Jn 1,19–12,50) ...................... Sección l. La primera semana de la nueva creación (Jn 1,19–2,12) .............................................................. Sección 2. La sustitución de las instituciones judías; la reacción frente a Jesús (Jn 2,13–4,54) .................. Sección 3. La sustitución de las fiestas de «los judíos» (Jn 5,1–10,42) .............................................................. Sección 4. De la muerte a la vida y de la vida a la muerte: Lázaro y la entrada en Jerusalén (Jn 11,1–12,36) .... Segunda parte: El libro de la gloria (Jn 13,1–20,31) ......................... Sección 1. La última cena (Jn 13,1–17,26).................................. Sección 2. El proceso y la muerte (Jn 18,1–19,42) ..................... Sección 3. Las apariciones del Resucitado en Jerusalén (20,1-31) ...................................................................... Epílogo: Las apariciones en Galilea (Jn 21,1-25) ..............................
35 40 40 50 65 99 114 114 139 154 160
EL EVANGELIO
Y LAS C ARTAS DE JUAN
LAS CARTAS DE J UAN
Introducción .............................................................................................. 169 Primera carta de Juan Texto y comentario ................................................................................... Prólogo (1 Jn 1,1-4).............................................................................. Primera parte: Caminar en la luz de Dios (1 Jn 1,5–3,10) ................ Segunda parte: Caminar como hijos del Dios del amor (1 Jn 3,11–5,12)................................................................................ Conclusión (1 Jn 5,13-21)....................................................................
177 177 178 188 196
Segunda carta de Juan Texto y comentario ................................................................................... 199 Tercera carta de Juan Texto y comentario ................................................................................... 201 Lecturas ..................................................................................................... Lecturas del Evangelio de Juan en el leccionario.............................. Lecturas de la Primera carta de Juan en el leccionario .................... Lecturas de la Segunda carta de Juan en el leccionario ................... Lecturas de la Tercera carta de Juan en el leccionario .....................
205 205 211 212 212
Índice general ............................................................................................ 213
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ABREVIATURAS
Génesis – Gn Éxodo – Ex Levítico – Lv Números – Nm Deuteronomio – Dt Josué – Jos Jueces – Jc Rut – Rt Samuel – 1 S, 2 S Reyes – 1 R, 2 R Crónicas – 1 Cro, 2 Cro Esdras – Esd Nehemías – Ne Tobías – Tb Judit – Jdt Ester – Est Macabeos – 1 M, 2 M Salmos – Sal Cantar de los Cantares – Ct Lamentaciones – Lm Job – Jb
Proverbios – Pr Eclesiastés (Qohélet) – Qo Sabiduría – Sb Eclesiástico (Sirácida) – Si Isaías – Is Jeremías – Jr Baruc – Ba Ezequiel – Ez Daniel – Dn Oseas – Os Joel – Jl Amós – Am Abdías – Ab Jonás – Jon Miqueas – Mi Nahum – Na Habacuc – Ha Sofonías – So Ageo – Ag Zacarías – Za Malaquías – Ml
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Mateo – Mt Marcos – Mc Lucas – Lc Juan – Jn Hechos de los Apóstoles – Hch Romanos – Rm Corintios – 1 Co, 2 Co Gálatas – Ga Efesios – Ef Filipenses – Flp Colosenses – Col Tesalonicenses – 1 Ts, 2 Ts Timoteo – 1 Tm, 2 Tm Tito – Tt Filemón – Flm Hebreos – Hb Epístola de Santiago – St Epístolas de Pedro – 1 P, 2 P Epístolas de Juan – 1 Jn, 2 Jn, 3 Jn Epístola de Judas – Judas Apocalipsis – Ap
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Y LAS C ARTAS DE JUAN
1QS – «Regla de la Comunidad», de los Manuscritos del Mar Muerto Hen – El libro apócrifo de Henoc o 1 Henoc Test Jos – Testamento de José , uno de los Testamentos apócrifos de los Doce Patriarcas probablemente antes de Cristo Ant – Antiquitates Judaicae, o Antigüedades de los judíos, de Flavio Josefo (siglo I d.C.) DBS – Colección de pronunciamientos dogmáticos de la Iglesia editados por Denzinger-Bannwart-Schönmetzer
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INTRODUCCIÓN
El texto del cuarto Evangelio En los últimos años, los estudiosos han realizado una gran cantidad de trabajos científicos con vistas a establecer el texto griego original del Evangelio de Juan. Por lo general, se piensa que el texto mejor es el del códice Vaticano. Pero otros dos códices famosos, el Sinaítico y el Bezae, coinciden a menudo entre sí en lecturas que no se encuentran en el códice Vaticano (especialmente en los siete primeros capítulos) y es posible que ofrezcan un texto más original en algunos versículos. Todos estos códices se remontan a los siglos IV y V. Dos papiros del Evangelio de Juan descubiertos recientemente (Bodmer: P66; P 75) se datan entorno al año 200: el P66 presenta semejanzas tanto con el códice Vaticano como con los otros dos códices, el Sinaítico y el Bezae; el P75 está muy próximo al códice Vaticano. En algunos versículos puede suceder que el texto original del Evangelio de Juan fuera más conciso que la forma que nos han transmitido los manuscritos griegos. A este respecto, pueden servir de ayuda las citas del cuarto Evangelio en los Padres y en las traducciones antiguas, como la versión siríaca. Se nota una tendencia, por parte de quienes nos transmitieron el texto, a añadir ocasionalmente expresiones explicativas a versículos concisos y a veces oscuros; con el tiempo, estos añadidos fueron incorporados al texto en los mismos manuscritos. 15
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El autor El Evangelio llama la atención sobre un testigo ocular que se encontraba a los pies de la cruz (19,35). Se trata del discípulo amado de Jesús (19,26). Jn 21,20.24 sostiene que este anónimo discípulo amado da testimonio y «ha escrito estas cosas». San Ireneo (hacia el 180 d.C.) identificó a este discípulo como Juan, que vivió en Éfeso hasta el tiempo de Trajano (hacia el 98 d.C.). (Cuando era un muchacho, Ireneo conoció a Policarpo, obispo de Esmirna, y se piensa que éste había conocido a Juan). Esta identificación del discípulo-evangelista como Juan (hijo de Zebedeo), con la variante menor según la cual él, al escribir el Evangelio, tuvo a su lado ayudantes, gozó de una aceptación casi universal dentro de la Iglesia. Hoy se admite que tales conjeturas, formuladas en el siglo II d.C., sobre personajes que habían vivido un siglo antes, resultan con frecuencia excesivamente simplificadas, y que la tradición relativa a la paternidad de una obra a veces tenía más interés en afirmar la autori dad que se ocultaba detrás de un escrito bíblico que la identidad del verdadero escritor de la obra en cuestión. Como consecuencia, la mayoría de los estudiosos dudan que alguno de los cuatro Evangelios canónicos fuera escrito por un testigo ocular del ministerio público de Jesús, aun cuando (como enseña la Iglesia católica romana) sigue siendo cierto que los Evangelios están sólidamente arraigados en tradiciones orales que proceden de los compañeros de Jesús. El discípulo amado fue uno de éstos; pero el contraste con Pedro (13,23-26; 18,15-16; 20,1-10; 21,20-23) y su aparición en escenas en las que los Evangelios sinópticos no sitúan a ninguno de los Doce (19,26-27) hacen pensar que pudo también no ser un apóstol; de hecho, este término no es utilizado nunca en los escritos joánicos. El papel desempeñado por el discípulo amado fue el de testigo de Jesús y fuente de la tradición que quedó consignada por escrito en el cuarto Evangelio. Este papel similar explicaría determinados factores en el Evangelio (que seguiremos llamando 16
INTRODUCCIÓN AL EVANGELIO
DE JUAN
«Evangelio de Juan» o «Juan», independientemente de la identidad tanto del discípulo amado como del evangelista), en particular los dos siguientes: (a) Familiaridad con Palestina. Juan conoce la ubicación de Betania (11,1.18), el huerto que se encontraba al otro lado del Cedrón, un torrente que fluía sólo en invierno (18,1), el pórtico de Salomón en el Templo (10,23), la piscina de Betesda (5,2), la piscina de Siloé (9,7), y el Lithostrotos (19,13). Estos lugares no son mencionados en los otros Evangelios, y en algunos casos la documentación extraneotestamentaria confirma la exactitud joánica. Otras referencias geográficas joánicas (Betania en 1,28; Ainón en 3,23) no han sido aún identificadas, pero deberíamos ser prudentes al recurrir a interpretaciones de nombres en clave puramente simbólica. (b) Familiaridad con las realidades del judaísmo de aquel tiempo. En el Evangelio de Juan se mencionan las fiestas judías en 5,10; 6,4; 7,2 y 10,22; y los diálogos que siguen a estos pasajes manifiestan un conocimiento de las ceremonias de las fiestas y de la teología de tales celebraciones. Por lo que respecta a las costumbres judías, son mencionadas tanto explícitamente (normas sobre la pureza en 2,6 y 19,28; el cordero pascual en 19,36) como de forma implícita (confección de la túnica del sumo sacerdote en 19,24). Si bien es verdad que la tradición que subyace en Juan está firmemente arraigada en Palestina, también es cierto que la presentación de esa tradición fue mucho más allá del ministerio de Jesús. En efecto, el mismo evangelista reconoce esto (2,22) y defiende tales desarrollos afirmando que están guiados por el Espíritu Paráclito (16,12-14). Los cristianos han sido expulsados de la sinagoga (9,22): parece que esa política judía contra los minîm, o sectarios, se inició a mediados de los años 80, y se diría que conoció una difusión en mayor escala a principios del siglo II. De hecho, algunos cristianos fueron asesinados por los fieles de la sinagoga (16,2). Así pues, «los judíos» constituían un grupo 17
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distinto del de los cristianos, y entre ellos existía una gran aversión. A veces, Jesús habla como un no judío: «está escrito en vuestra ley» (10,34); «en su ley» (15,25); «como dije a los judíos» (13,33). A diferencia del Jesús de los Evangelios sinópticos, el Jesús joánico habla explícitamente de su divinidad y de su preexistencia (8,58; 10,30-38; 14,9; 17,5). Es saludado como Dios (20,28); y las controversias fundamentales con los judíos no versan tanto sobre la violación de las normas sabáticas como sobre el hecho de que se declara igual a Dios (5,16-18). Las acciones de Jesús transmitidas por la tradición, como la multiplicación de los panes y la curación del ciego, se convirtieron en argumentos de largas homilías, que contenían reflexiones teológicas y debates según los criterios de la interpretación judía de la Escritura (5,30-47; 6,30-50; 9,26-34). Contrariamente a lo que afirma la tradición sinóptica, algunos grupos de samaritanos habían llegado a creer en Jesús independientemente de los primeros seguidores de éste (4,28-40). El mejor modo para explicar estos datos parece consistir en plantear la hipótesis según la cual existió una tradición sobre Jesús procedente del discípulo amado, sobre la que se desarrollaron después toda una serie de reflexiones teológicas a lo largo de muchos años, y que después se amplió a la luz de las experiencias vividas por la comunidad joánica. Esta tradición empezó con la aceptación de Jesús como el profeta del fin de los tiempos y como el Mesías destinado a cumplir las expectativas judías (1,40-49), pero las había superado y había realizado «cosas mayores» (1,50). Jesús no es sólo el Hijo del hombre, que bajará del cielo al fin de los tiempos; ya ha llegado la hora, y él ha descendido ya del cielo. Éste es el secreto de su ministerio: cuanto dice y hace es lo que ha visto cuando estaba junto a Dios, antes de que la Palabra se hiciera carne (5,19; 6,32-35). Si los maestros de Israel habían creído a Moisés, quien declaraba que había tenido contacto con Dios en el Sinaí, y habían repetido lo que él había oído en la cima del monte, Jesús es aquel que no tuvo que subir al cielo, sino que bajó de lo alto, 18
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donde gozaba de la visión de Dios, de modo que quien crea en él no será nunca juzgado (3,10-21). Resulta tentadora la conjetura según la cual fueron los samaritanos quienes dieron vida a esta concepción de Jesús como Hijo del hombre que bajaba del cielo: un personaje como Moisés, pero mayor que él. Sigue siendo significativo el hecho de que los judíos adversarios del Jesús joánico consideraban al mismo Jesús como un samaritano (8,48). El evangelista, que reflexionó sobre la tradición recibida y tejió su meditación teológica en una obra de maestría literaria incomparable (cf. más adelante, p. 29), debió ser, presumiblemente, un discípulo del discípulo amado, sobre el cual escribe en tercera persona. El discípulo amado debió experimentar en primera persona, durante su vida, todo el desarrollo histórico de la comunidad (incluida, quizá, la expulsión de la sinagoga), de modo que es posible que hubiera una cierta simbiosis entre él y el Evangelio que transmite tanto su tradición como la experiencia y la reflexión que él compartió.
Los escritos joánicos También después de la evolución de la tradición joánica a partir del discípulo amado, y de la fijación por escrito del cuerpo del Evangelio por el evangelista (en algún momento después de mediados de los años 80), observamos en el cuarto Evangelio indicios de un ulterior trabajo redaccional. Por ejemplo, hay dos finales de la primera parte, uno en el capítulo 10 y otro en el capítulo 12; y hay dos conclusiones del Evangelio, una en el capítulo 20 y otra en el capítulo 21 (cf. más adelante, pp. 99 y 160). Se diría que varios discursos son recogidos dos veces (cf. más adelante, p. 32). La mayor parte de las intervenciones redaccionales parecen consistir en añadidos (incluso cuando un añadido resulta extraño: véase el discurso de la última cena, pp. 126-127) más que en reformulaciones. Como consecuencia, los estudiosos sostienen que el responsable de estas intervenciones no fue el evangelista (el cual se 19
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habría sentido más libre de retocar su propio trabajo), sino un redactor , cuyos añadidos nos dieron la forma final del Evangelio tal como lo conocemos. Presumiblemente, esto sucedió cuando el evangelista no estaba ya presente y después de la muerte del discípulo amado –una deducción sugerida por la preocupación del redactor en 21,23 por negar la tesis según la cual el discípulo no moriría–. El más antiguo fragmento papiráceo egipcio (Rylands P52) de Juan (18,31-38) está datado hacia los años 135-150. Habida cuenta del tiempo necesario para la copia y la difusión del Evangelio en Egipto, podemos concluir que Juan fue escrito ciertamente antes del año 125. La tradición de Ireneo hablaba del reino de Trajano (98-117) para el Evangelio de Juan. Pero debemos afirmar la existencia de una larga tradición –iniciada con el discípulo amado en el ministerio de Jesús, preservada y transmitida oralmente durante años, desarrollada comunitariamente–, y tal vez también de compilaciones menores en forma escrita (un libro de los signos; véase 20,30), antes de que todo ello fuera incorporado en la composición principal del evangelista (hacia el 90 d.C.) y alcanzara su forma final en las manos del redactor (hacia los años 100-110). El redactor, que escribe después de la violenta división que tuvo lugar en la comunidad joánica, y sobre la cual nos informan las Cartas de Juan (cf. más adelante, pp. 171-174), reconoce la autoridad de Pedro sobre las ovejas de Jesús (Jn 21,15-17). Así, es posible que estuviera más cerca de Diótrefes –criticado en 3 Jn 9-10 por haber ocupado el «primer puesto» en una comunidad eclesial– que del autor de 1 Jn 2,27, que niega la necesidad de maestros.
Relación con los sinópticos Una comparación entre el cuarto Evangelio y los tres primeros pone de manifiesto diferencias evidentes. Entre las peculiaridades del Evangelio de Juan podemos enumerar: el hecho de que ambienta gran parte 20
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DE JUAN
del ministerio público de Jesús en Jerusalén, no en Galilea; la ausencia relevante del motivo del reino de Dios (mencionado sólo en 3,3.5); discursos y diálogos prolongados en vez de las parábolas sinópticas; sólo siete milagros, incluidos los que transmite únicamente el cuarto Evangelio, a saber, la transformación del agua en vino en Caná, la curación del ciego de nacimiento y la resurrección de Lázaro. No obstante, hay también importantes semejanzas con los sinópticos, especialmente al comienzo del ministerio, con Juan el Bautista, y en los relatos finales de la pasión y el sepulcro vacío. En particular, las analogías más marcadas se observan con Marcos; por ejemplo, en la secuencia de los acontecimientos tal como aparecen expuestos en Jn 6 y en Mc 6-8; en detalles verbales como «un nardo genuino de gran valor (?)» (Jn 12,3), en los 300 denarios (12,5), en los 200 denarios (6,7). Hay paralelos, más en los motivos que en el vocabulario, con Lucas; por ejemplo, en la ausencia de un proceso nocturno ante Caifás (Jn 18); las tres afirmaciones de «no culpabilidad» en el proceso que tuvo lugar ante Pilato (Jn 18-19); la pesca milagrosa (Jn 21). Menos numerosas son las semejanzas con Mateo; no obstante, compárese Jn 13,16 con Mt 10,24; y Jn 15,18-27 con Mt 10,18-25. Para explicar estas analogías y diferencias, la mejor hipótesis general es que, mientras que los Evangelios sinópticos representan una sola tradición fundamental sobre las acciones de Jesús (Mt y Lc se basan en Mc), a la que se añadió (en Mt y en Lc) una tradición sobre los dichos de Jesús (Q), Juan se basa en una tradición independiente y distinta (o en tradiciones independientes y distintas) sobre las acciones y los dichos de Jesús. Aun cuando ocasionalmente la tradición joánica y la sinóptica transmiten, de diferentes formas, los mismos hechos o los mismos dichos, nada prueba de manera convincente que el cuarto evangelista conociera la forma de los Evangelios sinópticos tal como han llegado hasta nosotros, si bien pudo tener conocimiento de tradiciones incorporadas más tarde en Lc. Es probable que el redactor final del cuarto Evangelio conociera Mc. 21
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Las tradiciones independientes que confluyeron en el cuarto Evangelio (muchas de las cuales tuvieron su origen en el discípulo amado) circularon dentro de la comunidad joánica durante años, de modo que el Evangelio de Juan da por supuesto el conocimiento de los datos fundamentales sobre la vida de Jesús. Como consecuencia, el evangelista pudo seleccionar unos pocos episodios (sobre un paralítico, en el capítulo 5; sobre un ciego de nacimiento, en el capítulo 9; sobre un resucitado, en el capítulo 11) y organizar dramáticamente tales selecciones con el fin preciso de destacar la naturaleza y la misión de Jesús. Sus lectores son ya creyentes, y él quiere justificar la fe de sus destinatarios en la divinidad de Jesús sobre la base de un testimonio ocular (20,3031). La tradición sinóptica contiene los sucesos fundamentales, pero, por ejemplo, concentra en una sola semana santa, que tiene lugar durante el ministerio público que duró un solo año, la autorrevelación de Jesús ante las autoridades jerosolimitanas. Juan muestra que las actividades de Jesús en Jerusalén se desarrollaron en un período de tiempo de al menos dos años. De nuevo, deberíamos ver en Juan una fuerte acentuación de los acontecimientos de la vida de Jesús que anuncian la vida sacramental de la Iglesia. Juan se dirige a una comunidad cristiana que ve en el bautismo el origen de su vida y en la eucaristía el alimento de esa vida. La única información que se halla en los sinópticos sobre el bautismo es un versículo que prescribe la administración (Mt 28,19), y sobre la eucaristía se encuentran los versículos de la institución (Mc 14,22-24). Juan no menciona nunca estas instituciones (es posible que las presuponga), pero proporciona numerosos datos sobre el trasfondo y el significado del bautismo en relación con el agua viva del nuevo nacimiento, en los capítulos 3, 4, 7 y 13, y de la eucaristía en el discurso sobre el pan vivo, en el capítulo 6, y tal vez en las referencias al vino de la nueva economía de salvación en los capítulos 2 y 15. Juan muestra la fuente última de ambos sacramentos en 19,34. Y es también Juan quien nos proporciona la información más clara sobre el perdón de los pecados en 20,22-23. 22
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En el pensamiento joánico se encuentra, por tanto, la base teológica completa del sistema sacramental: la Palabra se hizo carne (1,14) para conquistar el mundo de carne o la materia, que había quedado sometida al poder de Satanás por el pecado humano (1 Jn 5,19). Jesús venció a Satanás (12,31; 16,33), pero la realización concreta de esta victoria en el tiempo, la reconquista del mundo de la materia para Cristo, es obra de la Iglesia (17,15-18; 1 Jn 5,4). Y en tal reconquista, por ironía divina, las realidades comunes de este mundo, el pan, el agua y el vino, se convirtieron en instrumentos de la vida divina en los sacramentos (Jn 4,14; 6,52). Así, en conclusión, aunque el cuarto Evangelio presupone una tradición sobre Jesús que no es distinta de la de los sinópticos, no fue escrito para llenar eventuales lagunas de los Evangelios precedentes. El cuarto Evangelio presenta una tradición independiente, con un objetivo y un testimonio específicos.
Fuentes de la tradición joánica A menudo se define el Evangelio de Juan como un evangelio helenístico. Las ideas abstractas, como la luz y la verdad; la división dualista de la humanidad en luz y tinieblas, verdad y falsedad; la concepción de la Palabra… durante algún tiempo se pensó que todos estos elementos eran producto del pensamiento filosófico griego y de las religiones mistéricas paganas–. O bien (antes del descubrimiento de los papiros más antiguos), el Evangelio de Juan era considerado un producto del gnosticismo de finales del siglo II. Otros estudiosos, alejándose aún más del terreno palestinense, buscaron los orígenes del Evangelio de Juan en las sectas orientales, como los mandeos. Todas estas teorías coincidían en sostener que el pensamiento y el lenguaje joánicos no procedían del mundo palestinense, que había sido el mundo de Jesús de Nazaret. Dos descubrimientos que tuvieron lugar en la década de 1940 sacudieron bruscamente este axioma de la crítica científica radical. 23
EL EVANGELIO
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Los manuscritos del Mar Muerto En las cuevas de Qumrán, próximas al Mar Muerto, se han encontrado manuscritos del tiempo de Jesús y anteriores a él: la biblioteca de los esenios, una de las sectas judías. Y estos documentos están llenos del vocabulario que, según el parecer unánime de los críticos, no podía ser genuinamente palestinense, a saber: un mundo dividido en luz y tinieblas (Jn 3,19-21); el poder del ángel de las tinieblas que somete a los seres humanos (1 Jn 5,19); caminar en la luz o caminar en las tinieblas (8,12; 1 Jn 1,5-7); caminar en la verdad (2 Jn 4; 3 Jn 4); discernir los espíritus (1 Jn 4,1); los espíritus de verdad y de mentira (1 Jn 4,6). La semejanza, en el vocabulario y en el pensamiento, entre los manuscritos del Mar Muerto y el Evangelio de Juan es verdaderamente sorprendente, y debería eliminar para siempre la idea de que Juan es en todo un producto del mundo no judío. Además, el hecho de que estos paralelos estén presentes tanto en las tres Cartas joánicas como en el Evangelio de Juan constituye un argumento más que induce a ver, detrás de ambos, una misma fuente última. No hay pruebas de un parentesco directo entre Juan y los manuscritos del Mar Muerto. Es más bien cuestión de una afinidad indirecta con un tipo de pensamiento y de expresión corriente en Qumrán y tal vez en un área mucho más amplia. (Existen paralelos interesantes entre lo que sabemos de Juan el Bautista y las creencias de los esenios de Qumrán. Dado que el discípulo amado fue, probablemente, un discípulo del Bautista, puede suceder que éste fuera el vehículo de la influencia de Qumrán sobre Juan). El hecho de que gran parte del vocabulario qumránico-joánico aparezca en los discursos que Jesús pronuncia en el Evangelio de Juan (en mayor medida que en los sinópticos) no debe conducirnos necesariamente a concluir, de manera apresurada, que los discursos de Jesús en Juan constituyen composiciones artificiales del autor. Si Qumrán no es más que un ejemplo de una gama 24
INTRODUCCIÓN AL EVANGELIO
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más amplia de pensamiento, es perfectamente posible que Jesús hubiera estado familiarizado con su vocabulario y sus ideas. En efecto, la Palabra encarnada hablaba el lenguaje de su tiempo. Puede ser que Juan, con un afecto particular por este estilo de pensamiento, se hubiera preocupado más por conservarlo. Admitamos, no obstante, que ésta no es una solución completa al problema del Jesús joánico, que recurre a un lenguaje muy distinto del lenguaje del Jesús de los sinópticos. Por lo demás, como veremos en el comentario, algunas de las expresiones joánicas más peculiares que encontramos en boca de Jesús no carecen de paralelos, aun cuando sean débiles, en los sinópticos (por ejemplo, la «hora» en Mc 14,35; véase también más adelante, # 1, p. 29). Es posible que la tradición joánica quisiera recordar y subrayar ideas que no les parecieron importantes a los escritores sinópticos. Ella podía apelar al Paráclito para reivindicar el derecho a recordar y desarrollar en los años siguientes cosas que habían parecido menos significativas en los años anteriores (14,26).
Documentos gnósticos de Nag Hammadi (Chenoboskion) En una fecha próxima a los años en que se descubrieron los manuscritos del Mar Muerto, se encontró en Chenoboskion, en Egipto, una biblioteca gnóstica. Hasta entonces se conocían muy pocas obras gnósticas propiamente tales; nuestro conocimiento del gnosticismo del siglo II provenía de la información que sobre él ofrecían los Padres de la Iglesia. Basta una mirada superficial a estos nuevos documentos para mostrar una diferencia profunda entre ellos y el Evangelio de Juan. La teoría según la cual Juan tomó prestados elementos de ese gnosticismo no es plausible. Es más probable que el gnosticismo del siglo II se inspirara en Juan, no a la inversa. 25
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El orden de sucesión de los capítulos del Evangelio de Juan Dada la presencia, en el Evangelio de Juan, de transiciones un tanto bruscas de un pasaje a otro, muchos estudiosos han tratado de reordenar algunos capítulos (sin ninguna documentación basada en los manuscritos). Por ejemplo, algunos desearían colocar el capítulo 6 antes del capítulo 5, porque el capítulo 4 termina en Galilea, donde comienza el capítulo 6, mientras que el capítulo 5 habla de acontecimientos que se desarrollan en Jerusalén. Personalmente, no veo ninguna razón para hacer esto. El Evangelio de Juan nos presenta un relato muy esquemático del ministerio de Jesús, y no se preocupa de las transiciones, a menos que tengan algún significado (por ejemplo, la esmerada secuencia de [¿siete?] días, en los capítulos 1-2). En la serie de fiestas que aparecen en los capítulos 2, 5, 6, 7 y 10, y que sirven de marco para el ministerio de Jesús, se presta poca atención a los intervalos que separan las fiestas (cf. más adelante: 7,19; 10,26-27). Desplazar los acontecimientos para obtener una mejor secuencia temporal significa dar prioridad a algo que no tenía mucha relevancia para el redactor final –es muy difícil que éste no se diera cuenta de eventuales incoherencias–. Cualquier teoría que afirme que las páginas de Juan se combinaron al azar es un mero producto de la imaginación.
Estructura del Evangelio de Juan Estamos convencidos de que Juan sigue, en sus líneas principales, una estructura muy precisa. Pero se trata de un esquema semítico, no occidental. Se observan superposiciones de temas que escapan a cualquier intento de esquematización. Varias ideas se desarrollan al mismo tiempo y nuestra división cambiará según la idea que queramos subrayar. Teniendo esto presente, no buscaremos una división rigurosa, sino que nos limitaremos a dar algunas sugerencias para rastrear las ideas. En la forma en que el Evangelio de Juan se presenta ahora, queda clara al menos la siguiente estructura general: 26
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1,1-18
PRÓLOGO Una introducción y un compendio del itinerario de la Palabra encarnada.
1,19–12,50
PRIMERA PARTE: EL LIBRO DE LOS SIGNOS La Palabra se revela al mundo y a los suyos, pero éstos no la acogen. SEGUNDA PARTE: EL LIBRO DE LA GLORIA A quienes la acogen, la Palabra les muestra su gloria retornando al Padre en la muerte, en la resurrección y en la ascensión. Plenamente glorificada, comunica el Espíritu de vida.
13,1–20,31
21,1-25
EPÍLOGO Una serie de apariciones del Resucitado en Galilea, teológicamente importantes.
La PRIMERA PARTE se puede subdividir en cuatro secciones: 1. Siete días de revelación gradual de Jesús (1,19–2,11) 2. Temas tratados en 2,1–4,54 a) La sustitución de las instituciones del Antiguo Testamento CANÁ – la sustitución de las purificaciones judías (2,1-11) JERUSALÉN – la sustitución del Templo (2,13-25) NICODEMO – la sustitución del nacimiento en el pueblo elegido (3,136) LA SAMARITANA – la sustitución del culto en Jerusalén (4,1-42) El segundo milagro en Caná cierra la sección (4,43-54) b) La reacción ante Jesús de personajes que representan a una clase EL JUDAÍSMO OFICIAL (en Jerusalén) Las autoridades del Templo (2,13-25) El fariseo Nicodemo (3,1-36) LA SAMARITANA (4,1-42) EL FUNCIONARIO REAL (galileos; 4,43-54) 27
EL EVANGELIO
Y LAS C ARTAS DE JUAN
3. Temas tratados en 5,1–10,42 a) La sustitución de las fiestas veterotestamentarias EL SÁBADO – los preceptos del sábado, reemplazados por Jesús, el nuevo Moisés (5,1-47) LA PASCUA – el maná, reemplazado por el pan de vida (sabiduría reveladora y eucaristía) (6,1-71) LOS TABERNÁCULOS – las ceremonias del agua y de la luz, reemplazadas por la fuente de agua viva, la luz del mundo (7,1–10,21) LA DEDICACIÓN – Jesús es consagrado en vez del altar del Templo (10,22-42) b) El tema de la vida (iniciado en 2,1–4,54) se desarrolla en 5,1–7,52; el tema de la luz se desarrolla en 8,1–10,42 (en particular, en la curación del ciego de nacimiento) 4. El tema de Lázaro (11,1–12,36) La resurrección de Lázaro conduce directamente a la condena de Jesús. Lázaro está presente en la unción de Jesús para la sepultura (12,1-8), y el entusiasmo suscitado por el milagro realizado en su favor es la ocasión para la escena del domingo de Ramos (12,9-36). La resurrección de Lázaro constituye el punto culminante de los temas de la vida y de la luz La SEGUNDA PARTE se puede subdividir en cuatro secciones: 1. La última cena (13,1–17,26) a) El lavatorio de los pies y la traición (13,1-30) b) El último discurso de Jesús Introducción (13,31-38) Primera parte (14,1-31; duplicada en 16,4-33) Segunda parte (15,1–16,3) Tercera parte (17,1-26) 28
INTRODUCCIÓN AL EVANGELIO
DE JUAN
2. La pasión de Jesús y su muerte (18,1–19,42) a) La escena del huerto (18, 1-12) b) El interrogatorio ante Anás; la negación de Pedro (18,12-27) c) El proceso ante Pilato (18,28–19,16) d) La crucifixión, la muerte y la sepultura (19,17-42) 3. La resurrección, la ascensión y la entrega del Espíritu Santo (20,1-31)
Características del cuarto Evangelio La atención prestada a las siguientes características literarias ayudará notablemente a comprender el Evangelio de Juan. A lo largo del comentario nos referiremos a estos recursos estilísticos, indicándolos en el margen derecho del comentario con el signo #. #1
EL MALENTENDIDO . Jesús emplea con frecuencia un lenguaje figurativo
o metáforas para describirse a sí mismo o para presentar su mensaje. En el diálogo posterior, el interlocutor interpretará equivocadamente la imagen o la metáfora, tomándola únicamente en un sentido literal o material. Esto dará pie a Jesús para explicar con mayor precisión su pensamiento y, de este modo, para desarrollar su doctrina. Todo esto podría ser, al menos en parte, una técnica literaria intencionada, empleada por el autor o por la primera catequesis cristiana. En cierto sentido, además, estas imágenes o metáforas son el equivalente joánico de las parábolas sinópticas, ya que en el Evangelio de Juan el reino de los cielos está en medio de nosotros en la persona de Jesús. En los sinópticos, las parábolas son interpretadas erróneamente muchas veces, lo mismo que sucede con las metáforas joánicas (cf. Jn 2,20; 3,4; 4,11; 6,26; 8,33; 11,11-12.24; 14,5-8). #2
El Evangelio de Juan presenta a los adversarios de Jesús haciendo afirmaciones sobre él despectivas, sarcásticas, incrédulas o LA
IRONÍA.
29
EL EVANGELIO
Y LAS C ARTAS DE JUAN
al menos inadecuadas, en el sentido que ellos quieren darles. No obstante, por ironía, tales afirmaciones resultan con frecuencia verdaderas en un sentido que no comprenden quienes las pronuncian (cf. Jn 3,2; 4,12; 6,42; 7,28-29.35; 8,22; 9,24.40; 11,48-50; 12,19; 19,3; 14,22). #3
EL DOBLE SENTIDO.
a) Hay con frecuencia un juego de palabras a partir de los diferentes significados de una determinada palabra utilizada por Jesús, significados basados en el hebreo o en el griego (cf. Jn 3,3.8.13.17; 7,8; 13,1; 15,21; 19,30). b) En el cuarto Evangelio, con frecuencia el autor espera que su lector sea capaz de identificar diferentes estratos de significado en el mismo relato o en la misma metáfora (lenguaje figurado). Esto resulta comprensible si pensamos en las circunstancias en que fue compuesto el Evangelio de Juan. 1. Hay un significado que procede del contexto histórico de la vida de Jesús. Quienes escucharon a Jesús y fueron testigos de sus acciones necesariamente entendieron sus palabras y analizaron sus acciones según el trasfondo religioso y los modos de pensar de aquel tiempo. Podemos decir que este significado es el sentido histórico de un pasaje. Pero hay un sentido más profundo de las palabras y las acciones de Jesús, captado por la comunidad de los creyentes cristianos. Al ser predicado y enseñado en la Iglesia primitiva, y al ser orado en la liturgia, el mensaje de Jesús estaba destinado a desplegar gradualmente todas sus implicaciones; y los cristianos comprendieron mucho mejor lo que Jesús mismo había querido que entendieran que los primeros oyentes en Galilea y en Jerusalén. A veces, es cuestión de una capacidad introspectiva más profunda en la misión de Jesús: por ejemplo, la comprensión de que el templo del que había hablado, al afirmar que sería destruido y reedificado en tres días, era su propio cuerpo (Jn 2,20). Otras veces es cuestión de comprender las ideas 30
INTRODUCCIÓN AL EVANGELIO
DE JUAN
sobre la Iglesia y los sacramentos (especialmente el bautismo y la eucaristía). Una comunidad que había recibido tales sacramentos podía intuir el sentido profundo del «agua viva» o del «pan de la vida» en labios de Jesús. Véase Jn 1,29.31; 2,8.20; 3,5; 4,11; 6,35-58; 9,7; 11,4; 13,1-17; 19,36. 2. Jesús proviene de otro mundo, de lo alto. Sin embargo, habla el lenguaje de este mundo. Inevitablemente, quienes se encuentran con él, cuya experiencia se halla en un nivel más bajo, interpretan erróneamente el sentido superior que él da a palabras como agua, pan, carne, etc. Los lectores, estimulados a identificar el sentido más elevado, se quedarán perplejos frente al extraño que ha venido de lo alto y percibirán así la invitación a creer. #4
LA INCLUSIÓN. Juan menciona con frecuencia un detalle (o alude a él) al
final de una sección, que coincide con un detalle semejante expresado ya al principio de la misma sección. Éste es un modo de agrupar las secciones, ligándolas por medio de este detalle al principio y al final (cf. Jn 1,19.28; 2,1.4; 4,54; 9,41; 10,40; 11,40; 19,14-16.36-37; 20,28; 21,13). #5
LA ESCATOLOGÍA REALIZADA. Los sinópticos sitúan al final de los tiempos
realidades como el juicio, el retorno de Jesús, el devenir hijos de Dios (Mt 25,31; Lc 6,35; 20,35-36). Juan, sin negar esto, subraya que estas realidades han comenzado ya; su escatología (doctrina de las últimas cosas) está ya realizada en parte (cf. Jn 3,18; 5,24-25; 7,12; 9,16; 10,1921; 12,31-33; 14,1-3; 18-20; 17,3). #6
A veces sucede que Jesús comienza una conversación con una determinada persona o con un grupo de oyentes; después, en el desarrollo de la conversación, los interlocutores van desapareciendo y al final sus palabras parecen asumir el carácter de un discurso pronunciado en términos universales. Este fenómeno se puede deber en parte al intento del redactor de combinar varios discursos. Pero el efecto que tiene es el de liberar las palabras de EL DIÁLOGO QUE SE CONVIERTE
EN MONÓLOGO.
31
EL EVANGELIO
Y LAS C ARTAS DE JUAN
Jesús de las limitaciones de las circunstancias concretas y hacerlas válidas eterna y universalmente (cf. 3,16; 10,1-18; capítulos 14-17). #7
DISCURSOS DUPLICADOS. A veces parece que un discurso de Jesús repite
sustancialmente las mismas cosas que un discurso ya pronunciado, hasta coincidir versículo por versículo. La solución que proponemos para este dato es que el discurso fue presentado en diferentes ocasiones con variantes menores. Esto pudo suceder fácilmente si el redactor final del Evangelio, al encontrarse con dos versiones diferentes de un mismo tema en la tradición joánica, no quiso perder ninguna de las dos; y así, al dar la forma redaccional definitiva al Evangelio después de la muerte del evangelista, incorporó la segunda versión en un lugar apropiado, con frecuencia no lejos de la primera. Otras veces, puede suceder que nos encontremos ante palabras de Jesús que contenían un doble significado. Juan llama la atención sobre ambos significados subrayando uno de ellos en la primera versión y otro en la segunda (cf. Jn 3,31-36; 5,2630; 6,51-58; 8,13-18; 10,7.9 y 10,11.14; 12,44-50; 13,1-30; 16,4-33). #8
REORGANIZACIÓN CON RESPECTO AL ORDEN DE LOS SINÓPTICOS.
a) Acontecimientos que son presentados como unidades en los sinópticos se encuentran a menudo desmembrados y dispersos en el cuarto Evangelio. Es difícil decidir cuál fue su situación originaria: puede suceder que los sinópticos ensamblaran características aisladas para obtener un cuadro unificado; o bien que Juan distribuyera fragmentos de una unidad original a lo largo de su Evangelio para mostrar que la lección de tal unidad conserva su validez a lo largo de toda la vida de Jesús. O también podemos encontrarnos frente a una semejanza casual entre dos acontecimientos distintos, pero esta solución tan sencilla no siempre es posible o aplicable (cf. Jn 6,51-58.67-69.70-71; 10,24-25; 11,52; 12,27ss; 14,31; 18,1-12.24). b) A veces es cierto lo contrario: hechos que constituyen una unidad en Juan se encuentran separados en los sinópticos (cf. Jn 1,38-49; 2,13 -19; 11,1ss; 15,1ss). 32
INTRODUCCIÓN AL EVANGELIO
DE JUAN
Una traducción del griego del Prólogo en forma poética
1
1 En
el principio era la Palabra; la Palabra estaba en la presencia de Dios, y la Palabra era Dios. 2 Ella estaba presente con Dios en el principio. 3 A través de ella surgieron todas las cosas y sin ella nada vino a la existencia. 4 Lo que vino a la existencia encontró vida en ella y esta vida era la luz de la raza humana. 5 La luz brilla en las tinieblas, porque las tinieblas no la vencieron. (6 Hubo un hombre, enviado por Dios, llamado Juan, 7 que vino como testigo, para dar testimonio de la luz, de modo que todos creyeran por medio de él – 8 pero sólo para dar testimonio de la luz, pues él no era la luz). 9 Ella era la luz verdadera que ilumina a todos, y estaba para venir al mundo. 10 Estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por ella, pero el mundo no la reconoció. 11 Vino a los suyos, pero los suyos no la aceptaron. 12 Mas a todos los que la aceptaron les dio el poder de hacerse hijos de Dios: a quienes creen en su nombre, 13 a quienes nacieron, no de sangre, ni de carne, ni de deseo humano, sino de Dios. 14 Y la Palabra se hizo carne,
33
EL EVANGELIO
Y LAS C ARTAS DE JUAN
y puso su morada entre nosotros, y hemos visto su gloria, gloria del Hijo único que viene del Padre, lleno de gracia y de verdad. (15 Juan dio testimonio de ella proclamando: «Éste era del que yo dije: “El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo”»). 16 Y de sus riquezas hemos participado todos: bondad por bondad. 17 Porque mientras que la Ley fue dada por medio de Moisés, la bondad y la fidelidad llegaron a través de Jesucristo. 18 A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único de Dios, que está siempre al lado del Padre, es quien lo ha revelado.
34
TEXTO Y COMENTARIO I. Prólogo
1
1
y la Palabra era Dios. 2 Ella estaba en el principio con Dios.
En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios,
Prólogo: El himno joánico Juan 1,1-18 El prólogo es un himno, una síntesis poética de toda la teología y la narración del Evangelio, y también una introducción. Se puede entender plenamente sólo después de haber estudiado todo el Evangelio. (Sugerimos a los lectores que lean primero con una cierta rapidez esta sección, para profundizar más adelante en ella, después de haber concluido el estudio del Evangelio y el comentario). Mencionaremos con frecuencia la concepción que tiene Juan de un gran ciclo: el Hijo desciende del cielo a nuestro nivel, y asciende de nuevo al cielo llevándonos consigo y elevándonos al nivel divino. El prólogo describe al Hijo en el cielo y su descenso; el Evangelio describe cómo caminó entre nosotros y, finalmente, fue elevado y retornó al Padre. 35
JUAN 1,3-4 3 Todas las cosas se hicieron por ella
Lo que se hizo 4 en ella era la vida y la vida era la luz de la raza humana,
y sin ella no se hizo nada.
El Génesis y la doctrina del «Logos»: 1,1-5 Los primeros versículos recuerdan el relato de la creación del Génesis. En el momento de la creación, la Palabra ya existía. Increada, la Palabra estaba en la presencia del Padre; de hecho, ella misma era Dios. ¿Cuáles son las fuentes de la concepción joánica del Hijo de Dios como la «Palabra»? En primer lugar, podemos dirigir nuestra atención al relato del Génesis, que narra cómo Dios creó simplemente diciendo: «Hágase…». Las cosas vinieron a la existencia a través de la palabra de Dios. A esta idea de la palabra creadora de Dios podemos vincular el concepto de la sabiduría divina, que en el pensamiento precristiano era personificada como mujer. Realidad divina y, sin embargo, casi distinta de Dios, la sabiduría desempeñó un papel en la creación. Fue enviada de la boca de Dios y guía a los seres humanos hacia la salvación. En la Palabra del prólogo tenemos la unión entre la sabiduría y la palabra de Dios, una persona divina increada y existente con el Padre. 3-4
Por medio de la Palabra fueron creadas las cosas, y nada puede existir sin la actividad de la Palabra de Dios. Es interesante notar cómo la frase: «Sin ella no se hizo nada» aparece literalmente en los manuscritos del Mar Muerto. La última expresión del versículo 3 se debería leer junto al versículo 4 como: «Cuanto vino a la existencia era [o encontró] vida en ella». La Palabra creadora de Dios fue la fuente de la vida, como leemos en el Génesis. Qué lástima que la humanidad no cayera en la cuenta de que la vida proporcionada por esta Palabra era su luz: la luz dada por Dios para iluminar el cami36
Gn 1,1-5
Sal 33,6; Sb 9,1
Sb 7,25; 8,5; 9,9-11 Si 1,1; 24,1-12
Ap 19,13
Col 1,15-16
1 QS 11,11 Cf. p. 24
Jn 8,12
JUAN 1,5-9 5 y la
luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron. 6 Un hombre llamado Juan fue enviado por Dios. 7 Éste vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, de modo
5
que todos creyeran por medio de él. 8 No era él la luz, sino que vino para dar testimonio de la luz. 9 La luz verdadera, que ilumina a todos, estaba viniendo a este mundo.
no de los hombres (recuérdese que la luz fue el primer don de la creación). A continuación, Juan se refiere implícitamente al rechazo humano de la luz de Dios, por el pecado, y a la introducción de la oscuridad del mal en la creación del mismo Dios. Juan subraya que tales tinieblas no vencieron a la luz: es el tema, en Gn 3,15, de la victoria definitiva de la descendencia de la mujer sobre la serpiente.
Gn 1,3
Juan el Bautista: 1,6-8 El Evangelio presenta al Bautista como ejemplo de un rayo de luz que sigue brillando en las tinieblas, y que vino para dar testimonio de la verdadera luz ante la humanidad. Estos versículos en prosa interrumpen tanto el poema como el desarrollo lineal del pensamiento en los versículos 5 y 9, y puede ser que originariamente ocuparan una posición distinta en el Evangelio, quizá antes del versículo 19. Su posición aquí parece indicar que, para el redactor final del Evangelio, los versículos 9ss se refieren a la Palabra encarnada, Jesús. Otros estudiosos sostienen que en los versículos 9-11 se pueden ver acontecimientos veterotestamentarios (la creación y la alianza) y que el tema de la encarnación comienza en el versículo 12. Pero la introducción del Bautista, destinado a preparar la venida de Jesús, nos hace pensar que, para el redactor, el versículo 9 se refiere a Jesús. 37
Cf. p. 18
Jn 1,23
JUAN 1,10-13 10 En el mundo estaba,
dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; 13 los cuales no nacieron de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino que nacieron de Dios.
y el mundo fue hecho por ella, pero el mundo no la conoció. 11 Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. 12 Pero a todos los que la recibieron les
Rechazo de la luz: 1,9-11
10
11
La primera mitad del Evangelio (1,1-12,50) nos muestra el rechazo de Jesús por parte de las tinieblas (las fuerzas del mal) y de los «judíos». Los versículos 9-11 resumen este rechazo. La verdadera luz vino al mundo que la Palabra había creado; y el mundo, orientado hacia el mal por el pecado humano, la rechazó. Ella vino a su propia tierra, y el pueblo, que había sido preparado para su venida por Moisés y los profetas, la rechazó.
Jn 8,12; 9,5; 12,46; 3,19-20 Jn 4,44; 5,39.46
Aceptación de la luz: 1,12-13
13
No obstante, algunos creyeron en ella: la segunda mitad del Evangelio trata sobre la salvación de estos creyentes, los nue vos «suyos». A éstos, la Palabra les capacitó para llegar a ser hijos de Dios. El Hijo soplará su Espíritu de nueva vida sobre ellos, del mismo modo que Dios insufló el espíritu de vida sobre Adán. Habrá una nueva creación que sustituirá a la antigua, que había rechazado a Dios. Los creyentes son aquellos que el Padre ha dado a la Palabra, los predestinados por una predestinación que se manifiesta en la realización de la obra buena de Dios.
38
Is 55,10-11
Jn 13,1 Jn 3,5-6; 20,22 Gn 2,7 Ap 21,1 Jn 6,64-65; 10,26 Jn 3,21 1 Jn 2,29
JUAN 1,14-17 14 Y la Palabra se hizo carne,
15 Juan
da testimonio de él y clama: «Éste era del que yo dije: “El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo”». 16 Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. 17 Porque la Ley fue dada
y puso su morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Unigénito, lleno de gracia y de verdad.
Una «nueva alianza»: 1,14-18 Del mismo modo que la nueva creación reemplaza a la antigua, una nueva alianza sustituye a la antigua alianza concluida con Israel sobre el Sinaí, porque Jesús ha sido rechazado por aquellos que originariamente eran su pueblo. Un motivo constante en el Evangelio es la sustitución, llevada a cabo por Jesús, de las instituciones, del Templo y de las fiestas de los «judíos». Este dato es resumido de forma poética en los versículos 14-18. La Palabra se hizo carne (carne significa naturaleza humana) y puso su Tabernáculo en medio de nosotros («puso su morada entre nosotros»). Uno de los signos de la alianza concluida por Dios con Israel en el Sinaí fue el Tabernáculo construido en el desierto. Esta Tienda del encuentro, y su sucesor, el Templo, eran el lugar de la presencia divina en medio del pueblo de Dios, la sede de la gloria de Dios. En la nueva alianza, la humanidad de la Palabra, su carne, se con vierte en el lugar supremo de la presencia y la gloria divinas. La definición más frecuente del Dios que había estipulado el pacto antiguo era que estaba «lleno de benevolencia y de fidelidad» (benevolencia es un término técnico para referirse a la misericordia de Dios, por la que elegió a Israel entre todas las naciones como su pueblo; fidelidad es la fidelidad de Dios a las promesas que hizo a Israel en la alianza). La misma expresión se emplea en el versículo 14 («lleno de gra39
Ex 25,8-9 Ex 40,43 1 R 8,1011.27
Ex 34,6
JUAN 1,18
por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. 18 A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo úni15
16-17
18
co, que está en el seno del Padre, él lo ha revelado.
cia y de verdad») para caracterizar al Dios de la nueva alianza. (Se recoge una vez más el testimonio del Bautista, demasiado ferviente para ser silenciado; constituye un duplicado del versículo 30 e interrumpe el nexo entre los versículos 14 y 16). A nosotros se nos ha dado participar de esta nueva riqueza de benevolencia («gracia») y de fidelidad, esta nueva alianza que sustituye a la antigua. Las palabras de Dios, los diez mandamientos, habían sido esculpidas en piedra sobre el Sinaí por Moisés, como la expresión de la benevolencia de Dios en la antigua alianza. La Palabra de Dios es esculpida ahora en la carne de Jesús, como la concreción visible de la benevolencia de Dios en la nueva alianza. Dios no permitió que Moisés lo viera en el Antiguo Testamento. Ahora el Hijo, que lo conoció desde toda la eternidad, revela a Dios. El Evangelio es la historia de esta revelación.
Jr 31,31-33
Ex 33,18-23 Jn 6,46; 14,8-10 Hb 1,1-2
Primera parte: El libro de los signos 1,19–12,50 Sección l. La primera semana de la nueva creación (1,19–2,12) El Bautista da testimonio ante los fariseos: 1,19-28 La aparición de Jesús en público se abre con el testimonio que Juan el Bautista da del Cordero (pascual) de Dios. Sus apariciones en público concluirán con el testimonio del anónimo discípulo amado, mientras el Cordero pascual muere en 40
Hch 1,21-22 Jn 19,35-36
JUAN 1,19-23
II. El libro de los signos
¿Eres tú Elías?». Él dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el profeta?». Respondió: «No». 22 Entonces le dijeron: «¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». 23 Dijo él: «Yo soy “la voz del que clama en el desierto: ‘Rectificad el camino del Señor’”,
Juan el Bautista da testimonio de sí mismo. 19 Y éste es el testimonio de Juan. Cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: «¿Quién eres tú?», 20 él confesó, y no negó, sino que admitió: «Yo no soy el Cristo». 21 Y le preguntaron: «¿Qué pues?
la cruz en la víspera de Pascua. Juan nos presenta un tríptico: el Cordero en el centro y los dos testigos, uno a cada lado. 19
20-21
23
En los sinópticos encontramos la hostilidad entre Juan el Bautista y las autoridades judías, pero no un enfrentamiento abierto. En Juan, los «judíos» (nótese que en el cuarto Evangelio esta expresión significa aquellos que, siendo de origen judío, rechazan a Jesús) aparecen atacando directamente desde el principio. Todo el Evangelio de Juan es como un proceso contra Jesús por parte de los jefes de su pueblo, y el Bautista es el primer testigo en este proceso. Los custodios de la religión nacional quieren saber con qué autoridad bautiza. Las respuestas que da el Bautista sobre sí mismo son negativas; se vuelve locuaz sólo cuando habla de Aquel que viene detrás de él. El Bautista empieza negando ser el Mesías. En los sinópticos, Jesús identifica el papel de Juan el Bautista con el de Elías, de quien Malaquías había profetizado que vendría antes del día del Señor. Aquí, Juan el Bautista no acepta ni este título ni el de «un profeta como Moisés», esperado por algunos y que es mencionado en los manuscritos del Mar Muerto. El único papel que reivindica para sí, en todos y cada uno de los cuatro Evangelios, es el de «la voz que clama en el desierto», anunciada por el profeta Isaías. Su 41
#4
Mt 3,7; 21,32
Mt 11,14; Mc 9,11-12; Lc 1,17; Ml 4,5-6 Dt 18,15; Jn 6,14 1 QS 9,11 Is 40,3
JUAN 1,24-29
como dijo el profeta Isaías». 24 Habían sido enviados por los fariseos. 25 Y le preguntaron: «¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú el Cristo ni Elías ni el profeta?». 26 Juan les respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no reconocéis, 27 que viene
detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia». 28 Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando. Juan el Bautista da testimonio de Jesús. 29 Al día siguiente ve a Jesús venir
24-27
única autoridad, que le permite bautizar, brota de la misión que se le ha encomendado de preparar el camino para Aquel que debe venir después de él y es mayor que él.
28
La sección se cierra con una referencia geográfica al hecho de que Juan desarrolla su actividad de bautizador fuera de la Tierra Prometida, en la otra orilla del Jordán (Betania no ha sido aún hallada; otros manuscritos leen Bethabara, «el lugar del cruce»). Después del bautismo, Jesús entrará en la Tierra Prometida y permanecerá en ella hasta que su pueblo lo rechace, y entonces –de nuevo– se retirará al otro lado del Jordán. Betania, en la otra orilla del Jordán, sirve de marco al ministerio público de Jesús.
Jos 3,14-17 Jn 10,39-40 #4
El Bautista da testimonio ante los discípulos: 1,29-34 Al día siguiente ( segundo día), Juan el Bautista presenta al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Es posible que el Bautista se refiriera únicamente al Cordero triunfante, el cual, según la imagen que los judíos tenían de los últimos días, estaba destinado a destruir el mal en el mundo. Pero los lectores cristianos del Evangelio habrían visto otras implicaciones. Jesús es el Cordero pascual de la Pascua cristiana, el cual con su muerte (acaecida en el mismo momento en que los corderos pascuales eran sacrificados en el Templo) liberó 42
1 Jn 3,5 Hen 90,38; Test Jos 19,8; Ap 5,6; 17,14 # 3b 1 P 1,19 Jn 19,14 Ap 5,8-9
JUAN 1,30-33
hacia él y dice: «He ahí el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. 30 Éste es de quien yo dije: “Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo”. 31 Yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea mani-
30
31
32-34
festado a Israel». 32 Y Juan dio testimonio diciendo: «He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre él. 33 Y yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: “Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él,
al mundo del pecado, al igual que la sangre del cordero pascual originario liberó a Israel del ángel destructor. Y, en segundo lugar, Jesús es el siervo de Dios descrito por Isaías como aquel que es conducido, sin quejarse, como un cordero ante los trasquiladores, un varón de dolores que «cargó con los pecados de muchos e intercedió por los transgresores». El Bautista nos dice también que Jesús existía antes que él –un tema típicamente joánico: la existencia de la Palabra antes de la creación. Y mientras que el Bautista bautizaba con agua, Jesús bautizará con el Espíritu Santo. También en este caso puede ser que el precursor de Jesús quisiera referirse, con esta expresión, sólo al espíritu purificador de Dios, del que habían hablado los profetas hebreos, un espíritu que purificaría los corazones en los últimos días. Los manuscritos del Mar Muerto nos dicen que, cuando venga «Dios… purificará a los seres humanos, a través de un espíritu santo, de todas las prácticas malvadas, y los rociará con un espíritu de verdad como agua purificadora». Pero el evangelista pretende que el lector cristiano entienda esta expresión como una referencia al único Espíritu dado por Jesús y, por lo tanto, al bautismo cristiano. En Juan no se menciona una voz celeste en el bautismo de Jesús, sino que es el propio Bautista quien da testimonio: 43
1 Jn 2,2 Ex 12,1-13 Is 53,7-12
Hch 8,32-35; 1P 2,21-25
Is 4,4; Ez 36,25-26; Za 12,10; 13,1
1 QS 4,20-21
# 3b Hch 1,4-5
Mc 1,10-11; Lc 3,22
JUAN 1,34-41
ése es el que bautiza con Espíritu Santo”. 34 Y yo le he visto y doy testimonio de que ése es el Elegido de Dios». Los primeros discípulos. 35 Al día siguiente, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. 36 Fijándose en Jesús que pasaba, dice: «He ahí el Cordero de Dios». 37 Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. 38 Jesús se volvió y, al ver que le seguían,
les dice: «¿Qué buscáis?». Ellos le respondieron: «Rabbí –que quiere decir “Maestro”–, ¿dónde vives?». 39 Les respondió: «Venid y lo veréis». Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Era más o menos la hora décima. 40 Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. 41 Éste encuentra primeramente a su pro-
Jesús es el Elegido (mejor, probablemente, que el «Hijo») de Dios sobre el cual descendió y permaneció el Espíritu de Dios –otra referencia al Siervo sufriente de Isaías–. Así, al principio de Juan tenemos una cristología completa, condensada en el testimonio que el Bautista da de Jesús: Aquel que existe desde la eternidad está destinado a morir como cordero pascual y Siervo sufriente por los pecados de los hombres y las mujeres, y después derramará el Espíritu Santo sobre el nue vo Israel.
Is 42,1
Los primeros discípulos: 1,35-51
36-40
Los sinópticos habían situado la primera llamada de los discípulos durante el ministerio desarrollado por Jesús en Galilea. El cuarto evangelista nos proporciona más detalles; los primeros discípulos eran discípulos de Juan el Bautista y fueron llamados cuando se encontraban junto al río Jordán antes de que Jesús regresara a Galilea. En un determinado día ( día tercero), dos discípulos, Andrés y otro cuyo nombre no se especifica (¿el discípulo amado?), siguen a Jesús y lo 44
Mc 1,16-20; Lc 5,1-11
JUAN 1,42-48
pio hermano, Simón, y le dice: «Hemos encontrado al Mesías» –que quiere decir, Cristo–. 42 Y le llevó a Jesús. Fijando Jesús su mirada en él, le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas» (que quiere decir «Piedra»). 43 Al día siguiente, Jesús quiso partir para Galilea y encuentra a Felipe. Y Jesús le dice: «Sígueme». 44 Felipe era de Betsaida, de la ciudad de Andrés y Pedro. 45 Felipe encuentra a Natanael y le dice:
«Aquel de quien escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, el hijo de José, el de Nazaret». 46 Le respondió Natanael: «¿De Nazaret puede haber cosa buena?». Le dice Felipe: «Ven y lo verás». 47 Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». 48 Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?». Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te
41-42
reconocen como Maestro. Un día después (probablemente, ya que se quedaron con Jesús desde las 4 de la tarde: cuarto día ), Simón es conducido ante Jesús, que es reconocido como el Mesías.
43-45
Al día siguiente ( quinto día), Felipe y Natanael se presentan ante Jesús y lo reconocen como el «profeta como Moisés», Hijo de Dios y Rey de Israel (v. 49). Ésta es, obviamente, una técnica literaria cuyo objetivo es mostrar el conocimiento cada vez más profundo que los discípulos adquirieron de Jesús: de Maestro a Mesías, a Hijo de Dios y Rey (un proceso que en los sinópticos se realiza a lo largo de toda la vida pública de Jesús). Además, Juan ha insertado aquí el episodio de la confesión de Pedro –que proclama a Jesús como Mesías, y cuyo nombre es cambiado por Jesús–, un hecho que en los sinópticos tiene lugar más tarde. Una de las tendencias de Juan es presentar toda la verdad sobre Jesús en cada episodio.
47
La vocación de Natanael (un discípulo mencionado sólo en Juan) implica un interesante juego de palabras. Éste es un verdadero israelita, digno del nombre de Israel (según la eti45
Sal 2,6-7
Mc 1,22; 4,40; 8,29; 15,39 # 8b
Mt 16,16
JUAN 1,49–2,2
llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». 49 Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel». 50 Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». 51 Y le añadió: «En verdad, en ver-
50-51
dad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre». La boda en Caná. 1 Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. 2 Fue invitado también a la boda Jesús con
2
mología popular: «un hombre que ve a Dios»), y se le dice que verá grandes cosas. Así como Jacob (o Israel) vio, en el Antiguo Testamento, la gloria de Dios en la visión de la escalera, así también el Israel del Nuevo Testamento verá la gloria del Hijo del hombre en el milagro de Caná. La llamada de los primeros discípulos es pintada como una escena de vocación más allá del tiempo. La primera pregunta que se ha de dirigir a quien desea seguir a Jesús es: «¿Qué buscas?» (cf. v. 38). Después sigue la orden: «Ven y lo verás» (cf. v. 38; en Juan, el verdadero significado de «ver» es «creer», cf. 6,40). Quienes van y ven se convierten en el nuevo Israel, el pueblo que ve a Dios.
Gn 28,12-17; 32,28-30
Is 17,7; 30,20
Las bodas de Caná: 2,1-12 El tercer día (dos días después de la llamada de Felipe: séptimo día), Jesús cumple la promesa que había hecho a sus nue vos discípulos de mostrarles su gloria: este milagro que realiza es el último de una serie de testimonios sobre él. Galilea es el primer lugar donde se contempla la gloria de Jesús, y será también el último, ya que las apariciones de Jesús, narradas en el capítulo 21, tendrán lugar en Galilea (donde serán mencionados de nuevo Natanael y Caná). La preocupación que 46
Is 9,1-2 #4 Jn 21,2
JUAN 2,3-4
sus discípulos. 3 Y no tenían vino, porque se había acabado el vino de la boda. Le
dice a Jesús su madre: «No tienen vino». 4 Jesús le responde: «¿Qué tengo yo con-
3
muestra la madre de Jesús (Juan no la llama nunca por su nombre) por los otros es la ocasión que mueve a Jesús a realizar el signo de la gloria.
4
A la madre, que hace notar la falta de vino, lo cual no constituye de por sí una petición explícita de un milagro, le responde Jesús con una frase que sólo puede significar: «Eso no es asunto mío, sino tuyo». Y se dirige a ella llamándola «mujer», un título de cortesía usado normalmente para las mujeres; pero es extraño, y no tiene paralelos, que un hijo se dirija a su madre de este modo. La razón por la que Jesús se niega a interesarse por la petición de María es que todavía no ha llegado su «hora». Hay muchas explicaciones posibles de esta conversación enigmática. Presentamos sólo una. Para Juan, la «hora» de Jesús por excelencia es la hora de su glorificación a través de la muerte y la resurrección. Sólo cuando ésta se acerque podrá decir: «Ha venido la hora en que el Hijo del hombre será glorificado». Y cuando la «hora» llega realmente, aparece de nuevo en escena la «mujer» (sólo en estas dos ocasiones menciona Juan a María; # 4). Y esta vez su papel no es rechazado: ella puede ser una madre solícita, porque se le confía, como hijo, el discípulo amado, el modelo del cristiano perfecto. Así, con este extraño uso del término «mujer» en Caná, parece que Juan quiere indicar que Jesús rechaza una esfera de acción puramente humana para María, para reservarle un papel mucho más elevado, el de madre, que cuida de quienes seguirán a Jesús. El título de «mujer» se hace más comprensible en el trasfondo del Génesis. Hay numerosas referencias al Génesis en 47
2 R 3,13; Mt 8,29
Mt 15,28 Lc 13,12 Jn 4,21
Jn 7,30; 8,20
Jn 12,23; 13,1; 17,1; 19,25-27
JUAN 2,5-8
tigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora». 5 Dice su madre a los sir vientes: «Haced lo que él os diga». 6 Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purifi-
caciones de los judíos, de dos o tres medidas cada una. 7 Les dice Jesús: «Llenad las tinajas de agua». Y las llenaron hasta arriba. 8 «Sacadlo ahora, les dice, y lle-
la primera semana de la actividad de Jesús: (a) el prólogo empieza con la expresión «En el principio» –las palabras que cumplen la función de título del Génesis en la Biblia hebrea–; (b) el prólogo habla también de la aparición de la luz en las tinieblas; (c) en el momento del bautismo, el Espíritu desciende sobre Jesús y permanece sobre él, al igual que el espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas primordiales; (d) el tiempo que transcurre a partir del bautismo en Caná, el comienzo de la obra del nuevo Adán, es considerado a veces como un periodo de siete días, que corresponden a los siete días de la creación en el Génesis. A la luz de todo esto, podemos comparar a la mujer del jardín del Edén, que había llevado a Adán a realizar el primer acto malo, con la mujer de Caná, que lleva al nuevo Adán a realizar su primer acto glorioso. En la profecía del Génesis se nos dice que Dios establecerá enemistad entre la mujer y la serpiente y que la descendencia de ésta aplastará a la serpiente. Al dirigirse a su madre con el título de «mujer», puede ser que Jesús quiera identificarla con la nueva Eva, destinada a ser la madre de sus discípulos, del mismo modo que la antigua Eva fue la «madre de todos los vivientes». Pero María puede desempeñar su papel de intercesión sólo cuando su descendiente aplaste a la serpiente en la cruz. 5
6-10
No obstante, como respuesta a la inocente petición de María, y debido a su respuesta obediente, pero llena de esperanza (en efecto, Jesús no puede resistirse nunca a la fe), el Señor realiza un signo admirable, es decir, un milagro, que 48
Gn 1,1
Gn 1,2-5
Gn 1,2
Gn 2,2
Gn 3,6 Gn 3,15 Ap 12
Gn 3,20 Jn 16,11. 32-33
Mt 15,22-28 # 3b
JUAN 2,9-11
vadlo al maestresala». Ellos lo llevaron. 9 Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde era (los sirvientes, los que habían sacado el agua, sí que lo sabían), llama el maestresala al novio 10 y le dice: «Todos
sirven primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora». 11 Tal comienzo de los signos hizo Jesús, en Caná de Galilea, y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos.
muestra a los presentes algo de su misión, y con frecuencia manifiesta al lector cristiano algo más sobre Jesús y sobre la Iglesia que continúa su misión. Los profetas habían predicho una abundancia de vino en los días mesiánicos. Y la abundancia de vino en Caná (seis tinajas, cada una de las cuales contiene un poco menos de ochenta litros) hace pensar en estas profecías e indica la naturaleza mesiánica de la misión de Jesús. Dentro de este marco mesiánico, el vino representa la sabiduría y la enseñanza de Jesús. Otra lección relativa al ministerio de Jesús es que él reemplaza las purificaciones judías (v. 6) por una realidad mejor.
11
En el contexto de la vida eclesial de los primeros cristianos, se pensaría en el vino de la eucaristía, sobre todo si tenemos presente que Juan nos dice que la transformación del agua en vino tuvo lugar antes de Pascua (v. 13), precisamente en el mismo intervalo temporal en que Jesús transformaría el vino en su sangre eucarística, dos años más tarde. (Es interesante notar también que junto a la cruz aparecen unidos los dos motivos: María y la sangre que sale del costado de Jesús [¿la eucaristía?]). «No tienen vino» puede ser un comentario joánico a la esterilidad del judaísmo, así como la observación «Haced lo que él os diga» tiene un significado en la iniciación del discípulo ideal. Y nosotros observamos que el resultado del primer signo, realizado gracias a la intervención de María, es la fe de los discípulos, la maduración de su vocación. 49
Am 9,13-14 Gn 27,27-28; 49,10-12
Pr 9,4-5
Juan 19,25.34
JUAN 2,12-16 12 Después
bajó a Cafarnaún con su madre y sus hermanos y sus discípulos, pero no se quedaron allí muchos días.
Templo a los vendedores de bueyes, ove jas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. 15 Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas; 16 y dijo a los que vendían palo-
La purificación del Templo. 13 Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. 14 Y encontró en el
Sección 2. La sustitución de las instituciones judías; la reacción de Jesús (2,13–4,54) La purificación del Templo: 2,13-22 En el esquema joánico, que entrelaza unidades independientes, Caná es el último de los (¿siete?) días y cierra la primera sección, pero es también el primero de los (¿siete?) signos que caracterizan la vida pública de Jesús (4,4: el hijo del funcionario; capítulo 5: el paralítico; capítulo 6: la multiplicación de los panes y la marcha sobre las aguas; capítulo 9: el ciego de nacimiento; capítulo 11: Lázaro). Es también el primer caso de la sustitución de las instituciones judías. 13
14
15-16
El escenario cambia. Jesús se dirige a la capital para celebrar la primera de las tres pascuas que Juan menciona (los sinópticos enmarcan la vida pública dentro de un solo año y hablan de una sola Pascua). En el atrio exterior del Templo encuentra Jesús un mercado, donde los visitantes pueden comprar los animales necesarios para el sacrificio y cambiar su dinero por medios siclos de Tiro (monedas válidas desde el punto de vista religioso). En su ataque contra este comercio, Jesús no se limita a eliminar un abuso; los animales y las monedas eran absolutamente necesarios para el culto del Templo. Con este gesto de purificación, Jesús ataca al Tem50
Jn 6,4; 12,1
JUAN 2,17-20
mas: «Quitad esto de aquí. No hagáis de la casa de mi Padre una casa de mercado». 17 Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: «El celo por tu casa me devorará». 18 Los judíos entonces
replicaron diciéndole: «Qué signo nos muestras para obrar así?». 19 Jesús les respondió: «Destruid este santuario y en tres días lo levantaré». 20 Los judíos le contestaron: «Cuarenta y seis años se ha
plo mismo. Él ha sustituido ya las prácticas de purificación judías en Caná. Ahora muestra cómo el centro mismo del culto judío pierde todo significado ante él. La gloriosa presencia de Dios, circunscrita en otro tiempo al Templo, se ha convertido en carne en Jesús. En el versículo 17 se cita el Salmo 69,10.
19
20
Las autoridades del Templo («los judíos») debieron comprender sus palabras: «Si vosotros destruís este templo, en tres días lo levantaré yo». Jeremías les había dicho que lo que destruiría el valor del Templo a los ojos de Dios sería la impureza. Otros pasajes del Antiguo Testamento les habían anunciado que, con la venida del Mesías, aparecería sobre la tierra un templo ideal, en el que no se toleraría ningún comercio y en el que serían acogidas todas las naciones. Si «los judíos» habían destruido el Templo profanándolo ante Dios, al cabo de poco tiempo Jesús iba a levantar el templo mesiánico. «Los judíos» entienden su reivindicación sólo en el nivel material: ¿será posible volver a edificar en un tiempo tan bre ve su magnífico edificio, en cuya construcción se invirtieron cuarenta y seis años (del 20-19 a.C. al 28 d.C.)? En Marcos/ Mateo, durante el proceso contra Jesús, los falsos testigos le acusan de haber declarado: «Yo puedo destruir / destruiré este Templo». La comunidad cristiana usó las palabras de Jesús en diferentes contextos, para expresar las enseñanzas de la fe. Como señala Marcos, el templo del que hablaba 51
Mt 12,6; 27,51
1 R 9,1-3; Jn 1,14
Jr 7,11-14 Tb 14,5-7 Za 14,20-21
Is 56,7
#1 Mt 26,61 # 3b
Mc 14,58
JUAN 2,21-25
tardado en construir este santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». 21 Pero él hablaba del santuario de su cuerpo. 22 Cuando fue levantado, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús.
21
22
23 Mientras
estuvo en Jerusalén, por la fiesta de la Pascua, muchos empezaron a creer en su nombre al ver los signos que realizaba. 24 Pero Jesús no se confiaba a ellos porque los conocía a todos 25 y no tenía necesidad de que se le diera testimonio acerca de los hombres, pues él conocía lo que hay en el hombre.
Jesús no está hecho por manos humanas: es la Iglesia formada por los creyentes, dice Pablo. Pero Juan entrevé otro mensaje: el templo es el cuerpo de Jesús que, como podrán ver los discípulos después de la resurrección, será alzado en tres días (Juan utiliza deliberadamente «alzado/levantado», en vez de «construido», como los sinópticos). Estas dos interpretaciones cristianas de las palabras de Jesús están en perfecta armonía, ya que la Iglesia es el cuerpo de Cristo. Los sinópticos sitúan la purificación del Templo en la última semana de la vida de Cristo (Mateo, el domingo de ramos; Marcos, el lunes), su única Pascua. Es posible que Juan nos ofrezca una cronología más exacta. Por otro lado, también es posible que el cuarto evangelista quisiera unir la escena del Templo con la actividad del Bautista, que introduce a Jesús, mostrando de este modo el cumplimiento de la profecía de Ml 3,1.
Transición: 2,23-25
24
Al ver los milagros de Jesús, algunos lo aceptan, pero no del todo. Observan sólo el aspecto maravilloso del signo, sin intuir su significado escondido. Y Jesús, cuya mirada penetra en lo profundo de las personas (Juan subraya continua52
1 Co 3,16
2 Co 6,16; Ef 2,19-22 Ap 21,22 Col 1,24 Mt 21,10-17 Mc 11,15-19
# 8b
JUAN 3,1-3
Nicodemo. 1 Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, magistrado judío. 2 Fue éste a Jesús de noche y le dijo: «Rabbí, sabemos que has
venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar los signos que tú realizas si Dios no está con él». 3 Jesús le respondió: «En verdad, en verdad te digo:
3
mente cómo Jesús conserva siempre el control total de sí mismo), no está satisfecho. Puede ser que la mención de los signos realizados en Jerusalén (de los que no sabemos nada) pretenda incluir la purificación del Templo, o bien podría tratarse de una vaga generalización, que pretendería proporcionar un marco para el carácter inadecuado de la creencia de Nicodemo (cf. 21,25).
Nicodemo: 3,1-21
3
La antigua literatura judía afirma que Dios ponía de manifiesto que aprobaba las enseñanzas de aquellos rabinos que realizaban milagros gracias a él. Para Nicodemo, un miembro del sanedrín (el organismo de gobierno), un «magistrado», las maravillas realizadas por Jesús tienen exactamente ese sentido. Por eso acude a Jesús, de noche (en Juan, la oscuridad es símbolo del mal y de la ignorancia), y lo saluda como a un gran maestro. Ya los primeros discípulos habían reconocido en Jesús a un maestro, pero pronto profundizaron en el conocimiento del Señor, como muestran los sucesivos títulos atribuidos a Jesús en el primer capítulo del cuarto Evangelio. También aquí Jesús mostrará a Nicodemo que él es «un maestro venido de Dios» de un modo inesperado para Nicodemo: de hecho, ha venido de Dios. Jesús empieza afirmando que, dado que Dios está en lo alto, el único modo en que se puede entrar en su reino es el de nacer, o ser engendrados, de lo alto. Todo el discurso subra53
Jn 13,30 Jn 1,38
#2
JUAN 3,4-8
el que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios». 4 Dícele Nicodemo: «¿Cómo puede uno nacer siendo ya vie jo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?». 5 Respondió Jesús: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no
puede entrar en el Reino de Dios. 6 Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu. 7 No te asombres de que te haya dicho: Tenéis que nacer de lo alto. 8 El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que
yará que todo lo que se encuentra en el nivel de la naturaleza, de la carne, no puede alcanzar el nivel divino sin ser elevado. Y esta elevación es realizada por Dios, que ha descendido del cielo hasta los seres humanos y después sube de nuevo al cielo, llevando consigo a la humanidad –lo cual compendia toda la teología joánica de la encarnación, la muerte redentora, la resurrección y la ascensión.
4
5
7-8
La palabra clave del discurso se encuentra en el versículo -then». El término griego an o -then tiene 3: «El que no nazca an o el doble significado de «de lo alto» y «de nuevo». Nicodemo, pensando en un plano puramente humano, lo entiende en el sentido de «por segunda vez», lo cual lleva a una imposibilidad. En el esfuerzo por explicarse, Jesús habla de nacer o ser engendrados del agua y del espíritu. Nicodemo debería haber comprendido esto, pues sabe que el espíritu o el aliento dado por Dios es responsable de la vida natural, y que al llegar los tiempos mesiánicos Dios iba a rociar agua pura sobre el pueblo y a darle un espíritu nuevo, es decir, una nueva forma de vida. (El lector cristiano tendrá la posibilidad de entender este pasaje en términos más amplios y profundos, y de interpretarlo a la luz del bautismo y del Espíritu Santo). Como Nicodemo sigue sin comprender, Jesús pone un ejemplo. Creemos en la acción del viento, aunque no comprendamos el modo en que actúa. Lo mismo debe hacer Nicodemo en el 54
# 3a #1
DBS 1615
Gn 2,7; Jb 34,14 Ez 36,25-26; Jn 1,31
# 3b; Jn 7,38-39
JUAN 3,9-15
nace del Espíritu». 9 Respondió Nicodemo: «¿Cómo puede ser eso?». 10 Jesús le respondió: «Tú eres maestro en Israel y ¿no sabes estas cosas? 11 En verdad, en verdad te digo: nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero vosotros no aceptáis nuestro testimonio. 12 Si al deciros
cosas de la tierra, no creéis, ¿cómo vais a creer si os digo cosas del cielo? 13 Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. 14 Y como Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, 15 para que todo el que crea tenga en él la vida eterna.
caso del espíritu (en hebreo, al igual que en griego, una misma palabra significa «viento» y «espíritu»). 9-10
11
12
13-14
Las preguntas de Nicodemo muestran que aún no comprende y entonces Jesús le recuerda que él, Nicodemo, es considerado maestro, no discípulo. En efecto, se había presentado como representante de los «judíos», diciendo: « Nosotros sabemos» (v. 2: este «nosotros» ¿alude quizá a los miembros del sanedrín?). Ahora tiene que prestar atención mientras Jesús habla en nombre de los cristianos: « Nosotros hablamos de lo que sabemos»; pero «los judíos», representados por Nicodemo, no aceptan este testimonio. No obstante, si Nicodemo quiere realmente comprender, Jesús está dispuesto a continuar las explicaciones. Aunque, francamente, dado que no alcanza a comprender las cosas que debería haber conocido («terrenas»), ¿cómo podrá entender el discurso sobre la subida de Jesús al cielo? Éste es el primero de los tres dichos joánicos sobre él «el Hijo del hombre que tiene que ser elevado», comparable a los tres dichos marcanos sobre la pasión del Hijo del hombre. Este verbo, «elevar», asume en ellos un doble significado: Jesús será elevado sobre la cruz y será elevado también al cielo. En el retorno de Jesús al Padre, la cruz es el primer peldaño en la escalera de esa subida. Sólo cuando Jesús sea elevado, se podrá dar el Espíritu del que ha hablado a Nicodemo. (La serpiente elevada por Moisés en el desierto es un ejemplo de la salvación que viene a través de la elevación en una cruz). 55
# 3a
Jn 12,42
Mc 8,31; 9,31; 10,33 # 3a
Jn 7,39 Nm 21,9 Sb 16,5-7
JUAN 3,16-21 16 Porque
tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. 17 Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. 18 El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo 16
17 18
19-21
unigénito de Dios. 19 Y el juicio está en que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. 20 Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. 21 Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios».
En este momento, el diálogo se ha convertido en un monólogo (parece que Nicodemo desaparece en la noche de la que había venido), en el que se desarrolla el significado de la encarnación. Dios dio (en la encarnación, y tal vez también en la muerte) a su propio Hijo, para que nosotros tengamos la vida. Por eso, la misión de Jesús no es de condenación (la misma palabra griega significa «condena» y «juicio»), sino de salvación. No obstante, la presencia misma de Jesús constituye un juicio –escatología realizada. El mal es tiniebla. Con Jesús, la luz vino a las tinieblas. Pero la oscuridad no la acogió, y este rechazo constituye un juicio (también la teología nos informa de que, al condenar al infierno, Dios no hace más que aceptar la disposición de la voluntad humana en el momento de la muerte; quien se ha alejado de Dios es abandonado por él a su propio destino). En esta imagen de un mundo dividido entre luz y tinieblas hay paralelos interesantes entre los manuscritos del Mar Muerto y el cuarto Evangelio. Como conclusión de esta sección deberíamos observar cómo Jesús, al subrayar la necesidad del nuevo nacimiento espiritual, negó la importancia del nacimiento natural para entrar a formar parte del pueblo elegido; otro pilar del judaísmo que ha sido reemplazado. 56
#6
Rom 8,32; Gal 2,20 # 3a
#5
Jn 1,5
1 QS 3, 18-21; 4,23-24
JUAN 3,22-29
Último testimonio del Bautista. 22 Después de esto, se fue Jesús con sus discípulos al país de Judea; y allí se estaba con ellos y bautizaba. 23 Juan también estaba bautizando en Ainón, cerca de Salín, porque había allí mucha agua, y la gente acudía y se bautizaba. 24 Pues todavía Juan no había sido metido en la cárcel. 25 Se suscitó una discusión entre los discípulos de Juan y un judío acerca de la purificación. 26 Fueron, pues, a
Juan y le dijeron: «Rabbí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, aquel de quien diste testimonio, mira, está bautizando y todos se van a él». 27 Juan respondió: «Nadie puede recibir nada si no se le ha dado del cielo. 28 «Vosotros mismos me sois testigos de que dije: “Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él”. 29 El que tiene a la no via es el novio; pero el amigo del novio, el que asiste y le oye, se alegra mucho con la voz
El último testimonio del Bautista: 3,22-30
23
24
25-26
27-30
Con una breve expresión, que sirve de transición de una unidad a otra, el relato presenta de nuevo a Juan el Bautista. No hay una secuencia lógica entre los versículos 21 y 22. Jerusalén está en Judea, de modo que es difícil comprender cómo se puede decir que Jesús dejó Jerusalén para retirarse a la región de Judea. Ainón, cerca de Salín, no ha sido identificada aún con certeza. Se encontraba en el valle superior del Jordán o bien, más probablemente, en Samaría, cerca de Siquem. La indicación del tiempo es interesante, porque sitúa todo el ministerio de Jesús en los capítulos 1-4 antes del arresto del Bautista. Los sinópticos conocen sólo la actividad ministerial de Jesús realizada después de este hecho. El éxito de Jesús desconcierta a los seguidores del precursor y las quejas de éstos ofrecen al Bautista la última ocasión para dar testimonio de Jesús. Y el Bautista da testimonio de Jesús recurriendo al famoso símbolo veterotestamentario de Israel como esposa de Dios. El verdadero Israel fue prometido solemnemente a Dios y ahora Jesús llega para reivindicar a su esposa. En las bodas judías, el novio acudía con sus amigos a la casa de la 57
Mc 1,14
Mt 11,2-3
Ex 34,14 Os 2,19; Is 54,6 2 Cor 11,2
JUAN 3,30–4,1
del novio. Ésta es, pues, mi alegría, que ha alcanzado su plenitud. 30 Es preciso que él crezca y que yo disminuya». El que viene del cielo. 31 El que viene de arriba está por encima de todos: el que es de la tierra, es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo 32 da testimonio de lo que ha visto y oído, y su testimonio nadie lo acepta. 33 El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz.
34 Porque
aquel a quien Dios ha enviado habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. 35 El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano. 36 El que cree en el Hijo tiene vida eterna; el que resiste al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él.
4
1 Cuando
Jesús se enteró de que ha bía llegado a oídos de los fariseos que él hacía más discípulos y bautizaba más
novia para llevarla consigo a su casa. Mientras tanto, su mejor amigo había estado haciendo guardia en casa de la novia, para que nadie entrara antes de la llegada del futuro marido. Como amigo de Jesús, el Bautista escucha que el novio llega para reclamar a Israel como esposa suya y se alegra porque puede pasar a un segundo plano.
Ecos de la conversación con Nicodemo: 3,31-36 Este discurso parece un duplicado de la conversación de Jesús con Nicodemo en la primera parte del capítulo, y casi cada uno de los versículos tiene allí su equivalente. Hay que interpretar, por tanto, estos versículos a la luz del problema tratado en la conversación con Nicodemo; se asemejan a la revelación de Jesús, aun cuando en el contexto parecen palabras del Bautista.
Regreso a Galilea: 4,1-4 La referencia a la actividad bautizadora de Jesús proporciona el motivo para que Jesús regrese de Judea a Galilea, a tra58
Ap 19,7; 21,2
#7
vv. 31 = 6. 13 32 = 11 33-36 = 15-18
JUAN 4,2-5
La Samaritana. 4 Tenía que pasar por Samaría. 5 Llega, pues, a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca de la
que Juan 2 –aunque no era Jesús mismo el que bautizaba, sino sus discípulos–, 3 abandonó Judea y volvió a Galilea.
2
vés de Samaría. La observación parentética, de carácter redaccional, según la cual Jesús mismo no bautizaba, parece destinada a esclarecer (o corregir) 3,22 y 4,1. Tal vez el redactor joánico pensó que el bautismo administrado por los discípulos de Jesús no era el bautismo en el Espíritu Santo (ya que el Espíritu Santo iba a ser dado sólo después de que Jesús hubiera vuelto al Padre), sino una continuación de la actividad del Bautista.
Jn 7,39; Hch 1,5
Conversación con la Samaritana: 4,4-42 La ciudad samaritana es probablemente Siquem (escrita erróneamente «Sichar»; la versión siríaca tiene «Shechem»), una famosa localidad veterotestamentaria ligada a los relatos de Jacob. Por tradición, los samaritanos eran descendientes de los matrimonios mixtos entre los israelitas del reino del Norte y los colonos paganos que los conquistadores asirios habían asentado en la región. Su religión era fundamentalmente mosaica, pero con mezclas paganas. Aceptaban sólo los cinco primeros libros del Antiguo Testamento y rechazaban a los profetas y la insistencia de éstos en el Templo de Jerusalén. Esto causó una gran hostilidad entre ellos y los judíos y, hacia el año 100 a.C., el sumo sacerdote judío destruyó el templo samaritano sobre el monte Garizín. Los sinópticos no transmiten ninguna información sobre un ministerio realizado por Jesús entre los samaritanos. Pero sabemos que la Iglesia primitiva evangelizó muy pronto Samaría. 59
Gn 33,18ss
2R 17,24-34
Ne 4,lss; Si 50,25-26
Mt 10,5; Lc 9,51-56 Hch 1,8; 8,1-25
JUAN 4,6-14
heredad que Jacob dio a su hijo José. 6 Allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, como se había fatigado del camino, estaba sentado junto al pozo. Era alrededor de la hora sexta. 7 Llega una mujer de Samaría a sa car agua. Jesús le dice: «Dame de beber». 8 Pues sus discípulos se habían ido a la ciudad a comprar comida. Le dice la mujer samaritana: 9 «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?». (Porque los judíos no se tratan con los samaritanos). 6-8
10
11
12 13-14
10 Jesús
le respondió: «Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: “Dame de beber”, tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva». 11 Le dice la mujer: «Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes esa agua viva? 12 ¿Acaso eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?». 13 Jesús le respondió: «Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed; 14 pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed
Teniendo presente este trasfondo, no es difícil imaginar el estupor de la mujer samaritana frente a este judío que le pide un favor. La conversación siguiente está planteada según el típico esquema didáctico joánico del malentendido. El agua «viva», o agua corriente, el agua de las fuentes, es muy preciosa en Palestina, donde, por lo demás, durante los largos meses sin lluvia se depende necesariamente de los aljibes que han recogido las anteriores lluvias invernales. En la literatura, esta agua preciosa se convirtió en símbolo de la sabiduría y la enseñanza divinas. La Samaritana entiende la expresión sólo en el sentido del agua natural, mientras que Jesús se refiere a la divina revelación que él trae y al Espíritu Santo, que será dado como agua viva a cuantos aceptan tal revelación. Es probable que la comunidad cristiana entendiera todo esto en un contexto sacramental, es decir, en referencia al agua del bautismo, que abre el acceso a la enseñanza de Jesús y confiere el Espíritu Santo. La mujer pregunta cómo Jesús puede ser mayor que Jacob, que encontró este pozo. La respuesta de Jesús nos 60
#1
Is 55,1-3 Sal 36,9 Jr 2,13
Jn 7,38-39
# 3b
#2
JUAN 4,15-24
jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna». 15 Le dice la mujer: «Señor, dame de esa agua, para que no tenga más sed y no tenga que venir aquí a sacarla». 16 Él le dice: «Vete, llama a tu marido y vuelve acá». 17 Respondió la mujer: «No tengo marido». Jesús le dice: «Bien has dicho que no tienes marido, 18 porque has tenido cinco maridos y el que ahora tienes no es marido tuyo; en eso has dicho la verdad». 19 Le dice la mujer: «Señor, veo que eres un profeta. 20 Nues-
15 16-18
19-20
21-22
23
24
tros padres adoraron en este monte y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar». 21 Jesús le dice: «Créeme, mujer, que llega la hora en que, ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre. 22 Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. 23 Pero llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. 24 Dios es espíritu, y los que adoran, deben adorar
ofrece una magnífica descripción del bautismo: «Una fuente de agua que brota para vida eterna». A la mujer, que sigue interpretando equivocadamente sus palabras, Jesús le da un signo: le hace comprender que conoce, de manera sobrehumana, su pasado. Impresionada, la mujer reconoce en él a un profeta (como el legislador Moisés) y le hace una pregunta sobre el lugar de culto legítimo. Si, por un lado, Jesús defiende la pureza de la tradición judía como contrapuesta a la de los herejes samaritanos (excepcionalmente, el término «judíos» no es usado aquí en un sentido despectivo; Jesús está hablando con una extranjera), por otro ofrece a ambos grupos nacionales un lugar en el culto del nuevo Israel, un culto que ya no depende de sitios concretos, sino que proviene del Espíritu de la Verdad («espíritu» y «verdad» forman una endíadis), que él conferirá. Dios concede el Espíritu. (Encontramos tres grandes identificaciones en el Evangelio de Juan y en la Primera carta de Juan: «Dios es espíritu», «Dios es luz», «Dios es amor». No son definiciones de la esen61
Jn 1,48-50 Cf. 1,21
1 Jn 1,5; 4,8
JUAN 4,25-36
en espíritu y verdad». 25 Le dice la mujer: «Sé que va a venir el Mesías, el llamado Cristo. Cuando venga, nos lo desvelará todo». 26 Jesús le dice: «Yo soy, el que está hablando contigo». 27 En esto llegaron sus discípulos y se sorprendían de que hablara con una mujer. Pero nadie le dijo: «¿Qué quieres?», o «¿Qué hablas con ella?». 28 La mujer, dejando su cántaro, corrió a la ciudad y dijo a la gente: 29 «Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será el Cristo?». 30 Salieron de la ciudad e iban hacia él. 31 Entre-
tanto, los discípulos le insistían diciendo: «Rabbí, come». 32 Pero él les dijo: «Yo tengo para comer un alimento que vosotros no sabéis». 33 Los discípulos se decían unos a otros: «¿Le habrá traído alguien de comer?». 34 Les dice Jesús: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra. 35 ¿No decís vosotros: “Cuatro meses más y llega la siega”? Pues bien, yo os digo: Alzad vuestros ojos y ved los campos, que blanquean ya para la siega. Ya 36 el segador recibe el salario, y recoge fruto para vida eterna, de modo que el
cia de Dios, sino que se refieren a la relación que instaura con su pueblo. Concede el Espíritu a los suyos; los ama; les da a su Hijo, que es la luz del pueblo). Y el Espíritu les capacita para dar culto al Padre. 25-26 28-30
41-42
27, 31 35-36
Jn 14,16-17; 3,16; 1,4
Esta afirmación lleva a la mujer a comprender, finalmente, que el Mesías es el hombre que se encuentra frente a ella. La Samaritana deja el cántaro –que ya no sirve para este tipo de agua viva– y corre para llevar a otros hasta Jesús. Ante la reacción de muchos de sus correligionarios, que creen en Jesús, ella descubre, como el Bautista, que disminuye cuando Jesús crece (versículos 41-42). Evangelizando a sus conciudadanos, ella llega a una fe plena. Mientras tanto, los discípulos regresan de la compra y ofrecen comida al maestro. Pero el alimento de Jesús es de otro género: consiste en realizar la obra del Padre, es decir, la salvación. Él ha comido ya, porque ve cómo llega la salvación para los samaritanos. Al mirar a la fértil llanura que se extiende en torno a Siquem, con la mies ya madura para la siega, Jesús cita 62
Is 55,1-3 Si 24,18 Jn 17,2-4 Hb 10,7
JUAN 4,37-44
sembrador se alegra igual que el segador. 37 Porque en esto resulta verdadero el refrán de que uno es el sembrador y otro el segador: 38 yo os he enviado a segar donde vosotros no os habéis fatigado. Otros se fatigaron y vosotros os aprovecháis de su fatiga». 39 Muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por las palabras de la mujer que atestiguaba: «Me ha dicho todo lo que he hecho». 40 Cuando llega-
37-38
ron a él los samaritanos, le rogaron que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. 41 Y fueron muchos más los que creyeron por sus palabras, 42 y decían a la mujer: «Ya no creemos por tus palabras; que nosotros mismos hemos oído y sabemos que éste es verdaderamente el Salvador del mundo». Retorno a Galilea. 43 Pasados los dos días, partió de allí para Galilea. 44 Pues Jesús mismo había afirmado que un
un proverbio. (Si «siega» es una indicación temporal, podría tratarse del mes de mayo o junio, después de la Pascua de marzo-abril, de la que se ha hablado en 2,23). En un nivel natural, dice el proverbio, transcurren cuatro meses entre la siembra y la cosecha; pero en el nivel sobrenatural, la fe madura pronto y se alegran juntos el sembrador y el segador. También los discípulos tienen que aprender a recoger la mies de los creyentes, aun cuando no fueron ellos quienes echaron la semilla. En el libro de los Hechos de los Apóstoles 8,4-25 el helenista Felipe evangeliza Samaría y, después, los apóstoles de Jerusalén mandan a Pedro y Juan a confirmar la conversión.
Jesús sana al hijo de un funcionario real: 4,43-54
44
Después de dos días, Jesús acude de nuevo a Caná de Galilea. (¿Será una coincidencia que los dos milagros de Caná sucedan el tercer día y que en ambos se ponga a prueba la fe de quien pide el gesto milagroso?). La referencia al profeta que no es honrado en Galilea (¿«en su patria»?) constituye un eco de la tradición sinóptica, según la cual cuando Jesús regresó a Galilea, sus compatriotas no lo acogieron. 63
Jn 2,1
Lc 4,14-30
JUAN 4,45-54
profeta no goza de estima en su patria. 45 Cuando llegó, pues, a Galilea, los galileos le hicieron un buen recibimiento, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta. Segundo signo en Caná. 46 Volvió, pues, a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaún. 47 Cuando se enteró de que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue a él y le rogaba que bajase a curar a su hijo, porque estaba a punto de morir. 48 Entonces Jesús le dijo: «Si no
veis signos y prodigios, no creéis». 49 Le dice el funcionario: «Señor, baja antes que se muera mi hijo». 50 Jesús le dice: «Vete, que tu hijo vive». Creyó el hombre en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. 51 Cuando bajaba, le salieron al encuentro sus siervos, y le dijeron que su hijo vivía. 52 Él les preguntó entonces la hora en que se había sentido mejor. Ellos le dijeron: «Ayer a la hora séptima le dejó la fiebre». 53 El padre comprobó que era la misma hora en que le había dicho Jesús: «Tu hijo vive», y creyó él y toda su familia. 54 Tal fue, de nuevo, el segundo signo que hizo Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.
El relato del hijo del funcionario real es, probablemente, una tercera variante de la historia del siervo (o hijo), del centurión, que presenta ya dos formas ligeramente divergentes en Mateo y en Lucas (las diferencias se refieren a detalles no relevantes, que pudieron surgir en la tradición oral). Como el centurión de los sinópticos es un pagano, algunos desearían ver en estas páginas de Juan un desarrollo progresivo, que va de la fe del judío Nicodemo, pasando por la fe de la Samaritana, mitad judía y mitad pagana, hasta la fe del funcionario pagano. Pero Juan no indica que el funcionario sea pagano. El relato se explica por sí mismo, pero hay que notar el acento puesto en la vida (versículos 50, 51 y 53). Jesús había hablado a Nicodemo de un nuevo nacimiento a una nueva vida; a la Samaritana le habla del agua viva que brota para vida eterna; aquí tenemos el punto culminante, en el que da la vida a quien la había perdido.
46-53
64
Mt 8,5-13; Lc 7,1-10 Lc 7,4-5
JUAN 5,1-2
Curación en sábado. 1 Después de esto, hubo una fiesta de los judíos, y
Jesús subió a Jerusalén. 2 Hay en Jerusalén una piscina Probática que se llama
5
Sección 3. La sustitución de las fiestas de «los judíos» (5,1–10,42) La segunda sección comienza después del primer milagro de Caná y termina con el segundo milagro, de nuevo en Caná. Jesús ha mostrado que su misión es sustituir las purificaciones judías y el Templo. Ahora sustituye las grandes fiestas, una tras otra. Notamos también la continuación del tema de la «vida», que alcanza un punto culminante en el discurso sobre el pan de la vida, en el capítulo 6.
#4
En la piscina de Betesda: 5,1-9 No está claro a qué fiesta se alude en 5,1. Algunos piensan en Pentecostés (cincuenta días después de Pascua), la fiesta de la cosecha de primavera. En un momento tardío de la historia de Israel (¿en el periodo que nos ocupa?), Pentecostés se convirtió en una fiesta de la renovación de la alianza estipulada en el Sinaí, ya que Moisés había llegado al monte santo unos cincuenta días después de la Pascua celebrada en Egipto. Las referencias a Jesús juez (versículos 22 y 30) y al testimonio dado por Moisés sobre Jesús (versículos 46-47) serían, en ese caso, un eco de la ley dada en el Sinaí y de los motivos del pacto asociados a la fiesta de Pentecostés. Por otro lado, Juan subraya aquí sólo la fiesta sabática y, por tanto, limitamos a ella nuestras observaciones. 2
Recientes hallazgos arqueológicos han arrojado luz sobre el escenario de Betesda, pues se ha descubierto una amplia piscina que no está lejos del portón a través del cual pasaban las ovejas conducidas al Templo. Los manuscritos del Evan65
Cf. Jn 4,35; Lv 23,15-22 Ex 19,1
JUAN 5,3-11
en hebreo Betzatá, que tiene cinco pórticos. 3 En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, esperando la agitación del agua. 4 Porque el ángel del Señor se lavaba de tiempo en tiempo en la piscina y agitaba el agua; y el primero que se metía después de la agitación del agua, recobraba la salud de cualquier mal que tuviera. 5 Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. 6 Jesús, viéndole tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiem-
3-4
5-8
po, le dice: «¿Quieres recobrar la sa lud?». 7 Le respondió el enfermo: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua; y mientras yo voy, otro baja antes que yo». 8 Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y anda». 9 Y al instante el hombre recobró la salud, tomó su camilla y se puso a andar. Pero era sábado aquel día. 10 Por eso los judíos decían al que había sido curado: «Es sábado y no te está permitido lle var la camilla». 11 Él les respondió: «El
gelio de Juan presentan formas diferentes del nombre de la piscina: Betsaida, Betzatá, Betesda. El último es el más próximo al nombre de esta piscina que constaba de dos estanques, conocido ahora gracias al Rollo de cobre de Qumrán: Bet ’Eshdâ, «casa de la corriente». Evidentemente, había una tradición según la cual, en el momento en que el agua borbotaba en la piscina, adquiría una particular eficacia terapéutica. (Los versículos 3b-4, sobre el ángel que bajaba para mover las aguas, están ausentes en los mejores manuscritos y refle jan una tradición popular). En la forma de curación narrada aquí no se requiere la fe como prerrequisito. Este milagro tiene otro objetivo: exaltar la obra de Jesús.
El problema de las observancias sabáticas: 5,10-18
17
Una de las normas posteriores formuladas por los rabinos prohibía transportar personas sobre una camilla en sábado. Al ordenar al hombre que tome su lecho, Jesús proporciona a las autoridades («los judíos») un motivo para que le pregunten por qué realiza en sábado un trabajo prohibido. Jesús no 66
JUAN 5,12-20
que me ha devuelto la salud me ha dicho: Toma tu camilla y anda». 12 Ellos le preguntaron: «¿Quién es el hombre que te ha dicho: “Tómala y anda”?». 13 Pero el curado no sabía quién era, pues Jesús había desaparecido porque había mucha gente en aquel lugar. 14 Más tarde, Jesús lo encuentra en el Templo y le dice: «Mira, has recobrado la salud; no peques más, para que no te suceda algo peor». 15 El hombre se fue a decir a los judíos que era Jesús el que le había devuelto la salud. 16 Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sába-
do. 17 Pero Jesús les replicó: «Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo también traba jo». 18 Por eso los judíos trataban con mayor empeño de matarle, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose a sí mismo igual a Dios.
La obra del Hijo. 19 Jesús, pues, tomando la palabra, les decía: «En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre; lo que hace él, eso también lo hace igualmente el Hijo. 20 Porque el Padre quiere al Hijo y le muestra todo lo que
justifica su iniciativa recurriendo a razones humanitarias, como sucede con frecuencia en los sinópticos, sino que afirma que revela su autoridad suprema. A pesar de la afirmación bíblica según la cual Dios descansó de su actividad creadora el sábado, los rabinos de aquella época eran conscientes de que Dios no habría podido interrumpir su actividad de conservación providencial del universo ni siquiera en sábado. De modo que admitieron que Dios seguía trabajando también en sábado, dando la vida, recompensando a los buenos y castigando a los malos. Puede ser que la respuesta de Jesús se refiera a esa creencia. La implicación clara de que Jesús es igual a Dios no convence a «los judíos», los cuales lo acusan de apropiarse del poder mismo de Dios.
La obra de Jesús: 5,19-30 Jesús responde que no se está apropiando de nada, sino que hace únicamente lo que ve hacer al Padre. Y las obras que «los 67
Lc 13,15; 14,5 Mt 12,5-8 Gn 2,3
JUAN 5,21-30
él hace. Y le mostrará obras aún mayores que éstas, para que os asombréis. 21 Porque, como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, así también el Hijo da la vida a los que quiere. 22 Porque el Padre no juzga a nadie; sino que todo juicio lo ha entregado al Hijo, 23 para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo ha enviado. 24 En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida. 25 En verdad, en verdad os digo: llega la hora (ya estamos en ella), en que los muertos oirán oirá n la voz
21-23
24-25
26-30
del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán. 26 Porque, como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en sí mismo, 27 y le ha dado poder para juzgar, porque es Hijo del hombre. 28 No os extrañéis de esto: llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz 29 y saldrán los que hayan hecho el bien para una resurrección de vida, y los que hayan hecho el mal, para una resurrección de juicio. 30 Y Yo o no puedo hacer hace r nada por mi cu cu-enta; juzgo según lo que oigo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha en via en via-do.
judíos» admiten que Dios D ios realiza r ealiza en sábado sá bado –dar vida, juzgar– son aquellas que le ha encomendado el Padre. Sólo la fe en su misión dará la vida espiritual y librará de la muerte del pecado. (Nótese cómo el juicio y el don de la vida son presentados como realidades presentes: nos encontramos frente a otro caso de escatología realizada). Los versículos 26-30 parecen constituir una variante del discurso contenido en los versículos 19-25, con el acento puesto en el juicio futuro y en la vida concedida en el último día (escatología de la parusía). Ambas perspectivas escatológicas pasaron a formar parte de la teología cristiana posterior,, ya que la vida de la gracia que recibimos rior recib imos en esta tierra es el comienzo de la vida que consistirá en la visión beatífica de la que gozaremos en el cielo. 68
#5 #7 vv.. 26 = 21 vv 27 = 22 28 = 20b.25 30 = 19
JUAN 5,31-43
Testimonio de Jesús. 31 Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería válido. 32 Otro es el que da testimonio de mí, y yo sé que es válido el testimonio que da de mí. 33 Vosotros mandasteis enviados a Juan, y él dio testimotestimo nio de la verdad. 34 En cuanto a mí, no es de un hombre del que recibo testimonio; pero digo esto para que vosotros seáis salvos. 35 Él era la lámpara que arde y alumbra y vosotros quisisteis recrearos una hora con su luz. 36 Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado. 37 Y el Padre, que
me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí. Vosotros no habéis oído nunca su voz, ni habéis visto nunca su rostro, 38 ni habita su palabra en vosotros, porque no creéis al que él ha enviado. 39 V Vosotros osotros investigáis las la s Escrituras, ya que creéis tener en ellas vida eterna; ellas son las que dan testimonio de mí; 40 y vosotros no queréis venir a mí para tener vida. Increencia de los oyentes de Jesús. 41 La gloria no la recibo de los hombres. 42 Pero yo os conozco: no tenéis en vosovoso tros el amor de Dios. 43 Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ése le recibiréis. 44 ¿Cómo podéis creer voso-
Testimonios de las reivindicaciones de Jesús: 5,31-47
33-35
36 37
38 39 40-43 44
Jesús ha expuesto sus reivindicaciones. Ahora apela a sus testigos. En primer lugar, lugar, el Bautista. Éste era una lámpara, como Elías, pero no era la luz. Pese al entusiasmo suscitado, «los judíos» siguen reacios a aceptar su testimonio sobre Jesús. En segundo segun do lugar, lugar, las obras mismas de Jesús Je sús dan testimonio de él, como ha admitido adm itido Nicodemo. Nicode mo. En tercer lugar luga r, el Padre también ha dado testimonio, pues preparó el camino para él en el Antiguo Testamento. En el Sinaí, sólo Moisés habló directamente con Dios y el pueblo tuvo que aceptar su palabra. Ahora no quieren aceptar a aquel a quien Dios ha enviado. Por último, las Escrituras dan testimonio de Jesús. (Nótese el tema de la vida). Pero Jesús conoce a los fariseos: ellos no aceptarán estos testimonios. Juan radicaliza aquí la tradición sinóptica contra las autoridades judías: no aman a 69
Si 48,1; Jn 1,8
Jn 3,2; 7,31
Mt 23
JUAN 5,44–6,5
Multiplicación de los panes. 1 Después de esto, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, 2 y mucha gente le seguía porque veían los signos que realiza realizaba ba en los enfermos. 3 Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. 4 Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos. 5 Al levantar Jesús los ojos y ver que que venía venía hacia hacia él much muchaa gente, gente, dice dice
tros, que aceptáis gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que viene del único Dios? 45 No penséis que os voy a acusar yo delante del Padre. Vuestro acusador es Moisés, en quién habéis puesto vuestra esperanza. 46 Porque, si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió de mí. 47 Pero si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?». 45-47
6
Dios, sino que únicamente desean la gloria humana. Como consecuencia, su mismo Moisés les acusará, ya que aquí hay un profeta como Moisés y ellos, contrariamente a lo que éste había ordenado, no le prestan atención.
Dt 18,15
La multiplicación de los panes: 6,1-15 Después de un intervalo de tiempo indefinido, Juan retoma el relato en Galilea, en la primavera siguiente, cuando ya está próxima la segunda Pascua. La multiplicación de los panes y los peces se narra en los cuatro Evangelios fundamentalmente de la misma forma, con variantes menores sobre la localidad y la circunstancia. (El lector debería comparar atentamente las versiones de Marcos y Juan). Lucas y Juan tienen un solo relato de multiplicación. Mateo y Marcos narran dos. Es interesante observar cómo la secuencia de acontecimientos en Juan se asemeja notablemente a la de Marcos (si se prescinde de la segunda multiplicación de Marcos, narrada en Mc 8,1-10):
70
Cf. 2,13
Lc 9,10ss Mc 6,30ss; 8,1-10
JUAN 6.6-13
a Felipe: «¿Dónde nos procuraremos panes pa nes para que coman éstos?». 6 Se lo decía de cía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer. 7 Felipe le contestó: «Doscientos «Doscien tos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco». 8 Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: 9 «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?». 10 Dijo Jesús: «Haced que
se recueste la gente». Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. 11 Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. 12 Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged «Re coged los trozos sobrantes para que nada se pierda». 13 Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos
Multiplicación para 5.000 Jn 6,1-15 Mc 6,30-44 Marcha sobre las aguas 16-24 45-54 (se pasa al momento posterior a la segunda multiplicación según Marcos [Mc 8,1-10]) Petición de un signo 25-34 8,11-13 Discurso sobre el pan 35-38 14-21 Fe de Pedro 59-69 27-30 Tema de la pasión y negacione negacioness 70-71 31-33 5-8
9 11-12
En Juan no hay ninguna enseñanza antes de la multiplicación de los panes. Jesús está sentado sobre la cima de un monte (¿recuerdo del Sinaí?) esperando al pueblo y plantea la pregunta acerca de cómo proporcionarles alimento. La entrada en escena de los nuevos personajes (Felipe y Andrés) es típica de Juan. Sólo Juan menciona a un muchacho (o «siervo») y unos panes de cebada , detalles que recuerdan el milagro de Eliseo. El relato de la multiplicación de los panes en el cuarto Evangelio presenta detalles destinados a recordar al lector cristiano la eucaristía (sobre la cual se trata de nuevo en los -, versículos 51-58). Sólo Juan: (a) utiliza el verbo euchariste o «dar gracias», del que procede «eucaristía»; (b) sólo Juan afir71
Mc 6,34
Jn 1,40. 43-44; 12,22 2R 4,42-44
JUAN 6,14-22
de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. 14 Al ver la gente el signo que había realizado, decía: «Éste es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo». 15 Sabiendo Jesús que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo. Caminando sobre el agua. 16 Al atardecer, bajaron sus discípulos a la orilla del mar, 17 y subiendo a una barca, se dirigían al otro lado del mar, a Cafarnaún. Había ya oscurecido, y Jesús toda vía no había venido a ellos; 18 soplaba
un fuerte viento y el mar comenzó a encresparse. 19 Cuando habían remado unos veinticinco o treinta estadios, ven a Jesús que caminaba sobre el mar y se acercaba a la barca, y tuvieron miedo. 20 Pero él les dijo: «Soy yo. No temáis». 21 Quisieron recogerle en la barca, pero en seguida la barca tocó tierra en el lugar adonde se dirigían. Discurso del pan de vida. 22 Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar vio que allí no había más que una barca y que Jesús no ha bía montado en la barca con sus discí-
ma que Jesús mismo distribuye los panes, como hará en la última cena; (c) sólo Juan refiere que Jesús ordenó a sus discípulos recoger los fragmentos para que no se perdieran (el ver -, de donde procede «sinapbo griego para «recoger» es synag o sis», la primera parte de la misa; la palabra griega para «fragmentos», klasma, aparece en la literatura cristiana primitiva como término técnico para indicar la hostia eucarística. 14-15
En Marcos, Jesús obliga a los discípulos a partir inmediatamente; sólo Juan da la razón, a saber, que la muchedumbre quería hacer rey a Jesús (nótese el modo en que Jesús es tentado en los capítulos 6-7).
Mc 6,41; 14,22
Mc 6,45 Tercera tentación; Mt 4,8-9
Jesús camina sobre las aguas del mar de Galilea: 6,16-24
20
Como en Marcos y en Mateo, los discípulos se encuentran mar adentro, en medio de una tempestad, cuando Jesús se acerca a ellos caminando sobre el agua. Pero el punto central del relato en Juan no es que Jesús calma la tempestad, sino 72
Is 43,10.25; 52,6
JUAN 6,23-31
pulos, sino que los discípulos se habían marchado solos. 23 Pero llegaron barcas de Tiberíades cerca del lugar donde habían comido pan. 24 Cuando la gente vio que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún, en busca de Jesús. 25 Al encontrarle a la orilla del mar, le dijeron: «Rabbí, ¿cuándo has llegado aquí?». 26 Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado. 27 Obrad, no por el ali-
mento perecedero, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello». 28 Ellos le dijeron: «¿Qué hemos de hacer para obrar las obras de Dios?». 29 Jesús les respondió: «La obra de Dios es que creáis en quien él ha enviado». 30 Ellos entonces le di jeron: «¿Qué signo haces para que viéndolo creamos en ti? ¿Qué obra realizas? 31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: “Pan del cielo les dio a comer”».
su afirmación de majestad: «No tengáis miedo. ¡YO SOY!». Este «Yo soy» puede ser considerado como una forma del nombre divino revelado a Moisés en el Sinaí, antes de la primera Pascua. (Algunos estudiosos ven incluso el tema de la travesía del mar Rojo en la marcha sobre las aguas).
Ex 3,14
Ex 14
La petición de un signo: 6,25-34 25
27-30
31
La muchedumbre sigue a Jesús hasta Cafarnaum y le pregunta: «¿Cómo has venido aquí?». Con un juego de palabras joánico, Jesús responde que ha venido del cielo. (Nótese cómo la conversación que sigue se parece mucho a la del vv. 27 = 4,13 = 4,12 capítulo 4). Como siempre, las aspiraciones de la muche- 30-31 33 = 4,14 dumbre se encuentran en un nivel material: ven el elemento 34 = 4,15 milagroso del signo, pero no su significado. Jesús trata de elevarlos por encima de la perspectiva material, pero se encuentra frente a una persistente incapacidad de comprender. «Los judíos» mismos introducen el tema pascual del #1 73
JUAN 6,32-36 32 Jesús
les respondió: «En verdad, en verdad os digo: No fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo; 33 porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo». 32-33
34 Entonces le
dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan». 35 Les dijo Jesús: «Yo soy el pan de vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed. 36 Pero ya os lo he dicho:
maná del éxodo. (Según la literatura rabínica, el Mesías tenía que repetir el milagro del maná). Pero los galileos no reconocen que el maná mesiánico es la palabra de Dios, la enseñanza y la sabiduría divinas (Dt 8,3; Pr 9,2-5). No se trata del pan del desierto, dado por Moisés, sino de Jesús, el pan dado ahora por el Padre.
Primera tentación; Mt 4,3-4 Ex 16; Sb 16,20
Discurso sobre el pan de vida: 6,35-58 Como respuesta a la petición de pan por parte de la multitud, Jesús empieza su gran discurso sobre el pan de vida, que consta de dos partes. En la primera (versículos 25-50), el pan celeste que nutre es la revelación o la enseñanza de Jesús (tema sapiencial); en la segunda (versículos 51-58) es la eucaristía (tema sacramental). El padre Lagrange, gran exegeta, sostenía que los versículos 51-58, con su sublime teología sacramental, no habrían podido ser comprendidos por un círculo de oyentes galileos no preparados si hubieran sido pronunciados históricamente en aquella ocasión. Si el tema sapiencial era el primero del discurso de reflexión, con el fin de proponer el significado sacramental más profundo del pan celeste (comprensible sólo después de la institución de la eucaristía), el redactor joánico combinó el pan del cielo con las expresiones de carácter eucarístico tomadas de la última cena, formando así la segunda parte del discurso como elemento paralelo a la primera. Esto explica en cierto sentido la 74
# 3b
JUAN 6,37-42
“Me habéis visto y no creéis”. 37 Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera; 38 porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. 39 Y ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día. 40 Porque
ésta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día». 41 Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: «Yo soy el pan que ha bajado del cielo». 42 Y decían: «¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir
omisión, por parte del Evangelio de Juan, del relato de la institución de la eucaristía. Sus contenidos esenciales han sido desplazados a este lugar. Los dos temas, el sapiencial y el sacramental son complementarios: la palabra proclamada y la Palabra en el sacramento constituyeron, desde siempre, el contenido fundamental de la liturgia cristiana.
#7
# 8a
El tema sapiencial: 6,35-50
37-39
40
41 42
A diferencia de la sabiduría veterotestamentaria, la enseñanza de Jesús alimenta al ser humano para siempre. Y como Jesús puso en guardia para que ningún fragmento se perdiera (versículo 12), así declara que ninguno de los que son alimentados por su enseñanza perecerá (excepto Judas, versículos 70-71). El pan celeste de la enseñanza divina produce el mismo efecto que el agua viva de la enseñanza divina: la vida eterna (nótese que Jesús toma sus metáforas de la vida cotidiana). Como los antepasados de Israel, durante el éxodo, habían murmurado del maná, así «los judíos» murmuran de este nuevo maná. Su pretensión de conocer el origen de Jesús es una forma de ironía joánica que no necesita respuesta. Jesús 75
Si 24,20
Jn 17,12; 4,14
Ex 16,2.8
JUAN 6,43-54
ahora: “He bajado del cielo?”». 43 Jesús les respondió: «No murmuréis entre vosotros. 44 Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día. 45 Está escrito en los profetas: “Serán todos enseñados por Dios”. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. 46 No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre. 47 En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna. 48 Yo soy el pan de vida. 49 Vues43-46
49-50
tros padres comieron el maná en el desierto y murieron; 50 éste es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. 51 Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar es mi carne por la vida del mundo». 52 Discutían entre sí los judíos y decían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?». 53 Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. 54 El que
se limita a recordar a sus interlocutores las profecías que prometían una enseñanza divina como la suya y ellos –añade– no saben realmente de dónde viene, porque no han visto al Padre. Están orgullosos de sus antepasados y del maná en el éxodo; no obstante, tal maná no impidió que sus padres murieran, ni los mantuvo fieles a Dios.
#2
Is 54,13
El tema sacramental: 6,51-58
52
54-56
(Nótese que la numeración de los versículos de la Vulgata tiene, a partir del versículo 51, un número más que las otras versiones). En un sentido más profundo, el pan que da la vida y, más aún, el pan vivo, es la carne misma de Jesús. Aquí Juan proporciona lo que parece ser una variante de las palabras de la institución eucarística: «El pan que os daré es mi carne para la vida del mundo» (cf. «Éste es mi cuerpo, entregado por vosotros»). Si para Pablo la eucaristía proclama la muerte del Señor hasta que vuelva al fin del mundo, en Juan se 76
Lc 22,19; cf. Jn 3,16 1 Co 11,26
JUAN 6,55-64
Las palabras de vida eterna. 60 Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: «Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?». 61 Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: «¿Esto os escandaliza? 62 ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?... 63 El espíritu es el que da vida; la carne no sir ve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. 64 Pero hay entre vosotros algunos que no creen». Porque Jesús sabía desde el principio
come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. 55 Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. 56 El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. 57 Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. 58 Éste es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre». 59 Esto lo dijo enseñando en la sinagoga, en Cafarnaún.
58
pone el acento en el hecho de que la Palabra se ha encarnado y ha dado su carne y su sangre como alimento de vida: una proclamación de la dimensión salvífica de la encarnación (la sangre es decididamente un tema ligado a la última cena). Aquí, la teología sacramental es verdaderamente profunda; si el bautismo nos da la vida que el Padre comparte con el Hijo, la eucaristía es el alimento que nutre esa vida.
La reacción frente a las palabras de Jesús: 6,59-71 59
60-61
La sinagoga de Cafarnaún, bien conocida gracias a los sinópticos, fue el escenario donde Jesús presentó su enseñanza. (Y es posible que más tarde una sinagoga fuera el marco de los debates entre «los judíos» y los cristianos joánicos sobre el verdadero pan del cielo). Las palabras de Jesús son acogidas con incredulidad. Como respuesta, Jesús se refiere a su glorificación (la subida al cielo a través de la cruz) como el acontecimiento que dará credibilidad a su doctrina (y realidad a la 77
Mc 1,21-22
Cf. Jn 3,13
JUAN 6,65–7,1
quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. 65 Y decía: «Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Pa dre». 66 Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él. 67 Jesús dijo entonces a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?». 68 Le respondió Simón Pedro: «Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, 69 y noso63
64-65 67-69
70-71
tros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios». 70 Jesús les respondió: «¿No os he elegido yo a vosotros, los Doce? Y uno de vosotros es un diablo». 71 Hablaba de Judas, hijo de Simón Iscariote, porque éste le iba a entregar, uno de los Doce. La fiesta de los Tabernáculos. 1 Después de esto, Jesús andaba por Galilea, y no podía andar por Judea, porque los judíos buscaban matarle.
7
eucaristía), porque cuando sea glorificado, derramará el Espíritu. Y este Espíritu Santo es el que da la vida. La búsqueda materialista va tras un pan (el nivel de la carne; como en el caso de Nicodemo, la carne se opone al espíritu) que no puede dar vida; la enseñanza de Jesús confiere el Espíritu, que a su vez da vida (espíritu y vida forman una endíadis). Quienes no han sido llamados por el Padre se van. Pero Pedro confiesa su fe como portavoz de los discípulos (combínese con 1,42 y compárese con Mt 16,15-18). Judas se niega en su interior a creer en Jesús: es un ejemplo de la oposición diabólica siempre presente. Tal vez tengamos aquí otro elemento de la última cena; en Lucas, la mención de la traición de Judas se encuentra inmediatamente después de la institución de la eucaristía.
La fiesta de los Tabernáculos: 7,1-13 La proximidad de la fiesta de los Tabernáculos (una de las fiestas en que los judíos no jerosolimitanos acudían a la Ciudad Santa) suscita la pregunta acerca de si Jesús irá a Jerusa78
Jn 7,39
Jn 3,6
Cf. Jn 1,13 # 8a Mc 8,32-33
Lc 22,21-23 # 8a
JUAN 7,2-12 2 Pero
se acercaba la fiesta judía de las Tiendas. 3 Y le dijeron sus hermanos: «Sal de aquí y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces, 4 pues nadie actúa en secreto cuando quiere ser conocido. Si haces estas cosas, muéstrate al mundo». 5 Es que ni siquiera sus hermanos creían en él. 6 Entonces les dice Jesús: «Todavía no ha llegado mi tiempo; en cambio, vuestro tiempo siempre está a mano. 7 El mundo
3-5
6-8
9-10
11-13
no puede odiaros; a mí sí me aborrece, porque doy testimonio de que sus obras son perversas. 8 Subid vosotros a la fiesta; yo no subo a esta fiesta porque aún no se ha cumplido mi tiempo». 9 Dicho esto, se quedó en Galilea. 10 Pero después que sus hermanos subieron a la fiesta, entonces él también subió, no manifiestamente, sino de incógnito. 11 Los judíos, durante la fiesta, andaban buscándole y decían: «¿Dónde está ése?». 12 Entre la
lén a pesar del peligro que le aguarda allí. Sus hermanos (o parientes varones) no muestran fe en él; quieren que realice milagros en Judea, de modo que la gente se asombre y crea en él. Jesús, que no tiene ningún interés en recibir alabanzas humanas, responde con una frase que tiene un doble significado. Su tiempo (la hora de la glorificación con el retorno al Padre) no ha llegado aún; por eso no subirá ( a la cruz –consecuencia inevitable del hecho de haber mostrado su gloria en Jerusalén). La aparente contradicción del posterior «subir» existe únicamente para quienes no captan este juego de palabras. La división que existe entre la multitud con respecto a Jesús es típicamente joánica: la presencia misma de Jesús constituye un juicio. El discurso en la fiesta de los Tabernáculos asume una connotación añadida si tenemos presentes las ceremonias de esta fiesta que duraba toda una semana (con un octavo día añadido), y que se celebraba en septiembre/octubre durante la cosecha de otoño, para invocar las primeras lluvias de la estación invernal. Podríamos notar estos aspectos de la fiesta: (a) la gente vivía en cabañas o tiendas para recordar la 79
Mc 6,3; 3,21.31
Segunda tentación; Mt 4,5-6 # 3a Cf. Jn 2,4
#5
Dt 16,13-16; Lv 23,34-43
JUAN 7,13-21
gente había muchos comentarios acerca de él. Unos decían: «Es bueno». Otros decían: «No, sino que engaña al pueblo». 13 Pero nadie hablaba de él abiertamente por miedo a los judíos. El primer diálogo. 14 Mediada ya la fiesta, subió Jesús al Templo y se puso a enseñar. 15 Los judíos, asombrados, decían: «¿Cómo entiende de letras sin haber estudiado?». 16 Jesús les respondió: «Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado. 17 Si alguno quiere cumplir
su voluntad, verá si mi doctrina es de Dios o hablo yo por mi cuenta. 18 El que habla por su cuenta, busca su propia gloria; pero el que busca la gloria del que le ha enviado, ése es veraz; y no hay impostura en él. 19 ¿No es Moisés el que os dio la Ley? Y ninguno de vosotros cumple la Ley. ¿Por qué queréis matarme?». 20 Respondió la gente: «Tienes un demonio. ¿Quién quiere matarte?». 21 Jesús les respondió: «Una sola obra he hecho y todos os maravillái s.
estancia de sus antepasados en el desierto; (b) con el fin de simbolizar la necesidad de la lluvia, todos los días había una procesión que partía de la piscina de Siloé llevando agua como una libación al Templo; (c) el atrio de las mujeres, en el área del Templo, estaba iluminado por enormes antorchas.
Za 14,16-21
En medio de la fiesta: 7,14-36
16-18
19-20
21-24
La aparición del maestro galileo provoca asombro. ¿Cómo es capaz de enseñar sin haber tenido nunca un maestro? La literatura rabínica nos muestra una y otra vez cómo los rabinos judíos citaban continuamente a sus maestros: «El rabino tal dice…». Jesús responde que tiene un maestro: el Padre, cuya gloria busca él y cuyas palabras comunica. Después, Jesús vuelve al episodio de su última aparición en Jerusalén (¿un año y medio antes?), cuando los judíos trataron de matarlo porque había realizado una curación en sábado. Él justifica ahora su acción con razones más humanitarias; en efecto, si a sus interlocutores se les permite circuncidar en sábado, una acción que afecta sólo a una parte del cuerpo, ¿por qué 80
Cf. Jn 5,10-18
JUAN 7,22-32 22 Moisés
os dio la circuncisión (no que provenga de Moisés, sino de los patriarcas) y vosotros circuncidáis a uno en sábado. 23 Si se circuncida a un hombre en sábado, para no quebrantar la Ley de Moisés, ¿os irritáis contra mí porque he devuelto la salud plena a un hombre en sábado? 24 No juzguéis según la apariencia. Juzgad con juicio justo». 25 Decían algunos de los de Jerusalén: «¿No es a ése a quien quieren matar? 26 Mirad cómo habla con toda libertad y no le dicen nada. ¿Habrán reconocido de veras las autoridades que éste es el Cristo? 27 Pero éste sabemos de dónde es, mientras que, cuando venga el Cris-
to, nadie sabrá de dónde es». 28 Gritó, pues, Jesús, enseñando en el Templo y diciendo: «Me conocéis a mí y sabéis de dónde soy. Pero yo no he venido por mi cuenta; sino que es veraz el que me ha enviado; pero vosotros no le conocéis. 29 Yo le conozco, porque vengo de él y él es el que me ha enviado». 30 Querían, pues, detenerle, pero nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora. 31 Y muchos entre la gente creyeron en él y decían: «Cuando venga el Cristo, ¿hará más signos que los que ha hecho éste?». Envían guardias para arrestar a Jesús. 32 Se enteraron los fariseos que
no podía él sanar todo el cuerpo? Como ya hemos indicado, este tipo de argumentación se encuentra también en los sinópticos, al igual que está presente en ellos la acusación de que Jesús actuaba con un poder demoníaco. 25-27
28-29
31
32
Una vez más, Jesús divide al grupo de sus oyentes. Algunos le plantean objeciones apoyándose en las expectativas mesiánicas de aquella época. El Mesías, cuando venga, está destinado a permanecer oculto y desconocido hasta que Elías lo revele al mundo. En cambio, la aldea galilea de la que procedía Jesús era muy conocida. (También aquí se percibe la ironía joánica en la referencia al origen de Jesús). Otros se convencen por los signos que realiza. Los fariseos intervienen enviando a los policías del Templo para que lo arresten. (Este episodio se interrumpe de repente y no se retoma hasta el versículo 45 –es decir, técnicamente cuatro días después–; se trata claramente de una 81
Mc 3,4.22
#2
Cf. p. 26
JUAN 7,33-38
la gente hacía estos comentarios acerca de él y enviaron guardias para detenerle. 33 Entonces él dijo: «Todavía un poco de tiempo estaré con vosotros, y me voy al que me ha enviado. 34 Me buscaréis y no me encontraréis; y adonde yo esté, vosotros no podéis venir». 35 Se decían entre sí los judíos: «¿Adónde se irá éste que nosotros no le podamos encontrar? ¿Se irá a los que viven dis33-34
35
persos entre los griegos para enseñar a los griegos? 36 ¿Qué es eso que ha dicho: “Me buscaréis y no me encontraréis”, y “adonde yo esté, vosotros no podéis venir”?». Ríos de agua viva. 37 El último día de la fiesta, el más solemne, Jesús puesto en pie, gritó: «Si alguno tiene sed, que venga a mí, y beberá 38 el que cree en mí, como dice la Escritura:
organización artificial del material). Jesús advierte a «los judíos» de que tienen poco tiempo para aceptarlo. Como en el caso de la sabiduría, sólo puede ser encontrado por quienes lo buscan con corazón sincero. La réplica desdeñosa de los judíos, que se preguntan si Jesús terminará enseñando a los gentiles, ejemplifica la ironía joánica, ya que es esto precisamente lo que hará Jesús en su Iglesia.
Is 55,6; Dt 4,29; Sb 6,13; Pr 1,28-29
#2
En el último día de la fiesta: 7,37-52 Las multitudes han observado la ceremonia del agua que se oficiaba cada día para implorar la lluvia; sin embargo, la verdadera fuente del agua que baja del cielo se encuentra en medio de ellas. La mejor lectura de los versículos 37-38 es: 37-38
«Si alguien TIENE SED, que venga a mí y BEBA quien cree en mí ; como dice la Escritura: “De su interior fluirán ríos de agua viva”». Como Moisés golpeó durante el éxodo la roca en el desierto para hacer brotar el agua, así también Jesús, la roca del nue82
Sal 78,15-16. 24; 105,40-41; Is 48,21; 12,3
Ex 17,6 1 Co 10,4
JUAN 7,39-49
“De su seno correrán ríos de agua viva”». 39 Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él. Porque aún no había Espíritu, pues todavía Jesús no había sido glorificado. Discusión sobre el origen del Mesías. 40 Muchos entre la gente, que le habían oído estas palabras, decían: «Éste es verdaderamente el profeta». 41 Otros decían: «Éste es el Cristo». Pero otros re plicaban: «¿Acaso va a venir de Galilea el Cristo? 42 ¿No dice la Escritura que el Cristo vendrá de la descendencia de
David y de Belén, el pueblo de donde era David?». 43 Se originó, pues, una di sensión entre la gente por causa de él. 44 Algunos de ellos querían detenerle, pero nadie le echó mano. 45 Los guardias volvieron a los sumos sacerdotes y los fariseos. Éstos les dijeron: «¿Por qué no le habéis traído?». 46 Respondieron los guardias: «Jamás un hombre ha hablado como habla ese hombre». 47 Los fariseos les respondieron: «¿Vosotros también os habéis de jado embaucar? 48 ¿Acaso ha creído en él algún magistrado o algún fariseo? 49 Pero esa gente que no cono-
39
vo Israel, da agua viva. Y esta agua es el Espíritu que se dará en el bautismo una vez que Jesús haya retornado al Padre desde la cruz.
Jn 19,34; 20,22; 1 Co 12,13
40
Dado que Jesús desempeña el papel de un nuevo Moisés, algunos ven en él al profeta-como-Moisés. Otros, en cambio, ponen objeciones sobre sus orígenes en Galilea, que contradicen la promesa según la cual el Mesías tendría origen davídico. (Puede ser que el silencio irónico sobre esta acusación ponga de manifiesto un conocimiento de la tradición sinóptica sobre el nacimiento de Jesús en Belén, que se supone conocida por el lector). Retomando el relato de los enviados de los fariseos (v. 32), vemos que, de la misma manera en que los signos de Jesús habían convencido a algunos en el versículo 31, sus palabras convencen ahora a los policías del Templo. Con desprecio hacia quienes no practican las tradiciones religiosas –cuyo eco encontramos en los documentos rabínicos–, los jefes de los judíos sostienen que Jesús no ha conven-
Cf. Jn 1,21; 4,19
41-42
45 46 47
48-49
83
JUAN 7,50–8,4
Una mujer sorprendida en adulterio. [53 Y se volvieron cada uno a su casa. 1 Mas Jesús se fue al monte de los Olivos. 2 Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles. 3 Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio 4 y le
ce la Ley son unos malditos». 50 Les dice Nicodemo, que era uno de ellos, el que había ido anteriormente a Jesús: 51 «¿Acaso nuestra Ley juzga a un hombre sin haberle antes oído y sin saber lo que hace?». 52 Ellos le respondieron: «¿También tú eres de Galilea? Indaga y verás que de Galilea no sale ningún profeta». 50-52
8
cido a ninguna persona instruida. El tímido Nicodemo es la prueba viva del hecho de que ellos, aun cuando pretenden saber, en realidad son ignorantes; pero reaccionan con desprecio frente a la petición de justicia que aquél les plantea.
[El episodio de la adúltera: 7,53–8,11] Este relato falta en los mejores manuscritos griegos. Aun cuando para los católicos es canónico y está inspirado, es casi seguro que aquí se encuentra fuera de contexto. Algunos manuscritos lo sitúan en Lucas, en medio de las taimadas preguntas dirigidas a Jesús durante la semana santa; sería un marco mucho mejor. Es probable que su situación actual se explique por el hecho de que el episodio sirve para ilustrar los temas tratados en Juan 8,15 y 8,46. Es posible que nos encontremos ante un antiguo relato sobre Jesús conservado por una mano distinta de la que nos ha transmitido el resto del Evangelio. 1-2
3-6
Como durante la semana santa, Jesús pasa la noche en el monte de los Olivos y enseña durante el día en el Templo. La cuestión que le presentan los fariseos es semejante, en cierto modo, a la pregunta sobre la moneda con la inscripción del César en Lucas. Si autoriza la muerte de la adúltera, viola la 84
Después de Lc 21,38 Lc 20, 20-40
Lc 21,37-38
Lc 20,21-25
JUAN 8,5-14
dicen: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. 5 Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mu jeres. ¿Tú qué dices?». 6 Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra. 7 Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra». 8 E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra. 9 Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en
7 9
11
medio. 10 Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?». 11 Ella respondió: «Nadie, Señor». Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más»]. La luz del mundo. 12 Jesús les habló otra vez diciendo: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida». 13 Los fariseos le dijeron: «Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no vale». 14 Jesús les respondió: «Aunque yo dé testimonio de mí mismo, mi testimonio vale, porque sé de dónde he venido y adónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde
ley romana, que no permite a los judíos aplicar la pena capital. Si recomienda misericordia, viola la ley mosaica. Como en el caso de la moneda, Jesús responde haciendo a su vez una pregunta a sus interlocutores. Como no pueden declararse libres de pecado, los fariseos se van en silencio, dejando solos a la pecadora y al Simpecado (Agustín afirma: Relicti sunt duo, misera et misericodia). Aunque Jesús tiene derecho a ello, no condena ni juzga a nadie].
Jn 18,31 Lv 20,10
Jn 8,46; Hb 4,15 Jn 8,15
Un discurso heterogéneo: 8,12-29
13-18
Si volvemos al marco de la fiesta de los Tabernáculos, encontramos a Jesús afirmando que él –y no las antorchas de la fiesta– es la verdadera luz del mundo (un tema que se retoma en el capítulo 9). De hecho, los versículos que siguen en el capítulo 8 parecen un duplicado de versículos que se encuentran en otros lugares en Juan. El tema del testimonio y el jui cio ha sido tratado en el capítulo 5. La afirmación de que 85
#7 Jn 5,31ss. 22-23
JUAN 8,15-26
Jesús, el embajador del Padre. 21 Jesús les dijo otra vez: «Yo me voy y vosotros me buscaréis, y moriréis en vuestro pecado. Adonde yo voy, vosotros no podéis ir». 22 Los judíos se decían: «¿Es que se va a suicidar, pues dice: “Adonde yo voy, vosotros no podéis ir”? 23 Él les decía: «Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba. Vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. 24 Ya os he dicho que moriréis en vuestros pecados, porque si no creéis que Yo Soy, moriréis en vuestros pecados». 25 Entonces le decían: «¿Quién eres tú?». Jesús les respondió: «Lo que os he dicho desde el principio. 26 Mucho podría hablar de vosotros y juzgar, pero el
vengo ni adónde voy. 15 Vosotros juzgáis según la carne yo no juzgo a nadie; 16 y si juzgo, mi juicio es verdadero, porque no estoy yo solo, sino yo y el que me ha enviado. 17 Y en vuestra Ley está escrito que el testimonio de dos personas es válido. 18 Yo soy el que doy testimonio de mí mismo y también el que me ha enviado, el Padre, da testimonio de mí». 19 Entonces le decían: «¿Dónde está tu Padre?». Respondió Jesús: «No me conocéis ni a mí ni a mi Padre; si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre». 20 Estas palabras las pronunció en el Tesoro, mientras enseñaba en el Templo. Y nadie le prendió, porque aún no había llegado su hora. 19
20 21-22
24
25
26
quien conoce a Jesús conoce al Padre es el tema joánico de la unidad entre el Padre y el Hijo. Sus oyentes le piden información sobre el Padre, mientras que la única imagen verdadera del Padre se encuentra ante sus ojos. (En Marcos se habla del tesoro como el lugar donde Jesús enseña). Se afirma de nue vo que Jesús partirá; y también en este caso está presente la ironía joánica, en la respuesta de los judíos –«¿Va a suicidarse?»–, porque dará voluntariamente su vida por los otros. Como en la conversación con Nicodemo, Jesús insiste en que no es de este mundo, sino de lo alto. Lo único que puede salvar «a los judíos» es la creencia en que ÉL ES (el nombre divino «Yo soy»). Los judíos preguntan quién es él. Su respuesta tiene un significado incierto; algunos prefieren traducir: «¿Por qué hablo con vosotros?». Pero la otra respuesta («Lo que os he dicho desde el principio») está respaldada por el papiro Bodmer. Así pues, Jesús vuelve bruscamente al tema del juicio tratado en el versículo 16. El punto culminante del 86
Jn 12,45; 14,9
Mc 12,41
Jn 7,33ss #2 Jn 10,18 Jn 3,31
Cf. Jn 6,20
Cf. p. 15 p66
JUAN 8,27-35
Jesús y Abrahán. 31 Decía, pues, Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si os mantenéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, 32 y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres». 33 Ellos le respondieron: «Nosotros somos descendencia de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Os haréis libres?». 34 Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es un esclavo. 35 Y el esclavo no se queda
que me ha enviado es veraz, y lo que le he oído a él es lo que hablo al mundo». 27 No comprendieron que les hablaba del Padre. 28 Les dijo, pues, Jesús: «Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy, y que no hago nada por mi propia cuenta; sino que, lo que el Padre me ha enseñado, eso es lo que hablo. 29 Y el que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a él». 30 Al hablar así, muchos creyeron en él.
28
discurso está constituido por la referencia, por segunda vez en el Evangelio de Juan, al Hijo del hombre que será elevado, en el proceso de su retorno al Padre, de quien realmente no se ha separado nunca.
Cf. Jn 3,13-15
Abrahán y Jesús: 8,30-59
32
33
34 35-36
La referencia a «los judíos» que creen en Jesús (y pronto tratarán de matarlo) es digna de atención. Aquí, como en 6,6165, es posible que Juan esté atacando a aquellos «cristianos» cuya cristología minimalista es comparable a la incredulidad judía. Jesús afirma que su doctrina es verdadera y liberará al pueblo del pecado (recuérdese la doctrina paulina sobre Cristo que nos libera de la ley mosaica). En una nueva interpretación errónea, «los judíos» piensan que está hablando de libertad política y se glorían de no haber aceptado nunca la sumisión a otras naciones. El orgullo de ser «hijos de Abrahán» es un tema típicamente sinóptico. Jesús responde subrayando la naturaleza espiritual de la libertad. Como Hijo único de Dios, es el amo en la casa del 87
Ga 4,22-31
#1
Mt 3,9
Rm 6,17 Hb 3,5-6
JUAN 8,36-48
en casa para siempre; mientras el hijo se queda para siempre. 36 Si, pues, el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres. 37 Ya sé que sois descendencia de Abrahán; pero tratáis de matarme, porque mi palabra no prende en vosotros. 38 Yo hablo lo que he visto junto a mi Padre; y vosotros hacéis lo que habéis oído a vuestro padre». 39 Ellos le respondieron: «Nuestro padre es Abrahán». Jesús les dice: «Si sois hijos de Abrahán, haced las obras de Abrahán. 40 Pero tratáis de matarme, a mí que os he dicho la verdad que oí de Dios. Eso no lo hizo Abrahán. 41 Vosotros hacéis las obras de vuestro padre». Ellos le dijeron: «Nosotros no hemos nacido de la prostitución; no tenemos más padre que a Dios». 42 Jesús les respondió: «Si Dios fuera vuestro Padre, me
37-40
41 42-43 44
45-47
48
amaríais a mí, porque yo he salido y vengo de Dios; no he venido por mi cuenta, sino que él me ha enviado. 43 ¿Por qué no reconocéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra. 44 Vosotros sois de vuestro padre el diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Éste era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él; cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira. 45 Pero a mí, como os digo la verdad, no me creéis. 46 ¿Quién de vosotros puede probar que soy pecador? Si digo la verdad, ¿por qué no me creéis? 47 El que es de Dios escucha las palabras de Dios; vo sotros no las escucháis, porque no sois de Dios». 48 Los judíos le respondieron: «¿No decimos, con razón, que eres sama-
Padre; sólo él puede emancipar a los esclavos liberándolos del pecado. La descendencia física de Abrahán no sirve de nada. Un verdadero hijo se comporta como su padre. Abrahán creyó cuando Dios le habló; ellos no creen y, por tanto, son hijos ilegítimos. Cuando responden que son de Dios, Jesús lo niega. Y lo sabe porque viene de Dios. Ellos, en cambio, son del diablo, que mintió en el jardín del Edén e introdujo la muerte en el mundo, a través del pecado; y son mentirosos como su padre. Por eso no pueden reconocer la verdad. Ellos repiten la acusación de posesión diabólica (es un «samaritano»: Samaría era famosa por ser la patria de magos 88
Rm 8,2 Mt 8,11-12 Gn 15,6 Ml 2,10 1 Jn 4,6 Gn 3,4-5. 19 Sb 2,24 Mt 12,34 1 Jn 2,22; 5,10
Jn 7,20
JUAN 8,49-59
ritano y que tienes un demonio?». 49 Respondió Jesús: «Yo no tengo un demonio; sino que honro a mi Padre, y vosotros me deshonráis a mí. 50 Pero yo no busco mi gloria; ya hay quien la busca y juzga. 51 En verdad, en verdad os digo: si alguno guarda mi palabra, no verá la muerte jamás». 52 Le dijeron los judíos: «Ahora estamos seguros de que tienes un demonio. Abrahán murió, y también los profetas; y tú dices: “Si alguno guarda mi palabra, no probará la muerte jamás”. 53 ¿Eres tú acaso más grande que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron. ¿Por quién te tienes a ti mismo?». 54 Jesús respondió: «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria
49-50
51 52-53
54-58
59
no valdría nada; es mi Padre quien me glorifica, de quien vosotros decís: “Él es nuestro Dios”, 55 y sin embargo no le conocéis, yo sí que le conozco, y si dijera que no le conozco, sería un mentiroso como vosotros. Pero yo le conozco, y guardo su palabra. 56 Vuestro padre Abrahán se regocijó pensando en ver mi día; lo vio y se alegró». 57 Entonces los judíos le dijeron: «¿Aún no tienes cincuenta años y has visto a Abrahán?». 58 Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán existiera, YO SOY». 59 Entonces tomaron piedras para tirárselas; pero Jesús se ocultó y salió del Templo.
como Simón Mago, pero la acusación podría reflejar la presencia de samaritanos en la comunidad joánica). Jesús advierte de que tal blasfemia será vengada por el Padre, celoso por el honor de su Hijo. Por ser la vida, Jesús puede librar de la muerte, el reino del diablo. Cuando ellos objetan que la libertad de la muerte no fue concedida ni siquiera a los más grandes, como Abrahán, Jesús afirma claramente que él es mayor que Abrahán, empleando una vez más el nombre divino «YO SOY». (La referencia al hecho de que Abrahán vio el «día» de Jesús puede indicar que en el nacimiento de Isaac vio el cumplimiento de la promesa de una línea mesiánica. Los rabinos interpretaban su risa en aquella ocasión como expresión de alegría). «Los judíos» entienden esta expresión como una referencia a su divinidad y tratan de matarlo porque lo consideran blasfemo. 89
Jn 4,39 Hch 8,9
Ex 3,13-14
Gn 17,16-17
Lv 24,16
JUAN 9,1-6
El ciego de nacimiento. 1 Vio, al pasar, a un hombre ciego de nacimiento. 2 Y le preguntaron sus discípulos: «Rabbí, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?». 3 Respondió Jesús: «Ni él pecó ni sus padres; es
para que se manifiesten en él las obras de Dios. 4 Tenemos que trabajar en las obras del que me ha enviado mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar. 5 Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo». 6 Dicho esto,
9
La luz a los ciegos; la ceguera a quienes dicen que ven: 9,1-41 Volvemos ahora al tema de la luz tratado en la fiesta de los Tabernáculos (8,12). Isaías había predicho que el Mesías sería luz de las naciones y que abriría los ojos de los ciegos. Este capítulo ilustra estas afirmaciones del profeta. Hay un contraste irónico entre el ciego de nacimiento, que recupera la vista gracias a Jesús, y los fariseos, o «judíos», que podían ver y, por causa de Jesús, se volvieron ciegos. El ciego sabe poco y aprende mucho; los fariseos lo saben todo y no se les puede enseñar nada.
Is 42,6-7; 29,18; 49,6 Jn 9,12. 25.36 Jn 9,16. 24.29
La sanación del ciego de nacimiento: 9,1-7
2-3
5
Notemos la insistencia en el hecho de que el hombre era ciego de nacimiento. Veremos en ello una posible referencia al bautismo, y Agustín relacionaba la ceguera con el pecado original («Este ciego es el género humano»). Jesús se niega a atribuir la enfermedad al pecado, pese a la creencia en que era una desgracia que constituía un castigo por el pecado. La única ceguera que presupone necesariamente el pecado es la ceguera de la voluntad. Para que el verdadero mensaje de su milagro no se pierda, Jesús proclama que él es la luz del mundo. Su ministerio coincide con el periodo de la luz; las tinieblas tendrán su hora, cuando él sea traicionado y condenado a muerte. 90
Lc 13,2
Jn 13,30; Lc 22,53
JUAN 9,7-12
escupió en tierra, hizo barro con la sali va, y untó con el barro los ojos del ciego 7 y le dijo: «Vete, lávate en la piscina de Siloé» (que quiere decir Enviado). Él fue, se lavó y volvió ya viendo. 8 Los vecinos y los que solían verle antes, pues era mendigo, decían: «¿No es éste el que se sentaba para mendigar?». 9 Unos decían: «Es él». «No, de 6
7
cían otros, sino que es uno que se le parece». Pero él decía: «Soy yo». 10 Le dijeron entonces: «¿Cómo, pues, se te han abierto los ojos?». 11 Él respondió: «Ese hombre que se llama Jesús, hizo barro, me untó los ojos y me dijo: “Vete a Siloé y lávate”. Yo fui, me lavé y vi». 12 Ellos le dijeron: «¿Dónde está ése?». Él respondió: «No lo sé».
Ambas acciones anteriores al milagro violan las normas rabínicas sobre el sábado: tanto el curar con la saliva como el untar con barro. (Marcos dice que Jesús usa la saliva para curar a un ciego y a un sordomudo. Este último episodio, con su Effatá, «Ábrete», pasó a formar parte de nuestra liturgia bautismal. Podríamos preguntarnos si la unción de los ojos con barro en Juan está igualmente relacionada con la unción en el bautismo). La sanación en sí se produce cuando el ciego se lava en la piscina de Siloé (en hebreo: Shiloh). Esta piscina, cuyo nombre es interpretado en el sentido de «enviado», se refiere en Juan a Jesús, el enviado del Padre. La insistencia de Juan en el significado simbólico de la piscina indujo a Tertuliano y a san Agustín a ver en este texto una referencia bautismal, además del significado evidente de la luz que cura la ceguera. En el arte de las catacumbas la curación del ciego es, en efecto, un símbolo del bautismo.
Tres interrogatorios: 9,8-41
8-12
Seguimos al hombre, que es interrogado por sus vecinos (vv. 8-12), por los fariseos (vv. 13-34) y por Jesús (vv. 35-41). En cada etapa aprende nuevas cosas sobre Jesús. Cuando le pre91
Mc 8,23; 7,33-34
# 3b
JUAN 9,13-24 13 Lo llevan a los fariseos al que antes
brado la vista 19 y les preguntaron: «¿Es éste vuestro hijo, el que decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?». 20 Sus padres respondieron: «Nosotros sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego. 21 Pero, cómo ve ahora, no lo sabemos; ni quién le ha abierto los ojos, eso nosotros no lo sabemos. Preguntadle; edad tiene; puede hablar de sí mismo». 22 Sus padres decían esto por miedo a los judíos, pues los judíos se habían puesto ya de acuerdo en que, si alguno le reconocía como Cristo, quedara excluido de la sinagoga. 23 Por eso dijeron sus padres: «Edad tiene; preguntádselo a él». 24 Llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: «Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese
era ciego. 14 Era sábado el día en que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. 15 Los fariseos a su vez le preguntaron cómo había recobrado la vista. Él les dijo: «Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo». 16 Algunos fariseos decían: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado». Otros decían: «Pero, ¿cómo puede un pecador realizar semejantes signos?». Y había disensión entre ellos. 17 Entonces le dicen otra vez al ciego: «¿Y tú qué dices de él, ya que te ha abierto los ojos?». Él respondió: «Que es un profeta». 18 No creyeron los judíos que aquel hombre hubiera sido ciego, hasta que llamaron a los padres del que había reco13-15
16
18
19-21
24
guntan sus vecinos, sólo sabe que el hombre se llama Jesús. Cuando le presionan los fariseos, responde que es un profeta. Como siempre, la acción de Jesús provoca división entre los fariseos: es el tema joánico del juicio aquí y ahora. Hasta aquí, el relato es paralelo al de la sanación del paralítico en Betesda (capítulo 5). Ahora, no obstante, los fariseos cuestionan la realidad misma de la curación. Los progenitores del que era ciego confirman los hechos, pero se niegan a interpretarlos (una forma de cobardía despreciada por los cristianos joánicos, que eran expulsados de la sinagoga por confesar a Jesús). Los fariseos llaman de nuevo al hombre y le obligan a jurar («da gloria a Dios» era una fórmula de juramento; en la perspectiva de la ironía joánica, al decir la verdad, el ciego curado da realmente gloria a Dios, la gloria que «los judíos» 92
Lc 7,16 #5
Lc 12,11
Jos 7,19 #2 Jn 8,49-50
JUAN 9,25-35
hombre es un pecador». 25 Les respondió: «Si es un pecador, no lo sé. Sólo sé una cosa: que era ciego y ahora veo». 26 Le dijeron entonces: «¿Qué hizo contigo? ¿Cómo te abrió los ojos?». 27 Él replicó: «Os lo he dicho ya, y no me habéis escuchado. ¿Por qué queréis oírlo otra vez? ¿Es que queréis también vosotros haceros discípulos suyos?». 28 Ellos le llenaron de injurias y le dijeron: «Tú eres discípulo de ese hombre; nosotros so mos discípulos de Moisés. 29 Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios; pero ése no sabemos de dónde es». 30 El hom25-27
28-29
31-33
34
35
bre les respondió: «Eso es lo extraño: que vosotros no sepáis de dónde es y que me haya abierto a mí los ojos. 31 Sabemos que Dios no escucha a los pecadores; mas, si uno es religioso y cumple su vo luntad, a ése le escucha. 32 Jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos de un ciego de nacimiento. 33 Si éste no viniera de Dios, no podría hacer nada». 34 Ellos le respondieron: «Has nacido todo entero en pecado ¿y nos das lecciones a nosotros?». Y le echaron fuera. 35 Jesús se enteró de que le habían echado fuera y, encontrándose con él,
le niegan). El valiente sarcasmo de las respuestas del ciego sanado suscita una cálida respuesta en el corazón del lector; es evidente que tenemos aquí una persona con un temperamento muy distinto del carácter del tímido paralítico de Jn 5. De inmediato, los fariseos se ponen a la defensiva y recurren al tema de Moisés y a las preguntas que han hecho anteriormente sobre los orígenes de Jesús. El hombre señala la incoherencia de su actitud hacia Jesús, al igual que había hecho Jesús con Nicodemo. El hombre llega a comprender la verdad definitiva de que Jesús viene de Dios. Una vez más se manifiesta el resentimiento de los fariseos hacia el ignorante y responden que debe ser un pecador porque nació ciego (véase supra, versículos 2 y 3). Ahora Jesús interroga al ciego curado, como la sabiduría que va en busca de quienes son dignos de ella. En respuesta a una petición (¿formulada en el bautismo por los primeros cristianos?) de confesar la fe en Jesús, el ciego profesa que es el Hijo del hombre, la gran figura anunciada en Daniel y en el 93
Nm 12,2-8
Jn 3,10 Is 1,15; Pr 15,29; Jn 7,48-49 Sb 6,17
Dn 7,13ss;
JUAN 9,36-41
le dijo: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?». 36 Él respondió: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?». 37 Jesús le dijo: «Le has visto; el que está ha blando contigo, ése es». 38 Él entonces dijo: «Creo, Señor». Y se postró ante él. 39 Y dijo Jesús: «Para un juicio he venido a este mundo: para que los que 36-38
39-40
41
no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos». 40 Algunos fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: «¿Es que también nosotros somos ciegos?». 41 Jesús les respondió: «Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís: “Vemos”, vuestro pecado permanece».
libro apócrifo de Henoc. La fe espontánea del ciego sanado y su acto de adoración son conmovedores si se comparan con la ceguera de los «judíos»; él es el verdadero hijo de Abrahán, porque actúa como actuó Abrahán. Jesús señala esta lección y los fariseos preguntan (ironía joánica) desdeñosamente si Jesús piensa que ellos son los ciegos. Son peor que ciegos, porque no quieren ver. El relato comenzó con la declaración de que la ceguera física no está causada por el pecado (v. 3) y concluye ahora afirmando que la ceguera espiritual está causada por el pecado.
Hen 46,1; 62,9; 69,26-29
#2
#4
Las parábolas del pastor: 10,1-21 La conexión entre esta sección y el relato anterior no es tan tenue como podría aparecer a primera vista: los fariseos se encuentran aún en la escena. La serie de parábolas sobre el rebaño señalan que Jesús es quien cuida verdaderamente de las ovejas, mientras que los fariseos se caracterizan por la búsqueda de sus intereses egoístas. Se emplean diferentes figuras para mostrar la misma lección; caeremos en una confusión interpretativa si tratamos de interpretarlas dentro de una sola alegoría coherente. El trasfondo lo proporcionan los textos sobre el «pastor» del Antiguo Testamento y las 94
¿# 6?
Nm 27,16-17; Ez 34
JUAN 10,1-8
El buen Pastor. 1 «En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que escala por otro lado, ése es un ladrón y un salteador; 2 pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. 3 A éste le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas las llama una por una y las saca fuera. 4 Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas,
y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. 5 Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños». 6 Jesús les dijo esta parábola, pero ellos no comprendieron lo que les hablaba. 7 Entonces Jesús les dijo de nuevo: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. 8 Todos los que han venido delante de mí son ladrones y sal-
10
parábolas sinópticas que tratan sobre pastores y rebaños. En aquel tiempo, otros escritos neotestamentarios usaban la imagen del «pastor» para referirse a los pastores humanos de la Iglesia, mientras que Juan insiste en que Jesús es el único pastor, modelo para todos los demás. 1-3a
3b-5
6
7-8
La primera parte de la parábola establece un contraste entre el pastor y los ladrones. El portero tiene que estar atento para reconocer al verdadero dueño de las ovejas (que en Lucas es el Hijo del hombre y a quien los fariseos no pueden reconocer en Jn 9,35). Las ovejas reconocen instintivamente su voz y lo siguen, al igual que el ciego reconoció a Jesús. La imagen es típica de Palestina. El redil es el patio de una casa o un recinto en el campo, rodeado por un bajo muro de piedra. Por la noche, los pastores que viven en las tiendas tribales dejan los rebaños en esos cercados y regresan a la mañana siguiente para llevarlos a pastar. Como sucede con frecuencia con las parábolas sinópticas del reino, los espectadores no comprenden. Entonces Jesús ofrece una explicación, introduciendo algunas variaciones sobre el tema central. Él es la puerta, que cumple dos funciones: (a) Es la puerta a través de la cual el pastor entra al redil; 95
Mt 18,12; 25,32; Hch 20,28-29 1 P 5,2-4 Mc 14,27; Hb 13,20
Lc 12,37-40
Mt 13,13-16 Jn 9,39
¿# 7?
JUAN 10,9-18
teadores; pero las ovejas no les escucharon. 9 Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto. 10 El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia. 11 Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. 12 Pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa,
9 10
11 12-13
14-15 16
17
13 porque
es asalariado y no le importan nada las ovejas. 14 Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, 15 como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas. 16 También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor. 17 Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. 18 Nadie me la quita; yo la doy volunta-
por eso, los únicos pastores auténticos son los admitidos por Jesús (y Pedro constituirá el ejemplo más importante para el redactor del capítulo 21). Los fariseos, que no pasan a través de Jesús, son ladrones. (b) Él es la puerta a través de la cual las ovejas entran en el redil y salen para pastar. Quienes pasan por esta puerta tendrán la vida (Jesús es el agua de la vida, el pan de la vida, la puerta de la vida). También aquí Jesús es el pastor modelo (el buen Pastor) de dos maneras: (a) Está dispuesto a dar la vida por las ove jas. Los fariseos son mercenarios que esquilan a las ovejas, pero no son fieles a ellas. El pastor fiel, como David en los tiempos antiguos, protege el rebaño. (b) Conoce sus ovejas. Este conocimiento íntimo de las ovejas, que implica amor, es la razón de dar la vida por ellas. Y su amor va más allá de «sus propias ovejas», es decir, los cristianos pertenecientes a la comunidad joánica, para alcanzar a otros que están dispuestos a creer adecuadamente en él (compárese 8,31-35). Éstos (por los cuales ora Jesús en 17,20) constituyen el único rebaño del versículo 16 (Jerónimo lee «el único redil»). Lo que hará posible todo esto será su glorificación, una glorifi96
Jn 21,15-17
Sal 118,20
1 P 2,25
Mt 23,4. 14; 10,16 1S 17,34-35; Za 11,7 2 Tm 2,19; Jn 15,13 Mt 15,24 Jr 23,3-4; Is 56,8; Mt 8,11
JUAN 10,19-25
La fiesta de la Dedicación. 22 Se celebró por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno. 23 Jesús se paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón. 24 Le rodearon los judíos, y le decían: «¿Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente». 25 Jesús les respondió: «Ya os lo he dicho, pero no me creéis. Las obras que hago en nombre de mi
riamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; ésa es la orden que he recibido de mi Padre». 19 Se produjo otra vez una disensión entre los judíos por estas palabras. 20 Muchos de ellos decían: «Tiene un demonio y está loco. ¿Por qué le escucháis?». 21 Pero otros decían: «Esas palabras no son de un endemoniado. ¿Puede acaso un demonio abrir los ojos de los ciegos?».
19-21
cación que brota de la muerte a la que nadie le obliga. (La soberanía de Jesús sobre la muerte será el tema dominante en los relatos joánicos de la pasión). Una vez más, sus palabras causan una división entre los oyentes.
#5
La fiesta de la Dedicación: 10,22-42
24-25
En la serie de las fiestas que Jesús reinterpretará y reemplazará, la última es la Dedicación del Templo, o Hanukkah, que caía aproximadamente en las fechas en que nosotros conmemoramos la Navidad, en el corazón del invierno. La fiesta celebraba la consagración del altar y la nueva consagración del Templo por los Macabeos, después de varios años de profanación bajo los gobernantes sirios (164 a.C,). Han transcurrido tres meses desde la última indicación cronológica de Juan (7,2), pero la continuidad temática es indudable. La pregunta dirigida a Jesús es idéntica a la que le plantean en el proceso (no transmitido en Juan) del relato sinóptico de la pasión, y también su respuesta es semejante. Podríamos observar que Jesús no da a los no creyentes el mismo tipo de respuesta que a quienes están bien dispuestos; con los no creyentes insiste en su testimonio. 97
1M 4,36.59
Lc 22,66-67 # 8a Jn 4,25-26; 9,36-37
JUAN 10,26-36
Padre son las que dan testimonio de mí; 26 pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas. 27 Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas mi siguen. 28 Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. 29 El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. 30 Yo y el Padre somos uno». 31 Los judíos trajeron otra vez piedras para apedrearle. 32 Jesús les dijo: «Muchas obras buenas de parte del Padre 26-27 28-29
30
31-33 34-36
os he mostrado. ¿Por cuál de esas obras queréis apedrearme?». 33 Le respondieron los judíos: «No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino por una blasfemia y porque tú, siendo hombre, te haces a ti mismo Dios». 34 Jesús les respondió: «¿No está escrito en vuestra Ley: “Yo he dicho: dioses sois”? 35 Si llama dioses a aquellos a quienes se dirigió la palabra de Dios –y no puede fallar la Escritura–, 36 a aquel a quien el Padre ha santificado y enviado al mundo, ¿cómo le decís que blasfema por haber dicho:
El tema del pastor sirve para vincular esta sección a la anterior (¿tres meses antes?). Nadie conseguirá arrebatar a las ovejas de sus manos ni de las del Padre. Hay una identidad de poder entre él y el Padre, porque el Padre ha dado al Hijo poder sobre todas las cosas. La pretensión, por parte de Jesús, de ser igual al Padre provoca un nuevo intento, por parte de los judíos, de matarlo por blasfemo. Empleando un tipo de argumentación rabínica (que puede recurrir al uso de la misma palabra que se acaba de usar aunque tenga diferentes significados), Jesús señala que los jueces del Antiguo Testamento eran llamados «dioses» por ser destinatarios de la palabra de Dios (por ejemplo, Samuel). Entonces ¿por qué los judíos plantean objeciones cuando el término «Dios» es aplicado a la Palabra-hechacarne? Deberíamos observar que el Padre ha «santificado» o consagrado a Jesús: es el mismo verbo que el Antiguo Testamento utiliza para referirse a la consagración del Templo. En esta fiesta de la dedicación y consagración del altar y del Templo, Jesús sustituye el tema central de la fiesta. 98
Is 43,13 Jn 3,35; 13,3
Sal 82,6 (todo el versículo) 1 S 15,10
Nm 7,1
Cf. Jn 2,20
JUAN 10,37-42
“Yo soy Hijo de Dios”? 37 Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; 38 pero si las hago, aunque a mí no me creáis, creed por las obras, y así sabréis y conoceréis que el Padre está en mí y yo en el Padre». 39 Querían de nuevo prenderle, pero se les escapó de las manos. 37-38
39
40 41-42
40 Se
marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había estado antes bautizando, y se quedó allí. 41 Muchos fueron a él y decían: «Juan no realizó ningún signo, pero todo lo que dijo Juan de éste, era verdad». 42 Y muchos allí creyeron en él.
Una vez más, dice a los judíos que juzgan su pretensión sobre la base de las obras que realiza, porque ambas provienen de la misma fuente: el Padre en Jesús y Jesús en el Padre. Las ovejas de la casa de Israel siguen negándose a prestar oído a la voz del pastor, de modo que él las abandona. Así como había entrado en el país de Israel desde Betania al otro lado del Jordán, ahora deja el país y regresa a la otra orilla del río. Fuera de los límites de Israel, muchos creen en él. El eco del testimonio de Juan el Bautista, que había introducido el ministerio de Jesús, se escucha cuando éste acaba.
Jn 14,10-11
Jn 1,28 #4
Sección 4. De la muerte a la vida y de la vida a la muerte: Lázaro y la entrada en Jerusalén (11,1–12,36) Es posible que en un cierto estadio del desarrollo que condujo a la composición del cuarto Evangelio, el ministerio público de Jesús terminara con el capítulo 10. En ese caso, Jesús habría regresado desde la otra orilla del Jordán a la Tierra Prometida con el fin de poder pasar después de este mundo al Padre (es posible que el capítulo 13 estuviera en otro tiempo ligado directamente al capítulo 10). Pero ahora la resurrección de Lázaro, en los capítulos 11-12, proporciona una transición, una parada en el medio del camino entre el Jordán y Jerusalén. En realidad, el milagro de Lázaro y su repercusión 99
Cf. p. 18
Jn 13,1
JUAN 11,1-2
La resurrección de Lázaro. 1 Había un enfermo, Lázaro, de Beta-
nia, pueblo de María y de su hermana Marta. 2 María era la que ungió al Señor
11
fueron la causa primera e inmediata de la condena de Jesús. Si se da esto por sentado, sorprende el hecho de que los escritores sinópticos que narran en detalle los acontecimientos de Jerusalén que conducen a la muerte de Jesús, no ofrezcan ninguna información sobre el milagro de Lázaro ni como episodio ni como causa de la condena. En Lucas, por ejemplo, la acogida dispensada a Jesús el domingo de Ramos y la furia de los fariseos están basadas en «todas las obras poderosas» de Jesús. ¿Se puede afirmar que Juan sitúa aquí el milagro de Lázaro como un ejemplo de tales obras poderosas, más aún, como la más poderosa de todas las obras que condujeron a la muerte de Jesús? El efecto final sería la ironía extrema consistente en el hecho de que aquello que llevó inmediatamente a Jesús a la muerte fue sobre todo su iniciativa de dar la vida. Jesús es la luz, como ha demostrado sanando al ciego. De un modo más profundo es la vida, como mostrará resucitando a Lázaro. Este milagro, el último y mayor de los (¿siete?) signos milagrosos, es también un signo, ya que sigue siendo una promesa de lo que Jesús realizará cuando sea glorificado. Pero es un signo que toca muy de cerca la realidad; la vida natural dada aquí es prenda de la vida sobrenatural que dará Cristo glorificado. El relato de Lázaro concluye el Libro de los signos e introduce el Libro de la gloria, ya que constituye la causa inmediata de la decisión de matar a Jesús y, por tanto, de glorificarlo.
Jesús regresa a Jerusalén: 11,1-16 Es la primera vez que se habla de Lázaro. El otro Lázaro mencionado en los Evangelios es el Lázaro de la parábola 100
Lc 19,37
Cf. p. 24
JUAN 11,3-10
con perfumes y le secó los pies con sus cabellos; su hermano Lázaro era el enfermo. 3 Las hermanas enviaron a decir a Jesús: «Señor, aquel a quien tú quieres, está enfermo». 4 Al oírlo Jesús, dijo: «Esta enfermedad no es de muerte, es para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella». 5 Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. 6 Cuando se enteró de que estaba
2
3
4
6
7-8 9-10
enfermo, permaneció dos días más en el lugar donde se encontraba. 7 Al cabo de ellos, dice a sus discípulos: «Volvamos de nuevo a Judea». 8 Le dicen los discípulos: «Rabbí, hace poco los judíos querían apedrearte, ¿y vuelves allí?». 9 Jesús respondió: «¿No son doce las horas del día? Si uno anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; 10 pero si uno anda de noche, tropieza, porque
lucana del rico y, en efecto, las últimas líneas de la parábola suenan como un comentario al relato de Juan: «No creerán aunque un muerto resucite de entre los muertos». Por lo que respecta a María y a Marta, sólo Lucas conoce a ambas mujeres. Betania (otra Betania, cerca de Jerusalén) es para los sinópticos el lugar elegido por Jesús para alojarse durante la semana santa. (Nótese el tema de la resurrección en la semana santa de los sinópticos). Para completar el trasfondo se anticipa la identificación de María con una referencia al relato del capítulo 12. Ya el modo en que está redactada la noticia que llevan a Jesús junto al Jordán revela su amor a Lázaro, un motivo recurrente –tal vez Lázaro era considerado el tipo de cristiano a quien Jesús da la vida («amado» era un apelativo usado por los primeros cristianos)–. Desde el principio, Jesús afirma claramente el valor espiritual principal del milagro: conducirá a su gloria (es decir, su muerte con todas sus implicaciones gloriosas). Las indicaciones cronológicas son importantes, ya que Juan quiere eliminar toda duda sobre la muerte de Lázaro y el carácter deliberado de las acciones de Jesús. La sugerencia de subir a Jerusalén asusta a los discípulos, que con razón reconocen el peligro. Jesús les recuerda que 101
Lc 16,31
Lc 10,38-39 Mc 11,12; 12,18-27 # 8b
Jn 11,5. 11.36
Rm 12,19; 1 P 2,11 # 3b
Mc 10,32
JUAN 11,11-23
no está la luz en él». 11 Dijo esto y añadió: «Nuestro amigo Lázaro duerme; pero voy a despertarle». 12 Le dijeron sus discípulos: «Señor, si duerme, se curará». 13 Jesús lo había dicho de su muerte, pero ellos creyeron que hablaba del descanso del sueño. 14 Entonces Jesús les dijo abiertamente: «Lázaro ha muerto, 15 y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que creáis. Pero vayamos allá». 16 Entonces Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: «Vayamos también nosotros a morir con él». 9-10
11-14 16
17 Cuando
llegó Jesús, se encontró con que Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. 18 Betania estaba cerca de Jerusalén como a unos quince estadios, 19 y muchos judíos habían venido a casa de Marta y María para consolarlas por su hermano. 20 Cuando Marta supo que había venido Jesús, le salió al encuentro, mientras María permanecía en casa. 21 Dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. 22 Pero aun ahora yo sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá». 23 Le dice Jesús: «Tu hermano
hay un límite temporal impuesto a la presencia de la luz; la noche de la pasión se está aproximando.
Jn 9,4-5; 8,12
La referencia de Jesús al sueño de la muerte es interpretada equivocadamente y él tiene que explicarla. Es muy probable que la Iglesia primitiva aplicara las palabras de Tomás a un contexto espiritual como el descrito por Pablo: «Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Cristo».
#1
Rm 6,8; 2 Co 5,14 Mc 8,34-35
Lázaro es devuelto a la vida: 11,17-45
21-22 23-24
El viaje desde el Jordán requería al menos un día de camino, y encuentran a Lázaro muerto y sepultado. Como sucede también en la imagen que Lucas ofrece de Marta, ésta es más rápida que su hermana y se encuentra primero con Jesús. Sus palabras tienen un tono tanto de reproche como de súplica. La respuesta de Jesús, que promete la resurrección, es 102
Lc 10,40
JUAN 11,24-34
resucitará». 24 Le respondió Marta: «Ya sé que resucitará en la resurrección, el último día». 25 Jesús le respondió: «Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; 26 y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?». 27 Le dice ella: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo». 28 Dicho esto, fue a llamar a su hermana María y le dijo al oído: «El Maestro está ahí y te llama». 29 Ella, en cuanto lo oyó, se levantó rápidamente, y se fue 25-26
27
28-31
32 33
34
hacia él. 30 Jesús todavía no había llegado al pueblo; sino que seguía en el lugar donde Marta lo había encontrado. 31 Los judíos, que estaban con María en casa consolándola, al ver que se levantaba rápidamente y salía, la siguieron pensando que iba al sepulcro para llorar allí. 32 Cuando María llegó donde estaba Jesús, al verle, cayó a sus pies y le dijo: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto». 33 Viéndola llorar Jesús y que también lloraban los judíos que la acompañaban, se conmo vió interiormente, se turbó 34 y dijo:
incomprendida e interpretada como si se refiriera al fin del mundo. Como explicación, Jesús afirma que él es la resurrección y la vida («y la vida» es una lectura dudosa); como resu rrección, da vida espiritual a quienes han muerto físicamente, mientras que como vida no permite que la muerte toque a quienes creen en él. Esto suscita una fe parcial en Marta, la cual confiesa a Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios –véase la confesión de Pedro en Mt 16,16. En este momento entra en escena María, seguida del coro de plañideras. (La falta de un embalsamamiento eficaz había exigido que Jesús fuera sepultado de inmediato y, por esta razón, el periodo de lamentación continuaba después de la inhumación). María repite las palabras de su hermana. Jesús se siente turbado ante este sufrimiento; en efecto, el término griego parece implicar ira (tal vez ante la falta de fe de la mujer o frente a la presencia del dolor causado por el príncipe de la muerte; cf. 13,21). Invitan a Jesús a ir y ver el lugar de 103
#1
Mc 12,27
Jn 6,69; 20,31
Mc 14,5
JUAN 11,35-44
«¿Dónde lo habéis puesto?». Le responden: «Señor, ven y lo verás». 35 Jesús derramó lágrimas. 36 Los judíos entonces decían: «Mirad cómo le quería». 37 Pero algunos de ellos dijeron: «Éste, que abrió los ojos del ciego, ¿no podía haber hecho que éste no muriera?». 38 Entonces Jesús se conmovió de nuevo en su interior y fue al sepulcro. Era una cueva, y tenía puesta encima una piedra. 39 Dice Jesús: «Quitad la piedra». Le responde Marta, la hermana del muerto: «Señor, ya huele; es el cuarto
día». 40 Le dice Jesús: «¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?». 41 Quitaron, pues, la piedra. Entonces Je sús levantó los ojos a lo alto y dijo: «Padre, te doy gracias por haberme escuchado. 42 Ya sabía yo que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho por estos que me rodean, para que crean que tú me has enviado». 43 Dicho esto, gritó con fuerte voz: «¡Lázaro, sal afuera!». 44 Y salió el muerto, atado de pies y manos con vendas y envuelto el rostro en un sudario. Jesús les dice: «Desatadlo y dejadle andar».
la muerte con las mismas palabras que él ha usado para invitar a sus discípulos a acercarse a él, la fuente de la vida. 37
38 39 40
41-42
43-44
Los judíos recuerdan el poder que manifestó al curar al ciego y se preguntan por qué no pudo ayudar a Lázaro. De este modo unen inconscientemente los dos grandes motivos: Jesús como luz y Jesús como vida. De nuevo Jesús está turbado o airado frente a la muerte. Que la fe o, al menos, la comprensión de Marta no es aún perfecta aparece en la objeción que plantea. Y Jesús debe recordarle que manifestará su gloria en el último de los signos que va a realizar, como la manifestó en el primero. La oración de Jesús no es una petición: él es uno con el Padre y no hay duda de que el Padre lo escucha. La descripción propiamente dicha del milagro recuerda con claridad la promesa hecha por Jesús anteriormente: «Llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz [= la voz del Hijo] y saldrán los que hayan hecho el bien para una resurrección de vida» (todas las palabras en cursiva 104
Jn 1,39
Jn 2,11 #4 Jn 10,30 Jn 5,28-29
Jn 11,17. 43.27.25
JUAN 11,45-52
Sesión del Sanedrín. 45 Muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en él. 46 Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. 47 Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron consejo y decían: «¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchos signos. 48 Si le dejamos que siga así, todos creerán en él y vendrán los romanos y destruirán
nuestro Lugar Santo y nuestra nación». 49 Pero uno de ellos, Caifás, que era el sumo sacerdote de aquel año, les dijo: «Vosotros no sabéis nada, 50 ni caéis en la cuenta de que os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación». 51 Esto no lo dijo por su propia cuenta, sino que, como era sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación, 52 y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a
tienen una función central en el episodio de Lázaro). El término griego para «gritar con fuerza» se empleará cuatro veces en los capítulos 18-19, cuando la muchedumbre pida que Jesús sea crucificado. Nótese la paradoja: Jesús grita con fuerza para dar la vida, mientras que los enemigos lanzan gritos para pedir la muerte de Jesús. Lázaro sale cubierto con el sudario, porque lo necesitará de nuevo cuando muera; por el contrario, Jesús resucitado dejará el sudario en el sepulcro.
Jn 18,40; 19,6. 12.15
Jn 20,5
La condena de Jesús por parte de «los judíos»: 11,46-53
47-48
49-52
Quienes no creen informan sobre lo sucedido al sanedrín (el tribunal principal, compuesto por sacerdotes, ancianos y fariseos). Todos los miembros del sanedrín coinciden en que si dejan que Jesús siga actuando, causará la destrucción. Irónicamente, desde la perspectiva de los primeros cristianos, es la iniciativa tomada por «los judíos» de matar a Jesús lo que pondrá fin a la morada de Dios en el Templo («lugar») y a la elección divina de su nación. Cuarenta años después de esta «acción preventiva», los romanos destruirán el Templo y la nación. Caifás, sumo sacerdote en aquel año fatídico de la 105
Mt 27,51
#2
JUAN 11,53-57
los hijos de Dios que estaban dispersos. 53 Desde este día, decidieron darle muerte. 54 Por eso, Jesús no andaba ya en público entre los judíos, sino que se retiró de allí a la región cercana al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y allí residía con sus discípulos. La última Pascua. 55 Estaba cerca la Pascua de los judíos, y muchos del país
habían subido a Jerusalén, antes de la Pascua para purificarse. 56 Buscaban a Jesús y se decían unos a otros estando en el Templo: «¿Qué os parece? ¿Que no vendrá a la fiesta?». 57 Los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado órdenes de que, si alguno sabía dónde estaba, lo notificara para detenerle.
historia de Israel, pronuncia una profecía aún más irónica, pero inconsciente: es necesario que uno muera «por el pueblo» –él quiere decir «en lugar del pueblo», pero Juan quiere decir «por la salvación del pueblo»–. El sanedrín decide que sea castigado con la muerte. (¿Es ésta la versión joánica del proceso del sanedrín, omitido por Juan y situado por los sinópticos durante la semana santa?). 54-56
Pero Jesús, siempre dueño de su futuro, no quiere morir antes de Pascua. Por eso se retira a Efraín (localidad no identificada con certeza). En el cuarto Evangelio faltan indicaciones cronológicas sobre el milagro de Lázaro; al parecer, tuvo lugar entre la fiesta de invierno del capítulo 10 y la Pascua de la primavera siguiente.
Mc 14,55ss
¿# 8a?
Jn 10,18
La unción en Betania: 12,1-10 El milagro de Lázaro, que ha provocado el odio de los fariseos, suscita amor en María. Los fariseos han decidido la muerte de Jesús. Ella lo unge para la sepultura. La indicación cronológica aquí (el sábado por la tarde: seis días antes de la Pascua que comenzaría el siguiente viernes por la tarde) es difícil de conciliar con Marcos-Mateo, que datan el 106
Mc 14,1-3
JUAN 12,1-3
La unción en Betania.1 Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. 2 Le dieron allí una cena. Marta ser-
vía y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. 3 Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se
12
mismo acontecimiento dos días antes de la Pascua. (Una posible solución consistiría en considerar correcta la datación joánica, y el relato de la unción en Marcos como una interpolación que interrumpe la secuencia original, constituida por Mc 14,1-2.10ss). Lucas no habla de una unción durante la semana santa, sino que propone una escena análoga, acontecida anteriormente en Galilea, en la que está implicada una mujer pecadora. Es probable que nos encontremos ante dos episodios diferentes: (a) una verdadera unción en Betania por parte de María, de la cual hablan Marcos-Mateo y Juan; (b) un gesto penitencial realizado por una pecadora en Galilea (originariamente sin unción), del cual habla Lucas. Dada la semejanza entre las dos escenas, en la transmisión oral los detalles de una entraron en otra. No disponemos de una base sólida para identificar a María de Betania con la pecadora de Galilea o con María de Magdala. 2
3
El texto no precisa en qué casa tiene lugar el episodio de la cena (en Marcos-Mateo es la casa de Simón el leproso), pero Lázaro está presente y María, fiel a su carácter, sirve la mesa. Marcos y Mateo nos hablan de la unción de la cabeza; la unción de los pies (insólita), y el hecho de que sean secados después con los cabellos (gesto más extraño aún), son detalles que Juan comparte con Lucas, donde lógicamente se habla de lágrimas, pero no de unción. La observación 107
Lc 7,36-50
Lc 10,40
Lc 7,38 Mc 14,9
JUAN 12,4-11
llenó del olor del perfume. 4 Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entregar: 5 «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?». 6 Pero no decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella. 7 Jesús dijo: «Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura. 8 Porque
pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre me tendréis». 9 Gran número de judíos supieron que Jesús estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. 10 Los sumos sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro, 11 porque a causa de él muchos judíos se les iban y creían en Jesús.
sobre el perfume que llena la casa se puede comparar con la nota de Marcos y Mateo, que afirman que la fama de la mujer se extendió por todas partes. Una máxima rabínica reza: «El buen ungüento se difunde del dormitorio al comedor, pero el buen nombre se difunde de un extremo al otro del mundo». 4-6
7
8
9-11
A diferencia de los sinópticos, Juan identifica la fuente de las quejas contra María en Judas, que –esta observación aparece sólo en Juan– era un ladrón. En el plan de Dios, el ungüento no había sido vendido porque debía servir para ungir el cuerpo de Jesús para la sepultura. (Es mejor leer el versículo 7 de este modo: «El fin era que ella podía conser varlo para…», ya que el versículo 3 parece indicar que fue usado todo, como observa Marcos). En la teología rabínica, mientras que la limosna es clasificada como un «acto de justicia» que merece alabanza, el cuidado del cadáver para la sepultura es definido como «un acto de caridad», una obra buena de calidad superior. Los temas presentes en el episodio de Lázaro encuentran su eco donde se habla de la fe de la multitud que impulsa a los fariseos a continuar sus maquinaciones contra Jesús. 108
Mc 14,3
JUAN 12,12-16
La entrada en Jerusalén. 12 Al día siguiente, al enterarse la numerosa muchedumbre que había llegado para la fiesta, de que Jesús se dirigía a Jerusalén, 13 tomaron ramas de palmera y salieron a su encuentro gritando: «“¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor”, y el rey de Israel!».
14 Jesús,
habiendo encontrado un borriquillo, se montó en él, según está escrito: 15 “No temas, hija de Sión; mira que viene tu rey montado en un pollino de asna”. 16 Esto no lo comprendieron sus discípulos de momento; pero cuando Jesús fue glorificado, cayeron en la cuenta de que esto estaba escrito sobre él, y que era
Jesús entra solemnemente en Jerusalén: 12,12-16
14-15
16
El relato joánico de la procesión del «domingo de Ramos» contiene diferencias significativas con respecto al relato sinóptico. El triunfo no tiene su origen en los discípulos de Jesús sino en la muchedumbre. Sólo Juan menciona los ramos de palma con palabras que recuerdan los cortejos organizados para celebrar las victorias políticas de los Macabeos. Una vez más, sólo Juan nos dice que la multitud aclamaba a Jesús como rey. Así, el cuarto Evangelio parece implicar que esta «gran multitud» (la misma expresión que en 6,5 –una multitud que trataba también de hacer rey a Jesús–) recibe a Jesús con entusiasmo político. Para corregirlo, Jesús realiza una profecía; sube a lomos de un pollino con el fin de mostrar que, como el rey prometido en Zacarías, él ha venido a traer paz y salvación. La naturaleza no política de su reino no quedará clara hasta el momento de su muerte y resurrección, es decir, su glorificación (recuérdese una afirmación semejante, en el capítulo 2, después de la purificación del Templo, una escena que los sinópticos sitúan en este punto). 109
Sal 118,26
Mt 21,6-7
2 M 10,7 Jn 6,15
Za 9,9-10
Jn 18,36; 2,22
JUAN 12,17-25
lo que le habían hecho. 17 La gente que estaba con él cuando llamó a Lázaro de la tumba y le resucitó de entre los muertos daba testimonio. 18 Por eso también salió la gente a su encuentro, porque habían oído que él había realizado aquel signo. 19 Entonces los fariseos se dijeron entre sí: «¿Veis cómo no adelantáis nada?; todo el mundo se ha ido tras él». La llegada de la hora de Jesús. 20 Había algunos griegos de los que subían a adorar en la fiesta. 21 Éstos se diri-
gieron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le rogaron: «Señor, queremos ver a Jesús». 22 Felipe fue a decírselo a Andrés; Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. 23 Jesús les respondió: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo de hombre. 24 En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. 25 El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna.
El final del ministerio público: 12,17-36
20
21-22
24
24-25a
25b-26
La fe y las alabanzas de la multitud inducen a los fariseos a afirmar que el mundo entero (ironía joánica) sigue a Jesús. Esta afirmación se realiza en el episodio de los griegos que acuden para ver a Jesús (podría tratarse de prosélitos o incluso de judíos de lengua griega procedentes de la diáspora). Como en el capítulo 6, Felipe y Andrés son los intermediarios, quizá porque eran originarios de Betsaida, un territorio predominantemente gentil, gobernado por el tetrarca Filipo. La reacción de Jesús a la petición de los griegos es inmediata. Su venida es el signo de que su misión en la casa de Israel ha terminado, su obra está hecha. Ahora llega la hora de retornar al Padre, con la muerte y la resurrección. Gracias a esta glorificación, su misión dará fruto y la semilla plantada en los corazones de los gentiles madurará. Los versículos siguientes subrayan un tema familiar en los sinópticos: el seguimiento del maestro hasta la muerte. (Nótese que de aquí en adelante el discurso de Jesús tiene paralelos en la escena sinóptica de la agonía en Getsemaní, un aconteci110
Lc 19,39 #2
Jn 6,7-10
Mt 10,38-39; 16,24-25
JUAN 12,26-35 26 Si alguno me sirve, que me siga, y don-
dió: «No ha venido esta voz por mí, sino por vosotros. 31 Ahora es el juicio de este mundo; ahora el Príncipe de este mundo será derribado. 32 Y yo, cuando sea ele vado de la tierra, atraeré a todos hacia mí». 33 Decía esto para significar de qué muerte iba a morir. 34 La gente le respondió: «Nosotros sabemos por la Ley que el Cristo permanece para siempre. ¿Cómo dices tú que es preciso que el Hijo del hombre sea elevado? ¿Quién es ese Hijo del hombre?». 35 Jesús les dijo: «Todavía,
de yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará. 27 Ahora mi alma está turbada. Y ¿que voy a decir? ¡Padre, líbrame de esta hora! Pero ¡si he llegado a esta hora para esto! 28 Padre, glorifica tu Nombre». Vino entonces una voz del cielo: «Le he glorificado y de nuevo le glorificaré». 29 La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno. Otros decían: «Le ha hablado un ángel». 30 Jesús respon-
27-28
29
30
31-33
34
35-36
miento que no se narra en Juan). El pensamiento de la muerte turba a Jesús, al igual que en la escena de Getsemaní en los sinópticos. Si en Marcos Jesús pide ser liberado de aquella hora, en Juan renuncia a esa oración. «Glorifica tu nombre» es semejante a «Hágase tu voluntad». Mientras que los presentes creen que la voz oída es la de un ángel, en Lucas baja del cielo un ángel para fortalecer a Jesús. No obstante, en Juan el mensaje de la voz está claramente destinado al pueblo, para que puedan ver la intimidad entre el Padre y el Hijo. Jesús empieza ahora a pronunciar las últimas palabras de su ministerio público. Su obra está cumplida: ha mostrado al Padre «a los suyos» y de este modo les ha sometido a un juicio. Quienes le rechazan, se sitúan en el bando del príncipe de este mundo, el gran adversario de Jesús, que será abatido cuando Jesús sea elevado sobre la cruz y en la resurrección. El versículo 32 proporciona la respuesta de los gentiles. La multitud, que había aclamado a Jesús como un conquistador, está perpleja ante sus palabras. El Mesías ¿no debe permanecer para siempre? Pero la única respuesta del Mesías consiste en subrayar la brevedad del tiempo: la luz no seguirá 111
#8 Mc 14,34
Mc 14,35
Lc 22,43; Jn 11,42
#5 Cf. Jn 3,19 Lc 22,53
JUAN 12,36-40
por un poco de tiempo, está la luz entre vosotros. Caminad mientras tenéis la luz, para que no os sorprendan las tinieblas; el que camina en tinieblas no sabe adónde va. 36 Mientras tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz». La incredulidad de los judíos. Dicho esto, se marchó Jesús y se ocultó de ellos. 37 Aunque había realizado tan grandes signos delante de ellos, no creían en él; 38 para que se cumpliera el oráculo pronunciado por el profeta Isaías:
«Señor, ¿quién dio crédito a nuestras palabras? Y el brazo del Señor, ¿a quién se le reveló?». 39 No podían creer, porque también había dicho Isaías: 40 «Ha cegado sus ojos, ha endurecido su corazón; para que no vean con los ojos, ni comprendan con su corazón, ni se conviertan, ni yo los sane».
brillando durante mucho tiempo; la noche oscurecerá pronto el mundo. Después de haber dirigido su última exhortación al mundo, la luz se oculta.
Jn 1,9; 13,30
Balance de la obra de Jesús: 12,37-43
38
39-41
El autor hace una pausa para comentar por qué «los suyos» no acogieron a Jesús. El plan eterno de Dios en las Escrituras es la única respuesta. Dios había previsto que el pueblo no creería en las palabras ni en las acciones del Siervo sufriente. Varios siglos antes, Isaías había visto la gloria de Dios en una visión, y se había declarado dispuesto a transmitir la revelación de Dios a Su pueblo, pero Dios le había advertido de que ellos no iban a creer. La explicación que proporciona Juan de la increencia judía es de carácter histórico: sus palabras no deben ser consideradas erróneamente como una explicación psicológica, que niega la libertad o la culpabilidad humanas. Si, por un lado, se había preestablecido que «los suyos» no creerían, la verdadera causa de la 112
Jn 1,11
Is 53,1 Cf. Jn 1,29
Is 6,1-10
JUAN 12,41-49 41 Isaías
dijo esto porque vio su gloria y habló de él. 42 Sin embargo, aun entre los magistrados, muchos creyeron en él; pero, por los fariseos, no lo confesaban, para no ser excluidos de la sinagoga, 43 porque prefirieron la gloria de los hombres a la gloria de Dios. Recapitulación. 44 Jesús gritó y dijo: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; 45 y el que me ve a mí, ve a aquel que me ha envia-
do. 46 Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas. 47 Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. 48 El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la palabra que yo he hablado, ésa le juzgará el último día; 49 porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha manda-
incredulidad es que «quien obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras». 42-43
No obstante, tampoco entre los jefes cayeron las palabras de Jesús en un terreno completamente estéril. Su temor y respeto humano no desaparecería hasta que la semilla de la fe fuera regada por la sangre de Jesús. Entonces, personajes como José de Arimatea y Nicodemo mostrarían públicamente su fe. Con estas palabras, Juan concluye el Libro de los signos (véase el versículo 37). Aun cuando su pueblo no acogió a Jesús, hubo algunos judíos que lo acogieron. A éstos se les dedica la segunda parte del Evangelio, el Libro de la gloria, porque son los representantes de un número incontable de personas de otras naciones y de otros tiempos que creerán: «Vino a los suyos, y los suyos no le aceptaron. Pero a todos los que le aceptaron les dio poder de hacerse hijos de Dios».
44-50
[Al final del Libro de los signos, el redactor de la obra añade un breve discurso de Jesús que constituye un excelente suma113
Jn 3,20
Jn 19,38
Jn 1,11-12
#7
JUAN 12,50–13-1
III. El libro de la gloria
do lo que tengo que decir y hablar, 50 y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo lo hablo como el Padre me lo ha dicho a mí».
El lavatorio de los pies. 1 Antes de la fiesta de la Pascua, sabien-
13
rio del mensaje de Jesús al mundo. Casi todo el contenido de los versículos de este pasaje ha aparecido ya en los capítulos anteriores].
Jn 3,16-19; 8,15-16.26
Segunda parte: El libro de la gloria (Juan 13,1–20,31) Sección 1. La última cena (13,1–17,26) En el gran ciclo de la vida de Jesús (descenso del Padre y retorno al Padre), el punto más bajo del descenso, y el momento en que comienza el ascenso, se encuentra aquí, cuando el Hijo asume la forma de siervo (13,16). Su hora (13,1) ha llegado. La humillación y el auto-abajamiento del Hijo de Dios constituyen el significado evidente de la escena del lavatorio de los pies. No obstante, en el contexto de la primera comunidad cristiana pudo haber un motivo sacramental subyacente. En efecto, algunas de las liturgias cristianas (siríaca, armenia y española) y algunos Padres de la Iglesia entrevén alusiones al bautismo en la escena del lavatorio de los pies. Debemos reflexionar un momento sobre la indicación cronológica ofrecida en el versículo 1 del relato de la última cena: «Antes de la fiesta de la Pascua». El día judío empezaba por la tarde (el calendario judío era un calendario lunar , donde, obviamente, la noche –dominio de la luna– era el factor dominante para calcular el tiempo). Para Juan, la Pascua, en el día decimoquinto del mes de nisán, empezaba el viernes por la tarde, al ponerse el sol. Por eso, la comida del jueves 114
Flp 2,7 # 3b
Ex 12,6ss. Lv 23,5-8; Jn 18,28; 19,31
JUAN 13,2-3
do Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. 2 Durante la
cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle, 3 sabiendo que el Padre le había puesto todo en
después del mediodía y los episodios acontecidos durante el viernes santo forman parte del día 14 de nisán. Para los sinópticos, en cambio, la comida del jueves fue un banquete pas cual, y por eso el jueves por la tarde era ya 15 de nisán. Tal vez la mejor solución del problema consista en considerar correcta la cronología joánica. Pero durante la cena (la tarde antes de Pascua), Jesús realizó los gestos típicos del banquete pascual, excepto la consumación del cordero, para mostrar el vínculo entre la sangre eucarística y el éxodo. En los sinópticos, esta comida con claras connotaciones pascuales fue transformada en un banquete pascual.
Mc 14,12. 17; Lc 22,15
Jesús lava los pies a los discípulos (13,1-17)
2
3
Ahora que ha llegado la hora de la que tanto se ha hablado a lo largo del Evangelio, Jesús manifiesta su amor «hasta el fin», en dos sentidos: hasta la conclusión de su vida y hasta el extremo. Para Juan y para Lucas, la verdadera causa de la traición de Judas no fue la avaricia, sino la instigación satánica. Es posible que se hayan unido dos relatos de los acontecimientos descritos en el capítulo 13 (¿uno subrayaba la unidad y otro el bautismo?), ya que nos encontramos varios duplicados: el versículo 27 es un duplicado del versículo 2; y el versículo 3 es otra introducción paralela al versículo 1. El acento solemne puesto en el hecho de que la acción siguiente brota del poder dado a Jesús por el Padre nos recuerda el mandato final de bautizar impartido por Jesús a los discípulos en el Evangelio de Mateo. 115
# 3a Jn 19,30 Lc 22,1-3 # 7, 3b
Mt 28,18-19
JUAN 13,4-11
sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, 4 se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. 5 Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido. 6 Llega a Simón Pedro; éste le dice: «Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?». 7 Jesús le respondió: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo com4-5
6
7
8
9-10
prenderás más tarde». 8 Le dice Pedro: «No me lavarás los pies jamás». Jesús le respondió: «Si no te la vo, no tienes parte conmigo». 9 Le dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza». 10 Jesús le dice: «El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos». 11 Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo: «No estáis limpios todos».
Lavar los pies a quien se los ha ensuciado por ir calzado con sandalias sobre caminos polvorientos era una tarea muy humilde, que no se exigía ni siquiera a los esclavos judíos. Tal humillación extrema por parte de Jesús suscita la resistencia de Pedro. La insistencia de Jesús, quien afirma que Pedro podrá comprenderlo sólo más adelante, parece implicar más que una simple lección de humildad, ya que los pasajes similares en Juan muestran que el mensaje completo implícito en el gesto se podrá entender sólo después de la glorificación de Jesús. La humildad se puede comprender ya ahora; el bautismo brota sólo de Jesús glorificado. Es tan importante que Jesús lave los pies a Pedro, que si no lo hace, el apóstol no tendrá parte en la herencia eterna. (El término usado para «parte» implica una porción o suerte en la vida eterna: uno de los lugares que Jesús va a preparar). Impresionado, Simón pide un baño completo. La respuesta de Jesús proporciona la clave de comprensión de este pasa je. El verbo griego para «bañarse» es, en el Nuevo Testamento, un término técnico para indicar el bautismo (y aparece bajo diferentes traducciones). Este versículo resulta difícil si insistimos en interpretar el lavatorio de los pies sólo como un 116
Jn 12,16
Jn 19,34
Ap 22,19; Col 1,12; Jn 14,1-3
1 Co 6,11; Tt 3,5
JUAN 13,12-18 12 Después que les lavó los pies, tomó
que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros. 16 En verdad, en verdad os digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que lo envía. 17 Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís. 18 No me refiero a todos vosotros; yo conozco a los que he elegido; pero tiene que cumplirse la Escritura: “El que come mi pan ha alzado con-
sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vo sotros? 13 Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. 14 Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. 15 Porque os he dado ejemplo, para
gesto de humildad. Pero si situamos el pasaje en el contexto de la catequesis cristiana e interpretamos la acción de Jesús como símbolo del bautismo, entonces sus palabras indican que quien ha sido ya bautizado no necesita otro bautismo (por lo demás, así solían interpretar este pasaje los Padres de la Iglesia). 12-16
17
Después del lavatorio de los pies, Jesús explica su gesto como lección de humildad. En el relato lucano de la última cena imparte una lección análoga. De hecho, los versículos 13-16 encuentran un eco en el ministerio público sinóptico y en otros textos de Juan, de modo que tal vez aquí sean secundarios. Jesús declara bienaventurados a sus discípulos si comprenden estas cosas y las ponen en práctica. Sus palabras tienen un paralelo en la versión lucana de la institución eucarística (que, en los relatos sinópticos de la última cena, se sitúa en este punto): «Haced esto en memoria mía».
Ef 5,26; Hb 10,22
Lc 22,24-27
Mt 10,24; Jn 15,20
Lc 22,19
La traición: 13,18-30
18
Hay dos pasajes que hablan de la traición de Judas: los versículos 18-19 y los versículos 21-30 (tal vez también esto constituya un indicio de la fusión de dos relatos). El texto bíblico 117
Sal 41,10
JUAN 13,19-26
tra mí su talón”. 19 Os lo digo desde ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, creáis que YO SOY. 20 En verdad, en verdad os digo: quien acoja al que yo envíe, me acoge a mí, y quien me acoja a mí, acoge a aquel que me ha enviado». Anuncio de la traición de Judas. 21 Cuando dijo estas palabras, Jesús se turbó en su interior y declaró: «En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros
20
23-25
26
me entregará». 22 Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba. 23 Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús. 24 Simón Pedro le hace una seña y le dice: «Pregúntale de quién está hablando». 25 Él, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice: «Señor, ¿quién es?». 26 Le responde Jesús: «Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar». Y, mojando el bocado, lo toma y se lo da a Judas,
hace referencia, literalmente, a «el que come mi pan», aun cuando Juan no ha dicho hasta ahora que se haya comido pan (otro motivo para pensar que, en otro tiempo, antes del versículo 17 se encontraba el relato de la eucaristía). Si este relato de la eucaristía, que ahora falta aquí, es la narración que se encuentra actualmente en 6,51, la traición de Judas de la que se habla en 6,71 entra perfectamente en este contexto. El versículo 20 parece fuera de lugar en este punto; y resulta que en Mateo aparece en el mismo discurso donde encontramos el paralelo del versículo 16. El segundo relato de la traición es más próximo al sinóptico, pero los papeles desempeñados por Pedro y por el discípulo amado son propios de Juan. Tal discípulo, cuyo nombre no se menciona nunca, está totalmente ausente en los sinópticos. Para comprender esta escena (así como la del lavatorio de los pies), tenemos que imaginar a los comensales reclinados sobre el costado izquierdo, con la cabeza apoyada sobre un brazo flexionado, vueltos hacia los sirvientes, con los pies hacia fuera. El discípulo amado se encuentra a la derecha de Jesús. Las normas que regulaban el banquete pascual exigían que los comensales estuvieran recostados, y el hecho de mojar el 118
Cf. p. 74
Mt 10,40
Mc 14,17-20
JUAN 13,27-33
El mandamiento nuevo. 31 Cuando salió, dice Jesús: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. 32 Si Dios ha sido glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto». 33 «Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaréis, y, lo mismo que les dije a los judíos, que adonde yo voy, vosotros no podéis
hijo de Simón Iscariote. 27 Y entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dice: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto». 28 Pero ninguno de los comensales entendió por qué se lo decía. 29 Como Judas tenía la bolsa, algunos pensaban que Jesús quería decirle: «Compra lo que nos hace falta para la fiesta», o que diera algo a los pobres. 30 En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche.
bocado de pan recuerda el gesto pascual de los israelitas, que untaban las hierbas amargas en la salsa haroseth. Así, el banquete presenta características pascuales también en Juan. 27 28-29
30
La orden dada a Judas muestra que, incluso en este momento extremo, Jesús controla su destino. (El malentendido de esta orden por parte de los discípulos es un hábil recurso literario). La hora de Satanás, el gran adversario, ha llegado. La noche está a punto de vencer a la luz, pero sólo con el permiso de Jesús. En efecto, puede ser que en la peculiar referencia al «talón», en el versículo 18 –el cual recuerda la serpiente del Génesis que hiere el talón de la descendencia de la mujer–, vea Juan un elemento de la lucha titánica entre el Salvador y la serpiente, prevista desde los orígenes de la historia humana.
Mc 14,20
Jn 10,18
Jn 9,4; Lc 22,53
Gn 3,15 Ap 12,1-5
Introducción al último discurso de Jesús a los discípulos: 13,31-38 Con el permiso dado oficialmente al agente de Satanás para que inicie el proceso que lo llevará a la muerte, empieza Jesús su ascenso a la gloria. El anuncio de su partida, una amenaza 119
JUAN 13,34-38
venir, os digo también ahora a vosotros. 34 Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. 35 En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros». Predicción de la negación de Pedro. 36 Simón Pedro le dice: «Señor,
34-35
36-38
¿adónde vas?». Jesús le respondió: «Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde». 37 Pedro le dice: «¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti». 38 Le responde Jesús: «¿Que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces».
para «los judíos», es para sus discípulos una despedida, llena de ternura y tristeza. El don de Jesús, en el momento de la separación, es el mandamiento nuevo (en latín: mandatum, de donde procede la expresión inglesa Maundy Thursday, para indicar el jueves santo) del amor mutuo (nótese que el mandamiento no incluye a los extraños): un recuerdo de la presencia de Jesús, el último resplandor de la luz en el mundo. La con versación con Pedro proporciona el último contacto con el relato sinóptico de la última cena (Lucas: durante la cena; Marcos y Mateo: mientras iban de camino hacia Jerusalén). La promesa imprudente de Pedro de dar la vida es una expresión que implica, en último término, la disposición implícita a ser un buen pastor. Durante la noche mostrará que no es capaz de mantenerla, pero el papel de pastor será finalmente suyo.
Último discurso de Jesús a los discípulos: 14,1–17,26 Entramos en los cuatro capítulos que contienen el último discurso de Jesús (14,1–17,26). Si se tratara de una transcripción verbal de cuanto dijo Jesús en aquella ocasión, habría sido necesario un estenógrafo muy experimentado. Es evidente que, para componer estos discursos, Juan reunió palabras pronunciadas efectivamente por Jesús durante la últi120
Jn 7,33-36; 8,21-24 1 Jn 2,7-11; 2 Jn 5-6
Lc 22,3134; Mc 14,26-31 Jn 10,11; 21,15-19
JUAN 14,1-5
14
1 «No
se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios; creed también en mí. 2 En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. 3 Y cuan-
do haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. 4 Y adonde yo voy sabéis el camino». 5 Le dice Tomás: «Señor, no sabe-
ma cena con dichos expresados a lo largo de la vida pública. Los discursos de los primeros doce capítulos se dirigían sobre todo a los no creyentes. Ahora, el cuarto Evangelio quiere centrar nuestra atención en el mensaje de Jesús para los creyentes, y reúne todo este material en un único lugar. También los sinópticos contienen grandes discursos, que contienen dichos pronunciados por Jesús en diferentes ocasiones históricas: por ejemplo, el Sermón de la montaña en Mateo. Tenemos aquí una síntesis joánica, un discurso que alcanza cimas sublimes. Jesús, situado entre el cielo y la tierra, pero de camino hacia la gloria, habla como quien se encuentra aún en el mundo y como quien ha salido de él. Este carácter atemporal y no espacial del discurso confiere a las palabras de Jesús un valor permanente.
Jn 16,5; 17,11
#6
Primera parte del último discurso: 14,1-31
1-3
5
La primera de las tres partes del discurso contiene el mayor número de referencias a su partida inminente. Por eso, es la más adecuada al contexto de la última cena. Después de la introducción, al final del capítulo 13, Jesús subraya el tema de su partida, consolando al mismo tiempo a los discípulos con la promesa de que retornará para reunirlos en torno a él. Parece que se refiere a la parusía, uno de los pocos ejemplos de escatología final en el cuarto Evangelio. Tomás, que es aquí portavoz de los otros, muestra que no comprende adón121
Cf. p. 29
#5 Jn 7,35; 8,22
JUAN 14,6-14
mos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». 6 Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. 7 Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto». 8 Le dice Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». 9 Le dice Jesús: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: «Muéstranos al Padre»? 10 ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre
6
7
8 9 10-11
12-14
está en mí? Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras. 11 Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos, creedlo por las obras. 12 En verdad, en verdad os digo: el que crea en mí, hará él también las obras que yo hago, y hará mayores aún, porque yo voy al Padre. 13 Y todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. 14 Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré.
de va Jesús, como les había pasado a «los judíos». Tomás no sólo ignora que Jesús va al Padre, sino que ni siquiera conoce el camino. Jesús explica que él es el camino hacia el Padre porque es la verdad encarnada del Padre y da la vida, desde lo alto, a los seres humanos. Él es la única fuente del conocimiento sobre el Padre. Aparece en escena otro personaje joánico, Felipe, y su incomprensión de las palabras de Jesús es también profunda. La respuesta de Jesús subraya su absoluta unidad con el Padre; él es la revelación del Padre y tanto sus palabras como sus acciones no le pertenecen, sino que son del Padre. A quienes creen (y son, por tanto, hijos de Dios) se les concederá realizar obras semejantes a las del Hijo e incluso mayores. Lo único que necesitan es la oración en nombre de Jesús, un tema común en los sinópticos (aun cuando sólo Juan dice que es Jesús quien responde; normalmente, el Padre escucha la oración, por intercesión de Jesús). 122
#1
Jn 6,46; 8,19
Jn 1,18; 10,37-38; 12,45.49 Jn 1,12 Mc 11,23-24
Rm 8,34; 1 Jn 2,1
JUAN 14,15-17
El Paráclito. 15 Si me amáis, guardaréis mis mandamientos; 16 y yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, 17 el
Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce. Pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros y estará en voso-
Entramos ahora en la sección triádica del discurso, donde la misma forma de argumentación se aplica primero al Espíritu (vv. 15-27), después a Jesús (vv. 18-22) y luego al Padre (vv. 23-24): si observamos los mandamientos, el Espíritu, el Hijo y el Padre, respectivamente, vendrán a nosotros y morarán en nosotros.
Compárese Jn 14,13-16 con Lc 11, 9-10.13
El Espíritu Paráclito: 14,15-17
16
17
La condición para que recibamos el don del Espíritu es que observemos los mandamientos, lo cual es, a fin de cuentas, la prueba de nuestro amor a Jesús. Ésta es la primera de las dos promesas del Espíritu hechas en el capítulo 14. Paráclito («abogado») es un término legal: el abogado que defiende a un imputado en un procedimiento judicial. El Espíritu será el gran defensor de los discípulos (nótese que el Espíritu Santo es otro paráclito, pues Jesús mismo ha sido ya el paráclito o defensor de los discípulos en la tierra y seguirá siéndolo en el cielo). La expresión «Espíritu de verdad» es joánica (y, como dato bastante interesante, hay que recordar que se encuentra también en los manuscritos del Mar Muerto, pero no en referencia a un ser divino). Significa el Espíritu que revela al mundo la verdad acerca de Jesús, del mismo modo que Jesús reveló al mundo la verdad sobre el Padre. Sólo quienes acogen a Jesús pueden acoger al Espíritu. 123
1 Jn 2,4-5; 3,24
Mt 10, 19-20 Jn 17,11-12; 1 Jn 2,1
1 Jn 5,8
1 Jn 4,2
JUAN 14,18-24
tros. 18 No os dejaré huérfanos: volveré a vosotros. 19 Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero vosotros sí me veréis, porque yo vivo y también vosotros viviréis. 20 Aquel día comprenderéis que yo estoy en mi Padre y vosotros en mí y yo en vosotros. 21 El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi
Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él». 22 Le dice Judas –no el Iscariote–: «Señor, ¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?». 23 Jesús le respondió: «Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él. 24 El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra no es
Jesús: 14,18-22
21 22
Como al comienzo del capítulo 14, Jesús consuela de nuevo a los discípulos y predice su retorno, pero esta vez no habla de la segunda venida, sino, en clave espiritual, de la inhabitación divina, que permitirá al cristiano comprender cómo Jesús y el Padre son uno. Una vez más, la observancia de los mandamientos es la condición para la venida de Jesús. Un fragmento de diálogo aparece de nuevo brevemente cuando un discípulo, cuyo nombre aparece aquí por primera vez, «Judas, no el Iscariote» (se trata del Judas mencionado sólo en otra ocasión: en la lista lucana de los Doce), pregunta por qué Jesús (como el Espíritu) ha decidido mostrarse a los suyos, pero no al mundo.
#5
#6 Lc 6,16; Hch 1,13
El Padre: 14,23-24
En la respuesta, Jesús habla de la venida del Padre para morar en el cristiano, es decir, en quien conserva las palabras de Jesús, porque las palabras de Jesús son las palabras del Padre. La respuesta es indirecta, ciertamente, pero fundamental. El mundo es objeto de juicio porque no ama a Dios. La presencia de las tres personas divinas puede ser percibida sólo a través de un conocimiento afectivo, un conocimiento enraizado en el amor. Y no se puede al mismo tiempo amar a Jesús y no observar sus palabras. 124
1 Jn 4,8 1 Jn 5,2-3
JUAN 14,25-31
mía, sino del Padre que me ha enviado. 25 Os he dicho estas cosas estando entre vosotros. 26 Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho. 27 Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. 28 Habéis oído que os he dicho: “Me voy y volveré a vosotros”. Si me amarais, os alegraríais de que me
vaya al Padre, porque el Padre es más grande que yo. 29 Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. 30 Ya no hablaré muchas cosas con vosotros, porque llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder; 31 pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado. Levantaos. Vámonos de aquí».
Conclusión: 14,25-31
27
28
La conclusión del discurso contiene la segunda predicción de la venida del Paráclito. Aquí se subraya su papel de maestro, en el sentido de que esclarecerá cuanto Jesús ha dicho. En este papel pedimos al Paráclito que preserve a los cristianos del error y les mantenga siempre cerca de la mentalidad de Jesús. Con esta promesa final, Jesús concede a sus discípulos la paz: su shal -om o despedida. Es una paz basada en la venida del Espíritu que tendrá lugar la noche de Pascua, cuando Jesús diga: «Paz a vosotros. Recibid el Espíritu Santo». No es la paz de este mundo, que con mucha frecuencia es sólo un alivio de una necesidad o una tensión temporales. Es la paz de quien está liberado del pecado y unido a Dios, el único cumplimiento completo de todas nuestras necesidades. Esta paz no puede ser turbada por el retorno de Jesús al Padre, dado que justamente tal retorno, su glorificación, produce la paz. Aun cuando fue empleada por Arrio, la expresión «el Padre es mayor que yo» fue entendida por los Padres de la Iglesia como una frase pronunciada por Jesús como hombre. Por ser Hijo de Dios, el poder del Jesús joánico es igual al del Padre. 125
Jn 20,21-22
Rm 5,1; 14,17
Jn 10,28-30
JUAN 15,1-14
La vid verdadera. 1 «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. 2 Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. 3 Vosotros estáis ya limpios gracias a la palabra que os he dicho. 4 Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. 6 Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. 7 Si permane-
céis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. 8 La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos. 9 Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. 10 Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. 11 Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado. 12 Éste es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. 13 Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. 14 Vosotros sois mis amigos, si
15
30
31
Ha llegado el momento de la despedida El enemigo, el príncipe de este mundo, está esperando. Pero incluso en un momento así, Satanás sigue siendo, fundamentalmente, impotente ante Jesús y actúa sólo porque es tolerado. Al parecer, Jesús le permitirá triunfar porque ésta es la voluntad del Padre. Pero el resultado final será el reconocimiento victorioso de la posición de Jesús junto al Padre. Con esto termina el banquete y los discípulos se levantan para salir. (Este «Levantaos. Vámonos» ¿es otro eco de la escena sinóptica de Getsemaní?). La indicación clara, al final del banquete, que debería ir seguida, lógicamente, por 18,1, sirve para informarnos de que los tres capítulos siguientes no pueden ser considerados parte de un discurso pronunciado por el Jesús histórico durante la última cena. 126
Mc 14,42
#8
JUAN 15,15–16,3
hacéis lo que yo os mando. 15 No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. 16 No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. 17 Lo que os mando es que os améis los unos a los otros». El odio del mundo. 18 «Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. 19 Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo. 20 Acordaos de la palabra que os he dicho: “El siervo no es más que su señor”. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi palabra, también la
vuestra guardarán. 21 Pero todo esto os lo harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado. 22 Si yo no hubiera venido y no les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa de su pecado. 23 El que me odia, odia también a mi Padre. 24 Si no hubiera hecho entre ellos obras que no ha hecho ningún otro, no tendrían pecado; pero ahora las han visto, y nos odian a mí y a mi Padre. 25 Pero es para que se cumpla lo que está escrito en su Ley: “Me han odiado sin motivo”. 26 Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí. 27 Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio. 1 Os he dicho esto para que no os escandalicéis. 2 Os expulsarán de las sinagogas. E incluso llegará la hora en que todo el que os mate piense que da culto a Dios. 3 Y esto lo harán
16
Duplicado de la primera parte: 16,4-33 De nuevo, en el capítulo 16 nos encontramos un caso en que el mismo discurso se reproduce sustancialmente dos veces con ligeras variantes. Con el fin de ilustrar con claridad este fenómeno, pedimos al lector que salte ahora a los versículos 4-33 del mencionado capítulo 16 para tratar un texto que, en nuestra opinión, constituye un duplicado de la primera parte del último discurso. 127
#7
JUAN 16,4-11
porque no han conocido ni al Padre ni a mí. 4 Os he dicho esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho». La partida de Jesús y la venida del Paráclito. 4 «No os dije esto desde el principio porque estaba yo con vosotros. 5 Pero ahora me voy a aquel que me ha enviado, y ninguno de vosotros me pregunta: “¿Dónde vas?”. 6 Sino que por haberos dicho esto vuestros corazones se han llenado de tristeza. 7 Pero yo os 4-6 7
8-11
digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré; 8 y cuando él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio; 9 en lo referente al pecado, porque no creen en mí; 10 en lo referente a la justicia, porque me voy al Padre, y ya no me veréis; 11 en lo referente al juicio, porque el Príncipe de este mundo está juzgado.
Los versículos iniciales se refieren a la partida de Jesús, el dolor de los discípulos y la cuestión acerca del lugar adonde va: las mismas ideas presentadas al comienzo del capítulo 14. También aquí, como en el cap. 14, se anuncia dos veces la venida del Espíritu Paráclito. En el cap. 14, el Padre da el Espíritu; en el cap. 16 es Jesús quien envía el Espíritu. Este intercambio es posible porque el Paráclito es el representante del Hijo, al igual que el Hijo representa al Padre. Como en el capítulo 14, este primer anuncio subraya el aspecto legal del Paráclito. De hecho, en el proceso del juicio universal, el Paráclito pasa a denunciar los delitos y asume la función de fiscal. Su actividad afecta a las tres realidades implicadas en el proceso: (a) el mundo, que pecó por negarse a creer; (b) Jesús, el cual, aun habiendo sido condenado a muerte, será vindicado después de ella y, de este modo, se demostrará la justicia de su causa; (c) Satanás, que, si bien triunfa aparentemente, no será más que el instrumento que produce una ruina ya prevista y juzgada por Dios, desde toda la eternidad. 128
Jn 14,1-5. 29 Jn 14,16-17
Gn 3,15
JUAN 16,12-20 12 Mucho
tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. 13 Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os explicará lo que ha de venir. 14 Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo explicará a vosotros. 15 Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: “Recibirá de lo mío y os lo explicará a vosotros”». 16 «Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver». 17 Entonces algunos de sus discí-
pulos comentaron entre sí: «¿Qué es eso que nos dice: “Dentro de poco ya no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver” y “Me voy al Padre”?». 18 Y decían: «¿Qué es ese “poco”? No sabemos lo que quiere decir». 19 Se dio cuenta Jesús de que querían preguntarle y les dijo: «¿Andáis preguntándoos acerca de lo que he dicho: “Dentro de poco no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver?”. 20 En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo.
Hay una composición triádica también en el capítulo 16, al igual que en el capítulo 14: los versículos 13-15 se refieren al Espíritu; los versículos 16-22, a Jesús; y los versículos 23-27, al Padre. El Espíritu Paráclito: 16,13-15
En el segundo anuncio del Espíritu (en el cap. 14 y en el cap. 16) se pone de relieve el aspecto didáctico. Una vez más, tal enseñanza no consiste en nada nuevo. Jesús lo ha recibido todo del Padre; el Paráclito lo recibe todo de Jesús.
Jn 14,26
Jesús: 16,16-22
17-18
20
Se aborda de nuevo el tema del retorno de Jesús, que se ha tratado en el capítulo 14. Se habla también de la incomprensión de los discípulos, que tiene un paralelo en la incomprensión de Pedro y de Tomás en los capítulos 13-14. La respuesta 129
Jn 14,18-22 Jn 16,16 = 14,19 Jn 13,3637; 14,5
JUAN 16,21-30 21 La
mujer, cuando va a dar a luz, está triste, porque le ha llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo. 22 También vosotros estáis tristes ahora, pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar. 23 Aquel día no me preguntaréis nada. En verdad, en verdad os digo: lo que pidáis al Padre os lo dará en mi nombre. 24 Hasta ahora nada le habéis pedido en mi nombre. Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea colmado.
21-22
25 Os
he dicho todo esto en parábolas. Se acerca la hora en que ya no os hablaré en parábolas, sino que con toda claridad os hablaré acerca del Padre. 26 Aquel día pediréis en mi nombre y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, 27 pues el Padre mismo os quiere, porque me queréis a mí y creéis que salí de Dios. 28 Salí del Padre y he venido al mundo. Ahora dejo otra vez el mundo y voy al Padre». 29 Le dicen sus discípulos: «Ahora sí que hablas claro, y no dices ninguna parábola. 30 Sabemos ahora que lo sabes todo y no necesitas que
de Jesús se refiere a la tristeza de los discípulos, que no está destinada a permanecer para siempre (cf. 14,18), y al rechazo por parte del mundo (cf. 14,19). Aquí, en el capítulo 16, el tema de la alegría definitiva se amplía con el recurso a la imagen de la mujer que da a luz: la muerte y la resurrección de Jesús constituyen, en cierto modo, el nacimiento del Mesías.
El Padre: 16,23-27
25-27
Se retoma aquí el tema de la oración en el nombre de Jesús (pero esta vez es el Padre quien la escucha). Jesús promete una clara revelación del Padre y hace hincapié en la intimidad del amor del Padre para quienes acogen al Hijo.
Conclusión: 16,28-33
Jesús habla de su partida de un modo más incisivo que en 14,28. Los versículos 29-30 no tienen paralelos en el capítulo 130
Jn 14,13-14 Jn 14,23-24
JUAN 16,31-33
nadie te pregunte. Por esto creemos que has salido de Dios». 31 Jesús les respondió: «¿Ahora creéis? 32 Mirad que llega la hora (y ha llegado ya) en que os dispersaréis cada uno por vuestro lado y me
32 33
dejaréis solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. 33 Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo! Yo he vencido al mundo».
14 (aunque el tema del creer aparece en 14,29). Después de todas las incomprensiones, parece que finalmente los discípulos empiezan a comprender. El discurso concluye con el tema de la hora fatal ya inminente y el triunfo final de Jesús, que confía siempre en el Padre. Y una vez más encontramos la mención de la paz (14,27) y la afirmación «Os he dicho estas cosas» de 14,29.
Jn 14,30-31
La redacción de los dos relatos en los capítulos 14 y 16 es ligeramente distinta; pero, pensándolo bien, las semejanzas de contenido y organización son tan llamativas que no podemos considerarlas casuales.
Segunda parte del último discurso: 15,1–16,4 Este bloque del último discurso contiene los paralelos más próximos a los discursos sinópticos pronunciados por Jesús durante la vida pública. No obstante, aun admitiendo la posibilidad de que muchas de sus afirmaciones hubieran sido hechas en otras circunstancias, el motivo de la última cena las ha impregnado y el nuevo contexto ha modificado el mensaje. Podemos subdividir esta unidad como sigue: (a) La vid y los sarmientos, una metáfora que expresa el amor íntimo entre Jesús y sus discípulos: 15,1-17. (b) El odio del mundo a los seguidores de Jesús: 15,18– 16,4. 131
# 8b
JUAN 15,1-8
La vid y los sarmientos: 15,1-8
1
2-6
Quien busque una parábola en Juan se sentirá recompensado al encontrar un raro ejemplo en el pasaje sobre la vid y los sarmientos. (Algunas versiones hablan de viña y vides, en vez de vid y sarmientos; ciertamente, la imagen de la viña es más adecuada al versículo 6. Los sinópticos contienen varias parábolas que consideran el reino de los cielos como una viña. Como hemos observado ya, en Juan la persona de Jesús equivale al reino de los cielos en los sinópticos). En el Antiguo Testamento se habla con frecuencia de Israel como de una vid (o viña) elegida por Dios, cultivada con sumo esmero, pero que sólo da frutos amargos. Hemos visto cómo Jesús reemplaza las instituciones y las fiestas judías. Ahora se manifiesta como la vid del nuevo Israel. Unidos a él, los cristianos del nuevo Israel darán sólo frutos gratos para el viñador, que es el mismo Dios. En el Antiguo Testamento se presenta con frecuencia a Dios como aquel que poda e incluso arranca la vid estéril. En cambio, la vid del nuevo Israel no dejará de dar frutos, aun cuando habrá sarmientos inútiles, que serán desechados y arrojados al fuego. Podríamos observar que la imagen de Jesús como vid es otro eco de Jesús considerado como sabiduría divina, ya que también la sabiduría es comparada a una vid. Jesús, que en Caná se mostró reacio a producir una abundancia de vino, porque su hora no había llegado todavía, se manifiesta ahora como la verdadera vid que comunica la savia vital a los sarmientos. La Didajé, que transmite el relato más antiguo de la eucaristía fuera del Nuevo Testamento, contiene esta bendición sobre el cáliz: «Te damos gracias, Padre nuestro, por la santa vid de David, tu siervo, la que nos diste a conocer por medio de Jesucristo, tu siervo». 132
Mt 20,1-8; 21,33-41
Os 10,1; Is 5,1-7; Ez 17,510; Sal 80,9-17
Mt 7,17-20
Mt 13,30. 40-42; 15,13
Si 24,17-18
JUAN 15,9-18
Permanecer en el amor: 15,9-17
11
12
13
14-15
16-17
Los temas de la inhabitación divina, de la oración hecha en el nombre de Jesús, de la observancia de los mandamientos y del permanecer en el amor (que hemos visto en la primera parte) se retoman en los versículos 7-10. La alegría de Jesús prometida aquí es semejante a la paz de Jesús: será dada en plenitud sólo después de su resurrección. Oímos hablar de nuevo del mandamiento supremo del amor mutuo (circunscrito a los seguidores de Jesús) y del tema del dar la propia vida. Jesús que da su vida no es sólo el ejemplo supremo del amor, sino que, como causa ejemplar, es lo que hace que el amor cristiano sea peculiar. Abrahán, la figura ideal del Antiguo Testamento, era amigo de Dios. El ideal del Nuevo Testamento consiste en ser amigos de Jesús y amados por Jesús. En el pasado, Jesús llamó siervos a los discípulos, pero lo que revela en este momento los eleva al rango de amigos; en efecto, su conocimiento de Dios supera y eclipsa ahora el de cualquiera de las figuras de la historia de Israel. Jesús eligió a los destinatarios de esta revelación. La respuesta a tal manifestación desinteresada del amor de Dios debería ser el amor mutuo entre los discípulos.
Cf. Jn 14,27
Jn 20,20-21 Jn 13,3435.37 1 Jn 3,16
Is 41,8; St 2,23
Jn 12,26; 13,16 Ef 3,5 1 Jn 4,1011; Mt 5,43-48
El odio del mundo: 15,18–16,4
18
El Padre ha atestiguado su amor al Hijo enviándolo al mundo; el Hijo atestigua su amor a los discípulos enviándolos al mundo. Esta misión de los discípulos suscita el odio del mundo. (Nótense los paralelos de esta sección con el discurso de misión en Mateo). La oposición entre el mundo sometido a Satanás (1 Jn 5,19) y Jesús continuará en el enfrenta133
Jn 3,34-35
Jn 15 Mt 10 vv. 18 = 22 20a = 24-25 20b = 23 21 = 22
JUAN 15,19–16,4 19
21-23
24-26
27
16,1 2
4
miento entre el mundo y los discípulos de Jesús. Dado que las obras del mundo son perversas (Jn 7,7), los discípulos no pueden ser, al mismo tiempo, discípulos de Jesús y partícipes de las obras del mundo. La verdadera causa del odio del mundo a Jesús es el odio del mundo (y de su príncipe) al Padre. (Nótese que en el versículo 21 se afirma que los discípulos serán perseguidos «por causa de mi nombre», lo cual constituye una referencia al nombre divino «Yo soy», que aparece con frecuencia en Juan). La injusticia del odio del mundo hará necesaria la ayuda del Paráclito, el Espíritu del verdadero testimonio. Los instrumentos del testimonio del Paráclito serán los discípulos, que han estado con Jesús desde el momento en que Juan el Bautista dio testimonio. Así, el Espíritu anunciará a Jesús a través de la Iglesia. Esta advertencia sobre la persecución del mundo tiene una función preventiva. Empezando por la muerte de Esteban, el primer mártir, el amor de Dios será la máscara tras la cual se ocultará el odio del mundo. La expulsión de las sinagogas es una concreción de la persecución prevista por Jesús, formulada a la luz de la amarga experiencia vivida por la comunidad joánica, rechazada por los judíos, como ya se ha indicado en 9,23 y en 12,42. Así como Jesús tiene su hora (una hora de glorificación que implica sufrimiento), así también vendrá la hora de sus discípulos. A los discípulos se les ofrece la oportunidad de unir su propia sangre a la del Señor, tanto en sentido eucarístico como en sentido físico.
134
26 = 19.20 27 = 18
Jn 17,15-16
Hch 5,41 # 3a
Hch 1,2122; 1-8; 1 Jn 1,1-3; 4,13-14
Hch 7, 54-58
Ap 13, 11-15
Jn 6,53
JUAN 17,1-3
La oración de Jesús. 1 Así habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifi-
que a ti. 2 Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado. 3 Ésta es la vida eterna: que te conozcan
17
Tercera parte del último discurso: 17,1-26 La «oración sacerdotal» que forma este capítulo constituye una unidad en sí y es la sublime conclusión del último discurso. Aquí, más que nunca, cruzamos el umbral de la eternidad. Aunque se encuentra aún en el mundo (v. 13), Jesús contempla su ministerio terreno como una cosa del pasado (v. 4). En Juan se ha hablado muy poco sobre la oración de Jesús; cuando oraba, lo hacía para enseñar a sus oyentes cuál era la fuente de su gloria. Aquí tenemos al sumo sacerdote glorificado que retorna al Padre y que, en calidad de representante de la humanidad, pronuncia una gran oración de unión. Si queremos establecer un paralelo con nuestra liturgia, tenemos aquí el «prefacio» al sacrificio de la cruz, histórico y eternamente válido. (Al lector podría resultarle interesante la búsqueda de ecos de la otra oración de Jesús en los sinópticos, el Padrenuestro).
Jn 11,41-42; 12,27-28
Hb 7,2627; 9,24; 1 Jn 2,1
Mt 6,9-13
Todo está consumado; oración por la gloria: 17,1-8
2
Las primeras palabras vinculan esta sección al resto del discurso. Como en la multiplicación de los panes, Jesús eleva los ojos al cielo, buscando la fuente de su gloria. Estamos en el contexto de la «hora» joánica, hasta tal punto que Jesús puede ser ahora la fuente de la vida eterna, que es el fruto de 135
Mc 6,41; Jn 6,5
JUAN 17,4-9
a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo. 4 Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. 5 Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese. 6 He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándo-
3 4
5
6 7-8
los del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu palabra. 7 Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti; 8 porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado. 9 Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que
su glorificación. En efecto, sólo cuando Jesús sea glorificado, la gloria del Padre se manifestará plenamente. El Hijo se hizo hombre para revelar al Padre a quien nadie había visto nunca. Sólo en este momento ha cumplido por completo su misión, pues sólo ahora podemos conocer al Padre tal como se refleja en el Hijo glorificado. El uso semítico del verbo «conocer» implica intimidad y unión. Aquí se trata de comunión con la fuente de la vida, el Padre, que habla a través de la Palabra. La teología está plenamente de acuerdo con el concepto joánico de vida eterna, cuando afirma que el cielo y la visión beatífica consisten en el conocimiento intuitivo de Dios, el cumplimiento del conocimiento imperfecto iniciado ya en la tierra. Una vez realizada la obra de revelación del Padre, el Hijo regresa a su derecha. En realidad, por su condición divina, el Hijo no ha dejado nunca al Padre; pero ahora la naturaleza humana que él asumió tiene que ser glorificada en la presencia del Padre. Una vez más notamos una referencia joánica al nombre divino («Yo soy»). Quienes acogen a Jesús son quienes han sido ya elegidos por el Padre, lo cual constituye otro tema joánico. 136
Jn 7,38-39
Jn 1,18 1 Jn 5,20
#5
1 Jn 3,2; 1 Co 13,12 Ef 1,20-22 Jn 1,18; 8,29
Cf. Jn 6,20 Jn 8,24. 28.58 Jn 1,12-13; 6,65
JUAN 17,10-17
tú me has dado, porque son tuyos; 10 y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. 11 Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. 12 Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de per-
dición, para que se cumpliera la Escritura. 13 Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada. 14 Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. 15 No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. 16 Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. 17 Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad.
La oración por los discípulos: 17,9-19
11 12
13-14
15-16 18
Los creyentes elegidos, que ahora son propiedad común del Padre y del Hijo encarnado, son el primer objeto de la oración de Jesús. Él pide que sean custodiados (vv. 9-16) y consagrados (vv. 17-19). ¿Qué será de ellos después de la partida del Pastor? En la tierra, Jesús podía protegerlos; ahora pide que esta protección continúe «en tu nombre a los que me habías dado» (para un ejemplo del nombre divino que ejerce protección, véase 18,6-9, y cf. también Hch 4,12). La acción de Judas, el único excluido de esta protección, no fue consecuencia de una debilidad por parte de Jesús, sino que, más bien, este personaje entraba en el plan divino, según el testimonio del Antiguo Testamento. Se retoman ahora los temas de la alegría de los discípulos y del odio del mundo que vimos en la segunda parte. Aquí resulta aún más claro que no hay que retirarse de la lucha contra el imperio de Satanás; los discípulos son enviados en un ataque frontal al mundo con el fin de conquistarlo para Cristo. En principio, Jesús ha obtenido la victoria; pero la realización de esa victoria en el tiempo es obra de los discípulos en la Iglesia. Esta obra de los dis137
Jn 10,2829; Mc 14,27; Lc 22,32
Jn 15,11. 18ss
Jn 16,33 1 Jn 5,4
JUAN 17,18-23 18 Como tú me has enviado al mundo, yo
sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. 22 Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno; 23 yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has en -
también los he enviado al mundo. 19 Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad. 20 No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, 21 para que todos 17 19
cípulos es continuación de la de Jesús, el cual se consagra a sí mismo, es decir, se entrega en sacrificio, para fortalecerlos y para que, por medio de la consagración de su Señor, ellos puedan recibir la entrega y la santificación necesarias. Estos versículos son la promesa de una misión divina para los discípulos, una misión que se les confiará en la noche de Pascua, después de la consumación del sacrificio. La verdad, que constituye el sello de la santificación de los discípulos, consiste en la revelación hecha en Jesús e interpretada por el Espíritu de la verdad. (Es posible que una afirmación como «Tu palabra es verdad» –nótese también el empleo de «palabra» en 17,6.14–, combinada con «Yo soy la verdad», constituyera la base de la descripción que Juan hace de Jesús como la Palabra en el Prólogo).
Ef 6,11-13 Cf. Jn 10,36 Ef 5,25-26 Jn 20,21
Jn 14,6
Oración por quienes creen gracias a la palabra de los discípulos: 17,20-26
21-23
Como en 10,16, los creyentes (evangelizados por diferentes discípulos) no forman un solo rebaño, pero se ora por la unión entre ellos. El contacto vital con esta generación futura, y con todas las generaciones posteriores, no se perderá, porque Jesús habitará en ellas. La inhabitación de Jesús, la participación de los cristianos en la vida eterna, ya en esta tierra, pro138
Jn 20,29.31
Mt 28,20 1 Jn 1,3
JUAN 17,24–18,1
viado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. 24 Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplen mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. 25 Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he cono-
24
25-26
cido y éstos han conocido que tú me has enviado. 26 Yo les he dado a conocer tu nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos». Prendimiento de Jesús. 1 Dicho esto, pasó Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, don-
18
porciona el gran vínculo de unión que liga a los cristianos de todos los tiempos con el Padre. El amor de Jesús hacia ellos es el mismo amor que él tiene a sus discípulos: un amor configurado con el amor eterno de Padre al Hijo. (Se trata de un amor tan perfecto, que obliga incluso al mundo a reconocerlo). Y también ellos participarán en la gloria eterna del Hijo. Con este grito de triunfo en la conclusión de su oración, Jesús nos introduce a todos en su abrazo. El mundo se ha negado a escuchar al Padre; pero nosotros, que creemos, hemos conocido al Padre, y, así, participamos en su amor y en el de su Hijo. Jesús nos ha dado a conocer al Padre; ahora se dispone a completar la revelación definitiva de la cruz, la resurrección y la efusión del Espíritu. «Les he dado a conocer tu nombre y se lo daré a conocer».
Sección 2. El proceso y la muerte (18,1–19,42) En el huerto: 18,1-12 Tras concluir el discurso de la última cena, Jesús (retomando tal vez 14,31) se dirige al huerto que Marcos y Mateo llaman Getsemaní, al otro lado del wadi del Cedrón, un torrente que sólo corre en invierno, hasta el monte de los Olivos. La ago139
Mc 14,32ss
# 8a
JUAN 18,2-11
de había un huerto, en el que entraron él y sus discípulos. 2 Pero también Judas, el que le entregaba, conocía el sitio, porque Jesús se había reunido allí muchas veces con sus discípulos. 3 Judas, pues, llega allí con la cohorte y los guardias enviados por los sumos sacerdotes y fariseos, con linternas, antorchas y armas. 4 Jesús, que sabía todo lo que le iba a suceder, se adelanta y les pregunta: «¿A quién buscáis?». 5 Le contestaron: «A Jesús el Nazareno». Díceles: «Yo soy». Judas, el que le entregaba, estaba también con ellos. 6 Cuando les dijo: «Yo soy», retrocedie-
2 3, 12
4-5
6-7
8-9 10-11
ron y cayeron en tierra. 7 Les preguntó de nuevo: «¿A quién buscáis?». Le contestaron: «A Jesús el Nazareno». 8 Respondió Jesús: «Ya os he dicho que yo soy; así que si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos». 9 Así se cumpliría lo que había dicho: «De los que me has dado, no he perdido a ninguno». 10 Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. El siervo se llamaba Malco. 11 Jesús dijo a Pedro: «Vuelve la espada a la vaina. La copa que me ha dado el Padre, ¿no la voy a beber?».
nía de Jesús en este lugar, descrito en los sinópticos, está ausente en Juan, aunque parece que hay detalles de ella en todas partes. Juan empieza presentando a Judas, que conduce hasta el lugar a los guardias que se disponen a arrestar a Jesús. La patrulla ha sido enviada por las autoridades judías, pero sólo en Juan aparecen también tropas romanas (un «destacamento» es una «cohorte») guiadas por un tribuno romano (un detalle que podría indicar que Pilato estaba informado sobre el arresto). En este intento de las tinieblas de sofocar la luz del mundo, los ministros de la oscuridad necesitan antorchas. Excepto en el episodio del beso de Judas, Juan presenta a Jesús tomando la iniciativa, siempre como dueño de su destino. Cuando pronuncia el nombre divino «Yo soy», las fuerzas de las tinieblas, impotentes, se sobrecogen de terror como Moisés en el Sinaí. Siempre preocupado por aquellos que el Padre le ha dado, Jesús utiliza su poder para proteger a los discípulos. El episodio del corte de la oreja del siervo se narra con más detalles que en los sinóp140
Jn 12,2729; 14,31; 18,11 Lc 22,39
Jn 12,35
Jn 10,18
Ex 3,6.14
Lc 22,5051; Mc 14,47
JUAN 18,12-18 12 Entonces
la cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, le ataron 13 y le llevaron primero a casa de Anás, pues era suegro de Caifás, el sumo sacerdote de aquel año. 14 Caifás era el que aconsejó a los judíos que con venía que muriera un solo hombre por el pueblo. Primera negación de Pedro. 15 Seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el
atrio del sumo sacerdote, 16 mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Entonces salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo pasar a Pedro. 17 La muchacha portera dice a Pedro: «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?». Dice él: «No lo soy». 18 Los siervos y los guardias tenían unas brasas encendidas porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos calentándose.
ticos, pues sólo Juan nombra a los personajes: Pedro y Malco. El dicho sobre la copa es otro detalle tomado de la escena de la agonía, que no se relata en Juan.
Mc 14,36
El interrogatorio ante Anás: 18,13-14.19-24 Marcos y Mateo narran un proceso nocturno celebrado por el sanedrín (en Mateo tiene lugar ante Caifás); Lucas refiere una escena semejante por la mañana (y no habla de un proceso nocturno). Marcos y Mateo se limitan a mencionar una sesión matutina del sanedrín. Dado que una sesión formal del sanedrín durante la noche habría sido irregular, es posible que estos relatos divergentes representen una excesiva simplificación de un conjunto de acciones: (a) un interrogatorio nocturno no oficial por parte del sumo sacerdote Anás (del que habla sólo Juan), en el que Jesús sufrió malos tratos y Pedro lo negó; (b) un interrogatorio por la mañana ante el sanedrín presidido por Caifás, donde se tomó la decisión definitiva de entregar a Jesús a los romanos para que fuera ejecutado. Juan presenta sólo el esbozo, los sinópticos nos dan detalles. 141
Mc 14,5365; Lc 22,66-71
Mc 15,1
Lc 22,5465; Mc 14,65-72 Jn 18,24. 28; Lc 22,66-71; Mc 14,55-64
JUAN 18,19-23
El interrogatorio ante Anás. 19 El sumo su mo sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su doctrina. 20 Jesús le respondió: «He hablado abiertamente ante todo el mundo; he enseñado siempre en la sinagoga sinago ga y en el Templo, Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he hablado nada a ocultas. 21 ¿Por qué me pre13-14
19
20
21
22-23
guntas? Pregunta a los que me han oído lo que les he hablado; ellos saben lo que he dicho». 22 Apenas dijo esto, uno de los guardias, que allí estaba, dio una bofetada a Jesús, diciendo: «¿Así contestas al sumo sacerdote?». 23 Jesús le respondió: «Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué
Anás era el patriarca de una familia de sumos sacerdotes. Él había sido sumo sacerdote sace rdote del 6 a.C. al 15 d.C. Tenía Tenía cinco hijos, un nieto y un yerno (Caifás) que servían como sumos sacerdotes. La casa de Anás es famosa en la literatura rabínica por su avaricia y corrupción. Caifás, que ocupó el cargo del 18 al 36 d.C., perdió el poder en cuanto se retiró Poncio Pilato, lo cual hace razonable la sospecha de que hubo enfrentamientos entre ambos. La tradición según la cual un sumo sacerdote (a quien Juan identifica como Anás) estuvo implicado en la sesión nocturna pudo dar lugar a la identificación mateana del sumo sacerdote como Caifás, que era el sumo sacerdote entonces reinante. El interrogator interrogatorio io nocturno en Juan, que no muestra puntos de contacto con el proceso del que hablan los sinópticos, está centrado en la enseñanza de Jesús (¿cómo podía enseñar, si no había recibido una formación oficial?) y de los discípulos (¿existía el peligro de una rebelión mesiánica?). La respuesta de Jesús (que se encuentra también en la escena sinóptica del huerto de los Olivos: Mc 14,49) subraya la naturaleza pública de su ministerio: a sus interlocutores no se les ha ocultado nada que tenga importancia real. En este interrogatorio informal, el abuso de los testigos parece más adecuado que en el proceso ante el sanedrín (donde lo sitúa la tradición sinóptica, que narra una 142
Lc 3,2 Hch 4,6
Mt 26,57
# 8a Mc 14,58 = Jn 2,19; Lc 22,6768 = Jn 10,24-25; Lc 22,70 = Jn 10,36; 19,7; Mc 14,62
JUAN 18,24-27
me pegas?». 24 Entonces, Anás le envió atado al sumo sacerdote Caifás. Pedro niega de nuevo a Jesús. 25 E Esstaba allí Simón Pedro calentándose y le dijeron: «¿No eres tú también de sus discípulos?». Él lo negó diciendo: «No lo 24
soy». 26 Uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien PePe dro había cortado la oreja, le dice: «¿No te vi yo en el huerto con él?». 27 Pedro volvió vol vió a neg negar, ar, y al ins insta tante nte ca cantó ntó un gallo.
sola sesión del tribunal). Juan omite los detalles relativos al interrogatorio del sanedrín sobre el mesianismo de Jesús (el proceso sinóptico), pero, fiel a su estilo literario, parece que menciona algunos incidentes de este episodio en otras partes de su Evangelio.
La negación de Pedro: 18,15-18.25-27
15-16
Para mostrar cómo las negaciones de Pedro tuvieron lugar en el mismo momento en que se producía el interrogatorio nocturno (los cuatro Evangelios hablan de negaciones durante la noche), Juan sitúa la primera negación antes del relato del interrogatorio; y la segunda y la tercera, después de él. La identidad exacta de las tres personas que interrogan a Pedro varía entre los Evangelios (como se puede esperar de una tradición oral), pero la importancia fundamental del relato sigue siendo la misma: un tributo, ciertamente poco halagador, a la importancia de Pedro. La aportación más notable de Juan es que «el otro discípulo», que era conocido del sumo sacerdote, «entró con Jesús en el atrio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedaba fuera». Ésta es la primera vez que se usa el término «el otro discípulo»; Jn 20,2 lo identifica con «el discípulo a quien Jesús amaba». Es posible que «el otro discípulo» sea la descripción que el dis143
Jn 1,51; Mc 14,64 = Jn 11,53
JUAN 18,28
El proceso ante Pilato. 28 De la casa de Caifás llevan a Jesús al pretorio. Era
de madrugada. Ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse y poder
cípulo hizo de sí mismo, y que el segundo título, tít ulo, más laudatorio, se lo aplicaran sus discípulos. En cualquier caso, la conexión con Pedro es típica de este discípulo. No sabemos en calidad de qué era «conocido del sumo sacerdote», pero es probable que esta información diera origen, en el siglo II, a la tradición según la cual Juan (considerado el discípulo en cuestión) era sacerdote.
Jn 13,2324; 20,2-3; 21,7. 20-21
El proceso ante Pilato: 18,28–19,16 El padre Boismard observó que este proceso está estructurado en siete escenas, que se alternan fuera (F) y dentro (D) del pretorio: (1) F – Los judíos piden la muerte de Jesús: 18,28-32
(7) F – Los judíos obtienen la condena a muerte de Jesús: 19,12b-16 (2) D – Pilato cuestiona la realeza realeza (6) D – Pilato Pilato cuestiona el de Jesús: 18,33-38a poder de Jesús: 19,9-12a (3) F – Jesús es inocente: (5) F – Jesús es inocente: 18,38b-40 19,4-8 (4) D – Se burlan de Jesús: 19,1-3 Aunque los sinópticos contienen elementos de las escenas 2, 3, 4, 5 y 7, no tienen la alternancia de escenas ni una disposición tan dramática. Al presentar a Pilato yendo y viniendo entre los judíos (fuera del pretorio) y Jesús (dentro del pretorio), Juan subraya que el proceso no es concluyente porque ni Pilato ni los judíos quieren escuchar la verdad. 144
JUAN 18,29-35
así comer la Pascua. 29 Salió entonces Pilato fuera hacia ellos y dijo: «¿Qué acusación traéis contra este hombre?». 30 Ellos le respondieron: «Si éste no fuera un malhechor, no te lo habríamos entregado». 31 Pilato replicó: «Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra Ley». Los judíos replicaron: «Nosotros no podemos dar muerte a nadie». 32 Así se
cumpliría lo que había dicho Jesús cuando indicó de qué muerte iba a morir. 33 Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el rey de los judíos?». 34 Respondió Jesús: «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?». 35 Pilato respondió: «¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacer-
Primera escena: 18,28-32
29-31
32
Se indican con precisión el tiempo en que transcurre la escena y los movimientos en ella: es viernes por la mañana (la Pascua empezará al atardecer de ese día); estamos fuera del pretorio (la entrada en la casa de un gentil podía hacer ritualmente impuros a los sacerdotes). Sólo el cuarto Evangelio explica la razón por la que los sacerdotes acuden a Pilato, a saber: los romanos habían privado a los judíos del derecho a ejecutar penas capitales. Al insistir en que los judíos presenten una acusación, Pilato les obliga a admitir que quieren ajusticiar al condenado con la crucifixión, una pena romana.
Segunda escena: 18,33-38a
34-35
Como en Marcos y Mateo, parece que Pilato conocía ya pre viamente viame nte las acus acusacion aciones es cont contra ra Jesús Jesús;; en Lucas es info informado rmado sobre ellas. Por lo que respecta a los romanos, el caso estará centrado en la acusación política de lesa majestad contra Roma, y no en una acusación de blasfemia. En los sinópticos, Jesús responde a la pregunta sobre la realeza con un preciso: «Tú has dicho esto», que implica: «Lo que has dicho es correcto, pero no le daré el sentido que tú quieres». Juan esclarece 145
Mc 15,2 Lc 23,2 Jn 19,1314.19 Mc 15,2
JUAN 18,36-40
dotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?». 36 Respondió Jesús: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí». 37 Entonces Pilato le dijo: «¿Luego tú eres rey?». Respondió Jesús: «Sí, como dices, soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la
36
37
38a
verdad, escucha mi voz». 38 Le dice Pilato: «¿Qué es la verdad?». Y, dicho esto, volvió a salir hacia los judíos y les dijo: «Yo no encuentro ningún delito en él. 39 Pero es costumbre entre vosotros que os ponga en libertad a uno por la Pascua. ¿Queréis, pues, que os ponga en libertad al rey de los ju díos?». 40 Ellos volvieron a gritar diciendo: «¡A ése, no; a Barrabás!». Barrabás era un salteador.
esta ambigüedad recogiendo la cuidadosa explicación que Jesús da de su realeza. Hay una distinción entre la comprensión política gentil de la realeza de los judíos y la comprensión religiosa judía, por la que Dios es rey de Israel. Jesús explica a Pilato que su reino no es político (la afirmación según la cual, de otro modo, habría tenido ayuda militar para protegerlo, tiene un paralelo en la escena sinóptica de Getsemaní). La mejor manera de comprender el objetivo de la encarnación es entenderla como testimonio de la verdad –un testimonio que constituye un juicio para Pilato, el cual trata de evitarla.
Ex 15,18; Is 33,22; Sal 95,3
Mt 26,53
Tercera escena: 18,38b-40
Como en Lucas, la primera declaración de «no culpabilidad» por parte de Pilato sigue al interrogatorio sobre la realeza. Conocemos la escena de Barrabás gracias a los sinópticos. Juan identifica a Barrabás como un bandido (bandolero o guerrillero), en sintonía con la información sinóptica, donde se dice que era un revolucionario. Hay poca documentación sobre la costumbre de liberar a tales criminales. 146
Lc 23,4
Mc 15,7; Lc 23,19
JUAN 19,1-8 1 Pilato
entonces tomó a Jesús y mandó azotarle. 2 Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le vistieron un manto de púrpura; 3 y, acercándose a él, le decían: «Salve, rey de los judíos». Y le daban bofetadas. 4 Volvió a salir Pilato y les dijo: «Mirad, os lo traigo fuera para que sepáis que no encuentro ningún delito en él». 5 Salió entonces Jesús fuera
lle vando la corona de espinas y el manto de púrpura. Díceles Pilato: «Aquí tenéis al hombre». 6 Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: «¡Crucifícale, crucifícale!». Les dice Pilato: «Tomadlo vosotros y crucificadle, porque yo no encuentro en él ningún delito». 7 Los judíos le replicaron: «Nosotros tenemos una Ley y según esa Ley debe morir, porque se tiene por Hijo de Dios». 8 Cuando
19
Cuarta escena: 19,1-3
3
Juan atribuye a la escena de la flagelación y de las burlas una posición dramáticamente central en el proceso. Es posible que las dos acciones estuvieran históricamente separadas. Lucas presenta las burlas ante Herodes (sólo Lucas transmite el interrogatorio de Herodes). Marcos y Mateo hablan de la flagelación al final del proceso ante Pilato; normalmente la flagelación formaba parte de la crucifixión y su objetivo era debilitar al prisionero. Podemos ver la ironía en el hecho de que los gentiles aclamen a Jesús como rey; mucho antes de que el relato fuera puesto por escrito, ellos lo habrían hecho sin burlas.
Lc 23,11 Mc 15,15-20
#2
Quinta escena: 19,4-8
5 7 6
Es la segunda declaración de «no culpabilidad» en Juan y en Lucas; siguen las burlas. Con la esperanza de ganarse el favor de la multitud, Pilato presenta al Varón de dolores. Los judíos lo rechazan, no como varón, sino porque se ha declarado Hijo de Dios. Al doble grito de «crucifícalo», Pilato responde con su tercera declaración de «no culpabilidad», presente en Juan y en Lucas. Llegados a este punto, la verdadera cuestión no es política, sino religiosa. 147
Lc 23,14
Is 53,2-3 Lc 22,70-71 Lc 23,22
JUAN 19,9-14
oyó Pilato estas palabras, se atemorizó aún más. 9 Volvió a entrar en el pretorio y dijo a Jesús: «¿De dónde eres tú?». Pero Jesús no le dio respuesta. 10 Dícele Pilato: «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte?». 11 Respondió Jesús: «No tendrías contra mí ningún poder, si no se te hubiera dado de arriba; por eso, el que me ha entregado a ti tiene mayor
pecado». 12 Desde entonces Pilato trataba de librarle. Pero los judíos gritaron: «Si sueltas a ése, no eres amigo del César; todo el que se hace rey se enfrenta al César». 13 Al oír Pilato estas palabras, hizo salir a Jesús y se sentó en el tribunal, en el lugar llamado Enlosado, en hebreo Gabbatá. 14 Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia la hora sexta. Dice
Sexta escena: 19,9-12a
10-11
Asustado por esta referencia al Hijo de Dios, Pilato interroga a Jesús sobre su origen. (Tal vez el diálogo lucano sobre el origen de Jesús en Galilea esté relacionado con este detalle). Jesús guarda silencio porque está seguro de que puede ser interpretado erróneamente. Ante la pretensión de poder de Pilato, Jesús muestra que él es aún el dueño de la situación. De hecho, el poder de Pilato depende de la voluntad del Padre. La iniquidad última no es de Pilato, sino del verdadero traidor: Satanás. Nótese cómo Jesús obliga a Pilato a ponerse a la defensiva.
Lc 23,6
Mc 15,5
Jn 13,2
Séptima escena: 19,12b-16
13-14
En la última escena, sólo Juan muestra claramente por qué Pilato cedió en realidad, a saber: la amenaza del César. (El pretorio es el lugar donde un pretor romano dictaba sentencias judiciales. Entre los dos lugares posibles donde situar el pretorio en Jerusalén, el palacio de Herodes, ubicado a occidente, es más plausible que la fortaleza Antonia, a oriente. Lithostrotos implica un amplio pavimento de piedra, pero el 148
Mc 15,15
JUAN 19,15-19
La crucifixión de Jesús. Tomaron, pues, a Jesús, 17 y él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota, 18 y allí le crucificaron y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio. 19 Pilato redactó también una inscripción y la
Pilato a los judíos: «Aquí tenéis a vuestro rey». 15 Ellos gritaron: «¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale!». Les dice Pilato: «¿A vuestro rey voy a crucificar?». Replicaron los sumos sacerdotes: «No tenemos más rey que el César». 16 Entonces se lo entregó para que fuera crucificado.
15
16
pavimento encontrado en la fortaleza Antonia es un siglo posterior a Jesús). Pilato se sienta en la sede del juez, porque así era como se debía dictar una sentencia capital, y proclama (con profunda ironía joánica) la realeza de Jesús. Al rechazar a Jesús, el pueblo que antes había aclamado a Dios como su rey se ve obligado a aceptar al César como rey. El sentido del proceso resulta ahora claro; la presencia de Jesús ha provocado un juicio por el cual el pueblo elegido ha renunciado a su derecho de nacimiento. Para subrayar quiénes son los realmente culpables, Juan afirma que Pilato les entregó a Jesús «a ellos», es decir, a los jefes de los sacerdotes, para que lo crucificaran (aun cuando, obviamente, esta responsabilidad correspondía a los soldados romanos). Esta hora fatal en la historia de Israel es «la hora sexta» (v. 14), el mediodía, el momento mismo en que los sacerdotes empiezan a sacrificar los corderos pascuales en el Templo.
Jesús es condenado a muerte: 19,17-37 Jesús va a la muerte llevando la cruz, una vez más como dueño total de su destino. (Juan omite muchos de los detalles sinópticos de la crucifixión; por ejemplo, la presencia de Simón de Cirene, el llanto de las mujeres, la poción narcotizante, las burlas de los presentes, la oscuridad, el asombro 149
Mt 27,19 #2
Jc 8,23 So 3,15 Jn 3,19
Mc 15,16
Jn 1,29 #4
JUAN 19,20-24
puso sobre la cruz. Lo escrito era: «Jesús el Nazareno, el rey de los judíos». 20 Esta inscripción la leyeron muchos judíos, porque el lugar donde había sido crucificado Jesús estaba cerca de la ciudad; y estaba escrita en hebreo, latín y griego. 21 Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: «No escribas: “El rey de los judíos”, sino: “Éste ha dicho: Yo soy rey de los judíos”». 22 Pilato respondió: «Lo que he escrito, lo he escrito».
19-20
21-22
23-24
23 Los
soldados, después que crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos, con los que hicieron cuatro lotes, un lote para cada soldado, y la túnica. La túnica era sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo. 24 Por eso se dijeron: «No la rompamos; sino echemos a suertes a ver a quién le toca». Para que se cumpliera la Escritura: «Se han repartido mis vestidos, han echado a suertes mi túnica».
del centurión, el velo del Templo que se rasga. Como de costumbre, Juan pone el acento en incidentes con significación teológica). El letrero que declara el crimen del acusado se menciona en los cuatro Evangelios, pero en cuatro versiones diferentes (un ejemplo interesante de cómo la tradición oral preservó la sustancia, pero no los detalles precisos). En Juan, la inscripción tiene una forma solemne en tres lenguas. La insistencia desafiante de Pilato para que no se cambien las palabras de la inscripción, sino que se mantenga intacta su primera versión, indica irónicamente que al final son los gentiles quienes proclaman la realeza de Cristo. En el episodio del reparto de los vestidos, Juan ve el cumplimiento de la misma profecía que citan implícitamente los sinópticos (del Salmo 22, que empieza con las palabras: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»). No obstante, sólo Juan hace hincapié en la túnica inconsútil, tejida de una sola pieza (un vestido semejante al alba de un sacerdote). Josefo presenta una descripción muy similar de la vestidura del sumo sacerdote, y es posible que Juan quiera mostrar que Jesús murió no sólo como rey, sino también como sacerdote, o que quiera subrayar simbólicamente la unidad cristiana. 150
Mc 15,26; Mt 27,37; Lc 23,38
#2 Mc 15,24
Sal 22,19; Mc 15,34 Ant 3,7,4
Jn 10,16; 17,21
JUAN 19,25-29
Y esto es lo que hicieron los soldados. 25 Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena. 26 Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». 27 Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a 25
26-27
28 29
tu madre». Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. 28 Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice: «Tengo sed». 29 Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acer-
Los sinópticos hablan de un grupo de mujeres que obser van los acontecimientos desde una cierta distancia: (a) María Magdalena; (b) María, madre de Santiago y José (o Joses); (c) Salomé, probablemente esposa de Zebedeo y madre de Santiago y de Juan. El cuarto Evangelio menciona al discípulo amado y a cuatro mujeres que están al pie de la cruz: (a) la madre de Jesús; (b) una hermana cuyo nombre no se menciona (¿Salomé? –en este caso, los hijos de Zebedeo serían primos de Jesús–); (c) María (¿esposa?) de Clopás; (d) María Magdalena. En realidad, es posible interpretar (b) como aposición de (c) y en este caso María de Clopás sería hermana de la madre de Jesús, pero es improbable que dos hermanas lle varan el mismo nombre. Por lo que respecta a la significación de la madre de Jesús y del discípulo amado (cuyos nombres no se mencionan en ningún pasaje), nos remitimos al episodio de Caná. La madre, cuya petición de carácter familiar fue entonces rechazada, recibe ahora el papel de madre de los discípulos ideales –compárese Mc 3,31-35, sobre la prioridad del discipulado frente a las exigencias familiares. Con este encargo confiado a su madre, Jesús ha concluido la obra que había venido a realizar. En el episodio del vinagre, Marcos y Mateo mencionan, más apropiadamente, una 151
Mc 15,40; Mt 27,56
Mt 13,55; Mc 6,3
Jn 2,4
Jn 17,4 Mc 15,36
JUAN 19,30-35
caron a la boca. 30 Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: «Todo está cumplido». E inclinando la cabeza entregó el espíritu. Sangre y agua. 31 Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado –porque aquel sábado era muy solemne–, rogaron a Pilato que les quebraran
las piernas y los retiraran. 32 Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él. 33 Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, 34 sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua. 35 El que lo
caña como el instrumento utilizado para llevar la esponja hasta la boca de Jesús. El hisopo de Juan, una planta seme jante al helecho, resulta extraño hasta que recordamos que el hisopo untado en la sangre del cordero pascual se usaba para marcar las jambas de las puertas como signo de la protección divina en la Pascua judía que actualizaba el éxodo. 30
31-34
Mateo y Lucas narran que Jesús entregó el espíritu (en el sentido del aliento de vida) o confió su espíritu al Padre. Parece que Juan da a entender un significado más profundo, porque dice, literalmente: «Entregó el espíritu». Jesús había prometido la comunicación del Espíritu después de la glorificación, y aquí el Espíritu es entregado al discípulo amado. En la misma línea, el cuarto Evangelio menciona un episodio no conocido por la tradición sinóptica, un incidente tan importante que el discípulo lo atestigua (v. 35): un soldado traspasa el costado de Jesús, del que brotan sangre y agua. Durante su ministerio, Jesús había hablado del agua de la vida que él iba a dar; y había dicho, refiriéndose a sí mismo: «De su seno correrán ríos de agua viva». Ahora que ha sido glorificado, elevado sobre la cruz, el agua que brota de él, mezclada con la sangre de la entrega de sí mismo, es verdaderamente el agua de vida que trae la salvación al pueblo. El Espíritu y el agua viva son los medios para el nuevo nacimiento mediante el agua y el Espíritu que había sido prometido a Nicodemo. 152
Ex 12,22
Mt 27,50; Lc 23,46 # 3a Jn 7,39
Jn 4,10 Jn 7,38
1 Jn 5,8
JUAN 19,36-38
vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. 36 Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: «No se le quebrará hueso alguno». 37 Y también otra Escritura dice:
«Mirarán al que traspasaron». La sepultura de Jesús. 38 Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato autorización para retirar el cuerpo de Jesús.
No resulta extraño que san Agustín y otros vean en el agua y en la sangre los sacramentos cristianos fundamentales del bautismo y la eucaristía que fluyen de la muerte redentora de Jesús –éste es, de hecho, el nacimiento de la Iglesia del costado de Jesús (¿la nueva Eva del costado del nuevo Adán?).
37
Insistiendo en estos motivos, Juan ve en el costado traspasado de Jesús el cumplimiento de dos profecías veterotestamentarias. La expresión «No se le quebrará hueso alguno» se toma del ritual del cordero pascual (y también, quizá, el deseo de retirar de la cruz el cuerpo de Jesús el mismo día en el versículo 31). Este texto aparece también en un salmo que describe a un hombre sufriente y justo. Así, al final de la vida de Jesús, el discípulo amado (v. 35) da testimonio de él como Cordero pascual y Siervo sufriente, el mismo testimonio que diera Juan el Bautista al comienzo de la vida pública. La segunda cita, que se refiere al rechazo de Dios por parte del Israel del Antiguo Testamento, promete, en su contexto original, la efusión del Espíritu de Dios y la apertura de una fuente de purificación para Jerusalén. Así, también este pasaje constituye un eco de la descripción que hiciera Juan el Bautista de la misión de Jesús.
La sepultura de Jesús: 19,38-42 Los cuatro Evangelios mencionan el papel desempeñado por José de Arimatea. Por ser uno de los miembros laicos acau153
Jn 3,5; 1,33
Gn 2,21-23 Ex 12,46
Ex 12,10 # 3b Sal 34,21 Cf. Jn 1,29 # 4 espacio
Za 12,10b Za 12,10a; 13,1 Jn 1,33
JUAN 19,39–20,2
Pilato se lo concedió. Fueron, pues, y retiraron su cuerpo. 39 Fue también Nicodemo –aquel que anteriormente había ido a verle de noche– con una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras. 40 Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envol vieron en lienzos con los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar. 41 En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie había
39
40
sido aún depositado. 42 Allí, pues, porque era el día de la Preparación de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús. El sepulcro vacío. 1 El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. 2 Echa a correr y llega a Simón Pedro y al otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han
20
dalados del sanedrín («ancianos»), sepulta a Jesús en un sepulcro nuevo. Sólo Juan menciona a otro miembro del sanedrín, el fariseo Nicodemo, que proporciona una enorme cantidad de especias aromáticas para embalsamar el cuerpo. La observación según la cual el cuerpo de Jesús fue embalsamado con aromas antes de la sepultura (sin aludir al hecho de que la operación quedó incompleta) no es fácilmente conciliable con la información que encontramos en Marcos y en Lucas (pero no en Mateo) según la cual en la mañana de Pascua las mujeres fueron al sepulcro con ungüentos. En todo caso, la valiente acción de José y Nicodemo, hasta entonces tímidos, parece indicar que Jesús, una vez resucitado, empezó a atraer seguidores.
Mc 15,43
Mc 16,1; Lc 24,1; Mt 28,1 Jn 12,32
Sección 3. Las apariciones del Resucitado en Jerusalén (20,1-31) Los tres sinópticos, el apéndice de Marcos (Mc 16,9ss) y 1 Co 15,4-7 nos proporcionan cinco relatos de las apariciones pascuales que deberían ser estudiados atentamente en relación con el cuarto Evangelio. Los diferentes detalles excluyen cla154
JUAN 20,3-7
llevado del sepulcro al Señor, y no sa bemos dónde le han puesto». 3 Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. 4 Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero
al sepulcro. 5 Se inclinó y vio los lienzos en el suelo; pero no entró. 6 Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve los lienzos en el suelo, 7 y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a los lienzos, sino plegado en un
ramente cualquier intento organizado de inventar los episodios en cuestión. Parece que la elección de las apariciones y de los detalles en estos escritos estuvo dictada por un interés apologético y doctrinal. Las apariciones narradas por Juan, situadas en Jerusalén, se pueden dividir como sigue: Primera escena: el sepulcro (20,1-18)
Segunda escena: el cenáculo (20,19-31)
(a) Pedro y el discípulo amado; éste cree; María está ausente. (b) María, afligida, es conducida a la fe. (a) Los discípulos creen; Tomás está ausente. (b) Tomás, incrédulo, es conducido a la fe.
Primera escena – a) Los dos discípulos: 20,1-10
3-4
5-7
El domingo por la mañana, María Magdalena (con otras mujeres, como indica el «nosotras» del versículo 2), al encontrar el sepulcro vacío y sospechar que han robado el cadáver, se apresura a informar a Pedro y «al otro discípulo», que es identificado también como aquel «a quien Jesús amaba». En los relatos de la resurrección, Pedro ocupa un papel especial entre los discípulos. Juan explicita muy cuidadosamente en qué condición se encontraban los lienzos de lino (¿vendas?) utilizados para envolver el cadáver y el sudario, «plegado en 155
Mc 16,1; Lc 24,10
Mc 16,17; Lc 24,34; 1 Co 15,5
JUAN 20,8-14
lugar aparte. 8 Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, 9 pues hasta entonces no habían comprendido que, según la Escritura, Jesús debía resucitar de entre los muertos. 10 Los discípulos, entonces, volvieron a casa. La aparición a María de Magdala. 11 Estaba María junto al sepulcro fuera
8
9
llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, 12 y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. 13 Dícenle ellos: «Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les respondió: «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto». 14 Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no
un lugar aparte». Es posible que su posición indicara la posición original del cuerpo de Jesús, que habría salido a través de ellos, dejándolos donde se encontraban. La visión de todo ello fue suficiente para que el discípulo amado creyera en la resurrección de Jesús, pero, al parecer, no le bastó a Pedro. (El primero en creer en Jesús resucitado es «el otro discípulo»). Una digresión nos informa de que la efusión plena del Espíritu, destinado a ser el intérprete de la Escritura, no había tenido lugar aún.
Jn 14,26; Lc 24,45
Primera escena – b) María Magdalena: 20,11-18
13
14
Sólo Juan narra la aparición a María después de la partida de los discípulos, aunque los sinópticos parecen ofrecer algunos detalles de ella en su relato de la primera (y para ellos única) visita de María al sepulcro. En el sepulcro, ella ve dos ángeles (Lucas: dos hombres de pie, dentro del sepulcro; Marcos: un joven sentado, dentro del sepulcro; Mateo: un ángel sentado, fuera –son variantes de la tradición oral–). La visión del interior del sepulcro produjo la fe en el discípulo; María, sin embargo, piensa aún únicamente en el robo del cadáver. Jesús mismo está frente a ella, pero ella no le reconoce. (Pare156
Mt 28,8-10 Lc 24,4; Mc 16,5; Mt 28,2
JUAN 20,15-18
sabía que era Jesús. 15 Le dice Jesús: «Mu jer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré». 16 Jesús le dice: «María». Ella se vuelve y le dice en hebreo: «Rabbuní», que quiere decir: «Maestro». 16
17
17 Dícele
Jesús: «Deja de tocarme, que todavía no he subido al Padre. Pero vete a mis hermanos y diles: “Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios”». 18 Fue María Magdalena y dijo a los discípulos: «He visto al Señor» y que había dicho estas palabras.
ce que hay algo extraño en la aparición del Señor resucitado). Es necesaria la voz del pastor para que ella le reconozca. María intentó aferrar al amado Rabbí («Rabbuní» es una expresión solemne y afectuosa a la vez), pero Jesús le dice que no le retenga, porque está a punto de subir al Padre. Llama «mis hermanos» a los discípulos y habla de «mi Padre y vuestro Padre» (= mi Padre que es también el vuestro), pues la ascensión permitirá a Jesús dar el Espíritu que engendra de nuevo discípulos (véase 3,15) y hace que Dios sea su Padre. Cuando pensamos en la ascensión, generalmente nos imaginamos el relato lucano que presenta a Jesús elevándose al cielo cuarenta días después de la Pascua. Sin embargo, la ascensión no es nada más que su partida visible del mundo y el final oficial de las apariciones pospascuales, antes de la misión visible del Espíritu en Pentecostés. La ascensión teológica, la glorificación de la humanidad de Jesús a la presencia del Padre, era una realidad invisible, el cumplimiento de la resurrección, inseparable de ella. Juan expresa claramente que la elevación de Jesús, que ha realizado la salvación humana, implica la cadena de crucifixión, resurrección y ascensión: estos tres datos constituyen su ascenso al Padre, que invierte el proceso de la encarnación, con el que había descendido del Padre a la tierra. Parece que el relato joánico de 157
Lc 24,16; Mc 16,12; Jn 21,4 Jn 10,3-4
Rt 1,16
Hch 1,3.9
Rm 1,4
Jn 3,1415; 12,32
JUAN 20,19-22
La aparición a los discípulos. 19 Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo:
«La paz con vosotros». 20 Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. 21 Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío». 22 Dicho esto, sopló y
las apariciones a María tiene como objetivo realzar el vínculo inmediato entre resurrección y ascensión. En efecto, en la noche pascual y en las primeras apariciones a los apóstoles, las acciones y las palabras de Jesús implican una glorificación completa, incluida la ascensión. Esto es cierto también a propósito de sus dichos pospascuales en los Evangelios sinópticos.
Jn 3,13
Mt 28,18; Lc 24,26
Segunda escena – a) Los discípulos: 20,19-23
19-20
21-22
María había llevado la noticia de la resurrección a los discípulos (los sinópticos indican que fue acogida con incredulidad). Ahora, Jesús mismo se aparece, atravesando puertas cerradas, el domingo por la tarde (nótese la importancia del domingo después de la resurrección). Juan no menciona ningún reproche o consternación, sino que únicamente habla de Jesús que comunica la paz y la alegría que había prometido. (Este relato pospascual en Juan y Lucas es nuestra fuente para el conocimiento del hecho de que las manos y los pies de Jesús habían sido clavados a la cruz). Jesús confiere ahora a los discípulos un encargo formal y les da la consagración de la que había hablado. Sopla sobre ellos como Dios había soplado (el mismo verbo griego) sobre Adán, cuando había insuflado en él el espíritu de la vida: Jesús los re-crea con el Espíritu Santo. 158
Mc 16,9- 11; Lc 24, 22-25 Mc 16,14; Lc 24,37 Jn 14,27; 16,20-22
Lc 24,39
Jn 17,18-19 Gn 2,7
JUAN 20,23-26
les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. 23 A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Tomás. 24 Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». 25 Pero
23
él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré». 26 Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros».
También en este caso solemos pensar en el Espíritu Santo dado en Pentecostés, pero éste constituye el descenso oficial y público del Espíritu para guiar la misión de la Iglesia en el mundo. Para Juan, el don del Espíritu, que es invisible por naturaleza, brota de la glorificación de Jesús, de su retorno al Padre. Que un verdadero don del Espíritu tuvo lugar aquí, en la noche pascual, fue afirmado solemnemente en el concilio II de Constantinopla. Se trata de un don que guarda relación con el perdón de los pecados. Un texto paralelo en Lucas indica que el objeto inmediato puede ser la remisión de los pecados en conexión con la conversión y el bautismo. Pero el concilio de Trento definió que hay que incluir (también) la remisión de los pecados cometidos después del bautismo, a través del sacramento de la penitencia.
Hch 2
Jn 7,39 DBS 434
Lc 24,27 DBS 1703 1 Jn 1,7-9; 5,16-17
Segunda escena – b) Tomás: 20,24-31 25
26
Sólo Juan narra el episodio de Tomás (un personaje del que nos informa únicamente el cuarto Evangelio). Tomás pide una prueba física de la resurrección y, así, presta el servicio de rechazar cualquier explicación de las apariciones pascuales como autosugestiones o alucinaciones. Como consecuencia, otro domingo, Jesús aparece de nuevo atravesando puertas cerradas cuando están todos los discípulos reunidos. Y 159
Mc 3,18 Jn 11,16; 14,5
¿1 Co 15,5?
JUAN 20,27–21,1 27 Luego
dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente». 28 Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío». 29 Dícele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído». Conclusión. 30 Jesús realizó en presencia de los discípulos otros muchos signos que no están escritos en este libro. 31 Éstos 27-28
29 30-31
han sido escritos para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.
IV. Epílogo La aparición del Resucitado en Galilea La aparición a los siete discípulos. 1 Después de esto, se mani-
21
ofrece la prueba que ha pedido Tomás. Pero al parecer sin verificarla de manera expresa, Tomás confiesa a Jesús con las mismas palabras usadas por el salmista para Yahvé. En el capítulo 1, los discípulos habían atribuido a Jesús una serie de títulos que indicaban un conocimiento gradual y cada vez más profundo de él; Tomás le aplica aquí el título final y definitivo: Jesús es el SEÑOR DIOS. El Evangelio concluye con esta afirmación triunfante y absoluta de la divinidad de Jesús. Al comienzo, Juan nos había dicho que la Palabra era Dios. Ahora lo repite al final y bendice a quienes la aceptan con fe, es decir, a los verdaderos cristianos de todos los tiempos. La finalidad del Evangelio se ha alcanzado con éxito: ha narrado algunos de los acontecimientos, seleccionados entre otros muchos, que muestran la divinidad de Jesús, de modo tal que, creyendo, los lectores puedan tener vida por medio de él.
Sal 35,23 Cf. Jn 1,43-45
Jn 1,1 #4 1 Jn 4,15
Epílogo: Las apariciones en Galilea Jn 21,1-25 Es probable que el cuarto Evangelio terminara con el capítulo 20. El capítulo 21, añadido, muestra características joáni160
Cf. p. 18
JUAN 21,2
festó Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta manera. 2 Estaban juntos
Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos.
cas (por ejemplo, Natanael, Caná, el discípulo amado), por lo que representa, probablemente, otra compilación de relatos pascuales primitivos que el redactor final encontró en la tradición y añadió a la obra del evangelista. (Está claro que los dichos de 21,18.22 eran lo suficientemente antiguos como para requerir una explicación por parte del escritor). La presencia del capítulo 21 en los manuscritos más antiguos (a diferencia del relato de la adúltera) indica que fue añadido antes de la publicación del Evangelio. Aparte de dos intentos editoriales evidentes de conectar el capítulo 21 con el capítulo 20 (la expresión «otra vez» del versículo 1 es dudosa desde el punto de vista textual), los relatos pascuales del capítulo 21 son autónomos y parecen representar una tradición galilea independiente de la tradición de las apariciones en Jerusalén. Recordemos que fundamentalmente Mateo y Marcos (pero no el apéndice marcano de Mc 16,9-20) representan una tradición de apariciones en Galilea, mientras que Lucas y Jn 20 narran sólo apariciones en Jerusalén.
Cf. Jn 7,53
Jn 21,1.14
Mc 16,7; Mt 28,10 Lc 24; Hch 13,31
Los pescadores: 21,1-14
2
El capítulo 21 parece contener una serie de al menos tres escenas distintas, unidas entre sí por un hilo tenue (y tal vez redaccional). La primera presenta siete discípulos pescando en el lago de Galilea. La mención de los hijos de Zebedeo es extraordinaria y exclusiva de Juan; los dos discípulos anónimos son mucho más joánicos. (Tal vez «hijos de Zebedeo» sea una glosa que pretende identificar a los otros «dos discí161
Jn 1,35
JUAN 21,3-12 3 Simón
Pedro les dice: «Voy a pescar». Le contestan ellos: «También nosotros vamos contigo». Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada. 4 Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. 5 Díceles Jesús: «Muchachos, ¿no tenéis nada que comer?». Le contestaron: «No». 6 Él les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis». La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces. 7 El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: «Es
3-4
6
7
9
11
el Señor». Cuando Simón Pedro oyó «es el Señor», se puso el vestido –pues estaba desnudo– y se lanzó al mar. 8 Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho de tierra, sino unos doscientos codos. 9 Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un pez sobre ellas y pan. 10 Díceles Jesús: «Traed algunos de los peces que acabáis de pescar». 11 Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red. 12 Jesús les dice: «Venid
pulos», de modo que sólo habría habido cinco discípulos). El versículo 7 menciona al discípulo amado. Después de una noche infructuosa, Jesús se aparece, pero no es reconocido. Como ya hemos indicado, esto no es extraordinario. Sin embargo, si vinculamos este relato al capítulo 20, observamos que los discípulos habían tenido ya más de dos ocasiones para verlo de cerca. Gracias a las directrices impartidas por este extraño, los discípulos obtienen una pesca milagrosa. El discípulo amado es el primero en reconocer a Jesús, con su habitual «arte de aventajar a los demás», y concretamente a Pedro, pero éste, con su inclinación a saltar de las barcas, llega el primero a la orilla. La presencia de panes y peces ya preparados es un detalle curioso, ya que Jesús acaba de preguntarles si tienen pescado (v. 5); pero, en efecto, un aura de misterio envuelve estas apariciones preternaturales. El número exacto de los peces pescados, 153, es probablemente simbólico; y es posible que san Jerónimo explique el 162
Mt 14,28-31
JUAN 21,13-14
y comed». Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres tú?», sabiendo que era el Señor. 13 Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da; y de
igual modo el pez. 14 Ésta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.
sentido de este número cuando nos dice que para los zoólogos griegos había exactamente 153 especies de peces. Al principio del ministerio sinóptico, Jesús había prometido hacer de los apóstoles «pescadores de hombres». Ahora, con su ayuda, ellos recogen en su red toda clase de peces. En esta acción profética, Juan ve cómo Jesús encomienda a los discípulos la misión de atraer y reunir a los hombres, un encargo que para Mateo constituye el núcleo esencial de las apariciones en Galilea. Lucas, que no narra apariciones pascuales, no da cabida en los relatos pascuales a esta pesca milagrosa. Entonces, ¿dónde la narra (o, al menos, donde presenta una escena que sea virtualmente idéntica)? En el relato de la vocación de los apóstoles y de la promesa que se les anuncia de transformarlos en pescadores de seres humanos (uniendo así los dos acontecimientos). 13
El relato sobre Jesús que toma pan y peces y se los da a los discípulos contiene el mismo vocabulario que la escena del capítulo 6 (la única escena joánica que se desarrolla a orillas del lago). Hemos visto un significado eucarístico y podemos sospechar su presencia aquí, después de la misión encomendada a los discípulos.
Mc 1,17; Ez 47,9-10 Mt 13,47-48; 28,16-20
Lc 5,1-11
¿# 4? Jn 6,11
La profesión de amor de Pedro: 21,15-19 La siguiente escena concierne a la triple prueba que ha de superar Pedro. Como han visto numerosos Padres de la Iglesia, tenemos aquí una reparación de la triple negación en casa de Anás. Cuando Jesús, durante la última cena, le había 163
Jn 13,37-38
JUAN 21,15-19
Jesús y Pedro. 15 Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?». Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos». 16 Vuelve a decirle por segunda vez: «Simón de Juan, ¿me amas?». Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis ove jas». 17 Le dice por tercera vez: «Simón de Juan, ¿me quieres?». Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera
15-17
18
19
vez: «¿Me quieres?», y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas. 18 «En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras». 19 Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme».
profetizado que le negaría, Pedro había respondido, con la seguridad de que sabía mejor que el Maestro lo que iba a suceder, que seguiría a Jesús. Sólo este triple reconocimiento de que Jesús conoce su corazón puede darle la oportunidad de seguirlo de verdad (v. 19). Al comentar el capítulo 10, hemos hecho referencia al papel autoritativo del pastorgobernante en el Antiguo Testamento. En esta tradición, Jesús se había presentado como el buen Pastor, que da la vida por sus ovejas. En la última cena, Pedro había declarado con orgullo que estaba dispuesto a dar su vida. Jesús, en el momento de dejar a sus ovejas (ovejas que había querido recoger en un solo rebaño bajo un solo pastor), insiste primero en el criterio joánico del amor y después hace de Pedro un pastor, pero las ovejas siguen perteneciendo a Jesús. Como pastor, Pedro tendrá ocasión de dar su vida. En su juventud había sido impetuoso y dueño de sí; en su ancianidad, en cambio, sus brazos serán extendidos en la cruz y de este modo seguirá al Maestro. El redactor hace notar el significado oculto de esta profecía, probablemente impresionado por su impresionante exactitud, ya que para él la crucifixión de Pedro en la colina del Vaticano era ya historia. 164
Jn 10,11 Jn 13,37
Jn 10,16
JUAN 21,20-25
El discípulo amado. 20 Pedro se vuel ve y ve, siguiéndoles detrás, al discípulo a quien Jesús amaba, que además durante la cena se había recostado en su pecho y le había dicho: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?». 21 Viéndole Pedro, dice a Jesús: «Señor, y éste, ¿qué?». 22 Jesús le respondió: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿qué te importa? Tú, sígueme». 23 Corrió, pues, entre los hermanos la voz de que este discípu-
lo no moriría. Pero Jesús no había dicho a Pedro: «No morirá», sino: «Si quiero que se quede hasta que yo venga». Conclusión. 24 Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas y que las ha escrito, y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero. 25 Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran.
Juan: 21,20-23 De nuevo junto a Pedro, el discípulo amado aparece en la escena final. También su destino es objeto de un dicho enigmático. Aun cuando la respuesta del Señor a Pedro, siempre apresurado en sus iniciativas, pretende únicamente decir: «Eso no es cosa tuya», fue interpretada erróneamente (en tiempos del redactor) por algunos como una predicción de que el discípulo viviría hasta la segunda venida de Jesús. Hemos de recordar la expectativa ardiente e inminente de la parusía en la Iglesia primitiva. Es posible que muchos interpretaran erróneamente las palabras: «Esta generación no pasará antes de que se cumplan todas estas cosas» y creyeran que los apóstoles no morirían antes del retorno de Jesús. Pero los cristianos joánicos asociaron esta esperanza al discípulo amado, y su muerte sacudió la fe de algunos. Así, este episodio se narra para esclarecer la dificultad.
Firma de atestiguación: 21,24-25 El capítulo añadido concluye con la garantía de que el testigo que está en la base del relato del Evangelio es el discípulo 165
2 Ts 2 Mt 24,34
JUAN 21,24-25
amado: él es el responsable del escrito (tal vez por haber proporcionado el testimonio transmitido en él) y su testimonio es verdadero. Y, por último, quien escribe las líneas del último capítulo añade una nota para explicar que no se ha escrito todo. No se puede recoger en las páginas de un libro todo lo relativo a Jesús, ni siquiera en un libro como el cuarto Evangelio.
166
LAS CARTAS DE JUAN
INTRODUCCIÓN
El autor de la Primera, Segunda y Tercera carta de Juan La Segunda y la Tercera carta de Juan son semejantes en su formato epistolar, especialmente en la introducción y en la conclusión. Es probable que sean obra del mismo «presbítero» y que fueran escritas en el mismo periodo de tiempo. La Segunda carta de Juan tiene contenidos análogos a los de la Primera (que no tiene formato epistolar), especialmente en 2 Jn 5-7, donde se hace hincapié en el mandamiento del amor mutuo (1 Jn 2,7-11) y se condena a los seductores (anticristos), que han aparecido en el mundo (1 Jn 2,18-19). Así, aunque el escritor de la Primera carta de Juan no se identifica, la mayoría de los estudiosos piensan que el presbítero compuso las tres obras.
Relación entre las Cartas y el Evangelio Hay muchas semejanzas en el estilo y el vocabulario entre las Cartas y el cuarto Evangelio, pero también algunas diferencias sorprendentes: (a) El prólogo de la Primera carta de Juan no subraya la encarnación de la Palabra personificada, sino el testimonio sobre la palabra (mensaje) de vida que fue vista, oída y sentida, es decir, la vida humana de Jesús. 169
EL EVANGELIO
Y LAS C ARTAS DE JUAN
(b) Algunos rasgos que el Evangelio atribuye a Jesús son aplicados en la Primera carta de Juan a Dios; por ejemplo, en 1,5 Dios es luz (véase Jn 8,12); en 4,21 y 2 Jn 4 es Dios quien da el mandamiento del amor mutuo (véase Jn 13,34). Se podría decir que en las Cartas hay una cristología menos desarrollada. (c) En las Cartas se hace menos hincapié en el Espíritu como persona y no se emplea nunca el término evangélico «Paráclito» para referirse al Espíritu. (Cristo es el paráclito o abogado en 1 Jn 2,1). Se encuentra una exhortación a estar atentos porque no todos los espíritus son el Espíritu de la verdad o el Espíritu de Dios, de modo que es preciso examinar los espíritus (4,1.6). (d) La escatología final está más acentuada en la Primera carta de Juan que en el Evangelio, donde domina la escatología realizada. Se pone más el acento en la parusía como el momento en el que habrá que dar cuenta de la vida cristiana (1 Jn 2,28–3,3). (e) Los paralelos de los manuscritos del Mar Muerto, especialmente en lo relativo al vocabulario, son más relevantes en la Primera carta de Juan que en el cuarto Evangelio. Algunas de estas diferencias producen la impresión de que las Cartas son anteriores al Evangelio, pero podrían reflejar la pretensión del autor de presentar el evangelio como era «desde el principio» (1 Jn 1,1; 3,11). Sugieren que el mismo autor no pudo escribir el Evangelio y las Cartas. En conjunto, por tanto, podemos distinguir al menos cuatro figuras en la escuela joánica, responsables del cuarto Evangelio y las Cartas: el discípulo amado (que constituyó la fuente de la tradición), el evangelista, el presbítero de las Cartas y el redactor del Evangelio. La mayor parte de los estudiosos piensan que las Cartas fueron escritas después del Evangelio. De un modo más preciso, yo dataría las Cartas en la década posterior a la fijación por escrito del cuerpo del cuarto Evangelio por el evangelista (hacia el año 90), pero antes de la redacción final del Evangelio (¿inmediatamente después del año 100?). 170
INTRODUCCIÓN A LAS CARTAS DE JUAN
Ocasión de las Cartas Lo que diferencia particularmente a la Primera y la Segunda carta de Juan con respecto al Evangelio es el cambio de perspectiva. «Los judíos», que en el Evangelio son los adversarios principales de Jesús, están ausentes en las Cartas, y toda la atención se concentra en los seductores que se han separado de la comunidad (1 Jn 2,19; 2 Jn 7) y que, al actuar así, han demostrado una falta de amor a quienes eran sus hermanos. Tales «anticristos» habrían engañado a los seguidores del autor en varias cuestiones: Fe. Los secesionistas niegan que Jesús sea el Cristo, el Hijo de Dios (2,22-23). Dado que eran cristianos joánicos que creían en Jesús, presumiblemente la negación atribuida a ellos significa que negaban la importancia de Jesús, ya que no lo confesaban como el Cristo venido en la carne (4,3). Es probable que pensaran que la salvación venía sólo de la entrada del Hijo de Dios en el mundo, de modo que la vida histórica de Jesús no tenía importancia salvífica. En particular, es posible que descuidaran la muerte cruenta y expiatoria de Jesús, enfatizada por el autor (1,7; 2,2; 4,10; 5,6). Ética. Ellos (presumiblemente el mismo grupo anterior) se jactan de estar en comunión con Dios y de conocer a Dios, mientras caminan en la oscuridad y no observan los mandamientos (1,6; 2,4); de hecho, sostienen que no han pecado (1,8.10; 3,4-6). Se podría relacionar esta actitud moral con su cristología si, habiendo negado la importancia de lo que Jesús había hecho en la carne después de la encarnación del Hijo, negaban la importancia de lo que ellos mismos hacían en la carne después de haberse convertido en hijos de Dios a través de la fe. El autor insiste en que el verdadero hijo de Dios no comete pecado (3,910; 5,18) y guarda los mandamientos, especialmente el mandamiento del amor mutuo entre los cristianos (3,11.23; 2 Jn 5). Los hijos de Dios tienen que caminar en la pureza y en el amor, como hizo Jesús, Hijo de Dios (2,6; 3,3.7; 4,10-11). 171
EL EVANGELIO
Y LAS C ARTAS DE JUAN
Espíritu . Al parecer, los jefes de los secesionistas pretendían ser maestros e incluso profetas, guiados por el Espíritu. El autor niega la necesidad de maestros (2,27) y advierte contra los falsos profetas. Menciona a éstos cuando exhorta con las siguientes palabras: «No os fiéis de cualquier espíritu, antes bien, examinad si los espíritus son de Dios» (4,1). Hay un espíritu del engaño que guía a los anticristos y un Espíritu de la verdad que guía al autor y a sus seguidores (4,5-6).
Ha habido intentos de identificar a los adversarios secesionistas de las Cartas con «herejes» conocidos: por ejemplo, los docetas atacados por Ignacio de Antioquía (hacia el año 100) que negaban que Cristo fuera verdaderamente un ser humano; o Cerinto (descrito por Ireneo como un adversario de Juan), el cual sostenía que Cristo, un ser espiritual, había descendido sobre Jesús, un varón normal, después del bautismo, y se había retirado de él antes de la crucifixión; o los gnósticos del siglo II, que consideraban el mundo y la carne como un engaño. No obstante, estas herejías conocidas podrían constituir el desarrollo del error denunciado en las Cartas. Es probable que tal error sea una exageración, por parte de los cristianos joánicos, de determinados rasgos presentes en el cuarto Evangelio. Por ejemplo, el Evangelio presenta la encarnación del Hijo de Dios preexistente, que salva al pueblo viniendo al mundo como luz, de tal modo que quien va a la luz es libre del juicio y de la culpa del pecado (Jn 3,16-21; 9,39-41). Dado que durante el ministerio de Jesús resultó que los seres humanos eran salvados por la fe, en Juan no se subraya el hecho de que la muerte de Jesús es salvífica. El Evangelio imparte pocas enseñanzas éticas, excepto el mandamiento del amor mutuo. Según Jn 14,16.17.26; 16,13, el Paráclito (abogado) o Espíritu de la verdad viene para morar en todos los creyentes y llevarlos a la verdad completa. Pese a la posibilidad de desarrollar tales temas evangélicos para producir las ideas sostenidas por los secesionistas, el autor de la Pri172
INTRODUCCIÓN A LAS CARTAS DE JUAN
mera y la Segunda carta de Juan sostiene que sus ideas, y no las de los separatistas, representan el verdadero «evangelio» proclamado desde el principio. (La palabra traducida con «mensaje» en 1,5 y 3,11 es angelia, posiblemente el equivalente joánico de «evangelio» o euangelion). De la tradición procedente del discípulo amado da testimonio el autor, que pertenece a la escuela joánica –un «nosotros» que personalmente, o por asociación, hemos oído, visto, contemplado y sentido a Jesús, la encarnación de la vida de Dios (1 Jn 1,1); un «nosotros» que conoce la importancia del modo en que Jesús vivió (caminó) en la carne y murió por los pecados. Las diferencias de pensamiento con respecto al Evangelio que hemos descrito tienen sentido como reacción a la interpretación errónea del Evangelio por parte de los secesionistas.
La Primera carta de Juan, por tanto, no sería una carta o epístola, sino una exhortación que interpreta los temas principales del cuarto Evangelio a la luz de la propaganda de los secesionistas, que tenía una cierta plausibilidad y seguía atrayendo seguidores. Es de suponer que circulaba en el centro principal del cristianismo joánico donde fue escrito el Evangelio y vivió el autor. La Segunda carta de Juan es una carta propiamente dicha, enviada por el autor a una comunidad joánica distante del centro. El movimiento de separación no ha llegado aún a esa comunidad, pero algunos misioneros secesionistas estaban ya de camino (2 Jn 9-10). Escribiendo como discípulo del discípulo amado («presbítero» es el término técnico correspondiente a este papel), el autor da instrucciones para que la comunidad (la Señora Elegida y sus hijos) no permitan que tales falsos maestros entren en «la casa» (iglesia donde se reúne la comunidad). La llegada de emisarios, unos del presbítero y otros de los secesionistas, debió ser causa de confusión para aquellas comunidades joánicas distantes del centro. ¿Cómo podían saber quién era portador de la verdad antes de permitir que los emisarios hablaran? Pero si hablaban, entonces el daño ya estaba hecho. 173
EL EVANGELIO
Y LAS C ARTAS DE JUAN
En una de estas comunidades, un tal Diótrefes se distinguió como cabeza local y decidió no acoger a estos misioneros, incluidos los enviados por el presbítero. Su falta de hospitalidad hizo que el presbítero escribiera la Tercera carta de Juan, destinada a Gayo, al parecer un miembro acaudalado de una comunidad vecina. Gayo ha ofrecido hospitalidad durante algún tiempo, pero el presbítero quiere que asuma la responsabilidad de ayudar a los misioneros y, de este modo (aparentemente), abra una iglesia doméstica alternativa a la de Diótrefes. Los misioneros del presbítero (como Demetrio, que está a punto de llegar) difundían la verdadera interpretación del Evangelio joánico; y, al ayudarles, Gayo se convierte en un colaborador de la verdad. Aunque es acusado de haber «ambicionado el primer puesto», puede ser que Diótrefes haya sido más sagaz que el presbítero para reconocer que un maestro ortodoxo local autoritativo era una protección más segura contra los profetas guiados por un falso espíritu, que los misioneros que exhortaban a los fieles a discernir los espíritus. Es posible que Diótrefes fuera un primer representante joánico del maestro-obispo que estaba surgiendo o se encontraba ya establecido en las comunidades cristianas no joánicas de aquella que Ignacio de Antioquía llama «la Iglesia católica».
Estructura de la Primera carta de Juan Los estudiosos no se ponen de acuerdo en este punto, porque el autor se repite continuamente y, al parecer, sin una estructura clara. La división tripartita es bastante común (tres partes, precedidas por un prólogo y seguidas por un epílogo). Dado que considero que la Primera carta de Juan es una interpretación del cuarto Evangelio, soy partidario de una división bipartita que corresponde a la estructura del Evangelio ofrecida en las pp. 26-27. El Prólogo (1,1-4) comenta el himno que sir ve de prólogo al cuarto Evangelio (Jn 1,1-18), y la Conclusión (5,13-21)
174
INTRODUCCIÓN A LAS CARTAS DE JUAN
retoma el tema tratado en la conclusión pre-redaccional del Evangelio (Jn 20,30-31). Las dos partes principales de la Carta están marcadas por la afirmación «Éste es el evangelio» ( angelia, «mensaje») en 1,5 y 3,11. La Primera parte (1,5–3,10) define el evangelio como «Dios es luz» y subraya la obligación de caminar en la luz. La Segunda parte (3,11–5,12) define el evangelio de acuerdo con el mandamiento «debemos amarnos unos a otros» y presenta a Jesús como el modelo de amor entre los hermanos y las hermanas.
175
PRIMERA CARTA DE JUAN TEXTO Y COMENTARIO I. Prólogo La Palabra de vida
1
Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos,
lo que contemplamos y palparon nuestras manos acerca de la Palabra de vida
1
Prólogo 1 Jn 1,1-4
1
El prólogo de la Primera carta de Juan se asemeja a un primer esbozo del prólogo del cuarto Evangelio. Decimos «primer esbozo» porque ciertamente no encontramos en él la claridad que se halla en el Evangelio. El elemento dominante es la importancia atribuida al «nosotros», es decir, a los portadores e intérpretes de la tradición de la escuela joánica, que conser van y desarrollan el testimonio (ocular) del discípulo amado. (El «principio» se refiere al inicio del ministerio de Jesús, donde tal testimonio desempeñó un papel destacado). El objeto del testimonio ocular es «la palabra de vida», pero el acento está puesto más en «vida» que en «palabra». En el prólogo de Juan es la Palabra la que se encarnó y cuya gloria vimos; aquí 177
Jn 19,35; 21,24
Jn 20,29
Jn 1,14
PRIMERA CARTA DE JUAN 1,2-5 2 –pues la Vida se manifestó,
Y nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo. 4 Os escribimos esto para que nuestro gozo sea completo.
y nosotros la hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la Vida eterna, que estaba junto al Padre y que se nos manifestó–, 3 lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros.
2-3
4
II. Dios como luz Dios es luz. 5 Y éste es el mensaje que hemos oído de él y que os anunciamos: Dios es Luz, en él no hay tiniebla alguna.
es la vida la que se ha dado a conocer. La Primera carta de Juan parece corresponder a un estadio intermedio en el uso de «palabra», menos personalizada que en Juan: «la palabra de vida» significa más que la simple noticia o mensaje sobre la vida divina; sin embargo, es menos que la Palabra encarnada que posee y da la vida según el cuarto Evangelio. Parece significar la proclamación de la vida divina (v. 2) hecha visible en y a través de Jesús. La «palabra» es la angelia o «mensaje» de 1 Jn 1,5; 3,11, que da a los lectores la posibilidad de participar en esta vida y, de este modo, de vivir en comunión con el Dios vivo. ( Koinonia o «comunión» –en el sentido de compartir los bienes y la vida– es un término paulino que no aparece en Juan). Esta comunión es la raíz de la alegría cristiana y un elemento esencial de la comunidad joánica («con nosotros»).
Primera parte Caminar en la luz de Dios 1 Jn 1,5–3,10 Caminar en la luz: 1,5-7 El autor empieza afrontando el aspecto particular de la vida cristiana que desea subrayar. En su manera de ver el mundo, 178
Mt 13,19; 2 Tm 2,15 Jn 1,4 Jn 14,6; 1 Jn 5,11-12 Jn 20,31 1 Co 1,9; Flp 3,10 Jn 15,11
PRIMERA CARTA DE JUAN 1,6-10 6 Si
decimos que estamos en comunión con él, y caminamos en tinieblas, mentimos y no obramos la verdad. 7 Pero si caminamos en la luz, como él mismo está en la luz, estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos purifica de todo pecado. 8 Si decimos:
6-7
«No tenemos pecado», nos engañamos y la verdad no está en nosotros. 9 Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia. 10 Si decimos: «No hemos pecado», le hacemos mentiroso y su palabra no está en nosotros.
dividido en luz y tinieblas, Dios es la luz del justo que camina por los senderos iluminados por sus rayos. Como siempre, la oscuridad es el mal. Esta imagen del mundo, al igual que las expresiones «caminar en la luz» y «hacer la verdad», recuerda la fraseología típica de los manuscritos del Mar Muerto. Fundamentalmente, el caminar en la luz que garantiza la comunidad cristiana consiste en la observancia de los mandamientos. Se trata de un eco de la primera parte del último discurso del Evangelio, donde hemos oído que la unión con Dios significa guardar los mandamientos. (Pero no tenemos aquí la perspectiva triádica desarrollada en el discurso de despedida; no se menciona a los tres personajes divinos, sino que se habla únicamente de «comunión con él»).
Véase p. 61 Sal 27,1
Cf. p. 24
Cf. p. 123
Oposición al pecado: 1,8–2,2
9
El escritor aborda ahora el pensamiento sobre el pecado y habla sobre los falsos propagandistas que se niegan a conocer que sus obras malas son pecado. Los verdaderos cristianos ante Dios admiten sus pecados, reconociéndolos o confesándolos públicamente (el Concilio de Trento citó este texto en relación con la confesión). La humilde confesión de los pecados obtiene el perdón a través de la sangre de Jesús (v. 7). Reivindicar una ausencia de pecado en nuestra vida 179
DBS 1679 Hb 9,1314.22; Ap 5,9
PRIMERA CARTA DE JUAN 2,1-5
Cristo y sus mandamientos. 1 Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero si alguno peca, tenemos un abogado ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. 2 Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mun-
do entero. 3 En esto sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos. 4 Quien dice: «Yo le conozco» y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él. 5 Pero quien guarda su palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado
2
2,1 2
significa declarar que Dios es mentiroso –ya que envió a su Hijo para redimirnos del pecado– y, por tanto, identificarlo con Satanás, el embustero por excelencia. Ciertamente, la Primera carta de Juan no pretende animar a pecar; pero el arma más eficaz contra el pecado es el reconocimiento de su realidad y la conciencia de la dependencia de la redención realizada por Jesús. El carácter propiciatorio de la muerte de Jesús se subraya en la Primera carta de Juan más que en el cuarto Evangelio. El Cordero de Dios quita los pecados del mundo, no sólo destruyendo el mal, sino también expiando por ellos a través de su muerte. Nótese que en esta carta Jesús es el paráclito («abogado»), un título que el Evangelio aplica al Espíritu.
Jn 8,44
Cf. Jn 1,29 1 Jn 3,5; 4,10 Cf. Jn 14,16
Observar los mandamientos: 2,3-11
4 5
La Primera carta de Juan pone de relieve específicamente el tema de la observancia de los mandamientos para conocer a Dios (la idea semítica de conocimiento implica intimidad), y con ello repite en realidad la primera parte del último discurso del Evangelio. Este tema se dirige contra los falsos propagandistas (nótese el «quien dice» en los versículos 4, 6 y 9). El amor de Dios –tal vez en el doble sentido del 180
Jn 14,15. 21-24
PRIMERA CARTA DE JUAN 2,6-11
a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. 6 Quien dice que permanece en él, debe vivir como vivió él. El mandamiento nuevo. 7 Queridos, no os escribo un mandamiento nue vo, sino el mandamiento antiguo, que tenéis desde el principio. Este mandamiento antiguo es la palabra que habéis escuchado. 8 Y sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo –que es verda-
6
7 8
9-11
dero en él y en vosotros–, pues las tinieblas pasan y la luz verdadera brilla ya. 9 Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano, está aún en las tinieblas. 10 Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza. 11 Pero quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe adónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos.
amor que Dios nos tiene y de nuestro amor a él– es la perfección realizada gracias a la observancia de los mandamientos y, de hecho, es el criterio para conocer nuestra unión con Dios. El versículo 6 no intenta en modo alguno distinguir entre Dios (el Padre –«permanece en él»–) y Jesús («como caminó [vivió] él»); quizás la razón que subyace en esta ambigüedad sea la convicción de que Jesús y el Padre son uno. Los motivos del amor y de la observancia de los mandamientos introducen el gran mandamiento dado por Jesús en la última cena. Es el mandato que los discípulos de Juan habían oído desde su conversión, pero que aún debía ser puesto en práctica en un mundo liberado por Jesús del poder de las tinieblas. El amor mutuo y abnegado de los cristianos, basado en el amor que Jesús les tiene, era una novedad que hacía exclamar a los gentiles: «Mirad cómo se aman los cristianos». Quien no observa este gran mandamiento queda excluido de la esfera de la luz de Jesús. (La expresión del versículo 8 sobre «la verdadera luz» nos recuerda el prólogo de Juan). 181
¿# 3?
Jn 10,30; 14,9-10
Jn 13,34 Jn 16,33
Jn 8,12; 11,10 Jn 1,9
PRIMERA CARTA DE JUAN 2,12-14
Miembros de la comunidad. 12 Os escribo a vosotros, hijos míos, porque se os han perdonado los pecados por su nombre. 13 Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis al que es desde el principio.
Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al Maligno. 14 Os escribo, hijos, porque conocéis al Padre. Os escribo a vosotros, padres, porque ya conocéis al que es desde el principio.
La oposición al mundo: 2,12-17 Los versículos 12-14 son muy difíciles; la palabra traducida con «porque» podría significar también «que», lo cual daría una connotación diferente. Se presentan tres títulos (hijos, padres, jóvenes) en dos secuencias (versículos 12-13 y versículo 14). El apelativo hijos se podría entender en sentido general como un término dirigido a todos, incluidos padres y jóvenes. Las dos garantías principales dirigidas a los hijos en los versículos 12 y 14 se refieren a las dificultades principales con los falsos propagandistas, a saber, el perdón de los pecados y el verdadero conocimiento del Padre. Los padres (que han sido cristianos durante más tiempo) están asociados adecuadamente con el conocimiento de Aquel que existe desde el principio. Los jóvenes (cristianos recientes) son vinculados apropiadamente con la tentación y la fuerza (para vencer a Satanás). Es probable que el versículo 14 únicamente repita, en estilo poético, el contenido de los versículos 12-13. En los versículos 12-13, los pecados de los cristianos son perdonados gracias a Jesús, la revelación de la vida eterna del Padre, que venció a Satanás. En el versículo 14, los cristianos conocen al Padre a través de la revelación de la vida eterna del Padre en Jesús, que es la palabra perdurable de Dios y ayuda a los cristianos a obtener la victoria sobre Satanás. 182
Tt 2,1-8
Jn 1,1; 1 Jn 1,1 Lc 11,21-22
PRIMERA CARTA DE JUAN 2,15-18
Os escribo, jóvenes, porque sois fuertes y la palabra de Dios permanece en vosotros y habéis vencido al Maligno. 15 No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. 16 Porque todo cuanto hay en el mundo –la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la jactancia de las riquezas– 15
16
17
no viene del Padre, sino del mundo. 17 El mundo y sus concupiscencias pasan; pero quien cumple la voluntad de Dios permanece para siempre. Los anticristos. 18 Hijos míos, es la última hora. Habéis oído que iba a venir un Anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido, por lo cual nos damos cuenta que es ya la última hora.
El pensamiento del Maligno introduce en la idea de su ámbito de influencia, el mundo. En la tercera parte del último discurso, Jesús dijo que él no era de este mundo y que tampoco los suyos serían de este mundo. Por eso, toda forma de amor al mundo impide seguir a Jesús. Los tres aspectos característicos del mundo, tal como los describe la Primera carta de Juan, han sido conocidos tradicionalmente como concupiscencia, envidia y orgullo, que son los elementos que constituyen el primer elemento de la tríada malvada más amplia: el mundo, la carne y el demonio. No obstante, nuestro autor no nos presenta un catálogo exhaustivo de las tendencias pecaminosas que se encuentran en el mundo, sino que se limita a caracterizar la sociedad sensual y materialistamente pagana que el cristianismo tenía que vencer. Por su naturaleza, tal mundo es transitorio.
Lc 4,6; Jn 12,31 1 Jn 5,19 Jn 17,14-16
Los anticristos: 2,18-27 La idea de la naturaleza transitoria del mundo lleva al moti vo de su fin. Para la escatología parcialmente realizada del evangelio de Juan, el tiempo presente constituye la última hora, ya que en él tiene lugar la lucha apocalíptica entre Sata183
#5
PRIMERA CARTA DE JUAN 2,19-24 19 Salieron
de entre nosotros; pero no eran de los nuestros. Pues si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Así se ha puesto de manifiesto que no todos son de los nuestros. 20 Vosotros tenéis la unción del Santo, y todos vosotros lo sabéis. 21 No os escribí porque desconozcáis la verdad, sino porque la conocéis y porque ningún
19
22-23
20-21
24
mentiroso procede de la verdad. 22 ¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ése es el Anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. 23 Todo el que niega al Hijo no posee al Padre. Todo el que confiesa al Hijo posee también al Padre. Vivir de la unción de Dios. 24 En cuanto a vosotros, lo que oísteis desde el
nás y Cristo, en las personas de los falsos propagandistas y de los verdaderos cristianos. (Es posible que la interpretación que da la Primera carta de Juan del anticristo tradicional –«como oísteis»– en el sentido de los falsos maestros de su tiempo represente una reinterpretación de la espera de una personificación monstruosa del mal). Los anticristos, es decir, quienes están contra Cristo, son ex cristianos joánicos, sólo de nombre, que han abandonado abiertamente el redil. Han entrado en las filas del gran embustero, Satanás, negando que Jesús es el Cristo (venido en la carne; véase 4,3). Se les puede aplicar el criterio eternamente válido del cristianismo (al que deberían someterse todos los «cristianos»): quien niega al Hijo, niega también al Padre, ya que el Hijo es nuestro medio principal para conocer al Padre. Sin embargo, no es necesario que Juan diga estas cosas a sus hijitos, ya que todos han recibido la unción de Dios (¿el Padre, el Hijo o ambos?) con el Espíritu Santo enviado en el nombre de Jesús, para enseñar todas las cosas e interpretar la verdad sobre el Hijo. La Primera carta de Juan trata de combinar la idea del Espíritu que enseña al individuo con la guía autoritativa de la tradición: «lo que oísteis desde el principio». La unción con el Espíritu permite a cada uno de los creyentes adherirse a la verdad de la enseñanza recibida y, 184
Mt 24,24; 1 Tm 4,1ss 2 Ts 2,3ss
1 Ts 4,8-9 Jn 14,26; 16,13-15
PRIMERA CARTA DE JUAN 2,25-28
principio permanezca en vosotros. Si permanece en vosotros lo que oísteis desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre, 25 y ésta es la promesa que él mismo os hizo: la vida eterna. 26 Os he escrito esto respecto a los que tratan de engañaros. 27 Y en cuanto a vosotros, la unción que de 25 26-27
él habéis recibido permanece en vosotros y no necesitáis que nadie os enseñe. Pero como su unción os enseña acerca de todas las cosas –y es verdadera y no mentirosa– según os enseñó, permaneced en él. Hijos de Dios. 28 Y ahora, hijos míos, permaneced en él para que, cuando se
así, los mantiene en la vida eterna, el conocimiento íntimo del Padre y el Hijo. En este sentido, la unción con el Espíritu evita la necesidad de maestros humanos, incluidos los secesionistas propagandistas (2 Juan 9-10). A través de la unción con el Espíritu, el cristiano es verdaderamente enseñado por Dios. Deberíamos notar en este pasaje que, aun estando clara la implicación del Espíritu, no se menciona explícitamente la palabra «Espíritu», sino que se habla sólo de la «unción» que mora en el cristiano. Es posible que el autor evite intencionadamente el lenguaje del cuarto Evangelio sobre el Espíritu Paráclito porque los secesionistas apelan a él. Y también que la «unción» (versículos 20 y 27) sea una reflexión sobre la condición de bautizados de los hijos de quienes se habla en la Primera carta de Juan.
Jn 17,3
Jn 6,45; 2 Co 1,22
Hch 10,38; Lc 4,18 Hch 1,5
Los hijos de Dios: 2,28–3,3 El versículo 28 tiene la doble función de conclusión de la sección sobre la última hora que empezó en 2,18 y de introducción del tema de la unión con Dios y con Jesús. La parusía o retorno de Jesús al final del tiempo no es una idea muy frecuente en Juan, si se compara con la Primera carta. La verdadera conexión entre la escatología realizada y la final es que, aun cuando Jesús se hace presente a cada cristiano que obra 185
Col 3,4; 1 Co 1,7 #5 Jn 5,2630; 14,1-3
PRIMERA CARTA DE JUAN 2,29–3,4
manifieste, tengamos plena confianza y no quedemos avergonzados lejos de él en su Venida. 29 Si sabéis que él es justo, reconoced que todo el que obra la justicia ha nacido de él. 1 Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! Por eso el mundo no nos conoce, porque no le reconoció a él.
2 Queridos,
ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es. 3 Todo el que tiene esta esperanza en él se purifica, porque él es puro. Evitar el pecado. 4 Todo el que comete pecado comete también la iniquidad,
3
29
3,1
2
3
la justicia, la plenitud de la unión es posible sólo con su retorno final. La unión presente con él permite al creyente afrontar con confianza su retorno en el juicio (en la muerte o al final del mundo). La idea de «haber nacido de él» (probablemente el Padre; nótese la ambigua oscilación entre el Padre y Jesús) es el presupuesto que está en la base de una conducta justa; el amor del Padre es siempre la fuente de la santificación. Al leer «Mirad qué amor nos ha tenido el Padre», debemos pensar en Jesús, la fuente de nuestra filiación, el amor encarnado de Dios dado por nosotros. El mundo es incapaz de conocer a Dios (otro tema del último discurso) y, por tanto, incapaz de conocer a sus hijos, que se asemejan a él. En el retorno de Jesús, su Hijo unigénito por naturaleza, cuando los hijos vean a Dios como es, la semejanza será aún mayor. La santidad es nuestra mejor preparación para ser semejantes a Dios y para verlo.
Evitar el pecado: 3,4-10 El pecado es el gran obstáculo que nos impide ser hijos de Dios. (Al subrayar que el pecado es la iniquidad [«transgresión de la ley»], es posible que la Primera carta de Juan quie186
Cf. Jn 1,12-13
Jn 3,16 Cf. Jn 14, 22-24 Jn 17,25 1 Co 13,12; 2 Co 3,18 Jn 6,46 Mt 5,8
PRIMERA CARTA DE JUAN 3,5-10
pues el pecado es la iniquidad. 5 Y sabéis que él se manifestó para borrar los pe cados, pues en él no hay pecado. 6 Todo el que permanece en él, no peca. Todo el que peca, no le ha visto ni conocido. 7 Hijos míos, que nadie os engañe. El que obra la justicia es justo, porque él es justo. 8 Quien comete el pecado es del diablo, porque el diablo peca desde
5-6
7 8
9
10
el principio. El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo. 9 Todo el que ha nacido de Dios no peca, porque su germen mora en él; y no puede pecar, porque ha nacido de Dios. 10 En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo el que no obra la justicia no es de Dios, y quien no ama a su hermano, tampoco.
ra decir que es la característica de los hijos de Satanás; recuérdese el «hombre de la iniquidad» y el «misterio de la iniquidad»). Pese a las pretensiones de los falsos propagandistas, el pecador no tiene intimidad con Jesús, que quita el pecado del mundo. Si el hijo de Dios está marcado por la libertad del pecado, el hijo del diablo está marcado por el pecado. Dios es justo; el diablo es un pecador; los hijos son como el padre. El mundo de la Primera carta de Juan, dividido en dos grupos hostiles, nos recuerda de nuevo el mundo de Qumrán. La idea de que el hijo de Dios no puede pecar contradice 1,8. En principio, los cristianos joánicos consideran el pecado como algo malo, mientras que los secesionistas piensan que no afecta a la unión con Dios. El autor sabe que a veces los cristianos pecan, pero esto sucede pese a que, y no porque, son hijos de Dios. Nótese con qué realismo trata la Primera carta de Juan nuestro nuevo nacimiento de Dios: tenemos en nosotros el germen de Dios (versículo 9), es decir, el Espíritu Santo, el aliento de vida que él nos ha dado.
187
2 Ts 2,3-7
Jn 1,29; 8,46
Cf. p. 24
1 P 1,23; 1 Jn 3,24 Cf. Jn 20,21-22
PRIMERA CARTA DE JUAN 3,11-18
III. Amaos unos a otros
no ama permanece en la muerte. 15 Todo el que odia a su hermano es un asesino; y sabéis que ningún asesino posee vida eterna en sí mismo. 16 En esto hemos conocido lo que es amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos. 17 Si alguno que posee bienes del mundo, ve a su hermano que está necesitado y le cierra sus entrañas, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios? 18 Hijos míos,
11 Pues éste es el
mensaje que oísteis desde el principio: que nos amemos unos a otros. 12 No como Caín, que, al ser del Maligno, mató a su hermano. Y ¿por qué le mató? Porque sus obras eran malas, mientras que las de su hermano eran justas. 13 No os extrañéis, hermanos, si el mundo os aborrece. 14 Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos. Quien
Segunda parte Caminar como hijos del Dios del amor 1 Jn 3,11–5,12 La observancia de los mandamientos: 3,11-24
14-15
16
17-18
Oímos hablar una vez más de angelia («mensaje, evangelio»), ahora en términos de amor (no de luz, como anteriormente); el odio es la señal de los hijos del Maligno (como Caín) y de su ámbito de influencia, el mundo. El amor es el gran signo de que se ha salido del reino de Satanás, el reino de la muerte. En efecto, el odio es una forma de asesinato y su característica es la muerte. Cuando Satanás entró en Judas, éste traicionó a Jesús, que fue condenado a muerte. Jesús venció la muerte entregando su vida voluntariamente y recibiéndola de nuevo. Éste fue el supremo ejemplo de amor; y si queremos seguirlo, también nosotros tenemos que amar, no sólo en teoría, sino en la práctica. Al precisar que amar es ayudar al «hermano que está necesitado» sugiere, si se dirige contra los secesionistas de 2,19, que éstos eran los miembros acaudalados de la comunidad, lo cual ayuda a explicar por qué son identificados con el mundo. 188
1 Jn 1,5 Jn 8,44 Sb 2,24 Jn 13,2.27 Jn 10,17-18; Rm 5,21
Jn 15,13 Mc 10,21 Hch 2,44-45
PRIMERA CARTA DE JUAN 3,19-24
no amemos de palabra ni con la boca, sino con obras y según la verdad. Confianza ante Dios. 19 En esto sabremos que somos de la verdad, y tendremos nuestra conciencia tranquila ante él, 20 aunque nuestra conciencia nos condene, pues Dios, que lo sabe todo, está por encima de nuestra conciencia. 21 Queridos, si la conciencia no nos condena, tenemos confianza total en Dios, 22 y lo que le pidamos lo obten19
20
21 22 23
24
dremos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. 23 Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros según el mandamiento que nos dio. 24 Quien guarda sus mandamientos mora en Dios y Dios en él; en esto conocemos que mora en nosotros: por el Espíritu que nos ha dado.
El «esto» del versículo 19 puede referirse a lo que se acaba de decir (sobre la práctica del amor) o a lo que sigue (sobre la grandeza de Dios). Si elegimos el primer sentido, la práctica del amor garantiza a los cristianos que están de parte de Dios («de la verdad»). Si toman conciencia de los pecados cometidos en el pasado, su corazón puede estar tranquilo, porque Dios conoce su debilidad, y la misericordia poderosa de Dios puede perdonar el pecado. Si su vida ha sido justa, pueden tener más confianza aún en Dios. La observancia de los mandamientos es la fuente suprema de nuestra fe en Dios (encontramos también aquí temas del último discurso de Jesús). Y la quintaesencia de los mandamientos es creer en Jesús y amarse mutuamente –éstos son los aspectos de la fe y de la práctica que están ausentes en los falsos propagandistas–. (Nótese que el acento está puesto en el nombre de Jesús, un tema preferido por el cuarto Evangelio). Como durante la última cena, oímos que la observancia de los mandamientos conducirá a la presencia divina (también en este caso se distingue entre el Padre y el Hijo). El Espíritu Santo es el que da testimonio de este presencia divina, es el Espíritu que, tal como fue prometido, iba a ser enviado para dar testimonio. 189
Hch 24,16
Jn 14,1315; 16,23
Jn 1,12; 2,23
Cf. p. 124 Rm 8,14-16; Ga 4,6; Jn 15,26
PRIMERA CARTA DE JUAN 4,1-6
Discernir los espíritus. 1 Queridos, no os fiéis de cualquier espíritu, antes bien, examinad si los espíritus son de Dios, pues muchos falsos profetas han venido al mundo. 2 En esto reconoceréis al espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo, venido en carne mortal, es de Dios; 3 y todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios; ese
tal es del Anticristo, de quien habéis oído que iba a venir; pues bien, ya está en el mundo. 4 Vosotros, hijos míos, sois de Dios y los habéis vencido. Pues el que está en vosotros es más que el que está en el mundo. 5 Ellos son del mundo; por eso hablan según el mundo y el mundo los escucha. 6 Nosotros somos de Dios. El que conoce a Dios nos escucha, el que
4
Discernimiento de los espíritus: 4,1-6
2
3
4 5-6
Pero el autor es un pastor muy sabio y no permite que sus hijos caigan en un testimonio del «Espíritu» de carácter equí voco. Por eso exhorta a discernir los espíritus, en el sentido de la máxima evangélica: «Por sus frutos los conoceréis». El espíritu, o la tendencia de una persona, se manifiesta en las obras. La señal del espíritu (¿o Espíritu? –se pasa del sentido impersonal al sentido personal–) de Dios es la fe en que Jesús es el Mesías, o el Cristo, encarnado. Los falsos propagandistas están destruyendo realmente a Jesús, porque hacen caso omiso de su vida humana y, por tanto, son anticristos en el espíritu, un espíritu que ya está presente en el mundo. Se trata de enemigos peligrosos. Pero el cristiano puede vencerlos porque Jesús venció a Satanás. Así, una vez más, Juan vuelve a su imagen de una humanidad dividida: algunos están con Dios y están marcados por el espíritu de la verdad, separados de un mundo que está contra Dios, y está marcado por el espíritu del error. Éstos son paralelos muy próximos a la imagen qumránica del mundo, donde los seres humanos están dominados por un espíritu de la verdad y un espíritu de la mentira. (La expresión «discernir los espíritus» se encuentra 190
Jn 16,33
1 QS 3, 18-19 1 QS 5, 20-21
PRIMERA CARTA DE JUAN 4,7-11
no es de Dios no nos escucha. En esto reconocemos el espíritu de la verdad y el espíritu del error. El amor de Dios y la vida cristiana . 7 Queridos, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. 8 Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor. 9 En esto se
manifestó entre nosotros el amor de Dios; en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él. 10 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de expiación por nuestros pecados. 11 Queridos, si Dios nos ha amado de esta manera, también
también en los manuscritos del Mar Muerto, en referencia a los nuevos miembros de la comunidad). Al final de esta sección de la Primera carta de Juan se encuentra la última prueba de la verdad y del error: la capacidad de «escucharnos», es decir, la conformidad con el testimonio de la escuela joánica. Naturalmente, uno puede suponer que los secesionistas están manteniendo la misma polémica contra el autor y sus seguidores; para ellos, él tiene el espíritu del error.
El amor: 4,7–5,4
9 10
11
La Primera carta de Juan retorna bruscamente al tema del amor mutuo. «Dios es amor», nos dice, es decir, el amor caracteriza su relación con nosotros. (El Dios del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento es un Dios que se ha dado a conocer actuando en la historia. Si preguntamos qué es este Dios, recibimos una respuesta que expresa lo que hace). Con amor ha enviado a su Hijo; no se trata de un amor que corresponde al amor por nuestra parte, sino un amor enteramente gratuito, un amor a los pecadores. Este concepto del amor de Dios, encarnado en Jesús que se entrega, es un patrimonio exclusivo del cristianismo, la mayor prueba de su verdad. La única exigencia ligada a este don del amor 191
Cf. Jn 4,24
Jn 3,16 Sal 145,8-9 Rm 5,8
Jn 17,26
PRIMERA CARTA DE JUAN 4,12-17
nosotros debemos amarnos unos a otros. 12 A Dios nadie le ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios mora en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a la perfección. 13 En esto reconocemos que moramos en él y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. 14 Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre ha enviado a su Hijo, como Salvador del
mundo. 15 Si uno confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, Dios mora en él y él en Dios. 16 Y nosotros hemos conocido y hemos creído en el amor que Dios nos tiene. Dios es Amor: y el que permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él. 17 En esto ha alcanzado el amor la plenitud en nosotros: en que tengamos confianza en el día del Juicio, pues según es él, así seremos nosotros en este mundo.
12
es que se comparta con los demás. El amor a los otros nos acerca, en la mayor medida posible en la tierra, a la unión con el Dios que no podemos ver. Esta afirmación puede constituir un ataque a los secesionistas, que pretendían tener un conocimiento especial de Dios y visiones de él. (Nótese cómo la teología del amor de la Primera carta de Juan se asemeja a la enseñanza de santo Tomás de Aquino, según el cual en esta vida nos acercamos más a Dios a través del amor que a través del conocimiento).
Jn 1,18; 6,46
13
El autor repite que el Espíritu es la prenda de nuestra unión con Dios. (La teología nos dice que el Espíritu es el amor que existe entre el Padre y el Hijo y, por tanto, el testigo ideal de nuestra unión con Dios a través del amor). Volviendo al ejemplo supremo de amor, el autor atestigua la realidad del envío del Hijo como salvador. La fe en este acto de amor, y el permanecer en el amor, son las dos condiciones para que Dios permanezca en nosotros. La expresión «en esto» del versículo 17 es imprecisa; podría referirse a lo que se ha dicho (permanecer en Dios) o bien a lo que sigue (confianza). En cualquier caso, la perfección del amor está ligada a nuestra confianza en el día del juicio, una confianza basada en nues-
1 Jn 3,24
14
15-16
17
192
PRIMERA CARTA DE JUAN 4,18–5,3 18 No
cabe temor en el amor; antes bien, el amor pleno expulsa el temor, porque el temor entraña castigo; quien teme no ha alcanzado la plenitud en el amor. 19 Nosotros amamos, porque él nos amó primero. 20 Si alguno dice: «Yo amo a Dios», y odia a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. 21 Y nosotros hemos recibido de él
18
19-20
21
5,1-2
3
este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano. La fe es la victoria sobre el mundo. 1 Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama a aquel que da el ser amará también al que ha nacido de él. 2 En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. 3 Pues el amor a Dios
5
tra semejanza en la tierra con nuestro juez (que es presumiblemente Jesús). Los hijos de Dios, que se configuran con su Padre, no necesitan tener un miedo abrumador o servil al juicio. (La Primera carta de Juan no habla del temor reverencial, que es bueno, sino del miedo servil que marca a los enemigos de Dios). Quienes más se asemejan a Dios, es decir, quienes son perfectos en el amor, no deben temer su venida. Quienes son aún imperfectos temen el castigo de Dios. Por eso, tenemos que llegar a ser perfectos en el amor mutuo, que es la prueba de nuestro amor a Dios. Esta prueba no pueden superarla los secesionistas, que odian a sus ex hermanos de la comunidad joánica. El versículo 21 constituye el fundamento del énfasis cristiano en el papel desempeñado por la caridad en la vida espiritual. Pero hay que notar siempre la limitación joánica del amor a los miembros de la comunidad. En este punto se introduce el vínculo entre los dos datos esenciales: la fe y el amor. La fe adecuada en Jesús nos hace hijos de Dios. Si amamos a Dios, tenemos que amar a sus hi jos, que son como él. El amor, tanto del padre como de los hijos, tiene como sello la observancia de los mandamientos. 193
Mt 10,28
Jn 13,34; Mc 12,29-31
Jn 1,12
PRIMERA CARTA DE JUAN 5,4-8
consiste en guardar sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, 4 pues todo lo nacido de Dios vence al mundo. Y ésta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe. 5 ¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
4
6 Éste
es el que vino con agua y con sangre: Jesucristo; no solamente con el agua, sino con el agua y con la sangre. Y es el Espíritu quien da testimonio, porque el Espíritu es la Verdad. 7 Pues tres son los que dan testimonio: 8 el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres convergen
Aquí el autor advierte de que los gestos de caridad son insuficientes si no están acompañados de una vida de santidad. Ni siquiera el filántropo puede sustraerse a la obligación de vivir una vida santa. Estos mandamientos no son un peso, como los impuestos por los fariseos. De hecho, el mundo, cuyas ansias y atracciones podrían ser un obstáculo en la observancia de los mandamientos, ha sido vencido. Jesús ha vencido el mundo, y nuestra fe en él nos permite conquistar el mundo.
Jn 14,15; 15,10
Mt 11,2830; 23,4 1 Jn 2,1517; 4,4 Ap 2,7.11
Testigos de la fe: 5,6-12 6
7-8
Después, el autor, pensando en el discípulo amado junto a la cruz, recuerda la escena de la muerte de Jesús. Antes de morir, Jesús entregó el Espíritu. Después de morir, el agua (símbolo del Espíritu) fluyó de su costado, mezclada con la sangre que había derramado para nuestra salvación. Es posible que los secesionistas pusieran todo el acento en el bautismo de Jesús (agua), en el que el Espíritu descendió sobre él, entendido en el sentido de su venida salvífica; nuestro autor insiste también en la muerte de Jesús. (Un texto más largo de los versículos 6-8 reza: «Pues tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo, y estos tres son uno; y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre, y estos tres son uno». Las palabras en cursiva consti194
Jn 19,30.34
PRIMERA CARTA DE JUAN 5,9-12
en lo mismo. 9 Si aceptamos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de Dios. Éste es, pues, el testimonio de Dios, que ha testimoniado acerca de su Hijo. 10 Quien cree en el Hijo de Dios posee el testimonio dentro de sí. Quien no cree a Dios le hace mentiroso, porque
no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. 11 Y éste es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna y esta vida está en su Hijo. 12 Quien tiene al Hijo tiene la Vida; quien no tiene al Hijo de Dios no tiene la Vida.
tuyen el comma [ comma = parte de una frase] joánico. Aun cuando falta en testigos textuales griegos y orientales, aparece en los escritores latinos del Norte de África y de España del siglo III, como una reflexión dogmática y un desarrollo sobre los «tres que dan testimonio»: «el Espíritu» es el Padre [Jn 4,24]; «la sangre» es el Hijo; «el agua» es el Espíritu [Jn 7,3839]). Fundamentalmente, la Primera carta de Juan vuelve a la idea según la cual el Espíritu, presente en el cristiano a través del bautismo, es el testigo supremo de Jesús, el objeto de nuestra fe. Pero en estos versículos se pone el acento en la fuente del Espíritu Santo, a saber, en Jesús glorificado a tra vés de la muerte. Leído en un contexto cristiano, es posible que el autor esté recordando a sus hijos que el bautismo y la eucaristía atestiguan su fe en Jesús, además de nutrirla. 9
11-12
El testigo principal de Jesús (que es la verdad) es el Espíritu (que es el Espíritu de Jesús y también el Espíritu de la verdad), que el Padre ha enviado para dar testimonio sobre su Hijo. (Otros ven en el «testimonio de Dios» un cuarto y último testigo, que se ha de añadir a los tres anteriores). El testigo divino, el Espíritu, es el testigo más convincente posible, porque al morar en el creyente se convierte en parte integrante de él. La blasfemia más grave consiste en rechazar como falso este testimonio divino. El objeto del testimonio divino es Jesús, el Hijo encarnado, que es nuestra vida. 195
1 Jn 3,24; 4,13 Cf. Jn 7,38-39
Jn 1,31. 33 ¿# 3b? Jn 14,16-17; 16,13-14; 15,26
Cf. Jn 5,31-39 Mc 3,29 Jn 1,4; 11,25-26
PRIMERA CARTA DE JUAN 5,13-17
IV. Epílogo
sabemos que tenemos conseguido lo que hayamos pedido. 16 Si alguno ve que su hermano comete un pecado que no es de muerte, pida y le dará vida –a los que cometan pecados que no son de muerte, pues hay un pecado que es de muerte, por ése no digo que pida–. 17 Toda iniquidad es pecado, pero hay pecados que no llevan a la muerte.
Oración por los pecadores. 13 Os he escrito estas cosas a los que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que os deis cuenta de que tenéis Vida eterna. 14 Ésta es la confianza plena que tenemos en él: que si le pedimos algo según su voluntad, nos escucha. 15 Y si sabemos que nos escucha cuanto le pedimos,
Conclusión 1 Jn 5,13-21
14-15
16-17
El objetivo por el que nuestro autor ha escrito la Primera carta de Juan ha sido garantizar a sus hijos que participan de la vida divina; es el mismo objetivo de fondo que inspiró también el cuarto Evangelio. Ambos escritos lo afirman en su conclusión. Se retoma el tema de la oración hecha según la voluntad de Dios (¿el Padre o el Hijo?). Pero hemos de obser var el límite de este acuerdo con la voluntad de Dios. La Iglesia primitiva descubrió muy pronto que las oraciones personales no siempre son escuchadas. Uno de los objetos dignos de elogio del poder de la oración cristiana es cuando se hace por los hermanos que han caído en el pecado. Aquí, no obstante, la Primera carta de Juan es prudente. En el caso de la mayoría de los pecados, la oración será escuchada. Pero hay un pecado tan grave, que Juan desaconseja que se ore por su perdón. Evidentemente, los lectores de la carta sabían bien de qué pecado se estaba hablando. No así nosotros (que, por otro lado, no debemos identificar este «pecado que es de muerte» con el pecado mortal en general, ni debemos entender el «pecado que no es de muerte» en el sentido de pecado 196
Jn 20,31 1 Jn 3,22; Jn 16,24; Mc 11,24
PRIMERA CARTA DE JUAN 5,18-21 18 Sabemos
que todo el que ha nacido de Dios no peca, sino que el Engendrado de Dios le guarda y el Maligno no le toca. 19 Sabemos que somos de Dios y que el mundo entero yace en poder del Maligno. 20 Pero sabemos que el Hijo de
Dios ha venido y nos ha dado inteligencia para conocer al Verdadero. Nosotros estamos en el Verdadero, en su Hijo Jesucristo. Éste es el Dios verdadero y la Vida eterna. 21 Hijos míos, guardaos de los ídolos...
venial). Es probable que para la Primera carta de Juan este pecado que no es de muerte sea la adhesión a la secesión, que era una forma de apostasía, un pecado juzgado con mucha severidad en otras partes. 18
19
20
21
Pero, para evitar que el perdón que se puede obtener gracias a la oración por la mayor parte de los pecados induzca al laxismo, nuestro autor retoma la contraposición entre el pecado y el ser hijos de Dios. (En el versículo 18, algunos manuscritos leen «está protegido» o «se protege a sí mismo»). Jesús, el Hijo de Dios, protege a los cristianos del diablo. Y de este modo los hijos de Dios se encuentran separados del mundo de Satanás. En los versículos 18-20 encontramos una serie de tres afirmaciones introducidas por la expresión «nosotros sabemos», que son proclamaciones de desafío frente a los secesionistas y su influencia. El último de estos «no sabemos» confiesa de forma triunfante la venida del Hijo de Dios, la aceptación de su revelación y la consiguiente unión con el Padre a través del Hijo. La expresión «Éste es el Dios verdadero» podría referirse tanto al Padre como al Hijo; probablemente al Hijo y en este caso la Primera carta de Juan terminaría, como el cuarto Evangelio, con una clara afirmación de la divinidad de Jesús. Nótese también que se menciona de nuevo el tema de la vida, que hemos encontrado en el prólogo de la Primera carta. Las últimas palabras son un grito de advertencia contra quien intenta crear divisiones entre 197
Hb 6,4-6; 10,26
1 Jn 3, 8-9
Cf. Jn 3,11
Cf. Jn 20,28
#4
PRIMERA CARTA DE JUAN 5,21
los cristianos joánicos, presumiblemente contra los secesionistas, contra quienes se han separado, profesando una falsa cristología, y han pasado a los «ídolos», un término usado en otras partes para indicar la falsa doctrina.
198
Ap 2,14. 20; 9,20
SEGUNDA CARTA DE JUAN TEXTO Y COMENTARIO 1 El
Presbítero a la Señora Elegida y a sus hijos, a quienes amo en la verdad; y no sólo yo, sino también todos los que han conocido la Verdad, 2 a causa de la verdad que permanece en nosotros y que estará con nosotros para siempre. 3 La gracia, la misericordia y la paz de parte 1-2
3
4
5
de Dios Padre y de Jesucristo, el Hijo del Padre, estarán con nosotros según la verdad y el amor. 4 Me alegré mucho al encontrar en tre tus hijos a quienes viven en la verdad, conforme al mandamiento que recibimos del Padre. 5 Y ahora te ruego,
A diferencia de la Primera, la Segunda carta de Juan tiene un saludo que indica el remitente y el destinatario. «La Señora Elegida [o Electa]» es una expresión figurada para referirse a una iglesia local, cuyo nombre no se menciona, y a sus miembros («hijos»), una iglesia que se encuentra dentro de la esfera de influencia del presbítero. El presbítero ama a esta comunidad en la verdad divina (es decir, en Jesucristo), que mora en los cristianos. El saludo que les dirige es el habitual en una carta cristiana, con el añadido joánico de la expresión «según la verdad y el amor». El presbítero da la enhorabuena a la iglesia porque al menos algunos «caminan en la verdad» (que es el equivalente de «caminan en la luz»; ambas expresiones se encuentran en los manuscritos del Mar Muerto). El mandamiento 199
Cf. p. 172 Jn 14,6
Col 1,2; 1 Tm 1,2
1 Jn 1,7
SEGUNDA CARTA DE JUAN 6-13
Señora, y no te escribo un mandamiento nuevo, sino el que tenemos desde el principio: que nos amemos unos a otros. 6 Y en esto consiste el amor: en que vivamos según sus mandamientos. Éste es el mandamiento que oísteis desde el principio: que caminéis en el amor. 7 Han venido al mundo muchos seductores negando que Jesucristo haya venido en carne mortal. Ése es el Seductor y el Anticristo. 8 Cuidad de vosotros, para no perder el fruto de vuestro traba jo, sino para que recibáis una amplia 6 7
8-9
10-11
12-13
recompensa. 9 Todo el que se excede y no permanece en la doctrina de Cristo, no posee a Dios. El que permanece en la doctrina, ese sí posee al Padre y al Hijo. 10 Si alguno va a vosotros y no os lleva esta doctrina, no lo recibáis en casa ni lo saludéis, 11pues el que lo saluda se hace solidario de sus malas obras. 12 Aunque me queda mucho por escribir, prefiero no hacerlo con papel y tinta, sino que espero ir a veros y hablar de viva voz, para que nuestro gozo sea completo. 13 Te saludan los hijos de tu hermana Elegida.
del amor es típicamente joánico, al igual que la necesidad de vivir guardando los mandamientos. La fuente de los problemas que está viviendo la iglesia parece ser el mismo tipo de error que se halla en la Primera carta de Juan. Cometer tal error privaría a los cristianos de la recompensa de la vida eterna, por la que el presbítero ha trabajado. La verdadera fe en Jesús es esencial para un auténtico culto al Padre, por lo que el criterio último para los cristinos es la permanencia en la enseñanza tradicional de Cristo (¿suya o sobre él?). Los falsos maestros deben ser rechazados (se está desarrollando aquí un concepto de herejía, en el sentido de una enseñanza tan falsa que rompe la koinonia o comunión). La carta termina abordando un motivo con el que estamos familiarizados: se piden disculpas por la brevedad de cuanto se ha escrito. Se comunican también los saludos de una iglesia hermana (probablemente aquella desde la que escribe el presbítero). 200
1 Jn 2,7-8 1 Jn 2,35; 3,23; 4,1-3
1 Jn 2,25 1 Jn 2,23
1 Jn 2,24; 2 Co 11,4
TERCERA CARTA DE JUAN TEXTO Y COMENTARIO 1 El
Presbítero al querido Gayo a quien amo según la verdad. 2 Querido, pido en mi oración que te vaya bien en todo y que tu salud física sea tan buena como la espiritual. 3 Me alegré mucho cuando vinieron unos hermanos que daban testimonio de tu verdad, y de cómo vives en la verdad. 4 No 1
2-5
6-8
siento alegría mayor que oír que mis hijos caminan en la verdad. 5 Querido, obras como creyente en lo que haces por los hermanos, y eso que son forasteros. 6 Ellos han dado testimonio de tu generosidad ante la iglesia. Harás bien en proveerlos para su viaje de manera digna de Dios. 7 Pues por el
La Tercera carta de Juan comienza también mencionando al remitente y al destinatario (es el saludo más breve de las cartas neotestamentarias, pero es característico de las cartas profanas de la época). No sabemos nada de Gayo; parece un laico, pero una tradición posterior lo presenta como obispo de Pérgamo. Gayo es objeto de alabanza porque algunos de los cristianos han dado testimonio de su benevolencia hacia los misioneros itinerantes. Tenemos aquí una imagen de los primeros predicadores de Cristo, atentos a rechazar la ayuda de los paganos, y dependientes de cuanto les ofrecían los cristianos, como expresión de caridad fraterna. La oportunidad de sostenerles socorriéndoles en sus viajes es una oportunidad de colaborar en la verdad. Hay que notar en estos 201
TERCERA CARTA DE JUAN 9-12
Nombre se pusieron en camino sin recibir nada de los gentiles. 8 Por eso debemos acoger a tales personas, para hacernos colaboradores en la obra de la Verdad. 9 He escrito alguna cosa a la iglesia; pero ese que ambiciona el primer puesto entre ellos, Diótrefes, no nos recibe. 10 Por eso, cuando vaya, le recordaré las cosas que está haciendo, criticándonos con palabras llenas de malicia; y, como
si no fuera bastante, tampoco recibe a los hermanos, y, a los que desean hacerlo, se lo impide y los expulsa de la iglesia. 11 Querido, no imites lo malo, sino lo bueno. El que obra el bien es de Dios; el que obra el mal no ha visto a Dios. 12 Todos, y hasta la misma Verdad, dan testimonio de Demetrio. También nosotros damos testimonio y sabes que nuestro testimonio es verdadero.
versículos algunas características típicamente joánicas; por ejemplo, el acento puesto en la verdad (1.3.8), el «caminar en la verdad» (4); el Nombre (7); el amor fraterno (5.6). 9-10
11 12
Un cierto Diótrefes ignora la autoridad del presbítero. Rechaza la carta del presbítero (desconocida para nosotros), le insulta y crea dificultades a sus misioneros. Parece que no hay herejías implicadas, sino únicamente una forma de insubordinación por parte de un ministro ambicioso, probablemente perteneciente a la iglesia de Gayo o a una comunidad vecina (el término «iglesia» no aparece en ningún otro pasaje del cuarto Evangelio o de la Primera y la Segunda carta de Juan). Diótrefes goza de una cierta autoridad que le permite rechazar a determinadas personas en la iglesia, y es posible que fuera un obispo. El presbítero le aplica la prueba o el criterio de los frutos buenos o malos. (Pero podría tratarse de un problema de estructura concreta de la comunidad eclesial, un problema sobre el cual la historia posterior se habría puesto de parte de Diótrefes, no del presbítero). La misma prueba ofrece un efecto positivo si se aplica a Demetrio (identificado por la tradición tardía como obispo de Filadelfia). Es probable que Demetrio sea uno de los misioneros que son 202
TERCERA CARTA DE JUAN 13-15 13 Tengo
mucho que escribirte, pero no quiero hacerlo con tinta y pluma. 14 Espero verte pronto y hablaremos de
13-15
viva voz. 15 La paz sea contigo. Los amigos te saludan. Saluda a los amigos, uno por uno.
objeto de recomendación en la carta que se ha de entregar a Gayo. En el caso de Demetrio, la verdad misma (¿su estilo de vida cristiana?) lo recomienda. La conclusión es análoga a la de la Segunda carta de Juan, con el añadido del saludo de paz y los buenos deseos. Se puede observar que la Segunda y la Tercera carta de Juan tienen la misma extensión, probablemente la necesaria para llenar una hoja de papiro.
203
LECTURAS Lecturas del Evangelio de Juan en el leccionario 1,1-18
1,6-8. 19-28 1,19-28 1,29-34
1,35-42
1,35-51 1,43-51
Misa del día de Navidad 1,45-51 24 de agosto, san Bartolomé, Día séptimo dentro de la octava apóstol de Navidad, 31 de diciembre Admisión de los candidatos a la Iniciación cristiana fuera de la ordenación como diáconos y vigilia pascual presbíteros Tercer domingo de adviento (B) 1,47-51 29 de septiembre, santos Miguel, Gabriel y Rafael, arcángeles 2 de enero 2,1-11 Segundo domingo del tiempo Segundo domingo del tiempo ordinario (C) ordinario (A) 7 de enero (si la Epifanía se cele3 de enero bra el 7 o el 8 de enero) Iniciación cristiana fuera de la 11 de febrero, Nuestra Señora de vigilia pascual Lourdes Segundo domingo del tiempo Común de santa María Virgen ordinario (B) Matrimonio 4 de enero 2,13-22 9 de noviembre, Dedicación de Iniciación cristiana, admisión en san Juan de Letrán el orden de los catecúmenos Aniversario de la dedicación de Admisión de los candidatos a la una iglesia ordenación como diáconos y 2,13-25 Tercer domingo de cuaresma (B) presbíteros 3,1-6 Iniciación cristiana fuera de la Por las vocaciones sacerdotales y vigilia pascual religiosas Iniciación cristiana de niños 5 de enero
205
EL EVANGELIO
3,1-8 3,7b-15 3,13-17 3,14-21 3,16-18 3,16-21
3,22-30 3,31-36 4,5-14 4,5-42
4,19-24
4,43-54 5,1-16 5,17-30 5,24-29 5,31-47 5,33-36
Y LAS C ARTAS DE JUAN
Lunes de la segunda semana de pascua Martes de la segunda semana de pascua 14 de septiembre, exaltación de la santa Cruz Cuarto domingo de cuaresma (B) Santísima Trinidad (A) Miércoles de la segunda semana de pascua Iniciación cristiana fuera de la vigilia pascual Admisión de los bautizados en la plena comunión de la Iglesia 12 de enero o sábado después de la Epifanía Jueves de la segunda semana de pascua Iniciación cristiana de niños Tercer domingo de cuaresma (A; opcional: B y C) Tercera semana de cuaresma (opcional) Aniversario de la dedicación de una iglesia Dedicación de un altar Lunes de la cuarta semana de cuaresma Martes de la cuarta semana de cuaresma Miércoles de la cuarta semana de cuaresma Misas de difuntos Jueves de la cuarta semana de cuaresma Viernes de la tercera semana de adviento
6, 1-15
6, 16-21 6,22-29 6,24-35 6,30-35 6,35-40
6,37-40 6,41-51
6,44-47 6,44-51 6,51-58
206
Domingo XVII del tiempo ordinario (B) Viernes de la segunda semana de pascua Institución de acólitos Sagrada eucaristía Sábado de la segunda semana de pascua Lunes de la tercera semana de pascua Domingo XVIII del tiempo ordinario (B) Institución de acólitos Sagrada eucaristía Miércoles de la tercera semana de pascua Unción de los enfermos Misas de difuntos Exequias de niños bautizados Domingo XIX del tiempo ordinario (B) Institución de acólitos Viático Sagrada eucaristía Iniciación cristiana de niños Jueves de la tercera semana de pascua Santísimo cuerpo y sangre de Cristo (A) Domingo XX del tiempo ordinario (B) Institución de acólitos Viático Sagrada eucaristía Misas de difuntos Exequias de niños bautizados
LECTURAS
6,52-59 Viernes de la tercera semana de pascua 6,53-58 Unción de los enfermos 6,60-69 Domingo XXI del tiempo ordinario (B) Sábado de la tercera semana de pascua 7,1-2.10 Viernes de la cuarta semana de 25-30 cuaresma 7,14-18 Institución de lectores 7,37-39 Vigilia de Pentecostés 7,37b- Iniciación cristiana de niños 39a Confirmación 7,40-53 Sábado de la cuarta semana de cuaresma 8,1-11 Quinto domingo de cuaresma (C) Lunes de la quinta semana de cuaresma 8,12-20 Lunes de la quinta semana de cuaresma (C) 8,21-30 Martes de la quinta semana de cuaresma 8,31-42 Miércoles de la quinta semana de cuaresma 8,51-59 Jueves de la quinta semana de cuaresma 9,1-7 Iniciación cristiana de niños Unción de los enfermos 9,1-41 Cuarto domingo de cuaresma (A; opcional: B y C) Cuarta semana de cuaresma (opcional) 10,1-10 Cuarto domingo de pascua (A) Lunes de la cuarta semana de pascua
10,11-16 5 de junio, san Bonifacio, obispo y mártir 4 de noviembre, san Carlos Borromeo, obispo 7 de diciembre, san Ambrosio, obispo y doctor de la Iglesia Común de pastores Sagradas órdenes Para presbíteros Por la unidad de los cristianos 10,11-18 Cuarto domingo de pascua (B) Lunes de la cuarta semana de pascua (A) Unción de los enfermos Sagrado Corazón (misa votiva) 10,22-30 Martes de la cuarta semana de pascua 10,27-30 Cuarto domingo de pascua (C) 10,31-42 Viernes de la quinta semana de cuaresma 11,1-45 Quinto domingo de cuaresma (A; opcional: B y C) Quinta semana de cuaresma (opcional) 11,17-27 Misas de difuntos 11,19-27 29 de julio, santa Marta 11,32- Exequias de niños bautizados 38.40 11,32-45 Misas de difuntos 11,45-52 Por la unidad de los cristianos Por la difusión del evangelio 11,45-56 Sábado de la quinta semana de cuaresma 12,1-11 Lunes Santo 12,12-16 Procesión con palmas, domingo de Pasión (B)
207
EL EVANGELIO
Y LAS C ARTAS DE JUAN
12,20-33 Quinto domingo de cuaresma (B) 12,23-28 Misas de difuntos 12,24-26 6 de julio, santa María Goretti, virgen y mártir 10 de agosto, san Lorenzo, diácono y mártir 19 de septiembre, san Jenaro, obispo y mártir 17 de octubre, san Ignacio de Antioquía, obispo y mártir Común de mártires Órdenes sagradas Consagración a una vida de virginidad y profesión religiosa 12,31- Dedicación de un altar 36a Santa Cruz 12,44-50 Miércoles de la cuarta semana de pascua Presentación del Credo, iniciación cristiana de adultos Iniciación cristiana fuera de la vigilia pascual 13,1-15 Jueves santo, misa de la Cena del Señor Por la unidad de los cristianos 13,16-20 Jueves de la cuarta semana de pascua 13,21-33. Martes Santo 36-38 13,31-33a.Quinto domingo de pascua (C) 34-35 14,1-6 Misas de difuntos Viernes de la cuarta semana de pascua 14,1-12 Quinto domingo de pascua (A) 14,6-14 3 de mayo, santos Felipe y Santiago, apóstoles
Santísimo Nombre 14,7-14 Sábado de la cuarta semana de pascua 14,15-21 Sexto domingo de pascua (A) 14,15-17 Confirmación 14,15-16. Pentecostés (C, opcional) 23b-26 14,15-23. Admisión de los bautizados en la 26-27 plena comunión de la Iglesia 14,21-26 Lunes de la quinta semana de pascua 14,23-26 Confirmación 14,23-29 Sexto domingo de pascua (C) Por un concilio o sínodo y encuentros pastorales o espirituales Por la paz y la justicia 14,27- Martes de la quinta semana de 31a pascua 15,1-6 Admisión de los bautizados en la plena comunión de la Iglesia 15,1-8 Quinto domingo de pascua (B) Miércoles de la quinta semana de pascua 21 de febrero, san Pedro Damián, obispo y doctor de la Iglesia 18 de marzo, san Cirilo de Jerusalén, obispo y doctor de la Iglesia 23 de julio, santa Brígida, religiosa 15 de octubre, santa Teresa de Jesús, virgen y doctora de la Iglesia 16 de noviembre, santa Gertrudis, virgen Común de santos y santas
208
LECTURAS
15,1-11 15,9-11 15,9-12
15,9-17
Consagración a una vida de virginidad y profesión religiosa Por la Iglesia universal Para religiosos Por el laicado Por los enfermos Sagrado Corazón (misa votiva) Iniciación cristiana fuera de la vigilia pascual Jueves de la quinta semana de pascua Matrimonio Por la nación (Estado) o ciudad, por los que sirven en cargos públicos, por el Gobierno de la nación, por el rey o el jefe de Estado, por el progreso de los pueblos Sexto domingo de pascua (B) 24 de enero, san Francisco de Sales, obispo y doctor de la Iglesia 4 de marzo, san Casimiro 14 de mayo, san Matías, apóstol 14 de julio, san Camilo de Lelis, presbítero 11 de diciembre, san Dámaso, papa Común de pastores Común de santos y santas Órdenes sagradas Consagración a una vida de virginidad y profesión religiosa Para la elección de un papa o un obispo Para presbíteros Por las vocaciones sacerdotales y religiosas
En acción de gracias Sagrado Corazón (misa votiva) 15,12-16 Matrimonio 15,12-17 Viernes de la quinta semana de pascua Por la caridad, para promover la armonía, por los familiares y amigos 15,18-21 Sábado de la quinta semana de pascua 23 de febrero, san Policarpo, obispo y mártir 13 de abril, san Martín I, papa y mártir 13 de agosto, san Ponciano, papa y mártir, e Hipólito, presbítero y mártir Común de mártires Por el laicado 15,18-21. Confirmación 26-27 15,18-21. Por los cristianos perseguidos 26–16,4 15,26– Lunes de la sexta semana de pas16,4a cua 15,26-27; Pentecostés (B, opcional) 16,12-15 16,5-11 Martes de la sexta semana de pascua 16,5b-7. Confirmación 12-13a 16,12-15 Santísima Trinidad (C) Miércoles de la sexta semana de pascua 16,16-20 Jueves de la sexta semana de pascua 16,20-22 En acción de gracias
209
EL EVANGELIO
Y LAS C ARTAS DE JUAN
16,20- Viernes de la sexta semana de 23a pascua 16,23b- Sábado de la sexta semana de 28 pascua 16,29-33 Lunes de la séptima semana de pascua 17,1-11a Séptimo domingo de pascua (A) Martes de la séptima semana de pascua Por la unidad de los cristianos 17,6. Órdenes sagradas 14-19 17,11b- Séptimo domingo de pascua (B) 19 Miércoles de la séptima semana de pascua 11de abril, san Estanislao, obispo y mártir 2 de junio, santos Marcelino y Pedro, mártires 16 de septiembre, santos Cornelio, papa y mártir, y Cipriano, obispo y mártir Común de mártires Por la unidad de los cristianos Por los cristianos perseguidos 17:11b. Por la Iglesia universal 17-23 Para la elección de un papa o un obispo Por la difusión del evangelio 17,20-26 Séptimo domingo de pascua (C) Jueves de la séptima semana de pascua 24 de abril, san Fidel de Sigmaringa, presbítero y mártir 26 de mayo, san Felipe Neri, presbítero 28 de junio, san Ireneo, obispo y mártir
20 de agosto, san Bernardo, abad y doctor de la Iglesia 12 de noviembre, san Josafat, obispo y mártir Común de santos y santas Matrimonio Consagración a una vida de virginidad y profesión religiosa Por la unidad de los cristianos Sagrado Corazón (misa votiva) 17,24-26 Misas de difuntos 18,1– Viernes Santo 19,42 18,33b- Cristo, Rey del universo (B) 37 19,17-18. Misas de difuntos 25-39 19,25-27 15 de septiembre, nuestra Señora la Virgen de los Dolores Común de santa María Virgen Misa votiva de santa María Virgen 19,25-30 Exequias de niños bautizados Exequias de niños no bautizados 19,28-37 Santa Cruz 19,31-35 Iniciación cristiana de niños 19,31-37 Solemnidad del Sagrado Corazón (B) Sagrada eucaristía Preciosa Sangre de Cristo Sagrado Corazón (misa votiva) 20,1-9 Domingo de Pascua de resurrección 20,1-2. 22 de julio, santa María Magdalena 11-18 20,2-8 27 de diciembre, san Juan, apóstol y evangelista 20,11-18 Martes de la octava de pascua
210
LECTURAS
20,19-23 Pentecostés 21 de agosto, san Pío X, papa Órdenes sagradas Común de pastores Por la paz y la justicia Órdenes sagradas 20,19-31 Segundo domingo de pascua Por la Iglesia universal 20,24-29 3 de julio, santo Tomás, apóstol Para presbíteros 21,1-14 Viernes de la octava de pascua 21,15-19 Viernes de la séptima semana de Institución de acólitos pascua Sagrada eucaristía 29 de junio, santos apóstoles 21,1-19 Tercer domingo de pascua (C) Pedro y Pablo 21,15-17 20 de enero 20, san Fabián, papa 21,20-25 Sábado de la séptima semana de y mártir pascua 30 de abril, san Pío V, papa
Lecturas de la Primera carta de Juan en el leccionario 1,1-4
1,5–2,2
2,1-5a 2,1-5 2,3-11 2,12-17 2,18-21 2,18-25 2,22-28 2,29–3,6
27 de diciembre, san Juan, apóstol y evangelista Institución de lectores 29 de abril, santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia 28 de diciembre 28, Santos Inocentes, mártires Por el perdón de los pecados Tercer domingo de pascua (B) Por la reconciliación 29 de diciembre, día quinto dentro de la octava de Navidad 30 de diciembre, día sexto dentro de la octava de Navidad 31 de diciembre, día séptimo dentro de la octava de Navidad 13 de enero, san Hilario, obispo y doctor de la Iglesia 2 de enero 3 de enero
3,1-2
3,1-3 3,1-2. 21-24 3,7-10 3,11-21 3,14-16 3,14-18
211
Cuarto domingo de pascua (B) Unción de los enfermos Misas de difuntos 1 de noviembre, Todos los Santos Sagrada Familia (C, opcional) 4 de enero 5 de enero Misas de difuntos 8 de marzo, san Juan de Dios, religioso 4 de julio, santa Isabel de Portugal 14 de julio, san Camilo de Lelis, presbítero 17 de noviembre, santa Isabel de Hungría, religiosa Común de santos y santas Por la caridad, para promover la armonía, por los familiares y amigos
EL EVANGELIO
Y LAS C ARTAS DE JUAN
3,18-24
Quinto domingo de pascua (B) Matrimonio 3,22– 7 de enero o lunes después de la 4,6 Epifanía 4,7-10 Sexto domingo de pascua (B) 8 de enero o martes después de la Epifanía Solemnidad del Sagrado Corazón (A) 4,7-16 29 de julio, santa Marta 28 de agosto, san Agustín, obispo y doctor de la Iglesia Común de santos y santas Consagración a una vida de virginidad y profesión religiosa Sagrado Corazón (misa votiva) 4,7-12 Matrimonio 4,9-15 Por la unidad de los cristianos 4,11-16 Séptimo domingo de pascua (B) 4,11-18 9 de enero o miércoles después de la Epifanía 4,19–5,4 10 de enero o jueves después de la Epifanía
5,1-5
18 de marzo, san Cirilo de Jerusalén, obispo y doctor de la Iglesia 2 de mayo, san Atanasio, obispo y doctor de la Iglesia 21 de junio, san Luis Gonzaga, religioso 2 de agosto, san Eusebio de Vercelli, obispo Común de mártires Común de santos y santas 5,1-6 Segundo domingo de pascua (B) 5,1-9 Bautismo del Señor (B, opcional) 5,4-8 Sagrada eucaristía Preciosa Sangre de Cristo 5,5-13 6 de enero (en países donde la Epifanía se celebra el 7 o el 8 de enero) 11 de enero o viernes después de la Epifanía 5,14-21 7 de enero (en países donde si la Epifanía se celebra el 7 o el 8 de enero) 12 de enero o sábado después de la Epifanía
Lecturas de la Segunda carta de Juan en el leccionario 4-9
Viernes de la semana XXXII del tiempo ordinario (año II)
Lecturas de la Tercera carta de Juan en el leccionario 5-8
Sábado de la semana XXXII del tiempo ordinario (año II)
212
ÍNDICE GENERAL Abreviaturas .............................................................................................. EL EVANGELIO
11
SEGÚN J UAN
Introducción ............................................................................................ El texto del cuarto Evangelio .............................................................. El autor ................................................................................................. Los escritos joánicos ............................................................................ Relación con los sinópticos ................................................................. Fuentes de la tradición joánica ........................................................... Los manuscritos del Mar Muerto ....................................................... Documentos gnósticos de Nag Hammadi (Chenoboskion) .............. El orden de sucesión de los capítulos del Evangelio de Juan........... Estructura del Evangelio de Juan ....................................................... Características del cuarto Evangelio .................................................. Una traducción del griego del Prólogo en forma poética ................. Texto y comentario ................................................................................. Prólogo: El himno joánico (Jn 1,1-18) .................................................... El Génesis y la doctrina del «Logos»: 1,1-5 ....................................... Juan el Bautista: 1,6-8 ......................................................................... Rechazo de la luz: 1,9-11 ..................................................................... Aceptación de la luz: 1,12-13 .............................................................. Una «nueva alianza»: 1,14-18.............................................................. 213
15 15 16 19 20 23 24 25 26 26 29 33 35 35 36 37 38 38 39
EL EVANGELIO
Y LAS C ARTAS DE JUAN
Primera parte: El Libro de los signos (Jn 1,19–12,50) ...........................
40
Sección l. La primera semana de la nueva creación (Jn 1,19–2,12)...... El Bautista da testimonio ante los fariseos: 1,19-28 ......................... El Bautista da testimonio ante los discípulos: 1,29-34 ..................... Los primeros discípulos: 1,35-51 ........................................................ Las bodas de Caná: 2,1-12 ...................................................................
40 40 42 44 46
Sección 2. La sustitución de las instituciones judías; la reacción frente a Jesús (Jn 2,13–4,54) .................................................................... La purificación del Templo: 2,13-22 ................................................... Transición: 2,23-25 ............................................................................... Nicodemo: 3,1-21 ................................................................................. El último testimonio del Bautista: 3,22-30 ........................................ Ecos de la conversación con Nicodemo: 3,31-36............................... Regreso a Galilea: 4,1-4 ....................................................................... Conversación con la Samaritana: 4,4-42 ............................................ Jesús sana al hijo de un funcionario real: 4,43-54 ............................
50 50 52 53 57 58 58 59 63
Sección 3. La sustitución de las fiestas de «los judíos» (Jn 5,1–10,42). En la piscina de Betesda: 5,1-9 ........................................................... El problema de las observancias sabáticas: 5,10-18 .......................... La obra de Jesús: 5,19-30 .................................................................... Testimonios de las reivindicaciones de Jesús: 5,31-47 ...................... La multiplicación de los panes: 6,1-15 ............................................... Jesús camina sobre las aguas del mar de Galilea: 6,16-24................ La petición de un signo: 6,25-34 ......................................................... Discurso sobre el pan de vida: 6,35-58 ............................................... El tema sapiencial: 6,35-50.......................................................... El tema sacramental: 6,51-58 ...................................................... La reacción frente a las palabras de Jesús: 6,59-71........................... La fiesta de los Tabernáculos: 7,1-13 .................................................. En medio de la fiesta: 7,14-36 .............................................................
65 65 66 67 69 70 72 73 74 75 76 77 78 80
214
ÍNDICE GENERAL
En el último día de la fiesta: 7,37-52 .................................................. [El episodio de la adúltera: 7,53–8,11] ............................................... Un discurso heterogéneo: 8,12-29....................................................... Abrahán y Jesús: 8,30-59 ..................................................................... La luz a los ciegos; la ceguera a quienes dicen que ven: 9,1-41 ....... La sanación del ciego de nacimiento: 9,1-7 ............................... Tres interrogatorios: 9,8-41 ......................................................... Las parábolas del pastor: 10,1-21 ....................................................... La fiesta de la Dedicación: 10,22-42 ...................................................
82 84 85 87 90 90 91 94 97
Sección 4.De la muerte a la vida y de la vida a la muerte: Lázaro y la entrada en Jerusalén (Jn 11,1–12,36) .................................. Jesús regresa a Jerusalén: 11,1-16 ...................................................... Lázaro es devuelto a la vida: 11,17-45 ................................................ La condena de Jesús por parte de «los judíos»: 11,46-53 ................. La unción en Betania: 12,1-10 ............................................................ Jesús entra solemnemente en Jerusalén: 12,12-16 ............................ El final del ministerio público: 12,17-36 ............................................ Balance de la obra de Jesús: 12,37-43 ................................................
99 100 102 105 106 109 110 112
Segunda parte: El libro de la gloria (Jn 13,1–20,31) .............................. 114 Sección 1. La última cena (Jn 13,1–17,26).............................................. Jesús lava los pies a los discípulos (13,1-17)...................................... La traición: 13,18-30 ............................................................................ Introducción al último discurso de Jesús a los discípulos: 13,31-38 Último discurso de Jesús a los discípulos: 14,1–17,26 ...................... Primera parte del último discurso: 14,1-31........................................ El Espíritu Paráclito: 14,15-17 .................................................... Jesús: 14,18-22 .............................................................................. El Padre: 14,23-24 ........................................................................ Conclusión: 14,25-31 .................................................................... 215
114 115 117 119 120 121 123 124 124 125
EL EVANGELIO
Y LAS C ARTAS DE JUAN
Duplicado de la primera parte: 16,4-33.............................................. El Espíritu Paráclito: 16,13-15 .................................................... Jesús: 16,16-22 .............................................................................. El Padre: 16,23-27 ........................................................................ Conclusión: 16,28-33 .................................................................... Segunda parte del último discurso: 15,1–16,4 ................................... La vid y los sarmientos: 15,1-8 .................................................... Permanecer en el amor: 15,9-17.................................................. El odio del mundo: 15,18–16,4 .................................................... Tercera parte del último discurso: 17,1-26......................................... Todo está consumado; oración por la gloria: 17,1-8 .................. La oración por los discípulos: 17,9-19 ........................................ Oración por quienes creen gracias a la palabra de los discípulos: 17,20-26 ......................................................................
127 129 129 130 130 131 132 133 133 135 135 137
Sección 2. El proceso y la muerte (Jn 18,1–19,42) ................................. En el huerto: 18,1-12 ........................................................................... El interrogatorio ante Anás: 18,13-14.19-24 ...................................... La negación de Pedro: 18,15-18.25-27 ................................................ El proceso ante Pilato: 18,28–19,16 .................................................... Primera escena: 18,28-32 ............................................................. Segunda escena: 18,33-38a .......................................................... Tercera escena: 18,38b-40 ............................................................ Cuarta escena: 19,1-3 ................................................................... Quinta escena: 19,4-8 ................................................................... Sexta escena: 19,9-12a ................................................................. Séptima escena: 19,12b-16 .......................................................... Jesús es condenado a muerte: 19,17-37 ............................................. La sepultura de Jesús: 19,38-42 ..........................................................
139 139 141 143 144 145 145 146 147 147 148 148 149 153
138
Sección 3. Las apariciones del Resucitado en Jerusalén (20,1-31) ....... 154 Primera escena – a) Los dos discípulos: 20,1-10 ............................... 155 Primera escena – b) María Magdalena: 20,11-18 .............................. 156 216
ÍNDICE GENERAL
Segunda escena – a) Los discípulos: 20,19-23 ................................... 158 Segunda escena – b) Tomás: 20,24-31 ................................................ 159 Epílogo: Las apariciones en Galilea (Jn 21,1-25) ................................... Los pescadores: 21,1-14 ....................................................................... La profesión de amor de Pedro: 21,15-19 .......................................... Juan: 21,20-23 ...................................................................................... Firma de atestiguación: 21,24-25........................................................
160 161 163 165 165
LAS CARTAS DE JUAN
Introducción ............................................................................................ El autor de la Primera, Segunda y Tercera Tercera carta de Juan ................ Relación entre las Cartas y el Evangelio ............................................ Ocasión de las Cartas .......................................................................... Estructura de la Primera carta de Juan .............................................
169 169 169 171 174
Primera carta de Juan Texto y comentario ................................................................................... 177 Prólogo (1 Jn 1,1-4)................................................................................... 177 Primera parte: Caminar en la luz de Dios (1 Jn 1,5–3,10) ..................... Caminar en la luz: 1,5-7 ...................................................................... Oposición al pecado: 1,8–2,2............................................................... Observar los mandamientos: 2,3-11 ................................................... La oposición al mundo: 2,12-17.......................................................... Los anticristos: 2,18-27........................................................................ Los hijos de Dios: 2,28–3,3 .................................................................. Evitar el pecado: 3,4-10 .......................................................................
178 178 179 180 182 183 185 186
Segunda parte: Caminar como hijos del Dios del amor (1 Jn 3,11–5,12) ......................................................................................... 188 La observancia de los mandamientos: 3,11-24 .................................. 188 217
EL EVANGELIO
Y LAS C ARTAS DE JUAN
Discernimiento de los espíritus: 4,1-6 ................................................ 190 El amor: 4,7–5,4 ................................................................................... 191 Testigos de la fe: 5,6-12........................................................................ 194 Conclusión (1 Jn 5,13-21)......................................................................... 196
Segunda carta de Juan Texto y comentario ................................................................................... 199
Tercera carta de Juan Texto y comentario ................................................................................... 201
Lecturas .................................................................................................... Lecturas del Evangelio de Juan en el leccionario................................... Lecturas de la Primera carta de Juan en el leccionario ......................... Lecturas de la Segunda carta de Juan en el leccionario ........................ Lecturas de la Tercera carta de Juan en el leccionario ..........................
205 205 211 212 212
Índice general ............................................................................................ 213
218
Colección TEMAS BÍBLICOS La historia de Israel, por J. Bright Iniciación a la Biblia para seglares, por J. San Clemente Para una historia de Jesús: Tomo IV: Testimonio del Evangenio de Lucas, por B. Rigaux TomoV omoV:: Testimoni estimonio o del Evangeli Evangelio o de Juan, por Lindars y Rigaux El Fenómeno del Nuevo Testamento, por C. Moule El P. Lagrange al servicio de la Biblia, por B. Benoit Sinopsis de los 4 Evangelios. Textos, por Benoit y Malillos La Tierra, el Libro, el Espirítu, por A. Artola La vida en los Evangelios, por Boismard y Lamoville Nueva Biblia de los pobres. Catequesis bíblica, por X. Pikaza Temas bíblicos para nuestro tiempo, por Antonio Bonora Interpretación feminista de la Biblia, por Letty M. Russell El Evangelio del resucitado, por Chantal Reynier R eynier Los Evangelios, por Grupo Notre Histoire Vogels Abrahán y su leyenda, por Walter Vogels La cantata del amor. Lectura seguida del Cantar de los Cantares, por Blaise Arminjon, S.J. Con la cítara y con la honda. La subida de David hacia el trono, por Bruna Costacurta Diez claves para abrir la Biblia, por Jacques Vermeylen El dinero en la Biblia. Ni pobre... ni rico, por Pierre Debergé Jesús y Belcebú. Satán y demonios en el evangelio de Marcos, por Alberto Maggi ¿Fuertes o débiles? Las siete Iglesias del Apocalipsis, ayer y hoy, por Pedro Núñez Goenaga, S.S.S. Jesús y el Evangelio, por Graham N. Stanton El Evangelio y las cartas de Juan, por Raymond E. Brown
Este libro se terminó de imprimir en los talleres de RGM, en Urduliz, el 12 de abril de 2010.