Independencia de Haití Como consecuencia de la Revolución Francesa, Francesa, toda la isla de La Española se vio sumida en una situación de extrema violencia. En poco tiempo los grandes plantadores blancos de la parte francesa se verían desposeídos de sus propiedades y del control del territorio, todo lo cual pasaría a manos de sus antiguos esclavos. Al mismo tiempo, en la parte española de la isla, los colonos tuvieron que hacer frente a una serie de aconte acontecim cimien ientos tos inespe inesperad rados os y traumá traumático ticos, s, como como la cesión cesión a Franci Franciaa en 1795, 1795, las invasiones haitianas de 1801 y 1805 y la dura lucha de 1805 y 1809 para expulsar a los invasores. invasores. La violencia violencia y los duros enfrentamie enfrentamientos ntos quedarían grabados grabados en la memoria memoria de los dominicanos y serían fielmente transmitidos al resto de las colonias españolas en América por la mayor parte de las cerca de 125.000 personas que entre 1795 y 1810 abandonaron la isla. A diferencia de lo ocurrido en las Trece Colonias y de lo que ocurrir ocurriría ía en la América América española, española, la indepe independe ndenci nciaa de Haití Haití sería sería mucho mucho más un acontecimiento de profundas repercusiones sociales que políticas.
La expansión de la producción azucarera
Desde finales del siglo XVII, utilizando a los bucaneros que huían de sus perseguidores y buscaban refugio en la isla de la Tortuga como punta de lanza, los franceses se habían asentado asentado en la parte occidental occidental de La Española, posteriormen posteriormente te conocida conocida como Haití o Saint-Domingue. Lentamente comenzaron a sentar las bases de lo que sería un siglo más tarde la colonia de mayor productividad de todas las Antillas. Allí se había instalado una pujante economía de plantación, gracias a la masiva introducción de esclavos escla vos negros. El principal cultivo era el azúcar, seguido por el café, algodón e índigo. La parte española e spañola de la isla isla se había había dedicad dedicado o a la produc producció ción n ganade ganadera, ra, produc producién iéndos dosee una notabl notablee integración entre las economías de ambos sectores. La independencia de los Estados Unidos, y la quiebra del monopolio comercial británico, benefició enormemente a SaintDoming Domingue. ue. Los comerci comerciant antes es nortea norteamer merican icanos os decidi decidiero eron n cambia cambiarr sus fuente fuentess de aprovisionamiento de azúcar, abandonando a sus tradicionales proveedores. A partir de 1783, coincidiendo con la Paz de París, la parte francesa de La Española comenzó un especta espectacul cular ar proceso proceso de crecimi crecimient ento o económ económico ico,, gracias gracias a un fuerte fuerte aument aumento o de la productividad, que hizo mucho más competitivos c ompetitivos los costos de producción de la isla en relación con los de sus rivales británicos. El auge de la producción de las Antillas
francesas desplazó a Jamaica y Barbados de su condición hegemónica en la producción y el comercio azucareros.El aumento en el número de ingenios requirió de cantidades crecientes de esclavos, que arribaban regularmente a las costas haitianas. Frank Moya Pons calcula que en las vísperas de la Revolución Francesa llegaban anualmente cerca de 30.000 negros. De los 172.000 esclavos que había en 1754 en la parte francesa de la isla, se pasó a 240.000 en 1777 y en 1789 ya eran más de 450.000 (lo que suponía el 85 o el 90 por ciento de la población). La mitad de los esclavos trabajaba en los casi 800 ingenios existentes. Pero en la misma prosperidad se estaban gestando los factores de conflicto que terminarían por amenazar la base económica que propiciaba la expansión: el sector azucarero. Los primeros afectados eran los plantadores, también conocidos como los grandes blancos, que se veían perjudicados por su debilidad financiera. La trata, inicialmente controlada por compañías monopólicas, fue pasando a manos de comerciantes franceses, instalados fundamentalmente en Burdeos, Nantes y Marsella. Estos comerciantes eran los propietarios de las refinerías de azúcar construidas en los principales puertos metropolitanos, lo que les permitía monopolizar las importaciones. Los comerciantes también adelantaban dinero a los plantadores para que pudieran afrontar los gastos del ciclo productivo (compra de insumos, materias primas y alimentos, pago de salarios, etc.), lo que aumentó su vulnerabilidad frente al capital comercial. Esta situación colaboró a incrementar el resentimiento existente entre los plantadores, que muy pronto quisieron seguir los derroteros independentistas de los colonos norteamericanos. En las reuniones que algunos de ellos mantenían en el Club Massiac, de París, se comenzó a plantear la necesidad de dotar de autonomía política a la colonia como el mejor modo de escapar a las presiones ejercidas desde la metrópoli. Por debajo de ellos encontramos a los casi 40.000 pequeños blancos (burócratas, soldados, pequeños plantadores, comerciantes, administradores de plantación, etc.), que mantenían una muy tensa relación con los cerca de 28.000 mulatos libres que existían antes de la Revolución Francesa y que en buena parte también se dedicaban a la industria azucarera. Este último grupo era propietario de casi la tercera parte de las plantaciones (y de los esclavos) de la colonia. El origen de esta circunstancia tan peculiar se encuentra en el hecho de que la legislación francesa reconocía el derecho de sucesión para los hijos de blancos y esclavas negras, siempre y cuando hubieran sido reconocidos por los padres. Como eran numerosos los plantadores que vivían en la isla sin familia, un buen número de mulatos, hijos naturales, pudo acrecentar su patrimonio.
Los mulatos
La envidia de los pequeños blancos ante los mulatos enriquecidos dio lugar a un conjunto de leyes discriminatorias, que buscaba frenar el ascenso social de los mulatos y trataba de convertirlos en ciudadanos de segunda categoría, pese a que teóricamente eran totalmente libres. En 1758 se les prohibió portar armas y en 1771 se les impidió ocupar cargos en los tribunales o en las milicias y ejercer la medicina. En 1768 se prohibió a las mulatas casarse con blancos. En 1779 se los obligó a vestirse de manera especial para denotar su condición y en 1781 se les prohibió utilizar los títulos de Monsieur y Madame (señor y señora). Al igual que los plantadores, algunos mulatos ricos solían pasar largas temporadas en París, y allí constituyeron la Sociedad de los Amigos de los Negros, que tuvo una excelente acogida entre los grupos franceses más radicales. Una vez estallada la revolución, los mulatos ofrecieron una importante cantidad de dinero para hacer frente al pago de la deuda pública. En realidad, su principal objetivo era obtener de la Asamblea Nacional la plenitud de sus derechos ciudadanos, un importante arma con la que enfrentarse a las leyes discriminatorias de los pequeños y los grandes blancos de Saint-Domingue. Sin embargo, este reconocimiento no fue nada sencillo, por cuanto muchos sectores de la burguesía francesa, especialmente los más vinculados a la trata y a la industria azucarera, se oponían a la medida, ya que argumentaban que la misma era el prolegómeno al reconocimiento del pleno derecho de los negros, y con ello el fin de la esclavitud y de la prosperidad en la que se basaba el sistema de plantación. Como contrapartida, los plantadores asentados en Saint-Domingue endurecieron su política con los mulatos y en 1790 lograron que se constituyera una Asamblea Colonial totalmente favorable a sus intereses, a tal punto que consideró inadmisible cualquier reivindicación de los derechos políticos de los mulatos. La Asamblea fue encargada del gobierno de la isla, y también debía nombrar los delegados a la Asamblea Nacional. De hecho estamos frente a una declaración de independencia impulsada por los plantadores. La postura de duro enfrentamiento de los blancos condujo a una mayor radicalización social. Ante la cerrazón de los blancos, los mulatos decidieron recurrir a la violencia a fin de poder imponer sus reivindicaciones. La Sociedad de los Amigos de los Negros envió a Vicente Ogé a Saint-Domingue, en octubre de 1790, con el objeto de encabezar un levantamiento. Otros líderes de la rebelión eran uno de sus hermanos y Jean Baptiste Chavannes. Los cabecillas rebeldes fueron apresados y ejecutados, lo que marcó el fin del levantamiento. La principal causa del fracaso estuvo en el aislamiento social de los
mulatos, que evitaron hacer causa común con los esclavos negros, por considerarse superiores a los mismos. Muy influidos por el discurso de la Revolución Francesa y de la independencia de los Estados Unidos, los mulatos comenzaron a hablar de igualdad y de independencia con mayor intensidad que en el pasado. A partir de entonces empezaron a organizarse para oponerse por la fuerza tanto a los plantadores locales como a las autoridades francesas, a quienes hacían responsables de la discriminación que estaban sufriendo. La situación se fue haciendo cada vez más tensa y violenta y el número de víctimas por ambos bandos no dejaba de incrementarse, aumentando la sensación de inestabilidad que se vivía. Sin embargo, mientras los blancos y los mulatos estaban enzarzados unos contra otros, nadie se ocupaba de la situación de los esclavos negros, que veían cómo su situación se deterioraba a la vez que escuchaban a sus amos discutir de derechos humanos, de libertad, de igualdad y de autonomía y muy pronto se convencieron de que dichos conceptos debían ser aplicables a sí mismos. De forma inesperada, en agosto de 1791, estalló una revuelta de esclavos negros en las plantaciones del norte de Saint-Domingue, que inició un período de violencia y gran incertidumbre que se prolongaría durante diez años.
La rebelión de los esclavos
El alzamiento negro fue acompañado de muestras de extrema brutalidad y sadismo. Así, por ejemplo, la columna negra que se dirigía a conquistar la población de Cap François estaba precedida por un niño blanco clavado en una lanza a modo de estandarte. La respuesta de los blancos también estuvo a la altura de las circunstancias y consistió en aniquilar a todos los sublevados. A los ojos de los propietarios de tierras, la reivindicación principal de los esclavos negros, su libertad, suponía la quiebra del sistema de plantación y la ruina de los plantadores, tanto blancos como mulatos. Esto llevó a ambos bandos a dejar de lado sus enfrentamientos pasados y a unirse, momentáneamente, junto con las autoridades metropolitanas, en la represión del alzamiento esclavo. A fines de 1791, se envió desde Francia una Comisión Civil que entre sus principales objetivos tenía el de favorecer la alianza anti-negra. Pero pese a hacer causa común en su enfrentamiento con los negros, la alianza entre blancos y mulatos reposaba en bases muy inestables. Los tradicionales odios entre ambos grupos no desaparecieron y el conflicto pervivió a los enfrentamientos, condenando a corto plazo al fracaso de la alianza. En marzo de 1792 los mulatos obtuvieron del gobierno francés la equiparación de sus derechos con los blancos, aunque esto no evitó que
continuaran los conflictos interétnicos entre los dos grupos de propietarios. En septiembre de 1792 llegó a Cap François una segunda Comisión Civil, acompañada de una expedición de 6.000 soldados que tenía como principal objetivo acabar con la revolución. Ambos bandos buscaron aliados externos. Mientras los negros se inclinaron hacia los españoles de Santo Domingo, pensando en que éstos deseaban recuperar el control político sobre la totalidad de la isla, los blancos y mulatos optaron por los británicos, dada la vieja rivalidad que los enfrentaba a Francia y su deseo de apoderarse de la colonia gala. Los jefes rebeldes Biassou y Jean François, aumentaron sus contactos con los españoles, que les proveían alimentos, armas y municiones, pensando que se trataba de la mejor manera de expulsar a los franceses. Por su parte, los grandes blancos pidieron a los británicos de Jamaica el envío de una fuerza armada que acabara con la rebelión de los esclavos, lo que posteriormente les permitiría resolver la cuestión de los mulatos. Los grandes blancos se manifestaron contra el gobierno revolucionario, por la postura que tenía favorable a los mulatos. La llegada de los jacobinos al poder en París agudizó aún más la situación y la guerra que estalló contra Gran Bretaña, Holanda y España pronto repercutió en la colonia. En Jamaica se recogió con interés la propuesta de los plantadores, y se enviaron tropas que en corto tiempo ocuparon el sur y la costa oeste de Haití. Los británicos pensaban que con la invasión también podrían recuperar el control de la producción azucarera. Los españoles también invadieron el sector francés, y rápidamente conquistaron la mayor parte del norte de la colonia, gracias al apoyo de los negros sublevados
Toussaint Louverture
Fue entonces cuando los enfrentamientos dieron un giro radical. Leger-Félicité Sonthonax, el alto comisionado francés de orientación jacobina, ante el peligro de perder definitivamente la colonia a manos de los ingleses, decidió convocar a los negros en su defensa, para lo cual decidió abolir la esclavitud el 29 de abril de 1793, aunque tal medida supusiera una extralimitación en las funciones que tenía encomendadas. La decisión de Sonthonax provocó una seria fractura en el interior del movimiento negro, ya que un sector de los rebeldes rechazó las medidas adoptadas y prefirió mantener su alianza con los españoles. Toussaint Louverture, uno de los líderes revolucionarios más lúcidos e importantes, aceptó la llamada francesa y se incorporó a las filas galas con 4.000 hombres. Los mulatos también se dividieron. Mientras unos se plegaron a la posición francesa, los más ricos mantuvieron su unión con los blancos y apoyaron la
intervención militar británica. La retirada del apoyo de los negros fue fatal para los intereses españoles, ya que les supuso el rápido abandono de las posiciones conquistadas en Saint-Domingue. La desaparición de la tensión en uno de los frentes le permitió a los franceses ocuparse sólo de los británicos. La derrota española se confirmó por la Paz de Basilea de 1795. De acuerdo con sus cláusulas, los españoles recuperaron las posesiones perdidos en la guerra a cambio de otorgar a los franceses el control del sector oriental de la isla. La guerra con los británicos duró cinco años más, al cabo de los cuales las bajas de los invasores ascendieron a 25.000 hombres y se hicieron insoportables. La guerra consolidó el ascenso de Toussaint, que en 1796 fue ascendido a general de brigada y al año siguiente a general de división. En poco tiempo se confirmó como el principal poder de la colonia. El poderío de Toussaint fue claramente evidente en abril de 1798, a consecuencia de la retirada británica, cuando el general Maitland negoció un tratado secreto con el líder negro, por el cual los británicos se comprometían a abandonar la isla a cambio de concesiones comerciales. Durante la negociación, Maitland le garantizó la protección británica si Toussaint seguía el camino de la independencia. Pero el haitiano que no confiaba excesivamente en los británicos prefirió seguir gobernando en nombre de Francia, aunque esto supusiera mantener los vínculos coloniales. Toussaint estableció relaciones con los Estados Unidos e intentó recuperar la producción azucarera y normalizar la situación económica y política. Para ello mantuvo el sistema de plantación, devolvió las plantaciones a los antiguos propietarios que permanecían en la isla y obligó a los negros a retornar a sus empleos tradicionales. Los mulatos, encabezados por el general André Riagaud, se resistieron a ser gobernados por un negro, rebelándose en febrero de 1799. De este modo comenzó un nuevo enfrentamiento, esta vez entre negros y mulatos. La superioridad numérica de los negros y las dotes militares de Toussaint les permitieron ganar la sangrienta guerra que se prolongó durante un año y medio. En agosto de 1800 los mulatos fueron derrotados y Rigaud tuvo que abandonar la isla. Consolidado en su posición, Toussaint intentó reactivar la economía, para lo cual optó por mantener de un modo férreo el sistema de plantación sobre la base de sus planteamientos anteriores. Los antiguos esclavos trabajarían como asalariados. El producto de las cosechas se partiría en cuatro, la mitad para la Hacienda en concepto de impuestos y los dos cuartos restantes se dividirían entre los trabajadores y a los patronos a partes iguales. En octubre de 1800 Toussaint sancionó un código que regulaba la totalidad del sistema agrario vigente. La llegada de Napoleón al poder, y su deseo de rehacer el imperio colonial francés, afectó
directamente la posición de Toussaint. Napoleón pretendía utilizar los recursos de las colonias para financiar sus guerras europeas, pero para ello requería un Haití que controlara totalmente la isla de La Española (en contra del Tratado de Basilea), a pleno rendimiento y con los negros nuevamente sometidos a la esclavitud. Toussaint aparecía como un serio obstáculo que debía ser removido. Pero la sagacidad del dirigente haitiano le permitió anticiparse a las decisiones de Napoleón. Para ello invadió la parte española de la isla y el 26 de enero de 1801 ocupó la ciudad de Santo Domingo, ante la consternación de los españoles de la ciudad y de los numerosos franceses que allí habían buscado refugio. Rápidamente procedió a la unificación de todo el territorio insular y tras nombrar diversos funcionarios y disponer las medidas necesarias para la reactivación económica retornó al occidente de la isla, dispuesto a afrontar su defensa. Napoleón se negó a aceptar el orden impuesto por Toussaint y tras conseguir que España le devolviera la Luisiana lanzó una poderosa flota de más de 80 embarcaciones y 58.000 soldados, al mando del general Victor-Emmanuel Leclerc, cuñado de Napoleón, contra La Española para someterla militarmente. A principios de 1802 la flota francesa arribó a la isla y rápidamente se desencadenó una ofensiva simultánea en varios puntos de la isla, que hizo retroceder a los negros. Los franceses se apropiaron de Santo Domingo y de las principales poblaciones de la parte occidental de la isla y en junio de ese año capturaron a Toussaint que falleció en su cautiverio francés en 1803, adonde había sido enviado junto con su familia. Superado el momento inicial de desánimo, los negros se reagruparon bajo el mando de Jean Jacques Dessalines, uno de los lugartenientes de Toussaint, y del general Henri Cristophe. La lucha fue sumamente sangrienta y los negros adoptaron la táctica de la tierra arrasada, destruyendo todo lo que encontraban a su paso, con el fin de dificultar el aprovisionamiento de las tropas galas. La fiebre amarilla también atacó a los franceses, a tal punto que a fines de 1803 tuvieron que abandonar la isla dejando atrás innumerables bajas y 7.000 prisioneros. De acuerdo con las cifras oficiales francesas, se perdieron en la campaña de Santo Domingo más de 50.000 hombres, entre ellos el propio general Leclerc. Los negros decidieron abandonar las tácticas más contemporizadoras de Toussaint, ante la imposibilidad de llegar a ningún acuerdo con Francia. El 1 de enero de 1804 Dessalines y sus seguidores proclamaban la independencia de Haití (el nombre amerindio de La Española). Siguiendo el ejemplo de Napoleón, Dessalines se proclamó emperador, pero en 1806 sería fusilado. Con posterioridad, el Norte y el Sur del país se separaron bajo gobiernos diferentes. El Norte, con centro en Cap Haitien, fue gobernado por Henri Cristophe, que
luego de hacerse coronar, reinó como Henri I, entre 1806 y 1820. Su reinado fue sumamente duro y severo, lo que terminó generando una gran rebelión en 1820, momento en el que se suicidó. El Sur fue puesto bajo el control de Alexandre Petion, el "presidente de la República de Haití", que gobernó entre 1808 y 1818. Se trataba de un mulato educado en Francia, de talante liberal, que permitió el florecimiento de las libertades en su territorio. Su pésimo manejo de la economía condujo el país a la ruina. Petion fue sucedido por Jean Pierre Boyer, que tras el suicidio de Cristophe, reunificó la isla.
Fuente bibliográfica: http://www.artehistoria.jcyl.es