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Los objetos con mente y la metáfora del ordenador
Objetos con mente
se entendía como una prolongación de funciones biológicas de adapta-
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Hemo s sugerido sustituir la pregun ta «¿pu eden pensar las máquinas?» po r la de
ción y organización que poseen los organismos precisamente en tanto
«¿existen comput adora s digitales imaginables que jueguen bien el jue go de la
que tales.
i m i t a c i ó n ? » S i s e d e s e a p u e d e g e n e r a l i z a r s e es a p r e g u n t a : « ¿ H a y m á q u i n a s d e
La tecnología del conocimiento implica, en primer lugar, una ruptura de l
statu quo alcanza do con relación a las catego rías Fm y -Fm. En
segundo lugar, propo rciona un nuevo impulso al intento de conocer la mente en términos precisos, mecanicistas, respetuosos con sus propieda-
estado discreto que hagan un buen jueg o?» Pero, dada la propieda d universal (de las máquin as) vemos que ambas preg untas equivalen a: «Supongamos una determinada computadora digital C. ¿Es cierto que, modificando esta c omputadora para que tenga un almacen amient o adecu ado y dotánd ola de un programa a p r o p i a d o , p o d e m o s c o n s e g u i r q u e C d e s e m p e ñ e e f i c a zm e n t e e l p a p e l d e A e n
des «emergentes», y estrictamente objetivos. Ello se debe, sobre todo,
el jue go de la imitación y el pape l de B lo haga un homb re? ( Turin g, 1950, ed.
a que, como ha señalado recientemente Varela (1988), la tecnología cog-
esp. cit. de 1984, p. 24).
nitiva proporciona al hombre una nueva imagen de sí mismo, de su mente: La imagen de una maquinaria que maneja representaciones sim bó li cas o su bs im bó li ca s — c o m p u t a representaciones— y, de forma auto-
La respu esta de Turi ng a la preg unt a de si las máqu inas son
cialmente
poten-
capaces de pasar con éxito su test sobr e la func ión prototípica
mática, produce efectos que se parecen mucho, en aspectos relevantes,
Fm de pensar es clara: sí, lo son
al pensamie nto hum ano. Si se admit e esta metáfora, pod emo s decir que
po se en un a pr op ie da d qu e las de fi ne es en ci al me nt e: la de se r un iv er sa -
el hombre tiene, en los últimos años, la sensación apasionante de que
les, i.e. capaces en potencia de computar cualquier algoritmo bien defi-
por principio.
Lo son en tant o que
está produciendo funciones mentales (Fm) con sus técnicas. O, como
nido, cualquier procedimiento
mínimo, de que está produciendo «cogito», pensamiento, que ha sido la
actuales se les resistan algunos cómputos no es relevante, en el marco
marca de fábrica de lo mental por lo menos desde el origen de la epis-
de la reflexión de Turing. Porque él no se refiere a los ordenadores ma-
temología moderna con Descartes.
efectivo.
El hecho de que a las máqu inas
teriales, construidos hasta ahora —con todas sus limitaciones de memo-
La tesis de la máqui na que pr oduc e pensamien tos fu e defen dida, de
ria, software, etc— sino a una máquina abstracta de carácter universal,
form a brillante y provocat iva, por u no de los más inteligentes precurso-
de la que las máquinas concretas no son más que realizaciones parciales.
res de las ciencias cognitivas: Alan Turing. El título de su artículo clásico
Es impor tante que prof undic emos tanto en la importancia del desafío
sobre el tema era «Computing Machinery and Intelligence» (1950). Tu-
que plantea Turing (1950), como en la significación real de la
ring planteaba el asunto del siguiente modo: supongamos que, en vez de
a ese desa fío. En c uant o a lo pri mer o, el jue go al que, en real idad,
dedicarnos a especulaciones subjetivistas sobre qué es pensamiento y qué no, hacemos un juego que incluye una
prueba objetiva.
El jueg o consis te
respuesta
quiere jugar Turing (y del que el otro no es más que una realización pa rc ia l, co mo lo so n las má qu in as pa rt ic ul ar es de su má qu in a un iv er sa l)
en lo siguiente: se crea una situación en que el que administra el test
consiste en enfrentarse a la tarea conceptual de desdibujar de nuevo los
hace preguntas a seres que están en otra habitación y a los que, por
con tor nos precisos de la distinción , tan ardua men te lograda por la cien-
consiguiente, no puede ver ni tocar. El método para hacer las preguntas
cia, entre las catego rías (Fm ) y (-F m). Pue de enten ders e, si se quiere,
p ue d e co ns is ti r, po r ej em p lo , en dá rs el as es cr it as a un m en s aj er o q u e se
ese juego como una metáfora provocativa (y el estilo del artículo de
encarga de llevarlas hasta la habitación donde están los seres interroga-
Turing nos muestra hasta qué punto se divertía con su travesura) pero,
dos y de traer de vuelta las respuestas dadas por esos seres, escritas en
al mismo tiempo, como una metáfora profunda y capaz de movilizar el
pa pe li to s. Su po ng am os ta mb ié n qu e es os se re s so n do s: un ho mb re , B,
pe ns am ie nt o: ba st a co n in ve rt ir su di re cc ió n pa r a re co no ce r su ve r da de ro
y una máquina, A. Si un obser vador imparcial fuera incapaz de distinguir
sentido. Este no era tanto, «¿pueden pensar las máquinas?», como «¿si
—s in ve rl os ni to ca rl os — al h o mb r e B, al qu e in te rr og a so br e sus pe n-
las personas
también
piens an, qué hay de misterioso en esa actividad? »
samientos, de la máquina, A, a la que pregunta sobre los suyos, ¿con
En una palabra: la formulación de Turing llevaba a plantear la posibili-
qué derecho podríamos decir que el hombre piensa y la máquina no? Si
dad de una consideración estrictamente mecanicista, despojada de todo
la máquina
imita perf ectame nte al hom bre en sus manifestacion es cog-
nitivas, ¿por qué no decir también que «piensa»?:
mister io, del pensa mie nto y era la pri mera expr esión de lo que se ha llamado, en psicología cognitiva, «la metáfora del ordenador».