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Publicado originalmente en inglés con el título: Leading on Empty

Copyright © 2009 by Wayne Wayne Cordeiro Published by Bethany House, a division of Baker Publishing Group, Group, Grand Rapids, Michigan, 4951 49516, 6, U.S.A. All rights reserved.

Cordeiro, Wayne 2011. Andar con el tanque vacío. vacío. - 1a ed. - Buenos Aires : Peniel, 2011.

224 p. ; 23x15 cm. Traducido por: Renata Viglione ISBN 10: 987-557-302-7 ISBN 13: 978-987-557-302-4 1. Liderazgo. I. Renata Viglione, trad. II. Título CDD 248

Impreso en Colombia / Printed in Colombia

Contenido Prólogo

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Prefacio

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Introducción

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Capítulo uno: Cuando la aguja marca “vacío”

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Capítulo dos: Forzado a fracasar

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Capítulo tres: El poder se perfecciona en la debilidad

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Capítulo cuatro: Signos tempranos de alerta

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Capítulo cinco: Perfeccionamiento solitario

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Capítulo seis: Encontrar las aguas tranquilas

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Capítulo siete: La nueva perspectiva

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Capítulo ocho: Siete lecciones duramente aprendidas

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Capítulo nueve: Encontrar el camino de vuelta a casa

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Capítulo diez: La vida intencionada

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Capítulo once: Encontrar la soledad en el descanso sabático

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Epílogo

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Prólogo Por Bob Buford La ambición es algo bueno. El trabajo duro es algo bueno. El placer, el descanso y el juego son actividades buenas, pero hay límites para cada una de ellas. Permíteme contarte lo que me puso a pensar sobre barreras y límites. Esta es la historia de dos hombres buenos, hombres cuyo trabajo conozco y respeto, hombres virtuosos cuyas vidas han estado al servicio de los propósitos de Dios y de los demás. Existe un incesante bombardeo de noticias en la televisión acerca de hombres malos que mienten, engañan, roban y quebrantan las reglas en una variedad de formas malas. Pero yo hablo de hombres buenos. La mayoría de las personas que conozco tienen buenas intenciones. Viven vidas con propósito y tratan de vivir así hasta el último suspiro, como lo hicieron estos dos hombres. Pero ambos vieron superados sus límites. Ambos son pastores principales. Ambos son talentosos comunicadores y son amados y respetados por aquellos a quienes sirven. De hecho, gozan de mucho prestigio. Ambos han cumplido 50 años y todas las semanas lideran iglesias a las que asisten más de dos mil personas. Piensa en la presión de ese trabajo: primero las presiones de preparar y dar un mensaje a miles de personas cada semana y de estar en el foco de atención. Eso, combinado con la responsabilidad de liderazgo de lo que es esencialmente un gran emprendimiento de servicio, es sumamente demandante. La primera persona que quiero describir lidera una iglesia en el oeste de los Estados Unidos. Comenzó la iglesia él mismo y es muy conocido como escritor y conferenciante en los seminarios de liderazgo para pastores. No hace tanto tiempo lo escuché dar

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A N D A R C O N E L TA N Q U E V A C Í O


un mensaje en el que describía su experiencia de agotamiento. Dijo que había llegado a un punto en el que sentía que vivía de apariencias. Dijo: “Sentía que estaba quemado en mi interior. Había perdido el entusiasmo por lo que hacía. La labor que había sido una gran pasión para mí, se había convertido solo en un trabajo. Me arrastraba cada día. Supe que algo estaba mal, hablé con un par de amigos sobre eso y finalmente busqué ayuda médica. El médico diagnosticó agotamiento y me prescribió seis meses de descanso, descanso absoluto. La situación era así de grave. Dije: ‘De ninguna manera’, pero me anoté para ir a un corto retiro en un monasterio católico. No fue perfecto, pero me dio el alivio suficiente como para, al menos, pensar en profundidad en lo que me pasaba y me motivó a que suspendiera mi agenda de trabajo de forma significativa. Delegué responsabilidades de todo tipo en subordinados que hicieron un magnífico trabajo”. El segundo pastor lidera una gran iglesia en el lado opuesto del país, y él también comenzó a experimentar agotamiento. Varias personas con las que hablé lo habían anticipado. Era muy detallista y reacio a delegar tareas. Estaba al frente de una iglesia muy grande como si esta fuera una pequeña iglesia pueblerina: hacía muchas tareas pastorales y preparaba mensajes semanales. Era muy controlador. Comenzó a sentir dolores físicos y, como resultado, tomó analgésicos que pronto lo llevaron a una gran adicción a las drogas de prescripción médica. Se supo después que muchos médicos de su congregación le prescribían medicamentos fuertes y adictivos sin saber que otros hacían lo mismo. En cada caso, él le dijo al médico que no se lo contara a su esposa. Era como un pato, calmo en la superficie, pero pateaba furiosamente bajo el agua para permanecer a flote. Los miembros de la junta directiva percibieron que algo andaba mal y pensaron que debían contratar más personal para ayudarlo. Uno de ellos me dijo después: “Tratábamos la enfermedad equivocada de la manera incorrecta. Pero, ¿cómo podíamos saberlo?”. Las cosas finalmente salieron a la luz y la historia se publicó en la primera plana de un diario local. La gente estaba asombrada. El ministro fue relevado temporalmente de su cargo de pastor principal y pasó seis meses en un centro de tratamiento y recuperación.

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Prólogo

Prólogo

En el primer caso, el pastor está totalmente recuperado y han vuelto su vitalidad espiritual, su pasión y su energía para el trabajo. Ha tenido el deseo de hablar sobre este tema con otros pastores con la esperanza de advertirles a tiempo. A esta altura probablemente ya hayan reconocido que se trata de Wayne Cordeiro. El segundo caso todavía está por definirse. Hay esperanza. Es un hombre muy inteligente que ha dado pasos para restaurar sus relaciones. Todavía cuenta con el amor de los miembros de su congregación, que se preocuparon por él desde el principio, pero aún no ha salido de la situación. Le pregunté al Dr. Larry Allums, mi “entrenador personal de literatura”, acerca de esto. Me dijo que gran parte de la literatura y del teatro gira alrededor del “defecto trágico”: los personajes que no admiten sus propios límites o los de los demás. En Shakespeare, Julio César es un gran general, pero un político malo. El Rey Lear estaba tan absorto en sí mismo y deseoso de retirarse y llevar una vida tranquila que descuidó su reino y su propio futuro al no ponerlo en buenas manos. El defecto trágico de muchos líderes es que no pueden reconocer sus límites, ni admitir que necesitan de otros cuando las demandas de trabajo y ministerio aumentan drásticamente. Andar con el tanque vacío es el camino de Wayne Cordeiro, uno del que todo líder puede aprender. Las personas sabias se sumarán inmediatamente, otros lo estudiarán quizás después, pero todos nos beneficiaremos de su sincera descripción de su propio camino al agotamiento. Estos axiomas de vida y liderazgo serán una guía de viaje indispensable. Puede que no te den respuestas rápidas, ni te harán ser a prueba de balas. Pero sí te darán la habilidad de ver más allá… para reconocer los peligros de los baches a lo largo del camino y también la habilidad de apreciar la belleza de las puestas de sol. Te animo a aprender cómo evitar el lodazal del agotamiento o cómo escapar de este una vez que uno ha llegado allí, como Wayne Cordeiro, alguien que ha pasado por eso y que ha salido fortalecido.

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Capítulo uno Cuando la aguja marca “vacío” “… fatigado estoy de gemir, y no he hallado descanso”.

—J�� :� No hace mucho me pidieron que me encontrara con veinticuatro de los más brillantes y emergentes líderes de iglesia de nuestra nación por intermedio de una maravillosa organización que lidera Bob Buford, llamada The Leadership Network [La red de liderazgo]. Los hombres que se reunieron tenían alrededor de 40 años, con congregaciones de más de tres mil miembros. Larry Osborne, de la Iglesia North Coast, y yo éramos supuestamente los experimentados de cabello canoso de quienes estos jóvenes líderes podrían extraer sabiduría (¡Espero que no hayan pagado mucho por esa conferencia!). De todas maneras, interactuamos y compartimos lo que pudimos. Al segundo día, los organizadores de la conferencia formularon a estos jóvenes líderes una pregunta que tomó a muchos de ellos (incluyéndome a mí) desprevenidos. “ ¿Qué es lo que te causa mayor temor?” A medida que cada uno de ellos tomaba su turno para contestar, las lágrimas comenzaron a caer libremente, y muchos no pudieron ni siquiera terminar sus oraciones. Uno admitió que no sabía cuánto más tiempo su matrimonio soportaría la presión. Pero fue la respuesta de otro líder la que captó mi atención. ¿Su mayor temor? “No quiero que mis hijos crezcan odiando a Dios por mi causa”.

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Al observar las vidas de muchos de esos líderes cuarentones, vi los inequívocos signos de agotamiento que emergían. Cuando aparecen los primeros síntomas, es hora de un descanso. Una madre que tiene hijos que usan pañales, no tiene la opción de dejar a sus bebés y volar a Hawái para descansar de alimentar a los niños a altas horas de la noche. El estresado capitán de un equipo de fútbol no puede tomar la decisión de faltar a un partido estratégico y quedarse en casa para mirar su serie de televisión favorita. Y tampoco el pastor de una iglesia en crecimiento puede comprar de repente un boleto a mitad de precio para irse en un crucero por el Caribe. Es en el silencioso crisol de tus sufrimientos personales y privados que nacen tus sueños más nobles y que recibes los dones más grandes de Dios, en compensación por lo que has atravesado. W�� P�� Como pastor principal, tenía mi vida programada con servicios los fines de semana. Yo había desarrollado el concepto de manejo de imagen, pero por dentro experimentaba un colapso gradual. Se espera que los pastores lideren aun cuando el deseo o la inclinación para hacerlo sean severamente desafiados. Yo sabía que otros me amaban, pero vivir para las expectativas sistemáticamente arraigadas en la esencia de quien yo era me hizo convertirme en la persona de la que no pude escapar. ¿Cómo puedes andar con el tanque vacío? ¿Cómo continuar cuando sientes que ya no puedes estar “en el escenario”?

Cuando se trata de agotamiento, estamos en buena compañía…

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Cuando la aguja marca “vacío”


MOMENTO DECISIVO EN EL CORRAL O.K. Elías llegó en un momento especial. Su dramática historia se desarrolla en 1 Reyes 18. Un enfrentamiento en el Corral O.K. al estilo hebreo. Proveniente de lugares remotos, el profeta de mirada ardiente confrontó, derrotó y destruyó por completo a ochocientos cincuenta sacerdotes del culto a Baal y Asera que estaban determinados a debilitar la devoción de Israel por su Dios. La batalla tuvo lugar y Elías prevaleció. Sin embargo, en ese punto, la historia da un giro extraño. ¿Se imaginó realmente el profeta que Acab y la zorra de Sidón —la reina Jezabel— lo aplaudirían por haber arrasado con la religión estatal de Samaria? Pero el que una vez fuera un imperturbable profeta fue ingratamente sorprendido por la ira de la reina, y de repente se asustó por su venenoso mensaje: “¡Que los dioses me castiguen sin piedad si mañana a esta hora no te he quitado la vida como tú se la quitaste a ellos!”.

(1 Reyes 19:2). Elías entró en pánico y huyó a un escondite seguro en el desierto. Fue allí, agotado y solo, que decidió que una muerte rápida sería preferible a vivir el resto de su vida como un fugitivo. Oró: “Quítame la vida, pues no soy mejor que mis antepasados”.

—� R�� :�

DEPRESIÓN EN EL DESIERTO Yo sé que Dios no me va a dar nada que yo no pueda manejar. Solo desearía que no confiara tanto en mí. M�� T�� Moisés también sufrió. Cuando guiaba al pueblo de Israel por el desierto, el pueblo comenzó a quejarse, a renegar y a murmurar. El

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intachable líder, cuya epifanía en el Monte Horeb le dio coraje para enfrentarse al gran faraón de Egipto, se exasperó y desanimó tanto que clamó a Dios: “Yo solo no puedo con todo este pueblo. ¡Es una carga demasiado pesada para mí! Si éste es el trato que vas a darme, ¡me harás un favor si me quitas la vida! ¡Así me veré libre de mi desgracia!” (Números

11: 14-15). “… ¡me harás un favor si me quitas la vida!”. ¡Ese es un hombre

deprimido! Consideró que la muerte era preferible a continuar en sus desesperantes circunstancias.

NAVEGANTES DE LA VIDA La Biblia rebosa con ese tipo de relatos, la historia al natural y sin editar de hombres y mujeres que ya han atravesado los valles que tú y yo todavía vamos a recorrer. Ellos encontraron los corredores en este viaje llamado vida y nos alientan a que los sigamos. No, no nos dan atajos para los obstáculos que tengamos que enfrentar. Esos mentores de tiempos antiguos son más como exploradores, hombres y mujeres que caminan la senda que yace frente a nosotros, y nos muestran las rutas y las aperturas, los senderos que de otra forma no veríamos. Colocan señales a lo largo del camino y nos advierten de los escollos. Dejan marcas en la roca donde elecciones fatales han reclamado la vida de otros, aquellos que trataron de escalar las montañas cubiertas de nieve sin la ayuda de guías. Lo más auténtico de nosotros es nuestra capacidad para crear, para vencer, para resistir, para transformar, para amar y para ser mayores que nuestro sufrimiento. B�� O�� Ellos nos dan las respuestas correctas antes de que lleguemos a las conclusiones equivocadas. Estos navegantes de la vida fueron

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asignados por Dios. Nos guían por las estaciones en las que un paso equivocado puede alterar nuestro futuro y disminuir nuestro legado. Elías y Moisés serán nuestros guías. También hemos invitado a otros. Jeremías y David nos aseguran un camino a través de terrenos que no son familiares y que incluso nos atemorizan. Saben que mucho de lo que seremos está determinado por cómo recorremos esas laderas traicioneras. Solo se garantiza que nuestra travesía sea segura si los seguimos muy de cerca.

AGOBIADO Durante más de treinta años mi motivación por la excelencia me impulsó. No es que fuera compulsivo, simplemente tenía el profundo deseo de hacer lo mejor. Manejaba con todos los cilindros, sin darme cuenta de que ser un emprendedor significa que todo lo que uno inicia será inevitablemente añadido a nuestra lista de mantenimiento. Es un don tener la capacidad de lanzar una visión inspiradora. Pero a menos que uno pueda controlarlo a lo largo del recorrido, puede que se vuelva contra uno y pronto el apetito voraz de la visión nos consume.

Yo inicié una iglesia, de esta manera, me convertí en el pastor principal. Comenzar otras iglesias me convirtió en director de fundación de iglesias. Plantamos más de cien iglesias y la expectativa no dicha es que, si uno tiene hijos, los cuida. Y sabes cómo funciona eso. Cuando los hijos van por mal camino, el niño perdido nos acusa de ser mal padre. Fui demandado tres veces por cosas que hizo personal que se comportó erróneamente. Además, mi deseo de entrenar líderes emergentes me encontró como presidente de nuestro recién inaugurado Pacific Rim Bible College. Mira, amaba cada pedacito de lo que hacía, pero muy rápidamente estaba como si hubiese tomado a un tigre de la cola, y no podía soltarlo. Es un don tener la capacidad de lanzar una visión inspiradora.

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Pero a menos que uno pueda controlarlo a lo largo del recorrido, puede que se vuelva contra uno y pronto el apetito voraz de la visión nos consume. Nuestra congregación creció a más de catorce mil miembros en doce años, con nueve anexos conectados a través de videos disponibles en Internet. He escrito ocho libros. El diario de vida que desarrollé requirió un departamento de envíos para dar servicio a las maravillosas iglesias que estaban con nosotros. Me encontré a mí mismo controlando más que liderando, y haciendo fracasados malabares. Luego falleció mi padre, y en un lapso de dos años, mi esposa perdió a los suyos. Tuvimos algunas batallas con nuestro hijo menor, y un querido amigo con quien había comenzado el ministerio, lo dejó para dedicarse a otras cosas. Sentí como si fuese arrastrado por una corriente veloz. Mi única esperanza era que la corriente fuera lo suficientemente misericordiosa como para sacarme a la orilla antes de ser arrastrado a los rápidos.

EROSIÓN INTERNA Sálvame, Dios mío, que las aguas ya me llegan al cuello. Me estoy hundiendo en una ciénaga profunda, y no tengo dónde apoyar el pie. Estoy en medio de profundas aguas, y me arrastra la corriente.

—S�� :�-�

Lentamente, los síntomas no deseados comenzaron a notarse. El ministerio se hizo más arduo. Mis tareas diarias parecían interminables y el correo electrónico comenzó a apilarse. Las personas que me importaban se convirtieron en problemas a evadir, y pensar sobre una nueva visión no me conmovía el alma. A pesar de que nunca dudé de mi llamado y dones, lo que comenzó como un gozo que me llenaba, se había convertido en una carga que me consumía. Pero no sabía cómo podía mejorar. Las personas

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venían a Cristo y las vidas comenzaban a ser cambiadas. ¿Cómo podía todo esto estar equivocado? Las decisiones, aun las más pequeñas, parecían paralizarme. Gradualmente mi creatividad comenzó a agotarse, y me parecía más fácil imitar que innovar. Me alejaba de las cosas que antes me desafiaban y me daban vigor.

EL COLAPSO NERVIOSO A LA ORILLA DEL CAMINO Finalmente, mientras corría esa apacible noche en California, entendí que había llegado el momento de hacer algo. Un minuto corría por el camino, y el siguiente minuto estaba sentado sobre la orilla sollozando incontrolablemente. No podía parar, y no tenía la menor idea de lo que me pasaba. De alguna manera logré cumplir con la charla esa noche y llegar a casa, en Hawái. De vuelta en casa, mi situación parecía ir de mal en peor. Comencé a desarrollar síntomas físicos: ritmo cardíaco irregular, dificultad para respirar e insomnio. Nuestros temores comenzaron a multiplicarse. Al recordar que mi padre había fallecido de un problema al corazón y de presión alta, comencé a pensar si esa sería también mi suerte. Podría ser el próximo en la fila para tomar la posta genética. Temiendo lo peor, pedí un turno con un cardiólogo, que me sometió a los exámenes de rutina: electrocardiograma, exámenes de estrés, ecocardiograma y todo tipo de angiogramas invasivos. En todo lo que podía pensar era en si tenía dinero suficiente o no como para retirarme. Tenía 52 años y ya pensaba en guardar mi avión en el hangar. Invertí más de treinta años de mi vida en el ministerio cristiano, veinte de ellos como pastor principal en Hawái. Durante el camino, había ido de un ministerio a otro sin problemas, asumiendo más y más responsabilidades, sin pausa. Pero ahora no estaba seguro de que pudiera continuar.

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La preocupación es un ciclo de pensamientos ineficientes girando alrededor de un centro de temor. C�� T�� B� ��

TOMAR CONTROL Meses después, al enseñar en el seminario como profesor invitado, entablé una conversación casual con un pastor de Canadá. Comenzamos a hablar sobre la reducción de pastores y líderes: cómo aquellos cuya vocación es por excelencia dar terminan agotados. —Era mi situación —reflexionó—, estaba listo para bajar la persiana, pero justo en ese momento, gentilmente recibí una oferta para anotarme en este programa con una beca completa. Fue un salvavidas para mí. Había llegado a un punto en el que o me alejaba del ministerio o lo destruía. Aquellos cuya vocación es por excelencia dar terminan agotados.

Entonces dijo, casi al pasar: —Me di cuenta de que después de unos veinte años, los pastores de iglesias en crecimiento necesitan tomar un descanso sabático porque, como en mi casa, sus niveles de serotonina están agotados. ¿Serotonina?

Al terminar la conversación, algo me dijo que acababa de experimentar una cita divina. Era como si ese pastor canadiense hubiese leído mi correo electrónico. Pero la sesión de aprendizaje no había terminado, simplemente continuaría en otro lugar. Dos semanas después, participaba de otra conferencia sobre liderazgo en Los Ángeles. Después de una de mis sesiones de enseñanza, tuve el privilegio de recibir la visita de un amigo de mucho tiempo, que pastoreaba una iglesia cercana. No habíamos tenido contacto durante

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algunos años, así que fue una agradable sorpresa para mí verlo y compartir algún tiempo con él. Durante nuestra breve conversación, le pregunté cómo iba su ministerio. Su respuesta me sorprendió. —Ya no estoy en el ministerio, Wayne. Mi amigo prosiguió, y dijo que no sabía qué es lo que debía hacer con su vida. Solo sabía que había tenido que dejar el pastorado. Me dijo que en los últimos años se había sentido agotado por dentro y que ya no podía seguir el ritmo. Había simplemente llegado a la conclusión de que lo mejor que podía hacer por su salud y por la iglesia era renunciar. —¿Por cuánto tiempo has sido pastor? —le pregunté. —Por poco más de veinte años —me dijo. Ahí estaba de nuevo. “Veinte años”. Comencé a captar la pista. Nunca había vivenciado una teofanía, en la que Cristo se aparece físicamente a una persona, pero esto sería lo más cercano.

RECONOCER EL PROBLEMA Cuando regresé a Hawái, hice de inmediato una cita con un psicólogo cristiano que confirmó mis sospechas. —Usted ha agotado su sistema —me dijo—. Sus niveles de serotonina están completamente agotados. La liberación de adrenalina puede compararse con acelerar el motor de un auto y luego dejarlo marchar en vacío a gran velocidad. D�. A�� D. H�� The Hidden Link Between Adrenaline and Stress [La relación oculta entre la adrenalina y el estrés]

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Acá estaba de nuevo esa palabra que no pude comprender la primera vez. Él me explicó: —La serotonina es un químico como la endorfina. Es una hormona natural, para sentirse bien. Se recarga durante el descanso y da combustible mientras uno trabaja. Sin embargo, si uno continúa en actividad sin cargar energías, la reserva de serotonina se agotará. Como un sustituto, nuestro cuerpo será forzado a reemplazar la serotonina con adrenalina. “El problema es que la adrenalina está diseñada únicamente para uso de emergencia. Es como esas puertas de restaurante que cuando se las abre hacen sonar una alarma. Nuestro problema, sin embargo, es que usamos esos senderos diseñados solo para emergencias, pero sin que suenen alarmas. No al principio, al menos. Si uno continúa funcionando con adrenalina, el sistema se destruirá. Se agotará más rápido en el interior de lo que se perciba en el exterior. El combustible de adrenalina, que mantiene el motor en marcha al comienzo, se volverá en su contra y al final lo destruirá. Durante las dos horas siguientes hablamos de los síntomas y los remedios. Pregunté: —¿Qué debo hacer? La única forma de terminar fortalecido es reponer el sistema primero. Si no lo hace, prepárese para el colapso.

Me explicó: —La serotonina puede consumirse cuando uno no vive a un ritmo que permita que se recargue. Eso le sucede a todo tipo de personas, pero es más notorio en los líderes tipo A y en aquellos que viven con una sobrecarga de expectativas. La depresión toma el lugar de la iniciativa, la indecisión y la ansiedad aumentan. Uno comienza a sentir una gran necesidad de soledad y de aislamiento. Eso no es un signo de condición de pecado o de anormalidad. En ese momento, sin embargo, tomar un descanso de su ministerio permitiría que los niveles químicos volvieran a la normalidad.

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—¿No puede simplemente darme una píldora y hacer que todo esto desaparezca? —pregunté irónicamente. Nunca me olvidaré lo que dijo a continuación. Eso sería el foco de mis próximos tres años. —Podría, pero solo ocultará el verdadero problema. Usted necesita recargarse, luego necesita reflexionar sobre cuáles fueron los puntos que provocaron esto y, finalmente, reestructurar la forma en que vive. “La tristeza nos llega a todos… el alivio perfecto no es posible, sino con el tiempo. No puedes darte cuenta ahora de que te sentirás mejor alguna vez y sin embargo estás seguro de que volverás a ser feliz”.

ABRAHAM LINCOLN Prosiguió: —Pero el primer paso es recargar. Y eso lleva tiempo. —¿Cuánto tiempo?. —De seis meses a un año. —¿De seis meses a un año? —dije, quedándome boquiabierto— No hay forma de que yo pueda hacer eso. Quizás seis semanas , pero no seis meses. ¿Por qué tanto tiempo? —Su sistema necesita recargarse, pero necesita una carga a cuentagotas, una que lo recargue con un bajo amperaje sostenido. No hay retorno rápido. Si usted hace esto correctamente, quizás regrese al nivel ministerial que tenía al comienzo. Pero, honestamente —continuó—, la mayoría nunca regresa al nivel de desempeño que tenían antes del agotamiento. Si usted no puede tomarse un año, tome tanto tiempo como pueda. Cualquier tiempo va a ser mejor que nada. La única forma de terminar fortalecido es reponer el sistema primero. Si no lo hace, prepárese para el colapso. Bueno, había llegado lo suficientemente cerca de esos puntos de colapso como para saber que lo decía en serio. El ritmo no era algo que yo pudiese sostener mucho más tiempo. Tenía que reestructurar la forma en que vivía. Mis revoluciones por minuto estaban al límite, pero no sabía cómo cambiar la velocidad.

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EL VIAJE COMIENZA Lo que atravesé en los siguientes tres años fue una época de gran importancia. Como escribió Charles Dickens en Historia de dos ciudades : “Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos”. La peor, porque sufrí contrariedades, problemas, depresión y desbalance. Aunque me las arreglé para resistir, supe que pagaría un precio alto por mantener tal ritmo. Sin embargo, sería también el mejor de los momentos. Pude aprender de mí mismo más de lo que hubiera podido hacerlo en cualquier otro período de mi vida. Los hábitos que desarrollé tempranamente —una disciplina propia, una tenaz ética para el trabajo y una búsqueda de la excelencia— ocultarían mis luchas internas y anestesiarían el dolor. Cuán pocos son los que tienen el valor suficiente como para reconocer sus faltas o la determinación de enmendarlas. B�� F��

BAJAR DE LA OLA Con frecuencia, en solo unos pocos segundos, uno se puede dar cuenta cuando alguien es un principiante. Hawái es una de las grandes capitales de surf del mundo. Casi sin aliento, los novatos pelean contra los ritmos del océano en vez de bailar con ellos. Trabajan más duro de lo necesario para atrapar una ola y, finalmente, su equilibrio los traiciona y se encuentran buscando oxígeno en la espuma del agua blanca. Después practican con las olas media hora más, solo para repetir lo primero. Pero una de las señales verdaderas de un veterano no es cómo alcanza una ola, sino saber cuándo y cómo bajarse de ella.

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Por otro lado, los surfistas veteranos poseen una extraña percepción de las corrientes del océano y del comportamiento de las olas. Su intuición les dice sobre cuáles subirse y cuáles dejar pasar. Parecen discernir cuáles olas los llevarán y ¡cuáles los agotarán! Pero una de las señales verdaderas de un veterano no es cómo alcanza una ola, sino saber cuándo y cómo bajarse de ella. No hace mucho tiempo, surfeaba con mi canoa en un lugar muy popular frente a Diamond Head, el lugar más fotografiado de Hawái. Al ver que se generaba una ola enorme, comencé a remar para ganar velocidad. ¡Necesitaba alcanzar esa ola! Y la alcancé perfectamente. La descollante ola me levantó a mí y a mi canoa, y aunque dejé de remar, nos tenía a ambos en su mandíbula. Con mi cabello al viento y este dándome en la cara, era propulsado hacia la costa sin control. La poderosa velocidad de la ola debajo de mi canoa me hizo preguntar si había tomado la mejor decisión, pero era muy tarde para reconsiderarlo. Mientras me desplazaba a gran velocidad sobre esa montaña de agua, noté que otros surfistas sobre sus tablas me observaban pasar con intensa curiosidad. Nadie intentó unirse a mi nueva aventura. Esa no era una buena señal. La ola continuó creciendo hasta que quedó perpendicular al océano azul, que retrocedía más y más por debajo de mí. Eso fue justo antes de notar el banco de coral. Lo último que recuerdo haber pensado antes de que las luces se apagaran fue: “¿Cómo me bajo de esta ola?”. Cuando finalmente pude respirar, la soga que me mantenía atado a la canoa se había desprendido de mi pierna. Aparentemente, había sobrevivido a la colisión, pero mi canoa se rasgó por completo y las olas posteriores la destrozaron contra el arrecife en dirección a la orilla. Incluso después de varias reparaciones, nunca ha sido la misma. (Recientemente la vendí por mucho menos de lo que pagué por ella).

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LECCIONES DESDE LOS ARRECIFES La vida te puede tratar así algunas veces, y puede que sea emocionante por un tiempo. El ministerio, los negocios y la vida misma pueden engañarte al llevarte a pensar que el viaje durará para siempre y que no hay corales en tu futuro... sólo arena suave, sombrillas y otros encantos. El truco es saber cuándo bajarse de la ola. Pero esto no es tan fácil. Cuando terminas de cambiar, estás terminado. B�� F�� Usted necesita dejar la pasión por la velocidad y avanzar hacia la seguridad y la longevidad. A mí, eso no me parecía un buen cambio. Dios no es cruel, pero tampoco indulgente. Él es verdadero; no garantiza seguridad. Él no cambia, por lo tanto nosotros debemos cambiar. Debemos aprender para triunfar. Nuestras fallas no influencian nuestro nivel, pero nuestra falta de disposición a aprender sí lo hace. Sabía que tenía que buscar ayuda externa para ese viaje en el que me estaba por embarcar. Pero tuve que ponerme en marcha, a pesar de que sabía que... andaba con el tanque vacío.

REFLEXIONES Había estado en un viaje misionero. Tomé un vuelo nocturno a casa y cuando llegué, alguien me llevó directamente a la iglesia. Prediqué y luego tuve una reunión de liderazgo. Me fui a casa y me acosté a dormir. Dos horas después me desperté con pánico extremo. Tenía dolores en el pecho y sentía como si aplastaran mi cabeza. No podía distinguir entre agua fría y agua caliente en la ducha. Estaba consciente de que estaba bajo estrés. El ataque de pánico duró veinticuatro horas al día por los siguientes tres meses, y después, de a poco, fue disminuyendo durante los siguientes seis meses. Me llevó nueve meses volver a trabajar a tiempo completo. Me di cuenta de que por casi diez años había entrenado mi cuerpo para ignorar

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todas las advertencias físicas. Cuando estaba cansado, no dormía. Cuando me sentía mal, no me detenía. Pero ahora estaba enfermo y no podía seguir adelante. Durante los primeros tres meses la presión era tan fuerte que consideré poner fin a mi vida. Inmediatamente busqué ayuda. Para poder sobrevivir tenía que hacer todo lo posible para ponerme bien. Eso implicaba dar dirección a mi cuerpo, alma y espíritu. No tenía sentido preguntar por qué había pasado esto. Yo sabía el por qué. En vez de eso, me pregunté qué tenía que hacer para mejora.

—P�� C�� O��

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