Mexico 1983
JUAN M. LOPE BLANCHANALISIS
GRAMATICAL DEL DISCURSO
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
ADVERTENCIA Reúno aquí varios trabajos publicados ultimamente en diferentes lugares, a través de todos los cuales he tratado de hacer un sencillo experimento de análisis sintáctico en torno a la lengua española, atendiendo a algunos de sus diversos niveles de expresión y a algunas de las distintas épocas de su historia. Quizá esté por demás advertir que tales trabajos no pasan de ser —ni pretender ser— más que simples ensayos metodológicos, sencillas pruebas experimentales que, tal vez, revelen cierta validez o utilidad para el análisis estilístico de las diferentes formas de expresión lingüística consideradas. De ser así, acaso no fuera inútil emprender análisis mucho más amplios y profundos en tal dirección y con similares objetivos. Éste es el humilde propósito de las páginas que siguen. México, diciembre de 1981.
Primera edición: 1983
D.R. © 1983, Universidad Nacional Autónoma de México Ciudad Universitaria, 04510 México, D. F. DIRECCIÓN GENERAL DE PUBLICACIONES
Impreso y hecho en México ISBN 968-58-0508-3
PRIMERA PARTE
METODOLOGÍA
1 El contenido de esta primera parte reproduce, con algunos cambios, adiciones o supresiones, lo dicho en el artículo sobre "Unidades sintáctic a s : R e c o p i l a c i ó n " q u e s e p u b l i c ó e n l a Revista de Filología Española, lomo LXl (1981), PP. 29-63.
En los estudios reunidos en este volumen, he tratado de e studiar, en sus rasgos fundamentales, las estructuras bási cas del discurso en lengna española, atendiendo tanto a su modalidad literaria —eusayo y novela exclusivamente—, cuanto a su realización oral —en sus niveles popular y culto. En esos breves intentos de análisis gramatical, me he servido de varias unidades sintácticas de muy diversa estructura y de diferente complejidad. Algunas son unidades morfosintácticas bien definidas gramaticalmente; otras son estructuras expresivas de forma muy variable y de difícil delimitación gramatical. Se trata, en concreto, de las siguientes: cláusula, oración, frase, prooración, período y, muy secundariamente, oración compuesta y oración elíptica. En la elección de tales entidades sintácticas, como instrumentos básicos de trabajo, he atendido a consideraciones primordialmente prácticas, más que teóricas, ya que mi principal objetivo ha sido el de descubrir si entre las estructuras enunciativas propias del habla —popular o culta y de la literatura existían o no diferencias sintácticas apreciables y significativas. He de advertir también que, al hacer esa selección y al elegir los términos con que había de denominar sistemáticamente a tales unidades o estructuras sintácticas, he procurado mantenerme, siempre que me ha sido posible, dentro de la más estricta tradición gramatical española. Y ello, no por el prurito de bogar contra corriente, sino por la convicción de que mantenerse dentro de unos cauces tradicionales bien probados puede ser garantía de acierto y aun de progreso —por cuanto que "el pasado es prólogo"—, y más cuando se trata de una tradición tan antigua y sólida como la de la gramática española clásica, cuyas raíces se entierran en la tradición grecolatina. Suelen hoy algunas
personas identificar el concepto de lo tradicional con el de lo caduco, momificado y aun erróneo. No puedo coincidir con tal opinión. El calificativo de tradicioual corresponde a lo que, precisamente por su validez y acierto, se instaura y permanece a través de los tiempos. Claro está que lo tradicional, por conocido, no presenta el interés y el brillo de lo novedoso ni, mucho menos, de lo novelero. Pero puede ser más consistente. Aunque, por supuesto, toda tradición tiene que estar siempre en trance de renovación, de perfeccionamiento, de recreación. En caso contrario, puede llegar al anquilosamiento, a la muerte; esto es... dejar de ser tradición viva y fecunda, para convertirse en momia empolvada, en curioso vestigio del pasado. Reúno en esta primera parte del libro las ideas generales expuestas dispersa y fragmentariamente en los trabajos que ahora he reunido en su segunda parte —todos los cuales se complementan—, con el propósito de explicar el procedimiento mediante el cual los he ejecutado y con la esperanza —o, tal vez, sólo inquietud— de que puedan ser, si resultan coherentes, de alguna utilidad para hacer análisis sintácticos, más amplios y pormenorizados, de textos orales o escritos.
1.
DELIMITACIÓN PREVIA DE LAS ESTRUCTURAS SINTÁCTICAS USADAS
Como punto de partida, y para evitar equívocos debidos a cuestiones terminológicas, proporciono una definición esencial o provisional de cada una de las unidades sintácticas consideradas. 1.1. Llamo oración —como se ha hecho durante siglos en gramática española— al sintagma bimembre entre cuyos. dos elementos se establece una relación predicativa. Formalmente responde a la fórmula de Bühler [S <- P]. Ejemplos: "Colón descubrió América"; "Los lobos aúllan"; "Las cuentas, claras"; "¡Qué bello ocaso!". 1.2. La cláusula, en cuanto unidad de manifestación, es la expresión autónoma desde el punto de vista de la elocución. Corresponde a lo que la gramática inglesa moderna denomina sentence, y, en esencia, a lo que Andrés Bello dio en llamar oración. No tiene una forma gramatical determinada, puesto que puede estar constituida por una sola palabra —interjección, vocativo, etc.—, por un sintagma nominal o adverbial, por una frase, por una oración o por uno o varios períodos. Lo que la define y delimita es,. pues, su autonomía dentro del acto de la comunicación. Ejemplos: "¡Caramba!"; "Buenos días"; "En mi casa" o " Por la noche"2 ; "¡La nostalgia de los años perdidos!"; " Ya me voy"; "Si lo ves, dile que venga a mi casa en cuanto pueda". 1.3. Entiendo por frase la expresión constituida por un solo morfema o, más comúnmente, por varios morfemas 2 En respuestas a preguntas como "Dónde nos reuniremos?" o "¿Cuándo vendrás?" respectivamente.
ordenados en torno a un elemento nuclear —generalmente un nombre— pero no organizada de acuerdo con la estructura [S <- P]. Su contenido puede corresponder al de una oración, pero se distingue de ésta por la manera de estructurar sus elementos constitutivos: en la frase no se establece la relación predicativa esencial en toda oración. Ejemplos: "¡El diluvio!"; "Tanto esfuerzo para nada"; "¡La esperanza de nn retorno feliz!"; "Una limosna, por caridad". 1.4. Denomino prooración al morfema o sintagma de estructura no oracional que implica —reproduce- - nna oración ya enunciada. Por ejemplo: "¡Nunca!" como respuesta a una pregunta del tipo '' ¿Cuándo me lo vas a dar?"; o "Por la nocbe" en casos como los ejemplificados en la nota 2. 1.5. Llamaré período a la expresión constituida normalmente por dos —o, a veces, varias— oraciones o frases entre las cnales se establece una sola relación sintáctica, ya hipotáctica, ya paratáctica. Ejemplos: "Si vienes, te lo daré"; " Se lo regalas o se lo prestas o se lo vendes"; "¡Tanto esfuerzo inútil y tanta ilusión frustrada!". 1.6. Reservo el nombre de oración compuesta a cierta clase de períodos caracterizados por el hecho de que uno de los elementos nucleares de la oración gramatical, [S] o [ P], es, a su vez, una oración: "Quien canta su mal espanta"; "Tú fuiste el que le engañó". 1.7. Oración elíptica es, simplemente, la que presenta omisión de alguno de sus elementos constitutivos, por estar obviamente implícitos en el contexto. Por ejemplo, la segunda oración del período copulativo "Mi hermano estudia Derecho y yo Medicina". Por supuesto que, para los efectos de mis análisis sintácticos —y recuentos estadísticos— las oraciones elípticas cuentan como verdaderas oraciones gramaticales. 1.8. De lo dicho hasta aquí se desprende que los conceptos de oración, período (y oración compuesta), frase y prooración pertenecen a un nivel diferente del que corresponde a la cláusula. Los primeros se excluyen entre sí, pero ninguno de ellos es excluyente de la cláusula. Una oración,
n efecto, no puede ser a la vez frase o período, ni éste puede ser prooración o frase, etc. Pero cualquiera de ellos puede constituir una cláusula, siempre que aparezca como expresión autónoma dentro del discurso, conforme indicaba en el & 1.2 e
2. LA ORACIÓN GRAMATICAL
2.1. Historia del concepto en la gramática española. Los primeros gramáticos castellanos tuvieron un concepto básicamente —por no decir que exclusivamente— formal de la oración. Para ellos, en efecto, oración era toda expresión constituida en torno a un nombre y un verbo debidamente concertados. La fórmula que responde a sus definiciones es, estrictamente, [N-V]. Si bien Nebrija no proporciona una definición precisa y en su Gramática alternan un tanto confusamente los términos oración, cláusula y sentencia, muy pronto habría de quedar establecido que los elementos esenciales, nucleares, de la oración gramatical son el nombre y el verbo. Lo apunta ya, explícitamente aunque de pasada, el Doctor Bernabé de Busto, cuando dice: "Hasta aquí se ha tratado del nombre y verbo: que son partes principales en la orazión" (lib. III). Pocos años después, el Licenciado Villalón establecía en nuestra gramática la definición que habría de hacer suya toda la escuela lingüística española del Renacimiento; para él, la oración "se liga y ve de partes nombre y verbo como de principales: y de otras menos principales" (p. 56) ; o más pormenorizadamente "oración es vna composición de nombre y verbo y pronombre como de partes principales: y de otros muchos vocablos y diciones, como de partes menos principales: como de aduerbios, preposiciones, interjeciones y conjunciones" (p. 50) . El carácter constitutivo, nuclear, del nombre y del verbo como elementos indispensables de la oración se reitera con todo rigor en la trascendental obra de Francisco Sánchez 2.1.1.
de las Brozas. Comenzando por el cap. 12 del lib. I: "Plato... aperte docet, sine nomine et verbo nullam constare orationem" . Continuando por el cap. 2 del lib. II: Ex Nomine et Verbo, tanquam ex materia et forma, quae brevissima sit, constituitur oratio". Y terminando por el cap. 1 del lib. III, donde precisa que el nombre debe aparecer en normativo, esto es, funcionando como sujeto: "nam sine nomine & verbo non sit oratio. Nomen voco rectum ipsum cum Aristotele". En este mismo capítulo apunta el Brocense la necesidad de que entre el nombre y el verbo se establezca una relación predicativa como fundamento de toda oración gramatical. Aunque en las breves Instituciones de Jimémez Patón no se da una definición concreta de la oraeión, lo que de pasada anota y los ejemplos que de oraciones proporciona permiten suponer que su concepto coincidía con el d e Villalón y el Brocense. Coincide con él, plenamente, el de Gonzalo Correas. El pasaje de su Arte donde con mayor detalle define a la oración dice así: "Desta orazion, que io llamo gramatical, habla prinzipal i propiamente la Gramatica, aunque no la veo definida en las Artes: io la difino, descrivo i declaro desta manera: Orazion es la rrazon i sentido ó habla conzertada que se haze con nonbre i verbo de un mermo numero i persona, el nonbre en nominativo, i el verbo en cadenzia ó persona finita, no infinitivo, i se adorna con la particula si quiere, i con otros casos destas partes, i con ellas mesmas rrepetidas. Las partes forzosas desta orazion son el nonbre i el verbo. La particula es azesoria" (p. 132) . Capítulos después, al analizar las funciones del sustantivo, repite la idea: "El nonbre está en la orazion para mover, i aconpañar al verbo, i hazer anbos la orazion, porque sin el uno, ó el otro, no se puede hazer sentenzia, ni dezir nada. El nonbre á de ser sustantivo, puesto en nominativo por la persona que haze, ó se haze ó si queremos dezir padeze" (p. 366) . Estas definiciones renacentistas, basadas en la relación gramatical existente entre un nombre y un verbo [N-V], llegaron, a través de diversos autores3, hasta las primeras 3 Como Benito Martínez Gómez Gayoso, quien afirmaba: "De estas nue-
ediciones de la Gramática académica. En ellas se sostiene que "no puede haber oración ni sentido alguno donde falte verbo regido por un nombre sustantivo, ó pronombre expreso ó suplido" (ed. de 1796, p. 289)4 . Y con otras pala bras, páginas antes: "Estas dos partes [nombre y verbo] son tan precisas para formar la oracion, que ni puede haber oracion sin ellas, ni tampoco verbo sin nominativo, ó no minativo sin verbo, callado o expreso" (p. 281) . 2.1.2. A partir del siglo xix, las definiciones formales de la oración, sometidas a la influencia de la lógica, prefieren considerar que los elementos constitutivos de esa estructura gramatical son el sujeto y el predicado 5 . La fórmu la esquemática se transforma en [S-P]. Todos los gramáticos modernos sigueu reconociendo la personalidad de esa estructura bimembre predicativa [S-P], pero son ahora muchos los que prefieren darle el nombre d e p r o p o s i c i ó n , para re se rva r e l de o r a c i ó n a l a e x p resión de sentido completo o sintácticamente autónoma. Sin embargo, no faltan hoy quienes siguen otorgando el tradicional nombre de oración a esas expresiones básicas estructuradas en torno a un [S]ujeto y a un [P]redicado. Así lo hacen, entre otros, Rafael Seco, para quien la oración consta siempre de "sujeto y predicado" (p. 7) . 0 Manuel Criado, según el cual "en la oración se oponen dos miembros bien definidos: el predicado o «lo que se dice» y el sujeto «de quien se dice»" (Gramática, p. 41) . 0 Rafael Pérez-Rioja, en cuya opinión los "elementos esenciales de la oración [son] sujeto y predicado" (p. 292) . Idéntico concepto, presentado con mayor precisión, es el que revela Emilio Alar -cos Llorach: Gramaticalmente, en [expresiones oracionales] no tenemos más que un sujeto y un predicado, conectados por la relación predicativa que es la que constituye toda oración y es señalada por ciertos indicios formales (la llamada concordancia de número y persona) " (Estuve
[partes de la oración], las más nobles y principales son el Nombre, y el Verbo; porque sin ellas no se puede formar oración perfecta" (p. 3). 4 Cosa que ya se había dieho en la primera edieión, eon el solo cambio del término oración por el de proposición (cf. p. 244). 5 O el sujeto y el verbo, como prefiere decir Jaime Costa de Vall: "No puede haber oración que no conste de sujeto y verbo, espresos o suplido el i i" (p. 123).
dios, p. 111). Y aunque sin detenerse en razonamientos teóricos pormenorizados, también Rodríguez Adrados, al establecer las diferecias existentes entre oración de un lado y palabras o sintagma del otro, observa que en estos últimos no hay “la relación sujeto-predicado” que existe en la oración” (p. 45). 2.1.3. A fines del siglo XVIII, Juan de Iriarte rompió con esa tradición clásica, que había establecido la distinción entre oración —estructura bimembre predicativa— y cláusula — oración o conjunto de oraciones con sentido completo (cf. § 7.1) . Iriarte, en efecto, prefirió considerar que la oración era la expresión total, completa, en tanto que a las estructuras predicativas de forma [S-P] las denomina frases o sentencias. Así —explica— los enunciados predicativos Imperator jubet y Milites parent (o "el General manda” y "los soldados obedecen" ) no son sino frases (o senten¬cias) de la oración "Imperator jubet, ac Milites parent" (p. 235) . Andrés Bello hizo suya, varias décadas después, esta doctrina, aunque sustituyendo el nombre de frase por el de proposición, término ya utilizado por varios gramáticos con anterioridad6 . Bello, en efecto, opina que "el sujeto y el atributo [predicado] unidos forman la proposición" (§ 35) , en tanto que "se llama o r a c i ó n toda proposición o conjunto de proposiciones que forman sentido completo; de que está alfombrada la ribera es proposición perfecta, pero no es oración" (§ 308)7. La opinión de Bello parece haber hecho fortuna entre muchos gramáticos españoles e hispanoamericanos modernos —Cejador, Amado Alonso, Henríquez Urdía, Rafael A. de la Peñas — y especialmente contemporáneos —Roca Pous, Hernández Alonso, Manuel Seco, Alcina-Blecua y 6 Como, por ejemplo, el Padre Benito de San Pedro (t. II, p. 2), o Jai¬me Costa de Vall (pp, 142-143) o Vicente Salvá (p. 1). 7 Aunque claro está que hay oraciones sintácticamente subordinadas que sí poseen “sentido completo”, como yo estoy enfermo en la cláusula “se preocupa mucho porque yo estoy enfermo" (cf. infra, § 8.3). 8 Los detalles de esta particular historia los proporciono en el librito sobre El concepto de la oración en la lingüística española, México, UNAM, 1979. I
Escarpanter— entre los cuales sospecho que ha pesado, más que la opinión de Bello, la de Leonard Bloomfield y otros gramáticos de lengua inglesa seguidores suyos9 No obstante la autoridad de tantos y tan famosos gramáticos de nuestros tiempos, considero que, en los términos en que ellos establecen la antinomia "proposición/oración", no superan a la establecida por la gramática española clá sica entre "oración/cláusula", sino que más bien la deterioran. De ello volveremos a ocuparnos en el § 8. Baste, por ahora, apuntar que, para definir lo que ellos llamau "oración" (y los ingleses sentence), atienden a la "plenitud semántica" o a la "autonomía elocutiva" de las expresiones analizadas, esto es, a consideraciones ajenas a la forma o a la función sintáctica de tales expresiones. Y no me parece debido olvidar que la Gramática o morfosintaxis es la cien cia que estudia las funciones de las formas lingüísticas. Luego el término oración puede y debe seguirse usando para designar a la unidad fundamental de la Gramática. Esas definiciones modernas corresponden a lo que nuestros gramáticos clásicos —con una sensibilidad etimológica innegable— habían llamado cláusula. 2.2. Validez del concepto tradicional de oración. 2.2.1. Definir la oración —de acuerdo con la fórmula simbólica [S<-P]— como estructura bimembre en que se establece una relación predicativa es dar una definición estrictamente gramatical, morfosintáctica, por cuanto que ella atiende a la forma de las expresiones que deben considerarse oracionales y a la función que entre sus elementos constitutivos se realiza. Cierto que el esquema [N-V] con que podríamos representar simbólicamente las definiciones renacentistas (`nombre y verbo en relación predicativa') no cubre todas las Cf. Bloomfield, p. 171; Hockett, pp. 203-204; Lyons, pp. 171 y 178-180. Entre Bello y Bloomfield hay que situar necesariamente, para hacer justicia a la historia lingüística, a Antoine Meillet y, sobre todo, a Otto Jespersen (pp. 114 y 307). Con posterioridad a Bloomfield hay que recordar, en Francia, a André Martinet (pp. 122-123).
posibilidades de las estructuras que, sin duda, son oraciones. Y ello, básicamente, por dos razones: porque puede haber oración (relación predicativa) sin la presencia de un nombre – en sentido estricto-, y porque también puede haber oración sin necesidad de que aparezca un verbo morfológico. Aunque la concepción, más amplia o menos marcada, que simboliza la fórmula [S<-P] entendida como “relación entre un sujeto y un predicado”, supera el segundo de los inconvenientes señalados, tampoco cubre, en verdad, todas las posibilidades de las estructuras oracionales. Y ello por la sencilla razón de que hay oraciones sin verdadero sujeto gramatical: “Hubo toros” o “me fue bien en el examen”. Sin embargo, pienso que no hay por qué repndiar I, fórmula. Basta con ampliar sus alcances, siguiendo para ello la pauta marcada por Karl Bühler. 2.2.2. Débese recordar que, para Bühler, "la fórmula S-P de la lógica aristotélica sólo debe indicar que la formación tiene dos miembros y cierto grado de asimetría en su estructura" (p. 414), asimetría que depende del carácter predicativo del elemento [P], cosa que hace inalterable e irreversible tal fórmula: [P] se predica de [S], pero no [S] de [P]. Así entendida, la fórmula es aplicable no sólo a expresiones estructuradas en un sujeto gramatical y un predicado, sino también a elocuciones como las siguientes: (I) A María le fue bien en el examen (2) hubo toros (3) ¡ Qué bello ocaso! (4) Año de nieves, año de bienes. Aunque en los ejemplos del tipo (1) y (2) no exista un sujeto gramatical estricto, sí aparece un elemento nominal María y los toros respectivamente— del que el otro elemento predica algo: el éxito (el ir bien), en el primer caso, y la existencia (su celebración: el haber), en el segundo. De igual manera, aunque en los ejemplos del tipo ( 3) y (4) no figure un verbo, sí aparece un elemento predicativo preciso en (3), la belleza que advertimos en ese ocaso, y en (4), la bondad (los bienes) de los años en que se producen nevadas frecuentes.
El [P]redicado puede estar constituido no sólo por un elemento verbal —tanto forma conjugada ("F. canta bien"), cuanto verboide ("Al salir el sol") — o por un elemento nominal ("Las cuentas, claras") , sino también por un elemento adverbial: "Los barítonos, más fuerte"; "Los niños, delante". Todas éstas sou estructuras evidentemente orac ionales, que eucajan sin dificultad dentro del esquema [ S‹- P]. Parecen no encajar en él dos tipos de expresión particul ar: las interjecciones y los verbos unipersonales. 2.3. Oraciones formadas en torno a un verbo uniperson al, del tipo llueve, nieva o anochece. 2.3.1. Para explicarlas dentro de la concepción bimembrista [S-P] de la oración, no creo que baya que recurrir a interpretaciones un tanto forzadas, cromo la que propuso el propio Bühler, para quien el bimembrismo de esas expresiones se establecería mediante la relación entre fenómeno y lugar. De acuerdo con ello, la oración completa y equiparable, por ejemplo, a Cayo duerme, no sería llueve, sino llueve en el lago (cf. Bühler, p. 425) , donde ya figuran dos elementos sintácticos diferentes. Sin embargo, esta explicación no parece satisfactoria, porque no hay relación predicativa entre sus miembros y porque, como ha observado Piccardo, "tales determinaciones de lugar son, por su forma, idénticas a las que acompañan a los demás verbos" sin originar por ello estructura oracional; "y la gramática, como lo ha señalado el propio Bühler, no puede nunca dejar de lado el aspecto formal" (Piccardo, p. 8). Tampoco parece acertado inventar sujetos más o menos " lógicos" para tales verbos, según han hecho no pocos lingüistas de muy diversas épocas. Como, por ejemplo, Francisco lpiña, para quien el sujeto no puede ser otro que Dios o la Naturaleza: "En los verbos Exceptae actionis, c o m o pluit, ningit, grandinat, tonat... se entiende Deus, ( 5 Natura; porque sus acciones se atribuyen solo á Dios, ó á la naturaleza" (p. 11) . Explicación que hizo suya la Real Academia desde las primeras ediciones de su Gramática y ha conservado hasta la última, de 1962: "Los verbos unipersonales llevan callado el sujeto, por ser muy determi
nado. En latín es Jupiter; en griego Zeus, en castellano, Dios, el cielo o la Naturaleza (283ª). 2.3.2. Mucho más convincente parece la explicación propuesta por Sánchez de las Brozas –basándose, posiblemente, en Priscianosegún la cual el agente o, mejor, el sujeto sería el fenómeno mismo, implícito en el verbo atmosférico de que se trate: la lluvia en el caso de llover, el trueno en el caso de tronar, la noche en el de anochecer, etc. He aquí las palabras de Brocense: “Plato asserit, sine Nomine & Verbo nullam effeci posse orationem… Idem intellige in verbis quae dicuntur Naturae; ut pluit, ningit,lucescit, subaudi pluvia, nix, lux... Integra ergo est oratio: pluit pluvia, fulget fulgur, lucescit luz" 10. Esta explicación ha tenido decididos defensores en nuestro siglo; entre ellos, muy denodadamente, Julio Cejador, y además García de Diego, Ángel Lacalle, Pérez-Rioja y Rafael Seco, quien descubría la existencia de un " sujeto interno" extraído de la propia raíz verbal: "Los verbos que expresan los fenómenos de la naturaleza, llover, tronar, diluviar... etc., no ofrecen propiamente posibilidad de que se les atribuya un sujeto gramatical, gracias a su especial significado de hechos naturales... Realmente, en estos verbos lo que hay es un sujeto interno, sacado de su propia raíz; así, la lluvia es la que llueve y el trueno es el que truena" (p. 186) . También Charles Bally (pp. 18-19) se resistía a admitir " la afirmación de que la desinencia en latín tonat, esp. llueve, ital. piove, así como el pronombre sujeto en fr. il tonne, son formas vacías", y consideraba que "il puede afirmar la existencia de un fenómeno especial ( il pleut=”hay lluvia”') ... o bien un agente desconocido e indeter¬minado (algo produce lluvia, hace lluvia') ". Que el pronombre il del francés no sea un signo vacío ya lo habían sostenido, tajantemente, Arnauld y Lancelot: "Et quand nous disons il pleut, il nege, il gresle, etc., il est là pour le nominatif, cèst à dire, pluie, nege, gresle, etc., reenfermé acec leur verbe substantif est ou fuit: comme qui diroit, il pluie est, il nege se fait" (p. 129. 10 Minerva, lib. IV, cap. 3, p.537 y lib. III, cap. 1, p. 262.
Expresiones del tipo pluit pluvia se documentan en diversas lenguas. Bally recuerda los casos del ruso grom gremit ('el trueno truena') , del alemán der Regen regnet ewig fort (la lluvia llueve' en Chamisso) y otros. En el sur del Matto Grosso se canta todavía una antigua copla que dice: "Chuva choveu, Coxipó encheu". Y en el polaco del siglo pasado deszcz dzdzy ('lluvia llueve') junto al normal pada deszcz (`cae lluvia') o deszczu ('llueve'). Cabría suponer que esos verbos unipersonales son el resultado de un proceso originado a partir del sustantivo que denomina al fenómeno, y no lo contrario, como supusieron Rafael Seco y, en su seguimiento, Lacalle, Pérez-Rioja y aun la Academia (Gram., § 3.5.7). Es decir que no es que de la raíz verbal se extraiga un sujeto interno, sino que el nombre designador del fenómeno genera un verbo cogna do"-, que acaba por "absorber" al sustantivo sujeto. Así, partiendo del sustantivo "la lluvia", se afirma su existencia, su realización: > "la lluvia es (se produce, cae) "; este "ser la lluvia" daría origen a un verbo llover (un "llover la lluvia", por supuesto) , que haría innecesaria ya la expresión del sustantivo sujeto. Para la denominación de los fenómenos atmosféricos, se sirve la lengua de dos tipos de expresión, igualmente "impersonales". De un lado, la forma unimembre constituida por un verbo unipersonal: llueve, graniza, anochece, relampaguea, etc. De otro, la expresión bimembre constituida p o r un sustantivo de s igna dor de l fe nóme n o y p o r u n verbo de significado "neutro": hace calor, hay sol, hace viento, hay un terremoto, ruge la tormenta, etc. La afinidad existente entre estas dos clases de expresiones había sido ya señalada por Arnauld y Lancelot, quienes analizaban las estructuras del tipo il fait chaud como equivalentes de las del tipo il nege. Y en español, hay lluvia es lo mismo que llueve, como hay sol sería —podría ser— lo mismo que *solea. Y si nevar es lo mismo que caer nieve, y diluviar, lo mismo que caer un diluvio, paralelamente caer (un) rayo(s) sería —podría ser— *rayear (cf. relampaguear). 11 Como suponía el Brocense: "In verbis, quae falso dicuntur naturae, ( ut pluit, placer Linacro & doctis intelligi suppositum cognatae significat ionis" (lib. III, cap... 1).
Prueba de la dirección que supongo en el proceso derivativo podría ser también el hehco de que en todos los verbos unipersonales aparece la raíz nominal (llover -lluvia, tronartrueno, nevar-nieve, anochecer -noche, etc), en tanto sólo con una designación nominal, pero no con la verbal correspondiente a su proceso: terremoto, huracán, ciclón, sismo, chaparrón, aguacero, etc., sin que exista *terremotear, *huracanar, *ciclonear, *chaparronear, etc. Y parece ser prueba también de esa dirección que el imagino el hecho de que toda expresión verbal (unimembre) pueda ser enunciada en sus dos elementos constitutivos, en tanto que no todas las estructuras bimembres pueden expresarse —todavía, al menos— en forma sintética: llover -> caer la lluvia, atardecer > caer la tarde, relampaguear -> saltar un relámpago, etc., pero no hacer sol > *solear, ni hacer calor —> *calorear, ni caer un rayo > *rayear, etc. 2.4. Interjecciones y locuciones interjectivas. 2.4.1. En el análisis y clasificación de las interjecciones ha habido, dentro de la escuela gramatical española, acti tudes y soluciones para todos los gustos imaginables. Podrían resumirse, muy esquemáticamente, en las siguientes: a) las interjecciones son una parte de la oración, ya sea que se incluya en la categoría de los adverbios (Nebrija) , ya que se considere categoría independiente (Busto, Villa lón, Correas, Villar, Costa, etc.) b) las interjecciones son verdaderas oraciones completas o, por lo menos, equivalentes de oración, por cuanto que ellas solas, por sí mismas, pueden revelar nuestros senti mieutos tan plenamente como una oración gramatical (Salvá,Bello, Lacueva, Selva, Marín, Lamíquiz, etc., y Benot, Lenz, Amado Alonso, Gili Gaya, Barrenechea, César Hernández, etc c ) l a s i n t e j e c c i o n e s no son ni partes ni equivalentes de oraciones, ni mucho menos oraciones verdaderas. d) las interjecciones no son ni siquiera elementos gramaticales.
La decisión depende, claro está, de la actitud que se adopte ante el hecho del habla, de los principios de acuerdo con los que se analice el fenómeno lingüístico. Una actitud morfosintáctica puede ayudar a esclarecer el problema. 2.4.2. Ante todo, parece de suma importancia la distinción que estableció la Real Academia, en las primeras ediciones de su Gramática, entre lo que podría llamarse propiamente interjección y la locución interjectiva: "No se deben considerar como interjecciones sino aquellos breves sonidos, ó voces cortas en que el ánimo prorrnmpe pe casi involuntariamente1 2 para desabogo suyo, O par a advertir alguna cosa a otro... Las expresioues que coustan de (los, o más voces, y que algunos llaman interjeccioues, como: gracias á Dios, bendito sea Dios, Jesús 'mil veces, y otras semejantes, no deben considerarse como iuterjecciones, sino como verdaderas oraciones, que, guando mas, necesitan suplemento de algún verbo" (ed. de 1781, p. 235) 13 2.4.3. De acuerdo con esta distinción, es obvio que las interjecciones propiamente dichas no son parte de la oración, por la sencilla y evidente razón de que —como indicaron Alonso y Henríquez Ureña (II, § 223) —, la inter jección "no entra a formar parte ni de la estructura del sujeto ni de la del predicado", sino que sólo acompañan tangencialmente a las estructuras oracionales como refuerzo expresivo. 2.4.4. Tampoco pueden considerarse ni equivalentes de oración ni mucho menos oraciones verdaderas. No son esto último por cuanto que la interjección no está gramaticalmente estructurada en [S-P]. Ni son, en verdad, equivalentes de oración, por cuanto que tal equivalencia descansaría sólo en razonamientos semánticos, y la oración gramatical no ha quedado definida por su contenido (semánticamente), sino por su forma y su función (morfosintácticamente) . La supuesta equivalencia oracional de la interjección se aproxima, así, a la equivalencia oracional de un gesto o de un semáforo... En cambio, la interjección 12 Cf. García de Diego, Lingüística, p. 44. 1 3 Expresiones interjectivas llamó a estas últimas Mariano de Rement ería (p. 126), haciéndose eeo de la aeertada distinción aeadémica.
sí puede relacionarse con la cláusula, unidad nocional, conforme después veremos. 2.4.5. En lo que respecta a las locuciones o expresiones einterjectivas, cabe decir que ellas serán, desde el punto de visra gramatical, lo que sus elementos constitutivos les hagan ser formalmente: simples vocativos (como en ¡María!), frases (como en ¡Gracias a Dios!), prooraciones (como en ¡Maldita sea tu estampa!). Lo único que distingue o marca a estas expresiones de las correspondientes normales -no interjectivas- es el rasgo exclamativo propio de su particular entonación 14. .
3. LA FRASE
3.1. Para manifestar el contenido de su conciencia, dispone el hablante no sólo de la estructura oracional [SP], sino también de otras formas de expresión de naturaleza diferente. Decía antes (cf. § 1.3) que puede darse el nombre de frase a la expresión autosemántica constituida por un elemento nuclear o en torno a un elemento nuclear — e n la inmensa mayoría de los casos, un sustantivo—, pero de estructura no oracional, es decir, no articulada en [ S] y [P]. Cuando se habla de estas unidades formales, suele afirmarse que se trata de oraciones elípticas o de restos o equivalentes de oración. No dudo de que, conceptualmente, sea cierta tal equivalencia', pero desde el punto de vista formal se trata de entidades bien diferenciadas. La frase puede ser unimembre, cosa que no sucede en el caso de la oración; y esencial en ésta es la relación predicativa, relación que no aparece en la frase. En efecto, ¡Fuego! o Una limosnita son frases unimembres; y en La emoción de un viaje a la India, los elementos constitutivos se organizan por subordinación sucesiva (núcleo + compl. adnom inal + compl. locativo), sin que aparezca la relación predicativa entre ninguno de ellos. Cierto que existe cierta correspondencia entre esta última frase y una posible oración gramatical como "El viaje a la India nos emocionaba", pero tal paralelismo es únicamente semántico, no formal. Prueba de ello es que el mismo contenido podría expresarse a través no ya de una oración gramatical, sino de un período sujetivo: "Nos emocionaba viajar a la India". Frase y oración son, pues, unidades gramaticales —y, en 15 Aunque no hay que olvidar que la oración gramatical no ha quedado definida conceptualmente.
cuanto tales, afines o "emparentadas" - pero formalmente diferentes. Su afinidad gramatical 16 les permite establecer relaciones sintácticas entre sí :Una oración puede regir a una frase ("Entonces Fulano gritó: ¡Al diablo con todo eso!"), así como una frase puede regir a una oración gramatical: "Tanto esfuerzo inútil, pero no debemos cejar en nuestro empeño"; "Socorro, que me caigo!". Claro está que dos o más frases pueden combinarse entre sí: "Sumisión en su actitud corporal, pero odio en su mirada esquiva". 3.2. Dentro del concepto de frase pueden reunirse entidades expresivas diversas. Las más comunes parecen ser las siguientes 17: a) Sintagmas nominales: "La emoción de un viaje a la. India"; "(Todo quedó en ealma). Sólo el murmullo del viento entre las ramas"; "Otra devaluación del peso en puerta"; "Ventajas del matrimonio"; "¡A la cama inmediatamente! "18 b) Sustantivos aislados: "¡Fuego!"; "Una limosnita"; "¡ Socorro!"; "El desmadre". c) Locuciones hechas (restos o representantes de oración, según algunos autores): "Buenas noches"; "Con su permiso"; "Por favor"; "Hasta la vista"; "A sus órdenes" ( cf. § 4.5). d) Formas interjectivas: "¡Caramba contigo!"; "¡Ay de mí!".
1 6 Frente a lo que sucede en el easo de la cláusula, unidad comunicativa más que gramatical, según después veremos. 17 Dado lo reducido del corpus por mí manejado hasta ahora, esta enumeraeión no pretende ser exhaustiva ni, mucho menos, definitiva. Sirva sólo de ejemplificación.
1 8 Así como la estructura o ra c io n a l t ípic a s e o rg a n iza e n t o rn o a u n verbo, la estructura normal de las frases se ordena en torno a un nombre,
4. LA
En cuanto entidades gramaticales que representan a una verdadera oración, pueden combinarse sintácticamente con estrucuturas oracionales plenas, ya como elemento subordinado, ya como suborndinante: "Y cuando preguntaron si estaba dispuesto ha hacerlo, tajantamente contestó:" De ninguna manera"; "(¿viernes?).- No, porque estoy agotado"; "¿dónde nos reuniremos?).- EN mi casa, si ustedes no tienen inconveniente".
PROORACIÓN
4.1. Llamo así al morfema o sintagma de estructura no oracional que representa —reproduce— una oración g matical enunciada anteriormente. Aparecen en el discurso como respuesta o comentario a elocuciones previas. Por ejem ejemplo, "—En mi casa", como respuesta a la pregunta "¿Dónde nos reuniremos?". 4.2. Cualquier elemento gramatical puede funcionar como prooración: a)Formas nominales —sustantivo, adjetivo o pronombre— de función nuclear, sujetiva o predicativa, dentro de la oración reproducida " (¿Quién se lo dijo?) . —Mi hermana "(Es nuevo o usado?) . —Nuevecito"; " (¿Podría ir alguien?). — Yo mismo". b) Formas nominales de función complementaria —directa o indirecta— en la oración reproducida: "(¿Tienes d l a r e s o p e s o s ? ) . — D ó l a r e s " ; :
ó
—A tu sobrino".
c) Formas adverbiales, o nominales de función adverbial (temporal, modal, locativa, etc.) dentro de la función implicada: " (¿Cuándo se reunirán?). —Por la noche"; cómo lo resolvieron?) . —A lo loco"; " (¿Dónde lo" "(¿y encontraste?). —Allí"; " (¿Lo tienes tú?). —No"; " (Po dríamos hacerlo entre todos). —Tal vez". 4.3 Aunque las prooraciones aparecen normalmente en respuestas dentro del diálogo, pueden presentarse también en otros casos, especialmente en comentarios o especificaciones a lo dicho en la oración representada: " (Ahí llega. Tengo que esconderme) . —Detrás de la cortina.."
4.4. Las prooraciones viene a ser como un caso extremo, límite, de las llamadas oraciones elìpticas, si bien éstas pueden considerarse verdaderas oraciones gramaticales uno de cuyos elementos constitutivos [S] o [P], se omite por de sobreentenderse fácilmente. Una cláusla como "llegó primero la orquesta y después el coro" está integrada p1,1 dos oraciones, en la segunda de las cuales —después el coro"— hay una simple elipsis del verbo —su elemento [P]redicativo— expresado inmediatamente antes; asimismo, en "No sé si lo tiene el director o el secretario", se omite —se elide— el elemento nuclear predicativo tiene de la tercera oración. Otras veces, la elisión afecta al núcleo sujetivo: "Mi hermano trabaja por las mañanas y estudia por las tardes". Con la prooración se hace una reproducción de la oración implicada; la prooración repite —completándola— la oración ya expresada, de la cual el elemento prooracional es sólo una parte integrante (un constituyente); su funcionamiento es similar al del pronombre en cuanto reproductor de su antecedente. En cambio, la oración elíptica cuyos elementos elididos figuran en una oración anterior es otra. oración, distinta de la oración precedente. 4.5. Cabe también distinguir nítidamente entre prooraciones y lo que se ha llamado restos (o fragmentos) de oración, esto es, sintagmas lexicalizados que tienen autonomía funcional y que pueden, por ello, aparecer independientemente en el discurso, cosa que no sucede en el caso de las prooraciones. Tales restos de oración quedarían mejor integrados deutro- del concepto de frase. Así, expresiones c o m o M A C H A S tardes", por ejemplo, son frases —con posibilidades dr autonomía elocutiva— que podrían ser [
"
"restos" de expresiones verdaderamente oracionales, como "Déle Dios buenas tardes", en el ejemplo considerado. Claro está que, para efectos estadísticos en análisis sintác ticos como los aquí reunidos, tanto las prooraciones, como las frases y los restos de oración presentan personalidad similar: son unidades de expresión. Pero en tanto que las frases —y los "restos de oración"— poseen capacidad de auto nomía comunicativa, las prooraciones careceu de ella. Autonomía enunciativa evidente poseen frases com o "La sal, por favor" o " Violento debate en la cámara de diputados" — de igual manera que la poseen restos oraciouales como "Buenas tardes" o "Adiós"—, cosa que no sucede con las prooraciones: "Por la noche" o "En mi casa" son expresiones que earecen por sí mismas de toda posibilidad enunciativa autónoma.
cionalmente-la oración subordinante "Te lo devolveré"20. En el diálogo, sobre todo, estos encabalgamientos sintácticosentre cláusulas diferentes-son muy comunes.
4.6. La omisión —oral— de un elemento nuclear en oraciones elípticas independientes o autónomas puede explicarse por la situación o "universo del discurso" (Urban, pp. 162ss.). Por ejemplo, en el caso de un enunciado del tipo "¡Qué belleza!" dicho al contemplar un cuadro19. 4.7 La función prooracional puede estar a cargo no sólo de una palabra o sintagma reproductor —como sucede en los ejemplos proporcionados en el § 4.2—, sino que también puede ser desempeñada por toda una oración complementaria. Por ejemplo, a la pregunta "¿Cuándo me lo devolverás?", la respuesta "Cuando las ranas críen pelo" es. una oración subordinada temporal que implica —proora19 El elemento nuclear [S] constitutivo de esa oración se elide, ya que está dado —expresado— por la situación. Pero la relación predicativa, definitoria de la oración gramatical, se establece sin duda en easos como éste: Del cuadro —elemento [S] presente y bien delimitado por la situación en que se produce el hecho del habla— se predica [P] la belleza. Se trata, pues, de una verdadera oración gramatical, llámese o no "elíptica". Oración gramatical sin duda, aunque elíptica si se quiere, es la expresión "¡Qué estúpida actitud!" dicha cuando el interlocutor del hablante vuelve a éste la espalda como reacción ante sus advertencias. El elemento nuclear sujetivo [S] está dado por la acción física del interlocutor, lo cual permite elidir su expresión, dando lugar así a la oraeión elíptica señalada, cuya forma plena sería "Tu actitud (el volverme las espaldas) es una aetitud estúpida".
20 De igual modo, la oración "Si puedo" como respuesta a "Lo harás pronto?" funciona al mismo tiempo como prooración de su regente implícita "Lo haré", de modo que tal respuesta representa toda una cláusula constituid a p or un p eríod o condic io n a l, c u y a a pó do s is n o e s n e c e s a rio expresar: "Lo haré, si puedo
5. EL PERIODO
5.1. Históricamente, el término período fue empleado por nuestros primeros gramáticos como sinónimo de cláusula, ambos con el sentido de expresión completa o semánticamente autónoma. Así, ya, en Jiménez Patón: "Cláusula, ó Periodo se dice una racon perfecta..." (p. 80vº) . Como también en Covarrubias: "Periodo. La cláusula rodada y entera, del nombre griego πЗριοδος, que es lo mesmo". Igual equivalencia en Correas: "Periodo es palavra Griega... i es lo mesmo que en Latin, i Rromanze clausula" (p. 135). Esta sinonimia se mantuvo hasta el siglo XIX (Salvó, p. 1), pero en esa centuria surgen ya los primeros intentos de establecer una distinción entre período y cláusula. Un tanto imprecisos resultan muchos de ellos, como sucede en el caso de Jaime Costa, para quien período sería el enunciado amplio integrado por dos o más cláusulas (p. 141). De carácter muy similar es la distinción que esta blecieron algo después Salvador Padilla (§ 264) y Vicente García de Diego (Manual, § 274). En cambio, Gregorio Herrainz trató de establecer una distinción más precisa y rigurosa. Para él, período sería, concreta y específicamente, "la cláusula compuesta de dos partes, la una que expone lo primario del pensamiento (prótasis o principio) dejándolo suspendido y dependiente de la otra, que la completa (apódosis o conclusión). Luego todos los períodos son cláusulas, mas éstas no siempre son períodos" (p. 129). Esta distinción fue aceptada, entre otros gramáticos, por Jiménez Aquino (cf. p. 7) y, posteriormen te, por Pérez-Rioja (§§ 284 y 285). 5.2. Con tales antecedentes, expuestos muy brevemente
aquí, considero que peude llamarse periódo a la expresión constituida por dos o más oraciones gramaticales21 entre las cuales se establece uan sola relación sintáctica, ya coordinante, ya subordinante. Ejemplos: "Trabaja por las mañanas y estudia por las tardes"; "Si vienes a casa, te lo daré". 5.3.1. Por su forma, los períodos pueden ser, de un lado, bimembres o plurimembres, y de otro, simples o compouestos.Normalmente, cada período consta de dos partes o miembros entre las cuales se establece la relación sintáctica única: "Aunque llueva, iremos al campo"; "Me lo das o te pego". Pero a veces es posible que aparezcan varios miembros -oraciones o frases o aun prooraciones-, pero siempre unidos por una sola relación sintáctica: "Se lo regalas, o se lo prestas, o se lo vendes"; "Llegué, ví y vencí". Cuando cada miembro del período, sean dos o más, está formado por una sola oración —o frase—, el período puede considerarse simple, como es el. caso de todos los ejemplos anteriores. Pero si alguno de los miembros del período está constituido a su vez por dos o más oraciones22 —o frases— , el período será complejo. Así, en un enunciado como " Sólo te perdonaré si me devuelves el libro o (si) me lo pagas", existe un período disyuntivo simple ("me lo devuelves o me lo pagas") y un período condicional complejo, dado que el miembro condicionante —o prótasis— está formado por dos oraciones: [ (A) —si (B) o (C)] = [ (Te perdono) si (lo devuelves) o (lo pagas)]. El miembro compuesto puede ser también el nuclear o regente: "Lo acepto y lo eonservaré siempre, porque me lo das tú". Cosa que había ya observado Gregorio Herrainz, al hablar de miembros paralelos (p. 130). 5.3.2. No es éste el momento —ni hay espacio para ello— de discurrir pormenorizadamente en torno a los principios teóricos sobre los que se asienta la clasificación sintáctica de los períodos. Es lo que ha hecho la gramática tradicional al clasificar las llamadas " oraciones compues21 o por dos o mas frases, o por la combinación de frases y oraciones, como en "Una limosnita, que hoy no he comido nada todavía". 22 0 sea, es a su vez un período diferente.
tas"2 3 . Sólo considero necesario hacer dos observaciones: una, relativa a la distinción entre oraciones adversativas y oraciones concesivas, cosa en verdad delicada, porque involucra, en cierta medida, los conceptos mismos de parataxis e hipotaxis; la otra, referente a la clasificación de uu tipo especial de oraciones, desatendido por lo común en nuestros manuales de gramática. 5.3.2.1. En mi opinión, la diferencia fundamental entre períodos adverativos y períodos concesivos radica en la relación de causalidad que se estableee emie las oraciones de estos últimos, relación ausente en la coordinación adversativa. Dentro de las relaciones causativas --y, por ende, complementarias, subordinadas— cabe distinguir eu español — conforme hizo ya Rafael Seco, por ejemplo - la expresión de la causa eficiente, de la causa final, (le la causa hipotética y de la causa "contraria" o contra-causa, lo cual e stá a ca r g o de la ll a m a da o r a c i ó n c o n c e s i v a 2 4 . A sí , en " aunque llueva, iremos al campo", el hecho de que llueva sería causa de no ir al campo, de lo contrario que en la
oración principal se expresa. En cambio, en un período adversativo, como "fui a su casa, pero no lo encontré", la oración adversativa (el no encontrar) no es causa —ni contraria ni eficiente— de la otra oración (del ir a su casa). Dos oraciones gramaticales pueden ser expresadas (relacionadas) por el hablante de manera paratáctica o hipotáctica: En el período "Aunque es muy inteligente, no supo resolver el problema", se presenta la relación de manera concesiva ( causa contraria), ya que el "ser inteligente" sería causa. 23 Aunque bajo este nombre se reunían confusamente dos tipos de entidades lingüísticas: la cláusula y el período. En efecto, las definiciones más comunes de la "oración compuesta" —la de la Aeademia, por ejempl o— cor re s p o nd e n a l o q u e de be l l amars e c l áu s u l a ( " u n id ad exp resiva autónoma y plena semánticamente'), pero luego, al analizarse y clasificarse esas "oraciones compuestas", no se clasifican las cláusulas, sino los períodos. 24 Aunque con otras palabras, casi lo mismo viene a decir José Luis Riv arola en su estudio sobre Las conjunciones concesivas en español medieval y clásico, Tübingen, 1976, Cf., en especial, p. 6, donde explica que "un enunciado concesivo expresa un caso en que esa expectativa no se cumple y puede ser definido, así, como contrario a una expectativa". •
(que se niega ) de "saber resolverlo", mientras que si se dice "Es intelegente, pero no supo resolver el problema", la realción se ha cambiado y el período resultante es coordinado adversativo, ya que la oración marcada (por el nexo) o complementaria no es causa de la complementada; en efecto, el "no saber resolverlo" no es causa de que sea o deje de ser inteligente. La oración concesiva es, pues, correlativa -en sentido negativo- de una oración causal: " Como es inteligente, supo resolverlo" está en correlación con "Aunque es inteligente, no supo resolverlo". Esquemáticamente, podría indicarse así: Período causal = " A porque B" (lo resolvió porque es inteligente) :: Periodo concesivo="No A aunque B" o "A aunque no B" (No lo resolvió annque es inteligente o Lo resolvió aunque no es inteligente). Inversamente, "A aunque B" (concesiva) corresponde a 1.1 estructura causal "A porque no B" ( Lo haré yo, aunque estoy cansado :: Lo haré yo, porque no estoy cansado). En cambio, en el período coordinado adversativo no existe --o el hablante no establece— ninguna relación de causalidad: En "Llovía, pero salimos", el salir no es causa —ni contraria ni eficiente— de la lluvia, de igual manera que en "Estoy cansado, pero lo haré", el hacerlo (acción futura) uo es causa de que esté cansado, mientras que sí se establece una relación causativa —contraria— al decir "Aunque llovía, salimos" o " Aunque estoy cansado, lo haré". Esa implicación de causalidad propia de la oración subordinada concesiva — e inexistente en la coordinada adversativa—determina que la oración concesiva deba preceder lógica y cronológicamente a la oración principal, cosa que no tiene por qué suceder en el caso de la oración adversativa. La lluvia, en el ejemplo antes considerado, es previa a nuestra salida al campo (y, en una concesiva hipotética, lo sería la posibilidad: " aunque puede ser que llueva, iremos"), así como el "estar cansado" del otro ejemplo, es también anterior al "hacerlo". Los procedimientos un tanto mecánicos con que se trata
de comportamiento —características particulares de cada forma—, sin que ello permita dar a tal comportamiento singular significación suficiente como para definir o caracterizar hecho de orden mucho más profundo y trascendente. No me parece satisfactoria la explicación según la cual los fenómenos de la coordinación y la subordinación quedan definidos por el hecho de que la oración precedida del nexo pueda anticiparse o no a la otra oracióu; lo printero definiría a la hipotaxis, y lo segundo, a la p a r a t a x i s . De acuerdo con ello, porque tenía frío sería una oración causal subordinada, ya que no sólo puede decirse "se p n s o el abrigo porque tenía frío", sino también, anticipando la causal, "porque tenía frío, se puso el abrigo". De aceptar tal criterio de clasificación, resultaría que se cansa pronto sería oración coordinada adversativa cuando fuera introducida por la conjunción i bero (en "corre mucho, pero se cansa pronto"), ya que no puede decirse *"pero se cansa pronto, corre mucho", y en cambio la misma oración —en idéntica relación con la otra— sería subordinada concesiva cuando fuese introducida por la conjunción aunque, ya que sí puede decirse "aunque se cansa pronto, corre mucho". Creo que los conceptos de coordinación y de subordinación responden a algo más profundo que esa simple posibilidad, que sólo prueba —me parece— el diferente comportamiento particular de los diversos nexos (pero y aunque en este caso) . Si la oración coordinada se caracterizara verdaderamente por la obligatoriedad de su posposición y la subordinada por la posibilidad de su anteposición, ¿qué habría de decirse de las oraciones causales introducidas por como, las cuales —al contrario de lo que sucede con las demás subordinadas— sólo pueden figurar en la primera posición, pero no pueden posponerse a la oración regente? En efecto, " como tenía frío, se puso el abrigo" es el único orden posible, y no "se puso el abrigo, como tenía frío". El tener frío es tan causal de ponerse el abrigo como lo sería si se usase puesto que como nexo, el cual sí permite la posposición de la causal. No creo tampoco que resuelva el problema la fórmula, ya tau difuudida, de S. C. Dik:
Fórmula que explica la posibilidad de anteposición de la oración subordinada, basándose en la "integración" del elemento subordinante en el miembro F2, pero que no alcanza ría a explicar la simple cuestión de comportamiento singular que impide la posposición de la posposición de la oración subordinada causal introducida por como. Y que, por otra parte, obliga a hacer razonamientos muy forzados 25 para mautener a las adversativas dentro de la relación paratáctica, ya que el pri cipio de "permutabilidad" que el esquema de Dik permite en la coordinación ("Luis y María fueron" = "María y Luis fueron") no funciona bien en el caso de la adversación restrictiva ("Fulano trabaja pero no progresa", algo diferente de "F. no progresa, pero trabaja") y no funciona en absoluto en el caso de adversativas exclusivas relacionadas con sino: En "No es francés sino alemán" no se pueden p e r m u t a r los miembros sin cambiar totalmente el significado ("No es alemán sino francés"). Tampoco el recurso formal de la posibilidad o imposibilidad de coordinación interna entre los nexos subordinantes o coordinantes me parece suficiente para definir los conceptos de hipotaxis y de parataxis. De aceptarlo como válido, habría que clasificar como coordinada la oración causal tenía frío introducida por pues en el enunciado "se acostó pues tenía frío", pero esa misma oración tendría que ser incluida entre las subordinadas si se construyera con puesto que; todo ello, por la sola razón de que pues no admite coordinación consigo misma ("se acostó, pues tenía frío y pues se sentía cansado"), en tanto que puesto que sí la admite ("se acostó, puesto que tenía frío y puesto o que se sentía cansado"). 23 Como lime yo. hacerlos ANA M. ECHAIDE en su estudio sobre "La coordinación adversativa en español", RFE, 57 (1974-1975), pp. 1-33; cf., en especial, pp. 2-8.
N o puede tampoco pasarse por alto el hecho de que esos recursos se contraponen en algunos casos, se anulan: P u e s sería coordinante de acuerdo con el criterio que acabo de comentar, pero en cambio sería subordinante de acuerdo con el criterio de integración en su oración, que permite la anteposición: "Pues lo sabes, no necesitas más explicaciones". Como bien advierte Rivarola (pp. 9-10), tauto aunque como pero pueden ser —funcionar como— con j u n ci on es adversativas (coordinantes) o concesivas (subordinant es). Y, sin embargo, su comportamiento particular es muy dife rente: pero no admite anteposición en la cláusula (*" pero s e c a n s a , c o r r e ) n i c o o r d i n a c i ó n ( * " c o r r e , p e r o s e cansa y pero se ahoga"), c o s a qae sí es posible con aunque. Creo, pues, que cl hecho (le que el nexo sea concesivo o adversativo depende del tipo de relación que se establezca entre las dos oraciones, causativa ( subordinante) o no causativa (coordinante) respectivamente. 5.3.2.2. En la mayor parte de los manuales de gramática, nada o muy poco se dice sobre un tipo de oraciones bastante usual en nuestra lengua: el que denominaré "prepositivo", a falta de mejor nombre26 . Se trata de oraciones que sirven de complemento inmediato —por no decir "directo", ya que la preposición intermedia lo impide— a un verbo de rágimen prepositivo. O sea, oraciones del tipo "No me acuerdo de lo que pasó". Pienso que estas oraciones prepositivas —o de régimen prepositivo (?)— desempeñan dentro del período una función gramatical equivalente a la de las oraciones objetivas. Si no verdadero complemento directo —objeto— del verbo principal, no cabe duda de que son su término, su complemento inmediato y necesario, tan inmediato y necesario como pueda serlo el complemento directo de los verbos transitivos. Compárense los siguientes ejemplos: 1) No me acuerdo de nada — No recuerdo nada
No m e a c u e r d o d e l o q u e p as ó - N o r ecu er d o l o q u e p a só 2 ) No m e a t r ev o a d ecír s el o - N o o s o d ecír s el o 3 ) Me e n t e ré d e q u e s e h ab ía i d o - S u p e q u e s e había ido. Pru e b a d e l a e q u i v al en ci a f u n ci o n al d e l as o r aci o n es su b o rd i n a n t e s d e s t o s p er ío d o s , p r ep o s i t i v o s y o b j e t i v o , e s e l h e ch o d e q u e l a i n t u i ci ó n l i n g u ís t i ca d e l o s h a b l a n t e s s e i n cl i n e a i n d en t i f i car l as , t ra n sfo rm a n d o e n t r an s i t i v as a l as p r ep o s i t i v as : " H ay q u e i n si st i r q u e e s o n o s e l es p o d r à p er m i t i r " ; " y q u e d a m o s q u e se r ía i n t er es an t e h acer l a p r u eb a" ;" y e n t o n c e s m e e n t e r o q u e s e q u em ó co n u n s o p l et e" 2 7 Téngase en cuenta, además, que son muchos los verbos castellanos que, siendo antiguamente prepositivos, se hau transformado ya en transitivos. Keniston enumera, sólo en el § 37.54 de su obra, los siguientes casos de verbos que, todavía en el siglo xv1, regían la preposición de: aceptar, acordar, creer, desear, determinar, intentar, jurar, olvidar, osar, pensar, procurar, prometer, rehusar y temer. También en el español contemporáneo se advierte la misma tendencia a la construcción directa. Verbos que en España se man tienen aún como prepositivos, se han hecho transitivos en México: "Platícame eso"; "Te invito unas copas", etc. Desde el punto de vista funcional, habremos de incluir, por lo tanto, estas oraciones prepositivas dentro de la subordinación sustantiva. 5.3.2.3. Dadas las finalidades esencialmente prácticas de mis ensayos y el deseo de mantenerme dentro de una tra dición gramatical de todos conocida, la clasificación sintáctica de los períodos que he utilizado ha sido, no obstante sus limitaciones y aun deficiencias, la siguiente: Clases de relación formal
I. Yuxtaposición II. Relación nexual.
2 6 Alcina-Blecua, únicos autores en que encuentro amplia atención a es t e ti p o d e o r a c i o n e s , l as l l amas " re gi das " ; c f. pp. 99 1 -9 9 2 . T amb ién
Marcos (Estudios, pp. 117-118) hace mención de ellas, y Gili Gaya § 224) alude de pasada a este tipo de subordinación sustantiva.
(Curso, 27 En el primer caso puede haber cruce con "repetir que"; en el seg u ndo,
con "acordar que", y en el tercero, eon "saber que". Alcina_Blecua r e c o g e n u n p asaje d e Juan Ramón J imé n e z s imila r: " Me ac ue r d o q ue me pa re c ía n
Clases de relación funcional
I. Coordinación II. Subordinación Por medio de la simple yuxtaposición pueden establecerse las mismas relaciones sintácticas que se señalan mediante el empleo de nexos. La misma relación adversativa existe, por ejemplo, entre las dos oraciones yuxtapuestas de un período como "Yo se lo pedí; él no me lo dio", que entre las oraciones relacionadas nexualmente de "Yo se lo pedí, pero él no me lo dio". Claramente subordinada es la oración se lo digas del período "Te ruego se lo digas hoy mismo", no obstante aparecer en construcción formalmente yuxtapuesta con su regente te ruego. Las oraciones de infinitivo, gerundio y participio se subordinan a la oración dominante por simple yuxtaposición: "Pedírselo sería humillante"; "El decirlo tú y entenderlo yo, me causa nueva admiración"; "Dicho esto, salió". Mucho más raros son los casos de verdadera yuxtaposición —o de falta de vinculación sintáctica directa— entre oraciones: "La entrega de los premios —eso es lo verdaderamente importante debe hacerse en su presencia". En cambio, la yuxtaposición de cláusulas es lo habitual en nuestra sintaxis: "Le dije que se lo daría cuando lo acabara. No supo qué contestarme. Una semana después le telefoneé". En los estudios aquí reunidos, siempre que entre las oraciones formalmente yuxtapuestas exista una relación sintáctica clara, he clasificado a éstas de acuerdo con esa función sintáctica, aunque no deje de señalar su condición de yuxtapuestas desde el punto de vista formal. En resumen, la clasificación funcional de los períodos es la siguiente: PERÍODOS PARATACTICOS 1) Copulativo la) Normal: "F. habla inglés y lee francés". lb) Intensivo: "F. trabaja y además estudia". 2) Ilativo o continuativo 2 8 : "No lo sé, así que no 28 Tanto los períodos ilativos como los distributivos podrían clasificarse como simples variantes partieulares del periodo copulativo, conforme hacen
3) Distributivo: "Aquí bailaban, allá conversaban, acullá jugaban a las cartas" 4) Adversativo: 4a) Restrictivo: "Fui a tu casa, pero no me recibió" 4b) Exclusivo: "No se lo di, sino que se lo vendí". 5) Disyuntivo: "¿Te lo regaló o te lo prestó?" 6) Declarativo: "Me dijo que quería discutirlo contigo, o sea, estudiarlo juntos". PERÍODOS HIPOTÀCTICOS A) Sustantivos 1) Sujetivo: "Quien canta su mal espanta"; "No
me gusta que mientas". 2) Predicativo: "Mi temor es que lo sepa"; "Él
fue quien lo dijo". 3) Objetivo: "No sé si vendrá"; "Le ordenó salir
del salón". 4) Prepositivo: "Me convenció de que lo hiciera " No me atrevía a decírselo". 5) Indirecto: "Se lo diré a quien me plazca". 6) Adnominal: "Tengo miedo de que venga"; " La certidumbre de que lo descubrirían le hizo desistir"29 B) Adjetivos 1)
Explicativo: "Lo tiene mi hermano, que es de
confianza". algunos autores. Que se clasifiquen como independientes —según he hecho yo— o que se subagruparan dentro de los copulativos no tendría repercusión de importancia para el tipo de estudios que aquí he recopilado.
29 Aunque funeionalmente las oraciones adnominales deberían incluirse entre las adjetivas, las mantengo aquí entre las sustantivas para distinguirlas con claridad de las tradicionalmente llamadas oraciones adjetivas de relativo. Tal vez pueda justificar esta distinción el hecho de que las adnominales ocupan el lugar sintáctico de los complementos adnominales, cuyo núcleo es siempre un sustantivo morfológico: "Tengo miedo de sus intenciones",
2) Especificativo: "No encuentro el libro que compré ayer". C) Adverbiales a) De relación circunstancial 1) Temporal: "Se lo diré cuando lo vea". 2) Modal: "Lo resolví como pude"; "Pasamos el día arreglando el motor". 3) Locativo: "Lo guardaré donde nadie pueda encontrarlo". b)
De relación cuantitativa 1) Comparativo: "El estudia más que tú". 2) Consecutivo: "Trabajaba tauto que cayó enfermo". c)
De relación causativa 1) Causal: "Llora porque tiene hambre"; "Estará enfermo, porque no ha venido"30 2) Final: "Grita para que le hagan caso". 3) Condicionales: "Si vienes, te lo enseñaré"; " De haberlo sabido, se lo habría dicho". 4) Concesivas: "Aunque me siento mal, iré". 30 Aunque conceptualmente distintas, las oraciones que expresan la causa lógica y las que expresan la causa eficiente o material pueden construirse en español de igual manera. Entre (1) "Estuvo en tu casa, porque yo lo vi entrar" y (2) "Estuvo en tu casa, porque yo se lo ordené" no h ay d i f e r e n c i a f o r m a l ni ngu na. L ó gi c ame nt e s í l a ha y : en (1 ), el hecho de que 'yo lo viera' no es la causa determinante de que él `estuviera en tu casa', en tanto que en (2) el hecho de que 'yo se lo ordenara' si fue lo que determinó que 'él fuera a tu casa'. En el primer caso, el `haberlo yo visto' es lo que me permite decir (asegurar, suponer, pensar, etc.) que " estuvo en tu casa", de modo que la oración causal "yo lo vi" lo es de un verbo implícito, núcleo lógico de todo el período. (Sobre esto, cf. el preciso estudio de RAFAEL LAPESA, "Sobre dos tipos de subordinación causal", en Estudios ofrecidos a Emilio /narcos Llorach, III, 1978, pp. 173-205). Se trata, pues, de una diferencia conceptual que no cuenta con diferentes formas de expresión en nuestra lengua. Desde el punto de vista gramatical, las dos oraciones causales se presentan como subordinadas explicativas del predicado principal; la distinción entre ambas —no formal— debe haeerse secundariamente atendiendo a la diferencia lógica o conceptual. Creo , pues, que son dos tipos de una misma clase gramatical de períodos: el causal.
LA ORACIÓN COMPUESTA
6.1. El nombre de "oracióu compuesta" podría resevarse exclusivamente para cierta clase particular de períodos: aquellos en que alguno de los elemeutos constitutivos de la oración gramatical básica, [S] o [P], es a su vez una oración. Tal cosa sucede, indudablemente, en el caso de los los períodos sujetivo y predicativo. En efecto, si en una oración gramatical —de estructura [ S<-P]-- uno cualquiera de sus elementos nucleares, [S] o [P] o ambos, se transforma a su vez en una oración, el resultado será un sintagma complejo, al que tal vez pueda darse ese nombre de "oración compuesta", por cuanto que evidentemente está compuesto —constituido, formado— por dos componentes oracionales, uno de ellos "encajado" en el otro. Así, en expresiones del tipo (1) Quien canta su mal espanta
(2) Tú fuiste el que le engañó el elemento sujetivo [S] de (1) y el predicativo [P] de (2) está constituido por una estructura sintáctica que es, en sí misma, una oración gramatical articulada en [S<-P]. Esas oraciones —la sujetiva quien canta de (1) y la predicativa el que me engañó de (2) — son parte constitutiva, nuclear31, de la oración total, verdadera oración compuesta23. 31 Kovacci (p. 29) las agrupa entre las "proposiciones incluidas" junto. con otras de carácter muy diverso, como (3) "leí el libro que me recomendaste". No cabe duda de que el grado de "inclusión" de quien canta en e l ejemplo (I) es muy diferente del de que me recomendaste en (3) y , desde el punto dc vista sintáctico, esencialmente distinto. 32 Doblemente compuesta será, lógicamente, la oración constituida por
En cambio, en los otros períodos hipotácticos, la oración subordinada es un simple complemento de la principal, y no un elemento constitutivo de ella, [S] o [P]. Así, en (3) "leí el libro que me recomendaste", la oración principal tiene plentitud formal por sí misma, puesto que posee un [S] ( = yo) y un [P] (= leí el libro) propios y diferentes de la oración subordinada; ésta no es más que un complemento de aquélla, de manera que podría omitirse sin que la regente resultase formalmente cercenada ("leí el libro") . En cambio, en el período del ejemplo (1) es imposible eliminar la oración sujetiva (quien canta) , ya que el sintagma restante (su mal espanta) quedaría formalmente incompleto en cuanto oración, por carecer de su elemento [S] constitutivo, nuclear. Y lo mismo en el caso del período predicativo, ejemplificado en (2) . En otras palabras, las oraciones subordinadas sujetivas y predicativas no cumplen, dentro del período, las funciones propias de un elemento secundario dentro de la oración simple, sino las correspondientes a un elemento esencial o constitutivo33. 6.2. Tal vez se podría pensar que no son éstos los dos únicos casos en que cupiera hablar de oraciones compuestas. En efecto, los períodos objetivos podrían también considerarse similares a los anteriores: El elemento nuclear —constitutivo— de oración [P] suele ser un verbo, conjugado o no. O sea, un predicado verbal. Ahora bien, esa identificación de [P] con el (V)erbo es exacta cuando se trata de verbos intransitivos usados intransitivamente, como en "los perros ladran", donde la función de [P] corresponde exclusivamente al verbo. Cualquier otro elemento que pudiera aparecer en esa oración sería simplemente complementario, no constitutivo de la oración: furiosamente, a la luna, etc. Pero no siempre sucede así. Cuando la oración gramatical está formada por un verbo transitivo usado transitivauna subordinada sujetiva y una predicativa: "Quienes lo solucionen bien serán los que podrán pasar a la prueba siguiente". 33 Por supuesto que las oraciones predicativas de carácter adverbial (cf. lo dicho al final del § 2.2.2) deberán también ser incluidas en este grupo: "La leche, donde no pegue el sol".
mente, cabe preguntarse si el elemento esencial del [P] es el verbo o si lo es el complemento directo o si lo es la unión de ambos. En no pocas ocasiones, es evidente que la función predicativa corresponde, en realidad, al complemento directo u objeto. En "Fulano dio un paseo", lo que se predica de Fulano no es el dar, sino el pasear (= dar + paseo). Hay varios tipos de estructuras predicativas en que esa función nuclear està a cargo de un nombre -sustantivo o adjetivo— que aparece acompañado po un verbo auxiliar, en rigor no predicativo por si mismo; el esquema de esas estructuras predicativas es "verbo auxiliar + complemento directo". Entre ellas, las siguientes: "dar + sustantivo, "hacer + sust.", "tener + sust.", "echar + sust., "poner + sust." y otras menos usuales. Ejemplos: (4) "Fulano dio un suspiro" (5) "Le hizo una caricia" (6) "No tengo ningún temor" (7) "Échale un telefonazo" (8) "Me puso una regañada tremenda" En todos estos casos, es evidente que la función predicativa no corresponde en rigor a la forma verbal, sino al sustantivo. El verdadero predicado de (4) no es dar, sino ciar un suspiro, y el lexema conceptualmente cargado —el que se predica de [S]— no es el verbo, sino el suspiro. En todos esos ejemplos (del 4 al 8) , el comunicado predicativo podía haber sido expresado por un verbo derivado de la raíz de cada sustantivo: "dar un suspiro" = suspirar, " hacer una caricia" = acariciar, etc. La lengua no siempre ha derivado verbos morfológicos para expresar las diversas modalidades conceptuales deducibles de conceptos sustantivos, y por ello mucha perífrasis verbo-nominales carecen de una forma verbal correspondiente. Por ejemplo, "dar un codazo" pero no *codacear; "hacer pucheros" pero no * pucherear, etc. Paralelamente, la gramát ica reconoce y establece la existencia ole predicados nominales, en los cuales la función
[P] corresponde a un nombre, y no al verbo auxiliar (o "copulativo") que pueda acompañarle. Así en (9) "El perro está hambriento" (10) "No estoy convencido de ello" (11) "Fulano es valiente", etc.,
Si se acepta que el elemento [P] de la oración simple transitiva es el conjunto verbo + sustnativo ("F. dijo una mentira" = "F. mintió"), también el período objetivo -como en "Fulano dijo que vendría"- podría considerarse como un caso de oración compuesta, dado que el elemento [P] incluiría a su vez una
lo que en cada caso se predica de su respectivo sujeto no es, obviamente, ni el ser ni el estar, sino el hambre, la convicción, el valor, etc. Estos predicados nominales funcionan como los verbales y a veces tienen una expresión léxica paralela: "este chile está muy picante":: "este chile pica mucho"34. Pues bien, esas mismas predicaciones pueden establecerse muchas veces a través de la estructura "verbo transitivo auxiliar + sustantivo complemento directo" que estamos considerando: (9a) "El perro está hambriento — El perro tiene hambre".
estructura oracional [S<-P] (él<- vendría) como parte constitutiva del mismo. De admitirse esta interpretación, creo que se podría incluir aún, dentro de la clase de "oraciones compuestas", un período más:
el
formado
por
oraciones
"prepositivas",
cuyo
funcionamiento sintàctico es similar, como hace poco hemos visto (#5.3.2.2), al de las objetivas. Si en "ayer supe la verdad", la función predicativa corresponde a supe la verdad, y en "
(loa) "No estoy convencido —No tengo la convicción" (1 la) "Fulano es valiente — F. tiene valor".
ayer supe que estaba enfermo" tal función corresponde a
No pretendo decir que los matices semánticos de ambos tipos de expresiones sean siempre idénticos, ni importa ello gran cosa, sino simplemente que la función de los predicados nominales de la primera serie (hambriento, convencido, etc.) es similar a la de los sustantivos objetivos de la segunda (hambre, convicción, etc.) : la función predicativa. De manera que el elemento [P] de una oración gramatical puede estar constituido simplemente por un verbo —en uso intransitivo— o por un verbo y su complemento directo: V Los hombres andan [P] V+C.D. — Los canguros dan saltos35.
quemado", la función predicativa correspondería a me enteré
supe que estaba enfermo, en "ayer me enteré de que se había
de que se había quemado, es decir al verbo regente y a la
oración predicativa conjuntamente"36
34 Cf. ALARCOS, Estudios, p. 120: "el café estaba amargo = el café amargaba", etc. 35 Esta distinción parece haber quedado ya apuntada por Cristóbal de Villalón (cf. pp. 57-58 y 85). Y años después, mucho más explícitamente,
por Gonzalo Correas (pp. 370-371).
36 Esta agrupación de oraciones que denomino "compuestas" me parece
absolutamente secundaria para mis propósitos , y no pertenece a la serie de conceptos anteriores (oración, frase, etc.); no se distingue esencial-
7. LA CLÁUSULA
7.1. Historia del concepto en la tradición gramatical es-
pañola
7.1.1. Si bien en la Gramática de Nebrija los términos oración y cláusula aparecen usados indistinta y confusamen-
te (cf. supra, § 2.1.1.) , en la segunda gran obra gramatical sobre la lengua española, la del Licenciado Villalón, encontramos ya claramente establecida la distinción entre ambos términos y entre los conceptos que cada uno habría de designar en la tradición gramatical hispánica durante los siglos siguientes. Explica Villalón: "debe notar, que ay diferencia entre clausula y oración. Que oración, a lo menos perfecta, se compone por la mayor parte de persona que haze alguna obra: y de verbo: y de persona con quien se denota passar, o hazer aquella obra el verbo... Y digo, que clausula es a las vezes vna oración sola 37 y otras vezes es vn ayuntamiento de muchas oraciones: las quales todas juntas espresan y manifiestan cumplidamente el concibimiento del hombre en el proposito que tiene tomado para hablar" (p. 85) . Esta precisa distinción es la que sostuvo casi unánimemente la magnífica escuela gramatical española de los Siglos de Oro. Puede hallarse en las obras de Sebastián de Covarrubias (s.v.) , de Jiménez Patón (pp. 3 7 El subrayado es mío. De tal observación se desprende sin lugar a du, das, que Villalón advertía con toda claridad, ya en 1558, la eseneial diferencia existente entre oración, en cuanto unidad gramatical, formal, y cláusula, en cuanto unidad de manifestación, nocional. Algunos gramátieos contemporáneos parecen agrupar en un mismo casillero morfosintáctico tan bien diferenciadas entidades línguísticas.
80vº y 81rº), de Gonzálo Correas (pp. 132 y 135), del P. Juan Villar (pp. 235, 253 y 259), y del P. Agustìn de San Juan (pp. 223 y 330). Despuès, a travès de Vicente Salvà, ha llegado, en nuestro siglo, a la obra- en esto singular- de Juan B. Selva38. Baste recordar aquí la explicación del Maestro Correas: "En la gramàtica se llama oración la razón breve y sentido o sentencia que se hace con nombre y verbo concertados con número y persona. Con las oraciones gramaticales multiplicándose unas entre otras se hace el período, o corto con pocas oraciones, y a veces con solo una, o largo con muchas. Perìodo es palabra griega.. y es lo mismo que en latín, y romance cláusula. 7 . 1 . 2 . Con lo dicho, podrá advertirse fácilmente cuán equivocados estaban Amado Alonso y Henríquez Ureña cuando escribieron aseveraciones tan injustificadas y sorprendentes como éstas: "En algunas gramáticas extranjeras las expresiones que son oraciones por la forma pero no por el sentido se llaman miembros de oración con forma de oración, lo cual en español sería buena explicación pero uo un nombre; en las nuestras se suelen llamar, desde Bello, proposiciones para distinguirlas, convencionalmente, de las oraciones plenas. Oración es el término tradicional en nuestras gramáticas para designar la expresión de sentido completo. Por desgracia, algunos gramáticos recientes han introducido otro término, también convencional, cláusula, con el cual designan especialmente a la oración de sentido completo, como si el tener sentido completo fuese cosa de una clase especial de oraciones y no lo normal. Es evidente que, sin embargo, conviene dar el nombre especial a las oraciones especiales, y conservar el nombre tradicional de oración para las oraciones normales. Las oraciones especiales son las que, si bien tienen sujeto y predicado, no tienen 3 8 La distinción entre cláusula y período, de que nos hemos ocupado
en el §
5.1, presupone la distinción entre estos dos conceptos, por un lado, y
e l d e o r a c i ó n , por otro. E n c o n s e c u e n c i a , e l c o n c e p t o t r a d i c i o n a l d e cláusula ha .sido abrazado, durante las dos últimas centurlas, por muchos otros gramàticos : Costa, Padilla, Herrainz, García de Diego, Pérez-Rioja, Lamíquiz , etc.
sentido completo; y el nombre especial debe reservarse para ellas,
como hizo Bello. Muy de desear es que se destierre de nuestras gramáticas el término cláusula, que es impropio, injustificado y provocador de confusiones" (Gram., II, § 19) . Como hemos visto, oración no es el término "tradicional" en la escuela lingüística española "para designar la ex presión de sentido completo", sino para denominar a la expresión constituida por un nombre y un verbo —o un [S] y un [P]— en relación predicativa. Tampoco el término cláusula era una innovación terminológica de comienzos de este siglo, sino voz profundamente enraizada en la tradición hispánica. Y, por último, cláusula —y no oración— fue precisamente el nombre dado por nuestros más antiguos e importantes gramáticos a la "expresión de sentido completo". No obstante lo erróneo de todas las aseveraciones de Amado Alouso —tan buen conocedor, por otro lado, de las doctrinas fonéticas de los gramáticos renacentistas—, su injusto anatema parece haber hecho fortuna, en especial desde el momento en que Piccardo y Roca Pons divulgaron ideas semejantes. En la actualidad, los términos tradicionales oración-cláusula han sido prácticamente desplazados por los de proposición-oración empleados —que no ideados— por Bello, cuando no por los correspondientes al uso inglés contemporáneo, cláusula-oración39. Tal desplazamiento me parece, no sólo absolutamente innecesario e injustificado, sino inclusive perjudicial. Y ello, porque no creo que la unidad de la Gramática (o morfosintaxis) sea, de ningún modo, la sentenee del inglés —traducida indebidamente con el término oración— sino 39 Inglés clause-sentence. Cf., por ejemplo, el reciente libro de Guillermo Rojo, Cláusulas y oraciones (Universidad de Santiago de Compostela, 1978), en el que se hace la historia de estos coneeptos con un peculiar sentido histórico de nuestra lingüística: el autor de lengua española más an t i g u o q ue s e m enc i o na e s A ndré s Be l l o ( 1847) y , d e los extranjeros, Arnauld-Lancelot. No sorprende, pues, que la terminología en él emplea_ da sea la inglesa, como lo es ya entre muchos de los profesores de español, no sólo norteamericanos, sino también iberoamericanos y aun españoles. La dependeneia cultural no se limita a los aspectos materiales de la vida moderna.
la oración de la gramàtica español tradicional, rebautizada ahora, no ya con un anglicismo, sino con un galicismo: proposición. Pero de ello nos ocuparemos después (#8). 7.2. El concepto de cláusula Recordemos la antigua definición del Licenciado Villalón: "es a las veces una oraciòn sola y otras veces es un ayuntamiento de muchas oraciones, las cuales todas juntas expresan y manifiestan cumplidamente el concibimiento del hombre en el propósito que tiene tomado para hablar"40. O sea, unidad de manifestación 4 1
que
revela un propósito c omunicativo42 conceptualmente pleno43. Para Bello, como para tantos otros gramáticos anteriores o posteriores a él, lo esencial de la cláusula —aunque la denominen oración— es el hecho de que posee sentido completo. Otros, en cambio, advirtiendo que una caracterización exclusiva o básicamente semántica presenta serios inconvenientes desde el punto de vista gramatical, prefieren atender a su autonomía elocutiva: de ahí las definiciones como expresión en posición absoluta, o sea, no incluida en otra expresión mayor (Bloomfield, p. 170) , o como constituto que no es un constituyente (Hockett, p. 199) , o como expresión lingüística independiente (Dick, p. 167) que realiza "una verdadera comunicación" (Roca Pons, II, p. 134). Todo eso es, en efecto, la cláusula.: expresión con autonomía elocutiva —mejor que sintáctica— derivada de su plenitud conceptual. 40 Y comparémosla, para advertir mejor su increíble penetración, con l a moderna de Sir Alan Gardiner: "A sentence is an utteranee which makes just as long a communication as the speaker has intended to make before giving himself a rest" (p. 208). 4 1 Cf. Lamíquiz (# 3.4.7), para quien la cláusula —que él llama enunciado— es "la unidad de manifestación". 42 Cf., de nuevo, Gardiner: "A sentence is a word or set of words revealing an intelligible purpose" (p. 98). 4 3 El concibimiento del hablante, su pensamiento global; o sea, la expresión "autosemántica", como se preferiría deeir hoy.
7.3. Clasificación previa de las cláusulas 7.3.1. Atendiendo al número de sus elementos constitutivos, las cláusulas podrían clasificarse en unimembres o en plurimembres, según que estuvieran integradas por una o por varias unidades gramaticales (oraciones, frases, proora ciones) . Ejemplos de cláusulas unimembres: "Me voy a casa". "¡Silencio!". "Tanto esfuerzo para nada". " (¿ Quieres res venir?) —Desde luego". "¿Caramba!". Ejemplos de cláusulas plurimembres: "Aunque no lo creas, ya he leído el libro que me prestaste ayer, porque es apasionante"44 "(¿Puedes venir?) . —Ahora no, pero mañana sí". 7.3.2. Atendiendo a la naturaleza o clase de sus elementos constitutivos: A) Cláusulas oracionales: las constituidas por una o varias oraciones gramaticales: "Estoy muy cansado". "Las cuentas, claras, y el chocolate, espeso". "Aunque lo jures, no lo creo, porque es lo más absurdo que he oído nunca y porque tú eres muy mentiroso". B) Cláusulas no oracionales: a) Constituidas por frase(s), en cualquiera de sus tipos: "¡ La esperanza de un regreso feliz!". "Sumisión en su actitud, pero odio en su mirada". "¡María!" (vocativo). "¡Chihuahua!" (interjección). "Buenos días, señor", etc. b) Constituidas por prooracioness "¡Desde luego!". "Ahora no, pero mañana sí" (cf. supra) . C) Cláusulas mixtas: Constituidas por combinación de las diversas estructuras gramaticales: a) Oración y frase: "Había un vendedor q u e gritaba: ¡ Al rico bombón helado!". "Tanto trabajo para ganar diez miserables pesos". "Buenos días, dijo al entrar" (cf. 3.1) . b ) Oración y prooración: "Sí lo hará, pero ¿cuándo?". " ( ¿Tú lo sabes?). —Te juro que no". " (¿Lo quieres?). —Sí, porque es precioso" (cf. § 4.3).
8. La unidad fundamental de la Gramàtica
8.1. Decía páginas antes (§ 7.1.2) que el desplazamiento de la distinción oración:: cláusula por la antinomia proposición:: oración me parecía absolutamente inconveniente. Y ello, no sólo como simple cuestión terminológica e histórica, sino también como verdadero error de principio. En efecto, parece lógico pensar que la unidad fundamental de la gramática, de la morfosintaxis, sea una estructura que pueda definirse morfológica y sintácticamente. El concepto de oración como expresión formada por dos miembros de función diferente, [S] y [P], entre los que se establece una relación predicativa, responde a ese principio morfosintáctico. En cambio, la unidad de manifestación definida como expresión autónoma desde el punto de vista de la elocución, no responde a tal principio, ya que nada dice de la forma gramatical privativa de tales expresiones, ni explica cuál es su función gramatical, pues no creo que la " autonomía" elocutiva sea una verdadera función sintáctica. Y, como acabamos de ver, la cláusula —que no "oración"— carece de forma gramatical determinada y delimitadora, puesto que puede estar constituida por una sola palabra, o por una prooración, o por una frase, o por una oración gramatical, o por una reiteración de cualquiera de esos elementos o de sus combinaciones. Así, resulta absolutamente imposible determinar cuál pueda ser la forma gramatical de la cláusula45 45 Nada tienen en común, desde el punto de vista gramatical, expresiones como "¡ aray !", p or un la do , y , po r o t ro , " Lo s prime ro s día s , e o mo C
Lidos los de boda suelen ser alegres, continuó Lotario como solía la casa de su amigo Anselmo, procurando honralle, festejalle y regocijalle con todo aquello ue a él le fue posible, pero acabadas las bodas y sosegada ya la q
44 Cláusula constituida por cuatro oraciones, integrantes, a su vez de trams periodos: adversativo, adjetivo especificativo y causal. ,
8.2. Pienso también que la oración, concebida como expresión articulada en [S] y [P] y de relación predicativa, es la unidad fundamental de la gramática por la sencilla razón de que esa estructura ha sido la que ha permitido construir todo el edificio de la cieucia gramatical desde hace siglos. No obstante su actual eclecticismo lógico-semántico-gramatical, la Real Academia Española tiene que reco nocer que "las oraciones bimembres son las que principalmente han servido y sirven de patrón para el análisis sintáctico, en cuanto establecen una relación formal entre los dos términos del juicio lógico: sujeto y predicado. Cada uno de ellos puede llevar complementos propios que lo determinan y desarrollan, y que se articulan en torno al su jeto o en torno al predicado, como núcleos esenciales de la oración gramatical". Y admite que este concepto estricto de la oración "facilita un instrumento de análisis tan convencional como se quiera, pero que ha sido utilizado con eficacia por la Gramática de todos los tiempos" (Esbozo, § 3.1.6). La simple determinación de las categorías funcionales de la lengua ha tenido que hacerse siempre partiendo del análisis de la unidad gramatical [S --P], según advierte Barrenechea: "Para estudiar las clases de palabras en español con criterio sintáctico tomaremos como base las oraciones bimembres «sujeto/predicado». Procederemos así porque en español la estructura de las oraciones unimembres admite cualquier tipo de palabra y de construcción endocéntrica o exocéntrica que podría formar parte de una estructura mayor en el esquema S/P, y por lo tanto no sirve para caracterizar dichas clases" (p. 12) . Cierto es que muchas cláusulas pueden tener verdadera estructura gramatical, pero no en cuanto cláusulas o expresiones autónomas, sino como consecuencia de la estructura propiamente gramatical de las oraciones o períodos que la integren: "Cuando lo vea, se lo daré para que no nos moleste más". Pero tal cosa no sucede en "iSocorro!", cláusula verdadera (que no "oración") . Quiero decir que, en el caso de cláusulas oraeionales, la estrecha relación de sus elemen tos constituyentes —consecuencia de haber sido concebidos frecuencia de las visitas y parabienes, comenzó Lotario a descuidarse con cuidado de las idas en casa de Anselmo, por parecerle..." etc.
como un todo por el hablante -determina que puedan ser ellas caracterizadas sintácticamente, dado que entre las oraciones gramaticales que las integran se establecen relaciones sintàcticas precisas, de coordinación y subordinación. En resumen, si las expresiones predicativas se destructura [S<-P] son, con mucho, las más usuales en el acto de la comunicación; si son ellas las que han permitido levantar el edicificio gramatical a través de siglos; y, sobre todo, si todas ellas pueden ser definidas tanto morfològica cuanto sintácticamente, parece lógico que se las considere como la unidad fundamental de la gramática y se reserve para ellas el secularmente tradicional nombre de oración. Esos otros enunciados cuya única característica comúu es su plenitud conceptual o su autonomía elocutiva, difícilmente podrían ser considerados verdaderas unidades morfosintácticas. Otorgarles ahora el nombre de oración, en vez del tradicional de cláusula, no ofrece ventaja alguna, y sí el grave inconveniente de presuponer que la unidad básica de la gramática pueda ser una estructura multiforme, heterogénea, y carente de función sintáctica específica. 8.3. Oración y proposición Concebida, pues, la oración —o expresión bimembre predicativa— como la unidad fundamental46 de la Gramática47, considero que no habría por qué incluir, dentro de los conceptos gramaticales, el hoy tan generalizado de proposición. Como bien se sabe, con este nombre se designa ahora a toda estructura oracional o predicativa [S <- P ] que carezca de independencia por formar parte de una expresión más amplia. La idea depende del supuesto de que toda oración gramatical debe poseer la autonomía propia... de la cláusula. Pero si la oración se define por su forma y su función, sin atender a su autonomía semántica o elocutiva, creo que 46 Aunque no única, por supuesto, dado que existen otras entidades sinta gmáticas, menores y mayores, como locución, frase, período, etc. 47 Aunque no tenga por qué serlo de la Semántica, o de la Psicolingüístiea, o de la Estilística, o de la Teoría del lenguaje.. , ramas todas de la
Lingûística (un objetivos y metodología espeeíficos, aunque a veces haya quien los mezcle un tanto coufusamente,
toda estructura oracional [S<- P] seguirá siendo verdadera oración, cualquiera que sea la relación que establezca con otras estructuras oracionales semejantes. Si "Tú te vas" es, indudablemente, una oración, y "Yo me quedo", otra, por cuanto que en ambas se establece una relación predicativa entre un [S] (tú en la primera, y yo en la segunda) y un [ P ] (vas y quedo respectivamente) , no creo que ninguna de e lla s de je de se r l o q u e g ram aticalmente es por e l simple hecho de que se relacionen entre sí en expresiones más amplias ( períodos o cláusulas) del tipo: "Tú te vas y yo me quedo", "Tú te vas aunque yo me quedo", "Tú te vas porque yo me quedo", etc. Decir lo contrario es confundir el ser con el actuar". La oración subordinada (o "proposición"), además, puede muchas veces tener plena autonomía, tanto desde el punto de vista formal y elocutivo como desde el punto de vista conceptual o semántico, según puede advertirse en el ejemplo anterior (yo me quedo). O en otros muchos: En "Tú te preocupas demasiado cuando yo estoy enfermo", la oración subordinada tiene plenitud y autonomía formal ("yo estoy enfermo" es una oración completa por sí misma, que podría expresarse sola, independientemente) y tiene también sentido completo en sí misma, de manera que el hecho de que forme parte de una expresión más amplia (un período o una cláusula) no cercena en nada el sentido —el contenido semántico—de "yo estoy enfermo" 49 . No me parece aceptable razonar de la siguiente manera: El enunciado "Me siento mal" es, sin 48 De modo semejante, un sustantivo morfológico, como madera, no deja de ser tal por el hecho de relacionarse —inclusive por subordinación— con otro sustantivo: "puerta de madera"; en cuanto sustantivo, puede seguir rigiendo complementos adjetivos: "puerta de madera tallada", o "de caoba", etc. 4 9 La posible objeción de que una oración como la de ese ejemplo forma parte de una eláusula y, así, su autonomía está restringida por tal dependencia o integración, no me parece que tenga validez. También una eláusula o "expresión autónoma" puede —y suele— formar parte de un contexto mayor: párrafo, discurso, conversación... de manera que tampoco sería expresión autónoma: Una respuesta del tipo "—Pues no se lo he dicho, porque no lo he visto todavía" es sin duda una eláusula (u "oración" en términos de Bello) —porque es el enunciado completo del hablante— y sin embargo tiene, obviamente, menos autonomía semántica y aun elocutiva que "estoy enfermo" dentro de su período...
duda, una oración, tanto desde el punto de vista formal [S<-P], como desde el punto de vista de su autonomía elocutiva o de su autonomía semántica. Ahora bien, si lo coordino o subordino gramticalmente a otra oración ( "Me siento mal" respectivamente), aun conservando toda su plenitud formal y semántica, deja de ser oración por el simple hehco de haber entrado en relación con otra estructura relacional50. Si lo que se quiere deci r es que una oración puede taponerse a otra, o coordinarse con ella o subordinarse a ella, dígase simplemente eso, y llámesela oración yuxtapuesta, oración coordinada u oración subordiuarla, pero no se la desnaturalice innecesariamente, transformáudola en "proposición" 5 1 , para transferir su nombre propio de oración a una estructura que puede, inclusive, no ser sintagmática: la cláusula. Considero, en síntesis, que todo este confuso problema procede de un solo error de principio: el de pensar que la unidad básica de la Gramática —la oración— puede corres50 La posición de quienes opinan que la oración coordinada sí sigue siendo verdadera oración, y no "proposición" (cf. nota 51), me parece todavía menos sostenible. En el ejemplo considerado, lo único que convertiría a me siento mal en "proposición" sería el hecho de que ya no se ha expresado sola, independientemente (sigue teniendo plenitud formal, función predicativa y autonomía semántica en los dos períodos ejemplifieados). Pues bien, ese "no expresarse sola", ese "formar parte de una expresión más amplia", es rasgo común tanto al período paratáctico cuanto al hipotáctico. -Como lo es también a la cláusula dentro del discurso. 5 1 T érmino, p or otra p art e , q u e n i s iq u ie ra pre s e n t a la ve n t a ja de la economía, pues sus partidarios también se ven obligados a especificar si se trata de proposición coordinada, o subordinada o yuxtapuesta . Cuestión e n q u e, p o r c i e r t o , t a m p o c o e x i s t e a c u e r d o e n t r e l o s d i v e r s o s d e f e n s o res de la "proposición", ya que para algunos (Escarpanter, como Bloomfield) toda oración relacionada con otra —sea por yuxtaposieión, por coordinaeión o por subordinación— se convierte en proposición (actitud, al menos, rigurosamente sistemática), en tanto que para otros (Roca, Her_ nández, Marín) sólo a las subordinadas corresponde tal degradaeión, sin que falte quienes consideren (Alcina-Blecua) que algunas subordinadas son verdaderas oraciones —las complementarias— y sólo las completivas serían proposiciones (ya que son, estrictamente, las únicas carentes de independencia). No afiadiré aquí más. Otras consideraciones sobre el asunto he hecho en el librito publicado por la Universidad de México a que hice referencia en la nota 8; a él me remito,
ponder a una entidad conceptual, informe (o de forma muy v ariable) y carente de función sintáctica, en vez de identificarse con una estructura formal específica y poseedora de una función privativa.52 * * *
Con estas simples y, en su mayor parte, tradicionales estructuras lingüísticas —palabra, frase, oración, prooración, período, cláusula— he hecho los ensayos de análisis del discurso que siguen. Repetiré, una vez más, que los resultados obtenidos —dada la limitación del corpus analizado en cada caso— son enteramente provisionales. Me interesaba más determinar si el método de trabajo elegido podía ser productivo, que alcanzar resultados concretos y definitivos. Pienso que tal vez puedan descubrirse en estos ensayos algunos síntomas de fenómenos o realidades interesantes, como podría ser la similitud estructural de la cláusula propia del habla culta y de la lengua literaria, frente a la estructura —más sencilla y recortada— característica del habla popular, y otros pormenores que —si bien sujetos a comprobación o rectificación— pueden desprenderse de los breves ensayos que siguen.
5 2 Objetar que, en expresiones del tipo "Quien calla otorga" (o sea, en períodos sujetivos y predicativos: cf. § 6.1), no puede hablarse de la existencia de dos oraciones gramaticales —sino de una sola oración, constituida por dos proposieiones—, ya que otorga no puede ser oración por carecer de elemento [Sl, sería objeeión improcedente, y la solución propuesta, inoperante. Esto, por cuanto que otorga tampoco podría considerarse verdadera proposición dado que no responde a la estructura [S<-P] para la que se quiere reservar el nombre de proposición. La objeción, si bien se mira, trata de resolver el problema mediante su simple cambio de nombres (proposición en lugar de oración y oración en vez de cláusula) , lo cual, como es lógico, nada resuelve. El hecho evidente es que una oración gramatical —quien calla— se inerusta en otra funeionando como su elemento sujetivo. (De ello me he ocupado, un poco más detenidamente, en el artículo "En torno a las unidades sintácticas del discurso", publicado en las Actas de Simposio Internacional de Lengua y Literatura Hispánicas, Bahía Blanca, 1981, pp. 219-228).
Segunda Parte
ESTUDIOS
NOTAS SOBRE LAS UNIDADES SINTÁCTICAS DEL DISCURSO Las diferentes estructuras elocutivas de que me ha servido para hacer los rápidos análisis sintácticos de la comunicación oral o escrita, presentan cierta distribución proporcional en su uso, según el tipo de comunicación o expresión de que se trate: lengua hablada o lengua escrita; narración o diálogo; poesía o prosa; estilo emocional o intelectual, etc. Por supuesto que la unidad gramatical más empleada, con enorme diferencia, en cualquier forma de expresión humana es la oración. Ella aparece prioritariamente tanto en la lengua hablada como en la escrita, en el habla culta como en la popular, en la expresión poética como en la prosaica. Es, en pocas palabras, la estructura gramatical básica de toda comunicación lingüística. En cambio, frases y prooraciones son formas expresivas peculiares de ciertos tipos o géneros comunicativos. En líneas generales, la frase resulta ser estructura característica de la expresión poética, en tanto que las prooraciones son formas casi exclusivas del diálogo. En poesía, no son raros los poemas en que las frases predominan, numéricamente, sobre las oraciones gramaticales. Sirvan de ejemplo los versos de Antonio Machado en Sol de invierno: Es
mediodía. Un parque. Invierno. Blancas sendas; simétricos montículos y ramas esqueléticas. Bajo el invernadero, naranjos en maceta,
y en su tonel, pintado de verde, la palmera. Un viejecillo dice, para su capa vieja: "¡El sol, esta hermosura de sol!"... Los niños juegan. El agua de la fuente resbala, corre y sueña lamiendo, casi muda la verdinosa piedra'. Frente a la acumulación de frases, frases escuetas —especialmente en las tres primeras estrofas del poemita—, sólo siete estructuras formadas en torno a predicados verbales, la mayor parte de ellos apiñados en la estrofa final. Recuérdese asimismo, del propio Machado, el poema "Soria fría, Soria pura" de Campos de Castilla: la misma acumulación de frases, plenas de poder evocador. El predominio de las frases sobre las oraciones gramaticales no es, a veces, sólo numérico, sino que alcanza a la jerarquización sintáctica de la expresión total. Así, en el siguiente poema, también de Machado (Soledades): La plaza y los naranjos encendidos con sus frutas redondas y risueñas. Tumulto de pequeños colegiales que, al salir en desorden de la escuela, llenan el aire de la plaza en sombra con la algazara de sus voces nuevas. ¡Alegría infantil en los rincones de las ciudades muertas! ¡Y algo de nuestro ayer, que todavía vemos vagar por estas calles viejas! (p. 77). Toda la estructura del poema se organiza en torno a cuatro frases dominantes, a las cuales se subordinan otras tantas oraciones, todas complementarias: dos de ellas —que llenan, que vemos— subordinadas adjetivas, con función 1 En Poesías completas, Prólogo de Manuel Alvar, Madrid, Espasa-Calpe, 1975, p. 135.
obviamente similar a la de los ocho adjetivos (y dos morfemas adjetivados: en sombra, de ayer) que matizan efectivamente la expresión poética. D eun total de 62 voces, sólo cuatro formas verbales predicativas, estrictamente oracionales2. Semejante arquitectura sintáctica en todas las estrofas iniciales de otro de los más bellos poemas machadianos: Orillas del Duero. Las escasas estrucuturas predocativas que en ellas aparecen van siempre subordinadas a frases dominantes, y siempre, además, en relación hipotáctica adjetiva. ¡Primavera soriana, primavera humilde, cougo el sueño de un bendito, de uu pobre caminante que durmiera de cansancio en un páramo infinito! ¡Campillo amarillento, como tosco sayal de campesina, pradera de velludo polvoriento donde pace la escuálida merina! ¡Aquellos diminutos pegujales de tierra dura y fría, donde apuntan centenos y trigales que el pan moreno nos darán un día! Y otra vez roca y roca, pedregales desnudos y pelados serrijones, la tierra de las águilas caudales, malezas y jarales, hierbas monteses, zarzas y cambrones. ¡Oh tierra ingrata y fuerte, tierra mía! ¡ Castilla, tus decrépitas ciudades! ¡La agria melancolía que puebla tus sombrías soledades! ¡Castilla varonil, adulta tierra, Castilla del desdén contra la suerte, 2 Muy semejante, casi idéntica, es la estructura sintáctica de muchos poem as d e J u an R am ó n J i m én ez. A s í, por ejemplo, en su El ejía 1 3 , t ras de dos amplias estrofas formadas exclusivamente por frases, la tereera y última da en rada a cuatro formas oracionales, pero todas ellas son subordin ad as d e fu n ci ó n ad j et i v a: " Un suspirar por algo encant ado y dist ant e, / por algo más que no se encuentra y que se ignora, / presentimientos tristes en cielos de diamantes,// una mujer que olvida y un poeta que llora".
Castilla del dolor y de la guerra, tierra inmortal, Castilla de la muerte! (pp. 142-143).
Brisa en las alamedas).4
Sigue la parte narrativa del poema; aparecen ahora en ella las estructuras predicativas, las oraciones gramaticales, dominando, organizando en torno a su núcleo verbal todos los elementos expresivos ("Era una tarde, cuando el campo huía del sol, y ... aparecía la hermosa luna..."). Los términos se han invertido: los verbos, que en los 25 versos iniciales sólo hablan aparecido en cinco ocasiones y siempre como núcleo de oración complementaria, pasan ahora a ocupar su puesto dominante en los enunciados. El contraste es manifiesto. A las dos diversas y bien diferenciadas partes de que consta el poema, corresponden dos formas diferentes de expresión lingüística. El intenso poder descriptivo y evocador de la frase permite que, en ocasiones, todo un poema esté constituido, íntegra y exclusivamente, por frases. Tal cosa sucede, por ejemplo, en el Poema de la soled, de García Lorca , en el cual no figura ni una sola forma verbal: 3
Tierra seca, tierra quieta de noches inmensas. (Viento en el olivar, viento en la sierra). Tierra vieja del candil y la pena. Tierra de las hondas cisternas. Tierra de la muerte sin ojos y las flechas. (Viento por los caminos. 3 C i t o por la edición de sus Obras completas de A. del Hoyo, Madrid, Aguilar, 1960, p. 229.
No juzgo necesario seguir acumulando ejemplos. Considero que los presentados bastan para mostrar el particular valor poético de la frase, su capacidad de evocación afectiva, su alta emotividad. De ahí, también, el hecho de que, dentro de la prosa, suelan aparecer las frases no en los pasajes estrcitamente narrativos, sino en las evoaciones sentimentales y en las descripciones plenas de subjetividad; es decir, en las situaciones en que resulta adecuado el uso de la llamada prosa poética. Su empleo fue recurso estilísitico de que sirvió, con notable frecuencia, un escritor tau esmerado como Gabriel Miró. Sirva de ejemplo el siguiente pasaje del obispo leproso, en el que la descripción del paisaje levautino, su evocación íntima, corre a cargo de una Mediaba de marzo. de naranjos de todos los hortasucesión brevesOlor frases, enmarcadas en su principio les. Aire tibio,por y estructuras dentro de predicativas, su miel unaverbales: punzada de huy en su final medad, un aletazo del invierno escondido en la revuelta de una calle. Nubes gruesas, rotas, blancas, veloces. Azul caliente entre las rasgaduras. Sol grande, sol de verano. Más nubes de espumas. Otra vez sol; el sol, cegándose; y la tarde se abría y se entornaba, ancha, apagada, encendida, fría..5 En la prosa narrativa "neutra", el promedio de aparición de formas verbales (en cuanto núcleos predicativos) es —según mis cálculos, aún muy provisionales — de una por cada seis formas no verbales, en un total de siete palabras por cada unidad oracional. En cambio, en el texto 6
4 Prácticamente lo mismo sucede en el poemita Pueblo, donde sólo aparece una forma verbal subordinada (un gerundio): "Sobre el monte pelado / calvario. / Agua clara / y olivos centenarios. / Por las callejas / hombres embozados , / y en las torres / veletas girando, / Eternamente / girando. í 111 pueblo perdido, / en la Andalucía del llanto!" (p. 230). 5 En Obras completas, Madrid, Biblioteca Nueva, 1943; p. 849. 6 Cf., por ejemplo, "Una nota sobre el estilo de Quevedo", incluido en este mismo volumen.
de Miró transcrito, a un total de 70 palabras corresponden sólo cuatro verbos, en vez de los once o doce que matemáticamente deberían corresponder. El contraste es todavía mayor si se confronta el texto mironiano con ciertos pasa jes de la prosa de Quevedo, en que las formas verbales, predicativas, se acumulan casi violentamente, como sucede, por ejemplo, en el siguiente pasaje, extraído de su Nombre, origen, intento, recomendación y decencia de la doctrina estoica:
Tantos contaban, que vivían como lograban. Vivían para morir, y como quien vive muriendo. Acordábanse del mucho tiempo en que no fueron; sabían que había poco tiempo que eran7. En total, doce formas verbales, escuetas, en número superior a las demás palabras nocionales del texto. Frente a ello, la acumulación nominal, en una rápida sucesión de frases, de otro texto mironiano en que sólo aparece un verbo, subordinado: "Calvario barroco de cipreses negros. Voltear de campanas a la redonda de las cumbres. Calles con toldos de cañizos. Fiestas y casas viejas. El Ayuntamiento con soportales de cal. En la sombra, un banco con los mismos abuelitos de siempre, que miran la lejanía desde la curva de sus cayadas"8. Evocaciones o descripciones hechas mediante un rico ensartado de frases pueden hallarse en la prosa de muy diversos escritores. Valle Inclán era muy afecto a ellas: "¡Verdes escampados de lluvia y ventisca, luces de tarde, paseos y melancolías de los emigrados españoles por la orilla húmeda de la carretera, entre Irún y Hendaya!"9 Otras veces, son rápidas y nerviosas pinceladas descriptivas, escuetas, palpitantes: "Tumulto en la talanquera del toril, y el toro en el ruedo: Bien criado, bien puesto de pitones, barroco, berrendo en colorado, divisa colmenareña. Aplausos al ga7 En l a e d i e i ó n de s u s Obras completas e n pro s a p rep arad a p or Luis Astrana Marín, Madrid, 3a. ed., 1945; p. 875b. 8 Años y leguas, p. 979 de la misma edición de sus Obras completas. o Viva mi dueño: Primera serie de El ruedo ibérico, t. II, Madrid, 1928, p. 15.
nadero. La Reina le busca con los ojos y les saluda con el abanico…Algarero ramillete. Revuelo de abanicos. Peinetas, modroños, claveles. Aplausos en todo taurino, al primer quite de Frascuelo. Un piquero por tierra”10. Dos aisladas estructuras predicativas inmersas en un cúmulo de frases. Recurso descriptivo éste que alcanza en las páginas iniciales de Al fijo del agua un cultivo extraordinario: “Pueblo de mujeres enlutadas. Aquí, allá, en la noche, al trajín del amanecer, en todo el sanro río de la mañana, bajo la lumbre del so alto, a las luces de la tarde –fuertes, claras, desvaídas, agónicas-; viejecitas, mujeres maduras, nadero. La reina le busca desvaídas, muchachas de lozanía, párvulas; en los atrios de las iglesias, en la soledad callejera, en los interiores de tiendas y de algunas casas —cuán pocas— furtivamente abiertas. Gent e s y calles absortas. Regulares las hiladas de mnros, a grandes lienzos vacíos. Puertas y ventanas de austera can t e r í a , cerradas con tablones macizos, de nobles, rancias maderas, desnudas de barnices y vidrios, todas como trabajadas por uno y el mismo artífice rudo y exacto. Pátina del tiempo, del sol, de las lluvias, de las manos consuetu , en ]os portones, en los dinteles y sobre los umbrales...". Sigue, hasta alcanzar más de dos páginas, esta sucesión de frases, apenas rota ocasionalmente por alguna aislada estructural oracional. Fuera de este uso literario —poético— de la frase, hay otros dos tipos de enunciado en que su empleo es relativamente frecuente: más, en los titulares de los periódicos; menos —dentro de la lengua hablada— en expresiones exclamativas. De lo primero, pueden encontrarse fácilmente abundantes ejemplos en cualquier diario: "Impetuoso y rápido avance de las tropas iraquíes"; "Respaldo total a la iniciativa del Presidente por parte de todos los sectores"; "Gran desarrollo económico a pesar del caos mundial"; "Incontenible derrame de petróleo en el Golfo de México"; "No más hambre con el uso íntegro de cosechas", etc. La función nominal (denominativa) de los "titulares" periodísticos encaja perfectamente con el carácter no predicativo de la frase gramatical. 10
m i dueño en la ed. cit., p. 386. 11 Agustín Yález, Al filo del agua, México, 24 ed., 1955, p. 3.
También la espontánea sencillez de las elocuciones exclamativas parece corresponder plenamente a la estructura mononuclear de la frase. "¡Tanto sufrimiento inútil!", "¡Siempre con la misma cantinela!", "¡Toda mi vida en este pueblo mugroso!" y otras expresiones semejantes son relativamente frecuentes en el habla coloquial. Pero también puede aparecer la frase, con relativa frecuencia, en la lengua hablada normal, no emotiva, en enunciados como los siguientes: " (Trabaja muchísimo toda la semana). Pero los domingos, cama hasta las once, luego su jaibol en el club, después una buena comida, siesta mayúscula, una partidita de poker y ni golpe en todo el día". " (Se casó con él). En seguida, cinco meses de felicidad, y a continuación, veinte años de infierno. Ahora, divorcio a las puertas".
En el diálogo, no es raro que una sola oración gramatical dé paso a toda una sucesión de prooraciones, cuyo denominador común es el sintagma predicativo [S<-P] inicial: “ –(Nos reunimos todos los días)- ¿En tu casa? – No; en la de Luis. - ¿A qué hora? – A las ocho o nueve de la noche”. De lo dicho se desprende, obviamente, que toda confrontación de los “estilos” gramaticales de diversos textos deberá hacerse siempre seleccionando textos de “ estilo” lingüístico o literario homogéneo: poético, narrativo o coloquial. A no ser que se trate, precisamente, de mostrar las diferencias estructurales existentes entre los diversos estilos de lengua o entre géneros diversos.
Por último, algunas breves anotaciones sobre la prooración. Es forma peculiar —ya que no exclusiva)"— del diálogo. El "conocimiento compartido" por los interlocutores les permite elidir (omitir en su elocución) lo previamente dicho de manera oracional. Cualquier forma lingüística puede funcionar como prooración. Ya un sustantivo ("¿Qué quieres tomar? — Vino"), ya un pronombre ("¿Quién lo tiene? — Yo"), ya un adjetivo ("No sé si será fácil o difícil. — Casi imposible"), ya un adverbio ("¿Piensas decírselo? — Nunca" [o sí]), ya un sintagma más o menos extenso ("Me dicen que lo has visto. — Ayer en la Facultad"), ya —inclusive— una oración gramatical, subordinada precisamente a la elidida ("¿Y cómo lo resolviste? — Como Dios me dio a entender" ) 1 3 . También el pronombre neutro —lo, eso, etc.— puede funcionar no como pro-nombre, sino como pro-oración: "¿Cuándo moriría don Claudio? Y nadie lo recuerda" (Miró, Sigüenza, p. 546)14 1 2 Puede aparecer en la narración: "Entre los indígenas existe la creenci a de que la luna nue va p u e d e d a ñ a r a l f e t o . S o b r e t o d o e n t re l o s zap o tecos"... Inclusive, literaria: "Y a este paseo nada más venimos por las tardes; eso sí, todas las tardes" (Mutó, Libro de Sigüenza, en Obras completas, p. 509). 13 Cf. supra, § 4.7 de la Primera Parte. 1 4 Por ot ra pa rte , la funci ó n si n t á c t i c a d e l a p r o o r a c i ó n res p ect o d e l a oraeión gramatical evocada puede ser de todo tipo. Sujetiva ("¿Quién
lo tiene? —Yo"), predicativa ("No sé si será fácil o difícil. —Imposible") o complementaria de cualquier clase: objetiva ("Qué quieres? —Vino"), prepositiva ("¿Te atreverías? —A todo"), indirecta ("A alguien se lo habrá dicho"... —Sólo a Luis"), temporal ("Cuándo irás? —Mañana"), locativa ("Tú lo has visto", —En la Facultad"), modal ("Y F. ¿qué tal lo haría? Perfectamente"),causal ("No entiendo por qué lo hizo. —Por temor al ridículo"), etc.
pias, sobre todo, de la norma culta, y resultan ser más escasas en el habla popular. Dados los límites impuestos por el carácter mismo (le esta reunión, deberé reduc irme a aualizar uuo solo de los temas sintácticos qu e puedan ejempli f icar la premisa primera y la consecuencia final. He elegido uno de los que considero más significativos y probatorios, por pertenecer al estrato más íntimo y p ro fu u d o d e l a es t r u cu t u r a l i n g u ís t i ca d e n u e st ra l e n g u a: el de la orgauización sintáctica del discurso o habla en el nivel oracional. Preteudo, pues, decubrir cuáles son las diferencias esenciales existentes eutre la expresión oral culta y la expresión, también hablada, del nivel popular. Todo ello, a través de la sintaxis de la cláusula. Mi método de trabajo ha sido el siguiente: He reuuido, tomándolas al azar, 20 muestras del habla actual de la ciudad de México, reunidas en las encuestas que venimos haciendo en el Centro de Lingüística Hispánica de la Universidad Nacional a partir de 1968 . Diez de ellas corresponden al habla popular urbana, y las otras diez pertenecen al habla cuita de la misma área. Cada una de ellas tiene una extensión de 15 líneas en los libros señalados en la nota 1. Todas ellas corresponden a elocuciones ininterrumpidas de los informantes, esto es, a enunciados dichos en momentos en que los informadores hablan sin que el interlocutor intervenga, interrumpiéndoles. De cada informante he tomado dos muestras, correspondientes a dos distintos pasajes de la misma encuesta. Cinco de estos informantes pertenecen a la clase sociocultural alta (representantes del habla culta) y los otros cinco a la clase sociocultural baja, de nula o escasa instrucción escolar (informadores representantes del habla popular). Sus características básicas son las siguientes: u',
GRAMÁTICA Y APRENDIZAJE DE LA LENGUA MATERNA
Presuposiciones 1) Existen en la lengua algunas estructuras sintácticas — modos de construir la expresión— de notable complejidad y aun dificultad. 2) Es muy probable que la mejor manera de adquirir y dominar tales estructuras sea mantener un contacto sistemá tico y constante con usuarios naturales de ellas, cosa que depende del ambiente familiar y social en que se desenvuelve el educando, de las lecturas que haga con atención, y de su personal capacidad de aprehensión y asimilación. 3) No todos los individuos en edad escolar —sino los menos —se hallan inmersos en tal favorables condiciones. 4) La enseñanza escolar parece ser el factor que origina mayor y más intensa consciencia lingüística. Consecuencia Si todo ello es cierto, cabe deducir que corresponderá a la escuela, a la enseñanza sistemática, la tarea de proporcionar el conocimiento consciente y riguroso de esas construcciones sintácticas de más elevado índice de dificultad.
Siendo el propósito de esta comunicación demostrar lo acertado de la consecuencia señalada, deberé probar, antes que nada, que esas estructuras sintácticas complejas son pro- pias
1
1 Una pequeña parte de esas encuestas ha sido transliterada fielmente p or los investigadores del Centro de Lingüística y publicada por la propia Universidad de México en dos gruesos volúmenes: El habla de la ciudad de México: M a t e r i a l e s p a r a s u e s t u d i o (1971) y E l h a b l a p o p u l a r d e l a ciudad de México (1976). De ellas me he servido para reunir los materiales linguísticos objeto de análisis en este breve ensayo.
No siendo mi propósito ahora, de ninguna manera, plantear ni
mucho menos analizar lo que podría ser una apasionante tema de investigación sociolingüística, sino sólo reunir la información necesaria para discernir lo acertado o lo erróneo de mis presuposiciones, el corpus con que trabajo puede parecer reducido, y no permitiría, por supuesto, llegar a conclusiones precisas de alcance sociolingüístico. Lo utilizo y presento sólo como una muestra que puede ser índice o síntoma del problema que ahora nos ocupa. El análisis de los textos produjo les siguientes resultados:
C u a d r o
I I
HABLA POPULAR: SÍNTESIS
Cuadro 1 HABLA CULTA: SÍNTESIS
2 La oración regente —inicial en la mayor parte de los casos— de cada texto no establece normalmente, como es lógico, relación sintáctica, pues no va precedida de ninguna otra a que pudiera determinar, 3 Dentro de "S" incluyo todas las combinaciones sintácticas que im-
plican una relación significativa, que va más allá de la simple adición por yuxtaposición o por cordinación copulativa o declarativa. Una relación adversativa es tan pertinente, desde el punto de vista semántieo, como pueda serio una causal o una comparativa.
macicales, end tanto que, dentro del habla culta, la cláu más extensa abarcaba 11 oraciones5. 2) Las oraciones del habla culta son más complejas —más Iar gas y con mayor número de elementos complementarios, especificadores o matizadores de los conceptos—, que las del habla popular. Efectivamente, en textos de la misma extensión (como son los utilizados por mí) se descubren sólo 209 oraciones gramaticales dentro del habla culta, frente a 327 oraciones en el habla popular. La expresión oracional popular es, pues, más escueta, más desnuda y concisa que la del hablante instruido. 3) La yuxtaposición y la coordinación, como formas más si m les de la sintaxis oracional, son bastante más comunes en el habla popular que en la culta. La subordinación se emplea, consecuentemente, más en el habla de las personas de mayor instrucción. Las frecuencias son muy reveladoras: El habla culta se sirve de la subordinación en un 48.2% de los casos, en tanto que el habla popular sólo lo hace en el 30.3% de ellos. Esto significa que la norma culta utiliza la subordinación —de acuerdo con mis muestras, por supuesto— casi un 60% más que el habla popular (exactamente, un 59.1% más)6 . Muy semejante es la relación entre los índices "S" del habla culta (55.3%) y del habla popular (34.4%), lo cual representa un 58% más para aquélla. 4) La estructura típica de la cláusula popular suele ser muy sencilla, como ya apuntábamos en el comentario 1. En buen número de casos sigue el molde "oración principal + oración relacionada", en el que la oración relacionada suele ser una yuxtapuesta (41.6%) o una copulativa (23.3%) . La estructura de la cláusula culta, algo más compleja en promedio, llega en no pocos casos a subordinaciones de va p
Un rápido examen de estos cuadros estadísticos revela inmediatamente acusadas diferencias entre el habla popular y el habla culta en lo que respecta a la sintaxis oracional. 1) La cláusula propia del habla popular es más breve y más simple que la del habla culta, según revela el hecho de que la cláusula popular sólo alcance un promedio de 2 oraciones gramaticales, en tanto que la cláusula cuita está integrada por una media de 3.2 oraciones. En el corpus por mí analizado, la cláusula del habla popular más amplia y compleja que hallé estaba constituida por 7 oraciones4 gra4
De la siguiente manera: 1 regente + 3 copulativas + 1 causal + 1 objetiva + 1 adjetiva (Inf, P-2, p. 26).
5 Así: 1 regente + 3 copulativas + 2 causales + 2 adjetivas + 1 sujetiva + 1 objetiva + 1 modal '(Inf. C-1, p. 20). 6
Esto implica que las relaciones lógicas de subordinación se expresan con freeuencia, en el habla popular, por medio de la simple yuxtaposición o de la coordinación. Un ejemplo de mis materiales: "También se puede quejar la criada con un gendarme; me garrotea" (Inf, P-5, p. 419), es decir, `si la criada se queja, el gendarme me garrotea'.
rios niveles sucesivos. Veamos un ejemplo, nada inusitado en el habla de personas instruidas: "Sería verdaderamente bueno que me fueras regresando ya los libritos que tuve la debilidad... o la tontera de prestarte cuando estuviste in ternada en el sanatorio". Cláusula cuyo molde abarca 5 niveles (4 de subordinación sucesiva):
una de cuales expresa un razonamiento completo, aca. De ahí que la cláusula siguiente suela relacionarse con la anterior por simple yuxtaposición —no por coordinación ni subordinación, como sucede con mayor frecuencia en el habla popular— por cuanto que la primera cláusula fue expresada en su plenitud, y la siguiente expresa un pensamiento o razonamiento nuevo, no subordinado a lo dicho inmediatamente antes. 6) Ciertas formas de relación sintáctica son poco usuales, y por ende poco familiares, entre los hablantes incultos. Un caso muy sintomático: el de las relaciones de índole adjetiva y posesiva al mismo tiempo. El hablante popular suele expresarlas sucesivamente, por medio de los morfemas que (relacionante complementario adjetivo) y su ( posesivo), en vez de hacerlo simultáneamente por medio del relativo cuyo: "un niño que... como de catorce años, que su papá era rico" (Inf. P-1, p. 22).
véase la simplicidad sintáctica de un texto po ( Inf. P-5, p. 419): "¡Ahi que siga su camino y yo sigo también el mío! Ni quien me chingue solito. Ni quien diga nada, ni yo molestar a nadie. Ni vacilar a una cr i a d a ni a nada, pues también se puede quejar la criada con un gendarme; me garrotea. Pero, corno no les digo, nada. Yo ¿qué cosa?... Me trajieron de Toluca para acá, y loe metían buenas jodas". En cambio,
5) Son más abundantes las relaciones nexuales entre cláusulas sucesivas en el habla popular (29.8%) que en la culta ( 19.6%) . Ello se debe a que la segunda cláusula, que sintácticamente debería formar parte integrante de la primera, se añade de manera un tanto forzada a ésta, construida mentalmente sin tener en cuenta —sin prever— a la segunda. La causa de todo ello parece clara: el hablante popular, al organizar la estructura profunda de su enunciado, no ha tenido la capacidad —la previsión— de abarcar la totalidad de lo que acabará por ser su razonamiento. Actúa por partes, fraccionadamente. Y por partes breves, sencillas, en tanto que el hablante instruido alcanza a construir cláusulas de mayor amplitud y complejidad, cada
7) Aunque los límites impuestos a esta comunicación me impiden hacer el análisis de las estructuras lingüísticas de cada uno de los informantes seleccionados, quisiera al menos advertir que los porcentajes reunidos demuestran que no hay —ni cabría esperar tal cosa— un divorcio completo entre las realidades expresivas del habla popular y l a s d e l h a b l a c u l t a . Rep ár es e en q u e l o s ín d i ces " p o rcentuales" correspondientes al informante popular número 4 superan, aunque sea por muy leve margen, en lo que respecta al uso de la hipotaxis, a los índices correspondientes a los informadores cultos números 2 y 4. El habla humana, culta e inculta, forma un continuum de imposible fragmentación en casilleros antagónicos. * * *
A la vista de todos estos hechos, cabe hacer algunas consideraciones relativas a la función de la enseñanza escolar dentro del proceso —del largo y nunca bien consumado proceso— de adquisición del lenguaje. Mucho se ha dicho, y no siempre sin razón, que la es-
cuela se ha interesado más por enseñar la gramática del idioma, que por enseñar el idioma mismo. "La escuela se ha preocupado por desarrollar predominantemente una competencia gramatical antes que una competencia comunicativa, que asegure la producción de enunciados apropiados... El estudiante aprende, si acaso, a conocer un aspecto de su lengua —el morfosintáctico— pero ignora cómo emplearla, cómo valerse de ella para dar expresión matizada a su pensamiento y fantasía"'. Creo, no obstante, que esos dos aspectos —el gramatical y el expresivo— son inseparables y complementarios. En el caso que nos ocupa, la gramática debería enseñar a usar las estructuras complejas que no todos los hablantes son capaces de emplear con naturalidad y con fluidez. Dicho a la antigua: enseñar a hablar bien. Servirse reiterada y mayoritariamente de la yuxtaposición y la coordinación copulativa no es, me parece, "hablar bien", sino sólo fragmentariamente y desaprovechando formas de expresión más precisas y variadas, como son las de la hipotaxis. Una mente capaz de organizar cláusulas complejas, cada uno de cuyos elementos integrantes ocupe el lugar que le corresponde y cumpla con la función que le es propia, será, sin duda alguna, una mente capaz de organizar bien sus ideas, ssu deseos, sus propósitos, sus iniciativas. Diversas investigaciones hechas últimamente en varios países, entre las cuales ocupa un destacado lugar la dirigida en Puerto Rico por el Profesor Humberto López Morales —investigación que ya ha sido llevada felizmente a su término—, han demostrado que es el grado de escolaridad alcanzado por los hablantes, y no los llamados medios de comunicación masiva, lo que crea una fuerte consciencia lingüística en el hombre. De este hecho, al parecer incuestionable, cabe deducir la enorme importancia que la enseñanza, en todos sus niveles (primario, medio y superior), tiene en el largo proceso de adquisición de la lengua. No soy pe da gogo ni me he oc u p a d o n u n c a e n l a enseñanza de la lengua en los niveles iniciales. Desconozco, pues, cómo y en qué medida podrá enseñarse a los educanJorge Díaz
Vélez, "Lengua materna, gramática y enseñanza", en
Anuario de Letras, XV (1977), pp. 219-240; ef. en especial pp. 235-23G.
dos de la escuela primaria y secundaria el funcionamiento de las estructuras sintácticas oracionales. Pero sí creo que en la escuela d e b e rá e l e st u di an t e i r s e i n i ci an d o en l o s secretos del idioma", en el uso amplio y variado de los recursos que l a l e n g u a l e o f r ece p ar a l a ad ecu ad a ex p r es i ó n d e sus pensamientos y sentimientos. De alguna manera deberá la escuela proporcionar los conocimientos teóricos sobre las estructuras oracionales más complejas de ! m u s i t o idioma. Sin ello, quizá sea posible que el individno llegue a pensar bien y ampliamente, pero será muy difícil que alcance a saber expresar con claridad y precisión —no digo ya con elegancia— el contenido de su conciencia. Y, como bien se sabe, son los modos de expresión oral el objeto y fin de la gramática. No tengamos rubor en admitir, con nuestros antepasados, que la gramática sea —al menos, entre otras cosas— "el arte que enseña a hablar y escribir correctamente un idioma cualquiera". Que quienes nos precedieron en el apasionante estudio de la lengua no eran tan tontos ni tan ingenuos como algunas soberbias actitudes de ciertos lingüistas contemporáneos harían pensar. La gramática puede concebirse —mejor dicho, cultivarse— como un fin en sí mismo. ¿Por qué no? Pero también puede concebirse —y con mayor derecho quizá— como un medio capaz de contribuir, en gran medida y con notable eficacia, en el admirable proceso de superación humana, tanto individual como colectiva.
C-I. Muestra B
C-2. Muestra A
C-2. Muestra B
C-3 Muestra A
C-2. Muestra total
C-3. Muestra B
C-3. Muestra total
C-4. Muestra B
C-4. Muestra A
C5C5C5 C5 Muestra B
C-5. Muestra total
INFORMANTES INCULTOS P-1. Muestra A
P-1 Muestra total
P-1. Muestra B
P-2. Muestra A P-2. Muestra total
P-2. Muestra B P-3. Muestra A
P-3. Muestra total
P-3. Muestra B
P4.
Muestra A
P-4. Muestra total
P-4. Muestra B
P-5. Muestra A
P-5. Muestra B
P-5. Muestra total
LA ESTRUCTURA DEL DISCURSO EN CINCO ESCRITORES MEXICANOS Presento aquí, muy sucintamente, los resultados obtenidos a través de una confrontación de textos breves escritos por autores mexicanos de nuestro tiempo. He hecho el análisis sintáctico de dos fragmentos de novelas o ensayos escritos por Alfonso Reyes, Martín Luis Guzmán, Agustín Yáñez, Octavio Paz y Juan Rulfo. Como es natural, y dados los propósitos comparativos del trabajo, los textos estudiados tienen todos la misma extensión 1 . La cual, a su vez, es equiparable a la de los pasajes de la lengua hablada analizados en el ensayo precedente. Siguiendo los mismos principios de análisis gramatical empleados en ese ensayo, los resultados obtenidos —algunos de ellos, bastante sintomáticos— son los siguientes:2
1 Los fragmentos analizados pertenecen a las obras siguientes: A. REYES, Cuestiones gongorinas, en la ed. de sus Obras completas VII, México, Fondo de Cultura Eeonómiea, 1958, p. 156 (Muestra A), y Entre libros, en la misma edición y volumen, p. 259 (Muestra B); M. L. Guzmán, La sombra del caudillo, 5a. ed., México, Compañía General de Ediciones, 1957, p. 44-45 ( Muestra A) y pp. 232-233 (Muestra B); A. YÁÑEZ , Al filo del agua, México, Edl. Porrúa, 1955, p. 22 (Muestra A) y p. 177 (Muestra B); O. PAZ, El laberinto de la soledad, México, Cuadernos Americanos, 1950, p. 20 ( Mues tr a A) y p. 108 (M u e st r a B) ; J. R U L F O , Pe dr o P á r a mo , Méx i co , Fondo de Cultura Económica, 1955, pp. 23-24 (Muestra A) y p. 146 (Muestra B). 2 En la presentación de los datos estadísticos sigo una disposición similar a la utilizada en el ensayo anterior. Así resultará fácil hacer la comparación entre las estructuras propias de la lengua hablada y de la lengua escrita.
Observaciones. Una rápida confrontación de los datos reunidos en este cuadro estadístico permite hacer algunas consideraciones de cierto interés: I) La estructura del discurso varía notablemente según que pertenezca a textos novelísticos o a ensayos. 1) En promedio, el número de cláusulas que integran los textos novelísticos (19) 4 es muy superior al de los ensayos (10) 5 , lo cual significa que la cláusula de este último género literario es mucho más amplia que la de la novela, como hubiera cabido imaginar. 2) Ello depende de la mayor complejidad sintáctica de la cláusula usual en el ensayo. En efecto, la cláusula de Alfonso Reyes está integrada por un promedio de 4.3 oraciones gramaticales, y la de Octavio Paz, por 3.9 oraciones (promedio 4.1), en tanto que la de Yáñez abarca sólo 3.4 oraciones, la de Guzmán 3.5 y la de Rulfo 2.2 (promedio de 3 oraciones por cláusula). Todo ello implica, obviamente, que la oración usada por los ensayistas es más amplia —presenta más sintagmas complementarios— que la de los novelistas, la cual es más escueta, más descarnada°. 3) Los períodos hipotácticos son más frecuentes en el ensayo (70.% en Reyes y 53.% en Paz; promedio: 62%) que en la novela (44.% en Yáñez, 50% en Guzmán y sólo 37.7% en Rulfo; promedio: 44.2%). En cambio, la yuxtaposición de oraciones es mucho más común en el estilo de los novelistas (promedio de 31.3%) que en el de los ensayistas (promedio de 19%)7. II) Las diferencias de estructura sintáctica entre unos autores y otros es, a veces, considerable: 4 Esto es: 15 cláusulas en Agustín Yáñez, también 15 en Martín Luis Guzmán y 28 en Juan Rulfo... 5 Sólo 9 cláusulas en Alfonso Reyes y 11 en Octavio Paz. 6 En los textos de Reyes figuran sólo 39 oraciones gramaticales, y 43 en los de Paz (promedio: 41 oraciones), en tanto que Guzmán organiza 52 oraciones, Yáñez 51 y Rulfo 63 (promedio: 55). 7 En Guzmán, 26% en Y áñez, 28.6% y en Rollo, 39.3%, mient ras que en Reyes es sólo de un 16.2%, y en Paz, de un 21.9%.
1) Los estilos de Alfonso Reyes y de Juan Rulfo —en lo que a la estructura de la expresión se refiere— son casi antitéticos. En los textos de uno y otro considerados —de idéntica extensión, por supuesto—, Reyes organiza sólo 9 cláusulas, y R ulfo 29, o se a , má s de l t ri p l e . L a pr eci s ión pormenorizada del ensayista —a través de cláusulas y oraciones amplias, complejas— frente a la pincelada sintética, impresionista, del narrador. 2) La naturaleza misma de la cláusula difiere notablemente en Rulfo y Reyes. Se sirve el primero de la yuxtapo sición en un 39.3% de los casos, en tanto que Reyes sólo la utiliza en un 16.2% de las ocasiones. En contrapartida, la subordinación oracional duplica en la prosa de Reyes (70.3%) a la usual en Rulfo (37.7%). 3) También se observan acusadas discrepancias entre los tipos de subordinación preferidos por uno y otro escritor. Los períodos modales, que en Rulfo representan un 9.8% de las relaciones oracionales en total, no aparecen en los textos de Reyes ni una sola vez. En cambio, la subordinación adjetiva, que en la prosa de Reyes alcanza un pasmoso 35.1%, en la de Rulfo apenas llega a un modesto 6.6%. 4) Octavio Paz es, de los cinco escritores aquí considerados, el que mayor número de relaciones nexuales esta blece entre unas cláusulas y otras (33.3%), en tanto que Agustín Yáñez apenas recurre a esa forma de expresión (7.7%). 5) Juan Rulfo es, sin duda, el autor de estilo más diferenciado. En un buen número de ocasiones, su sintaxis se aparta de la de los demás escritores, para aproximarse nítidamente a las estructuras propias de la expresión popular, de la lengua hablada por el pueblo: cláusulas muy breves —constituidas en promedio por sólo dos oraciones gramaticales—, y frases u oraciones escuetas, intensas, esenciales. Yuxtaposiciones frecuentes (39.3%), como en el habla popular (41.6%); subordinaciones oracionales escasas (37.7%), a la manera de los hablantes populares ( 30.3%); y, dentro de ellas, subordinación adjetiva muy esporádica (6.6%), aún más ocasional que en la sintaxis del pueblo (8.5%). Sin embargo, esta aparente sencillez de la prosa de Rulfo no impide que en su construcción sintáctica se produzca
una elevada variedad de relaciones. De los cinco escritores estudiados, sólo Martín Luis Guzmán le supera en cuanto a la diversidad de los períodos incluidos en sus respectivos textos: 15 clases de relación oracional en este último, y 13 en Rulfo, mientras que tanto en Agustín Yáñez como en Alfonso Reyes sólo encuentro 10 tipos de relación. 6) El análisis sintáctico del texto literario permite también apreciar la variedad interna del estilo individual. No obstante la brevedad de las muestras aquí estudiadas, hallamos claros testimonios de ello. Martín Luis Guzmán, por ejemplo, se sirve en un momento dado ( Muestra A) de 4 cláusulas consecutivas formadas, cada una de ellas, por una sola oración, para desbocarse inmediatamente después en una gigantesca cláusula constituida por 13 oraciones gramaticales. Y Agustín Yáñez, por su parte, organiza la primera de las muestras consideradas con sólo 19 oraciones, distribuidas en 6 cláusulas, en tanto que en el otro pasaje —de igual extensión que el primero— se sirve de un total de 32 oraciones gramaticales, correspondientes a 9 cláusulas. Sería necesario analizar condedetenimiento la relación que III) Desde un punto vista exclusivamente gramati puede entre estructura también sintácticaparecen y situación argumental. cal, losexistir textos analizados proporcionar informaciones interesantes: 1) Aparte de la simple coordinación copulativa, los tipos de relación oracional más comunes y frecuentes en nuestra lengua parecen ser la adversación, la adjetivación y las subordinaciones temporal y final. Períodos de esta naturaleza han aparecido en todas las muestras analizadas, y en proporción nada desdeñable. 2) La relación adversativa, que entre oraciones alcanza un 5.5% de promedio, es —además— la única que todos nuestros escritores establecen entre cláusulas contiguas. 3) Proporcionalmente, la subordinación adjetiva es la más empleada en español literario (18.5%), tanto con función explicativa (8.5%), como especificativa (9.7%). 4) También los períodos temporales aparecen en todos los textos estudiados, si bien permiten apreciar considerables diferencias entre la inclinación de unos u otros escri-
tores hacia su empleo: en tanto que Agustín Yáñez los utiliza con alta frecuencia (8.2%), Octavio Paz restringe su uso (2.4), y Juan Rulfo parece evitarlos (1.6%). 5) La finalidad es, asimismo, consideración presente en el pensamiento de todos los escritores —aunque con frecuencia más baja (3.4%)—, pero en cambio la causalidad —que parece ser factor primordial en la lengua habladas — apenas alcanza un índice de frecuencia del 0.8%, y no halla acogida en los textos de tres de los autores analizados: Reyes, Paz y Yáñez.
8 Cf. los resultados obtenidos en el ensayo anterior: subordinación causal = 6.4%.
LA ESTRUCTURA DE LA CLÁUSULA EN EL HABLAD Y EN LA LITERATURA La generalizada y lógica suposición de que la lengua hablada difiere, en gran medida, de la lengua literaria merece un detenido análisis que muestre cuál es, en realidad, esa supuesta diferencia. No pretendo hacer aquí un estudio pormenorizado de la cuestión, sino sólo presentar unas cuantas consideraciones en torno a uno de los casilleros lingüísticos en que cabría investigar la naturaleza de esa diferenciación: el de la estructura sintáctica de la cláusula. Mis consideraciones se basan en la comparación de los resultados obtenidos a través de las dos breves investigaciones sobre las peculiaridades de la cláusula usual en la lengua literaria de nuestros días, y la peculiar de la lengua hablada, tanto popular como culta, que ocupan las páginas anteriores a éstas. Un rápido examen del cuadro estadístico en que resumo, la información obtenida en los dos ensayos anteriores, permite advertir inmediatamente las acusadas diferencias existentes entre las tres modalidades de la lengua aquí consideradas. En primer lugar, una inesperada: la proximidad o afinidad sintáctica del habla culta y de la lengua literaria, en oposición al habla popular. Se había supuesto —según decía al comenzar estas páginas— que existe una clara diferenciación entre habla y literatura. Que la lengua escrita, la lengua literaria, en cuanto modalidad intelectual del lenguaje, es más compleja y "amplia" estructuralmente que la lengua hablada, en cuanto modalidad espontánea y natural de la expresióu humana. Pero el análisis del corpus mexicano por mi considerado revela una situación muy
ESTADISTICA
distinta. La estructura de la cláusula propia del habla culta coincide exactamente, en lo que al número de oraciones integrantes se refiere, con la estructura de la lengua literaria (3.2 oraciones de promedio en los dos casos) y ambas difieren de la estructura propia del habla popular ( sólo 2.1 oraciones por cláusula) . También el número total, absoluto, de las oraciones gramaticales que han aparecido en cada una de las muestras analizadas —literaria, oral culta y oral popular— apunta en la misma dirección. En el corpus del habla popular encuentro un total de 327 oraciones, en tanto que en el de los textos literarios sólo figuran 248, y en el del habla culta aún menos: 209. Ello obedece al carácter intenso, a la forma simple , "d esn u d a ", propia de la expresión popular, en la que las oraciones están constituirlas sólo por los ele-
mentos básicos, indispensables, en tanto que la lengua i literaria, culta, recurre a elementos secundarios, complementarios, que permiten matizar el pensamiento y precisar la idea fundamental. El hecho de que el número de oraciones gramaticales recogidas en las muestras del habla culta sea inclusive inferior al de la lengua literaria puede deberse a la abundancia de formas "dubitativas" —del tipo este. .., eh..., bueno... , pues...., entonces etc.— y de repeticiones de segmentos, mediante las cuales el hablante se da tiempo para ir construyendo su elocución. Los porcentajes consignados en el cuadro estadístico muestran que, en la inmensa mayoría de los casos, la lengua hablada culta y la literaria siguen derroteros comunes, que se alejan sensiblemente de los seguidos, en general, por el habla popular. Así, los casos de relación nexual entre las cláusulas son proporcionalmente los mismos en el habla culta y en la lengua literaria (19.1% y 19.6% respectivamente) , en tanto que en el habla popular el porcentaje se eleva hasta un 29.8%, lo cual significa que el habla del pueblo se sirve de ese tipo de relación en un 54.4% más que el habla culta y la lengua literaria. Ello podría deberse a que tanto el escritor como el hablante culto alcanzan a concebir mentalmente —a organizar— la totalidad de la expresión en una sola cláusula, en tanto que el hablante popular procede fragmentadamente, por partes, expresando en una cláusula la idea fundamental, y complementándola después con otra, que relaciona nexualmente con la primera. Así, por ejemplo, un hablante popular expresaría primeramente la idea principal de su pensamiento a través de una cláusula breve: "No voy a darte nada de lo que me pides". Y después, a través de una segunda cláusula, concebida posteriormente, podría explicar las razones de su comunicado inicial: "Porque no quiero que te hagas malcriado y caprichoso". Un escritor, en cambio, o un hablante culto, concebiría más f ácilmente la expresión global, unitaria, de su pensamiento, y podría manifestar todo el contenido de su conciencia a través de una sola cláusula integrada por las cuatro oraciones gramaticales que, en el ejemplo
supuesto, el hablante popular distribuye en dos cláusulas consecutivas. La proximidad sintáctica existente entre el habla culta y la lengua literaria —y su común distanciamiento del habla inculta— se advierte asimismo en la preferencia de esta última modalidad del habla por la yuxtaposición y por la coordinación copulativa de las oraciones gramaticales: En tanto que literatura y habla culta sólo se sirven de la yuxtaposición en un 27.7% y un 29.1% de los casos respecti vamente, el habla popular la utiliza en un 41.6% de las ocasiones, lo cual equivale a decir que el pueblo se sirve de la yuxtaposición oracional en aproximadamente un 46.5% más de casos que el hablante culto o el escritor. Y lo mismo sucede en el caso de la coordinación copulativa: El porcentaje de su empleo es casi igual en la prosa l i t e r a r i a ( 1 5 . 5 % ) q u e e n e l h a b l a d e p e r s o n a s c u l t a s (15.1%) , en tanto que en el habla popular asciende a un 23.3% (esto es, un 52. 3% más que en aquéllas) . En cambio, la subordinación oracional es lógicamente— mucho más común en las formas cultas de expresión que en el habla popular: Alcanza un 49.5% en la literatura y un 48.2% en el habla culta, pero sólo llega al 30.3% en el habla del pueblo (o sea, 61.7% menos). Se comprueba así la suposición de que la sintaxis oracional de la lengua literaria es más compleja que la de la lengua hablada... popular, pero no mucho más que la del habla culta, que sigue los moldes sintácticos de la escritura (o que los condiciona). Una y otra vez hallamos corroborada esta afinidad estructural entre habla culta y lengua escrita, en oposición al habla popular. Así, en el caso de la complementación de tipo adjetivo: Las dos primeras emplean más del doble de oraciones adjetivas (17% y 18.5% respectivamente) que el habla inculta (8.5%) , diferencia que se acusa aún mucho más intensamente en el caso de las oraciones adnominales (habla culta 2% y lengua literaria 3.4%, frante a habla popular = 0.3%). No parece, pues, gozar la subor d inación de carácter adjetivo de las simpatías del hablante i nculto1. 1 1 A ese respècto, r e s u l t a ta mbién sumamente revelador lo que se ad-
HABLA Y LITERATURA
También los periodos de carácter sustantivo, en general, parecen disfrutar de mejor acogida entre los escritores (16.4%) y hablantes cultos (11%) que entre los incultos (5.4%). Y, de semejante manera, lengua literaria y habla culta coinciden también en su preferencia relativa por las oraciones subordinadas temporales (4.2% y 7% respectivamente), en oposición con el habla popular (sólo 2.2%). Frente a todos estos casos en que la estructura sintáctica de la expresión literaria y de la oral culta coinciden notablemente, diferenciándose de la expresión popular, sólo en dos ocasiones el habla instruida parece alejarse de las pautas marcadas por la lengua escrita, para proximarse a las inclinaciones propias del habla inculta. La primera de ellas corresponde a la subordinación modal, que en la literatura asciende al 5% de los períodos reunidos en el corpus, mientras que el habla culta sólo llega al 1% y en la popular al 0.9%. Dado lo reducido —y provisional— de los materiales lingüísticos analizados, no me atrevo, en este particular, a aventurar explicación alguna. Más significativa y, tal vez, explicable resulta ser la segunda ocasión de discrepancia habla/escritura. Corresponde a la subordinación causativa, en general2 , y muy en particular a la relación causal propiamente dicha: Usada ésta por el pueblo en un 8.8%3 y por los hablantes cultos en un 4%, sólo aparece, dentro de la lengua literaria, en un insignificante 0.8%. Cabría suponer que, para el hablante medio, para el hombre común y corriente, la causa, el porqué de las cosas reviste suma importancia, en tanto que otras precisiones —modalidades, adjetivaciones— resultan vierte en la prosa de un escritor "intelectual", como el ensayista Alfonso Reyes, frente a lo que se descubre en el estilo de un narrador "popularista" como Juan Rulfo: En aquél, las oraciones adjetivas representan un asombroso 35.1% de su sintaxis oracional, en tanto que Rulfo sólo las utiliza en un insignificante 6.5%a. 2 Que en la literatura representa sólo el 5% de las relaciones sintácticas eutre oraciones, en tanto que en el habla culta sube hasta el 11.5% y en la popular hasta el 12.6%. a Lo cual la convierte en la forma de subordinación predilecta de los hablantes populares, de acuerdo —claro está— con los reducidos textos que aquí ;nialiru.
113
tn rdarias. Pero (¿es necesario reiterarlo?) la pequeñez del n) pus estudiado impide proponer conclusiones terminan-t.,,; quede, pues, esta observación como una simple sugetencia o síntoma de algo que merecería un análisis mucho mis detenido. Si la causalidad es factor que parece inquietar más que otros al hombre del pueblo, la finalidad, en cambio, parece despertar más la atención de los hablantes cultos y los escritores. Los períodos hipotácticos finales, en efecto, son relativamente frecuentes en la lengua literaria (3.4%) y en el habla culta (3.5%), pero escasean en la popular (1.6%).
No sé hasta qué punto puede ser válido hablar de "lengua literaria", o de "habla culta" o de "habla inculta" como de un todo homogéneo en cada caso. Estas generalizaciones entrañan graves peligros. En los ensayos que preceden a éste pude advertir, por un lado, que la cláusula peculiar de uno de los hablantes incultos estudiados era más compleja, más amplia, más "rica", que la cláusula característica de uno de los hablantes instruidos. Y, por otro, que el estilo —o tal vez fuera mejor decir la sintaxis— de uno de los escritores difería radicalmente del estilo —o la sintaxis— de otros. Que la cláusula más comúnmente empleada por Juan Rulfo se alejaba violentamente de la usual no sólo en los otros escritores'', sino también en el habla culta, para aproximarse y casi confundirse con la cláusula típica del habla popular. El temor a este peligro que entrañan las generalizaciones me obliga a presentar estas páginas como un simple ensayo de método que, aplicado mucho más ampliamente, podría resultar revelador... o estéril.
4 Por eierto que esa "anomalía" o singularidad de la prosa de Rulfo modifica los pourntajcs estadísticos de la lengua literaria, aproximándolos un larlo a Ins po„rliLijes representativos de la lengua hablada.
m a n t es
LA ESTRUCTURA DEL HABLA CULTA EN PUERTO RICO Y EN MEXICO ,Una reciente visita a Puerto Rico me ha proporcionado la oportunidad de extender el análisis de la estructura sin táctica de la lengua hablada a la norma culta de San Juan. Con amplia generosidad, la Profesora Amparo Morales puso a mi disposición los textos trasliterados de las encuestas hechas en la capital de la isla por el equipo de investigadores que, bajo la coordinación de Humberto López Morales, está llevando a cabo el estudio del habla culta de San Juan, dentro del amplio " Proyecto de estudio coordinado de la norma lingüística culta de las principales ciudades de Iberoamérica y de la Península Ibérica"1. De vuelta en México, he hecho una selección de textos puertorriqueños, organizándolos de manera que resultaran fácil y adecuadamente comparables con los textos mexica nos analizados con anterioridad. La base de esta confrontación ha sido un reducido muestrario del habla puertorriqueña, representada por cinco muestras de otros tantos informantes cultos residentes en San Juan, y el corpus del habla mexicana correspondiente al habla de los cinco informadores cultos antes estudiados. En todos los casos, las muestras consideradas tienen aproximadamente la misma extensión —alrededor de 325 palabras cada una— y pertenecen a un mismo tipo de 1expresión N o t i c i a d eoral: e s t a gla r a narrativa. n e m p r e s a h De e d alas d o ecaracterísticas n e l v o l u m e n dpersonales e Actas, informes y comunicaciones de El Simposio de México organizado por el yrsocioculturales dea los P ogra ma Inte ra me ric n o dinfore L i n g ü íst i c a y E n se ñ a n z a d e I d i o m as q u e p u blicó la Universidad Nacional Autónoma de México en 1969 (cf. pp. 221-233).
mexicanos di cuenta sucinta anteriormente (cf. p. 74) ; los informadores puertorriqueños cuya habla es ahora objeto de estudio responden a las siguientes características: Informante 1 = Mujer de 24 años, con Maestría en Historia del Arte; Inf. 2 = Hombre de 27 años, Profesor de Historia en la Universidad de Puerto Rico; Inf. 3 = Mujer de 37 años, Abogado; Inf. 4 = Hombre de 55 años, Economista; Inf. 5 = Mujer de 57 años, Educa dora en Salud Pública y Empleada Federal. Los resultados, en resumen, del análisis sintáctico del habla peculiar de esos informantes se recoge en los dos cuadros de las páginas siguientes: Una rápida confrontación de estos dos cuadros sinópticos nos permite descubrir en seguida fundamentales coincidencias y algunas notables divergencias. Ante todo, la casi idéntica estructura oracional de la cláusula promedio: en Puerto Rico está constituida por 3.1 oraciones, y en México, por 3.2. En consecuencia, el promedio de aparición de oraciones regentes es también casi el mismo: 32.4% en San Juan, y 31.6% en México. Muy similar es, por su parte, el promedio de relaciones sintácticas significativas (índice S) en el habla puertorriqueña (55.1%) y en la mexicana (53.1%). Y no difieren tampoco mucho los niveles porcentuales de las relaciones hipotácticas (50% en San Juan y 46% en México). No cabe sorprenderse ante tales coincidencias. En ambas ciudades se habla una misma lengua, que —a juzgar por estos resultados, aunque limitados y provisionales— sigue manteniendo su unidad estructural básica, al menos dentro de la norma cultural elevada que aquí hemos considerado. Atendamos, ahora, a las divergencias que pueden descubrirse dentro de esa homogeneidad fundamental. Salta, en primer lugar, a la vista el hecho de que el corpus del habla puertorriqueña aquí analizado sobrepase —no obstante ser de la misma extensión que el corpus mexicano— a éste en 45 oraciones gramaticales. Paralelamente, el número de (;ínsnlas del corpus puertorriqueño (86) excede en 17 unid ades al mexicano (66) . En contrapartida, lógicamente, el n úmero depalabras que integran, en promedio, la oración
CUADRO 1 N O R M A CULTA D E S A N J U A N
2 La oración regente de la primera cláusula de cada una de las cinco muestras individuales es independiente de cualquier otra cláusula. De ahí la diferencia numérica: 78 analizadas + 5 iniciales = 83. En el caso de la c iu d ad d e M é x i c o , l a di fe re nc i a as c i e nde a 10 u ni da d es, d eb id o a que, de cada uno de los cinco informantes, analicé dos muestras diferentes ( de igual extensión, en su conjunto, que las del habla puertorriqueñaa).
C UADRO 2 N O R M A C U L T A DE M É X I C O
gramatical del hablante culto mexicano (7.6) sobrepasa al del hablante puertorriqueño (6.3) . Quiere todo esto decir que la expresión de los puertorriqueños cuya habla se ha considerado aquí es algo más concisa, más "desnuda y esencial que la de los mexicanos. Dentro de la subordinación oracional, pueden advertirse también algunas diferencias entre los dos dialectos. Las subordinadas que podrían denominarse "primarias", por cuanto que corresponden a complementos básicos de la oración simple, son más abundantes en el habla de San Juan. En especial, las objetivas y prepositivas, que en la norma puertorriqueña representan, respectivamente, el 7.8% y el 1.2%, para un total del 9%, en tanto que, en el habla mexicana sólo alcanzan el 5.3%. De ahí que la clase de oraciones que he denominado compuestas abunden relativamente más en el español de Puerto Rico (12.1%) que en el de México (8.6%). En cambio, las oraciones complementarias de carácter adjetivo —menos necesarias en un tipo de comunicación esencial— son más frecuentes en el habla de los informantes mexicanos (16.3%) que en la de los puertorriqueños (9.7%), en especial en el caso de las explicativas — (7.6% y 3.1%) respectivamente—, que son elementos complementarios un tanto ornamentales. También existe una marcada diferencia entre la sintaxis de las cláusulas en uno y otro dialecto. El número de cláusulas que establecen relación sintáctica nexual en el habla puertorriqueña (25 = 30.1%) es mayor que el de las cláusulas que se hallan en tal situación en el habla mexicana ( 11 = 16.6%). Tal vez pudiera verse en ello un síntoma de que el hablante mexicano concibe mentalmente la cláusula de manera más global e independiente —plena— que el hablante puertorriqueño, de expresión —quizá— más espontánea. Pero es ésta hipótesis muy delicada, que requeriría de una meditación mucho más profunda y documentada de la que ahora puedo hacer. Por supuesto que entre el habla —el estilo— de unos y otros informantes se descubren también diferencias nota3 En el sentido dado por Rodolfo Lenz a este término (cf. La oración y sus partes, 3º ed., Madrid, 1935, §§ 33 y 351).
bles, que no puedo tomar ahora en cuenta, debido a las limitaciones de espacio y al propósito general de este ensayo, que en ningún modo podría tener pretensiones sociolingüísticas. Sólo a título de curiosidad me permito indicar ahora que los dos informantes puertorriqueños cuya cláusula mostraba una mayor complejida en promedio (4.1 y 4.3 oraciones por cláusula respectivamente) eran las dos mujeres representantes de la segunda y tercera generación (informantes 3 y 5). En cambio, los dos informantes jóvenes se servían de cláusulas constituidas por sólo 2.2 y 2.7 oraciones en promedio. En México, por su parte, los in formantes que emplearon el tipo de cláusula más simple fueron el N° 4 (mujer de 49 años, dedicada al hogar = 2 . 5 o r a c i o n e s p o r c l á u s u l a ) y e l N 9 2 ( h o m b r e d e 2 5 años = 2.8); el que hizo uso de cláusulas más complejas fue el N9 3 (mujer de 42 años, con Doctorado en Psicología = 4.5). Del conjunto total de períodos reunidos en todas estas muestras, tanto en Puerto Rico como en México, se desprende que hay ciertos tipos de relación sintáctica que son poco usuales en la expresión española, por representar, tal vez, formas más complejas o evolucionadas de la sintaxis del discurso. Raros son los períodos distributivos e ilativos dentro de la parataxis; así como también son escasos, dentro de la hipotaxis, los períodos complementarios indirectos, los locativos, los consecutivos y, aún en mayor medida, los concesivos. La temporalidad, en cambio, así como la causalidad — tanto real cuanto hipotética (condición) —son relaciones sintácticas que parecen gozar del favor de los hablantes de español. Cuestiones, éstas, que también reclaman atención amplia y pormenorizada.
LA ESTRUCTURA DEL HABLA EN CUATRO CIUDADES DE HISPANOAMÉRICA La reciente publicación de las encuestas hechas en torno al habla culta de Caracas y Santiago de Chile', sumadas a las que se hicieron en México y se publicaron anteriormente2 , permite iniciar estudios comparativos sobre muy diversos temas de la sintaxis oracional hispánica en su manifestación oral. Al preparar estas páginas, he contado también con textos representativos del habla culta de San Juan de Puerto Rico, todavía en proceso de publicación. Estando enfocado este Simposio al estudio de la unidad y la variedad de la lengua española, he juzgado conveniente hacer un rápido estudio de la estructura sintáctica del discurso representativo de esas cuatro ciudades. Para ello, he seleccionado cinco breves muestras de otros tantos informantes cultos nativos de cada una de esas ciudades4 todas ellas de igual extensión (alrededor de 325 pa1 E l h a b l a c u l t a d e C a r a c a s : M a t e r i a l e s p a r a s u e s t u d i o . Ed. dirigida por Angel Rosenblat, a eargo de Paola Bentivoglio. Caracas, Instituto de Filología "Andrés Bello", 1979. E l h a b l a c u l t a d e S a n t i a g o d e C h i l e : Materiales para su estudio. Ed. de Ambrosio Rabanales y Lidia Contreras. Tomo I, Sa ntia go, D e p a r t a m e n t o d e L i n g ü íst i c a y F i l o l o g í a d e l a Un i v ersidad, 1979. 2 El habla culta de la ciudad de México: Materiales para su estudio.
Méxieo, Centro de Lingüística Hispánica, 1971. 3 Tales textos, que me fueron proporcionados gentilmente por Amparo Morales y Humberto López Morales, a quienes reitero mi agradecimiento; son los mismos que he utilizado en el ensayo inmediato anterior a éste. 4 La caracterización fundamental de todos esos informantes es la siguiente: C a r a c a s : Inf. 1 = Mujer de 27 años, Estudiante universitaria de e L tras; Inf. 2 = Hombre de 27 años, Ingeniero eléctrico; Inf. 3 = Mujer (le 42 años, Psicóloga; Inf. 4 = Hombre de 39 años, Biólogo; Inf. 5 Mu-
=
labras) y representativas del mismo estilo de lengua: el narrativo. Es decir que he procurado siempre que los nexos analizados ofrecieran la mayor homogeneidad diafásica posible. Empleando el mismo método de trabajo usado en las anteriores ocasiones, he llegado a los resultados que pro curo sintetizar en los cuadros de las páginas siguientes. Un rápido análisis de los datos sintetizados en estos dos cuadros permite hacer algunas observaciones que, no obstante ser enteramente provisionales —dada la brevedad de los textos considerados--, podrían resultar sintomáticas y, por consiguiente, poseer algún interés. Ante todo, me parece notable —por no decir que sorprendente— la homogeneidad fundamental que muestra el habla culta, en su estructura sintáctica íntima, básica, de cuatro ciudades tan alejadas entre sí y tan diversas como son las cuatro capitales consideradas. Son mucho más acusadas sus coincidencias estructurales que sus divergencias. En efecto, hay similitud fundamental en los siguientes hechos: 1) En el número de oraciones gramaticales que integran, en promedio, la cláusula oral. Es de 3.1 (oraciones por cláusula) en el habla de San Juan, de 3.2 en la de México y de 3.3 en la de Santiago; sólo en el habla de Caracas se eleva ligeramente a un 3.9 de promedio. 2) También es muy semejante la extensión léxica promedio de cada oración gramatical en el habla de las cuatro ciudades. Va desde una media proporcional de 6. 3 (palabras por oración) en San Juan de Puerto Rico a un máximo de 7.8 en México, pasando por un promedio de 6.6 en Santiago de Chile y de 7.2 en Caracas. De acuerdo con ello, el promedio general de la estructura léxica de la oración hispánica, en su manifestación oral, oscilaría en torno a las siete palabras6. Suponer, con fundamento en sus leves jer de 64 años, Periodista. S a n t i a g o d e C h i l e : Inf. 1 = Mujer de 27 años, Estudiante de Medicina; Inf. 3 = Mujer de 39 años, Profesora de Litera-(lira en la Universidad; Inf. 4 = Hombre de 52 años, Médico; I n f . 5 = Mujer de 62 aros, Asistente Social y Profesora de francés. Los informantes mexicanos y puertorriqueños quedaron delineados en capítulos anteriores (cf. p p. 74 y 115) 6 Este número incluye todo tipo de voces, tanto primarias como corn-
CUADRO 2: PERIODOS
diferencias, que la oración gramatical peculiar de San Juan ( 6.3) fuese más simple o "desnuda" que la usual en México (7.8) sería riesgo temerario. Sólo el estudio de un corpus mucho más amplio podría conducir a conclusiones de esa naturaleza. 3) Llama, asimismo, la atención la coincidencia en la distribución o porcentaje de las oraciones coordinadas y subordinadas dentro de la totalidad de los períodos reunidos. La parataxis muestra índices idénticos en las hablas de Santiago (22.6%), de México (22.5%) y de Caracas (22.3%), para disminuir sólo un tanto en la de San Juan (17.6%). El promedio general del habla urbana culta se establecería en torno a un 21.1%. Similar resulta ser, en consecuencia, el índice de aparición de períodos hipotácticos en el habla de las cuatro capitales. Va del 45.9% en México al 52.2% en Caracas, pasando por un 46.8% en Santiago y un 50% en San Juan. El promedio general se fija en un 48.8%. El leve incremento de la subordinación en el habla de Caracas con respecto a las restantes poblaciones se debe, obviamente, a la mayor amplitud oracional de su cláusula (3.9). De acuerdo con todo esto, creo que podría suponerse que la estructura sintáctica general del discurso hablado es básicamente la misma en la norma culta, al menos de las hablas locales consideradas, sin que las leves diferencias observadas permitan de ningún modo asegurar que la estructura de la cláusula propia del habla caraqueña sea más compleja que la de las restantes ciudades, ni que la forma oracional propia del habla mexicana sea más rica o amplia que la de las otras poblaciones. La verdad es que, en esencia y en sus líneas generales, parecen extredadamente uniformes. Y creo que esto no es intranscendental. Cualquier observador medianamente atento podrá advertir, sin dificultad, acusadas diferencias lexicológicas y aun fonéticas entre las normas de las diversas ciudades hispanoamericanas. La observación "turística" de los diferentes dialectos hispánicos conduce a consideraciones alarmistas, por no decir que sensacionalistas. Ya Rosenblat ha hecho amable caricatura plementarias y nexuales (conjunciones, preposiciones) o "dubitativas" (este, verás,
bueno, pues,
etc.).
de ello'. ¿Cómo no temer por el porvenir de nuestro idioma-si advertimos que una misma realidad objetiva recibe muchos y muy diferentes nombres en cada uno de los países —y aun de las regiones— en que se habla español? :Cómo no espantarse al comprobar que el cathartes atratus se llama gallinazo en el Perú, aura en Cuba, zamuro en Venezuela, zoncho o noneca en Costa Rica, chulo, galembo, chicora o gallinazo en Colombia, jote en Chile, urubú en el Paraguay ( Rosenblat, p. 34) y zopilote, chombo, shope o nopo en México, según las regiones? s . Y, por otra parte, ¿cómo no suponer que la lengua está en grave peligro de fragmentación al comprobar que un mismo fonema, como ll, tiene realizaciones tan diferenciadas como la lateral [2], la central [y], la rehilada sonora, ya fricativa [z] ya africada [dz], o inclusive la rehilada sorda [s]?. Pero aun superando esa visión catastrófica del porvenir de nuestro idioma, no cabe duda de que las diferencias fonéticas y, sobre todo, lexicológicas esmaltan con fuertes colores las hablas de cada una de las regiones del mundo hispanoamericano. No parece suceder lo mismo, por suerte,. en lo que respecta a la estructura íntima, al ensamblaje interno y fundamental de nuestra lengua, que es —por supuesto— el morfosintáctico o gramatical. Al menos, si lo juzgamos a través de las muestras de cuyo análisis aquí me estoy ocupando. Porque la verdad es —o, por lo menos, así me parece-que las diferencias observadas en las normas sintácticas de las cuatro ciudades que he podido estudiar, son mínimas e irrelevantes. Aproximémonos a ellas. Del análisis del Cuadro 2 podrían extraerse algunas divergencias, de tono —creo— menor. Las más acusadas serían: 1) El bajo índice de aparición de las construcciones yuxtapuestas en el habla de México (sólo un 0.9%), frente al relativamente alto de las otras ciudades (4.3% en San Juan, 4.4% en Santiago y 5.8% en Caracas) . Cabe pensar 7 Cf. ANGEL ROSENBLAT, El castellano de España y el castellano de A m é r i c a . Caracas, lnstituto de Filología Andrés Bello, 1962. 8 F R A N C I S C O J . S A N T A M A R Í A , Diccionario de mejicanismos , México, Edl. P orrúa,1959.
(1110 la peculiaridad mexicana se deba, sólo, a deficiencia (le la muestra, tan limitada. 2) El relativamente alto porcentaje de períodos modales en el habla de Santiago de Chile (4%) frente al menor promedio de las otras tres ciudades (1.5%), así como el también alto índice de uso de los períodos temporales en México (6.7%), en contraste con el promedio general que alcanza en las restantes capitales (3.3%). 3) El bajo porcentaje de períodos condicionales en el habla santiagueña (0.8%), marcadamente distinto del índice de aparición en las normas de las otras tres poblaciones ( 4% en su promedio), así como, en menor medida, la relativamente baja incidencia de oraciones adjetivas en el español de San Juan (9.7%) frente a la más alta de las otras hablas (15.2%). Pero creo que estas leves diferencias —que, además, se observan ya en cuestiones de detalle, esto es, en tipos de construcción particulares— son menores y menos significativas que las coincidencias apreciables en las estructuras básicas que antes he señalado y en otras muchas construcciones particulares, que pueden observarse también en el Cuadro 2. Por ejemplo, la coincidencia fundamental en los porcentajes relativos a los períodos adversativo o locativo, en la baja incidencia de los períodos distributivo, concesivo o prepositivo, y en la ausencia de construcciones consecutivas. La homogeneidad esencial de la sintaxis oral puede apreciarse con mayor claridad si se la compara con la estructura de la lengua literaria. Es obvio que establecer comparaciones permite entender mejor el significado de los simples datos numéricos aislados. Por ello, haré ahora algunas confrontaciones entre la estructura sintáctica de la lengua hablada culta y la de la lengua escrita. A tal efecto, me . serviré de la información reunida en otro trabajo, en que analicé la estructura de la prosa narrativa peculiar de cinco escritores mexicanos contemporáneos9 Los resultados obten idos en ese ensayo pueden sintetizarse así: 9 Incluido en este mismo volumen, pp. 100-106.
Un rápido vistazo a este cuadro permite advertir que existen acusadas diferencias entre las estructuras expresivas de unos y otros escritores. Así, entre la arquitectura oracional de la cláusula peculiar de Alfonso Reyes (4.3 oraciones por cláusula) y la característica de Juan Rulfo (2.2) existe una diferencia cuantitativa de prácticamente un 100%. Las relaciones hipotácticas, que en Rulfo representan sólo el 37.7% de su sintaxis oracional, alcanzan en Reyes un pasmoso 70.3%, es decir, casi un 100% más. Y considerando datos más particulares, advertimos asimismo sorprendentes diferencias. Por ejemplo, la subordinación adjetiva, que en la prosa de Alfonso Reyes alcanza un elevadísimo promedio (35.1%), en la de Rulfo apenas llega a un modesto 6.6%, en tanto que los períodos modales, que en Juan Rulfo representa un 9.8%, no aparecen en los textos de Reyes por mí estudiados ni una sola vez. Y así en otros muchos casos. Diferencias tan acusadamente contrastadas como éstas no se hallan en la expresión culta oral. Hay, pues, mucha mayor homogeneidad, mayor uniformidad, en la estructura sintáctica de la lengua hablada, que en la de la lengua escrita. Cosa que cabía imaginar, ya que cada escritor tiene —como artífice de la lengua— un estilo más personal o individual izado. Ahora bien —y por otro lado— no deja de sorprender la similitud que, en su conjunto, revela la estructura de la lengua literaria en relación con la de la lengua hablada culta. Los puntos de contacto son, en efecto, muchos y fundamentales. Veamos algunos de ellos: 1) Es práctiamente idéntico el número de oraciones que —en promedio— integran la cláusula culta oral (3.2) que la literaria (3.4). La cláusula propia del habla popular, en cambio, está constituida por un promedio de sólo 2 oraciones gramaticales'''. 2) También es igual el número de palabras que constituyeu la oración gramatical propia del habla o de la literata ra: 7 voces en ambos casos. La única diferencia —no 1 0 Cf . el ensayo sobre "Gramática y aprendizaje de la lengua materna", en especial. p. 76.
carente de significación, por supuesto— radica en el hecho de que la lengua hablada se sirve de no pocas palabras "vacías" o "de relleno", que dan tiempo al hablante para ir organizando su elocución: voces como ¿ves?, bueno, pues, esto, entiendes?, eh, etc., que están ausentes en la expresión escrita. 3) Sorprende, asimismo, la coincidencia existente entre la distribución proporcional de los períodos paratácticos e hipotácticos en las dos manifestaciones de la lengua. Aquéllos representan el 21.1% del total en la lengua hablada y el 22.3% en la literaria; éstos, el 48.8% y el 51.3% respectivamente. Las divergencias son menos acusadas: Por una parte, es mucho mayor la propiedad o corrección sintáctica de la lengua literaria, casi libre de los anacolutos y enunciados fallidos (cláusulas inacabadas) , propios de la lengua hablada por exigencia natural de la espontaneidad y rapidez de la conversación. Por otra parte, existen algunas leves divergencias particulares entre habla y literatura en la distribución proporcional de los tipos de períodos hipotácticos. Así, la subordinación adverbial, en su conjunto, que en la lengua hablada llega al 20.3% de toda la sintaxis oracional, en la literaria asciende sólo al 14.7%. En natural compensación, la subordinación adjetiva representa sólo el 13.8% de la hipotaxis oral y el 18.5% de la literaria. 4) Pero, prosiguiendo con comparaciones más particulares —como las iniciadas en la parte final del punto anterior—, descubrimos también muchos casos de notable coincidencia entre la sintaxis de la lengua hablada y de la literaria. Tal cosa sucede, por ejemplo, en el caso de los períodos temporales (4.1% y 4.2% respectivamente), en el de los períodos sujetivos (3.6% y 3.8%), los finales (3.6% y 3.4%) y los objetivos (7.3% y 8.8%) entre muchos otros, que después mencionaré. Claro está que no podría haber una igualdad absoluta en todos los casos, de manera que pueden descubrirse algunas —no muchas— divergencias notorias. Por ejemplo, en el caso de los períodos causales, importantísimos al parecer para la lengua hablada (6.1%), pero mucho menos usuales en la literaria (0.8%); algo muy semejante sucede en el caso de los períodos con-
dicionales, que parecen gozar del favor de la expresión hablada (3.2%), pero no de la literaria (0.4% solamente). Para terminar esta pesada exposición —la presentación de datos numéricos resulta siempre farragosa y confusa, al menos para los estudiosos de las letras-, me permitiré hacer algunas observaciones de alcance más general; es decir de índole no ya dialectológica11, sino gramatical. La suma de los datos reunidos a través del estudio de las peculiaridades sintácticas del habla urbana y de la lengua literaria permite, creo, delinear un esquema —provisional, por supuesto— de la distribución proporcional de las diversas estructuras oracionales propias de la lengua española contemporánea, al menos en su nivel culto. Dentro de la diversidad de relaciones sintácticas interoracionales que posee la lengua española, gozan algunas de gran vitalidad —frecuencia de empleo—, en tanto que en otras son escasamente utilizadas. En el cuadro de la página siguiente presento un esquema proporcional de los períodos sintácticos que ocupan esas dos posiciones extremas. Nunca más que en este momento es preciso insistir en el carácter enteramente provisional de estos datos. La brevedad del corpus manejado impide, por supuesto, conceder significado absoluto a estas cifras. Sería desvarío pretender que las breves muestras por mí analizadas hasta ahora pudiesen reflejar con exactitud la ordenación proporcional, la vitalidad relativa, de cada una de las relaciones interoracionales de nuestra lengua. Las presento sólo como posibles síntomas de una organización que habría que estudiar muchísimo más amplia y pormenorizadamente. Consideradas así esas cifras, como posibles indicios muy provisionales, me atreveré a aventurar algunas observaciones en torno a ellas. Llama la atención el hecho de que a los solos siete tipos de períodos enumerados en la parte superior del cuadro corresponda un 50.2% —como promedio general— de to11 Entendiendo por tal todo lo referente a la manifestación concreta de un sistema lingüístico, cualquiera que sea su nivel o marco geográfico: or al o e sc rito; popula r , c u l t o o i n c l u si v e " a c a d é m i c o " ; u rb an o , reg i o n al o aldeano.
CUADRO 4: PERIODOS GRAMATICALES Literatura Habla culta Promedio
das las relaciones sintácticas entre oraciones propias de la lengua española. Ese elevado índice de aparición en el discurso contrasta con la baja frecuencia de los restantes períodos paratácticos e hipotácticos: a todos ellos —15 en total— no les corresponde más que un 21.5% de apariciones12 . Lo cual significa —inclusive dentro de la insuficiencia o provisionalidad de las muestras— que hay un número r educido de períodos (copulativos y adversativos dentro de la parataxis, adjetivos, objetivos, sujetivos y temporales dentro litro de la hipotaxis) de mayor importancia funcional que otros en la lengua española o —por mejor decir— en la 1 2 P u e s t o q u e a l a s oraciones regentes, no relacionadas sintácticamente con otra o r a ción gramatical, corresponde el 28.3% de apariciones (30.1% en el h abla culta y 26,4% en la lengua literaria).
expresión hispánica. Me parece de gran interés estudiar las razones de esa preferencia o prioridad, tratando de relacionar tal estadística con los diversos factores —gramatica les y culturales— que puedan determinarla. Por un lado, cabría poner en relación la abundancia de esas oraciones subordinadas con los elementos complementarios de función equivalente, es decir, con los adverbios o locuciones adverbiales de semejante naturaleza, para tratar de determi nar en qué medida y por qué razones las circunstancias de tiempo o las complementaciones adjetivas se expresan mediante oraciones gramaticales o por medio de sintagmas no oracionales. Por otro lado, cabe pensar que la relativamente alta frecuencia de los períodos objetivos y sujetivos está determinada por el carácter primario, esencial y significativo, de tales funciones sintácticas. Pero también habría que investigar por qué, en cambio, las circunstancias de lugar y modo, por ejemplo, se expresan con tan baja frecuencia mediante oraciones gramaticales. ¿Se deberá a que la lengua posea un alto número de adverbios o locuciones adverbiales locativas y modales u obedecerá más bien al hecho de que tales circunstancias revistan menor interés para los hablantes de español? Me parece asimismo intrigante el hecho de que las relaciones de causalidad sean mucho más frecuentes en el habla culta que en la lengua literaria, especialmente en lo que a períodos causales y condicionales se refiere. La divergencia, en estos casos, es inquietante: la lengua literaria, como antes indiqué, recurre a la subordinación causal en sólo un 0.8% de los casos, en tanto que el habla culta se sirve de ella en un 6.1% de las ocasiones13, y los períodos condicionales, que en la literatura apenas alcanzan un modestísimo 0.4%, en la lengua hablada ascienden al 3.2%. Cuestiones, todas éstas, que despiertan cierta inquietud o, al menos, curiosidad. Imagino que, dentro de la unidad 13 Porcentaje que aun supera el habla popular, con un 8.8%, al grado de que, en este nivel del habla, los períodos causales ocupan el segundo lugar por su importancia numérica, tras de los copulativos. Esto de acuerdo con los brevísimos textos analizados en el estudio sobre "Gramática y aprendizaje de la lengua". 'Tómese, pues, como un simple indicio muy provisional e inseguro.
básica del sistema lingüístico español, estas diferencias pueden ser reflejo de la peculiar arquitectura de nuestro idioma, o de preferencias socioculturales, o de diferenciaciones geolingüísticas, o de peculiaridades estilísticas, tanto individuales como de nivel de lengua, o de... Esta incógnita es lo que me parece digno de atención y estudio14 14
Cf., a este respecto, el último de estos ensayos, sobre "Complementos y oraciones complementarias". en las páginas finales de este libro.
LA ESTRUCTURA DE LA CLÁUSULA EN DOS OBRAS MEDIEVALES
Relaciones interoracionales2
Presento aquí tos resultados de una confrontación simitar a tas anteriores y complementaria de eltas, hecha de acuerdo con los mismos principios de anátisis, pero con un enfoque no ya sincrónico, sino histórico, por cuanto que ha sido establecida entre dos obras literarias casteltanas de ta Edad Media separadas entre sí por más de dos siglos: el Calila e Digna y ta Cárcel de amor de Diego de San Pedro. La primera. como muestra de la primitiva prosa literaria medieval. y la segunda, como paradigma de la prosa prerrenacentista det fin de ta Edad Media. He hecho el análisis sintáctico de dos pasajes de cada una de estas obras —algo más amptios que los estudiados en los ensayos precedentes1— y he obtenido los resultados que sintetizo en los dos cuadros siguientes: Cuadro I. Calila e Diana1
Alrededor de mil palabras en cada obra: Para el Califa e Digna uso la edición de J. E. Keller y R. IV. Linker cMadrid. 1967), y analizo los pasajes que van de la p. 166, lin. 2989 a la p. 168. lin. 2530, y de la p. 264, Iin. 4054 a la p. 266, lín. 4097, todas del ms. B. Para la Cárcel de amor me o de la edición de S. Gili Gaya (Madrid, 1950)s; y he analizada el o que va de la p.118.Iin.3 a la p.119, Iin. 26, y el que va de la texto 170. lis. 6 a la p. 176. lin. 33.
El p r i
p o r c e n t a j e se refiere, exclusivamente, refiere,al de oraciones el s egundo incl u y e en e l recuento l oraciones regentes.
m er
cionadas;
rela-
Una rápida comparación de los dos cuadros permite advertir coincidencias lógicas, pero también diferencias notables, que muestran cómo la prosa castellana evolucionó a lo larga de esos dos siglos y medio, haciéndose más compleja y elaborada.
Relaciones interoracionales Coordinación
En lo que a la estructura oracional de la cláusula se re fiere, cabe advertir que es muy simitar en ambas obras, frente a lo que sucede en la prosa narrativa contemporánea. El promedio de oraciones por cláusuta es en la Cárcel de amor ( 4.8) semejante el del Califa. (5.1), y en ambas obras muy superior al de la prosa moderna (3.2)3. Pero las diferencias entre las dos obras medievates son claras en otros muchos aspectos sintácticos: 1. El número total de oraciones gramaticales disminuye ya en los pasajes analizados de la Cárcel: 33 oraciones menos que en el Calila, o sea, aproximadamente, un 15% menos, lo cual significa que las estructuras oracionales de la Cárcel son algo menos "desnudas" —desprovistas de elementos secundarios —que las del Califa. 2. Esta diferencia queda corroborada y ampliada por el Trecho de que el número de palabras, en promedio, integrantes de la oración está en la Cárcel (5.6) a medio camino entre el Calla (4.7) y la prosa moderna (alrededor de 7 palabras por oración como promedio) . La oración se amplía y enriquece, pues, en la Cárcel del amor en relación con el
Calila.
a Lo cual quiere decir que, proporcionalmentes; la clásula del Cabila sobrepasa a la de la literatura actual en un 45.7%. y la de la Cárcel, en un 37.1%, mientras que entre sí sólo se da una diferencia del 6. 3%.
3. La relación format entre las diversas cláusulas del Calila era —como en toda ta prosa castellana primitiva— de carácter copulativo en una proporción desmesurada (73. 2%). De ahí la monotonía formal de la prosa primitiva: "E vio La Collarada el trigo, e non vio la rred, e poso ella e todas las palomas, e travaronse en la rred. E vino el paxarero muy gozoso por las tomar; e comenzaron las palomas a debatirse... e punavan por estocer " (pp. 166-167). En la Cárcel, la sintaxis copulativa entre cláusulas desciende ya a un 40.5%, en beneficio de yuxtaposición y de otras relaciones sintácticas más variadas (adversación. ilación, adjetivación, secuencia temporal). 4. Mayores son todavía las diferencias en lo que a los períodos respecta. En primer lugar, debido a que las relaciones paratácticas, que en el Calila eran del orden del 50.6%, descienden en la Cárcel a sólo el 14.2%. en beneficio de las retaciones hipotácticas, que en la obra de Diego de San Pedro se elevan a un asombroso 85.8%. Aparecen, así, en esta obra cláusulas de enorme complejidad, constituidas por un elevado número de oraciones. Por ejemplo: "Y a la ora, porque aula más espacio para la pena que para el remedio, hablé con Galio. do de Laureola, como es contado, y dísele cómo Leriano quería sacalla por tueca de la prisión, para Io qual le suplicava mandase juntar alguna gente para que, sacada de la cárcel. la tomase en su poder y ta pusiese en salvo, porque si él consigo la leuase podría dar lugar al testimonio de los malos onbres y a la acusación de Persío" ( p. 175).
5. Dentro de la subordinación, se advierte en seguida que la de carácter sustantivo se mantiene dentro de las mismas proporciones en ambas obras (24.7% y 22.7%). Pero es en la subordinación adjetiva y, sobre todo, en la de carácter adverbial (17.6% en el Califa y 51.8% en la Cárcel) donde la prosa de Diego de San Pedro muestra cómo se ha ido enriqueciendo y complicando la sintaxis castellana a lo largo de aquellas centurias. Y, precisamente, con estructuras oracionates secundarias (complementos de carácter adjetivo y adverbial), no primarias o esenciales, como suelen
ser las oraciones objetivas y, naturalmente, tas suetivas. Llama la atención al elevadísimo número de períodos temporales y —en proporción relativa— consecutivos que aparecen en ta Cárcel de amor. Estos últimos parecen ser un recurso estilístico muy del agrado de Diego de San Pedro: "vi cerca de mí... vna torre de altura tan grande, que me parecía llegar al cieto. Era hecha por tal artificio, que de la estrañeza delta comencé a marauillarme... Eran en tanta manera altos [ sus pilares,] que me espantaua como se podían sostener" ( pp. 118-119). 6. De la elaborada y casi plateresca complejidad de la prosa de Diego de San Pedro —próxima ya a tas amplias. estructuras sintácticas de la prosa renacentista y barroca—es, por último. buena muestra el empleo de estructuras oracionales paralelas, frecuentes en la Cárcel de amor. Baste, pues el tiempo apremia, un solo ejemplo: "Lloraua de lástima, no sosegaua de sañudo; desconfiaua segund .su fortuna, esperaua segund su iusticia; guando pensaua que sacarle a Laureola. alegráuase; guando dudaua si to podríe hazer, enmudecía" (p. 176). En conclusión. creo que este rápido ensayo de análisis. gramatical del discurso muestra cómo ta estructura sintáctica de la prosa castellana se fue enriqueciendo, a partir de su desnuda sencillez primitiva, hasta tlegar, en poco más de dos siglos, a esquemas sumamente complejos y variados.
U NA NOTA SOB RE EL ES TILO DE Q U E VE DO
Para participar, siquiera sea muy modestamente, en estos actos de homenaje a Don Francisco de Quevedo organizados por nuestra Facultad de Filosofía y Letras, he hecho un rápido análisis sintáctico de su prosa, sirviéndome de los mismos elementos de juicio que he empleado en trabajos anteriores. Sobre la lengua de Quevedo se han publicado, como ustedes bien saben, muchos ensayos, de distinto valor y alcan ce. El personalísimo estilo de este gran escritor se ha analizado reiterada, pero —tal vez— algo superficialmente. Se han estudiado sus recursos retóricos, todos los cuales son, sin duda, parte de su estilo; pero no todo su estilo ni, mucho menos, lo más profundo, íntimo y secreto de su estilo: Evidente es la maestría de Quevedo en el uso de la hipérbole: ¿Quién no recuerda el desaforado tamaño de los za patos de aquel "clérigo cerbatana", del Buscón, cada uno de los cuales "podía ser tumba de un filisteo? ¿O a aquel paciente mulato del Sueño del infierno, "que a puros cuer nos tenía hecha una espetera la frente"? Maestro insuperable fue también Quevedo en el uso del equívoco, recurso estilístico que le permitía hacer gala de todo su ingenio y de toda su irona, amarga o festiva. Baste un ejemplo, tomado también del Sueño del infierno: "fuime llegando adonde estaba Judas, y vi que la pena de los despenseros era que, como a Ticio le come un buitre las entrañas, a ellos se las escarbaban dos aves que llaman sisones. Y un diablo decía a voces, de rato en rato: Sisones son despenseros, y los despenseros, sisones".
Magistralmente acumulaba Quevedo recursos retóricos para aumentar la densidad de su intención expresiva. Así, cuando suma antítesis y equívoco al ridiculizar a aquel hidalguillo que protestaba de hallarse en el infierno, dado su noble linaje: "... y tengo mi ejecutoria, y soy libre de todo, y no debo pagar pecho. —Pues pagad espalda, dijo u n d i a b l o , y d i ó l e l u eg o cu at r o p al o s en el l as , q u e l e derribó de la cuesta".
Pero me estoy desviando de mi objetivo, y el tiempo que se me ha concedido es muy limitado. Inncesario parece seguir mostrando ejemplos de lo que todos ustedes cono cen. Volvamos, pues, a nuestro asunto. Que es el de mostrar cuáles son las peculiaridades estilísticas de la sintaxis oracional de Quevedo, cosa --que yo sepa— todavía no bien estudiada y que requeriría de una amplia y paciente investigación, de que estas cuartillas no pueden pasar de ser simple e insuficiente muestra. Todo lo que yo he podido intentar —habida cuenta de la premura con que ha tenido que organizarse este acto —ha consistido en hacer unas breves calas en la prosa narrativa de Quevedo. He tomado cuatro muestras de otras tantas obras de nuestro escritor —todas ellas, al azar— y, por supuesto, de semejante extensión. Esto último, con el propósito de que pudieran ser fácilmente comparables entre sí, tomando en cuenta que cada una de ellas pertenece a un tipo —o género— diferente de prosa. La primera pro-ce del Libro de todas las cosas y otras muchas más; la segunda, del Buscón; la tercera, del Nombre, origen, intento,. recomendación y decencia de la doctrina estoica; y la última, de La constancia y paciencia. del Santo Job1.
El resultado de los análisis sintácticos de esos cuatro textos aparece esquematizado en el siguiente cuadro: 1 En la edición de sus Obras completas en prosa, hecha por Luis Astrana
y. 1167 respectivamente, columna b en todos los casos. En total, 40 lineas Marín (Madrid, 3º d., 1945), corresponden a las páginas 108, 120, 875 de la primera muestra, 42 de las dos siguientes, y 38 de la última.
ESTRUCTURA DE LAS CLÁUSULAS ESTRUCTURA
DE LOS PERIODOS
2 E s d e c i r , número d e o r a c i o n e s q u e e n promedio, integran la cláusula. 3 O s ea, núme ro de p a l a b r a s q u e t a m b i é n e n p r o m e d i o , a p a r ecen en .cada cláusula (línea superior) o en cada oración (linea inferior).
Un rápido examen del cuadro nos permite advertir varias cosas dignas de comentario. 1) La oración gramatical de la prosa de Quevedo está integrada, en promedio, por 5.2 palabras. El promedio menor corresponde al Libro de todas las cosas (= 4.7), y el más amplio, al tratado sobre el Santo Job (5.9). 2) La cláusula de Quevedo, de acuerdo con las muestras analizadas, está constituida por un promedio de 4.9 oraciones gramaticales. Las más sencillas, constan de una sola oración —cosa que sucede en cuatro ocasiones—, pero en otras las cláusulas pueden abarcar 16 y aun 18 oraciones, estrechamente encadenadas unas a otras. Así, en el pasaje seleccionado del Buscón, hallamos la cláusula siguiente: "Yendo, pues, en él dando vuelcos a un lado y otro, como fariseo en paso, y los demás niños todos aderezados tras mí, que con suma alegría iba montado a la jineta en el dicho pasadizo con pies, pasamos por la plaza (aun de acordarme tengo miedo), y llegando cerca de las mesas de las verduleras (Dios nos libre), agarró mi caballo un repollo a nna, y ni fue visto ni oído cuando lo despachó a las
tripas, a las cuales, como iba rodando por el gaznate, no llegó en mucho tiempo". 3) Abundan en el estilo de Quevedo los períodos complejos (32 en los textos estudiados). 4) La subordinación oracional alcanza un 82% relativo y un 65.3% absoluto4. 5) Las oraciones subordinadas por hipotaxis causativa llegan al 17.3% del total; de ellas, las subordinadas causales (de causa eficiente o lógica, es decir, explicativas) representan un 8.2% del total. 6) También es elevado el porcentaje de períodos sustantivos objetivos (= 16.4%). 7) En cambio, las oraciones subordinadas adjetivas representan sólo el 11.9% del total: 5% de períodos adjetivos explicativos y 6.9% de períodos especificativos. Ahora bien, ¿qué significado tienen estas cifras y porcentajes? ¿Qué nos pueden revelar sobre el estilo de Quevedo? En sí mismas, poca cosa, salvo alguna excepción. Por lo general, será necesario comparar esos datos numéricos con los correspondientes a otros escritores, de diverso estilo y personalidad. Veámoslo. Por sí mismo, el hecho de que la oración gramatical propia de la prosa de Quevedo esté constituido sólo por unas cinco palabras es sumamente reveladora . Es prueba irrefutable de la intensidad, de la "densidad" conceptual del estilo de Quevedo: sus oraciones gramaticales están constituidas por los elementos esenciales, sustantivos, con exclusión de los elementos secundarios, matizadores. Nombres y verbos abundan en su prosa, en menoscabo de las categorías secundarias. En algunos casos, la desnudez de las ora4 Relativo, esto es, en relación sólo con las oraciones referidas a otra . --dominante— por coordinación. Y absoluto, o sea, tomando en consideración todas las oraciones gramaticales de los textos, incluyendo las independientes y dominantes. En este último caso, la distribución proporcional es la s ig u i e n t e : O r a c i o n e s re ge nt e s = 20.5%; o rac i o ne s coord inad as = 14.1%; oraciones subordinadas = 65.3%. En el primero, sin contar las oraciones regentes, un 82.2% de oraciones subordinadas y un 17.8% de oraciones coordinadas. Y m á s s i t e n e m o s e n c u e n t a q u e e s a c i f r a i n c l u y e t o d o t i p o d e p a l a bras: nexos, artículos, partículas, etc
ciones es extrema: constan casi exclusivamente de verbos ( con sujeto implícito). Así, en este pasaje de la Doctrina estoica: "Tantos contaban, que vivían como lograban. Vivian para morir, y como quien vive muriendo. Acordábanse del mucho tiempo en que no fueron; sabían que había poco tiempo que eran". Doce formas verbales desprovistas de toda complementación matizadora. Mayor número de verbos que de todas las otras palabras nocionales. Comparativamente, estas cifras pueden resultar aún más reveladoras. Veámoslo también, confrontando los datos obtenidos mediante este breve análisis de la prosa de Quevedo con los alcanzados en el ensayo dedicado a los cinco escritores mexicanos contemporáneos. En los cuadros siguientes se consignan algunos datos estadísticos que permiten comparar los rasgos sintácticos fundamentales de los autores mexicanos y de Quevedo. PORCENTAJE DE PALABRAS POR CADA ORACIÓN GRAMATICAL
El número de palabras constitutivas, en promedio, de la oración quevedesca (5.2) contrasta violentamente con el de la oración peculiar de Alfonso Reyes (8.7) y de Octavio Paz (7.9) 6. Sólo Juan Rulfo (5.4) se sirve de estructuras oracionales casi tan desnudas e intensas como las de Quevedo. En cambio, la amplitud y complejidad sintáctica de la cláusula usual en Quevedo (4.9 oraciones por cada cláusula) sólo tiene paralelo en la cláusula empleada por Alfonso Reyes (4.3 oraciones), y queda muy lejos de la sencillez estructural de la cláusula propia de Rulfo (2.2 oraciones) y aun de la de novelista tan esmerado como Agustín Yáñez (3.4). Esta acumulación oracional prueba tangiblemente la riqueza sintáctica y la densidad conceptual del estilo de Quevedo. De su alambicada sintaxis es también prueba excelente el alto porcentaje de períodos hipotácticos por él empleados (65.3%), muy superior al de los usados, en promedio, por Yáñez (44.9%), por Guzmán (50%) y no digamos ya por Rulfo (37.7%). Sólo la prosa del Reyes ensayista (70.3%) supera en este particular a la de Quevedo. Este absoluto predominio de la hipotaxis, unido a la amplitud sintáctica de la cláusula quevedesca, me parece la mejor muestra de la complejidad y riqueza del pensamiento de Quevedo, de su denso conceptismo, gramatical —casi matemáticamente— medido. Otros datos particulares parecen revelar peculiaridades individuales del estilo de Quevedo. Por ejemplo, el elevado porcentaje con que emplea la subordinación causativa: En tanto que los períodos de esta naturaleza no representan, en la prosa de los escritores mexicanos considerada en con junto, más que un modesto 5%, en los textos de Quevedo analizados ascienden al 17.3%. En especial, los períodos estrictamente causales representan en Quevedo el 8.2% de la sintaxis oracional, mientras que en Rulfo no llegan sino al 1.6%, y en Alfonso Reyes son prácticamente inexistentes. La brevedad de las muestras consideradas me impide tratar de extraer conclusiones definitivas y seguras 6 Y también aunque en menor medida, con las estructuras oracionales de , Aguo lo Yáñez (6,7) y de Martín Luis Guzmán (6.5).
sobre esta aparente preocupación de Quevedo por las rela ciones de causalidad. Sería temerario aventurar alguna hipó tesis en torno a una posible actitud "helénica" por parte de un Quevedo preocupado por desentrañar el porqué de las cosas. También llama la atención el alto porcentaje de períodos objetivos (16.4%) que aparecen en la prosa de Quevedo. Porcentaje que duplica al constatado en los escritos de Rulfo (8.2%) y que casi triplica al registrado en la narrativa de Yáñez (6.1%). Sólo los ensayistas — Alfonso Reyes (10.8%) y Octavio Paz (12.2%)— se acercan un tanto a é l . De nuevo un rasgo, una peculiaridad sintáctica que parece dar prueba de la intensidad conceptual del estilo quevedesco. Digo esto porque la oración objetiva, a diferencia de otras —como la locativa, temporal, adjetiva o modal—, es funcional y nocionalmente primaria o nuclear, esto es, conceptual. En cambio, la adjetivación oracional es, en la prosa de Quevedo, muy inferior proporcionalmente a la de los escri tores mexicanos, salvo a la de Juan Rulfo. En efecto, los períodos adjetivos reunidos en los textos de Quevedo representan sólo el 11.9% del total, mientras que en Alfonso Reyes alcanzan un sorprendente 35% y en Yáñez un más equilibrado 22.4%. Sólo Rulfo es todavía más parco que Quevedo en la adjetivación oracional (6. 5%). Al parecer, la hipotaxis adjetiva, comnplementadora, matizadora, no armoniza bien con el estilo desnudo, intenso, de Rulfo o de Quevedo. Ceso aquí de esablecer confrontaciones entre los esquemas sintácticos de Quevedo y de los otros escritores. Es tarea farragosa... y arriesgada. Porque no cabe olvidar que algunas de esas discrepancias pueden deberse a la evidente 7 Existen coincidencias notables entre algunos rasgos peculiares de la diferencia de época en la historia de la lengua española'. sintaxis de Quevedo y los de la prosa de otro escritor castellano anterior en más de un siglo a él: Diego de San Pedro. La sintaxis de la Cárcel de amor —analizada en páginas precedentes— revela coincidencias notables oil la d e Queved o: número de o ra c io n e s in t e g ra n t e s , e n pro me dio , de cada cláusula (4.8 y 9 respectivamente); abundancia de períodos hipotácticos ((68% y 65,3%); promedio (le palabras constitutivas de cada oración (5.6 y 5.2).
Sólo quisiera, para terminar, plantearles una consideración en torno a lo hasta aquí dicho. Observando las peculiaridades sinácticas de los escritores mexicanos considerados, se advierte de inmediato que los dos polos opuestos —estilísticamente— están ocupados por los escritos de Juan Rulfo y de Alfonso Reyes. Lo que en el primero es brevedad, síntesis, desnudez sintácticas, es en el segundo amplitud, análisis, complejidad estructural. Pues bien, en las escuetas comparaciones que he venido haciendo entre la sintaxis de Quevedo y la de los autores mexicanos, hemos podido advertir que coincide ella unas veces con la de Reyes y otras, con la de Rulfo. Entre esos dos polos o extremos, Quevedo. Parco en palabras, denso, escueto en la estructura oracional, como Rulfo; amplio en el pensamiento, complejo en la estructura de la cláusula, rico en la sintaxis, como Reyes. Resultado de esa simbiosis: acumulación de conceptos. ¿Forma externa del conceptismo? Lo repito: la brevedad de los textos analizados impide pretender conclusiones tan extremas y comprometidas. Véase en estas líneas un simple ensayo de método. Y si acaso, todo lo más, un posible síntoma del estilo íntimo de Quevedo.
8
Ideal artístico conscientemente procurado por Juan Rulfo, de acuerdo con las declaraciones hechas a Alejandro Avilés recientemente y repr oducida s por Luis Ca r d o z a y A r a g ó n p o c o d e sp u é s. C o m en t a es t e ú l t i mo: "Rulfo, maestro de una prosa estricta y desnuda, ve los riesgos de ”, en Los Universitarios, nº 171-172, México, julio de 1980, p. 27).
LA ESTRUCTURA SINTÁCTICA DEL DISCURSO EN LAS CARTAS DE DIEGO DE ORDAZ En ocasiones anteriores he tenido oportunidad de estudiar algunas peculiaridades de la lengua empleada por Diego de Ordaz en las Cartas que, entre el 2 de abril de 1529 y el 15 de agosto de 1530, escribió a su sobrino Francisco Verdugos , cartas que fueron publicadas hace algunos años por Enrique Otte2 . Considero que los documentos de carácter privado, no oficial —memorias, cartas, informes particulares, relatos de viaje, etc.— ofrecen sumo interés para quienes traten de estudiar el castellano transplantado a América durante el siglo xvi. Y creo ver en Diego de Ordaz un excelente representante de los conquistadores y primeros colonizadores del Nuevo Mundo, ya que aquí transcurrió la mayor parte de su vida. Llegado a Santo Domingo en plena juventud, participó en la conquista de Cuba y posteriormente en la de México, para pasar los últimos años de su 1 L o s es t u d i o s a q u e me refiero son: " L a expresión condicional en D iego de Ordaz", en Studia Hispanica in honorem R. Lapesa, I, , Madrid, 1972, pp. 379-400; "Observaciones sobre el uso del verbo en D i e g o d e Ordaz", en A nuar io d e L e t r as, México, VIII (1970), pp. 3955; "Perífrasis v e r b a l e s e n e l h a b l a d e D i e g o d e O r d a z " , e n S t u d i a Iberica: Festschrift für Hans Flasche, Bern-München, 1973, pp. 3833 9 2 ; " L o s p r o n o m b r e s át onos en las cart as de D iego de Ordaz" , en Homenagem à Memória do Prof. Joaquim Mattoso Cámara: Revista de L e t r a s , Assis, 18 (1976), pp. 123-142; "Sintaxis de los relativos en las C a r t a s de Diego de Ordaz", en Anuario de Letras, XVII (1980), pp. 63-84. 2 Aparecieron en la revista de Historia Mexicana, XIV (1964), núms. 53
y 54, pp. 102-129 y 321-338. Posteriormente, el Prof. Vidal Lamíquiz tuvo l a g e n t i l e z a d e p r o p o r c i o n a r m e f o t o c o p i a d e l a s s i e t e c a r t a s a u t ó g r a f a s . todas las cuales se conservan en el Archivo de Indias.
I
M l
ESTUDIOS
vida en la región del Orinoco y morir en plena travesía entre Santo Domingo y España3. Para analizar la estructura sintáctica de su prosa epistolar, con el simple propósito de descubrir sus rasgos fundamentales, he analizado tres muestras de igual extensión, correspondientes a otras tantas cartas autógrafas del conquistador". Los resultados obtenidos quedan sintetizados en los cuadros siguientes:
CUADRO
I
CUADRO II
Relaciones sintácticas entre cláusulas
3 Cf. CASIANO GARCÍA, Vida del Comendador Diego de Ordaz, descubridor del Orinoco, México, Edl. Jus, 1952. 4 De la carta III, un total de 44 líneas de las páginas 116 y 117 (de la ed. de E. Otte citada en la nora 2: Muestra A). La Muestra B, de igual extensión, corresponde a la carta IV, pp. 121-122. Y la Muestra C, a la Carta V, pp. 126127. Cada una de las muestras reúne alrededor de 500 unidades léxicas (Total, 1500).
CUADRO
III
Sintaxis de los períodos
El examen de estos cuadros permite ya, por sí mismo, hacer algunas consideraciones de cierto interés. Llama, en primer lugar, la atención el alto número de períodos diversos —su gran variedad— utilizados por Diego de Ordaz en las breves muestras por mí consideradas. Aparecen en ellas prácticamente todas las clases de períodos sintácticos con que cuenta la lengua española. Sólo carecen de representación los períodos distributivo, ilativo, complementario indirecto y consecutivo. Que son, precisamente, tipos de relación sintáctica con muy bajo índice de aparición en la lengua española general5 . Esa variedad sintáctica de unos documentos escritos sin fines artísticos —variedad superior a la que reflejan textos literarios de diversos escritores contemporáneos— me parece verdaderamente notable y aun sorprendente. Y prueba, quizá, de un amplio y profundo dominio de la lengua por parte del capitán de Hernán Cortés°. Parece también significativo el alto promedio de las oraciones constitutivas de cada cláusula: casi cinco (4.8). Esta amplitud y complejidad sintáctica de la cláusula peculiar de Ordaz revela también un firme dominio de la lengua. En los breves textos considerados, aparecen tres cláusulas constituidas por nueve oraciones gramaticales cada una y cuatro cláusulas integradas por ocho oraciones, mientras que sólo en una ocasión aparece una cláusula unimembre (formada exclusivamente por una oración). Un ejemplo: " Y en todo esto avéis de poner toda la dilijencia que sea 5 En el ensayo sobre "La estructura del habla en cuatro ciudades de Hispanoamérica", advertía que el porcentaje correspondiente a esas clases de períodos resultaba ser de los más bajos en nuestra lengua: de 0.3% en el caso de los períodos distributivos, de 0.2% en el de los consecutivos y los de complemento indirecto, y de 0.6% en el de los ilativos. Nada de extraño tiene, por consiguiente, que no los haya documentado en textos tan breves como los seleccionados para estudiar la sintaxis de esas cartas. 6 Esta circunstancia me trae a la memoria el bello y revelador estudio de Angel Rosenblat sobre las "Bases del español en América: Nivel social y cultural de los conquistadores y pobladores", presentado en la Primera
Reunión Latinomericana de Linguística y Filología, Viña del Mar, 1964 (
Actas publicadas por el Instituto Caro y Cuervo, de Bogotá, en 1973; cf. pp, 293-371), Ampliado y reeditado en varias ocasiones y últimamente en el libro d e l propio Rosenblat sobre Los conquistadores y su lengua, Universidad Central de Venezuela, 1977 (pp. 7-80),
posible i que vierdes que conviene, en especial en eso de Guzmán i Cristóbal Díaz, que, según parece por su carta, no tienen buen pensamiento, pero avnque les pese, os lo darán, que no pueden hazer otra cosa" (Carta IV, p. 121). Como consecuencia directa de esta complejidad de la cláusula, es muy elevado el número de unidades léxicas constitutivas, en promedio, de cada una de ellas: casi veintiocho (27.8). Y ello, no obstante que el número promedio de palabras integrantes de cada oración es relativamente bajo ( 5.8). Lo cual significa que la forma oracional característica de Ordaz es muy escueta, concisa o "desnuda": se sirve sólo de los elementos comunicativos esenciales, imprescindibles, sin adornos estilísticos, en perfecta concordancia con el carácter práctico y casi coloquial de las cartas. Otra peculiaridad que llama poderosamente la atención es el hecho de que Diego de Ordaz establezca casi siempre algún tipo de relación sintáctica entre cada cláusula y la precedente. Por lo general, recurre a la simple ilación copulativa con el nexo y, solo o reforzado por una forma pronominal referente a la cláusula anterior ("... i no ver cada día governadores nuevos. I por esto deseo no sólo ir a do digo..." Carta III, p. 117) , pero a veces una cláusula sirve de complemento explicativo —introducido por que— de la cláusula anterior: "... que en mi avsencia vse del rejimiento que yo tengo en esa Cibdad. Que de otra manera no se consiente trespasar..." (Carta IV, p. 121). Frente a un total de 40 cláusulas relacionadas nexualmente entre sí, sólo 14 aparecen simplemente yuxtapuestas, cuando lo normal en español parece ser la yuxtaposición de unas cláusulas con otras. En cambio, frente a esta constante y monótona reiteración de la relación copulativa entre las cláusulas, es muy bajo el porcentaje de períodos copulativos —de oraciones coordinadas copulativas— en las Cartas de Ordaz: asciende sólo al 7.4%. Porcentaje, en verdad, reducido y sorprendentemente inferior al que corresponde a estructuras sintácticas algo más complejas, como la adjetiva especificativa (que alcanza en las Cartas un porcentaje del 11.3%), la objetiva (13.2%) y las causativas en general (19.8%).
Una última prueba más de la complejidad sintáctica de la expresión peculiar de Ordaz la hallamos en el elevadísimo índice de relaciones hipotácticas en general (66.1%), en detrimento de las más sencillas relaciones paratácticas, que sólo ascienden, en total, a un modesto 12.8%. Esta distribución proporcional resulta —como después veremos— poco frecuente en español moderno, donde no existe un hiato tan acusado entre estructuras coordinadas y subordinadas. Pero las peculiaridades sintácticas de estas Cartas resaltan mucho más si se comparan con las estructuras expresivas de otros escritores o de otras modalidades de la lengua española. Para ponerlas en evidencia, hagamos una confrontación entre su estilo y el de otros escritores del pasado y de nuestros días cuya sintaxis he estudiado en los trabajos precedentes, atendiendo también a la estructura sintáctica peculiar de la lengua hablada, tanto culta como popular. Los resultados de tal confrontación pueden deducirse del Cuadro IV. CUADRO IV
La primera observación importante que puede hacerse ante estos datos se refiere a la notable coincidencia general de las estructuras básicas peculiares de las Cartas de Ordaz, la C á r c e l d e a m o r d e Diego de San Pedro y la prosa de Quevedo, todas ellas, a su vez, muy distantes de las estructuras sintácticas características del español moderno, tanto literario cuanto oral. En efecto, la cláusula propia de los tres primeros muestra una complejidad oracional muy superior a la de nuestra época: abarca aquélla un promedio de casi cinco oraciones gramaticales (4.8 tanto en Ordaz como en la Cárcel, y 4.9 en Quevedo), mientras que en la literatura mexicana contemporánea no pasa de 3.2 oraciones7 y es de sólo 2.1 en el habla popular8. En cambio, el número promedio de palabras integrantes de la oración gramatical es menor en los tres escritores del pasado que en los de nuestros días: de 5.5 en aquéllos9 y de 7 en éstos, lo cual representa un 25% m á s . Si no fuera por la brevedad misma de los textos estudiados, que impide llegar a deducciones seguras, se estaría inclinado a pensar 7 Cierto que ese promedio general puede resultar un tanto engañoso, ya que, individualmente, algunos escritores contemporáneos se sirven de cláusulas más complejas; así, en el caso de los ensayistas, la cláusula empleada por Alfonso Reyes alcanza un promedio de 4.3 oraciones, y la usada por Octavio Paz, de 3.9. Pero, de cualquier modo, son menos complejas desde el punto de vista oracional que las de Ordaz, San Pedro y Quevedo. 8 Esa mayor amplitud de la cláusula "clásica" determina que la pro porción de oraciones regentes sea menor en los escritos del pasado que en los de nuestro tiempo (20.8 frente a 32.8).9 En su conjunto.Individualmente: 5.2 en Quevedo, 5.6 en la Cárcel y 5,8 en Ordaz.
que la oración gramatical de hace cuatro siglos estaba constituida por los elementos esenciales, y que la del español moderno da cabida a un mayor número de elementos complementarios. Coincide también la sintaxis de Ordaz con la de Quevedo y Diego de San Pedro en la distribución relativa de oraciones coordinadas y subordinadas. En todos ellos, la hipotaxis alcanza índices muy elevados (66.1%, 65.3% y 68% respectivamente), y muy superiores a los de la expresión moderna (49.6% en la lengua literaria y 48.2% en el habla culta)10 Todas estas coincidencias —y otra más, que en seguida veremos— entre la estructura sintáctica de las Cartas de Ordaz y los escritos de Quevedo y Diego de San Pedro pueden deberse a la relativa proximidad histórica de los tres autores. Esto es, a razones de época común dentro de la historia general de nuestra lengua. De ser ello cierto, cabría suponer que la estructura sintáctica del discurso, en general, y de la cláusula, en particular, era más compleja hace siglos que en la actualidad, en tanto que la estructura léxica de la oración se ha ampliado en nuestro tiempo. Llama también la atención el alto porcentaje de períodos objetivos y adjetivos especificativos que aparecen en las Cartas. Tanto las oraciones objetivas como las especificativas son, desde el punto de vista comunicativo —del mensaje—, de primordial importancia. Advertimos, de nuevo, un rasgo más en la prosa del Adelantado que confirma el carácter conciso, desnudo y esencial de su estilo. Intensidad expresiva en que coincide, una vez más, con Quevedo11 y se aleja un tanto de los escritores de nuestro tiempo. No deja de sorprender la baja proporción de períodos copulativos que —como antes he apuntado— figuran en 10
Consecuentemente, los períodos paratácticos son más usuales hoy ( 22.6%) que en el pasado (12.7%). Sólo en el uso de períodos adjetivos explicativos —es decir, complementarios o no esenciales para el contenido de lo comunicado— supera ampliamente la prosa moderna (8,8%) a la de Ordaz (2.3,%) y de Quevedo (5%). 11 El porcentaje de subordinadas objetivas de las Cartas (13.2%) sólo es superado por el de la prosa de (Quevedo (16,4%), Y en los textos de a m bos es donde la sub o rdinación sustantiva en general, alcanza índices más elevados: 24.1% en Quevedo y 21% en Ordaz.
las Cartas (7.4%) , en violento contraste con las relaciones copulativas que tan reiteradamente establece Ordaz entre unas cláusulas y otras. Esa reducida frecuencia de períodos oracionales copulativos coincide con la que revela la Cárcel de amor (6.7%) y la prosa de Quevedo, todo lo cual contrasta, una vez más, con los altos porcentajes a que llega la coordinación copulativa en la expresión moderna, no sólo hablada (15.1% en la norma culta y 23.3% en la popular), sino también literaria (15.5%). Pero la peculiaridad sintáctica más acusada en la prosa de Diego de Ordaz quizá sea el frecuentísimo empleo de subordinaciones causativas (19.8%), especialmente de períodos finales (6.6%) y condicionales (4.7%). Sólo Quevedo se aproxima en esto a él (17.3%) y no le va tampoco muy a la zaga Diego de San Pedro (15.7%), mientras que los. escritores mexicanos contemporáneos se distancian notablemente de ellos (5% en promedio total) 12 . Pienso que el alto porcentaje de complementos finales y condicionales que descubrimos en los textos de Ordaz pueden deberse a la naturaleza misma de las Cartas. En ellas da el conquistador diversas instrucciones a su sobrino sobre lo que debe hacer con sus posesiones y bienes de fortuna en la Nueva España, y se siente, tal vez, inclinado a justificar tales instrucciones explicándole la finalidad de lo dispuesto. A la vez, su entonces ya largo distanciamiento de los asuntos y de la situación de la Nueva España, le obliga a hacer hipótesis sobre lo que sus instrucciones podrían desencadenar, condicionándolas a lo que las circunstancias reales exigiesen. Creo, en síntesis, que los breves pasajes de las Cartas analizados permiten extraer algunas conclusiones, provisionales e inseguras, desde luego, dada su misma brevedad. En primer lugar, cabe sospechar que la estructura sintáctica del discurso, sumamente compleja hace cuatro siglos (amplitud' de la cláusula, acusado predominio de la subordinación oracional, etc.), se ha ido simplificando posteriormente, hasta_ desembocar en una relación proporcional más equilibrada S
1 2 Sólo Octavio Paz recurre con relativa frecuencia (9.7%) a las relaciones causativas. De las cuales sí se sirve en mayor medida la lengua hablada, tanto culta (11,6%) como popular (12,6%).
entre parataxis e hipotaxis dentro de la prosa contemporánea. En segundo término, estas Cartas revelan un amplio dominio, por parte de su autor, de la sintaxis española y una notable capacidad de expresión lingüística. Y que Ordaz poseía un estilo epistolar bien definido y uniforme, según lo muestra la homogeneidad estructural de los tres diversos pasajes analizados.
ANOMALÍAS EN EL HABLA POPULAR DE MEXICO
En el ensayo sobre las diferencias estructurales existentes entre la cláusula peculiar de la lengua hablada y la de la lengua literaria, advertía que el promedio general de oraciones que aparecía en las muestras de la lengua literaria mente el mismo en la lengua literaria que en el habla culta (3.2), en tanto que en el habla popular ese promedio descendía sensiblemente (2.1 oraciones por cláusula). Lo cual, unido a otros hechos paralelos, obligaba a rechazar la idea de que existe una clara diferenciación entre lengua hablada y lengua escrita, cuando, en realidad, la diferenciación pa rece establecerse entre habla popular y expresión culta — oral o escrita. Advertía, también, en ese estudio que el número de oraciones gramaticales reunidas, en total, en las muestras del habla popular (327) excedía en mucho al número de oraciones que aparecía en las muestras de la lengua literaria (248), siendo todas ellas —dados los propósios comparativos de tales ensayos— de similar extensión. Atribuía esa nota ble discordancia "al carácter intenso, a la forma simple, «desnuda», propia de la expresión popular, en la que las oraciones están constituidas sólo por los elementos básicos, indispensables, en tanto que la lengua literaria, culta, recu rre a elementos secundarios, complementarios, que permiten matizar el pensamiento y precisar la idea fundamental". El número de elementos léxicos integrantes, en promedio, de cada oración gramatical difiere también —consecuentemente— en la expresión culta y en la expresión popular: En tanto que en el habla culta (así literaria como oral) el promedio de voces const itutivas de cada oración asciende a algo
más de 7, en el habla popular no llega a las 5. Y esta diferencia es más importante de lo que dos simples unidades permitirían suponer'. En efecto, las 7 voces que —en promedio, repito— integran cada oración de la lengua literaria son todas ellas, prácticamente, unidades comunicativas, mientras que no todas las palabras integrantes del habla popular —y en esto el habla culta coincide con la popular, aunque en aquélla se dé el fenómeno con menor intensidad— son propiamente significativas. Abundan en ella formas "vacías" de contenido específico; formas huecas, de diversa naturaleza y de distinta función. Quisiera presentar aquí los resultados de un espigueo hecho en las muestras del habla popular mexicana de nuestros días reunidas en uno de los libros que sirvió de base para los estudios anteriores3. En general, esas muletillas sirven para proporcionar al hablante el tiempo necesario para que vaya organizando mentalmente su elocución. Son, pues, formas dubitativas que amparan las vacilaciones expresivas propias de la lengua espontánea, peculiares de la improvisación elocutiva. Por ejemplo: "No sé si... pues... estará bien... —digo— lo que hice, pero... pos... no podía hacer otra cosa". Otras veces —aunque con menor frecuencia— sirven para mantener la atención del interlocutor, haciéndole participar de algún modo en la exposición oral, a la vez que proporcionan también al hablante el tiempo indispensable para ir organizando su pensamiento y para seleccionar las estructuras expresivas correspondientes: "No se lo di... —fíjese usted—... porque... pos no lo iba a saber usar". El origen esencialmente dubitativo de tales bordones resulta evidente en aquellos que presentan forma precisamente interrogativa, como sucede en los del tipo "¿cómo le diré?". Por ejemplo: Se hace con una... —¿cómo se llama?— ...una como cuchilla"; "tenía un... -cómo le dijera?—... un flequito 1 Si bien, proporcionalmente, tal diferencia representa ya un 29% menos
medio raro". La relativamente alta frecuencia de estas y otras muletillas determina que el promedio de palabras verdaderamente comunicativas o nocionales sea, en el habla popular, inferior al de 5 extraído matemáticamente de las muestras por mí estudiadas. En síntesis, los bordones más frecuentes en el habla popular de México parecen ser los siguientes: 1. Pues, en sus diversas realizaciones fonéticas: pwes, pos, pus, pos, ps. En las breves muestras analizadas con este propósito apareció en un total de 188 ocasiones y en boca de prácticamente todos los informantes . Parece ser la muletilla más común entre los hablantes mexicanos: "Vienen personas que... pues... «¡Regáleme agua!»... Pus... ¿por qué no se las voy a dar"; "Tiene... pos... una cosa... pos... muy rara". Todo ello aparte de su empleo como refuerzo intensivo de afirmaciones o negaciones: "¡Pus claro!"; ¡Ps cómo no!"; "Pos sí señor". 2. Este. Sigue de cerca a la anterior: 152 apariciones en mis textos, y en boca también de todos los informantes salvo uno. Parece haber cierta distribución sintáctica, rela tiva, entre pues y este: La forma conjuntiva aparece más frecuentemente al comienzo de cláusula ("¿Y usted qué piensa hacer? —Pos... no... no sé todavía"; "¿Dónde lo encontró? —Pues... aquí, en México") , que en su interior ("porque... pues... se va sentir muy sola"), mientras que la forma demostrativa aparece más en el interior de la frase ("cuando veas que... este... que viene el señor"; "con un equipo que se llama... este... el... el Penaron, sin que falten, por supuesto, casos de aparición en el comienzo de cláusula ("¿Qué te acuerdas de él? —Este... esa vez pelió..."). Ocasionalmente, ambos bordones se usan agrupados: "No... pos... este... no sabía qué hacer". O reiterados: "entonces vino, y... este... este nadie quería...". No es usual en México la forma neutra esto, la cual se siente como peculiar de los españoles. 3. Menos empleadas que las anteriores —aunque poseen
de unidades léxicas en el habla popular respecto de la culta, 2 Es decir que proporcionan alguna información constitutiva del men-
4 He considerado el habla de 20 informantes incultos, analizada a través de las transliteraciones reunidas en el volumen citado en la nota anterior, El recuento lo hice sobre los textos reunidos en dos páginas de cada encuesta,5 S ó l o u n o d e Ios veinte con s ide ra do s e lu dió e s t a mu le t illa , a l me n o s e n e l texto de la breve muestra analizada,
saje global.3 El habla popular de la ciudad de México. Materiales para su estudio, México, UNAM, 1976.
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todavía notable vitalidad— son las formas entonces (40 te timonios en mis muestras), bueno (38 apariciones) y ¿ no? (56 casos). Por supuesto que los testimonios de entono considerados aquí son sólo aquellos en que la voz no de empeña su función adverbial propia ( temporal) ni su fui ción continuativa; sólo aquellos en que pierde toda funció sintáctica específica y se convierte en verdadero bordór "...hacia la forma del tacón, atrás. Entonces... el acabar significa otra cosa (...) ése se llama el banco. Entonces... agarro y le cepillo". Con frecuencia, presenta 12 formas apocopadas entóns, entón, entós y aun ton.. Por s parte, bueno suele emplearse al comienzo de la elocución "¿Qué opinas? — Bueno... es difícil saber qué..."; "—Bueno... yo les digo a mis hijos". Es propia de todos los nivele del habla. La forma interrogativa ¿no?, en cambio, aparee casi exclusivamente al fin de oración, como solicitud d aquiescencia por parte del interlocutor: "...debe de dar s opinión... en qué va a trabajar ¿no?"; "La base principal es el dinero ¿no?". Uso más puramente dubitativo, en c interior de oración o período, muestra en casos como "Y le decía... ¿no?... que se aguantara... ¿no?... porque...' 4. También la muletilla interrogativa ¿verdad? (26 te timonios) cumple esa función involucradora: "yo creo que hubiera sido muy distinta nuestra vida ¿verdad?". Pero otra veces es un simple bordón dubitativo: "No, pus creo ni papá también es de México, ¿verdá?" 6 . Algo menos usua todavía es la forma interrogativa ¿entiende? (18 aparicic nes): "y entonces nosotros... ¿entiende?... nos fuimos vivir con mi papá". 5. Con el verbo decir como núcleo se forman varias loco ciones que desempeñan la misma función de relleno en casos de vacilación expresiva. Las más comunes son: digamos (14 testimonios), digo (también 14), ya le digo (6) , como 1 digo (2) y, en forma interrogativa, ¿cómo le diré? ( 4), ¿cómo le dijera? (2) o ¿cómo le diría? (1): "Eso es... — digamos—.. algo indebido"; "Porque yo... —digo—... no me gustan 6 S in que c o ns e r ve s u f i nal i dad i nt e rro gat i v a pro pi amente d icha, y que el interlocutor ignora por completo tal circunstancia; precisamente e l encuestador había preguntado: "¿Y su papá nació aquí o también era de...?".
esas cosas"; "Y ya más tarde... —como le digo—... fuimos a...."; "Pero como mis... —¿cómo le diré?—.. el campo de actividad mío era tan reducido...". En la misma línea están ¿cómo se llama? (2 casos) y como quien dice (1): " Porque si tú... —¿cómo se llama?—... renuncias, yo..."; " íbamos... —como quien dice—. .. espantados de...". 6. Otros bordones algo menos frecuentes son fíjese, fíjese usted, fíjate que (16 e n total), mire o mira (8) : "iba p'allá... —fíjese— por las tardes"; "y así lo.. —mira—... lo resolvió". También funcionan como refuerzo de afirmación o negación: "¡Fíjese que sí!"; "Fíjate que ahorita no". Aún en menor escala se usan ora verá(s), pongamos ( equivalente de digamos), qué, a la vez (sin alusión ninguna a simultaneidad) y , ya (carente de valor temporal) y algún otro, de empleo ocasional, en casos como "no tenía... — o r a v e r á s — . . . pu es r em ed i o " ; " h ay u n p as o q u e s e llama... —¿qué?—... El Calvario". La acumulación de estas muletillas reduce aún más el promedio de palabras conceptuales constitutivas de la oración popular. He aquí algunos ejemplos arquetípicos: "(De las alzas de los precios ¿qué es lo que más fuerte se le ha hecho?) —Güeno, ps fíjese que los... pos los pasajes; porque... mire: yo... este... digo" (p. 133; únicas palabras útiles: los pasajes; y, tal vez, porque, iniciador de una oración explicativa que no llega a enunciarse). "(Sus hijos ¿en qué trabajan?) —Mire, este... fíjese que yo, ahorita he tratado de... de acomodar, precisamente... Tengo dos hijos, ¿no?, que pus no tienen trabajo" (el mismo informante del ejemplo anterior). Una muestra más: "Bueno, pus ándale pues... Pues sí, fíjese, joven... Y entonces este... hice la primera comunión, y entonces... este... pos... estuve otro año más allí... Entonces... este... pues ya me regresé a mi pueblo" (p. 66). No son los bordones los únicos responsables del empo7 " Y a la v e z é l m e d i c e . . . " ( n o s i m u l t á n e a m e n t e c o n o t r o h a b l a n t e , sino res bien como equivalente de además, también); "le pongo hule, que es lo más barato a la vez".
brecimiento léxico de la expresión popular (y aun culta oral), sino que a ello contribuyen las frecuentes repeticiones de palabras, como recurso empleado para "rellenar" las vacilaciones y proporcionar al hablante el tiempo indispensable para ir construyendo mentalmente la elocución. Por lo general, las palabras repetidas suelen ser formas breves (mono- o bisilábicas), como preposiciones, conjunciones, pronombres y artículos: "ya lo... lo encontraron"; "todos se.. . se echaban"; "tratan de... de hundirlo"; "a reconciliar con... con la sociedad"; "que no... no saca uno ni..."; " y ¿qué... qué tienes?". No es rara la reiteración de dos unidades léxicas consecutivas: "y... se le... se le unta"; "pus que la... que la busquen"; "que no se... no se madure"; "ahora yo no... yo no tengo adonde ir". Pero claro está que no faltan repeticiones de sintagmas mucho más complejos: "de allí a la... hacia la costura, hacia la costura"; "ese disco va dando vuelta —¿entiende?— va dando vuelta"; "Sí, es una cera... es una cera que se usa... una cera que se llama F". Particularmente frecuente es la reiteración del verbo decir en reproducciones de diálogos: "Dice: Está unté soñando, dice"; "Dice... y dice: Yo quisiera —dice— que mi hija..."; "y yo digo: Mire, digo, no crea". Otro procedimiento recubridor de vacilaciones consiste en el simple alargamiento de un fonema durante lapsos más o menos grandes, por lo general de dos segundos, seguidos de un silencio dubitativo: "la verdad es que y0000... no lo sé"; "vino yiiii... nos lo dio"; "pues n0000... diría yo eso"; " para que leeee... prestara su..."; "fue aaa... al lugar ese". Relativamente frecuente es el empleo del fonema /e/ sin base léxica: "Entonces... eeee... si le cobro barato..."; " los eeee... trepaban en los carros"; "entóns... eeee... sí". O un sonido nasal continuo, de mayor o menor duración: " Eso ya hace como... mmm... ya hace como diez o nueve años". Restringe también el contenido comunicativo de la expresión popular el elevado número de oraciones o de períodos inacabados. El fenómeno se debe, sobre todo, al hecho de que a veces el hablante rectifica el tipo de construcción sintáctica elegido inicialmente: "Toda su vida... ps se vino como (le la add de dieciocho años de su lado de ellos";
"Pero como yo no sa... nadie me lo había dicho"; "Donde estaba la... donde ella vivía". Otras veces, la oración o el período queda simplemente inconcluso, sin que haya rectificación de su esquema: "No, pus que estaba..."; "Y cada vez que yo tuve oportunidad..."; "O me voy o... o..."; " Esa mujer que tenía yo...". Este tipo de anomalía es uno de los más frecuentes en el habla popular. Me limitaré a transcribir algunos ejemplos más. De rectificación en la estructura de la oración o del período: "Lo conocí en... Vivíamos antes aquí, en Chimalistac... y allí lo conocí"; "así es de que aquí se... pues ya prácticamente es casi de aquí"; "Aquí, desgraciadamente, ya todo es... se hace uno la ilusión"; "Uno trabaja en... Uno es carnicero, otro es electricista". De oración inconclusa: "Pero fíjese que... nosotros...; "Es lo mismo, porque la gente que ya sabe y conoce..."; "Pos yo quisiera que...". Todas éstas parecen ser —de acuerdo con lo que las breves muestras por mí analizadas revelan— las causas principales y más comunes de la limitación conceptual peculiar de la expresión hablada inculta. Muchas de estas anomalías son también propias de la lengua hablada culta, aunque se presentan en ella en proporción menor que en el habla popular. La diferencia es, pues, cuantitativa, más que cualitativa. Sólo la lengua escrita culta, cuyo proceso de organización mental no está sometido a las presiones impuestas por la espontaneidad del diálogo, puede liberarse de tales anomalías expresivas. De ahí —al menos en parte— la mayor riqueza léxica de la oración peculiar de la expresión culta —especialmente, la literaria-- y de ahí, consecuentemente, el menor número de oraciones gramaticales que integran los textos literarios de igual extensión que las muestras del habla popular estudiadas.
COMPLEMENTOS Y ORACIONES COMPLEMENTARIAS EN EL HABLA CULTA DE MÉXICO En el ensayo dedicado a estudiar algunas de las peculiaridades sintácticas de la norma lingüística culta de varias ciudades americanas, apuntaba la conveniencia de tratar de explicar por qué determinados períodos —adjetivos, objetivos, temporales, sujetivos y causales— parecen gozar de un alto índice de aparición en la expresión hispánica, en tanto que otros —modales, locativos y cuantitativos, por ejemplo— aparecen muy rara vez en el discurso oral. Consideraba que podría proporcionar resultados significativos la confrontación de los porcentajes de aparición de las oraciones complementarias con los de los elementos o sintagmas complementarios de función equivalentes. Con el propósito de ir reuniendo datos que puedan contribuir a dar respuesta a esas inquietudes, hago en estas páginas algunas comparaciones entre los diversos materiales lingüísticos que proporcionan varios textos representativos del habla culta mexicana. Se trata, en esencia, de las mismas muestras que sirvieron de base para el ensayo hecho en torno a la sintaxis oracional del habla culta y de la popular con alguna leve ampliación del texto. Su brevedad obliga, al igual que en casos anteriores, a tomar los resultados como simples indicios más o menos sintomáticos. El procedimiento ahora utilizado ha sido el siguiente: He hecho un recuento de todas las funciones sintácticas com- 1 Cf. "La estructura del halda en cuatro ciuades de Hispanoamérica", pp. 120-133. C . "Gramática y aprendizaje de la lengua materna", en páginas an
plementarias3 que aparecían en las diez muestras consideradas —dos por cada uno de los cinco informantes estudiados—, advirtiendo si tales funciones eran desempeñadas por una oración subordinada o por un elemento no oracional (palabra o sintagma no predicativo). Los resultados obtenidos se consignan, esquemáticamente, en el cuadro siguiente:
3 Me sirvo aquí d el té rmin o " c o mple me n t a rio " e n u n s e n t ido mu y a mplio, ya que incluyo en él funciones nucleares, como la sujetiva y predicativa (en su forma nominal u oracional). Interprétese, pues, en el sentido de "constituyente de la oración simple que puede ser sustituido por toda una estructura oracional".
Sujetos de oración expresados en el texto.5 (artículos, demostrativos, etc)
Excluyendo determinativos
Se advierte, de inmediato, que hay ciertas funciones sintácticas con un alto índice de aparición. Ante todo, la sujetiva (134 testimonios); y, en su seguimiento, la adjetiva ( 107), la objetiva (83) y la adnominal (70); después, en menor número, la locativa, la temporal, la modal y la predicativa (nominal). Pero dentro de esas funciones sintácticas cabe —y debe— hacerse una distinción básica: la que existe entre funciones oracionales nucleares o primarias y funciones estrictamente complementarias. De aquella parte habría que situar las funciones sujetiva y predicativa, sin cuya presencia no se da la oración gramatical; y aun podría añadirse a ellas la función objetiva, esencial —al menos desde el punto de vista semántico, comunicativo— en muchas oraciones de verbo transitivo; y con la función objetiva, la de régimen prepositivo, que no es sino una variante formal de aquélla. De la otra parte, las funciones verdade- 6 Llama la atención esta total ausencia de relaciones concesivas. Tuve que ampliar mucho la lectura de los textos recopilados en el tomo sobre El habla [culta] de la ciudad de México hasta encontrar dos testimonios de oraciones concesivas, pero ni uno solo de sintagmas no oracionales concesivos. No parecen, pues, ser muy usuales expresiones del tipo "No obstante su cansancio, siguió trabajando"; el hablante parece preferir la construcción oracional, del tipo "Aunque estaba muy cansado, siguió trabajando". Claro que esta impresión habría que verificarla con testimonios mucho más abundantes.
ramente complementarias: adjetiva, temporal, locativa, modal, causativa, adnominal, etc. Dentro de esta división general, primaria, a las tres primeras funciones —sujetiva, predicativa y objetiva-prepositiva— corresponde en mis breves textos un total de 260 testimonios (= 41.7% del total). Son, todas ellas, funciones sustantivas (propias del sustantivo morfológico y, a la vez, sustanciales). A las once restantes funciones consideradas corresponde sólo un total de 364 apariciones (= 58.3%). Estas cifras, no obstante su carácter relativo y provisional, permiten apreciar cuáles son las funciones esenciales que aparecen en el discurso y advertir que la lengua hablada hace uso, muy mayoritariamente, de ellas, recurriendo a las otras funciones, en verdad complementarias, sólo ocasionalmente. Cabe imaginar que la lengua literaria se sirva de estas últimas en mucha mayor proporción, en tanto que la lengua hablada se presenta casi desnuda de ellas, estructurada sólo con los elementos indispensables. Por otra parte, el cuadro permite también advertir que esas funciones primarias están a cargo, casi exclusivamente, de palabras o sintagmas no oracionales; sólo las oraciones objetivas alcanzan un porcentaje digno de tomarse en cuenta ( 14.5%, al cual podría añadirse el 8.3% de los períodos prepositivos), cosa que no sucede en el caso de las oraciones sujetivas (4.5%) y aún menos en el de las predicativas ( 3.2%). Más compleja se presenta la situación si atendemos al resto de los períodos considerados. En conjunto —o sea, sin distinguir entre oraciones y sintagmas complementarios— las funciones que muestran un relativamente alto promedio de apariciones son la adjetiva (107) y su afín la adnominal (70), la locativa (43), la temporal, (37), la modal (33) y la cuantitativa (comparativa y consecutiva: 26)7 . Pero con acusadas diferencias internas entre unas y otras. En efecto, mientras que algunas de estas funciones suelen ser desempeñadas por palabras aisladas o sintagmas no oracionales, otras revelan una más equilibrada distribución. Así, en un extremo, las funciones cuantitativas atestiguadas en 7 Los esq emas comparables, en este último caso, serían del tipo "Trau baja muchísimo" o "como una mula" o "tanto que se va a agotar",
las muestras estudiadas (26 en total) están a cargo exclusi vamente de complementos no predicativos; no se documenta en esas muestras ni una sola oración consecutiva o comparativa. En cambio, las especificaciones temporales se reparten más equilibradamente entre complementos no predicativos ( 62.2%) y oraciones subordinadas (37.8% . Equilibrio relativo muy similar parece darse en el caso de las complementaciones adjetivas: sintagmas no oracionales (63.5%) y oraciones gramaticales (36.5%) . Pero no sucede lo mismo en el caso —funcionalmente similar— de los complementos adnominales, representados por sustantivos en el 92.9% y por oraciones en sólo el 7.1%. Y aún es más acusada la desproporción en los casos de la complementación locativa y de la modal, rara vez expresada por cons trucciones oracionales (4.6% y 6.1% respectivamente). Pero la situación cambia drásticamente cuando de relaciones causativas se trata. La causa eficiente, la causa final y la causa hipotéticas suelen expresarse, de manera abrumadora, por medio de oraciones gramaticales. En efecto, los textos analizados muestran un 72.7% de oraciones cau sales, un 80% de oraciones finales y un 100% de oraciones condicionales (en total, un promedio de 84.2% de oracio nes causativas). Y hay que tener, además, en cuenta que muchos de los complementos causativos están formados, en realidad, por elementos prooracionales. En efecto, un com plemento causal del tipo por eso en expresiones como "Por eso no fui" está constituido por un elemento prooracional, eso, que implica una oración gramatical expresada con ante rioridad (como "No hubiera sido bien recibido", por ejemplo). Cabría preguntarte a qué razones se debe lo exiguo del porcentaje de oraciones modales' y locativas (y, más aún, 8 Así como, al parecer, la causa contraria o concesión; cf. lo dicho en la nota 6.9 Como pudimos advertir en el ensayo dedicado a confrontar la estructura de la cláusula literaria y de la oral, una de las pocas ocasiones en que el habla culta se apartaba de la lengua escrita para coincidir con el habla popular era precisamente en el caso de las oraciones modales, las cuales alcanzan en la literatura un porcentaje del 5%, en tanto que en el habla culta sólo a s c e n d í a n a l 1 % y en el habla popular al 0.9%. ¿Cabría
cuantitativas) en la cadena hablada. No obedece, evidentemente, a un posible desinterés de los hablantes por estas determinaciones de lugar, modo o cantidad, ya que el índice de aparición de complementos de tal naturaleza no es pequeño: 41 especificaciones locativas, 31 modales y 26 cuantitativas. Mucho menor es el número de determinaciones causales (11 en total), finales (10) y condicionales (8), de manera que no cabe pensar que las determinaciones circunstanciales carezcan de interés para los hablantes. Se trata, al parecer, de una diferencia estructural de la sintaxis española: las complementaciones causativas suelen expresarse mediante sintagmas oracionales, en tanto que las especificaciones circunstanciales suelen expresarse por medio de sintagmas no oracionales, salvo en el caso de la complementación temporal, en que se establece un mejor equilibrio entre ambas formas de expresión, según líneas antes advertía. Por otra parte, imaginaba que el análisis de las formas complementarias, en sí mismas, podría revelar peculiaridades de algún interés. Lamentablemente, la brevedad de los textos considerados —no obstante que en este particular los he ampliado un tanto— impide una vez más llegar a resultados definitivos. Sin embargo, esos textos permiten hacer algunas observaciones generales. En primer lugar, la relativa a la frecuencia con que las determinaciones temporales de diversa naturaleza se acumulan, yuxtaponiéndose unas a otras, en un mismo pasaje comunicativo. Como en el texto siguiente, en el que la determinación del tiempo se establece con toda precisión mediante el encadenamiento de un adverbio, una locución temporal y una oración subordinada: " Ayer por la tarde cuando regresé a casa, recordé que..." . Acumulaciones de este tipo no son frecuentes en el caso de los complementos adverbiales de las otras clases; sólo en las determinaciones locativas suele producirse, en el habla mexicana al menos, una yuxtaposición semejante —de naturaleza apositiva—entre el adverbio aquí y el complemento locativo particular imaginar, por ello, que los períodos modales scan una forma muy culta o "intelectual" de nuestra sintaxis oracional?
de que se trate en cada caso: "Aquí, en México, pensamos de otra manera"; "porque aquí, en el Canal 13, sólo informamos de...". Es, en verdad, notable el interés de los hablantes por precisar con exactitud el momento de la acción. La determinación general del tiempo corre ya a cargo de las diversas formas temporales del verbo. Pero ello no es suficiente para los hablantes: la lengua les proporciona una rica gama de . adverbios temporales que permiten precisar mejor el momento del pasado, del presente o del futuro en que se sitúa la acción principal. Mas no basta: se dispone también de una larga serie de sintagmas temporales, más o menos complejos, que determinan con mayor exactitud el momento de la acción. Lo cual no es óbice para que los hablantes recurran aún al empleo de oraciones temporales de significación muy específica. En "Iré mañana por la tarde apenas salga de clase", la forma verbal iré sitúa ya la acción en el futuro, cuya infinita dimensión queda estrechamente reducida dentro de los límites del mañana particular y concreto; la locución temporal por la tarde precisa y reduce aún más esos límites, que quedan finalmente constreñidos al momento preciso de salir de clase. No quisiera arriesgar aquí ningún comentario psicolingüístico sobre la posible transcendencia que la temporalidad tiene para la vida y el espíritu humanos... Pero bien podría correrse el riesgo, a la vista de esas frecuentes acumulaciones de complementos temporales en la expresión hispánica (o acaso general). El rápido análisis que he hecho de los complementos adverbiales —temporales, locativos, modales y cuantitativos—que figuran en mis breves textos permite también aventurar algunas cuantas observaciones. Llama la atención, ante todo, su gran variedad. La cual torna difícil todo intento de sistematización precisa. Dificultad que agrava la misma brevedad de los textos considerados. Sería necesario aumentar considerablemente la amplitud de la muestra para tratar de llegar a resultados firmes y seguros, Me limitaré, pues, a hacer esas consideraciones generales que anunciaba.
El morfema temporal que ha aparecido con mayor fre cuencia en el corpus estudiado ha sido entonces. No atiendo ,en mis estadísticas, como es lógico, a su función ilativa, es
decir, a su empleo como nexo copulativo entre cláusulas10, función que es también frecuente en el habla culta mexicana. Como morfema temporal, entonces tiene normalmente funcional pronominal o prooracional; esto es, implica o reproduce una determinación temporal expresada anteriormente por un sintagma complementario no oracional o por toda una oración gramatical. Lo primero sucede en casos como "y llegó a la medianoche. Entonces tenía yo mucho sueño como para..."; lo segundo, en casos como "Vivimos allí hasta que se murió mi mamá. Entonces mi papá decidió traernos a México", donde entonces equivale —prooracionalmente— a la oración subordinada temporal cuando murió mamá. Lo mismo sucede en "...se fue a trabajar a Estados Unidos. Desde entonces no lo he vuelto a ver" 11 . Normalmente —como se ve en los ejemplos anteriores —el empleo. referencial de entonces es anafórico: "Regresando, entonces ya empecé a hacer mi tesis"; pero no faltan ejemplos. de uso catafórico: "Entonces, ya que me había iniciado, compré libros en inglés". Otros adverbios temporales reunidos con relativa frecuencia en los breves textos analizados son ya, nunca, siempre,. luego y después. Las únicas locuciones temporales que se repiten con cierta regularidad en ellos son las formadas en torno al sustantivo año ("en el año de 1965", "el año pasado", " desde el año de 1925", "en los años futuros", e t c . ) y , e n m e n o r m e d i d a , e n t o r n o a t i e m p o ( " e s t u v o poco tiempo allí", "trabajó en los Estados Unidos mucho tiempo") y en torno a rato ("volvió al rato", "fui un ratito"). Los demás complementos temporales, dada su gran. variedad y lo esporádico de su aparición en las muestras, se resisten a toda clasificación proporcional1 2 . Anotaré, por último, la escasez de adverbios temporales en -mente: en mis 10 Me refiero a construcciones del tipo "No fuimos porque estábamos mucho muy cansados. Entonces, pensamos que..." 11 Entonces = "desde que se fue a los Estados Unidos". 12 Aislad amente han a pa re c ido lo c u c io n e s c o mo " e n e s e mo me n t o " o "en cl momento de su llegada", "a la hora de la tesis" y "a la hora de las "cachetadas", "varios meses", "el otro día", "antier", "una s e m a n a d e s pués" y otros 414 unity diversa naturaleza.
textos sólo he podido espigar un aislado inmediatamente13. Más heterogénea es todavía la estructura de las complem entaciones locativas. Más abundantes aún que las temporales (no oracionales), son de muy diversa naturaleza14; sólo un esquema o molde —no una locución fija y concreta— alcanza incidencia notable: la que se organiza en torno a algún topónimo. Así, "estuve en Nueva York", "vive en Guadalajara", "va a Cuernavaca", "en México", "en Estados Unidos", etc. Del total de especificaciones locativas espigadas en mis trasliteraciones del habla culta, casi el 50% corresponden a esta clase representada por un nombre de lugar. En cambio, los adverbios locativos propiamente dichos son muy escasos. El único que muestra vitalidad apreciable es aquí, frecuentemente empleado de manera catafórica en relación con el nombre del lugar: "Pues aquí, en México, ha subido mucho la vida" 15 . Además de aquí, sólo he documentado, aisladamente, ahí y afuera. En lo que a las determinaciones modales respecta, las únicas observaciones que las muestras estudiadas me permiten hacer son de carácter muy general. Ante todo, el hecho de que, a diferencia de lo que sucede en el caso de los complementos temporales, la gran mayoría de las determinaciones modales corren a cargo de adverbios en -mente (vulgarmente, aproximadamente, dinámicamente, exclusivamente, realmente, espiritualmente, generalmente, predominantemente, únicamente1 6 , buenamente). Más del 70% de los complementos modales reunidos están representados por adverbios en -mente. En cambio, los únicos adverbios modales orgánicos que he hallado en mis textos han sido así, bien, mal, y la locución adverbial de repente. En verdad escasos son los sintagmas modales extensos, como el emplea13 Y ello, en un hablante muy culto y muy esmerado en su expresión. Lo ha bitu al, c o n e s t a f u nc i ón, s e rí a en s eguida o luego ( s o bre tod o, en forma reiterativa: "Hazlo luego luego"). 14 Tan variables, semánticamente, como "trabaja en el Banco de México", "voy a su casa", "al aeropuerto", "está en la parte de atrás", "en las cercanías del sol", "en esa terraza", "en aquellas regiones", etc. 15 Cf. lo anotado antes, pp. 171-172. 15 En una ocasión, dentro de la locución enfática fija "única y exclusivamente". Habría que estudiar la real vitalidad de estas acumulaciones adverbiales en el discurso.
do por uno de los más cultos de mis informantes: "la única forma de que... una estrella llegue a serlo es única y exclusivamente mediante el proceso de contracción de una nube de material interestelar". Lo cual, como antes vimos, no es nada raro en el caso de las determinaciones temporales. Finalmente, poco permiten decir los materiales lingüísticos ahora estudiados en torno a los complementos cuantitativos. Lo más notable e importante queda anotado en páginas anteriores: la ausencia de oraciones comparativas y consecutivas en mis muestras. Cabe añadir algunas breves anotaciones, todas ellas esperables: Que las formas cuantitativas o intensivas que más han aparecido son muy, mucho, poco, bastante y algo. Que los superlativos orgánicos parecen ser poco usuales: "una cantidad bajísima". Que aún son más escasos los adverbios en -mente con significado intensivo: "es extraordinariamente joven". Que tanto se usa con relativa frecuencia como adverbio o adjetivo intensivo: "me querían tanto" (= mucho); "encontré tanta amabilidad en ellos". Y que también más aparece con esa función: "Es más tonto" (= muy). Supongo que, dentro de esta distribución general de las diversas formas complementarias, podrán hallarse acusadas diferencias entre la expresión de unos y otros hablantes, de acuerdo con condicionamientos socioculturales, con determinaciones de situación y estilo, y aun con preferencias individuales. No he tratado aquí sino de vislumbrar los lineamientos más generales y detectar algunos posibles indicios de rutas promisorias.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ACADEMIA ESPAÑOLA, REAL: Gramática de la lengua castellana.
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A.M., 10 (1981), pp. 46-50. 9. "La estructura sintáctica del discurso en las Cartas de Diego de Ordaz": Homenaje a Alvaro Galmés de Fuen ¬tes, Universidad de Oviedo. 10. "Complementos y oraciones complementarias en el habla culta de México": Actas del VI Congreso de la Asoiación de Linguística y Filología de la América Latina, Phoenix, sept. de 1981. 11. "Anomalías en el habla popular de México": Home naje¬ a Ana María Barrenechea .
ÍNDICE
Advertencia .............................................................................................. 7 Primera Parte: Metodología .................................................................9 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8.
Delimitación previa de las unidades sintácticas usadas 13 La oración gramatical ..................................................................... 16 La frase 28 La prooración ................................................................................... 30 El período ......................................................................................... 34 La oración compuesta ..................................................................... 45 La cláusula ................................................................... . 50 La unidad fundamental de la gramática . . . . . 55
Segunda Parte: Estudios ...................................................................... 61 Notas sobre las unidades sintácticas del discurso . . ...................... 63 Gramática y aprendizaje de la lengua materna . . . .........................72 La estructura del discurso en cinco escritores mexicanos ......... 100 La estructura de la cláusula en el habla y en la literatura 107 La estructura del habla culta en Puerto Rico y en México 114 La estructura del habla en cuatro ciudades de Hispanoamérica 120' La estructura de la cláusula en dos obras medievales . . 134 Una nota sobre el estilo de Quevedo . . . . . . ............................... 140 ,a estructura sintáctica del discurso en las Cartas de Diego de Ordaz .............................................................................. 149 Anomalías en el habla popular de México . . . . .......................... 159 complementos y oraciones complementarias en el habla culta de México ............................................................................. 166 Referencias bibliográficas .............................................................. 177 Procedencia de los estudios . . . . . . . 183