Análisis de la Imagen de Francesco Tonucci “La máquina de la Escuela”
La imagen presenta una analogía entre la escuela y la fábrica. El pedagogo Tonucci expresa en estos dibujos la semejanza que tienen ambas estructuras, y lo grafica en una unificación de funciones, de acciones, de actores. Se ve con claridad cómo un grupo de alumnos ingresan sobre una cinta transportadora todos con diversos rasgos, en su paso por la máquina/escuela homogeneizadora se transformarán en personas con características iguales. De los que ingresan, aquellos que no cumplen con normativas, con criterios entendidos como normales, son desechados, son considerados residuos. Por la gestión del operario/docente, todos los alumnos reciben el mismo material, no hay distinción, todos tendrán el mismo conocimiento. Al finalizar el proceso tenemos copias del alumno esperado, todos iguales, ordenados uno detrás de otro, y con el único destino: la sociedad que los espera. Ni sus rostros expresen sentimientos distintos, o sonrisas, o miedos, o desilusión. Pienso que esta imagen representa una escuela que quiso ser, pero en algunas instituciones escolares se tiene esta gráfica como lo que no se quiere ser. Muy despacio, pero veo avances en cuenta a aceptar, integrar las diversas características de cada alumno. Y al ver esta imagen que tanto interpela, me pregunto, ¿qué es la escuela? ¿Es el espacio que la sociedad ha legitimado para que sus miembros puedan identificar e interpretar los contenidos de la cultura, transformar y producir nuevos saberes, o es el ámbito donde los individuos reciben de forma acabada las instrucciones que luego deberán reproducir con reglas estrictas los alumnos en la sociedad? ¿La escuela como institución recuperó una visualización visualización central llevándola a ser una una unidad organizada de servicio, o solo se restringe a reproducir en forma serial lo que pocos quieren para muchos, siendo estos muchos motivos de incremento capital, haciéndola invisible sin que nadie pueda transformar esta realidad? ¿Si la finalidad de la escuela es la de gestionar acciones democráticas y participativas, seguramente estará preparando niños y jóvenes para una vida libre, tolerante, justo; pero si la finalidad de la escuela es la producción en serie, la comercialización al por mayor de ciudadanos, de adultos con los mismo criterios y discursos grabados en las aulas, será una sociedad autoritaria? Nuevamente, ¿qué es la escuela? Respuesta que se genera de la otra más profunda, ¿qué escuela queremos? ¿Qué educadores deben gestionar la escuela que queremos? ¿Tienen que ser ingenieros, técnicos, empresarios, o docentes, pedagogos?
La institución educativa marca sus reglas, marca sus contratos y matrices, pero los docentes sus principios. Docentes quienes ejecuten el protocolo de producción o docentes que realmente pretendan enseñar. ¿Qué nos puede diferenciar e ntre simples operarios o responsables apasionados del arte de enseñar? Para que la práctica e ducativa sea algo serio, para Freire, Fr eire, debemos contribuir con responsabilidad, preparación científica y gusto por la enseñanza, con seriedad y testimonio de lucha contra las injusticias, ser presencias notables en el mundo. Esto Esto es imposible desde una mentalidad técnica instrumentada. Para esto nuestra nuestra formación debe considerarse rigurosamente importante.
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La ficción a la cual muchas veces nos sumergimos, no son las que deseamos jugar Pero nuestra práctica reflexiva no se sobrepone a esta situación, o no lo hace con todas las fuerzas necesarias. Todo juego se hace de reglas, pero ¿qué reglas plantea Tonucci en esta imagen? ¿las que no tenemos que respetar o las que estamos ejecutando? Las reglas y compromisos anudados son el corazón del juego, de la ficción realizadora. Siguiendo la idea de Freire, Duschatzky y Farrán recalcan compromiso con el juego y con ninguna otra cosa, lo que significa que en el límite, la participación en este juego docente puede hasta admitir una irresponsabilidad, ser más fábrica que escuela. Esta ficción a la que se aspira rompe la idea de escuela normalizadora, busca salir del espacio del aula e ir más allá. “Hay dos modos de pensar la escena: hay docentes y hay alumnos porque hay Estado, ley, estructuras de poder que ofician de guión y soporte de cualquier práctica, o, por el contrario, hay un juego en el que jugamos a creer que somos docentes y alumnos. Es oportuno y eficaz representar un rol y enunciar ciertos discursos.”
Los materiales didácticos que ingresan a la fábrica, provienen de la sociedad a la que están yendo los ya listos ciudadanos. Esos recursos, prefijando la implementación del currículum en el aula, son productos sociales, generando otro vínculo entre la sociedad y la escuela, la noósfera con más fuerza condicionan el contrato fundacional. Tanto los saberes a transmitir como los destinatarios de lo que se transmite, son definidos por la sociedad. Pero la escuela tiene la posibilidad para establecer aquello y a quiénes desea enseñar, tiene la posibilidad de formarse como escuela cerrada o abierta, conservadora o innovadora, realmente una escuela o una fábrica. ¿Son desechados de la escuela los que grafica Frato, o son los impedidos de tener una escuela que integra o expulsados de ellas y aun diciendo que se escapan? Ese cartel que refleja un recorte cultural, ¿es un sistema donde las expresiones populares están prohibidas? La imagen puede concluir en la frase de Frigerio: “la escuela es una institución atravesada permanentemente por dos tendencias (optativas a cada realidad o proyección) , una reproductivista, conservadora, que tiende a perpetuar; y una tendencia innovadora, transformadora, que se propone modificar ese orden” Ese orden que es de un aula rígida, o de un patio flexible; de un docente que espera el timbre de
salida o de un docente que desea dar un poco más de su opción primaria de educar, es que marca lo que queremos ser, hacia dónde queremos ir. El docente aislado como en la imagen es aquello a lo que no se desea llegar, la entrada prohibida a los padres, a los periódicos, es lo que no queremos concretar. La escuela fábrica genera igualdad, pero no la igualdad que nosotros aspiramos y fomentamos. Que esta imagen sea motor de nuestras acciones, como imagen prudente y respetada de lo que no queremos ser.
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