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En E n la h i s t o r i o g r a f í a s o b r e la é p o c a c o l o n i a l h i s p a n o americana. siempre ocupó un lugar preponderante la exposición del movimiento emancipador de la tutela de España . 1 Es E s c r i b i r la h i s t o r i a era er a u n a tare ta reaa e m i n e n t e mente "política", puesto que se consideraba la jase heroica de la rebelión antiespañola como la hora en «¡ u e las nuevas repúblicas nacieron como naciones, y c o n mucha frecuencia detrás de la apasionada c'vocación del pa p a s a d o r e v o l u c i o n a r i o se o c u l t a b a a s i m i s m o u n a piot pi ote. e.ss ta contra el caos político y la depresión de los tiempos t¡ut si s i g u i e r o n a la e m a n c i p a c i ó n . E o s d e b e r e s i m p u e s t o s p o t la herencia herencia espiritual espiri tual de la la revolución revoluc ión de in d ep en d a n ia, el colorido especifico de la política interior de los países rectores y, en muy primer termino, el gran ejemplo de la historiografía europea del siglo XIX y de comienzos d e l X X f a v o r e c i e r o n e l p r e d o m i n i o d e la e s cu cuee l a libe li bera ral* l* ton grandes nombres como los de Bustamante, Macke HL La^tits tits jvd jv d f i cf / i Cf. ln* frehas en W llfli's» A. C .. H nic Amttici, N u e va j t la v a Yo Y o rk r k . 1 9 -1 2 . S á n c h e z A i o n s o . B , hi taría tipañola t hispanofí’ndisena. M adrid, 1952. t. III. título nv 9'V 6 s q q . H c m p k k f y s . R . H ., . , Tht Histo'togrtfhy isto'togrtfhy y tk* tk* Sp**ük Sp**ük An A n t ’H-zn I , r d . p o r f l C o m i t a to to I n t r m d i S c i e n c e Rtr R tro olutio lutiort rtt, t, e n : RtUdom RtUdom,, t . I, Stor., Stor., X C onfirmo onfirmo In trm . de Ciencia* Histérica». Histérica». Rem a 1955 . p. 20, *
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u n a , M e d i n a , A m u n á te g u i, M it r e , et c. Sa lv o al gu no s p ri m e ro s in te n to s p o r ex p li ca r las co ne xi o n es soc ial es y ec o nó m ic as e n tr e la ép oc a co lo n ia l y la de em an ci pa ción (como, por ejemplo, los de Alberdi), se hizo evidente la tendencia a investigar las raíces espirituales y p o lí ti c a s de la tr a n si ci ó n e n tr e la co lo ni a y la li b er tad, y la censura revolucionaria apareció más bien como un don de los grandes ejemplos norteamericanos y franceses que como punto culminante y final de la propia evolución. ‘ L a h is to ri o g ra fí a d e l p re se n te se ca ra ct er iz a, p o r lo contrario, por una creciente disolución de la “imagen histórica antigua ’,’, y la la búsq ueda de nuevos horizontes en la interpre tación del pasado pasado hispanoame ricano ha contribuido a despejar el camino para una más acentuada consideración de los momentos sociales y económ i c o s d e la la e v o l u c i ó n . 2 E n l o c o n c e r n i e n t e a l a e m a n cipación y a sus períodos precursores, no se trata con ello de una “sociología de la revolución” en abstracto si n o de p la n te a r se a n te to d o u n a c u e st ió n m ás im p o r tante: hasta qué punto, y más allá de la existencia de se ri es ca us al es de o rd e n p o lí ti c o y e sp ir it u a l, la r e b e lión de Hispanoamérica formó una parte orgánica del movimiento universal de emancipación burguesa de los siglos XVIII y XIX. Al proponer su “teoría de la E m a n c ip a c ió n ” es cr ib e el h is to r ia d o r e sp añ o l O ct a vi o 2 En cuanto a los resultados a que debería aspirar una historia social y económica de la época colonial, cf. R. K o n e t z k e , Prob leme und For sch ung ssta nd der Sozia lges chic hte Hisp anoa mer ikas wá hren d der Kolo nial ze it (Pr oble mas y estado actu al de la inve stigac ión sobre la historia social de Hispanoamérica en la época colonial), colonial), en: Communicazioni3 t. VII, del Comitato Intern. di Scienze Stor., X Congreso Intern. de Ciencias Históricas, Roma 1955, p. 35 sqq.
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Gil M un illa :8 “La emancipación es, en esenc esencia, ia, la la revolución burguesa americana” y, como tal, consecuencia de la “creciente importancia de la burguesía americana”. En lo que respecta a los diversos países que fo rm a n H is pa no am ér ic a, di ch o pr ob le m a no ha sid o analizado y expuesto en sus condiciones históricas sino al nivel de las definiciones generales, como bien se demostró por el curso y los resultados del Congreso de H is to ri ad or es ce le br ad o en M a dr id en 19 4S ,h y qu e se ocupó en especial de las “causas y el carácter de la 1 evolución de indep endencia”. Pe ro la fo rm ac ió n y cr ec im ie nt o de un a clase de st inada a hacer una revolución es siempre fruto de un largo proceso, que a menudo es casi imposible reconstruir en sus antecedentes ocultos: de esta manera, también el movimiento de independencia hispanoamericana se presenta como culminación política de una trans fo rm ac ió n ec on óm ic a y so cia l q u e ha bí a ec ha do ho nd as maíc maíces es en el seno de la sociedad colonial. En los capítulos que se leerán a continuación hemos intentado ofrecer un cuadro general de los rasgos fundamentales de la estructura social y económica del Virreinato del R ío de la Pl at a pa ra pl a nt ea rn os , en u n ej e m p lo co ncreto, el proble7na de cuáles eran las posibilidades y pe rs pe ct iv as q u e —en el ma rc o de l sistei 7ia co lon ial español— se ofrecían para la liberación de elementos 3 Teoría de la Emancipación, en Historia de España, España, estudios pu blicados en la Revis ta Arbor, Madrid 1953, p. 455 sqq. 4 Congreso Hispanoamericano de Historia. Causas y caracteres de la independencia hispanoamericana, hispanoamericana, Madr id 1953. Cf. asimismo M. S. A lp e r o v i c h , V. I. E r m o l a e v , I. P. L a v r e t s k i i, S. I. S e m i o n o v , Las Guerras de Independencia de las Colonias españolas en América (1810-1826), traducción castellana edit. por Cuadernos de Cultura, Buenos Aires 1958.
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soc ial es bu rg ue se s y capaces de ser útiles a la emanci pa ci ón bu rg ue sa , el em en to s q u e al to m ai co nc ie nc ia de su pr op ia im po rt an ci a p o lí ti c a y al es tr ec ha r fi la s en el momento histórico de 1S10 llegaron a una categoiica negación del régimen colonial.
I COLONIZACIÓN ESPAÑOLA DEL RIO DE LA PLATA Según una expresión de Ricardo Levene, la Argentina, a diferencia del resto de Hispanoamérica, no fue conquistada sino colonizada. Con tal delimitación del concepto, Levene subraya conscientemente los fundamentos peculiares del dominio colonial español en el Rio de la Plata, cuyas particularidades también influirían y encauzarían el proceso de la emancipación en su etapa preparatoria del siglo xvm. Como para las demás regiones del imperio hispanoamericano, también en la Argentina puede apreciarse una evidente continuidad desde la época de la conquis ta hasta la emancipación, si bien los contextos históricos son dife rentes de los que podría hacer presumir la interpretación de Salvador de Madariaga .1 Una co mparación con el resto del impe rio colonial nos permitiría definir las particularidades de la colo nización del Río de la Plata, pero para ello deberemos atenemos al doble criterio que se expondrá a continuación. En la tarea de juzgar un régimen colonial, inmediatamente se plantea el problema del carácter de su colonización y, a la vez, el de la estructura del sistema colonial. Se trata de dos as pectos diversos de un mismo proceso y, en última instancia, el carácter de la colonización imprime su sello a la estructura del sistema resultante, si bien no debe olvidarse que la interrelación concreta de ambos factores sólo podrá apreciarse en un campo de acción relativamente extenso, que puede alcanzar una impor tancia de vastos alcances en la dirección que terminará por asu mir la evolución de una colonia determinada. 1 The Fallof the Spanish American Espire (Caída del imperio español en América), Nueva York 1948. Entre otras cosas, Madariaga mani fiesta que el separatismo “democrático” de los conquistadores debe interpretarse como legítimo precedente de la emancipación de 1810.
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De acuerdo con su carácter histórico —entendido como to talidad de los impulsos tanto objetivos como subjetivos que in terviniero n—•, la colonización e spañola fue un movimiento^ del feudalismo tardío, de expansión y colonización," que se volcó en diferentes oleadas sobre el continente americano, desde Cali fornia hasta Bío-Bío. La etapa inaugural se extendió de 1492 a 1510, años durante los que se llevó ,a cabo la ocupación de las Grandes Antillas. Tan breve lapso fue suficiente para proveer a los conquistadores de las experiencias necesarias para conti nuar Ja obra emprendida, para establecer la dirección funda menta] de la futura política colonial y para estabilizar tanto en lo económico como en lo político los puntos de apoyo conquis tados, que así brindaron una base segura desde donde partir a la conquista de tierra firme.3 Después de un preludio en el istmo de Panamá, la conquista de los imperios azteca e inca, como así también de los territorios intermedios, formó el'conte nido de la segunda etapa, que se extendió de 1510 hasta 1535. Con la segunda conquista de Tenochtitlan por Cortés y con la ocupación de Cajamarca y del Cuzco por Pizarro comenzó la etapa de prosperidad de la Conquista, cuya primera crisis se presen tó con la desv astad ora revoluc ión de los prec ios .4 Desde 1535, aproximadamente, y hasta el último cuarto del siglo xvi, es posible situar la tercera etapa, caracterizada por repetidos in tentos de incorporar las “zonas marginales”, entre las cuales tam bién figu ra la del Plat a. Estos movim ientos surgi eron y,a en bue na parte de la propia fuerza expansiva de los nuevos centros de
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en la lntensidad de la conquista. Al mismo tiem po desde el punt o de vista del poder central, el aspecto de la onizacion efectiva cedía gradualmente su lugar a una tarea rio” rfedo" dea“ iento” > ‘al establecimiento de un “cordón sanitar Z - u V laJ CT petenCÍa indeseable de otros países. Chapman ha llam ado la atención sobre el esfuerzo potencial del aspecto defensivo (que el llama: “offensive offensive” - “defensive offensive - defensive defensive”) y ya debe concedérsele importancia para sus comienzos precursores a fines del siglo xvi si bien las situaciones diferían considerablemente en las distintas zonas fronterizas, como lo índica ya una comparación entre Florida y Norte de México, dos términos opuestos. Mientras que el carácter de la colonización solamente era determinado desde la metrópoli —por lo cual actuó sin modifi caciones en todas las fases de la Conquista—, la estructura misma del sistema poseía, como correctivo esencia], una índole mucho más compleja. A la consolidación de la estructura del sistema colonial español, es decir, a la totalidad de los elementos económico-sociales, político-administrativos, cultural-espirituales y étnicos que determinaron forma y contenido del régimen colo nial, también contribuyeron —por encima del carácter de la' colonización— las circunstancias concretas preexistentes, ya fue ran de carácter geográfico, económico, social o de otro tipo, que reaccionaron activamente frente a la invasión europea. Entre esa amplísima escala de reacciones figuran, por ejemplo, tanto las exigencias particulares de la economía de plantaciones tro picales (o subtro picale s) como quizás la heroica resistencia de los indígenas a ser explotados por los “dioses blancos”, y tam bién los efectos —que últim amen te suelen subrayarse, sobre todo por parte de los indigenistas 6— del contacto social y cultural: por enc ima de la mezcla de razas (me stiza je), dicho contacto creó las posibilidades efectivas de una “Reconquista” india .7 Desde el punto de vista de una correlación tan sumamente com-
2 M . K o s s o k y W. M a r k o v , Ko nsp ek t iiber das span isch e Ko lon ial sys tem (O jea da gen era l al sistem a colon ial espa ñol) en: Wiss. Zeitschr., año 45, 1955/56, Gesellsch. u sprachwiss. Reihe, cuad. 2 y 3, p. 126. W. M a r k o v , Be me rku nge n zur ges chi cht lich en Ste llu ng der Sie dlu ngs kolonie (Anotaciones sobre la situación histórica de la colonia de coloni zac ión ) en: Vom Mittelalter zur Neuzeit (De la Edad Media a la Moderna), ed. por H. Kretzschmar, Berlín 1957, p. 318 sqq. 3 N. M ez a V i l l a l o b o s , Significado del período 14931508 en el proces o de la Con quis ta, en: Rev. Chilena de Historia y Geografía, San t ia go d e C hi le 19 47 , n 1? 110. • ~ 4 E . J . H a m i l t o n , Spanish American Treasure and the Price Revo lutton in Europe, Cambridge (Mass.) 1934. Cf. asimismo G. L u z a t t o , átona economica dell’etá moderna e contemporánea, P a d ua 1 95 5 • I p. 199 sqq. ’ r ’
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5 C h . C h a p m a n , Colonial Hispanic America: a history, Nueva York
1938, p. 92
sq. 6 E . V a l c a r c e l , Ru ta cult ural del Perú , M é x i c o 1946. 7 F. M o r a l e s P a d r ó n , Fisonomía de la conquista indiana, Sevilla 1953, p. 153 9qq .
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plicada, y a par tir de características comunes de tipo prim ario y Uneral, se hace posible desmembrar el sistema colonial español en diversos sectores en cuanto a lo estructural y tipológico, si bien en algún caso aislado su recípro ca delim itación no sera todo lo exacta que fuera de desear. _ A los ojos de los conquistadores y según la expectativa del Estado absolutista, los poderosos imperios de incas y aztecas cons tituían meramente el “tipo ideal” de un objeto de colonizacion, juzgado con criterios de valoració n pred omi nant eme nte feudales . En esos imperios podía cumplirse con mayor facilidad y con máximo provecho la profesión de fe de los conquistadores: “Para servir a Dios y al rey; para llevar la luz a quienes viven en las tinieblas, y también par,a ganar riquezas, lo que buscan todos los hombres” (Bernal Díaz). En la organización económica y social altamente desarrollada de los imperios inca y azteca, los colonizadores hallaron toda una serie de puntos de apoyo que facilitaron la transferencia del orden social feudal a los dominios de ultramar .8 Toda seguridad de convertir una conquista transito ria en duradera penetración colonizadora descansaba en el presu puesto de que existía un a poblac ión aut óct ona cuyo nivel de desa rrollo permitía su integración, con el mínimo de fricciones, en el nuevo orden social. Dent ro de las condiciones de la colonización a través de señores feudales, la posesión territorial (con inclusión de las minas) sólo alcanzaba su verdadero valor al asignárseles al mismo tiempo la facultad de disponer de mano de obra servil en número adecuado .3 Este problema cardinal de la colonización es pañ ola fue resuelto recu rrie ndo al sistem a de rep arti mie nto s y en comiendas.10 ' Tanto para el futuro de las colonias como de la metrópoli, la casi exclusiva concentración de las iniciativas coloniales privadas 8 F. K a t z , Die sozia lokon omis chen Ver háltn isse bei den Az tek en i. 15. u. 16. Jahrh. (Condiciones económicosociales entre los aztecas en los ss. X V y X V I ). H. H. D i s s e l h o f f , Geschichte der altamerikanischen Ku ltu ren (Hi stor ia de las antigu as cul tura s am eri can as) , M u n i c h 1 9 5 3 , v. sobre todo p. 11 2 sq., 160 sq., 310 sq.
0 Kos so k -M a r k o v , Ko nsp ek t, 2? p a rt e , p. 236. M a r k o v , Be me r kungen, p. 319. 10 S . Z a v a l a , La enc omi end a indi ana , Madrid 1 9 3 5 .
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y estatales 1 en los centros de gravedad de México y Lima fue un indicio de la eliminación parcial del elemento capitalista dentro dí la colonizacion, en la medida en que dicho elemento no se identi , cara inmediatamente con el fisco estatal. No debe despreciarse la acción de los impulsos capitalistas 12 en la expansión trans atlantica, pero sus efectos más amplios repercutieron en el ámbito de las Indias Occidentales (con inclusión de la región costera venezolana y centroamericana). Tras la-rápida declinación de la fiebre del oro de Cibao y de Río Hayna, se impusieron los esfuer zos por convertir a las islas en vastas plantaciones. También re sulta característico que, a medida que progresaba con éxito la conquista de tierra firme, fueron declinando gradualmente en las islas las primeras tentativas, a pesar del generoso apoyo que les brin daba la Coro na y de la protección eclesiástica.13 En contraste con la política colonial anglofrancesa de la época del mercanti lismo, España solo desarrollo en forma embrionaria el tipo de la colonia de plantaciones, y hubo que esperar hasta la segunda mitad del siglo xvm para que se hiciera visible algún cambio. Es posible que, dentro del ámbito general de la expansión española, la colonización del Río de la Plata represente un “caso fi onterizo , y en m edid a aun mayor qu e las Indias Occidentales. A la misma conclusión nos lleva igualmente el análisis contem plativ o de los procesos interno s argentinos. De acuerdo con su configuración natural, el territorio del Río de la Plata ofrecía las mejores condiciones para el desarrollo de una libre colonización agraria, sobre todo si se considera la “gran cantidad de praderas que se encuentran en estado natural” y la Acerca de la relación entre la iniciativa privada y la estatal en Hispanoamérica, cf. S. Z avala , Ensayos sobre la colonización española en Amé rica , Buenos Aires 1944, p. 123 sq. De allí surgen reparos esenciales a la tesis de la omnipotencia del Estado español (cf. J. B e c k e r , La política española en las Indias, Madrid 1920). 12 A modo de resum en del estado actual de la investigación, véase R. K o n e t z k e , De r welth istorisc he M om en t der Ent dec kun g Amerikas (Importancia histórica mundial del descubrimiento de América), en; Historische Zeitsc hr. 1 82/2, oct. de 1956, p. 279 sqq. V . M a g a l h á e s God i n h o , Les grand es déco uvert es, Coimbra 1953. 13 Cf. R el ac ió n .. . por A l o n s o de P orado (1527) en: Colección de documentos inéditos.. . de Ultramar (D.I.U.), Madrid 1885..., t. I, p. 4 2 8 sqq.
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S“oñ tor autónomo, cuyos i5P hfjbiera estado más lejos de el trabajo y la tierra , .P esDañol El libre emig rante calil las concepciones del in m ig r a n ^ ¿ de poblacion pesino, amenazado en su conting entes de la Con eP„ su país de origen - no “ ^ p ir a d a , principalquista, y las tentativas en este t o c a ^ apre. mente por los dominicos (Las Casas] ci,able. . . , Rí j ia piata ocurrieron Tas Drimeras incursiones hacia el Kio ae id 17 ¡fue e r r a d a Ya e ,«15> 02 y j ¡nt ent ó el pr!mer p ío de la Plata . En 1 5 1 b , Juan ^ «Mar dulce” y, poco des’f o L f b ^ d e ^ o n » a la S i c t ó n de Magallanes. AI ealor de los acontecim.en.os de 5 £ fc o y del Perú, surgieron innumerable, leyendas “ ¿ « las su puestas riquezas que existían en las mar gene s de ese ™ “ Pl ¡a” y ellas constituyeron el mas poderoso incentivo p ara su ex Pl0 ACpar tir de 1 5 2 4 , el Río de la Plata fue el objetivo de viajes independientes de descubrimiento, pero la verdadera torna de posesión precurs ora de una colonización se debió a la exp edi ció n encabezada por Pedro de Mendoza.19 Los preparativos y el des pliegue de la expedición supe raron todo lo con oci do ha sta en tonces: no solamente correspondía ello a las esperanzas de los conquistadores, de la Corona y de los comerciantes alemanes que en muy primer lugar participaban con su capital, sino también 14 K . M a r x , Das Ka pit al, Berlín 1949, t. III, p. 8 0 5 . 15 lbídem, p. 72 6, 74 1. 10 C. H. H a r i n g , The Spanish Empire in America, Nueva York 1947,_p. 222 sqq. 17 J. M . R u b i o , Conquista y colonización del Plata (Historia de América, e d. A. B a l l e s t e r o s B e r e t t a , t . 8 ) , B a r c e l o n a 1 9 4 2 . 18 lbídem., p. 37 sq. E. de G a n d í a , His tori a crít ica de los mi tos de la conquista americana, B u e n o s A i r e 9 1 9 2 9 , p. 1 5 4 s q q . 18 R u b i o , op. cit., p. 92. ‘
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a los auspicios políticos que ha bían inspirado la empresa Pn™ tiempo antes, Portugal había decidido intensificar \ T r T del Brasil, desde Pernamhuco y hasta el sur, merced a la creación de capitanías hereditarias, “ a mST doza se le encomen daba la misión de “conquistar v ™ W i tíerras y provincias del Rio de Solís, ta m lL llagado” PliS donde ya estuvo Sebastián Caboto. . 21 C on esa int-p •nevó a cabo la fundación de Buenos Aires, en m e d " m “ £ de tribus de indios nómades, que pronto se resistieron a ser dorS nados por los españoles. Al cabo de poco tiempo el destino de esa nueva colomzacion en la “tierra del hambre” 22 quedaba sellado. Impulsados tanto por la falta de alimentos como por el espejismo de la Montana de la Plata, en los dominios del “Rey Blanco” los españoles llegaron hasta Asunción, que, a partir de 1541 y como consecuencia del abandono de Buenos Aires, debía conver tirse en centr o de la Conquista.2* Como “agro del mundo” ,24 Paraguay ofrecía condiciones más favorables para una colonizacion. Si bien los españoles solamente consideraron a Asunción como etapa indispensable en su camino hacia la Sierra de la Plata, el sentido más hondo de la fundación de esa ciudad se encuentra en otro plano. A medida que se desvanecía la ilusión de conquis tar nuevas tierras del oro, los españoles se consagraban con éxito creciente a la agricultura. Favorecido por las condiciones geográfi cas y teniendo a su disposición abundante mano de obra indíge na, pronto se inició un notable auge económico.23 Tal “prosperi dad” desató una renovada expansión colonizadora que, siguiendo 1 0nn ? C a p i s t r a n o de A b r e u , Capítulos de Historia colonial (15001800), Sao Paulo 1954, p. 91 sqq. Ch . E. N o w e l l , A Histo ry of Portugal, Nueva^York 1952, p. 97 sqq. C. M a l h e i r o D ía s (Ed.), Historia da colonizacüo portuguesa do Brasil, Oporto 1921-1924, t. III, p. 97-164. 21 R u b i o , op. cit. 2“ L e v e n e , Arg en tini en . 400 ]ah re Gesc hichte und Entw ickl ung (L a Arg entina. Su historia y desarrollo a través de 4 siglos), Essen 1939, p. 24. ' 23 R u b i o , op. cit. . 21 O . Q u e l l e , Geschichte von Iberoamerika (Historia de Iberoamérica), Leipzig 1949, p. 104. 25 lbídem, p. 105.
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el rumbo natural del comercio, se dirigió hacia el sur. Al decre cer la aportación de españoles europeos, fueron criollos y mestizos -0 los portadores de esa expansión que, a lo largo del Paraguay, el Paraná y el Plata, pasando por Santa Fe (15/3), llevó a la se gunda fundación de Buenos Aires.-7 Semejante vuelco haciael Atlántico, con miras a establecer un contacto directo con España, entrañó para Paraguay y el litoral ribereño un alejamiento del Perú cuyas con se cu en cia s solo podrían apieciaise mucho mLis tarde. Además, el afincamiento en el Río de la Plata no correspon día únicamente a la política .antiaislacionista de la aristocracia criolla paraguaya: el movimiento favorecía también las elementa les necesidades económicas de los centros de colonización al este de los Andes, desde Mendoza hasta Tucumán, centros que de bían su existencia a una corrien te de colonizaci ón tota lm ente dis tinta.28 Mientras la penetración a lo largo del Plata-Paraná-Paraguay se limitaba a una estrecha faja ribereña de colonización esporá dica, y que no se adentraba en los vastos territorios adyacentes, las legiones situadas al oeste y al sudoeste del Chaco se encontra ron en la esfera de irradiación ele Perú y de Chile .-9 A las primeiris te n ta ti v a s de Rojas, Heredia y Francisco de Mendoza (1543-1546), que desde su comienzo tropezaron con una enco nada resistencia indígena, siguió en 1550 una colonización siste mática por el lado peruano (Núñez cíe Prado). Este movimiento se entrecruzó a veces con la contracorriente desde Chile ,30 y el litigio colonial así surgido entre Lima y Santiago de Chile sólo tuvo solución en 1563, en beneficio de la primera, con la incor porac ión de la fu tu ra prov inc ia de Tu cu má n a la jur isd icc ión de la Audiencia de Charcas. Entre las principales fundaciones de carácter permanente se cuentan Santiago del Estero (1553), Men _ 26 Levene, op. cit., p . 26. C. P e r e y r a , Histo ria' de Am éri ca española, t. IV: Las Repúb lica s del Plata, Madrid 1927, p. 75 sq. op. cit., p. 91 sq q. La Arge ntina en el siglo X V I. De scu bri mie nto y población del Nort e argenti no por españoles del Perú , Buenos Aires 1 9 4 3 . 29 R u b i o , op. cit., p . 4 4 8 sq. 30 F. Soldévila, Histo ria de España, Barcelona 1954, t. III, p. 387.
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doza (1559), Tucum án (1565), Córdoba (1573) Salta Í15R^ La Rioja (1591), Jujuy (1593). U582)’ Con la nueva fund.ación de Buenos Aires en el sur y la fun dación de Jujuy en el norte argentino, se cerró el ciclo de la colo mzación del Río de la Plata, cuya significación particular trata remos de fijar en las consideraciones que se leerán a continuación 1. Ya desde los primeros comienzos se puso de relieve, en las tendencias económicas y sociales del territorio que más tarde per tenecería al Virreinato del Río de la Plata, un notable dualismo por una pa rte el Lito ral, o sea “la costa” , en el sentido más am plio del tér mi no ; por otra parte el Norte, es decir, el territorio comprendido en el interior del triángulo Mendoza-Jujuy-Córdoba. La distribución geográfica de la tarea colonizadora echó ya las bases par a esa evolución antagónica. Más aún, en opinión de V. G. Quesada, hasta debería verse en la implantación del domi nio español en el Río de la Pla ta una “ colisión entre 1.a aristo cracia del norte con la democracia de la costa ” .31 ' 2. Tam bién en el Río de la Plata, como motivo impulsor del movimiento material de expansión, .actuó la fiebre del oro y ace leró la toma de posesión, pero lo cierto es que no alcanzó mayor importancia en la determinación de los fundamentos económicos de la colonia. A diferencia de los centros de gravedad del régi men colonial, en los territorios situados al sur del Potosí la agri cultura no desempeñó una función secundaria y de mero com ple me nto —j un to a una extr ema da prefe rencia por la minerí a— sino que constituyó la condición sin e qu a no n para el afianza miento de condiciones duraderas de predominio 32 Por ello volvió a perder la Corona todo interés en un fomento intensivo puesto que, desde el punto de vista del efecto utilitario específicamente financiero y económico, tales regiones se consideraron como “te rritorios inútiles” para la metrópoli. En este aspecto, el interés colonial de España por el Río de la Plata se vio tan desilusionado como, por ejemplo, el de Inglaterra en cuanto al rendimiento económico de América del Norte.
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31 V. G. Q u e s a d a , La evoluc ión económicosocial de la época colonial en ambas Américas, Buenos Aires 1914, p. 34. 32 R u b i o , op. cit., p. 96 sq. Aires 1928, t. I, p. 132. "
R . L e v e n e , Histor ia Arge ntina ,
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, miin;dades autóctonas altame nte organizadestino político 3 No exisüan comunidad das del tipo de los imperiosi m Y ^ ento del soberano o t a t o podido, a e c t o * » » ¡ l del e!tra,„ superior. A con la extirpación, o bien na istadores con razas indias cambio de ello, tropezaron los q de ofrecer resls. nómades, y por ® — completamente al ataque
^ a r ^ f ” « r d e fr Ps r p ^ | Í b k figuraban entre los pilares fundamentales de la pirám ide de la sociedad feudal hispananoamericana, cuyo caracter colonial se expresó principalmente en el hecho de que una aristocracia política y económicamente poderosa, de proveniencia europea , se levantó sobre una masa de indios semilibres o esclavizados. A diferencia de ello, la provincia de la Plata apenas ofrecio a conti nuación algún aliciente para una inmigración forzada, y sola mente quedaron en el Río de la Plata algunos contingentes de la corriente principal, la que se encauzaba hacia México y Lima. Se trataba además de una inmigración particula r: en su mayoría, no se trataba de frustrados “caballeros de fortuna’'3j sino, al me nos en potencia, de “genuinos inmigrantes” y de portadores de una “colonización”38 propiamente dicha. Un factor no menos importante fue la participación relativamente elevada de extran33 R u b i o , op. cit., passim. 84 Cf. L. C h a v e z O r o z c o , Historia económic a y social de Mé xic o, México 1938, p. 29. J. C. M ariátegifi, Siete ensayos de interpretación
de la realidad peruana, Lima 1944, p. 8 sq., 35 sqq.
ss En este sentido emplea la expresión J. B. A l b e r d i , Estu dios eco nomicos.' Interpretación económica de la historia y política argentina y sudamericana, Buenos Aires 1916, p. 105. Cf. igualmente M ar i Át e g u i , op. cit., p. 8. 88. R. L e v e n e , Investigacion es acerca de la historia econ ómic a del virreinato del Plata, Buenos Aires 1927, t. I, p. 178. Cf. al respecto los principios tipologicos (“fourfolddivision”) que propone R. B i l d e n , Ra ce ni lÍ T n J l n nu , T , W!th Speci.al Retrence s to the Development referencia ni A ** UTfi ^ Cl0nes raciales en Latinoaméric a, con especial 1 ncia al desarrollo de la cultura indígena), Univ. of Virginia 1931.
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jeros37 (en su mayoría portugueses, más tarde italianos), que su peró con mucho el porce ntaje habitua l. Al mismo tiempo fue creciendo la importancia propia del elemento criollo, frente a un número cada vez más reducido de españoles de la metrópoli. Así se observo ya en 1585: En la actuali dad, estas provincias nece sitan ante todo hombres venidos de España, porque ya quedan pocos de los antiguos conquistadores. La generación siguiente (gente de mancebos), tanto criollos como mestizos, es muy nu merosa y crece día a d ía .. ,”38 De esta manera, la base de la población colonial de origen europeo, por comparació n con la autóctona, fue incomparablemente más amplia que en otras re giones de Hispanoamérica, pero también es cierto que esos coloni zadores se apartaron cada vez más de la influencia de la me trópoli. 5. Como consecuencia, la evolución propiamente peculiar de la colonia del Plata se redujo —sin olvidar la subsistencia al me nos parcial de la diferencia evolutiva ya señalada entre el litoral y el interior— a un apego menos marcado a la estructura feudal de la economía y de la sociedad, sobre todo si la comparamos con la mayor parte del resto del imperio colonial. No faltaron repe tidos intento de adaptarse al esquema tradicional, de recuperar un supuesto tiempo perdido, pero los resultados jamás respon dieron a las esperanzas concebidas. Como ejemplo clásico podría mencionarse el desarrollo fallido del sistema de encomiendas ,39 que ofrecía un seguro criterio para apreciar la “restauración del feudalismo ” 40 en los dominios de ultramar. Es característico que el numero de indios encomendados fuera en aumento hacia el interior, y que haya alcanzado su cuota máxima en la región del Tucumán. Con la oferta deficiente de mano de obra indígena, también tuvo que esfumarse gradualmente el prejuicio habitual de los conquistadores contra toda actividad “indigna de su condi87 Ya en las expediciones de descubrimiento habían participado in numerables extranjeros. Cf. S o l d é v i l a , op. cit., p. 338. Q u e l l e , op. cit, p. 102 . ‘ ~ 3S J. A. G a r c í a , La ciud ad indian a. Bueno s Aires desde 1600 hasta mediado s del siglo K ’ .V III , Buenos Aires 1900, p. 78 sq. 89 Véanse datos estadísticos en: Histo ria de la Nac ión Arge ntina desde los orígenes hasta la organización definitiva en 1862 (H.N.A.), ed. po r R, L e v e n e , Buenos Aires 1 9 3 6 . . t. IV, p. 519. 40 G a r c í a , op. cit., p. 100.
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C¡6„”«, pero lo cierto es que ^ J g ó antes y en dicíonales, impuesta pot 1 ■ d Buenos Aires que en las form a más du rad era en a ^ n0 surgi4 ninguna provincias interiores, b n la zon como los que privanobleza colonial de ca?ac te p* * ecesidadj ese arraigo incomp leto ron en Méxicja-O-Cn-Xima• favorables p ara su de Sí feudal entrañaba cm nto m «. de tipo “ T í n t l i s ’ta “ 7 b t n de tra nsf orm ae id n a n. if eu d" ' « arrastró al comienzo en forma harto rudimentaria. Hasta bien avanzado el siglo xvii, el centro de gravedad de la e c o n o m í a colonial se encontraba en el norte, y_ded ]¿s r a s a o s j n á s .característicos de la colomza.cion feudal en el riat S £ £ 3 £ agrícola d e la zona c on ti nu ó os c ultiv os q u y* en la época precolombina habían desarrollado las t bus de ind ios de nt ar io s (principalmente los diaguitas)_ bajo t.nflnencta ■nca.ca .43 En el curso de la colomzacion española, Tucumán virtió en uno de los principales centros algodoneros de toda t i pano amé rica: “El algodó n form a la base sobre la cua des can san su comercio, sus finanzas, sus encomiendas, en una palabra, tocL su economía” .44 El cultivo y elaboración del oro blanco por los indios encomendados bastaron pronto para cubrir las nece sidades de los colonos, y el comienzo de la exportación a los cen tros mineros del Alto Perú (en el cerro de Potosí) dio impulso a una próspera expansión de los cultivos.4'' A falta d e re ems os suficientes en metales preciosos, el algodón hasta llegó a reempla zar el dinero metálico (1 vara de lienzo = 4 rea les). Pero la expansión de las exportaciones se vio limitada por la competencia que Ies opuso Lima, y por ello —como ya subrayamos— la segun da fundación de Buenos Aires y la apertura de su puerto repre sentaban para Tucumán un asunto de interés inmediato .40 « H. N. A., IV, p. 507. 42 Q u e s a d a en cuanto al “democratismo” político y económico de los criollos (op. cit., p. 31). 43 H. N .A ., IV , p. 358 sq. 44 Ibídem, p. 362 sq. 4j Hacia 1600, la exportación alcanzaba a unos 100.000 pesos. 40 L e v e n e , Inv esti gac ion es, t. I, p. 202. P. G h a u n u , A u x ori gin es de l Argenhne coloniale, en: Cahiers des Annales 4, París 1949, p. 133.
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Con la prosperid ad del algodón” , la explotación de los indios supero la medid a de lo soportable. “En Tucum án, la rueca se convirtió en símbolo de la esclavitud y fue objeto de un odio implacable ” .47 Repe tidas veces se produ jeron graves desórdenes contra el régimen español, pero no fueron tanto estos actos de sesperados los que terminaron por desquiciar la economía, sino má s bien el crecient e ani quilam iento de indios.4S A fines del si
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lógica económica de la colonia del Río de la Plata . De esta man era surgió el “proble ma de Buenos Aires . , , También la nueva fundación de la ciudad (1581) se debatió durante mucho tiempo bajo el signo de una “miseria colectiva^, f u e n t e de p e r m a n e n te s llamamientos a la ayuda de la üorona. Estas quejas, periódicamente repetidas, se referían a: a) Envío de nuevos colonos, cuya importan cia se consideraba ante todo como vital para la estabilización militar de la coloniza ción frente a las incursiones de los indios .52 b) Concesión de franq uicia s impositivas, pa ra que al menos pud iera n satisfacerse las necesid ades finan ciera s más imperiosas de la administración de la ciudad / 3 c) Admisión del comercio con Guinea y con el Brasil, como remedio para contrarrestar la catastrófica escasez de mano de obra 54 mediante la creciente importación de negros .55 d) Eliminación general de todas las trabas comerciales jG que se opusieran a la exportación de productos de la tierra. Para la crítica situación económica del litoral, son particular mente reveladoras las exigencias planteadas en los apartados c) y d) . A despecho de condiciones objetivas que seña laban otro rumbo, los colonos intentaron desesperadamente al comienzo evitar la obligación de “tener que trabaja r con sus propias manos . 50 C H H aring, Trade and navigation between Spain and the Ind ies in the time s of the Hap sbur gs (C om erc io y nave gaci ón ent re Esp aña y las In dia s en tiem pos de los H abs bur go ), Cambridge, Mass. 1918, p. 14U. 51 Cf. ejemplos en R. L e v i l l i e r , Correspondencia de la Ciudad (te Bue nos Aire s con los Rey es de Espa ña, t. I, Buenos Aires 1915. 52 Ibí de m. . , . , 53 R . L e v i l l i e r , An tec ed en tes de la po lític a eco nóm ica en el Ri o de la Plata. Libro I. Régimen fiscal. Madrid 1915, t. I, p. 36 sqq. 51 Cf. los datos preliminares de A. F. Z i m m e r m a n n , The land policy of Argentina (Política agraria en la Argentina), en: Hisp. Am. Hist. Rcv., t. XXV, febrero de 1945, n? 1, p. 3 sqq. R. H. M a r fa n y , E l ind io en la colonización de Bue nos Aires, Buenos Aires 1 9 4 0 . 55 Véanse documentos en L e v i l l i e r , Correspondencia. Acerca de los comienzos del tráfico de esclavos, cf. Do cu me nto s par a la Hi sto ria Ar ge nti na (D.H.A.), t. VII, Buenos Airees 1915. Introducción, p.
XLVII sqq. 6G L e v i l l i e r , Correspondencia, t. II. 57 E. A. C o n i , Ag ric ult ura , com erc io e ind ust ria col onia les (sig los X V I X V II I ) , Buenos Aires 1942.
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Como consecuencia de la fluctuación de la población india y de la falta de un proletariado criollo-mestizo, solamente les quedó la introducc ión de esclavos negros como último recurso. No fue una economía de plantaciones, sino la necesidad —puesto que “en ella (la ciudad) no hay ni labriegos ni trabajadores que cul tiven la tierra 5 lo que llevo al tráfico de esclavos: por lo demás, éste no alcanzó en ningún momento la amplitud deseada. A manera de reverso de este dilema económico, desde los comienzos existía en los colonos cierto desprecio por la posesión de tierras .50 Para que se cumpliera la normal relación recíproca entre expansión del mercado o demanda de productos agrícolas, por un a par te, y ren ta creciente del suelo por la otra, faltaba como imprescindible intermediario el productor feudalmente su bordi nado. El domin io sobre hombres y tierras perdía su impor tancia exclusiva para la integración del individuo dentro de la jer arq uía social de la colonia. Y bien, ante el continu ado influjo de ese desprecio por la actividad agrícola, la explotación gana dera 00 se presentó como un equivalente plenamente compatible con el código del honor feudal. La única riqueza del Río de la Plata, y que inesperadamente se había reproducido en su desem boc adu ra, la con stitu ía el “gan ado cim arró n”, cuyo verdad ero valor sólo podía realizarse a través del comercio de cueros, sebo, cuernos, crines, etc. En un principio este comercio más bien que una fuente de beneficios comerciales, fue una verdadera cuestión cié vida o muer te. Desde el primer m omento, el destino de Bue nos Aires y de su “campaña” quedó indisolublemente unido al desarrollo del comercio. “El destino de la metrópoli, de sus rela ciones de guerra o de paz con otras potencias, pasaba a segundo término apenas se hablaba de una nueva ventaja comercial o de 58 De una petición de 1677, véase G a r c í a , op. cit., p. 61. Frente a estos datos, puede compararse la muy diversa posición inicial de la esclavitud en las colonias portuguesas de América (G. F r e y r e , The Mas ters and the Slaves. A S tudy in the Development of Brazilian Civilizatinn — Am os y esclavos : est udio del desarrollo de la civiliza ción brasileña —, Nu eva Yor k 1956, p. X X V II I pass im) . 59 R. L e v e n e , Est udio s econ ómic os acerca del virrein ato del Río de la Plata, Buenos Aires 1915, p. 59. fi0 Desde los comienzos hasta 1800, cf. H.N.A., I V, 1, p. 367 sqq. J. A. P i l l a d o , Orígenes del ganado argentino, Buenos Aires 1909.
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alguna temida restricción ».01 Esta ley fundamental contribuyo vigorosamente a acelerar el momento de la emancipación. El movimiento comercial inicial, como consecuencia de las limitadas concesiones de la Corona, se desarrollo por muy modes tos cauces. Ello no obstante, era inconfundible la te nden cia que, por encim a de Mend oza, Cór dob a y Tu cu ma n, abso rbía tam bié n a Potosí hacia el ciclo económico que asi surgía y señalaba los contornos de una zona de intereses económicos que abarcaba desde los Andes hasta el Atlántico .62 Con tra esa posibilidad se levantó el veto de la oligarquía comercial de Lima • cuyos esfuer-, zos tendieron a aprovechar económicamente la favorable regla j mentació n administra tiva de 1563. R esulta do de esta energic../ intervención fue el establecimiento, en 1622, de la barrera adua| 1 ñera de Córdoba, la aduana seca.04 _ El argumento decisivo de Lima para aniquilar la competencia atlántica fue el temor de una no fiscalizada exportación de me tales preciosos a través de Buenos Aires .85 La reglamentación] de 1622 tuvo vastas consecuencias, la primera de las cuales fue el golpe asestado al tránsito de mercader ías por Buenos Aires. A pes ar de las pro testa s que se lev an tar on co ntr a ese blo que o in te rior ,60 en 1623 se impuso —como continu ación de esa línea la pro hib ició n del trán sito de met ales pre cio sos : sin ha bl ar de la ya incipiente deflación, la medida amenazaba con condenar la eco nomía del litoral a la simple explotación de los recursos naturales. Pero fue aún mayor el golpe que soportaron las provincias interiores. En la medida en que dichas provincias necesitaban de la importación de mercancías —cuyo valor excedía considerable mente el de sus propias exportaciones—, dicha importación debía llevarse a cabo desde Lima, para “someter así a los mercados del 01 L e v e n e , Es tud ios , p. 10. , . . C2 En G a r c í a , op. cit., p. 246 sq. se hallará una estadística sobre
el primitivo comercio colonial. 03 Pa ra los anos 1600 y 1601, cf. Colección (le documentos inéditos... de América y Oceanía (D.I.A.), Madrid 1864..., t. 18, p. 298; t. 19, p. 185. 04 H a r in g , Trade, p. 142. P. C h a u n u , D u Po tosí á Bu en os Ai re s: un e ro ut e cla nd es tin o de l’argent. Fin du X V Io, début du X V I Ic siécle, en: Cahier des Annales, L e v i l l ie r , An tec ed en te s, p. 409 sq., 413 sq. 00 p. 154 sqq.
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intenor y del nortea una ilimitada explotación por parte del comercio de Lima” .6- Pero esa integración, que así se procuraba impon er por la fuerza, no tuv o éxito. Para no verse librados por completo a la dictadura económica de los monopolistas estable cidos en Lima, las provincias interiores se vieron obligadas a ex plo tar mejo r sus propios recursos agrícolas y sobre todo sus propias man ufact uras. Situad as en medio del campo de tensión del cíe económico Buenos Aires-Lima, y cada vez más aisladas de ambos polos, ya fuer a por restricciones o por prácticas comerciales de extremo monopolio, aquellas provincias aprovecharon las circuns tancias paia, ‘acent uar su autarq uía económica Pero, como pronto se demostró en la práctica, resultó imposible-1 estrangular por completo el tráfico bonaerense, pues ni siquiera el recargo a duan ero del 50 % fue suficiente para que Buenos Aires dejara a Lim a due ña del campo.cs Si bien la inmigración continuó siendo insuficiente, como testimonio del perpetuo° “esta do de pobreza y de miseria , las restricciones no consiguieron impedir un gradual renacimiento y liberación de la economía, proceso favor ecido por motivos de índole peculia r: La anexión de Portugal a España (1580) borró de hecho la ya ficticia línea de Tordesillas. Con la anuencia de la Corona española, los portugueses franquearon en Brasil, hacia el norte y el sudoeste, las antiguas fronteras .69 Como consecuencia de las irrupciones de los bandeirantes surgió una zona de contacto que iba desde Santa Catalina hasta Concepción, y que primitiva mente estuvo al cuidado de las reducciones jesuíticas.70 Más importante que la territorial fue la expansión comercial que para lelamente realizaron los portugueses ,71 que así quebrantaron desde Buenos Aires el monopolio comercial español en América del Sur. Mientras, por regla general, los comerciantes sevillanos seguían . L e v e n e , Inv esti gac ion es, t. I, p. 224. GS lbídem, p. 230 sq. fi!) C a p i s t r a n o de A b r e u , p. 283 sqq. 70 M ü r n e r , op. cit., p. 89 sq., 96 sq., passim. F r e y r e , op. cit., p. 37, passitn . 71 A. P i f f e r C a n a b r a v a , O comércio portugués no Rio da Pratd\ (15801640), Lisboa 1944. Otro cuadro de conjunto se hallará en B ec u Z o r r a q u í n , Orígen es del comercio rio piálense, 1580 a 1620, Buenos Aires 1947. 07
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de L i s b o a p a r . . rut3 Portobelo-P^an;es dirigirse directam ente al Rí0 de on innumerables e r a n ] o s tejidos, que en no p OCOs P l a t a : su Pnnc11 T ~ n > Al comienzo, el cargamento principal _
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u0 ¡ n s u f i c ¡ e n t e s Como inad ecuad os procuró la Con métodos a desarrollo, pero sin cam biar en nada metrópoli contener Aircs” Frac asó así la pro pue sta fusión el “probiema de “ ^ situado al Csfe de los Andes, al tiempo con el P e n i del dificuitades a su proceso grad ual de asimique se oponían ^ ^ ^ ge hubiera llegado a cierta ciudad semipor
£S£ ¿ “ ¿ r « i t ene lo económico, n eits lo social no p ar a una arRcntino. La integración perturbada L Í Í “ a convertirse por un tiempo en forzada desintegración « c„m interior , el litoral. Buenos Aires, como fu tum m et opo comercial, halló su nuevo h i n , c l a » i en el intercambio colon,al dHas potencias económicas europeas que, siguiendo el ejemplo de Portugal, se lanzaron a socavar los c,miemos económicos de imperio español. En la med ida en qu e las ne ces ida des de l litor se identificaban con los intereses de las potencias anticspanolas, por f ue ra este sector de Hi spa noa mé rica tu vo qu e evad irse económicament’c —y desde un p un to de vista maic o. a^ ic-n c c cial— del marco del restante imperio colonial español. 72 H aring , Trade, p. 115 sq q. , L u z a t t o , op. cit., p . 2 07 .
73 B r a u d e l , op. cit., p. 15 7. ., 74 Para el caso paralelo de Asunción ef. H. W ilhe i.my , SüdaineJ im Spiegel seiner Stadtc (Am érica del Su r refleja da en sus ciu > Hamburgo 1952, p. 227 sq.
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El siglo XVII sólo dio los primeros pasos en esta dirección Una verdadera ruptura del proceso se produjo en el siglo xvm' cuan do una política colonial española reformada desde su misma base salió al encuentro, en medida hasta entonces desconocida, de las potencialidades económicas individuales de América. Gracias a tal transformación, las colonias contaron con la posibilidad de liberar elementos evolutivos nuevos, o que sólo habían permane cido en embrión. La gue rra de la sucesión de España señaló la cesura exterior del comienzo de esa política que, a pesar de ini ciarse con un cambio general de signos, pronto llevaría a conse cuencias mucho más graves en contra de la metrópoli.
NU EV OS AS PEC TOS DE LA PO LÍT IC A CO LON IAL ESPAÑOLA EN EL SIGLO XVIII Los prolegómenos y el curso mismo de la guerra de Sucesión sirvieron para poner de relieve en toda su magnitud la decaden cia interna y exterior del poder español. Jun to con los pilares europeos de ese “predominio español” ya agonizante, también amen azaban con derrum barse sus posesiones de ultramar. “España llega a la conclusión de que, en el juego
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entr e las clases de la sociedad”.4 Lo nuevo „ Y Característico del movimiento renovador no era circunstancia histórica * “ xvnt, fueron m adura ndo por ’etapTs ta7 Z d ú T el siSl° s u b je t iv a s p a r a u n a t o t al “ r en o va ci ón d e E s p S a ^ A de variaciones realmente importantes de detalle,' el p ro e e ^ ! ° o r m ° P ? « ?. c o ns ti tu t iv a d e la l ín ea d e ev ol uc ió n o T r ^ ' men te prevalec.ó en buena parte del resto de Europa •’ gMl' La política española adoptó ya con Felipe V un nuevo mmi, pe ro est e solo al ca nz ó su pu n to de cu lm in ac ió n co n el reinado d°é Carlos III, que dio su nombre al momento histórico en que más a las claras se man ifestó el mov imiento reformado r. También en la península ibérica el “despotismo ilustrado” intentó resolver la crisis del antiguo régimen —solución que para las clases domi nantes era cuestión de vida o muerte— por el camino de la evolu ción. De trás de esa crisis apu nta ba ya “la emancipación de la bu rg ue sí a de l p o d er fe ud al ” ,7 de una burguesía “cada vez más fuerte en número y en capacidad política, que toma conciencia de su fuerza y considera que la forma del antiguo régimen no armoniza ya con sus propias y reales posibilidades de gobernar ” .8 Sin renunciar para nada a su categoría de clase feudal, el despo tismo ilustrado comenzó a acercarse a la burguesía, puesto que la liberación de elementos evolutivos burgueses-capitalistas garanti zaba una relativa estabilización de la monarquía feudal .9 Igual mente en Francia, allende los Pirineos, la bancarrota económica del régimen feudal se adelantó algunas décadas a su fracaso polí4 J. C a n g a A r g u e l l e s ,, Dic cio nar io de Ha ci en da , Londres 1827, t. III, p. 7. . . . 5 C f . V. R o d r í g u e z C a s a d o , Po lít ica int eri or de Carlos I I I , en: Simancas. Estudio s de histor ia moder na. Valladolid 1950, I, p. 130. . M e n é n d e z P i d a l , op. cit., p. 152. 6 V . V . B i r i ú k o v i c h , B. F. P o r s h n e v , S . D. S k a z k i n , Nov ata Is to ri a (H is to ri a M od er na ), t. I: 1640-1789, Moscú 1951, p. 443 sq. G. L e f e b v r e , La Ré vo lu ti on Fra nga ise, París, 1951. (Peuples et Civih sa ti on , X II I), p. 82 sqq. R . M o u s n i e r , E. L a b r o u s s e , M . B o u l o is e a u , L e X V I I e S ié cl e (Histoire Genérale des Civilisations, ed. por M . C r o u z e t , t. V), París 1953, p. 174- sq., 187 sq. 7 W. M a r k o v (Ed.), Ja ko bi ne r un d Sa ns cu lo tte n (Ja cob ino s y “Sansculottes”), Berlín 1956, Observación Preliminar, p. VII.
8 R o d r í g u e z C a s a d o , op. cit., p . 12 5 . 0 B i r iú k o v i c h , op. cit.j p . 4 4 5 .
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tico. Pero, con relación al vuelco de 1789, resulta adecuado recordar una diferencia fundamental: en la segunda mitad del siglo xvm, la situación de Francia se caracterizaba por el hecho de que, en política interior, la alianza de intereses entre absolu tismo y burguesía se disolvía cada vez más, con lo que la burgue sía —salvo en sus estratos superiores— se pasaba al campo de la oposición 'antifeudal .10 En política exterior, no fue menor el gol pe que sufrió la coro na france sa al perde r la posibilidad, con la aplastante derrota de 1763, de contrarrestar la creciente oposición mediante un suficiente acrecentamiento de los beneficios colonia les. En Espa ña, la situación era otra: hasta la época de la Revo lución Francesa, la burguesía se mantuvo allí más débil en lo económico, más sometida a tutelaje político y, por lo tanto, más obligada a buscar apoyo en el despotismo ilustrado .11 No existió un conflicto abierto entre el “orden” y la “revolución”, de mane ra que la iniciativa en la implantación de reformas correspondió casi exclusivamente a la nobleza liberal, y se inspiró en la consigna: “¡Todo para el pueblo, pero no por el pueblo!” Junto a ello, la Corona podía dejarse arrancar concesiones con facilidad tanto mayor cuanto que, a costa de sus posesiones colo niales económicamente poco explotadas, contaba siempre con la posib ilida d de de sarm ar el a ntag onis mo fun dam ent al entre nobleza y burguesía, entre el orden feudal de la sociedad y del Estado y la difusión de las formas capitalistas. “Dado qu e la burguesía espa ñola contaba en las colonias con un mercado asegurado, se con formó durante un tiempo con que en la metropoli prevalecieran las condiciones feudales ” .12 Desde el comienzo, el pun to central de la activi dad económica de la burgues ía comercial espina dorsal al mismo tiempo de toda la burguesía española no corres pon dió al me rca do inte rno , sino al exteri or, o s ea al coloni al ame ricano. Con esta dislocación del centro de gravedad, y más alia 10 A. S o b o u l , Kla ssen un d Kla sse nká mp fe in der Fra nzo sisc hen Re volution (Clases y luchas de clases en la Revolución Francesa), en. . . . . , .. j*) M a r k o v , op. cit., p. 50 sqq. 11 J . M . H e r r e r o , No tas sobre la ideolo gía del burgués español d siglo X I I I , en: An. de Estud. Am, IX, 1952, p. 297 - 326. ^ 12 N . N . K o s o r e s , El pro ble ma agrario en la revolu ción resP“n de 18201823, en Voprosi Istorii (Cuestiones Históricas), Moscú, m
de 1955, n 3, p. 119.
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KOSSO K
d e u n a p r o s p e r i d a d t ra n s i to r ia , l a b u r g u e s í a a c e p t ó u n a h i p o t e c a c u y a s f u n e s t a s r e p e r c u s io n e s s e h a r í a n s e n t i r d e s p u é s d e l a p é r d i d a d e l as c o lo n i a s , c u a n d o e s a m i s m a b u r g u e s í a s e v i o r e d u c i d a a l os s o lo s re c u r so s d e l m e r c a d o e s p a ñ o l . P a r a l as ^ c o l o n i a s , e n c a m b i o ,
esa concentración de la perspectiva entrano consecuencias favor a b ie s , p u e s t o q u e c o n l a i n t e n s i f ic a c i ó n d e l a p o l í t i c a r e f o r m i s t a t a m b i é n se e c h a r o n la s b a s es d e s u f u t u r a e m a n c i p a c i ó n .
La más clara expresión del fundamento económico del nuevo rumbo adoptado por los Borbones es la que hallamos en Pedro
Rodríguez Campomanes, “el más grande inspirador de las ideas de una renovación social y económica que haya tenido la España del siglo xvni” .13 Como ministro de Carlos III, Campomanes divulgó su vasto programa de reformas en dos trabajos especia lizados: “Fomento de la industria popular” (1774) y “Educación popu lar” (17 75 )14; en ellos, sin pa ra r mien tes en los prej uici os de la clase feudal, se dedicaba a analizar la realidad española. En contra de la concepción tradicional, explicaba Campomanes que debía liberarse a la actividad productiva del menosprecio medieval (“oficios bajos” ) : lejos de ser denigra nte, se revelaba como imprescindible atributo del bienestar y el poderío de un Estado .15 Campomanes no se limitaba a rehabilitar la agricultura tal como lo deseaban los fisiócratas, sino que exaltaba sobre todo la producción manufacturera: “La agricultura sin la artesanía no es suficiente para sostener a un Estado y para hacerlo florecer. También es necesario mantener unidas las fres ramas de la agri cultura, la ganadería y la industria ” .10 La exigencia de una “in dustria popular” se basaba en la concepción de que debía ser posible empl ear a todo españo l en un a tar ea pr od uc tiv a, pa ra transformar así al país en un inmenso taller. “La agricu ltura sin A l t a m i r a , op. cit., p. 175. 13 t vq/ 4 Dúcuiso sobre el fom en to de la ind ust ria po pu lar , Hamburgo
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la industria es de poco provecho, porque la mujer, los hijos e hijas del labriego, de no trabajar en alguna manufactura, llesan a constituir un peso que, por inevitable que sea, oprime al jorna lero y empuja al campesino a la ociosidad” “Los productos manufacturados de una nación constituyen el más seguro baró metro para juzgar del progreso o decadencia de un Estado: por él se regulan la prosperidad y el número de sus habitantes ” .18 Campomanes creyó que se alcanzaría ese objetivo merced a una organización corporativa del trabajo, si bien tampoco se engañó en cuanto a la influencia negativa del gremialismo y de su ten dencia “aletargadora” al monopolio. 19 Por otra parte, debía evi tarse todo influjo de los comerciantes sobre los productores, por que “a éstos los burgueses y jefes de empresas pueden convertirlos en simples jornaleros, que luego manejan a su arbitrio” .20 A pesar de que Campomanes se guiaba por el ejemplo de Holanda, Ingla terra y otros Estados progresistas, no aprobaba ni el camino “re volucionario” ni el “conservador” para disolver el sistema feudal de producción,21 es decir, los dos únicos caminos por los cuales se hubiera cumplido, también en España, el proceso de acumu lación origina l de capital. Much as de las tesis que sostenía Cam poma nes se conv irtiero n en artículos de fe de las nuevas “Socie dades económicas de amigos del país”, “en las que se debatían y buscaban soluciones para los grandes problemas de la agricul tura, la industria y el comercio” .22 Con esta búsqueda enérgica de nuevas soluciones para viejos proble mas, tam bién salieron a luz las preocupaciones coloniales de España. Después del derrumbe catastrófico de un “Siglo de Oro” proverbial en una Edad de Cobre de permanente inflación, también la expansión en ultramar se transformó, de honrosa ha zaña y proeza del honor nacional y religioso, en objeto de criticas y de la más encona da desaprobación. Según se leía en la Re sta u
1794. Discurs o sobre la educ ació n pop ula r de los artes ano s y su fo m en to ,
í!p£af) ° S 1 Y 111 dC ^ Colección de las mejores obras flp ¿ \ j nduS.t, TÍa.popular, P á r r . XXI, p. 144, 149. Acerca del problema de ho no ífp T ’l t r aC0t,/ ldad ind«strial de los prejuicios del código d e lT L
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J Madnd 1953’ Cap- 1115 H°nra y deshonra legal, J
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Ib id. , párr. I, p. 12 . Ib id ., párr. XXI, p. 144. Ib id ., párr. XV, p. 90 sq. Ib id ., párr. XVI, p. 99. K. M ar x , Das Ka pit al, Berlín 1949, t. III, p. 366 sq. _ 22 R. L e v e n e , La polít ica econó mica de España en Améric a y la Re vo luc ión de 1810 , Buenos Aires 1914, p. 30. Cf. R. M. de L abra , Las soci edad es econ ómic as de amigo s del país, Madrid 1903. 17 18 19 20 21
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M A N F R E D
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K O S S O R
ración política de Sancho de Moneada (1619) : “La España se originó en el descub rimien to de Améri ca” j° ^ reza de vieron de com partir semej ante pesimismo los teóricos 5stu' del siglo xm, puesto que asignaron a las colonias un W vilegio en el proceso de regeneración del imperio espa~ i Pri' acuerdo con la concepción de los “economistas de Indias” 23 i? ña debía enco ntrar precis ame nte en la reorgan ización e ’ - !?a" y política del viejo sistema colo nial los medio s qu e lle varía10011^ resurgimiento de la metróp oli. Tod os los auto res prin cin aK a,Un de Ustáriz y Ulloa hasta Rubacalva, Ward y Antúñez y Acev H basaron su juicio en crite rios co m ple tam en te nuevo s, con lo °’ la valoración feudal de América —divulgada en los" siglos xvi^ xvn— cedió su lugar a una concepción mercantilista y manufa/ turero-capitalista, de cuño holandés o anglofrancés. En adelante lo que determinaba la valoración de las posesiones coloniales no era únicamente su contribución en metales preciosos para el fisco y las necesidades suntuarias del estrato feudal superior, sino tam bién la func ión de la colo nia com o posib le me rca do de expansión par a la ind ustr ia nac iona l, y como productora de materias primas par a la metr ópoli. A pes ar de que , seg ún la versi ón oficial, His pano amer ican a no era ya un a col onia , sino pa rt e con stitu tiva y en igualdad de derechos del Imperio español ,24 los proyectos de los “economistas de Indias” sirvieron para ahondar aún más la de penden cia econ ómica y pol ític a de Am éri ca respe cto de la así llamada madre patria. Campomanes suscitó la cuestión de la futura modalidad de las relaciones entre la metrópoli y sus colonias en un contexto típico' de1 la nueva teoría colonial.25 El ausre • O Oaeríc ola e industrial estaña determinado por la capacidad del comercio para colocar los productos con rapidez y provecho, lo que a su vez daría nuevo 23 L e v e n e , La Pol ítica de Es pañ a, p. 40. ^ K o s s ok , Ne uer e Li te ra tu r zu r Ko lo nia lze it Hispa noatn erika s (Nuevos escritos acerca de la época colonial hispanoamericana), en: ¿eitschr. für Geschichtswissenschaft, año IV, Berlín 1956, cuad. 6, p. 1329, n. 16. ^
j tj 5 í* ^®REZ M uñ oz , La ide a de Am ér ica en Ca mp om an es (en: An. ae Est Am t. X, 1953, p. 209 - 164) . dem uestra , basánd ose en fuentes ujáy. j como inéditas, la extraordinaria significación que tame a Campomanes como teórico colonial.
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impulso a la producción. Como dice Campomanes, el mercado natural de España para la colocación de sus mercancías manufac turadas son las colonias, cuyas posibilidades deben explotarse mer ced a una liberalización del comercio de ultramar26; al mismo tiempo la metrópoli, a la manera de una Holanda ibérica, debería convertirse en puente comercial entre Europa y América, merced a una red de factorías distribuidas por todo el continente europeo. El objetivo político de ese nuevo sistema comercial consistía en la creación de un indisoluble vínculo recíproco entre la metrópoli y sus colonias.27 Los pensamientos fundamentales de la nueva concepción colo nial, teóricamente enunciados y en buena parte puestos en prác tica bajo los Borbones, podrían resumirse de la siguiente manera: 1. Los teóricos coloniales partiero n de distintas posiciones y llegaron a soluciones diversas, pero objetivo común de todos ellos era el transformar las posesiones transatlánticas, de “objeto de la gran política económica” 28 de terceras potencias, en Fuente de Juvenci a económica par a la metrópoli. Sólo una "‘reconquista económica” de las propias colonias podía garantizar la revivifi cación económica y política de todo el ámbito español .29 2. Jun to ce ntral de las discusiones fue el sistema comercial establecido bajo los Habsburgo,30 sometido a una crítica funda mental en la que sirvió como principal argumento la crónica intru sión económica que representaba un desenfrenado contrabando: ello bastaba para demostrar lo poco satisfactorias que eran las prácticas empleadas hasta ese momento. Todas las proposiciones se pronunciaban en contra del establecimiento privilegiado de un 20 Educac ión popula r, párr. XIX: Del comercio exterior, y del que de España se hace a Indias en particular, p. 319 sqq. 2T PÉREZ MUÑOZ, op. cit., p. 227. _ 2 8 H . H a u s h e r r , Wirtschaftsgeschichte der Neuzeit vom Ende des 14 bis zur Hóh e des 19. Jahr hund erts (Historia ec onómica de los tiempos modernos, desde el siglo X IV hasta el apogeo del XI X ), Weimar 1954, p. 239. . 2D pa ra ia intromisión extran jera en la economía colonial española, cf. H a r i n g , Trade, p. 115 sq., 215 sq., passim. P e r e y r a , op. cit., t. II: El Imperio español, p. 255 sqq. s o B . d e U l l o a , Rétab lissem ent des manufac tures et du commerc * d’Espagne, Amsterdam-París 1753, parte 2, cap. XIV, p. 92 sqq. si U l lo a , op. cit., caps. XV, XVI, p. 110 sqq.
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«puerto único” (Sevilla-Cadiz), e iban desde sugestione, flexibilizar el tráfico de convoyes has ta la prop uesta de o ^ liberalizara incond icionalm ente el com ercio colon ial.^ que Se 3. Toda reforma profunda del comercio colonial teñí fuerza que plantearse el problema de si se justificaba la existe ^ de las viejas prácticas impositivas .33 De acuerdo con las nu^ la ideas, esa orientación finan ciera tan arb itra ria como absurda *** solamente dictad a por el interés de l Esta do f eud al, significaba k ruina de toda iniciativa burguesa en m ateria económica. “La causa principal de la ruin a de las ma nu fac tur as y de sus empre sarios” —aseguraba Ulloa — 34 “es el elevado precio de venta de nuestros tejidos j su enca recim iento no pe rm ite que los empresa rios puedan competir con los tejidos e xtra nje ros . . .” La superio ridad de los extranjeros resultaba de que “ellos estaban en situa ción de aumentar los impuestos en la forma que consideraran más favorable para sus manufacturas ” .35 Además de Ulloa, también Ustáriz, Ward y Campomanes contribuyeron a demostrar que el volumen de la economía y del intercambio es el que debe regular el establecimiento de im puestos , y no al revés. Igual pro clamación de los intereses de la economía burguesa como suprema razón de Estado se expresó en las quejas, cada vez más numerosas en el siglo xvm, contra la extraordinariamente impopular alca ba la .36 En explícita comparación con Inglaterra, Holan da y Fran cia, Ustáriz describió la alcabala y otros tributos afines como “una de las causas fundamentales de la decadencia en las manu facturas y el comercio ” .37 Mu cho antes de que se publicara T h e W e a l t o f N a t i o n s , de Adam Sm ith, Bernardo W ard defendía en su “Proyecto económico” la tesis de que la riqueza de un Estado depende de la medida en que permite que sus burgueses se enri quezcan, puesto que el trabajo es la fuente de toda riqueza. 32 C a m p o m a n e s ,
cit., p. 241, 245.
Ed uc ac ió n po pu la r, p. 366.
Perez
M uñoz,
,
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33 Cf. P e r e y r a , op. cit., t. II, p. 278 sqq. J- B o u r g o i n g , Tablea de l’Espagne moderne, París 1803, t. 2, p. 4 sqq. 34 U l l o a , op. cit., cap. III, p . 2 7 . •. 30 Ib id ., p. 28. 36 U l l o a , op. cit., parte 1, cap. IV, p. 42 sq. U s t á r i z , op c > cap. XCIV, p. 434, sq.
37 U s t á r iz , 0p. d t p . 4.34 ,
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4. Co n los esfuerzos tendient es a restablecer relaciones eco nómicas normales entre la metrópoli y sus colonias —relaciones que en el siglo xvn habían sido trabadas casi por completo—, volvió a plantearse el problema de la “falta de preparación” eco nómica de España, lo cual, dentro del sistema capitalista e indus trial del siglo x v i i i , le impedía combatir con éxito la competencia extran jera. Ullo a estimó el volumen anu al de importaciones de toda Hispanoamérica en unas 11.500 ton., y sostuvo que era per fectamente posible que “España por sí sola, con los productos de sus manufacturas, satisficiera el consumo de todas sus posesiones americanas” .38 Mas para ello no se requeriría aumentar la fre cuencia del tránsito de navios sino, ante todo, “prohibir termi nantemente todos los productos extranjeros para el conjunto de América” : de esa manera, por medio de un a fuerza extraeconómica, el mercado quedaría protegido hasta que la manufactura española hubiese triunfado definitivamente .39 Con tal proteccio nismo, defendido por Ulloa y por otros economistas, no sólo se contemplaban los intereses fiscales del Estado sino también los anhelos de los fabricantes españoles, y especialmente bajo Car los III inspiró en forma decisiva la elaboración de las leyes de comercio.40 En la misma península ibérica desempeñó el protec cionismo su función, como “recurso artificial para fabricar fabri cantes . . ., par a abreviar p or la fuerza el período de transición entre los métodos anticuados de producción y los modernos ” .41 Semejante proteccionismo comercial e industrial, como con trapartida de la moderna teoría colonial ,42 impuso al imperio colonial una carga funesta, puesto que la aparición de cualquier rama de la manufactura importaba una competencia desleal a los ojos de la burguesía metropo litana y también de la Corona. La nueva política económica confirió nuevo sentido a las leyes que, desde tiempos de la Conquista, prohibían la producción y expor38 U lloa, op. cit., cap. XVIII, p. 159. so Ib id L, cap. XVII, P. 151. . 40 Cf. datos y docum entos en R. A n t u ñ e z y A c ev e do , Memoria s históricas sobre la legislación y gobierno del comercio de los españoles con sus colonia s en las Ind ias Occ iden tale s, Madrid 1797. 41 K. M a r x , Das Ka pit al, Berlín 1947, t. I, cap. 24, p. 796 sq. 42 ibid., cap. 25, p. 805.
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k o s s o k
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. que debían producirse en España misma « tación de bien 4 ^ prime ra yez apiic ación efectiva. Hast; ■sta mejor dicho, ^ restricciones se exten dían prmcipalmentite fines del siglo de Ja agr icu ltUra (vino, olivos, etc.) « a las r a m a s n ^ cQmercio inte rcolonial. En el siglo x v i i i y sobre todo ir ^ todo de medidas que impidieran el Sur. en c a m b i o , se fac tura colonia l. Co n este criter io se congimiento de u ^ comerc¡0 d e M a n i l a 45 y, en 1786, la elimisiguió estrangu sobre estím ulo de los empr esario s indusnación del en el Reg lam ento de los recié n insta lados intentnales, denteS', pyoo-erar las reperc usion es de tales refo rma s en el Sena innial repercusiones que en parte h ab ían antic ipado los F q en pa rte ellos se apresuraron a i m p e r i o colon , “economistas ¿ p Qdría decirse que no hub o sector de Í ^ T S d a l que no se sintiera rozado por ellas. Estructura admi¿íativa, Iglesia y sistem^de
41
La evolución de la legislación de comercio, que recorrió diver sas etapas hasta el mismo estallido del movimiento emancipa dor 48 podrá servirnos como inequívoco testimonio de las inten ciones económicas últimas del despotismo y de su afán reformador. Dicha legislación fue en esencia “una p ú b l i c a reacción contra el sistema de restricciones de los siglos anteriores , y e io co mienzo el Tratado de Utrecht, de funestas consecuencias para la situación política y colonial de España. Con el Pre™ “asiento”, la burguesía inglesa conquisto u n gigantesco mercado v asestó un golpe definitivo a otros competidores, sobre todo a Francia en Fa Jugna por conquistar el comercio sudamericano. En 1720, en una España ya algo repuesta de las peores das de la guerra, se divulgó el “Proyecto para Galeones y Flotas del Perú y°Nueva España ” .30 En tal renovación y reorganización del sistema de flotas,™ privó tanto el afán de necesidad, mucho más urgente de reanudar vmc"losJ “ '“ ?vate tención de la ¿ ro ñ a de impulsar a la burguesia
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43 TTaring oj). Cit•) p» 125 SCJQ» S X ¿ .( d e prohibición) lares, que no podían cultivar cier^ s P ^ . Colonial Period, Harrisburg, (B. W Diffie, La tin A m en ca n C iv ili za ro n C o l o n i a ^ &^ .sm0 hispan0” Pa„ 1947, p. 347) . A pesar de ^ e muchas ley j carse, su mera existencia sirvió como símbolo a J d e ^ lu ch as y desempeñó un papel prepond erante en a P ^ ^ p. 61. emancipadoras. (Memorias del general Mil r, e n 1’ An. de Est. E. O. Acevedo, Conceptos políticos de Simón Bolwa , • ¿ Am., VIII, 1951, p. 225. A. C. Wilgus, Re ad in gs m L a tí n A m Civilization, Nue va Yor k 1946, College Ou tline Series, p. sqq ; ^ « Obsérvese el aplauso con que acogió la m edid a Ustáriz, op. •> cap. XLIV, p. 160- 63. Cf. asimismo W. M a rk ov y M K o s s o k ^ ^ Stellung der Philippinen in der spanischen Chinapolitu ( Erkes Filipinas en la política, españ ola fre nt e a C h in a ), en: restsc / (en p re p a ra c ió n ).
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« L. E. Fischer, The Intendant system in Spanish America,, keley 1929, p. 15.
y j ^ C f . , a m a n e r a d e r e s u m e n , E. R avignani e n : H . N - •> j uCCió n 47 p. 2 9 -6 5 . Lo s au to re s d e l a rt íc u lo c it a d o e n n u e s tr a r e f0 rm as (n. 4) p as an p o r a lt o la si g n if ic ac ió n d e la n u e v a p o lí ti c a c c om o p u n to d e p a r t i d a e s en c i a l d e l a e m a n c i p a c i ó n .
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S L m a T n o t « ”e“ fa“ r de los 1lUmkte^navios dejaron de ser obl.gatonas; las
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segím his necesidades del mercado, aP,odo el conju nto de Hispano-! genuina. p a c i ó n « — — sentido de los principios defendidos por war y
1
óm a^
48 I n extenso en R. L evene, Estudios.
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n. 8, p. 20 sqq. Cf. ^ 51 Ibi d. , doc. n? 18, p. 93.sqq. A c e tT bb ie rs de l’Abbé Beliardi de Francia en el siglo xvm cf. P. ^REt^ ^ ^ VEspagne au milieu du et les relations commerciales de a , contemp oraine, París X V I I I - siécle, en: Revue d’histoire moderne et con y 1902-1903, t. IV, p. 657 sqq. hicier an ver a todos los 52 Se recomendaba a los intendent q , * ^ p. 110). fabricantes las ventajas del mercado colonial (U stá riz , op , F
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rite pudo apreciarse en las leyes de 1764 a 1778, que ab las trabas más sen as: *er0n En 1764 y 1765, en primer lugar, se acrecentó consideré mente la frecuencia del trafico de registros y se pe rm itie re^ e' “correos marítimos”, que también po día utiliz ar el comercio • vado- por último, las Indias Occiden tales q ued aron abiertas . el comercio libre .58 En realidad, “comercio libre” significabf í* supresión de los privilegios de que anteriormente gozaban Sevill y Cádiz 54 frente al resto de la burg uesía españ ola que si h hozaba teóricamente de iguale s derec hos, no ha bía podid o saca" tantas ventajas inmediatas del com ercio co lonia l; en adelante J¡ movimiento económico, a rtificialm ente lim itado a A ndalucía ’Co menzó a extenderse al resto de España .55 En 1768' se suprimieron las trabas que, desde tiempos de Carlos V, habían limitado el tráfico intercolonial,5®y asi se allanó el camino para una revivifi cación del comercio pacífico de cabotaje entre Nueva España Nueva Gr ana da, Pe rú y Chi le. T en ie nd o en cu en ta consider a ciones tanto económicas como políticas, en 1778 se llevó a cabo __ c on la promulgación del célebre “Reglamento para el comercio libre de España á Indias”—57 la abolición de los últimos restos de la práctica comercial de los Habsburgo. Las disposiciones del Reglamento de 1778 tuvieron consecuen cias revolucionarias para el impe rio colo nial. A pe sar de la gra dual liberación realizada a partir de 1713, el volumen del inter cambio sólo creció al principio muy pausadamente: hubo que 53 D. H.A., V, doc. no 36, 37, 41. 54 H aring, Trade, cap. I: The Seville Monopoly, p. 3 sqq. En lo estadístico y metodológico, es indispensable la obra originada en el círculo de los Anales , de H. y P. C h a u n u , Séville et VAtlantique , París 1955. (Del estudio propuesto, en 8 tomos, ya están listos los tomos I- V . ) 55 Para la serie de bancar rotas que, co mo consec uencia, se registra ron en Cádiz, cf. W. R o s c h e r , Ko lo ni en , K ol on ia lp ol iti k un d Auswa n derung (Colonias, política colonial y emigración) , Le ipz ig 1885 p. 169, n. 3. Pero, a la larga, también Cádiz aprovechó de la prosperidad genreal del comercio. (C a m p o m a n e s , Ed uc ac ión po pu la r, p. 357 sq. ) 50 D.H.A., V, doc n* 51. ,
5y Reglam ento y arancele s Re ale s par a el co me rci o libr e de España a Indias, Madrid, 12 de octubre de 1778 (D.H.A., V I, doc. n 1). Inforn 7 resumen de los aspectos internacionales de la política borbonica. . e L annoy y H. V an der L inden,. Hi sto ire de l’ep an sio n colo nial des
peupies européens, t. I: Port ugal et Es pa gn e, París 1907, p. 329 sqq.
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esperar a 1778 para que se produjera el vuelco fundamental .58 “Se trataba de un decreto realmente constructivo, por el espíritu que lo animaba y los objetivos que se proponía: modificar deci didamente la política económica de la metrópoli frente a la colo nia, que ahora se orientaba haci a un liberalismo sin trabas. Entre ese decreto y el libre comercio sólo mediaba una distancia fácil de franquear ” .59 En realidad, esa distancia se franqueó rápida-' mente: en 1795, Hispanoamérica pudo entablar relaciones comer ciales con otras colonias; en 1796 se permitió el intercambio con las potencias llamadas neutrales .00 Por mucho que, en lo puramente exterior, las leyes de 1795 y 1796 se revelen como culminación del camino iniciado en 1778, lo cierto es que las circunstancias concretas de su promulgación señalan un cambio en la situación de gran importancia histórica: En el último cuarto del siglo xvm, la política colonial espa ñola evidenciaba todos los rasgos de una dialéctica que, en sus efectos, debía llevar al fracaso de esa misma política. Hasta después de 1770 y aun de 1780, fue ante todo el interés económico y político de la metrópoli lo que determinó la índole y el alcance de los esfuerzos de reforma en el imperio colonial. Pero el inte rés propio del estrato superior —y económicamente poderoso— de la población colonial sólo podía hallar su beneficio directo en una congruencia entre ambos círculos de intereses: una situa ción que e staba lejos de ser lo regular. Lo cierto es que, en forma pau lati na, la relac ión de fuerzas se inclinó visiblemente en favor de la población colonial, a lo cual contribuyó no poco la aguda disyuntiva frente a la cual, a partir de 1792, se encontró la metró5S En C C a l v o , Alíale s históricos de la Rev oluc ión de la Améric a latina, París-Madrid 1864, t. I, p. CVII, se leen los siguientes datos sobre el comercio de la colonia con la metropoli. Añ o Ex po rt. en Fres. Im po rt. en Fres. 1753 116.300.000 55.600.000 1778 79.100.00 0 19.500.000 1784 321.800.000 108.300.000 1800 342.500.000 296.000.000 Un buen trecho detrás de Francia, Inglaterra y d e l a m i s m a Holanda, España compartía con Dinamarca (!) los puestos 4? y 5* dentro del comer cio colonial mundial (cf. L u z a t t o , op. cit., II, p. 31 sq.,. B9 L e v e n e , Estu dio s, p. 99. eo D.H .A., V II , doc. n<> 100, p. 100.
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lírica exterior. El libre com ercio co n otras colonias poli en su P° J trai es», me ro sin ón im o de u n a ve rd ad er a libery con Estados favoreció extra ordin ariam ente a la burguesía tad de comer , Ja me trópoli tuvo que sancionarla por colonial y, “ a¿ erta rebelión. temor a una j politica comercial, sino todo el conju nto del rentado por las reformas había alcanzado un punto en sistema ““P así desatadas iban a volverse en con tra de sus que las rea -j espirituales. Año tras año, al régimen Ínf ^ l T l e e sc ap ar on l as ri e nd a s d el c o m e rc io , h a s ta q ue l a crisis política posterior a 1805/06 proclamó el colapso iníranea cr con su prop ia m ano hab ía echado los k mínente.
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minar on de qué m anera se cosechó lo sembrado. La estructura de Nueva España poco tenía en común con las condiciones de las Indias Occidentales, Perú era muy diferente de Venezuela, etc. Los elementos burgueses hallaron el suelo más favorable para su crecimiento en el núcleo de la región del Plata: “Buenos Aires escondía en su seno los fermentos revolucionarios más activos de toda Hispanoamérica ” .63
socieda d”,61 se ha lló inc ap az de encauzar
^ e v d u c l q ue ya só lo ob e d ec ía a su s p r o p i a s le ye s. I n sp i ra d a una e\oi , 7 ja nuev a orienta ción de la política colo^ “quidó el aislacionismo de hecho del periodo de los Habsbur“ V mnsformó a Hispanoaménca (ante todo como objeto) en oit'e intevrante del comercio mundial, que entonces se fijaba en nuevas formas con la revolución industrial mangueada por IngEsK™elco de la situación no se pro dujo ni por “incapacidad” ni por los “errores”, cualesquiera que ellos fueran, de la dinastía reinante, sino queera inevitable resulta do histór ico de la crisis del antiguo régimen y dentro de las circun stanc ias va lidas para España En el caso de otros Estados (Francia o Portugal, por ejem plo ), el mismo pro ble ma se pl an te o en fo rm a di fe re nt e. s inn e gable la relación directa entre política reformadora y movimiento de emancipación, pero no debe exagerarse a modo de esquema en sus consecuencias. Como lo d em ostra ría m ás tar de e ^curso diferenciado del movimiento, una política sustentada en idénticos principio s se h ab ía ap lic ad o a re al id ad es de sig ua le s. Q u e se cu m plier an o esq uiv ara n las po sib ili da de s p ro m et id as p o r las re fo rm as fue algo que dependió por completo de las peculiaridades histo ricas de las distintas regiones del im perio colon ial. Ellas deter 61 B. M o s e s , Spain’s Declining Power in South America, 17301806¡ Berkeley 1919. * . En cuanto a su significación para América, cf. D i f f i e , op. ci Mounier, op. cit., p. 181. T. S. A s h t o n , A n E co no m ic H is to ry oj w gland, Th e 18 th Ce ntu ry, Londres 1955, p. 156 sqq. ,
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63 R. Leven e, La Re vo luc ió n de Ma yo y Va ri ar a Mor eno , Buenos Aires 1925, t. II , p. 89.
CAUSAS DE LA CREACIÓN DEL VIRREINATO Después clcl establecimiento del dominio colonial español en el Río de la Plata, el segundo punto decisivo de la evolución lo constituyó la creación de un Virreinato independiente, con Buenos Aires por c apital. En la historia de la colonia del Río de la Plata, los acontecimientos de 1776 y de 1810 se presentan ligados por una relaci ón de causa a efecto. “Puede decirse que la historia argentina propiamente dicha se inicia con la creación del Virrei nato. Esa medida signific aba que la metrópoli reconocía nuestra importancia como colonia, pues nos colocaba a la altura de Mé xico y de Lima, los grandes centros de la expansión española en América; ella señala también el comienzo de nuestra existencia independiente en lo industrial y lo comercial, y es el origen de nuestra existencia nacional tanto en sus aspectos morales como en los materiales” .1 Al cumplir ese acto, “el de mayor importancia de la legislación colonial española de las últimas décadas del siglo x v i i i ” , 2 la Corona respondió a la necesidad urgente de poner fin a la creciente desintegración económica y política en el sur de su imper io colonial. Es verdad que dicha misión figuraba entre las atribuciones del Virreinato del Perú, pero Lima se había revelado cada vez menos capaz de cumplir tal función. Frente al marcado interés extranjero en las posesiones españolas del Ca ribe y de América Central, se había creado ya un Virreinato de Nue va Gr an ad a ,3 cuyo dere cho a laexistencia sehabí a demostrado bril lan tem ent e al rech azar aVernoon frente a Cartage na de las Indias. Desde aquel mome nto podía preverse ya un paso análogo en el sur. J.
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1 “La Nación” (Edición del centenario, 1810-1910), Buenos Aires: V e d i a , Re sum en históri co, p. 25. 2 MoseSj op. cit., p. 158. 3 Ib id ., p. 49 sq.
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El curso de las ininterrumpidas guerras comerci 1 a partir de 1700, se vio envu elta Españ a, y p ri n c ip a d Cn que los ingleses, atestigua que las poten cias rivales tenían a • C°ntra de estabilizar, m edia nte p unt os d e ap oyo estratégicos s mtención siones de hegemonía comercial m eram ente formuladas US Prcten~ zadas. En este aspecto, los rivales de Es pa ña alcanzaro° ^ rf?ali' yores éxitos en el no rte del im per io colonia l. A demá * ma' ello, tambié n en el sur se rev elar on dos pun tos neurá ljj todo defensa contra posibles ataques enemigos escapaba compw’ °Uya te a la órbita de un a acció n m ilitar em pren dida desde Li amen' conflicto alrededor de la Colonia del Sacramento, y la clnia: el amenaza a la costa patagónica y a sus islas dependientes, vinas, hasta el cabo de Hornos . U na situación cad a vez más ' tica, en perjuicio de España, fue el momento decisivo que inspTr' la creación de un cuerpo administrativo que asegurara, mediante la movilización de sus prop ias fu erzas, la autodefensa v dP • • r • • '3 ^ a pos ibl e, un m o v nm en to of en si vo en esa s re gi on es .4 Las enérgicas medidas destinadas a proteger el territorio ame nazado demuestran que, principalmente bajo Carlos III, resurgió la libertad de mo vimien tos de E spa ña en su política exterior, y que en la concepción estratégica de los políticos reformistas ya no tenían cabida los así llamados “territorios inútiles”, como puertas de acceso de potencias ex tranje ras. P ar a la C orona, no se trataba tanto de preservar los tantas veces mencionados “legítimos dere chos”, como de pr ote ge r sólidos inter eses ec onómicos. El virrey pe ru an o A m a t y J u n ie n t p u so en g u a rd ia a la C or on a con tra los “enemigos portugueses que se han aliado con Inglaterra, bajo cuya protección han cometido y cometen diversas maquinaciones e insolencias. .. Los portu gue ses no rep ara n en medios para pe^ netrar en la región que perten ece a Su M ajestad Católica.. . y asi se esfuerzan po r colonizar las inm edia cio nes de Rio ran e,^ implantar allí su ganadería, para de esta manera proveer com damente a las necesidades de Río de Jan eiro . . . En un r e se r v ad o d e l v i r r e y A r r e d o n d o a c e r c a d e l p r o b l em a r o ^ se lee que los portugueses, desde su establecimiento en esa
4 H.N.A ., IV , 1, p. 6 6 - 83. , ron una intro5 M. A mat y J u n i e n t , M e m o ri a de G ob ie rn o, ■ ^ y 640. > ducción por V. R. C asado y F. P érez E mbid , Sevil a
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“se dedicaron en tal medida al contrabando, que ha cesado nues tro comercio con los españoles y se han reducido mucho los ingre sos de nuestras arcas fiscales ” .6 Después de que, en 1680 y con la fundación de la colonia del Sacramento, 7 los portugueses se hubieran reservado la iniciativa en la lucha por la Banda Orien tal, los gobernadores de Buenos Aires intentaron, con mayor o me nor éxito, decidir el conflicto en favor de España. Cuan do la incorporación de Portugal a la “Gran Alianza” significó la denun cia del tratado de compensación firmado en 1701, España con siguió ocu par la fortaleza desde 1706 a 1715. La cláus ula de entrega contenida en el Tratado de Utrecht pudo aminorarse en sus efectos con la fundación de un baluarte similar: Montevideo. De tal manera equilibradas las fuerzas, se hizo ante todo discu tible el predominio inmediato de Portugal en la Banda Oriental. Bajo la presión de una renovada ola de expansión portuguesa —q ue tra nsg red ió la lín ea de Tor des illa s desd e el Am azon as ha sta el Javarí y desde Matto Grosso hasta Guaporé—, se llegó al acuer do de trueque de 1750: a cambio de la entrega de las Siete Mi siones, España se aseguraba la posesión de la Banda Oriental, con inclusión de Colonia (arts. XI II a XV I), s mas lo cierto es que ninguna de ambas partes lo consideró como la última palabra. Aparte los grandes lincamientos políticos, cuyos criterios guia ba n to da solu ció n del pr ob lem a de Co lon ia, u n fal lo en fav or de España respondía igualmente a los intereses vitales de la ciudad de Buenos Aires. Hacia m ediados del siglo xvm , la pam pa no había sido aún completamente conquistada ni para la ganadería ni para la agricultura, y las fronteras de los indios llegaban casi hasta la cam paña que rod eaba a Buenos Aires. ‘‘Los indios y el desierto hacían de Buenos Aires una ciudad sin territorio ” .9 R e ducida a esos escasos kilómetros de campo, la ciudad veía en esa G Informe del virrey D. N i c o l á s d e A r r e d o n d o . . . en 1795. (Col. A n g e l i S j 4 , p . 6 .) 7 C apistrano
d e A d r e u , op. cit., p . 287. 8 Tratado firmado en Madrid, a 13 de enero de 1750, para determinar los límites de los estados pertenecientes a las Coronas de Espa ña y Po rtu ga l, en As ia y A)7ié rica (Col. A n g e l is , 4, ps . 3 -1 4) . Cf. asimismo P. R e n o u v i n (ed.), H ist oi re des rel atio ns int er na cio na les , t. III: Le \ temps modernes, II. De Lo ui s X I V á 1789 (autor G. Z e l l e r ) , París 1955, p . 320.
0 Pereyra,
op. cit, IV, p. 126,
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aWly> tran sflu vial que se extendía hacia el Rí0 q ¿ da para la explotación ganadera— el «tierra de n
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° A c á r e t e du B i s c a y , Re lat ion des voy age s dan s la riv iér e de la nata et audela aux tenes de Pérou, París 1632 “ Dif™> op. cit., p . 331.
cít- IV’ p- 165‘
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sq> ^ a s a l t e r n a t i v a s que, h a s t a 1777, o f r e c i ó la r i v a l i ' 1 un aná!¡c>'<¡ lsPanoP ortu Suesa req uie ren — po r lo menos p a r a A m é r ic a — P°lltlca c o l o n i a l i b é r i c a . Puesto q u e en lo Q ue a H i í n a n f 1^>a' a-tlV 0 rf sPec*-f no c o n t a m o s c o n e s t u d i o s de l a t a l l a d e l de Freyre el Dr l óg ic os , c ó mo l os d e” ^ S m r e s ? l v e r > a l g u n o s p r i m e r o s in t e n t o s s o c io • -Hagu, todavía no r e s u l ta r o n c o n v i n c e n t es .
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tíVf " E sc ri b ió Acárete du Biscay10 a la B anda Orien tal corrí siglo xvn , • ente por “salvajes”, nuen tras que hacia 1730 , S f t d e «taneias de 30.000 caberas de ganado, y inCOO y 100-000 cabezas (?) " To m an do en cu en ta estas p ets. S s de evolución, la toma de contacto con los portugueses S o r e s u l t a b a deseable en la esfera pu ram ent e comer cial. “¿Q ué sería de Buenos Aires y de los siüos que se proveen en la Banda Oriental si los portugueses consiguieran sentar sus reales en la isla de San Gabriel?” Y, aguzan do el prob lem a, C arlo s Pe rey ra res pond e de la siguiente man era: “Buenos Aires se h ab ría convertido en una colonia de la Colonia del Sacramento”.12 El conflicto colonial llegó a su punto culminante y decisiva resolución con los choques, armados o no, que se prolongaron de 1761 hasta 1777: “Además de la ocupación de Colonia, los españoles y colonos de la región del Plata aspiraban a extender la soberanía del rey de España hasta la provincia de Río Grandelos portugueses, en cambio, luch aba n po r m an ten er su ind isputada' soberanía en la zona del Río Grande y por extenderla hacia el sur, expansión cuyo objetivo era establecer por tierra un vínculo con la Colonia del Sacramento, como también dominar las fértiles tierras que hoy hacen la riqueza de la R ep úb lica del U rug ua y” .13 Poco después de 1770, cada uno de ambos bandos disponía de unos 1000 hombres, contingente extraordinario para las condicioses por entonces imperantes en América del Sur, y, en abril de 1776, la Corona concedió al futuro virrey Cevallos todos los medios necesarios “para que el gobernador de Buenos Aires estu viera en situación, no solamente de defender con éxito aquella
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pro vinc ia y sus amen azada s fronte ras, sino tamb ién de conquist ar la isla de San Gabriel y la Colonia del Sacramento, con intención de destruirla hasta sus cimientos. . . ” 14 El éxito de la ofensiva española fue tanto más sorprendente cuanto que, en la defensa de la Banda Oriental, Portugal pudo contar con el apoyo de Inglaterra. Una vez despejado el terreno —tanto en lo militar como por vía diplomática— en el flanco sudoriental del imperio colonial español, se pudo llegar a firmar el tratado de San Lorenzo (1777 ).15 Es característico que, además de darse solución a la cuestión de las pretensiones territoriales, también se hallara en él un pasaje especial dedicado a la represión del contrabando (art. XV II) : “T odo súbdito de una u otra n ación que lleve a cabo actividades de contrabando con súbditos de la otra nación, será castigado en su persona y en sus bienes según las leyes pre vistas por la nación a la que pertenece” .16 Aun reconociendo que pu ed an obje tarse los r esult ados práct icos de semeja ntes convenios, lo cierto es que el trata do de San L orenzo •—refrenda do en San Ildefonso, el l 9 de octubre de 1777, en todos sus aspectos esencia les __ alcanzó verd ade ra significación histórica. Los aconteci mientos de 1776 y 1777 obligaron a los portugueses a aceptar el Río Grande como límite tradicional, y con ello la Banda Orien tal se sustrajo definitivamente al dominio portugués. Es ue un hecho que en nada pudo alterar las posteriores pretensiones del Imper io del Brasil. Si no se reanudaro n las acciones inmediata mente después de 1777, también se debió al h e c h o de que la creación del Virreinato del Río de la Plata, que originariamente era algo provisional y enderezado a reforzar las acciones de orden militar, se declaró en ese momento como algo definitivo. Es indudable que la coincidencia temporal del establecimiento del Virreinato con el vuelco en el conflicto colonial ha contribuido 1 4 E M B a r b a , Do n Ped ro de Cev allos , Gob erna dor de Buen os Aires y Vi rre y del Rí o de la Pla ta, La Plata 1937, p. 174. Par a el curso de la exped ición de Cevallos, véase el resumen de H.N .A., IV, 1, P- H- sqq., donde también se hallarán muchas instancias documentales. 15 Tratado preliminar sobre los límites de los estados pertenecientes a las Coronas de España y Portugal, en la América «¡eriditud, ajustado y co nc lui do en Sa n Lo re nz o, a 11 de oct ubr e de 177 7. ( o 1
IV, pp. 4-15.)
16 Ib id ., p. 11 .
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a que, en la exposición histórica ulterior, se exaee cia de ese factor de política ex terior en las decisione?? Ia Contra esta tendencia protestó ya Vicente G O tiempos más recientes, y gracias a un ingente m a'te ria T ^ ^ !' del acervo del Archivo General de las Indias (S ev ilM ^n tí Gil M un illa18 pudo dem ostrar en form a convincente 1 • ° ctavio que también había ejercido la “cuestión del Pacífico» a lnfluencia Ob jeto de la así llam ad a cuestió n del Pacífico fUero i lidades po r el pred om inio e n la Pa tag on ia, en el archipi'l riva’ yacente de las M alvin as y en el cabo de Hornos, cu ai estratégico se ace ntu ab a con la p osibi lidad de intensifica/0]Va'°r sito marítimo entre el Atlántico Sur y el Pacífico y Orien te.19 En lo geográfico , y a p esa r de las reclamaciones t? ° cas, tales puntos en litigio escapaban por completo a la esfera°d' influencia española, que en el Plata terminaba en la f r o n t e r a con los indios, al sur d e Bu eno s A ires, Có rd ob a, Mend oza, y en Chile en Bío-Bío o, a lo sumo, e n C hiloé. Desp ués del fracaso económico del intento de Magallanes, fueron los viajes de corsario de D rak e20 los que p or pri m era vez llam aro n la atención de la Corona sobre el extremo meridional de América del Sur. Pronto se desper dig aron los pro yec tos, con ceb ido s en el terror de los pr im ero s m om en to s, te n di en te s a co lo ni za r y ase gur ar la “tierra del fuego” a pa rtir de Ch ile. Pa rec ida reacción, e igualmente infructuosa, prov ocaro n las te nta tiva s d e colonizacion de los ho landeses a todo lo largo de la costa, desde Brasil hasta Chile.-1 Si has ta bie n en tra do el siglo xv n sólo se trat ó de maniobras esporádicas y sin repercusiones duraderas, lo cierto es que a co mienzos del siglo x vm ya h ab ía co m enz ad o ,a alterarse la re ación de fuerzas en algunos pu nto s esenciales. E n su calidad ele ñeros de “asiento”, Francia e Inglaterra intentaban abrirse ani^ comercial del sur, para entrar en contacto directo con e me 17 V. G. Q uesada , Virreinato del Río de la Plata, Buen 1881, p. 38. . , . ñoi ¿e 1770, 18 O. G i l M u n i l l a , M al vi na s. E l co nf lic to a n g oesp en: An. de Est. Am., 1947, ps. 267 a 442. la Bibli°teca 10 Cf. P. Groussa Cj Le s li e s M al ou in es , en: Ana es I (A.B.), Buenos Aires 1910, p. 401 sqq. 20 P ereyra, op. cit., II, p. 342. 21 WlLHELMY,
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op. cit; p . 18 .
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peruan ochile no. Por el lado de Fran cia, los ese sentido tuvieron éxito tras la fundación en 1 6 9 8 délal C pa gn ie de la M er du S u d « que en el fondo era el órgano de fe clase comerciante de La Rochelle y de St Malo* Aundespues de que se hubiera denunciado el sistema de asien había Inglterra, el interés c o m e r c i a l francés - q u e £ £ recibido sanción estatal- no cejo a pesar de las protestos mg las,*4 si bien Franeia , en su intento de poner pie en las Malvinas, fue pronto suplantada por Inglaterra. .
nidad que pudiera presentarse y que p»m =ü «a
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Inglaterra estaba d iju .s u a P^eg er J a
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22 A B V I P 489 La i m p o r t a n c i a prin cip al de dich a W a a o n 22 A.B., \ l , P^ ^ “PomDaenie des Indes ’ (1/1 9). rar a fue su carácter de precursora de la V°mP noamérica (hasta Lima la Co mp añ ía del Su r, la costa p a c ^ j f ’^ n l a r uta a l a I nd ia , y G ua ya qu il) e ra a l m i s m o . t i e m p o ePn la c osta de l Pacífico, E n c ua nto a l c on ta cto com ■ í r f ;a ;e í et maritimes entre la cf E. W. D ahlgr en, Le s rela twns íom m frcim íi < ^ Fran ce et les c S te s d e r O c é a n P a c ^ u ^
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23 según c tesU mo nw deR oB ^TS ON ! Leipzig 177 7), el comercio de St. Ma o ílo“ ít II. P. 470). Cf. asimismo Re nod vin-Z el
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de Amér.ca ^ 152sqq. ^ fcW/e
co n tr eb a n d e et de la H ol a nd e, et pa r m alg ré les pla p rint o es t e s t a t i o n s de I A * ¡ aussi vaines que dessus les perp étu elle s du g w e rn w e n te sp a , '
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nara el comercio comercio de nuestros súbditos ». Po r iniciativa islas f a v o r a b l e s Par* * se raalizó el primer in ten to de o cup ar las islas de Anson Anson,, en h colocado como pu ert o de escala pará c ab ab o d e H or or n o s's' ? ! p r las co“ p S ¥ ^'internacionales de fines de la déc ada de 1750 y comie comienzo nzoss aones intem idieron al comienzo que el éxito fu era completo. u l 1 l 1 17 1764 64 comenz comenzóó la reacción española y, tras ape lar al “Parto de familia” (1761), alcanzo en primer lugar a las Krcer Krcer francesas: francesas: en 1767 1767 consiguió la evacu ació n de la colo colo a confl conflic icto to oo„ Inglaterra Inglaterra (1770/71), j» , L e culminó con la decisión de la Corona española “de expulsar 5a los ingl ingles eses es de su base base en Puerto Puerto E g m o n t . ^ inten. inten. ción que sólo sólo se realizaría realiz aría e n 1774 Una vez que, de este modo, la Corona hubiese contrarrestado el agudo peligro de que ese vacío colonial atrajese a potencias extranjeras, planteó la exigencia de que a partir de Buenos Aires se llevara ’a cabo la colonización de la costa patagónica, “para impedir que otras naciones se establezcan en alguno de sus puntos, desd desdee donde donde podrían podrían penetrar h acia Pe rú y Ch ile. . .” 28 Con ese objeto, en 1778, varias familias de campesinos fueron embar cadas hacia Sin Fondo y San Julián, provistas de lo más necesario y hasta acompañadas acompañadas por esclavos. esclavos. El e xpe rim ent o no tuvo éxito, éxito, por los los motivos que el virrey Ve rtiz dio a co no ce r en su decreto sobre supresión de las colonias (1783) : falta de dinero y las cir cunstancias geográficas adversas, que no permitían un desarrollo normal normal del comercio comercio y la indus tria. Pu esto qu e “los ingleses o cualesquiera otroc enemigos de España” jamás podrían poner pie allí donde los mismos españoles no habían podido hacerlo, era absurdo mantener bases “que son una pesada carga para el fisco real a la vez que son absolutamente inútiles para las intenciones políticas políticas del gobierno” (! ). En otra s p al ab ra s: en el úl tim o cuarto "*»é
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G. AnsoVj A.
v o y a g e a r o u n d t h e w o r l d i n t h e y e a r s 1 7 4 0 1 7 4 4 . . ■>
Londre Londress 1776 1776,, A. A.B., B., VI, p. 498. Entre 1748 y 1776, ¡ la obra mencionada se reeditó quince veces! Real orden del 24 de agosto agosto de 1770 (A. B., V I, D o cu m en ts . relattfs aux iles M al ou in es , doc. n 7 , p. 55 9 ). • nfom nfomie ie del del Virrey Virrey Vértiz, Vértiz, para que se abandone n los los esta establ blec ecííJ a G°sta G°sta Patagóni Patagónica, ca, Montevideo, 22 de febr. de 1783 1783.. (Col. (Col. 'INCELIS, v, p. 122).
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de! sig o xvm, España demostró ser incapaz de realizar una política colonial de largo alcance, cuando esa política exigía ante todo sacrificios iniciales. Todo traslado del centro de gravedad hacia el el interior se hacía a costa de la fuerza de reacción exterior, y al contrario. Si ambos aspectos aspectos llegaban a concidir —caso —caso que se presentó a comienzos del siglo xix—, el aparato del poder español, tan sólidamente afianzado en apariencia, amenazaba con desmoronarse. En el caso caso concreto de la Patagonia Patagonia y de las las Mal vinas, los españoles se contentaron con la restauración del stat us ante bellum, y de la colonia planeada sólo quedó un sitio de depo rtació n: “Los españoles, españoles, que no vieron las las extraordin extraordinarias arias ventajas que ofrece la isla y que, por lo demás, poco se preocu pa ba n por la agr icu ltur a en el resto de América, utilizaron esa isla como lugar de destierro para delincuentes...” 29 Al lado del factor exterior del peligro de invasión portugués?, francesa o inglesa, también se mostraron activas fuerzas interioren —meno s eviden tes pero no menos significativas— que contribu yeron a desligar la región del Río de la Plata de la jurisdicción del Pe rú. Los primer os atisbos serios serios se se observan ya a partir de la segunda mitad del siglo xvm, y lo más notable es que fue el interior, sobre todo el Alto Perú, el que abogó por su incorpora ción a Buenos Aires, a la vez que prestaba apoyo permanente a las iniciativas que d e allí partían en igual sentido sentido.. Quienes Quienes pro pro pu gn ab an —ya fue ra en Lim a o en Ma drid — la idea de unifi cación, se remitían en primer lugar a las transformaciones econó micas que, sobre todo desde comienzos del siglo xvm, se habían pro duc ido en la regió n que iba de Buenos ires hasta Potosí, al incremento de la población, etc., todo lo cual exigía el estable cimiento de una forma de administración más adecuada. A comienzos de 1771, el fiscal de la Audiencia de Charcas expuso los pensamientos fundamentales de ese tribunal, cuya ju risdicción se extendía a la mayor parte de los territorios interiores, en un voluminoso memorial: 30 29 De una “ Descripción de la isla isla oriental oriental de Falkland, Falkland, 1831’ (Ar chivo del Estado de Bremen. Firma: C 20. b. 1. b). _ , 30 Me mo rial ajust ado del exp edie nte obrado sobre restablectmient o creación de Audien cia Pretorial en la Capital de de Buenos tres tres e N. A., IV , 1, p. 66 sq.).
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«orincipal motivo que impidió un buen gobierno de estas ' P ncias ncias (Tucum án, Parag uay , Buenos Aires, Cuy o) fUe fUe. CUT Candes distan distancia ciass que las las separaban de la su prem a autoJ? ¡m a v tambi también én de esta esta Audiencia de Charcas . . Ta¡ - n no solamente dio lugar a arbitrariedades en la adm¡. situa situaci ción ón ^ ]as Ieye Ieyes, s, etc., sino que tam bié n se descuidanlSt?os d e r e c h o s financieros de la Corona, a pesar de los adelantos Tranzados en el número de pobladores, el comercio y la indus_ " ¿ a Nadie ignor a “ q u e la ciudad de Buenos Aires, de a c u e r d o c o n su situación, las circunstancias y otras consideraciones expues tas es la más adecuada para que en ella se establezca un Virrei nato con una Real A u d i e n c i a , a los cuales se subordinarán las .32 En una Cédula provincias provincias de P a r a g u a y , Tucumán y C u y o ” .32 del 3 de noviembre de 1773, dirigida al virrey del Perú, la Corona solicitaba información suficiente “sobre la utilidad y n e c e s i d a d que aconsejan la creación de la nueva Audiencia, como también de las ventajas que de allí habrán de derivarse para el bienestar general y para el de mis súbditos en esos dominios ” .33 .33 E n o p i n i ó n del del virr virrey ey,, un un paso paso semejante sería pa ra el su r — con su “comercio, población y progresos in co m pa ra bl em en te m ay or es ” qu e, p o r eje m plo, los de Sant a Fe de Bo gotá — “a lgo ta n ú ti l co m o ne ce sa rio ” . Pero, atento a los intereses de los comerciantes de Lima, Amat no pensaba tant o en Buenos Aire s co mo en S a nt ia go de Ch ile al aconse aconsejar jar la medida. P ero no fue e sa obje ció n geo grá fica la decisiva, sino el hecho de “que Amat consideraba inevitable la .34 crea creaci ción ón,, en en una u otra forma, de u n nue vo V irre ina to ” .34 De esta manera, los resultados de la investigación de historia dores tanto argentinos como españoles confirman la apreciación que hizo Gregorio Funes, ya en 1817, acerca de que la creación e Virreinato del Río de la Plata había respondido a la coinci dencia dencia de factores factores internos y exteriores: “L a e xte nsi ón del V irrei nato e Perú no permitía, ni que las leyes re pr im ie ra n los delitos infl10 ^ ^Ue ^Ue ^uerza púb lica .alcan zara la necesaria ucnc ucncia ia sobr sobree un normal normal funcion am iento del E stad o. En un 32 l bJ d' p' 89' H [b ld> ld> P- 90.
,b Ll.d’ pI Ibtd. p- 9:¿Ibtd. p. 95.
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Buenos Aires alejado 982 leguas del centro del gobierno, en Lima, el tiempo y la distancia aconsejaban reducir las consultas a los casos casos más impor tantes. Por otra parte, como el gobierno gobierno bonae rense dependía en medida cada vez mayor de los subsidios de la capital, la situación de esas provincias se tomaba dudosa. Creo que fue para subsanar tales deficiencias por lo que la Corona procedió a crear en Buenos Aires un nuevo Virreinato, que abarcaba estas pro vin cia s y tam bié n las de Cuyo y tod a la jurisd icción de la Audie ncia de C harcas. Esa medida del gobierno gobierno recibió recibió su im pu lso decis ivo al imp one rse el pla n de venga rse de las ofensas de los portugueses ” .35 .35 De acuerdo con las circunstancias específicas en que surgió el Virreinato, doble fue la misión que se encomendó al virrey Pedro de Cevallos. El pr incip al interés de la Corona, en su su polític políticaa exterior, sólo podía satisfacerse mediante una amplia reorganiza ción de la colonia. No ba staba n para ello ello meras modificaci modificaciones ones formales en la estructura administrativa, sino que era necesario acrecentar decisivamente la fuerza económica de la región, con el fin de asegurar los recursos más indispensables para su defensa y, por encima de ello, para resolver la situación en un beneficio colonial pa ra la metrópo li. Ese fue el objetivo último de todas las medidas implantadas por Cevallos, que también señaló el rum bo que luego seguirían los siguientes siguientes virreyes. virreyes. _ A causa de las peculiaridades estructurales que ya hemos seña lado para la colonia del Plata, su reorganización económica debió realizarse sobre una base mucho más variada que la predominante en las las colonias centrales de México (N ueva España) y del eru. Tanto en México como en Perú, el resurgimiento economico de la segunda mitad del siglo se operó principalmente gracias a la intensificación y expansión de la minería, cuyas exportaciones entre 1750 y 1800 hasta llegaron a superar la producción total entre 1493 y 1700.36 1700.36 Ha sta la época de la emancipación, tanto la agricultura como la industria se mantuvieron en según según o p ano ano Signo de que se perte necía a la aristocracia criolla criolla de exico, exico, eco nómicam ente saturada, era poseer un lugar lugar en el uerpo e 35 G . F u n e s , Ensa yo de la historia civil del Par agua y, Buenos Aires ‘ T u c u m á n , t. II I, Buenos Aires 1817, p. 196. efe Fmb ire cit., t. IV, p. 137. 137. Ha ring, The Spamsh Lmpue 3G H um bo ldt, op. cit., in America, America, Nueva York 1947, p. 220.
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EL VIRREINATO DEL RIO DE LA PLATA
'lo en
línea, en e l Consulado de Veracruz Minería y, ^ ]a nueva distri distribuci bución ón territori territorial, al, el Alto Alto Si bien, bien, de acu d a a B u e n 0 s Aires, con lo que la minería Perú con Ph0t°“ nPpa pel muy im po rta nte ,38 todo acrecentamiento desempeña desempeña n en esta par te del con tinen te debió debió I cnhr cnhree base basess mercanti mercantiles les para con tar con alg un a perspecperspec1 í í c toto- ademá ademáss del ritmo ritmo general de la economía, también üva üva de exi exi . c dependían del tráfico tan to intercolointercoloE n'e . Plata la M etrópoli no percibía percibía ante todo sus réditos en una Casa de Moneda, sino en una Casa 37
dC Tal^coricen Tal^coricentraci tración ón en el equilibrio d e la ba lan za come rcial exigía, a su vez, el predominio económico de Buenos Aires sobre el interi interior, or, que dependía de la zona l itoral. Per o ese pred om inio e c o n ó m i c o tenía que alimentar por fuerza las pretensiones de hegemo hegemonía nía política política de los los porteños. De trás de e sa p ec uli ar s itua ción de Buenos Aires no se ocultaba únicamente un fenómeno de oposición territorial, pues ante todo se expresaba en ella un proceso proceso altam ente signi ficativ o pa ra el fu tu ro de l im pe ri o co lo ni al : en lo concer concernie niente nte al al sur de H ispano amé rica, Bueno s Aires desem peñó la función de in te rm ed iar io de l cr ec ie nt e de bi lit am ie nt o burgués de la sociedad colo nial , pu es to qu e al lí e nc o n tr ó su ve r dadera patria el comercio como instrumento de dominación eco nómi nómica ca de la burguesía burguesía colonial colonial.. Precis am ente el “ car ác ter de empresa comercial” formó la esencia de lo que Ricardo Levene —duramen te atac ado po r h ist ori ad ore s de or ie n ta ci ón fe de ra li st a— describió como “misión revolucionaria del puerto de Buenos Aires y terr territ itor orio ioss adyace adyacente ntes”.3 s”.3® ® En ello se basó tam bié n, en último término, el innegable adelanto histórico del litoral respecto de las provincias interiores, po rq ue los pr ov in ci an os , en es to m u y dife elpv elpvar ar m!nería m!nería °^rec^ °^rec^a una de las oport unida des más propic ias para .i r i-Se •S°j-re.j °j-re.j s masas puesto que, qu e, una u na vez lleg ll egado ado a la clase clas e m inera, ine ra, mcias ,mJ V1-U V1-U0 0 n° s.°^amente 8e encontraba en una categoría aparte i e , op. 5m0 tamkién por sus privilegios legales ( D i f f ie cit., p. 484 sq*?1162^ 5m0 38 D
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segunda
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inores favaorezc^v’ o rezc^v’^ Tden Tdenan an^^ ° los Trib unales, Gobern adores y Corre Corre del estado San tu f ramo f e mi ne ro s, fu n da m e nt o de fe li ci d a d y riq ue za p. 35). D Ildefon Ildefonso’ so’ 19 de oct. de 1776. (D. H. V., III, doc. n* 9, Levene, Invest igacion es, t. I,
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28 .
rentes de los porteños, se desempeñaron más bien como objeto que como sujeto en la etapa evolutiva inaugurada con la era de la revolución industrial.40 Las diferentes regiones del Virreinato reaccionaron de muy diversa manera frente a la evolución cumplida entre 1776 y 1810. Para las provincias interiores en sentido estricto (MendozaCórdoba-Tucumán-Jujuy), esos años significaron en parte un pe río do de dep res ión econ óm ica, y au n de deca den cia en alguna s ram as de la economía. Situadas directamen te en la esfera esfera de irradiación del comercio bonaerense, las recíprocas relaciones eco nómicas con el Litoral llegaron sin embargo a un grado de depen dencia, de modo que ya en la época colonial se esbozaron los futuros contornos de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Otra fue la evolución en Paraguay y en el Alto Perú. Principal mente en tiempos de Cevallos se multiplicaron los esfuerzos por estrechar los vínculos tanto económicos como políticos de los distritos mineros del Alto Perú con el resto de la región del Plata, pero fracasaron tanto como habían fracasado los esfuer zos análogos pro venien tes de Lima. En lo geográfico geográfico,, según según el pasado histórico colonial y también de acuerdo con la estructura social y económicas, el Alto Perú se desprendía dema siado del marco del Virreinato,41 de manera que los treinta años de administración común y de consciente defensa contra Lima no fueron suficientes para suscitar una verdadera comunidad de 40 Visto a través del cristal de los historiadores historiadores federalistas, federalistas, he aquí como se presentó ese hecho histó rico: “El puerto de Buenos Aires ha e mostrado ser lo menos argentino posible: es él quien ha sustentado 1a im po rt ac ió n de ley es y co stu mb re s y mo da s ex tra nje ra s, ant ihi spa nis tas , an ti hispanoam ericanas, con el solo solo y exclusivo exclusivo objeto de desnatur izar a país y arruinar a las provincias, en tanto que no se perjudique su dominaci sobre las mismas... El puerto de Buenos Aires siempre se contrapone a la ciudad de Córdoba del Tucumán, incomparablemente mas grande que Buenos Aires, por la misma razón que Toledo, La Haya o e n e c i a son superiores, sin duda alg una a New -York o Chicago. Chicago. El va or e ciuda d está en lo que ella repres enta en la tradición, en el arte, en a lización.” Este ejemplo de n oble tradicionalismo aristocrático ren e arrib ismo d e la costa es consecuente, consigo mismo al descri ir a rev ción de mayo de 1810 como “demagogia porteña” ( F r a n c i s c o V . s i l v a .
El Li be rta do r Bol íva r y el deá n Fun es en la p o l í t i c a argentina ( ev de la historia argentina). M adrid s. d. (B. A., X X II), p. 5 , )• 41 C o r o n a B a r a t e c h , op. cit., p. 106.
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EL VIRREINATO DEL RÍO DE LA PLATA
, j,,mentar un sentimiento de cohesión nacion al. La intereses y tunoa Be](rrano 42 _ promo vida po r la junt a revo^ ^ comienzo de las iuchas de indepen. postenor olensiv lucionana de o ^ A]tipIano COmo reivindicación del “dere o d e posesión”, pero sufrió el mismo fracaso que el ch o histonco k - nQ £ n esos a - oSj eI antagonismo económico c o n tr a at aq u
i m p 0 n e r u n a i r re v o c a b l e s e p a r a c i ó n
p o l ít ic a .
r ev el ó e n P a ^ a y . D e s pu é s d e 1 6 HÍ L cP lo separó administrat ivame nte de B uenos Aires y se íoTnvó del contacto directo con el Atlántico, el país cayó en un estado p e n n a n e n te de depresión/* que dio mayor impulso a la t e n d e n c i a a mantenerse en una autarquía de economía feudal. Ni el reducid o comercio fro nte riz o con los po rtu gu es es ni el im po rta rte cultivo de la yerb a m at e 44 — qu e oc up ó el lu ga r de la a r r u i n a d a vinicultura— consiguieron superar ese creciente aisla miento. Aun en plena era de reformas, Paraguay fue la única de las provincias del Virreinato que no extrajo el mínimo prove cho de la nueva orientación de la política comercial y económica. Las causas principales de ese relativo estancamiento podrían bus carse en su carácter 45 ace ntua dam ente m ilitar , de colo nia f ronte riza, y en esos 150 años durante los cuales la orden de las misiones había trabado toda iniciativa económica n o ec lesiástica. Ha sta el 42 H . H e r r i n g , A hist ory of L at ín A m er ic a fr o m th e be gi nn ing s to the present, Nueva York 1956, o. 274 sq. 43 W i l h e l m y , op. cit., p. 228 s q q . 44 Debemos mirar aquellos copiosos Yerbales como unas ricas minas
mas apreciables por su segura reproducción que no las de Plata y Oro: Las de este metal no tendrían aliento para trabajar los Peones Chilenos sin el Mate, o infusión caliente de nuestra Y erb a: Por ella desembolsan anualmente las Provincias de aquel Reyno, las del Virreynato de Buenos Aires, y gran parte del de Lima 850.000 pesos fuertes en metálic o. . . (M. L a s t a r r i a , Colonias Orientales del Río Paraguay o de la Plata, D. H. A., III, p. 186). El número de animales parece h abe r sido en 1800, de unos 2 millones de ganado vacuno y medio millón de caballos ( F . d e A z a r a , Un viaje a Sudamérica en los años 1781-1810, p. 389). Raynal estimó los ingresos anuales de la Corona, de 1748 a 1753, en 8.8 millones de libras, ¿in contar 300 quintales de lana —200.000 libras— y 150.000 cueros —3,2 mi ones e libras . ( His toir e ph ilo so ph ia ue et p ol it iq ue de s ét ab lis se m en ts et du^ommerce des européens dans les 'deux ludes, Ginebra 1770, t. II, 45 D. H. A , m 5 p . 175.
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fin de la época colonial, el sistema de mitas y encomiendas formó la base del latifundio cnollomestizo,40 a la vez que se hallaba prá cti ca me nte aus ente un estra to burgués de la sociedad. En pro por ción dir ec ta con el desar rollo y adela nto evolutivo de Buenos Aires, creció también la repulsa de la aristocracia de Asunción frent e a esos “retoños” advenedizos del Plata. El terreno así pre pa rad o sirvió en 1810 /11 pa ra la prop agan da del jacobino en min iatura Rodríguez Francia. ” Bajo auspicios muy diferentes se desarrollaron las relaciones entr e Buenos Aires y su puesto de avanzada de Montevideo. Como ya lo había informado a la Corona el virrey peruano Amat, la razón última del éxito frecuente de los portugueses en la Banda Oriental debía buscarse en el hecho de que se habían encontrado allí con una región no asegurada por fuertes ni por colonizaciones. Según el principio de que la colonización es lo único que asegura un dominio efectivo ,47 y en vista de las grandes ventajas naturales, después de 1770 se inició un a transformación radical. Paralela mente al desarrollo de la agricultura y la ganadería, también se multiplicaron los puestos fortificados 48 que, aunque insuficientes pa ra el nú m ero de pob lad ores , aseg urar on la colonización del inte rior de la región y contribuyero n a su defensa militar. Montevideo conoció un desarrollo de las dimensiones del que, medio siglo antes, ha bía cump lido Buenos Aires. Al caducar los términos municipales con la expansión económica y política de la zona colonizada, el antiguo fuerte se convirtió gradualmente en futuro com petido r de Buenos Aires. Un p unto de apoyo, al que aun en 1765 se atribuía una existencia de hambre ,49 llegó a ser el centro del “más precioso joyel de la Real Corona de nuestro Soberano ” ,50 con un volumen de exportación de cueros sin curtir calculado (1795) en 1,6 a 1,8 (?) millones. Montevideo obtuvo casisi a la vez que Bs. Aires su propia administración aduanera. 46 Ib id. , p. 173, sq. 2 ? ayS»dAM n 7 2 ) ' . C a l o ñ e . [ i m i , | W | <” « (1781), Santa Lucía (1781), San José (1783), Minas (1783), Pando (1787), Rocha (1793), Meló (1795), etc. 49 C o r o n a B a r a t e c h , op. cit., p. 83, n. i.
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Mo™eA 'd e !v itPr«y19D0: M e * . dro Meló de Portugal y Villena. .. en 1795. (
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Eí rápido surgimiento de Montevideo despe rtó la asomb rada , J L d ó n de su¡ propios habitantes, pero también la envidia de i ,terciantes de Buenos Aires, poco favorecidos por semejante evolución Poco después de 1790 come nzar on los esfuerzo s del M o n t e v i d e o por sustraerse al tut ela je de los po rte ño s, esfuerzos/ ue pronto revistieron formas definidas . Bueno s Aire s se conv irtió p a r a Montevideo en símbolo de una indigna dependencia, tal como Lima lo había sido para aq uella ciu dad . La riva lidad c04 mercial entre ambas ciudades hermanas llegó a su culminación en 1799, con la petición que presentaron a la Corona “los apode rados del comercio y de los terrate nien tes de M on tev id eo ” .62 D i cha petición, que sólo en 1802 y después de su presentación en Madrid fue sometida al Consulado bonaerense para su aprobación, contenía serias quejas contra Buenos Aires. En no m bre del “bien estar del pueblo” y de una “justa libertad”, la oligarquía econó mica de Montevideo protestaba contra la competencia de su hermana mayor y formulaba su aspiración de tener su propio Consulado. Según sus palabras, Montevideo se hallaba oprimida por su dep endencia de Buenos Aires, cu ya ti ra ní a am en az ab a con esclavizarla y convertirla así en víctima de un “verdadero des potismo” 58; los apod erad os ate st igu ab an as im ism o “ la tir an ía y animadversión con que el mencionado tribunal contempla nues tros progresos, ventajas y bienestar” . La cau sa de tales pre ten siones de hegemonía despótica debía buscarse en la envidia ue uenos Aires ante la competencia, por lo que todos los medios es parecen buenos con tal de oprimir el comercio montevideano.64 ' 1Cn. ]r^casó ese intento de proclam ació n de ind epe nd enc ia arnmpCia ° * ®anc*a Oriental, se trat ó de todos mo dos de un aue 3 tamen*e significativo. En la serie de esfuerzos comercio HlT™ ^ 0tra vez tendencia de M onte vide o a un a dudas el "eJ autonomo>65 la Petición de 1799 señ aló sin luga r no era precisamp^f30^ '? 1'?' ^u e P°de mo s pr eg un tar no s es si P mente la falta del discutido Consulado -n o rm al 52 D Tí A
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53 d.' h ! a ’ v i i í c' , £ 106- p ' 16 1 - i 7 o. 54 lb< p. 164 sq-
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mente dirigido por monopolistas españoles o inspirado por sus intereses— lo que indirectamente alentaba la iniciativa comercial de los nego ciantes y terraten iente s criollos. No fue por casualidad po r lo qu e, en los crítico s años de 1806 y 1807, p rinci oalm ente los habitantes de Montevideo se revelaron como “malos patriotas todavía peores súbditos y españoles sólo de nombre, traidores a! Rey y a la Nación ” ,56 por cuanto en su efímera condición de “colonia inglesa” 57 aprovecharon sin escrúpulos todas ías venta jas de riv ad as del dec reto de Ber esfo rd .58 Desde el mismo punto de vista debe juzgarse el apoyo inesperadamente enérgico que se ofreció a Elío, el gobernador rebelde que pretendió defender una pos ición co nt ra Lin ier s y ga na rla pa ra Fe rna nd o V II . En resumen, y teniendo la vista fija en los acontecimientos de 1810, la función histórica del Virreinato del Río de la Plata pu ed e de ter mi na rse po r el hec ho de qu e se co nvirt ió en recip iente constitucional de un proceso de transformación económica, social y política, cuya intensidad y efectos reguló en su aplicación, pro gresiva o regresiva, a todas las regiones de la nueva división admi nistrativa. “Resp ecto de los trescientos años de época colonial, el Virreinato representó lo mismo que luego significaría la era constitucional para la época de la emancipación: el período de la organiz ació n. . . Ha sta pod ría decirse, tal vez, que la Revolu- i ción surgió del período virreinal como Minerva, con todas sus armas, de la cabeza de Júpiter ” .59 El período de transición se desarrolló en el Plata bajo el signo de la actividad de la burguesía comercial y del latifundio econ ómicam ente ligado con ella. Los momentos principales en que se reflejaron la amplitud y carácter de dicha transición fueron: conquista de la independencia comer cial y económica frente a Lima; creciente antagonismo entre ganadería y agricultura; particularidades en el desarrollo del sec tor manufacturero-industrial, y transformaciones en la estructura social de la población del Virreinato. 56 57 68 59
Ib id ., p. 185. H. N. A., IV , 1, p. 310. D. H. A., V II, doc. n? 228, p. 373 sqq. L e v e n e , Es tud ios , p. 39, 41.
IV
RIVALIDAD COMERCIAL ENTRE BUENOS AIRES Y LIMA El curso de la enconada lucha económica de ambos emporios por imp oner se en el mer cad o que iba desde los Andes al Atlán tico 1 es quizás el barómetro más sensible y fidedigno sobre la transferencia, gradual pero constante, del centro de gravedad económico hacia la cos ta atlántica. Tambié n en este aspecto trajo el siglo xvni una solución definitiva de la situación en favor de Buenos Aires, a lo cual contribuyó con alcance decisivo la mayor valoración estratégica y comercial de la región del Plata que entra ñó su inclu sión en el sistema de asientos. Más aún qae su transitorio asociado francés, fue Inglaterra la que aprovechó las oportunidades que se le ofrecían en el Plata. Gracias al Asiento de 1713,2 Ing late rra logró dos privilegios que directamente concer nían a Buenos A ires: todos los esclavos destinados a satisfacer la demanda del litoral y del interior (aun de Perú y de Chile) de bía n ser int rod uci do s po r Buenos Aires 3 y, además de eso, para conservació n, salud y c uida do de ios esclavos que momentánea- ^ mente se hallasen en cuarentena, era lícito a la South Sea Com- ¡ pa ii y adquirir tierras, cultivarlas y construir en ellas, para utili1 Cf. el panorama general que, a modo de introducción, trae G. C é s p e d e s DEL C a s t i l l o , Li ma y Bue nos Aires . Repe rcus iones económicas
y polí tica s de la cre ació n del virr eina to del Plata . Sevilla . arÍ , .a oposición similar, aunq ue menos marca da, entre Lima y Santiago e i le, cf. J. W o l f f , Chilenische Opposition gegen die Wirtschaftspohtik des Vizekonigreich.es Perú, (Oposición chilena a la política económica del otrreinato del Perú). 1778-1810, en Viertelja hrschn ft fur Sozial - und Wirtschaftgesch ichte, t. 43, cuad. 2, junio de 1956. . 2 Cf. D H. A. V II. p. LVI. R e n o u v i n - Z e l l e r , op. cit., p. y/• 3 Según el art.’ IX del Convenio, 400 de los 1200 negros previstos clebían pasar por Buenos Aires,
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, acuerdo con las neces idades del tráfic o de esclav0s< zarlas asidc aci alternativa s en las rela ciones a nglo eSpañ olas ,
A ¿especho de
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c om pa ma r e a n ^ po r tod a la d u ^ ^ se mantuvo t ^
y Qtra
pretensiones terr itori^
c o n t r a to , J y d e e s t a m a n e r a B u e n os A ir P g r a n d e f a c to r ía c o m e r Cia l d e I n g later ^ a g e n t e s d e u n a n a c i ó n r i v a l , q u e h a bi
en America comerciaIes m ás disting uido s y frecuentados' “ ' l a m c io r o p o r tu n i d a d p a r a c o n o c e r l a s i t u a c ió n i n te m ’ pr ov inc ias , de o bs e rv a r su s n e c e si d a d e s c o n s ta n te s o tra nv d e i m p o r t a r l as m e r c a d e r í a s q u e c o n m a y o r p r ov e ch o a T ? n i n t r o d u c i r s e en ellas ” .0 D e e s a m a n e r a g r a d u a l vo lv ió F . L i r s e e l L i t or a l en d e p ó s i t o d e l o s te r r i t o r i o s i n t e ri o r e s q ue alcanzaban h asta Asunción, P o t o s í , M e n d o z a y e l m i s m o S a n ti ag o 7 C h i l e 7 E s a p r o m i n e n c i a a l c a n z a d a p o r e l t r a f i c o i le g a l d es at ó „na nueva o la d e p r o te s t as p o r p a r t e d e l a C o r o n a y d e l vi rr ey del Perú S i l a C o r o n a i n t e n t ó p o r l o m e n o s o t o r g a r p a r e ci d as franquicias al comercio oficial ,8 c o n l o q u e l a s p r o t e s t a s h u b i e r a n carecido de objeto, en camb io Lim a se e m pe cin ab a e n las habi-
Real Cédula Al Governador de Buenos Aires diciéndole la forma i en que a dehacer la asignación de Tierras para la Compania de Inglaterra mieda sembrar y fabricar casas para la conservación de los factores y de S p s S .l e . dd Asiento de Negros, 9 de oct. de 1716. (D. H. A„ V, doc. n? 5, p. 11 a 13). 5 D. H. A., V, doc. n? 19, 25, 26. 6 RobertsoNj op. cit., p. 472. Puesto que de esa fuente ideal de beneficios solamen te pod ía ap ro ve ch ar un cí rc ul o ce rr ad o de mono polista s, no debe sorprendemos la indignación de la burguesía comercial ya en de cadencia. (Cf. A n d e r so n , A n his tor ica l an d ch ro no lo gi ca l de du cti on o] the origi of commerce... of the British Empire, L ond res 1787, t. II , p. 53 sq.; y tambié n U l l o a , Re sta bl iss em en t, 2“ parte, cap. V, p. 27 sq.). 7 R a y n a l , op. cit., t. II , p. 273. . 8 Por ejemplo en 1716, 1722, 1725. (Cf. L ev en e, In ve st ig a ci o n e s, II, p. 4 sq.). La función de Buenos Aires pod ría com para rse tal vez con a del puerto libre danés de Santo Tom ás. En los re gistr os ad uan eros con servados en el Dansk Ri sar kiv et (Copenhague) se leen valiosas informa ciones sobre el contacto comercial con el c on tine nte am eric ano . El extrae to alfabético para 1789 ( Vestind. Regnskaber; Tagetage B, reol. 42 t v) onsigna una reexportación de 161 esclavos, po r u n va lor de 36.22 5 a ? en un volumen total de 63.344 adr. 90 s. En cam bio, en el A lp h a b e ^ comí™ °VerIndkom™ og Udfrte Whare para 1790, en la partida VI, « cosas^orrUna °j0ta de exP°rtaci°n de 138.163 adr. 38 s., i que entre o esponden a 668 negros, por un valor de 133.600 adr,!
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tuale s restricciones de tip o monopolista. A petición del Consulado, el virrey Andonaegui promulgó un edicto en contra del comercio bona erens e, pues era intoler able “que por ese puerto se enviaran mercancías a Europa, en lugar de respetar la costumbre tradicio nal de enviarlas por los puertos de Panamá y Portobelo, para así fomentar el comercio de esa ruta ” .9 * | Co ntra esa “arbi trarieda d de Lima” protestaron formalmente ¡los comerciantes de Buenos Aires ante la Corona, en 1750, a través í de su apoder ado Doming o de Marcoleto. En la voluminosa Peti ción 10 se enumeraban todos los puntos de fricción con Lima, y que hoy nos sirven para atestiguar que, mucho antes de la fun dación del Virreinato, Buenos Aires no escatimaba esfuerzos para lograr la i guald ad comercial con Lima. En una declaración de 31 pun tos, Ma rco let o pro cura ba convencer a la Corona de las des ventajas económicas de la ruta Cádiz-Panamá-Callao: los comer ciantes de Lima habían antepuesto siempre su propio bienestar al bienestar general, y de ahí que se opusieran al comercio de Buenos Aires ( Pu nto 4 ). A continuación se ofrecían ilustrativos informes acerca de la especialización monopolista de los “podero sos mercaderes” en diversas ramas (hierro, cera, papel, etc.), y de su influencia en la determinación de los precios (Punto 8). Tales comerciantes alentaban a su vez el contrabando, puesto que com pr ab an las mer can cías sum ame nte bar ata s de holandeses, ingleses, etc. “po r interm edio de un esclavo o de alguna persona de baja condi ción” . Ante t al estado de cosas, y “teniendo en cuenta las desventajas e imprevisibles daños que acarrearía su aplicación (de la ley de 1749) pa ra el comercio de España y de Amer e , el gobernador de Buenos Aires no se había creído obbgado a obede cer la ord en del virrey! ■> Detrás de esa colision de amago, nismos comerciales también se ocultaba un «r da de o asp polí tico. “L a m ad ra str a de la región del Pla ta no fue E sp aw S o el P e r» .. . El primer grito de independencia en el Plata 9 D. H. A., VI, p- 146. Domi ngo de Marcólo Nue va representación que hace a S. M. una orden leto, apode rado de la ciudad de Buenos " ’ hayan arribado a ju d el Vi rr ey d e L im a so bre e xtr ac ció n e & ¿ ¡p ¿ y Chile, 13 de pu ert o con fac ult ad de inte rnar los en los R *y n « d e l* > abril de 1750. (D. H. A., V. doc. n* 35, p. 145 ^
11 Au to del Gover nado r de Buenos vi» • l
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n r e c u r s o r y símbolo a la ve z - no iba d i r i g i d o contra España, —precuRo y m0vimien to sepa rati sta. . . nos ofrece Un S r T p S r ^ - comprender el desarrollo revolucioné 1 _ pu mrcrvcuyo A* curso, _ Sentt roa t a enr r e a l i d a d, de unrnnpyn procesornvo conexo de gran h o n d u r a y e x t e n s i ó n , abarca todo el siglo xvn y termina e n e J nonaur* y debemos conti nuar el pensami ento de ___ 7* . ^ro y t . W ? H a sta b ie n /virreinato ‘‘pne— ;qu é significa entonces «“Lima” ? H ast a bien avanzado r í ¿ a ¡ o x^rsiT-Consul£do fue un mero organo ejecutivo de Sevilla v de Cádiz, como punto de partida y de apoyo de la oligarquía comercial andaluza para la explotación de la región; m e r i d i o n a l de H i s p a n o a m é r ic a . En el fondo, toda protesta contra^/ las prácticas limeñas entrañaba un ataque al tutelaje ejercido por quienes usufructuaban en forma inmediata el monopolio español del comercio. Aunque sea erróneo, en última instan cia, el a t r i b u i r pura y exclusivamente tal compl icació n a inter eses criollo -espa ñoles divergentes en la esfera comercial, deberá observarse que, casi con los mismos argumentos que adujo Lima contra Buenos Aires, “en nombre del Rey y de la Nación”, bajó también a la lid el ala monopolista del Consulado bonaerense —siguiendo inspi raciones de Cádiz y cuando Buenos Aires había sido ya “descu bierta” por el capitalismo comer cial de la me tró pol i— en cont ra de las pujantes aspiraciones de libre comercio. La incorporación de la región del Plata al tráfico de registros y al correo marítimo13 fueron piedras miliares en el cam ino que condujo a la primacía comercial de Buenos Aires. Alreded or de 1760 14 y poco antes de la misma fun dac ión del V irrein ato, Lima renovó todavía sus esfuerzos para impedir esa evolución. En este aspecto, la medida más importante del Consulado fue una “Consulta y Representación”,15 presenta da en 1774, en la que se esbozaba un “cuadro histórico del comercio de Buenos Aires”, tendiente & demostrar “que dicho comercio fue siempre peligroso al del Perú, y n o menos peligros o pa ra los der ech os rea les, por lo cual aun nuestros Reyes Católicos se opusieron a que ___
12 L e v e n e , Estudios , p. 29 sq. 13 D. H. A., VI , doc. n"? 43, p. 204 sq. - -^ Manifiesto para el Rey Nuestro Señor que Dios guarde. Contiene el Estado que tubo el comercio de el Perú.. . 1762 ( L e v e n e , In ve sti ga ciones, t. II,p. 8 sq.). 15 D. H. A., V, doc. n1? 65, p. 311-353. 14 .............
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se abriera dicho pu er to .. .” La ruina de Lima provenía del inmenso volumen de mercancías extranjeras que se introducían por Buenos Aires, y que para colmo eran vendidas a precios ex traordinariamente bajos.10 Disposición, alcance, oportunidad y pruebas de la Petición —que entre otras autoridades se remite a citas de Veitia Linage, Ustáriz y de la misma Biblia— carac terizan ese documento como una tentativa por debilitar los posi bles argumentos de quienes preconizaban la creación de un cuarto Virreinato. Tan to menos éxito debía tener su intento, cuanto que el virrey peruano —al que se dirigía la petición— era él mis ino defensor de la planeada separación y desautorizó la actitud del Consulado ante la Corona. Al constituirse el Virreinato del Rio de la Plata, la protesta peru ana perdió su último punto de apoyo, puesto que en adelante los intereses de la administración colonial —oficialmente protegi dos desde Madrid— se confundían con los del progreso comercial de Buenos Aires. Cevallos no ceió en sus esfuerzos por disolver los últimos vínculos entre Lima y el Plata, para así completar la separación territorial-administrativa mediante la autonomía eco nómica. Bajo tales auspicios se proclamó la liberalización interina 'del comercio de Buenos Aires con las provincias interiores, en '¡octubre de 1777: “Después de examinada la petición a mí pre sentada por el ilustre Cabildo en nombre de la ciudad de Buenos Aires, he considerado la libertad del comercio tanto activo como pasivo entre estas provincias y ciudades, tanto de los bienes que ellas mismas producen como de los que estos puertos reciben desde España por los navios de permiso, como una consecuencia nece saria de la creación y constitución del Virreinato.. .”17 Además de la petición del Cabildo —no del todo inobjetable en lo jurí dico—, Cevallos podía citar una serie de antecedentes que, des de 1721 a 1776,18 parecían p reparar el empleo tan liberal que 17 D H V , II I, doc. 16, p. 41 sq. La decisión del Cabildo de Buenos Aires de intervenir igualmente en favor del libre transito se tomo el 29 de julio de 1777, con intención de “mandar abrir la ínternaci n p comerciar como an ua m en te * hacía con .1 Per» . h proh ibic ión de dich o comerc io pudo verific arse sin orden de S. M. 18 L e v e n e clasifica los asi llamados antecedentes de este auto ® nueve categorías (op. cit., p. 31 - 36) . Cf. asinusmo Estadios, p. 43 4b, como también H. N. A., IV, 1, p. 413 -11 .
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u .o fie sus atribuciones. Cevallo s de fend ió antp i
, é| hacia a f r “ 2 h Í“
provisional en una “Representació n” , * oSo, del 7 de noviembre de 1777.» No
ese escrito -m á s b.en un tratado de econonu a p„l¡ ,;¿ 2 1 los dictados del despotismo ilustrado que ju stificación servil S T e l m o - en que n o s e muestre como se iban realizando paso ¡ p a s o , en la p r á c ti c a c o lo n i a l b o r b o m c a , l a s i d e a s l i b e r a l e s d e l o s teóricos colon iales:
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Cevallos demostraba a la Corona que, una vez reconquistado el centro del contrabando, la Colonia del Sacramento, perdía ! toda fuerza uno de los principales argumentos con que Lima “ha i presionado a los c ome rciante s y bu rgu ese s de es ta ci u d ad ” . Si el Consulado sigue obstinándose en su actitud hostil, ello no repre senta la opinión de toda Lima, sino que es una maquinación “de 6 6 7 personas, que además de riquezas gozan de patronos influyentes y de buenas relaciones, y los aprovechan para movili zar a los comerciantes de menor cuantía”, a pesar de que éstos tengan poco o ningún interés en el comercio exterior; ello no obstante, su dependencia de los principales les obliga a firmar todos los manifiestos, peticiones y demás, cuyos objetivos les son ajenos. Con igual energía fustigab a Cev allos los abu sos d el comer ció de “repartimiento” de los corregidores, que no solamente ofre cían a los indianos mercancías inútiles, sino además sumamente encarecidas. Allí había que buscar el ori gen de m uch os desórde¡ nes y de muchos actos desesperados co ntr a el ré gim en colonial. Contra estas y otras anomalías se establecía ahora, continúa Cevallos, el libre comercio entre Buenos Aires y el interior hasta e Perú, según los principios del der ech o de ge nte s. L a va ra de paño, que imp ortad a po r Li m a co sta ba -de 20 ¡a 25 pes os, po día ° te°e[S,e ^esc*e Buenos Aires a 5 pe sos ; en el l ienz o, la dife ren cia a ■m- 1 9ecia entre 8 a 10: 2 a 3 pesos; en el ganado mular, 40 • -a f pesos> etc> Mientras la ru ta p or el C,abo de Hornos sien o intransitable, peligrosa y de m asiad o cara , el camino f ?U6 Cevallos pidiendo Exmo. Sr. Don Pedro de dido a instancia de la rí n n ^ Permiso int erin o que ha concetos comerciables tanto r!^ i buenos Aires pa ra que in tern en sus efec®n Limitación alguna cpt 'UI como industriosos a los Pu eblos del Perú Leyes Patricias, y Realp<¡ n",) ,erec^os de Gente s, y con sen tim ien to de las y Keales Cedu1^ (British Museum : add. mas. 13980).
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Vi r r e i n a t o d e l r ío d e l a p l a t a
a través de Buenos Aires sería siempre el más seguro, y sus cre-
V cientes ingresos aduaneros aportarían al Real Fisco un provecho
todavía insospechado. ' El “Auto de internación libre” de Cevallos, de 1777, no fue una medida aislada, sino (|uc se completo con toda una serie de disposiciones menos imp orta ntes . Ya antes de la liberalización del comercio interior se había prohibido la exportación de metales preci osos de Pot osí a Lim a, en cono cimi ento de que “desde el distrito del Virreinato. . . que produce oro y plata (o sea desde Potosí) se exportan cantid ades considerables a la Ciudad de los Reyes, con intención de fundirlas en la Moneda de dicha ciudad, en perjuicio de la establecida en la Villa Imperial de Potosí. . 20 La Corona aprobó ese acto de boycot, “en vista de las grandes malversaciones que se han cometido con dichos metales preciosos, con intención de sacarlos a estas provincias y llevarlos a la Mone da de Lim a”. Ta nto el Consulado como el virrey de Lima conde naron la prohibición de expo rtar plata en bruto como violación de las prerrogativas de la Corona, y consiguieron que ésta impusiera un recargo de 1 % y aun 1 / i por ciento al oro y la plata expor tados por vía Buenos Aires o Montevideo.21 Los comerciantes y el Cabildo de Buenos Aires consideraron esa concesión como reconocimiento encubierto de la hegemonía de Lima, reacciona ron en consecuencia y, de todos modos, en 1792 lograron que se redujera el recargo.22 A la prohibición de exportar metales preciosos a Lima siguió la liberación del puerto de Buenos Aires para la importación de azogue destinado a Potosí, que así quedaba totalmente indepen diente de las importaciones directas desde Huancavelica, situada en la costa del Pac ífico. Ya en los siglos xvi y xvn ha bía habido pr oye cto s en de rez ad os a su pe ra r de esta ma ne ra las exor bitan tes 20 D. H . A., V I, do c. n1? 3, p. 133 sqq. D. H. V., I II , doc. n 25, p. 69 sq. 21 Nom inalmen te, el recargo se destinaba a amortizar las deudas que, con objeto de prep ara r la expedición contra los portugueses, Buenos íres había contraído con Lima. . , 22 “E n junio de 1784, protesta ba el Cabildo contra esa real orden, la impug na tam bién el comercio de Buenos Aires reunido en Jun^ genera , cuyos apode rados, Rodrígue z de la Vega, Sancho de Larrea y ar n e Sarratea, elevan representación al Virrey pidiendo suspenda su ap icacion. (H. N. A., IV, 1, p. 421).
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áficas V monopolistas entr e Poto sí y Hua nca veliCa aI0n ante el veto de Li m a/* Sobre la bas> t r a b a s S ^ ai^ pero siempre fraca_ ^ Ceva]]oSj J.a Corona decidió “que de IaS“ í a Í ^ A lm a dé n a las minas de Potosí y a 1as el envío de azog nueyo Virre inato de Buenos Aires se haga restantes provm
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A ¡res)j en vista de
los nue vos riesgos
P ° r “ “ J E ? s e im p o n e n p o r L i m a y q u e s e d e a c o n o c e r a a m b o s y gastos que se ¿ sentan tes de la Casa d e C on tra tac ión que Virreyes y a los re p rese n, ^ ^ d ^ ^ ^ ^ ^ q uc
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los navios n a v io s ^^t q u ran P spo rtar t ar aazo z o ggu u ee.. . .”24 los - ” 2 4 _ Después de 1 7 9 0 , l aa ii nm . i ¡ntaies, y dio a la Ad uan a un benefiautorizados a
p0T 10” d e 175000 pesos (1789).25 C1° L o r a l i z a c i ó n del comercio interior, estrangulamiento del tráfico de metales preciosos, importación de azogue y otras distr ° < de pareja intención limitar an en lo futu ro toda in fluencia e c o n ó m i c a prove nien te de Li m a al ca m po de acción cubierto por la competencia norma l en el com ercio . Pero con ello Buenos Aires había logrado algo m á s que asegurarse la igualdad de derechos comerciales puesto que, de hecho, el nuevo curso de la economía entrañaba repercusiones proteccionistas en favor del Virreinato. Si bien tam poc o en la seg und a m itad del siglo xvm Potosí logró recuperar su antigua posición de privilegio frente a Nueva España, el encauzamiento de los metales precio sos20 del Alto Perú hacia el Río d e la P la ta s ignifi có u n estímulo 23 H. N. A , IV, 1, P. 422. , . u M. J. d e A v a l a , Dic cion ario de Go bie rn o. . . Articulo: Azogue, doc. n1? 60: Ordenanza del 10 de marzo de 1 778, p. 147. Ello no entr aña ba, desde luego, la suspensión tot al del co me rci o de az og ue en tre Hu ancavelica y Potosí: “Para ocurrir a los daños que se originaban de vender a subidos precios los (azugues) que se conducían de Guancavclica al Cerro de Potosí: Resolvió S. M. que así estos como los de Almadén se dieren por ahora a 60 pesos el qui ntal . . ( Or de na nz a de l 26 de ma rz o de 1779, Ibid., doc. n? 61, p. 147). En cuanto a las cantidades en que se consumía azogue, cf. A. d e U l l o a , No tici as Am eri ca na s. . . M adr id 1772, p. 233 sq., 271 sq. Sobre la importancia de la provisión desd e Alm adé n: H a r i n g , Trade, p. 158, passim. ' 25 Alrededor del doble de los beneficios de H ua nca ve lica (Cf. Hum* bo ldt , °P■cit., t. II, p. 182). 26 S o e t b e e r ( Ed elm eta llpr od ukt ion , G o t h a 1 8 7 9 , p . 1 0 7 s q . ) estimó 176n7fiCnIOn “ S de plata de Potosí en unos 83.00 0 kg. pa ra los anos 1761-1780, y en 98.000 kg. para 1781-1800.
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nada despreciable para la economía colonial, el reemplazo de la p ro d u cc ió n n a tu ra l to d a v ía d iv ul g a da en las zo na s ma rg ina le s y la estabilización de un sistema monetario que dejaba mucho que desear .27 A- pe sar de inobjetables, i-----— la falta de — valores —~ estadísticos uiuujk.i.auic; /im p rn n PrrPtn? m i n a IPb enderezados ^a impedir, £- ' W de l gran nnúm ero deP ndecretos oficiales fijaL ' o delimit ar el tráfico privad o del oro y l a plata 28 se desprende que — e x c ep tu a d o s los de re ch os re cl am ad os po r la C or on a— un considerable porcentaje de tal comercio de metales preciosos 28 iba a parar a los bolsillos de comerciantes, usureros y especula dores, con lo que se aceleró la formación de capitales en la colonia. Ta m bién el comercio interio r liberalizado tuvo repercusiones pr o te cc io ni st as en c o n tr a de L im a p o r cu a nt o — a u n ex cl uy en do los encarecimie ntos habituales en el sistema monopolista—• toda otra serie de circunstancias relegó a aquel la ciuda d a segundo término. El gene ral encareci miento de las merca de rías europeas en Hispanoamérica se hi zo sentir en Lima (junto con México) c o n m á x i m a i n t e n s i d a d ,30 mientras que no fue tan sensible en Buenos Aires; adem ás, los gastos de transporte a través de Panamá o d e l C a b o d e H o r n o s 31 encarecía n las importaciones mucho más que su entra da dire cta por Buenos Aires. Por último, t ambién sería necesario t om ar e n consideración el movimiento comercial
27 Cf. H. N. A., IV, I, p. 333 - 335. L evene, Inve stigac iones, t. II , P' 1728" d° H. A., VI , doc. n<> 43, 69, 71, 73, 74, 75, 79, 82, 83 (P etición de 1783, de una licencia de exportación de 335.000 pesos), 140, 149, etc. En 1783 se volvió a encarecer al virrey que atendiera a la limitación —pre vista en el art. 47 dq los Reglame ntos de 1778 (D. H. A., Vi,, doc. n , p. 33 ) _ de 1000 pesos por tonelada de cargamento. Ib id. , doc. n- so, p. 252 sq) . . . , 20 Ch. A. F i s c h e r , Beit radg e zur gen auer en Ke nn tni s der spa.nisch.en Be sitz ung en in Am er ik a (C on trib uci on es para un me Í0\ c° nocln^ ien,to, ^ l las posesiones españolas en América), Dresden 1802, p. 8 sq. asan en el registro aduanero oficial, calculó en 5.058.882 pesos la aportación de Virre inato a Espa ña en el año 1796; de tal cantidad, ¡ corresF' . . oro (a mon edad o o no) 1.425.701 pesos y a la plata (en igua es c 2.556 .304 pesos! . 0„ ^ 30 Según F i s c h e r (op. cit., p. 162) alcanzaba en Lima * 31 Alrededor del 12%. (Ibid., p. 162). Con el agregado de otras cargas fiscales, el valor de importación no oficia' P ^ 1789: 26.67 9.960 pesos, se elevó al precio oficial de 42.09 9.álá p ■
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«i rontinente americano. Un a vez term inad as las luchas
f “ Í „ C' p r i m i t i v a s 13 colonias d e N ue va Inglaterra
de mdepen , de ¡dez ha sta ento nce s deseomfflrL .m T fc T o n d k io n = s americanas» y que también S n tu ó la actividad del comercio marítimo La colon,za ción del “Oeste” no había franqueado todavía el Mississipi, y la costa atlántica seguía siendo el centro de gravedad de la economía; ñor consiguiente, también mantuvo su onentacion atlantica el intercambio que, principalmente desde Boston,83 se extendía hacia la América Española, y cuyos puntos centrales de atracción eran las Indias Occidentales34 y la región del R ío de la Pla ta. En 18051 llegaron a Montevideo 22 naves norteamericanas, 11 de las cuales transportaban esclavos; en 1806 fueron 30, y 20 con un carga mento de 2500 esclavos.85 Tal fue la base e con óm ica de la ev iden te atención diplomática que a partir de 1797, consagraron los Estados Unidos a esos países, “los menos conocidos y más intere santes que haya sobre la tierra” ( J e f f e r s o n ) .3,! A su vez sem e jante concentración del comercio int er am eri ca no sólo po dí a tra er ventajas para el litoral del Virreinato del Río de la Plata.3' Es indudable que la iniciativa personal del primer virrey —capaz de abrir nuevos rumbos y tam bié n de in te rp re ta r con acierto los signos de la época tal como se lo e nse ñab an la Petic ión del Cabildo y la clase mercantil de Buenos Aires— aceleró la irrupción de factores objetivos que tendían a cerrar el interior frente al Perú y, como complemento forzoso, a llevarlo a una 32 A. B. Efimov, Bosquejo de historia de los EE . U U ., Moscú 1955, SCW' - RHag al lo , Le origini della gra nde ind us tri a co nte mp or a 1953j p- 253 "» • J - D - H icks , The Federal Union, Cambridge (Mass) 1952, p. 216 sqq. fuerzos ^esde B°stoni antes de 1810, se int en sifi ca ron los es recorrieron k m ? " Í m Gab° de Hornos- Entre 1788 y 1796, 26 veleros comeron la costa chüena; entre 1797 y 1804, ascendieron a 226. York 1948 n 104 -„N’ Seography 0{ the United States, Nueva ' In dia n tra de 36 P. Ghanu / * l’économie sudamértrJlíí *ei}\ative des Eta tsU nis po ur s’em par er de _ ,36 A. P. W hitakp »’ n o C , ahlers des Annales. .., p. 163. Baltimore 1941. ’ and the i n d e p e n d e n c e of Latin A m e ri c a , Es ' • de Büenos Aire5C‘e^ tl“ que, por ejemplo, en la lista de exportaciones cobra chileno (Fischer, op c i T ^ ^ Una partida de 2549 quintales de
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econó mica much o más estrecha con el litoral Tod asimilación de regiones que, originariamente, poco o nada tenían en común debía fomentar la aparición de un mercado interno que era a su vez uno de los requisitos esenciales para la consoli dación de la bu rgues ía colonial. De todas maneras, y tal como lo muestran las constantes discusiones que se sucedieron hasta 1810 acerca de las reglamentaciones aduaneras internas 38 en vigor, los progresos en esa dirección solo pueden considerarse como prim eros pasos rud ime nta rio s. Ello no obstante, a parti r de 1 7 7 8 __ s e g ú n la reconstrucción de Levene basada en los Libros de Alcabala— ,3U e l comercio interior señaló una marcada tendencia a s c e n d e n t e , y alcanzó en 1 8 0 0 un volumen que aumentaba 20 veces la estimación oficial de 1 7 7 3 . En detalle, los ingresos de la Alcabala crecieron en la siguiente forma: vinculación
1773 1776 1778 1779 1780 1785 1790 1795 1800
........................ ..................... .................................... ............................................ .................... ........................ . ....................... ...................... ....................... ...................... ..................... ........................ ..................... ....................... . ........................
2502 pesos 2266 „ 7414 „ 13078 „ 20428 „ 31329 „ 28137 „ 32975 „ 46390
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8 8 L e v e n e , In ve stig ac ion es, t. II, P- 40 stW-’ ^ 39 H . N. A., IV , I, p. 419.
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ANTAGONISMO ENTRE LA GANADERÍA Y LA AGRICULTURA La dependencia colonial y el atraso de Hispanoamérica le asignaban —en el sistema de distribución geográfica de tareas dentro del mercado mundial— la función de un proveedor de materias primas y mercado de colocación de productos manufac turados.1 Semejante transformación de Hispanoamérica en objeto de atracción para los intereses europeos —y ante todo para los anglofranceses— fue inaugurado en lo esencial por la política económ ica de los Borbones. Salvo en lo concerniente a la mine ría, siempre explotada desde los comienzos mismos de la Con quista, la evolución de la economía colonial se caracterizó en la segunda mitad del siglo xvm por una acentuada orientación monocultura l de las diversas partes de Hispanoamérica. En las Indias Occidentales, desapareció el campesino libre negro o mu lato —que vivía principalmente del tabaco y de la ganadería ante la creciente demanda de los llamados productos coloniales, tales como el azúcar, el algodón y el café, que desde 1750 domi nab an el cuad ro de la economía. Nueva Gran ada alcanzó su segunda y verdadera prosperidad del cacao después de la funda ción de la Compañía de Caracas que, como la sociedad comercial española de mayor éxito en el siglo xvm, arrebato su piimacía al “comercio intermediario” holandés. Nueva España y el Perú asistían a un nuevo florecimiento de su minería, y la remota Chile exportaba a Europa su primer cobre en cantidades dignas i Según los datos de un “Tabl ean général du commerce de l’Europe avec l’Afrique, les Indes O rientales e t l’Amérique” de 1787 (en L uzatto , op. cit., p. 30), la importación europea alcanzaba los valores siguientes:^ Africa 70 mili, de libras; América del Sur, 132 mili.; Indias Or. 155 nuil., América del Norte 189 mili.; Antillas 260 mili.
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exportaba, como antes, la yerba ¡ £o ” S ° P “ » sa ti sf ac er l as « c es Wa de s d ° ™ M c a s d e S u d a n ¿ •'«
Paraguay
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En Jo concerniente al Virretnato del R í o de la Plata, esa fun , Cián correspondió a la ganadería. L a riqueza del Virreinato L a en la ganadería. Sin desconocer e l valor alcanzado por d J iintas manufacturas y po r la ag ri c u lt u ra . . . lo ci er to es qu e J de la ganadería constituye la fuente de su bienestar y ]J J (R. L eve ne). Con rara unanimidad se atestigua la riqueza ganadera de las llanuras del Plata en todas las descripciones contemporáneas tanto en relatos de viajes como en obras históricas; las discrepan cias sólo comienzan en los intentos de estimación, cuyo resultado suele depender más de la fantasía del autor que de sus disposi ciones para la matemática. Pod rían servir c om o n or m a las obras de Félix de Azara sobre la historia y situación de la región del Plata, que por su riqueza de materiales y por su exactitud son una fuente de primer orden p a ra to d a te n ta ti v a d e reconstruir la historia de la sociedad colonial”.2 p ro g re so
medida de su importancia económica”
La explotación de esa riqueza viva, por cuya conservación durante mucho tiempo no se hizo prácticamente nada, se cumplía de una manera por completo irracional, que m uy pro nto reveló los límites de esa fuente de bienestar en apariencia inagotable. mata a ganado con el único objeto de obtener el cuero, los cuernos y el sebo, o bien, en el caso de los caballos, únicamente ÍT* 3 Apenas el núm ero de m atan zas se ac erc ara al grado ,ucci°n l°s animales que vivían en la cam pañ a de • 05 ,r e^’ 0 . en sup erar a, la ci ud ad c or ría pe lig ro de eli bildo Um^a ” £lu eza - Po r ell o se r ep it e n en las A ct as de l Ca v a m pr,
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viajeros y escritores mal informados” .*» Mucho más divuleada e aque lla fabulosa poten cia ganade ra” fue una escasez “aue llegó a convertirse en un peligro para Buenos Aires y para Z habitantes” .4 ‘ " ¿ Po drá ser casu alid ad q ue p recisam ente en el siglo xvin o sea cuando se produjo el vuelco en la economía, tales quejas supera ran todo lo anteriormente conocido en número e insistencia? Sólo entonces adquirieron los cueros para Buenos Aires todo su valor, como codiciado pro ducto de exportación. “La ciudad no pr od uc ía ni or o n i p la ta . . . Su m on ed a int ern aci on al era n los cueros, cuyos precios se ma ntuv ieron firmes y constantes a lo largo de todo el periodo . 1 amb ien se acrecentaron las oportunidades de los estancieros para exportar cuando se concedió el asiento a Francia y a Ing late rra. 6 Tale s oportunidades no podían apro vecharse sin una profunda modificación del sistema de explotación hasta entonces empleado y, sin embargo, amenazaron con dar el golpe de gracia a una total extirpación del ganado. A fines de 1709 —una vez que se hubo comprobado que, como consecuencia de la creciente persecución, era necesario ir a buscar el ganado “a más de 200 leguas de distancia” __ , el Cabildo presentó una queja al Gobernador en contra de los de Córdoha y de San Juan, ¡que incursionaban en la región bonae rense pa ra ro ba r gan ado ! 7 P or encim a de ello, el Cabildo recla maba la totalidad de la Pampa y del Chaco contra todo intento que, para buscar allí animales, llevaran a cabo los habitantes de Santa Fe, San Juan, Mendoza, Tucumán o Santiago del Estero; a ello se agregó la propuesta de suspender por cuatro años toda conc esión del “ derec ho de vaquear” . Según el censo ganadero de 1713,s en las estancias situadas al norte de la ciudad había alrededor de 18.000 cabezas, en las del sur unas 13.450. Las cuotas de posesión alcanzaban a 300, 500, 1500, 2000, 3000 o 4000 cabezas, o sea una cantidad sumamente moderada para ,, - * Hi sto ria de la C iu da d de Bu en os Air es , Buenos Aires 1936, t. I (1536-1715), p. 418. t Jf>id., p. 418. ‘ G a r c í a , op. cit., p. 144. Z a b a l a - G a n d í a , op. cit., p. 411, ¡ Ib id ., p. 408. ' Ib id ., p. 416 sqq.
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fines del siglo xvrn y comienzos del xix . El latif und io m ya en las 2000 a 3000 cabezas, mientras que a un Po m^nzaba menos de 1000 no se le consideraba “digno” de * °r de cuenta. en Es difícil precisar hasta qu é pun to las circuns tanc i , deras del litoral se hallaban amenazadas por un verdaderc>S de exterminio. Hasta se pres enta la sosp echa d e que °c^el^ ro insistentes manifestaciones, los estancieros se proponían e n ° n SUS lugar, mantener el apoyo il imi tado de la legislació n c ? rUBer protegidos po r el E stad o, en efe cto , se as eg ur ab an u n m ej or de partida para sus negocios de exportación. En realidad1^ 0 guna otra rama de la activi dad agríc ola o ind us tria l, sin e ’ mn' el mismo comercio, fue alentada en forma tan intensa g°^Ptuar dicional como la ganadería. En la región del P lata, la ¡j a n a í^ ' constituía la rama de la producción en que el elemento criollo d ? desarrollarse, desde el punto de vista económico, con máxima libe tad. En la larga serie de disposiciones del gobierno colonial destina' das a alentar y proteger la ganadería, una de las más instructivas por su ampl itud es el de cre to de l g ob e rn ad o r D ie go de Sala s del 25 de agosto de 1775.9 Este decreto se inspiraba en las sugestiones -q u e en algunos pasajes transcribía text ualm ente — de un a “ Tunta • 'Hacendados” 10 y, además de las m edida s de rut ina (fiscaliza ción de sacrificios y del comercio de cueros, pro tec ció n de animales jovenes, represión del ab ige ato y de l c o n tr ab an d o, e tc .) , disp onía en su articulo 6 11: En vista de los ma nifie stos inconvenientes expuestos por el apoderado de los estancieros, y que surgen de ^ msta^acjón de chacras en los cam pos destina dos a bcn pm°5°r T ^ exÍJ°’ en cumplimien lo de las leyes que prohimencionaH1 6 2 0 ^UC Se ^eve a ca^° su sep aración , y que los mencionados chacareros que posean campos de pastoreo .. los venta de ganado aíenn'-^*6 ^ don Diego de Salas, prohibiendo: la campaña^ a fin de evít ^ Permanencia de mercachifles y pulperos en las ción de chacras en lo- ts 6 corniercj° de produc tos roba dos; la implanta b as últimas; la entrada6*™?-5] estlnados a estancias y la subdivisión de r n e tos derivados v 1*° Sa ganado sin permiso especial y demás y ‘"" " " i6- 25 de aso!to dt Li2l posterior H" * * j, a ^a *0s documentos •eíltre estanciero y hacen dad o no aparece Bando, loe. cit., p C2 7° niales- -
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aba ndo nen y se traslad en a la tierra laborable que desde ™ dación, delimitó la ciudad” .^ E1 artículo 7 disponía, en vista del hecho de que “muchos, sin poseer el terreno necesario para una estancia, se han apoderado de buen número de cabezas de ganado”, que nadie “podrá poseer estancias ni ser ganadero si no posee por lo menos, y de acuerdo con la primitiva distribución de la ciudad, un terreno de 3000 varas de ancho y 1 legua y me dia de e xtensi ón” .13 De a hí se desprendía la prohibición “de que se subdividan los terrenos de pastoreo existentes mediante título de herencia, venta o cualquier otro modo de expropiación” (art. 8). En estos artículos se pone de relieve la mentalidad económica dominante, en la cual se basaba igualmente la concepción del latif und io. T al com o lo demuestra n decretos posteriores de parejo contenido, sólo se concedía a los cultivos el área más imprescindi ble y, en lo posi ble, se pro cu rab a que no excediera de los limites del siglo xvi. Disposicione s legales anticuadas servían para este rilizar toda una rama de la economía y, por otra parte, los estan cieros se empeñaban en conceder a sus posesiones un carácter de mayorazgo, con el fin de evitar toda subdivisión y expropiación y, muy principalmente, toda transformación de los pastoreos en tier ra cult ivab le.14 A su vez, las disposiciones en cuanto al mínimo de extensión de las estancias ponen de manifiesto la tendencia que en el Río de la Plata, y sobre todo por el camino de la gana derí a, llevó a la c reac ión de latifun dios. Por ello, los coloniza dores llegados durante el siglo xvm solicitaron ante todo el usu fructo del derecho de vaquear, para así reunir el ganado necesario 12 Esta distinción surgía de la costumbre ^etíieval ^tr ibu ir tie rras en el momento de fundarse una ciudad eo °™a_ ‘ p vpnEOuí El ré p. 79 - 100, W i l h e l m y , op. cit., p. 83 sqq.. M. J . ts . . > gim en de la tie rra en la Am ér ic a esp añola , anto ° ™ ' 1 ej camp0 de 13 Bando, loe. cit., p. 28. D e a c u e r d o con e s t e calculo, el ca p pastoreo más reducido debía cubrir unos , ’ • verederos de una 14 . ,y que quando por razón de ser muchos lo, ^ sola suerte de Estancia, sea preciso repartirla en re , ^ ^ ^ demás en que se adjudi que; a uno solo con cargo de que e* V ^ien entendido dinero (!) i otr a. Especie, la pan e que bastante que quando así no puede ser por pobreza■* ha de vender precisaque concurra en el heredero á quien s e adjudique se r ^ p 28 mente a un solo sujeto, y hacerse la dibision
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para una est anc ia. - ^ ^ ca m p a n a de Bueno Aíres se consideraban ya como “empresas pequeñas” las están que cubrían de 4 a 5 leguas cua dra das . Seg ún el testim onio T Diego las posesio posesio6 go de uc Alvear,16 que se refiere a la B an da O rie nt al , Jas taba nes de 4 a 6 leguas cuadradas cuad radas se con co nta ba n aallí llí entr en tree “las /' comunes: pero las hay también mayores, de 8, 10 y hasta 15 leguas, como las de los Alzayba, Viana, Aguirre, García y otro terratenientes... Existen estancias de 20, 30 y 40.000 cabezas d^ ganado, y hasta hay algunas de 80 a 100.000 cab eza s” . ' La correlación entre ganadería y latifundio tuvo por conse cuencia que éste adquiriera influjo e importancia dentro de las características de la economía colonial en la misma medida en que se expandía la ganadería, puesto que toda concesión del derecho de vaquear solía ir acompañada de la concesión territo nal correspondiente.17 La imposición de la propiedad privada en terrenos libres y en ganado * tuvo que restri ngi rse an te todo a una región delimitada, en forma relati vam ente firme por la mdT COn 10 q ue la c r ed “ “ « M í v W n * la S ^ c S t e Pconaf° ^ SCnSlbIe aUment° £n d Preci° del Sliel°-19 deI xvn, la posesión í " ? Sltua" on del S1glc> xv i y comienzos elementos determina t* Se conv irtió en un o de los j incorP°ración del individuo a la jerarquía de clases d e ^ En 1790 P ie d a d colonial.2® prender la m ed id a^ n^ ™ 11 co ntr ov ers ias qu e no s pe rm it en com n que los estancieros podían alcanzar verda15 \cerca dd s u p e r i n ^ arre.gl° y resguardo de la a r a d o de llegar de EsDañ» e sc ri be L e v e n e : “L os coloII n o V° pedía ’ 5° ° acostum brado s has ta entonc es al « CamP° S Para estanc ias” (■ Inv esti ga do -
el
m ' j 3" h P- 3,5 Sq )-
0 , T ^ del ¡ aZ H- N. A., IV, í p* 36f la Plata’ Madrid 1930; cf. S nado argentino Bu*™ P* p. 315. 8, como tamb ién R. P illa do , ■ ’ re* 1909>P- U ‘ A l ve a r, op. cit., 18 En lo „ mterre lar'' ncerniente a c -126. 10n tnlre «^nadería T í a .? ’ Jjállanse abu nda ntes d ato s sobre la "dl° en C^ v ERA> 0p. cit., II. p. III Leven* r ......
** ^AWN°’ "^he Spanish Empire, p. 258.
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dera influencia en la legislación económica de la administración colonial: Respondiendo a frecuentes quejas sobre una aguda escasez de animales, el Cabildo dispuso un examen a fondo de la situación. En opinión del Cabildo, la decadencia de la ganadería respondía a cinc o cau sas d ive rsa s21: 1) Ataques y depredaciones de los indios, que en los últimos años habían robado unas 200.000 cabe zas de ganado; 2) Sequía, que había impulsado a las manadas hacia la fron tera ; 3 ) Prepon derancia de “vagabundos”, cuyo único med io d e vi da era el r obo de animales ; 4) Multiplicación de per ros cim arr on es que , po r vivi r de carne de animales muertos, i n c u r s i o n a b a n cada vez más entre los ganados: 5) Alejamiento de las pasturas a causa de la difusión de la agricultura. “Para la sociedad, la ganadería en chacras (o sea para el cultivo de dete rm ind os te rren os) no es menos perjudicial que las siembras en las estancias: se trata de dos cosas totalmente distintas y que no pueden prosperar sin la debida separación -.22 Los hacendados exigieron por último que se fundara una organización profesional (Me sta) pa ra u na mej or defensa de sus intereses. Semejante asociación del latifundio ganadero, según el modelo de laimetro poli , sólo se ha bí a im pue sto en un a región hispano america na, en Nueva España .23 En el Plata, la concentración y dirección centra lizad a de los intereses ganaderos amenazaba ahogar tod aví a más al secto r agrícola. Ello no obstante e vn dondo aprobó en principio, en 1792 la creacon de un -Grrn.» de Hacendados ” ,24 habida cuenta de su impomnci p 21 H. N . A. , IV, 1, p. 380 sqq. J - Ib id ., p. 381. . r „ jo referente a la 23 Cf. H arin g, The Spanish Emptrt p .■56 ■ R¡st metrópoli: J. F. K lein , The Mesta. A Study m S ^ k bto Nu ev a Y or k 1920 . , «icruientes resolu24 A uto del virrey Arredon do en el que tora ^ ^ Us inlroduciciones: sup rim ir la exacció n del medio rea . hacendados criadores das par a el aba sto; que se formen juntas P'lr\¡ , guenos Aires, para que de gan ado en todos los partido s de la campa' , formalicen el gremio nombren diputados que asistan a la junta g ¡unta a los que teac on su c or re sp on di en te re gl am e nt o: se co nv oq ^ ¿ e 1792 (D.H.A., gan hacie ndas per o no cam po propio. ^ , repetir que ca<^a estan II I, doc. n'.- 33; p. 140 - 145 ). El virrey vuelve a ciero debe poseer más de 0,5 x 1.5 leguas.
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“bienestar de la ciudad de Buenos Aires” y de la significad' de la ganadería para la economía del pueblo, como única ra °° de la actividad que produce “tanto para el comercio como la manutención de los habitantes” . En tre las funcio nes de u gremio figuraba, por ejemplo, el ocuparse de las “muchas perso ñas que, sin tener su propio campo, viven con su ganado en 1°' tierras que se extienden entre una y otra estancia”, como tambié^ de otros habitantes que “como arrendatarios, y con pretexto de ser labriegos”,_ocupan tierras cuyos propietarios son dudosos desconocidos.25 0 Para decirlo con otras palabras: muc ho ante s d e la emanci pación, el latifundio obtuv o de la ad m in ist rac ió n col oni al toda la oportunidad necesaria para una amplia “limpieza del terreno” En la distribución de diferencias de posesión triunfó, natural mente, el derecho del económ icament e más fu ert e “de l nartid n más influyentes”, como lo dijo Manuel M. Cervera 2» en relación con la provincia de Santa Fe. De t al m an era , y a en la época e“ ¿ “ m d e ahrabHdoC0l0nÍZaC¡Ó-
P'a la’ “ hab ia imPuest« p o , a riz a d 6 n
d = ,a
de m o petir n del Cabild°’ del 12 de marzo marco de 1791) c o ^ t r T d ^ W Í T U° (d d 9 de Oriental del Rí0 de la Plata” * * í ganad° Cn la Banda mo se confirmaba a la Ra a n. . mas de que en el título misAires, la onda de rpa "n 3 ent al com o hinterland de Buenos también conexiones ern01^ • Csatada Por d icho de cre to ocul taba creto se dirigía en m-;™"0?11035 suma me nte sig nif ica tiva s. El de ganado a sus lerítimnc n Uf f 1 contra ^as personas “que ro ban el clandestino?! e a n ll 65 ° qUC sacr^ a n p ara su comer los, más allá de las esta S6 fn cue ntra en los cam pos realen 001110 Propiedad del rev” 28C1pS f)^lva da s> Y que debe considerarse n e comercio clandestino —general25 p. 144. *• ‘‘ff26 27 ClL> !I* P- 108. '
faenao„i
del Brasil. 9 28 Ibid
?y Arrede
1Stn° l*eil>po los como -0* Cn . ba nd a or ie nt al de l R ío de 1^91 (D H^Á 05 P^^'bidos con los portugueses v • " • A , V I, doc. n1? 202, p. 474 - 48 3).
•i P- 476.
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mente divulgado y hasta apreciado por todos—, semejantes “in termediarios” 29 desempeñaban un papel de primer orden, porque no solamente introducían en el comercio los cueros “libres de impuesto”, sino que deprimían todavía más los precios oficiales, ya de suyo bajos .30 Pa ra c ontra rrest arlo, dispuso el virrey que los pro pie tar ios m ar ca ra n sus cueros (art. 3) y que se estableciera una estricta fiscalización de dicho comercio (art. 7 a 10) mediante la concesión de licencias, investigaciones y encuestas de orden estadístico. La clase comerciante protestó enérgicamente contra tal muestra de desconfianza de la administración colonial, impues ta en n omb re de los estancieros. Los debates alrededor del vere dicto virreinal de 1791 continuaron, con alternativas diversas, hasta 1797,31 cuando el virrey volvió a hacer suyo, y en forma definitiva, el punto de vista de los estancieros. Detrás de ese conflicto se ocultaba algo más que una disputa acerca de la aceptación o rechazo de una ley de la administración colonial. Por p rim era vez se rebelaba el “comercio” contra una me dida de t ipo p rotecc ionist a en favor de los estancieros. No se trataba de una crítica fundamental basada en oposiciones y anta gonismos de clases que, de acuerdo con el esquema del antiguo régimen, hubieran podido clasificarse como “nobleza” y “burgue sía”. En últi ma instan cia, ambos grupos estaban unidos por su común interés en el incremento de la exportación: lo único que se discu tía era su parti cipa ción en los beneficios. Toda protección de la ganadería que, por encima de su fomento de la producción, 20 Record emos q ue e n el art. 3 del bando del gobernador Diego de Salas, del 25 de agosto de 1775, se imponía la expulsión e t °® cachifles, sobre todo de los extra njer os.. . y de los pulperos.. •,P °^ difusión en el país alien ta las faenas clandestinas y e come i -j e ductos robados” D. H. V., V. 1, doc. * 5. p. 26). En « g sentido s expide el “C orr eo de Com ercio ” del 18 de agosto de 1810 VD. A. , p. 182 sq .). reales el precio 30 En diversos docum entos se estima como de 4 a U KCOno. de cada cuero. (Cf. en particular: Rason de los cuer°*' ** * pie[ Execu0^ cido, en esta ciudad , a varios individuos por o en :unio de tor, don Gregorio Ramos Mexía, asaver. 8 de oct. e 1783. D. H. A., III, doc. n» 20, p. 82 sqq.). r„rt st¡gacio 81 Su enumeración in extenso se encontrara en ® a ., » «, II I, p. 78 - 83. De acu erdo con este texto, también en. IV, 1, p. 38 sqq.
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alcanzara también a la esfera com ercial: regu lació n de preci0 impuestos a Ist exportación, fiscalización del comercio y rccar^o* de todo tipo que pesaran sobre él, podía exponer a dura prueba la alianza económica que unía a estancieros y comerciantes. año 1792 vio el comienzo de un proceso que, al regular la relación de fuerzas económicas en favor del latifundio, sólo maduraría en las circunstancias de la posemancipación.32 Con intención de preparar el terreno para una futura “Junta para la defensa de los ha ce nd ad os ”, el jef e de la A du an a, Án°-el de Izquierdo, publicó ciertos datos —vivamente criticados por los comerciantes— acerca del volum en oficial (y cálculos del clandestino) para la exportación d e cueros sin c urtir. Ha sta la época en que se promulgó el libre comercio entre metrópoli y colonia (1778), se afirma que el volumen de la exportación oficial se mantuvo en las 150.000 piezas, y que su número subió pronto a las 800.000.33 De acuerdo con los datos de Izquierdo, el volu men global por año, de 1779 a 1795, alcanzó de 800.000 a 1 mi llón de cueros.34 Basándose en el registro aduanero para 1796, Fischer asigna ese mismo valor a la exportación de dicho año, con lo que podría establecerse entre Montevideo y Buenos Aires una relación de 1 : 3. Dentro del c omercio colonia l, el a ño 1796 - f Un, ano 0 Prosperidad” , y por ello resulta n otab le que en la ^ caílzar?, Por Pr™e ra vez la cuota límite q ue, en tiem po de ncipacion, solo podría superarse muy gradualmente.36 de la Pía*0 Uf ltar val°ración de la riquez a na tur al del Río sino nara a mera e.xPorta ción de cuero s, cue rno s, sebo, etc., cuanto a si ta carne , que se con side raba inútil en ya en 177a ren<í™ iento comerc ial, la S oci eda d d e Se villa editó J- 1 - na lsertación sobre la manera, reglas y beneficios de la producción de carne salada”. 37 Ese escrito, en q ue se inforTh e -1852, Cambridge o,ac^C aspects °f Argentine Federalism, 1820 33 H. Nr A TT7 ." 3 1946= P- 30 sqq. 379V
Ca'M^ ‘ * ^ CÍt > P ® ^‘^ 3 cueros vacunos y 43.752 de j , " todavía, en lftOQ i ✓ n cuem de dlc- de 1821, c a í c l r r 1 ®remen Thorn quist, en una nota | vacunos y 128.105 eaui * a ®xPortac ión de Montevideo en 312.612 D' H-A, V ,docT 9 9 Z ™ T¿ ¡ )aatsarchiv: C' 20- b' h b) -
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maba detalladamente sobre los métodos de elaboración la disnosición de las fábricas38 y principalmente los beneficios que podían esper arse, llegó pr on to a manos del virrey Cevallos. Tal inicia tiva de Sevilla co ntó con la aprobación de la Corona,39 mediante una resolución de la Suprema Junta de Estado, y por lo que pare ce no tardó en dar sus frutos: la Compañía Marítima fundada en 1789, al concluir un acuerdo sobre instalación de saladeros en Buenos Aires, aludió expresamente a “las experiencias que diver sas persona s h an realizado a nteriormente en Buenos Aires”.40 En 1793, la Corona eximió de todo recargo la exportación e impor tación de carne salada, tanto en el comercio con la metrópoli como en el tráfico intercolonial.41 Los esfuerzos de la metrópoli por activar la producción de carne salada despertaron en los estancieros el consiguiente interés. De acuerdo con las estimaciones de una Petíción de 1794, el volumen de sacrificios alcanzaba en el Virreinato a unas 600.000 cabezas, de las que sólo 150.000 estaban destinadas a satisfacer la propia demanda; si el resto se ponía a disposición de los sala deros y establecimientos de preparación de carne ahumada, ello en tra ña ría un be nefic io suplem entario de 800.000 pesos.4’ A los mismos datos aludía aún, en 1802, el Telégrafo Mercantil (órgano oficial del comercio), que calculaba el máximo volumen exporta ble en 1.800. 000 quin tales , con un valor de 7,7 mili, de pesos. Pero en realidad, el volumen de la exportación se mantuvo —de 1792 a 1796, por ejemplo— en los 40.000 quintales43: de todo ello se desprende que, hasta 1810, la industrialización de los pro ductos del país no había ido más allá de unos primeros pasos ba sta nt e mod estos . Las princi pales dificultades que se oponía a una expansión de las exportaciones eran la crónica escasez d ma no de obra especializada y, muy en particular, e a p 38 Para la erección de Factorías con ^ hubiere que dev en estab lecers e en sitios comodos e , esclavos que sirvan desagües pa ra Ríos o par a el Ma r;. para compre de esclavos q á la matanza, saladura;... (ibid. p. 41 °) . 39 D. H. A., V I, doc. n 33, p. 177 sqq40 D. H. A., V I, doc. n* 183, p. 443 sqq., n<> 197, P- *44 41 D. H. A., V II, doc. n? 22, 32 sq. 42 H. N. A., IV , 1, P- 387 sq. -*3 Ib id ., p. 388.
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e l v i r r e i n a t o d el rí o de la p l a t a
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44 Alrededor de un quinto de los costos de producción , , correspondía a ese elemento indispensable. Pero, hasta 1&10, la sal figuraba entre los productos mas estimados en Buenos Aires, nuesto que su fuente principal, las llamadas Salinas Gra nde s, se encontraban fuera de la zona colonizada, y cada expedición que se dirigiera a ellas requería cuidadosos preparativos de orden mili tar 45 Los productores dependían así del resultado de cada expe
dición, lo cual tenía efectos muy negativos en la^ fijación de los precios y en la situación de la oferta .40 Como principales consu midores de las partidas de sal se mencionaban los saladeros, pana derías y pulperías. Gracias a la creciente frecuencia de las expe diciones a las Salinas y otros lugares de origen, la situación mejoró hacia 1800, hasta tal punto que el antiguo precio, de 10 a 15 pesos por fanega, descendió hasta unos 5 ó 6 pesos.47 “Eso llevó a la fundación de innumerables saladeros, que estaban en manos de particulares” .48 La mencionada “Disertación” sevillana de 1778, además de alentar la salazón de carnes, también dio impulso a la industria del cuero y a la instalación de “curtiembres”, que tropezaban con condiciones aún más desfavorables que las que presidieron el desarrollo de los saladeros. A propue sta del d ire cto r (de nacio nalidad inglesa) de la Real Curtiduría de Sevilla, la Corona resol vió —en 1789— “enviar algunas personas a Buenos Aires que, en e ugar mismo, enseñen los métodos correctos p ar a curtir y preparar los cueros, y compren luego los que resul ten más S in T ¿ °S Pa‘,a SUelab°ración en las fábricas (d e la C oro na ) ” .49 comicnzos^dél úe\o x.x “ ,e chaban todavía de mcnos> a s -, los requisitos indispensable s pa ra una 45 Rep resen tadón ^ Cabildo’riP' p95 P.assim ran las circunstancias que h1rf,n • ®uenos Aires, cn la que se enumeoct-de 1776 (D H V TT ,lmposiblc una expedició n a las Salina s. 30 46
C f. , a de má s n í ; • i t * ' n ’ 3 ’ P- 17 sq.).
que abastecen de este a rt ic ú b t1 .n abll-d° S°brC dist «bu ción de s al a los m *?7°c‘ U3>P- 424 sq) YUUh2aC1Ón dc su Producto. 1791 (D.H .A., n" 117’ P- ^ 405 sqq
» T i ! T t cione¡‘ n >p- 90-
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“ 8, P- 430, 437; doc. ,
n 17°’ P‘ 39'■ Cf' igualmente doc. n1? 178, p.
' n d u s t r i a pro pia
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del cuero, es lo que se desprende de una Petición de 1801.50 D e acuer do con sus términos, también había que im itar de los Estados Unidos una media docena de curtidores, ^a ra qu e se estableci eran en Buenos Aires. El Consulado aprobó P oro pue sta, y hast a solicitó que se enviaran a Europa algunos ^jreros jó ve ne s, que retornarían de allí con la necesaria capacita■' Cuando estalló el movimiento de emancipación, la industria d e s c u r t i d o de cueros se encontraba todavía más en sus comienzos la p r o d u c c ió n de carne salada, y el escaso desarrollo de estas dos ramas de la industria —que contaron sin embargo con la s i b i l i d a d de aprovechar directamente el florecimiento del sector ^nás protegido d e la economía— permite que nos formemos una prim era idea del eleme nto man ufactu rero en la época colonial. Mientras que, de 1776 hasta 1810 y a pesar de todos los retrocesos reales o aparentes, la ganadería señaló una tendencia claramente ascendente, la agricultura se halló ante una situación v e r d a d e r a m e n t e d e miseria, que sólo por sus dimensiones se dife renciab a de las c ondicion es de los siglos xvi y xvn. El relativo estancamiento de la producción agrícola podrá parecer tanto mas sorprendente, cuanto que la Corona, inspirada en las opimones fisiocráticas d c las Sociedades de amigos del país, P ™ m u l S o t ° d a una serie de leyes en las que dab a expresión a su e m p e n o por fomentar la agricultura ” .51 Pero en tales leyes no se p er se g u a un fomento general de la agricultura, smo mas bien el incremento de a q u e l l o s prod ucto s que pudi eran ofrecer materia prima en forma inmediata a las manufactur as de la metropoli. S egú ne art. 43 del reglamento de comercio de 1/78, entie los P agrarios exentos de ciertos impuestos f i g u r a b a n , jun o al alaodon el azúcar y el café, el lie n » y el cáñamo»’ En 1777 se h at o recomendad o ya al virrey Cevallos que alen ai a p , de los dos últimos, como ma teria prima básica para a ^ tura textil española .’’8 Pero el volumen tota c esosy produ ctos agrar ios de fácil export ación, por serco íc . Europa en calidad dc estimulantes o de matena prima, p 50 H . N. A.. IV, 1, p. 389 sq.
r>1 V a l l f , I b f . r l u c f .a , op. cit., p. 158 sqq. 52 D. H. A„ VI, doc. n 1. p. 31. 53 R a v i g n a n i , cn: H. N. A., IV, 1.
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suponer que su desarrollo se mant uv o m uy poi de baj o del cjg j cereales .54 Pero una expansión exagerada de los cultivos cereafe* ros no contemplaba las intenciones de la metrópoli que, mediam' reformas agrarias ,55 también se esforzaba en esa época por com* bat ir la agonía del ca mp es ina do esp añ ol. L as co nd ici on es de dependencia colonial excluyeron, hasta por vía legal, que en últi ma instancia imponía el interés político y económico de España' toda posibilidad de que la agricultura alcanzara un desarrollo que rebasara las exigencias inm ediata s del m erc ad o local. ' Tal como lo muestra el uso lingüístico d el pe ríod o colonial la masa de los labradores, muchos de los cuales eran también arren datarios,56 se contaban entre la “gente pobre ”,57 a la cual consa graba sus principales cuidados la autoridad local, es decir el Cabildo. De la numerosa serie de leyes y peticiones que, directa e indirectamente, se referían a la situación de los labradores así como al latifundio de producción cerealista, es posible deducir los más diversos factores que, en cada caso, tuvieron un efecto negativo sobre la agricultura: 1. En primer lugar, y como causa princ ipalís ima del estrang u W n to de la agricultura, debe verse la preferencia por las oportumdades de exportación que ofrecía la g ana der ía. En el c o X m Uar 0 deI XVIIÍ y comienz os del xi x, el perm ane nte íes^ ue J S' anCierOS 7 labradores adquirió proporciones taLoIIadoín if C°mPararse con eI P^ ces o que se había desa rrollado en la misma España en los siglos xv y xvi. Lo p arad ójic o tanciada de la indimria*nStrUCt*Va-^ resPecto anó nim a “N oticia circunsiateresantes l t J T b r e VÍrre?na t °. **» de la Plata, con ductos, consumos precio* rr> j3’ arte s> oficios, m anu fac tura s, pro* « y m a r í t i T s '¡ Z Z Z S F T ’ de merc ader- s y frutos, fletes terresIII, doc. n» 4, pp. 13 R Provincias y par tido s” . S. de. (D.H .V., mentó benigno y los esPecto de Juj uy se dice : Sigue el temperagrar una cosecha cuantiosa a °\ ?stan m°liendo con la esperanza de locereales y el maíz, se men rinnt t ZU?a ,' ^ ara Coc haba mba , adem ás de los as (Provincias) del Perú” l a^8°dón, “y así se estraen para 55 R- Leo.v P’ >
wav. íí í' (Politlca T p robUmn°llttk ’ ¿grarproble m in Spanien unter W9' l e r n a s agrarios en la España de Carlos 111), Mu56 Cf. D . H a
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3, 3- 39' 157. ^ fomento de Sementeras. 20 de Junio' de
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es que, contando con una reserva gigantesca de tierras aún inex plo tad as , ta nt o el virr ey como el Cabi ldo debieran adopta r medi das para impedir el encarecimiento de los granos, la especulación y las amen aza s del ham bre. Únic amente la necesidad de asegurar los medios más elementales de subsistencia decidió por último a las autoridades a ofrecer un mínimo de protección legal al labra dor , fr en te a l ím pe tu expan sivo de los estancieros. Asi el ya men cionado gobernador Diego de Salas dispuso, en 1777, que por lo menos en el momento de la siembra y de la cosecha los ganados se recogieran en las estancias, para evitar que arruinaran los cul tivos .58 Ta m bié n el virrey Vér tiz se vio obligado a parecidas concesiones parciales, si bien la sorprendente periodicidad de los edictos 59 —por lo general repetición verbal unos de otros— no hace sino demostrar la escasa atención que les prestaban los esta nci ero s: éstos, p or su parte, no vacilaban en reclamar también pa ra sí la fue rza lega l de la adm inist ració n colonial. Con edictos en uno u otro sentido, las autoridades se encontraban asi entre dos fuegos, y ambos bandos se atrincheraban en leyes que, en no pocas opo rtun ida des , se invalida ban recíprocamente. Mientras que el labriego veía en la ley una garantía de su existencia misma, el estanciero podía imponerla como instrumento para consolidar un predominio asegurado ya en la práctica, de modo que no resul taba difícil adivinar por quién se inclinaría la balanza. 2. Co n to da regu larid ad, y antes de cada cosecha, se presen tab an que jas s obre la escasez de los brazos necesarios. Precia men te esa falta crónica de mano de obra a go que no el latifun dio feudal de Nueva España o del eru ue un vicios fund am ental es de la agricultura del Rio de la Plata. ^ ^ tuan do regiones m arginales como Paraguay o e . to 38 Band o del T hen iente _de R e y mandando«recogíw lo* ganados de las chacras. . . 3 de julio de 1777 (D. H. •> • • .• estadia de 59 Vertiz ^ 1778 - Buaando uu v del «V* Virrey w - --- reglamentando . . el r-d»^ . _ de usan a la agm uuu .• ganados, por los perjuicio s que causan a la agri«.u tu —■ •241: cf. asimismo doc. n' 39- P- (D. H. V , I, doc i n1? 77, p.• 3300 sq .). 00 sq )... . i otras posibilidades de traer ¡n»" La Co ron a impi dió, por lo demas. iVertiz ordenantrabajadores hanoo «c. ^ dios a Buenos Aires como do que nadie adm ita a su servicio los i • ^ de agosto de 1780 y Paraguay y si alguien los tuviese ya. lo (D. H. V., I, doc. n? 78, p. 302 sq.).
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existía un número suficiente de siervos indios como para que poco a poco, se los retira ra de la enco mien da o del repa rtim ient o y, en calidad de gañanes,01 se los inco rpo rara al “p eo na je” . Ta m poco la inmigración, muy limit ada en su núm ero, pu do ser una solución satisfactoria. Los recién llegados, en su may oría ext ran jeros capaces de naturalizarse, solían emplea rse en el comercio o en la industria, mientras que la fracción colonizadora de] ele mento español especulaba con la adquisición de un a estancia • los restantes elementos de la resaca europea vivían por lo general “sin trabajar ni aprender oficio útil a la República”,02 y no con sideraban que la vida de un español en la Colonia se redujera a ser chacarero y a tener quizás a sus órdenes a uno o dos esclavos. Puesto que, a fines del siglo xvm, no existía todavía un prole tariado agrario bien desarrollado —indiomestizo o bien criollo _ como factor social de valor apreciable, y como tampoco los servi cios de los rancheros bastaban para extender la producción, la administración recurrió como último expediente a la fuerza extraeconomica. n la versión oficial de los docu ment os cont emp o ráneos semejante enc ajam ient o de mano de obra recibió el título monr r u Vaga,bundos”’ cuy° s ant ece den tes legales se reLo ¡ S j f a M S° “ l“ “ n ' ien” s mismos de la ép oc a c ol on ia l. » c ^ ó t t b‘ f qUe.,an,b,é'1 “ d Plata la colonial, ?mlCa, J 1UV0 una “ « "« ci ó n decisiva en la a pm ciS de l K L T i í » é t £ ! Ier . ? do-, ro- en eI Vi™ n a,° dcl R í° de ver el problema Ot ^ uales.no fueron suficientes par a resolla o í J ^ Z l ^ T ™ 01110 dC la extra°rdinaria escasez en de suspender otras lahr, ■ ° en,contramos en la frec uent e prác tica a la campaña los brazos*Hh ep0°? ^ COsecha’ Para P°der enviar Vértiz ordenó * C0mienz0s de 1777, el virrey m r 105 homos de ladrillos, “a fin de q ue todos Buenos Aires 1948^’
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coloniza“ ón española en América,
trab^arbl°- ''Cn°S de ^uropeo rmozos011301” 5’ P uintas’ Ranchos y Casas desci-inríó"1 j Prfn<^en oficio, que dupj’. que ^a ccn más que estar se sin Aires e l í1 J ,circunstancia9 n ** “u a la RePÚblica. . .” (Breve actualidad*S ,alv’iJas Y el modo fáciT d e ^ la pro vínc ia cle Buenos
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17 , 59, passim.
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los peones en ellos ocupados, como también los indios, mulatos y negros libres, puedan ir a las chacras para el recogimiento de las sementeras ” .04 Tod o p eón que se negara a obedecer recibía 100 palos, y los mismos dueños de las obras que ocultaran alguna deserción deb erían pag ar un a multa de 25 pesos. Una ley análoga se promulgó en 1779, “porque los labriegos no pueden encontrar peones par a la cosecha ” .05 Pero ni ese trabajo periódicamente compulsivo ni otros recursos, como por ejemplo la movilización de la “Casa de Corrección”, consiguieron modificar tal estado de cosas, como lo muestran ciertas peticiones de 1783, en las que nuevamente se presentan quejas sobre una “escasez de brazos” .86 Otra posibilidad de contrarrestar la escasez crónica de mano de obra era la de utilizar negros esclavos, una vez que la abolición del sistema de asientos (1789) 07 también hubiese liberado para el Plata el tráfico de negros, “con el fin de proveer a la agricul tura de dicho Virreinato de los brazos que requiere para su expansión y fomento ” .08 Diego de Alvear describió a los esclavos negros “como los únicos jornaleros que hay en esta parte del mun do; (y son) suma men te necesarios pa ra las estancias y el cultivo de los campos” 09; y el propio Miguel Lastarria, que en principio se oponía al tráfico de esclavos,70 tuvo que conceder que sin ellos (los negros) hub iera n a ume ntad o en nuestras colonias las difi cultades que traba n al E stad o. . . ” Después de promulgado el libre comercio, la introducción llegó entre 1792 a 1795 a 2689 esclavos,71 y se afirma que a comienzos del siglo xix alcanzó un volumen (an ual ) de 2500.72 En Buenos Aires, el precio de cada 1 esclavo era de “250 a 260 pesos comprado en el barco y, para los 64 B ando del Vi rre y Vertiz tom ando un a serie de disposiciones a fin de remediar la escasez de brazos para el recogimiento de las semen eras, de enero de 1779 (D. H. V., I, doc. n? 52, p. 254). 65 Ib id. , doc. n9 68, pp. 283 - 285. 60 D. H. A., IV, doc. n« 16, pp. 39 -4 6; n? 17, pp. 4° ; 51' r v m 67 Cf. D. L. M o h n a r i , en: D. H. A. VII , Introducción, p. sqq. «8 D. H. A., VII, doc., n? 1, p. 3. 70 D. h ’. A .f lI I^ p . 158 sq. (. . . el Comercio de Negros es un mal necesario. . .). 71 H. N. A., IV, 1, p. 283. , TV 72 D. H. A., II I, p. 316. Cf. nota 35 de capitulo IV.
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las ecircunstancias precio rlrmás, según ias u w » -- -; — / ,73 /pero , dicho . / 7" no —'solami mámente a u m e n t a b a jun to con e l alejamiento de la costa, sino que tambié mostraba en general una tende ncia ascendente.™ El precio de los esclavos basta por si solo para explicar por qué su utilización no se impuso pa ra la a gric ultu ra. Au n después de la toma de posesión de An abó n y de F er na nd o Póo, Se llegó a la conclusión de que era ilusoria la esperanza de sobrepujar a los intermediarios extranjeros, y en los últimos años del dominio español su propia participación en el comercio de esclavos apenas alcanzaba a un quinto del total. 75 El t ráf ico ex tra nje ro seguía dictando los altos precios de importación, y las indicaciones del virrey Arredondo, referentes a que “una vez hecho el gasto, se tendrá jornaleros gratis para lo futuro”,70 no halló mucho eco. Por consiguiente, la mayor parte de los esclavos introducidos por Buenos Aires se dirigieron a las minas del Perú, a Chile o bien a las plantaciones de algodón y de azúcar del interior; alrededor del 20 ó 30 % se quedaron en la costa. Este resto tra ba jó princi palmente en las estanc ias que , co n m en os m an o de ob ra y con una inversión relativamente menor de capital, obtuvieron más beneficios que los l abra dor es con las ex ig en cia s dc la ag ric ul tur a intensiva. Tal alejamiento de la mano de obra servil obligó a los labra dores, en casos de necesidad, a recurrir a los jornaleros criollos, o bien a los negros y mulato s libres. Au n en su m ise rab le co ndi ción, d peón criollo se sentía muy sup erio r a los “hom bres de co or . Contrapa rtida de l po or w hi te de la América del Norte, e proletario criollo se presentaba como aspirante menos dotado a a c ase dominante, “lleno de pretensiones, con los mismos defec"
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n i, d=c.
4, p. 16). .
esclavos en HUnaní. '*• ^ cerca de la escla vitud y el come rcio de obras clásicas de o°*menj a’ consúltense en pr ime r lu ga r — adem ás de las úve Data on Neam Sc elle — los trabajos de J. F. Kin g, De scri p Ir np or ta tio n Re co rd s an d Bill s ofi en: Th e Toum ** 23.0- Del m in u to , v 8” XX VIII>Washington 1943, pp. 204 lh}d., XXIX, 1944 Dn 7 /,ro Hlsto ry in Continental Spanish America, rica: a Select B i b i i o n n y The NeSro in Continental Spanish Arrie M 'o gr ap hy , en; Hisp. Am, Hist. Rev., XXIV, PP- 547559.
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tos e idénticas virtudes que sus patrones, con los mismos prejuicios v la míisma m en ta lid ad ” .77 Si la presión legal o económica hacía ^posible la existencia a un proletario que vivía al estilo antiguo (o sea, gracias a la protección del Defensor de pobres), entonces nrovechaba la discrepancia entre oferta y demanda para vender lo más car o posi ble la fue rza de sus brazos. Par a contrarrestarlo, netidas veces se impusieron jornales máximos para épocas de cosecha. “A los m ejo res pe ones n o se les dé más de 4 reales por día y a I°s muc ha ch os 2 reales. . . ”78 Pero, a despecho de tales disposiciones oficiales, hacia 1790 el nivel de jornales había llega do más o menos al doble, de 6 a 8 reales. 3 La inc apa cid ad genera l del terrateniente campesino para hacer frente —y sin hablar de la compra de esclavos— al redu cido desembolso que suponía la contratación de jornaleros libres, era consecuencia de la falta de capital tan difundida en la agri cultura, y que a su vez era resultado de la estrechez del mercado local Fal tab a a los labradores u na constante expansión del mer cado como el más fuerte acicate para extender su producción y como el medio más seguro de incrementar los propios bene ficios La fiscal izació n del comercio de cereales y la regulación de los precios estaba en manos del Cabildo que, de acuerdo con los principios del “justo precio ”,79 se dejaba guiar únicamente por las necesi dades locales. Me dida s habituales, tendientes a asegura un precio lo más b ajo y constante que uera posi > fijación de pr ecios obli gatori os par a los cereales la harina o el pan 80 y también la prohibición estricta de exp ir ar ^Liciones niñean te c an tida d de ce real o de harina.** Tales proh bicione de exportación se aplicaron tanto al comercio exterior como a interior, el que se dirigía a Córdoba o a Montevi eo. ^ La política comercial y de precios del Ia princ ipios lega les y eco nóm icos de sabor■« l e v a | a cr¡s¡s en prá ctic a lo co nt ra rio de lo que se esp , labradores sólo lugar de superada. Un número considerable de labradores 77 lbid., p. 60. 78 D. H. V., I, doc. n<> 39, p. 223. 79 D.H. A., IV, doft. no 57, passim . 80 D. H. A., IV , doc. n 57, 59 passim . 81 D. H. V., I, doc. n9 24, 29, 30, passim.
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oudo mantener su propiedad mediante créditos, y se vio obliSad a vender su cosecha antes de levantarla o bien en el mismo de la recolección y a los precios mas desfavorables ,«2 ñor lo general apenas com pensab an los costos de producción * Cuando la escasez general de cereales y de harina hubo alcanzado su punto culminante, los “acaparadores, logreros y monopolistas» desarrollaron un activo mercado negro, que dio al traste con todas las regulaciones de precios en momentos en que los productores para asegurar las nue vas siem bra s, de bí an re cu rr ir a nuevo s cré ditos oficiales o privados: en 1777 declaró el Cabildo que “para llevar a cabo la siembra, se consideraba necesario proveer a los vecinos pobres, consagrados a tales tareas en los campos de ]a ciudad, todo el trigo de que se pueda disponer, o bien su valor en dinero, para que ellos lo com pren ” . . . S4 T al esta do de cosas terminó por colocar a Buenos Aires bajo la dependencia de la importación de maíz y harina chilenos ,85 que a veces alcanzó un volumen anual de 20.000 quintales. En 1790, a p etición del Ca bildo, el virrey Arr edo ndo vol vió a di sp on er la en tre ga de 2000 pesos para la comp ra de trig o, “c on ob je to de ay u da r a los labra dores pobres de su región en las siembras de la primavera próxi ma” .86 Finalmente, al Cabildo no le quedó otro recurso que insta lar un depósito de cereales, y la detallada discusión de dicho pro yecto 87 puso de relieve una vez más la magnitud de la miseria agrícola en que se debatía la colonia en sus últimos tiempos como tal.88 Acuerdo del Cabildo sobre varios as untos : diversiones, lotería, 82 trigos, etc. 18 de enero de 1786 (D. H. V., I, doc., n 28, p. 19^ sq). 83 García,op. cit., p. 62. 18). 84 Acuerdo... 1777 (D. H. V., I, doc. n? 4, p. 223) 85 Bando del Virrey Cevallos. . . 1777 (D. H. V., I, doc. n? 39, p---- , , . . Oficio de S. E. por el que determina que suplan del Ramo de Lahrl^08 <^eD^ nta Fe 2.000 pesos para fomentar c ompra r trigo para °s 22 de juli° de 1790 (D' H ‘A>’IIIj d°C‘ n 255-257)* 88 s t ’ d°C' tí> 8°’ PP' 275 ‘ 291 •
1805- Sp ri/V ai unc‘°n este almacén o depósito, cf. igualmen te, par® el depósito de^u ^ 111116?*05 P réstam09 de trigos hechos a labradores P 375-378)! 8 Aires Para sembrar. 1805 (Ibid., doc. n* 93, PP-
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M i e n t r a s el Cabildo, con apoyo y anuencia del virrey, procu raba aplicar un sistema paternalista medieval para corregir vicios fundamentales del sistema colonial, ganaba terreno —en contra de esa concepción oficial— la propaganda en favor de un libre comercio de gran os. Como lo demostró el curso de las controver sias no se tr at ab a tan to de re media r la miseria del país como de s e r v i r a los intereses de los latifundistas cerealeros ansiosos de exportar, de los molineros y otros comerciantes dedicados al co mercio d e grano s y de harin a. Después de algunas primeras tenJ tativas, que fracasaron en 1788, 58 peticionantes presentaron a la, Corona, en 1793, una “Representación de los Labradores ” .89 En, ella se quejaban ante todo por el bajo precio de los cereales: en años malos llegan a ser de 10 a 16 reales por fanega, y sola-; mente en períodos extraordinarios alcanzan a ser de 50 a 60 reales, con los qu e ap ena s se cubre n los costos de producción. La causa pr in cip al de la mis eria era, en opini ón de los peticionantes. la ; p r o h i b ic i ó n de ex po rtar au nqu e sólo fuera a Montevideo, al Para- . auay o a la H ab ana , m ientras que en la Metrópoli, y para fomentar la a g r i c u l t u r a , se pe rm ití a la export ación desde 1765.90 Aprove chando con habilidad la crítica situación provocada por la guerra, la petición fue presentada en 1798' por segunda vez. Mientras algunos miembros del Cabildo eran ya partidarios de una liberalización parcial, el partido opuesto abogó con firmeza por el statu s quo. A ins tanc ias de este grupo, el regidor decano presento la siguien te dem ostra ción , muy instructiva para nosotros . as> n cesidades de la ciuda d alcanzan a 70 000 fanegas, ^ de a ’ pa ña a 14. 00 0; pa ra U t o J » en t a »
Ssumíani dSe 2 a S6 fanegas, í aSlo snmoi 10,,paraPla? stembra.
Calca
»» C f. H. N. A., IV, 1, P. 395. El.docum ento de .cíem nc a» 1» liará en: D . H. A., IV , doc. n? 91, P- áb /. „«flipr20s de 1810 en 90 Sobre la significación de esta ley para los ^ n, l 26, del f av o r d e u n l ib re co m er ci o, cf. a si mi sm o. • • > año 1803, p. 465, 531. 91 H. N. A., IV , 1, p- 398. oréstamos de trigo de 92 Estos datos coincidía n también con pfi A lV) doc. n9 93> 1805, que alcanzaron a 2 , 5 , 6 , 8 y 10 aneg' 375 sqq.).
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lando un rendimiento de la cosecha de 1j 10, que daba n a(,„ S í » to g a s como reserva, y con ello se ehmm aba toda nece d a d de fomentar la exporta rán, que solo seivm a p ara dar ala, _ a la especulación. Con la derrota de las dos ofensivas mas energicas en favor del Hhre comercio de granos, la cuestión quedaba definitivamente Su elta por la negativa. Ha sta último m om ento el Cabildo y el virrey se mantuvieron fíeles al viejo sistema de monopolio que, al trabar la expansión del mercado, impedía también que la agricultura progresara en forma pujante .98 ° 4. Mientras los defensores del libre co me rcio d e gran os creían que la equiparación comercial de estancieros y labradores bastaría para solucionar el miserab le esta do de la ag ric ul tu ra , se alzab an ya voces que subrayaban que el fondo mismo del problema debía buscarse en el predo minio del lat ifu nd ist a y de la ec on om ía exten siva sobre los que cultivaban p arce las me dia s y peq ueñ as. Tales críticos de la distribución colonial del suelo se apoyaban en tesis de carácter fisiocrático y aludían a las reformas agrarias de Carlos III en España, que ellos deseaban ver extendidas a las colonias. Vemos así que uno de los reformadores más importantes declaró que también en el caso de las colonias “el bienestar de la sociedad reposa en primer lugar en el cultivo del suelo y en la útil actividad de sos miembros, que representan la verdadera potencia y sólida riqueza de toda nación; estos dos órdenes de actividades merecen la mayor atención. . . ” 94 Si bien las re fo rm as bo rb ón ic as — a pe sar de algunas medidas destinadas a proteger al arrendatario y al pequeño p ropietario— na da mo dif ica ron en la ese nci a de l lati fundio, la exigencia de que se adoptaran medidas probadas ya en Ja metrópoli entrañaba una crítica de principio sobre la distriucion de la propiedad, hasta entonces inspirada en puntos de vista de una economía puramente feudal. hak ^eS
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n0 se conocían tierras “libres”, cuya ocupación quedaba exclusi
vam ente l ibra da a la inicia tiva del colono. Desde el principio el total del suelo, con todos^ los bienes que pudieran encontrarse encima y por debajo de él, quedó incorporado a la Corona de Casti lla. De “sus posesiones” concedía a los conquistadores y he rederos la Corona —o sus representantes— las codiciadas “mer cedes de tierra”, con todas las prerrogativas de un título de pose sión feudal .96 En la m edid a en que la tierra por colonizar no se asignaba como “ejido” a las comunidades, se la mantenía como “tierra de realengo”, reserva de tierras públicas, en manos de la Corona. Jun to a la ve nta de empleos públicos,97 la gradual expro piac ión del re al en go 08 figuraba entre las principales fuentes de ingresos impre vistos con qu e cont aba el fisco. Fueron puntos de vista predominantemente financieros, por consiguiente, los que determinaron la “segunda reforma agraria ” ,99 según el decreto del 15 de oc tub re d e 1754. La revisión de los títulos de propiedad, leios de entrañar una genuina reforma, tendía solamente a descu bri r us urp ad or es, qu e hu bi era n “omitid o” paga r el correspon diente tribu to. Grac ias al “ derecho de composición” ,100 no solo contaba el latifundista con la posibilidad de fijar derechos de poses ión ba st an te turb ios , sino tamb ién de “redon dead sus pose siones, siempre que estuviese dispuesto a pagar en cantidad suflC1 A iecolono econ ómi cam ente débil, y que debía vivir fuera del
círculo ocupa do p or la aristocracia criolla, el ^t em a íeuda de apropiación de la tierra no le permitía mucha ^ d de movimientos, como tampo co le daba muchas opor un ^ elevarse socialmente. Aquel que, desde un P™ ° col0niciero, no estuviese a la altu ra de la tieria a ier a p ^ aiacj¿n zación ,101 d e b í a contentarse como último recurso co * hac ia la fro nte ra de los indios. Pero ni siquiera un salto hacia cap. VI, p. 80 sq. J. M. O ts
Amé rica españ ola dur ant e el perio do c
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"fanto" D o m i n g o •
96 Col. K ? 60, 83 90. passi . m , doc. n1 ®t En lo tocante a Buenos Aires, c f . G , op. cit, F cía tlt u Spanish Empire F.mbire. p . -3° sc*‘ .lQ5 ~_ H a____ r in g , The o n e t z k e
a r c í a
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M Valle IbaÍ lu^ce a’, ^op. cit., p . 16 0. P387 « »• p. 161 OI sq. — 9 p. iou. R o d r í g u e z
C asado,
op. cit.i
" ExKn!*“ “ K •« trata la distribución de tierras en Bayle, op. cit.,
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C a p d e q u í , El régimen de la Tierra, p. B a y l e , op. cit., p . 80-97. ( Véase la estadística en G a r c í a , °P •• P'
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É l V i r r e i n a t o
d desierto” garantizaba al “guardián de f ronte ras” h i;pan oam • cano su autonomía economica o perso nal: siem pre se movía te'* ‘ camente, en territorio reclamado por la p ropie dad feudal ' ^ que su situación era ilegal y su pr opi eda d ins egu ra” •102 ’ Cn consecuencia de ello, pronto adve rtía el c olon izad or que en ^ 0 soiucuuu aa ya ardee o' o tem ^ y otra rorma, forma, seguí» seguía sometido la icy ley coiomai. colonial. “Tl ard runa persona no, alguna persona influyente influyentecerca cercadel delvirrey virreyoodpi del gobernad^ vendría a despojarlo de los frutos de su vida, tan heroica y aeitad^ en medio de indios y de vagabundos, para tomar en propiedad 3 * terreno que el desposeído había valorizado ” .103 N o e ra u n ‘ ^ que ,el colono podía atreverse a corre r tLdiico a n J ^mas0 i de • •fronteras i • , . cuanto que la coincidencia ca ra ct er íst ica para Hi span oam éricaentre posesión feudal y derecho de vecindad 104 sólo ofrecía un perspectiva para la “colonizació n ex tra leg al” : la de qu e, asimilado al indio bravo , fuera eliminado d e la socied ad c olonial sin ninguna posibilidad de compensación futura para sí mismo o nara ™ te d íe n te . Todavía en 1780, todo aquel que se estable aera mas alia de la linea de fortines estaba amenazado “con la pena de muerte en la form a en qu e se ac os tu m br a y se ejecu ta del e ne m ijo ^o írC
7 deSert° reS * ue SG P asan a
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jw d íí d e ^ o l l f COndlclones de un ter rit or io in te rio r feu dal , no de campesinos Yh nmg,U.na m o v i n S f r o n t i e r 1 00 como frontera 7 mayor parte dr H pucstos a Pasar a la ofensiva: en la ñero, que preparaba 6Sa fu? ción corr esp ond ió al misio para el sistema feudal Cn? tod avi a hb re y a sus hab itan tes del período colonial ? °r tod ° ell° ’ a lo Iarg° una válvula de escane v j frontera no cump lió la misión de P y e un refugio para tod as las fuerzas £
p . 70.
2 J¡* . P- 26. 105 Ba?do dei V ít o 5V S<3; . que haya residid *2 i ’ ' ^ sta^ ece la pena de muerte
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R ÁDhH' V" '• d“ a»VOaÓ”? r3ÓS),,,‘ M e l“ - 3 modern La tin America, 16 sq' W«ko v* Bem Ut¿°n
colonización) n^ sko'onie (Ab u’ nt ™erkunSen zur geschich tlichen Ste mactón), p. 322 UApuntaciones a la posición histórica de la
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d e l r io d e l a
plata
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económicas, sociales y políticas que, concentrará « , habrían quebrantado la estructura del hinterland i i enerSlas> tiva objetiva de ser devuelto a la colonia, como peón o ^ 0' gaucho, no podía a lentar al colono oprimido a dirigirse a la f r T tera, para vivir allí ya fuese como “desesperado” o como “vaso” “El desposeído cruza la frontera buscando tierra libre, en la que pu ed a lev an tar su hog ar y enc ontr ar un refugio seguro cansado ya de sus vagabundeos por las estancias y harto de una vida de m ise ria s.. . En la época española no podía realizar su ideal por que el rey no pe rm ití a un a nuev a distribución de tierras y, por lo tanto, provocaba una situación llena de dificultades v de pob reza ” .107 ' Tal situación era la que, ya antes de 1810 y en forma más o menos pr onu nci ada , se desprendía de los argumentos de algu nos críticos del prob lem a agrario. Refiriéndose a las circunstan cias en la Banda Oriental, señaló Diego de Alvear que los estan cieros se había apropiado de tierras gigantescas, “mientras las hacían declarar tierras desiertas”, puesto que en ellas sólo se enc ontra ba disem inado uno que otro rancho. Pero semejante método de explotación de tierras ya no estaba de acuerdo con los tiempos: “Hoy en d ía sería muy aconsejable que tan grandes extensiones, que jamás podrá aprovechar un solo vecino, se divi dan en parcelas más pequeñas y más adecuadas, para distribuirlas entre los restantes (pob ladore s). Con esa medida se favorecerían tanto la agricultura como la ganadería, y también el Estado sacaría pro vec ho ” .108 En 1784, Juan de Sagasti 109 presentó al virrey un voluminoso expediente en el que, a partir de las instrucciones de 1754, subra yaba las perjudiciales consecuencias del latifundo para la vida económ ica colonia l. En tres razones se basaba Sagasti para recha zar toda extensión ilimitada del latifundio: a) Sob re la base de series geomét ricas y aritméticas referentes a las variaciones en el precio del suelo, procuraba demostrar 1 07 G a r c í a , op. cit., p. 260.
108 A. B„ I, P. 315. , 109 Año de 1787 Expediente sobre el arreglo y resguardo pa ña del Vi rre yn ato , en : Le ve ne , Inve stigaci ones, t. II, PP-
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EL VIRREINATO DEL RIO DE LA PLATA
míe la expropiación de tierras en parcelas demasiado extensas sólo podría perju dicar los inte reses fin an cie ros es ta tal es. b) El otorga r gran des exte nsio nes se na da ño so ta n to en senti do mundano como espiritual, puesto que perturbaría el desarrollo de la agricultura y del comercio. En un latif un dio de 25, 50 ó 100 leguas cuadradas, la mayor parte permanece sin habitar ni cultivar y, además, tal posesión enge ndra e n los pr op ieta rios “ ¡la idea soberbia de que cada uno de ellos es un vasallo feudal, y el que hov es uno cualquiera mañana podrá ser un gran señor!” c) En último término, el latifundio chocaba también contra la voluntad del soberano, considerando que los bienes raíces sólo alcanzan genuino estado legal a través de la edificación y del cul tivo.110 En las concesiones de tierras d ebí an cons idera rse única mente las más indispensables, pues el mérito y la necesidad son siempre los criterios más seguros. A estas propuestas aludía también en 1805 Miguel Lastarria.111 El autor de las “Colonias orientales’’ plan teab a an te todo el pro blema agrario como defe nsa de las fr on te ra s c o nt ra el Bra sil, y dentro de las exigencias de un proceso económico conjunto de las colonias. En opinión de Las tam a, tanto la e xperien cia anglofrancesa como la portuguesa ensenaba que el otorgamiento gratuito c¿e tierras a todo hombre ansioso de colonizar era el único recurso cap^z de asegurar el florecimiento económico de la colonización;
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pi er de n tod os los dere cho s, pa ra que las tierras sean entregadas a algún otro en las mismas condiciones” (art. 4). b) A los “p obr es de cu alq uie r casta ” se les distribuirá una pa rc el a de 1 leg ua m ar íti m a (a rt. 5 ), con imposición de las mis mas condiciones especificadas en el artículo 4. c) L a distribución de tierras se cumplirá con la siguiente orde n a c i ó n : indios, españoles y mestizos de todo tipo “que sean libres v vivan como pobres”, y entre los demás súbditos “que quieran c o n s a g r a r s e al cultivo del campo o a la ganadería” (art. 6). d) Junto con los colonos, también deberán establecerse los artesanos necesarios, “a saber, herrero y carpintero; y también el sastre el zapa ter o, el barb ero , el tendero y el hostelero: estas familias seguirán, naturalmente, a los primeros y principales pro ductores” (art. 11). _ Además del fomento de la agricultura y la ganadería, Lastarria introducía una ampliación, es decir, la implantación del cultivo del índigo, la caña de azúcar, el algodón, el café y el tabaco, además de distribuirse las correspondientes licencias de exporta ción pa ra Es pañ a, el Africa y Asia _(!)m Además, mediante el establecimiento de ingenios y la distribución de esclavos > e obreros indígenas, debía permitirse a los españoles el desarropo de una economía de plantaciones; era necesario liberar a los indí genas de su situac ión de inferio ridad y concederles iguales e chos que a los españoles, porque la a c t i v i d a d po r cue nta pr op a es el único estímulo para un trabajo intenso. Por e lo en La star ria tam bién fustig aba los restos del sistema e . nes jesuíticas y de las encomien das, porque am mante indios en una dependencia feudal. Publicado con aprobación oficial del virrey, el Agricultura, Industria y C o m e r c i o ” definía la la “el arte de cultivar el suelo con el m e jo r ^ máxim o provech o”, par a lo cual kbonosa el goce tierra, proteged al trabajo, asegurad a ^ Abitantes de del resultado de sus esfuerzos, y avergonz todo el globo, porq ue nin guno de ellos sera nu> íefc q « 113 Ib id ., p. 245 sqq., 159 sqq. 11 * Ib id ., p. 25tt sqq.
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otros” 1ID En 1806, el enviado comercial de San Ju an afirmó que a pesar de innumerables expropiaciones, había aún muchas tierras sin colonizar porque su distribución no era totalmente gratuita. . Esta protesta y otras de parecido tenor atestiguan una notable multiplicación de las críticas sobre las deficiencias del ordena miento feudal de la propiedad, mas lo cierto es que no lograron imponer un vuelco decisivo en las condiciones imperantes hasta 1810. A pesar de ello, no es de des pre ciar el in flu jo q ue ese estado de ánimo pudo alcanzar en la política agraria del futuro gobierno revolucionario y en sus puntos me dulares: elimin ación del régi men de mayorazgo, confiscación de terrenos sin cultivar, concesión gratuita de tierras públicas, otorgamiento de créditos y fomento de la colonización campesina mediante la inmigración.
UU Levene> investigaciones , t. II, p. 124,
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VI
ARTESANÍA Y MANUFACTURA A FINES DE LA ÉPOCA COLONIAL “No hay nada más insoportable para la industria popular que el admitir corporaciones y privilegios especiales: ellos dividen al pu eb lo en pe qu eñ os gru po s, que en muchos casos se sustraen a las leyes norma les. Si estos métodos se repiten con demasiada frecuen cia, son de temer consecuencias perjudiciales para la difusión y esta bili dad d e las m an uf ac tu ra s. . . Las restricciones, a las que se somete todo tipo de manufactura con la creación de corpora ciones, engendran trabas capitales para la industria nacional; allí encontramos una de las causas principales de su atraso en España, lo que (a su vez) da origen al monoplio de las corporaciones -1 En estas palabras de Campomanes se resume la política econó mica ele íos Borbones, política que en la metrópoli perseguía la “libertad del trabajo” mediante una gradual eliminación de cor po rac io ne s,2 co n lo qu e se log raría un desarrollo sin obstáculos de las m anu fact uras . De la “libertad” que así se procama a — y qu e en tr añ ab a u na libe rac ión de la iniciativa economica de la burguesía—, resultaba inseparable la valoración tanto socia como po lítica de la clase med ia; de ahí que proclamara a orona, en 1783, que “no solamente la manufactura, sino también i demás profesiones e industrias, como las de herreros, sastres, teros, carp inter os y otros artesanos, son de esta . y hon orab les; que su ejercicio no deshonra ni a a a __ quienes las ejerc en. . . ” 3 Con todo ello a menos “ qu eda ba el camin o expedito para los puestos on 1 Campomanes, In du st ria po pul ar, p árr. W P' 2 A l t a m i r a , op. cü., t. IV, párr. 800, pp. 138-140. 3 Ib id ., párr. 798, p. 128.
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n municipio y aun para conseguir la “hidalg uía ” De tal modo, 7t a m p o c o España quedaba excluida de la crisis de la industria ' c o r p o r a t i v a 4 que, en toda Europa, era una de las características | d e l antiguo régimen. Pero, ¿resulta posible tra sla dar sin m ás co mentario las valoraciones vigentes en la metrópoli a las colonias que de ellas dependían? También la producción industrial del imperio colonial, sin exceptuar el Virreinato del Río de la Plata, era presa de una crisis cuyas causas, curso y repercusiones, sin embargo, se diferenciaban en muchos aspectos de los hechos paralelos de que era teatro la metrópoli. Levene caracteriza en general di cha crisis como “ deca dencia de las primeras industrias nacionales ” ,0 jui cio de con jun to que se hace insostenible ante un análisis más detallado de ciertas ramas de la producción y de algunos grupos profesionales. Si intentamos valorar las posibilidades que se ofrecían a la burguesía colonial p ara tran sfor mar o qu eb rar el ciclo de pro du c ción de raigambre feudal, deberemos partir, por una parte, del hecho de que aún a fines del siglo xviii la trabazón feudal del sec tor artesanal era incomparablemente más firme que en la metró poli y, por otra parte, las colonias se h all ab an exp ues tas en form a mucho más intensa a influencias exteriores de índole económica. Bajo la acción de impulsos contrapuestos, y en parte mutuamente excluyentes, la evolución de la manufactura y de la industria revistió un carácter sumamente complejo, que a menudo hace imposible el reducir dicha evolución a una norma común. La producción artesanal, cuyos comienzos se remontan a la Conquista, se estructuró en sus elementos fundamentales según e eJemP*° Ia metrópoli,6 pero muy pronto se ad ap tó a las con íciones peculiares de la Colonia co n mo dific acio nes esenciales. 1j colonial español no ofrecía muc ho ma rge n pa ra el iel riW ° j ^ v°S ^ama^os “oficios mecánicos” . De ac uer do con térra °n°r ^euc^ ’ hombre de verdad empezab a en el íimnedían ni’ mientrf.sclue trabajo, la actividad burgu esa, si no S i , 05 el alcanzar una más alta posición Con frecuencia se quejó la Corona de que comerciantes, 5 ?a rbaoall°. op. cit., p. 14 SQtJ P-133.
ROZC0’ °P cit., p. 53, sq.
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ÉL VIRREINATO DEL
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artesanos y “otras personas de baja condición” llegaran a ser c o r r e g i d o r e s , alcaldes, alguaciles o funcionarios de esa misma Corona.7 Considerando que precisamente en las ramas de la pro ducción industrial burguesa comenzaban a borrarse los límites entre subordinados y clase dominante, temía la Corona que por ese camino se viera amenazado “desde abajo” el predominio de la minoría espa ñola .8 Po r eso se descartó con tanta rapidez la polí tica de mestización que en un principio se había alentado.0 i La consecuencia de esas constantes restricciones —sobre todo en las primeras décadas del régimen colonial, cuando la adqui sición de tierras y de la “carta de hidalguía” no tropezaba con muchas dificultades— fue una “huida de clase” general del esta mento artesanal, cuyas previsibles consecuencias para la situación de las colonias españolas no pudieron evitar ni las medidas de fuerz a 10 ni las conce sione s a expensas de los indefensos indíge nas.11 En cierto mod o, el proble ma se resolvió por sí solo, a medi da que se impuso una clasificación social entre la aristocracia ter rat en ien te y la m asa de los colonizadores.12 Lo cierto es que la artesanía contaba muy poco en la estructura económica y social de la colonia, como se desprende con toda evidencia del hecho de que, en el tenue estrato superior de españoles europeos, zaheridos más tarde con los nom bres de “ cachupines”, “chapetones y “godos”, muy pocos estaban establecidos como artesanos^ activi dad reser vad a casi excl usiv ame nte a los criollos, mestizos, m a tos, i nd io s, n eg ro s y e xt ra nj er os .14 _ _ El carácter eminentemente feudal de la conquista espano había impu esto, con ma yor intensidad que en la miaña SP ’ “el predom inio in cond icion al de la agricultura so re a 7 Cf. Col. K o n e t z k e , doc. n? 142, p. 214; n? 217, p. 309, n* 301, 3 8 7 , p . 5 2 3 ; n» 4 5 9 , p . 6 0 3 . ., 8 Ib id ., d o c . n1? 2 1 7 , p . 3 0 9 . 1947. 9 R . K o n e t z k e , El mestizaje y su importancia en po bla ció n hi sp an oa me ric an a du ra nt e la épo ca J o í n ’ Gobierno del ™ C o l . K o n e t z k e , d o c . n * 1 96 , P . 2 90 . J . M a t i z o , O > Perú, Buenos Aires 1910, p. 211 sq. qqa p. 457. 3 0 , p . 6 7 ; n 9 214, p. » 11 Ib id ., d o c . 12 O t s C a p de q u í, El Esta do, p . 33 . 13 R o b e r t s o n , op. cit. 14 O t s C a p d e q u í , El Esta do, p. 31 . P- 432;
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«mía de la aldea sobre la ciud ad” .15 E n Hisp ano amé rica, la Ciudad” (ciudad o villa)16 desempeñó una función muy distinta j a la de su predecesora europea: en su seno no se desarrollaba ante todo la actividad comercial y artesanal, sino que era en primer lugar el centro ur ba no de col oniz ació n y su estr uctu ra, según las leyes de la Corona, se sustentaba en el latifundio feudal, es decir, en la aristocracia colonial. 17 “Esos mis mos señ ores que (en la ciudad) construyen grandes casas, poseen armas y caballos, son los encomenderos o Ips propietarios de las grandes extensiones rurales, los que explotan la riqueza agrícola y la mano de obra indígena”.18 A diferencia de la squ att er fro nt ier del Oeste neoinglés, la colonización de superficie del ámbito hispanoameri cano __ a provechando conscientemente las experiencias de la Re conquista 19— se basaba en un sistema insular de puntos de apoyo urbanos,20 a partir de los cuales se penetraría en las tierras cir cundantes. Hasta la concepción de la mano de o bra ind ígena, en reducciones y pueblos, se guió por dic ho esq uem a.21 L a estr uctur a y la función del municipio colonial favorecieron su posición autárquica, relativamente independiente aun de los órganos colocados por encima de é l22: esa posic ión jam ás se sac rifi có a los esfuerzos de centralización, ni siquiera después de la implantación del siste ma de intendencias 23 P ara el historiador libera l, el m unicipio y el A Cabildo serán siempre “la cuna de la emancipación” y “el último 15 B. F. P o r s h n e v , Bosquejo de econom ía política del feudalismo (en ruso), Moscú 1956, p. 17. Cf. asimismo p. 80 sqq. 16 Kossok'-Markov, Konspekt, Parte II, p. 230. 17 B a y l e , op. cit., p . 55 sq q. 18 S . Z a v a l a , H ispanoaméricaseptentrional y media. Período colo nial. México 1953, p. 75. 19 SoLDEVILA, O p. cit; t. III, p. 391. 20 Cf. una instructiva exposición cartográfica en: A. C. W i l g u s , LatínAmericainmaps, Nuev a York, 1947, p. 96. E. V a lc á r c e l, Ruta cutural del Perú, México 1945, valora polémicamente el problema —des6 6v 'sl a in di ge ni st a— , c on re fe re nc ia a q ue “ l a c ol on iz ac io n en ís as e los españoles siempre amenazó la asimilac ión in díge na, en lugar de lo contrario. . • ^C tJco oLlas Succiones como “medio civilizador”, cf. Bayle, op. cu., p . ooo - ó85. 22 Ibid., pp. 621 -64 4.
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\ refugio de la libertad” ,2'1 pe ro - p o r lo menos hasta comienzos del siglo xviii semejante interpretación es una versión burgue sa de sus tendencias, en un principio fuertemente feudales y s e p a r a t i s t a s como, por ejemplo, lo demostró aún en el primer tercio del siglo xvin la revuelta de los “comuneros” de Asunción .25 A d e s p e c h o de ocasionales “Cabildos abiertos” que nada tenían en c o m ú n con una genuina “asamblea popular ” ,26 la compra de p u e s to s púb lico s, l a fiscalización del poder central y la consolida ción de una aristocracia urbana 27 cuya fuerza económica residía en el latifundio feudal, impidieron toda genuina democratización. S ó l o las transformaciones estructurales, tanto sociales como eco n ó m i c a s, de fines de l a época colonial —que ofrecieron nuevas pers pec tiva s al lat ifu nd io y lo liberaron en cierto modo de la t r a b a z ó n feu dal , al tiemp o que vigorizaban la burguesía colonial— c o n v i r t i e r o n gradualmente al Cabildo, como “tipo dominante de la organización política y social” ,28 en una tribuna del partido a n t i c o l o n i a l , en el sentido de un movimiento burgués de emanC1P En ^ a luc ha po r la autono mía económica y política de la bur gue sía col oni al m an uf ac tu rer a —que en el poder buscaba su incorporación a la todopoderosa aristocracia terrateniente- desem peñ ó un pa pe l pr ep on de ran te la o r g a n i z a c i ó n colorativa de la artesanía y del comercio. Merced a su Posición^ d e ^ t o d o el imperio colonial, las ciudades de exico y ^ ^ a la cabeza y mos traron una diferenciación e s u p culmi_ todo comparable con los criterios europeos.ndustria y de la artenan te en la orga nizac ión corporativ a e &disminución sania se alcanzó en el siglo xvn, cuan 21 J p O tero, La Révolutionargentme, 1810-1816. París P P . 4 3 3 ^ 5 2 . H a r i n o , THe
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27 Bayle, op. cit., pp. 11 1 -1 53> 2 8 5 - 300. 38 Haring, op. cit., p. 159. mexicanos. 29 M.
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La organización Los sgremio -s m ie qx cu 4an w
gre™mia l en „N «ue.va . ^ Te e mp orá ne os , cf. F. L EWMJ . . Esp aña , 1521-1.86 — 30 Acerc a de los valores europeos conte p ^ ^ grernios en las ciu ki, Lin ca mi en tos de la polí tica s o c t a , (en ruso), Moscú > dades de Europa Occidental en los ss. p. 71 sqq.
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del trafico con la metrópoli mejoraron considerablemente las Con diciones del mercado para los productores locales,3! a la vez que los obstáculos que, natural o artificialmente, se oponían a las comu nicaciones entre las diversas partes del imperio colonial trababan toda posible competencia. ^ ^ La elaboración y promulgación de las “ordenanzas de gremios” podían surgir de la ini ciat iva de los mism os art esa no s, a través de los Cabildos, o bien por intervención directa de la administra ción colonial, pero en cualquiera de estos casos se requería igual mente la aprobación del virrey o de la instancia que lo represen tase.12 Como documentos de una legislación del trabajo de validez general, dichas ordenanzas figuran entre los testimonios históricosociales más instructivos de to da la era c olonia l. De acuerdo con la exposición ya mencionada de Ricardo Konetzke, son tres los aspectos esenciales de la concepción social de la artesanía colonial: 1. Desde un pun to de vista econó mico, social y político , los gremios ocupaban una posición intermedia en la estructura social del sistema colonial. En su anhelo d e imp on er en t odo lo posible sus pretensiones de exclusividad, procuraban establecer una clara distinción frente a los de “abajo”, la “gente baja”, entre la cual se contaban tanto los artesanos no organizados (o que despre ciaban toda organización) como la mayor parte de los peones y jornaleros y otros ‘"pobres”. Co n ene rgía no m en or , au nq ue inv o luntaria, se enfrentaban los gremios con los de “arriba”, en primer lugar con la aristocracia y también con la alta burguesía .33 Si la nobleza terrateniente formaba la intangible “élite” política, en .ur^ues^a comercial, organizada en sus Consulados, per“ ,a a ^™nPetencia inmediata y peligrosa, y en sus manos Frpnt!» C i • 1Car s_ens*^em ente el me rcad o pa ra la artes anía , en ^ 1Cf taci°n c'aram ente antica pitalis ta de los gremios y e a manufactura colonial en particu lar ,34 la oligarKox¡ lnvesligacwnts>t. II. 32 la historia social 0T^enanzas de gremios como doc um ento s para vista Internacional de durante la época colonial, en: Re18, pp. 429 ^431 IOl° g la ’ M a d r id > V , a b ri l- ju n io d e 1 94 7, Ibi d., p. 437! C hávez O rozco, op. Cit ¡ p . 56
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d e l RÍO d e l a p l a t a
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qUía comercial de México o de Lima hacia las veces de un agente ‘ del capi talist a i ndu strial de allende el Océano que, a través de ¿ Casa de C ontrata ción de Sevilla 3* enviaba sus productos a £ colonias y, con ello, interesaba el nervio vital de la producción local. 2. Los grem ios enta blar on entre sí una lucha enconada en su afán por incorporarse a la escala de rangos jerárquicos, puesto que de su posición dentro de la jerarquía industrial dependía igualm ente su in flue ncia social. Todo artesanado gremial “se encuentra de esta manera rígidamente separado de los demás «rremios, pose e sus pro pio s usos y sus peculiares distinciones pro fesionales ” .36 Es carac terístic o que a la cabeza de la jerarquía se encontraran los orfebres y plateros que, produciendo en forma inmediata para las necesidades suntuarias de la clase dominante (con inclusión de la Iglesia), corporizaban el más feudal y exclu sivo de to dos los gremio s. Basánd ose en las listas de pasajeros del Archivo General de las Indias, José Torre Revello señaló como pa rti cu lar m en te no tab le “qu e, desde los comienzos de la coloni zación, los plateros españoles pasaron a América en gran nú mero”,37 a pesar de que en un principio se prohibió en las colonias el ejercicio de esa profesión .53 El “Nobilísimo Arte de la Platería” gozaba de todo privilegio, como no solamente lo demuestran los honores conferidos,39 sino también y muy en parti cular su influencia en la economía local .40 Además de orfebres y plateros, también figuraban en la cúspide de la burguesía arte sanal algunas otras “artes liberales”, tales como pintores, escul tores, doradores y grabadores: principalmente al servicio de Iglesia, formaban un grupo no muy numeroso y que, en su reper cusión económ ica, no p onían en peligro la primacía e os anteriores. Esa misma jera rquí a pasaba luego por los armeros, se85 Ib id ., p. 62. 36 K o n e t z k e , La s ord ena nza s de grem ios, p. 438. 37 J. T o r r e R e v e l l o , El gre mio de plateros en1 . tales, Buenos Aires 1932. Publ. del Instituto de Investigado n 9 LXI, p. 10 sq. 38 Ib id ., Apéndice, doc. n 9 3, p. 'V sq. 39 K o n e t z k e , La s ord ena nza s de gremio s, p. 44 . 4U H a r in g , The Spanish Empire, p. 270,
EL VIRREINATO DEL RÍO DE LA PLATA m a n f r e d
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deros, lenceros) hasta llegar a los “oficios bajos” como, por ejem. nlo, el de zapatero. 3 En el esfue™ por no perder en easo alguno la conexión con el estrato superior hispanocrioUo se engendro la d,fundid, S l J ó n del seno de los grem,os de la población no español, S t a s de color”), para evitar as. toda afinidad con las clases socialmente •'inferiores”. C o m o es natu ral, la exclusión se m po . S T n máximo rigor en la cúspide de la jerarquía. Todo gremio nrocuraba en lo posible una selección social de sus miembros, con el objeto de elevar su p o s i c i ó n y valoración en la sociedad” . « En las “Ordenanzas para el gremio de batihojas , de 1599, se dispo nía “que en el mencionado gremio no debía admitirse como maestro a ningún mestizo, indio, negro o mulato, los tales podran trabajar como obreros en casa de algún maestro probado (!)”.« También para los pintores de México valía la prescripción de que «ningún pintor presentará a un aprendiz que no sea español ” .43 Según el ordenamiento gremial de 1584, los tejedores de seda de la ™kma ciudad excluyeron de su seno a todos los negros y mula tos, “aunque sean libres” ,44 mientras que otras profesiones —los sombrereros, por ejemplo— no admitieron en su estatuto tales restricciones.45 Esa tendencia a monopolizar gremios enteros, o bien el rango de maestro, en manos de los criollos se inspiró en primer término en la intención de mantener a la población indomestiza o negroide como depósito de mano de obra, al tiempo que se limitaba la “competencia sucia” de la muy desarrollada artesanía indígena. A pesar de una aprobación en principio, fueron consideraciones económicas las que llevaron repetidas veces a la administración colonial a oponerse a un enquistamiento extremado de los gre41 K o n e t z k e , Las orden anzas de gre mios , p. 437.
42 Cf. Legislación del Tra bajo en los siglos X V I , X V I I y X V I II , ed. por el Departamento autónomo del Tra bajo (de M éxico) 1938, p. 82. 43 F. L o r e n z o t de l B a r r i o , El trab ajo en M éx ic o du ran te la época colonial. Ordenanzas de gremios en Nu eva Espa ña, México 1920, p. 25. (Cit. en K o n e t z k e , Las orden anzas de gre mio s, p. 444). 44 Ordenanzas sobre el arte de la seda, 1584 (Legislación del Tra bajo, p. 57) . 4j Ordenanzas relativas al gremio de sombrere ros, 1592 ( Ib id ., P64 sq.).
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hre todo de aquellos que satisfacían las necesidades más nii °s> so £ n 1676, los Est atu tos de los Tejedor es de Los Ángeles genera les^ jQS m ula tos, negros y esclavos el rango de maestro, pe ga ba n ^ Aud ienc ia com petente se declaró en favor de que mientras q^ aj m -t¡era a ios mulatos, porque en tal caso “las meral menos ven(je r^n a precios más bajos, puesto que se trata de cancías se^ mocjestas en su vid a y en sus ropas, de donde se des pe rso na s ^ conten tará n con menor salario y ganancia, lo cual dará en beneficio del bienestar general de la sociedad” .46 T 1 tocante a la estructura social y étnica, se hace posible mbrar la artesanía colonial en varias categorías: deSIT\C Tns o-rem ios ar isto crá tica men te levantados, en primer lugar , = míe desde el maestro hasta el aprendiz eran todos Si P o í puros y excluían acuantos no fueran criollos; b) la ’ ‘blanco p gremio s intermedio s, que concedían ya a los masa prin cip al de los p ¡biudad de rendir el examen mestizos y aun a los i n d i o s^ P ^ ^ ^ ^ ^ se de mae stro, Q zambos, al menos como aprendices ocup aran mu íatos n g despreciados por los criollos, u ofici ales; c) los otic J 4 mulatos Se lee ya en los se veían forzados ^ re^ r ¿ éxico (1565) q u e “como hay Est atuto s de los üu rti do re ¡ ñoles, negros e indios como pocos cur tido res , se ad nn ür a alos espar.oles, ^ ^ maestros” .47 C onsiderando que t « t a t a ^ ^ ^ onodmien_ minaba la “gen te ba ja no p ejercer ninguna influencia to en el ord en local, como tampoc J comprensible que económica o política digna de men^ / USQ ]a organización en fuera en esa esfera don de menos de ^ sociedad cologremios. La estructu ració n de ciases p> y - distnbución social nial favoreció la aparición de unai P» aflnes, con lo que del trabajo” dentro de las ramas ab aja ran para se llegó a que , po r ejem plo, los zap clientes del mismo la población española, los artesan p er0 los gremios no orige n, los negr os pa ra los ne§r °?’ i¡ffro de una competencia per día n de vist a en tales casos el peli*
o Lp a.so rdenanzasd*Jrev™ ° cit, Lasord,enan-as¿e gremios, S P-
« K o n e tz k e , 47 L o r e n z o t ,
P- 44 7).
48 K o n e t z k e ,
K o n e t z k e , Las ordenanas,
P- 120 (cu.
448 sq‘
115
e l v ir r e in a t o d e l r io d e l a p l a t a
MANFRED
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, . , v va en 1589 se proh ibió estri ctam ente a determ inados artesanos españoles que compraran mercancías a los indios, así Z r Z t n u e volvieran a expropiarlas por cuen ta propia.*» Ni siquiera ¿ jo xvin habían superado los gremios su tende ncia al enqu¡s. Amiento Vla monopolización, como lo dem uestra n los Estatutos de los Plateros de México,80 de 1746, y de los de Guatemala 61 de 1776. ’ En el ámbito más estrecho del Virreinato del Río de la Plata, v comparado con el esquema anterior, generalmente válido para Hispanoamérica, la situación y estructura del sector industrial revela sensibles diferencias. En lo tocan te al litoral, y en pr im er lugar a la pr ov in ci a de Buenos Aires, la artesanía se desarrolló al que en otras principio en forma considerablemente más lenta . regiones. “La vida en el Río de la Pl ata fue sie mp re en la época colonial una empresa ardua y sin esplendor, una lucha declarada contra la malicia de los indígenas y con la escasez de recursos. La falta de metales preciosos, en los que una ciencia social apenas incipiente veia toda la riqueza, contribuyó no poco a subrayar ese aspecto desolado y desconsolad or. Pue sto q ue el met al de plata aparecí a única men te en el no mb re de nu es tro río epónim o, esta región fue pronto olvidada por Es pañ a. . . Y de la misma manera la artesanía suntuaria fue la menos favorecida ” .52 Ese vacío económico relativo se vio colmado tanto por el territorio interior, cuya artesanía hasta llegó a producir para el tráfico inter colonial / 3 como también por la considerable producción artesanal de las reducciones jesuíticas,64 y no en último término por el activo intercambio, legal o no, con el Brasil .55 Con los progresos econó micos y el incremento de la población, en el curso del siglo xvm se *9 Col. K o netzke , doc. n 455, p. 600. 50 Ordenanzas de el nobilísimo arte de la plat er ía .. . 1746. Orde
nanza 36 (Legislación del Trabajo, p. 149). 51 Cf. T orre R evello , op. cit., Apéndice, doc. n? 11, p. XLV (Que no pueda poner Obrador el que no fuere Español, y de las calidades que requieren Oficios de tanta confianza...). “ F. M árquez M iranda, Ensayo sobre los art ífic es de la platería en el Buenos Aires colonial. Buenos Aires 1933. Fac. de Fil. y Letras, Publicaciones del Instituto de Investig. Históricas, n* LXII, p. 11
h'TáXÍTS
2 8 A. B., I, p. 383 sq
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• „ rim bi o durad ero , que gradualmente equilibró el tranProd¿ 3re’traso del Litoral. s , -itpríal esta dís tico con que contamos para 1778, así como ,Ttos parciales de los años 1806 a 1810,60 se desprende / de los cía nQ que(j aba a la zaga del resto del Virreinato,; que Bu eno , ,lem ás colonias, en lo referente a las actividades: y aUnÍ l e s v artesanales. En el cálculo de población de 1778,j c o m e r c ia y ^ ^ q q q n 0mbres, se mencionan mas d e 60 proy con ^ “ tintas en cada una de las cuales se han registrado! Í S s0nde tres ciudadanos. Entre las más nombradas = cen -: ^ de tre s 250 Ca rpinte ro - 194; Sastre - 91; Carretero - Si; Zapatero -
V _
_ M Barbero _
53 .
Car.
H e r r e r o 4? ; P ’ana dero - 39; Resero - 34; Calafa° OT " 5 E¿ n uUna clasificación na clasi ficac ión según los elementos étnicos na rtela laausencia aus encia granestrato estratointermedio¡ íntermedi _ una1 narte dede eseese gran unaelp que se apoyaba lo ^p ^ n ía de ____ ^ - •ende• por rn la artesanía de Perú Perú oo d& de) indiome stiZo,_ en el qu e s p m casos excepcionales, Nue va Es pa ña , y P Pntre “blancos” y “de color”. Las se habla de una distinción en tre^ blan ^ ^ prof esion es ar rib a menc. - ^ mula tos, negros, mesüe sp añ ol es ( co n i nc lu si ón d e e x t r a n j e r o s ^ _ ^ ^ ^ ^ 5; H n r n C r 0
zos e indio; Carpintero tero - 66, 1 ^ 2, 3; Pla ter o - 4-8, 2, U, i, u,
Q 0 ;'p anadero
. ..
.
en el Plata la total ausencia de una orga ___ _____ 5G D. H. A., XI, Buenos Aires ( 1778>- Z6]1 f i f m
Jo bíS óÍ Padrones compleméntanos^
Cam paña de Buenos Aires»(* ) 1810). Censo d dad de Buenos Aires (1806 1807, 1809 y 1 / Campaña de Montevideo ( 17 J " l bradores, comerciantes Y P
%£ y
57 No se toman en cuenta los law* ^ ¡nformaclones poster Pmuiatos, n e g r o s , etc. r¡bución 88 Ello sólo es posible p a » 1 números acerca de la no hay especificación de hlsPan0 59 Tampoco se dice nada en e s t o s n en maestros, oficiales, aprendices y o
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EL
aue sólo sirve para subrayar una vez más en qué escasa medida el inmigrante español —que no se establecía como terrateniente—, tendía a considerar la falta o encarecimiento de mano de obra explotable como un acicate para buscar en la industria un equi valente de aquella actividad. Si bien —com o sobre tod o lo ha subrayado Torre Revello60— la ausencia de ordenanzas gremiales fijas y sancionadas por la administración colonial no es un testi monio contra la existencia de una corporación de artesanías, no por ello debemo s de jar de co m pr ob ar qu e la re la tiv a libe rali dad de la producción industrial contribuyó en mucho a reducir el peligro de un a anqu ilosis y en qu is ta m ien to fe ud al es de ese sector de la economía; pero ello redujo al mismo tiempo su capacidad para resistir la infl uen cia de los int ere ses ca pi ta lis ta s. La mejo r demostración de la importancia de dicho factor la hallamos en la lucha que, en la época del Virreinato, se entabló con el objeto de imponer también allí las orde nanz as de grem ios: desatado tanto desde “arriba” como desde “abajo”, el conflicto dio expre sión a perspectivas opuestas de evolución de la artesanía colonial. En 1780, el virrey Vértiz pub licó u n b an do G1 en qu e convo caba a todos los artesanos, con intención de organizarlos en gremios con reglamentación propia. El band o se refería e n parti cula r a treinta profesiones, entre otras a los relojeros, plateros, carpin teros, sastres, zapateros, curtidores, pero alcanzaba asimismo a “todos los demás que ejercen artesanía de igual naturaleza”. Eran ante todo los plateros los que, por medio de la protección estatal, aspiraban a que se reconociera como gremio, y con estatutos fijos, una corporación de plateros que de he cho e xistía y a.02 P ara los plateros, la pol ítica eco nóm ica del vi rre y h ab ía sig nif ica do un a era de prosperidad general, a causa de la creciente importación de plata peruana y del consiguiente incremento en las necesidades suntuarias de los estratos sociales superiores; además, sus activi. a<^es no estaban expuestas al p eligro de la com pete ncia extra n jera. Sólo en 1788 G3 con sigu iero n los pl at er os u n r e c o n o c i m i e n t o ci artesano? ríl (D H V T
X V “
opcit> P- 25•
C- , , eí Vertiz ordenando que comparezcan todos los CIU<*a<* Para reducirlos a gremios. 31 de juli o de 1780 ’ d o c - n 9 7 6 > p - 299, sq.). B J 8M^ A',M' op■,u " p- 62
v ir r e in a t o d e l rí o d e la . p l a t a
117
pr o v is io n a l de su gremio, pero todos los esfuerzos fracasaron
se trató de lograr de la Corona y del virrey una aproba ción f o r m a l del estatuto, inspirado en el modelo de los gremios d e C á d i z y de Sevilla.04 T al fracaso, lejos de ser una mera n e g l i g e n c i a de las instituciones burocráticas, era resultado de cir c u n s t a n c i a s que calaban mucho más hondo, como lo muestran los d r a m á t i c o s acontecimiento que rodearon la creación de un g r e m i o de zapateros: ° Si querem os fo rmarno s una idea de la situación industrial d u r a n t e la Colonia, las prolongadas controversias (que duraron ños) .sobre el stat us legal de los zapateros nos resultarán mucho más i n s t r u c t i v a s que la lucha de peticiones de los plateros, preci samente porque la zapatería, como “manufactura normal”, no n n r o v e c h a b a de n ing un a posición de privilegio. Las pnmeras m a n i f e s t a c io n e s documentales en favor de una organización cornnrat;ua d e los fabricantes de zapatos se remontan al ano 173o. p an tes de qu e se pro mul gar a el bando de 1 7 8 0 , mas de
cuando
Í r depende precisamente de como debe r el fome nto de a m u , importante que instituciones que de ellas se esta ine spe rad a alusi ón a consig ^ número de súbditos” cap itali sta era la refere ncia ina eiercian el oficio sin que, en desmedro de losJ er¿ d"s m “ ui-encia inspiraba una peticonocerlo suficientemente. La mi o ^ ^ ser mas ción de 1788, en la que se su ra^ buscan oficiales, reúnen q ue sim ples re me nd on es, in stala n > 6S ^ momenaprendices y ofrecen al público sos en ge n te ^ ^ ti, el proyecto entraba en su etapa deosiva, y ) «4
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R e v e l l o , op. cit, P- - •
f>5 Ibic l., p. 25.
C6 Expediente formado i re p o * » ™ '" za patería sobre c,oe ,e e s t a b reelas y constituciones que 9C * I, doc. n<> 17, pp. 106 - 120).
t n p. 153. fi7 Ib id >P' 109‘ . . «8 L e v e n e , In ve stig ac ion es, t. r
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oficio. bw> 1” ; * V’
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EL VIRREINATO DEL RÍo DE LA PLATA
objeto de la atención del Cabildo, del virrey y de la misma Corona. La primera colision entre los intereses de la administración colonial y de los artesanos se produjo al discutirse si debían admi tirse extranjeros en el gremio y si podían llegar a ocupar en él puestos directivos.69 En con tra de los defen sores de un proteccio nismo extremo, declaró el Cabildo que la exclusión de extranjeros trae “un perjuicio a la sociedad” y que sólo debía cuidarse de que los forasteros se casaran y afincaran “porque de esta manera se puebla la tierr a'’. Tam bién se opus o el Cab ildo a qu e se excluyera a los esclavos,70 con el peregrino pretexto de que muchas familias que vivían del salario de sus esclavos, se verían así despojadas de su medio de subsistencia (! ) .71 Mie ntra s el C abil do, con el apoyo del virrey y de la metrópoli, se mostraba así capaz de resolver en un sentido liberal, al menos en parte, un problema de tanta actualidad en el Plata (el de los extranjeros), la poco satisfac toria solución en lo concerniente a mulatos y negros, aun a los que eran libres, llevó a un vuelco sorprendente: En el reglamento gremial de 1791 se implantaba un “sistema de dos clases” 72: a la primera pertenecían todos los “hombres de color blanco , pero en ella también se incluían los indios que —como lo demuestran las estadísticas— con stit uía n un a minoría insignificante; en la ‘‘segunda clase” figuraban las “castas de co or . Contra esta postergación levantaron la más enérgica pro testa mulatos y negros, los que —según el cens o d e 1778— form aCO
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A’ a0T£anlzac'°n
E e*P°s;cion detallad a del curso del conflic to se hal lará en: tituriñv del trabajo en Buenos Aires colonial. Constitución de un gremio. La Plata 1944. futuro ,! ^ eit*'0 ’íf siemejante valoració n era el de prote ger en lo alcanzaban en • k traba;¡os obliS*torios, que también a ellos 71 W T d e c o s e c h a ( B a r b a , o cit., P . 4 4 ) . en las manufacturad o . e®P*eo de esclavos como jorna leros (sobre todo temprano en la ' Sa . Sado en toda Hispa noam érica: “Desde una clase de esclavn/1^ Ei isla (Puerto Ric o) comenzó a desarrollarse de esclavos y los oficial™ h T 08 i ? Sta c'ase se orig inó cua ndo los dueñ os brando jornal utilizan^* i _erno com enza ron a em ple ar negr os co(L. D. DíAZ Sole r ti ,° .e “ue ño los salarios pa ra ben eficio prop io”. esclavitud negra en Puerto Rico ( 1 4 9 3 1890), Madrid 1953 p ° 1*55^*
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Barba,
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ban un terc io del núm ero total de zapateros. Con la oposición de ¡os “ho mbr es de color , en 1793, llegamos a uno de los momen tos culminantes de la lucha de clases en el Virreinato del Río de la Pla ta ant es de l estallido del movimiento emancipador. En contra del punto de vista feudal de que “la jerarquía es necesaria en la tierra, y que todos los miembros de la sociedad no pueden disfrutar de iguales privilegios.. exigían los negros y mulatos,73 con patética invocación de los principios divulgados desde Madrid, que se les concediera plena igualdad de derechos o bien que se les pe rm itie ra fo rma r su propio gremio. Enredada en sus mismos teoremas, la Corona esquivó la primera solución, pero perm itió la crea ción de un gremio especial, al cual pertenecían 55 mulatos y ne gros com o maestros autónomos (1796).74 Tal deci sión de la Corona no fue del agrado de los artesanos criollos, a los que no interesaba tanto la total exclusión de los “de color*’ como su subord inac ión. En vista de la amenazante fluctuación de mano de obra, los maestros “de primera clase” juzgaron que la separación era perjudicial, “pues casi todos los oficiales proceden de aquella casta”.70 A despecho de las oposiciones sociales que así salían a luz, una misma aspiración unía a las dos fracciones en conflicto: ambas pro cur aba n co nju rar un a crisis inminente mediante métodos que, totalmente superados en Europa, también agonizaban en las res tante s colonias. Ta mp oc o cont ra la fuerza explosiva del movi miento de libre comercio podían ayudar las trabas gremiales de sabor medieval, y en el momento mismo en que ambos partidos consideraban que sus esperanzas habían sido en cieno modo satis fechas, el Cabildo mismo desató contra ellos un ataque inesperado. Como autoridad competente, no es que el Cabildo se hubiese opuesto desde el comienzo al establecimiento de gremios, pero al menos había sabido darle una interpretación tan liberal, que ele mentos primordiales del proyecto original habían terminadopor desapa recer. Las consider aciones liberales alcanzaron su p o7S Lo n ota ble es que , si nos basamos en la petición social en comun, no existía esa oposición entr e mulatos y negros que suele con* ra mo constante. (S. B a g ú , Estru ctura social la colonia. ria comparada de América Latina. Buenos Aires 195-, p )• 74 B a r d a , op. cit., p. 97 sq. 75 Ib id ., p. 99.
de
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e l v i r r e i n a t o d e l ri o de
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minio decisivo gracias a la acción de Com elio Saa ved ra n ' terrateniente y respetado com erciante al mismo tiempo per° 1799 fue regidor y en 1810 presidente de la Jun ta R e v o l^ e° ría.76 De un liberalismo mode rado t an to p or su origen c o ^ 10113' temperamento, podría con siderársele el p roto tipo del°nf° P°r revolucionario criollo. Con las co nsign as de los reform j tUro españoles, y casi con las mismas palabras, arg um entó S a3 ^ ante el más alto cuerpo colegiado de la ciuda d que la ad V- f a de gremios ponía en peligi'o los derechos del hom bre, au m em ^0 la miseria, ponía trabas a la industria, impe día el au men to d &1 población, etc. 77 Si se des eab a qu e flo rec ies e la in du st ria a t todo había que suprimir los gremios,78 puesto que la libertad del trabajo y el derecho a trabajar constituyen los atributos más sa grados e imperecederos de la especie hu m an a. De tal manera" Saavedra exhortaba al Cabildo a no tolerar el gremio de zau a’ teros ni otro gremio alguno, y el Cabi ldo — a pe sar de las deses' perad as petici ones de los art esa no s— ap ro bó la tesis de Saa ved ra y recordó la disolución de los gremios que Turgot había impuesto en Francia (!). Los gremios, en su intento de constituirse en el ta, fueron vencidos y enterrados por el principio de la libertad de trabajo. Habían desaparecido aún antes de que estallara la o lición... y} podríamos agregar nosotros, con ellos desa qUe Ublem podido ser un o bstáculo imp ortante , en y o economico, para el movimiento revolucionario. de la i^ °n JaS « í 15 v alran?'m°ia ^ ^ cr*s*s ^
t t s
s
ingleses y alema nes , de Siles ia)81 que superó todas las proporciones cono ciclas has ta en tonces . En los siglos xvi -— legal o d e g a l- hab ía tendido principalmente a satisfaTeTks necesidades del estrato social superior, mientras la masa de k pob lac ión de pe nd ía de la fue rza produ ctiva de la manufactura local; pero ahora se produjo un vuelco: el capitalismo europeo comenzó a penetrar en el mercado colonial en toda su extensión con lo que atacaba las raíces mismas de la manufactura textil de la Amé rica E spa ño la. Ya en 1782 exigió el gobernador de Quito que se suprimiera la importación en un 75 %, y se doblaran sus impuestos, para salvar de la ruina la producción autóctona de pañ os. 82 La s de va sta do ra s consecu encias del comercio liberalizado sirvieron una vez más de argumento al virrey peruano Croix, en 1789, para sus ya desesperadas protestas (tanto económicas como de pol ítica finan ciera) contra la separación de Lima del Virreinato del Río de la Plata, por cuanto la región del Plata “se ha revela do com o u na colonia de meros comerciantes”.83 Ya ante la amenaza de una abierta rebelión comunicó a la Corona el virrey Abascal y Sousa que, desde 1778, se había producido una decadencia general en la elaboración de la lana, “como conse cuencia de la mejor calidad y bajo precio del paño español co rrie nte ” .84 Los talle res altop erua nos del Virreinato del Río de la Plata contaron siempre, en épocas de perturbaciones intemacio-
d e te rm i na d as r am a s a rt es an as interior era mucho más general
r de grave c°“
cia p - * * * »
y en coitpctv!°!i ^ comerc*° colonial provocó, a partir de 1778 dominaba en Europa ^ ^ “ p r? sP e r i d a d . d c l a l g od ó n ” 80 q ue P , una invasión de tejidos (en su mayoría 76
p
19l0> p. 3 sqq
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NZA’ La J un ta Gu be rna tiv a de 1810. Buenos Aires
77 C f al
78 Sobre las^tendenrhf r ! ’ ^nv.est'Saeiones, t. II, p. 158 sqq. Partes d(¿ imperio colonínl t ^ a^zai^oras que también actuaro n en otras 79 Levene, I n T Z l ’ -
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°p ' ci t- P- 39 1 «í-
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81 Cf. las listas de impo rtación en F i s c h e r , op. cit., p. 53 «j;» 61 sq., 84 sq., pas sim . A pesar de algunas tentativas aisladas (como, po ^ la de H M e i e r ) , aún carecemos de una valoraaon de conjunto de los intereses econó micos alem anes (sobre todo de las ciu a . „ rtjr Prusia, de Sajonia ) en la emancipación de la America esp • de 1806-07, en las “Hamburgischen Address-Comtoi^Mcinchte^ ticias com erciales de Ham bur go) se informo con re» canital mercantil situación suda me rica na. Las manifiestas intenciones diputación se ponen de relieve en lo que sigue : el 9 de octu re Comerciar con del comercio hamburgués protestó contra la _p Holan da y (Norte) Buenos Aires y con Montevideo. “Mientras Ing a e5 ^ burg0 única ciu• ¡{ambuTguen América ha ce n allí sus negocios, ¿ tend rá que se dad que quede e xcluida...?” (Protoc. Definan Cominera, sis, Bibl. Comercial de Ham burgo, Sig. H. • 82 H. N. A., IV , 1, p. 403. 8a H. N. A ., IV , 1, pp. 155 - 164. histár¡cos del Perú, L1®3 8* M. d e O d r i o z o l a (Ed.), h 1 872, t. II, P. 28.
Docum entos
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EL VIRREINATO DEL RÍO DE LA PL at a 123
nales —como, por ejemplo, de 1796 a 1802— que suprimían o por lo menos redu cían la im por tac ión , con las me jor es oportuni dades para colocar sus propios productos. Ha cia la mism a época' informa el diputado comercial por Catamarca que en su región se fabrican paños de la mejor calidad, “así como franela fina de algodón, que en duración supera a la espa ñola. . . t ant o q ue hasta los clérigos se visten con esa franela negra”.85 “ * El problema cardinal de la crisis manufacturera de Hispano américa en general, y del Virreinato del Río de la Plata en parti cular, no se agotó en manera alguna con el empobrecimiento de algunas ramas o con la agonía to tal del sistema de grem ios sino que existían más bien circunstancias especiales que provenían del carácter colonial de las regiones en cuestión. En prim er lugar el estancamiento y aun el retroceso del sector industrial era con secuencia, pura y exclusivamente, del creciente alud de mercade rías extranjeras, que regulaban cada vez más en el mercado colo nial las relaciones entre oferta y dem anda . Mie ntra s que en Eur o pa la deca denc ia de la art es an ía se deb ió al su rgi mi en to de la pro pia ma nuf act ura nac ion al, qu e lo com pen só con crece s, no existía en las colonias ningún factor de importancia comparable. Los únicos atisbos manufacturero-capitalistas que apuntaban al porv enir a pesa r de su raq uit ism o fe ud al y de sus sup erp osi cio nes - eran los llamados “obrajes”,86 que en su m ayor ía se hab ían especializado en la elaboración de paños, telas de algodón, lienzo, etc., y que habían alcanzado un desarrollo más favorable en aquellas regiones en que la mano de obra indígena era más venta josa por su a bu nd an cia y su pre cio .87 A lre de do r de 1800 , Al exa ner von Humboldt calculó el valor de la producción manufactu rera de Nueva España en unos 7 a & millones de pesos,88 de los que la parte del león correspondía a la producción textil; Nueva España contaba con un total de 20 obrajes y de 300 trapiches. Ln los obrajes de Querétaro, en 1793, estaban en actividad 215 «o ? N‘A” IV’ !’. p - 404>*qlos obrajes^cf1C háv r ^ ° S de Producción manufacturero-capitalista en , Cha VEZ, ° r oz co , op. cit., pp. 3 1 -5 0 . 87 p op. cit., p. 27 sqqtUaC1°n ^el obrero en los obrajes, cf. V iñas y M ey .,
88 Humboldt, 0p. cit., t. IV, p . 260.
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telares y 1500 obreros, mientras que Puebla ocupaba en 1809 a 1200 tejedo res de algodon é Pero, poco antes de que e!ta liara el movimiento em ancipador, se produjo un sensible r e t r 'l t Tan promisorios atisbos —que por lo demás no tenían paralelo ni en el Pe rú n i en el P la ta - no sirvieron de modelo a toda la región merced a alguna incipiente transformación industrial de las colonias, sino que fueron sofocados por la repercusión a dis tancia de un proceso análogo que ya hacía tiempo se había desa rrollado en Europa . _ Con ello se determinaba igualmente el radio de acción permi tido al d esarr ollo y consolidación de la burguesía colonial. Con excepción del sector pequeñoburgués de la manufactura, la posi bil ida d de ev olu ció n de la burgu esía colonial se vio limitada a la esfera comercial, de manera que tanto económica como históri c a m e n t e se le señaló el papel de comprador y asociado menor de los intereses económicos del capital extranjero.90
89 Ib id ., p. 260 sq. H i s p a n o a m é r i c a del estado 90 “La liberación de la mayor Paf e W P ^ reg¡ón al comercolonial, en las primeras décadas del sig o > breve auge de incio intern aciona l y a las inversiones ex nr¡ncipalmente en las Pro; versiones de la década de 1820 se concen N£S U ni da s , Dep.«jvincias Unida s del Río de la Pla ta-. • ( - Nueva York, 195 > Econ. and Soc. Aff., Fore ign Capital m Latín Ammca, p. 3, Cit. en inglés en el original: N. del i-j
VI I
APARICIÓN
de un
partido
revolucionario
CRIOLLO-BURGUÉS
°
En consonancia con la evolución económica general, el movi miento de la población del Virreinato del Río de la Plata eviden ciaba una tendencia marcadamente ascendente, y ello valia tanto pa ra las pr ov inc ias litor ales como para el interior y hasta la fro nt era con e l Per ú. Si bien los datos estadísticos discrepan con siderablemente en puntos de detalle, es posible reconstruir la evolución, al menos en sus lincamientos generales: a) B u en o s A ir e s, c iu d a d y ca mp añ a De acuerdo con los datos generalmente aceptados de Concolorcorvo ,1 en 1770 la ciu dad c ontaba con más de 23.000 habitan tes, de los cuales eran: Esp año les ................................................... Criollos ........................ ........................ ....... E x tr an je ro s................................................ M uje res ..................................................... Ni ños .......................................................... Ejército, Iglesia, Cautivos ................... Esclavos ..................................................... Indios y Negros libres .......................
1854 1785 ^56 ¡?-|85 5/1ut)1
Según el censo de 1778,2 había en la ciudad alrededor d 37.000 habitantes, de los cuales ESPA ÑOL ES
Ciudad .............. Campaña ............
—
15.719 9.732 ------------------25.451
MULATOS
NEGROS
MESTIZOS
3.153 4.115 674 1.020 ______ «630 0 --------- 0 4745 o /4 4.173 '
-
2.08/
1 C o r o n a B a r a t e c h , op. cit., p. '6 . contenidos en 2 D. H. A., X II, doc. n* 7. Comparado, con fe, d a t . ^
D. H. A. XI , contiene algunas vanacione <•
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MANFRED
126
EL VIRREINATO DEL RÍO DE LA PLATA
k o s s o k
Pn anos 1788 y 1790, se afirma que la población de la • Aad llegó respectivamente; a los 33.522 y 32.271 habitantes. T L ca lc uló en 178.293 habitantes la población total de la nrovincia de Buenos Aires, de los cuales 40.000 vivían en la ciudad 'tma v 32 168 en su campañ a. Las mismas cifras fig urab an en eTcálculo de lSlO,3 si bien sólo participaron en él 16 de los 20 barrios de la ciudad . distrito
españoles
Y CRIOLLOS
543 1308 1284 2744 1525 1825 702 1103 1231 1604 1637 1404 1406 1397 141 689
1 2 4 5 6 8 10 11 12 13 14 15 17 18 19 20
NEG ROS Y MULATOS
31 914 912 1005 668 1285 251 132 679 1094 833 495 645 446
INDIOS Y MESTIZOS
EXTRANJEROS
---
4 38 46 88 26 92 14 10 9 40 47 31 13 18 5
20
— — — — 9 35 10
— — — — —
—
—
197
73
----
Tomando como base el número pro me dio, el res ult ado par a toda la ciudad sería de unos 42.000 habitantes. En otras estimaciones, tanto contemporáneas como posteriores, se mencionan cifras que van de 44.000 a 55.000 habitantes.4 b) Mo nte vid eo El resultado del censo de 1780 daba un total de 10.404 habi tantes para la ciudad y sus contornos, de los cuales eran españoles y cno os. 410; indios: 247; negros y mu lat os: 2747. En 1813, el numero de habitantes llegaba a 13.937. * p n H- A >XI1»PP- 356-38 9.
Corona Baratech, 0p. cit., p. 79 sq.
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127
c) E l In te ri or A pesar del considerable impulso de la zona litoral, el creci mien to de las pro vinc ias interio res no quedó a la zaga. Poco antes de la fundación del Virreinato (1773), en la provincia de Tucu jjján —p un to de may or densid ad del interior— vivían alrededor de 100.00 0 alma s. Pa ra 1776 se menci onan6: 34.969 españoles, 35.324 ind ios (! ), 55.711 negros. Dieciséis años más tarde, la pobl ación lleg aba en tot al a 167.354 habitantes,7 de los cuales vivían en: Salta ................................ 22.389 Santiago del Estero . . 32.500 Tucumán ....................... 19.266 Jujuy .........................
Córdoba .................... 40.000 Catamarca .................. 20.390 La Rioja .................... 10.000
Par a 1809 ofrece Ángel Rosen blat8 el desconcertante resul tado de 234.087, con las siguientes cifras parciales: Salta ................................ Santiago del Estero . . Tucumán ....................... J u j u y ................................
26.270 40.500 35.900 12.278
Córdoba...................... 60.000 Catamarca .................. 24.300 La Rioja .................... 10.000
La provincia de Cuyo, lindante con el sur de Tucumán y pasa je obligado ent re Buenos Aires y C h i l e , evidencia un crecim1^ o menos vigoroso de la población. Según date» e , 9834 españoles y criollos; 35.975 indios y mestizos; 25.548 negros y mulato s.9 Diffi e10 calcula la poE1 h isto ria dor norteam erican o B. ■ , mincidía blación to tal en 1820 (en qne la r e g * adnnnnnada en m ato 5 D. H. A., X II, doc. n? 52. do a T Hacnke. 6 H. N. A., IV , 1, P.518. 7 C o r o n a B a r a t e c h , op. cit., p- 81, gu „ 8 R o s e n b l a t , La Pobla ción, t. 1. T. rB en cambio, las . 9 H. N. A., IV, 1, P- 519. En fr e n te a datos cifras son mucho menores (op. cit., P*** Virreinato, cf. H. N. A., sobre Para gua y, las Misiones y demás pa es sqq-; R o s e n b l a t , IV, 1, p. 519 sqq.; C o r o n a B a r a t e c h ,op. cit., p°p. cit., t. I, p. 199 sqq., 205 sqq. 10D i f f i e , op. cit., p- 449.
j 28
m a n f r e d
k o s s o k
EL VIRREINATO DEL RIO DE LA PLATA 12 9
con el antiguo territorio virreinal) en 2.526.0000 habitantes, de los cuales11: Audiencia Buenos Aires .................... Audiencia Charcas ............................. Intendencia Potosí ............................. Intendencia La Paz ........................... Intendencia Cochabamba .................. Región de las misiones.......................
655.000 92.000 85.000 169.000 164.000 —
ESTRATO
1.155.000 154.000 230.000 231.000 271.000 220.0 00
1. Clero ............................ 2.
3. 4. 5.
En tal conglomerado de población resaltaban las más diversas clases y grupos de clase que, fáciles de delimitar de acuerdo con sus posiciones y ambiciones de orden económico, social y político servían de base a la estr uctur a social de la C olon ia. Pero ante todo debemos recordar que, en un momento de transformación económica, esa pirámide social no mostraba ninguna firmeza y exclusividad que fueran comparables con las condiciones europeas, y los límites entre los distintos niveles se confundían tanto más, cuanto más se acercaba uno a la base de la pirá mi de. Lo que caracterizaba además a los diversos estratos de la estructura social era la constante correlación entre diferenciación social y étnica, como enfáticamente subraya Diffie 12: esta últ im a s urg ía siempre de la primera, y antes se consideraba la propiedad que la raza a la que se perteneciera. Sólo la incipiente liberación de las formas tupieses de producción pudo borrar paulatinamente aquella correación. La limpieza de sangre” perdi ó su impo rta nc ia como sinó nimo de clase dominante ”, si bien el “blan co” pro leta riza do ( español caído en la clase común” ) siguió goza ndo po r ley y por costumbre de ciertos privilegios esenciales que lo elev aban por encuna de los de color” y le impedían tod a af inid ad política o espiritual con ellos.13
6.
7. 8.
9. 10 .
ESTRATO
1. 2. 3. 4.
u
C hávez Cw
5.
Í
SC); C h Á v e z O r o z c o , op. cit., p. 22 sqq-
doc' n9
PP- 1 - 6.
Rozco , op. cit.t pp. 23 . 25 .
I
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mestizos
Bajo clero
x
X
X
X
X
X
X
X
X X X
X X X
Estancieros, Hacendados ................... Comerciantes ................ Clero .. ....................... .. Emp resa rios 15 .............. Pequeña burguesía: a) Mercachifles, pulpe ros, panaderos, ma tarifes 16 ................... b) Art esa nos (m a e s tros, oficiales) . . . .
ESP AÑO LES
CRIOLLOS INDIOS
x x
x x x x
x
x
MESTIZOS
x x . . tik ico : saladores ,f> Dueños de obrajes, fabricantes de ge aün ,_ . etc ‘«as pud ien tes , dueñ os de astillero s de buques de cr;0Uos) for10 Seg ún el cálculo de 1778, los 184 pulperos .todos cno , fiaban el grupo profesional más numeroso.
no *nd¡a e in dia ; de acu erd o con estos espues sería la Arge ntina sólo vivían 1 .810.000
13 Cf. d / h ^ V ^ V ^ ^
Alto clero
c r i o l l o s indios
Si llevamos a cabo análoga tentativa para el Virreinato del Río de la Plata (con exclusión deliberada de los territorios que luego serían de Bolivia y Paraguay), podremos observar —en la medida en que lo permitan los detalles ofrecidos por las fuentes de que disponemos— variaciones muy significativas en los acentos, como también en la sucesión y composición de la serie:
t i ^ í f T <^rozco 14 intentó bosquejar una estructura esquemácolnní i S p,n" c,Pa^es categorías sociales de fines d e la época serie siguiente(basándose principalmente en México) a la datos, en el terrftr.r^T habitantes.
Capitalistas, Comerciantes, Empresarios Poseedores de minas . Terratenientes ............ Capitalistas industria les .............. .................... Artesanos (maestros) Artesanos (oficiales) . Jornaleros en la mi nería y en la industria Labradores comunes . Servidumbre ..............
españoles
x
EL VIRREINATO DEL RÍo DE LA m a n f r e d
130 estrato
Labradores y arrenda tarios .............. ............ 7. Estratos proletarios: a) Ciudad 1 7 ............... b) Campañ a ...............
ESPAÑOLES
CRIOLLOS INDIOS
MESTIZOS
pose en, la re la ci ón en tre espa ñole s y criollo, formal)a “a en Buenos A i r e s el cu ad ro sigu ient e: DISTRITO
6.
x x
X X
Si bien tampoco en el Plata puede eliminarse la masa de la población colonial com o fa ct or social en la m ad ur ac ió n de l mov i miento de emancipación,18 la formación de los frentes de 1810 recayó principalmente en las minorías dirig entes. Po r ejemplo del mismo Buenos Aires puede reconstruirse con máxima facilidad ese proceso, del cual surgieron tres grupos claramente delimitados, precis amente por que en di ch a ciu da d alc an zó su m ás cl ar a ex pre sión la dinámica social de los tiempos que precedieron inmediata mente a la jomada emancipadora: Como en el resto de Hispanoamérica, la fuerza ejecutiva colo nial —enderezada a regular el sistema de subordinación entre colonia y metrópoli— estaba en manos de un grupo relativamente poco nume roso de espa ñole s nati vos . L a dec isi va in flu en ci a po lí tica de dicha minoría, cuya hegemonía garantizaba la perpetua ción del régimen colonial, demuestra lo poco que, a fines de la época colonial, quedaba aún de la antigua igualdad de derechos entre españoles y criollos.18 A unq ue las estad ísticas pe rm itan re construir hasta cierto punto el número de los españoles, ello no nos ilustra mayormente acerca de su irpportancia real, puesto que, como es natural, el concepto de “español” abarcaba a todas las persona s en cuest ión, ya fue sen art esa no s, pe qu eñ os co me rci an tes , etc. En agosto de 1810, y según los datos muy incompletos que se 17 Número de familias en 1778: 97 criollos, 11 mula tos, 2 negros, mestizos, 5 indios, 2 extranjeros. , . , ^ d e Gandía, La int erv enc ión de l pue blo en los oríg ene s de ‘a independencia argentina, en: Revista de las Indias, Bogotá 1950, n«? 113, i l a t es is d e M a r f a n y , ¿Dónde está el pueblo?, Buenos Aires 1948. L e v e n e , La Re vo luc ión de M ay o, t. II, p . 3 1 8 sq. Iraní A i • „etallada exposición que trae R. K o n e t z k e , La condición 1950 n? 5* ^ ^ causas de la independencia, en: Est. Am. Sevilla
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^
k o s s o k
N*
1 ' 2 4 5 6 8 10 11 12 13 14 15 17 18 19 v _20
españoles
35 133 345 359 178 448 63 58 116 225 353 65 104 119 17 35
CRIOLLOS
132 1175 434 844 464 1377 169 1045 373 403 167 422 402 373 124 654
total
543 1308 1284 2744 1525 1825 702 1103 1231 1604 1637 1404 406 1397 1141 689
El principal sostén político y de organización del predominio español se hallaba en primer lugar en la fiscalización del aparato estatal y administrativo, al que pertenecían en particular el Virrey, los intendentes, la Audiencia y, no en último término, el Cabildo, pue sto qu e só lo en 1809 se reco noc io la par ida d en la distribución de los cargos de regidores de la administración de la ciudad. El pr in ci pa l in st ru m en to p a ra as egu rar la pretensió n de hegemonía económica de los españoles nativos fue el Consulado, que se creo en 1 794.21 E n el m om en to de su creación estaba formado en su mayoría por “comerciantes monopolistas, que defendían en primer lugar sus propios intereses personales y que en parte eran mismos intereses de sus socios de Cádiz, cuyos repr^entantes muc hos de dich os com ercian tes. E n el seno e onsu desencadenó así una lu cha enconada entre esta ire^ ° po lis ta y la de aq ue llo s mi em br os que defen dían os i Virreinato”.22 20 D. H. A., X II , p. 356 sqq. Lascifras totales difieren segúnq se incluyan o no mujeres y niños. , « „ 75 sq.; nQ36, 37 21D. H. A., V II , doc. n* 34, p. 47 sq-; n* 35, p. 22 H. N. A., IV , 1, p. 490.
M A NF R ED
13 2
K O S S O K EX VIRREINATO DEL Rio DE LA PLATA
En comparación con Lima o con México, que hasta la eman cipación se mantuvieron como firmes baluartes del sistema colo' nial, la influencia europea tuvo que con tent arse e n el Plat a Co ' una base mucho más restringida. El V irrei nato sólo cayó en 177» —o, mejo r dich o, en 1793, co n la cre ac ión de l Co ns ul ad o— den tro del radio de acción más directo de la burguesía comercial española cuya hegemonía, por lo demás, en ningún momento dejó de ser puesta en du da por los ya afi an zad os in ter ese s eco nóm icos de criollos y extranjeros. Sus reveses se exte nd iero n al p lan o político con los acontecimientos de 1806 y 1807, que llevaron a que en Buenos Aires se estableciera el prime r virrey criollo. L a e xalta ción de Liniers significó ya el preludio de l a e ma ncipa ción. El nuevo virrey sólo tomó en cuenta en su gobierno los intereses de Buenos Aires, y no los de Madrid, por lo que no resulta extraño que la fracción proespañola del Cabildo atacase su política como engendro “de verdaderos conjurados contra el rey y contra la pat ria” .23 Cuan do, a comienz os de 1809, el p a rt id o eu ro pe o pr o curó corregir ese vuelco indeseable de la situación mediante una ^revolución pacífica” * tropezó con la resistencia arm ad a de los patricios , o sea de la mili cia ci ud ad an a pu ra m en te crio lla, cuya aparición por cuenta propia entrañó la crisis política del sistema colonial en el Plata. motriz y directora del movimiento de oposición que, , . re co“lun de criollo”, ata cab a los atrib uto s políticos ,C laexistencia c°l°nial, residía en los grandes ted Doderfn P (CSt,ana ero s>h ace ndad os) y en los com erci ant es. Con 1776 a lñlf)011^11110^ ^UC ^e^ eron a Ia evo lució n cu m pl ida desde históricamp t .asumieron 1gualm ente la prete nsió n de encauz ar y cuyo desenlaceSfu p T S^ i"” Prcceso 3ue abarc ó varias décadas, proporc ión i v en la sep ara ció n d e la m etr óp oli . En criollo creció la ™ ^ Potencia económica del estrato superior ^ nciencia de su posterg ación polít ica.25 Tal con
„
23 Cf num
*
denles de la I n d e f c S i ? ° cume nt °s relativos á los Antece *• 1= doc. no 13, pp. . M ía^ epÚblica ^gen tina, Buenos Aires 1912, 24 H. N. A y n «,* P- 90’ n? 16>PP- 181 sq.; passim . 25 K o n e t z k e ^’0b } m ' °P■cit. p. 52.
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133
como leemos en un testigo contemporáneo26• “ o ' -u-, des de elevarse legaron los españoles a sus propiosh!L ? M • clérigo, abogado, militar hasta el grado de teniente- quien E a coronel era un hombre de suerte. ¿Quiénes eJ si fJa pr im ero ^ y seg und os alcal des? l x ) S españoles. Los a m e r i c a n o s sólo podían ocupar, aquí y alia, el puesto de regidor, defensor de pobr es y otro s po r el estilo, per o nuestros padres se r e s e r v a b a n siem pre la c on du cc ió n” . Los primeros atisbos de semejante oposi ción se r em on ta n al siglo x vn ",27 ipero —— sólo^ en el ^ xvin el ci contraste cunirasie i _ t r T n c m r m A pm n n a _i de generaciones se transformó en una pugna de clases, cuyo reflejo subjetivo terminó por igualar al “americano” con el “español” y, po r últ im o, lo colo có po r enci ma de élf Fue una característica de todo el ámbito hispanoamericano ese estrecho contacto entre latifundio y burguesía, fundado —como ya lo se ñalam os— en u na comun idad de principios e intereses económicos que, también después, aseguró casi sin incidentes su coexis tencia pol ític a en el movimiento emancipador. Así leemos en M ari áte gu i 28: “E n mucho s casos, en lugar de llevar a un conflicto entre nobleza latifundista y burguesía mercantil, la revo lución americana engendró su colaboración, ya fuera porque la aristocracia hubiera adoptado ideas liberales o bien, con frecuen cia mucho mayor, porque sólo viese en la revolución un movimien to te nd ien te a lib erar la d e la Corona española”. La ^Revolución clásica de Fr an cia , en cambio, tuvo su origen en el po eno e una burguesía que había llegado ya a su madurez y se en rente a con u na a rist oc rac ia de caden te, aferrada^ a sus privi egios , en Hi spa no am éric a, la recién nacid a conciencia naciona an e e pre do m ini o ex tra nj er o se sob re pu so a los conflictos in e™°s pro voc ó, en las posi cion es relati vas de las clases, un esp que no podría compararse con la caída del antiguo reQ Eu ro pa . . . , tí™™ en La elabo ración de semejante compromiso — era muchas revoluciones coloniales desde 17 • i io .n No era del todo infunda26 C o r o n a B a r a t e c h , op. cit., P^¿ca de que las oposiciones da, po r co nsigu iente, la tesis de Rayn , ‘ e n t r e c r i o l lo s y e s p a ñ o l e s t e r m i n a r í a n p o r e n g 27 D i f f i e , op. cit., p. 4 86 . 28 M a r i á t f .g u i , op. cit., P- 47 sq. 20 S o b o u l , op. cit., P, 59-
j „ r j a r e vo l uc ió n ,
m a n f r e d
134
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EL VIRREINATO DEL RÍO DE LA PLATA
tanto más posible en el Plata cuanto que, en esta región de la América Española, no existía una aristocracia feudal tan firme mente arraigada como en México o en Lima. De ac uerdo con su origen, eran rarísimos los casos en que el estanciero o hacen dado criollo aprovechase como un parásito los privilegios confe ridos o arrebatados en los siglos xvi ó xvn: se trataba más bien de un sel f ma de m an semiburgués, producto de las muchas crisis del siglo siguiente. Aun cua ndo al egar a títu los legales de orden feudal, su existencia dependía de las leyes de un mercado mun dial de tipo capitalista. Según la inform ación de Francisco Millau30: “Entre las familias más destacadas de esta ciudad no existe hasta el presente nadie que, como en el resto de América, haya sido distinguido con la dignid ad del tít ulo ” . Sólo vivían en la ciudad cinco miembros de la “Orden de Carlos III”, tres de ellos españoles,31 y cuando Liniers fue declarado “conde de Buenos Aires”, como recompensa a sus méritos en la defensa contra los ingleses, protestó el Cabildo por esa imposición de un tutelaje “feudal”. Otro rasgo característico es que esa mare a de aburguesamiento alcanzara tambié n a la Iglesia. Si bien todo el elemento eclesiástico colonial se distinguió siempre por su poderío económico y por su extraordinaria iniciativa en ese campo,32 en el Plata el usufructo de títulos feudales sobre tierras quedaba muy por debajo de su activ idad com ercia l, que alc an zab a a tod as las ramas. “Podría decirse que tanto los clérigos como los funcio na rios (la burocracia de la Corona) eran poderosos en la medida en que participaban en el comercio. No se recuer da a n ingú n sacer dote rico que no comocerciara, como tampoco a funcionarios pú blicos que, directa o ind irect ame nte, com o int erm edi ari os o por cohecho, no derivaran del comercio sus mayores ingresos”.33 En el censo de 1778 hallamos valores aproximados para calcuar c número de burgueses exclusivamente dedicad os alcomercio. v e' CripClÓn de la Pr°ñ nc ia d el Río de la Plata
ed R°
ea. K. K o n e t z k e , Buenos Aires 1947, p. 44 .
Rev ello rqq.
32
(1772)
°NA BARATECH. °P C!í-> P- 106. según refer encia s de T o r r e
a t
’
y el estado en México, México 1927, p. 31
33DEL Ca,tilw>, op. c¡Li p , 5i
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135
En cuarto lugar, despues de pulperos, zapateros y c a r p i n t e r o s « seguían 136 mercaderes y 52 comerciantes, siendo estos últimos los únicos que podrían figurar en la burguesía comercial, en el sen tido de u na clase de pod erío econ ómico.^ Basado en sus propias observaciones, Millau incorporó a la oligarquía dominante en la ciudad —junto a los titulares de altos puestos en el ejército y en la administración— a las muchas familias que, merced al comercio y a la agricultura, habían llegado a la opulencia y a la posesión de grandes extensiones de tierra; tales familias “emparentadas entre sí son las q ue goz an de mayo r estimación, y constantemente se les agregan nuevos burgueses y amigos, dedicados al comercio en bien del p a ís . . . ” 36 De allí surgió la fama de la ciudad como “Galicia americana” y su proverbial “europeización”. “No existe otro pueblo en América que, en sus usos y costumbres, tanto re cuerde a los puertos de Andalucía, en la península: la indumen taria el le ng ua je y los vicios son casi idénticos; en igual grado de perfección y de cultura se encuentran la sociedad y el trato entre los hombres”.37 Así como Céspedes del Castillo, también C. Corona Baratech describe la de los comerciantes “como clase dominante... cuya pre po nd era nc ia era abs olut a en lo económico, lo social y lo poli t i c é De tal mo do, sería difícil exagerar la importancia del pro ceso de creciente comercialización que, a partir de 17/b, se opere le crecióme sociedad colonial. Millau descubre empero elJato., de A,u,l en la observ ación sobre la tendencia a 'empade dicho proceso, con su 34 Oc upa dos casi exclusivam ente _en
35 En buena parte de la burguesía habí
los extranjeros
pe ^ ^ De acuerdo con los datos incompletos 6 ^4 ingleses. 27 nortevían 247 portugueses, 11 2 italianos, ocupados en el comercio, 18o ameri canos, etc. De ese núme ro, 84 es anota que eran terrate18Q9< cf ib¡dem las en la artesanía, 7 en la manufactura; de mentes (cf . D. H. A., XII , pp. 121 " ^ peUgrosos, poic amen te haestad ística . 27 0-ados 304. losComo J^ bland o, ers,an pp cons ider po rtu los gu es es ^ccausa au sa de ^ e^su ^mentalidad ^ día” y de su todopoderoso influjo *n‘ Cai llet- Boi s, ^nsa y°c¡°). peligrosos fue ron los francese s (c • * *guenos Aires 19*29, P* s Río de la Plata y la Rev olu ció n Francesa, Buenos n h cit., P* 30 \/fir a hu , op. i l 1l a p. -43 sq. p .inctas del Río i ' la Pkta ou M 3T F . B o r r e r o , Desc ripc ión de las (1789-1801), Buenos Aires 19H, P-
EL VIRREINATO DEL RÍo DE L a
M A N FR E D
136
137
KOS SOK
'rentarse” entre los criollos distinguidos, observación que merece apreciarse en su justo contexto historico. Cierto es que en el P lata se nos presenta en toda su pureza el tipo del “burgués colonial” hispa noamericano, pero también es cierto que la nueva burguesía, lejos aún de consolidarse, todavía no se había emancipado definitiva mente, en su conjunto, del feudalismo, como ya lo habían hecho por ejemplo los sectores más ava nza dos de sus mo del os eur ope os. 88 Eran excepcionales las personalidades del tipo de Tomás Romero, traficante de esclavos, empresario y perceptor dc impuestos, todo en uno, y que emprendía negocios calculados en cientos de miles. Muchos comerciantes aspiraban a invertir en tierras sus ganancias comerciales, a armonizar el mercantilismo con la estancia, a ser mercaderes y terratenientes al mismo tiempo, para aumentar así en todos los aspectos su “prestigio” social. E n cam bio l a perspe c tiva de una actividad de manufactura capitalista sólo existía, den tro del marco impuesto por el sistema colonial, para una minoría cada vez menos importante, y que por consiguiente no lograba imponer su voz cuando se trataba de defender intereses burgueses; pero ello no signific a sino que el nú cle o ma s re vo lu cio na rio de todo partido burgués de emancipación, la burguesía manufactu rera, no contaba en la Colonia con una importancia propia y específica. A despecho de toda aspiración de independencia, esa concep ción algo retrógrada de la economía preparaba el terreno para cierto conservatismo latente, y agobiaba a la burguesía con una hipoteca negativa en favor de los terratenie ntes. Pa ra u na y otra ala de la coalición de clases criollas, sin excepcioncs, la empresa de la emancipación se reducía a adueñarse del poder político, con la necesaria liberalización y autonomía en lo económico, mas sin franquear las barreras sociales trazadas por el régimen colonial.80 La ventaja histórica de las clases qué sucedieron en el poder a la minoría colonial derrocada en el Plata consistió en que ese mo. 8 H a b r í a q u e p r e s t a r a t e n c i ó n a l a s e x p l i c a c i o n e s d e S o b o u l (o p■ JLi;,.;' , sq‘ P; ' * **!•) acerca de las div erg ente s asp iracio ne s sociale s y ñor In In 6 a V1Cja- ^ "nue va” b u rg u e s ía e n F r a n c ia , y pre cis am en te h i s n a n n a J L ^ U e a r r ° ^ n s 0 ^ r e *a s c o m p l i c a d a s re l a c i o n e s e n t r e l a s c l a se s
“ •
U,EV' E><*•
p -48 « i-
.
.
C a b r e* a > r - R o n z e , Et ud es su r l’histo ire de l’indétmJe* a ae l mdépendence de l’Amérique latine, París 1954, p. 29.
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mentó social de reta rdo - y que fue funesto para todo ri < w hispanoamericano— actuó mucho más débilmente en , d e vo c ió n .40 E l e st ra to crio llo superior „ S " » 'Z V del día ni una vanante colonial de la Grande Peur ni T e r r e u r pequenoburguesa de cuño jacobino, tal como se dio el caso en México, en Perú o en las Antillas. De tal manera se compensaron las peculiaridades de la colonización española en el Rio dc la P la ta imp uest as por su aparente atraso y su posición marginal—- en una medida que apenas habrían podido esperar los por tavo ces y bene ficiario s de la emancipación. ! En su quintaesencia económica, el programa del partido revo lucionario criollo se reducía a la imposición del libre comercio. En ese punto llegaban a su máxima divergencia los intereses colo niales dc España y los del incipiente nacionalismo criolloburgués, interes es c ad a vez más irreconciliables. “En aquella época, comer ciar significaba luchar por el progreso económico de la colonia y, po r co ns igu ien te, m ej or ar las perspectivas de un vuelco social y político en su organización”.41 El curso dc las controversias acerca de la total liberalización del comercio colonial quedó indisolublemente unido a la acción dc dos personalidades históricas descollantes: Manuel Belgrano (1770-1820)42 y Mariano Moreno (1778-1811); ambos, como inspiradores de la inminente revolución, evidenciaron el alto gra do de madurez política de las fuerzas por ellos representadas. M an ue l B elg rano , “ ada lid de la independencia, símbolo de la libertad, genio del bien, personificación de las virtudes ciuda dan as” (B. M itr e) , contó en sus funciones como secretan Consulado (desde 1794) con la oportunidad de exponer “M emorias" anuales, tesis fundamentales sobre la‘ “ £ nó mi ca del V irre ina to.- » La evolución personal de Belgrano, d
op R . ceitv.,olucióndeIndependencia. E nssa ay yo odeinterpretación En 1 1 s q . , 7 0 sq q . histórica,M é x i c o 1 9 5 3 , p . L o s prim erosinglesesen BuenosAires,17 '
4U Acerca del problema de la rev,°J““ n B^c o, ’ op. cit., P- 24 p . 4 6 s q q . C h • M a r i á t e g u i, L. V i ll o r O j La «
O.
C. B a t t o l l a ,
*
1830, Bueno s Aires 1 928, p. 68. .Aiuaciontl de Manu el Be grano, ™ R . L e v e n e , La obra económica y educación» Buenos Aires 1920. , , . mentar la agricultura, anima « 1 7 9 6: M ed io s gen era les de fom ent ar « *
1
138
m a n f r e d
reformador a revolucionario, justifica ampliamente la afirmación c o n t e m p o r á n e a “de que todo criollo que haya estado en España se convierte en su morta l enemigo” .44 En las mism as fuentes, en España y en otros países europeos, había estudiado Belgrano la doctrina económica liberal, junto con los principios políticos de la Revolución Francesa. Ent re los preceden tes ideológicos que c o n más frecuencia citaba figuran Campomanes, Smith, Quesney, Condorcet, Dupont de Nemours y autorida des italiana s tales como Galiani, Genovesi, Filangeri.45 En 1796 public ó un a ob ra tra du cida del francés, F un da m en to s ci en tí fic os de la P o lí ti ca y de la en cuyas páginas se leía, por ejemp lo: “Cu anto más se acerca un Estado a la absoluta libertad, tanto en su comercio interior como exterior, tanto más se aproxima a un constante bienestar ; apenas surgen traba s, su prog reso ha ci a el bie nes tar se toma lento e indeciso”.46 La decid ida interve nció n de Be lgrano en favor de un comercio libre, sobre todo con Inglaterra,47 ha relegado a un injusto olvido sus esfuerzos para alentar la produc ción industrial-manufacturera. En el impulso de “busc ar las ense ñanzas de Europa”, de enriquecer al individuo “para que también su patria se enriquezca”, Belgrano fue el primero y el único que volvió los p r in c ip io s de la In du st ri a po p ul a r de Campomanes en contra de la misma España. Iniciados los debates en to rno a la introducción de curtidurías, Belgrano aprovechó el proyecto para imponer decididamente el fomento de manufacturas en las colo
Econom ía,
industria, proteger el comercio de un país agricultor; 1797: Utilidades que resultarán á esta provincia y á la península del cultivo del lino y cáñamo; 1798: El origen de la feli cid ad de estas pro vin cia s es la reu nió n de los comerciantes y de los hacendados, a la par del premio y la ilustración en general. Cf. asimismo M u s e o M i t r e , Do cu me nto s de l Ar ch ivo de Belgrano, Buenos Aires 1913. B. M i t r e , His tori a de Be lgr ano , Buenos
Aires 1887-1891.
44 C o r o n a B a r a t e c h , op. cit., p . 11 9. 45 Al lado de los teóricos ingleses y franceses, también los mercan tilistas y fisiócratas italianos (cf. N . R o d o l i c ó , Storia degli Italiani, Flo rencia 1954, p. 446, 452; L u z a t t o , op. cit., II, p. 188 sp.) ejercieron
notable influencia en la doctrina económica del Plata. En ese momento la colonia italiana ocupaba en Buenos Aires el segundo lugar, después 6 a P0**-11®11653, (D.H.A., X II, p, 270 sqq., con los datos de 1809). .. R e v e n e , La Rev oluc ión de Ma yo, p . 19 7, n o ta 1. 47 Ibi d., p. 204.
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EL VIRREINATO DEL RÍo DE LA PLATA
k o s s o k .
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nias, P°rclue “t.odaS l3S nacionfs civilizadas se empeñan en que sus materias primas n o salgan del país para ser elaboradas”.4» Es b a s ta n te característico que este trastrueque — sumamente peligro so pa ra E sp añ a— de d octr inas ap robadas oficialmente sólo hallara uv e s c a s o e c o entre los conciudadanos de Belgrano. m En 1809 llegó a su punto culminante la lucha en tomo del libre c o m e r c i o . Al cabo de largas y enconadas controversias, el Cabildo, 1 virrey y el mis mo Consulad o se declararon dispuestos a libera lizar en p ar te el int erc am bio co n Inglat erra 49 Contra tal amenaza de que se desmantelara oficialmente el monopolio comercial espa" 1 alzó su p ro tes ta el pl enipot enciar io del Consulado de Cádiz, Miguel Fernández de Agüero, quien alegó impedimentos legales vieo r la rui na inm inent e de la flota mercante española y la en 1 ¿e cad en ci a de los cen tros manufactureros del interior.50 Ade más con s or pr en de nte perspi cacia, Agüero profetizó que la miseria T ciud ades interes adas despertaría odio y rivalidad frente a Rnpnos Aires. Ad ve rtí a a contin uación que la libre admisión del comercio inglés “destruirá en pocos años los vínculos que nos UnCEna co nt ra de es ta i nterve nción, tan inesperada como influ yente, Mariano “ " ó n ^
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dos en acre centa r la exportación. En su opin ión, la única PoUt‘“ . ¿ la que reportara beneficios a sus propietarios y 48
H .N .A ., IV ,
1, p. 390.
d aís sería cultivadores,
a n t e c e d e n t e s d e l a d e c is i ón , b a s ad a
49 En cu an to a los complicados a situación del V en consideraciones políticas y económicas acerca rreinato, cf. L e v e n e , op. cit , p. 2°8 b ri o sa s que tenemos cuyaprma sus hilados y t e x i d o s con lo q 50 “E sta Provin cia de pa l y aca so ún ic a riq uez a, coinsiste ,en ^ jM da ran, o a qu P . ^ abastecen este Reyno y el de galta manufacturas Inglesa . . . po dr an ve nd er los a la Pa r , Cordo va, Santiago de „ NEj suerte espera a las Provincias de Oor ^ ^ de ^ de este Virreynato, Pugno, e hacendados op. cit., p. 212). ... . . . gue el apoderado . D Balta. 51 M . M o r e n o , Re Pjes?n p , ' i ¿¡rigió al E xm o. S r. 1 J de las campanas del Río Buenos Aires 187 , sar Hi da lgo de Cisn eros (18Uy;,
i40
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EL VIRREINATO DEL
K O S S O K
las arcas fiscales y reanimar tanto la importación como la expor tación (p. 5). Como “represen tante de 20.000 hacend ado s y la bradore s”, m anif esta ba M ore no qu e ni el Ca bi ldo ni el C on su la do 5? se preocupaban por fomentar la agricultura, sin la cual ningún Estado sobrevive. Como ataque person al a los mono polistas (“san guijuelas del Estado”), leíase allí que su proteccionismo sólo aspi raba a elevar el precio de los artículos de contrabando que cons tituían su comercio (pp. 14- 16). No era n necesarios nuevos im puestos, sino la ap er tur a de los pue rto s, p a ra co n ju ra r la crisis de la agricultura merced a la exportación de cueros, sebo y cereales (!,pp. 24-26). Apoyándose en Filangieri, el “apóstol de la economía política”, en Smith y en las resoluciones de las Cortes en cuanto a la igual dad de derechos de las colonias, Moreno advertía sobre los peligros de considerar únicamente a América como objeto de una explo tación mercantil unilater al (p. 31 sq.). En ello estriba precisa mente la culpa histórica de Cádiz, lo que también impide que el Sr. Fernández de Agüero tome posición en la causa de la pa tria (!). “Fue un monopolio tiránico el que us urpar on los mer caderes de Cádiz, para comerciar con América con exclusión de los demás pueblos de España. . . Cádiz siempre alzó el estandarte en contra del bienestar de los demás pue blo s.. . ” (ps. 49, 51). ¿Por que causa, se preguntaba Moreno, se oponen tanto al libre comercio, si de todas maneras las nueve décimas partes de las mercaderías negociadas en la región del Plata no son de origen español?53 Con frases de notable sigor lapidario, que revelaban acuprHn T k' Ca Consulado es tanto más notab le cuan to que, de terratenípntpc6- ,e r?ento 1793) tamb ién pod ían ingr esa r en él los VII n 4-fl'i ’ a k* cornerciante9, empre sarios y arm ado res (D. H.A ., tierras o «nfcül ■ . P°SEer para ell° de 80°0 a 12.000 pesos en reno que como C?Ulya ®nte’ Con tra esta traba oligárquica protestó Moa la ¡ ¿ ¿ d T S a Í K Í . e^ us^ t a de Ro us se au y c om o c ab ec illa del fue expulsado dp SU ProPaSanda duran te la Revo lución has ta que (R. Ga illet-B ois en ^ ír'\i °* P°Tr reacci°n del elemento conservador. the Spanish American fíe* u r’ X íi P‘ ^ s q ’ ^ ' ®P- R o b e r t s o n , Ris e of
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N“™ Vork-Londres 1925, p. 142 «, ,.) • 468 e tasas adcaner as y relación de las
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siguientes
DE LA PLATA 141
Y únicamente el libre intercambio con Inglaterra permitiría sanear
. * importaciones (en P- 27 sp.):
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Est udi os,
en no las alusiones del delegado gaduano a la decadencia queMore~ nazaba a la p roducción m anufacturera - y que, ramo demostrado las discusiones en el seno del Cabildo, no m n S ' l d e m a g o g i a , sino mención de un hecho innegable—, a la vez que c o n t r a a t a c a b a con la manifestación de que no puede estar bien una clase m er ca nt il qu e sólo es capaz de movilizar a herreros y zapa teros (ps. 69 -7 1) . A dife renc ia de Belgrano, Moreno no veía pa ra la re gi ón de l P la ta ot ras perspectiv as de evolución que las 1 d e r i v a d a s del sector agrícola. Moreno llegaba al meollo de sus consideraciones al discutir la identidad de los intereses político y económico de la población c o l o n i a l . N ue va m en te ap oy ad o en consignas anticolonialistas __ q ue en parte cita verbalmente— de Filangieri, Moreno procura ba de m os tra r q ue so la m en te el florecimiento económico y una genuina igualdad de derechos podrían poner freno a las tendencias separatista s d e la Col onia. “E l peso de la dependencia sólo se toma insoportable para los hombres cuando está unido al agobio de la miser ia y de la opresión ” (p. 73), Con ello rozaba Moreno los límites que hasta la metrópoli más ávida de reformas estaba obligada a resp etar.54 _ Ma s lo cier to es que ni la Coron a “despótica ni las Cortes “liberales” estaban dispuestas a renunciar a la tutela del imperio colonial; au nq ue va ria ran los métodos, no se modificaba la esencia del sta tu s co lon ial .55 Lo m ás prob able es que, al gozar de nueva libertad, la avidez financiera de los burgueses metTOP° frente a la Colo nia recuperase el tiempo perdí o, > co pe . AÑO
1778 1779 1785 1790 1795 1800 04 R. H.
P R O D U C T O S E S PA Ñ O L ES P —
2.968 (3 % de un20.723 pu es to ) 22.305 19.562 117.702 8.084 H u m p h r e y s,
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> Am eri ca n Em pi re > e n : R e v i s t a d e H i s to r i a e . d e 1950, n v 30, p . 454 sq. ¡b com ercio en las Cortes en x 55 C f. el curs o de los deb ates sobre libre V a l l e I b e r l u c e a , op. cit., p . 120 s q q .
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EL VIRREINATO DEL Rio DE La plata 142
manfred
con creces todo lo que había evitado hasta entonces la desidia feudal del absolutista poder central. “Hoy en día —concluía Moreno— el que mira con recelo el comercio con la Gran Bretaña no puede ser un buen español”,** lo cual viene a apoyar la tesis, defendida por R. H. Humphreys, de la importancia de la expansión comercial europea como fac tor desencadenante del movimiento de m d ep en d en o ^ Ante la evidente agonía política de fines de 1809, se echa de ver que la reacción de la administración colonial ante estos ataques de los terratenientes criollos y de la burguesía aliada con ellos fue tan típica como ineficaz. A pesar de la más es tricta proh ibición, pro nto circ ular on algu nos eje mp lar es de la “R ep re se nta ci ón ” ; una vez traducido al portugués por el célebre economista José da Silva el tratado de Moreno se convirtió en catecismo del partido librecambista brasileño,58 y por fin pudo ser publicado en Lon dres, en 1811.59 , Entretanto, en Buenos Aires, la agitación seguía el rumbo que había pronosticado Moreno: como una de ssu primeras medidas, la Junta de Gobierno del 25 de mayo de 1810 puso en practica sus propu estas, que el der roc ado rég ime n co lon ial ha b ía rec ha za do y silenciado. ( En lo futuro, el principal objetivo de los “patr iotas fue ofre cer a los ciudadanos todos los medios para enriquecerse, como único y seguro recurso para colmar las arcas del Estado; consi derar como la mayor riqueza del mundo la que produce el suelo gracias a cultivos adecuados; compensar el peso insoportable de 56 Al calor de los acontecim ientos de 1806/ 07 surgió el proyecto de B e r n a r do d e Y r i a r te : “ S o b r e e l ri e sg o d e q u e p e r d a m o s l a s A m e r i c as , y sistema que deberíamos adoptar para la conservación, evitando sigan e e j em p l o d e l a s C o l o n i a s A n g l o a m e r i c a n a s ” ( B r i t is h M u s e u m , E a g e r t o n M s . 3 8 3 ) . A l lí se a f ir m a b a q u e l o ú n i c o c a p a z d e e v i t a r l a p é r d i d a d e l a s c o lo n ia s s e ri a l a i m p l a n t a c ió n d e u n a p l e n a i g u a l d a d d e d e r e c h o s e n t r ® e s p a ñ o le s y c r io l l o s. U n i n t e r c a m b i o v i g o r i z a d o y d e r e c í p r o c a i g u a l d a d a s e g u r ar ía l a l e a l ta d d e l a s c o l o n i a s . . . ¡ y l a s p r o t e g e r í a d e l p r i n c i p a l enemigo, Inglaterra! 57 H u m p h r e y s, op. cit., p . 4 4 6 : “ E l c o l a p so d e l I m p e r i o h i s p a n o a m e r i ca n o f u e si m p l e m e n t e ( ¡ l o q u e n o s p a r e c e e x p r e s a d o e n f o r m a d e m a s i a d o a b s o l u ta ! ) u n a e x p r e s ió n d e l a e x p a n s i ó n c o m e r c i a l d e E u r o p a , y en particular de Inglaterra.” 68 L e v e n e , La Rev olu ción de M ay o, t . I , p . 2 4 0 s q .
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k o s s o k
impuestos excesivos merc ed a la libertad del com erá ■ Sin la cual es imposible progresar y aun existir, que d e l T ^ ’ ¿erarse co mo fun da m en to de todos los intereses del Estado Z n te de vida de la agric ultura de la artesanía, de las fábric* d i m a n u f a c t u r a y d e l a i n d u s t r i a J.60 1 ae la
¡ Así res pon día el “Te rcer Estado” del Río de la Plata a¡ qiuenes preg un tab an p or la justifica ción de su existencia! A la consolidación económica y social, unida a la conciencia del propio valor, pronto siguió el despertar espiritual, hasta que una rebelión abierta traspuso la línea divisoria entre colonia y libertad. Con ello se cerró el ciclo que, una vez más y a manera de conclusión, queremos resumir en los puntos siguientes: 1. Si fue pre cis am en te en el Río de la Plata donde el partido revo lucio nario for mu ló el program a de la emancipación, “un pro gra ma su ste nt ad o en la burg uesí a”,61 en su forma más pura y de más amplias repercusiones, ello se debió ante todo a que en esta región de la América Española el sistema feudal no había echado tan hondas raíces como correlativo de la dependencia colonial y, por consiguiente, se hallaba mucho más superado que en México o en el Perú a fines de la época colonial. No fue el encomendero, celoso de su autonomía feudal, sino el comerciante y el estanc iero (que dep end ía de la función de intenne ° ante rior) los qu e p resi dier on la fundación de la co orna y e ™ mieron sus características, sobre todo en lo concemien de avan zada , el litoral. Si bien la tesis de Bagú, ^ 62 Darece feudalismo fue sup erad o por el “capitalismo cooni , per¿), difícilmente aplicable a toda Hispanoamérica IP°1 re£erente a| caracterísrepresenta un punto de vista metódico que, Plata , tie nd e al me nos a señ alar el momen Qtra parte, la tico de la evo lució n. Allí, antes que en_ jQS Cementos de elementos algo pob lac ión co lon ia l to mó en sus propias transgredió, con comercio capitalista de la colonizacion esp disimu lados pe ro r eal me nte xistentes y c° extranjero, el radio de la ley o co nt ra ella, pe ro siempre con apoy colonial, acción que le señalaban la metropo y 69 Ib id ., p . 2 4 4 sq . 61 Gil M unilla , L a Te orí a, p. 62 Bagó, Es tru ct ur a socia l, p. 4 .
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En el siglo xvm se dio el paso decisivo para la liberación dc las energías económicosociales, que socavarían y terminarían por elim ina r el est ado col on ial. Lo s re fo rm as bo rb ón ica s, di cta da s en un principio por el interés de la metrópoli, trasplantaron al Nue vo M un do la crisis del an tig uo ré gim en , pe ro al mi sm o tie mp o echaron las bases de una gradual expansión de la burguesía en sus formas sociales y de producción, aunque sin liberarla todavía del atraso colonial. J un to con las consecuen cias econ ómic as de 1778 quedaban planteadas las premisas de 1810. 3. La substancia progresista de las reform as coloniales encon tró en el Río de la Plata el suelo más propicio. Después de la creación del Virreinato, y en muchos aspectos de consideración, el centro de gravedad en lo político y en lo económico empezó a trasladarse de México y de Lima hacia Buenos Aires: un proceso que señalaba el triunfo del capitalismo comercial sobre las formas tradicionales de la economía colonial. El ab soluto pred omin io de Lima y de México, en los siglos xvi y xvii , se cumplió bajo el signo de un feudalismo colonial en toda su integrid ad. Buenos Aires aprovechó en cambio, como “colonia de meros comercian tes”, la decadencia de ese sistema que había hecho la grandeza de México y de Lima. En ese mismo aspecto se impuso igual mente la primacía comercial de Buenos Aires frente a L ima. En contra de cuanto esperaba la Corona, los monopolistas estable cidos en Buenos Aires no lograron compensar la explosividad eco nómica de semejante vuelco en la situación. 4. El auge económico del Virreinato no aum entó únicamente su capacidad para absorber mercaderías europeas, sino que tam bién lo tran sfor mó en un pro ve ed or de m at er ia s pr im as pa ra las crecientes necesidades de una Europa en plena revolución indus trial. La penetración manufacturera de Esp aña era demasiado superficial como para que hubiera podido aprovechar por cuenta pro pia la riqu eza de la pro vin cia del Pl at a, p ar a de sp er ta r así un genuino ínteres economico recíproco. Fue ese eslabón d e la ca dena el que debilitó en cambio el influjo económico extranjero, princi pal men te ang lon orte am eric ano , y po r co ns igu ien te el com erc io directo de Inglaterra con Buenos Aires y Montevideo —sin pasar po r Cádi z— se reforzó en pro po rci ón di re ct a co n su cre cim ien to economico.
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EL VIRREINATO DEL RÍO DE LA P l a TA 145
Al verse des alo jad a en lo económico, España intentó • las previsibles consecu encias políticas de ese hecho a cu m T T r es tr ic ci on es d e t ip o m o n op o li st a, con las q ne É b « S S f f nar el ca m ino pa ra qu e la pred.ca en favor del librecambio „ imposible de ac alla r, se con virne ra en franca propaganda sep’a i tista: tal p roc eso de mo str o q ue, en lo económico, la colonia ya estaba perdida para la metrópoli mucho antes de 1810, y que la revolución no representó más que un reconocimiento político de s em e ja nt e e st ad o d e cosas. 1 ’ 5. L a g an ad er ía y el come rcio, como factores determinantes de la economía del Plata, no sólo determinaron su estructuración social, sino que también plasmaron el carácter de las clases domi nantes de origen criollo, que se opusieron cada vez más a la minoría de proveniencia europea. Tanto en lo económico como en lo político, el centro de gra vedad dentro del estrato criollo superior correspondía al sector terrateniente, que a partir de 1776 se constituyó en factor predo minante de la estructura económica y social del Virreinato. A pesar de los moldes legales de orden feudal, tal desarrollo del latifundio no asum ió el ca ráct er de una “reacción feudal o bien de un a “r efe ud aliz aci ón ”, co mo la que en Europa sena o a an carrota h istó rica de la aristocrac ia. El predominio e m los esta ncie ros er an fru to de un a evolución progresis a e . mía, lo que por fuerza llevó a que también en e p una dicha fracción de las clases dominantes asPir^se, , paralelos función prog resista . En flag rante contraste con o q ¿e ]a europeos, los terr ate nie nte s no fueron vic „ conviremancip ación sino que, como “burguesía . tieron en columna dorsal del m o v i m i e n t o , fueron sus po pri me ros be ne fic ia rio s. , n e c e s i d a d al 6. L a e volu ción de l a burguesía se a ap ^ ^ vez obedecía marc o imp ue sto po r la orienta ción aSr*c° ’ rcado mundial. C°n a las necesidad es de materias primas e , 0 bien por a su vue lco un ila te ra l ha cia la esfera e a . cQn ¡a produce1^ incapacidad de reunir el capital co m ^ 0portunida ma nuf actu rera , la burguesía colonial P ^ futura revoluci • conv ertirs e en el úni co nervio a siempre a los m Puesto que el capital comercial se su
EL VIRREINATO DEL
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03 Ya en el Congreso de Madr id, en 1948, se subrayaron las grandes diferencias locales en cuanto al curso y al carácter del movim iento. Espe cialmente en lo que se refiere a la situación en el Perú, cf. G. P a c h e c o V é l e z , La emancipación del Perú y la revolu ción burgue sa del siglo X V II I, en Mercurio Peruano, año 39, nov. de 1954, p. 8 3 2 sqq. 01 G il M u n i l l a , op. cit., p. 45 8. O5 M ar iÁt e g u i , op. cit., p. 10 sq,
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LA PLATA
147
ra de haber desarrollado esas premisas y razones con mayor ampli a d que c ual qu ier o tra pa rte de Hispanoamérica. “Buenos Aires „ fue s o la m e n t e el centro conductor de la revolución en el Virrei nato del Río de la P lata . Tam bién se puso a la cabeza de la América espa ñola en el mom ento histórico de 1810... A diferenia de los restantes centros revolucionarios de la América española, Buenos Aires no triunfaron los conatos contrarrevolucionarios, y desde Buen os Aires com o desde Caracas— irradió la Revolución más allá de las fronteras del Virreinato y llegó hasta el Ecuador”.86
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ses primarios del sector productor, la ausencia - o mejor dicho la decadencia— de la manufactura colonial lo obligo a depender del latifundio. Este compromiso de clases inevita ble dentro de las condiciones coloniales, pero cuyo efecto tenía que ser de retar do— impidió que la emancipación económica y política fuese también acompañada por una revolución social. Por cierto que tal reserva no invalida el concepto de “revolución burguesa” en su aplicación a Hispanoamérica, y sobre todo a la región del Plata, entre 1810 y 1824 63 pero, sobre la base de nuevas investigaciones de detalle, requiere una mayor precisión y delimitación de las normas que, con alcance demasiado esquemático, se habían deri vado de la constelación de modelos europe os: de esta m anera podremos hacer plen a justi cia al fenó men o de la revol ució n colonial. 7. Tal como lo documentaron el curso y el contenid o de la agitación que, tanto en lo economico como en política general, llevó a cabo la oposición en vísperas del estallido revolucionario, las ideas de los burgueses criollos estaban muy a la altura de su tiempo. La calurosa acogida dispensada a doc trinas europ eas y norteamericanas, desde Raynal y Adam Smith hasta Paine y Bentham, no era un simple movimiento de reflejo sino que, “como argumentación para justificar apriorismos sociales”,04 dio expre sión adecuada a una legítima aspiración social. “El ritmo d el fenómeno capitalista desempeñó en la conquista de la indepen dencia una función que, si no tan clara y evidente, fue sin duda más profunda y decisiva que el eco de la filosofía y de los enciclo pedistas. . . Los iniciadores, los cond uctore s c ideólogos de esa revolución no se anticiparon a las premisas y razones económicas de dicho acontecimiento, pero tampoco pasaron por encima de ellos”.05 Buenos Aires, como corazón del Virrein ato, pud o agra decer a la peculiaridad de su pasado colonial la ventaja históri-
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