HISTORIA
CONFEDERACIÓN ARGENTINA ROZAS Y SU ÉPOCA
Est.
tiiiográfico
El Censor,
Cüri-ii;iiti's s2;)
HISTORIA
CONFEDERACIÓN
ARGENTINA
ROZAS Y SU ÉPOCA
ADOLFO SALDIAS SKGl'NDA EDICIÓN CORREGIDA, CONSIDERABLEMENTE
AUMENTADA E ILUSTRADA
CON LOS RETRATOS DE LOS l'RINCIPALES PERSONAJES DE ESE TIEMPO
TOMO V
H I
I^
NOS
Al K
!•:
S
FÉLIX LAJOUANE, EDITOR 1S92
h
U.
5
CAPITULO LVII RUPTURA DE
DE LA INTERVENCIÓN
IIKCIÍO
(1R47— 1848)
Sumario:
I.
Rcsultailos del
do
retiro
brü;inu*a:
iiilin-veiiciúii
la
el
prideetoradi) de
—
Francia en ¡Montevideo. II. Medidas oficiales con las cuales el gobierno de Montevideo robustece el protectorado francés. III. Actitud de la prensa de Montevideo respecto de lord Howden: Cartas del doctor Várela. V. VA goIV. Denuestos y pasquines contra el ministro británico. bierno argentino da cuenta á las provincias y á la legislatura de Buenos Aires del resultado de la misión Howden-Walewski. VI. Principios que se ventilan con este motivo en la legislatura de Buenos Aires. VIT. Los oradores: boceto del doctor Baldomero Garcia: su discurso sobre la neceVIII. El doctor Lorenzo Torres: su dissidad de resistir la intervención. IX. Declacurso sobre e! mismo tema: discurso del doctor Vicente López. X. Responsabilidad individual raciones trascendentales de la legislatura. que asumen los representantes. XI. El ludibrio de la prensa de los emi- grados: el voto piíblico y el consenso imparcial. XII. Xotable carta del general Xccocbea. XIII. Situación á que Imbia llegado la fracción antiriverista de Montevideo. XIV. Iniciativa de Rivera en favor de la paz XV. El gobierno con Oribe: proposiciones acordadas que le remito il éste. de Montevideo se propone cruzar esta negociación y destituye á Rivera de XVI. Comisión militar del coronel Batlle para reducir y extodo mando. XVIII. lüvera. X\'1I. Cmao da cuenta Batlle de su comisión. trañar
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
il
La
liipocresía vergonzante contra Rivera:
verdaderas causas de ese destierro. corrobora oficialmente esas causas.
XXI.
imparcial.
amigos de
éste exliilten las
El gobierno de
XX. Ecos que
Síntesis biográfica del
general
inspiran
Montevideo la prensa
¡i
Rivera: juicio
critico
general y el caudisu persoimlidad en las batallas: su sistema para conducir sus campa-
acerca de su personalidad militar: llo:
los
XIX.
el jefe
de partido:
el
familia: circunstancias que atenéian los yerros del XXII. Renovación délas Iiostilidades en Corrientes: XXIII. Los departamentos de CorrienUrquiza marcha sobre Madariaga. tes se pronuncian en favor de Urquiza: Madariaga so atrinchera en el
ñas:
iiombre de
el
general
Rivera.
—
campo
de Vences.
— XXIV.
Batalla de Vences: derrota conijileta de JFadade Corrientes: cómo reputan éste y
riag;i.—
XXV.
Urquiza
la victoria de Vences.
El nuevo gobernador
ejército correntino:
los
cómo
— XXVI
(d
pacto federal de
El resultiulo
(II-
1.1
podía sorprciidci- eu
los
cuatro jefes del
que al respecto dicen XXVII. Trascendencia de la victoria de
íntimos del general Paz.
Vences:
La muerte de
se explota estas muertes: lo
IS-ll
triunfante en los tiempos.
iiiisi('m
iMiroita.
Ilowdcn-Walowski Kl
Daili/
á
nadie
Neirs de media-
dos de 1847,
naba el
reli
riéndose á
Presse de
la
ministro
París
lo
qiK.'
escribía:
en igual sentido «El rey
británico fueron engañados
ojii-
francés
y
entrando en
el
bloqueo y en las jíresentes operaciones ofensivas, por la aserción de que Buenos Aires no podía resistir. Ambos Mr. Hood ofreció la mejor se equivocaron altamente.
oportunidad para que saliesen de esa equivocación. Pero enviado francés no quiso permitirlo.
el
Y
aliora
Guizot desde su querella con Inglaterra encuentra
Mr.
más
que antes hacer concesiones; y probablemente lord Howden y el conde Walewski volverán peores amigos difícil
Rozas que cuando salieron de aquí. La guerra del Plata será larga y casi tan ignominiosa para la diplomacia europea y los hombres de Estado europeos
uno y
otro con
como cualquiera que
haya movido antes.» Había en esto mucho de verdad. Levantada la intervención por parte de la Gran Bretaña, como se ha visto en el capítulo anterior, la plaza de Montevideo quedó al arbitrio de la Francia. El conde Walewski, en vez de levantar el bb)queo como lo había convenido en el armisticio con Oribe, exigió más desembozadamente que nunca en esa plaza el protectorado de Francia; é hicieron suyo este protectorado así los hombres del gobierno de Montevideo como se
los diaristas emigrados, exaltándolo
premo de
como
el
esfuerzo su-
la civilización contra la barbarie.
El gobierno de Montevideo como para robustecer esa idea le dirigió al lord
Howden
la
nota de 18 de
julio
de 1847, en la que recurría de las medidas tomadas por
«Cómo han cambiado
éste. el
las
cosas, milord, para que
gobierno de la reina de Inglaterra nos trate con tanto
desdén,
le
decía al ministro
británico
el
exteriores del gobierno de Montevideo.
estamos por
el
de relaciones
Nosotros
que
penetrados del más profundo reconocimiento
grande apoyo que nos ha prestado
la Inglaterra:
nosotros cnxo ])rimer pensamiento
es^
y siempre ha sidojm-
cer todos los sarrifuios antes Ue'jnostrarnos ingratos hacia el
gobierno á quien tanto
le
debemos.)^
Y
el
gobierno de
Mon-
tevideo agrega esta prueba clásica de que pone la soberanía,
independencia y la nacionalidad del país que dice manos de los gobiernos extranjeros cuyo
la
representar, en
auxilio implora
y á quienes llama gobiernos protectoüEl gobierno oriental había sabido con satisfacción
res:
que
gobierno de
el
tino en
las
M. B. había confiado nuestro des-
S.
manos de un
lioml)re
de
una posición tan
elevada. El gobierno esperaba con confianza y resignación las determinciciones
que
se
tomasen en común con
nipotenciario del rey de los franceses. parte, decidido
d aceptar
esas
el ple-
Estaba por otra
determinaciones (que no
podían ser sino justas y equitativas) como una ley suprema d la cual todo le hacía un deber el someterse sin hesita-
Y como
no fuesen suficientemente esplícitas estas declaraciones, el gobierno de Montevideo declara ción.))
todavía
que
si
considerado como deber sagrado
«habría
aceptar ciegamente y con toda confianza lo que liubiesen
decidido
los
gobiernos
Inglaterra.»
la
(')
¥A
términos lacónicos qm;
protectores de la Francia y de
ministro británico
no
le
contestí)
era dado volver sobre lo
resuelto de acuerdo con sus instrucciones, pues que «•obierno de
en
Montevideo se había rehusado
á
el
suscribir.
integra esta nota cu El Comercio del Plata de de jumo de 1847, y lué extensamente eonientada por muchas lK)Jas pei-iódicas de América y Kuropa. Se registra integra también en el libro de Bustamante sobre los Errores de la Véase desde la pág. •¿41 adelante (-(Hno intervención, pagina :¿Cu este atitor, partidaric» de la ini,ervenei()n, coml)atc la resohicuHi de lord Howden de liacer cesar la intervenciíui de parte de Inglaterra; resolución (|Ue es lo qu(> consliliiyc uno de los errores capiPuede verse también La Gaceta Mertales, como él los llama. cantil del 7 de sepliembrí! de 1847. (
'
)
S(; ])iiliiic()
Moiitüvidec) del
:¿8
.
— sin motivo el
justilicado,
4
— celebrado que era
armisticio
el
puelimiiiai' de todo arreglo ulterior.
Entonces
la prensa,
órgano de
tectorado de Francia, cambió de
Howden, azuzando contra
él las
intervención ó pro-
la
tono respecto de lord
pasiones del mercanti-
lismo que predominaban en esa plaza, y hasta los rencores de los guapos para que lo injuriasen. El Conntitucional inició
una campaña para demostrar cómo
el
ministro británico había cedido en un todo á las iníluencias El doctor Várela
de Rozas.
asunto de
la pacificación,
que
Cartas en las
asumió personería
bosquejando
conocimientos que de
la intervención
tenía á virtud
ella
de
á solicitarla y á trabajarla en las cortes de París, estudiaba la acción conjunta de la
compromisos
los
potencias que
que
en
el
publicando bajo su firma unas
ella
había creado
con los
haber ido
Londres y
intervenciíui,
entre las dos
sostuvieron; y sostenía la consecuencia
la
de la Francia exaltando la conducta del conde Walewski,
deprimiendo
la
de lord
Howden y afirmando que
había roto los pactos que tenía su gobierno con
éste el
de
Montevideo.
En
esos días
un
los interesados en las
potencias
cartel á lord
inglés llamado Sparks,
movido por
que no cesase la acción agresiva de
interventoras,
Howden
en
el
públicamente un
dirigióle
que
le
avisaba que, á con-
secuencia del proceder de éste haciendo cesar la inter-
vención por parte de la Gran Bretaña, certificado de
porque
nunca
nacionalidad se
rebajaría
le
inglesa «que á
pedir la
adjuntaba su le
era
inútil
protección de
liombres como Whitelock, Mandeville y Howden». Lord Howden comprendió que todo esto respondía á sugestio-
nes de los que dirigían la situación
muy
de Montevideo,
y,
que era un lance personal lo que le preparaban para comprometerlo inconvenientemente en á su pesar,
su carácter, ó para ponerlo en ridículo y explotar contra él
Herido en su decoro, y
la circunstancia.
fuerte, por
otra parte, en la conciencia de sus rectos procederes, el
Howden
arrogante
le
contestó así al insolente: «He reci-
bido una carta atrevida, firmada Enrique Sparks. Sirva ésta para
hacerle
saber
dirigirme
se atreve á
diatamente
le
la
menor
el
de la
en
cualquiera ocasión
insulto personal, inme-
Raleigh,
armamento
el
plaza de Montevideo.
así ese
si
cruzaré con mi látigo.»
bajaba de á bordo
que de todo
que.
cartel lo
Y con su
á apurar
el
látigo
embar-
inglés que había servido en
de contestar
Al día siguiente
recibieron con
pasquines.
O'Brien. irlandés que había estado
preso
El general
anteriormente
en Buenos Aires como complicado en las conspiraciones de la época, y en cuya causa sobreseyó el general Rozas poniéndolo en libertad, apareció en la calle con un tarro de tinta y un pincel, y parándose en el correo escribió en la pared entre este edificio y el de la Aduana: «(^)ue la sangre de los bravos orientales asesinados, que sus hijos y
viudas maldigau de coraz(3n
i)ara
sieuipre á los
lores y los sires.»
Cuando v\
así termin(') la [negociación
Howden-Walewski,
gobierno argentino dio cuenta de todo
ello á los gobier-
nos de provincia, y dirigii') la legislatura de Bueuos Aires una nota en la que relacionando sucintamente dicha ne;i
gociación, cuyo
documento adjuntaba, terminaba
así:
«No
s(m ya equívocas las vistas que presenta este delicado la independencia de estos países y de los
asunto contra
drnuis americanos. cifhi
I*]l
porque ni
la
})ositivo carjicter de la ¡utervcu-
que se anunció al establecerla, conservación de la independencia de la Repú-
angloi'rancesa no es
blica Oriental,
ni
el
el
clamor de
la
humanidad,
ni
las
ctnivcniencias de los intereses de-todas las naciones, pue-
den ya invocarse como títulos para apoyarla... Pronuii-
ciáos, honorables representantes, sobre
la
conducta que
gobierno, y ordenad la marcha que debe seguir en la ulterioridad.» En esta discusión de suyo
ha observado
el
memorable, que comenzó en agosto de 1847, ventiláronse amplia y luminosamente en la legislatura de Buenos Aires, así los intereses
vención
y
angiofrancesa,
las
miras que perseguía
como
los
principios
la inter-
que ésta
pretendía subordinar á sus influencias absorbentes, y la necesidad suprema de resistirla, costase lo que costase.
En
sentido
este
se
ratiñcó
una vez más
la
decisióii
con que
el
Buenos
Aires, robustecía el voto elocuentemente manifes-
poder público, sin discrepar desde Jujuy hasta
tado de los pueblos y la acción del general Juan Manuel de Rozas en favor de los derechos soberanos de la Confederación Argentina.
En seguida dictamen de
la
aprobatorio de cutivo de la
de fundar
el
doctor Eustaquio Torres
comisión de la
el
negocios constitucionales,
conducta del encargado del Poder Eje-
Confederación, tomó la palabra
Baldomcro García. García era que sostuvo dignamente su edad. Sus talentos brillaban una originalidad que lo había
el
doctor
un jurisconsulto de nota, fama hasta en avanzada espontáneos
al
divorciado con
favor el
de
forma-
lismo de
la antigua escuela en que se crió: y su palabra y sus trabajos revestían siempre la autoridad que dan
los
estudios
profundos, los
antecedentes acreditados y
Su pasión era hacerse un erudito, porque no sabía que ya lo era; y estudiaba como un escolar, y pasaba sus vigilias meditando sobre los
la experiencia probada.
nuevos conocimientos que adquiría, sin alardes y sin pretensiones, porque era modesto, bondadoso y siempre accesible á cambiar sus ideas por las de cualquiera, por humilde que fuese. Como abogado y hombre de consejo sus opiniones tenían
el
prestigio y la autoridad de que
gozaban
las de Vélez Sarsfield, por
ejemplo
con quien
('),
eran coetáneos, y con quien sostuvo luminosas controversias. Con todo esto, y con ser habilísimo en la
y oportuno en
discusi(jn, rápido
rable en las
las respuestas,
de las
interrupciones
una locuacidad y de una
partido, al favor de
privilegiadas, el doctor García no
que
se
apoderan fácilmente
del
era
sos, con el fondo y los contornos de
nas escogidas. expresión estatura,
retentiva
de esos oradores
auditorio.
profesionales, eran para leídos ó
inalte-
que siempre sacaba
Sus discur-
verdaderas piezas
escuchados por perso-
Faltábale ñgura y voz, y por esto era la al sentir de Taima. Era de baja
negativa
muy
obeso, de contornos
que reñían
por
su
y que se antojaba crecían en vaivenes de una fatiga crónica que
desproporción deplorable
volumen entre
los
Su voz era ronca y cavernosa.
los resoplaba.
iihuecando
la boca,
tocando
el
de la lengua, á semejanza de ])recipitaci()n;
los
182G,
los
mudos, con increíble
por manera que sus palabras eran confu-
sas cuando no ininteligibles.
de
Hablaba
paladar con la extremidad
De aquí
el
apodo de Mudo
Patricios con que lo bautizí) la prensa unitaria de
aludiendo
á
un desgraciado que
se
encontraba
( ) El doctor Dalmacio Vélez Sai'sfield (1798-1S7;)), que ha iiinioi'talizado su nombre vinculándolo al Codujo Civil Arr/cntino (¡uo redactó, í'ué uno de los lionil)res de Estado más notables ([ue produjo Tomó parte distinguida en la evolución orgániítola República. uacional (|ue presidió Rivadavia en IS26; y durante el último cuarto de siglo lie su vida ocupólos cargos más altos en su país, asociando su ciencia y su nombre á leyes trascendentales, reformas lundamentales, tratados, códigos y progresos fecundos. En la época á que vengo refiriéndome, el doctor \élez acat)abade regresar á láñenos Aires en '
seguida de haberle manifestado francamente al general Rozas desde Montevideo sus opiniones respecto de la actitud (|ue debía el gol)ierno argentino seguir asumiendo en la cuestión de la intervención anglofrancesa. Con motivo de las diferencias existentes con la curia de Roma, el general Rozas le encargó al doctor Vélez le manifestase por escrito sus oitiniones al respecto y poresto elaboró su trabajo sobre las Relaciones del derecho civil ron el derecho eclesiiistico. del ([Uc me
ocuparé oportunamente.
sentado en los
liabitiüihiitíüte
i)oi'tciles
del cuartel de ese
nombre. Así y todo, el doctor García pronunció en esa ocaun notabilísimo discurso, que abrazó el estudio
sión
concienzudo de
misma y con
la
negociación
relación á la
los principios de derecho
Howden-Walewski en sí Expuso
negociación Hood. político
cables á los puntos en discusi(jn;
internacional, apli-
é
examimj
tereses de la Confederación á la luz de
los altos in-
convenien-
las
cias presentes y de las exigencias del futuro, y
demostró
que envolvía la intervención anglofrancesa; la necesidad de que la Confederación resistiese á esos avan-
los peligros
ces en guardia de su integridad política, y
el
deber de
aprobar la conducta del encargado del Poder Ejecutivo Nacional de la Confederación, y de autorizarlo para que siguiera expidiéndose en el mismo la legislatura de
serio
que costase.
costase lo
sentido,
y erudito de
la
Después del estudio
cuestión bajo
doctor García dejó por un
todas sus
momento hablar
á
faces, el
su entu-
siasmo, hijo por otra parte de su íntimo convencimiento,
y cerró su discurso
así:
«Haciendo frente á
de los dos colosos de Europa,
el
jefe
del
la
ambici()n
gobierno
ar-
gentino se capta la admiración de la América y obtiene los más expresivos encomios de los primeros hombres de
continente:
este
respecto
que
general Rozas
sus pies
la
documentos clásicos tengo á este muchos de mis amigos. El un gigante que mientras pisa con
conocen es
anarquía, contiene
con
sus brazos
dos colosos de Europa, para valerme de
con que acaba de describirlo Chile.»
^
los
metáfora
un distinguido diario de
(')
Se publicó íntegro en ) pág. 183 á211. (
5,
la
á
el
Archivo Americano, 2» serie,
número
En seguida IVicil,
liablí)
el
doctor
Lorenzo Torres, orador
vivaz y sutil, pero desprovisto del bagaje intelec-
tual que subministran los estudios serios: espíritu inquieto
que manejaba con habilidad las intrigas de
la política
para contraerse á lo que no
militante, pero inconsistente
Su discurso contenía las principales ideas del de García; bien que se fundaba en buena documentación y en antecedentes pudiese proporcionarle
éxito inmediato.
el
exactos, y que supo redondear los puntos salientes con rasgos de elocuencia. Sucesivamente hablaron para ma-
y convencimiento su voto aproba-
nifestar con sencillez
torio de la conducta del
Ximenes y
general
Rozas,
los
diputados
Benites, y el general Soler, con la ruda fran-
queza del soldado de
la
Miguel de Riglos con
la
independencia argentina; don
ademán y compos-
entonación,
tura que formaban parte del riguroso formulismo á que su persona
sujetaba
en
todas
caballero;
doctores
los
Campana, acreditados en en
los
el
negocios públicos.
relaciones
con
la
como
sociedad, en la cual ligural)a
gante
sus
irreprochable y eleSáenz Peña, Cárcova y
foro y por su larga práctica
El
doctor Vicente López
y
Planes, cerró esta discusión memorable con un discurso
conciso y bien pensado.
Dijo (jue quería
que su voto
fuese esplícito en contra de las miras siniestras de los
enviados de Francia
más importantes
é
Inglaterra y en esa sesión de las
á la gloria nacional.
É invocando
los
grandes deberes del patriotismo en presencia de los dereclios
soberanos de
del general así:
«Es
Rozas
])reciso,
ha llenado
el
la
patria amenazada, y de los csliu'i-zos
j)ara
mantenerlos incólumes, se expresó
pues,
concluir que nuestro gobierno
sublime encargo de todas las provincias
comitentes; (jue ha sostenido sabia fllijiiidafl
nacional
i\r
y enérgicamente
la
nuestra Ucpriblica Argentina, y (pie
— merece
el
—
10
voto de aprobaciíjii y gracias que la comisión
aconseja.»
(')
Así disentida esta cuesti(jn.
declaró en su sesión del 25 de agosto: V\, que la resistencia del encargado del Ejecutivo de la Confederación <á las pretenla legislatura
siones de los plenipotenciarios de la
Gran Bretaña y Francia, era la expresión de la voluntad de los argentinos;
2'^'.,
que siendo
anglofrancesa la
positivo carácter de
el
el
Confederación,
intervención
la
de atentar contra la independencia de el
mismo Poder
Ejecutivo quedaba au-
torizado para emplear todos los medios que condujeran á defender y salvar
la
representantes estaban
soberanía nacional;
3%, que los
dispuestos á perecer antes que
consentir que su patria fuese conquistada.
En un
tículo adicional la legislatura dispuso
Poder Eje-
que
el
ar-
cutivo asignaría un día «para que se hagan tres salvas acompañadas de repiques generales en celebración de la gloriosa resistencia á
las
insidiosas
paz presentadas á nombre de cia por
Y
proposiciones
la Inglaterra
y de
la
de
Fran-
sus últimos enviados».
para que no quedase duda respecto de
sabilidad que tenían á honor asumir claraciones,
suscribiéronlas
al
la
respon-
hacer esas
de-
individualmente todos los
que concurrieron á esa sesión á saber: canónigo doctor Miguel García (presidente), Nicolás de Anchorena, don José María Roxas, don Sinnuí Perepresentantes
don Manuel Arrotea, don Francisco Piñeyro, don Martín Boneo, deán Felipe Elortondo y Palacio, don Felipe Senillosa, don Eustaquio Ximenez, don Juan N. Terrero, don Juan Alsina, doctor Lorenzo Torres, brigadier
reyra,
general Miguel E. Soler, doctor Tiburcio de
(')
Yésifie ArcJiivo
cantil del
1°,
Americano
Je octubre de 1847.
ih.
il).
311.
Yén^^e
la
Cárcova,
La Gaceta Mer
—
—
11
don José de Ezcurra Arguivel, doctor Vicente López, don Julián J. Virón, don Juan Manuel de Luca, don Miguel de Riglos, don Pablo Hernández, doctor Baldomero García, don Francisco Casiano de Beláustegui. don Justo Villegas, doctor Bernardo Pereda, don Romualdo Gaete. don Felipe de Ezcurra. don José Francisco Benitez, don José de Oromí,
don" Inocencio
doctor
de Escalada,
J.
Roque Sáenz Peña, don Pedro J. Vela, don Saturnino Unzué, don Bernabé de Escalada, doctor Cayetano Campana, doctor Eustaquio Torres.
Con
Francia
la
que las
arrogantes declaraciones,
estas
mostraba
Argentina
ción
librar
que
estaba
decidida
Confedera-
la
Gran
la
Bretaña
sucuml)ir
á
y á antes
soberanía
su
de
derechos
caros
los
á
á
miras absorbentes de que hacían alarde esas dos el éxito de sus empresas
grandes potencias, fiadas en en Asia
recolonizadoras se
lizaci()n
habían
y
cuya rea-
África, para
en
servido de pretextos análogos á los
que querían hacer prevalecer por
fuerza
la
prin-
Sur-América.
repúblicas de
cipios ante las débiles
como
La
prensa de los emigrados argentinos en Montevideo, (U'gano de
la
intervención
anglofrancesa,
virtuar la trascendencia
de
esas
esforzó
se
en
des-
declaraciones escarne-
ciendo á «los representantes de Rozas», y añadiendo que «ni la Montaña de la convención francesa manifest(') más lujo de insolencia, do dei)ravación y de furor».
más
Pero grados (K'
fué
defender
sangre
elocuente
la
que
el
decisión
firme
la
extravío de del
independencia que
conquistó;
concursd
á
de
costa,
b)s
y l;i y de los 'grandes que aconijiañaron con sus mejores votos. Los gobiernos el
;i
cias federales remitieron al cuti\(t
(le
l;i
C()nri'(l('raci(')n.
encargado
los
emi-
argentino
pueblo
de
tanta
imparciales
Confederaciíui (U*
las provin-
(b'l
Poder Eje-
suscritas por los
miembros
respectivas
las
(le
gas á las
provincia
de
Y
Aires.
declaraciones
tuvieron
(|ue
En
análo-
todas las capitales
manifestaciones
hicieron
se
semejantes á las
—
legislaturas,
Buenos
la de
(le
V2
de
opinicni
lugar en Buenos Aires.
tales manifestaciones resonaron simpáticas en toda la
América. La prensa de las repúblicas y aun la del Brasil levantó con entusiasmo y admiración el nombre del general Rozas,
único gobernante suramericano que
«el
ha luchado y lucha con éxito en defensa de los derechos de y déla América contra las dos potencias más fuertes de la Europa». Los ilustres campeones de la independencia de América manifestaron igualmente los votos la patria
espontáneos de sus almas templadas
calor del
al
amor
patrio.
Entre otros, los
mimados
general
libertador
expresaba
inmortal,
cuyos
el
del
conceptos,
á
Eugenio Necochea, uno de San Martín en esa lucha
suyos en
los
par
la
una
opiniones del libertador en sus cartas
y con los de
los
principales
carta
que concordaban al
notable
con las
general Rozas,
hombres de Sur-América
respecto de las miras siniestras de la intervención, tra-
suntaban
la clara visión de
Confederación airosa
nes
de
de
esa
Argentina, lucha.
los ministros
si
los
grandes destinos de
unida y
Refiriéndose
Howden
á
esforzada las
la
salía
proposicio-
Walewski,
escribe: y «Considero la paz irrealizable, y hago ardientes votos por la continuación de la guerra. La República Argen-
tina no puede asistir á su deshonor recibiendo la ley del
renunciar á ser tan grande y poderosa como debe serlo. El espíritu y tendencia de las naciones europeas^ y particularmente de las que nos hacen hoy la Querra con tanta iniquidad^ es subdividir cuanto más pueextranjero,
dan
sin
las secciones
cia poderosa,
americanas para tener sobre
ellas influen-
y evitar así que aparezca otro nuevo coloso
romo
de los grandes,
levanta
se
ausencia no
me
argentino c{ue
lian
de
Tan luego como conozca
entibiar
ese
con
ardor
esta
mis débiles esfuerparte de América...
los resultados de
mis servicios
ción, ofreceré
patria y
estos términos: «Treinta
podido
contribuir
emancipación
la
su
á
abandonarla voluntariamente á
hizo
los veintiuno para
sublime sencillez
la
nnevamente
ofrece
nombre de Rozas en
el
años de
zos á
Y con
de Estados Unidos.^)
el
al
gobierno, y
la negocia-
los consi-
si
derase útiles, marcharé inmediatamente á ponerme á las
órdenes del
esforzado y
ese argentino ilustre que
magnánimo con
Rozas, de
general
tanta dignidad y energía
ha sabido sostenerlos derechos del honor nacional, sin arredrarse del poder de nuestros enemigos.» (')
La
resistencia
impotencia de
la
singular del gobierno argentino y hi intervención anglofrancesa para des-
truirlo, explican los
desahogos violentos de
la
emigrados argentinos quienes esjieraban
los
el
prensa de
triunfo de
República Argentina,
la intervención, para erigir en la
en lo que las potencias interventoras dejasen
como
('»
parte
de la Repúl)lica Argentina, un gobierno semejante al que sostenían en Montevideo. Los documentos trascritos dan
una idea cabal del extremo á que había llegado este pseudo-gobierno. La fracción antiriverista, dirigida por el doctor Várela, era
un esqueleto. Sobre no tener
estrechaba su propio círculo alejando necían
fieles
al
general Rivera
á
acciíui i)ro]iia
que perma-
los
quien, al
lin
y
al cabo'
nervio de la revoluciíui y de la guerra en Estado Oriental. Lleg() un momento en que no había
había sido el
un
jefe
(
'
)
oriental en condiciones de
tomar
ilcl
ii
1.")
15 (le (le
el
mando
gene-
señor Fermín delrigoyen, í'ochadaon Sanii;iseptiembre (le 1H47 y ])^il)licii(la en Lr; Gaceta Mer-
('ai'ia dirij^ida al
cantil
el
noviembre
del
mismo
¡iík».
—
14
—
Fué nnmbrado el general don José Pero las tropas le negaron obediencia y Garibaldi renunció doce días después. Casi en seguida se sural
de las armas.
Garibaldi.
blevó
el
batallón 2 de línea, respondiendo á negociaciones
que se entretenía con Oribe para que
éste entrase en la plaza sin los estragos consiguientes á un asalto. El gobierno de Montevideo en nota de 17 de agosto rogó al
encargado de negocios de Francia que pusiese ese suceso en conocimiento del almirante Lefredour, «para que si lo creé conveniente
tome
disposiciones que son consi-
las
guientes á la seguridad general».
(')
Fué la fracción riverista de Montevideo la que tentó nuevamente un arreglo con Oribe. Don Benito Chaim aprovechó
la
suspensión de hecho de hostilidades, mien-
Howden y Walewski negociacampo del Cerrito, para solicitar del coronel Lucas Moreno una entrevista en la que á nombre de aquella fracción le propuso bases de arreglo, tras los plenipotenciarios
ban
el
armisticio en
el
llegando hasta insinuar que las fuerzas de Oribe entrarían
en Montevideo. Simultáneamente Pavera se ponía
al
habla
con Oribe por intermedio de don Francisco Aguilar, cón-
Maldonado y amigo de Oribe. Á prinde septiembre Piivera asumió directamente la per-
sul de Suecia en cipios
sonería en este asunto,
Antonio
Acuña que
entendiéndose
que fué autorizado por la cuestión,
el
coronel
la
El 22 celebraron una larga conferencia.
francamente
con
sazón á Maldonado y su superior para esos arreglos.
sitiaba á
Pavera abordó
pronunciándose en contra de
Montevideo y de los extranjeros que Oribe aceptó las delos tenían bajo su dominación. claraciones de Rivera, y le propuso que, como prenda los
hombres de
de paz. entregase Maldonado, prestase obediencia al linico
(
M Véase El Comercio
del Plata
ilel
19
de agosto de 1847.
— gobierno oriental
—
existía,
(|ne
país y sin inthiencias
15
extranjeras
ridades constitucionales.
(')
que pacificado
hasta
el
auto-
se eligiese las
Rivera amplió estas propo-
siciones declarando que renunciaba á presentarse
como
y que se extrañaría si se creyese necesario; y reduciéndolas á ocho clásulas se las remitió á Oribe bajo su firma y en prueba de comcandidato á
la presidencia,
promiso, para que
concluir definitivamente
todo
de
al
persona que debía
éste designase la
presidente
el
asunto.
dio cuenta
Rivera
provisorio don
Joaquín
Suárez,
en carta particular de 27 de septiembre. (-; Pero el gobierno de Montevideo tenía ya conocimiento
y estaba decidido á impedir toda Para alejar para siempre á Rivera.
que ocurría,
de lo
negociación
y á
asegurarse del espíritu de la guarnición de Maldonado, hizo llamar con urjencia á tres oficiales de su conel comandante Juan de la Cruz Ledesma, el caLeón Palleja y el teniente Apolinario Sánchez, quienes corroboraron en un todo lo que queda dicho más arriba, así como el contenido de la carta de Rivera á
ñanza, pitán
Suárez, la cual llegó
simultáneamente con
ellos
y cayó
como una bomba en
el círculo de los amigos del goEstos oficiales agregaron que la guarnición de Maldonado estaba exasperada á causa de las privacio-
bierno.
nes
que sufría, y que
las
infiuencias de los
si
se
mantenía
oliciales
fiel
inferiores.
era debido (/M
En
á
vista
la relación de estos sucesos que hizo un amigo de RiveIblleto suscrito por un interesado en el bien deí país, y el cual circul(i en Montevideo y Huenos Aires (octubre 1847). (-) \iiViim Puhlicacióyr oficial de los documentos referentes á la (
^ )
ra en
Véase
un
destitución y destierro del general Fructuoso Rivera, Montevideo, 10 de octubre de 1S47, (Imprenta de la Caridad), suscrila por el ministro don ^Manuel Herrera y Obes. Véaselas cartas eorrtdativas trascriptas en La Gaceta Mercantil del 30 de octubre 1847. Véase la carta de Rivera á lord Howden trascripta en La Gacela Mercanli' del 30 de marzo de 1848. (3) véase en h\ publicación citada las declaraciones de esos oficiales ¡lutDi'i/.Milas j)(ir los miembros del fíobicrno de Montevideo.
—
16
—
y fundándose en que el general Rivera entretenía con el enemigo «negociaciones sin autorización
de
esto,
alguna y de un carácter alarmante», el gobierno lo destituyó inmediatamente del mando que ejercía en Maldonado, y lo desterró con una pensión de quinientos pesos
mensuales que
entregados en
serían
le
escojiese para su residencia; cometiendo
de esas disposiciones
ministro
al
fuerza que fuere necesaria.
El ministro
forme
al
el punto que cumplimiento
de la guerra, con la
(')
coronel Batlle
de octubre con
el
llegó á
Maldonado
el
5
batallón Tajes. Según dice en su in-
el
gobierno, debía extallar esa tarde
un movimiento él tomó
con
el
las
medidas necesarias para impedirlo así que Inmediatamente le entregó á este último
objeto de asesinar á Rivera; por lo que
tierra.
baj()
la
á
nota
el gobierno le comunicaba sus resoluciones y nombraba en su reemplazo al coronel Baez. Rivera obe-
en que
deció, pero de seguida declaró que debía consultar á los Batlle declaró á su
jefes.
tamente por
la
vez que ejecutaría
inmedia-
fuerza las órdenes del gobierno. El antes
más que resignarse cuando se hubo asegurado por sus mismos parciales que se trataba de sacrificarlo al primer amago de resistencia prestigioso caudillo no tuvo
Al día siguiente
embarcase en
el
el
coronel Batlle dispuso que Rivera se
Maipü con destino á Santa
Catalina,
y comisionó al coronel Tajes para que le exhibiese la nota del gobierno que. así lo ordenaba, como también que inmediatamente de embarcado, que
le
entregaría
pensión que se
le
el
capitán de ese bu-
importe del primer trimestre de
asignaba. Sospechando que se
( Véase Publicación citada. ) 9 de octubre de 1847. '
el
Véase El
le
la
ten-
Comercio del Plata del
—
17
—
•
lazo para deshacerse de él
y escudar las responde una navegacííjn que trabajosamente podía hacer el Maipú. Pavera se amparó de la caballerosidad del comandante del buque día
lili
sabilidades
tras
las
contingencias
francés Chimére^ á quien
le
de ser conducido á Santa
que haría lo
el viaje
verificó.
á la
hizo por escrito la
demanda
y quien garantizó mayor brevedad, como en efecto Catalina,
El coronel Baez, uno de
de Piivera, rehusó noblemente
el
los
viejos
mando que
se le coii-
y acompañó á su general en la desgracia, ino que el comandante de la Vega. feria,
El .coronel Batlle arrojando
amigos lo
mis-
sobre Rivera exclusiva-
mente toda la responsabilidad de lo c^ue se pasaba en Maldonado, como si este cuadro fuese más vergonzante que el de Montevideo, le daba cuenta de su cometido al gobierno' en esta rebuscada fraseología: «Pude convencerme mejor, que yo era allí mirado como un libertador que iba á salvarlos de un yugo ominoso y tiránico. Las familias se agrupaban á mi alrededor, implorando una limosna para sustentarse: en el rostro de mujeres y niños se notaban los rastros visibles del tormento cuando estos males vienen de la incuria del hambre de aquellos que deben velar en nuestra conservación, .
.
Y más, si junto á la miseria se advierte la malversación de aquello que de-
es imposible padecer en silencio.
bía aplacar nuestra necesidad, y se hace de ese
sustento un tráfico escandaloso y criminal, d('l)il
criatura no
en brazos de
la
huye
del
infamia.
hambre, sino
Todo
esto
])ara
nuestras costumbres...
en que la
i)ara arrojarse
y mucho más que
por pudor callo... ha pasado en Maldonado, borríHi
mismo
comodín
Réstame decir que
medidas del gobierno han llenado de satisfacción ;i y vecinos de Maldonado, (pie por una l)arte alligidos del hambre motivada por los desarreglos las
la
guariiici('tii
TOMO
V.
i
—
•
18
—
más escandalosos y criminales qne pueden
idearse, vino
á ser herida en su lealtad acrisolada presenciando
comunicaciones dudosas entre
tráfico de
enemigo.
Á
»
el
un
general y el
( '
partir
de
este
momento
se pasó
oficialmente
la
En
público y en privado se comentaba con horror los excesos de Rivera
palabra de lapidar
al
en Maldonado. Hasta
general Rivera.
el
coronel inglés Mundelle, prote-
gido de Rivera, publicó una innoble diatriba contra su
amigo; y no había legionario extranjero que no lapidase con los epítetos más bochornosos al general y sn
antes prestigioso
caudillo que
bajaba á Montevideo á
poner ó quitar gobierno, y regresaba al tranco de su caballo, aclamado por parciales cuyo entusiasmo no enfriaban sus derrotas. Era la hipocresía vergonzante, fin-
giéndose
aterrorizada
de
excesos análogos á
venía presenciando en Montevideo la intervención;
Rivera
si
éste
bajo
el
los
que
imperio de
y de los que no habría hecho cargo á no se hubiese decidido á reconciliarse
con Oribe para sacudir esa dominación. En respuesta á esa grita, un interesado en el bien del país relacionó en
un
Montevideo y trascribió las cambiadas entre Suárez y Rivera. Lo que en realidad acredita este panfleto con pruebas de aquellas que no se exhiben sino en el último trance, porque agobian así al acusado como á los acusadores, es que la culpa era común á Rivera y al pseudo-gobierno de Montevipanfleto lo ocurrido en
cartas
ambos estaban, por propia confesión, en más completa impotencia; que la suerte de Montevi-
deo, pues que la
deo y de Maldonado dependía en un todo de la inter-
(') Véase notas de 7 y de 11 de octubre, insertas en la Publicación oficial citada. Véase El Comercio del Plata del 9 de octubre de 1847.
—
19
—
vención extranjera que gobernaba; y que á Suárez no de los arregios que entrete-
se le ocultaba los detalles
nía Rivera con Oribe, pero que se
intervención á pronunciarse
que éste arrastrase á
crificar á Rivera, antes
que
permanecían
obligado por la
vi(3
en contra de éstos y á salos
amigos
y no quedase entonces ni la sombra de orientales en Montevideo, y las dos plazas le
fieles,
sostenidas por los extranjeros.
Este fué y no otro
el
verdadero motivo de la destitución y
destierro de Rivera. El gobierno de Montevideo lo puso de relieve en los
documentos
manifiesto que
ba citado. En á
Rivera
le
ciación con
oficiales
que contiene
el
contra-
á guisa de respuesta al panfleto arri-
public(')
comunicaba sus resoluciones hacía cargo de que «siguiendo una nego-
la
nota en que
el
enemigo...
le
en
el
estado que tienen los
negocios ])úblicos, y en vista de los compromisos solemnes que la República ha contraído^ V. E. ha comprome-
su honor y todos los intereses de existencia y destino futuro que tiene empeñados^ y que tanto penden del catido
rácter definitivo que
asuma
la intervención. »
En
informe
el
detallado del resultado de su comisión en Maldonado, el
coronel Batlle
el
de que
tranjeros
y
«
le
hacía á Rivera entre otros cargos.
su tema favorito era hablar
las legiones,
sembrando
contra
los
ex-
esta simiente de cizañas
entre sus subalternos y nuestros auxiliares, y propendiendo
con todo esto llegar al mismo término
La opinión no
se
engañó á
argentina, de Chile, del Brasil
pretaron
el
».
'
(
j
este respecto, y la prensa
y aun de Francia,
inter-
destierro de Rivera en fuerza de ese motivo.
La Gaceta de Valparaíso y otras hojas escribían sobre la falsedad con qu(í la nominal autoridad de Montevi-
«
deo
(
imi)ntaba á
')
S()lo
Véase esta nota cu
Rivera las
la
atrocidades
Publicación oficial citada.
que éste
— cometió con francesa».
(
20
-
consentimiento y con la cooperación Diarios de Río Janeiro, al dar cuenta del
su
V)
arribo del general Rivera á esa corte, escribían:
«
Rivera
no fué desterrado de la República del Uruguay por su vida pasada, con la que se avenían muy bien los que lo habían ayudado. Rivera se pronunció mal contra los extranjeros, dice el acta de su destierro firmada por el
De
gobierno.
modo Rivera
este
culo desde que cesó su aparcería con ó con el francés Thiebaut,
un obstá-
llegó á ser el
italiano Garibaldi
que dominan en Montevideo
y cuando se apercibieron de que empezaba á conocer el peso de su ignominia á que la sumisión al extranjero había reducido á
su patria, y que volvía la vista » (-) En cuanto á
hacia la paz, se deshicieron de él...
La Presse de
París, que
taba á establecer la
veía desde
muy
mancomunidad de
se limi-
lejos,
los
gobierno de Montevideo imputaba á Rivera.
el
número
del 6 de enero de 1848, escribía:
cación oficial del
mentos
que
cargos
«En
En
su
la publi-
gobierno de Montevideo de los docu-
relativos al destierro del general Rivera, se habla
de la bribonería para con los agentes de Francia que
le
sumas considerables para impulsar Se trataba de más de cuatro millones dados
confiaron á Rivera la guerra.
por la Francia... Rivera...
El gobierno de Montevideo acusa á
Ya tenemos
uno. Se pretende que se
puesto en las manos 500.000 francos por
han
menos. Pero
millones y medio cuyo empleo no Tal vez en la discusión de la contestación
faltan todavía
conocemos.
lo
le
tres
discurso del trono y en lo relativo á los asuntos del
al
Plata, el ministerio
pueda darnos noticia...
Así terminó su carrera
(
'
{-)
)
pi'iblica el
»
general Fructuoso
véase La Gaceta Mercantil de enero de 1848. El Americano del 22 de noviembre de 1847.
— Con
liivera.
se concluyó el último resto de influencia
él
quedaba en
oriental que
—
21
Montevideo.
Dej(')
correr
su
vida entre los azares de las luchas de que fué teatro su p
lis
desde principios de este siglo.
identificado de
tal
modo con
la
Su espíritu
se
había
obscura incertidumbre
que á este teatro envolvía, que, puede decirse, se gobernó por sus instintos hasta que los acontecimientos lo colocaron en una posiciíui tal que no pudo menos que los hombres que una devoción ilimitada.
seguir las sendas abiertas por sieron á su servicio con
á ejercer sobre éstos influencia tanta
como
se pu-
Llegó
fuertes eran
campañas, adonde plantaba sus tiendas militares y hacía suyos el hogar y bienes de los gauchos, con la misma simplicidad con que les prodigaba liberalidades; hombreándose con ellos, creándose sus prestigios
en
las
verdaderos derechos de señor, y disponiendo de la suerte de familias, ganados y recursos, como que á todo ello se lo llevaba consigo
por
el
camino
que seguían sus
masas indisciplinadas de combatientes. Soldado de Artigas y servidor de la ocupación portuguesa cuvojefe le encomendó la policía de la campaña oriental:
pseudo ayudador de Lavalleja en
la
empresa de
sacudir la dominación brasilera,
que
lo
y soldado del Imperio })remió con un título de nobleza: defensor dechi-
rado del gobierno constitucional
d(í
contra la Constitución para ocupar ¡irbitro
de la
liozas, (jue
formaron
general Lavalle con
el
Francia
los
los agentes
de
él
el
primera coalición contra
Oriental,
el
su país, y alzándose
la
él
con
con
gobierno: jefe y el gobierno de
su partido en partido bu([ues,
el
Estado
unitario, lionil>res
y y
dineros de esta nación; y provocando arreglos con Rozas en seguida de desbaratar los recursos que se le dieron,
y hostilizando de todos modos al general Lavalle: director de la Liiicira cu d libtral. cuvo nervio era el •!(!-
22
—
neralPaz, y hostilizando igualmente á éste hasta alejarlo de la escena en prosecución de miras siniestras para la integridad de la
República Argentina: instrumento ar-
mado, defensor declarado de la intervención anglofrancesa por cuyos auspicios y con cuyos recursos entró á sangre y fuego en los principales pueblos de su país, y por íin, contra esta intervención recién
revelándose,
cuando vio que esa causa de suyo desacreditada y ominosa, estaba irremisiblemente perdida merced á la fiera resistencia que la opuso el gobierno argentino; el general Fructuoso Rivera vivió invariablemente divorciado de la lógica, de la consecuencia y de la moralidad que acentúan nicas ó menos los actos de los hombres públicos que desempeñan en su país el papel que desempeñó él durante un cuarto de siglo. Tuvo siempre para sí una moral elástica, que ajustaba sin escrúpulos á sus conveniencias
inmediatas ó á sus
caprichos de un día, y con arreglo á la cual medía á los
hombres y
las cosas,
subordinando
á los
unos
á su in-
fluencia y colocando las otras bajo su imperio ilimitado
y sin control.
Quizá contribuyeron á este resultado las
circunstancias dificilísimas en que país en pos de
una
serie
de
mismo
él
colocó á su
aventuras estériles,
cuya
prosecución dejó á sus partidarios á condición de ser el
arbitro y de que no le limitasen
que
el
él
campo de acción
madurado, pero con audacia Yo no aseguraría que le eran indispensables, caso de que se le negasen. Es lo cierto que tenía raras dotes para conducirse con habilidad y aun con cierto decoro grandioso en cualquiera situación. Sus opiniones sobre la marcha que él
escogía
temeraria.
sin plan
Tenía talentos?
debía imprimirse á los sucesos,
estudio bre de
concienzudo y del consejo, revelaban
la
si
no eran
cálculo
el
fruto del
previsor del
hom-
penetración clara con que
hería
el
Eu
lado eficaz ó vulnerable de las cosas.
más
conflictos
los
serios se expedía con tranquilidad inalte-
rable; afrontaba la responsabilidad de
la ejecución
con
magnánimo, y hasta respondía del éxito cuando, en las situaciones desesperadas, montaba á caballo y recorría sus soldados con una conflanza que cierto candor
confundía á los
([ue
veían sobre sus cabezas
peligro
el
suspendido. Este fué su hado inconstante;
El éxito!
el
único que
engañó á sabiendas, marcando su vida militar con una serie de derrotas más menos honrosas. Educado
lo
en la escuela de la montonera cuyas correrías pintoresgaucho fiero de desafiar
cas acarician los instintos del
y de vencerlos; reacio á la organizaci(>n de los ejércitos regulares á que nunca perteneció; incapaz de valorar la potencia ofensiva que éstos representan los peligros
cuando y de
la
se
mueven
estrategia
á impulso de la ciencia que calcula,
que prevé,
el
general
jugó
Rivera
de las batallas sobre la base de sus de caudillo, del conocimiento que personales prestigios siem])r(' al azar
masas
tenía del teatro en que operaba, y del empuje de
indisciplinadas que reunían
él
y
sus tenientes en
cir-
cunstancias dadas, y entre las cuales ni había cohesión en la pelea ni mucho menos solidaridad de los reveses;
desbandaban como por encanto facilitando el camino al enemigo. Por lo demás. Rivera ni (li(') jiruebas de valitr, ii¡ conserv*') la serenidad (pie le cumplía en Esto que es los campos de batalla en (jue se encontró.
que
se
dadas sus condiciones, lo constituye una excepciihi entre los caudillos ((ue han militado en las repúblicas raro,
del
Plata
limnosas
dejando jiara
i'w
i)áginas
romances heroicos. Sus enemigos
silicaban sencillamente de cobarde ]»rinier rev(''s.
temerarias
sus proezas
é
incapaz
di'
Otros aseguraban que los métlicos
le
lo cla-
todo
al
liabían
— })rediclio,
sería fatal
como
'21
—
Güemes, que una herida de bala le á causa de su orgauismo gastado y peor
humorado
á
Sea
Rivera, teuiendo
de esto lo que fuere,
como
lidad para combinar y
un plan de
que
genial habi-
tenía ojo certero y dirigir
cierto
es lo
batalla,
no
asis-
personalmente á las operaciones que se sucedían en le veía en esos puntos comprometidos
tía
su línea, ni se
y en esos momentos críticos en que la presencia retemplante y la acción rápida de un general decide muchas veces de la suerte de los combates.
En
Carpintería
una ventaja
proporcionó
le
á
Oribe
retirándose en desbande cuando éste se creía derrotado,
En Yucutuya
y haciéndose destrozar en la persecución. pudo y debió tomar prisionero casi todo ejército de Oribe, pero
también
se
que supo que se aproximaba
así
el
retiró en
del general
la división
que
Ignacio Oribe^ quien no podía llegar antes
En
ciese.
trozado
En
el
el
el
él
ven-
Yí sucedió lo propio, y eso que había des" y lo tenía flanqueado.
ala izquierda de Oribe
Palmar desapareció
del
campo en seguida
choque de la vanguardia de Oribe; y valle no hubiese tomado el mando en Oribe, esta batalla habría sido
ganclia se retiró caballerías
cuerpo de mala hora
como
si
y vencido á
jefe
la del Yí.
tajas que obtuvo en seguida se al
valor de sus coroneles
el
Arroyo Grande
é
En
Ca-
cuando las
del cam])o con la reserva
de Echagüe rompieron su
del
general La-
el
línea;
y
las ven-
debieron á la pericia y
Medina Núñez y
Flores.
En
hidia Muerta^ con ser que se batalh).
encarnizadamente, tampoco asistió á las postrimerías so-
lemnes de á
sí
la derrota,
mismo para
cuando un general
se sobrejione
llevarse consigo siquiera la
retirada imponente; que de
honra de su
ambos campos huyó
á esca-
pe arrojándole al enemigo su espada, sus pistolas y sus ropas.
cambio el modo como conducía sus campañas era verdaderamente desastroso. Sus divisiones señalaban Eli
siempre
la
devastación en
sus procedimientos, inspirados en <á
quien no se
le
daba
y sus edictos y
el territorio;
cuartel,
el
que
odio al adversario
tal era la
represalias de la época, llevaban la muerte y á las poblaciones.
Aunque no
fuese personalmente
se
la
el
espanto
puede decir de
cruel y sanguinario,
que las ventajas que en
escuela de
es
lo
él
que
cierto
guerra obtuvo, se marcaron con
carnicerías, saqueos, incendios y otros hechos atroces en
Paysandú, Montevideo, Soriano,
las Vacas.
Y en
estas
cam-
pañas y derrotas desbarató recursos cuantiosos y sumas ingentes, sin perder entretanto sus prestigios fuertemente cimentados.
•
Todo cuanto sacó de Montevideo, de
los
agentes
de
departamentos, de los particulares, de Francia, de Entre Ríos, de
los
Corrientes, todo
le
fué poco
para entretener su sistema de dilapidaciones. Pusiéronlo
no tanto sus propios amigos y partidarios, (fue le imputaban desarreglos cuya responsabilidad les alcanzaba, cuanto el general Paz que en su noble así de relieve,
menos que manifestarse ingenuamente envidioso de que se le diese á manos llenas
patriotismo no podía
;i
liivera,
se
le
para desbaratarlos, los recursos argentinos que
negaban á
él
para emplearlos como
él
sabía
lia-
cerlo.
Él
mismo anduvo siempre
escaso de todo. Su hogar
incierto estuvo sometido á duras llevó con
privaciones que sobre-
dignidad su abnegada esposa doña Bernardina
Fragoso, de alma levantada y enérgica, que lo amó con pasión, y que se asoció en un todo á su vida política y guerrera. Era ella quien lo asesoraba en todos sus proyectos; quien agitaba á sus amigos cuando él estaba ausente, y quien lo fortalecía con el consuelo ó con la.
esperanza en
la
hora melancídica de los des(>n,L;años y de
— amarguras. Él
las
cartas íntimas y
la
,26
—
amó mucho también.
Hay
en sus
mal trazadas que poseo, expresiones
espontáneas de ternura y de respeto de aquellas que salen corazón, entre la armonía gratísima de
del fondo del
un ósculo que
se envía á la frente de la que vela por
los hijos en el hogar lejano y atribulado. ¡Con
so anhelo se recomienda frases tan incorrectas le
al
recuerdo de
como intenso
da tiempo para meditarlas;
deliquios con que acaricia
manos
aplacarle con sus
el
las
es el
y cuan
qué piado-
sus hijos, en
amor que no
suaves son los
momento en que puedan sed y las fatigas
de sus
peregrinaciones guerreras!
que acreditan desinterés perso-
Estas circunstancias
nal y generosidad de sentimientos; y, por sobre todo, la de haber consagrado su vida al partido político que exaltó
hechos
sus
bilidades
y cuyos
compromisos y responsa-
arrostró con nobleza abnegada, sobreponién-
él
dose á desastres que se antojaban irreparables, siendo el
blanco de acusaciones
tremendas, apareciendo como
instigador de extravíos
el principal
injustificables, ate-
núan en mucho los yerros del general Rivera; por más que fuesen, no ya sus enemigos, que no se dieron tregua en atacarlo, sino sus antiguos partidarios y favo-
—
—
recidos quienes lo lapidaron en la hora de su desgracia,
recargando
el
á través
tras
cuadro de sus hechos de sombras siniesde
las
cuales
aparecían acusadoras las
responsabilidades que ellos querían eludir toria.
Á
su país
le
hizo
más mal que
ante la his-
bien; pues
fué arbitro y todo poderoso no supo ó no quiso
acto de virtud cívica, para cimentar
nal
de
iniciada la escuela
tradición
después á
de la
cuando hacer
la era constitucio-
por la carta de 1830; que se erigió en jefe del desorden los
y del caudillaje, y legó
la
odios partidarios que ensangrentaron
República Oriental.
—
—
'27
Cuaiidu á coiisecaencia del retiro de las fuerzas
mar y
de la Gran Bretaña
tierra
la caída
y
de
y sepa-
lado de
Mon-
ración del general Rivera se aflojaban por
el
tevideo los resortes de la coalición contra
gobierno argen-
tino, iniciábanse en
bían cambiar
Al
fin
también por este lado.
de un capítulo anterior se ha visto
Rozas y
Madariaga con
la
Confederación Argentina, de
Cuando
cómo
el
general
general Urquiza se esforzaron sinceramente en
el
traer al general la
Corrientes sucesos de armas que de-
faz de la coalición
la
el
los
hechos
les
provincia de Corrientes á
la
que se había separado.
demostraron que
el
gobernador Ma-
dariaga resistía todo acomodamiento y ganaba tiempo, fiado en las esperanzas que le daban el Brasil, el Paraguay
y los emigrados de Montevideo, por lo que hacía ala próxima prosecución de la intervención armada de la Francia. Cfimbiaron detono y de conducta. De su parte Madariaga se
puso
á
tiempo en campaña y desde su cuartel general una
del Oratorio de Rolón expidió en 28 de julio de 1847
proclama en
la que denunciando que el gobernador de Entre Ríos amenazaba acorrientes «arrastrado por un fatal
deber», llamaba á los correntinos á las
que serían tratados como traidores á su llamado.
Urquiza.
proclama en
los
armas y declaraba
que no concurriesen
(')
campaña, expidió á su vez otra definiendo los hechos y su con-
abrir su
al
([ue
la
ducta les decía á los correntinos:
«Vuestro general
comi)ele á la guerra: no la haré nunca á vosotros.
por
la
paz más de
gado de
¿o
me permitía mi
¿as retar iones exteriores
de ta
(
'
)
Se
ijiiblicíi
eu
la
N¿u'vti
hcrlio
El encarConfederación ha teni~ posición.
do con vuestro gobernador consideraciones
á entrar en una honrosa convención
He
me
(¡ue lo obligari
qve se le
Época de Corrienlcs.
propaso.
1)lV()
— que
—
28
ha desoído. Marcho á reparar ese escándalo. Ahaii-
él
donad
de esos salvajes unitarios traidores á la
las filas
patria.
La Federación
sea vuestra divisa, y odio á los que
extranjera para humillar á su Todavía Urquiza pidió instrucciones al gobier-
trajeron la intervención patria.»
(^)
no argentino para
el
caso de que las fuerzas de Madariaga
derrotadas se asilasen en
Arana respondióle que
el
si se
Paraguay
refugiaban en
se de las autoridades imperiales
ternasen, dando cuenta de
ó Brasil. El ministro
si
el
Brasil exigie-
que las desarmasen
é-in-
esto se cumplía para proce-
der en consecuencia; y que atacase y destruyese cualquiera fuerza paraguaya que hiciese causa común con Madariaga. e)
Cuando á mediados de octubre de 1847, ürquiza se aproximó á Corrientes al frente de 7.000 soldados, varios jefes de armas negaron obediencia á Madariaga, y entre otros el
coronel Cáceres, comandante de Pay-Ubre y Curuzú-Cualos
tiá,
comandantes Berón, Silva, Álvarez, Tacuabé, Miel coronel Benjamín Virasoro que con una
guel Virasoro, y
buena división
se apoderó de Paso de ios Libres.
Á
princi-
Madariaga contramarchó desde la costa del Batel huyendo de su enemigo, y como retir¿lndose á su anterior campo de Ibapios de noviembre Urquiza pasó el río Corrientes, y
Aquél
Jai/.
lo siguió
con
la
rapidez que
le
era característi-
Obligado á evitar una persecución que á prolongarse
ca.
daría
margen
posiciones en
al
desbande dd sn
el
ejército,
campo atrincherado da Vences, situado
como á cincuenta leguas más allá de tes,
sobre
Madariaga tomó
una colina
la
ciudad de Corrien-
elevada, rodeado de fosos y obras
defensivas y á cuyo frente y flancos se extendían esteros hondos de fango y cubiertos de troncos y malezas. Su
(
^ )
(-)
Véase La Gaceta Mercantil del 27 de octubre de 1847. Véase La Gaceta. Mercantil del 25 de noviembre de 1847
•1
-X-^i»!^
JaJrOr' aConv)^.
— ejército constaba de 5.000
mandado por
29
—
hombres de
las tres
armas, co-
por sus hermanos y por el general Juan Pablo L(3pez, y bajo las inmediatas órdenes de los coroneles Paz, Martínez, Ávalos, Saavedra, Montenegro, de él,
León, Olmos, Palma, Benavides, Sánchez, y Pimentel. Allí alcanzó Urquizael 27 de noviembre. El combate lo iniciaron ambas caballerías. Derrotadas las de Madariaga, Urquiza llevó el asalto simultáneamente por dos puntos. lo
Después de encarnizada lucha, sus fuerzas salvaron fortificaciones
y destrozaron las
Madariaga,
de
líneas
las
y artillería, se apoderaron del parque, bagajes y correspondencia é hicieron más de 1.500 prisioneros. (' «Se principió el combate á las 12, rindieron la
infantería
)
le
al
campo de Vences el coronel Silva coronel Lagos; y como á las dos de la tarde en el
escribía desde
el
c-impo de batalla ya se oyó vivar á la Confederación Ar-
gentina y á todos sus heroicos defensores. Sin contar considerable número de muertos que hasta hoy se ig-
el
nora, están ya en nuestro poder prisioneros los titulados jefes, coronel Garlos Paz,
dos tenientes coroneles, tres sar-
gentos mayores, setenta oliciales y
como mil y
tantos de
bandas de música, toda la artillería... Los cabecillas Madariaga han salvado con unos pocos hombres á patas de buen caballo, ignorándose hasta ahora si se escaparon de la persecución.» (-) tropa, con inclusión de dos
Al día siguiente reunióse la legislatura de Corrientes
y nombró gobernador provisorio ro,
al
coronel Miguel Viraso-
quien en nota de 29 de noviembre
Urquiza de y quiso
elid
además
le
dio cuenta á
y de las medidas que acababa de tomar,
significar
á
la
faz
de
la
Nación cuál
(') Véaso parte de l.rquiza al jíohernador delegado don Amonio Ci'cspo. ("ai'ta á Lajios puldicada en El Federal Entrerridno de dicieinl)re de \M1 y Ltt Gacela Mcrcanlil del 5 de (MKM'o de 1848. (^j Maniisci'ilo ori^^inal en mi archivo. (Véase el ;ij)(''iiiliee.)
— tira el
ao
—
alcance de la victoria, manifestáiidole que Corrientes
quedaba
reincorporada á
la
por
Confederación
el es-
fuerzo de los correntinos patriotas y de las armas fede-
El general Urquiza selló la misma idea respoudiéndole que «la patria común de los argentinos debe
rales.
ostentar la divisa de la federaci(jn y profesar aversión inestinguible á toda dominación extranjera, y ciue la
Confederación debe felicitarse de que integrarla con é
la
independencia
argentino
En
seguida
resolución de
confiada á la
brigadier don Juan el
Yirasoro de
Corrientes entre d
sostener la
dirección
nacionalidad del
eminente
Manuel de Rozas
'
».
(
)
general Urquiza hizo entrega al gobernador
la
y todo el material y útiles de tomados en la batalla de Vences,
artillería
guerra, trofeos, etcétera,
como asimismo de
setenta y seis jefes y oficiales y mil
novecientos cuarenta y cinco soldados prisioneros {- )\ no entrando en ose número los coroneles Carlos Paz,
Manuel Saavedra y tenientes coroneles Cesáreo Montenegro y Castor de León, que fueron muertos en la persecución subsiguiente á la batalla y fusilados. Este hecho injustificable que empañó la victoria de Vences fué largamente explotado por la prensa de los emi-
grados en Montevideo que había propagado la necesidad asesinato político y la adopción de medidas de rigo-
del
rismo extremo.
El doctor Florencio Várela
que hacía
los últimos esfuerzos en favor de la intervención
anglo-
francesa, invocaba esos cuatro fusilamientos para demos-
(^ til
)
véase El Federal Entrerriano.
Véase La Gaceta Mercan-
del 8 de enero de 1848.
( 2) La lista nominal de esos jefes y oficiales, y estado general de los individuos de tropa prisioneros, como asimismo todos los do-
cumentos de esta reíerencia y la correspondencia entre don Carlos A. López y el ex-gobernador Madariaga, inclusive el tratado de alianza entre ambos, por el cual el último reconoce ala provincia argentina del Paraguy en república independiente, se registra en La Gaceta Mercantil del 4 de febrero de 1848 (edición de 12 páginas).
—
31
—
que esta intervención de las potencias europeas érala
ti'cir
j La y de la humanidad. prensa afecta á Oribe le contestaba al doctor Várela transcribiendo quince documentos suscritos por los generales.
verdadera causa de
la civilización
(
'
Rivera y Lavalle, por Suárez, Pacheco y Obes, Paz y otros, en los que éstos ordenaban fusilar y matar á sus
y blancos, y confiscarles sus bienes; y agregaba que era ya muy tarde para que el doctor Várela y sus amigos se fingiesen horrorizados de que sobre 2.000 prisioneros que había respetado el vencedor, cuatro hubiesen sido muertos en la persecución Y mucho más allá que subsiguiente á la batalla. (-) enemigos
los
federales
prensa de los federales y de los oribistas, llegaban
la
los escritores unitarios, al prevalerse de esos tristísimos
sucesos para esclarecer otros que con éstos se ligaban
En un
folleto
deo, inspirado los cargos
que
que se publicó en esos días en Montevipor le
el
general Paz
para justificarse de
hiciera el general Madariaga, se decía:
«¿Dónde están los campeones que tomaron sobre sí la obra encomendada al general Paz? ¿Qué cuenta han dado, qué resultado han
ofrecido
rompimiento vergonzoso de una
al
país
después del
negociación infame y
de una derrota ignominiosa que coronó los esfuerzos de
años del tirano de nuestra patria?
siete
causa de este funesto resultado:
Preguntadles
no sabemos
ponderían; pero sabemos que no pueden echar
la
la
res-
ciili)a
mismos. Algunos acaban de recibir del geneUrquiza el premio que merecían. Dios les perdone las
sino á ral
qut'
sí
innumerables víctimas sacrificadas por su culpa.)) (*) Véase El (Jomercio del Plata del 10 de (2) Yé'Aiie El Defensor de la
l'el)rer()
Independencia
de 1848. (3) véase El general Paz y los Itouibres que do, pág. 29, Montevideo, 1848. Lo cierto de este triste ejjisodio de la lucha
del
2()
{'^)
de IS48.
de
lel)r('ro
lo lian caliínuiia-
civil ai'^cnliiia,
es
Por
lo (lemas,
cia inmediata cia de
la
victoria de
Vences cuya coiisecueii-
fué reincorporar i)olíticameute la provin-
Corrientes á las demás de la antigua unión á C|ue
perteneci(3, i)USO sello indestructible al herJio de la Con-
fedevación Argentina, que tuvo su origen federal argentino de 4 de los
enero de
auspicios del general Juan
fué mantenido por
en
el
Manuel de Rozas, y que
este gobernante contra todo el poder
de la coalición auglo-francesa-iinitario-riverista,
pugnó en
pacto
1831, celebrado por
vano por destruirlo.
Así cuando
la
cual
Rozas fué
en 1852, dejó en pie los precedentes no interrumpidos de diez y siete años, que determinaron el organismo definitivo de la República, como lo declaró solemnemente el Congreso Constituyente de 1853.
derrocado
cuatro jefes meneioiíados luerou victimas más bien del odio venganza personal, que de la zafia del vencedor, la cual de ninguna manera se manifestó. Verdad es también que el general Urf|uiza comunicó en su parte de feclia 23 de diciembre que esos jefes fueron tomados por partidas sueltas lanzadas en su persecución, y fusilados; pero es verdad también que en los días siguientes á la batalla de Vences, el coronel Saavedra, refugiado en los bosques de Corriente?, solicitó y obtuvo del general lirquiza indulto para sí y sus tres compañeros, de lo cual fueron testigos don Vicente ]Montero y el coronel Pedro J. Martínez, jefe de batallón del ejército de Madariaga. Más que el indulto del general en jefe, pesó en los encargados de hacerlo cumplir el innoble sentimiento de la venganza; y á ésta fueron sacrificados esos jefes. «El coronel Saavedra, escribía veintiún años después de esos sucesos, el citado coronel Martínez fué muerto por el mismo oficial qne conducía el indulto del general, por enemistad personal entre ambos. Me consta que al recibir el general Urquiza esa noticia se irritó muchísimo, porque había autorizado á todos sus jefes para indultar á los enemigos y no para quitarles la vida. El coronel Paz murió en la persecución después de la batalla y bien distante del campo en que se peleó. El comandante de León fué muerto por sus mismos soldados cuando se dirigía para la frontera brasilera seis ó siete días después de Vences.» (Este esclarecimiento se puldicó en La Tribuna de Buenos Aires del 24 de julio de 1869.
que
ó de
los
la
CAPÍTULO LVIII LA l'UKXSA l'UOI'Aíi.VXUrsrA Y D()C
I'IÜX Alí lA
(1,S4.V1
SuMAiiiii:
Los ofos (Hi'ijíuiitüs de bi pvoiíaííaiida: El Cüiiu'.rciu úul l'latci.—lV. Antecedentes periodísticos del doctor Várela: reputación que le creó su hermano don Juan Cruz. III. Él diarista y el político durante la elal)oracióu social y la época de guerra.- -IV. EFpolitico rivadaviano: su caudal y el de los sociólogos sus coetáneos. V. Perfiles de la propaganda de Várela. —VI. El Comercio del Plata campeón de la iiitervcncióu auglolrancesa relaciones sobre el combate de Obligado.— VII. Cómo personaliza en Rozas la cuestión de la intervención: distinción que liac(í La Gaceta MercanVIII. F^os votos de Mr. Tliiers: la opinión del til: del sistema americano. mundo civilizado según El Comercio del Plattí.—lX. El extravio inotejando al Libertador San Martin: cómo encara el Libertador la cuestión de la intervención anglofrancesa. X. ('ontraste entre esta propaganda y el consenso nacional: cómo ha de apreciarla el historiador.— XI. La propaganda doctrinaria de /Cl Comercio del Plata: la legitimidad déla segregación del Paraguay: aiijudicaeión á Bolivia de ríos argentinos. — XII. Derechos que á tal título pretende crearse el gobierno de Bolivia; sus decretos sobre territorios argentinos. XIII. El Comercio del l'lata liace caso omiXIV. so de los títulos argentinos: resumen de estos títulos notorios. Doctrina de El Comercio del Plata sobre navegación de ríos interiores: uniformidad da la legislación internacional y de las leyes argentinas que Rozas invocaba. XV. El hecho de la Confederación Argentina según El Comercio del Piala: doctrina demoledora del orden nacional: los antecedentes unitarios ([ue invocaba Várela contra la Confe(bjración: antecedentes legales de la federación: la convención de Santa Fe: Rozas y el pacto de 1831: principios orgánicos del pacto de 1S31: el lieclio legal de la Confederación .\rgentina, reconocido jior las naciones civilizadas: trascendencia del pacto de 1831 en el organismo delinitivo de la República .argentina. XVI. Efectos de esta propaganda: la opinión de Echiíverría. XVII. \úi prensa de los emigrados do Chile: unanimidad de la clülena para condenar la intervención anglofrancesa.— XVIII. El Aiiracano y ÍM Cácela de Comercio. XIX. El Progreso: el ingenio de Sarmiento; Sarmientoidea: resistencias que siempre provocó.— XX. Sarmiento comliate á Rozas pi-opagando doctrinas. XXl. Sus primeros artículos sobre Chacabuco. XXtl. Congreso Americano: libre navegación de los ríos.— XXIIl. El Facundo: el ambiente de la naturaleza selvática. XXIV. La {»ersonalización en los instrumentos de acción para fundar la teoría de civilización y barbarie: de dónde surge hi idea trascendental que asegura el porvenir y el progreso de la Repiiblica: á quien puede regir la doctrina de civilización y barbarie: lo ([ue liace notable el Facundo: impresiones de Rozas acerca de este libro. XXV~ /m Crónica: cómo Sarmiento parte de los hechos consumados para hacer proi)aganda contra Rozas. XXVI. Sarmiento aboga por el régimen de gobierno federal é invita á Rozas á dar una con'Sititucion: la legalidad y los fundamentos de la constitución, segiiu La Gaceta .l/e?Trt?i¿/7.— XXVIÍ. Sarmiento divulga en La Crónica b>> XXVUl. VA deriiirincijiali's fundamentos del gobierno fedi'ronacional. XXIX. Rozas reclama de la clio linniaiio a])licado :i las C(jnstituciones. proiiagamla tle Sarmiento; Sarmiento le atribuye á Chile los derechos snhre el Estreclio de Magallanes.— XXX. Cómo"explii'a esto Sarmiento en Huil- América. XXXI. .\pogeo de Sarmiento en Chib": libros que da ¡i luz.— XXXU. Várela y Sarmiento: distancia que los sejiaralia en iiolilica.
I.
—
—
—
'
—
—
— XXXIIl.
ne
Sus desacuerdos
literarios.
La iiolicia s()l)r(.' la prensa [irupaLiandisla. (|iu' contieun capítnht anterior. (|ne(laría muy incompleta, si
—
34
—
después de los trabajos de, don José Rivera Indarte no se siguiese
mían
el
de esta propaganda á la que impri-
liilo
don Florencio Várela en El Comercio del Plata de Montevideo y don Domingo Faus tino Sarmiento en El Progreso de Santiago de Chile. Á partir del año de 1845 fué El Comercio del Plata el
sello dirigente el doctor
más
diario
caracterizado de
la
coalición contra
el
gobierno de Rozas, y el órgano oficioso de la intervención anglofrancesa que había ido á trabajar en París
y en Londres cuanto
á
la
el
doctor Várela, bien que fracasando en
personería que pretendían asumir en ella
las partes coaligadas,
como había fracasado
el
vizconde
de Abrantes por lo que hacía á la personería del Imperio
del Brasil,
según se ha explicado en
los capítulos
XLvn y XLix. Ya he bosquejado en otro lugar la personalidad de don Florencio Várela. Su inclinación al periodismo fué obra más bien de las circunstancias en que se vio obligado á actuar, que de cualidades propias como para Ni bajo el brillante ministerio de Rivacaando su hermano don Juan Cruz se levantaba
estimularla. davia,
altara de los primeros diaristas de la época, por novedad de las ideas y la sabia dirección que imprimió á la propaganda en favor de la revolución soá la la
cial
argentina;
estadista,
mente después
durante
la
sus dotes; ni del
la presidencia
ni bajo
pudo desenvolver
cual
en
fusilamiento
de aquel ilustre
la
amplia-
época que se siguió hasta
del
gobernador
orden del jefe militar del partido en que
él
Dorrego de figuraba en
don Florencio Várela se distinguió como primera diarista. En El Americano, El Centinela, El Tiempo, El Mensajero Argentino y El Granizo, titila y resplandece el espíritu cultivadísimo, cáustico, contundente y artísJuan Cruz Várela. Esa luz. como la de tico de don línea,
^^/^ x/ay
astros de grande magnitud, se
ciertos
bre don Florencio en fuerza
del
de entonces; y de aquí que se ción que
en
realidad
le
ha
reflejado so-
anónimo de la prensa atribuyese una reputa-
del caudal propio de
salía
don
Juan Cruz. época de elaboración social como la de Riva-
en
Si
y con anchos horizontes
davia,
cultivado
había
é
en que
su talento
á
don Florencio no
en la prensa, ni acentuado su fisono-
descollado
mía de
abiertos
invariablemente sereno,
doctrinario de talla en la
diarista
propaganda
gobierno
y todas las clases de la sociedad estaban empeñados, con menos razón podía conseguirlo en una época de revolución sangrienta como la que se el
año de 1838, en la que los partidos se mantenían en campos igualmente intransigentes, con inició á partir del
el
definido
tuir
su
propósito de alcanzar la
en seguida credo
el
país sobre las
y constibases que formaban
Don Florencio
respectivo.
político
victoria
era
Montevideo un publicista concienzudo y persuasivo,
en cj_ue
ilustraba cualesquiera cuestiones en su diario, co-
así
mo
podía
hacerlo
un parlamento
en
plenipotenciarios, con palabra
ó congreso
algunas veces
fácil,
de ele-
gante y siempre reposada. Más que diarista, era político; pero un político que, á haber desenvuelto sus raras facultades
en
una época mejor para su
patria, habría
fracasado deplorablemente en fuerza de cierta fantástica grandeza que
fuera del
llevaba
su
inteligencia y sus conatos
dominio positivo de
las
cosas
á que debía
más íntimamente
vinculado; y del incontrastable apego que tenía á las ideas y á cuanto emanaba de sentirse
la
escuela política en
la
juventud pensadora
rededor
que
que
se educó.
Cuando en 1837
de Buenos Aires se reunía al
de Echeverría y hacía suya la nueva doctrina
deseiivolvií)
este
pensador cu su
lamoso Dogma
—
86
don Florencio cantaba
socialista^
sin darse por apercibido
cia,
Y cuando en gobierno
libre
abonaban
el
única en
el
.4
de la Gre-
la libertad
de tan notable iniciativa.
Echeverría public(j su Dogma, prece-
1847
una exposición
dido de
—
y de régimen
erudita
los
de los principios del
nacionales
antecedentes
como
federonacional
que
solución
porvenir, don Florencio, sin apercibirse tam-
poco de esta revelación trascendental de la nueva doctrina, porque sus amigos y él vivían encastillados en unitaria del año de
constitución
la
1820, que era
la
que querían implantar cuando triunfasen de Rozas, gritó ¡al cisma! dando lugar á que Echeverría deslindase las aspiraciones diciéndoles valientemente:
una restauración: ción.
»
(
^
nosotros aspiramos
el
una regenera-
á
momento en que un puñal
vida, era el ejemplar típico
En
perteneció.
en privado, en
cualesquiera el
diario,
en
alevoso conclu-
de la escuela á que
situaciones, el
en
público ó
consejo, en la diploma-
aparecía con la gravedad fría del político que vive
cia,
Y
de lo trascendental.
ocupaba,
lo
Vosotros queréis
j
Hasta yó su
<(
dogmatismo
hablaba
fuese cual ó escribía
fuere el asunto que
desde
autoritario que trasuntaba,
lo
alto
como una
de un grata
visión del pasado deslumbrador de la patria, al político
rivadaviano, lleno de teorías hermosas, pero utópicas, y más conde aspiraciones nobles, pero contradictorias ;
fiado en la virtud
atribuida
á los principios, que prác-
medios de implantarlos con éxito; ingenuo, pompeyano, casi olímpico. Mirado bajo este aspecto, es indudable que sus partidarios le crearon una fama superior á él mismo. Ésta se debi») más á la participación principal que tuvo en las coalipara
tico
(
^
)
encontrar los
Véase
Dogma
socialista. Prcf.
— (•iones de
las
o/
grandes })otencias euro])eas contra
bierno
de Rozas,
bierno,
política, sociabilidad,
legado á
más
Hincho }iaís
su país.
en
crustó en gentina;
En
abajo
que
ciencia ó artes
que
Echeverría
quien
República Ar-
la
complementó
quien
á su
lanz(')
doctrina que se in-
Constitución vigente en Alberdi,
haya
(|ne
sentido, el doctor Várela está
tal
nuevos rumbos con una la
go-
el
á las ideas originales sobre go-
(jue
aplicando esa doctrina á las necesidades de
obra
esta la
Nación,
bajo la forma del proyecto de Constitución que presen-
Congreso
año de 1853; que Sarmiento, quien resolvió los problenuis que obstaban á la dilataci('»n del gotí)
al
bierno federal
el
uno
y divulgó
uno
á
los
principios en
que éste se funda. Siguiendo (Joiiierrin del
la
al
en las columnas
doctor Várela
como
Plata, es
el
lector
El
di'
puede juzgar de
exactitud que haya en las apreciaciones ([ue ¡)receden.
Desde luego, hay un punto de contacto entre don Florencio Várela y don José Rivera Indarte. lo
subordina todo á
dar á Rozas, cueste la patria; ciertos
que cueste.
éste, él
siente de anona-
necesidad que
la
lo
Como
El sentimiento hacia
manos
deberes inílexibles que atan las
aun en los momentos de las nada de esto prima en su espíritu
y los conatos del hombre, injusticias cruentas,
sobre la preconcebida exigencia de su odio contra
en nombre
bernante que fné erigido en su país
absolutismo idéntico dica.
Y cuando hace
al
que
él
doctrina,
profesó,
al
go-
el
de un
que
él
pre-
subversiva del
ésta es
derecho, contraria á la justicia manifiesta, viob-doria de títiib)
indiscutil)le; dereclio. justicia
y título
pt'rtenezcan á su patria, nada im]torta (piien los invoca
Así es
cómo
para
(|U('
p(tr(|u<'
auníjue
t's
Rozas
ella.
se constituy(')
intervención anglorrancesa,
v
el
defensor decidido do
sigui('»
las
la
agresiones de
ésta á la Confederación Argentina,
rozo de tos
un
con
pasos dados
en
el
camino de
franco albo-
el
extravío que las consideraba
como
otros tan-
propia victoria.
la
El territorio invadido, era «Rozas humillado»; los soldados argentinos que caían bajo
metralla de los ingleses y franceses eran «hordas de Rozas»; la soberanía ultrajada la
y la independencia de la propia patria amenazada, eran al sentir del doctor Várela, «patrañas de Rozas para
mantenerse en
el
gobierno
Los combates que libran
».
escuadras aliadas de Gran Bretaña y Francia contra las fuerzas argentinas, son al sentir del doctor Várela, las
«pura vergüenza para éstas y pura gloria para aquéllas». Eí Comercio del Plata ocupó varios números con relacio-
apasionadas del combate de Obligado, para hacer constar que los artilleros que sirvieron estas baterías nes
fueron los marineros que se devolvieron los aliados capturaron la
Rozas cuando
escuadra argentina; que sólo
dos baterías argentinas sostuvieron
Y
cá
el
fuego con vigor.
á los trofeos tomados á los argentinos por los angiofranceses, incluye algunas banderas, pero al referirse
agrega «no argentinas, sino las de bonetes y letreros». Los almirantes aliados, los capitanes Sullivan y Ho-
tham rendían por
el
contrario
homenaje
á la verdad,
cuando en sus partes oficiales referían la persistencia con que los soldados argentinos, con armas más inferiores, habían levantando con hidalguía á
sus enemigos,
resistido durante ocho horas el formidable fuego de ca-
ñones de grueso calibre. Y en el hospital de inválidos de París, he visto y puede verla cualquiera, la bandera que tomaron
los franceses
en Obligado: no hay en ella
bonetes ni letreros: es la bandera azul y blanca, con sol en medio: es una bandera argentina. [^) (')
de 1845.
Véase El Comercio del Plata del
I»,
el
y del 4 de diciembre
—
39
—
El Comercio del Plata^ para exaltar las agresiones de anglofrancesa á la Confederación Argen-
la intervención
alegando
en Rozas,
tina, personalizaba la cuestión
cj[ue
barbarie y que la intervención rela civilización' en el río de la Plata. La Gapresentaba
éste representaba
reta Mercantil
la
no desnaturalizaba tanto el sentimiento le respondía: «Es muy singular cjue
de la patria cuando
Várela
personalice
argentino en
el
clereclio
general
el
ción de éste, sostenida por
no puede ser conmovida la
Inglaterra
y de
persona, sino de
americano.
Es
y
el
el
del gobierno
lieclio
Rozas, cuando
la
administra-
voto de la Nación entera.
ni por el
Xo
la Francia.
poder combinado de
un principio nacional, de un
este principio
Rozas
el
interés
que dan
este interés lo
y
á la administración del general
una
es la cuestión de
poder inmenso
con que resiste gloriosamente á las dos potencias más fuertes del
mundo, y con que preserva en
esta grande
contienda la libertad y dignidad americanas.» El Comercio del Plata se mofaba de semejante
(')
Pero
distin-
y agregaba que el tal sistema americano «era una que explotaba Rozas para captarse la opinión nacional». Y entonces La Gaceta Mercantil levantaba el diapasón para decirle: «El sistema americano existe bajo ción,
ficción
la
La independencia
administración del general Rozas.
de un Estado interesa á los demás:
el
libre
uso de sus
derechos, de su comercio y navegación, interesa á todos.
La repulsa de
la
interveiicií'm
europea
garante
la
se-
guridad general; y en esta y otras relaciones vitales hay comunidad de principios é intereses que constituyen el sistema americano y que precisamente defiende el gobierno argentino en esta contienda. De un lado están las dos
repúblicas del
Plata
y
el
sistema americano:
El Comercio del Piala de novieinlire de 1845. (') Mercanlil ih il».
La Gacela
—
411
—
del otro los traidores unitarios y
pea en
el río
la
iuíerveiicitjn euro-
de la Plata.»
Se suceden los combates de las escuadras aliadas con las baterías
opone Rozas en
les
La intervención, con
ná. las
que
aguas interiores de
la
que se ha posesionado de
ser
Confederaci(3n. no obtiene
l)redoniinio que se prometió,
y
á la Francia á volver
sus
reses,
costa del Para-
la
sobre
la
Gran Bretaña inclina bien
entendidos inte-
como quiera que la recolonizaciíui no fácil como en la China ó en
sea
en la
la
India.
Argentina tan
Entonces Mr. Thiers pregona
la
el
necesidad
de seguir la
guerra, invocando el principio liumanitario de ayudar á los
que sufren por
la
mares, y
opresión allende los
el
deber de derrocar á los gobiernos que la mantienen en las
mismas
«Es preciso sostener
latitudes.
al
gobierno
mayo
de Montevideo, decía en una carta que en
de 1846
y otros diarios de París, y á los aliados que nos hemos suscitado y que se han comprometido más y más con nuestros subditos.» dirigió al National
Robusteciendo estos votos como
El Comercio del Plata abrió una campaña para demostrar que el
mundo
civilizado
se
había
tal
aliado.
dejado extraviar por los
agentes de Rozas; y que si no triunfaba la intervención el río de la Plata estaba perdido para la civilización.
Resultaba que.
al
sentir de
Várela, estaban al. servicio
de Rozas los principales estadistas
y publicistas y los
diarios másimi)ortantes de Europa y América,
Palmerston. lord Russell, lord don,
el
duque de
Wellington,
Mackau, almirante Dupotet, los presidentes de Chile,
el
Colchester. el
conde
como
lord
lord Claren-
Grey,
Libertador San
del Perú, del Ecuador,
barón
Martín, de Co-
lombia, de Estados Unidos, don Andrés Bello, La Presse,
Dayly News, Morniny Chronicle^ prensa de los Estados Unidos, la del Brasil,
Le Journal des Débats, Atlas; toda la
— illa
de Chile
diarios escritos por
de dos
(coii excepci(3n
argentinos), etcétera.
E
absolutismo y el odio que le han hecho salvar las barreras del sentimiento con una coninspirado en
el
que pasma. El Comercio del Plata moteja al Libertador San Martín que ha manifestado públicamente formidad
sus vistas contra la intervención anglofrancesa, y hace suyas las palabras de El Nacional de que «nadie en Sur
América sino
San Martín y
general
el
partidarios
los
de Rozas, se alarman por la ingerencia que los gobier-
han tomado
nos de Europa Martín,
como
si
nuestras
en
San
cosas».
querido que volviesen sobre
hubiese
siones
quienes lo deprimían al estimular las agreque dos potencias europeas inferían á la propia
patria,
reproducía
su
extravío
que
votos
estos
nifestado al general Rozas
:
ya
le
ya sabía
« ...
había
ma-
la acción
de
Los interventores habrán visto lo que son los argentinos. A tal proceder no nos queda otro partido que cumplir con el deber de hombres libres, sea cual Obligado.
sea la
suerte
que
nos
prepare
destino, que, por
el
mi
intima convicción, no seria un momento dudoso en nuesfavor
Iro
honor
si
r/ue
todos los argentinos se persuadiesen del des-
europeas triunfan es
sobre nuestra patria si
recaerá
en.
esta
contienda
de tanta trascendencia como
la
<{uc^
en
naciones
las
mi
opinión^
de nuestra emancipa-
Convencido de esta verdad, crea V.. mi Ituen amigo, que nunca me ha sido más sensible (|ue el estado precario de mi salud me prive en estas ción de la
Espai^ui.
circunstancias ofrecer
á
mi patria mis
servicios,
para
demostrar á nuestros compatriotas (jue ella tiene aún un viejo servidor cuando se trata de resistir ó la agresión la (')
más
injusta de c/ue liaya habido ejemplo.
(')
Esta carta está Tocliada on (irand Hoiii'ír ;( 10 de mayo de en Ln Gacela Mercantil del 8 de ag'ostu de ese
1846, y se piil)licó a íio.
»
— Ante
las
empujaba
—
4?
pruebas clásicas del sentimiento digno que
á la Confederación á
defender
de nación independiente agredidos,
sus
derechos
su integridad
y
el
republicano en peligro, y el cual se manifiesta incontrastable, unánime, en el gobernante que la pre-
pi'incii)io
side; en los poderes públicos;
en los poetas que dieron
patricios;
canto de la patria;
inmortalidad,
¿cómo
masa compacta de
la
acomodadas; en los viejos
los ciudadanos; en las clases
el
en
á
generaciones
las
en los héroes que asisten el
historiador
á
su
ha de apreciar
la
conducta de los argentinos que en esas circunstancias supremas estimulaban y exaltaban las agresiones del Confederación Argentina, y escarnecían defensa de la patria en que ese pue-
extranjero á la
en sus diarios
la
y ese gobierno estaban empeñados? Lamartine, hablando de lo que pensaba la nobleza realista y enemiga de Napoleón, respecto de la emigración que encabezó Luis XVIII y los príncipes de Francia, dice que los nobles habían preferido el papel de víctimas de la reblo
volución
al
su patria.
una
de cómplices y aliados de los enemigos de tales extravíos no tienen más que
Es que
calificación ante la conciencia
que cree en
el
dogma
de la indivisibilidad del honor de la patria, y en el lenguaje universal del sentimiento. La única diferencia que
hay
es de gradación
Roma y Almonte más
en
la escala,
en México.
desde Coriolano
en
Otro erudito escritor va
y descubre grandes analogías entre lo que se pasaba con los grandes señores de la época de Richeallá,
lieu y
Rozas.
con los prohombres
Fundándose en
esos señores; en del
Louvre
al
guerra
la
las intrigas
Escorial;
asesinar á Richelieu; que
en
de
unitarios civil
el
de
que conducían
que Mr. de
del extranjero levantándose contra
época
que hacían arder
patricidas
Montmorency
la
se
Chaláis quiso
puso del lado
rey con la provin-
— cia de su
43
—
mando; que Ciuq Mars
Pirineos
los
al)i'i(')
á
los españoles, dice Paul de Saint-Victor: «Era necesario el
patíbulo para que estos bellos señores aprendiesen á
respetar
la
patria.
La idea de que
es inviolable,
ella
nació de la sangre que Richelieu hizo derramar.»
Durante
el
año de
atacó la propaganda flictos á Piozas,
184X5 fué
doctrinaria.
cuando el doctor Várela Había que crearle con-
y El Comercio del Plata
Confederación Argentina, para intervención que lord
Palnierston
por parte de la Gran Bretaña.
los creaba á la
camino de
facilitar el
Y
(')
quería que
la doctrina
la
cesase
de El Co-
mercio del Plata era monstruosa, así del punto de vista de los hechos en que se fundaba,
como
del de los prin-
cipios que con preconcebida insistencia quería hacer prevalecer.
Se ha visto cómo
tendida legitimidad de
Y
sin que hubiese
la
fue^
el
campeón de
la
pre-
independencia del Paraguay.
mediado controversia sobre
desconocía los derechos de su país, y
le
eljparticular,
adjudicaba á
Bolivia la parte argentina del río Pilcomayo.
(-)
Esta proi)aganda dio los resultados que se buscaban.
El Restaurador, diario
oficial del
gobierno de Bolivia, tras-
cribía los artículos de El Comercio
dolos de luminosos, y
se
refería
del
á
«la
Plata calificán-
amena margen
occidental del caudaloso Paraguay que nos pertenece»; á «las cabeceras del Bermejo, nuestra propiedad».
De su
(') El 29 de julio liabia caido el ministerio Peel, y lord John Russell ñié encargado de formar el nuevo gabinete en el que entre) el vizconde l'almerston, quien se destacaba ya por sus cuali-
dades eminentes de hombre de estado. El alto comercio inglés, representado por firmas como las de Dickson, Haring Brotliers, Plowes, Roberston, Morrisoii, Dilion, Kothsc-liild and sons., Boyd y cuarenta y tantas otras firmas, solicitó de lord Palnierston que se levanlasc el bloqueo de Buenos Aires y no se cruzase la negociación Hood. S(í publicó en el Dayly Netos de Londres, y lo trascribió La Gaceta Mercantil del 2.S de marzo 1847. (-) Véase 5¿ Comercio del Plata de agosto de l.sUi.
—
44
-
parte, el gobierno de Bolivia expidió
mayo
de
de
184(),
por
el
un decreto de 25
que eximía de
la
contribución
de diezmos y primicias y de la ley del reclutamiento para el ejército, por el término de diez años, «á los habitantes que existen ó existieren en adelante en las
márBermejo y Pilcomayo». ('j Tal decreto suscitó naturalmente una protesta del gobierno argentino, fundada en los derechos de la Confederación á los territorios bañados por esos ríos. (-) Lo curioso es que el doctor Várela, al abogar por los ^uenes de los ríos
pretendidos derechos de Bolivia, en contra de los reales de la Confederación Argentina, hacía caso omiso de los títulos incontrastables para
disertar
acerca
de
los
que
creaba la libertad de navegación de aquellos ríos, en ca-
beza del gobierno que
la
otorgase en la medida que lo
Porque era evimargen occidental del río Paraguay perteneció jamás á Bolivia, ni tampoco el río Pilcomayo ni sus cabeceras. Toda la margen occidental ó derecha del río Paraguay es del territorio del Gran Chaco y éste no l)ertenece á Bolivia. Ésta comprende únicamente el territorio de las cuatro provincias ó intendencias de La Paz, Cochabamba, Potosí y Chuquisaca que formaron el Alto Perú; y ninguna de estas cuatro comprendía el Gran Chaco, ni en todo, ni en parte, ni aun siquiera alcanzaba á colindar con él. El Gran Chaco correspondía, exigía la
intervención angiofrancesa.
dente que ni
la
antes de la revolución de la Independencia, al virreinato del
Plata; y la Piepública Argentina al
consentir
en la
separación de las cuatro intendencias del Alto Perú para
formar
guna
(^)
(-)
la
república boliviana, nunca
del Chaco, reservándose para
Se publicó en El Restaurador del
sí
le
cedió
parte al-
todo ese territorio.
11 de junio de 1846. Véase ¿a Gaceta Mercantil del 7 de agosto de 1848.
— anii implícitamente
Ni
4-")
—
pudo entenderse cedida una
parte,
en razón de inmediación ó vecindad, porque se halla á
son un
gran distancia, separado por cordilleras que
lí-
mite natural; y porque además las provincias argentinas de Salta. -Tujuy, Tarija y el Paraguay se hallan inmediatas, cerrando completamente la circunvalación del
Gran Chaco.
Corriendo ese río por entre
el
Gran Chaco
y la i)rovincia del Paraguay, su margen occidental derecha no puede pertenecer á Bolivia que se halla centenares de leguas. Tampoco puede argüir Bolivia pro('»
;i
piedad de
la
Bermejo.
al
Este río
Uei)iiblica Argentina,
de
es
exclusivo dominio
porque en su extensión corre
por territorio de esta república, sin que de afuera.
le
entren aguas
Sus vertientes ó cabeceras más aproximadas Esta provincia
son las que nacen en Tarija.
á Bolivia
Su ocupación fué un acto de violencia El Pilcomayo no es propiedad exclusiva de Le pertenece cuando más desde sus vertientes
es argentina. militar.
Bolivia.
hasta salir
de Bolivia; pero desde
al límite del territorio
que se separa de éste y entra en la provincia de Tarija. ya no le jiertenece á Bolivia y empieza á ser i)ropiedad de
la
República Argentina, porque desde
territorio argentino de al
allí
corre
por
una y otra margen hasta reunirse
Paraguay.
Consecuente con cho
dií
los principios
su patria, que [¡ropaga uno
negatorios en
del dere-
pos de
otro,
el
doctor Várela sostenía en El Comercio del Plata la justicia
con que las armas de
sa exigían
la
libre
la
intervención anglofrance-
navegaciíhi
de los
ríos
interiores
de la Confederación Argentina, y descubría los
bienes
que realizarían esa exigencia satisfecha desde
inmensos Paraná hasta el Pilcomayo, combatiendo naturalmente la resistencia que á la fuerza con (jue la Gian Bretaña y el
la
Francia tpierían
iiii|ionerse.
les
oponía
el
gobierno de
— m— Rozas en nombre de
la
Prescíndase
soberanía nacional.
de lo deprimente de tal imposición hecha á un país
cu}'
independencia es reconocida por las naciones civilizadas,
y cuyos hijos rinden su vida en defensa del honor de la patria ultrajado; imagínese c^ue el doctor Várela era un extranjero respecto de la Confederación Argentina, y ni
aun
así
mismo
¡se
comprende, cómo un hombre de sus
conocimientos y de sus pretensiones, pudo constituirse en abogado de semejante doctrina. Tal doctrina era sin-
Las legislaciones más restrictivas en materia de navegación de aguas interiores eran precisamente las de Gran Bretaña y Francia. gularísima en
el
mundo.
Ningún internacionalista discrepaba respecto
del do-
minio del soberano á las aguas interiores, y del derecho perfecto de éste para consentir en sentido amplio ó restrictivo que fuesen navegadas por una ó más banderas, ó por ninguna, como sucedía fy sucede todavía) en Austria, Gran Bretaña anglofrancesa
quería
provecho,
clusivo
presa
y
tratar
como
erigir
quia
de un
leo,
Á
reiteradamente.
lo
como
en
que
lo
su exen todo
Rozas no se
tratado.
sobre tal asunto,
imposición á cañonazos que
La intervención
principio
hominor
caso habría sido materia
oponía á
y Francia.
lo
declaró ex-
que se oponía era á
la
hacían dos grandes po-
le
tencias europeas, reputando la Confederación Argentina
como
los países
no cristianos y en estado de recoloni-
zación del Asia y del África. Y para resistir, no oponía su capricho, ni las leyes de la época: oponía la vieja
legislación patria,
bierno de Rivadavia, la
complementada por la del goal ocuparme de
que ya he citado
misión Ouseley-Deffaudis.
Con
igual
dogmatismo
Véase El Comercio (^) de 1846.
( '
autoritario el doctor Várela
del Plata del
15,
17
y
sig.
de octubre
— se
detiene
empeñosamente
47
—
á demostrar
que
Confede-
la
ración Argentina no existe como cuerpo de nación, y que por consiguiente no es Rozas quien ha fundada semejante orden. Argumenta que ninguno de los con-
gresos reunidos desde 1810 hasta 1820 erigieron
provincias en
confederación:
empezó á sonar desde
el
que aunque
federación
año de 1811, los
congresos
constituyentes designaron á las provincias con bre de Estado ó Nación: que
que
á las partes
lo
á las
la
el
el
nom-
pacto de 1831 no obliga
suscribieron, ni dan la razón de
ser á semejante cuerpo político:
que
porta una reunión en nación, sino
tal pacto «no imuna superchería de
Rozas consagrada por la ignorancia en el exterior y por el miedo y la adulación en el interior». (')
La doctrina
doctor Várela
es, pues, demoledora no obligaban los pactos orgánicos por los cuales las provincias, en uso de su soberanía propia, se unieron entre sí para seguir los
orden
del
del
nacional.
Si
comunidad política, y delegaron en el gobernador de Buenos Aires las facultades inherentes al poder ejecutivo nacional, tampoco habría razón para de
fines
toda
que obligasen las declaraciones de los congresos argenanteriores,
tinos
esas
mismas
en lo
tocante
á erigir
provincias; y antes
como después
timiento de la unidad de la patria pre sujeto á
tal
al
capricho
supremo
ó al
una nación de el
sen-
habría estado siem-
odio de los poderosos que
sentimiento antepusiesen
las
propias
ideas respecto de la organización de la Nación.
En medio el
de todo, hay
más candor que habilidad en
doctor Várela cuando recuerda que
hasta
el
año de
1831 ningún congreso ni constitución erigió á las provincias en confederación. (')
de 1846.
Los hechos, asaz elocuentes,
Véase El Comercio del Plata del
11,
12
v 14 de nuvieiiilire
— demostraron que
—
48
ruidoso
el
de esas constitu-
fraraso
ciones se debió en gran parte á la adopción del régimen
La constitución La apenas obedecida en Buenos Aires.
unitario que rechazaron las provincias.
del año 11, á fuer de efímera no merece mencionarse.
año 1815, fué
del
El reglamento provisorio de 1817 y la constitución de 1819, con ser que contenían hermosos principios, no
más consenso que
tuvieron
de la capital y las provincias del norte, y provocaron la crisis de 1820, que entre el sacudimiento general de la anarquía levantó la
el
personalidad local de los caudillos de la federación.
La de
fué la última efímera prueba, y
182(3
que
desastre
del
lanzó
de las otras, sin otro
iiue
el
que mantenía
Fué
el
pacto
la
de
provincias
á las
contra
el
que
y
sí
recuerdo patrios.
el
nuevamente
las trajo
á
unión vinculándolas para siempre.
La
dislocación nacional del año de 1827 y los sangrien-
año 1828 decidieron incontrastablemente
tos sucesos del
del régimen federal.
Ya en
el
artículo
6°.
de la conven-
de 27 de octubre de 1827 entre las provincias de
ción
Buenos Aires y Entre Ríos, tados
á
gobierno
la
convención
que,
se estableció
conformidad
en
tica estipulación
entre la
Córdoba
misma
con
el
legales,
se
forma de
sentimiento exIdén-
la federal.
contienen las convenciones celebradas provincia de
Buenos Aires y
de diciembre 1827)
(21
diciembre de
que los dipu-
nacional lijarían la
presado por las provincias, deberá ser
del
unas en
las
vínculo político entre
la tradición
1831
origen
el
1827).
y Corrientes
Partiendo
de estos
las de (11
de
antecedentes
reunió en Santa Fe la convención nacional
año de 1828. Pero ésta fracasó
consecuencia de
á
la re-
volución de los unitarios que derrocaron las autoridades de
Buenos
Aires
Restablecidas
estas
y
fusilaron
autoridades
al
gobernador Dorrego.
v elevado subsiguien-
— Rozas
teniente
—
49
gobierno,
al
tes
tema federal
dos de 23 de febrero de
respecto
cual
del
«sis-
Y en pos
és-
de los trata-
Buenos
183(1 entre
los
Aires, San-
y de 3 de mayo del mismo año [irovincia y la de Entre Ríos, celebra-
y Corrientes,
entre esta i'iltima
ron
la
1830.
proclamado la mayor parte de República Argentina»; y acordó invitar á
pueblos de la
Fe
de
c]ue lian
tos á sancionar tal aspiraci<'»n.
ta
los trabajos
provincia de Corrien-
declaraciones anteriores
las
ratiíicó
la
de 23 de marzo
convencicjn
la
reanndó
éste
interrumpidos, celebrando con
litorales
las
Fundamental de 4 de ene-
Parto
el
ro de 1831.
El pensamiento
indisoluble
capital
([ue
las
i)rovincias
cada
vez
nn'is
así
lo
de
contratantes
«deseando
reclaman sus intereses y los de la
la Xaci()n...
y
nniyor parte de los pueblos de
la
modo
República han proclamado del
Todas
de gobierno federal».
concurrieron
estrechar
vínculos que las unen; creyendo que
los
consideramlo que
([ue
pacto es mantener Su preámbulo expresa
este
nacional.
uni(3n
la
los
á
nuis libre la fornni
argentinas
las provincias
anteriores
congresos unitarios,
suscribieron ese [)acto rundamental. por sanción solemne de
sus legislaturas y ratiiicaci(jn de
De
respectivos.
Rozas
cional: y mer;!
nal
funciones
las
\('z
es, á
Como
tratados
i'sclaxos
Arana
|)or
en
en
inherentes al poder
g(d)iernos
general
el
ejecutivo na-
de ese pacto, cuando
[)or
la
pri-
con
tal era
reconocida la Confederación
naciones civilizadas; y como tal goargentino, el de Rozas celebr(') con
las
nacional
iiienio
ellas
[)artir
sus
desde 181U se presentaron como cuer[)o nacio-
unido.
Argentina
modo, delegaron
igual
como la
Is'iO;
(Irán
y
de
el
los
la
abolicit'm
del tr;ilico
Bretaña; la C(jnvención
de navegaci()ii
Cerdeña. Siiccia. Bortiigal,
([ih'
de
Alackau-
y comercio con
son hoy leyes do
la Xacii'ni.
— El hecho
de la
legal
mantuvo permanente exterior.
Sobre
50
—
Cüiifederaci()ii
ArL;entiiia,
se
guerra interior y hecho se sancionó, en seguida de de-
tal
través de
á
la
rrocado Rozas, la coiistitución de
1853,
declarando
el
Congreso Constituyente «que el pacto de 1831 era lo que el régimen de gobierno que debía adoptar la
determinaba Nación».
Y
es
lo
el
el
desahogando su
todos los unitarios de
vivía encastillado
atrasados;
miedo,
Confederación Argentina,,
Como
partidismo intransigente.
incuestionablemente
la
el
la
á la
que consagraba
lo
doctor Várela
el
1828, el doctor Várela
que no era
ve, pues,
hecho de
añrmaba
rige actualmente
ignorancia
ni la superchería, ni la
pacto de 1831 y
que
la
República Argentina. Se
como
reformas de
esta constitución, con las
convención de 1860,
que
en principios
atrasados,
cuando
no funestos, son los políticos que se empeñan en no hacerse cargo de las necesidades que los pueblos pro-
claman y exigen después de un doloroso aprendizaje que sólo sirvió para abonarlas.
Quizá era
para su patria por la rio,
la
Várela.
régimen de gobierno, resuelta implantación del régimen unita-
la cuestión
única idea arraigada en la conciencia del doctor
De
las
demás
se
sirvió para dar
mayor pábulo
á su propaganda, explotando la oportunidad en que pro-
vocaban ruidosas discusiones, por lo mismo que violentaban principios consagrados ó estimulaban ambiciones francamente manifestadas. Por eso es que si entonces producían efecto, así en el campo de los coaligados á
cuyo servicio estaba E/ Comercio del Plata, como en el campo de los que defendían la integridad y los derechos de la Confederación Argentina, hoy no resisten á la crítica. Y tanto, que al sentir de los más capaces, ni aun entonces esa propaganda se hacía con éxito. «No se me diga que la prensa ha producido buenos resulta-
— dos en
—
que ha granjeado simpatías á
extranjero, ni
el
51
nuestra causa, escribía Echeverría, emigrado en Montevi-
La prensa no
deo. Doloroso es decirlo.
desacreditarla,
i^ino á
y
razón la llamará un
país,
el
día
no
contribuido
lia
dudo, con harta
lo
renegará de
á juicio y
porque durante muchos años no fué sino
el libelo
ella;
más
infamante que se haya lanzado para denigrarlo y escarnecerlo ante los ojos del mundo. ¿Qué hombre impar-
que
cial
ambas
lee
esos presuntos fjrganos
orillas del
Plata, que
de
la
opinión en
se engolfe en el laberinto
de injurias y recriminaciones contradictorias que recíprocamente se lanzan, podrá discernir la verdad? ¿Qué dirá
porvenir de esas escandalosas falsilicaciones de
el
y de
la historia
cho,
los
sucesos cotidianos? Costará
serán necesarios largos
años
de
mu-
incesante labor,
después que nuestro país se paciñque, para rehabilitarlo en
la
opinión de los otros y borrar las manchas que ha su nombre la prensa vocinglera y chará
echado
latana.))
En
('j
El Coiñenio del Plata escribían los emigrados argentinos en La Época de Bolivia, y en sentido análogij
;i
El Merrtü'io y El Progreso de Chile; á bien (pie así como El Conierrio del Plata le adjudicaba á Hozas iníluencia extraordinaria, esos diarios dt'
dábanle una espectabilidad
que jamás gozó ningún gobernante á
la
na condenaba á Rozas como
la
Pielirit'iidosc
(') I'aclieco iiidarif.
los
la
Sur América. prensa chile-
intervención anglofrancesa y exaltaba defensor heroico de los derechos de las
rrpúblicas americanas.
como
'en
unanimidad con que
El
demás Estados
Merrurio ipie
escribía:
rodean
á
la
República
de caria di; don i;srrl)aii lüdirvci-i'ía al don .losé y trasci'Uos en dlra dii-iiiida (.Manuscrito en mi arcliivo.)
Purralus y otx^s
:i
«Chile,
jiciirral
Rivera
Argentina, debe mirar
al
gobierno de Rozas con tímida
Su poderío, sus ambiciones, su orgullo, pueden hacerlo mañana nuestro enemigo encendiendo en nuestros pueblos la guerra civil: no debemos condesconfianza.
y antes bien, á ejemplo del Brasil,
quistarle sufragios,
estar preparados de antemano.
debemos El Araurano combatía esta propaganda, demostrando cómo no era el momento de suscitar complicaciones cuando
la
sola y aislada sus
República Argentina sostenía
derechos contra los avances de dos poderosas naciones europeas.
muy
Y La
Gaceta de Comercio agregaba: cualquiera
experto,
El general Rozas,
pués de tantos
este
adivinará
hombre
«Sin ser
estas prevenciones.
extraordinario, que des-
conflictos enorgullece
á la
América con
defensa que de su honor hace; que ha estado
la heroica
tanto tiempo
á
contemplación
la
del
mundo
civiliza-
ha robustecido su poder con el prestigio de los demás pueblos, ¿no es de una deducción lógica que levante á su patria del abatimiento á que la ha seducido una guerra fratricida? ¿Querría renunciar á do...
las
una vez
simpatías
(|ue
de
la
América,
dónde conduce
Hasta
nes de partido.»
el
preiiriendo
el
anatemas'
furor insensato de las pasio-
(')
Pero El Progreso luchaba con ventaja sobre periodistas
como
Bello,
tacaban en
Godoy, Varas \ Chile.
Sarmiento, cuyo singular lo
rudo del combate,
talla.
En
el
los
que por entonces se des-
Redactábalo don Domingo lo
Faustino
genio literario, creciendo en
señalaba ya como diarista de
robusto organismo de este hombre, que fué
después uno de los primeros repúblicos argentinos, palpitaba cierta morbidez
minado
(')
la
Véanse
como
la
que
á las veces
acción enciente y trascendental de
los diarios citailos
de octubre de 1846.
ha deteralgunos
})recui'sores del progreso hiiinaiio.
sacaban partido
li/adores
Sus talentos
geiiera-
iniciativas
rápidas,
de esas
reduciéndolas á formas ^¡rácticas que nunca se perdían: por manera que. extravagancias
en caljeza de
si
otros
reputarían
se
en él se consideraban como pensamiento poderoso y preocupado de
utópicas,
expresi(jn de uii
un orden de principios dentro de los cuales su fisonomía original de puldicista s<^ iba destacando cada vez unís brillante.
Sarmiento apego,
tanto
porque
la
(')
fuera
del
que.
se él
On no
i)aís
tiie
tuvo
p(n"
conveniente.
mente algo como pr()xim() de llar
misma
point
y después en
presentar á los hombres él
la
les
idées^ escribió
Así fué su
que á
naturaleza
})aís.
cómo el
se
en
creó
derecho de
y las cosas en la forma (|ue Estas audacias irradian en la
intuici(jn del triunfo
ciertas ideas,
más
(')
menos
por las cuales hay qne bata-
contra las hipocresías de los acomo-
sin descanso
daticios, contra
en su ser con
imaginábase invulnerable,
diría,
eran uini
de la posta de Caucete.
de su
coraje de posponerlo
raro
principio encarnado
al
idea y
todo resistiría.
A muro
gala
liizo
todo á la idea
los desalientos de los débiles,
contra las
Acaso
preocu})aciones de los que se aferran al pasado.
nunca cedió Sarmiento á
los
ciegos entusiasmos de los
jóvenes. j)orque siemi)re se creyó apóstol.
Por estas peculiaridades de su genio, ningún publicista de su época fué más que él motejado, deprimido y combatido; ninguno sublev() mayores resisteiu'ias y tempestades. VX lo sabía, y [)or eso estaba siem))re ai)restado para
el
combate.
expresiones más viven de
lo
(')
incoherent(>s
de los que
trascendental, sino sedueidos
del éxito inmediato. po[iiilaridail,
Él traducía esas resistencias coimí
uKinos
Así es
como
poi-
desaüí'» cien
porque no necesitaba de
ella: y
el
miraje
veces
nunca
no
la
pens('»
— en crearse para
tampoco
sí
uii
—
54
núcleo de partidarios, de quienes
porque creía que su ])luma y su esfuerzo valían más que un partido. Lo notable es que necesit(3,
que su vida y aun más que su vida; que después de su muerte, todavía ha sublevado las pasiones, y alrededor de su nombre-idea se tales resistencias
ha trabado
duraron
combate,
el
á
lo
mucho mejor
título
rededor de aquel Patroclo cuyo cadáver
que
al-
se disputal)an
griegos y troyanos.
Su propaganda y sus trabajos C) se puede decir que comprenden casi día por día cincuenta años de la vida y social de su país, cuyos progresos intelectuamorales y y cuyo porvenir venturoso por la libertad, absorbieron su juventud en la esfera elevada' del pensamiento, y su edad provecta en el campo de la acción, política
les
fecunda que multiplicó sus
fuerzas y
ancianidad
-lozanas, las esjieranzas
ilustre, frescas
alentaron su
y
grande espíritu.
conservó en su
que
Echeverría y él fueron que combatieron á
los únicos publicistas de esa época
Rozas, propagando con erudición y patriotismo los priny de gobierno que formaban
cipios orgánicos de política la
doctrina del porvenir,
quiso hacerlos
y que
prácticos por
la
Rozas obra
no supo ó no
de su iníluencia
para despejar las sombras que debían envolverlo.
Dado el períil moral de Sarmiento, se comprende cómo sin nombre en su país, apenas conocido en su provincia por vinculaciones de familia, al verse en Chile más desheredado todavía, se propusiese desde luego hacer su
camino
por
una de
abren horizontes, ó
esas
audacias
los cierren
geniales
para siempre.
que,
ó
Llegó á
(') Solo daré una itlea de los que liacen al objeto de este llljro. Los trabajos y la vida de Sarmiento Ibrmarán la materia de un libro que publicaré después.
,¿;3¿^^<;?-7 -2.
rilando no se
Cliile
suscitara San
echaban sobre
nombre de mal entendido Libertador sombras que
patriotis-
entonces
sobre la
el
Ocurrióle
ha disipado.
ria
pasiones qne
las
Martín entre los partidarios del general
Carrera, quienes en UKJ,
apagado
licil)ían
batalla de Chacal)uco, y
escribir
la
histo-
novedad y brillo íigura de San Martín,
hizo con
lo
y de tal modo levantó la que sus artículos fueron reproducidos y. luego de vencida la reserva, las gentes empezaron á preguntarse quién tales,
Don Domingo
era Sarmiento.
tomo primero de nador Mansilla,
esta historia
presentó
lo
de Oro. que figura en
como ministre varios
á
el
del gober-
periodistas,
y
el
camino de Sarmiento qiied() ya trazado. Poco des})ués llamaba la atenci<')n por la solidez y la novedad de los argumentos con ([ue en El Progreso combatía la idea de un congreso americano, déla que á la sazón se ocupaban varios diarios del continente. (') Alegaba (|ue sería inellcaz. y que no había i)ropiamente intereses recíprocos entre los Estados americanos sin ins-
tituciones arraigadas.
Andrés
Bello, le argüía
ríos sería
una de
congreso.
tal
El Araucano que redactaba don que la libre navegación de los
las cuestiones de (pu' [)odría ocu})arse
Y como
esta cuestión se
ventilaba
en
el
armas tle la intervenciíHi anglotomaba al vuelo la incidencia para hacer pro])aganda contra Rozas. V al encararse con aquel río de la Plata por las
francesa. Sarmiento
diario y con los del na,
I5i'asil
que combatían á su vez
la
imposición de las grandes
potencias europeas de erigir en libre
navegacicm
cribía: '
cann
(')
i/i/c
Kn
de los
oporl
no hasitm
("onb'deraciíui Argenti-
y la
ríos
exclusivo
principio
interiores.
Sarmiento
la.
es-
unamente observa El Arr/uco Amortilcspos pai'a
scfruida escrihió
iiiiii
obtener
Memoria
la libre
síild-c
ol
navegaci(')n
mismo
msiuiío.
—
—
El derecho internacional no se ha formado
los ríos.
(le
5()
ú fuerza de deseos, sino á eañomizos:
l)richos de los déspotas
pues que los ca-
son sordos para reídamos menos
sonoros.»
Un
atenciíhi,
la
como por
el
colorido brillante
en
el
cual se propuso encontrar la razón de sus
teatro
p]ra la
vida del general
vuelta en tina,
de las descrij)ciones del
Fué Farundo^ ó rivilización y barbarie. Jnan Facundo Quiroga, desen-
conclusiones. '
propaganda de Sarmiento llamó ruidoasí por la tesis que desenvolvía,
libro de
samente
ambiente de
el
la naturaleza selvática argen-
entrañas vírgenes fecundaban
cuyas
lo
primitivo
campear prepotente en la vasQuiroga era la expresión animada y idntoresca de ese teatro, donde la libertad se manifestaba por las hermosuras salvajes ó los ímque
irrascible
ta extensión
quería
de la República.
petus incontrastables;
como vividos
reflejos de los
ele-
mentos el
de vida y de acción que lo encuadraban. Era architii)0 que. en sentir del autor, explicaba á Rami-
Bustos, Rozas y demás jefes de provincia proclamado la federación. Personalizando en ellos la ol)ra de transformismo, que por los ausi)icios de la federación se iba operando i'ez.
López,
(jue hal)ían
en todo
país.
el
Sarmiento llama á esto
la harliarip;
y
circunscribe la civilización á todo cuanto á esto se opo-
como
un cuadro de sombras y de luz; mal y de Iñen perfectamente deslindados en política. La sombra, el demonio, el mal, es la federación y los que la sostienen. La luz,
ne.
Es.
de demonios
el
ángel,
se
y de
bien,
el
ve,
ángeles; de
¿qué
es?
idea antagónica de aquella
no son
los
aíinidades
No
es
el
unitarismo;
la
que campea también airada;
unitarios á quienes moteja, á pesar de sus
de
no es tampoco la idea nueva de que se ocupa incidentalmente y á la
causa;
Echeverría, de la
(jue
formas orgánicas en otros trabajos. Él divide el conjunto (jiie contempla nuütiíorme; y sin
cía
en dos
embargo no presenta una solución semejante y galanura
fustiga, supliendo con talento
ci(')n
ausencia
la
lierar,
como
de hechos
que
á la
difícil
de su-
que esta solu-
los
encarna.
Empujado por su
brillante fantasía, desautoriza
el
hay en sus premisas; porque hace derivar de éstas precisamente lo contrario de lo que se fondo de verdad
á saber: que de las entrañas de la naturaleza
es
}iasa,
(jue
selvática
es
progreso,
el
de
Por
liepüblica.
donde surge
encierra
el
la
masa semibárbara hace suya la faz
la
idea
la
exalta á
la federación^ la
de los que se da por jefes. })ara que éstos la de-
manden
la faz
á
to dirigente
acentuadas
de la República; atrae
á
sí
el
elemen-
de las ciudades; se confunde con éste
aspiración
la
que
venturoso y la civilización de obra de una intuición admirable,
porvenir
al
y
el
esfuerzo;
sus personalidades
lleva
combate en
gobierno;
por
sangrienta, año
lid
siíMi
las vicisitudes la abatan; y cuando robusta y compacta domina la vasta extendel país, echa. ])or (h'ga-no de sus prohombres que
lian
ligurado cun ventaja desde jirincipios del siglo, las
tras I;i
año.
sin (jue
opiniíui
bases orgánicas de esa idea ({ue es la que triunfa iiitivamente
por
pueblos llaman á resolver
Es
ciedad brota la nacional. ({ue tal
la
li(irh((rif,
;i
las
últimas clases de
la
la
so-
idea trascendental para la organizMciém
antecedentes de
los
idea ])rovocó y
l)usteci('),
mifuto
Dados
De
problema secular. fenómeno más notable de
el
este precisamente el
democracia argentina.
deli-
de los congresos á (juien los
sanciíhi
nifdida
el
(|iif
acreditaban,
la
la
lucha cruenta
consenso ilustrado que la
(!Xi)eritMicia
doctrina
así })uede alcanzarle á
los
de
y
el
la ro-
couNcnci-
ciriljzación y de liombres y las cosas
—
58
—
.
comproinetidas en ese orden, como en nico que se desbarató
debió
al
lin.
En
el
orden antagó-
este justo
medio pudo
autor de Facundo,
si su y imaginación no hubiese penetrado las sombras del cuadro para encontrar en ellas, no una solución que no entraba en su programa por entonces, sino motivos
colocarse
el brillante
para su acerba propaganda.
En este sentido, el Facundo es el libro más hábilmente concebido para desacreditar, desprestigiar y enlodar á Rozas y al orden que éste representaba. Todo lo que se había escrito y se escribió contra Rozas es pálido al lado de esas páginas leídas con la avidez que despierta
mos que
un
talento literario original; vuelos atrevidísi-
desde
recorrían
la sátira cliisi)eante
hasta
el
apostrofe magnífico, entre resplandores que se incrusta-
ban en la imaginación, bajo la forma del recuerdo de un hecho ó dicho que hasta entonces jamás nadie había oído; y cuadros de mano maestra que ponían en relieve la escena con expresión y colorido iinicos, á semejanza de esos lienzos originales
(pie
hacen quebrar los pince-
les á los imitadores.
Rozas, los hechos, los hombres y todo cuanto con Rozas tenía relación, son presentados con tal naturalidad y tal conocimiento ostensible y comprobado de lo que se pasaba, que aun los más alejados leían
con repulsión
y continuas digresiones con que Sarmiento deprime y escarnece lo que cae bajo los puntos incisivos de su pluma. Sarmiento se vali(') las
relaciones
de algunas personas que de Chile venían
á la
Repúbli-
ca Argentina para hacer circular su Facundo; y
mo me les
él
mis-
ha referido que Rozas, recorriendo un ejemplar,
decía á sus
íntimos:
«Pero, señores, á ustedes les
consta cómo se ha pasado esto: es una impostura de Sarmiento.»
Y
lo
tengo de allegados de Rozas que, como
— no
ali;uii()
le
diese
59
al libro
— mayor
iin])ortaiieia.
liozas
mal talante: «El libro del loco Sarmiento es de lo mejor que se lia escrito contra mí: así es cómo se ataca, señor; así es cómo se ataca: ya habíale respondido
de
cómo nadie me
verá usted
delieiide tan bien, señor.»
Pero es en La Crónica donde
Sarmiento hizo
el es-
fuerzo nnis notable de propaganda doctrinaria contra
Su pluma,
gobierno de Rozas.
el
incisiva é intencionada,
presentó uno á uno los princi])ios del gol)ierno libre, que
esperaba
momento
de dihitarse en la Confederacii'm; y á diferencia de Yarehí, que comenzaba por negarlo todo el
quedándose cual era
})ara
y para los suyos con otra negación
sí
Constitución del año de 182G, Sarmiento acep-
la
taba los hechos consumados,
notorios y estables, y se preguntaba con una pertinacia abrumadora, si no era una
impostura de
la
prensa adicta á Rozas
patria hubiese libertad y gohierno
estaban conculcados aquellos
de que en su
lo
progresista,
y
])rincij)ios;
si
cuando
no gravi-
taba lina resjionsabilidad tremenda solire ese gobernante,
que teniendo iníluencia y poder suüciente para hacerlos prácticos desde luego, mantenía al i)aís sin una constitución que los reglase.
Por (b'
ctuí
la
primera vez. Rozas se encontraba
l'rente á frente
un escritor de nervio y de talento que, coincidiendo Echeverría en la idea organizadora, argumentaba así:
la experiencia, los
heclios
incontrastables
y
el
misnuj
han desacreditado á todas luces
progreso de las ideas,
con
las tentativas
para oi-ganizar nuestro
el
régi-
men
Aceptamos el régimen federal, y obcecados, ser;in los que se queden
alr;is
nnitario.
jiocos.
con
el
(')
muy
unitarismo que hizo su
Argentina. Si
Vamos
Rozas es
deral,
si
el
;i
(lio. j)ero
federal,
uno y
el
si
('poca
en
\anios por
(d jiartido
otro
jiaís
que
la
el
lo
dominan todas
muy
Repiiblica
biuMi
camino.
sostiene es felas ])roviiu-ias.
— ;}ior
no poner manos
(jiití
de la dictaduras'
.
.
.
—
(iO
á
obra para
hi
cerrar la era
La prensa de Buenos Aires
le
contes-
con los hechos aceptados y que, por elocuentes que fuesen, no resolvían la cuestión propuesta. «La i)atria
tal)a
La
de los argentinos
está libre y
Gaceta Mercantil.
El poder extraordinario que inviste
constituida, escribía
el
general Rozas, en cuanto á la provincia de Buenos Aires, es obra de la ley y del
voto público.
Si
dictadura, es la del pueblo en uso de su el
en
liay
ello
Es
soberanía.
orden extraordinario que rigió en Chile durante mu-
años de revolución y que lo salv(') de su destrucLa investidura que tiene el general Rozas de encargado de las relaciones exteriores de la Confederaci(')n clios
ci(')n.
por
el
sufragio de las provincias, representa
normal de
la
República;
como
el
el
sistema
tratado de 4 de enero
de 1831, obra del general Rozas y de otros gobernadolos fundamentos principales de una cons-
res, establece
titución nacional federativa.»
Sarmiento se proporcionaba de table para presentar el contraste federal, tal
venir,
como en su
motivo inago-
aquí entre
la
organización
sentir debía radicarse en lo por-
y cuyos lincamientos trazaba con
el
mayor
aco-
pio de conocimientos que por entonces se tenía, y entre la
que presentaba La Gaceta Mercantil.
via de erigir sobre la autonomía
poder
federonacioual, en quien
de éstas
La cuestión
las
pre-
provincias un
delegasen las
fa-
cultades necesarias para que se destacase la entidad política
yente;
de la Nación Argentina; la del Congreso Constituel
sistema l)icaniarista,
Estados Unidos; ticas,
el
según
el
modelo de
poder judicial con atribuciones
para cogobernar
b)s
polí-
con los otros poderes; las cues-
tiones de la educaciíHi, de la renta pública, de la capital
de la Naci()n; las iniciativos progresistas de los poderes piiblicos; la
inmigración y colonización; todo
lo
funda-
—
— presentado en
política y adiiiinistraciói], fué
eii
iiiL'iitcil
(il
La Cnniica como
adonde debían conargentinos que después de tantas
i)untos en relieve,
verger las miras de los
y tan cruentas desgracias volviesen con patriotismo sobre las ideas absolutistas á las cuales lial»ían sacriíicado la
Se diría que, viviendo en perpetuo consorcio con
patria.
y fijos en la patria sus mejores conatos, se propuso desde entonces trasuntar el derecho humano á la la idea,
Constitución que para su
ancianidad
le
oí
i)aís
En su
trabajaba.
varias veces decir:
ilustre
much(» han
enco-
]uiado las instituciones de los Estados Unidos, i)ero pocos
dan con tituyen
el
el
secreto de ellas.
Son grandes porque cons-
propio derecho humano, llevado
por
el
sim-
buen sentido á la pr.-ictica en leyes y constituciones. Rozas llegí'j á reclamar del gol)ierno de Chile de la propaganda de Sarmiento cuando éste, después de haber l)le
escrito
cá
Cuyo
varios jefes de las provincias de
dolos á (|ue se levantasen contra aquél,
negar los derechos de
la Pie})ública
se
Argentina
invitán-
emperi('i al
en
Estrecho
de Magallanes y atribuírselos á Chile. Fué esta una inconsecuencia inexplicable en un escritor de sus vis-
Bajo
tas y de sus talentos.
cuestión
el
Resuinen
Magalianen, escribía bajo su lirma
nica del ó de agosto de atreve
rulu'o
el
gobierno
de
184Í):
«
No me
Buenos Aires, en
en
ocurre
de
la
La Cró-
cómo
se
vista de esta de-
mostración, á sostener sin mentar siquiera sus derechos al Estrecho de Magallanes, si bien sé que una ve/ (pietoma el
freno, no suele largarlo sino se
le
rompen
las (piijadas
Pero para Chih", para b)S argentinos y para á golpes. mí. bástenos la seguridad de (jiu' ni sombra, ni pretexto de controversia
le
([ueda con los
documentos y ra/ones
que dejo coleccionados.» Y toda\'ía. dos años d('s|)U('s. escribía en su semanai-i(»
Sinl-AiiH'i'lca:
"i'll
redactor primtn'o de
l]l
l'cotjri'so
— (V^l
luisiiio)
se
lia1jí;i
haberse negado á
la
—
(i-J
escapado para
de la imprenta y secretario
después de
EuiMjpa
orden perentoria que
propietario
el
Estado,
consejo de
del
le
quiso imponer de no tratar editorialmente cuestión nin-
guna que tuviese ;i
su
tratar
relaci<3n
la cuestión
Desgraciadamente La Crónica^ tuvo ocasión de
con Rozas.
vuelta, y redactando
de Magallanes, mostrar
fundamento, hacer desdecirse
al
enviado
su
falta
de
de Chile en
París, que ya había insinuado la conveniencia de
ceder
también en este punto á las pretensiones del gobierno de Buenos Aires. Desde entonces la reclamación de Magallanes ocu])ó sólo cuatro renglones en el mensaje del gobierno del. puerto del Atlántico, mientras que una reclamación nueva ocupaba ocho ])áginasen dicha citando una
ponga
al
medida
eficaz
de
aleve conspirador
i).
sibilidad... })ara
represi(')n
F.
lanzar desde
})ieza. soli-
y castigo que
Sarmiento en la impolibelos infamantes
allí
como... la carta á Ramírez. » (') Entonces Sarmiento se hallaba en el apogeo de su reputación de diarista; y menos que nunca ocultaba la im[)ortancia y trascendencia que él mismo atribuía á sus trabajos. «V. habrá visto ya La Crónica^ los Viajes y la Educación Popular, le escribía á Echeverría con
Dígame su parecer sobre el último de los trabajos citados. La Crónica es mi credo ¡jolítico, mi programa. He dogmatizado un poco, como V. deseaba; pero poco, porque me guardo para mejores tiemi)os.» Y girando sobre lo mismo, le escribía en la misma fecha al doctor Vicente F. López: «Ha notado V. una cosa singular?. he conquistado en Chile el derecho de hablar de mí mismo, de ocuparme de mis fecha 12 de diciembre de 1849.
.
(^) íío
Sud América número 2
de Chile.
del
.
\'\
de Tebrero de 1851.
Santia-
—
—
68
negocios y de mi reputación. Ya saben que es este mi y me lo toleran. Preparo un libróte titulado
defecto,
Recuerdos de provincia ó cosa parecida, en que hago con el
mismo candor que Lamartine, mi amigo, que
Le pro-
panegírico.
ridículo ha de venir á estrellarse buenas y dignas de ser narradas, que tendrán de grado ó por fuerza [que perdonarme la testo,
el
Contra tantas cosas
osadía.»
Estas afinidades de Sarmiento con escritores enemigos
como Echeverría,
de Rozas,
Alberdi, López, etcétera, pero
lejanos del absolutismo unitario que Alsina, Rivera Indarte
y otros,
dominaba
me
á Várela,
relevan de
entrar
en explicaciones ya demasiado prolijas para un capítulo de libro, acerca de la circunstancia, de suyo notable, de ({ue
jamás hubiese mediado relación
ni
de correspon-
me
ocupo.
de Sarmiento.
Éste
dencia entre los dos publicistas de que ahora
Lo que sigue trab()
tengo de labios
lo
conocimiento
con
doctor Várela,
el
durante su
La
corta estadía en Montevideo, de paso para Europa.
primera entrevista, en vez de aproximarlos, los distanció.
Sarmiento ral
habló de los principios del gobierno fede-
le
y de la necesidad imperiosa de fijarlos en la Cons-
titución
para
República
la
demorando.
Pero
disgusto que
le
el
Argentina,
doctor Várela no
producían tales innovaciones, sino
exaltó la
bondad y oportunidad de
taria de
182(5
pín-Ví'nir
de
la
con razones tan poco
muy
menester ser
hi
que Rozas iba solo expresó
Constitución uni-
felices,
que no era
penetrante para comprender que
lit'[)iiblica
muy
debía
(piedar
librado
mejor preparados,
y,
des[»rHndiesen de
las vinculaciones absolutistas
princi[ialmcnte, á los
nían ancho espacio en la fosa
el
quií
á
el
los
que se
que
común en que había
te-
(jue
sepultar los extravíos de los partidos.
En cuanto
;i
letras,
estuvieron entonces tamlii('n en
-
—
(i4
La falta de espacio impidió que El Comercio del Plata publicase un capítulo del Facundo Cüü]i)lt!to dasaciierdü.
(')
y otro de Aldao, los cuales llamaron la ateución al ser publicados en otros diarios de Montevideo. VA doctor Várela, que
se
preciaba de
crítico,
manifestóle á
Sar-
miento que no le había í>'ustado el Faca/ido. «Ya me lo imaginaba», respondió Sarmiento. «Lo de que de veras me lia gustado es. Aldao.n «Me lo imaginaba también»^,
La vida de Sarmiento que se s¡gui() des2)aé.s de estos travida política y social de la República Argentina durante los últimos cuarenta años. Es en su país el ejemplo más notable de actividad intelectual desde que se inició como diarista, luego como maestro de escuela y después como constitucionalista y estadista, hasta que, en pos los unos de los otros, publicó sus Conffictos de las razasen Aynérica, que es el gran libro de su ancianidad. Con motivo de haber yo reivindicado de la Europa para la República Argentina la iniciativa de Sarmiento en materia de tribunales permanentes de arl)itraje internacional, me escribió él mismo desde el Paraguay. «Ahora que en el último tercio de mi vida, remonto esta red de ríos majestuosos, que han descendido en silencio inútil por los siglos de los siglos, y oigo el vivificador murmullo de las ruedas del vapor ó el silbato que anuncia su arribo á un pueblo naciente, siento que no esté vivo Vélez para j^edirle breve epitafio en latín para mi tumba (único terreno que poseeré y deseara dejar cultivado). Los Rost)'os del foro y Mercurio, echando su caduceo entre dos viveras para separarlas á guisa de arbitraje, no estarían mal como emblemas, si los clásicos griegos y latinos tuvieran, como Mi epitayo, el a, b, c del silabario como Iliada, Odisea y Eneida. fio diría como el resumen de mis deseos: (^)
bajíjs, es la
«Ux.\ AMÉRICA TODA ASILO
DE LOS DIOSES TODOS CON LENGUAS TIERRA Y RÍOS HDRES PARA TODOS.)!
El dia 11 de septiembre de 1890, segundo aniversario de la muerte del ilustre publicista, tuve el alto honor de decir en presencia de las damas argentinas, de los personajes consulares, de los representantes caracterizados de las letras, las armas y' las grandes industrias, de la juventud y del pueblo viril, que rodearon esa tumba: «Hoy dejamos cumplido el voto de Sarmiento en esta tumba. Ahí quecla el altar cívico, y en el cielo de la patria, y en la mente de los cituladanos el grande espíritu de Sarmiento, que ha de dar á los corazones tuerzas para coml)atir los siempre ingratos deslallecimientos de la libertad.»
—
(55
—
Picado el doctor Várela por el estriSarmiento se lo explicó así: ((Imaginaba que no gustaría Facundo, porque yo trazo en este libro el cuadro repitió el autor.
billo,
la barbarie de la República Argentina, y aun propongo algunos medios para removerla. Pero estos medios están fuera del programa de ustedes, que piensan extir-
general de
parla por decreto, luego que restauren taria del ario2í>.
En cuanto
á Aldao,
la
me
Constitución uni-
explico qne guste.
Es un juguete con pretensiones literarias; y como des€ribo prados lloridos y campiñas recorridas por liebres y otros apetitosos animales, y ustedes están comiendo en Montevideo basta los menos apetitosos; y además, liay i^quí tanta gente desocupada que liace versos...
CAPITULO LIX EL G(3BIERN0 SUPREMO (1848)
SuMAHto:
—
Apogeo del poder de Hozas después de la batalla de Vences. II. Regreso de los emigrados. III. Aspecto general del país en el año de 1348. IV. Similitudes sociológicas entro el gobierno de Rozas y los de César,
I.
—
Carlos V é Isabel de Inglaterra. V. Palermo: lo que era Palermo. VI. Trabajos que Rozas em^irende alli: Palermo cuatro. años después. VII. La casa de Palermo. VIII. Las dependencias del establecimiento. IX. Las peonadas de Palermo: distribución del trabajo y método del establecimiento. X. La vida de Rozas en Palermo. XI. Palermo paseo público. XII. Rozas absorbido por la tarea gubernativa.— XIII. Cómo se identifica con el gobierno. XIV. Consecuencias de esta concepción del personalismo. XV. Cómo se inicia su decadencia intelectual. XVI. Sus relaciones con XVII. Ceremonial en las conferencias semilos oficiales de su secretaria. oficiales. XVIII. Arrebatos que le sobrevienen. XIX. Su manifiesto XX. Rozas en la intimidad de fastidio por los honores que le dispensan. su casa: el general Soler. XXI. Don Adolfo Mansilla: el doctor Lepper. XXII. Una dama y el doctor Vélez Sarsfield. XXIII. Sombras del apogeo: XXIV. Ecos de EL Comercio la mina para hacer volar la casa de Rozas. del Plata y de La Ga:eta Mercantil.— XX\. Actitud respectiva de la prensa del Plata: programa limitado y conservador de la de Buenos Aires: descrédito en que habia caído la de Montevideo.— XXVI. Situación angustiosa de Montevideo: el gobierno declara imposible su existencia y la de XXVII. Atentados contra la propiedad y la vida: imposibilidad esajilaza. reprimirlos. XXVIII. El asesinato sensacional del doctor Várela. (le XXIX. Cómo se conceptúa este asesinato en el Cerrito. XXX. Eco del British Packet: imputación de El Conservaclü7\—XXXl. Ecos de La Gaceta Mercantil.— XXXll. Ecos de la prensa del Brasil: la imputación: XXXIII. Dificultad para encontrar la el asesinato á la luz de los hechos. verdad á través de estos ecos: Moreira. XXXIV. Lo que Moreira le dijo á Cabrera haber visto en su casa: Oribe le ordenó á Cabrera que matase á Várela"? deposición de Blanes: extravio del proceso de Cabrera: notable declaración del doctor Juan Carlos Gómez, miembro del jury que juzgó á Cabrera: circunstancias que impiden afirmar con conciencia que Oribe le ordenó á Cabrera ese asesinato; necesidad de que ese proceso apareciera para execrar una vez más el asesinato político. XXXV. Cómo so entendió entonces la solidaridad respecto de las inmunidades y garantías dií la
—
palabra escrita.
Á iniel
priiu"i]tios
del
de Rozas llegó
año de 1848. al
el
general Juan
apogeo de su poder
en
j\ía-
la i)olí-
su país, emancipacióu de
tica de
el
la
do y fuerte bajo
la
primera vez desde su
por la
cual,
corona de España, se encontró uniobediencia de un gobierno general
y bajo la denominación de Confederación Argentina. La resistencia que opuso á las exigencias y agresiones de dos naciones más poderosas de la Europa;
las
la previ-
sión con que sostuvo incólumes derechos trascendenta-
para
les
repúblicas
Argentina y de las demás América, llamando con esta bandera,
porvenir de
el
de
la
que San Martín declaró ser tan sagrada como Independencia,
que
lo
—
al
acompañó;
que despertó
simpatías y aun la admiración en todo el mundo civili-
las
hecho sorprendente
el
ignorada
débil república, casi
nía á raya la diplomacia y ras de la
digna
sobre la
de
la India,
hi
los intereses
inlierentes á
conquistado-
las
suscitadas
diferencias
que se pretendían en conllicto, por
vía de los principios, y
chos
escuadras
Egipto y de Argel; y en seguida de las ventajas
solucionar
para
las
de que
hasta entonces, po-
Cliina, de
circunspección,
obtenidas,
de la
esta resistencia
zado que vio producirse
una
la
sentimiento del patriotismo nacional
la
dejando á salvo
los
dere-
soberanía nacional, todo esto
le
de grandeza al gobierno de Rozas, y poderosamente á robustecerlo ante la oi)ide propios y de extraños. La victoria de Vences
dio cierto
lustre
contribuyó niíMi
vino á consolidar este jioderío.
Por otra
parte,
tramjuilamente
la ('migraciiui volvía
á sus hogares; y las medidas de represiíui que se toma-
ron en
sobre
1(S4()
quedaron sin
bienes de
cuales,
los
encontraron beiu'liciados, de
los
jueces
de
sus propietarios,
;i
hacendados
como
(pie
fundos rurales liabían sido guardados biliihid
revolucionarios,
los
efecto, dcNolvit'ndosclos
muclios de los se
los
paz
iirinci
los
l)ajo
la
pálmente,
ganados y responsa-
drp.irtameutales.
S('>l(t
-
—
('8
quedaban en Montevideo, Chile y Bolivia los directores de ese movimiento desde el año de 1838 y los escritores y propagandistas de la revolución y de la intenvención anglofrancesa que no quisieron volver á su país, á
pesar
nombre
individualmente
habérseles ofrecido
de
del gobierno
y
á
argentino las garantías necesarias,
y hasta proporcionándoles
medios para que
los
lo veri-
ficasen.
El país en general comenzaba á gozar de cierto libe-
ralismo contra
el
cual habían
venido conspirando las
reacciones, represiones y peligros que trazaban líneas de fuego y de sangre entre los contendientes exasperados.
Las relaciones sociales y
políticas se
ensanchaban á im-
El comercio reanuda-
pulsos de la tolerancia recíproca.
ba con ventaja sus corrientes espontáneas, levantamiento del bloqueo que verificó
después de
Gran Bretaña;
la
la
al
favor del
Erancia poco
industrias recobraban
las
su actividad de manos de los milicianos que colgaban el
sable para
ir
á los talleres,
óá
atacar las reproducti-
vas faenas rurales en que se habían educado; y el gobierno comenzaba á vencer las dificultades financieras
merced á una prudente economía y á la estricta observancia de las reglas de una administración controlada y honorable que había erigido en sistema. tras
comenzaban á cielo apacible que, si no era el de la y dueña de sí, tampoco lo obscurecían rrasca que otrora desataron
tas
las le-
tenido
envolverse,
En
Hasta
campo neutral donde desbrillar como luminares de un
que no habían
los
libertad orgánica las
extravíos
nubes de bo-
y
los
odios.
esta época el gobierno de Rozas presentaba cier-
analogías con
lidades que
se
el
que consolidaron ciertas persona-
destacan
en
la
historia,
quitándole
al
derecho y á la libertad lo que reasumían en sí para fundar un orden de cosas aceptado por la Nación y consa-
— grado raros;
el
eii
y
si
Estos fenómenos sociológicos son
porvenir.
bien sus
principal que los
—
69
causas son
produce
es
complejas,
siempre
la
fuerza
misma: es
la
el
Sin pueblo que lo incube y que lo aliente, no hay gobierno fuerte que se levante, ni que haya podido
pueblo.
levantarse, desde que
q ue, el
principio de autoridad dejó de
el
sometido en un todo
estar
como
tal principio, es el
punto de vista de
la
éxito y de la grandeza
orden
de
al
cosas
derecho patriarcal ó bíblico
más bárbaro.
popularidad que relativa
que
que
afianzó
político
lo
Mirado desde lo
rodeaba; del
robustecía; del
conjurando los
peligros, venciendo las reacciones
y abatiendo las resistencias; y hasta del sentimiento que lo exaltaba, el gobierno de Rozas ofrece semejanzas palpables con el de César, que fundó el Imperio por los auspicios de los ciudadanos de la República; con el de Carlos V, que reasumió en sus manos la libertad de la más vasta porción de la tierra, con el consenso de los hombres de distinta raza y lengua que la poblaban, y con el de Isabel de Inglaterra, que suprimía las prerrogativas inviolables y los derechos consagrados del parlamento y del pueblo, en
medio de las aclamaciones de las clases elevadas y de las masas convertidas en ciervos de su autoridad absoluta. Boissier, Motley y Macaulay, han estudiado magistralmente el fenómeno; y es muy digno de notarse que los tres pensadores concuerdan en que la causa (pie o produjo en tres épocas distintas, es la misma que he apuntado. Y adviértase que Motley, al pronunciarse contra el gobierno que consolidó Carlos V, antes examina la cuestión del punto de vista de los medios que este monarca puso para asegurar la felicidad de sus pueblos, que no del despotismo ó de la libertad. « Lo principal, dice, no es (pie fuese un déspota por sus inclinaciones y
por su educación, y que sustituyese en todo
lo
posible
— el
elemento
l)otisino
absoluto
al
—
70
principio
de libertad:
puede dar buenos resultados, como
cracia puede traer la tiranía.» (^)
Más
des-
el
demo-
la
sensibles apa-
recen todavía estas analogías fijándose en las iníluencias
que ejerció ese gobierno en y éstas van
vistió;
á
la
personalidad que lo in-
resaltar del estudio de los hechos
á partir de este año de 1848, verdaderamente climatérico
y de transformismo para
el
Manuel de
general Juan
Rozas.
Ya he hecho mención de
las obras
y trabajos que
el
general Rozas venía haciendo practicar en su quinta de
Palermo de San Benito.
Aquí fué donde
su resi-
lijó
dencia en seguida de los sucesos á que se refiere
En 1836 cuando Rozas compró
pítulo anterior.
rrenos limitados por los de Castex,
río
el
el ca-
los te-
de la Plata,
arroyo de Maldonado y avenida Santa Fe, y cuy-a mayor parte forman hoy el Parque 3 de Febrero, eran ellos ba-
ñados intransitables, donde ni el ganado podía pacer á causa del fango pantanoso que formaban las aguas detenidas mientras que las lluvias ó las crecientes no los
inundaban.
Por su mayor proximidad
al río
estaba en
peores condiciones todavía que los que se extienden en el
bajo de Belgrano, tan áridos, tan insalubres y tan so-
litarios
como
lo
eran cuarenta años ha.
Pero ya se sabe
que Rozas había sido desde niño un pionner infatigable, cuyos trabajos en las más lejanas comarcas de Buenos Aires renombre y fama
le
valieron.
Cuando nadie
atrevía á hacerlo porque se creía perder
en
la
empresa,
él
fué
el
capital
se
y vida
primero que arrostró los
peli-
gros del desierto poblando estancias y dedicándose á la ganadería; el primero que emprendió en el país grandes
(') U>iie.^'
Hisloire de la fondation de la I, pág. 154 (ed. 1859).
tomo
RépuMique des Provinces
que plantó grandes montes en las llanuras del sur; y estableció saladeros en la Provincia para beneficiar los productos de la industria pastoril, á la que sementeras de
trii^o:
dio grande empuje.
Estaba, pues,
preparado para ata-
car la obra que se había propuesto en
el
terreno
menos
adecuado
Á
ella llevó su actividad infatigable,
todos sus cono-
cimientos prcícticos y todas las medidas que le sugería su espíritu rebuscador y tesonero. Desde luego había
que levantar el nivel de esas tierras sin desagües aparentes, y donde fermentaban perpetuamente las materias de un fango crónico que conspiraba contra la vida no ya de las plantas, sino hasta de las personas. Rozas puso en movimiento sus capataces, para que le comprasen cuanto escombro y tierra vegetal encontrasen; y simultáneamente aplicó al mismo objeto de levantar el terreno algunos miles de metros cúbicos que salieron de la
escavación de un canal que circundaba su propiedad,
y que todavía se observa por el lado de la avenida Buenos Aires, por el del fundo contiguo, y ;i lo largo de la ínea terrea del norte.
Al cabo de cuatro años aspecto.
largo
preseutal)a
aquello
distinto
El agua del Plata penetraba en los camales á lo
más
de las avenidas pavimentadas con
tro de piedrecilla del
Estado Oriental,
la
de un me-
cual se traspor-
taba en carros que llegaban hasta la playa de Palermo,
y que estaban contratados á tanto i)or cada cien toneLleg(') un niDinento en que la ladas que trasportasen. bolsa abundante de Rozas se resinti() de los ingentes gastos ya sufragados.
Pero no era hombre de retroceder,
tiempo ya de hacerlo tami)0C0. Los mayordomos de sus estancias recil)ier()ii orden (b- hacer fondos, y los ni era
hicieron en buena cantidad.
das y en toda
\\\
extensiíui
Á
lo
largo
de las aveni-
y direcciones de su
propie-
— dad, desde
el
comienzo de
73
—
hasta la avenida Santa Fe y desde el hoy avenida Buenos Aires hasta Mal-
río
la
donado, Rozas prosiguió en grande escala las plantaciones de árboles aparentes, de ornato, fragancia y frutales, cuyo número no bajó de cien mil, y que formaron con el
tiempo bosques espesos que aun talados por
durante veinte años de olvido
más
tel
('),
constituyen hoy
pintoresco del Parque de Buenos Aires,
hacha
el
el
plan-
aumen-
tado y arreglado en razón de los progresos y gustos de la época.
Simultáneamente con esas plantaciones estupendas cuyos grandes detalles él dirigía personalmente. Rozas comenzó á hacer construir la casa habitación, bajo los planos y dirección del maestro don Santos Sartorio. En el primer lote de terreno próximo al río que compró,
no existía más que una casita arruinada, que él habitaba periódicamente en los primeros tiempos de su gobierno, y que hoy ocupa el restaurant de Jansen del otro lado de la línea férrea del norte. Posteriormente compró
Hornung
el sur, con una donde se levantó el edificio de Palermo de San Benito. Éste formaba un cuadrado cuyos ángulos rectos se prolongaban formando en los extremos un cuadrado saliente. Rodeábanlo exte-
al
señor
el lote
contiguo hacia
casita de pobre apariencia; y fué aquí
rior é interiormente tras;
y á
lo largo
galerías con arcos y fuertes pilas-
de éstas
se levantaban diez y
y cuadrando
el
gran patio»
seis habitaciones, las cuales esta-
( Todavía en el año 1866 los escolares del Colegio Nacional ) de Buenos Aires que veraneábamos en la Chacarita, expedicionáhamos á los bosques de Palermo regresando con abundantísima provisión de las codiciadas peras pardas, de duraznos grandes, de los pequeños y apetitosos duraznos de la virgen y aun de limones que presentábamos, como su fruta favorita, y naturalmente, como provenientes de obsequio que se nos liacía, á nuestro inolvidable rector el doctor Ensebio Agüero. 1
I-)
ban así
distribuidas y ocupadas desde
en adelante: en
el
el
año de 1848
hoy ave-
frente al oeste, esto es, á la
nida Buenos Aires, un salón de recibo en cada extremo,
y la capilla en el centro: frente al norte, sobre la hoy avenida Sarmiento, sala y oficinas de secretaría del gobernador, habitación del señor Máximo Terrero, gran
comedor, salita y dependencias divididas de las anteriores por un pasadizo: frente al este, esto es, al río,
Hornung) departamento de
Manuela de Rozas, habitado por ella, por sus damas de compañía las señoritas Dolores Marcet y Juana Sosa y por su (casa de
la señorita
servidumbre; y separado del parque por de las piletas, en las delicadas y el
raras,
el
célebre patio
las plantas
más
confundiendo sus perfumes con
de dos espinillos seculares que se conservan todavía:
frente al •
más
cuales florecían
sur, esto es,
Rozas, despacho
ciudad, alcoba
á la
y sala
particular,
del
general
y habitaciones de
sirvientes.
Enfrente de
este
edificio principal,
en
el
punto de
intersección de las dos avenidas y donde se levanta hoy el
cuartel de artillería, estaba la casa de obraje y
maes-
de los peones, galpones y caballerizas para animales de cuidado y estimación. De aquí
tranza, habitaciones
salía todo
lo necesario para entretener, impulsar y hermosear cada vez más ese vasto establecimiento de recreo, cuyo lujo sólo podía proporcionarse un hombre de gran
fortuna y de espíritu emprendedor como Rozas. En seguida de los talleres de carpintería y herrería, se encontraba
el
departamento
comprendía una clasificadas
de
agricultura,
cuyo
catálogo
infinita variedad de semillas
con arreglo á
la
y especies nomenchitura de la época,
pero en términos que no ofrecían la niíiiiina dificultad á los capataces
tiguo á este
y peones encargados de cultivarlas. Condepartamento liahía el plantel para otro
—
74
—
zoológico, en el cual se registraban los ejemplares tipos de
que existían por entonces en
las principales crías
el país,
y procedentes de las estancias de Rozas, como eran: vacas tarquinas puras, carneros merinos puros, burros y muías de padres
que
importaron directamente de España,
le
caballos criollos puros
de peso y de carrera, cerdos, avestruces, perros, gallinas, etcétera, etcétera; y adjunto ('i
á éste la oficina veterinaria
correspondientes.
En
mería ú hospital y
el
con
el
jiersonal y dotaciones
extremo opuesto estaba
la botica para
la enfer-
uso y servicio de los
individuos del establecimiento.
Entre empleados, capataces y peones, trabajaban en Palermo no menos de trescientos hombres. Rozas les pagaba mensualmente desde cien hasta seiscientos pesos. un poco más todavía de lo que se pagaba entonces por trabajos análogos.
Srjlo
admitía peones libres de todo
compromiso con otros patrones: despedía inmediatamente al
beodo, al jugador, y hacía ejercer la vigilancia más las horas de trabajo. Predominaba una
extricta en
economía bien observada, un niétodo que fijaba y disel tiempo y el trabajo de un modo invariable y preciso. Rozas vigilaba todo con su ojo experto y minu-
tribuía
como patrón que tiene derecho á exigir el servicio que remunera, y no como gobernante que ordena. Por
cioso,
(') No hay noticia de que Rozas pretendiese re/?;iar jamás sus crias caballares con padres importados de otros paises, \ eso que tenía facilidades para hacerlo y sabia valorar tanto como cualquiera los progresos en las crias cíe ganados. Por el contrario, parece que tenía ideas opuestas á las que han prevalecido en el país por lo que á la cría caballar se refiere. Pensaba que el caballo árabeandaluz fortalecido en las llanuras argentinas, formaba una raza cuyas ventajas y desventajas ni ceden ni superan á los de las
otras razas importadas. En las últimas exposiciones rurales que lian tenido lugar en Buenos Aires ha habido quienes pensaban todavía así, entre ellos el acaudalado hacendado don Benjamín Zubiaurre. antiguo empleado de «Los Cerrillos» de Rozas, quien obtuvo medallas por varios caballos criollos puros tipos que exhibió.
10
lo
—
demás, los peones de Palermo que
asistían en
el
se eníerinaLan se
hospital del establecimiento; y todos los
gastos de médico,
eran de cuenta
etcétera, etcétera,
de
Los que adquirían alguna enfermedad crónica quedaban impedidos de trabajar por cualquier acci-
Rozas. ó
dente, seguían viviendo
allí
con su sueldo íntegro como
pensión vitalicia: y todo esto explica cómo siempre había postulantes para trabajar en Palermo, donde, por
comida y alojamiento
otra parte, había la orden de dar á
menesterosos.
los
Á
año Rozas
partir de este
lermo.
Sus ministros
fijó
su residencia en Pa-
comunicaban
le
los
nerales por medio de las carpetas, á que ya
me
asuntos gehe referido:
y él atacaba todo el trabajo de la administración, con sus secretarios que se turnaban cada doce horas, tan
pesada era la labor que no lo fatigaba á él, sin embargo. Por el contrario, jamás estaba desocupado. Por la ma-
ñana
ó por la tarde
observaba cómo
se
trabajos á itracticarse en su quinta y
de las obligaciones impuestas á peones,
[»resentándose
el
que
suyo; en las aveni-
como
hora
las
;íija
m;is
i)lantas
estar
de costra, y
('i
deln'a
menos estimadas,
completamente
cuyas
hojas
carearse
limpios de
debían limpiarse
cepillos al efecto; ó en los lugares
ai)artados del parque,
pios
cumplimiento
capataces y á los menos lo esperaban en
sus
al
cuyos troncos debían
semanalmente con
los
en
das de naranjeros ñ insectos y
.
un peso igual
las caballerizas á la
sus parejeros con
cuando
el
conducían
({ue
más
debían encontrarse tan lim-
avenidas principales, pues que eran recopor una cuadrilla encargada de
rridas continuamente
recojer cualquier basura ó desecho que cayese sobre
blanca conchilla del suelo.
la
(')
(') Su escrupulosidad llejíabci á tal punto (|ue, como el panadero enfílohase en una cuenta el pan t'onsuniiilo por la casa y de-
—
7(j
—
El parque y sus dependencias estaban abiertos libremente para el público. Los carruajes y cabalgatas se
daban
y desde entonces
cita allí;
la
creó la costumbre, que prevalece
sociedad
elegante
en nuestros días,
de
reunirse en Palermo en las horas aparentes que brinda
Á Rozas nunca
Su familia se dirigía á la orilla del río, extremo de la hoy avenida Sarmiento, donde un vendabal arrojó una barca, la cual fué apuntalada, con virtiendo la cámara y la cubierta en un confortable salón y en una terraza á la que se subía por una cómoda escalera, y que rodeaba por la tarde la marea. De allí salían muchas veces organizados los la estación.
saraos
que
Tampoco
se
verificaban
se
le veía.
en los salones de Palermo.
tenía Rozas papel en estas fiestas.
hacía acto de presencia en ellas.
música y
Cuando
el
Ni siquiera bullicio de
animación de los salones de aquella casa, la incierta claridad que salía de las ventanas del lado opuesto de Palermo, indicaba que la
del baile atraía toda
la
Rozas trabajaba.
Porque en seguida del éxito obtenido en toda la República, lejos de alivianarse un tanto del trabajo ímprobo que se imponía. Rozas se lo aumentó trayendo á estudio las cuestiones y hasta los puramente administrativos de que podían encargarse con ventaja los funcionarios y empleados superiores que de años atrás lo acompañaban. Sólo cuando tenía sobre el tapete una grave cuestión legal, diplomática ó científica, encomendaba los proyectos de comunicasu consideración y
detalles
ción ó relación al doctor
Arana,
al
doctor
Lahitte, al
consumido por la división Hernández, observó que unas eran las cuentas del Estado y otras las del ciudadano Rozas: que le presentase á él su cuenta particular, la de la división Hernández adonde correspondía y que ambas le serían pagadas inmediatamente. pendencias de Palermo, y
campada cerca de
allí, le
el
doctor García, al doctor Vélez
de Anchorena
mo
don
á
ó
Sarsfield. á
don Nicolás
Aun
Felipe Senillosa.
asimis-
salían corregidos y modificados de
estos proyectos
su puño y letra. Todo lo c|ue correspondía al orden político; todo lo que hacía relación con los gobiernos confederados, con la diplomacia y con la guerra, lo estudiaba y lo resolvía por sí mismo, bien c^ue á la vista
de los antecedentes y datos que
Arana. la
Pero era
le
le suministraba el doctor imprimía invariablemente
Brasil,
Solía decir con motivo de las relaciones con
que
liombres que á
quien
idea fundamental que decidía de la resolución de los
asuntos. el
él
él
tenía que
porque
hacerlo todo,
los
rodeaban no habían aprendido todavía
lo
apreciar las conveniencias de
diendo á las vistas
del doctor
la
Confederación, alu-
Arana y
al
tratado que
el general Guido, que se apresuró á emperador don Pedro y que él rechazó en prosecución de un equilibrio suramericano que se pro-
éste trabajó con
ratificar el
para asegurar á la Confederación
ponía hacer triunfar en lo futuro.
Y
año de
183").
los cuales dirigía
según
todo eso lo venía haciendo desde
Después de catorce años durante
el
su ciencia y conciencia todas las relaciones políticas, diplomáticas y administrativas, caracterizando el período de represión y de lucha por medio de un organismo nacional fundado sobre los pueblos,
el
y por medio de
nes trascendentales para la Confederación, el
Piozas
el
la
resolución de cuestio-
vida independiente
y á creer
movimiento que
lo
la
que
sólo
él
baratadas por las manifestaciones que favor.
podía
había conducido á
través de reacciones y de coaliciones formidables nal producía en su
de
había llegado á identificarse con
gobierno de su país,
imprimirle
asentimiento inequívoco de
la
des-
opinión nacio-
—
78
—
Esta concepción del personalismo dominante sobre el
derecho popular que
lo exaltaba; esta
reasunción fran-
admitida y legalizada de toda la autoridad en las manos de un hombre en quien los gobernados veían las
ca,
garantías positivas del ideal político por que habían combatido sin cesar,
acabó
de persuadir á
Rozas de que
todos los resortes del mecanismo gubernativo necesita-
ban de su impulso personal y entendido; y así fué cómo descendió á la vastísima escala de las pequeneces y de los detalles, llevando en sus
manos
de hilos que trabajaban su espíritu.
como
el
la red
Y
interminable
este peso gravital)a
de una montaña sobre la labor ímproba de los
años, que
él
había atacado sin darse tregua ni descanso,
sacudido por los vaivenes de las luchas, recomenzando la
obra que
le
derrumbaban sus enemigos, y arrancando
del seno de las diíicultades las soluciones que le suge-
mente siempre fija en los sucesos que se precipitaban. Los espíritus más fuertes, los organismos más robustos ceden á la larga ante la ruda labor del pensamiento que los absorbió, y, ó caen como el roble al empuje de una borrasca, ó comienzan á girar debilitados alreded(U" de un antro que ofusca las miradas y donde converjen los alucinamientos. Esto último es lo que le sobrevino á Rozas. En el año de 1848 es cuando comienza su decadencia intelecría su
Á
cincuenta y cinco años su cuerpo sano y robusto conservaba el mismo vigor de la juventud; pero tual.
los
su organismo intelectual entró en
la
época de una de-
cadencia que se hizo visible poco después,
con motivo
de las medidas que imprimieron una marcha incierta y vacilante á su gobierno, y que se agravó operándose un
cambio en su carácter y en su moral, cuyas manifestaciones externas acusaron los contornos de la monomanía, ó de
los accesos seniles provocados
generalmente
—
}9
—
por las ideas que se acariciaron con todo
Una
sangre.
el calor
de la
primeras personas que pudo nodoctor Arana. Rozas llegó á no verse con
tarlo fué el
de las
su antiguo ministro.
Éste
le
remitía los proyectos
de
resolución en carpetas de cuartillas de papel, y Rozas se las devolvía con observaciones al pie ó manifestando
su conformidad.
Los
su secretaría llegaron á ser verda-
oficiales de
de servicio, de momento á momento. De encima de una mesa enorme, atestada de legajos,
deras máquinas -
de todas
cuentas
reparticiones, diarios,
las
de notas, correspondencia
oficial,
borradores
estado de tropas, etcé-
había que levantar y entregarle inmediatamente el papel ó dato que pedía á medias palabras. Por ejemplo, escribiendo (j corrigiendo un artículo para etcétera,
tera,
La Gaceta Mercantil^ ordenaba de súbito á uno de sus escribientes: «déme señor.» El escribiente aludido estiraba el brazo y le presentaba uno ó más números de ese diario, que decían relación con
En
entre manos.
otro
artículo que tenía
el
momento examinaba un
legajo
de cuentas, y preguntaba, «¿cuántos, señor?» El oficial requerido avanzaba un paso, tomaba un otro legajo,
contaba es,
rápidamente y respondía: «tanto, señor», esto de las cuentas pagadas en el mismo
cuántum
el
tiempo y de
ia
misma procedencia
de las que revisaba.
Otras ocasiones se interrumpía en la redacción de una nota y preguntaba «¿y qué me dijo, señor?» El oficial le
hacía
la
persona
á
iuipuesto, dijese
f'»
relación (piicii
le
dijeren
presencia de un Así,
la
poi-íjue
las
de
todo cuanto
ñuta se
debía
refería,
anotar
lo
le
había dicho
de
(pie
la
lo
cual estaba
el
gobernador
por asuntos del serviciíX siempre en
olicial.
conferencias
altos funcinnariits.
¡irivadas
ñ
semioliciales con
ministros extranjeros,
personajes
—
80
—
de distinción, las celebraba paseándose con ellos en su sala de recibo,
yendo
en
él
visitante y á su izquierda los brazos echados atrás
resumen de
la
extremos de
la sala
el
el
medio,
uno de
á
su derecha
los escribientes,
y papel y lápiz para anotar
conversación.
Cuando
al
llegar
el
con el
á los
visitante daba vuelta perdiendo
el
orden de formación,
el
gobernador
conversión á la derecha, siguiendo
terminándolo
el
oficial
sus talones.
Tal
era
el
que
le
hacía dar una"
él el
movimiento y
giraba militarmente sobre
ceremonial, recordado cuantas
se omitía la conversión. Ya se comprende qun no era posible que los oficiales padeciesen distracción ú olvido en las horas de servicio. Sobreviniéronle con alguna frecuencia arrebatos de cólera por motivos triviales en sí, pero á los cuales llegó á darles grande importancia. Eran como el estallido de una fuerte columna de aire comprimido. Los mismos excesos de salud que cuando joven lo conducían al lomo de un potro en pelos, á disputar la velocidad al aire del desierto, y que se aplacaban al desahogar sus bríos estupendos en leves minutos que valen la vida muchas veces. La calma le volvía en seguida. no hacía memoria lo ocurrido, que generalmente de y se reducía á la rotura de alguna silla en medio de gritos que partían de pulmones de bronce. Concluyó por fastidiarse solemnemente de las demostraciones honoríficas que insistían en hacerle, y que él tuvo siempre el buen sentido de rehusar; y no lo disimuló al responderle esto mismo al gobernador Virasoro de Corrientes, con motivo de haber resuelto la legislatura de esta provincia que se colocase en su sala de
veces
sesiones
el retrato (\.q\
Jefe Supreyno déla Confederación.
El Correo de Ultramar hizo figurar el retrato del general Rozas como una de las celebridades de la época, y
— Hila
mandó bnen numero
dirección
de ejemplares á Bue-
una subvención
ofi-
descontento, publicando
en
nos Aires, esperando naturalmente
Rozas manifestó
cial.
su
La Gaceta Mercantil: «...el único retrato del general Rozas que hay bastante parecido es uno que condescendió él se hiciese en obsequio- á la amistad de Sir Woodbiiie Parish. De dos copias que este caballero mandó guardó sacar, una i)ara sí, y regaló la otra á la señorita Manuelita Rozas y Ezcurra quien la conserva. Los demás retratos del general Rozas son imperfectos y no se
le
parecen.»
Sólo en
intimidad de su hogar era
Imperaba
Allí
bre.
hi
el
mismo hom-
voz de su hija en quien concen-
la
Esta intimidad tenía sus explosiones,
íraba su ternura.
la hora que Voltaire calificaba de decuando después de trabajar todo un día, se sentaba á su mesa de Ferney á reírse del mundo vivo,
principalmente á liciosa,
inclusive de los doctores de la iglesia calvinista, rodeado
de
poetas,
elegantes.
artistas y
comprometedores, ó
reservaba para
también de Prestaba algunas veces
\vax\\
comprometidos.
reírse
aludidos
los
su contin-
La conversación rolaba sobre carnavales de antaño en que el antiguo mayor
gente los
Rozas
más cómicos, y generalmente más
esa hora los motivos
general Soler.
el
general
en
("hacabuco,
presa de
entusiasmo
frenético,
luchaba casi brazo á brazo con las beldades que defendían su canlón, jarro en mano, y lo empa])aban. Rozas le demostraba cómo estas mojaduras no compensaban en
modo alguno los
las
aventuras que
galanes de bocacalle.
le
atribuían
A({uí de las
<|ne se veía i)robablemente descubierto,
mentos de Rozas él,
])ara
al
general
excusas de Soler,
y de los argulo ([ue, según
dar mejor fuerza á
repetían las gentes.
Otras TOMfl V.
veces
era
una de sus hermanas mayores, á C
— quien
no podía menos
—
8-2
de
humanitaria
alabar por la
profesión que quería ejercer de hacerle la corte al doctor
Lepper para cuidarlo. La señora se escandalizaba: el doctor Lepper se quedaba estupefacto, y Rozas agregaba que el partido no sería malo si fuese posible. Las ruidosas aventuras de don Adolfo Mansilla, uno de los pschutt de la época, dábanle motivos suficientes para no
un
dejarlo quieto
Lo peor
instante.
era (|ue Rozas
le
hacía preguntas acerca de lo que Mansilla quería ocul-
porque conspiraba contra
(juizá
tar,
las gentes, las
que aseguraban que Mansilla, para llegar principales de
habitaciones
generalmente por
En Vélez
fama de que
decía hacerse el eco de
Rozas
gozaba en los salones.
la
cierta
conienzal)a
la cocina.
sobremesa Rozas hacía
Sarsíield,
casas,
las
;i
el elogio del
y
doctor
dama ya entrada
dirigiéndose á una
en años, y cuyas grandes pretensiones estaban en razón inversa de su belleza, la dijo que se hiciese acompañar con
el
doctor en
el
paseo
por la tarde, y que que-
daría encantada de la conversación. Hízolo así la dama.
El
doctor,
oídos
tan
sabía
accesible al trato con las
no
regalar ingeniosamente,
vez que se hallaba con ellas, pero se lance de dejarse llevar entre tóricas
y
clásicas de
la
concibió esta
resignó
el tropel
al
se habían
mansa de Palermo gruñó Que unos lo atribuían
al
duro
de herejías his-
candidata á agradarlo.
dijo que los concurrentes la tigra
damas cuyos
Rozas
apercibido de que
pasar junto á ella
á que la tigra nunca
la pareja.
había visto tanta fealdad abrazada, en lo que no tenían razón;
que otros
lo atribuían á
su conversación con
latines,
que
y que
el
la
que tampoco era
tar á este respecto,
creíble:
porque
lo
salpicaba
doctor se vengaba
diciéndole cosas malas en idioma que la lo
dama dama
ignoraba,
que nada se podía adelancierto
era
que nadie oyó
lo
que se dijeron
separarse buen trecho de
al
la
comi-
tiva de paseantes...
En medio de
apogeo y
este
de
esta grandeza, se
sentía c^ue la coalición derrotada y desmoralizada, hacía
esfuerzos de todo tos
combate.
de
género para reorganizar sus elemen
Mientras
Cjue
Brasil hacía manio-
el
brar su diplomacia para entrar luego en acción, y la prensa de los emigrados argentinos en Montevideo coo-
peraba á este resultado prometiéndose soluciones pron-
manos ocultas preparaban en Buenos Aires medios más elicaces que el de la máquina infertas
y
radicales,
nal para deshacerse
pozo en
la casa
Cavándose un
general Rozas.
del
de Brittaiu. sita calle
de Belgrano nú-
mero 93, ocupada por el comercio de don Claudio Stegman, y á espaldas de la casa de Rozas, la policía descubrió una vía sul)terránea recientemente practicada, como á cuatro varas de la superficie del suelo y de
más de es,
treinta varas
policía, el perito les,
de longitud hacia
don Felipe Senillosa,
el
norte, esto
el
en dirección á la casa del gobernador.
El
ro Chiclana y
ciones necesarias, constatando
mina en
el
centro del
ingenie-
adjuntando
la
al al-
los ti'abajos y escava-
existencia de la boca
mismo almacén,
norte que llevaba la mina. policía,
el
agrimensor Salas, se trasladaron
macén de Stegman y practicaron
de
coronel Arena-
presidente del Departamento Topográfico, el
jefe
los
funcionarios; pero Rozas
y la dirección Así lo comunicó el jefe de
informes periciales
mandó
archivar todo
de
estos
lo
actua-
Muchísimas personas acudieron á ver la mina y Buenos Aires. El Comercio del Pinta de Montevideo (') lo tomó al vuelo como motivo para una diatriba, escribiendo que los
do.
ello
fué el asunto del día en
(')
Véase El Comercio del Plata
tl.-l
¿'.)
de leluvn. de
IS-IS.
— partidarios de Rozas
—
84
mucho
liacíaii
ruido acerca de una
pretendida mina en una casa, para proporcionarle á Rozas la oportunidad de comprar á vil precio esa casa.
Gaceta Mercatiti/ contestó en términos furibundos
La
la dia-
E¿ Comercio del Plata. «El cuerpo del delito, escribía, lia revelado un nuevo atentado contra la vida del general Rozas. Después de de
triba é inculpaci(3n gratuita
los libelos de Rivera Indarte; de
las
máximas*"atroces de
Oro, Sarmiento y Calle; de las brutales cartas de Rivera
y edicto; del simulacro de gobierno de Montevideo; de las escenas sangrientas de Montevideo, de los litorales
Uruguay; después que hemos visto en 1841
del
tado de la máquina
infernal, en
bárbaro de asesinato contra tevideo
dominado por
1842 y
el
general Rozas desde
el
atengrito
Mon-
después de atroci-
extranjero;
el
1843
el
dades y matanzas como las de Paysandú, nada puede parecer extraño en esa línea de bárbara alevosía de parte de nuestros enemigos.» ciones
(')
En
el
jefe
y de sospechas,
este estado de investiga-
de
policía
los antecedentes del asunto al juez de
Eustaquio
tor
T(jrres,
sumario ordenando
la
quien instruyó detención del
I",
el
elevó
todos
instancia doc-
correspondiente
señor
Stegman y
de algunos de los trabajadores del pozo en la casa que
Sea que realmente no se pudo averiguar nada de concluyente respecto de los autores principales de la mina y del propósito que tenían en vista, ó que se tuvo por conveniente sobreseer en esa causa, una vez frustrada la tentativa, el hecho es que los detenidos fueéste ocupaba.
ron puestos en libertad, y ni volvieron á ocuparse de la cosa.
(
'
)
la (^
Véase La Gaceta Mercantil del
Las declaraciones de {-) linos de la casa de comercio informes del señor Senillosa,
autoridad ni la prensa
17
de abril de 1848.
Stegman y demás individuos
é inquiese señor y de las contiguas; los del coronel Arenales, del ingeniero
de
Fué
la
85
—
prensa de los emigrados argentinos en Mon-
tevideo la que continuó todavía con este asunto dándose
Y
motivos para proseguir su propaganda.
prensa del Plata no
motivos, porque en esta época
la
presentaba mayor
interés
misma
novedad
creía arrancar á
ni
digo dándose
la diatriba
que
más
la
que
ella
menos bien
ó
manejada. La de Buenos Aires se atenía en un todo
al
orden de cosas fundado en 1835, y no adelantaba una palabra sobre la organización constitucional, que nunca l»udo sostener y emprenderse con mejores probabilidades
de éxito que en esos días en que á la invitación del jefe
supremo de
la
Confederación habrían concurrido los de-
legados de todas las provincias, y complementando en una constitución federal las disposiciones del tratado de 1831 el país, y como lo hizo año 1853 en seguida del acuerdo
con arreglo á las cuales se regía el
general Urquiza
el
de San Nicolás.
La prensa de Montevideo había hecho su más que girase alrededor de la necesidad de constitución del año 2G y de este principio tía
de formas varias
época, por
volver á la
al
cual ves-
año de 184G: «Sin la inde los gobiernos de Europa, la
desde
tervención permanente
el
lucha se ha de renovar á cada paso, y se han de hacer necesarias las intervenciones parciales; al íin se encontrará
menos
que éstas son de
como condición
efecto
non que para
sine (¡ua
de cada gobierno particular se exija de la
que
el
establecer
el
reconocimiento
él
que
ejercite
en
administración de sus gobernados unos cuantos prin-
cipios fundamentales.
»
( '
)
Frustrados
los
designios de
órdenes de allanamiento y demás disposiciones expedidas doctor T()rres, se encuentran en La Gaceta Mercantil del 16 de mayo de 1848. Véase El Nacional y El Comercio del Plata de mayo de (') 1840 y este úliinio de enero y lebrero de 1848. ('hiclana,
I)or el .juez
— Ici
80
—
interveiiciún ciiiglofrciiioesa; desbaratadas las coalicio-
nes para rodear
gobierno argentino de enemigos in-
al
teriores y exteriores,
esa
prensa perdió
en
crédito lo
que SQS inspiradores y aliados habían perdido en inliuencia
y
poderío en
nes sobre la
el
de la Plata. Así, las disertacio-
el río
principio de la civilización que encarnaba
intervención anglofrancesa en
navegación de los ríos interiores Argentina
provecho de
en
las
sobre la libre
el Plata;
de
Confederación
la
naciones interventoras;
sobre la confederación de los ríos, segregando á la Confederación Argentina tres de sus mejores provincias; sobre que era acción santa
timidad
de la
matar á
segregación
de
la
sobre la legi-
Fiozas;
provincia
entonces
argentina del Paragua}^; sobre la legitimidad de los de-
rechos de Bolivia á territorios bañados por
el
Pilcomayo
y pertenecientes á la Argentina; sobre la necesidad del Brasil de armarse contra la Argentina y definir sus diferencias por la guerra antes que ésta lo atacase; y sobre otros puntos
como
menos dignos de pasar
no
ejem})lo del
extravío á que
conduce
á
la historia la
intransi-
políticas, y que llenaron, por programa de El Nacional, de El Comercio del Plata, de El Constitucional y de El Conservador, estaban ele suyo tan desacreditadas, que sonaban dir.cordantes aun en los oídos de los que las habían aceptado
gencia de
las
pasiones
decirlo así, el
como recursos para mejorar su situación política, que no como medios de fundar algo estable sobre auspiantes
cuya moralidad no es materia de cuestión. Verdad es que todo concurría á hacer más
cios
desespe-
rante la situación de los partidarios de la intervención
en Montevideo. El hecho real es que se iban contando en
número
cad'a vez
más
escaso, mientras
que Oribe
i3ro-
seguía cimentando su influencia, á punto de que todavía es
un misterio
el
porqué no se apoderó de Montevideo des-
—
—
87
de un cuiiibate, que habría sido corto y de éxito dudoso para sus armas. El gobierno de Montevideo nada era ya algo imposible, algo que se sueña, una existencia que sólo el milagro abona. Á tal estado había llegado, que, con fecha ló de marzo de 1848, este gobierno dirigió una circular al cuerpo diplomático y consular })aés
residente en esa plaza, en la que declaraba encontrarse
en situación penosísima de haber
y
de mantener después
difícil
agotado todos los medios,
solicitaba la
en
cuyo extremo
cooperación de esos funcionarios
préstamo de cincuenta mil pesos.
por un
Desde que los documentos del tesoro nacional no pueden servir para levantar fondos en plaza, decía ese raro documento, el gobierno busca el crédito individual, ó que, deponiéndose todo temor, se dé ú
«
obligaciones del temro todo el valor y confianza de que han gozado. Si esto se consigue, el go¿as
bierno estará en estado de continuar esto
Pero
no puede ser
inútilmente. lo la
su marcha.
la obra del gobierno: él ya lo ha tentado Es absolutamente indispensable para conseguir-
cooperación de
posición,
están
los
agentes extranjeros que, por su
más en estado
de hacer comprender la
necesidad y conveniencia de adoptarlo. » Este documento clásico en su género, que consagra el hecho de que
Montevideo está convertido en un baluarte ó campo sui generis de extranjeros de varias nacionalidades, semejante á California ó Alejandría, y
pueden
inlluir los
sobre los cuales sólo
respectivos ministros
(')
cónsules, lo
respondieron los agentes diplomáticos, con excepción del de Francia, haciendo votos por la paz. pero
declarando
que «como representantes de naciones neutrales se ven obligados á no salir de los límites que les prescril)e el derecho de gentes y
([iie
metidos
|>or
los
son trazados por sus ins-
les
trucciones; y tanto aijuéllos
como
infrascriptos
en
éstas el
serían compro-
caso que
hiciesen
—
88
—
uso de la ventaja de su posición
oficial
respectiva para
favorecer á alguna de las partes beligerantes
».
(
')
Las consecuencias de tal estado de cosas se sentían,, más que en las esferas del gobierno, en la masa de la población extranjera armada, sustraída á la obediencia de una autoridad cuyos resortes no funcionaban sino á impulsos de la fuerza que los extranjeros le prestaban;. y lanzada en pos de sus instintos, ya por necesidad, ya por sacar provecho de las circunstancias, al robo, sinato y á cuanto exceso podía sugerirle su
al ase-
mente aven-
y dañina. Por la noche, sobre todo, había que cuidarse de los transeúntes en las calles de Montevideo,
turera
más que
tanto ó
de los sitiadores; y frecuentemente se
oían tiroteos entre las patrullas ó rondas y los que armados llevaban sus asaltos á las personas y propieda-
La prensa
des.
que
la
local
pidió y obtuvo en vista de esto
El
autoridad redoblase sus rondas por la noche.
Conservador atribuyó este estado de cosas á Rozas, escribiendo: «Los crímenes
que está presenciando Montevi-
deo de algunas semanas á esta parte nos descubren un plan en
el
gobernador
cual es imposible que no esté
de
Buenos
Aires.
Para
no necesita dar órdenes que maten:
el
cálculo del
conseguir esto le
él
basta echar so-
un par de docenas de malhechores.» (-) Los meses de febrero y marzo se señalaron por la can-
bre Montevideo
tidad de crímenes y excesos; siendo de notarse que los
delincuentes eran
casi
bajo fondo, que pululan
donde
se
todos soldados y bohemios del como amenaza en los centros
puede llevar un ataque á
la
propiedad que no
conocen, ó á la vida que les es indiferente. anteriores al 20 de marzo, dice
(') (2)
el
«Los días
editor de la Autobio-
Transcrito en La Gaceta Mercantil del 8 de mayo de Véase El Conservador del 5 de al)ril de 1848.
1848.
— grafía del doctor Várela
—
89
habían sido de grande agi-
('},
Por momentos
tación para los habitantes de Montevideo.
eran esperados los nuevos la
agentes que la Inglaterra y
Francia enviaban para poner término á la desgracia-
da situación de estos países.»
En
esos días se perpetró
un asesinato
r^ue
mu-
por
chos motivos llenó de consternación á los unos y con-
movió profundamente á todos:
— fué
Habíanle indicado
rencio Várela.
se previniese contra los asaltos
ciaba
Montevideo, pero
él
no
el
del doctor Flo-
doctor Várela que
al
nocturnos que presen-
imaginó
que pudieran
Al caer la tarde del 20 de marzo de 1848, y dejando á medio hacer su tarea para El Comercio del alcanzarlo.
Plata del día siguiente, salió de visita».
Una
(-)
liora
su
casa «á hacer
después regresó á su casa, pero
apeuas hubo saludado á varios amigos que volvió
á
te
acompañado de uno de
salir
las 8 de la
una
noche fué visto en
la calle
lo
ellos.
esperaban
Pasadas
25 de Mayo, fren-
á la Sala de Residentes, hablando con un marino ex-
tranjero,
y en
liacienda.
la
cuadra siguiente
En seguida continuó
con
el
solo por la
ministro de
misma
calle,
adonde había aíluído la gente á ver pasar un batallón que se embarcaba. Várela dobló por la calle de Misiones que estaba solitaria, y golpeó en el número 90 que Casi simultáneamente con el último era el de su casa. golpe, sus amigos oyeron quejidos lastimeros. Corrieron á abrir
y en
la
acera de enfrente
encontraron
el
cadáver de Várela con una horrible herida de daga, que {jartiendo de la
espabla
le
atravesó
el
pecho y termi-
naba en la parte inferior del cuello. Á la clara luz de esa noche de luna, el asesino había desaparecido; y hi
(
'
)
('^)
Montevideo
(1848).
Autobiografía citada.
familia y los amigos de Várela desolados, apenas
cómo
dían darse cuenta de
mento por momento
el
si
po-
asesino liabía espiado mo-
hombre distinguido, segundo para mirarlo, como el
los pasos de este
sin darle ni siquiera
el
Herennius con Cicerón. La ingrata nueva del asesinato del doctor Várela voló
pérfido
con rapidez
á
En
todas partes.
debió de saberse, á
más
el
campo
del Cerrito
tardar, al día siguiente.
Empe-
El Defensor de la Independencia del 25 de marzo se registra una carta de Montevideo con noticias «En la noche del lunes, se dice, sobre ese crimen. recién en
ro,
unitario Florencio Várela: remito
asesinaron
al salvaje
á usted El
Conservador en
Han hecho
suceso.
c^ue
algunas
se
dan detalles de
este
prisiones y trabajan con
abundan malvados difícil será encontrar el verdadero culpable. Merced á las doctrinas que empeñosamente propalaba Várela, los hombres capaces de toda clase de horrores sobreabundan en este desgraciado país, y el mismo vino á ser una de las víctimas inmoladas por el desenfreno de la chusma feroz que oprime á la población.» Y en un capítulo de carta dirigida de Buenos actividad en descubrir el criminal, pero donde
los
Aires
al
marzo
se
coronel Arana con la dice: «...
fué asesinado
el
ahora
salvaje
le
misma
digo que
fecha de 25 de el
20 á
unitario Florencio
la
noche
Várela con
dos franceses más.» (S La prensa de Buenos Aires tampoco se ocupó en
el
primer momento de ese asesinato, pues seguía rebatien-
do los esfuerzos
de propaganda que
liasta
el íin
hizo
Várela en favor de la intervención y del derecho y el deber de la Francia de continuar su acción coercitiva en este asunto.
( ^
;
El British Packet anunció recién en su nú-
Manuscrito en mi archivo.
(Véase
el
apéndice.)
—
!)1
-
mero de 25 de marzo que «entre las víctimas de los desórdenes criminales de que es teatro Montevideo, una era Florencio Várela, abogado de la intervención angloIrancesa. Refiriéndose á estas líneas, escribía El Conser-
vador de Montevideo del 27:
primeras palabras de
«Es ahí donde vemos
prensa de Buenos Aires sobre
la
las el
asesinato del doctor Várela. Sabíamos que los escritores
de Rozas
culparían
á
la
situación de Montevideo ese
bárbaro crimen; pero ahí está la
dad y
la
de Buenos Aires
población de esta ciu-
para responder á esa burla
más criminal aun con que el autor de esa muerte hace más horrible su delito. Todos tienen en la conciencia el nombre del asesino de Verela, y ninguno se equivoca. Era necesario que los nuevos negociadores de la paz en Plata fueran recibidos con esa prueba irrecusable del despotismo poderoso de que ostenta el dictador de Bue-
el
nos Aires.
Y
es
.
.
se
hecho
que
este artículo
;i
rantil Rsi: «Quiere la
que
la
contesta La
Gaceta Mer-
prensa de Buenos Aires hubie-
necrología de Várela: por nuestra parte no
])odemos sino execrar sus atentados, sin detenernos ya
un muerto, en quien como
sobre los despojos de
revol-
toso y traidor á su patria se ha verificado la sangrienta alegoría de Saturno
devorando
á
sus propios hijos.
siempre el hn desgraciado de semejantes homMurió como había vivido desde 1°. de diciembre de 1828.» En seguida de estas })alabras inexorables La Gaceta levanta la imputacicni vehida que liace El ConTal es
bres.
servador á
Rozas,
«Hay una causa
si
bien ella va directamente á Üril)e:
visible
del
asesinato
de Várela y de
porción de ¡¡ersonas que han caído y caen en Montevideo bajo el golpe de los asesinos aun á la luz del día.
desde
el
asesinato del joven Mr. Dickson.
de Várela es efecto de
la
El asesinato
misma causa progresivamente
~ agravada; de tales
y,
á
que
los
naciones
reprimirlos, imputar
zas ...»
—
otra parte, no cuadra á
por
escándalos,
consejo de las
92
el
impotencia para
neutrales su
sus
los causantes
han declarado ante
propios actos
al
general Ro-
(')
La prensa
del Brasil
ocupó igualmente de este
se
El Jornal do Commerco transcribió los artículos
asunto.
de El Co7iservador, sin emitir opinión decisiva. El Americano de Río Janeiro del 8 de abril, se pregunt*'):
«
¿(v^uién
¿Quién armó el brazo del Los rumores no pueden por sí solos formar prueba. Dice El Conservador que Várela aterraba á los generales Rozas y Oribe y que éstos procuraron concluir con él para quedar tranquilos. Sentimos que haya hombres de ánimo tan duro que cuando debieran tenerlo fué el verdugo de Várela?
asesino?
lleno
de justo pesar, den entrada en
reprobado de
la
calumnia.
Si Várela
él
al
nunca
sentimiento aterró á los
generales Rozas y Oribe en épocas críticas para la causa
de la legalidad, ¿cómo los habría de aterrar ahora cuan-
do
el
gurado
triunfo
de
esta causa
está,
por
decirlo así, ase-
?
Y examinando
el
asesinato á
la luz
de los hechos,
como se pasaban en Montevideo, agrega: « La ciudad de Montevideo está dividida en dos partidos que se odian profundamente: el de los argentinos emigrados y el de los orientales riveristas. Lo que estos partidos se tal
disputan es ejecutar las órdenes
de los
interventores.
Además, hay los extranjeros armados que dan el triunfo al uno ó al otro partido con el cual se unen. L.n abril de 1846, el de los orientales hizo una revolución ayudado por los franceses y vascos. Entre los crímenes horrorosos que entonces se cometieron,
('
)
La Gaceta Mercantil
del 15 de abril de 184S.
el
coronel
— Estivao fué degollado,
Últimamente
calle.
el
98
—
y su cadáver arrastrado
por la
partido argentino, subió al poder
y Várela era su oráculo:
el
gobierno oprimía cada vez
más
á sus contrarios, y ¿qué extraño es que Várela excitase odios profundos, de modo que el cuchillo que ase-
sinó á Estivao
se
emplease en
él
también?
»
(/)
Estos ecos de la prensa nacional y extranjera, dan pábulo á las conjeturas, pero no descubren la verdad,
que tampoco
como parece
descubrieron gobierno y la justicia Los partidarios acusaron á Oribe, llegando algunos á decir que éste había procedido de acuerdo con Rozas. Un antecedente conocido de algunos vecinos antiguos y respetables de Montevideo que viven la
el
de Montevideo.
todavía, conduciría, á ser exacto, á determinar
las
cir-
cunstancias y aun los móviles que prepararon y decidieron ese asesinato. Solía ir por objetos de comercio puerto del Buceo un natural de las Canarias llamado
al
Moreira, hombre
avisado y ladino y que sirvió alguna
vez de intermediario entre Oribe y personas con quienes éste tenía que hacer por motivo de intereses. Nadie sabía
cómo Moreira
se
componía para entrar en Montevideo
y permanecer en la plaza varios días, que empleaba generalmente en vender á precios razonables varios ar-
consumo. Era antiguo camarada de un su connacional llamado Andrés Cabrera, hombre avezado á los rigores de la vida del contrabandista, y que tampoco tenía permanencia- fija en Montevideo, con ser que se había formado una familia con una mujer joven y tículos de
de rara belleza.
Una de
vez penetró Moreira
su amigí) y...
a(|uí
como de costumbre
entra
lo
doloroso, rodeado de sombras que no
('
)
Véase La Gaceta Mercaiili/ del
á casa
grave de este episodio
17
le
permiten tomar
ina\(i (k-
1848.
— asidero
94
—
historiador imparcial... Encontró
fijo al
nn
allí
Preguntó por
caballero quien al verle saludó y salió.
el
motivo que lo llevaba allí y se le respondió que buscaba un empleado que vivía en la inmediación. Al saber que Cabrera se había ausentado dos días antes. Moreira se retiró también. Tres días después vio entrar al
mismo
En
caballero en la casa de su amigo.
otra de
sus vueltas á la plaza, Moreira creyó llenar un deber de
amistad anunciándole á Cabrera que había visto en su casa al doctor Várela. Aunque no se pudiese argüir más que sospechas. Cabrera montó en cólera y se desató en amenazas é improperios tanto más ardientes cuanto que,
como
es sabido, todos los canarios eran
partidarios de
Oribe.
Ahora
bien, ¿Moreira explotó la pasión exacerbada de
Cabrera para sacrificar
al
doctor Várela
por
mano
de
¿Procedió así de acuerdo con Oribe? ¿fué la sin-
éste?
gular combinación de ese encuentro inesperado lo que
medio que buscaba,
le
proporcionó á Oribe
lo
buscaba; ó Cabrera procedió por
el
sos de su pasión arrebatada,
para aplacar
Esto es
solo,
descargando
si
es
que
y á impul-
la
venganza
furor de los celos que lo atormentaban?
el
que no se puede deslindar con conciencia.
lo
En cuanto
sí
al
zo de 1891
el
móvil del asesinato, dice en carta de marseñor Mauricio Blanes, encargado
el
año
de 1848 del telégrafo de señales del campo de Oribe: «Piecibí
orden del señor
mi corresponsal cierto.
.
.
presidente
Oribe de preguntar á
secreto en Montevideo,
continuando
el
si el
hecho era
pedido de explicaciones se llegó
á indicar, entre otras cosas, alguna de carácter privado,
y después pareció que la
opinión general
atribuía la
muerte del señor Várela á -motivos extraños á tica.
En
el
campo
sitiador la opinión veía en la
la polí-
muerte
—
—
señor Várela, causas particulares entre
del el
9.J
victimario.
Por
tiados por
.
el
»
víctima y
datos preciosos
suminis-
(')
proceso;
manos
y
faltan,
porque este proceso se
más interesadas debían de esesclarecimiento de la verdad. Cuando después
perdió en tar en
.
demás, faltan los
lo
la
el
de los que
fué acusado Cabrera de haber asesinado al doctor Várela,
constituyóse en Montevideo un jury especial de magis-
Instruyóse el sumario que absorbió tiempo y labor, como que se agotaron las diligencias del procedimiento en lo criminal. trados para entender en esta causa.
Lo que únicamente consta es que Cabrera fué condenado y que permaneció en la cárcel de Montevideo hasta que producida la revolución de don Bernardo Berro, las puertas de su prisión
nobleza por hijo
el
mayor
le
fueron abiertas con ejemplar
entonces ministro don Héctor F. Várela,
del doctor
don Florencio.
En cuanto
al pro-
ceso de Cabrera, nadie dice haberlo visto, porque se per-
Muy
dió.
posteriormente á esto, y con motivo de una
discusión que sostuve en la prensa á propósito de una supuesta carta de Rozas á Oribe sobre el asesinato de Várela,
doctor Juan Carlos Gómez, antiguo enemigo
el
ñrma
de Oribe, declar(3 públicamente bajo
su
formó parte del jury que entendió en
proceso seguido á
los asesinos del doctor Várela:
el
«
que
él
que Cabrera pudo com-
probar C(jmo. con amenaza de su vida y la de los suyos. lo había obligado irremisiblemente á perpetrar ese
Oribe
asesinato: (¡ue Oribe no fué oído jamán en Juicio, el
proreso
dero
.
n
se
perdió^
)
(2) 1883.
y que
hasta ahora su para-
(
)
Aun admitiéndola (.'
ignorándose
en t(jdos sus términos, esta dechi-
Manuscrito original en mi archivo. (Véase el apéndice.) Véase La Tribuyia de Buenos Aires del ¿3 de lebrero de Véase La Libertad del 21 de lebrero de 1883. Movió esta dis-
— de
ración, lejos
quita al criterio
no pudo
—
mayor
legal los
culpabilidadr
íijar la
Oribe,
traer
96
que
luz
puntos el
oído en juicio á
sumario, ni de
guiente hubo plenario en rigor de derecho.
mucho más en su
decir eso j
mismo, y porque en trario,
hechos
los
rable al acusado.
se
la
á
ma-
declarar contra
duda, y salvo en
interpretan
Por otra
consi-
Cabrera pudo
descargo, porque en
teria criminal nadie está obligado
le
indispensables para
No habiéndose
sustanciarse
que había,
la
sí
prueba en conlo
que sea favo-
parte, personas
que se decían
bien impuestas aseguraron que
de las declaraciones y piezas de ese proceso sensacional que tan intempestiva
cuanto inconcebiblemente
se
perdió, no resultaban los
como lo aseguró últimamente
el doctor Gómez. que mató, es evidente. Pero lo que no es evidente es que Oribe puso el puñal en manos de Cabrera y le ordenó que matase. Llamado á decidir como
hechos
tal
Cabrera fué
juez,
el
yo daría en conciencia mi
fallo
El que posee ese proceso,
conclusión.
lo posee, es el
único
ajustado si es
que podría hacer toda
este asunto, rindiendo á la historia
á
esta
que alguien la
luz, en
un verdadero
servi-
y contribuyendo, si' evidente aparecía el asesinato político, á anatematizarlo como exceso de la ignominia
cio
humana que cidos por
el
hace descender á los partidarios encegueodio al
bajo nivel de los
salteadores de
camino.
Por
lo
demás, ni entonces se apartó ni hasta ahora
una supuesta carta que insertó el señor Antonio Díaz en su Historia política y militar de las repúblicas del Plata (tomo vii, pág-. 194), como dirigida por el general Rozas al general Oribe sobre el asesinato de Várela y cuyo original autógrafo decía el autor tener en su poder. Negado el hecho, y por consiguiente la autenticidad déla tal carta, é invitado el autora exhibirla, el señor Díaz no lo iiizo á pesar de prometerlo así; lo que induce á creer que ñié sorprendido en su buena fe. (Véase La Libertad de Buenos Aires del 23 de febrero de 1883.) CLisión
— lia
pudido borrarse
!)7
—
la creencia
general de que
Várela fué asesinado de orden de Oribe.
Hozas
se creyó á cubierto de
toda
Y
el
doctor
sea porque
sospecha, ó
porque
mismos días llegaron los nuevos negociadores de Francia y Gran Bretaña, y la atención pública quedó
en esos
pendiente del giro definitivo que se daría á la cuestión
que mantenía
la
potencias desde
Confederación con el
año de
184.'3,
la
Aires, después de hacerse cargo de
gas que hacía la de Montevideo, ese hecho tristísimo.
De
grandes
de Buenos
las acusaciones va-
no se
cualquier
dos
estas
prensa
modo
ocupó más de (jue se le
sidere, él debió enlutar el corazón de todos los
con-
que qui-
sieren ver consagradas en su país las garantías amplias
y
las
crita,
inmunidades hermosas en favor de á la cual
el
doctor
sagrado, á su vez, toda
la
palabra es-
Florencio Várela había
su
vida,
con-
figurando desde niño
en la prensa de Buenos Aires bajo la égida de su her-
mano don Juan
Cruz,
el
egregio
j'oforma social de Rivadavia.
propagandista de la
CAPÍTULO LX LA MISIÓN GORE-GROS.
— EL
GOBIERNO SUPREMO
(1848) Sumario:
que produjo en Londres el fracaso de la misión Huwparlamento y los circuios comerciales.— II. El Times y III. La misión Gore-Gros: cómo la interpretan las parel Dayle News. IV. Negociación que, á titulo de tes interesadas en el rio de la Plata. mediadores, inician con el gobierno de Montevideo y el general Oribe. V. Invitación de los plenipotenciarios al gobierno de Montevideo para que trate con Oribe, bajo apercibimiento de dar jior terminada su misión: cómo entienden esto en Montevideo. VI. Bases de arreglo que presentan á Oribe y al gobierno de Montevideo,, y que éste acepta. VIL Oribe comunica al gobierno argentino lo actuado en la negociación: el gobierno argentino desaprueba la negociación. VIII. Bases bajo las cuales Oribe acepta la mediación: complemento en lo relativo al gobierno argentino. IX. Lo que habia de esencial para el gobierno de Montevideo: éste pide á los plenipotenciarios exijan la aceptación ó negativa de Oribe á lasbases aceptadas por su jjarte. X. Critica de la conducta del gobierno de Montevideo y del argentino.— XI. Presión de Rozas sobre el ánimo del ministro Arana. --XII. Vistas que sobre la negociación le trasmite á Oribe el gobierno argentino. XIII. Lo que debía ser esencial para este último. XIV. Error de Rozas en oponerse á la negociación tal como la conduelan los plenipotenciarios. XV. Oribe les representa á éstos la necesidad de tratar con el gobierno argentino: sorpresa que causa en Montevideo el rechazo de Oribe. XVI. Alegato del gobierno de Montevideo ante los plenipotenciarios para que vuelvan al estado de intervención: negativa de éstos. XVII. Comunicación antidiplomática de los plenipotenciarios al gobierno argentino. XVIII. Tono contundente con que éste repulsa esas declaraciones.— XIX. El bloqueo siii generis sobre imertos orientales: recursos que daba este bloqueo á las negociantes que tenian rematado el derecho de aduana. XX. Protesta del gobierno argentino y represalia que toma. XXI. Medidas extremas del gobierno de MonteviXXII. Los usureros extranjeros y la influencia de estos dineros. deo. XXIII. Bala rasa entre El Comercio del Plata y La Gaceta Mercantil:
I.
Pésima
iiuiiresióii
den-Walewski:
el
—
—
sobre la intervención: sobre la libertad de la prensa. XXIV. La revolución de los últimos orientales para fraternizar con Oribe: las legiones extranjeras ahogan la revolución. XXV. El peniíltimo baluarte de la intervención: cómo estaba defendida la Colonia: asalto que lleva el coronel Moreno: la Colonia se rinde á Oribe. XXVI. Movimiento de la diplomacia argentina: trabajos ante los
y en
el Brasil:
gabinetes de París y Londres: en Solivia ile S. M. B: pasaportes remi-
rechazo del cónsul general
tidos al ministro del rey de Cerdeña.
El desenlace de la misión Howden-Walewski liabía
causado
pésima
impresión en los círculos políticos y
— comerciales de
había
99
In,!^lateiTa.
—
Cuando
un paso más
adelantado
se
supo que no se
de la negociaci(3n
allá
Hood, una verdadera agitación prodújose en esa masa de grandes intereses que confiaban en una solución satisfactoria, dadas las seguridades que partían de la prensa gubernista y aun del parlamento. del alto comercio y las finanzas atribuían
desmedidas exigencias
las
Los centros fracaso á
el
del plenipotenciario francés.
Otros se limital)an á lamentar que no hubiese mediado un acuerdo formal entre éste y el plenipotenciario briLa oposiciíhi aseguraba, y estos ecos llegaban tánico. á
que
Montevideo,
aprobado
mento
se
la
el
destemplada
á su gobierno,
dispensaba singulares sucedía en
parlamento
el
Á
elogios á
gubernista, la cual vagaba sin ca de
M.
S.
se
había
En
conducta de lord Howden.
calificaba
neral Rozas y
(|ue
gobierno de
desparla-
el
y duramente
al
los pocos días
se le
este gobernante,
reflejaba en
rumbo
la
como
fijo
ge-
y
lo
prensa en bus-
una solución que no encontraba.
Hasta The Times^ que había hecho fuego
al
gobierno
argentino y desaprobado la conducta de lord Howden. llegaba á dar la razón á los que alegaban que eran distintos los
pectivamente
y las miras que perseguían resGran Bretaña y la Francia en el Plata.
intereses la
«El Times, escribía
el
Morning Chronicle de
ha descubierto ó afecta haber descubierto
fines de LS47, la
naturaleza
de las miras del gobierno francés sobre Montevideo, las
han estado
cuales
de
maniliesto para todo
últimos
durante los tres
años.
Pero
salvar á su protegido lord Aberdeen. de l)nlso
á
aquellas
basada sobre
el
miras,
ligándose
nal de la Rei)üblica Oriental y elevar l;i
ciudad.
mundo
para salvarse y haber dado im-
una instrucchhi
á
principio de dej»riniir
tranjera ñ fraiicfsa de
el
partido nacio-
al ;i
(|iiisicra
la
población ex-
hacernos creer
—
100
~
que hasta ahora poco el objeto del gohieriu) francés lia sido el mismo que el del l)ritánico, y cjue la diferencia entre ambos se ha suscitado solamente por la conducta
Lord Howden asegura que el titulado era sólo un medio de suplir gol)ierno de Montevideo y á ciertos extran-
de lord Howden.
bloqueo de Buenos Aires
con dinero
al
este sistema
jeros de esa plaza:
pues
de extorsión,
lo
que había era un entredicho contra todo comercio con Buenos Aires, menos el que pagase el })asaje en Monobligó
tevideo,
á
tiempo su sanción.»
De su á
parte
el
sus ministros en
estos gabinetes
Howden
lord
las
más
por
rehusarle
á
(/)
gobierno argentino había ordenado
Londres y en París que diesen necesarias
explicaciones
á
acerca del
estado de la cuestión y verdaderos motivos de la rup-
tura de
la
Pero esto no dio mayor resul-
negociación.
tado que la
declaración
de
dichos
tratarían de remover las dificultades; sin
picios y
gabinetes
que
de
y bajo tales aus-
dar de ello conocimiento á los ministros
argentinos en París y Londres, se confió una nueva misiihi á los
señores Roberto Gore
y barón Gros.
Estos
llegaron al puerto de Montevideo á mediados de marzc»,
y con fecha 21 le manifestaron al gobierno argentino, al de Montevideo y «al general Oribe», que los gobiernos de Gran Bretaña y Francia no habían cesado de estar
«animados del deseo de restablecer por una acción
común Plata».
el
orden
y
la
paz sobre la costa
oriental
del
Esta declaración hacía presumir que la misión
la continuación de la misión HowdenWalewski como se debía esperar después de los hechos V consecuencias de la intervención; de las negociacio-
Gore-Gros no era
Dayly Netos y el Morning Post ( M El nos análogos al Morning Chronicle.
se
expresaban en térmi-
— lies
proseguidas
las
partes
y después de
misma
de la intervención.
vista
11 de
aceptación se refería.
Montevideo interpretó
no de
la declaración de
de fecha
plenipotenciarios,
1S47, que á esa
aceptadas por todas
modilicaciones
y
interesadas,
los lUtimos
—
101
la
mayo
de
El gobier-
misión del punto de respondió
El argentino
que
esperaba que la misión restableciese las l)uenas relaciolos gobiernos de
nes entre
repúblicas
de las
los
reprodujo sus votos
Gran Bretaña y Francia y
Y
Plata.
del
por la
el
pacificación
general
de
Orille
dichas re-
piiblicas. C)
Los ministros Gore y Gros iniciaron una negociaci()n .si(¿ fjeneris entre el «general Oribe», que así tituy el gobierno de Montevideo; prescindiendo absolutamente del gobierno argentino. Dábanse oíicialmente el título de mediadores, y según rezaba en
laban á
éste,
instrucciones
sus
(-),
debían empeñar sus olidos para
Estado Oriental. Con
que cesasen las hostilidades en
el
focha 22 de marzo invitaron á
Oribe á que confirmase
olicialmente
sus.
promesas
b)s
;i
anteriores
pleiii})o-
y del rey de los franceses, de conceder completa amnistía á los nacionales y seguridad á los extranjeros, en el caso que se apodede
tenciarios
rase
de
S.
M.
Montevideo.
B.
Oribe
accedi(')
en
un
todo
á lo
Los mediadores trasmitieron estas declaraciones al gobierno (h; Montevideo y lo invitiron á tratar con Oribe sobre la base de las mismas; previniénsolicitado.
d(de (jue, Icriiiiiiada
si
la
se
negal)a á esto,
iiiediaciiMi,
se
«se
consideraría
levantaría
el
como
bloiiuco \h\v
(') Vóase colección do documentos oliciales, Archivo Americano, 2a. serie, tomo ni, pus. 13 ú 29. Véase Biistamanle, Loa errores de la intervención anr/lofrancesa, pág. o32 y sig. (-'I
Las trascrihió después La Gaceta Mercantil
Chronicle.
del
Morning
—
10-2
—
escuadra francesa, y los }»leiiipoteiiciarios se verían en la penosa alternativa de llenar los deberes que se les la
Los mediadores, desligándose completamente de los hechos ocurridos durante el curso de la negociación pendiente, exigían como un ultimátum precisamente lo mismo que ios plenipotenciarios anterioha impuesto».
res rehusaron con
insistencia,
Oribe tratase con
ral
el
saber: que el gene-
es á
gobierno de Montevideo.
favorecía indudablemente á Oribe que era el
Pero
el
gobierno
más
Ello fuerte.
Montevideo creía que tratar con
de
Oribe era entregarle la plaza.
Así lo interpretaban sus
partidarios los escritores de la intervención,
mediación, escribía Bustamante:
o
Singular
todos los pactos ve-
(')
nían por tierra: todas las declaraciones quedaban rotas: todas las esperanzas burladas... diadores
convertían
se
facilitar á
haciéndola
en
Oribe la entrada en por
rendir
por
el
auxiliares la
hecho, los mede
Rozas
para
capital de Montevideo,
medio de una forzada capitula-
ción.»
Precisado por las consecuencias que negativa terminante,
el
le
Con
á la especie de intimación de los mediadores.
cha 5 de abril
le
manifestaron
lo
mismo que
que tenían orden de sus gobiernos de indicar para la pacificación; las cuales redujeron al las fuerzas argentinas y
una
traería
de Montevideo asintió
gobierno
desarme de
fe-
Oribe,
á
las bases
retiro de
los extranjeros en
Montevideo, debiendo verificarse simultáneamente estas operaciones con dras aliadas.
años
atrás, y
el
concurso de los jefes de las
Como como
glo consistía en que
zaba
(
^
la
)
la dificultad principal el
para
citatlo.
el
arre-
gobierno de Montevideo recha-
supremacía de Oribe, y había preferido
Libro
escua-
estas bases estaban arregladas desde
pág. 335.
la de la
—
—
103
intervención á condición de que destruyesen á éste, dicho *>obierno
pudo
reiterar sus declaraciones respecto de las
mismas, agregando que
se reservaba liacer
las observaciones tendentes á establecer
oportunamente una paz sólida
y duradera. La respuesta de Oribe se hizo esperar, tanto que gobierno de Montevideo interpeló á
el
mediadores para
los
que recabasen de ese general una resolución
[)edirles
respecto. (S
Es que
Orilie
de acuerdo con su aliado, de dar la respuesta que
al
no se resolvía á proceder sino el
Antes
gobierno argentino.
cumplía,
le
le
pasó á éste copia
Rozas se la correspondencia con los mediadores. mostró esta vez inhábil y antojadizo, encarando la cuesEl mitión en la forma bajo la cual debía terminarse. de
nistro
Arana
le
notar
hizo
Villademoros,
doctor
al
ministro de relaciones exteriores del gobierno de Oribe, el
de
i)roceder incorrecto
tender
darle
militar sin
á
hi
plenipotenciarios al pre-
los
un carácter puramente
negociación
abandonar su
rol de interventores:
atención sobre la circunstancia de
ban de
bis liases
acordadas en
el
llamó
la
que éstos se desvia-
curso de la negociación,
y de que le recordaban, sin embargo, al presidente Oribe, sus compromisos anteriores, sin hacer mención de los
que sus ([ue
esto
gobiernos alejaba
liabían
toda esti])ulación tendente
cimiento de los derechos de este
modo
consonancia;
en
contraído
ambas
al
recono-
que
repiíblicas; y
de i)roceder traería dilicultades para
el
arre-
glo de cuestiones en que no se ixxlía sacrificar los vitales
Oribe
intereses de (lidias repfiblicas. se había apercibido del
Véase liustainmitr.
respondió
carácter im-onveniente
plenipotenciarios querían darb^
(')
le
á
IíIh'd eilailo,
la
]);í
cuestiíui. y
:M1
;i
'M'^.
(|ue
que los que
es-
—
—
104
peraba los pasos ulteriores
éstos para
de
lu'ocederes que no se desviarían de marcado. (')
la línea
reglar
que
les
sus
había
Simultáneamente los plenipotenciarios le hacían entender á Oribe que su objeto primordial era hacer cesar la guerra en'el Estado Oriental; y entrando á discutirlas bases de arreglo, le dejaban ver la posibilidad de que su autoridad sería reconocida en Montevideo una vez que se supiese que se retiraban del territorio las fuerzas argentinas. Partiendo de aquí. Oribe aceptó la mediación de los plenipotenciarios para la pacificación del Estado El gobierno de
Oriental, sobre las bases siguientes:
Mon-
tevideo reconocería la autoridad del general Oribe: éste
echaría un velo sobre todo lo pasado,
concediendo una
amnistía general á todos los que hubiesen tomado parte en la guerra, y
dejando sin
tomadas con ocasión de
la
todas
efecto
misma:
los
las
medidas
emigrados argen-
tinos que comprometiesen las buenas relaciones con el
gobierno argentino video
al
serían trasladados fuera de
Monte-
lugar que ellos designasen: los extranjeros ar-
mados en Montevideo entregarían las armas alas personas nombradas por la autoridad legal: las fuerzas argentinas serían retiradas del territorio oriental de acuerdo con el
gobierno de la Confederación y simultáneamente con el desarme de los extranjeros. Como complemento de dichas bases, Oribe aceptaba en la declaración
tenciarios, de
lo
conñdencial que
que
se
le
que podía hicieron
el
bloqueo de ambas riberas
del Plata, evacuar la isla de Martín
(
')
serie,
plenipo-
comprometían en nombre de sus
gobiernos á hacer levantar gobierno
incumbirle los
argentino los lauques
(jarcia, devolver al
que se
le
capturaron, y
Colección de documentos oficiales, Archivo Americano, ni, pág. 26 á 36.
tomo
á".
—
—
Id.-)
saludar con ventiiín cañonazos la liandera de esta repúbli_
Por
ca.
fin
Oribe declaraba qne esa convenci(3n se contraía
sólo á la paciticaci(3n del Estado Oriental,»
taha intereses de otro orden^
romo
to
ge/itina
vitales
en nada afer-
ij
para
Repáblira^
tu
son tos que la ligan con la Confederarión Arpor emergencias notorias de la taclia que se pre-
tende luicer cesar.
(')
)y
Al comunicarle
al
í^obiernode Montevideo la aceptación
de Oribe á las bases indicadas, los plenipotenciarios
manifestaron
el
placer con que veían
cificación del Plata.
Pero
de Míjntevideo no era
el retir()
ni la
para
lo esencial
amnistía general: era
autoridad de
ya próxima
gobierno
el
de las fuerzas argentinas,
lo del
reconocimiento de
como presidente de
Oribe
le
pa-
la
la
la
República,
cargo que éste ejercía con imperio y jurisdicción en todo el territorio del Estado. Los órganos oficiales lo dieron ¡i
comprender
Mármol
así.
tas por Oribe
e({uivalían
decía que las bases propues-
á «tomar á Oribe de la
y conducirlo á la ciudad de Montevideo tmjo influencia que te luibía estorbado su entrada <
más con Rozas,
no hacéis la paz, se d la
le
la
en
mano misma etküK
escribía Bustamante.
Si
decía en 1845, y retiráis las tropas
República Oriental, intervendremos
amano armada,
tomaremos vuestra escuadra, bloíiuearemos vuestros puerahora se le dice al gobierno tos y ocuparemos los ríos. .
de Montevideo:
si
.
no tratáis con Oribe y admitís
diciones de su triunfo, reconociéndolo
las con-
como presidente
legal, os abandonamos comi)letamente, no obstante nuestros compromisos y los sacrificios (jue habéis hecho por nuestra culjia. Y todo esto, ¿jtor qué'? porijue Rozas despr(,'c¡a
' (
)
b)S
lli.
ili.
cañones de Trafaigar.
il).
|);i<í.
di',
44.— Véase üiislamMiiic.
Aboiikir
lilu-u
y de Xa-
ciíadn.
p;i
347.
— varillo».
Por su parte
(')
—
106 el
gobierno de Montevideo les su nota de 12 de mayo,
dirigió á los plenipotenciarios
en la que presenta á Oribe como general de nn ejército extranjero en armas contra
el gobierno oriental; sostiene que los plenipotenciarios no pueden aceptar las bases
propuestas por
Oribe sin
y sin violar todos los
tión,
en
¡¡oiierse
tradicción con la posición que han
manifiesta
asumido en
con-
esta cues-
honor
comiiromisos de
ó
interés que pesan sobre ellos»; y les pide que estrechen
que dentro de un término perentorio dé personalmente su aceptación ó negitiva á las bases que le á Oribe á
IDresentaron.
(-)
Se comprende esta actitud del gobierno de Montevi-
sombra de
deo, que vivía á la
la
influencia extranjera;
impotente para extender sus influencias propias y nacionales; sostenido con los recursos y las armas que le prestaba
intervención anglofrancesa. Lanzado en los
la
rumbos que
ésta trazaba y de los cuales
gano obligado, era
lógico, si
era
él
hay lógica en
la
presentaba
le
ór-
renuncia
de la propia personalidad, que prosiguiese hasta
en la única senda que
el
el
fin
abierta su intran-
sigencia i)ara no desaparecer completamente de la escena,
y ceder el obedecían
comprende
i)aso á la casi totalidad la
es
autoridad
de
de los orientales que
Pero
Oribe.
que Piozas desaprobase
ses presentadas por Oribe
á
la
lo
que no
se
respuesta y ba-
los plenipotenciarios
Gore
y Gros, oponiendo excepciones que por fundadas que fuesen, alejaban por
el
momento
ventajas que habrían
podido obtenerse comprometiendo á los plenipotenciarios, y sin perjuicio de invocarlas en la oportunidad debida, esto es, cuando se llegase al punto de definir las
( '
)
(^)
Bustamante, obra citada, pág. 357. Bustainaute, libro citado, documento
oficial.
—
107
—
relaciones internacionales cortadas con motivo de principios y
controvertidos
dereclios
En
mática pendiente. argentino
i^obierno
cuestión diplo-
la
nota de 8 de
la
manifiesta
le
en
mayo en qne
el
de Oribe sus vistas
al
en ese sentido, se nota la presirjn ejercida por la resolución de Rozas sobre
Éste
cómo te
los
de
ánimo
el
del ministro Arana.
en m.ostrarle
se extiende
gobierno de Oribe
al
nuevos negociadores se apartan completamen-
Hood y
bases
las
de
la
Walewski, exigiendo sin embargo
negociación
Howden-
compromisos que
los
los gobiernos del
Plata contrajeron á virtud de ellos; y lamenta que aquél no les haya exigido á su vez esplícito
reconocimiento de los compromisos correlativos que
contrajeron los gobiernos de Francia ciéndolo por
el
militar y excluyendo al
todavía sin
é
Inglaterra, indu-
una simple convención gobierno argentino, cuando estaban
contrario á hacer
reparación
los
hechos de
la intervención
anglofrancesa y los principios por ella comprometidos ei. ambas repúblicas del Plata. En seguida el doctor
Arana
liace
cduio
mediadores,
notar que los plenipotenciarios se i)resentan
siendo
que
así
los
gobiernos
de
Francia y Oran Bretaña se han reconocido como beligerantes en las bases que remitieron por medio de Mr.
Hood:
({ue
reconocerlos
como mediadores, después de
los heciios [iroducidos. im]»()rtaría sancionar (•¡(Ui
nos, y
hi
interven-
cuestiones de los Estados america-
europea en las
que en guarda de este peligro fué que
el
gobier-
no argentino declaró á los ministros llowden y Walewski qiif no [todía rccítnoccr á las mismas jiartes interesadas > beligerantes ca[)acida(i
nando desde tidas
i)or Oi'ibe.
el
inconvenientes de siíbnl
t\r
(|iH'
|>ara ser
este punto de vista
en
mediadores. Y examilas
])ro[»osiciones remi-
ministro Arana nianiliesta los graves la
jiroyectada negociacií'm. y
todo
arreglo
liginn'
el
la
general
nece()ril>('
— como autoridad
los
Estado Oriental,
legal del
federación y la Francia y
para
ambas
repúblicas
das...
una
es
consecuencia
bilidad de todo arreglo.»
Como más
del
cuestiones
las
Plata,
bajo
Hood y modificaciones con que fueron
bases
se ve,
menos
ó
se
les
acepta-
(')
Rozas sacrificaba esta vez el
las
declárela imposi-
importante, ventajas que
actitud e(|uívoca y en
beli-
no vienen auto-
definitivamente
concluir
pendientes con
de la Con-
el
Gran Bretaña como
la
«... Si los plenipotenciarios
gerantes.
rizados
—
un
á
le
detalle,
facilitaba la
fondo insostenible que asumían
los plenipotenciarios, creyendo quizá obtenerlas por este
medio sobre él. era serio y no
El argumento ({ue bacía su cancillería
qué oponerle: ¿cómo
liabía
podían ser
mediadores los beligerantes, los que se habían declarado Y si eran simplemente mediadores, ¿cómo era que
tales?
ofrecían levantar lo
el teri-itorio
el
en ambas orillas del Plata,
l)lo(|ueo
de extenderlo, y evacuar argentino ocupado por la intervención anglo-
que implicalia
la
facultad
Pero este argumento no perdía nada de su
francesa?
fuerza con
reservarlo para
momento oportuno
el
cuestión que tomaba un giro inesperado.
nidad se presentaría cuando
el
la
gobierno argentino tuviese
que resolver respecto de los arreglos que Entretanto, lo esencial para
de
Esta oportu-
él
le
incumbían.
era que la autoridad del
general Oribe fuese reconocida en Montevideo, por los auspicios de las
do
el
que
derecho
no
se
mismas potencias que
se
habían arroga-
de desconocer en Sur-América .gobiernos
mostrasen
dóciles
á
sus
pretensiones de
absorción y de conquista.
Rozas
(11
tomo
se
engañaba
Colección ni. pág. 48.)
de
al
sostener que aceptar la media-
documentos.
(Archivo Americano,
I»,
serie,
—
109
—
ción de los señores Gore y Gros. valía reconocer implí-
citamente
derecho de las potencias enropeas á inter-
el
venir en Sur-América, y en un país cuya independencia
había «>arantido
República Argentina por las conven-
1828 y
de
ciones
la
El gobierno
1840.
ser aliado del gobierno de Oribe, era
negociación
consiguientemente,
y.
con
argentino,
excluido
nada
de
esa
aceptaba,
ni
ningún compromiso contraía. Esa negociación se reducía en el fondo á celebrar un armisticio, y á este título (y
convenía interpretarlo) se negociaba con Oribe,
así
que era
general en
el
jefe
de las fuerzas aliadas
sitia-
Los mismos plenipotenciarios lo entendían así aceptar olicialmente sin reserva alguna las })roposi-
doras. al
ciones de Oribe
contenían
(pie
dicha convención use contraía
Estado Oriental
,y
otro orden ritales
ligan ron
para
demás
á salvo
el
á la paciíicaciíui del
la
República, como son
Argentina por
tos
que
la
emergencias
que se pretende liacer cesar.»
notorias de la lacha lo
declaración de que
en nada entiende afectar intereses de
Confederación
la
la
s()lo
Piu-
gobierno argentino había dejado plenamente
sus derechos rehusándose á aceptar á los seño-
res Howden y Walewski en el carácter de mediadores, y obteniendo que éstos se reconociesen olicialmente en el de beligerantes, que era el ({ue cuadraba á sus res-
pectivos golñernos.
De acuerdo con
las
observaciones del gobierno argen-
tino, el del presidente Oribe,
que entretanto había con-
venido una suspensión de hostilidades con las fuerzas de
la
plaza, les manifestó á los plenipotenciarios (|ue ha-
biendo hecho conocer de su aliado vención, é
('ste
juzgaba
intereses de
artículo
li".
de
las la
([ur ella
la
j)royectada
con-
no preservaba los derechos
rtípúblicas del
Plata:
que aun(|ue
el
referida convención no subordinase las
condiciones de ésta
al
acuerdo del gobierno
argentino.
— noel
de Oribe
lo creía
ambas repúblicas y de
de la alianza de
crificios é intereses
celebrada
como
indispensable
é Inglaterra;
Hood
esta convención
mutuos
los
sa-
comunes: que existía una convenci(3n
ambos gobiernos y
por
sionado de Francia
consecuencia
sería el
el
señor Hood, comi-
y que llevar á ejecución
medio de restablecer
la
paz y terminar las diferencias pendientes con estas dos potencias: que en consecuencia no podía ser tomada en consideración
la
proyectada
por
plenipotenciarios
los
mencionados. Cj Todavía la cancillería de Buenos Aires observó á conveniencia que habría habido
del Cerrito la
la
en que
esta última le expusiese álos plenipotenciarios las razo-
nes en virtud de las cuales
el
gobierno
inconveniente la negociación proyectada.
que fuesen
cualesquiera ciarios,
las
argentino creía
De seguro
éstos debieron asombrarse de que
Rozas rehu-
sase para su causa las ventajas que ellos se
en
facilitarle á Oribe,
video en
el
que,
miras de los plenipoten-
poniendo
al
empeñaban
gobierno de Monte-
caso de resignarse á ellas, ó de abandonarlo
completamente á su suerte. Los partidarios de éste no se asombraban menos, y los propagandistas de la intervención escribían: «Singularísimo fenómeno! Los gabinetes, alternativamente
interventores, mediadores, ofre-
ciendo su apoyo á Oribe para entrar en Montevideo. Rozas aliándose con
esta capital para resistir ese triunfo!»
Los plenipotenciarios
se limitaron
gobierno de Montevideo, á
(^)
á comunicarle al
requisición
de éste, que
el
general Oribe se había retractado de las bases de arreglo presentadas por su intermedio,
(
'
)
documentos. Archivo Americano, á^. Véase Bustamante, libro citado, pág. 371. Véase Bustamante, libro citado, pág. 360.
Colección
tomo m, pág. (2)
y que su misión
77.
(le
se
serie,
—
111
—
encontraba suspendida á causa de los sucesos que acaEntonces el mismo baban de sobrevenir en Europa. gobierno les dirigiíj un alegato respecto de la situación penosa de la plaza de Montevideo y sobre la necesidad de que las cosas volviesen al estado que tenían, haciendo efectivo el bloqueo con que los gobiernos interventores hostilizaban al gobierno de Buenos Aires, y poniendo los medios materiales ([ue dejó subsistentes el conde Walewski «como condición de existencia de Montevideo cuya conservación era un motivo primordial de la intervención». (') Los plenipotenciarios no hicieron lugar á la demanda insistiendo en que su misión estaba terminada; signilicando el de S. M. B. que no podía obrar de concierto con su colega por faltarle á éste instrucciones después de la repulsa del general Oribe, y
el
de Francia que debía volver á Europa en virtud de óv-
denes recibidas. Esto no obstante, los señores Gore y Gros creyeron arel caso de dirigirse al gobierno
que recién llegaba
gentino, para comunicarle en términos antidiplomáticos
que habían mantenido á ral
la
esperanza de que
Oribe había sido
la paz iba
que
ser al lin restablecida en el Plata; pero
inducido á retractar
probándoles á los poderes mediadores que
el
gene-
su
palabra,
si
deseaba
ello; y que en quedaba más que declarar al gobierno de Buenos Aires: P.. que si los gobiernos de Gran
restablecer
la
vista de esto
paz no tenía poder para
no
les
Bretaña y Francia se habían dirigido al general Oribe para asegurarse del cum[)limiento de las obligaciones que
fonnaban
el
objeto principal de la mediacicni unida, era
en virtud de liaber
el
gobierno de Buenos Aires protes-
tado siempre que en estos negocios obraba
(k'
)
Véase Husluinaiitf.
páír. 305.
como
auxiliar
— de dicho
general;
de la mediación
asegurar sentían
Oriental,
¡níblica
que habiendo
2'^'.,
el
—
112
sido otro objeto
independencia de la Re-
la
que
tener
gobierno de Buenos Aires estaba
recordar que
el
obligado por las con
venciones de 1828 y 1840 á respetar esta independencia. El gobierno argentino repulsó estas dos declaracio-
modo
nes de un para
buenos
ofrecer los
negándoles
contundente; olicios
personería
de mediadores, en vir-
de Francia y Gran Bretaña eran los únicos beligerantes contra los dos gobiernos
tud de que los gobiernos
mismos negociaciones Hood y en como
aliados de las repúblicas del Plata, lo
habían reconocido en las
la
Howden-Walewski, de
las cuales ellos prescindían y
completamente.
se apartaban
estos
Y
lejos de admitir la
se-
gunda declaración, declaró á su vez que ni la Francia ni la Gran Bretaña habían garantido la independencia del Estado Oriental; que por el contrario la habían ata-
cado y atacaban con una intervención armada. Que gobierno argentino^ perseverante en la defensa de
independencia
é
integridad de la República
sostendría á toda costa por deber.
nidad americana; que mientras
común
de
como hecho de
allí
Oriental, la
honor y
existiese el
i)or
dig-
enemigo
ambas repúblicas miraría todo ataque de
Gran Bretaña sión
i)or
ó de
la
Francia á
á la Confederación
la
violación del tratado
estas
de 2 de febrero de
como
agre-
repúblicas, y 1825 entre la
Confederación y la Gran Bretaña y de la de 29 de octubre de 1840 con la Francia.
En seguida
la
República Oriental
Argentina,
europea sobre
conquista
el
la
convención
Lepredour le comunicó al gobierno argentino que había recibido orden de cesar el bloqueo de las costas de la Confederación por los buques de la escuadra francesa, y de limitarse á bloquear el
almirante
los puertos orientales
ocupados por
el ejército del
general
— Hay que
Oribe.
—
11:!
advertir que el bloqueo francés, sobre
no haberse hecho electivo por falta de fuerza material, un bloqueo sui generis, ó más propiamente, un me-
era
mantener un negocio más menos El almirante Lepredour impedía la entrada lucrativo. en Buenos Aires á k)S buques que venían de ultramar; [)ero dejaba entrar á los del cabotaje que llegaban de
dio ingenioso para
Montevideo. regla, era
(3
El objeto de esta excepción, convertida en
forzar
á
los
buques de larga procedencia á
desembarcar sus cargamentos en Montevideo y á pagar allí nn derecho no menor de ló por ciento, después de lo
Buenos Aires modo la aduana
cual las mercaderías eran enviadas á
en buques de menor tonelaje. de Montevideo se hacía
le
este
que percibían los
extranjeros compradores
negociantes
quienes
De
de entradas
de
ese impuesto,
anticipaban al gobierno de esa plaza fondos
para seguir
la
guerra,
Y
por eso fué qne
el
gobierno
declaró á su vez que no recibiría en los puer-
argentino
buques que hiciesen escala en Montevideo; represalia que recuerda en pequeño los decretos de Milán y Berlín por los cuales Napoleón contestó el
tos de la República
bloqueo de
las costas francesas
durante las guerras con
Alenninia.
Y protestando
de
la
medida ejercida contra su aliado
en legítima guerra, y que Lepredour,
uu decreto por el
coniunical»a
le
el
el
cual quedaba en toda su fuerza y vigor
de agosto de 1845 que prohibía en
de 27
almirante
gobierno argentino expidió en represalia
el
y costas de Buenos Aires y puertos
de
la
el
puerto
República,
toda coiiiunifciciiMi directa ó indirecta con los buípies de
guerra brit;inicos i'!nbar<[iie bi-rt;
todo
ñ
franceses,
df víveres para lo
cual
el
exceptuando tan sólo
comodoro
Sir
Thomas
puso en conocimiento del almirante y (iros. Así fué ciuno terminó
df los ministros (iore y ioMo
V.
el
Iler-
a
—
- lU
esta iiiisióu híbrida, incolora y estéril,
favorable
cuyo
lado-
iiiiico
gobierno de Rozas no quiso explotar en fa-
el
vor de su causa, inducido por un antojo de celo excesivo
que no compensaba
mismos
auspicios de los
de ver.
la ventaja
que pudo obtener por los
plenipotenciarios,
como
se
acaba
(*)
Este desenlace,
bien impidió la entrada inmedia-
si
de Oribe en Montevideo, puso á esta plaza y al goSin recursos, sin crédito, el líltimo trance.
ta
bierno en
comprometer
y no teniendo ya qué
gobierno estableció un impuesto sobre
consumo en
artículos de
las
ni la
qué gravar,
casas al menudeo; y
éstas cerrasen sus puertas tiró
el
reventa de los
un decreto por
como
el
cual
ordenaba que cualquiera que no estuviese abierta desde 30
el
mayo en
de
sucesivo,
sus
y
tener jamás
adelante
dueños
casa de giro.
no podría abrirse en
lo
quedaban inhabilitados para Por otro decreto establecía
barracas adonde debían transportarse todos los animales de consumo, y de donde únicamente podían sacarse mediante pago de un impuesto por cabeza.
Y
al
mismo tiempo
celebraba
un contrato de venta
de las rentas de la aduana correspondientes al año de 18'")1
por
producto
precio de 500.000 pesos y la mitad de su
el
líquido,
á
favor
de
los
compradores de
las
año de 1850, con todos los derechos, atribuciones consignadas en los contratos anteriores facultades y que subordinaban la acción administrativa de ese gobierno á los conformes expedidos por los compradores del
extranjeros.
acabaron
Los comerciantes y usureros extranjeros el sello de la influencia y de la
poner
Véase colección de documentos oñciales, Archivo Americatomo ni, pág. 118 á 270. (2) Véase El Conservador del 13, 22 y 29 de mayo de 1848. (')
no,
(')
de
2*. serie,
— autoridad extranjera sobre sino en
—
115
ese gobierno que
nombre, y que esperaba que
el
terventores reabrirían
el
camino de
tra la Confederacifjn Argentina.
rez les
escribía
á
no
lo era
los poderes
las agresiones con-
Así,
el
pyemlente Suá-
principales jefes de Oribe
los
in-
como
Moreno, Dionisio Coronel, etcétera, para incitarlos á que dejasen sus banderas y se uniesen á las de Montevideo «contra los porteños», asegurándoles eran ios coroneles
que la Gran Bretaña y la Francia procederían en breve con toda su fuerza para reducir á Rozas. (')
La prensa
no
local
la
esperaba con menos abínco;
y mientras que la intervención llegaba y sus poderosos cañones tenían de nuevo la palabra, llenaba ella este
como
vacío exaltándola
Plata del
7
genuo que
de jidio,
en
En El Comercio más
1845.
doctor Valentín Alsina,
el
del in-
preocupaba en
demostrar que la intervención anglofrancesa, lejos de ser obra de conquisliábil,
se
y que Rozas se valía de su prensa asalariada para propagar la especie incierta
ta,
era obra de
civilización;
de que las potencias interventoras nuls de lo que
legítimamente tenían
La Gaceta Mercantil «Si la intervención
ha
porque
no
heroica
de las
liubiesen pretendido
le
derecho á exigir.
contestaba con estos proyectiles:
anglofrancesa no
podido.
Ha
ha
avanzado es
encallado en la resistencia
repúblicas del
Plata y sus gobiernos Por otra parte, no reconocemos en un traidor independencia de su patria, que aun grita que
legales. á
la
mienten los americanos y mienten bilidades
de
ambos mundos
al
phin de conquista anglofrancesa (lerrclid
(
a
(lo
'
para
exigir
Estas cartas están octubre de IH'iS. )
(|ii('
las
prensas y nota-
señalar y reprobar
en
la traiciini
trascritas en L>i
el ;i
Plata, la
el
d menor
})atria
se dis"
Gaceta Mercantil dd
—
IKi
como un
cuta por la prensa
europea como un derecho y
un
— principio.
la
anarquía
la
intervención
cual
fuese
si
sistenui.»
Alsina pulsaba la cuerda simpática de las libertades públicas, escribiendo que en el
derecho
de
Buenos Aires «nadie tenía
públicamente
decir
lo
pensaba en
que
y que la libertad de la prensa se hallaba entre «En Buenos Aires, le reslas cadenas en que gemía)). pondía La Gaceta, como en cualquier otro jiaís empepolítica,
ñado en defender su
libertad
é
indepeiulencia contra
conquista extranjera y contra una horda de traidores á la nacionalidad, nadie tiene el dereclio de decir la
públicamente que simi)atiza con
tales
agresores, ó de
proferirse contra el gobierno que las resiste.» reta trascribía
Montevideo Courrier de
seguida un
en
por
ordenaba
cual
el
la Plata,
decreto la
Y La Ga
del gobierno
de
suspensión
del
«en vista del sistema de persona-
lidades de este diario contra las autoridades francesas,
y
especialmente
contra
el
gobierno debe protección por
por
cónsul el
general,
particulares relaciones (pie existen
las
á quien el
carácter que
enviste, y entre este go-
bierno y el de Francia^K
El deseo de concluir con semejante estado de cosas,
que
se
mados
mantenía por y en provecho
que reemplazaban
la
fuerza de los extranjeros ar-
de
y de los usureros habían enriquecido du-
éstos
á los que se
rante la intervención, latía en los pocos orientales que
Las tentativas sucesivas habían fracasado, porque las facciones no quisieron entenderse, y principalmente porque los extranjeros levantaron sus armas contra toda idea de avenimiento con los orientales que seguían las banderas de Oribe. El re-
había
en
la
plaza.
sultado de la última ciativa que
negociación
Gore-Gros, y
la
tomaron algunos hombres principales,
inisoli-
— citando
de ese general
ciones expresadas
para
dar
ratificación de
sus
declara-
curso de la dicha negociación,
hacer estallar
resultado
por
la
el
—
orientales de Montevideo la oportu-
los
present<') á
les
nidad
en
ii;
un
movimiento que
entrada
la
de Oribe
en
debía plaza
la
sobre las bases de una amnistía general y amplia. El general Enrique Martínez, conocido riverista y antiguo
ministro de
en Buenos Aires, era
Balcarce
jefe
el
de
movimiento.
este
En inició
media noche
la
Ramirez.
tt^niente la
el
del 10 al 17 de julio de
mismo que siendo
revolución
riverista del
plaza Constituci(»n.
á la
de
1".
Allí
se
de
al)ril
con una parte del batallón
año. se dirigió
1848, td
sargento en 1840
reunió con
este
de línea
1".
general
el
Bernando Dupuy, Juan P. comandante José M*. Carbajal y un grupo como
Martínez, con los coroneles llebollo,
de sesenta revolucionarios. orientales
los
posesionaron
se
aviso eonvenido,
coiil'usiíMi el
del
aunque Ramírez
líepresentantes; y al
Dando vivas
})udieron
de los primeros
se
á
la uni(')n
de
Cabildo y Sala de había anticipado
engrosar
momentos.
sus
En
lilas
tal
en hi
situaciiMí
gobierno acudi() á los agentes extranjeros. El agente
francés y los jefes italianos se dirigieron á los cuarteles
de las legiones
acci('in
aliíjgaron
líamirez y
de(dar(')
to se anticijjó
(
;
Véase
el
las
movimiento, (')
que poniéndose en
matando al teniente Los jefes principales
general Martínez ai)risionado en
que
halu'a
se tr.itaba; [)ero
(lUi'
(Irl
el
á varios soldados.
se ocultaron: el
bildo
extranjeras,
el
sido Uanuido
hecho cierto es
allí
(pie
sin el
parte del coronel liallle 18'j8.
''ii
Cn-
movimien-
en una noche, sin prevenirlo en
17 .le iiilio (le
el
saber de
el
cam])0
A7 Comercio del Phila
— del Cerrito para proceder sitiadoras,
En
y que á esto
cambio,
uno de
se
lis
—
de
concierto
debió que fracasara.
intervención
la
perdió
que con mayor
los baluartes
con las fuerzas en
Colonia
la
aliínco
había ve-
conservarlo como disputando, y que esperaba consecuencia de sus triunfos y de su supremacía en el río de la Plata. Estaba la Colonia defendida por unos
nido
quinientos hombres de guardia nacional, por las legiones de franceses y de vascos y unas 16 piezas de articual fuerza comandada por el general Medina
llería, la
cubría una línea de seis cantones exteriores.
La plaza
foseada y amurallada desde el siglo pasado, había sido reforzada ])or los anglofranceses que la ocuparon al principio
norte
de
intervención;
la
y á unas diez
cuadras
y
la
protegían por
bergantín
el
de
el
guerra
francés Adonis con 10 cañones, y por el sur y á menor distancia el vapor inglés Faltón, con dos cañones de á
80 y dos de á 24. El coronel Lucas Moreno, en virtud de órdenes del general
Ignacio
madrugada hombres.
del
Oribe, llevó
multáneamente
ataque á
la
plaza en la
de agosto y al frente de unos 1.000
18
Formó
el
tres
por
columnas que maniobraron
si-
lado
norte, sur y frente de la arrojándose por entre las jieñas y el agua y generalizando el combate sobre las murallas (|ue defenel
plaza,
franceses y los vascos. Comprometidas las dos primeras en su ataque, quedaron envueltas y cor-
dían los
tadas, pues los legionarios las
murallas, y la
secundando Desalojados
la de la
Faltón
y del Adonis, plaza, las tomaba entre dos fuegos. del
y los vascos, posesionados de dos cantones de la plaza, el coronel
los franceses
los asaltantes
Moreno
extranjeros se sostenían en
artillería
ofreció
garantías
dían, y éstos se rindieron.
amplias
Á
las o
á
los
que
la defen-
de la tarde la plaza
— y ciudad de
119
—
Colunia quedó en
la
poder de las armas
de Oribe. El capitán Mazére le comunicó á Moreno que varias familias refugiadas á bordo del Adonis queregresar
rían
á la
El vencedor reprodujo las
ciudad.
declaraciones de su jefe respecto de garantías y amnistía general, y todas las familias regresaron á sus hoga-
Moreno contó como 2U() liombres fuera de combate acción, tomó toda la artillería, armamento y
res.
en esta
municiones que había en la plaza, é hizo 120 prisioneque quedaron allí sin ser molestados y cuyos
ros
nombres elevó Mientras
lado del Plata,
más
vez
su superior con
á
que
fuerte
el
parte general.
tenían
(
lugar del otro
gobierno argentino, sintiéndose cada
el
y resuelto
norable la cuestión
gastando
sucesos
estos
á
terminar de
un modo
estérilmente
á
los
diplomáticos
ho-
que venía
argentino-anglofrancesa,
de
las
dos
potencias interventoras y dando al mundo pruebas irrecusables del empuje con que una débil república recha-
zaba
agresiones y [)retensiones absorbentes de monarquías habituadas;! abatir nacionalidades y á conquistar las
pueblos, hacía ({ue se moviese su diplomacia en Europa
en
el
sentido de
un arreglo definitivo de la una síntesis franca y equita-
arribar á
cuestión, sobre la base de
que ya habían propuesto y aceptado las parEsto no impedía que prosiguiese imtes interesadas. tiva de
lo
])erturbable
en
la
línea
de
conducta
que
se
había
trazado, y que llevase su celo y sus escrúpulos en sus relaciones internacionales más all;i de lo que se lo
aconsejaban sus conveniencias, en circunstancias en que
enemigos cercanos y poderosos
pre[)arabaii contra
t'l
la
Véase Üoletin del Ejército, iiúm. 140 (ihipreiitii ilel Estado). ) Véase cartas caiiihiadas entre Moreno y Mizói'f. estados de prisioneros y fuerzas de ambas partes, etcétera, etcétera, en La Gacela Mercantil del l'.i de septiembre de lí^-iS. (
'
—
\20
—
coalición que debía sustituir á la que
en breve
debía
romperse. Así, mientras
su
entre
Bolivia,
inclinándose
por
mo
los
cancillería participaba de las dife-
generales
rencias
del
Velasco
lado
del
y
Ballivián
de
primero derrocado
segundo, y enagenándose completamente el ánidel segundo que había prestado y prestaba apoyo el
á los emigrados unitarios del norte de la ronfederación;
y mientras se esforzaba por acomodarse con el Brasil, sin perjuicio de acompañar al ofreL-imiento la amenaza,
cuya emergencia el Imi)erio venía preparándose á gran prisa, le negaba el exeniatur ;i la patente di; cónsul general de S. M. B. que le presentí) el caballera Martín J. Hood, fundándose en que ese gobierno no para
había dado todavía satisfacciones y reparación condignas de sus agresiones á la Confederación, y le ordenaba ;il
ministro argentino en Londres que así se
lo
comuni-
al loor Palmerston; y cortaba las relaciones con barón Picolet d'Harmillon, encargado de negocios del rey de Cerdeña, en virtud de la cooperación que éste
case el
enemigos de la Confederación, devolviéndole la nota en que el barón recurría de esta resolución con sus pasaportes para que se embarcase en el l)restaba
á
los
término de quince días.
(^) VAaso
de
18'j8.
(')
La Gaceta Mercantil
20 de julio y de agosto
CAPITULO LXI KL (ÍOHIERXO SUPREMO (COXTIXITACIÓX)
(1848)
SLiM\Rro:
de Rozas en materia religiosa: principios (¡ue observó en gobierno.— II. Conflicto antre el gobierno argentino y la Santa Sede: el patronato nacional y las provisiones directas de Su Santidad.— III. Negativa de Su Santidad á confirmar el nombramiento del obispo diocesano de Buenos Aires. IV. La diócesis queda bajo el gobierno del senado del Clero: misión de Monseñor Badini: conflicto con motivo de la aboliI.
Ideas
su
—V. Rozas y la Compañía de Jesús: sus notas á López y demás gobernadores para.abolirla en la Confederación.— VI. Cómo ventilan esta cuestión la prensa y la legislatura: discursos contra los R. P. jesuítas con motivo de la discusión de la respuesta al mensaje del Ejecutivo.— VII. Boceto de Camila O'Gorman.— VIH. Boceto de Gutiérrez.— IX. Relaciones entre ambos: la fuga á Corrientes. X. impresiones diversas que este hecho produce.— XI. Situación comprometida del Clero: pesquisas para encontrar á Gutiérrez.— XII. Cómo clasifican ese hecho las dignidades del Clero.— XIII. Impresión que le produce á Rozas.— XIV. Providencias que expide para que Gutiérrez sea libi-ado á la justicia ordinaria y Camila ción do días festivos.
sea recluida en la'Casa de,Ejercicios.
— XVI.
XV. Deposición
Cruelda
de un testigo ocular. Rozas para con Camila y condena como criminales in-
Gutiérrez.— XVII. El Comercio del Plata los fames. XVIII. Rozas consulta el punto á varios letrados. XIX. Siniestro del buque que conduce á los prófugos: el jefe de San Pedro los remita ;i Santos Lugares: y Rozas lo ordena al jefe los haga fusilar.- XX. Sorpresa del mayor Reyes.— XXI. El ánimo y la fortaleza de Camila: Reyes demora la ejecución: le pide á la señorita de Rozas interceda ¡lor Camila y lo comunica á Rozas el estado de ésta. XXII. Preparativos de la ejecución. —XXIII. El cuadro del patíbulo.- XXIV. Visita á Santos Lugares treinta ipir fué sacrilicay siete años después: el calabozo de Camila y el sitio ila. — XXV. Indignación que subleva esta bárbara ejeeui'ión: i'onvenciniiento que tuvo y conservó Rozas de la necesidad de tal ejecución: declaraciones que liizo en 1870 desde su ostracismo. XXVI. Sus declaraciones do esta
m
época.
M;is enojosas lili
(irl cajiítiilo
que
las cuestiones á
({iie
me
año de
LS'iS.
referido al
anterior. Tiieron las cuestiones de
religioso (jue se suscitaron en ISiienos .Vires del
lie
si
lijen
Ko/.as
lii/.o
,1
orden
mediados
siempre. iniMica y
—
]->,^
—
privadamente, alardes de buen católico, exaltando
el
prin-
y protegiendo, con visible celo el culto establecido, en lo tocante á las relaciones del Estado con
cipio 'religioso
Iglesia
la
mantuvo
en un todo con l)rincipios
las regalías del primero, de
cual consagró los
la legislación patria, la
fundamentales de
la
acuerdo
antigua
legislación es-
pañola que venían rigiendo esta materia. Lejos de pro-
mover antagonismos, incurriendo en la imprudencia de algunos gobiernos que á fuer de liberales, creen que con leyes
restrictivas
é
en
inspiradas
puede franquear impunemente
se
dadanos, todos, el
el
interés
de
secta
derecho de los ciu-
consagrado en una Constitución que es de gobierno de Rozas ensanchó la propaganda y
medios de acción de la Iglesia, vinculándola hasta punto á las funciones políticas y al orden de cosas establecido, y conservando por lo demás, al frente de ella, á los sacerdotes más capaces y mejor colocados que venían sirviéndola desde el tiempo de Rivadavia. Las cuestiones eclesiásticas que se siguieron bajo su gobierno tuvieron origen en los gobiernos anteriores, y él no hizo más que conducirlas ó resolverlas de acuerdo con los principios de la legislación secular á que me he los
cierto
referido.
La cuestión con el obispo de Aulon, que fué la más larga y la más notable por la calidad de personas que en
ella intervinieron,
databa del ministro García bajo
el
gobierno de Viamonte. El Papa proveyó por su bula de
2 de julio de 1832
la auxiliatura
del obispo de
Buenos
Aires en la persona del doctor Mariano José de Escalada
y Zeballos. nombrándolo al mismo tiempo obispo de Aulon in partihiis infideliiim. Como esta provisión se hizo sin
anterior
i)ro})uesta
ni
gobierno de Buenos Aires, á
él
designación éste,
de
parte
del
fundándose en que era
«á (|uien exclusivamente pertenece
la
presentación
—
128
—
para tales dignidades por virtud del soberano Patronato
que en
ellas tiene
y ha ejercido
sin
interrupción antes
y después de su separación de la metrópoli española», mandó retener esa bula de provisión por acuerdo de 29 de marzo de 1834; y suplicar de ella oportunamente, á S. 8. «para que mejor informado no dé lugar ni permi-
haga perjuicio ni novedad en nada de
ta se
lo
que ha
pertenecido y pertenece á los derechos y prerrogativas del patronato del Estado en las iglesias de su territorios. El doctor
bierno pasó
el
Escalada recurrió de esta resolución:
expediente
al fiscal
pronunciaron en contra de
dándose en que
la
la
y
el
go-
y ambos se
al asesor,
procedencia del recurso, fun-
retención de esa bula es un derecho pri-
vativo del gobierno que ejerce el patronato, y que puesto que así lo determina el gobierno y se reserva la réplica á S. S., el
recurso es inadmisible por cuanto de parte del
gobierno no hay pronunciamiento sobre el cual aquél pueda fundarse». Se suplicó en efecto, pero el Papa no cedió, ni el gobierno de
Buenos Aires tampoco.
Las cosas quedaron como estaban hasta que posterior-
mente y con motivo de la avanzada ancianidad y achaques del obispo diocesano doctor Medrano, el gobierno encargado de las relaciones exteriores de la Confederación se dirigió á S. S. don Pío IX proponiéndole
al
provisor
doctor Miguel García para que en caso de fallecimiento del doctor
Medrano pueda entrar en
ciones, y rogándole
tación
Aires
y
('
instituir
Miguel García en
orfandad de esta diócesis».
(')
el
obispo
'
)
Nota
(lo
18
(le (.ctul»re d.'
l.S'jC
presen-
de Buenos
caso de la lann-ntable
El Papa no
nombramiento ni entonces ni dcsiuit's de
(
de sus fun-
se dignase «confirmar esta
iioiiiliramiímto,
al díjctor
el ejercicio
conlirin('i este la
muerte del
—
V¿i
—
diocesano^ y las relaciones quedaron
más
tirantes
to-
davía.
El gobierno general
clusivamente sede de
po
senado del Clero con las reservas y re-
al
soberano, sin la
galías del
Roma,
entonces
de la di()cesis quedcj librado ex-
el
si
mínima intervención de
bien la única iniciativa que tom(3 por
gobierno de Rozas fué la de solicitar del obis-
disminución de los días de
la
la
las entradas de policía
y
en vista de que
íiesta,
la estadística de la
criminalidad
acreditaban la cantidad de desórdenes y escándalos que se sucedían en esos días ('). Para reanudar esas relaciolas diferencias que existían á causa de Santa Sede se negaba á reconocer los derechos
y arreglar
nes,
((ue la
de los soberanos de América
en
consagrados
bula
la
Papa don Alejandro VI, el Papa diputó á Monseñor Bedini, quien le comunicó al gobierno argentino los obdel
jetos de su misión y fué cordialmente
Es de advertir que ílicto
con
el
diocesano de
el
recibido.
senado del Clero estaba en con-
Buenos Aires con motivo de
haberle negado á éste derecho para suprimir por
anuencia de Su Santidad, los días de
íiesta religiosa.
sin
sí,
Y
en
Rozas se empeñaba en abolir en la ReCompañía de Jesús que había abolido en Bue
tales circunstancias
piiblica la
nos Aires; y que secularizasen los afiliados en ella que quisiesen permanecer en el país. En el mensaje de 27 de diciembre
de
1847,
mencionaba hechos
sediciosos
de los R. P. jesuítas establecidos en Córdoba. Ya había insistido
hasta
en
que López tomase medidas
reducirlo
contra
ellos,
á que le preguntase en nota de 26 de
enero de 1848 cuáles serían esas medidas. Recapitulan-
do entonces las desde que
(
'
)
el
disposiciones
relativas
á
los jesuítas,
gobierno les permitic) que viviesen en comu-
Véase La Gaceta Mercantil del 16 de iebrero de 1847.
—
V2o
—
nielad en la Iglesia del Colegio y les otorgó pensiones
franquicias; hasta que los expulsó
marzo de
1843, el ministro
Arana
le
y
por decreto de 22 de dice á Lói)ez en nota
de 8 de febrero: «Hechos graves que empezaban á determinar
la
funesta tendencia dominante en
la
sociedad jesuí-
sorprendieron desagradablemente al gobierno. Traslució el empeño de los jesuítas de sojuzgar interesada y
tica,
fanáticamente las conciencias; de acariciar las jiasiones
más
perniciosas ])ara explotarlas; de predominar en la so-
ciedad por
el
extravío de la imaginación del bello sexo; de
inspirará los domésticos ideas sediciosas, separándolos de
sus deberes para coníraerlos á un misticismo
útil á los fines
Compañía de Jesús; de arrancar
secretos de la
á
los
timoratos en artículo de muerte, legados y disposiciones testamentarias con perjuicio de las familias, trastorno del orden y confusiíui general del Estado.»)
Araiia llamaba la atención
tro
del
sobre la anomalía perjudicialísima de los jesuítas ellos cias.
en
Cíh'doba, á
como habían
fin
El
minis-
gobernador
López
la
permanencia de
de que jirocediese con
])roeedido otros gobiernos de iirovin-
López no pudo menos
(pie
proceder en
este sen-
y como procedit) el gobierno de Catamarca aboliendo establecimiento de la Conijiañía de. Jesús en el hos-
tido, el
de la Merced, y obligando á que secularizasen los padres que allí vivían en congregacií'tn. (|ue saliesen picio
(')
del territorio. (')
La prensa tribas que
ventiló
este
asunto trascribiendo las dia-
contra los padres jesuítas contenían los libros
europeos más en boga. de la respuesta al sión respectiva ((
Y en el curso de la discusión mensaje del poder ejecutivo, la comi-
de la legislatura i)ropuso este
Los representantes
(') N'éasc L(i (¡íK-chi
i)árrafo:
no (huían de que V. E. pondrá en
MercíuiCtl del 10
(k-
sei)li('iiil(re
di,'
1S4(S.
— acción toda
126
— verdad para
voz persuasiva de la
la
que
desaparezca del territorio argentino la asociaci(3n jesuítica,
los padres jesuítas que hayan estén ya de clérigos secularizano y que fuera de la Confederación.» Bosquejando
y para que todos
quedado en
él
dos, salgan la historia
de los jesuítas y notando los heneficios que
de Buenos Aires y el pago que Baldomcro García recordaba la
recibieron del gobierno dieron,
le
famosa
doctor
el
Dupin en
frase de
Asamblea,
la
de: «¿tiene
la
Francia garantías suficientes que oponer á la influencia de los
jesuítas?»,
y
protestas de
las
Thiers, Hebert y otros que decidieron
En
de esos padres.
mismo
el
Odillon de la
Barrot,
expulsión
sentido habló en seguida
doctor Lahitte, otro católico fervorosísimo. El doctor
el
Torres, á fuer de volteriano, habló por boca de Thierry.^
De Thou, Baronio, De Potter, Du Boulay, para presentar á los jesuítas como esclavos conscientes del ñn supremo de dominar sobre los intereses de la socieAnquetil,
dad y
cuestión recordó fiados
É
del Estado.
en
que
hiriendo
el
de
la
la
y 1840, gozaban, los
ánimos débiles para que
cediese á las pretensiones
de
I80I)
garantías de que
jesuítas trabajaron los
señores, decía
lado político
en los años 1838,
amplias
las
el
Francia.
el
país
«Entonces,
orador, cuando la influencia jesuítica
se
desplegaba, cuando la Francia nos invadía, encontró
el
extranjero,
merced á
ellos le prepararon.
por
la
primera
argentinos llamasen ta
en nuestra
hablaron en legislatura,
Y
vez
al
escándalo
de
este golpe
apoyo del dictamen de aprobado,
ultra-católico; el doctor
vimos
que unos pocos
extranjero á que pusiese su plan-
Después de
tierra.»
que fué
fué cuando
sólo entonces el
simpatías que
los jesuítas, las
el
la
de efecto,
comisión de
doctor
Sáenz
la
Peña,
Eustaquio Torres, volteriano;
el
—
—
127
Joctor Campana, viejo teólogo y jurista, que fué quien cerró los discursos.
En medio
de tales conflictos eclesiásticos,
ahí (lue
lie
trasciende en Buenos Aires la fuga de la señorita Camila
(3"Gorman con
sacerdote don Ladislao Gutiérrez.
el
Era
Camila O'Gorman una bella joven de 19 años, criada en principios de la educación española, que dominaban en el hogar honorable y respetado de sus padres. Artista y soñadora; dada á lecturas de esas que
los rígidos
estimulan
truyen la razón y
y librada
vida;
enérgica
hasta
la ilusión
devaneo, pero que no ins-
sentimiento para la
el
lucha por
la
impulsos de cierta independencia
á los
y desdeñosa,
dt^masiado estrecho
el
había
llegado
á
que era
creer
límite Jijado á las jóvenes de su
el
época, y no menos ridículos los escrúpulos de la costumbre y las imposiciones de la moda. Continuamente veía
se la
desde su
dirigirse sola
casa á recorrer las
librerías de Ibarra, de la Merced, ó de la Independencia,
en busca de libros que devoraba ciones; á visitar
por
la
gnsto
elegancia con que especial;
al
scherzos qne
cantaba
sentimental ismo,
al
como
si
con ansia de sensaquienes primaba
sobre
con arreglo á su
se ataviaba
almacén
de Guión, en busca
ó al
las
á sus amigas
de Amelong (hoy Cornú)
de
piano
las últimas
partituras ó
con voz impregnada de
llamase con estas armonías
armonías que vibraban gratísimas
en
el
ji-
fondo de
su alma enamorada. Sola también, y muy á menudo, se dirigía á la iglesia del Socorro, y se la veía arreglando
tomando la iniciativa en las festividades religiosas, acompañada del cura Gutiérrez. Gutiérrez era un joven de Tncumán, que vino á la capital recomendado al general Rozas y al camúiigo Paaltares y
lacio.
Este
filtiiiio
lo
tomé) liajo su protcccjiúi, lo indujo
á ([ue abrazase la carrera eclesiástica.
Y cuando
se
hubo
—
V2S
—
ordenado sacerdote y vacó el curato del Socorro,, el obispo Medrarlo le coutirió este beneficio, Pero Gutiérrez sintiíj á
poco
ni su esj[)íritu ni sus inclinaciones se
cpie
avenían con
el
En
sacerdocio.
siones en un fuego semejante
su peclio ardían las paal
que levantan las tierras
volcánicas de su país; y en su palidez aflictiva, y en las
miradas melanc(')licas y contemi)lativas de sus brillantes ojos negros, se reflejaba algo
como
de un bien
se
cuya posesión
grata visión del porvenir, algo la
la
aspiración suprema
persigue día por día,
la
como esas llamaradas de
el alma que acusaban á mirada de águila de César. Camila O'Gorinspirado un violento amor al sacerdote; y
lucba enérgica del alma con
Bruto ante
man
la
liabía
hombre ante
él,
todo, acarició
esta pasión con
todo
"el
entusiasmo de su alma virgen.
Cuando Camila Gutiérrez
estaba
no estaba en
en casa
ni sus escursiones
la
iglesia era })orqne
de Camila; sin que ni esto,
á caballo por los
alrededores de la
ciudad, ni la intimidad con que se trataban, ni los obse-
quios que
la
hacía
senciaban tales
el
sacerdote, indujese á los que pre-
relaciones
á
formular una acusación
contra la joven, escudada todavía por la honorabilidad
y
virtu:les de su
l)re
casa y su familia.
de 1847 Camila
sentía madre.
que á ambos la tierra,
Y
á
le
balbuceó á
impulsos de
les inspiró el
la
Un
día de diciem-
su amante que se fruición tiernísima
vínculo que los ligaba ya en
resolvieron atolondradamente irse de Buenos
Aires, lejos
déla
familia,
délos amigos y de todos. Sa-
bían que la sociedad los condenaría y que su felicidad, como los juicios de Dios, no i)odía tener testigos. El 12 de diciembre Camila abandouí't su casa, Gutiérrez su curato,
y desafiando
el
escándalo, sin })rotección y sin re-
cursos, sin saber pro[)iamente adiuule iban, se dirigieron
hacia
el
lado de Lujan llegando á Santa Fe.
De
aquí
-
i':;f9
—
al Paraná donde obtuvieron pasaporte bajo los nombres de Máximo Brandier, comerciante y natural de
pasaron
Jujuy, y Valentina San. esposa del primero; y de Entre Ríos siguieron á Corrientes, estableciendo en el pueblo
de Goyíi una escuela para ambos sexos. lices ganando su pan diario.
Todo Buenos Aires
se apercibió
del
Allí vivían fe-
escándalo.
Al-
gunos miraron ese hecho á través de los vagos perfiles de un romance, cuyos primeros ecos no les fué difícil recordar con la indulgencia que inspira á las almas generosas el sacrificio de un amor consagrado por el soplo que unit) dos almas en un momento que fué un mundo. Muchos derramaron la hiél sobre el escándalo, llamando en su ayuda las pasiones innobles, como para crearse títulos á la consideración que quizá no merecían. No el exi)lotaron escándalo para pocos desahogar sus rencores partidistas contra el gobierno, y fueron los que más partido sacaron, que consiguieron al fin lo que diabólicamente jiretendían
Rozas no tuvo Cíjnocimiento de la fuga de (Gutiérrez y de Camila sim» varios días después que ella se verificó. La familia de la joven y el Clero, que la supieron al punto, la ocultaron con fundados motivos respectivamente. La familia, por razones de honor y con la esperanza de encontrar á la joven y de hacerla volver sobre sus pasos.
con
el
Y
el
Clero porque esperaba igualmente
regreso del prófugo, cuya huella hizo seguir, po-
der velar la verdad y atribuir su ausencia á cual(|uiera
causa que
acallase
diendo de civil, el
s'unente lili
iii;'is
brados;
la
el
tirantez
escándalo.
de sus
Es
([ue,
relaciones
Clero temía que este escándalo
contra ;tll;í
y.
del
aun con
i)rescinel
i»oder
recayese ruido-
mismo... El hecho de Outiérrez era camino trazado por los unís encum-
él
[¡rohablemciitc. el pueblo,
el
gobierno,
la
so-
—
180
—
ciedad toda, creerían que era necesario oponerle un dique
que quizá envolviese á muchos otros... El presbítero don Manuel Velarde, teniente cura del Socorro que fué^ entre otros, en busca de Gutiérrez, regresó sin saber nada de éste, ('j E\ obispo, el provisor, el canónigo Palacio agitaron sus pesquisas sin resultado; y fué
re-
cién ante la inminencia de un peligro que les alcanzaba, cuando se apresuraron á poner ese hecho en conocimiento del gobernador. El obispo manifestó en su nota que tal hecho « constituía un procedimiento enorme y escandaloso. contra el que fulminaban las penas más severas la moral di.
El provisor participaba
vina y las leyes luunanas)).
gobernador .sentido
el
análogo
«
snceso
particular, le dice: al teniente
«
que
disimularlo,
El canónigo Palacio, en una le dirigió
Pensé que
me
el
la
á Rozas sobre
interés que
pusieron
la
El
mostraba
en un
el ta-
familia
la
conflicto
desgraciado padre de
desesperada alternativa de su
el
denuncia correspondía
que
sin
lo
que
duda no me dejaba expedito para acertar con mejor convenía.»
al
pronunciándose en
»
cura de su parroquia. Por otra parte,
ma/lo del atentado, y en.
horrendo
al del obispo.
larga y detallada carta
.
Camila, en
dolor y de su
honor
herido, creyó deber dirigirse también al gobernador clasificando ese hecho de «atroz y
nunca oído en
el
país»,
y pidiendo se hiciera condigna justicia. (-) Los que estuvieron cerca del gobernador deponen
que este
escándalo lo mortificó
cómo vivían
visiblemente. Él sabía
los personajes del Clero desde la época an-
Carta del canónigo Palacio al genei-al Rozas (') asunto. (Manuscrito en mi archivo. Véase el apéndice.) (2)
sobre
este
Notas del obispo y del provisor de 21 y de 24 de diciemLa Gaceta Mercantil del 9 de noviembre de 1848. Véa-
bre. (Véase
se el apéndice.)
— terior á su
yobieriio; pero se
que
levantai' velos
ciedad
que
le
una
i:!l
pondríau
— cuidaba de entroiiieterse á de
serie de escándalos.
inaniíiesto ante la so-
No
se
conformaba con
hubieren ocultado estudiadamente
la
fuga de Ca-
mila y de Gutiérrez los mismos personajes que tan acerbamente clasiñcaban el hecho diez días después de producido, cuando los señalados ya como criminales habían tenido tienipi^ de eludir ridad, él
no
ser
el
el
principio
de
la
acción de
la justicia.
Su auto-
autoridad cuyo desconocimiento
jamás, quedaría burlada, y él vendría á blanco de sus enemigos quienes seguramente te-
concibi(')
nían aquí asunto que explotar. Sin perder los instantes. Rozas puso la policía,
con
hizo
la íiliación
lijar
en los sitios
movimiento
¡mi
más apartados
carteles
de los prófugos y envié) esta filiación á
gobiernos federales, encareciéndoles la captura y remisión de Camila y de Gutiérrez. La imprudente conlos
lianza de éstos lo ayiub'). Gutiérrez fué reconocido, y
seguida denunciado
á
las
permanecía. El gobernador á Rozas, y
buque de
le
reniiti() los
vela. Rozas, le
autoridades
de
Virasoro se
comunicó
así
prófugos á Buenos Aires en un
ordenó
un calabozo en la conducir allí oportunamente
al jefe
hiciese asear
cárcel
l)ara
al
de policía ([ue
y
lo
amueblase
cura Gutiérrez; que
hiciese arreglar dos habitaciones en la jtara alojar
lo
Qii
Goya donde
Casa de Ejercicios
C(')modamente á Camila. Al capitán del puer-
le ordenó que prohibiese toda comunicación con buque que conducía los prófugos; y que de acuerdo con aquel funcionario desembarcase á media noche á Camila y á Gutiérrez y los condujese á los destim^s indicados, guanlindosc entretanto la mayor reserva. «Convenidos otros arreglos para la instalaciíhi (h' Camila, como ser el de un subsidio para la Casa de
to el
Ejercicios,
el
modo cómo
debía, de lleviirsele la
comida.
— me
escribe
el
18-2
—
señor don Pedro
taría de la Policía
y quien
das esas diligencias, pasó
Rivas,
acompañó á
el jefe
de secre-
oíiciíil
jefe en to-
sii
de policía, llevándome
en su compañía á la cárcel del Cabildo y ordenó al
al-
caide que inmediatamente hiciera asear el calabozo para recibir
un preso que
debía
ser tratado
con
la
consideración; advirtiéndole que se mandarían los bles necesarios, ropa, etcétera, y ría llevado el
que
el
mayor mue-
alimento
le se-
diariamente de una fonda. Dos días después
calabozo bien
blanqueado
encerraba los pocos mue-
más indispensables que cabían en
Las dos piezas cedidas en los Ejercicios estaban también amuebladas, pero éstas con elegancia y hasta con todas aquellas minuciosidades que la coquetería femenil hace indispensable para el tocador de una joven educada eu buena sociedad. La sirviente estaba allí aguardando las
bles y
él.
órdenes de su señora. Este departamento, como cárcel,
Blanco, situada frente á la iglesia de San Juan.
Se ve, pu3s, que al
el
había sido arreglado por la mueblería del
lo
»
([}
que se propuso Rozas fué librar
cura Gutiérrez á la justicia
fallo de ésta
sirviese de
ordinaria para
lección severa al
que
Clero,
Camila en
que
creyeran prudente los padres de esa niña.
lo
Casa de Ejercicios durante
el
el
y tiempo
cluir á
la
déla señor
re-
Pero
conspiró contra los desventurados prófugos. La mole de plomo del Dante descendía sobre sus cabezas empujada por inspiraciones infernales. Los enemigos de Rozas explotaron el escándalo con una crueldad singular. Desde luego le asignaron proporciones monstruosas todo
haciendo
el
proceso con severidad draconiana y señalan-
(^) El señor Rivas, autor de las Efemérides Argentinas, tenia entonces á su cargo la me^i del despacho de los asuntos del gobernador, ministros, jueces de 1». instancia con la policía. (Véase el apéndice.)
O')
1
(lo
famosos criminales
los
rable.
Y
al librarlos al
de
al fallo
la justicia inexo-
aprobio público se fingían
indig-
de la impunidad
que les aguardaba, merced á la fomentaban las autoridades de Buenos Aires; calculando que esto exacerbaría á Rozas y que lo induciría á dar un desmentido tremendo que les pro-
nados
corrupción
(^ue
porcionaría á ellos una oportunidad darlo. Tal fué la
campaña que
brillante para lapi-
abrió la prensa de Monte-
video.
En Palermo, escribía El Comercio del de eso como de cosas divertidas, porque «
lenguaje federal libre. Entretanto j)roduce sus efectos.
el
Plata, se habla se
allí
usa un
ejemplo del párroco
Ayer un sobrino de Rozas intentó
también robarse otra joven hija de familia, pero se pudo impedir á tiempo el crimen. Cualquiera de los dos es de la escuela de Palermo. El crimen escandaloso cometido cura Gutiérrez es asunto de todas las conversacioLa poliría de Rozas aparentaba ó hacía realmente grande empeño por descubrir el paradero de aquel malpor
el
nes.
vado ó de su cómplice,
más
Y
bien de su víctima.»
ensa-
ñándose con Gutiérrez y calumniándole todavía, y señalando ya la pena que merece, y que las autoridades deben imponerle para no aparecer como consentidores de criminales famosos, prosigue El Co)nercio del Plata:
fame raptor había sido colocado de cura por Palacio.
La familia á quien
en la deshonra pertenece á indigno
i)árroco.
el
el
deseo
después de cantar en
raptor,
quien
completó
asegura, robándose las
canónigo
el
criminal ha hundido
se dejó seducir
de
tomar
el
por
hábito
la iglesia desapareció
su
villa n'xi.
st^gi'in
alhajas del templo.
tierra casti'jo linstantf severo
El in-
parroquia confiada á tan
la
La joven que
infame nuinifestaba iiKjiija:
acjuel
«
para
el lion^bre
¿Haij
se
en
el
de
con nos ¡a
que así pro-
— una niujer cuyo
rede con
Cunándose con ella?
c
'
—
l;!4
f/cs/iono)'
puede
no
reparar
)
Esta propaganda inaudita produjo los efectos deseaRo7.as, sin reflexionar que descendía al bajo fondo dos. á que pretendían llevarlo
declamaciones convencio-
las
imponer el castigo abocándose el asunto ejemplar que éstos demandaban. Y con febricitante preferencia, lo pasó en consulta á juristas reputados. Éstos le presentaron sendos dictámenes
nales de sus enemigos, se decid
i(')
á
por escrito. Estudiaban la cuestión del punto de vista de
hechos y del carácter de los acusados ante el derecho criminal, y colacionándolos con las disposiciones los
de la antigua legislación desde
el
Fuero .Juzgó hasta
Recopiladas, resumíanlas que condenaban
á los
las
sacri-
legos á la pena ordinaria de muerte.
En
estas circunstancias
Camila
do venían
y
Aires, fué arrojado
el
por un fuerte viento
San Pedro; y su comandante punto que
le
era
diéndole que
se.
le
manifestó
de los presos. al
al
al jefe
de ese
gobernador de
la
pi-
Este jefe que
respecto, remitió los pre-
campamento de Santos Lugares y
sos al
á la costa de
imposible seguir hasta la capital, recibiese
no tenía órdenes superiores todo
buque de vela á cuyo borcon destino á Buenos
(jutiérrez
Provincia. (-)
dio cuenta de
Al día siguiente
en Buenos Aires; y el desdichado padre de Camila se apersonó á Rozas en solicitud de un
cundió
la noticia
pronto y ejemplar castigo. Y con rapidez aterradora Rozas le ordenó al mayor Antonino Reyes, jefe de Santos
Lugares, que los incomunicase, les pusiese una barra de grillos
y
les
tomase declaración remitiéndosela inmedia-
)
Véaí^e EL
(-)
Véase en
(
^
Comercio del Plata del
3,
5 y 7 de
enero de
1848.
arriba.
el
apéndice
la
carta del señor Rivas citada
más
tamente.
pji la
¡nadnigada siguiente, esto
18 de
Rozas de que hiciese
agosto, recibió Reyes la orden de
suministrar á los presos los
es. el
auxilios
de la religi(Hi y
más trámite. mayor Reyes, que más de una ve/ me ha narrado
los hiciese fusilar sin
El
ni los
él,
funcionarios que
recibieron con
órdenes que no hacían temer por gos; ni nadie
más que
Ni
quedó absorto.
condolido este cuadro tristísimo, se
la
anterioridad
vida de los prófu-
aquellos que acariciaban los me-
dios conducentes á derribar á Rozas, podían imaginarse
que
el
gobernador, erigiéndose en pontífice y en censor como los Césares romanos, decretaría,
de las costumbres, esa muerte,
así,
como tocado por
y cuando
el vértigo,
la
de una pros-
situación política se normalizaba al favor
peridad visible y de una administraciíui temi)lada que aceptaban los mismos ({ue hasta poco antes la combatieron.
Las huellas
Camila estaba enferma y transligurada. del
sufrimiento y de
la
como palmas fúnebres de
miseria velaban su íisouomía la
corona de su martirio.
se demostraba abatida,
(^ue
fuertes galvanizaba su
íibra en los
el
orgullo
de su vergüenza y de su ruina. do la condenaban; pero ella, con
No
de los corazones
momentos sui)remos La sociedad y el mun-
la
abnegación de quien
sangre y la vida en sacrificio, se había creado el mundo de cuya luz y de cuyo aire vivía. Era Gutié-
da
la
rrez.
Su primera palabra
suerte correría
Cutiérrez.
fué
preguntarle á
Reyes
la
bal)ía
todas las consideraciones posibles en su se
atrevi() á decirla la
Reyes qué dispensado
j)osici(')n;
verdad terrible que
lo
y no
abrumaba.
En la misma mañana del 18 de agosto desi)a{'h(') un chasíiue con una carta para la señorita Manuela de Rozas, en la (iue le avisaba
í]speraba una contraorden de Rozas.
lo
que ocurría pidii'ndole que intercediera por Camila: y
— con un
comunicaba á Rozas que la reo El oficial de servicio en Palermo clon
en que
oficio
—
186
estaba en cinta.
le
Eladio Saavedra, entregó carta y oficio á Rozas, quien los devolvií!) á Reyes con una carpeta en la que lo apercibía fuertemente por
miento á
liaber
demorado en dar cumpli-
órdenes del gobernador de
las
Recién entonces Reyes encomendó
á su alojamiento á representar
bautizó al
presos y de
auxiliasen, y retirándose él de la ejecución, Rubio
abrumado por
la
que ésta llevaba.
patíbulo, Gutiérrez
trajedia que se iba
El sacerdote que confesó á Camila
allí.
liijo
Hamo
Antes de marcbar
á Reyes y con
verdad escribió en una
Te abraza E]ste
que
la tierra,
si
la
entregó
le
hemos
nos uniremos ante Dios.
— tu — Gutiérrez.»
fué
último canto del poema,
el
el
último beso.
instante después Camila y Gutiérrez son respectiva-
mente conducidos en una al
de papel
«Camila: mueres conmigo: ya que no
podido vivir juntos en
Un
tirilla
al
amoroso anhelo
que traicionaba su serenidad de hombre le preguntó Camila iba á ser fusilada también; y cuando supo á Reyes:
el
sacerdotes para que los
mayor
al
la Provincia.
mayor Torcida
estas órdenes á los
deber de comunicarles presentarles los
encargó
al
lugar de la ejecución.
no verán más
silla
El
la luz.
y por cuatro
La venda sobre frío
hombres
los ojos
que
de la muerte que azota El cuadro de acero
implacable entre redobles de tambor.
y ahoga las palpitaciones del Los tiradores avanzan cuatro pasos que repercuten en las entrañas. Ya no es la vida lo que que estrecha
el
espacio
corazón jadeante.
alienta: es
de Dios.
armas que })reludian
el
espíritu del creyente que llama al espíritu
Pero se siente se bajan.
cómo en
descomposición de
Son ui]
la
vida en
el
ruido seco de las
movimiento, que movimiento de la
los ecos del
infierno
el
la carne; de la carne,
en cuyas fibras
—
—
l.T/
íntimas Camila siente los últimos estremecimientos del inocente fruto de su
amor ...
Se ve,
el
paroxismo horroroso de un sueño,
Y
el
la
sí,
como en
se ve
señal del oficial
.
.
germen de vida que palpitaba un segundo todavía. Y al despejarse la nube de ocho fogonazos, los soldados contemplan mustios dos pechos destrozados entre sangre humeante, monstruosa sanultimo
tiro
agosta
el
ción de la justicia bárbara de los hombres!...
Treinta y siete años después visitaba yo con
el
mis-
mo mayor don Antonino Reyes
el antiguo campamento y Santos Lugares. La casa estaba abandonada y en ruinas. Doblando á la izquierda de un gran patio cubierto de malezas y allá en el fondo nos detuvimos.
cárcel de
« Este fué el calabozo que ocupó Camila; el mejor ({ue pude darla», me dijo Reyes melancólicamente. Miré dentro. Era una celda pequeña, pero adonde penetraba un rayo de sol y de donde se veía el cielo. El techo amenazaba derrumbe. El suelo cubierto de hierbas. Creí
alguna inscripción en
distinguir
Me
a|)roximé
más y
el
claramente:
vi
—
muro ennegrecido. /^, y más abajo:
Pob... Esta cifra y estas letras, trazadas por la mano de Camila, expresaban sin duda una fecha querida para ella
y un
recuerdo de su
Siguiendo á
vinculaba.
mos
al
que con
dolor
lo largo
patio interior que mira al N. E., y el antiguo jefe
de Santos Lugares
me
indicó
el
extremo de enfrento
ciéndome: «Allí fué fusilada Camila.» Aquel te
me
tierno
fecha se
esa
de los calabozos llega-
llamó, «')
como llaman
simpático.
Á
ciertas
los
sitio
tumbas con
di-
de muer-
el
pies del ban(|UÍllo
recuerdo de Ca-
mila y confundidas entre la maleza, habían crecido varias margaritas silvestres. ¿Las fecundó la generosa sangre de Camila,
fueron robustos
como
es
fama que
fecundan
llores
los
organismos
y, hierbas
en las fosas de los cementerios de campañas'
({ue
caprichosas
Cogí una
— margarita, y antes
separarme
de
mnro: «Polre Camila! amó.
amor subió mundo y á el
los
de
amó mncho!
.
lUcis
la
escribí en el
allí
y en alas de su
podía sacriílcarles
al
Murió junto con
verdugos de su amor?
amó; y entre
-sus corazones, voló
el espacio
.
patíbulo.» ¿
al
c|ue tanto
—
188
llamarada
(^ue
destruy(')
su esencia íntima á confundirse
un instante supremo todavía.
tMi
.
Esta ejecución bárbara que no se excusa ni con los
es-
fuerzos que hicieron los diaristas unitarios para provoni con nada, sublevó contra
carla,
Rozas
indignación
la
de sus mismos amigos y parciales, quienes
una época en
ella el principio de lo arbitrario atroz, en
que
antiguos enemigos estaban
los
hogares, y en que
el
país
vieron en
sus
tranquilos en
entraba indudablemente en
normales y conducentes á su organización. Esta €ircunstancia, digna de notarse, fué lo que anunció á los que sabían ver más lejos, que el poder de Rozas las vías
se
minaba lentamente y que su gobierno tocaba
término.
Por
el
contrario Rozas,
(y esto
este
hombre singular había llegado
con
la
omnipotencia
del
á
su
muestra que
á connaturalizarse
mando precisamente cuando
degeneraba intelectualmente bajo
el
peso de veinte años
inmensa, ruda y continua), estaba realmente i^onvencido de la bondad de su proceder, y de que esa de labor
ejecución era un justo vindicta
desagravio á
pública ultrajadas, y
para prevenir la repetición de
damente
los
provocado.
)
moral y á
la
la
necesario
sociedad.
repetía
el
Así lo
La Gaceta Mer-
contestando á El Comercio del Plata,
tigaba hipócritamente á Rozas por
('
la
correctivo
actos que herían profun-
principios vitales de
á varias personas, y así lo
dijo
cantil,
un
el
cual fus-
hecho que había
(')
\éni^e.La Gaceta Mercantil del 9 de noviemltie de 1848.
—
—
lo9
Y tan aiTaii;ada I'ul^ y se conservó en él esta creenque veinte y dos años después le respondía desde Southampton á un amigo de Buenos Aires que le pedía datos sobre el particular. ^Ninguna 'per¡
persona alguna
ni
Por
me
el
me
lial)l(')
escribió
ni
en
su
hablaron ó escribieron sobre ese
atrevido crimen y
urgente necesidad de un ejemplar castigo, para pre-
la
Yo creí
venir otros escándalos semejantes ó parecidos. lo
favor.
personas primeras del Clero
contrario todas las
Y
mismo.
siendo
mía
Durante presidí
ejecución.
responsabilidad, ordené
la
gobierno de Buenos Aires,
el
encargado de las relaciones exteriores de ción Argentina, con la
suma
berné según mi conciencia. sable de
todos mis actos;
la
del poder por
Confedera-
mo
asunto,
citas
en
en favor
Buenos Aires
la
de
hechos
de los
se
dirigió
buenos como
una
carta sobre
que hacía declaraciones personas
go-
la ley.
Soy, pues, el único respon-
de los malos; de mis errores y de mis aciertos.»
Con fecha anterior
la
acusadas.
enconó contra
el
La
(')
mis-
el
más
esi)lí-
prensa
de
doctor Vélez Sarstield.
quizá porque este reputado estadista no se mostró dócil á las exigencias de las facciones;y lo acus(') de haber servido á
Rozas y de haberle aconsejado
el
fusilamiento de Camila
y de Gutiérrez. Mucho fastidió al doctor la inoportunidad de un cargo hecho propiamente sin conciencia; y más debié) fastidiarlo la circunstancia de que él no podía levantarlo.
Una dama
de su relación y de la relaciíHi de Hozas, la. señora Josefa Gómez, le escribit) á este último invo-
cando su
antigua amistad en
favor del
doctor
\'(''h'Z.
maltratado por hechos que derivaban del gobierno que
(') eliivo.
Copia tostiinoiiinil.i ])or (Véase ol iipémlice.)
(M
stMior
Máximo Terrero
y en mi
iir-
—
140
—
Rozas presidió, y encareciéndole que levantase con su declaración, que se haría pública, los cargos ([ue lo hacían al amigo común. Rozas asintió al pedido declarando bajo su lirma que, «no es cierto que el doc
ninguna otra persona, ¿e aconsejaron la ejecución de Camila O'Gorman Hizo más: encontró una fórni del cura Gutiérrez». mula para atenuar ó desvanecer la acusación ó mote de servidor de Rozas con que denigraban al doctor Vélez, tor
Dalmacio Vélez
Sarsfield,
ni
«El señor doctor Vélez fué siempre firme á toda prueba en sus vistas y principios unitarios, según era bien sabido y conocido, como tam-
declarando en seguida que:
bién su ilustrado saber, práctica y estudio, en los altos
negocios del Estado.»
(')
('j
Borrador original de Rozas, en mi
arcliivo.
CAPÍTULO LXII LAS CONVENCIONES CON GRAN BRETAÑA Y FRANCIA 1
(
SuMA.1110
:
«48—1849)
—
II. AapiracLüues y principios que i)rüclama La crisis europea en 1818. III. Progreso notable que señala demanda la democracia europea. IV. Opinión que sobre el aspeceste movimiento general y simultáneo. to de Europa le trasmite San Martin á Rozas. —V. Rumbos del num-o gobierno de Francia respecto de la Confederación Argentina Lamartine VI. Manifestación de simpatía hacia la Confederación Argeny Thiers. VII. La Gran Bretaña se pronuncia definitivamente por la p:iz tina. VIII. Inútiles esfuerzos de los agitadores de la con la Confederación.
I.
y
—
—
:
—
—
IX. MePlata: el general O'Brien y el ex-ministro Ouseley. primero le dirige al lord Palmerston respuesta de lord PalX. El ex-ministro Mandeville: las disposiciones en favor de XI. El f/ibertador San Martin ante el triunfo de la Confederación la paz. XII. La respuesta Argentina: testimonio clásieu que le da á Rozas. XIII. Misión del caballero Southern: exide Rozas á San Martin. conciliatori(j Término XIV. del gobierno argentino. gencias previas á que llega á mérito de las seguridades d«l ministro Southern proyecto de arreglo que confidencialmente presenta el gobierno argentino, para ser sometido de acuerdo con Oribe, áS. M. B.— XV. Impresión que esto produce en .Montevideo esfuerzos de los negociantes impresión de D'Israeimpresión de Sarmiento. XVI. Negociación de paz que inicia por ly separado al contraalmirante Lepredour cu nombre de Francia hábiles trabajos de los ministros Sarratea y Moreno para ronijier la unidad de XVII. La Gran Bretaña ante sus la intervención en favor de la paz." XVIII. La Francia ante la perspecintereses y los visibles de Francia. XIX. Bases de arreglo que le tiva de seguir la intervención por sí sola. presenta el contraalmirante Lepredour al gol)iernii argentino (•ste insiste aci-pta i'l riferirá coiitr;udniiran1-e en tratar sobre las bases Hood. XX. El su gobierno un proyecto de convención que co.itiilencialnn-ntf» le presi'iiti XXI. Medidas amistosas que éste adopta ¡lar-i el gobierno argentino. XXIL La cáinara délos lores acepta I:i con Francia y Gran Bretaña. XXIII. La prensa de convención propuesta por el gobierno argentino. Francia ante el arreglo entre la Gran Bretaña y la Confederación Argentina. XXIV. Discusión en la asamblea de Francia sobre el subsidio XXV. Proyecto de los partidarios de la gueacordado á Montevideo. rra. XXVI. Cómo encaraban estos proyectos la prensa guerrera y la XXVII. Circunstancias que debían decidir al gobierno argentino pacífica. XXVIII. Cómo ol a concluir el arreglo con las grandes potencias. ministro Guido descubre la nueva coalición encabezada por el Brasil XXIX. Oribe y Echagüe le cómo la corrobora el ministro Lamas. corroboran á Rozas las relaciones de Urquiza con el Brasil actitud de Rozas. XXX. .actualidad de paz y de prosperidad en medio de la cual XXXI. Ideas que prevalecían en la legislaRozas renuncia el gobierno. tura manifestación que ésta le hace il Rozas motivos que da Rozas para XXXII. Sensación que produjo la insistencia de insistir en su renuncia. Rozas: manifestación popular que prohibe el jefe de policía: el pueblo peticiona á la legislatura: los gobiernos de provincia manifiestan que el Kl ministro de retiro de Rozas seria una calamidad pública .— XXXIll S. M. B. hace igual manifestación, y presenta una petición de los residenXXXIV. La legislatura proccvie de acuerdo con las petites británicos. palabras del mensaje gubernativo relativas á la iniciativa de los ciones XXXV. S. M. B. autoriza al caballero Southern para firmar extranjeros. critica legal coin])arada de la la convención con el gobierno argentino desalojo del territorio y saluel preámbulo convención Southcrn-Arana do al pabellón argentino: retiro délas fuerzas argentinas del Estado Oriental, simultáuciiincnte con las ile Francia: reconocimiento del derecho soberano del gobimio argentino sobre los ríos interiores de la ConfederaXXX VI lm[")rtaneia tniscendental déla conviMición Soutluriición. Arana
guerra en moria que merston.
el
el
:
— —
—
—
:
:
:
:
:
—
—
:
—
— —
—
—
—
:
—
:
:
—
.
—
:
—
:
:
:
—
.
.
Kl
año
18^i.S
se seualt') ¡lor
beriiativa y política en
el
una
iinimln.
ti-eineiida
Y
es
crisis
,L;n-
de
no-
(1íl;ii(>
—
—
4-2
1
tarse que. mientras Rozas coiisei'val)a á través de ataques
y de coaliciones S()iidamente
los
la Confederaciíín Argentina,
cimientos
y mientras
cional;
las
de
República
la
federona-
demás jóvenes repúblicas de Amé-
rica perseguían en medio de dificultades les traz() la revoluci(jn
de
principios
el
camino que
de este siglo, las
se agitaban
monarquías del viejo continente convulsiones de esa
afianzando
crisis, la cual
lial»ría
entre
quizá
las
trans-
formado políticamente á la Europa si Luis Napoleón Bonaparte no liubiera reaccionado contra los principios que estuvo llamado á desenvolver en grande escala y á triunfar en Ijien
liacer
de
ción de 1848 en Europa fué
la
liumanidad.
como
la
La revolu-
gran válvula que
dio escape al sentimiento universal; y de ella surgieron
ideas y aspiraciones que. aunque abogadas por una Santa Alianza que vivía todavía en los re))resentantcs del (lerecbo divino, lian
becbo
su
camino y
se presentan
de los gabinetes y i)arlamentos como expresión de necesidades que habrá- que llenar induda-
hoy en
el
tapíete
blemente.
Como
en
89,
sintiéronse en los senos generosos
la Francia las palpitaciones
iniciales
de
de la democracia^
asumió el vasallo para conquistar la igualdad política por medio de los derechos del hombre y del ciudadano, lo asumía en 1848 el trabajador El rol que entonces
contra la tiranía del capital, persiguiendo las libertades
económicas bajo
la República.
Los agitadores de
los
clubs de reformistas así lo proclamaban en los banquetes populares, á los
que llegaron á invitar hasta 100.000
obreros con sus armas y su traje de guardia nacional. Las jornadas del 22, 23, 24 de febrero dieron en tierra
y con la cámara de los Pares; y la cámara de diputados invadida por el pueblo proclamó la República, noml)r;indose á seguida un con
el
trono
de Luis
Felipe
—
14o
—
gobierno provisional del que formaban parte (iarnier Pa-
Lamartine, Leclru Rollin, Louis Blanc, Cre-
gos, Arago,
mieux,
La
Merié, Üupont.
estalló
crisis
del otro lado
y mientras la revolución y la guerra ciudades italianas que proclamaban la Reardía en las de
los
Alpes;
sacudían la dominación del Austria, la sangre Viena y Berlín, y el pueblo obtenía grandes concesiones de los monarcas. En la cámara de los comunes de Liglaterra se pedía la supresión de la cámara ])iiblica
(')
corría en
de los lores: la prensa y b.in la
República,
pueblo de Irlanda proclama-
el
y en Londres
semejantes á las
festaciones
el
pueblo hacía mani-
En
París.
de
Badén, Hesse, Wurtemberg, Nassau, Hannover,
Baviera, el
pueblo
imponía á sus mandatarios, arrancándoles derechos y En que originariamente le pertenecían. ejército. con el en las calles Madrid el i)ueblo se batía
se
concesiones
Bajo los auspicios de Mazzini y de Garibaldi se proclamaba la República en Roma, y el Papa huía á Gaeta de donde debía volver las
su solio por la influencia de
á
armas francesas. El movimiento revolucionario fué general
táneo en
el
sentido de extender
el
la
monarquía y
la
acción individual del ciudadano.
(jue
el
feudalismo asignaban
y
simul-
estrecho
límite
al
Todos
que
derecho y á los pueblos
sustentaron ese movimiento con su esfuerzo y con
su sangre, vieron realizados en buena parte sus propósitos
monarquías que subsiguientemente se consolidaron; lo que demuestra que tales
aun bajo
erigieron
6
las
propósitos, sobre ser trascendentales, se re])utaron c(Mno
condición de existencia de éstas, señalando de suyo un progreso notable, cual es princii)io
(lenio(;rático
de vincular para siempre
el
al
principio
cualquiera forma ({ue no sea se
que
la
excepci(')ii
fué'
jxu-
la
de
el
gobierno,
bajo
Puede
decir-
autocracia.
enlDUces P(donia.
la
mártir
—
144
—
Rusia; y que el único insigne caudipensamiento democrático á quien la revolución
librada al Czar de llo del
hizo su víctima, fué Kossutli, quien en la desesperación
de
la
impotencia
tuvo
«En cuanto
á
de este viejo continente,
la situación
es menester no hacerse ilusiones,
San Martín
su bandera gloriosa
(|ue arrollar
Hungría avasallada.
á la faz de
al
escribía
le
el
general
general Rozas: la verdadera contienda que
divide á su población es puramente social:
en una pala-
es,
bra, la del proletario con el capitalista, la del pobre con el rico.
que
Calcule V. lo
masa
infiltrado en la gran
arroja de
un
sí
tal principio,
del bajo pueblo por las
pre-
dicaciones diarias de los clubs y la lectura de miles de paníletos. Si á estas ideas se agrega la miseria espanto-
sa de millones la paralización
de
agravada en
proletarios,
de la industria,
el
el
día con
retiro de los capitales,
en vista de un porvenir incierto; la probabilidad de una guerra
civil,
por
el
choque de
y partidos, y en
las ideas
conclusión, la de una bancarrota nacional visto
el défi-
de cerca de 400 millones, en este año, y otros tantos el entrante: este es el verdadero estado de la Fran-
cit
en
y casi del resto de la Europa con la excepción de Rusia y Suecia que hasta el día siguen manteniendo su orden interior.» (') Las ruidosas censuras de que habían sido objeto los
cia,
Inglaterra,
-actos del
Guizot durante
ministro
el
curso de la revo-
lución en Francia, inducían á creer que
el
nuevo gobier-
no modificaría sus vistas en sus relaciones internacio. nales. Algunos antecedentes lo dejaban esperar así por Mr. de la Confederación Argentina. lo que hacía á Lamartine,
miembro
batido duramente en
(')
Manuscrito en
del el
mi
nuevo
parlamento
ai-cliivo.
gobierno, la
había com-
intervención angio-
(\'éase el
apén
iice.)
— francesa en
—
de la Plata.
el río
de 1847 á La
Presse de
ducta de
agentes
los
U.")
En
París había clasiíicado
de
intervención
la
extranjeros armados en Montevideo violación
losa
del
su carta de octubre
derecho
de
como
la con-
la de
y
lo's
más escanda-
«la
gentes»; agregando que
había visto «la incalificable complicidad de los gabinetes
haciendo
británico)
(francés y
guerra con letras de
la
cambio libradas sobre el tesoro por los empresarios de la guerra de Montevideo y aceptadas por el gobierno ('j francés», Y cuando Mr. Thiers, abogando por las medidas coercitivas contra Piozas. presentaba á éste y á
como numen y expresión de la barbarie, y á los unitarios como esforzados apóstoles de la civilización. Lamartine examinando la índole y posición de federación
la
los partidos
que
políticos argentinos, hacía notar
el fede-
vacionalklacL y que al unitario lo caracterizaban las alianzas y coaliciones con los extran-
representaba
ral
la
jeros con cuyos recursos pretendía recuperar territorio
y palmo. el
Pfu- liltimo,
pasó
á saludar
que
no
el
gobierno
ocupaba
argentino
del
cuando
ministro argentino en
al
el
gobierno provisional de
ni
un
París,
República
la
Francesa, fué objeto de particulares distinciones de parte (le
Mr. de Lamartine y demás altos funcionarios. Garnier lo acompañaron hasta el carruaje. La
Pagés y otros
guardia del Hotel de
Ville
se
fornu) en
dos
saludó con un «¡viva la República Argentina!» trasmitió todo esto
Sarratea
mismo
la
cordialidad
á su gobierno;
de relaciones ({uc
y lo El señor
lilas
como
asi-
mantenía con
Mr. de Lamartine, y la casi seguridad que abrigaba de que se despacharía en breve una misiíui al Plata, con la
«,
(')
\(''as('
píi-í.
185.
roMo
V.
csUi
ciirl;!
cu
el
Xrcli'tvo
Ameritdno,
"i:',
sciic. miiii
10
— intención
de terminar
14(i
—
deíinitiva
larga y debatida cuestión con
la
y lionorableniente la Confederación Argen-
tina.
En mejores de Londres,
el
disposiciones se encontraba
el
cual había entrado de lleno en
de ideas elocuentemente manifestado por
el
gabinete el
orden
parlamento,
Las proy por el comercio británico. longadas discusiones que había suscitado desde 1845 por
la
la
prensa
cuestión del Plata;
conocimientos que
amplios
los
respecto de ella se tenían; la autoridad de la palabra de lord
Howdeu,
del general
San Martín y de otros perso-
najes de elevada reputación que
habían presentado las
cosas bajo su verdadero aspecto,
persuadieron
vamente á
más
la
Gran Bretaña de que
definiti-
sus conveniencias
caras estaban en terminar pacíficamente esa cuestión,
reconociendo en provecho de sus justicia de los derechos
que
el
propios
intereses la
gobierno argentino sos-
tenía Inútiles eran ya los esfuerzos de los
por otra solución.
Así, el general
que en 1837 apareció complicado en
que medraban
O'Brien, las
el
mismo
conspiraciones
Buenos Aires y á quien el gobierno de Montevideo nombró su cónsul general y agente en Londres, publicó sin mayor éxito una invectiva contra Rozas en la que reproducía las principales páginas de Rivera Indarte. La prensa de Londres se encargó de refutarlo, dando de paso una severa lección al ex-ministro en Buenos Aires Mr. Ouseley, quien salió á la palestra pretendiendo inmiscuir al lord Howden, y sin del partido unitario de
conseguir, por otra parte, que este distinguido diplomático descendiese á responderle.
Con menos
éxito el general O'Brien le dirigió á lord
Palmerston una memoria en la
la
que pretendía demostrar
necesidad y la conveniencia de proseguir la interven-
147
—
armada angiofraiicesa en
ei
— cióu
El jefe del ga-
Plata.
binete británico rechazó las pretensiones del mal avisado agitador; y
como
éste insistiese, lord Palmerston, tocando
en el mismo teatro de los sucesos y reproduciendo las contundentes declaraciones del lord How-
la cuestión
den,
contestó así en 13 de noviembre de 1848: «Debo
le
observar que los que parece que dirigen ahora los negocios de Montevideo son un puñado de aventureros extranjeros
en posesión militar de la capital, y dominan gobierno nominal de la ciudad; y que fuera de los muros de esta única ciudad, las personas que se titulan
(|ue están el
gobierno del Uruguay no terreno bajo su mando.
tienen
una
sola
Es evidente, por
pulgada de
otra parte, que
que actúan en Montevideo son
los individuos
la
causa
de la continuación de los males de que os aquejáis; y la paz sería restablecida en el territorio del Uru-
que
guay
si
aquellos individuos entrasen en arreglos con
general Oribe.»
Corroborando escribía
el
el
(')
el
mismo cambio
definitivo de cosas, le
ex-ministro Mandeville á la señorita Manuela
de Rozas: «Ahora que
el
cambio de aspecto de
ne-
los
gocios de Francia se ha inclinado tanto en favor de su ilustre
padre, no puedo dejar de ofrecerle á S. E. y á V.
mis cordiales ahora
felicitaciones.
al frente
Mr. de Lamartine, estando
de las relaciones exteriores, es buen pre-
sagio para la terminación de los tristemente manejados
de la Plata.» C) Subsiguientemente el ex-ministro Mandeville le anuncia á la señorita
negocios del río
mismo
de Rozas la partida del ministro Southern Aires:
' I
)
«He tenido muchas v
[)ara
Rueños con
larcas conversaciones
Mamisci'Uos tesliinoniMilos en mi archivo. (W-asc
d
apén-
dice.)
(-)
.Manuscrito orijíinal en mi
ai'c!lii\-o.
(\éasc
(M
apémlice.)
— 'Sh'.
Soutliern,
le dice,
UH
—
sobre cada
referentes al gobierno de
uno
Buenos Aires.
de los asuntos .
.
y
festado que puede reposar en los esfuerzos
le
he mani-
que ha de
hacer su noble padre de V. para restablecer la
buena
armonía entre los dos países.» (/) Los estadistas más notables, los oradores y publicistas mejor reputados de Europa y de América, habían actuado en esta cuestión y ventilado ampliamente los principios é intereses que la caracterizaron.
Y
después del
fhocjue de las armas y los ecos heroicos de la resistencia
y la ruda controversia diplomática, la Confederación Argentina se imponía á las grandes potencias europeas,
haciendo
triunfar
sus propias leyes
cólumes sus derechos
orgullo patriótico con
plica el
Martín
señala
pesar de tria, le
la
á
y levantando inAsí se ex-
de nación soberana.
Rozas
á
distancia que
escribe á Rozas, V.
la
me me
que
el
gratitud
Libertador San nacional.
separa de
«Á
nuestra pa-
hará la justicia de creer
que sus triunfos son un gran consuelo en mi achacosa He tenido una verdadera satisfacción al saber el
vejez.
levantamiento del injusto bloqueo con que nos hostili-
dos primeras naciones de Europa, y esta satisfacción es tanto más completa cuanto el honor del
zaban
las
país no ha tenido nada que
y por el contrario, presenta á todos los nuevos Estados americanos un moY en seguida de dar este testimonio delo que seguir.» clásico de la justicia con que Rozas había resistido ala intervención anglofrancesa,
sufrir,^
San Martín
añade
con
su
«No vaya V. á creer por lo que dejo jamás he dudado que nuestra patria tuviese que avergonzarse de ninguna concesión humillante presidiendo V. sus destinos', por el contrario más bien he genial franqueza:
expuesto,
(í
)
el
(]ue
Maiuisci'iro orijiinal en mi archivo. (Véase el apéndice.)
— creído (¿rase
ciones
lil)
demasiado de
V.
cuando
seguidas,
se
la
la
cuerda en las negocia-
trataba del honor nacional.
mi apreciado general, que escribirle lo bago con la franqueza de mi carácter y que me merece que yo be formado del de V: por
Esta opinión demostrará á al
—
V..
tales acontecimientos reciba nuestra patria y V.
sinceras enlioralnienas.
mi apreciable
Un
mis más
millón de agradecimientos.
general, por la bonrosa
memoria que bace
V. de este viejo patriota en su mensaje último á la
gislatura de la Provincia:
de ser indiferente d
hombres de
los
bien.r>
la
mi
niones,
al
(')
V.
c^ue
me
emite sus opi-
responde Rozas, da un gran realce á
le
grado
mi conducta por
aprobación de
La noble franqueza con
((
no llega
filosofía
le-
la jus-
que V. bace á mis sentimientos y procederes pú» Y sin ocultar su legítimo orgullo, le dice con
ticia
blicos.
altura digna del grande elogio que
liombre:
Nada be tenido más
«
negocio de
la
le
tributa el grande
á pecbo
en este grave
intervenciíbi que salvar el bonor y la dig-
repúblicas del Plata; y cuanto más fuertes eran los enemigos que se presentaban á combatirlas,
nidad
las
(Ir
mayor ha ilesos
sido
mi decisión y constancia para preservar
aquellos queridos ídolos de todo americano.
nos ba dejado
el
ejemplo de
lo
que vale esa decisión;
yo no be becho más que imitarlo. serán dirigidos
á sellar las
la
Todos mis esfuerzos
diferencias existentes con
los poderes interventores de un
boiuM y
V.
modo
tal.
que nuestra
independencia de estos países ([ueden ente-
ramente salvos é incólumes. » Y retiriéndose al agradecimiento de San Martín por la mención que de él bizo en su mensaje á la Legislatura, termina así: « ^ Cómo quiere V. (pie no lo hiciera cuando viven entre nosotros
' (
)
MitniHcriift en mi Jirdiivo. (V(^:ise
el ;i|)('ii(lic('.)
—
150
—
sus hechos heroicos y cuando V. no ha cesado de engrandecerlos con sus virtudes cívicas? Este acto de jus-
ningún
ticia
patriota
puede
negarlo
hacerlo) al ínclito vencedor de
En el
mengua
(y
fuera
Chacabuco y de Maipú.
esa honrosa memoria sólo he llenado un deber por que nada tiene V. que agradecerme.» (') Á últimos del año de 1848 llego á Buenos Aires el nueS. M. B, Mr. Henry Soutliern, y le siggobierno argentino su deseo de entregarle la
vo ministro de nificó
al
carta de
su soberano que
lo
como
acreditaba
tal,
sin
adelantarle declaración alguna respecto del objeto espe-
rado de su misión. tino
le
En no
manifestó
Aásta de esto
el
posible
serle
gobierno argenen
recibirlo
ese
carácter sin que previamente se diese á la Piepública satisfacción y
reparaciones por las graves ofensas que la
había inferido
el
gobierno de
Francia durante
de
S.
M.
B. en
intervención;
la
unión con que
bien
el
decla-
rándole que entraría con placer á negociar un ajuste de las desgraciadas diferencias subsistentes sobre las bases
presentadas en nombre de los gobiernos británico y francés por el comisionado Hood y modificaciones con que las admitieron el gobierno argentino
ministro
el
Southern
no
y
Pero
el oriental.
poderes
tenía
para
entrar
en una negociación sobre las bases Hood; y así se lo manifestó al gobierno argentino. En cambio le hizo declaraciones
categóricas al ministro
Arana,
respecto de la
firme decisión del gobierno de S. M. B. de ajusfar glo recíprocamente honorable.
ministro Arana to de
le
arre-
sometió confidencialmente un proyec-
el
comisionado Hood y á
dificaciones con que fueron
')
un
tales disposiciones, el
convención conforme á las ocho proposiciones que
presentó anteriormente
f
En
admitidas.
En
Manuscrito testimoniado en mi archivo. (Véase
la
el
las
mo-
nota de
apémlice.)
—
-
151
gobierno de
S.
que si elevaba diclio proyecto al M. B., el gobierno argentino solicitaría
previamente
el
asentimiento de
remisión
sigiiiíicaba
le
Á
la
Southern,
el
Oribe.
su aliado
respuesta afirmativa y satisfactoria de Mr. gobierno argentino solicitó y obtuvo la
conformidad del presidente Oribe
y
así se lo
proyecto en cuestión.
al
comunicó á aquél para que
como
á su soberano
que auguraba
lo verificó.
diplomáticos
«Estoy deleitado,
—
elevase todo
lo
El buen resultado
) '
la
mejor impresión de Londres.
políticos
y
Manuela de
á la señorita
escribía
le
(
causó
la negociación,
en los círculos Hozas,
presidente
el
ex-ministro Mandeville, en marzo de 1840,
el
saber que se han
—
al
mis anticipaciones acerca
realizado
de la satisfacción que yo estaba cierto causaría y causa al digno padre de V.. mi estimado amigo, y á V.. la llegada
Yo estaba convencido
de Buenos Aires de Mr. Southern.
como
de que sus maneras, así
que
ilustre padre de V. de
bondades y
las
él
está animado, le granjearían
estimaci(')n de V., y
resultado á la misi('»n que se librada al juicio recto
Rozas.
los sentimientos hacia su
é
le
yo aseguro un buen
ha confiado, y que está
imparcial de
S.
E.
el
general
(
-
El
giro
favorable
(jue
explotó
y
heciio
el
;i
de
la
negociación Sou-
desagradablemente
thern-Arana sorprendi(') de Montevideo
tomaba
sus
parciales.
haberse
al
gobierno
La prensa unitaria
negado á
recibir
oficial-
como un nuevo Los negociantes extranjeros ({ue itrosperaban á costa de la usura con que ayudaban á mantener ese gobierno, adelantándole dineros sobre mente
á
insulto á
(')
Mr.
l'i
Southern,
(iraii
Colección
calificándolo
Bretaña.
de (locinnonto.s oficiales nnins:.
1
;í
14.
llC). Archivo Americano, 2a. serie, niiiii. 21. ii;i;j. l(i(i Mamiscrilo en mi ;ifclii\ n. (Véase el aiiéiuliee.) ) ;i
(
Véase
—
\o'2
—
y sujetándolo á sus conformes, ex})lotaron también ese rechazo prodigando cartas y publicalos
iiji[)uestos
ciones en las que bajo los acentos del falso patriotismo
velaban su acento quejumbroso de judíos.
que
le
hacía
respuesta
decir
discurso
al
Era esto
lo
á D'Israely en la discusión de la
de la
corona que «se antojaba
qiie los
negociantes de Liverpool eran los únicos inte-
resados
en
la
cuestión
éstos se les debía
el
del
gasto de
Y como simultáneamente
río
de la Plata, y que á
seis
misiones inútiles».
Gran Bretaña desembarcase fuerzas en las islas Malvinas, y estableciese una población en el Estrecho de Magallanes, y buques de esa nación extrajesen huano de las costas patagónicas, y Rozas demandase una satisfacción al gobierno de Londres, Sarmiento escribía en La Crónica refiriéndose Montevideo: «Rozas infatigable para per-
á noticias de sistir
la
en su política que es la tenacidad, ha arrojado
agente
sardo;
no
quiere
recibir al
al
ministro inglés
y pide á todos satisfacción por todo. ¿Es un animal? ¿Es
un bárbaro? ¿Es un charlatán? Escoja usted. En Buenos Aires hay progreso social: se desarrolla singularmente el gusto por la elegancia, el lujo y las apariencias artísticas de la vida civilizada: movimiento literario hay también: hay buena y decente juventud: hay, en fin, motivo grande de esperanza futura para cuando se pongan en acción los buenos, los morales elementos que tiene indudablemente aquella sociedad. Aquel país tiene hoy un atmósfera anormal sin que por eso crea usted que haya nada en América que sea fundamentalmente distinto.»
(
'
)
simultáneamente con Mr. Southern, pero por separado, el contraalmirante Lepredour inició ante el Casi
(
^
)
Véase La Crónica del 28 de enero del
;iño
de 1849.
—
153
—
gobierno argentino y en noniln-e de la Francia la negociación «para 0})erar una reconciliación entre ambos
según
gobiernos»,
enero
su
hecho y
nota de 11 de
importaba
Este resultado que
de 1849. de
tura
términos de
los
rup-
la
derecho de la coalición contra
de
el
gobierno argentino, se debía en gran parte á los esfuerzos de los señores Sarratea y Moreno, ministros argen-
Ambos
tinos en París y Londres.
ministros se habían
dado cita en Aix-la-Chapelle, y allí acordaron obrar de consuno ante los gabinetes de París y de Londres, en el
no sólo
Favorecíales
indicado.
sentido
la
opinión
que prevalecía respecto de la cuestión del Plata en los centros dirigentes de Londres principalmente, sino también la tirantez de relaciones entre esos dos gabinetes, y
celos
los
su
potencias
y emulaciones que despertaba en ambas posición concurrente en el río de la
Plata.
La Gran Bretaña veía que
la
Francia, subordinando
valiosos intereses comerciales y econíunicos á su amor pro])io herido de nación guerrera, persistía en mantener
su
militar
iníluencia
en
la
bamla oriental
del
Plata;
pues ocupaba Montevideo con sus tropas, sostenía con gobierno nominal de esa plaza y presidecirlo así. una ])olítica de guerra cuyas so-
sus dineros día.
p<;)r
luciones
al
más
menos trascendentales dependían de
ó
la
mayor cantidad de recursos militares que acumulase Claro es que estos recurallí en cualquier momento. sos
que era
el
se
desde
hacía
los
el
año
desaparecer
quedaba dueña de por
contra
único que constituía
intervención dios
emplearse
deberían
la
parte
el
la
gobierno argentino, resistencia contra la
de 1845.
Si con tales
me-
tal
resistencia, la Francia
más
codiciada de Anni-ica,
grandes ríos navegables que bañan sus tierras
fértilísimas.
La
Gran
Bretaña,
entre
seguir en
una
—
—
15A
coiieurrencia ruinosa para sus grandes intereses, y buscar
un medio honorable de atemperar
locándose
todo
en
en
caso
ese
de
aptitud
peligro,
co-
cohonestarlo,
último; y para esto era necesario que prestase su influencia moral al gobierno argentino arre-
optaba
por
lo
glando pacííicamente con
él
y asegurando virtualmente
las la
diferencias
pendientes
prosperidad de
sus
in-
tereses.
Por su
que
parte, la Francia sabía
se vería obligada
una concurrencia cada vez más ruinosa, porque pesaría sobre lo que ambas naciones apetecían para sí, en el caso en que la Gran Bretaña -siguiese asumiendo todas las emergencias de la intervención á
sostener
Y
binaria armada. tiese
en
caso en que esta nación desis-
el
completamente y se arreglase con el gobierno de suyo desprestigiados
gentino, no sólo quedaban
motivos que la Francia había invocado en
el Plata,
para intervenir
sino que esta nación debería entonces asu-
mir abiertamente
la actitud
de conquistadora, corriendo
eventualidades como la de una acción
Gran Bretaña y de de
ar-
los
lo'S
invertir verdaderos
Estados
conjunta
Unidos;
transportar
tesoros en
de la
sin perjuicio á tanta
distancia el ejército de operaciones y de ocupación para
someter á
Confederación Argentina.
la
Bajo tales auspicios, y no obstante que la Francia concurría á la defensa de Montevideo con sus buques de guerra y con 50U marinos que, al mando del capitán Hérail, reforzaban las trincheras de esa plaza, el contraalmirante Lepredour, refiriéndose tre el
ministro Sarratea
y
presentó
al
de Francia,
le
el
de
á conferencias en-
negocios
extranjeros
gobierno argentino un pro-
yecto de convención contenido en ocho bases cuyo texto era casi igual
á los
anteriormente presentados
conde Walewski. El gobierno argentino
le
por
el
contestó que
disentían de los intereses
estas bases
y dereclios de
Confederaci(3n: que estaba dispuesto
Hood ya
bases
Cuadró
la
aceptadas.
circunstancia de que
gocios extranjeros de Francia
ministro de
el
comunic(3
le
mirante Lepredour en 8 de octubre de conYersaci(3n que acabo de tener con
me
lia
parecido que
á proponer
parece
el
según
éste
lo
Como
al
en
presentaría confidencialmente al
se-
el
primero, para
al
gobierno de Francia, un proyecto de
convención fundado en las bases Hood; fic()
la
despacho
subsiguientes que
las conferencias
lo refiriese
este
ministro Arana, quedó
acordado
que
me
contraalmirante Lepredour,
del
manifestó
gundo
le
señor Sarratea
el
Estas proposiciones son
entenderse.
se
contraal-
«En una
arreglo sobre las que
de
ejecución de la convención Hood.» era la única credencial
al
1
ne-
Rozas estaría dispuesto
general
ciertas bases
posible
la
á tratar sobre las
luego de obtenida la conformidad
lo
cual se veri-
del
general Ori-
Igualmente quedó arreglada una suspensión de armas, puramente en lo relativo al derramamiento de sangre be.
en
el
cación
Estado Oriental, entre
quedando cortada toda comuni-
las fuerzas
sitiadas y
sitiadoras.
las
Reanudadas por estas disposiciones
i)acíficas
(
'
las re-
Gran Bretaña, decreto por el cual man-
laciones con los gobiernos de Francia y el
argentino les comunicó
daba suspender municación con
la
el
ejecución del que prohibía toda co-
los buíiues de
guerra de esas naciones.
Simultáneamente le comunicó á Mr. Southern haber suspendido el aplazamiento al exequátur de la })atente de cónsul expedida á Mr. Hood; y expidió otro decreto i)or el cual lo reconocía á este último en el carácter de
(') Colrccioii (le Mcrcítnlíl ilc 1S50.
(loculll('iil(ts olit'inlrs
ituhlicados cu
l.
(uicela
— cónsul de
M.
S.
B.
—
150
Y no
(')
obstante haber protestado
de los procedimientos de la Gran Bretaña en las tierras
Patagonia y Magallanes,
argentinas de
ordenrj al mi-
le
nistro argentino en Londres que invitase á los señores
Baring Brothers,
y
demás accionistas
del
empréstito
inglés, á comprarle al gobierno argentino el derecho por
cjuince
con privilegio exclusivo
años,
de disponer del
liuano y exportarlo de todas las islas y costas patagó nicas,
como asimismo
yeso,
lla,
metale^
el
y cantidad que abonasen
de
esta
anfibios;
debiendo
ser entregada en cuenta del
préstito de Inglaterra de 1824.
seguir
sales en general, barri-
salitre,
pesca
negociacirjn
•
Y
mandó
la
em-
sin perjuicio de pro-
liquidar por
tesorería
las mensualidades de cinco mil pesos metálicos (l.OOü £j
que
se había convenido
á cuenta de ese
mismo
entregar á los
señores Baring
empréstito del año de 1824, que no
intervención armada, y que fueron entregadas por junto á los señores Zimmer-
se
habían entregado durante
mann
Frasier, agentes
de Baring.
la mejor impresión cuando el gabinete daba misión Southern al parlamento. La cá-
Estos procedimientos
en
Londres,
cuenta
de la
mara de ocupó
los
la
causaron
precisamente
lores, en
largamente de
sus
sesiones de
abril (1849)
se
asunto; y en la discusión propuestas por el gobierno ar-
este
de las bases de arreglo
gentino tomaron parte lord Howden, lord Beaumont,
el
Harrowsby, el marqués Lansdowne y lord Colchester, pronunciándose por la aceptación lisa y llana de esas bases que en su sentir consultaban los grandes intereses que nunca habían sufrido más que bajo la época de la intervención. El Dayly News, The Ticonde
(^) Véase siguientes.
Archivo Americano, 2K
serie,
núm.
21, pág.
147
y
—
—
i.)/
Monüng
Chromrle. The Moniing Herald, se también en demostrar las razones que miextendieron litaban para obtener prontamente ese resultado bené-
mes
('),
The
y el gobierno de la reina Victoria autorizó al señor Southern para firmar la convención de paz con fico;
gobierno argentino.
el
En
presencia de
este
resultado, la prensa de
París
instaba al gobierno á que se apresurase á obtenerlo para la
Francia, la cual no podía quedarse atrás en
el
cami-
comerciales y económicas que pronuevo orden de cosas que se creaba en
no de las ventajas porcionaría el
río
de
el
la
Plata.
Sólo
los
Mr. Thiers y los amigos de por la política guerrera que toda
cribiendo Piozas, le
la cuestiíui
y sacando
prodigaban.
Presse,
se inició
la
Inglaterra, seguía á Le Siécle
el
terreno
de los hechos;
y
en abogar
en
1845, circuns-
el
hambre y
desvanecía
el
la cuchilla
á
éste
Dayly News para
el
y Le Constitutionnel, en Air.
Tliiers
hacía
de la suerte horrible á
que se condenaba á miles de franceses en «entre
que
indisputablemente
era
cuando
acerca
general
del
los dicterios
que
ante la opinión de Francia lo que
escribir en esos diarios
que inspiraban
persistían
en la persona
razones de
La
diarios
éste,
de
Rozas»,
Montevideo La Presse
miraje demostrando con la estadística de
una invención de número de franceMr. Thiers, pues era crecidísimo el ces que habían emigrado de Montevideo á Buenos Aires consulados cómo esa cuchilla era
los
comercio era lloreciente y donde no felizmente A hambre.
donde cía
el
Simultíine'imeute
(
de t
')
1X49
la
asamblea nacional
se
cono-
discutía en
Estos (los iinitortantcs diarios en su iiriinoro dol 24 de abril reuislran los i)riiiei|iales detalles de la iic-i'ociación Soii-
Iiei'ii-Ai'aiKi.
— sesión del
su.
oO de abril
subsidio
el
proyecto
acordado
gobierno
al
cuyo artículo segundo decía que desde
no
relativo
cuarenta mil francos para
de seiscientos
dito
del
158 =^ cré-
al el
pago
Montevideo; y 1". de septiembre
de el
se podría girar letras sobre el tesoro para el pago
Aunque más bien á
ese subsidio.
favoreciese
en
guerrera,
resultado
el
que
los
mente abrumadores,
de
esta discusión
insistían en la política
se hizo mérito
ella
de
así para los
de hechos verdadera-
que
tal política
man-
tenían desde hacía cinco años sin ventajas permanentes
de ninguna especie,
como para
los
que á
ella
vivían
subordinados, y que exclusivamente á costa de ella se sostenían. El diputado Sauvaire Barthélemy, miembro
informante de
comisión de hacienda, después de ex-
la
plicar en general
declaró que la plaza
el
los
motivos del proyecto en discusión,
elemento
principal de la
resistencia de
de Montevideo lo constituían la legión extran-
incorporados 1.750 franceses y los marinos de la escuadra de Francia: hizo el estudio
jera,
á la
cual estaban
del pacto entre Francia y
12 de junio de 1848, por el
el el
gobierno de Montevideo de cual se establecía de hecho
protectorado de la Francia en esa plaza, hipotecándole
ese gobierno las entradas de aduana y estableciendo
control
político
de
las autoridades
el
francesas: recordó
que la asamblea en su sesión del 30 de diciembre de 1848 había votado para esos objetos seiscientos mil habían agotado; y respecto de las ulterioridades de este asunto, concluyó refiriéndose ala francos, los cuales
se
negociación Lepredour pendiente. El
no
objeto
del
proyecto
satisficieron al diputado
mador
fácil,
y el subsidio presupuesto ciudadano Gerdy, un decla-
—
pero á obscuras de todo lo que tenía relación
con los países del Plata.
— quien
este proyecto en favor de
la
presentó en sustitución
política guerrera:
«La asam-
—
—
LVJ
blea nacional asigna diez millones al gobierno para ter-
minar honrosamente tevideo
y
la
negocio del Plata y hacer ron Mon-
el
provincia del Unigay un tratado que asegure
su independencia,
la libertad
de
los ríos
y
los intereses
peos)K El diputado Aviles se contrajo á combatir
el
euro-
artículo
segundo del proyecto de la comisión de hacienda, declarando que el hecho de no seguir pagando las letras por cuenta del subsidio acordado, importaba abandono de la política francesa en Montevideo.
so que hizo Mr, Gustavo de éste fué
desechado por asunto en
siguiente
el
dades de
la cuestión
sión Lepredour.
la el
Á pesar
Beaumont en
de un buen discurfavor del artículo,
asamblea; quedando
mismo
})()r
con-
estado y las ulteriori-
pendientes del resultado de
la
mi-
(')
Se ve. pues, que
tomaba en Francia
no obstante la
el
nuevo
rumbo que
cuestión del Plata, había fuertes
influencias todavía en favor de la política guerrera, las
cuales pretendían desbaratar los
dos que daría
la
más probables
resulta-
misión después de los obtenidos por
medio de la misión Southern. M. Thiers y sus amigos no desmayaban en esta tarea, la cual siguió reílejándose diariamente en Le
Siécle,
Le Constitutionnel. Le National.
Aun
á mediados de 1849 estos diarios se mostraban tan radicales
como en 1845 en
lo
de
insistir acerca de la ne-
cesidad de las medidas de fuerza para reducir argentino.
Lo peor no
al
gobierno
era que estos diarios saliesen de
quicio en circunstancias en que la cuestión estaba librada á
una negociaci()n diplomática, sino que revelaban una supina ignorancia respecto del país adonde querían empujar has aventuras guerreras, sin
(
mo la
considerar nada
más
Moniteur Universel del 1" de mayo de 1849. La Presse del mis1". de mayo contiene juiciosas i-eferencias sobre la sesión de
•)
día
Asamblea.
— que
160
—
probado valor de los soldados franceses que las emprenderían; y una ligereza injustificada para medir el
entendidos y ya
los intereses bien
muy comprometidos
de la Francia. «Si El Constiíutionnel
La
examinaremos
Presse,
Francia en en
seguir
esa
el
lo quiere,
escribía
interés que puede tener
política
infalible,
si
la
insistiese
conocer tarde ó temprano con un éxito com-
ella, sería
aquí inútiles que la Inglaterra
pleto, los esfuerzos hasta
hace desde 1806 para establecerse en
margen
la
izquier-
da del Plata, y para dominar así por un lado el cabo de Buena Esperanza y por el otro el camino del cabo de Hornos
que ya vigila por
las
Malvinas, de his cuales seha apoderado
por un acto de
violencia contra
enérgicamente.»
Y
Buenos Aires y
el
cual
Rozas protesta
recordando las invasiones inglesas
á Montevideo, y que líltimamente la
á
em-
presa mercantil que actuaba en Montevideo obtuvo para la Inglaterra el privilegio exclusivo de
La Presse
navegación inde vapor^
«Estos hechos que El Constiíutionnel co-
dice:
además de
noce, explican, zas, los
la
afluentes del Plata por buques
terior de los
la enérgica resistencia de Pio-
puntos más importantes y menos conocidos de
la cuestión»
(')
Por mucha que fuese
la
importancia que se daba á
estos esfuerzos postreros de los partidarios
de la polí-
guerrera, es lo cierto que las grandes potencias
tica
taban decididas
es-
á solucionar pacíficamente la cuestión
que estaba en los grandes intereses del gobierno argentino el aprovechar las aberturas honorables del Plata; y
que se
le
habían hecho para llegar á ese resultado, á
fin
de encontrarse en condiciones de afrontar la nueva coalición cial.
(
'
que
le
venía del lado del Brasil.
Dos años consecutivos hacía que )La Presse
del 4
de
a<;()sto ile 1.S49.
Esto era esenel
ministro ar-
—
—
Kil
en KíO Janeiro se esforzaba vanamente para conseguir declaraciones terminantes respecto de los liedlos que acreditaban la mancomunidad de miras y propósitos del Imperio con los enemigos de la Confedegeiitinu
ración.
La
iniciativa
del Brasil
en
lios
y
la
la
me
conde de Ábranles, á que ya
misión coníiada
al viz-
he referido; los auxi-
protección abiertamente dispensados á enemigos
armados de
la
del Imperio; el
Confederación y refugiados en territorio reconocimiento de la independencia de la
Paraguay hecho por el mismo Imperio, eran motivos que de suyo fundaban sospechas vehementes respecto de la actitud que el Brasil se reservaba tomar, en la primera coyuntura favorable que le l)resentasen la disidencias que hábilmente venía estimulando entre los hombres de influencia política y militar provincia
argentina
del
Confederación Argentina. El general ministro (ruido, viejo y avezado diplómata, fué de los primeros que
en
la
descubrió estos hilos
misteriosos, y quien cuando se le descubrieron las venaderas relaciones que mediaban entre el gabinete de Hío Janeiro y el doctor Andrés Lamas, acreditado agente del gobierno de Montevideo. El ministro Guido hal)ía informado de ello á su gobierno, insinuando la principio
al
})udo guiarse á través de ellos
conveniencia de terminar la cuestión anglofrancesa sobre las bases que le eran (juiera
en
que presumiese que
el
el
fondo conocidas, y como Brasil, en la espectativa
en (|ue estaba, no adelantaría mayores explicaciones que las
muy
eludibles (jue se contenían en larguísimas con-
troversias mantenidas por todos los ministros brasileros (jue se
sucedieron desde
corrobor(j entre otros el ta
desde
el
Janeiro
le
el
año de 1845. Y todo
mismo
ello lo
doctor Lamas, quien en car-
decía al gobierno de Montevideo:
«El éxito de las últimas desiiraciaílísinuis tentativas...
—
W-2
-
deben haber piiestu pai'ci todus en irresislible evidencia sacrificar todo lo que (jiie no nos queda término entre exclusivamente
hemos
defendid(j, ó apoyarnos decidida y
en
extranjeros, en las relaciones y combinaciones ex-
los
Es necesario, pnes,
teriores.
ción y
el
riores
.
de
.))
.
.
.
.
jtara
la (/)
urgente cambiar la situa-
concepto en que nos encontramos.
podamos esperar lar si
es
resultados favorables
.
.
para que
de relaciones exte-
que estemos siquiera en estado de capitu-
Europa nos abandona y el Brasil no se deciEsto no obstante, la prensa del Brasil se de-
tenía á estudiar preferentemente la misión Southern, y anticipaba que labraría la \)Rz en el río déla Plata de-
dignidad y los derechos americanos; y aparecían publicaciones como Ó Subscripto 1S4S-1S49 (-)
jando á salvo
la
en la que se exaltaba la personalidad del general Rozas
y sus esfuerzos para obtener aquel resultado, después de haber desplegado lirmeza singular ante las dos grandes potencias europeas que agredieron á la Confederación.
Y Rozas estaba en
orden de vistas y temores que el Brasil, porque ello con-
el
manifestaba su ministro en
le
cordaba con los avisos que
le
trasmitía Oribe desde
Urquiza se había puesto
al
el
Era indudable que
Cerrito y Echagüe desde Santa Ee.
habla con
el
Brasil y con
el
gobierno de Montevideo. El órgano de este gobierno que
El Comercio
era
del Plata, lo dejaba entrever; después
de haber explotado con mayor indiscreción que positivosresultados la circunstancia de que el coronel Crispín Veláz-
quez pretendió
hacer asesinar
mismo Urquiza
se
al
general
Urquiza.
El
había expresado en términos equívo-
Carta del doctor Lamas al Sr. Suárez. publicatla en La Gacela Mercantil del 11 de mayo de 1849 y en el Archivo Americano, S-i. (
1
)
núm.
serie, (
2
)
15.
pág. 115.
Rio Janeiro, imprenta de
"SI.
G. S. Riego, 1849.
—
—
Ki:}
eos al couiuuicarJe ú Rozas lo que 'se decía
para
tativas
Echagüe
asesinarlo, atribuyéndolas
era público y notorio que
más
(3
eidiado
el
el
menos que quebrado con en lU'azos
de
mando de Eutre Ríos. Y mismo general estaba poco
suplantarlo en
jiara
sobre ten-
manejos
á
y que se había del general Garz(3n, cuyos prestigios
dieron vida, propiamente,
Oribe,
pronunciamiento del año de LS-ll. Probablemente Rozas no imaginó que Urquiza iría tan lejos, y creyó poder reducirlo antes que se lanzase. Así lo revelan algunos de sus actos, en circunstancias
en que
desbaratar cualquiera resistencia
fácil le era
Me
en Entre Ríos.
al
reíiero á los
motivos en que
liitima renuncia del cargo público
fund('t
su
que investía.
Necesario es tener presente que Rozas renunciaba la gobernación de Buenos Aires y las funciones inherentes
Poder Ejecutivo Nacional, cuando el país entraba francamente en el camino de la paz y de los adelantos al
que fructificarían á se
larga
la
había realizado por
dió fundamental de
la
bienes
primera vez en
la existencia
cuando
mayores: el
país
el
he-
de un poder nacional
que dominaba desde Jujuy hasta Buenos Aires: cuando el
desenvolvimiento del comercio, de las industrias y aun
de las letras imprimían á la capital y á los lugares
más
accesibles esa fisonomía cuyos contornos transformó des])Ui's
la ;i
el
bacienda
pública llegaba
que jannis llegó desde
vn (pie escribo;
y con
de
la
al
.siunmuní de
prosperidad
año de 1810 hasta
— se
días
los la
pro-
— demasiados comi)rometidos con
guerra con
Rivera,
el
pues con los solos recursos de
vincia de Biit'uos Aires, iiioti\-o
cuando
progreso en todas sus manifestaciones:
la
Inglaterra,
había amortizado
con
gran
la
Francia
})arte
de
la
deuda y equilibrado el presupuesto general de gastos; y (liando la acciíMi adniinistractiva controladora, severa y bts progresista, se hacía mentir visiblemente aun para
-
I(i4
—
Esta suma
eiiüinigos iiiiplaccibleá.
de
labor giil)eriiativa
está diseñada en el mensaje de principios del año de 184í), del cual hizo
favorables comentarios la prensa británi-
chilena y brasilera. Entre otros diarios de Unidos, decía de ese documento The Sun
ca, francesa,
los Estados
común en
de Nueva York: «Fuera del estilo ampuloso tan
lema con que empieza de «¡mueran los salvajes unitarios!» es un excelente documento de Estado, tal que coloca á Rozas en un punto de vista honroso, si no envidiable. La carrera de este hombre notable no será apreciada justamente hasta tiempos venideros. Él lia dado á su país un nombre y un lugar tan permanente como no conseguirá pronto otra ninguna nalos
suramericanos, y
ción suramericana.»
Fué en
el
(';
mensaje donde Rozas reiteró á la legislatura lo eximiese del mando, fundándose en que éste constituía una responsabilidad que no podía sobrellevar, y en que su quebrantada salud le exigía retirarse á la tal
vida privada.
adhesión
al
del partido
La
legislatura, firme en los principios de
orden
de cosas fundado
federal, creyó
del gobierno en salía á la orilla
que
la
por los auspicios de Rozas
separación
esas circunstancias, cuando
recién
después de tanta lucha, de tantas
se difi-
cultades y peligros, abriría inmediatamente el camino á emulaciones y ambiciones cuyo resultado inevitable sería el el
desmoronamiento de ese mismo orden
político,
cual los legisladores y sus afines constituían
mento conservador y
el
en ele-
dirigente; y, lo que era igualmente
peligroso para ellos, entrarían por esa puerta y á favor
de las divisiones, los enemigos tradicionales que querían restaurarse en
(
')
el
poder.
The Sun de Nueva York
del
11
de abril de 1849.
— Partiendo de aquí,
—
la legislatura acord(3
manifestarle
Rozas su decisión irrevocable de no admirenuncia que reiteraba. En la noche del 1*2 de
verbalniente la
tirle
I(i5
;í
septiembre los representantes, seguidos de una masa de pueblo, se dirigieron á casa de Rozas,
dente de la legislatura
que
tal
renuncia
Agradeciendo
tal
le
sería
y allí el presimanifestó á nombre de ésta
una calamidad para
demostración. Rozas
mente: «Desde que no
la
declarí)
patria.
testual-
posible al general Rozas despachar con prontitud todos los asuntos de mayor elevación nacional, ni los infinitos que, aun cuando' sean de un orden subalterno, forman en su conjunto un todo
cuya demora cias,
fiíi
es
muy
opinión en
perjudicial y de graves consecuen-
la
turalmente ha decaído.
le es
Provincia y
De
en
la
República, na-
esta consideración que se sien-
ce d clara luz resalta la razón irresistible que te !j se impone á los señores representantes el imperioso deber de nombrar otro ciudadano que con más voluntad y fuerza de opiíiiún. suceda sin demora al general Rozas. Y es
por ello (|ue reitero á la honorable junta de
rejiresen-
tantes mis anteriores encarecimientos para que se digne
eximirme del mando supremo.» (') Las palabras subrayadas inducen á creer que á Rozas no se le ocultaba el principio de una reacci()n que se operaba en Entre Ríos; licticios sus encarecimientos y. admitiendo que fueran eximiesen del mando, que quería provocar pronunciamientos inequívocos de opinión semejantes á
l»ara (pie
lo
años anteriores, y muy principalmente de del litorid que es donde se dibujal)a el peligro. los de
La insistencia de Rozas desiniés de de los re|ii'esentantes'.
(M Documentos 2='.
sei'ie,
núinoro
caus(')
las declaraciones
sensaciíñi en
oficiales i)iiblicados en el 174 y siguientes.
17, piifr.
la i)arte
el
]»neblo;
v
Archivo Americano,
—
Kiü
—
en los salones y en los corrillos se ])asal)a de boca en boca la palabra de que algo grave ocurría en Entre Kíos. Las mismas ideas y sentimientos qne militaron en análogas circunstancias en partido federal en
1840.
lilas
del
Los ciudadanos inlluyentes y
184Í).
vecinos de las
conservadores, agitaron á los principales á
dirigieron
parroquias, y éstos se
las
estrecliaroii
jueces
los
de
paz
])rovocando la idea de una gran manifestación popular para pedirle á Rozas que no dejase el mando. Los jueces de paz avisaron
quien se opuso á
lo
proyectado
la idea de la
al
jefe
de
maiiifestaci(3n.
[)olicía,
comuni-
cándoles que los ciudadanos eran libres de ejercitar su
derecho de petición ante les
decía en su
nota
el
la
jefe
«Este arbitrio,
legislatura.
de policía,
Rozas, habilita á los ciudadanos á
fijar
de
orden
de
bien su voto y
oi)inión, enterándose rellexivamente con madurez y calma de la peticiíH), y prestando ó rehusando su conformidad
y voluntad.» (') hicieron los ciudadanos de Buenos Aires. En
según su
})ropio juicio
Así lo
18 de octubre peticionaron á la legislatura recomendando al
general Juan Manuel
como fundador de heroico de blica,
é
la
invocando
sobrevendrían
de Rozas á la gratitud piiblica,
Confederación Argentina y defensor independencia é integridad de la Repúla
si
él
calamidades y desgracias que dejase el mando. Manifestaban sus las
ardientes votos y deseos por la continuación de Rozas el mando supremo, y ofrecían nuevamente su vida, su fortuna y su fama. Y facilitando esta solución por el medio que anteriormente habían insinuado, los ciudada-
en
nos reproducían sus votos «con tanto más motivo cuanto
que ven á
digna hija de
(* Véaf^e La Gaceta Mercantil del Archivo Americano número citado. )
se
la virtuosa
S. E.
14
la
señorita doña
de octubre de 1849. Véa-
—
-
107
Manuela de Rozas y E]zciii'ra, participar menso que la patria impone á su ilustre
del sacrilicio in-
padre, lo que alta-
mente recomienda á aquella distinguida señorita al elevado aprecio que le })rofesan sus compatriotas agradecidos y admiradores de sus virtudes y de sus talentos.» (') Simultáneamente los gobiernos de Santa Fe. Córdolta. Salta,Tucumán. La Rioja, San Luis, Mendoza y otras })r(»vincias, le manifestaron á Rozas idénticos votos y deseos, significándole expresivamente que su retirada del gobierno sería una verdadera calamidad para la Confederación. El ministro de S. M. B. le comunicó al ministro Arana ('-
)
<|ue varios de
acerca les
él
connacionales
sus
podrían lirmar
si
(b^
babían consultado
le
peticiiui
la
p()})ular,
reputaba que
había respondido que
ese
(pie
y
un
era
acto de ciudadanía ([ue no se extendía á los extranjeros. tiemjx) que be juzgado de
niisnn)
('Al
sar esta opiniíui, agregaba
dero
f/iic
mi deber expre-
caballero Southern, consi-
el
no puede haber diferencia de opinión sobre
punto de que
el
abandono de
de este país por
S.
E.
el
la
dirección de
los
negocios
sería
señor gobernculor,
el
bajo
cualesquiera rirrunsta/uias, y especialmente bajo las pre-
mayor calamidad que podría a.caecer.» El ministro Arana le respondic) al ministro Sontbern (pie las mismas razones expuestas respecto d(d interés de los
sentes^ la
extranjeros hacían
como
éstos
petición á que se ñí
iti()
(')
UiKMiiiiciiiM
octubre do
no
17.
pjiu.
I'.i-,^
pulilicado en
Néasc La
La (laceta Mercantil
'
\'éas(!
csias
citado,
p;i
el
('')
el
á
acto
(b'
firmar
la
Mr. Southern
residientes
re-
británi-
Archivo Americroio, 'i-K Mercantil del -ll do
(íacelti
lS4'.t.
\'('ase
)
llegaban
si
principales
(-1 (
considerase
se
hacía referencia.
de los
la petici(')n
iiúm.
serie,
(|iie
acto de ciudadanía
19S.
notas en
el
i\v\
K! d(-
núinei'o
del
iclu'cro
do 1850.
Xrcliivo Americaiio
—
KiS
—
eos, en la cual éstos significaban tiro del general
pública, sino
que «reputarían
el
re-
Rozas no solamente como una calamidad
como que
afectaría especialmente los
importantes intereses británicos.
Suscribíanla entre
más mu-
opulentos y resj)etables, los señores Getting, Mac- Lean, Mackinlay, Slieridan, Hughes, Plo\Yes,
cbos
residentes
Thompson, Nicholson Green, Seymour, Ramsay, Dowse, Dickson,
Drabble,
Wilson,
Mac-Donnell, etcétera.
Bell,
Moretón,
Woodgate,
(/)
La petición popular y sus antecedentes, contenida en 222 grandes pliegos con las lirmas de los ciudadanos de Buenos Aires, fué pasada á
la
comisión de negocios consti-
tucionales de la legislatura, y ésta en su sesión del 12
de diciembre resolvió, después de un extenso
discurso
Baldomero García, en todo como lo solicitaban peticionarios: dirigir á la Provincia una manifestación
del doctor los
de gratitud, suscrita por todos los representantes, é im-
primir
el
discurso del gobernador á la comisión (|ue
le
representíj la respuesta á su mensaje último, y demás documentos conexos para repartirlos en todos los pueblos de la Provincia. -) Por lo demás. Ptozas manifest() sus (
vistas en los siguientes términos, al
mensaje anual á
la legislatura
traiijeros residentes:
ción
«
de la iniciativa délos ex-
El gobierno ha tenido la satisfac-
de manifestar á S. E.
Enrique Southern,
dar cuenta en su
el
honorable caballero don
en vista de su estimable nota y de la declaración relativa firmada por los principales co(|ue
merciantes británicos de esta ciudad, apreciaba altamente su honorable oñciosidad
(
')
Está inserta en
y aquel
elocuente testimonio.
La Gaceta Mercantil
del 21 de diciembre de
1.S49.
(-) serie,
Documento oficial publicado en el Archivo Americano, 2a núm. 18, pág. 182 y si g. Véase La Gaceta Mercantil del .5 de
diciembre de 1849.
— Y
109
—
sobreinaiierd sentía elgenei'cil Rozas hallarse limitado
por su
mismo
solamente
cer
decoro personal y por sus deberes á ofrela expresi(')n de su íntima gratitud por
honrosas y nobles intenciones que habían presidido él recordaría siempre con grande esti-
las
esos actos, que
mación.
»
Entretanto
caballero Southern
el
bierno argentino que rar
la
de la
el
de
S.
cuestión
del
que
nil)otenciario. El
Plata, la
le
comunicó
al
go-
M. B. después de conside-
convención remitida por
poderes para
le
aquél
había
para
el
arreglo
amplios
otorgado
concluyese como su ministro ple-
gobierno argentino nombr(')
en conse-
cuencia al doctor Arana su plenipotenciario para ñrmar
expresada convención; y este acto tuvo lugar con toda solemnidad el día 24 de noviembre de 1849.
la
Se recordará que
el
gobierno argentino había declarado
reiteradamente qne no negociaría la paz sino sobre esas bases
y modificaciones; y que por haberse apartado de
ellas,
rom[)ieron
las
negociaciones
y prosiguieron
la
armada los ministros Ouseley-Deffaudis, Howden-Walewski y Oore Ciros. Y bien, en la convención intervención
Southern-Arana, de
la
(Irán
el
encargado de las relaciones exteriores
Confederación Argentina y S. M. la reina de la a deseando conrluir las diferen-
Bretaña tratan,
y restaljlcrer las perfectas relaciones de amistad, de conformidad dios votos manifestados por ambos gocias existentes
y habiendo declarado el de S. M. B. no tener objetos algunos separados ni egoístas en vista, ni ninfjiernos;
descoque ver establecidas con seguridad la ])az é indei)end(Mic¡a de los Estados del río déla Plata». Este preámbub) (|ue contenía, como es de regla, el lin (|ue se proj)onían las partes contratantes, era el mismo que anunciaban las bases Hood. y difería nalnralnu'nti' del
gi'in
otro
(pie jiropíjnían
los
iilenipoteneiarios
anteriores,
])reten-
— ilieiul(j
á
quf
objeto de la convención era
ei
las hostilidades en el
pnblica
dencia
Oriental
S.
en
Plata y «^oce
el
el
el
de
poner
c<
de confirmar
completo
iln
Re-
á la
indepen-
de sn
».
El artículo
de
—
170
M.
B.,
1".
establece que:
animado de
el 15 de julio de
1847
Habiendo
«
el
bloqueo que había establecido
en los puertos de las dos repúblicas del Plata, se obliga d evacuar definitivamente la isla de
á devolver
los
gobierno
el
los deseos expresados, levantado
presente
al
Martín García^
buques de guerra argentinos que están en su
posesión, tanto
romo sea posible en
el
mismo
estado en que
fueron tomados, y á saludar el pabellón de la Confederación Argentina con veinte y un tiros de cañón. » Esto mis-
mo lo
lo establecía la
había exigido
el
de las bases Hood, y gobierno argentino como satisfacción
proposición
4='.
y reparaciones condignas de los insultos y ataques de las potencias interventoras al pabelbui y al territorio de la
Confederación. El
2".
establece que por las dos partes
contratantes serían entregados á sus respectivos dueños
todos los buques mercantes con sus cargamentos toma-
dos durante
el
bloqueo: lo cual formaba parte de la
proposición ya citada, y no El artículo 3°. se refiere
ofreci()
al
nunca
4".
dificultad.
retiro de las divisiones ar-
Estado Oriental. En
gentinas existentes en
el
Hood y negociaciones
subsiguientes, se
las l)ases
subordinaba
ñ
y demás gobierno argentino. Pero como
este retiro la entrega de la isla de Martín García
satisfacciones debidas al la
Gran Bretaña ya no tenía
el
mismo
interés que antes,
la intervención armada y había embarcado sus marinos y cañones que concurrieron á la defensa de la plaza de Montevideo, en la convención Sou-
pues no continuaba
thern-Arana se dio grande amplitud
á
bleciéndose que las dichas divisiones
«
guay cuando
el
gobierno francés
ese retiro,
repasarán
desarme n
la
esta-
el
Uru-
legión
— extranjera y d todos
tos
m—
demás extranjeros que
se
halten
ron las armas y formen la yaarnirión de la ciudad de Montevideo; evacué el territorio de las dos repúblicas del Plata; cüjandone su posición hostil
de paz. El gobierno de
un
y celebre
tratado
en caso necesario, se ofrece
S. M.,
á emplear sus buenos oficios para conseguir estos objetos con su aliada la República Francesa.
El artículo interiores
de la
cañonazos
la
navegación de los ríos
se refería á la
4'-.
Confederaci(3n. que
Gran Bretaña y
habían
forzado
á
Francia, pretendiendo
la
sentar sobre ellos su predominio comercial y hasta político
con altsoluta i)rescindencia del soberano de esas aguas.
Los plenipotenciarios Ouseley y Deffaudis persiguieron esa ventaja inconmensurable que les marcaban en sus instrucciones los ministros Aberdeen y Gnizot. La negociación Howden-Walewski giró, puede decirse, alrededor de ese
})unt()
importantísimo:
como que
Walewslvi agotó todas sus argucias para que
conde
el
gobierno
el
argentino se contentase con que los gobiernos interventores admitiesen que la navegación del gaciíMi
Paraná era nave-
interior sujeta á las reglas internacionales, y con
reticencias
como la de « mientras el gobierno argentino ambas riberas de dicho río ». Se recordar;!
fuese dueño de (|ue la ri(ts
negociación se rompió porque los plenipotencia-
se negaron
l)ii'nio
ce:
el
derecho soberano del go-
Es
lo
que consiguií)
el
gobierno
« F]l
gobierno de S. M. B. reconoce ser Paranú una naregadón interior de
rión Argentina, y
mentos;
lo
sujeta solamente
mismo que
Estado Oriental.
Además de
la del rio
<í
Confe-
la
argentino en
convenciíHi Southern-Arana. cuyo artículo
del lío
el
reconocer
argentino sobre las aguas interiores de
d(!ración. la
;i
4".
estable-
la navegacichi la
Confedera-
sus leyes y regla-
l'ruyuag
en
común con
»
este reconocimiento.
l:i
couvencii'm
Sou-
— theru-Arana contiene
el
—
17-J
referente
rantes del gobierno argentino,
para
la
;i
en
los derechos belige-
términos favorables
Confederación, pero respecto del cual no suscri-
bía este último sino con reserva. El artículo que: «habiendo declarado el gobierno de
S.
5'\
establece
M. B., quedar República Ar-
libremente reconocido y admitido que la gentina se halla en el goce y ejercicio incuestionable de
todo derecho, ora de paz ó guerra, poseído por cualquiera
nación independiente; y que si el curso de los sucesos en la República Oriental ha hecho necesario que las potencias aliadas interrumpan por cierto tiempo cio
el
ejerci-
de los derechos beligerantes de la República Argen-
queda plenamente admitido que los principios bajo los cuales han obrado, en iguales circunstancias, habrían sido aplicables, ya á la Gran Bretaña ó á la Francia; queda convenido que el gobierno argentino en cuanto á esta
tina,
declaración, reserva su
namente con
de la Gran Bretaña en la parte relativa
el
á la aplicación.
derecho para discutirlo oportu-
»
Los artículos
G°., 7".
y
8°.
establecen que
convención se ajusta y coucluye después de haber el gobierno argentino solicitado y obtenido el avenimiento á ella de su aliado el presidente de la República Orien-
la
tal,
Manuel Oribe; que mediante
general
la
convención
queda restablecida la perfecta amistad entre los gobiernos contratantes; y que la misma debe ser ratificada por
el
gobierno argentino
presentada
Por
la
quince días después de serle
M. B. de noviembre de 184U,
la ratificación de S.
convención de 24
(
'
el
gobierno de Rozas consiguió hacer prevalecer solemne-
mente ante
las
y principios
(')
Véaxe
29 y sijiuientes.
grandes potencias europeas, los derechos
(pie
el
venía sosteniendo desde
A.rchivo Americano.
¿'.
serie,
el
año de
número
184'").
18.
pjíji'.
— La Gran Bretaña, esos derechos y
178
al recoiiücer
— expresa
esos principios,
y soleiiiiieinente
snscribieiulo
de una guerra desastrosa las condiciones que
una
mo
débil república
la
después
impuso
resuelta á defenderse hasta el últi-
cerró virtualmente la época de las recoloni-
trance,
zaciones y de las agresiones semibárbaras de las grandes potencias en el río de la Plata; é inició, honrosa-
mente para sus tradiciones liberales,
la
época fecunda de
la
labor progresista y trascendental, que ella sabe estimular
donde quiera que extiende sus incontrastables corrientes comerciales y civilizadoras. La convención Soutliern-Arana
fué, pues,
un espléndido
triunfo diplomático para el
gobierno argentino, y una conquista trascendental para el derecho de los paises suramericanos. Á la íirmeza
inconmovible con que su patria,
le
llamar suyos
Rozas mantuvo
los
derechos de
debe, pues, la República Argentina
hoy
los
espléndidos
ríos
el
poder
que bañan sus
y cuya navegación deberá someter á la legislación restrictiva por lo que respecta á las banderas exlitorales
tranjeras; ya que por licencia de liberalismo, los gobiernos
que se han sucedido llas te
al
de Rozas han casi desalojado de
bandera argentina, concediéndoles á aquéfranquicias singulares, tan singulares que únicamen-
esos ríos
la
en 1^ Argentina prevalecen.
CAPITULO LA CON VKN( K
)\"
LXIII
AlíAXA
-
r.KPREDÜUR
(1850;
SuMAUío:
La lügislatiu-íi autoriza á Rozas para ratilicar la eouveiicióii SouthcrnArana: recepción del ministro de S. M. B.^ II. Cumplimiento del artículo lo. de la convención: entrega de la isla d'í Martín García: entrega del barco fS de Mayo: los buques de S. M. B. arbolnn á proa el pabellón argentiijue estos sucesos no y lo saludan con 21 cañonazos. III. Entusiasmo producen en Buenos .\.ircs: las manifestaciones y fiestas públicas. IV. Boceto del caballero Southern: su afición á los retruécanos: sus observaV. Retraimiento de Rozas en las ciones lítiles condón Santiago .\rcós. VI. Lógica ;i que obedece la elección de gobernador fiestas de esos dias. de Buenos Aires: declaración que con tal motivo suscriben individualmenVII. Lo que absorbía por entonces la te los miembros de la legislatura. atencioii de Rozas: giro inesperado que tuma en Francia la cuestión del Plata — VIII. Oposición que suscita .Mr. Thiers al arreglo de esta cuesexige los antecedentes de la negociación Lepredour. tión: la asamblea IX. Cómo se deja sorprender el gabinete: ruidosa discusión que provoca la hábil estratagema de Mr. Thiers: informe del conde Darú: fundamenX. Impugnación del ministro Rouher. — XI. .Vrenga del tos ilel informe. XII. Discusión del proyecto de tratado Lealmirante du Potit Thouar. XIII. Cómo es que no jiodían predour: cómo lo combate el conde Darú. XIV. Informes que le conocimientos exactos al conde Darú. faltarle había dado el general San Martin. — XV. Modo como aplica estos inforXVI. Trabajos del Lil)ertador San Martin con el games el conde Darú. binete de Francia: carta que le dirige al ministro de obras públicas. XVII. El gabinete hace suyas las conclusiones de San Martín: simultáneo despacho del contraalmirante Lepredour, y petición de los negociantesXVIII. Mociones en la asamblea de acuerfranceses en favor del tratado. XIX. El momento critico para los partido con las miras del gabinete. XX. darios de la guerra: la elocuencia de Mr. Thiers puesta aprueba. XXI. Sus argumentos en contra Sus vuelos por la guerra con el Plata. réplica ministro Rouher.— del XXII. Xotable del ti-atado Lepredour. XXIII. Su táctica para destruir los argumentos de Mr. Thiers: la navegación del Paraná y el tratado de Yiena invocado: Mr. Thiers contra Mr. Thiers: la pretendida garantía de Francia sobre la independencia del instado Oriental y el derecho de paz y guerra de la Confederación Argentina: XXIV. Triunfo del gabinete: la asamel saludo al pabellón argentino. XXV. El gabinete se contrae á terblea vota el subsidio á Montevideo. minar la cuestión del Plata: carta del almirante de Mackau al ministro XXVII. Satisfacción XXVI. La negociación .4.rana-Lepredour. -írana. previa que exige el gobierno argentino: discusión del objeto de la convención: del retiro de las fuerzas argentinas: del bloqueo: devolución de la isla de Martin García y saludo al pabellón argentino: del titulo que se daría á XXVIII. Respuesta del contraalmirante Lepredour: CDnfi'iNiicias Oribe. XXIX. El contraalmirante Lepvi.dniu' ;irriíde éste con el general Rozas. gla con Oribe la convención respectiva: principios y derechos qiii; i'sta ilija XXX. El gobierno argentino autoriza al ministro Arana jiara a salvo. firmar la convención definitiva de paz: la convención Arana-Lepredour. XXXI. El triunfo del derecho de la Confederación Argentina. I.
—
—
—
—
—
.^
—
—
—
—
—
— —
—
—
—
—
—
—
—
—
—
Rozas
elev()
—
á la legislatura los antecedentes
tle
la
convención Southern -Arana y ésta lo autorizó en 24 de enero de 1850 para que la ratificase en los términos del
— artículo
de
8".
Southern.
—
Esa misma noche tuvo lugar
la iiiisina.
solemnidad
con toda
175
del caballero
recepción oíicial
la
El general Rozas, rodeado de
altos fun-
los
cionarios públicos, prohombres de la Independencia, mi-
campañas de
litares de las
en
tal ocasiíjn
(|ue sentía
cer en el carácter de
los
Andes y
del
doble satisfacci(3n
Perú, dijo
en recono-
ministro plenipotenciario de S. M.
B. al caballero Soutliern, quien
«había comprendido
el
argentino y el buen derecho contraído un mérito espectable ante de la República; y las dos naciones, ante la América y ante los hombres recto espíritu del gobierno
amantes de la justicia y déla humanidad». (') Desde luego el ministro Southern procedió á dar cumplimiento al artículo l'\ de la convención de 24 de noviembre; y en '2') de febrero de 18-jü le comunicó oíicialmente al ministro Arana: «queda evacuada deíinitivamente la isla de Martín (jrarcía, sin ningún vestigio de iiaber ella sido, en todo ó en parte, ocupada por las fuerzas británicas.»
En nota de
la
misma
fecha
el
mi-
comunicó al ministro Arana que Reynolds era el encargado de entregar el buque argentino i^o de Mayo; y que «al entregarlo, la fragata de guerra Southampíon de S. ]\í. B. tendrá la honra de saludar con los veinte y un tiros de nistro de S.
M.
B. le
almirante Barrington
el
carnúi al ])abellón
nacional de la Confederación Argen-
tina».
Rozas comisitjmj al ca[)itán del puerto recibiese del buque argentino, y cuando le da dicha corbeta y fué enarbolado en ella
})ara
({ue se
fué'
entrega-
el
j)abellón
argentino, «la fragata de giitín-n Soiít/ia/npton de S. M. B.,
(
'
)
núin. Jiiarzu
Documentos ¿\,
de
pág-. lí^oO.
Véase Archivo Americano, 2-''. Véise Z-'í Gaceta Mercantil del
oficiales^.
lüO á
174.
serie, 1°.
de
—
—
r/i;
dice en su nota ese funcionario, en cuniplimiento de lo
estipulado en la convenci(')n
nn saludo de enarbolado
veintiún
pabellón argentino
el
guerra Esteban.
cañón, manteniendo
de
tiros
saludo fué correspondido por
al
el
los derechos de
á
con que Rozas
lirmeza
la
su patria,
pueblo argentino
el
presenció la reparación solemne que por rido á su
bandera,
mundo; y
del
proa». Ese
tope de
bergantín nacional de
(')
Así fué cómo, merced
sostuvo
24 de noviembre, hizo
de
la
le
di()
la
el ultraje
infe-
marítima
primera nación
América, que acompañó con sus sim-
patías á la Confederación, vio en la actitud caballeresca
de le
la
Gran Bretaña,
el
principio de
permitía abrir sus senos fecundos
una era nueva que cá
la acción civili-
zadora de esa grande nación que ha llevado del
progreso
nuestro
y
globo.
suponerse,
de
la
Estos
explosiones
impresionable
libertad
sucesos de
á
todos
los
produjeron,
entusiasmo
y celoso como
el
la
en
simiente
puntos de
como un
es de
pueblo
de Buenos Aires, que
colmado su legítimo orgullo nacional después de cinco años de lucha desigual, pero dignamente sostenida. Las manifestaciones y regocijos populares se alternaban con los saraos y banquetes en las casas de rango. Las autoridades se asociaron, mandando que las veía
bandas de música de los batallones cívicos recorriesen por la noche las plazas y calles embanderadas ó iluminadas por el vecindario. Los tres teatros que por entonces había, arreglaron espectáculos expresamente para
Véase Archivo Americano (1) Correspondencia diplomática. Véase La Gaceta Mercantil citada. El acto citado, pág. 176 á 183. del canje de la convención de ¿4 de noviembre con la ratificación de S. 'SÍ. la reina Victoria y del general Rozas, se verificó el dia 15 de mayo de 1850; de todo lo cual el gobierno argentino dio cuenta al gobierno del general Oribe. Véase los documentos oficiales en el Archivo Americano, 2». serie, núm. 20, pág. 220 y siguientes.
—
177
— de la Gran Bre-
rendir igual lioinenaje á las banderas
y de la Confederación Argentina. Palermo abrií) sus salones á las recepciones casi diarias. Aquí se daban taña
cita las
y (j
la
los
familias mejor colocadas, la Juventud elegante
emigrados
que
habían regresado de Montevideo
de Chile, y que por sus vinculaciones tenían alta sociedad.
acceso en
El caballero Southern era la great attrartion de estas recepciones.
La
negociacicjn que había concluido
ba una aureola de simpatía que
él
le
crea-
mantenía dignamente
con sus procederes de cumplido caballero. Había corrido el mundo y vivía siempre en éste; lo que vale decir que sabía hacerse agradable donde quiera que lo llevase su destino. Era asiduo y solícito con las damas: ceremonioso y correcto aun con las menos dotadas, lo (|ue le
creaba partido entre todas. Con los hombres se mos-
traba invariablemente
antes de
riendas
pasta
intimidad
los
experimentaba
la
que solía dar
en
á las expansiones de su espíritu jovial, satíri-
co y realista; la
afable, si bien
ceder á una
amasando
los
hombres y
dorada de Horacio
las
cosas no con
y de Ovidio, sino con la
legía picante de Petronio y de Rabelais.
Era nn erudito.
Aunque jamás pretendió imponerse como
tal,
habíase
formado su cátedra especial en el estrado con las damas, adonde seducía por su conversación chispeante y salpiy en la mesa, rodeado de amigos, y arrojaba con indignación artística las debajo de la cual
cada de sal
ática;
desnudeces obscenas de Boccacio, Valville y demás prosadores atroces de la época de Luis XV, para presentar con el relieve de su talento y de su gracia, amables sombras que se deslizaban rápidas en las noches voluptuosas de los griegos del tiempo de Ferílos cuadros del refinamiento eles; ó para que tocasen exquisito del buen gusto, que sabían exornar Clodia y
de bulto, las
— Quiíitía en ios
baños
de
17S
—
Baiés,
(3
cerca
rodeadas de Cátulo, .Coelio, Dolabella,
romanos
del tiempo
de Antonio y Ciceríjn.
caballero Southern, en cuanto se dejaba ver;
demás había demostrado poseer
Palatino,
del
Curióii
y otros Tal era el
que por
lo
las cualidades de un di-
plómala prudente, abundante en expedientes para consesu objeto, y dueño de una pertinacia hábilmente
^ij^uir
empleada á íin de no desesperar del resultado. Habíase familiarizado prontamente con el idioma castellano, supliendo las dificultades que se le presentaban con voces y expresiones de su caudal propio, las cuales, eran correctas, eran siempre felicísimas. Quizá si no por
esta
misma
facilidad
predisposición, era castellano, lo
muy
que á
que venía en ayuda de su dado á hacer retruécanos en
verdad era un jnérito en un ex-
la
tranjero á los ojos de los nacionales que no sabían hacerlos,
debido á
la
propia
riqueza de
uno de sus íntimos que había
su idioma.
Á
insistido en que los in-
gleses eran en general poco comunicativos
y
muy
secos
y que, meses después, le habló de las probables consecuencias que le traería una aventura amorosa con una beldad
fácil
de aquel tiempo,
¿No
usted creer eso? tan secos?» calle la
Decía que
él
que no pertenecía
mayor parte de un santo
le
respondió: «¿Cómo puede
somos vivía milagrosamente en una
dice usted que los ingleses
á los santos; aludiendo
de las calles llevaban en efecto el
á
que
nom-
y que en castigo de condenaban á saltar este del lecho á las 5 de la mañana unos feroces cencerros que colgaban á su carro los aguadores, y unos estupenbre
del calendario;
aproximamiento á
la herejía, lo
dos carros de tráfico que producían ruido infernal en el empedrado, y á los cuales se les distinguía con el nombre de carro de cola,
sin
que por esto
se les gravase
con impuesto mayor siquiera por la cola.
—
179
—
Una
tarde de viento norte llegó á Palenno. sudoroso y cubierto de polvo, entregando su pardessns y librán-
dose á las escobillas á la señorita de calor
y de
exclamó
de los lacayos.
Rozas oyó que
Al
alguien
probabilidad de la lluvia.
la
ir
á saludar
bablaba del
«Oh, señoritas,
Buenos Aires es el gran Sin contar con que Palermo era cuidadosamente regado todas las tardes en una extensión caballero Southern,
el
país de la tierra!)^
de
más
de treinta cuadras,
el
caballero Southern acababa
de descubrir una bandeja con helados que se apresuró á compartir con la señorita de Rozas, haciendo de paso
En
su retruécano.
aludiendo á
mesa
la
le
Manuela de Rozas, general don .Juan
dijo á
grosura del
la creciente
Manuel, que
le
permitiese llamarle no su seitor padre
como acostumbraba,
sino «vuestra paternidad».
Cierta vez se paseaba con don Santiago Arcos, opulento
y amenísimo caballero chileno.
Ambos venían haciendo
(observaciones sobre los inconvenientes que presentaban las calles
Buenos
de
en ciertas
Aires
«Mire
horas.
usted, ministro, le decía Arcos, es imprudente, sobre todo
cuando
se va
de
visita,
caminar por
veredas de Buenos Aires.» «Por quéí*»
«Porque en toda esa vasta cuarta sobre (jue
el
le
el
cordón de las
preguntó Southern.
línea, levantada
más
de
de la calle, es donde los
nivel
aquí abundan casi
como
las
una
perros
hormigas, van dejando
con una comodidad fuera de toda duda
lo que ni usted yo desearíamos llevar á ningún sahni en las suelas de nuestras botas.» El caballero Southern felicitó á
ni
Arcos
i)or
esa observación que prevenía un peligro gra-
«Pues para ahorrarse otro inconveniente le aconsejo á usted que cuando so[)h' viento y levante polvo en las calles, lo que sucede muy á menudo en ve,
y repuso:
—
l^)uenos
Aires,
hacia
cual
la
— se
vmdaii
fije
usted
todos los
desde luego en papdilos.
la
hojas
acera v
,,
e
— qiieños destíchos que
180
—
respetan los barrenderos.))
«^Con
qué objeto?» preguntó Arcos. «Pues, para marchar por la acera opuesta, que es por donde lo mortificará menos el
polvo.»
El único que no había participado de esas fiestas era
Apenas
Rozas.
se
si
pasearse después de
le
la
había visto
dos ó tres veces
comida, acompañado de Mr. Sou-
thern y de sus íntimos, á lo largo de las avenidas; y dirigirse luego á su gabinete de trabajo, cuando la mú-
comenzaban
sica y el bullicio
Y eraá
Palermo.
él,
recién en los salones de
principalmente, á su decisión de sos-
tener los derechos de la República; á la firmeza con que resistió las agresiones de la
Gran Bretaña y de
la
Francia; á
los recursos que había creado y organizado para oponerse á la intervención armada y sus consecuencias; á las batallas
dera
que había dado, conquistando gloria para la bande su patria, y consiguiendo que el extranjero
invasor se penetrase de que estaba hasta
el
dispuesto á luchar
Con una expedición naval
ñn, y de que para reducirlo y reducir á la
feíleración tres veces
le
indispensable
era
más poderosa que
seguida de un ejército
la
que
de ocupación
había empleado, y más poderoso to-
davía, era á Rozas, á quien se debía ese resultado único
diplomacia y de la guerra de la República Argentina, que se iniciaba con el famoso trata-
en los anales de
la
do Southern -Arana y que aplaudía todo el país con las señales inequívocas del reconocimiento y del satisfecho orgullo nacional.
Y
si
alguna vez
obedeció á
la lógica
la
designación del jefe del Estado
que hacía derivar una robusta opi-
nión pública de una serie de hechos notables, trabajados
y producidos por el hombre á quien ella dio sus sufragios, fué indudablemente en la elección que tuvo lugar el
7 de
marzo de
1850.
En
este día la legislatura apro-
— bó
el
181
—
aso que había hecho Rozas de la
suma
del poder
público con que fué investido por la ley de 7 de marzo de 1835, y
le acordrj
un voto de gracias por
la sabidu-
patriotismo y firmeza con que había sostenido la soberanía é independencia nacional. En seguida lo ría,
nombró gobernador en citada, declarando
términos
los
con este
de
motivo que
la
arriba
ley
la actual
elec-
ción es en los términos y bajo las condiciones pedidas
por
pueblo en
el
elevada á la representación
la petición
de la Provincia y sancionadas por esta legislatura; y que «los representantes afianzan las consecuencias de la declaratoria que contiene el artículo anterior con sus vidas,
haberes, fama y porvenir». Y en prueba de que responsabilidad bastante había en la posición social aventajada, en los talentos, antecedentes
y servicios á
bles,
mandaba que
la patria
preclaros
y honora-
de los representantes, la ley
firmasen individualmente^ y la li miaron las señores presidente Miguel García, Nicolás de éstos
la
Baldomero García, FranBaláustegui, Esteban José Moreno'
Ancliorena, Pablo Hernández,
Casiano
cisco
de
Romualdo Gaete, Ramón Rodríguez, Felipe de Ezcurra^ de Oromí. .José Francisco
.José
Benitez,
Eustaquio
Xi-
menes, Inocencio .José de Escalada. Roque Sáenz Peña, Miguel Rivera, .JuanAlsina, Pedro Bernal, Pedro .J. Vela. Saturnino Unzué, Bernabé de Escalada, Oiyetano ("anii)ana,
Fermín
Elortondo y Palacio, Felipe Senillosa, Vicente López, Tiburcio de la
Felipe
de
Irigoyen,
(.'árcova, .Julián
-i.
Viríui.
Agustín de PíiumIo.
nuel de Luca, Miguel de Rigb)s,
drés L. de los Ríos, José María Roxas.
Simón Pereyra, Manuel nardo Víctoricu (
del
'
-S
)
S(!sión citada
de marzo de
Arrotea, Juan
Eustaquio de
18.")0.)
Tíh-rcs.
la legislatura.
MaAn-
.Iiiaii
F]duardo Lahitte,
J.
Martín
Boneo,
Unjuiza,
Ber-
Lorenzo Torres.
(Véase
(')
La Gaceta Mercanlil
— Á
nadie sorprendía, por
sustrajese completamente
por
Buenos
entonces
continuamente
vivido
rudo que
lo
hizo
srjlo
oficiales:
que de
de
acto
la
el
que Rozas se
regocijo en
que palpitaba
demás,
lo al
En
Aires.
apegado
enriqueció.
en fiestas
—
is-¿
al
Mientras en
presencia públicas
ó
juventud
su
trabajo
estuvo ciertas
lialtía
personal en
el
y
poder,
solemnidades
jiopulares, jamás.
Más
predisposición ó del cálculo, este retraimiento
ímproba, continua y agobiadora que se había impuesto, estudiando y resolviendo por sí misprovenía de
mo
la labor
cúmulo de asuntos
el
Además
del gobierno general del país.
de esto, la atención de Rozas se fijaba en esos
días
en las evoluciones que se dibujaban en
y en
el
inesperado
giro
que tomaba
la
el
litoral
cuestión del
Plata en los consejos del gobierno de Francia. Mr. Thiers.
cabeza de
á la
los
})artidarios de
había conseguido sublevar
la
política guerrera,
una oposición respetable en
contra del gabinete, que estaba decidido por la paz con
Confederación Argentina, y que por el órgano de Mr. de Bastide, ministro de negocios extranjeros, había enviala
almirante Lepredour instrucciones para negociarla.
do
al
El
proyecto
sentó
al
diarios
de
tratado que
el
gobierno argentino pre-
almirante Lepredour, fué publicado, entre otros de Francia, por La Presse en
el
mes de agosto
de 1849; y los órganos afectos á Mr. Thiers levantaron gran polvareda de la que éste se aprovechó á tiempo.
En
efecto,
como
el
gabinete
estaba obligado á pedir á
asamblea los dineros para seguir dando á la ciudad de Montevideo el subsidio de doscientos cincuenta mil francos mensuales con arreglo á la convención de 12 de junio de 1848, que estableció de hecho el protectorado francés en esa plaza, la comisión de créditos de la asamblea, inspirada por Mr. Thiers, se apoderó del fondo de la cuestión, pidiendo al Ejecutivo todas las
la
—
188
—
piezas referentes á la negociación Lepredour, y avocándose las funciones del gabinete, pues entr(3 en la discu-
sión de los artículos de un tratado que no era discutible, porque no podía considerái'sele como celebrado cuando los gobiernos contratantes no se habían puesto de acuer-
do todavía
sobre los términos precisos
de
nego-
la
ciación.
El gabinete se dejó sorprender por la estratagema de
En vez de manifestarle á la comisión de qne no creía oportuno res])onder á la interpeacerca de un tratado que se negociaba, y que,
Mr. Thiers. créditos
lación
en caso de celebrarse, sería elevado á la asamblea, el ministro de negocios extranjeros acudió á la asamblea á ventilar las cláusulas del proyectado tratado.
La
dis-
Unes de diciembre de 1840 con motivo del informe escrito que presentó el conde Dani. miembro informante de la comisión de créditos. Mr. Darú redujo la cuestión pendiente á estos dos términos: «ó abandonar el Plata, ó sustituir al estado actual una intervención real que ponga fin á una situación igualcusión
se
inició á
mente perjudicial á la dignidad y ;l los intereses de la Francia.» Pronunciándose por lo último agregaba: «sería. necesario defender
á Montevideo,
echar á Oribe
fuei-a
del territorio oriental, poner á la República Oriental en
estado de rechazar una agresión ulterior.» la
esa
ocupación
contra
ve todas las dilicultades
comisi(')n
go,
la
de
Francia
quienes contaba. El
es
Montevideo, todos
[)ues
los brazos,
«p]ste peligro es
dice
aun
real,
Sin embar([ue
crearía
que armará a(|uellos con
agrega todavía.
á todo pensamiento de intervenci('>n Debe concluirse ({ue es menester no ])recinada, allanar los obstáculos \ calmar las descon-
inherente
cualquiera. pitar
fianzas. Se consiguiría tal vez esto limitando la ocui)aci('>n
á un corto es[)acio de
de troi)as
al
tii'ini)o, y restringiendo el envío meiKir niimero de hombres posible.»
— Pero
más
lo
184
—
curioso no es que la comisiiju propu-
una medida que, sobre sublevar aún
siese
quienes
la
á aquellos con
Francia creía contar, inquietaría á la Ingla-
y descontentaría á los Estados Unidos, creando embarazos por todas partes. Lo más curioso son los ante-
terra,
cedentes que presentaba la comisión la
tal
como para fundar
medida: «Dos partidos, se lee en
la i)ágina
37 del
informe, dividen á Montevideo. El uno quiere rendirse, el
compuesto de los Buenos Aires que alimentan antiguos
otro quiere resistir. El último está
desterrados de
resentimientos, extranjeros, franceses,
españoles, italia-
nos qué lian tomado las armas bace algunos años y se lian comprometido así. Unos y otros parecen decididos á no aceptar
capitulación.
la
está fatigado de
un
El pueblo, al contrario,
que dura hace cinco años. El
sitio
exceso de sus sufrimientos
puede, pues,
conducirlo en
un momento de desesperación á abrir las puertas á las tropas argentinas.» La comisión, para subsanar los inconvenientes de la tal medida, se refería ala memoria que había presentado
gobierno francés
al
el
coronel Mel-
chor Pacheco y Obes, agente del gobierno de Montevideo en París, y en la que se solicitaba la autorización
y el medio de reclutar en Francia voluntarios entre los liombres desocupados, garantizándoles concesiones de
y ganados en el Estado Oriental: «¿".vfo aeriauna manera de crear una fuerza permanente organizada, prnpia d la defensa del territoriO)>^ decía la comisi(jn. tierras
Mr. Rouher, ministro de justicia, impugnó de
la
trar
comisión
que
guerra
lo
de
créditos,
contrayéndose
que se aconsejaba era
á medias,
la guerra,
el
informe
á
demos-
pero
una
más
innecesaria y perjudicial para la Francia cuanto que nada autorizaba á suponer
el
fracaso
de las
tanto
negociaciones
bierno argentino y que
la
pendientes con
opinión del
el
go-
Estado Oriental
—
185
—
estaba de parte del general Oribe.
primero
lo
ley
un despacho
dour, de fecha 13 de
mayo
En
corroboración de
del contraalmirante Lepre-
de 1849, en
el
que avisaba
que se necesitarían no menos de diez mil soldados para arrojar á Oribe de frente á Montevideo. Y para hacer resaltar la inconsecuencia que con-
á
su gobierno
tenía el informe de la comisión, leyó otro despacho de í)
de junio de 1849 en
el
que
contraalmirante Lepre-
el
dour avisaba que «Montevideo no tiene ningún
medio
de resistencia; y sin el terror que los extranjeros ejercen sobre sus habitantes, éstos habrían desde mucho
tiempo abierto las Oribe.»
Y
Á
(
octubre:
que
cualquiera guerra.»
otro
este
fecha 24 de
puertas
sea:
del
de
ciudad y llamado á contraalmirante y de
la
mismo
«Los habitantes
quieren
la
paz
extranjeros solos prefieren la
los
^
esto respondieron en sentido belicoso Mr. Hubert-
Delisle y los almirantes Lainé y
Du
Petit Thouars.
La
arenga de este último, pesada como las balas que hacía de su boca, entre los acordes simpáticos de
disparar
uua Marsellesa de oportunidad, lo hasta la plaza principal de Buenos mente lo habría llevado mucho más no saber
él
mismo qué
vencedor
condujo
y probablelejos, en fuerza de
Aires,
hacer en seguida,
si
el
general
de la Hitte, ministro de relaciones exteriores, no hubiedeclarado
se
que
lo
que
el
gobierno
quería
era
un
desenlace por la vía diplomática; y que si el Rozas no hacía ninguna concesión, el gobierno francés, vería lo que debía hacer. Esto no era sino el [¡riiu-ipio. Mr. Thiers quería imposibilitar la marcha que se })roponía el gabinete para terminar honrosamente la cuestión del Plata; y para esto general
( '
)
Za Presse de
I'arís del
29 de diciembre de 1^49.
— le
186
—
era necesario desacreditar y despedazar el proyectado
Sin embargo, se reservó para los mo-
tratado Lepredoiir.
mentos supremos la lengua,
y así
Al efecto se enferm(') de
del debate.
manifestó á
lo
la
El conde
asamblea.
Darú tomó lenguas de Mr. Thiers, y
á pretexto de sos-
tener su informe, entró de lleno á discutir las cláusulas del proyectado
tratado Lepredour.
Con palabra
intencionados alardes que iban derecho impresionables,
mentario, hizo un cuadro fantástico de
Argentina cuyos soldados,
dijo,
gauchos cobardes, como tal Pacheco y Obes en
lo
él.
un
parla-
Confederación
Francia, eran unos
el
coronel orien
el
memoria
Se pronunció contra
cual contenía, según
la
atestiguaba
su
la
corazones
descendiendo in jwctore
hasta lo dramático-humillante para
Francia.
á los
que mal cuadraban á
pero
fácil é
al
gobierno de
tratado Lepredour,
un artículo secreto que
el
estable-
que Oribe sería reconocido presidente legal; y haciendo gala de una malicia calculada para dejar estupecía
factos á los ignorantes en materia de los derechos del
soberano á las aguas interiores, exclamó: «Se nos pide
que declaremos que los ríos interioies no son así,
libres!.
.
jamás hubo derrota diplomática más completa en
todos los puntos!.
.»
.
Al diputado Darú no
le
faltaban conocimientos exac-
De no ser promovidas durante el primer Imperio, ninguna había preocupado tanto á la diplomacia, á los
tos respecto de la Confederación Argentina.
cuestiones
las
parlamentos, á la prensa y á los estadistas de Francia, como la cuestión con la Confederación Argentina, mantenida con un pequeño interregno desde
el
año de 1840
durante los ministerios sucesivos del duque de Broglie, el
conde Mole,
tine,
de
el
Bastide,
mariscal Soult, Thiers, Guizot, Lamar-
Drouyn de Lliuys, Tocqueville, y el Ninguna cuestión había producido
general de laHitte.
— mayor acopio de como oficioso, de en
el
pro ó en
iiifunnacioiies.
de
parte
de
así
caráeter
oíicial
interesados
principales
los
como
contra de la misma; que.
el
cía La Presse de
—
187
de-
lo
París, «los diarios, los folletos, las cá-
maras francesas
é
inglesas han
vuelto y
revuelto
esta
cuestión en todo sentido».
Para mayor aliundamiento cibido buenas
el
informaciones
Y tan buenas eran mo de los ministros
conde Darú había
la
Martín. el
áni-
Binau, Roulier y de la Hitte, quienes
tuvieron con San Martín frecuentes la
San
general
del
que habían pesado en
éstas,
re-
cuestión del Plata en la casa
conferencias sobre
señora Aguado,
de la
Fué San Martín quien
esposa del oi»ulento banquero.
tomó propiamente á su cargo esta cuestión, á partir del fallecimiento del ministro Sarratea, ocurrido en Limoges el
24 de septiembre de 1840.
tud de
Y
fué precisamente en vir-
ideas extravagantes ({ue
Darú. que San Martín cedentes que
Pero
le
conde
el
en conocimiento de ante-
lo {¡uso
permitían formarse conciencia exacta.
comprometido
conde Darú,
el
manifestó
le
en
la
política
guerrera de Mr. Thiers, quiso hacer servir esos antece-
Véase cómo
dentes en favor de su causa. ta
de ello
al
ministro Arana
argentina en Francia:
()[)iiii(')ii
erróneas, se
las ideas
hallaba
general San Martín emitía su
sultado río de
probable la
en ajtoyo de las
men.
i)ero
de
Plata.
la
legación
la
el
del señor conde Darú. es-
señor Balcarce en 8 de enero de
objeto de ihistr¿ir su
el
encargado de
«Entre varios documentos que
en manos
infrascripto puso cribía el
el
daba cuen-
le
y modificar
una
ISriO.
si
intervenciini
d
era posible
carta, en
la
respecto
o[)ini(')n
con
(jue
el
del re-
angiofrancesa en
El señor conde Dan'i cita dicha carta
(»p¡iii(Uies
en
indudableiuentc no
<|iii'
Icyéi
lia
fundado su dicta-
sino
el
princi|U(>
dr
— de
ella, pctrqiie
dado lugar
á
Fué para
188
modo no
otro
— es probable
sospechar su buena
rebatir al
fe.»
conde Darú que
(¿ue
hubiese
(/)
el
ministro Rouher
leyó en la tribuna una carta del general San Martín al
ministro de obras públicas de Francia, y que había sido
tomada en consideración en consejo de gabinete. esta carta, concebida con la
Martín
conoció en casa te
de
más
San
diplomacia.
íina
ministro Binan que cuando
manifiesta al
le
En
Mme.
Aguado estaba muy
lo
distan-
de creer que tendría que escribirle sobre asuntos po-
Lo
han que se llegó después de haber sido oído. É invocando la posición oficial de Mr. Binan, y el hecho de haber La Presse reproducido la carta que él dirigió en el año de 1845 á Mr. Dickson sobre la intervención angiofrancesa' San Martín declara que esas circunstancias lo obligan «;í líticos.
hablado, y
cual lo releva de recapitular lo que
le
allí
sirve para recordar las conclusiones á
confirmarle la autenticidad de esa carta y á asegurarle nue-
vamente que te es la
en
que
la
opinión que entonces tenía no solamen-
misma
aun. sino que las actuales circunstancias
la
Francia se
encuentra
contienda, vienen á darle
sola,
empeñada en
la
una nueva consagración».
]Martín le habla así al ministro precisamente
San cuando la
asamblea discute la cuestión del Plata; y como el debate da vuelta alrededor de la mayor (j menor fuer/a que se empleará contra la Confederación Argentina, presenta la cuestión del punto de vista político-militar, él
solo puede hacerlo, en estos términos:
dido
supone generalmente; y dado en
(')
«Estoy persua-
que esta cuestiíui es más grave que
independencia jefe
los once
que se
la
años de guerra por
la
americana, durante los
ejércitos
Manuscrito en mi archivo.
como
los
lo
que he coman-
de Chile, del Perú y de las
(Véa.se el apéndice.)
—
18!)
—
provincias de la Confederación Argentina,
me
lian colo-
cado en situación de poder apreciar las dificultades enor-
mes que
ella presenta, y (jue
del país,
geográfica
son debidas á
carácter de sus
al
su inmensa distancia de la Francia.»
que no hay dificultad para do de la
la
amor
que es
i)Osicii)n
Y aunque piensa
[)ropio
comprometi-
Francia, habla así al patriotismo, en
previsión
«Nada
el
la
habitantes y á
el
tono de
excelsa cualidad del gobernante:
la
poder francés y á la intrepidez de sus soldados; mas. antes de emprender, los hombres imposible
es
públicos sacrificios
pesan
al
ventajas
las
que hacen.
No
lo
que deben compensar los dudéis,
os
lo
las
repito,
y los gastos serán inmensos; y una vez comprometida en esta lucha, la Francia tendrá á honor dificultades
de no retrogradar,
y
calcular su duración.»
no
hay poder liumano capaz de
(')
Simultáneamente con las declaraciones del general San Martín, que hizo suyas el ministerio, se leyó en la asamblea un despacho del almirante Lepredour en el que avisaba que más de diez mil franceses prosperaban en Buenos Aires al anijjaro de amplias garantías y en los diferentes ramos del comercio y fecundas industrias rurales tíel país; como asimismo una peticiíjii suscrita por algunos cientos de negociantes, armadores, banque-
exportadores y fabricantes de Francia en pedían la ratificación del tratado Lepredour.
ros,
momento
la
(|ue
«En
el
en que los negocios del Plata acaban de reco-
brar una grande actividad, decían, los intereses franceses
comprometidos en Buenos Aires
se
han aumentado
y su grande importancia justifica las alarmas del comercio. Persistir en la intervención sería cí>nsiderablemente
sacrificar los
(')
intereses de nuestros nacionales estableci-
.Manuscrito testimoniado en mi areliivo. (\éase
el a])én(lice.)
—
—
190
dos en Buenos Aires, como también los de los negocian-
y fabricantes establecidos en Francia, casi exclusivamente en })roYeclio de una compañía que explota la aduana de Montevideo, y cuyos agentes tratan de abusar del gobierno repitiendo que el comercio pide la contites
nuación de
Á
la
intervenci(5n.))
('j
estos antecedentes suministrados por
el
órgano de
mismos intereses en cuyo beneficio se pretendía nada menos que la guerra, los partidarios de semejante política no oponían más que las querellas egoístas de los ({ue medraban en Montevideo á la sombra de la interlos
vención, y de los que eran eco en París el coronel Pacheco y Obes y don John Lelong, ministro el uno y
cónsul
el
plaza.
Como
por
acreditado
otro
la
el
gobierno
discusión que inició
saba propiamente sobre
el
el
de
aquella
conde Darú ver-
proyectado tratado Lepredour,
diputados Leconte, Etcheverry, Carteret, Creton, Bar-
los
thélemy Saint-Hilaire, Sevaistre y de Raneé, hicieron respectivamente moción de pasar á la orden del día, que
la constituía la
En
el
la
discusión
de los créditos pedidos.
fondo todas estas mociones libraban
al
gabinete
prosecución de la negociación Lepredour. El
momento
guerra.
era
El conde
crítico
Pero,
partidarios
Darú había desempeñado
pel en la vanguardia,
Romano.
para los
como
y estaba de tal,
de
la
brillante pa-
pie todavía
como un
no disponía de proyectiles se-
mejantes á los que lanzaba en granizada el ministerio. Mr. Thiers, que no podía hacer el milagro de Napoleón en el regreso de la isla de Elba, ni el de San Martín en seguida de la «ingratajioche de Cancha Rayada», comprendió que había llegado el momento de imitar cuando
( Trascrita de 1 ) 5 de abril de 1850.
La Presse
de París en
La Gaceta Mercantil
del
— menos (]ue seta.
—
191
mayor naturalidad cuanto
á Cambroiine, con tanta
no le iba en Hizo suya
vida.
ello la
Se posesionó de su me-
tribuna y deslumbró con los fuegos Se sabe que
la
in'odigiosos de su elocuencia ciceroniana.
Thiers era un
coloso parlamentario, que cautivaba con
su gracia inimitable, que
desconcertaba con sus para-
dojas brillantes, y que si tambaleaba bajo el peso de la evidencia, era para tomar los vuelos de Icaro. al impulso de los mil recursos de su el
man, se
talento admirable que,
mar, siempre majestuoso sea que las brisas borrascas
las
lo
reflejaba siempre
cualquier que fuese
Y
superior, ilustrado y el
sin embargo, en
su elocuencia.
sí,
esta
ocasión defraudó las espe-
demasiado en ó sus
el
poder de
discursos,
más que
fueron
arengas calculadas para amor propio nacional con paradojas que se
el
disipaban como auditorio
dueño de
tono que adoptara.
Su discurso,
parlamentarias,
sublevar
como aduer-
agiten, los cataclismos lo levanten,
ranzas de los que confiaban
j)iezas
lo
le
fuegos
Cuando creyó que su
fatuos.
pertenecía, se contrajo, con
abundante cauhonda
dal de antecedentes arreglados al efecto, á borrarla
impresión que terio,
produjeron las
declaraciones del minis-
apoyadas en los testimonios del general San Martín
y del contraalmirante Lepredour. de la expedición contra Rozas,
«Se habla del peligro
decía
Mr. Thiers
en la
una audacia sólo comparable á la dificultad de ser creído. Cómo! hace poco tiempo que los Estados Unidos, con un ejército de sesión del 5 de
enero de 1850, con
(J.OOO
hombres^ han podido hacer
mosa
di'l
inundo!
la
conquista unís her-
La Inglaterra con 8.000 marinos ha
c(»ncluído con el Imperio chino!...
ha heclio en Marruecos, en
San
Recordad lo que se Juan de Ulloa, en la
embocadura dd Tajo... ¿No había veces
más
allí
dificultades mil
serias que las ({ue nos detienen hoy?»
Y en
—
VA-¿
—
prueba de su aserto, y sin perjuicio de los caballerescos testimonios de los oficiales franceses que se l)atieron en el
Paraná, y del no menos concluyente del almirante ('), Mr. Tbiers se creyó perfectamente babili-
británico
tado para repetir que los argentinos «son unos cobardes:
ochocientos hombres bajo las
órdenes
rante Lainé han tomado, armas al
l)razo, la
de que
posición de
desalojarlos.»
que Mr. Dupin que casi convence
feliz
señor almi-
mil enemigos, y han bastado alMr. Thiers, menos
Obligado: había cinco
gunos minutos para
del
al
mariscal Soult
éste había sido herido en la pierna contraria á la
en que tenía
su gloriosa
cicatriz,
no
consiguió que
el
almirante Lainé se convenciese de que se había encontrado en Obligado en vez de Mr. Trehouart.
De todos modos, pasó á fulminar
como lo
el
lo
dicho era frop
proyectado
y Mr. Thiers Lepredour. Y
fort,
tratado
á este respecto era el derecho, que no la retórica,
que primaba y decidía. Mr. Thiers comenzó á decaer modo alarmante. La verdad es que sus objecio-
de un
nes
al
tratado no eran dignas de su claro ingenio.
escandalizaba de que por los ríos interiores
el
tratado
(art.
(^.")
de la Confederación á la
se
Se
libraba
legislación
gobierno argentino; y declaraba que la Francia debía obtener para su comercio la libre navegación del Paraná, y exigir que esta navegación fuese
que impusiese
el
arreciada conforme á las cláusulas del tratado de Viena
(i ) El contraalmirante Inglefield al relerirse al estado de muertos y heridos que adjuntó á su parte al gobierno británico sobre el combate de Obligado, decía: «Siento^ sinceramente que este bizarro hecho de armas haya sido acompañado con tal pérdida de vidas; pero considerando la fuerte posición del enemigo, y la obstinación
que fué defendida, tenemos motivo para agradecer á la Divina Providencia que no haya sido mayor.» Lo mismo comunicó al gobierno de Francia el almirante Trehouart; y estos partes se publicaron varias veces en París y Londres á partir del mes de lebrero de
€071
1847.
— Sostenía que
de 1815.
la
193
—
Francia había garantizado
independencia de Montevideo, y que por
abandonaba esa ciudad, abandonando Declaraba que
misos.
la
el
tratado
la
(art.-8".)
compro-
así sus
Francia había tomado partido
por los enemigos del general Rozas, y que por el tratado (art. 7".) reconocía á éste el derecho de hacer la
guerra cada vez que de
Confederación.
la
era
demandasen
lo
el
Y terminaba preguntándose
una vergüenza eso que establecía
el pabellíju
de
interés y el lionor
Francia
el
no
si
tratado de ([uv
había de saludar
al
argentino,
humillándose después de haber fracasado ruidosamente. Mr.
El ministro de justicia se encargó de contestar á
Mr. Rouher tenía
Thiers.
y en cambio de
la
el
aplomo
sabía aprovechar la oportunidad adversario,
por
del parlamentario,
incorrección y aridez de
para asestar
retórico que fuese.
reconoció con cierto orgullo
de
su
como
Así
frase,
golpes
al
Ciceriui
maestro que Coelio
lo
había superado y vencido un día en el Foro, Mr. Thiers tuvo que reconocer, mal de su agrado, que Mr. Rouher sabía fundir sus argumentos en fraguas como la de Amstrong, y que no había en realidad motivo para conquistar el río de la Plata, ni era posible hacerlo con golpes
de gar
retfháca. el
Desde luego, á Mr. Rouher
le
fué fácil apa-
fulgor poliorámico de la primera parte del liscurso
de Mr. Thiers, que se apoyaba solamente en aseveracio-
nes maniíiestamente fantásticas. lo
Para esto se
que llevaba dicho, fundándose en
la
refirió á
palabra oficial
Lepredour y en la no menos autorizada del general Sau Martín, y sobre lo cual Mr. Thiers liabía pasado como por ascuas. En seguida, y con las reservas consiguientes al hecho
del contraalmirante
de i)romoverse en la asamblea discusión sobre cláusulas de un tratado que no se consideraci(')ii, JOMO
V.
Mr.
le liabía
Rouher
sometido todavía á su
demostr(')
sobriamente
cíuiio l:!
— en
Miin
194
—
caso de que este tratado se coiiclin^ese, no se
el
seguía que tuviesen valor ni aplicación principios que aducía Mr. Thiers
primera objeción contra
La Francia, en sus con la
el
el
motivos
y
La
tratado carecía de fundamento.
relaciones de comercio y navegación
gobierno argentino, había sido considerada como
nación más favorecida.
sideraba
río
el
El gobierno
Paraná como
declarado que lo cerraría
al
Declaraba solamente
amiga.
río
argentino conpero no había
interior,
comercio de ninguna nación
que
estaba sometida á las leyes
río
los
para combatirlo.
navegación de ese
la
Exigirle al
del país.
gobierno argentino que la sometiese á las cláusulas del tratado de lo
18L").
que sólo obligaba á
las
potencias que
firmaron, era exigirle que renunciase á
usar del de-
recho de soberano de que había usado siempre; era un rasifs
que no compensaría
belli
ventajas que con
Francia en
la
paz reportaría
Plata y sus afluentes.
el
modo alguno
en
las
comercio de
el
la
Si la cuestión fuese
Gran Bretaña, sería en efecto acerca Viena sobre lo que debería recaer el dedel tratado de entre la Francia y la
pues que ambas potencias tomaron parte en dicho
bate,
aha,
tratado, ses,
Senegambie, tomada por los buques ingle_
recordaba
ducida favor
al
muy
oportunamente Mr. Roulier, fué con-
tribunal de presas, condenada y vendida
de los captores.
Era entonces
el
momento
de pro-
clamar y defender los principios que se quiere hoy aplicar en la
América del Sur! Mr. Thiers
ministro: ¿qué hizo Inglaterra y
dores?
él
Otra vez, en diciembre de 1842, el
ir
á
era primer
para rechazar las exigencias de la de los arma-
satisfacer las reclamaciones
Gaiibi donde iba
en
el
vapor de guerra
príncipe de Joinville, dirigiéndose á
visitar la factoría de Albreda, pasó la barra sin
reconocer por un saludo la
soberanía de
la
querer
Gran Bre-
—
195
—
taña en Santa María de Batliurst,
Lord Aberdeen
recla-
mó
de ello en lenguaje imperioso y altanero, declarando que si los oñciales franceses perseveraban en sn conducta inconveniente,
mente
la
modo
este
de proceder
afectaría seria-
buena armonía entre ambos países.
El ministro
de negocios extranjeros de Francia, en nota de 24 de marzo de 1843 declaró á lord Aberdeen que se enviaba órdenes
gobernador
dt^l
al
Senegal por las que se desaprobaba la con-
ducta del conniiidante del Galibi.»
Por
dos últimas objeciones de
(|ue respecta á las
lo
Mr. Thiers, reducidas á afirmar que Francia había garantizado la independencia de Montevideo, lo que no era exacto por vía de tratado; y á negarle al gobierno argentino
derecho de hacer la paz ó la guerra, lo que era
el
simplemente absurdo, Mr. Rouher tocando en home d'Etat orden y alcance de los compromisos que los agentes de Francia habían contraído por la fuerza de las cosas el
con
el
gobierno de la plaza de Montevideo, leyó un des-
pacho en
el
que Mr. Thiers, siendo primer ministro,
decía al almirante
Mackau en
1840, «que
debía á los franceses insurgentes olicios».
Por
lin,
gentiiKj, (jue tanto
de justicia
le
en cuanto
ello era el
exigir
y
el
«La Fran-
difícil
descu-
hombre de Estado, no debe tomar parte
en las guerras civiles del Plata, ni [)lazar
ministro
haber caído franceses y argentinos así, que ese
terminó Mr. Rmiher, en (juien no era
brir el verdadero
el
anuncio solemne
bajo su respectivo pabellón, y que tanto era saludo sería retribuido por la Confederaciím. cia,
Francia no sus buenos
saludo del pabellón ar-
lastimaba á Mr. Thiers,
respondió que
de paz después de
al
la
más que
le
los gobiernos
debe tratar de reem-
que existen en ese
país: ella
debe
que su nombre y sus intereses sean respetados
gobierno, que cree olitener todas las garantías
de-
—
líHi
—
seables por medio de negociaciones, quiere emplear este
medio pacífico antes de recurrir á la fuerza.» ('j Después de esto, era visible que Mr. Thiers y sus amigos estaban perdidos en la discusión; que. cuando más, triunfaría la idea de apoyar en algunas fuerzas la negociación Lepredour, y esto en la oportunidad que creyese conveniente el ministerio. En efecto, cerrada
lo la
discusión en la sesión del 7 de enero, y retiradas que fueron algunas de las mociones hechas para pasar á la
orden del
día, se
así concebida:
puso á votación
«Considerando que
no ha sido sometido á cional:
que
el
Raneé tratado Lepredour de la asamblea na-
la de el
la ratificación
Mr.
de
gobierno declara que entiende continuar
las negociaciones con el fin de
garantir
el
honor y los
intereses de la República, y que nuestros nacionales serán
protegidos seriamente contra todas las eventualidades en
márgenes del Plata, la asamblea pasa á la orden del Mr. Rouher declaró que el gobierno adhería á la día.» proposición De Raneé, y aunque los de la Montaña votaron con los amigos de Mr. Thiers, ella fué aceptada por la asamblea. Esa misma noche la asamblea vot(') los
un millón ochocientos mil
francos, con destino al subsi-
dio de 200.000 francos mensuales que
entregaba
al go-
bierno de Montevideo y con arreglo á la convención de 12 de junio de 1848.
Pero
muy
mayoría obtenida por el gabinete había sido Á los hombres del gobierno no se les que cualquier tropiezo en la negociación, ó
la
efímera.
ocultaba
cualquier suceso ó pretexto explotado con habilidad, podía darles á los partidarios
de la guerra
una mayoría
Le Moniteur del 6 de enero de 1850. La Presse de este día glosó íavorablemente el discurso de Mr. Rouher citando en su apoyo algunas lineas del Times de Londres. (
'
)
mismo
— tanto
más segura cuanto
197
—
(jue la
guerra sonaba simpática
en medio de la agitación en que fermentaba •
los
pueblo
El gabinete se contrajo, por lo tanto, á buscar
París.
le
el
medios honorables
para
terminar cuanto antes la
cuestión con la Confederación Argentina, y á este objeto despachó á Mr. Goury de Boslau con instrucciones para el
almirante Lepredour,
El almirante ]^Iackau. á su vez,
Boslau una expresiva carta para el ministro Arana, en la que le encarecía á éste la conveniencia de terminar los arreglos en vista de la gravedad de
confióle á Mr. de
«Sabéis,
his circunstancias.
como
S. E. el
señor general
que prosigo con perseverancia este objeto imjtortante desde hace muchos años: entendeos con el almirante Lepredour. Dignaos leer los debates que han Rozas,
le decía,
tenido lugar en nuestra asamblea legislativa, y vuestro ilustrado espíritu, el tan firme del señor Rozas recono-
cerán que en
caso de una nueva ruptura no habría
el
ya en Francia un gobierno bastante fuerte para conteRecordad
ner á los partidarios de las medidas extremas. lo
que
señor general Rozas y vos tuvisteis
el
Cuando supimos que
de decirme en 1840.
Mackau
rante de
un
timos
el
la
era
bondad el
almi-
que se nos enviaba de Europa, senque sería él quien
presentimiento
secreto
allanaría
todas nuestras diferencias.
iiitiiistro;
el
Eh, bien! querido
Terminad
almirante Lepredour esotro yo.
ron él: no lo dejéis volver sin que nos traiga la paz igualmente favorable é igualmente honorable para los
dos países.»
Con
(')
arreglo
almirante
anunciándose en rio
de
(')
sus
á
Francia,
el le
nuevas instrucciones,
desembarcó
Lepredour
el
contra-
Buenos Aires; y
en
carácter de ministro plenipotenciaparticipé)
Manuscrito cu mi
con
fecha
arcliivo. (Véase el
10
de abril
apémUco.)
al
— ministro de R. E. de la
—
198
Confederación
su go-
haberle
bierno encargado solicitar algunas modificaciones yecto de convención
ad referendum
entregado por aquél en
con
la negociación
el
cpie
le
de 1840; y
abril
al pro-
había sido
de continuar
objeto de restablecer la buena ar-
Francia y la Confederación. Estas modificaciones versaban sobre los objetos de la convención,
monía entre
la
sobre la oportunidad para el retiro de las fuerzas sitiadoras de Montevideo, sobre el título que se daba al general Oribe
y sobre
el
saludo
al
El gobierno de Francia aceptaba los ríos
Paraná y Uruguay,
redactado
el
tal
el
como
pabellón
argentino.
artículo referente á lo
había exigido y
gobierno argentino.
Éste respondió
al
gobierno francés que
después
de
sus esperanzas fundadas de terminar honorablemente la cuestión i)endiente,
mamento naval y
le
era penoso manifestarle que
que
terrestre con
sus proposiciones, creaba una cual el gobierno sin previas
y
la
nueva situación bajo
argentino no podía proceder satisfactorias
el ar-
Francia acompañaba
Que
explicaciones.
la
á tratar esta
nueva actitud de la Francia le llamaba la atención, pues era contradictoria con la conducta pacífica que los gobiernos del Plata habían seguido durante la negociación y la suspensión de armas, la eual impuso
un
quo que venía á alterarse con aquella actitud.
(')
á pesar de que, sin previas esas explicaciones,
el
statu
Que
gobierno
Las fuerzas navales de Francia en el Plata se aumentaron de Mr. Goury de Koslau con: La Constitution, fragata de 40 cañones, insignia de almirante; La Trinmphante, corííeta de '¿4 cañones; L'Astrolabie, corbeta de 14 cañones; VAlcibiacles, bergantín de 20 cañones; la Zénobie, fragata con 400 soldados de marina; Pomona, fragata con 46 cañones y 200 soldados; Prony, corbeta á vapor con 100 soldados; Alba, corbeta de carga con 30(> soldados; Meurthe, ídem con 250 soldados; Mercurio, bergantín de 20 cañones; Prévisoire, con 14 cañones; Panthére y Alonare cañoneras de G cañones cada una; corbeta á vapor Archimedés, 20 cañones. (
con
'
)
la llegada
— 199 — no presentaría un contraproyecto de convención, quería darle al contraalmirante Lepredour una nueva prueba de su deseo de llegar á la realización de
•argentino
la paz,
observándole
podía admitir
el
conveniente respecto de las mo-
No
de o
de
abril
admitiría 1849.
francés había creído se celebraba con el
dependencia
de
gobierno
El
argentino
no
i)reámbulo del proyecto del plenipoten-
ciario francés.
de
lo
introducidas.
diíicaciones
del proyecto
el
La aserción que de que
establecer
oltjeto
los
otro que
de reUablecer
Estados
la
Plata,
del
gobierno
el
convención
la
paz y
tales
la in-
como
se
hallan reconocidas por los tratados, especialmente por la
convención de 29 de octubre de 1840, á contradictoria con los hechos históricos
ofensiva
sería
gobierno
al
la
vez que era
y
los tratados,
argentino; porque la
inde-
pendencia del Estado Oriental no fué sancionada ni se alteró por el artículo
que
ella tonn')
sn origen
agosto de
27 de
ile
Imperio del
4".
de
la
convención citada, sino
del tratado preliminar
1828, entre
la
de paz
Confederación y
el
y garantida y consolidada por las •dos únicas potencias signatarias de ese tratado; y porque
al
Brasil
hablar de una declaración del
esa expresión de ^(restablecer
entender que
ella
argentino,
cual por
y
la
el
la
gobierno francés,
independencia» daba
había sido destruida el
i)or
el
á
gobierno
contrario la había mantenido
mantendría mientras pudiese sostener sus honora-
bles compromisos.
Observaba igualmente que por to
di'l
el
artículo
pl('nij)otenciario francés se exigía
3'\
que
del proyeclas
tropas
frente á Montevideo empezasen á retirarse Uruguay, simultáneamente con el comienzo del
argentinas hasta
el
desarme de los extranjeros arniaibis en esa jilaza, y que repasasen ese río Incgo qnc ese desarme se hubiese €fectn;iilo.
Esta cstipnlaciíMi pondría
al
gobierno
argén-
— tino
mismo
al
que
nivel
tiendo
desarme,
que
ó
comenzado
autoridad de Montevideo no se
la
Si así sucediese
gran
desventaja
dos gobiernos
para los
El gobierno de S. M.
aliados del Plata.
tancias
después de
desarme, las tropas argentinas se habrían
el
con
retirado
pro-
presuponía este caso, admi-
á este desenlance.
prestase
mismo
que esos extranjeros resistiesen
hipótesis de
la
armados en
los extranjeros
del plenipotenciario
yecto
—
Este desarme era dndoso. El
Montevideo.
el
20(J
ninguna
idénticas,
B. en circuns-
en
había tenido
dificultad
retirar sus fuerzas y su intervención, sin pretender lo
que pretendía le
hacía
la
saber
ministro Arana
el
al plenipotenciario
que
francés lo
al
de estipular con aquél y que rezaba
respecto acababa así:
Al efecto
Francia.
«Las divisiones auxiliares argentinas existentes en
Estado Oriental, repasarán bierno francés desarme
el
demás extranjeros que
los
formen cué
la
guarnición de
su posición
con
se hallen
las
armas y
ciudad de Montevideo; eva-
la
hostil
go-
el
extranjera y á todos
de las dos repúblicas del
el territorio
done
Uruguay cuando
la legión
el
Plata; aban-
un tratado
y celebre
de paz.
El gobierno de S. M. B., en caso necesario, se ofrece á
emplear sus buenos con su aliada
Por
lo
la
oficios
República Francesa.»
que hacía
al
García, entrega de los
saludo
del pabellón
Confederación
•
del bloqueo de
levantamiento
la isla de Martín buques de guerra argentinos, y
evacuación de
los puertos orientales,
el
para conseguir estos objetos
argentino,
el
tampoco podía admitir
gobierno la
de
la
modificaci(3n
plenipotenciario, y por la cual se subordinaba estos actos á la salida de las tro-
contenida en pas
el
proyecto del
argentinas
librado
á
las
del
oriental,
y dejar
éste
navales y terrestres de Francia. preliminares, porque no podía haber
fuerzas
Esos actos eran
territorio
mientras
aeoiiiodaiiiiento
-
201
no desapareciese todo
lo
que
carácter de hostilidad y que lo recordase. Por lo que hacía á la modificación de que el saludo al pa-
llevaba
Ijellón
el
argentino sería devuelto,
federación
había
le
observaba que
exigido contestación
nación como la Gran
gran nación como
En cuanto en
gobierno de
S.
al
saludo que
hizo por su
texto
el
Montevideo»
Bretaña, ;podría
modificación consistente
español como en
á
la
«general
Oribe»
g(jl)ierno
argentino
al
una gran una
á
parecerlo á
Francia?
la
á la
M. B. no
el
Lo que no había parecido ofensivo
parte.
así
gobierno de la Con-
el
llamar
en
francés «gobierno de
el
autoridad existente en esa plaza, y presidente del Estado Oriental, el
mantenía
su
redacción
primitiva.
Recordal)a que cada uno de los contratantes daba á las
autoridades de afuera y adentro de la ciudad de Monlas habían reconocido res-
tevideo, los títulos con que
pectivamente. el
presidente
simple
'jcneral,
Así, el gobierno francés legal
Estado
del
que no veía en
Oriental
no })odía exigir que
el
más que un
gobierno argen-
tino llamase gobierno á la autoridad de hecho en
Cada una de
tevideo. do, de
conformidad
tenciario,
fu»'
Tal medio,
Mon-
continuaría nombran-
que sostenía, á
á los principios
autoridades.
riíferidas
las partes
lo
sal)ía
el
las
})lenipo-
aceptado como transacción de exigencias
opuestas, y sobre las que
ni
una
ni
otra })arte podrían
prestar su aquiescencia.
La respuesta del contraalmirante fué digna y caballeresca. Comienza por dar al gobierno argentino las explicaciones más satisfactorias resiiecto de las nuevas fuerzas enviadas por la
Francia.
Ellas
no
venían
Plata para cometer actos de hostilidad contra
no
del
general Rozas, ni del
trucciones del
gobierno
general Oribe.
francés
lo
al
gobier-
el
Las ins-
prohibían, y
él
se
—
—
20-?
hallaba penetrado de reconocimiento por la lealtad con
qne
general Rozas
y su aliado observaron durante cerca de un año todas las cláusulas de la suspensión de armas, cuando les habría sido ventajoso renovar las hostilidades, y cuando circunstancias que sería suel
péríluo
indicar,
les
El gobierno francés,
daban al
derecho de renovarlas.
el
enviar nuevas fuerzas al pleni-
potenciario, había tenido en vista
que por
paz, sin lisión en
el
ningún
ella resultase
momento en que
hacer practicable
se
desorden ó
verificase
el
la
co-
desarme
de los extranjeros; y proteger á sus connacionales contra toda eventualidad que surgiese con ese motivo. El
contraalmirante terminaba pidiendo tino
comunicase cuáles eran
le
las
al
gobierno argen-
modificaciones en
que consentiría; y le declaraba que su gobierno adheriría á las que el argentino le había enunciado en su nota anterior, con excepción de
arme de
los extranjeros
tinas, lo cual debía
bandera,
cual
el
y
ser simultáneo,
debía ser
cambio de notas en
que se refería
lo
al retiro
las
que
al des-
de las tropas argen-
y
devuelto.
saludo de la
al
Después de un
gobierno argentino, ha-
el
ciendo ciertas reservas, dio por
suficientes
las explica-
ciones del contraalmirante respecto del envío de fuerzas,
y adujo
las razones
para mantener
la
redacción ante-
desarme de los extranjetropas; y en que el plenipotenciario
rior de la cláusula relativa al
ros y retiro de las insistió en las
rante solicitó
Rozas.
En
que alegaba por su parte,
una conferencia
esta, ó mejor,
particular
el
contraalmi-
con
el
general
en estas conferencias, ambos
interlocutores se dieron pruebas recíprocas de su anhelo
y abundando en facilidades para llevarla cabo, lograron entenderse y arreglar la convención. por
la
paz,
En consecuencia á su aliado
el
de esto,
el
gobierno argentino
le
á
pasó
presidente Oribe la correspondencia cam-
— biada con
2oa
—
plenipotenciario
el
formidad con
el
francés, y solicitó su conproyecto de convención. }»ara qne. obte-
nida ésta, procediese á celebrar la que
le
imcumbía por
su parte, y entonces firmar el gobierno argentino la convención de imz. como lo establecía el artículo 0°. del referido proyecto. E\ almirante
Lepredour
ca del presidente Oribe y celebró con éste
se trasladó cer-
una
((ron?'Pnrw/i
para establecer las perfectas relaciones de amistad entre
Francia y la integridad de Uruguay». Sobre la base de la
tablecida, se acordí't (jue
la
la
República Oriental del
suspensión de armas es-
plenipotenciario francés recla-
el
maría del gobierno de Montevideo
el
inmediato desarme
de los extranjeros de la guarnición de esa plaza, ó que estuviesen en armas en cualquier punto de la República Oriental.
Al empezar este desarme las tropas argentinas auxi-
Estado Oriental,
liares en el
en
número
á la totalidad
una cuarta parte de
menos una
marineros de
los
cesa, se retirarían sobre el
división igual
de las fuerzas francesas, y á la
escuadra fran-
Uruguay basta que
verificado
el desarme de los extranjeros, y una vez comunicase al general Oribe ef plenipotencia-
c(»mi)letamente (jiie
así lo
margen
Uruguay.
rio francés,
pasarían á
La
exceptuada quedaría de auxiliar del general
divisi('»n
la
dereclia
del
Oribe hasta que regresasen á Europa las tropas france-
que tendría lugar
más
meses desmargen opuesta del Uruguay. El goluernode Francia se comprometía á levantar simultáneamente con la suspensión de armas el sas, lo
pués de pasar
el
á
tardar,
do^^
ejército argentino á la
bloqueo establecido sobre los puertos y costas de la ReIji'iltlica Oriental. K\ general Oribe acordaba las más amplias garantías para nacionales
juicio de esa
amnistía
fnera de Montevideo
general,
y
extranjeros. podi-ían
ser
Sin
per-
renunidos
aquellos emigrados de Buenos Ai
— res
t>04
—
que pudieran dar justa causa de queja para eompro-
buena armonía entre las repúblicas del Plata. Efectuado el desarme de los extranjeros y evacuado el meter
la
territorio por las
fuerzas argentinas, tendría lugar según
formas constitucionales una nueva elecciíjn de presiOriental. Esta elección se liaría sin coacción alguna; y el general Oribe declaraba que acep-
las
dente del Estado
taba desde
luego
el
Á
resultado.
de asegurar esta
fin
libertad se a|)licarían simultáneamente las disposiciones
constitucionales para la elección parte
i)or
el
general Oribe en todo
de presidente, de una el
que éste
territorio
ocupaba, y de otra parte por el gobierno de Montevideo en esta ciudad, nombrando cada departamento el número de representantes que
le
ambas
entregarían por
correspondía por las leyes. partes á sus dueños los
mercantes tomados durante
el
bloqueo. El gobierno
Francia reconocía ser la navegación del río
Se
buques de
Uruguay una
navegación interior del Estado Oriental en común con la Confederación Argentina, y sujeta solamente á sus leyes y reglamentos. Si el gobierno de Montevideo rehusare licenciar las tropas extranjeras y particularmente desarmar á las de guarnición en Montevideo, ó retardase sin
necesidad rio
la ejecución
de esta medida,
el
plenipotencia-
de Francia declararía que había recibido
orden de
hacer cesar toda ulterior intervención, y se retiraría en consecuencia en el caso que sus reclamaciones quedasen sin efecto.
En
este caso el general Oribe
acordaba una
amnistía franca y entera, así como garantías para todos franceses pacíficos en las ulterioridades que sobrevi-
los
niesen.
Arreglada por este lado
gentino dio plenos poderes firmase con
el
cuestión,
la al
el
gobierno
ar-
ministro Arana para que
contraalmirante Lepredour la convención
definitiva de paz.
El contraalmirante presentó su pleni-
—
¿1)5
—
potencia ciiitügTafa del príncipe Luis Napoleón Bonaparte,
presidente de la República Francesa; y
del tratado
se
verificó el 31
el
acto de la firma
de agosto de 1850. El texto
de esta convención era, con las leves modificaciones acor-
dadas,
el
mismo
al plenipotenciario
del 1849; y estaban
convención con los extranjeros
el
y
territorio oriental.
en
le
presentó
el
francés en abril
incluidos en ella los artículos de la
general Oribe relativos al desarme de retiro
de las
argentinas del
fuerzas
Ambas convenciones
c^ue se refería
lo
Así, la
que
del contraproyecto
gobierno argentino
diferían tan sólo
particularmente á cada Estado.
convención con
el
gobierno
argentino
tiene
por objeto concluir las diferencias y restablecer las perfectas relaciones de amistad entre la Confederación y la
mira que la de ver establecida con seguridad la paz y la independencia de los Estados del Plata, tal como son reconocidas por los tra-
Francia. Esta última no
tiene otra
tados. El gobierno de Francia, habiendo levantado el 10
de junio de
1848
el
bloqueo á los puertos argentinos, se
obliga á levantar simultáneamente con la suspensión de hostilidades, el de los de la República Oriental, á evacuar la isla de
Martín García, á devolver los buques de gue-
rra argentinos de que
pabellón
de
Confederaíüón Argentina
la
tiros de cañón.
estaba en posesión, y saludar
Ambas
con
el
veintii'iii
partes contratantes entregarían á
sus respectivos dueños todos los buques mercantes con
sus cargamentos tomados durante porte caso de haber sido vendidos tos.
El gobierno
francés
el
bloqueo,
ó
el
im-
buques ó cargamen-
reconocía
ser la
navegaci('>n
Paraná una navegaciíui interior de la Confederaciíúi Argentina, y sujeta solamente á sus leyes y reglamendel río
tos; lo
mismo que
Estado Oriental.
la del río
Uruguay en común con
Habiiíudo
declarado
Francia ser jjk'iiamente reconocido
el
([lu' la
el
gobierno
de
]íej)úl)lica
Ar-
— geiitina estaba en
206
—
goce y ejercicio incontestable de todo derecho de paz ó guerra inherente aun Estado inel
dependiente; y que si el curso de los sucesos de la República Oriental hizo necesario que las potencias aliadas
interrumpiesen de
la
el
ejercicio de los derechos
plenamente
Repiiblica Argentina,
beligerantes
se admitía
que
principios bajo los cuales habían obrado, en iguales
los
circunstancias, habrían sido aplicables á la Francia y á la
Gran Bretaña; quedaba convenido
gentino, en cuanto á esta
(|ue el
declaración
gobierno
ar-
reservaba su de-
recho para discutirlo oportunamente con
la
Francia, en
la parte relativa á la aplicaci(in del principio,
sin
que
esta discusión pudiera dar lugar á reclamaciones ulteriores
Los
de indemnizaciones por los hechos terminados. tículos subsiguientes 8%
9°,
ción, y referentes al caso en
desarmar
se rehusase á
del listado Oriental, crito
de la
El artículo
por
el
lO, 1V\ y 12". detesta convenel gobierno de Montevideo
que
á los extranjeros
títulos del general Oribe,
armados; á los
y á lo que atañía al gobierno
son idénticos
á
convención arreglada con 13'\
ar-
los
que he trans-
el
general Oribe.
establece queda convención sería ratificada
gobierno argentino á los quince
días
después de
presentada la ratificación del gobierno francés.
(')
Tal fué la convención del 31 de agosto de 1850, igual-
mente honrosa para se sostuvo é
la
Francia y
la
Ella fué la resultante de la
gentina.
Confederación Ar-
con que
firmeza
derechos que debían quedar establecidos clara
indubitablemente como
la
propia independencia argen-
tina de que derivaban; y del l)uen sentido de los
(')
P^l
texto
(le
estos
documentos
se
encuentra en
hombres
el
Archivo
27,|pág. 56 á ü4. En páginas anteriores se transcribe el informe de la cámara legislativa de Francia, en el que se pide la ratificación de la convención Arana-Lepredour.
Americano,
2». serie, nüin.
—
207
—
de Estado franceses, y de la conciencia que se formaron de que era muy problemático alcanzar por la fuerza, á tan grande distancia, é
insumiendo enormes sumas y
recursos, lo que, por otra parte, podían alcanzar por tra-
como acamedida que
tados ó concesiones de la parte interesada, tal
baba de alcanzarlo
pueden pedirlo
Gran Bretaña, y en
la
la
las naciones civilizadas á otra
nación que
está resuelta á hacerse respetar y á vivir de sus propias
La diplomacia y
leyes ó caer por éstas.
el
derecho habían
dicho su última palabra en esta cuestión larga, complicada
y hasta multiforme de la intervención angiofrancesa en el río de la Plata, en cuyo curso hubo de variarse la geografía política
de esta parte de América, erigiéndose
quizá para siempre
el
predominio sin control de
las
dos
al
fe-
grandes potencias interventoras.
Por
lo
licitarse
demás,
por
el
contraalmirante Lepredour
el
resultado obtenido
le
escribía
así
á la
señorita de Rozas: «El Prony ha partido ayer para Francia llevando el tratado
que he negociado con
el
general
heme aquí en consecuencia libre de toda diploque me dejará para toda mi vida un sentimiento macia
Oribe, y
de vivo reconocimiento para con vuestro ilustre padre.,
quien
me ha dado
evidentes de su benévolo interés.»
(')
pruebas tan
en esta circunstancia
Maniisfi'itu original en
(')
mi archivo. (Véase
el
apéndice.)
CAPITULO LA-
LXI\'
DIPLOMACIA DEL DIIASIL Y LA XIKVA
(( )ALI(I(')X
(1850—1851) Sumario:
Propósitos del Imperio del Brasil cuando ve triunfante la Confederación Argentina de la intervención anglofrancesa. IL Antecedentes de su diplomacia. III. La invasión del barón de Jacuhy al Estado Oriental: combates eon las fuerzas aliadas hasta que aquél repasa la frontera. IV. Importancia que daba el gobierno imperial á esas invasiones: cómo las aprecia la prensa de Rio Janeiro. V. Cómo acoje el Imperio las reclamaciones del ministro Guido: graves declaraciones del ministro Paulino Suárez. VI. Guido presenta en conjunto los hechos que motivan sus reclamaciones: provocaciones á la guerra que denuncia. VII. Cómo atenúa el gobierno imperial las invasiones del barón de Jacuhy: Guido insiste y declara que se retirará de Kio si no se da reparaciones. VIII. Lo que acerca de esto pensaba el ministro Arana: el tratado arreglado con el Imperio en 1841. IX. Porqué Rozas rechazó éste tratado. X. Ultimátum que Rozas ordena se presente al gobierno imperial. XI. La diplomacia del Imperio en el Paraguay, con L'rquizay con el gobierno de Montevideo. XII. Arreglo sobre límites y renuncia que este gobierno le propone al del Imperio en cambio de un fuerte subsidio en dinero y armas. XIII. Porqué el Imperio no concluyó inmediatamente tratado tan halagüeño. XIV. Oportunidad en que lo concluye. XV. Reserva de que se valen los contratantes para dar y recibir el subsidio: da Souza y Bucliental, ó sea el gabinete imperial. XVI. Fallecimiento del Libertador San Martín. XVII. Honores que le discierne la prensa europea. XVIII. San Martín lega á Rozas el sable que usó en sus campañas por la independencia americana: testimonio que le da eñ su testamento. XIX. Porqué discernió el Libertador tan insigne honor á Rozas: éste manda reimpatriar los restos del Libertador.— XX. Protestas de la legislatura de Buenos Aires contra el Imperio: Rozas insiste en dimiXXI. Ruidosas manifestaciones en las provincias pai-a que tir el mando.
I,
—
Rozas permanezca en el gobierno. XXII. Cómo Urquiza hace resaltar la figura de Rozas al jjedirle lo mismo. XXIII. Lo que se pensaba respecto de la insistencia de Rozas. XXIV. Lo que liabia en el fondo de la resolución de Rozas. XXV. Gestiones confidenciales del ministro Guido con el ministro Paulino. XXVI. El ministro Arana desaprueba esta conducta y XXVll le ordena pida sus pasaportes si no se da inmediata reparación. Exposición de Guido al gobierno imperial: su retiro de la corte del Janeiro. XXVIII. Este resultado revela el estado de la nueva coalición. XXIX. El Imperio le exige al gobierno del Paraguay que invada Corrientes: marcha de López por la línea del Aguapey. XXX. Desavenencia entre López
—
— y
el
gobierno imperial: importancia que á éste se atribuye.
XXXI.
cable actitud de jefes caracterizados de la coalición, para alejar
un rompimiento con
Lo dicho en tica
el
que observaba
el
Inexpli-
idea de
Imperio.
capítulo el
la
lv da una idea de
gobierno
del
Lnperio del
la
i)i)lí-
Brasil
—
—
'209
Gran
respecto de la Confederación Argentina, mientras la
Bretaña y
la
Francia llenaron
escenario excluyéndolo
el
corno un concurrente innecesario para sus miras. do, contra sns previsiones,
el
Imperio vio que
el
Cuangobier-
no argentino salía airoso de una contienda que amenazaba la geografía política del Plata; cuando pensó en la espectabilidad que adquiriría la Confederación Argen-
cambiar tina,
después de haber
el
Rozas firmado con
general
aquellas dos grandes potencias tratados honrosísimos, que
dejaban á salvo
la
independencia nacional y el principio el Imperio temii'» por sí mismo
republicano amenazados,
y no pudo avenirse con que á su lado se levantase una república de la cual los estadistas y diaristas yankees decían en esos días que sería en lo futuro una rival de los Estados política.
Á
Entonces
Unidos.
el
Imperio
acentu(')
su
año de 1850 se propuso derribar
partir del
gobierno de Rozas y proseguir su acariciado plan de retacear la Confederación Argentina.
el
Ya
se
ha visto cómo
el
Imperio trabajó, por su parte,
Entre Ríos y Corrientes, que perseguían los ministros interventores de Francia y Gran Bretaña,
la segregación de
llegando hasta ofrecerle
al
general Urquiza
el
inmediato
reconocimiento de la nueva nación que harían esas potencias; y
cómo consiguió
al
fin
la
independencia
del
Paraguay, en lo cual tuvo la mejor parte el señor Pimenta-Bueno, ya como presidente de Matto-Grosso, ya como agente confidencial, ya como ministro ad-lioc Si no había asumido una actitud
relativamente franca en
estas emergencias, era porque quería contar
base de oposición la
al
gobierno de Rozas,
que hasta entonces
le
había ofrecido
más el
sobre
una
fuerte
que
partido uni-
Mientras que su diplomacia y los sucesos se la proporcionasen, el Imperio maniobraba con cierta ven-
tario.
taja en el
Estado Oriental.
En
este
sentido
se
}tue(le
—
^íi)
—
decir que casi agotó la habilidad y
tomó impotentes
esfuerzos del general Guido, ministro de ción Argentina en
el
los
Confedera-
la
El voluminoso Relatorio
Janeiro.
Paulino abunda en antecedentes que demuestran de un
modo
evidente así la violación por parte del Imperio de
los principios de derecho
que rigen
conducta de las
la
naciones neutrales, como su audacia para negar esas violaciones comprobadas por hechos públicos y notorios, que
ministro Guido y que discute el ministro Soádetalle, ])romoviendo artículo de cada
exhibe
el
rez de
Souza en
uno de
ellos,
como para dar tiempo
á que se produzcan
otros hechos que harán inútil toda discusión.
En
estas circunstancias, he ahí que
lero Francisco de Abren,
coronel brasi-
el
barón de Jacuhy, recinto algu-
nas fuerzas en Río Grande, y expidiendo una proclanuí en la que invitaba á los brasileros á defender la honra nacional, y á los
plantó en la
ganados de
las
su patria
orientales á libertar
campaña
oriental é
inmediaciones del Arapey.
caballería del general Servando
(';,
se
hizo gran botín en los
Gómez,
al
Fuerzas de
mando
del co-
ronel Diego Lamas, chocaron con las del barón de Jaculiy
en los campos del Catalán
Grande,
Después de un corto combate,
el
día
5
de enero.
la caballería brasilera fué
arrollada y perseguida hasta el Cuareim. (-) Pero el jefe brasilero, favorecido por su posición, engrosó su colum-
na hasta 500 hombres, y repasando dió
el
25 de febrero
el
campo
en la estancia de Britos.
el
Cuareim, sorpren-
del general
Gómez, situado
Gómez pudo montar apenas
dos escuadrones con los cuales sanó
la sierra del Infier-
( ) Se publicó en el Jornal do Commercio de Río Janeiro del 13 de febrero de 1850. (2) Partes oficiales del coronel Lamas al general Gómez, (Véase Archivo A7nericano,2'K serie, núm. 26, pág. 29 y siguientes.) ^
— iiillo,
perdiendo en
211
—
la refriega
algunos oficiales y tropa
y una buena parte de ventaja retempló
el
su caballada y ganado. (M Esta espíritu de las fuerzas brasileras, y
momento
dejó por un
al
barón Jacuhy expedito
el
campo
para ejercer toda clase de depredaciones en esos depar-
Pocos días después,
tamentos.
tidas de vanguardia del coronel del barón.
Sobre
la
el
10 de marzo, las par-
Lamas
derrotaron á las
marcha, Lamas llevó un ataque á
toda la fuerza
brasilera,
dispersándola completamente
en TacumbO^
día 12, y
persiguiéndola
el
lado del Cuareim; aunque sin sacarle
con que
el
el
hasta
el
otro
botín de gana-
barón se internó en Río Grande.
(")
El gobierno imperial se prometía otros resultados de
una empresa en la que, como es lógico inducirlo, el barón no era más que el instrumento de una política calculada para provocar una ruptura de parte del gobierno argentino, contra quien tal política se dirigía. Ese gobierno pensaba que las operaciones del barón Jacuhy, tal como habían comenzado, entretendrían el tiempo bastante para
asegurarse de ciertas ventajas en territorio oriental, antes de
ir
á buscarlas
en territorio argentino.
El gobierno
de Montevideo y sus hombres lo creían también así. El Comercio del Plata de esa ciudad (') daba grande importancia militar á las operaciones del barón Jacuhy, y le atribuía verdaderos triunfos sobre las fuerzas orientales al
Lo
mando
cierto es
de Lamas.
que pocos días después de
esto, el Diario
de Hío Grande publicaba las notas del barón en las que éste, sin
(')
disimular su despecho ante
(-)
falta
de cum-
Véase el parte de (iíiiiiez ¡i Oi'ilx; cu el Archivo Americinio pág. 39. \'éase parte de Lamas ea La Gaceta Mercantil del 10 \- dd
iiiiin. -il,
10
la
de inavo de 1850. (•') lid II de iniíyo de 1850.
—
"21-2
una ayuda tan
plimiento de
— como
eficaz
prometida^
la
manifestaba que sus fuerzas habían sido dispersadas, y su resolución de desarmar las que le quedaban después
Lo que había en
de su desastre de Tacumbú.
el
fondo
El Americano de
de todo esto, dejábalo ver claramente
Río Janeiro, escribiendo en su número del 13 de Julio de 1850: «El jefe de esa incursión desastrosa está en la corte; sus instigadores, convictos
con sus propias cartas
publicadas por nuestra prensa y por la de
Estados
los
limítrofes, están tranquilos: los cómplices del barón
Jacuhy permanecen en sosiego en Grande. Los jefes emigrados que ron
al
barón
é
uno de
Río armaron, se unie-
la provincia de
se
invadieron la Banda Oriental, continúan
residiendo en la provincia. ni
de
los fautores
sido sometido á la
de
acción
Ni uno esa
solo,
absolutamente invasión, ha
desastrosa
de los
tribunales,
mientras-
ganados robados han sido distribuidos y vendidos impunemente en Río Grande.» los
Á
las reclamaciones pendientes ante el gobierno
perial, el la
En nota
invasión del barón de Jacuhy.
febrero
acompañó
acusaban
im-
ministro Guido agregó la que correspondía por
el
la
proclama y cartas del
carácter político de la
revelaban, por lo demás, la propia
invasión,
del
13
de
barón que el
cual lo
participación de las
autoridades imperiales y hasta el tono de los parlamenque sentaban la necesidad de la
tarios de Río Janeiro
guerra en seguida de la empresa frustrada del
Pero
el
barón.
ministro de R. E. del Imperio, don Paulino José
Suárez da Souza, no sólo negó
el
verdadero carácter de
ese movimiento, sino que desconoció
el
que investía
el
ministro Guido para pedir una reparación sobre hechos ocurridos en territorio donde imperaba general Oribe,
al
cual el Brasil
el
gobierno del
no había reconocido.
Alegaba con este motivo que tampoco
el
ministro Guido
— 218 — había admitido reclamaciones del gobierno imperial por agravios que habían snfrido subditos brasileros en el
Estado Oriental. Colocada en este pnnto
Imperio
se limitó
á
cuestión, el ministro del
la
manifestarle
habían dado las órdenes
argentino que se
al
necesarias para dispersar las
fuerzas del barón, (^pero que éste ronsiguió burlarlas por
extensión de la frontera y simpatías que encontró su procedimiento)). (') Estas conclusiones de un gobierno la
neutral, y que abundaba en protestas de tal, acusaban una ironía irritante cuando no una provocación velada;
y de
ellas se
podía inducir
Poco más de un mes
alcanzaría de sus reclamaciones.
después de declarar
el
ministro argentino
lo ({ue el
ministro del Imperio que las fuer-
zas del barón habían sido dispersadas y presos los jefes, éstos como aquél, ya reforzado, asaltaban el campo del general
Gómez, como
se
ha
clamación del ministro Guido,
y á la nueva reministro del Imperio
visto; el
respondía que «serían dadas todas las órdenes para que
no se repitan los últimos acontecimientos».
Ya
(-)
ha visto también cual fué el resultado de estas órdenes. El barón Jacuhy reunió mayores fuerzas sobre el Cuareim, invadió nuevamente é hizo un gran botín se
de haciendas, hasta que fué batido y destrozado por el coronel Lamas. Entonces fué cuando el ministro Guido
comunicaciones de 4 y de el cuadro general de
le
dirigió al del Imperio sus
1()
de junio de 1850, que contienen
los principales
antecedentes de la larga controversia mo-
tivada por la dii)lomacia del Im])erio, desde que bierno de Rozas se neifó á ratilicar
(') Relatorio Paulino. niim. 28, \yh¿. 1 á 12. (2)
28 á
'.\^.
Relatorio Paulino.
el
go-
el
tratado ofensivo
Véase Archivo Americano,
2».
serie,
Véase Archivo Americano, citado,
pág-.
— y defensivo que ratificó á haberlo firmado dicho contra la coalición
de
—
214
el
emperador don Pedro, y
gobierno,
que,,
se habría garantido
1851 encabezada
por
el
mismo
que á costa de permitirle que realizase su ensueño de asentar sus influencias en la República
Brasil, bien
Oriental.
Con hechos notorios y evidentes, el ministro Ouldo demostraba cómo el gobierno del Imperio continuaba sus agresiones á la Confederación Argentina; y el perfecto derecho con que le pedía reparación de los verificados en territorio oriental, como de los verificados en la
provincia argentina del
«La ostensible y
Paraguay.
verdadera tendencia de esas maniobras, decía
el
minis-
Guido, ha sido preparar y desenvolver una guerra entre el Brasil y las repúblicas del Plata, por medios
tro
indignos de naciones cultas, y no ha dependido de sus autores, sino de sus reveses, la suspensión de su ver-
gonzosa campaña.
El delegado de
drea, ex-presidente
de Río Grande,
S.
M. lo
I.
general An-
denuncia á
sucesor en términos precisos en su exposición entregarle
el
mando
de aquella provincia.»
su
oficial al
De
la loca
pretensión de una guerra contra nuestros vecinos (dice el
gar
general Andrea; se engendró otra peor aun: la de oblial
gobierno á sujetarse
agitadores,
acompañados de
quicos que hicieron Oriental por
el
á la voluntad la
organizar para agredir
ataque
algunos
de
saña de los bandos anáral
Estado
de las fuerzas empleadas en la
guarda de su frontera, y para arrebatar cuanto ganado fin de pasarlo aquende la línea.»
puedan á
El ministro del Imperio pretendió justificar la invasión del barón Jacuhy, alegando los perjuicios sufridos
por hacendados brasileros en
territorio
oriental;
reparación se redujo á declarar que esi)eraba l)ués
y su
que des-
de las órdenes impartidas [por su gobierno, no se
—
215
—
repetirían las invasiones de que se
sencillos, declarando
redujo la cuestión á términos
do
Pero Gui-
recurría.
habían sido admitidos y autoridad del presidente, cuya cala gestionados ante pacidad para ser representado diplomáticamente le negaba
que los perjuicios
embargo,
sin
el
invocados
Y
gobierno imperial.
reparación del agravio inferido por
Estados aliados,
los
el
el
barón Jaculiy á
ministro Guido terminaba
gobierno argentino prescribe
«fi]l
en una
al insistir
así:
declare
al infrascripto
M. que los del río de la Plata mirarán la resistencia á esta demanda, ó una innecesaria dilación, como negativa de justicia, y. como una aprobación del atenal
de
S.
tado del barón de Jacuhy,
lo cual esterilizando el
de la legación argentina por la
con
gabinete
-el
más
cordial
anhelo
inteligencia
del Brasil, la obligaría á retirarse de la
corte imperial». C)
ministro Arana, menos que á nadie,
Al
taba
resultado negativo que
el
darían
se le
ocul-
estas gestiones.
alcanzaba los propósitos y tendencias El y el ministro Guido pulsadel gobierno imperial.
Nadie mejor que
él
ban con seguridad la nueva situación que se diseñal)a á impulsos de la coalición que preparaba el Imperio para
y encontrar cómo quiConfederación algo más que el Paraguay. Esta
derrocar al gobierno tarle á la
argentino,
En 1821 En 1844 consiguió
era la obra tradicional del Imperio.
se apoderó
de la Provincia Oriental.
afianzar la
independencia de Ríos y
menos (,)uizá
la del
Corrientes.
(')
la
de Entre
porfiaba por retacear cuando
ayuda del Paraguay. el ministro Arana ministro Guido el célebre trata-
esta última provincia, con
para defenderse de esta política,
concertó en 1841 con
núm.
Paraguay y trabajó
En 1850
Paulino. \éi\KC Archivo pag. 2 y siguientes.
lielatorio
29.
el
A )nerica?iu,
'2^.
serie,
— d(j
con
])ero
el
que
2U>
—
Brasil que el emperador se apresuró á ratilicar, el
general Rozas desaprobó.
Mirando
tión del punto de vista de las conveniencias al
cual servía
el
cues-
la
del gobierno
ministro Arana pudo argüirle á Rozas
que nada había que temer por
lado del Imperio
el
si se
hubiese concluido aquel tratado. Claro es que Rozas pudo hacer igual deducción.
Pero
que le habría ofrecido dicho tratado no las compensaba, ni quería compensarlas con el hecho de que el Brasil sentase sus influencias políticas y militares en el Estado Oriental, alrededor
(|ue las
ventajas
á su gobierno, él
de lo cual giraba su diplomacia. al
El tratado beneficiaba
gobierno de Rozas, acabando de radicarlo sobre bases
inconmovibles, pero retrotraía la cuestión del Estado Oriental al el
punto en que se hallaba en 1827; como quiera que
Brasil debiera ocuparlo con sus fuerzas, conjuntamen-
con las argentinas, y que se pusiese en el caso de y estimular adquisiciones de territorio en las cuales querría sacar la mejor parte. El tratado era, eii
te
iniciar
una palabra, una invitación tirse el
Estado Oriental.
al
Rozas,
general Rozas al
á
repar-
rechazarlo por estas
razones, mostró evidentemente que primaban en
él
más
y los intereses trascendentales de que no las conveniencias egoístas y
la fe de los tratados
la Confederación,
transitorias de su gobierno.
Consecuente con su modo de ver; airado contra la conducta del gobierno imperial; y despechado quizá, después de haber tratado inútilmente de atraer al Imperio á un acomodamiento, Rozas calificó duramente lo
que
él
llamaba
«
y
ordenó que
le
le
las
vacilaciones
»
del
doctor Arana;
trasmitiese al ministro Guido que la
declaración contenida en la nota de éste de 16 de junio,
no satisfacía el pensamiento y vistas del gobierno; y que si al recibo de esa orden el gobierno imperial no
— le
—
217
había contestado en los términos en que
debía esperarlo,
el
argentino
manifestase que tenía orden de pedir
le
sus i)asaportés y retirarse del Imperio, porque «el gobierno argentino no i)uede seguir entreteniendo relaciones amistosas con un gobierno que tan gratuita y deslo ha ofendido; que lia presentado, la rara
lealmente
anomalía de tolerar que sus subditos de Río Grande en unión con los salvajes unitarios estuviesen en inicua guerra contra
que por su
tras
gobiernos
los
aliados
parte blasonaba
del
Plata,
mien-
de estar en paz con
dichos gobiernos, y que ha reagravado enormemente estas ofensas, negando á la Confederación la satisfacción
y reparación perar».
que tenía
plena
razón
y derecho
á es-
(')
cómo
una situación tirante, cuya solución no podía ser otra que un rompimiento, si á él no le convenía contenerlo. Verdad es Así era
que su acción
el
Brasil
ejercía
se
i)reparaba
simultánea y hábilmente en
terreno que debía dominar
la nueva coalición. Paraguay en estado de defensa y apuraba los recursos para decidir al general Urquiza en su favor, maniobraba á la espectativa en Montevideo, que era el })iiiito céntiico de la coalición, como que de
todo
el
Á
la vez
la
conducta ulterior de
que
el
1.S47
que ponía
al
la
Imperio asumiría.
Francia dependía
En
esta
aquella plaza, y las no
menos sentidas
el
Janeiro.
ralmente en que
el
Brasil entrase
(')
nm.
el
año de
Éstos se
del ministro de
esforzaban natu-
de lleno en la cues-
para evitar que Oribe se apoderase de Montevideo.
Fácil es
II
forma desde
venía entreteniendo las esperanzas del golñerno de
ese gobierno en
ti(')n,
actitud
la
calcular
todas las
lielatorio Paulino. 29, páfr.
15.
concesiones que
le
Vénse Archivo Americano,
harían
2^.
serio,
— ú trueque de
ello,
si
218
se tiene
— presente que
gobierno
el
de Montevideo había declarado en un documento
oficial
que antes de aceptar aquel resultado «se echaría en brazos de un poder amerírcmo)), esto es, del mismo Brasil.
Pero como
el
Imperio no saliese de su posición vaci-
lante al parecer, pero perfectamente calculada,
Montevideo en
tro de
menos un
Janeiro quiso
el
fuerte subsidio;
y
el
sacarle
efecto concertó
al
minis-
cuando con
el
primer ministro vizconde d'Olinda, un proyecto de tratado sobre límites (4 de febrero de 1849), en el que se sode arbitros los que
metía
al juicio
como
fijados por
1819; y por para siempre
celebrado en
su
que
el
el el
la
derecho
el
Imperio pretendía
gobernador en
cabildo
el
año de
República Oriental renunciaba á
la
demarcación del tratado
San Ildefonso
real sitio de
(1°.
de octubre
de 1777) y que fué expresamente reservado al final de la condición 2'\ del acta del Congreso Cisplatino de 31 de julio de
182-1.
En compensación
millón de pesos fuertes
todo
esto,
le
pres-
negociación de un empréstito
millones de pesos fuertes.
República Oriental no cumpliese tuviese que hacer efectivo
el
el
En
este
contrato y
caso, si la el
garante
reembolso, por este hecho
se entendía reconocido en favor del Brasil el derecho la
demarcación fijada en
la
á
Convención del Cabildo de
1819; y la República Oriental hacía desde é
el
Oriental un
en un año de plazo; ó
aría su garantía para la
de tres
de
al del Estado
gobierno del Brasil pagaría
luego formal
irrevocable cesión de todos los terrenos comprendidos
en la expresada demarcación.
pañaba
En
la nota con
este tratado estimulante, el ministro
vídeo manifestaba que cualquiera sería secreto;
que acomde Monte-
cosa que se pactase
y encarecía una pronta resolución en vista Rozas podían traerlo hasta las
de que los triunfos de
—
-
219
fronteras del Imperio y hacer entonces arreglo.
Con
(')
de
avanzar sus límites hacia
sur, el ministro d'Olinda cre^^ó la
miese en
más prudente
el
subordi-
resolución de ese asunto á la actitud que asula política de
todo
caso
gobierno
al
am-
ser que este tratado halagaba las tradicionales
biciones del Imperio,
nar
imposible todo
la
Francia
en
Plata;
el
oportunidad para hacerle Claro
argentino.
es
y aguardar la guerra
que ese tratado era
una declaración de guerra á este gobierno. Así lo comunicaba el ministro oriental á su gobierno. «Recién el 15, le escribía el 31 de marzo de 1849, supe ({ue el motivo del cambio que había experimentado era la seguridad dada, supongo por don Tomás Guido, de que M. Lepredour iba á concluir un ajuste, que imporEste gabinete entendió taba el abandono de la Francia. hacerse para salvar á podría eficaz entonces que nada Montevideo; y que intentándolo, sólo lograría empeñarse, en mala oportunidad, en una guerra con Rozas».
Cuando
se produjeron los
(-)
hechos á que me he
rido al principio de este capítulo;
cuando
el
Imperio
(juiza se decidió á proporcionarle al
refe-
general Urlo
que éste
necesitaba y aguardaba para llevarle la guerra al go" bierno argentino; y en las mismas circunstancias en (jue el
gobierno
lidad, bien
doblez,
el
que
inijierial el
hacía protestas
ministro Guido
Imperio concluía con
video lo que no
(j[uiso
el
concluir en
le
de su neutra-
ponía de relieve la de Monte-
ministro el
año anterior.
anticipo que se pedía entonces, se obtuvo por
un crédito valor de un
( '
)
medio de
veinte
Correspondencia confidencial del ministro oriental. mi archivo. (Véase el apéndice.) Comunicación núm. 77. Reservada il). ib.
crito testimonial en
(2)
millón doscientos
El
mil
Manus-
—
220
—
Iraneos, que se abrió al gobierno de Montevideo,
recibiría
además
nientos fusiles, algunos pijl
miles
de
vora y otros pertrechos. Sólo que en vez de aparecer
el
aparecía contratando
el
ministro oriental á
cual
decía:
le
V. E. sería
quintales
al
«
de
gobierno del Brasil,
señor Ireneo da Souza.
el
acompañaba
nota con que
balas,
En
(^)
ministro d'Olinda
proyecto de tratado sobre límites á hablé
el
del Brasil doce cañones, dos mil qui-
queme
El otro
facilitarnos en
el
he referido,
medio
dinero
ó
de
que
por una
garantía para negociarlo, un subsidio por diez ó doce meses, que ajmreciese otorgado jwr el Paraguay; cuya guerra con Rozas es inevitable. Nosotros recibiríamos ese subs idio en dinero ó garantía del Paraguay, y el secreto de esta operación se
ciones que
establecería con
prudencia
la
todas
humana puede
condi-
las
sugerir».
Poco
después 0. 4>/¿(?/7'c«/íO de Río Janeiro del 13 de septiembre de 1851, publicó
Montevideo,
no aparece nadie es
al
el
contrato de subsidios al gobierno de
precediéndolo de la
firma de ninguno de nuestros
leerlo
representado
dejará de comprender
en este
Evangelista da Souza
Cuando de
palabras:
estas
esta
».
negocio
por
que el
«
aunque
ministros, el
gobierno
señor Ireneo
(-)
manera
se
preparaban
los
sucesos
muerte del Libertador San Martín; del que fiado en las sublimes intuiciones de los grandes, conquistó una vez por siempre la en Río Janeiro, acaeció en Francia
la
(^) Este contrato lo publicó El Correo Mercantil de Río -laneiro del 6 de septiembre de 1851. Véase Archivo Americano, 2». serie, núm. 27, pág. 29. ( -) El general Guido, al remitirle á Rozas copia del tratado, en agosto de 1851, le dice que es Buschental quien contrató bajo el nombre de Ireneo Evangelista de Souza. (Manuscrito en mi archivo. Véase el apéndice. Véase también La Gacela Mercantil del 1°. de octubre de 1851 .)
—
—
2--21
independencia de parte del continente que una vez por
siempre descubrió Colón para la civilización. Como se ha vista en sus últimas cartas, ya en el año de 1848 el Libertador la manifestaba al general Rozas que casi ciego y en medio de sus achaques, no le quedaba más que la reserva, que era la resignación. Su organismo rol)usto
doblegado prematuramente los trabajos»
habíanlo
y hasta los pesares recogidos en el camino que él llevó; sin descender jamás á los bajos niveles donde pululan los débiles, porque alumbrábanlo cariñosamente las virtuosas claridades de su espíritu. Puelos sufrimientos
de decirse
que exi)erimentó
goce íntimo de tario,
la
apacible bonanza
y el vida, recién en su ostracismo volunla
desde donde asistía á su posteridad.
cómo
ya se ha visto también
nombre
de
salió
autoridad de su i)alabra y
¡loner la
al servicio
el
Y
su
y todo, retiro para
así
prestigio
de la causa que sostenía
el
de su
gobierna
de la Confederación Argentina contra la intervención anglofrancesa, la cual, según su declaración, «era tan justa
para los argentinos como cana». Este fué
como que su
el
la
de la independencia ameri-
último servicio que prestó á su patria,
influencia pesó,
y pesó
bien, en
el
ánimo
de los políticos franceses llamados por entonces á decidir del Kl.
asunto de
la
intervención en
que había conquistado
la
el río
de la Plata.
inmortalidad, fué
menos vida corpórea alcanzó de todos
esos
el
que
brillantes
guerreros que lo vieron independizar á Chile y al Perú, y á quienes hemos contemplado casi nonogenarios; reli(juias de
bronce de una edad de oro, focos de una luz
que con
ellos
se
extingue
para siempre, vínculos que
alentaban á los nietos con las auras de aquellos grandeshéroes homéricos en carne y hueso! El Libertador don José de San Martín
días,
brazos de sus hijos, á
las tres de
hi
ex})ir(')
tarde del
en los Vi
de
—
á,22
-.
agosto de 1850, en Boiilogne sur Mer, y en la mañana del 20 sus restos fueron conducidos, sin pompa alguna, á la Catedral de dicha ciudad, en
cuya bóveda queda-
ron depositados hasta que fuesen trasladados á Buenos Aires según los deseos del Libertador. Ello causó
viva
sensación en los altos círculos políticos y sociales de Francia é Inglaterra, donde el nombre de San Martín se i)ro-
nunciaba con respeto y admiración, y la prensa tributó merecido homenaje á sus hazañas y á sus virtudes. Le Journal des Debáis del 27 de agosto (1850) lo calificaba de eminente guerrero-legislador; y reseñaba la carrera
San Martín, hasta que « regresó á su patria la República Argentina, donde fué encargado de organizar el ejército de los Andes con el cual emancipó á Chile». Prosigue el diario narrando las campañas de Chile hasta que San Martín, después de tomar Lima, fundó militar de
la independencia del Perú; y refiriéndose á la entrevista en Guayaquil con Bolívar, agrega: « Dominado siemjjre del noble deseo de sacrificarlo todo á la causa de la independencia, y para que su nombre no fuese una tea
de discordia en la organización de los nuevos
Estados
sus hazañas, y vino á Francia en 1822, donde ha permanecido siempre
suramericanos,
se
alejó
alejado de las estériles cerado.
»
Le Courrier
dii
del
teatro de
convulsiones Havre,
al
que los han
dila-
reproducir los rasgos
biográficos contenidos en el diario aludido y en La Presse escribía:
«
Ha muerto uno
de los
más grandes ciudada-
nos que haya producido la revolución de la América del Sur. El general San Martín reunía todas las virtudes
que Plutarco ha inmortalizado en la vida de los hombres célebres. Nadie ha sido nnís valiente y hábil sobre el campo de batalla, más prudente y capaz en los consejos; ninguna vida política ofrece el ejemplo de una abnegación más completa y de un patriotismo más puro
—
003
_
y modesto después del triunfo siempre, y de
la victoria
sobre todo. El señor Mariano Balcarce, encargado de la legación
argentina en Francia, y yerno del Libertador, al general Rozas de la triste nueva que
cuenta
«á
darle
privaba
Confederación Argentina de uno de sus más lea-
la
les servidores,
y á V. E. de un digno
ciador de sus eminentes servicios
como
»,
é
le
imparcial apre-
manifestaba que.
albacea, ponía en su conocimiento la cláusula ter-
cera del testamento del así:
al
muerto, la cual rezaba
me ha acompañado
El sable que
((
rra de la
ilustre
independencia de
la
América
en toda la guedel Sur, le
será
al general de la República Argentina donjuán Manuel de Rozas, como una prueba de la satisfacción que como argentino lie tenido al ver la firmeza conque ha sostenido el honor de la República contra las injus-
entregado
tas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla.
carce
el
señor Bal-
Rozas copia del testamento de San cuyo original, decía, queda depositado en el
incluyó á
le
Martín,
En nota de 29 de septiembre,
»
«
archivo de esta legación, y servirá de testimonio constante de la satisfacción que experimentó tan eminente argentino por los heroicos servicios E. á la
Confederación y á la independencia de toda
América»,
f
Tan insigne honor los
le
fué discernido
argentinos
más
que cuando
el
el
mérito
general Ro-
por
contraído ante la patria.
Libertador otorgó su
mano Por-
testamento (1844),
Manuscrito testimoniado en mi archivo, (^'éaseel apéndice.) Archivo Americano,
El testamento de San Martín se publicó en el 2". serie,
al
ilustres,
mejores títulos que ningún otro argentino tenía
para premiar
(')
la
'
zas, por sobre
del que
que ha rendido V.
núm.
\-¿-¿.
páji-.
I
so.
— vivían
el
ex-director
'2í24
siipn^mo
— Piieyn'edóii,
su amigo y
colaborador en la forniación del ejército de los
expedición á Chile;
Andes y
general Guido, su antiguo conse-
el
jero y amigo íntimo en su política y en sus campañas; Piivadavia, el prohombre de la revolución social argentina; el general Alvear, su antiguo
compañero de
la
lo-
gia Lautaro, vencedor en Montevideo y Cutizaingó; el ge-
neral Soler, antiguo
Andes;
el
gran
mayor general
mariscal
sus glorias; el general
del ejército de
Necochea, hijo
predilecto
Las Heras. uno de sus
los
de
héroes
sus lugartenientes los generales Al varado y Enrique Martínez; don Manuel de Sarratea y don Tomás M. de Anchorena, prohombres de la revolución de Mayo
mimados;
de 1810. (') El general Rozas, al asociarse al
oficialmente
duelo nacional por la muerte del Libertador, y agrael honrosísimo legado, previno al encargado de la
decer
legación argentina en Francia que tan pronto posible, procediese
re
«
á verificar la
como
fue-
traslación
de los
Buenos
Aires,
restos del finado general á la ciudad de
por cuenta del gobierno de la Confederación Argentina,
para que á la par que reciban de este
modo
testimonio
elocuente del íntimo aprecio que su patriotismo merece
de su gobierno y de su país, quede también cumplida su última voluntad en este punto». (-)
Pueyí'redou murió en el año de 1850; Guido en 1866; Riva(1) davia en 1845; Alveai* en 1853; Soler y Necochea en 1849; Las Heras en 1866; Alvarado en 1872; .Martínez en 1864; Sarratea en 1849; Anchorena en 1847. (Véase Efemérides Americanas por Pedro Rivas Véase el Archivo Americano citado, pág. 181. Véase en el (2) apéndice el testamento del general San 3*lartín. El gobierno del doctor Avellaneda hizo efectiva en el año de 1877 la aspiración del pueblo argentino que formuló el gobierno de Rozas en el año de 1850, expidiendo las órdenes necesarias para que fuesen reimpaDos años después de celebrarse triados los restos del Libertador. en Buenos Aires con pompas y honores singulares el centenario de San Martín (24, 25 y 26 de febrero de 1878), fueron desembarcados .
— El legado
de
histórico
con que
simo estímulo en medio de que
le
})reparaba
año de
— Libertador acababa
el
general Rozas fué para éste
al
lionrcir
2^5
el
En
Brasil.
el
difícil
i)oderosí-
situación
últimos meses del
los
Buenos Aires discutía
legislatura de
18.j0, la
diferencias con
nueva
la
iin
Imperio, poseída
mismo
del
las
senti-
la movió cuando surgieron Gran Bretaña y Francia. Los doctor Baldomero García, llenos de ciencia,
miento nacional herido que con
las dificultades
discursos del
la
vestidos con la crítica
maban
(pie
quería
ir
y real-
de elocuencia patriótica, for-
conciencia y mantenían vivo
la
un pueblo,
á
entusiasmo de
el
nuevos laureles en
coger
Pero Rozas,
al
revés de lo que era de
(resumirse, insistía en dimitir
el
mando, y en
otro Cutizaingó. ]
de los hechos
acertada
zados por hábiles toques
á la vida
privada.
Ya
se
retirarse
ha visto en un capítulo an-
que hizo en este sentido y cuántas é ine•juívocas fueron las manifestaciones que recibió de toda
terior,
la
todo
lo
Confederación.
como nal,
lo
La comedia,
si
tal
comedia había,
decían sus enemigos, era eminentemente nacio-
y engañaba
sinceramente
un pueblo resuelto
á
á
atenerse á ella contra todo y contra todos,
como
demostrando
Montevideo y Bretaña y á
al
partido de
al
Brasil y al gobierno
los
de
unitarios y á la Gran
lo
venía
sus restos venerandos en la misma ciudad de Huenos Aires {'¿S de mayo de 188}). Á pesar de manifestar San Martin en su testamento ([ue «prohibía el que se le hiciesen funerales» y que «deseaba que su corazón fuese depositado en el cementerio de Buenos Aires », luciéronles a sus restos pompas fúnebres en la Cateilral, y depositáronlos en la misma i^ílesia, todo por orden de la municipalidad local y con consentimiento del gobierno. Kl pueblo protestó conti-a esta violación de la última voluntad del jliertador. VA mismo día :iH d(! mayo circularon en la ])laza de la Victoria millares de hojas sueltas donde se coudenaba tal violación, trascribiendo la cliiusula del testamento del general San Martin. (Ku mi colección de hojas sueltas.) Véase El Nacional del 9 de abi-il de 1X77. 1
TOMO
T.
1"'
— Ici
226
—
Francia, uiiidos en coaliciones desbaratadas y venci-
das hasta entonces.
y gobiernos de la Confederación, á saber: los de Santa Fe. Córdoba. Catamarca, La Rioja, San Luis. Mendoza, San Juan, Santiago del Estero, Tucumán, Salta. Jujuy, Buenos Aires, Ante
la persistencia de las
legislaturas
Entre Ríos y Corrientes, se dirigieron al ministro de relaciones exteriores de la Confederación para manifestarle
la
inquietud con que verían la separación del ge-
neral Rozas del
mando;
reiterar sus votos de adhesión,^
y ofrecerle sin límite todos los provincias.
Y
es significativo
recursos de
general Rozas continúe [en
misión nacional que
le
el
de que
el
gobierno para «llenar
la
encomendaron
los
pueblos»;
se le ofrecen vidas y haciendas para cooperar al
con que «gloriosamente ha sostenido
dependencia de bían
el
la
dichas
que en todas esas comu-
mérito de la necesidad
nicaciones, se hace
las
Confederación».
(')
y
empeño
honor y la inLas que suscri-
el
general Urquiza, gobernador de Entre Ríos, y
el
general Virasoro, gobernador de Corrientes, eran igual-
mente terminantes. zas,
declaraba
el
«La opinión
del ilustre general
Ro-
primero, no puede nunca decaer en los
independencia, honor y ha defendido; y funestos serían los resultados seguirían si V. E. descendiera de la primera
pueblos de la República cuya libertad
que se
magistratura; porque es
en la benemérita
persona
de
V. E. en quien la República ha depositado su confianza,
robustecida con
más
de veinte años
de
servicios á
la
(') Véase La Gaceta Mercantil del mes de febrero de 1851. Véase Archivo Americano, 2a. serie, núm. 24, pág. 170 y siguientes, donde se registran esas comunicaciones suscritas por los" ciudadanos más conocidos y mejor vinculados de las respectivas provincias, muchos de los cuales ocuparon puestos elevados en los gobiernos y administraciones subsiguientes al derrocamiento de Rozas.
007
gran causa de su tar la
pira é
Y
iudependencia.»
ñgura de Rozas y
como salvador que
integridad de la
para hacer resal-
la ilimitada coníianza lo
proclama de
Confederación,
la
Urquiza
general
el
que ins-
independencia
agrega: «Además, en los últimos veinte años han tenido
lugar en
el río de la Plata acontecimientos de tal natuque han producido complicadas cuestiones cuya solución va á asegurar una vez por todas los destinos
raleza,
Es V. E. quien las ha conducido hasta hoy con elevado tino y bien acreditada sabiduría. V. E. debe también tener la gloria de suscribir su término, sellando con un acto de inmortal recuerdo su grandiosa misión de salvar la patria. Es en esta virtud que el pueblo entrerriano y su gobierno esperan que de la República.
V. E. se dignará ceder á las imperiosas necesidades de la
República postergando
el
cese de su administración
para cuando libre y triunfante la legislatura
un mensaje,
enemigos Rozas elevó á
de todos sus
])ueda admitir la renuncia de V. E.»
(')
todas estas manifestaciones acompañadas de en, el
rosísimas para
él
que declaraba una vez más que, hon-
como
las conceptuaba, conocía los gra-
vísimos inconvenientes de su permanencia en
que su experiencia en los negocios públicos
el
le
mando: advertía
males de un carácter que había que suprimir, bienes que crear;
reformas que emprender: que otro ciudadano
dría hacer
mucho
en
este
que debía reemplazarlo,
La
situación,
babilidades
sentido; y que
buscasen
i)0-
el
í'-j
que podía afrontarse con buenas pro-
acreditadas durante
los
últimos ruidosos
acontecimientos de la resistencia contra
la
Gran Bretaña,
favor de
la
adhesión con
la
Francia y sus aliados, y
(•) (-)
al
Véase La Gaceta Mercantil del 2.'> de lelu-ei-o do 1S51. Véase Archivo Americano, 2". sei'ie, luiin. 26, pág. 74.
—
—
9Q8
pueblo y gobiernos de la Confederación rodeaban á Rozas, se antojaba verdaderamente difícil ante la per-
que
el
sistencia de éste de dejar
mando.
el
Los que estaban
cabo de la alta política y ^de la diplomacia de esos días se preguntaban: ¿cómo es que Rozas no quiere al
continuar en
el
gobierno en circunstancias en que dirige
un ultimátum
al Brasil; él
oculta que es
un rompimiento con
que es quien viene conteniendo al Imperio desde hace quince años; él que está al cabo de esa diplomacia tortuosa, y á quien no se le la
Confederación lo
que aquél viene buscando? ¿Será solamente en fuerza de los principios que lian presidido su gobierno y que él ha sostenido á trueque de todo, siempre que ha estado de por medio la dignidad de
la
Confederación; ó
será
también un medio de comprometer necesariamente en la emergencia al general Urquiza, quien prima en una parte del litoral y mantiene secretamente relaciones amigables con los activos agentes es
del
Brasil?
que no andaban descaminados los que
De tal
creerse
inducían.
Desde luego, la resolución de Rozas no podía racionalmente llevarse más allá de donde él la llevó á la faz de catorce gobiernos lejanos de Buenos Aires, y dueños de los recursos de sus provincias adonde él no mantenía
un
mano
solo soldado,
y á
cuales
las
les
bastaba dar
la
á los enemigos exteriores é interiores que asecha-
ban, y aceptarle esa renuncia.
Se puede creer que esa resolución era absoluta en
una nueva época de
cuanto se refería á presidir
él
iniciando la reorganización
constitucional,
paz,
después de
haber sublevado y arrostrado resistencias de todo género, reacciones sangrientas, coaliciones poderosísimas,
hondas divisiones y odios implacables, durante quince años de lucha civil y nacional, al cabo de los cuales presentaba íntegra, soberana
é
independiente la Confe-
— deranón Argentina
'-229
—
todos los que viniesen á reaiuular
;í
labor constitucional iniciada por
la
talmente en
pacto
el
él
de 4
federal
mismo fundamende
enero de I80I.
Pero así y todo, esa resolución podía subordinarse á las exigencias imperiosas que crease el estado de guerra, durante
mente
mando
el
que debía reemplazar á
de elegir al
tratase
si
Rozas en
Confederación se conmovería doble-
cual la
el
nacional que éste
año de 1830, Desde tal punto de que Rozas, dada la situación que
ejercía
desde
el
vista, es lógico creer
dibujaba, pensaba
se
prevenir ó neutralizar la próxima defección del general
Lo
Urquiza.
con
cierto es que,
con ó sin
aprestaba para una campaña
él se
el
apoyo de
contra
el
éste,
Imperio,
intención de derrumbar ese trono.
la
Y ya
ha visto cómo el gobierno del Imperio perseguía de su parte un rompimiento con la Argentina. se
Kl ministro
Guido, dándose unos días para cumplir las
órdenes terminantes de su gobierno, insistió todavía en el
objeto de sus reclamaciones, celebrando algunas con-
con
ferencias
el
Suárez
ministro
En
de Souza.
ellas
esforz(')
su dialéctica para poner de manifiesto la conve-
niencia
mutua que había en que
Imperio diese desde
el
luego reparaciones solemnes cuando menos respecto de las invasiones del
darlas
(l¡(')
desi)ués
el
los
barón de Jacuhy.
ministro diarios
Pero no
(pie
elu-
sino que pocos días emigrados argentinos en
brasilero,
de
los
Montevideo reseñaban esas conferencias y naturalmente del resultado de ellas y del pimiento
S()lo
sobrevendría con
de esto ya no (|nedaba
m;is
la
se felicitaban pi'()ximo
Argentina.
rpu' estar
;i
rom-
I)es})nés
las enun'gen-
cias.
Kl
ministro Arana
note severísima en
la
le
dirigi(> al ge'ueral
<|ue,
(ínido
una
avista de los hechos ocurri-
dos, desaprobaba sn eondneta
en
la
corte
del
Janeiro.
— «En asuntos tan E. cerca del
graves,
230
le
—
dice, todos
los
i)asos
de V.
señor ministro de relaciones exteriores del
Imperio, debieron ser oficiales, por notas, y no por entrevistas ni con-versaciones.
En
estado actual de co-
el
y atendidas las órdenes reiteradas que V. E. tiene
sas,
Excmo. señor gobernador, esa diplomacia miedosa no ha podido ni puede producir sino males, compromedel
tiendo la dignidad de su gobierno, y
Y
mientos políticos.»
hasta sus pensa-
en seguida de darle á conocer los
propósitos que se vienen madurando, cierra su nota
«El señor gobernador no puede ver prolongada por
así:
más
tiempo esta situación, y es para cortar de raíz todo lo que ella tiene de gravísimos perjuicios y de mortificante,
que reitera á V, E. perentoriamente sus órdenes contenidas en notas de 8 y 26 de agosto previniéndole que .
.
E.
como un
de insubordinación que comprometa los
sagrados
toda ulterior demora acto
.
mirada por
será
S.
deberes que se han encomendado á la lealtad de V. E.» (M El ministro Guido se apresuró á cumplir las órdenes perentorias de su gobierno.
de pie los pretextos perio le
para negarle
que al
Y con
alegaba
el
objeto de no dejar
el
gobierno
del
Im-
argentino condignas reparaciones,
dirigió al ministro Paulino Suárez da
sición de 5 de diciembre de
1850.
En
Souza su expo-
este notable do-
cumento ñja claramente las responsabilidades del Imperio, abundando en hechos públicos y notorios; y destruye los pretendidos cargos al gobierno
en
el
argentino, los cuales
supuesto de ser fundados, aparecían siempre como
consecuencia
de
esos
Y
hechos.
aquellas responsabilidades,
el
al
resumir éstos y
ministro Guido exige
proceso en forma del barón de Jacuhv y
')
Véase Archivo Americatio,
2^.
serie,
núm.
el
de sus cóm-
29,
pág.
21.
— jilices.
—
281
y las reparaciones consiguientes á los daños cau-
éste; y declara que si el gobierno del Imperio no acepta llanamente el tin-mino propuesto como el único bajo el cual puedan quedar sin consecuencia los puntos debatidos, tiene orden de pedir su pasaporte. Todavía
sados por
el
gobierno imperial insistió en sus reticencias.
Pero
la
exigencia del ministro Guido era perentoria: así fué que
algunos días después cortó las relaciones con el Imperio, ausentándose de Río Janeiro para Montevideo, desde
puso en comunicación con Oribe, á cuyo gobierno el argentino le daba conocimiento, por lo demás, de toda la correspondencia cambiada con aquella corte. (M Este desenlace preparado y calculado por el Imperio
donde
se
dio la
medida á que había llegado
contra
el
gobierno argentino, y á
La
atenerse desde luego.
la
nueva coalición menester era
la cual
injustificable negativa
á
dar
reparaciones que cumplían á toda nación neutral según los principios elementales y reconocidos del derecho de
una agresión más ó menos de entrar en el camino de
gentes, importaba dejar en pie
disimulada; ó
la resoluci('»n
Y
las agresiones.
agrediría á la
era
casi
el
Confederación Argentina
con una base de apoyo en principalmente en })orque la
seguro que
el
campaña
litoral
del
año
lo
interior
si
de
Imperio uo
no contase ella
su
para facilitarle 182()
era
una
y
muy
pasaje;
lecci('tn
(iiu;
debía aprovecharle.
Por otra
parte, en
el
Paraguay y en
tino de Corrientes, se desenvolvía el
(')
Véase
lorio Paulino.
22 á
44.)
el
Imperio
Estado Oriental, y ([ue constituía primeros hecdios de la coalición. Bajo
llevaba á cabo en pro]iiam('nte los
territorio argen-
plan que
el
Gacela Mercantil (M 4 do rehrero de 1851. liela(Véase Archivo Americano, l^^ serie, núm. 28, páü«
Zí?
232 las inspiraciones del
invasi()n brasilera al
llevaron
Imperio y simultáneamente con la territorio oriental, los paraguayos
un ataque sobre
el territorio
de Corrientes, pera
fueron rechazados dejando algunas armas y bagajes que acusaban la procedencia brasilera. Ocupando con sus tuerzas los dos puntos estratégicos de las Tranqueras de San Miguel y de Loreto, el gobernador del Paraguay don Carlos Antonio López exigía subsidios y recursos del Imperio sin adelantar entretanto sus operaciones. El agente del Imperio, que no lo dejaba de mano, le signilic(') que no daría unís recursos á pura pérdida, lo que decidió á López á reunir como 1.500 hombres y situarse á la altura de Santo Tomé. Las fuerzas del gobernador Virasoro tomaron posiciones del otro lado del Aguapey. para impedir que López pasase el arroyo como Pero desiués de cinco era de suponer lo intentaría. días de marchas y contramarchas que inutilizando sus
caballadas lo habrían perdido irremisiblemente
si
Vira-
soro no hubiese tenido órdenes terminantes de no tomar la ofensiva,
López
se retiró precipitadamente á su
mento de la Tranquera de San Miguel. (') Ante semejantes resultados, el Imperio el
momento
su bolsa á López.
le
campa-
cerró por
Éste dio riendas á su
compromisos violados; hizo mérito de sus consiguiese, llegó á amenazar al hechos, y, agente brasilero con que mandaría á su hijo don FranEl agente brasilero pudo cisco Solano á Buenos Aires.
enojo; invocó
como nada
calmarlo con promesas halagüeñas, y á su turno le delo ponían en el caso de ade-
mandó compromisos que
lantar sus operaciones sobre las fuerzas Cíjrrientes.
que
(' Parte de Virasoro á Rozas. Véase en el apéndice Virasoro á Lasos. (Manuscrito original en mi archivo.) )
le
oponía
Pero nada de importante hizo López, y en
la carta
de
nada ó
nada
promesas del agente imperial. Entonces López desahogó sn despecho contra el Brasil en sn diario Ei Progreso; é invocando el peligro inminente de ser invadido y la necesidad de apelar casi
se resolvieron
las
una leva
á los últimos recursos, hizo
pobladores del territorio de Matto
arrió
y
La prensa de Río Grande
cuanto pudo.
aquí
entre los nuevos
Grosso
de
clann»
contra estas medidas y el agente imperial reclamó de ellas inútilmente, viéndose obligado á ausentarse de la
Asunción.
Muchos,
el
general Virasoro entre ellos, diéronles á
más trascendencia que
tan graves ocurrencias
«Veremos
tenían.
lo
que produce
esta
la
que en
nueva cuestión
provocada por los desacuerdos de don Carlos, bía
general Virasoro
el
escri-
le
coronel Lagos: quizá
al
sí
cere-
í-:u
bro tan fecundo en desatinos, aborte de esta vez algún
fenómeno;
tiempo nos presentará
el
lo
que sea.»
(';
Corto
un mes después el mismo general al coronel Lagos de haberse terminado las desavenencias, en estos términos: «La novedad entre brasileros y paraguayos, sin embargo de su fué este niirage, que
Virasoro
le
da cuenta
gravedad, no ha producido los efectos en desinteligencia
que eran salií)
en
(leesi)erarse; el retira
encargado
d(!
hasta
solo
negocios del Brasil ítapuá,
desi)achos del gobierno imperial en que restituyese
de este
como de
la Asunci(')n,
á
modo
esa diferencia
agitaciíui ([ue ocasiontj.»
la
Y
lo
ni.is
raro es
que
( '
)
-)
la
lo
verilicó,
y
seguramente ha calmado general Virasoro.
el
el
al
habla
general Urquiza, agrega
resolución amigable de
Manuscrito original cu mi Manuscrito original en mi
recibió
(-)
y en un perfecto acuerdo con
en su carta que
tacto
allí
ordenaba se
le
ai-ciiivo.
arciiivu.
(\éaso
el
ese
asunto
apéndieo.)
(N'éase el apéndice.)
— aleja
recelo de
el
934
—
,
un rompimiento entre
el
Brasil y la
Argentina; y hasta anticipa á este respecto noticias desacreditadas por hechos notorios, los cuales justifican y explican, por el contrario, los aprestos de guerra que se
hacen en Buenos Aires y en Entre Ríos respectivamente. «Un resultado semejante, escribe Virasoro, nos presenta
hoy
el
Brasil respecto de los recelos
por
el
temor de un rompimiento con
que la
le
agitaban
Confederación
Los preparativos que se hacían en la provincia de Río Grande han suspendídose: algunos cuerpos de guardias nacionales que por orden del gobierno imperial se reunían, han sido disueltos últimamente y la reunión de salvajes unitarios refugiados, encabezada por el loco Juan Madariaga, ha dislocádose. .» Más que difícil es que el general Virasoro, que al frente del ejército y reArgentina.
.
cursos de Corrientes constituía, con los de Entre Ríos, la
única base de fuerza argentina con que Urquiza con-
taba para formar
la coalición,
no estuviese
los trabajos de ésta á principios de 1851;
cabo de
al
cuando ya no
podía hacerse misterio de las posiciones que iban tomando
en
la
nueva situación que
dirigían
como
se
días después de
su carta
comunicaba
al
los
que
Lo
la
cierto
contradecía visiblemente, pues dos
es que Virasoro
tar el cargo
se dibujaba, así
los principales afines de éstos.
de
10 de
enero á Lagos,
le
gobierno argentino que se decidía á acep-
de gobernador para que había sido reelecto,
en vista de «la actitud amenazante en que permanece
el
desacordado gobierno del Paraguay, y la política desleal é infame observada por el Brasil en ofensa de la Confederación Argentina.»
(
')
(')
Véase La Gaceta Mercantil del
14
de febrero de 1851.
CAPÍTULO LXV LA TERCERA ('OALRIÓX CONTRA líOZAS
(
Sumario:
1-S51
)
Formas concretas y tangibles do la nueva coalición.— II. Oribe le da cuenta de ello á Rozas y íe propone batir á Urquiza. III. Negativa de IV. Optimismo de Rozas ante Rozas á pesar de las seguridades de Oribe los actos.de la coalición. V. La circular de Urquiza á las ])rovincias. VI. Los jefes federales: la respuesta del coronel La^os al ministro Galán. VII. Forma política del pronunciamiento de Urquiza: el decreto de 1». de mayo de 1851. VIII. Critica de este decreto: las formas legales y la participación del Brasil.— IX. El pacto de 1831 ante la segregación de Entre Ríos. X. La última ratio del general Urquiza para llamar á los argentinos á la obra común. XI. El tratado entre Urquiza, el Imperio y el gobierno de Montevideo.— XII. Contradicción entre el motivo y el lin de este tratado: reminiscencia del tratado de 1843.— XIII. Lógica a que obedecía el Imperio del Brasil: las estipulaciones del tratado.— XIV. El verdadero ün del traXV. Circunstancias que intado: triunfo de la diplomacia del Imperio. fluían para que las provincias no adhiriesen al pronunciamiento de Urqiiiza. XVI. Las provincias invisten á Rozas con el poder supremo de la Naci ón y lo encargan de convocar un congreso constituyente: la de Catamarca se XVII. La de Salta sanciona idéntica invesio comunica así á Urquiza. tidura: la proclama del gobernador Saravía y su circular á las provincias. — XVIII. Soli'mnidad de formas con que se revisten estos pronunciamienXIX. tos cu las di'inás juMvincias; el pronunciamiento de la de Mendoza. El de San .luaii, San Luis, Santa Fe y La Rioja. XX. El de Córdoba y el de cridel Tucumán.— XXI. Crítica de este pronuncianiiento. XXII. Bases terio histórico para apreciarlo en todo su alcance: la organización de Urquiza, frente á la organización de las provincias.— XXIII. Reiiereusióu de este pronunciamiento en Buenos Aires: la revista militar del 9 de julio XXIV. Ovasión popular á Rozas. XXV. Demostraciones singulares en XXVI. El drama Juan Sin los teatros: las alegorías de cii-cunstancias. pena y las consecuencias del parecido del protagonista con Urquiza. aXVIÍ. La propaganda en la prensa. XXVIII. La poética guerrera. XXIX. Reclamación del ministro de S. M. B. resjjecto del previo aviso para que rompan liostilídades las jiotencias signatarias del tratado de 1828. XXX. Respuesta del Imperio: exposición de motivos del gobierno argentino para declarar que se ve precisacfo á recurrir á las armas. XXXI. HostiXXXIl. lidades que, en violación del tratado de 1828, inició el Imperio. Motivos que da Rozas á las provincias para [aceptar el mando sui)remo. XXXIII. La legislatura de Buenos Aires reproduce la sanción de las demás Ii'gislaturas y declara nulos los actos de Urquiza. XXXIV. Nuevas manifestaciones en celebración de haber Rozas aceptado el mando supremo: las inscripciones en la plaza de la Victoria: la procesión cívica: los oradores en los ti-atros. XXXV. Las actas de adhesión al gobiernn nacional de Rozas: las de los dignatarios del ejército y armada: la de los altos funcionarios de la administración: la de los magistrados, 'cúria eclesiástica y corporaciones: la de la academia de jurisprudencia: de los abogados: manifestaciones individuales de hombres notables. XXXVI. Exposición de los paraguayos notaliles á Rozas, para que la jirovincia dil l'araguay sea reincor|)oracia ¡I la Confederación Argentina.
I.
—
—
—
—
—
—
—
—
Las negociaciones los
(pie
plenipotenciarios de
«general
rrfjniza,
eii LS4(i
iniciaron
el
Brasil y
Gran Bretaña y Francia con
toniaron
(los[)n('s
fitrnnis
el
concretas y
— merced al Imperio en no herir
tangibles,
236
—
empeño de
solícito
las susceptibilidades
con pretensiones como
agentes del
los
de ese general
de que se erigiría á Entre Ríos
la
y Corrientes en Estado independiente de la Confederación Argentina. Dicha negociación era conducida de Montevideo á Entre Ríos, é iba á parar en Río Janeiro (jue era
su
centro
obligado,
Urquiza estaba
esta vez á pronunciarse contra Rozas.
Luego que
nimia.
era cuestión
El
cómo
resuelto lo haría
volvió de Entre Ríos
don Manuel Muñoz, enviado allí por el gobierno de Montevideo, Urquiza se puso de acuerdo con el general Virasoro, gobernador de Corrientes. Sobre esta base entró de lleno en la alianza con
el
Brasil
y contando, además, con
la
cooperación del ge-
tevideo;
y con
Mon-
neral Eugenio Garzón, quien tomaría oportunamente
mando
Á
el
de las fuerzas orientales.
pesar del sigilo con que
procedía,
se
Oribe se apercil)ió de estos trabajos,
medir cuando sus subordinados taciones de
el
general
cuyo alcance pudo
trasmitieron las invi-
le
Urquiza y de Garzón.
Oribe reunió á los
de su ejército, y cuando éstos hubieron reproducido sus votos de adhesión á la causa que prin('i})ales oficiales
sostenían,
y
le
le
dio cuenta á Rozas de todo lo que sabía,
propuso que para prevenir
raba, levantaría su
guay
é
iría
campo
del Cerrito,
á Urquiza
á reducir
intimación que Rozas
le
golpe que se prepa-
el
el Uruno cedía á la
pasaría
éste
si
hiciese.
Rozas, ó pensaba que la obediencia de Entre Ríos no valía el
ría
más que
la ventaja
levantamiento del ;i
Urquiza; pues
que obtendría Montevideo con
no creía que Oribe reducirespondió que él daría las provi-
sitio, ó le
dencias para reducir á este último moviese. Oribe insistió asegurando
é
impedirle que
el éxito
se
déla empresa,
pero Rozas se encerró en una negativa tanto
mas
inex-
^
237
—
plicable cuanto que, para llegar á ese resultado, no contaba
con seguridades mayores que las que le daba un general como Oribe, que llevaba dadas muclias pruebas de sus capacidades militares. reto, esto era
Muclio menos
preparar un
que
aceptar
un
fracaso ruidoso; pues lo pri-
mero que baria Urquiza sería reducir á Oribe para no su espalda un enemigo que podría perderlo Á ni ningún general, le era evitar á dado ese fracaso, Oribe, tratándose de un ejército que se mantenía en la inacción, mientras que un enemigo audaz y con antiguas vincu_ laciones en esas filas, lo minaba en su discij)lina y en su moral por todos los medios que están á la mano en dejar
;1
casos tales.
Desde
este
punto de mira,
son los sucesos que se
lo
que más sorprende no con rapidez
precipitan
desde
principios del año de 1851: es la frialdad con que Ro-
zas los ve venir, sin tomar las medidas radicales (pie
mano para
desbaratarlos, por lo que bace á cuando Entre Ríos menos. Sus allegados así se lo encarecen cuando hasta los artículos de La Regeneración de Entre Ríos le demuestran que ya tiene encima la borrasca. Pero él hace alarde de un optimismo que los desorienta, asegurándoles que el pronunciamiento de la Confederaci(3n será tal que aplastará la coalición y le alirirá al (ejército argentino el camino hasta el Brasil. tiene á la
Y mientras
esto medita, todos los elementos
de la coalición se han puesto de acuerdo con
dirigentes
Urquiza;
el doctor Herrera y Obes, ministro del gobierno de Montevideo, negocia con el Brasil el tratado de alianza
y
que
lirni(')
poco
(Il'siuk's.
Y cuando ha adelantado ya sus ganizar
el
que manda
trabajos para! desor-
veterano de argentinos y orientales Oribe, y está seguro de la concurrencia del
ejército
Brasil, ([uc es (piien
más
lo
empuja,
el
general Urquiza
—
-238
—
dirige ú los gobiernos federales de la Confederación
circular de 5 de abril, en la que les declara que se
á la cabeza del movimiento
su
pone
de libertad «con que las
provincias deben sostener sus pactos federales, no tole-
rando
el
criminal abuso que
el
gobernador de Buenos
Aires ha hecho de los imprescriptibles derechos con que
cada sección de
la
República contribuyó por desgracia
á formar ese núcleo de facultades que el general Rozas
ha extendido al infinito. .»; y en la que, consagrando el hecho del apoyo de las armas extranjeras para obtener «Las lanzas del ejército entrerriaese resultado, agrega: las de sus
y
110
amigos y aliados bastan
por
para derribar ese poder ficticio del gobernador
sí
solas
de Bue-
nos Aires.» f) Simultáneamente con estas circulares, Urquiza invitó á los principales jefes argentinos y orientales á que deen que servían, y entre éstos al Oribe, á los coroneles Lagos, Costa.
feccionasen de las general Ignacio
illas
Granada, Rincón, Barrios, Ramos y otros. Los nombrados permanecieron fieles á sus compromisos y dieron cuenta de todo á su superior.
El coronel Lagos renunció
{-)
cargo de jefe político del Paraná, y invitación que á
Oalán,
le
declaró:
nombre de Urquiza
en respuesta le
el
á la
hizo el ministro
«Mis sentimientos y mis ideas están
perdurablemente sometidos á
la
sagrada sanción de los
pueblos de la Confederación Argentina bajo
la ilustre
y
Excmo. señor gobernador de Buenos Aires, brigadier general don .Juan Manuel de Rozas, á cuyo elevado patriotismo y altas virtudes sabia dirección de mi jefe
(
^
)
c'
Se publicó en La Reg enerado n de Entre Ríos, del 25 tle 1851. (Véase Archivo Americano, 2a. serie, núm. 25, páíi-. véase Gaceta Mercantil del 16 de junio de 1851.)
mayo de 197".
{-) 25, pág.
Véase estas cartas en 166 y siguientes y
el
Archivo Americano, 2^. serie, núm. 26, pág. 180 y siguientes.
núm.
— confiaron los
289
—
confederados
pueblos
defensa
la
sus
de
derechos, y obtuvieron siempre gloriosos triunfos y felices resultados, con asombro del mundo y con gloria
nombre.»
imperecedera de nuestro la
Urquiza respetó
(')
noble altivez de ese soldado caballero, y
res de
dio pasa-
le
Buenos
porte para c]ue regresase inmediatamente á
Ai-
donde había salido ocho años antes al frente de armas con que formó parte del
la divisi(3n de las tres
ejército á las
órdenes del general Garzón.
FA acto político por
el
pronunció en contra del fué su decreto de tica
1".
de
cual
Urquiza se
general
el
Rozas,
gobierno del general
mayo de
La forma
1851.
prác-
para llevar á efecto ese pronunciamiento era
menos, como 1828 con
la
lo
fué para
el
Brasil violar
Confederación, según
el
lo
de
tratado de
cual no podía ini-
el
ésta hasta seis meses después, Fundándose en que el general Ro-
ciar hostilidades contra
de un rompimiento. zas había
comunicado «á
confederados su
los gobiernos
invariable resolución de llevar á cabo la formal renuncia de los altos
poderes
su persona
delegados en
por
todas y cada una de las provincias que integran la República:
que
reiterar
al
general
Rozas
insinuaciones para que permanezca en es faltar á la consideración
rar á la
el
debida á su salud y coope-
ruina de los intereses que
der atender; y en
(|ue es
Confederación Argentina
tener al
general Rozas á su cabeza,
él
una
bre de la provincia de Entre
suponerla
idea
incapaz,
de
la
sin
el
de sostener sus principios el
Ríos y
'¿'*.
fií'v'w,
general Urquiza
en nom-
(pie inviste
declara
l»rovincia acepta la renuncia de Rozas;
Véase Archivo Ar/ier ¿cano,
confiesa no po-
triste
orgánicos y asegurarse su porvenir», invoca las facultades extraordinarias
(')
anteriores
las
lugar que ocupj,
({ue
reasume
iiiiin.
'Jf),
piig.
el
\:]h.
esta ejer-
— 240 — de las
cicio
atribuciones
Buenos Aires en
deleo'adas
que se
lo
gobernador de
al
relaciones exterio-
refiere á
paz y guerra; y queda de consiguiente en aptitud de entenderse por sí con los demás gobiernos del mundo,
res,
'
hasta tanto que reunido
congreso de las demás pro-
el
vincias, sea definitivamente constituida la República.
Mirado del punto de vista de las formas existían, según los tratados invocados
como
otra parte, y afianzadas por la práctica
consecutivos,
el
(')
legales, tal
de una y de veinte años
una
acto del general Urqniza era
rebe-
que sus partidarios no supieron legitimar siquiera
lión
Mirado del punto de vista del honor nacional, era de difícil justificación si se atiende á que era impulsado por una nación extranjera, la
fuere aparentemente.
cual debía invadir la patria con
un gobierno que que
el
legal
sentaba
el
del
Imperio cuya
los pueblos
argentinos; y
prescindiese
recomendaba
á
que hubiese invocado los motivos gobierno de Rozas
de Montevideo, ó
derrocar
incomodaba. Más digno habría sido
general Urquiza
cooperación
más
le
objeto de
el
al
sentir de
violación de
la
tratados
que pre-
los papeles
trastorno
ó
año de 1831 y que denunciando con razones más ó menos aten-
del orden de cosas que databa del se venían dibles.
Urquiza separa á Rozas, y como dieran
los tratados
y
el
si
de Rozas depen-
vínculo nacional que une á las
provincias, disgrega la de Entre Ríos de la ción.
Una
Confedera-
evolución idéntica á la que, un año después,
operó Buenos Aires contra
cionada con
el
el
mismo
Urquiza, ya alec-
ejemplo. Esto importaba violar
el
del 1^ de febrero de 1831, por cuyo artículo 4^
tratado la pro-
vincia de Entre Ríos se comprometió «á no oir ni hacer
(*)
Véase La Regeneración y El Progreso del
4,
8 y 13 de
mayo.
—
—
-,^41
proposiciones, ni celebrar tratado alguno particular por sí
sola con
otra de
las
con ningún otro
ni
litorales,
demás La declaración
gobierno, sin previo avenimiento expreso de las
provincias que forman la Confederación».
Urquiza no tenía significación
del general
imitación
de
lo
que
hizo
legal.
Era
la
Ferré separando
general
el
Corrientes de la Confederación Argentina á título de que ésta era gobernada por
maba
principios
un
Urquiza, que procla-
tirano.
orgánicos, afianzaba
que á una provincia
de la Nación
el
antecedente de
bastaba rebelarse
le
contra la autoridad nacional para atribuirse los derechos de nación independiente.
Verdad la
que
es
úliiina ratio^
Á
gánicos.
el
para llevar adelante sus
esto respondieron
como fué el de: «mueran
decreto por
el
apoyaba en
Urquiza se
general
propósitos or-
sus actos subsiguientes,
cual sustituyó
los salvajes unitarios!»
por
el
el de:
lema oficial «mueran los
enemigos de la organización nacional!»; y la proclama del 25 de mayo, obra ramplona del secretario Seguí, en la que se señalaba al « déspota que ha hollado con su pie las virginales sienes de á
todos los argentinos
es verdad
que
en
una joven república», y se llamaba á la obra común. Pero también
este
llamado era parte principal
el
Imperio del Brasil, que desde principios del siglo medró contra la República Argentina.
Él no podía ser respon-
dido en general sino por aquellos argentinos que así
echaban en
l)razos del Brasil para restaurarse en el go-
bierno de su país,
echado en brazos de
En
se
como con la
efecto, el 29 de
el
mismo
objeto se habían
Francia y de la Gran Bretaña. mayo de 1851 los señores Silva
Pontes, Manuel Herrera y Obes y Antonio Cuyas y Sampere, firmaron el tratado de alianza ofensivo y defensivo entre
video y TOMO
el V.
el
Imperio del Brasil,
el
Estado de Entre Ríos.
gobierno de MonteEl motivo
de este 10
—
24-2
tratado, según se expresa en
contratantes
«
— el
preámbulo,
interesados en alianzar la
es: estar Ios-
independencia
y pacificación de la República Oriental, y en cooperar para que su régimen político vuelva al círculo trazado por la constitución del Estado »; y su fin a hacer salir del territorio oriental al general don Manuel Oribe y las fuerzas argentinas que manda, y cooperar para que restituidas las cosas al estado
normal
se proceda á elec-
ción libre del presidente de esa república». (')
Era manifiesta, como se ve. la contradicción entre Para salvarla habría el motivo y el iin de este tratado. sido necesario hacer entrar á Oribe, que ejercía las funciones de presidente del Estado Oriental y era jefe
un partido poderoso, en los beneficios de la La inconsecuencia acusadora recaía sobre
de
pacificación. el
Imperio
del Brasil, que actuaba en razón de sus tentativas para
sentar sus infiuencias en
general
era,
en su sentir,
que
éste representaba, lo
el
Estado Oriental.
el
que
lidad de las instituciones en
taba
el
alejamiento
de ese
1851
Oribe y el orden de cosas imposibilitaba la estabiel
Estado Oriental, y paccomo único medio
general
En
1843 suscribió
la
Confederación
para que la pacificación se realizase. ofensivo y defensivo con el tratado
Argentina (que
En
Rozas se negó á
ratificar)
por
el
cual
reconocía la justicia y legalidad de la causa que Oribe representaba en contraposición al partido político con
que
el
gobierno de
declaraba: « convencido de Fructuoso Rivera es incompatible
con
la
paz interior
de la República Oriental y con
el
cual pactaba en
1851; y
la
paz y seguridad del Imperio y de los Estados limítrofes; convencido de que la perpetuación en su poder mantenido por
(')
una
política dolosa
y
sin fe,
no sólo pone en
Véase Registro Nacional Argentino, año 1851.
—
—
24;]
peligro la existencia política de la
que fomenta
misma
república, sino
San Pedro del
la rebelión de
sur; y consique los rebeldes derando de dicha provincia se han aliado y unido á Fructuoso Rivera para hacer la guerra á la
Confederación Argentina.
Había algo lógico vencido
el
.»
esto.
Imperio en 184o. en
pezó á surgir fuerte la
tras
.
necesidad que
Si de algo
la
habían creado
le
estaba con-
y desde que emConfederación Argentina, era de 1851
sus ambiciones tra-
dicionales de asentar sus influencias
absorbentes en el Estado Oriental, y de acrecentarlas á costa de aquélla, transformando en su provecho la geografía política del litoral
y uruguayo. El tratado de 29 de mayo que los aliados concurrirían con todos los de guerra de que podían disponer, y que las
argentino
establecía
medios
fuerzas de
mar y
las del general Oribe,
razón de las
del
tierra
Imperio
ocupando
operarían
con
el
se
designaba ya como general en jefe
general Urquiza y con
orientales,
«
no perjudicaría
jefe de las fuerzas imperiales
cia con el de las fuerzas
La escuadra imperial
el
la
oriental en
el territorio
necesidades. Se entendía
que
contra
acuerdo
el
general Garzón, á quien
de las fuerzas
libertad
cuando
de acción del
la previa inteligen-
orientales no fuese posible
debía,
además, proteger
la
isla
Martín García y ocupar los ríos Paraná y Uruguay. el
caso de prestarse socorros extraordinarios,
éstos sería materia de convención especial. se alianzaban su respectiva
de sns territorios, ridor
)).
((sin
independencia y
el
».
de
En
valor de
Los aliados la
integridad
perjuicio de (os flcrechos adqui-
(')
tratado con el Esto." derechos adquiridos provenían del (') gobierno de Montevideo ;i fjue se refiere el capitulo anterior, que sancionaba el íUi po'--idelis del Imperio, y en cierto modo la soberanía so])re la í.a^iuna Merim, el Vbicui, v el Valuaron.
—
244
—
Claro está que estos dos últimos artículos se referían al
Imperio del Brasil, que era
caba en
el
tratado,
beneficiado.
entidad
era
él
que se destaprincipalmente
el
Y como consecuencia de todo
viniéndose en
invitar
esta alianza, el «
la
como que
Aun cuando
ello,
Paraguay á formar
al
y con-
parte de
xv del tratado establecía
artículo
que:
tenga por único fin la indeefectiva de la República Oriental, si
esta alianza
pendencia real y por causa de esta Aires derlara>^e
la
misma
alianza
guerra á
el
gobierno de Buenos
aliados^
los
individual ó co-
lectivamente, la alianza actual se tornará en alianza co-
mún
el dicho gobierno, aun cuando sus actuales hayan llenado^ y desde ese momento la paz y guerra tomarán el mismo aspecto». (') Esto impor-
contra
objetos se la
taba
el
lización
triunfo de la diplomacia del Imperio del
propósito
1843, de hacerse de
que perseguía desde
una buena base en
para lanzarse á derrocar
el
la
rea-
y
la
el
año de
Confederación
gobierno de Rozas que venía
contrarrestando esa diplomacia,
que tenía graves nego-
pendientes con él, y que era por entonces quien podía hacer tambalear y aun derrumbar el único trono de América, El artículo xv del tratado de 29 de mayo cios
estipulaba ya la alianza contra Rozas, la cual concluyeron los aliados en noviembre de ese año. Por mucho que pesasen las declaraciones y propósitos del general Urquiza en el
ánimo de
los
hombres de
posición y de influencia en las provincias de la Confederación, es lo cierto que éstos no podían conciliarios
con
hecho deprimente de que el Imperio concurriese con sus armas, en circunstancias en que Confederación se preparaba á desagraviar hasta con el
á realizarlos la
(*)
Documento
oflcial.
Registro Nacional del año 1851.
—
'245
sus armas las ofensas que Al sentir «
de esos
el
— Imperio
hombres, un hecho
El general Urquiza, se decían, que
mos
actos oficiales señalaba los
diferencias con
columna de el
Imperio;
la federación
zado contra contra
el
la
el
en
el litoral, el
Imperio, ¿cómo
otro. últi-
Nación, en preantecedentes de
Urquiza, la
general
el
el
de la separa-
peligros
sencia de sucesos que eran los propios las
excluía
hasta en los
mando de
ción del general Rozas del
había inferido.
le
centinela avan-
proclama
la
revolución
general Rozas para organizar la Nación en
cunstancias en que la dignidad de ésta tar la guerra á
que
el
Imperio
la
impone acep-
provoca? ¿Por qué no
la
espera á que se resuelva esta guerra? ¿Por qué
Rozas se opone á reasumido en sí todos
la organización,
ral
habían sídole
los poderes?.
conferidos
por
el
cir-
.
.
el
gene-
después de haber
Pero estos poderes
gobierno
de cada una
de las provincias. Si éste había abusado de tales
pode-
negaba á organizar la Nación, la Confederación, sin ayuda ni intervención de gobiernos extranjeros, podía demandárselos y proceder en consecuencia de su res, ó si
se
jiegativa.»
Movidas por estas
ideas,
de la Confederación,
iníluencia del gobernador
llamado del general
ninguna de
provincias
las
á excepción de Corrientes, bajo
de
l^rquiza.
Entre Ríos, respondió
Por
d
la al
contrario, las le-
gislaturas y gobiernos de Santa Fe, Córdoba, La Rioja, ( yatamarca, Santiago, Tucumán, Salta, Jujuy. San Luis,
Mendoza y San Juan, teriores, é invistieron
supremo de
la
ratificaron sus leyes y votos an-
expresamente á Rozas con
Nación.
Y
concordando con
el
poder
los propósi-
que invocaba Urqui/a, subordinaron á ese nombramiento el encargo de convocar un congreso general constituyente, y designaron representantes cerca de Rozas tos
para que allanasen cual([nier;i dilicnllad en
d
nioincnto
— ()|)Oi'tini().
—
246
Así se lo comunicó á Urqiiiza
el
gobierno de
Catamaica; y al adjuntarle las leyes sobre el supremo poder nacional y encargo de convocar el congreso, recaído en
persona de Rozas,
la
buscando en federados
el
le
manifestó que
con los de Tucumán,
dido de acuerdo
había
proce-
y Jujuy.
Salta
la acción uniforme de los gobiernos conmedio de afrontar las diílcultades que sur-
gían para la Nación.
Urquiza
le
durísimos, calificando de traición
respondió en términos la
conducta
de dicho
gobierno, y las dichas leyes de «pronunciamiento vil en
su origen, ilegal en sus medios, funesto y antinacional en sus fines ». (
'
La provincia de Salta invistió igualmente á Rozas con el mando supremo y con el encargo de convocar el congreso. El gobernador Saravia expidió una proclama en la c[ue decía: « Como general de ejército, ürquiza ha vendido un puesto de honor y de confianza; ha cambiado en traidor que deserta
circunstancias en que la
en
patria defendía su independencia! ¿É invoca organización
nacional? ¿Para esto busca al extranjero? ¿Y quién
le
ha
tal misión? No son los pueblos que lo execran, enviando diputados á Buenos Aires á presentar al general Rozas su adhesión más sincera...» Y en la circular
(lado
en que comunica esas leyes á los gobiernos de la Confederación, acentúa
así el
posible creer de buena
santos
principios,
á
fe,
mismo pensamiento: «No es aunque se invoquen los más
hombres que piden constitución
promoviendo una guerra fratricida, en circunstancias en que un Imperio vecino aglomera elementos bélicos contra la
Confederación. Esta es
girla al
(^)
núm.
26,
la
obra de la paz.
¿Cómo
exi-
general Rozas cuando no están terminadas las
Documento
oficial.
pág. 161 á 172.
Véase
el
Arc/i¿uo
Americano,
2a.
serie,
— cuestiones con
más
lenguaje
247
—
Francia. Montevideo y
Ja
claro
es
está para concluir
el
siguiente:
«El general Rozas
con
cuestiones
las
Un
Brasil?»
el
la
Europa: nada
su gloria sino organizar la Nación dándole una
falta á
constitución:
dará sin duda, porque tiene
él la
el
deber,
poder y el cjuerer. y cuenta con todos los pueblos: antes que llegue esta época arrebatémosle esa gloria el
convulsionando
calumniémosle de ser enemigo organización. Yo. Urquiza. quiero mandar, y no lo
de la
país,
el
podré mientras exista ese héroe.
('
Estos pronunciamientos revistieron las mayores solem-
nidades legales en las demás provincias. El gobernador
Mendoza sometió
de
á
la
investir á Rozas con el
legislatura
un mensaje para
mando supremo
de la Nación,
un congreso constituyente. La el número de sus miembros con ciudadanos notables de la Provincia; y así compuesencargado de convocar
legislatura acordó doblar
ta sancionó por
sus leyes de 10 y
de 29 de julio
de
1851 los términos del mensaje; declaró traición á la pa tria
rebelión de
la
Urquiza;
que hiciese uso de todas
las
facultó al Ejecutivo para
fuerzas
y recursos de la Brasil, bajo la di-
Provincia contra dicho general y el rección del gobierno nacional; y mandó que sin perjuicio de que se convocase un plebiscito para dar
más
fuerza
á sus resoluciones, éstas fuesen suscritas por los repre-
sentantes res José
que las sancionaron, y que fueron los señoMaría de Reina (presidente). Luis Molina. Ru-
lino Ortega,
Maldonado. Victorino
Luis
Yera, José A.
Álvarez. Pablo Villanueva, Meliti'm Arroyo. Ignacio Fer-
mín iáu.
Andrés Barrionuevo. Victorino CorvaJosé Alvino Zapata. Carlos Solanilla. Benito Gon-
(') II
úm.
Rodríguez,
Docuincnto 2(>.
páir.
v!l()
oficial. ;i
21
(I.
Véaso
p1
Archivo Anm'icnno,
2a.
serie,
— zález,
248
—
Lorenzo Vila, José Benito Rodríguez, José
Juan Ignacio
García,
Juan de
la
R.
Correa,
S.
Palma,
Sebastián
Cesáreo Cuervo, José M. Hoyos, Julián Aberastain, Bí^nito Molina, José A. Estrella, Juan de Rosas, Fermín Coria, José Alberto Ozamis, Damián Aberastain,
Indalecio
Rosas,
Hudson, Pedro Pascual Segura, Nicolás Guiñazú, Juan A. Domingo Bombal, Ramón J. Godoy, Nicolás Sotoma-
Sosa,
yor, Vicente Gil, Francisco de la Reta, Baltazar Sánchez,
Juan Isidro Maza, Juan N. Calle. (') Con solemnidades análogas y sobre los mismos motivos, la legislatura de San Juan sancionó su ley de 28 de julio que suscribieron los representantes del pueblo, á saber: Zacarías A. Yanzi (presidente), Pedro Zavalla,
Franklin Rojo,
Rawson, A. Laprida, Juan D.
Agustín
Herrera, A.
Luis
Vico,
de Beruti,
Marcos
presbítero
Eleuterio Cano, Bonifacio Correa, Juan C. Vidart, Miguel
Jerónimo E. Rufino, Timoteo Maradona, Guillermo Rawson, Santiago Lloverás, Manuel Ponte. El general gobernador Benavidez, al comunicarle á Rozas los motivos de esta sanción, en presencia de la situación que creaban á la Confederación el pronunciamiento del general Urquiza, que calificaba de traición, y la actitud del Brasil, le manifestaba que tenía dispuesta la organización del ejército de la Provincia, para que acudiese donde fuese necesario. (^) Otro tanto hicieron las provincias de San Luis, de Santa Fe y de La Rioja. solemnizando, como en San Juan y Mendoza, con festividades públicas, el nombramiento recaído en la persona de Rozas. (^) Antonio de
(M núm.
Documentos 27, pág.
Francisco
oficiales.
Sarmiento,
Véase Archivo Americano,
2'^.
serie,
108 a 130.
Documentos oficiales. Véase Archivo Americano. 2a. núm. 27, pág. 131 á 140, y pág. 138 á 144. Documentos oficiales ib. ib. núm. 27, pág. 98 á 107; núm. (3) pág. 105; y núm. 29, pág. 90 á 164, donde respectivamente se
(2) serie,
48,
la Precilla,
— El pronunciamiento
menos
fué
tificar
explícito.
249
—
de la provincia de Córdoba na legislatura, en seguida de ra-
La
su sanción de 2 de junio,
Rozas con declaró
«
el
por
la
que investía á
poder nacional á los objetos
infame traición
general Urquiza
«
de la Provincia
al
la actitud
»
expresados,
asumida por
el
que se había prostituido hasta servir de avanzada al gabinete brasilero », y facultó al poder ejecutivo para que concurriese con todos los elementos sostén
del
poder
nacional.
Suscri-
bieron estas resoluciones los representantes, que lo eran los señores
Agustín San Millán (presidente), José María
Aldao, Ensebio Cazaravilla, Inocencio Castro, Juan
del
Campillo, Francisco de Paula Moreno, Tristán Achával,
Fray José Eleuterio Sosa, Jerónimo Yope, Eduardo Piamirez de Arellano, Fernando Félix de Allende, José A. Ferreyra, Juan R, de la Rosa Torres. (') En igual sentido se pronunció la provincia de Tucumán; y la legislatura resolvió igualmente que la ley sobre nombramiento y encargo recaído en la persona de Rozas, fuese suscrita }ior todos los ciudadanos que la componían y que, como los que he mencionado más arriba, pertenecían por sus antecedentes y por su familia, cá la mejor clase social de su provincia, á saber: los señores Jesús María Araoz (presidente), Crisóstomo Villar, Vicente Gallo, Manuel Paz, Sixto Terán, Fabián Ledesma, Domingo Martínez, Lorenzo Domínguez, José María Méndez, Benjamín Colombres, Agustín J. de la Vega, Juan M. Terán, Casimiro Méndez, Manuel Posse, Agapito de Zavalía, PatriAcuña, Agustín Alurralde. Pedro G. Méndez. (-)
cio
registran los nombres de los representantes que sancionaron las leyes mencionadas. Véase La Gaceta Merca)7Íil del mes de junio y de 2 de septiembre de 1851. (')
mim.
Documentos
29, páfr.
(2)
114 á
Documentos
oficiales.
Véase
Archivo Americano,
lííO.
oficiales, ib.
11).
uiiin.
2'.),
pá}í.
138 á 148.
ili.
— Digno de notarse las provincias
de
la
250
—
que este pronnncianiiento
es
de
Confederación Argentina, con excep-
ción de las de Entre Ríos y Corrientes sometidas á la del Paraguay del general Urquiza, y la inlluencia
segregada por los auspicios del Imperio del Brasil, era
mismos principios determinantes, y acusaba de un modo inequívoco la decisión, ya colec-
caracterizado por los
tiva ó ya individualmente, de hacerlos triunfar,
cuando
dueño aquel general de una parte importante del
litoral,
haciendo uso de sus antiguos prestigios,
un
frente de
al
y de su exclusiva devoción y con más fácil para esas provin-
ejército aguerrido
aliados poderosos, nada era
que abstenerse en la emergencia y alegar cualquier motivo para quedar prescindentes. aun sin romper con
cias
Su situación las favorecía. Entre ellas y Buenos Aires se levantaba Urquiza como un antemural que
Rozas.
había que
derribar
para
pasar adelante.
El gobierno
más inuna chispa
nacional no tenía en ellas un solo soldado, ni fluencia que la que ellas querían
concederle,
que se dejase penetrar de Entre Ríos podía, al favor de la opinión, producir en ellas conmociones más aparentes
que reales... ¿qué más
se necesitaba para
que esas pro-
compromiso alguno contribuir con un soldado, ni con
vincias dejáranse estar, sin asumir
por
el
momento,
sin
recursos de ninguna especie, de
que Urquiza no había
menester, como se los anticipaba en su circular de abril? El criterio histórico despreciaría los mejores elementos de apreciación, y tendría que partir de
ciones de la fantasía,
si
prescindiese
de
las
estos
inducantece-
dentes que estaban ahí, como en relieve, para demostrar que el pronunciamiento de las provincias en favor de Rozas obedecía á ideas arraigadas en el espíritu de una generación que venía siguiendo las evoluciones lentas de una escuela política embrionaria; iy á sentimientos
— primitivos
é
—
251
íntiiiiameiite
heridos
por
carácter
el
del
pronunciamiento de Urquiza, quien se aliaba al Imperio cuando pendía la cuestión con la Francia y cuando ese Imperio había roto sus relaciones con la Confederación Argentina.
Un mismo
principio
fué. pues,
terminó á las provincias, no á oponerse á ción nacional, pero [)ara
sí
Aparejado
supremo con que invistieron de convocar
el
al
á
que de-
supremo poder nacional.
á rodear al
rechazar la agresión que traía
unido á Urquiza.
lo
la organiza-
el
Imperio del Brasil
nombramiento de
Hozas, estaba
el
Jefe
encargo
congreso que debía dar la Constitución;
y para echar las bases de este congreso enviaron sus representantes á Buenos Aires. C) Á la bandera de la organización argentina que levantaba Urquiza aliado con
Imperio del Brasil, se oponía
el
que levantaban por
las
sí
la
de la
organizacifui
provincias argentinas.
Este pronunciamiento general [de las percutió en Buenos Aires de
un modo
provincias notable.
re-
Ni en
Rozas demostraciones más granprodigaron en 1851, cuando mayores
1835, ni en 1845. recibió
des que las que
le
eran los })pligros que favorecían á los que no quisiesen
tomar parte en
ellas.
Una de
las
atención, fué la que tuvo lugar
la
tivo
de la tradicional
que llamó justamente el
9 de julio con
mo-
solemnización del aniversario de
Contra su costumbre desde que subió
la
Independencia.
al
gobierno. Rozas resolvió
mandar en
l)arada militar de las fuerzas de línea y
jefe ese
día la
milicias de la
(•) lín estos meses del año de 1851 se encontraban ya en Bnenos Aires los signientes representantes: doctor .losé Anienal)or, por Santa Fe; doctor Luis (.'áceres, por Córdoba; don José A. I)ur;ln, por La Rioja; don Miguel Otero, por Catamai'ca; doctor Adi'odato d(í (iondra, por Tucumán; don I'cdro l."ril)uru, jxtr Salla; don Nicohis NilbiiMicva. por Mendoza; doctor Fermín de Irigoyen, por San Juan (bui Francisco .1. Lami, jxir Santiago del listero; don l'íídro C. Herrera, l)or
San
Luis.
— Á
capital.
las once
252
—
de la mañana,
formados en
torrencial, estaban
el
y bajo nna lluvia cuadro de la plaza
de la Victoria y prolongación de la calle Federación (hoy Rivadavia) en dirección al Paseo de Julio, los batallones de patricios con las armas que los ciudadanos guarda-
ban en sus casas, los batallones de línea, fuertes todos de 8.000 hombres, más el regimiento 1". de artillería ligera al
mando
del coronel Chilavert
rrespondientes á
aquellos
las baterías co-
y
componiendo
batallones,
43
piezas.
Poco después apareció Rozas por al
frente
de
la
división
el
Paseo de Julio,
Palermo. El pueblo nacional
y extranjero corrió á su encuentro. Una enorme masa humana cubrió el ancho espacio, y lanzó esos ecos que
conmueven
el
suelo con la fuerza de
vibran en los aires entre ondas que
siasmo.
Estrechado cada vez más
sin cesar lo aclamaba;
en la
un cataclismo, y sustenta
por
esa
el
entu-
masa que
imposibilidad de dar un
paso porque todos querían aproximarse á
él
y vivarlo
l)ersonalmente; acusando en la rara palidez de su rostro
emoción que
lo embargaba. Rozas dejó hacer al puey aquello habría interrumpido probablemente las ceremonias oficiales del día, si uno de los ayudantes de campo no hubiese á duras penas abierto con los soldados el camino por el cual Rozas siguió á pie hasta la Catedral, adonde llegaban los funcionarios públicos, el la
blo,
cuerpo diplomático y las corporaciones civiles y militares, para asistir al tedeum. Concluido éste sonó el clarín de
de
órdenes, y Rozas dando frente á
Mayo mandó
la espada,
echar
al
hombro
con estentórea voz
salud! ¡Gloria
perdurable
acordaron virtuosos
el
dijo:
á los
las
la
pirámide
armas; y levantando
«¡Á
la tierra argentina,
patriotas
ilustres
juramento santo de nuestra
dependencia de los reyes
de
España y de toda
que in-
otra
dominación extranjera!
El pueblo aclamó este recuerdo
»
patrio con verdadero entusiasmo; y las manifestaciones
sucedieron en todo ese día recorriendo
se
dirigiéndose á
Palermo y
Entre estas últimas bastará citar
que tuvo lugar
la
El espíritu dominante se
en la noche del 15 de julio.
no podía
no ya en cabeza del pueblo que
reflejó
ahí.
acudir
al teatro
en
el
calles ó
las
á los teatros.
número de
los
ciudadanos que
lo
deseaban, sino en cabeza de las gentes de alcurnia y de posición. Esa función en el teatro Argentino comenzó
La Gloria
por una alegoría adecuada á las circunstancias.
Fama, en
centro del proscenio,
sosteniendo un
templo de
la Inmortalidad.
y gran retrato de Rozas en la
La
el
Patria, tranquila y
cordia (Urquizaj;
y
el
sus pies la Dis-
radiante, tenía á
Virtud, tremolando
la
el
azul y blanco, tenía á sus plantas al Orgullo
(el
pabellón
Lnperio
Estruendosos vivas y gritos de guerra sadel ludaron esta alegoría, la cual terminó con unos versos Brasil).
del señor Miguel García Fernández que
sentimiento popular «Sus!
expresaban
el
así:
ar¿^"en1iuü.s,
con
la
sangro odiada
del perjuro ([uc fragua vil traición,
teñid la lanza, enrojeced la espada,
de su pecho arrancando
En seguida jjarate
de esos que viven todavía en
motivaba
la
Fuese casual, ó
el
lo
I»
Juan el
sin pena, dis-
teatro de brocha
analogías con
el
asunto que
El actor Jiménez, un criollo mes-
funcñón.
desempeñaba
ménez
corazón
se representó el áxí^míi
gíU'da; i)ero (pie tenía ciertas
tizo,
el
protagonista (pie debía ser ahorcado.
que es más posible, intencional,
Ji-
tenía esa noche grande semejanza con el general
Urquiza.
El ¡¡úblico
por canciones, bininos
parecido; y preparado ya y i)roclainas guerreras, prorrum-
notó
el
— l)i(3
254
—
en exclamaciones de «¡que lo ahorquen al loco!» (á Ur-
quiza le llamaban el loco por entonces; «¡que lo ahorquen!» Algunos jóvenes elegantes de los que después han figu-
rado en la política argentina, treparon
proscenio.
al
La
soga tentadora estaba ahí; y entonces parecía que ya no quedaba más que verificar en la inofensiva persona del
un realismo contra el cual éste protestaba, gritándoles con ademanes descompuestos, que él era Jiméartista
nez y que ni por pienso quería ser Urquiza. (') La prensa tradujo casi día por día ideas y sentimientos
que afianzaban nombres caracterizados en los ciencias, en en
el foro,
por demás
magistratura y en las letras: y fatigante sería reseñar esta nutrida y franca propa-
la
ganda, que basta con hacer particulares referencias. Así. el
doctor Francisco Javier Muñiz, de cuyos trabajos cien-
tíficos
é
me
investigaciones paleontológicas
ya, abarca
francamente
del general Urquiza del
la
he ocupado
cuestión del pronunciamiento
punto de vista de las convenien-
y hace resaltar el contraste entre mentos extranjeros que recluta Urquiza, y la nacional que rodea al general Rozas.». El Dr. Torres encara ese pronunciamiento del punto cias sociales,
«los ele-
opinión
Lorenzo de vista
que invoca y de las propósitos que, segiin realmente persigue; y estudiando los hechos estampa estos párrafos á propósito de la necesidad proclamada de del derecho él,
derrocar á Rozas: cia
«
Si
Urquiza en vez de su convenien-
individual hubiese buscado la de
vez de querer saciar
deseado
su
patria;
si
en
su ambición, hubiese de buena fe
la organización,
nunca debió pedir
ésta al extran-
^) Véase La Gacela Mercantil <\e\ 31 de julio de 1851. (ivele( rencias de testigos oculares.) En la noche del 2i de agosto tuvo luíiai' otra función análoga en el Teatro Irgentino. Se representó un apropósito original de don Pedro Lacasa v titulado El entierro del loco traidor Urquiza.
•)nn
sino á sus coiiciiidadauos; porque
jei'o,
es
—
un
tirano, nadie
como
los
general Rozas
si el
argentinos habrían propendido
Ninguna época ha habido en la Repú1810 hasta hoy, más oportuna que la actual para desde
d derribar blica
combatir
la tiranía.
la tiranía si la
sufriéramos; porque
sólo
bajo
Rozas es que los ciudadanos son los únicos soldados que tiene la patria; que los ciudadanos se hallan con las armas en la mano, y la
administración del general
guardan en sus
las
casas; que los ciudadanos tienen to-
dos los medios para
derribar la
tiranía
si
apareciese.
¿Por qué, pues, teuiendo los ciudadanos las armas en
mano y en
Ui
sus
casas,
acude por auxilio
al
extran-
sea nnestra imbecilidad, que
Será posible que tal viéndonos tiranizados, tengamos valor para repeler á nuestros supuestos salvadores, y no lo tuviéramos para sa-
jero?
cudir
el
yugo con que
se dice
que. se
nos oprime?»
('
)
Tomás de Iriarte, antiguo artillero de Cutitoca los mismos tópicos; demuestra las desven-
El general zaingó,
una guerra con
Argentina, y compara la actitud desleal y pérfida de aquél con la circunspecta y prescindente de ésta que pudo fácilmente
tajas para el Imperio de
la
estimular y aun conseguir la separación de las provincias de San Pablo y Río Grande, durante los diez años
que
ellas batallaron por independizarse.
El doctor don
Miguel Esteves Saguí, reputado como jurista por su valioso libro sobre Procedimientos civiles, publicó
una ex-
posición en la que estudiando los elementos que iban á entrar en acción,
demostraba
triunfo de la faccichi de los
(jue
no era posible
unitarios
« el
con sus aliados
Montevideo reclutados por Urquiza, conuna sociedad entera ([uc rodeaba á Rozas.» 'M
del Brasil y de
(
tra
(
'
)
(2)
Véase La Gaceta Mercantil del 4 de agosto de 1851. Véase La Gaceta Mercantil de 19 de agosto de 1851,
La poesía
le
256
prestíj á esta
propaganda cada vez más
sostenida las rebuscadas galas con que adornarse pudo, la musa argentina vestía luto por Juan Cruz Váy Echeverría, los dos grandes] poetas de esa época. los versos del doctor Estoves Saguí, seguían casi sin
cuando rela
Á
interrupción los de Manuel Hidalgo, Vila, Martínez Fon-
Bernardo Echevarría, Vieyra,
tes,
levantaban
el
que
etcétera, etcétera,
nombre de Rozas y llamaban
á la lid con-
Imperio del Brasil y contra Urquiza. ( Á los mismos objetos responden el Canto (en inglés) al gene-
tra
el
'
)
ral Rozas, de quien se dice:
«But Freedom claimed tliee as lier and rear'd a second Washington.»
son,
€l
cual apareció en La Gaceta Mercantil
el
señor
J.
traducidu por
Manuel Lapuente y precedido de
otra
com-
posición patriótica ^de este señor; la Imprecación poética,
por
el
doctor Miguel Navarro Viola, quien
en esos días
publicaba su traducción del libro de Michelet y Quinet sobre Los Jesuítas; el canto Á Rozas, composición de cierto aliento y sostenida con el el
ardor de
la
juventud, por
doctor Benjamín Victorica. quien la precede de estas
palabras del doctor Baldomcro García en elogio de Ro« raro en la historia es el héroe que á los treinta años oiga todavía renovarse las mismas fervorosas aclamaciones que se le dirigían treinta años antes»; el Canto
zas:
patriótico del doctor Miguel García Fernández; el canto
Á no
Rozas, se
tíiin
de
Vila,
etcétera, etcétera.
apagaran ni un
Y como
para que
instante estos ecos que repercu-
en todas las esferas de la sociedad, aparecían mul-
titud de himnos, canciones y romanrces de circunstancias,
como (')
el
Tabapuij porteho, El argentino federal, etcétera,
Véase La Gaceta Mercantil áa septiembre y octubre de
1851.
espontáneos de esa
etcétera, íriitos
que
fibra
en
pali)ita
corazón del pueblo cuando éste siente
la proximidad un peligro que él solo es capaz de conjurar, y que circulaban profusamente en los populosos barrios de San Nicolás. Monserrat, San Telnio, Concepción y Balvanera. el
de
conduciendo
sentimiento enardecido contra
el
y contra Urquiza.
del Brasil
Por mucho
'
i
esto significara para
ipie
Imperio
el
(
gentino, la verdad es que mientras
(jue
gobierno ar-
el
en
Confede-
la
ración se hacían declaraciones y manifestaciones popu-
en
lares,
Imperio se producían hechos.
el
de las cosas,
el
ministro de
M.
S.
Visto
el
B.. caballero
estado
Enrique
Southern, se dirigió á ambos gobiernos para llamarles la
atención sobre
de paz concluido
18 del tratado preliminar
el
artículo
el
27 de agosto de 1828 bajo
me-
la
diación de la Gran Bretaña, por
el
hasta cinco años después de
conclusión del tratado
se
convino que
no podían renovarse las hostilidades entre las
deliiiitivo
parles; y
la
que
aun entonces que
la parte
que intentara reno-
varlas debía dar noticia á la otra parte y á la potencia
mediadora,
seis
meses
antes
de
comenzarlas.
El mi-
nistro de S. M. B. agregaba que su gobierno era de opiniíMi. (|ue ese
deraci<)n
artículo era obligatorio á los de la Confe-
y del
Imperio del Brasil, puesto que no habían
tratado delinitivo de paz; y que i)or lo tanto era necesario que ninguno de estos Estados abrie-
concluido todavía
el
se hostilidades contra el otro,
parte v
por
el \'][
al
á
la
(¡ran
Bretaña
la
sin
dar
noticia
ambos
previa estipulada
tratado.
gabinete del
Imperi(j no podía oi)oner
Justo reclamo del ministro británico, ni
(
'
)
á la otra
N'éa.se
TOMO
V.
La Gaceta Mercantil
ili;
los
meses
argumento
menos
ocul-
(•iUi(U)s. 17
—
'-iOH
—
que el Imperio estaba violando ese tratado, no ya por el hecho de haber invadido nuevamente con fuerza armada el territorio del Uruguay, sino porque su escuatar
dra acababa de
reunido en
bajar
el
la frontera
y
Parauá al
y su ejército estaba habla con Urquiza para in-
vadir.
Su respuesta debía
Por
contrario, el gobierno argentino
el
recho del de previa á las
S.
M.
B.
ser, pues, reticente
para
recordar
hostilidades entre los
y evasiva.
reconoci() el deiiotilicaci(3n
la
Estados signatarios
En su exposición de motivos
del tratado de 1828.
rese-
hechos que comprobaban la política agresiva del gabinete del Imperio, desde antes de i)rocurar hi intervención europea por medio del vizconde de Abrantes,
ñaba
los
hasta sus esfuerzos para segregar las provincias de Entre
Ríos y Corrientes, segregar y reconocer la independencia
Paraguay, y agredir el territorio del Uruguay con invasiones preparadas á la vista de las autoridades imperiales. Y al citar en contraposición su conducta
de
la del
respecto del
Imperio con
motivo de
San Pablo y Río Grande y
la
revolución
la
negativa
en
Imperio á
del
darle las condignas satisfacciones que le exigía, el go-
bierno argentino «se ve en la
le
declara al ministro de S. M. B. ([ue
precisión de apelar á las armas
de los procedimientos atentatorios con que
el
en
vista
gobierno
imperial hace imposible la paz; y al trasmitir esta resolución al gobierno británico se permite manifestarle que
desde
la
fecha de la contestación de V. E. á esta nota
deben correr los
seis
de la guerra, y declara las agresiones actuales,
meses estipulados para el aviso asimismo que si prosiguiesen ya no quedará
al
gobierno ar-
gentino otro arbitrio que repeler inmediatamente sin espera esos atentados,
medios conducentes
á
empleando
para
ello
todos
más los
preservar la independencia, la in-
tegridad y
decoro de
el
blica Oriental)).
la
Conl'ederaci<'>n y de la Repií-
(
'
Es de advertir que si el Imperio no venía ya sobre Buenos Aires conjuntamente con Urquiza, no era })or(|ue no tuviese ya sus fuerzas equipadas y i)reparadas al efecto, sino por({ne
necesario era antes destruir
cito del general Oribe,
á la sazón.
Cuando
ministro británico de
el
la
lo
el ejér-
que comenzaban á bacer
gobierno argentino
respon
lía
al
nota arriba transcripta, una parte
escuadra imperial ocupaba ya las aguas del Plata.
la
Kn
que era
mañana
la
qne niontaba
del 21 de agosto de I80I el \í\[)ov
el
almirante Greenffell,
lleg(')
Al/mso
basta dos tiros
de cañón de una batería volante (jue tenía el general Mansilla á la altura de San Pedro en la costa del Paraná.
La
vaciíui
sobre
batería argentina
buque
el
sus fuegos por ele-
rompi(')
brasilero, y éste los contestó con
cinco tiros, virando en seguida.y retirándose aguas abajo
con averías en las
que cambió
balas
Estas
jarcias. la
nueva coalición del año de Alfonso eludió
el
fueron las primeras
Argentina con
combate,
el
Imperio en
la
que
d
1851; y á pesar de la
|)rensa
de
los
emigrados
argentinos en Montevideo, para desvirtuar este beclio ó
para inspirarle confianza en el éxito al extranjero, dijo qne «los cinco disparos de ese buciue impusieron silencio á la batería argentina». (^)
En
tales circunstancias,
Rozas
les dirigi(')
á los go-
biernos de las provincias su mensaje de 15 de septiembre de
1801, que es digno de notarse por los
fundamentos
('oiTcspoiideiicia oficial i-iiirc el JcTc stiprciiin de la ConlVdefl Kxciiiu. scíuir inimsii-n dcS. M. H. iNcasc Archivo \mericano, 2='. serie, iiiiiii. ri,\rA\í. y siguientes.) (
'
I
raci(')ii
y
M
del general Mansilla y referencia del eoniandante Dal(Véase el Archivo Arn'O'icano, •^•Kscvu', núni. "JT, tí)n, dtd UiJleriKUi. jtág. 50 y 51. Xénsíi La Gaceta Mercanlil del 1". de seplienihre d»; 1851. Véase El Comercio del Piala del víS de agosto de 1851.) (
2
)
I'ai-le
—
m)
—
en que apuya Ja resolución du que da cuenta. «Mandar á la República en
un largo período
de agitación
trastorno social, dice Rozas; salvar la tierra de fratricida;
acompañarla en
la
gloriosa
la
deíensa
y de
guerra de sus
las ambiciones bando unitario traidor y funesto, fué misión que los pueblos argentinos me impusieron y que acepté recoPartiendo francamente de este programa, el nocido.» cual se fundaba en hechos que constituían la síntesis de esa época. Rozas se refiere á sus reiteradas renuncias del mando supremo, y al convencimiento con que per-
derechos, y contribuir á preservarla de del
1
sistió
en
ellas
creyendo
la
de la República
tranquilidad
cuando levantó
las
provincias
«Pero cuando así
rían su dimisi(m.
y
que
i
le
acepta-
esperaba, agrega,
lo
me
lo
prometía, es
loco traidor Urquiza la bandera de la
el
rebelión y de la anarquía; y aspirando á romper con su
espada envilecida los lazos que ligan Ríos á
la
el
pueblo de Entre
Confederación, y erigirse en arbitro de los en pos
argentinos, se vendió al gobierno brasilero, que
de sus inveteradas ambiciones ha invadido y ataca con alevosía el territorio y la independencia de las repúblicas del Plata.»
Y
haciendo mérito
[de
que en esta
tuación ha recibido un nuevo pronunciamiento
si-
de las
le demandan mando supremo, Rozas termina así: «Cuando Nación así me lo exige, al frente de atentatorias agre-
provincias confederadas que perentoriamente
continúe en el la
siones extranjeras y de
una rebelión
sin cuento
se prepara
á contestar la guerra, no puedo rehusar mi continuación en
el
gobierno, supuesto que las provincias confederadas
creen que ella es útil y necesaria al bienestar nacional. Mis conciudadanos verán que, [si cuando la República
gozaba de paz y
mando supremo
de
tranquilidad
anhelé
para continuar mis
el
retiro
servicios
del
en otro
lugar subalterno, hoy que aparecen nuevos enemigos de
—
—
2V>\
pronto y presente
la Coiifederacitjn.
estoy
á
la
voz de
y que correspondiendo á mis del^eres } á las esperanzas públicas combatiré unido á los virtuosos Xacitjn;
la
argentinos
hasta
y consolidados la honra y el porvenir na-
triunfantes
dejar
independencia, los derechos, la cional.»
' (
Este documento provocí") nuevas y ruidosas manifestaciones en Buenos Aires. La legislatura se absorbí ('>
en
estudio
el
de la situación
como
tal
presentaba:
se
sus miembros principales desahogaron francamente
su
y su encono en presencia de las agresiones del Imperio y del concurrente pronunciamiento del geirritación
neral Urquiza.
Y
en
firme
la
de resistir á tales
idea
agresiones, ese cuerpo reprodujo en
su
sesión
del
20
de septiembre la sanciíui de las demás legislaturas provinciales; acordó
además que
la
declaración
de fecha 18 de agosto
Hozas
celebrasen con festividades públicas
que esta ley se promulgase; que á
Rozas por una comisiiui y
representantes (-); y
declar(')
(|ue
y
el
ella le sería la
11
guerra
desistimiento de
al Brasil
se
de
el
día en
presentada
miarían todos los
crímenes
fie
alta
ti-aicitúi
Véase La Gaceta Mercantil del 15 de septiembre de el Archivo Americano, 2^. serie, núm. 27, páo'. 170. (-) Fií-mámnla los representantes que en 1851 componían la 28". lefiislatura de la I'i-ovincia, ;i sal)er: los señores Miguel (iareía (l)residente), Ksieban J. .Moreno, Francisco C. de Heláusiegui. Koinualdi) (iaete, Baldomcro (iarcia, Pablo Hernández, José Fuentes Argiiivel, l'eilro Hernal, Ramíin Rodriguez, F'elipe de Ezciu'ra, José de Oroiní, Kiisiaquio Ximénez. Inocencio José de Escalada. Roque Sáenz l'cfia, Justo Díaz «le Vivar. Miguel Rivera, Pedro J. Vela, Cayelano Campana, Saturnino Unzué, Hernabé de Escalada. F'elipe Elortondt» y Palacio, Juan Alsina, (iervasio Orlizde Rozas, Felipe Senillosa. Fermín de Ii-igoyen, Tiburcio déla Cárcova, José deEzcurra Arguivíd. Julián J. VircHi, Agustín de Pinedo, Miguel de Riglos, Juan Manu(d de Luca, Eduardo Laliitte, Andrés Leonardo de los Ríos, Juan Antonio (larretíin, José María Roxas y Palrcui, Simón Pereira, .Manuel Arroiea, r<|uiza, Juan N. Terrero, Martin Ro]-!ernai'do Mctorica, Juan José neo, Lorenzo Torres, Eusta(|uio T(')rres. (Véase Archivo Americario. (
'
¡S5l
)
y
I
mini.
'^7.
citado, p;ig.
I7C>
;i
ISl).
los actos del general Ur(|uiza,
con
el
gobierno de Montevide
Las festividades
y nulos lo (jue celebrase ñ
t
del Imperio. (')
el
á ([ne se refería la ley de
tiembre, tnvieron lugar
verdaderamente populares.
proporciones
20 de sep-
día 8 de octubre y asumieron
(?1
nacionales se ostentaban en toda la
^^a
Las
banderas
vasta
extensión
muchísimas casas estaLas salvas de marchas guerreras de las bandas mili-
d' Buenos Aires, y
frente de
el
ba adornado con tapicerías encarnadas.
y las
artillería
Por
tares conducían al pueblo en entusiasta vaivén.
noche los ciudadanos
se dieron
en las ])]azas
cita
la
de
Marte (Retiro), Comercio (Concepción), General San Mary Salinas, y precedidos de músicas y entonando canciones guerreras se dirigieron respectivatín fMonserratj
mente á fuegos
la i)laza
de la Victoria donde debían quemarse
La plaza estaba iluminada a gionio
artificiales.
y circundada de banderas, trofeos y las
siguientes ins-
cripciones que expresaban las fechas clásicas
y constituían reconocía á Rozas
los
tria,
el
que,
títulos
como
de
á su
pa-
la jefe,
le
partido federal nacional argentino:
«25 de mayo de 1810, revolución de mayo»: «9 de julio de 1810, emancipación de todo poder extranjero: patriafederación, brigadier
Juan Manuel de Rozas: 1820,
-)
de
el orden y restauró las leyes: 1822, con Santa Fe contra toda invasión extranjera:
octubre, restableció
tratado 1823, la
llenó
paz de las
nea de
mente
compromiso
el
])rovincias:
fronteras: 1829.
leyes
las
Fe: 1830,
(
'
)
campaña
Véa.se
1825,
del
que
estableció la
24 de agosto,
conculcadas por
diciembre de 1828: 1829, 4 de enero,
del tratado
el
restableci(')
nueva
restauró
motín
lí-
nueva-
del
1".
de
tratrado de alianza con Santa
general Rozas á Córdoba: 1831,
tratado de la liga litoral, promovida y eje-
La Gacela Mercantil
del S de úciubre de 1851.
— cutada
})or
—
Hozas: 1833, expedición
(general
el
sir.
siertos del sur: 1833, federación, gloria
mancharon
tai'ios
Rozas
general
aholiendo
mando:
al
tráfico
el
de
18:30,
24
esclavos:
tratado con la Francia: 1800.
de-
los
argentina, Uni-
Advenimiento del de mayo, tratado
historia: 18:35.
la
á
1840, 29
de
con
tratado
la
octnhre,
Gran Bre-
taña: 18Ó1, declaraciíjn de guerra al Imiierio del Brasil.»
Terminados
fuegos artificiales, las voces de «¡á la
los
Sala de Representantes!» movieron la inmensa bre hacia la calle de Victoria.
Torres y
el
Moreno
de policía don Juan
jetV'
Rozas que en
retrato de
la
sacaroii
el
Sala había; y entre frenéticas
muchedumbre
aclamaciones, esa
muchedum-
El diputado don Lorenzo
fanatizada volvió desde
adonde penetraron los que pudieron, y donde se había preparado una función dramática de circunstancias. Pero las más grandes ma-
la Sala
hasta
teatro Argentino,
el
nifestaciones del arte habrían antojádose pálidas, y sobre
todo inoportunas, á ese pueblo que exigía se interpretase
sentimientos de guerra y de Li concurrt^icia i)rorruinpi('i en gritos de que
radicalmente sus airados
venganza,
hablasen sus tribunos.
Los doctores Baldomcro
(jarcia
y Lorenzo T()rres recordaron las glorins de la guerra de la Independencia contra la metnqtoli. y las de la guerra
contra
tismo
la (irán
((ue
Bretaña y Francia: y
imponía
rra para destruir el
á los i)ueblos
el
deber del patrio-
argentinos
ir á
la
gue-
Imperio que era una perpetua amenaza
Los jóvenes que estaban en el proscenio entonaron el himno federal «Loor eterno al magnánimo Rozas». Poco desi»ués la concurrencia se lanzí'» á la calle, y entre los acordes de las músicas mi-
para
litares
labra
Confederación.
la
se el
dirigió á
doctor Adeodalo
Tncum;iii. y pasiones:
casa de
nutiiifcslf'i (|iie
que
l;i
hora
(b'l
Rozas.
tom('»
Allí
la
pa-
de (^jondra, representante de
no era iicccsnrio coiiibalc
lialu'a
inllaiiiar las
sonado
y (pie
— tremolando en ración
la
mano
204
—
del jefe
supremo de
Confede-
la
glorioso estandarte nacional, todos los argen-
el
tinos correrían presnrosos á rodearlo.
Y elevando ala solemnidad
del
'
(
)
compromiso
la resolu-
ción inequívocamente manifestada de rodear al gobierno
nacional de Rozas en la guerra que se iniciaba, los indi-
viduos de las reparticiones del Estado, los magistrados y altos funcionarios suscribieron, individual ó colectivamente, actas en las que execraban la agresión del Imjierio
y
la
conducta
del
Desde
Urquiza.
general
lue-
los jefes del ejército de mar y tierra ofrecieron su espada y sus vidas al general Hozas, en nombre del lionor nacional que así se los imponía; y estaban re-
go
])resentados por los generales don
José
Tomás
(luido,
Lucio Mansilla, Ángel Pacbeco, Felipe Heredia, Gerva-
Tomás
sio
Espinosa,
res,
Martiniano Chilavert, Hilario Lagos,
Triarte; los
coroneles Casto Cáce-
José de Are-
Manuel de Olazábal, Carretón Luna, Rodríguez, Sosa, Viedma, Martínez Fontes, Aramburú, Vega, Albariño, nales,
Díaz Vélez, y Tborne, Fourmartin, Pinedo, los Cordero (hoy vicealmirante y contraalmirante de la tina;,
Armada
argen-
Alzogaray, Cabassa, Py, Fraig, Maurice, Lasserre,
Mesón, Hartewig, Pastor, y todos los que tenían bajo sil guarda la bandera nacional ó estaban al mando de fuerzas. (-)
Y
en
de éstos suscribieron
i)os
sucesivamente actas
de adhesión análogas, los directores y empleados de la
aduana,
del
nistración
crédito
rreos, de contaduría
M)
|)úblico,
de
la
jnnta
de
admi-
de la casa de moneda, del consulado, de co-
y tesorería,
etcétera, etcétera,
quienes
Véase La Gaceta Mercantil del 3 de noviembre de 1851. Véase la nómina de jefes y oficiales en La Gaceta Mercantil úe\ 16 de septiembre y 4 de octubre de ]'95l. (
2
)
— represental)aii
lo
—
2(>5
que había de más hoiioralde,
sus
})or
antecedentes y sus vinculaeiones de familia, como 1(3 pnede verificar cualquiera que conozca la sociedad de
Buenos
xA.ires,
á saber: los señores Pedro Bernal, Juan
Antonio de Albarracín. Santiago Calzadilla, A. Marcó del Pont, Marcos Sauvidet, Tomás de Luca. Antonio Bilbao la Vieja, Crist(jbal Aguirre, Paulino Silva, Miguel
Bartolomé Leloir, Ma-
Planes, Agustín Ibáñez de Luca,
nuel Gazcón, M. Basavilbaso, Juan Obregón. Bernabé de Escalada, Manuel Arrotea, Miguel de Piiglos. Lázaro
Elortondo, Simón
de
Miguel Regueira, Laureano Manuel Escuti, Pedro J. Vela, Juan Alsina, José
Piufino,
Pi.
Mier,
de Oromí, Juan Baustita Peña, Manuel José de Guerri-
Leopoldo Lanús. José
co,
Mariano
Gazcíui.
Fuentes. Juan
P..
Urquiza, Felipe de Ezcurra,
Manuel
ticiiHi,
J.
Benito
Argericli,
'
tribunal
de justicia,
y á nombre de todos los empleados de la reparse felicitan dd pronunciamiento de todas las })ueblo en favor del
clases del
una
Iturriaga,
(
FÁ presidente y vocales del alto sí
de
Juan Manuel de Luca. Victoriano Aldama. Pedro C. Pereyra, Juan J.
José de Goyena, Plácido Viera.
por
José
Soler.
E.
victoria
trascendental
Bozas; esperan
general
después del
castigo de los
rebeldes y de sus alevosíts aliados, y se hacen
«un
sa-
grado deber en cooperar á los altos esfuerzos del gobierno, reiterando sacrificio
el
algnno,
hecho
voto (¡ue tienen sea de
las
personas
de no y
omiiir
l)ien('s
('»
del
honor y fama, y lirinan: Victmte L(')pez. Eduardo LaliitHoqiu' Sáenz Peña. Bernardo Pereda, Baldomcro García, Cayetano Campaña. (-) Otro tanto hacen los miembros de la Curia eclesiástica, doctores Migind García, te,
(')
Xéíiíiií
(2)
Véase
La Gacela MercdHlil il».
del
'¿O
.Ir
y
\>> >\v.
scpl icilllnv Ar
I,S51.
i\i'\\l
scitiicmlirc
ilc
isfil.
— del Carinen
Heredia,
Domingo
prior de Santo
—
León Baiie<^as, ApolinaIsidoro Manuel Martínez; el
Elortoiido y Palacio,
Felipe rio
'>m J.
fray
Olegario del Rosario Co-
rrea; la presidenta de la sociedad de beneficencia,
Crecencia Boado de Garrigós.
señora
( '
)
Los miembros de la Academia de .liirispriideiicia reiteran su compromiso de adhesión, demandan su puesto de lionor cjuiza
en
la
guerra contra
Brasil, el
el
y los unitarios, y declaran
general Ur-
que después de
toria conservarán el glorioso recuerdo
la vic-
de haber servido
bajo las supremas órdenes del general Rozas, íirmandf) los doctores y graduados: Vicente
L(')j)ez
y Planes, Mi-
guel Esteves Saguí. Francisco de las Carreras, José Ben-
jamín Gorostiaga, Rufino de Elizalde, Pastor Obligado, Marcelino Ugarte. Juan Manuel Terrero. Francisco de Elizalde. Benjamín Victorica. Miguel Navarro Viola, Ensebio Ocampo, José E. Uriburu, Juan F. Monguillot, Juan A. García, Saturnino M. Laspiur, Manuel J. Navarro, Juan Anchorena, Tomás M. de Anchorena, Belisario Vila, Federico Aneiros, Miguel Olaguer, Eduardo Carranza, Vicente G. Quesada, Eduardo Guido, Tomás de Isla, José D. Boneo. Miguel García Fernández, Eduardo Costa, Osvaldo M. Piñeiro, Alfredo Lahitte; y en los
mismos términos se pronuncian los abogados Marcelo Gamboa, Vicente Anastacio Echeverría, Juan García de Cossio,
Pedro Sometiera, Matías Oliden, Rafael Casaje-
mas, Domingo Pica. Manuel M. Escalada, Federico Pi-
Mariano F. Gazcón, José M. Irigoyen, Luis Sáenz Peña, A. M. Piran, Adolfo Lisiarte, Carlos H. Correa, D. M. Cazón, Felipe J. Coronell, Emilio A. Agrelo, D Vélez Sarsfield, Félix Sánchez de
nedo, Marcelino
(i)
de 1851.
Véase La
J.
Carl)allido,
Gaceta
Mercantil del 23 v
30 do
septiembre
— José Antonio
Zelis,
Martínez.
Y
(
—
'267
Acosta,
Manuel
R.
Víctor
Uarcía.
'
entre otros personajes
suscriben indivi-
notal)les
dualmente manifestaciones
análogas:
el
general Alvear,
quien, refiriéndose á los elementos que reúne
general
el
l'rquiza para invadir su patria aliado con el Brasil, declara desde los Estados Unidos que no
concibe
«
cómo
haya hombres tan perversos que puedan unirse con extranjero en
contra de
Guido, quien
al
su
propia
felicitar á su
patria»:
por
patria
general
el
la
el
confianza
suprema que ha depositado en el general Rozas, y al nuevamente sus servicios en la guerra á que
ofrecerla
es provocada, hace esta declaracitju:
«
Para honra de los
argentinos y del patriota que los preside, el influjo de V. E. ha alcanzado también el aplauso de corazones
antiguo y del nuevo mundo, y de estadistas distinguidos cuya independencia y posición so-
generosos
del
garanten
cial
la
Un
sinceridad de sus juicios.
ministro
de la corona de Inglaterra declarando delante de la Eu-
ropa
con
el
la
afianzamiento
de
representante de
romana» para conservar de la posteridad»:
é
amistad de
los
Estado
a([uel
auspicios de V.
y
E.;
el
primera y grande república de Amé\'. E. « dotado de energía más que
la
rica i»rocl amando á
ría
la
Confederación bajo
el
Roxas y Patrón;
Hilario Lagos. (")
la
República, auguran
general Mansilla, los coroneles
el
el
fallo
señor José' Ma-
Martiniano Chilavert
Registrando los diarios de los
úl-
timos meses de 1851 puede verse cómo no quedó persona do alguna significación en Buenos Aires que no se pro-
('
.!.
I
\"é;ts('
Ln Gaceta Mercantil
^Uú
W
IH y
ilol
2U
ilc
octubre
ISñl
Véase La Gaceta Mercantil dol 7, 9 y 18 do octul)rc, y y 21 (le noviombi'C de 1851. Véase en el apéndice la caria del general Alvear. (Mamiscriio en mi archivo.)
(M
iloi
i:]
— niincicise
íi'riücíiiiitíiite
y en contra de
Y como
del gobierno establecido,
íuvoi'
guerra qne traían conjuntamente
la
perio del Brasily
en
—
'J()
el
Im-
general IJrquiza.
el
para dar mayor trascendencia
festaciones (jue partían de todos los
principales ciudadanos
estas
puntos del
de la provincia
opositores de la influencia
á
del
absorbente del
mani-
país, los
Paraguay,
Imperio del
entraron francamente en los arregios que venían
Brasil,
trabajando con provincia
el
ministro Arana para reincorporar esa
demás de
á las
Confederación, de la cual
la
liabía sido segregada por los auspicios del
Brasil en la
ha explicado eu este libro. Con tal proFernando Iturburu y Carlos Loizaga, en representación de un comité del que formaban parte
forma que
se
pósito los señores
paraguayos principales conio los Macliain, Caballero,
Gil,
Decoud, Barrios y otros, dirigiéronle al general Rozas una Exposirión de los motivos que los impulsaban ;i
proceder en
Los patriotas paraguayos hacen
tal sentido.
documento
el
calamidades políticas y Paraguay, y los sufrimien-
tos y persecuciones á que son
condenados principalmen-
resaltar en
este
económicas porque atraviesa
ti'
«
los
las
ciudadanos á quienes se
federales
«
».
les su])one
sentimientos
Estas causas, dicen, llenan de desespera-
ción los corazones paraguayos que ansian porque
llegue
momento de su redención, y no la esperan de otra mano que de la del Excmo. señor don Juan Manuel de el
Piozas
dea le es
el
)).
Refiriéndose á las precauciones con que se ro-
gobernador Líjpez, en guarda de una opinión que
hostil, los señores
Iturburu y Loizaga declaran
nombre de sus comitentes que
si
á
han guardado silencio
hasta entonces es porque estaban á la espectativa de los
sucesos de el
la
intervención anglofrancesa y de que llegase
momento en que
al
nuevo im})ulso favorable
se des-
— nrrollcistíii
-Jli!)
—
todas las simpatías que existen liaría
sona de Rozas en
la
opini(3ii
la per-
Y
del pueblo paraguayo.
el cuadro de la coalición del general Urquiza y del Imperio del Brasil que, en su sentir, aleja ese momento favorable, declaran finalmente: «hoy que un gabi-
trazando
ala que ese infame
nete pérfido se alia á los rebeldes para impulsarlos
Imj)erio
no miramos distante
hoy
anar(iuía;
de
intrigantes,
país, lo arrastre otra vez
inmensos males; hoy. en vienen á asegurarnos
la
el
siempre funesto para á fin,
la
guerra
nuestro
envolviéndolo cu
que nuevos datos adquiridos
constante disposición de nues-
tros paisanos, y sus votos por unirse á la Confederación
Argentina á
(pie })ertenecen.
nos acercamos á V, K.
i)ara
apoyo de dos mil hombres, (pie silenciosamente marchen por el Chaco hasta la Asunción,
decirle:
Señor,
(-on
es infaliblemente
el
tomado aquel punto, y todos
los
pa-
raguayos somos de V. E. y nosotros nos ofrecemos marchar en la ex|iedicion con cuahjuieí' carácter que V. K. nos diese, llevando en nuestra compañía otros pai¡i
sanos que como nosotros no ven
para nues-
la felicidad
provincia sino en su reincorporación á la Confede-
tra
ración Argentina bajo
el
})aternal
gobierno de V. E.
Así era cóuH) se prei)araban las cosas por
el
»
(')
lado
del
Paraguay. el
Desgraciadamente para esta provincia y para progreso de la República, ({ue debía y debe ensanchar
la
Confederación Argentina en esta parte del mundo,
general Urquiza no pudo menos (jue asentir ([uc le
(¡(Ui
ría
la
hizo
el
gobierno imperial de
ind(q)('ndencia del Paraguay,
como
;i
(pie lo
el
la im]>osi-
reconoce-
hizo en se-
guida d(d derrocamiento de Rozas. El gobierno argentino
que
(
se subsiguió
'j
.Miiiiiix riln
cometió también
en mi
;irrlii
\
u.
error de aceptar el
el
(W'msc
el
;ij)(m1(1Í(;c.)
— hecho coiisuinado.
él
—
Doce años después era
perio quien provocaba
que
r/d
el
mismo Im-
una otra coalición contra el vecino
engendríj á designio de debilitar la Confederación
Argentina; y su tributario.
al
cual contribuyó á destruir para hacerlo,
CAPÍTULO LXVI LA TKHCKRA COAMflON CONTRA ROZAS
(
CONTINI'ACIÓN
)
(1S51)
Sumario:
—
Últimos arroglos oiitre los aliados. Kl Imijcrio «Id Brasil coiiio II. líntidad dominante en la coalición. Rivera reclama un III. El general j>uesto eu la coalición: esfuerzos infructuosos en este sentido. IV. Dislocación del ejército de Oribe: pronunciamiento de (4arzón: éste pasa el
I.
—
Uruguay con Urquiza.
— V.
—
El gobierno de Montevideo denuncia
—
el
armis-
VI. Situación definida de Oribe: y comienza las hostilidades. del coronel Ramos ante Rozas: los jefes argentinos se dirigen á un buque británico y pasan á Buenos .\ires. VII. Capitulación de Oribe: declaraciones que justifican su conducta. VIII. Fin de la carrera pública de Oribe. IX. -Vjuste entre los coaligados para cumidir los objetos del tratado de 29 de marzo. X. Estipulación sobre la formación del ejército
ticio de 1849
misión
—
—
—
aliado y su entretenimiento. XI. El tratado de 18-13 y el de 1851: donde aparece la razón por la cual Rozas no quiso ratificar aquél. XII. Hechos trascendentales que el Imperio le hizo suscribir á Urquiza por el tratado de ISjl. XIII. Situación ventajosa que esta alianza creaba para el Imperio: prevenciones y temores del Imperio. XIV. Interposición del miXV. Comunicaciones nistro de S. M. B. ante el gobierno del Brasil. confidenciales del dicho ministro al ministro .-Vrana. XVI. Cuándo cambia de actitud el gobierno imperial respecto del ministro de S. M. B: lo que el ministro Paulino pensaba de Rozas, según el ministro Southern.— XVII. Combate con los imperiales en el rio Paraná: cómo lo aprecian la prensa de Montevideo y la de Buenos .\ires. XVIII. El Imperio abultando las dificultades. XIX. Recursos que le proporcionaba á Rozas la próspera situación financiera de Buenos .\ires. XX. Fisonomía de la situación política: la desorganización y el niirage. XXI. El momento sicológico de Rozas. —XXII. Incuria del general Pacheco.- XXIII. Pacheco y Lagos: las fuerzas de Santos Lugares.— XXIV. Sublevación del número 2 en el Rosario. XXV. Inútiles esfueraos de Echagüe para que Rozas lo refuerce en Santa
—
—
—
—
— —
—
— XXVI. Urquiza pasó el rio Paraná XXVII. Urquiza ocupa Santa Fe y Echagüe !•"..
XX^III. Espíritu de
las fuerzas de Sublevación del
sin
encontrar resistencia.
—
se retira á Buenos .A,ires. Buenos Aires que Urquiza agregó á
regimiento .Vquino: los soldados se sus filas.— XXIX. presentan todos en Santos Lugares. XXX. Desalitmto de los jefes de Rozas ante la idiosincracia de éste.— XXXI. .\ctitud del general Pacheco XXXII. Lagos enfrente de Pacheco. respecto de las fuerzas del Norte. XXXIII. El coronel Sosa: distribución de las fuerzas del norte.- XXXIV. Lagos comandante en jefe del norte: primeros movimientos de la vanguardia de Buenos Aires. XXXV. Lagos avanza á cubrir la línea del arroyo ilel Medio: Paclieco desaprueba este plan y le ordena se repliegue sobre el cuartel general. — XXXVI. Motivos que abonaban el plan ile Lagos. XXXVll. Urquiza ocupa los puntos que Lagos quiso ocupar.— XXXVIII. Lagos sorprende las partidas de la vanguardia aliada, y se le pasan algunas' fuerzas de Urquiza.
—
—
—
—
—
Ki'íi
el
Iji'iisil
(|iiieii
aón. como que le su desagrado por
activaba los hcchus de la coali-
liabía la
sigiiirioado al general
lentitud con qiH'.
fii
Urquiza
su sentir, con-
•¿r
sus
cluía éste Oriental.
tor Herrera
arreglar
preparativos para invadir
Á mediados con
y OLes á Urquiza
éstos se les reunió
el
la
República
de junio de 1851 se marchó
relativo
lo
esa
á
general (iarzón, y
el
30 de junio se el
Greenfell, jefe de la escuadra brasilera, y con
de acuerdo
que les incumbían. Por mucha que fuese
respecto
la
Á
invasión.
dirigieron á Gualeguaycliú donde los esperaba
])Usicron al lin
doc-
Uruguay para
Concepci(3n del
la
el
señor
quien se
de las operaciíines
importancia que daban los
hombres de Montevideo á la actitud del general Urquiza, es lo cierto que el Imperio del Brasil era. en su sentir, la
entidad culminante y decisiva de la coalición.
La
«
revolución de Urquiza lo ha caniljiado todo, escribía
el
general Pacheco y Obes. rei)itiendo conceptos de carta confidencial al ministro de la guerra de Montevideo. la
nueva era que ha de abrirse,
la
nante en los destinos de estos pueblos,
algún caudillejo.
.
.
y
sí la
...En
inlluencia predomi
no será
la
de
de un gobierno poderoso, ilus-
y más que eso es el gobierno del Brasil... Dándonos á Garzón que le deberá
trado y liberal, porque todo eso
toda su importancia,
el
general UrquÍ7.a supone que ejer-
cerá en nuestras cosas la inlluencia que Rozas pretendía ejercer. 8e engaña. El Brasil
Cuando
así
no
lia
de consentirlo.»
se prevenía el espíritu contra
agentes de la coalición, para inclinarlo desde
uno de
(
'
los
luego del
más interesado en primar en lo futuro, una tercera entidad, ya separada de la escena, aunque no olvidada, presentábase reclamando también su parte
lado del otro, del
en la jornada.
Era
el
general
Fructuoso Rivera.
Así
que se orientó en lo que se i)royectaba. Rivera le escribió á su fiel amigo Magariños que tomaría las armas (') Manuscrito en
ini
archivo.
(Véase
el
apéndice.)
¡xjr la coalición, poniéndose ñ la cabeza de los emigrados en San Pablo y Río Grande. Todavía lialta demasiado en sus antiguos prestigios para creer que el Impe-
rio
los
liaría
egoísmo de
Olvidaba que
valer en su favor.
mata
los partidos
de las altas virtudes cuando,
de
que
ventajas
las
á
resistencias que
las
de
por
éste
Urquiza; ni menos
aun
deo, ni
le
número de
conseguirán.
se
sublevaba
el
el
necesitaba
los
Aparte
recuerdo
de los
Imperio nece-
entonces, teniendo de
lo
hun-
las probabilidades
últimos hechos de armas de Rivera, ni sitaba
crudo
los prestigios y hasta
sumando
favorables, limita en cuanto es posible el
elegidos
el
su parte á
gobierno de Montevi-
el
convenía llamarlo teniendo de su parte
al
general Garzón.
Algunos de sus amigos se eni])eriaban sin embargo }>ara que lo llamasen. «Yo no tengo más esperanza que en loque conozco,
le
escribía
coronel Pozzolo. es decir, en V. Los
el
brasileros no serán tan zonzos ])ara no conocer que al
emRozas llevan una arroba de ventaja
l)render la guerra con
teniéndolo
á V. de
su parte.»
fuesen infructuosos.
Como
(')
Rivera escribióles á
Garzón invocando con
cierta
nobleza los
estos trabajos
Tríjuiza y á servicios que
había prestado á su causa para que recabasen su libertad y pudiese trasladarse á su país en esas circunstancias. (' Pero tampoco fué atendida su solicitud, y ;i él ya no le
fué dado ver á Montevideo; que cuando dos años des-
j)ués se dirigía del Brasil á
ocupar su puesto en
el
triun-
virato al que fué llamado en unión del general Lavalleja
y del coronel Flores, sobrevínole ' el L") di' enero de 1S~Á.
la
muerte en Cerro Largo
i
(')
Maiiuscrilo
(-) (')
.Maiuisci'ito cji ini
oi'iíiinal
cu mi
archivo.
arcliivo. (Véase
Véase Efemérides americanas
TOMO
V.
•'!
(Véase
ol
apéndice.)
a])én(lice.)
poi- iVilro
Kivas, pá^ IS
14.
Como queda suírir
diclio,
—
'2U
era
el
primer empuje de
el
general Oribe quien debía-
la coalición,
()
más propia-
que en i)rimer término debía someterse á ella; pues no se le ocultaba que el tiempo que se mantuvo mente,
;t
el
espectativa de hechos
la
que nada tenían de proble-
aprovecharon ürquiza y Garzíjn minándole
uiáticos. lo
Sin em-
su ejército en cabeza de sus principales jefes. bargo,
invoñj
él
el
honor de
armas por medio de una
las
[trocíanla á los orientales, en la
fender
el
el Brasil.
país invadido ' (
)
Ya era
por
tarde.
cuartel general del Arroyo
el
que
los
llamaba
á
general Urquiza
y por
El general Garz(3n desde su
Grande, habíale dirigido
ministro de relaciones exteriores del gobierno de tevideo su nota de 15 de
de-
mayo
de 1851. en
la
al
Mon-
que ha-
ciendo mérito de los sucesos producidos en Entre Ríos
y procedimientos del general ürquiza «para reivindicar todos los derechos de que eran defraudadas la Confederación Argentina y
el
Estado Oriental, y de haber
gobierno de Montevideo abrazado esta causa,
el
declaraba
que lo reconocía como el único gobierno legítimo del Estado Oriental y le ofrecía sus servicios. (-) El IG de julio acababa de pasar Urquiza con Garzón el Uruguay por
el
Hervidero; y desde este
momento empezó
ducirse la dislocación del ejército de Oribe.
á pro-
Pocos días
después, y á pesar de las notorias protestas de adhesiíui á su antiguo jefe ('^j, se pasó á Urquiza el general Ser-
vando Gómez, con toda la vanguardia de Oribe; y contados fueron los jefes que no imitaron este ejemplo, que al lili no quedaron ñeles á su causa y á su bandera más
Se publico en El Defensor de ¿a Independencia del ) agosto, y en La Gaceta Mercantil del 11 de agosto de 1851. ("Véase El Defensor del 14 de agosto de 18.51 ) (
'
(=M
Véase El Defensor del
18
de julio de 1851.
2
de
que
jefes importantes
general Ignacio Oribe, los
el
co-
roneles Moreno. Rincón. Coronel
subalternos, y
ciales
y Lasala, algimos olicon estas fuerzas las de Buenos
Aires.
Al favor de estas circunstancias, tevideo
comunicó
le
el
dour que había resuelto romper
el
con Oribe en mayo de 1840 por y
en consecuencia las
(|ue
el
gobierno de Mon-
3 de agosto al almirante Lepre-
armisticio que
celebr(')
iiiterposiciíui de aquél;
recomenzarían
hostilidades
veinticuatro horas después de la notificación, con arre-
Sin embargo, el día anterior, don José O. Viilalba, Arce. Corrales y otros, hicieron glo á esa estipulaciíHi.
estallar
'
)
(
una revolución en
la
Colonia.
Pudo
sofocarla
coronel Moreno, pero el éxito fué transitorio, porque Colonia fué en breve ocupada por 2.500 soldados ale-
el
la
manes que mand()
allí
Imperio del Brasil para lan-
el
zarlos oportunamente sobre
La situación de Oribe
Buenos
estaba,
Aires. (-)
pues, definida por la
su ejército, á medida
desmoralización de
que Urquiza avanzaba triunfante. Quizá pudo resistir con las fuerzas argentinas cuya disciplina era inniejoral)k'. y para impedir que éstas fuesen incorporadas contra su voluntad á las
lilas
del Imperio
argentinos habían diputado para que
zas
diese
le
como al
lo
Los jefes
fueron.
coronel
cuenta á éste
llamos ante Rode
los
arregios
y Urquiza, que conocían: y le i)idiesen sus (3rdenes. Rozas, muy tarde ya, le ordenó á Ramos entre
Oribe
que reuniese nasen
(piit'R
tase éste
(
j)¡i<í.
'
)
sitio
(le niand.-ii'los:
de
])ara
que éstos desig-
y (juc en seguida levan-
Monlr\i(leo v se
dirigiese con las
Documento oficial. Archivo Americano, La Gaceta Mercantil
serie, 1851.
á-''.
219.
(-) cclíf
el
los jefes argentinos di'bía
l'arte del coi'oiici MdríMKi. liolctin
Mercantil
eitiiil;i.
iiiiin.
111.
núm.
\'('';is(<
/w?
"iC),
Gn-
— fuerzas sobre
al
cuatro
llegarle
En
Súpolo Oribe, y Ramos dijo, que Oribe lo amenazó con
rrn<^iiay.
para justiñcar su
reserva,
tiros
si
—
27()
semejantes
trasmitía
órdenes.
situación los jefes argentinos se dirigieron á una
tal
exigió palabra de que armas en favor del gol)ier:io argentino. El coronel Ramos á nombre de sus compañeros de armas, declaró noblemente que «no se encontraban en el caso de dar garantía alguna respecto de su conducta
corbeta británica, cuyo jefe les
no tomarían
las
porque sólo liabían
ulterior;
querido
poder de un general rebelde de tina».
la
evitar el caer en
Confederación Argen-
'
(
Después de una junta de guerra entre los jefes que permanecieron fíeles. Oribe designó al coronel Lucas
Moreno para que, sobre ciertas declaraciones, arreglase una capitulación con Urquiza. quien de acuerdo con el general Garzón la concedió en ocho de octubre de 1851,
reconociendo:
1".,
que los servicios })restados por todos
y ciudadanos bajo las órdenes del general Oribe eran hechos á la nación oriental del Uruguay; y que la resistencia de los mismos á la intervención anglolos militares
francesa fué con la
idea,
la independencia que eran legales todos los
de defender
de la República Oriental:
'i'\
actos gubernativos y judiciales ejercidos en que habían ocupado las armas del general
el territorio
iguales derechos, iguales servicios y méritos
igual
é
Oribe: que o})ci(')n
á los
empleos políticos tenían todos los ciudadanos orien-
tales,
sin
distin(-ión
abono eran
las
de
El general Urquiza ofrecía el
gobierno
del
opiniones; y
deudas del
que de legítimo
gobierno del general Oribe. sus
buenos
Brasil no presentase
ofícios
para que
reclamaciones
al
gobierno oriental hasta seis meses después de estable-
(-)
Manuscrito en mi arcliivo.
(Véase
el
apéndice.)
citlo el
gobierno coiistitucioucil:
órdenes del
el
ejército oriental
que
Oribe
reconocería y en jete don Elugenio (jarzón hasta al general obedecería
obedecía
las
general
la elección constitucional del presidente de la República,
como asimismo todos al
departamentos que obedecían
los
general Oribe: se procedería oportunamente á elección
en
senadores y diputados
lie
todos
los
departamentos
los cuales nombrarían el [¡residente; y el general Oribe podría disponer libremente de su persona. '
(
Á
costa de estas declaraciones,
)
suscritas de
mano
(b'
sus enemigos, y que constituían la [ilena justificación de sus ideas y de su conducta políticas, vinculadas al
hecho de
soberanía y de
la
la
independencia de su patria
mantuvo en unión del gobierno argentino, el que general Manuel Oribe se resignó á terminar, propiamente, él
su larga y agitada carrera pública en la que se distingui(') por laros talentos militares dignos de mejor aplicación; y en la que á mérito, de la consecuencia especiosa ([ue se
en
imponen
lucha,
la
fué
partidos armados é intransigentes más de una ve/ im[)la('able en el terreno
los
de las reju-esalias (|ue caracterizó
la
guerra
civil
argen-
más ó menos trascendentales los conquistó él mismo como general en jefe del ejército Á \n\\iiv de ese de vanguardia de la Confederaciini. cuyos
tina,
éxitos
monuMito. Oribe sr
retir»'»
dujo más acto político
;i
([iie
la c]
vida privada,
de
poner su
y
no
antigua
proiii-
lliiencia del lado del g(jbieruo constitucional de su país,
lirmando en mii'iiibros
htnulo
^A
uni(')n
del general
m;is (•oiisj)iciios de
maniliesto del
II
de
Venancio Flores y délos los
partidos hltinro y
no\ieiiilire
de
ISo."»
m([ue
M'nrui lierjistro Nacional do la R('i)ril)l¡i'a Ai'-iriitina.arin 18.")!. \vnse La conclusión dr la f/nerraf/rtinde. ]n)V el doflor don Domingo (
'
I
orddíiaiia (Montovidí'o 18S7).
— la
l»ro('lain-il);i
278
uüumi de los
—
partidos,
el
respeto
las
á
autoridades creadas, y qne decidió del fracaso de la revolución del partido Ihimado ronservador. Dos años justos después,
el
12 de noviembre de
1(S57,
bajó al sepulcro,
decretándosele los honores debidos á sus antiguos vicios
ser-
y á su rango.
La capitulación de Oribe
ya una
era
para Urquiza, así en lo moral por ritu de las fuerzas
material, por
retaguardia, y
el
gran jornada
que hacía
al
espí-
que obedecían á Rozas; como en facilidades
las
lo
refuerzo de
lo
quedaban abiertas á columna de tropas de
que la
Buenos Aires que Urquiza incorporó á sus lilas y con las que creía contar después de haberse embarcado para esta ciudad los jefes que las mandaron nueve años consecutivos. Y aprovechando los momentos, el representante del imperio en Montevideo exigió que se arreglase el modo de cumplir los deberes que incumbían á los aliados según
de ese año.
el
artículo 15 del tratado de
Esto fué
rio Carneiro Leáo,
lo
29 de
mayo
que hicieron los señores Hono-
Diógenes
J.
de
Urquiza y Manuel
Herrera y Obes. firmando la convención de 21 de noviembre á nombre del Imperio del Brasil, de Entre Ríos
y Corrientes y del Estado Oriental respectivamente. Esta convención es el trasunto de la que arregló el ministro
Guido con
ese
mismo señor Carneiro
Leáo, contra «Fruc-
tuoso Rivera y los rebeldes de Río Grande», en 24 de marzo de 1843, que ratificó el emperador del Brasil y
que
el
general Rozas se negó á ratificar.
Había
la dife-
rencia de que en ésta no rezábanlas cláusulas onerosas
y hasta humillantes para la Confederación Argentina que contenía la que suscribió el general Urquiza.
Por la convención de 1851 el general Urquiza se comprometía á pasar el Paraná cuanto antes fuese posible; para operar contra
el
general Rozas,
al frente del ejército
—
^iitrerriaiiü-cori'eiitino; de tres uii
con
—
27!-)
mil soldados de iiiíantería,
regimiento de caballería y dos baterías de artillería (|ue se obligaba á concurrir el Brasil: de dos mil
armas con que
.soldados de las tres
currir el Estado Oriental,
y de
los
se obligaba á con-
que
enviaría
raguay que era invitado á entrar en la alianza.
el
de ejército imperial no podría ser fraccionado de
que dejase de estar bajo respectivo jefe.
inmediato
el
Para que
los
Pa-
El cuerpo
mando
modo de
su
Estados de Entre Ríos y
Corrientes sufragasen los gastos de movilizaciíMi de su el
^íjército.
emperador
ma mensual
de
cien
proveía con
del Brasil los
mil patacones, durante
que transcurriese hasta
la
la
su-
tiempo
el
desaparición del gobierno del
general Ptozas: y los gobiernos de esos Estados se comprometían á obtener del gobierno que se sucediese al
deuda y su Caso
del general Piozas el reconocimiento de esa
pronto
pago con
el
interés
del
que esto no pudiese obtenerse,
por ciento.
seis los
mismos gobiernos
afectaban al ])ago las tierras y propiedades de jiectivos Estados.
En
el
tratado de 1843 á que
me
refiero ('
),
sus res-
era la Con-
federación Argentina la entidad principal, la que llevaba objetos de la alianza,
[iropiamente la dirección en los la »'n
provisiones de boca y guerra curso de las operaciones que se sucedieran en las
que suministraba el
las
aguas y territorios de las repúblicas del Plata; siendo á cargo del Imperio pagar debidamente el monto de los suministros
í[ue
iiilidad principal
le
incumbían.
En
Imperio
era el
el
tratado de 1851 la
del Brasil con
cuyos
recursos y en cuyo
beiielicio se haría la guerra. (-)
Artículos 4o, 5o y ( ) cantil del 20 (le enero (le
Qo.
'
{-
d(d
)
Se publicó integro en
La Gaceta Mer-
184().
Ksln (IcikIm con sus inlercses Mitre.
iiciii-ral
Ur-
l'ué
saMada
liajo la
presidencia
— aun en
ni
era.
<|uiza lio
en jefe de los ejércitos
mando
territorio argentino, el general
aliados;
tratado establecía que ría el
—
tiSO
el
pues
del ejército
el
Adviértase
({uiza.
los
del
de todas las fuerzas brasileras, poniéndose
de acuerdo siempre que fuese posible^ con
ocupaba
artícnlo
imperial conserva-
grueso
([ue el
puntos del
litoral del
del
el
general Ur-
ejército
imi)erial
Uruguay; que
trasladarse á cualquier punto que conviniese
(3
podía,
al teatro
guerra en territorio argentino; y que por el artículo 10 se establecía que en el caso de tener los aliados de
la
(jue
abandonar
los territorios
que ocupasen en
genes derecha del Paraná y leras y orientales se reunirían el
quedarían bajo esto es,
bajo el
mando
del tratado de 1843,
esta
que
el jefe
el
del
Plata, las
las
már-
fuerzas brasi-
en un solo cuerpo y comandase mayor fuerza» jefe imperial. Por medio
Imperio pretendió llevar á cabo
ocupación del territorio oriental y extender allí sus militares y políticas; siendo este el principal
iíiíluencias
motivo por
el
este tratado.
cual
En
el
general Rozas
cho, levantando hábilmente
muy
se
neg(3 á ratificar
1851 la consiguií) de hecho y de dere-
un antemural para
el
caso
probable en su sentir, de que Piozas resistiese algún
tiempo cuando menos
la coalición que le llevaban. Por lo demás, el Imperio le hizo suscribir al general Urquiza que éste emplearía toda su influencia para que el nuevo gobierno de la Confederación consintiese en la lil)re navegación del Paraná y demás afluentes del Plata. Así lo decret() el general Urquiza sin sugetar esa libre navegación á los principios y limitaciones que prevale-
cen en todas las naciones, y que la República Argentina había consignado y guardado para sí en sus tratados de 1825,
de 1840 y de 1849 con la Gran Bretaña y con Igualmente le hizo suscribir al general Ur~
la Francia.
quiza
(|ue éste
emplearía toda su influencia para
(]ue el
—
—
-281
nuevo gobieniíj argciitiuo
rfcoiiociese
iiidepeudencici
la
de la República del Paraguay, obligándose en todo caso
unión con
armada.
el
independencia
á defender esta
-Entre Ríos y Corrientes -^ví
toda
Brasil contra
mano
agresión», á
El general Urquiza, en sn carácter de director
provisorio, antes de que
se
constituyese
el
nuevo go-
bierno argentino, se ai)resuró á reconocer esa indepen-
dencia por
uno de
el
los
acta de
sacó de la alianza,
(
Fuere cual fuese el
de julio
17
deseados
jefes
de 1852; y fué este
el
Imperio del Brasil
'
resultado de la alianza, era. pues,
el
Imperio del Brasil
ventajosa, ocupando
que
el
(j[ue
quedaba en posición más donde acababa
el territorio oriental,
de recobrar sus iníluencias. después de hal)erle suscitado al
gobierno de Rozas enemigos fuertes que
desde
el
Paraguay hasta
condiciones Rozas,
el
la costa
cual tenía que
limitarse
una prudente defeusiva, en Cíjrtado
que
el
después de
Plata.
el
el
por
el
tenía
mismo
b'
en
En
estas
momento
Adviértase
su rápida victoria, y sus posiciones para las
ulterioridades que á su juicio sobrevendrían.
Sus
esta-
distas llegaban á creer ([ue la (iran Bretaña protegería
Rozas; y
la
prensa de Río hacía suya
teciémlola con la de que diez mil irlandeses testa del cónsul
armados en Patagones; con la proen Montevideo, motivada jior la di'
un
de
l)ui[ue eoii
'
)
de un
(|ue llegasen á
Martíu
buques brasileros de rumores de que
Véase Reffisb'o Xnciontil,
loiiiu
I,
guerra brasilero
|U'ohibici()n
hi
Oarcía; y hasta con
(
robus-
aguardabau órdenes de aquél
con fuerzas de desembarco: inglés á
la especie,
;l
iiigbís
llegada á ese puerto
jefe
á
en (|ue quedaba
terreno
[ircveiiía
rodeaban
gobierno de
capitulación de Oribe.
la
Imperio no
quizá por esto
del
era remota para
la victoria
lo
(isól
la
;'i
reina Victoria
1X551, píijí
C)4.
— le
había iiitiiuado
maiido de
la
-
282
señor Greeiiíell
al
dejase
({iie
co-
el
escuadra brasilera.
Estos temores pro^el^a^ más bien del estado actual de relaciones entre
hechos que
daba
los
amistosa de ofreció
la
Brasil que de
que agran-
compromiso.
del
fe
rehusado
había
la interposiciíui
Gran Bretaña, que todavía en noviembre
ministro Southern por orden de lord Palmers-
el
ton para evitar la guerra entre ración.
el
p]ran visiones
conciencia, violadora de la
la
gabinete brasilero
El
Bretaña y
la (irán
acreditasen.
Imperio y la Confedeel ministro de S, M.
el
Considerándose desairado
.
B., habíale hecho que incumbiría á
sentir al brasilero la probable actitud
Gran Bretaña, en presencia de haber
la
ésta garantizado la obligación
deMmperio de
avisar con
meses de anticipación el comienzo de las lui^tilidades contra la Confederación Argentina, á que se refeSimultáneamente el ministro d(í ría el tratado de 1828. seis
S.
M.
B. insistió en la idea
preparase
la
de la
abolición
que había alarmado al además, había elevado cebida en términos
de
la
esclavitud;
ajusfar
de
esclavitud.
á su gobierno
y enlazándola con
el
y adelantaba <|ue
si
era do
una memoria conde esa cuestión
fuertes acerca
la
diente, entraba en reflexiones acerca de el Brasil,
F]sto
El ministro de S. M. B.,
Brasil.
muy
que
tratado
r.n
tal
cuestión la
pen-
guerra
con
emergencia surgiese,
gobierno británico tenía á su disposici(')n los
medios
necesarios para destruir toda comunicación por la costa,
cualquiera que fuere
la
bandera
busca de protección. Todo esto se lo comunicaban carácter confidenriaUsimo
al
:i
que se acogiesen' en
desde Río
ministro Arana,
.Janeiro si
bien agre-
gábanle: «La Gran Bretaña no puede ahora insistir el aviso de seis
bre
sí
el
yneses
en
sobro,
de anticipación^ ni desea tomar so-
arreglo de esta
cuestiíui,
ya
tan
complicada.
— cleclaracióu
])0r la
—
288
que uo
del Brasil de
liaría
á la Confederación Argentina, y por los seis aviso anticipado dado i)or el general Rozas
ministro Southern
de
coníidencialniente
«...No
corroboraba
Río Janeiro
qne sncederá; pero
sé lo
mismo
lo
.
.
i^uerra
»
(^
VA
escribiéndole
ministro
al
Arana:
lenguaje que teng(!
el
muy
que emplear con este gobierno es
la
meses de
fuerte, y
i)uede
tener mal fin: no digo más. porque no debo, pero preveo
mucha confusión... más
no descuido
crespas: habrán ojos espantados
hable; pero dejemos esto
les
(jue
de nuestro amigo: los hallo aquí bajo de-
los intereses
laciones las
puede suponer
V.
algo definitivo.
.
.
hasta que se
cuando
])ueda decir
» C-)
Probablemente el gabinete brasilero llegí't á persuaGran Brefaña no intervendría á mano ar-
dirscxde que la
mada; y- que sus temores derivaban únicamente del giro hasta cierto punto obligado que el ministro Southern le imprimía á su justa demanda, en notas oliciales cada
más
vez
que
nistro
un rompimiento
agrias y que })odían producir
Brasil
al
le
convenía
Á
evitar.
Paulino cambii'» de
este objeto
el
mi-
Después de haberse el Emperador, con entrevista que solicitaba
táctica.
excusado con sus enfermedades, con sus ausencias, para eludir el
ministro Southern.
ofrecida por su gobierno, enero,
en
esto
es,
hasta
(|ue
liii|»('rio
era
el
la
liii
;i
lo
de
tratar de
invit(') al
la
mediación
ebícto para el 2 de
cuando acalcaban de ])roducirse hechos cañón actuaba. cuando la situación del _\
mucho
iii;is
holgada. Oígase C('imo
iiai'ra
Mr.
Southern esta escena: «Mr. Southern le (li('> conocer su opiiii()ii acerca del general Rozas, haciendo de tal uiodo ;i
su retrato que nada hubiera dejado
(')
.M¡illilS(;ritn
(-
.M;imisci'iiM
)
cu
lili
;irclii\
ii'si ¡iii()iii;il
II.
(X'i'iisc
ni mi
(¡ue
desear ni aun
el ;i|)(''li(lic('.
;irclii\(>.
(
)
Ni-asc el
;iii(mii1íc(>.)
— más
á los
ardientes
-2X4
—
partidarios
de
diclio señor;
pero
quedó sorprendido al encontrar que Paulino estaba enteramente conforme con él. y al oírle decir* que ciertamente el nombre del general Rozas ocuparía una página eminente en la historia, y que nunca se mostraba más grande que en medio de las mayores dificultades; puesto que era entonces cuando reconcentraba en sí mismo toda su energía y aparecía como el grande hombre que era en efecto. En suma, Mr. Southern encontr(') al señor Paulino excesivimente razonable. ..»(')
Cuando
se
así
expresaba
el
ministro
del Imperio acababa de tronar en
(•añ()n
Paraná.
Paulino, las
el
aguas del
y un bergantín
Cuatro vapores, dos corbetas
montaban sesenta cañones, aparecieron
brasileros, que
mediodía del 17 de diciembre, frente á las Barrancaa de Arevedo, donde el general Mansilla había colocado dieciseis cañones apoyados en dos batallones de infanel
Los argentinos rompieron sus fuegos contra los una hora de combate, los últi-
tería.
imperiales, y después de
mos
se
])usieron
fuera de tiro con algunas averías en
buijues y alguna pérdida
los
perdieron
tinos
fantería.
de hombres.
algunos artilleros
de
in-
)
así
caían argentinos ;inte
imi)eriah's. los diaristas unitarios la
sdhlados
y
(
Y cuando ban
Los argen-
noble actitud
del
el
cañiui
de los
en Montevideo exalta-
Liiperio i)ara libertarlos
de
La Semana, que redactaba don
-José Mármol, una revolución nacional contra Rozas. El doctor Miguel Cañé, antiguo enemigo de Rozas y ex-redactor de El. Nacional de Mon-
Ptozas.
agregaba que
(
1
)
la
coalición
obedecía
Manuscrito en mi archivo.
(Véase
el
á
apéndice.)
(-) Parte oficial del general Mansilla, publicado en La Gaceta Mercantil del 29 de diciembre de 1851. Boletín niim. 2 del EjérVéase Memorias del general César Díaz, pág. 205. cito libertador.
—
de
especie de
la
se verilicaba con la voluntad
invasión brasilera
la
los pueblos
—
en La Gaceta Mercantil
tevideo, refutaba
que
285
argentinos,
y al efecto de La Semana: «una
los
trascribió
grita espantosa
si^juientes
i)árrafos
se levanta
entonces en todos los centros del partido de
Rozas
contra
que
insulto
el
Imperio
el
infería á la
inde})endencia nacional llevando sus armas á la Repú-
Y
blica.
lo
que es
notable, un muniiullo de (lescon-
nn'is
Buenos
tento He oye también en
no
son por
de
cierto
no vengan los brasileros», jeros.»
Y
Aires
en
que
círculos
representantes de Rozas, «que
los
rlicen.
que no vengan extran-
' (
)
esto último era exacto: bien ([ue los (|ue así pen-
saban, y juntamente con ellos todos los elementos de resistencia en Buenos Aires, podían ver de cerca que si
alguien
abultaba las
dificultades
que tendría que
vencer la invasión del Imi)erio del Brasil en general Urquiza, era
ba de seguro sobre
el
la
uniíni del
Imperio mismo, quien no contadesorganización completa de esos
elementos que más de una vez
lo liabían
contenido.
No
eran ni soldados, ni armas, ni jefes experimentados y liábiles, lo (|ue Los tenía á esa resistencia le faltaba.
Xo
tampoco dinero, ni recursos; que los iiabía en abundancia como que nunca, desde el siglo pasado hasta los días en que escribo, fué más segura ni iii;is pr('ispfra la situaciiMí de la iiacienda de Buenos l)astantes.
era
Aires.
Jrizguese ditan
que
consiguió
(''
)
año de
Bui'iios
La Semana.
eiierí)
estos hechos en que los
el
que basta
lo
gobierno en
(le
jior
en
de 1851.
pá<:'.
ahíjra
Aires:
'{04.
1851
el
ha
números
acre-
gobierno de Rozas
conseguido
ningún
saldar favorablemente para
Véiisc
La Gaceta Mcrcaidil
drl
iiir>
— Estado
el
las
cuentas de
'Mi la
— administración,
pajeando
deudas, cubriendo todos los servicios y atendiendo La deuda de la Provincia prolas necesidades.
las
todas
venía de las emisiones de fondos públicos y de billetes^ de la Casa de Moneda desde el año de 1822 basta el de
Las primeras alcanzaban á 53.693.334 pesos moneda corriente; y quedaban ó amortizados, ó provistos los medios para servirlos en el año de 1852. Las emi-
1848.
siones de billetes alcanzaban á 125.964.394 pesos de la
misma moneda.
Estas emisiones se suspendieron en
año de 1848, cuando desaparecieron á
y
de
fuerza
rectitud
dal público, librar
el
las exigencias de la
y de la guerra anglofrancesa en el Plata. prudente economía en los gastos, de
intervención
Y
el
manejo y distribución del caugobierno de Ptozas pudo en 1849 equien
el
desaparecer
presupuesto, liaciendo
aunque ya disminuido, anterior á 30 millones; manteniendo
se elevaba
que.
cit
el
el
défi-
el
en
mismo
el
año
equili-
brio en el año de 1850 y dejando para 1852 un grueso superávit. Y adviértase que esta grande, esta singular reparaciíñi en la hacienda pública, la llevó á cabo Piozas sin elevar los derechos de aduana, ni las contribu-
ciones ordinarias: sin
de
las
cuales
amortizar los
salió
fondos
año de 1852.
del
más que con las rentas generales, también la suma para acabar de públicos en
el
primer trimestre
' (
)
Estos (latos son tomados de los estados y cuentas generales de la administración, minuciosamente formados los unos, y llevaSu exactitud das las otras con escrupuloso control en esa época. está por otra parte confirmada en el interesante libro del doctor Octavio Garrigós, El Banco de la Provincia; si bien en la suma (lue yo he hecho de las emisiones de la casa de moneda hay una diíerencia mínima de 168.001 G 3/8 de la que hace el doctor Garrigós en su libro. Véase en el apéndice la planilla de los presupuestos y la de las emisiones de billetes. La referente á los fondos públicos se publicó en el Archivo Americano, 2». seiMC (
'
)
ni'un. 20.
— Ya
'281
—
coinpreiide, pues, que en
se
medio de tan
pros-,
pera situación financiera, que resiste con ventaja la comparaci(3n con cualesquiera de las que
se lian sucedido en Buenos Aires hasta los días en que escribo, no eran los recursos lo que le faltaba al gobierno de Rozas. Lo-
que faltaba era una cabeza que se diese cuenta
cabal
de la situaci
decía á niuclios
que
confianza
estaba reservado.
la
Era
la
el fin
ciega en la
fuerza de un prestigio que se antojaba perdurable, actuan-
do tranquila en razón de
supuesta debilidad del ene-
la
migo, en vez de actuar vigorosa para ver pios
matemática y
superioridad
ojos la
por
los
pro-
Era
real.
el
miraje ofuscador que veía treinta legiones en los treinta
hombres de la ciudad de Buenos Aires solamente,, á Palermo á hacer acto de adliesi()ii. y (|ue
mil
que fueron creyeron
en seguida á los cuarteles,
ir
pero
á quienes^
en sus casas de donde salían á hacer nue-
se les dejó
vas manifestaciones.
que quebraba
el
Era
fatalismo desmoralizador,
el
nervio de los
más
allegados y compro-
metidos, contenía á los mejor dispuestos, alejaba á
los-
necesitaban un
impulso, y se hacía sospechoso á los que se reservaban para el éxito; sin adoptar un plan,
([ue
tampoco
sin admitir ([ue
mando,
coliesión
ni
mediíj de
lili
el
])lan
de los
afrontí')
(jiie'
francesa.
Entonces
la
todo
y sin
el
para seguir en
;i
una
momentos
el
derrota.
mismo
intervención y la guerra anglo-
midió la magnitud una actividad prodigiosa para
previ('). calcub'»,
del peligro, y desarrolb') l»oner
capaces,
entre los elementos disponibles, en
desorden que ya equivalía
El general Rozas no era en esos
hombre
más
de consiguiente, unidad de acción, ni de
hubiese,
país en pie de guerra, y al
sus miiltiides corrientes
mismo tiempo la
dipbuuacia
—
—
288
de los gobiernos comprometidos en esa cnestión:
de obtener
que
lo
los resultados
pensar era locura,
naturalmente en
la
á
íin
favorables que obtuvo, y en al
sentir de los
fuerza de
las
que liaban
dos primeras i)oten-
En 1851 el general Rozas no era siquiehombre que imaginaba el Brasil. Él mismo se
cias europeas.
ra
el
labraba
su
caída propiciándole
enemigo
á su
facilida-
des en las que éste lejos estaba de confiar. Se diría que se encontraba
en
ese
momento
sicológico
que
de los
nunca se creen más fuertes que cuando van á caer; como si una voluptuosidad enervante absorbiese la vida con la imagen se lian connaturalizado con el poder, que
lo pasado y de lo futuro coronados de hazañas y de glorias, y que no deja ver lo ])resente que es donde está la dura realidad. Rozas pensaba en ir á
sempiterna de
pasear en triunfo las banderas argentinas en las calles
de
Río
qne
el
Janeiro,
después de águilas
porque se
le
antojaba una locura
Imperio pasearía las suyas en
Prusia fué
Caseros; Berlín,
en
el
Buenos Aires
como Napolecju pensó pasear sus más ó menos cuando Guillermo de
saludado emperador
de
Alenninía
bajo
el
arco de la Estrella.
Bastaba, pues, un impulso enérgico del ejército unido
invasor para dar en tierra con
la situación
que
sentaba i)osiciones tan fáciles de ser acupadas.
así le pre-
Á
i)esar
de los sucesos y hechos de armas favorables á la coalición brasilera, de que se ha hecho mención; á pesar de de allegados, de jefes y hasta de testigos de los aprestos y número de fuerzas de los coaligados; á pesar de haber perdido con la capitula-
las reiteradas representaciones
ción de Oribe
el
núcleo de ejército veterano que debía ser-
vir en todo caso de cuadros á batallones
milicias, recién á
checo,
y regiuiientos de mediados de noviembre el general Pa-
comandante en
jefe
de las fuerzas de vanguardia
— y
del norte y centro de
—
'J89
Buenos
Aires, ordenó la organiza-
ción de algunos regimientos
de milicias,
así
como
el
enrolamiento de todos los ciudadanos de armas llevar en la
campaña. Y en prueba de (
'
que había para organi-
las facilidades
zar elementos, á fines de diciembre
coronel Lagos ya
el
comunicaba á su su]:)erior que se encontraba en su campamento del río de Arrecifes, al frente de 2.500 soldados bien armados y montados, de los partidos de Lujan, Chivilcoyy 25 de Mayo. (-) Déla misma manera se procedió con las milicias del sur de Buenos Aires; siendo de le
de los piquetes veteranos y escuadrones que guarnecían la frontera, no había otras advertir que con excepción
fuerzas de caballería organizadas que las que se reunía
en esos momentos, y que hasta para dotarlas de oíiciales había motivos de larga controversia con el general Pacheco, quien tan pronto les
periores las atribuciones que les
eran anexas,
las restringía coartándolos en su
Baste con decir
currente.
al
á ordenarle que
como
avanzando por
bas de la campaña,
como
se
esfera de acción con-
coronel
el
Lagos
sus soldados á las primeras prue-
pretendiese someter á
aproximarlos
([ue
á los jefes su-
confiaba
enemigo,
el
el
norte,
que valía
general Pacheco se apresuró
demorase su marcha.
(^)
Otro tanto sucedía con las fuerzas de infantería que se organizaban en Santos Lugares sobre la base de cuadros veteranos; bien que aquí había por lo
menos un centro
lar de resistencia á organizarse sobre la base de
drones de
artillería,
(')
Nofiís
(-)
Nota lid
;il
sometidos á
coríMiel Lajros. coi-uiicl
la
regu-
ocho escua-
severa disci])lina ([ue
Mamiscriin
Lagos. Mannscriln
en mi arcliivo. cu mi ar-
t.L'stiinunial
chivo. (/*)
Mainis(;rilo original
rn\i(i
V
cii
mi archivo.
(
N'éasc
el
apciniicíM I'-'
— sabía imprimir
mando; de
el
curoiiel
los fuertes
costeros, de tenientes la división
m)
—
Chilavert á las fuerzas
de Palermo, y de
abastecedores,
de de
de
muchos piquetes de
tos cuerpos que organizaba y
su
del batallón Maza,
batallones alcaldes,
dt;
remontaba
el
distin-
coronel Je-
rónimo Costa, sin contar el grueso de la milicia de patricios que se reservaba para la defensa de la ciudad.
El tiempo que
perdía
el
general Pacheco con sus
vacilaciones, aprovechaban al Brasil y al general Urquiza.
La escuadra imperial, dueña de los ríos, trasportaba sin mayor recelo sus tropas y las de Urquiza adonde más convenía. Este último, después de haber reunido las
suyas en Gualeguaychú, se movió hacia
el
Paraná,
y en los primeros días de diciembre se aprestó á pasar á Santa Fe. En el Rosario se encontraba la división del coronel Vicente el
coronel Santa
llería
En
la
núm.
González y de la que formaban parte Coloma con el regimiento 6 de caba-
y el mayor Arnold con un escuadrón del núm. 3. noche del í) de diciembre se sublevó parte del 2;
pero los jefes fieles del gobierno argentino con-
tuvieron ese movimiento y los sublevados se dispersaron
en dirección
al
Diamante.
Por más que Piozas explicase esta sublevación, sin darla mayor importancia, la verdad es que ella era el primer paso de la revolución que preparaba en Santa Fe el general Juan Pablo López. El general Echagüe, gobernador de
esa provincia,
fuerzas respetables
le
había pedido á Rozas
para disputarle
á
Urquiza
el
paso
Rozas refirió esta exigencia al general Pacheco y éste no proveyó á ella. Cualquier general en el caso de Urquiza. debió creer que Rozas concentraría
del Paraná. Pero
fuerzas para disputarle
como
el
Paraná,
el
el
cual
pasaje lo
de
un
río
caudaloso
separaba del teatro de la
— guerra que
el
291
—
mismo Urquiza
escogía
como
obligado
el
para efectuar operaciones decisivas.
Urquiza empleó quince el
Paraná, por
el
único
días en pasar su ejército por ])unto
por donde era
posible
y no encontró resistencia alguna. Este hecho que presuponía la incapacidad ó la impotencia de Roverificarlo;
asombró á todos. El general César Díaz, comandante en jefe del ejército oriental en
zas y de sus generales,
esa campaña, dice al respecto:
«el ejército aliado había
Paraná sin encontrar otros obstáculos que los que habían originado las localidades. Si Rozas hubiese dirigido las numerosas fuerzas que tenía á sus órdenes,
pasado
el
á defender esa formidable barrera natural, es seguro que la
invasión se habría sobremanera dificultado.»
La consecuencia inmediata de
este
(
'
error fué que la
provincia de Santa Fe, que habría resistido
si
á tiempo
hubiere sido defendida, se inclinó del lado del poderoso ejército
El
que
preparaba
se
á
ocuparla como vencedor.
23 de diciembre, las primeras divisiones de Urquiza
pasaron
el
Paraná á
la
altura de
Punta Gorda; y
al
día
siguiente estalló la revolución en la ciudad de Santa Fe,
y se alzaron en los departamentos los parciales de López. Sobre la marcha Urquiza destacó una división para batir á
Echagüe que se hallaba cerca de Coronda al frente de unos mil hombres. Pero éste se batió en retirada hacia la campaña, tomando por la Pampa camino de Buenos Aires, adonde llegó con ])oco más de la mitad de su fuerza. (^) Si bien esto im]Hirtali;i
Urquiza. pues
(
•
)
(2)
le
una victoria para el general el camino hasta el arro-
dejaba abii-rto
Memorias, pág.
¿¿2.
Véase liecli/icaciones históricas
Aniold, pág. 39 y
ííiguicntt's.
jjor el
coroiicl TfiidíMicio
— 29^ — yo del Medio, es lo cierto que entre sus mismas fuerzas fermentaba la sublevación que debieron hacer estallar en Santa Fe los oficiales y sargentos de los batallones de Buenos Aires que pertenecieron al ejército sitiador de Montevideo y que aquél agregó al suyo después de capitulación de Oribe. La precipitada retirada de
la
•Echagüe les hizo errar
el
golpe que
para ponerse á sus órdenes, los favorecía,
si la
del
preparado
y suponiendo que Echagüe tenía medios
de resistir entretanto; ó para ganar por
yo
tenían
oportunidad del pasaje
Medio y
resistir el
sí la
línea del arro-
primer empuje de Urquiza.
Aparte de los que habían dejado
las filas
de los alia-
dos para dirigirse á Buenos Aires como pudieron, eran
aproximadamente como 3,500 veteranos, con los cuales no podía contar Urquiza, porque fuertes en esa altivez ingenua de los criollos que guardan con orgullo sus simpatías políticas y hacen mérito de serles consecuenmomentos difíciles, creían que su deber los
tes en los
llamaba bajo las banderas de Buenos Aires, allí, donde habían nacido, adonde se dirigía la invasión extranjera.
Y
imprudencia que suele doblar á los más discretos aunque en ello les vaya la vida, les hizo errar igualmente el golpe, una vez que estuvieron en Santa Fe. Avisado Urquiza de que algunos sargentos de las fuerla
zas de Buenos Aires salían de su
campo una noche y
tomar caballos, hízolos fusilar en que esperaban la señal para abandonar el
se dirigían á
el acto;
y
ejército
los
tuvieron que esperar otra oportunidad. esto, el
regimiento
del
coronel Aquino,
Sin embargo de fuerte
de 700
hombres y acampado en el Espinillo, como á dos leguas al sur de San Lorenzo, consiguió realizar su intento.
En
noche del 10 de enero los soldados se apoderaron de la caballada, mataron al coronel Aquino, al comandante Aguilar, al mayor Bravo y á dos oficiales que la
— quisieron sofocar la se dirigieron por la
do
—
298
Todos
sublevacirjií.
Pampa
sin
excepción
hasta Buenos Aires, llegan-
campamento de Santos Lugares, donde el jefe de punto con grandes esfuerzos pudo contenerlos, pues
al
este
querían seguir hasta Palermo á presentarse
al
general
Rozas, para que éste viese ([ue de todos ellos no faltaban sino los
que
según
expresión del
la
regimiento.
las
materialmente
no habían podido volver,
oficial (jue
venía á
la
cabeza del
(^
Este suceso, y el conocimiento (|ue se tuvo de que demás fuerzas de Buenos Aires (|ue traían Urquiza
y los brasileros, lo reproducirían en el primer momento oportuno, si bien retempló el espíritu de los subalternos y de la tropa de Rozas, acentu(')
desaliento de
el
principales. Viendo por sus propios ojos los medios que había para resistir con ventaja, á condiciiui
los jefes
de distribuirlos
como
y organizarlos
lo
requerían las
un teatro que les era conocidísimo, no salían de su asombro en presencia de la idiosincracia de Rozas respecto del general Pacheco. circunstancias de
la
guerra, en
y de las disposiciones de éste que parecían calculadas para entregarlos casi sin combatir, no tanto en las ma-
nos de Urquiza que
al íin era argentino,
cuanto en las
del Imperio que era lo que los avergonzaba.
La
línea del norte de
Buenos
gada, hallábase desprovista de
Aires, <|ue era la
los
medios
ama-
de defensa
había sido desde tres meses atrás, y lo era todavía, reunir y organizar allí. Á la altura del (jue facilísimo
Pergamino y Rojas hallábase la división santafecina del general Echagüe y la del coronel Sosa, siii iniciar mo(')
del ejército grande de Sud inéditas, i)á
Véase Sarmirnfo,
América. César
Díaz,
Campaña
Memorias
dice la del señor Antonino Revés.
—
—
294
un paso siquiera para
viiniento alguno, sin avanzar
ex-
plorar la posición del enemigo que avanzaba. San Nieo-
y San Pedro estaban indefensos, con
lás
circunstancia
la
agravante de que todas las baterías de la costa, que mandaba el general Mansilla, habían sido desmontadas; y eso el mismo general Pacheco le comunicaba al coronel Lagos que «los brasileros desembarcarán muy pronto entre San Nicolás y punta de Acevedo. pues se hallaban reunidos cuatro vapores y ocho buques de vela con gente de desembarco que. han tomado de su infantería en la
que
.
Colonia».
En
(^)
.
sus notas y cartas casi diarias á los
superiores ó nulifica sus disposiciones con
fes
je-
injusti-
ú omite dar las que los sucesos
ficadas contraórdenes,
imponen con carácter de urgentísimas. Verdad es que en esos momentos de grande responsabilidad para su nombre,
general Pacheco desahoga con esos jefes sus
el
quebrantos domésticos. la salud
de
mi
hijo
«Estoy de nuevo alarmado por
Román,
escribe...
trante incidente no puedo conservar ni ni
el
corazón tranquilo.»
con
tan pene-
cabeza
la
fría,
^ (
)
Así, en 26 de diciembre le escribe al coronel Lagos:
«Mis órdenes ó prevenciones, mientras no lleven rácter de perentorias, les: el
el
ca-
debe usted considerarlas genera-
mecanismo
este respecto
es absolutamente de su resorte, y á debe usted proceder sin más restricción
que sus conocimientos y su juicio.» ( \) Adviértase que Lagos manda la más poderosa columna sobre el norte; que Pacheco no vacila en reconocerle pericia y capacidades, y que como tal es el indicado para comandar en todas esas fuerzas en esa zona que debe ser el
jefe
(') Carta de Pacheco, original en
mi
arcliivo.
(Véase
dice.)
(^) Carta de Pacheco, (3) Ib. ib.
ib.
original en
mi archivo.
»
el
apén-
— 295 — de un enemigo cuya
anunciaba,
contrario,
y Lagos,
al
los
decirle con
franqueza
le
respec-
ordenó
lo
comunicarle que procedía nueva-
no puede menos de
«Mi patria y el ilustre mi lealtad. yo no soy
militar:
.
.
cumplen
no
que
aquellos
en su campo
día siguiente
general Rozas deben contar con
de
y se
Inmediatamente
las hiciera retirar á sus
Al
fijo,
que
brasileros
al oeste.
reconcentrar las fuerzas,
á
la espectativa
conocía de
se
reconcentríj
un poco
Pacheco le ordenó que tivos acantonamientos.
mente
de
coronel Larjos
el
fuerzas situadas
las
posición no
desembarco
probable
del
En
primeras operaciones.
de las
teatro
lo
que prometen
á su
patria y á su gobierno; no soy de los que traicionan y se venden: soy otra cosa: yo sé lo que soy.» '
(
Los
otros
inacción
y
)
menos que Lagos
esta singular conducta de
de
moverse
en
jefe
aptitud
general
campo las
gos:
se explican
esta
El co-
Pacheco.
Julián Ciríaco Sosa, que se halla igualmente en
ronel
á
jefes
ni
es
menudee
y operar, si es recordado por el para prevenirle que no mude de
anomalías de esta
situaciíui.
«Urquiza se encuentra en
Tiene
sobre
la
Refiriéndose
los ejercicios de fuego.
costa
las
Sosa
]e
arroyo del Medio
del
dice á La-
chacras del Rosario.
como 700
hombres, y nosotros sólo tenemos partidas de observaDifícil ción como para salvar de un manotón.» (
era explicárselo habiendo,
como había en
masa de
de caballería,
10.000 soldados
el
)
norte,
bien
una
armados,
mejor montados y con excelentes caballadas de refresco en Areco, y en aptitud de moverse adonde las circunstancias apremiantes bj exigían.
Lagos
(•) (-)
se
liallaba en su
Mantiscwtn en mi .-iroliivn. Mannscritn nriuiii;il ni mi
campo
¡ii'cliivi
del
Bragado
al
frente
—
t29H
—
de una coluinna de 8.000
lioiiibres,
y animada
que supo
espíritu
del
prestigioso.
con buenos
oliciales^
imprimirle su jefe
El coronel Sosa en las chacras de Peredo,
con otra columna
á
la
que Pacheco agregó
mayor
al
Alegre con algunos piquetes; sus ayudantes Cañé y Martínez con dos escuadrones; la escolta del general Man-
quien había hecho retirar de
silla á
Paraná
la costa del
y como 500 hombres de San Nicolás y de San Pedro, formando ello un total de 2.000 hombres. El coronel bres.
monte Barrios con 1.200 homEl general Echagüe con la columna santafecina,
fuerte
de
Cortina situado
diato á
él
en
hombres, en
1.000 el
el
coronel
el
arroyo Dulce,
Santa Coloma con 600
en su mayor parte veteranos.
é
inme-
soldados
El coronel Bustos, cerca
de Lujan, con 700 hombres; y sin contar las fuerzas que guarnecían por esa parte la frontera al mando de los
comandantes Baldevenito, Molina y
otros, los escuadro-
nes ligeros del mayor Arnold y del mayor Luzuriaga, Fuerza es creer que Rozas tuvo un buen momento
cuando nombró
á
Lagos comandante en
Al comunicárselo á ese
jefe,
le
escribía Pacheco:
instrucciones que di á V. fueron dirigidas de una columna, para
en que
debía tomar
comandante en
el
el
del norte.
jefe
como
«Las á jefe
caso de una reunión de fuerzas
mando en
jefe de ese
jefe.
Ahora,
departamento, está
cabeza de todos las fuerzas de
él,
con
V.
como á la
entera facultad
para disponer de ellas y combinarlas según los casos ocurrentes; y en plena aptitud para adaptar d las circMnstancias las instrucciones antes recibidas, de restrin-
y ampliarlas y de hacer libremente todo aquello que d juicio de V. contribuya á llenar las prevenciones ge-
girlas
nerales que en ellas se expresan.»
(
i)
(\)
Carta de Pacheco, original en mi arcliivo. (Véase
el
apéndice.)
— Investido coa estas
^97
-
í'ciciiltades
que llenaban
me-
la
dida de sus deseos, Lagos procedi(3 como habría procedido en su caso cualquier
general
de
vanguardia; esto
posesionarse de las circunstancias del teatro de ope-
es,
raciones, tratando de ofender al
enemigo en
la ruta obligada
por la cual avanzaba, y comunicándolo oportunamente al general en jefe para que proceda en consecuencia. Con este objeto
Lagos dejó su campo, incorporó á su columna Cortina, le comunicó al general Echagüe
la del coronel
que se le replegase, y resolvió cubrir la línea del arroyo del Medio que ya la recorrían las partidas enemigas. Así se lo comunicó á Pacheco con fecha 21 de enero. desenvoltura y brío, cuando se encuentra frente á frente con el enemigo, le respon-
«Bien seguro estoy de su
dió Pacheco
con
fecha
Estoy deseando conocer
15.
resultado de su empresa.»
('j
Claro es que
al
el
empren-
der esta operación estratégica, Lagos se proponía destacar fuerzas para batir
arroyo del
las partidas
Medio, atraer en
enemigas sobre
detalle
parte
de
la
el
van-
Urquiza, y comprometer una batalla de las vanguardias, contando como contaba sobre sus 8.000 sol-
guardia de
dados, los cuales, caso de ser arrollados, tenían la retirada
y asegurada la protección que Pacheco indudablemente prestaría, moviéndose en oportunidad de Lujan donde permanecía. Pero cuando en consecuencia de sus últimas comunicaciones á Pacheco, Lagos se disponía á avanzar sobre el arroyo del Medio, Pache('o le previno secamente en nota del 21 qne de ninguna manera aprobaba esos movimientos, y le ordenaba que en consecuencia marlibre
chase á ocupar
(
'
)
arcliivo.
Copia (
la
firniiula
Vf-asc
d
estancia
])()r
de
(¡(unez
i'xlendiendo sus
Labros y cat-la oi-ijiinal de
;i|)cii(lifc.)
I'aelifcít
cu
mi
—
—
298
partidas á este frente, replegándole sobre la base de operaciones que era el cuartel general de los Santos Lugares
y hostilizando activamente al enemigo.^) (') Y no ocultándosele que Lagos hará presente su posición ya comprometida y las varias razones que abonan su procedimiento, Pacheco
reitera sus (jrdenes al día siguiente,
le
con esta conminación: «V.
S. se servirá
nantemente y sin pérdida de
tiempo-,
contestar termi-
que se halla en
O
ejecución de las precedentes prevenciones.»
en apoyo de
estupenda idea de limitar
la
la
la
Y como base
de
operaciones de un ejército á un cuartel general situado
una ciudad, y que no ha intentado más simple en toda la vasta extensión del
casi á las puertas de la
operación
territorio
que viene cruzando
enemigo. Pacheco agrega-
el
Según partes que acabo de recibir, los unitarios avanzan también por el camino de Arrecifes, aunque se hallaban todavía lejos de este punto ayer ^í.»
Para apreciar
Lagos
se
con que
la
oportunidad de las operaciones que
proponía desenvolver, así como
Pacheco
presente que
cohonestaba,
las
recién
el
pasar con su ejército esta operación
18 de el
es
obcecación
la
necesario tener
enero Urquiza empezó á
arroyo
del
Medio, y que en
empleó dos días á causa de
tades que ofrece
el
las dificul-
fondo pantanoso de ese arroyo. La-
gos quería comprometer un combate á esa altura, para atraer allí las
numerosas fuerzas que Rozas y Pacheco
tenían aglomeradas en dole Pacheco que
se
Santos Lugares. corriese
Urquiza que avanzaba; y
á
^)
(2)
No
permitién-
la
derecha de
siendo la izquierda intransi-
table para caballería, cerrado el
(
ocupar
campo por
cardales, sin
Manuscrito original en mi archivo. Papeles de Lagos. Manuscrito original en mi arcJiivo. (Véase el apéndice.)
—
299
—
Lagos resolvió ocupar la laguna de las Toscas, tomando el frente del enemigo. Conminado por Pacheco para que efectuase el movimiento retrógrado, Urquiza empezó á ocu])ar precisamente los puntos que Lagos calculó y que desalojaba con una indignación de la que son muestras las anotaciones de agua, ni pasto
su puño y
(
'
),
letra al
pie de
las
En
checo, que así se lo ordenaba.
quiza entró en Dulce,
22
el
camp(') en
hasta
la
el
llegó á la Salada,
laguna
de las
efecto, el
día 20 Ur-
21
campó en
y
al
el
amanecer
arroyo del 24
de aquí avanzó
Toscas, y
noche, cuando se retiraba á ocupar
Gómez en
de
Pergamino,
Juncal Grande.
el
Por
la
el
comunicaciones de Pa-
virtud de las
la
estancia
severísimas conminaciones
de Pacheco. Lagos cayó sobre las avanzadas de los aliaEl
dos.
mayor general Virasoro, que
iba
con la van-
guardia de los aliados, creyó que tenía encima toda vaiíguardia de Rozas, y
tomó posiciones
allí
mismo
la
sos-
teniendo un tiroteo que se prolongó hasta la madrugada.
Pero Lagos había hecho retrogradar ese mismo día sus
quedándose él con })Oco más de 500 hombres, que eran los que produjeron esa alarma en el campo de los aliados. Esta no fué estéril, pues dio margen á que se le incorporasen á Lagos como 300 soldados de los que habían pertenecido á los regimientos de Buenos Aires, sembrando la confusií'ni en la van-
mejores fuerzas,
guardia de los aliados.
( '
)
(-)
Véase César Díaz, Memorias inéditas, púg. 255.
(2) Hl general César Díaz, comandante en jefe de la división oriental, narra de muy distinta manera este episodio, alterando la verdad de lo ocurrido, lo que es raro en él f|ue, en general, escrilie bien inl'ormado y se muestra levantado y verídico. í^uizá se confió demasiado en las referencias, pues él venia muy á retaguardia con las tres divisiones de infantería de los aliados que marclialjan juntas. Sin embargo, afirma que los que se pasai'on esa noche fueron GO hcjmbres (lelas hierzas de iiuenos .Vires. >'éasi' Memorias inéditas, pág. 259.
CAPÍTüL(J LXVII (J
A
.M
P A
DE
X A
(
Sumario:
1S52
C A S K H
(J
S
)
Éxitos fáciles quu Rozas y Pacheco pi'opiciau al Imperio y á Urquiza: resultado negativo de las represeutaciones de Mausilla, C'liilavert y La^os. II. Moiaentáneas reacciones de Rozas: cómo se organizó la brigada de infantería del coronel Pedro J. Díaz. III. Pacheco manda retirar las divisiones de vanguardia de ñ'ente al enemigo.— IV. Salvedades que hace Lagos al respecto. V. Acusaciones al general Pacheco: obcecación de Rozas. VI. El ejército aliado ocupa Lujan: Lagos se adelanta á batir la vanguardia. VII.- Combate de Alvarez: Lagos se retira al puente de Márquez, donde debía estar Pacheco. VIII. Ausencia de Pacheco y
I.
—
—
—
—
—
XXVIII. Renuncia desde allí la hueco de los Sauces. poder público. XXIX. Se asila en la legación británica: se embarca con su hija en un buque británico. XXX. Las escenas de san-
hasta
el
suma
del
gre en Santos Lugares. XXXI. Entereza de Chílavert ante su sacrificio decretado. XXXII. Urquiza lo hace conducir á su presencia: ordena que por la espalda. XXXIII. El cuadro del sacrificio de Chílavert. XXXIV. Los fusilamientos en masa en Palermo. XXXV. El cuerpo diplomático solicita de Urquiza garantías para la ciudad: resultado negaXXXVI. Saqueo de la ciudad de Buenos Aires. tivo de esta gestión. XXXVII. Nueva gestión ante Urquiza: la comisión declara haber excitado la generosidad de Urquiza, y el saqueo es reprimido. XXXVIII. Entrada triunfal del ejército aliado en Buenos Aires: el desfile jior la lo fusilen
—
—
calle del Perú.
Rozas y Pacheco, respectivamente, le propiciaban al Imperio del Brasil y á Urquiza el éxito fácil que éstos alcanzaljan en su inarclia triunfante hasta las campa-
— ñas de Buenos Aires.
y Pacheco
á
Rozas
todo á Pacheco;
lo refería
Juzgúese por
nada proveía atinadamente.
hechos, decisivos en
estos
—
:;()l
orden de las operaciones
el
ün mes
que terminaron en Caseros,
de la
antes
capi-
le dirigió á Rodemostró con caudal de razones y mejores probabilidades, la conveniencia de l'rquiza y de que simulque Oribe marchase á batir
tnlación de Orihe, el coronel Chilavert
zas una memoria en
que
la
le
:i
táneamente
se
Brasil.
Rozas aprobó
' )
(
un
aprestase
la
ejército
invadir
para
memoria, manifestó que dejó (jue le minasen
consultaría con Pacheco, pero
á
ofreció
que güe
mismo
el
Chilavert
defender
de
la urgencia
la el
Cuando Urquiza reunía sus fuerzas en
ejército á Oribe.
Oualeguaychú.
el
hacerlo
la
encareció á Rozas
le
Paraná, y se
línea del río
Rozas
personalmente.
le
hizo decir
consultaría con Pacheco, y poco des[)ués Echase vi(') en la precisión de abandonar á Santa Fe.
lo
Cuando Urquiza á
retirar
se
MaiisiUa
mueve de
y Pacheco hace posiciones en la costa del
del Rosario
las
Paraná, Mansilla imagina que tinarlo
ello tiene
con infantería y artillería
domina Lagos con 8.000 del arroyo del Medio,
mente Pacheco con
extremo norte que y defender la línea
al
ginetes,
adonde
iría á
las fuerzas
por objeto des-
apoyarlo oportuna-
que tiene en
hi
villa
de
Lujan, y reunidos presentarle allí á Urquiza una batalla. En caso de un desastre, quedaba asegurada la retirada á Santos Lugares; y en todo caso se daba tiempo á que Rozas levantase la campaña del sur como un solo hombre y
pusiese
á Urquiza en críticas circunstancias, cer-
cándolo de enemigos y cortándole
En
sos.
este
Pero Rozas
('
)
le
sentido
le
la línea de
sus recur-
representó Mansilla á Rozas.
respondió que se entendiese con Pacheco;
Copí;! cu mi nicliivd
(i);ii)el<'s
de
('liil¡i\ crt
).
—
—
:¡02
y Urquizci adelautí) su vanguardia hasta el arroyo del Medio. Cuando á la vista de Urquiza sobre este arroyo. Pacheco insiste en que Lagos se repliegue hacia el
Lagos
cuartel general, y
declara á Rozas por vía de
le
protesta que y sus soldados están resueltos á quedar defendiendo el suelo invadido por los aliados, allí él
Rozas le responde que está seguro de su patriotismo, y que armonice su conducta con las órdenes del genePacheco.
ral
Hay momentos
Es cuando Enton-
en que Rozas reacciona.
palpa la desorganización de todas sus fuerzas. ces llama al
Lugares, y
mayor don Antonino Reyes,
le
superiores.
oficiales
Es Pacheco; siempre
Pero la
«He de
Sin embargo,
necesitarlo á usted á
y
Santos
un minuto.
mi
le
lo
que
lo
dice á Re-
lado: es urgente
nombrar para que mande su ba-
ver á quién se ha de tallón,
reacción dura
la
necesidad de Pacheco
hace variar de resolución. yes:
jefe de
habla de llamar á junta de guerra á los
de costeros y demás piquetes que reunidos como L500 hombres con O piezas de artille-
el
formarán
Reyes indica al coronel Pedro José Díaz, experimentado militar que residía en Buenos Aires desde que fué hecho prisionero en el Quebracho con el último cuadro de la infantería de Lavalle. «Dígale usted al señor gobernador, le respondió Díaz á Reyes, que aprecio la confianza con que me honra: que aunque unitaría.»
he de cumplir mi deber como soldado á las órdenes Por tal incidencia se ) del gobierno de mi patria.» organizó esa brigada de infantería, la única que con la rio^
(
famosa
artillería
de
^
Chilavert
sostuvo hasta
el
fin
el
fuego contra los imperiales.
Lo (')
cierto
Véase
es
el
que las apéndice.
disposiciones del general Pa-
—
—
daban por resultado dejar expedito á los aliacamino que traían. El 2G de enero, cuando los
clieco
dos
303
el
aliados llegaban al arroyo del Gato, y seguían
de aquí
á la laguna del Tigre ('chacras de Chivilcoy), ordenó que
Guardia de Lujan, decoronel Lagos que era el único
se retiraran todas las fuerzas de la
jándole sólo 600 hombres
que hostilizaba
al
al
Sin embargo,
enemigo.
el
28
le
escri-
be á Lagos que disponga lo conveniente para sus movi-
«como lo verificó en la noche del 2G con las divisiones acampadas en el arroyo de Balta»; y que si ha hecho retirar al mayor Albornoz ses por ser innecesaria en presencia de la fuerte división que Lagos comanda. Pero resultaba que no se habían verificado los momientos,
vimientos que suponía alto
el
el
general Pacheco, pasando por
hecho grave de ordenar
la retirada
de todas las
reservas á las órdenes del jefe de la vanguardia, y de-
jando á éste aislado con una diminuta división
enemigo
del
mismo
á
quien hostilizaba. Lagos
le
enfrente
respondió
el
2(S: «El coronel Lagos, señor general, no ha movimiento de ninguna especie con las divisiones acampadas en el arroyo de Balta en la noche del 2ü: sabía por el mayor Albornoz que V. S. había mandado retirar todas las fuerzas de la Guardia de Lujan y con prontitud a<{uel día 20. Si el infrascripta ha llegado á verse últimamente precisado á maniobrar,
día
verificado
y hostilizar al enemigo, sólo por su llanco izquierdo, ha sido á consecuencia de la reprimenda que recibi(') por haber ido con su fuerza á la lagumi de las Toscas á ponerse al frente del enemigo y en
que calculó debía éste
traer,
como
la
ruta inerrable
traía en efecto.»
'
(
)
Simultáneamente con esto circulan graves acusaciones contra el general Pacheco. Algunos avanzan (pie
(
' I
Manuscrito en mi archivo.
(Véase
el
apéiulice.)
—
2G y 27 de enero se ha pnesto al liabla con general Urquiza, á cuyo efecto hizo retirar hasta á
entre el
—
^;(^
el
ayudantes del coronel Bustos de
los
de Lujan.
El coronel Bustos se decide
á Rozas por intermedio del mayor
inmediaciones
las á
trasmitírselo
Reyes.
«Está loco,
señor,» se limita á responder Rozas. «Está loco», dice de
un juez de paz que baja expresamente de su destino para repetir lo que sabe al respecto. Y de uno de los que más importante papel desempeña en la legislatura, y que igualmente se
El ejército aliado avanzó
adonde llegó en
mañana
la
«está loco», dice también.
lo repite,
de
Chivilcoy hasta Lujan El día 30 su van-
del 29.
guardia se hallaba en los campos de Álvarez,
más de dos
dia de Buenos Aires, situada en la
de las Conchas,
río
á
i)Oco
leguas de algunas divisiones de la vanguar-
cubriendo
el
margen izquierda
del
puente de Márquez.
Pacheco acababa de pasar este puente sin dar disposición alguna y
tomó camino de su estancia
comunicar Lagos le ordenó que lo
la
aproximación
del Talar.
del enemigo.
que
batiese, advirtiéndole
Pacheco, con fuerzas superiores defendería
Con su división y y Bustos, Lagos reunió como Márquez.
las de
los
el
el
Al
Rozas
general
puente de
coroneles Sosa
2.500 hombres. En la madrugada del 31 de enero formó tres columnas paralelas, cubrió su frente con algunos escuadrones ligeros y marchó al encuentro del enemigo.
Éste tomó posiciones prolongándose sobre
en
la dirección
que Lagos
traía,
y donde
la
se
general Juan Pablo López con su división: en el
coronel Galarza con las
derecha
é
caballerías
izquierda colocó el
el
centro
entrerrianas,
y á
izquierda de este último las divisiones de los
coroneles Aguilar y Caraballo, formando un total de 5.000 hombres. Los mejores escuadrones de Buenos Aires
chocaron con las
aguerridas
caballerías entrerria-
—
805
—
cuando Lagos en persona esas cargas que justo renombre le valieron en éstas
y
lias,
llevo
vacilaron
Pero rehechas sobre algunos
argentinos.
ejércitos
mientos que López
los
regi-
oportunamente, mientras
lanzó
les
él
maniobraba de ílanco con rapidez, pudo Lagos penetrarse de la desigualdad de la lucha cuando, al generalizarse el
combate, se arremolinaron algunos de sus escuadro-
nes bisónos ante aquella maza de caballería que comen-
Entonces reunió sus mejores fuerzas, que contuvo al enemigo, y se
zaba á envolverlos.
una
dio
brillante carga
retiró en
orden sobre
como 200
li()ml»res,
Rubio y algunos caballos.
En
el
el
puente de Márquez; i)erdiendo
entre
oliciales.
ellos
como
el
comandante Marcos oficiales, armas y
tíi/v'
(')
puente de Márquez, Lagos
creía
encontrar á
Pacheco con infantería y artillería, conforme á las prevenciones que lial)ía recibido. Pero Pacheco no estaba allí, ni había dejado un hombre. Pidió órdenes, comunicando que seguía tiroteándose con las avanzadas enemigas. Se le respondió de Santos Lugares que conservase su
])(tsici(')ii.
En
la
mañana
del r\ de febrero se
reiini(')
Lüs boletines del ejército aliado y el general César Díaz en (pág. 265 á 267) dan á Lagos 6.000 soldados de la mejor caljalleria, y contradiciéndose en los términos, asi dicen (|ue no liui)o resistencia por parte de Lagos, como añrman (lue éste tuvoj 200 muertos entre ellos .j(; íes y oficiales, y <|ue los aliados sólo tuvieron 261ioml)res fuera de combate. No es de ex
sus
'
)
Memorias inéditas
— ;i
la VcUigLiai'dia
Lagos
Álvarez.
En
lo
tarde se
al caer la
á pasar
todo
el
—
80()
comunicó á Santos Lugares, y recién le ordenó que si el enemigo avanzaba
se replegase al cuartel general.
el río
estas circunstancias, Pacheco
de general en
campos de
ejército aliado en los
jefe.
renunció su cargo
Fundaba su renuncia en
(¡ue
Rozas se Rozas
hallaba en Santos Lugares á la cabeza del ejército.
medio del pecho. Enseñándole la renunmayor Reyes para que la contestase, le dijo: «Pero Pacheco está loco, señor.» ¿no ve, sefior?. Y como recibió el golpe en cia al
.
'
.
(
)
Pacheco les ha comunicado su renuncia á los jefes para que se entiendan directamente con Rozas, y el jefe de la vanguardia pide órdenes á Santos Lugares, Rozas le resl)onde que «no ha accedido á los deseos del señor general
Pacheco, por
lo
que en
el
importantísimo destino que ocu-
pa y que tan acertada como honorablemente desempeña, es que el ilustre general prosigue sus distinguidos servicios.»
(
-
Sin embargo, Rozas montó
cuando se le dijo que Pacheco no había defendido el puente de Márquez con la infantería y artillería que hizo retrogradar desda Lujan, y como se le había ordenado. «Si no puede ser, le decía á Reyes paseándose irritado: si no puede ser que el general Pacheco haya desobedecido las órdenes del gobernador de la Provincia.» En la noche del ol de enero, don Benjamín Victorica fué á Santos Lugares de parte de Pacheco.
de poner la despidió
sin
guiente llegó
suma
Rozas
el
'
)
{-)
que se
mensaje.
le
En
dirigían, y lo
tarde
la
general Pacheco á Santos Lugares.
fué á anunciarlo v se volvió
(
cólera
habló sobre la conveniencia
en las notas
escucharle el
le
en
á conversar con
Reíerencia del señor Antonino Reyes. Manuscrito original en mi archivo. (Véase
el
el
si-
Reyes-
coronel
apéndice.)
—
-
:J07
No habían pasado cinco ininntos cuando con asombro estos jefes vieron salir de las habitaciones de Rozas al general Pacheco, cabizbajo, que pasó sin saludarBustos.
caballo y se dirigió á la chacra de Witt
los, niont(j á
(/)
desde donde asistió á los hechos de armas que tuvieron lugar en esos días.
La victoria de Álvarez fué naturalmente celebrada en campo de Urquiza, y retempló la moral de los aliados
el
(juienes, en presencia de
narse, y no sin
con
el
arma
de Rozas,
y de las facilidades que enemigo, llegaron á imagi-
ella
venía proporcionándoles
el
motivo, que
se
si
en
breves días entrarían
Buenos
á discreción en
experimentó
En
Aires.
el
campo
impresión de esa derrota,
la
no se tradujo en signo visible alguno; que antes por contrario, en la noche
del
de febrero
1°.
el
pasaron de
Santos Lugares como 400 hombres, los cua-
los aliados á
fueron recibidos entre las aclamaciones de sus anti-
les
guos compañeros.
El
movidas por
Aires,
mismo
mostraban
favor de Rozas
cierto
espíritu de
lin
iniciado en
mantenido entre que formaban en
el
al
calor del esfuerzo é
ejército
esto
i)nra
poesía?
Es
la
creían
la
Las gentes de inaudito de
deaban
;i
la
las
la
lucha.
defender
el
honor,
iiivasiini
del
(|iiieii
¿Se-
cual
el
conciencia individual.
campañas no veían más que
Rozas en
Los honor
la [)atri;i.
poesía del
no tiene más que un eco para
co-
incontrastablemente
rudos vaivenes de
nacional contra un extranjero (|ue invadía ría
Buenos
de
atavismo encarnado en senti-
adversidad,
la
los
en
decisión
poblaciones
las
mientos enérgicos, que vivían 111
se
Imperio
del
jiersoniJicaban
la
el
Brasil
hecho y
salvacié)ii
ro-
de
la ])atria.
Véase
(')
lo
que respecto de esto
KcIVrciiciiMlf'l
señor AiiIdmíiio
últiiiKj
Iv('\('s.
decía
el
general
— César Díaz, jefe de
—
808
división
la
oriental
«Los habitantes de Lujan
aliado:
misma estudiada
nosotros la
del
ejército
manifestaban hacia que los del
indiferencia
Pergamino; y á los signos exteriores con que éstos habían hecho conocer su parcialidad i)or Rozas, agregaban otras acciones que denotaban con bastante claridad sus
Exageraban
sentimientos. troi)as de
Traían á
Rozas.
número y calidad de
el
la
las
memoria, todas las tem-
pestades políticas (|ue aquél había conjurado,
y tenían
por cosa averiguada que saldría también victorioso del
nuevo peligro que
Y cuando
lo
todo
el
amenazaba».
véase cuáles eran las impresiones za,
según
mismo
el
dice, al general
mayor
general.
campó en
ejército aliado
general
general
del
«Fui
Díaz.
á
Álvarez, IJrquivisitar,
Urquiza y lo encontré en la tienda del Se trató primero de la triste decepción
que acabábamos de experimentar respecto
del espíritu de
que habíamos supuesto animado á Buenos Aires. Hasta entonces no se nos hal)ía presentado un pasado. «Si no hubiera sido, dijo, el general el interés que tengo en promover la organización de la República, yo hubiera debido conservarme aliado á Rozas, porque estoy persua-
muy
dido que es un hombre el
Díaz
general
odiado,
¿cómo
como es
Si
anhelados deseos?
ostentación de un
su propia
«
más
Rozas
Y
era públicamente ya no era temido,
bien, si
que dejaban escapar tan bella ocasión de sa-
tisfacer sus
hacer
agrega:
se decía, ó
popular en este país.»
exclavitud?
¿Cómo
es
que se
exagerado celo en defensa de
En cuanto
mí, tengo
;i
funda convicción, formada por los hechos senciado, de que
el
les veía
una pro-
que he pre-
prestigio del poder de Rozas en 1852
era tan grande, ó tal vez
mayor, de
diez años antes, y ({ue la sumisión
lo
que había sido
y aun
la
confianza
—
;]09
—
del pueblo en la superioridad de su genio,
no
le
lial)ían
jamás abandonado.» (') Ahora bien, la incapacidad con que Pacheco había dirigido la campaña, y la obcecación con que Rozas lo había dejado hacer hasta plantarle á legua y media de su cuartel general un enemigo fuerte, sin haberle opuesto, desde que éste se moviíj del Rosario, más resistencia que la (|ue le opuso Lagos en el campo de Álvarez, decidió á los jefes principales de Buenos Aires á pedirle á Rozas que convocase una junta de guerra para resolver sobre el mejor medio de jugar el éxito en la gran batalla que era inminente por momentos. Necesario es advertir que en la noche del ol liabíanse reunido algunos jefes y i)ropuéstose la resolución del siguiente punto: puesto que el general Urquiza declara que él hace la
guerra exclusivamente
al
general Rozas, digámosle á
señor general, venimos en nombre de los intereses
«íste:
del país
que rodea á V. E. esperando que V. E. no hará
cuestión de su persona: autorícenos V. E. á que así se
declaremos
lo'
al
general Urquiza, agregándole que Bue-
nos Aires no se opone en modo alguno á la organización;
que si él quiere obrar como dice, haga desalojar inme diatamente á los brasileros del territorio nacional, retire sus fuerzas y labre con V. E. las bases de un arreglo Pero entre la nniyoría de jefes i)ara todos.
decoroso
prevaleció
el
sentimiento del decoro nacional
([uc ([ueda-
yendo á pedir ante el ejército inijierial del Brasil lo que éste conceptuaría como una capitulación poco más ó menos honrosa para un ejército que se decía fuerte y que no había combatido todavía; y la resolución propuesta no pasó adelante. (-) ría herido,
(
'
)
(-) fie
Véase Meinorins
¿nédilris,
\);\^.
Inrorines vcpliiilcs del (((pniicl
esos joles.
2(yA
y 270.
1mi<íciiÍ(I(IcI I^nsio, (Hic riu'
uno
—
íilO
—
lugar en la noche del 2 de
La junta de guerra tuvo
y fué compuesta del general Pinedo, de los coCliilavert, Pedro José Díaz, Lagos, Jerónimo Costa, Sosa, Bustos, Hernández, Cortina y Maza. Sabedor de lo que se había pasado en la reunión privada de jefes' Rozas comenzó por declarar que su honor y sus deberes de gobernante le llamaban á dirigir la batalla á que
febrero,
roneles
sostendría hasta
el
que en
tal
posición
último trance los derechos
é intere-
se aprestaban los aliados invasores;
ses de la Confederación,
como
tal
hasta entonces; pero que
si
los había entendido
los jefes
caracterizados de
su ejército entendían que debían pactar con
con Urquiza en vez de combatir, á
él
no
le
el
Brasil y
quedaba más
que someterse, en cuanto á su persona y mando que investía, de lo cual no hacía cuestión; si bien apelaría como simple ciudadano á la opinión de la Provincia para
tomó entonComenzó diciendo que el pensamiento patria podía llevar al hombre mejor in-
desalojar á los imperiales invasores. Chilavert ces la palabra.
en
el
bien de la
el
deber inflexible del honor se
levantase para condenarlo.
()ne el deber de defender la
tencionado hasta donde
patria,
no
como
el
amor
se discutía en
á la siempre, siempre bendita madre,
su inexorable indivisibilidad; porque de
discutirse, los sagrados vínculos del corazón
que forman
y los eternos preceptos de la moral, quedarían á merced de los más i)rotervos para violarlos y para enseñar á violarlos. Que tan así era, que sus no-
la esencia de la vida,
compañeros habían vuelto sobre una resolución que creyeron digna, á impulsos de los dictados del honor patrio. (^)ue pensaba, pues, que no había discusión sobre Que él no sabría dónde ocultar su si se debía combatir. espada si había de envainarla sin combatir con el enemigo que enfrente estaba. Que en cuanto á él, acompañaría al gobierno de su patria hasta el último instante; porque así bles
—
811
—
era cien veces glorioso para él la muerte al pie de sus cañones combatiendo, como cien veces vergonzosas las concesiones de un enemigo que se creía vencedor cuando })(jr
boca de aquéllos debía resonar todavía la gran voz
de la patria,
la
«La
voz del honor.
suerte de las armasi
agregó Chilavert. es variable como los vuelos de la cidad que
el
nos se pensó.
Si
vencemos, entonces yo
dp mis compañeros de armas para pedirle
que emprenda inmediatamente cional.
Si
la
me hago al
al
gloria
mayor que
constitu-
vencedor; que
que
él
pueda
darme yo mismo, rinbandera á cuya honra me
la
.»
Los conceptos de píirqiie
eco
])uedo
la
diendo mi último aliento bajo consagré desde niño
el
general Rozas
organización
somos vencidos, nada pediré
soy suficientemente orgulloso para creer
darme
feli-
viento de un minuto lleva del lado que me-
aparecen aquí
Chilavert
p;ili(los.
he debido liarme á los recuerdos de una de las
personas que los oyó, y aun arreglarlos á los contornos salientes de la oratoria de ese hombre distinguido, que creo alcanzar por las frecuentes referencias de lia,
que era también
sns
papeles
y
mi fami-
suya, y por la observaci(')n de multitud de sus borradores que poseo.
La entereza con que encerraban
la
que
pronunció sus liltimas palabras,
á la vez que una aspiración generosa
y sentida, algo como la intuición de su destino. i)rovoel entusiasmo de sus com[)añeros. alirnníndolos en la creencia de que el deber les imponía de una manera inexorable sostener el honor de sns armas. En cuanto Hozas, alargándole la mano, le dijo: «Coronel Chilavert. es usted un [)atriota; esta batalla será decisiva jtara (•(')
;'t
todos.
Urquiza,
yo.
ó
cnalquier
deberá trabajar inmediatamente sobre las bases existentes. es
el
Imperio del
P>rasil.
otro
la
(¡nr
prevalezca,
constitución nacional
Nuestro verdadero enemigo
|)or(iut'
es Imperio.»
— En seguida la
posición
— romo
Chilavert analizó,
de
ambos
él
dades que mediaban
})robabili-
las
de parte á parte para circunscri-
Entonces se dijo: Urquiza, en vez comunicación por la costa norte con
extenderlo.
ó
birlo
sabía hacerlo,
las circunstancias del
ejércitos;
que respectivamente ocupaban, y
teatro
de conservar la
>\V2
su
escuadra brasilera
y,
por consiouiente, con las fuer-
zas brasileras que guarnecen la Colonia, ha cometido el
de internarse
error
Aires, aislándose
asegurar su retirada en caso de un desastre.
mente
al
que
le
proceder de un
modo
daban de que
Probable-
tan contrario á la estra-
ha dejado arrastrar demasiado de
tegia, se
Buenos
frontera oeste de
por la
completamente de sus recursos y sin
las poblaciones
y
seguridad
la
opinión se pro
la
nunciarían en favor de los aliados á medida que éstos avanzasen, dejando á su retaguardia poderosos auxiliares de su
Pero no sabemos de un solo pro-
cruzada.
nunciamiento en favor de los enemigos: por el contrario, desde que pasó el Paraná hasta el día de ayer, y por regimientos, por escuadrones y por partidas más ó menos numerosas, se han pasado del enemigo á nuestro
campo aproximadamente está
frente
á
1.500
nosotros, es
mente aislado, en un
hombres.
cierto,
centro que
pero le
es
El
enemigo
está completahostil,
en una
posición peligrosísima para un ejército invasor, y de la cual
tanto
Cuantos más días trascurran el enemigo cuyas filas se
debemos aprovechar.
más
fatales
serán para
clarearán por la deserción.
Partiendo de estas consideraciones, agregó Chilavert:
«Pienso que no debemos aceptar tendrá que suceder contrario,
nuestras
si
tomando
de mañana,
como
nos quedamos aquí: que, por
infanterías y
rápidamente esta misma ciudad,
la batalla
artillerías
noche á cubrir
se
el
retiren
la
línea de la
las ])osiciones convenientes;
que simul-
—
:¡l:!
—
táneamente, nuestras
('al)al!erías
homlres
la línea del
salgan
Arrecifes
de
por
numero de
en
norte hasta
lU.UUO
la altura
y eomiencen á
del enemigo, corriéndose
maniobrar á retaguardia una buena división hacia el
sur para engrosarse con las fuerzas de este departamen-
y manteniendo la comunicación con las vías por donde pueden llegarnos refuerzos del interior. Es obvio que el enemigo no tomará por asalto la ciudad- de Buenos Aires. Ni cuenta con los recursos necesarios
to,
para intentarlo con probabilidades serias, ni los brasi-
marchar á un sacriíicio seguro. Y entonces una de dos: ó el enemigo avanza y pone sitio á la ciudad, ó retrocede hacia la costa norte á dominar esta línea de sus comunicaciones y en busca de sus leros
consentirán
reservas estacionadas en
la
costa oriental.
En
el
pri-
mer caso militan con mayor fuerza las causas que deben destruirlo irremisiblemente. En el segundo caso, nosotros quedamos mucho mejor habilitados que ahora para batirlo en marcha y en combinación con nuestras gruesas columnas de caballería á las que podremos colocar ventajosamente. Y en el peor de los casos, no somos enemigo propongo, j)ues que
nosotros sino (|ue
el
([uien
para
trascurren nos refuerzan, y á
pierde con la operación
nosotros
él lo
los
días que
debilitan.»
El plan de Chilavert, (jue no era conocido
más que
Pedro José Díaz con (|uien lo había consultado, agradó á los más capaces, si bien otros jefes se })ronun('iaron por(|ue se diese inmediatamente la batadel coronel
El mismo Rozas pensó que esa operacií'm daría lla. un resultado semejante á la de LS'iO. cuando el general Lavalle lleg() hasta Merlo, de donde tuvo (jue regresar
precipitadamente por
el
más cuanto que ponía
norte;
y
ella lo
á la ciudad
quiera tentativa de desemb.irqiif de
halagaba tanto
cubierto de cual-
á la
divisi(')ii
de ale-
— manes
al
servicio del
iiidad en la
Colonia.
Brasil,
(
— que esperaban
lo todo á la
dice
)
vert.
fqjortu-
resolvl(') liar
batalla que era ya inminente.
mayor Reyes,
el
como
la
Sin embargo de esto, y contra
'
esperanzas de sus mejores jefes. Rozas
las
la
:!U
mostró
se
muy
«El general,
contento del
modo
habían expresado los coroneles Díaz y Cliilaagregando que á pesar de estar muy satisfecho de se
exactitud de las observaciones de ambos, era necesa-
rio dar
la batalla
caba como
al
lo creía.»
Esa misma noche
día siguiente ( -
se dirigió
les jefes á escoger el terreno
el
el
enemigo
ata-
Rozas con
los i)rincipa-
para darles á sus tropas
orden de colocación que debían
aunque
si
)
tener
en
la
batalla:
el
y
coronel Chilavert fué de parecer que se esco-
giese la cuchilla paralela al
Morón que
arroyo de
los
separaba de los aliados y en la cual posición cubrirían la línea de la ciudad. Rozas adoptó la línea que formaba
ángulo obtuso con dicho arroyo y que se extendía desde la casa de Caseros hasta el campamento de Santos Lu-
Constaba su ejército de 10.000
gares.
fantería, 12.000 caballos y 60 cañones,
(
) ^
Esta división constaba de 4.000
soldados de inv
soldados.
lo
distribuyó
Descontentos del
despacharon un comisionado á Buenos Aires para ofrecerse á Rozas bajo buenas condiciones. Arregladas que fueron éstas, se trasladaron disfrazados á Palermo dos de los oficiales alemanes principales. Éstos constataron que dicha división debía lanzarse sobre la ciudad de Buenos Aires, asi que Rozas se alejase de Santos Lugares con su ejército. Quedó convenido ([ue varios batallones alemanes saldrían á hacer ejercicio en los cerros de San .Juan, y que de aqui en determinado día se embarcarían en los trasportes (|ue sigilosamente irían de Buenos Aires. Después de haber hecho los preparativos necesarios, el mayor Reyes se dirigió con tal objeto á fines de diciembre con el vapor Merced y varias balleneras grandes. Á poco andar, una descompostura imposibiliti) la marcha del buque, y se hizo indispensable postergar la operación; pero los sucesos se precipitaron más rápidamente y menester fué renunciar á ella. (Referencias del señor Antonino Reyes.) (-) Carta del señor Antonino Reyes. Manuscrito en mi archiservicio,
vo.
(Véase
el
apéndice.)
AÁwmi I
cu en
cn-í
j
4^
+ 4'+ 4*
V ^F
H
„
Cortil' u
HcvnvOAuíazJ
—
v,^
.
(í,
^ 4
ÍW».
— colocando en
y á
3io
—
apoyada en
la derecha,
la casa de
Caseros
las órdenes del general Pinedo, dos regimientos de
«Santa Colonia y
caballería
batallones
Belvis), tres
de
infantería y diez cañones (Maza) aparapetados tras un foso y cercos de tuna, en la extensión de una cuadra
hasta
palomar de dicha casa que cerraba esta fortiliEn seguida y hacia la izciuierda. una división
el
cación.
de caballería (Juan de Dios Videla), oclio batallones de
con
infantería interpolados
mando
Hernández.
Á
baterías de
artillería,
y
al
Jerónimo Costa y Juan José
coroneles
de los
retaguardia de esta línea
de reserva,
y
de los
dos divisiones de caballería á las órdenes
coro-
neles Sosa y Bustos. Centro: treinta cañones de 12, 8 y izquierda: tres bata4, al mando del coronel Chilavert;
mando
de infantería al
llones
Pedro José
del coronel
Díaz, y tres divisiones de caballería á
del
las
coronel
Lagos.
Apenas media legua separaba las líneas enemigas cuando en la madrugada del 3 de febrero los aliados, llamando la atención sobre el ílanco derecho de Rozas, comenzaron á maniobrar sobre su derecha para pasar el puente del arroyo de Morón y dejar éste á retaguardia. Verificáronlo con la misma facilidad que por el puente de Márquez, porque Rozas no quiso ó no supo sacar en
ambos casos
las
ventajas
de su posici('»n
y de las cir-
le ofrecían; comprometiéndose en una operaci(')n de suyo })eligrosa, al frente de un enemigo que espera y que puede escoger el momento más favorable para atacar, fraccionar y aun batir en detalle
cunstancias que ellos
á la que la intenta
Á
las
ocho de
mañana
la
el ejército
de los
aliados,
estaba formado en una loma frente á la (¡ue ocui)aba de Buenos Aires y en cuatr(» batallones de
el
la
orden siguiente:
A
la
el
izquierda
inrantería oriental, formados en
—
;u()
—
las (jrdenes del columna, y un escuadró n de artillería, coronel César Díaz. En el centro dos batallones de los capitulados en Montevideo y remontados en Entre Ríos ;i
y Santa Fe, un escuadrón de artillería, y la división imperial brasilera compuesta de seis batallones y un regimiento de
órdenes del brigadier Manuel
artillería á las
Márquez de Souza.
Derecha: cinco batallones de infan-
tería entrerriana y correntina, al lán,
mando
del coronel Ga-
baterías de artillería interpoladas entre las
de infantería,
mando
al
cuatro grandes di-
roneles Mitre y González Fontes; y
visiones
(te
columnas
del coronel Piran y tenientes co-
caballería correntina, entrerriana y brasilera
comandadas por
y Medina y retaguardia del extremo
generales Lamadrid
los
Á
coroneles Galarza y Avalos.
izquierdo, las divisiones de caballería del general
Juan
Pablo López y coronel Urdinarrain. La dereclia estaba á las inmediatas órdenes del general Urquiza; y todas estas fuerzas
formaban un
total de 24.000
hombres con
50 cañones.
Á
eso
de
de la
O
las
recorrer su línea entre el
aclamaciones que
campo enemigo, como
Díaz, se detuvo en le
dijo:
el
mañana Rozas, después de
lo
manifiesta
el
resonaban en coronel César
centro y dirigiéndose á Chilavert
rompa sus fuesu frente.» Tronó
«Coronel, sea V. el primero que
gos sobre los imperiales |que tiene á
cañón, sosteniéndose un vivo fuego con la
entonces
el
artillería
brasilera, que fué
mendo huracán
de
la
el
precursor del tre-
Juzgando Urquiza cjue compuesta de caballerías, era
batalla.
el
ala izfjnierda enemiga,
la
más
débil,
como
y confiando en
suyas, mandólas cargar con
la
superioridad
de las
el
designio de fianquear las
infanterías que se prolongaban
sobre la derecha de Ro-
zas.
Diez mil combatientes aguerridos se lanzaron con
Lamadrid, Medina, Galarza v Ávalos sobre
la línea
de
—
—
:5n
Tan impetuosa fué la carga que la división Lamadrid. prolongándose demasiado sobre la izquierda legua y media del campo de baenemiga, fué á }tarar Lagos.
<á
talla.
Lagos
esperé)
la
carga con
dos
mil lanceros
íirme y con dos columnas de ataque
su
línea.
El choque
á
los
fué estupendo, que
á
pie
flancos de
tan valerosa-
mente fué llevado como sostenido. Los aliados fueron rechazados dejando más de 400 hombres fuera de combate.
La
divisi(3n
Galarza acudió
flanco derecho apareció
punto; pero por
al
una división
de
el
caballería que
Rozas mand('» avanzar á gran galojje del extremo opuesto. Simultáneamente Lagos lanzó sus dos columnas, y los aliados, con ser más fuertes en número, empezaron á Entonces ürquiza arroj(') allí retroceder en desorden. (') las caballerías de
disputaron
L(')pez.
allí la victoria,
Más
de
ló.l.lOU
hombres se pudo dis-
la cual difícilmente
mayor jmjanza; que en las cargas cuyo furor anhelante parecía absorber el aire y el espacio, en momentos de supremo esfuerzo; y en los entreveros en que la muerte se presenta fatídica á los ojos,
cernir la palma á la
en las rectas y en las curvas de las lanzas y los sables sangrientos que el vértigo de la vida esgrime, los que adelante siguieron no i)udieron invocar su
á título del valor aquella
proporción de
Lagos la
de
los
maza inaudita de
rindieron.
ginetes que se
Acosado i)or aumentaba en
sus pérdidas en las cargas que llevara.
trató de rei)legarse
dis[iersi(')n
que
proeza sino
;i
su
línea,
pero envuelto por
de los suyos fué llevado fuera del camiJo
de batalla. Este era
el
momento
en (jue
el
ifnlrn aliado
(') Véase Memorias /ne'ííi/crs del general César Izquierda de los aliados en Caseros, pág. 285.
debía
Díaz, jefe do la
—
318
—
obrar sobre su frente para generalizar
nido por
Pero
las
resultado obte-
ya victoriosas caballerías de su derecha.
exceptúan dos batallones
si se
el
nel Matías Rivero, ni
al
infanterías
las
mando
del coro-
brasileras ni las
movimiento de ataque; que permanecieron fuera de tiro de cañón, mientras que la izquierda avanzaba sobre la casa de Caseros, variando de Galán siguieron
el
de frente á cierta altura i)ara
La
oblicuamente.
batirla
(')
contenida con un vigoroso fue-
divisiíju oriental fué
go de cañón y de fusil, y su posición se hizo más crícuando, por sobre no ser secundada por el centro,
tica
apareció por su ílanco la división Sosa que Rozas lanzó
oportunamente.
allí
Según
Díaz, el jefe brasilero
pidió
le
aíirma
lo
le
general César
el
indicase la cooperación
que hubiere menester, para ponerse en actividad; y Díaz le respondió que avanzase atrayendo la atención del
enemigo que
tenía al frente,
hacer efectivo su ataque. tonces dos batallones en
avanzó con
el
resto de
nía á Chilavert.
á íin
de
que
El jefe brasilero protección
su división.
Cuando
los
de
la
Pero
imperiales
se
pudiese
él
mandó
en-
izquierda y enfrente te-
pusieron á
de sus cañones, Chilavert rompió uno de esos fue-
tiro
gos sostenidos, calculados para ci])io
La
matemático á que
artillería imperial,
él
el
estrago sobre
subordinaba toda su
el
prin-
táctica.
con ser más poderosa, apagó
sus-
fuegos porque contra ella asestó sus punterías Chilavert.
Las infanterías intentaron rehacerse varias veces; pero tuvieron que dar vuelta caras dejando en
el
campo como
üOO hombres fuera de combate.
Pero mejor éxito había tenido entretanto ataque de seros.
(
'
)
la
izquierda
el
segundo
reforzada, sobre la casa de Ca-
Los batallones de milicias de Costa, que
se corrieron
Véase Memorias inéditas del ü-enenil César Díaz, pág.
288.
—
;U9
—
-
sobre su derecha para proteger la casa, y que se fogueabau por la ¡¡rimera vez, uo resistierou el ataque por frente
ílanco que llev(j con habilidad
y
coronel César
Desalojadas de sus posiciones las fuerzas que la
Díaz.
defendían, los aliados penetraron en
y
ficio,
el
combate
el
se trabó
el
interior del edi-
todavía recio
con los que
en los patios y azoteas defendieron allí su vida. Aquello fué una verdadera carnicería. (') De cerca de 800 hom-
más
bres que se sostuvieron
un batallón
del coronel Palleja y de
ron hasta
de
hospital
el
guarecido algunos heridos. nerable, tan
Era
Buenos
el
sangre
;i
en
muy al
donde
se
habían
de aspecto
la fortaleza de las
im})lorar
pocos
mando
penetra-
brasilero,
Un hombre
armado de
sólo
grandes, se adelanti) heridos.
de media hora,
Fuerzas del batallón Voltíjeros
sobrevivieron.
generosidad
ve-
almas
jiara
los
conocido cirujano mayor del ejército de
Aires, doctor Claudio Cuenca, erudito
nosógrafo y tierno poeta. El coronel Palleja lo atravesó con su espada, y uno de sus oficiales hizo otro tanto. «E]n esta lucha, tallón
presentó un
suscribe
le
Cuando (')
asalto á la casa
del ba-
de Caseros, se
y le pidió á mi jefe (]ue le salvara un hachazo con su espada, y el que una estocada can la suya.» (-)
di('>
di(')
l'ujzas
vio destruida su ala izquierda, é impo-
dispersada su ala derecha, comprendió que asis-
á su derrota;
tía
el
oficial
la vida: éste le
tente
don Tomás Larragoitía, capitán
dijo
Voltíjeros en
y acordándose de
las
observaciones
\éase César I)i;iz, Metnoj-ias- itiéditas, piig. -¿^M). Fué con motivo de rcelifi^ur ascvomcioues del señor general Mitre, contenidas en una carta que me hizo el honor de dirigirme sobre estos y otros sucesos narrados en la 1". edición tle este libro. Se publicó en La Razón (.\a Montevideo del 3 de lebrero de l(S89. Véase sobre lo mismo la carta del señor Fernando T()rres en El Siglo del 27 de octubre de l.S!S7. Vm una y otra parte testigos presenciales cori-ob<>ran los hechos en el modo y forma como se narran en este libro. '
(
)
(2
)
—
820
—
y Díaz, juzgó que el centro podía todavía efectuar una retirada á la ciudad operando un cambio de frente sobre el enemigo. y dejando á su espalda la línea de Buenos Aires. Cuanacertadísimas de los coroneles Cliilavert
do seguía
la línea tras el
den, en dirección á la
su lado da.
cá
ayudante que llevaba esta
buen galope un soldado disperso de
«Déme
las boleadoras», díjole al
doselas éste, y midiéndolas
sus brazos abiertos,
y
or-
extremidad del centro, pasó por
él
la izquier"
trompa. Y alargán-
en razón de
la
longitud de
liízolas revolotear por sobre su cabeza,
las lanzó tan diestramente,
que se enredaron en las patas
delanteras del caballo del soldado que
liuía.
más completa tranquilidad de ánimo, ordenó al En coronel Bustos que cargase una columna ñanqueadora la
que pretendía envolverlos, y se colocó en el centro de las brigadas de Chilavert y Díaz que operaban el cambio de frente bajo los fuegos enemigos, y que, con la división
un total de 3.500 liombres resueltos y Aquí fué propiamente el rudo batallar de Caseros, porque el general Urquiza hizo converger a este punto todas las fuerzas disponibles del ejército aliado
Sosa, formaban aguerridos.
vencedor en las dos alas de su línea.
Pero las baterías
de Chilavert y las líneas de Díaz eran muralla formidable contra aquella masa que porfiaba por envolverlos.
Los claros que proyectaban cubríanse con nuevos combatientes, que surgían de todos lados, como movidos por esos golpes eléctricos que exornan las sorprendentes conr binaciones teatrales. Esta partida á muerte no podía ser de larga duración. Después de una hora de rudo combatir á pie firme,
los
batallones de Díaz disminuidos,
de fatiga, y faltos de municiones, iniciaron un movimiento de retirada apoyando su flanco
cercados,
exhaustos
con líneas de tiradores á tunas.
lo largo
de un zanjío y cerco de
—
rV¿l
—
Cliilavert. que no había cesado de hacer fuego desde comienzo de la batalla, se encontró más comprometido todavía. Cuando contó sus pocas municiones y se vio con poco más de oU(l artilleros, enfrente de 12.000 enemigos que no habían podido tomarle todavía sus caño-
til
nes, debió creer que en justicia el triunfo sobre
una derrota para quien y sus sargentos
ciales
lo obtuviese. le
Y cuando
})edían balas y
ya no
sería
él
sus
ofi-
las había.
Chilavert les hacía recoger los proyectiles esparcidos, para
que hiciesen los últimos podían, Chilavert
gando
su poncho
Y cuando ya no
tiros.
nada con que hacer fuego, y le
tería al blanco certero
Y
que
le
mismo
hizo la pun-
presentó una colunma bra-
no tomó en vano esos cañones.
fuerte en el orgullo
ciones;
como
los soldados se batían
todavía un proyectil, y rasordenó al sargento Aguilar que
cncontrí')
cargase por la última vez un cañón. Él silera, la cual
quedal)a
arrogante
de los que caen
como esos
brillantes
})or
sus convic-
que
caballeros
conceptuaban su vida de prestado después de rendir su espada
al
que venían
enemigo, esperó apoyado en un cañón á los á
tomarlo.
César
lo
habría contado después
de Catón entre los trescientos de Utica. Wellington, en su presencia, hubiera admirado por sobre el patriotismo exacerbado de Cambronne, el consciente heroísmo en la en la derrota del militar l)elea, la entereza imponente caballero, que S(')lo esjjera morir como tal á manos de Pero los que diezm(') hasta con las piedras del camino. son las almas superiores las que aprecian estos atribuPor haber hecho noble gala tos de las almas grandes. de ellos. Chilavert
(
')
ya se
le
fui'
víctima de a,ntiguos rencores. (')
Para escribir con propiedad sol)rc esta batalla dado f^-randiosas proijorcioiios, ya se le ha lia
;i
la
cual
liaiiiadi)
dispersióii de Caseros, hv. recorrido i)aliuo á palmo rl camiio cu
•v>)
Chilavert
que la
asisti(j
íiu'
el
único
ú pie firme á
Buenos Airessupremas postrimerías de qne los aliados obtuvieron
del ejércitu de las
batalla de Caseros, en la
una completa victoria. Poco después de las dos de la tarde, y cuando las caballerías aliadas amenazaban rodear completamente las brigadas de Chilavert y de Díaz, aproximóse por el naneo derecho de éstas una columna de caballería atraída por la vista de Rozas y los (|ue lo acompañaban, y la cual chocó con la división Sosa. Rechazada ésta envolvió en sus
Reyes y á algunos
oficiales.
filas
Una
á
Rozas,
siguió entonces á la fuerza en que iba Rozas
ción á Matanzas. (|uierda,
enemiga.
Á
cierta altura,
al
mayor
persecución activa se en direc-
Rozas torció á
la
iz-
y en un pequeño recodo apareció otra fuerza Los tiradores de Sosa, batiéndose en orden,
mantenían á cierta distancia al enemigo, pero esto no obstó á que algunos reconociesen á Rozas, Un escuadrón volvió caras y cargó á los que venían más cerca. Siguióse un fuerte tiroteo y una bala hirió á Rozas en el dedo pulgar de la mano derecha. Rechazados los perseguidores, Rozas les pidi(') á sus soldados que se disolviesen. Antonino Reyes, quien acompañó á su vez á Rozas cuando en la noche del 2 de febrero este último colocó allí sus tropas. Con sujeción á estos y á los demás conocimientos ([ue en seguida menciono, tracé un plano detallado que difiere en algunas proyecciones y distancias del que presenta el general César Díaz en sus Memorias. En cuanto al campo en que se situó el ejército aliado, he podido fácilmente corroborar la exactitud de los datos del general César Díaz, jefe de la izquierda de los aliados, si bien he subordinado algunos detalles á mejores informes. He utilizado, previo escrupuloso examen, los datos que he recogido de militares de las unas y de las otras filas, y me he servido de los dalos que arroja la Camparía del Ejército Grande por el entonces teniente coronel Domingo F. Sarmiento, de los que trasmitió el coronel Pedro •losé Díaz al mayor Reyes; de referencias y anotaciones interesantes del coronel fagos en sus i^apeles que poseo; de las que vert)almente me han hecho el coronel del Busto, y el mayor Arguelles, testigos oculares; y de los que posteriormente han hecho testigos oculares también con motivo de la primera edición de este libro, y ([ue he citado en el curso de este capítulo.
—
—
328
Acompañado solamente de su Lorenzo López, llegó hasta del paso de Burgos (un poco
De
Alsina).
el
asistente de coníianza estanco de Montero, cerca
al
sur-oeste del
hoy puente el Hueco
ahí siguió por la calle Sola hasta
Sauces (hoy plaza 29 de noviembre) y se apeó bajo uno de los frondosos árboles que por entonces había,
de
los
¿Qué pensó
¿Dominábalo
allí?
¿Se tocaba en
de su caída?
deliraba en la eminencia
el suelo, ó
La grandeza de su
ocupó?
vértigo
el
que
poder, y su pasaio que comen-
zaba en ese instante, debieron de presentársele ataviados con la hiz y los colores espléndidos que ostenta ese
mundo
de los que descienden de lo
y han de vivir
alto,
de este recnerdo qne couiprende su vida misma.
empuje de transición tan ruidosos ecos de
violenta,
Y
al
unisón de los
al
y su espíritu debió de estallar
la caída,
mole informe del destino que avanzó })ara aplastarlo, como Napoleón en la sombría noche de Waterlóo; ya que no desfallecer mísero y vergonzante en la hora contra
la
de la soledad y de la prueba,
salud á
la
muerte y calma
;i
como Luis
así pensó, él se llevó el secreto
jamás lo dijo. Lo indudable
XI, implorando
conciencia acusadora.
la
Si
de su cuita; que á nadie
que en ese momento de amargo despecho para cualquiera en su posici('»ii. él fué dueño de sí. De t'Uo (lió prueba rindiendo su último homenaje al for-
mulismo ante
el
ci()n del ;irb()l.
le
es
autoritario que erigió en sisteuia. y ratilicando
poder público que
hecho que
Rozas
lo
escribi
acababa de derrocar. la
Lorenzo López condujo á
Es llegado
dura de gobcni;i(lor de con que os
di,nn;isteis
exaltó al gobierno Allí,
la san-
bajo ese
sobre su rodilla y en un pliego (|ue
alcanzó su asistente,
sentantes:
lo
siguiente nota la legislatura:
(|ue
el
mismo
«Señores Repre-
el
caso de devolveros la investi-
la
Pro\
iiiii;i
lionrarmo.
y
la
sum;i del poder
Creo iiaber llenado mi
— deber (•jmo todos los
—
Í524
señores Ke})resentHntes.
iiuestrtjs
verdaderos federales y mis compaueSi más no liemos hecho en el sostén sa-
coiiciiid;idaiios. los
ros de armas.
grado de nuestra independencia, de nuestra integridad
y nuestríj lionor, es porque más no hemos podido. Permitidme. H.H. R.R.. que al despedirme de vosotros, os reitere el ])roíuii(1o agradecimiento con que os abrazo tiernamente; y ruego á Dios por la gloria de V. 11.. de todos y cada uno de vosotros. Herido en la mano dere-
cha y en el campo, perdonad que os escriba con lápiz esta nota y de una letra tral)ajosa. Dios guarde á V. H.» (')
En seguida Hozas
iiiontf)
tancias de su asistente sigui() hacia la ciudad,
á caballo. ])oniéndose á ins-
poncho y
el
el
gorrete de éste;
bajó por la calle Santa Rosa (hoy
y entr(3 en la casa del encargado de negocios M. B. Mr. Roberto dore, ordenándole á su asistente quf fuese á darle sus noticias á la señorita de
Bolivan de
S.
Rozas y que condujese' su caballo á su casa. El capitán Gore. que entrtj |)o('o después, declaróle noblemente á Rozas, que estaba en un todo á su servicio; y como éste le significase agradecido que sólo le pedía asilo durante los momentos indispensables para embarcarse con seguridad, Mr. Gore
Á
conveniente.
las oclio
rita
Manutíla de Rozas
del
cauíjiiigo
Santillán fué
y
don del
en persona á ordenar
saliéj
de esa
Esteban
su casa,
Moreno,
secretario de
á reunirse á su padre.
misma noche
de
sallé)
Á
del
lo
la seño-
acompañada señor
Pablo
legación británica, y las doce, Rozas, vestido la
negro y del brazo del caballero Gore, de uniforme de marina, la señorita de Rozas acompañada del secrede
tario de la
(')
de
Allí
la ([ue
mo
legación, y algunos
marineros, se embarca-
mismo Rozas sacó una copia iic
servido.
— ron sin tropiezo en
8-25
— Centaur (capi-
fragata de guerra
Ih,
tana del almirante Hendersón de
después se trasbordaron
M.
S.
B.)
vapor de guerra
al
Á
Santos Lugares absorbía la escena. doras explosiones del triunfo se siguió
ganza con
el
vencido;
era para proporcionar
más
en pirámide sangrienta para
ó cual
vencido,
de ellos sacó al
huían
(^ue si
sacrifi-
de los que
solaz
se
pedían
le
la
vida
Uno
concedía.
las
y coronel Santa Coloma de
jefe
sed de ven-
la
miembros mutilados.
allegados del general vencedor
tal
'
veinte prisioneros, co-
lejos esparcían á balazos los
Los de
(
embriaga-
mayores atractivos á sus
cadores; la matanza de diez, de
locados
las
de los
degüello
el
Cuatro días Conflict.
la capilla
de
Santos Lugares, y lo hizo lancear teniéndolo él por los cabellos, como para sentir los extremecimientos de ese desgraciado, condenado, según lo decía el general Urquiza,
«por haber sido presidente de la sociedad de la mazor-
ca».
(
*
El coronel Martiniauo Chilavert
fué otra de las víc-
la mal aconsejada saña del Conducido como un criminal desde el campo de Caseros donde fué rendido, hasta Palermo. Chilavert se propuso morir como hombre reconcentrado en su genial entereza; que atenerse á los su[)remos preceptos del honor militar que lo aini)araban á él como prisioneSabía que b) sacrificarían. Su liol asisro de guerra.
timas inmoladas en aras de vencedor.
tente, el
sargento
noche de
la
liuyese en su
Aguilar, se
lo
batalla, suplicándole
caballo (|ue
él
le
me
los
li;i
en
se
smninisti-ailo
('(uuluciib»
hallaba
tMi
sin
Londi'os
Manuela de Rozas de Terrero. (2) Véase
Memorids
del
;,'i'ii(.'ral
misma
la
entre lágrimas
había
pocas varas de Maldonado donde
('i Ksfos detalles
repitii)
César Díaz,
pilg. ¿Olí.
l;i
que hasta parti-
scfnn-!i
— «Pobre
ciliar custodia.
^m
—
A^í^uilar. le dijo
Cliilavert, te per-
dono lo que uie propone tu cariño. Los hombres como yo no huyen. Toma mi reloj y mi anillo y dáselos á Rafael (su
Adiós.» la
Y
liijo);
toma mi
caballo y
mi apero y
sé feliz.
rechazó la oportunidad segura de escapar á
venganza.
^ (
)
Sin embargo
el
mandó traerlo á su como la gloria alargándole su mano
general Urquiza
¿Era para levantarse grande
presencia.
que
le discernían los vencedores, á ese militar caballero en la desgracia? ¿Quiso ver humillado al que una vez lastimó su amor proi)io de
amante; ó que en su presencia se agrandase su antigua para justiíicar de algún modo el tremendo desahogo que meditaba darle á su despecho? ¿Se proquerella
puso comprar con su perdírn
la
que era reputado
el
prisionero
República?
adhesión ilimitada del primer
artillero de la
Lavalle se resistió á ver á Dorrego antes de
también por su orden, y por siniestros consejos, que también mediaron respecto de Urquiza. á punto de presentarle la muerte de Chilavert como una necesidad, para quitarse de encima un enemigo midacable y declara;! o. De cualquier modo, y conocidos el temple y carácter de Chilavert, se puede presumir cuál sería su actitud, y la soberbia entereza con que al vencedor respondería. «Vaya no más», díjole el general; y liacerlo fusilar,
i
le
ordenó á su secretario que
lo
hiciese fusilar
como
á
traidor por la espalda.
Hay tormentos
dignidad se
mientras
la
hasta
instante
el
crueles que soporta
no puede soportar
la
hombre
fuerte
propia sangre, y
vida se va. Pero lo que hombre que rindió culto iuvaria-
en que el
siente en
el
la
muy niño en las rodillas del sargento Aguilar, le 1.) Sentado he oklo á él mismo esta referencia y la han hecho después en mi presencia el propio hijo de Chilavert. (
'-N
—
religión del honor, es
ble á la siempre grata
quiera degradar en infame,
—
im
los
á
general Urquiza
le
recuerdo, condenándolo á muerte
el
más infame todavía que
tas asignan á
que se
parricidas Chilavert.
y
la
que
á
los
Cuando
las leyes
escri-
piratas.
Es
el
lo
secretario
del
notificó su sentencia, el viejo militar
le
de Cutizaing('> habría querido ahogarlo por sus manos, y morir siquiera presa de la tremenda ira de su honor
Un
ultrajado.
•contacto la
quiso
oficial
asirlo
para ponerlo de es-
como el bofetón en la mejilla, como el de la mano impura en el seno de la virgen,
Fué
paldas.
herida traidora
en
el
El
pecho del león rugiente.
dominando
dar á tres varas de distancia, y Chilavert, á los soldados. gol})eándose el pecho, y echan-
do atrás
cabeza, les
oficial fué á
mueren
la
los
vert tambaleó y (•onserv(')
pie;
Los soldados bajaron
Un
tiro
sonó.
los
Chila-
Pero se
su rostro cubrióse de sangre. los soldados gritándoles:
de frente á
tirad al peclirt!»
«Tirad, tirad aquí, que así
yo!»
contuvo.
El olicial los
fusiles.
de
griti):
hombres como
«Tirad,
El prodigio de la voluntad lo mantenía
que tampoco
el
hacha troncha de una vez
sol
i
El oficial y los soldados quisieron la robusta encina. asegurar á la víctima. Entonces hubo una lucha sal-
Las bayonetas, las culatas y la instrumentos ílel martirio (|ue i)ostró
vaje, espantosa.
fueron los
esi)a(hi al
liu
Pero su libra pali)itaba todavía. P]nvut'lt(> en su sangre, con la cal)eza i)artida de un hachazo y todo su cuerpo convulsionado jtor la agonía, hizo todaá Chilavert.
vía
el
ademán de
«¡tirad aquí!
con
P(''i'cz
la
¡tirad a(iuí!» <|ne
horror cu
Sant(»s
llevarse
sus noches oía
el
mano los
solas,
lamento
del
al
iiccho.
Era
el
soldados debieron
como
es
fama
niño que degolló.
oír
que (
i
)
(') Todos condííiKiron el nisilainioiUo de Chilavert, si so exceprqui/.a pai'a vendar túa los (|iic expÍDlaiuii el iiniíiM de! ii-eiiera! I
—
—
:328
Las escenas de sangre se prosiguieron en Palermo. donde el general vencedor estableció sn cuartel general. Véase como las describe el jefe de la izquierda aliada en Caseros: « Un bando del general en jefe había condenado á muerte al regimiento del coronel Aqnino, 3^ todos los individuos de este cuerpo que cayeron prisioneros fueron pasados por las armas. Se ejecutaban todos los días de
cá
y más hombres juntos. víctimas quedaban insepultos, cuando
diez, de á veinte
Los cuerpos de las no eran colgados en algunos de los árboles de la alameda que conduce á Palermo. Las gentes del pueblo que venían al cuartel general, se veían á cada paso obligadas á cerrar los ojos para evitar
la
contemplación de los ca-
por ese medio ;intiguos resentimientos con aquel distinguido jnilitar que los había puesto en transparencia. Véase cómo lo explican jefes caracterizados del ejército aliado. oChilavert fué hecho prisionero en la batalla, dice el comandante en jefe de la izquierda en Caseros, y no habiendo sido muerto en el acto de su prisión, parece natural suponer que el motivo por el cual se le privó de la vida, fué posterior á la batalla. El secretario del general en jefe me dijo: que el general no había tenido intención de fusilarlo, pero que habiendo sabido que Chilavert había dicho que tenia la conciencia de haber servido á la independencia del país sirviendo á Rozas, y que si mil veces se encontrase en igualdad de circunstancias, mil veces obraría del mismo modo, b) mandó matar.» (César Díaz
Memorias
¿nédiias, pág. 304.)
El entonces teniente coronel Domingo F. Sarmiento, redactor del boletín del ejército que hizo la campaña de Caseros, dice al respecto: ((¿Por qué mató, general, á Chilavert al día siguiente de la batalla, después de la conversación que tuvieron?» Todo el ejército se quedó asombrado sin saber porqué causa secreta, pues aparente no había, so deshacía de Chilavert? Contemplando con Mitre el cadáver desfigurado me decía: ((¿á quién habrá degollado el general en este pol)re Chilavert?)» ¡(No sé poi^iué me parece, replicábale yo, que es al artillero científico.» Acertaba yo, general? Qué misteriosa coincidencia seria, que los tres artilleros de la República, los generales Paz y Piran y el coronel Mitre, se encontrasen reunidos contra S. E? Chilavert era el único que le quedaba para oponerles, por su habilidad y su valor.» (Carta de Sarmiento á Urquiza, Santiago de Chile 1852.) El anciano don Francisco Castellote y su hijo don Pedro, padre y hermano políticos de Chilavert, fueron á Palermo á implorarle al general Urquiza la vida del hijo y del liermano. El general se negó á recibirlos. Sólo les concedió algunos días después el cadáver destrozado de Chilavert, al cual le dieron sepultura.
—
^m
—
dáveres desnudos y sangrientos que por todos lados se miradas; y la impresión de horror que
ofrecían á sus
experimentaban á
la vista de tan
repugnante espectáculo
trocaba en tristes las halagüeñas esperanzas que
el
triunfo
Hablaba una mañana con una persona que había venido de la ciudad á visitarme, cuando empezaron á sentirse muchas descargas sucesivas. La persona que me hablaba, sospechando la verdad del caso, me preguntó: «¿qué fuego es ese?» «debe ser ejercicio», respondí yo sencillamente, que tal me había parecido; pero otra persona que sobrevino en ese instante y que oyó mis últimas palabras, «¡qué ejercicio, ni qué broma, dijo, si es que están fusilando gente.» (') Análogos horrores tenían lugar simultáneamente en de las armas aliadas hacía nacer.
la
ciudad de Buenos Aires. La guarnición de esta plaza
se
componía de
seis batallones de
guardia nacional, in-
clusive los pasivos, los rebajados y los cuales el general
los policianos, y á Lucio Mansilla, jefe de las armas,
había distribuido en una línea de cantones. Cuando se resultado de la batalla, y que nada quedaba que hacer, una buena parte de esa fuerza se disolvió. Man-
supo
el
silla
reconcentró en la plaza principal la que
le
quedaba;
y sin voluntad ni medios [)ara, resistir, y en previsión de los excesos á que ¡ludieran entregarse los dispersos
y caballerías de
uno y otro
ejército,
ciudad, pidióles en la tarde del
comandante Didelot,
del
que
mismo
bergantín
de
;>
rodeaban
la
de febrero
al
guerra francés
Hussard, y á los encargados de negocios de los Estados Unidos, de (jran Bretaña y de Portugal, que fuesen á manifestarle esa su intención al general Urquiza, y su solicitud de que «éste remitiese sin demora una fuer-
(•) liiisiiio
Memorias ilico
inédilas, del í^eiici-al ('('sar Iiiaz, \);'v^. :í07. carta de ^iiiiiiay (pa^'. sr. ya cilada
Sariniciilii cu
Lo It).
za á recibirse de
población
380
la plaza,
—
con
el
fin
de
garantir á la
de las tropelías que temía de parte de
una
soldadesca desmoralizada y numerosa.» (') La comisión se trasladó á Palermo. pero ni esa noche ni
mañana siguiente consiguió hablar con
en la
el
general Ur-
quiza. El capitán Didelot, al responderle al general Mansi11a
sobre este punto, no pudo
menos que
«Desgraciadamente, á pesar de
decir bajo su firma:
la diligencia del
señor co-
para despachar á diferentes puntos varios
ronel Galán,
ayudantes para informar al señor nuestra llegada á Palermo, y
nos llevaba, en vano esperamos á
nadie pudo indicarnos encontrarlo.»
el
general Urquiza de
del objeto urgente que allí S, E.
toda
la
noche:
lugar donde nos sería posible
(-)
Lo que el general Urquiza ])udo y debió evitar, mandando en la misma tarde del 3 de febrero y en seguida de la solicitud
del
general
Mansilla apoyada por
el
cuerpo diplomático, una fuerza respetable á que ocupase produjo durante esa noche y en el siguiente Los dispersos del ejército vencido, entremezclados
la ciudad, se día.
con soldados de caballería del ejército aliado, se derra-
maron en
las
calles
centrales de
Buenos
Aires, y
sa-
quearon las casas de negocio y las de familia que encontraban en su tránsito. Aquello fué una espantosa
novedad para Buenos Aires. Hecho el botín en un bapasaban á otro barrio á continuarlo, matando, violando, cada vez más ávidos, encharcándose en excesos rrio,
soeces que llenaban
de espanto á
la
ciudad desolada.
Lnpotentes ante esa irru})ción vandálica que crecía
momentos,
( *
)
(-) ficar la
brero.
los
vecinos ayudados de
los policianos,
i»*)!-
se
Véase Memorias del general César Díaz, pág. 297. Carta ilel capitán Didelot. (Véase Doctunentos para jusliconducta del general Mansilla en los días 3 y 4 de fe-
Buenos
Aires, 1852, 16 pág.)
—
331
—
redujeron á defender sus casas y sus familias, amenazadas de tanfa iniquidad y tanta infamia. Por fin, la nueva comisión que el general Mansilla
encomendó en
madrugada
la
Obispo
res Vicente López.
del 4 de febrero á los seño-
de Aulon. José M.
Roxas y
Bernabé de Escalada, para que le reiterasen al general Urquiza su disposición, y sus encarecimientos de que mandase una fuerza á ocupar la ciudad, pudo decidirlo á que hiciese cesar los estragos del saqueo ^excitando la generosidad en favor de
la
el
ceptos semejantes»,
como
En
ciudad, del señor general Ur-
honor de repetir
quiza, á quien tuve
dice
general
la tarde del 4, el
mismo señor Roxas. V) Urquiza mandó recién tres el
í
batallones, los que subdividiéndose
contuvieron
calles,
el
este y otros con-
en partidas por las
saqueo fusilando en
el
acto á los
que tomaban infraganti. Esa misma tarde el general Urquiza nombró gobernador provisional al doctor Vicente López que presidía el Superior Tribunal de Justicia; y la policía reforzada la tropa, contuvo el desorden mitigando el terror l)()r de la población. Mientras tanto el general Urquiza señaló
día
el
para que
trada triunfal en la
empeño
del
el
aliado hiciese su en-
Á
ciudad de Buenos Aires.
hicieron
«{ue
ejército
el
brigadier imperial
pesar
Márquez momento,
y otros jefes extranjeros para anticipar este menester fué ¡postergarlo para el día 20, á causa de
los
recibimiento y al del equijjo de las tropas que debían destilar bajo arcos de victoria. preparativos consiguientes
Los
tres ejércitos
silero
y
(') (l(í
entrerriano-correntino,
imperial
bra-
formaron en la mañana del 20 á camino de Palermo hasta el Retiro. Á me-
oriental se
lo lariío del
las
al
citailus. (Vé;i8C la iiiciicidnados.)
I)()(;iiii\ciil()s
los sefioi'cs
carta
ilcl
scíioi'
Koxa.s y
-
382
—
inontadoen nn soberbio caballo sombrero de copa alta adornado
diodía. el general Urquiza,
de Rozas, con poncho,
con la
punzó, y seguido de su estado mayor, cruzó plaza del Retiro (hoy general San Martín) y entró en el cintillo
la calle del
Perú (hoy Florida) á
la
cabeza
de la gran
columna de infantería y artillería cuya retaguardia cerraban las divisiones de caballería. Las azoteas y ventanas, adornadas con prolusión de banderas de varias
De
naciones,
estaban llenas
de gente.
trecho en trecho los jefes de cuerpo daban vivas al
libertador Urquiza, á los aliados
manifestaciones entusiastas en
encontraban
un público
que,
en particular; y estas simpatías más ó menos si
realmente entusiasmo
no podía defenderse de cierta curiosidad roedora ese espectáculo completamente nuevo l)ara Buenos Aires, de un ejército extranjero paseándose á banderas desplegadas por las calles de esa ciudad sentía,
en presencia de
donde tan sólo uno,
el
británico,
había
entrado,
pero
para rendir sus armas en la plaza de la Victoria. Cuan-
do
la
la bocacalle del Temun grupo de jóvenes partieron momento fueron ahogados. Cuan-
brigada brasilera enfrentaba
ple (hoy Viamonte), de
agudos silbidos que al do el general Urquiza acababa de pasar la bocacalle de ('orrientes, la ventana de una casa, donde como en muchas otras, no había banderas ni personas, abrióse de súbito«¡Asesino! ¡asesino!» gritó una dama, extendiendo su brazo hacia Urquiza. Era la señora Ventura Matheu, madre del coronel Paz, muerto en Vences. Otras escenas análogas se produjeron en la calle
el
trayecto del ejército aliado hasta
Federación (hoy Rivadavia) para entrar en
plaza Victoria, y seguir por
el
Paseo de Julio
liasta
la
Palermo.
CAPÍTLLO LXVIII LA FEDERACIÓN" CONSTITUCIONAL
Slm.vkio:
Palornio contiii
i.
(le
la iiolitic-a: lob unitarios y los IVdcralcs.
— II.
Loque
importábala •xigencia de los primeros: el hecho consnuiado do la Confede ración Argentinai que sostenían los segundos.— III. Urquiza se decide por el hecho consumado: el acuerdo de San McoíflS.— IV. El grueso del partido unitario rechaza el acuerdo en Buenos Aires.— Y. El congreso del Paraná sanciona la constitución federal.- VI. Los emigrados unitarios sancionan la constitución provincial de 185-1.— VIL La convención nacional de Santa Fe: cómo queda sancionado en los tiempos el hecho consumado de la Confederación Argentina.
Á el
partir de este
inoiiieiito,
Paleniio
se
eoiivirti(')
en
centro político, donde todos los que volvían á la escena
iban á explorar las vistas del general Urquiza respecto de
la
El elemento unitario, repre-
constitución del país.
sentado por ios en
tevideo y
habían estado emigrados en Mon-
i|iir
pugnaba por sus ideales
Chile,
de 182G: y el elemento íederal, la necesidad de partir de los hacía
más de
¡¡rimeros valía
los
de partida, esto es, á
la
guerra
civil
volver al
exigencia de
nacional y
priictica.
los I'"J
i)unto
que había ensan-
grentado las provincias, lirmes en la idea de la
año
veinte años.
La exigencia de
ci(')n:
del
que predominaba, sostenía liechos consumados desde
la
federa-
segundos era esencialmente
punto de
[lartida lo
tado de 4 de enero de 1881, que invocaba
daba cíuiio
el
tra-
funda-
La federación argentina, fundada en ese año y mantenida por Rozas en medio de peligros y desgracias de todo género, estaba ahí como mental
el
general
Urquiza.
un hecho consuiinido; naban con sus
tres
catorce proxincias (pie se gober-
poderes resju'ctivos, y
que
liahían
—
:584
—
delegado en Rozas las atribuciones de un poder ejecutivo
No había más que convocar un congreso que
nacional.
reglase estas atribuciones y las de los gobiernos de provincia, rales
en
y tomando,
de
demás, las disposiciones geneque regían prácticamente
})or lo
las cartas anteriores
lo legislativo,
administrativo y lo judicial.
lo
El general l'rquiza se
mado, y que
la casi totalidad
Al efecto reunió á todos
por
decidi(')
los
hecho consu-
el
de la República robustecía,
gobernadores de la Confede-
ración, y éstos labraron bajo sus auspicios el acuerdo de
San Nicolás. Por este acuerdo se nombró el general Urquiza director provisorio, con facultades más ó menos amplias, y se echó las bases de un congreso general, declarándose que el pacto de 4 de enero de 1831 era el punto de partida de la constitución á dictarse. Pero
el
grueso del partido unitario y sus
ramifica-
ciones juveniles, haciendo pie en Buenos Aires, se opuso al
en
acuerdo de San Nicolás; y después de hacerlo rechazar la legislatura,
consumó
la
revolución del 11 de sep-
tiembre de 1852 contra Urquiza y
el
partido federal que
á éste seguía.
El congreso nacional se
reuni('t
en la ciudad del Paraná
sin los diputados de la Provincia de
Buenos
Aires, segre-
gada políticamente de sus hermanas por quienes daban á entender
lutismo
lamiento greso
que volvían á con que del
declaró
enero de 1831
gobierno
que
la
la
escena con
Dorrego en
solemnemente lo
debía
en consecuencia
que
«el
que determinaba adoptar
el federal,
tución los títulos
mismo
habían dejado después
gobernador
era
el
la
el
de
de
fusi-
con-
4
de
régimen de sancionó
Nación»; y
ejecutivo
justicia federal, á los gobiernos
El
1828.
pacto
introduciendo en
relativos al
del
abso-
la
Consti-
nacional,
á la
provincia; y dejan-
—
.335
—
do íntegras en su texto las demás disposiciones de la constitución de 1819 y de 1826. (')
La emigración
unitaria dueña
nos Aires, hizo caso omiso de
del gobierno de
Bue-
la constituciíjn nacional;
y sancionó para esa provincia la constitución de 1854, la cual la erigía en Estado independiente que se entendía por sí con las naciones extranjeras.
La guerra civil sobrevino encarnizada y sangrienta como en años anteriores; con tanto encarnizamiento de parte á parte que, como en la campaña de Buenos Aires algunos jefes federales mantuviesen cia,
resisten-
gobernador de esta provincia don Pastor Obliordenó á un jefe que hiciese marchar contra
el
gado,
la
le
una fuerza
ellos
«ligero,
bala sin misericordia».
La
convención
1860, con
ligero, á
afianzó,
1853.
Pavón cuando
sobre
absolutismo
el
su época, la voluntad tinos,
Buenos
la batalla de
i»or
reuniendo
el
si
reunida en
nacional
los representantes de
detalles de la constitución de
después de
ver
los
pescan y
(-
Santa Fe en Aires, reformó
Pero no fué sino el
que
general Mitre
había
hecho
soberana de los pueblos argen-
congreso federal en Buenos Aires,
amparo de esa constitución, que es la que rige á la Nación. Así fué cómo el general rrqiiiza, primero, y
al
el
general
Mitre,
después,
hicieron
triunfar
en
los
hecho consumado de la Confederación Argentina que fund(') el general Rozas por medio del pacto orgánico del año de 1831. y que mantuvo hasta el año tiempos
el
de 1852 á través de las reacciones, de las coaliciones y de los peligros de que se ha dado cuenta en este libro.
Véase mi Ensayo sobre la Constitución tiri/antiud. Véase misino las Lecciones de derecho constitucional ([ue ha publicatlo doce años después de esc mi libro el doctor Lucio V. López: (-) Manuscrito (jri^inal en mi arcliivo. (')
sobre
lo
EPÍLOGO LA KXPAI'líIACiOX Y KL
SuMAKio;
.IIICIO
J'OSTIMO
Huuorcs
Inglaterra: iiiteriielacióii (jui; olio jirovoca un la cáel Hoziis un de los lores. II. Sittiaciún precaria de Koza.s: el goljíeniu de Buenos Aires le confisca los bienes.— III. Interposición del director provisorio. IV. Doctrina que prevalece en el consejo de notables. V. El director manda que se devuelvan á Rozas los bienes: cartas que ambos cambian.— VI. La revolución de septiembre nulifica esa medida. VII. Hozas se pone á trabajar en Southampton para vivir: su chacra de Swart/tlinr/.—Xlll. VA gobierno de Buenos Aires le abre juicio á Hozas: declaración del diputado Elizaldc. IX. El proyecto de ley que declara á Rozas reo de lesa patria y lo someto álos tribunales ordinarios: analogía con el de la Convención francesa resjiecto de Luis XVI. X. Conclusiones del diputado Elizalde. XI. Doctrina del diputado Frías en oposición al proyecto: doctrina del diijutado Tejedor. XII. El proceso de Rozas ante los tribunales ordinarios: la naturaleza del juicio y la confusión de los principios: Rozas es condenado á muerte y á indemnizaciones por sus crimenes. XIII. Descargos que jiresenta Rozas.- XIV. Declaraciones y principios do Rozas üiiln protesta qyn: hace circular: concordancia entre esas (lcrl:iriii-¡ .'s y la de los diputados Tejedor y Frías. XV. Cómo se lleva ;i lirtM l;i l.'v de confiscación. XVI. L'rquiza eleva al Congreso la protestado Kuzj^: cartas que ambos cambian con este motivo. XVII. La supuesta restauración de Hozas: trabajos que se hicieron en Buenos Aires. XVIII. Hozas rechaza el ofrecimiento de sus partidarios: declaraciones terminantes á esto respecto.— XIX. Ofrecimiento gue rehusa Hozasen Europa: su vida de trabajo en Soutliampton. XX. ómo se describe entonces Rozas á si mismo: su jiersona y su método de vida. XXI. Su anhelo por el trabajo en su ancianidad.— XXII. La muerte de Rozas.— XXIII. Sus exequias. XXIV. IjOs ecos de su muerte en Eurcqia y en Buenos Aires. XXV. Resumen filosóüco-histórieo: la época que comjirendió el gobierno de Rozas. XXVI. Lo que Rozas representó en el ol)ierno: las etapas de la sociabilidad argentina. XXVII. ('ómo Rozas inicia el gobierno conservador ou la República: el pacto federal de 1S:31 y sus tr;isiiiiiliiii;ilos. XXVIII. El hecho de la Cun/ederación consecuencias Argentina. XXIX. K'^ción simultánea con este hecho: exclusivismo ile unitarios y de feíli imIi s.— .\XX. La suma del poder público: sanción
1.
mara
—
.
—
—
El Conflict que coiidiicía á Rozas llegó á á últimos de abril.
Daliouport
Rozas bajó atierra y visitó corona,
acompañado
los esta-
de los principales
blecimientos de
la
empleados
y militares. Al fondear ese barco en días después. Rozas fné recibido oficial-
civiles
Plymoiith, dos
—
.>)/
por las autoridades militares del punto y con una Los eeos de este recibimiento como á salva de cari(3n.
lueiite
soberano, [irovocaron una interpelaci('»n en la cámara de los lores; lo (|ue si
motivo á que
di(')
bien negó que
nes para que se
el
lord Malmesbury,
el
impartido órde-
ministerio hubiese
honores
rindiesen
otlciales
Rozas
á
hiciese el elogio de éste, declarando que las autoridades
•departamentales habrían (pierido signiíicar su respeto á
un gobernante con quien
Gran Bretaña había con-
la
cluido actos trascendentales, y que tan generosa y dignamente había acogido en su país á los si'ibditos l)rit;inicos.
El duque de Xorthumberland. jefe del gabinete, se
en términos análogos, agregando que
lores
[)en-
se había procedido mal, él se constituía de ello
saban que
j.esponsable; y la cámai-a se
do todo
los
si
expresi'»
(li(')
por satisfecha, aproban-
heclio con ocasi(ui de la llegada
lo
del general
Rozas. F^ero la situación del general
precaria.
Rozas era en extremo
pionner infatigable,
Él. el
iniciador de los
el
])royectos fecundos en las grandes industrias de las cani-
de Buenos Aires;
})arias
(U
que con
bajo de veinte años, llegó á ser
de
antes
no
que
llamado
ser
tenía
cómo
bernador })rovisional ministro
el
al
el
gobierno,
vivir y
en
sudor de su
tra-
un oi)ulento hacendado encontró
se
VA go-
extraño.
país
cotí
movido por su
de Buenos Aires,
doctor Valentín Alsina y otros enemigos de
Rozas, confiscó todos los bienes de éste, por decreto de K; de (le
febrero de LSfjá, á pretexto de resarcirse nuil versación ([ue
la
éste hiciera de los
blicos, y comprendiendo en tal
de los
('
)
liiios
del
lier/i.stro
TOMO
V.
coníiscaciíui
mencionado general.
o/¿ciali\r linciios Aires, nfio
el
dineros púlos
'
I
Estaih)
)
\X'y¿. pá^'.
11.
])ienes
—
388
—
El apodei-cido y íiiitiguo amigo de Rozas, N. Terrero, reclamó de la confiscaci(3n ante provisorio
de la
director
el
Confederación;
elevó la reclamaciini al l)idiéndole
don Juan
y el general ürquiza gobernador con nnanota. en la que
nna resolución equitativa,
le
decía: «El gene-
Rozas, arrojado al otro hemisferio y reducido á implorar un asilo en'país extraño, excita tal vez la compasión: ral
¿convendrá también condenarle á que mendigue
el
pan
lo ha de alimentar en el destierroí* Se extenderá también esa pena hasta los inocentes hijos del general
que
Rozas?
( '
)
Ese gobierno encontró ajustadas las conside-
raciones del general
lJr(|uiza;
arrogado como gobierno
y sin perjuicio de haberse
provincial (provisional ó perma-
nente) título })ara imponer una pena cación, sentó que
definitivamente
«no era
sobre
la
él
como
competente
petición
la
para
deducida:
de confisresolver
que
ello
competía á las autoridades nacionales próximas á constituirse, por cuanto Rozas había ejercido poderes nacionales».
(^-)
Como
dos días después dimitiera
el
gobierno provi-
sional, el director elevíj la dicha petición al
Consejo de
Estado, que lo formaban notables de todos los partidos,
como don Nicolás Anchorena, Bernabé de Escalada, Del Carril, Pico, Martínez,
Alcorta, Gorostiaga,
La cuestión alta filosofía.
Rozas á
Barros Pazos, Llavallol, Moreno.
Guido, Bedoya,
se ventiló desde
la
y Arana. región serena de una Lahitte
El general Guido estudió
la luz de la ley
que
lo creó
el
gobierno de
y déla opinión que
robusteció inequívocamente; y refiriéndose á
lo
de confiscación propuesta, se ciendo:
(
«Si el general Rozas
M Nota
(2)
de 14 de julio.
Nota de 24 de julio.
pronunció
la
pena
contra ella di-
ha hecho mal uso de
la
— suma
del poder,
si
339
-
á consecuencia de ésta algo
no sólo
castigar, sería responsable
el
hay que
general Rozas, sino
Junta de Representantes y toda la Provincia que expresa ó individualmente le confirió ese poder, y toda la Nación que lo sostuvo con sus propias fuerzas y aun
la
le
estimuló con vivos y prolongados aplausos. ¿Y quién el acusador, quién el juez, en este juicio que
va á ser
bien podría llamarse juicio universal?»
En
seguida
el
doctor Salvador María del Carril, que
acababa de volver de voto
así:
emigración, hizo
la
«Opino por
la
consignar su
devolución de los bienes
de-
tenidos á don Juan Manuel de Rozas, porque aun cuando él
ha aturdido á
la
generación
contemporánea con sus
horribles crímenes, no debe olvidarse que estaba inves-
mando supremo
tido del
é
irresponsable de esta Nación
sobre la que ha imperado un cuarto de siglo, dominán-
dola con sus propios elementos y recursos, y sujetándola
con las fuerzas físicas y morales que ella encierra. ;Dónde está el medio entre la nación vencida y vencedora?
Dónde
hallar
el
campo neutraL y
el
juez competente
inmenso proceso? Si encontrado, lo que es imposible, ¿por qué detenerse en la persona de don Juan Manuel de Rozas? La contestación es un espantoso l)ara
abrir ese
altismo.
.
.))
nominal de i(_)s notables adliiri(') al de los Guido y Del Carril, y el director provisorio
voto
Kl
señores
expidió en consecuencia su decreto de 7 de agosto, por el
ro
cual declaraba nulo
y
el
de confiscación de IG de febre-
mandaba entregar todos
apoderado de éste don
.liian
los
de Rozas al
bienes
N. Terrero.
'
(
i
Á no mc-
Documentos (•) Registro Oficial de Buenos Aii'cs, año 1852. originales y lejíahneii(Má\iiiio Terrei-o, albacca testamentario de Rozas
(1884).
— acto
este
(liar
de
—
840
sereiin rectitud del general Urquiza,
Rozas no habría tenido con que comer; pues annque se (lijo (jue haliía enil)arcado doce cajones con onzas de que no llevó consigo más qne las pe-
oro, es lo cierto
queñas cantidades qne recogió su hija en
his
gavetas
de casa, y qne no tenía otros l)ienes que los radicados Aires. Por ello le manifestó su reconoci-
en Bnenos
miento del
ürquiza; y éste le respondió que la derogaciíui de conliscaciíMi «era un acto de rigorosa
á
decreto
justicia
de conformidad
y
vicciones».
Pero
el
(
con sus
íntimas con-
nn'is
^ )
único bien de Ptozas cuya venta Terrero pudo
realizar fué la
«San Martín», situada en Ma-
estancia
su antiguo socio y amigo unos cien mil dnros aproximadamente. El 11- de septiembre
tanza,
estalló
remitiéndole
á
en Buenos Aires
parándose contra
el
la
revoluci(ni
general Urqniza;
la
que
venía
nueva
pre-
legisla-
esa provincia de las demás;
y declarando que no reconocería acto alguno del Congreso Nacional, descargó como era consiguiente las venganzas y las persecuciones contra todos los que no se ajustaban al
tura separó
orden de cosas que comenzó
á
imperar.
(
)
El producido de su estancia «San Martín»,
Rozas mente
i)ara
la
bastó á
ponerse en condiciones de emprender nueva-
vida de trabajo á (|ue consagn') los mejores años
de su juventud.
plantear una
mulada por
una propiedad (14(S Southampton. Allí se
Al efecto arrend()
acres, 87 cuadras) en las afueras de
propuso
le
gran chacra.
la satisfacción de
Su
actividad, esti-
realizarlo en su vejez, al
su robusta salud y de su esfuerzo propio, lo absorbió por completo en la tarea. Dirigiendo personal-
favor
de
(') Manuscrito testimoniailo cu mi ai'cliivü. (-) Véase leyes de 21 y 22 de septiembre, de 9 y 20 bre de 1S52; decreto de 10 de enero de 1853, etcétera.
ile
diciem-
—
:U1
—
mente su (•uadrilla de peones, cercó el fundo como era de costumbre en su país. Construyó su casa, tres ranchos grandes, semejantes á los de la campaña de Buenos Aires; y sucesivamente las dependencias necesarias,
como la
galpones,
ser,
enramada,
males en
ovejas
mirar desde
ahí
olvidar
en
fija
a los
ani-
Compró algunas
con
y puercos,
sin
escalera
ni la
hora del crepúsculo.
la
cabras,
cas,
bebederos,
corrales,
los palenques,
del rancho, para
alero
el
ni
va-
reproductores
los
desmontó ó levantó el terreno, según su plan; plantó buena arboleda, sembró algunas cuadras, y se ltre[)ar() á elaborar todos los productos y á explotar las industrias de que son susceptibles esos establecimientos cuando son dirigidos por personas expertas y previsoras. En estos trabajos ({ue hermosearon esa propiedad, y íiieron la señal de la transformación del pequeño lugar de Swatkling, Rozas invirti() la linica parte de su necesarios;
fortuna salvada de la conliscación.
gobierno y la administraci(3u de Buenos Aires estaban en manos de los antiguos emigrados unitarios
('uando
el
exclnsivamente.
una
el
poder ejecutivo elevó
nota del judicial en abrirle
sario
Kstadíj
(
'
juicio })idi(')
y
);
á
([ue
á (|ue
declaraba
lo
el
el
ruidosa discusiiúi
do como blicas:
'
(
)
el
al
en buena
i)arte
de
de las
gobierno los había conliado; ))ues como doctor
Rufino
más fogosos sostenedores de la
legislatura
cuantiosos bienes
los
Rozas ya habían desaparecido
numos
la
autorización para disponer de esos
Es de advertir
bienes.
;i
consideraba nece-
que Rozas y aplicar sus bienes éste
la
que
de las
Klizalde.
uno de
los
ideas del Ejecutivo en
se siguii'):
"Bo/as es reconoci-
más grande dilajúdador de
las
rentas
[)ú-
sus caudales y los del Estado eran uno: la revo-
Ni)l;i
(lo
'il
(h;
tliciciiilirc
de ISóÜ.
— luciíjii
que
lo
derrocó estableció este principio, y declaró
eran bienes del
(¡lie
Estado
empezó á disponer de
En
—
342
como de cosa
consecaencia. la legislatura
proyecto de ley
])or
el
patria al general .luán
cual
él,
entríj
á
propia.)^
{
de
^
un
discutir
declaraba reo
se
Manuel de Rozas;
lesa
se cometía
á
conocimiento de los críme-
los tribunales ordinarios el
nes cometidos por
El gobierno
Rozas.
de
los
esos bienes
y se ponía en
gado decreto de confiscación de
el
dándole
LSo'i,
ejecutivo la autorización que éste
todos los bienes del mismo.
vigencia
al
dero-
poder
para enajenar
pedía
Esta discusión fué ruido-
El odio de partido, y también el odio especulativo, persistieron alrededor de la confusión de principios sa.
de la justicia política, y del carácter de los
que
la legislatura
hacía derivar
sji
de
lieclios
Porque
sentencia.
sentencia fué; idéntica en la forma y en el fondo ;i hi que respecto de Luis xvi expidió la Convención Francesa.
La única
diferencia
en
consiste
que
en
este
cuerpo
triunfó la doctrina de que dicha senteiu'ia se consultase al i»uel)]o;
mientras que en
ni se mencioiH)
la legislatura
de Buenos Aires
semejante idea, siquiera fuese por(|ue no
había nnis ley para castigar
los
crímenes de
la tiranía
que
revolución en cuyo nombre se procedía. Además, Convención representaba á la Francia; mientras que la
la
la
Buenos Aires representaba á esta proviny como tal, y aun admitiendo la legalidad de lo arbitrario, no pudo constituirse en tribunal de acusación y en jurado de sentencia, tratándose de Rozas que legislatura de cia,
ejerció
el
supremo poder nacional por expresa
autori-
zación de las catorce provincias argentinas.
El leader
del proyecto
fué
el
doctor don Rulino de
( Diario de sesiones de Buenos Aires, sesión de 27 de diciembre de 1857. '
)
Cámara de
DiiDUtados,
Se
Klizalde.
partía
de
(|ue
la
coucieueia
piiblica,
la
y condenado á Rozas declarándolo traidor y reo de lesa patria, y que el proyecto no liacía sino aceptar estos hechos; y así el doctor Elizalde decía: «Si bien la cámara de justicia no duda que por los delitos ordinarios no deja de tener jurisdicción, no sucede lo mismo con los abusos de poder. y á este respecto es preciso mandar que la cámara de justicia proceda á juzgar á Rozas no sólo por los delitos comunes, sino por los ahusos de poder. Entonces, hecho este juicio y obtenida la sentencia, podríamos tenerla preparada v imponerla á Rozas, si llegaba á venir de acuerdo con Urquiza, de modo que no requiera sino darle el confesor y el verdugo.» había juzgado
i'evolu('i(')ii,
'
(
Don general
Félix
j
Frías, antiguo unitario
respetado
Lavalle,
de
y secretario del todos por sus austeras
virtudes, puso de manifiesto lo arbitrario de esa sanción inútil é inspirada en la venganza.
«¿Podemos
dictar esa
No; porque no somos jueces, y fuésemos, no ha habido juicio. por([ue
sentencia nosotros? dijo. l)orque aun([ue lo
no hay acusador, defensa, prueba, testigos. Lo que hacemos ocupándonos de esa sentencia es conculcar todas del
las reglas
sistema representativo; es dar á esta cá-
mara facultades extraordinarias.
Rozas está condenado
por la conciencia pública y por su i»ropia conciencia. Fl modo más decoroso de protestar contra la tiranía, es usar
dignamente de
la libertad.
Hay quienes
todo es permitido contra los tiranos. hoiiil)r(;s
sostienen que
No, señores: á los
de i)rincipios no les es permitido todo contra
los tiranos:
no
les es
permitido imitarlos.»
(
-
El diputado doctor Carlos Tejedor, antiguo soldado
(') Sesiones cilmlas del (-)
Sc.si()ii
cilüdM.
1".
de
.iulin
de 1857.
—
:344
—
de LavciUe y periodistci de los emigrados unitarios, combatió Inmiiiosameiite el proyecto, estudiando la faz legal del 23unto de vista de las facultades
que
poder legis-
el
atribuía; y sosteniendo la incapacidad de los poderes públicos para castigar los crímenes alegados de
lativo se
la tiranía.
«La
yendo una
serie de leyes
Con
lista de los
cómplices de Rozas, dijo
muy
de la época, es
le-
grande-
estas leyes no podría liacerse justicia sino removien-
do esta sociedad de
la
base á
la cúspide,
y arrojándola
La cuestión en debate envuelve la persecución política: supone el castigo de un pueblo entero. no sé dónde.
Y
entonces
si
todo
el })uel)lo
de derecho,
si
todo
el
debe ser juzgado en rigor
pueblo es cómplice de la tiranía
de Rozas, no sé con qué pueblo marcharíamos, y sobre
qué pueblo legislaríamos.
Nuestra Constitución y nuestras leyes no hablan de los delitos de la tiranía, porque estos delitos no están sugetos á ley alguna.
deli-
los pueblos levantándose contra ella
tos los castigan
a-nomulándola.»
Estos
y
( '
El proyecto en discusión se convirtió en la ley de 28 de julio de 1857; y con arreglo la justicia ordinaria
gobierno licación
de de
los delitos
ron solemnemente exaltándolo
como
nuxnifestaciones la historia del
el
al
del
(V)
le
2'\
se cometió á
conocimiento de los
actos del
comunes.
El
fiscal
ligurado entre los
de
i»r¡mera
que suscribie-
compromiso de sostener
á Rozas,
primero de los ciudadanos en las
año de
1851, hizo
el
proceso de
gobierno de Rozas desde 1835 hasta 1852,
y pidió contra éste calidad de aleve. El juez
artículo
Rozas, englobándolos todos bajo la clasi-
que había
instancia,
el
al
en rebeldía la pena de muerte con
imputó á Rozas, como otros tantos delitos más
Sesión del
(>
de julio de 1857.
— ó
menos
iiáb
— que habían inipnestü los
atroces, todas las penas
tribunales y los jueces á criminales ordinarios en todo ese largo lapso de tieni])o; todos los castigos que habían
de armas con arreglo á ordenanza y en época de guerra; todos los ataques contra la vida y iiñi)uesto los jefes
propiedad que se habían sucedido en Buenos Aires y fuera de esta provincia durante esa época luctuosa de la
guerra
Y
civil.
rol)usteciendo
esta
imputación con
el
asesinato del doctor Maza, y con la ejecución de Camila
O'Gorman,
condenó á Rozas á la pena de en Palermo una vez
debía ejecutarse
la
que
obtuviese
se
juez
el
muerte,
(jue
su persona, la cual
debía serle exi-
gida al gobierno inglés; á la restitución de los bienes robados,
á
la
indemnización
por sus crímenes y
Previo líULVo dictamen d(d en que este la
de
(pausados procesales.
funcionario reprodujo los fundamentos de
cámara de
la
costas
de segunda instancin,
liscal
sentencia de primera instancia,
por
daños
los
pago de las
al
lo
criminal,
ésta fué confirmada
como
igualmente
en
tercera instancia, bien que este tribunal declaraba: «(jue
no ha debido la
I)ara
pues
C(jndenaci()n
(|ue
que sin euibai-go de do
la
tido
(')
Hozas por delitos comuhan servido de fumlamento el })oder ejecutivo; le impuso
haccrsi' cargos á
nes en esta causi.
esto, y
de (jue
no se ha adelanta-
investigación de los crímenes que Hozas hacDmehecho cometer, basta com]u-ender todos los que
constan de notoriedad y fama })ública.» Ante la dei-laraeiiHi ])revia de los enemigos polílicos, '
(
)
erigidos en jueces, de que Hozas estaba juzgado por
címciencia piiblica, los descargos del
(
sas,
'
)
signlílcacicui
podían
presentí'»,
tener
pero no
Véase Causa criminal coiiíra el tirano Juan Manuel liocon un pi-cilo-io v láminas por cI doctor Kniilio A.
i)iil»lica(la.
A^ii-clo.
ninguna
condenado. Hozas hjs
la
—
d nuevo
Cuamlo
oído.
ÍLR'
—
346
gubiuruo
de
Buciius Aires
se apoderó de sus bienes, haciéndole entre otros cargos el
de haber invertido en su quinta de Palernio 4.(547.060
moneda corriente (doscientos mil duros). Rozas dirigió una respetuosa nota en la que negaba rotun-
pesos le
damente
el
hecho,
diciendo que
gobierno se refería eran ni
[)or
las
caudal
el
órdenes á que
mandado
el
entregar
coronel Hernández y oficial del despacho del goberna-
y cuyos comproencontrándose por lo
dor, para objetos del servicio público,
bantes estaban todos en su
demás en <[ue
los archivos de
|>oder,
Buenos Aires
acreditaban toda salida
(expedientes
los
de fondos, objeto á que se
destinaban con arreglo
al presupuesto y personas que habían manejado esos fondos en aptitud de dar las in-
hubiese mi
formaciones que exigiese ese gobierno. «Si gobierno dispuesto
mis
de
necesidad, dándoseme los recibos para
abono, yo habría sentido
la
obligado por
intereses
el
la
correspondiente
satisfacción
consagrar
de
nuevo servicio á mi patria, le decía Rozas al gol)ierno de Buenos Aires. Si los hul)iera solamente embargado en precaución de algún uso de ellos hostil contra este
su gobierno ó las esclarecidas personas de su administración,
bargo, diente.
me
habría limitado á suplicarle por
el
desem-
asegurándole de mi conducta respetuosa y o'-eMas cuando la
])ropiedades y se a})oya en hechos los
más vergonzosos,
juro ante Dios y el universo no haberlos cometido.» Y cuando conoció la sanción de la legislatura que lo declaraba reo de
lesa patria
bienes, Rozas publicó
y
le
confiscaba
todos
sus
una protesta en castellano, inglés
y francés, que hizo circular en América y Europa, y en la que transcribiendo Jos términos llurísimos de la sentencia que lo condenaba, sidió
el
L;eneral
Rozas
decía:
«El gobierno
lo fué solam:í!nte
de
la
que preProvincia
Boiiciereiise. ó lo
fué
además de toda
quién corresponde dai
el
ración Argentina ante
el
que con toda
fallo del
del poder público por las leyes,
la
¿Á
suma
representó ú la Confede-
mundo durante un
tan dUatado
Ese Juicio com-
¡El juicio del general Rozas!
período?
República?
la
pete á Dios y á la historia; porque solamente Dios y la historia
pueden Juzgar d
anterior que prescriba
pueblos.
los
ni la
no hay ley
Porque
sustancia del Juicio, ni las
[orinas que deban observarse.
Porque no pueden
tuirse en jueces los enemigos ni
los
amigos
Rozas; las mismas víctimas que se dicen, ni
consti-
del general
que pueden
los
ser tachcutos en los delitos.»
Rozas reproducía, como se ve, los principios que en vano pretendieron hacer prevalecer en la legislatura de
Buenos Aires Frías y
sus
Tejedor,
representaciíHi
declarados enemigos
En seguida
ios
diputados
la
respetuosa
trascribía
que dirigió en 1853
gobierno de
al
esa
y agregaba: «Para saber lo que valen los hompreciso es poner en balanza sus errores y sus
l)rovincia,
bres
aciertos,
sus hechos buenos
como
los
malos.
las
Llegar;!
queden verdades, que no dejarán de conocerse por más que
día en que desapareciendo las sombras
el
S(31ú
(luieran ocultarse eutre el torrente obscuro de las injus-
En veinte años que la prensa del muiido sirvi('> mis enemigos de instrumento i)ara inveiitaruu^ cargos, nadie ocurri(') im[)utarnie el de robador del tesoro pú-
ticias. á ;'(
blico,
porque nadie podía
cargo sin ser desmentido tes
que acreditan
juicio
para
lo
ni ])or
puede comprobarme este los documentos fehacienpDebía
contrario.
defenderme?
¿Podía
comparecer en que
hacerlo ante los
les ha animaba?
arrogándose además una competencia que nadie atribuido,
daban muestras del
Me
á su|tlicar, aiin
h'mit('
de mis bienes.
Pero esta
;i
esi)íritu
que
reclamai- por
peti('i(')n
no
los la
inereci('»
restituci('»u
resolucithi
— En
tili^uiui.
que
que
el
me queda
no leyes acuerdan
tal sitaari(jii,
las
defenderse,
l)nede
—
:;48
ni
tiene
al
(¡ue,
jueces
(luienes deba ventilar sus derechos.
otru
mi
en
arbitrio
caso,
competentes
Protestando, pues,
contra todos los actos tendentes á mi deshonor, pojo de mis bienes, por quienes
no tienen
te.
.
.
»
al des-
derecho
sancionarlo, salvo mis acciones y las de mi hija senté, y las acciones de
no
ante
al
á
pre
mis hijos después de mi muer-
( '
Esta ruidosa protesta fué más
menos favorablemente comentada por la prensa de Europa y de América; pero no encontró mayor eco en el gobierno de Buenos Aires y círculos afines de éste. La ley de confiscación se llevó (3
Los muebles y cuantiosos semovientes de Rozas desaparecieron sin darse cuenta y razón documentada de lo que importaron y de quiénes los adqui-
adelante.
y los inmuebles rurales, (excepción de Palermo convertido en paseo público, que tal era el destino que rieron;
Rozas se propuso liasta
más
y de los terrenos adyacentes antigua Blanqueada que el gober-
darle;
allá de la
nador Alsina dividió y vendió en lotes y que hoy forel suburbio de Belgrano). pasaron á terceros á título
man
insanablemente nulo. El general l:rquiza, entonces presidente de deración de las trece provincias argentinas, elevó
la
Confe-
al
congre-
so del Paraná la protesta que el general Rozas le dirigiera.
Como nada
j)ráctico
i)udiese
hacer este
cuer])0
en
el
sentido de la justicia invocada, á consecuencia de hallarse el
Estado de Buenos Aires separado y en guerra con las le respondió á Rozas así:
provincias hermanas, Urquiza
«Siento verdaderamente
que
el
gobierno
nacional que
Se publicó en diarios de Inglaterra, Francia, Chile, Perú, Bra) ' Solivia, Flntre Ríos, Mendoza, Montevideo; y circuló en lio.ja suelta cu Huenos Aires. En mi colección de hojas sueltas. (
sil,
—
;¡ii)
—
presido no se haya encontrado
en
ajítitud
de salvarlo
de ese despojo, de conformidad á los ¡¡rincipios que han reglado la política adoptada por mí. y
á
los
actos con
que la lia señalado respecto de la misma persona de V. Pero creo que V. no debe perder la esperanza de que sus conciudadanos vuelvan sobre esos actos que son la expresión
ven,uanza y de odios mezqninos.
la
(le
cuando
confiarse en que
los sentimientos
de
Debe
verdatlero
nacionalismo prevalezcan sobre las pasiones de círculo
que agitan hoy á los que gobiernan en Buenos Aires, los actos ([ue han ofendido los derechos de V. serán corregidos clonarlas.»
como
los
demás
errores de autoridades reac
(' '
)
Fué con motivo de la protesta (jue Uozas rompií'» A Después ya no habló más; y eso que en Buesilencio. nos Aires se siguió infamando su nombre y sus liechos. llegando á ser un hábito y este hábito un título á la consideración de los círculos gubernativos. Verdad es que en ese tiempo se creía que Rozas trabajaba su
como
tauración con ayuda de Trquiza.
lo
decía
el
res-
dipu-
Lo que de cierto había es que el partido en mayoría en Buenos Aires, se agital)a en ese
tado Elizalde. federal,
sentido
y
([ue
l'rquiza. (inien. (]ue
su
mayor
de al
ello se
apoyar
el
liabía
dado conocimiento
á
pensamiento, había declarado
rrror hal)ía sido derrocar á Hozas, en vez
de promover juntamente con éste la organización nacional.
El doctor Lorenzo Torres
le
escribi(')
á
Rozas, y
de acuerdo con Lahitte, García v Terrero v algunos jefes
Carta (le 28 de agosto de 1858 (manuscrito en mi an-liho). anos después la CorteSuprema de Buenos Airrs. dicU) sentencia definitiva en la gestiíHi (|ue iniciaron los hijos del «icneral Rozas, ]>i)v la cual mandó ])onei" á éstos en i)osesi()n de los ])ienes maternos, de t\\\r l'ueron despojados por la confiscacicMi d(d año 1857. y liahilitándolos i)ai'a (|uc iniciasen la ^icstituí por los Idenesdel mencionado (')
N'eiutisiete
•¡"cncral.
— :m — prestigiosos reunieron algunas elementos en la costa sur
de Buenos Aires.
Decían que Rozas se había embarcado
en Inglaterra, y que un vapor fletado
al
efecto en
Mon-
tevideo lo tomaría á cierta altura para traerlo á encabeel
movimiento.
En
este estado
zar
( '
llegó la
respuesta de
Hozas.
Des-
aprobaba cuanto se había hechoí|con tal objeto, lamentando que su nombre hubiese sido mezclado en ello. Declaraba
que su carrera pública había concluido definitivamente, y que, aunque así no fuese, él no habría consentido
jamás que su nombre
de bandera á una revo-
sirviese
lución contra las autoridades de su país, porque jamás
en su vida había conspirado.
Esta su opinión respecto
jamás cuando fué simple ciudadano, ni cuando cargos públicos, ni cuando fué investido con la
principio de autoridad, cuyo desconocimiento
del
concibió ni ocup()
suma
del
poder, la emitió todavía
Refiriéndose á los ofrecimientos
cinco
que
le
IJrquiza después de la batalla de Pavón,
que ese general
fuese á Inglaterra,
altura de su poder
me
le
ofrecí,
en
años después. había hecho á en
escribía: la
caso
en
«Si en
la
el
desgracia
he de
cumplir esos mis ofrecimientos; y le he de servir en todo lo que me ocupe, toda vez que no sea para conspirar contra
el
gobierno de mi patria,
ni
contra las personas
componen, aun cuando fueren mis enemigos.» (-) impulsos de cierto orgullo genial rehusó también ofrecimientos que le hicieron el emperador Napo-
que
lo
Á los
y lord Palmerston, su particular amigo, para que pudiese vivir en París ó en IcíHi
III,
lord
Nortliumberland
Véase en el apéndice la carta del capitán don Antonio Su) de Origonio, que fué el marino encargado de trasportar á Rozas liasta la costa sur de Buenos Aires. {-\ Carta del 7 de febrero de 1862. Borrador original de Rozas en mi archivo. (
sini
^
—
—
851
Londres, ouando hubo insuinido sus recursos en la íorniación de su establecimiento, ó en mejoras
como un templo
lidad,
librado al trabajo diario en
su retiro de
vida modestísima, frugal
severa;
y
suerte,
y
sin hacer vanos alardes.
sorprendieron su soledad,
de la loca-
y una escuela.
católico
Vivió
Swarkling; en
resignado
Muy
con
su
pocos extraños
presencia de sus
Cjue sólo la
Algunos de sus compatriotas le asignaron una anualidad que hacía llevadera su miseíntimos
ria.
le
alegraba.
' (
I
Y
la
montaña informe
que vierte nieve
tiempo,
del
cabeza y plomo en las piernas, no b» abrumaba á Rozas. Casi octogenario, sano y activo, se ganaba su en
la
l)an
de cada día.
mismo en
He aquí cómo Rozas días, con motivo de
esos
se bosquejó á sí
rectificar asevera-
ciones de un visitante que luego quiso excitar
la curio-
«No Estoy más de-
sidad con algunas extravagancias de su invención: estoy encorvado, escribía textualmente.
mucho más delgado y más ágil que cuando usted me vio la última vez. Xo me cambio por el hombre recho,
m;is
y hago aquí, sobre que no pueden hacer ni aun los mozos.
fuerte
ballo, lo
para
como cuando
lazo y las bolas
el
trabajo,
el
hice la
desiertos del sur, en los años 33 y 34. l)l('tamente
calvo,
aun
ni
Las
Me
calvo.
el ca-
Tiro
campaña á los No estoy com-
falta
un poco de
que uso, del todo blancas, son las mismas casi con que vine el 52. Eso de las barbas como de cinco á seis días es cierto, i)ues que, por economía. pelo al frente.
i
')
1H04.
Kl íiciicral larnilia
La
Roxas y PatrcMi 40 Antonino Revf's 40
patillas
i'(|iiiz;i
I
Terrero
le le
rciiiiiio
remitía
lilu-as estcrlinus el año de libras anuales, don JoséM.
mil
-^.50
dona I'eii-ona V. de Vela 50 libras, don don l'edi-í» Ximeno 40 libras, y \2 onzas de oro las seíioi'as I'etrona Kzenrra de rquiola, .lósela Ooniez, Ignaeia .1. de Canevá, Marjíariía y .luana de I-lzeiirra, lUifina II.de Ramírez y Doloi-es Fer-n;indez de Quiro^a. lil»ras,
liljras,
I
solamente me afeito cada ocho necesidad de economizar
lo
vino, ni licor de clase aliíuna.
de
jior
la
no fnmo,
tomo
Xi
Mi comida
entretenimiento.
Y
días.
[xjsibic.
es
la
rané.
más
misma tomo
ni
ni aliio [xtbre en
Las espuelas que siempre tengo puestas, no son Son moderadas y del ¡)reciso tamaño para (jue puedan scrnuí útiles. Nniu-a uso zapatos. Lo tiue siemj)re he usado y uso son l)otas. Xo es cierto que me titule «S. E. el Capitán General.» Xo me nombro de otro modo sino Juan Manuel Ortíz de Rozas y López. Cierto es que dije ([ue no recibía visitas ni las hacía, por no tener ni recursos, ni tiempo para ello. todo.
muy
Que
grandes.
me
lord Palmerston
el
y
([ue
yo
medida
([ue
su pobreza
visitaba
taba también una vez por año.»
En
su
arrecial)a,
mente
ultimo
las faenas
miento.
En
contenía
la hora,
vierno
en
como en
tiempo,
redobh)
él
este
atacando personal-
más rndas y pesadas de su establecisentido, ni perdía momento, ni lo ni las inclemencias
del clinm.
singularmente
Inglaterra es
cruel.
estu[)endo, apenas vierte á
letargo
acuosos
á
)
su actividad
su amorosa esencia en pores
y
visi-
lo
'
(
de
la
seno
de
atmósfera
se
el
la
Los va-
como
bescos sobre un inconmensural)le manto gris que
Las tardes abaten
«1 azul del cielo.
el espíritu
de una semiclaridad tegida de hilos de nieve [lenetra hasta
los huesos.
Pero nada de
tener al trabajador octogenario, que •el
invierno era su suerte.
refería al frío
(
'
)
que
lo
Si
hSGG.
(Manuscrito
ara-
vela
á través sutil,
que
podía con-
más inclemente que
alguno de su servicio se
había tomado fuera. Rozas
Horradíjr de carta de Rozas á
septiembre de
ello
sol,
intervalos
tierra.
dilatan
El inEl
la
le
de-
señora -loseía (i()inez, lecha mi archivo.)
ori^^inal en
que
ganada para el verano; bien ({ue fuese siempre la misma. l'ua tarde del mes de marzo del año de 1877. que regresó más temprano que de costumbre, tuvo que montar nuevamente á caballo })ara ir á ver cómo se encerraba unos animales. Cuando volvi(') á casa empezó á toser. Esa noche tuvo liebre. Su amigo el doctor M'ibbling coustat»'. una congestión en los pulmones, gravísima en su edad. Su amorosa hija se trashuh) inmediatamente á su líulo. Al día siguiente au mentí) la tos,
cía
era prenda
ello
la tarea
sangre
bastante
expector(')
fatiga. Kn guntó c(Hno
mañana
hi
se
sentía.
sé, niña», la dijo,
Según sus
y murió.
la
(
chacra
llevaba en
ha
hija le pre-
tiernamente.
cNo
' »
cadáver
el
de
Southampton. y
de roble,
marzo su mir('t
la
la
Rozas fué
de
Swaltkliug
á
la
capilla
día siguiente conducido
al
sin ])ompa alguna al cementerio tro
sin cesar
aconieti('i
14 de
del
Rozas
(lis[)osiciones.
transportado de católica de
lo
y
de esa ciudad. El fére-
como un
parte anterior, y
una bandera argentina y r\ salde (pie el LibertaSan dor Martín iisi') en sus canijiañas de la Indepen-
trofeo,
América
La la
les
prensa
muerte que
i\('
llevé)
de
regah't
(fue
\
acompañaba
solo coche
Un
general Rozas.
féietro.
al
Inglaterra y de
Rozas, recordando á
al
Erancia se
los actos
(tcupi')
de
internaciomi-
cabo con las grandes potencias durante
su gobierno, y encomiando su resolución y su fortaleza para seguir en su avanzada aindanidad la \ida ilel trabajo diario, hizo
en
el
sileindo de
agradable, y en
de cuantos liinitt'i
;i
lo
dar
conocían.
conm
(') Rorcrcrii-i;is de TOMO
V.
el
retiro
(|ue
él
se lo
que muritj anuulo y respetado
En Buenos Aires
noticia
i;i
un
del
día
scfiora Miunu'l;i
la
i\v
de
la
Ko/jis
la
jtrensa se
«muerte
t\v
Tenri-o. 3:!
del
—
;;r,í
—
Manuel de Ko/as». Sus deudos ])i'eten(Uei'on un funeral en la iglesia de San Ignacio de esa
tirano Juau iiacerle
pero
ciudad;
una
simnltáneaniente
invitari()n en
pueblo asistiese á
en
a])areci(')
la Catedral á
ciudadanos iiedían al unas exei^uias fiinebres
«por las víctimas de la tiranía de Rozas». aquel
prohibió
diarios
los
(jue varios
la
funeral, celebrándose
último
con asistencia de
la cual,
desbaratando
Kl goljierno
embargo
sin
este
autoridades naciíjuales y pi'ovinciales, y prevaleciéndosi' de este hecho la política partidaria i)ara celebrar la ronciliación de los partidos las
la oi)osici(jn. se resolvió tres
años
una reacción y represiini sangrienta ({ue cimentó una nueva era de gobiernos salidos fuera de despui's
la
en
(U'bita constitucional.
Así terminó nuel ciíui
de
Argentina
Juan Ma-
l)rigadier gemn'al la
reiteradamente
y de los pueblos que
la
Cíuifedera-
manifestado constituían.
comprendió una época de reacción, de
Su gobierno cual
el
voto
i)or el
los gobiernos
•presiíjn,
la
su vida
de Rozas, ex-jefe supremo de
(3rtíz
re-
descenso y de reconstrucción, á través de siguió desarrollándose la revolución social arde
gentina iniciada en
mayo de
1810.
Como
de aquellos que surgen de las veleidades
hombre que
no
tal,
fué
monstruosas
y que se nKi,ntienen ])or la complicidad de las bajas pasiones, en comunidades sociales que. ó no tienen por delante el de tal ó
cual
arduo i)roblema de
mecanismo no
al
los
su })orvenir, ó se acomodan á un
que con medios y el
el
cami-
con audacia reasuma en sus
los derechos.
gobierno de Rozas fué
elementos constitutivos de
volucionaria en que se
presentante
dés})ota,
tradicional cuyas deficiencias abren
manos todos No:
se siente
genuino
la
la
sociedad nueva y re-
desenvolví»').
de una
expresión lógica de
época
Rozas fué (pie no se
el
re-
había.
sucedido vincias
que
todavía y argentinas,
marcarse
debía
como
marca para
se
época de su desarrollo con todos
los
viva
de
la
cabeza
ltÍHi-ii()
impusieron por
se
y en
la
las
jiolítica.
La
la
años
argentina
civilización
(jue
existencia
y no de otra
marcaron de
en
el
clases
las
él
á
go-
el
pueldo argen-
del
Rozas subió
aj)enas
con
contaba
10.
La
mando.
al
se había extendido al
si
de las ciudades. De éstas exclusivamen-
límite estrecho te,
cuando
de las
primera vez en
la
tino proclamado por la revolución del año
diecinueve
encarna-
ideas,
cam])añas argentinas,
as})iraciones de las
hombre la y ligere-
el
Fué
de
sentimientos,
los
}iro-
r.ccesos
zas de la robustez y de la juventud. ción
jjara las
j)arte.
liabíau
ilustradas
hombres que
que hicieron
dirigentes
y
revolución; y la de las clases fjue suj)lautan)n
los
saliib)
gobierno Uis dos épocas anteriores: la la
medianamente acomodadas
airadas á aquellos
liomln-cs.
(^)uedaba
mayoría de las campañas de Buenos Aires sobre todo, que había visto cómo los caudillos de las demás provincias se imponían á los hombres de la ciudad; y esa mayoría se crey() con d mejor derecho llevar sus la
;i
representantes
al
condiciones, era ca.
Ese
fué
gobierno. El (jue estuviera en mejores
nueva époengendro de esas
indicado para marcar
el
Rozas.
Rozas
el
ÍU('
la
asjiiraciones, lie
dicho
(|ue
el
mente hígicos y enlazados entre vicisitudes, acrcílitan (pie Hozas
servador en levant(') el
Uo/as
surgié» de una Los hechos, períecta-
gobierno de
nueva y revolucionaria.
sociedad
los
instinto
la
al
través de cruentas el
inici(')
Kepriblica Argentina, en
|)opnlar r;istal)le
cix ili/ador
primeramente,
([iie
en seguida, y (pie treinta
gídtierno c(Ui-
sentido de (pie
el
liindamentos del mecanismo
fuerzo incoiit
samiento
sí
jiolítico (pie ide('»
mantuvo aíianz(')
años despiK's.
|)e
el el
es-
pen-
ello res-
— l)onde
que
el
era,
—
famoso Pacto Federal de 4 de enero de ISol, constituyentes de 18óo, lo que de-
según los
terminaba
la
debía adoptar cia
35t)
naturaleza de la
Desi)ués de
este otro.
la
Y de
Nación.
forma de gobieruf» (|ue este hecho es consecuententativas orgánicas de
las
1819 y de 1820, las provincias iirgentinas se mantenían separadas y sin otros vínculos que los que se creaban
momentáneamente, para conjurar taban expuestas, ó sostener las rivalidades ó
las
que esprovocaban
los ])eligros á
ludias que
ambiciones de sus gobiernos.
El Pacto
Federal comen/ó por ligar las cuatro provincias del h»s
pf»r
ral;
mismos
auspicios de Rozas
lito-
suscribieron
y sucesivamente á dicho pacto de unión todas las demás
Lo que tenía que suceder, sucedió. Las multitudes urbanas de Buenos Aires y demás provincias engreídas en sus ideas federales; los hombres de alcurprovincias.
nia y de posición que combatieron la organización unitaria de
18!2(),
robustecieron con su consenso la inlluencia
gubernativa de Rozas, y confundiéndose en la masa de elementos que levantaron á éste, formaron una (q)inión incontrastable en la República.
Y
entonces se vio por la primera »vez desde que Mo-
reno y demás proceres de 1810 lanzaron la idea de un pueblo argentino^ de una Nación Argentina, el hecho con-
sumado sobre bases orgánicas de una Confederación Argentina de los })ueblus desde
desde Magallanes hasta vínculo
común por
Buenos
Aires.
la
el
el
Plata hasta los Andes,
Desaguadero, ligados con un
mano poderosa
Rozas funda, ])ues, La opinión lo proclama
la
del gobernador de
Confederación Ar-
así, porque el hecho Los prohombres de Mayo que viven acreditan lo mismo en honrosas declaraciones; y para sellar este hecho de un modo incontrastable, el general
gentina. está de
relieve.
rrquiza. en seguida de derrocar á Rozas, reúne á todos
los
gobernadores de
las atribuciones
que delegaron en éste
las })roviiicias
del
supremo poder nacional y que
mismo
se
de 1831. y con ellos y partiendo de este pacto, echa las l)ases de la Constitución regían por
el
])acto
nacional que con las reformas de la convenriíHi de 18(50
que actualmente rige la Nación. Pero coetáneo con el hecho de la íundaci('>n de
es la
federación Argentina, aparece
el
de
Con-
la
de las
la reacción
minorías unitarias, que ])ugnan por recuperar sus posiciones perdidas con la dislocación nacional
de las que han
sido desalojadas por
el
de la fuerza con que ellas conculcaron
Buenos Aires, fusilando en 1828 y abriendo el camino de
al
vincia
partidos.
de 1826, y mismo derecho
orden legal de
el
gobernador de
las
la
Pro-
represalias de
los
el número, con provincias, y ramih-
Kl partido federal, fuerte en
elementos de acción en todas las caciones poderosas en
el
gobierno
de éstas, ve ó cree
ver peligros trascendentales en esa reacción que se desen-
vuelve radical contra
el
se atiene á éste con el
orden de
dominante.
cosas
egoísmo con que
Y
los partidos in-
miden recíprocamente sus acciones, porque saben que el campo es exclusivo del que obtenga la victoria. El peligro se aumenta por momentos: hasta la
transigentes
independencia del insiste
}»aís
aparece amenazada; y entonces se conel único remedio para
y se [¡roclama (jue
jurarlo consiste en la creaciini lleve aíbdante las
ideas (¡uc
de un
sustenta
\
(¡oder fuerte
que
persigne
])ar-
el
tido federal.
Y cuando salvaí'
la
poder
el
pati'ia.
y
las
prililieo
se
deelai'.-i
impotente para
proclaman esa masas })o}»ulares la pregonan
clases dirigentes
necesidad su|)rema. y las entre el vaivén de los odios desatentados, pias entrañas
de esa
sociedad dilacerada
lidnnibre del resultado y
por
el
de las propor
la
absolutismo de
incerla
ten-
—
—
:\7}H
surge
la
inoiistruosidad política
poder público,
la
cual se acuerda á Rozas
delicia,
del del
Los legisladores, magistrados, corpora-
partido federal. ciones,
suma como jefe
de la
notables, pueblo, todos discuten
damente
este
del Estado;
galidad
y
lieclio; le
lo
aceptan
libre y detenien nombre de la salud
impriuien con su voto
inequívoca.
Y
cinindo
se le
el
sello de la le-
lia
revestido con
todas las solenmidades de la ley. y Rozas pide que para ejercer las facultades omnímodas que se le confieren» los
ciudadanos expresen su voto para que quede consignado
pronunciamiento de
el libre iica
una vez más
el jefe
sus
la opiniíjn
del partido
manos
la
federal
se
opinión, el plebiscito rati-
determina
lo
reasumir en
comuni-
homtodo menos á
rodea como un
el a})oteosis. y renuncia á sus enemigos que se preparan á
bre, le otorga :í
á
ser político y el ser social de la
el
dad á que pertenece, ésta destruir
Y cuando
de la sociedad.
solo
hacer otro
tanto
La
crisis
revolucionaria
sacude toda
la
Re})ública.
La guerra
civil devasta los })ueblos. Los hombres sólo buscan para despedazarse," porque los dos partidos en lucha creen conseguir el bien que i)ersiguen á condición
se
de triunfar uno sobre
el
exterminio
griento exclusivismo político, salvaje según
el
más
del otro. ó
El san-
menos bárbaro
(>
nivel moral del que lo alienta conu) ban-
pasiones emirdecidas. y conduce venganzas crueles, á los excesos ominosos, á los extravíos injustiñcables. que enhitan y avergíienzan á la República. Es un tremendo duelo á muerte dera, da pábulo
á
derechamente á
las
las
que dura diez años, durante los cuales los contendientes se arrojan acusaciones, lodo é infamia, como si por este
tremendas responsabilidades que contraen ante la pobre madre común que llora. Y cuando toda esperanza se pierde en esa noche de
medio quisiesen eludir
las
— saii<4T(\
;;59
—
y no pueden aproximarse los que sienten
buenos, porque
})ara los partidos excdusivistas
narios síUo son buenos los ([ue forjan •en
sus
y
es<4rinien el acero
un hombre, Echeverría,
lilas fratricidas,
unitarios y federales
(')
como
san«4ui-
les
hace á
proceso del extravío inaudito
el
los pervierte y aniquila, presentándoles claro
(|ue
y hernu)so
programa de la regeneración de la patria, sobre la idea fundamental (jue hacen suya después de los años; y un hecho, el de la Confederación Argentina, se mantiene á
el
través de los sacudimientos déla crisis, y
de esa idea ala cual se
le
como concurrente
da formas constitucionales des-
pués de ISoo.
Como
consecuencia de
este hecho, el
campo queda
Los unitarios, víctimas del absoluque aquéllos quisieron hacer prevale-
por de los federales.
tismo que cer
que
como
á la par
principio pidítico; despechados con
les cierra las juiertas ([ue ellos
sus enemigos; impotentes para continuar por
lucha de
la
que hacen depender
el
el
fracaso
quisieron cerrar para sí
solos la
bien del país á con-
dición de labrarlo por sus manos, buscan en las coaliciones con el extranjero cuyas ambiciones ex])lotan hábilmente, y en las armas y recursos de éstos, A medio
para im[)onerse ante bién fanatizada labrar ese
la
y ([ue
mismo
opinión nacional compacta, tamse cree fuerte en
él
bien por su solo esfuerzo.
derecho de
Dos gran-
des j)otencias europeas y el lm[)erio del Brasil aplican sus armas, sus recursos y su diplomacia contra la Confederación Argentina; y el partido unitario es el ayudador, el propaL;amlisla de esta dr)ble intervencií'ni (|ue amenaza la integridad é
Pintonees
independencia de
la
lucli;i
\an'a
la [)atria.
completauR'níe
de
aspecto.
Rozas rei\indica el derecho de los piMiueños Kslados de América á dirimir sus ciiestitines sin la inter\ cnciihi jieli;^i'osa
de
l;is
.grandes potencias
europeas; y se i'esnelve
— ;i
hasta
ir
d ida
d
—
:¡(Í0
invadido
sacrilicio ('uaiido.
soberanía, los pueblos
la
b»
«^eiitiiia
rodrari
como un
de
sr)b)
la
territorio, ai^rn-
el
ConfederaeicHi Ar-
bolllbr^':
guerreros de la Independencia de América servicios, y
cuando
el
le
los
sus
Libertador San Martín
causa argentina es tan grande como
([ue esa
ciiaudo oii'ecen
la
le
declara
de la eman-
cipación de la América española.
El poder de Rozas se vincula con
esta
causa de
la
é integridad de la patria; y se alianza en la robusta opinión de todos los pueblos déla Coní'ederaci()n,
soberanía
fuera de la cual no queda sino tarios aliados
la
minoría de los uni-
á las grandes potencias europeas. Auuíjue
sus armas y aunque se ai)oderan de parte del territorio regado de sangre argentina,
confían en la victoria de
la
Gran Bretaña y la Francia ni consiguen romper esa menos que Rozas suscriba sus exigencias
integridad, ni vejatorias
también
del
honor nacional. en
los principios
({ue
cicio de la soberanía de los
y su nombre, execrado
])or
Rozas deja triunfantes debe de fundarse
el ejer-
nuevos Estados americanos; los enemigos (|ue cayeron
envueltos en la derrota del extranjero invasor, es levantado á la cumbre por los estadistas, publicistas y notaambos mundos; y la Confederaci(hi Argentina
bles de
miradas de esas naciones, puedan concurrir sus relacio-
atrae por la })rimera vez las
como
un centro adonde
nes sobre la base de los principios blos civilizados entre
La Confederación Argentina roe,
(pie
rigen á los
]iu(^-
sí.
porque cree realzar
así
ese
[iroclania
hecho
;i
Rozas su
sin,uular
dt'
ht'--
su
Desde este punto ratifica y (-onsagra en la perRozas la latitud de poderes que le otorgara. sanción de la sociedad pronunciada más fuerte-
historia.
sona
de
Es la mente que antes. Lo que la mueve á prorrogar del poder publico es el sentimiento i)artidista.
la
mma
inedu-
— cado para
el
:m
—
desenvülviíaieiito regular del guljieriio libre,
y vinculado con
de que nadie puede superar á
la idea
lio/as en el gobierno, porque nadie lia llevado á cabo los
de
liedlos de que esa sociedad se enorgullece, desput^s
haber exaltádolo creyendo que exaltaba lítico
que
nando
éste á aquél.
como
lo
Xo
como
y
imposición, no es
ha repetido y se
se
el terror,
pro[)aganda con-
la
repite,
quizá por
fenómenos po-
trabajo de estudiar estos
el
que obedecen
líticos
es la
sostenía especulativamente
no tomarse
po-
servía de bandera, y en realidad subordi-
la
tra Rozas,
al principio
causas cuyas responsabilidades á
á
Yo creo haberlo demostrado así en este Macaulay explica el mismo fenómeno bajo el rei-
todos alcanzan. lil)ro.
nado de
Isabel, semejante al gobierno de
de vista de ese consenso, que no de las "Si bien es cierto, dice,
toras...
Rozas del punto causas produc-
que Isabel... encarce-
laba y retenía largo tiempo aprisionados á sus vasallos.
.
disputas políticas y religiosas ofrecían gran dificultad cuando no peligro; que se halló limitado el
que
las
mimero de prensas para imprimir; que ninguno podía publicar nada
someterse
á
siu licencia
censura;
la
ofensivos á la corte lad(»s
como
también
La
ex})licaci(')n
que de
go])ierno de Isabel tía
morían como Penry
Stultbs...
lo es
la
y que las obras habían de que los autores de papeles
si
bien
ó
aquel gobierno,
fué así
mayoría de sus subditos
esto
eran muti-
lo
amaba.
consiste en ({ue la esencia del
era pojtular.
si
su forma reves-
lúen
todos los caracteres del despotismo, pues las prerro-
gativas de Isabel
no desmerecían de
las de
Luis
XIV
y sus parlamentos fueron tan obsequiosos como los (bd monarca francés.» Y véase cuánta analogía entre ambos
gobiernos acusan
las
subsiguientes
<(Pero el poder de
historiador
inglé-s:
saba en
ejército, y el
el
de Isabel en
palabras del gran
Luis XVI descani'l
j)ii(dilo
linica-
— De
mentí'.
absoluto
que
aíjiií
—
8()2
cuaiidu
calilican
lo
hagan sin advertir en
lo
lo constituía
de
alónimos
(|ué consistía
ni (|ué
en realidad, pues no constaba de otras par-
sino de la obediencia voluntaria de sus vasallos, de
tes
á
la
persona y
hacia
su
familia tan
la fidelidad
respeto
de
olicio
reina,
la
de su
y del convencimiento universal de la seguridad (jue gozaban bajo su
He aquí
gobierno.
ilustre,
única fuerza de que disi)onía la
la
poner en ejecución sus decretos, enemigos exteriores y vencer y sofocar
reina Isabel para sistir á
los
re-
las
conjuras intestinas.» (')
Un
consenso^ semejante, bien que tratándose de
un
país que no tenía los antecedentes de gobierno libre que
tenían los ingleses del
gobierno de Augusto.
meno, estudiando acredita, según
XVI.
encuentra bajo
se
señala
el
mismo
el
fenó-
famosa inscripción de Ancyrus que
la
él,
siglo
Boissier
concierto universal de admiración
el
y de respeto alrededor de ese gobierno. «Durante cincuenta años, dice, el Senado, los caballeros y el pueblo, ingeniáronse para conferir nuevos honores á aquel que
había vuelto á
Roma
tan vigorosamente
la
i)az
cuya grandeza Augusto exterior.
interior, y
mantenía en
el
tuvo cuidado de recordar todos esos homenajes en inscripción (|ue estudiamos, no
dad
])ueril.
(
Estado
el
(
reconocer
'
)
(2)
legitimaban su auto-
insigne propagandista contra Rozas,
divulgador
libre en esta parte
que
(|ue
-
Sarmiento, esforzado
un exceso de vani-
sino ])ara dejar constatado este consenso de
todos los (U'denes del ridad.»
})or
la
que
de
los
jiriiicipios
de América, el
consenso
Burleif/h y su época. Gastón Hoissioi', Octavio.
no de
ha la
del
el
gobierno
podido
menos
Confederaciíni
Argentina
creó
poder de ese hombre un republicano que ponía en
robusteció al
y
singular. «Rozas, dice, era
juego todos los
Era
tativo.
en verdad
Esto
la
un
imparciales
voluntad del
la
de elección
que
que
los
era terror, no
t(jdo
así
represenpueblo, y
muestran.
lo
más hemos hasta hoy mejores
que aclararán
misterio
estudios
No
hecho.
de
actas
las
(pie
será
del sistenuí popular
artificios
expresiíui
y
superchería.
todo era
Grandes y poderosos ejércitos lo sirvieron años y años impagos. Grandes y notables capitalistas lo apoyaron y sostuvieron. Abogados de nota tuvo en los [¡rofesores patentados del derecho. Entusiasmo, verdadero entusiasmo, era el de millares de hombres ([ue lo proclamaban el Grande Americano. La suma del poder público, abisiiuj.
todas
])al
sulto y plebiscito,
es
pueblo
al
sostuvieron,
sino
rejiilblicas
ránea.
de
la cuestión.»
' (
)
no en las en
las
ilc
filas
de los
los ([ue
lo
cuyos actos pesaron en
y
Plata
del
ocu{)ar(ni
(|U(^
con-
años consecutivos, y cuyas el gobierno de las
combatieron durante ([uince ojíiniones
vacío el
mismo que han emitido
el
otros notables que se destacaron,
Hozas
es
achunación. Senafiis
[)or
sometiendo
Este juicio p(')stumo
que á
como
abras vacías,
otorgada
fué
le
en
VA doctor
liivadavia.
y
i.'l
en
puestos
altos
los
de
transcurso
Salvador M.
d(d
la
('arril.
vicepresidente
dc'spués
públicos
éixtca contem})0-
ex-ministro
de la
Üepi'i-
y presidente de la Su[)rema Corte Federal, entre los fiiiulamentos que adujo [)ara oponerse á la conlisblica
caci('»n
de
los
bien<'s
de
Hozas,
Manuel de Hozas, investido con irresjionsable de
sido
necesario
'
(
)
KioiiTül'íü
la
(Ir
la Xaciíui.
.
.
conibinacií'iii
\'<'I('Z S;i|->fi('li
dijo el
y (|ue
así:
«Don
.luán
mando snpi'emo [)ara
derrocarlo
('
ha
de una alianza ]>oderosa
— en virtud de
—
:]()4
se piisioron en pie ni;is de sesenta
la ciuil
uno de a(|uellos hombres promipneden tener por juez á Dios y á la
mil combatientes, es nentes (|ue
S(j1()
espada del vencedor;
({ue
responsable ante
es
S(')lo
el
código de las revoluciones felices y de las convulsiones populares.
»
.
El doctor Carlos Tejedor, antiguo emigrado unitario,
y después estadista y codiíicador argentino, oponiéndose á esa confiscación en la legislatura de 1857, decía tam-
«Han
l)ién:
sido infinitos
los
cómplices de la tiranía.
Una tiranía no es un hombre, es una é])Oca, y [)or lo mismo que en la tiranía de Rozas veo una época, no Una época quiere quiero el juicio político contra Rozas. decir un período más ó menos largo de la historia y en ese período está comprendida la vida de un pueblo
No
entero.
conocen ya
se
basadas en
tiranías
que van más ó
Don
al juicio
tura: «Rozas, el
Estado:
él
no conozco
tiranías
el
un
de
modernos
hombre:
en los
siempre épocas en
son
menos envueltos
Félix Frías,
niéndose
brazo
el
tiempos actuales las
en los tiemi)OS
los i)ueblos.))
antiguo secretario de Lavalle, opo-
contra Rozas, decía en la
misma
legisla-
revestido de facultades extraordinarias, era lo
podía todo:
los cómplices
muy
(j[ue
él
responda de todo. Yo
de la tiranía. Si pretendiése-
expondríamos á encontrar personas que acusar hasta en las bancas de los que dictan la ley, ó de los magistrados que administran
mos
ser
lógicos
ikjs
justicia.»
El general César
Díaz,
jefe
aliados
que
derrocaron á
después
la
misma opinión
blico,
diciendo:
«Tengo
de
Rozas
la
en
respecto
izquierda de los
poder de Rozas en
formada
la })rofunda convicción,
por los hechos que he presenciado, de que del
expresó
Caseros,
del consenso pú-
1852 era tan
el
grande
prestigio (')
mayor
vez
tal
lo
(le
sumisión y de su
(jue
conlianza del pueldo
la
no
^í^enio.
diez años antes, y que la
haliía sido
le
en
superioridad
la
jamás abandonado.»
lialȒan
El
' (
i
doctor Juan Carlos Gómez, antiguo publicista de la propaganda contra Rozas, emitió la misma opinión rindiendo todavía culto á sus tradiciones partidarias, cuando al hacer la comparacuui de las é})Ocas escribía mucbo después: «Los Sylas. los Marios, los Césares que nos amenazan, nada representan, nada personifican, á no ser la desmoralización social de una época de escej)-
Se coni[)rende que liayann)s sido
ticisnio y de })ereza.
víctimas de los liárbaros de gran Rozas.
sobresalían
(|U(^
Y
cional que creó
que
h)
hace
el
(
condiciones de ca-
indomabb'
hi
tmergía de
-
y robusteció
vencedor
gobierno de Rozas, es
el
en
Rozas gran ciudadano, cuando
Caseros le
proclamar
al
escribi(')
cu
18e'3(S:
y algunos amigos de iMitrc Ríos estaríamos
suma para
alguna
ayudarle
á
usted
gastos, y
le
agradecería nos manifestase ([ue
demostraciiui
una vez tos á
sirvieron
otra cosa ([ur
ría
(|ue
le
su caída;
los
guardan
algunos sus
los
heclio
muy
(U'denes.
de
mismos olvidan
(
-
)
([ue
le
importa-
contribuyeron
ligura en
debe y
reconocer; servicios cuya gloria
A7 Nacional de HiuMios Aifes Memorias. |j;i
sus
sentimien-
consideraci(')n
de arrebatarle, y son los que se refieren á
(')
á
aceptaría
no
Klla
l)uenos (|ue
la
tan gran
altos
«Yo
individuos que m;is de
expresión
pero que no
servicios
primtiro en
á la
se debe al rpie ba á
de
á
disiuiestos
á enviar
esta
una
reconocimiento de ese consenso na-
implícito
el
fuertes
[¡or
y representaban democracia elemental.»
rácter
Quiroga.
talla. Artigas,
el
(pie
país, y
qne soy
el
nadie pue la
del 4 de novioiiibre
energía
de 1879.
— con que siempre sostuvo é
independenchi
tecer
este
Si
' (
)
algo
liombre, dice
personiíica en sus defectos
sol)eranía
i)odi'ía
robus-
un F]rnesto Uenan,
palabras
siguientes
las
«Un grande
sabio moderno: se
son
dereclios de hi
los
nacional.»
juicio
—
;;<;()
como en sus
de
cualidades.
Esos arrainjues, esas durezas de Napoleón que tanto cliocan á Mr, Taine, eran una parte de su fuerza. í'rbano. modesto connj nosotros, no liubiera descollado, babría sido tan impotente
como
nosotros.» (-)
Este jucio postumo se funda en los antecedentes
liis-
narrados y explicados en este libro á la luz de una lilosofía desprevenida y sana; y emana de los (|ue
tfh'icos
precisamente por ser los mejor preparados 6 los que en conjunto observaron y pesaron los sucesos de esa época, lo emitieron no á título de venganza ñ de a})ología, sino
como enseñanza para
pueblo que después de liaber
el
proclamado y liecbo triunfar iininitario
Sur, y
rn)
más licrmoso
supo vencer, los
de su raza,
se
el
jirogranni liberal y bu-
])resenció
(jue
iin[)uls(js
encontr(')
la
lieros
América del sangre
de su
impotente para gobernarse
con la libertad en cabeza de todos, y conli(3 su ser ])olítico y social á las manos de un liombre en quien por ministerio de la ley y solemne ratificación del universal, se
sufragio
reasumieron todos los derechos.
En contraposición
á este juici(j
se
suscita
el
de los
antiguos ])artidarios de Rozas, quienes deponen que
gobiermj fuerte y levantan
á
elegidos; y
el
()
fut'
una necesidad para salvar
el
la patria,
imponderable altura de los de los enemigos que presentan á Hozas
Hozas
á
la
011 mi arcliivo. Se piiljlicó entrólos solicitud sobro reclamación de Inenes elevada al Congi'(!so argentino j)oi' rl alhacea del .u'cnci'al .Inan
Manusci'ito tesfimoniado
documentos acompañados
ii
la
Manuel de Rozas. (-)
Histoire
du peaple
(Vlsrtirí.
Prcf.
i);ig.
XII.
—
—
:!H}
un insigne criminal condenado por
t'Oiiiu
conciencia
la
El primero está de suyo desacreditado, por-
universal.
que no cabe mayor peligro,
ni desgracia
más vergonzante,
que renunciar el ser político y el ser social para que nn gobernante reasunni en sí el derecho y la libertad
Lo digno,
de la República. lil)ertad
en cabeza propia,
esperanza de ((
Un
verla
natural es sufrir por la
lo
porque
entonces alienta
triunfante por
el
propio
la
esfuerzo.
ciudadano, dijo Moreno en 1810. ni ebrio ni dor-
mido debe tener inspiración contra la libertad de su Ni el mismo Hozas confiaba en ese juicio. «Xo país.») pueden ser jueces de Rozas, escribía desde su destierro, ni los que se dicen víctimas, ni los que puedan ser taEl juicio corresponde á Dios cliados de complicidad. porijue solamente Dios y la verdadera, histin'ia á la y historia verdadera [)uedeii juzgar á los pueldos que facultaron á Rozas con la El
suma
de los segundos
fallo
del poder \)ov la ley.»
'
(
)
igualmente inaceptable,
es
siendo ellos parte, se constituyen árl)itros de umi
[)or(|ue
concienria itniccrsal ([uc ponen de su lado.
Si por con-
ciencia universal se entiende la opinión del
mundo
lizado, representado portas expresiones
inclinó en favor de Rozas.
Forman
(
hile y del Perú,
que admiríj de su (pir
[)atria;
la
la
prensa de
firmeza con ([ue
A
y
campcé)ii
de Sur Anu'rica á regirse por
zaron por
(')
la vez
Maniisei'ilM
arclnvo).
primera
(l(!
Unzas
el
dt;
el
Francia,
ni;is
notables,
derecho de los
d»'!
])aises
mismos, y universali-
nombre de
Ice-iía
Brasil,
defendía los derechos
él
publicistas
sí
Unidos, de
primer ciudadano de
Inglaterra,
los estadistas
llamaron
1((
que llamó á Rozas
se
conciencia
parte de la
universal de esa época, la ¡¡rensa de Estados
Sur América;
civi-
nu'is altas, ella
lo
'le
la
Confederación
mayo
di-
iS(l<)
(cu mí
—
—
;;(is
Argentina, tales como don Andn'S Bello, lord J'aliuerston.
Lamartine, lord Rnssell, Girardin. lord Castlereagli, WebsMartens, lord Howden. Odilon-Barrot, Muc-
ter, Roulier,
kau, lord Northumberland: los jefes de naciones, que pri-
vadamente
como Pinto,
le
signiíicaron su admiración
reina
la
Luis
Victoria.
presidente
el
Belzú.
sus simpatías,
(3
Napoleón,
presidente
el
los presidentes
de
Estados
Unidos, del Perú, del Ecuador y de Colombia; los
pr(''-
ceres de la Independencia argentina y americana, y los
que por haber descollado en
la
lucha por sus talentos
sus virtudes, tenían capacidad para discernir
como
el
libertador
San Martín que
el
mérito^
regaló á Rozas
le
espada que usó en esas campañas, en premio de los tulos que éste había conquistado, y vicios: el
general Alvear,
el
le
general
ofreció
Guido,
Necochea. Sarratea. Moreno. Anchorena. otros
((ue
lo
servían
en
la
el
(')
la tí-
sus sergeneral
y tantos administra-
L(')pez
diplomacia
y
Xo hay. pues, uiui concieiu-ia nniversal que conHay una condenaciíju de [)arte (|ue estigmatiza implacable; más implacable que la que cayó sol)re Nerón, ción.
dene.
que
sic[uiera
De Rozas la
América
estará
en
se
tuvo
quien llevara llores
sostiene
.tendrá». tierra
que «ni
Vinculada
extranjera
la
el
á
su
sejtultura.
polvo de sus huesos
á estos
espada
huesos está y de San Martín,
que es la (jue fiind('» la libertad de seis rcpiiblicas de América. Los que delienden como los ([ue acnsan. liablan por boca de su tradición política; y c()n tradiciones apasionadas que envuelven extravíos, no se marcan las ense-
ñanzas saludables que
debe contener
la
historia
para
que sea útil. Más que un juicio de la conciencia, ello es un dictado del egoísmo, para eludir res])onsabilidades que alcanzan por igual á los dos partidos cuyo absolutismo Y cuya incapacidad
i)ara
ejercitar
derechos
]>o-
—
—
;¡(j9
Argeiitiua
líepúblira
líticos, tílisaiifií'tílilaron hi
treinta años, á los cuales
presentar hoy de relieve
jtara
que
diirciute
i)uede
liistórica
filosoiía
la
nadie
desUgnre
los
impunemente.
Yo me he contraído
He hecho
hombre.
á estudiar
la autopsia
un rucrpo
social y
Hozas.
de descubrir la naturaleza del engendro. (|ue es
Esto
me ha
más
parecido
un
[¡rimero para tratar
del
serio que lapidar á
Rozas sin
han querido
fruto para nadie, sino es ])ara los que
y su amor á medio de la en La tiranía existe latente
acre-
ditar con esto su odio á la tiranía
la
bertad.
licen-
cia de la
odiosa del régimen plice ó no de
á
ambos
éste,
un
un parlanumto cómel ))rimero que
•')
pero salido de quicio, ó
su})lante cini
se contra
])uel)lo
hi fnerza.
siempre
haber salvado este
j)eligro,
de em})lear-
está
muy
cívica
lejos de
con ser (jue hace nnis de cua-
renta años que se viene pregonando
y
fácil
como fuerza
no existe
(jue
La Uepública Argentina
gobernante.
menos
ó
El tirano es entonces
rejjresentativo.
un poder ejecutivo absorbente,
ó
más
de la mistificación
libertad y
li-
el
horror á Rozas
á la tiranía de Rozas.
Y yo
lio
necesito acreditar en
mucho menos por
tiranía y
cuando recién voy á hacer mi
tal
mi país medio.
libertad en
tenido el
de
serení»
el
el
caniiio
honor
(b'
cíjii
(pie
anhelo
los
principios; (bi
sufrir se
las
hi
es ahora
profesií'm de fe sincera en
La he hecho en
materia de libertad y de gobierno. terreno
odio á
el
No
he
luchado
[)or
el
hi
revoluciones abatidas; he
por
ella,
persigue
y
una
la
sostengo con
ilusi(ni
siempre
Tamixtco he {Consumido mi salud y mi tiemi)ara escribir un libro de historia que agrade á los
nueva.
po
unitarios diciiui ral,
()
á
de éstos
sin
el
los b'derales; }»or
haber
ó á los que
recibídola
benelicio de inventario
([iie
en es
siguen
la tra-
herencia moel
signo ([ue
— acusa
el
—
870
esfuerzo propio de las generaciones.
He
escrito
que tengo por verdad á la luz de los documentos, y lo que pienso que es conveniente se sepa para ejemplo y experiencia. Los aplausos de aquellos cuyas pasiones enconadas yo sirviese, me sonrojarían tanto como si lo
llegase á pretenderme acreedor de dineros pertenecientes
á otro.
Á
los viejos partidarios
me censuren porque me
que
he desprendido de la tradición de odio en que nos educamos los que nacimos cuando Rozas caía; ó á los que
me
alaben porque, á mérito de la censura contraria, pien-
sen que en
el
me haya
inspirado en otro
de la verdad y en
bertad, yo
el
del
sentimiento
amor consciente
á la
que li-
les repetiré las palabras del sabio historiador
alemán respecto de César y su época: « Es necesario que exijamos lo que el historiador supone acordado tácitamente en todas partes, y que protestemos contra la costumbre, igualmente común á íidia,
de distribuir
la
la
simplicidad y á Ja per-
alabanza ó la censura histórica,
aislándola de las circunstancias
como de
los conceptos
de aplicación general, y de interpretar en este caso nuescomo un juicio sobre lo que se
tro juicio sobre César
llama
(')
el
cesarismo.
»
í'j
Momsen, Historia romana,
lib.
v,
cap. xi,
APÉNDICE linirLEMEMí) AL CAI'ÍTlLü LV[| ¡Viva La Confederación Argentina!
¡Mueran
Campo
de batalla en
Sefior coronel
el
los salvajes unitarios!
Rincón de Vences, noviembre
-28
de 1847.
don Hilario Lagos.
De mi mayor consideración y aprecio: Nada en esta vida puede halagar más el corazón del hombre sensato, que el bienestar de su patria natal: y mucho más cuando, después de haber sido hollados por una líjgia
impía
los
sagrados derechos de
ella,
sean recuperados
por la justicia, como sucede en la mía. Lleno, pues, de congratulaciones, felicito á usted cordialxnente por la completa victoria que el día de ayer han obtenido las armas federales bajo la sabia dirección del denodado general ürquiza. ¡Es indudable que la Divina
Providencia siempre proteje la santa causa que han jurado sostener los pueblos! Se principió el combate á las Pi, y como á las •! ile la tarde en el campo de batalla ya se oyó vivar á la Confederación Argentina y á todos sus heroicos defensores. Sin contar el considerable número de los muertos, que hasta hoy se ignora, están ya en nuestro poder prisioneros los titulados jefes,
coronel
Curios Paz. dos tenientes
coroneles, tres sargentos mayores, setenta oficiales, y
como
mil ciento y tantos de tropa con inclusión de dos bandas de música, lo mismo que toda la artillería, parque, comisería, calialladas y cuanto bagaje que ellos tenían.
Los cabecillas salvajes unitarios traidores Madariaga san salvado con unos pocos hombres á i)atas i\o buen
— ignurándose persecución.
Ciiiballu.
879
liasta
—
aquí
ísi
se
escaparon do
la
Reproduciéndole mi enhorabuena por tan glorioso acontecimiento que probablemente pondrá el noble sello de la paz y la tranquilidad por parte del pueblo correntino reincorporándose á la gran familia argentina á (pie pertenece, me es honroso el repetirme de usted muy atento amigo y seguro servidor Q. B. ¡S. M. Antonio Ezeottuíl Silva. CIDIPLEMENTII AL
CAI'ÍTliLll
LIX
Estimado señor y amigo: contestación á la que precede, diré lo poco que sé sobre el asunto de que hace referencia. En la madrugada del 21 de marzo de 1848 llegué á la linea avanzada, para desempeñar como siempre mi delicada misión de encargado del telégrafo secreto con la plaza de Montevideo, y en ese momento se presentó el teniente coronel don Francisco Oribe, jefe del punto, Arroyo Seco, y, algo sorprendido, me comunicó que en la noche pasada habían asesinado al doctor don] Florencio Várela. Preguntándole yo cómo lo sabía, me contestó: que había llegado á la playa del Caserío de los Negros un tal Cabrera, diciéndose autor de ese homicidio, agregando el señor Oribe que en el acto lo había aprehendido y remi-
En
tido al cuartel general.
Momentos después de
esta conversación, y
antes de
yo recibí orden del señor presideiote Oribe para preguntar á mi corresponsal secreto en Montevideo, si el suceso era cierto y cómo se había producido, recibiendo inmediatamente contestación que confirmaba la noticia, pero sin (jue se supiera todavía quién era el asesino. Continuando el pedido de explicaciones, se llegó á indicar, entre otras cosas, alguna de carácter privado; y después pareció que la opinión general atribuía la muerte del doctor Várela, á motivos extraños á la política que se salir el sol,
debatía entre
el
campo
sitiador
y
la
plaza sitiada;
más
—
878
—
el crimen por el cisma que nació en seno colorado cuando La valle salió de Montevideo, dejando la doctrina que llegó al extrañamiento del señor general Rivera. En el campo sitiador, la opinión veía en la muerte del doctor Várela causas particulares entre la víctima y el victimario: éste gozó de una libertad, relativa no mas, porque, por otra parte, el carácter de la guerra de entonces consideró la desa})arici(')n del señor Várela como la de un simple adversario.
tarde se explicaba el
Después prevaleció entre el
general Oribe fuese
rela, lo
el
los
que se explicó bien en
conocía los disfraces
sitiados la
idea de que
iniciador del asesinato de Váel
partido contrario, que
que, acaso los
verdaderos
autores
empleasen para alejar su culpa, sin pensar que el movimiento de abril había marcado la nueva cruzada contra los caudillos. Por lo demás, los pretextos ostensibles á favor de los cuales se culpase al señor presidente Oribe
de ser
el
agente de
la
conquista que
el
general Rozas
intentara sobre este país, se rechazaban con la idea del peligro que ofrecieran para la independencia de la Repi'iblica el sostén extranjero, la
con
(.pie
contaba
la
plaza en
legión argentina, la legión francesa, la legión de vascos
franceses, la legi(Jn italiana, la división francesa al
mando
de coronel Duchateau en número de 8()U hombres, los regimientos niim. 7o y 45 ingleses, el cuerpo de ingenieros ingleses, que fué el que trazó la línea de defensa, y por cuya razón la batería central se llamaba «Comodoro Purvis». Así, en el campo sitiador teníamos derecho á ver con fimdaiTiento un peligro en la intluencia europea cuyos unes no conocíamíjs l)ien ni se conocen, y la combatíamos con más atención (pie al grupo diminuto de orientales y argentinos, entre los (]ue ligiii('i d s(>ñor Várela en Montevideo. (kimplido su i)ediilo, lo saluda S. S. -Maiuicio Iílanes. S/C.
iii;ir/(.
IS.Ic 1X91.
—
874
—
¡Viva la Confoderacióii Argentina!
¡Mueran
los salvajes unitarios'.
Capitulo de carta de Buenos Aires al señor coronel Arana.
Matizo 25.
En mi último chasque del 22 decía á Y. que ese día había llegado á las once el paquete Ninfa de Montevideo trayendo á su bordo muchos pasajeros: que el 17 había llegado á aquella plaza
Ahora
le
digo que
el
el
ministro inglés,
el
19 el francés-
20 á la noche fué asesinado el sal-
vaje unitario Florencio Várela, con dos franceses más.
Hoy estamos
buques bloqueadores se retiraron ayer á la tarde; no ha quedado más que un vapor inglés que vino con comunicaciones de los ministros para el gobierno y está esperando el contesto: auncpie nada se trasluce se cree que se arregle al menos que vengan con pretensiones injustas que en este caso deben sin bloqueo, pues los
estar convencidos del inflexible patriotismo
del inmortal 8e cree que hoy empezarán á entrar buSe asegura que los ministros vienen con amplias
general Rozas. ques.
é ilimitadas
facultades, c^ue treen carta blanca y se titu-
lan Comisarios Regios.
Los efectos de consumo están sumamente bajos. COMPLEMENTO AL CAI'ÍTLLO
LXl
¡Viva la Confederación Argentina!
¡Mueran los salvajes unitarios!
Excmo. señor general don Juan Manuel de Rozas, gobernador y capitán general de esta provincia.
Señor:
Siempre que he de dirigirme á V. E. me oprime un grande disgusto. Considero sus atenciones y luego me asalta la idea de que voy á recargarlas. Sin embargo no me falta la conñanza. Conozco la magnanimidad de V, E. Me fijo en su posición. Es la de un sabio discreto gobernante. Sé que personajes de esta clase nunca toman á mal que sus siibditos les expongan sus necesida-
—
o/ü
—
Voy, pues, señor, á manifestarle las mías. Le hablaré €on toda la verdad de mi alma. Y. E. juzgará. El 5 de diciembre salí de esta ciudad con otros eclesiásticos para la Villa de Lujan, á hacer la fiesta de la
des.
de aquella iglesia. Regresé el 15. El 17 á las noche se presentó en mi casa don Manuel Veteniente cura de la parroquia del Socorro, y me larde, dijo que el 12 del mismo mes había partido para Quilmes el presbítero don Uladislao (Gutiérrez, encargado de la citada parroquia del Socorro; que sospechaba que no volviese más. Le requerí para que me declarase los motivos titular
8 de la
de su sospecha. Ninguna expresó. Fué su primera entrevista que estuvo reducida á manifestar lo que dejo expuesto y nada más. Al siguiente día (18 de diciembre) volvió á mi casa. Me repitió lo que me había dicho en el día anterior, agregándome que creía que Gutiérrez había fugado, y que seguramente iba con él doña Camila O'Gorman, porque faltaba de su casa desde que ÍTutiérrez había salido de la parroquia, l^e reconvine por la ocultación que me había hecho de tan notable circunstancia, en su primera entrevista. Se excusó con decirme que había sido por encargo encarecido de la familia de O'Gorman, que se interesaba que no se revelase un hecho que tanto la infamaba, por
esperanza que tenían de que los prófugos volviesen á Añadió que él marcharía á Quilmes al siguiente día (el 19 de diciembre); que si no los encontraba daría cuenta al señor obispo. Debo declarar á V. E. que fué tal el aturdimiento que se apoderó de mí con la revelación de aquel atentado, que me dejó sin libertad para esprimir una sola idea. Recuerdo sin embargo que en medio de mi aflicción, le dije que ora urgente que diese aviso al señor obispo, ó á su provisor, y que esto á él le incumbía cómo teniente cura de l;i ¡(¡uroquia. El viajo la
la ciudad.
de Velarde á Quilmes se realiz(j d «lia l!l i)or la tarde. Entonces le Volvi() en la noche sin resultado ¡ilguno. insté nuevamente para que todo lo pusiese en conocimien-
— to de algunos de los
^]7()
prelados.
— Sin
perjuicio de
día 20 instroi yo del suceso al señor provisor,
y
esto, le
el
indi-
qué que inmediatamente debía dar cuenta á V. E. Todo lo demás que después ha sucedido, lo sabe V. E. Es inútil
repetirlo.
De lo expuesto resulta que la fuga de ambos criminales tuvo lugar el 12 de diciembre, en cuyo día yo estaba en Lujan; que de esta villa regresé el 15; que el 17 tuve las primeras noticias incompletas: (jue el 18 fué cuando Velarde me; explicó el caso con todos sus pormenores; y que en esa misma fecha le aconsejé cjue lo pusiese en conocimiento de la autoridad. Tal vez era un error, pero no creía que por ser secre"
tario de la Curia estuviera obligado á
hacer la denunciaPensé que esto correspondía mejor al teniente cura de la parroquia, que era el inás indicado para hacer relaciones del caso con todas sus circunstancias. Por otra parte, el tamaño del atentado, y el interés que mostraba la familia en disimularlo, me pusieron en un conflicto que sin duda no me dejaba expedito para acertar con lo que mejor convenía. f]ntretanto, cierto es que yo clí aviso al señor provisor; de cuyas resultas se dirigió ú Y. E. en los términos que le constan. Si en esto hubo alguna demora, no soy '
el
responsable.
Para que Y.
E. se
persuada de
la
verdad de cuanto
dejo expuesto, Ijasta considerar solamente que es con Y. E.
con quien hablo. ¿Tendría yo ánimo bastante para engañarle? ¿Habrá quien lo tenga dirigiéndose inmediatamente á Y. E ? Lo juzgo imposible. Al llegar aquí, permítame Y. E. le agregue algunas observaciones. Se ha dicho en esta ciudad que yo influí en la colocación del reo prófugo. Lo ha dicho también en Montevideo el autor del titulado Comercio del Plata. Es falso, señor excelentísimo. El clérigo Gutiérrez se colocó en el Socorro por sola inspiración del señor obispo. Yo se lo había propuesto para cura de Navarro, por diligencias
que había practicado el señoi' juez de paz de aquel pardon Juan Benito So«a. Este mismo señor habló de Gutiérrez al señor obispo, y quedó conforme 8. S. I. En estas circunstancias renuncia el cura del Socorro don Juan Silveira, y no hallando el señor obispo en la actuatido,
lidad sacerdote en quien lijarse, (y ciertamente,
tísimo señor, que no lo había entonces,
en
la actualidad
siásticos,
para
y esto V. E.
la provisión lo
de
como no los
excelenlo
empleos
hay ecle-
ha de tocar prácticamente),
destinó al Socorro. La elección fué, pues, exclusiva del señor obispo.
lo
En
punto yo apelo al testimonio del señor juez de paz de Navarro. Estoy seguro que no me desmentirá. Si el señor obispo dio ó no aviso á V. E., lo ignoro. Creo que llenaría este requisito desde que Gutiérrez figuraba en la lista de les empleados y se le atentlía por el gobierno con el sueldo de su empleo. Vuelvo, señor, con la venia de V. E. al prófugo Gutiérrez. He demostrado que yo no lo coloqué en el Socorro. Pero ¿lo he protegido? Sí, señor, y mucho. Mas en esto hay algo que me perjudique? Notorio es que más ó menos todos los que durante mi larga carrera de secretario de la Curia, han aspirado al estado eclesiástico, han sido protegidos por mí con mis servicios personales, con mi dinero, y hasta con mi ropa. ¿Por esto seré acreedor á ningún reproche? este
Gutiérrez fué
recibic':)
recomendado
(juizá
mayoi'
i)rotecci('»n
jiorque
me
sacerdote que entonces era cura ciudad de Tucumán, con términos muy expresivos ])or el
de la de su juiciosidad y a])titudes. Y á la verdad, (pie mientras vivió en mi casa nada tuve que notarle. Yo no pude dudar de sus buenos antecedentes, y mucbi» turnos cuando supe que el actual gobci'uador ile
Tucumán
Es le dio (;arta de recomendación paia \'. M. de creerse que no le habría hecho si no estuviese seguro que no la desmerecía. Desde (pif fu('' al Socorro, amitos liemos vivido á mu-
—
878
—
cha distancia. Cuando tuvo lugar su fuga habían corrido cuatro meses de la más absoluta incomunicación. En todo este tiempo ni una sola vez vino á mi casa. Nuestra amistad sino estaba rota, estaba completamenEl deseo de no alargar esta carta me precisa á no explicar el motivo. Por la misma causa sujeto al silencio otras observaciones que convendrían mucho no fuesen ignoradas por V. E., pero las que he deducido me lisongea que bastarán para exonerarme de cualquier cargo que quiera formárseme á consecuencia del horrendo atentado de aquel desgraciado y aun en la nota de descuidado en revelar su crimen á quien correspondía.
te interrumpida.
Me supongo con es
mi empeño en
hay, y
muy
esto satisfacer á V. E. y tanto
este punto, cuanto
mayor
que conozco que
lo
decidido por algunos para extraviar la opinión,
haciéndome responsable de hechos que he reprobado y repruebo como el que más. Yo sé muy bien que en la prudencia y circunspección de V. E., y sobre la magnanimidad de su alma, tales tentativas no prevalecen ni hallan jamás acogida; pero el solo temor de que V. E. pudiese vacilar por un instante sobre de ver en este lamentable asunto,
explicarme con
V^ E.
en
los
mi conducta y modo me ha obligado á
términos que dejo consig-
nados.
Después de 24 años de servicios de todo género en eclesiástica: desi)ués de una rara contracción
mi carrera
á diversos ministerios, tan desinteresada como sabida es de todos cuantos me conocen; después de los sacrificios no sólo de mi persona, sino de mis intereses, que hago actualmente en obsequio de la iglesia Catedral, hoy encargada á mí con toda su administración, por el señor presidente provisorio del Senado don Miguel García, servida con un esplendor en sus funciones, que quizá nunca
ha conocido, y aumentada consideraljlemente en sus gravamen alguno, ni del pú])lico, ni del Estado, que sólo contribuye con lo muy preciso para sus se
útiles, sin
— gastos ordinarios; después,
;^.79
en
— íin.
ile
una
deeisichi
tan
con los principios antigua como consecuente políticos que rigen el país y por la persona y administración de V. E., yo no aspiro otro premio que al de no desmerecer en el concepto de Y. E. y mucho menos por complicación en asuntos tan indignos y tan rei>rol)ables. Sólo me resta rogar á V. E. me disimule si en lo que é inalterada
encuentra algo menos acomodado á las consideraciones que Y. E. merece por su alta encumbrada posición, y que se digne admitir el profundo respeto con que me permito decirme de Y. E. muy atento ser-
dejo
expuesto
vidor Q. B. S. M.
Eelu'E Elortoxdo y Palacio. Casa
(le
V.
K.. eiiei-o
-¿2
de 1S4«.
Soutliamptoii.
marzo
(>
ile
1870.
Señor don Federico Terrero. jVIí
(jueridíj Federico:
Siento
el
vivo placer de avisarte el recibo de
tu
muy
cuando apreciable de enero 28. Placer además veo tu acuerdo con mis sentimientos enunciados en la mía de noviembre 27. El cuaderno á que te refieres no recuerdo haberlo rccit)ido ni visto alguna vez entre los papeles que tengo. Si lo tuviera, sin demora te lo enviaría, ó una copia satisfactorio,
de
él.
Ninguna persona me aconsejó la ejecuci
ar;i prevenir otros escándalos semejantes ó parecidos.
Yo
V siendo mía huíante presidí
creía lo misiud.
ordené
la
ejecucii'»n.
la el
responsabilidad, gobiei'uo de líue-
—
880
—
do las relaciones exteriores de la Confederación Argentina, con la suma del poder por la Soy, pues, el único ley, goberné según mi conciencia.
nos Aires, eiicargadu
de todos mis actos, de mis hechos buenos, malos, de mis errores y de mis aciertos. Las circunstancias durante los años de mi administra-
responsable
como de
los
ción, fueron
durante
siempre extraordinarias, y no es justo, que me juzgue como en tiempos tranquilos
ellas, se
y serenos.
Con un abrazo entrañable á mi muy amada comadre y mis cariñosas expresiones á María Gertrudis y á todos tus hermanos y familia, quedo tuyo y de aquéllos, afectísimo y bien agradecido amigo. Rozas.
Helírrano, diciembre 2
18S5.
Seño7- Pedro Rivas.
Mi estimado amigo: No puede ser más importante la referencia que usted me ha hecho de las disposiciones que en un principio tomó el gobernador Rozas para asegurar á Camila O'Gorman y al cura Gutiérrez. Habiendo sido usted oficial de la secretaría del jefe de policía en ese tiempo, su deposición es un documento, y un documento nuevo. Por esto es que le pido se sirva usted decirme al pie de ésta, todo lo que usted vio, todo lo que á
usted
le
consta sol)re el
Le agradecerá á
particular.
nstcil esta
señalada atención su ami-
go y compali'iota
Adolfo Saldías. Mi amigo y distinguido doctor: Deseando llenar sus deseos, sobre la referencia que le hice de las primeras intenciones del gobernador Rozas respecto del castigo que debía imponérsele á Camila O'Gorman y al cura Uladislao Gutiérrez, voy á consignar
—
;181
—
lo que vi y me consta de las que tomó la policía, por orden superior, cuando se supo que estos dos desgraciados eran remitidos H Buenos Aires desde la provincia de Corrientes íionde habían ido á buscar un asilo. La fuga de los amantes, las circulares acompañando su filiación á fin de que fueran aprehendidos, su refugio en Corrientes, la vida que llevaban ocultando su falta en un pue])lo pequeño donde se dedicaban á la enseñanza escolar hasta que fueron descubiertos por un mal fraile que los delató á la autoridad, son hechos t)ien conocidos, y por eso me detengo en relacionarlos para entrar en seguida á la parte que ú V. le interesa, y que parece haber quedado en el misterio. Pero creo que ya es tiempo, antes de seguir adelante de presentar mi di^tloma de autoridad para poder hablar de todo aquello (pie se relacion(') con la [lolicía en el asunto de los prófugos. La mesa que yo regentaba en este departamento tenía exclusivamente á su cargo el despacho oficial que se cambiaba directamente con el señor gobernador, los ministros y los jueces de primera instancia en lo civil y criminal; y debido á esta circunstancia, el
aquí mis recuerdos de todo
disposiciones
señor
dado por
jefe,
las
y en calidad de reserva como á él se le habían me puso al corriente de lo dispuesto
órdenes,
general Rozas, que es
como
voy ¿i relatar. le fué comunicado el envío á Buenos Aires de Camila y Crutiérrez, noticia que recibió con desagrado, según me consta, llanKJ al jefe de policía é informándole del asunto, le dio sus instrucciones. Ln el
lo
Así que al gobernador
tal virtud, el jefe se
puso de acuerdo con
puerto, quien, también por
el
capitán del
órdenes superiores, debía el buque que conducía á
in-
los mediatamente que llegase presos, ponerlo en la más completa incomunicación hasta las 12 de la noche de ese mismo día; hora en que estos dos funcionarios pasarían á Ijordo á efectuar el desembar-
co
d<'
los
pi-('S(js.
En
tierra
debían ser entregados á la
— :m — para que los condujera á sus respectivos alojamientos. Esta medida, que debía ejecutarse. con la mayor reser-
policía
por objeto evitar á los presos el bochorno de desembarcar en horas en que la misma calidad de su causa y los antecedentes que los rodeaban, llevaría al puerto una inmensa concurrencia. Pero antes que pudiera llegar este momento, el jefe de [)olicía señor don Juan Moreno, había dado los siguientes pasos: yo lo acompañal)a para los casos en que hubiera que expedirse algunas órdenes ó desempeñar comisiones tenva, tenía
dentes
al
mismo
asunto.
Fué primeramente á la Casa de Ejercicios y preguntó á la superiora, en nombre del gobernador, si era posible llevar allí á una joven en calidad de reclusa por el tiempo que la autoridad lo tuviera por conveniente. No se hizo ninguna ol)jeción.
En seguida entró el jefe de policía á indagar, siempre consultando la opinión de la superiora y el alcance de las reglas del establecimiento, si se podrían poner dos piezas á disposición de la reclusa, por haber ésta sido creada con algunas comodidades y no se
la
quería mortificar: cuyas
habitaciones se mandarían amueblar y ponerlas convenientemente en estado de recibirla; como también si se permitiría la
entrada
allí
de una mujer para que
la
y estuviera completamente á su disposición. opuso ningún inconveniente.
acompañase
Tampoco
se
Le hizo presente, asimismo, que la reclusión de la joven momentánea; que no se la quería imponer un castigo severo, y de consiguiente no debía obligársela á sujetarse á las prácticas religiosas de aquella institución: que esto seria espontáneo por parte de ella: deseándose por el contrario, que allí tuviera toda la libertad posible, pudiendo sería
y tener cuantas distracciones honestas se pudiera proporcionar, con sólo la restricción de no poder salir á la calle. La superiora estuvo de acuerdo. Siguiendo el jefe el orden desús instrucciones, agregó:
recibir visitas
—
88:5
—
la joven tenía nna regular instrucción y que era muy aficionada á la lectura y á la música, y si no había inconveniente para que se le proporcionaran los libros que eligiera
Que
y pudiera tener un piano para sus estudios. La superiora contestó: Que en cuanto á los libros, puesto que el objeto de su detención no tenía ninguna conexión con los preceptos religiosos de aquella casa, podía tenerlos á su albedrío^ pero en cuanto al piano, se oponían las reglas severas que
Que
música ó cualquier entretenimiento ruique iban á pasar una temporada alejadas de las cosas y pensamientos mundanos, entregándose sólo á sus devociones y á la meditación. pero que si el señor gobernador así lo quería, no se opondría á que se llenasen sus deseos. El señor Moreno replicó: Que el señor gobernador no pretendía, ni entraba en sus intenciones, contrariar en nada las reglas de aquella santa casa; que no conociendo sus. reglamentos, sólo pretendía saber hasta dónde podrían ser permitidas las comodidades y distracciones que se proporcionasen á la joven que debía ir allí á pasar algún tiemi)o. Convenidos otros arreglos para la instalación de Camila, allí
regían.
la
doso, perturbaría el recogimiento de las personas
.
como
.
ser el de
ción, el
un subsidio para
modo y forma cómo
el sostén de aquella institudebía llevársela la comida de
un hotel, etcétera, etcétera, pasó el jefe de dome también en su compañía, á la cárcel
policía, lleván-
del Cabildo, y que inmediatamente hiciera asear el calabozo más cómodo que hubiera para recibir un preso que debía ser tratado con las mayores consideraciones; advirtií'nilole que so mandarían los muebles necesarios, ropa, etcétera, y que el alimento le sería llevado diariamente de una fonda. Dos días después el calabozo bien blanqueado, encerraba los pocos muebles, y más indispensables, que cabían en él: cama, lavatorio, sillas, y sobre una mesa algunos
ordenó
al alcaide
libios de historia y literatura; el suelo se hallaba cubierto con una alfombra. Las dos ¡jiezas cedidas en la Casa de Ejercicios estaban también ¡uiiiiobladas, pero éstas con
—
—
:'m
elegancia y hasta con todas aquellas minuciosidades (jue un esquisito «íusto ó la coquetería femenil hace indis[)ensable
para
tocador
el
de
una
educada en i)Uona aguardando las órdenes
j(jven
La sirvienta estaba allí de su señora: sólo faltaba el piano. Este departamento, como el de la cárcel, había sido arreglado por la mueble-
sociedad.
ría del
señor
lUanco. situada
frente á la
iglesia
de San
Juan.
Se pasaron muchos días sin tenerse noticias del barco conductor, hasta que en la tarde del 18 de agosto de 1848,
empezó á circular en la ciudad la primero en secrete» y con reserva y después con publicidad hasta hacerse general, de que Camila O'Grorman y el cura Gutiérrez habían sido fusilados en la mañana de ese día, en Santos Lugares. Una fatalidad había pesado sobre el destino de estos desgraciados. El buc^ue que debía conducirlos hasta la rada de Buenos Aires, sufrió algunas averías en la navegación; y fué preciso dar fondo en el puerto de San Pedro con el Como en esta operación había que emfin de repararlas. plearse algunos días, el patrón del buque entregó los precasi al caer la noche,
terrible noticia,
sos á las autoridades locales, éstos los remitieron al cam-
pamento de Santos Lugares. El
jefe superior de aquel
to dio cuenta á Rozas y pidió órdenes orden que se le dio fué la de fusilarlos.
el
respecto
Dejando expuesto cuanto conozco de aquel lo
pun...
la
triste suceso,
saluda su compatriota y amigo
Pedro Hivas. Belgi-ano, 8 de diciembre de I(S85.
COMPLEMENTO
Excmo. señor
brigadier general
AL
tArlTlLn
L\ll
don Juan Manuel de Rozas.
Boulogne-sur-mer, 2 de noviembre de
1848.
Mi respetado general y amigo: Á pesar de la distancia que me separa de nuestra patria, Y. me hará la justicia
—
385
—
de creer que sus triunfos son un gran consuelo en mi achacosa vejez: así es que lie tenido una verdadera satisfacción al saber el levantamiento del injusto bloqueo con que nos hostilizaban las dos primeras naciones de Europa. Esta satisfacción es tanto más completa cuanto que el honor del jDaís no ha tenido nada que sufrir y por el contrario presenta á los nuevos Estados americanos un modelo que seguir y más cuando éste está apoyado en la justicia. No vaya V. á creer por loque dejo expuesto el que jamás he dudado que nuestra patria tuviese que avergonzarse de ninguna concesión humillante, presidiendo V. sus destinos; por el contrario más bien he creído tirase V. demasiado de la cuerda en las negociaciones seguidas cuando se trataba del honor nacional. Esta opinión demostará á V., mi apreciado general, que al escribirle lo hago con la franqueza de mi carácter y la que me merece el que yo he formado del de Y: i3or tales acontecimientos reciba nuestra patria y V. mis más sinceras enhorabuenas.
Para evitar
el
que mi familia volviese
á presenciar las
trágicas escenas que desde la revolución de febrero se
han
sucedido en París, resolví trasportarla á este punto, y esperar el término de una revolución cuyas consecuencias y duración, no hay previsión humana capaz de calcular sus resultados, no sólo en Francia sino en
el resto de la Europa: en su consecuencia mi resolución es el de ver si el gobierno que va á establecerse según la nueva constitución de este país, ofrece algunas garantías de orden para regresar á mi retiro campestre, y en el caso contrario, es decir, el de una guerra civil (que es lo más l»robable) pasar á Inglaterra, y desde este punto tomar
un partido
definitivo.
En cuanto
de esto viejo continente es menester no hacerse la menor ilusión: la verdadera contienda que divide su población es puramente social: es, en una palabra, la del pobre, del proletario, con el capitalista y con el rico; calcule V. lo que arroja de sí un TOMO
V.
á
la situación
8í>
—
38()
—
gran masa del bajo pueblo, de los clubs, y la lectura de miles de panfletos: si á estas ideas se agrega la miseria espantosa de millones de proletarios, agravada en el día con la paralización de la industria, el retiro de los capitales, en vista de un porvenir incierto, la probabilidad de una guerra civil, por el choque de las ideas y partidos, y en conclusión, la de una liancarrota nacional visto el déficit de cerca 400 millones en este año, y otros tantos en el entrante: este es el verdadero estado de la B^rancia, y casi del resto de la Europa, con la excepción de la Inglaterra, Rusia y Suecia, c^ue hasta el día siguen manteniendo su orden interior. Un millón de agradecinnientos, mi apreciable general, por la honrosa memoria que hace V. de este viejo patriota en su mensaje último á la legislatura de la Provincia: mi lilosofia no llega al grado de ser indiferente á la aprobación de mi conducta })or los hombres de tal
principio, intiltrado
en
la
por las predicaciones diarias
bien.
Esta es la última carta que será escrita de mi mano; atacado después de tres años de cataratas, en el día apenas puedo ver lo que escribo, y lo hago con indecible
me
de recuperar mi vista en próximo verano en que pienso hacerme hacer la operación á los ojos: si los resultados no corresponden á mis
trabajo;
resta la
esperanza
el
esperanzas, aun me resta el cuerpo de Reserva, la Resignación, y los cuidados y esmero de mi familia. Que goce Y. de la mejor salud y que el acierto presida en todo lo que emprenda, son los votos de este su apa-
sionado amigo y compatriota, Q. B.
S.
M.
José de San Martín. Exorno, señor brigadier general don Juan Manuel de Rozas.
Roulogiie-sur-mer, 29 de novieml)re de IS48.
En
Mi respetable general y amigo: principios de este mes tuve la satisfacción de es-
—
887
—
cribir á V. felicitándolo por el levantamiento del injusto
bloqueo con que hostilizaban á nuestra patria, la Inglaterra y la Francia. Ahora lo verifico con otro motivo
puramente personal. En mediados del presente me comunicaron desde París, mi amigo el señor don Manuel de Sarratea y mi hijo político don Mariano Balcarce, el nombramiento (pie ha tenido V. la bondad de hacer de
como oticial de la legación argentina en Frany C[ue estoy seguro desempeñará con honor. Esta nueva y no ¡^revista prueba de la amistad, me demuestra cada día más, el empeño de V. en contribuir á hacer más
este i'dtimo cia,
soportables los males de este viejo patriota.
un
Gracias,
millón de sinceras gracias, mi apreciable general, por
to-
dos sus favores; ahora sólo me resta suplicarle que en el estado de mi salud quebrantada y privado de la vista, si las circunstancias me obligasen á separarme de este país, visto su estado precario, como igualmente el del resto de la Europa, permita á V. el que dicho mi hijo me acompañe, pues me sería imposible hacerlo sin su auxilio.
de salud completa, como igualmente el que el acierto presida á todo cuanto eiiq^renda, y que sea V. tan feliz como son los votos de este su reconocido amigo y compatriota. Q. 15. S. M.
Que goce
V.
resto de su familia,
José dk San Maki ¡X'iva la
ín.
Confodoraciún Argoiitiiia!
¡Mncraii los salvajes unitarios!
Excmo. señor (jcneral don José
de
San Martin. I-iuenos Aires, mai'/o (le 1>!49.
Mi querido general y amigo:
Tengo sumo placer en contestar su muy estimada carta fecha de noviembre último. Aprecio íntimamente las benévolas expresiones en cuanto á mí conducta adminis'2
el país, de la intervención anglofrancesa, asuntos de estas repiiblicas. La noble franqueza
trativa sobre
n
los
—
388
—
con que V. me emite sus opiniones da un gran realce á que Y. hace á mis sentimientos y procederes
la justicia
públicos.
Nada he
negocio de la
más
pecho en este grave y delicado intervención, que salvar el honor y digni-
tenido
á
dad de las repúblicas del Plata, y cuanto más fuertes eran los enemigos que se presentaban á combatirlas, mayor ha
mi decisión y constancia para preservar ilesos aquequeridos ídolos de todo americano. V. nos ha dejado ejemplo de lo que vale esa decisión: yo no he hecho
sido llos el
más que
imitarlo.
Todos mis esfuerzos siempre serán
di-
rigidos á sellar las diferencias existentes con los poderes
un modo tal que nuestra honra y la independencia de estos paises, como de la América toda, (pueden enteramente salvos é incólumes. Agradezco sobremanera las apreciables felicitaciones que me dirige por el levantamiento del bloqueo de estos puertos por las fuerzas de los poderes interventores. Este hecho que ha tenido lugar por la presencia sola de nuestra decidida constancia, y por la abnegación con que todos nos hemos consagrado en la defensa del país, tan injustamente agredido, será perpetuamente glorioso; ha tenido lugar sin que por nuestra parte hayamos cedido un palmo de terreno. Acepto complacido, pues, sus felicitaciones, y al retornárselas con encarecimiento, me es satisfactorio persuadirme que Y. se regocijará de un resultado tan altamente honorífico para la República. Siento que los últimos acontecimientos de que ha sido teatro la Francia hayan turbado su sosiego doméstico y obligado á dejar su residencia de París por otra más leinterventores de
jana, removiendo
desenlace
allí
su apreciable familia á esperar su éste no se presenta muy claro,
En verdad que
magnitud de ellos, y tales reses encontrados que compromete.
tal es la
alcanzar la previsión
más
reflexiva.
las
pasiones é inte-
Difícil
es lo
En una
pueda
revolución
en que como usted dice muy bien la contienda que se debate es sólo del que nada tiene contra el que posee
—
389
-
bienes de fortuna, donde los clubs, las logias y todo lo que saben crear de pernicioso y malo, tienen todo predominio, no es posible atinar qué resultados traigan, y
ellas
y juiciosa triunfará de sus rapaces el orden en medio de tanto elecimentará enemigos y mento de desorden. Quedo instruido de su determinación de pasar á Inglaterra si se enciende una guerra civil (muj' probable) en Francia, para desde ese punto tomar un partido definitivo, y deseo vivamente que ella le proporcione todo si la
parte sensata
bien, seguridad y tranquilidad personal.
Soy inuy sensible á los agradecimientos que V. me en su carta por la memoria que he hecho de V. en el último mensaje á la legislatura de la Provincia. ¿Cómo quiere V. que no lo hiciera cuando viven entre nosotros sus hechos heroicos, y cuando V. no ha cesado de engrandecerlos con sus virtudes cívicas? Este acto de justicia ningún patriota puede negarlo, (y mengua fuera hacerlo) al ínclito vencedor de Chacabuco y Maipú. Buedirige
nos Aires y su legislatura misma me haría responsable de tan perjudicial olvido, si lo hubiera tenido. En esa honrosa memoria sólo he llenado un deber que nada tiene Y. que agradecerme. Mucha pena siento al saber que la apreciable carta que contesto, será la última que V. me escribirá por causa de su desgraciado estado de vista; ojalá que sus esperanzas de recuperarla por medio de la operación que se propone tenga por feliz resultado su entero restablecimiento. Fervientemente ruego al Todopoderoso que así sea, y que recompense sus virtudes con este don especial. Al menos, mi apreciado general, es consolante para mí, saber que en caso desgraciado no
le faltará
resigna-
ción.
Ella y los cuidados de su digna familia soportables los desagrados de una posición
penosa para cualquiera que no tenga píi'itu
de y.
la
liarán más mucho más
fortaleza de es-
— Deseándole pues un
ÍJ90
—
y seguro restablecimiento al mayor gusto su apasionado siempre amigo y comsuscribiéndome como ])i'onto
y todas las
felicidades posibles, tengo
patriota Q.
S.
I}.
M. .li'AX
Mantel de Rozas.
Londres, marzo 3
i\o
1849.
Mi (]ueridadoña Manuela de Rozas: Con gran placer lie recibido esta mañana de don Manuel Moreno, su estimada carta del 7 de octubre último: las cartas del 12 de diciembre último de Buenos Aires me fueron entregadas hace dos días, y las de noviembre,
hace un mes. Estoy deleitado
al
saber que se han realizado mis an-
ticipaciones acerca de la satisfacción que yo estaba cierto
causaría y causó al digno padre de V.. mi estimado amigo, y á V. la llegada á Buenos Aires de Mr. Southern. Yo
estaba convencido de que sus maneras, así como los sentimientos benévolos hacia su ilustre padre de Y. de que él está animado, le granjearían las bondades y estimación
de
Y.;
se le
y yo auguro un buen resultado á la misión que ha confiado, y que está librada al juicio recto é im-
de su excelencia el general Rozas. causa siempre grandísimo i)lacer saber de Y. y de estar seguro, sobre todo, de que se acuerda Y. de mí como también su estimable padre, y que él no ha olvidado á uno que, durante los nueve años que pasó en Buenos Aires, conserva recuerdos agradables de ese tiempo l)arcial
Me
feliz
en compañía de él y de Y. la expresión de mi sincera amistad y respeto, créame
Con
Y. siempre,
Su
íiel
mi querida doña Manuelita,
y dedicado .].
H. Mandevu.le.
Lonchaos,
Mi
marzo
o de 1848.
querida doña Manuelita.
Tengo que darle las gracias muy sinceramente por la carta con que Y. me favoreció en el año último, inclu-
—
891
-
yéndome
copias de sus precedentes cartas del año 1845 por las (jue estoy extremadamente agradecido, tanto y 1846, más cnanto c|ue ellas llenaron el vacio de la carta de
que se habia extraviado. no he escrito antes, ha provenido de los sucesos del año líltimo que nada me dejaban que decir que fuese in1840,
Si
teresante á V.
ó pudiese causarle placer. Pero ahora que el cambio de aspecto de los negocios en Francia se ha inclinado, tanto en favor de su ilustre padre, mi buen y excelente amigo, no puedo dejar de ofrecer á su excelencia y á V. mis sinceras y más cordiales felicitaciones. Mr. de Lamartine, el conocido y declarado amigo de la Repúl)lica Argentina, y admirador del patriotismo del ilustre padre de V. en sostener los justos derechos de su patria contra sus pérfidos enemigos» estando ahora á la cabeza de las relaciones exteriores de Francia, es buen presagio para la terminación de los tristemente manejados negocios del Río de la Plata. Fué Mr. de Lamartine quien en una iliscusión en la cámara de diputados, violentamente atacó á Mr. Quizot sobre su injustificable é injusta intervención
de la Plata, designando
las
tevideano, y á todos los que
en
los negocios del
Rio
el gobierno monayudaban y favorecían en
personas en le
como
hez de
y á los extranjeros que se unían con ellos como deshonrados sus feroces pretensiones,
la
la
tierra;
y desnaturalizados. Por lo ta,nto repito con gozo mis cougi-atulaciones por
la
elevación de M. de Lamartine
al
poder en
á V.
los con-
sejos de la Francia.
No
don decirles que lo
escribo á su excelencia en esta ocasitm. ni
Felipe de Arana, porque naila
más
[todría
á
que he referido á V., á saber: (\ue mi corazón se regocija de lo que ha ocurrido en Francia, lo que redundará en honor, ventaja y felicidad, y también prosperidad á la Confederaci<)n Argentina, cuyos destinos, mi
ilusti'e
padre de V. tan glcjriosamente pi'esidc
Crí'ame
—
392
—
que soy, mi querida doña Manuela, con verdadero afecto y adhesión Su fiel amigo y obediente servidor. H. Mandeville.
12 calle de Chapel,
Cuadra de Grosvenoi-. Julio 29 de 184S.
Mi
querida doña Manuelita.
Con
el
más grande
placer escribo á V. ahora para
feli-
mi querido amigo, por la partida del ministro de Su Majestad, Mr. Henry Southern, que sale pasado mañana de Londres para Buecitarla á V.
y á su
excelente
padre,
nos Aires. Él tendrá la felicidad de entregar á V. esta carta, v espero que muy pronto se propiciará el favor y buena voluntad de V. por la suavidad de sus modales y ameni-
dad de su trato, y se granjeará el aprecio del gobernador por la rectitud de su conducta, y sobre todo por sus principias elevados y caballerescos con que tanto congenian los sentimientos de S. E. el general Rozas. He tenido muchas y largas conversaciones con Mr. Southern sobre cada uno de los asuntos referentes al gobierno de Aires, como también al buen sentimiento que reina desde su excelencia el señor gobernador hasta el empleado más subalterno de cada departamento del gobierno
Buenos allí,
argentino, en favor de
la
Gran Bretaña y d^
la
nación
británica en general; y le he manifestado á Mr. Southern
que puede reposar en
los esfuerzos ardientes que ha de hacer su excelencia, su noble padre de V., para restablecer la buena armonía y amistad entre los dos países, tan necesaria y deseada para la felicidad de ambos. Y ahora, mi querida doña Manuelita, con mis súplicas al cielo por la felicidad y prosperidad de V. y de su excelente padre, quedo de V. su muy afectuoso y fiel ser-
vidor. J.
H. Mandeville.
—
898
—
rOMPLEMENTll AL ('ArlTlLO ¡Viva
líi
;Mii('raii
LXIll
Coiif'eiUTación Argentina: los salvajes unitarios!
Ir'ai'is,
Añu
'A
(le
41 de la libcrted, 33
enero de 1850. dü la
Iinlepende.iieia
y 21 de la Confederación Argentina.
Adjunto copia
le.nali/ada
señor general San Martín
de una carta dirigida por el señor Bineau, ministro de
al
obras públicas. Al señor minislro de relacioves lipe
exteriores, camarista
doctor don Fe-
Arana.
Aunque
no ha recibido autorización ele su señor padre político el general San Martín, para remitir á V. E. copia de la carta que con fecha 28 del ppdo. diciembre, dirigió al señor Bineau. ministro de obras piíblicas, está persuadido que no desaprobará este paso, sobre todo cuando tiene por objeto explicar una contradicción aparente que resulta del discurso pronunciado el 81 del pasado en la asamblea legislativa, por el señor el infrascripto
ministro de la Justicia.
puso en made ilustrar su opinión y modificar si era posible las ideas erróneas y absurdas que le había manifestado en una confeivncia particular, se halla) )a una carta escrita el año de 1845, por el señor general San Martin, y publicada en Londres, emitiendo su opinión sobre el resultado probable de la negocios del río de los intervenri(')ii auglolVancesa en
Entre varios documentos (]ue nos del señor conde Üarú con
el inft'ascripto
el
objeto
la Plata.
Darú cita otra caria en apoyo de las Ofjiniones en que ha fundado su dictamen, pero imludablemente no leyó sino el principio de ella; porque de otro modo no es probable que hubiere dado lugar á sospechar su buena fe. Para rebatir esa f>pinión y apoyar la del miuist
— hiuia lu adjunta carta
;!04
—
del señor general,
que según
le
consta al infrascripto, ya había sido tomada en conside-
por
el
expresó
el
raci(jn
se
diferentes el
Consejo de Ministros; pero el modo cómo señor ministro haría suponer que en épocas señor general había manifestado opiniones
opuestas, mientras que ha sucedido todo lo contrario, pues
su convicción constante ha sido siempre la misma, es decir, que sus compatriotas triunfarían de toda invasión extranjera.
Dios guarde á V. E.
muchos
años.
Mariano Balcarce. Büulo^ne-sur-iner, dK-iembre 23 de 1849.
Mi querido señor: el honor de liacer vuestro conocimiento en la casa de Mme. Aguado, estaba muy distante de creer que debía algún día escribiros sobre asuntos políticos; {jero la posición que hoy ocupáis, y una carta que el diario La Presse acaba de reproducir el '>¿ de este mes, carta que había escrito en 1845 al señor Dickson sobre la intervención unida de la Francia y la Inglaterra en los negíjcios del Plata, y que se publicó sin mi consentimiento en esa época en lós«idiarios ingleses, me obligan
Cuando tuve
á confirmaros su autenticidad, y á aseguraros
nuevamente
no solamente es la misma aun, sino que las actuales circunstancias en que la Francia se encuentra sola, empeñada en la contienda,
que
la
opinión que entonces
tenía
vienen á darle una nueva consagración. Estoy persuadido que esta cuestión es más grave que lo que se la supone generalmente; y los 11 años de guerra por la independencia americana, durante los que he comandado en jefe los ejércitos de Chile, del Perú y de las provincias de la Confederación Argentina me han colocado en situación de poder apreciar las dificultades enormes que ella presenta, y que son debidas á la posición geográfica del país, al carácter de sus habitantes y á su
— inmensa distancia de
la
395
— Nada
]''rancia.
es imposiljle a^
poder francés y á la intrepidez de sus soldados; mas antes de emprender los hombres políticos pesan las ventajas que deben compensar los sacrificios qut- hacen.
No lo dudéis, os lo repito: las dificultades y los gastos serán inmensos, y una vez comprometida en esta lucha, la Francia tendrá á lionor el no retrogradar, y no hay poder humano capaz de calcular su duración. Os he manifestado francamente una opinión en cuya imparcialidad debéis tanto más creer cuanto que establecido y propietario en Francia 20 años ha, y contando acabar ahí mis días, las simpatías de mi corazón se hallan divididas entre mi país natal y la Francia, mi segunda patria. Os escribo desde mi cama en que me hallo rendido por crueles padecimientos que me impiden tratar con toda la atención que habría querido un asunto tan serio y tan grave.
Tengo
el
honor de
ser, señor,
con
lamas profunda
con-
sideración.
Vuestro nuiy (obsecuente servidor. •losÉ
Señor Bineau. minislro de obras
píiblicas.
l'íU'is,
Mi
muy
DE San Martín.
enero 27 de 1850.
querido ministro:
Confío esta carta para V. K. al señor Goury de Bouslau,
primer secretario de embajada, que va en misión cerca
del señor almirante Lepredour.
Muy este
ligado después de
momento
años con
general Hitte, en ministro de negocios extranjeros del Sobe'20
el
me encuentro llamatlo á secundar con todos mis esfuerzos sus intenciones generosas para restablecer buenas relaciones entre mi país y el vuestr(j. Sabéis, como S. K. el señor general Rozas, que prosigo
rano francés,
con perseverancia este objeto importante desde hace
iiiu-
—
a9()
—
Creed en los consejos de mi experiencia y de la afección que tengo á esos bellos paises que habitáis^ auxiliad á esta nueva negociación: entendido con el almirante Lepredour, jamás tendréis que hacer con un hombre animado de los mejores sentimientos. Si debieseis separaros sin entenderos, sería preciso renunciar á la esperanza de conciliación exterior, y nuestros dos paises se verían fatalmente arrastrados en un camino de grandes chos años.
desgracias.
Dignaos leer los debates que han tenido lugar en nuestra asamblea legislativa, y vuestro ilustrado espíritu, el tan firme del señor Rozas, reconocería al instante que en el caso de una nueva ruptura sobre las riberas del Plátano habría ya en Francia un soberano bastante fuerte para contener á los partidarios de las. medidas extremas. Cuanto más he estudiado todo lo que se ha producido durante esta larga discusión, tanto más me persuado que las dificultades que dividen á nuestros dos gobiernos no son invencibles. Me parece, querido ministro, que si los dos nos encontrásemos de nuevo sentados frente á frente, concluiríamos una vez más por darnos las manos y por conciliar nuestros dos paises. Recordad lo que el señor general Rozas y vos tuvisteis la bondad de decirme en 1840 después de haber firmado el tratado: « Cuanto supi« mos por los diarios que era el almiradte de Mackau el « que se nos enviaba de Europa, sentimos al momento un « secreto presentimiento que sería él quien allanaría todas «
nuestras diferencias.
Eh
Lepredour es otro yo. Terminad con él, no lo dejéis volver sin que nos traiga un tratado igualmente favorable é igualmente honorable i^ara los dos paises. Permitidme agregar una palabra sobre el señor Goury de Boslau; es él quien ha terminado después de muchos esfuerzos nuestros embarazos en México. Si el señor Lepredour os lo dirige, dignaos aconsejarlo con consideración y confianza. Él piensa como yo sobre los negocios del bien, querido ministro, el almirante
— Plata,
y está elevados.
^Wí
animado de
-
sentimientos
conciliadores y
Dignaos no olvidarme cerca de Mme. Arana y de
miembros de vuestra
los
familia.
Ofreced al señor general Rozas y á la señorita su hija, mis respetos y votos acostumbrados. Aceptad, mi muy querido ministro, la nueva seguridad de mis sentimientos de alta consideración y de afectuoso aprecio.
Almuíante de Mackau. ál señor ministro de relaciones exteriores^ doctor
Fragata
Rada de Montevideo,
la
don Felipe Arana.
Constitución.
16 de septiembre de 1850.
Señorita:
Me
sería difícil exjjresaros mi resignación para habituarme á la vida de mi fragata, tanto me habéis hecho agradable la estadía en Buenos Aires. Recuerdo sin cesar nuestras buenas conversaciones de Palermo, donde las horas corrían tan rápidamente en vuestra encantadora sociedad, y no aspiro más que á volver cerca de
vos tan pronto
como
las circunstancias lo permitan.
ha partido ayer para Francia, llevando el tratado que he negociado con el general Oribe, y heme ahí en consecuencia libre de toda diplomacia, que me dejará para toda mi vida un sentimiento de vivo reconocimiento para con vuestro ilustre padre, quien me ha dado en esta circunstancia pruebas tan evidentes de su benévolo interés. Os quedaré muy obligado de que digáis á Su Excelencia que el recuerdo de todas sus bondades no se borrará jamás de mi memoria. Goury y Dalmas han partido en el Prony, de suerte El
<|ue
Prony
he aquí
ses, á
el
Plata otra ve/
menos que
más sin di[)[omáticos francedarme este titulo, en razón
vos no queráis
de las lecciones que he recibido de- Su Excelencia. Envío el Hussard en reemplazo de la Astrolabe, y tengo
—
398
—
de creer que su comandante, el señor Didigno de vuestro interés, corno lo ha sido
la coníianza delot, será
Montravel, de quien es amigo. Mis tropas tienen una conducta perfecta en Montevi-
Yo no lo que me causa una grande satisfacción. dudo que ellas continuarán como han comenzado, y que esperaré en una perfecta tranquilidad la decisión de la Francia sobre los tratados, decisión que nn puede ser para mí de ninguna duda.
deo,
Montravel tiene trece días de adelanto sobre
el Prony.
que es suliciente para que las dos embarcaciones lleguen á Francia en la misma época, es decir, á más tardar el primer día de noviembre. Adiós, señorita, sabéis mejor que nadie cuánta importancia doy á conservar una pequeña plaza en los recuerdos de Su Excelencia, y espero, que en razón de esto, me haréis la gracia de ofrecerle mis respetuosos homenajes. Creo inútil emplear grandes frases para deciros que conservaré preciosamente el recuerdo de vuestras bondades, y qne no hay persona en el mundo que os sea más afecto que vuestro nmy humilde servidor y permitidme decir amigo, F. Le Prédoi'ií. lo
COMPLEMENTO
AL
('AFÍTlLll
LXIV (Confidencial.)
Señor Vizconde:
Cumpliendo
lo
que tuve
ofrecer á V. E. en la conferencia á que hoy
favor de admitirme, limites, tal cual
incluyo
el
el
honor de
me
hizo el
proyecto de arreglo de
en mi sentir podía
celebrarse
sin
dar
motivo á justo reproche á la dignidad de ninguno de los dos países. Por el artículo 6'\ del proyecto se establece que la compensación se pagaría aplazo; ni un peso pw el momento; lo que quita la idea de un socorro directo dado por el Brasil, porque el conflicto de Montevideo es de hoy: si
—
899
—
domina tres meses ó más, es claro que entonces lo dominaría mayor tiempo. El uso que liaría la República del derecho que adquiriese por el contrato, sería un acto suyo, de que el Brasil no puede ser responsable. Adjunto al proyecto una variante del artículo (i", i^^sta variante reduce la compensación á una nueva garantía, y aunque ésta es por mayor cantidad, aln-aza el caso de la cesión de los riquísimos terrenos que poseemos y están comprendidos en el convenio de 1819. Excuso decir á Y. E. que esos proyectos pueden modificarse, alterarse, cambiarse del modo (pío crea más lo
conveniente. V.
E.
me
}»ermitii'á
que pudieran hacerse
a,n'regar (pie á
un
las
objeciones
este
género se
todas
arréenlo
de
desvanecen: 1°. por el heclio de (pie el gobierno de Montevideo es hasta hoy, el único (pie todas las potencias, sin excepción, reconocen como gobierno de la República; 2", porque para pretender la nulidad de cualquier tratado celebrado por él, se debe pretender la de todos los que ha celebrado, y éstos son con Francia. Inglaterra. Cerdeña y España; ;>", por el hecho del [)royecto del señor ErnestoFerreira Franca (\\\q siendo honrosísimo para la República le fué ofrecido en momento de extremo conflicto; 4", porque cualquiera cosa que se pacte puede ser secreta. Este secreto, como ya expliqu('' á V. E. es un interés del gobierno oriental, durante la luclia. En los intereses se
puede
coníiar.
Me permiteré
ol)servar que, si al fin es vencida la República y el Brasil sacrifica lo que adquiere por el tratado á la conservación de la paz con Rozas, habrá comprado con dinero una diversión necesaria á su política en los
momentos
actuales y mientras pacificado el interior las evenliialKlades
puede prepararse con desahog(j para del exterior. Si lo
esa
creo
iiaz
es imposible desde que Hozas tiiunl'e.
lirmisimaniente,
y en
la
guerra
le
como
disputa
el
— como
JLUU
-
de 1777, el Brasil podría usar entonces de ese tratado para justificar sus motivos de derecho. El otro medio de que hablé á V, E. sería facilitar en dinero, ó por una garantía para negociarlo, un subsidio 13or diez ó doce meses que apareciese otorgado por el Paraguay, cuya guerra con Rozas es inevitable y sin duda funestísima luego que ocupe el Estado Oriental. Nosotros recibiríamos ese subsidio en dinero ó garantía del Paraguay y el secreto ele esta operación se establecería con todas las condiciones que la prudencia humana puede sugerir. El otro medio, de c|ue también hable á V. E. consistiría en otorgarnos una garantía en comvm con el Paraguay por cantidades iguales. Si el Brasil lo hace por su parte, estoy seguro de que el Paraguay lo haría por la suya. Sobre todos estos proyectos haré unas explicaciones. Yo puedo negociar un empréstito por el que no recibamos mensualmente más que la cantidad necesaria para la conservación de la plaza, y para ocasionar alguna diversión sobre el litoral del Uruguay que aparte á las fuerzas de Rozas de la frontera del Imperio, ahora que se debilita el ejército que la guarda; de manera que Brasil
como
le
disputará
los límites
no sería efectiva sino por lo que recibiéramos^ ella quedaría de hecho reducida á muy poca cosa, para si nuestra resistencia no se prolonga lo bastante dar lugar á que, pacificado el interior del Imperio, pueda tomar su gobierno la actitud que le parezca mejor en la garantía
nuestros negocios.
Como el objeto de todos hoy, es impedir que Rozas complete su triunfo mientras el Brasil no tenga alguna seguridad sobre la conservación de la independencia oriental, sobre el modo en que resolverán las reclamaciones que Rozas aumenta cada día contra el Brasil; sobre él la cuestión territorial; el modo en que tratará con sobre el destino que tendrá la independencia del Para-
— guay y todos les,
los
401
—
grandes intereses políticos y comercia-
vinculados á esos diversos objetos, V. E. me permitirá que los momentos son urgentísimos: á cada
recordarle
momento
peligra todo, porque si Rozas absorbe ahora de Estado Oriental, bajo el pretexto de la presidencia de Oribe, irá rápidamente á absorber de facto el Paraguay, que no tiene todavía verdadera organización militar, bajo el pretexto de la isla del Apipé y vendrá sobre las fronteras del Brasil robustecido de todos mofacto al
que el gobierdesembarazado de sus atenciones
dos, dentro de pocos meses, tal vez antes
no de
M. se haya
S.
interiores.
me
que le repita que hoy ó el día en que el Brasil esté preparado para negociar con mejores probabilidades de suceso, nosotros nos obligamos á pasar por todas las condiciones que sean conciliables con la independencia oriental. Si un arreglo entre el Brasil y Rozas es posible, si el rio de la Plata puede pacificarse diplomáticamente sin comprometer los intereses del Brasil, de nosotros no vendrá la dificultad. Hoy, ó después, nos obligaremos á lo que el Brasil juzgue necesario á este fin, si no le parece bastante el proyecto que presenté al doctor Pimenta Bueno el 19 de febrero del año de 1848. Suplico á V. E. que la resolución sea sobre todo pronto: la demora puede inutilizarla, si es favorable: si es adversa, si el Brasil es indiferente á que Rozas ocupe ya á Montevideo, la demora puede ser inhumana. Tengo el honor de ser, señor Vizconde, de V. E. muy humilde servidor Andrés Lamas. V. E.
Fchrcro A. S. E.
el
4
permitirá también
de 1849.
señor Vizconde de Olinda^ etcétera,
etcétera.
—
Art. 1». Las dos partes contratantes convienen en que tengan se y consideren como líiiiites de la Repúl>lica Oriental del Uruguay, y sin perjuicio del derecho que pretende TOMO
V.
26
—
402
—
adelante se declarará, los mismos establecidos en la condición segunda del acta de 31 de julio de 1821; cuyos límites son: por el este, el Océano; por el sur, el río el Brasil,
y
más
Uruguay; por el norte, el río de Santa Ana, que divide el río de Santa María, y por esta parte el arroyo Tacuarembó Grande, siguiendo hasta la punta del Yaguarón y la laguna Merin, pasando por el puntal de San Miguel á tomar el Chuy de la Plata; por
Cuareim hasta
el
oeste, el
la cuchilla
que entra en el Océano. Art. 2°. Para terminar la larga y complicada controversia del derecho que pretende la República Oriental del Uruguay á la demarcación del tratado celebrado en el real sitio de San Ildefonso entre las cortes de España y Portugal el primero de octubre de 1777, y que fué expresamente reservado al final de la condición segunda de la ya anunciada acta del Congreso Cisplatino de 81 de julio de 1821, la República Oriental del Uruguy renuncia á ese derecho desde ahora para siempre, y declara nula y de ningún efecto, de hoy en adelante, la expresada reserva. Art. 3°. — Pretendiendo el Imperio del Brasil derecho á los límites fijados en el convenio celebrado por el Cabildo gobernador en el año de 1819 y deseando la República que la discusión de ese derecho, que contradice, no sea ocasión
—
de desinteligencias futuras, se obliga: 1°, Á cjue esa cuestión se debata aislada y diplomáticamente entre los dos países. 2». Á que en el caso de no llegar á un acuerdo, la cuestión se decida y arregle, sin
más
diferencia ni apelación,
por dos poderes arbitros que nombre S. M. el emperador del Brasil y el gobierno de la República Oriental del Uruguay; y en discordancia de los respectivos arbitros que se esté y pase por lo que resuelva un tercero que elijan los mismos arbitros, y si también discordasen en la elección
que se esté por el que designe la suerte entre que señalen los referidos poderes arbitradores, y lo
del tercero, los dos
que así se decida y concluya se tendrá por firmejy valedero para siempre jamás.
—
408
—
—
Art. 4'\ Tanto respecto á la línea designada en el artículo primero como á la que resultaría del convenio de 1819, decidida que fuera su validez, las dos partes contratantes convienen en que tan pronto como se pacifique la República Oriental nombrarán los respectivos comisarios para que procedan á demarcarla sobre el terreno y á fijarse las marcas que señalen, con toda precisión, los límites estipulados. Art. 5°. Si en esta operación ocurriesen algunas dudas y dificultades y las partes no se acordasen sobre ellas amistosa y breveniente, se sujetarán á la decisión de arbitros siguiendo el método establecido en el artículo tercero. Art. 6".— En compensación de la renuncia que hace la República Oriental del Uruguay por el artículo segundo y del método de arreglo á que se somete por el tercero, el gol)ierno de S. M. el emperador del Brasil se obliga á pagarle la suma de wn millón de pesos fuertes en los plazos siguientes: 250.000 pesos á tres meses de la fecha de este convenio, 2-jO.OOO á tres meses de la primera entrega. ÓOO.OOO á los seis meses de la segunda.
—
Art.
7'\
— El presente
ti-atado será
ratificado
})or S.
M.
el
emperador
del Brasil y por S. M. el presidente de la República Oriental del Uruguay, y las ratificaciones canjeadas en
esta corte á los cuarenta días de esta fecha, ó antes
si
fuera
posible.
En
fe
de
lo cual, nos, etcétera.
— Si la
Asamblea General Legislativa no aprobase la compensación acor6°. la expresada suma se considerará como República Oriental del Uruguay hará su
Artículo adicional.
del Imperio del Brasil
dada por
el art.
empréstito, y la devolución en plazos y por cantidades iguales á los acordados para las entregas. Vai'iante al artículo sexto del proyecto: Art.
()".
— En
compensación á
la
renuncia
(lue
hace
hi
República Oriental del Uruguay por el artículo segundo al método de arreglo estipulado en el tercero, S. M. el enipera. dor del Urasil le otorga su garantía para la negociación de un empréstito de la cantidad de tres 7nillones de ¡iesos fuertes. >'
— Art.
7°.
404
—
— Si la República Oriental del
Uruguay no cum-
que celebrase por la suma garantida por y éste se encontrase en el caso de hacer efectivo el reembolso, por el hecho se entiende reconocido en favor del Brasil el derecho á la demarcación fijada en la Convención del Cabildo gobernador de 1819; y la Re^JÚblica Oriental del Uruguay hace, desde ahora, y para aquel caso, formal é irrevocable cesión de todos los terrenos comprendidos en la expresada demarcación; de la cual cesión, será este mismo artículo bastante titulo y documento. Está conforme: El secretario de la legación. —Andrés pliese el contrato el Brasil
Somellera.
—
(Conñdencial). Febrero 5 de 1849. Señor Vizconde: Tengo el honor de incluir copia tomada por mí del proyecto pasado por el señor Ernesto Ferreira Franca á esta legación, con la cual queda cumi)lida la promesa que hice ayer á V. E. Como el secreto puede ser una basa, V. E. me permitirá observarle que el de ese proyecto que fué rechazado in limine por la República se ha guardado inviolable hasta hoy. Mucho agradecería que V. E. se sirviera oírme sobre cualquiera objeción ó duda que le ocurra. Estoy seguro de que discutiendo habíamos de entendernos siempre.
Todo puede hacerse en
el
interés legítimo
de todos.
Yo
en todo mohonor de ser, de
estoy á la disposición de V. E., é iré á verlo
mento en que
Tengo el humilde servidor
sirva recibirme.
V. E. señor Vizconde,
muy
Andkés Lamas. Está conforme: El
secretario de
la
legación
Andrés
Somellera.
(Coníídencial).
— Señor
Vizconde: Tengo
el
honor de en-
viar á V. E. la nota oficial que le anuncié en la conferencia del
4.
Puedo asegurar á V. E. que mi gobierno admitirá la interposición que solicita en los términos en que quiera ejercerla el Brasil.
— Dado
este antecedente,
405
—
no puedo concebir que
el
go-
su interposición. La única cuestión que me ocurre es si querrá ejercerla, ahora, ó después; si formulará ya su politica definitiva en el Plata; ó si esi^erará hacerlo más adelante, después de la reunión bierno imperial rehuse
de las cámaras; ó de pacificado el norte, por ejemplo. Si la formula y quiere obrar ya, todo está decidido con eso. Si la formula, y quiere postergar su ejecución para una época, ó un evento dado, entonces puede celebrarse el ajuste sobre la base que propongo, ú otra, y, asi comprometida la República, reservarse para su tiempo. Pero en esta víltima hipótesis, lo mismo que en la de no querer formulai' ahora la política definitiva del Brasil en el Plata para hacerlo según corran los eventos interiores, V. \L. no puede dejar de convenir en que urge decidir sobre la conservación de Montevideo. Lo que para esto se requiere es muy poco en sí mismo, casi nada, nada, en relación con el objeto. y Si se decide salvar á Montevideo, ahora ó algo naás tarde, entonces su conservación no le costará al Brasil positivamente nada. El contrato se hará de manera que la República podrá, y no dejará de cumplir. Si ahora no se decide salvarlo, y se reserva la cuestión para resolverla dentro de pocos meses según las circunstancias ocurrentes, y, al fin, se decide después la entrega de Montevideo, el Brasil tendrá, que cubrir su garantía por el subsidio de algunos meses, pero esa cantidad que nunca puede ser crecida, le asegurará mantener el sia1°. iu quo y con él: La libertad de adoptar una política que salve á Montevideo y que mejore, quizá, la situación en que dejó al Brasil la embrionaria convención de 18í28. 2". El tiempo necesario para prepararse con desahogo para la ejecución segura de esa política. 8". El apartamiento de sus fronteras del ejército desocupado de Rozas, mientras tiene el lírasil atenciones inte-
riores. 4".
La conservación
del
Paraguay que no será
eficaz-
—
40G
—
mente atacado mientras se luche en el Estado Oriental; y con la conservación del Paraguay la seguridad de una extensísima frontera de difícil defensa, aunque no sea más que por lo despol)lado y lejano, y por la cual quedaría flanqueada otra frontera de más de cien leguas. 50. Bajo todos aspectos, la tranquilidad del Río Grande del Sur, que es como se sabe, profundamente antijjático al triunfo de Rozas y Oribe. Estas últimas consideraciones justifican,
como simple
gasto de seguridad y conservación, la pequeñísima cantidad que sería necesaria para mantener á Montevideo mientras se formula y pone en práctica la política final del Brasil.
una responsabilidad el puñado de dinero que soliqué responsabilidad no puede venir de no entretener las fuerzas de Rozas en estos momentos, y robustecerlo, aunque sea sólo dándole todos los puertos del Plata y el material y personal que encierra Montevideo cuando, tal vez, sea necesario combatirlo dentro de pocos meses Suplico á V. E. no olvide que en estos tres ó cuatro días saldrá el paquete para Montevideo. Si no le mando, siquiera una esperanza fundada, quizá le Si es
cito,
¡
!
mando
la
V. E.
muerte.
me perdonará si soy,
Tengo
el
honor de ser de
por tanta necesidad, exigente. muy hu-
V. E., señor Vizconde,
milde servidor
Andrés Lamas. Febrero 4 A.
S.
E.
el
«le
IS49.
señor Vizconde de Olinda^ etcétera.
Está conforme:
El
secretario de
la legación
Andrés
Somellera. ¡Viva la Coníederacióu Argentina!
¡Mueran los salvajes unitarios! ¡Muera
el
loco traidor salvaje unitario Urquiza!
Exorno, señor general don Juan
Manuel de Rozas.
Mi respetado general: Por si no hubiese llegado á conocimiento de V. E.
el
—
407
—
contrato celebrado por el judío Buchental, bajo el nombre de Ireneo Evangelista de Souza, con los salvajes unitarios Lamas y Pacheco, tengo la honra de incluir á V. E. copia de la que últimamente me remiten del Rio Janeiro. Mi corresponsal me asegura que los créditos ú obligaciones del llamado gobierno de Montevideo, comprendidijs en la factura adicional al contrato, importando la suma de 111.400 $f., fueron comprados por el judío á un ¿ mientras figuran como valor real por la cantidad expresada No se sabe qué admirar más, si la impavidez del judío ó la escandalosa desmoralización de los aceptantes. Saludo á V. E. con mi más respetuoso cariño. Su reconocido amigo y servidor Q. B. S. M
%
!
Tomás Guido. S/c. agosto 16 de 1851.
¡Viva la Confcdoraeión Argcntinn!
París, 29 de
Excmo. señor
brigadier general
sepüembre de
1850.
don Juan Manuel de Rozas.
Excmo. señor: Dígnese V. E. permitirme
vuelva respetuosamente á
interrumpir las graves é inmensas ocupaciones de que está rodeado V. E., para poner en manos de V. E., la in-
de mi venerado y ya finado padre político, el ilustre general don José de San Martín, cuyo original queda depositado en el archivo de esta legación y servirá de testimonio constante de la satisfacción que experimentó tan eminente argentino, por los heroicos servicios que ha rendido V. E. á la Confederación y á la independencia de toda la América. Grato y honroso me es poder en esta ocasión expresar particularmente á V. E. mi sincero é íntimo agradecimiento por la confianza y benevolencia con que V. E., me favorece en el destino que tengo el honor de servir, asegurar clusa copia legalizada del testamento
—
Muy humilde
la
—
y decidida adhesión con que debida consideración.
á V. E. de la constante,
soy de V. E. con
408
fiel
y obediente servidor.
Mariano Balcarce.
F En el nombre de Dios Todopoderoso, á quien reconozco como Hacedor del Universo, digo yo, José de San Martín, generalísimo de la República del Perú y fundador de su libertad, capitán general de la de Chile y brigadier general de la Confederación Argentina, que, visto el mal estado de mi salud, declaro por lo
el
presente testamento,
siguiente:
l'\ Dejo por mi absoluta heredera de mis bienes habidos y por haber, á mi única hija Mercedes de San Martín, actualmente casada con Mariano Balcarce. 2». Es mi expresa voluntad el que mi hija subministre á mi hermana María Elena, una pensión de mil francos anuales, y á su fallecimiento se continúe pagando á su hija Petronita, una de 250 hasta su muerte, sin que para asegurar este don que hago á mi hermana y sobrina, sea necesaria otra hipoteca que la confianza que me asiste de que mi bija y sus herederos cumplirán religiosamente
esta
mi voluntad.
que me ha acompañado en toda la guerra de la Independencia de la América del Sur, le será entregado al general de la República Argentina don Juan Manuel de Rozas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humi8".
El sable
llarla.
que se me haga ningún género de fuen que falleciere se me conducirá directamente al Cementerio sin ningún acompañamiento, pero sí desearía el que mi corazón fuese depositado en el de Buenos Aires. 4^.
Prohibo
el
neral, y desde el lugar
— Declaro no
5°.
409
—
deber ni liaber jamás
nada
(lel»i
;i
nadie.
que todos mis anhelos no lian tenido otro objeto que el bien de mi hija amada, debo confesar que la honrada conducta de. ésta y el constante cariño y esmero que siempre me ha manifestado, han recompensado con usura todos mis esmeros haciendo mi vejez feliz. Yo la ruego continúe con el mismo cuidado y contracción la educación de sus hijas (á las que abrazo con todo mi corazón) si es que á su vez quiere tener la misma feliz suerte que yo he tenido: igual encargo hago á su esposo cuya honradez y hombría de bien no ha desmentido la opinión que había formado de él, lo que me garantiza continuará haciendo la felicidad de mi liija y nietas. 7*^. Todo otro testamento ó disposición anterior al presente queda nulo y sin ningún valor. Hecho en París á veinte y tres del año de enero de mil ochocientos cuarenta y cuatro, y escrito todo de mi puño y 6°.
Aunque
es verdad
letra.
José de San
Maiítín'.
—
Ks mi voluntad que el estandarte bravo español don Francisco Pizarro tremoló en la Conquista del Perú, sea devuelto á esta república (á pesar de ser propiedad mía) siempre que sus gobiernos haArtículo adicional.
que
el
yan realizado
las
recompensas y honores con que
me
honró
su primer congreso. José dk San Martín.
Es copia del original que (pieda depositadi de esta Legación. París, 28 de septieml)rn de
>
v\\
arcbivo
1850.
MaUIANO
la
r\
Copia fiel de la copia original sellada con Legación Argentina en Francia.
l)AI,(All("l",.
el
sello
M.\xiM() Teiírero.
de
—
410
—
¡Viva la Confedoraeión Argentina!
¡Mueran
Señw
los salvajes unitarios!
coronel don Hilario Lagos.
San Roque, mc8
tic
Mi estimado amigo: Con sumo gasto he recibido
la
América, mayo 20 de
1850'
muy
aprecial)le de V. ejemplar del mensaje del gobierno de Mendoza á la legislatura de su provincia, con que la bondad de V. siempre oficiosa tuvo á bien obsequiarme: dígnese V. por ello aceptar mis más
fecha 3 del presente con
\d.s
\Oaceias
y
el
expresivas gracias.
Habría deseado poderme referir en esta vez á lo que á V. en mi anterior sobre la inacción de los paraguayos; mas ahora me han dado un nuevo motivo que
dije
comunicarle. El 24 del próximo pasado se
avistaron
á
la
altura de
Tomé en número como
de 1.500 hombres, en dos cuerpos; el menor calculado en 400, descendió el Aguapey por la margen izquierda, y el otro avanzó de Santo Tomé hasta la barra de dicho arroyo. Todo estaba preparado X)ara en caso de que pasasen el Aguapey rechazarlos vigoro-
Santo
samente;
mas
ellos
no
lo hicieron,
y
el
29 á las o de la
una retirada precipitada hasta su camTranquera de San Miguel. de la pamento Esta traidora empresa no ha podido proporcionarles absolutamente nada en recursos, porque ningunos encontraron en el campo que han invadido y del Brasil tampoco los recibieron. Es inconcebible el objeto que los ha movido á salir de su guarida; pero en tanto, V. verá que cinco días de una forzada andanza como la que hicieron, ha debido costarles sin duda mucha caballada que habrán tarde emprendieron
dejado
inútil.
Es cuanto ha ocurrido digno de ínterin
me
vidor Q. B.
repito de V. S.
la
consideración de V.
como siempre su
fiel
amigo y
M. Benjamín Virasoro.
ser-
411
¡Viva la
—
C'oiií'eileracióii
¡Mueran
Argentina!
los salvajes unitarios!
Señor coronel don Hilario Lagos.
San Roque, diciembre
Mi querido amigo: Hace algún tiempo que no he tenido
una de
el
17
de 1850.
gusto de re-
poro solícito por su salud, he tenido ocasión de saber con placer que se conserva V. sin novecibir
V.;
dad.
Seguimos disfrutando del bien de una situación pacífica: paraguayos se mantienen quietos ocupando como antes las dos tranqueras de San Miguel y Loreto. Don Carlos, como hal)rá V. visto [)or un artículo inserto en el número 177 del Progreso, ha puéstose en inteligencia los
con
el
gabinete imperial del Brasil.
Esta grave ocurrencia
que desde luego llama nuestra atención muy de cerca, la tuve muy anticipada; y no obstante mi deseo de participarla á V. firmación.
me [)or
abstuve de hacerlo para obtener su conno aventurarme á dar nna noticia que care-
ciese de veracidad.
El procedimiento de
don Carlos (.'on de
del teriitorio desierto fronterizo al Paraguay,
la
los
nuevos pobladores
provincia, de
ha producido en
Matto (irosso
los continentales
de la del Río Grande una terrible indignación contra los paraguayos, desde que han visto desairado [¡asar por allí al encargado de negocios dirigiéndose á la corte del Janeiro. La animosidad de los brasiler(js contra sus amigos aliados se deja sentir desde nuestra frontei'a muy notay blemente. Veremos lo que produce esta nueva cuestión provocada por los desacuerdos de don Carlos: quizá su cerebro tan fecundo en desatinos, aborte de esta vez fen()meno:
Con
los
el
tiempo nos presentará
deseos de
sieiii})rc
poi'
la
lo
que
algi'in
sea.
inipoi'tante
conser-
— vación y íelicidad de S. M.
\\.
412
me
-
repito su fino
amigo y seguro
servidor Q. B.
Benjamín Virasoro.
¡Viva la Confdderiiciún Arjieiitina!
¡Mueran
los salvajes unitarios!
Señor coronel don Hilario Lagos. San Roque, enero
16 de 1851.
Mi distinguido amigo:
La novedad entre
brasileros y paraguayos ocurrida pol-
embargo de su gravedad, en desinteligencia que eran de esperarse; el encargado de negocios del Brasil salió en retirada, llegó solo hasta Itapúa, allí recibió despachos del gobierno imperial en que le ordenaba se restituyese á la Asunci(jn. como de facto lo veritic('). \" de este modo esa diferencia seguramente ha calmado la agitación que ocala
frontera de Matto Orosso, sin
no ha producido
los efectos
sionó.
Un
resultado semejante nos presenta hoy el Brasil res-
le agitaban por el temor de un rompimiento con la Confederación Argentina. Los preparativos que se hacían en la provincia de Río Grande han suspendídose; algunos cuerpos de guardias nacionales que por orden del gobierno imperial se reunían, han sido disueltos últimamente y la reunión de salvajes unitarios refugiados encabezada por el loco Juan Madariaga en San Gabriel ha dislocádose, desertándose de ella grupos hasta de cincuenta hombres que se asegura tiraban al Estado Oriental dejando tras de sí sembrado el robo y el estrago en correspondencia de la hospitalidad que me-
pecto de los recelos que
recieron á sus protectores los pérfidos brasileros.
Esta Provincia felizmente continúa sin experimentar alsosiego: mis votos por la prosperidad y ventura de la de Entre Ríos serán siempre constantes, no menos que por todo lo que en particular tienda á la
teración en su
—
413
—
conservación y felicidad de V. como que soy su
fiel
amigo
g. B. S. M.
Benjamín Virasoro. COMPPEMENTII AL CAPlTlLO LXY ¡Viva la Confederación Argentina!
¡Mueran ¡Muera
Al señor don Máximo
el
los salvajes unitarios!
loco traidor salvaje unitario Urquiza!
Terrero.
New-York,
Muy
18 de septiembre 1851.
señor mío:
Hace cuatro días solamente que he tenido
el gusto de de junio último, en la cual de orden del Excmo. señor gobernador y capitán general, se sirve Y. comunicarme lo que sigue: «El Excmo. señor gobernador me ha ordenado decir á V. E. que no le ha sido posible ocuparse de contestar su correspondencia por el paquete, y que por ello no debe extrañar V. E. la falta de comunicaciones por el ministerio de relaciones exteriores; siendo S. E. quien se ocupa de su despacho, que por lo demás aquí no hay novedad ninguna, pues que la traición del loco salvaje unitario Urquiza nada vale, sino en el sentido de ser una disposición de Dios nuestro Señor como premio á la virtud y castigo á la maldad; pues ella ha dado ocasión para conocer más y más, el ardiente pronunciamiento del país,
recibir su
uno y
muy
apreciable carta
entusiasta,
tanto
fecha 27
entre los nacionales
como
los
extranjeros.»
Quedando enterado de su contenido, no puedo menos de manifestarle, que si me es muy satisfactorio lo que V. me expone del ningún cuidado que causa la traición del loco salvaje unitario Urquiza, no por eso deja de ser sumamente sensible el ver en un argentino que ha sido honrado con el gobierno de una de las provincias de la Confederación tan negra y pérfida traición, unida á la más aserva ingratitud hacia la persona del ilustre jefe que tan
—
—
414
(ligua me lite jircside los desliiios
de la
(.'üiií'ederacióii
Ar-
ha sabido defender elevando su crédito entre las grandes naciones del mundo. No me asiste la más pequeña duda de que S. E. el señor gene-
gentina, cuyos derechos
ral
Rozas saldrá triunfante de
la traición del loco salvaje
unitario Urquiza y que, como V. dice muy l)ien, «sea una disposición de Dios nuestro Señor para proporcionar un
premio á
la virtud y
un
castigo á la maldad», siendo
muy
justo y honroso á la Confederación Argentina el ardiente entusiasmo con que se ha pronunciado en favor de la
buena causa, y en contra de las traiciones
Tengo
el
y de
los
enemigos del orden, de
los pérfidos ingratos.
gusto de aprovechar esta ocasión para ofrecei-
á V. las demostraciones de
soy de Y. su afectísimo y
mi mayor
aprecio, con
que
8, S.
Carlos de Alveah. ¡Viva la Coufederaciúii Argentina!
¡Mueran los salvajes asquerosos unitarios! ¡Muera el loco traidor salvaje unitario Urquiza!
Exposición que elevan
los
paraguayos que suscriben á
señor gobernador y capitán general de la
la
S.
E.
el
Excmo.
Provincia, jefe supremo de
Confederación Argeniina, brigadier general don Juan Manuel de
Bozas.
Excmo. señor: Paraguay, sin duda más desgraciada infelices puede haber sobre la crueldad, capricho y torpeza de un gober.
La provincia
del
que todos cuantos pueblos
por la nante sin virtudes, sin patriotismo y sin capacidad, sufre un conjunto de males de un orden extraordinario en la línea de padecimientos. Constituido el Paraguay hace más de treinta y dos años en un calabozo ó prisión general de sus hijos, padecen éstos la dura servidumbre de los encarcelados y la desesperación del cautivo que ve á sus semejantes en el goce de su libertad. Fuera de este padecimiento tan grave como prolongado, tierra,
—
415
—
y aun cada individuo paraguayo tiene uno ó más trabajos que pesan sobre él con especialidad. Reformas generales en las costumbres exigidas instantáneamente y con rigor: restricciones innumerables impuestas en el mezquino comercio interior establecido en la
todas las ciases
frontera de la Provincia: el estanco de la madera, y particularmente de la yerba, que ha sumido en la mayor
miseria á todos los habitantes de las villas del norte, no permitiéndoles cambiar de departamento á los que lo han solicitado á fin de proporcionarse
otra industria para vi-
creación del papel moneda:
el mantenimiento en ha arrastrado toda la juventud decente, á la que en la clase de soldados ha diseminado en el ejército por temor de mantenerlos reunidos: los fuertes trabajos á que bajo el látigo de un capataz ha sometido á todos los soldados del ejército en las diferentes obras que en el local de su ocupación se han emprendido, como grandes desmontes, fábricas do material cocido, edificio de casas y grandes plantíos, reduciendo así á los militares á la clase de presidiarios: la escasísima ración que se les suministra para su sustento, la cual se limita á nada más que un pedazo de carne ci'uda distribuida, la ([ue da una res, ya grande ó pequeña, en cien individuos y doce onzas de yerba por mes: las ventas forzosas de sus ganados á un precio íntimo á que ha obligado á todo hacendado para el sustento de las tropas, castigando con la pérdida del ganado y una multa vir:
la
pie de
un
ejército hacia
el
cual
igual á su valor el retraso de veinte y cuatro horas del término prefijado para el arribo de la tropa al campamento, aun cuando fuese por caso fortuito: las prisiones, destierros, y multas aplicados con tanta frecuencia que casi no hay un inihviduo en la Asunción que no hubiese sido condenado en alguna de estas penas ó en todas ellas, muy particularmente aquellos á quienes se les supone sentimientos federales. Todas estas causas en las que nada hay de exagerado, sino la verdad pura, simple y de i)ublicidad notoria, son las (pie llenan de amargura y de desespera-
—
416
—
ción los ('orazones paraguayos que ansian porque llegue el momento de mano que de la
su redención, y no la esperan de otra del Excmo. señor don Juan Manuel de
Rozas.
Además de
todas las causas que se
pudiera presentarse otro
número
han mencionado, de motivos que
infinito
llegan hasta hacer penosa la vida
á nuestros infortuna-
dos paisanos, pero que se omiten porque su detalle sería interminable; pero no podemos dejar de mencionar uno más que es de bastante trascendencia y gravedad, y es
que ese joven titulado general, tan inexperto en el arte de la guerra como en el de hacerse amar de sus conciudadanos, se ha concitado toda su odiosidad siendo tan justos y tan numerosos los motivos de su odio que también sería muy largo el analizarlos. Tan convencido se halla el gobernador López del desafecto que le profesan sus paisanos en general, que no salir de paseo á su quinta sin una fuerte que cada día va recreciendo, y tomando medidas que revelan lo inseguro que se cree en medio de ese pueblo manso é inofensivo: hoy una fuerza exploradora armada de lanza le precede en su paseo, fuera de la que rodea su persona. Hablando con un juez de paz le decía estas palabras: «Yo aguardaría á que Rozas me tragera la guerra y adoptaría la de recursos, pero desconEsto revela cuan convencido se fío de los paraguayos.»
se
permite
escolta
del verdadero sentimiento de sus compatriotas, pues que ni su propia conveniencia le ha hecho guardar el silencio que debía sobre su justa desconfianza. Los sentimientos, pues, bastante conocidos de todas las clases del pueblo paraguayo y su impericia militar causada por la desconfianza de aquel gol)ernante para introducir personas de reconocimiento en lo que él llama ejército, han formado en nosotros y en una gran parte de nuestros compatriotas la convicción de que un número escaso de fuerzas de la Confederación reincorpora-
halla
rían la provincia.
— Á
pesar de
4i;
—
esta convicción intima creímos prudente
guardar
silencio. Espectadores de los sucesos grandiosos y llenos de gloria con que ha enaltecido la Repú1)lica Argentina el jefe supremo de ella, en la grande y difícil cuestión europea que parecía ya á su término, esperál)amos, y no distante, llegaría un momento en que al menor impulso se desarrollasen todas las simpatías que existen hacia la persona de V. E. en el oprimido pueblo paraguayo. ^las hoy ([ue creemos ver alejarse este momento. })or(|ue una turba de revoltosos ebrios de ambición, vuelven á enarbolar el estandarte de la rebelión loco traidor salvaje unitario Urquiza: por el capitaneados hoy que un gabinete partido (no diremos con mengua de su honra, }>orque siempre ha sido menguado el honor de esa raza mitad europea y mitad africana) se alza á los rebeldes para impulsarlos á la anarquía y abandonarlos en la hoguera, porque destituidos de valor y fuerza física
para cargar un rita:
iioy
(pie
fusil, la
no
liviana intriga es su
miramos
distante
el
arma
favo-
ese infame
Imperio de intrigantes siempre funesto jjara nuestro país, otra vez á la guerra envolviéndolo en inmensos males: hoy, en lin, (pie nuevos datos adquiridos, vienen á asegurarnos la constante disposición de nuestros paisanos, y sus votos por unirse á la Confederación Argentina á (pie pertenecen, nos acercamos ú V. E. para decirle: sefioi-. con el ap(jyo de dos mil hombres, ([ue silenciosamente y con rapidez marchen por el Chaco hasta la Asunción, es infaliblemente tomado aquel punto y todos los [¡araguayos somos ya de V. E. y nosotros nos ofrecemos á marchar en la expedici(3n con cualquier carácter íiue V. E. nos diese, llevando en nuestra compañía otros paisanos que como nosotros no ven felicidad [)ara nuestia )ti-oviiicia sino en su reincorporaciíjn á la Conlo arrastre
federaci('>n
Argentina, bajo
el
paternal gobierno de
\'.
E.
convencimiento íntimo de conseguir un triunfo. ([Hitando un gobernante de nuestra provincia, que es el escándalo de la |);itria > el juguete del p(Mlido 'I'enemos
el
—
418
—
gabinete del Brasil para sus miras hostiles Confederación Argentina. contra Protestamos, excelentísimo señor, que al hacer esta exposición no nos mueven otros sentimientos que servir á la causa santa de la legalidad y el orden, que es el manantial de prosperidad de los pueblos á cuy(j frente se haya V. E.; i)restar un gran servicio á la humanidad y á nuestra nación contribuyendo en lo que nos sea posible á sofocar la anarquía, y haciendo feliz á la provincia que nos vio nacer, labrar nuestra propia suerte, pues siendo el Paraguay dichoso es forzoso nos quepa una é
insidioso la
parte.
Puede
ser,
excelentísimo señor, que hubiésemos escri-
mucho sustancial. Por tannos ofrecemos á informar á V. E. con la misma buena fe y verdad sobre todos aquellos puntos que por falta de previsión hubiésemos callado, toda vez que sea del supremo agrado de V. E. Somos de V. E. los más heles, atentos y sumisos ser-
to
mucho
supéríluo y omitido
to,
vidores.
F'ernando Yturburu.— Carlos Loizaga. Buenos
Aires, septiembre 18 de 1851.
COMPLEMENTO
AL CAPÍTULO LXVI París, 3 de .julio de 1851.
Señor don Francisco X. de
Aclia.
Mi estimado compatriota: recibido con el iTiayor gusto su favorecida del ,'¿6 junio, en que me nriuestra deseos de saber lo que haya de de verdad en las últimas noticias que de nuestra patria se saben en Europa, al paso que me manifiesta los sentimientos de patriotismo de que usted se siente animado. El general Urquiza llama la República Argentina á la libertad, y comprendiendo que no puede llegar á este objeto sin apoyar la independencia de nuestro país, pone
He
— á
su
disposi<'i(')n
el
41M
ejército
—
como
todos los medios con
(]ue cuenta. lia hecho comprender al geneque valía el pueblo oriental; así es que cuando se proclama su aliado, quiere evitar todo lo que pudiera herir nuestra susceptibilidad. Es eso lo que encontrará usted coníirmado en el párrafo siguiente de una carta que me escribe el ministro de la guerra, el 1". de mayo, y que está publicada en Francia bajo mi res-
El sitio de Montevideo
ral
Urquiza
lo
ponsabilidad
oficial.
República Oriental, que ella sola con sus hijos sea la que se lilierte de los que la oprimen: que al efecto deberá pasar Garzón con todos los
la
todos los jefes que están convenidos. sus fuerzas en la frontemantendrán Que él y el ra, por si fuese necesario: que al pasar Garzón, reconocerá al gobierno de Montevideo como al único legal que
quien
se reunirán
r>rasil
poniéndose á su disposición sin que espera sea nombrado general en jefe del ejército en campaña, dando órdenes se le incorporen todos nuestros emigrados en Río Grande; usted ve, que si el plan se desenvuelve así, ello es todo para mayor gloria de la defensa, que vendrá á ser reconocida por justa, por todos esos jefes que la han comexiste
en
restricción
la República,
alguna; y
batido por tanto tiempo.»
Los resultados que en la actualidad tendrá la ejecución de este pensamiento son inmensos y tales cuales no podríamos desearlos ni en nuestros sueños de patriotismo. Para que usted comprenda como yo los avaloro, voy á copiarle algo de lo que escribo al mismo ministro de la guerra en 27 de junio. Quiera usted oír lo que digo á ese amigo en el seno de la confianza: es el secreto de mis pensamientos íntimos. «La resolución de Urquiza lo ha cambiado todo. Des-
pués de
ella, la
el Brasil quiere la gueque Rozas está en importa que
opinión que en
rra es incontrastable;
lo
—
42(1
—
era que ha de abrirse la el suelo, y que en la nueva iníluencia predominante en los destinos de esos pueblos
no será la mezquinas
caudillejo de poder bárbaras concepciones, ideas, de
de
alojún
ficticio,
y
sí
la
de de
un gobierno poderoso, ilustrado, liberal, civilizador: porque todo eso y más que eso es, amigo mío. el gobierno del Brasil, á quien pertenece
en
la
América
altísima misión de salvar y consniuar
de
la
del
ol^'a
Sur
la
del genio
Colón.)'
suceder de más imi>ortanle y de para nuestra patria, que el pronunciamiento del general Urquiza. Él me ha halagado tanto más, cuanto menos lo esperal)a, cuanto más imposible me «Nada, pues, podía
más
feliz
parecía.»
«Así,
Plata
con Hozas,
desaparecerán
de
despotismo,
la
caudillaje, el
los
pueblos
ilel
barbarie;
y este resultado es inevitable, porque la reacción poderosísima que contra el caudillaje, la barbarie y el desi^otismo,
va
el
tendrá además
de la voluntad y el apoyo tan fuerte comf) benéfico ilcl gobierno del Brasil, que habrá por íin comprendido, que su interés como el interés de toda la América del Sur. exigen que en la Améi'ica d(4 Sur tenga ¡(olítica exterior: que en los negocios de la América del Sur pese de un modo digno de su poder y de su importancia. «Aquí también las consecuencias de la resolución de Urquiza serán más favorables que lo que quiere su pensamiento íntimo. Dándonos á Oarzón. que le deberá toda su importancia, el general Frquiza supone que ejercerá en nuestras cosas la influencia (pie Rozas pretendía ejercer. Se engaña. Garzón aceptado por todos, como debe serlo, tiene para el momento de la lucha el valer de la fuerza material de Urquiza: para después de la lucha no tiene otro poder que el que le darán las instituciones desde que ocupe la primera magistratura. Entonces la fuerza material de í'rquiza habrá repasado el á producirse,
interés de todos,
el
—
4'Jl
—
Uruguay, y de cierto que no ha de repetirse [)or Entre Ríos y Corrientes la invasión que ha quebrado el poder de Rozas. No ha de repetirse, porque el Brasil no ha de consentirlo y sobre todo, porque unidos los orientales, ni en la cabeza de un loco puede entrar el invadirlos.» Estos párrafos que, lo repito ú usted, son la exjjresión de mis convicciones depositadas en el seno de la amistad y de la contianza, del)en demostrarle (|ue la hora de la desgracia ha pasado ya para nuestra patria; que en su vez amanecen días felices á cuya prolongación todos ios hijos de la tierra oriental, deben contribuir por los medios á su alcance. ICn presencia de tal perspectiva, no es posil)le conservar melancólicas ideas, y yo espero que las de usted desaparezcan y (jue abriendo su alma es])eranza, regresará pronto á nuestra (juerida la ;i
tierra.
Mis deseos más ardientes hoy es que todos mis compatriotas que por cualesquiera causa no están en el país vuelvan á para (pie cesen así todas las penalidades individuales, y [)ara que la [)ati'ia sea fuert(^ por tener en su seiKj á todos sus hijos. En este sentidí» mi ¡xMisamienlo había sid(_) ofi'ecer á usted el [)asa)e en mi buque que tengo lletado por cuenta lie la Re[)ública y debe salir del Havre el "20 del presente. De este pensamiento he debido prescindií' [)or loque usted escribe á (íallardo. Siu embargo, si como lo espero, se tleta otro buípic^ para conducir pertrechos de Bél(''1.
gica, se lo avisaré
con tiempo y tendré
el
may(M' gusto
aproveche usted esa oportmiiilail ó me dé cualesde serle útil. Al terminar mi contestación, uste^l me jjermit irá ofrecer mis respetos á su señora y decirme con t(jda seguridad su atento S. S.
en
(jue
«piiera otra
Q.
15.
S.
M. M. I'acHKCO V
()I5KS.
—
4S>2
—
Señor general don Fructuoso Rivpra.
Montevideo, eiieio
14
de 1851.
Mi apreeiable coin})cifiei'o y amigo: he tenido el gusto de recibir sus apreciables del 15 y 16 del próximo pasado que me entregó el señor Magariños, que llegó aqin' hace tres ó cuatro días y á quien visité inmediatamente, pues ansiaba saber algo de positivo respecto á usted, pues aquí no se trabaja en otra cosa más que en su descrédito, haciéndose circular noticias de que su posición es mala y aun algo más, como usted sabe que hizo Munilla y Calengo: porque á pesar del pábulo que daban ciertas gentes á tales noticias, ellas han sido siempve miradas por la gente pensadora, como viles é infamias intrigas y calumnias propias solamente de sus autores. Desgraciadamente no he tenido aún ocasión de hablar detenidamente con el señor Magariños; sin eml)argo, en conversaciones gratas, he oído lo bastante para formalmi juicio, y concebir esperanzas de ver realizados mis deseos. Hoy, con la salida del paquete, no tendré lugar para nada; mañana también es día de revista que me ocupa todo el día; así es que tal vez hasta pasado mañana no tendré lugar de hacerle otra visita que tanto deseo: para después me reservo escribirle más extenso, limitándome ahora á contestar á sus cartas. Las noticias todas que- tenemos por aquí respecto á Europa son llenas de esperanzas: no en el gobierno eu el cual se supone la mejor disposición para ratificar el tratado, mas sí en la asamblea donde dicen que nuestra causa ha ganado prosélitos y que suponiendo que el gobierno quiera ratificar el tratado, él se opondrá y le obligará á adoptar otra
política.
8ea de
más esperanza que en
ello
lo
que.se
que conozco, es decir, en usted; pues tengo el convencimiento que nadie puede aventajarle, y ni aun igualarle en la guerra que hay que sostener en este país, E\ Drasil tiene sin fuere yo no tengo
lo
— duda un poder
423
—
capaz de anonadar á Rozas, pero yo desconfiaré de todo su poder y del buen éxito de la empresa, si en las filas de su ejército no lo veo á usted: lo que casi tengo por seguro que no dejará de suceder, l)ien
[)ues creo l»ien que los brasileros no serán tan zonzos para no conocer que al emprender la guerra con Rozas, llevan una arroba de ventaja teniéndole á usted por su ]»arte.
Quiera reciljir mil recuerdos de su ahijado y más pei'sonas de esta su casa y estar siempre en la persuasión de la consecuente amistad que le profesa su compadre y verdadero amigo José Augusto Pozzolo.
Excino. señor rjcncral don Eugenio
Gavxón.
Fortaleza,
etc., 18
de julio
(l(>
IS51.
Poseído de la mayor satisfacción, me hago un deber (m felicitarlo por la parte importante que V. S. ha tenido en el i)ronunciamiento manifestado por el señor gobernador ['^rquiza en sostén de los ])i'in('ipi()s de civilizaci(')n y orden.
No dude
V.
pues que sólo
S.
de
la
sinceridad de mis sentimientos,
me queda
el pesar de no poder contride nuestros compatriotas para la defensa común; desgraciadamente mi posición es difícil. privado de mi libertad y abandonado ln merced de mi gol)ierno (|ue se ha apoderado de mi i)ersona sin que
l)uir
á su lado
y
al lado
:'i
ni porqué se me deque tengo derecho para exigir de V. S. uii;i protección en cuanto i)ueda ser su bien merecida inlluencia para con nuestro gobierno á lin ijiic me dispense la protección á que tengo derecho de esperar como ciudadano gen(M';d de la Mei)i'd)licn, y no
hasta aliora pueda sal)er jtrime.
En
ponpié,
esta vii-tud yo supongo
\"
pcciiiibi
(lile
sea
víctim;i
de
ui;iquin;icioues
ocultas y
— (lescoiiocidas de
otros
Í'H
—
,n()l)'n'rnos:
en esta
ocasi(')ii
me
he
lomado la coiiliaiiza d(^ ])('(|ir al simu»' ^ül)eniad<)i- l'i'quiza <|ue haga valer sus res})et(js ante nuestro ,g(3hierno para sacarme de esta posición en que me lian colocaiio sucesos que no han sido míos, ni ha estado en mis manos el evitarlos.
Esta carta siemiire que pueda ser será conducida por señor teniente coronel don J. P. Rebollo, que va encar.uado de felicitarle en mi iioml)r(\ y cxplicai'le los anteel
cedentes (jue motivaron
el decreto de nuestro gobierno para mi extrañamiento del país. En este momento estoy lleno de coníianza, pues sé bien (pie S. no olvidará
W
nuestra antigua amistad, (pie debe ser i'establecida sincei'amente posponiendo para siempre los motivos que nos
Supongo
tambi(''n
que
del gobernador
('r(][ui/a
ti'aerá
desviado.
liabían
declaración
remarcable
la
por
Ijase
la
r(!conciliación, y armonía para todos los hijos de la patria; sui)ongo tambií^'U,
anil>os de los
muy
[)OCOS
ricana que se empe/i)
á
soldados de
la
desenvolver
el
revolución ame-
año
1810;
esos
antecedentes y el vínculo que debe unirnos como verdaderos orientales me han dado derecho á dirigirme á V. S. contando con (pie no be de ser desatendido.
Con
este motivo tengo
servidor, y sincero Q.
15.
S.
la satisfac(i(3n
de i'epetirme su
amigo
M.
FuucTi'Oso
(
C0M-MJ)FAC1AL
liivi:i{A.
)
jMji'oioii oriií.'c,
iiovicnil)rc
<1(!
1851.
Señor:
Tengo (pie (encargar á usted exi)rese al ministro brasilero que habiendo aceptado el gobierno argentino los buenos oficios de la Gran Bretaña con la mira de llevar á cabo un ajuste pacífico (^e las diferencias entre el Brasil y Buenos Aires, el gol,)ierno de Su Majestad es-
pt-ra (j[ue Bi'asil, ('i(')n
este
4-25
—
sea seguido por
ejtíiii})lo
y que se hallen medios los puntos
el
gobierno
una
para llegar á
que
satisfactoria sobre
al
del solu-
presente
se
disputan, y que se eviten de este modo los serios males que acarrearía un llamamiento á las armas á los Estados
que se hallasen envueltos en Jatnes
Hudson
tal
contlicto.
Ksqr.
Soy. (
Firmado
)
Pal^íeustox.
Fureigii (jrñce, 8 de novieinl)re de 1851.
Señor:
Tengo que encargar
usted que muestre
á
al
ministro
de negocios extranjeros brasilero las adjuntas notas de Mr. Southern y del ministro de relaciones exteriores argentino, expresándoles las fervientes esperanzas que tiene el
gol)ierno de
S.
M. de que podrán evitarse las hostili-
y Buenos Aires, diciendo además al secretario de Estado brasilero que el gobierno de S. M. sentirá el mayor placer si mediante sus buenos oficios, l)udiese llevarse á cabo una reconciliación entre dos países (jue sufrirían igualmente los desastres de una guerra quel)i'antándoso entre sí, sin que ninguno pu(Uera ganar nada con ella.
dades entre
Soy,
el
Brasil
t'tct'teía.
Palmf.rsi'ox.
i'rotksia
Eos jefes y olicialcs jestad
mo
la
reina
la
á
bordo de
refugiados políticos, ni
i'autía
algima respecto
la
corbeta de Su Ma-
Gran Bretaña, no á su
menos en conducta
se consideran coel
caso de dar ga-
ulterioi'.
bellos
sólo
han tratado de evitar el caer en poder de Uniuiza. que es un general rebelde de la ('on federación Argentina, y en quien la (irán Bretaña no ha leconocido hasta ahora carácter ))olit¡co de ninguna ihisc Si i»ai'a salvar sus vi-
—
m> -
amenazadas por la saña y rencores particulares de dicho general sublevado, se pusieron l)ajo la protección del dciy,
pabellón inglés, fué contando con el honor y lealtad de una nación que conserva las mejores relaciones de amistad con la Confederación Argentina.
Pedro Ramos, Octubre 9 do 1851.
(confidencialísima) Río
(le
.laneiro. dicioinlire 20
de
18.51.
Señor:
en Río ha presentado al gobierno británico un documento concebido en términos muy fuertes acerca la cuestión de la esclavatura; y aunque lord Palmerston parece que no desea intervenir en la cuestión del río de la Plata, podría cambiar su opinión si el P>ras¡l siguiese obrando de mala fe y rehusase abrir un camino á la concialiación. El dinero del Brasil no durará El ministro británico
mucho
tiempo, y
sus provincias del sur y
del
norte no
están seguras. El
documento
arrilja
mencionado
liace
simplemente
refle-
xiones acerca de la guerra con el Brasil, y dice claramente que si tal evento llegase á tener lugar, el gobierno británico tiene á su (lisposici(')n los medios necesarios para desti'uir
toda comunicación por la costa en toda su extensión
cualquiera que fuere
la
])andera á
que se acogieran en
busca de protección. La Uran Bretaña no puede ahora insistir sobre, el aviso con seis meses de anticipación, ni desea tomar sobre sí el arreglo de esta cuestión, ya tan complicada por la declaración del Brasil de que no haría la guerra á la Confederación Argentina, y por los seis meses de aviso anticipado dado ])or el general Rozas.
La Gran Bretaña teme verse envuelta en
esta guerra.
—
4-27
—
Rio Janeiro, diciembre 20 de
1851.
Señor:
Tengo
voy á quedar niuciio el presentiniieiito que no tiempo aquí. No sé lo que sucederá, pero el lenguaje que tengo que emplear coa este gobierno es muy fuerte, y puede tener mal fin. En Europa, también todo parece trastornado ó para trastornarse. El año 1852 va á ser el año de desastres y revoluciones. Siempre se lo he dicho, y las últimas revoluciones de Francia confirman la idea. Xo digo nada de cuestiones políticas, pues el horizonte no está descubierto, ni es muy claro la parte que nosotros vamos á tomar, pero juzgo que será más activo de lo que se cree. V. puede suponer que no descuido los intereses de nuestro
amigo: los
hallo
aquí bajo delaciones
las
más
habrán ojos espantados cuando les hable, pero dejaremos esto hasta que se pueda decir algo definitivo. V. dirá á Manuelita cuánto la quiero de veras y es mas aun de lo que ella cree; sobre su papá dejo á sus l)uenos oíicios el hacer y decir lo que conviene. crespas:
Soriiii:i;N.
Al señor doctor don Felipe
Arana., etcétera. líio .laneirn,
Mr. Soiitlicru uo
logr*'»
ver al
iiiiuisti*(j
'^
d(>
enen»
18n*¿.
l'auliuo hasta
el
2
mediación en cumplimiento de las órdenes que había recil)ido jior el buipie de vapor Z/tma hacía algún tiemp(x Excusándose tan pronto con sus achaques de mal del país, tan pronto con el empe-
enero con
el ol)jeto
de proponerle
la
rador, con sus ausencias, etcétera, etcétera, eludió
una en-
trevista con Mr. Southern hasta el día de ayer, á ]>esar de las
formales demandas de éste con
el fin
de enterarle de
comunicaciones imi)ort antes. Tendría prol^aldemenle alguna idea de ello y i»or esto no se daba prisa á informarse de ellas. des[iués deloíiueeslá liaciendo en el río de la Plata.
Mr. Suuthern
le
42S
—
dio á conocer
neral Rozas, haciendo de tal
modo
í?u
opini<3n acerca del ge-
su retrato que nada hu-
biera dejado que desear ni aun á los más ardientes amigos de dicho señor general; pero quedó sorprendido al encontrar que Paulino estaba enteramente conforme con él, y al oirle decir que ciertamente el nombre del general Rozas ocuparía una página eminente en la historia, y que nunca se muestra más grande que en medio de las mayores diíicultades; puesto que era entonces cuando reconcentraba en sí mismo toda su energía y aparecía como el grande hombre que era en efecto. En suma, Mr. Southern encontró al doctor Paulino excesivamente razonable, y le dijo muchas cosas que al parecer no habían llegado á su noticia. Se dice que Paulino es
un jesuíta y tal vez haya estado engañando á Mr. Southern;
pero
si
es en realidad tal jesuíta, sostuvo tan bien su papel
su conversación como al concluirla, pues reSouthern con mucha etiqueta y formalidad, pero se separó de él en términos amistosos. Preciso será juzgarle por sus obras, Mr. Southern entretanto no deja piedra por remover, y tal vez pueda aún hacer algo bueno. Copia del original escrito de puño y letra de M. Southern. al principiar
cibió á Mr.
La Casa
de
nal pcn' decreto
Moneda,
30
extinguido
al toniar cargo del
de tnarzo 1836, se hizo cargo de
/
Banco Nacio-
emisiones exis-
tentes.
t'apel moneda Moneda cobre
ni/c
•
Emisiones y acuñación cargo al gobierno Ley 11 marzo 1837, ordena la L. L. emisión
Lev 8 diciembí e 1838 (Para recibirse 8 millones al contado y el resto en mensualidades de á 1.22.5.000(1 ;í¡ terminaron con julio de 1839.)
$ »
<>
lo.283.o40
448.937.6 15.732.477.6
»
4.200.000
»
16..575.000
v:
r:
—
429 Pur decreto
16 de julio
se nonit)ra los
18H9,
una comisión especial para examinar
estados presentados por la Casa de Moneda, años 1836, 37 y 38, y la componen los contadores: don Juan José de l'rquiza, don Hartolomé Leloir y don Benito José de (ioyena. Se expide en 23 abril 1840. (Véase Gaceta Mercantil. 6 junio 1840.)
Emisiones
31 de julio de 1839
al
Por un estado detallado de cha 29 de febrero de existentes son de
de
á lo
anterior
emisión de
suma on
dielio estado
el
perdido á
como
cii'culación, 10
la
le-
dil'erencia..
De deduce
1840,
ordena
.
37.664.393,6
éstos.
3.605.854
sean
la L. L.
emisión la
de.
is
.34.058.540,6
»
12. 000. 000.6
46.058.540 .
(
)00
400.000
;^
46.458.540,6 16
año
septiembre
1848,
emidui'()
el
lo.
I
de enero de 1846 en vigencia des-
sión mensual durante ese período ([uc
de
I
acuña-
,
robre por 400
Ley de
é
inutilizado y
%ó
Decreto 7 marzo 1840, se aiuoi-iza ción de.
1.156.917
.
Circulación en 29 de lebrero 1840
Ley 28 marzo
i
emisiones
las
1840,
36.507.477,6
S
37.664.394: así se aña-
.S
la
la
m,.
del
al
19
bloqueo establecido en 1845 y hasta tres
meses después de levantado, % 2.300.000. en lodo, 33 meses
75.900.000
»
1
Le aumenta
22. 358..540,6
4
descontaron
los 3.605.8.54 (|uese
anteriormente por cálculo de deterioro ó inutilizariíui en las
emisiones
Total de emisiones
Se descuentan las realizadas del
¡i
la
El
monto de emisiones papel seíioi-
125. 964..394,6
4
»
15.7.32.447,6
4
183(; al
de diciembre de 1851
aparece del libro del
3.605.854
»
li(ini(laci(')n
Banco Nacional
Total de emisión, Casa de .Moneda, de 31
»
»
y
cobre,
(iii(>
octavio (íairi-
110.231.947
— gós, al 31
(le
-
i;;()
diciembre de 1851, publicado
en 1873, titulado El Banco de la Provi}icía, muestra la suma (de esas emisiones) por
Y
lo
anterior muestra sólo
Resultado pesos
$
126.132.395,61
rs^
»
125.964.394,6
rs
$
168.001,6
|
Dilerencia miiiiin;) respecto del total.
Presupuestos de i837 ü 1850. se comprendía siempre to, exigihle
Años
— Se previene que el
monto de
la
lo
presupues-
deuda
ixirticular
en
—
481
—
Da cuenta de estai* tomadas todas las disposiciones que demanda el cumplimiento de lo <|ue se le ordena con fecha de ayer 28. Y me apresuro á decir á V. S. que no puede uno menos de admirar la agilidad de esa fuerza, compuesta en su mayor parte de milicia urbana, diseminada en sus propios hogares y con tan exigentes pasiones domésticas, debida en gran parte á la aptitud en que V. S. ha sabido ponerla en tan pocos meses, lo que es de mi deber hacerlo conocer á la superioridad. Respecto de la marcha, no veo necesidad muy urgente, Y. S., si lo considerase conveniente, demorarla puede y hasta el 31 ó el l'\ de enero, para poder hacer los arreglos convenientes en el
porque ordenaré á Y. S,
etcétera,
se las
antes
si
equipo, armamento, municiones, fuese
preciso efectuarla así lo
De este modo tamt)ién podrán arreglarcaballadas y una reserva selecta para lo que tamS. contar con las caballadas de estos invernadas del Estado que pudiera haber y partido de Chivilcoy, mandándolas reunírsole de
bién debería V. l»artidos
por
el
las
orden mía. Dios guarde
á
V. s. M. A.
Ánííel Pacheco. ¡Viva ;
la
Mueran
'¡Muera
el
Confederación Argentina!
los salvajes asquerosos unitarios!
loco traidor salvaje unitario L'rquiza!
Señor coronel don Hilario Lagos. Santos Lugareí! de Rozas, diciembre 15 de 1851.
Señor coronel: Habiendo elevado al p]xcmo. señor gobernador la carta (jue se sirvió Y. S. remitirme, me ha ordenado S. E. diga á V. S. quedar enterado, y que de todo lo que hay á ese respecto de las noticias que tanto abulta la carta, es la sublevación de una parte de la división del núm. 8 que mandaba el señor coronel don Yicente González, cuyos sublevados han sido perseguidos á muerte por el resto de
—
i^>
—
la división, el escLiiüli'()ii al mando del oapihin dun Prudencio Arnold. y división del núni. I que comanda el señor teniente coronel don Martín Santa Goloma. Que de todo esto y demás relativo está ya instruido por S. E. el señor general don Ángel Pacheco, quien lia
marchado hoy
ó debe
marchar mañana
[)ara la
Guardia
de Lujan.
Que de
la división al
mando
ilel
señor teniente coronel
don Martín Santa ("oloma, no ha defeccionado, ni sido infiel ni un solo hombre. Que tampoco ha defeccionado, ni sido al mando del infiel ni uno solo del escuadrón del núm. capitán don Prudencio Arnold. Que el origen ele esta sublevación se encuentra en que el señor coronel don Vicente González quería mal al señor teniente coronel don Martín Santa Coloma, al capitán don Prudencio Arnold y todos los demás que ahora tan positiva pruel)a han dado de su íidelidad á la santa causa '>
nacional de la federación, y á su gobierno. Le desagrale gustaba, su ardiente pronun-
daba su exaltación y no ciamiento contra
el loco traidor
Así cuando por una
salvaje unitario
Urquiza.
entusiasmo lo miraba de tal modo, por la otra en la divisi<3ri de su mando guardaba un silencio muy perjudicial respecto de los vivas y mueras, y demás anatemas de indignación contra el parte á ese
loco traidor salvaje unitario Urquiza, salvajes asquerosos
unitarios y pérfido gabinete brasilero. Nadie arrancaba al señor coronel don Vicente González palabras contra la
nulidad del loco traidor salvaje unitario Urquiza y su nefanda traición. S. E. sabía todo esto, pero nunca crey»') que en la división hubiera producido tan traidores efectos.
Por esto consideró
S. E. lo
bastante con
la
reforma
(pie
hizo.
Que no quiere decir por esto, que S. E. crea traición en el proceder del señor coronel don Vicente González; que lo que cree S. E., es lo que siempre ha creído, que él mismo no sabe el gravísimo mal que ha hecho con su
—
lo-) 4-J-»
—
porque sus escasas vistas no le han á conocer todas las funestas consecuencias á que exponía á la fuerza de su mando, ni la enormidad de la traición sin par del loco traidor salvaje
í^ilencio misterioso,
permitido alcanzar
unitario Urquiza.
Cumf»lida,
coma queda,
enunciada superior orden V. S. muy ¡se suscribe de
la
del P^xcmo. señor gobernador,
atento servidor y confederal.
AXTOXINO ¡Viva la Coiilfdo ración
Kf.yes.
Arjroiitiria!
¡Mueran los salvajes asquerosos unitarios! ¡Muera el loco traidor salvaje unitario rrquizal VA ¡UtfZ de
paz sustituto
(U-l
Pergamino, enero
12
de 1852.
Año
43 de la libertad, 37 de la. Independencia y 23 de la Confedera-
ción Arfrontina.
Al señor comandcmte HPnoraJ
del
rwonel don
departamento del noite.
Hilario Larjos. li(3ra en (pie se me presenta Robledo el capitán don Juan y el alférez don José Gainza, que han pertenecido al ejército del loco traidor salvaje unitario Urquiza, al mando del coronel .Vquino, cuyos individuos vienen pasados, y dicen: que el sábado 10 del dicha divisiíHi.
Son
de
las siete
la larde.
/
matando
á su titulado coronel Aquinu. al
TJravo y al
demás de al
la
capitán Carlos ilivisi()ii
de
mayor
(iregorio
ÜusfenJ, saliendo á escape
lo
su cam[)o situado á dos leguas
sur de San Lorenzo, dirigiéndose hacia las ])ampas,
lle-
mil y doscientos caballos, siendo ellos como <|iunientas plazas; que estos dos individuos (estaban cuidando la troitilla del coroiH'l >' que liahienWo tenido aviso
vando
del
c(jino
motín tiraron
á
tra>'endo á
di\isi('»n.
escaparse sin
que anociie en su fuga habrán pasailo ¡idelanle TOMO
\
.
p(jder
más dos sargentos se perdieron, pero ^-^^n
al
reunirse y tres
suponen
Salli».
á
su
solda(U)s (pie \a
Los expre"-'f<
— siidos
oficiales
(|Liedaii
en
—
4;!i
este punto
hasta
mañana por
estar imposibilitados de proseguir su marcha, lo que verificarán
Por
mañana lo
que
á presentársele á V. S.
felicito á V. S.
por la noble acción de
estos-
valientes federales.
Dios guarde á V.
S.
muchos
años.
Manuel Nogué. ¡Viva la Confederación Argentina!
¡Mueran los salvajes unitarios! ¡Muera el loco traidor salvaje unitario T'rquiza!
Señor don Hilario Logas. (juai'dia
de
J.ujáii, ihcieinl)re ¿:i
de 1851.
Mi estimado coronel y amigo: que recibo de la costa parece ya indu1)rasileros desembarcarán, muy pronto, entre dable que los San Nicolás y punta de Acevedo. Digo esto, porque se hallaban ya reunidos en esa altura, cuatro ó cinco vap(jres y ocho ó nueve buques de vela con gente de desembarco que han tomado en la Colonia de la infantería brasilera, y un regimiento de 400 lanceros: mientras que cuatro vapores y dos ó tres buques de vela, también con tropa, subieron días antes para la ciudad del Paraná. En consecuencia soy de opinión que proceda V. con la^ mayor actividad á reunir y hacer arreglar las caballadas en los tres partidos, Encarnación, Rozas y Chivilcoy que están á sus órdenes, lo mismo que la gente de ellos cuando lo considere V. oportuno según los avisos que le repetiré á Y. La tropa que no debe demorarse en reuniría es la que pertenece á los Esq. Rubio, cuyas armas saldrán mañana de aquí, como también los vestuarios. Si algo más necesiPor
los partes
tase V. se servirá avisármelo.
Soy con toda estimación su afectísimo Q. B. S. M.
S. S.
Ángel Pacheco.
—
4;;:
¡Viva la Coiifederaéión Argentina! ¡Mueran los salvajes asquerosos unitarios! ¡Muera el loco traidor salvaje unitario Urquiza (íiianlia
de
I.njáii,
!
cnoro s de 1S52.
Señor don Hilario Lagos.
Mi querido coronel y amigo:
nombramiento de comandante en jefe del departamento del norte, hecho en la persona de V., es merecido. S. E. el señor gobernador y yo conocemos bien los méritos de.V. y su capacidad para desempeñar ese cargo, así como también conozco yo su modestia. í]s en las circunstancias graves cuando se pruet)a. á toda luz. la decisión é inteligencia de los buenos servidores á la patria. V., mi querido coronel, dominará la situación, estoy según j, y será secunVA
dado para ello por todos los buenos federales de ese departamento que con sentido aprecio estiman en V. un jefe inteligente, próbido y patriota. Las instrucciones que di á V. por nota del
'3 del presente de una coluonia. para el caso de una reunión de fuerzas en que debía tomar el mando en jefe. Ahora, como comandante en jefe de ese departamento, está V, á la cabeza de todas las fuerzas de él con entera facultad para disponer de ellas y combinarlas según la necesidad de los casos ocurrentes; y en plena aptitud para adaptar á las circunstancias las instrucciones antes recibidas íjue he mencionado; de restringirlas y ampliarlas, y de hac(ir lÜH'emente todo aquello que á juicio de V. contribuya á llenar las prevenciones generales que en ellas se expresan
fueron dirigidas
en
el
párrafo
como
á jefe
6°.
mando del coronel Sosa se compone de 1.311 hombres de tropa y 80 oficiales: fuerza que está bien armada. Son lanceros, con dos escuadrones de carabineros, í^a
fuerza al
es que no se lia Iicclio alguna nueva alteración en su rmamento. VA Kxcmo. señor general p]cliagüe se halla aclualmeiile
si
a
acampa» lo con su gente en
el
Arroví»
iJuict'.
y piensa
\\vv-
—
48B
—
niaiiecer por esas inmediaciones: en consecuencia, si V. determinase algún movimiento general en la fuerza de ese departamento, se lo manifestará en forma de prevención al coronel Santa Coloma., que yo por mi parte se lo comunicaré á S. E. el señor general Echagüe. Al mismo excmo. señor general hago presente con esta fecha que sería muy conveniente la permanencia del comandante Arnold en el fortín de Mercedes, y á quien l»()dría reforzársele con algún piquete del comandante Luzuriaga. si fuese |»reciso. para de este modo cuidar de mantener libre la comunicación con las provincias del interior.
Saludo
á
V.
con todo afecto, como sn
atento
servidor
y afectísimo amigo Q. B. S. M.
ÁxítEL Paciikoo.
Al señor general don Ángel Pacheco.
Monte
(le
ISarrios,
12 de enerd de
IHb'i.
Mi estimado general:
Hace dos ó tres días que no le doy noticias: pero estf) es motivado por mi movilidad á consecuencia de la operación que le he comunicado pensaba hacer. Ya se havariedad de algunas noticias no la l)ría efectuado si la hubieran detenido, y con este objeto he venido á este punto donde se halla el coronel Cortina. Este jefe que va á encabezar el movimiento se i>ondrá en marcha mañana ñ la noche para obrar con arreglo á mis instrucciones con energía y rapidez, y del resultado daré á V. cuenta oportunamente. Las últimas noticias de hoy son que las partidas enemigas (jue guarnecen el arroyo del Medio, son puramente de la milicia del Rosario con nuestros desertores, á las órdenes de un Olmos, Cardoso y Goytía y el traidor Francisco López que anda á las alturas de San Nicolás, lo que me induce á creer que el resultado tendrá buen éxito, á
— no ser que
1(js
—
4:57
cardiiles (|ue
aun
se sostienen
protejan la
fuga de los traidores. En toda la extensión de estos campos hasta
el
arroyo
Medio no se encuentran pastos sino en estas chacras, pero sin agua, por cuya razón no se podrá perinanecer con las divisiones, pues ya empiezan á sentir las caballadas esta falta. En las puntas de los Manantiales se encuentran retazos de campo regulares y agua como para entretener, pues si Hueve estas lagunas podrán sostenernos como hasta aquí. Mañana ó en primera proporcicni tendré el gusto de exdel
más detalladamente. Saluda á Y. su muy afectuoso ol)ediente servidor
tcndei'me
Q. B. S. M.
Hilario
I.aííos.
¡Viva la Confedevación Argentina! ¡Mueran los salvajes asquerosos unitarios! ¡Muera el loco traidor salvaje unitario ITrquizíi! Kl ''oiíiandante general en jefe de los il'])artanientos del norte di'
las divisiones de
y centro y vanguardiü. (juardia de Lnján, enero
Año
'i-í
de 1852.
de la libertad, 37 de la independencia y 23 di' la Confmleracióii 4.3
Argentinn
Al lomandaiíte en
jefe del (leparla) nenio del norle, coro el
don Hilario
Layo.s.
He es
recil)id(t
como
la
nota de V.
fecha de
S.
lio\-
cu\a suma
sigue:
cuenta que los niovimieiilos y las circunslaiicias -le es(;asez de aguada le lian precisado ejecutar ayer por la mañana, que se incendiaron los campos en circunstancias que se encontró con los salvajes unitarios, á imnediacioni's de la Laguna de los Ranchos.» Sin ocii|tann(' cu coiilestai' cll;! dctiMiidaiucutt' [lorque su contenido está invalidado iior el de la carta de \^ S. de la misma fecha que también he recibido, obser\'. S. (juf nadie \ai('' á mejor que yo sabe apreciar la •
:i
—
4>J8
—
justamente ronombrada valentía del coronel I.agos. y es por esto que he puesto siempre todos los esfuerzos que han estado de mi parte para colocarlo en aptitud de ejercerla en alto provecho para la patria, y para su ilustre jefe supremo el general Rozas, de quien V. S. hace muy bien en gloriarse siempre de ser adicto. También debo observar á V. S. que yo nunca le he señalado las «Chacras de Gómez» ni el «Bañadito», ni ningún otro punto como aparente para batir al enemigo: yo sólo le he señalado á V. S. algunos para situarse con sus fuerzas y poder desde allí llenar V. S. sus instrucciones.
Dios guarde á V.
S.
muchos
años.
Ángel Pacheco. CIIMPLEMENTO
Al,
CAPÍTULO LXVll
Muiitevidco. Sotiembrc 15 de 1486 Seña)- doctor Adolfo
Saldías.
Mi amigo y señor: Al contestar su la
parte en
con
ci[ue
V.
muy estimada del me pide le informe
:).
dejé pendiente
sobre lo que ocu-
coronel don Pedro .1. Díaz, al ser ocupado en que debía marchar para darse la batalla que tuvo lugar en Caseros el año 52. Me pide le informe, por haberme oído antes referencias que estaban en completa oposición con una reciente publicación en que á rrió el
el
ejército
este respecto se dice:
«Hemos oído de los labios de algunos de sus contemporáneos, que resistió caballerosamente las insinuaciones que se le hicieron con implacable insistencia para poner su espada al servicio de Rozas, cediendo al fin á la violencia y á
las
amenazas
del dictador, n
Conocí al coronel Pedro José Díaz á su paso, prisionero, por el campamento de Santos Lugares, y no lo volví ñ vei" hasta que fué puesto en libertad, repuesto en su
—
4r¡9
—
grado, pag'u de sus haberes y con permiso para puder palibremente sin restricción alguna. Entonces se
searse
me
presentó un día con una carta de mi amigo don MáTerrero, quien me lo recomendaba para que si
ximo
estaba en mi
mano
prestase
le
un
servicio
que
solici-
él
Esto dio lugar al comienzo de nuestra relación y á •que en lo sucesivo nos franqueásemos nuituamente nuestaba.
tras ideas y nuestras vistas: con la continuación de nuestras
relaciones que siguieron después estrechándose cada vez
más, llegamos á inspirarnos más y más confianza, hasta poder asegurarse que estábamos ligados por luia amistad recíproca.
Así corrió el tiempo, y alguna vez hablando con el gobernador creo que contribuí á predisponerlo más en favor del coronel Díaz, reíiriéndole algunas de nuestras conversaciones en que Díaz aparecía como el soldado franco, caballero, sin excusarse de pertenecer al partido unitario; pero al mismo tiempo obediente al gobierno de quien dependía, manifestándome siempre que toda Tez que la jiatria fuese amenazada por fuerzas extranjeras y defensa,
muy
particularmente
|)or
el
Brasil, estaría
á su
aunque fuese uniéndose si era necesario á los salvajes de la [)ampa. Yo le recordal )a su i)asado y la alianza francesa, pero á esto sólo me contestaba: no iiablemos más de eso: hoy han cambiado las circunstancias y me hallo libre de ciertos compromisos que me tenían atado entonces.
Vino nión
y
iiTuMito
el
año
oi, la
pasaila del general L'rquiza.
la
reu-
de fuerzas y todo ese gran movisiente en esos casos, y entonces era
organización (pie
s(^
cuando más frecuental)a sus visitas el amigo coronel Díaz. Cuando en nuestras largas conversaciones se vela en la necesidad de tocar su indiviilualidad. le decía yt>: «y usted, coronel, qué pa[)el desempeñará en esta emergencia; son los suyos los que vienen»; (Uio, me contestaba, con esa expresión franca y leal que lo caracterizaba: es Urquiza' .es el r)rasil. y yo couio soldado est;ir('' cu mi puesto al
— liulo
del
440
—
do mi patria, sea '.Rozas ó
gobieriH)
el
diablo»
(textual).
("onociendo,
al
i)iies,
iioinbre,
conio
se lo
hago pre-
seguro que lo que me diría era lo (pie sentía y (pie por nada cambiaría en su modo de pensar. Así fué que cuando llegó el momento no tuve inconveniente en asegurar qu»^ el coronel Díaz serviría al gobierno con la lealtad ([ue lo caracterizaba, si los sucesos lo obligaban á ello. Se precipitaban los sucesos y un día muy i)r(Jximo á sente,
podía estar
la l)atalla
de Caseros
l)uede seguir
me
«Usted no porque yo lo he y es preciso ver á quien hemos dijo
el
gobernador:
frente de su batallíhi
al
de necesitar á mi lado, de nombrar para que se ponga á su frente: taml)ién el de los costeros y otros piquetes que se han de reunir en un sólo cuerpo > ([ue formarán un total de 1.500
hombres con
game como toda
seis piezas
Yo
el jefe. » el
esa
de
artillería.
Piense y propón-
sin vacilar le propuse al coronel
Díaz
más aparente y capaz de fuerza:
está
sí,
cómo
pero quién sabe
organizar y mandar bien, me dijo el gobernador,
será recibido por la tropa y oficia-
les, por ser unitario: le dije entonces que desde (][ue el señor gobernador lo ordenase sería del gusto de todos: «bueno, vea usted si es como dice y contésteme». Di los
que creía conveniente y como no encontrase nada oposiciíón, se lo hice presente al general tíozas, quien me ordenó mandase llamar al coronel Díaz y le entregase el mando de toda esa fuei-za dándolo á reconocer l>asos
en
como jefe. Lo mandé
llamai-
presente la orden
sorprendido
momento de
al
(][ue
como
me
ordena
I
)a
y
me
la
hice
Rozas: se mostró y después de un siguiente: «Dígale usted
dijo lo
orden
señor gobernador, que aprecio su (iistiiición y lianza con (\ue me honra: que aunque unitario,
al
le
tenía del general
comunicarle
silencio
se
la con-
he de
cumplir con mi deber cuando llegue el caso, como dado á las órdenes del gobierno de mi patria.»
sol-
—
441
—
frente de estas fuerzas de infantería niaivhú á Ca-
A.1
y
seros,
noche antes
allí la
día de la batalla fué lia-'
al
niado á presencia del general para verter oi)ini(Sn sobre con los demás jefes del lo que (íebía hacerse, junto
de guerra. Pocos momentos después llegué á presencia del general quien se mostró muy contento del modo cómo se habían expresado el coronel Díaz y el coronel Chilavert. agregando que á pesar de estar muy satisfecho de la exactitud de las observacio-
en junta
ejército,
nes de aml)OS, era i)reciso
con bizarría
sostener
puesto en que se
el
coloc(J,
])ues fué él y el coronel Chilavert los últimos que cesaron de bai*er fuego cayendo juntos prisioneros, siendo menos
tcüz
el
valiente coronel Cliilavert.
Ksto es loque
bido
amenazas
mando de
hubo por mi intermedio, y
y violencias para entregar
si
hubiese ha-
á este jefe el
yo el que de seguro
ini[)ortantes fuerzas, debía hal)er sido
hubiese desempeñado esta misión enojosa, y entonces no jue hal)i'ía dispensado en lo sucesivo lauta Ix-iunolcucia como i;i (pif me acord('» después este
(lUf
iuol\ iilal)lr caballero y .Vípii
se
usted
licué
i'eliere
al
la
amigo.
verdad de
coronel Díaz,
y
al
ocurrido cu
lo
decii'
ijcl
docto)'
lo
que
Tomás
Anchorena, sin j)unlo más. ni punto menos. Ks de usted como siemj»re amigo
Aniomno ('¡líiaihi
Ál señor coronel roniruulanle en etcétera,
(jrnrral
Ciunple respetable coijio siuiie:
o|
jefe de
(Hiiiicz.
los
(íiici'u
víiS
de
departamentos,
l(S52.
etcéteray
don .ingel Jhcliero.
iufi ascii[)to
uoia
lie
Hi;ves.
de
\'.
S.
con
el
feciía
debei' de contestar á la
de boy
'2H.
rnyo tono es
—
—
44^^
«He recibido una nota de V. S. fecliada frente á la de Lujan en 96 del presente, fecha al parecer equi-
villa
vocada. «El coronel Lagos, como jefe que es de la caballería, puede disponer lo conveniente ya sea i^ara sus movimientos como lo verificó el 26 á la diez de la noche con las divisiones acampadas en el arroyo de Balta, ó para la división y subdivisión de las fuerzas en desemjjeño de su delicada y honrosa posición. «En cuanto al sargento mayor de mi escolta don Juan Pablo Albornoz, que accidentalmente lo coloqué cubriendo
por haberse V.
S. colocado sobre el flanco izquierdo del enemigo, he ordenado se retire y venga á este camino, pues tengo necesidad de él aquí, siendo allí innecesario por la presencia de V. S. con su fuerte división.
el frente,
«Como
señor gobernador,
S. E. el
hoy
se halla
á
la
cabeza del
ejército, puede V. S. si lo cree conveniente diobservaciones y detalles que juzgue á propósito lleguen á su conocimiento.»
rigirle sus
En
efecto,
nota que V.
ha S.
habido
eíiuivocación en la fecha de la
menciona. i)ues que en lugar de poner 26
debió llevar la del
27.
El coronel Lagos, señor general, no ha verificado mo-
ninguna clase con
vimiento de
das en ni
arroyo de Balta
el
después,
antes, ni
biera
mayor Albornoz,
á las
ni sabía
acampadas en dicho era que
las
10 de la
que
tales divisiones hu-
arroyo; lo
V,
S.
acampanoche del 26.
divisiones
que
sí
sabía por
mandado
había
el
retirar
todas las fuerzas de la Guardia de Lujan y con prontitud
aquel día
26;
y
el
señor coronel don
Ramón
venido á corroborar esto mismo refiriéndole infrascripto
hoy á
orillas
de
la
sencia del señor coronel Sosa.
Bustos ha
á la vez al
de Lujan y á precuanto á la presencia
villa
En
que V. E. menen su atenta nota, esta división se compone de seiscientos hombres con la cual ha maniobrado, hostili-
del
infrascripto con su
ciona
fuerte
división,
—
440
—
zado y siempre sobre el enemigo hasta el presente, ya destacando partidas y de varios modos según se ha podido hasta ahora. Si el infrascripto ha llegado á verse precisado últimamente ú maniobrar y hostilizar al enemigo sólo por su flanco izquierdo y por localidades pésimas qoe le han inutilizado la (^aballada con que á duras penas salió de la Guardia de Lujan la tarde del 26, ha sido á consecuencia de la reprimenda que recibió por haber ido con su fuerza á la laguna de las Toscas, á ponerse al frente del enemigo y en la ruta inerrable que calculó debían de necesidad seguir los traidores, como en efecto la traían, ordenándome V. E. marchar inmediatamente y bajo la más seria responsabilidad al punto de la estancia de Gómez, frente á la Guardia del Salto, lo que obedeció el infrascripto cumpliendo con su deber, pero con pesar. Todos cuantos partes he tenido el honor de dirigir á V. S. con respecto á los movimientos del enemigo y á las operaciones de la división del mando inmediato del
han sido exactos en todas sus partes, salvo alguna leve equivocación que puede haberse sufrido al
infrascripto
expresar algún concepto en
dencia ó
al
la
redacción de
ponerlo en limpio
el
la
correspon-
escribiente.
V. E. lia
ordenado la concentración de las fuerzas á un punto darlo y asi se va ejecutando gradualmente y así se hará mientras la superioridad no ordene otra cosa. En cuanto á lo demás el infrascripto queda enterado.
En
consulta de hoy con los señores coroneles Bustos
y Sosa se ha encontrado conveniente que estos dos jefes con sus dos fuertes divisiones se acerquen algo más hacia las puntas del rio que pasa por el puente de Márquez, á aligerarse de sus bagajes y concentrar su cabalkida. Aunque V. S. se ha servido decir al infrascripto dirija sus observaciones y demás directamente á S. E. el señor gobernador, todavía considera un deber prescindir el infrascripto
d.'
conocer en V.
S.
ser
el
órgano iiaUual
y
—
444
—
debido en las presentes circunstancias y mientras direc tamente no se ordene otra cosa. Dios guarde á V. S. muchos años. HlL.MUO Laííos.
Buenos
Aii'cs, rchreri) -^(ide 1SS7.
Señor doctor Adolfo Saldáis. Belííraiio.
Estimado doctor: (.'on
bre
referencia á la carta de V.
una
pidiéndome datos
so-
idea proyectada en aquella época sobre reimpatrio
de don Juan Manuel deRozas en estas playas, puedo recordar solamente estas palabras: Un amigo mío, don Luis CoíTo, con palabras ñrmes y muy reservado, un día me dijo: está V. dispuesto á seguirme en un viaje? lo que le contesté, ¿para dónde? en este caso lo informaré á V. en el mismo día de la salida; y continu() diciéndome si llegamos á realizar este viaje será para V. una gran cosa, á lo que le contesté: está bien; V. me clandestino
lo
avisará.
Kste me encargó mucho el secreto. Después de algunos meses me ocurrió presentarle algo sobre el viaje misterioso que me explicó en esta manera; la cosa era de grande diciéndome todo ha naufragado. .
.
importancia.
Don
M. Hozas, dijo, estal)a pronto para embarcarse en
.1.
en un buque de vela con destino para el paso en las alturas desde el Polonio en la de cabo Santa María, y otro buque debía con inteligencia salir de Montevideo al mando de V. en demanda de a(|uel, recibir á Hozas y desembarcarlo al sur en la costa Quequen Grande, Lobería, con todo lo que hubiera llevado; aquí, «lijo, todo estaba preparado como para recibirlo y dar un golpe de sorpresa, pero circunstancia imprevista que aun no he llegado á saber ha destruido Inglaterrii Pacífico,
todo.
y recalar de
— Como
la señoi-a
44.")
—
de éste se intitulaba pariente de Ro/as, muy al corriente de lo que
era de suponer que estaba
en aquella época pasal)a. Esto es todo lo que puedo iiacer para satisfacer á V. Siempre en lo que pueda serle útil su servidor que lo
saluda con distinción.
Antonio Susint de Oruíoni.
índice del tomo V Pág.
CAPÍTIJLO L\U.—Ru2nura de hecho de Resultados del
I.
de la
retiro
Francia en Montevideo. (le
Montevideo
robustece
iiitei'vención
Medidas
II.
británica:
oficiales
protectorado
el
la intervención (1847-1S48). protectorado de
el
con las cuales
francés.
el
gobierno
Actitud de
III.
la
prensa de Montevideo respecto de lord Howden: Cartas del doctor Várela.
— IV.
Denuestos y pasquines contra
ministro británico.
el
V. El go-
bierno argentino da cuenta á las provincias y á la legislatura de Buenos Aires del resultado de se ventilan
la misión
oradores: boceto del doctor Baldomero García: su
— VIII.
sidad de resistir la intervención.
curso sobre
el
mismo tema: discurso
— XI.
que asunien los representantes. el
Principios que
voto público y
— XIII.
general Necochea.
— X.
IX. Decla-
Responsabilidad individual
El ludibrio de la prensa de los emi-
XII. Notable carta del
Situación á que había llegado la fracción anti-
XIV. Iniciativa de Rivera en favor de
riverista de Montevideo.
Los
El doctor Lorenzo Torres: su dis-
consenso imisarcial.
el
— VIL
discurso sobre la nece-
del doctor Vicente López.
raciones trascendentales de la legislatura.
grados:
— VI.
Howden-Walewski.
con este motivo en la legislatura de Buenos Aires.
con Oribe: proposiciones acordadas que
le
remite á éste.
de Montevideo se propone cruzar esta negociación
— XV.
la
paz
El gobierno
y destituye á Rivera de
todo mando.
XVI. Comisión militar del coronel Batlle para reducir y extrañar á Rivera. XVII. Cómo da cuenta Batlle de su comisión. XVIII.
—
—
La hipocresía vergonzante contra Rivera: los amigos de éste exliibeu las verdaderas causas de ese destierro. — XIX. El gobierno de Montevideo corrobora oficialmente esas causas. — XX. Ecos que inspiran á la prensa XXI. Síntesis biográfica del general Rivera: juicio critico imijarcial. acerca de su personalidad militar: llo:
ñas: el
general
hombre de Rivera.
el
general y
circunstancias que atenúan los
familia:
riaga.
— XXIII.
el
caudi-
— XXV.
— XXIV. cómo
el
—
se explota estas muertes: lo
íntimos del general Paz.
CAPÍTULO
atrinchera en
El nuevo gobernador de Corrientes: cómo reputan éste y XXVI La muerte de los cuatro jefes del
ejército correntino:
el
del
Batalla de Vences: derrota completa de Mada-
Urquiza la victoria de Vences.
Vences:
yerros
Corrientes:
Los departamentos de Corrien-
pronuncian en favor de Urquiza: Madariaga se
campo de Vences.
I.
de partido:
XXII. Renovación délas hostilidades en
Urquiza marcha sobre Madariaga. tes se
los
el jefe
su personalidad en las batallas: su sistema para conducir sus campa-
que
XXVII. Trascendencia
al respecto dicen
de
la
victoria de
pacto federal de 1831 triunfante en los tiempos
LVIII.
La prensa
1
propagandista y doctrinaria (1845-1848)'
Los ecos dirigentes de la propaganda: El Comercio
del.
tecedentes periodísticos del doctor Várela; reputación que
Plata. le
— II.
An-
su
lier-
creó
447 Páí niauo don Juan Cruz.
— III.
El diarista y
el
político dul^^nto la elaboración
y la época de guerra.- -IV. El político rivadaviano: su caudal y el V. Perfiles de la propaganda de Várela.
social
de los sociólogos sus coetáneos.
— VI.
El Comercio del Piala campeón de
intervención anglofraucesa:
la
Cómo
personaliza en Ro-
zas la cuestión de la intervención: distinción que hace
La Gaceta Mercan-
relaciones sobre
til:
el
combate de Obligado.
del sistema americano.
mundo jando
VII.
VIII. Los votos de Mr. Thiers: la opinión del
según El Com.ercio del Plata.— IX. El extravio moteLibertador San MartÍTi: cómo encara el Libertador la cuestión do
civilizado
al
X. Contraste entre esta propaganda
la intervención anglofraucesa.
consenso nacional: cómo ha do apreciarla
y
el
XI. La propa-
historiador.
el
ganda doctrinaria de El Comercio del Plata: la legitimidad de la segregación del Paraguay: adjudicación á Bolivia de rios argentinos. — XII. Derechos que á tal titulo ijretende crearse sobre territorios argentinos. so de los títulos
el
gobierno de Bolivia: sus decretos
ElComercio del Plata hace caso omiresumen de estos títulos notorios. XIV.
XIII.
argentinos:
Doctrina de El Comercio del Plata sobre navegación de
interiores:
rios
uniformidad d¿ la legislación internacional y de las leyes argentinas que Hozas invocaba.— XV. El hecho déla Confederación Argentina según El
Comercio del Piala: doctrina demoledora
del orden nacional:
los antece-
dentes unitarios que invocaba Várela contra la Confederación: antecedentes legales de la federación: la
convención de Santa Fe: Rozas y el pacto el hecho legal de la Confe-
de 1831: principios orgánicos del pacto de 1831:
deración Argentina, reconocido por las naciones civilizadas: trascendencia del pacto de 1831
en
el
organismo deünítivo do
XVI. Efectos de esta propaganda:
la opinión
República .\rgentina.
la
—
XVII. La
Echeverría.
de
prensa de los emigrados de Chile: unanimidad de la chilena para condenar
la
intervención anglofraucesa.— XVIII. El Xicracano
La Gaceta
y
— XIX.
El Progreso: el ingenio de Sarmiento: Sarmientoiilea; resistencias que siempre provocó.— XX. Sarmiento combate á B|0zas propagando doctrinas. XXI. Sus primeros artículos sobre Chacabuco. de Comercio.
XXII. Congreso Americano: libre navegación de los ríos.— XXIII. El FaXXIV. La personalizael ambiente de la naturaleza selvática.
cundo:
ción en los instrumentos de acción para fundar la teoría de civilización
asegura
barbarie: de dónde surge la idea trascendental que el
el
y
porvenir y
progreso de la República: á quien puede regir la doctrina de civiliza-
ción y barbarie: lo que hace notable
acerca de este libro.
XXV. La
el
Facundo: impresiones de Rozas
Crónica: cómo Sarmiento parte
hechos consumados para hacer propaganda contra Rozas. miento aboga por
una constitución:
el
régimen de gobierno federal
la legalidad y los
La Gacela Mercantil.— [irincipales
fundamentos
XWU
.
Sarmiento
del gobierno
jiropaganda de Sarmiento: Sarmiento bro
el
Estrecho de Magall,anes.
la constitución,
divulga
federonacional.
cho liumano aplicado á las constituciones. le
en
según
La Crónica
XXVIII. El
XXIX. Hozas reclama
atribuye á Chile
XXX. Cómo
los
Sar-
invita á Rozas á dar
é
fundamentos de
de
XXVI.
los
los
dere-
de la
derechos so-
explica esto Sarmiento en
Slcd-Amifrica.—WXl. Apogeo de Sarmiento en
Chile:
libros
que da á
418
luz.— XXXll.
— XXXIIl.
Va.reUi y Siiniiieiitíj:
Sus dcsacucM'dos
(iist;iiu-ia, cjiíe
CAPÍTULO LW.—E/ Apogeo
1.
— IV.
é
nohicrno
— III.
on
[Miljlioa.
el
(184R).
.•oipri-tiio
de Veiifcs.
liatalla
Aspecto general del
sociológicas entre
Similitudes
Carlos V
s()[i;U';ilj;(,
:>;i
liazas después de la
del poder de
xroso de los emigrados.
los
literarios
i)aís
en
allí:
Ite-
de 1848.
gobierno de Hozas y los do César,
Palermo.
Isabel de Inglaterra.— Y. Palormo: lo qne era
Trabajos que Rozas emprende
— 11.
el afi
VI.
— Vil
Palormo cuatro años después.
La
.
VIII. Las dependencias del ostabledinientu.— 1\. Las
«asa de Palermo.
peonadas de Palermo: distribución del trabajo y método del establecimienX. La vida de Kozas en Palermo. XI. Palermo paseo público. Xll. to.
—
Rozas absorbido por •íl
gobierno.
XV. Cómo
— XtV.
la tarea
gubernativa.- XIII. Cómo se
identifica
<',on
Consecuencias de esta concepción del personalismo.
XVI. Sus relaciones con
se inicia su decadencia intelectual.
XVII. Ceremonial en las conferencias semiXVIII. Arrebatos que le sobrevienen. XIX. Su manifiesto oficiales. fastidio por los honores que le dispensan .—XX. Rozas en la infiíaidad de los oficiales de su secretaria.
su casa:
el
general Soler.
XXI. Don Adolfo
SlansiUa:
(d
doctor Lo]iper.
XXÍI. Una dama y el doctor Vélez Sarsfield.— XXlll. Sombras del apogeo: XXIV. Kcos de El Comercio la mina para hacer volar la casa de Rozas. Plata y de La Gaceta Mercanlil.—XX\ .A.ctitu
/leí
.
tiosa de Montevideo:
r\
goliirmo di^dava,
iiuposildi' su
XXVII. Atentados contra la propiedad y de reprimirlos.— XXVIII. líl asesiimto sensacional
osa plaza.
XXIX. Cómo
se conceptiía este asesinato en
imputación
Hritish Pacliet: Crficeta
el
rxistmeia y
del
Cerrito.
Mercantil.— '^XWl. E
la
dr
Várela.—
doctuí-
— XXX.
El Conservador .—'S.\.Xl.
de
la,
la ^ iila: iniíiosiUiliilad
Kco del
Ecos de
La
prensa del Brasil: la imputación:
asesinato á la luz de los liechos.— XXXIII. Dificultad para encontrar bi verdad á través de estos ecos: Moreira. —XXXIV. Lo que Moreira le dijo á Cabrera babor visto en su casa: Oribe le ordenó á Cabrera que matase á id
Várela? deposición de Blanes: extravio del proceso de Cabrera: notable deGómez, miembro del jury que juzgó á
claración del doctor Juan Carlos
Cabrera: circunstancias que impiden afirmar con conciencia que Oribe le ordenó á Cabrera ese asesinato: necesidad de que ese proceso aiiareciera
para execrar una vez más entonces jialabra.
la solidaridad
el
asesinato político.— XXXV.
respecto
de las
tes
la '^'í
Pésima impresión que produjo en Londres den-Walewski: el
se entendió
escrita
(WPÍTl LO lj\.—La misión Gore-Gros.—El I.
Cómo
inmunidades y garantías de
el
el
t/oblenio ^¡'^¡n'iiw (1848).
fracaso de la misión
parlamento y los círculos comerciales.— II. El
Dayle News.—Ul. La interesadas un
mi-diadorcs, inician
el
rio
con
luisión (lore-Gros:
de el
la
cómo
la
y
interpretan las par-
Plata.— IV. Negociación que,
gobierno de Montevideo y
How-
Timen
el
á
titulo de
general Oribe.—
^
449
Pás V. Invitac'ióu
de
los
que trate con Oribe, bajo
cómo entienden
gobierno de Montevideo para
al
i>li3nipiiteiieiai-¡os
dar por terminada su misión:
aijercibiiuieiito de
VI. Bases de arreglo que ijresentan
esto en Montevideo.
á Oribe y al gobierno de Montevideo, y que éste acepta. VII. Oribe comunica al gobierno argentino lo actuado en la negociación: el gobierno
argentino desaprueba la negociación.
— VIH.
Bases bajo
las cuales Oribe
complemento en lo relativo al gol)ierno argentino. IX. Lo que había de esencial para el gobierno de Montevideo: éste pide
acejita la mediación:
plenipotenciarios
los
il
exijan
la
ó negativa de Oribe á las
aceptación
X. Critica de la conducta del gobierno de argentino.— XI. Presión de Rozas sobre el ánimo del
bases aceptadas por su parte.
Montevideo y del ministro Arana.- -XII. Vistas que sobre la negociación be
XIV. Error de Rozas en
timo.
cesidad de tratar con
ante
rechazo
el
el
negativa de éstos.
como
l
representa á éstos la ne-
les
gobierno argentino: sorpresa que causa en Mon-
de Oribe.
XVI. Alegato
plenipotenciarios para
los
trasmite á Ori-
oijonerse á la negociación tal
XV. Oribe
conduelan los plenipotenciarios. tevideo
le
XIII. Lo que debia ser esencial para este úl-
gobierno argentino.
el
del gobierno de Montevideo
que vuelvan
al estado de intervención:
XVII. Comunicación antidiplomática de los plenipo-
XVIII. Tono contundente con que éste XIX. El bloqueo siii generis sobre i^uertos recursos que daba este bloqueo á las negociantes que tenian
tenciarios al gobierno argentino.
repulsa esas declaraciones. orientales:
rematado
XX. Protesta
derecho de aduana.
el
XXI. Medidas extremas
represalia que toma.
XXII. Los usureros extranjeros y XXIII. Bala rasa entre El Lomercio del deo.
del gobierno argentino y del gobierno
de Montevi-
la influencia de estos dineros.
Plat'i
y
La Gaceta Mercantil: XXIV. La revolu-
sobre la intervención: sobre la libertad de la prensa.
ción de los últimos orientales para fraternizar con Oribe: las legiones ex-
XXV.
tranjeras ahogan la revolución. tervención:
cómo estaba defendida
y en
el
CAPÍTULO Ideas
I.
su
de Rozas
gobierno.
Sede: III.
el
LXI.
II.
en
la
de la diploma-
de
S.
M. B: pasaportes remi-
El ¡jobierno supremo [continuación) (1848) materia
religiosa:
patronato nacional
que observó
principios
gobierno
el
argentino
nombramiento
IV. La diócesis queda bajo
el
del obispo dio-
gobierno del sena-
do del Clero: misión de Monseñor Badini: conflicto con motivo de la
y
—V. Rozas
demás gobernadores para
en
y la Santa y las provisiones directas de Su Santidad.— el
Negativa de Su Santidad á couürmar
ción de días festivos.
in-
coronel
Cerdeña
Conflicto «ntre
cesano de Buenos Aires.
de el
gabinetes de París y Londres: en Bolivia
Brasil: rechazo del cónsul general
tidos al ministro del rey de
que lleva
XXVI. Movimiento
Moreno: la Colonia se rinde á Oribe. cia argentina: trabajos ante los
El penúltimo baluarte
la Colonia: asalto
y la
Compañía de
al)ül¡-
Jesús: sus notas á López
aboliría en la Confederación.
VI.
Cómo
venti-
lan esta cuestión la prensa y la legislatura: discursos contra los R. P. jesuítas con motivo de la discusión de la respuesta al mensaje del
Ejecutivo.
Vil. Boceto de Camila O'Gornian.— VIH. Boceto de Gutiérrez.— IX. Rela-
TOMO
v.
2'J
—
—
4r)()
Pás oioucis
outi'f
hecho
este
ambos;
á
Gutiérrez.— XII. Cómo
;i
XIII. Impresión que
del Clero.
clasiflcan
las dignidades
hecho
l'rovidcucias
y Camila
la justicia ordinaria
¡i
XV. Deposición
sea recluida en la Casa de Ejercicios.
— XVI.
ese
Rozas.— XIV.
]irodiicc á
\v
expide para que Gutiérrez sea librado
(jue
X. ¡uiprusiDUi's diversas que
Corric'iitos.
XI. Situación coiiipromotidadel Clero: jiesquisas para
in-ddiRi'.
tíucoitrar
fuga
la
de un testigo ocular.
Rozas para con Camila y
Crueldad singular de los enemigos de
Gutiérrez.— XVII. El Comercio del Plata los condena como criminales XVIII. Rozas consulta
fames.
buque que conduce á
del
el
XIX.
punto á varios letrados.
San Pedro
los i)rófugos: el jefe de
in-
Siniestro
los remita
li
Santos Lugares: y Rozas le ordena al jefe los haga fusilar.— XX. Sorpresa XXI. El ánimo y la fortaleza de Camila: Reyes demodel mayor Reyes. ra la ejecución: le pide á
comunica ú Rozas
— XXIII.
El cuadro del patíbulo.
y siete años después:
Rozas interceda por Camila y le XXII. Preparativos de la ejecución
la señorita de
estado de ésta.
el
XXIV.
Visita á Santos Lugares treinta
calabozo de Camila y
el
da.— XXV. Indignación que subleva
tuvo y conservó Rozas de la necesidad de
que hizo
i'ii
en que fué sacrifica-
tal ejecución:
XXVI. Sus
desde su ostracismo.
1,S7Ü
sitio
el
esta b.irbara ejecución: convencimiento
declaraciones
declaraciones de esta
época
121
CAPITLL(-) LXll.
Las coticenciunes con Gra>i Bretaua
1/
Francia (184S-1849) I.
y
La crisis eunqiea en 1818. — II. Aspiraciones y principios (jue proelania demanda la democracia europea. — III. Progreso notable que señala movimiento general y simultáneo. IV. Opinión que sobre el aspecEuropa le trasmite San Martín á Rozas. —V. Rumbos del nuevo
este
to de
gobierno
de Francia respecto de
y Tliiers.
— VI.
tina.
cou
— VII.
la
La Gran Bretaña
Confederación.
guerra en
el
Plata:
moria que
el
primero
— X. — XI.
merston.
El
la paz.
P21
Argentina:
gencias
VIII. Inútiles esfuerzos
el
general O'Brien y
le dirige
al lord
Martin. del
que
los
:
— IX.
en favor de
— XIV.
La respuesta
XII.
caballero
Southern: exi-
Término
conciliatorio
á que llega á mérito de las seguridades del ministro Southern de arreglo que confidencialmente
presenta
ser sometido de acuerdo con Oribe, á S.
produce en Montevideo ly
:
:
separado
al
— XVI.
la
M. B.
— XV.
de Francia.
:
para
Impresión que esto
impresión de D'Israc-
nombre de Francia
:
hábiles
Moreno para romper la unidad de XVII. La Gran Bretaña ante sus
— — XVIII.
intervención en favor de la paz.
intereses y los visibles
proyecto
Negociación de paz que inicia por
contraalmirante Lepredour en
trabajos de los ministros Sarratea y
:
gobierno argentino,
el
esfuerzos de los negociantes
impresión de Sarmiento.
Me-
triunfo de la Confederación
el
Misión del
gobierno argentino.
i^az
déla
respuesta de lord Pal-
disposiciones
las
la
agitadores
ex-ministro üuseley.
el
da á Rozas.
le
— XIII.
de
Palmerston
ex-ministro Mandcville:
testimonio clásico
previas
hacia la Confederación Argen-
pronuncia definitivamente por
se
Libertador San Martín ante
Rozas á San
de
Confederación Argentina: Lamartine
la
Manifestación de simpatía
La Francia ante
la perspcc-
—
401
l'ás
tiva
seguir
(le
presenta
iiitrrviMicióii
la
— XIX.
siila.
]ini- si
eonli-aaliiiirante l,i
el
XX.
en tratar sobn' las liases Hooil. su gobierno un proyeeto
liases de
anvglo que
argeiitiud
tr')))ienii)
éste insiste
:
El contraalniiraiite acepta
eonvención que eo.ilidencialmeute
iIp
le
referirá
el
presenta
le
XXI. Medidas amistosas que éste adopta para XXII. La cámara délos lores acepta la eonvención propuesta por el gobierno argentino. — XXIII. La prensa de gobierno argentino.
el
Gran Bretaña.
eon Francia y
Francia tina.
«ante el
— XXIV.
arreglo entre la (íran Kretaña y la Conlederaeiún .\rgeu-
Discusión
acordado á Montevideo.
nsam1)lea
la
imi
— XXV.
Francia sobn-
de
subsidio
ul
Proyecto de los partidarios de
gue-
la
— XXVI. Cómo encaraban estos proyectos la prensa guerrera y la pacillca. — XXVII. rii'cuustancias que debían decidir al gobierno argentino arre;ílo cmii las yrandrs )H>lcncias. — XXVIII. Cóino á roncluir rra.
el
i'l
ministro
cómo
(iuido
la
corrobora
corroboran
Hozas ri'nuncia tura
el
Uo/as
;l
— XXX.
Hozas.
descubre
nueva
la
las relaciones
manifestación que ésta
:
insistir
en su íenuneia.
I'rquiza con
di-
le
S. M. B. liace tes británicos.
ciones
:
Sensación
.sería
paliellón
soberano del
policía:
pueblo
el
que
el
;;(ib¡eriic) ait,'ciiiirio
el
ai-;,'iiitino
el
:
critica legal
:
preánibubi
di'
I"
rancia
gobierno argentino sobre los
— XXXVI,
la
del
Estado
r(»conoc¡mieiito del derecho
;
ríos interiores de la
Confedera-
convención
Soutlu'rn-
de
trascendental
Ini])ortancia
comparada de
desalojo del territorio y sahi-
:
délas fuerzas argentinas
retiñí
:
á la iniciativa de los
cabalUro Southern para firmar
B. autoriza al
Oriental, siniiiltáneamenle con las
ción.
de
una calamidad pública.
convención Soutliern-.Vrana al
de la cual
los gobiernos de provincia manifiestan
:
— XXXV. S. M.
la líonvr'ución cdii
ilo
actitud de
:
en medio
produjo la insistencia de
(jue
el ji'le
i>alabras del mensaje gubernativo relativas
extranjeros.
Brasil
el
:
le
XXXIII. El ministro de igual manifestación, y presenta una petición de los residen— XXXIV. La legislatura procede de acnerdo con las peti-
de Rozas
retiro
Brasil
hace;! Hozas: motivos que da Rozas para
— XXXII.
la legislatura
el
Ideas que |irevaleciau en la legisla-
Hozas: manifestación popular que probibe jieticiona á
por
Oribe y Reliagüe
y de prosperidad
— XXXI.
gobierno.
XXIX.
Lamas.
ministro
Actiialiilad de paz el
coalición encal)ezada
la
Arana
1
CAl'l'ri
1,()
I.Xlll.— L^' contención Arana-Li'pn'(loiir.—(\>
La |e;íislalnra anlori/a
I.
;i
Hozas para
Arana: recepción del ministro 1".
'ü
di,'
de la convención: entrega de i/i;
Mo y
Mai/o: Ui^ buques lii
saludan
producen en
c-cnj
Bmmos
ile
isla
S. M.
— VI.
de Martin
—
III.
l'.nt
;i
su afición
Lógica
il
¡i
la
cim venckin Siuilbern-
('nniplinuentn del artii-nln (.iarcia: entrejra ilid
proa
y
barco
jiahellón argc?nti-
el
nsiasujo
las manifestaciones
condón Santiago Arcos.
fiestas de esos días.
II.
B. arbolan
di ca-ionazos. .Aires:
Boceto del caballero Southern: ciones útiles
la
ratilicar
S. M. Ji.—
qne estos sucesos
tiestas
piiblicas.
los reiriié'canos: sus
— IV.
observa-
V. Retraimiento de Hozas en
que obedece
la
las
elección de gobernador
de Buenos Aires: dedoración ipie con tal motivo suscriben individualmeMte los
miembros de
la,
le;r¡fjiainni.
— VII.
Lo que absorbía
jior
entonces la
ti
4:)-J
Pájí.
dr
cituiiciiiM
VIH.
l'lata.—
Cómo
iiiesperado que toiiiu en
exige los antecedentes de la
se deja sorprender
el
arreglo do esta cues-
al
ruidosa discusión que provoca
gabinete:
X. Impugnación del ministro Rouhcr.
tos del informe.
almirante du Petit Tliouar.
— XII.
predour:
cómo
faltarle
conocimientos exactos
combate
lo
Discusión
conde Darú.
al
Darií: fundainenl
— XI.
Arenga
del proyecto de
— XIII.
conde Darú.
el
la i-uestión del
negociación Lepredour.
estratagema de Mr. Thiers: informe del conde
la hábil
Cómo
es
— XIV.
el
el
que no podían que
Informes
general San Martin.
binete de Francia: carta
que
le
ministro
dirige al
di'-
tratado Le-
XV. Modo como aplica estos conde Darú. — XVI. Trabajos del Libertador San Martin con
había dado
mes
Francia
Opusifiüii que suscita Mr. Tliiers
asamblea
tión: la
IX.
líozas: ^h\i
le
infor-
ga-
el
de obras públicas.
—
XVII. El gabinete hace suyas las conclusiones de San Martín: simnltáneo despacho
contraalmirante Lepredour, y petición de los negociantes XVIII. Mociones en la asamblea de acuer-
del
franceses en favor del tratado.
—
XIX. El momento
do con las miras del gabinete.
darios de la guerra: la elocuencia de
Sus vuelos por
la guerra con el Plata.
del tratado Lepredour.
ción del Paraná y
el
tado Oriental y el
saludo
navega-
la
Mr. Tliiers contra
^Ir.
garantía de Francia sobre la independencia del Es-
derecho de paz y guerra de la Confederación Argentina: XXIV. Triunfo del gabinete: la asam-
el
XXV.
subsidio á Montevideo.
el
— XXVI. La
previa que exige
negociación
El gabinete se contrae á ter-
del almirante
la cuestión del Plata: carta
Arana.
Rouher.
del ministro
réplica
argumentos de Mr. Thiers:
Viena invocado:
tratado de
XX.
Sus argumentos en contra
pabellón argentino.
al
blea vota
minar
— XXI.
Notable
i>ara destruir los
Thiers: la pretendida
•
— XXII.
XXIII. Su táctica
para los parti-
crítico
Thiers puesta aprueba.
'Slr.
de
.\rana-Lepredour.
Mackau
— XXVII.
al
ministi-o
Satisfacción
gobierno argentino: discusión del objeto de la conven-
el
ción: del retiro de las fuerzas argentinas: del bloqueo: devolución de la isla
de Martin García y saludo al pabellón argentino: del titulo que se daría á Oribe.
— XXVIII.
de éste con
el
contraalmirante Lepredour: conferencias
Respuesta del
general Rozas.
— XXIX.
contraalmirante Lepredour arre-
El
gla con Oribe la convención respectiva: principios y derechos que ésta deja
á salvo.
— XXX.
El gobierno argentino autoriza
Jirmar la convención
XXXI. El
CAPÍTl
trluiifo
l,
]j\\\
al ministro
Arana para
definitiva de paz: la convención .\rana-Lepredour.
—
del derecho de la Confederación Argentina
.^La
diploinacia, del Brasil y la
171
nueva
coalición.
(1850-1851) 1.
P^ropósitos del Imf)erio del Brasil
cuando ve triunlante
Argentina de la intervención anglofrancesa. macia.
III.
La invasión
del
II.
la
barón de Jaculiy al Estado Oriental: combates
con las fuerzas aliadas hasta que aquél repasa la frontera. cia
que daba
el
IV. Importan-
gobierno imperial á esas invasiones: cómo las
prensa de Río Janeiro. ministro
Confederación
Antecedentes de su diplo-
V.
Cómo
acoje
el
aprecia la
Imperio las reclamaciones del
Guido: graves declaraciones del ministro Paulino Suárez.
Guido presenta en conjunto
los
hechos que
VI.
motivan sus reclamaciones:
—
—
—
453
Pao provocaciones á la guerra que denuncia.
VII.
Cómo atenúa
gobierno
el
imperial las invasiones del barón de Jacuhy: Guido insiste y declara que se retirará de Rio
saba
el
si
no se da reparaciones.
ministro Arana:
el
presente al gobierno imperial.
límites
y renuncia que
el
Lo que acerca de esto pen-
XI. La diplomacia del Imperio en
XV. Reserva de que
recibir el subsidio:
IX.
Para-
el
sobre
XII. Arreglo
este gobierno le propone al del Imperio en
XIII. Porque
cluyó inmediatamente tratado tan halagüeño. concluye.
Imperio en 1841.
gobierno de Montevideo.
de un fuerte subsidio en dinero y armas.
lo
el
X. Ultimátum que Rozas ordena se
Porqué Rozas rechazó este tratado. guay, con Urquizay con
VIII.
tratado arreglado con
el
cambio
Imperio no con-
XIV. Oportunidad en
qui-
para dar y
se valen los contratantes
da Souza y Buchental, ó sea el gabinete imperial. XVI. XVII. Honores que le discierne
Fallecimiento del Libertador San Martin.
XVIII. San Martin lega á Rozas
la prensa eurojjea.
el
testamento. —XIX. Porqué discernió
Rozas: éste
manda
da en su
le
honor á
Libertador tan insigne
el
reimpatriar los restos del Libertador. -
de la legislatura de Buenos Aires contra
el
usó en
sable que
sus campañas por la independencia amei'icana: testimonio que
XX.
Protestas
Imperio: Rozas insiste en dimi-
mando.— XXI. Ruidosas manifestaciones en las provincias para que Rozas permanezca en el gobierno. XXII. Cómo Urquiza hace resaltar la
tir el
íigura de Rozas al pedirle lo mismo.
ción de Rozas.
XXV.
ministro Paulino.
XXVI. El ministro si
El Imperio
Este resultado revela le
fondo de la resolu-
inipei-ial: el
el
.\rana desaprueba esta conducta y
no se da inmediata reparación.
Exposición de Guido al gobierno
— XXVIII.
el
Gestiones confidenciales del ministro Guido con
ordena pida sus pasaportes
le
XXIII. Lo que se pensaba respecto
XXIV. Loque había en
de la insistencia de Rozas.
XXVII
su retiro de la corte del Janeiro.
estado de la nueva coalición.
XXIX.
exige al gobierno del Paraguay que invada Corrientes: mar-
cha de López por la linea del .\guapey.— XXX. Desavenencia entre López y
el
gobierno imperial: importancia que á éste se atribuye.— XXXI. Inexpli-
cable actitud de jefes caracterizados de la coalición, para alejar la idea de
un rompimiento con
el
C.VPÍTULO LXV. I.
Imperio
La
"'OS
la nueva coalición. propone batir á Urquiza.
Formas concretas y tangibles de cuenta de
ello
á Rozas y
lo
Rozas á pesar de las seguridades de Oribe los actos de la coalición.
Rozas.
tercera coalición contra
— IV.
—
Oribe
II.
(l.sr>l)
le
il:i
Negativa de
III.
Optimismo de Rozas ante
V. La circular de Urquiza á las
provincias. -
VI. Los jefes federales: la respuesta del coronel Lagos al ministro Galán.
— VII. mayo
Forma
política del pronunciamiento de Urquiza: el decreto de
1».
de
de 1R.")1.— VIII. Critica de este decreto: las formas legales y la parti-
cipación del Brasil.— IX. El pacto de 1831 ante la segregación de Entre Hios.
—X. La
última vatio
del general
común.— XI. E\ tratado Montevideo. — XIL Contradicción
la
obra
Unjuiza
pai-a
entre Urquiza,
llamar á los argentinos á el
Imperio y
entre el motivo y el
reminiscencia del tratado de 1813.— XIII. Lógica del Brasil: las eslipulacionos del tratado.
;l
que
lin
el
gobierno de
de este tratiido:
ol)edc;cía el
XIV. El verdíidero Un
Impirio del
tni-
454
]'át
tado: triunfo fluían
para
lie
la diiilomaciu
qiio las
di-l
provincias no adhiriesen
— XVI. Las provincias invisten y
lo
lo
— XY.
linpi'rio.
que
Circ-unstanciaíj
in-
al
pronunciamiento de Urquiza.
el
poder suin-emo de la Nación
á Rozas con
encargan de convocar un congreso constituyente: la de Catamarca se
comunica
XVII. La de Salta sanciona idéntica inves-
á Urquiza.
así
tidura: la
proclama
tos en las
demás provincias;
gobernador Saravia y su circular á las provincias. —XVIII. Solemnidad de formas con que se revisten estos pronunciamiendel
XIX.
2'ronunciamiento de la de Mendoza.
el
El de San .Juan, San Luis, Santa Fe y La Rioja. XX. El de Córdoba y el de Tucumán. XXI. Crítica de este pronunciamiento. XXII. Bases del cri-
para apreciarlo en todo su alcance:
terio histórico
Ur-
la organización do
quiza, frente á la organización de las provincias.— XXIII. Reiiercnsión df
este pronunciamiento en
Buenos
XXIV. Ovasión popular
los teatros: las alegorías de
pena y
Aires: la revista militar del
XXV.
Rozas.
á
—
de julio
.9
Demostraciones singulares en
XXVI.
circunstancias.
drama Juan
El
s¿7i
consecuencias del parecido del protagonista con Urquiza.
las
XXVII. La propaganda en
XXIX. Reclamación
la
XXVIII. La poética guerrera.
prensa.
del ministro de S.
iM.
B. respecto del previo aviso para
que rompan hostilidades las potencias signatarias del tratado de 1828.
XXX.
Respuesta del Imperio: exposición de motivos del gobierno argentino
]>ara declarar
de 1828, inició
el
Motivos que da Rozas á las provincias para [aceptar
—XXXIII.
XXXI.
que se ve precisado á recurrir á las armas.
lidades qne, en violación del ti-atado
La
de Buenos
legislatura
demás legislaturas y declara nulos
Hosti-
Imperio.
XXXII.
mando
supreini).
el
Aires reproduce la sanción
Urquiza.
los actos de
de las
XXXIV. Nue-
vas manifestaciones en celebración de haber Rozas aceptado
el
mando
su-
premo: las inscripciones en la plaza de la Victoria: la procesión cívica: los oradores en los teatros. XXXV. Las actas de adhesión al gobierno nacional de Rozas: las de los dignatarios del ejército y armada: la de los altos
fnncionarios de la administración: la de los magistrados, curia eclesiástica
y corporaciones:
la
de la academia de
jurisprudencia:
los
paraguayos notables á Rozas, para que
la
de
los
abogados:
XXXVI.
Exposición de
jirovincia del
Paraguay sea
manifestaciones individuales de hombres notables.
reiiicoriiorada á la Confederación .\rgeiitina
CAlMTI'Lo I.W'I.
Lff
tercera coalición contra
nuación) ,
Ültimos entidad
arreglos
entre
dominante en
los
235
aliados.
la coalición.
Rozas
— II.
— III.
VÁ
Imp(n-ii)
El general
Brasil
did
de Oribe: pronunciamiento
Uruguay con Urquiza. ticio de 1849
misión
— V.
y comienza
del coronel
— VI.
Aires.
declaraciones que justifican su conducta.
— IX.
— IV.
éste
Ajuste entre los
Dislo-
pasa el
el
armis-
Situación definida de Oribe:
ante Rozas: los jefes argentinos
un buque británico y pasan á Buenos de Oribe.
de Garzón:
El gobierno de Montevideo denuncia
las hostilidades.
Ramos
como
Rivera reclama un
puesto en la coalición: esfuerzos infructuosos en este sentido. cación del ejército
(conti-
— (1851).
— VII.
— VIII.
se dirigen á
Capitulación de Gribe:
Fin de la carrera pública
coaligados para (uinplir los objetos del
á:):>
Pac tratado de
á'J
de marzo.
X. Estipulación sobre la formación del ejército
XI. El tratado de 1843 y
aliado y su eutretenimiento. aiJarece la razón por la cual
chos trascendentales que
no quiso
Rozas
Imperio
el
el
de 1851: donde
aquél.
ratificar
He-
XII.
hizo suscribir á Urquiza por
le
el tra-
XIII. Situación ventajosa que esta alianza creaba para
tado de 1851.
el
— XIV. Interposicióii del miBi-asil. — XV. Comunicaciones
Imperio: prevenciones y temores del Imperio. nistro de S. M. B.
ante
gobierno
el
del
XVI. Cuándo cambia
confidenciales del dicho ministro al ministro Arana.
de actitud el
el
gobierno imperial resjieeto del ministro de S. M. B: lo que
ministro Paulino pensaba de Rozas, según
Combate con Montevideo y
la de
Buenos Aires.
XIX. Recursos que
cultades.
ción financiera de Buenos
le
.ALires.
la desorganización y el mirage.
— XXII.
el
XVII.
ministro Southern.
Paraná: cómo
los imperiales en el rio
aprecian la prensa de
lo
XVIII. El Imperio abultando las
difi-
proporcionaba á Rozas la próspera situa-
— XX.
Fisonomía de
la situación política:
momento
sicológico de Rozas.
— XXI.
El
Incuria del general Paclieco.— XXIII. Pacheco y Lagos: las fuer-
XXIV. Sublevación
del número 2 en el Rosario. Echagüe para que Rozas lo refuerce en Santa sin encontrar resistencia. el río Paraná XXVII. Irquiza ocupa Santa Fe y Echagüe se retira á Buenos .\ires. .XWIIi. Espíritu de las fuerzas do Buenos Aires que Urquiza agregó á
zas de Santos Lugares.—
— XXV. Imitites esfuerzos de Ke. — .\XVI. Urquiza pasó sus filas.—
XXIX. Sublevación la idiosincracia de
Actitud del general Pacheco
— XXXII.
Lagos enfrente de Pacheco.
jefe del norte:
Buenos Aires.
yo del
— XXXV.
cuartel
Lagos avanza á cubrir
general.— XXXVI.
sobre
el
Lagos.
— XXXVII.
plan y
la línea del arro-
ordena se repliegue
Motivos que abonaban
plan
el
de
las partidas de la
vanguardia aliada, y se
1.
Urquiza
d^'
LWU. —
(".UMTILO
371
Camparía
fie
que Rozas y Pacheco propician
fáciles
le
Urquiza ocupa los puntos que Lagos quiso ocupar.—
pasan algunas fuerzas
É.\itos
primeros movimientos de la vanguar-
Pacheco desaprueba este
lledío:
XXXVlir. Lagos sorprende
I.
XXXIV.
El coronel Sosa: distribución de las fuerzas del norte.
Lagos comandante en dia de
jefes de
los
éste.— XXXI.
respecto do las fuerzas del Xorte.
— XXXIII.
Aquino: los soldados se
regimiento
del
Lugares.— XXX. Desaliento de
presentan todos en Santos
Rozas ante
—
al
Cn.'ieros (18.52)
Imperio y
ú
Urquiza
:
y LaMomentáneas reacciones de Rozas: cómo se organizó la brigada
resultado negativo de las representaciones de Mansilla, Chilavert
gos.— II.
de infantería del coronel Pedro J. Díaz.— III. Pacheco
Lagr)s al respecto.
Itwzas.— VI. liatir la
te
El
aliado
general
ocupa
vanguardia.— VII. Combate
di'
IX. Paclieco renuncia
enemigo: Rozas no
le
que Paclieco abandonó
acepta.
— X.
la defensa
clel
retirar las
obcecación
Pacheco:
Lujan:
Iñigos
se
adelantn
Alvarez: Lagos se retira
de Márquez, donde debía estar Paclieco.
de sus fuerzas. hI
V. Acusaciones al ejército
manda
IV. Salvedades que hace
divisiones de vanguardia de frente al enemigo.
el
al
á
puen-
VIII. Ausencia de Pacheco y
cargo de general en jefe
Irritación imeiite
de
de
de
frente
Rozas cuando sabe
Márquez:
Rozas
corta
—
4r)0
bruscamente la entrevista que Pacheco va á pedirle á Santos Lugares. XI. Espíritu del ejército de Buenos Airas después del combate de Álvarez: la decisión de las
<.le
poblaciones en favor de Rozas: motivos á que ello obe-
XII. Impresiones" del
decía.
jefe
de la división oriental. ^XIII. Junta
guerra que solicitan los jefes .dji Buenos Aires:
lo
XIV. Declaración de Rozas en
puesto previamente.
que
hablan pro-
se
la junta de guerra:
de Chilavert: propósitos orgánicos que demanda -á Rozas. XV. Promesa solemne que hace Rozas. XVI. Análisis que hace Chilavert ch> la posición do ambos ejércitos y del teatro de la guerra. XVII.
peroración
Su
de cubrir la linea de la ciudad y liacer maniobrar
j)lan
á retaguardia de Urquiza.
XVIII. Díaz apoya
XIX. Escoge
zas se decide á dar la batalla inmediatamente.
y coloca su
ejército.
— XX.
la
caballería
plan de Chilavert: Ro-
el
El ejército aliado pasa
el
el
terreno
puente del
arroyo
XXI. Batalla de Monte Caseros:
de Morón: formación del ejército aliado.
Rozas ordena á Chilavert que rompa sus fuegos: Urquiza lanza sus caballerías sobre la izquierda: las
campo de
cargas de Lagos: Lagos es llevado fuera del
XXII. Vacilación del centro aliado: es rechazado por XXIII. Segundo ataque de la izquierda aliada: toma de la
batalla.
Chilavert.
casa de Caseros: la saña del vencedor: la muerte de Cuenca: de
los
sacrificadores.— XXIV. Rozas
cambien su lavert
espera la
frente: la
contra
todo
que
á
retirada
liasta
el
suma
del
de
lo
declaración
Chilavert y á Díaz que
ordena á
brigada de la muerte.— XXV. La artillería de Chiejército
el
tomen.
Rozas
del
Chilavert hace
aliado:
XXVI.
Victoria completa
campcj
do
batalla.
hueco de ¿os Sauces..— XXVIII. poder público.— XXIX. Se asila en
embarca con su hija en un buque británico. gre en Santos Lugares.
XXXI. Entereza
el tiro
de
postrero y
los
— XXVII.
aliados:
Su
eaniino
Renuncia desde la
allí
la
legación británica:
se
XXX.
Las escenas de san-
de Cliilavert ante
su sacrificio
XXXII. Urquiza lo hace conducir á su presencia: ordena que lo fusilen por la espalda.— XXXIII. El cuadro del sacrificio de Chilavert. — XXXIV. Los fusilamientos en masa en Palermo. XXXV. El cucri^o
decretado.
diplomático solicita de Urquiza garantías para la ciudad: resultado negativo de esta gestión.— XXXVI.
—XXXVII.
Nueva
gestión
Saqueo de
ante
excitado la generosidad de Urquiza, y
Entrada triunfal del ejército aliado callo del
el
ciudad la
Buenos
de
comisión
saqueo es reprimido.
en Buenos Aires:
.Aires!
haber
declara
XXXVIII.
el desfile
por
la
Perú
CAF'ITl.L* I.
la
Urquiza:
Palermo centro de
:^.00
LX\']1I.
)
La
Federación consti'.ncionnl
la política: los unitarios y los
federales.
— 11.
Lo que
importábala exigencia de los primeros: el liecho consiimado déla Confederación Argentina que sostenían los segundos.— III. Urquiza se decide por el
hecho consumado:
el
tido unitario rechaza el
—
acuerdo de San Nicolás. IV. El grueso del paracuerdo en Buenos Aires. V. El congreso del Pa-
raná sanciona la constitución federal.— VI. Los emigrados unitarios sancionan la constitución lírovincial de 185i. VII. La convención nacional
— 457 Pac de Santa Fe: cómo quecla sancionado
en los tiempos
hecho consumado
el
de la Confederación Argentina
La
EPILOGO. .
'333
expatriación y
el juicio
Honores á Rozas en Inglaterra: interpelación que
mara de Aires
póstunio
provoca en
ello
los lores.— II. Situación precaria de Rozas: el gobierno de
confisca los bienes.
le
Interposición del director provisorio.
III.
IV. Doctrina que prevalece en
el
V. El director man-
consejo de notables.
que ambos cambian.— VI.
da que se devuelvan á Rozas
los bienes: cartas
La revolución de septiembre
nulifica esa medida.
VII. Rozas se pone
trabajar en Southampton para vivir: su chacra de Swarthling.
gobierno de Buenos Aires
la cá-
Buenos
— VIII.
á El
á Rozas: declaración del diputado
le abre- juicio
Elizalde.— IX. El proyecto de ley que declara á Rozas reo de lesa patria y lo somete á los tribunales ordinarios: analogía con el de la Convención fran-
— X.
cesa respecto de Luis XVI.
Conclusiones del dii)utado Elizalde.
XI.
Doctrina del diputado Frías en oposición al proyecto: doctrina del diputado Tejedor.
XII. El proceso de Rozas ante los tribunales ordinarios: la natu-
raleza del juicio y la confusión
de
principios:
los
Rozas es condenado
á.,.
muerte y á indemnizaciones por sus crímenes. XIII. Descargos que ])resonta Rozas.- XIV. Declaraciones y principios de Rojias en]a protesta que hace circular: concordancia entre esas declaraciones y la de los diputados Tejedor y Frías.
Urquiza eleva
al
con este motivo. se hicieron en
XV. Cómo
se lleva á efecto la ley de confiscación.— XVI.
Rozas: cartas que ambos cambian XVII. La supuesta restauración de Rozas: trabajos que
Congreso
Buenos
la protesta de
.^.ires.- XVIII.
Roza^ rechaza
el
partidarios: declaraciones terminantes á este respecto.
ofrecimiento de sus
XIX. Ofrecimiento
que rehusa Rozas en Europa: su vida de trabajo en Southampton. XX. Cómo se describe entonces Rozas á sí mismo: su persona y su método de
vida.— XXI. Su anhelo por
el
trabajo en su ancianidad.
XXII. La muerte
de Rozas.— XXIII. Sus exequias.— XXIV. Los ecos de su muerte en Europa
y en Buenos .\ires.— XXV. Resumen filosóüco-histórico: la época que comXXVI. Lo que Rozas representó en el goel gobierno do Rozas.
prendió
bierno: las etapas de la sociabilidad argentina.— XXVII. el
gobierno conservador en la República:
el
Cómo Rozas
inicia
pacto federal de 1831 y sus
consecuencias trascendentales.— XXVIII. El hecho de la Confederación
Argentina.— ^^l^. Reacción simultánea con este hecho: exclusivismo de unitarios y de federales.— XXX. La suma del poder público: sanción de la ley y de la sociedad.— XXXI. La guerra civil: el duelo á muerte: lo que se
mantiene
al través de la
lucha.— XXXII. El triunfo de
la
Confederación
Argentina: los unitarios y la intervención extranjera.— XXXIII. Nuevo aspecto de la lucha y nuevo triunfo de la Confederación.— XXXIV. El poder dc;_Rozas ante Isabel,
el
consenso público: explicación del fenómeno:
según Macaulay:
el
de Augusto según Boissier.
el
gobierno de
XXXV.
El juicio
Sarmiento y Del Carril, Tejedor y Frías, César Díaz, Gómez, Urquiza: los fundamentos de este juicio. XXXVl
postumo:
el
consenso público
según
—
El juicio de los partidarios y de los enemigos: descrédito del primero.
XXXVII. Porqué nO
se
puede aceptar
el
de
los
segundos:
la
concicuciii
.
—
4rj8
— Pág.
iinivorsal lovniadM fiel
fi'siii.'i'ti)
i|i'
línzas.
— XX.WIII,
101
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autor: conclusión
Apéndice:
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