motivaciones que empujaban a los caballeros a la cruzada, estaba la búsqueda de mujeres. Tanto más cuanto que en ese momento el crecimiento demográfico producía, en la capa noble, numerosos hombres jóvenes sin mujeres. Entre las que siguieron a los cruzados, había prostitutas, pero a veces esposas. Leonor de Aquitania, que era una verdadera zorra a quien únicamente importaba el poder y el sexo, aprovechó para engañar a Luis VII, su marido. En cuanto a San Luis, no fue un marido ideal: cuando su esposa, Margarita de Pro venza, dio a luz a un hijo en pleno desastre de su primera cruzada después de haber conducido hábiles negociaciones para liberarlo, él ni siquiera se tomó la molestia de visitarla. El mismo Joinville, su cronista y admirador, estaba indig nado. Al mismo tiempo, en ese clima algo hipócrita, se desarrolla la idea de virginidad.
El prestigio de las vírgenes ya había sido exaltado por el pa ganismo romano. Los cristianos retomaron y promovieron la idea. En la sociedad europea occidental (dejemos aparte Bizancio y Europa oriental, que estaba bajo su influencia), el culto a la Virgen María se impone desde el siglo x i i . La Vir gen se sitúa sobre todos los santos, que en el curso de la Edad Media se fueron especializando: a uno se le atribuye sanar determinada enfermedad, a otro hacer fecundas a las mujeres o salvar de un naufragio... La Virgen se toma media dora de sabiduría y salvación, adquiere un nuevo estatus en la sociedad y no es indiferente que sea mujer. Simboliza tam bién el triunfo de la maternidad, concediéndole un carácter místico y sentimental. Las madres, las que dan la vida, ad quieren prestigio, sobre todo porque la mortalidad infantil disminuye gracias al progreso de la alimentación y de la hi giene y ellas dan a luz hijos viables que llegan a adultos. 56