rsicoanausis
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ografía completa de Sigmund Freud -la primera escrita latinoamericano-, que incorpora los hallazgos recientes jvedades bibliográficas más significativas. Su autor: EmiIrigué, argentino, psicoanalista y escritor de amplia traid Freud, El Siglo del Psicoanálisis recorre cada una de las ias biográficas del hombre cuyo descubrimiento es el heis decisivo y controversial de los últimos cien años. Con rfundidad y un conocimiento exhaustivo tanto de la vida grafiado como de lo que ésta proyecta sobre su obra, Rodesmenuza las relaciones personales y profesionales de sus deseos y sueños, ilusiones y errores. Este trabajo de ción está signado por una interpretación extraordinaria, nás pierde de vista la importancia de los procedimientos lalíticos para destacar algo que parecía insignificante o enturar una hipótesis estremecedora. >ro capital en dos volúmenes puede considerarse sin ^ g i n como un acontecimiento histórico en la literatuW^H tica mundial. ISBN 950-07-1155-9
9 789500 711555 >
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Diseño de tapa: María Chimondeguy/lsabel Rodrigué
EMILIO RODRIGUÉ y
SIGMUND FREUD El Siglo del Psicoanálisis
00022730F K.01 R696s Rodrigue. Emilio Sigmund Freud
EDITORIAL SUDAM ERICANA
BUENOS AIRES
Segunda parte
y
CAPÍTULO 33 EL TIEMPO DE LOS TRIÁNGULOS
FACULTAD DE PSICOLOilJi. ¡ ~
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IMPRESO EN LA ARGENTINA Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723 © 1996, Editorial Sudamericana S.A. Humberto / 531, Buenos Aires ISBN 950-07-1155-9
Sabina Spielrein era una joven judía de 19 años, de trenzas lar gas hasta la cintura, ya con las “formas de una mujer madura”. La piel, suave, recuerda a la sensual niñera de Cari Gustav. Sabina, la gran paciente histérica de la segunda carta de Jung, fue responsable de un célebre adulterio y de un conturbado triángulo. Figura protagónica en la correspondencia de Jung con Freud*1. Oriunda de Odessa, Sabina había sido enviada por los padres a Zurich para estudiar medicina y, en un estado de sufrimiento deses perado, inició un tratamiento psicoanalítico con un joven psiquiatra, Cari Gustav Jung. Peter Gay nos dice sumariamente que “ella se enamoró de su analista, y Jung, aprovechándose de esa dependencia, la tomó como amante”1. El asunto es mucho más complejo e instructi vo. En el torbellino transferencial, Sabina inventó su mito personal de tener un hijo de Jung, una criatura de amor que se llamaría Siegfried: un héroe, inspiración sublimada de las dos razas. Siegfried era un mito familiar. Ella recordaba a su formidable bisabuelo, rabino muy respetado de Ekaterinoslov, gran hombre lleno de bondad, siem pre vestido de negro, que tenía el don de la profecía y supo prever la hora exacta de su muerte. Él - hélas- se opuso con vigor al romance de su hijo con una joven cristiana, y lo obligó a casarse con una moza judía. “Visiblemente -escribe Sabina en su diario- mi abuelo conser vaba dentro de sí la imagen de su primer amor, y ponía el estudio de la ciencia cristiana por encima de todo”2. Ese abuelo envió a su hija, la madre de Sabina, a una escuela cristiana, y después a la universidad. Ella, temiendo encontrar el amor en un hombre prohibido, rechazó el pedido de mano de un cris tiano, que al día siguiente se mató de desesperación. Sabina cargaba con esa “sombra” junguiana. Cuando partió para Zurich, sucedió lo que tenía que suceder; la joven encontró el médico cristiano necesario para la repetición del romance familiar. Cari Gustav la llama “La
Egipcia”. *1- Aldo Carotenuto escribió su libro Una secreta simetría: Sabina Spiel rein entre Freud y Jungf 1980, basándose en documentos hallados en el Pala cio Wilson de Ginebra, que incluyen un diario de Sabina Spielrein, cartas de Spielrein a Jung, de Jung a Freud y de Freud a Sabina Spielrein. 7
De la misma manera que otrora Emma Eckstein (posible Irma) había desempeñado un papel importante en la amistad conflictiva de Freud y Fliess, Sabina Spielrein hará surgir, con sutileza de mujer, nuevas fisuras en la relación entre el Maestro y su Discípulo. El ro mance se inicia en 1908. En la segunda carta de Jung a Sabina, él le escribe: “No sabes lo que significa para mí encontrar una persona con quien me atreva a amar ... y sería muy grande mi felicidad si encon trara a esa persona en ti”3. Fueron escarceos amorosos pero sin “cono cimiento” bíblico. La propia Sabina habla de “sesiones de poesía”, sin aclarar de qué se trata. En junio de ese año, ella le dijo a Freud que Jung fue el primer hombre que la besó4. En ese clima de encanta miento lírico y amor casi cortés, Sabina fabricó su fantasía de tener a Siegfried, crisol de razas. Tal vez Jung, en el primer .momento, entró en el delirio judeo-teutónico, en la medida en que Siegfried, en la pe numbra de las sesiones, se convirtió en el objeto erotizado de la trans ferencia sublimada. A Jung, como sabemos, le fascinaba lo mítico*2. El joven psicoanalista de 30 años hacía sus primeras armas al pie del diván, y entró en la inevitable crisis deontológica de los analistas con cupiscentes. El italiano Carotenuto comenta que Sabina se presentó como “una típica imagen de anima*3, atrayente y rechazante, maravi llosa y diabólica, exaltante y deprimente”.5 Se desencadena la tormenta. En marzo del año siguiente, Jung habla de complicaciones con una paciente, sin mencionar el nombre: “Una paciente que hace años saqué de una neurosis incómoda, sin es catimar esfuerzos, traicionó mi confianza de la manera más mortifi cante que se pueda imaginar. Resolvió armar un torpe escándalo sim plemente porque me negué el placer de hacerle un hijo”6. Jung se justifica: siempre fue “un perfecto caballero”, pero “ante el tribunal de mi conciencia no me siento realmente inmaculado”7. Freud responde a vuelta de correo con una carta que recuerda la “pesada carga del hombre blanco” de los ingleses en la India: También oí hablar de la paciente a través de la cual usted entró en contacto con la gratitud neurótica de los rechazados. Cuando Muthmann vino a verme, aludió a una señora que se presentaba como amante de usted, pensando que se dejaría impresionar fuertemente por la libertad que usted conservaba. Ambos presu mimos que la situación era muy diferente, y que la única explica ción posible era una neurosis de la informante. Seremos difama dos e importunados por el amor con que operamos; tales son los riesgos de nuestro oficio, pero no por ellos vamos a renunciar8.
*2. “En Jung, la psicología misma tiene que ser tomada en sentido míti co” (Philip Rieff, O triunfo da terapéutica, 1990, San Pablo, pág. 120). *3. Ánima: personificación de la naturaleza femenina en el inconsciente del hombre. 8
Jung fue hipócrita en su respuesta: La historia que Muthmann ha estado propagando es chino para mí. Nunca tuve, en verdad, una amante, y soy el más inocente de los maridos. ¡De allí mi violenta reacción moral! Simplemente no consigo imaginar de quién se trata ... Tengo horror a tales histo rias9. Dos meses más tarde, Sabina Spielrein le escribe a Freud su pri mera carta: “Le estaría muy agradecida si me concediera una entre vista. Tiene que ver con algo de gran importancia para mí, que usted estará probablemente interesado en escuchar”10. Freud se comunica de inmediato con Jung: “¿Quién diablos es ella? ¿Una entrometida, una chismosa o una paranoica?”11 A pesar de su “tribunal de la conciencia” Jung vuelve a intentar una respuesta evasiva: “Spielrein es la persona sobre la que le escribí. En forma re sumida, su caso fue hecho público en mi conferencia de Amsterdam...12 Fue, por así decir, mi caso-test*4, razón por lo cual guardé por ella un cariño y una gratitud especiales. Como sabía, por expe riencia previa, que sufriría una recaída inmediata, prolongué mi rela ción por años, y acabé por sentirme en la obligación moral de consa grarle una gran parte de mi amistad, hasta notar que las cosas habían tomado un cariz indeseable, cuando por fin rompí con efia”13 La carta se vuelve más sombría: “Es claro que sistemáticamente planeaba seducirme, lo que juzgué inoportuno. Ahora quiere vengar se. Últimamente ha estado haciendo correr el rumor de que voy a di vorciarme para casarme con una estudiante, lo que dejó a varios de mis colegas en la mayor conmoción. Ignoro lo que ella trama. Temo que no sea nada bueno ...”14 Freud responde a vuelta de correo, entrando a su vez en el mun do del fingimiento: “Entendí muy bien el telegrama, su explicación confirmó mis suposiciones. Bastó recibirlo para que yo le escribiese a Fráulein Sp. una carta, en la cual fingí ignorancia”*5’ l5. A continuación, Freud adopta un tono paternal: “Aunque peno sas, tales experiencias son necesarias y difíciles de evitar. Es imposi ble que, sin ellas, conozcamos realmente la vida y las cosas con las cuales lidiamos. Yo mismo nunca he pasado por tales apuros, aunque, no pocas veces he estado muy cerca, divisando por fin un narrow es cape. Creo que ... el hecho de ser diez años más viejo que usted cuan do me dediqué al psicoanálisis me salvó de experiencias análogas. Pe ro el daño que causan no perdura. Ellas nos ayudan a desarrollar el
*4. Ella fue su primera paciente. Su Anna O. El fantasmático Siegfried recuerda la gravidez histérica de Anna O. *5. O sea que Sp. no sabía que él estaba al tanto del asunto por Jung. 9
caparazón que necesitamos y a dominar la «contratransferencia» que es al final, para nosotros, un permanente problema ... ”16 Freud cierra el asunto hablando pestes de esas mujeres, en un to no tradicional de conversación entre hombres: “La manera que las mujeres encuentran para atraernos con toda la perfección psíquica, hasta que se salen con la suya, es uno de los grandes espectáculos de la naturaleza. Una vez que han alcanzado la meta, o que sea seguro lo contrario, la constelación cambia espantosamente”17. Las hadas se vuelven brujas. Al día siguiente, asumiendo el papel de “intermediario”, por el momento un poco tendencioso, Freud le escribe a Sabina Spielrein: “El Dr. Jung es mi amigo y colega. Estimo que lo conozco muy bien, y lo considero incapaz de una conducta frívola o poco noble... ¿No será que la disponibilidad de él para ayudar a alguien necesitado despertó su simpatía? Me inclino a pensar que sí, ya que conozco muchos ca sos...”18. Mientras tanto, Jung se tranquiliza. Sabina Spielrein no era la responsable del rumor. Recapitulando, reconoce que él veía “todo ne gro”. Ahora cae en la cuenta de que se trataba de sus “ideas de refe rencia” y desea “retractarse sin demora”. Con ese espíritu, Jung se abre a Freud: “En obediencia a mi principio fundamental de tomar a todas las personas en serio, hasta el límite extremo, discutí con ella el problema del hijo [Siegfried], imaginando que hablaba en términos teóricos cuando en realidad Eros se agitaba sordamente entre basti dores. Atribuí a mi paciente todos los otros deseos y esperanzas, sin ver en mí la misma cosa. Cuando la situación se volvió tan tensa que la prolongada persistencia del vínculo sólo podía resolverse por actos sexuales, me defendí de una manera que no encuentra justificación moral. Poseído por el delirio de ser víctima de las estratagemas se xuales de mi paciente, le escribí a la madre de ella, diciéndole que yo no era el gratificador de los deseos sexuales de su hija ... Consideran do el hecho de que hasta poco antes la paciente había sido mi amiga ... mi gesto fue una auténtica canallada que sólo con mucha reluctan cia le confieso como si fuese mi padre”19. K ¡Este Jung se las trae! El análisis epistolar termina en confesión, en la más rigurosa tradición del mea culpa cristiano. Freud se indig na y, a vuelta de correo, le escribe a Sabina: Estimada colega: Me informé por el propio Dr. Jung acerca del tema de la visi ta que proyecta hacerme. Ahora veo que yo tuve razón en algu nos asuntos y me equivoqué en otros, para su desventaja. Deseo pedirle disculpas en la medida en que mi juicio fue erróneo ... Le ruego que acepte la expresión de mi total simpatía por la manera digna con que usted supo dar cuenta del conflicto20.
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Años después, en 1913, Freud volvió a escribirle, en términos aún más categóricos: “Mi relación con su héroe germánico ha sido to talmente demolida. Su comportamiento fue demasiado ruin”21. Las relaciones entre Freud, Jung y Sabina son, como el título del libro de Kress-Rosen lo indica, “Tres figuras de la pasión”22. Bruno Bettelheim, hoy en día sometido a duras críticas, intenta, como el propio Carotenuto, rescatar a Jung de ese calvario, absolviéndolo: “Sea cual fuere nuestro juicio sobre la conducta de Jung con Spiel rein, probablemente su primera paciente psicoanalítica, no se debe olvidar la más importante consecuencia: él la curó del trastorno que motivó su intervención. [En cambio] debemos preguntarnos: ¿qué prueba tenemos de que se habría alcanzado el mismo resultado si Jung hubiera actuado con ella siguiendo los cánones de una terapia convencional?”23 Esto equivale a condecorar al violador que embaraza a una mujer estéril. o ¿ Sabina Spielrein, por su parte, tuvo un reconocimiento tardío: “¿Por qué nosotros -se preguntó Freud- necesitamos tanto tiempo para decidirnos a reconocer una pulsión destructiva?”24 Éste era un comentario sobre el ensayo titulado “La destrucción como causa del venir-a-ser”25, donde Sabina especulaba sobre los impulsos destructi vos contenidos en la propia pulsión sexual26. Freud, en la ocasión, le hizo una observación maliciosa a Jung, demostrativa de que no esta ba dispuesto a tomar en serio a esa mujer: “Fráulein Spielrein leyó ayer un capítulo de su ensayo, seguido de un esclarecedor debate. Hi ce algunas objeciones a su método de abordar la mitología y las pre senté en la discusión con la muchacha. Debo decir que ella es bastan te amable y comienzo a comprender27]!!]” (el énfasis en “muchacha” y los signos de admiración son míos). Por ese tipo de intervención, Sabina Spielrein tiene su lugar ase gurado en el panteón de las feministas. Para finalizar su historia, ella se convirtió en miembro de la Sociedad de Viena (1911). En 19213 ejerció en Ginebra. Con ella Jean Piaget hizo su análisis didáctico. En 1923 regresó a la Unión Soviética y trabajó en la Universidad del Cáucaso del Norte. Se le perdió la pista a partir de 1933, cuando el movimiento psicoanalítico fue abolido. En 1942, después de la inva sión nazi a la Unión Soviética, ella y sus dos hijas fueron fusiladas a sangre fría por soldados alemanes. Jung-Sabina-Freud inauguraron el Tiempo de los Triángulos; a continuación hubo otros. Antes, durante y después de la guerra, bajo el rugir de los cañones, la sexualidad fluía entrecruzada euclidianamente. Fue la época de Sabina, Minna, Gizela y su hija Elma, Loe y Lou. Ellas configuraron varios triángulos -la mayoría escalenos- en torno de la figura de Freud, con Ferenczi, Jung, Jones y Tausk en sus vértices. Tiempos transgresivos en los que los secretos de alcoba, vía diván, hacían estragos en las trincheras transferenciales. Comen cemos por Elma. En julio de 1911 Ferenczi le comunica a Freud su decisión de tomar en análisis a esta joven de 24 años, hija mayor de 11
Gizela Palos, su antigua amante, y expresa: “Por el momento las co sas marchan”28. El ritmo de ese análisis se vio interrumpido por el suicidio del enamorado de Elma. Ferenczi le cuenta a Freud que las cosas se complican: la relación pierde su benévolo clima terapéutico. Ferenczi explica: “No consigo conservar la fría actitud quirúrgica del analista, lo que me llevó inexorablemente a una aproximación, y ya no puedo asumir la posición benévola del médico o del amigo pater nal”29. Esto ocurre bajo la mirada comprensiva de Gizela, que está al tanto de todo. Ferenczi le pide encarecidamente a Freud que tome a Elma en análisis. El Profesor se siente conminado a aceptar. De esa manera comienza el análisis de Elma con Freud, análisis una vez más atravesado por indiscreciones masculinas. Ferenczi, a su vez, oscila entre su deseo de casarse con la joven y la intención de re tomarla en análisis, una vez terminado el período terapéutico en Viena. Freud se pronuncia contra el casamiento. Su candidata es la ma dre. En esa época Ferenczi tenía 38 años, Gizela, 46 y Elma, como vimos, 24. No queda clara la posición intervencionista de Freud en lo que se refiere al desajuste de edades: Elma era un mejor partido que Gizela, ya que nuestra sociedad le otorga un descuento de más del 10% a los poseedores de pene. Andró Haymal opina que el hecho de haber analizado a Elma perturbó la relación de Freud con Ferenczi. El enredo transferencial se complica aún más cuando Freud le escri be a Gizela, “a espaldas de Ferenczi”, esquelas como la siguiente: “Mi última carta estaba dirigida sólo a usted, por ser demasiado sincera para él”30. Estas insinuaciones, que se repiten con Sabina, Loe y Emma Jung, muestran el lado más vulnerable del carácter de Freud. De hecho, nadie salió ileso del “affaire Elma”. El asunto fue una mancha en el prontuario de Ferenczi que lo perseguirá por el resto de su vida. El asunto se arrastró en tormentosos zigzagueos hasta 1919, fecha en que Ferenczi finalmente acató el consejo de Freud y se casó con Gize la, como premio consuelo. Segundo flash: Loe Kann. Aquí entramos en la complicada histo ria de los dos Jones. Loe Kann era la amante de Emest Jones en Ca? nadá. Él la define del siguiente modo: f
Es una inválida que sufre de pielonefritis crónica y otras* compli caciones, razón por lo cual padece de severos dolores constantes que la llevaron a tomar altas dosis de morfina, las cuales la afec taron tanto física como espiritualmente31. Loe detesta a Canadá y a los canadienses. Entonces, “mi única alternativa, ya que para mí la separación es impensable, consiste en volver a Londres”32. En la encrucijada del amor, Jones retoma a Lon dres, la ciudad de sus antiguos fantasmas pedofílicos. Loe va a Viena para analizarse con Freud. Éste la llama “Sra. Jones”. Tanto él, como luego su hija Anna, quedan encantados por el atractivo “salomeico” de Loe. Freud le escribe a Jones: 12
Con respecto a su señora: ella marcha muy bien, y podemos redu cir la morfina a la mitad (3 más 3) ... Me fue posible reconstruir los puntos centrales de su interesante historia, haciendo que ella comprenda algunos de los hechos nodales de su vida33. A continuación, hace un comentario sobre el carácter psicopático de la paciente: En mi opinión, el único punto oscuro se debe a una insuficiente resistencia. Ella se muestra satisfecha con su modo de ser34. Peter Gay señala que Freud, “haciendo a un lado la regla sagra da de la confidencialidad, informaba a Jones sobre los progresos de Loe en el diván ... A veces le daba consejos. Al enterarse de que Jones se ha enredado en otra relación amorosa, Freud exclama: «Me hará el favor personal de no hacer del casamiento el próximo paso de su vida, [y] de dedicar una buena dosis de reflexión al asunto»”35. La indiscreción freudiana. El propio Jones le hace una crítica en su biografía oficial: “De modo bastante curioso, Freud no era alguien a quien le resultara fácil guardar el secreto ajeno... Varias veces me contó cosas sobre la vida privada de colegas que no debería haber co mentado” 6‘ 36. El análisis continúa y los resentimientos de Loe comienzan a ma nifestarse; primero con su madre y luego con el poligámico Jones. Las cosas empeoran cuando éste visita Viena, rumbo a su análisis con Fe renczi. En ese momento entra en acción el segundo Jones: Herbert Jones. Loe rompe con Emest. El juvenil Herbert Jones conquista el corazón de Loe, y Freud, junto con Rank, concurre al casamiento cele brado en Budapest, donde Ferenczi funciona como intérprete37. Caso cerrado. Jones, como buen gentleman inglés, asimila la noticia, aun que probablemente no perdonó la aparición de ese hombre al que de nomina, con flema inglesa, “Jones II”. Meses después empezó a corte jar a Anna Freud. Volviendo a la política institucional, en 1910 Freud viaja a Mu nich para conversar con Bleuler. El encuentro es exitoso: “Llegué a un total acuerdo con él y logré una buena relación. A fin de cuentas él es sólo un pobre diablo, como todos nosotros ... Es casi seguro que in gresará en la Sociedad de Zurich, y entonces se remediará la división allí”38. Al día siguiente de la partida de Bleuler, Freud conversa con Jung: “[Jung] estuvo magnífico y me hizo muy bien. Le abrí mi cora zón sobre el caso Adler, mis propias dificultades y mi preocupación en cuanto a qué hacer con el tema de la telepatía ... Estoy más convenci-
*6 . Ejemplo: la masturbación de Stekel.
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do qu e n u n ca de que él es el hom bre del futu ro. Sus propias in vesti g a cion es lo lleva ron lejos en el cam po de la m itología, que él quiere abrir con la llave de la teoría de la libido”39.
Lo cierto es que la convivencia feliz entre esos dos hombres pronto llegará a su fin. A principios de 1912, rememora Jones, las nu bes esbozadas durante el viaje a los Estados Unidos comenzaron a os curecerse. Ese año Freud se vio forzado a ver que Jung se encamina ba en una dirección que lo conducía a la separación ideológica40. En más de una oportunidad Jung dijo que era herético -casi tan to como Freud. El suizo operó como cómplice político en las manio bras de la IPA. Tal vez Freud sobreestimó el maquiavelismo junguiano. Su anhelo, al promoverlo al frente de la Internacional, era convertirlo en pivote de todas las actividades psicoanalíticas institu cionales. Actuaría como nexo entre las incipientes sociedades, super visando las tareas administrativas de los congresos. Un gerente gene ral del psicoanálisis. Sucede que Jung trabajaba mejor solo, y no tenía la menor vocación para los trámites burocráticos. En suma, era inadecuado para la posición ideada por Freud41. Más aún, al Príncipe Heredero lo agobiaban las exigencias administrativas. Los temores de Freud de que Jung quisiera derrocarlo como cabeza de la Causa eran infundados42. Colín Wilson señala que Freud se dejó engañar por el aire de eficiencia de Jung, por sus gafas con armazón de acero, por el montaje del Congreso en Salzburgo, por su entusiasmo con el experimento. Él no era un hombre práctico sino un gran romántico, un bisnieto de Goethe, sobre el telón de fondo de mesas que se despla zan y otros portentos. El suizo, además, siempre fue un corresponsal algo remiso, ab sorto como lo estaba en su errático “tribunal de la conciencia”. Con el tiempo se volvió cada vez menos asiduo. Freud, desde los tiempos de la Academia Española, se esmeraba en un intercambio epistolar sen sible, y exigía una puntual reciprocidad; cualquier atraso podía ser interpretado como alejamiento. Rondaba el fantasma de Fliess: la pri mera señal de enfriamiento del rinólogo había sido su correspondeiicia irregular. Que Jung jurara fidelidad eterna no bastaba. j En los tiempos míticos de Siegfried, prosigue la polémica sobre la sexualidad, en términos teóricos. Anticipando los argumentos de Pfister en El porvenir de una ilusión, Jung escribe: “No deberíamos colocar la teoría de la sexualidad en primer plano. Tengo muchas ideas sobre eso, especialmente sobre los aspectos éticos de la cues tión. Creo que al anunciar en público ciertas cosas cortaríamos la ra ma en la que reposa la civilización, malogrando el impulso a la subli mación”43. Reflexionando a los 82 años, Jung pondera el tema: “Lo que él me dijo de su teoría sexual me impresionó. Sus palabras, no obstante, no pudieron remover mis escrúpulos y mis dudas. Se los expuse varias veces, pero él me recordaba mi falta de experiencia. Freud tenía ra zón. En aquella época yo no tenía experiencia suficiente para justifí14
car esas objeciones, ni desde el punto de vista personal ni desde el punto de vista filosófico”44. Al considerar esos primeros contactos, Jung agregará luego: “Fue principalmente esa actitud con relación al espíritu lo que me pareció problemático. Cada vez que la expresión de una espiritualidad se ma nifestaba en un hombre o en una obra de arte, él desconfiaba y recu rría a la hipótesis de una «sexualidad reprimida». Todo lo que no era de inmediato interpretable a la luz de la sexualidad se reducía, según él, a la «psicosexualidad»”45. Jung conserva el recuerdo vivido de un encuentro posterior, en el que, en un momento de intimidad, Freud le dice al oído: “Querido Jung, prométame que no abandonará nunca la teoría sexual. ¡Es lo que importa, esencialmente! Debemos hacer de ella un dogma, un baluarte inexpugnable.” Decía eso lleno de ardor, como un padre que dice a su hijo: “¡Prométeme que irás todos los domingos a misa!”46 Jung, un tanto espantado, le pregunta: - Un baluarte, ¿contra qué? Y Freud le responde: - Contra la ola de lodo ... -aquí vaciló un momento y concluyó- ... ¡del ocultismo!47 Jung comenta que Freud se transformaba al abordar la temática de la libido. Metamorfosis. “Una extraña expresión de inquietud apa recía en su rostro, borrando su habitual actitud escéptica y crítica. La sexualidad era para él una realidad «luminosa»”48. Estas diferencias en el terreno de la sexualidad no eran sólo “éti cas” (en el sentido con que Jung usa la palabra), sino también teóri cas. Los reparos junguianos a la teoría de la libido se centraban en tres nociones básicas: 1) la sexualidad infantil, 2) el llamado “período de latencia”, y 3) el papel de las experiencias infantiles en el desenca denamiento de la neurosis en el adulto. Para Jung, según Sulloway, la sexualidad infantil era “biológica mente inadmisible”49. O sea que carecería de soporte biológico-hormonal. Por otra parte, “el placer no es en modo alguno asimilable a la sexualidad”50. La teoría de la libido en Jung tiene alma de acordeón y eja de ser^una cosa estrictamente genital para convertirse en “ínte res general”. Es curioso como, al final del camino, Jung y Reich se en cuentran tomados de la mano, en esta biosacralización del sexo. La crítica al “período de latencia” (o sea, el lapso que va entre los cinco años y la pubertad) también se basa en supuestos biológicos; ung la sustituye por su opuesto: la sexualidad se inicia en la latennr* -a Sea (*ueí en términos freudianos, la sexualidad nace de su reP esión (lo que no es una mala idea). 15
*7. “Sin el psicoanálisis, habría sucumbido”, carta de O. Pfister a Freud del 24 de noviembre de 1927, Correspondance de Sigmund Freud avec le pasteur Pfister, 1967, París, Gallimard, pág. 167.
ses de 1911 todavía lo consideraba su Príncipe Heredero. Fue el tiem po en que las cartas del suizo comenzaron a menguar. Cuando estaba terminando de escribir el Wandlungen II (dice Jung, en sus memorias), “sabía que el capítulo «El sacrificio» [le] cos taría la amistad con Freud. En él expuse mi propia concepción del in cesto, de la metamorfosis decisiva del concepto de libido y otras ideas que representaban mi alejamiento de Freud”55. Para Jung, el incesto, constituía una complicación personal sólo en casos extremadamente raros. La mayoría de las veces representa un contenido altamente re ligioso, siendo ése el motivo de que desempeñe un papel central en casi todas las cosmogonías y en incontables mitos. El incesto como momento iniciático. “Freud, ciñéndose al sentido literal del término, no podía comprender el significado psíquico del incesto como símbolo, y yo sabía que jamás lo aceptaría”56. Con esto Jung se aproximaba a las formulaciones de Adler, aunque para éste lo simbólico era una “ficción”. Según Jung, “el incesto está prohibido, no porque sea desea do, sino porque la angustia libre reactiva de modo regresivo datos in fantiles y los transforma en una ceremonia de expiación”57. En este punto, Lacan es junguiano, en la medida en que destaca el valor sim bólico de la situación. A partir de allí, el término “libido” comienza a designar sólo una tensión general. Otras divergencias menores, como la necesidad de una “psicosíntesis”, datan de 1909. Cuando el Profesor leyó el libro, en setiembre de 1912, la relación entre ellos se había enfriado en al guna medida, como consecuencia de un malentendido: Freud iba a reunirse con Jung en Kreuzlingen, pero éste recibió la carta cuando ya era tarde. Freud, frustrado, lo aguardó todo el fin de semana: “Pa sé dos días y una noche en un tren, para pasar dos noches y dos días en un lugar, y usted no apareció”58. A continuación, en octubre, Jung volvió de América, y en el círculo de Viena corrió el rumor de que sus conferencias habían incluido críticas a Freud. Jung le escribe: “Creo que mi versión del psicoanálisis conquistó la simpatía de muchas per sonas que, hasta el momento, estaban confusas con el problema de la sexualidad en las neurosis”59. El tono de la carta era frío. Jung dice que el “malentendido de Kreuzlingen” le causó una herida duradera. Le aseguro que no hay resistencias de mi parte, a menos que sea mi negativa a que me traten como un bobo lleno de complejos”60. La respuesta de Freud comienza con un “Estimado Dr. Jung” (en lugar del acostumbrado “Querido Jung”), para luego afirmar con irriación: “Usted redujo una buena cantidad de resistencias con sus momcaciones, pero yo no le aconsejaría que anote eso en la columna del aber, porque, como usted bien sabe, cuanto más se retire de lo que es uuevo, más seguro estará de los aplausos y menos resistencia en contrará”61. Es posible que, desde el lado de Jung, hayan sido varios los fac tores responsables de que el vino se avinagrase. El triángulo Freudng-Sabina, con la correspondencia mentirosa. Más importante fue
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Finalmente Jung, como Adler, pone el énfasis en el conflicto ac tual, en el desencadenamiento de las neurosis: “El hecho es que la regresión de la libido anula en gran parte la importancia etiológica de las experiencias infantiles ... Desde este punto de vista, las experien cias infantiles sólo son importantes cuando una regresión de la libido les confiere dicha importancia”51. Freud, más tarde, llegó a una conclusión similar. Sulloway resume de la siguiente manera la teoría junguiana de las neurosis: “La libido, que en buena medida no es sexual, se ve lle vada por los conflictos actuales a expresarse regresivamente, produ ciendo síntomas que tienen tanto rasgos arquetípicos como infantiles. De ese modo, la infancia y la sexualidad pierden su estatuto privile giado en el'revisionismo junguiano de la teoría psicoanalítica”52. Después del viaje a América, el panorama comenzó a cambiar. Junto con la difusión del psicoanálisis, aumentaban las críticas a la teoría sexual -en Suiza en primerísimo lugar. Proliferaban en la prensa artículos que denunciaban las iniquidades de la perversa Viena, antro que amenazaba corromper el espíritu puro de los cantones. Los suizos son propiamente suizos. Los analistas helvéticos tuvieron serios contratiempos, tal como lo atestiguan las cartas de Pfister a Freud*7. El hecho es que, en dos años, todos los analistas de Suiza, con dos o tres excepciones, renunciaron a sus “errores” y abandona ron la teoría maldita de la sexualidad. En julio de 1911 aparece la segunda parte del célebre ensayo de Jung titulado Transformaciones y símbolos de la libido. Es en esta se gunda parte del libro donde surgen las divergencias teóricas. Jung se vuelve junguiano. Freud, que había leído el borrador, envió varias pá ginas de críticas y sugerencias, junto con algunas observaciones elo giosas. Emma Jung observó que, cuando el Profesor estuvo con ellos durante el verano, parecía muy reservado con relación al asunto. Po co después, ella, preocupada, le escribió expresando su temor de que no apreciase la segunda parte del ensayo de su marido53. Freud recof noció más tarde que las diferencias de sus temperamentos, fuertes, heréticos, pero radicalmente opuestos, hacían que la separación fuese inevitable. * Para el discípulo, como vimos, la gran des-idealización se produjo durante las semanas en América: “Comencé a ver claro; él mismo suuna neurosis, fácil de diagnosticar, con síntomas bastante moles tos, tal como pude descubrir en ocasión de nuestro viaje a América”54. Entre tanto, no hay pruebas de que los sentimientos de Freud para con Jung hayan cambiado en ese momento. En los primeros me*
el viaje a los Estados Unidos, con los análisis oníricos y las interpre taciones salvajes. El cristal de la amistad se quebró. En 1912 se produce el segundo desmayo de Freud. Fue en la vís pera del Congreso de Munich. Él y Jung dieron un paseo matinal, pa ra conversar sobre la crisis provocada por Stekel en relación con el Zentralblatt. En ese paseo hubo una confrontación dramática en la que el Profesor “no midió sus palabras”62. Después del almuerzo en el Park Hotel, la conversación se remontó al antiguo Egipto, y Abraham subrayó que la actitud negativa de Amenofis IV con respecto a su pa dre estaba en el origen de su fundación del monoteísmo. Jung se irri tó, señalando que Amenofis fue un hombre profundamente creativo, un gran revolucionario para su época, cuyos actos no podían ser redu cidos a meros efectos de resistencia paterna. En ese momento Freud se desplomó, desmayado. Jung comenta: “Lo recogí en mis brazos, y lo llevé al cuarto vecino. Mientras lo cargaba, vi que se recuperaba un poco, mirándome desde el fondo de su aflicción, con una expresión que jamás olvidaré”63»*8. Cualesquiera que hayan sido las causas de ese síncope, y del otro en Bremen, ambos desmayos, concluye Jung, tienen en común la fantasía del asesinato del padre. El fantasma de la horda primitiva, entonces, fue un desencadenante. Pero, lanzando una flecha capricho sa, yo prestaría atención al significante “Momia”. Los cadáveres mo mificados en el primer desmayo; Amenofis en el segundo. No olvidar que Amenofis, con su nuevo nombre dinástico de Akhenatón, será fi gura protagónica en el Moisés y la religión monoteísta de Freud. Ha blando de momias, resulta interesante que Anzieu ligue el episodio de los desmayos con el sueño de la Autodisección64. En ese sueño, Freud ve las piernas y su propia pelvis disecadas y, en un segundo tiempo, recupera la parte inferior de su cuerpo, pero sus piernas des fallecen y él tiene que ser cargado por un fornido guía alpino (¿una anticipación de Jung?). Jones hace una observación interesante al ligar los desmayos con la curiosa conmoción que Freud sufrió en la Acrópolis en 1904, y que el propio Freud relacionó con el hecho de haber realizado el deseo prohibido de superar al padre65. » / En los dos episodios de desmayo con Jung (y probablemente en el desmayo con Emma Eckstein) se tiene la impresión de un Freud aplastado por la tormenta interior de sus emociones. Tal vez el sínto ma era señal de capitulación; quizá no soportaba un conflicto cara a cara. Ésa fue la conclusión que sacó Jung: “Él no podía soportar una palabra de crítica. Igual que una mujer, que si la colocamos frente a una verdad desagradable, se desmaya”66.
Llama la atención que Jung, un hombre que tuvo que lidiar con todas sus fuerzas contra sus propios desmayos de púber, sea tan machista en esa frase lapidaria. Poco tiempo después Freud le confió a Jung la explicación de ese ataque: “No puedo olvidar que seis o cuatro años antes sufrí síntomas semejantes, aunque no tan intensos, en la misma sala del Park Ho tel. Estuve en Munich por primera vez cuando visité a Fliess durante su enfermedad, y esa ciudad parece haber adquirido una fuerte cone xión con mi relación con ese hombre. Hay una dosis de indomable sentimiento homosexual en la raíz de la cuestión”67. Jones agrega que en una visita a Freud en Viena, él confirmó la historia. O sea que ahora Jung era un nuevo Fliess redivivo. Jung pronto comienza a distanciarse, de manera ostensible, en el plano teórico. En una serie de conferencias dadas en Londres, a “su” psicoanálisis lo denomina “psicología analítica”. Declara que la teoría psicoanalítica tiene que ser “liberada del punto de vista puramente sexual. En su reemplazo, me gustaría introducir, en la psicología de las neurosis, el punto de vista energético”68. Junto con la “des-libidinización” de la libido, Jung marca su diferencia al hablar de los sueños. La “solidez de la teoría de la realización de deseos” concede, es cosa cierta, “pero esa forma de interpretar los sueños toca apenas la su perficie, y se detiene ante el símbolo”69. Más aún: en algunos aspec tos, como en la cuestión del poder70, él “coincidía por completo con Adler”71. La disidencia alcanzó su punto cismático. Exactamente antes de la guerra, en el invierno de 1914, Freud trabajaba en dos textos cuya finalidad era dar cuenta de las apostasías de Adler y Jung. Elaboraba una impasse con un ataque frontal sin descuidar los flancos, para decirlo con una metáfora bélica ade cuada al momento. El Narzissmus72 se constituía en una sofisticada arma teórica. “Contribución a la historia del movimiento psicoanalíti co”73, apodada “Bomba” por los todavía imberbes Señores del Anillo, era un panfleto. La bomba explotaría en el campo junguiano. Después del tenso y malogrado congreso en Munich, con sus gri • tos y desmayos, la ruptura con Jung era inminente. Los dos hombres no se hablaban, pero Jung todavía sobrevivía en la presidencia de lí. IPA. A Freud lo encolerizaba que tanto Adler como Jung siguieran llamando “psicoanálisis”*9 a su práctica. El cisma era preocupante, pero el mapa psicoanalítico se había ampliado. En torno de la dividida Viena y de la rebelde Suiza estaban las Asociaciones inglesa, alemana y húngara. Gay, removiendo archi vos, encontró una circular de Abraham con “la propuesta de que en mayo [de 1913J, los grupos psicoanalíticos de Berlín. Londres. Viena
*8 . Según Jones, en ese momento Freud murmuró: “ ¡Qué pacífico es mo rir!” (Ernest Jones: A vida e a obra de Sigmund Freud, 1989, Río de Janeiro, Imago, II, pág. 155).
u Si bien es cierto que Adler, ya antes de 1910, llamaba a su doctrina anaUtica*a *ní^ v*<*ua^» ^ «íung pronto denom inará a la suya “psicología
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y Budapest exigiesen la renuncia de Jung. No sorprende que, a la ca beza del memorando, dirigido sólo a unos pocos, haya escrito «¡Confi dencial!»”74 Hubo muchas discusiones sobre la táctica para librarse del suizo. Frente al enemigo, los vínculos se estrecharon. Los miem bros del Comité Secreto intercambian fotos, y Freud le comunica a Abraham que “su fotografía ocupará el lugar de la de Jung en la pa red de mi consultorio”75. Abraham, fortalecido, reitera la sugerencia de que los presidentes de las filiales repudien a Jung. Jones reco mienda prudencia, y su intuición es certera: el 30 de abril de 1914, Jung presenta una renuncia que el Comité no esperaba. Abraham es nombrado presidente interino. ¿Qué estará planeando Jung?, se pregunta el Comité Secreto, y Freud responde con una “inverdad”: “... ésa cuestión nos es indiferen te”76. Él mismo, de hecho, recogía informaciones sobre el grupo de Zurich, y durante algún tiempo temió que Oskar Pfister se uniera al enemigo. Tenía razón para preocuparse. Jung, presidente de la Aso ciación Psicoanalítica Internacional, era conocido mundialmente co mo el propio Freud quiso que lo fuese: como el Número Dos. Finalmente, la guerra. En carta a Jung, Freud dice que el des mayo de Munich fue causado por una jaqueca, “más un factor psíqui co que no tuve tiempo de investigar”. A eso se suma la presencia de “un poco de neurosis que realmente necesito investigar”77. Según Co lín Wilson, esta admisión fue para Jung como “oler sangre”. Él cruel heredero saltó, implacable, para alcanzar la yugular. Su carta co mienza así:
Jung recuerda el episodio del análisis cruzado de los sueños, al que más tarde se referirá en sus Memorias: K / Nuestro análisis, usted debe recordarlo, llegó a su fin por su ob servación de que «no podría someterse al análisis sin perder su autoridad». Esas palabras quedaron grabadas en mi memoria co mo un símbolo de todo lo que sucedió”80. La respuesta de Freud es sorprendentemente serena: No debe temer que yo encuentre impropio su “nuevo estilo”. Con sidero que, en las relaciones entre analistas, como en el propio análisis, toda forma de franqueza es permisible. También yo fui perturbado, durante algún tiempo, por el abuso del psicoanálisis al cual usted se refiere, o sea en polémicas, particularmente con tra las nuevas ideas. No sé si existe algún modo de prevenir esto enteramente; por el momento sólo puedo sugerir un remedio ca sero: que cada uno de nosotros preste más atención a su propia neurosis que a la del prójimo81. La relación acaba. A fin de año se encontraron en el Congreso Psicoanalítico de Munich, donde, después del segundo desmayo, hubo un intento de reconciliación. Jung aclaró satisfactoriamente el equí voco de Kreuzlingen. Pero, en una carta ulterior a ese congreso, co metió un “lapsus freudiano”: “Ni aún los amigos de Adler me conside ran uno de los vuestros”, cuando lo que realmente quería decir era “uno de ellos”82. Freud, lógico, martilla sobre el lapsus y su obvia in terpretación lleva, como última gota de agua, a la explosión final. Jung, en su respuesta, comienza por decir que la técnica de tra tar a sus discípulos como pacientes era un error colosal:
Küsnacht, Zurich, 3 de diciembre de 1912 Esta carta es una tentativa atrevida de acostumbrarlo a mi esti lo. Por lo tanto, ¡cuidado! Querido Profesor Freud,
De esa manera usted obtiene hijos serviles o chiquilines impu dentes (Adler-Stekel y toda la pandilla insolente que ahora cam bia de rumbo en Viena). Soy suficientemente objetivo como para darme cuenta de la celada. Usted anda por ahí, husmeando todo cuanto es acto sintomático en torno suyo, reduciendo de ese modo a todo el mundo al nivel de hijos e hijas, que confiesan con rubor la existencia de sus faltas. A todo esto usted se instala en la cima como un padre, sintiéndose un santo83.
Mis mejores agradecimientos por un pasaje de su carta en el que habla de un “poco de neurosis” de la cual todavía no se libró. Ése “poco”, en mi opinión, debe ser un hecho tomado muy en se rio ... Sufrí con ese poco en mis contactos con usted, aunque us ted no lo haya comprendido adecuadamente cuanto intenté acla rar mi posición78.
*
Luego viene la segunda dentellada:
A continuación sobreviene lo insólito:
En cuanto a ese poco de neurosis, permítame llamarle la aten ción sobre el hecho de que usted abre La interpretación de los sueños admitiendo en tono de lamento su propia neurosis - el sueño de la Inyección de Irma: identificación con el neurótico que necesita tratamiento. Muy significativo79.
Por pura obsecuencia, nadie se anima a tomatal profeta por las barbas y preguntarle, de una vez por todas, qué le diría a un paciente que tiene tendencia a analizar al analista y no a sí misjn° ... Escuche bien, mi estimado Profesor, mientras usted transi ese tipo de cosas, no doy un rábano por mis acciones sintomá-
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ticas; ellas desaparecen ante el formidable rayo de luz de mi her mano Freud84. V
“¡... hermano Freud”! Ésta es la carta más reveladora que Jung haya escrito. No cabe duda de que el suizo podía pegar duro. Abría el juego y declaraba su independencia. El discípulo, a esta altura, había alcanzado fama in ternacional, aunque su lugar se debía en gran parte a su posición co mo primer lugarteniente freudiano. Lo que deseaba, realmente, era continuar en el movimiento psicoanalítico, siempre y cuando fuese re conocido como su principal teórico. “Una especie de Platón para el Só crates de Freud”85. La respuesta del Profesor, una vez más, fue blanda, ya que la mentó “que mi mención del lapsus lo haya irritado tanto”86, pero eso no reflejaba sus sentimientos. Ese “hermano Freud” fue, realmente, la gota de agua que colmó la copa. En carta a Jones, se quejó de que Jung le hubiera escrito “una carta con la máxima insolencia”87. Esa “carta no puede ser respondida”, se lamenta Freud88. Jung había violado una “convención entre analistas que establece que las acusaciones de neurosis son golpes bajos”. Por lo tanto - y aquí viene el corte-, “propongo que abandonemos enteramente nuestras relacio nes personales”89. Fin de una relación. Todo esto sucedía en vísperas del Congreso de Munich, que se iba a realizar en setiembre de ese año bajo un cielo tormentoso. Jung ejerció la presidencia de una manera —según Jones—“poco amistosa e incorrecta”90. Fue reelegido en una votación que refleja el mar de fon do y también la poca información de los congresales. Tuvo a su favor 55 votos; hubo, empero, 22 abstenciones. Los biógrafos de Freud no mencionan los efectos de las rupturas de los disidentes. Las cabezas ruedan, y ellos simplemente son borra dos del mapa. Jung se lamenta de lo doloroso del alejamiento. “Des7 pués de la ruptura con Freud, todos mis amigos y conocidos se sepaj raron de mí. Mi libro dejó de ser considerado una obra seria. Riklin y Maeder fueron los únicos que quedaron a mi lado. Pero yo había pre visto mi soledad y no me ilusioné acerca de las reacciones de los pre suntos amigos ... Vi que el capítulo «El sacrificio*» representó real mente mi sacrificio”91. Los años pasaron. En su autobiografía Memorias, sueños, refle xiones, Jung comienza diciendo: “Mi vida es la historia de un incons ciente que se realizó”92. No cabe duda de que Jung fue otro gigante por propia naturaleza. Tuvo una vida plena, con salud, dinero, amor, éxito y aventura. Su famosa “tendencia poligámica” lo llevó a encruci jadas románticas; es el héroe de la novela de Morris West El mundo de cristal, que narra su aventura con Magda von G. Pero en su misti cismo fue demasiado lejos para mi gusto. El segundo de sus Siete ser mones a los muertos comienza así: “En medio de la noche, los muer 22
tos, de pie contra la pared, bramaron: Queremos ver a Dios. ; Dónde está? ¿Murió?”*10 Tal vez la mayor contribución de Jung, paradójicamente, esté re lacionada con el concepto freudiano del narcisismo. La cosa comienza con la noción de “introversión”. Ese término, introducido en 1910, ba se de la primera tópica jung;uiana, designaba el desprendimiento de la libido de sus objetos exteriores y su retirada al mundo interior. Así se llena un vacío en la interpretación de la patología paranoica de Schreber. Éste sería el primer momento del circuito del narcisista. Freud le reconoce mérito: “Una precondición invariable e indispensa ble en todo comienzo de psiconeurosis es lo que Jung apropiadamente denomina «introversión»” 93. El problema inicial que vinculó a ambos hombres fue el mecanis mo psíquico subyacente de la demencia precoz. Esa aproximación to mó forma en el interés de Freud por el caso Schreber, “el gran intro vertido”, gracias a una recomendación de Jung. Freud, para explicar la fantasía de “fin del mundo”, adujo una proyección del caos “inter no” como una verdadera implosión del mundo externo. Pero no quedó satisfecho con esa explicación, ya que no daba cuenta de los efectos sobre las pulsiones del yo. Entonces, en “ausencia de una teoría de las pulsiones bien fundamentada”, se consideraron dos hipótesis: ha bía que presumir que la libido sexual coincide con los “intereses en general”, o que un trastorno en la distribución de la libido ejerce un efecto negativo sobre el yo94. Jung, en Wandlungen II (1912), cita tex tualmente ese pasaje crucial del ensayo freudiano, y opta por la pri mera de las dos alternativas, o sea la de que la libido coincide con el “interés en general”, expresión que subrayó en su texto. Argumenta ba que el psicótico aleja del mundo exterior no sólo sus intereses se xuales, sino toda su potencia afectiva. Este monismo de Jung tenía que ser refutado. Como lo señala Seleznick, a “Freud [le] tomó más de un año res ponder a los argumentos de Jung, ya que se vio obligado a realizar una revisión de su teoría de la libido para aceptar el desafio”95. Allí comienza el desenlace, que se abre en el texto “Introducción del narci sismo . Ya en la segunda página se traza la distinción: al retirarse e mundo exterior, el psicótico fija la libido en su yo; el neurótico re lene una imagen de los objetos, razón por la cual no pierde su rela ción con la realidad. En a con^roversia fue muy fructífera para la teoría psicoanalítica. 68 ensayo sobre el narcisismo, el conflicto entre pulsiones del yo
sus “S ie te ^ g° rV ^„ate8on °PÍna que Jung estaba psicótico cuando escribió gory B atP ^rm£neS y que ese texto le permitió recuperar su equilibrio (GreHouse, póg 455) * *° Echoio^ ° f Mind> 1972> Nueva York, Random
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y pulsiones sexuales es sustituido por un nuevo dualismo de libido del yo y libido objetal. Al mismo tiempo, se postula que parte de las pulsiones del yo son no-libidinales, dejando así abierto el camino para las revisiones finales de la teoría de la libido que Freud presentaría en Más allá del principio de placer, y que desarrolló plenamente en El malestar en la cultura. El inconsciente, por su parte, fue un verdadero minué metapsicológico. Para Freud, el inconsciente era primordialmente hijo de la represión. Jung, en cambio, consideraba sus propiedades creativas, y veía en lo desconocido por lo menos tanta fuerza de vida como de muerte. De ahí las opiniones contrapuestas sobre el papel de la fan tasía. Freud llegó a afirmar que una persona feliz nunca fanta sea...”96 El suizo, en cambio, escribe: “Tengo a la fantasía en alto concepto. Para mí es el aspecto maternalmente creativo del hombre masculino ... Como dice Schiller, el hombre es completamente hu mano sólo cuando juega”97. A juicio de Freud, los sueños no son creativos. Su razón de ser: la realización de deseos, la extinción pulsional. Para Jung el soñante puede estar buscando una solución éti ca98. En este punto, muchos analistas son junguianos sin saberlo, comenzando por el propio Freud cuando analiza su sueño en el que pierde la cartera99- Tanto Lacan como Erikson interpretan el sueño de Irma como una producción onírica destinada a descubrir el psi coanálisis100. Jung señala que Freud “también les atribuye a los sueños una función compensatoria en la medida en que preservan el dormir”. Jung rechaza asimismo la distinción trazada por Freud entre contenido manifiesto y contenido latente. El mensaje está contenido en todo el sueño, como posteriormente lo pensó Erikson. El suizo, en sus Memorias, señala: “Nunca pude concordar con la afirmación de que el sueño era una «fachada» tras la cual permanece oculto su sig nificado: un significado ya conocido pero negado «maliciosamente», por así decirlo, a la conciencia. Para mí todos los sueños son una par te de la realidad que no abriga intenciones de engañar, sino que ex presa algo de la mejor manera que puede”101. Jung tenía la opinión de que “entre lo consciente y lo inconscien te existe una relación compensatoria y ... el inconsciente siempre tra ta de completar la parte consciente de la psique, agregándole las par tes que faltan, con lo que impide un desequilibro peligroso”102. En su concepción monista, la mente es “un sistema autorregulado que man tiene su equilibrio de la misma manera que el cuerpo... La existencia de demasiado poco de un lado produce, como consecuencia, mucho del otro”103. Hay otro punto en el que la mayoría de los analistas también son junguianos sin saberlo104. Se trata de la idea de que los perso najes oníricos pueden representar aspectos del yo del soñante. Freud, al interpretar el contenido latente, creía que los personajes del sueño representaban a personas de la vida pasada del soñan24
te*11. Para Jung, “un hombre que sueña con una joven muy triste puede estar expresando su propia tristeza” y era típico del suizo pensar que un hombre podía haber perdido contacto con su feminei dad (“anima”), de igual modo que muchas mujeres sufren por la fal ta de acceso a su faceta masculina (“animus”). Siguiendo ese princi pio autorregulador, “en el hombre, el inconsciente tiene rasgos femeninos; en las mujeres, masculinos ..»”105. En realidad, son va rias las contribuciones de Jung en este campo. Analistas como Ma rión Milner, Winnicott y Rycroft hablan de un inconsciente crea tivo106. Para la psicología analítica “los sueños pueden contener verda des finales, proclamas filosóficas, ilusiones, fantasías extravagantes, recuerdos, planes, premoniciones, experiencias irracionales, incluso visiones telepáticas”107. Jung coincidía con Nietzsche en que ellos an ticipan la verdad. Maeder, discípulo de Jung, también habló de la “tendencia prospectiva de los sueños”108. En mi hipótesis final del sueño de la Inyección de Irma, yo mismo soy junguiano.
NOTAS
1 . Peter Gay, Freud, urna vida para o nosso tempo, 1989, San Pablo, Companhia das Letras, pág. 364n. 2 . Aldo Carotenuto, Una secreta simetría: Sabina Spielrein entre Freud y Jung, 1980, Barcelona, Gedisa, pág. 47. 3. Carta de Jung a Sabina del 30 de junio de 1908; ibíd., pág. 86. 4. Ibíd., Cartapág. de Sabina Spielrein del 9 de junio de 1909, ibíd., pág. 194. 5. 79.
6. Carta de Jung a Freud del 7 de marzo de 1909, Freud-Jung, Corres pondencia completa, 1976, Río de Janeiro, Imago, pág. 257. 7. Ibíd. 8 . Carta de Freud a Jung del 9 de marzo de 1909, ibíd., pág. 260. 9. Carta de Jung a Freud del 11 de marzo de 1909, ibíd., pág. 262. 10. Carta de pág. Sabina a Freud del 30 de mayo de 1909, Aldo Ca rotenuto, op. cit.f 193Spielrein . 11. Carta de Freud Jung del 3 de junio de 1909, Freud-Jung, Corres pondencia completa, pág. a277. 12. Cf. C. G. Jung, “The Freudian Theory o f Hysteria”, CW, IV. 13. Carta de Jung Freud pondencia completa, pág.a 279 . del 4 de junio de 1909, Freud-Jung, Corres 14. Ibíd. 15. Carta de Freud a Jung del 7 de junio de 1909, ibíd., pág. 281.
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16. Ibíd. 17. Ibíd. 18. Carta de Sabina Spielrein a Freud del 7 de setiembre de 1909, citada por J. M oussaieff Masson, Against Therapy, Ernotional Therapy and the Myth o f Psychological Healing, 1988, Nueva York, Atheneum, pág. 173. 19. Carta de Jung a Freud del 21 de junio de 1909, Freud-Jung, Corres pondencia completa, pág. 287. 20. Carta de Freud a Sabina Spielrein del 24 de junio de 1909, citada por J. Moussaieff Masson, op. cit., pág. 175. 21. Carta de Freud a Sabina Spielrein del 20 de enero de 1913, Aldo Carotenuto, op. cit., pág. 100. 22. Nicole Kress-Rosen, Trois figures de la passiony Springer-France, 1993. 23. Prólogo de Bruno Bettelheim a Aldo Carotenuto, op. cit., pág. 34 24. SE, XXII, pág. 103. 25. S. Spielrein, “Die Destruktion ais Ursache des Werdens”, Jahrbuch für psychoanal. und psychopath. Forschungeny 1912, págs. 465-503. 26. Peter Gay, op. cit.y pág. 364. .. , 27. Carta de Freud a Jung del 30 de noviembre de 1911, Freud-Jung, Correspondencia completa, págs. 534-5. 28. Carta de Ferenczi a Freud del 14 de julio de 1911, Sigmund FreudSandor Ferenczi, Correspondancey 1992, Calman-Levy, pág. 312. 29. Carta de Ferenczi a Freud del 3 de diciembre de 1911, ibíd., pág. •
i. '
9 • J
i
334.
30. Carta de Freud a Gizela Palos del 11 de febrero de 1917, citada por Andró Haymal en “De la correspondance (avec Freud) au Journal (de Ferenc zi f , Revue Internationale d ’Histoire de la Psychanalyse, 1989, II, pág. 171. 31. Carta de Jones a Freud del 13 de julio de 1911, R. Andrew Paskausas (comp.), The Complete Correspondence o f Sigmund Freud and Ernest Jo nes, 1908-1939, 1993, Londres, Harvard University Press, pág. 110. 32. Ibíd. 33. Carta de Freud a Jones del 8 de noviembre de 1912, ibíd., pág. 170. 34. Ibíd. 35. Peter Gay, op. cit., pág. 182. 36. Ernest Jones, A vida e a obra de Sigmund Freud, 1989, Río de Janei ro, Imago, II, pág. 409. / 37. Carta de Freud a Jones del 2 de junio de 1912, R. Andrew Paskausas (comp.), op. cit.y pág. 285. j 38. Carta a Ferenczi del 29 de diciembre de 1910, Sigmund Fréud-Sarídor Ferenczi, Correspondance, pág. 256. 39. Ernest Jones, op. cit.f II, pág. 149. 40. Ibíd., II, pág. 150. 41. Ibíd., II, pág. 151. 42. P. Roazen, Freud y sus discípulos, pág. 257. 43. Carta de Jung a Jones, citada en Ernest Jones, op. cit.y II, págs. 148-49. 44. C. G. Jung. Memorias, sonhos, reflexóes, Nova Fronteira, Río de Ja neiro, 1962, pág. 135. 45. Ibíd., págs. 135-6. 46. Ibíd., pág. 136. 47. Ibíd. 48. Ibíd., pág. 137.
49. Frank J. Sulloway, Freud, biologiste de iesprit, 1981, París, Fayard., pág. 414. 50. C. G. Jung, The Theory o f Psychoanalysis, 1913, CWy IV, pág. 107. 51. Ibíd., IV, pág. 107. 52. Frank J. Sulloway, op. cit.y pág. 416. 53. Carta de Emma Jung a Freud del 30 de octubre de 1911, citada por Peter Gay, op. cit.ypág. 215. 54. C. G. Jung. Memorias, sonhos, reflexóes, pág. 149. 55. Ibíd., pág. 149. 56. Ibíd., págs. 149-50. 57. Carta de Jung a Freud del 17 de mayo de 1912, Freud-Jung, Corres pondencia completa, pág. 574. 58. Carta de Freud a Jung del 13 de junio de 1912, ibíd., pág. 579. 59. Carta de Jung a Freud del 11 de noviembre de 1912, ibíd., pág. 585. 60. Ibíd. . ' 61. Carta de Freud a Jung del 14 de noviembre de 1912, ibíd., pág. 587. 62. Carta de Freud a Ferenczi del 26 de noviembre de 1912, Sigmund Freud-Sandor Ferenczi, Correspondance, pág. 454. 63. C. G. Jung. Memorias, sonhos, reflexóes, pág. 142. 64. Didier Anzieu, A auto-análise de Freud e a descoberta da psicanálise, 1989, Artes Médicas, Porto Alegre, pág. 323. 65. Ernest Jones, op. cit.y II, pág. 155. 66. C. G. Jung. Memorias, sonhos, reflexóes. 67. Carta de Freud a Jung del 29 de noviembre de 1912, Freud-Jung, Correspondencia completa, pág. 394. 68 . C. G. Jung, “On Psychoanalysis”, conferencia pronunciada en el 27° Congreso Internacional de Medicina, 1913, publicada como “Psychoanalysis and Neurosis”, en Jung, Freud and Psychoanalysis, pág. 247. 69. Carta de Jung a Freud del 29 de julio de 1913, Freud-Jung, Corres pondencia completa, pág. 621. 70. C. G. Jung, Memories, dreams, reflections, 1989, Nueva York, Vintage Books, pág. 153. 71. Jung, “Psychoanalysis”, conferencia pronunciada en la Sociedad Psicomédica de Londres el 5 de agosto de 1912, incluida en Jung, Freud and Psychoanalysis, pág. 240. 72. SE, XIV, págs. 67-103. 73. SE, XIV, págs. 7-66. 74. Peter Gay, op. cit.y pág. 226. 75. Carta de Freud a Abraham del 16 de marzo de 1914, A Psychoanalytic Dialogue: the Letters o f Sigmund Freud and Karl Abraham, 19071926, 1965, Nueva York, Basic Books, pág. 188. 76. Carta de Freud a Ferenczi del 24 de abril de 1914, Sigmund FreudCandor Ferenczi, Correspondance, pág. 589. 77. Carta de Freud a Jung del 29 de noviembre de 1912, Freud-Jung, orrespondcncia completa, pág. 594. 78. Carta de Jung a Freud del 3 de diciembre de 1912, ibíd., págs. 595-6. 79. Ibíd. 80. Ibíd., pág. 596. 81. Carta de Freud a Jung del 5 de diciembre de 1912, ibíd., pág. 599. 82. Carta de Jung a Freud del 14 de diciembre de 1912, ibíd., pág. 604. 83. Carta de Jung a Freud del 18 de diciembre de 1912, ibíd., pág. 606.
26
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84. 85. Ibíd. Colín Wilson, Jung, señor del mundo subterráneo, 1984, Buenos Ai res, Urbano, pág. 86 . Carta de 89. Freud a Jung del 22 de diciembre de 1912, Freud-Jung, Co
CAPÍTULO 34
rrespondencia 608.del 26 de diciembre de 1912, The Complete 87. Carta completa, de Freud pág. a Jones Correspondence de Sigmund Freud and Ernest Jones, 1908-1939, pág. 186. 88 . Carta de Freud a Jung del 3 de enero de 1913, en Peter Gay, op. cit.y pág. 610. 89. Ibíd. 90. Ernest Jones, op. cit.yII, pág. 156. 91. C. G. Jung. Memorias, sonhos, reflexoesypág. 150. 92. Ibíd., pág. 19. 93. SE, XII, pág. 75. 94. 95. Ibíd. S. T. Selesnick, “C. G. Jung” , A historia da psicanálise através de seus pioneirosypág. 88 . 96. SE, XII, pág. 152. 97. C. G. Jung, “The aims o f psycotherapy”, 1931. 98. C. G. Jung, The Development o f Personality, CW, XVII. 99. pág. 237. “The dream specimem o f psychoanalysis” , J. Amer. 100.SE, E. VI, H. Erikson, Psychoanal. Ass.y 1954, II, págs. 5-56. 101. C. G. Jung. Memorias, sonhos, reflexóes, pág. 145. 102. C. G. Jung, “General aspects o f dream psychology”, 1916, CWyVIII, pág. 45. 103. Ibíd., CWyVIII, pág. 51. 104. Paul Roazen, op. cit.y págs. 297-8. 105. Jung, The Practice o f Psychotherapyy pág. 15. 106. A. Samuels, Jung e os pós-junguianos, 1989, Río de Janeiro, Imago, pág. 27. 107. C. G. Jung, “On the nature o f dreams”, 1945, CWyVIII, pág. 237. 108. C. G. Jung, The Practice o f Psychoterapy, pág. 147.
ADLER Y EL GOLPE DE NUREMBERG ¿En qué punto estaba la Causa, en vísperas del Segundo Congre so de Nuremberg? Después de la Circular de Roma de 1907 y de la creación de la sociedad vienesa, Freud comienza a pensar en una aso ciación internacional. Tiempos triunfalistas. Las noticias del otro la do del Atlántico no podían ser más auspiciosas. Stanley Hall escribe que, en el Congreso de Psicología de Harvard, se había dedicado toda una tarde al psicoanálisis. En una carta entusiasmada a Jung, Freud le dice: “Estoy convencido de que la bandera del psicoanálisis debe flamear sobre el territorio de la vida amorosa normal ...wl. La victoria de Eros. En esa misma carta, reflexiona sobre un proyecto que revela su disposición institucionalizadora: “Me pregunto, aunque la idea no está madura, si nuestros partidarios no podrían afiliarse a una orga nización mayor con fines prácticos”2. “Partidarios”, palabra nueva en el vocabulario freudiano. Le pide su opinión al Príncipe Heredero: “Hay una Fraternidad Internacional por la Ética y por la Cultura que se constituye ... y cuyo gran incentivador es un farmacéutico de Ber na, Knapp, que acaba de visitarme. ¿No sería oportuno que ingresá ramos todos?”3 Era una liga antialcohólica con Forel como presidente. Jones con cluye: “Nada resultó de este intento, que fue luego sustituido por la formación de una asociación puramente psicoanalítica”4. Cabe la pre gunta: ¿por qué una liga antialcohólica para bosquejar su propia in ternacional? Creo que el asunto pasa por el alcohol - el alcohol como carnada. La propuesta de Knapp era suscrita por el renombrado Forel. Bleuler, discípulo y sucesor de Foreln , participaba de la cruzada. La es cuela de Zurich se proclama abstemia con sello de garantía suiza. La consulta del Profesor quizás estuviera destinada a agradar a los sui zos y a encaminar la perversa criatura psicoanalítica por la senda de a av^^er^ a
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V ^u^us^° Forel (1848-1931) fue la piedra fundamental de Burghólzli. (1866-lQ ^ff randeS discíPulos: Eugéne Bleuler (1857-1939) y Adolf Meyer 50), el padre de la psiquiatría dinámica norteamericana. 29
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como señala Roustang, tiene el arte infausto de pinchar todos los glo bos freudianos. De hecho, ya salido del capullo del espléndido y som brío ostracismo, Freud comenzaba a gozar de cierta reputación en Viena; no solamente entre los estudiantes, donde era casi un objeto de culto, sino en la clase intelectual en general. A la sazón estaba ter minando su Leonardo, acosado por calambres de escritor. Acababa de tener la primera entrevista con el Hombre de los Lobos, y estaba en tusiasmado con la Verlag, atareándose en la corrección de pruebas de las cinco conferencias de Worcester. El devenir de la historia se comprende mejor si comenzamos con dos cartas que Freud escribe a Ferenczi y Jung los días Io y 2 de ene ro de 1910, tres meses antes del Congreso de Nuremberg. Cartas de año nuevo, década nueva y planes nuevos. A Ferenczi: “¿Qué piensa de una organización más rigurosa, con la formación de una asociación y una pequeña contribución? ¿Cree que será provechosa? Le escribí unas palabras a Jung sobre el asunto”6. Las palabras a Jung fueron: “En ese momento [en el Congreso de Salzburgo] la preocupación dominante era conocernos e intercambiar ideas sobre lo que había que decir y realizar. La consecuencia natural fue la fundación del Jahrbuch, que pasó a asumir esa función. El Pró ximo Congreso, por tanto, podrá dedicarse a otras tareas, como la dis cusión y la organización de algunos puntos de importancia básica. Me inclino por pocas y bien escogidas conferencias y por prestar una atención mayor a la cuestiones prácticas relacionadas con el presente y el futuro inmediatos. ¿Qué le parece?”7 Jung no responde o responde indirectamente, pidiéndole que “se presente al Profesor material clínico”, que trate de “arrancar a sus discípulos una u otra conferencia”8. La respuesta de Ferenczi es mu cho más significativa:
tro privado con el Profesor en Viena. Éste, en carta a Jung, declara: “La compañía de Ferenczi, el domingo pasado, fue un alivio para mí, pues tengo en él una confianza total y puedo conversar con él sobre las cosas que de hecho me importan”. Freud no informó a Jung de las cosas que le importaban11. Encontramos claramente formulada por primera vez la incompa tibilidad entre democracia y psicoanálisis. Retomaremos este impor tante punto al hablar de la Psicología de las masas. El congreso tuvo lugar el 30 y 31 de marzo de 1910. El primer día fue dedicado a las contribuciones científicas. Hubo cinco en total. Freud abrió la marcha con “Las perspectivas futuras de lá terapia psicoanalítica”; Abraham presentó “Psicoanálisis del fetichismo”. Hu bo aportes de tres ilustres desconocidos: Marcinowsky, Stegmam y Honegger. En total, una pobrísima cosecha. En el trabajo de Freud no había nada nuevo. Como él dijo, “escogí un tema práctico para esta conferencia inaugural, con miras a despertar en ustedes su interés médico y no científico”12. El trabajo de Abraham exponía un caso de fetichismo de corsé13, de tipo stekeliano, de poco interés. Jones, siem pre ufano, comentá que “la parte científica tuvo mucho éxito y demos tró lo provechosas que eran las nuevas ideas”14. ¿Qué nuevas ideas? Las ponencias de Nuremberg no se comparan con las de Salzburgo, dos años antes, donde Freud disertó sobre el Hombre de las Ratas; el tema de Abraham había sido “Diferencias psicosexuales entre demen cia precoz e histeria”; el de Jung, “Demencia precoz”; el de Stekel, “Histeria de angustia”; el de Adler, “Sadismo en la vida y neurosis”, y Jones introdujo la noción de racionalización. El vaticinio de Freud se cumplió. Salzburgo fue un congreso científico; Nuremberg, político. El calambre de escritor del Profesor sería el síntoma de los tiempos. El segundo día se dedicó a los informes. Stekel presentó un tra bajo sobre simbolismo*2. Jung narró la experiencia de Worcester. El plato fuerte fue el aporte de Ferenczi, titulado “Sobre la necesidad de una mejor unión entre los adeptos a las enseñanzas de Freud, con su gerencias para una organización internacional permanente”. Jones narra que “después del programa científico, Ferenczi se pro nunció sobre la futura organización analítica. Hubo de inmediato una ola de protestas. En su presentación, el húngaro hizo algunas observa ciones muy despectivas sobre la calidad de los analistas vieneses, y su girió que el centro de la futura administración fuese Zurich, con Jung como presidente. Cabe decir que Ferenczi, a pesar de su encanto perso nal, tenía un lado decididamente dictatorial, y algunas de sus propues ta fueron más allá de lo habitual en los círculos científicos”15.
Yo no pienso que la concepción psicoanalítica del mundo conduz ca al igualitarismo democrático. La elite espiritual de la humani dad debe conservar el predominio; creo que Platón preconizó algo semejante9. [El énfasis en “elite espiritual” es de Ferenczi.] 0
Freud entra en la misma onda: “Ya alguna vez pensé en la ánalogía con la hegemonía de los filósofos platónicos”. Acto seguido, reco mienda cautela: Le encarezco, por su propio bien, que tenga cuidado en lo que concierne a la organización10. Varias cosas se desprenden de este intercambio de cartas. Cuan do Freud pide cautela, eso significa que existe un plano político deba jo del tapete. Segundo, parece ser que Jung quedó fuera de la conspi ración. Respaldando la tesis del complot, es interesante consignar que Ferenczi viajó, el día 2 de febrero, desde Budapest a un encuen-
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El informe de Ferenczi, a pesar de la crítica de Jones, fue polémi co y fundamental. Abordaba los elementos primordiales de la institucionalización de la nueva ciencia y se trató del primer documento que encaró la transmisión del psicoanálisis. Es curioso que este antepro yecto de estatuto haya sido redactado por el más informal de los psi coanalistas, el único de los grandes pioneros que, a pesar de ser padre de la propuesta inicial, nunca fue presidente de la IPA. Documento notable, agudo, a veces ingenuo, siempre profético. La organización allí vislumbrada apunta a un doble objetivo: velar por el cuerpo doctrinario (existencia del inconsciente, papel de la se xualidad, método interpretativo), y, al mismo tiempo, constituirse co mo foro para un “análisis permanente del psicoanálisis”, un lugar pa ra la “crítica” mutua de sus miembros. Ferenczi hace una breve historia del movimiento, en la que reco noce dos tiempos. Primero, la década heroica del espléndido aisla miento. La hora de la burla y del sarcasmo, cuando el mayor cumpli do posible para con Freud era lamentar que “semejante talento fuese víctima de tamaño error”16. A continuación Ferenczi discierne una se gunda época, marcada por la “aparición de Jung, a quien le cabe el mérito de haber introducido, con los métodos de la psicología experi mental, una convalidación de las ideas de Freud...”17. Dicho lo cual, Ferenczi lanza el fósforo encendido junto al barril de pólvora, y propone a Jung como presidente de la Asociación Psicoanalítica Internacional. En la apertura del documento, Ferenczi deja ver su ambivalencia ante el acto de institucionalización, es decir, ante su propia propuesta: Como primeros inmigrantes al nuevo continente, hasta el día de hoy hemos tenido que sostener una guerra de guerrillas, sin di rección espiritual, sin unidad táctica ...18 Se da cuenta de que En ciertos estratos de la sociedad, fue precisamente ese combate no organizado, casi revolucionario, el que conquistó simpatizan tes; los temperamentos artísticos, dada su comprensión intuitiva de los problemas que nos ocupan, junto con su aversión a todo lo que sea académico, se sumaron a nuestras filas...19 Pero, junto con sus ventajas, la guerra de guerrillas ... supuso inconvenientes considerables. La ausencia de una dirección favoreció la proliferación desmedi da de las tendencias individualistas de las posiciones científicas personales aisladas de algunos [combatientes] en detrimento del interés común ...20 32
Por eso, él observa que La mayoría, habituada al orden y a la disciplina, encuentra [en la desorganización] un alimento que nutre sus resistencias. Por último, no hay que olvidar a las personas timoratas que vacilan en tomar partido, pero que estarían muy dispuestas a entrar en una organización.21 Organización es conservadurismo. Resulta obvio que Ferenczi, hijo de un revolucionario de la Primavera de los Pueblos, no se hace muchas ilusiones sobre el tipo de adeptos que el psicoanálisis recluta rá en esa nueva fase. Él teme a los medrosos y recela del encuadramiento. Alude a la patología de las asociaciones. En ningún momento pretende minimizar los riesgos de la institucionalización. Anticipan do Tótem y tabú, toma como modelo a la familia, en la que la figura autoritaria del padre domina a los hijos en la pugna por el poder. Además confiesa su propio lugar en la horda: Una prueba, entre otras, deriva del hecho de que aun nosotros, analistas salvajes y sin organización, condensamos en nuestros sueños la figura paterna con la de nuestro jefe espiritual. Con mucha frecuencia aniquilé y enterré, bajo una forma más o me nos disfrazada, al padre espiritual, altamente respetado pero, en el fondo, figura molesta a causa de su misma superioridad inte lectual y que, incluso, presentaba ciertas características de mi propio padre”22. Ferenczi, al confesar el contenido de sus sueños, perpetúa el lu gar de la libertad de la palabra plena, continuando la tradición de la Traumdeutung23. Finalmente, hay una analogía entre el desarrollo del niño y la vida de las instituciones: “La actual fase autoerótica de nuestra aso ciación será sustituida por la fase más madura del amor objetal, en la cual la satisfacción ya no se busca en la excitación de las zonas erógenas psíquicas (la vanidad, la ambición), sino en los propios objetos de nuestro estudio. Tengo la convicción de que una sociedad psicoanalíti?? trabajara de ese modo crearía condiciones internas para su acividad, y que esta sociedad sería respetada en el exterior”24. Así habló Sandor Ferenczi, el Gran Visir del psicoanálisis. Lxtraño discurso: tan joven en la época, tan viejo hoyen día. se tra*Se compren(^e mejor la referencia platónica. La elite de la que « rata es ,a de «na banda subversiva, dispuesta a conquistar el c¡xnevo coní:inente” a cualquier precio. Incluso al precio de la ejecusumaria del compañero que claudica. Lacair*0 ^eva a Pensar en cómo abre Roudinesco su biografía de
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Jacques Lacan procuró introducir la peste, la subversión y el de sorden en el corazón tibio del freudismo vigente. Un freudismo que, después de haber sobrevivido al fascismo, sabrá adaptarse a la democracia al punto de olvidar la violencia de sus oríge nes25.
3 de abril de 1910 Q uerido amigo:
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No cabe duda de que fue un gran éxito. Y, sin embargo, noso tros dos tuvimos poca suerte. Evidentemente, mi comunicación recibió una respuesta tibia; no sé por qué. Tenía mucho para des pertar interés ... Su enérgico llamado tuvo la desgracia de provo car tanta contradicción que ellos se olvidaron de agradecerle las im portantes sugerencias presentadas. Toda sociedad es ingrata: eso no importa. Pero ambos fuimos un poco responsables por no prever el efecto que tendría sobre los vieneses. Le hubiera sido fácil om itir enteramente las observaciones críticas y asegurarles su libertad científica; así los habríamos privado de buena parte de su fuerza. Considero que mi aversión a los vieneses, hace mu cho contenida, se combinó con su complejo de hermano, de modo que nos volvimos miopes34. i
La reacción de los vieneses, lógicamente, tenía que ser virulen ta. Se sintieron traicionados. La discusión que desencadenó la lectu ra del Informe “fue tan áspera que hubo que continuarla al día si guiente”26. Adler y Stekel se opusieron categóricamente a la postulación de Jung para el cargo de presidente de la nueva interna cional psicoanalítica. Ellos, que habían sido apóstoles de la primera hora, se veían postergados de la noche a la mañana. Y, para colmo, por un grupo de goyim (Binswanger, otro ario, sería el secretario). “Ellos, que -decía el leal Hitschmann- tomados como raza, son com pletamente diferentes de nosotros, los vieneses...”27 Adler juzgaba que exaltar a los suizos era un error. Mientras que Freud argüía que “el anatema impuesto al psicoanálisis llevaba a sus partidarios a unirse en una organización internacional”, el discípulo era de la opi nión que se sobreestimaban los “peligros”. Se trataría del “senti miento de inferioridad” del Profesor28. Los vieneses presentes en Nuremberg temían, además de la pérdida de poder, que la “censura” propuesta por Ferenczi resultase en “restricciones a la libertad cien tífica”29. Se celebra una reunión de emergencia en la habitación de Stekel. Motín a bordo del Grand Hotel. El propio Freud, al enterarse del con clave, se apersonó para hacer un apasionado llamado a la fidelidad. Insistió en la necesidad del apoyo solidario frente a las resistencias imperantes. Después, en un gesto dramático, tiró su saco, declarando: “A mis enemigos les gustaría verme pasar hambre; me despojarían hasta de la camisa”. Según la versión de Stekel: “Ellos me niegan hasta la ropa que llevo puesta; no sé si en el futuro me podré ganar el pan”30*31. “Nunca lo vi tan agitado”, rememora Wittels.32 Este desplazamiento del centro de poder fue una terrible afrenta para los miembros de la Sociedad de los Miércoles. A fin de apaciguar los ánimos, se proyectó una nueva revista, el Zentralblatt für P$ychoanalyse, cuyos redactores serían Adler y Stekel. Esta publicación -escribe Freud en su “Historia”- “estaba evidentemente destinada a representar a la Oposición; su objetivo era reconquistar para Viena la hegemonía amenazada por la elección de Jung”33. El propio Jung ya era redactor del Jahrbuchy primera revista dedicada exclusivamente al psicoanálisis. Con el mismo espíritu, Adler fue nombrado presidente de la Sociedad Psicoanalítica de Viena, con Stekel en la vicepresi dencia. De vuelta a casa, Freud envió a Ferenczi el siguiente “epílogo”, como él lo denominó, sobre el congreso:
¿Era miopía o un forcing político destinado a desestabilizar a los disidentes? Al final de la carta, Freud no deja dudas de sus intenciones: Con el “golpe” de Nuremberg se cierra la infancia de nuestro mo vimiento; ésta es mi impresión. Espero ahora un rico y promiso rio período de juventud35. La respuesta de Ferenczi es significativa. Abatido por el “golpe de Nuremberg”, rememora una canción húngara que dice “Nadie en la faz de la Tierra es más huérfano que yo”, para concluir: Me sentí conmovido por la profunda tristeza que la decisión de transferir la dirección a Zurich provocó en Adler36. Abraham, de vuelta del congreso, en marcado contraste, escribe: Estimado Profesor: Imagino que ha regresado de Nuremberg completamente sa tisfecho. La mayor satisfacción para mí fue comprobar el estado de ánimo con que los participantes dejaron el Congreso. Viajé de vuelta con Eitingon, Hirschfeld y Koerber y, durante las nueve horas del trayecto, intercambiamos impresiones sin cesar37. He Hpartl r este m°niento, Freud tuvo que defender al Príncipe ficad erj/* e sombrios celos generalizados y, en buena medida, justilism°S *a ^e^re P ática se instaló en esa caldera, y el maquiavedel c° COma desenfrenado. Incluso Abraham, que retorna eufórico ongreso, está celoso. Para aplacar los ánimos, Freud le escribe:
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Por favor, sea tolerante y no olvide que para usted es más fácil seguir mis ideas que para Jung, porque, en primer lugar, usted es completamente independiente y está más próximo a mi consti tución intelectual a causa del parentesco racial. Él, como cristia no, hijo de pastor, encuentra grandes dificultades en su camino de acercamiento a mí. Por esa razón su asociación con nosotros es tanto más valiosa. Casi diría que su aparición ha sido lo que le permitió al psicoanálisis evitar el riesgo de convertirse en una cuestión nacional judía38.
greso. Un rico paciente de Chicago -un McCormick- estaba grave mente enfermo. Emma Jung toma las riendas y le escribe al aprensi
vo Profesor que su marido “le pide que no se preocupe en absoluto por Nuremberg, porque con toda certeza él estará allí”42 (el énfasis es de Emma). Freud, inquieto, comenta en una carta a Pfister: Todavía no me conforme con el hecho de que usted no irá a Nu remberg. Bleuler tampoco va, y Jung está en América, lo que me causa temor en cuanto a que no pueda volver a tiempo. ¿Qué s T cedería si mis zunqueses me abandonaran?43
Ese mismo día, Freud le escribe a Jung: Tengo que pedirle un gran favor. No dejé de percibir que se está abriendo una brecha entre usted y Abraham. Somos tan pocos que debemos mantenernos unidos, y una fricción por motivos personales, entre nosotros, es más grave que lo habitual. Consi dero al hombre [Abraham] de gran valor, y no querría verme for zado a prescindir de él, aunque sea evidente que no puede susti tuirlo a usted ante mis ojos. Tengo, por consiguiente, que pedirle ese favor: trate de prestigiarlo ...39 Existe una chocante duplicidad en estas cartas. A Abraham le di ce que tenga paciencia con Jung, porque la Causa necesita de él, aun que el suizo sea goy*3. En la carta a Jung, le manifiesta que “no que rría verme forzado a prescindir de Abraham”, aunque la posibilidad de sacrificarlo queda abierta... En este caso Freud sería el Abraham bíblico, e Isaac el Abraham psicoanalista. Son los años “políticos”, los años de la enfermedad juvenil del psi coanálisis como institución. Ungir a Jung como “Príncipe Heredero” no era, en modo alguno, sólo una maniobra política, un proyecto frío. “El rostro de Freud des bordaba alegría siempre que hablaba de Jung: «Éste es mi amado hi jo en quien tengo colocadas todas mis complacencias».”40 Cuando el Imperio que he fundado quede huérfano, únicamente * Jung podrá heredarlo por entero41. * Así hablan los Patriarcas. Freud se había identificado desde mu cho antes con Moisés, con el conductor de un pueblo que, en lugar de agradecerle, iba a volverse contra é l ... Jung, en esta historia, más que Príncipe Heredero parece la Be lla Durmiente. Partió para las Américas veinte días antes del Con
*3. Expresión peyorativa yídish para “no judío". 36
Difícil enfrentar a los vieneses sin los zuriqueses. Aparentemen te, Jung estaba al margen del complot. Aterrizó en Nuremberg, reple to de dólares y fue designado primer presidente de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA). No sabemos cómo reaccionó al hecho, ya que, después del Congreso, él y Freud pasaron un día descansando en Rothenburg. A modo de resumen: el Congreso de Nuremberg fue magro para la teoría psicoanalítica, determinante para la doctrina psicoanalítica, siniestro para el devenir político del Movimiento. Adler, por su parte, no se consoló con el evidente premio consuelo: ganaba la presidencia de una sociedad local, pero el premio mayor se lo quedaba Jung. El nuevo cargo de Adler no lo hizo más dúctil; al contrario: a partir de allí creció su anhelo de independizarse. Era un hombre ambicioso. No le resultaba fácil ser subordinado. En un momento dado, cuenta Freud, Adler se le aproximó y le dijo: “¿Piensa que me da tanto placer permanecer toda mi vida a su sombra?”44 Según la leyenda, la ambi ción del discípulo era una actitud reactiva a su ya mencionada infan cia enfermiza. Adler explica: “En circunstancias favorables, ciertos defectos de un niño engendran una disposición para un mayor rendi miento”45.46. “Las diferencias científicas de Adler con relación a Freud eran tan fundamentales -dice Jones- que sólo puedo espantarme, como me espanté con el episodio Fliess, ante la paciencia [que tuvo Freud] para intentar trabajar con él durante tanto tiempo”47. El discípulo era fliessiano en la forma de encarar la bisexualidad humana. El lado fem m m m « “nrotcstci masculina . menino del hombre es reprimido y ' d a J an en todos los frenLas dificultades entre ambos h£ ” \._maSiado interesado en una tes. Freud juzgaba que Adler es a 4s Reconocía que éste era psicología superficial y en el C0^ L P . psicoanálisis”, pero conc ui “un campo bastante descuida o P a formas del pensamien o que dicho énfasis significaba uni pudo apreciar debidamenpropias de la vieja psicología. A d e tenci6n se centra en el yo y en los te los datos psicológicos, porque s nc¡coanálisis comprende las c procesos conscientes, mientras que P gon los que produsas basándose en el inconsciente y e iCo\ogía profunda. Sin cen las neurosis”49. Adler naufraga en la psicologi p em37
bargo, él entendía estar ampliando el dominio de esa psicología pro funda. “El sentimiento de inferioridad -opinaba- no es consciente pa ra el neurótico en la medida en que es eficaz”.50 Después del Congreso de Nuremberg, los grupos psicoanalíticos ya existentes se registraron como sociedades filiales de la IPA. La pri mera fue la de Berlín. Abraham era su presidente y contaba con nueve miembros, de los cuales sólo se recuerda a Eitingon. A continuación adhirió el viejo grupo de Viena, un mes más tarde, con 21 miembros, bajo la presidencia de Adler. Zurich se sumó poco después, con 19 miembros, y Binswanger en la presidencia. Bleuler y algunos otros se separaron de la Sociedad, con el pretexto de que pertenecer a una or ganización internacional iba contra sus principios. ¡Estos suizos! En la arena de Nuremberg, Freud enfrentó a Adler por primera vez. Al año siguiente se produjo la confrontación final. Adler había expuesto sus puntos de vista por escrito a la Sociedad en enero y en febrero de 1911. El Profesor atacó. Jones (que por lo general aplica paños fríos) en este caso es categórico: “El propio Freud fue implaca ble en su crítica”51. Para dar la estocada final apeló a una concepción metodológica que él mismo había superado, ya que afirmó que había datos verificables, enteramente distintos de las “interpretaciones, que están sujetas a la opinión personal”. Freud sostuvo que el psicoanáli sis había descubierto un conjunto de datos nuevos que hacían de él un Corpus de conocimientos. Adler amenazaba con descartar tales ha llazgos con nuevas/viejas “especulaciones”. La disputa iba más allá de las consideraciones científicas. No se trataba sólo de preservar al psicoanálisis de los “enemigos externos”. La intelligentsia vienesa seguía este duelo de cerca. Freud denunció a Adler. Graf comenta: “Freud -como dirigente de una iglesia- expulsó a Adler, lo expulsó de la iglesia oficial”52. Se trataba, no cabe duda, de un juicio. La acusación: herejía. La pena: excomunión del hereje. Éste fue el segundo “golpe” pos-Nuremberg: destituir a Adler y a los disidentes que lo acompañaban. Freud lo consideraba un Judas, alguien que traiciona la verdad revelada. Roazen, que pontifica como inquisidor de la Inquisición, considera que fue Freud, y no Adler, el responsable del cisma53. Sachs juzga: “Él no se compadeció de su ad versario y usó palabras ásperas y observaciones mordaces”54. El fiel Sachs permaneció del lado del Profesor. En la misma línea, aunque Richard Wagner apoyara a Freud, admitió que se trataba de un juicio inquisitorial55. Freud sabía ser cruel. Cierta vez citó con “gusto” las palabras de Heine: “Tenemos que perdonar a nuestros enemigos, pero no antes de que hayan sido ahorcados”*4. En carta a Ferenczi, Freud se pronuncia: “Ahora he superado a
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Adler es un pequeño Fliess redivivo y también paranoico, qtekel en tanto apéndice, por lo menos se llama Wilhelm”56. c pjay más que ironía en esta agudeza. Junto con Adler, tanto Sadaer51 como Stekel58 habían adoptado la concepción íliessiana de la bisexualidad en la represión. Stekel postulaba dos “fuentes” sexuales en el inconsciente -una homosexual, otra heterosexual- y le asignaba a este conflicto intrasistémico una importancia grande en la clínica del diván59 En su libro sobre la neurosis de angustia también se interesó or ja periodicidad de Fliess ligándola al “lenguaje de los órganos”60. Hermann Swoboda, por su parte, desarrolló una teoría modificada de los biorritmos fliessianos en la interpretación de los sueños61. Freud tuvo al principio una actitud ambivalente, aunque experimentó el mé todo de Swoboda con sus propios sueños, consignados en una extensa nota al pie de página en La interpretación de los sueños, en 191162. Después de la segunda reunión de febrero, esa misma noche, Adler y Stekel renunciaron a sus cargos de presidente y vice. Freud, a pedido de Hitschmann, asumió la presidencia. Hitschmann queda ba como vicepresidente, Sachs como bibliotecario, y Rank y Steiner conservaban sus antiguos cargos. “En esa reunión se aprobó por una nimidad una resolución en la que se agradecía a Adler y a Stekel por los servicios prestados, y se expresaba la esperanza de que continua ran en la sociedad ... Adler permaneció en ella por poco tiempo; su úl tima aparición en una reunión se produjo el 24 de mayo.”63 Freud le comenta a Jung: “Desde anteayer asumí el liderazgo del grupo vienés. Era imposible continuar con Adler; él mismo lo enten dió y admitió que sus nuevas doctrinas eran incompatibles con la pre sidencia. Stekel, que ahora es carne y uña con él, lo acompañó en la decisión y, después de esa tentativa malograda, retomé las riendas, dispuesto a no aflojarlas ni un poco”64. Y así fue. El siguiente paso de la “revolución palaciega”65 consistió en pedir la dimisión de Adler al cargo de codirector del Zentralblatt, o sea, al premio consuelo. Adler ahora era soldado raso. “La reacción de Adler -según Jones- consistió en explotar la si tuación, formando un grupo con la denominación, hasta cierto punto de mal gusto, de Sociedad de Psicoanalistas Libres” 66. Finalmente, en reunión extraordinaria del 11 de octubre de 1911, reud anunció la renuncia de Adler, Bach, Maday y Barón Hye. En esa oportunidad quedó establecido que ningún miembro podía particin f-if11 ambas sociedades. A raíz de esta resolución se alejaron Furtf 10 Ofensor del pluralismo científico67; Franz y Gustav Brüner; a valiosa Margarete Hilferding, Klemperer, y Oppenheimer68. Jones Fiir^entíii^Ue *a ma^oría *os seguidores de Adler eran socialistas. niüller, su biógrafo, tuvo una activa carrera política69**5. La So*5 P nard HanHk * ana aPreciación adleriana del momento, léase de Berhuer, Adler-Freud Kontroverse, 1990, Francfort del Meno. e n
♦4. Citado en SE, XXI, pág. 110.
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ciedad Psicoanalítica de Viena perdió más de un tercio de sik miem bros. La Sociedad de Psicoanalistas Libres, a partr de 1912 pasó a denominarse Asociación para la Psicología Individual. Individual: ex traño nombre para un pensador vuelto hacia lo colectivo. La explosión de la Causa psicoanalítica a partr de 1908 provoca asombro por su acelerada cronología. Recapitulemos: en 1902el cuar teto inicial recibe la invitación para iniciar las reuúones de bs miér coles. Poco a poco comienza a llegar gente, de a un<, de a dospor año. Cuando Eitingon aparece en 1907, había 10 persenas preseites esa noche. Ferenczi ingresa en 1908; los discípulos >an llegando. Y de pronto vemos que en 1908 se realiza el Primer Congreso en Sálzburgo y, al año siguiente, el Segundo Congreso en Nurenberg, con la parti cipación de americanos, húngaros, alemanes, suizo* y holanebses. Asombra el esfuerzo editorial que acompañad derrotero de la Causa. La primera revista publicada en la época Ue el Jahibuch für psychoanalytische und psychopathologische Forshungen ( Anuario de las investigaciones psicoanalíticas y psicopat>lógicas”) dirigido por Freud y Bleuler en 1908, con Jung como redíctor. En 1911 apa rece el Zentralblatt für Psychoanalyse. Después le la separación de Adler, Freud publica, en lugar de este periódico,y a partir de 1913, la Internationale Zeitschrift für árztliche Psychoaiolyse (“Revista In ternacional de Psicoanálisis”), con el carácter deórgano ofeial de la IPA. El año anterior había aparecido /mago, ~uyo subtítulo era Zeitschrift für Anwendung der Psychoanalyseauf die Ceisteswissenschaften (“Revista para la aplicación del psicoanálisis i las cien cias humanas”)70. El mundo de las publicaciones, como los hmgos en Aussee, no termina allí. Desde 1906, en colaboración con el ditor Fraiz Deuticke, Freud organiza una colección que compila enpequeños libros los artículos ya aparecidos. Se trataba de la Sammling kleinerSchriften zur Neurosenlehre (“Colección de pequeños artícüos relacionados con la teoría de las neurosis”). Este proyecto, que comienza cin la nota necrológica de Charcot, continúa hasta 1922. Y, orno si tod) esto fue ra poco, también a partir de 1906 surge otra colcción: Sclriften zur angewandten Seelenkunde (“Textos de psicología aplicada”). Esta se rie, dedicada “a la publicación de los aportes psiológicos a los temas/ del arte y la literatura, así como a la historia de a civilizaciónV de la religión”71, fue inaugurada con el ensayo sobre l¡ Gradiva,y después incorporó el Leonardo. Freud, a partir de 1906, vela personalmentcpor la poltica edito rial. En ese sentido, es lo opuesto a Lacan, qu habla dd material editado como basura, y se refiere a la “poubelliation”, juefo de pala bras que podría traducirse como “basuricación” La letra mpresa se constituye en arma de singular importancia pra la difinión y per suasión. Esa política editorial aparece enfatizad en su “Cintribución a la historia del movimiento psicoanalítico”72. Mantener este aparato editorial no era trea fácil, oarticular40
mente por la dependencia del psicoanálisis respecto de las editoriales. Ya vimos la problemática del “huevo del cuclillo” en el caso Dora, cuando él temió que los editores, Wernecke y Ziehen, no publicaran su Psicopatología de la vida cotidiana. La primera obra lanzada por la Verlag fue, precisamente, la sex ta edición de ese libro, seguida por Tótem y tabú1*. A partir de 1921 comenzó a editar los textos mayores de Freud, empezando por Más allá del principio de placer. ¿Cómo se explica esa explosión? Junto con la capacidad productiva de Freud, tenemos el dinamis mo del Visir Ferenczi, el hombre que “por sí solo vale por una socie dad”74, y, finalmente, la contribución del contingente de Zurich con Jung y Riklin a la cabeza, y Bleuler en la retaguardia. A esos ingre dientes se sumaba el fermento de una idea nueva, cuyo potencial revo lucionario todavía nos sorprende casi un siglo después. Además, cam biando de óptica y de registro, tendría que preguntarle a mi amigo astrólogo qué constelación de planetas configuraba el hemisferio norte en 1910-11, años en los cuales, junto a la producción psicoanalítica, y bajo el mismo cielo de ese hemisferio, Wertheimer y Kohler fundaron el movimiento de la Gestalt, Watson lanzó el behaviorismo, Moreno el psicodrama, y Pavlov escribió sus primeras notas sobre el reflejo condi cionado. La “Carta Astral Psicológica” del siglo XX ya estaba asentada. No fue fácil, no. La empresa habría sido más simple si “El libro de los sueños” hubiese sido un éxito de librería. Freud, irónicamente, sólo llegó a ser best-seller con el postumo Wilson, la más pobre de to das sus obras. Tan tarde como en diciembre de 1915, cuando le escri bió a Ferenczi que había obtenido “una gran victoria diplomática: [el editor) Heller acordó tomar mis dos libros y mantiene la revista”75. Por fin, cuando el gran cervecero húngaro Tony von Freund, en 1918, creó una fundación de apoyo al psicoanálisis, Freud logró su in dependencia editorial, fundando una “casa editorial internacional del psicoanálisis”76. Así nació la Internationaler psychoanalytischer Ver lag, empresa que publicó libros durante más de 20 años. Fecha insti tucionalmente importante: el psicoanálisis, después de la primera guerra, estaba pronto para dar el segundo salto de gato.
NOTAS
1. Carta de Freud a Jung del 13 de enero de 1910, Freud-Jung, Correspondencia completa, 1976, Río de Janeiro, Imago, págs. 341-2. 2. Ibíd. 3. Ibíd. . 4' F. Jones>A vida e a °bra de Sigmund Freud, 1989, Río de Janeiro imago, II, pág. 81. 41
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5. Carta de Jung a Freud del 11 de febrero de 1910, Freud-Jflg, Corres pondencia completa, pág. 348. 6 . Carta de Freud a Ferenczi del Io de enero de 1910, Signiud FreudSandor Ferenczi, Correspondance, 1992, París, Calman-Levy, pág!30. 7. Carta de Freud a Jung del 2 de enero de 1910, Freud-JPg, Corres pondencia completa y pág. 336. 8 . Carta de Jung a Freud del 10 de enero de 1910, ibíd., pág.;39. 9. Carta de Ferenczi a Freud del 5 de enero de 1910, Signtnd FreudSandor Ferenczi, Corre spondance, pág. 142. 10. Carta de Freud a Ferenczi del 8 de enero de 1910, ibíd., fg- 144. 11. Carta de Freud a Jung del 2 de febrero de 1910, Freud-J^g» Corres pondencia cojnpleta, pág. 345. 12. SE, XI, pág. 141. 13. Cari Abraham, “ Remarks on the psychoanalysis o f a cas o f foot and corset fetichism", Selected Papers on Psychoanalysis, 1927, Lond-s, Hogarth Press. 14. Emest Jones, op. cit.y II, pág. 81. 15. Ibíd., II, pág. 82. 16. S. Ferenczi, De Vhistoire du mouvement psychoanalyti'¿e, en Oeuvres completes, I, pág. 163. 17. Ibíd., pág. 164. 18. Ibíd. 19. Ibíd. 20. Ibíd., págs. 164-5. 21. Ibíd., pág. 165. 22. Ibíd. 23. Ph. Julien, uEl debate entre Freud y Ferenczi”, en Ornica , I, pág. 83. 24. Ibíd., pág. 168. 25. Elisabeth Roudinesco, Jacques Locan, 1993, París, Faytd, pág. 11. 26. Peter Gay, Freud, urna vida para o nosso tempo, 198! San Pablo, Companhia das Letras, pág. 210. 27. Reunión Científica del 10 de octubre de 1909, Actas día Sociedad Psicoanalítica de Viena, org. por H. Nunberg y E. Fedem, 197 Buenos Ai res, Nueva Visión, II, pág. 77. 28. Minutes, II, pág. 464. 29. SE, XIV, pág. 44. 30. W. Stekel, Autobiography o f Wilhelm Stekel: the Life-pry o f a Pio neer Psychoanalysty 1950, Nueva York, pág. 129. j 31. Emest Jones, op. cit.y II, pág. 82. % 32. Fritz Wittels, Sigmund Freud: his Personality, his Te&ing and his School, 1924, Londres, Alien & Unwin. pág. 140 33. SE, XIV, págs. 44-45. 34. Carta de Freud a Ferenczi del 3 de abril de 1910, Sigund FreudSandor Ferenczi, Correspondance, pág. 165. 35. Ibíd. 36. Carta de Ferenczi a Freud del 5 de abril de 1910, ibi, pág. 167 y 169. 37. Carta de Abraham a Freud del 28 de abril de 1910, Bie Abraham y Ernst Freud (comp.), A Psychoanalytic Dialogue: the Letteiof Sigmund Freud and Karl Abraham , 1907-1926y 1965, Nueva York,{asic Books, pág. 88 .
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38. Carta de Freud a Abraham del 3 de abril de 1908, ibíd., pág. 33. 39. Carta de Freud a Jung del 3 de mayo de 1908, Freud-Jung, Correspondéncia completa, pág. 191. y 40. Emest Jones, op. cit.y II, pág. 48. 41. L. Binswanger, Freud, Reminiscenc.es of a FriendshipyNueva York, Gruñe e Stratton, 1957, pág. 31. 42. Carta de Emma Jung a Freud del 8 de marzo de 1910, Freud-Jung, Correspondencia completa, pág. 356. 43. Carta de Freud a Pfister del 17 de marzo de 1910, Correspondance de Sigmund Freud avec le pasteur Pfister, 1967, París, Gallimard, pág. 70. 44. SE, XIV, pág. 51. 45. Alfred Adler, en Minutes, II, pág. 260. Véase también su famoso es tudio sobre “la inferioridad de los órganos”. 46. Paul Roazen, Freud y sus discípulos, 1974, Buenos Aires, Alianza, pág. 204. 47. Emest Jones, op. cit., pág. 141. 48. Paul Roazen, op. cit.ypág. 209. 49. Reunión científica del 22 de febrero de 1911, Actas de la Sociedad Psicoanalítica de VienayII, págs. 538-40. 5 0 .Ibíd. 51. Emest Jones, op. cit.yII, pág. 141. 52. M. Graf, “Reminiscences o f Professor Sigmund Freud”, The Psychoanal. Quarterly, 1942, II, pág. 267. 53. Paul Roazen, op. cit.ypág. 210. 54. Sachs, Freud, pág. 51. 55. Paul Roazen, op. cit.ypág. 210. 56. Carta de Freud a Ferenczi del 16 de diciembre de 1919, Sigmund Freud-Sandor Ferenczi, Correspondance, pág. 253. 57. Isidor Sadger, “Die Bedeutung der psychoanalytischen Methode nach Freud”, Zentralblatt für Nervenheilkunde und Psychiatrie, 1907. 58. W. Stekel, Die Sprache des Traumes: eine Darstellung der Symbolik und Deutung des Traumes und ihre Beziehungen zur kranken und gesunden Seele, für Árzte und Psychologen, 1911, Wiesbaden. 59. Frank J. Sulloway, Freud, biologiste de Tesprity 1981, París, Fayard, pág. 410. 60. W. Stekel, Nervóse Angstzustánde und ihre Behandlungy 1908, Viena y Berlín, Urbam. 61. Hermann Swoboda, Die Periode des menschlichen Organismus in ihrer psychologischen und biologischen Bedeutung, 1904, Viena, Deuticke. 62. SE, IV, págs. 166-7. 63. Ernest Jones, op. cit.yII, pág. 142. 64. Carta de Freud a Jung del 3 de marzo de 1911, Freud-Jung, Corres pondencia completa, pág. 458. 65. Carta de Freud a Jung del 14 de marzo de 1911, ibíd., pág. 462. 66. Emest Jones, op. cit.yII, pág. 143. 67. Reunión científica del 17 de mayo de 1911, Minutes, pág. 259. 68. Ibíd. 69. Ibíd. <0. Use Grubrich-Simitis, “Histoire de l’édition des oeuvres de Freud en angue allemande”, Revue Internationale d'Histoire de la Psychanalyse, 1991, ^ pág. 18.
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71. S. Freud, Anzeige, GW, Nachtragsband, 1907, págs. 695-6, citado por Ilse Grubrich-Simitis, ibíd., IV, págs. 19. 72. SE, XIV, págs. 47-9. . 73. Ilse Grubrich-Simitis, IV, pág. 22. 74. SE, XIV, pág. 33. 75. Carta de Freud a Ferenczi del 6 de diciembre de 1915. 76. S. Freud, “Internationaler Psychoanalytischer Verlag und Preiszuteilungen für psychoanalytische Arbeiten”, GW, XII, pág. 333.
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CAPÍTULO 35 ¿QUÉ SUCEDIÓ EN SIRACUSA? “Soy un niño feliz.” Sandor Ferenczi En las vacaciones de ese inolvidable año 1910, Freud proyecta viajar con Ferenczi a Sicilia. Ya habían pasado con Jung el verano de 1909, en la aventura americana. Tiempo en que se inicia un capítulo fundamental de la transmisión del psicoanálisis. La ruta pasa por Siracusa. Freud, una vez más, pone todo su interés en los preparativos. Se suceden largas conversaciones telefónicas con el agente de turismo en La Haya, y telegramas a Lloyd, su agencia favorita. Las cartas a Ferenczi recuerdan las escritas a Fliess en oportunidad de los “con gresos”. El plan original era doble: conocer Sicilia y realizar un crucero por el Mediterráneo. A último momento el viaje se complica, y no es posible hacer ambas cosas. Antes de elegir, Freud habla del “cautive rio” a bordo de un navio. “Ya hicimos un viaje recientemente y pode mos juzgar por experiencia propia.” 1 Recuérdese que el viaje en el George Washington se había convertido en un gigantesco laboratorio de sueños cruzados, donde se desmenuzaron los sueños de Freud, Jung y Ferenczi, en una carambola contratransferencial a tres ban das. Ferenczi, por su lado, también hace una referencia a ese viaje: Las consideraciones sobre su insatisfacción con el ambiente vienés podrían ser, en última instancia, una alusión a sus colegas de Viena, pero le confieso honestamente que, analizando sus sue ños, pensé asimismo que estaban en juego la preocupación por los miembros de su familia, y la insatisfacción con ellos”2- *l.
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El viaje a Worcester había dejado marcas. Veamos una de ellas en una carta de octubre de 1909: La referencia a su edad madura, a su edad (en el sentido intelec-
*1* ¿El sueño de Minna bajo el baldaquín? 44
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tual), el hecho de que usted haya superado todo lo que es huma no, todo eso corresponde exactamente a una larga meditación rea lizada en el navio, después de haber tomado conciencia, de una manera un poco dolorosa, de mi propio infantilismo, en compara ción con usted (ejemplo digno de ser imitado)3. Luego Ferenczi entra en una actitud que denomina de “desafio”: Me gusta ser como soy, por lo menos soy feliz, soy un niño feliz. En cuanto a usted (Prof. Fr.) es notoriamente tan viejo intelec tualmente, explicándolo todo, disecando todas sus pasiones y pensamientos, que no puede ser feliz. Desde esa perspectiva, retomemos el viaje a Sicilia. El discípulo está de acuerdo en simplificar el viaje y pregunta: “¿Tenemos que lle var frac y esmoquin?”4. Ni una cosa ni otra, responde el Profesor. Ferenczi visita primero a la familia de Freud, de vacaciones en Leyden; luego los dos hombres parten para Sicilia, haciendo una es cala en París, donde Freud le hace conocer, en el Louvre, la Vierge aux Rochers de su alter ego Leonardo. Por supuesto, Roma es la para da siguiente. Freud, ya en su casa en la capital católica, también es el cicerone. Después bajan a Palermo, a comienzos de setiembre; visitan ruinas, revisan papiros, degustan un Bardolino suave. Finalmente llegan a Siracusa, la meta final. Esta ciudad, según Diane Chauvelot, impresionará a Freud, y “Ferenczi tampoco podrá olvidarla, aunque por razones que, como veremos, poco tienen que ver con la estética”5. Roma, París, Siracusa, fin del recorrido ... Ernest Jones comenta sin adornos: “La estada de los dos amigos en Sicilia fue decisiva desde el punto de vista de sus relaciones fu turas”6. . ¿Qué sucedió en Siracusa? Después del viaje, Ferenczi escribe una carta que revela un ma lestar profundo: “Lamento ... que haya encontrado en mí a un compa ñero de viaje con tanta necesidad de educación”7. Se define como un alumno rústico. Estamos ante un gran “goloso de análisis” que inten taba llevar a Freud al lugar del yo ideal en un setting de análisis per petuo8. El discípulo teme el repudio de su maestro, pero éste le responde de una forma solícita. Afirma que vuelve “a pensar en su compañía durante ese viaje con sentimientos cálidos de simpatía. Yo habría preferido encontrarlo diferente en muchos aspectos ... habría deseado que saliera de ese papel infantil... Usted estaba inhibido y perdido en sus sueños”9. Carta paternal: Freud es solícito. Ferenczi responde con una ilus tración antológica de lo que Nunberg entenderá por “disposición a la transferencia” en el inicio de un análisis10: 46
Budapest, 3-10-10 Querido Señor Profesor,
? tɡ
Esperé su carta con un estado de tensión no despreciable -casi escribo angustia”. Intenté, en el pensamiento, familiari zarme con todas las posibilidades y hasta me preparé para el caso de que usted juzgara que ya no valía la pena interesarse por mi. Mi plan heroico era permanecer fiel, sin tener en cuenta nuestras relaciones personales11. En el párrafo que sigue explica su malestar: Lo que me inhibía y me llevaba al silencio y, a veces, a hacer ton terías, era precisamente aquello de lo que usted se quejaba. De seaba ardientemente una camaradería personal, libre de toda coacción (yo sé ser alegre, hasta locamente alegre) y me sentía, en cambio, colocado en un papel infantil12. Y así se armó la tienda transferencial en la tórrida Sicilia. La de manda, el deseo de Ferenczi, era una fusión oceánica total. Su anhelo configura la demanda de todo paciente: “Precisamente lo que usted no me puede dar”. En esa misma carta el húngaro cuenta un sueño que habla de re molinos transferenciales: “En el sueño lo veía desnudo frente a mí ... Este sueño simboliza de una manera transparente: 1) la tendencia homosexual inconsciente y 2) el deseo de franqueza absoluta entre los dos”13. La respuesta del Profesor fue un decidido intento de apagar el in cendio. Lo ha conmovido la investidura libidinal de su discípulo. Asu me, entonces, el discurso pedagógico de un padre enérgico, y se pre gunta: “¿Por qué yo no lo insulté, abriendo de esa manera el canal de la reconciliación?”14 El insulto, en el momento oportuno, es siempre una interpretación. Freud afirma su posición: “Yo ya no tengo necesi dad alguna de esa apertura total de la personalidad”. Él está en otra. e allí la pregunta: “¿Por qué usted se empecinó?”15 Ronda el fantasma de Fliess: “Desde el caso Fliess, en cuya supe ración usted me vio precisamente ocupado, esa necesidad se ha apa rad0 en h^Pecluena parte de mi investidura homosexual fue reti^ y utilizada para el crecimiento de mi propio yo. Tuve éxito allí donde el paranoico fracasa”16. preu.a n?ce.8^ a<* de relaciones platónicas intensas ya había pasado. la m e i r :m> No (luiere entrar en la pedagogía íntima del erasta. En la memo ra. de l°s sabios sufíes, habla del “trabajo” benéfico de acluellon na GS mej° r elvidar. La memoria “depurará” las aristas “de k° que\SUCedÍÓ: el traba«i° de ^a memoria consiste en olvidar17. a ocurrido sólo se vuelve pasado cuando es recordado y
luego olvidado. Este bello estado de ánimo, en el que la memoria “óp tima” el yesterday, será acabadamente descrito por Freud en su ensa yo sobre “la transitoriedad”18; con el correr amargo de los años, dará lugar al pesimismo de El malestar en la cultura. Ferenczi no se consuela con la pátina del tiempo, y continúa ma nifestando su temor a que la relación se haya estropeado de modo irremediable. Freud vuelve a intentar un abordaje paternal: Querido hijo ... Le responderé con brevedad, sin decir nada nuevo ... Estoy ciertamente acostumbrado a sus complejos y hubiera preferido un amigo lleno de confianza; pero cuando usted crea tantas dificultades, tengo que tratarlo como hijo19. Sandor Ferenczi, en efecto, tenía un “complejo filial”. La muerte paterna prematura había dejado una marca, un amor insaciable al padre odiado por perdido o perdido por odiado. Este anhelo de fusión aparece en sus cartas de una manera desgarrada, que irrita a Freud. La fijación se repite. Lo mismo había sucedido con Miska Scháchtener, que Sandor conoció 12 años antes. Miska fue un padre ideal, un modelo incomparable, para quien trabajó con tanto ahínco que se ga nó el apodo de “Scháchtenerminiatura”. Y ahora el discípulo, preso en su vértigo transferencial, se ha convertido en una “Freudminiatura”, un chimpancé de frac. Dice lo que los otros callan, habla de la maldición de estar atravesado por la transferencia con un genio. Un genio que, en el escenario de Siracusa, lo pone en el lugar de analista. Freud estaba pronto para ventilar su transferencia analítica con Fliess, decantada en los alambiques del caso Schreber. Freud había necesitado de Fliess, y en ese momento necesitaba de Ferenczi. Quería asociar libremente con su colega. De allí la necesidad de ese viaje, de esa peregrinación París-Roma-Siracusa. El escenario psicodramático estaba montado, con papiros, rui nas y la caliente brisa nocturna de Sicilia. Ferenczi, que había sido su Visir, tenía ahora el papel de passeur del final del “análisis” con Fliess. Ésa es la osada tesis de Chauvelot20. El “pase”, como sabemos, es un dispositivo institucional, inven tado por Lacan, mediante el cual un aprendiz de analista expone el .r análisis de su propio análisis a un passeur, tal vez aprendiz como él, que ofrece su escucha. No tengo experiencia sobre el pase, aunque, en el intento de ser crítico, me aventuro a decir que este dispositivo re cuerda el estadio pedagógico “annafreudiano” en la terapia de ni ños*2. Pero en el caso específico de Siracusa, se trata más de exorcis mo que de pase. *2. Este dispositivo tiene a su favor que aparece como el “reverso de la institucionaiización del movimiento psicoanalítico”, en la medida en que evo ca los años informales de las reuniones de los miércoles. 48
Freud quería hablar del demonio Fliess; Ferenczi quería oír y, co mo vimos, el circo estaba montado. ¿Qué ocurrió entonces, cuál fue la calamidad que malogró el espectáculo? El problema no fue de falta sino de exceso. En esa encrucijada Ferenczi escuchó de más. Escuchó lo que no estaba preparado para escuchar; oyó de boca del Maestro cosas humanas, demasiado huma nas, más que humanas. No soportó las confidencias prematuras de un padre que, en la catarsis del momento, habló más de lo debido. Pe ro hablar de más conjura lo opuesto. No es que Ferenczi no deseara oír lo que Freud tenía que decir: él quería saberlo todo de su “analis ta-analizante”, saberlo todo acerca de ese misterioso pasado. En el ac to de saberlo, empero, se precipitó desde la neurosis de transferencia a una “psicosis pasional”, exagera Chauvelot que, en este punto, con fía en la maledicencia jonesiana. Pero no estaba preparado para la descripción de la “escena primaria” de la relación homosexual de Freud con Fliess. Un año separa el episodio de Siracusa de las “sesiones oníricas” en los Estados Unidos con Jung. Ambas fueron relaciones peligrosas, diálogos de alto riesgo en la “ruleta psicoanalítica”. Tanto Ferenczi como Jung quedaron marcados para siempre. Y Freud, probablemen te, también. Tal vez fue en el desenlace de esta aventura cuando Freud, alarmado, publicó su “Análisis silvestre”. Por otra parte, tanto en Siracusa como a bordo del George Was hington, se están explorando los límites del psicoanálisis. No los limi tes teóricos, ni los clínicos, sino los límites institucionales que lleva ron a Ferenczi, en el famoso discurso de Nuremberg, a esperar una fase de amor de objeto entre los analistas. El nuevo hombre allí vis lumbrado lo lleva a desear “ardientemente una camaradería personal con usted, libre de toda coacción”21. En otras palabras, el trío formado por Freud, Jung y Ferenczi ex perimentaba con los límites de esa droga milagrosa que era el psicoa nálisis circa 1908.
NOTAS
1. Carta de Ferenczi a Freud del 5 de octubre de 1909, Sigmund FreudSandor Ferenczi, Correspondance, 1992, Pans, Calman-Levy, pág. 84. 2. Ibíd., pág. 213. 3. Carta de Ferenczi a Freud del 5 de octubre de 1909, ibíd. 4. Carta de Ferenczi del 19 de agosto de 1910, ibíd., pág. 220. 5. D. Chauvelot, “Siracusa 1910: el supuesto pase de Freud , Ormcar., 1, 1981, Barcelona, Petrel, págs. 60-1. , T 6. Emest Jones, A vida e a obra de Sigmund Freud, 1989, Rio de Janei ro, Imago, II, pág. 94. 49
7. Carta de Ferenczi a Freud del 28 de setiembre de 1910, Sigm und Freud-Sandor Ferenczi, Correspondance, pág. 224.
8 . J. Dupont, “La relation Freud-Ferenczi á la lumiére de leur correspon dance”, Revue Internationale d'Histoire de la Psychanalyse, IV, 1991, París, PUF,9.pág. 187.de Freud a Ferenczi del 2 de octubre de 1910, Sigmund FreudCarta Sandor Ferenczi, Correspondance, pág. 225.
10. H. Nunberg, “Transference and Reality”, International Journal o f
CAPÍTULO 36 ASESINATO DE ALMAS
Psychoanalysis , 1951, XXXII, págs. 1-9.
11. Carta de Ferenczi a Freud del 3 de octubre de 1910, Sigmund Freud-
Sandor Ferenczi, Correspondance, pág. 227.
12. Ibíd. 13. 14. Ibíd. Carta de Freud a Ferenczi del 6 de octubre de 1910, ibíd., pág. 231. 15. Ibíd. 16. Ibíd. 17. Ibíd. 18. XIV, 303-9. 19. SE, Carta depágs. Freud a Ferenczi del 17 de noviembre de 1911, Sigm und Freud-Sandor Ferenczi, Correspondance, pág. 236.
20. D. Chauvelot, ibíd. 21. S. Ferenczi, Oeuvres completes, I, pág. 164.
El “Caso Schreber” fue publicado en la misma sección del Jahrbuch en la que apareció también Wandlungen I de Jung. Apropiado nicho común. Fue el suizo quien llamó la atención de Freud sobre las Memorias de Schreber, publicadas en 1903. Jones, que no quiere re conocerle el mérito al Príncipe Heredero, asevera que Freud “encon tró casualmente” el diario de Schreber1. Sucede, sin embargo, que Freud estudió con cuidado la Dementia Praecox del suizo, que contie ne seis referencias a las notas autobiográficas del Senatprásident. Jung bate palmas: “Sólo ahora, habiendo recibido las pruebas, puedo apreciar su Schreber. Provoca carcajadas, pero también está brillan temente escrito. Si yo fuese un altruista, estaría dispuesto a decir cuánto me alegro al verlo apegarse al Schreber y mostrar a la psi quiatría los tesoros que allí yacen” (el énfasis en el “su” es mío)2. Con Schreber, Freud entra en el reino de las psicosis. La para noia había sido mencionada una década antes, en 1895, en el Manus crito H. Allí se presenta el caso de una solterona"1, y la paranoia es descrita como una neurosis de defensa, caracterizada por la proyec ción*. Un año después, en el Manuscrito K, se habla del autorreproche paranoico4. Antes de Siracusa, Freud estaba leyendo las pruebas del Leonar do; después de Siracusa comienza el caso Schreber. Llevó a Sicilia las Memorias de un enfermo de los nervios, y ésa fue su única lectura en el perturbado viaje. Trabajó el caso en el Hotel de France, en Palery continuó al regresar a Viena. “Emocionalmente, cronológicamente, temáticamente, el caso Sch reber compone un par complementario con el Leonardo”, compara PeH ay> con clerto exceso adverbial. Ellos son “los dos grandes analia os que no «conocieron» su diván”5. El tercero será el presidente tamh*¿ ^ Primero había sido él mismo. Como Leonardo, Schreber ranoA n era homosexual. Freud consideraba “maravilloso” a ese pabradAn Una carta a Jun& le dijo que “debería haber sido nom bre este1*0 eS°f P ^ a t r í a y director de un hospicio”6. Escribir so caso fue una fuente de verdadero placer ... y de agonía, en la
^ trata de una “solterona de cerca de treinta años” (!!).
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medida en que tanto el Leonardo como Schreber se convirtieron en obsesiones. Agonía en la medida en que era exorcizado el fantasma Fliess. Estamos en los tiempos tormentosos del pleito con Adler. En car ta a Jung, Freud escribe: Es bueno saber que usted ve a Adler como yo. La cosa sólo me in tranquiliza por reabrir las heridas del problema con Fliess. Este mismo sentimiento perturbó la paz que disfruté durante el tra bajo sobre la paranoia; esta vez no sé bien hasta qué punto pude mantener a un lado mis propios complejos, y de buen grado acep taré críticas. No se espante si no me encuentra en la mejor for ma...7 Estudiar a Schreber equivalía a conjurar a Fliess; pero recordar a Fliess también equivalía a entender a Schreber -y a entenderse a sí mismo. El ensayo fue publicado con el título de “Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia Paranoides) descrito autobiográficamente”8. Este título refleja, una vez más, en qué lugar se ubicaba Freud en el importante debate nosográfico entre Jung, Bleuler y Kraepelin. El abordaje de la psicosis desde el ojo freudiano difiere de la visión junguiana, que anuncia la psicología analítica, y de la óptica bleuleriana de una psiquiatría dinámica. Freud optó por la paranoia de Kraepelin contra la esquizofrenia de Bleuler9. Cabe la pregunta: ¿por qué “parafrenia”? Freud señala que “le parece más conveniente dar a la demencia precoz el nombre de parafrenia ... porque [éste] no tiene connotación especial y serviría para indicar la relación con la paranoia ...”10. La lógica de este argumento, por sí solo pobre, tal vez gane consistencia si pensamos en el pleito nosológico anterior, en el que Freud rechazó la idea breueriana de “histeria hipnoide”, en favor de “histeria de defensa”. En ambos casos él prefiere lo dinámico por sobre lo estructural. El “estado hipnoide”, como Ja “esquizofrenia”, implica una escisión del yo, una Spaltung, término que Bleuler también empleó y que Freud adoptará en sus úl timos escritos*2. * Daniel Paul Schreber nació el 25 de junio de 1842. Poco se sabe de su infancia. El capítulo III de sus Memorias, con todos los datos referentes a los primeros años de vida, fue destruido; los editores juz garon que no era apto para la publicación. Fue una pena: hubiera evi-
*2. Esto aparece claramente desde un aprés-coup kleiniano. Para Melanie Klein, la “posición esquizoparanoide” representa la fragmentación del yo por la ansiedad paranoide.
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tado muchas controversias. Freud, en su estudio, sólo tuvo acceso a las mencionadas Memorias. Nuevos e importantes datos fueron resca tados gracias a los trabajos de Baumeyer11, Macalpine y Hunter12, y de esa autoridad en Schreber que es Niederland13. Llama la atención el silencio en torno a la figura de la madre. Cuando publicaba su último artículo, Niederland descubrió que su nombre era Pauline*3. Mucho se sabe, en cambio, por obra del perseverante Niederland, sobre el padre, Daniel Gottlieb Moritz Schreber (1808-1861), ortope dista, pedagogo, conferenciante, eminente profesor de la Universidad de Leipzig. En el siglo pasado, su nombre era conocido en toda Ale mania por sus libros sobre la educación de los niños; fue el creador de la “gimnasia natural” (Zimmergymnastik), basada en la higiene, la ortopedia y la helioterapía. Daniel Paul, por lo que sabemos, puede haber sido un niño relati vamente “normal”. El segundo de cinco hijos, buen alumno, discipli nado, un adolescente que no da problemas."Creció honorablemente y se convirtió en un distinguido hombre del Poder Judicial. Se casó a los 28 años y poco se conoce de su vida sexual en tiempos de salud y de paz14. Sabemos que el matrimonio era estéril. Este hombre sin historia sufrió tres episodios psicóticos. El pri mero, el más leve de todos, se produjo a los 42 años, cuando compitió por una banca en el Reichstag como candidato único del Partido Libe ral Nacional -una facción antibismarckiana- que representaba la Ley y el Orden. Schreber fue estruendosamente derrotado por el can didato socialdemócrata15. Una derrota humillante. Su ánimo fue so cavado por el titular de un diario local que se preguntaba: “¿Quién es, a fin de cuentas, el Dr. Schreber?”16 El brote psicótico comenzó con delirios hipocondríacos, seguidos por dos tentativas de suicidio. Pasó un tiempo en la clínica psiquiátri ca de Leipzig, tratado por el Dr. Flechsig, que después, en el segundo episodio psicótico, se convertirá en objeto persecutorio. Recibió el alta en junio de 1885. Recuperado, fue un hombre de comprobada competencia en la magistratura. Llevó durante ocho años una vida afectiva normal, sólo ensombrecida por el hecho de no tener hijos17. Su brillante carrera lo llevó a ser nombrado, en 1893, presidente del Tribunal Supremo de Sajonia. Después del nombramiento comienza a quejarse de insom nio, pesadillas, ideas suicidas; sueña que reaparece su enfermedad. En esa época tiene la fantasía de que “sería bueno copular como una mujer”18. Antes de asumir el cargo, Schreber termina internado de nuevo en la clínica de Leipzig. Tenía 51 años. Fue en este segundo episodio, que se prolongó hasta 1902, cuando él redactó sus vividas y fantásticas Memorias de un enfermo de los nervios19, escritas durante *3. Nombre significativo, ya que el hijo se llama Paul.
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en la biografía de Ritter, revela que el padre de Schreber sufrió una seria lesión en la cabeza cuando tenía 51 años. Accidente que marca el comienzo de su deterioro final. El hijo, Daniel Paul, enferma tam bién a los 51 años, y los primeros síntomas hipocondríacos son dolo res de cabeza, la sensación de que su cerebro se ablandaba, desinte grándose. Dos años más tarde, cuando cumplía los fatídicos 53 (el padre había muerto a esa edad) él registra en sus Memorias: “El mes de noviembre de 1895 marca un importante momento en la historia de mi vida ... Durante ese tiempo las señales de mi transformación en mujer fueron tan notorias en mi cuerpo que no podía ignorar adónde me iban a llevar”29. O sea, a la copulación con el padre deificado. Esa identificación con el padre muerto genera una actitud mesiánica com partida: padre e hijo, como observa Lacan, sueñan con una raza supe rior.
los últimos meses de su internación y publicadas al año siguiente. Pa ra completar la historia, una vez dado de alta, en 1902, Schreber lle vó una vida considerada normal hasta el accidente vascular de su mujer, en 1907*4; tuvo entonces su tercer y último brote psicótico. Permaneció internado, en desorganización hebefrénica, hasta su muerte, en 1911, mientras el libro de Freud se encontraba en prue bas de galera. El segundo episodio psicótico de Schreber tuvo dos fases distin tas. En la primera, que duró cerca de un año, sufría de terroríficos delirios de persecución, en los que caía víctima de horribles ataques homosexuales de su antiguo médico, el doctor Flechsig. El sufrimien to era grande, y aparecía ligado a fantasías hipocondríacas de fin del mundo. La muerte se anunciaba como inminente. Lo asediaban insis tentes alucinaciones auditivas: voces burlonas lo llamaban “señorita
Otro dato biográfico relevante, investigado por el infatigable Nie derland, corrobora la importancia del hermano de Daniel Paul: Gustav. Este hermano mayor se había convertido en jefe de la familia después de la súbita muerte del padre en 1861. Gustav se suicidó a los 38 años, en 1877, poco después de haber sido promovido a juez (Gerichtsrat) de la Corte Provincial de Sajonia. Dieciséis años sepa ran los colapsos de los hermanos frente a una situación análoga de éxito fatal. Freud no elabora el tema del “fracaso ante el éxito”, que desencadena el suicidio de un hermano y el episodio psicótico del otro*5. Para la instalación de la enfermedad postula tres causas posi bles: el climaterio masculino, la transferencia del padre y el hermano muerto proyectados en Flechsig (el Flechsig de abajo y el Flechsig de arriba en el sistema delirante). Una cuarta causa, sólo presentada al final del ensayo, habría sido la frustración por no tener hijos: de allí la fantasía de ser una mujer fecundada por Dios. Con una rara franqueza, que Freud consideró digna de nota, Schreber no negaba sus delirios. Tanto es así que el tribunal médico que le devolvió la libertad, acordó hacerlo a pesar de que el paciente se “juzga llamado a redimir el mundo y devolverle la bienaventuran za perdida”.
Schreber”. Una horrible sensación de estar hueco. No tenía estómago y había digerido su laringe. Cuerpo sin órganos, tema que luego fascinará tan to a Deleuze y Guattari20, y a G. Michaud21. “A veces -cuenta Freudpasaba horas en total marasmo, ansiando morir”22. Lo atormentaban delirios persecutorios, la marca registrada de la paranoia. En ese con texto atacaba el Dr. Flechsig. Él era el “asesino del alma”. Todos, in cluso Dios, conspiraban23. Dios lo consideraba un idiota y lo instigaba a evacuar, preguntándole insistentemente: “¿Por qué no cagas?”24 Schreber intentaba justificar a esa divinidad errática. “Esos in tentos -según Freud- se valían de ingeniosos argumentos, como las otras teodiceas”25. La queja central: “¿Por qué Dios no comprende a los hombres?”26 Para un Forel, ese cuadro correspondería a una “con fusión alucinatoria” o, mejor aún (o peor aún), a un “estupor alucinatorio”. En la segunda fase de la enfermedad, el estado de ánimo da un giro de 180 grados. El paciente acepta voluptuosamente su destino, y lo deja en las manos de Dios. Dicha entrega cierra el ciclo delirante, iniciado por la sensación erótica inicial de que “sería bueno copular como una mujer”. La reconstrucción final del mundo es acompañada de vividas fantasías religiosas, según las cuales él se constituiría en el salvador femenino del mundo y engendraría una raza superito. Pa-’ ra Lacan, esta entrega erótica del paranoico constituye el paradigma de la relación sexual: “No hay relación sexual más que con Dios”27. La identificación psicótica con su padre ocupa un lugar central en la configuración delirante de Schreber. Niederland28, basándose
Freud sufría pero también se divertía en el país de los “flujos ce lestiales” con los neologismos de Schreber, tales como “asesinato de las almas” (Seelenmord) o ser “milagreado”; tanto es así que la corres pondencia con sus discípulos estaba atravesada por “schreberismos”30. Esos términos constituían la “lengua fundamental” del Senatprasident y explican las carcajadas de Jung. Hay aquí un “humor macabro” típico de la callosidad médica, que nace haciendo bromas con los cadáveres en las aulas de anatomía. Lacan, por el contrario,
*4. Ahora sabemos, gracias a Niederland, que su madre murió en el mismo año (William G. Niederland, “Further data and memorabilia pertaining to the Schreber case”, Freud and his Patientst comp. por Kanzer y Glenn, 1980, Nueva York, Aronson, pág. 304).
de S ch relírJl1™ Parte> no debemos olvidar que el primer episodio psicótico se produjo después del vejamen de la derrota electoral.
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se maravilla ante esta “lengua fundamental de las psicosis”, y la com para con “la lengua de los maternas, capaz de pulverizar el carácter aleatorio de toda palabra”31. Lacan continuará la aventura de la Len gua Fundamental en su interés por el universo joyceano del synthome. Los neologismos formaban parte de la tentativa delirante de ex plicar un universo fantasmático. La aglutinación de la lengua alema na permite el exotismo de algunos “schreberismos”; un ejemplo es la máquina proyectada por Schreber para mantener la cabeza conecta da, la Kopfzusammenschnürungsmaschine. Para Freud, el delirio de Schreber era un bocado de cardenal. Sus neologismos, su transparente femineidad, constituían pistas cla ras de las operaciones de su mente. Como antes con Juanito, ahora sólo era cuestión de escuchar psicoanalíticamente: la cosmogonía de Schreber tenía sentido. Freud “interpretó ese sistema del mundo co mo un conjunto de transfiguraciones destinadas a hacer soportable lo insoportable. Schreber había investido a sus enemigos -el Dr. Flechsig y Dios- con tanto poder maligno, que debían haber sido muy im portantes para él. Y pasó a odiarlos tan profundamente como antes los había amado”32. “Ninguna parte del delirio es tratada por el paciente de una ma nera tan exhaustiva ... como su supuesta transformación en mujer. Los nervios que él había absorbido asumieron en su cuerpo el carác ter de «nervios femeninos de la voluptuosidad», dejando la marca en la forma de su cuerpo y en la suavidad de su piel”33. El delirio marca, modela el cuerpo: “El núcleo del conflicto en la paranoia de un hom bre -concluye Freud- es una fantasía del deseo homosexual de amar a un hombre”34. Y aquí viene la famosa fórmula: el paranoico trans forma la declaración “yo lo amo”, en su opuesto, “yo lo odio”, que a su vez se convierte en “yo lo odio porque él me persigue”. O sea que pri mero viene la inversión y luego la proyección, llaves maestras de la paranoia. La fórmula ampliada da cuenta de los cuatro delirios típi cos de la paranoia. Ya vimos el primero. En el segundo caso se niega el complemento de la oración. Entonces tenemos “yo no lo amo a él”, que la proyección transforma en “ella me ama”, lo que da el delirio erotómano. Tanto Schreber en Sonnenstein como Hanold en Pompeya tienen un delirio erotómano. Sólo difiere el signo de las fórmuteis. En el tercer caso se niega el sujeto de la oración. Resulta enton ces la inversión: “No soy yo quien ama, es ella quien ama (a alguien) , proyección que desemboca en el delirio celotípico. Existe una cuarta posibilidad: son negados los tres términos, lo que significa: “No amo en modo alguno, no amo a nadie”. El resultado es la megalomanía, en la medida en que la libido suelta se fija en el sujeto. En el caso Schre ber, Lacan propone la siguiente fórmula: Yo no lo amo; es a Dios o, quien amo, y luego la inversión Dios me ama35. El paranoico reconstruye el mundo para sobrevivir. Esa recons trucción incluye una regresión narcisista al estadio autoerótico de la 56
ualidad infantil. Freud acababa de llamar la atención sobre este se.adió al seguir la pista del buitre en su trabajo sobre Leonardo. Ahora completa lo que ha dicho: el niño, después de atravesar la eta^ in icia l del desarrollo autoerótico, concentra sus impulsos sexuales Pa asegurarse un objeto de amor. Comienza por escogerse a sí misP toma a su propio cuerpo como objeto, antes de buscar a alguien de afuera para amar. Freud, inspirado en el trabajo de Sadger6, co menzaba a considerar ese estadio intermedio narcisista como un paso esencial en el camino hacia el amor heterosexual adulto36. La “fija ción narcisista”, como él la denominó, contribuye a la homosexuali dad declarada en la vida, a su sublimación en amistades apasionadas o en un escenario más amplio, al amor por la humanidad37. Al consi derar esta fijación narcisista, expresión introducida por Sadger38, Freud empieza a distinguir entre diferentes formas de represión. Y afirma que no hay represión que carezca de conexión con una fijación previa, o sea con una falla pulsional en una determinada fase del de sarrollo. Existe un pasaje en la Psicopatología de la vida cotidiana que anticipa la visión de la paranoia en el caso Schreber. En 1904, Freud escribe: Considero que gran parte de la visión mitológica del mundo, que penetra a fondo en las religiones más modernas, no es más que proyección psicológica en el mundo exterior. El oscuro reconoci miento de factores endopsíquicos y de relaciones en el inconscien te se ve reflejado ... en la construcción de una realidad sobrenatu ral que, a su vez, está destinada a transformarse, una vez más, en las manos de la ciencia, en una psicología del inconsciente. Así es posible aventurarse a explicar los mitos del Paraíso y la caída del hombre, de Dios, del bien y el mal, de la inmortalidad, etc., transformando la metafísica en metapsicología [el énfasis es de Freud]39. El paranoico vive bajo una fantasía del fin del mundo, como bien o atestigua Schreber. Aniquilamiento del “mundo subjetivo”40. El de sastre interno de un cuerpo vaciado de libido, de una “desorganiza ción orgánica de los órganos”41, es proyectado afuera, resultando eni*ces en el apocalipsis. La gran obra del paranoico es la céleb ^ strucción del mundo a partir de esa ruina universal. De allí otra Patol ^ C0nc*usi^n freudiana: uLo que consideramos como producción h J ° J lca>formación delirante, es, de hecho, una tentativa de resta«cimiento, de reconstrucción”42.
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n >db. psychoan psychopath. Forschungen, 1910, II, pág. 59.
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Schreber era un gran psicótico, con una paranoia barroca, la “pa_ ranoia a porfía” de los psiquiatras españoles. Él fue, sin duda, un co mentador lúcido y sagaz de su propio estado. El brillo schreberiano fascinó a un Freud que, desde el estudio sobre Leonardo, seguía las huellas de la pulsión epistemofílica. Ahí donde Leonardo -e l homose xual- sublima, Schreber -el paranoico- construye su frondoso delirio teogónico. Ya hablamos de la obvia identificación de Freud con Leo nardo. Ahora ocurre otro tanto con Schreber: No temiendo la crítica ni la autocrítica, no tengo ningún motivo para no mencionar una analogía que tal vez perjudique nuestra teoría de la libido en la opinión del lector. Los “rayos divinos” ... no son en rigor más que cargas de libido objetivamente represen tadas y proyectadas al exterior, y le dan al delirio de Schreber una semejanza singular con nuestra teoría ... Varios otros detalles de este delirio parecen percepciones endopsíquicas de los procesos que he postulado para comprender la paranoia 7. El futuro dirá si mi teoría contiene más delirio que el que yo desearía, o si el deli rio contiene más verdad que la que otros creen ser posible43. Desde ese futuro, Lacan dice lo siguiente: “El psicoanálisis no es una ciencia. No tiene el estatuto de ciencia, sólo lleva a aguardarla, a esperarla. Es un delirio, un delirio que, se espera, producirá una cien cia”44**8. En esa senda, Salvador Dalí responde con su tesis de la paranoia crítica, y Lacan con su Estructura paranoica del conocimiento. Se puede decir que el “mapa del proceso paranoico esbozado por Freud, con base en un único documento, fue un brillante tour de forcé. Los estudios posteriores a lo sumo retocaron sus grandes líneas, pero su autoridad se mantiene básicamente intacta”45. Con ciertas salvedades, en lo que al caso Schreber se refiere. Porque el futuro tiene algo más que decir sobre la naturaleza del delirio del paranoico de Sonnenstein. Esa revisión se realizó a partir de los trabajos de Niederland. Él se tomó el trabajo de leer los libros del padre de nuestro héroe, y quedó aterrado. El viejo Schreber ha bía sido un tirano de marca mayor que impuso a Paul Daniel y a sus hermanos una infancia terrorífica de opresión física y pesadillas psí quicas. J
F1 libro más famoso del Dr. Schreber Sénior, inspirado en la auafta de San Ignacio de Loyola, lleva un título que recuerda los t 1° rismos del hijo: Kallip die Order die Erziehung zur Schónheit n6° hNaturgetreue und gleichmássige Fórderung normaler Kórperiü (1865). Texto dedicado a la educación de niños entre los dos y 1 * ocho años. Niederland opina que “contiene pasajes indicativos de 08 los métodos y reglas fijados por el Dr. Schreber no constituían ^ preceptos teóricos destinados al mundo académico, sino que m regular, activa y personalmente aplicados a sus propios hijos, hecho consignado con orgullo paterno”46. Este padre era, por encima de todo, un disciplinador. Esa disciplina se imponía mediante casti gos corporales “desde la más tierna infancia ... porque las partes más innobles de la naturaleza vil del niño deben ser vencidas con la máxi ma severidad”47. El castigo era público, y el culpable “tenía que ten der la mano al ejecutor para evitar el rencor y la malevolencia futu ros”48. Era un fanático de la cultura física, de la dieta, del aire libre y, sobre todo, de la postura erecta. Abogaba por medidas marciales para que el niño mantuviera rígidamente la postura más correcta mien tras caminaba, estaba parado, estudiaba y dormía. A tal fin “maquiaveló” (para inventar nuestro propio schreberismo) una serie de apara tos ortopédicos que consistían en barras de hierro, bandas metálicas y esposas de contención. Sus hijos, como vimos, fueron los primeros en usar esos artefactos ortopédicos. Niederland incluye en su trabajo ilustraciones de estos aparatos de tortura. Uno de ellos, llamado el “enderezador” (Geradehalter), consistía en una barra de hierro fijada a la mesa delante del pecho, que impidía cualquier movimiento fron tal o lateral, de modo que la única postura posible era la erecta. El inventor agrega: “El aparato está hecho totalmente de acero ... impide cualquier intento de mala postura ... viene en dos modelos, uno recomendado para el uso en casa y otro para llevar a la escuela, en particular durante los dos primeros grados de escolaridad prima ria”49. A la luz de estos datos, ciertos delirios del hijo, que en sus Memo rias él llama “milagros”, adquieren un nuevo sentido. Tenemos, por ejemplo, el “milagro-de-la-compresión-en-el-pecho”, descrito como uno e . 8 ™as penosos “ataques” a su cuerpo: “Lo soporté por lo menos J íf188 j Cenas cíe vecesi consistía en una compresión, de modo que el tn t^ ü a °P resión, resultante de la falta de aire, se transmitía a la derez d ” cuerP°” °* Este delirio era una clara secuela del “ener ^st.as Kopfzusammenschnürungsmaschinen entonces, Tausk*1 C *Ue s*mP*es ‘ máquinas de influir”, tal como las describe Paterna eman SUS ra*ces reales infantiles en la parafernalia sádica z
*7. Lacan señaló otro paralelo entre la “lengua fundamentar de Schre ber -propia del “alma de los nervios”- y el artículo de Freud sobre el sentido antitético de las palabras (J. Lacan, Le Séminaire III: Les psychosesf Pa£* 3 6 ).
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*8 . En la misma línea, Lacan dice: “La psicosis es una tentativa de ri gor. En ese sentido, yo diría que soy psicótico por la simple razón de que siempre intenté ser riguroso” (Scilicet, 1973, N° 6 ).
Su texto cT »C°HtraSt« Atentamente con el elogio de Freud, quien en desarrollo106 ^ ^ actividades en favor de la promoción de un armonioso de la juventud, al procurar la coordinación en-
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tre la educación en el hogar y en la escuela, al introducir la cultura fí sica y el trabajo manual con miras a elevar los niveles de salud, ejer cieron una influencia duradera entre sus contemporáneos”51. • Escalofriante contraste. Niederland explica la incongruencia aduciendo que “resulta evidente que en la descripción de la fama y ei trabajo del padre, Freud se abstuvo de decir algo más sobre la perso nalidad del hombre ... en conformidad con la «política de mesura» que él mismo explicitó en su monografía”52. Pero obsérvese que no se tra ta de “decir algo más”, sino de “decir algo menos”; esto es, de no elo giar al padre tirano. Para Niederland, por ser una historia tan re ciente -aún vivían tres hermanas de Schreber—la actitud elogiosa con que Freud trató al padre estaba justificada. De hecho, Schreber Sénior mereció una fervorosa biografía: Schreber - Das Bildungssystem eines Arztes53, lo cual resulta menos extraño cuando comproba mos que el libro fue publicado en 1936, en el apogeo del nazismo. Schreber Sénior, a lo largo de sus innúmeros libros y folletos, había sido un predicador fanático de la raza superior, siempre “erecta”. Heil! Me parece que, en el fondo, aducir la “política de mesura” de Freud empeora las cosas. Prefiero creer en otra explicación: Freud nunca leyó el indigesto Kallip die Order die Erziehung zur Schónheit durch Naturgetreue und gleichmássige Fórderung normaler Kórperbildung. Pecado de omisión y no de comisión. Sabemos, con todo, que sí realizó ciertas investigaciones sobre el “viejo Schreber” a través de su discípulo Arnold Stegmann, miembro fundador de la Sociedad de Berlín y médico legista de Dresde54. Por otra parte -según Janet Malcolm- Niederland, un analista ortodoxo de Nueva York, presentó sus hallazgos sobre el sadismo del padre “como una ampliación del libro de Freud, y no como una com probación de diferencias. En ningún momento sostiene que el análisis de Schreber habría sido diferente si Freud hubiese tenido acceso al material por él descubierto”55. . Lacan, curiosamente, concuerda con un analista ortodoxo de la isla de Manhattan: no es la cantidad de información lo que interesa, lo importante es el hilo conductor56. ¿Será así? ¿No estamos acaso an te un “Asesinato de Almas”? • jj 1 La investigación sobre Schreber Sénior fue la materia .prima de libro de Morton Schatzman titulado Soul Murder: Persecution in the Family (Asesinato de almas: persecución en la familia) 9. P®ra Schatzman, la tesis freudiana de que la paranoia de Schreber se debía a una represión de la homosexualidad pierde consistencia fren e tamaña patología paterna.
*9. Morton Schatzman trabajaba con R. D. Laing, el papa de la antips* quiatría.
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Una cosa es, parafraseando a Winnicott, un “padre razonablete bueno”, y otra Frankenstein. Aquí se vuelve a plantear la poléme suscitada por el caso Dora, sobre la importancia de la “realidad "Eterna”. Sólo que con Dora, el problema era técnico: Dora podría hatertenido razón o no al reaccionar con repugnancia a ese precoz beso ^ado, pero Freud se habría “equivocado” en la forma y el timing de su interpretación. Esto no compromete la apreciación metapsicológica del caso. Aquí sí, ya que se plantea una cuestión de prioridades: ¿qué es más importante en el desarrollo de la enfermedad de Schreber: la represión de su homosexualidad o las vicisitudes identificatorias con un padre perverso? Cuando Schreber Júnior delira con los rayos divi nos de Dios, ¿no está imitando al padre, que declara que los niños tie nen que pensar todos los días en Dios “para reflejar en su ser interior los puros rayos de sol de Dios, el amado padre universal?”57 Ida Macalpine y Richard Hunter, en la misma línea, señalan el papel funesto del padre de Schreber y proponen una interpretación winnicottiana de la paranoia de Daniel Paul: una regresión a los es tadios primitivos de una libido indiferenciada58. Imitando y no, paradójicamente, identificándose. Éste es el punto de partida de Lacan, cuando retoma el caso Schreber. Él le dedicó un año al estudio de las Memorias y en su Seminario sobre las psicosis “modifica la significación de la problemática freudiana”59. En vez de considerar la enfermedad como una defensa contra la homosexuali dad, señala que un grave defecto en la relación paterna estaría en la base de la paranoia y, por extensión, de todas las psicosis. Lo que im porta es el impacto “estructural de la función paterna”60. Lacan re mata el punto diciendo: “El texto de Freud, incuestionablemente bri llante, dista de ser satisfactorio. Confunde todo, esto no tiene nada que ver con una Verdrángung (represión) [de la homosexualidad]. ¿De qué se trata cuando hablo de Verwerfung (forclusión*10)? Se trata e un rechazo del significante primordial hacia las tinieblas externas, un significante que faltará a partir de ese nivel. Allí está el mecanis mo fundamental que supongo en la base de la paranoia”61. aiim'r* ^orc^usl(^n>en Lacan, se distingue de la represión porque el ro r i can^e ^orc^ul(|0 no es integrado en el inconsciente del sujeto, peQ e- on\a de *as tinieblas como fenómeno alucinatorio o delirante sión rnVade u percePción del sujeto. En el caso de Schreber, la forcluecae sobre el nombre del padre, ese bendito padre.
de “escotom' e™ m»° ^orc^uslónr’ fue introducido por Pichón, que lo distingue escotomizacraCl° n ’ emP*eado Por Laforgue en una polémica con Freud. La va”. Para La° n 8er} a una anulación de la percepción, una “alucinación negatijuicio, la nsir0811’ *aurea^dad nunca es verdaderamente escotomizada. A su Can>op. c¿i ^ ls una deficiencia, un agujero en el orden simbólico” (J. La•» Pag. i / 7).
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NOTAS 1. Emest Jones, A vida e a obra de Sigmund Freud, 1989, Río de Janei ro, Imago, II, pág. 272. 2. Carta de Jung a Freud del 19 de marzo de 1911, Freud-Jung, Corres pondéncia completa, 1976, Río de Janeiro, Imago, pág. 466. 3. Carta de Freud a Fliess del 24 de enero de 1885, Correspondencia Sig. mund Freud-Wilhelm Fliess, cornp. por J. M. Masson, 1986, Río de Janeiro Imago, pág. 108. 4. Manuscrito K, ibíd., pág. 168. 5. Peter Gay, Freud, urna vida para o nosso tempo, 1989, San Pablo Companhia das Letras, pág. 263. 6 . Carta de Freud a Jung del 22 de abril de 1910, Freud-Jung, Corres pondencia completa, pág. 343. 7. Carta de Freud a Jung del 22 de diciembre de 1910, ibíd., pág. 440. 8 . SE, XII, págs. 3-84. I 9. Elisabeth Roudinesco, Historia da psicanálise na Franqa. A batalha dos cem anos, 1986, vol. I, Zahar, pág. 123. 10. SE, XII, pág. 76. J 11. F. Baumeyer, “The Schreber case”, Int. J. Psychoanal., vol. IX, 1956, págs. 513-536. 12. I. Macalpine y R. A. Hunter, Daniel Paul Schreber: Memoirs ofmy Nervous Illness, 1955. 13. William G. Niederland, “Three notes on the Schreber case” Psychoa nal. Quarterly, XX, 1951, págs. 579-591; “Schreber’s father”, J. Amer. Psy choanal. Ass.y 1960, VIII, págs. 492-499; “The «miracled-up» world o í Schre ber’s childhood”, Freud and his Patients, M. Kanzer (cora.), 1980, págs. 267-294. 14. William G. Niederland, “The «miracled-up» world of Schreber’s child hood”, ibíd., pág. 269. 15. Daniel Paul Schreber, Denkwürdigkeiten eines Nervenkranken, 1903, Leipzig, pág. 34. , 16. Peter Gay, op. cit., pág. 261. 17. Daniel Paul Schreber, op. cit., pág. 36. f • 18. SE, XII, pág. 13. 19. D. P. Schreber, op. cit., págs. 3-82. 20. G. Deleuze y F. Guattari, El Anti-Edipo, 1974, Barcelona, Barral Editores. 21. G. Michaud, “La notion de l’image du corps dans la clinique psychanalytique”, Esquisses Psychanalytiques, 1987, VII, París. 22. SE, XII, pág. 25. 23. Daniel Paul Schreber, op. cit., pág. 55. 24. SE, XII, pág. 26. 25. Daniel Paul Schreber, op. cit., pág. 141. 26. Ibíd., pág. 25. 27. Jacques Lacan, R. S. /., livre XXII, 1974-5, versión de K. Chollet, traducido al español por R. Rodríguez Ponte, pág. 142. 28. W. G. Niederland, “Schreber: father and son”, Freud and his r a' tients, pág. 260. 29. Daniel Paul Schreber, op. cit., pág. 134.
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on peter Gay, op. cit., pág. 262. oí Flisabeth Roudinesco, Jacques Lacan, 1993, París, Fayard, pág. 513. al' peter Gay, op. cit., pág. 262. 33 SE, XII, pág- 32. 34 SE, XII, Pág- 62. 35 Jacques Lacan, Les psychoses - Le Séminaire, livre III, 1981, París, SeU,36.aSE, XII, pág. 60. 37. SE, X, pág. 61. 38. Bertrand Vichyn, “Naissance des concepts: auto-érotisme et narcisoí«me” Presse Universitaire, 1984, IX, pág. 667. 39. SE, VI, págs. 258-9. 40. SE, XII, pág. 70. 41. Gilíes Deleuze y Félix Guattari, op. cit., pág. 196. 42. SE, XII, pág. 71. 43. SE, XII, págs. 78-9. 44. Ornicar?, XIV, pág. 6. 45. Peter Gay, op. cit., pág. 265. 46. W. G. Niederland, “Schreber: father and son”, Freud and his Pa tients, págs. 253-4. 47. Citado por Niederland, ibíd., pág. 258. 48. Dr. Schreber, Kallip die Order die Erziehung zur Schónheit durch Naturgetreue und gleichmássige Fórderung normaler Kórperbildung, citado por Niederland, ibíd., pág. 277. 49. Citado por Niederland, ibíd., pág. 254. 50. D. P. Schreber, Memoirs ofm y Nervous Illness, trad. de Ida Macalpi ne y R. Hunter, 1955, Londres, pág. 97. 51. SE. ibíd., pág. 51. 52. Niederland, ibíd., pág. 253. 53. Por A. Ritter, Leipzig. 54. Carta de Freud a Ferenczi del 6 de octubre de 1910, Sigmund FreudSandor Ferenczi, Correspondance, 1992, Calman-Levy, pág. 232. 55. Janet Malcolm, In the Freud Archives, 1984, Nueva York, Knoff pag. 79. 56. Jacques Lacan, Les psychoses - Le Séminaire, livre III, 1981, París, Seuil, pags. 133-40. tients]pág' 33i nn y M ' Kanzer>“Interfative summary”, Freud and his PaYnrlr5u HenX' F: Ellenberger, The Discovery ofth e Unconscious, 1970, Nueva *°rk Basic Books, pág. 450. 60
ÍS 3bethRoudmesc°. Jacques Lacan, pág. 378.
1- Jacques Lacan, Les psychoses - Le Séminaire, livre III, pág. 171.
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que” se entiende algo así como una estructura de identificaciones simbólicas. Pero, ¿qué tipo de socialización?
CAPÍTULO 37 EL LIBRO DE LOS MITOS Si la exploración de los sueños fue la puerta del inconsciente, el tótem constituye la vía regia para la exploración del vínculo social1. Inmediatamente antes del Congreso de Weimar, Freud le informa a Jones que está comprometido “en una empresa de largo aliento que creo va a ocuparme por años y tiene que ver con la psicología de la fe y de los lazos religiosos”2. La psicología de la fe se convirtió, en efecto, en un texto pensado y repensado, sólo segundo en importancia del “Libro de los sueños”. Comienza de hecho con el “Apéndice” al caso Schreber, donde se habla de la función protectora del animal totémico3, y hace una breve escala en u¡Grande es Diana Efesia!”4. Freud le comunica a Ferenczi: “Estoy escribiendo Tótem con el sentimiento de que es mi mayor, mejor, tal vez mi última obra”5. Pocos meses antes había dicho: “Soy enteramente Tótem y tabú”6. Con el “golpe” de Nuremberg concluye la infancia del movimiento psicoanalítico. Se aguarda “un rico y promisorio período de juven tud”7. De allí que Tótem y tabú represente una tentativa de teorizar sobre esa enfermedad juvenil del psicoanálisis que fue la Hora de las Disidencias. Este ensayo puede considerarse un tratado sobre la am bivalencia del hombre, de todos los hombres, en todos los tiempos. Los años juveniles que van desde el Hombre de las Ratas hasta el fin de la Primera Guerra Mundial presencian la emergencia de una temática nueva, anclada en la anterior, pero nueva. Basta pensar en los conceptos de pulsión, narcisismo, de organizaciones pregenitales de la libido y angustia de castración para percibir que Freud al mis mo tiempo continúa y supera las elaboraciones precedentes. En psicopatología, la atención recae sobre la neurosis obsesiva y la paranoia; estas dos puntas de lanza abren un horizonte teórico que se constitui rá con toda su amplitud en Tótem y tabú. Se problematiza la imagen del padre: deja de ser el perverso se ductor o el objeto de la fantasía, para convertirse en el elemento cen tral de la constitución simbólica del psiquismo humano. En efecto, a partir de las críticas de Adler, la cuestión de la socialización de la psi que, como Renato Mezan bien dice, “no puede ser dejada de lado. La socialización es el proceso por el cual el hombre se humaniza, pasan do de ser apéndice del cuerpo materno a individuo social, capaz de convivir con otros individuos sociales”8. Por “socialización de la psi 64
Esto nos remite a Dios. El sentimiento religioso surge frente al Hilfloss, esto es, al desamparo infantil que clama por un Ser Supe rior. La idea del “desamparo original” es vieja, había surgido con el “Proyecto” . Por otra parte, el tema religioso atraviesa la correspon dencia con Silberstein. Cipión le escribe a Berganza: “Nadie inventó todavía una linterna para iluminar los caminos oscuros de Dios”9. La linterna de Freud, como la de Arquímedes, ilumina los laberintos os curos de las psiconeurosis. El ritual religioso y el obsesivo son homó logos. La religión reposa en la renuncia a impulsos instintivos que continúan actuando. Ambos rituales tiene la misma filigrana. El sín toma religioso es “asintomático” en la medida en que todos estamos cautivos en el anfiteatro sacro-societario. Podemos globalizar la cues tión diciendo que: “La religión es la neurosis obsesiva de la huma nidad” 10.
La linterna también iluminó el ritual, atizando el interés por el mito. Ésos fueron los años dorados de la relación con Jung. Freud le confía a Ferenczi: “Estoy trabajando mucho en la psicogénesis de la religión, en la misma senda de las Wandlungen de Jung”11. Tanto los comentadores freudianos como los junguianos -con la excepción de Samuels12- subestiman la intensidad de la comunión de ideas entre ambos en 1908-11. Estaban tan próximos que Freud temía plagiar a Jung: ... es un tormento pensar, cuando concibo aquí o allá una idea, que podría estar tomándola de usted, apropiándome de algo que muy bien podría haber sido adquirido por usted 13**l. Freud emplea luego la “metáfora del túnel”: ¿Por qué, Dios mío, me atrevo a seguirlo en este campo? Usted debe darme algunas sugerencias. Mis túneles probablemente se rán mucho más subterráneos que sus excavaciones, y sólo toma remos conocimiento mutuo cada vez que yo suba a la superficie para saludarlo14. . ¿Qué significa “cavar más hondo”? La imagen, con su cuota de rivalidad infantil, evoca a dos chicos en la playa —en una playa laniarckiana- al borde del mar, que cavan sus respectivos pozos, pro curando un encuentro, o un desencuentro, de las manos que tantean en. la arena. La idea del túnel fue de Jung, que meses antes había es crito:
•Como en el caso de Fliess y la bisexualidad.
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Tenemos también que conquistar el ocultismo, a partir de la tG 1 ría de la libido. En este momento me intereso por la astroloJf ! que se revela indispensable para la comprensión de la mitologj3’ Hay cosas realmente maravillosas y extrañas en esos dominio oscuros. Los peligros son innumerables, pero no se preocupe, dq! favor, por mis erráticas exploraciones. Y regresaré con un rico bo tín para el conocimiento del alma humana15. Al borde del mar también existen recelos:
9
Como mis fuerzas intelectuales se reanimaron, ya trabajo en un campo donde le causará espanto encontrarme. Conseguí desen trañar algunos misterios singulares y casi me sentiría forzado a no discutirlos con usted 16. La carta, oh sorpresa, es de Freud, y no de Jung. El tema crece y crece. Surge una metáfora germinativa, fliessiana: “Hace algunas se manas estoy fecundado por el germen de una síntesis mayor y la da ré a luz en este verano”17. Y, también, una metáfora casamentera; después de contarle a Ferenczi que “el trabajo sobre el Tótem es una empresa brutal” y que está “leyendo libros voluminosos sin realmen te interesarme en ellos”, agrega: “Con todo esto, siento como si sólo hubiese querido iniciar una aventura amorosa, y estoy descubriendo que, para mi tiempo de vida, tengo que casarme con una nueva mu jer”18. 1 ¿Quién es esta nueva mujer que amenaza desplazar a esa sober bia bruja llamada Metapsicología? La aventura es con Némesis. Aquí comienza el examen sistemático de una idea que es central para la coherencia teórica del psicoanálisis: la muerte del padre. Allí comien zan las cosas humanas. Tótem y tabú, originariamente, se inscribió en un amplio proyec to de síntesis de Freud y Jung, exigido por la propia dinámica psicoanalítica. “Proyecto que obedecía a una doble motivación: por un lado, dar pruebas de la universalidad del inconsciente y, por el otro, fundar ese principio totalizante, aplicándolo a la cultura.”19 Pero la explora"ción conjunta no prosperó. El otro pozo en la playa se volvió un nido de víboras. ' J ¿Cuál era la cólera del profeta? Se sentía traicionado. Considera ba que Jung, después de Wandlungen II, había regresado a posicio nes prepsicoanalíticas al negarle a la “teoría de la libido” su car^c. , axial. El incesto fue el centro del debate. Para Jung, la “prohibici del incestó era simplemente una fórmula o ceremonia de reparaci in re vili [sin importancia]”20. Su argumento, según mi ver, suena sólitamente banal: “En la familia, el padre era lo suficientemen fuerte para mantener al hijo a raya con una zurra ... si, en esos > nos años, él demostraba cualquier inclinación incestuosa. En la e más madura, por otro lado, cuando la codicia filial realmente p° 66
real para el padre ... el hijo ya no tendría deseos incesger üíl P.e jgjdos a una mac*re con e* vientre caído y venas varicotuosos ^1gen^ cuegt¿ón de hablar de la estética del deseo (es curioso SaS Jung aquí se olvida del simbolismo). ^ qUC i diferencia entre el túnel cavado por Jung en Transformados ím b o lo s ... y el de Freud en Tótem y tabú, según Renato Mezan, neS'd definirse de la siguiente manera: para Jung la mitología expliP11^ sexualidad; para Freud, la sexualidad explica la mitología. Atraca ® aunque engañosa simplificación. En la tarea de explicar los orí^nes ambos excavadores apelan al orden simbólico. Ambos usan ge Acción: en el caso de Freud, tenemos el padre de la horda; Jung, Uor su parte, presenta a la Gran Madre, junto con el mito del héroe. En la simbología triangular de estos mitos está en juego la estructu ración del sujeto. Para Jung, en el comienzo de todo está el arquetipo materno, la misteriosa Madre Naturaleza. Para Freud la historia se inicia con el asesinato del Gran Padre. Tótem y tabú es el mito mo derno del asesinato de Dios22. El linaje intelectual de Tótem y tabú23 es impresionante; presenta algunas de las ideas más subversivas. Freud bebió en la fuente de Ja mes Frazer, que, en 1910, publicó los cuatro colosales volúmenes de Totemismo y exogam ia2* , y en el gran sir Edward Bumett Tylor25, pa dre de la antropología evolucionista, para no hablar de las especulacio nes de Darwm sobre la condición social del hombre primitivo. También susurra el espíritu de Schreber; junto con este paranoico lúcido, Freud había investigado las relaciones tenebrosas de los hombres con sus dio ses. Tótem y tabú es una síntesis que reúne especulaciones de la antro pología, la etnografía, la biología, la historia de la religión y el psicoa nálisis. El subtítulo -tal vez olvidado- es revelador: “Algunos aspectos comunes entre la vida mental del hombre primitivo y los neuróticos”. En la búsqueda de los orígenes, Freud, en vez de partir de la mio ogía griega o indoeuropea, se vuelve hacia los aborígenes austraíanos. Cava su pozo epistémico precisamente en el terreno donde la joven ciencia de la etnología está haciendo su promisorio debut. PodeHnil3°^fi1Crerar, que ^ames Frazer, con su monumental La rama tra h n a ^ ra^t_Fbing de la antropología, actualizador de los trabajos de Marett y Tylor. \\aro
tam os^t V n° eS un texto colateral ni una hipótesis ad hoc: esconstitnp ° ^nf P*.eza central de la teoría elaborada para explicar la “heroncin°n • suJet°» irreductible a las experiencias individuales. La rrollo filo arcaica ef vivido por las generaciones pasadas”27. El desapenaamientnV00 ir “complejo paterno” constituye una constante del reudiano, porque permite articular el fantasma con el
*2 Convtorua las pierñnT .r°C°I^ar Óue Frau Jung, además de ser fea, probablemente P rnas torcidas y varicosas. 67
mito; el tótem con el tabú; el ideal del yo con el yo ideal, las religiones con la cultura28. Aquí tiene su origen el nombre del padre. En este sentido, el “Libro de los mitos”, por orden de importancia, es el segun do de los textos doctrinarios, y sólo le cede el primer lugar al “Libro de los sueños”. La primera parte del ensayo trata sobre el horror al incesto, que surge en la conjunción del totemismo con la exogamia. Para los etnó logos, el totemismo constituía la etapa inicial de la religión. La exoga mia, o “casamiento fuera”, representaba una ley de los sistemas de parentesco. Freud concluye que la finalidad de la institución totémica es impedir el incesto entre hijo y madre29. Aquí, por primera vez, se universaliza el precepto: el deseo incestuoso está presente en todas las sociedades. La fuerza de este deseo es mayor aún en las socieda des primitivas; ellas están verdaderamente poseídas por el pavor fun dante de la acción totémica30. El incesto define la diferencia entre na turaleza y cultura. Freud cita a Frazer: “En lugar de deducir de la prohibición del incesto la existencia de una aversión natural básica, deberíamos infe rir la presencia de un impulso natural que lleva al incesto. Si la ley lo reprime, como reprime a tantos otros impulsos naturales, ello se debe a que los hombres civilizados concluyeron que la satisfacción de esos instintos naturales perjudica los intereses generales de la socie dad”31. Una phylia se esconde tras cada phobia. Pero, junto con el de seo infantil de matar al padre y poseer a la madre, también existe la obediencia como anhelo positivo. En la encrucijada de coerción y re beldía, Freud se pronuncia a favor de la ley, contra la pulsión. La so ciedad es represiva porque la rebelión no se justifica, ya que los “im pulsos conscientes” del alzamiento tienen sus fuentes inconscientes en la envidia asesina32. El tabú es constitutivamente ambivalente: por un lado es lo sa grado, y por el otro, lo misterioso, lo prohibido y lo impuro33. Lo atra yente y lo temido se revelan en el mismo gesto ritual como pánico y espanto. La fascinación predomina: el deseo tiene por base “una ac ción prohibida para cuya realización existe una fuerte inclinación del inconsciente”34. ^ Proliferan múltiples medidas para evitar y descartar la más re mota posibilidad de incesto. En el caso del aborigen australiano, la infracción del tabú termina en muerte sumaria. El primitivo, como el neurótico obsesivo, tiene que llevar al máximo los rituales defensivos, en los que los síntomas cumplen la misma función que los antiguos tabúes. “La prohibición del incesto es más antigua que el casamiento”35. En el mismo movimiento, Freud “afirma la hegemonía de la estructu ra edípica como principio de la civilización”36. La transición del ma triarcado al patriarcado no le preocupa, y tampoco le interesa “la maternidad caótica primordial”37. Él no le atribuye la mínima impor tancia a la Gran Madre junguiana. 68
Luego tenemos a la suegra. En este apartado sobre el incesto, con bastante humor, se habla de las vicisitudes de la constelación fami liar. La suegra, tanto en Australia como en Austria, es un ser que hay que evitar. Por añadidura, a pesar de sus senos caídos, ella reci be un excedente de la tendencia al incesto con la madre. “No es raro que un hombre se enamore de una mujer que después será su sue gra”38, comenta Freud recordando, tal vez, a la madre de Gisela, la estupenda Eleonora Fluss. La suegra, en todo tiempo y lugar, pasa a ser símbolo universal de “ambivalencia totémica”. Freud habla del sentido restrictivo de la exogamia, minimizando sus connotaciones positivas. Para Levi-Strauss, “antecediendo a toda experiencia, antes de toda deducción individual, aun antes de que se inscriban las experiencias colectivas en relación con las necesidades materiales, algo organiza el campo”, el dispositivo totémico cumple la “función clasificatoria primaria”39. Por otra parte, la prohibición de tomar mujer en el seno del clan lleva al individuo a buscarla afuera, con la instauración de la reciprocidad: para recibir la mujer de otro clan es preciso ceder la “joven de la casa” 40. 4 Los efectos sociales positivos de este trueque son minimizados por el Freud de 1913 cuando afirma que el objetivo de la autoridad en todas sus formas -horda, familia, gobierno- es el cercenamiento de la libertad 3. De esa restricción derivan las características definitorias del grupo. La gama de las acciones grupales se ve limitada por dicha coerción libidinal. La libertad individual nunca fue el objetivo de la sociedad. Este supuesto es compartido, con matices, por toda la teoría política, desde Platón hasta Marx, desde Hobbes hasta Freud. Cuan do los historiadores hablan de la decadencia de una institución, por ejemplo, la Iglesia medieval, se refieren al colapso de su capacidad coercitiva41. Tanto Freud como Durkheim señalan el carácter restrictivo de la ley en los pueblos primitivos. Existe, empero, una diferencia impor tante: Durkheim postula un proceso de individuación en la conciencia colectiva, en el fluir de la historia42; para Freud, en cambio, todas las formas de conciencia se encuentran en el mismo sujeto instintivo al cual la sociedad -ayer y hoy- le impone las reglas del juego. “El pri mitivo que aparece en Tótem y tabú no difiere del hombre contempo ráneo, salvo que éste tiene el infortunio de albergar a un «moderno» en su interior, mientras que el más contemporáneo de los tipos de ca rácter -el neurótico- sufre la presencia de un «primitivo» no identifi cado dentro de sí.”43 Los conceptos básicos de este primer ensayo son la universalidad del complejo de Edipo, la significación paterna del tótem y, finalmen-
*3. Esta minimización es rectificada en El malestar en la cultura y, parlcu ármente, en Moisés y la religión monoteísta. 69
te, el carácter protector del tabú frente al polimorfismo perverso de nuestro patrimonio atávico. Luego veremos, sobre todo a partir de El malestar en la cultura, que el Asesinato del Padre va paulatinamente convirtiéndose en el tabú fundamental de un mundo regido por la pulsión de muerte. En el segundo capítulo, “El tabú y la ambivalencia de los senti mientos”, Freud entra en el proteico campo de los tabúes. Los tabúes, como las perversiones, son innumerables. Entre los polinesios, lo opuesto a tabú es noay que significa lo “general”, lo “común”: tabú, en tonces, es lo específico, la diferencia. El tabú, dentro del círculo iniciático, sólo tiene lógica interna; él y sus consecuencias son axiomáti cas. Él es, de la misma manera que nuestra conciencia es, o sea, lo que se conoce con la más incuestionable certeza interior. De hecho, “un tabú-conciencia sería la primera forma que asumió el fenómeno de la conciencia”44. Apoyándose en Wundt, Freud examina tres tabúes esenciales: el de los enemigos, el de los gobernantes y el de los muertos. Las cabezas decapitadas de los enemigos -en la isla Timor- son acariciadas, alimentadas y reciben pedidos de perdón. “La conclusión que podemos sacar de estas observaciones es que los impulsos expre sados en relación con el enemigo no son solamente hostiles. Existen manifestaciones de remordimiento, de admiración por el enemigo y de mala conciencia por haberlo matado”45. El adorado enemigo de la ambivalencia totémica. Los tabúes referentes a gobernantes -sean reyes o sacerdotestambién presentan una espantosa complejidad. Su forma varía desde la Corte del Rey Arturo hasta el Eterno Imperio Japonés, donde el Mikado “piensa que es perjudicial para su dignidad y santidad tocar el suelo con los pies; por ese motivo, cuando el Emperador tiene que desplazarse, es transportado sobre los hombros de sus hombres”46. Si la conducta con los gobernantes muestra la ambivalencia, el tabú de los muertos elucida su modo operativo: la proyección. Tocar al muerto está prohibido en casi toda la faz de la Tierra, y los que de ben hacerlo quedan igualmente implicados47. Estos tabúes con difun tos ponen de manifiesto que el espíritu del muerto se vuelve demonio, como lo atestigua el culto de los eguns en el candomblé. El psicoanáli sis enfatiza la magnitud de la hostilidad inconsciente al cadáver"4. La ambivalencia del primitivo, en suma, es mayor que la nues tra; de allí la inferencia de que los pueblos civilizados han progresado*
en la conciliación de sentimientos encontrados. Antropólogos ulterio res como Margaret Mead -e incluso el psicoanalista-antropólogo Geza Roheim- criticaron este supuesto progreso del mundo civilizado. Para Roheim, la cultura nace de un retardo neotécnico del hombre, punto que luego será elaborado por Devereux. Un tema recurrente es el del valor de la clínica para la elucida ción de problemas en los territorios vecinos de las ciencias del hom bre. Esto condujo a una célebre conclusión: “Las neurosis, por un la do, revelan notables semejanzas con la gran producción social del arte, la religión y la filosofía, mientras que al mismo tiempo parecen caricaturas de ellas. Podríamos arriesgar la afirmación de que la his teria es una caricatura de la creación artística, la neurosis obsesiva una caricatura de la religión, y los delirios paranoicos una caricatura de los sistemas filosóficos”.48 La tercera parte de Tótem y tabú se titula “Animismo, magia y omnipotencia del pensamiento”. Freud, siguiendo a Marett, acepta la división usual del desarrollo de la humanidad en tres estadios: el animista, el religioso y el científico49. Admite la existencia de un estado preanimista en el que el mundo era un “terror sin nombre”. El ani mismo constituye un progreso que va desde la magia pura hasta la hechicería. La parte central del capítulo trata de la omnipotencia del pensa miento. El Hombre de las Ratas, ese "inteligente cosmopolita primiti vo”50, fue quien acuñó la expresión. Cuando cree en la omnipotencia del pensar, la mente se considera capaz de transformar la realidad por el poder de las ideas. El “pensamiento positivo” de Norman Vincent Peale representa una versión religiosa con la pequeña ayuda del american way oflife. No estamos lejos del juego del carretel, del fortda de Más allá del principio de placer51. La omnipotencia del pensa miento está relacionada con el arte y la realización de deseos: “Sólo en un campo de nuestra civilización se consuma la omnipotencia del pensamiento, y ese campo es el arte. Solamente en el arte sucede que un hombre dominado por deseos realice algo que se asemeje a la rea lización de estos deseos, y que lo haga con sentido lúdico, producto de efectos emocionales -gracias a la ilusión artística-, como si fuese algo real”52. Freud analiza la magia “imitativa” y la magia por “contigüi dad”, modalidades que demuestran la eficacia simbólica de la omni potencia del pensamiento53.
*4. Aquí Freud hace una rara referencia etnológica a América del Sur: “Entre los guaycurúes del Paraguay, cuando se produce una muerte, el jefe acostumbra cambiar el nombre de todos los miembros de la t r i b u . ( S b , XIII, pág. 55).
El cuarto ensayo de Tótem y tabú, considerado el más importan te, se llama “El retomo infantil al totemismo”. Se pasa del tabú al tó tem. Los tótems, al final, son tabúes, o sea objetos sagrados. Freud toma de Atkinson-Darwin la hipótesis sobre la horda pri mitiva: el hombre prehistórico había vivido en pequeñas hordas, go bernadas por un macho dominante, sexualmente celoso. Robertson Smith había aventurado que el sacrificio ritual de la comida totémica era su componente esencial. “Adoptando la estrategia comparativa tí-
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pica de todas sus teorizaciones -nos dice Peter Gay-, Freud aso • esas suposiciones no comprobadas, y bastante inciertas, con las fob* ^ animales presentadas por niños neuróticos, ubicando al complejo*?! Edipo ... en el centro del escenario.”54 Aquí tenemos el retorno d* Juanito y su fobia a los caballos, junto con el niño de la “fobia a ^ perros”, estudiado por el psicoanalista ruso Woolf55, y un caso comu8 nicado por Ferenczi, el “Pequeño Arpád”56, que se identificaba con ga~ Hiñas y, al mismo tiempo, se deleitaba al verlas matar (caso intere sante de “totemismo positivo”, observa Freud)57. El comportamiento de esos “niños problema” lo lleva a interpretar al animal fobígeno co mo representación del padre. Concluye que el sistema totémico, tal como la fobia animal de Juanito y la perversión en el gallinero del “Pequeño Arpád”, surgió de las condiciones del complejo de Edipo. “La hipótesis parece monstruosa", nos alerta Freud58»*5. La re construcción freudiana es bien conocida: tenemos un padre feroz y ce loso. Padre terrible, que disfruta sin límites del apetito de su sexo, paradigma del gozo bestial. Él es ley suprema en la horda, se apropia de las mujeres y expulsa a los hijos a medida que crecen. “Un día los hermanos que habían sido expulsados se reunieron, apalearon al pa dre hasta la muerte y lo devoraron, dando fin a la horda patriarcal. Unidos osaron y consiguieron hacer lo que habría sido imposible para el individuo.”59 Con el acto de comer al padre, ellos completaron la eficacia simbólica de su identificación paterna y “cada cual se apropió de una porción de su fuerza”. La comida totémica - “tal vez la primera festividad de la humanidad”- se revelaba como “la repetición y la ce lebración de ese acto criminal memorable”60. La cultura, entonces, nace de “un único acontecimiento catastró fico”61. Una especie de Big Bang humanizante, análogo, por el factor sorpresa, a la reacción del infante en el “estadio del espejo” (que luego consideraremos). Del acto consumado surge el remordimiento. Habiendo odiado y al mismo tiempo amado al temible padre primordial, los hermanos antropófagos se sintieron asaltados por remordimientos, que se pre sentan como una naciente “conciencia de atrición”. Una especie de “protoculpa” que, teológicamente, establecería la diferencia que va de la atrición a la contrición. En el crisol de esa muerte, el progenitor se vuelve más poderoso que nunca en vida. Los hijos “borran” el gesto parricida con la prohibición de dar*
*5. El manuscrito original hablaba directamente de una “hipótesi monstruosa” (ungeheuerliche Annahme) que, a pedido de Jones, fue diluí con el agregado de “tiene un aire de” (carta de Jones a Freud del 25 de Jun de 1913, The Complete Correspondence o f Sigmund Freud and Emest Jone > 1908-1939, 1993, Londres, Harvard University Press). 72
EL t al padre sustituto: el tótem. Oprimidos por la atrición, insmuerU ^ tabúes fundamentales del totemismo, que debían corres tauran ( punto, a los dos deseos básicos del complejo de pon^erja muerte del padre y la conquista de la madre. Sobre la base Edip°_ sentimiento de culpa fundarán la civilización. Después del de eS Cto los “hijos retornaron juntos” y se reconocieron como herasC in p e la misma forma que la fraternidad nace en el acto de lfian°irar la filiación se fragua sobre el cadáver. El asesinato transr°nS a literalmente al jefe de la horda en padre; el parricidio inviste l adre de su función. “El padre no existe de no ser matado real o a. juicamente...”62 Este tema, explicitado aquí por primera vez, sesl, jueg0 elaborado por Lacan al hablar del nombre-del-padre. Toda la sociedad humana está construida sobre la complicidad en aquel “acto criminal memorable”. Tótem y tabú puede ser abordado como un mito político, como un contrato que transforma el estado de Natu raleza en estado de Sociedad. _n
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Freud creía que los rasgos adquiridos pueden transmitirse gené ticamente de una generación a otra. El universo freudiano, en efec to, siempre fue lamarckiano en este punto. El propio Darwin, a fin de cuentas, a pesar de sus cáusticas referencias a Lamarck, era la marckiano malgré lui al postular que las características adquiridas pueden heredarse. Fue una “perversión” de la naturaleza no adap tarse a la impecable lógica de este hombre que, en el siglo XVIII, anunció la teoría evolucionista. “La idea es poner a Lamarck entera mente de nuestro lado y demostrar que la «necesidad», que según él, transforma los órganos, no es más que el poder de las ideas incons cientes sobre nuestro propio cuerpo, ideas de las cuales podemos ver vestigios en la histeria; en suma, es la «omnipotencia de los pensa mientos»”. El libro termina con el famoso verso de Goethe: “En el principio era el acto” (Im Anfang war die Tat). Pues bien, en ese acto se originó a historia humana, la supremacía de Dios, el nombre del padre. En al sentido, como señala Alain Besaron, “no se ha advertido que Tóy tabú constituye una especie de nuevo Génesis, de la misma maera que el Moisés representa un nuevo Éxodo, elaborados ambos soe e Pa^rón darwiniano de la horda primitiva”63. el T - el insdifucionalización del psicoanálisis, ¿cuál era co Hp » Tótem y tabú? Aquí entramos en lo que RoudinesEdiDfn0miIla Pen °d° dogmático”. Con Tótem y tabú el complejo de diente Paf ° 8 s.e r.oendral en la doctrina psicoanalítica: su reconoci dos de •S^.Cí)nv‘rdló en la contraseña que permitía diferenciar a adeprciento d*e lf dGl d^n t0rn° ^ ^os Señores del Anillo hacían su juraHeÓ® ° R e c i b i d o Tótem y tabú? s visto que la reflexión antropológica de Freud se basaba en 73
las grandes síntesis etnográficas del principio de siglo. Valiosa J clopedia construida por pensadores que teorizaban sin experienc^^*' recta de field-work. El caso más típico era el de Marett, que acó t* ^ braba decir, no sin razón, que para comprender la mental'H^ primitiva no era necesario vivir con los salvajes: bastaba con frec tar la sala de profesores de Oxford64. CUen* E1 ensayo freudiano aparece, por desgracia, en un mome crucial de la etnografía, marcado por un replanteo que afecta, sim i° táneamente, su orientación teórica, práctica e institucional T j| nueva fundación. Desde el punto de vista teórico, la posición evoltra cionista postulaba una ley común para el desarrollo cultural de tod los pueblos y razas. Esta generalización ya no bastaba. Réquiem na8 ra los “antropólogos de sillón”65. A partir de ese momento, en los co rredores de las universidades prevalece la “autoridad etnográfica”' la voz de quien “estuvo allí”, y que, si habla la lengua del salvaje mejor. J’ La observación directa se va haciendo prioritaria en dos tiempos En un primer momento, algunos exploradores, que no eran necesaria mente antropólogos profesionales, “organizaron expediciones tipo suruey”66. Luego, después de la Primera Guerra, surge la necesidad de una exploración sistemática e intensiva, que hace lugar a un nuevo tipo de investigador: el “observador participante”. Radcliffe-Brown es el exponente de la nueva antropología67. Por esas razones, sin necesidad de calar más hondo, Tótem y ta bú fue mal recibido desde el momento de su aparición. El influyente Boas, pontífice de la antropología norteamericana, cuestionó la uni versalidad del totemismo68. La obra pretensiosa de nuestro antropó logo aficionado vienés fue vista como una incursión extravagante en un campo que la joven ciencia había demarcado con celo. “No pode mos aceptar -escribe Boas- como un progreso para la etnología, la transferencia grosera de un nuevo método de investigación psicológi ca del individuo a los fenómenos sociales”69**6. 1 En realidad, Tótem y tabú fue la obra más rechazada de Freud. El libro se convirtió en un “asesinato metodológico del gran padre”70. Era una mera fábula que sólo ilustraba los sombríos prejuicios del propio autor. La principal polémica fue con Malinowsky. El antropó logo polaco, formado en Viena y radicado en Inglaterra, parte en ex pedición a las islas Tobriand en 1918 (segunda expedición); allí, si guiendo el consejo de Seligman, comienza por “poner a prueba la
*6 . En estos tiempos que marcaron el fin de la antropología evolucionis ta, aparecieron la antropología funcionalista de Malinowsky y la difusionista de Rivers. Esta última, continuación de la evolucionista, postulaba un cumienzo cultural -E gipto-, punto de partida de una difusión cultural, Freud sería difusionista. “ r l' 74
míe ve los sueños de deseos «reprimidiana que ios sul*iiuí>como ujuiu expresión ^ ..... f r e u d i a n a que ______ , ______ mnraioc of¡. teoría f^ U nnñCiente, como el negativo de los principios morales ofiel iint dos» del idos»7i. Este trabajo de campo genera una serie de cíales y reC0 iugar a ia “famosa controvesia sobre la universa(V que i_*_ A*\ artículos fidad del compkí^de^E^p propuegta. «Mj¡ deseo es invitar al lector a P Malin l ie ^ de log los trabajos redactados en cuartos cerrados, que salga q u e se ira sobre se aiej donde ge se respira sobre e\ el terreno terreno de de las las investigaciones investigaciones «1 llore,>u . ____ _•__-------- nuco nn al ñire aire n reviva conmigo el espíritu de los años que pasé en “ ‘ Tribu d e " ¿ . . . i o s en la Nueva Guinea"’ »Una El oolaco reconoce el mérito de Freud por haber abierto la proble. c o n c e r n i e n t e a la “relación entre la vida instintiva y la organisocial”74, pero afirma que las etapas del desarrollo infantil no zacl°nirtinentes para todas las sociedades. Entre los tobriandeses, su?on Pa una regla de filiación matrilineal, “no existe represión ni cenJ a” del mismo modo que “no existe reprobación moral de la sexua lidad infantil de tipo genital, ni un período que corresponda a lo que Freud llama «sexualidad pregenital» y, en particular, ningún interés «anal erótico»”75. Según él, los tobriandeses ignoraban el papel fisioló gico del padre en la procreación. Los impulsos hostiles del bebé melanesio se dirigían al tío, y la hermana era el objeto incestuoso. Las cul turas regidas por el derecho materno presentaban un “complejo nuclear” caracterizado por el “deseo de casarse con la hermana y ma tar al tío materno”76, es decir, por un complejo diferente del complejo de Edipo. El Profesor, como de costumbre, no entró en el debate, contentán dose con una ironía: “¿Cómo es posible? Ese pueblo, entonces, no tie ne ano”77. Jones, igual que antes con Janet, se lanza a la polémica co mo paladín de la Causa. Estaba capacitado. Su interés por la antropología era muy antiguo, tanto como su amistad con Trotter, el “cirujano filósofo”78. Juntos habían estudiado a Tylor. En el debate con Malinowsky, Jones aborda el tema de la nega ción de la “paternidad copulativa”. Éste había sido uno de los hallaz gos más espectaculares de los nuevos antropólogos79. El asunto era: ¿cómo nacen los bebés? Jones sugiere que la ignorancia de la paterni dad fisiológica no es tan auténtica como parece, y “que el sistema de derecho materno, con su complejo avunculado, representa un modo de defensa frente al comnlpio do EHino”80. Esto es. un no auerer saber
ce (
"a*re Ubre que se respira” con las tribus de la Melanesia apareToh1V1<^amen^e <^escrh'° en el “Diario” de su segunda expedición a las islas Pact^^T^i^Ue Se Prest'ana a un rico ensayo psicoanalítico, pues revela el imbre ° 1 ^°S eskelt°s y desinhibidos cuerpos desnudos de las tobriandesas so^ q -S P°laco “erótico”, atravesado por un voto de castidad (B. Malinowsky, O' m the Strictest Sense ofthe Term} New York, 1967).
sabiendo. El tema no era nuevo para Jones. Él, en 1914, había n kJ í cado un ensayo, La concepción de la Virgen por el oído81, interpr^t do esta “concepción gaseosa” como una expresión fuertemente suhr' mada de las teorías sexuales infantiles, en las que las cigüe' también tienen su lugar. Escribió entonces: “Es probable que t o d l las creencias en una concepción milagrosa provengan del deseo inf ^ til de excluir al padre (genital! de todo lo que tenga que ver con i propio nacimiento”82. Tótem y tabú fue polémico, aun dentro del grupo analítico. El a tropólogo Geza Roheim -que ya había refutado la idea de la mavo* ambivalencia del salvaje- criticó la teoría de la horda primitiva de Atkinson-Darwin. Sostuvo además que los trabajos ulteriores realiza dos con primates superiores no ratificaban la dramática teoría de 1n horda primitiva83. ^ 9 De la misma manera, Tótem y tabú tuvo poco impacto en la teo ría política84. Su importancia teórica fue corroída tanto por las gene ralidades de una antropología evolucionista como por el problema de la realidad histórica del crimen primario. Peter Gay considera que la realidad histórica del parricidio primordial no era esencial para el ar gumento del libro. Ese “acto criminal memorable” podía pasar como ficción. Los sentimientos de culpa serían transmitidos por mecanis mos menos rebuscados y científicamente más aceptables. Los neuróti cos, de noche, asesinan a sus padres en sueños, sin tener que ejecutar el crimen. “Presentando ese cuento asombroso, no como un hecho -sostiene Peter Gay- sino como una fantasía que aflige a los jóvenes a través de los siglos... Freud podría haber abandonado su tesis lamarckiana”85. Lo mismo cabe decir, como veremos, con respecto al Moisés, en un principio concebido como “novela histórica”. Existe una diferencia entre la verdad y lo verosímil. Verdad histórica no quiere decir la historia de la verdad. Pero Freud insiste: en el principio era el acto. Hablando de la compulsión de repetición, el escenario recuer da a 1890, cuando le había costado mucho abandonar la teoría “ac tuante” de la seducción. Siempre consideró importante ese grano tác tico de arena que aglutina la perla fantasmática. De hecho, hasta el final de su vida sostuvo la realidad del parricidio original: “Aún hoy defiendo esa construcción -afirma en su Moisés- ; repetidas veces tu ve que oír censuras vehementes por no haber modificado mis concep ciones en ediciones ulteriores del libro, después de que etnólogos más recientes rechazaran la hipótesis de Robertson Smith y presentaran otras teorías. Pero no me convencí de la corrección de esas innovacio nes ni tampoco de que fueran erróneas las ideas de Robertson Smith”86. |
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la excitación de matar v comer al padre, y sus tuSÍaS c a n sólo reactivas”87. dud^ Y ‘ncz\va más lejos e interpreta el humor de Freud: presentaba
i o hra es una comida totémica. Usted también es el sacerdote ■ J Mitra que mata al padre con sus propias manos; sus discípuI e testigos de ese acto “sagrado”. En La interpretación de los l0S ños usted libró el combate contra su propio padre; en su tra bajo sobre el Tótem, lucha con las figuras religiosas paternas tan tasmáticas. Entonces: Eso explicaría la fiesta jubilosa durante la génesis de la obra (en el acto del sacrificio), seguida después por los escrúpulos. Estoy convencido de que el trabajo sobre el Tótem algún día se convertirá en un punto nodal de la historia de la civilización hu mana88. Grosskurth opina que “Tótem y tabú se mezcla con la vida de fan tasía de Freud”89. En esa época, según ella, el Profesor tenía buenas relaciones con Sabina Spielrein y, al analizar a Elma Palos y Loe Kann, “estaba separando a las mujeres de sus «hijos» [de él]”90. Y por si todo esto fuera poco, los Señores del Anillo organizaron “una cena festival el 30 de junio, cuando Jones y Ferenczi se unieron a Sachs y Rank para ofrecer a Freud una comida «totémica» en el Konstantinhügel, en el Prater. Coronando la noche, Loe Kann le hizo entrega de una estatuilla que él adoptó como su tótem oficial”91.
Tótem y tabú, tomado como una pieza del autoanálisis, fue im; portante para la elaboración final del duelo paterno. Jones y Ferenc# leyeron juntos las pruebas, coincidiendo en que “Freud, en su imag1' nación, había vivido las experiencias que describía en su libro, su en-
Lo que caracteriza el mito de Tótem y tabú es que el padre surge ex nihilo, sin haber vencido antes a su propio padre. Es un fundador de genealogía, pero que en rigor se encuentra fuera de ella. Ahora bien, como lo señala Le Guen, ésta es prácticamente la situación de rreud en relación con el psicoanálisis: invención suya, ella lo constiuye en fundador sin origen y sin pasado. “Podemos preguntarnos asta qué punto Freud, dominado por su fantasma, no creó en parte una situación en la que se identificaba con el padre de la horda primi lla. El hecho es que iba a protegerse de la actualización del fantashah?°r mec^° un Pasaje al acto ...” En un primer momento, él se mo tal-mpU^St° como Padre, incitando a sus discípulos a tratarlo coPor a\ , aC*U1 vale e* comentario de Mezan, que se pregunta: “¿Cómo y analizó es^ fantasma y, sobre todo, por qué Freud, en vez de al Qgjp r °> ^Ptó por un «pasaje al acto», que inscribió definitivamente ues?* p ana, is^s en (maléfica, diría yo] historia de las institucio“destimlTstang se vale de un argumento similar cuando habla del 81 se tratadeSt° ^e^.pac*re del psicoanálisis, aunque no queda claro I e Un destino funesto o de un designio sombrío. Frente a la
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dependencia infantil de los Señores del Anillo, nació una gen •■ de analistas que confundían la teoría con la persona del Aun después de su muerte, la constante referencia a la figura eSor< obra del padre fundador perpetuaron esta transferencia condenad** ® “acto excomulgatorio”. La estocada de Roustang apunta, en rea n ^ a Lacan, cuyos discípulos repiten, en escala de grandeza exten*^’ los .fenómenos la. resolución de la transferirá , » . que impidieron . rvrt ^ u aSlVa> p0r parte de los primeros psicoanalistas92.
Vil,
a I ican L'étfrique de la psychanalyse - Le Séminaire, livre
2 »J
1. Eugéne Enriquez, Da horda ao estado, 1990, Río de Janeiro, Zahar pág 28. 2 . Carta de Freud a Jones del 9 de agosto de 1911, R. Andrew Paskausas (comp.), The Complete Correspondence o f Sigmund Freud and Ernest Jones 1908-1939, 1993, Londres, Harvard University Press, pág 113. *1 3. SE, XII, pág. 81. 4. SE, XII, págs. 342-3. 5. Carta de Freud a Ferenczi del 4 de mayo de 1913, Sigmund FreudSandor Ferenczi, Correspondance, 1992, París, Calman-I^evy, pág. 510. 6 . Carta de Freud a Ferenczi del 16 de diciembre de 1912. j 7. Carta de Freud a Ferenczi del 3 de abril de 1910, Sigmund FreudSandor Ferenczi, Correspondance, pág. 165. 1 8 . Renato Mezan, Freud, pensador da cultura, 1985, San Pablo, Brasiliense, págs. 322-6. 9. Carta de Freud a Silberstein del 6 de agosto de 1873, Lettres de jeunesse, 1990, París, Gallimard, pág. 63. | 10. SE, XXI, pág. 43. A 11. Carta de Freud a Jones del 4 de noviembre de 1911, citada por Er nest Jones: A vida e a obra de Sigmund Freud, 1989, Río de Janeiro, Imago, II, pág. 351. 12. Andrew Samuels, Jung e os pós-junguianos, 1989, Río de Janeiro, Imago, capítulo III. . «I 13. Carta de Freud a Jung del 12 de noviembre de 1911, Freud-Juig> Correspondencia completa, 1976, Río de Janeiro, Imago, pág. 524.„ 14. Carta de Freud a Jung de noviembre de 1911, ibíd., pág. 524. 15. Carta de Jung a Freud del 8 de mayo de 1911, ibíd., pág. 482. 2 16. Carta de Freud a Jung del 20 de agosto de 1911, ibíd., pág. 501. j 17. Carta de Freud a Jung del 12 de febrero de 1911, ibíd., pág. 449. ,1 18. Carta de Freud a Ferenczi del 30 de noviembre de 1911, Sigmum* Freud-Sandor Ferenczi, Correspondance, pág. 333. ,I 19. Laurence Kahn, “ Le cri sexuel du monde”, Revue Internationale d ’Histoire de la Psychanalyse, IV, 1991, París, PUF, pág. 547. I 20. Carta de Jung a Freud del 8 de mayo de 1912, Freud-Jung, Correspondéncia completa, pág. 572. 21. Carta de Jung a Freud del 8 de mayo de 1912, ibíd., pág. 571.
31
* « • 212
c’rí. Y ill págs. 1-162. 23 i r Frazer. Totemism and Exogamy, 1910. y 24- i ' r Tvlor The History of Human Marriage, 1901, Londres. 25 j Frazer, The Golden Bough, 1911, Londres. 2?'
rdo n b o . “Una articulación de lo simbólico”, en Psicoanáli. ^ e x t e m p o r á n e o , 1987, N° 14, pág. 214. S,S f 29 30 31 32 £
NOTAS
78
K f
SE, XIII, págs. 119-26. Eugéne Enriquez, op. cit, pag. 35. SE, XIII, pág. 30. SE, XIII, págs. 60-4. SE, XIII, pág. 38.
o ! Minutes de la Societé Psychanalytique de Vienne, 1975, 1913 QK Francoise Duroux, “Les avatars du Mutterrecht , Revue Internatio. L Hist0ire de la Psychanalyse, IV, 1991, París, PUF, pág. 526. En este S a j o encontramos una excelente presentación de las vicisitudes del maíriarcado. ^ Bachofen> p as Mutterrecht, ein Untersuchen über die Gynákokratie dér alten Welt nach ihrer religiósen und rechtlichen Natur, 1861. Obra monumental en sietes volúmenes. 38. SE, XIII, pág. 16. 39. J. Lacan, Seminario XI, pág. 23. 40. C. Levi-Strauss, Le totemisme aujourd’hui, París, Payot, 1974. 41. P. Rieff, Freud, la mente de un moralista, 1966, Buenos Aires, Paidós, pág. 224 42. E. Durkheim, “Sur le totemismeT,Année Sociologique, V, 1902. 43. P. Rieff, op. cit., pág. 225. 44. SE, XIII, pág. 67. 45. SE, XIII, pág. 38. 46. SE, XIII, págs. 44-45. 47. SE, XIII, pág.. 51-64. 48. SE, XIII, pág. 73. 49. R. R. Marett, “Pre-animistic Religión”, Folklore, II. 50. P. Mahony, Cry the Wolfman, pág. xix. 51. Eugéne Enriquez, op. c i t pág. 39. 52. SE, XIII, pág. 90. 53. SE, XIII, pág. 83-5. 54. Peter Gay, Freud, urna vida para o nosso tempo , 1989, San Pablo, f ompanhia das Letras, pág. 306. 1Q Woolf, “Beitráge zur infantilen Sexualitát”, Zbl. Psychoanal., Ay12, II. 72 8 ^
^ ferenczi, “Un petit homme-coq”, Oeuvres completes, II, págs.
II XIII, pág. 130. eq X111- pág- 142n. S - g - X M . Pág- 141. ¿i*
fii t EVX111’ páSs' 125‘6>16°* lc“ ard Wolheim, “O gabinete do Dr. Lacan”, en Vidas de freud , 79
Sigmund Freud & o gabinete do Dr. Lacan, comp. por Paulo Souza la I
San Pablo, Brasiliense, pág. 197. ‘ 62. Eugéne Enriquez, op. cit.t pág. 31. S 63. A. Besangon, “Freud, Abraham, Layo”, Los caminos del anti-F r i pág. 26. . w lp0> 64. C. Levi-Strauss, Antropología estrutural, 1958. 65. B. Pulman, “Les anthropologues face á la psychanalyse- premi' réactions”, RIHP , IV, pág. 428. ° res 6 6 . B. Pulman, “Ernest Jones et Tanthropologie”, RIHP IV, 1 9 9 503. ’ ' >Pag* 67. A. R. RadcliíTe-Brown, The Andaman Islanders. A Study o f Social Anthropology , 1922, Londres, Cambridge Univ. Press. 6 8 . Cf. R. H. Lowie, Histoire de lethnologie classique, 1941, París, Payot 69. F. Boas, “The methods of ethnology“, American Anthropologist IV pág. 321. ‘ - .... ' ' 70. P. Rieff, op.cit.y pág. 228. 1 71. B. Malinowsky, The Sexual Life of Savages in North-Westem Melanisiay 1929, Kegan Paul, pág. 325. 72. B. Pulman, “Les anthropologues face á la psychanalyse”, ibíd pág 431. 3 73. B. Malinowsky, Myth inPrimitive Psychology, 1926. 9 74. B. Malinowsky, The Sexual Life of Savages in North-Westem Melanisiay pág. 650. 75. B. Malinowsky, Sex and Repression in Savage Society , 1927, I, pág. 39. , 9 76. Ibíd., I, pág. 81. \J 77. G. Roheim, Psychoanalysis and Anthropology, 1950, pág. 203, citado en B. Pulman, op. cit.y pág. 441. 78. C. Girard, “ La psychanalyse en Grande-Bretagne”, en Histoire da Psychanalyse, II, 1982, pág. 37. 79. S. Hartland, The Legend o f Perseus. A Study o f Tradition in Story, Custom and Belief, 1894-6. 80. E. Jones, “Mother-right and the sexual ignorance of savages”, en Int. J. Psychoanal., VI, pág. 130, citado en B. Pulman, op. cit.y pág. 432. ® 81. E. Jones, Essays o f Applied Psychoanalysis, pág. 135-204. r 82. E. Jones, Jahrbuch der Psychoanalyse, VI, pág. 281. .l( 83. G. Roheim, Australian Totemismy 1925. ifl 84. P. Roazen, Freud, pensamento político e social, 1973, San Pablo, Bra siliense. * '•« 85. Peter Gay, op. cit.y pág. 309-10. 86. SE, XXIII, pág. 131. T 87. Ernest Jones, A vida e a obra de Sigmund Freud, pág. 353. 3I 88. B. This, “Introduction á l’oeuvre de Ferenczi”, Freud, Ferenczi, Groadeck, Klein, Winnicott, Dolto, Lacan, comp. por J. D. Nasio, 1994, París, Rivages, págs. 115-6. } 89. Phyllis Grosskurth, O circulo secreto, 1992, Río de Janeiro, Imago, pág. 87. 90. Ibíd., pág. 87-8. j 91. Ibíd., pág. 88. 92. F. Roustang, Um destino táo funesto, pág. 30. ,
80
j
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C A P IT U L O 38 A R T ÍC U L O S T É C N IC O S
Cada caso es una lección de técnica. El curso comienza en los Es-
dios sobre la histeria1. Todo paciente, en la medida en que se desta1 su singularidad, cuestiona la teoría. La experiencia del diván es el • hasta el intento final, en el que Freud reconsidera la esencia de su clínica y escribe “Análisis terminable e interminable”2, compendio de cincuenta años de escucha analítica. Dicha escucha forma el núcleo duro de la transmisión psicoanalítica. Su método sigue la huella de los hechiceros, los brujos y magos de todas las tierras: iniciación de los más jóvenes por los más viejos. El psicoanálisis es una de las raras disciplinas en las que se asimila teoría en el momento iniciático de la práctica3. Mucha técnica pasó bajo los puentes desde ese verano de 1886, cuando, a la edad de 30 años, el joven Freud asistió a las clases de Charcot sobre el “estudio científicamente realizado del hipnotis mo”' 1. Luego, en los decisivos años 90, encontramos a un terapeuta activo, que presiona con las manos la cabeza de las pacientes, en una pulseada casi literal con las resistencias. Los casos clínicos a veces parecen milagros, como lo atestigua la alpestre Katharina, cu rada en una única sesión al pie del monte Rax. Por otra parte, las interpretaciones profusas del caso Dora reflejan un estilo de imposi ción cuya palabra clave sería transferencia-no-resuelta, y su diag nóstico, furor curandis. En 1904, el breve artículo “El método psicoanalítico de Freud”4, escrito para el libro Las manifestaciones 0 sesivas psíquicas5, presentó la mayoría de sus preceptos técnicos un amentales ya asentados; ellos estructuraban la sesión psicoanaa*Un Vlgente en día: silencio, diván e interpretación. Pero *nt° f ilenc- ; Freud era un terapeuta hablador. Su actividad ornnfCe .c j ramen^e en su artículo “Sobre psicoterapia”6, conferencia tima c^Cl | a en ^ 0 4 en el Colegio Médico de Viena. Ésta fue su úlniones k \ para/ os médicos, coincidente con el comienzo de las reunardo d ^ y 08 !^^rco^ s- Ln ella aplicó la fórmula artística de Leo*a pintura mC1 Para ^^erenciar el psicoanálisis de la sugestión. Así, 1v a> como la sugestión, trabaja por vía de porre, agregando
Págs. 5-17. 81
algo a la tela; la escultura opera por via de levare, retirando el «r to” de la piedra7. El psicoanálisis se vale del cincel del escultQ8 siempre trabaja con restos, fragmentos y lagunas.8 0r> En 1910, al presentar en el Congreso de Nuremberg su traba* “Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica”9, Freud dio ex° presión a una nueva actitud, más recogida, “flotante”, en resguard* del silencio. Advirtió a los novatos que casi todo en el campo de la téc nica “todavía aguarda una determinación definitiva, y es mucho 10 que apenas está comenzando a aclararse”10. Eso incluía, en particular, la entrada de la contratransferencia, concebida como un virus transferencial, como una resistencia del analista, “inoculada por el in flujo que el paciente ejerce sobre el sentir inconsciente [de aquél] ”U Frente a este peligro, el médico debe apelar al autoanálisis. “Quién no consiga nada con ese autoanálisis, puede considerar que carece de ap titud para analizar pacientes.”12 Este tema aparece en la correspon dencia con Ferenczi a partir de 1908. En mayo de 1908, el húngaro co municó su descubrimiento de la “importancia del problema de la transferencia del médico” en la cura13. Su propio trabajo analítico -se ñala Ferenczi- había mejorado después de que tomara conciencia de este factor. Freud observa que “los pacientes son odiosos y le brindan la oportunidad de nuevos estudios técnicos”14. Como señala Thierry Bokanowsky, “estos «estudios técnicos», que en ese momento Freud no precisa cuáles son, están sin duda en el origen de algunas de las refle xiones esenciales sobre la técnica publicadas más tarde (entre 1911 y 1915)”15. Con la aparición de la noción de contratransferencia y sus implicaciones, “el tratamiento psicoanalítico deja de ser exclusiva mente «un lugar de abordaje para el desciframiento de los procesos in conscientes», y se convierte en el espacio «de una relación interhuma na con todas las vicisitudes imaginarias posibles»”16. Para Ferenczi, el “trabajo” de la contratransferencia implica au toanálisis; la contratransferencia es el punto de partida del trayecto autoanalítico: “Tengo la impresión de que cada día convendría pasar el mismo número de horas trabajando con los casos que analizándo los. El terreno es tan virgen que se debería tomar nota y asentar las pequeñas novedades, aunque no se encuentre nada de importan c ia ”17. Freud responde: “Me satisface comprobar que usted hace lo que yo hacía en mi tiempo, salvo que yo no tenía a quién mostrar e mis notas con sus intuiciones y errores”18. ' J En realidad, esa “resistencia del analista” no era algo nuevo, principios de 1893, Freud le había confesado a Fliess: “Me duermo e ^ mis análisis vespertinos”19. Durante la depresión, en el eco del si ció de la Traumdeutung, escuchamos un lamento: “Cada uno de pacientes es un torturador”20. j ej Ferenczi fue, sin lugar a dudas, el gran discípulo en la sen propio análisis. “Tengo conciencia de que sólo una disposición de ^ toanálisis permanente ... proporciona la cura definitiva a un ser mano”21. Lo que implica que sólo un analista consigue la cura i * 82
en ese
baño de “autoanálisis permanente”, con la ayuda de los pa-
CÍenDurante la redacción de los grandes historiales, Freud comenzó a bir de preferencia los domingos, una especie de “Diario clínicoefcrl ¡ con la intención de recopilar un manual, y anunció que í^ n to voy a empeñarme en tratar la interpretación, la transferencia V otros elementos de la clínica, en una «Metodología general del y coanálisis»” . Estos “manuscritos técnicos” constituyen la base de P®1consejos para jóvenes analistas que aparecerán entre 1911 y 1915 que ya se perfilaban en la cuarta conferencia en Worcester. Los “jó venes analistas” eran Jung y Ferenczi, Jones y Abraham, y hasta el nastor de almas Pfister. Los seis artículos técnicos aparecen agrupa dos en dos series. Los dos primeros, sobre los sueños y la transferen cia son más generales. Los cuatro siguientes llevan el título general de “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico”22. El primer artículo, aparecido en diciembre de 1911 en el Zentralblatt fiir Psychoanalyse, tenía el título de “Uso de la interpretación de los sueños en el psicoanálisis”23. Este breve trabajo describe el funcio namiento de los sueños, en particular la sobredeterminación onírica. El principiante debe colocar el sueño en su contexto, que se engasta en la hora psicoanalítica, y no conviene eternizarse en el análisis de un solo sueño durante sesiones seguidas'2. Este virtuosismo no es re comendable. “Creo que, en el decurso de un tratamiento psicoanalíti co, la interpretación de los sueños no debe practicarse como un arte en sí; su uso debe someterse a las reglas técnicas que rigen el conjun to del tratamiento”24. El primer artículo de la serie de “Consejos al médico sobre el tra tamiento psicoanalítico ”25 habla de la “disposición” del analista, con cebida como una “atención uniforme y flotante”26, opuesto radical a la atención deliberada” . Este tipo de “atención desatenta” será luego e aborada por Bion, cuando habla de la “atención galáctica”, y por Lacan, con su noción de semblante. Contrariando el uso corriente del rmino, el sem blan te lacaniano supone hacer tabla rasa con toda ea, sentimiento y pasión, para convertirse en una superficie virgen
HOoír27 *>C10nes‘ ^ ^alista, en su escucha, debe hacer semblante de y el hí¡i m^ ^ °.ras. son ^res: Ia atención que flota, el espejo que refleja siste e n ! U cll^jano que no tiembla. La maestría del analista con que ser oi?m^a^ ^ Zar es^as disposiciones difíciles de conciliar: tiene turí y senVM C°m° ,a suPerílcie de un lago, frío como el acero del bisción de aera f e* corc^° del pescador. Nunca caerá en la tentaar*^uando cede a esa tentación, aparece el fu ror curan-
e de los Lobos fue interpretado 83
El sueño de
i
dis. De allí que Lacan, en la primera página del seminario sob escritos técnicos, compare la práctica del análisis con los métorT los maestros Zen28. Para lograr este dominio es indispensable e°S ^ entre otras cosas, “la tentación de proyectar como teoría científic ar* aplicabilidad general algunas de las peculiaridades de su propia sonalidad”29. El pigmalionismo. De allí el énfasis en el autoanáf^ como una especie de “purificación psicoanalítica”. Con respect i análisis personal, Freud reconoce el mérito de la escuela de ZurírtS por insistir en este punto. ^ El artículo de Freud “Sobre la iniciación del tratamiento”30 blicado en dos partes en 1913, habla del “noble juego” del ajediíe * metáfora31 que da cuenta del espectro de gambitos posibles en el co mienzo de un análisis. Las estrategias deben ser flexibles. Se reco-' miendan ciertas tácticas: por ejemplo, elegir a los pacientes con cui dado -no todo paciente es lo bastante estable o inteligente como para soportar los rigores de lo que pasó a denominarse proceso analítico Es mejor que el paciente y el analista tengan un contacto social mí nimo; ciertamente, una recomendación que el propio Freud nunca acató. La buena analizabilidad de un paciente también supone algunas características “negativas”. Como dice Berlinck, es necesaria “una cierta incompetencia. También es preciso reconocer un desconoci miento de sí realmente insuperable, y la convicción de que hay un otro que sabe”32. Henry Ford nunca se tendería en un diván. Freud, en esa época, como muchos analistas hoy en día, realizaba una serie de entrevistas previas para determinar si el caso era apto o no para el análisis. En esos sondeos, el terapeuta debía mantenerse aún más silencioso que de costumbre. El tiempo de prueba, de una o dos semanas, tenía también una finalidad diagnóstica, ya que un pa ciente con una fachada histérica u obsesiva “puede estar en la fase preliminar de una demencia precoz”33. M Este análisis “de ensayo” proporciona más oportunidades diag nósticas que numerosas entrevistas comunes. Las infaltables caricaturas del analista en el sillón, con el cuader no de notas en el regazo, perpetúan la imagen errónea que Freud de nunció explícitamente en ese texto. Tomar notas -cualquier artificiosperturba la escucha pasiva, mejor dicho, la escucha pasivamente acti va. Él reconocía que el diván y el analista invisible eran reliquias de los tiempos de la hipnosis, pero tenía una razón subjetiva para insis tir en esa mise en scéne. “No soporto ser mirado ocho horas por día...”34 Había más razones en favor del ceremonial analítico; Freu no quería que los pacientes observasen su cara, para que no fueran VBr fluidos por las reacciones de él (todo analista hace muecas, créanme;. Mucho se ha hablado sobre la situación de privación sensorial la cual el paciente, en la media luz del consultorio silencioso, es ais do de estímulos. Montaje deliberado que incita al paciente a regí os ^ Todo dispositivo que alimente la vuelta a los tiempos antiguos -e* 1 ^
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silencios, el tono neutro del analista, que tampoco da ván, l°s ^ t r i b u y e a que los fantasmas del pasado visiten la soledad
la mano, con del sujeto ^ej dinero es un asunto importante. Antes, tal vez aún El paP ej gex0 y ei dinero eran temas que se evitaban. Las permás que oy^ ^ cuestiones de dinero como tratan las cuestiones de sonas tra^ vacuidad, pudor e hipocresía”35. sexo >c0 d pondera aquí las diferencias entre el médico y el psicoa. , Ugl dinero es un pago de servicios, pero también un embleoalista. 3 ^ dispositivo terapéutico, cargado de simbolismo viscecon arcaicos valores de trueque, que integra el argumento total i 1 c r^ ^ Si el paciente hace la infaltable pregunta “¿Cuánto tiempo, doct Freud aconseja tener en mente lo que el Filósofo le dice al Via jero en la fábula de Esopo: “¡Camine!”36. O sea que el camino se hace al an^ ^ ántas veces? Freud recibía sus pacientes, en general, seis ve ces por semana. Las excepciones era los casos “blandos” y los que es taban cerca del final de su análisis, para los cuales bastaban tres se siones semanales. “Sobre la iniciación del tratamiento”3' habla en detalle de la “re gla fundamental”, la única regla de ese ajedrez anímico. Freud les de cía a sus nacientes: Una cosa antes de comenzar. Lo que usted va a decirme difiere en un aspecto de la conversación común. Generalmente las perso nas mantienen un hilo conductor a través de las asociaciones, ex cluyendo cualquier idea extemporánea y cualquier ramificación discursiva que las llevaría fuera del tema. Pero en este caso us ted va a tener que proceder de otro modo ... Usted se sentirá ten tado a decir que eso es irrelevante o sin importancia, o sin senti do ... no debe ceder a esos reparos, debe hablar a pesar de las reservas; mejor aún, deberá decirlas porque siente aversión a ha cerlo38. f n ^ i paciente tiene que decir todo lo que le pasa por la cabeza: lo
la n ’ ° ^ana) y 1° 9ue da vergüenza. Esta “regla des-reglada”, como pro ama^ Plchon Riviére, imposible de cumplir, está en la base del t a r ^ 0 PSÍCOanalí^ . El paciente puede atrasarse en sus pagos y falvalía cM s?s\ones- Esas transgresiones son solucionables en la plusCo t diván; pueden convertirse en granos para el molino analíticont a .o b e d ie n c ia sistemática a la regla fundamental, por el P^cto lp°t n?a^°^ra fatalmente el análisis. Freud fue taxativo al resEl pacj S fa lmP°sible regla fundamental sustenta el diálogo analítico, taxis f0 ** C¡ aatdándole a la pared, enunciará un discurso sin la sinen cmm?n< i *V *a '^gica de todos los días, y deberá abstenerse de tener nta el pudor o el estilo. 85
Normalmente, nuestra palabra es selectiva, y no sólo por m r ' de decoro social; es selectiva para ser eficiente. El coloquio anabv°8 tiene que ser imprevisible, la comunicación se produce entre oí 'C° consciente del paciente y el del analista. El paciente habla, el an ta calla, a veces interpreta. La interpretación, como tipo de discu 1S es lo opuesto de la asociación libre. El habla del paciente es libre-T’ del analista está subordinada a la consideración del “momento oD’ tuno”, lo mismo que el enroque, para retomar la metáfora ajedrecísH ca. La antítesis, empero, no es completa, pues la interpretación tien~ que ser deliberadamente improvisada. Existe un contrapunto básico entre la regla de abstinencia y 1 ley de la asociación libre. El analista abstinente está al servicio del proceso secundario, y el paciente, en su vocación de decirlo todo, se somete al azar de su monólogo en el registro del proceso primario39. Como lo señala Peter Gay, la interpretación psicoanalítica es una lectura subversiva que da sentido a lo que dice el paciente. Se trata de una deducción del sentido latente de las palabras y de los gestos del paciente"3. En suma, la interpretación del analista llama la aten ción del analizado sobre lo que él está realmente diciendo. Interpre tar que los lobos silenciosos e inmóviles del sueño Sergei Petrov son representaciones distorsionadas de la escena primaria es “retirar un recuerdo del escondrijo de la represión”40. Saber qué, cómo y cuándo interpretar parte del difícil aprendiza je técnico. Freud tenía una particular aversión a las interpretaciones salvajes. “No es difícil, para un psicoanalista avezado, detectar los de seos ocultos del paciente, pero sería una total presunción decirle a un extraño que desconoce todos los presupuestos psicoanalíticos ... que él tiene una fijación incestuosa con su madre, que él alberga deseos de muerte contra su esposa, a quien supuestamente ama, que él cobija la intención de defraudar a su patrón ... Oí decir que hay analistas que se jactan de tales diagnósticos instantáneos y tratamientos rápi dos, pero advierto a todos que no sigan tales ejemplos”41. I . Cierta vez, una divorciada cincuentona “muy bien conservada y “evidentemente con su sexualidad aún vigente” consultó por violentos e intempestivos accesos de angustia. El joven médico le diagnosticó una «carencia sexual», presentándole tres alternativas para recupe rar la salud: volver a vivir con el marido, conseguir un amante o musturbarse. Ninguna de estas salidas atrajo a la señora, la cual, puesto que el médico había citado a Freud como fuente de esas ideas, fue a ver al Profesor, no se sabe bien si para consultarlo o para reprender lo; imagino que para ambas cosas”42. ,* Así comienza “Sobre el psicoanálisis «silvestre»” (Über
V » se) (yo prefiero hablar de psicoan álisis salvaje), artículo psychoull(* ^ - ^ ¿ 5 en 191043. Para Freud el “buen” analista es, en la que Fr( mj()' 0puesto del analista salvaje de la historia. El peligro no
práct|C'a’ |ainente en los falsos diagnósticos del analista lego, sino reside so ^ ^ ug0 improvisado del psicoanálisis por médicos no califitambien gilm ente profanos y deontológicamente omnipotentes. cados, Pículo akre jag pUertas para una reformulación de lo que se Es^e r idóneo. Iban a pasar diez años antes de que se abordara entien ^ relacionándolo con la especificidad del psicoanálisis, o e* Pr^n e¡ núcleo de la cuestión del análisis lego. Ahora se afirmaba sea , necificidad a partir de la implantación de la obligatoriedad del enáUsis personal del futuro analista. 3 para Freud, ser médico no es en absoluto una garantía de idonei dad La “práctica del diván” es la tierra natal del psicoanálisis. Freud teme que sus discípulos, principalmente Jones y Jung, se desvíen del sicoanálisis clínico, hacia las fronteras del análisis aplicado que aca baban de abrirse: “Sólo quiero observar -le escribe a Jones en 1911- , como lo hice con Jung en esta Navidad, que corremos el riesgo de ins talarnos en nuestras colonias, donde sólo podemos pasar por extran jeros, por turistas distinguidos, lo que nos obligaría a regresar ince santemente a nuestro país natal de la Medicina, para volver a encontrar el fundamento de nuestra ciencia”44. En el analista se espera mesura y tacto: una percepción no obsta culizada por su propia neurosis y un savoir faire obtenido en su análi sis personal. En la época en que fueron escritos los artículos técnicos todavía no existía la exigencia de un análisis personal previo. Prácti camente ningún analista de la primera generación, antes de la Gran Guerra, había tenido la experiencia de diván. En el artículo “Recordar, repetir y reelaborar”45 aparece por pri mera vez el concepto de compulsión de repetición, por lo cual éste es el más anticipatorio de los escritos técnicos. Freud comienza con una exposición histórica de la técnica analítica: “No me parece ocioso re cordar una y otra vez ... las profundas modificaciones que la técnica psicoanalítica viene experimentando desde sus comienzos. En el princlpio, en la fase de la catarsis breueriana, se enfocó directamente el inomento de la formación del síntoma y se trató de ... reproducir los procesos psíquicos de aquella situación a fin de encauzarlos a través Q Una actividad consciente. Recordar y abreactuar eran las metas fraGS° ^?rse&uian c°n el auxilio del estado hipnótico”46. En efecto, el la hfS° **e } a anamnesis médica tradicional había llevado a emplear en»v/.fn0S*s Para descubrir las huellas del pasado, inaccesibles al re cordar consciente. del métod^6 ^ fC*.r ^ue ^rat>aj° clínico-teórico de Freud, a partir hipnosis^ ° cataTtl(:0’ transformó la abreacción en transferencia, la edípica en asociaci(3n libre, y el hecho traumático en la encrucijada
*3. En el sentido en que Suzanne Langer decía que “el psicoanálisis transforma cada movimiento en gesto”. 86
y
Método catártico incluía ya una de las claves de la técnica 87
analítica: las imágenes logran una nueva inscripción al arti 1 con la palabra. A partir de 1895 entra en vigor la noción de « U ar8e extraño”47. Desde entonces, la terapia no consiste ya en extirn CUJrP° sino “en disolver la resistencia y así facilitar la circulación p0r ^ a!g0» bito anteriormente bloqueado”. A esta formulación se sumaron11^ en el futuro: hacer consciente lo inconsciente, cancelar repres * ra® rellenar lagunas mnémicas, aumentar la permeabilidad de la ¿ *°ne8» represiva, donde era el ello debe advenir el yo. rrx‘ra Ya en 1900 Freud llegó a una concepción metapsicológica con tres registros: dinámico, tópico y económico. El sueño pasa a vía regia del inconsciente; las asociaciones libres son los equivalen* * a los restos diurnos. En 1914 Freud no procura resucitar el pasad La rememoración no pretende volver a producir el pasado tal com° fue cuando era presente 4. Por eso, para Lacan, los recuerdos encubri° dores son al contenido oculto tras la amnesia infantil, lo que el conte^ nido manifiesto es a los pensamientos oníricos. La amnesia infantil designa para Freud un trabajo de olvido que lejos de borrar el pasado, lo perpetúa. El olvido sólo cancela lo vivido para el sistema preconsciente-consciente, pero no lo aniquila psíqui camente. Lo olvidado por la amnesia infantil es más activo que lo re cordado. En ese punto Freud concuerda con Bergson. .1 Olvidar para poder recordar. Esta formulación aparentemente paradójica resume mejor que cualquier otra la concepción freudiana del proceso analítico. La “compulsión de repetición”, en la que el pa ciente repite para no recordar, ocupará luego un lugar central en el ensayo Más allá del principio de placer. Lo que más le interesa a Freud en 1914 es ‘la relación de esta compulsión a repetir, con la transferencia y la resistencia. Después advertimos que ella es una pieza de la repetición del pasado olvidado. Tampoco es difícil discer nir la participación resistencial. Cuanto mayor sea esta participación, tanto más será sustituido el recordar por el actuar (repetir)”48. Para Luis Hornstein, “la meta del trabajo analítico es realizar una historización simbolizante. Recuperar algo de ese cuerpo extraño interno, de esa tierra extranjera interior, como Freud definirá lo reprimido en 1932”49. J Conviene recapitular lo que Freud entiende por resistencia. Ori ginariamente, ella era todo lo que interrumpía el análisis, el efecto de lo reprimido en el paciente. Luego se da cuenta, con Dora, de que si el analista no está preparado para oír un determinado discurso, la si tuación analítica se ve comprometida. Este tema fue posteriormente
H f Lacan, quien radicaliza la reflexión freudiana sobre la retomad° p<£ rencia)’y dice que la resistencia es siempre del analista contratrans br¡llante intuición clínica). O sea que la resistencia natu(ésta es UIJa inevitable, del paciente no sería problemática de no ral, esp°n a \ arena de la neurosis transferencial, con la contra•5 parte del a*^m. ori^en heinemaniano, creo píamente en el uso operaY °1 contratransferencia y opino que Lacan también, cuando dice: tivo de la ^ contratransferencia la implicación necesaria del anaentien de transferencia ... analizado correctamente, se lista en <■ simplemente de las consecuencias necesarias de la misma trata J?u* ¿¡a»so Precisamente por esa resonancia, la contratransfetranster^^ ^ nombre incomoda a Lacan, a mí no me modesta torenC1de Maclouglan la expresión de “transferencia del analista”. mar Tenemos resistencia, transferencia y repetición. El cuarto eleento es la reelaboración. La reelaboración es un “tiempo de trabajo” "lie el paciente necesita para vencer sus resistencias. Se trata de un trabajo de simbolización en el cual se tejen lazos asociativos que per miten un desprendimiento relativo respecto de la repetición. La “recordación” ahora es apenas un resto de los tiempos de la hipnosis: “Tenemos que agradecer a la vieja técnica hipnótica que nos haya presentado ciertos procesos psíquicos de manera aislada y es quematizada”51. Saudades, ya que en la técnica actual sólo queda la nostalgia de la “deliciosa fluidez” de los tiempos de Katharina en los Alpes. Ella está a años luz del Hombre de los Lobos. Este paciente, como el propio Freud lo da a entender, es el principal material para fijar las reglas prácticas antes de la Primera Guerra Mundial. El siguiente texto que consideraremos es “Sobre la dinámica de la transferencia”52. Este artículo es más teórico que técnico, en la me dida en que se constituye en una reflexión metapsicológica sobre la naturaleza del fenómeno transferencial en la relación analítica. Pro longa las observaciones incluidas en el epílogo del caso Dora. Freud es categórico: “Todo lo que perturbe el avance del trabajo es una re sistencia”. Esa idea ya aparecía en los Estudios; el nuevo texto lo des taca: “La transferencia acompaña el tratamiento a cada paso; cada simple asociación, cada acto del paciente debe contar con esa resis tencia que representa un compromiso entre las fuerzas que apuntan a la cura y las que se oponen a ella”53. La resistencia es inevitable, odo sirve com o arma resistencial: el silencio, olvidar sueños, tratar e cí).nvertir el tratamiento en una charla intelectual, enamorarse del a 18^a- H ay formas más sutiles: ñor eiemnlo. el “buen Daciente”
*4. “La historia no es el pasado -puntualiza Lacan-, la historia es el Pf sado historizado en el presente ... El camino de la restitución de la historia del sujeto toma la forma de una búsqueda de la restitución del pasado (t* can, 1953; Séminaire /, 1975, París, Seuil).” 9
ajeno a / ^ n^Ue cs^° es una simplificación. En realidad, el fenómeno no sería jetiva” a slncronicidad” de Jung, se trataría de una “complicidad intersub-
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que hace todo según los cánones, es endiabladamente difícil de t La resistencia aumenta en la medida en que el trabajo analíti *ar más hondo en busca del núcleo patógeno. Es conocida la met° freudiana de la cebolla. El trabajo analítico va retirando las c a n . ra bulbo. El corazón de la cebolla es el núcleo patógeno. * a¡s ^ La transferencia como resistencia. El caso Dora atestiguó n emocional que el paciente establece con el analista es u n f e mentó de antiguos afectos apasionados. La transferencia opera e ^ rocicfoneiQ on lo morlirío an mía lo arnnnfieinn o n f i i resistencia en la medida en que la “repetición actuada”, la ilUs*transferencial, sustituye al recuerdo vernalizado. Como comentan L ** planche y Pontalis, la resistencia utiliza la transferencia, pero nn T constituye54. J j| Freud distingue tres tipos de transferencia: la negativa, la eróti ca y la amistosa. Tanto la modalidad negativa, por su propia natura leza, como la modalidad erótica, en su exceso libidinal, son “guardia nes de la resistencia”55. Pero felizmente existe la transferencia amistosa, menos retorcida, que ve al terapeuta como un benévolo aliado en la lucha contra la neurosis. Ella es “capaz de mover monta ñas”. “Nuestras curas -le dice Freud a Jung en 1906- se producen por medio de la fijación de una libido dominante en el inconsciente (transferencia). Es esencialmente una cura a través del amor, y pro porciona la prueba más convincente -de hecho, es la única irrefuta ble- de que las neurosis son determinadas por la historia de amor del individuo.”56 Pero también por la historia de odio. En este artículo, refiriéndose a la transferencia negativa, Freud le da finalmente el nombre de “ambivalencia” a una “posición” afectiva en la que la afir mación y la negación son simultáneas e inseparables. La historia, que comienza con Juanito, encuentra su paradigma en el caso del Hombre de las Ratas. Imaginen una carrera de galgos hambrientos. Allí van, corriendo por la pista, estirando sus cuerpos de goma. En la recta final un hu morista lanza la salchicha de la tentación y la jauría se olvida del premio57. El analista -¿adivinó?- es el galgo. La salchicha es la contratransferencia*6. M i También tenemos una historia de curas. Había una vez un mori bundo que era agente de seguros y ateo convicto. La esposa, mujer de fe, finalmente lo convenció de que recibiera la extremaunción. L le g a el sacerdote, y la entrevista en el lecho de muerte se prolonga tanto que la mujer comienza a albergar esperanzas de que su marido entre en el redil. Cuando finalmente se abre la puerta, ella se enfrenta con el hecho de que “el librepensador no se ha convertido, pero el cura n suscrito un seguro de vida”58. 9
* 6 . R e c o m ie n d o el a r t íc u lo d e M a n o e l T o s ta B e r lin c k , “ A contratrans. r é n c ia c o n t r a a t r a n s f e r é n c i a ” , Psicanálise da clínica cotidiana , 1988 , P a b lo , E s c u ta , p á g s . 1 0 7 -3 4 .
90
l a de la historia: si el analista cede al amor de la paciente, M°r.a C(.je ja paciente se verá realizado, pero el del analista no”59, “el objetiv°|^renlos del deseo del analista que está en el núcleo duro fiueg0 psicoanálisis. Baste decir aquí que sobre el deseo se esde la étic,aa(jjapasón de la escucha” del analista60. t ab le c e e ^ ¿ ej seguro de vida nos lleva al tema de la confesión. 1 la relación entre confesión y psicoanálisis, entre confesiona¿CuáJ propio Freud, en una rara referencia a este sacrari° *V 1le dice a Pfister: “Si un pecador pregunta cómo puede saber ment°,uceados serán perdonados, el sacerdote le responde: «Yo, en sl T \ de Dios, te perdono». Entonces -continúa Freud-, imagínese n°m * je jigo a un paciente: «Soy yo, Sigmund Freud, profesor tituím*6 quien te perdona». Eso sería un vejamen”61. Así es, el analista no e S
g
j
promete^ícuio «puntualizaciones sobre el amor de transferencia”62 merece una atención especial. Ustedes conocen el tema. La paciente se enamora del médico y tira el tratamiento por la ventana. Una ilu sión sin porvenir. La situación es más común que lo que el lego ima gina, especialmente cuando el analista se enfrenta, como dice Freud, con “la incomparable fascinación de una mujer -de una Dama, en la traducción francesa- de altos principios que confiesa su pasión. La tentación no viene de los deseos crudos de una paciente, que en gene ral provocan rechazo”63. La tentación tienta por el lado de la garbosa conquista femenina. En fin: que tire la primera piedra el analista que no sufrió por amor de transferencia. Se trata siempre, según Freud, de una paciente mujer'7. El mo delo que él presenta es el siguiente: “Una paciente declara abierta mente o da muestras inequívocas de que está enamorada de su doctor que la analiza”64. Tema delicado, el amor de la paciente. Pues bien, el analista novato que Freud aquí usa como modelo es, en la opinión de Conrad Stein65, el propio Jung. La paciente era una Dama brillante: Sabina Spielrein.
NOTAS
o
P ágs. 1-313.
2-SE, Joan, págs. 211-54. bin Tu
^herine C lé m e n t, Vidas e lendas de Jacques Lacan , 1 9 8 3 , S a n P a -
Wo, Moraes, pág. 28.
más
7. El
C? so o y h e ro ico .
a n a ü s t a q u e s e e n a m o r a d e u n p a c ie n t e e s m á s r a r o ,
91
I 4 . S E , V II, p á g s . 2 4 9 -5 4 .
H T
X
5. L. L o e w e n fe ld , Die psychischen 6 . S E , V II, p á g s . 2 5 7 -6 8 . 7. S E , V II, p á g . 260. 8 . Ihíd. 9. S E , X I, p á g s . 1 4 1 -5 1 . 10. Ib íd ., p á g . 145. 11. S E , X I, p á g . 136. 12. Ib íd .
Zwangserscheinungen 1904 ‘
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A.
d e M ijo lla , “ L a p r a t iq u e p s y c h a n a ly t iq u e d e F r e u d ” , diennes, 1987, N ° X X X , p á g . 31.
W - 1 5 ' c E X II, p a g 147. > ■ S ‘X X j
f r s e , i i . p ^ 8- 2 9 0 ’ 1 * QF XII» pag- 151.
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pj(’)rn ste in , “ R e co rd a r, r e p e tir y r e e la b o r a r " ,
Études Fn>
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14*.
52. S E . X II. p á g 8 S ’ - 1» 8 53 SE, X II, p a g s. 101-2. 54 Laplanche y P o n ta lis ,
Diccionario de psicoanálisis, p á g . 4 4 4 .
55 Peter G a y , op. cit., p á g . 281.
56 C a rta d e F reu d a J u n g d el 6 d e d ic ie m b r e d e 1 9 0 6 , Freud-Jung, Corresnondéncia completa, 1976, R ío d e J a n e ir o , Im a g o , p á g . 53. 57. S E , X II, p ág. 169. 58. SE. X II, p ág. 165. 59. Ibíd. 60. J oel B irm a n , “ U rn a fa c a s ó lá m in a ” , Pulsional, 1 9 9 4 , N ü 4 3 , p á g . 6 7 . 61. C art a d e F r e u d a P ñ s t e r d e l 2 5 d e n o v ie m b r e d e 1 9 2 8 , Correspon dance de Sigmund Freud avec le pasteur Pfíster, 1 9 6 7 , P a r ís , G a llim a r d , p á g .
182 ’ 62. 63. 64. 65.
S E , X II, p á gs. 159-71. S E , X II, p ág. 170. Ibíd. C on ra d S te in , O psicanalista
e seu oficio, c a p .
Escuta.
m
28. Jacques Lacan, Le Scminaire /, 1975, París, Seuil, pág. 7. 9 29. SE, XII, pág. 117. ■ 30. SE, XII, págs. 123-43. r:X 31. SE, XII, pág. 123. M 32. Manoel Tosta Berlinck, “A mania de saber”, Pulsional, N° 57, 1994, San Pablo, pág. 32. J 33. SE, XII, pág. 124. fl 34. SE, XII, pág. 134. * Jj 35. SE, XII, pág. 126. | 36. SE, XII, pág. 128. | 37. SE, XII, págs. 121-44. 3^1 38. SE, XII, págs. 134-5. Ij 39. Serge Cotet, Freud e o desejo do psicanalista, Río de Janeiro, Zahar, pág. 132. ^ X 40. Peter Gay, Freud, urna vida para o nosso tempo, 1989, San Pab °9 Companhia das Letras, pág. 279. 41. SE, XII, pág. 140. 42. SE, XI, pág. 221. i 43. SE, XI, págs. 219-30. X 92
lecturas de Freud ,
4 9 ' a ñor S ilv ia B le ich m a r, 1 9 9 0 , B u e n o s A ir e s , L u g a r. ^ 5 0 J a cq u e s L a ca n i e transferí - L e Séminaire, livre VIII, 1 9 9 1 , P a r ís ,
17. C a r t a d e F e r e n c z i a F r e u d d e l 2 5 d e f e b r e r o d e 1 9 1 0 , Sigmund^ Freud-Sandor Ferenczi, Correspondance, p á g . 155. . 18. C a r ta d e F r e u d a F e r e n c z i d e l 3 d e m a r z o d e 1 9 1 0 , ib íd ., págs. 157-8 19. C a r t a d e F r e u d a F lie s s d e l 15 d e m a r z o d e 1 8 9 8 , Correspondencia Sigmund Freud-Wilhelm Fliess, 1 9 8 6 , c o m p . p o r J . M . M a s s o n , R ío de Janei ro, Im a g o , p á g . 3 0 4 . 2 0 . C a r ta d e F r e u d a F lie s s d e l 11 d e m a r z o d e 1900, ib íd ., p ág. 405. * 2 1 . C a r ta d e F e r e n c z i d e l 17 d e a b r il d e 1 9 1 0 , Sigmund Freud-Sandor Ferenczi, Correspondance, p á g . 173. 2 2 . S E , X II, p á g s. 1 0 9 -7 3 . 2 3 . S E , X II, p á g s. 8 9 -9 7 . , .X | 24. Ib íd ., p á g . 94. 1 2 5 . S E , X II, p á g s. 1 1 1 -2 0 . .£ ^ X 2 6 . S E , X II, p á g s. 1 1 1 -1 2 . j ^ X 2 7 . J . D . N a s io , Cinc legons sur la théorie de Jacques Lacan, 1992, págs.
120- 1.
A vida e a obra de Sigmund Freud , 1989, R io d e J a n e i-
I * l° ¡ f s E , X II. páP « 7-156-
13. C a r ta d e F e r e n c z i a F r e u d d e l 9 d e m a y o d e 1 9 0 8 , Sigmund F ■et/cf. Sandor Ferenczi, Correspondance, 1 9 9 2 , P a rís , C a lm a n -L e v y , pág. \\ 14. C a r ta d e F r e u d a F e r e n c z i d e l 2 2 d e o c t u b r e d e 1909, ibíd ., pág 93 l l 15. T. B o k a n o w s k i, “ E n t r e F r e u d e t F e r e n c z i, le u r p a t ie n t s ” , Revue 1 ternationale de l’Histoire de la Psychanalyse, II, p á g . 2 1 0 . tB 16.
. t . n pq
93
X I V , 1 9 8 8 , S a n P a b lo ,
que Jones fue un discípulo relativamente tardío, que llegó después de Federn, Ferenczi, Abraham, Rank, Eitingon y Tausk.
C A P IT U L O 39 L O S S E Ñ O R E S D E L A N IL L O
Pasada la catarsis transferencial, Jung se dedica con ardor a la difusión de la Causa. De sus esfuerzos resulta el Primer Congreso In ternacional de Psicoanálisis, realizado en Salzburgo en abril de 1908. Este congreso comienza con una carta banal de Jung a Jones: Burghólzli, 23.11.1907 Estimado Dr. Jones Me encantaría verlo lo antes posible ... Si usted llega el lunes por la noche, lo encontraré en el Hotel Baur-au-Lac entre las 11 y 12. Espero que tengamos muchas conversaciones interesantes. Con los mejores saludos, sinceramente Dr. Jung1 En ese rendez-uous en el hotel del lago nació la idea del primer encuentro de psicoanalistas2. En esa época, en Zurich, se había ini ciado un pequeño movimiento denominado “Grupo Freud”, fruto in mediato de las visitas de Eitingon, Bleuler, Jung y Binswanger a Viena. Zurich era más que una filial de Viena. Además de ese cuarteto central, los suizos contaban con la asistencia de Claparéde, Riklin y Maeder, con Oskar Pfister en el banco de los suplentes. Buen equipo. El grupo se reunía en el Sanatorio Burghólzli, fuente de inspiración de La montaña mágica de Thomas Mann, y en sus discusiones estaba en juego el futuro de la política psiquiátrica. No cabe duda de que el “Grupo Freud” suizo tenía más peso específico que el cenáculo vienés. El Congreso de Salzburgo pasó relativamente inadvertido en la época. Los protagonistas, como es común en el inicio de cualquier ges ta, no percibieron el carácter histórico de la ocasión. El psicoanálisis, de la noche a la mañana, entraba en el circuito internacional. Jones, en su biografía, crea una ilusión de omnipresencia, y no queda claro cuándo entró en escena por primera vez. Cotejando su autobiografía, Free Associations3, vemos que fue allí, en Salzburgo, donde conoció a Freud. Este San Pablo galés, entonces, idealizó el congreso antes de haber sido presentado al Profesor. La gente olvida 94
En su autobiografía, Jones rememora: “Mi primera impresión de Freud fue que era un hombre sencillo y poco pretencioso. Me saludó inclinando la cabeza, y dijo: Freud, Wien ... El Profesor ya gozaba de un prestigio ilimitado en el grupo de sus fieles seguidores. Estaba inevitablemente ligado con sus discípulos por un vínculo común que trascendía el mero lenguaje. Freud podía atravesarlos... en un nivel tanto no-verbal cuanto verbal”4. Jones nos informa que “el encuentro fue realmente internacio nal”. Se leyeron nueve trabajos: cuatro de Austria, dos de Suiza, uno de Inglaterra, uno de Alemania y uno de Hungría. Freud presentó su Hombre de las Ratas; Abraham habló de las diferencias entre la his teria y la demencia precoz; Jung, ídem; el tema de Stekel fue la his teria de angustia; el de Sadger, la homosexualidad; el de Adler, el sadismo. Jung, como organizador, reaccionó con arrogancia frente al encuentro: “No consigo saber a título cierto -le escribe a Freud- si conviene evaluar el Congreso por el lado emocional o por el lado prác tico. En lo que concierne a los sentimientos, todavía estoy bajo el res plandeciente impacto de su conferencia, la propia perfección a mis ojos. Todo lo demás fue para llenar el tiempo, no pasó de un palabre río estéril en las tinieblas de la inanidad”5. Las “tinieblas de la inani dad”: así hablaba el Príncipe Heredero desde su Montaña Mágica. Adler, Stekel, Rank, eran todos pigmeos*1. Vemos que tanto el suizo Jung como el alemán Abraham consideraban que el grupo vienés era una calamidad. Lo que no es así. El trabajo de Sadger sobre la homo sexualidad preparó el camino para la “Introducción del narcisismo”. Nacía la simbólica stekeliana, mientras la erudición de Rank mante nía el nivel. Este evento pasa a la historia como un congreso singular. Fue el momento más libre, democrático y de buen “clima” del movimiento psicoanalítico. Se tomó una única decisión organizacional: la funda ción de una revista, el Jahrbuch für psychoanalytische und psychopathoLogische Forschungen (“Anales de investigaciones psicoanalíticas y psicopatológicas”). Este congreso, que duró sólo un día, no tenía presi dente, secretario, tesorero, consejo ni reunión administrativa: sólo en tusiasmo. ¡Fin de una época! En el encuentro en el hotel del lago, Jones causó una buena im presión en Jung, quien le escribió al Profesor: Paso ahora a una gran sorpresa: en el contingente inglés había
*1- Su arrogancia se parece a la de Lacan cuando, hablando de los discí
pulos de Freud, sentencia: “Ces gens s¿ médiocres!” 95
un joven de Londres, el Dr. Jones (un celta del país de Gales), que conoce bien su obra y ya practica el psicoanálisis6. Jones, por su parte, consideró que conocer a Freud en Salzburgo fue “el día más importante en mi vida”7. Ese hombre enjuto y ator mentado había encontrado a su Maestro. En su autobiografía cuenta que viajó con Brill a Viena y que ambos fueron espléndidamente reci bidos por un Freud radiante después del día de gloria en Salzburgo. El discípulo narra ese encuentro con entusiasmo, pero, según Steiner, esa reunión “no fue algo tranquilo”8. Sucede que, en esa primera ho ra, el preferido fue Brill, y no Jones. Brill, sin más, obtuvo de Freud los derechos para la traducción de su obra. La envidia del relegado era inevitable e ilimitada. El, que será recordado por esos monumen tos que son la Standard Edition y su The Life and Work o f Sigmund Freud. De hecho, Jones era un gran ambicioso. Para Anna Freud, su ambición tenía que ver con su origen proletario, muy disimulado en la autobiografía9. Por otra parte, no debemos olvidar que él era doble mente extranjero: galés entre ingleses; goy entre los judíos de los miércoles. M Ahora bien, en el favoritismo con Brill había algo más en juego: Freud desconfió del galés, según surge de una carta a Jung: Jones y Brill estuvieron conmigo dos veces. Acordé con Brill la traducción de la miscelánea Selected Papers on Hysteria ... \ Y continúa en tono confidencial: Jones es, sin duda, una persona de las más interesantes y un hombre de valor, aunque me da una impresión de ... singularidad racial. Es un fanático y no come lo suficiente. En cierto modo me . recuerda al flaco y hambriento Casio. “Que yo pueda rodearme de hombres gordos”, decía César10. César desconfiaba del hambriento Casio y con razón: él fue el general romano que, junto con Brutus, lo asesinó. Hablar de Césp es apropiado, estamos asistiendo a la fundación del Imperio Psicoanalítico*2. . Del otro lado del Atlántico encontramos a Brill, el preferido, P* ñero leal y traductor atroz -eso, dicho sea de paso, aún no se^sa ^ Judío de origen, Abraham Arden Brill había emigrado en 188 | Hungría a los Estados Unidos, a los quince años, con tres dólares^ el bolsillo. De espíritu vivaz, generoso, despreocupado, trabaja áj.
llegó con el afán aventurero de hacerse la América. Desesperadamen te pobre, Brill tuvo una astucia de héroe suburbano para sobrevivir. Otro hambriento, a fin de cuentas. Con mucho trabajo logró recibirse de médico, dando clases de bandolín, jugando al billar por dinero, durmiendo en el consultorio del dentista donde trabajaba como asis tente11. Se ganó el merecido apodo de “cabeza de fósforo”12. Dólar so bre dólar, consiguió ahorrar dinero suficiente para permitirse pasar seis meses en el Burghólzli, en 1907, junto con Jung13. Al año si guiente, con Freud en Viena. “Está totalmente americanizado -obser va Freud- pero es un buen muchacho.” Por sobre todo, Brill era un ambicioso judío apátrida, que hablaba la misma lengua de Freud, más Schnorrer todavía que él. Brill no tenía ni un pelo anglosajón. En esa primera hora, el hambriento Jones no podía ganar. En la famosa foto en la que los Señores del Anillo posaron junto a Freud, Jones, con su rostro simple y jovial, parece un hombre común y contrasta con las extrañas figuras de Rank, Eitingon Ferenczi y Sachs Parece un inglés de la calle que nunca escuchó hablar de psi coanálisis. Se parece a Robín, el compañero de Batman. En una de sus mejores cartas, Jones se autodefine: El complejo de originalidad no es mi fuerte; mi ambición consiste en estar entre bastidores, en saber más que en encontrar. Me doy cuenta de que tengo poco talento para la originalidad: el talento que poseo tal vez se manifieste en la dirección de aprender rápi damente lo que los otros señalan ... Para mí, el trabajo es como el de la mujer que cuida a su hijo; para hombres como usted, imagi no que tiene más de fecundación masculina14. i n s ^ S an y R°TbÍn forman una pareja ideal. En 1913 Jones estaba Peso en <»i°Sie 6n Loadres>revisando viejas cartas y escritos, con un nibiografía3 ^ ° lleVÓ 3 escribir una sentida y conmovedora miÉst mentpS|lí K-ti:abaj0.pen.oso ya que veo desplegarse, implacableturbulenrí >na 'l6 mí v?da b na historia de mucha agitación y terrumníHfv’ , anc*a infeliz seguida de 10 años de éxito inintoy realmoñt espués una serie de locuras y fracasos, y ahora es telando h n / sentando cabeza, con mis ilusiones agotadas, ind° hacer alg° Que justifique mi existencia^. vejez, escribió ^ rcdexién tenía la edad de Cristo. Más tarde, en lal ° en su autobiografía:
de *2.
C o n v ie n e
recordar que
el p r o p io
Freud,
c u a n d o t e n ia
s e m p e ñ ó el p ap el de B r u tu s , e n u n a r e p r e s e n ta c ió n e sc o la r , ju n
^
gU
so-
»
i®79, en la nlp dn'C0 bܰ de mis padres, el primero de enero de elyr,i6 quia de Llwechwr, en una aldea llamada Rhose-
brino John (SE, V, pág. 424). 96
97
Nació en un país de hadas, con nombres 8*¡bjiantes: “Rhosefelyn está situada en el centro de Gwyr, en el antigu^ rein0 entre ja bahía de Swansea y Caermarthen Bay, a seis millas dg distancia de Lawlnelly”17. El padre, Thomas Jones, es descrito ^un hombre alto, rubio, atractivo, evidentemente un celta”, que ^trabajaba en una mina de carbón. Su madre, Mary-Ann, en contraste, “ „era pequeña, de cabe llo renegrido y piel muy alba, celta del tipo "ib¿ érico„”i8 De pura san gre galesa, conocía de memoria las leyendas del , Ju inciUSo la de la • •Ser UnJ hallazgo arqueológico. Thomas Jones, sólo tres años mas viejo que F,Frt,udi había elegido el nombre Ernest. De cumplirse el deseo de la m* . ’gu hijo se habría llamado Myrddin, del clan de Merlín19. ’ 3' En su autobiografía, Jones relata una adollolescenc¡a normal: buen deportista, competente zaguero central, le &usustaba dar iargas caminadas por las cocinas de Llandovery en el oto^()fto el patinaje sobre hielo en el invierno. Sentirá una gran hiraeth, “nostalgia”, por el país de Gales. Resulta interesante que describa la ja ad0lesceñcia de Sigmund como muy parecida a la suya, hasta en ¿ , detalle de la beautiful little girl. La aldea de Rhosefelyn bien p o d r í ^ haber gido Freiberg. En el caso del galés, el ario antisemita sería i¡a un arrogante profesor británico. Una gran amistad marcó sus años de est t. , , . M Wilfred Trotter. Se conocieron como residente.tüstuf l.anto e.me, Icl.na* I jano sir Victor Horsley. “Recuerdo -rememora-ltcs,del renombrado ciruun paciente con las piernas aplastadas, lo que 1ra- la vez que recibimos a doble. Trotter amputó un muslo, mientras yo ue Y113 amPu otro ...”20. ‘ 3 Wilfred era el «mejor segundo sólo. yo hacia lo mismo con el Trotter, además de cirujano, fue el antropó 0 ^reu * , , i.. px. presión “instinto de rebaño”. Aparece varias V( roP° ()^° a^U « i p 9 | fesor: lo encontramos en 1908, en el Congreso ls * * * * * * ¡ f I citado en la Psicología de las masas y, fina®80 k a 7 UI?
psicoanalítica, hasta llegar a ser la figura dominante de la IPA (fue, con intervalos, presidente de la Internacional desde 1920 hasta 1949). Sería injusto considerarlo sólo un burócrata astuto y un buen organizador. Steiner menciona su intuición política, característica que Freud apreciaba. Él fue quien mejor analizó las implicaciones sociopolíticas de la Primera Guerra22. Tenía una gran capacidad para odiar y también una gran proclividad a ser odiado. Según Paul Roazen era, “en su peor faceta, rencoroso, envidioso y displicente”23. Jones cuenta en detalle, tanto en The Life and Work o f Sigmund Freud como en su autobiografía titulada Free Associations, que en 1912 fue suya la idea que lo puso al frente del movimiento psicoanalítico, lo que constituyó, sin duda, “lo más importante de mi vida”, gra cias a lo cual “no ocuparé un lugar insignificante en la historia de la ciencia”24. # ✓ Comienza como un fantaseo romántico, “inspirado en las hazañas de Carlomagno”, aunque el tema recuerde más la leyenda arturiana de los caballeros de la Mesa Redonda. En síntesis, Jones propone crear un grupo de psicoanalistas confiables, de gran fidelidad e hidal guía, que tendrían, con relación a Freud, la función de paladines”25. Un grupo de psicoanalistas en la guardia pretoriana del Profesor 5. Freud compra la fantasía: Lo que luego ocupó mi imaginación fue su idea de un consejo se creto, compuesto por los mejores y más dignos de confianza de nuestros hombres, para velar por el desarrollo del psicoanálisis cuando yo deje de existir ...26 Tal vez sean significativos los párrafos de esta carta que Jones no incluye en su biografía: Usted dice que tuvo la idea: ella, sin embargo, pudo haber sido mia» formulada en tiempos mejores, cuando esperaba que Jung pudiese reclutar ese círculo entre las cabezas de las asociaciones ocales. Ahora lamento tener que decir que dicha unión tiene que acerse con independencia de Jung y de los presidentes electos27. Jones responde: es formar un consejo no oficial e informal, por lo tanto de in^t^111,611*6 secre^0’ en estrecho contacto con usted, con fines rucción y crítica ... Lo que tendremos que hacer será pur-
con Gl^ *3. Esto, a su vez, nos recuerda a Abraham, a n ^ ver, en los Alpes. ‘ *4. Jones estuvo un tiempo en la clínica de Kr< i jando con Alzheimer en histología cortical y con Li mental (E. Jones, Free Associations, Memories o f a I va York, Basic Books, pág. 170). S 98
ampUtando piernas ^ traba' tv ifj-aepelin en Mumc ^’eJCpe y pS en psicolotf1' ^ N1 r psyChoanalyst>
bascan el giiaf ^ r' t'ual del anillo no es propio de los caballeros que Sa a? 0r cortés" na ceremonia más afín al amor cortés (Jacques Sédat, Pablo, Escuta pá^is*** f>en*itír. Fnsnios de clínica psicanalitica, 1992,
gar, en lo posible, todas las excrecencias teóricas y (coordinar nuestros propios fines inconscientes con las demandas^ e intere ses del movimiento28. “Purgar las excrecencias” hace pensar en oscuros sótanos medie vales. En cuanto a los miembros del grupo, el galés piensa p^rimero en Ferenczi y después en Sachs. El Rey Sigmund sugiere a A\braham y después a Rank, cerrando el círculo. Eitingon se suma e n i 1918. Los Custodios de la Metapsicología. Freud, en carta a Ferenczi, dice29 sentirse muy feliz co0n sus “hi jos adoptivos”, título que poco antes diera a Rank. Grosski^urth le de dica un capítulo a esta “cría sustituta”, haciendo notar quue los hijos adoptivos son, por naturaleza, problemáticos30. El Comité Secreto realizó durante 10 años la tarea quue se había propuesto. Subsistió como sociedad secreta hasta 1927, feúcha en que se disuelve en la dirección oficial de la IPA. Dos vieneses, ( d0s alema nes y un húngaro, cinco Lancelotes judíos, bajo la direcciónjn de un ga lés nacido en las tierras de Morgana. Freud dio a los miercmbros de la cofradía un anillo de oro, que se convirtió en símbolo del \ lazo indes tructible entre el soberano y sus vasallos, los cuales pasai¿ron a deno minarse Señores del Anillo. El Comité Secreto recuerda la formación del grupo de|e los miérco les. Antes los discípulos habían sido cuatro; ahora son cinc^co. Antes la “idea” había sido de Stekel, ahora es de Jones. Antes, la Sociedad de los Miércoles llenó el vacío de Fliess; ahora los Señores detfel Anillo ob turan el de Jung. Pero, en primer lugar, el pacto lleva a p< pensar en la quijotesca SSS; esto es, la sociedad secreta española de Cicipión y Berganza. i Una gran batalla tuvo lugar en el verde turf de Londijdres en el ve rano de 1913. La arena de la disputa fue el 20° Congreso So Internacio nal de Medicina. Se organizó una sección especial para disfiscutir el Psl' coanálisis. De un lado estaba Pierre Janet. En el bando op0puesto, Jung y Jones. J Janet blandió una crítica resumióle en tres puntos: p; primero, re clamaba la prioridad en la invención de la cura catártica; Si; segundo, cri ticaba la interpretación simbólica freudiana de los sueño¿ños y, tercet0! consideraba el psicoanálisis como un sistema metafísico. «o. En su au biografía Jones cuenta que Janet, “con su inimitable maes&estría tea * causó gran impresión en el auditorio”31. Comentarios sarcarcásticos e juriosos mancillaron la figura del Profesor. A la hora semeñalada, ^ ladín galés, un outsider en esas lides, recogió el guante y i y acept() ^ ^ safio. Le fue bien: “Con mi práctica en este tipo de debáteles, me rC^ c0^ fácil demostrar la profunda ignorancia de Janet en cuestfestiones P ^ ^ . nalíticas ...” La victoria fue completa, ya que la respuestasta del^d® p do consistió en “la débil excusa de que él no sabía leer alenlemán * 100
Roudinesco nos brinda una imagen arturiana de ese momento: “Jones avanzó por su andarivel, alzó la maza y la oriflama para piso tear a un adversario ya derrotado [por Jung]”33. Jones, radiante, tra zó un prolijo relato de su victoria, minimizando la participación de Jung. “Hubo entre Janet y yo -escribe- un duelo retórico que puso fin a sus pretensiones de haber fundado el psicoanálisis”34. Freud respondió prontamente con felicitaciones ditirámbicas: Mi querido Jones: No puedo decir cuán satisfecho quedé con su relato del congreso y con la derrota que, a la vista de sus compatriotas, le impuso a Ja net. Los intereses del psicoanálisis se confunden con los de su persona y ahora confío que va a schmieden das Eisen solange es warm ist (martillar el hierro mientras esté caliente)35. El Profesor le aconsejó a Jones que se analizara antes de insta larse en Londres. Es posible que la imagen que Loe Kann -amante de Jones- le había transmitido en el diván haya pesado en esa opinión. El analista indicado: Sandor Ferenczi. Jones, entonces, fue el primero en tener un análisis “didáctico” córame il faut36. Creo que las ocho se siones de Stekel con Freud y las sesiones peripatéticas de Eitingon no cuentan. Fue un tiempo de análisis intenso en el marco de la “rutilante ciudad de Budapest”37. Jones rememora en su autobiografía: Mi análisis, como el resto de mi vida, fue intenso. Tenía dos se siones todos los días durante aquel verano y otoño, y de ellas ob tuve grandes beneficios. Logré una mayor armonía interior y una visión insustituible y lo más directa posible de cómo actúa la mente inconsciente, cuya comparación con el tipo de conocimien to más intelectual fue muy instructiva38. Cuatro meses, al ritmo de dos sesiones por día, da casi doscientas tim** vue*° Pslcoaiialítico, cantidad equivalente, si pensamos que dos* a un análisis con un lacaniano juicioso durante más de ej ai^P.?s. * dones le escribe a Freud: “Estoy dando lo mejor de mí en vas fr »18fS ’ .^erenczi descubrió que tenía intensas tendencias agresila agresiv ff H cu^ e? resP°ndo con supresión y sumisión ...”39 Pero cias des^f f Persistió: esos meses en Budapest tuvieron consecuenortunadas para la futura reputación del húngaro. Jones
IVSCt 1,anthroDolim-ai« * Pég. 497).
Un an^^ls^s de dos meses (B. Pulman, “Emest Jo-
*’le * Eevue Internationale d ’Histoire de la Psychanalyse,
101
masacrará a Ferenczi en su biografía oficial. Tanto Balint com J chey' ¿tiiiiiicui afirman qucjttiuao que jamás ic le peí perdonó sido SU su analist anaU-*° umiu que hubiera uuuieia SlUO r»s la ?__ mas, según Roazen, tenemos la pnvidia envidia ñor por hahpr haber círlr» sido X Ferenesf nczi analj. zado por Freud40. Se sabe que Freud, ya antes de la Primera Guerra Mundial mendaba a los jóvenes médicos que se analizaran, y que Juní? Vrec°' primero en proponer el análisis personal como requisito indisn e' ble para los futuros psicoanalistas. " ensa* El proceso de institucionalización del psicoanálisis se puede d' • dir en cuatro etapas principales. La primera, de 1902 a 1907, fUe “Hora de la Horda Salvaje”, como la denomina Roustang41. LaseJu * da, de 1907 a 1912, abarca la época de la expansión y los cismas E * la tercera etapa, de 1912 a 1927, tenemos la era del dogmatismo Los Señores del Anillo formaban una secta mística y el psicoanálisis asu mió la apariencia de una religión. Después de haber querido desju daizar al psicoanálisis durante el período de Jung, Freud volvió a centrar las actividades del movimiento en Viena, restableciendo los lazos con un judaismo del que nunca en realidad había renegado. “La creación del comité secreto fue, de hecho, la actualización del compo nente místico del judaismo freudiano, que había sido reprimido por el acceso a otra cultura”42. La institución creció bajo un poder de dos caras. Una de ellas ex puesta, la IPA, que daba continuidad a su trabajo unificador en me dio de las disensiones, exclusiones y suicidios; la otra cara, enmasca rada, dirigía de modo invisible los asuntos del movimiento. O sea que mientras la IPA tomaba a su cargo la libre asociación entre las socie dades existentes, el Comité Secreto intentaba centrar la política del movimiento basándose en la teoría del inconsciente43. La cuarta etapa fue de 1927 a 1939, con la disolución de los Seño res del Anillo, mientras la línea “liberal”, comandada por Nunberg y Fenichel, triunfaba sobre la “elitista”, aunque Jones salió más forta lecido que nunca, asegurándose, como él dijo, “su lugar en la histo ria”. El centro del psicoanálisis comienza su gradual desplazamiento hacia Londres y el Nuevo Mundo, al tiempo que Strachey inicia la traducción monumental de las obras completas. Volviendo a quienes quedaron fuera del cauce central del movi miento, Freud, ya en 1914, interpreta que en el centro de las disen siones estaban las conversiones místicas: “Los antecedentes teolog^ eos de muchos suizos no desempeñaron, en su actitud frente psicoanálisis, un papel menor que el de los antecedentes socia is de Adler en el desarrollo de su psicología individual”44. O sea qn _^ religión y la moral fueron los obstáculos de Jung y Adler. Ahora, ^ ^ trata de dar al César lo que es del César, bien puede decirse Qu^ judaismo fue para Freud lo que el socialismo fue para Adler y a logia protestante para Jung. Freud denunció en sus opositores^^ pertenencia religiosa o moral que no veía en su propia elabor 102
*"■ ja fe El viejo espíritu de Brücke lleva a Freud a sentirse No era ma ¿ e ia ciencia; juzga que precisamente su judaismo, paladín ovy vez le dijo a Abraham, lo libraría de las celadas del misticomo cier . 0 ¿ e\ fanatismo socialista. Un problema de paja en el cismo cnsuc oj°
¿cómo funcionan esos obstáculos? Aquí entramos en el ám*e las “resistencias", caracterizado por todo aquello que obstruye ergencia del inconsciente. Al teorizar el concepto de resistencia *a ell*d pasó o considerar que cualquier oposición que encontrara la • — ^ n i n sintomática f A m a f i P O rde i o lla a vvalidez a l i r 1 o 7 rde i o esu n nrnrrrnoA o iidea Anr% doctrina sería progreso. TLa nUera nueva; ya en 1896 Freud caracterizó a la hostilidad como indin°dor seguro del camino correcto: “No tengo ni un solo florín, sino un bloque informe de mineral que contiene una cantidad desconocida de metal precioso. No estoy insatisfecho con mis progresos, pero la hosti lidad que me demuestran y mi aislamiento me llevan a suponer que he descubierto las mayores verdades”45. Yo conocí a Ernest Jones. Llegué a Londres cuatro años antes de su muerte y asistí a varias sesiones científicas en las que estaba pre sente, allí, en la primera fila. Era un señor bajito y enjuto, enérgico, con movimientos de pájaro, parecido a Alex Guiness en El puente so bre el río Kwai; tenía un cierto aire de militar británico. A distancia, me daba la impresión de que hablaba mucho y escuchaba poco. En la revisión de este libro, reparo en que maltrato a Jones, como si fuese mi cabeza de turco. Corro el riesgo de ser injusto. Jones di vulgó el psicoanálisis en todos los continentes. Tenía el don de la pa labra simple. Se habla en forma peyorativa de esta vena popularizan te46. Es un error. Jones se veía con relación a Freud como lo que Huxley fue para Darwin. O, espiritualizando la mira, como lo que Pa blo fue para Cristo. Escritor fluido e incansable, Jones estuvo en el lugar ideal para ser el biógrafo oficial. Anna Freud le entregó un vasto archivo de ma. nal inédito. La familia del héroe, Anna en particular, ha sido critij a ^°r SU exa£erad° “celo”. Si yo me meto en su piel -virgen y to la Cn°m^ren^° SU an^us^ a Y sus dudas respecto de la publicación de m\nSreSPj n(*enc*'a con Fliess. Anna, como dije en el prólogo, fue una mujer medrosamente valiente.
sobre ai o n ae val°r>comenzando por su ensa 6 Gl slmbohsmo47- *7, las nociones de “afánisis” y
*7 Cierta una nota de ain^* ^ hablando de este trabajo suyo, Jones acotó, con bajo y s¿ ^ Ja^gura: “Dicho sea de paso, nunca supe si usted leyó mi trar a con mi crítica a Silberer’' (The Complete Correspondence 103
of Sigmund Freud and Ernest Jones, 1908-1939, 1993, Londres, Harvard University Press). *8. Entre sus ensayos de análisis aplicado se destaca “El Complejo de Dios”, donde Jones habla de un determinado tipo de persona, caracterizada por un retraimiento social que de alguna manera marca una distancia con el resto. “Esas personas se envuelven en una nube impenetrable de misterio y reserva.” Finalmente: “Esas personas son ateas; es natural que lo sean, ya que no pueden tolerar la existencia de otro Dios”. Todo hace pensar que Jo nes estaba tomando a Freud como modelo (Der Gottmensch Komplex, der Glaube Gott zu sein, und die daraus folgenden Charaktermerkmale, 1913, Zeitschrift, 1, págs. 313-339).
12. A. A. Brill, “A psychoanalyst scans his past”, J. Nerv. Mental Desea ses, 1942, XCV, págs. 537-549. 13. Peter Gay, Freud, urna vida para o nosso tempo, 1989, San Pablo, Companhia das Letras, pág. 202. ? 14. Carta de Jones a Freud del 19 de junio de 1910, The Complete Co rrespondence o f Sigm und Freud and Ernest Jones, 1908-1939, pág. 61. 15. Carta de Jones a Freud del 14 de octubre de 1913, ibíd., pág. 230. 16. Emest Jones, Free Associations, pág. 11. 17. Ibíd. 18. Ibíd., pág. 21. 19. Ibíd. 20. Ibíd., pág. 100. 21. Ibíd., pág. 101. 22. Prefacio de Riccardo Steiner á The Complete Correspondence o f Sig mund Freud and Ernest Jones, 1908-1939, pág. xxxvii. 23. Paul Roazen, Freud y sus discípulos, 1974, Buenos.Aires, Alianza, pág. 367. 24. E. Jones, Free Associations. Recomiendo la lectura de todo el capítulo X de la autobiografía de Jones. t 25. Ibíd., pág. 227. 26. Carta de Freud a Jones del Io de agosto de 1912, Ernest Jones, A vi da e a obra de Sigmund Freud, II, pág. 162. 27. Carta de Freud a Jones del Io de agosto de 1912, The Complete Co rrespondence o f Sigmund Freud and Ernest Jones, 1908-1939, págs. 147-8. 28. Carta de Jones a Freud del 7 de agosto de 1912, ibíd., pág. 149. 29. Carta de Freud a Ferenczi del 19 de mayo de 1923, Sigmund FreudSandor Ferenczi, Correspondance, 1992, París, Calman-Levy, pág. 516. 30. Phyllis Grosskurth, O círculo secreto, 1992, Río de Janeiro, Imago, pág. 81. 31. Emest Jones, Free Associations, pág. 241. 32. Ibíd. 33. Elisabeth Roudinesco, Historia da psicanálise na Franca. A batalha dos cem anos, 1986,1, Río de Janerio, Zahar, pág. 132. 34. Emest Jones, Free Associations, pág. 241. 35. Emest Jones, A vida e a obra de Sigmund Freud, II, pág. 110. 36. W. Gillespie, “Ernest Jones, the bonny fighter”, Int. J. Psychoanal., 1979, LX, págs. 273-9. 37. E. Jones, Free Associations, pág. 199. 38. Ibíd. 39. Carta de Jones a Ferenczi del 17 de junio de 1913, The Complete Co rrespondence o f Sigmund Freud and Ernest Jones, 1908-1939, pág. 204. 40. Paul Roazen, op. cit., pág. 381. 41. Véase el capítulo I de Frangois Roustang, Um destino táo funesto, 1987, Río de Janeiro, Taurus, pág. 9. 42. Elisabeth Roudinesco, op. cit., pág. 133. 43. Ibíd., I, pág. 111. 44. SE, XIV, pág. 58. 45. Carta de Freud a Fliess del 4 de mayo de 1896, Correspondencia Sig mund Freud-Wilhelm Fliess, comp. por J. M. Masson, 1986, Río de Janeiro, Imago, pág. 186. 46. Paul Roazen, op. cit., pág. 32.
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y, en particular, sus trabajos de análisis aplicado, como el artículo so bre la pesadilla, sus estudios sobre Shakespeare y un ameno tratado sobre Morphy, Gran Maestro y “Genio Menor” del ajedrez48***8„ p0r otra parte, debemos considerar su aporte más polémico sobre el desa rrollo sexual de la mujer, que apoya y completa los trabajos de Lampl de Grot y, sobre todo, de Melanie Klein. Eso nos lleva a otra gran virtud de Jones: es valiente. El mismo día en que los nazis entraron en Viena, él tomó el primer avión para rescatar a Freud. Luego veremos que también dio muestras de coraje moral al defender a Melanie Klein en su disputa con Anna Freud.
NOTAS
1. Emest Jones, A vida e a obra de Sigmund Freud, 1989, Río de Janei ro, Imago, II, pág. 53. 2. Ibíd. 3. E. Jones, Free Associations, Memories of a Psychoanalyst, 1959, Nue va York, págs. 165-6. 4. Ibíd., págs. 158 y 166. 5. Carta de Jung a Freud del 30 de abril de 1908, Freud-Jung, Corres pondencia completa, 1976, Río de Janeiro, Imago, pág. 189. 6. Carta de Jung a Freud del 11 de setiembre de 1907, ibíd., pág. 12S. 7. E. Jones, Free-Associations, Memories of a psychoanalyst, pág. 201. 8. Prefacio de Riccardo Steiner a The Complete Correspondence o f Sig mund Freud and Emest Jones, 1908-1939, 1993, Londres, Harvard University Press, pág. xxii. 9. V. Brome, Emest Jones: Freud’s Alter Ego, 1982, Londres, Caliban Books, pág. 6. 10. Carta de Freud a Jung del 3 de mayo de 1938, Freud-Jung, Corres pondencia completa, pág. 191. 11. May E. Romm, “Abraham Arden Brill”, A historia da psicanálise através de seus pioneiros, comp. por Alexander, Eisenstein y Grotjahn, 1981, Río de Janeiro, Imago, pág. 241.
47. Ernest Jones, M The theory of symbolism”, British Journal o f Psycho logy> 1916, IX, págs. 181-229. 48. Ernest Jones, Essays in Applied Psychoanalysis, 1923, Londres, In ternational Psychoanalytic Press.
CAPÍTULO 40 LA MUJER DE LOS HOMBRES El encuentro de Freud con Mahler merece un alto en el camino. El compositor Gustav Mahler se casó con Alma Mahler, otra gran “mujer gata” de fin de siglo1, junto con Lou Andreas-Salomé. Cuando se conocieron, en 1901, él ya era director de la Ópera Imperial de Viena: un gran solitario, veinte años mayor que Alma, genio errático y singular. La relación entre ellos comenzó a deteriorarse después de la muerte de su hija Putzi, en 1907. Alma se enamoró después del ar quitecto Walter Gropius, fundador de la Bauhaus. El matrimonio en tró en crisis2. Mahler, cuatro años más joven que Freud, se vuelve im potente y se desespera. El neurólogo Von Nepallek le recomienda a Freud. El Profesor, que estaba de vacaciones en el Báltico, no podía negarse a atender a un hombre del valor del músico. Se cruzan tele gramas. El futuro paciente concierta una cita y la cancela; concierta y cancela nuevamente. Freud hace un “telediagnóstico” de neurosis ob sesiva y pone una fecha límite, a modo de ultimátum. El encuentro tiene lugar en Leyden, tierra de Rembrandt, en el verano de 1908. Jones nos informa que pasaron cuatro horas deam bulando por la ciudad, en una terapia peripatética en tomo del cam pus de la vieja universidad. Freud se asombra ante la perspicacia psi cológica de Mahler; nunca había encontrado a alguien que asimilase las ideas psicoanalíticas con tanta rapidez. La lucidez del músico des pertó su lado sherlockiano en la siguiente intervención: Presumo que su madre se llamaba Marie. Puedo suponerlo a par tir de indicaciones que hallo en lo que hemos hablado. ¿Cómo es posible, entonces, que usted se haya casado con alguien que se llama Alma, siendo que su madre desempeñó un papel dominan te en su vida?3 El compositor respondió que el nombre de su mujer era Alma María, y que él la llamaba Marie. A la luz de este pase de magia transferencial del significante “María” -que recuerda las intervencio nes en el caso Juanito- el músico, aterrado, completó la interpreta ción:*1 “Mahler súbitamente dijo que no comprendía por qué su músi*1. ¿Transferencia de pensamiento? 106
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ca nunca podía alcanzar el nivel más elevado a través de los pasajes más nobles... siendo perjudicada por la introducción de alguna melo día banal. Su padre, hombre brutal, maltrataba a su mujer, y de niño Gustav había presenciado una escena particularmente violenta. Él salió corriendo de la casa en el momento en que un organillo tocaba en la calle la canción popular vienesa Ach, du lieber Augustin4. ¡Zas! Ese organillo marcó la conjunción y mezcla de grandiosa tragedia y melodía barata. No hay sinfonía que aguante. Para Jones, “ese diálogo analítico evidentemente produjo efectos, ya que Mahler recuperó su potencia y la pareja fue feliz hasta su muerte, que lamentablemente se produjo apenas un año después”5. ¿O será que la “constitución” de Mahler (dentro o fuera del chiste ju dío) no aguantaba emociones excesivas, siendo el lieber Agustín un mecanismo de defensa para no sucumbir a la emoción? La historia del organillo continúa, brindando un curioso ejemplo de sincronicidad junguiana. En 1926, cuando muere Abraham, Theodor Reik se ve perseguido por un tema de Mahler, cuya insistencia lo lleva a escribir Variaciones sobre un tema de Mahler 2' 6. Recordemos otras tres “curas” relámpago de Freud: Katharina7; la cantante del aria de Bizet, en el Manuscrito J8 y, finalmente, la re lacionada con los 2.467 errores del “Libro de los sueños”, en la que un coronel solicita sus servicios diciendo: “Tiene que curarme en ocho días: estoy encargado de una misión cuyos resultados espera el Em perador”9. Sólo que, en este caso, no conocemos el resultado. Jung pensó en Lugano, pero la idea de Abraham prevaleció y el Tercer Congreso Psicoanalítico fue realizado en Weimar los días 20 y 21 de setiembre de 1911. Y fue el analista alemán quien jugó en este congreso el papel hegemónico que Ferenczi había desempeñado en el momento político de Nuremberg. Presentó un clásico: su artículo so bre la psicosis maníaco-depresiva10. Jung habló sobre simbolismo; Sadger, sobre masturbación; Bleuler, sobre autismo y el Profesor pre sentó su “Apéndice” al caso Schreber. Weimar fue mucho más produc tivo que Nuremberg. En 1911 la IPA tenía 106 afiliados, y el total de participantes en la ciudad favorita de Schiller superó las expectati vas: 55 congresales, entre ellos Bleuler y Pfister, ausentes en el con greso anterior. Pero las dos figuras que dejaron la marca de su pre sencia, contrastantes como la cruz y la danza de los siete velos, fueron James Jackson Putnam y Lou Andreas-Salomé. Putnam era un venerable filósofo norteamericano, influido por Bergson, de inspiración hegeliana. Diez años mayor que Freud, siem pre había militado en favor de la libertad, siendo un activo defensor*
*2. Recomiendo la lectura de un artículo titulado “La banda de Mahler y el violín siniestro” de Elaine Starosta Foguel. 108
de la emancipación femenina. En 1906 este espíritu religioso sufre una súbita e inesperada “conversión” al psicoanálisis. Conoce a Jones en Toronto y meses después asiste a las conferencias de Freud en Worcester. Ahora, antes del Congreso, hace escala en Zurich, en la flamante casa de Jung en Küsnacht, donde tiene una sesión prolon gada de seis horas con Freud, que estaba organizando el evento con el suizo. Ese encuentro fue tan exitoso como la entrevista intensiva con Mahler tres años antes. Allí nació una amistad duradera. El Profesor quedó encantado con la fibra moral de Putnam y lo nombró embajador de la Causa en el Nuevo Mundo. Este médico filó sofo, que fuera presidente de la Asociación Neurológica Americana, era el candidato ideal “para la estrategia freudiana de difundir el psi coanálisis en América entre 1910 y 1918”11. Freud hace un elogio crítico de él en su “Presentación autobiográ fica”, al decir: [En Worcester] “También conocimos a James J. Put nam, el neurólogo de Harvard que, a pesar de su edad, fue un entu siasta defensor del psicoanálisis y volcó todo el peso de su personalidad, universalmente reconocida, en la defensa de los valores culturales del análisis y la pureza de sus objetivos. Era un hombre honorable, que desarrolló una cualidad ética, frente a una predisposi ción a la neurosis obsesiva. Lo único preocupante en él era su afán de ligar el psicoanálisis con un sistema filosófico determinado, poniéndo lo al servicio de fines morales”12. Freud respetaba la integridad moral de este ilustre discípulo. Se puede decir que Putnam fue su Pfister americano y que sin mucho éxito intentó convencerlo del valor de Bergson y Hegel. Una carta escrita en 1915 es particularmente reveladora: Mi principal impresión es que soy mucho más primitivo. Percibo su noble intención, su vivo deseo de conocimiento y comparo con eso mi modo de limitarme a lo más próximo, lo más accesible y, por eso mismo, lo más pequeño, y mi inclinación a contentarme con lo que está a mi alcance. No creo que me falte la apreciación de aquello por lo cual usted se empeña, pero lo que más temo es la incertidumbre de todo eso; tengo un temperamento ansioso y no audaz y de buena gana sacrifico mucho para tener la sensa ción de pisar terreno firme13. A continuación de esta sospechosa revelación de un Conquista dor, Freud habla por primera vez de la ética del psicoanálisis: La indignidad de los seres humanos, aun de los analistas, siem pre me causó una profunda impresión. Pero, ¿por qué las perso nas analizadas serían mejores que las otras? El análisis propor ciona la unidad, pero no necesariamente la bondad. No concuerdo con Sócrates cuando dice que todas nuestras faltas provienen de la confusión y la ignorancia. Pienso que se im pono 109
una carga muy pesada al análisis si se le exige que realice todos los preciosos ideales14.
tos, pero su compañía era estimulante. Se percibía en ella la chispa del genio17.
Por el trato, en efecto, se piensa en Pfister, pero también en Romain Rolland. El americano y el francés tienen algo en común: la creencia de que la intuición del bien es consustancial al ser15. De vuelta del Congreso de Weimar, Putnam funda la Asociación Psicoanalítica Americana. Pero este amante de Thoreau, hombre de los grandes espacios, no representa el espíritu de los tiempos. Brill, el audaz “cabeza de fósforo”, con la ayuda de Jones, será la figura ideal para dar curso al pragmatismo norteamericano después de la Prime ra Guerra Mundial.
Bjerre la presentó a Freud. Lou, en sus memorias, recuerda que el profesor rió ante su “deseo vehemente de estudiar psicoanálisis”18. Ella sólo tenía cinco años menos que Freud, comenta Peters, “pero se comportó como una niña que acaba de descubrir un maravilloso ju guete y quiere poseerlo”19. Tres meses más tarde encontramos la si guiente entrada en su Diario: “Incesantemente preocupada por el psi coanálisis, con una admiración siempre creciente por la coherencia cruel de Freud. Estoy penetrando con mayor profundidad en su obra, más allá de lo que hice con Bjerre. Puedo ver en qué punto Bjerre se detiene”20. También se puede ver cómo Lou Andreas-Salomé avanza:
Pasemos ahora a la Madonna de los Siete Velos. Lou Andreas-Salomé viajaba regularmente todas las primaveras para visitar a amigos y amantes. En uno de esos viajes acompañó a Bjerre al Congreso de Weimar. La historia es la siguiente: en Estocolmo ella había conocido al “especialista de los nervios” Paul Bjerre, y rápidamente se hicieron amantes. Él ya conocía el trabajo de Freud; en ese momento estaba dando los toques finales al artículo sobre la sublimación que presentaría en Weimar16. Bjerre era 15 años más jo ven que Lou. Fue una gran pasión. Casi al fin de su larga vida, él hi zo el siguiente comentario sobre esa mujer, en el que su sabiduría de viejo resulta reveladora: Lou era una mujer extraordinaria. Tenía el don de penetrar to talmente en el espíritu de los hombres que amaba. Su intenso po der de concentración atraía el fuego intelectual de su compañero. En mi larga vida nunca conocí a alguien que me comprendiera tan rápidamente ... Además era de una franqueza desconcertan te. Hablaba de sus asuntos íntimos con la mayor tranquilidad. Recuerdo haberme escandalizado cuando me contó el suicidio de Rée. “¿No sientes remordimientos?”, le pregunté. Ella se echó a reír y dijo que la conciencia era señal de debilidad. Bjerre la define como sigue: Podía enamorarse, pero sólo en el momento y con una pasión cu riosamente fría. Creo que Nietzsche tenía razón cuando dijo que Lou era diabólica, aunque es preciso entenderlo en el sentido goetheano del término, según el cual el mal produce el bien. Ella me hizo mucho mal y me dio mucho. Cuando la conocí, es taba empeñado en identificar las bases de mi psicoterapia, fun dada, al contrario de la de Freud, en la síntesis. En mis discu siones con Lou, surgieron claramente cosas que yo nunca podría haber descubierto solo. Como un catalizador, ella activaba mi pensamiento. Es posible que haya destruido vidas y casamien 110
Gotinga, 27 setiembre de 1912 Estimado Profesor: Desde que asistí al congreso de Weimar ... el estudio del psi coanálisis continúa preocupándome y, cuanto más penetro en el asunto, más me absorbe. Estoy pronta ahora para realizar mi de seo de pasar algunos meses en Viena. Espero que usted permita que asista a sus conferencias y, aún más, que sea admitida en las Noches de los Miércoles. El único objetivo de mi visita a Viena es dedicarme con mayor profundidad a todos los aspectos de esa materia21**3. Atentamente Lou Andreas-Salomé
*3. Pero existe otra curiosa posibilidad, si confiamos en la memoria de Lucía Morawitz. Tal vez hubo un encuentro anterior. Lou podría haber cono cido a Freud 15 años antes, en la primavera de 1895, en el año del sueño de Irma, cuando estaba viviendo en Viena, en el ocaso de su affaire con Arthur Schnitzler; cosa interesante, ya que Schnitzler es el doble de Freud. El hecho es que Lucía Morawitz rememora: “Me acuerdo nítidamente de que inte rrumpimos una charla, en la primavera de 1895, porque ella debía ir a una entrevista concertada con Freud”. Lou, además de Schnitzler, tenía un círcu lo de amigos próximos a Freud. La propia Lucía Morawitz vivía con Emma Eckstein. Entonces cabe especular, con un máximo de licencia en nuestro ar co, que Lou Andreas-Salomé habría sido la primera discípula de Freud, ante rior incluso a Max Cahane y a Rudolf Reitl. Fue ese mismo año de 1895 cuando ella conoció a su “marido oficioso” Pineles, joven médico que “se ins cribió en el curso de Freud sobre las neurosis en el semestre de 1895-6” (H. P- Peters, Lou, minha irmá, minha esposa, 1987, Río de Janeiro, Zahar, pág. 165). Posibilidad remota, ya que Lou nunca la menciona. 111
Junto con el Hombre de los Lobos, tenemos a la Mujer de los Hombres, como la llama Binion22. Ambos rusos, ambos favoritos. Va mos a encontrarnos varias veces con Lou Andreas-Salomé en el curso de nuestro itinerario. En 1882 aparece como una joven histérica de li bro, un peligro de mujer, que fascina a Nietzsche y a Paul Rée. En 1911 tenemos a una cincuentona sexy, gatuna, maestra en triangula ciones, eternamente femme fatale. Quince años más tarde surge la amiga fiel, la “analista'’ de Anna Freud, el consuelo de Freud. Mien tras tanto transitó por grandes y escandalosos encuentros amorosos con poetas, caviar, trineos tirados por renos y maridos complacientes. Si pretendiéramos establecer una jerarquía, siempre injusta, Lou iría a la zaga de Anna O., y Marie Bonaparte a la zaga de Lou 4. Es una maldita. Ernest Jones puede decir lo siguiente, haciendo una recopilación que parece un Who’s who erótico de dos siglos: “Era una mujer con un olfato notable para descubrir grandes hombres; en tre sus amigos estaban desde Wagner hasta Turgueniev; desde Strindberg hasta Rodin; desde Rilke hasta Arthur Schnitzler. De ella se dijo que se relacionó con los hombres más eminentes del siglo XIX y del XX: Nietzsche y Freud, respectivamente”23. La lista continúa: en el banco de los suplentes tenemos al escri tor noruego Knut Hansum, al sociólogo alemán Ferdinand Tónnies, al psicólogo experimental Hermann Ebbinhaus, al filósofo berlinés Paul Desen, al neurólogo Zamek Pineles, al gigante Ssawely ... Lou Andreas-Salomé aparece oficialmente en el planetario psicoanalítico en los tiempos conturbados de lo que luego pasó a llamarse “la Hora de las Grandes Disidencias”. Cuando asistió al primer miércoles en una noche de 1912, tenía 51 años dorados y bien vividos. Un par de meses más tarde, Freud rindió homenaje a su formidable presencia, refiriéndose a ella como “una mujer de inteligencia peligrosa”24: peli grosa, tal vez, por su flirt con las ideas de Adler. Meses después, el elogio cala más hondo: “Sus intereses son, en realidad, de naturaleza primordialmente intelectual. Ella es una mujer admirable”25. Freud admiraba su carácter elevado y sereno, que él consideraba, como el de Putnam, muy por encima del suyo26. Louise Andreas-Salomé, “mujer admirable”, merece un espacio especial en esta historia, pues su vida representa el calidoscopio más fascinante de los tiempos en que el psicoanálisis era joven y el nuevo siglo apuntaba. Nació en San Petersburgo, hija menor del mariscal
*4. Esto no sería así, si confiamos en la siguiente entrada del diario de Marie Bonaparte. Según ella, Freud le dijo: “Lou Andreas-Salomé es un espe jo, pero no tiene su virilidad, ni su sinceridad, ni su estilo” (Marie B onaparte» Cahiers de journal danalyse, 14-12-25, citado en Célia, Bertin, A última Bonaparte, 1989, Río de Janeiro, Paz e Terra, pág. 250). “Virilidad” y “sinceri dad”, tal vez; estilo, lo dudo. 112
ruso Gustav von Salomé, de 57 años, y de Louise Wilm, 21 años más joven. Vino al mundo precedida por cinco hermanos. Los pronósticos, legos y astrológicos, habían previsto otro hijo. Cuenta la leyenda que, cuando “se supo que Madame von Salomé había traído al mundo una hija sana, las risas y la alegría colmaron los salones del Estado Ma yor General. Llegaron felicitaciones de todos los rincones de la Gran Rusia. El propio Zar envió un mensaje...”27. Louise nació en 1861, año de la emancipación de los siervos. Peters, que habla como “hermano y marido de Lou”, nos cuenta que la de ella “fue una infancia de cuento de hadas, en la sociedad más fas tuosa de Europa. Mientras el resto del continente se ensuciaba con hollín y se industrializaba rápidamente ... un brillo de esplendor feu dal aún perduraba en Rusia ... El círculo íntimo [de la familia Salo mé] vivía rodeado de un grupo de oficiales y criados de todas las re giones del imperio. Había cocheros tártaros reputados por su sobriedad, cocineros importados de Nancy, bellas criadas estonias, campesinos suevos vestidos con sus ropas pintorescas, que cuidaban la casa de verano de los Salomé, y un ejército de lacayos y jardineros rusos”28. Todo esto, en su policromía, recuerda las 200.000 ovejas del padre de Sergei Petrov, muertas en una epidemia, y Las mil y una noches. Como en el caso del Hombre de los Lobos, para Lou el miembro más importante de ese ejército de servidores fue su Nianka, su santa niñera rusa. Dirá luego en sus Memorias: “Era una dulce y bella mu jer que, más tarde, después de haber hecho a pie un peregrinaje a Jerusalén, fue declarada «beata», lo que me hizo sentir muy orgullos a ... ”29. ^ I El alemán era su primera lengua. El francés venía en segundo lugar, y después el ruso, “que en esa época sólo hablaba corriente mente la gente del pueblo”30. Los Salomé eran protestantes, y por ese camino comenzó la larga y estelar vía amorosa de Louise. Ella tenía 16 años cuando llegó a San Petersburgo Hendrik Guillot, de 37 años, eximio predicador de la Iglesia Holandesa Reformada. Hombre apuesto, con rostro de profeta, conquistó a la aristocra cia cosmopolita que se congregaba todos los domingos en su pequeña capilla, junto al magnífico palacio barroco Straganov. Una legión de mujeres acompañaba a Louise en su culto a Guillot, pero ella consi guió ser la discípula favorita. El pastor fue su primera víctima. Ve mos, entonces, que en plena adolescencia ya apareció lo que iba a ser su marca registrada: una pasión declarada que fatalmente apasiona. Su atractivo, que muchos considerarán brujería, pasa por el reino de las ideas. Ella tiene una asombrosa capacidad para incorporar la Producción intelectual de los otros, como una colosal esponja enciclo pédica. De ese modo Guillot, en el segundo semestre de esa relación espiritual secreta, ya le confiaba la redacción de sus sermones domi nicales: tan empapada estaba Louise con su pensamiento. Esa compe netración con la obra ajena comenzó con Guillot y terminó con Freud, 113
pasando por Rée, Nietzsche y Rilke, aunque este último fue a su vez esponja de Lou. ^ En el caso de Guillot, la pasión de Louise lo elevó al status de “hombre divino”31. Él la confirmó en la religión protestante holande sa, bautizándola como Lou, nombre de su iniciación que adoptará a partir de ese momento. Sucede que Guillot, además de maestro y con firmador, quería ser marido. Estaba decidido a tirar todo por la bor da: mujer, hijos, púlpito, ya que en la Rusia zarista no se jugaba con el divorcio. Ésto da una idea de la intensidad de sus sentimientos. Por su parte, Lou, histéricamente, se congeló; ella estaba prendada de un “hombre divino” y no de un candidato al casamiento. Así rodó la cabeza del holandés. Después de la insensatez de Guillot, la pesimista e insidiosa es trella de Paul Rée reinó soberana. Miembro del círculo de Malwida von Meysenburg, la gran mecenas del feminismo en su palacete en la Via della Polviera, Rée, filósofo, hegeliano radical, amigo de Nietzs che, era doce años mayor que Lou. Salían todas las noches, y reco rrían la vieja Roma pecaminosa. Peters pinta el cuadro: “Lou vio nu merosas facetas de la vida romana a las que ninguna otra joven de su condición tenía acceso. La vida nocturna de la Ciudad Eterna: la ele gancia y la miseria, la virtud y el vicio, ampliados bajo el manto de la noche. Transeúntes y prostitutas, bohemios de capa negra, farristas bisexuales, soldados borrachos, enamorados en los bancos de las pla zas, y por doquier monumentos antiguos que proclamaban los esplen dores de la Roma Imperial”32. Cierta vez, hablando de los laberintos del amor, Lou le confía a Rée un sueño recurrente:
vista. Por la suma de estos síntomas incapacitantes, tuvo que renun ciar a su carrera universitaria, pasando a vivir de una modesta pen sión del gobierno suizo. A partir de entones bajó al sur de Europa, si guiendo al sol, viviendo en pensiones mediocres de Niza, Génova, Roma y Sicilia. Vivía -nos cuenta Stefan Zweig- en cuartos oscuros, modestos, estrechos, de muebles fríos, donde numerosas páginas, pruebas de galera y notas se apilaban sobre la mesa, sin ninguna foto o adorno y raramente una carta. En un rincón, en el fondo de la pieza, un pesado y feo baúl de madera, su único bien, guardaba dos camisas y un traje viejo ... En una bandeja, numerosos fras cos, potes y pociones: contra el dolor de cabeza, contra los cólicos estomacales, contra los vómitos espasmódicos, contra el intestino perezoso y, principalmente, contra el insomnio ... Un temible ar senal de venenos y drogas, único socorro, en el silencio vacío de aquel cuarto inhóspito, en el cual nunca dormía, excepto en cor tos sueños artificiales35.
Caso de ménage á trois sublimado en “fraternidad ideal”, el ar quetipo de sus futuros triángulos borromeos. ¿Rée aceptaría? Y, en tal caso, ¿quién sería el tercero? Ante ese desafío, Rée pensó y repen só, para concluir que su amigo Nietzsche podría completar el trián gulo. Friedrich Nietzsche, como Jung, era el único hijo varón de un atormentado pastor protestante. Creció tan serio y solemne que muy precozmente se ganó el apodo de “Pastorcito”34. Era una de esas per sonas que resulta imposible imaginar como niños. Adolescente genial, cuando tenía 24 años, lo sorprendió su designación como profesor de literatura clásica en la Universidad de Basilea, posición muy pocas veces concedida a alguien tan joven. Pero esa precocidad tuvo su pre cio. De salud delicada, Nietzsche sufría jaquecas atroces, insomnio contumaz y calambres generalizados. Sobre todo, tenía afectada la
Así vivía Nietzsche en el sur de Italia. Cuando Rée menciona a Nietzsche como la persona indicada pa ra completar el terceto, Lou se manifiesta de acuerdo36. Lo que le han contado despierta su curiosidad. Rée le escribe entonces a su amigo en Génova. Transcurren semanas; Nietzsche estaba incomunicado en Sicilia. Pero llega el día en que baja de las Siete Colinas, aparece de manera inesperada y se dirige directamente a Lou con una profunda reverencia: “¿A qué estrellas debemos el estar reunidos aquí?” El año, 1882, es el mismo en que Freud conoce a Martha, y Virgo, desprovis ta de toda malicia, domina en el Hemisferio Norte. La seducción fue instantánea. Nietzsche le escribe a Malwida: “Este año fue maravilloso, por el encanto y la gracia de esta joven verdaderamente heroica. Espero tener en ella una alumna y, si mi vi da no dura mucho tiempo más, una heredera y discípula”37. La trinidad estaba pronta, pero el proyecto era complicado. El formidable obstáculo era Madame von Salomé, que quería llevar su hija de vuelta a la pompa convencional de San Petersburgo. La aris tocrática señora juzgaba una locura total que su hija de 21 años con viviese con dos hombres, lo que resulta comprensible en aquel tiempo y lugar o, tal vez, en todos los tiempos y lugares. Frente a este serio impasse, Rée intentó reclutar a su desconfia da madre como dama de compañía, y Nietzsche a su hermana Elizabeth. La “fraternidad ideal”, por otra parte, era un arquetipo no sólo irrealizable sino también mentiroso. Los dos hombres la amaban, la compartían para no perderla. Se celaban, como no podía dejar de ser. La única persona que estaba plenamente a sus anchas, disfrutando del espectáculo libidinal, era Lou. Una escena en el estudio del repu tado fotógrafo Bonnet pinta el cuadro admirablemente. Allí “Nietzs-
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Soñé que compartía un gran departamento con dos amigos. En el centro, un escritorio-biblioteca repleto de libros y flores, y cuartos a ambos lados. Los tres vivíamos y trabajábamos juntos en per fecta armonía, y el hecho de ser ellos hombres y yo mujer no te nía la menor importancia33.
che sugirió que, para celebrar la trinidad, se sacasen una foto jun tos”38. Peters pinta la escena : Entre los accesorios del atelier había una pequeña carreta de campo, ideal para ambientes rurales. Se la podía fotografiar arrastrada por perros o asnos. Cuando Nietzsche la vio, sus ojos brillaron. La carreta fue colocada en el centro, para que Lou la ocupase. Nietzsche pidió una cuerda, que, atada en torno de un brazo de cada uno, pasó a ser riendas en las manos de Lou. Los dos hombres quedaron uncidos a la carreta. A pesar de las protes tas de Rée, Nietzsche proclamó que ninguna otra pose podría re presentar sus relaciones de un modo más adecuado. Lou, que se sentía incómoda en su posición, pidió prisa, pero Nietzsche aún no estaba satisfecho ... Descubrieron una vara a la cual ataron otra cuerda, improvisando un látigo que él entregó a la joven39. Un segundo después se escuchó el clic de la cámara fotográfica40. Esa foto ‘congela” el psicodrama del triángulo. Momento revela dor: Rée aparece con su cara de esquizo; Nietzsche tiene una expre sión extraña, de “éxtasis”, al parecer de Binion41, que bien puede ser interpretada como de gozo perverso. Con las riendas, Lou, látigo en mano, recuerda a Marlene Dietrich en El ángel azul. Escena que pa rece sacada del H uís Clos de Sartre. La Vieja le dijo a Zaratustra: “¿Vas a ver mujeres? ¡No te olvides del látigo!” Lou es la “musa ausente y provocativa” de Zaratustra, la más personal, tal vez la más bella de las obras de Nietzsche. El águi la y la serpiente son los animales de Zaratustra. “Aguda como un águila y valiente como un león”, dijo él de Lou en una carta a Peter Gast42. También les escribió a sus amigos, los Overbeck: “Tuve por Lou los sentimientos más locos, sin que hubiera nada erótico en mi amor. A lo sumo, yo le habría dado celos a un Dios. Es extraño ... yo creía que me habían enviado un ángel que dulcificaría lo que fuera demasiado pesado, en el sufrimiento y la soledad y, sobre todo, un án gel de coraje y esperanza. Pero no era un ángel. Por lo demás, ya no quiero tener nada que ver con ella”43. Águila, cobra, ángel, fatal Án gel Azul: * Una tarde Zaratustra se durmió debajo de una higuera y, como hacía calor, se cubrió la cara con el brazo. Una serpiente se apro ximó y lo mordió en el cuello. Zaratustra dio un grito de dolor. Al ver los ojos de Zaratustra, el ofidio intentó huir torpemente. “No te alejes -dijo Zaratustra- deja que te agradezca. Me has desper tado en el momento oportuno, porque todavía tengo bastante ca mino que recorrer”. “Poco camino podrás recorrer -dijo la ser piente con tristeza- ya que mi mordedura es mortal”. Zaratustra sonrío y le dijo: “¿Dónde se vio que un dragón muriera por la pi cadura de una cobra?44 116
Pero el dragón sufrió. Como el jugador que arriesga todo a una carta y pierde, él se encontró frente a la ruina de sus esperanzas: “Haces el mal, me hiciste no sólo mal a mí, sino también a todos los que me aman. Esa espada queda suspendida sobre tu cabeza. Yo no creé el mundo, ni creé a Lou. Si la hubiese creado, le habría dado más salud y, sobre todo ... un poco más de amor por mí ... Adiós mi queri da Lou, no te veré más45. Escribir Zaratustra fue una especie de terapia que le permitió a Nietzsche dominar su desesperación y pensar en ella con mayor dis tancia46. Desmontado el terceto, la situación se deterioró rápidamente. Rée confesaba a cielo abierto sus celos de Nietzsche. Pero sin funda mento, ya que ella no hacía secreto de que lo prefería a él, y de que viviría con él si no insistiese en el casamiento. Pineles ocupaba ese mismo lugar en Viena. Lou quería ser tratada por Rée como una her mana. El terceto se convirtió en dueto, un dueto poco común. De he cho, en 1883, vivieron juntos en Berlín, mientras Nietzsche se consu mía en una soledad errante y sólo hacía raras apariciones. Ellos vivían en el mismo departamento, en la mayor intimidad consensual, en el doble sentido del término, aunque no eran amantes. “La fuerza de voluntad de Lou contenía el ardor de su «hermano»”, comenta Pe ters (su “hermano biográfico”), que en ningún momento califica a su heroína de histérica. Así transcurrieron cinco años, que Binion considera los más feli ces de la vida de Lou Andreas-Salomé. Fueron años creativos: Rée es taba escribiendo El origen de la conciencia moral, y Lou, Una lucha por Dios*1'48. Ella tenía 23 años. Fue escritora en parte para tranqui lizar a la familia y escudar su independencia con el estatuto de inte lectual. El libro, que mezcla romance, metafísica, alto melodrama y los sermones de Guillot, fue un éxito instantáneo, bien recibido por los críticos literarios. Ella pasó a firmar autógrafos en las calles de Berlín. El libro de Rée, que iba a ser su manera de entrar en el mun do académico, no prosperó: ningún editor quiso publicarlo. Él se su mió en una negra depresión; ella saboreaba a escondidas la gloria de ser una joven escritora de éxito. Más solicitada que nunca, en la encrucijada justa aparece Friedrich Cari Andreas. Al cabo de una semana, ella le anuncia a Rée su noviazgo con Andreas y declara que se casará con él. Después de aquel día, Lou nunca volvió a ver a “su hermano Rée”. Siete años más tarde, un obrero lo encontró flotando en el río Inn; él se había tirado desde la cima de un acantilado. Andreas puede ser considerado un portento genético. El padre descendía de una antigua familia persa de sangre real, los Bagratuni. Su abuelo había sido derrotado en una lucha por la sucesión al trono y tuvo que renunciar a su nombre y título. Quedó con su primer nom bre: Andreas. La madre descendía de un médico alemán, radicado en las Indias orientales, donde se casó con una hermosa y dulce tailan117
cjesa. Andreas nació en 1846 en Java. Pasada su primera infancia, su familia regresó a Alemania49. Friedrich Cari tenía don para las lenguas. Aprendió alemán, in glés y holandés en casa. Después, en Ginebra, perfeccionó su francés adquirido en Java y estudió latín y griego. Se especializó en persa lengua de sus antepasados, y obtuvo su doctorado en la Universidad ¿e Erlangen. Para variar, también él se enamoró instantáneamente e inició el ¿sedio. Nada lo disuadía de su objetivo. Aceptaba cualquier condición, ou noviazgo fue puntuado por el siguiente episodio: “En sus largas ca minatas nocturnas de regreso a su departamento, Andreas tenía el hábito de llevar consigo un cuchillo de hoja corta ... Cierta noche, con én gesto calmo, súbitamente se lo enterró en el pecho. Medio loca, salí arriendo, yendo de casa en casa, en busca de un médico ... Cuando lo ¿ncontré, ya en camino, él me preguntó qué había sucedido. Respondí que alguien había caído sobre un cuchillo. Mientras examinaba al Hombre inconsciente que yacía en el suelo, su mirada y sus palabras Hie indicaban claramente que desconfiaba de mí”50. No es para menos. Yo también desconfío. Nadie, por más persa que sea, se clava con toda calma un cuchillo en el pecho. Tal vez la yirginidad de Lou lo enloqueciera. Es posible que haya intentado ma jarse ante un matrimonio sin consumación sexual, cláusula que transformó el vínculo en un infierno blanco. “Lou habla de momentos d1 los cuales, habiendo llegado al fondo de la desesperación, los dos pensaban en quitarse la vida.”51 En 1903 Andreas ocupó la cátedra de Lenguas Orientales de la Universidad de Gotinga. Allí, acompañado de Lou y María, la “susti tuía”» vivió hasta su muerte, en 1930. Estuvieron casados 43 años, piaría le dio una hija bastarda, Mariechen, que fue la principal here dara de Lou. El novelista Jacob Wasermann le presentó a Lou un poeta aus tríaco joven y desconocido. Rainer María Rilke tenía 22 años en esa ¿poca; ella, 36. Nuevamente el ciego Cupido lanzó su flecha. Rilke ini¿a su ascensión, y su estrella se enciende en 1897. Aún estaba muy lejos de ser el gran poeta en el que iba a conver tirse. Candidato improbable. Joven flaco y frágil, con una barba rala (jue enmarcaba su rostro pálido, era todo ojos.52 Inicia un asedio apa¿onado; un asedio asiduo que superaba en mucho al de sus predece sores, Guillot y Rée incluidos. El lirismo poético le daba una nueva ^mensión. Cuando Lou finalmente sucumbe, descubre, para su sor presa, que estaba frente a un mozo versado en el arte de amar. En ¿is memorias escribe: “Fui su mujer durante años porque [él] fue la primera realidad donde hombre y cuerpo son indiscernibles entre sí, jecho incontestable de la propia vida. Yo podía decir literalmente lo ¿ue [él] me dijo cuando me confesó su amor: «Sólo tú eres real» framos hermano y hermana, como en un pasado distante, antes de ¿ae el casamiento entre hermano y hermana se tornara sacrilego*53118
Ella pronto comprobó que las exaltaciones líricas de su hermanoamante eran seguidas por accesos de la más negra depresión. Lou, en sus memorias, habla de dos Rilke: uno seguro de sí, y el otro domina do por una introspección mórbida. Era un espectáculo aterrador ver surgir al “otro Rilke”, que temblaba de miedo, perdido en la vida, cla vado en su lecho impregnado de sudor54. Tal vez Lou le dio más a Rainer María Rilke que a cualquier otro de sus amantes. Ella fue el Guillot de él. Antes de Lou, Rilke había demostrado una gran habilidad para versificar. Achicorias salvajes da prueba de ello. Pero ese malabarista de las palabras llegó a ser un gran poeta gracias a Lou. El viaje a Rusia que emprendieron junto con Andreas (su segundo triángulo amoroso) fue un mystery tour educativo. Lou entra en el quinto decenio de su vida con el brillo pleno de una joven de 20 años. Las envidiosas mujeres de Gotinga, que ya la consideraban “la bruja de Hainberg”, creían que poseía una fórmu la mágica de la juventud, destilada por su marido de la antigua Persia. Detalle interesante: las biógrafas del psicoanálisis, casi sin ex cepción, como las comadres de Gotinga, detestan a Lou Andreas-Salomé. Marthe Robert la ignora por completo en su Revolución psicoanalítica. Estelle Roith enfatiza que Binion la consideraba “casi loca”55. Chauvelot es aún más expresiva en su desconfianza: “Ninguno de esos nombres es el suyo propio: Salomé es el nombre del padre, An dreas el del marido, y Lou fue el sobrenombre que pronunció involun tariamente el primer hombre que la amó”56. Pero, me pregunto, ¿se adquiere el nombre de otro modo? Por otra parte, la realidad es otra: Lou fue el nombre que Guillot le dio en la ceremonia de confirmación; sería, entonces, su nombre iniciático. Pero todas estas mujeres concordarían con Elisabeth Nietzsche, her mana del filósofo, que consideraba a Lou “un gusano venenoso que es preciso destruir a cualquier precio”57**5. Ella, en 1912, estaba en el apogeo de su fama. Junto a su leyenda de Ayesha de Gotinga, Lou era considerada una buena novelista, en sayista y crítica literaria. Su ensayo sobre los personajes femeninos de Ibsen, pero sobre todo su Erótica58, eran bien conocidos. Tanto es así que, una semana antes de su aparición en las Reuniones de los
*5. Alix Strachey también desconfía de die Lou S.: “Ayer fui a visitar a die Lou S.yy ella habló y habló durante dos horas seguidas hasta que me des pidió sumariamente cuando su paciente golpeó a la puerta. Ella, dicho sea de paso, es muy inteligente. Pero, como analista, creo que tiene un residuo de intención personal que me haría dudar de ser su paciente (Carta de Alix a James Strachey del 11 de febrero de 1925, Bloomsbury-Freud - Letters of James and Alix Strachey - 1924-1925, comp. por P. Meisel y W. Kendrick, 1990, Nueva York, Norton, pág. 200). 119
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Aunque: Yo jamás soñaría, estimada señora, con imponerle tal restricción En vista de la situación, yo sólo le pediría -como si usted estuvie se en un estado artificial de personalidad dividida- que no haga ninguna referencia a su contacto con nosotros al estar con ellos v viceversa 61 Antes del Año Nuevo intercambiaron fotografías. Diane Chauvelot, con su olfato femenino, está convencida de que Lou fue a Viena porque “quería agregar a Sigmund Freud a sus trofeos de caza”62, conquistar al Conquistador, ese judío subversivo, de gloria ascenden te y pansexualmente escandaloso. Poseer a Freud sería el broche de oro de la carrera amorosa de esa bella mujer, coronaría su medio si glo de existencia. ¿Qué sucedió? J JB Parece ser que ella lo sedujo, según la opinión de Roazen. Este arquero, generalmente mal pensado, cree que Freud “en 1912 le hizo la corte a Lou, cuyo Journal relata que él le enviaba flores y la acom pañaba a casa a las 2.30 de la madrugada”, y añade: “Lou consigui hacer que Freud la amase, si bien de manera sublimada”63. ^ La posibilidad de un flirt freudiano se basa en una carta que cuerda, una vez más, a un billete semejante de Emil Jennings, el p fesor hechizado por el Ángel Azul: No sé si su programa diario le permitiría una charla después d. las 22; sólo a partir de ese momento tengo algún tiempo u usted decide honrarme con una visita a una hora tan ^ an¿rCocon mucho placer la acompañaré de vuelta a su casa. El ni *. les a la noche podremos concertar el día64.
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Freud revela un poco de celos:
Acto seguido, r H E* ausencia en la conferencia de ayer, y me complace saber i Sentl sU. . ai cam po de la protesta masculina [Adler] nada tu- ' que SU ver con este hecho. He adoptado el mal hábito de dirigir v0 qUG y mi con feren cia a un miembro definido del auditorio, y siempre -rada comü s¡ estuviese hechizado, en la silla que le ,
Si
S o reservada65. O fue la relación de Lou Andreas-Salomé con Freud? Aun-
h toado, parece ser que no hubo un vínculo erótico explícito enqUe hec muchos años después, comentó que había admirado tre gnsamente á Lou, pero, “lo que es curioso, sin ninguna atracción ,nrn p Por el tono fluido, a cielo abierto, de las cartas, por las entra- i XUen el diario de ella, no existió el “brillo de la sombra clandestina”, ^correspondencia habla de una relación ejemplar de discípula y maestro. El vínculo cálido de una transferencia amorosa bien resuel ta Para Eissler, las diversas conversaciones “personales” entre los dos constituyen algo así como los “rudimentos de un análisis”66. i Siendo una leona de mujer, ella dio muestras extrañas de sumi-1 sión: “Nada me agrada más que andar bajo sus riendas, pero ellas i tienen que ser fuertes y largas”67. Las riendas sin látigo habían cam biado de mano. Esa docilidad lleva a Estelle Roith a decir que la “re lación presenta nítidas evidencias de una neurosis de transferencia poderosa y no resuelta”68. Sí, las biógrafas no la quieren. p
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NOTAS Célia Bertin, A mulher em Viena nos tempos de Freud, 1989, San Pa blo, Papirus, pág. 190. 2. Ibíd., pág. 193. 3. Emest Jones, A vida e a obra de Sigmund Freud, 1989, Río de Janei ro, Imago, II, pág. 92. 1
4. Comunicación Personal de Freud a Marie Bonaparte, 1925, citada por kmest Jones, ibíd., II, pág. 92. Ibíd.
P'i 7 Tte°d°r Reik, Varia<¿des sobre um tema de Mahler. ft U,págS 125‘31Río di* i anysci*ít° J., Correspondencia Sigmund Freud-V/ilhelm Fliess, 1986, q qd u ?’ comP* Por J. M. Masson, Imago, págs. 155-8. 10ma K 7- *’ Pág 242*“El fundamento psicosexual de los estados de depresión y braham, Rress. ania *Selected Papers on Psychoanalysis, 1927, Londres, Hogarth
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11. Patrick de Mascio, “Psychanalyse, profanes et sauva? de la pratique de l’analyse aux États-Unis”, Revue Internet D---- 1-------7___ T TT — Q1A Jlalp_ d*u: _ de la Psychanalyse, III, pág. 314. '"l"' ^ ^istoi 12. SE, XX, págs. 51-2. 13. Carta de Freud a Putnam del 7 de julio de 1915 citad Jones, op. cit., II, pág. 189. ' ‘ 1 P0r Eme8t 15. James J. Putnam, Addresses in Psychoanalysis, 1921 Lo d jl International Psychoanalytical Press. j()ndres, The 16. Ernest PfeifTer, Introdugáo a Freud-Lou Andreas-Salomé rÚJ pondéncia completa, 1975, Río de Janeiro, Imago, pág. 276. * ^0r\ 17. H. F. Peters, Lou, minha irmá, minha esposa, 1987 Río a t Zahar, pág. 233. ’ de Jane>ro, 18. Lou Andreas-Salomé, Mein Dank an Freud, I n t e m a t io n a lo r P nalytischer Verlag, 1931, Viena. s-Vcoa* 19. H. F. Peters, op. cit., pág. 235. 20. Lou Andreas-Salomé, Lebensrückblick, org. por Emst PfeifTer iqoi Insbaden, Inset. * 21. Carta de Lou Andreas-Salomé a Freud del 27 de setiembre de 1912 Freud-Lou Andreas-Salomé, Correspondencia, 1972, Río de Janeiro Imairn pág. 17. ' g0’ 22. R. Binion, Frau Lou, 1968, pág. viii. 24. Carta de Freud a Ferenczi del 31 de octubre de 1912, Sigmund Freud-Sandor Ferenczi, Correspondance, 1992, París, Calman-Levy, pág. 443. 25. Carta de Freud a Ferenczi del 20 de marzo de 1913, ibíd., pág. 502. 26. Ernest Jones, op. cit., II, pág. 185. 27. H. F. Peters, op. cit., pág. 23. 28. Ibíd., págs. 30-1. 29. Lou Andreas-Salomé, The Freud Journal o f Lou Andreas-Salomé, comp. por Emst PfeifTer, 1964, Londres, Hogarth Press. 30. Ernest PfeifTer, op. cit., pág. 9. 31. Ibíd., pág. 12. 32. H. F. Peters, op. cit., pág. 64. V 33. Ibíd., pág. 66. 34. Ibíd., pág. 68. V ■ 35. Stefan Zweig, Baum eister der Welt, 1936, Berlín, U. Reichner, pág. 332. 36. H. F. Peters, op. cit., pág. 72. 37. E. Beaumier, Nietzsche und seine Briefe und Berichtz der Zéltg nossen, 1932, Leipzig, pág. 268, en H. F. Peters, ibíd., pág. 88. 38. Ibíd., pág. 34. i . J 'H 39. Federico Nietzsche, Así habló Zaratustra, Obras completas, I > edición, 1965, Buenos Aires, Aguilera, pág. 277. 40. H. F. Peters, op. cit., pág. 84. 41. R. Binion, op. cit., pág. 108. , ., ge. 42. Erích Podach, Friedrich Nietzsche und Lou Andreas-Salome, i gegnung, 1882, 1937, Zurich, citado por H. F. Peters, op. cit., pág. 1** jena, 43. C. A. Bernouilli, Frenz Ouerbeck und Friedrich Nietzsche, 19° » citado por H. F. Peters, ibíd., pág. 114. 44 Federico Nietzsche, op. cit., pág. 277.
4
5
. Carta de Nietzsche a Lou Andro^c o .
op. cit., pag. 112 .
46 . Ibíd., pág.
Sa,°nié, citada en h c
118.
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derich. 47.
° lUCha Lou Andreas-Salomé / l P or D ios, l8 8 5 r 48. R. Binion, op. cit., Pág. 139. ’ ’ Ber]ín- W. Fre-
49. H. F. Peters, op. cit., pág iqq 50. Lou Andreas-Salomé, L ebensrückblick ' o r
^
E™ ‘ « M fc .
Insbade"v peters, op. cit., pág. 143. 51- H- r • , CQ 53 I/) u And re as-Salomé, Lebensrückblick, pág. 173. 54 g sf enee R m t ^ o lñ f g m a d e Freud, 1987, Río de Janeiro, Imago pág- 56. 50- D. Chauvelot, “Siracusa 1910: el supuesto pase de Freud”, Ornicar?, i.
I 1981, Barcelona, Petrel, pág. 132. 57. H. F. Peters, op. cit., pág. 111. 58. Lou Andreas-Salomé, Die Erotik, 1910, Francfort, Rütten y Loening, 1910.59. Reunión Científica del 15 de julio de 1912, Actas de la Sociedad Psicoanalítica de Viena, org. por H. Nunberg y E. Federn, 1979, Buenos Aires, Nueva Visión, II, pág. 209 60. H. F. Peters, op. cit., pág. 184. 61. Carta de Freud a Lou Andreas-Salomé del 4 de noviembre de 1912, Freud-Lou Andreas-Salomé, Correspondencia, pág. 18. 62. Chauvelot, ibíd., pág. 131. *“* U A n ó n n o í r c •
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44-5. 64. Carta de Freud a Lou del 10 de noviembre de 1912, Freud-Lou An dreas-Salomé, Correspondencia, pág. 22. 65. Ibíd. 66. K. Eissler, Talent and Genius, 1971. 67. R. Binion, op.cit., pág. 379. 68. E. Roith, op. cit., pág. 51.
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F. Peters
La historia del interés de Freud por “El Moisés de Miguel Ángel"1 es larga, antigua y aventurera. Él conocía la estatua por sus repro ducciones, y Ernest Jones nos informa que existía una copia en yeso en la Academia de Arte de Viena2. Sea como fuere, el Moisés de Mi guel Ángel fue una de las primeras cosas que él vio en ocasión de su viaje inicial a Roma en 1901. En una tarjeta postal a su mujer, descri bió con cuatro palabras su reacción ante la estatua -Ausführung schenke ich mir aber-3, que hablan de haber comprendido la inten ción de Miguel Ángel. Él esperaba que Moisés se levantara en cual quier momento. Jones, reparando en la fecha, hace una aproximación interesante al preguntarse si ese mirar iracundo del Profeta no recordaba los te rribles ojos azules de Brücke. “Se puede pensar también que fue en 1901 cuando su sustituto paterno, Fliess, se distanció airadamente, a pesar de los intentos de reconciliación de Freud”4. Pasaron más de diez años. “El Moisés de Miguel Ángel” seguía intrigándolo. Como dice Peter Gay, “lo que más intrigaba a Freud era precisamente el hecho de que lo intrigara tanto”5. “En 1913, a lo largo de tres semanas solitarias de setiembre, me detuve diariamente en la iglesia delante de la estatua, la estudié, la medí, la sondeé, hasta que me vino la comprensión que sólo osé expresar en el papel anónima mente. Sólo muchos años más tarde legitimé la criatura”6. Escultura perfectamente adecuada para despertar la curiosidad. Un coloso. El gigante ostenta en la frente los cuernos míticos, que re presentan la luz radiante que baña el rostro del Profeta después de ver a Dios. Miguel Ángel, propenso a lo heroico, concibió a Moisés co mo un anciano imponente, con una barba que fluye como un río, car gando las Tablas de la Ley. El Profeta está en la encrucijada de su vi da, en el momento fundante, cuando desciende del Monte Sinaí portando el mensaje divino. Allí, abajo, los israelitas apóstatas dan zan en tomo del Becerro de Oro. Freud cotejó las numerosas interpre taciones existentes sobre el sentido de la obra. Diferían entre sí, aun que concordaban en que la expresión en el rostro era terrible: una mezcla potencializada de ira, dolor y desprecio. Freud “siguió su méto do usual de calar más hondo, no por medio de una impresión general del todo, sino buscando la clave en detalles pequeños y aparentemen te circunstanciales”7. La aplicación de esta lógica típicamente sherloc-
ltiana lo llevó a observar que las Tablas de la Ley estaban tomadas cabeza abajo y que la mano derecha, que alisaba la majestuosa barba, no estaba pronta para la acción. Freud hace una minuciosa descrip ción de esa mano y de esa barba: “El pulgar está escondido y sólo el índice entra en contacto efectivo con la barba ... Él presiona con tanta fuerza las suaves masas de pelo que las ondas sobresalen ... Los otros tres dedos se apoyan en la pared costal, flexionados en el nivel de las falangetas ... Están, por así decirlo, alejándose de la barba”8. Por la atenta lectura corporal, que un neorreichiano no objetaría, Freud burila la siguiente conclusión: Miguel Ángel no tuvo la inten ción de representar a un Moisés preparado para castigar al pueblo desobediente, como tantos comentaristas supusieron. Por el contra rio, la postura del Profeta sólo podía entenderse presuponiendo un movimiento previo, no un movimiento futuro. La escena es otra. Moi sés, en ese primer momento, estuvo tentado de abalanzarse sobre la turba: la tensión en las piernas y la proyección del pie derecho lo de muestran. En el momento siguiente, empero, al observar que las pre ciosas Tablas de la Ley estaban a punto de caer de su brazo derecho, se contuvo con un titánico esfuerzo. Aquí Freud se adelanta a la crítica inevitable: “Se me objetará que ésta no es la figura de la Biblia. Porque aquel Moisés tuvo un ataque de rabia, arrojó las Tablas de la Ley y las hizo añicos9. ¿No era entonces una blasfemia de Miguel Ángel dar otra versión del de senlace? Freud labra dos páginas de erudición para justificar a Mi guel Ángel Buonarotti, donde entran desde ciertas incongruencias de las fuentes bíblicas hasta el espíritu del Renacimiento; la argumenta ción concluye como sigue: “... él [Miguel Ángel] agregó algo nuevo y más que humano a la figura de Moisés; así, la gigantesca escultura con su enorme poder físico se convierte en una expresión concreta de la realización mental más elevada que es posible en un hombre: la de luchar exitosamente contra una pasión interna en beneficio de una causa a la que él se ha consagrado”10. A esta altura podemos suponer que la lectura corporal del mayor de los Profetas resuena en otro lugar, y que las fuerzas prodigiosas que están en juego bien pueden ser las del líder del movimiento psicoanalítico consumido por la herejía y por los falsos ídolos. Imagina mos cuán grande era su furia frente a los disidentes que lo abandona ban por los becerros de oro de la vida, en el ingrato Congreso de Munich. La cronología es clara: aunque la primera visión del Moisés lo haya fascinado en 1901, fue sólo en 1913 cuando bosquejó “El Moisés de Miguel Ángel”, antes de comenzar a montar la “Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico”; esto es, la “bomba” que pla neaba lanzar sobre Jung y Adler. Así, desde Roma, Freud le envía una postal de la escultura a Ferenczi, y escribe: “Moisés le manda saludos y comparte plenamente su opinión sobre el Congreso de Munich”11. Ya veremos hasta qué punto Freud “dialogó” con el Profeta. El ensayo de Freud es la historia de un hijo bastardo. Fue publi-
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CAPÍTULO 41 SOBRE BOMBAS Y PEDOS
cado en 1914, exactamente en el Año Nuevo que marcaba el fin del Tiempo Viejo. El Profesor, a pesar de la insistencia del Comité de Re dacción de la revista Imago, no asume la paternidad. Presenta tres razones, las tres extrañas. Primero: “Es apenas una diversión”. Se gundo: “Vergüenza frente al evidente poco profesionalismo del ensa yo”. Tercero: “Porque la duda en cuanto a mi conclusión es más fuerte que de costumbre”12. El texto venía precedido de las siguientes pala bras de reserva: “A pesar de que este artículo no corresponde, estric tamente hablando, al tipo de contribuciones que son válidas para la publicación en esta revista, los editores decidieron publicarlo ya que el autor, que ellos conocen personalmente, se mueve en círculos psicoanalíticos, y dado que su modo de pensamiento tiene ... una cierta semejanza con la metodología psicoanalítica”. Compárese esta bastardización con el anonimato en “Recuerdos encubridores”: “El sujeto de esta observación -maquinó Freud en 1899- es un hombre de educa ción universitaria de 38 años”, agregando “que su profesión transcu rre en un área muy diferente de la mía; él se interesó por problemas psicológicos ...” Otro tanto se puede decir del lapso Aliquis. El mismo estilo. Estamos en 1914; el Comité Secreto acaba de formarse; el ano nimato en este caso fue, para Roudinesco, “el equivalente a la mística de la clandestinidad adoptada por el comité. Respondió al llamado del gueto”13. Tal vez, Roudinesco siempre es convincente, pero creo, ba sándome en la postal enviada a Ferenczi, que se trata de un “pase de magia” en el que el autor anónimo no era otro que el mismísimo Moi sés. Un trueque de “moiseses”. Por otra parte, ¿qué hacer con este problema de identidad? Éste es un asunto en el que los bastardos anónimos se multiplican en el espejo de la historia del psicoanálisis*1. El 15 de febrero de 1914, probablemente en el silencio de la no che, como era de costumbre, Freud escribe a Abraham: “Hace una ho ra que acabo de escribir la «Historia del movimiento psicoanalítico». Fue trabajo duro. Nada tengo que acotar, salvo las celebradas pala bras Coraggio, Casimiro!”14. La “Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico” se divide en tres partes. La primera, autobiográfica, relata los comien zos del psicoanálisis, después de la separación de Breuer. En esta oportunidad, con la sabiduría del tiempo transcurrido, Freud es gene roso con Breuer. No va tan lejos como en la Clark University, pero re-' conoce el mérito del Maestro Secreto de la Histeria “en el estadio pre liminar del psicoanálisis”15. La segunda parte de su crónica relata la historia del movimiento psicoanalítico después de 1902, “cuando un pequeño número de jóve nes médicos se reunieron a mi alrededor con la expresa intención de aprender, practicar y extender el conocimiento del psicoanálisis”16.
Este capítulo llega hasta el reconocimiento internacional. La figura destacada es Ferenczi, “que vale más que toda una sociedad”17. Freud, a pesar de las disidencias, consideraba que “el conjunto, en mi opinión, no era inferior en absoluto, tanto en abundancia como en va riedad de talento, al personal de cualquier profesor clínico de la épo ca”. Estaba hablando de los Señores del Anillo, más Tausk y Reik, más Brill y Putnam en los Estados Unidos, más Pfister en Suiza18. Ahora bien, queda por saber si ése fue realmente un elogio, ya que el “personal de cualquier profesor clínico” no dice mucho. Hoy, casi cien años más tarde, se advierte que ese grupo era talentoso y que a cual quier “profesor clínico” le habría complacido mucho contar con seme jante staff. Pero dudo de que un profesor pudiera haber soportado a esa horda salvaje, atravesada por destinos tan funestos. En esa época, para el público, Freud era el psicoanálisis. Los dis cípulos, en cambio, no pasaban de vulgares imitadores. El Profesor, a decir verdad, ra»a vez los citó con particular entusiasmo. Siempre fue cauteloso a la hora de mencionarlos. En las nuevas ediciones de La interpretación de los sueños, sus aportes aparecían más como confir maciones que como contribuciones, con la excepción de Sadger y de Jung. De modo que, después de citar a los discípulos, Freud aclara: “Esas publicaciones, empero, no han hecho más que confirmar mis opiniones y no agregan nada a ellas”19. Una ausencia notable, que aún será más notable con el correr de los años, se esconde bajo el silencio de la mujer. Ella no cuenta y que da en las sombras de la historia, como heroína anónima, en las anéc dotas eróticas o trágicas, marioneta de transferencias desviadas: Sabina Spielrein, Emma Eckstein, Loe, Elma y Lou, artífices de triángulos memorables, con o sin Minna. La bomba explota sonora mente en la tercera parte de la Historia, con el siguiente acápite: Am Jüngsten Tag ist’s nur ein Furz! (Goethe) [¡El Día del Juicio no es más que un pedo!]
*1. Sólo en 1924, con la publicación de las Gesammelte Werke, Freud re conoció a la criatura, en los tiempos de la vida acortada por el cáncer.
Strachey, como buen caballero inglés, apunta: “Vale la pena aco tar, para los lectores no familiarizados con el alemán, que «Jüngsten Tag» (literalmente último día) no se escribe normalmente con «J» mayúscula”20. O sea que Jüngsten estaba escrito con “J” de Jung. Lo que quiere decir, aunque Strachey no lo señale, que el ex discípulo no valía un pedo. Ernest Jones, visiblemente molesto por el ventoso tono panfletario, dice “que este ensayo contiene unas pocas expresiones personales de naturaleza menos objetiva, que deben ser juzgadas teniendo en cuenta las emociones provocadas por algunas experiencias dolorosas de la época”21. De hecho, Freud fue duro. El blanco principal, sin du da, era Jung, ya que, como vimos, la ruptura con él aún sangraba y el
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Príncipe Heredero no era “un” Adler. Eso lo lleva a apelar al * • t canismo de la inversión: “De los dos movimientos que hay ( u'(,() ^ derar, el de Adler es indudablemente el más importante S et C°ns*' pesar de todo, en la teoría de los instintos. Las modificad aSa*a Jung, en cambio, no establecen una conexión entre el feiww» nes de vida instintiva”22. ° men° V la La bomba de la “Contribución a la historia del movimient •] coanalítico” explotó seis semanas antes que la bomba de Sarajevo Luego tenemos la cuestión del narcisismo. S Simplificando las cosas, introducir el narcisismo significaba r ’ troducir el yo en la teoría psicoanalítica. Antes de 1914, cuanH* Freud consideraba el yo, pensaba en un yo-individuo; después de e ° fecha, en un yo-instancia (aunque la noción del yo-instancia aparezca ocasionalmente antes, por ejemplo, en el capítulo VII). De allí que si se busca un pivote, una divisoria de aguas en la teoría psicoanalítica el gran candidato, según Strachey23, sería “Introducción del narcisis mo”. De ese punto de articulación luego emergerá el self, figura inter media entre individuo e instancia, esto es, “el lugar de las identificaJones considera que el ensayo es perturbador25; Peter Gay, sub versivo26, y para el propio Freud es una criatura de “parto difícil que muestra todas las deformaciones”27. Su parición recuerda la del “en gendro” llamado “Proyecto”. Ya vimos que Freud usualmente se deprimía después de la apari ción de una obra significativa. “Introducción del narcisismo”28 fue una couvade especial, sin ninguna euforia previa29. Esa vez, como cuadra al narcisismo, el malestar tenía que ser hipocondríaco: “Mi úl tima perturbación intestinal hizo que mi Leibarzt 2 tomase la precau ción de realizar una rectoscopia, después de la cual me felicitó de ma nera tan calurosa que concluí que había previsto un carcinoma como algo altamente probable. Así, no ha sucedido nada grave y debo conti nuar en la lucha. Aún no me ha llegado la hora”*3’ 30. El médico había previsto lo peor y yo pensé en un parto anal. V jh La introducción del término narcisismo fue gradual. Apar?c® por primera vez en la segunda edición de los Tres ensayos, en 19 * luego en la discusión del artículo de Isidor Sadger31, cuatro ano^ después. En realidad, el ensayo del que hablamos debería titularse.
>(i ÍCO pCl*"
*2. Leibarzt era el término con que la realeza designaba al m g. sonal. En este caso Freud hace un juego de palabras, ya que Leí ,J abdomen. spectro del *3. Ésta es una de las primeras referencias de Freud al e p M cáncer. 128
K " n a la metapsicología del narcisismo”. Su intención declaintrodacc1^ tjzar ej disenso con Adler, pero sobre todo con Jung. La •ada erateabajo, en el invierno de 1914, estaba ocupada por dos manesa de rla “Introducción «introducción del narcisismo” y la “Contribución a la hisinesa narcis nUSCríp°l m ovim iento psicoanalítico”, que él iba escribiendo, según det°n® , Jando de rabia”32. En la guerra con los disidentes, Freud cía, r la espada y la pluma. La “Historia”33 tuvo el efecto expletivo utiliz(> » jrájjco panfletario. “Introducción del narcisismo”, en el de un a jag ¿deas, fue alta esgrima intelectual. Hoy en día podemos rein° tí Freud tendría que haber estado agradecido, especialmente declT ^ gj trabajo del suizo, cuyo mérito no debe ser desatendido, lo a el crisol de la controversia, a dar lo mejor de sí en el plano teórico Igual que en los Tres ensayos, Freud parte de la definición del narcisismo como perversión, e inmediatamente infiere rasgos que también se encuentran en los homosexuales o en la evolución sexual normal. Esta apertura supone una estrategia válida, “ya que muestra la amplitud de las cuestiones que abarca, en torno a ciertos ejes con ceptuales que le dan coherencia y configuran esa saga típicamente psicoanalítica referente a los «orígenes» de la vida psíquica”34. El concepto del narcisismo como perversión pertenece al psiquia tra alemán Paul Nácke35 y a Havelock Ellis36. El término tuvo una feliz acogida en el campo de la joven ciencia de la sexología. Es narcisista el perverso que sólo se satisface consigo mismo. Ya en 1909, co mentando un artículo de Isidor Sadger en la Sociedad Psicoanalítica de Viena, Freud había sugerido que el narcisismo podría ser “un esta dio necesario del desarrollo en la transición desde el autoerotismo hasta el amor objetar37. En el caso de la paranoia, en particular, en la reconstrucción schreberiana del mundo, se plantea la regresión a un estadio narcisista. Tenemos, entonces, un problema psicogenético. ¿ orno se lleva a cabo el pasaje del autoerotismo al narcisismo? El narcisismo implica una representación previa, la presencia de un obJ to, aunque sea el sujeto mismo.
lo U \< n*ao au^s^a» ve su imagen en el espejo del ascensor de 13 clínica, y se besa en la boca38. El a orientad ó onVnac*° P°r *as pulsiones autoeróticas, necesita una considerar*n nos ^eva a adelantarnos en el tiempo y hiendo: el h 1 f sta(^° del espejo”, conceptualizado por Lacan. ResuOmblig0 de ^ ° j re °j°s y> como Dios, crea el mundo. Reina en el de ahí, prove1fP a*?e*ar*0* El yo corporal se va construyendo a partir de identificac? an * en *a fe^a del psiquismo, toda una constelación norninan Lani°IUlu °Peraci°nes psíquicas particulares”, como las dem° de rasgos ancfle y P°ntalis, verdadera precipitación en el psiquis’ lma&enes, formas tomadas del otro, de la madre. Esta 129
proyección de identificaciones, incidentalmente, será el tida de la noción de identificación proyectiva en Melanij R?to
de| Ahora bien, ¿cuáles son esas ortografías? El cuerpo e te ' m ! sado por códigos: las células hablan. Como dice Jeliffe el 1 1 atravemedicina psicosomática, “un órgano es un trozo de expérie ? / re de la turada y memorias histológicas”39. El cuerpo, los mil cu^ estruc_ cuerpo, necesitan la acción unitaria del narcisismo oup rp,os del taxis del habla corporal. 4 mtlca la sinLa idea del narcisismo desestabiliza el antiguo d u a lism o nal. Su entrada altera dicha polaridad simple, al postular una ^ sexual en el yo. La libido sexual y la libido del yo se ven reabrí como “pulsiones de vida”40. Hasta entonces, la estructura fundam * 1 del conflicto se reducía a una oposición entre las pulsiones sexuales las que tienen por fin la autoconservación. Sabemos que Freud nun * quedó satisfecho con la primera teoría pulsional. En su “Introducción del narcisismo”, él lamenta “la absoluta falta de una teoría de las pulsiones capaz de proporcionar una orientación confiable al investigador de psicología”41. La pulsión, por estar en la frontera entre lo biológico y lo psíquico, continuaba siendo un enigma en tierra de nadie. “Freud basó su concepto de narcisismo en pruebas provenientes de varias fuentes, pero la principal derivaba de su reflexión sobre la naturaleza de la demencia precoz, reflexión suscitada por los textos de Jung”42. Jung, como ya vimos, partiendo de las psicosis llega a la conclusión de que, en el fenómeno de la introversión, la libido sexual no podía ser distinguida de la energía mental en general. De hecho Freud, al describir la mecánica de la paranoia de Schreber, en la par te más densa del texto, explora hipotéticamente dos opciones: “Pode mos asumir que lo que llamamos catexis libidinal (o sea, la que pro viene de fuentes eróticas) coincide con los intereses en general, o tenemos que suponer que un grave trastorno en la distribución de la libido acarrea un trastorno correspondiente en las catexis del yo • De hecho, Jung se apoya en la primera opción. Parece obvio qu Freud apostaba a la segunda alternativa. Esto es lo que concierne a Jung. Por el lado de Adler,-Freud bajó con el concepto adleriano de “protesta masculina”, concep 0 designa un comportamiento motivado por sentimientos de in ^j. dad. En relación con las causas de esta protesta, él aceptó com? . j o da la fenomenología del sentimiento de inferioridad, pero lig con el complejo de castración44. 9 g^e ¿Para qué sirve, a fin de cuentas, la teoría del narcisism o^ para elaborar una mejor “fisiobiología” de los instintos, una ^ nto cología del dormir, para una sistematización más ajustada p(je ja de vista económico y para la fundación de la segunda tópica. 130
llave 11 van uesuc c* ----------- ^ r(,|TÍstroS>q Hel narcisismo, en efecto, es el delirio megalomaníaElíill0W.C^ 4ñ pero antes, en Tótem y tabú, ya habían aparecido c() del PSICÓ.
del O tr o ? 49
Pero ése es el problema. Jones describe la situación en términos ramáticos en el capítulo XXIV de sus Papers o f Psychoanalysis: “La j^zon por la cual califiqué de perturbador el ensayo de Freud sobre el narcisismo era que le aplicó una desagradable sacudida a la teoría de ces*!8*111^ 8 C°n ^Ue e* P81C0an^*lsls había trabajado hasta entonine í*S °^8ervaci0nes en que se basaba la nueva concepción eran tan sin r V°Cas ^ fácilmente confirmables que teníamos que aceptarlas con hxt *7a-S>*>ero inmedi*to quedó claro que había que hacer algo estaba ,e° na a ^ue esfáhamos acostumbrados. Pues si el propio yo a8PectoI n d e hbido, parecía que tendríamos que considerar su parte ns * *^ desfácado, el instinto de autoconservación, como una nálisis arcisista del instinto sexual. Las críticas contrarias al psicoacientes ^an desPreciado una mitad de los conflictos inconst°ut court a ^ os Cl^ales Freud llamó la atención, y lo han acusado l e “reducir todo a sexo», de «no ver nada más que sexo»”50. 131
Salvo el preocupado Jones, los discípulos de la cúpula no perci ban las consecuencias problemáticas de esta libido objetal. Abrahi por ejemplo, después de leer el artículo, hizo una crítica elogioSíinque superficial, “coincidiendo con cada palabra” del ensayoi.*5*. Narece comprender lo inédito del pensamiento de Freud, lo que no eccompletamente dicho y que anticipa la nueva tópica. Narciso p¿ematiza la libido. Sn la “Introducción del narcisismo” se postula la existencia de un id: “Sabemos que las emociones pulsionales libidinales sucumben ajstino de la represión patogénica, cuando entran en conflicto con ^presentaciones culturales del individuo”52. El ideal ético obliga a »rimir todo aquello que, de emerger en la consciencia, reduciría latoestima: “La formación del ideal sería, por parte del yo, la con di* de la represión”"4. Freud presenta el concepto de “ideal del yo”, foición intrapsíquica relativamente autónoma 5 que sirve de referea al yo. El “yo ideal” es el espejo corrector en el cual se refleja el M yctual”. El niño, entonces, sólo abandona el primitivo y primordiíelirio de grandeza de su fase narcisista cuando erige como susti tuí ideal del yo. En ese pasaje aparece la represión como agente deunbio, bajo la forma de una instancia que “observa”, semejante a lación tradicional de conciencia moral. Esta instancia observadora es*n los orígenes del ideal del yo*6. 5n primer lugar, tenemos la elección centrípeta de tipo narcisis ta1 la que se busca en el otro una imagen de uno mismo; en este ca^l objeto de amor deriva del yo ideal (perdido)*7. El sujeto se an-en el presente, el pasado y el futuro- o ama a alguien que lo re pinta. ]\ segundo camino se apoya en las pulsiones de conservación del yoi que a partir del hambre y de la alimentación materna se desa rrimó la corriente libidinal que hará elegir un objeto. O sea, que el ob> de amor se deriva del objeto de la necesidad. “Uno ama a la mí que lo alimenta” y “al hombre que lo protege”53. Strachey, en la Stlard Edition, habla de elección anaclítica. «a metáfora de la ameba es expresiva. Muestra un yo no sólo li-
i. Op. cit., págs. 93-4. 5. El ideal del yo es “casi una instancia”; nunca adquirió plenamente es&atuto. >. H. Nunberg, a partir de esta diferenciación entre instancia observa d a ideal del yo, postula una distinción clara entre superyó e ideal del yo: “Mtras que el yo obedece al superyó por temor al castigo, se somete al ideM yo por amor” (Principes de psychanalyse, 1957, pág. 155). 7. André Bretón nos da una buena definición de amor narcisista: “Es rebote como si me hubiese perdido y alguien viniera de pronto para darm€ticias mías” (Fran^ois Perrier, Ensaios de clínica psicanalítica, 1992, Sai»blo, Escuta, pág. 122). 132
bidinizado sino libidinal en sí mismo. El resto son los seudópodos, las extensiones del yo en el exterior. Para Freud, el narcisismo estaba Atas allá de la representación, más allá de las proyecciones del yo en el exterior. Lo oculto y misterioso. Como la mujer. Como la pulsión de muerte, aún no concebida54. Los protagonistas de este ensayo son básicamente dos: el megaló mano, en la patología, y la mujer, en la vida corriente. “El amor obje tal completo de tipo anaclítico es, hablando con propiedad, una carac terística masculina”55. Por ser mayor la catexis libidinal en el hombre, el yo se vacía con mayor frecuencia, y este debilitamiento es el correlato económico de la vivencia de estar enamorado. El gran amor es sólo cosa de hombres. El yo de la mujer no se vacía en el acto de amar. Las mujeres, especialmente la “mujer fatal”, desarrollan un tipo de “autosatisfacción” felina. Hay, en efecto, algo felino en esa fas cinación que lleva a Freud a comparar a las mujeres y los niños con los “gatos y los grandes animales de presa”56. Ellas, además de la be lleza, atraen por el atractivo intrínseco de la condición narcisista pa ra los hombres que (en su desarrollo psicosexual) han renunciado al suyo. Este “amor propio”, literalmente hablando, hace imposible que la mujer ame con una intensidad comparable al amor del hombre. El amor a la Dama ocupa un alto lugar “en la vida erótica de la humani dad”57. Aquí entramos en el perfil que Freud traza de la mujer. La com para con los niños, con los gatos, con los criminales"8' 58. Junto con su misoginia estridente, considera oportuno señalar que no pretende “despreciar a la mujer”. Además agrega (y no sé si esto no empeora las cosas): “Estoy dispuesto a reconocer que numerosas mujeres aman como el tipo masculino y desarrollan la supervaloración sexual propia de ese tipo”59. El narcisismo primario es un estadio inicial en el que la investi dura por el bebé de su cuerpo tegumentario es total. Tomo el término “tegumentario”, de Antoinette Mitchell; aquí significa cuerpo cerrado a su propio deseo60. Este estado representa el colmo de la introver sión. El problema del narcisismo secundario es, valga la tautología, secundario y no presenta mayores problemas. Para elucidar la cues tión del narcisismo secundario, en estados tales como la esquizofre nia, hay que “ ... considerar que el narcisismo que aparece haciendo retomar de nuevo las catexis de objeto, como un estado secundario considerado sobre la base de un narcisismo primario que resulta di versificado por múltiples influencias61. O sea que el narcisismo pri-
*8 . “En efecto, también los grandes criminales y los humoristas atraen nuestra atención por la coherencia narcisista con que logran alejar del yo to do aquello que pueda diminuirlos.” (SE, XIV, pág. 89.) 133
mario es una fase, un tiempo hipotético de la libido infant'l 9 pensar como un limbo amniótico, como un universo hecho i ^Ue Cabe de nuestros sueños filogenéticos, en el que hasta el auto ? a mec*ida ría una quiebra inoportuna de la mismidad nirvánica. *°1,srn° se>
NOTAS 1. SE, XII, págs. 211-41. Jj 2. Emest Jones, A vida e a obra de Sigmund Freud 1989 Río a ro, Imago, II, pág. 363. ’ ’ c Jane*' 3. Tarjeta postal de Freud a la familia del 9 de setiembre de 1901 da por Ernest Jones, ibíd. ’ CIta' 5. Peter Gay, Freud, urna vida para o nosso tempo, 1989, San Pablo Companhia das i/etras, pág. 293. °* 6 . Carta de Freud a Weiss del 12 de abril de 1933, Correspondencia Freud-Weiss, pág. 96. Es interesante que Jones traduzca “bastardo” por “hijo no-analítico” (Emest Jones, op. cit.y II, pág. 365). 7. Ernest Jones, op. cit.y II, pág. 362. 8 . SE, XIII, págs. 222-3. 9. SE, XIII, pág. 230. 10. SE, XIII, pág. 233. ^^B 11. Carta de Freud a Ferenczi del 13 de setiembre de 1913, Sigmund Freud-Sandor Ferenczi, Correspondance, 1992, París, Calman-Levy, pág. 536. 12. Carta de Freud a Abraham del 6 de abril de 1914, Hilde Abraham y Ernst Freud, A Psychoanalytic Dialogue: the Letters o f Sigmund Freud and Karl Abraham, 1907-1926, 1965, Nueva York, Basic Books, pág. 171. 13. Elisabeth Roudinesco, Historia da psicanálise na Franca. A batalha dos cení anos, 1986, I, Río de Janeiro, Zahar, pág. 134. i JB 14. Carta de Freud a Abraham del 15 de febrero de 1914, Hilde Abra ham y Ernst Freud, op. cit.ypág. 165. * B l^ B 15. SE, XIV, pág. 8 . ■« J M 16. SE, XIV, pág. 25. 17. SE, XIV, pág. 33. 18. SE, XIV, pág. 31. 19. SE, IV, pág. 93. « 20. SE, XIV, pág. 42. 21. Ernest Jones, op. cit.y II, pág. 362. 22. SE, XIV, pág. 60. 23. SE, XIV, pág. 70. chez 24. Jean Laplanche, Le fourvoiem ent biologisant de la sexual Freud, 1993, París, Synthélabo, pág. 85. 1^^9 25. Emest Jones, op. cit.y II, pág. 304. 26. Peter Gay, op. cit.y pág. 314. Ahraham 27. Carta de Freud a Abraham del 16 de marzo de 1914, Hilde Jj y Ernst Freud, op. cit.ypág. 167. "J .B 28. SE, XIV, págs. 73-102. I_ 9 134
Jf
, jp Preud a Abraham del 25 de marzo de 1914, Hilde Abraham 29. Carta ae ^ Ernst 1 reU^ ’ d e F r e u d a A b r a h a m d e l 13 d e m a y o d e 1914, ib íd ., p á g . 176.
untnkolle (¿o Minutas?), 10 de noviembre de 1909. 31* * Freud a Ferenczi del 12 de enero de 1914, Sigmund FreudInr hCenczi, Correspondancc, pág. 569. Sando ^IV, págs. 7-67. a R, fael Paz, “Narcisismo e transferencia", Transferencias, 1991, San 30‘
•^Fscuta, pág. 100. pablo, , Nácke, “Kritisches zum Kapital der normalen und pathologisSexualitát”, Arch. Psychia, 1899, XXXII, pág. 356. CieI136 Havelock Ellis, Studies o f the Psychology ofSex , II: Sexual Inversión, * *
g Vichyn, “Naissance des concepts: auto-érotisme et narcissisme”, Psychanalyse á IVniversité, 1984, IX, págs. 655-78. r 7 38 E. Rodrigué, “Analysis of a three-year-old mute schizophrenic”, New Dcvelopments in Psychoanalysis, comp. por Melanie Klein, Paula Heimann y R Money Kryle, 1954, Londres. 39. Nolan D. C. Lewis, “Smith Ely JeliíTe - A medicina psicossomática nos Estados Unidos”, A historia da psicanálise através de seus pioneiros , comp. por Alexander, Eisenstein y Grotjahn, 1981, Río de Janeiro, Imago. 40. P. L. Assoun, “Los grandes descubrimientos del psicoanálisis”, Histo ria del psicoanálisis I, pág. 183. 41. SE, XIV, pág. 77. 42. Emest Jones, op. cit.y II, pág. 307. 43. SE, XIV, pág. 74. 44. Véase el buen artículo de M. C. Lambotte, L ’apport freudien. Éléments pour une encyclopédie de la psychanalyse, comp. por Pierre Kaufmann, 1993, París, Bordas, págs. 257-64. 45. Fran^ois Perrier, Ensaios de clínica psicanalítica, 1992, San Pablo, Escuta, pág. 111. 46. Herbert Rosenfeld, “On the psychopathology of narcissism”, Int. J. Psychoanal., 1964, XLV, págs. 332-7. 47. Hanna Segal, “Some clinical implications of Melanie Klein’s work”, Int. J. Psychoanal., 1983, LXIII, págs. 269-76. 48. SE, XIV, págs. 69-70. c*ran°*S ^err*er’ °P>Pág- H3. T* . • ^rnest Jones, Papers on Psychoanalysis, 1948, Londres, Bailliére, 1‘ndall y Cox, capítulo XXIV. v * ' ! „Carta Abraham a Freud del 9 de marzo de 1914, Hilde Abraham
£ H I i ’ XIV>Pag-93 ,
c“ -
■™ m -
54 XIV- Pág- 90cr Narcissisme de vie, narcissisme de morí, 1983, Paría, Minuit. oo. bE, XIV, pág. 88 . ¿
fbMXIV- * * * ' 53 Ibíd, 59. Ibíd. ®1 ^ tte ■ XIV, pág. 75.
citada en F. Perrier, op.cit.
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W . «reahmente inferior” y, cuando la muerte hiduque con UIí eTad¡nastía, el Emperador habría dicho: “Un polirc mré la P ^ b l e c i ó las r e g k f que yo no supe mantener"». Pero, f , c Uperlor r - a Piaiisewitz, eneraron en juego otras reglas, concer t ó n o s ensenó ^ esta vez entre los hombreS) y ellas deter-
CAPÍTULO 42 T
C* ntcs a alianza
T IE M P O S D E G U E R R A
El 28 de junio dinio de 1914>el Hombre de los Lobos, el “l0hi a » coanalítico, dio un laiun largo paseo por el Prater, reflexionando tal Psibre esa extraña expe1experiencia con Freud que lo había llevado a VG2 SOcon lucro asegurado irado en la comunidad psicoanalítica, la imagen^H??^ lobos silenciosos en e? en el árbol. Cuadro tras cuadro, vertidos en un f n naify con los mismos Pmos l°b°s blancos. Era “un domingcf11111#0 muy caluroso y sofocante”, recuerda Sergei P trov, en sus MemorUmor^asX•El Prater, esa noche, estaba animado con esa calma extraña qiiaa que anticipa la tormenta. Sergei volvió de su cami nata con buena dispo disposición. Al llegar a casa, una de sus empleadas le entregó la edición ex'(m extraordinaria del Neue Freí que daba noticia del atentado en SarajevcNevo, contra Francisco Fernando, sobrino del Empe rador, heredero de la de *a monarquía dual austro-húngara2. Ese mismo día esd,a estival, la familia Freud estaba dispersa. Sigmund y Martha habían subn subido a las termas de Karlsbad; las dos hermanas más viejas, casadas, ildas, vivían fuera de Viena; Oliver y Ernst estudiaban en Alemania; Anna enna eludía el galanteo de Jones en Inglaterra, mien tras que Martin, en lo en l°s suburbios de Viena, se incorporaba al ejército como voluntario en su en su viejo regimiento de artillería3. / ffp jj El Hombre de losde l°s Lobos, la tarde siguiente, visitó a su ex analis ta; luego comentaría, raria>con su arrogancia habitual: “Hablamos, como es natural, de los acont£contecimientos del día anterior. La observación del Profesor (que, en reaP realidad, era ajeno a la vida política) en el sentido de que, si Francisco P sco Fernando hubiese llegado al poder, p r o b a b le m e n te se habría producid^ucido una confrontación armada entre Austria y Fusia, pone de manifiesOifiesto hasta qué punto no se sospechaba mentó que el atentad611^ 0 en Sarajevo sería el detonador de la rnm Guerra Mundial”4. ”4. . cano El archiduque, pi^e, príncipe autoritario, hombre de intrigas, c q al clero, no era lo qu¿° Que las siete dinastías de Europa dejaba sucesor ideal del Ion4 longevo Emperador. Por lo que parece,\ P0 casi Francisco José e n ca rd a ™ la muerte de su heredero como un ne’ ‘jc0 del providenciar1. Nuncáíunca había aceptado el casamiento morgan *1. El hijo heredenredero, Rodolfo, la niña de sus ojos, había muerto cada y inedia antes en oP en otro episodio dramático: Mayerling. 136
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^Toaron la de sol, e f mayo de 1991, el cosmonauta ruso En una ^ Hisnarado d e 4 cosm odrom o Baikonur rum bo a las Sergei * Ucon destino a lia estación espacial Mir. Su misión: estrellas, esto hagta octulbre de ese año. ¿Quién hubiera dicho permanecer e Krikalev se desintegraría antes de esa fecha? En ocque la Patna ión espacial ya no> era más soviética, y sí una instalala ^ ; la ^ . büca de K a za k stá n . Difícil encontrar una mejor postal ción de la tiempog contuirbados de este fin de siglo. pan°r ando Krikalev aún r o d a b a a p á tn d a , en otra m añana de febre, i 992 en Sarajevo, el padree de la novia fue am etrallado cuando P* de una iglesia ortodoxa. Es
escribir con una nueva óptica: umo de ellos es la situación de los Bal canes. Jones, en su biografía, halbla de Sarajevo como si fuese historia antigua, una cosa del pasado, ell último coletazo de las guerras tur cas. Y esto parecía, si pensamos* que en 1984 el ojo televisivo presen ciaba las Olimpíadas de Inviermo en la plácida Macedonia. Pero en ios Balcanes, como dijo Shimoro Peres en la primera conferencia de paz en el Oriente Medio, “los siglos se juntan” en un solo teatro béli co7. En aquellos tiempos, como ¿ahora, había antagonismo entre ser bios y croatas. Los serbios vivieiron durante siglos dominados por los emperadores bizantinos, por los griegos y los turcos hasta el siglo pa sado. Ellos habían producido los mejores mercenarios de la cuenca . Mediterráneo. Serbia hizo suya la causa de la liberación de los Países eslavos. Con el nuevo sigilo, este pueblo, que tenía a Alejandro ^ f.gno c°m° figura inspirador», se convirtió en centro de fermento eje lco naci°nalista. El gobierno .austríaco, narra Jones, seguía atento sariUr^!T*erit0 *as m*b(aas balcánicas, “temiendo que pudiese pre gara^! ° *n*c*° de la disolución (de la antigua monarquía austro-húnapr ’ °.clUe da hecho acabó ocuirriendo de una manera que no podía oer prevista”8. cun^!)stCnta^° *uvo *u£ar frenite a Ia alcaldía de Sarajevo. Diez mil c° Ferni pr.esenciaban el desfile de recepción del archiduque FrancistiVo nomlr °* ,cuand° un joven terrorista serbio, que llevaba el sugesvólver p Fe . ^rlnclp, asesiné al visitante de un certero tiro de renncip tenía 17 años,, por lo cu a l no pudo ser ah orcado. 137
Atentado individual, no había ninguna conspiración detrás de esa fi gura, hoy idealizada. Ese tiro de un menor de edad fue la "chispa que -com o dicen los manuales de historia- encendió la Primera Guerra Mundial”9. Junto a eso, los manuales acotan que, desde 1900, era co rriente considerar a los Balcanes como un “barril de pólvora”. Cerran do nuestro contrapunto, el Imperio Austro-Húngaro en 1914 sería el equivalente de la Unión Soviética del cosmonauta Krikalev en 1991. Un Imperio a la deriva. Cuando tres días antes de Sarajevo, Freud, blandiendo su explo siva “Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico”, escri bió que “ahora la bomba va a explotar”, anticipó el chiste del japonés que tiró la cadena en Hiroshima. Freud no sabía que iba a explotar una bomba mucho mayor que el pedo junguiano, una bomba de ver dad, que cambió la faz de la Tierra. La Primera Guerra Mundial marca el final del siglo XIX. En 1873, Julio Verne lanza su Vuelta al mundo en ochenta días, calidos copio del élan del fin de siglo, pintando un mundo opulento circunva lado en globos por señores de frac, con una botella de champaña fran cesa en la mano y hielo de los Alpes. Tarjeta postal para las clases adineradas. Tanto en París como Londres, Viena o Berlín, la clase empresa rial seguía un tanto inquieta los conflictos periféricos, las revueltas en la India, el militarismo desenfrenado, la irrelevancia de las demo cracias, las rivalidades étnicas y los nacionalismos incipientes. Había en el aire una tendencia favorable a un mercado multinacional; se preconizaba una política expansionista, se hablaba de un nuevo mun do, ungido en el progreso. Europa, aparentemente, estaba cansada de guerras. Imperaba, con todo, una amenaza que H. G. Wells, sucesor de Verne en la visión futurológica, supo interpretar, anunciando la lle gada de “una guerra que acabaría con todas las guerras”. La forma ción de bloques de poder, con Inglaterra y Francia enfrentando la Tri ple Alianza de Alemania, Austria-Hungría e Italia, constituía un presagio ominoso. A eso se sumaba el káiser Guillermo haciéndose un lugar al sol, el nefasto Lebensraum que tanto pesará en el futuro, la lucha por el espacio vital, en un mundo angostado por la exp °S1 demográfica y tecnológica, Alemania entró en una com pe ej\c^ exasperada con las otras potencias, no sólo en Europa, sino tarr\ , en África y en el Pacífico, desafiando la tradicional supremacía ^ tima de Gran Bretaña. Resultado: la gran carrera armamen is-jjtar los astilleros del Mar del Norte y en el monstruoso complejo creado por la familia Krupp. nterpre' Nadie como el nuevo periodismo norteamericano supo i ícüjoS tar los hechos geopolíticos. En 1910 aparecen los primeros a ^ con. de un corresponsal visionario, Walter Lippman, que frontación mundial en su libro Prefacio de la política, de 1 ntad° El primer acto, entonces, comienza el 28 de junio con e 138
en Sarajevo. Ese mismo día, Freud le envía a Ferenczi una carta que dice: “Escribo aún bajo el impacto del sorprendente asesinato de Sa rajevo, cuyas consecuencias son imprevisibles”11. Y más tarde: “Hay algo podrido detrás de esto”12. Toda Europa, durante el mes de julio, queda en un suspenso de mal agüero. Las cancillerías guardan silencio. Por fin, el 23 de julio, el conde Berchtold, ministro de Relaciones Exteriores del Imperio Austro-Húngaro, dirige un ultimátum a Serbia, que no es totalmente aceptado. Austria rompe relaciones, declara la guerra y bombardea Belgrado. Rusia se moviliza para intimidar a Austria. Alemania, en la escalada, encara ese asunto como casus belli, para luego declarar la guerra a Rusia y Francia. En esa escalada se mezclan una espiral nacionalista delirante con un colosal bluff de póquer planetario. El káiser, finalmente, da el salto de tigre sobre la neutral Bélgica, rum bo al norte de Francia, y eso decide la intervención de Gran Bretaña. Les jeux sont faits. Como tantas personas en la época, los psicoanalistas tardaron en percibir la gravedad del momento. En un principio, la política “inter na” era más urgente: en este caso, el próximo congreso internacional psicoanalítico, programado para el mes de setiembre, y la cuestión del alejamiento de los suizos de la Asociación Internacional. Todavía el 27 de julio, con las hostilidades ya declaradas, Ferenczi tuvo que desistir de su proyectado viaje a Inglaterra porque, estando en la lis ta de oficiales de reserva, no tenía permiso para salir de Hungría. En la misma época, Freud, confirmando la opinión del Hombre de los Lo bos, le escribió a Eitingon: “Hay sombras que también amenazan nuestro congreso, y no se puede predecir cómo estarán las cosas de aquí a dos meses. Tal vez entonces la mayor parte de ellas se hayan ordenado”13. Los psicoanalistas no eran los únicos despistados. En Inglaterra, J. J. Thomson, presidente de la Sociedad Real, afirmó, a fines de ju lio, que “una lucha armada con Alemania por causa de Serbia y Rusia sería un pecado contra la civilización”14. Fue un pecado capital. La guerra declarada horas después de las manifestaciones de J. J. Thomson contó con la participación inicial de Alemania, el Imperio Austro-Húngaro, Inglaterra, Francia, Rusia, Rumania, Bulgaria y Turquía. La causa de los aliados será reforzada, en un segundo tiempo, por la entrada de Italia y los Estados Unidos. Como lo señala Peter Gay, la reacción general fue sorprendente: “Europeos de todos los tipos se unieron para saludar el evento bélico con el fervor típico de una experiencia religiosa. Aristócratas, burgue ses, obreros y campesinos, reaccionarios, liberales y radicales, cosmo politas, chauvinistas y particularistas, soldados impetuosos, estudio sos preocupados y teólogos blandos: todos se abrazaban con belicosa alegría. La ideología triunfante era el nacionalismo, un nacionalismo llevado al punto más alto de la histeria, incluso por innumerables toarxistas”16. 139
Tal vez eso se debió al hecho da que este conflicto inauguraba la era de la guerra-en-casa. Los per*0^ ^ ^ 30 «neo ediciones dia rias, con mapas y banderitas dei3a"C3nd« ,3S oscllantes mareas de las batallas. El corresponsal extr?^ ¿e ° ’ flRUra que h‘«era su debut en el conflicto de los bóers, era uaa P e“ e.nfef 3 contienda de comunicación casi instantánea. í. \ J*l? . e, e ,e °30’ de a ra' dio, del incipiente cine, que iniciib“ ™ n' pulac,on de ™asas ■° sea la guerra psicológica. Europa v<^ ’ se£ula>fascinada la macabra progresión de una vioP j S ® ^ ra a en a sala . La respuesta de Freud a la d< , L ^uer^a>ea una carta a Abraham. fue inesperada. Reaccic33 c~ , n 3fír^ntmo-frente al con dición teutónica de purificación militares de los tiempos de Aleji Karlsbad escribe:
y
a.
dalos 3rdorf es e el spa de
Por primera vez en treinta a " , sÍento austríaco, y desearía darle una oportunidad a esUdudofa° ImPer,a La moral es excelente16. Freud tenía 58 años en esa éi0ca* k °s f reinta años de los que hami s< JF™™ militar. También resuena la bla nos llevan al período de‘ su Jones, desde la trinchera br , , ’ * ., se refirió a la irresponsable acci¿ , . 0 como «liberación de la tensión mediante un at3df cor3Je>> ■Los franceses, por su parte, nunca fueron santos dcSa dev3cl0n. En sia Manuscrito H, comentando la Guerra Franco-Pr^ana’ Freud _hab[a df la paranoia colectiva” de los franceses, que n(consiguen enfrentar la idea de que han sido derrotados19. Un país deadent®: Li comportamiento asque roso de los franceses [durante ef®s° ^ eyfu4 j me hace «cord a r lo que te dije... sobre la decadencia c la **; * Freud se apasionó por la gu<, \no la Pen^ar en ningún trabajo y pasaba el tiempo discutiej? los aconteam,entos del día con su hermano Alexandre. Afirmó: “oda mi bbldo esta entregada al Im perio Austro-Húngaro"21. DespuédaqUQ e ^ emania ^ friera sus tres declaraciones de guerra, él le es ra am‘ Estaría de todo corazón con [la guerra), si pudú P sar que aterra no se en cuentra en el lado errado”22. , , e , , Al principio, las noticias de f e 1 8 fren.tes hablaban de sucesivas victorias en los campos de b; uan 0 ar*leroi cae, Abra-
*2. Marconi, físico italiano que do, en 1901, enviar el primer mensaj» 10
Inf Iaterra>había conseguí 0 a raves del Atlántico.
ham anuncia: “Las tropas alemanas están apenas a 100 kilómetros de París. Acabamos con Bélgica, con Inglaterra, en tierra también. Lo mismo puede decirse de Rusia. Las victorias austríacas llegan en el momento justo ...”23. Freud, un punto más bajo en la escala bélica, responde: “Parece que las cosas marchan bien, pero aún no hay nada decisivo ...”24. Eitingon, a su vez, habla de un “inicio incomparablemente es pléndido en el Oeste y en el Este”25. No obstante, Freud analizaba los altibajos en el frente, y sus du das crecían. En carta a Hitschmann, observa: “Ganamos la campaña contra los suizos, pero me pregunto si los alemanes terminarán el conflicto de modo victorioso y si nosotros podremos resistir hasta ese momento ... El furor de los alemanes parece una garantía, y el rena cer austríaco es promisorio”26. Abraham, optimista como siempre, de cía que Rusia y Francia ya habían sido derrotadas, de modo que sólo restaba Inglaterra, y allí “podemos confiar en Krupp y en Zeppelin”27. * El optimismo beligerante duró un par de meses. Luego, nos cuen ta Jones, Freud se desilusionó ante la incompetencia de los austría cos en el campo de batalla. Los serbios sorprendieron al mundo con sus victorias. Después de las abrumadoras derrotas en Galitzia, él de claró que “estaba alelado” por el mal desempeño de su patria recién adoptada. En setiembre, Abraham recibe una extraña carta del Profesor: Las victorias alemanas proporcionaron una base firme para nuestra moral, y quedamos frustrados en nuestras expectativas de victorias propias [ejército austríaco] ... Jones, mientras tanto, es nuestro “enemigo”28**3. ¿Estaba hablando en serio? ¿Jones, el apóstol Pablo, un enemigo? En la segunda semana de hostilidades declaradas, Martin Freud, su hijo mayor, ingresó en el ejército como voluntario. La familia, drásticamente reducida, canceló sus vacaciones. Ése fue el primer agosto en treinta años que se quedaban en Viena. Le escribió a Abra ham que tenía tiempo libre en su consultorio, como tantas veces lo había ansiado, pero a continuación acotó con ironía wildeana: “¿Es a esto a lo que se parecen los deseos realizados?”"4
*3. En esos días de odio, cada bando odiaba a su enemigo y a todo lo que lo representase. Fueron los tiempos en que los ingleses prohibieron a Wagner y daban patadas a los Dachshund a causa de su origen (Ronald W. Clark, Freud, el hombre y su causa, 1985, Barcelona, Planeta, pág. 25). *4. Oscar Wilde, que nació el mismo año que Freud, decía: “Cuando los Dioses quieren castigar a los hombres, les realizan los deseos”. 141
Freud sólo tenía dos pacientes. Falta dinero, le faltan los discípu los. Pero no quedó totalmente solo: Hans Sachs fue rechazado en el examen médico militar por su miopía, y Otto Rank, su otro asistente literario, intentaba evitar el reclutamiento, “luchando como un león contra su Patria”29. En el ocio forzado, Freud redactó el largo histo rial clínico del Hombre de los Lobos. Con Ernest Jones en el bando opuesto, Freud se aproximó mucho a Abraham. En la hora de la pólvora tuvo tres corresponsales de gue rra: Abraham, Lou y Ferenczi30. Con Abraham discutía las últimas novedades del frente. En correspondencia de 1915 encontramos una mezcla de metapsicología con juegos de guerra: “Mi corazón está en las altas montañas, mi corazón no está aquí. Está en los Dardanelos, donde se decide el destino de Europa. Grecia nos declarará la guerra dentro de pocos días, y entonces no podremos visitar las ciudades que más he amado de todas las que conocí”31. Dicho y hecho. Una flota anglo-francesa, organizada por Churchill a partir de febrero de ese año, desembarcó en los Dardanelos, intentan do sofocar a Turquía y hacer puente con Rusia. Esta operación fue la primera ofensiva aliada que no prosperó, por la eficaz resistencia turca. Con su segunda corresponsal, Lou Andreas-Salomé, Freud podía hablar de las miserias de la guerra. Le confesó que se sentía “frecuen temente tan solo como en los primeros años, cuando había un desier to a mi alrededor ...”32. Lou sabe confortarlo: Lo que usted escribe me da coraje para adoptar otro tono. No du do de que la humanidad sobrevivirá a esta guerra, pero tengo la certeza de que para mí y mis contemporáneos el mundo jamás volverá a ser un lugar feliz. Es demasiado horrible. Y lo más tris te es que se trata exactamente del modo en que deberíamos ha ber esperado que las personas iban a comportarse, a partir de nuestro conocimiento del psicoanálisis ... Mi secreta conclusión siempre fue que sólo podemos considerar la más elevada civiliza ción actual como cargada de una enorme hipocresía. Nos vemos obligados a abdicar ante el Gran Desconocido. Él o Alguna Cosa, emboscada tras el Destino, algún día repetirá esta experiencia con alguna otra raza33. Extraño párrafo. ¿A qué raza se refiere Freud? Lou Andreas-Sa lomé era su puente con Nietzsche. ¿No estaría profetizando el nazis mo? Como lo señala Renato Mezan, al confiar esa conclusión a Lou Andreas-Salomé, Freud reitera un pensamiento que viene de lejos, cuya primera expresión se encuentra en una nota dirigida a Fliess en 1897: tíLa cultura se basa totalmente en la coerción de las pulsio nes”34. Una idea semejante aparece en “La moral sexual «cultural» y la nerviosidad moderna” en 190835. El mismo argumento surge con más fuerza, con la fuerza-de-lo-vivido, en “De guerra y muerte”36, en la revista Imago, en 1915:. 142
Con Ferenczi, su terc^ra ancia periodística, el panorama episto lar es completamente difeienf.e> Freud se olvida de la violencia plane taria y entra en el mundo ja aRa especulación, la pura fantasía filogenética. En la misma fecha en que le habla del “desierto” de la guerra a Andreas-Salom^ je envía a Ferenczi una misiva que dice: “Sólo quiero confiarle que, finalmente, por caminos hace mucho reco rridos, encontré la clave d^j enigma del tiempo y el espacio y el meca nismo largamente buscadt, desencadenamiento de la angustia”37. Esto lo lleva a reflexic)nar sobre la muerte. Para tal fin, elige una tribuna judía. La primer^ versión del trabajo que apareció en la re vista Imago fue p re s e n tía como conferencia en la B’nai B’rith de Viena, con el sugestivo tí^uj 0 “Nuestra actitud sobre la muerte”. Quiere hablar de la muer{-e con sus hermanos, porque lo que tiene que decir se aplica en forma particularmente aguda” a los judíos38. El pueblo judío, más que Ningún otro, cree en su propia inmortalidad; tanto es ^así que Freud se pregunta “si algún judío muere de muerte natural * . Más aún: “En general n0s comportamos como si deseáse mos eliminar la muerte qe ja vjda: queremos, por así decir, matarla con nuestro silencio: pensamos en ejja ¡como la muerte!” O sea que en esta reflexión, fruto d^ ja guerra, Freud habla de la muerte como una representación sofo(.ada> Ese tema será retomado en Más allá del principio de placer. Jones narra que en ^9 15 ^en parte continental de Europa, aún parecía que las Potencias Centrales saldrían victoriosas. En el cuadro general de ambos frente^ Alemania, después de la batalla de Yserl, había rechazado todas 1 1S ofensivas aliadas, estabilizando el frente oeste. Al Este, el genera Hindenberg venció a los rusos en una serie de batallas, e invadió Po 0nia y Lituania. Los alemanes llegaron a te ner su cuartel general eq Riga. Freud y Abraham se sentían bastante optimistas; pensaban q^e ej fmaf ¿ e \a guerra era cuestión de me ses Un tema de la épocq fue ja ansiedad por los hijos que estaban en el frente. Martin, en Gajj^z¿a y en Rusja Emst, en Italia. Martin fue condecorado por su vale^fa. oiiver trabajaba en obras de ingeniería militar . En las cartas q su hijo Martin se adivina un amor tímido de padre; le escribe, por emplo, “creo que no necesitas mi consejo en cuanto a ropa de abrigo ^ para finalizar: “Estás desempeñando tu pa pel en una buena causa >42 Eran cartas precisas y prácticas, con poco sentimentalismo y much10S consejos. Martin acota: “Sabía que él esta ba muy preocupado por \QS peligros que yo corría ...”43. Otra preocupación constante fueron las revistas psicoanalíticas, única forma de dqr continuidad al movimiento. Se consiguió salvar el Zeitschrift y la revista Imago, pero el Jahrbuch fue vícti ma de la guerra. Joneq nos cuenta que Freud tuvo que hacer gran parte del trabajo editor.^^ ya que Abraham y Ferenczi eran inacce sibles, y Rank acababq ¿ e ser ¡lamado a las armas. El único Señor 143
del Anillo que había quedado en Viena era Sachs, con sus gruesos anteojos 5. Todo estaba en suspenso. La Sociedad dejó de reunirse cuando estalló el conflicto, pero las reuniones se reiniciaron duran te el invierno, y se realizaban cada tres semanas44. Freud no recibió visitas durante los años de la contienda, con la excepción de Ferenczi y Rilke, y casi no viajó, excepto una visita a Hamburgo, a la casa de su hija Sophie, donde descifró el juego del ca rretel de su nieto Emst. Viena se convirtió en una ciudad fría, fantas magórica, a media luz. En el fondo del invierno, a fines de enero, Freud le escribe a Abraham: “Por el momento me encuentro en una noche po lar, y estoy a la espera de que el sol nazca”45. Esta meteorología no era sólo metafórica. Los Freud, como los demás vieneses, sufrieron severas privaciones. No pasaron hambre, pero vivieron en un régimen de suba limentación proteica en el que un huevo era objeto de codicia. La guerra, por otra parte, también fue punto de partida de cierta modernidad que reconocemos como nuestra. Dio comienzo, entre otras cosas, a la revolución rusa, el sindicalismo organizado, el movi miento feminista, un estado de ser neurótico y la internacional psicoanalítica. El análisis antes de los años 20 era, en el mejor de los ca sos, un curioso movimiento psiquiátrico centroeuropeo, muy distante de la “peste” planetaria que Freud había vislumbrado. Baste recordar que, en 1914, con los “muchachos” en las trincheras, Freud sólo tenía dos pacientes. El Quinto Congreso Psicoanalítico Internacional se realizó en Budapest, en el salón de la Academia Húngara de Ciencias, el 28 y 29 de octubre de 1918. Internacional a medias, como las Olimpíadas boi coteadas en los tiempos de la Guerra Fría. Junto con los analistas de las Potencias Centrales, sólo había un par de invitados de la filial ho landesa, único país neutral participante. “El alcalde y los magistrados de Budapest se excedieron en mani festaciones de hospitalidad”, narra Jones, el biógrafo ausente por su condición de “enemigo”46. Los cuarenta y dos participantes tenían un hotel nuevo a su disposición y un navio amarrado a los docks del Da nubio. Hubo cenas y recepción. Un clima que parece a contrapelo de la historia. ¿Acaso el alcalde y los magistrados no tenían una guerra perdida entre las manos? Guerra extraña. Al leer las crónicas bélicas de ambos lados, uno tiene la impresión de que hablan de dos guerras diferentes. Las Po tencias Centrales, en esa época, creían que aún había que darles una oportunidad a las armas. De allí que a este congreso asistieran con interés representantes de las Fuerzas Armadas. Participaron oficia les austríacos, alemanes y húngaros. Asunto: la gravedad del proble-*
*5- La implacable Alix Strachey lo llama “hipopótamo macilento”. 144
ma de las neurosis de guerra. Se puede decir que las trincheras saca ron el psicoanálisis de la marginalidad, gracias al interés de la má quina bélica en “procesar” con eficiencia las psicosis traumáticas de guerra. De lo contrario, el Ministerio de Guerra en Viena nunca ha bría invitado a los psicoanalistas a exponer sus teorías47. El cuerpo sanitario del Estado Mayor había leído el libro de Simmels publicado ese año48. Conocían también el trabajo práctico realizado por Abra ham, a partir de 1915, dirigiendo un hospital militar en Allenstein, en la Prusia oriental49. Los trabajos de Eitingon y Ferenczi también fueron considerados50. En ese momento, por increíble que parezca, Freud, en una carta a Ferenczi, escribió en tono lúgubre: “Nuestro psicoanálisis no tuvo suerte. Apenas comenzaba a interesar al mundo gracias a la neurosis de guerra, y [la guerra] se acaba”51. Frase, por lo menos, poco feliz. El psicoanálisis aplicado a la causa bélica comienza con Tausk, que además de su “Psicología del desertor”52 había escrito, cuando es taba en las filas, un artículo sobre las neurosis de guerra53. Una copia de este trabajo llegó a manos de Simmels, joven médico del ejército alemán, que inició una campaña para el tratamiento de los soldados traumatizados54. Al principio intentó eliminar los síntomas de la neu rosis de guerra por medio de la sugestión hipnótica, para descubrir que de tal modo provocaba el aumento de otros síntomas. Realizó, en tonces, una combinación de abreacciones catárticas bajo hipnosis. Pensaba que la abreacción verbal no era suficiente. Pasó a utilizar un muñeco disfrazado de francés; el soldado neurótico era estimulado a actuar su agresividad sobre el muñeco. De manera que se lo puede considerar el abuelo de las técnicas bioenergéticas actuales, en las que los neuróticos acaban con batallones de almohadas. Simmels envía su trabajo “Neurosis de guerra y trauma psíquico” a Freud, quien responde: “Pocos trabajos de principiantes en psicoa nálisis me han producido tanta satisfacción”. Tiene ciertos reparos con el uso de la hipnosis, pero concluye: “Yo mismo aplicaría el méto do hipnótico de encontrarme en su lugar”55. La temática del 5o Congreso de Budapest, entonces, fue la bayo neta. Ferenczi presenta su ensayo “Psicoanálisis de las neurosis de guerra”56. Después de examinar el “trauma de las trincheras” desde el punto de vista psicoanalítico, realiza una excelente demarcación del universo psíquico del traumatizado de guerra, “dominado por la depresión hipocondríaca, la pusilanimidad, la angustia y una excita bilidad pronta para los actos coléricos”57. Es un universo regresado a un estado de “amor de sí”58. El soldado herido es “como una criatura de pecho”59. En ese seminario bélico también presentaron sus ensayos Abra ham y Simmels60. Posteriormente, estos tres trabajos, más otro de Jo nes, leído en la trinchera de enfrente, fueron reunidos en un pequeño libro, con prólogo de Freud, obra que abrió la serie de publicaciones de la Verlag61. 145
1. Memorias del Hombre de los Lobos, Los Casos de S. Freud, 1971, Nueva Visión, pág. 111. 2 . Ibíd. 3. M. Freud, Sigmund Freud, mi padre, Buenos Aires, Hormé, págs. 152-3. 4. Memorias del Hombre de los Lobos, pág. 111. 5. A. J. P. Taylor, Europe, Grandeur and Decline, pág. 79. 6 . Time, marzo 16 de 1992, pág. 14. 7. S. Peres, Compte rendu de la Conférence du 18 avril 1991, pág. xiv. 8 . Emest Jones, A vida e a obra de Sigmund Freud, 1989, Río de Janei ro, Imago, II, pág. 177. 9. Petit Robert, pág. 1652.
10. W. Lippman, Preface to Politics, 1913, Nueva York, Kegan Paul. 11. Carta de Freud a Ferenczi, del 28 de junio de 1914, citada por Jones, op.cit., II, pág. 178. y 12. Citado en ibíd., II, pág. 178. 13. Carta de Freud a Eitingon del 29 de julio de 1927, citada por Peter Gay, Freud, urna vida para o nosso tempo, 1989, San Pablo, Companhia das Letras, pág. 318. 14. Cambridge Daily N ews, Io de agosto de 1914, citado por Clark, Freud, pág. 198. 15. Peter Gay, op.cit., pág. 322. 16. Carta de Freud a Abraham del 26 de julio de 1914, A Psychoanalytic Dialogue: the Letters o f Sigmund Freud and Karl Abraham, 1907-1926, 1965, Nueva York, Basic Books, pág. 186. 17. Carta de Freud a Martha del 2 de febrero de 1886, Sigmund Freud. Correspondencia de amor, 1981, Río de Janeiro, Imago, pág. 243. 18. Emest Jones, op.cit., II, pág. 179. 19. Carta de Freud a Fliess del 24 de enero de 1895, Correspondencia Sigmund Freud-Wilhelm Fliess, comp. por J. M. Masson, 1986, Río de Janei ro, Imago, pág. 111. 20. Carta de Freud a Fliess del 9 de febrero de 1898, ibíd., pág. 300. 21. Ernest Jones, op.cit., II, pág. 180. 22. Carta de Freud a Abraham del 2 de agosto de 1914, A Psychoanaly tic Dialogue: the Letters o f Sigmund Freud and Karl Abraham, 1907-1926, pág. 190. 23. Carta de Abraham a Freud del 29 de agosto de 1914, ibíd., pág. 194. 24. Carta de Freud a Abraham del 3 de setiembre de 1914, ibíd., pág. 195. 25. Carta de Eitingon a Freud del 11 de setiembre de 1914, citada por Gay, op. cit.9 pág. 323. 26. Carta a Hitschmann de agosto de 1914, citada por Emest Jones, op. cit.y II, pág. 180. 27. Carta de Abraham a Freud del 13 de setiembre de 1914, A Psycho analytic Dialogue: the I^etters o f Sigmund Freud and Karl Abraham, 19071926, pág. 196. 9ft Parta rio FrPiirl » Ahraham HpI 3 Hp spt.ipmhrp de 1914. ibíd.. nátr. 195. 29. Carta de Freud a Ferenczi del 2 de diciembre de 1914, Sigmund Freud-Sandor Ferenczi, Correspondance, 1992, París, Calman-Levy, II, 1994, pág. 171. 30. Carta de Freud a Lou del 30 de julio de 1915, Lou Andreas-Salomé, The Freud Journal o f Lou Andreas-Salomé, comp. por Emst PfeiíTer, 1964, Londres, Hogarth Press, pág. 49. 31. Carta de Freud a Abraham del 4 de marzo de 1915, A Psychoanaly tic Dialogue: the Letters o f Sigmund Freud and Karl Abraham, 1907-1926, náfrs 913.4 32. Carta de Freud a Lou del 30 de julio de 1915, Freud-Lou AndreasSalomé, Correspondencia completa, 1972, Río de Janeiro, Imago, pág. 49. 33. Carta de Freud a Lou del 25 de noviembre de 1914, The Freud Jour nal o f Lou Andreas-Salomé, pág. 35. 34. R. Mezan, Freud, pensador da cultura, 1985, San Pablo, Brasiliense, pág. 430.
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El trabajo del Profesor en Budapest estaba en sintonía fina con los tiempos: “Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica”62. En este texto simple, casi coloquial, Freud expresa la alegría de un “encuen tro después de años largos y difíciles”, y comienza con una recapitula ción de la técnica psicoanalítica, para luego examinar las nuevas di recciones de desarrollo63. Este artículo es el último texto técnico, y se limita a sintetizar los puntos claves de los “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico”, con el acento en una mayor actividad interpretativa por parte del médico en la tarea de frustrar las resis tencias del paciente. Para Strachey, este ensayo anticipa los “méto dos activos” que pronto inauguraría Ferenczi64. En esa época, la expresión “terapia analítica” ya significaba la aplicación de un saber psicoanalítico fuera del contexto tradicional del diván y de las cinco o seis horas semanales de cincuenta minutos. Es muy posible que los 42 analistas reunidos en el Salón de la Cien cia en Budapest hubieran pensado más de una vez en el papel del analista en los momentos de crisis. Los tiempos pedían una “psicote rapia” para emergencias, de pronto socorro. Ferenczi fue el mejor in térprete de esa nueva demanda terapéutica. Desde siempre había si do un hombre preocupado por la comunidad. La estrella del húngaro brillaba: un mes después del Congreso, más de mil estudiantes le solicitaron al rector de la Universidad que Ferenczi inaugurara un ciclo de psicoanálisis en el aula magna de la Facultad de Medicina65. Freud tenía toda la razón cuando afirmó que el centro del mundo analítico, en 1918, estaba en Budapest. No es de extrañar, entonces, que el bisoño régimen comunista de Hungría, en 1919, designara a Ferenczi titular de la primera cátedra de psicoaná lisis jamás creada. Dicho cargo fue otorgado por el gobierno de Bela Kun como reconocimiento por su trabajo en los movimientos progre sistas, y por presión de los líderes estudiantiles66.
NOTAS1 9 8 7 6 5 4 3 2
35. SE, IX, pág. 179. 36. SE, XIV, págs. 273-301. 37. Carta de Freud a Ferenczi del 30 de julio de 1915, citada por Ilse Grubrich-Simitis, Sigmund Freud, Neurose de transferencia, urna síntese, 1987, Río de Janeiro, Imago, pág. 87. 38. Citado por Jacques Le Rider, “La premiére versión d’«Actuelles sur la guerre et la mort»”, Revue Internationale d ’Histoire de la Psychanalyse, 1992, V, págs. 599-617. 39. SE, XIV, pág. 275. 40. Ernest Jones, op. cit.yII, pág. 187. 41. Ibíd., II, pág. 189. 42. Carta de Freud a Martin Freud de agosto de 1914, Sigmund Freud, mi padre, 1966, Buenos Aires, Hormé, págs. 154-5. 43. Ibíd., pág. 156. 44. Ernest Jones, op.cit., II, pág. 188. 45. Carta de Freud a Abraham del 25 de enero de 1915, A Psychoanalytic Dialogue: the Letters o f Sigmund Freud and Karl Abraham, 1907-1926, pág. 209. 46. Ernest Jones, op. cit.> II, pág. 204. 47. Daniel Pick, “«Pourquoi la guerre?»: Freud-Einstein et le XIX siécle, Revue Internationale d ’Histoire de la Psychanalyse, 1992, V, pág. 120. 48. Ernst Simmel, Kriegsneurosen und psychisches Trauma: ihre gegenseitigen Beziehungen dargestellt a u f Grund psychoanalytischer, hypnotischer Studier, 1918. 49. Phyllis Grosskurth, O círculo secreto, 1992, Río de Janeiro, Imago, pág. 98. 50. Ernest Jones, op.cit., II, pág. 204. wM 51. Carta de Freud a Ferenczi, citada por L. HoíTman “War, revolution and psychoanalysis: freudian thought begins to grapple with social reality”, Journal o f the History o f fíehavioral Sciences, 1981, XVII, págs. 251-69. 52. V. Tausk, “Zür Psychologie des Deserteurs”, Int. Zeitschr. fiir Psychoanal.y 1916, págs. 161-6. 53. V. Tausk, “Diagnostic considerations concerning the s y m p to m a to logy of the so-called war psychoses” (escrito postumo), en Psychoanalytic Quart., 1969, págs. 382-405. * j 54. L. Rosenthal, comunicación personal. 55. Carta de Freud a Simmel del 20 de febrero de 1918, Simmel Letters, pág. 97. 56. S. Ferenczi, Psychanalyse III, pág. 27 y sigs. 57. Ibíd., págs. 40-1. 58. Ibíd. 59. Ibíd. 60. S. Simmel, op.cit. JH 61. Strachey, “Notas del Editor”, SE, XVII, pág. 206. 'M 62. SE, XVII, págs. 157-68. 63. SE, XVII, pág. 159. 64. James Strachey, “Notas del Editor”, SE, XVII, pág. 157. 65. Ernest Jones, op. cit.y II, pág. 204. vchoa66. F. Eros y P. Giamperi. “The beginnings of the reception o P ^ ^7. nalysis in Hungary, 1900-20”, Sigmund Freud House fíulletin, II, P S9’
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CAPÍTULO 43 METAPSICOLOGÍA Y METABIOLOGÍA Las noches polares fueron creativas para la teoría. Si hacemos historia, el término “metapsicología” es viejo, un neologismo de los tiempos de Fliess. En 1896 Freud escribe: “Me ocupé continuamente de la psicología -en verdad de la metapsicología-”.1 Diez meses más tarde la metapsicología es su “cría idealizada y endiablada”2. Pero a principios de 1915 la metapsicología, la Bruja, como él la denomina, pasa a ser su cuarto corresponsal. ^ A modo de anticipo metapsicológico, tenemos el pequeño ensayo escrito en 1910, titulado “Sobre el sentido antitético de las palabras primitivas”3. Todo comienza con la lectura, sugerida probablemente por Stekel, del libro del filólogo alemán Abel. Entusiasmado, Freud le escribe a Ferenczi: “Un pequeño descubrimiento que hice hace po cos días me dio más placer que veinte artículos de Aschaffenburg. Un filólogo llamado Abel publicó en 1884 un ensayo, Über den Gegensinn der Urworte4, donde sostiene, ni más ni menos, que en di versas lenguas -egipcio antiguo, sánscrito, árabe y aun latín- los opuestos eran designados por la misma palabra. Usted percibirá fá cilmente cuál es la parte de mis intuiciones sobre el inconsciente que esto viene a confirmar. Hace tiempo que no me sentía tan victorio so”5. La tesis del filólogo alemán ilumina uno de los puntos oscuros del “Libro de los sueños”, que, en efecto, dice: Es sumamente notable la manera como el sueño trata las cate gorías de lo contrario y lo contradictorio; simplemente los niega. El “no” parece no existir en cuanto a los sueños se refiere. Ellos tienen una particular preferencia por combinar contrarios en una unidad, representándolos como una y la misma cosa6. Lo. sueño., *
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menos la cuna del A p arate .Conv g ^ estudl0s d a » otra de Abel precedió en casi me | ^ del signo, que puede Saussure sobre el carácter arbitrario ^ la tradición, solo P ley que la tradición y que, por ‘ connotar ser arbitrario”7. . t uen es usado pa scrituEn Egipto, mismo s ig n ific a nera te ^ disünguidas en la escn “fuerte” y “débil".elLas dos acepciones 149
ra por el dibujo de una pequeña figura después de la palabra: en un caso, un hombre robusto de pie; en el otro, un pobre tullido8. Abel registra numerosos casos de este uso antitético en otras lenguas. La palabra latina sacer significa tanto “sagrado” como “mal dito” (“sacré”, en francés, es una maldición); siccus significa “seco” mientras que succus significa “jugo”. Por ese mismo camino nos en contramos con el “exquisito” ibérico, que se aplica a un manjar en España, y a algo extraño y de mal gusto en Brasil*1. El ensayo sobre el valor antitético de las palabras puede consi derarse un aperitivo bien escogido para el plato fuerte de la metapsicología. Freud, en carta a Abraham, informa: “Pretendo incluir una docena de artículos y, en tiempos más tranquilos, ofrecerlos a un mundo incomprensivo, bajo el título de Ensayos preparatorios de rnetapsicología'3. En marzo de 1915 comenzó a escribir el primero de la sene de artículos metapsicológicos. Él mismo formuló su objetivo en ol “Complemento metapsicológico a la teoría de los sueños10: “La in tención de esta serie es esclarecer y profundizar los supuestos teóri cos que se podrían colocar como base del sistema psicoanalítico”11. También pertenece a esta serie “Duelo y melancolía”, impreso por primera vez en 1917. Los otros tres trabajos, escritos durante la gue rra, habían sido publicados en 1915, en números sucesivos de la In ternationale Zeitschrift für árztliche Psychoanalyse. Se trata de los artículos metapsicológicos clásicos: “Pulsiones y destinos de pulsión”, “Lo inconsciente” y “La represión”. James Strachey calificó la empresa metapsicológica como el tra bajo teórico más importante de toda la obra freudiana.12 “Y cuesta creer —se maravilla Jones—que todos fueron escritos en el espacio de seis semanas; pero eso fue lo que sucedió. Tal frenesí de actividad di fícilmente será igualado en la historia de la producción científica”13. Freud comenzó a estructurar su metateoría en el clima de la inás negra depresión. En el frente metapsicológico, los primeros éxi tos fueron sorprendentemente fáciles, lo que lo sedujo y lo llevó a continuar con su ofensiva. “Ahora llegué a cosas tan duras y opacas que no sé si voy a superarlas”. Dos semanas más tarde sigue en lu cha y la victoria le sonríe: “Vivo, como mi hermano dice, en mis trin cheras particulares. Reflexionando y escribiendo, quebré con éxito, después de duras batallas, la primera línea de enigmas y dificulta des. La angustia, la histeria y la paranoia capitularon. Vamos ver hasta dónde podemos llevar las victorias”14. Las marchas y contramarchas, la “erupción de ideas”, las vacila ciones se suceden en la blitzkrieg teórica: el día 18 de febrero Freud envió a Ferenczi una “página sobre la melancolía”, un borrador de
*1. En realidad, “exquisitor parece ser una palabra en transición hacia una polaridad radical. 150
los pensamientos que más tarde fueron elaborados en “Duelo y me lancolía”15, y a principios de abril acota: “Terminé ... el segundo artí culo de mi serie sintética. Trata de la represión. El primero fue «Pul siones y destinos de pulsión», pero el que más tendrá mi afecto será el tercero, donde trato del inconsciente”16. La metapsicología, en su dimensión teórica, es más que el campo específico de la ciencia psicoanalítica. También es más que un modu lador de la especulación teórica. Se articula en una combinatoria comparable a la geometría analítica cartesiana; en este caso, un mé todo deductivo-inductivo se aplica a las propiedades del inconsciente en la matriz de toda teorización. Se trata de coordenadas operato rias: los maternas de Lacan cumplen una función similar, así como la grid de Bion y la construcción de Matte Blanco. La metapsicología, en cuanto cálculo operativo, puede verse como una alianza exitosa de la especulación con la ernpirie de los alquimistas: un espacio teórico cuyos principios sirven de guías técnicas universales, “al mismo tiempo que sus postulados pueden ser sometidos a la prueba de la clínica”. Mejor dicho, la metapsicología, como piedra fundamental, recrea la teoría en cada caso. ¿Cuál es el cuerpo central de esta combinatoria de Freud? Parta mos de la base de que toda su obra es “un enorme texto metapsicoló gico”, como dice Abram Ecksterman17. Existe un itinerario teórico que se inicia con el “Proyecto” (1887), pasa por el capítulo VII de La interpretación de los sueños (1900), es retomado en ‘ formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico” (1911) e “Introducción del narcisismo” (1914), para terminar en los cinco ensayos metapsi cológicos publicados en 1915 (“Pulsiones y destinos de pulsión , La represión”, “Lo inconsciente”, “Complemento metapsicológico a la teoría de los sueños”) y 1917 (“Duelo y melancolía”). En un segundo tiempo tenemos Más allá del principio de placer (1920) y El yo y el ello (1923). Se puede decir que la metapsicología fue destilada ini cialmente para dar bases independientes a la ciencia de los sueños. ¿Cuál es la metapsicología presente en el “Proyecto”? Lo metapsi cológico está constituido por los recuerdos inconscientes cargados de afecto. Algunas de esas memorias, originadas por traumas, estados hipnoides o defensas, se asocian entre sí, pero Freud aún no postula la existencia de un sistema que organiza ese todo. El yo tuvo un de but metapsicológico más tardío. Hablemos primero del ensayo “Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico”18. Este artículo fue escrito a media dos de 1910 bajo la influencia de Jung: “No se espante si reconoce al gunas de sus propias formulaciones en un texto mío que pretendo re ver en las primeras semanas de mis vacaciones, ni me acuse por eso de plagiario, aunque la tentación esté presente. El título ha de ser: Tos dos principios de la acción psíquica y de la educación'19. De he cho, es difícil adivinar el estilo junguiano, excepto en el párrafo dedi cado al arte. 151
Artículo denso que retoma el principio de placer y el nr¿n * realidad, .dad,, ________ como extensión de nduiit lo quesenaiaao había señalado quince a<¡3 ñ a ^ 0^ _____ wv. iyj ^uu quince años^~V al introducir el “sistema primario” y el “sistema secundario”. Erf ntes artículo se sistematizan las articulaciones entre los dos princin^* en relación con la producción de la fantasía. El principio del placS* predomina hasta en el sentimiento religioso de renuncia, pasam?1* por la educación, la creación artística y el amor objetal. Los proces ° mentales inconscientes pueden tener el “realismo” del principio H realidad; la fantasía produce un espejismo de realidad, idea que su^ pone retomar el viejo problema de la teoría de la seducción, aún no totalmente resuelto, nunca realmente resuelto. TI En 1912 Freud escribe un artículo “casi” metapsicológico, titula do “Nota sobre el concepto de lo inconsciente en psicoanálisis”20. Este artículo, más que en ningún otro, intenta precisar el significado del inconsciente, se refiere a los tres usos del término, que designa el in consciente descriptivo, el dinámico y el sistémico. El foco del trabajo está en el punto de vista dinámico. Aparece la siguiente generaliza ción: todo movimiento psíquico comienza como proceso inconsciente; en un segundo tiempo le será o no permitido llegar a la conciencia. El inconsciente constituye un sistema distinto con leyes propias que di fieren mucho de aquellas con las que estamos familiarizados en la conciencia. Como bien recuerda Jurandir, “el inconsciente no es un gato”, aunque tenga siete vidas21. Hasta este ensayo, empero, no encontramos formulaciones mu cho más elaboradas que las que, en esencia, ya estaban presentes en el capítulo VII de La interpretación de los sueños, más algunas de ti po dinámico presentadas a propósito de Schreber. Son los cinco artí culos de 1915 los que pueden ser considerados el salto epistemo-metapsicológico de Freud. El primer artículo llevaba el título “Triebe und Triebschicksale”22, que se ha traducido como “Los instintos y sus destinos” o “Pul siones y destinos de pulsión”. Nosotros preferimos “Las pulsiones y sus vicisitudes”. La pulsión está en el límite entre lo mental y lo físi co. A partir de los Tres ensayos, es definida como representante psí quico de una fuente somática que busca un objeto para lograr su fin, o sea la supresión de la excitación pulsional en la fuente. La pulsión, de flujo continuo, se distingue del estímulo, que proviene de excita ciones externas discontinuas. Como ya aparece esbozado en el capí tulo VII de La interpretación de los sueños, la principal función de la mente es dominar cualquier excitación, con el objetivo de restaurar el estado previo de reposo. Ese objetivo es imposible de alcanzar de bido a la acción constante de la pulsión, a su presión y al hecho, lue go enfatizado por la escuela francesa, de que el objeto de la pulsión no es un objeto determinado, como el objeto prefigurado del instinto animal23. Cuatro son las vicisitudes de las pulsiones: 152
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¡Frecuentemente escuchamos formular la siguiente exigencia: ,una ciencia tiene que basarse en conceptos fundamentales sim ples y claramente definidos. En realidad, ninguna ciencia, ni si guiera la más exacta, comienza por tales definiciones; el verdade ro comienzo de toda actividad científica consiste ... en la descripción de fenómenos que a continuación son reunidos, orde nados e insertados en relaciones. Ya en la descripción no se pue de evitar que algunas ideas abstractas sean aplicadas al mateact Gi28raiC*aS ac*U1 0 y cortamente no de la experiencia O sea que la teoría, en su estadio de diamante en bruto, surge de 153
Artículo denso que retoma el principio de placer y el principio de realidad, como extensión de lo que había señalado quince años antes al introducir el “sistema primario” y el “sistema secundario”. En este artículo se sistematizan las articulaciones entre los dos principios, en relación con la producción de la fantasía. El principio del placer predomina hasta en el sentimiento religioso de renuncia, pasando por la educación, la creación artística y el amor objetal. Los procesos mentales inconscientes pueden tener el “realismo” del principio de realidad; la fantasía produce un espejismo de realidad, idea que su pone retomar el viejo problema de la teoría de la seducción, aún no totalmente resuelto, nunca realmente resuelto. En 1912 Freud escribe un artículo “casi” metapsicológico, titula do “Nota sobre el concepto de lo inconsciente en psicoanálisis”20. Este artículo, más que en ningún otro, intenta precisar el significado del inconsciente, se refiere a los tres usos del término, que designa el in consciente descriptivo, el dinámico y el sistémico. El foco del trabajo está en el punto de vista dinámico. Aparece la siguiente generaliza ción: todo movimiento psíquico comienza como proceso inconsciente; en un segundo tiempo le será o no permitido llegar a la conciencia. El inconsciente constituye un sistema distinto con leyes propias que di fieren mucho de aquellas con las que estamos familiarizados en la conciencia. Como bien recuerda Jurandir, “el inconsciente no es un gato”, aunque tenga siete vidas21. Hasta este ensayo, empero, no encontramos formulaciones mu cho más elaboradas que las que, en esencia, ya estaban presentes en el capítulo VII de La interpretación de los sueños, más algunas de ti po dinámico presentadas a propósito de Schreber. Son los cinco artí culos de 1915 los que pueden ser considerados el salto epistemo-metapsicológico de Freud. El primer artículo llevaba el título “Triebe und Triebschicksale”22, que se ha traducido como “Los instintos y sus destinos” o “Pul siones y destinos de pulsión”. Nosotros preferimos “Las pulsiones y sus vicisitudes”. La pulsión está en el límite entre lo mental y lo físi co. A partir de los Tres ensayos, es definida como representante psí quico de una fuente somática que busca un objeto para lograr su fin, o sea la supresión de la excitación pulsional en la fuente. La pulsión, de flujo continuo, se distingue del estímulo, que proviene de excita ciones externas discontinuas. Como ya aparece esbozado en el capí tulo VII de La interpretación de los sueños, la principal función de la mente es dominar cualquier excitación, con el objetivo de restaurar el estado previo de reposo. Ese objetivo es imposible de alcanzar de bido a la acción constante de la pulsión, a su presión y al hecho, lue go enfatizado por la escuela francesa, de que el objeto de la pulsión no es un objeto determinado, como el objeto prefigurado del instinto animal23. Cuatro son las vicisitudes de las pulsiones: 152
transformación en lo contrario, vuelta contra el propio sujeto, represión, sublimación.
^ ...
La primera, la transformación en lo contrario, tiene dos formas: una conversión de actividad en pasividad, como en la transformación del sadismo en masoquismo, o del placer en mirar en el placer de ser mirado. Esa inversión afecta sólo en la meta de la pulsión. En la vuelta contra el sujeto, lo esencial es el cambio de objeto. Aquí entramos en la parte más problemática del ensayo, muy bien presentada por Jones: “A Freud no le resultaba fácil encuadrar en su esquema los datos referentes al amor y el odio: su intercambiabilidad, coexistencia, ambivalencia, etc. Abordó el problema de la si guiente manera. Primero, registró los tres opuestos: amar-odiar; amar-ser amado; amar u odiar versus indiferencia. A continuación ob servó que la vida mental está dominada por tres polaridades: sujetoobjeto; placer-displacer; activo-pasivo. El yo es pasivo en relación con los estímulos externos, pero activo por medio de sus instintos”24. La polaridad sujeto-objeto fue designada polaridad de la reali dad; la segunda, placer-displacer, polaridad económica; la tercera, ac tivo-pasivo, polaridad biológica, e incluye la noción de femenino-mas culino. La última parte del artículo trata de la génesis del amor y el odio; se puede decir que constituye el punto de partida de la teoría de Melanie Klein. Así: “Para el «yo de placer» el mundo exterior está di vidido en una parte placentera, que es incorporada al yo, y un resto extraño al yo. Al mismo tiempo, una parte es separada del propio yo, siendo proyectada en el mundo exterior y sentida como hostil”25. O sea que el niño introyecta las “fuentes externas de deleite”26, al mis mo tiempo que proyecta en el mundo externo la tensión desagradable proveniente de sus pulsiones27. En un párrafo memorable, Freud habla de su aventura epistemo lógica, como introducción a sus Principia metapsicológico: Frecuentemente escuchamos formular la siguiente exigencia: una ciencia tiene que basarse en conceptos fundamentales sim ples y claramente definidos. En realidad, ninguna ciencia, ni si quiera la más exacta, comienza por tales definiciones; el verdade ro comienzo de toda actividad científica consiste ... en la descripción de fenómenos que a continuación son reunidos, orde nados e insertados en relaciones. Ya en la descripción no se pue de evitar que algunas ideas abstractas sean aplicadas al mate rial, extraídas de aquí o allá, y ciertamente no de la experiencia actual28. O sea que la teoría, en su estadio de diamante en bruto, surge de 153
*2. Para Lacan, que sigue a Freud en este punto, la represión primaria recae sobre el deseo de la madre; en esa coyuntura, el significante nombredel-padre actúa como poderosa contracatexis (Lacan, Écrits, págs. 849-50).
bailo de Juanito), o un elemento que se opone directamente a aquella representación (formación reactiva: solicitud exagerada de una ma dre para con sus hijos). Estas consideraciones son de orden económi co; involucran cuestiones de cantidad, que se suman a la concepción dinámica anterior. Freud ofrece una definición actualizada de la metapsicología: “Propongo que cuando hemos logrado describir los proce sos psíquicos en sus aspectos dinámicos, tópicos y económicos, pode mos hablar de una presentación metapsicológica” 15. Acto seguido intenta una ambiciosa explicación metapsicológica de las tres neuro sis de transferencia. La parte más interesante de este denso artículo es la que se ocu pa del inconsciente como sistema. Son cuatro sus características: a) No conoce la contradicción. Ideas opuestas o incompatibles conviven sin influirse recíprocamente, b) En él, la condensación de ideas y el desplazamiento de afectos de una idea a otra se produce libremente, c) El inconsciente no tiene una concepción del tiempo. Ideas e impul sos de épocas diferentes cohabitan en la atemporalidad de un perpe tuo presente, d) No tiene relación con la realidad externa, que es sus tituida por un sentido de realidad psíquica. Cuando se desea que una cosa acontezca, ella simplemente acontece. Para Althusser, el incons ciente es eterno, cuna de las ideologías36. A continuación, son enumeradas las características del sistema preconsciente, con énfasis en su efecto inhibidor sobre el libre flujo del desplazamiento que ocurre en el proceso primario. Freud recuer da que “esta circunstancia llevó a Breuer a suponer dos diferentes estados de la energía de catexis en la vida mental: un estado ligado “tónico”, y un estado libremente móvil en busca de descarga. En mi opinión, esta distinción representa el mayor insight que hemos conseguido hasta el presente sobre la naturaleza de la energía ner viosa”37. La sexta parte del artículo, sobre las intercomunicaciones entre los dos sistemas, tal vez sea lo más valioso de este ensayo. El incons ciente no es el sótano del alma. Al contrario, está en relación dinámi ca con las otras instancias. Mejor aún: “Causa admiración que el in consciente de una persona pueda actuar sobre el de otra, sin pasar a través de la conciencia”38. Además, la separación entre los sistemas dista de ser nítida: en estados alterados, particularmente en la psico sis, pueden mezclarse de un modo fortuito y hasta permutar sus ca racterísticas. El Verbo, en el tiempo ilusorio del reloj, llega en último lugar: el agregado luminoso de la palabra, feliz metáfora freudiana. Como bien señala Jones, “lo que la represión realmente efectúa en las psiconeurosis es conseguir que la idea descartada no sea expresada verbal mente”39. Mudez de la represión. El siguiente artículo teórico se titula “Complemento metapsicológico a la teoría de los sueños”40. Este ensayo continúa con el tema de la “prueba de la realidad”, iniciado en los “Dos principios”; se concep-
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una matriz en la que lo abstracto precede a lo concreto. Esa teoría, to davía imperfecta, condiciona la práctica para alimentarse de ella, re construyéndose con ella29. La teoría existe antes y después de la prác tica con la cual está ligada. De allí que: “No sólo aplicamos, a nuestro material de experiencia ciertas convenciones, bajo la forma de con ceptos fundamentales, sino que nos servimos también de numerosos presupuestos complicados para guiamos en la elaboración del mundo de los fenómenos psicológicos”30 El segundo artículo de la serie se titula “La represión”31. Recuér dese que ésta es la tercera vicisitud de las pulsiones. Cronológica mente, por lo tanto, es posterior a la distinción entre el inconsciente y la conciencia. Antes de ella actúan los mecanismos más simples, o más primitivos, considerados en el artículo anterior. Freud postula una represión originaria (o represión primaria) co mo primer tiempo de la operación. Esta noción ya había sido anticipa da en el trabajo sobre Schreber32. La represión originaria viene acom pañada de una “fijación” del instinto en la idea de la que se trata. La existencia de este tipo de represión se postula a partir de sus efectos. Una representación ulterior no puede ser reprimida si no recibe la atracción proveniente de contenidos que ya son dinámicamente in conscientes. De modo que, la represión originaria es el punto de par tida de las formaciones inconscientes ulteriores, de las contracatexis, en primer lugar; ésta es la hipótesis “axiomática” básica de la teoría de la represión*2. La represión originaria se distingue de la llamada “represión propiamente dicha” o “represión con posteridad” (Nachdrángen). La represión es móvil y varía en su intensidad según una serie de factores. Una idea reprimida puede tener acceso a la concien cia en cierto momento, o en determinado contexto, y no en otras cir cunstancias. El mejor ejemplo es la producción onírica o, mejor aún, los chistes. El artículo siguiente, “Lo inconsciente”,33 es el más extenso de la serie y el más importante. Punto de partida: todo lo reprimido “debe permanecer inconsciente, pero conviene saber que lo reprimido no es todo lo que es inconsciente. El inconsciente abarca más: lo reprimido es parte del inconsciente”34. Para hablar mejor de represión y del inconsciente desde el punto de vista económico, Freud se vale del término “contracatexis”, ron el que designa la retirada, por el sistema Pcs, de las catexis hasta en tonces ligadas con una determinada representación displacentera. El elemento “contracatextizado” puede ser un simple derivado de la re presentación inconsciente (formación sustitutiva: por ejemplo, el ca-
tualiza la diferencia entre imagen real e imagen onírica, por un lado, y entre sueño y alucinación, por el otro. El retiro del interés del mun do externo, condición indispensable para el dormir, representa una regresión a un estado prenatal, con su nido amniótico y nirvánico. Las personas adoptan una posición fetal cuando duermen. Freud reitera el carácter egoísta de los sueños. En contraste con Jung, que exalta la creatividad onírica, para Freud los sueños sólo expresan un deseo sexual infantil y sirven para preservar el dormir. Con todo, en este artículo se habla de la “capacidad «diagnóstica» de los sueños”: el retiro de las catexis del mundo exterior y su investidu ra en los órganos del cuerpo permite una percepción agudizada de trastornos físicos eventuales. Ya vimos esto en mi flecha sobre el ca rácter diagnóstico del sueño de la Inyección de Irma. Aquí Freud, basándose en los trabajos de Silberer, señala que al gunos sueños admiten dos interpretaciones esencialmente diferentes: una “analítica” y otra “anagógica”; esta última busca la representa ción de objetivos más elevados de la mente. Téngase en cuenta que Herbert Silberer y Stekel fueron quienes destacaron la importancia del simbolismo. Esta vertiente anagógica es también junguiana. Volviendo a los tiempos de guerra, en los que se comienza a pen sar metapsicológicamente la muerte, Freud abre un artículo en ho menaje a Goethe hablando de “una caminata de verano por la campi ña sonriente con un amigo taciturno y un joven pero ya famoso poeta” 3. El paisaje es espléndido. El poeta admira la belleza “sin sentir alegría, perturbado por la idea de que toda esa hermosura es taba destinada a la extinción: desaparecería con la llegada del in vierno, como toda la belleza humana y toda la belleza y todo el es plendor que los hombres han creado y crearán”41. Para el poeta, esa inexorable transitoriedad del tiempo fugitivo les restaba valor a las cosas hermosas. Freud disentía. En ese paseo de 1913, antes de la guerra, persis tía la supremacía del amor. Freud veía júbilo al final del túnel. La propia evanescencia de la flor de un día realza su belleza fugitiva. Por más dolorosa que sea la pérdida, ese proceso llega a su fin y en tonces la libido queda libre para procurarse nuevos objetos de admi ración. Luego, escribiendo bajo el rugir de cañones, Freud acota: “Una vez cerrado el período de duelo se descubrirá que la alta estima en que tenemos a las producciones de nuestra cultura no sufre con la comprobación de su fragilidad. Reconstruiremos todo lo que la guerra destruyó, tal vez sobre una base mejor y de modo más permanente que antes”42. El estado de ánimo contrasta con el siguiente pasaje, ya citado, del joven Freud: #¡
*3. No se ha podido identificar al poeta, pero no cuesta que era Rilke. 156
nada fantasear
Yo soy un individuo afligido por una desafortunada predisposi ción: encuentro todo habitual y me acostumbro fácilmente a todo: después de 18 años de pisar tierra firme, me veo súbitamente transportado a la orilla de uno de los más bellos mares, y éste, después de dos días, me deja completamente indiferente, como si hubiese nacido en un barco de pescadores43. Esto es: todo cambia, nada cambia. Freud, cierta vez, le dijo a Marie Bonaparte: “Es la eterna inconstancia de la vida lo que la hace tan hermosa”44. Volviendo a la historia, el poeta no se convence. Reflexionando sobre la cuestión, Freud llega a la conclusión de que lo que pesaba en el ánimo del joven era la “premonición del duelo” y agrega, “el duelo es un gran enigma”45. ¿Cuál es el enigma de ese sufrimiento? Se trata de una inversión. El duelo, inmerso en la metapsicología de la melan colía, en cierto modo anticipa la muerte. El objeto amado es siempre un objeto perdido para el inconsciente que no sabe nada de la muerte personal pero vive en la inminencia de la muerte del ser querido. Nasio piensa de otro modo: para él, el dolor del duelo no sería un efecto de la separación, sino que lo provoca una sobreinvestidura de la re presentación del objeto perdido. “Lo que duele en el trabajo de duelo no es la ausencia del ser querido, sino el encuentro, la investidura”46. En otras palabras, lo que duele es amar de nuevo, pero en la ausencia de la persona imaginaria que da sostén a ese amor. ¿Y cuál es ese sostén? Para Nasio se trata de “nuestra propia imagen devuelta por el otro vivo y amado”47. La guerra como un duelo gigantesco: La guerra despojó al mundo de su belleza. A su paso destruyó no sólo la belleza del paisaje y las obras de arte que encontró en el camino, sino también nuestro orgullo por la realización de la cul tura, nuestro respeto por tantos pensadores y artistas, nuestra esperanza de la superación final de las diferencias entre pueblos y razas. Maculó la altiva imparcialidad de nuestra ciencia, mos tró nuestra vida instintiva en toda su desnudez, libertó los malos espíritus que existen en nosotros. Hizo a nuestro país nuevamen te pequeño, y al resto del mundo nuevamente distante. Nos des pojó de muchas cosas que amábamos, y reveló la fragilidad de tantas otras que creíamos sólidas48. d &uerra como agente devastador que alcanza por igual al mundose em° ^ *n*erno- Freud inicia “De guerra y muerte”49 confesánn ie n t ^ ^ ^ 0 ^or e* Panorama de la confrontación armada, y total e s * : per<**<*° en cuanto al futuro. El ensayo es una tentativa de cuont r^FiUn rum^°» <
agente desenmascarador (un dispositivo analizador, dirán los psicólo gos sociales franceses): “El individuo ... tiene en esta confrontación una terrible oportunidad de convencerse de algo que en época de paz sólo llamaba su atención de vez en cuando: que el Estado prohíbe al individuo la práctica de la mala acción, no porque desee aboliría, sino porque desea tener su monopolio, como el de la sal y el del tabaco”51. El Estado, ese “Gran Hermano” orwelliano, se presenta como la “Gran Cosa” escondida detrás del Destino. La lucha armada abre un foso en tre los preceptos morales y las verdaderas inclinaciones pulsionales de los hombres. El Estado: monopolio del terror y de la muerte52. Los sueños de Roma, junto con Cerrar los Ojos se inscribían en el trabajo de duelo desencadenado por la muerte de su padre. Fue nece sario que pasaran cerca de veinte años para que Freud abordara teó ricamente el trabajo psíquico del duelo. Conviene recordar que el año anterior había muerto su hermano Emmanuel en un accidente ferro viario53. En el mismo año tenemos la ruptura con Jung. El manuscri to final sobre melancolía fue terminado en mayo de 1915. La palabra melancolía viene del griego melancholia; melanos, quiere decir negro, y chole quiere decir bilis, o sea bilis negra. El término designa un estado anormal caracterizado por irritabili dad acentuada y depresión mental. Julia Kristeva, en su libro Sol negro: depresión y melancolía, con sidera que los efluvios de la bilis negra han pasado a ser el mal domi nante en nuestro fin de siglo*4. Ahora bien, el tema de la depresión es viejo; ya aparece en la correspondencia con Fliess. La entrada más significativa la encontramos en el Manuscrito N, el mismo en que Freud vislumbra el tema edípico, al definir al “Santo” como aquel que sacrifica su “libertad sexual' en beneficio de la comunidad, instigado por el “horror al incesto”54. El párrafo sobre la depresión es muy con* densado y, según Strachey55, merece ser citado in extenso: “Los im pulsos hostiles contra los padres (el deseo de que ellos mueran) son también un elemento integrante de las neurosis ... Dichos impulsos son reprimidos en los períodos en que despierta la compasión por los padres — en las épocas de enfermedad y muerte. En esas ocasiones, constituye una manifestación de duelo recriminarse por la muerte © ellos (la llamada melancolía) o castigarse histéricamente, por me U de ideas de retaliación, con los mismos estados [de enfermedad! <1 ellos padecieron. La identificación que se produce en esas circuns cias, como se ve, no va más allá de un modo de pensar que ellos u ron ...”56 ■
*4. Un serio rival: el ataque de pánico (Cf. Suely Rolnik al ataque de pánico”, Zona Erógena, XXIV, 1995). 158
M De la histeria
Luego, en 1915, Freud pasa a considerar la alternancia entre lo normal y lo patológico. En “Complemento metapsicológico a la teoría de los sueños”57 había comparado el sueño con la alucinación; ahora, en “Duelo y melancolía”58, el duelo normal se aproxima a la depre sión patológica. Freud hace referencia a un interesante pero olvida do artículo de Karl Landauer, donde el autor relaciona la inmovili dad del durmiente con la rigidez catatónica59. El interlocutor de este texto es sin duda Abraham. “Acabo de terminar una cosa nueva so bre melancolía”, le anuncia Freud en febrero de 1915 a su discípulo alemán60. Abraham, en 1911, había escrito un artículo pionero titulado “Notas sobre la investigación y el tratamiento psicoanalíticos de la psicosis maníaco-depresiva y estados afines”61. Ese ensayo parte de la comparación entre la depresión melancólica y la neurosis depresiva, apoyándose en la sección “g” del historial del Hombre de las Ratas, que acababa de ser publicado, con las elaboraciones sobre el sadismo y el erotismo anal. Abraham se preguntaba: “¿Qué daño le hace el melancólico al objeto con el cual se identifica?”62 Ése es el punto de partida del ensayo de Freud. El camino pasa por el proceso identificatorio, concebido como acto canibalístico: “El yo desea incorporar el objeto y, de acuerdo con la fase oral o canibalística del desarrollo de la libido en que se encuentra, lo quiere hacer devorándolo”63. El infante autoerótico de los Tres ensayos, criatura perversa de puro placer, ahora tiene dientes y se vuelve un bebé caníbal. El sadis mo desenfrenado lleva al melancólico a la autodestrucción y a los her manos de la horda a asesinar al padre. Este sadismo explica la ten dencia al suicidio y hace de la melancolía “una enfermedad tan interesante y tan peligrosa”64. ¿Cómo es posible, se pregunta Freud, que un yo, cualquier yo, con su inmensa carga narcisista de amor propio, “pueda consentir su autodestrucción”? ¿Acaso el sujeto no “mata a la muerte”? La expli cación reside en el proceso identificatorio, ese mecanismo ya descri to en el Manuscrito N, que es reformulado: “El análisis de la melan colía enseña que el yo sólo puede matarse cuando, debido al retomo e las catexis de objeto, pasa a tratarse a él mismo como un objeto; objeto m,,6^era GS caPaz de dirigir sobre sí la hostilidad ligada con el ^or e^° el suicidio puede equipararse con el amor: en ambos ca na “T <*uec*a anonadado por el objeto. La famosa fórmula freudiacomo ^ Soni*?ra del objeto cae sobre el yo”66, se aplica tanto al amante Pn a 8Ulclda. En el caso del amor, tenemos una sombra luminosa; n laLmama, centellante. da al *a sombra del objeto perdido tiene que ser tomaeclipse E ° f ^ tra* Identificación del yo con el objeto produce un 8a fusión objeto-sujeto sólo se realiza en ciertas circunstan159
cías. Debe haber una fuerte fijación a un objeto en particular, junto con una catexis libidinal pobre. Esta aparente paradoja deja de serlo cuando se piensa en la “ambivalencia” propia de una elección de obje to de base narcisista. También tiene que ocurrir una regresión al nivel sádico-anal, responsable de la llamada “caracterología melancó lica”, en la que el miedo a la desdicha y la tendencia a la autodestrucción son características salientes. Consideremos el “trabajo psíquico del duelo”. Este trabajo impli ca una producción del inconsciente. Así como el trabajo onírico trans forma el contenido latente en manifiesto, el trabajo de duelo usa el desplazamiento y la condensación para metabolizar el objeto perdido67. Pero, ¿cuáles son las diferencias entre el luto normal y la melan colía? No son muchas, en el sentido de que esa frontera no tiene aduanas. Se trata, en parte, de un factor temporal, bien expresado en el proverbio “El tiempo cura”. Se puede decir, simplificando, que en el trabajo normal de duelo se sufre por la pérdida de un objeto externo, mientras que en la melancolía hay una pérdida interna, por una fisu ra del yo, una sensación de empobrecimiento interior68. En la fenomenología del melancólico, el comportamiento del pa ciente no concuerda con el tenor de las autorrecriminaciones. Lejos de ocultar, avergonzado, su indignidad, él insiste en ella al punto de os tentarla69. Hay certeza en su incertidumbre; arrogancia en su miserabilidad; homicidio en su suicidio, en la medida en que todo melan cólico es un maníaco en potencia. Así como la paranoia es el lugar donde la proyección impera con su brillo delirante, anunciando el ocaso del mundo, en la melancolía la identificación habla del aniquilamiento del objeto y de la desespe ración suicida del sujeto. Son las dos principales formas de “asesinato de almas”, para hablar en schreberiano. ¿Y la manía? Problema de difícil elucidación. “El contenido de la manía no es diferente del de la melancolía; ambos trastornos lidian con el mismo «complejo», pero en la melancolía el yo sucumbe, mientras que en la manía el complejo ha sido dominado o expulsado”70. Se trata del triunfo sobre las inhibiciones del melancólico y funciona del mismo modo que la liberación por intoxicación alcohólica. Así, “todas las anticatexis que el sufrimiento penoso de la melancolía había vertido so bre el yo, ligándolo, ahora están libres”71. El suicidio es una buena introducción a la manía*5. Ésta consiste en el triunfo del yo del paciente sobre el objeto despreciado. La manía
*5. El máximo peligro en la internación del melancólico amenaza cuan do el paciente sale de la depresión y entra en la manía (Cf. el prospecto del Prozac). 160
es el polo opuesto de la depresión, del mismo modo que el suicidio es tá en las antípodas del amor. Estamos ante la liberación del yugo objetal; el sujeto “hambriento parte en busca de nuevas catexis de obje to”72. Pero también está la “omnipotencia de la depresión”, bien descrita por Althusser73. Si se comparan los artículos de Freud y Abraham, vemos que el discípulo alemán trató la manía con mayor detalle. Fue él quien se ñaló que, en el contrapunto maníaco-depresivo, la depresión tiene un elemento triunfal y la manía, aun en el “frenesí de libertad”, una cua lidad de desesperanza. La metapsicología también sufrió su prueba de fuego: la tercera hoguera. Esta pira, más localizada, pero no por eso menos maníaca, fue encendida en 1917. Las llamas redujeron a cenizas siete de los do ce artículos metapsicológicos. Fueron, en realidad, seis y medio, ya que sobrevivió el borrador enviado a Ferenczi sobre una síntesis de la neurosis de transferencia. Ese fuego, lamentablemente, consumió el ensayo sobre la sublimación, pérdida lamentada por muchos. Robert Fliess, hijo de Wilhelm, afirma que “de las tres hipótesis básicas del psicoanálisis -dualidad de las pulsiones, naturaleza de la libido y herencia filogenética-, esta última es la que más dudas susci tó, incluso en el propio Freud. La denominada «fantasía filogenética» tiene dos supuestos. Se hereda una «disposición» -o sea, modos de ac tuar- y se heredan «contenidos» -o sea, huellas mnémicas de expe riencias de generaciones pasadas”74. En 1986, Ilse Grubrich-Simitis, de pasada por Londres, revisan do la correspondencia de Freud con Ferenczi, encontró una sorpresa en una vieja valija: “Un manuscrito sobre el principio de realidad de puño y letra de Freud, que, por el título y el contenido no conseguí re lacionar con ninguna de sus obras publicadas. Una pequeña carta, es crita al dorso de la última página, me reveló que se trataba de un bo rrador del decimosegundo ensayo metapsicológico”75. Me imagino cómo brillaron los ojos de pirata de Ilse Grubrich-Si mitis; puedo imaginar su trémulo gozo al abrir el cofre del tesoro y apropiarse del botín de ese manuscrito metapsicológico perdido. La carta dice: 28 de julio de 1915 Estimado amigo: Le envío aquí el borrador del [ensayo] XII, que sin duda le va a interesar. Puede tirarlo al canasto o guardarlo. El texto final lo sigue frase por frase ... Ahora voy a hacer una pausa, antes de elaborar definitivamente el Cs [Consciente] y la Angustia76.
161
En este ensayo Freud intenta completar el programa imaginado por Ferenczi en su trabajo de 1913 sobre el desarrollo del sentido de la realidad77, para “ordenar los tipos neuróticos de regresión en armo nía con los estadios de la filogenia humana”78. En otra carta a Ferenczi, Freud precisa el valor del hallazgo: 12 de julio de 1915 Estimado amigo: En la preparación de “Neurosis de transferencia: una síntesis”, me ocupé de fantasías que me perturban y que difícilmente re sultarán en algo para el público. Por tanto, observe: dispuesta por orden cronológico de aparición, existe una secuencia relacio nada con trastornos singulares, cuyo curso es el siguiente: Histeria de angustia - Histeria de conversión Neurosis obsesiva - Demencia precoz Paranoia - Melancolía-Manía79 Las respectivas disposiciones libidinales siguen en general la di rección inversa, de modo que en las primeras la fijación se locali za en las fases tardías del desarrollo, y en las últimas, en fases precoces ... En contrapartida, parece que esa secuencia repite filogenéticamente una evolución histórica. Lo que hoy son neuro sis, han sido fases del estado de la humanidad80. La fantasía que perturba a Freud se desarrolla de la siguiente manera. Al principio, en silencio. Mientras macho y hembra mante nían contacto con regularidad sexual, la palabra no era necesaria. La regularidad sexual estaba asegurada por el olfato, que le permitía al macho reconocer el período de fertilidad de la hembra. Esa etapa de la filogénesis se caracteriza por un verdadero equilibrio ecopsíquico que dispensa de la palabra. Tal situación paradisíaca se vio conmovi da por los trastornos glaciares que pusieron en riesgo la sobreviven cia de la especie. En ese período traumático apareció la histeria angustia81: ... bajo la influencia de las privaciones impuestas por el ^eseIJ ^ denamiento de la era glaciar la humanidad en general se angustiada ... La angustia real ante cualquier hecho n u e v o t _ ba plenamente justificada. La libido sexual, con todo, no ^ de inmediato sus objetos, por supuesto que h u m a n o s , comprende que el yo, amenazado en su existencia, aca a ge sistiendo de su catexis objetal. Manteniendo la libido en ^ 0¿jetransformó en angustia real lo que antes había sido i * en tal. Vemos, pues, en la angustia infantil, que el niño, no 162
el caso de ausencia de satisfacción transforma la libido objetal en angustia real, sino que también tiende en general a angustiarse ante cualquier cosa nueva82. .* La edad del hielo persiste, y la humanidad desarrolla la histeria de conversión: Con la continuación de los tiempos difíciles ... el hombre primiti vo tuvo que resignarse al conflicto entre la procreación y el placer de procrear, lo que encuentra expresión en la mayoría de los ca sos típicos de histeria. Los alimentos no eran suficientes para permitir el crecimiento de las hordas primitivas, y las fuerzas humanas eran insuficientes para mantener vivos a los desampa rados. La matanza de recién nacidos ciertamente encontró resis tencias en el amor, particularmente de las madres narcisistas. En consecuencia, la limitación de la procreación humana se vol vió un deber social. Las satisfacciones perversas, que no llevan a la procreación, escaparon a las prohibiciones, lo que promovió una cierta regresión a la fase de la libido anterior a la primacía de los genitales. La prohibición tenía que afectar a las mujeres más duramente que a los hombres, menos preocupados por la consecuencia de la relación sexual. Esa situación corresponde a las condiciones de la histeria de conversión83. Vemos entonces que la histeria de angustia y la histeria de con versión, que fueron las soluciones creativas del hombre frente al hie lo, ocurren fuera del ámbito de la palabra*6: De la sintomatología [de la histeria de conversión] deducimos que el hombre aún no poseía el habla cuando, vencido por la ne cesidad, se impuso limitaciones procreativas, por lo tanto aún no había erigido el sistema Pcs por sobre el Ies84. De allí que Berlinck concluya: “Es necesario observar que la his teria de angustia y la histeria de conversión quedan ontogenética y fiiogenéticamente fuera del ámbito de la palabra. Por eso, aunque todo ^atamiento psicoanalítico sea una talking cure, es absolutamente ne cesario que la escucha del psicoanalista supere en mucho la audición e relato para que haya psicoanálisis”85.
*6
p
ca- la c t •j tra parte» Masud Kahn sitúa en esta fase preverbal -ontogénireconocf> *ada h*steria. Para él hay “una insuficiencia de la madre en teacuno^i ^iuf^S^a?er las necesidades del yo del niño (Masud R. Kahn. “La e ystérique”, Nouvelle Revue de Psychanalyse, X, 1974, pág 151). 163
Freud continúa: Después de haber desarrollado habla e inteligencia en la dura es cuela de las eras glaciares, los hombres formaron la horda primi tiva con las prohibiciones del padre primitivo, mientras que la vi da libidinal tenía que seguir siendo agresivo-egoísta. Contra ese retorno se defiende la neurosis obsesiva. Las neurosis siguientes pertenecen a la era nueva y fueron adquiridas por los hijos. Ellos fueron llevados, en primer lugar, incluso a renunciar al ob jeto sexual, eventualmente a través de la castración, privados de toda libido: demencia precoz. Expulsados por el padre, aprendieron a organizarse sobre una base homosexual. Contra eso se defiende la paranoia. Finalmen te subyugaron al padre, superándolo por identificación, triunfan do sobre él, y quedando en duelo por él: melancolía-manía86. Se trata de una gran fantasía filogenética. Empresa especulativa de alto vuelo. Si buscamos la fuente de esta fantasía, la encontramos en los tiempos de la Ictiosaura, en el País del Lías de su adolescencia; el proceso continúa en los campos de hongos de Aussee, donde pide a Fliess que le transmita el misterio de los “animales inferiores”, sigue en el dominio del padre primitivo y su horda en Tótem y tabú, y pos teriormente se perpetúa en Más allá del principio de placer, para el gran finale de Moisés y la religión monoteísta. y En ese itinerario es interesante una carta a Pfister en la que, una vez más, se admira: “Puedo imaginar que hace millones de años, en el Triásico, todos los grandes odentontes y saurios se enorgulle cían de la raza de los reptiles y contemplaban el futuro sabe Dios con qué expectativas de porvenir grandioso”87. Pero, en la carrera de pos tas por la supremacía planetaria, el bastón de un futuro grandioso pasó de los dinosaurios al hombre, esa especie histérica y angustiada. Como tenía que ser, Tótem y tabú es mencionado en este ensayo en el que se habla de la “transmisión hereditaria de disposiciones psíquicas, las cuales, no obstante, necesitan para reactivarse un cier to impulso de vida”88. O sea que entra en escena Lamarck. Aquí, aun más que en Tótem y tabú, la tesis lamarckiana es obstinadamente defendida. Toma forma la idea de una obra conjunta sobre lamarckisr mo y psicoanálisis. Así, en 1916, Freud escribe: “Desocupado n0p°?~ sigo sentirme bien, de allí que nuestro pretendido trabajo «L y Fs me vino de súbito a la mente como algo promisorio y rico en con e do ...”89. Ferenczi confirma “el plan común de trabajo”90 y V mer día del año 1917 recibe un esbozo que detalla la lectura de1 losofía zoológica, la obra que inició el desarrollo de una c^ - 0 científica del origen de las especies. Sigue un incesante i n t e r c a de cartas para la elaboración del proyecto91. . . coJnenE1 ímpetu inicial, empero -según Ilse Grubrich-Simitis ^ jezó a amainar. Dificultades de acceso bibliográfico, más una ci 164
silusión sobre lo leído. “Tengo la impresión -admite Freud un mes más tarde- de que acompañamos a los psicolamarckistas, como por ejemplo Pauly, y de que poco de nuevo tendremos realmente que de cir. Sea como fuere, el psicoanálisis entregó su tarjeta de visita a la biología”92. Freud y Ferenczi, en tiempos de guerra, estaban tejiendo una “utopía iluminista”93. Lamarck y la Filosofía zoológica quedó en el tintero, pero el psicolamarckismo reaparece con fuerza en las especu laciones de ambos hombres. Thalassa es, tal vez, su máximo expo nente. La publicación de este ensayo demoró nueve años. Ferenczi re memora: “Estas ideas se cristalizaron poco a poco en una teoría ontogenética y filogenética, que tuve ocasión de exponerle personal mente al Profesor Freud en 1915, cuando él vino a visitarme en mi cuartel en Papa”94. Thalassa, por lo tanto, es el doble de la “fantasía filogenética”; comparte la “belleza de la aventura del vuelo especula tivo de la mente, la reconstrucción genial de un drama prehistórico de la humanidad”95. Esa obra queda como testimonio de la fascina ción que ejercían sobre Freud y Ferenczi las excursiones metapsicológicas-metabiológicas del pensamiento*7. En esta fantasía biogenética, “Ferenczi postula una tendencia regresiva permanente que opera en el psiquismo con el objetivo de restablecer una situación comparable con la vida intrauterina, aso ciada a una tendencia regresiva más radical cuyo objetivo sería el retorno a la paz inorgánica”96. Esta “regresión thalássica” permite percibir la influencia del “Proyecto Lamarck”; por ejemplo, cuando Ferenczi interpreta los símbolos “como vestigios históricamente im portantes de hechos biológicos «reprimidos»”. En contrapunto, mientras Freud dice que la finalidad de la vida es la muerte, Ferenczi proclama que deberíamos abandonar la cues tión e imaginar todo el universo orgánico e inorgánico como un vaivén incesante entre las tendencias de vida y muerte, en el que ni la muer te ni la vida llegan a reinar exclusivamente97. Ferenczi, delineando el itinerario de los impulsos genitales has ta la tendencia a la regresión “thalássica” (“thalassa” significa mar en griego), creó un nuevo método científico que denominó “bioanálisis”, en el dominio de la metabiología*8.
d .
esos tiempos, después del Leonardo, los discípulos de Freud proUna serie de ensayos poético-especulativos, como el trabajo de Fritz «Afr€ 8 Llu-V0 subtítulo era “Poema del mundo primitivo”, y el interesante i* vn macluinÍ8moMde Hanns Sachs (Revista Argentina de Psicoanálisis *8 S I 3-' páes- 167-98).
ción cor recienternente ha resurgido el interés por la metabiología, en rela mer i <*qaa aventura “genoménica” (Cf. Uillusion métabiologique, Gerard Hu* AyJ4>París, PUF). 165
De acuerdo con el bioanálisis, el impulso sexual, que tiene como propósito depositar el espermatozoide en el útero, también participa del acto de retomar a éste. Aquí el útero simboliza el mar, en el cual se originó toda la vida. No se trata de un “retomo” a Lamarck, con quien la Historia ha sido injusta. A comienzos del siglo XIX, el estudio sistemático de las plantas estaba muy adelantado. Los hombres de ciencia habían perci bido lo que Linneo denominó “la profundidad del pasado”. Se inicia entonces una clasificación de los fósiles siguiendo las variaciones de los planos de organización anatómica de las especies. Ante estos estu dios, dos teorías entran en pugna. Por un lado, el brillante Cuvier, dandy de la Sorbona profesa, de acuerdo con el discurso bíblico, que las especies son inmutables. Desaparecen con las grandes catástrofes de la naturaleza. La otra teoría, defendida por Lamarck, hace descen der las especies vivas de antepasados comunes, más simples, que, por la presión del medio, fueron transformándose, dando origen a nuevos seres. La primera forma de pensar era creacionista; la segunda, evo lucionista. Las teorías de la evolución, todas ellas, postulan que las formas vivas se transforman con el correr del tiempo. Hombres como Buffon, Goethe y Erasmo Darwin, abuelo de Charles, pensaban de ese modo en el siglo XVIII. Tanto Jean-Baptiste Lamarck como Charles Dar win hicieron de esta idea un sistema general, buscando pruebas en la naturaleza. Ambos pensaban y escribían con los conocimientos de su tiempo. En los cincuenta años que corren entre las teorías de Lamarck de 1809 y El origen de las especies, de Darwin, publicado en 1859, se produjo una revolución en el reino de la biología. Baste recordar que en el tiempo de Lamarck aún se creía en la teoría de la “generación espontánea”; esto es, que bichos como las larvas nacían del limo de los pantanos. La embriología, demás está decirlo, no existía. El hecho es que a Lamarck no lo leyó su generación, ni la siguiente. Cuando fue descubierto, gracias a la obra de Darwin, el lamarckismo era ob soleto, , Lamarck fue considerado un sabio maldito y murió Pobre ,^ abandonado. De él sólo queda un monumento, en un rincón olvidado del Jardín des Plantes, donde sus hijos grabaron la siguiente inscrip ción: “La posteridad te admirará, ella te vengará”. «J Interesa consignar que, no obstante las críticas que la ^e0I? a Lamarck había recibido mientras tanto, Freud se aferró a ella a el final. Continuó insistiendo, tanto en el texto póstumo Esquema psicoanálisis (1938) como en su Moisés, en “que la herencia del hombre no solamente incluye disposiciones, sino también coneg»99.
ción”, en su intensidad plena, sólo se podía concebir a través de meca nismos biológicos y heredo-genéticos, en el “rastro de la memoria filogenética de los tiempos primitivos de la familia prehistórica, cuando el padre celoso realmente extirpaba los genitales del hijo...”100. Aquí tenemos el retorno de lo reprimido: en este caso reaparece la vieja teoría de la seducción en la histeria. Freud la retrotrae a la Edad del Hielo, transfiriendo la dimensión ontogenética a la filogenética. “Vista así, la vertiente psicolamarckista de la metapsicología es como un eslabón que ayudó a Freud a salvar el «abismo entre la psi cología individual y la de las masas», y también el abismo entre el ser humano y el animal, pues él veía en la herencia arcaica del homo sa piens algo análogo a la dotación instintiva de los animales.”101 En los tiempos en que Freud escribía su borrador “Neurosis de transferencia: una síntesis”, tanto Ferenczi como Abraham compar tían esa posición. Jung, por su parte, comparaba sus arquetipos con los instintos de los animales y los consideraba fijados por la herencia genética. Finalmente, esa actitud freudiana de cerrarse a las críticas sobre la teoría de Lamarck parece hoy en día reivindicada por los revolucio narios descubrimientos de la genética molecular que sólo comenzaron en los años 40 del siglo XX102. En efecto, la biología molecular está re flotando el lamarckismo, en la medida en que las últimas investiga ciones han comprobado que las proteínas tienen “memoria” y se pos tula una genética inmediatista. No debemos olvidar, con todo, que Freud, en este texto, se apoya mucho más en Darwin que en Lamarck. Aquí tenemos la teoría de la recapitulación darwiniana y también la “lucha por la vida”, así como la teoría de la horda primitiva. Por otra parte, como lo señala Berlinck, a partir de este trabajo, “Freud va desarrollando una nueva concepción del alma, según la cual el contenido del ello es filogenético. Dice que el inconsciente del ello no es consecuencia de una repre sión resultante de un trauma ontogenético que puede ser recordado, sino que está constituido por contenidos no incluidos en el registro de os recuerdos, aunque forman parte de una extraña y misteriosa menioria de la especie que se inscribe biológicamente y que se manifiesa ontogenéticamente en la repetición”103. De esa manera nace la seHNUa de las construcciones en psicoanálisis.
NOTAS
dos, vestigios de m em orias y vivencias de generaciones anterior ¿Por qué sem ejante testarudez? Según Ilse Grubrich-Sim itis, e ^ cQ_ mo dejó traslu cir algunas de sus r a z o n e s ". El psicolam arc 1S c a m o maximilza d or” . Así, el “terror patogéno de la am enaza de
Sigmuru?1 ^ * w!reUC* a ^ iess del 13 de febrero de 1896, Correspondencia r°, Imago pág i WUhelm Fliess, comp. por J. M. Masson, 1986, Río de Janei-
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3' SEjUdLFl eU.d,-® *!“ “ del 17 de octubre de 1896, ibíd., pág. 217.
Pags. 153-61.
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4. K. Abel, Uber den Gegensinn der Urworte (1885), Sprachwissenschaftliche Abhandlungen. 5. Carta de Freud a Ferenczi del 22 de octubre de 1909, Sigmund FreudSandor Ferenczi, Correspohdance, 1992, París, Calman-Levy, pág. 93. 6. SE, IV, pág. 318. 7. Ferdinand de Saussure, Cours de linguistique générale, París, pág. 108. 8. SE, XI, pág. 158. 9. Carta de Freud a Abraham del 4 de mayo de 1905, A Psychoanalytic Dialogue: the Letters of Sigmund Freud and Karl Abraham, 1907-1926, 1965, Nueva York, Basic Books, pág. 221. 10. SE, XIV, págs. 222-35. 11. SE, XIV, pág. 222. 12. SE, XIV, pág. 70. 13. Ernest Jones, A vida e a obra de Sigmund Freud, 1989, Río de Janei ro, Imago, II, pág. 193. 14. Carta de Freud a Abraham del 4 de mayo de 1915, A Psychoanalytic Dialogue: the Letters of Sigmund Freud and Karl Abraham, 1907-1926, pág 220. 15. Carta de Freud a Ferenczi del 18 de febrero de 1915. 16. Carta de Freud a Ferenczi del 18 de abril de 1915. 17. Abram Ecksterman, en Ilse Grubrich-Simitis, Sigmund Freud, Neurose de transferencia, urna síntese, 1987, Río de Janeiro, Imago, pág. 131. 18. SE, XII, págs. 218-225. 19. Carta de Freud a Jung del 19 de junio de 1910, Freud-Jung, Corres pondencia completa, 1976, Río de Janeiro, Imago, pág. 388. 20. SE, XII, págs. 260-6. 21. Alain Jurandir, Lacan y la filosofía, 1992, Buenos Aires, Nueva Vi sión, pág. 21. 22. SE, XIV, págs. 117-40. 23. Jacques Lacan, Les quatre concepts fondamentales - Séminaire XI, 1964-5, 1973, París, Seuil. 24. Ernest Jones, op. cit., pág. 320. jl 25. Ibíd 26. Ibíd. 27. José Bleger, Simbiosis y ambigüedad, 1971, Buenos Aires, Paidós. 28. SE, XIV, pág. 117. 29. Claude Le Guen, A dialéctica freudiana, 1991, San Pablo, Escuta, pág. 22. 30. SE, XIV, pág. 117. 'iJM| 31. SE, XIV, págs. 141-158. 32. SE, XII, pág. 71. 33. SE, XIV, págs. 166-215. ¡ 34. SE, XIV, pág. 173. 35. SE, XIV, pág. 181. ■ 36. L. Althusser, “L’idéologie et les appareils idéologiques de l’Etat , Pensée, 1970. j 37. SE, XIV, pág. 188. i 38. SE, XIV, pág. 193. 39. Ernest Jones, op. cit., II, pág. 327. j 40. SE, XIV, págs. 222-236. 168
41. SE, XIV, pág. 305. 42. SE, XIV, pág. 307. 43. Carta de Freud a Silberstein del 5 de abril de 1876, Lettres de jeunesse, 1990, París, Gallimard, págs. 189-90. 44 . Citado por Ernest Jones, op. cit., II, pág. 371. 45. SE, XIV, pág. 306. 46. J. D. Nasio, “El dolor del duelo”, Psicoanálisis francés contemporá neo. Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados, 1987, XIV, pág. 194. 47. Ibíd., pág. 195. 48. SE, XIV, pág. 307. 49. SE, XIV, págs. 275-301. 50. Edna Matosinho de Pontes, “Freud e a violéncia da guerra”, Percurso, 1991, Año III, N° 7, pág. 32. 51. SE, XIV, pág. 284s. 52. Edna Matosinho de Pontes, Edna, ibíd., pág. 32. 53. Didier Anzieu, A auto-análise de Freud e a descoberta da psicanálise, 1989, Porto Alegre, Artes Médicas, pág. 116. 1 54. Manuscrito N, Correspondencia Sigmund Freud-Wilhelm Fliess, pág. 253. 55. SE, XIV, pág. 240. k
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pág. 251. 57. SE, XIV, págs. 219-236. 58. SE, XIV, págs. 241-59. 59. K. Landauer, “Spontanheilkung und Katatonie”, Int. Zeitung Psychoanal., II, pág. 441. 60. Carta de Freud a Abraham del 18 de febrero de 1915, A Psycho analytic Dialogue: the Letters o f Sigmund Freud and Karl Abraham, 19071926, pág. 211. 61. Karl Abraham, Teoría psicanalítica da libido, 1970, Río de Janeiro, Imago, pág. 32. 62. Carta de Abraham a Freud del 31 de marzo de 1915, A Psychoanaly tic Dialogue: the Letters o f Sigmund Freud and Karl Abraham, pág. 217. 63. SE, XIV, págs. 249-50. 64. SE, XIV, pág. 252. 65. Ibíd.
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9 2 68. Melanie Klein, “Mourning and ^ ve States”, 1940, The Writings o f Melanie Klein, I, P g • 69. Ernest Jones, op. cit., pág. 331. 70. SE, XIV, pág. 254. 71. Ibíd. 72. SE, XIV, pág. 255. 73. Louis Althusser, O futuro dura muito tempo, San Pablo, Companhia d*s Letras, pág. 129. Robert Fliess, Erogeneity and Libido, Some Adenda to the Theory o f J ,p ’cho8exual Development o f the Human, 1956, Nueva York, Inter. University Press, náes. 8-9 169
75. Ilse Grubrich-Simitis, op. cit., pág. 8. 76. Ibíd. 77. Sandor Ferenczi, Stages.in the Deuelopment ofth e Sense o f Reality, 1913, Londres, Hogarth Press, 1954, pág. 236. 78. S. Freud, Neurose de transferéncia: urna síntese, 1985, editado por IIse Grubrich-Simitis, 1987, Río de Janeiro, Imago, pág. 72. 79. Ilse Grubrich-Simitis, op. cit., pág. 89. 80. Ibíd. 81. Manoel Tosta Berlinck, “Fungáo e campo da transferéncia na psicanálise”, 1993, original inédito. 82. Ilse Grubrich-Simitis, op. cit., pág. 75. 83. Ibíd., pág. 76. 84. Ibíd. 85. Manoel Tosta Berlinck, ibíd. 86. Ibíd., pág. 90. 87. Carta de Freud a Pfister del 7 de febrero de 1930, Correspondance de Sigmund Freud avec le pasteur Pfister, 1967, París, Gallimard, pág. 192. 88. Ilse Grubrich-Simitis, op. cit., pág. 78. ♦ 89. Carta de Freud a Ferenczi del 22 de diciembre de 1916. 90. Carta de Ferenczi a Freud del 28 de diciembre de 1916 91. Ilse Grubrich-Simitis, op. cit., pág. 105. 92. Carta de Freud a Ferenczi del 28 de enero de 1917. 93. Ilse Grubrich-Simitis, op. cit., pág. 90. 94. Sandor Ferenczi, “Thalassa, ensaio sobre a teoria da genitalidade”, Obras completas, III, 1924, San Pablo, Martins Fontes, pág. 255. 95. Ilse Grubrich-Simitis, op. cit., pág. 107. 96. Elisa María de Ulhóa Cintra, “Thalassa: matriz de hipóteses kleinianas”, Percurso, 1993, San Pablo, VI, N° X, pág. 60. 97. Sandor Ferenczi, ibíd., pág. 310. 98. SE, XXIII, pág. 98. •V 99. Ilse Grubrich-Simitis, op. cit., pág. 111. 100. SE, XXIII, pág. 117n. 101. SE, XXIII, pág. 153. 102. André Langaney, “Fugue á deux voix pour une théorie*, La quere lle: Vévolution, 1991, pág. 6 . 103. Manoel Tosta Berlinck, ibíd.
170
CAPÍTULO 44 CORAJE, CASIMIRO Abraham brillaba como la mayor atracción en la Capital de la Psiquiatría. Serio, sobrio, seguro, era un analista formidable. Grant Alian, hijo de Abraham, cuenta una anécdota que caracte riza muy bien la actitud “quirúrgica” de su padre en los momentos de decisión. En 1921, Edward Glover, paciente de Abraham, lo acompa ñó a los Alpes austríacos. Cierta noche, un alpinista se fracturó una pierna durante una avalancha, y fue llevado al chalet donde ellos pernoctaban. Abraham y Glover -este último cirujano- decidieron que era preciso amputar inmediatamente. Abraham permitió que su hijo de 14 años presenciara la operación, diciéndole que apretara los dientes1. Otra historia alpina: Abraham había contratado a dos guías para escalar una alta montaña. Llevaban carne para un asado al fin del día. Cuando llegaron a la cima, descubrieron que la carne estaba po drida. Aun así, hambrientos, la cocinaron y la comieron mientras se alentaban diciéndose uno a otro: “¡Coraggio Casimiro!” La expresión Coraggio Casimiro aparece repetidas veces en la correspondencia con Freud, en los momentos en que había que levantar los ánimos. Karl Abraham nació en 1877, en la ciudad de Bremen, cerca de los pantanos que fascinaron a Jung. El menor de dos hijos de un pro fesor judío de origen hanseático cursó el Gymnasium demostrando un interés precoz por la filología y la lingüística, lo cual hizo de él un po lígloto; hablaba fluidamente inglés, español e italiano, y de modo to lerable danés, holandés y francés. Sorprendió a sus colegas, en el Congreso Psicoanalítico de La Haya, al dirigirse a la audiencia en ve tusto latín2. A los 19 años entró en la Escuela de Medicina de Wurzburgo, don de se interesó por la embriología, tema básico de su tesis de posgrado de 1901. Allí comenzó su dedicación a la psiquiatría. Fue importante para la historia del psicoanálisis que el “primer psicoanalista alemán”, como Freud lo llamaba, hubiera pasado seis años de práctica intensiva en sanatorios mentales. Ya recibido, consiguió su primer puesto como fuédico en el hospital estatal de Dalldorf, cerca de Berlín, donde trabaJ durante cuatro años. Luego pudo ubicarse en el Burghólzli3. Allí to“Sob°ntaC^ C°n ^°S ^ra^aj° s de Freud y, en 1907, le envió un artículo, dem ^ *a s^ 1^lcacidn de los traumatismos sexuales infantiles en la encía precoz”, junto con una carta (que se ha perdido). En la res171
puesta, Freud subraya su placer por el hecho de que ese joven psiquia tra -a diferencia del Príncipe Heredero- fuera directamente al aspecto sexual del problema. En una segunda carta, mucho más extensa, el Profesor aborda la cuestión de la sexualidad en la etiología de las psi cosis4. Al poner a disposición de un desconocido esas reflexiones hasta entonces inéditas, Freud no sólo desea estimular a un colega joven. Abraham, disponiendo del mismo material patológico que Jung, po dría esclarecer la demencia precoz desde un punto de vista propia mente psicoanalítico (mientras que el suizo, en el Congreso de Salzburgo, había presentado la tesis de un factor tóxico). En el mismo mes, Abraham hace conocer a Freud sus planes pa ra el futuro: “Voy a dejar Zurich y al mismo tiempo pienso abandonar el trabajo psiquiátrico en el hospital. Las razones son obvias. Como judío en Alemania y extranjero en Suiza, no he conseguido ninguna promoción en los últimos siete años. Intentaré por lo tanto iniciar mi práctica privada como especialista en enfermedades nerviosas y men tales”5. Interesante la respuesta de Freud, escrita dos días después: “Desde ya, usted tiene todas mis simpatías en su intención de labrar se un nuevo camino y, en lo posible, desearía darle una mano. Si mi gran amistad con el Dr. Fliess subsistiera, la vía estaría abierta, pe ro, desgraciadamente, ese camino está bloqueado por completo”6. Luego veremos que el destino, siempre irónico, quiso que Abra ham y Fliess estuviesen juntos para cerrar el último acto en la vida del “primer analista alemán”7. Abraham se interesaba por las psicosis. Después de su trabajo sobre la demencia precoz, presentado en el Congreso de Nuremberg, en 1911 escribe su primer gran trabajo teórico, “Notas sobre la inves tigación y el tratamiento psicoanalíticos de la locura maníaco-depre siva y estados afines”8. Puede considerarse que este ensayo fue el punto de partida de “Duelo y melancolía”. Este tema es retomado cuando Abraham comienza a esbozar un cronograma del desarrollo de la libido, tal como aparece en su artículo “Breve estudio del desa rrollo de la libido a la luz de los trastornos mentales”9. Ya antes de la guerra, Abraham había empezado a destacarse en tre los discípulos de la primera generación. La pieza clave era la clíni ca montada por él, Emst Simmel y Max Eitingon en 1920, financiada por este último. El plan de la policlínica surgió en 1918, en el Congre so de Budapest. En esa ocasión, Freud hizo un llamado que puede con siderarse utópico: “Algún día -d ice- la conciencia de la sociedad des pertará para recordar que los pobres tienen el mismo derecho a la asistencia social que a la asistencia quirúrgica salvadora, y que JaS neurosis amenazan tanto la salud del pueblo como la tuberculosis”1 • El policlínico berlinés y el Instituto a él asociado fueron la prime ra materialización de ese raro momento filantrópico de Freud. L a el nica era gratuita; la atendía la primera camada de “candidatos . Lsa asistencia a la población careciente, práctica en la que los j ó v e n e s a
cían sus primeras armas, tuvo un impacto más promocional que so cial: generó una imagen favorable del psicoanálisis en la opinión pú blica. Otto Fenichel, entonces analista debutante, haciendo un balan ce en ocasión del décimo aniversario del Instituto, informa que en esa década la clínica había atendido a cerca de dos mil consultantes, entre los cuales más de 700 habían sido derivados a psicoanalistas. Entre los casos tratados se consignaron 111 curas. Esa “filantropía” en reali dad demuestra la ineficacia del psicoanálisis como agente terapéutico social directo. ¡Ciento once curas en 10 años, 11 curas por año! El Instituto de Berlín estableció un programa de formación que, con pocas variantes, ha llegado hasta nuestros días, basado en tres requisitos: análisis personal, supervisión y seminarios teórico-prácticos centrados en el estudio de la obra de Freud. Estos requisitos en traron en vigor en el Instituto de Berlín a partir del Congreso de Bad Hombug en 1923. El análisis didáctico debía durar por lo menos un año. Berlín fue el punto de partida de analistas ingleses, húngaros, franceses, españoles y suecos que llevaron la palabra freudiana a sus países: Glover y Balint a Londres; Odier, analizado por Alexander, a París; Heinz Hartmann, analizado por Radó, a los Estados Unidos; el español Ángel Garma, oriundo de Bilbao, analizado por Reik, a Bue nos Aires. En esa época todos los caminos pasaban por Berlín, para refluir sobre el mundo entero. Berlín, que otrora había sido de Fliess, ahora era la ciudad de los dinámicos Abraham, Eitingon y Sachs. La segunda generación avan za y Freud siente que está envejeciendo: “El 8 de mayo de este año re pentinamente di un paso en dirección a la verdadera vejez. Desde en tonces el pensamiento de la muerte no me ha abandonado, y a veces tengo la impresión de que siete de mis órganos internos están compi tiendo entre sí por el honor de poner fin a mi vida. Nada justificó ese paso, salvo el hecho de que Oliver se despidió ese día al partir para Rumania. Todavía no sucumbí a esta hipocondría; la encaro fríamen te, tal como tejo las especulaciones de Más allá del principio de píacer”11. Carta extraña, si pensamos que fue escrita en 1921, esto es, an tes de la eclosión del cáncer. ¿Y por qué “siete órganos”? ¿Por qué siete? Para Freud, ese número era el primero de una serie antiquísima, y traía mala suerte. Punto que merece una digresión. En cierta opor tunidad, Abraham se había interesado por el número siete,12 y Freud le escribió: Pongo a su disposición una idea de mucho valor, sobre la cual no puedo emitir juicio dada mi ignorancia ... Mi idea se origina en una observación relativa a la historia de Asiria, de que 19 era también uno de ios números sospechosos, lo que se explica con referencia a la duración del mes, por la ecuación 30 + 19 = 49, o 173
sea 7 por 7. Pero 19 = 13 + 6, el comienzo de una cuarta serie de 6 1. Este sistema de seis sería, por consiguiente, preastronómico. Se debería investigar lo que se conoce sobre tal sistema, del cuai quedan muchos residuos aún hoy (docenas, gruesas, la división del círculo en 360 grados). Además, es notable que muchos núme ros primos surjan en esa serie: 1 7 13 19 25 es una excepción, pero viene seguido de 31 37 43 49, que es nuevamente 7 por 7 Con los números se pueden hacer las cosas más locas, por lo tan to, sea cauteloso. Suyo, cordialmente Freud13. Ya que hablamos de números, sería bueno preguntar qué sucedió ese 8 de mayo, además del viaje de Oliver a Rumania. Freud acababa de cumplir 65 años y, en el día de la carta a Abraham, también le es cribió a Jones: “El 6 de mayo Eitingon vino y me regaló un busto de bronce que conozco muy bien ..."14, un busto de él mismo. Los bustos de bronce -como las placas de mármol- hablan de muerte, y no es de extrañar que, en esa misma carta, Freud recuerde otra escultura, “la de Moisés, ese hijo ilegítimo"15 al que él estaba a punto de reconocer. Se puede decir que Berlín fue la cuna del psicoanálisis infantil, con la figura de Melanie Klein. También puede decirse que Abraham, junto con Freud, fue el abuelo de lo que en esa época se denominaba paidoanálisis. » Después de leer el caso de “Juanito”, Abraham comenzó a obser var a su hija Hilda con ojos de analista. Ella tenía poco más de dos años. El padre realizó un análisis regular y sistemático, a partir de los 6 años y medio, durante un par de meses, noviembre y diciembre de 1913.'Las sesiones consistían en paseos cotidianos. En la primera de ellas, el padre explica por qué proponía ese tratamiento en “[su] condición de médico". La niña le cuenta sus miedos: miedo a los mo nos, al fuego y, principalmente, a los gigantes. El padre, pensando en Juanito, le interpreta que no existen gigantes, y que ella temía a los hombres. En la segunda sesión, Hilda se niega a “pasear", y el padre anota: “Resistencia"16. El analista, como cuadraba al “padre de Mela nie Klein", analiza la transferencia negativa (“el hombre malo soy yo"). El tratamiento se interrumpe en diciembre a causa de una
*1. Los asirios contaban en grupos de 6 . 174
amigdalectomía. Hilda recuerda que su padre, en la época, “no habló de angustia de castración, tal vez por tratarse de una niña...”17. Además de este análisis casero, Abraham atendía niños en su clientela privada. En 1913 publicó Efectos psíquicos resultantes de la observación de las relaciones sexuales de los padres, sobre dos ca sos: una niña de 9 años y un niño de 12 años. Como señalan los Geissmann: “Parece ser que los analistas de esa época no encontra ban inconvenientes prácticos o teóricos en analizar niños"18. Aquí consignamos la experiencia de Jung y su hija Agathli y de Ferenczi con el pequeño Arpad. Los obstáculos aparecieron más tarde. A partir de 1920 el análisis infantil se problematiza, mejor dicho, se politiza. Alix Strachey la llama “Hug-Hell" (abraza infierno)15*. Comentando su libro, lo juzga “una montaña de sentimentalismo que en última instancia apunta a dominar a por lo menos un ser hu mano: su propio hijo [aquí se equivoca: se trata de Rolf, el sobrino]. Sinceramente, estimo que un libro de ese tipo puede hacer más mal que bien o les da a padres y profesores una nueva arma. Ahora que saben que los niños se masturban, tienen fantasías y cosas por el es tilo, quedan con el ojo más avizor para interferir"20. Melanie Klein, por su parte, la desprecia. En sus notas autobio gráficas tenemos la siguiente entrada: “La Dra. Hug-Hellmuth esta ba practicando análisis de niños en Viena en esa época, aunque de una manera muy limitada. Ella evitaba dar cualquier interpretación, aunque utilizaba material de juego y dibujos. Nunca pude tener una idea clara de lo que estaba haciendo... Hug-Hellmuth no analizaba niños menores de seis o siete años. Me parece que no es presunción mía decir que yo introduje el análisis de niños en Berlín”21. Angela Graf-Nold sugiere que Hug-Hellmuth fue elegida por Freud como representante del psicoanálisis infantil en razón de su desmedida fidelidad y de su “ortodoxia absoluta”22. Graf-Nold traza el perfil de una gran “repetidora", incapaz de pensamiento propio. Así pasó a la historia como replicante fiel y sin brillo, una caricatura de Anna Freud. Lo que es injusto. En 1991, Maclean y Rappen, discípulos de Roazen, publicaron una historia tauskiana, en la que Hug-Hellmuth es pintada con colo res más vivos23. Hermine Wilhelmina Ludovika Hug nació en 1871, en cuna trá gica, valga el término, para dar énfasis a la fatalidad que envolvió su vida y la de su hermanastra Antonia. Hijas de un militar (legíti ma una, bastarda la otra), pertenecían a una antigua familia de noules católicos. Antonia es el alter ego de Hermine, mejor dicho, su Mister Hyde. Hermine, cosa poco común en su condición y clase, traaJó desde joven como instructora calificada, siendo una de las J e e r a s mujeres que -primero como oyente- ingresó en la Univerti a Feminista, el tema de su tesis fue la figura carismáca ae Marie Curie. A partir de allí, dos acontecimientos cambiaron 175
vida”^
^ primero presagia la muerte; el segundo modifica
La muerte anunciada viene por el lado de su alter ego: Antonia queda embarazada de su amante casado. Ese niño será el tristemente célebre Rolf. El hecho que cambia su vida es el diván de Isidor Sadger. Ella inició su análisis en 1908; dos años después cambiaba de profesión, y se convertía en una de las primeras analistas. Hermine puede ser considerada el prototipo de analista de la se gunda generación. Su propio análisis duró más de dos años (mucho para la época), y ella tuvo que aguardar otros tres para que la admi tieran en la Sociedad Psicoanalítica de Viena; llegó en el momento del cisma como un refuerzo “freudiano”, ocupando el lugar de la lúci da Hilferding, que había renunciado junto con Adler. Asidua concu rrente a las sesiones de los miércoles, nunca dejaba de participar cuando se trataba de niños. Era estudiosa de la obra de Stanley Hall, y en una charla destacó el trabajo del pedagogo americano con los adolescentes. En esa ocasión, Freud señaló que “el juego le permite a la niña vivir sus pulsiones; de esa manera, jugando con muñecas, puede satisfacer diversas tendencias sexuales”25. Freud siempre tuvo el trabajo de Hug-Hellmuth en gran consi deración. Lo demuestran los dos ejemplos clínicos de ella que anexó a su trabajo “Un recuerdo de infancia en Poesía y verdad”, pequeño ensayo biográfico sobre un recuerdo encubridor de Goethe, que ha bía arrojado la loza por la ventana, acto que se atribuye a los celos por el nacimiento de un hermano. Y, lo que es aun más importante, Freud le confió a Ernst, hijo de Sophie, su primer nieto, que pasaría a la historia como el “niño del fort-da”. El orgulloso abuelo le dice a Abraham: “Mi nieto es un gran chico que siempre tiene una sonrisa encantadora cuando alguien le presta atención; es una criatura de cente y civilizada, lo que tiene gran valor en estos tiempos de vio lencia desenfrenada. Una educación estricta, llevada a cabo por una madre inteligente, esclarecida por Hug-Hellmuth, le hizo mucho bien”26. Y aquí está el quid de la cuestión. Lo que ella hacía ¿era o no era psicoanálisis? Melanie Klein diría, categóricamente, que no; el pastor Pfister diría que sí. ¿Qué llevó a Hug-Hellmuth a interesarse por el psicoanálisis de niños? Graf-Nold opina que la existencia de su sobrino Rolf fue la fuente central de su vocación, lo que puede ser exagerado27. Ella, co mo luego Anna Freud y tantas otras analistas no médicas, entró por la puerta de la pedagogía. Su sobrino constituía, naturalmente, un material de observación privilegiado. Rolf tenía cuatro años cuando comenzó su análisis. En 1912, Hug-Hellmuth publicó un artículo ti tulado “Análisis de un sueño de un niño de cinco años y medio”28, donde expuso su técnica: el material fálico y anal del sueño es consi derado, pero no interpretado. En ese primer artículo publicado, Her mine firmó agregando el “Hellmuth” a su apellido. Había elegido co176
mo seudónimo uno de los nombres de Rolf, que se llamaba Rudolf Otto Hellmuth Hug. No está bien elucidado el papel del juego en la técnica de HugHellmuth. En una monografía titulada “La vida psíquica del niño. Un estudio psicoanalítico”, publicada por Freud en Schriften zur angeivandten Seelenkunde en 191329, ella habla de la importancia de la *play-therapy” 2. Da la impresión de que Hermine usa el juego de ma nera piagetiana, y no como lugar de posibles interpretaciones. YoungBruehl concluye que después de la guerra, en el Congreso de La Ha ya, Hug-Hellmuth “retomó el trabajo de preguerra en el dominio de la lucoterapia. También informó a la Sociedad Psicoanalítica de Viena sobre sus sesiones de juego con niños. Pero fueron Melanie Klein y Anna Freud las que hicieron de esta técnica lúdica un verdadero acto psicoanalítico”30. Ella es una precursora y no una pionera. Los tiempos, hay que decirlo, no eran fáciles para una analista mujer, no médica, que hablaba de la sexualidad de los niños. A esta altura del recorrido de la Causa, a Freud se lo podía perdonar pero el renombrado William Stern, que antes había criticado el Libro de los sueños, pontifica: Parece que el caso de Juanito incitó a los alumnos de Freud a ir más lejos ... El psicoanálisis debería contentarse con desarrollar los aportes positivos a la psicología, que son las nociones de re presión, de abreacción, de desplazamiento de afectos, del papel de las pulsiones inconscientes, y no dejarse invadir por la mala hierba que puede asfixiarlo. De lo contrario, el psicoanálisis re trocedería a un nivel inferior al de la frenología y la quiromancia ... La teoría de la sexualidad infantil está construida sobre falsas bases analógicas ... Luego Stern pone a Hug-Hellmuth en la mira: ¿Por qué no analizar a un feto? H. Hug-Hellmuth no retrocede: frente a tamaña insensatez, hasta la risa fracasa. ¿Cuán grandes pueden ser los estragos que un educador se arriesga a provocar introduciendo con violencia una hipertrofia psicosexual en el al ma de un niño?31 Acto seguido, Stern presentó una protesta formal que fue firma da por más de treinta pedagogos, entre ellos cinco profesores de la Universidad de Breslau. Por la defensa, hubo otros “abajo firmantes”,
*2 Esta monografía fue traducida nada menos que por Putnam en el Psychoanalytic Quarterly, en 1918. Aquí Putnam acuñó el término play-therapy”. 177
organizados por Oskar Pfister. El pastor Claparéde y Sokolnicka con traatacaron de una manera “moderada”, en la medida en que ellos desaconsejaban la aplicación del psicoanálisis al niño normal, “ya que ello puede llevar al niño a una «des-inocentación»”32. Ellos acuñaron el término “paidoanaüsta”. La situación era tensa. Hug-Hellmuth luchó valientemente junto con Freud. Él, en esa época, estaba escribiendo su “Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico”, donde le rinde homenaje e in cluye su nombre en relación con los “hallazgos revolucionarios del psicoanálisis en la vida mental de las niños ...”33. La Haya será recordada como la cuna oficial del psicoanálisis de niños. Cuando Hug-Hellmuth sube al podio, cuatro congresales la es cuchan con interés: Anna Freud, Melanie Klein, Eugénie Sokolnicka y Oskar Pfister. Todos ellos, salvo Anna, habían publicado trabajos sobre el tema. Las palabras iniciales de la expositora marcan con claridad los lí mites de esta “paidoanaüsta”: “El análisis educativo y terapéutico no debe contentarse con liberar a los niños de sus sufrimientos; también debe proveerles valores morales, estéticos y sociales”34. Ella recomienda técnicas diferentes para cada edad: 1°) Antes de los 7 años valen las indicaciones proporcionadas por Freud en el caso de Juanito: consejos basados en una pedagogía psicoanalítica. 2°) De los 8 a los 14 años, un tratamiento análogo al del adulto, salvo que, a diferencia del adulto que padeció en el pasado, el niño es tá enfermo en ese presente, lo que significa que Hug-Hellmuth no to caba la transferencia. Por eso mismo, ella aclara que el éxito de la te rapia sólo puede ser parcial, para evitar “intimidarlo con un ataque brutal a sus pensamientos íntimos ... conturbando su alma en lugar de liberarla”35. 3o) De los 14 a los 18 años la situación es igual a la del análisis de adultos, excepto el uso de diván, ya que “la posición reclinada pue de liberar ansiedades extremadamente fuertes”36. Como se ve, Hermine estaba lejos de analizar fetos. No podía ser mayor el contraste con el trabajo que a continuación presentó Mela nie Klein, curiosamente, con el mismo título. Grosskurth, en su bio grafía de Klein, narra que ella intentó polemizar con Hug-Hellmuth, pero su rival eludió las preguntas37. Es difícil imaginar un diálogo en tre el huracán kleiniano y la tímida Hermine. El Congreso de La Haya también marcó la entrada de una nueva generación de analistas en la arena internacional: Melanie Klein, Anna Freud, Joan Riviére, Wilhelm Reich, Otto Fenichel, Helene Deutsch, Heinz Hartmann. El escenario de las próximas batallas psl' coanalíticas estaba montándose. Pero, en su momento, el Séptimo Congreso Internacional de Psicoanálisis fue un encuentro de reconci 178
liación. Los 120 congresales, entre miembros e invitados, asistieron a cuatro días de trabajo. “Era conmovedora esa reunión en la que los analistas de las naciones derrotadas, medio muertos de hambre, fue ron alimentados y festejados en almuerzos y banquetes opíparos por sus generosos anfitriones holandeses”.38 Para los analistas alemanes, austríacos y húngaros, el evento evocaba un mundo de abundancia ya casi olvidado. El propio Freud tenía poco dinero en el bolsillo. Cuando fue a un restaurante con su hija, él pidió á la caríe, en lugar del menú fijo: to tal, la cuenta fue mortífera. Freud declaró que “nunca iría a luchar á la caríe por los principios fundamentales del psicoanálisis ...”39, en una amarga ironía sobre el Tratado de Versalles. Él, con todo, estaba de mejor humor, recuperándose de la muerte de Sophie, esa víctima de la guerra. Después tenemos el éxito y el escándalo del Diario de una adoles cente, de Hug-Hellmuth, escrito en 1914, y que se convirtió en best-se ller al ser publicado en 1919. Los Geissmann afirman que “este tra bajo fue íntegramente patrocinado por Freud y la IPA”40. El prólogo de Freud, en forma de carta, es todo elogio: Carta a la Sra. Hermine von Hug-Hellmuth Este diario es una pequeña joya. Considero que nadie ha llegado tan lejos y con tanta lucidez y veracidad en los movimientos del alma que caracterizan, en los años prepuberales, el desarrollo de una adolescente ...41 Este diario cuenta las emociones de Rita entre los 11 y los 14 años. Describe el despertar de una muchacha con el estilo románti co de la época. La opinión unánime fue que el diario estaba muy bien escrito. “Esta encantadora joven tiene por añadidura el mérito, de confirmar las nociones freudianas sobre la sexualidad infantil”42. Lou Andreas-Salomé, Barbara Low, Stefan Zweig, Aichhorn, “dijeron a coro que era notable que una persona de esa edad descri biera tan bien su sexualidad”43. Cyril Burt, analista inglés, también se admira, pero levanta la perdiz: una adolescente jamás podría es cribir de esa manera. O sea que Rita era Hermine*3. Se trataba de un personaje ficticio, magistralmente producido, destinado a “ratifi car” las tesis freudianas. Rita, entonces, es una Hermine “adoctri nada”. La tabulación continuó hasta la muerte de Hermine, quien jura ba que Rita existió, que el manuscrito original había sido destruido. Afirmaba haber conocido bien a la autora, la cual, por desgracia, ha-
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bía muerto con apenas veinte años de edad. Además, “¡¡¿cómo dudar de la autenticidad de un diario prologado por el propio Freud?!!” Rita es una falsificación, del mismo modo que Rolf, como sobrino, fue un falso paciente. Aquí entramos, a mi modo de ver, en un campo minado. El tema tiene que ver con la ética. Existe en psicoanálisis la funesta tradición de desfigurar las fuentes del material clínico. El malestar ético comienza con los “Recuerdos encubridores”, donde Freud pone en boca de un paciente ficticio lo que significó la pérdida de ese paraíso llamado Freiberg; la práctica continúa en el trabajo “autobiográfico” de Anna Freud, después de haber pasado por los hi jos-pacientes de Melanie Klein. ¿Qué diferencia existe, me pregunto, entre el caso de Rita y la “invención de nombres” por Stekel? Ambas son ficciones, pero el re curso de Stekel pasó a la historia como una falsificación repudiable. En cambio, una analista como Helene Deutsch, ante lo hecho por Hug-Hellmuth, exclama: “¡Poco importan los datos! El libro es psico lógicamente verdadero, como lo demuestra el hecho de que pasó a ser un clásico entre los escritos psicoanalíticos”44. Deutsch confunde éxito con verdad. Hermine fue asesinada en setiembre de 1924 por su sobrino Rolf, de 18 años. Era directora del Centro de Orientación Infantil de Viena, lugar donde Anna Freud, bajo su supervisión, hizo sus primeras armas. El International Journal for Psychoanalysis dice lo siguiente en la nota necrológica: “Un grito agudo dio fin a una vida fructífera de serena investigadora, un poco demasiado modesta. El muchacho que aparece tantas veces en sus primeros trabajos, al cual estaba li gada por el destino tormentoso de ser su segunda madre, fue el asesi no. Ella temía este desenlace desde hace mucho y, deprimida, hace tiempo que había perdido su interés por la vida”45. El juicio de este caso tuvo fuerte impacto dentro y fuera de Viena, dentro y fuera del psicoanálisis de niños. Plato servido para la prensa sensacionalista. Lo que estaba en cuestión era el peligro de levantar la represión. Tan recientemente como en 1993, la revista Time alertó sobre la “problemática proliferación, particularmente en los Estados Unidos, de acusaciones de abuso sexual ... debido a la funesta acción del psicoanálisis”46. Abraham tuvo que esforzarse para impedir que las críticas dirigidas a Melanie Klein no pasaran a mayores. Como era de suponer, este caso fue agua para el molino de Wilhelm Stekel, que dio una conferencia sobre “El caso de Hug-Hellmuth y el análisis sil vestre”, en la que llegó a la siguiente conclusión: “Sólo el médico es ca paz de hacer un diagnóstico diferencial entre la parapatía y la paraló gica. El caso de Hug-Hellmuth debe hacernos tomar conciencia de peligro del análisis lego”47. La insinuación es pérfida. La vida y la muerte de Hug-Hellmuth se constituyen en un sínto ma del psicoanálisis. Hug-Hellmuth y Tausk son los grandes fantas mas de la Causa. Malditos, atormentados, nunca serán olvidados.
Mudando radicalmente el color de la lente, Phyllis Grosskurth nos informa que, “en la tarde del 21 de setiembre de 1921, los siete miembros del Comité Secreto se reunieron en el Hotel d’Angleterre, en Hildesheim, una antigua ciudad de la Baja Sajonia, al norte de los montes Harz”48. Este encuentro, que celebraba la llegada del otoño, fue coordina do por Abraham. No resultó fácil llegar al lugar del encuentro. Había tantas huelgas ferroviarias después de la guerra, que los Señores del Anillo tuvieron todo tipo de dificultades para converger en los montes Harz. Freud llegó de Hamburgo, donde había visitado a los huérfanos de Sophie. En la estación se encontró con Sachs y Eitingon. Ferenczi, con problemas de salud, acababa de visitar a Groddeck en Baden-Baden. Jones pasó por Holanda. Rank tomó el expreso de Viena. Abra ham llegó el día anterior desde Bremen, y cuidó los últimos detalles. El Hotel d’Angleterre estaba situado “en la cima de un laberinto de viejas callejuelas medievales”49. Excelente comida. Maitre políglo to, conocedor de vinos. El grupo, que no se encontraba desde ese con greso feliz de La Haya, pasó otro momento feliz confraternizando. Fueron días de paseos, picnics campestres y cenas opulentas. Al caer la tarde, el grupo se reunía para el trabajo científico. Los montes Harz, famosos por sus leyendas de brujas, eran el lu gar apropiado para disertar sobre cosas mágicas. Fue allí donde Freud habló de telepatía50. Ferenczi, de vuelta a Budapest, escribe: “Felicitaciones por el comienzo de un año de trabajo donde todos con seguimos energías renovadas. Días perfectos e inolvidables ... los montes Harz proporcionaron un nuevo ímpetu para el trabajo. Los re cuerdos agradables de esos días me ayudarán en las horas de depre sión y cansancio. Agradezco a todos por muchas ideas nuevas”51. Los miembros no sabían que en el banquete de despedida se cele braba el fin de una época. Los años venideros trajeron el fin del Co mité Secreto y de muchas cosas.
NOTAS 1. Phyllis Grosskurth, Melanie Klein, her World and her Work, 1 mund Freud and Karl Abraham, 190
PáR 3VMartin Grotjahn, “Karl Abraham, o história da psicanáhse através de seas senstein y Grotjahn, 1981, Río de Jaue'r°» 4. Carta de Freud a Abraham del . e j Ernst Freud, A Psychoanalytic Dialogue, t e Karl Abraham, 1907-1926, págs. 1-4 .
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^ ^ í ^ x a n d e r , Éi, 1907, Hilde Abraham y 0f Sigmund Freud and
5. Carta de Abraham a Freud del 6 de octubre de 1907, Hilde AJbraham y Ernst Freud, op. cit., pág. 8. 6. Carta de Freud a Abraham del 8 de octubre de 1907, ibíd., pág:. 9. 7. Carta de Freud a Abraham del 21 de junio de 1920, ibíd., pág. 312. 8. Karl Abraham, “Notas sobre as investigares e o tratamento ípsicanalítico da psicose maníaco-depressiva e estados afins”, Teoría psicanallítica da libido, 1970, Río de Janeiro, Escuta, págs. 4-32. 9. Karl Abraham, “Breve estudo do desenvolvimento da libido át luz das perturbares mentáis”, ibíd., págs. 81-159. 10. SE, XVII, pág. 167. 11. Carta de Freud a Ferenczi del 8 de mayo de 1921. 12. Carta de Abraham a Freud del 22 de agosto de 1924, Hilde Aibraham y Ernst Freud, op. cit., pág. 365. 13. Ibíd. 14. Carta de Freud a Jones del 8 de mayo de 1921, R. Andreew Paskauskas (comp.), The Complete Correspondence of Sigmund Freud cand Ernest Jones, 1908-1939, 1993. Londres, Harvard University Press, pág/. 422 15.Ibíd. 16. Hilda Abraham, Karl Abraham - La petite Hilda, 1976, Paríís, PUF, comp. por Dinora Pines. 17. Claudine Geissmann y Pierre Geissmann, Histoire de la psycchanalyse de Venfant, 1992, París, Fayard, pág. 42. 18. Ibíd., pág. 43. 19. A. Strachey, B-F, carta del 12 de enero de 1925, pág. 180. 20. A. Strachey, B-F, carta del 11 de febrero de 1925, págs. 200-11. 21. Phyllis Grosskurth, op. cit., pág. 93. 22. A. Graf-Nold, “Der Fall Hermine Hug-Hellmuth”, 1988, Munnich-Viena, Verlag International Psychanalyse, citado por Claudine Geissmannn y Pie rre Geissmann, op. cit., pág. 54. , 23. O. Maclean y U. Rappen, Hermine Hug-Hellmuth, 1991J., Nueva York, Routledge. 24. Claudine Geissmann y Pierre Geissmann, op. cit., pág. 51. 25. Reunión del 13 de mayo de 1913, Actas de la Sociedad Psicoaanalítica de Viena, org. por H. Nunberg y E. Federn, 1979, Buenos Aires, Núueva Vi sión, II, pág. 182. 26. Carta de Freud a Abraham del 24 de setiembre de 1914, A i Psychoanalytic Dialogue: the Letters of Sigmund Freud and Karl Abraharrm, 19071926, pág. 197. 27. A. Graf-Nold, ibíd., pág. 54. 28. Hermine Hug-Hellmuth, “Analyse eines Traumes eines Fünftfeinhalbjáhrigen”, Zentralblatt für Psychoanalyse und Psychotherapie, 1912,2, N° 2/3, págs. 122-7. 29. Hermine Hug-Hellmuth, “Aus dem Seelenleben des Kindde8^*1^6 psychoanalytische Studie”, Schriften zur angewandten Seelenkundfo> ’ Leipzig y Viena, Freud Edit. 30. Elisabeth Young-Bruehl, Anna Freud, a Biography, 1988, LLondres, Summit Books, pág. 146. . . 31. Texto leído en la reunión anual de la Sociedad Alemana de I ^s!ílUg tría, citado por Claudine Geissmann y Pierre Geissmann, op. cit., pág£8*” 32. Claudine Geissmann y Pierre Geissmann, op. cit., pág. 67. 33. SE, XIV, pág. 38.
34. Hermine von Hug-Hellmuth, “Á propos de la technique de l’analyse d’enfants”, 1921, en Psychiatrie de Venfant, 1975, págs. 191-210. 35. Claudine Geissmann y Pierre Geissmann, op. cit., pág. 76. 36. Ibíd. ^ 37. Phyllis Grosskurth, op. cit., pág. 91. 38. Peter Gay, Freud, urna vida para o nosso tempo, 1989, San Pablo, Companhia das Letras, pág. 361.
39. Elisabeth Young-Bruehl, op. cit., pág. 143. 40. Claudine Geissmann y Pierre Geissmann, op. cit., págs. 70-1.
41. SE, XIV, pág. 341.
42. Claudine Geissmann y Pierre Geissmann, op. cit., pág. 71.
43. Ibíd., pág. 72. 44. Citado por Susan Heenen-Wolff, en la reseña del libro Der Fall Her mine Hug-Hellmuth, Revue Internationale d'Histoire de la Psychanalyse,
1992,45. V, Josef pág. 645. K. Friedjung, “Hug-Hellmuth”, International Journal for Psychoanalysis, 1924. 46. “Is Freud dead?, Time, 29 de noviembre de 1993, pág. 31. 47. Artículo reproducido en el N° XXI, de Wiener Medizinische Wochenschrift, 1925.Grosskurth, O círculo secreto, 1992, Río de Janeiro, Imago, 48. Phyllis pág. 43. 49. Ibíd., pág. 44.
50. SE, XVIII, pág. 190.
51. Carta Circular del 11 de octubre de 1921, Archivo de la Universidad
de Columbia.
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CAPÍTULO 453 EL HERMANO AN IMAL Lou Andreas-Salomé, la Hechicera de iHainberg, la Señora de los Triángulos, ante la imposibilidad de hacer cde Freud su amante, eligió la figura de Víctor Tausk. Esto indica el litigar jerárquico de este ta lentoso analista de 34 años en el gallinero freudiano (con perdón por la analogía). Roazen nos cuenta que, en 19ii2, Lou lo había calificado como “el más destacado”1de los discípulos. Hombre encantador, rubio de ojos azulles, con físico de galán de cine alemán. Víctor nació en Eslovaquia q>n 1879, hijo de judíos no practicantes. El padre, Hermann Tausk, er*a considerado un periodis ta brillante, buen polemista, bohemio y mujjeriego. La madre, Emilie, es descrita por Paul Roazen como el “arquettipo de la madre judía masoquista ,2 capaz de aguantar a un marido ddesaforado, y con alas pro tectoras para los hijos. Hermann era un póésimo proveedor de un ho gar endeudado. ' Lazos fuertes unen a Víctor con su macdre y con la familia croata materna, de gente simple, probablemente ssefardí. Como hijo mayor, él encabezaba la rebelión a las andanzas p&atemas. Ya en la escuela se destacó por su retórica ágil y su don de li(iderazgo. Prototipo de diri gente estudiantil, politizado, romántico, coni Un libro de Nietzsche ba jo el brazo, pregonaba la metafísica de los ( desposeídos. Típico expo nente del militante radical balcánico, hoy enn día reactualizado. Como complemento de su oratoria, se destacaba eijn lenguas; aprendió croa ta, latín y griego. Quería estudiar m edicina, pero el dinero familiar sólo alcanzaba para abogacía. De allí que a 1los 20 años llegara a Viena para estudiar derecho; al año siguiente süe casó con Martha Frisch, a pesar de la oposición de la familia de la nowia. La Martha de Tausk, polo opuesto a la Martha de Freud3, era esSe tipo de joven marxista desgreñada, feminista, que declina depilarsee y rechaza los desodoran tes. Los dos se emulaban en celo revolucionnario. No es de extrañar, entonces, que él fuese a Sarajevo para finalizizar sus estudios. Después de recibido, comenzó a ejercer en provincia. . Fue un defensor nato de los pobres. Dicen que, cierta vez, asumió la i defensa de una joven is raelita que había matado a su hijo ilegítimqo. El fiscal pedía la pena de muerte, pero el joven abogado presentó uUn alegato tan elocuente, responsabilizando a una sociedad perversa, qque la rea fue absuelta • Una fecunda carrera le aguardaoa. En Idos siete años que duró e matrimonio tuvieron dos hijos en un climaa de relativa estabiliza 184
Pero Tausk no soporta la suave rampa de los pequeños éxitos de la burguesía5. Entonces, huye. El vínculo se disolvió en 1905, y al año siguiente Víctor se trasla dó a Berlín. En su soledad indigente surge una nueva fase creativa. Comienza a escribir, y pronto su talento aflora en múltiples direccio nes: poemas, piezas teatrales, canciones para acompañar con violín, dibujos al carbón. El talento sobra pero el dinero es escaso. En las cartas a Martha se observa la preocupación por ganar dinero para la familia. Su identidad de bohemio le procuraba una “cierta base para su aspiración de ser un genio universal”; una base corroída, según Diane Chauvelot, por un enorme y creciente “sentimiento de autocompasión; tal vez lo que siempre le faltó fue la dimensión del hu mor”6. Culpa y pena por él mismo: un par corrosivo. La pieza teatral Crepúsculo, escrita en 1905, presenta al héroe Wolfgang, de la misma edad que el autor, como una figura trágica en la mejor tradición wagneriana7. Encontramos en este misticismo ger mánico, mezclado con sangre eslava, su último fantasma: la fascina ción del desastre y la muerte; esto es, del goce masoquista8. Las ma nos de Wolfgang son las de un Midas fanático. Martha lo amó toda la vida; él la amó tanto que tuvo que abandonarla. Tausk adopta la pro posición perversa que reza: “Sólo amo a quien es libre, independiente de mí. Aquellos que dependen de mí me convierten en dependiente. Yo me vengo, y entonces me siento culpable”9. La fórmula es simple: No amo para no tener amo. La culpa es grande. El crédito se transforma en descrédito. Roazen nos cuenta que Víctor “vivía rodeado por una corte de admiradores, hombres y muje res, cuya creencia en los variados talentos de él no ayudaba en nada a aliviar su culpa”10. No es de extrañar que esa vida febril, de goce sin sosiego, de culpa no atemperada, terminara en una clínica donde fue internado en estado de agitación extrema y depresión ansiosa. Deses perado, exclama: “La vida no me moldeó, me aplastó. Soy un horrendo hombre impotente, mortalmente cansado y estoy harto de vivir”11. Chauvelot hace una pausa, en este momento “prefreudiano” de la vida de Tausk, para presentar su duda diagnóstica: ¿neurosis o per versión?12 Ella se inclina por la segunda opción. Creo, empero, que el diagnóstico no sería correcto si pensamos, con Pichón Riviére, que la depresión agitada no es un equivalente perverso. El interés que pro voca Tausk proviene precisamente de la incertidumbre diagnóstica, de la dificultad de rotular a esta figura misteriosa en su rico e inago table narcisismo. A este “hermano animal”, como lo denominará Lou Andreas-Salomé. En ese estado descubrió a Freud. Según su hermana menor, Vic°r. e escribió al Profesor respecto de un artículo. Freud responde uñándolo a ir a Viena y estudiar psicoanálisis. El croata acepta. bíaCf *r° sa^vac*orl3- Punto de mutación. El mentor que tanto le haaitado, estaba ahora al alcance de su mano. El hombre sin amo atl°ra ama. 185
En el otoño de 1908 Tausk se muda a Viena, para estudiar medi cina, ya pensando formarse como psicoanalista. Mientras estudiaba, el clan analítico le consiguió émpleo en un periódico vienés. Era la época de los miércoles; la solidaridad existía. Tuvo el apoyo personal de Freud. Además de derivarle pacientes, el Profesor lo ayudó direc tamente con préstamos. Veintiún años mayor, Freud pasó a ser un Breuer para Víctor. El intercambio caló hondo en los primeros tiem pos, en los que la escoba transferencial nueva barre bien. Así había sido con Stekel. El Profesor veía grandes cualidades en el talentoso croata. Éste, por su lado, hacía de algún modo el don de su persona. A diferencia de los otros analistas médicos de la segunda genera ción, Victor Tausk decidió especializarse en psiquiatría. Durante sus años de estudiante de medicina, su vida se polariza entre una activa participación en el círculo analítico y su contacto con Wagner-Jauregg"1, sucesor de Krafft-Ebing y capitán de la psiquiatría vienesa. En esa época escribió ‘'Sobre la psicología del delirio de acción de los alcoholistas”, “Una forma particular de los fantasmas obsesivos”, y luego, durante la guerra, “Contribución a la psicología del desertor”. Retomemos las andanzas de Lou Andreas-Salomé, Maestra en Trinidades, la Mujer de los Hombres. Ella era 18 años mayor que él. Fueron amantes a partir del verano de 1912. Todo estaba pronto para una nueva y compleja triangulación, tal vez la mayor de todas, si pensamos en la dimensión transferencial. ¿Cómo se armó este triángulo? Aunque ella privilegiase su binomio con Freud, la prudente reti cencia del Profesor la llevó al triángulo con Tausk, en el cual Freud ocupa el lugar paternal de Andreas. “El dispositivo provocaba frus traciones en Freud, aunque también le traía satisfacciones. Freud en vidiaba al amante Tausk, más joven, más viril y más robusto. Ya en esos tiempos el Profesor tenía los hombros encorvados de sabio. Cuando Freud encaraba fascinado la silla vacía de Lou, ella podría estar en ese momento en la cama del hermano animal. Por otro lado, si ella informaba a Freud sobre Tausk, era posible mantener bajo control a ese discípulo potencialmente subversivo.”14 Alguna vez Freud fantaseó con cortejar a Jeanne Charcot, y dijo que “la hija de un padre idealizado es irresistible”. Todo hace pensar que el croata había cautivado a Lou en parte por identificación con Freud, en el más literal estilo de la conquista edípica. La Hechicera de Hainberg era, al mismo tiempo, un trofeo para cualquier currícuio erótico. Este triángulo entre dos psicoanalistas y una histérica, o tal vez entre dos perversos y un psicoanalista, o mejor aún, entre ao^ Conquistadores y un triste galán de matiné, era un emblema en reino de la castración.
Oír a Tausk disertar sobre psicoanálisis daba la impresión de que, “más allá de la teoría freudiana clásica, existía un abordaje reve rente y amoroso de los descubrimientos esenciales de Freud ...”15. Lou se quejaba de que Tausk fuera “demasiado freudiano ...”16: O sea, el pecado de “papismo”. Pensaba que, para el propio bien de Tausk, la identificación con Freud no debía llegar a la mimetización. Estamos en 1913, la hora de los “barones desertores”, como los llama Paul Roazen. Al apoyar a Freud en su disputa con Adler, Tausk había demostrado un grado de astucia que la propia Lou consi deró excesiva e injusta17. No en vano Stekel cayó por su culpa. Y, fi nalmente, en el auge de la lucha pública de Freud con Jung, Tausk tronó contra la herejía junguiana18. “Experto y peligroso, ladra y tam bién muerde”19, dijo en alguna oportunidad Freud, según Lou An dreas-Salomé. En verdad, “Tausk tenía una boca agresiva; sus bellos dientes eran una parte notable de su rostro, especialmente cuando sonreía. Y en estas batallas verbales era siempre brillante”20. Lou percibía las líneas de tensión entre los dos hombres. La ca rrera meteórica de Tausk pasó a ser una preocupación. Binion comen ta que Ellen Delp, amiga íntima de Lou, pensaba que Tausk era “un genio de la estatura del propio Freud, y que cedía con lealtad en ra zón de los celos del maestro”21. Genio o no, su bagaje teórico era con siderable; había avanzado más que Freud en ciertas regiones de la metapsicología. Su trabajo “De la génesis del «aparato de influir» en la esquizofrenia” pasó a ser gran clásico.22 Según ese ensayo, el “apa rato de influir” es una representación simbólica de la imagen del cuerpo y de la imagen del pene. Tausk, antes que Rank, postuló una cuarta fantasía originaria (Urphantasie): el retorno al seno materno, que completa la tríada fantasmática del sujeto (la escena primaria, la seducción y la castración)’ 2. Concuerdo con Joel Birman en que el en sayo sobre la “máquina de influir”, publicado en 1919, fue verdadera mente pionero. En él, siguiendo su destino trágico de mimetización con Freud, Tausk “planteó la cuestión de la esquizofrenia valiéndose de conceptos que estaban entonces disponibles en el campo psicoanalítico de manera dispersa y asistemática, y que posteriormente se or denarían con el eje de la segunda tópica”23.
1. Premio Nobel en 1927 por la introducción de la malarioterapia en el arsenal psiquiátrico. Wagner-Jauregg fue un gran rival de Freud.
*2 . “Admitamos también que la proyección del cuerpo propio es una re petición patológica de un estadio psíquico en el que el individuo quiere des cubrir su cuerpo propio con la ayuda de la proyección ... De la misma manera>la proyección patológica resulta de una acumulación de libido narcisista, análoga a la libido primitiva, pero intempestiva, regresiva y residual; una li1 0 cuya característica es idéntica al narcisismo innato, es decir, que excluJ6 |D ^et° mundo exterior." [“Da génesis do «aparato de influencia»", en *lnnan (comp.) Tausk e o aparelho de influenciar na psicose, 1990, San 1 abl°* Es<*ta, pág. 64.)
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En efecto, Tausk sostiene que la formación del aparato de influir se desarrolla en tres fases: la primera consiste en una sensación de transformación corporal debida a una estasis libidinal; en la segunda, el sujeto siente extrañeza frente a sus “dejecta membra”\en la terce ra, el cuerpo “maquínico” es proyectado al exterior24**3. Ahora bien, en Freud el juego de la proyección y la introyección, como procesos psíquicos estructurantes del yo, recién aparece en Psicología de las masas y en El yo y el ello. En ese sentido, la influencia de Tausk so bre la nueva tópica freudiana fue sólo menor que la de Groddeck. Luego veremos que las máquinas y los aparatos deseantes se aplica ron macabramente bien a su destino. El croata, de manera casi parapsicológica, se anticipaba a las formulaciones del propio maestro. Un fragmento del diario de Lou Andreas-Salomé nos da una idea de la perturbación del Profesor: “Fui más temprano y caminé con Freud, que me esperaba en la calle. Es taba inquieto y durante la conferencia me pasó un billete: «¿Será que él ya lo sabe todo al respecto?»”25. El “camaleonismo” tauskiano estaba “en el núcleo de las dificul tades de Freud: su temor a que su discípulo le robara alguna de sus ideas también explica la posible utilidad de mantener a Tausk vigila do por Lou”26. Es probable que este papel de Mata Hari condimentase el erotismo de ella. En su Diario, Lou menciona una cena en Berggasse 19: “Antes, en la sala, [Freud] llevó la conversación hacia el tema de Tausk, y hablamos mucho al respecto; lo mismo sucedió más tarde en el consultorio, y ya era casi la una y media de la madrugada cuan do nos despedimos”*4. Como Lou dijo en su Diario: Existen en Tausk las contradicciones inconciliables entre lo que Freud llama animal de rapiña (que le sirve por lo menos para el lado práctico de la vida) y su excesiva sensibilidad, excesiva al punto de la autodisolución. Con todo, desde el principio me di cuenta de que esta lucha era lo que más me conmovía. La lucha de la criatura humana. Del hermano animal”27. Al finalizar la guerra, el hermano animal retoma a Viena. Ciu dad sumida en el caos económico, víctima de la pobreza, la pestilencia y el vuelo rasante de los buitres. Víctor, que ya tenía casi 40 años, volvió a vivir como un estudiante pobre, con una familia que mante-
ner. Varios de sus compañeros estaban en una situación similar, y el propio Freud, en un primer momento, también sufrió las penurias de la posguerra. En el Congreso de Budapest, en 1918, Hermán Nunberg propone por primera vez (después de Jung) que todos los futuros candidatos fuesen obligados a pasar por un análisis personal como requisito bá sico para ejercer como psicoanalistas. El propio Nunberg, cuatro años más joven que Tausk, había entrado en análisis con Paul Federn. Es ta propuesta jamás habría sido formulada sin la anuencia del propio Freud. Clásico globo de ensayo. Nunberg todavía no era el Nunberg que conocemos. Su moción fue rechazada, “porque Tausk y Rank se opusieron enérgicamente a ella”. Es probable que Freud todavía no estuviera convencido de la ne cesidad de un “análisis didáctico”, tal vez porque la idea original ha bía sido de Jung. A pesar de que en su vejez recomendó un reciclaje psicoanalítico cada cinco años, en aquellos tiempos se limitó a men cionar la conveniencia de una “purificación” analítica. Sólo en 1926, en el Congreso de Bad Hombug, la regla fue finalmente adoptada. Según Paul Roazen, la posición de Tausk ante la propuesta de Nunberg “pudo deberse al temor de que Freud no lo aceptara como paciente”28. Sea como fuere, de vuelta a Viena toma coraje y va a pe dirle hora. Su gran sueño. El tenía suficiente prestigio y bagaje teóri co para sentirse con derecho a un lugar. La respuesta del Profesor fue un rotundo no. Las consecuencias no tardaron en desbordar. Tausk le comentó el hecho a su hermana Jelka, y Freud justificó más tarde su actitud, diciéndole a Nunberg que Tausk era un “perro encadenado”. La metáfora animal continúa: Freud temía que Tausk le “ladrara”29. Cuando Ludwig Jekels, analista polaco, le preguntó por qué no anali zaba a Tausk, Freud contestó lacónicamente: “Me mataría”30. El ase sinato del padre de la horda continuaba flotando en el aire. Después del “no”, para complicar las cosas, Freud recomendó a Helene Deutsch, que a su vez estaba en análisis con él, como psicoa nalista didacta*5. La recomendación, lisonjera para Helene, constituía el peor insulto para Víctor. Esta joven psiquiatra era cinco años más joven que el croata, y colega suya en el hospital. Víctor fue su primer paciente*6. La propuesta de que se analizara con ella, mientras que
*3. Este tema fue continuado por CliíTord W. Scott en una serie de ar tículos, a partir de “The «body-scheme» in psychotherapy”, Br. J. Med. Psychol., XXII, págs. 130-50. *4. Lou Andreas-Salomé, The Freud Journal of Lou Andreas-Salomé, editado por Ernst Pfeiffer, 1964, Londres, Hogarth Press, póg. 97.
*5. Las derivaciones de Freud podían ser desastrosas, como en el caso del Hombre de los Lobos, remitido a Ruth Mack Brunswick, o el de Anna Freud, enviada a sí mismo... *6. Roazen enfatiza la inexperiencia clínica de Helene Deutsch, pero ella no era una Caperucita perdida en el bosque. Mujer de vanguardia, había asistido en 1910 al Congreso Internacional Socialista de Estocolmo, junto con su amante, el eminente líder socialista Hermán Lieberman; era además proiq^7oa C *e ^osa Luxemburgo (Helene Deutsch, Confrontations with Myself, 73’ Nueva York, Norton, pág. 99).
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ella a su vez se tendía en el diván de Freud, era doblemente grotesca, en la medida en que se reinstalaba el triángulo prefigurado con Lou. Por otra parte, conviene tener en cuenta que no era forzoso que el propio Tausk aceptara la ofensa, pero la aceptó. “¿Por qué?"31, se pregunta Paul Roazen. ¿No será que esa situación constituía una fuente particular de placer para él? ¿Qué perversión había detrás del nuevo triángulo? Considerando la inhibición de Freud frente al croa ta, bien podía tratarse de un caso de fobie-á-deux. Helene, en el diván de Freud, podía funcionar como puente entre fóbicos, como emisaria transferencial entre paranoicos y, también, como cadena para el can amarrado. El se tendía seis veces por semana en el diván de ella, sa biendo que ella estaría otras tantas en el diván del Profesor. Podía sentirse analizado de Freud por interpósita persona. A la recíproca, para Freud, Helene Deutsch reemplazaría a Lou como espía califica da. Tausk, vía Deutsch, entraba en el aparato de influir de Freud. En efecto, Roustang, con el estilo de Deleuze, habla del montaje de una “máquina maestro-discípulo” 32. “Por supuesto -observa Roustang-, no se sabe lo que Tausk le decía a Helene Deutsch, ni lo que Helene Deutsch le decía a Freud, aunque esto poco importa. Estamos en pre sencia de una especie de dispositivo del que sólo conocemos las posi ciones, posiciones relativas y ligazones que produjeron e hicieron fun cionar una máquina de triturar.”33 Dicho y hecho. El análisis de Tausk duró apenas tres meses. En sus sesiones, él hablaba casi exclusivamente de Freud. Cualesquiera que fuesen las dificultades más profundas, esto es, más antiguas, ellas se concentraban en ese objeto refractario llamado Sigmund Freud. No le tenía rabia, sólo lamentaba la actitud del Profesor. Pen saba, como Jung cinco años antes, que la razón de los conflictos y ten siones residía en dificultades del propio Freud. La complicada relación transferencial triangular era insosteni ble. Tausk sólo hablaba de Freud con Helene Deutsch, y ella sólo ha blaba de Tausk en su análisis con Freud. Esa situación llevó al Profe sor a formular el tercer ultimátum de su vida*7: o Helene Deutsch ponía fin a la terapia de Tausk, o ella misma no tendría más análisis con él. Helene Deutsch, desde luego, terminó con su paciente bomba. El juego maquínico estaba desmontado. Ante el fracaso de su análisis, Tausk tomó una nueva mujer: Hilde Loewi, concertista de piano y ex paciente, 17 años más joven que él. Paul Roazen sorprende al decir que “para un analista, casarse con una paciente era cometer el peor delito de su profesión. ... En la elección de una antigua paciente podemos vislumbrar su resenti miento cada vez mayor con Freud”34. No estoy de acuerdo: si casarse
con una ex paciente era señal de resentimiento, Freud habría estado rodeado por una pandilla de resentidos, comenzando por Ernest Jo nes, y siguiendo por Ferenczi, para no hablar de Glover. Tal vez lo que precipitó el suicidio de Victor Tausk fue exacta mente lo opuesto: una extraña incapacidad para odiar a Freud, para hacer uso de su lado de “animal de rapiña”. Decide matarse en la ma drugada del 3 de julio de 1919. Redacta un testamento con una larga lista de todo lo poco que posee. También escribe dos cartas, una para Hilde y otra para Freud, mientras toma Sliwowitz, la bebida nacional croata. Después se ata un cordón de cortina al cuello, lleva la pistola militar a su sien derecha y aprieta el gatillo. Era un hombre absolu tamente decidido a poner fin a su vida. Además de hacer volar por ios aires una parte de sus sesos, se ahorcó al caer'"8. Coincido con Birman en que “la mecánica del suicidio fue monta da por Tausk como una máquina lubrificada e infalible”35. El ritual del suicidio con su seguro de muerte doble, las cartas escritas, las deudas pagas, las recomendaciones a los testamentarios: todo teje un suicidio perfecto, y descarta cualquier idea de impulsividad. Lou Andreas-Salomé concluye que puede “imaginar que su muerte repre sentó una última y suprema satisfacción libidinal, o sea un acto com binado de violencia y de sufrimiento”36. La carta que recibió Freud, estaba en el centro de la ceremonia: Viena, 3 de julio de 1919 Querido Profesor, Cuide, por favor, de mi amada novia, la señorita Hilde Loewi (II Kornergasse 2), la mujer que más he querido en mi vida. Ella no le pedirá mucho, porque tiene en sí misma una gran capacidad para ser feliz, pero tiende a presentar síntomas compulsivos e identificaciones. Es noble, pura y buena, y darle buenos consejos gratifica. Le agradezco todo el bien que me hizo. Fue mucho y le dio signifi cado a los últimos diez años de mi vida. Su trabajo es genuino y grandioso; me despediré de esta vida sabiendo que fui testigo del triunfo de una de las mayores ideas de la humanidad. No tengo melancolía: mi suicidio es el hecho más sano y decente de mi fracasada vida. No acuso a nadie, no tengo resentimientos en mi corazón; sólo muero un poco antes de lo que ocurriría natu ralmente. Mis saludos a la Sociedad Psicoanalítica. Le deseo éxito de todo
*?• El primero había sido dirigido a Emmy von N.; el segundo, al Hom bre de los I»bos.
*8. En la época circuló el rumor infundado de que también se había cas trado.
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corazón. Agradezco a los que me ayudaron cuando lo necesité... Espero que usted tenga una larga vida, siempre saludable, fuerte y apto para el trabajo. Mis calurosos saludos. Su Tausk37 ¿Esta carta es sincera? Tal vez. C
*9. Eissler se vale de este argumento , para marcar la diferencia, por otra parte, obvia: Freud es un genio, Tausk ti
debemos agregar al Dr. Tausk"40. Así y todo, el suicidio se produjo el 3 de julio de 1919, una semana después de la firma del Tratado de Versalles. Cabe mencionar que esta nota necrológica fue la más larga de todas las dedicadas a sus discípulos: mayor que las de Abraham, Ferenczi y de la propia Lou Andreas-Salomé. Por debajo de esta de claración pública reactiva, el juicio de Freud sobre la muerte de Tausk fue lapidario: “Confieso que realmente no lo echo de menos; hace mucho tiempo que lo considero inútil y una amenaza para el fu turo"41. % Lou concuerda en parte con Freud. Ella también juzga que Tausk era una amenaza para la Causa, pero no puede comprender que “no lo eche de menos”. Eso, dijo ella, “me parece completamente incom prensible”42. Como lo señalan Roazen, Roustang y Birman, lo incomprensible en este episodio es el silencio de los historiadores. Max Schur, som brío expert en muertes, “ni siquiera consigue citar el nombre de Tausk”43. Jones omite el suicidio, o sea lo más significativo de esta vi da, la herencia de su muerte. Roazen escribió Hermano animal en 1969. Este libro, desparejo, tiene el mérito de iniciar una crítica a la visión ortodoxa del psicoanálisis. Gracias a Roazen, Tausk no quedó olvidado44. Tausk, en la hora del suicidio, se valió por última vez de una mu jer para llegar al Profesor: primero había sido Lou y después Helene; ahora le encomienda a Hilde. Freud-Hilde-Tausk: el tercer y postumo triángulo. En realidad, hubo un cuarto triángulo aprés-mort. No cabe duda de que Roazen hizo una identificación intensa con Tausk. Y dice lo si guiente: “Cuando inicié mi investigación (en los archivos de Jones], nada podía estar más lejos de mi pensamiento que el hecho de que la vida y la muerte de Victor Tausk habían sido escotomizadas. Su histo ria es la más interesante que yo haya encontrado"45. Pues bien, Roa zen, según mis informaciones, es un analizado de Helene Deutsch. Con Tausk-Helene-Roazen, entonces, culmina la saga triangular.
NOTAS 1. L. Andreas-Salomé, The Freud Journal of Lou Andreas-Salomé, Ernst Pfeiffer (comp.) 1964, Londres, Hogarth Press, pág. 44. 2. Paul Roazen, Irmáo animal, a historia de Freud e 7ausky 1973, San Pablo, Brasiliense, pág. 21. . T 3. Diane Chauvelot, “Tausk, su muerte como transmisión, Ormcar., , Pág. 127. 4. Paul Roazen, Freud y sus discípulos, 1974, Alianza, pág. 23. 5. Diane Chauvelot, ibíd., pág. 127. 6 Ibíd., pág. 124.
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7. P. Roazen, Irmáo animal, pág. 24. 8. Chauvelot, ibíd., pág. 126. 9. Carta a Martha del Io de marzo de 1906, citada por Roazen, op. cit pág. 26. 10. P. Roazen, Irmáo animal, pág. 25. 11. Carta a Martha del 29 de noviembre de 1907, citada por P. Roazen, en ibíd., pág. 31. 12. Chauvelot, ibíd., pág. 127. 13. P. Roazen, Irmáo animal, pág. 31. 14. Ibíd., págs. 62 y 46. 15. Freud Journal, pág. 51. 16. Ibíd. 17. Paul Roazen, Irmáo animal, págs. 62 y 49. 18. Ibíd., pág. 49. 19. Freud Journal, pág. 169. 20. Paul Roazen, Freud y sus discípulos, pág. 49. * 21. Binion, Frau Lou, pág. 401. 22. Joel Birman, Tausk e o aparelho de influenciar na psicosey 1990, San Pablo, Escuta, págs. 37-79. 23. Ibíd., pág. 108. 24. Ibíd., pág. 61. 25. Freud Journal, pág. 114. 26. Paul Roazen, Irmáo animal, pág. 52. 27. Freud Journal, págs. 167-8. 28. Paul Roazen, Irmáo animal, pág. 62. 29. Entrevista de Roazen a Nunberg, citada en Irmáo animal, pág. 63. 30. Ludwig Jekels, Early Psychoanalytical M eetings , Library of Congress, Bernfeld Papers, pág. 8. 31. Paul Roazen, Irmáo animal, pág. 70. 32. Fran^ois Roustang, Um destino táo funesto , 1987, Río de Janeiro, Taurus, pág. 128. 33. Ibíd., pág. 125. 34. Paul Roazen, Irmáo animal, pág. 105. 35. J. Birman, op. cit., pág. 21. 36. Ibíd., pág. 134. 37. Carta de Victor Tausk a Freud del 3 de julio de 1919, citada en Irmáo animal, págs. 118-9. 38. Ibíd., pág. 120. 39. Ibíd. 40. SE, XVII, pág. 273. 41. Carta de Freud a Lou Andreas-Salomé del Io de agosto de 1919, Freud-luou Andreas-Salomé, Correspondencia completa , 1972, Río de Janeiro, Imago, págs. 132-3. 42. Carta de Lou a Freud del 25 de agosto de 1919, ibíd., pág. 134. 43. F. Roustang, op. cit., pág. 120.4 5 44. Paul Roazen, “Un autre regard sur Victor Tausk”, Revue Internatio nale d'Histoire de la Psychanalyse, 1993, pág. 61. 45. Paul Roazen, Irmáo animal, pág. 14.
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CAPÍTULO 46 a n n a , l a m e l l iz a d e l p s ic o a n á l is is
En el año en que comienza el Siglo del Psicoanálisis, Freud se to ma tiempo para elegir el nombre de su futuro descendiente, y le pide permiso a Fliess para llamarlo Wilhelm en el caso de que fuese va rón1; se llamaría Anna si fuera mujer, en homenaje a la única hija de su querido profesor de hebreo, Samuel Hammerschlag. Aunque tam bién es probable que “Anna” venga de su hermana, la hermana difí cilmente olvidada que lo desplazó del lugar del Príncipe Goldener, aquella cuyo piano él desterró. 1894 fue el duro año de la abstinencia, después de la seria alarma cardíaca. Sin la droga mágica del tabaco las fuentes de inspiración se secaron, y “la libido hacía tiempo que estaba subyugada”. Así y todo, Martha Freud quedó grávida en una noche invernal de 1895. El bebé que Martha iba a “sumar” sería el sexto en ocho años; los últimos tres habían nacido en años consecutivos. En 1894 Freud se lamentó con Fliess de que Martha estuviera agotada; ella necesitaba descansar de la ruleta de esa preñez perpetua. Y nos enteramos de que la propia Anna Freud, en edad madura, solía decir que, de haberse inventado un método anticonceptivo simple y seguro, ella no estaría en este mundo. En efecto, Freud, después de felicitar a Fliess por su “inven ción” de uno de tales métodos, agrega: “Llega tarde para mí”2. La correspondencia con Fliess muestra que los últimos meses de embarazo fueron sufridos: ‘“Wilhelm’ o ‘Anna’ se estaba comportando muy mal”3. El parto fue difícil y demorado. A los dos meses, Freud envía a su amigo el Manuscrito K (un corto “cuento navideño”) y le informa que “Annerl está espléndida; Martha necesita un largo pe ríodo para recuperarse” L La historia de este nacimiento siempre fue contada desde el “otro lado”; esto es, desde el lado del atribulado padre y de la cansada ma dre, disimulándose la cruda realidad de que ella no fue una hija de-
*1. El nacimiento de Annerl (diminutivo de Anna) e s ^ m0 un^ e^ 1 videño. En la carta en que habla de “Wilhelm o Anna , reu a * , . ro que no haya problemas con mi hijo navideño (carta de fliess 31 de diciembre de 1895, Correspondencia Sigmund Freud- Wdhelm com p . por J. M. Masson, 1986, Río de Janeiro, Imago, pag. 149).------- ------195
seada. Aparentemente el padre habría preferido un varón, ya que es cribió que, “de ser un hijo, te hubiera mandado la noticia por telegra ma”4. La madre no amamantó al bebé como había hecho con los otros hijos -n o se sabe si no quiso, no pudo, o las dos cosas- y tampoco le buscó un ama de cría (lo que era común en la época). Anna tomaba mamaderas de leche Gertner. Por otra parte, en pleno puerperio Martha se fue de vacaciones sin sus hijos5. Pero, en compensación, Anna llegó con una “estrella en la frente”, y el padre se deleita: “El bebé, como nos gusta creer, trajo un aumento de mi clínica, duplican do las entradas”6. No faltaban mujeres en el hogar. Las hermanas Martha y Minna, las “dos Madres”,7 como las llamaba Freud, habían instaurado un prolongado reino dual doméstico. Pero ninguna de las dos tomó la ni ña a su cargo. Una tercera mujer, Josefina Chulez, una niñera espa ñola, cuidó de los tres menores y particularmente de Anna8. Sabemos que las dos madres eran bastante estrictas en la cuestión del control de esfínteres y, en general, creían en la educación que convierte a los niños en seres que se ven pero no se escuchan. Ellas no alzaban la bandera de la “liberación” psicoanalítica. La niñera, como buena española, fue la fidelidad en persona, y acompañó a Annerl durante toda la infancia. Cierta vez Martin le preguntó: “Si hubiera un incendio, Josefina, ¿a quién salvarías?”; la niñera respondió sin vacilar: “A Anna”9. Pronto se pudo comprobar que hablaba en serio. Una noche, cuando toda la familia dormía, en Berggasse 19 explotó una garrafa de gas y el estruendo sacudió el edificio. En la confusión reinante, Jo sefina corrió a la cuna de Anna y sólo fue a buscar a los otros después de haberla puesto fuera de peligro10. Una tarde, los niños jugaban en los parques de la Ringstrasse con la madre y la niñera. Annerl, que apenas caminaba, se perdió, y entró en pánico al perder de vista a Josefina. Muchos años después ése fue el tema central de un bonito ensayo titulado “On losing and being lost” (“Sobre el perder y estar perdido”)11. Es posible concluir que Josefina era más importante que la propia madre. En ese ensayo Anna comenta: Cuando los sentimientos parentales son ineficientes o ambivalen tes en exceso, o las emociones maternas están perturbadas tem porariamente, los niños se sienten perdidos y, de hecho, se pier den12.
ca nunca fue buena. Elisabeth Young-Bruehl cuenta que, antes del viaje del padre a los Estados Unidos, Anna sufrió una apendicectomía. Tenía doce años en esa época. “La operación salió a las mil ma ravillas”, le comunica el padre a Mathilde, la hija mayor15, pero las consecuencias no fueron tan maravillosas. La madre no le había ex plicado a su hija lo que le esperaba. Tomada de sorpresa, ella sólo percibió el engaño en la hora del bisturí. Furiosa, culpó exclusiva mente a su madre por lo sucedido. Annerl fue una criatura medio arisca, medio angelical y muy do tada. Sufría el complejo de patito feo. Impresionaba al padre con su parloteo, y podía ser “atractiva cuando estaba enojada”. Los celos fue ron su cruz. Sophie era la favorita de la madre, y probablemente tam bién del padre*2. Sólo dos años y ocho meses mayor que Anna, era una criatura coqueta, con “cintura de avispa” y el par de piernas que Freud adivinó en la Gradiva. Anna tenía piernas gruesas y pronto empezó a usar polleras largas. Ante esta competencia desigual, la hi ja menor supo ganar terreno, poco a poco, tal vez favorecida por su “espontánea insolencia”. El período más difícil llegó con la adolescen cia. Años de tedio y fantaseos de cenicienta frustrada, en un rarefacto ámbito masturbatorio16 de fantasías sadomasoquistas que su rival, Melanie Klein, describirá después vividamente. Podemos adivinar que, en los tiempos venideros, Melanie sería Sophie. A los 14 años recibió su primera lección de psicoanálisis dando un paseo con su padre. “¿Ves esas casas con sus fachadas adorables?”, le preguntó él retóricamente. “Detrás de esas fachadas las cosas no son necesariamente tan adorables. Lo mismo sucede con los seres hu manos”.17 Según Michael Burlingham, Anna siempre fue el “arquetipo de hija devota, leal en todo momento a Freud y a la causa psicoanalíti ca”18. El padre, empero, sólo la descubrió después del noviazgo de Sophie con el fotógrafo Max Halberstadt, en 1913, una fecha bastante tardía: Anna tenía 18 años. En ese entonces, Freud le escribió a Ferenczi que la “condición subjetiva” para su ensayo “El motivo de la elección del cofre” había sido la emergencia de Anna, su Cordelia19, la devota hija menor del Rey Lear20. Un año después ya se destacaba de modo inequívoco, y Freud la consideraba “la más talentosa y comple ta” de sus hijos, para finalmente llegar al poderoso pero un tanto sombrío elogio de llamarla “mi único hijo [verdadero]”21. Como recuerda Elisabeth Young-Bruehl, Anna Freud “nació en Viena en 1895, en el mismo año en que su padre consideró que había descubierto el sentido de los sueños, la clave de su creación, el psicoa-
En ocasión de los funerales de Josefina, Anna dijo: “Mi vieja Kinderfrau fue la relación más antigua y genuina de mi infancia”13. Sólo ella la hizo sentirse única. Concuerdo con los Geissmann en que tal vez aquí se encuentre la raíz de lo que luego describirá como “madre psicológica”14. Da la impresión de que la relación de Anna con su madre bioiog
*2. Freud estaba dividido entre Sophie y Mathilde. Conviene recordar el s u e ñ o d e H e lia , la sobrina americana de Freud; ésa fue la única vez que él a d m itió d e s e o s edípicos respecto de una hija -Mathilde en este caso.
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nálisis. Su nacimiento inaugura el Siglo del Psicoanálisis, pero desde el punto de vista de una niña «perdida» en el mundo, ella y el psicoa nálisis eran mellizos que competían por la atención del padre”22. Jung, pensando en términos de sincronicidad, repararía en el hecho de que Freud, en junio de 1895, hablando de las nuevas ideas para la futura Traumdeutung, le escribió a Fliess: “Sería como mandar un fe to de seis meses a un baile”23. Según mis cálculos, Annerl atravesaba el cuarto mes de vida intrauterina. Anna tenía casi 19 años en 1914, cuando despunta el romance en Londres. Anna y Jones, singular intermezzo. Tal vez una fantasía re gistrada en la autobiografía de Jones sirva como introducción. Cuan do aún no tenía 13 años, el joven Ernest adoraba patinar sobre la su perficie helada del río Towy. Cierta vez imaginó que “la más deliciosa experiencia del mundo sería bailar un vals sobre el hielo con una don cella vienesa, al son de música que llegara de una isla encantada”24. Pues bien, esa fantasía casi se realizó años más tarde, créase o no, en la casa del Barón Frankenstein, en la embajada austríaca en Lon dres. Allí conoció él a una bellísima joven austríaca que adoraba pati nar, pero que no sabía valsar.25 Anna partió para Londres un mes después del asesinato en Sara jevo, acompañada por Anna Hammerschlag. Ernest Jones, con su pinta de militar inglés, con la prepotencia de los petizos, la esperaba a la llegada del ferry con un ramo de flores26. Freud fue informado por la intrigante Loe Kann de que Jones in tentaría seducir a su hija27. El padre, alarmado, alerta a Anna: “Sé de muy buena fuente que el Dr. Jones tiene serias intenciones de cor tejarte. Se trata de la primera vez en tu vida y no pienso otorgarte la libertad de elección que tuvieron tus dos hermanas”28. Freud se apre sura a proteger a su “hijita”, como acostumbraba llamarla, y al día siguiente escribe otra carta, poniéndola en guardia frente a un hom bre que, a pesar de ser “amigo y colaborador muy valioso ... carece del tacto y la consideración más refinada” que Anna, una “mima la”, además de “muy joven y un tanto reservada”, debería esperar de un marido29. A la hora de Sarajevo, ella aún no tenía 19 años; Jones, con sus 35, casi la doblaba en edad. El preocupado padre, entonces, da una serie de consejos a su hija. En primer lugar “nuestro deseo es que no te cases antes de haber visto, aprendido y vivido un poco más”30. Por lo menos durante cinco años no debería pensar en el casamiento. Fi nalmente, Freud recordó su propia frustrante espera en el noviazgo con Martha Bemays. En la opinión del padre celoso, ese romance no podía prosperar. Pero la niña estaba en la cueva del Wolf. Quién sabe, y vale como flechita cupídica, si Freud no pensó tam bién en los tiempos de París, cuando él, entonces en el lugar de Jones, tuvo su fantasía Schnorrer con Jeanne, la rechoncha hija de Charcot. ¿Recuerdan este pensamiento?: “No hay nada más peligroso que cuando la joven se parece al hombre que se admira.”31 198
El padre protector no se contentó con eso. Cinco días después, reitera las instrucciones y monta una estrategia: no huir pero “mantenerse en una relación amigable", lo que, según Freud, era fá cil en la reprimida Inglaterra32. El mismo día le escribió “unas lí neas” al propio Jones, conforme informó prontamente a su hija. Esas “pocas líneas” constituyen -concuerdo con Peter Gay- un documento insólito: Tal vez usted no la conozca lo suficiente. Ella es la más dotada y perfecta de mis hijos y, además, tiene un carácter precioso, lleno de interés en aprender, ver cosas y llegar a comprender el mundo33. A continuación Freud se convierte en una figura, por lo menos, patéticamente paternal, a la moda antigua: Ella no pretende ser tratada como mujer, está aún muy lejos de cobijar anhelos sexuales ... Hay un entendimiento expreso entre yo y ella de que no piense en el casamiento o sus preliminares antes de que pasen dos o tres años. No creo que ella vaya a rom per este acuerdo34**3. Ese “acuerdo”, a la hora de la verdad, era imaginario: no pasaba de la prohibición que hemos citado. Éste fue, de hecho, un aviso no muy sutil a Jones de que dejase a su hija en paz35. Y ese aviso podía sonar como una amenaza para un hombre que, una década antes, ha bía tenido que abandonar Inglaterra acusado de paidofilia. Cuando Jones ejercía en el West End Hospital, en 1908, con sus 29 años, revisó a una niña de 10 años que padecía de una parálisis histérica. Jones narra en su autobiografía que ella “contó a otros ni ños que el doctor le había hablado de temas sexuales y eso llegó a oí dos de sus padres”. La noticia circuló por el hospital y Jones “fue obli gado a renunciar”, sospechado de paidófilo36. Creo que esta historia no está bien contada, pero el hecho es que Jones tuvo que abandonar Inglaterra. En Ontario, Canadá, una de las pacientes lo acusó de ha berla atacado sexualmente. Jones, en su defensa, le dijo a Putnam que esa mujer le había hecho “propuestas deshonestas”, pero a Put nam le pareció extraño que un hombre que se sentía inocente se hu biese dejado chantajear por 500 dólares. Volviendo a las márgenes del Támesis, pretender que una robus ta señorita de 18 años no tenía ningún sentimiento sexual era -como dice Peter Gay- “hablar como un burgués convencional que nunca ha bía leído a Freud”37. La respuesta del asediador añade una dimensión histórica:
*3. ¿Qué opinaría Dora de todo esto? 199
Querido Profesor Freud: Circula la noticia, tal vez falsa, de que Austria acaba de declarar la guerra, y por todas partes corren rumores de un Armagedón general ... En caso de necesidad, frente a una emergencia, desde ya me ofrezco a escoltarla de vuelta; por favor, no vacile en pedír melo38. Luego de esa introducción, digna de un Señor del Anillo, expone sin rodeos, de modo bien directo, lo que pensaba de la “advertencia” paterna: Ella tiene un bello carácter y ciertamente será una mujer admi rable en el futuro, si la represión sexual no la perjudica. Desde luego, está tremendamente ligada a usted y es uno de los raros casos en que el padre real corresponde a la imago paterna39. ¿Cómo terminó la aventura inglesa iniciada en vísperas de la Gran Guerra? Peter Gay nos asegura que Anna Freud “volvió incólume e in maculada”. De cualquier manera, queda la duda sobre hasta qué punto prevaleció en ese desenlace “la extrema fidelidad de Anna a la volun tad del padre, o el respeto de Jones al imperativo del Maestro”40. Mi flecha, en esta historia, iría por el lado de no confiar en ese saber “de muy buena fuente” del que habla Freud. Es probable que Loe Kann, amante conflictiva, inflase el simple deseo del discípulo de ser solícito con la hija del Maestro. El resto corre por cuenta de los aguzados celos del padre y de la “solteronicia” precoz e invicta de la hija. Acotemos que Jones, casi 40 años más tarde, le confesó a Anna Freud “que la había encontrado (y aún la encontraba) muy atractiva ... yo siempre la amé, de una manera muy honorable”41. Por su parte, Anna, en 1979, en un pasaje en el que la ironía se mezcla curiosamente con la nostalgia, escribe su recuerdo de aquel episodio, que había ocurrido sesenta y cinco años antes: Desdé luego, me sentí halagada e impresionada, aunque existiera la sospecha de que su interés estaba más volcado en mi padre qué en mí, circunstancia que no me era desconocida... De todos mo dos, él fue muy atento y se desvió considerablemente de su cami no para llevarme a lugares y mostrarme las bellezas de Inglate rra. Hubo un inolvidable viaje en bote por el río Támesis ...42 La devoción de Anna por su padre se remonta a los campos de frutillas de su infancia. Cuando muchacha, ella se sentaba del lado de afuera de la biblioteca del padre en Berggasse 19, durante las reu niones de los miércoles, “para escuchar el debate con las visitas • Inició el estudio precoz de los libros del padre a los 16 años, casi furti vamente: “No debe chocarte -escribió a la defensiva-; a fin de cuen200
tas ahora soy grande y no es de admirar que [tus libros] me intere sen”. Siguió leyendo y pidiendo explicaciones sobre términos técnicos como “transferencia”44; en 1916 asistió en primera fila a la segunda serie de conferencias introductorias sobre los sueños, en la Universi dad. Esas exposiciones didácticas contribuyeron a confirmar su na ciente deseo de ser analista. Al año siguiente, en las conferencias de su padre sobre la neurosis, vio entre los colegas de la platea a la figu ra rutilante de Helene Deutsch45, con su delantal blanco de médica como distintivo profesional. La imagen la impresionó, y volvió a su casa decidida a estudiar medicina para ser terapeuta. Freud apoyó calurosamente esa decisión, pero no le aconsejó que siguiera el “frus trante y tortuoso camino de la medicina”. Anna no fue el único aspi rante disuadido de ese rodeo46. Anna se formó como profesora; trabajó casi seis años en el Liceo Cottage, donde se destacó y llegó a ser Directora de segundo grado y asistente administrativa a los 23 años47. Fue una excelente profesora en los difíciles años de la guerra, y esta experiencia sin duda le re sultó de gran utilidad durante la Segunda Guerra Mundial en su Hampstead War Nursery. Cuando Anna finalmente comienza a ejercer, ella y su mellizo Psicoanálisis no son ya rivales, sino copresencias en el sentido en que Rank entiende “El doble”. Anna Freud, el deseo de ser analista. “Recientemente soñé que usted era un rey y yo una princesa, y la gente quería separarnos con intrigas políticas. No era agradable y fue [un sueño] muy perturbador.”48 El vínculo filial-transferencial mar chaba a todo trapo. Después Anna pasó a ser un miembro activo del círculo de su pa dre, una princesa en la corte psicoanalítica de Viena. Como tal, reci bió un talismán, y se convirtió en la segunda mujer, después de Lou, que tenía el anillo de los iniciados. Era de jade verde49. Invitada al Congreso Internacional de Budapest en 1918, no pudo asistir por sus obligaciones como profesora. Es decir que no hizo su debut internacio nal por falta de dinero. La posguerra era dura. Freud tenía pocos pa cientes. Dos años más tarde las finanzas mejoraron, y Anna acompa ñó a su orgulloso padre cuando los analistas se reunieron en La Haya. Durante años le confió a él sus sueños más interesantes, en gene ral pesadillas. Ella los analizaba y él, en ese circuito de supervisión, respondía con más interpretaciones. Anna analizaba sus propios lap sus de escritura. Estaba empapada, embebida de psicoanálisis, y era la primera en leer los manuscritos de Freud. Aprendiza voraz, envi diaba abiertamente a los que, como “la pequeña señorita Schott”’ 4, ya estaban analizando niños”50. Los niños eran su futuro.
de
*4. Ada Schott, como Melanie Klein, fue una analista de niños, amiga A lix Strachey, analizada por Ferenczi. 201
Los primeros “pacientes” de Anna fueron los hijos huérfanos de su hermana Sophie: Ernstl (el niño del “fort-da”) y Heinele. En 1920 pasó meses con ellos en Hamburgo, y en el verano en Aussee. Ernstl, ya con más de seis años, era su principal preocupación. Ella hacía que él le contase historias y discutiera las cosas de la vida y la muer te. “Esas conversaciones informativas -narra Peter Gay- le permitie ron interpretar el miedo del niño a la oscuridad como consecuencia de la amenaza materna de que si seguía «jugando con el miembro, que daría muy enfermo».”51 Ya vimos que la familia de Freud no se atenía a la pedagogía psicoanalítica. Primero fue la supervisión de los sueños de la hija. Luego, en 1918, el padre la toma en análisis. Acto irregular en extremo. Proba blemente la mayor transgresión en la vida de Freud, que nos pone ante un incesto fantástico o de una fantástica represión. Padre e hija sabían que estaban inmersos en una acción clandestina. Freud nunca se refirió a ese análisis en público, ni escribió notas que sobrevivie ran. Anna era casi igualmente discreta. Pero en 1919, después de un año de análisis, durante las vacaciones de verano en Baviera, retribu yó las confidencias de su amiga Margareth sobre su tratamiento mé dico52: “Yo le conté -le dice Anna al padre- que hago análisis con us ted”53. Naturalmente, Lou Andreas-Salomé conocía el secreto, así como Max Eitingon, pero no dejó de ser un top secret*5. La primera temporada de diván duró hasta fines de 1921. El análisis fue retomado en 1924. Como señala Peter Gay, “ella mante nía a su padre-analista provisto de sueños, junto con sus fantasías torturantes y las historias que se contaba a sí misma”54. Su “vida noc turna”, como ella la llamaba, acostumbraba ser escabrosa, a menudo terrorífica; Anna estaba muy lejos de aquella niña que alguna vez so ñó con campos de frutillas. “Ahora, casi siempre ocurre algo ruin en mis sueños, relacionado con matar, fusilar o morir.”55 El secreto era ineludible. Freud había sido taxativamente claro en sus recomendaciones a los novicios: “La resolución de la transfe rencia -una de las principales finalidades de nuestro tratamiento- se ve dificultada por una actitud íntima del médico, de modo que cual quier ventaja conseguida en el inicio se ve perjudicada al final. El médico debe ser opaco para el paciente y, como un espejo, no debe mostrar nada más que lo que le es mostrado ... El tratamiento tiene que ser conducido en abstinencia”56. Nada menos opaco, nada más ín timo, que un padre frente al amor de una hija devota. Tiene razón Roazen cuando señala que Freud, “hombre de genio, figura de por sí
*5. Roazen entrevistó a Kathia Levy y Oliver Freud, quienes informaron estar al tanto de la situación. Según Kathia Levy, el análisis había comenza do antes del Congreso de Budapest (Roazen, Freud y sus discípulosf pág* 462). 202
poderosa en la vida fantasmática de su hija, la fijó indisolublemente a su vida”57. ¿Qué significa tanta transgresión? Los biógrafos en general sua vizan la falta diciendo que, en esos años pioneros, las reglas eran más laxas. De hecho, lo eran: Jüng, en su fase freudiana, intentó analizar a su mujer; Max Graf “analizó” a su hijo; Abraham, lo mis mo; Melanie Klein lo hizo con los suyos; Anna Freud realizó terapia de apoyo con sus sobrinos, y Hug-Hellmuth analizó a su sobrino-ase sino Rolf. Sea como fuere, este análisis incestuoso nunca fue fácil; tampoco al ser retomado en 1924. La complicación pasó por la aparición de la figura de la muerte, presentificada en el cáncer de Freud. Él redujo sus pacientes a seis, pero en una carta a Lou Andreas-Salomé le dijo que había “asumido un séptimo análisis con sentimientos especiales: mi Anna, que es lo bastante insensata como para aferrarse a su viejo padre”. Y le gbre su corazón: “La pequeña me preocupa: ¿cómo va a enfrentar la vida sola?”58 El mismo miedo que tuvo él, poco después, con respecto a su madre. Freud reconocía en Anna “un extraordinario don para ser infeliz y, probablemente, sin talento suficiente para que esa infelicidad estimule una producción exitosa”59. No comprendo lo que Freud quiso decir con falta de talento. Pocos años más tarde opi nará de otro modo: “El único punto luminoso de mi vida se debe a los excelentes descubrimientos psicoanalíticos que está haciendo mi hija Anna”60. Ese “don para ser infeliz” se ponía de manifiesto en los dominios del Amor. En la cuenta de Lydia Flem, ella parece haberse enamora do de tres hombres próximos a su padre: Siegfried Bernfeld, Hans Lampl y el inefable y enigmático Max Eitingon; este último fue una pasión de guerra61. Élla misma confesó que el amor de su vida había sido su primo Edward Bernays. Eso hubiera sido un “incesto doble”62. Ellos eran, en efecto, hijos de Freud y Bernays al mismo tiempo. ¿Donde está la Diosa Libido? No parece visitar a esta hija solíci ta, con karma de solterona. El preocupado padre le preguntó un día a Kardmer -gran conocedor de las mujeres- por qué ella tenía tantas dificultades para escoger marido. “Bien, mire a su padre”, fue la res puesta; “se trata de un ideal con el cual pocos hombres pueden com petir; sería seguramente para ella una decepción unirse a un hombre inferior”63. Un Jones no es un Freud. Por algún tiempo, en el verano de 1924, el análisis estuvo a pun to de ser interrumpido, pero prosiguió. “Lo que usted dice sobre las oportunidades de Anna en la vida -le comenta Freud a Lou AndreasSalomé- es totalmente apropiado y confirma cabalmente mis temoros* Sabía que la constante dependencia de Anna con respecto a él, a; final, “era la prolongación inaceptable de una situación que deber a 8er S(^lo un estadio preparatorio”65. A pesar de las dificultades, Freud consideró que ese tratamiento e cua^r° años -mucho tiempo para la época- había sido exitoso. En 203
una de sus últimas cartas a Edoardo Weiss, ante la pregunta de si él, Weiss, podría analizar a su propio hijo, Freud le responde: “En cuan to al análisis de su promisorio hijo, se trata de un asunto delicado. Con un hermano menor sería más fácil; con mi propia hija salí bien; con un hijo, merece reflexión”66. Edoardo Weiss desistió. Freud llamaba a Anna “su Antígona”. Lo que nos lleva una vez más a las inquietantes brumas del daimon griego. El nombre subraya la identificación de Freud con Edipo, “un hombre extremadamente poderoso”, el descubridor osado de los secretos de la humanidad, el gran parricida. Además los hijos de él, concebidos por su madre, eran tanto hijos como hermanos suyos; o sea que su vínculo era doble, con Antígona en particular. Anna -la melliza del psicoanálisis- era por su lado la compañera valiente y leal de Freud. Así como Antígona, en Edipo en Colono, guía a su padre ciego de la mano, luego veremos que ella fue devota enfermera en el padecimiento final. Hablando de amor, cuando Jones leyó la “correspondencia amoro sa” de Freud y Martha, al preparar la biografía del Maestro, los dos lo impresionaron mucho, y le escribió a Anna Freud: ¡Qué padres tuvo usted! Ha heredado la profundidad de senti mientos de él, junto con la firmeza e integridad de ella. Ahora puedo comprender plenamente una observación de su padre en 1938, en Viena: “Anna es más fuerte que yo”67. Antígona-Anna tiene el “don de ser infeliz”. Disposición “psicasténica” que venía de lejos, de más allá del tiempo de los celos por Sophie. Ella fue siempre una joven soñadora y replegada, que urdía fan tasías en las tediosas clases de hebreo. En ninguna parte ese mundo fantástico aparece con más claridad que en el ensayo “Fantasías de flagelación y ensueños diurnos”68, su primer texto, leído en la Socie dad Psicoanalítica de Viena el 31 de mayo de 1922, presentado con premura para poder asistir al Congreso de Berlín de ese año. El caso clínico del artículo era ella misma, descrita como una paciente cuya historia estaba siendo reconstruida hasta la edad de quince años, y que “había sido analizada en profundidad”, pero sin que se menciona ra por quién. O sea que Anna, como su padre en “Recuerdos encubri dores”, expone su caso como si fuese el de otra persona69. La idea maestra de este ensayo se encuentra en el trabajo “Pe gan a un niño”70, publicado por Freud en 1919, donde se considera el papel del masoquismo en el origen de las perversiones. El análisis de las fantasías de flagelación revela una serie de transformaciones, di ferentes en el varón y en la mujer. En las niñas, en un primer tiempo tenemos “Pegan a un niño”; en un segundo tiempo, “Mi padre me pe ga”; el tercer tiempo incluye fantasías masturbatorias. El artículo de Anna, que surgió en largas discusiones con Lou Andreas-Salomé, postula que la intensificación del autoerotismo fi204
sico permite suponer que “lo que la niña muy pequeña hizo cons ciente, en el sentido libidinal, por primera vez, fue el dolor, gracias a su sensibilidad epidérmica”71. O sea que el amor y el dolor quedan íntimamente ligados, alianza ésta que se aplica perfectamente a su caso. En la preparación de este trabajo tomó cuerpo su amistad con Lou Andreas-Salomé. Se formó un nuevo triángulo, esta vez benigno. Lou rememora: A la noche, Anna y yo solíamos ir [al] escritorio [de Freud] para hablar de nuestro tema, que nos absorbía de manera inmediata e involuntaria... pasábamos las mañanas en el cuarto de Anna. Ella me envolvía en una maravillosa manta y se acurrucaba cer ca de la estufa. Después de cada sesión analítica, Freud entraba por algunos minutos y conversaba con nosotros, participando de nuestro trabajo ... Siempre lo encontraba en una disposición sere na. Y esa actitud de tranquilo bienestar me impresionó como una característica de toda la familia Freud72. El clima nostálgico de ese invierno de 1921 continúa. Confiden cias emitidas bajo la luz difusa de la lámpara con pantalla lila: Cuando me adormecía, lo que generalmente ocurría muy tarde, aún continuaba conversando con Freud en mis sueños ... cuando él salía de noche para una caminata, muchas veces el único mo mento en que salía, conversábamos de vez en cuando sobre asun tos bastante variados, y él frecuentemente analizaba a Viena, por así decirlo. Las calles bajo la nieve le recordaban el pasado más remoto de la ciudad73. No se sabe hasta qué punto Sigmund y Anna Freud usaron el material del análisis paterno-filial en los respectivos ensayos. El per fil de la quinta paciente incluida en “Pegan a un niño” hace pensar en Anna. Por otro lado, no quedan dudas de que la paciente de “Fanta sías de flagelación y ensueños diurnos” es la propia Anna, hasta “en los detalles mínimos”74. Ese ensayo nos brinda una clave para entrar en el fantástico mundo de Anna Freud. Las tres partes del trabajo presentan otras tantas fases de las fantasías de flagelación de la persona de la que se trata. La fantasía nace como un sustituto de una escena incestuosa con el padre, “que fue distorsionada por la represión, junto con una regresión al nivel anal-sádico”, donde se fija el fantaseo de ser azotada75. Estas fantasías culminaban en un acto masturbatorio. Los en sueños se iniciaron en el quinto o sexto año, antes del ingreso en la escuela. Luego fueron reemplazadas por “historias ejemplares”. Taes historias parecían no guardar ninguna relación con las fantasías e flagelación, aunque éstas a veces las interrumpían, razón por la 205
cual la “paciente” se castigaba renunciando temporariamente a ellas76. Las fantasías de flagelación y las historias ejemplares tenían una estructura similar: “En las fantasías -escribe Anna Freud- los protagonistas son un fuerte y un débil que se oponen formando la re lación adulto-niño. A eso se suma una transgresión, aunque sea tan vaga como los protagonistas. También encontramos una tensión y miedo en aumento. La diferencia decisiva se da en el desenlace: en la fantasía sobreviene el azote; en el ensueño, el perdón y la reconcilia ción”77. Siete años después de la fase de las “historias ejemplares” la jo ven comienza a redactar cuentos cortos, “logrando, finalmente, comu nicarse con los otros”. Y, de esa manera, en la última fase del proceso, ella cierra su mundo fantástico escribiendo “Fantasías de flagelación y ensueños diurnos”. Encontramos la clave de esta plusvalía sublimatoria en un pasaje de “Pegan a un niño”: Sabemos que este tipo de perversión Isadomasoquista] infantil no persiste para siempre; posteriormente puede ser sometida a re presión, ser sustituida por una formación reactiva, o transfor marse por sublimación ...78 Como lo señala Elisabeth Young-Bruehl, “el ensayo de Anna Freud es, al mismo tiempo, un estudio sobre la sublimación y un acto de sublimación”79. De hecho, “Fantasías de flagelación y ensueños diurnos” es, de lejos, en toda su obra, el texto donde la fantasía fluye más libremente80. Tanto Freud como su hija fijan el origen de las fantasías edípicas de flagelación en el “deseo erótico” del niño por el padre: “Todas las pulsiones sexuales estaban concentradas en su primera elección de objeto amoroso: el padre”81. Aquí la madre no tiene lugar. En el ensa yo de Anna Freud, Frau Freud ni siquiera cuenta. Madre e hija, em pero, tienen como vimos una larga y ambivalente historia, que tal vez comienza con el pecho que no fue dado, con los lumpfs rigurosamente controlados, con la preferencia de la madre por la rival Sophie, con el engaño de la apendicectomía, y así sucesivamente. “Mi hija Anna -informó el orgulloso padre al viejo pretendiente Jones- presentó una buena conferencia el último miércoles.”*2 Dos semanas después, habiendo cumplido con la obligación formal, ella pasó a ser miembro pleno de la Sociedad. Una vez aceptada, su repu tación en el círculo íntimo del padre creció rápidamente. En 192o Binswanger le observó a Freud que el estilo de su hija ya no se distin guía del suyo. A fines de 1924, nos cuenta Peter Gay, “Abraham, tingon y Sachs escribieron desde Berlín para sugerir que ella *ueH incorporada al círculo íntimo; «no debía simplemente trabajar co la secretaria de su padre», cosa que hacía desde años antes, sino p'
ticipar de las deliberaciones y, ocasionalmente, de las reuniones del grupo”83. Posteriormente, en 1936, cuando puso en las manos de Freud, como presente por su octogésimo cumpleaños, el libro que aca baba de escribir, El yo y los mecanismos de defensa84>se convirtió en la heredera del mellizo, el psicoanálisis se encarnó en ella. Luego ve remos que esta encarnación tuvo una nueva gemela antitética: Melanie Klein. Freud sentía la vida social de Anna, su dificultad para “sacar su libido del escondite en que se había metido”85, como una fuente de preocupación. El problema: la ausencia de hombres. Salvo el flemáti co asedio de Ernest Jones y una atormentada aventura con Max Eitingon, ningún otro candidato apareció en el horizonte sentimental de esa joven demasiado “ejemplar”. Ella sólo tenía ojos para su padre. “No puede por cierto imaginar cuánto pienso continuamente en us ted”, le escribió en 1920. Hija solícita, cuidaba de la digestión paterna con el capricho de una yiddishe mame; mejor aún, de una esposa asquenazí de pura cepa.
NOTAS
1. C a r t a d e F r e u d a F lie s s d e l 2 0 d e o c t u b r e d e 1 8 9 5 , Correspondencia Sigmund Freud-Wilhelm Fliess , c o m p . p o r J . M . M a s s o n , 1 9 8 6 , R ío d e J a n e i
ro, Im a g o , 2. 3. 4. 5.
pág. 147. C a r t a d e F r e u d a F lie s s d e l 2 5 d e m a y o d e 1 8 9 5 , ib íd ., p á g . 130. C a r t a d e F r e u d a F lie s s d e l 3 1 d e o c t u b r e d e 1 8 9 5 , ib íd ., p á g . 149. C a r t a d e F r e u d a F lie s s d e l 3 d e d ic ie m b r e d e 1 8 9 5 , ib íd ., p á g . 1 5 4 . J a n e t S a y e r s , Máes da psicanálise , 1 9 9 1 , R ío d e J a n e ir o , Z a h a r , p á g .
142.
6. Carta de Freud a Fliess del 8 de diciembre de 1895, Correspondencia Sigmund Freud-Wilhelm Fliess, pág. 155. Rin o ra n hv 1988 7. Citado por Elisabeth Young-Bruehl, Anna Freud, a Bwgraphy, Londres, Summit Books, pág. 32. i “ p r e S Sigmund Freud, mi pudre, Hormé. Buenos Aires, pie. 37. 10. Elisabeth Young-Bruehl, op. cit., pag. 33. 11. Anna Freud, Writings, IV, pág. 371. \ l C ^ d f A n n a Freud a Eitingon del 22 de junio de 1925, citada por Elisabeth Young-Bruehl, op. cit.> pág. 35. . , n*»rhn. 14. Claudine Geissmann y Pierre Geissmann, Histoire de la psycha nalyse de l’enfant, 1992, París, Bayard, pág. 97. 15. Carta de Freud a Mathilde del 26 de marzo de 1908, citada por Eli sabeth Young-Bruehl, op. cit.ypág. 54. 16. Ibíd., pág. 53. 17. Ibíd., pág. 52. 207
206
18. Michael John Burlingham, The Last Tiffany, 1989, Nueva York, Atheneum, pág. 159. 19. Carta de Freud a Ferenczi del 23 de junio de 1912, Sigmund FreudSandor Ferenczi, Correspondance, 1992, París, Calman-Levy, pág. 407. 20. Uwe Henrik Peters, Anna Freud, a Life Dedicated to Children, 1985, Nueva York, Schoben Books, pág. 17. 21. En Erik Erikson: “Tributo a Anna Freud”, Bulletin of the Hampstead Clinic, 1983, vol. 6, pág. 52. 22. Elisabeth Young-Bruehl, op. cit., pág. 15. 23. Carta de Freud a Fliess del 12 de junio de 1895, Correspondencia Sigmund Freud Wilhelm Fliess, pág. 132. 24. E. Jones, Frce Associations, Memories of a Psychoanalyst, 1959, Nueva York, Basic Books, pág. 46. 25. Ibíd., pág. 46-7. 26. Elisabeth Young-Bruehl, op. cit., pág. 66. 27. Carta de Loe Kann a Freud del 13 de agosto de 1914, citada por Eli sabeth Young-Bruehl, op. cit., pág. 66. 28. Carta de Freud a Anna Freud del 16 de julio de 1914, citada por Eli sabeth Young-Bruehl, op. cit., pág. 67. 29. Carta de Freud a Anna Freud del 17 de julio de 1914, Colección Freud, citada por Peter Gay, Freud, urna vida para o nosso tempo, 1989, San Pablo, Companhia das Letras, pág. 396. 30. Ibíd. 31. Carta de Freud a Martha del 20 de enero de 1895, Sigmund Freud. Correspondencia de amor, 1981, Río de Janeiro, Imago, pág. 235. 32. Carta de Freud a Anna Freud del 24 de julio de 1914. 33. Carta de Freud a Jones del 22 de julio de 1914, The Complete Correspondence of Sigmund Freud and Ernest Jones, 1908-1939, 1993, Lon dres, Harvard University Press, pág. 294. 34.Ibíd. 35. Peter Gay, op. cit., pág. 397. 36. E. Jones, op. cit., pág. 151. 37. Peter Gay, op. cit., pág. 396. 38. Carta de Jones a Freud del 27 de julio de 1914, The Complete Correspondence of Sigmund Freud and Ernest Jones, 1908-1939, pág. 295. 39. Ibíd. 40. Peter Gay, op. cit., pág. 397. 41. ('arta de Jones a Anna Freud del 5 de julio de 1953, citado por Eli sabeth Young-Bruehl, op. cit., pág. 68. 42. Anna Freud, Writings, VIII, Elisabeth Young-Bruehl, op. cit., pág.
66 .
43. Citado por Joseph Goldstein en carta del 2 de octubre de 1975, en “Anna Freud in Law”, The Psychoanalytic Study of the Child, 1982, XXXIX, pág. 9. 44. Carta de Anna Freud a Freud del 30 de junio de 1915, citada por Peter Gay, op. cit., pág. 397. ^ 45. Ibíd., pág. 398. K -x 46. Según el relato del Dr. J. Katz a Peter Gay, op. cit., pág. 398. 47. Elisabeth Young-Bruehl, op. cit., pág. 76. 48. Carta de Anna Freud a Freud del 6 de agosto de 1915, citada por Peter Gay, op. cit., pág. 401. ""¡I 208
49. Michael John Burlingham, op. cit., pág. 192. 50. Elisabeth Young-Bruehl, op. cit., pág. 160. 51. P. Gay, op. cit., pág. 398. 52. Ibíd., pág. 401. ^ 53. Carta de Anna Freud del 24 de julio de 1916, Colección Freud, cita da por Peter Gay, op. cit., pág. 401. 54. Ibíd., pág. 401. 55. Michael John Burlingham, op. cit., pág. 81. 56. SE, XII, pág. 165. 57. P. Roazen, Freud y sus discípulos, pág. 464. 58. Carta censurada de Freud a Lou del 13 de mayo de 1924, Colección Freud, citada por Gay, op. cit., pág. 402. 5 9 .Ibíd.• 60. Carta de Freud a Arnold Zweig del 13 de febrero de 1935, The Letters o f Sigmund Freud and Arnold Zweig, 1970, Nueva York, New York Uni versity Press, págs. 101-2. 61. L. Flem, A vida cotidiana de Freud e seus pacientes, Río de Janeiro, L&PM, pág. 139. 62. Ibíd., pág. 139. i 63. A. Kardiner, Mon analyse avec Freud, 1978, París, pág. 115. 64. Carta de Freud a Lou del 11 de agosto de 1924. 65. Carta de Freud a Lou Andreas-Salomé del 10 de agosto de 1924, ci tada por Peter Gay, op. cit., pág. 402. 66. Carta de Freud a Edoardo Weiss del Io de noviembre de 1935, Co rrespondencia Sigmund Freud-Edoardo Weiss, 1979, Barcelona, Gedisa, pág. 103. 67. Carta de Jones a Anna Freud del 26 de octubre de 1952, citada en Young-Bruehl, op. cit., pág. 233. 68. A. Freud, Writings, I, págs. 138-59. 69. La joven del ensayo no podía ser paciente suya: Anna Freud comen zó a ejercer después del Congreso de Berlín. 70. SE, XVII, págs. 178-204. 71. A. Freud, Writings, I, pág. 151. 7 2 .Ibíd. 73. Lou Andreas-Salomé, The Freud Journal, 1964, Nueva York, Basic Books, citado en Freud-Lou Andreas-Salomé, Correspondencia, 1972, Río de Janeiro, Imago, pág. 195. 74. Elisabeth Young-Bruehl, op. cit., pág 104. 75. A. Freud, “Beating fantasies and daydreams”, A. Freud, Writings, I,
pág. 148. 76. Ibíd., pág. 150. 77. Ibíd., pág. 149. 78. SE, XVII, págs. 181-2. 79. Elisabeth Young-Bruehl, op. cit., pág. 107. 80. Comentario de Ruth Fox, citado en Phyllis Grosskurth, Melanie Klein, her World and her Work, 1987, Cambridge, Harvard Univ. Press, pág.
164. 81. A. Freud, Writings, I, pág. 152. 82. Carta de Freud a Jones del 4 de junio de 1922, The Complete Correspondence o f Sigmund Freud and Ernest Jones, 1908-1939, pág. 467. 83. Peter Gay, op. cit., pág. 399. 209
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C A P ÍT U L O 47 EL H O M BRE DE LOS LO B O S
El historial del Hombre de los Lobos cierra, políticamente ha blando, una trilogía con el Hombre de las Ratas y el Leonardo y, clí nicamente hablando, la tetralogía con Dora, el Hombre de las Ratas y Juanito. Textos polémicos y polivalentes, textos clínicos, preten dían ser contribuciones prácticas y teóricas, pero también fueron fin tas, lances y escaramuzas en la lucha de Freud contra los disidentes, Jung en particular. Esto salta a la vista en la primera página del Hombre de Ids Lobos, que habla de la necesidad de combatir las “reinterpretaciones distorsionadas” (Umdeutungen) de Jung y Adler1. El propio título “De la historia de una neurosis infantil'’ levanta una bandera contra Jung, al realzar la sexualidad infantil en vez de optar por la condición prácticamente psicótica de ese ruso de 23 años que fue a consultarlo en febrero de 1910. La riña estaba sin duda presente, pero creo que la preocupación principal de Freud era conti nuar la investigación, iniciada con el Hombre de las Ratas, sobre el “dialecto” del obsesivo. Esto es, el lenguaje íntimo de la neurosis de la duda. “De la historia de una neurosis infantil” es, como lo señala James Strachey, “el más importante de todos los historiales clínicos”2. El ca so Dora es más poético e intimista. El Hombre de las Ratas, posible gran rival, es más provisional en su mensaje teórico. Juanito no inno va; es valioso por las puertas terapéuticas que abre. El Hombre-Lobo, en cambio, además de completar teóricamente lo dicho acerca del Hombre-Rata, está hecho de la materia prima de los mitos. Yo, empe ro, cuestiono que el Wolfmann haya sido el paciente favorito de Freud, aunque tenga que admitir que este paciente, Sergei Petrov, llega a nuestros días con títulos para ser considerado el caso más fa moso de todos. Él mismo se presenta de este modo: Soy un emigrante ruso de 83 años y fui uno de los primeros pa cientes de Freud: el conocido como Hombre de los Lobos. Y aquí estoy, sentado, dispuesto a escribir mis recuerdos infantiles3. |
“Cuando Sergei Petrov, un joven aristócrata ruso, rico y de buena presencia, consultó a Freud, estaba en un estado psicológico lamenta.e>parecía más que neurótico ...”4 Sergei, hombre del siglo pasado, viajaba en gran estilo con su médico particular, y pasaba de trata-
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miento a tratamiento, de psiquiatra a neurólogo, de ciudad a hospi tal, en un peregrinaje manicomial que buscaba sosiego para su alma atormentada. Comenzó con un hipnólogo en Leningrado, siguió con un psicoanalista novato de Odessa y circuló después por las infruc tuosas pero eminentes manos de Theodor Ziehen. Si Sartre hubiese escrito el guión para una película sobre el Hombre de los Lobos (lo que no hubiera sido una mala idea), sin duda habría iniciado la acción con la llegada de Sergei a la Clínica de Kraepelin en Munich. Primera toma: un baile de máscaras en el hospital, la misma noche de su admisión. Es tiempo de Carnaval. En la decora da sala de fiestas del nosocomio, Sergei Petrov, disfrazado de príncipe ruso, o sea de sí mismo, ve por primera vez a Teresa, una cautivante odalisca. Ella será su esposa por más de veinte años. “Esa mujer me fascinó de tal manera que yo me preguntaba cómo era posible que esa aparición, salida de Las mil y una noches, estuviese empleada en un sanatorio de Baviera.”5 Cierto, la vida es así. Tal vez fue esta exótica relación amorosa la que llevó a Kraepelin al error de diagnóstico. De hecho, la bella enfermera fue la res ponsable de los períodos de negra depresión y profunda euforia del aristócrata ruso. Kraepelin creía que el paciente padecía una psicosis maníaco-depresiva. Sergei cuenta en sus memorias: “El profesor Kraepelin, mundialmente conocido, tuvo la honestidad de confesar su error”6. Para Kraepelin la verdadera enfermedad mental no se define por síntomas clínicos, variables y cambiantes, sino por la evolución del proceso, que obedece a leyes específicas. Entonces, como lo observa Postel, esta psiquiatría volcada a la evolución no necesita escuchar al paciente7. Para Kraepelin, “la ignorancia de la lengua del paciente proporcionaba una excelente condición de observación”8. En ese senti do, Freud y Kraepelin son agua y vino. Ziehen, jefe de Psiquiatría del renombrado Hospital de la Chan té, de Berlín, había pasado de simpatizante a detractor del psicoaná lisis. Recuérdese que Ziehen, como editor, era el depositario de ese huevo de cuclillo que fue el Caso Dora. Kraepelin, el padre de la noso grafía psiquiátrica moderna, en gran medida ignoraba a Freud, cuan do no lo difamaba. Para el “psiquiatra” Freud, el Hombre de los LoboS era un desafío curricular. Tres suicidios marcaron la vida de Sergei Petrov: el de su herma na Anna en 1906, el de su padre en 1908, y el de Teresa, su mujer, en 1938. La muerte de la hermana, dos años mayor que él, lo llevó a ese sanatorio de Bavaria. Freud, por su parte, supuso que una blenorra gia contraída a los 18 años era la responsable. Tal vez ambas noxas participaron si pensamos en la noción herbartiana de “resonancia so mática”. Es precisamente la ausencia de sentimientos ante la muerte de su hermana lo que más llama la atención en la descompensación del paciente. El análisis comienza tormentoso, lo que lleva a Freud a com entar 212
con Ferenczi: “Me confesó las siguientes transferencias: «judío tram poso, él querría romperme el culo y cagarme en la cabeza»”9. Estas declaraciones se asemejan a las “transferencias repugnantes” del Hombre de las Ratas10. Un caso claramente promisorio, comenta Peter Gay, pero pro bablemente difícil11. De la anamnesis surgió una historia de estí mulos sexuales precoces, angustias devastadoras, más polimorfas que las del Hombre de las Ratas, “preferencias eróticas especializa das” y una neurosis obsesiva antiquísima que había entorpecido su infancia. Cuando el pequeño Sergei tenía poco más de tres años, su herma na Anna lo inició en la vida erótica, jugando con su pene. Ella era sensual, objeto de admiración y envidia. Más rival que cómplice. Esa relación no prospera, y la antorcha pasa a manos de la niñera, él se masturba delante de ella. La niñera, impávida, le advierte que los ni ños que hacen tales cosas quedan con un “agujero” en el lugar del “crimen”. La amenaza demora un tiempo en surtir efecto, pero des pués de haber observado a su hermana y una amiga orinando por el mismísimo “agujero”, él se da cuenta de los peligros de la castra ción12. Para Fenichel, esta angustia constituye un ejemplo de simul taneidad de tentación y castigo13. Aterrorizado, el pequeño Sergei hizo una regresión, adoptando una conducta sadomasoquista. Pinchaba cruelmente mariposas y se autoflagelaba. Escogió al padre como objeto sexual sádico: ansiaba ser castigado, y se entregaba a orgías de gritos, provocando, o mejor dicho, seduciendo a su padre para que le propinara zurras homéricas. Su personalidad cambió; dejó de ser un niño problema para convertir se en un niño bizarro. Aquí es donde el Pequeño Sergei, el niño de los lobos, y Juanito, el niño de los caballos, toman senderos diferentes en el destino de sus neurosis. En esa época, Sergei tuvo su famoso sueño de los lobos blancos, clave para la comprensión del caso: Soñé que era de noche y estaba en cama, la cual (como en la vida real) se encontraba frente a la ventana. De pronto la ventana se abrió, aparentemente por sí sola, y yo quedé aterrorizado al ver a seis o siete lobos sentados en las ramas de un gran nogal. Eran blancos, y más parecían zorros o perros pastores, con colas largas como de raposa y orejas alertas y empinadas. Con gran angustia, evidentemente por miedo a ser comido por los lobos, grité y me desperté14. Este sueño, en la literatura psicoanalítica, sólo es menos impor tante que el sueño de Irma. Fue reiteradamente interpretado a lo lar go de los años. Múltiples asociaciones: el terror ante el lobo feroz de un libro de cuentos de hadas que su hermana le había mostrado con P acer sádico; rebaños de ovejas criadas en las estancias que habían 213
muerto en una epidemia*1; la historia, contada por el abuelo, de un lobo rabón. Todos los caminos desembocaban en un miedo antiguo en raizado en la relación con su padre: el miedo a la castración. El silencio de los lobos. Sergei atribuía gran importancia a la mu dez de la escena. El sueño tenía una extraña cualidad estática, y el grito final quebraba el sortilegio. ¿Qué significaban esos lobos inmó viles e inescrutables? ¿Cuál era el deseo del sueño? Aquí se elabora lo dicho sobre el “trabajo del sueño” en La ínterpretación de los sueños: “Nos vemos así llevados a pensar que en el trabajo del sueño se manifiesta un poder psíquico que, por un lado, despoja de su intensidad a elementos de alto valor psíquico y, por el otro, gracias a la sobredeterminación, da mayor valor a elementos de menor importancia, para que éstos puedan penetrar en el sueño”15. Seis meses después de la pesadilla lupina, brota una severa neu rosis de angustia, además de zoofobia. Los rituales obsesivos se mul tiplican. Freud duda de la autenticidad de esos episodios infantiles. El paciente insiste en que son verdaderos. Los viejos fantasmas y equívocos de la teoría de la seducción andan sueltos. Pero esos episo dios, aunque se hubiesen producido exactamente como el paciente los describía, eran insuficientes para explicar su neurosis infantil16. Las causas del sufrimiento se mantuvieron oscuras durante años de tratamiento. La elucidación despuntó poco a poco, al pie del árbol de los lobos. A esta altura del relato, Freud juzga oportuno abrir un parénte sis más para crear suspenso que por precaución. “Temo -escribe, pre parando al público para las próximas revelaciones- que la confianza del lector me abandone en este punto”17. Él estaba dispuesto a conje turar lo que el soñante había desenterrado de las profundidades de su memoria inconsciente: la escena primaria. El acto de abrir la ven tana, que inaugura el sueño, es interpretado como la forma onírica de decir que el pequeño Sergei se había levantado para mirar a los “pa dres en el coito”. Pero Freud no se detiene allí: ubica la observación de esa escena a los 18 meses de edad. Y ofrece la siguiente recons trucción extraordinaria: el Pequeño Sergei, en esa época, sufría de malaria, por lo cual estaba en el dormitorio de los padres. “Despertó, posiblemente por la fiebre alta, a mitad de la tarde, tal vez a las cinco ... Eso armoniza con nuestra conjetura de que era una tarde cálida de verano, y podemos suponer que sus padres se habían retirado, ligeros
*1. M De pronto se desencadenó entre nuestras ovejas una peligrosa epi demia, y se consideró aconsejable vacunar los animales que todavía estaban sanos. Cerca de 200.000 ovejas fueron inoculadas. El resultado fue desastro so: todas las ovejas murieron porque se les administró un suero errado” ( Re' cuerdos de mi infancia”, en El hombre de los lobos por el hombre de los lobos, págs. 25-26). Estos rusos son trágicos: (‘doscientas mil ovejas! 214
de ropa, para dormir la siesta. Cuando despierta, él presencia un coi to a tergo [por atrás], realizado tres veces*2; podía ver los genitales de la madre y el órgano del padre, y comprendió el proceso y su signifi cado.”18 Una nota al pie de página aclara que Sergei no comprendió el significado en la época en que el sueño tuvo lugar19. Freud dudaba: ¿era posible “darse cuenta” de la cópula parental o se trataba de una fantasía? Este interrogante, que sigue en la este la de la teoría de la seducción, encuentra una salida brillante: el con cepto de retracción o posterioridad. Al fin y al cabo, no se trata de oponer la fantasía a una visión cierta. El enredo es más complejo: el pequeño Sergei no comprendió el coito hasta “el momento del sueño, a los cuatro años, y no en la época en que lo observó. A la edad de un año y medio registró las impresiones que posteriormente pudo apre hender, gracias al desarrollo psicomotor y a su excitación sexual”. El sueño hace la diferencia: “El sueño confiere a la información del coito una eficacia con posterioridad [el énfasis es mío]”20. Esta posterioridad (Nachtraglichkeit) es un concepto sutil, que no puede ser reducido al mecanismo común de la “acción diferida”. No se trata simplemente de que exista un lapso temporal variable entre estímulo y respuesta. Estamos frente a un proceso de resignifi cación, que cuenta la historia en sentido contrario al de las agujas del reloj. El tiempo pierde su “linealidad”*3. El presente configura el pasado. En ese sentido, el artículo “Recordar, repetir y reelaborar” es una introducción a esta noción de “posterioridad” (aunque ella sea un legado de la teoría de la seducción). Para Laplanche y Pontalis la idea de posterioridad, o aprés-coup, como dicen los franceses*4, se opone a la visión simplista de la historia del sujeto, en la que todo se da secuencialmente a partir de ayer. En esa óptica del tiempo-reloj, camino trillado de muchos analistas, lo más remoto es lo mejor, y se llega a la vida intrauterina para dar cuenta de los orígenes del indi-
*2. Freud aquí se pasó. Este bello tr a b a jo ^ ^ e r lo c k ia n o ^ m U e ^ m padece a ceces de “un mal encaminado esfuerzo de finural o g a
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*3. Esta concepción del tiempo es uno de los puntos departida de>la teoría de la sesión de tiempo variable de Lacan, asa a e mnmentos de que Freud “anula el tiempo para comprender en beneficio c e ■ en concluir’ (Écrits, “Interventions sur le transferí , pag. . «___ relación con el “ Projeto” se trata de un tiempo bergsomano, próximo pe n0d°*4fllA Jacques Lacan le corresponde el mérito de haber ción sobre la importancia de este término, diferenciando o e vagas como la de “conciencia que constituye su pasado , premisa analistas existenciales. 215
viduo. En la teoría de la posterioridad, los flujos de la historia corren por una avenida de resignificación perpetua21. Pero no todo el pasado es presentificado. Como lo señalan Laplanche y Pontalis, “Lo que se elabora retroactivamente no es lo vivido en general, sino efectiva mente lo que, en el momento de ser vivido, no pudo integrarse plena mente en un contexto significativo. El prototipo lo constituye la esce na traumática”22. En este punto Freud va al encuentro de Jung y explica, por la efi cacia de la posterioridad los acontecimientos infantiles que configu ran la neurosis adulta: la posterioridad se asemeja a los “fantasmas retroactivos” (zurückphontasieren) junguianos. Según Jung, en los fantasmas, que constituyen expresiones simbólicas de problemas ac tuales23, el paciente reinterpreta su pasado. Por otra parte, cuando Freud, en 1914, teoriza que un efecto de posterioridad puede darse a los cuatro años, está también diciendo que un niño de esa edad es analizable24. Extrapolando esta dimensión temporal, Freud se interroga sobre la posible existencia de esquemas filogenéticamente heredados, que operan como “precipitados de la historia de la civilización humana”25. “El complejo de Edipo sería el exponente más conocido de esa clase.”26 El pasado fantasmático de Sergei Petrov abrió el camino para su comportamiento sexual neurótico y moldeó su búsqueda compulsiva de mujeres de “traseros grandes” para satisfacer su deseo de relacio nes sexuales por atrás -en una “posterioridad” literal-; en ese com portamiento revela la necesidad de degradar a los objetos de amor, con la elección de mujeres desvalorizadas. El análisis, con sus pétreas fijaciones, se prolongó casi cuatro años y medio. Era mucho el camino recorrido, siempre al pie del nogal de los lobos, pero con el tiempo se observó una falta de progreso en el día a día terapéutico. La “indiferente docilidad” del paciente era inexpug nable27. Su erotismo anal no resuelto, su fijación paterna igualmente incólume, su “destino” castratorio, se erguían como formidables barre ras a todo posible progreso. “Los primeros años de tratamiento no tra jeron prácticamente ningún cambio”28, acota Freud de modo lacónico. Frente a tamaña obstinación resistiva, Freud tomó una medida osada: marcar la hora del final del análisis. El plazo: un año a partir de la fecha. La decisión suponía riesgos, pero Freud confiaba en que el apego transferencial era lo suficientemente fuerte como para hacer frente a la tormenta. Los historiales freudianos, en su dramaticidad, atestiguan tanto la ortodoxia como las transgresiones. Lo prueban el encuadre “pater no” de Juanito, la famosa merienda con el Hombre-Rata y, ahora, la “fecha marcada” como ultimátum. Esta exigencia, que el propio Freud calificó de “medida chantajista”, era una táctica heroica que sólo podía ser utilizada en el momento oportuno. De allí que él concluya: “El león salta sólo una vez”29. A primera vista, funcionó. Marthe Robert dice que “la medida técnica excepcional provocó casi de inmediato el feliz 216
término de la cura”30. El paciente, después de reiterados embustes, cuando comprobó que la decisión era “irrevocable”, se desprendió de su “vocación de ser enfermo”31. El análisis del apático ruso, blasé de la vi da, dio un giro y comenzó a surgir el resto del “material”, aunque siempre siguiendo el eje del sueño. Hubo una considerable mejoría sintomática. En junio de 1914, a las puertas de la Primera Guerra Mundial, el analista y el propio paciente consideraron que la hora del “alta” había llegado. Sergei se sentía un hombre sano, listo para casar se. La odalisca lo aguardaba en el altar. Caso cerrado ... por el mo mento. Luego veremos que el salto del león trajo consecuencias. Hubo una metamorfosis, tal vez cosmética, o sea transferencial. Sergei Petrov, después de la guerra, dejó de ser un aristócrata ruso atormentado, y por lo menos fronterizo, para convertirse en el famoso Hombre de los Lobos, el paciente dilecto de Freud. Tal vez Marthe Robert se precipitó al hablar del “feliz término de la cura”. En esa “al ta” forzada, Sergei quedó una vez más con su narcisismo a salvo. Ser el paciente magnífico del psicoanálisis era un trofeo más importante que una modesta cura. Bucuré bien lo señala: Sergei “continuaba siendo un pequeño Dios que eludía, al sesgo, el filo de la castración. La fórmula era muy clara: constituirse en el falo de Freud”32. Podemos hacernos una idea del triunfo de la neurosis sobre el análisis en el siguiente comentario de la autobiografía de Sergei Pe trov: “Cuando visité al Profesor en la primavera de 1919, de pasada para Friburgo, estaba de tal modo satisfecho con mi estado mental y emocional que jamás habría pensado en la posibilidad de que necesi tara más tratamiento psicoanalítico. Pero cuando le conté todo lo que fue posible sobre mi estado de ánimo en los años transcurridos desde que partí de Viena, él concluyó que había un residuo de material no analizado, y me aconsejó que continuara mi análisis”33. Si vamos a confiar en la voluble memoria del increíble hombre-lo bo, en esa primavera de 1919 era Freud quien necesitaba de él, y no él del Profesor. Esta inversión de la demanda, en la lógica de la transferencia, pasó a ser el corolario del “salto del león” en la hora marcada. En ese “coqueteo histérico”, como lo llama Bucuré, el ana lista era el polo deseante34. El hecho es que el tratamiento continuó varios meses. Sesiones gratuitas, debido a la bancarrota de Sergei Petrov (tal vez Freud quiso probar que no era un judío tramposo). Los comentarios del ex paciente muestran que el análisis tomó un rumbo “poco ortodoxo”. Parece ser que el Profesor procedió con mucha flexibilidad en cuanto a los contactos extra-analíticos. Sergei se sentía un colaborador, que discutía sobre política, arte y la oposi ción médica al psicoanálisis35- *5. La transferencia se había fundido en una extraña “transferencia de trabajo”. Fin del segundo acto.
*5. aEn mi análisis con Freud me sentía tanto en la posición de paciente 217
El tercero comienza cuando el Hombre de los Lobos vuelve a Berggasse 19 en el verano de 1923, el ario del cáncer. Freud acaba de some terse a la primera cirugía del maxilar. El ex paciente llega para recibir el dinero reunido por el círculo íntimo de los Señores del Anillo, visita que ya era rutina36. Esta vez, empero, Sergei queda espantado por el cambio que se refleja en el rostro del Profesor 6. La transferencia de trabajo de súbito pasó a ser psicosis transferencial. Sergei no tolera el colapso de su idealización, y desarrolla el delirio de que tiene un aguje ro en la nariz, herida que, más allá de su resonancia transferencial di recta, recuerda la maldición de la gobernanta rusa. El paciente es deri vado a Ruth Mack Brunswick en pleno episodio hipocondríaco. Pesaba sobre Ruth Mack Brunswick el estigma de ser yanqui, pe ro Freud, así y todo, gustaba de ella. La prueba es que ganó un ani llo"7. Según Schur, fue la favorita número uno de Freud37, íntima amiga y rival de Anna Freud. Mujer expansiva, inteligente, afable38. Ruth Mack Brunswick funcionó como eslabón entre los analistas nor teamericanos y el círculo íntimo de Viena. Ella entraría en el libro de los récords porque su análisis fue el más largo realizado por Freud: se extendió entre 1922 y 1938 (con algunas interrupciones). Atender a Sergei Petrov no era fácil. Ruth Mack Brunswick esta ba en transferencia cruzada con Freud y con el propio paciente. En su historial clínico, ella admite el problema: “Debo confesar ... que me resultó difícil creer que éste era en realidad el Hombre de los Lobos de la «Historia de una neurosis infantil» y de las posteriores descrip ciones del Profesor ...”39. Aguardaba el paciente idealizado a través de su propia idealización de Freud, y no esperaba al infeliz de Sergei Pe trov, en su realidad de refugiado ruso delirante. Impactada, no pudo sostener la escucha analítica. En la maraña resultante, Mack Bruns wick concluyó que “durante el análisis su actitud era hipócrita. No quería hablar de su nariz ni de sus aventuras con los dermatólogos”, sin percatarse, como bien dice Bucuré, que, “por desplazamientos transferenciales, la «aventura» era ahora con ella”40. Ruth se queja de que Sergei Petrov “evitaba cualquier referencia a Freud con una leve sonrisa extraña e indulgente”41. Ella deseaba que le contaran cosas de Freud, y le incomodaba estar ocupando su lugar. Fin del acto tercero.
como en la de colaborador, de camarada más joven de un explorador experi mentado que se embarca en el estudio de un territorio recién descubierto. (“Mis recuerdos de Sigmund Freud”, en El hombre de los lobos ... pág. 164.) *6. Parece ser que Sergei Petrov y Wilhelm Reich fueron las personas que más se espantaron ante la enfermedad de Freud. A ellos súmese a Rank. *7. Las Damas de los Anillos fueron: Anna, Lou, Ruth, Gisela Ferenczi, Jeanne Lampl-de-Groot, Dorothy Burlingham, Edith Jackson, Henny Ford y Eva Rosenfeld. Una ausencia que intriga: Marie Bonaparte. 218
Cabe preguntarse si Ruth Mack Brunswick era la mejor opción como analista. Fue mejor, eso sí, que la de Helene Deutsch en el caso Tausk. Ambos tratamientos, dicho sea de paso, tienen algunos puntos en común. Helene y Ruth hacían de puente entre diván y diván. Ade más, Ruth Mack Brunswick era una mujer minada por la morfinomanía y por su dependencia tanto respecto de la droga como respecto de Freud. Sin embargo, a Sergei Petrov le fue relativamente bien con ella y, consuelo de pobres, adquirió suficiente independencia psicológica co mo para finalmente casarse y enfrentar con cierta resignación madu ra la pérdida de la fortuna familiar. Encontró un empleo, pero toda la vida siguió siendo un gran sufridor y, como lo había observado su analista, propenso a “atraer catástrofes”. En los cuadernos de notas de Ruth Mack Brunswick aparece una novedad, Sergei había sido se ducido analmente en la infancia por un miembro de la familia, dato que Freud desconocía, pero que tal vez era una fantasía “lupina”. El cuarto acto de este maratón psicoanalítico comienza en 1938, en Viena, poco después de que los nazis ocuparan Austria. Muriel Gardiner^ que había hecho una psicoterapia episódica con Sergei Pe trov, con el pretexto de “estudiar ruso”, lo encontró en la calle. El ru so se echó a llorar: su mujer se había suicidado. El, en efecto, atraía catástrofes. Pero el paciente favorito también era capaz de conseguir milagros. Muriel Gardiner toma nota de la situación: “Ahora me ma ravillo de haber conseguido lo que parecía imposible en la primavera de 1938. Escribí a los Freud en Londres, escribí a la princesa Marie Bonaparte en París, escribí a todos los amigos personales, pidiendo las recomendaciones que los cónsules exigían ...”42. ¡Todo para que Sergei Petrov pudiese viajar a Francia y reanalizarse (gratis) con Ruth Mack Brunswick! O sea, un clon de Freud hasta en la odisea del exilio. Ese príncipe ruso de fantasía, que quería cagarle en la cabeza a su analista, llegó lejos. Volviendo a mi duda inicial: ¿fue Sergei, realmente, el paciente favorito de Freud? Y en tal caso, ¿por qué? Es interesante comprobar que tanto Jung, su discípulo favorito, como el Hombre de los Lobos, no eran judíos. ¿No será que la famosa niñera, la maestra de sexuali dad, había convertido el inconsciente de Freud al catolicismo, como conjetura improbablemente Vitz?43 Concuerdo con Ruth Mack Bruns wick en no ver nada apetecible en la vida y figura de este sujeto arro gante y despistado. Al fin de cuentas: ¿qué tenía de tan especial este aristócrata anacrónico? Creo que tenía el apodo. Es indudable que en una producción de identidades luce más ser el Hombre de los Lobos que su rival, el Hombre de las Ratas. A ñame is a ñame**8. Un signifi cante es un significante.
*8. Hay que dejar constancia de que el Hombre de los Lobos nunca apa219
NOTAS 1. SE, XVII, pág. 7n. 2. SE, XVII, pág. 3. 3. Sergei Petrov escribió una autobiografía titulada El hombre de los lo bos por el hombre de los lobosy 1971, Buenos Aires, Nueva Visión, pág. 19. 4. Peter Gay, Freud, urna vida para o nosso tempo, 1989, San Pablo, Companhia das Letras, pág. 267. 5. Sergei Petrov, op. cit., pág. 66. 6. Ibíd., pág. 160. 7. J. Postel, Legons cliniques sur la démence et la psychose maniaque-dépressive, 1970. 8. Roland Jacard, El hombre de los lobos, 1980, Barcelona, Gedisa, pág. 29. 9. Carta de Freud a Ferenczi del 13 de febrero de 1910, Sigmund FreudSandor Ferenczi, Correspondance, 1992, París, Calman-Levy, págs. 148-9. 10. SE, X, pág. 283. 11. Peter Gay, op. cit., pág. 269. 12. SE, XVII, pág. 25. 13. Otto Fenichel, Teoría psicoanalítica de las neurosis, 1966, Buenos Aires, Paidós, pág. 229. 14. SE, XVII, pág. 29. 15. SE, IV, pág. 284. 16. SE, VII, págs. 49-56. 17. SE, XVII, pág. 36. 18. SE, XVII, pág. 37. 19. Ibíd., pág. 37n. 20. SE, XVII, pág. 53. 21. J. Laplanche y J. B. Pontalis, Diccionario de psicoanálisis, 1981, Barcelona, Labor, pág. 282. 22. Ibíd. 23. Ibíd., pág. 282. 24. Claudine Geissmann y Pierre Geissmann, Histoire de la psychanalyse de Tenfant, 1992, París, Bayard, pág. 45. 25. SE, XVII, pág. 119. 26. Ibíd. 27. Silvia Leonor Alonso, “Sugestáo-transferéncia: os relatos clínicos de Freud”, Percurso, 1991, III, N° 5-6, pág. 37. 28. SE, XVII, pág. 276. 29. SE, XXIII, págs. 218-9. 30. M. Robert, La revolución psicoanalítica, 1978, México, Fondo Nacio nal de Cultura, pág. 316. 31. SE, XVII, pág. 11. |
32. Norberto Oscar Bucuré, “Sergei Petrov y el «Hombre de los Lobos»»”, Revista Argentina de Psicoanálisis, tomo XLVI, N° 1, pág. 64. 33. S. Petrov, “La vida cotidiana, 1919-1938”, El hombre de los lobos por el hombre de los lobos, citado por Bucuré, en ibíd., pág. 133. 34. Bucuré, ibíd., pág. 64. 35. R. J. Langs, “Missalliance in the Wolf-Man case”, en Freud and his Patients, comp. por Mark Kanzer y Jules Glenn, pág. 377. 36. Ruth Mack Brunswick, “Suplemento a la «Historia de una neurosis infantil» de Freud (1928)”, en El hombre de los lobos por ..., pág. 183. 37. Carta de Schur a Jones del 30 de setiembre de 1955, Archivo de Jones. 38. Entrevista a A. Katan de Roazen, op. cit., pág. 450. 39. Ruth Mack Brunswick, ibíd., pág. 194. 40. Bucuré, ibíd., pág. 67. 41. Ibíd., pág. 194. 42. M. Gardiner, “Encuentros con El Hombre de los Lobos” , op. cit., pág. 227. / t 43. S. C. Vitz, Sigmund Freud Christian Unconscious, 1988, Londres, Guilford Press.
rece citado como tal en el historial de Sergei Petrov (Jean-Fran^ois Chiantaretto, “L’«Homme aux Loups» ou le probléme de la biographie et de la autobiographie dans l’histoire de la psychanalise”, Revue Internationale d'Histoire de la Psychanalyse, 1992, VI, pág. 109).
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CAPÍTULO 48 MÁS ALLÁ DEL PRINCIPIO DE PLACER En una entrevista concedida a George Viereck, Freud declara: “La Muerte es la compañera del Amor; juntos rigen al mundo. Eso es lo que dice mi libro Más allá del principio de placer”1*2. Con este texto se produce un giro decisivo en el ideario freudiano. La fecha, 1919, sugiere que esa obra es hija de la guerra. Pero coinci do con Renato Mezan en que “sería absurdo pretender que la caída de la monarquía de los Habsburgo llevó a Freud a inventar el concepto de pulsión de muerte ... Tal derivación presupone también, de modo por completo arbitrario, que el fin del Imperio Austro-Húngaro repre sentó para él una catástrofe personal, lo que no puede estar más lejos de la verdad”3. Es cierto que la vida no explica la obra, pero entre am bas existen vasos comunicantes. Por otra parte, como dice Poincaré, el siglo XX perdió su inocencia en las trincheras de Verdón. Fueron cuatro años que conmovieron al mundo. Hay ciertos hechos que, por la fuerza de su impacto, cambian la realidad del momento. Estos acontecimientos, denominados dispositivos analíticos por los analis tas sociales franceses, tienen las propiedades de una interpretación de dimensiones planetarias. Tal sería el caso de Hiroshima, del Holo causto o de la Primera Guerra Mundial. Siendo así, Freud es inter pretado por la Guerra: “Estamos comiéndonos los unos a los otros le escribe a Ferenczi en enero de 1919. Dos meses después comienza a escribir su Más allá... El paisaje lunar de las trincheras sirvió de telón de fondo, pero fueron consideraciones teóricas las determinantes en última instan cia. La noción de narcisismo, una vez establecida, reveló lo inadecua do de la división pulsional anterior. La lógica de la libido narcisista exigía un esquema más satisfactorio, esto es, una revolución metapsicológica. Freud nunca aceptó disolver la libido en el pantano de una ener gía universal, a la manera de Jung. Por otro lado, tampoco quería sustituir la libido por una fuerza agresiva también universal -lo que, según él, era el error fatal de Adler-. Dualista de corazón, necesitó reformular su teoría por razones clínicas, teóricas y epistémicas. Los pacientes confirmaban su punto de vista de que el conflicto -la duali dad- se encuentra en el núcleo de la actividad psicológica. El propio concepto de represión -piedra fundamental de la teoría psicoanalítica- presupone una división de las operaciones mentales. Disyunción 222
básica entre el represor y lo reprimido. El hecho es que, fuera de la triangulación edípica, en la dialéctica freudiana proliferan opuestos tales como activo-pasivo, masculino-femenino, amor-hambre y ahora, después de la guerra, vida-muerte*1. En esta última polaridad, el componente agresivo, bajo la forma de pulsión de muerte, alcanza su estatuto de pulsión primitiva independiente4. En el lugar del monis mo místico de Jung, un dualismo todavía más radical: las pulsiones divididas en el corazón del sujeto. Aquí es donde Freud, pesaroso, evoca su rechazo inicial de tal pulsión, cuando la idea fue presentada por primera vez por Sabina Spielrein, un miércoles a la noche. Ella se anticipó a Adler al plan tear el tema en 1911. Hablando por primera vez del masoquismo pri mario, Freud dice: “Una parte considerable de estas especulaciones fueron anticipadas por Sabina Spielrein (1912) en un artículo instruc tivo e interesante, que, desgraciadamente, no me resultó muy claro a la sazón. Allí ella describe como «agresivos» los componentes sádicos del instinto sexual”. > El hecho de que Adler hubiera apostado a la agresividad en rela ción con la protesta masculina, “explica” la demora freudiana. De la misma manera, el hecho de que Jung alegara que su noción de libido se aplicaba tanto a la vida como a la muerte, tampoco facilitó la acep tación del componente destructivo. El Tánatos de Stekel, lo mismo. Es posible que haya entrado en juego la ecuación personal de Freud, o sea la represión de su lado mortífero5. Más allá del principio de placer es un hueso duro de roer. Para Lacan, “no existe otro texto que cuestione tan en profundidad el pro blema mismo de la vida”6. De allí, tal vez, el sabor zaratustriano del título. Parece escrito en otra clave. Sin embargo Schur se equivoca cuando dice: “... las conclusiones de Freud [en este libro] son un ejemplo de razonamiento ad hoc para probar una hipótesis preconce bida ... Esa forma de pensar, tan diferente de su estilo científico ha bitual, puede ser detectada en todo el (ensayo)”. Él encuentra el esti lo “insólito”7. Pero no es preconcebido: se trata de la más febril especulación8. Junto a ella encontramos un ejercicio de la imagina ción nunca presentado antes en textos publicados9. Freud dice: “La tesis kantiana según la cual tiempo y espacio son formas necesarias de nuestro pensar puede hoy en día ser revisada a la luz de ciertos conocimientos psicoanalíticos. Sabemos que los pro cesos psíquicos inconscientes son en sí mismos «atemporales»”10. En ese punto, una vez más se aproxima a Bergson al considerar el carácter heterogéneo del espacio. Por otro lado, Freud, usualmente cauteloso en sus afirmaciones, aquí llega a exagerar en sus reparos.
*1. Pero obsérvese que no aparece la oposición pene-vagina. Se trataría, en todo caso, de “los que tienen” y los que “no tienen".
“Alguien podría preguntarme hasta qué punto yo mismo estoy cre yendo en las hipótesis aquí presentadas. Mi respuesta sería que per sonalmente no estoy persuadido, ni procuro convencer a otros para que crean en ellas.”11 Con algo de malicia, agrega que ha seguido su razonamiento hasta donde le fue posible, “simplemente por curiosi dad científica o, si se quiere, como un aduocatus diaboli, que no por eso vendió su alma al diablo”12. El “principio del placer”, circa 1920, no se había revelado aún co mo problema metapsicológico. Su definición era límpida y simple: hay placer siempre que se alcanza un equilibrio energético. Nada más que eso. El ensayo se abre corroborando el hecho: En la teoría psicoanalítica suponemos que el curso de los proce sos mentales es automáticamente regulado por el principio de placer, o sea, sostenemos que dicho curso tiene su origen en una tensión desagradable y que toma una dirección tal que su resul tado final coincide con una reducción de esa tensión, es decir con la evitación del displacer o una producción de placer13. Vemos, entonces, que el Más allá... se abre con una proposición hasta ese momento no cuestionada, que se remonta a los tiempos de la “suma de excitaciones” de Meynert: “El curso de los procesos men tales es automáticamente regulado por el principio de placer”. La di mensión de lo psíquico, empero, no acaba allí. Ahora se llega a la con clusión de que ese predominio del principio del placer, ligado con el principio de constancia, no está en la base de todo. Dicha ley, hasta entonces soberana, claudica por primera vez. Y queda reformulada como sigue: “Existe en la mente una fuerte tendencia al principio de placer ...”14. “Tendencia” en lugar de “dominio”. El principio de placer impera en su territorio, pero existe un más allá. El tema del ensayo es la exploración de ese más allá. ... la repetición trae consigo la producción de un placer de otro ti po, una producción más directa15. Y aun: ... hay tendencias que están más allá del principio de placer ... tendencias más primitivas e independientes16. Que por explorar una región del alma donde rigen otros goces, otras leyes, más arcaicas y misteriosas. De esa manera Freud se aproxima a la cuestión principal: existen fuerzas fundamentales que invalidan el principio del placer. El propio principio de realidad, sin ir más lejos: Bajo la influencia de los instintos de autoconservación del yo, el 224
principio de placer es sustituido por el propio principio de rea lidad17. Esta “sustitución” no tiene nada de enigmático. Como lo señala Peter Gay: “Esa afirmación, por sí sola, no presenta dificultades para el psicoanalista tradicional; tampoco la aserción de que los conflictos presentes en todos los seres humanos producen displacer en vez de placer”18. Aunque fuera una novedad decir que el conflicto y el displa cer surgen cuando “el yo, en su desarrollo, pasa a ser una organiza ción más elevada”19. Aquí se insinúa el punto de vista estructural de la segunda tópica. Hasta este punto, entonces, sin novedad en el frente. Luego Freud enumera ciertas manifestaciones que le permiten hablar de lo que está “más allá”. Esos cuatro tipos de fenómenos constituyen los senderos de abordaje del nuevo territorio. El primero es hijo de la guerra: las “neurosis traumáticas”, también llamadas “neurosis de las trincheras”. Esta “epidemia béli ca” que, como vimos, fue el tema central del Congreso de Budapest en 1918, tenía una sintomatología que mimetizaba la histeria, has ta superarla en su cualidad proteica. Llama la atención el carácter repetitivo de los sueños traumáticos. De esta manera, la vieja teo ría traumática de la seducción retorna con cara de granada. Un aflujo excesivo de excitación anula inmediatamente el principio de placer. En segundo lugar, tenemos el juego infantil. ¿Cuál es el motivo económico del juego infantil? ¿Qué es lo que lleva al niño a jugar? Aquí encontramos el famoso ejemplo del fort-da que Freud observó en su nieto de 18 meses, el hijo mayor de Sophie. El pequeño Emst, como Juanito, como el pequeño Sigismund, era muy apegado a su madre. Tenía fama de “buen” chico que nunca llo ra. Cuando la madre salía de casa, Emstl continuaba jugando. Cierta vez, el perspicaz abuelo, de paso por Hamburgo, observó un hábito de su nieto que consistía en tomar los objetos que estaban a su alcance y tirarlos debajo de su cuna. Mientras hacía eso, Ernstl emitía un largo “¡o-o-o-o!” de satisfacción. Tanto la madre como el propio abuelo tra dujeron el “o-o” por la palabra “fort”, que en alemán significa “ido”. Un día Freud hizo la segunda observación: el niño tomaba un carretel atado a un hilo, y lo tiraba por sobre el borde de la cuna mientras emitía su acostumbrado “o-o-o”. Después recobraba el carretel tiran do del hilo, y saludaba su reaparición con un sonoro “da/”, o sea un “¡allí!” de satisfacción. “Ése era el juego completo de la desaparición y el retomo.”20 El juego sintetizaba admirablemente “el logro cultural del niño, la gran renuncia instintiva realizada a fin de dejar partir a su madre sin protestar”21. El juego posibilitaba la renuncia a la satisfacción pulsional y teoía una recompensa: la de perder y recuperar a la madre a través de los objetos al alcance del niño. En términos metapsicológicos, la repe225
tición del juego articulaba la compulsión de repetición con la ganan cia de placer inherente a los procesos inconscientes22. En el pasaje de la pasividad a la actividad hay dominio 2. Cierta vez que la madre demoró en retornar, Ernst la recibió con un nuevo saludo: “Nene o-o-o”. Parece ser que ese día el niño encontró una forma de estructurar su propia desaparición. Había entrado lacanianamente en el “estadio del espejo”, o sea que había descubierto su propia imagen especular y jugaba al fort-da con ella*3. El Pequeño Ernst nos ofrece un buen ejemplo del “espacio poten cial” de Winnicott. Se trata de un “espacio, al mismo tiempo psíquico y real, en el cual puede producirse una actividad, o sea el juego li bre”23. Pero este juego del fort-da creó un espacio que llevó a Freud a preguntarse: ¿por qué el niño repetía una situación de abandono, al margen del principio de placer24’ "4. El juego del carretel muestra que la compulsión de repetición tie ne por finalidad el dominio de las pulsiones. El niño, al asumir un pa pel activo, puede elaborar lúdicamente la separación respecto de la madre. El juego como eficaz catarsis: Se observa que al jugar los niños repiten todo lo que les causó una gran impresión y, de ese modo, lidian con la fuerza de esa impresión ... El niño pasa de la pasividad de la experiencia a la actividad del juego25. En el adulto, empero, ese jugar adquiere una connotación estéti ca, ya que, en el teatro por ejemplo, la tragedia es fuente de emociones violentas. Esto “nos convence de que también bajo el dominio del prin cipio de placer hay medios y maneras de transformar lo que es en sí desagradable en objeto de rememoración y de elaboración psíquica”26. Freud, entonces, admite un trabajo lúdico que sugiere una nueva interpretación de la catarsis27. De la catarsis y de la repetición.
*2. Lacan cuestiona esta interpretación freudiana. Para él es la significancia lo que produce la exigencia de repetir el mismo juego. Más que una cuestión subjetiva de dominio, se trata de la insistencia de la cadena de significantes. Este tema está bien tratado por Eduardo A. Vidal en “A tor^áo de 1920" (Pulsáo e gozo, 1992, Río de Janeiro, Escola da Letra Freudiana). *3. La cosa es más complicada; para entrar en los enredos del fort-da. el niño tiene que haber pasado por ese ejercicio imciótico de la subjetividad que es el “estadio del espejo”, elaborado por Lacan. *4. Lástima que esta historia tenga un final trágico: la muerte de Sophie, cuando al Pequeño Ernst le faltaba poco para los 6 años de edad. Freud comenta, lacónicamente, en una nota al pie de página de Más allá...: “Ahora que su madre se había realmente «ido» (o-o-o), el niño no dio señales de pesar. Sucede que, en el ínterin, había nacido un hermano, provocando violentos celos”.
Existe algo misterioso más allá del principio del placer: una ten dencia irresistible a la repetición. Algo que, si bien se opone al princi pio de placer, lo complementa en el seno del principio de constancia. Algo que puede disfrazarse de destino, en la medida en que, en este dominio, el libre albedrío queda vacío de contenido. Este dispositivo repetitivo, en cuanto destino, puede ser definido por su finalidad. El carretel del Pequeño Ernst intenta dar cuenta del hecho de que la madre se fue. En ese sentido, entonces, la compulsión de repetición sería un factor de progreso humano, como lo señalan Lacan y Pontalis, aunque difieran en el enfoque. Estaría proponiendo una condición de apertura, en lugar de ser, como el principio de placer, “una cues tión de seguridad”. Pero si definimos ese más allá como un mecanis mo, esto implica un automatismo, una regresión. Es como si hubiera una repetición de necesidades y una necesidad de repetir. Esa ambi güedad persiste a lo largo del texto y sólo será aclarada en El males tar en la cultura**. Esa ambigüedad aparece en el propio estilo de Freud; así como había adoptado un estilo obsesivo en el historial del Hombre de las Ratas, ahora, cuando el tema es la repetición, usa “desvíos, idas y vueltas, para montar una obra de arte de intriga narrativa”29. Derrida toca en la misma tecla cuando dice que el texto posee una “estruc tura mimétíCa, lo que es una proeza”30. Freud ve en la repetición la marca de una exigencia imperiosa, que va más allá del masoquismo moral y genera la “reacción terapéu tica negativa” en la que culminan las neurosis de destino. Así, ciertas personas que se comportan de una manera muy peculiar en el curso del trabajo de análisis. Cuando el analista manifiesta satisfacción por el progreso del tratamiento, ellas dan señales de malestar, y su esta do empeora. La culpa de ser feliz. Ésa es la reacción terapéutica nega tiva. Aquí Freud entra de lleno en el problema del sentimiento incons ciente de culpa. Sentimiento mudo y kafkiano: no dice cuál es la culpa, ni de qué se es culpado, pero culpa. El tema del sentimiento in consciente de culpa será tratado con más detalle en “El problema eco nómico del masoquismo” y en “El sepultamiento del complejo de Edipo”, publicados dos años después. De allí que la repetición sea el punto de partida para pensar el carácter regresivo de la pulsión en general 5. “Este carácter regresivo de la pulsión parece ser más del dominio de Tánatos que del dominio de Eros.”31 El tercer tipo de fenómeno o, mejor dicho, de ejemplo para justi ficar un más allá, tiene que ver con la “neurosis de destino”. La repe tición se manifiesta en forma muy clara en las personas “que dan la
*5. De allí que Lacan diga: “No existe ningún otro texto que cuestione más el sentido mismo de la vida” (J. Lacan, Le Séminaire II, Le moi dans la théorie de Freud, 1975, París, Seuil, pág. 35). 227
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impresión de que un destino las persigue, de una orientación demo níaca de su existencia”32. Se trata de una fatalidad. En ese sentido, se puede decir que la “compulsión de repetición” refuerza la vena pe simista de Freud, quien acostumbraba citar esa sombría máxima de Schopenhauer que compara la vida con un circo en el que el hombre longevo, que sobrevive dos o tres generaciones, se aburre al asistir dos o tres veces al mismo espectáculo con los mismos payasos. La misma historia contada por un idiota, dice el Bardo, full o f sound and fury. Para ilustrar la neurosis de destino, Freud apela a un pasaje de Jerusalén libertada, de Torcuato Tasso. En un duelo el héroe, Tancredo, mata a su amada Clorinda, que lo enfrenta disfrazada con la ar madura de su enemigo. Después del entierro, al entrar en un miste rioso bosque mágico, Tancredo hace con su espada un tajo en un árbol, y ve que del corte mana sangre. Se escucha entonces la voz de Clorinda, cuya alma hechizada estaba presa en el tronco, la que lo acusa de haber herido nuevamente su amor*6. Hay, repito, algo “demoníaco” en el más allá del principio de pla cer. “La palabra «demoníaco» -comenta Peter Gay- no deja dudas so bre la estrategia de Freud. Él consideraba que esta compulsión a re petir era una actividad mental extremadamente primitiva, que presentaba un carácter pulsional en «alto grado», como lo que lleva a un niño a insistir en que una determinada historia sea siempre conta da de la misma manera, coma por coma y punto por punto. Pero la re petición incesante de experiencias terroríficas en la transferencia analítica también obedece a otras leyes. Brota de una anhelo funda mental, independiente del placer y muchas veces en conflicto con él. Freud se vio llevado a pensar que algunas pulsiones son conservado ras, que persiguen la instauración de un anterior estado de cosas inorgánico.”33 En suma: “La finalidad de toda la vida es la muerte”, pensamiento que la filosofía oriental no se cansa de formular. Este pensamiento es expresado poéticamente en la entrevista concedida a Viereck: “Biológicamente, todo ser vivo, no importa cuán intensamente la vida se agite dentro de él, busca el Nirvana, el fin de esa «fiebre llamada vivir», anhela el seno de Abraham. Ese deseo puede ser encubierto por digresiones. No obstante, el objetivo final de la vida es su propia extinción”34. Neurosis de guerra, juego infantil, neurosis de destino y, ahora, la neurosis de transferencia -e l cuarto caso. La transferencia es una neurosis artificial, en la que el paciente repite su psicopatología con el analista. La neurosis clínica se transforma en una neurosis de
*6. El lector latinoamericano tiene aquí una buena oportunidad para diferenciar la neurosis de destino del Tancredo de Tasso, respecto de la neurosis ante el éxito de Tancredo Neves.
transferencia, cuyo esclarecimiento conduce a la resolución de la neurosis infantil. Estos datos llevan a reconsiderar la naturaleza y la fuente de la resistencia. De aquí en más, “la clínica freudiana ad quiere otra dimensión. Deja de ser solamente un arte interpretativo o una construcción del analista, para destacar en la transferencia la función de la repetición en acto, que atañe tanto al analizado como al analista”35. Impera una nueva óptica: “El inconsciente —en este caso lo repri mido—no ofrece ninguna resistencia a los esfuerzos terapéuticos 36. La resistencia proviene de los estratos más organizados de la mente -organizados, aunque también inconscientes—. “Evitaremos malos en tendidos si establecemos un contraste, no entre consciente e incons ciente, sino entre un yo y lo reprimido."*7 Strachey comenta: “La concepción de una estructura yoica cohe rente data del «Proyecto»”. Pero este tema, que inaugura la segunda tópica, es abordado por primera vez, en este ensayo; será desarrolla do en 1923 en El yo y el ello38. Por otra parte, el inconsciente es lo que trabaja en el proceso analítico: el inconsciente no resiste, insiste. El camino está pronto para hablar del “instinto de muerte”: “Nuestras especulaciones sugieren que Eros opera desde el comienzo de la vida como un «instinto de vida», en oposición a un «instinto de muerte» que surge con la aparición de la vida en la sustancia inorgá nica”39. Se puede considerar que Eros es la fuerza subyacente a la búsqueda, al deseo, al amor, a la perpetuación. “Eros es el hambre ontológico ”40 Tenemos, entonces, Eros y Tánatos, Vida y Muerte, Vishnú y Shiva. Ahora bien, aquí se produce una inversión en el pensamiento freudiano. Tiene que ver con la metáfora de Aristófanes. Los Tres ensayos habían demolido la idea aristofanesca de la “media naranja . El encuentro de los sexos no es el acoplamiento infalible del Hombre con la Mujer. Ahora la fábula es representada de otro modo: “Dicha hipó tesis es tan fantástica —más mito que explicación científica—que no osaría de introducirla de no ser porque satisface plenamente las con diciones que procuramos precisar: la necesidad de restablecer un es tado anterior. Se trata de la teoría que Platón, en el Banquete, pone en boca de Aristófanes”41. Ese encaje platónico sería una unión primordial. No se trata, em pero, de una contradicción. En 1905 Freud quería demostrar que la pulsión -en oposición al instinto- no tiene un destinatario fijo. Ya descartada la idea de una sexualidad preformada, la cuestión era ahora afirmar que la pulsión procura retornar a lo que ya estaba en el inicio de las cosas. La introducción de un instinto de muerte creó una profunda divi sión en el campo psicoanalítico. Por un lado, Melanie Klein y su es cuela radicalizaron este concepto. Lacan, posteriormente, habló de su necesidad teórica. Frente a ellos, Heinz Hartmann, el padre de la psi cología del yo, prefirió concentrarse en “las pulsiones que realmente
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encontramos en la teoría psicoanalítica clínica, y prescindir del otro conjunto de hipótesis de Freud, de orientación biológica, sobre los ins tintos de vida y de muerte”42. Esa posición fue asumida por la mayo ría de las escuelas norteamericanas, desde Alexander hasta Zilboorg. Lacan tiene razón cuando dice que la biología freudiana no es biología, es otra cosa, tal vez un lugar para levantar la tienda de la especulación y tejer fantasías filogenéticas con su cómplice Ferenczi. Ese lugar había sido alguna vez de Fliess, y Freud, en una fecha tan tardía, rinde un último homenaje a su adorado enemigo: De acuerdo con la gran concepción de Wilhelm Fliess (1906), to dos los fenómenos vitales que presenta el organismo - y también, sin duda, su muerte- están ligados al cumplimiento de determi nados períodos, que expresan la dependencia respecto de dos ti pos de sustancias vivas (una masculina y la otra femenina) a lo largo del año solar. Ahora bien, cuando vemos con qué facilidad y en qué extensión las fuerzas externas pueden modificar el mo mento de aparición de determinados fenómenos (especialmente en el mundo de las plantas), acelerando o frenando los procesos, surgen dudas acerca de la rigidez de las fórmulas de Fliess, o so bre si las leyes que él formuló son los únicos factores determinan tes43. Freud, Fliess, Jung, Tausk, Groddeck, Ferenczi, tal vez Rank, son thalásicos, fáusticos, cargan su demonio. Seamos, con Freud, supersticiosos, en el sentido de que “no creo en las Brujas, pero que las hay, las hay”*7. Hay cosas entre el cielo y la tierra, amigo lobo, en las que el discurso mágico produce escalo fríos en la ruta de la Acrópolis. El destino infligió dos rudos golpes a Freud en 1920. La muerte de Antón von Freund fue el primero. La historia comienza dos años antes, cuando Toni von Freund, figura meteórica en el movimiento psicoanalítico, desarrolló una neurosis grave después de una opera ción de sarcoma. Freud lo trató con éxito en 1918. Antón era un rico cervecero de Bucarest, que ayudó materialmente al Profesor en los últimos años de la guerra. Hombre encantador, dedicado a la Causa, mano derecha administrativa de Ferenczi. En la época, la “cura” rea lizada por Freud fue considerada un “milagro”. Pero no tardaron en aparecer metástasis abdominales. Freud, durante meses, en una acti tud que recuerda los tiempos de la agonía de Fleischl, siguió de cerca
*7. “Un poco de superstición tiene su encanto” (Carta de Freud a Martha del 10 de agosto de 1884, citada por Ernest Jones, A vida e a obra de Sigmund Freud, 1989, Río de Janeiro, Imago, I, pág. 165).
las vicisitudes de la enfermedad, bajo un fuerte vínculo transferencial. La prueba del lazo fue el anillo arturiano que recibió el enfermo, anillo que abría las puertas al cenáculo de los iniciados. El Profesor, más allá del cariño, sentía gratitud. Jones piensa que “esa muerte” constituyó un pesado golpe personal; el propio Freud [la] consideró ... como un factor importante en su envejecimiento”44. La tarde en que Antón von Freund fue enterrado llegaron de Hamburgo noticias de la grave enfermedad de Sophie, la bella Sophie. Víctima de la gripe española que asolaba a una Europa desnutri da de posguerra. Rayo en un cielo azul. Freud quedó anclado en Viena: no circulaban trenes para Alemania. Oliver y Ernst, que estaban en Berlín, llegaron tarde. Golpe cruel del destino. Sophie tenía 26 ra diantes años. Freud amaba a Sophie, a quien a veces llamaba “hija del domin go”, o sea “hija de lujo”. Ella era tan princesa como Anna, y pertene cía al mismo linaje femenino de Gisela, la Gradiva y Martha, en los tiempos idos de la Dama en el Castillo de Wandsbek. Cuando Sophie empieza a enamorarse, Freud acusa el golpe, y apela al estilo convencional para responder a Max Halberstadt, su fu turo yerno: “Siempre deseamos que nuestras hijas fueran libres para elegir marido conforme sus deseos ... Pero, aun así, somos padres y tenemos fodas las ilusiones propias de esa condición ... y, por eso, qui siéramos conocer al vigoroso joven antes de proferir un solemne Sí y Amén”45. Fue un choque; él mismo lo admite, quince días después, cuando le escribe al novio: “¡Qué cosa curiosa encontrar a nuestra hijita de repente transformada en mujer apasionada!”46 Y ahora Sophie muere. Ferenczi se preocupa por el efecto de ese golpe en el estado de ánimo de Freud. Éste responde con unas líneas: Querido amigo: No se preocupe por mí. Soy exactamente el mismo, salvo que un poco más cansado. El acontecimiento fatal, aunque penoso, no fue capaz de derribar mi actitud con relación a la vida. Durante años estuve preparado para la muerte de mis hijos [en el campo de batalla], y se produce la de mi hija. Como soy profundamente irreligioso, no hay nadie a quien pueda acusar, y sé que no existe lugar alguno al que se pueda remitir una queja. “El invariable círculo de los deberes de un soldado” y el “Dulce hábito de la exis tencia” cuidarán de que las cosas queden como antes. En lo ínti mo puedo percibir el sentimiento de una profunda herida narcisista que no será curada. Mi mujer y Annerl están terriblemente sacudidas, pero de una manera más humana47. Groddeck probablemente diría que esa “inhumana” herida abier ta iba a engendrar esa cosa llamada cáncer.
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NOTAS Freud completó su M á s allá d e l p r in c ip io d e p la c e r antes de via jar en las vacaciones de verano y, aquí viene la parte extraña, le pi dió a Eitingon que dejara constancia de que él ya había redactado la mitad del manuscrito en la época en que su hija Sophie gozaba de buena salud, agregando: “Muchas personas van a menear la cabe za ...”48. Ahora bien: menear la cabeza, ¿por qué? Jones comenta: “Freud parecía esperar que la gente infiriese que sus pensamientos sobre una pulsión de muerte habían sido consecuencia del duelo por Sophie, lo que de hecho hizo Wittels49 en su biografía”50. Por eso mis mo le escribió a su primer biógrafo: “Yo mismo por cierto habría sub rayado la conexión entre la muerte de la hija y los conceptos de M á s a llá ... en cualquier estudio analítico sobre otra persona. Pero, así y todo, se trata de un equívoco. El M á s a l l á ... fue escrito en 1919, cuando mi hija era joven y vigorosa; ella murió en 1920. En setiem bre de 1919 dejé el manuscrito del pequeño libro a algunos amigos de Berlín, para que hiciesen una lectura atenta; faltaba sólo la parte so bre la mortalidad o inmortalidad de los protozoarios. Lo verosímil no siempre es la verdad”51. Freud se empeña en desvincular el libro del duelo por Sophie. Para mí el problema es otro. Retomemos, entonces, la historia del f o r t -d a . Mi flecha es la siguiente: ese juego fue resignificado con la muerte de la madre. De allí tal vez la nota al pie de página que dice: “Cuando el niño tenía 5 años y 9 meses, la madre murió. Ahora que ella estaba realmente «ida» («o-o-o»), él no mostró señales de pesar”52. Tal vez esta premonición llevó a Freud a pensar que su duelo -como el de Em stl- no era humano. Por otra parte, el M á s a llá ... fue el ca rretel de Freud. Seamos rigurosos y elijamos con cuidado una virtud. Entre la alegría y la paz, opto, conservadoramente, por la última: puede haber una falsa alegría pero no cabe una falsa paz. La paz, así entendida, se identifica plenamente con la noción del placer tal como Freud lo define en la primera tópica: una caída de la tensión. Mi libro L a lección d e O n d in a intenta responder al hecho de que no tenemos la medida de paz que considero posible. Una noche de amor, escalar una montaña, correr al borde del mar cuando el sol sé levanta, el asombro en la Acrópolis, sonreír a la Mona Lisa, brindan preciosos momentos de paz feliz. Raros momentos. En mi ensayo comprendí el sentido pleno del pesimismo de Freud, que lo llevó a postular una pulsión de muerte o, si se quiere, la pulsión de muerte cuya existencia justifica su pesimismo. En síntesis, el hombre no tie ne paz porque sabe de su muerte. Mientras el hombre sea mortal será “básicamente” infeliz. Siempre existirá una falta, la afrenta insopor table de no-ser; de allí que la castración sea una feliz metáfora infe liz. M á s allá d el p r in c ip io d e p la c e r inaugura el Imperio de la Muerte y del Goce.
1. SE, XVIII, págs. 7-66. 2. Paulo César Souza, “O valor da vida - Entrevista de Freud a George Sylvester Viereck”, Sigmund Freud & o gabinete do Dr. Lacan, 1989, San Pa blo, Brasiliense, pág. 120. 3. Renato Mezan, Freud, pensador da cultura, 1985, San Pablo, Brasi liense, pág. 431. 4. Frank J. Sulloway, Freud, biologiste de Uesprity 1981, París, Fayard, pág. 379. 5. Peter Gay, Freud, urna vida para o nosso tempo, 1989, San Pablo, Companhia das Letras, pág. 364. 6. Jacques Lacan, Le Séminaire II, Le Moi dans la théorie de Freud, 1975, París, Seuil, pág. 35. 7. Max Schur, Freud, vida e agonía, 1981, Río de Janeiro, Imago, pág. 395. ^ 8. J. Lacan, Le Séminaire, V77, pág. 68. 9. S. Freud, Neurose de transferencia: urna síntese, 1985, editado por Use Grubrich-Simitis, 1987, Río de Janeiro, Imago. 10. SE, XVIII, pág. 28. 11. SE, XVIII, pág. 59. 12. Ibíd. 13. SE, XVIII, pág. 7. 14. SEf XVIII, pág. 9. 15. SE, XVIII, pág. 21. 16. Ibíd. 17. SE, XVIII, pág. 10. 18. Peter Gay, op. cit., pág. 367. 19. Ibíd. 20. SE, XVIII, pág. 15. 21. Ibíd. 22. Eduardo A. Vidal, “A tor^áo de 1920”, Pulsáo e gozo, 1992, Río de Ja neiro, Escola da Letra Freudiana, pág. 24. 23. Rogerio Luz, uO espado potencial: Winnicott”, Percurso, 1989, Ano II, N° 3, pág. 26. 24. SE, XVIII, pág. 15. 25. SE, XVIII, pág. 16. 26. SE, XVIII, pág. 17. 27. Philip Rieíf, “O surgimento do homem psicológico”, Sigmund Freud
& o gabinete do Dr. Lacan, pág. 94.
28. Participación de Pontalis en el seminario de Lacan (J. Lacan, Le Sé
minaire IIypág. 33).
29. Peter Brooks, Yale French Studies, 1977, págs. 280-300. 30. Jacques Derrida, Études freudiennes, 1975, págs. 87-125. 31. Renato Mezan, op. cit.ypág. 448. 32. SE, XVIII, pág. 21. 33. Peter Gay, op. cit., pág. 368. 34. Paulo César Souza, ibíd., págs. 120-1. 35. Eduardo A. Vidal, ibíd., pág. 11. 36. SE, XVIII, pág. 19. 233
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37. Ibíd. 38. SE, XVIII, pág. 19n. 39. SE, XVIII, pág. 40. 40. Ken Wilber, El proyecto Atinan, una visión transpersonal del desa rrollo humano, 1980, Barcelona, Kairós, pág. 170. 41. SE, XVII, pág. 57. 42. Heinz Hartmann, “Comments on the psychoanalytical theory o f instinctual drives”, Psychoanal. Quart., 1948, XVII, pág. 372. 43. SE, XVIII, pág. 45. 44. Ernest Jones, op. cit., III, pág. 36. 45. Carta de Freud a Max Halberstadt del 7 de julio de 1912, Sigmund Freud. Correspondencia de amor, 1981, Río de Janeiro, Imago, pág. 339. 46. Carta de Freud a Max Halberstadt del 24 de julio de 1912, ibíd., pág. 342. 47. Carta de Freud a Ferenczi del 4 de febrero de 1920. 48. Carta de Freud a Wittels del 8 de febrero de 1920, citada por Peter Gay, op. cit.y pág. 363. 49. Fntz Wittels, Sigmund Freud: his Personality, his Teaching and his School, 1924, Londres, Alien & Unwin. 50. Ernest Jones, op. cit., III, pág. 56. 51. Carta de Freud a Wittels de diciembre de 1923, citada por Peter Gay, op. cit., pág. 363. 52. SE, XVIII, pág. 16n.
CAPÍTULO 49 EL LIBRO DE LAS MASAS Veamos el panorama social del psicoanálisis en el inicio de los años 20. El pensamiento innovador, sólo con sangre entra -casi siem pre, la propia-. El psicoanálisis, escandaloso por propia naturaleza, le parecía un colosal absurdo a la cúpula médica vienesa, conservado ra también por propia naturaleza. La joven ciencia transitaba en el submundo underground exuberante de teorías revolucionarias sobre política, ciencia y arte de vivir. Freud era tema en los cafés. De esa época data la malvada mot d’esprit de Cari Claus, que consideraba al psicoanálisis como “la enfermedad cuya cura pretende ser” -sutil ca ricatura de la “neurosis de transferencia”"1- . La prensa popular, los periódicos y las revistas difundían como imagen del psicoanálisis la figura de ^u creador, serio, de barba, tomando notas junto al diván y viendo sexo en todas partes, incluso en los niños. El psicoanálisis, la verdad sea dicha, nació con la intención de derribar las ideas aceptadas de la humanidad. En sus Conferencias d e in trod u cció n al psicoanálisis, Freud señala que él le propinó la ter cera bofetada a la megalomanía de los terráqueos. Primero Copémico estableció que la Tierra no era el centro del universo, luego Darwin hizo que el hombre ingresara en el reino animal, y él mismo estaba demostrando que la conciencia era un epifenómeno del inconsciente1. ¿Se podía esperar que el mundo aplaudiera? Maldito, Freud pasó a ser primero moda, y después mito. Nuestro conocido Paul Bjerre, amante de Lou, admirador celoso, declaró que el psicoanálisis “agitó los sentimientos como si se tratase de una nueva religión ...2”. Viena pasó a ser una Roma sexual, pero Roma al fin. La Causa crecía en forma exponencial, con filiales en Viena, Berlín, Lon dres, Amsterdam, Budapest, París, dos en la Escandinavia, varias en los Estados Unidos, Jerusalén y Africa del Sur. Abraham, uHigh Pow e r en la opinión de Alix Strachey, ya en 1908 había trasplantado el modelo de la Sociedad de Viena a Berlín, montando el núcleo de la
*1. Cari Claus era un célebre humorista, firme opositor de Freud no con cerniente al problema del “análisis lego” (Harald Leupold-Lówenthal, “Le procés Theodor Reik”, Revue Internationale d’Histoire de la Psychanalyse, 1990, III, pág. 61). 234 235
■ sección berlinesa de la Asociación Psicoanalítica Internacional, funda da en el Congreso de Nuremberg en 1910. Un año después, los médi cos de la Costa Este de los Estados Unidos se reunieron en dos orga nizaciones: la Sociedad Psicoanalítica Americana y la Asociación Psicoanalítica de Nueva York, que convivían en un clima de guerra fría. Dos años más tarde Ferenczi fundó la Sociedad de Budapest, próspera durante cierto tiempo después de la guerra, hasta el ascenso al poder del régimen antisemita de Horthy, en 1920. A partir de ese momento reaccionario la ciudad pasó a ser denominada Judapest. Budapest fue cuna de grandes analistas, como Franz Alexander, Sandor Radó, Michael Balint, Geza Roheim, René Spitz y David Rappaport. En 1924, en el país de Jones, se funda el Instituto de Psicoa nálisis de Londres, con Glover, la bellísima Joan Riviére y el matri monio Strachey. O sea que los fíeles discípulos Jones, Ferenczi y Abraham habían llevado el evangelio freudiano a sus tierras, mien tras que, a falta de un apóstol galo, el análisis penetraba con mucha dificultad en Francia. Paralelamente, en los Estados Unidos, la lite ratura psicoanalítica proliferaba como un sarampión3. El psicofisiólogo norteamericano William McDougall se refiere a los alcances de esa nueva moda: “Más allá de los seguidores profesionales, una legión de legos, pedagogos, artistas y diletantes quedó fascinada por las espe culaciones freudianas, y les dio una dimensión popular, de modo que algunos de los términos técnicos usados por Freud se insertaron en el habla popular, tanto en los Estados Unidos como en Inglaterra”4. Mc Dougall se queja de la “peste” de la que habla Lacan. Tratándose de una moda, muchos de sus detractores, así como muchos de sus admi radores, sólo tenían una vaga noción de su mensaje específico. El te rreno era propicio para la proliferación del charlatanismo. La Causa también se infiltraba en el continente europeo. “En la prensa diaria -observa Abraham en una circular interna- el psicoa nálisis es noticia, principalmente en sentido negativo, aunque no siempre.”5 Los cursos ofrecidos por el Instituto Psicoanalítico de Ber lín estaban atrayendo a un público numeroso6. La obligatoriedad del análisis personal aún no había sido sancio nada, cuando ya comenzó la lista de espera para la formación didácti ca. Pari passu se multiplicaban las filiales de la IPA; se fundaron so ciedades en Munich, Dresde y Leipzig. La francesa preparaba su documentación. Los libros de Freud estaban siendo traducidos a todos los idiomas importantes. Hasta en la xenofóbica Francia, Gide, director de la Nouvelle Revue Frangaise, solicitó autorización para publicar un tex to de Freud en su número aniversario. La Asociación Británica para el Progreso de la Ciencia invitó al Maestro a inaugurar un sector de dicado a la psicología. Freud declinó la distinción. En general, no aceptaba participar en actos públicos; las conferencias de Estados Unidos en 1909 fueron una excepción, cuando el proselitismo era una cruzada. .^I j 236
Pero ahora no. Freud se siente incómodo con la fama. El éxito, por alguna razón que no pasa por la modestia o timidez, lo deja más vacío que irritado. No siempre fue así: en algún tiempo, leer una rese ña sobre su obra podía cambiarle el color del día. Pero, aún antes de la muerte de Sophie, mucho antes de los primeros síntomas del cán cer, su carácter se había ensombrecido. En una carta a Pfister recono ce que “la causa avanza por doquier”. Lo reconoce, pero sin deleitarse: “Usted parece sobrevalorar mi placer en eso. Ya disfruté de todas las satisfacciones personales que se pueden obtener con el análisis en la época en que estaba solo y, desde la adhesión de los otros, me fui sin tiendo más irritado que satisfecho”7. Parece ser que la fama es un go ce solitario que no se puede compartir. “La popularidad en sí me es enteramente indiferente; hay que considerarla un peligro para reali zaciones más serias.”8 Los éxitos son pálidos antídotos para las pe nas, las catexis no neutralizan el rencor, que no perdona. Sabía, eso sí, que la lágrima y la risa son variaciones del mismo goce. La fama agobia, pesa: “Lamento no haber respondido a su última carta. A ve ces mi lapicera queda exhausta. Tengo que atender mucha correspon dencia de trabajo; advertir a pacientes que no vengan a verme, ya que no dispongo de tiempo para tratarlos, y recibir ofertas lisonjeras para escribir un artículo sobre tal asunto para tal periódico. Estos son los inconvenientes de la popularidad. Me cuesta ver el lado bueno de la fama”9. Freud comenzó la década del 20 con una mala disposición. Com parando su estado en ese momento con la época en que conoció a Eitingon, escribe: “Mi situación ha cambiado mucho estos quince últi mos años. Me veo aliviado de preocupaciones materiales, pero me repele el alarido constante de la popularidad ...”10. En la misma se mana le envía a Ferenczi una carta reveladora en grado sumo: “Natu ralmente me agrada mucho que usted me escriba con entusiasmo, co mo en su última carta, sobre mi juventud y actividad, pero cuando regreso al principio de realidad sé que eso no es verdad, y no me es panta que no lo sea. Mi capacidad para interesarme se agota pronto, o sea que se aparta de buen grado del presente, hacia otras direccio nes. Algo en mí se rebela contra la compulsión de continuar ganando dinero, que nunca es suficiente, y a seguir con los mismos artificios psicológicos que durante treinta años me han sostenido ante mi des precio general por las personas y por este mundo detestable. Surgen en mí extraños anhelos ocultos ... de una vida diferente: deseos prove nientes del fin de la infancia, que nunca se realizaron y que no se conforman a la realidad ... En lugar de eso, nos encontraremos en el suelo sobrio de Berlín”11. ¿Cuál es la herencia secreta y cuáles son sus anhelos ocultos? Freud continuaba analizando en Viena, y se dedicaba cada vez más a aprendices del diván, de preferencia mujeres. Entre sus alum nos de posguerra estaban discípulas tan importantes como Jeanne Lampl-de-Groot, la princesa Marie Bonaparte y Helene Deutsch. El 237
Profesor siempre tuvo debilidad por las mujeres á la Lou Andreas-Salomé: románticas, complejas, fálicamente femeninas e inteligentes, como Joan Riviére y la propia Jeanne Lampl-de-Groot. La entrada de Freud en la psicología social12 trata de las relacio nes entre el poder y las masas manipuladas. También cuenta la his toria del individuo y la sociedad. De lo natural y lo artificial. Del Tó tem y la IPA. En el verano de 1920, Freud sube a los Alpes con una pila de li bros. Le Bon, Trotter (que habla del “instinto de rebaño”)13, Sighele, un par de novelas de Zola y la última novedad de McDougall, The Group Mindli (que postula el fenómeno del “contagio” en la multi tud). Esos textos sobre “conjuntos de personas” constituían la biblio grafía de base para montar su ensayo sobre la psicología social, que venía cocinando a baño María desde el cuarto capítulo de Tótem y tabú15. Ahora, una década más tarde, Freud abandona el recurso de la prehistoria conjetural en la Edad del Hielo. En vez de considerar “una formación grupal relativamente simple”, aborda a las “masas artificiales permanentes y altamente organizadas”16. Esto significaba abandonar las fantasías filogenéticas originales en favor de la com plejidad ontogenética. El trabajo progresa rápidamente y a fines del otoño sus discípu los alemanes ya pudieron recibir el manuscrito (fueron los primeros, como venía sucediendo en los últimos tiempos). “El libro -señala Enriques- comienza con una toma de posición radical: el cuestión amiento de la oposición entre psicología individual y social.”17 Leemos en el primero párrafo: “El contraste entre la psico logía individual y la psicología social o de grupo (foule), que a primera vista puede parecer pleno de significado, pierde gran parte de su niti dez cuando se lo examina mas de cerca”18. Se trata, según Enriques, de una bomba, porque el psicoanálisis, como paradigma de “psicología individual”, subvierte “las relaciones sociales ficticias, hechas de mentiras y máscaras. Desmitifica los ideales y las ideologías; devuelve la carga dramática a la relación se xual, que no se da entre dos epidermis sino entre dos sujetos que en ella viven el apogeo de su placer, de su falta y de su finitud”19. Freud dice: “Con la palabra «amor», en sus múltiples acepciones, el lenguaje creó una síntesis perfectamente justificada”20 Usa el tér mino para designar tanto los vínculos sensuales concretos como los sentimientos del padre respecto de un hijo (narcisismo de los padres) y viceversa (deseos incestuosos), así como para hablar de la relación entre el líder y sus seguidores (identificación). Sexo es todo eso y, en la polifonías de los sentidos, el término se enriquece en las mil peque ñas muertes del orgasmo. De hecho, Freud lo lleva a su espectro más amplio: sexo equivale a amor. De esa manera es posible unificar to das las emociones como atributos de la sexualidad: simpatía, afecto, respeto, desprecio, amor paterno y piedad filial, amistad y animosi-
dad, victorias físicas y fracasos simbólicos, interés estético, piacer por lo feo: todo queda asimilado en la fuente unificadora21. Rastreando los sentimientos sexuales hasta los primeros años de vida, él puede explicar, sobre bases totalmente psicoanalíticas, la aparición de fre nos emocionales tan poderosos como la vergüenza y la repugnancia, de las normas relacionadas con el gusto y la moral, de actividades culturales como el arte y la investigación científica -incluso el psicoa nálisis. En ese río con un estuario tan diversificado, el término “sexual” adquiere dos alcances diferentes, según la ocasión. Es bueno tener presente que el sexo, para Freud, siempre fue más que genitalidad. Él insiste en hablar de sexo “para no ceder a la pusilanimidad”22 y también, a veces, con ánimo de escandalizar. Pone “sexual” donde tal vez sería más apropiada la palabra “erótico”. Freud protesta, no com prende por qué esa palabra provoca tanto escándalo, siendo que él la toma en su sentido más amplio. Pero, en cuanto se le presenta la oportunidad, salta la liebre y “el sexo es sexo puro”23. En esa constan te oscilación entre “inocencia” y “lascivia” hay, como lo señala Philip Rieff, “una ambigüedad vital del discurso freudiano, que no se debe eliminar «stracheyanamente», porque junto con ella se perderían al gunas construcciones básicas del psicoanálisis. Por ejemplo: las rela ciones sexuales como paradigma de las relaciones sociales”24. Esta franqueza freudiana de llamar al sexo por su nombre fue uno de los solventes aplicados a la rigidez de la lengua cultural de la época. Freud se instala como crítico del lenguaje junto a su coterrá neo Wittgenstein. Pero, a diferencia del filósofo, que proponía el quie tismo verbal de “callar acerca de aquello sobre lo que no se puede ha blar”, Freud exhorta a “decirlo todo acerca de aquello sobre lo que no se puede hablar”25. Este amor ampliado tiene su sosias en la antigüedad: el amor platónico. Platón, el padre de Eros, también ve la amistad como cohe sión social. Pero el Eros freudiano es radicalmente diferente del Eros platónico. Más aún: la idea psicoanalítica de la sexualidad sirve como crítica a la idea platónica de la sociedad. Las “intenciones” son dife rentes. Para Platón -en El banquete- la emoción adquiere el rango de su objeto, de modo que el amor más “elevado” es superior al más “ba jo”. Freud no hace esa apología de lo sublime. La literatura que se lleva a la montaña le sirve a Freud como punto de partida, funcionando como el primer capítulo histórico de la Traumdeutung. Pero en la arquitectura de la obra, su propio Tótem y tabú tuvo más peso que todos los libros consultados. Lo guiaba esta pregunta: ¿qué mantiene unidos a los grupos? Interrogante que inau gura su incursión en los dominios de lo social. Grupo e individuo son dos formas de hablar de lo mismo: “En la vida mental del individuo, el otro entra ... como ideal, objeto, auxiliar o adversario; por eso, des de el principio, la psicología individual es, al mismo tiempo, psicolo gía social”26. Además, no es posible trazar entre ambas psicologías 239
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una diferenciación absoluta, porque la psicología unipersonal, en últi ma instancia, está en función de la relación de una persona con otra. Conviene recordar que para Pichón Riviére el psicoanálisis es un bi nomio en la perpetua triangulación edípica. La P sico lo g ía d e la s m a s a s 27 también tiene un sesgo político in corporado en el título: se trata de m a s a s . Término cargado de conno taciones reaccionarias*2. Los textos consultados, incluso Zola, repre sentaban la corriente de pensamiento político producido a partir de O ríg en es d e la F ra n cia con tem p orá n ea (1868), de Taine. La orden del día era ir contra el espíritu de la Revolución Francesa, ensañándose en la autopsia de las nefastas consecuencias del 18 de Brumario. El denominador común entre autores tan dispares como Taine, Bagehot, Trotter, Lombroso y Sighele decantaba en la fascinación aterrada an te el vandalismo de las “turbas modernas”. “Para el inglés Trotter28, gran amigo de Jones, la turba era alemana. En la misma época, Émile Zola, en su antológica recreación de una huelga de mineros, pre sentó a la clase trabajadora como una mezcla inflamable de amenaza y promesas -m ás amenaza que promesas-. Para los discípulos de Taine, la masa agitada era una ola vengativa, sedienta de sangre, embriagada e irracional: estaba enjuego la democracia”29. Los teóricos de la “vieja derecha” fueron Tarde y Sighele30. Le Bon bebió de esas fuentes, popularizando el pensamiento político que cobró fuerza después de la insurrección de la Comuna, en 1871. Su P sicolo g ía d e la s m a s a s 31 parte de la base de que todo hombre pierde su individualidad en una multitud, para incorporar una parcela de “alma colectiva”, amorfa, animalesca, acéfala. Frente a las masas, Freud, por su parte, sin ir tan lejos, siempre conservó una mezcla de antipatía y desconfianza. Esa actitud ya está presente en una carta a Minna Bernays, de los tiempos de París: “La ciudad y las personas son extrañas. Parecen de una especie diferente de la nuestra; siento que están poseídas por mil demonios; en vez de Monsieur o «Voilá V E ch o de París», escucho gritar «Á la lanterne” o «A bas» este o aquel hombre. No creo que ellos conozcan el sentido de la vergüenza o el miedo ... Son personas propensas a las epidemias psí quicas y a las convulsiones de masas histéricas” 32. *3 La M a ssen p sych o lo g ie no abandona completamente esa evaluación
juvenil de París como antro de “guillotineros”. Rieff comenta que Freud no se preocupa en diferenciar su propio desdén por el pueblo respecto del de sus fuentes; transcribe párrafos enteros de retórica profunda mente antidemocrática. “A pesar de que su deuda con [Le Bon] ... no refleja ninguna admiración secreta por la autoridad, aun así, su obra se tiñe, de un modo no totalmente inocente, con los colores autoritarios de sus mentores.”33 Pero, me pregunto, después del Congreso de Nuremberg, ¿quién dice que la esencia del psicoanálisis es democrática? Es preciso señalar que Freud carecía de sentido político; era casi una parodia del liberal a la moda antigua. Gay34 y Mitchell35 encuen tran una posible virtud en ese daltonismo: colocarse “afuera”, en una transferencia apolítica. Pero éste es el típico argumento de la derecha cientificista. Los historiadores de la línea conservadora se escandalizan ante la política democrática, y no ante cualquier clase de política. Freud reconoce la aparición de la barbarie en la vida colectiva como tal. El ciudadano refinado que soñaba á la Rousseau no recibe más crédito que el proletario de la utopía marxista. No es tarea del psicoanálisis justificar recelos conservadores ni condenar esperanzas revoluciona rias. La cuestión es, para Rieff, que “el individuo racional se sumerge en la barbarie bajo las compulsiones de la vida colectiva”36. En suma: las masas son definidas como lo que no es el individuo. Se trata de una “cosificación absoluta”37. Ellas creen en el poder má gico de la§ palabras, que hace posible lo imposible bajo el imperio de la certeza. La masa se comporta como el sujeto que sueña38. De allí las pesadillas de la humanidad ...*4 Gustave Le Bon, contemporáneo de Breuer, aunque excluido de la ciencia oficial, tuvo un gran éxito personal; autoridades como Bergson, Poincaré y Ribot fueron seducidas por el dramatismo de su prosa. Marie Bonaparte, como luego veremos, fue subyugada por sus encan tos39. Él realizó una síntesis perfecta entre las teorías heredo-degenerativas, la hipnosis, el antisemitismo y el odio a la Revolución: lo que Roudinesco denomina “el inconsciente á la francesa”40. La P sy c h o lo g ie d e s fo u les fue lanzada en 1895, en el año de Irma. El ejemplar que Freud tenía en sus manos sería de la última edición, la trigésima. Uno de los mayores éxitos editoriales de todos los tiem pos. Este texto, inspirado en Charcot, parte de la hipnosis esta vez en
*2. El título de la obra en alemán es Massenpsychologie und Ichanalyse. O sea, “psicología de las masas y análisis del yo”. Strachey tradujo “masa” por “grupo”, que es mucho más blando. El propio Freud se quejó a Jones de que “«grupo» no parecía muy adecuado”. Emplearemos entonces Psicología de las masas. *3. Encontramos una posición semejante, pero de un conservadurismo más sofisticado, en La rebelión de las masas, escrita por Ortega y Gasset en 1930.
*4. Pensando en el Carnaval de Bahía, surge la idea de un grupo artifi cial que no se adecúa a la noción de la inanidad inoperante de las masas. Porque en la folia carnavalesca, al son de mil atabaques, en la ruta de los trios eléctricos, la multitud superarmonizada se organiza para crear el “ma yor espectáculo de la Tierra”. Tal vez, en vista de las reglas identificatorias del ensayo de Freud, la diferencia resida en las características del liderazgo: el Rey Momo reina como un Papá Noel erótico con alma de payaso.
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forma colectiva. La masa magnetizada necesita del líder carismático, con la imagen de un Rey, de un Führer. Le Bon habla de la “irracio nalidad de las fuerzas inconscientes”. El inconsciente leboniano es una mujer epiléptica41. Freud distingue “su” inconsciente del de Le Bon: “Una cierta di ferencia entre la concepción de Le Bon y la nuestra resulta de que su concepto de inconsciente no coincide totalmente con el adoptado por el psicoanálisis. El inconsciente de Le Bon considera, en primer lu gar, todas las características más profundas del alma de la raza, que en verdad no entran en consideración en el psicoanálisis individual. No negamos por cierto que el núcleo del yo incluya la «herencia arcai ca» de la mente humana inconsciente, pero distinguimos además lo “reprimido inconsciente”, nacido de parte de esa herencia”42. Retomemos la pregunta “¿Qué une al grupo?” Lo que da cohe sión, “lo que integra a los grupos, las multitudes, las turbas ... son emociones sexuales difusas; la libido cuya meta fue inhibida”43. Esta generalización se justifica adicionalmente por el hecho de ser enun ciada al mismo tiempo que Freud, en otro cajón de su escritorio, guar daba el manuscrito de Más allá... El nuevo Eros crecía en magnitud, como factor unificador, contrastado con la pulsión de muerte. Cabe agregar que la pulsión de muerte le permitió producir un modelo de inconsciente colectivo irreductible a las formulaciones de Le Bon, eli minando las nociones de herencia, profundidad, mentalidad y arcaís mo -en suma, el legado de un cierto darwinismo social- en beneficio de una estructuración de identificaciones inconscientes44. La tesis de una “psique grupal”, única, diferente de la psique del sujeto, también es rechazada. Freud acepta que determinados conte nidos del inconsciente son colectivos, pero no apela a la noción de una psique transindividual, como lo hace Jung. Esta idea de un “núcleo del yo” exento de represión fue, según Lucille Ritvo45, el punto de partida de los trabajos de Hartmann, Kris y Lowenstein sobre la “psi cología del yo”. En la medida en que el inconsciente leboniano no conoce la repre sión, queda encerrado en la tesis de Tarde de la “imitación”; el con cepto de identificación le resulta extraño. La identificación es el mecanismo por el cual la personalidad humana se constituye, incons cientemente, en su identidad subjetiva. “Un grupo primario es un cierto número de individuos que ubican un solo y mismo objeto en el lugar de su ideal del yo y, consecuentemente, se identifican los unos con los otros en su yo.”48 Como los rayos de una rueda. Además, “cada individuo comparte numerosas mentes grupales -las de su raza, cla se, credo, nacionalidad-, pudiendo también elevarse sobre ellas, siempre que posea un fragmento de originalidad”47. Esta concepción de la identificación invierte la problemática de la imitación, por tra tarse de una relación asimétrica en la que el yo no imita al alter egoy sino que se lo apropia. Unión mística. El jefe dice: “Yo existo en ti y tú existes en mí .
Comunión inmediata. Así Perón podía decirle a la multitud en delirio apiñada en la Plaza de Mayo: “Ustedes son quinientos mil; conmigo son un millón”48. Clásico ejemplo de discurso perverso. “Error” demagógico: el grupo se modifica pero no se multiplica. O sea, no existe potencialización en esa suma, porque el sujeto se en cuentra retraído en una situación narcisista. El ideal del yo es la in terfaz que opera dicha reducción. En relación con el “instinto gregario”, la multitud no es un reba ño, como decía Trotter; está más próxima a la horda primitiva. De allí que Freud no concuerde en que el pánico, como afirma Le Bon, sea lo que desbanda al grupo. El orden es invertido: cuando los vínculos libidinales se deterioran, el pánico entra en acción 5. Freud retoma el mito de la horda en la Edad del Hielo, pero la re flexión sobre la identificación ahora pasa por dos articulaciones fun damentales, derivadas de los ensayos “Introducción del narcisismo” y “Duelo y melancolía”. El narcisismo es una etapa intermedia entre el autoerotismo y el amor objetal. En la melancolía, la investidura reti rada del objeto se vuelve sobre el yo, estableciéndose una identifica ción con el objeto abandonado. Para Le Bon existen sentimientos inconscientes en la multitud; los interpreta como una regresión a estados animistas primitivos. Freud acota que esta regresión, en sí misma, no resuelve el problema de la transformación de la personalidad. No se trata de una concien cia colectiva como la concebida por Herder (1744-1803), “campeón del historicismo”, que postula un “alma del pueblo”49. Bion va más lejos que Freud en este asunto del alma colectiva. Para él la fantasía de que el grupo existe como una entidad supraindividual es en sí misma fruto de una regresión. El observador se “contagia” en el clima “des personalizante”, y pasa a creer en la existencia del grupo50. El grupo como delirio colectivo. Digamos, en passant, que a partir de la antipsiquiatría se acos tumbra postular la inexistencia de ciertas “existencias”. Así, para Laing51 y Cooper52 el loco no existe. Para Bion no existe el grupo y, fi nalmente, para Lacan, no existen la mujer ni la relación sexual.*6 A fin de explicar la metamorfosis doble que sufre toda persona en una multitud - “la intensificación de los afectos y la inhibición del in telecto”53- , Freud apela al principio identificatorio en la figura del lí der. La identificación promueve nexos, erotizando los vínculos. Por esa vía, la hipnosis y el amor llevan la identificación hasta sus últi-
*5. W. R. Bion, “Una revisión de la dinámica grupal”, Nuevas direccio nes en psicoanálisisy 1965, pág. 424. *6. La formulación más radical de “inexistencia” corresponde a un par de discípulos de Thomas Szazz, cuyos nombres no recuerdo, que afirman que no existe la muerte.
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mas fascinantes consecuencias. En el “magnetismo” de Mesmer, el Maestro fc‘es el único objeto y no se presta atención a nadie más”54. Ferenczi, al reseñar el libro, señala que la principal innovación se encuentra en el campo de la “psicología bipersonal”, al descubrirse “un nuevo estadio del desarrollo del yo y de la libido”. Existe una re formulación, en términos identificatorios, de las tensiones entre el yo y el ideal del yo, o sea el futuro superyó. Esta incursión por lo social prepara la nueva instancia del yo en la segunda tópica. Aquí Freud adopta la tesis de Bernheim55 sobre el papel de la su gestión en el mundo grupal. El vínculo identificatorio entre los miem bros de un grupo reposa sobre una cualidad emocional común. Esta identificación es particularmente intensa en la relación hijo-padre. De allí que el complejo de Edipo sea el modelo básico, punto de parti da de la organización social. La cuestión es separar idealización de sublimación. En la idealización, como en el caso del apego por el Führer carismático, hay una concentración de libido sobre un objeto so porte. Ese objeto amado es “tratado como el propio yo”, investido con libido narcisista, y “sirve para sustituir el ideal del yo propio, no al canzado”56. El yo derrama su libido sobre el objeto. Consecuencia central de ese vaciamiento: un yo más modesto, “mientras que el objeto se vuelve cada vez más valioso, hasta obtener finalmente la posesión de todo el amor propio del yo. El objeto, por así decirlo, devora al yo”57. Las diferencias entre idealización e identificación son claras: em pobrecimiento libidinal en el primer caso; enriquecimiento en el se gundo. En la idealización, el objeto ocupa el lugar del ideal del yo; en la identificación, el yo se coloca en el lugar del objeto. La idealización perpetúa la regresión objetal y se opone a la sublimación. Pero la su blimación no debe ser definida sólo como un alejamiento de la finali dad sexual; incluye, por definición, una identificación en la cual el yo renuncia a encontrar sus objetos ideales en el exterior. Freud introduce una distinción entre emociones sexuales y socia les, entre el amor de “elección de objeto” y el “amor de identificación”; de la misma manera, distingue dos tipos de amor: el amor a lo que querría tener (amor de elección de objeto) y el amor a lo que querría ser (amor de identificación). “La identificación representa la forma más temprana y primitiva de vínculo afectivo”58, ya que precede al sentimiento sexual. La identificación, por lo tanto, lleva lo social a la cuna del niño. De allí que la “relación de un individuo con sus padres y herma nos, con su profesor y su médico, todas las relaciones que hasta ahora fueron el principal tema de las indagaciones psicoanalíticas, tienen derecho a ser reconocidas como fenómenos sociales”59. En suma, allí donde las palabras hieren, la psicología social es un parásito de la teoría psicoanalítica. Los grupos artificiales son centrales en este ensayo; la Iglesia y el Ejército, sus paradigmas. Ellos representan una prolongación de la 244
horda primitiva en el ámbito histórico y cultural. Pero hay una dife rencia: mientras que en Tótem y tabú el nacimiento del grupo deriva del asesinato del padre, en este texto el nacimiento del grupo es con cebido a partir de la “estructura libidinal” de la conspiración de los hijos60. Cara y cruz del mismo fenómeno. Para que un grupo subsista, es indispensable la existencia de un agente instaurador, idealizado, fiel de la balanza. “Sea que nos encontremos al principio con un pa dre portador de la muerte o un padre afectuoso, no puede haber gru po sin padre, no puede haber grupo sin obligación de pagar infinita mente la deuda por el derecho a la existencia y por el derecho al sentido.”61 Fruto de esta deuda con el padre, cada sujeto está sometido a una relación de dependencia, de uno a Uno, con el jefe, el general o Cristo. La relación de sometimiento individual fundamenta la forma ción colectiva de la masa artificial62. La lección ética que surge de es te texto es que la familia también es un grupo “artificial”*7, en la me dida en que, en los últimos milenios, está basada en una relación de autoridad, en la égida despótica del padre. Freud propone un ideal de amor, libre de influencias parentales, un intercambio entre pares. La meta terapéutica del psicoanálisis es cortar el cordón umbilical con la autoridad, para que el amor pueda intentar lo imposible: una relación entre personas y no entre imagos. Ésta sería la utopía psicoanalítica, en rigor nunca explicitada a pecho abierto"8. Convengamos en que fue una utopía malograda desde el inicio. Todo ocurrió como si Freud, que critica de modo radical los funda mentos de los grupos artificiales, no hubiera sabido encontrar un mo delo distinto para guiar a una institución que nació con el “Espíritu de Salzburgo”, en ese Congreso inicial sin “Actas, sin Asamblea Gene ral y sin Tesorero”, y después perdió brutalmente su virginidad políti ca. El propio Freud admite su fracaso: “No conseguí hacer reinar en tre los miembros esa concordia amistosa que debe existir entre hombres que se consagran al mismo trabajo, y no conseguí eliminar las discusiones por prioridades ...”63. Para Mezan se trata de saber por qué Freud se dejó enredar en la maraña macrotransferencial64. Sucede que él estaba dominado por su fantasma de identificación con el Urmensch, hecho que lo llevó a inscribir al psicoanálisis en la historia de las instituciones65.
*7. En los términos de Bion, todo grupo es artificial. *8. Freud abre un espacio, pequeño por cierto, para la existencia de un grupo más organizado, cuando señala, como lo hace notar Octavio Souza, que las condiciones negativas de los grupos artificiales (“intensificación de las emociones” e “inhibición intelectual”) pueden ser superadas por una “«orga nización» superior del grupo”; pero ese espacio se cierra, en la medida en que Freud no elabora el tema; sólo dice que ese posible grupo “adquiere las carac terísticas del individuo” (SE, XIV, pág. 88). 245
Una segunda y nefasta lección es recogida por Roustang cuando señala que la IPA es un grupo peor que artificial, un grupo artificialí simo66. Todo sucedió como si Freud no hubiera advertido que, igual que Von Frankenstein, él estaba creando un monstruo, un monstruo institucional con las taras de la Iglesia y el Ejército. Roustang carga las tintas cuando afirma: “Así, la Asociación Psicoanalítica Interna cional, que apuntaba a la propagación de la doctrina con sumisión al jefe, no podía ser otra cosa que un malentendido. El hecho de que es ta Asociación, lejos de referirse a intenciones devotas, «se levante contra las mentiras convencionales», la salva de identificarse con una sociedad religiosa, pero la hace caduca como Asociación. Cuando se reconoce como una banda de asesinos, como «horda salvaje», toma la única forma que le conviene, la única imagen en la que puede susten tarse sin desmentir al Psicoanálisis. Toda agrupación de psicoanalis tas trae en sí el principio de desintegración”67. Es cierto, pero una co sa es una banda de asesinos y otra una horda salvaje. En la horda, la pulsión mortífera se ha sacralizado. Aquí estoy hablando desde una convicción profunda, casi tan profunda como el tabernáculo del ello: yo creo ser portador de una peste. Y esta cruzada transgresiva termi nará por redimirme. Ojalá. Porque tenemos las psicocanalladas del psicoanálisis. ¿No será esto lo que Roudinesco quiere decir cuando afirma que “las disiden cias propias del freudismo pertenecen a la historia del movimiento psicoanalítico?”68 ¿Una ley del tipo de la que estipula que el agua se vaporiza a los 100 grados? ¿Estaremos constitucionalmente destina dos a la mina institucional? ¿No era eso acaso lo que Ferenczi temía en el momento fundante de su Estatuto de Nuremberg —el precio del fin de la “guerra de guerrillas”? Comparando el análisis que realiza Freud de la Iglesia y el Ejér cito con el proyecto fundante de la IPA, expuesto en la “Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico”, se observa una extraña resonancia. Allí vemos que tanto el líder religioso como el líder bélico o el psicoanalítico exigen fidelidad y forjan una unidad doctrinaria. Cristo, Napoleón y Freud se ubican en el lugar del ideal del yo. “Aquí hay mucho más que una paradoja —truena Roustang-; se trata de un cuestionamiento al psicoanálisis y a su funcionamiento. Pues si toda sociedad de psicoanálisis reproduce a la Iglesia o al Ejército, si desti la para los miembros, por su estructura, los efectos y los errores de la identificación y del amor, no queda duda de que el psicoanálisis tam bién queda amenazado, de que pierde su filo.”69 Desde otra óptica, podemos prolongar el pensamiento de Roudi nesco en cuanto a que Dios murió a mediados del siglo XIX, ultimado cuando Feuerbach dio un giro antropológico al sentenciar que “el hombre hizo a Dios a su imagen y semejanza”70. El hecho es que, con Dios muerto, Marx y Freud avanzan. Con quistadores ambos, entran de lleno en la arena planetaria, prome 246
tiendo una salida, llamada Revolución por uno y Cura por el otro. Sus promesas se basan en la apropiación por el ser humano de las leyes de su funcionamiento. La llave del Mundo para Marx estaba en el trabajo; la llave del Alma, para Freud, en el deseo71. Pero las utopías, como las palabras vanas de amor, son dispositivos peligrosos; se corre un riesgo doble. Por el lado de la neurosis, el riesgo, en el caso del marxismo, está en el disciplinarismo laboral comunista; en el caso del psicoanálisis, en el narcisismo de las pequeñas diferencias. Por el la do de la perversión, tenemos a la KGB en el primer caso, y a la IPA y las futuras “ipas” de la vida, en el otro. En la cosa riostra, ambos ries gos proliferan en el destino funesto de los fanatismos cismáticos. El agua hierve a los 100 grados. Vimos que Perón, en la Plaza de Mayo, creó la ilusión millonaria de la multiplicación demagógica. “Juntos somos mil.” En ese terreno, el “Libro de las masas” puede ser considerado profético, pues habla, sin saber que lo está haciendo, del mayor grupo artificial que asolará la tierra: el nazismo. En resumen, el grupo artificial se organiza en tomo de dos ejes: uno vertical, que concierne a la relación de la masa con el líder; otro horizontal, que designa la relación entre sus inte grantes. El nacionalsocialismo exalta ambos ejes hasta el frenesí, ge nerando un Líder y el fanatismo de la esvástica. Los años 20 se revelaron como una década tormentosa para los países dg Europa oriental. El antiguo Imperio Austro-Húngaro sobre vivía con sus territorios truncados, en un mundo donde la ley última era la de los victoriosos y no muy benévolos aliados. La pequeña re pública de Austria acabó siendo admitida en la Liga de las Naciones en 1920, seis meses antes que Alemania. Fue una pequeña victoria diplomática, una de las primeras para una potencia derrotada, y tam bién una de las últimas. Tiempos conturbados, agitación política. Tensión entre la “Viena roja” y las provincias católicas, entre el Partido Socialdemócrata y el Socialcristiano. Nuevos grupos políticos poderosos, como el Partido del Pueblo Pangermánico y el incipiente nacionalsocialismo, impulsa ban posturas radicales, envenenaban el aire político. Austria estaba dividida. Mientras el gobierno municipal socialista emprendía un am bicioso programa habitacional, con construcción de escuelas y asis tencia a los pobres, el Partido Socialcristiano, cuyos miembros eran feroces antisemitas, estaba decidido a expulsar a los socialdemócratas del poder. Austria, de hecho, hizo su aporte a la barbarie moderna: uno de sus presentes al mundo se llama Adolfo Hitler. Nacido en 1889 en la pequeña Vila de Braunau-am-Inn, en la frontera con Bavaria, hijo de un oficial subalterno antisemita, vivió primero en Linz y después en la Viena de Karl Lueger, “el prefecto más poderoso de todos los tiem pos”. Fue en Viena donde absorbió su “filosofía” política, fermento 247
maligno del antisemitismo racial, caricatura del darwinismo social, en la que la especie dominante sería el ario puro: Siegfried72. En 1919, en Munich, después de haber sido licenciado por invali dez al final de la guerra, Hitler ingresó en un grupo oscuro de nacio nalistas, imbuidos de ideas anticapitalistas, punto de partida del Par tido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes, o sea, el nazismo. Hitler nunca olvidó a sus enemigos mortales: la cultura li beral, los demócratas, los bolcheviques y, sobre todo, los judíos. En una entrevista con Josef Hell, le dijo: “Mandaré erigir patíbulos en Munich, por ejemplo, en la Marienplatz. Los judíos serán ahorcados uno a uno, y allí permanecerán hasta que se pudran... Cuando uno caiga [de podrido], el siguiente ocupará su lugar, y así sucesivamente hasta que el último judío de Munich sea exterminado. Exactamente lo mismo sucederá en las otras ciudades, de modo que Alemania que dará limpia de su último judío”73. Un país limpio de ese modo es el sueño de cualquier exterminador de insectos que se respete. En ese punto la postura antisemita nazi llevó el racismo a sus últimas conse cuencias: el judío perdía su condición de ser humano, se convertía en insecto74. Fue la obsesión de toda su vida. Los judíos, transmisores de la sí filis, dueños del mercado de esclavas blancas, corruptores de la raza aria. Como señala Paul Johnson, “el aspecto médico-sexual del anti semitismo de Hitler era probablemente el más importante, sobre todo entre sus propios sectarios”75. Razón de sobra para que el psicoanáli sis estuviera en la mira. El Putsch de la cervecería de Munich, en noviembre de 1923, fa lló de modo estrepitoso, pero Hitler convirtió su fracaso en ventaja: pasó ocho confortables meses confinado en una fortaleza, trabajando en el libro que se convirtió en la biblia del movimiento nazi, Mein Kampf. Era la hora de los demagogos. Por un lado, Benito Mussolini, el más bombástico de los populistas; por el otro, Hitler, el más cruel de los dictadores. Pero el mismo año en que Hitler maceraba Mi lu cha, Freud daba los toques finales a su Psicología de las masas y aná lisis del yo. Según Stierlin, tanto Freud como Hitler -ironías de la vi da- se inspiraron en Le Bon76. Hay algo paradójico en la erupción antisemita nazi de los años 30. Esta pandemia tiene su misterio. Alemania, fuera de toda discu sión, reinaba como la nación más culta del mundo. “Fue la primera en adquirir una capacidad literaria madura universal. Entre 1870 y 1933 sus universidades eran las más sofisticadas del mundo, prácti camente en todas las disciplinas. ¿Por qué ese pueblo, altamente civi lizado, se volvió contra los judíos con una brutalidad gigantescamente insensata?”77 El misterio aumenta si pensamos, como lo observó Fritz Stem, que “entre 1870 y 1914 los alemanes surgieron de repente co mo una nación poderosa, con la misma rapidez con que los judíos sur gieron como una raza poderosa”78. Existía una ayuda mutua. Los ju díos preferían a Alemania porque era el mejor lugar para trabajar. 248
e ñ g S e c í a Sémania. Volverse contra los judie»
Jota-
te en “explicar” la Segunda Guerra Mundial.
NOTAS
i : f Í ^ , T e Z e 5S « le gekeü « i r * car L o » » * seeii r f e r KonftikU, 19253Pp e t S Gay. Freud, amo vida para o n o,so lempo, 1989, San Pablo, C° T
Uke fn England", en Ha Oall.ne afMncrmal PeycHa■
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' “ * y'5PáC ¿ u l a r de Berlín del 16 de mayo de 1926, la última firmada por
101. 8 Carta de Freud a Samuel Freud del 5 de noviembre de 1920 Rylands
as
11. Carta de Freud a Ferenczi del 30 de abnl de 192¿.
~
S S l S f c Heri in 1916, Londres. 14. William McDougall, The Group Muid, 1920, Cambridge. 15. SE, XIII, págs. 100-160. 16. SE, XVIII, pág. 93. , d j aneiro, Zahar, 17. Eugéne Enriques, Da horda ao estado, 1990, Kio ae dañe ,
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pág. 47. 18. SE, XVIII, pág. 69. 19. Eugéne Enriques, op. cit., pag. 5U. Si Í
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mente de un moralista, 1966, Buenos Aires, Pi
dos, pág. 144. 22. SE, XVIII, pág. 91. 23. Rieff, op. cit., pág. 159. 25 P h iim M e ff-b surgimento do homem psicológico’ , Sigmund Freud & o g a j e ,,J a iD r.Locan, 1989, San Pablo, Br.siliense, P«g- 81249
65. Claude Le Guen, “Quand le pere a peur”, en Études freudiennes, N°
26. SE, XIII, pág. 69. 27. SE, XVIII, págs. 67-143. 28. W. Trotter, op. cit.9pág. 118. 29. Peter Gay, op. cit., pág. 372. 30. G. Tarde, Les lois de Vimitation, 1890, París. 31. G. Le Bou, Psychologie des foules, 1895, París 32. Carta de Freud a Minna Bernays del 3 de diciembre de 1885, Sigmund Freud. Correspondencia de amor, 1981, Río de Janeiro, Imago, pág. 222. 33. P. RieíT, Freud, la mente de un moralista, 1966, Buenos Aires, Paidós, pág. 230. 34. Peter Gay, op. cit., pág. 371. 35. J. Mitchell, Psychanalyse et féminisme, 1975, París, Ed. des Femmes, pág. 233. 36. RiefT, Freud, la mente de un moralista, pág. 231. 37. Jean Broudillard, A sombra das mayorías silenciosas, 1994, San Pa blo, Brasiliense. 38. D. Anzieu, “Analogie du groupe et du réve, l’étude psychanalytique de groupes réels”, Le groupe et Tinconscient, 1975, París, Dunod, pág. 147. 39. Célia Bertin, A última Bonaparte, 1989, Río de Janeiro, Paz e Terra. 40. Elisabeth Roudinesco, Historia da psicanálise na Franca. A batalha dos cem anos, 1986, Río de Janeiro, Zahar, II, pág. 214. 41. Ibíd. 42. SE, XVIII, págs. 73-4. 43. SE, XVIII, pág. 91. 44. Elisabeth Roudinesco, op. cit., I, pág. 147. 45. Lucille B. Ritvo, A influencia de Darwin sobre Freud, 1992, Río de Janeiro, Imago, pág. 107. 46. SE, XVIII, pág. 116. 47. SE, XVIII, pág. 129. 48. Eugéne Enriques, op. cit., pág. 71. 49. Herder, Del conocer y sentir del alma humana, 1778. 50. W. R. Bion/’Una revisión de la dinámica grupal”, Nuevas direcciones en psicoanálisis, 1965, pág. 423. 51. R. D. Laing, The Politics of Experience, 1967, Nueva York, Ballantine. 52. David Cooper, “Epílogo a la «Muerte de la Familia»”, Revista Oriente, 1957, Caracas. 53. SE, XIII, pág. 231. 54. SE, XVIII, pág. 127. 55. H. Bernheim, Hypnotisme, suggestion, psychothérapie, 1891, París, Etudes Nouvelles, Doin. 56. SE, XVIII, pág. 114. 57. SE, XVIII, pág. 115. 58. SE, XVIII, págs. 105-110. 59. SE, XVIII, pág. 69. 60. Eugéne Enriques, op. cit., pág. 61. 61. Ibíd. 62. Rozitchner, Freud e o problema do poder, San Pablo, Escuta, pág. 47. 63. SE, XIV, pág. 25. 64. Renato Mezan, Freud, pensador da cultura, 1985, San Pablo, Brasi liense, págs. 290-1. 250
5/6, 1972, París, Denoél, págs. 47-8. 66. F. Roustang, Um destino táo funesto, 1987, Río de Janeiro, Timbres, pág. 30. y" 67. Ibíd. 68. E. Roudinesco, op. cit., II, pág. 156. 69. F. Roustang, op. cit., pág. 34. 70. Ludwig Feuerbach, La esencia del cristianismo, 1975, Salamanca, Sígueme. 71. Miguel Morey, El hombre como argumento, 1989, Barcelona, Antropos, pág. 90. 72. Peter Gay, op. cit., pág. 408. 73. Robert Wistrich, H itlers Apocalypse: Jcws and the Nazi Legacy, 1986, Londres, págs. 31-2. 74. Diane Kuperman, Antisemitismo, novas facetas de urna velha questáo, 1993, Río de Janeiro, Notrya. 75. Paul Johnson, Historia dosjudeus, Río de Janeiro, Imago, 1987, pág. 470.
76. Helm Stierlin, Adolf Hitler, París, 1980. > 77. Paul Johnson, op. cit., pág. 467. 78. Fritz Stem, “Einstein’s Germany”, citado en Robert Wistnch, op. cit.,
pág. 322 y sigs. 79. Paul Johnson, op. cit., pág. 468.
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CAPÍTULO 50 EL YO, ESE PAYASO -Y o soy un psicoanalista salvaje. Esas palabras de apertura de Georg Groddeck en el Congreso Psicoanalítico de La Haya, en 1920, se volvieron famosas1. Tal vez Groddeck sabía que eso era exactamente lo que los ana listas que lo escuchaban, cansados de guerra, procuraban no ser o no aparentar ser. Anna Freud, gran debutante en las arenas internacio nales, quedó con una mala impresión2. Melanie Klein, con una buena impresión. Peter Gay llama a Groddeck “desgarrado”, una nueva ver sión de los tiempos brancaleónicos iniciales, como si fuese la “maldi ción de Stekel”. Comprometía la respetabilidad pretendida por la nueva cosecha de psicoanalistas pos-Versalles3. Groddeck puso una nota de frescura en una profesión que en la cuarta generación comen zaba a ser solemne. Groddeck, “el analista indómito”4, como lo llama Martin Grotjahn, nació en Baden-Baden, al sur de Alemania, en 1866, vástago de una larga familia de médicos. Durante la mayor parte de su vida di rigió una clínica de la Selva Negra que alcanzó renombre por sus mé todos terapéuticos heterodoxos pero eficaces. Autodidacto, empleaba conceptos afines al psicoanálisis, por considerar la enfermedad como una reacción física del cuerpo al trauma y también como una crea ción simbólica, fruto de las fuerzas desconocidas de das Es que nos gobiernan. Como buen analista salvaje, apenas si conocía a Freud de nombre. Su estilo, más allá de todo, era osado en su comprensión de lo que más tarde se denominó medicina psicosomática*1. Freud le tenía especial cañño a este “iracundo de la Selva Negra”. El Es, tomado de Nietzsche, había sido popularizado por el propio Groddeck. Das Es, el ello, un término impersonal empleado para hablar de la parte no-per sonal de la mente, distinta del yo.En 1912 Groddeck escribe una novela en la que satiriza el pansexualismo freudiano5. Freud replicará refiriéndose al pampsiquismo groddeckiano6. En esos años cismáticos, Groddeck estaba más cerca
de Adler. Su conversión se produjo un año después, cuando leyó la Traumdeutung1, esa vez seriamente. El hecho es que era un terapeu ta nato. Pero duda y pregunta, tímido, si tiene derecho a llamarse analista y a ser admitido en la Sociedad Psicoanalítica de Berlín. Freud responde: “Usted es un analista de primer orden que captó la esencia de la cuestión. Aquel que reconoce que transferencia y resis tencia son los ejes del tratamiento analítico pertenece irreversible mente a la Horda Salvaje”8. Eso de la “Horda Salvaje” parece significativo. Roustang, comen tando este pasaje, le cae encima, y dice: “La Asociación Psicoanalítica se convierte aquí, en sentido propio, en una banda de delincuentes y una horda de matadores”9. Me temo que a Roustang a veces le falta sentido del humor. Para mí, pertenecer a la Horda significa recono cerse afiliado a una postura semejante a la de la bellísima carta a Pfister, donde Freud choca al pastor, diciéndole que para ser analista “es preciso ... comportarse como el artista que compra pinturas con los ahorros domésticos de la mujer o que quema los muebles para ca lentar el taller para su modelo”10. Como recuerda Mannoni, “el sistema de Groddeck tenía una base metafísica relacionada con el problema insoluble del alma y el cuer po”11. Usaba un lenguaje provocativo: por ejemplo, “el cuerpo no es un suburbio del alma”. Obra rica como fuente de ideas12. Creo que no fue bien leído. Tal vez sea útil y oportuno un “retorno a Groddeck”, algo realizado parcialmente por Deleuze y Guattari en el Anti-Edipo , y por Chiosa en la Argentina. En 1921 aparece su segunda novela Seelensucher ( El buscador de almas”). Ensayo simbólico. Cuenta la historia quijotesca de un sol terón jubilado que, después de haber perdido la guerra contra las chinches que han infestado su casa, sale a deambular por el mundo en busca del sentido de la vida*2. Ningún editor quería publicar el li bro, pero a Freud le gustó, y se ofreció a publicarlo en laPsychoanalytic Publishing House. A Ferenczi, que luego será amigo íntimo de Groddeck, también le encantó el Seelensucher, que comparaba con Swift y Balzac por “desenmascarar el espíritu devotamente hipócrita de nuestro tiempo”14. El celoso Jones fue crítico: Un libro picante, con algunos pasajes obscenos”15. Por supuesto, Pfister se indignó. Freud, le responde con sentido del humor: “¿Qué es Jo que usted ha bría dicho de haber sido contemporáneo de Rabelais? Groddeck transfirió al Profesor las imágenes de su pasado y lo amó con devoción sostenida. En verdad, Georg se presenta como her mano de leche de Víctor Tausk. La fraternidad es obvia. Seductores, polémicos y polemistas, con sendas novelas autobiográficas a cuestas,
*1. Expresión que Groddeck despreciaba, porque iba contra su concep ción monista de la enfermedad.
*2. Don Quijote era su libro de cabecera (G. Groddeck, Memoria , O ho mem e seu Isso, 1994, San Pablo, Perspectiva).
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y compromiso político con la verdad. Ambos abandonan el establishment y caen en la “incertidumbre”. Tanto Tausk como Groddeck se baten contra la burocracia de la IPA. En consecuencia impresiona comprobar la reacción polarizada de Freud: indulgencia total para con Groddeck; absoluta intransigencia frente a Tausk. Por último se puede afirmar que la “máquina de influir” tauskiana tuvo tanta pre sencia en la elaboración de la segunda tópica como los insights del Hombre de las Chinches. En la época en que publicó su Seelensucher, Groddeck componía un texto que compendiaría su aporte a la medicina psicosomática, en lenguaje accesible, bajo la forma de cartas a una amiga. Él iba mos trando sus cartas” al Profesor, que se deleitaba con ellas. “Las cinco cartas son encantadoras”, exclama Freud en abril de 1921. En realidad, coma seríala Grotjahn, “más que encantadoras eran revoluciona rias Interpolando el texto con anécdotas y especulaciones explíci tas sobre el embarazo y el nacimiento, la masturbación, el amor y el odio el volvía una y otra vez a la noción del “Ello” (das Es), que había creado anos antes. 18 “Soy de la opinión -escribe en la segunda carta- de que el hom bre es dominado por lo Desconocido. Hay un «Ello» en él, algo maravi lloso que regula todo lo que hace y le sucede. La frase «yo vivo», es só lo condicionalmente correcta; ella expresa un pequeño fenómeno Ellot”^ dG 3 Verd3d fundamental: <
Con todo, hay diferencias: El arado sólo quiere remover la tierra e ir soslayando las piedras, procurando que su filo no se melle22. Para el arado, el “riesgo de perder el filo es un asunto vital . Pa ra el labrador, “se trata de un problema monetario”. Porque hay tie rras y tierras. Hay tierras pedregosas -como el y o - y tierras fértiles -como el Ello. Aquí entramos en el meollo de la alegoría: Luego llega la gran piedra o, en todo caso, lo que entiendo por piedra: lo psíquico. El labrador sabe que es tierra pedregosa el arado lo percibe en la mano cuidadosa que lo guía. También se da cuenta de que el labrador observa atentamente la tierra lértu del Ello que lo rodea. No entiende por qué el labrador quiere arar primero el campo pedregoso del yo, terreno al que el arado atri buye tan poco valor. El arado penetra con desagrado en la tierra del yo donde la separación entre lo físico y lo psíquico es tan acu sada La frase “En el yo se asienta la conciencia, el dominio de las vías de acceso a la motilidad y lo que recoge del mundo interior” significa para él un verdadero tormento . El arado pierde el filo: El arado tiende a considerar al yo como un espejismo del Ello ... Él no cree que el yo domine la motilidad y los músculos volunta rios, y mucho menos los intestinos, el corazón, los riñones y el ce rebro. Con eso el arado no niega el yo y el superyó. Para el son instrumentos y no existencias24. Ese arado hace de Groddeck, según las palabras de Manoel Berlinck, el mayor teorizador de la subjetividad freudiana •. Y el primer crítico de la ego-psychology, acotaría yo. .. Para situar bien la diferencia entre el ello y el Ello necesitamos arar nosotros mismos en el terreno de las tópicas, procurando eluci dar la razón que llevó a Freud a modificar la arquitectura del aparato psíquico. El término “tópica” -nos informan Laplanche y Pontalis significa teoría de los lugares y forma parte, desde la Antigüe a , e lenguaje filosófico. La tópica kantiana determina el lugar que ocupa
*3. Comunicación personal, en la discusión del trabajo “Disso ao Id, um interludio”, Jornada da historia da psicanálise, de Iraci Fontes, Norbelia Matto Grosso, Walter Rodrigues Filho, 1994, Cachoeiras.
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cada concepto. De allí la hipótesis freudiana de una tópica psíquica, que surge en un contexto netamente científico (neurología, psicofisiología, psicopatología)25. La primera tópica, más radical en su territorialidad, aparece, co mo vimos, en el capítulo VII de La interpretación de los sueños. Ella se divide en inconsciente, consciente y preconsciente; cada sistema posee su función, su energía de investidura o catexis y su operatividad. La elaboración de esta tópica continúa y desemboca en el estua rio de los textos metapsicológicos, donde comienza a quedar desactua lizada, frente a la observación de las “defensas inconscientes” y la precipitación de las identificaciones en un yo ideal. n Entre 1920 y 1923 se van sentando las bases de la “segunda tópi ca”. La nueva teoría hace intervenir tres “instancias”: el ello, polo pulsional del sujeto; el yo, que se erige representante de los intereses de la persona, y el superyó, que juzga y critica. En realidad, como lo señalan Laplanche y Pontalis, la palabra instancia ya había sido utilizada en La interpretación de los sueños; allí tenía el sentido jurídico de “foro”, o sea un lugar o agencia que propicia la censura . Ejemplo: “Nada puede alcanzar la conciencia del primer sistema sin pasar por la segunda instancia”26. Sólo en El yo y el ello el término adquiere estatuto metapsicológico. En general, "sistema” es un concepto dinámico; “instancia”, dinámico-estructural27. El modelo de sistema sería el aparato óptico; el de instancia, la Cámara de Apelaciones. La palabra “instancia” está más próxima a la “posición” en Klein, que incluye la dimensión temporal. Las tres instancias hacen su debut teórico en El yo y el ello, pu blicado a comienzos de 1923, o sea una semana antes, como luego ve remos, de la aparición del espectro del Ello maligno en la boca. Strachey opina que estamos ante la “última de las grandes obras teóricas de Freud”, opinión, en general compartida por la Escuela In glesa, que no tiene en gran estima los escritos llamados “sociológi cos , y por la Ego-Psychology, a pesar de sus reservas sobre la pulsión de muerte 4. Pero, en contraste con Más allá..., aquí se pueden ras trear los orígenes de las nuevas formulaciones en escritos previos, particularmente en “Introducción del narcisismo”29. Ahora bien, el inconsciente sistémico de la primera tópica no es igual al ello. Es más y, al mismo tiempo, menos. El ello contiene lo que antes se incluía en el inconsciente, pero no engloba el conjunto del psiquismo sumergido. Todo lo reprimido es inconsciente; el in consciente, empero, no es sólo lo reprimido: el represor también es in-*
*4. Para Melanie Klein la obra más importante de Freud es Inhibición, síntoma y angustia , (Phyllis Grosskurth, Melanie Klein, her World and her Work, 1987, Cambridge, Harvard Univ. Press, pág. 293). Curiosamente, ésta también fue la obra favorita de Anna Freud (Elisabeth Young-Bruehl, Anna Freud, a Biography , 1988, Nueva York, Summit Books, pág. 193).
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consciente. Una forma de expresar esto ya aparece en la carta de Freud a Groddeck donde habla de un núcleo de lo reprimido (el ello) bañado por los profundidades del yo 30. ** La instancia contra la cual opera la defensa deja de ser definida como polo inconsciente y pasa a ser el polo pulsional. Las fronteras de esta nueva instancia no están tan claramente definidas como en los sistemas de la primera tópica. Con relación al yo, el límite carece de la nitidez de la censura original que separaba el inconsciente del preconsciente-consciente. “El yo no está netamente separado del ello, ellos se mezclan en su parte inferior. Lo reprimido, empero, también se mezcla con el ello, del cual es sólo una parte. Sólo se separa con ni tidez del yo por las resistencias de la represión y puede comunicarse Oí través del cilio. ¿En qué sentido el ello es más que lo inconsciente sistémico de la primera tópica? La nueva propiedad tiene que ver con la noción de “depósito o reservorio de la libido”, idea que aparece por primera vez en el ensayo sobre narcisismo, en la famosa metáfora de la ameba. “Pensamos que existe una catexis original del yo, de la cual una parte es dada a los objetos, pero que fundamentalmente persiste, y está telacionada con las catexis de objeto, de la misma manera que una ameba se liga a los seudópodos que emite”32. La cuestión es saber dónde está emplazado ese reservorio primordial. En Más allá del principio de placer, el cuerpo de la ameba está en el yo: “El psicoaná lisis... llegó a la conclusión de que el yo es el reservorio original de la libido, y de que sólo a partir de ese reservorio la libido se extiende ha cia los objetos33. Tres años más tarde, empero, en su contribución a la Enciclopedia, Freud afirma que: “Ahora que hemos distinguido entre el yo y el ello, debemos reconocer que el gran reservorio de libido está en el ello”34. En el Esquema se pronuncia la última palabra: “Visuali zamos algún tipo de estado inicial en el que el total de la energía dis ponible de Eros, que de aquí en más denominaremos «libido», está presente en el yo-ello aún indeferenciado”. Más aún: El meollo de nuestro ser está formado por el oscuro ello”35. Por otra parte, el ello freudiano se asemeja al Sí-mismo de Nietzsche, una presencia que gobierna por detrás de la conciencia3 . De la misma manera que el ello es una instancia “somática , en cuan to reservorio pulsional, el “Sí-mismo habita en tu cuerpo y es tu cuer po”37. El Sí-mismo es un ello con pretensiones superyoicas. Podemos pensar, al mismo tiempo, que el Gran Otro lacaniano es el heredero del ello freudiano38. El inconsciente sistémico es, repetimos, una pieza del aparato óp tico; el ello es caballo, o ameba, o tierra fértil: una instancia y no un sistema. Concepto más “naturalizante”, más groddeckiano. También se puede decir que el ello tendría un espectro más junguiano en sus misterios que el viejo inconsciente dinámico. Por otra parte, esta ins tancia nace para dar cuenta de la instauración de la pulsión de muer te, contrapartida necesaria en la nueva gestión teórica39. 257
Pasando de la última a la primera palabra, tanto Jones40 como Kris41 remontan la semilla del ello a la carta del 2 de mayo de 1897, en la que Freud le comunica “un gran avance” a Fliess: “Un segundo elemento importante de comprensión me dice que las estructuras psíquicas afectadas por la represión en la histeria no son, en verdad, recuerdos, ya que nadie se entrega a la actividad mnémica sin un motivo y sin impulsos derivados de las escenas originarias”42. O sea que aquí basta sustituir las “escenas originarias” [de seducción] por el ello. E n g e n e r a l, e n t o n c e s , e n lu g a r d e la e s c is ió n r a d ic a l e n t r e lo s s i s t e m a s d e la p r im e r a t ó p ic a , a q u í s e t r a t a d e u n a d ife r e n c ia c ió n p r o g r e s iv a . L a p la n c h e y P o n ta lis tie n e n r a z ó n c u a n d o s e ñ a la n q u e la s e g u n d a tó p ic a se p r e s ta m á s a u n a in te r p r e ta c ió n b io lo g iz a n t e d el a p a r a t o p s í q u i c o 43.
¿Por qué introducir un eZ/o?44 Se trata de una referencia a lo pulsional. “El Ello —según Groddeck—ama la lujuria, es perverso y cobra su parte.”45 Tenemos que comprenderlo como una energía vital, me tafísica pero vital, “una forma de tomar lo vital al pie de la letra, en relación con el estatuto tan particular de lo biológico en el pensa miento psicoanalítico”46. En segundo lugar, estamos frente a una op ción genética; el inconsciente es a-histórico, mientras que el ello plan tea la cuestión de los orígenes. Finalmente, para Laplanche, esta instancia “es un modo de insistir sobre la impersonalidad de lo que nos mueve”47. El otro límite de la instancia ello, en la frontera con el superyó, tampoco conoce una demarcación nítida, ni histórica ni tópica, en la medida en que gran parte del inconsciente del superyó “está sumer gida en el ello”48. La cartografía freudiana tiene ahora fronteras topológicas. Freud le asigna al superyó dos orígenes complementarios: uno en la infancia; el otro, en la historia de la raza. En la ontogenia, él superyó se forja en las identificaciones parentales: de allí el dictum de que el superyó es “el heredero del complejo de Edipo”49. En el co mienzo de la fase oral primitiva, la catexis de objeto y la identifica ción son indistinguibles: “Detrás del ideal del yo se oculta la primera y más importante identificación del sujeto, su identificación con el padre en su propia prehistoria personal”50. En realidad, hay identifi cación con el superyó de los padres, originándose una suerte de “sal to” generacional (“punto de malla”, en el arte del croché). De esa manera el superyó se vuelve vehículo de la tradición, “de las evalua ciones resistentes al tiempo”, que así se propagan a lo largo de las ge neraciones51. En cuanto a la filogenia, no queda completamente aclarado el “protocolo” de esa herencia en la que, como apunta Mezan, “el final del Edipo parece producirse de modo natural «cuando llega la épo ca» ...”52. Freud, empero, también habla de la “destrucción” y el “naufragio” del complejo de Edipo, metáforas que sugieren un desen 258
lace conflictivo53. El superyó nace de la gran y antigua represión an cestral, en la Edad del Hielo54. La conciencia y los otros valores mo rales se transmitirían orgánicamente a las mujeres por “herencia cruzada”55. Aquí, una vez más, cabe la pregunta de si fue el ello o el yo el que adquirió los rasgos de la conciencia moral en el pasado re moto del hombre: “El superyó, en nuestra hipótesis, es el resultado de las experiencias que condujeron al totemismo”56. Pero, ¿por qué vía? ¿Por el ello o por el yo? “Una simple reflexión nos lleva a con cluir que ninguna vicisitud de origen externo puede alcanzar al ello sin la intermediación del yo, que para el ello es el representante del mundo exterior.”57 Ese lugar de intermediación “lapida” al yo, convirtiéndolo en el terreno pedregoso de la parábola groddeckiana. Freud compara el yo de la segunda tópica con la figura del psicoanalista: “Se comporta verdaderamente como el médico en una cura analítica, recomendán dose al ello ... como objeto libidinal, tratando de atraer hacia sí la li bido del ello. Además de asistente de éste, también es su mayordomo obsequioso, que mendiga el amor de su patrón”58. De allí que, en ese difícil papel de mediador, el yo, como el analista, caiga “con frecuen cia en la tentación de volverse complaciente, oportunista y mentiro so, un poco como el estadista cuyas perspectivas son justas, pero quiere granjearse el favor de la opinión pública”59. El yo ahora se problematiza, con su nueva dimensión narcisista, con su angustia de perder el amor. En la historia teórica del psicoanálisis, el superyó consiste en una elaboración de la noción del ideal del yo, postulada por primera vez diez años antes en relación con el problema del narcisismo*5. Pero ideal del yo y superyó no son la misma cosa: una parte importante del superyó permanece inconsciente. Ese superyó “profundo” es mucho más radical en su condenación que el aguijón de la conciencia en un nivel más elevado. Fue el estudio del “delirio de observación” el que permitió apreciar por primera vez la virulencia de esa instancia censora interna. Pero en El yo y el ello, ambos términos son prácticamen te sinónimos. Lo más que se podría decir es que el ideal del yo es una subestructura particular dentro del superyó60. Sólo en las Nuevas conferencias aparece la distinción entre los sentimientos de culpa, propios del superyó, y los sentimientos de inferioridad inherentes al ideal del yo61. Posteriormente, la Escuela Francesa en general, siguiendo una indicación de Nunberg62, ha diferenciado yo ideal e ideal del yo. En los términos de Hanley, el yo ideal es una ilusión; el ideal del yo, una
*5. Freud le pregunta a Jones: “¿Usted cree que Stekel tiene ideal del yo?* (Ernest Jones, Free Associations, 1959, Nueva York, Basic Books, pág. 220) . 259
promesa63. Otra alternativa: el yo ideal es una moratoria; el ideal del yo, un pagaré. En ese caso el superyó sería una sentencia. Para Lacan, el ideal del yo (Ideal-Ich) está en el plano de lo simbólico, en la medida en que ocupa un lugar en el conjunto de las exigencias de la ley64. El yo ideal, por su parte, sería una formación narcisista, perte neciente al registro de lo imaginario, originada a partir del estadio del espejo65. La instancia que llamamos de conciencia moral es un derivado del superyó, y también del ideal del yo. Aunque Freud no fue categó rico, los ideales conscientes, los valores morales, pertenecen al ideal del yo, mientras que el superyó, o por lo menos su parte inconsciente, tiene la función negativa de condenar. Desde ese punto de vista, como lo señala Ernest Jones, el “hombre es más moral y también más in moral de lo que él sabe”66. La propia conciencia puede ser considera da como la tensión existente entre el yo y el superyó. Por otra parte, el superyó se convierte en heredero del complejo de Edipo cuando el niño renuncia a sus deseos incestuosos. Varios autores han cuestionado este origen relativamente tardío; piensan que existen “efectos superyoicos” anteriores al ocaso del Edipo. Ferenczi habla de la internalización de preceptos resultantes de la edu cación de esfínteres67. Melanie Klein insiste en la existencia de un superyó ya en la fase oral, como consecuencia de la introyección del “pecho malo”. Este superyó temprano, heredero del sadismo caótico de la “posición esquizoparanoide”, sería particularmente cruel68. Nunberg69 y Spitz también hablan de formaciones superyoicas preedípicas70. Pero el superyó, temprano o tardío, no es sólo residuo de identifi caciones; también representa una “enérgica formación reactiva”. “El superyó no se agota en el precepto «Y así (como el padre) deberás ser», sino que también abarca la prohibición «Y así (como el padre) no deberás ser»; o sea que no puedes hacer todo lo que él hace, algunas cosas están reservadas sólo a él.”71 La “identificación, por tanto, funciona al mismo tiempo como mandato y como prohibición”72. Sería un “ser y no ser”, contrariando al Poeta. Mezan nos recuerda: “La derivación del ideal del yo a partir del narcisismo no basta para explicar la característica inhibidora ... todo el complejo trayecto muestra que la prohibición proviene del ori gen edípico del superyó, y en particular de la introyección de la ima gen paterna como obstáculo a la realización del deseo [de poseer a] la madre. Esta exposición se ve complicada por la ausencia de un con cepto-clave, el de complejo de castración, pero no es posible proceder de otro modo, ya que este concepto va a ser introducido precisamente para dar cuenta de los elementos dejados necesariamente en estado de oscuridad en El yo y el ello73. En suma, la instancia yo, “bañada en las profundidades del in consciente”, ahora gana en narcisismo y pierde su agencia crítica, en la medida en que el yo ideal pasa a ser la instancia superyó. Este yo, 260
heredero de Más allá del principio de placer, está atravesado por 4la pulsión de muerte”. En 1924, entonces, el yo es una instancia mucho más atribulada que el “yo del placer” que debuta en el “Proyecto”. Se trata de algo más neurótico, que anticipa el sujeto barrado de Lacan. Por otra parte, con la pérdida de la agencia crítica en las garras del superyó, el yo deja de funcionar como árbitro y “corre el riesgo de con vertirse en aquello que está en juego”74. Podemos preguntar por qué El yo y el ello no se tituló “El yo, el superyó y el ello”"6. Es muy probable que Freud haya querido enfati zar su dualismo programático. Creo que él consideraba que el super yó era más “yoico” que “elloico”. El hecho es que las tres instancias in teractúan con relativa autonomía. Este esquema tripartito tiene la ventaja de no simplificar el funcionamiento mental como un conflicto entre lo racional y lo irracional. Polarizar consciente e inconsciente, como el propio Freud lo hizo en sus primeras obras, significa otorgar una ventaja enorme al polo pulsional: las pasiones son más poderosas que la razón. Para que la razón tenga posibilidades, es preciso crear un “mediador”, una instancia que pueda inclinarse hacia un lado o el otro y que posea su propia fuente de energía. Philip Rieff nos recuerda que “Platón dividió la psique en tres partes y no en dos. Su término para el mediador que mantiene el equilibrio de poder es thymóides, que generalmente se traduce como «espíritu», pero que a mi juicio convendría traducir por «emociones personales»”75. # Freud procede de modo similar, y describe tres agentes de la psique, cada uno con su función específica y con “una relación especial fija entre ellos”76. Los tres términos hacen pensar en Platón, con una diferencia: para el griego, la razón (logistikon) es también fuente de juicio moral, mientras que Freud ubica la razón en el yo, en posición intermedia, separando los apetitos (ello) de la conciencia (superyó). Freud usa para el yo la imagen que Platón emplea para la razón. El yo, “con relación al ello ... es como un hombre a caballo, que tiene que mantener bajo control la fuerza superior del animal”. La condición del jinete yoico es más problemática aún, pues, además de vérselas con su caballo brioso, tiene que lidiar con un enjambre de abejas bra vas (el superyó). Vemos el yo —escribe Freud—“como una pobre cosa que está en una triple servidumbre y, en consecuencia, sufre bajo la amenaza de los peligros del mundo externo, de la libido del ello y de la severidad del superyó”77. La idea de la precariedad del yo no es
*6. Roy Shafer hace esa pregunta en su artículo “Heinz Hartmann contribution to psychoanalysis”. A juicio de Shafer, el dualismo de Freud lo lle vaba a concebir el yo como un sistema unitario y monolítico, sin reparar en las pruebas clínicas de un conflicto intrasistémico (Roy Shafer, Int. J. Psychoanal. LI, pág. 425). 261
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nueva. En 1911, Freud le escribe a Jung: “El yo es un verdadero pa yaso que está siempre metiendo la nariz donde no es llamado, para probar a los espectadores que todo lo que sucede en el circo es obra de él”78. En Platón, el caballero es racional y moral al mismo tiempo; en Freud, la razón griega es aún el jinete, pero se ha desentendido total mente de todo compromiso moral. Freud insiste en “mantener una firme separación entre el yo y un agente punitivo, crítico y supervi sor”79. Este divorcio de la instancia juzgadora no quiere decir que el yo idealizado carezca de dimensión ética. En su papel de mediador, viene a representar la prudencia y la racionalidad como valores de carácter. Por otra parte, “el yo es antes que nada un yo corporal; no era só lo una entidad superficial, sino la proyección de esa superficie” 7. Es ta enigmática aclaración es interpretada por Laplanche de la siguien te manera: “El yo, además de metonímico, también es metafórico. No se trata sólo de una parte diferenciada de la superficie, sino de algo que funciona como la proyección de la superficie, algo que, en el inte rior, se asemeja a la superficie”80. El yo tiene la propiedad de ser autorrepresentable. Este yo corporal ya había sido anticipado en el capítulo VII, don de se habla de las marcas mnémicas que imprimen la historia de nuestro carácter. Estamos ante una proposición genética (punto de partida de Lacan, cuando, apoyándose en Wallon, comienza a hablar del estadio del espejo), según el cual, el yo es “básicamente derivado de sensaciones corporales”. Gran parte de su propia forma se configu ra a partir del intercambio con el mundo exterior: de su experiencia con las imágenes vistas, los sonidos oídos, los cuerpos tocados, los placeres explorados, los dolores reprimidos. La idea de un yo corporal como proyección de una superficie es tratada de otro modo por Anzieu, para quien la piel cumple el papel de espejo de Lacan. El yo, en tonces sería, metafóricamente, la “piel del psiquismo”, o “una piel pa ra los pensamientos”81. Ya en 1914, en su texto “Recordar, repetir y reelaborar”, Freud había llamado la atención sobre el problema de los casos que “empeo ran durante el tratamiento”. También habló de “reacciones negati vas” en relación con el Hombre de los Lobos. Pero en El yo y el ello, propone la idea de una reacción terapéutica negativa. La culpa de ser feliz atrae a las abejas bravas del superyó. Aquí se entra de lleno en
*7 . E n la tr a d u c c ió n a l in g lé s h e c h a p o r J o a n R iv ié r e en 1 9 2 7 , F r e u d , a p e d id o d e la t r a d u c t o r a , a g r e g ó : “ El y o d e r iv a e n ú lt im a in s t a n c ia d e s e n s a c io n e s c o r p o r a le s , p r in c ip a lm e n te d e la s q u e s u r g e n d e la s u p e r fic ie d e l c u e r po. D e b e s e r c o n s id e r a d o , p o r lo ta n to , c o m o la p r o y e c c ió n d e la s u p e r fic ie c o r p o r a F (S E , X I X , p á g . 2 6 ).
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el problema del sentimiento inconsciente de culpa. El tema del senti miento inconsciente de culpa será tratado más en detalle en “El pro blema económico del masoquismo”82 y en “El sepultamiento del com plejo de Edipo”83, publicados un año después, en los Tiempos del Cáncer, en la Era de la Castración.
NOTAS
1. C. M. y Sylvia Grossman, The Wild Analysi, the Life and Work of Georg Groddeck, 1965, Nueva York, George Braziller, pág. 95. 2. Carta de Freud a Groddeck del 17 de abril de 1921, Correspondencia Sigmund Freud-Georg Groddeck, 1977, Buenos Aires, Anagrama. 3. Peter Gay, Freud , urna vida para o nosso tem po , 1989, San Pablo, Companhia das Letras, pág. 375. . . 4. M. Grotjahn, “O analista indómito", A historia da psicanalise atraves de seus pioneiros, 1966, Río de Janeiro, Imago, II, pág. 351. 5. Carta de Groddeck a Freud del 27 de mayo de 1917, Correspondencia Freud-Groddeck, pág. 31. , 6. £arta de Freud a Groddeck del 12 de febrero de 1922, íbid., pag. 84. 7. M. Grotjahn, ibíd., pág. 353. _ _. ,
8. Carta de Freud a Groddeck del 5 de junio de 1917, Freud, Sigmund,
Correspondencia de amor e otras cartas, 1982, Río de Janeiro, Nova F rontei-
r£i j y 308 9. Frangois Roustang, Um destino táo funesto , 1987, Río de Janeiro, Taurus, pág. 34. „ , , 10. Carta de Freud a Pfister del 5 de junio de 1918, Correspondance de Sigmund Freud avec le pasteur Pfister, 1967, París, Gallimard, pág. 74. 11. O. Mannoni, Freud, el descubrimiento del inconsciente, 1968, Buenos Aires, Galerna, pág. 135. , 1K 12. E. Subirats, prólogo de la Correspondencia Freud Groddeck, pag. 10. 13. Gilíes Deleuze y Félix Guattari, El Antiedipo - Capitalismo y esqui zofrenia, 1974, Barcelona, Barral. „ n . 14. Sandor Ferenczi, “Georg Groddeck, o explorador de almas , Psicanalise lll, 1993, Martins Fontes, pág. 133. j T 15. Ernest Jones, A vida e a obra de Sigmund Freud , 1989, Rio de Janei ro, Imago, III, pág. 92. , , 16. Carta de Freud a Pfister del 4 de febrero de 1921, Correspondance de Sigmund Freud avec le pasteur Pfister. 17. M. Grotjahn, ibíd., pág. 325. 18. Ibíd., pág. 355. 19. Carta de Groddeck a Freud de junio (?) de 1917, Correspondencia Freud-Groddeck, pág. 40. 20. Carta de Freud a Groddeck del 17 de abril de 1921, ibíd., pag. oo. 21. Carta de Groddeck a Freud del 27 de mayo de 1923, ibíd., pág. 93. 2 2 .Ibíd. 23. Ibíd., pág. 94. 24. Ibíd. 263
25. J. Laplanche y J. B. Pontalis, Diccionario de psicoanálisis, 1981 Barcelona, Labor, pág. 431. ’ 26. SE, IV, pág. 144. 27. J. Laplanche y J. B. Pontalis, op. cit., pág. 197 28. SE, XIX, pág. 4. 29. Ibíd. 30. Carta de Freud a Groddeck del 17 de abril de 1921, Briefe über das Es. 31. SE, XIX, pág. 61. 32. SE, XIV, pág. 75. 33. SE, XVIII, pág. 51. 34. SE, XVIII, pág. 257. 35. SE, XXIII, pág. 197. 36. Paul-Laurent Assoun, Freud e Nietzsche, 1981, San Pablo, Brasiliense, pág. 198. 37. SE, VI, pág. 35. 38. David Levy, “Psicanálise e narratividade”, Pulsional, 1994, LX, pág. 48• 39. J. Birman, “Os impasses do sexual na psicose”, Tausk e o aparelho de influenciar na psicose , 1990, pág. 121. 40. Ernest Jones, op. cit., I, pág. 287. ■ E‘ Kris’ The ° riSÍns of Psychoanalysis, 1954, Londres, Imago, pag. 197n. 42^Carta de Freud a Fliess del 2 de mayo de 1897, Correspondencia Sigmund Freud- Wilhelm Fliess, comp. por J. M. Masson, 1986, Río de Janeiro Imago, pág. 240. 43. J. Laplanche y J. B. Pontalis, op. cit., pág. 114. 44. Jean Laplanche, O inconsciente e o id, 1992, San Pablo, Martins Fontes, pág. 156. 45. G. Groddeck, O livro d’Isso, 1989, Río de Janeiro, Perspectiva pag. 21. ’ 46. Jean Laplanche, op. cit., pág. 156. 47. Ibíd. 48. SE, XIX, pág. 36. 49. SE, IX, pág. 48. 50. SE, XIX, pág. 28. 51. SE, XIX, pág. 40. , Renato Mezan, Freud , pensador da cultura , 1985, Brasiliense. pag. 467. 53. Ibíd. 54. S. Freud, Neurose de transferencia: urna sintese, 1985, Río de Janei ro, Imago, pág. 76. 55. SE, XIX, pág. 37. 56. SE, XIX, pág. 38. 57. Ibíd. 58. SE, XIX, pág. 56. 59. Ibíd. 60. J. Laplanche y J. B. Pontalis, op. cit., pág. 421 61. Ibíd., pág. 180. 62. Hermann Nunberg, Principies of Psychoanalysis, their Applications to Neuroses, 1932, Nueva York, Int. Univ Press. 264
63. Ch. Hanley, “Ego ideal and ideal ego”, Int . J. Psychoanal., 1984, ljXV 64&J. Lacan, Le Séminaire I, U s écrits techniques de Freud, 1975, París, Seuil, págs. 153-4. 65. Ibíd., pág. 161. 66. Ernest Jones, op. cit., III, pág. 284. rn 67. Sandor Ferenczi, “Psicanálise dos hábitos sexuais , Psicanalise í l l , 1993, Martins Fontes, pág. 329. . , , . 68. Melanie Klein, “El complejo de Edipo a la luz de las ansiedades tem pranas”, Obras Completas, 1980, Buenos Aires, Paidós, II, pág. 303. 69. Hermann Nunberg, op. cit. . 70. René Spitz, La premiere année de la vie de lenfant, 1958, París, PUr. 71. SE, XIX, págs. 34-6. ^ 72. Monique Schneider,. “Trauma e Filia^áo em Freud e em berenczi , Percurso, 1993, San Pablo, VI, N X, pág. 32. 73. Renato Mezan, op. cit., pág. 469. y 74. O. Mannoni, op. cit., pág. 134. 75. P. Rieff, Freud, la mente de un moralista , 1966, Buenos Aires, Paidós, pág. 75. 76. SE, XIX, pág. 15. 77. SE, XIX, pág. 30. , r 78. Carta de Freud a Jung del 8 de marzo de 1911, Freud-Jung, Corres pondencia completa, 1976, Río de Janeiro, Imago, pág. 459. 7 Í SE, XIX, pág. 135. .... . 80. Jean Laplanche, Le fourvoiment biologisant de la sexualite cnez Freud, 1993, París, Synthélabo, pág. 84. , . RQ 81 Didier Anzieu, Le corps de l’oeuvre, 1981, Pans, Galhmard^pag. 69, y “La peau, la mere et le miroir dans les tableaux de Francis Bacon , Nouvelle Revue de Psychanalyse, 1977, N° 16, págs. 119-34. 82. SE, XIX, págs. 159-73. 83. SE, XIX, págs. 173-83.
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CAPÍTULO 51 EL HURACÁN KLEINIANO La empleada me hizo pasar al consultorio, un cuarto grande en forma de T. Melanie Klein analizaba en la barra larga de la T y su pervisaba en la corta. Yo era dos pequeños grandes ojos curiosos que se detenían en todo, supervisando a mi supervisora. La pared junto al escritorio tenía la foto de una mujer fantásticamente bella: Mela nie de joven. Sobre esa foto, el retrato sepia oscuro de una elegante señora con cara de domadora de tigres: Libusa, su madre. El año: 1950. La calle: 32, Clifton Hill. Hannah Segal vivía en el N° 30 y yo en el N 26 de la misma callecita, en el tranquilo barrio de Saint Jo nes Wood, corazón del movimiento kleiniano. Melanie Klein fue la menor de cuatro hermanos de padres judíos oriundos de Lemberg, Galitzia (actual Ucrania). Nació en Viena en 1882, el año en que Freud conocía a Martha Bernays. El padre, Moriz Reizes abandonó el Talmud por la medicina y, a los 45 años, se casó con la fascinante hija de un rabino, la Libusa de la foto. Radicados en Viena, llevaban una vida fuera de lo común: él como médico de caba ret; ella atendiendo una tienda de plantas exóticas y reptiles. Mela nie creció en una familia poco convencional, casi de circo. Melanie pasa su infancia, adolescencia y primera juventud en Viena. Cuando contrae matrimonio con Arthur Klein, a los 21 años, la pareja se muda al interior de Hungría. Como observan los Geissmann, ella aún ignoraba la existencia de la obra de Freud1. En 1912 Melanie experimenta una pérdida doble. Primero muere el padre y después su querido hermano Emmanuel. Ellos eran “almas gemelas . A partir de esa fecha la melancolía se instala en su vida; sufre ataques paralizantes de depresión con insomnio. En esos años, Libusa resultó ser una madre provocadora y sofocante, que se inmis- cuía en la relación ya difícil de la pareja3. La historia cuenta que Melanie Klein descubrió el psicoanálisis en 1914, a los 36 años, cuando leyó el trabajo de popularización de Freud Sobre el sueño”. Súbito despertar de una vocación. A partir de ese momento, esta señora, relativamente inculta, comienza a devorar psicoanálisis4. Otro caso de “transferencia de pensamiento”. Un texto básico en su formación fue el artículo de 1913 de Ferenczi, su primer analista, titulado Estadios en el desarrollo del sentido de la reali dad 5, donde^se habla de un momento de omnipotencia o “estadio de introyección y un momento de realidad o “estadio de proyección”, 266
conceptos éstos que ella desarrollará luego l. En sus trabajos teóricos, Melanie menciona más a Abraham que a Ferenczi, pero este último ocupa un lugar destacado en sus notas autobiográficas. Melanie Klein comienza una breve autobiografía en 1953 y con tinúa escribiéndola en forma intermitente hasta 1959, un año antes de su muerte. Según Grosskurth, estos fragmentos autobiográficos son “cautos, maliciosos, repetitivos y evasivos’ 6. Da la impresión de que el diario estaba siendo escrito con un “ojo epitáfico”, como decía Pichón Riviére, pero incluso así es grano para el molino del histonaEn 1913, Ferenczi, emulado por el “Juanito”, publicó un artículo corto, “El Pequeño Hombre-Gallo”7, que trata del caso, ya menciona do, de Arpad, un chico con fobia a los gallos, provocada por ansieda des persecutorias, secuelas de la masturbación. Ese texto prevé la po sibilidad de comprender mejor la neurosis del adulto a través de la observación de los niños. Ferenczi estimuló a la “pequeña” Ada Schott -e incluso a Anna Freud- a dedicarse al psicoanálisis infantil. También alentó a Melanie Klein, que recuerda en sus memorias: “Du rante mi análisis con Ferenczi, me llamó la atención sobre mi don para comprender a los niños ... y me estimuló a que me dedicase al psi coanálisis, particularmente al análisis de niños pequeños. Yo tenía tres hijos a la sazón y pensaba que la educación no bastaba para com prenderla personalidad infantil ... Siempre pensé que en el fondo ha bía algo que yo no podía alcanzar”8. . Melanie se hizo tratar por Ferenczi después de la muerte de Libusa. En sus notas autobiográficas comenta esa experiencia: “La técnica en esos tiempos era muy diferente de la actual, y el análisis de la transferencia negativa no tenía lugar. Yo desarrollé una fuerte transferencia positiva, y siento que no se deben subestimar sus efectos, a pesar de que ella nunca puede hacer todo el trabajo”9. Melanie Klein le reprocha a Ferenczi lo que Ferenczi le reprochaba a Freud (como vemos en “Análisis terminable e intermmable”): no haber analizado suficientemente el odio en la transferencia. Su segundo analista fue Abraham, el polo opuesto temperamental de Ferenczi. Abraham amputa piernas frente a su aterrorizado íjo; Ferenczi, cálido, repartirá besos ... Grandes analistas los dos. Ernest Jones, a pesar de su insondable ambivalencia, los considera los mejores analistas clínicos entre sus contemporáneos. Para Alix Strachey, Abraham era “mejor de diván” que el propio Freud. Le escribió a su marido: “No tengo duda de que Abraham es el mejor analista con el que yo podría estar trabajando”. Calcula que cinco meses con Abra-
*1. Este artículo también fue de peso en el pensamiento del joven La-
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, * f > : ; s
ham equivalían a quince con Freud. Agrega que la “señora Klein" piensa lo mismo10»*2. Melanie Klein se cruzó con su futuro analista en La Haya, en ese Congreso de las encrucijadas, donde Tausk conoció a Groddeck y Helene Deutsch a Rank11. A partir de allí ella decide instalarse en Ber lín. Comienza su análisis a principios de 1924, y termina en mayo del año siguiente, cuando se desencadena la enfermedad fatal de su ana lista. Pero es posible que hubiera empezado antes, como lo revelaría la siguiente anécdota: en 1946, cuando Herbert Rosenfeld estaba en análisis con Melanie Klein, ella le pidió que postergara la publicación de su ensayo ‘'Análisis de un estado esquizofrénico”12, hasta la apari ción de “Sobre algunos mecanismos esquizoides”13, histórico trabajo de la propia Melanie. Al hacer ese pedido, le contó que, en su análisis con Abraham, éste había omitido ciertas interpretaciones, para que ella no las usase antes de que él las publicara. Se estaba refiriendo a “Un breve estudio de la libido", publicado en 1924, pero en prepara ción desde 1922. Entre los trabajos no publicados, Phyllis Grosskurth encontró la nota siguiente: “Nadie pensó nunca que Abraham fuese un hereje. Su trabajo fue incluido en el cuerpo clásico de la teoría, pero nunca será plenamente utilizado en psicoanálisis. Abraham, que había descu bierto la primera fase anal ... se acercó a la concepción de los objetos internos. Su trabajo sobre las fantasías e impulsos orales va más allá de Freud. Yo no diría que llegó tan lejos como yo, aunque seguía la misma senda ... Creo que representa un eslabón entre mi trabajo y el de Freud”14. Encontramos en esta mujer una magnífica falta de modestia, lo que no quiere decir que fuese arrogante. De la misma manera cabe afirmar que fue radical sin ser hereje, aunque había un destello de mischief en sus ojos. No es casual que Laplanche haya escrito un ar tículo titulado “¿Es preciso quemar a Melanie Klein?”15 Sus hijos, Melitta y Hans, fueron criados en gran medida bajo la truculenta custodia de Libusa en los años de depresión profunda, casi invalidante de Melanie, que más tarde se acusará de no haber ayuda do más a sus hijos mayores. Con Eric, el benjamín, la historia es dis-tinta. Freud ya había sido descubierto. El niño fue sometido a una se vera marcación psicoanalítica a partir de los tres años. Él y sus hermanos (lo cual nos recuerda al Rolf de Hug-Hellmuth) fueron pa cientes de la madre. Melanie Klein presentó el historial de Eric a la
Sociedad Húngara en julio de 1919, y lo vio publicado al año siguiente en el Zeitschrift, bajo el título “La novela familiar en status nacendin. La “novela familiar” kleiniana fue un mal necesario. En Ruzombcrok, donde ella vivía, no había posibilidades de reclutar candidatos para el análisis infantil 3. En realidad, la situación del movimiento psicoanalítico húngaro era desesperante, después de la contrarrevo lución antisemita de Szeged que derribó el gobierno de Bela Kun en 1919. Melanie, con su casamiento al borde del abismo, vislumbraba un futuro sin futuro. Ambiciosa como lo era, “la perspectiva de pasar el resto de su vida en Ruzomberok le resultaba impensable. Quería consolidarse en la comunidad psicoanalítica. Para eso, era necesario mostrar su trabajo”16. O sea: publicar. Melanie tenía 38 años cuando se instaló en Berlín, en 1921. Lu gar donde su genio floreció. Refinó su técnica, descubriendo en cada pequeño paciente una nueva veta de fantasías inconscientes. Así, con Rita, usando agua y fuego para sus fantasías vandálicas, repensó la cronología de la aparición de superyó. Erna, con una historia seme jante al Hombre de los Lobos, la llevó a desarrollar la noción de obje to interno. Con Trude completó su “caja de juguetes”*4. Fueron los años locos. Alix Strachey y Melanie Klein eran ínti mas y les gustaba Berlín by Nacht. El suyo había sido un amor a pri mera vista. La inglesa admiraba el brillo y la “vivacidad erótica” de la húngara. Iban al Unión Palais de Dance para bailar con Hanns Sachs, acompañadas por Sandor Radó, “que no baila, pero escribe sus artículos al son de música bailable”1'. Esas dos mujeres juntas, con sus sombreros, fantasías y plumas, eran un peligro. Una carta de Alix a su marido pinta magistralmente el clima de la Poliklinik, en esos años inquietos de posguerra: No puedes darte una idea de cuán excitante fue la reunión de anoche. Die Klein [la Klein] presentó sus ideas y experiencias en análisis de niños y finalmente la oposición mostró su fea cabeza de oso. Las palabras usadas fueron, es claro, psicoanalíticas: peli gro de debilitar el ideal del yo, etc. Pero el sentido era antianáli sis puro: no debemos contar a los niños la terrible verdad de sus tendencias reprimidas, etc. Eso a pesar de que die Klein demos tró, de modo verdaderamente convincente, que esos niños (de más de 2 años y medio) ya vivían arrasados por la represión de sus deseos y el más pavoroso sentimiento de culpa18.
*2. Otro tanto sucedió con Helene Deutsch, que se analizó con Freud y Abraham. Ella también tenía reservas con respecto a Freud como terapeuta (Paul Roazen, Helene Deutsch - A Psychoanalyst Lifef 1985, Nueva York, New American Library, pág. 193).
*3. Resulta interesante que Anna Freud, su archirrival, también comen zó analizando a sus sobrinos. *4. El inventario completo era el siguiente: pequeños juguetes, no mecáni cos, de diverso tamaño y forma; hombres y mujeres de plomo, animales, autos, trenes, aviones, casas, cercas, papel, lápiz, bolitas, plastilina, cordón, tijeras. Los niños podían llevar sus propios juguetes, pero no irse con los de la “Caja”.
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Melanie Klein estaba en la picota. Parece ser que, en el debate, Franz Alexander fue mordaz e incisivo. Pero Nadie sabe nada del tema, fuera de Melanie Klein y la señorita Schott, que es demasiado tímida para hablar ... Abraham se pro nunció severamente contra Alexander ... se apresuró a defender a die Klein. De hecho, todo el mundo se unió a ella y atacó a los rudos húngaros19. Un momento clave en la obra de Melanie Klein fue su texto sobre los símbolos20, que, lo mismo que más tarde Lacan, toma como punto de partida “La teoría del simbolismo” de Jones (1916)21. En ese traba jo, además de cuestionar la noción de simbolismo esbozada por Jung, Jones distingue entre el “simbolismo verdadero”, fruto de la acción de la represión, y el uso común, más genérico, del término. En la medida en que el símbolo verdadero es fruto de la represión, no existe la “vi cisitud sublimatoria de la pulsión. Dice Jones: “Los símbolos surgen cuando el afecto que inviste la idea simbolizada no ha sido capaz ... de la modificación de la cualidad denotada por el término sublima ción”22. Melanie Klein, por el contrario, ya en su artículo “Análisis en la primera infancia” (1923) había establecido que “el simbolismo está en la base de toda verdadera sublimación”, y con el nuevo texto, pre sentando el caso de Dick, un niño autista de 4 años, plantea el proble ma de la inhibición de los símbolos. Para ella el juego es una activi dad sublimatoria y sublimada. Llega a la conclusión de que, en ausencia de símbolos, todo el desarrollo del yo se detiene. ^Dick era un niño absorto, totalmente alienado de su ambiente. Pa recía sordomudo. Usaba inadecuadamente su escaso vocabulario. El niño loco entra en el cuarto de juego de la señora Klein, sin dar ni una mínima señal de que advierte la presencia de ella. Ese aislamiento lle va a la analista a modificar su técnica. En ausencia de cualquier gesto que revelara alguna intención, la propia Melanie va montando una in fraestructura de sentido para un posible lenguaje de trueque. Se pre sentan dos trenes al niño, diciéndole que el más grande es el “tren-papá , y el otro el “tren-Dick”. Dick toma el tren que lleva su nombre y lo pone detrás de la cortina; dice: “corte”. Ella le pasa las tijeras ...23 El problema de Dick difería de la esquizofrenia infantil en que era una inhibición del desarrollo, y no regresión a una fijación más remota. Dick, en efecto, puede ser rotulado como un caso típico de autismo precoz infantil”, entidad nosológica descrita por Leo Kanner en 1943*5’ 24. Hannah Segal en Introducción a la obra de Melanie Klein25, divi-
de la contribución teórica de Klein en tres fases bien definidas. La primera comienza con su artículo sobre la novela íamiliar20 y culmina en 1932, con la aparición del libro El psicoanálisis de niños27. La se gunda gira en torno de la tópica de las posiciones esquizoparanoide y depresiva. La tercera, a partir de 1957, se orienta hacia los “efectos de la envidia”. Aquí trataremos la primera fase, cuando Klein aún no era kleiniana. Las formulaciones iniciales se basaban en la idea, presentada en El yo y el ello2*, de que la culpa deriva de la pulsión de muerte. Klein comienza a hablar de una depresión temprana (que será la “posición depresiva”, de la segunda fase de su teorización). Abraham le escribe a Freud: “En los últimos meses, la Sra. Klein condujo magistralmente el análisis de un niño de 3 años, con buenos resultados. El paciente presentaba una genuina depresión básica que yo había postulado en conexión con el erotismo oral. El caso permite fantásticos insights en la vida instintiva infantil”29. Otra fuente del arsenal teórico de la (no tan) joven Klein fue la reformulación de Freud en el “Libro de la angustia . Melanie Klein, profundizando la idea axial de Inhibición, síntoma y angustia, enfati za que la ansiedad se debe más a la acción de la agresividad que a la de la libido. A partir del trabajo de Freud “La negación”, de 1926 (“voy a tragar esto; voy a escupir aquello”), ella desarrolla en su con creción los conceptos de introyección y proyección, en la matriz de la Fantasía inconsciente. Sus pacientes eran niños muy pequeños. Juanito, con sus casi o años, parece en comparación un “veterano”. Los historiales infantiles de los años 20 reflejan un mundo apocalíptico de terror y suspenso, donde el interior del cuerpo de la madre aparece como una caverna infernal, teatro de mil atrocidades. Ferenczi y Abraham quedan fasci nados y defienden a Melanie Klein contra el sarcasmo de los colegas. En años posteriores, durante la Batalla del Análisis Infantil, Ferenc zi —¡qué pena!—tomó el partido de Anna o, mejor dicho, unió fuerzas con la familia Freud. En una circular del 30 de noviembre de 1930, escribió: “Sin negar en principio la importancia y el coraje con que Melanie Klein encaró el problema [del análisis infantil], las observa ciones realizadas por nuestro grupo concuerdan en líneas generales con el punto de vista vienés”30.
*5. En 1952 publiqué en New Developments in Psychoanalysis un traba jo titulado “Analysis of a three-year-old mute schizophrenic”. Al presentar es-
te historial en Londres, comprobé que Melanie Klein no conocía la entidad descrita por Leo Kanner. Ella era una mujer poco ‘‘leída”. De allí que Lacan, aunque respetaba su trabajo, la llamara maravillosa uvielle tripeuse , que es una forma poco delicada de decir “mujer de feria”. Francés Tustin, una auto ridad en autismo, al leer el artículo de Klein, concluyó que ella estaba ade lantada a su tiempo en años (comunicación personal a Grosskurth, citada en Melanie Klein , pág. 167). '
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Metodológicamente, Melanie Klein toma como punto de partida la escena del carretel. Podemos considerar el fort-da como el juego paradigmático de la “posición depresiva”; en ese juego el niño, en el psicodrama de la nursery, reescenifica la partida de la madre, en la
medida en que ella ahora es reconocida como objeto total, lo que pre supone la presencia individualizada del padre, como el “otro’ que cie rra la gestalt materna y da sentido al gran teatro de la vida36. La noción de objeto, tal como Melanie Klein la presenta en su trabajo sobre la depresión, va un paso más allá de la imagen. El obje to interno “pesa” más que una imago, tiene la estructura típica del yo. Metapsicológicamente, una imago se define, desde un punto de vista dinámico, casi como un visitante fortuito, con el ropaje de las imágenes oníricas. Los objetos son encarados desde un punto de vista económico, como estructuras del aparato psíquico. En ese sentido, el objeto “a” de Lacan se sitúa a mitad de camino entre la ¿mago y el ob jeto kleiniano; tiene algo de efímero en su condición de “resto , tal vez sería propio decir de “contingente”. El objeto kleiniano se define me jor en términos constructivistas; el objeto “a” entra en el dominio de la representación. La “madre mala” en el vocabulario kleiniano (la “Libusa mala del Diario íntimo) es un objeto interno. Cambiando figuritas, pode mos decir que el objeto interno se aproxima al arquetipo. Por otra parte, la “madre mala”, como imponente objeto primordial, se aseme ja a la Gran Madre de Jung37. En 1924, en el Congreso de Wurzburgo, Abraham declara: “El fu turo del psicoanálisis es inseparable del análisis a través del juego . Con la muerte prematura de Abraham al año siguiente, Melanie Klein pierde su escudo protector, y sus oponentes, que son legión, la atacan a la luz del día. Radó, Boehm y Alexander piden su cabeza. En la hora del pánico, Londres es el único refugio. En esa ocasión se sella una alianza, consolidada con seducción femenina, entre Klein y Jo nes. Ella proclama: “En ningún momento dudé del éxito [de la Cau sa]. No dudo de que se verá facilitado por su efectivo apoyo y, al mis mo tiempo, ese apoyo fortalecerá mi entusiasmo por usted y nunca olvidaré que usted abrazó mi causa”38. ¡Mi causa! Se trata de un pacto secreto; la señora de Jones no debía enterar se, ya que Melanie acota: “Creo mejor -para no provocar trastornos en el análisis de su mujer—que no le cuente el contenido exacto de la presente carta”39. Jones, el Señor del Anillo, el artífice del Círculo Se creto, parece dispuesto a cambiar de causa. Cuando finalmente llega la invitación para ir a Londres ella sin vacilar hace sus valijas y parte. Alix Strachey fue la persona que coordinó la mudanza. Ella misma, en un curso intensivo, enmendó el precario inglés de su amiga, dándole clases diarias. Alix le enseñó el culto británico del té. Llegada triunfal del huracán Klein. “Las tres semanas que pasé en Londres, dando dos conferencias por semana, fueron uno de los momentos más felices de mi vida. La amistad, hospitalidad e interés eran increíbles.”40 Entre los asistentes a sus conferencias había figuras que iban a
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Si 1923 había sido el año de la polémica de Otto Rank y su “trau ma del nacimiento , 1924 le pertenece a Melanie Klein, con la presen tación, en el Congreso de Salzburgo, de su técnica de terapia por el juego31. El análisis de niños es un procedimiento rigurosamente “ana lítico”, sin aderezos pedagógicos. El juguete “toma la palabra” y Mrs. Klein interpreta el lenguaje lúdico como un sueño, un sueño tridi mensional en el que ella está incluida. El diálogo lúdico, mediado por el juguete, le permite calar hondo en la fantasía infantil. Esto la lleva a cuestionar la fecha de origen del complejo de Edipo, “piedra funda mental de la teoría sexual de Freud”32. Ella observa la preferencia del niño por el padre del sexo opuesto a partir de los dos años de edad, trastornando el calendario establecido. En las niñas, la elección edípica se produce como resultado del destete. Melanie afirma tam bién que el acto sexual es “interpretado” en términos orales. Surge por primera vez la fantasía de la madre castradora. La torsión kleiniana ratifica la herejía de Rank, ya que la “madre sustituye al padre como generador de neurosis”33. Hannah Segal resume bien la apuesta de Melanie Klein en este primer período: Sus primeros descubrimientos sobre las relaciones de objeto sin duda echaron una nueva luz sobre la sexualidad, tanto masculi na como femenina, revelando en ambos sexos una toma de cono cimiento precoz de la vagina, y la importancia de las fantasías relacionadas con el cuerpo de la madre y sus contenidos. La se xualidad femenina apareció tal como es, y no como una versión castrada de la sexualidad masculina; la posición femenina del ni ño adquirió una importancia mucho mayor. Klein exploró la gravitación de los estadios pregenitales y de las relaciones objé tales parciales en el desarrollo tanto del complejo de Edipo como del superyó34. Aquí llegamos a lo que los opositores llamaron “conspiración de la fantasía inconsciente”. Fantasía inconsciente vividamente captada en este pasaje de Joan Riviére: Los brazos estrangularon, golpearon; las piernas patearon, los la bios chuparon, las manos pellizcaron; los dientes mordieron, des pedazaron y rasgaron; la boca engullirá, devorará y matará; los ojos aniquilarán con la mirada, perforando y penetrando ... Se su pone que el bebé ... más allá de sentir que está practicando esos ac tos, tendrá de alguna manera la idea de que los está realizando35.
desempeñar un importante papel en su futuro londinense: Edward (ilover, Sylvia Payne, John Rickmann, Joan Riviére. “Durante esas tres semanas ella entró en contacto con Susan Isaacs, notable mujer que luego será su colaboradora más cercana.”41 Tres años más joven que Melanie Klein, Susan Isaacs ya había realizado una brillante carrera en el campo de la psicología infantil, polemizando con Piaget. En 1924 fue nombrada directora de la Escue la Malting de Cambridge, una singular pequeña escuela experimental para niños de dos y medio a siete años. El tipo de establecimiento que sólo los ingleses pueden inventar. La escuela proponía una educación liberal de vanguardia, fomentando la libre expresión de los niños. La incorregible Alix Strachey la denomina “burdel pregenital”42. El mote es divertido pero injusto. Melanie Klein visitó la Escuela Malting, y ambas mujeres encontraron grandes afinidades en sus respectivas óp ticas. La amistad estaba fundada. En escala más reducida, más suave y femenina, Marx había encontrado a su Engels. Jones sabía que la gira de Klein no sería bien vista por Freud. No obstante, envió al Profesor una crónica entusiasta, o sea, provocativa: “Melanie Klein acaba de dar una serie de seis conferencias en inglés sobre análisis de niños en la Sociedad. Ha dejado en todos nosotros una extraordinaria impresión y obtuvo los mayores elogios, tanto por su personalidad como por su trabajo. Desde el comienzo yo apoyé sus puntos de vista sobre el análisis temprano y, aunque no tenga una experiencia personal en juegoterapia, me inclino a pensar que ella es tá haciendo una valiosa contribución”43. Si Londres fue hospitalario y receptivo, Viena se congeló en la conferencia que Klein dio en 1924. Hasta la propia Anna Freud dijo que la respuesta de la Sociedad de Viena fue demasiado crítica. Pode mos imaginar el clima de esa reunión visitada por el fantasma de Hug-Hellmuth. Aquí comienza la Batalla del Análisis de Niños. En la heterodo xia del momento, Klein estaba próxima a Rank. Ambos buscaban un prototipo para la angustia; él en el trauma original del nacimiento; Klein, en la relación ambivalente del infante con el pecho. Ellos, jun to con Ferenczi, fueron los primeros en enfatizar la relación maternoinfantil, para concluir que la culpa no era solamente el legado delcomplejo de Edipo. En la Batalla del Análisis de Niños, Melanie tenía una temible quintacolumnista: su hija, Melitta. La trayectoria de Melitta Schmideberg se desplegó como un calvario psicoanalítico -para ella y para los otros-. Nacida en 1904, Melitta había sido primero abandonada por su madre y luego analizada por ella*6. Analizada después por Ella Sharpe, pasó en 1933 al diván de
*6. El caso Lisa en “Contribuciones al psicoanálisis”. 274
Glover, que a esa altura ya era archienemigo de Melanie. Melitta es cribirá más tarde: “Edward Glover y yo acordamos juntar fuerzas y luchar”44. Inician una campaña de descrédito contra Melanie Klein en el momento en que ella desarrolla su trabajo sobre la “posición de presiva”. En una oportunidad, cuando su madre presentaba un caso, la hija gritó: “¿Dónde está el padre en su trabajo?” y, pisando fuerte, abandonó el salón. Melitta no tiene nada del azúcar que su nombre sugiere. En 1936 informó al Comité Didáctico Británico que Klein y sus colaboradores habían cometido plagio en el trabajo conjunto On the bringing up ofchildren45. Es posible precisar la fecha en que Klein se hizo kleiniana. Fue en 1934, en el Congreso de Lucerna, congreso que también marca la salida de Reich. Allí comienza la segunda fase de su pensamiento, ya que por primera vez entra en escena la noción de “posición depresi va”. Este concepto será crucial en discusiones posteriores en la Socie dad Británica. Lo que estaba en juego era la subjetividad kleiniana. Tanto Grosskurth46 como Young-Bruehl47 señalan que este trabajo tiene una faceta autoanalítica. Ella se zambulló en la morbidez me lancólica, su fantasma. El trabajo de duelo, que comienza con la muerte doble del padre y del hermano, pasa por la muerte de Abraham y termina en el accidente fatal del hijo. Hans Klein solía caminar por los senderos de las montañas Tatra. Cierta noche, cuando regresaba a su casa, el terreno cedió, y el joven cayó en el precipicio. Melanie quedó tan abatida que no pudo asistir al funeral. ¿Suicidio? Ésa fue la versión que Melitta hizo circular en la So ciedad Británica, y muchos miembros creyeron en ella. Para empeo rar las cosas, seis meses después de la muerte de Hans, Melitta pre sentó un ensayo corto sobre el suicidio, en el que afirmaba que “la angustia y la culpa no son las únicas emociones responsables por el suicidio”, sino que también puede provocarlo “una profunda desilu sión con una persona amada”48. La posición depresiva se instala cuando el bebé “abarca” su ma dre como objeto total. Esto sucede al promediar el primer año. El infans progresa, de una relación caótica y fragmentada con “objetos parciales” -pecho, manos, cara, ojos-, a una nueva integración en la que la madre aparece totalizada, como alguien que no es él. El bebé necesita de ese alguien. Esa madre “ajena” genera desamparo y celos. El infans pasa a ser sujeto, un sujeto conflictivo en el emergente mundo interpersonal. El mismo año en que Melanie Klein formula su “posición depresi va”, Wallon publica su célebre trabajo “Cómo se desarrolla en el niño la noción del cuerpo propio” (Comment se développe chez Venfant la notion du corps propre)49. El psicólogo y pedagogo francés colocó a ni ños pequeños en un cuarto con espejos para estudiar sus reacciones. De esta manera observó que, hasta el fin del tercer mes de vida, el
bebé es insensible a su imagen en el espejo. Poco después la mira con fijeza, como si ese reflejo fuese extraño a su propia persona. En el quinto mes se reconoce y sonríe. Klein agregará: al reconocerse, tam bién reconoce al otro y teme perderlo por la fuerza de sus pulsiones destructivas*7. Esta es la base de la ansiedad depresiva propia de es ta posición. Reconocerse, en la dialéctica de la vida, significa perder se50. Según Klein, la experiencia de la depresión moviliza el deseo de reparar el objeto destruido. La posición depresiva fue la primera de las elaboraciones teóri cas de peso en la obra de Melanie Klein; ese concepto integraba los aspectos teóricos de las fases precedentes (superyó temprano, etc.). La transformación del objeto parcial en total, hacia el cuarto mes de vida, es fundamental en la constelación depresiva. El objeto ‘ bueno” perdido se eleva a la condición de “objeto interno”51. Tanto el objeto interno kleiniano como el objeto pequeño “a” lacaniano representan el “resto” de una pérdida. La diferencia reside en que el objeto “a” es irreductible a la simbolización, mientras que el objeto interno se constituye en la matriz del símbolo52. ¿Por qué “posición” y no “fase”? Posición, de la misma manera que “complejo” para Jung, implica una constelación de factores -rela ciones objétales, ansiedades y estadios libidinales- que inciden en un lugar del desarrollo del sujeto. Esa encrucijada “depresiva”, para la teoría de Klein, corresponde al complejo de Edipo en Freud: es un concepto estructurante.
NOTAS
1. C la u d in e G e is s m a n n y P ie r r e G e is s m a n n , Histoire de la psychanalyse de Venfant, 1 9 9 2 , P a r ís , B a y a r d , p á g . 134. 2 . P h y l l i s G r o s s k u r t h , Melanie Klein, her World and her Work, 1 9 8 7 , C a m b r id g e , H a r v a r d U n iv . P re ss , p á g . 59. 3 . I b íd ., p á g s . 6 5 y 69. 4. 5. 6. 7. 8.
H . S e g a l, Développement dune pensée, 1 9 7 9 , P a rís , P U F , p á g . 29. S . F e r e n c z i, Oeuvres completes, 1 9 1 3 , II, p á gs. 5 1 -6 5 . P h y llis G r o s s k u r th , op. cit., p á g . 4. S . F e r e n c z i, “ U n P e tit H o m m e -C o q ”, Oeuvres completes, II, p á g s. 7 2 -7 8 . “ N o t a s A u t o b io g r á fic a s ”, c ita d a s p o r P h y llis G r o s s k u r th , op. cit., p á g .
74.
Freud - Letters of James and Alix Strachey - 1924-1925 , comp. por P. Meisel y
W. Kendrick, 1990, Nueva York, Norton, pág. 198. 11. Paul Roazen, Helene Deutsch - A Psychoanalyst Life, 1985, Nueva York, New American Library, pág. 256. 12. Herbert Rosenfeld, “Analysis of a schizophrenic state with depersonalization”, Int. J. Psychoanal., 1947, XXVIII, págs. 13-33. 13. Melanie Klein, “Notes on some schizoid mechanisms”, lnt. J. P sy choanal., 1946, XXVII, págs. 99-110. 14. Phyllis Grosskurth, op. cit., pág. 109. 15. Jean Laplanche, “Faut-il brüler Melanie Klein?”, Psychanalyse a l ’université, 1983, VIII, N° 32. 16. Phyllis Grosskurth, op. cit., pág. 91. 17. Carta de Alix a James Strachey del 5 de diciembre de 1925, Blootnsbury-Freud - Letters o f James and Alix Strachey - 1924-1925, pág. 137. 18. Carta de Alix a James Strachey del 14 de diciembre de 1924, ibíd., pág. 145. y 19. Ibíd. 20. Melanie Klein, “The importance of symbol-formation in the development of the child”, lnt. J. Psychoanal., XLI, 1930. 21. E. Jones, “A theory on symbolism”, Papers on Psychoanalysis, 1961. 22. E. Jones, ibíd., pág. 215. Véase también mi artículo “Notes on sym bolism”, lnt. S. Psychoanal. 23. Melanie Klein, “The importance of symbol-formation in the development of the child”, pág. 59. 24. Véase Leo Kanner, Childhood Psychosis, 1973, Washington, Winston and Sons. 25. H. Segal, Inti'odu^áo á obra de Melanie Klein , 1973, Río de Janeiro, Imago, págs. 12-146. 26. Melanie Klein, “Die Familieroman in statu nacendi”, 1920, IZP. 27. Melanie Klein, The Psychoanalysis o f Children, 1932, Londres, Hogarth Press. 28. SE, XIX, págs. 12-68. 29. Carta de Abraham a Freud del 7 de octubre de 1923, A Psychoanalytic Dialogue: the Letters o f Sigmund Freud and Karl Abraham , 19071926, 1965, Nueva York, Basic Books, pág. 339. 30. Phyllis Grosskurth, op. cit., pág. 200. 31. Melanie Klein, “Infant Analysis”, lnt. J. Psychoanal., 1926, VII. 32. Phyllis Grosskurth, op. cit., pág. 115. 33. Ibíd., pág. 116. 34. H. Segal, op. cit., pág. 19. 35. Joan Riviére, “On the génesis o f psychical conflict in earliest infancy”, International Journal o f Psychoanalysis, 1936, XVII, pág. 407. 36. Claude Le Guen, A dialética freudiana, 1991, San Pablo, Escuta,
Pág. 97.
9 . I b íd ., p á g . 72. 10. C a r t a d e A lix a J a m e s S tr a c h e y d e l 9 d e e n e r o d e 1 9 2 5 ,
Bloomsbury-
*7. E l e n s a y o d e W a llo n s e r á , c o m o v e r e m o s , e l p u n to d e p a r tid a d e i c o n c e p to d e “e s t a d io d e l e s p e jo ”, d e s a r r o lla d o p o r L a c a n en 1 9 4 9 .
276
37. K. G. Jung,“ The Archetypes and the Colective Unconscious”, Obras completas, IX. 38. Carta de Melanie Klein a Jones del 3 de julio de 1927, Archivos de Jones, citada por Phyllis Grosskurth, en op. cit., pág. 162. 39. Ibíd. 40. Melanie Klein, Autobiografía , citado por Grosskurth, op. cit., pág. 137. 277
41. Ibíd. 42. Citado en la biografía de Susan Isaacs, escrita por D. E. M. Garner, 1969, Londres, Methuel Education. 43. Carta de Jones a Freud del 17 de julio de 1925. 44. Melitta Schmideberg, aA contribution to the history o f the psychoanalytical movement in Britain”, British J. o f Psychiatry, CXVIII, pág. 63. 45. J. Rickman y otros, On the Bringing up o f Children, 1936, Londres, Kegan Paul, citado por Grosskurth, op. cii.t pág. 229. 46. Phyllis Grosskurth, op. cit., pág. 217. 47. Elisabeth Young-Bruehl, Arma Freud, a Biography, 1988, Londres, Suinmit Books, pág. 261. 48. Melitta Schmideberg, “Technical problems of a suicidal case”, 1936, Minutes, British Institute of Psychoanalysis. 49. H. Wallon, Journal de psychologie, 1931, págs. 705-48. 50. Betty Joseph, “Different types o f anxiety and their handling in the analytical situation”, Int. J. Psychoanal., 1978, LIX, págs. 223-8. 51. R. D. Hinshelwood, Dicionário do pensamento kleiniano, 1992, Porto Alegre, Artes Médicas, págs. 153. 52. J. D. Nasio, Cinq le$ons sur la théorie de Jacques Lacan, 1992.
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CAPÍTULO 52 LA MALDICIÓN DE IRMA
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A mediados de febrero de 1923, o tai vez antes, Freud detectó un tumor, como un carozo en la boca. Al principio no tomó ninguna pro videncia1. Sin duda temía la prohibición de fumar. De hecho, ya había percibido en 1917 una hinchazón dolorosa semejante en el pa ladar. Irónicamente, esa tumoración luego diminuyó cuando un pa ciente le regaló una maravillosa caja de habanos -engañador oasis de humo azul. En 1923 el tumor había crecido demasiado como para ig norarlo. En esa época, lo mismo que cuando padeció el problema car díaco, Freud no tenía médico personal, aunque fuese un médico rodead9 de médicos. Él sospechó la enfermedad antes de ese fatídico año 1923. Había habido malos augurios: la muerte de Von Freund y de Sophie, el pre nuncio tumoral de 1917. En el campo de las premoniciones tenemos esa extraña carta a Ferenczi, de mayo de 1921, en la cual, al cumplir 65 años, dice que “siete de mis órganos internos están luchando por tener el honor de poner fin a mi vida”2. Posteriormente, a fines de la segunda semana de abril, coinci diendo con la aparición de El yo y el elloy Freud consulta al dermató logo Max Steiner. ¿Por qué un dermatólogo? Max Schur explica: “La mucosa bucal es una región «limítrofe», compartida por los especialis tas de oído, nariz y garganta, por los cirujanos de la boca y por los dermatólogos”3. Steiner lo examina y concluye que el tumor es maligno: un epitelioma. Indica la remoción quirúrgica, pero engaña a Freud, diciéndole que se trata de una leucoplasia4. La leucoplasia es una tumoración benigna, una lesión precancerosa de la mucosa bucal, asociada al ta baquismo impenitente. De modo que habría una pequeña interven ción preventiva. Max Schur agrega: “Steiner prohibió los cigarros, medida médicamente adecuada aunque psicológicamente errada. A juzgar por mi experiencia posterior en el caso, este consejo era mucho más amenazador e inaceptable que la intervención quirúrgica”5. En la misma semana, Félix Deutsch visita a Freud por asuntos privados. El Profesor, antes de que se vaya, llama a su discípulo a un aparte para que le examine su boca, agregando: “Prepárese para ver algo que no le va a gustar”6. Tenía razón. Félix lo examinó a la luz oblicua de la ventana y, “ya a primera vista”, vio que la lesión era cancerosa: “De entrada no tuve duda de que se trataba de un cáncer 279
avanzado. Para darme tiempo (para pensar] realicé un segundo exa men, y decidí llamarlo «un mal caso de leucoplasia», por fumar en ex ceso, que requería una biopsia con resección de la mucosa. Freud pro metió seguir el consejo y me contó que hacía mucho tiempo que tenía esa lesión y que recientemente había empeorado'’7. Félix Deutsch, marido de Helene Deutsch, era un clínico gene ral, analizado de Siegfried Bernfeld, que acababa de “organizar la primera clínica de «organoneurosis» en 1919”8, con un curso sobre lo que luego será la medicina psicosomática. O sea que estaba a años luz de la oncología. Entonces, ¿cómo pudo diagnosticar con certeza un tumor maligno mirando la boca abierta de Freud a la luz de una ven tana? Desde el primer momento las piezas no encajan. Deutsch, según Jones, quedó perturbado “cuando Freud le pidió que lo ayudara a «desaparecer del mundo con decencia», si acaso es taba destinado a morir con sufrimiento. A continuación habló de su anciana madre, que difícilmente aceptaría la noticia de su muerte ... Deutsch se contentó con ratificar que había una simple leucoplasia y que era aconsejable intervenir quirúrgicamente”9. Acto seguido, la elección del cirujano. Se pensó en Markus Hajek. Deutsch cuenta.* Hablamos sobre posibles cirujanos, y Freud sostuvo que tenía que ser alguien que, aunque buen cirujano, no fuese amigo suyo. Yo sé, decía, de la ambivalente actitud de ese hombre [se refe ría a Hajek], y nadie debe recurrir a un amigo para que lo opere”10. Deutsch y Steiner presionan para que se realice una interven ción inmediata, y todo hace pensar que Freud tomó esa insistencia co mo signo de un diagnostico sombrío. Pero los puntos oscuros de esta historia continúan: fue escogido Hajek. Deutsch, con razón, se extra ña ante esta decisión. Sachs dirá luego que Hajek había sido paciente del Profesor. Jones, a su vez, comenta que el cirujano, “en respuesta a una pregunta [de Freud] hizo este funesto comentario: «Nadie puede esperar vivir eternamente»”11. Deutsch tenía una buena opinión del rinólogo profesor Markus Hajek. Peter Gay, con cierta osadía, dice en passant que se trata de “otro Fliess”*1’ 12. Para Emest Jones, Hajek fue “descuidado”13, mien tras que Max Schur formula reparos de orden técnico: “El profesor Hajek logró renombre en función de investigaciones valiosas sobre la patología de los senos maxilares, pero tenía fama de ser un cirujano en cierto modo mediocre ...”14. Ciertamente no estaba calificado para una operación mayor que, como veremos, envolvía la resección de la bóveda del paladar y de una parte del maxilar superior. Una opera ción de esa magnitud caía en el dominio de los cirujanos de la boca15. Entonces cabe preguntarse: ¿por qué Hajek? ¿Por qué no buscar
*1. La comparación sólo cabe si pensamos que ambos fueron rinólogos y que yo no me dejaría cortar ni las uñas por ninguno de los dos. 280
a un especialista eminente, un Pichler, por ejemplo? No hay una res puesta fácil. Según Anna Freud, la decisión fue del propio^ Freud16. Se puede conjeturar, pensando psicoanalíticamente, en una “reacción te rapéutica negativa”, en el sentido más amplio, una oscura resistencia a la cura, ligada al sentimiento inconsciente de culpa. Tal vez. El hecho es que Freud compareció en la clínica, a la “hora qui rúrgica”, sin decir nada en su casa. Fue operado en una silla17. J. Schavelzon, en su libro Freud, un paciente con cáncer, incluye una fo to de la sala en que se realizó la operación; un lugar precario y lúgu bre que hace pensar en la sala suburbana de un centro de salud tercermundista. Un dato singular: Deutsch lleva al paciente hasta el hospital, pero no lo acompaña durante la intervención quirúrgica. Probable reacción fóbica, junto con el deseo de minimizar la cosa. La operación, bajo anestesia local, consistió en la resección del paladar derecho anterior, que quedó abierto sobre la cavidad bucal, en un corte que llegaba al reborde dentario derecho. Intervención prolongada. Al cabo de dos horas, debido a una fuerte hemorragia, el acto quirúrgico fue interrumpido y no se rellenó la herida con tejido orgánico. Schavelzon opina que la rama palatina anterior (arteria que corre por el canal óseo del paladar) fue seccionada accidental mente; ésta es una arteria muy difícil de ligar o pinzar. En suma, se puede pensar en una seria pifia quirúrgica18. La operación terminó con el taponamiento de la fuerte hemorra gia y un mensaje a la familia: “Traigan ropa limpia . Martha y Anna corrieron al lugar y encontraron a Freud sentado en una silla de la cocina del hospital, con la ropa ensangrentada. No había cuarto ni ca ma libres en el hospital, de modo que armaron una hamaca en un cu bículo ya ocupado por otro paciente, que Anna posteriormente descri bió como “un enano retardado”19. Cuenta la historia que ese enano salvó la vida del Profesor. Re sulta que esposa e hija tuvieron que dejar el ambulatorio, porque a la hora del almuerzo no estaban permitidas las visitas. Se fueron con la garantía de que el estado del paciente era satisfactorio. Al volver comprobaron que el paciente había sufrido una fuerte hemorragia. La campanilla no funcionaba; Freud quedó desamparado. Felizmente el enano salió corriendo a buscar ayuda, y la hemorragia, con cierta difi cultad, fue controlada20. Frente a este horripilante episodio, Anna se negó a dejar solo a su padre. “Las enfermeras -recuerda-, que no sabían del defecto de la campanilla, fueron muy bondadosas. Me dieron café^ negro y una silla; mi padre, el enano y yo pasamos la noche juntos.”21 En la ma drugada, Freud sufrió una nueva hemorragia; el hospital no tenía en fermera nocturna22. Anna taponó la herida. Su padre estaba débil por la pérdida de sangre, semidrogado con analgésicos y muy dolorido. En la mañana siguiente, Hajek, con la morbidez paquidérmica de los médicos, presentó el caso a un grupo de estudiantes. El estado del pa ciente no permitía su traslado a una clínica adecuada, aunque a po281
eos pasos estaba el buen Instituto Low, que, como veremos, será tea tro de futuras intervenciones. Al día siguiente Freud abandonó esa lúgubre clínica y pudo volver a su casa. Así terminó la primera de las 33 operaciones a las que fue sometido antes de encontrar el “éxito le tal”, para usar el término legista patibulario. En resumen: la intervención fue un desastre. “Hajek sabía que el procedimiento que recomendó era superficial e inútil, y realizó la ci rugía descuidadamente, sin tomar las precauciones mínimas.”23 Primera inconsistencia', ¿era realmente superficial una interven ción que duró más de dos horas e incluyó la resección de medio pala dar? Según Jones, la biopsia del tumor extirpado reveló su maligni dad. El tejido extirpado fue analizado, pero no se pudo localizar la biopsia, o sea que no se sabe quién hizo el diagnóstico24. Por otro la do, el susodicho Hajek no tomó las precauciones de rigor para evitar la retracción del tejido cicatrizal. Se produjo entonces una considera ble contracción que ocasionó mucho sufrimiento en el posoperatorio Este fue su error imperdonable. En adelante, el problema más doloro so y difícil de tratar será ese “encogimiento” cicatrizal, razón princi pal por la cual ninguna de las múltiples futuras prótesis fue satisfac toria. En relación con la boca mutilada, Freud, en un primer momen to, reaccionó por el lado de la vanidad y de la herida narcisista: “Es un problema que surge en el caso de anteojos, dentaduras postizas y pelucas, pero no tan insistentemente como en el caso de una próte sis”25. El pesado aparato, que hacía las veces de bóveda de la boca pasó a ser un verdadero instrumento de tortura, símbolo de su sufri miento 2. Coincido con Jones en que no es fácil entender la actitud descui dada de Hajek25. Por empezar, no redactó el protocolo de la interven ción. Conocía la gravedad del caso. La prueba está en que prescribió un tratamiento con rayos X, seguido de terapia con cápsulas de ra dium. Como era de esperar, en los cuatro meses siguientes no hubo una hora sin sufrimiento27. Freud padeció una grave intoxicación quimioterápica: dolores generalizados, cefaleas, vómitos y una astenia reni tente, secuelas de la terapia con radiación. Max Schur emite su opi- món médica, que coincide con la de Schavelzon: “Primeramente, la radioterapia, en este tipo de enfermedad, no da resultados satisfacto rios. Eso fue más tarde confirmado por los especialistas profesores Rigaud y Lacasagne, directores del Instituto Curie de París. En segun do lugar, el tratamiento con radium, fuera de París y especialmente*
*2. La herida ulcerada recuerda otro posoperatorio desdichado- el granuloma en el pulgar de Fleischl, en el que “la piel no conseguía adherir los lados de la herida, que se abría continuamente, en una rebelde ulceración”. 282
en Viena, era conducido de un modo aleatorio. Lo único que hizo la radiación recibida fue causar daños a los tejidos y dolores violen tos”28. Schavelzon opina: “No tenemos referencias técnicas sobre el tratamiento de radioterapia y, en cuanto al radium, la dosis fue un despropósito, algo así como 150 mg (la dosis recomendada es de 6 a 15 mg, excepcionalmente más)”29. Este Hajek no vale nada. En realidad, no es fácil de comprender la actitud de los protagonistas del drama: el comportamiento de Deutsch, de la familia, de los discípulos y del propio Freud. Tomemos el caso de Deutsch ante el pedido de Freud de que lo ayudara a “desaparecer del mundo con decencia”. Jones opina que Félix Deutsch tomó ese comentario como una amenaza de suicidio, a raíz de lo cual se limitó al diagnóstico encubridor de leucoplasia30. La historia me parece improbable. El pedido eutanásico sólo se hace co mo desesperado recurso frente a una situación insoportable. El propio Deutsch, dicho sea de paso, nunca confirmó esta historia. El misterio tal vez se esclarezca en pocos años. Deutsch, por “razones persona les”, depositó ciertos datos bajo siete llaves en la Biblioteca del Con greso de Washington, para que se los libere al público en el año 200031. Schavelzon opina que “el tumor que se reconoce clínicamente, entre fines de marzo y junio, tenía las características de una «leuco plasia proliferativa papilar», circunscrita en el paladar superior dere cho”. Segunda inconsistencia, esta vez diagnóstica: el tumor no era el epitelioma que Steiner pensó y Deutsch endosó. Pasemos a Freud. El hecho de que no hubiese contado nada a su familia es comprensible; más aún, previsible. Max Schur señala que en 1884, durante la seria enfermedad cardíaca, él no le comentó nada a su esposa sobre sus temores. Por otra parte, Anna Freud era toda vía muy joven en 1923, y él seguramente quiso preservarla. La carta que escribió a Jones cinco días después de la operación es reveladora. “Hace dos meses que detecté un crecimiento neoplásico en mi maxilar y en la parte derecha del paladar, que removí el día 20. No retomé to davía mi trabajo y no puedo tragar. Me aseguraron la benignidad de este crecimiento, pero, como usted bien sabe, nadie puede garantizar la conducta de la excrecencia, si se le da por expandirse aún más. Mi propio diagnóstico de epitelioma no fue aceptado. El acto de fumar es estigmatizado como factor de la etiología de esta rebelión de los teji dos”32 [el énfasis es mío]. Volvamos al sueño de Irma. Aquí encontramos alpinas semejan zas espantosas. Recapitulemos: ese 7 de abril, en la primera consulta, Freud llevó a Deutsch hacia una ventana y le pidió que le examinase la boca, observando: “Prepárese para ver algo que no le va a gustar”. Comparemos la escena con la apertura del sueño de la Inyección de Irma: “Ella [Irma] parece pálida y edematosa. Pienso haber omitido algo de carácter orgánico. La llevo hasta la ventana y examino su gar ganta ... Entonces ella abre bien la boca y encuentro a la derecha una gran mancha y, más allá, formaciones extrañas, encrespadas, que re283
cuerdan visiblemente los cornetes de la nariz y que presentan grandes escaras blanco-grisáceas”33 [el énfasis es mío). Compárese además la ubicación con la descripción de Freud en la carta a Jones: “Hace dos meses que detecté un crecimiento neoplásico en mi maxilar y en la parte derecha del paladar”3* [el énfasis es mío]. ¿Irma como Angel de la Muerte? Irma fue Emma Eckstein, que casi muere de una hemorragia -responsable del primer desmayo de Freud—, la paciente mal operada por Fliess, con un descuido semejan te al de este otro rinólogo llamado Hajek. Vimos que, después de la operación, el estado del paciente impidió el desplazamiento a un sa natorio adecuado, aunque a escasos cien metros estaba la Clínica L°w. Ahora bien, sabemos por Max Schur que fue en esa clínica don de Fliess realizó la también malhadada operación de Emma Eckstein -o sea, ¡en Irma! No creo en las Brujas, pero ... José Schavelzon ha sido el único, que yo sepa, que estableció una relación entre Irma y Freud 3. Él dice:
otras facultades y susceptibilidades -una especie de tejido neo plásico que se infiltra en lo humano y, finalmente, lo sustituye-. Mi destino no es mucho mejor —ni peor—. En mi caso, el trabajo y las actividades lucrativas coinciden, transformándome completa mente en un carcinoma. Al neoplasma, en sus estadios de desa rrollo más recientes, le gusta el vino. Hoy se espera que yo vaya al teatro; pero eso es ridículo —como la tentativa de hacer un in jerto en un carcinoma. Nada se adhiere a él, de modo que, de ahora en adelante, la duración de mi vida será la del neoplas ma36.
*3. Grande fue mi agridulce sorpresa -m ás agria que dulce- cuando des cubrí que José Schavelzon había trazado esta comparación. Yo pretendía ser el primero. En 1970 escribí una novela, Heroína, donde el protagonista, un analista japonés, disertaba en Bariloche sobre el sueño de Irma. Allí hago de cir a un personaje: -Entonces Irma es Freud. Lo que constituye una buena aproximación, pero no basta para merecer mi placa de mármol.
¿El sueño de Irma, entonces, fue profético? Según Freud, esta posibilidad merece al menos que se la consi dere. En La interpretación de los sueños, él dice: “El poder adivinato rio de los sueños es un tema en discusión... afirmaciones obstinadas y repetidas aluden a dudas difíciles de disipar ... hay que evitar cualquier escepticismo, porque la posibilidad de una explicación psicológi ca natural puede estar muy próxima”37. En el comienzo de la Primera Guerra Mundial, Martin Freud es taba en el frente del Este. En la noche del 8 al 9 de julio de 1915, Freud tuvo lo que llamó un “sueño profético , que tenía como conteni do manifiesto, “muy nítidamente, la muerte de mis hijos, Martin en primer lugar”38. Poco después supo que Martin, el día del sueño, fue herido en el brazo. Este y otros fenómenos son los que lo llevaron a preguntarse si “estas ocurrencias misteriosas no merecen, de hecho, ser investigadas”39. En otro pasaje Freud agrega: “La antigua creencia en los sueños proféticos no es totalmente falsa. Al retratar nuestros deseos como realizados, los sueños, al fin de cuentas, nos van conduciendo al futu ro. Pero este futuro, que nos representamos como presente, es mode lado por su indestructible deseo en una perfecta semejanza con el pa sado”40. Lo destacado en “modelado” es mío; lo introduzco para enfatizar que el deseo indestructible, en este caso un deseo de muerte, prefigu ra, delinea el futuro. Conviene resaltar que Freud cierra su Traum deutung con esta frase. Algunos autores, como Adler, Maeder y Oppenheimer, intentan explorar esta “explicación psicológica natural”. Freud menciona que Adler “insiste en que los sueños tienen la función de «pensar por ade lantado»”41. Maeder, por su parte, pretende demostrar que los sue ños, además de ser realizaciones de deseos, tienen una “función se cundaria”: algunos sueños intensan resolver conflictos4 . Freud pondera la hipótesis y la descarta. La función adleriana de “pensar por adelantado” le parece mera actividad preconsciente, lo que tam bién vale para la “función secundaria” de Maeder43. En su ensayo es crito en colaboración con D. E. Oppenheimer, en 1911, titulado “Sue ños en el folclore”, ratifica que los sueños “no son premoniciones de
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Si vemos la situación en que [Freud] quedó luego de su opera ción... notaremos que lo que se refiere en Irma no es sino su pro pia [condición futura] ... “La gran mancha blanca”, su leucoplasia... Los cornetes nasales”, que luego de sus operaciones y al desaparecer el paladar eran claramente visibles por la boca y “las grandes escaras blanco-gnsáceas”, resultado de las operaciones y de las innumerables electrocoagulaciones a que fue sometido [posteriormente] . . . 3 5
¿Será ése el precio de la placa de mármol? Una especie de corto circuito fáustico liga la placa de mármol con su destino de muerte. El 19 de febrero de 1899, mientras revisa las pruebas de página de su Traumdeutung, Freud le escribe a Fliess una extraña carta: Querido Wilhelm, Tú también comienzas en el día 11 unas cartas que sólo consi gues continuar en el día 16 y, en el día 16, no consigues escribir sobre nada que no sea el trabajo enorme que exige cada pensa miento, que se agita y que consume, gradualmente, todas las
un futuro aún no revelado, sino la realización de deseos, la satisfac ción de necesidades que surgen durante el dormir”44**4. Aquí vamos a intentar otra “explicación natural” del “efecto” pre monitorio, no como vaticinio sino como anticipo. El sueño de Irma nos da la pista. En un libro que lleva el sugestivo título de Uinconscient á venir, Nasio se pregunta: “¿Qué sucede con el sueño una vez soña do?”45 ¿Adonde va? Para él, el sueño es un decir verdadero, a diferen cia de las palabras “que no valen nada cuando llega el amor”, como dice María Betania. En contraste con la palabra vana del placer, el decir verdadero “penetra en el cuerpo? arranca un trozo y retorna en la boca de un otro, en otra escena”46. Esa es la ruta deseante del sue ño que llevó Hanold, el joven arqueólogo, a Pompeya. El sueño, en tonces, queda enterrado en las “ruinas arqueológicas” de la represión, pero retorna. Freud, en esa oportunidad dijo: “Tal vez los efectos pos teriores del sueño sobre la vigilia de Hanold puedan proporcionarnos un punto de partida”47. Syra Tahin Lopes, como vimos, da un nombre a estos “efectos posteriores del sueño : “resto de sueño”46. O sea que el sueño conti núa. El fantaseo de Freud de que tendrá que operarse anónimamente de glaucoma es un resto de sueño del sueño de la Biografía Botáni ca49. Este fantaseo llevó a su memoria un recuerdo clave para la com prensión del sueño: “Sólo después de recordar este fantaseo compren dí que detrás de él estaba el recuerdo de un hecho específico [la operación de glaucoma del padre]50. ¿No será que el sueño de Irma representó la primera señal de la enfermedad en su cuerpo? El sueño-síntoma habría iniciado un perío do de incubación de cerca de veinte años. La escena con Deutsch ha bría sido entonces una actuación del sueño, en la vigilia de un colosal resto de sueño que modela un cáncer y hace nacer el psicoanálisis. La tesis es la siguiente: el sueño de Irma no profetiza el cáncer, lo modela. No es premonitorio sino prefigurativo. El resto de sueño, en la fuerte expresión de Nasio, “penetra en el cuerpo, arranca un trozo y retorna en la boca de un otro que es la de Freud en 1923. La Maldición de Freud continúa. Han pasado tres años desde el fallecimiento de Sophie, y nueva mente la muerte visita la familia. Esta vez llama a Heinele, el hijo menor de Sophie, hermano del chico del fort-da. Apenas tenía cuatro años. Nada puede describir mejor el drama que la carta que Freud escribió a dos amigos húngaros:
Trajimos de Hamburgo al hijo menor de Sophie, Heinele, de cua tro años y medio de edad. Mi hija mayor, Mathilde, y su marido, prácticamente lo adoptaron y pasaron a quererlo de tal manera que no se puede describir. Es, en verdad, un chico encantador y yo diría que nunca amé a un niño con tanta intensidad. Lamen tablemente Heinele era muy débil, estaba siempre en estado fe bril, una de esas criaturas cuyo desarrollo mental se amplía a ex pensas de su fortaleza física. Pensábamos que en Hamburgo le faltaban cuidados necesarios o una asistencia médica adecuada. Heinele tiene una enfermedad grave: ...con fiebre de 38 a 40 grados, dolores de cabeza, sin síntomas lo cales definidos, sin diagnóstico por un largo período. Finalmente se vio que padecía ... una tuberculosis miliar; estaba condenado. Permanece ahora en estado de coma, con parálisis, despierta a veces y está tan sumegido en sí mismo que difícilmente se puede dar crédito a lo que uno ve ... los médicos afirman que puede du rar una semana, tal vez un poco más, y que la recuperación no es deseable y es felizmente improbable. Esta pérdida me resulta di fícil de soportar. Pienso que nunca experimenté un sufrimiento de esta especie; tal vez mi propia enfermedad contribuya a confi gurar el choque. Ahora trabajo debido a un puro estado de nece sidad; en el fondo, todo ha perdido sentido para mí51. Heinele murió exactamente una semana más tarde. Frente a es ta muerte, “el hombre sin lágrimas”, llora. “Nunca tuve una depre sión antes; ésta debe ser una. Él significaba el futuro para mí, y se llevó el futuro consigo”52. Los comentadores se sorprenden ante esta singularidad. ¿Cómo es posible que fuera la primera vez, si él ya ha bía hablado del “paisaje lunar” y el “hielo interior” del alma? Debe mos tomar en serio a este maestro del autoanálisis. La muerte de Sophie y de Heinele, la maldición del cáncer se suman, y esta vez no puede aliviar su desesperación con una metáfora. La vida vino a con firmar su predicción a Lou Andreas-Salomé, en el comienzo de la gue rra: “Tengo certeza de que ... el mundo jamás volverá a ser un lugar feliz. Es demasiado horrendo”53. Cuando Ernst, el autor del fort-da 5 -el hermano mayor de Hei-
*4. Freud, en su trabajo metapsicológico “Lo inconsciente”, habla de la capacidad «diagnóstica» de los sueños”; dice que el retiro de las catexis del mundo exterior y la investidura sobre los órganos del cuerpo permiten la per cepción cierta de un trastorno físico.
*5. Giros extraños en el destino de Ernst Halberstadt: primero inventa el célebre juego del carretel que tanto placer dio a los psicoanalistas; luego pierde a la madre, pierde al hermano, cae en desgracia con el formidable abuelo y, finalmente, cerrando el ciclo, nuevamente entra en la ruta psicoanalítica al convertirse en el primer nieto psicoanalista de Sigmund Freud. Como último sobreviviente de aquellos tiempos, en 1989, escribió un conmo-
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nele- pasa dos meses con los abuelos, Freud afirma: “No lo considero un consuelo”54. La pérdida de Heinele era insuperable. Si en relación con la sexualidad Freud estuvo dispuesto a oír, imaginar y comprender cada vez mejor lo que los pacientes aporta ban, no ocurrió lo mismo en el reino de la muerte. La aceptaba pero no la representaba, agregando una justificación teórica discutible: el inconsciente no incluiría la representación de la muerte. Su autoaná lisis fue un gran trabajo de elaboración de la sexualidad. Ahora él lle gaba a la crisis siguiente, la que Erik Erikson caracteriza por el par desesperación-sabiduría: donde la muerte es la sombra gigante de nuestra vida. Freud le confía a Lou: “Una costra de indiferencia está lentamente insinuándose sobre mí: un hecho que afirmo sin quejar me. Es una evolución del todo natural, una manera de volverse inor gánico ... Debe estar relacionada con un desvío decisivo de las dos pulsiones postuladas por mí. ... Todo es tan interesante como antes ... pero falta una especie de resonancia”55. Paralelamente se estaba produciendo una crisis institucional en la cúpula del Comité Central. Para Freud, la preservación de la ar monía en el Comité era asunto prioritario. Pero, ¿cuánto tiempo po día perdurar la paz en un grupo compuesto por hombres con tempe ramentos tan diferentes? Durante más de diez años se había logrado una relativa armonía; ahora, empero, el líder estaba mortalmente he rido. Jones comenta: “el mal espíritu de la disensión despertó y, en 1923, el Comité ... parecía estar desintegrándose”56. De hecho, dejó de funcionar por algunos meses. En 1920 Jones funda el International Journal of Psychoanalysis, y la aparición de la revista agria sus relaciones con Rank. Jones se resintió por lo que interpretaba como una interferencia inadmisible en su política editorial. Con el deseo de reducir la participación ale mana, en una época en que el sentimiento antigermánico seguía sien do fuerte, e igualmente ansioso de conseguir contribuciones nortea mericanas, Jones aceptó una serie de artículos de una mediocridad que asustaba [según Rank). Rank considera que la cosecha america na es “basura de ultramar”. Jones llama a Rank “judío tramposo”, ba jando el nivel57. El Profesor encara la pelea como una amenaza a la transmisión pacífica del psicoanálisis. La polaridad Viena-Nueva York subía de tono. Él aún confiaba en Rank, y en más de una opor tunidad lo había elogiado ante Jones. Toma entonces un decidido par tido por el “hijo adoptivo” al escribirle al inglés: “En sus observacio nes sobre Rank noto cierta aspereza que trae a mi memoria una
disposición semejante en relación con Abraham. Usted empleó un lenguaje más afable incluso durante la guerra. Espero que no haya diferencias entre usted y nosotros”58. La implicación es clara: “entre usted y nosotros”. El clima de irritación en el seno del Comité crece. “El hacha de Rank cayó una vez más -sentencia Jones en una circular de verano de 1922-, esta vez sobre Londres, a mi ver, muy injustamente.”59 Otro tanto ocurre con el tomahawk de Freud, y Jones cae en desgra cia: “En los catorce años de trato con Freud -se queja Jones- nues tras relaciones personales nunca habían sido perjudicadas por nin gún tipo de desavenencia"6; varias veces recibí su elogio, tanto en términos personales como en relación con mi trabajo. Por lo tanto fue un choque descubrir que su opinión de mí se deterioraba. A comien zos de 1923 quedé extrañado y mortificado por la siguiente carta”60: Estimado Jones: Este último año me ha traído una desilusión nada fácil de sopor tar. He comprobado que usted posee menos control sobre sus es tados de ánimo y sobre sus pasiones, que es menos coherente, sincero y confiable de lo que yo tengo derecho a esperar de al guien que ocupa una posición tan conspicua. Y aunque usted fue quien propuso [originariamente] el Comité, no se abstiene de amenazar la intimidad de éste con susceptibilidades injus tas...61. Freud estaba más cerca de Rank y Ferenczi, pero necesitaba también de los otros62. En 1923, acosado por el tumor y la pérdida de Heinele, esperaba que por lo menos se pudiese restaurar un mínimo de amistad en el Comité en pugna.
NOTAS
1. Max Schur, Freud, vida e agonía , 1981, Río de Janeiro, Imago, III, pág. 428. 2. Carta de Freud a Ferenczi del 8 de mayo de 1921. 3. Max Schur, op. cit.t III, pág. 431. 4. Ibíd. 5. Ibíd. 6. Ibíd.
vedor relato de la experiencia del Anschluss , que tuvo lugar mientras él vivía en la casa de sus abuelos (W. Ernst Freud, “Souvenirs personéis á propos de l’«Anschluss» de 1938”, Revue Internationale d ’Histoire de la Psychanalyse, 1990, pág. 409).
*6. Evidentemente ha olvidado la actitud de Freud cuando corrió el ries go de convertirse en su suegro.
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7. Félix Deutsch, “Reflections on Freud’s one hundred birthday”, Psychosornatic Medicine, 1956, pág. 297. 8. Glenn W. Flagg, “Félix Deutsch: a psicanálise e a medicina interna”, A historia da psicanálise através de seus pioneiros, pág. 342. 9. Ernest Jones, A vida e a obra de Sigmund Freud, 1989, Río de Janei ro, Imago, III, pág. 103. 10. F. Deutsch, ibíd., pág. 279. 11. Ernest Jones, op. cit.f III, pág. 103. 12. Peter Gay, Freud, urna vida para o nosso tempo, 1989, San Pablo, Companhia das Letras, pág. 384. 13. Ernest Jones, op. cit., III, pág. 104. 14. Max Schur, op. cit., III, pág. 432. 15. Ibíd. 16. Carta de Anna Freud a Jones del 4 de enero de 1956, citada por Pe ter Gay, op. cit.y pág. 384. 17. J. Schavelzon, Freud, un paciente con cáncer, 1983, Buenos Aires, Paidós, pág. 57. 18. Ibíd., págs. 57-8. 19. Carta de Anna Freud a Jones del 16 de marzo de 1955, Archivos de la British Psychoanalytical Society, citada por Peter Gay, op. cit.y pág. 384. 20. José Schavelzon, op. cit.t pág. 58. 21. Carta de Anna Freud a Jones del 10 de marzo de 1955, citada por Peter Gay, op. cit.y pág. 384. 22. Ernest Jones, op. cit.y III, pág. 103. 23. Peter Gay, op. cit.y pág. 384. 24. José Schavelzon, op. cit.ypág. 58. 25. Carta de Freud a Lou Andreas-Salomé del 11 de agosto de 1824, Freud-Lou Andreas-Salomé, Correspondencia completa, 1972, Río de Janeiro, Imago, pág. 181. 26. Ernest Jones, op. cit.y III, pág. 104. 27. Félix Deutsch, ibíd., págs. 280-1. 28. Max Schur, op. cit.y III, pág. 632. 29. J. Schavelzon, op. cit.y pág. 61. 30. Ernest Jones, op. cit.y III, pág. 103. 31. J. Schavelzon, op. cit.y pág. 48. 32. Ernest Jones, op. cit.y III. pág. 102. 33. SE, IV, pág. 107. 34. Ernest Jones, op. cit.y III, pág. 102. 35. José Schavelzon, op. cit.ypág. 77. 36. Carta de Freud a Fliess del 19 de febrero de 1899, Correspondencia Sigmund Freud-Wilhelm Fliess, comp. por J. M. Masson, 1986, Río de Janei ro, Imago, págs. 345-6. 37. SE, IV, pág. 65. 38. Carta de Freud a Ferenczi del 10 de julio de 1915. 39. Peter Gay, op. cit., pág. 328. 40. SE, V, pág. 621. 41. SE, V, pág. 579n. Freud se refiere al trabajo de Adler “Beitrag zur Lehre vom Wilderstand”, Zbl. Psychoanal.f I, pág. 214. 42. A. Maeder, uÜber die Funktion des Traumes”, Jb. psychoanal. psychopath. Forsch.y 1912. 43. SE, V, págs. 579-80n. 290
44. S E , X I I , p á g . 180. 4 5 . J . D. N a s io , L ’inconscient á venir, 1 9 8 0 , p á g . 103. 46. Ib íd . 4 7 . S E , DC, p á g . 56. ‘ ' 48. E . R o d r ig u é y S. T a h in L o p e s , Um sonho de final de análise, 1986. 49. S E , IV , p á g . 170. 50. S E , IV , p á g s . 1 7 0 -1 . 5 1 . C a r t a d e F r e u d a K a tá y L a jo s L e v y d e l 11 d e ju n i o d e 1 9 2 3 , c ita d a p o r M a x S c h u r , op. cit.y III, p á g s . 4 4 0 -1 . 5 2 . C a r ta d e F re u d a F e r e n c z i d e l 18 d e ju n i o d e 1923. 5 3 . C a r t a d e F r e u d a L o u A n d r e a s - S a lo m é d e l 2 5 d e o c t u b r e d e 1 9 1 4 ,
Freud-Lou Andreas-Salomé, Correspondencia completa. 54. E lis a b e t h Y o u n g -B r u e h l, Anna Freud , a Biography , 1 9 8 8 , L o n d r e s , S u m m it B o o k s , p á g . 99. 5 5 . C a r ta d e F r e u d a L ou d e l 10 d e m a y o d e 1 9 2 5 , Freud-Lou AndreasSalomé, Correspondencia completa, p á g . 2 0 2 . 56. E r n e s t J o n e s , op. cit., III, p á g . 104. 5 7 . C a r ta d e J o n e s a K a t h a r in e J o n e s d e l 2 8 d e a g o s t o d e 1 9 2 3 , c ita d a p o r P e te r G a y , op. cit., p á g . 3 8 8 . 58. C a r ta d e F r e u d a J o n e s d e l 23 d e d ic ie m b r e d e 1 9 1 9 , R. A n d r e w P a sk a u s k a s c o m p ., The Complete Correspondence de Sigmund Freud and Ernest Jones, 1908-1939 , 1 9 9 3 , L o n d r e s , H a r v a r d U n iv e r s it y P re s s , p á g . 3 6 1 . 59. C ir c u la r d e J o n e s a l C o m ité , a g o s t o d e 1922. 6 0 . E r n e s t J o n e s , Free Associations , 1 9 5 9 , N u e v a Y o r k , B a s ic B o o k s , pág. 301. 6 1 . C a r ta d e F re u d a J o n e s d e l 7 d e e n e r o d e 1 9 2 3 , The Complete Corres pondence o f Sigmund Freud and Ernest Jones, 1908-1939 , p á g . 507. 6 2 . P e t e r G a y , op. cit.y p á g . 3 8 7 .
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CAPÍTULO 53 DOCTOR PICHLER Y MISTER HAJEK o
La Presentación autobiográfica1 fue publicada en 1925. A Freud no le gustaban las biografías ni escribir por encargo. El texto estaba destinado a una colección editada por L. R. Grote, La medicina actual en autorretratos 1. Freud traza una distinción entre las páginas escri tas por impulso interior y las que no responden a ese imperativo2. Prefería las obras hijas de la inspiración. Las escritas a pedido (la Presentación autobiográfica, “Dostoievski y el parricidio”, “¿Por qué la guerra?” y los artículos para enciclopedias) son más didácticas y están redactadas con la frialdad formal de un requisito ajeno. La intención de la recopilación médica era destacar la parte cien tífica de la vida de los médicos famosos. El elemento biográfico, en tonces, tenía una función de relleno, como contexto de los descubri mientos. Pero a juicio de Jones, la Presentación autobiográfica y su post-scriptum, de 1935, constituyen la obra de referencia más impor tante para los interesados en el Freud histórico3. Ocurre que tal vez sea la menos leída. La Presentación autobiográfica es una continuación mansa de la “Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico”4; aun así, algunos protagonistas se sintieron afectados. Bleuler, por ejemplo, a quien Freud critica por haber tirado al bebé junto con el agua de la bañera. El suizo replicó que las diferencias eran mínimas, agregando, con su talento para las metáforas, que “quien intentara comprender la neurología o la psiquiatría sin conocimiento del psicoanálisis me parecería un dinosaurio; digo «parecería» y no «parece», pues no que dan personas así, ni siquiera entre las que se complacen en despre ciar al psicoanálisis”5. La Presentación autobiográfica está más volcada a los primeros años, y evoca a Goethe, Darwin y la Oda a la Naturaleza. Brücke, Fleischl, Meynert, Charcot, entran en la ronda de la nostalgia, mien tras que Martha es mal recordada, como responsable de que él no hu biera recibido la “parte del león” en el episodio de la cocaína6. Cabe resaltar que en el post-scriptum, Freud atempera su posi-
ción frente a la religión: “En El porvenir de una ilusión hice una valo ración esencialmente negativa de la religión. Posteriormente encon tré una fórmula más ecuánime; aceptando que su poder reside en la verdad que contiene, mostré que dicha verdad no es material sino histórica”7. En mayo de 1935, en el mismo post-scriptum, Freud declara que “después de mi hipótesis sobre la existencia de dos clases de pulsio nes (Eros y pulsión de muerte) y desde que propuse una división del aparato mental en yo, superyó y ello, no realicé ninguna contribución significativa al psicoanálisis”8. No podemos ignorar que ésa había si do también la fecha del tumor. ¿Qué ocurrió? • ¿Se agotó la vena creativa, arrasada por la enfermedad y las pér didas? No, nada de eso. Sucede que Freud cambió ante esa situación de muerte anunciada. Sufrió lo que él denomina un “desarrollo regre sivo”9: “Mi interés, después de dar un largo rodeo a través de las cien cias naturales, la medicina y la psicoterapia, retornó a los problemas culturales que desde siempre me fascinaron, hasta de muy niño, cuando apenas tenía edad para reflexionar”10. O sea, una vuelta a las primeras fuentes en una parábola que apunta al futuro. Creo que se ría mejor denominar “trabajo de muerte” a ese desarrollo regresivo. Tiempos conturbados. La salud de Freud continúa siendo fuente de rumores. En la misma carta a Abraham en que anuncia haber fi nalizado su Presentación autobiográfica, acota: “¡Cuán ambivalentes pueden ser los rumores! En Viena me declaran muerto cada quince días, y en Berlín, se me aguarda para que dé una conferencia. Ningu na de las dos cosas es verdadera, la verdad se encuentra en el me dio”11. Pero, ¿cuál es el medio?
*1. L. R. Grote, Die Medizin der Gegenwart in Selbstdarstellungen, 192329, Leipzig.
La escena se traslada a Lavarone. Un Freud todavía convalecien te va de vacaciones a los Alpes dolomíticos, donde lee novelas policia les de Agatha Christie y Dorothy Sayers12. Lavarone, “el nido de águilas”, como lo llamaba Freud, está suspendido en la parte más al ta de los peñascos calcáreos del pico Marmolada. El atribulado Comi té Secreto se reúne en San Cristóforo, sobre el lago Caldanozzo, aldea situada seiscientos metros abajo del reducto del Profesor. La reunión se realiza a pedido de Freud. Encuentro quizá monta do a modo de test. Los Señores del Anillo tendrían que encontrarse primero sin él, para saldar cuentas, ventilar resentimientos y conse guir armonía, principalmente entre Jones, Rank y Abraham. Freud se ofrecía como premio: de salir bien en la prueba, él estaría dispues to a recibirlos, ahí donde viven las águilas. Los discípulos, entonces, estaban reunidos al pie de la montaña. Otto Rank es el único que está enterado de la muerte anunciada. ¿Có mo se enteró? Es muy probable que haya sido por Félix Deutsch; ellos eran amiguísimos. La pregunta, creo yo, es otra: ¿por qué los demás no sabían? Grandes piruetas psíquicas fueron realizadas para no sa-
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ber. Tal vez eso explique la risa histérica e incontrolable de Rank en su momento. Es una pena que el guión de Sartre termine antes. Ese verano en los Alpes dolomíticos daba para una gran escena. Arriba, el Maestro en su Vía Crucis; abajo, los discípulos reconciliándose de mil peleas, negando, aterrorizados, la sentencia de muerte que pesaba sobre el Profesor. Por los corredores del tiempo, esto recuerda el Monte de los Olivos, el Monte Sinaí. El tumor, todavía sin nombre, apareció nuevamente. Freud, des de Lavarone, envía un billete a Hajek para concertar la próxima con sulta. El increíble Hajek demora dos semanas en responder que “...no era necesario que volviera a verlo ’13. Los dolores habían aumentado. Freud llamó a Deutsch, quien verifica la gravedad del cuadro y com prueba la existencia de una recidiva en el mismo lugar. Parecía nece saria una segunda y más radical operación. Deutsch desciende los seiscientos metros e informa a los miembros del Comité sobre la rea lidad de la situación. No sabemos, a ciencia cierta, cómo fue recibida la infausta noticia. El Comité, después de deliberar, “decidió” dejar que el Profesor siguiera adelante con su plan de pasar dos semanas en Roma, en compañía de Anna. Jones nos informa que, quince años más tarde, en Londres, se animó a contarle la “omisión” de San Cristóforo. Parece que Freud, con fuego en los ojos, inquirió: “Afó w elch em R e c h t? ” (“¿Con qué dere cho?”). Conviene recordar que, en una carta a Fliess, en 1899, había senteciado: “El arte de engañar a los pacientes no es por cierto muy necesario ... El cristiano, por lo menos, recibe el último sacramento unas horas antes ... Espero que, cuando me llegue la hora, pueda en contrar a alguien que me trate con respeto y me diga cuándo debo es tar preparado”14. Bien, no fue Deutsch ni los miembros del Comité quienes tuvie ron ese “respeto”. En realidad, todo el grupo, asustado, se negó a aceptar la realidad, en un acto de renegación colectiva. De hecho, só lo la pérdida de la noción de realidad explica que el Comité lo dejara viajar a Roma, perdiendo un tiempo precioso. Se puede pensar que Deutsch, preocupado con la depresión de Freud por la muerte de su nieto, no tuvo el coraje de impedir el viaje a Italia. Anna no conocía Roma. Padre e hija habían soñado y planeado la ocasión15. Asombra ‘ aún más que los biógrafos encaren ese viaje a Roma como una cosa buena, enfatizando la veta romántica de un padre enfermo y valiente que lleva a su hija a la Ciudad Eterna. Jones describe la decisión del Comité “como la más humana y constructiva de todos esos meses”16, lo que indica la pésima calidad de esos tiempos. Fue un desatino mé dico de grandes proporciones. Los Señores del Anillo suscriben la opi nión de Deutsch de hacer de cuenta que Freud puede viajar; progra man una nueva consulta y “aguardan pacientemente” hasta el 26 de setiembre para concretarla17. José Schavelzon, mi mentor oncológico, concluye: “¿Pensaría Deutsch que el cáncer que él diagnosticó como 294
una recidiva (o una resección insuficiente) a los setenta días de la primera operación se quedaría esperando otros ochenta días o más hasta que el enfermo regresara de su viaje?”18. Tercera gran incon gruencia. Digamos que la conducta desastrada muestra una colosal ambi valencia frente al “trauma” del cáncer. Deutsch, afirmado en su poder médico, años después se justificará reiterando que “Freud no estaba suficientemente preparado para enfrentar la realidad”19. En realidad, nadie estaba preparado para enfrentar la realidad. La muerte anun ciada del líder llevó a la horda a la parálisis, tal vez con la ilusión catatónica de congelar el tiempo. Este acto de renegación se complica si pensamos que los discípu los, siguiendo las incongruencias registradas a lo largo de la enferme dad, estaban ocultando un diagnóstico errado, lo que sugiere una complicadísima ambivalencia, de esas que sólo el Diablo inventa. Anna Freud se destaca como la persona con la cabeza más sensa ta del cenáculo. Después de la reunión informativa con el Comité, ella bajó a San Cristóforo y se unió al grupo para cenar. Nada se dijo en torno de la sombría mesa. Luego, avanzada la noche, Anna subió la montaña en compañía de Félix Deutsch y, antes de llegar a Lavaro ne, supo extraerle astutamente la verdad, preguntándoles, con tono ingenuo: “¿Nos podríamos quedar más tiempo en Roma?” Alarmado, Deutsch le imploró que ni lo pensara20. En efecto, “aquello -comentó Anna décadas más tarde- fue bastante claro”21. Por otro lado, si pensamos en la aventura desde el lado senti mental, o sea, humano versus médico, ella fue un éxito, y que Scha velzon me perdone. Se puede pensar en días de amor edípico sublima do por el dolor en el alma. Anna rememorará “que hice un viaje inolvidable a Roma ...”. Freud, más que nunca, fue un solícito guía, y “tiraron sendas monedas en la fuente [de Trevi], formulando el deseo de volver, sabiendo que ... eso era dudoso”22. La siguiente carta de Anna a Eitingon describe bien el panorama anímico de la pareja: “Pa pá [como ella lo llamaba] quería mostrarme muchas cosas, y yo de seaba ver esas cosas con él. No estábamos siempre en la mejor forma, porque había una considerable angustia y desánimo [por su enferme dad], sentimientos de que «no debíamos» y de «tener que partir», una mezcla de despedida en nuestros encuentros. A pesar de todo, sería difícil imaginar un viaje más maravilloso”23. Volviendo a nuestro villano Número Uno, el profesor Hajek, poco tiempo después de la operación de Freud se hizo tristemente notorio por la manera de tratar a otro paciente que más tarde alcanzó la cele bridad. Se trata de Franz Kafka, que padecía una laringitis tubercu losa en su fase terminal, y fue internado en condiciones que conmo vieron la opinión cultural de la época. Franz Werfel, en particular, intervino enérgicamente para que Kafka, casi moribundo, fuese tra tado con más consideración. Hajek respondió de modo lamentable: “Un tal Werfel me escribe pidiendo que yo haga algo por un tal Kaf295
Hajek y Pichler examinaron conjuntamente al paciente. Jones, en el final del tercer tomo de su biografía, incluye el minucioso proto colo quirúrgico de Pichler. En la primera entrada vemos:
ka. Sé quién es Kafka. Es el paciente de la cama número 12 . Pero, ¿quién es Werfel?”24’ *2. Hajek se presta a las maravillas para el papel de chivo emisario, porque esta historia está muy mal contada o él merece que le retiren el diploma en la tumba. Tal vez tenga razón Sachs, quien señala que Hajek fue analizado por Freud, con una brutal transferencia mal re suelta25. Aquí entra en escena Helene Deutsch, mujer de Félix. Su trans ferencia con Freud era muy intensa. Botón de muestra: cierta vez, sa liendo de la sesión, se paró frente a su imagen reflejada en una vi driera y exclamó para sí: “¿Qué va a hacer la pobre Frau Profesor?”26 Buena anécdota de esta analista que, como vimos, quedó presa en la imagen especular de Freud y Tausk, y salió de ese triángulo funesto para caer en otro, como analizada de Freud y esposa de su médico. Tropezamos, entonces, con la conocida advertencia del primer artícu lo de la serie “Consejos al médico”: “Cuando un analista decide, por que así lo dicta el deber, tratar a la esposa o al hijo de un amigo, de berá contar con la pérdida de esa amistad, cualquiera que sea el resultado de ese análisis”27. Pero Freud rara vez escuchaba sus pro pios consejos. No debe asombrarnos que sus relaciones con Félix se enfriaran considerablemente a partir de 1925. A todo esto, Félix en Viena preparaba la segunda operación. Freud fue informado de la verdadera naturaleza de su enfermedad solamente a la vuelta del viaje. Según Schur28, enfrentó el cáncer con una “perfecta compostura”, como se pone de manifiesto en la carta que le envió a Eitingon el día que fue examinado por primera vez por el profesor Hans Pichler: “Hoy puedo satisfacer su necesidad de tener noticias mías. Se decidió que debo someterme a una segunda opera ción, una resección parcial del maxilar, porque mi querido neoplasma ya ha vuelto. La operación será realizada por el profesor Pichler, el mayor especialista en la materia, que también está preparando la prótesis”29. Aquí cabe una duda: cuando un paciente con cáncer es informado de su estado, el paciente de alguna manera niega, o la noticia le es transmitida con cierta ambigüedad, o ambas cosas. En esta carta, Freud habla de su “querido neoplasma”, pero ya antes había hablado, de su “epitelioma”. La carta que dirige a su sobrino Sam está escrita en un lenguaje un tanto velado, como observa Peter Gay30: “No supe ré los efectos de mi última operación en la boca, tengo dolores y difi cultad para tragar y todavía no estoy seguro en cuanto al futuro”31. De hecho, nada sustancial cambió con la revelación.
Dos cuestiones de peso se desprenden de este informe. La prime ra confirma que el diagnóstico no era epitelioma, sino leucoplasia pro liferativa papilar, y este tipo de lesión no tiene carácter maligno, ni lo tenía según el criterio imperante en la época*3. El segundo punto fue que la intervención de Hajek en realidad había sido meramente ex ploratoria - o sea, no terapéutica- y que se desperdiciaron cinco pre ciosos meses. Pero, por otro lado, si este diagnóstico de leucoplasia era correcto, no había una urgencia quirúrgica tan esencial. Pichler fue la elección ideal. Jefe del nuevo Departamento de Ci rugía Oral, había operado a centenares de soldados mutilados duran te la Primera Guerra Mundial, improvisando procedimientos osados con resultados sorprendentes. Schur nos informa que tuvo que inven tar una nueva técnica quirúrgica para atender la boca mutilada de Freud33; Cuando Pichler lo examina por primera vez puede verificar que, junto a una gran recurrencia crateriforme ulcerada en la parte dere cha del paladar blando, el tumor se ha extendido al mentón y al ma xilar inferior. Había también una marcada retracción cicatrizal, se cuela de la primera cirugía. El bisturí de Hajek había causado daños irreparables. Ahora era necesaria una intervención mucho más am plia, con una técnica que Pichler tuvo que poner primeramente a prueba en un cadáver. Además pensó en diferentes tipos de prótesis. Lo importante era separar las fosas nasales de la boca. Pichler, en contraste con Hajek, redactó un detallado protocolo quirúrgico, con notas pormenorizadas de procedimientos y consultas. La intervención se realizó en dos tiempos, en el sanatorio Auerspreg. El 4 de octubre de 1923, bajo anestesia local, se ligó la carótida externa y fue vaciado el sistema glandular cervical y submandibular, con el fin de inhibir posibles metástasis. Felizmente, las glándulas
*2. Para el lector latinoamericano, que no tiene la obligación de conocer a Franz Werfel, digamos que fue un gran novelista austríaco, autor de los Los cuarenta días de Musa Dagh, lectura recomendada, gran texto pacifista.
*3. Desde los tiempos de Skoda, hasta el gran Billroth, pasando por Rokitansky, Viena fue un gran centro mundial en el estudio de la anatomía pa tológica.
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Notas de Pichler 1 Consulta con el Dr. Hajek. En la primavera de este año tuvo lu gar la resección radical de leucoplasia proliferativa, en el arco palatino anterior derecho. El procedimiento, como mero propósito diagnóstico, al principio, fue extendido más allá del tejido com prometido ...32
tumefactas no revelaron compromiso neoplásico. Fue en la segunda parte de la operación -realizada una semana más tarde- en gran me dida con escoplo y martillo, nuevamente bajo anestesia local, cuando se realizó la cirugía más radical, que consistió en la resección de casi todo el maxilar derecho, una parte considerable de la mandíbula, el lado derecho del paladar y las membranas mucosas bucal y lingual. El cirujano vació la boca. Finalmente sustituyó por injerto de piel (in jerto de Thiersch) las partes de las membranas mucosas removidas que no podían ser suturadas, y colocó la prótesis en su lugar. Ese fue el primero de una serie de artefactos que recuerdan la dentadura pos tiza de Irma. Freud recibió una dosis de sedativos y durmió durante la mayor parte de la operación. El posoperatorio, pasada una fiebre inicial, fue bueno. Durante varios días el paciente no pudo hablar, y la alimenta ción, como era costumbre en la época, se realizó mediante una sonda nasal. Un par de días antes del alta, Freud recibió una de las cartas op timistas de Abraham. El berlinés tenía noticias frescas del éxito qui rúrgico por Lampl, y enviaba fotografías egipcias y recortes de perió dicos para el convaleciente34. La respuesta de Freud es característica: “Mi querido e incurable optimista: hoy me quitaron las vendas. Lo que queda de mí ha sido vestido”35. A fin de mes le hace llegar una tarjeta postal a Pfister: “Por el momento estoy fuera de combate, de bido a mi operación. Dentro de algunas semanas podré alistarme nuevamente”36. En efecto, en cuanto consigue dormir sin una inyec ción hipnótica, Freud vuelve a su casa, después de diecisiete días de posoperatorio. Esa semana, Pichler examinó cuidadosamente la herida, obser vando un área tenuemente ulcerada bajo una pequeña parte necrosada del injerto. Se realizó una biopsia. Del informe histopatológico del profesor Oskar Stoerk resultó que aún había tejido tumoral. Pichler mostró aquí su fibra y su coraje37. A esta altura, la mayoría de los cirujanos habrían desistido. Pichler le dice la verdad a Freud, sugiriéndole una intervención quirúrgica inmediata; el paciente concuerda. La operación -la terce ra o la cuarta, si consideramos que la segunda fue en dos tiem pos-' tuvo lugar esa misma tarde, nuevamente bajo anestesia local y se dativos. Notas de Pichler II Por la tarde, cirugía en el sanatorio Auerspreg. Asistentes: Dr. Hoffer y Dr. Hertzka. Después de pantopón, escopolamina, blo queo anestésico. Incisión en la región cicatrizal de la mejilla en dirección al reborde bucal. Incisión a través del paladar blando aproximadamente a 1,5 del borde libre y de ahí alrededor del tu mor hasta el hueso palatino ... Hemorragia significativa pero de 298
ningún vaso sanguíneo importante. Osteotomía y movilización de ese segmento óseo y diéresis de las conexiones con el tejido blan do...38 Solamente entonces el cirujano se dio por satisfecho, y con razón. La intervención en sí fue un éxito total. Freud no murió de una posi ble metástasis del [hipotético] cáncer original. No hubo más secuelas de peso, pero él recibió una serie de aplicaciones de rayos X. Es bueno recalcar que nunca hubo metástasis ni compromiso ganglionar, datos éstos que hablan contra el diagnóstico inicial de tumor maligno. Cirugía exitosa aunque mutilante. Era imposible montar una prótesis satisfactoria por la falta de salientes óseas de apoyo y la pér dida de gran parte de la mucosa bucal, que no podía reemplazarse con injertos. El resultado fue una tortura en forma de prótesis. Freud sólo podía comer, fumar, conversar, con gran esfuerzo y dolor. Si “el monstruo” "4 cerraba adecuadamente las cavidades oral y nasal, le ocasionaba ulceraciones dolorosas y presionaba la articulación man dibular. Si la prótesis se aflojaba, la locución y el acto de comer se volvían más difíciles. Notas de Pichler III 06/12/23: Mejora el dolor con la nueva prótesis 2, con agrava miento, empero, de la masticación e ingestión de líquidos, que re gurgitan por la nariz en virtud del juego de la placa palatina. Pa rece insuficiente apretar el tornillo una vuelta y media.39 El hecho es que la recidiva que lo llevó a la tercera operación fue muy decepcionante. Mientras aguardaba esa “batalla” (como le dice a Pfister) se preparó para lo peor, o sea, para no poder continuar traba jando. Agregó entonces algunas cláusulas a su testamento, bajo la forma de una carta a su hijo Martin. Las principales providencias se referían a su mujer y a su hija menor. Pedía que los hijos renuncia sen a parte de la herencia en favor de la madre, y que la dote de Anna fuese aumentada a 2.000 libras. Tal vez esos sombríos temores generaron algo insólito: Freud se sometió a una pequeña cirugía en los testículos, una ligadura de los vasos deferentes, operación ideada por el polémico Eugene Steinach. Este endocrinólogo fue uno de los descubridores de las células inters ticiales de los testículos, productoras de hormonas masculinas. La in tervención se puso de moda porque supuestamente ayudaba a recupe rar la potencia sexual declinante. Freud creía que esta operación (mencionada al final de Más allá del principio de placer40 y en su tra-
*4. Según Schur, esa palabra no fue usada en vida de Freud, pero cabe. 299
bajo “Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femeni na”41) daba buenos resultados en la homosexualidad masculina. La operación se realizó el mismo mes del fracasado putsch de Hitler en Munich. Cosa extraña, Schur sólo le dedica a este incidente una nota al pie de página'5. Efectuada poco después de las tres orda lías quirúrgicas -a veinte días, para ser exacto- es muy insólita, y sorprende que los biógrafos la traten con ligereza'6. Esa intervención, semejante a la actual vasectomía, no puede dejar de sentirse como una castración. Enésima incongruencia. En medio de esta comedia de errores trágicos, Pichler emerge como figura ejemplar. Atiende a su paciente con cuidado, meticulosi dad, cortesía. Sus protocolos, redactados con precisión, totalizan 25 páginas. Durante dieciséis años acompañó a Freud diligentemente, y se prestó a todo tipo de consultas con cirujanos, radiólogos, radioterapeutas y psicoanalistas. Cuando Freud lo abandonó para atenderse con Schroeder, en Berlín, él posteriormente acogió a su paciente pródigo sin hacer comentarios. Luego veremos que en 1938 viajó a Londres para someter a Freud a su última intervención. En esa época, salir de Viena para atender a un judío emigrado no era un picnic. Freud evitó ser visitado durante los primeros meses, porque el acto de hablar le resultaba muy penoso. También procuraba comer en privado: era una operación complicada, y a veces tenía que auxiliarse con el pulgar. Le dictó a Anna unas anotaciones sumarias, pero luego comenzó a escribir él mismo. Finalmente, en el primer día hábil de 1924, el Profesor retomó su clínica, recibiendo seis pacientes por día. La enfermedad estrechó los lazos de Freud con su hija. Ella lo cuida ba. Por otra parte, Anna, en 1924, retomó el análisis con su padre. Tal vez, en situaciones límites, las transgresiones pasan a ser rutina. En esa vorágine transferencia!, tanto la madre como la tía dejaron de
existir. La salud de Martha se deterioró, por la enfermedad de su ma rido y la muerte de su nieto Heinele; Minna, medio ciega debido a ca taratas, estuvo internada la mayor parte del tiempo por problemas cardíacos. Ambas se sintieron desplazadas. Se redoblaron los viejos celos de doble mano. Anna quería exclusividad. En la Navidad de 1926 su padre fue a Berlín a pasar las fiestas con Ernst y Oliver, y Anna quedó en Viena, inmovilizada por una lesión en el pie. Dando salida a su amargura le escribió a Eitingon: “... estuve rabiosa porque Papá viajó sin mí. Por mucho tiempo dejé todo de lado para dedicar me por completo a él y, de pronto, él se hace el aventurero, y se va justamente cuando yo estoy incapacitada para moverme. ¡Eso no es justo !”42 Pero, como lo señala Elisabeth Young-Bruehl, Anna no men ciona que, en esa oportunidad, Martha ocupó su lugar de enfermera en jefe43. Dos años más tarde, cuando su padre planeó una estada de dos semanas en el sanatorio Tegel, en Berlín, ella reordenó sus hora rios para poder acompañarlo. En una carta a su amigo y cortejante Max Eitingon, le revela: “Mamá, al principio, quería ir, pero yo no quería en modo alguno que lo hiciera”44. La propia Anna le admitió a Eitingon, y después a Jones, que sentía celos de las pacientes del “Papá”, y también, a partir de 1922, de su madre y de Tante Minna.
NOTAS
*5. Parece ser que cuando asumió el comando médico de las operaciones, Schur quiso saber quién había aconsejado esta intervención, e indagó a Freud “hasta que me confesó que él mismo [la] había sugerido y que se reali zó el 17 de noviembre de 1923” (Max Schur, Freud, vida e agonía, 1981, Río de Janeiro, Imago, II, pág. 447n). En realidad, la idea fue de Paul Federn. Éste se hizo asesorar por Von Urban, quien aprobó el procedimento. Se espe raba que sirviera para bloquear la vuelta del cáncer y mejorar su “sexuali dad, su estado general y su capacidad de trabajo”. *6. El gran amigo de Freud en la tercera edad, Amold Zweig, le escribe desde Israel en 1939: “Cuántas cosas habría querido saber sobre su vida, pe ro nunca pregunté, por pudor o modestia: la operación de Steinach, la opera ción del cáncer, sus experiencias con Jung, Stekel y Rank ... ¡la épica de su vida!” (Carta de A. Zweig a Freud del 25 de marzo de 1939, The Letters of Sigmund Freud & Amold Zweig, comp. por Emst Freud, 1970, Nueva York, New York Univ. Press).
1. SE, XX, págs. 6-74. 2. Joseph Wortis, Fragments of an Analysis with Freud, 1954, Nueva York, Simón and Schuster. 3. Emest Jones, A vida e a obra de Sigmund Freud, 1989, Río de Janei ro, Imago, III, pág. 127. 4. SE, XX, pág. 5. 5. Carta de Eugene Bleuler del 17 de febrero de 1925, citada por Ernest Jones, op. cit., III, pág. 127. 6. SE, XX, pág. 8. 7. SE, XX, pág. 72. 8. SE, XX, págs. 71-4. 9. SE, XX, pág. 72. 10. lbíd. 11. Carta de Freud a Abraham del 17 de octubre de 1924, A Psychoanalytic Dialogue: the Letters of Sigmund Freud and Karl Abraham, 19071926, 1965, Nueva York, Basic Books, pág. 371. 12. Carta de Anna Freud a Jones del 15 de marzo de 1955, citada por Roazen en Freud y sus discípulos, pág. 557. 13. Emest Jones, op. cit., III, pág. 105. 14. Carta de Freud a Fliess del 6 de febrero de 1899, Correspondencia Sigmund Freud-Wilhelm Fliess, comp. por J. M. Masson, 1986, Río de Janei ro, Imago, pág. 344.
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15. Elisabeth Young-Bruehl, Atina Freuci, a Biography, 1988, Londres, Summit Books, pág. 119. 16. Emest Jones, op. cit.yIII, pág. 106. 17. José Schavelzon, Freud, un paciente con cáncer, 1983, Buenos Aires, Paidós, pág. 90. 18. Ibíd., pág. 96. 19. Félix Deutsch, “Reflections on Freud’s one hundred birthday”, Psychosomatic Medicine, 1956, pág. 282. 20. Emest Jones, op. cit.yIII, pág. 105. 21. Elisabeth Young-Bruehl, op. cit.ypág. 119. 22. Carta de A. Freud a William McGuiere del 26 de julio de 1973, cita da por Elisabeth Young-Bruehl, op. cit.y pág. 120. 23. Carta de Anna Freud a Eitingon del 12 de octubre de 1925. 24. M. Robert, La revolución psicoanalítica, 1978, México, Fondo Nacio nal de Cultura, págs. 406-7. 25. Hanns Sachs, Freud, Master and Friend, 1946, Boston, Harvard Univ. Press., pág. 234. 26. H. Deutsch, “A foot-note to the history of the psychoanalytical movement”, 1940, pág. 189. 27. SE, XII, págs. 111-20. 28. Max Schur, Freud, vida e agonía, 1981, Río de Janeiro, II, Imago, pág. 444. 29. Félix Deutsch, ibíd., pág. 282. 30. Peter Gay, Freud, urna vida para o nosso tempo, 1989, San Pablo, Companhia das Letras, pág. 389. 31. Carta de Freud a Samuel Freud del 24 de setiembre de 1923, citada por Peter Gay, op. cit.ypág. 389. 32. Emest Jones, op. cit.yIII, pág. 456. 33. Max Schur, op. cit.yII, pág. 446. 34. Carta de Abraham a Freud del 16 de octubre de 1923, A Psychoanalytic Dialogue: the Letters of Sigmund Freud and Karl Abraham, 19071926, pág. 341. 35. Carta de Freud a Abraham del 19 de octubre de 1923, ibíd., pág. 342. 36. Carta de Freud a Pñster del 30 de octubre de 1923, Correspondance de Sigmund Freud avec le pasteur Pfister, 1967, París, Gallimard, pág. 188. 37. Max Schur, op. cit.yII, pág. 447. 38. Emest Jones, op. cit. III, pág. 458. 39. Ibíd. 40. SE, XVIII, págs. 171-2. 41. SE, XVII, págs. 171-2. 42. Carta de Anna Freud a Eitingon del 17 de marzo de 1927, citada por Elisabeth Young-Bruehl, op. cit.y pág. 124. 43. Elisabeth Young-Bruehl, op. cit.ypág. 124. 44. Carta de Anna Freud a Max Eitingon del 14 de enero de 1929, citada por Elisabeth Young-Bruehl, op. cit., pág. 124.*
C A P ÍT U L O 54 E L T R A U M A D E L N A C IM IE N T O
Rank, a todo esto, continuaba su trabajo con la misma energía de siempre, ahora como director de la Editora Psicoanalítica Internacio nal. Tuvo problemas con Ernest Jones por el In tern a tion a l J o u rn a l o f P sy c h o a n a ly s is . Las relaciones dentro del Comité, que sólo en el ini cio fueron cordiales, comenzaron a deteriorase seria y rápidamente. Las riñas entre los Señores del Anillo eran múltiples. Ya antes de la guerra Jones y Abraham peleaban en trincheras opuestas, y el galés no le perdonaba a Ferenczi que hubiera sido su analista. Después co menzó el duelo de Rank con Abraham y Jones. Había dos grupos: los médicos “de conducta correcta” (Abraham, Jones y Eitingon) y los “temperamentales” (Ferenczi, Rank, Sachs). Exactamente antes del encuentro en Lavarone el Comité vivía convulsionando. En ese período de estrecha amistad entre Rank y Ferenczi, ellos publicaron E l d esa rro llo d el p s ic o a n á lis is ly ensayo que en su momen to provocó gran revuelo. “Libro valioso -comenta Jones-, en la medi da en que presenta un brillante relato de muchos aspectos de la téc nica, pero contiene pasajes incoherentes, además de anunciar una era completamente nueva para el psicoanálisis.”2 En esa nueva era se redimensiona la figura maternan . Rank y Ferenczi sostienen que el análisis de la “actuación” del material inconsciente tenía que pasar a ser el propósito fundamental de la terapia. Aparece por primera vez el término “actuación” (a ctin g o u t). A ellos les corresponde además el mérito de haber realzado la transferencia como el principal factor dinámico de la terapia. Al mis mo tiempo minimizaban el “acto de recordar”3. Freud lee el manuscrito y le comenta a Ferenczi que el libro le ha encantado, especialmente por el énfasis en la técnica que él mismo venía desenvolviendo. Pero, observa Jones, “a medida que el tiempo pasaba, tenía al libro cada vez en menor estima. «No es sincero»”4. El panorama se complica aún más cuando Rank publica, ese mis mo año, E l tra u m a d el n a c im ie n to 5. Ni Freud ni Ferenczi habían leí-
*1. Jones recuerda que en 1919, cuando encontró a Rank junto con su es posa grávida, “él me espantó al decir, con tono sombrío, que los hombres no tenían importancia en la vida, que la esencia de la vida era la relación entre madre e hijo”. 302
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do el manuscrito, aunque conocían el empeño. Para el resto del Comi té fue una gran sorpresa: una bomba arrojada en el santuario de los Señores del Anillo. Ese año de 1923, entonces, resultó ser el año de la encrucijada. Junto con la marca del cáncer, aparecen tres libros cruciales: E l y o y el e llo , el L ib r o d e l E llo de Groddeck y E l tra u m a d el n a c im ie n to de Otto Rank. La reacción inicial de Freud al libro de Rank fue, una vez más, de franca y casi total aceptación. Comentó con Ferenczi: “No sé si el 66 % o el 33% del libro es verdadero, pero, en cualquier caso, es el más importante progreso desde el descubrimiento del psicoanálisis”6. Lo que no es poco decir en boca de Freud, aunque él había empleado las mismas palabras para D em en cia p reco z de Jung. Esta aceptación tenía razones históricas. En una nota al pie de página de L a in terp reta ción d e los su e ñ o s (2a edición), Freud había se ñalado que “el acto de nacimiento es la primera experiencia de ansie dad, y así pasa a ser la fuente y el prototipo del sentimiento de an gustia”7. Por otra parte, Freud parecía dispuesto a revisar el papel de la madre en la fase preedípica. El psicoanálisis en, digamos, 1923, prestaba muy poca atención al papel materno en general. La madre era vista como una fuente de deseo sexual. Su función protectora y educativa era poco reconocida. No se hablaba de la importancia de la relación madre-hijo en el primer año de vida. En aquella época, Freud todavía pensaba que el vínculo humano “primero y más primi tivo” era con el padre. Todavía en 1918, en “De la historia de una neurosis infantil”, Freud habla del padre del Hombre de los Lobos co mo de su “primera elección de objeto que, en concordancia con el nar cisismo de una infancia temprana, se había producido por vía de la identificación”8. Por supuesto, Freud no excluía la intervención pato génica de la madre, pero la ubicaba en el papel de la seductora, pro vocadora de la confrontación edípica y de los conflictos homosexuales en el hombre adulto. Como señala Jones, la inclusión del trauma del nacimiento lleva ba a pensar que “clínicamente ... todos los conflictos mentales tenían que ver con la relación con la madre ...”9. Sin llegar a esa simplifica ción, varias corrientes psicoanalíticas han centrado la atención en el papel materno, tanto en el desarrollo normal como en el patológico. Para Donald Winnicott en Inglaterra y Erik Erikson en Norteaméri ca, por ejemplo, la madre ocupa un lugar destacado y otro tanto se puede decir de la obra de Melanie Klein, Susan Isaacs y René Spitz. Por otra parte, “sería injusto suponer que Rank fue el único ana lista de esa época que enfatizó la relegada función materna. Georg Groddeck parecía estar llegando a una conclusión semejante, y Sandor Ferenczi se inclinaba en esa dirección”10. Pero Otto Rank convirtió a la madre preedípica en centro de su sistema. Las tesis rankianas encontraron una fuerte oposición de Abraham y Jones. El primero las calificó de “regresiones científicas”. Jo
*2. El trabajo sobre este texto de Rank, como veremos, dio origen a Inhi bidón, síntoma y angustia, la respuesta final de Freud.
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nes lanza varios dardos envenenados: “El libro, mal y oscuramente redactado, fue escrito en un tono hiperbólico, propio para el anuncio de un nuevo evangelio religioso. Estaba de acuerdo con la fase hipomaníaca por la que entonces pasaba Rank ... Clínicamente, se con cluía que todos los conflictos se reducían a la relación del niño con la madre, y que lo que podía parecer un conflicto con el padre, incluso el complejo de Edipo, era sólo una máscara de los conflictos esenciales relativos al nacimiento”11. La tempestad por el “trauma rankiano del nacimiento” agitaba Berlín, con el hipercrítico Abraham al frente, secundado por Eitingon, con su fama de manso, y por Jones del otro lado del Canal. Freud sintió que debía aplacar los ánimos. Para dicho fin, envió a to dos los miembros del Comité la siguiente Circular, que revela que al go había cambiado en ese Padre herido de cáncer: “En mi reciente en fermedad aprendí que una barba afeitada tarde seis semanas en crecer de nuevo”. Acto seguido, pasa a hablar de E l tra u m a d el n a ci m ien to :
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No vacilo en adelantar que considero esta obra altamente signifi cativa, que me hizo pensar mucho y que todavía no he llegado a un juicio final sobre ella*2. Hace tiempo que estamos familiariza dos con las fantasías relativas al útero, y reconocemos su impor tancia, pero por la prominencia que Rank les dio, ellas alcanzan una significación mucho mayor y revelan de inmediato el fondo biológico del complejo de Edipo ... Rank, entonces, va más allá de la psicopatología y muestra que los hombres modifican el mundo externo al servicio de ese instinto [que apunta a la felicidad), mientras que los neuróticos se libran de ese problema al tomar el camino más corto de fantasear el retorno al útero.12 Pero: Ahora pasemos al punto donde encuentro que comienzan las difi cultades. Al retorno al útero se oponen obstáculos que despiertan ansiedad, las barreras contra el incesto; pero, ¿de dónde provie nen esos obstáculos? Su representante es evidentemente el pa dre, la realidad, la autoridad que no permite el incesto. ¿Por qué se estableció la barrera contra el incesto? Mi explicación era his tórica y social, filogenética. Deduje la barrera contra el incesto a partir de la historia primordial de la familia humana, y vi en el padre verdadero el obstáculo real que erige de nuevo la barrera contra el incesto. Aquí Rank diverge de mí. Él se niega a conside-
rar la filogénesis y encara la ansiedad que se opone al incesto simplemente como una repetición de la ansiedad del nacimien to... Es verdad que la ansiedad del nacimiento es transferida al padre, pero, según Rank, el padre es sólo un pretexto para tal co sa ... Naturalmente, se podría decir mucho más sobre este punto, y espero que los pensamientos suscitados por Rank sean objeto de muchas discusiones fructíferas.13 Esta carta, según Ernest Jones, fue “demasiado tolerante”14. No estoy de acuerdo si por tolerante se entiende “indulgente”. Creo que fue un genuino intento de lectura reflexiva mientras su barba crecía lentamente. Además considero que la Circular era una evaluación so bria del “estado de la ciencia” en el inicio de los años 20 . La historia continúa. La Circular no apaciguó a Abraham, que escribió denunciando “señales de desarrollos fatídicos concernientes a asuntos vitales para el psicoanálisis”15. El desviacionismo rankiano se parecía mucho al de Jung, doce años antes. Freud, “no muy sensatamente”, según Jones, le transmi tió a Rank la crítica de Abraham y la comparación con Jung. Rank, naturalmente, comunicó la noticia a Ferenczi. “Es difícil saber cuál de los dos se puso más furioso”16. Freud también denuncia la “ambi ción y los celos sin límites” que estaban detrás de la “máscara de afa bilidad” de Abraham, y declara que con ese acto él, Abraham, había sellado el destino del Comité, razón por la cual perdía el derecho a ser nombrado presidente de la Asociación Psicoanalítica Internacio nal. En la misma andanada, Freud reprueba a Ferenczi por el retor no de su “complejo de hermano”. Con la barba crecida, la sabiduría recién adquirida sufrió algunos reveses. Freud, comenta Jones, “fue demasiado optimista al suponer que nosotros cuatro, Abraham, Ferenczi, Rank y yo [Eitingon fue olvida do], podríamos resolver las cuestiones de modo tranquilo, y evidente mente estaba afligido por la tempestad que involuntariamente provo có” (el énfasis en “involuntariamente” es mío)17. A mi juicio, Freud se distanció del problema y lanzó “voluntariamente” a sus discípulos a pelear en su lugar. Y los discípulos realmente riñeron como fieras. Abraham y Jones, en particular, atizaron las tensiones entre Freud y Rank. Las cualidades que le habían conseguido a Otto el lugar de hijo adoptivo, sin duda estimularon el aprés-coup de un ataque envidioso tardío. A esta altura, Freud confía en Rudolf Urbantschitsch: “Mis discí pulos son más ortodoxos que yo”18. Tal vez haya estado dispuesto a no distanciarse de Rank, pero el movimiento psicoanalítico en conjunto, por la inercia perversa inherente a las instituciones, se deslizaba por el camino de una irremediable separación. Concuerdo con Anzieu en que Freud, en la hora de la barba rasurada, tuvo necesidad de re plantear su práctica, los vínculos y la teoría19. Esa vez, a diferencia de las crisis anteriores, no se trataba de romper con maestros o con 306
disidentes, sino de una ruptura con su obra anterior. Freud cambia su teoría pulsional y la anatomía de su aparato psíquico, y siente simpatía por el “Ello" groddeckiano y las fantasías intrauterinas de Rank. De aquí en más veremos en él una especie de serenidad “metapsicológica”. La desesperanza acompañaba a su sabiduría. En carta a Ferenc zi, en marzo de 1924, se lamenta de que todo hace pensar “que seré ignorado precisamente cuando me he convertido en un inválido, con una menor capacidad de trabajo y una constitución mental debilitada ... No intento llevarlo con esta queja a dar cualquier paso para pre servar el perdido Comité. Sé que lo que pasó, pasó, y lo perdido, per dido está. He sobrevivido al Comité que debería haber sido mi suce sor. Tal vez sobreviva a la Asociación Internacional. Espero que el psicoanálisis me sobreviva a mí”20. La Asociación Psicoanalítica Internacional sobrevivía, pero esta ba en una unidad de terapia intensiva, cuando se abrió el VIII Con greso de Salzburgo, en la Pascua de 1924. Dieciséis años habían pa sado desde ese juvenil y saludable primer congreso realizado en la misma ciudad. Una gripe impidió que Freud participara. Ferenczi y Rank se negaron categóricamente a tomar parte de cualquier discu sión de su trabajo. Jones dice: “Ni el incansable Abraham ni yo mis mo estábamos satisfechos con dejar las cosas como estaban. Juntos agarramos a Ferenczi en la primera oportunidad en el Congreso y Abraham le dijo, con toda franqueza, que estaba yendo por un camino que lo distanciaría completamente del psicoanálisis”21 (el énfasis en “agarramos” es mío). La actitud de Abraham fue “tan sincera e im personal que Ferenczi sólo pudo responder con una sonrisa y afirma ciones como «Usted no está hablando en serio». Sobrevino entonces una conversación tranquila y cada vez más amistosa”22. Rank, a todo esto, se mostró totalmente inaccesible y dejó el congreso el segundo día, para viajar a América. La Causa ya había perdido al “hijo adopti vo” de Freud. A su vez, la enfermedad hizo que Freud considerara a Rank de una manera diferente. Meses después de la segunda operación, Freud recibió un periódico de Chicago “donde leyó que él «estaba mu riendo lentamente y había abandonado su clínica, pasando sus pa cientes a Otto Rank»”23. Freud interpretó esto como señal de que Rank estaba listo para ocupar su lugar. Entonces Rank se volvió Ju das24. Este es el drama iniciado en el Monte de los Olivos de Lavarone. El cáncer de Freud se prestaba a ese tipo de escenificación: el discípu lo predilecto, el primero en saber de la enfermedad, se vuelve contra el Maestro. Se trata de una traición por amor. Sin duda Rank fue el depositario, el “escogido” para representar la enorme ambivalencia del Comité. El capítulo de la “deserción” fue prolongado; duró hasta 1926. Después de interminables peleas, la mayoría con Abraham, Rank *
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aceptó una invitación a visitar América durante seis meses. Se em barcó en 1924, en vísperas de cumplir 40 años. En los años siguien tes, Otto Rank viajó con frecuencia entre Viena, París y Nueva York. Los analistas norteamericanos, casi todos ellos concentrados en la Costa Este, necesitaban desesperadamente una formación. Hacían fila en la puerta del consultorio de un Rank que llegaba como el lu garteniente de mayor confianza de Freud. Tomó entonces gran núme ro de pacientes, en tratamientos cortos y con honorarios muy eleva dos. Nueva York se convertía en una plataforma para difundir sus ideas. ¡Quién lo hubiera dicho de ese joven acomplejado, que necesita ba guantes para dar la mano! Freud hizo todo lo posible para llevarlo nuevamente al redil. En el intercambio de cartas, asumió un papel paternal, señalando que la insistencia de Rank en la omnipresencia de la madre y la exclusión del padre era ... resultado de las influencias personales de su propia vida ...”25. Rank, en la misma línea que antes Jung, respondió: “...usted sa be tan bien como yo que la acusación de que una concepción deriva de un complejo significa muy poco ...”26. Freud le observa: “Supongamos que usted me hubiera dicho alguna vez que no creía en la horda pri mitiva ni en el padre primordial o que la división en yo y ello es ina decuada; ¿usted piensa seriamente que yo no lo invitaría a ce nar ...?”27 Ésa es la situación: en los tiempos de Adler y de Jung los ánimos podían envenenar la comida. El Freud de casi 70 años tenía una dis posición más afable. Pasaron seis meses y Rank volvió de América, deprimido y vaga mente arrepentido. Hubo una serie de “experiencias” terapéuticas. El Profesor, en carta a Abraham ,28 le confía que Otto se ha “curado de su neurosis gracias a estas experiencias, como si se hubiese sometido a un análisis propiamente dicho”, lo que no deja de ser irónico: Freud hizo con Rank una “terapia breve”. Hubo una reconciliación, pero la intimidad entre los dos hombres nunca volvió a ser la misma. Rank regresó a Norteamérica en enero de 1925, y en el año siguiente cruzó varias veces el Atlántico con es- cala en París. Finalmente, en abril de 1926, tres semanas antes del septuagésimo cumpleaños de Freud, partió para siempre con destino a la Ciudad Luz. Ese mismo año notificó a la Sociedad de Viena que se había “instalado de modo permanente” en Francia. En 1929 dimi tió discretamente a la Asociación Psicoanalítica Internacional. Luego hubo un interludio, durante el cual el tiempo quedó sus pendido: Joseph Breuer muere en junio de 1925, a los 83 años de edad. Al responder a la sentida carta de condolencias de Freud, en la que éste se califica de “viejo discípulo”, Robert, el hijo mayor de Breuer, le aseguró que su padre había acompañado con simpatía el desarrollo del psicoanálisis. Sorpresa de Freud. Respondió: “Lo que 308
usted dice de la relación de su padre con mi trabajo más reciente es una novedad para mí, y ha actuado como un bálsamo en una herida dolorosa que nunca se cerrará”29. Como lo demuestra la carta, en to dos esos años Freud no había elaborado satisfactoriamente su aleja miento de Breuer, el hombre que dio más de lo que recibió. El hombre de Anna O. Aquel cuyas cortesías Freud retribuyó con una descorte sía truculenta. Los tiempos habían cambiado; ahora el discípulo Rank se alzaba truculentamente contra su Maestro. Esta historia tiene un epílogo que se separa violentamente del Vía Crucis. Otto y Tola*3, en París, se convirtieron en mecenas, pro tectores de artistas. Su círculo incluía a Henry Miller, Anais Nin y pacientes norteamericanos ricos. Aunque ganaban mucho dinero, no les bastaba, por la vida extravagante que llevaba el matrimonio. “Las necesidades económicas —escribe Rank en 1931—me obligan a irme a América, porque de lo contrario no puedo ganarme la vida. 30 ¿Cómo estaba Rank en París? La talentosa Anais Nin dio una ex celente descripción en su diario. Rank era un “especialista en ideas. Es un filósofo, no un poeta. El poeta se apasiona, es un amante. El fi lósofo es un comentador ... Rank tiene que extraer inmediatamente el significado, la esencia ... il pense sa vie31. Su vida auténtica puede consistir en el análisis de ella”. Anais Nin contrastó a Rank con Henry Miller: “En la vida, Rank es inexperto. No aporta nada al vi vir. No repara en los detalles de la vida, que tanto fascinan a Henry. La cara cómica de un transeúnte, el color de una casa, el sabor de las cosas pequeñas. La vida física, visible. Él hace caso omiso de la apa riencia, del color, del detalle. Su vida está en las abstracciones ... No tieneioie de viure”32. Esa es la impresión que da una fotografía tomada con Freud y el Comité en 1922. Un hombre torturado tras enormes gafas, sin duda un “gran” neurótico, pero no el psicótico que pinta el terrible Jones. Posteriormente otros autores, como Marthe Robert y Peter Gay, ha blaron de “un lento descenso de Otto Rank a la locura”. Las personas que lo conocieron mejor, sus familiares, amigos y pacientes, nunca
*3. La historia de Beata “Tola” Rank, la primera traductora femenina de Freud, se aparta de la de Otto en 1926, cuando ella se niega a acompañarlo a los Estados Unidos y se queda en París. Paul Roazen la entrevistó dos veces en 1966, un año antes de su muerte. La separación de Freud y Rank la “afec tó profundamente”. Nunca comprendió por completo las diferencias teóricas entre ellos, y le fue difícil encarar el conflicto interno que la controversia le provocaba. A diferencia del marido, Tola Rank nunca dimitió a la Sociedad de Viena y siguió leal a su “padre” hasta el final, abandonando al marido (Paul Roazen, “Tola Rank”, Revue Internationale d’Histoire de la Psychanalyse, 1990, III, pág. 434). Tola, más conocida en Norteamérica como Beata Rank, hizo después carrera en Boston como analista de niños (Cf. B. Rank, “Where child analysis stands today”, 1942, American Imago, III). 309
analytic Dialogue: the Letters o f Sigmund Freud and Karl Abraham, 1907-
percibieron ninguna señal del “colapso mental” que Jones pretende documentar. Caso típico de analista que es borrado de la historia ofi cial de la IPA. Después de su separación del movimiento, Rank no se “insertó en una de las corrientes profesionales existentes, no fundó una escuela, no intentó hacer discípulos”33. En consecuencia, la ma yor parte de los que hablan de él, no conocen la obra de los últimos quince años de su vida, período fértil en dominios tan diversos como la psicoterapia, la religión (La creen cia en el a lm a ), la educación (La ed u ca ción m o d e r n a ), el arte (A rt a n d A r tis t) y la psicología social. En 1929, en una conferencia en la Universidad de Yale, mencio nó su proyecto de escribir, en la tercera edad, una historia del movi miento psicoanalítico. Nadie, antes o después -n i siquiera Jones- ha estado mejor calificado para hacerlo. Recuérdese que fue secretario de la Sociedad de Psicoanálisis de Viena y el colega más próximo a Freud entre 1906 y 1924. Murió joven, sin haber tenido tiempo de es cribir “su” historia34. En M o is é s y la religión m o n o te ísta , sin mencionar por su nombre a Rank, Freud predijo que, “al final” la identificación con el padre se le impondría una vez más. La profecía de Freud se confirmó. Rank murió menos de un mes después de Freud, en octubre de 1939, dos meses después de su nuevo matrimonio con Estelle Buel, su secreta ria americana. Tenía una simple angina, pero lo aniquiló una reac ción a los medicamentos, probablemente al azufre.
1926, 1965, Nueva York, Basic Books, pag. 16 Emest Jones, op. cit., IU, pag-
"
S gú "u n if.r U de Urbants.hlUcl, . Jone, del 30 de setiembre de
1956Í9. M iei^’^ U o ^ s T l ( W r * . 1081, Pan'.,Gallimard,pdg.42. 20. Emest Jones, op. cit., III, pag- 79. 21. Ibíd., III, pág. 80. 22. Ibíd. 23. Ibíd., III, pág. 122. 25 -¿iXoRank.1058. Nueva York, Julie» Preas. pág. 99. 26. Ibíd., pág. 101. 27. Ibíd., pág. 107
q , diciembre de 1924, A Psycho“
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o C . « de Fu-» » 30 Jessie Taft, op. cit.. págs. 159-bU.
, 9
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31 Anais Nin, The Diary o f Anais Nin, I, pag. 327.
£ c Ííh ,"Íe W l i . ’ Sreundliae e poicoonalMoo durunl, o período da EG“ .m sPUebe69man: Acia o f Wdl. Ihe U fo and Work o f Orlo R aal. 1985.
NOTAS I. 0. Rank y S. Ferenczi, The Development of Psychoanalysis, 1924, Vie na, Zurich International Press. 2. Emest Jones, A vida e a obra de Sigmund Freud, 1989, Río de Janei ro, Imago, III, pág. 70. 3. F. Alexander, Reseña de The Development of Psychoanalysis, de S. Fe renczi y O. Rank, International Journal of Psychoanalysis, 1925, VI, pág. 494. 4. Ibíd. 5. Ottó Rank, El trauma del nacimiento, 1924, Buenos Aires, Paidós. 6 . Paul Roazen, Freud y sus discípulos, 1974, Buenos Aires, Alianza, pág. 422. 7. SE, V, págs. 400-1. 8. SE, XVII, pág. 27. 9. Ernest Jones, op. cit., III, pág. 72. 10. Paul Roazen, op. cit., pág. 422. II. Emest Jones, op. cit., III, pág. 72. 12. Ibíd., pág. 75. 13. Ibíd., pág. 76. 14. Ibíd. 15. Carta de Abraham a Freud del 21 de febrero de 1924, A Psycho311 310
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C A P ÍT U L O 55 E L L IB R O D E L A A N G U S T I A
Pir-hW 19 r5, Freud vivía en el “Paisa.ie lunar”1 de su enfermedad Pichler realiza nuevas intervenciones. N o t a s d e P ic h le r I V
En el borde de la incisión del paladar duro, hacia el centro dpi cir cu la r* achatada^ 3 ^
ha aparecido uaa protuberancia
más papilar que antes. El área parece un tanto sospechosa Pue e si^ífiear Una recidlva del tumor. Lo peor de todo es la infla macion de la mucosa nasal. Ya antes de la operación el paciente “
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Y cuarenta días después: Cirugía en mi consultorio. Modiscop (0 7) v tres He » 9 on r\ calna al 4%, troncular y bucal. Se abíe la e ^ r d f s S í e h>.P«nfen0r lzquiardo)’ donde Presenta una fuerte adherencia al ueso, comprometido por el proceso inflamatorio. Evacuación de moderada cantidad de secreción purulenta. Curetaje del granulo ma, de tamaño moderado ...2 J granulo-
j ! arn0SprÍmer0 el Paradigma de Inhibición: “Cuando la escritu-.
abandonaos, porque representan la realización de un acto sexinl
sa pasa a ser la ‘designación general de todas las técnicas”4 que 312
llevan a las neurosis. En esta redeflnición, “«represión» se aplica a un determinado tipo de defensa”5. Así, el yo puede defenderse frente a las pulsiones indeseables regresando a una fase anterior de integra ción mental, siguiendo el viejo principio de Hughlings Jackson, pero este nuevo yo se diversifica en su repertorio defensivo, sea proyectan do las pulsiones afuera, sea negándolas, o, como en el caso de la neu rosis obsesiva, aislándolas. Ahora los reflectores iluminan las defen sas. Dos nuevos mecanismos entran en este arsenal del yo: el “anular” y el “aislar”. Este ensayo retoma la teoría de los afectos desarrollada en el ca pítulo VII de la Traumdeutung, basándose, una vez más, en la ley darwiniana del “hábito asociado útil”. Aunque Freud aborda aquí el afecto de la angustia, no deja de afirmar que dicha concepción es váli da para todos los afectos: “En mi opinión, los otros afectos también reproducen experiencias de orden vital muy antiguas y tal vez prein dividuales; me inclinaría a considerarlas ataques histéricos universa les, típicos e innatos, comparados con los ataques recientes e indivi dualmente adquiridos, que se producen en las neurosis histéricas y cuyo origen y significado ... fueron revelados por el análisis”6. Escrito “ansiosa, rápida y desordenadamente en julio de 1925”7, el texto fue terminado al finalizar el año. Freud, a partir de su Sobre las afasias, dedicado a Breuer, dejó de dedicar sus libros. De no ser así, Abraham, que acababa de morir, habría sido sin duda el destina tario de Inhibición, síntoma y angustia. Freud juzga que su obra “contiene varias cosas nuevas e importantes, retoma y corrige mu chas conclusiones anteriores, pero en general no es buena”8. Esa pa rece ser también la opinión de Jones, que prácticamente no le dedica espacio en su biografía. Esta vez, ese texto de estilo poco trabajado podría quizá justificar las reservas de Freud. Por empezar, el título es poco prolijo. Mahony, que sabe de estilo, opina que “de todas las obras de Freud, ésta es a mi juicio la más trabada y menos rica en cualidades estéticas”9**1. Típico libro de alguien con prisa porque tie ne la muerte anunciada. Gay formula la siguiente crítica: “Los pasa jes sobre la represión, la defensa y la angustia están dispersos en el texto y escondidos en uno de los apéndices. Es como si se hubiese im pacientado con la ardua tarea de renovar la estructura analítica”10. En realidad, este libro comenzó parcelado en diferentes textos, algunos de los cuales aparecieron luego por separado. En setiembre de 1925 Freud le comenta a Abraham: “He escrito algunos artículos
*1. Jones, a quien no le gustó ei libro, opina que M no tiene ningún atractivo popular y, de todas maneras, el boom del psicoanálisis ya pasó. Nadie en Inglaterra pensaría en traducirlo” (carta de Jones a Freud del 27 de enero de 1927. R. Andrew Paskauskas (comp.), The Complete Correspondence of Sigmund Freud and Ernest Jones, 1908-1939, 1993, Londres, Harvard University Press, pág. 609). 313
cortos, pero por el momento no los tomo muy en serio ... Pienso man tenerlo informado. Puedo, eso sí, anticipar los títulos: «Sobre la nega ción», «Inhibición y síntomas» y «Algunas consecuencias de la distin ción anatómica de los sexos»”11'. La lectura contextual señala que el est°s artículos cortos fue “Notas sobre la «pizarra mági ca» , escrito meses antes, donde especula acerca de la noción de tie m p o , tema que retomará en su ensayo sobre la negación, al hablar del mecanismo de defensa de la “anulación”. En la carta a Abraham la palabra angustia todavía no había entrado en el ensayo, aunque de eso se trataba. Entonces, ¿por qué “inhibición” en el título? Mejor hubiera sido llamarlo el “Libro de la angustia”, así como la T r a u m d e u tu n g fue el “Libro de los sueños”. Freud minimiza el carácter innovador de esta reformulación teó rica. Era de esperar que mi último libro causara un cierto tumulto Después de algún tiempo, la calma volverá a reinar. No es malo que las personas perciban que todavía no adquirimos el derecho a la rigi dez dogmática y que debemos estar dispuestos a remover con frecuen t a . 13 tierra del viñedo. En todo caso, las modificaciones propuestas al fin de cuentas, no son tan revolucionarias.”13 Ese “al fin de cuentas” es sugestivo: al fin de cuentas, ¿este ensa yo es o no es un texto revolucionario? ¿Se trata de una apertura o de un cierre teórico? ¿Qué opinaría ese arado llamado Groddeck? Quizá que es ambas cosas. Recapitulemos con la ayuda de las excelentes N o ta s d el e d ito r de Strachey14. _ 1(. El Primer ensayo sobre angustia se encuentra en el Manuscrito E redactado en el verano de 1894, que está en la base de su trabajo sobre la n e u r o sis d e a n g u stia 1*. En ese manuscrito, la clave está en la abstinencia: eso que las “vírgenes, los puritanos, los presos, los masturbadores y los viejos” tienen en común. “Se trata de una cuestión de Car^a o excitación somáticas - o sea, u n a a c u m u la ció n d e ten sió n s e x u a l física . Como dirá todavía en 1920 —en la cuarta edición de los T res e n s a y o s - la libido se transforma de “vino en vinagre”. Las neurosis actuales” siempre fueron consideradas un proceso exclusivamente somático, o sea, sin una determinación psicológica. Esa angustia “tóxica” ahora pasa a ser denominada a n gu stia a u to m á tica . Como señala Strachey, Freud permaneció fiel a este punto de vista durante más de treinta años18. La angustia fóbica también es explicada en términos de libido transformada, en este caso, el factor psicológico, la represión, es res ponsable del “avinagramiento”. Esto tiene validez general en el uni verso de las psiconeurosis de defensa. Resumiendo, hasta aquí tenía mos un tipo de cuadro provocado por la abstinencia o la represión El nuevo ensayo reconsidera la situación en función de dos tipos de an gustia: la rea l y la n eu rótica . Como Freud lo explica en el A p é n d ic e , el principal determinante e a angustia es la situ a ción tr a u m á tic a , ligada con la experiencia de desamparo (h i l f l o s s )19 del yo. En términos cibernéticos, la angustia 314
aparece cuando el fe e d b a c k no funciona por sobrecarga del sistema, porque el dique de contención fracasa. La situación traumática, con su metáfora de “dique amenazado”, desciende directamente de las primeras formulaciones del Manuscrito E20. Ahora la “situación traumática” es retomada después de ese trauma que fue E l tra u m a d el n a cim ien to . Freud se ve llevado a revi sar su teoría: “La posición de Rank -que originariamente era la míade que el afecto de la angustia es consecuencia del acto del nacimien to ... me forzó, una vez más, a revisar el problema de la angustia Él no minimiza el mérito de Rank por su hallazgo sobre la trave sía traumática del feto por el canal estrecho de la pelvis. Coincide en considerarla prototipo de la angustia automática. Es la primera, tal vez la mayor situación de peligro por la que pasa el individuo. Vivir es como volar en avión: el mayor riesgo está en el ascenso y el descen so. Pero existen otras fuentes generadoras de situaciones traumáti cas, y ellas son categorizadas por orden de aparición: nacimiento, pér dida de la simbiosis materna, (amenaza de) pérdida del pene y pérdida del amor del superyó22. Cuatro pérdidas en total: la primera sería la pérdida del Nirvana intrauterino. . • , Para Freud, lo insatisfactorio en la teoría de Rank es que todas las neurosis serían neurosis actuales. En la visión rankiana, el trau ma del nacimiento opera como un gatillo primordial de angustia au tomática -o sea, carente de contenido psicológico-. Freud da impor tancia al acto original, en el que el trauma del nacimiento pasa a ser el “prototipo de un estado afectivo”23. A partir de allí la angustia deja de ser totalmente automática. Es preciso considerar el lado yoico de la cuestión: “El yo adquiere poder sobre este afecto y lo reproduce por propia iniciativa, lo emplea como una señal de alarma, como una for ma de poner en marcha el mecanismo del placer-displacer 24. Así llegamos al meollo del asunto: ¿qué significa poner en mar cha el mecanismo del placer-displacer? Significa que la angustia au tomática está más allá del principio de placer. Ella promueve un “tra bajo” del yo, que pasa a reproducirla por propia iniciativa. El yo transforma la angustia. Strachey establece la conexión existente entre displacer y señal de alarma. En el “Proyecto” -en la Parte II, Sección 6 - en relación con el problema de la atención, Freud examina el mecanismo dtl yo” para inhibir el efecto de las experiencias displacenteras: “De ese modo, la liberación de displacer es restringida en cantidad; actúa co mo una señal del yo para desencadenar la operación normal de deLa angustia deja de ser un simple proceso fisiológico, como en la teoría tóxica para ser considerada efecto de un conflicto. Se invierte la relación entre ambos factores: la represión no crea angustia; por el contrario, la angustia genera la represión. Funciona entonces como señal ante una “situación de peligro”, externa o interna, real o tantás315
tica. La angustia pasa a ser concebida como un agente más activo y complejo que lo que Rank había postulado en su teoría del trauma del nacimiento. Tenemos, entonces, que el niño, a partir del desamparo generado por el corte del cordón umbilical, va transformando lo que era un fenómeno pasivo de descarga en un modo activo de comunica ción. El grito comienza a hablar. La angustia -señal, fruto del y o- se vuelve adaptativa. A partir de esta nueva formulación freudiana nace la psicología del yo -la noción de Realangst en particular-. En 1936 Anna Freud lanza El yo y los mecanismos de defensa26, donde elabora los tres ti pos de angustia: la angustia objetiva (Realangst), la pulsional y la del superyó27. La pulsional, empero, sólo sería sintomática si acarrea el riesgo de suscitar un peligro real. Es decir que Anna Freud no cree en la amenaza pulsional per se. Un año después Heinz Hartmann publica su célebre monografía sobre el concepto del yo28. Para Ellenberger, Inhibición, síntoma y angustia marca una nueva fase en la transfor mación de las teorías de Freud, que pasan de la metapsicología a la psicología del yo ... Como consecuencia de estas nuevas teorías, la te rapia freudiana dejó de ser análisis de las pulsiones y se convirtió en análisis del yo, reemplazando el análisis de lo reprimido por el análi sis del represor”29. En este punto, Laplanche cuestiona la naturaleza básica de la “angustia real”. Él recuerda lo que Freud había dicho en las Confe rencias de introducción al psicoanálisis: En cuanto a la verdadera angustia real, el niño parece tenerla de una manera poco significativa ... Tal vez habría sido mejor que él hubiese recibido en herencia un mayor refuerzo instintivo en di rección de la preservación de la vida; eso facilitaría en buena par te la tarea de los encargados de velar por su seguridad30. Esto es, el niño juega con fuego, con enchufes y no tiene miedo a la altura; carece de “montajes adaptativos innatos”31. Un pichón de gaviota, por ejemplo, tiene aerofobia hasta que aprende a volar. De allí que Laplanche concluya: “Lo que viene primero, a nuestro juicio, es la angustia no adaptada a lo real, y no la angustia real”32. En otras palabras, la angustia pulsional antecede a la angustia real. En la exploración de los mecanismos de defensa del yo, el interés recae sobre la regresión. Ésta es una defensa más poderosa que la re presión,^pues el impulso reprimido permanece intacto, al paso que la pulsión regresada , se degrada al retroceder. Para iluminar el punto, encontramos un paralelo entre el Hombre de los Lobos y el Niño de los Caballos. Sergei es mucho más problemático que Juanito: el temor subyacente en las dos fobias es el filo de la castración, que se expresa en el miedo a ser mordido por un caballo o a ser devorado por un lo bo33. La diferencia surge en el plano sexual, ya que los deseos homo sexuales pasivos respecto del padre marcan el Edipo de Sergei. 316
Después de la regresión, Freud estudia los mecanismos de defen sa de la anulación y el aislamiento. La anulación es una compulsión a borrar un trozo de historia. En un segundo tiempo se apela al pensa miento antitético, dotado de la capacidad mágica de anular lo aconte cido. De allí que este mecanismo, también denominado “anulación re troactiva”34, sea considerado como un síntoma difásico: La acción que pone en marcha una cierta orden, es seguida inmediatamente por otra que la detiene o anula ...”35 Si en la anulación se cancela el pensamiento, en el aislamiento se lo desarticula. Se trata de una ortografía de puntuación errada. Am bas coexisten en la neurosis obsesiva. Son técnicas mágicas , pero con signo invertido: la anulación es magia negativa; el aislamiento, positiva. Positiva porque este mecanismo promueve ceremoniales, co mo el clásico lavado de manos compulsivo36. Estas defensas estable cen un hiato en la sucesión temporal de pensamientos o actos. El pa ciente obsesivo "... intercala un espacio en el cual no debe suceder nada”37. Un gran ruido inaudible en la comunicación. “El libro de la angustia” presenta una jerarquía de defensas. La represión es una defensa en el nivel genital y no resulta en regresión. Las restantes defensas -aislamiento y anulación- son regresivas, lo que implica un retroceso a la fase sádico-anal. El peligro fundamen tal del que el yo necesita defenderse es la angustia de castración, pe ligro supremo, que amenaza la “primacía fálica 38. Inhibición, síntoma y angustia constituye una importante y con flictiva escala técnica en la ruta psicoanalítica. Punto de partida, co mo vimos, del paidoanálisis de Anna Freud y de la psicología del yo de Hartmann. También del objeto interno de Melanie Klein. La Bata lla por el Análisis Infantil estaba en el horizonte.
NOTAS 1. Carta de Freud a Lou del 11 de mayo de 1927, Freud-Lou Andreas-Salomé. Correspondencia, 1972, Río de Janeiro, Imago, pág. 216. 2. Notas del Dr. Pichler, citadas en Ernest Jones: A vida e a obra de Sigmund Freud, 1989, Río de Janeiro, Imago, II, pág. 463. 3. SE, XX, pág. 90. 4. SE, XX, págs. 195-6. 5. SE, XX, pág. 163. 6. SE, XX, pág. 30. 7. Peter Gay, Freud, urna vida para o nosso tempo, 1989, San Pablo, Companhia das Letras, pág. 451. 8. Carta Circular de Viena del 18 de febrero de 1926, citada en Ernest Jones, op. cit., III, pág. 141. 9. Patrick J. Mahony, Freud, l’écrivain, 1990, París, Les Belles Lettres, pág. 86. 317
10. Peter Gay, op. cit., pág. 441. 11. Carta de Freud a Abraham del 21 de julio de 1925, A Psychoanalytic Dialogue, the Letters of Sigmund Freud and Karl Abraham, 1907-1926 1965 Nueva York, Basic Books, pág. 391. 12. SE, XIX, págs. 228-34. ' 13; Carta de Freud a Lou del 13 de mayo de 1926, Freud-Lou Andreasbalóme, Correspondencia, pág. 213. 14. SE, XX, págs. 77-86. Í5. Manuscrito E; fecha probable: 6 de junio de 1896, Correspondencia bigmund breud-Wilhelm Fliess, comp. por J. M. Masson, 1986, Río de Janei ro, Imago, pág. 78. 16. “Über die Berechtigung, von der Neurasthenie einen bestimmten oymptomenkomplex ais «Angstneurose» abzutrennen”, GW I 315 SE III pags. 90-120. * * ’
17. Correspondencia Sigmund Freud-Wilhelm Fliess pág 79 18. SE, XX, pág. 81. ,P 19. SE, XX, pág. 141. 20. SE, XX, pág. 81. ' 21. SE, XX, pág. 161. 22. SE, XX, págs. 139-40. 23. SE, XX, pág. 162. 24. Ibíd. 25. SE, I, pág. 358. 26. A. Freud, Das Ich und die Abwehrmechanismen, 1936, Viena El yo y los mecanismos de defensa, 1949, Buenos Aires, Paidós. ' 27. Elisabeth Young-Bruehl, Anna Freud, pág. 209. / , ? 8¿ H*lH artniann’ “The development o f the ego concept in Freuds work” Int. J. Psychoanal., 1936, XXXVII. v 1 Hen” Ellenberger, The Discovery of the Unconscious, 1970, Nueva York, Basic Books, pág. 517. ’ 30. SE, XVI, págs. 392-5. 31. Jean Laplanche, A révolution copernicienne inachevée, 1991, París Aubier, pag. 147. * * 32. Ibíd. 33. SE, XX, pág. 106 y sigs. 34. J. Laplanche y J. B. Pontalis, Diccionario de psicoanálisis, 1981 Barcelona, Labor, pág. 28. ’ 35. SE, XX, pág. 113. 36. Peter Gay, op. cit., pág. 444. 37. SE, XX, pág. 120. 38. SE, XX, pág. 37.
CAPÍTULO 56 ¿QUÉ QUIERE LA MUJER? Las M ém o ires de Marie Bonaparte tienen una apertura imperial: Antes de la memoria, ¿qué existía? Existía, sin mí, el universo, el planeta, la galaxia estelar y el mundo humano. Los astros gravi taban en el infinito del espacio; en lo finito de la historia, los im perios se construían y se aniquilaban1. A veces Roudinesco puede tener el aguijón de una Alix Strachey, particularmente si no gusta de alguien, ya sea Janet o la princesa de la que hablamos. Esta vez el alfilerazo apunta al estilo: “El estilo de la princesa obedece a la tradición del diario íntimo y, cuando imagi namos su recorrido, nos perturba el fracaso de la redacción. Osemos decirlo: la obra de la gran dama francesa del psicoanálisis es de una pobreza que contrasta con la importancia del personaje”2. Comentario arrasador. Ahora bien, ni tanto ni tan poco. La princesa Marie Bona parte fue el estandarte de una generación que hizo del psicoanálisis una linda aventura de mosqueteros y no, es cierto, un castillo teórico cristalino. Resulta un tanto irónico que haya sido una Bonaparte, una princesa de Grecia, la que hizo triunfar en Francia una idea ale mana3. Roudinesco reconoce que “esta sobrina bisnieta de un conquista dor heredó la sangre de sus antepasados: era bonapartista hasta la médula, estaba atravesada en su propio cuerpo por las pasiones de toda una dinastía, cuyos ojos negros ella llevaba con altivez, como una hembra de la vendetta corsa4. En su relato autobiográfico D errié re les vitres closes ella hace la siguiente revelación: “Los asesinos me gustaban, me parecían interesantes. ¿No fue acaso mi abuelo un ase sino que mató al periodista Víctor Noire? ¡Y mi tío bisabuelo [Napo león], qué asesino monumental Parece ser que una semana después de que el Segundo Imperio volviese a ser liberal, el príncipe Pierre, al caer la noche, mató a Víc tor Noire con un disparo de revólver. “El periodista republicano había concurrido para pedir reparación por un artículo donde el príncipe in sultaba al fundador de La M a r s e lle s a Pero Marie era una mujer de paz. En ocasión de la muerte de Freud, escribió: “A pesar de que desciendo de una estirpe que dio al mundo a uno de sus mayores conquistadores, además de ser hija de ! ” 5
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uno de los sobrinos nietos del Emperador -m i padre se dedicó a tra bajos intelectuales-, aprendí, desde la infancia, a dar más valor a las victorias intelectuales que a las proezas resultantes de la fuerza y el poder; fue eso, sin duda alguna, lo que me llevó a Freud en una fase de angustia; Freud, de quien tengo el orgullo de ser discípula”7. Marie, Mimi, como la llamaban, vivió una infancia triste y solita ria. “Una bruja -nos cuenta Roudinesco- la había hecho objeto de un hechizo de cuentos de hadas, transformando su infancia y juventud en una pesadilla.”8 En 1880, su madre, Marie Félix, hija de Frangois Blanc (a quien se debe la idea del casino de Montecarlo) y heredera de una inmensa fortuna, se casó con Roland, hijo de Pierre Bonaparte y nieto de Lucien, el hermano más joven de Napoleón I. Marie nace en julio de 1882; un mes después su madre muere de embolia pulmonar9. El fu gaz pasaje en la vida de su hija es consignado en el siguiente epitafio: “Mi madre, poeta y soñadora con alma de música”10. Sólo un efímero mes de madre. “Después de las cuatro primeras semanas de felicidad y de amor, de las que su memoria nunca encon trará las huellas, comienza para la huérfana una existencia cuya cruel aridez va a desarrollar poderosos mecanismos de defensa, for jándole un carácter con muy pocas grietas.”11 Su padre, el príncipe Roland, fue geógrafo, antropólogo y botáni co aficionado; hombre de biblioteca12. En su casa, en el laberíntico pa lacete de Saint-Cloud, el ambiente era deprimente para una niña. Mimi no tenía a nadie de su edad con quien jugar. Detestaba a su abuela, una “verdadera Yocasta”, al tiempo que su padre, como tenía que ser, se volvió un claudicante “Edipo Real”13. Recibió una educación insólita: ella quería estudiar latín, pero el padre, anticlerical truculento, se opuso, de la misma manera que, años más tarde, también vetó la medicina, temiendo que esa profe sión impidiese un futuro casamiento brillante14. No tuvo reparos con el griego. Entre los siete y los diez años, Mimi se dedicó a llenar cuadernos con historias de brujas y avispas gigantes. Una notable producción fantástica. Después olvidó la existencia de esos cuadernos, y volvió a encontrarlos revolviendo papeles cuando se produjo la muerte de su padre15.” Los “Cinco cuadernos”, titulados “Tonterías”, estaban escritos en inglés, en código, por tratarse de los fantaseos íntimos de una criatu ra solitaria. Esas “Tonterías” fueron la dote de la princesa en el diván de Freud. En esa época él podía darse el lujo de menospreciar a prin cesas en busca de posibles gurúes que dieran sentido a sus vidas insí pidas. Esta princesa era diferente. El hecho de que contara con seme jante testimonio de su prehistoria sin duda contribuyó a aumentar la “investidura freudiana”, clave de una de las amistades más impeca bles en la vida del Profesor. Ella, como Lou, tenía el altruismo felino de las grandes narcisistas. 320
“Fue el puritanismo de la abuela [bruja] -interpreta Bertin- lo que hizo de Mimi una rebelde. Para sobrevivir era necesario oponerse con astucia. En la adolescencia, perdió la espontaneidad ingenua de sus “Tonterías” infantiles. Estaba a la escucha de un tumulto inte rior, sin conseguir descifrarlo.”1*1 A los 40 años, reflexionando sobre sus amores pasados, la prince sa escribe unas memorias tituladas: Los hombres que amé. Traza un cronograma erótico. Los tres primeros fueron pasiones inocentes de adolescente: dos cantores, y luego el tragicómico Mounet-Sully. El cuarto amor fue el peligroso chantajista Leandri, secretario del pa dre. El quinto es descrito como sigue: “Perseguida por la memoria de Pelléas et Melisande, que me hizo sollozar a los 18 años, yo estaba pronta para la banal aventura, el incesto perfecto. Tomé por Pelléas a un joven y vulgar mercenario ... Dos días más tarde, Pelléas es convo cado y huye. Su mujer abandonada durante seis meses, pensó en ma tarse”. Estos cortos encuentros clandestinos “fueron lo bastante exci tantes como para que la frigidez, problema central de la princesa, no la perturbase en esas ocasiones”17. Hay un tiempo para todo, reza el Eclesiastés. Llegó el momento de casar a la princesa. Christian IX de Dinamarca, padre del rey de los helenos y abuelo del príncipe Georges, había adoptado una políti ca matrimonial que le valió el apodo de “Suegro de Europa”. El hijo mayor se casó con Bernadette de Suecia y fue coronado como Federico VIII. Alejandra, la hija mayor, fue cónyuge de Eduardo VII, rey de Inglaterra. Jorge I, rey de los helenos, tercer hijo de Christian IX, se casó con una Romanov, la gran duquesa Olga, hija menor del empe rador Nicolás I de Rusia; la cuarta, Dagmar, eligió a un Romanov, Alexandre III, emperador de Rusia; Thyra, la quinta hija, fue la du quesa de Cumberland, lo que casi equivale a un demérito. En la cabeza del padre de Marie germina el plan de arreglar el ca samiento de su hija con Georges, hijo de Jorge I de los helenos, nieto del Suegro de Europa. Él no era el único candidato. El príncipe Hermann de la Sajonia, futuro archiduque de Weimar, y el príncipe Luis de Monaco, favorito del obispo de Niza, encabezaban la lista. Roland Bonaparte examinó con minucia los curriculum vitae de los candida tos, entre los cuales se destacaba, quilate por quilate, el príncipe Geor ges. Se tendieron las redes. Un día tórrido de junio de 1907, el príncipe acepta ir a las 16 al palacete de la Avenida de Iéna. Marie, con 22 años, lo espera pálida, con violentos cólicos menstruales. El príncipe Georges es un gigante escandinavo que supera a Roland en media ca beza. El tío Christian, presente en la ocasión, registró en su diario: “Esbelto, rubio, con un abundante bigote dorado, como su padre, una nariz aquilina, ojos azul-celestes que sonríen; cabellos ralos, casi calvo. ¿Qué importa? Es grande, bello, rubio, y sobre todo parece tan bueno, tan bueno”. Esto comenta el tío Christian, que parece un “experto”18. Célia Bertin pinta admirablemente los pormenores del casamien to19. Los prometidos se vieron varias veces en casa de la tía Jeanne. 321
Marie supo que Georges era 13 años mayor que ella, que había nacido en Corfú y egresado de la Escuela Naval de Copenhague. Fue un casamiento de cuentos de hadas. Al final del año 1907, las periódicos tenían pocas noticias para publicar. El mundo estaba tranquilo ese año en que las Ziegfield Follies hacían su debut en Broadway. Los Jóvenes Turcos ya habían triunfado y ningún inciden te grave pesaba sobre Europa; nadie se interesaba por el hecho de que el Hombre de las Ratas iniciara su análisis en la flamante Berggasse 19. Los cronistas sociales pudieron cubrir mucho espacio con el acontecimiento político y mundano del momento. La comitiva que acompaña a Mimi rumbo a Atenas la reconforta. Va su peluquero, para asegurar que los rizos queden ondulados de modo impecable. La comitiva desembarca en el muelle del Píreo a los sones de una banda militar. Ella escucha el discurso en griego del prefecto y le sonríe a un niño que le ofrece flores. A lo largo del tra yecto en tren del Pireo a Atenas, hay banderines desplegados con el nombre de Bonaparte en griego: K a lo m e ri. La carroza dorada que el rey Jorge compró para la ocasión era la misma que el nieto de Carlos V había encargado para su entrada triunfal en París. Marie ocupa su lugar al lado de la reina Olga, rum bo a la catedral. El rey y sus hijos cabalgan al lado. El ritual ortodoxo de la ceremonia es largo y agobiante. Las coronas de oro son pesadas y Marie está al borde del desmayo. Dos días después la pareja parte en viaje de luna de miel por las islas griegas en el yate real A m p h it r ite.
Las semanas transcurren tediosamente para la princesa, en va caciones perpetuas entre la sombría Copenhague y la luminosa Ate nas, pasando por París y Bruselas. La gran distracción en 1909 fue la llegada de Cook, que proclamaba haber descubierto el Polo Norte. Luego ella conoce a un hombre clave en su vida: nuestro ya mencio nado Gustave Le Bon. Médico, viajero, considerado el Charcot de la sociología, era voluble y estaba lleno de energía, a pesar de sus casi setenta años. Él estaba “pronto para desempeñar el papel del padre cuyo afecto Marie buscaba y a quien pedía que la guiase en el campo espiritual”20. En esa época, la princesa tenía apenas 32 años. Durante el verano de 1909 la amistad se estrechó rápidamente. Marie le escribe todos los días a ese personaje que tiene algo de es- ‘ pantapájaros, “con su rostro carnoso y rosado cubierto de pelos que el sol ha descolorido”21. Pero el amor es ciego, y la relación duró más de ima década. En 1919, Marie Bonaparte confiesa: “L. B. se ha conver tido en el centro de mi vida. Todo gira a su alrededor de modo jerar quizado”22. O también: “Él me hizo sentir la rareza de las cumbres”23. Le Bon fue su primer “padre”: “Toda mi vida me preocupó la opi nión, la aprobación y el amor de unos pocos «padres», que escogí con exigencia cada vez mayor; el último de estos padres fue mi gran maestro Freud”24. Marie Bonaparte soñaba con recibir en su casa a la elite intelec 322
tual. Le Bon le presentó, “sin medir esfuerzos, a los mayores, los más raros espíritus de Francia. Mis pequeñas cenas semanales eran una delicia para mí, y yo sentía un orgullo alegre al ver que agradaba a tales espíritus”25. Poincaré y Tardieu fueron sus invitados, así como Bergson y Ribot26. En esas reuniones del tou t P a rís nació la duradera amistad de la princesa con Colette27. Le Bon, en una carrera de postas de padres, le regaló la traduc ción francesa de las C o n feren cia s d e in tro d u cció n al p sic o a n á lisis de Freud. Marie Bonaparte y Lou Andreas-Salomé fueron, cada una a su manera, fe m m e s fa ta le s , miembros de la misma raza, halcones eróti cos, tal vez frígidas ambas. Existe, de hecho, una semejanza en el perfil de esas dos mujeres de sangre azul. Ambas pasaron por una adolescencia tormentosa y sus vidas fueron atravesadas por hombres notables. Lou es más histérica; Mimi, más obsesiva. A diferencia de Lou, la princesa fue una mujer que publicitó su alcoba. Ya nos hemos referido al co m p te r e n d u , en L o s h o m b r e s q u e a m é t de los cinco prime ros. El sexto resultó ser un hermano de su marido, “borracho y grose ro”. El último (no confirmado), en el ocaso de la vida, fue ese encanta dor pirata de hombre llamado Errol Flynn28. El hombre que ella amó aún más que a Le Bon fue Briand. Aristide Briand, abogado, periodista, secretario general del Partido Socia lista, “el mayor orador de que se tiene noticia desde la Revolución”29. Seductor en el tiempo libre. Ella lo conoció en la casa de Gustave Le Bon. En L o s h o m b r e s qu e a m é ocupa el séptimo lugar: “Ha llegado mi gran amor”30. Durante la Primera Guerra Mundial, Briand es nom brado presidente del Consejo y ministro de Relaciones Exteriores. La situación se complica en Grecia; marineros franceses son muertos en Atenas, y la flota francesa bombardea la ciudad. Briand propone a los gobiernos aliados el derrocamiento del rey Constantino. Suárez seña la que “en la prensa y en los medios políticos franceses se sospechó que Briand quería favorecer, con la caída de Constantino, el acceso al poder del príncipe Georges de Grecia”31. Vemos entonces que nuestra heroína casi llega a ser reina. Sí, hay algo de salomesco en Mimi, con su prontuario de alcobas célebres, en su caso Le Bon, Briand, Malinowsky y Errol Flynn. El Tausk de la princesa fue Rudolph Lowenstein, colega mucho más joven que ella, analista de Lacan, uno de los padres de la e g o -p s y c h o lo g y . Pasaron los años. Las relaciones con Le Bon y con Briand se ha bían eníriado. Ella dirá más tarde en el diván: “Le Bon y Briand es tán muertos para mí. Me separé de ellos con mi temperamento de ca racol, que siempre vuelve a su caparazón”32. Le Bon le regaló el libro, pero fue René Laforgue quien tendió el puente con el padre del psicoanálisis. Ella tiene 42 años; el joven mé dico alsaciano, 30. Fue una relación “transferencial”, en encuentros que ella llamaba “charlas”. En 1925 Marie Bonaparte invita a Lafor323
gue a cenar, junto con Otto Rank. Extraño interludio: difícil encon trar tres personas más diferentes entre sí. La princesa los recibe al pie de la cama, recuperándose de una cirugía plástica. Ésta era la úl tima de una serie de intervenciones, destinadas a extirpar un quiste de ovario, “corregir'’ los senos y rectificar la base de la nariz. Ella misma parecía darse cuenta de que las mutilaciones reflejaban una negra depresión. Esa misma noche solicita una consulta con el Profe sor a través de Laforgue33. La carta que éste escribe no pasa de ser una “recomendación” tibia: “No sé si Rank le ha dicho que pasamos una noche en casa de la princesa de Grecia. La dama sufre una neu rosis obsesiva de considerable porte, lo que, ciertamente, no perjudica su inteligencia, aunque perturba un poco el equilibrio general de su psique ... Esa dama tiene la intención de ir a verlo en Viena y me pi de que le pregunte si eventualmente iniciaría con ella un tratamiento psicoanalítico”34. Freud responde: “El señor Rank no me comunicó nada que me pudiese dar alguna idea sobre la princesa. Estoy dispuesto a recibir a esa dama si ella quiere venir a Viena antes del 1° de julio, y la tomaré en análisis si usted me da garantías de la seriedad de sus intenciones y de su valor personal”35. A los cuarenta y tantos años la princesa -nos cuenta Roudinesco- todavía esperaba su Padre Azul Encantado. “La Bella Durmiente del Bosque era sonámbula, y cierto día de 1925 un soberano envejeci do la despertó en Viena. Todo sucedió como en un cuento: ella se arro jó a los pies de su libertador y éste se apasionó por la trágica prince sa. Un amor soberbio e incestuoso se instaló entre la descendiente de un emperador legendario y el hijo de un comerciante judío elevado a la gloria de Aníbal.”36 La generosidad de la princesa no tenía límites en la colosal ma rea transferencial. Le dio sus sueños, sus recuerdos, su dinero. Se convirtió en una hija, una madre, la amiga de la familia; ocupó el lu gar que Lou nunca tuvo, el de paciente favorita de Freud. Al abrir el “sótano de su alma”, le brindó espacio para brillantes intervenciones psicoanalíticas. Freud, aguzando sus herramientas, como diría Ulloa, realizó una reconstrucción que postulaba una “escena primaria” pre coz. Ella noTecordaba nada, pero un trabajo detectivesco y muchas preguntas a su viejo criado probaron que el Profesor estaba en lo cier to*1. El mayordomo fue llevado a admitir que acostumbraba tener re laciones con la niñera en presencia de Mimi, cuando ésta tenía un año de edad. Analista y paciente quedaron entusiasmados con la veri ficación37. Freud escribió: “Usted comprende ahora que la contradic ción y el reconocimiento pueden ser completamente indiferentes
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*1. Esas son las prerrogativas de la aristocracia, tener un viejo criado que nos vio nacer para contar la historia. 324
cuando uno sabe que posee una certeza real. Éste era mi caso, y por eso resistí al desdén y al escepticismo, sin siquiera reaccionar con amargura”38. Marie le “dio” a Max Schur. Sucedió en marzo de 1929. Ella pa dece de una cistitis y queda bien impresionada por el joven médico que la trata con éxito en la Clínica Loew. Freud la visita, allí conoce a Schur y, por recomendación de la princesa, lo adopta como médico personal39. Schur, además de buen clínico, había iniciado su forma ción psicoanalítica. De hecho, la princesa venía insistiendo para que Freud tuviera un médico que lo acompañase regularmente. Jones nos cuenta que “en el primer encuentro entre los dos, Freud estableció la regla básica de que Schur nunca debería ocultarle la verdad. Agregó: «Puedo soportar mucho dolor y detesto los sedativos, pero confío en que usted no me dejará sufrir innecesariamente». Habría de llegar el día en que Freud le pidió a Schur que cumpliera con esa exigencia”40. Un apretón de manos selló el pacto. Otro paso que ungió este análisis con una aura especial fue el de seo de la princesa de traducir el Leonardo. Leonardo, como vimos, ha bía sido un modelo de identificación para Freud. También lo había si do para ella. “A partir de afinidades de ese tipo se consolidó la amistad y la confianza entre Marie y su maestro.”41 Esta traducción, empero, la alejó de su familia. “Georges tenía celos del psicoanálisis y no los ocultaba.”42 Ella escandalizó a su entorno. “Marie fue acusada de un crimen de lesa majestad. Freud había osado sacar a luz las fan tasías sexuales de uno de los mayores pintores de todos los tiempos, cuya pederastía era evidente”43. El príncipe le suplicó que renunciase a tan “nefastas ocupaciones” en nombre del futuro de sus hijos44. A esta altura, la princesa había trabado amistad con Anna Freud y Ruth Mack Brunswick. Los Kris y los Bibring eran sus amigos y asistían a sus almuerzos en el Hotel Bristol. Ella comenzó a transitar por el círculo analítico de Viena. De hecho, se fue consolidando como la legítima representante de la ortodoxia freudiana, e iba a reinar so bre el movimiento francés como un mariscal del Imperio45. No todo fueron rosas. La princesa Adormecida era sumamente frígida. Su clítoris fue su cruz. El síntoma probó ser rebelde al análi sis. Marie supo de un tal profesor Halban, de Viena, “biólogo y ciruja no”, que había perfeccionado una operación del clítoris para el trata miento de la frigidez. Con el seudónimo de A. A. Naijani, ella publicó en la revista Brussels Medical un artículo titulado “Consideraciones sobre las causas anatómicas de la frigidez en la mujer”. Allí considera dos tipos de frigidez: la frigidez por inhibición psíquica, que puede ser curada con psicoterapia, y otra, debida a la excesiva distancia entre el clítoris y la vagina. La frigidez de la princesa era de este segundo tipo. De allí que la descripción de tales mujeres equivalga a una reve lación autobiográfica: Ellas atribuyen ... esa deficiencia a sus compañeros, acusándolos 325
de “no saber hacer”. Generalmente acaban por comprender que el mal reside en ellas mismas, y se consuelan entonces con la idea de que todas las mujeres son igualmente frígidas y sólo en las no velas comparten el placer con sus amantes. Esas mujeres no re chazan al hombre y se satisfacen con las caricias que su hombre les hace “antes o después”46. Pero si el amante es egoísta la situación: se vuelve dramática. Ellas quedan reducidas a la decepción vo luptuosa crónica, que provoca numerosos problemas nerviosos, o apelan al recurso del onanismo, siempre psíquicamente insufi ciente, o tratan de encontrar un amante más solícito47. El psicoanálisis avanzaba, pero el síntoma no se rendía. Y parece ser que Marie Bonaparte adoraba el bisturí. Fue operada por Halban. El desplazamiento quirúrgico del clítoris duró 22 minutos y fue un fracaso48. Marie se siente deprimida. El episodio, de hecho, marca el fin de la luna de miel con el análisis. Fue amonestada por su actuación. Contrita, vuelve a París, donde le escribe a Freud, desesperada por esta tontería adulta. Éste, helas, no podía tirar la primera piedra, ya que él, tres años antes, se había sometido a la ligadura de vasos. El clítoris de Marie Bonaparte, gran símbolo de esos años. La na turaleza y función del clítoris era la cuestión del día, junto con su co rrelato, el orgasmo vaginal. La idea de una posible transferencia de la capacidad orgástica del clítoris a la vagina asumió en la princesa un carácter particularmente compulsivo49. En vez de pensar la cues tión del complejo de castración en términos de transformación de libi do autoerótica en libido objetal, ella hizo retroceder la teoría freudiana al terreno de la anatomía50. Retroceder no significa regresar. El hecho era que las “implicaciones” anatómicas de las diferencias se xuales nunca habían sido examinadas. Alguien tenía que rescatar la vagina infantil, la vagina prepuberal. Freud, efectivamente, relegaba la anatomía a un “más acá”. Tal vez era el momento para reconside rar la enigmática cuestión de la sexualidad y, en particular, de la se xualidad femenina. ¿Cómo era ese agujero llamado vagina? Había un vacío por lle nar, si no metapsicológico, por lo menos temático. Ésa era la falta que Freud, en su trabajo sobre “La organización genital infantil”51, en 1923, dejaba sin cubrir. Ese artículo, definitorio, afirma que “la principal característica de la sexualidad infantil, en su diferencia respecto de la organización genital del adulto, reside en el hecho de que, en la infancia, sólo im porta un órgano genital: el masculino”52. El tema: el falo, el Gran Falo. “En aquellos tiempos remotos, el pene en erección simbolizaba la potencia soberana, la virilidad tras 326
cendente, mágica y sobrenatural, y no la variedad puramente turgen te del poder masculino”53. El falo, símbolo del pene. Árbitro, en la medida en que su ausen cia o su presencia transforma una variable anatómica en criterio clasificatorio de los seres humanos 2. Según Freud, las niñas y los niños por igual creen inicialmente que todos, incluso la madre, tienen pene. La mujer, como una especie de hombre amputado, carga con su miem bro fantasma. El pene, por tanto, era la unidad de medida. A partir de 1923, Freud deja de pensar que los sexos tienen desarrollos para lelos. Parafraseando el famoso aforismo de Napoleón, dice que “la anatomía es destino ’54. Pero en ese destino la supremacía del falo, tanto en su grosera referencia anatómica como en su evanescencia simbólica, se consuma a expensas de la vagina, que pasa a ser por taestandarte de la falta. En el congreso de Bad Hombug, Anna Freud lee el trabajo de su padre “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica en tre los sexos”55, donde se habla de la fragilidad del superyó femenino: El superyó de ella nunca se vuelve tan inexorable, tan imperso nal, tan independiente de sus orígenes emocionales56. Además: Ella muestra menos sentido de justicia que los hombres, más in clinación a someterse a las exigencias de la vida. Es conducida con mayor frecuencia en sus decisiones por sentimientos compa sivos u hostiles57. El propio Freud, por su parte, vaciló en abrazar su falocentrismo pero, aun así, pensaba que nadie debía dejarse intimidar por las “pro testas de las feministas, que quieren imponer una igualdad completa de los sexos en cuanto a su posición y valor”58. Freud se pregunta: “¿Qué quiere la mujer?” (Was will das Weib?), más como desafío que como admisión de ignorancia. “La gran indaga ción que ha quedado sin respuesta, a la que yo mismo no he sabido responder, a pesar de mis treinta años de estudio del alma femenina, es la siguiente: ¿qué quiere la mujer?”69 Treinta años sin descifrar ese enigma, en el que la mujer paraliza su comprensión60. Freud le escribe a Jones en 1928 que “todo lo que sabemos del de sarrollo inicial femenino me parece insatisfactorio e incierto”61. Como dice en “¿Pueden los legos ejercer el análisis?”, “la vida de la mujer adulta es todavía un dark continent para la psicología”62.
*2. Treinta años después, con Lacan, el falo retoma triunfal como “signi ficante del deseo”. 327
La perplejidad es grande, pero a él le va bien en ese continente ignoto. Recapitulemos. Una joven madre, bella y dominante, lo mode la más de lo que él imagina o teoriza. La niñera católica tuvo una participación sanguinolenta y misteriosa, bruscamente cancelada pe ro indeleble en los sueños clave de su autoanálisis. Ella y su sobrina Pauline, camarada de juegos, asistieron a sus primeros pasos en la senda sexual. Luego tenemos la serie de Gisela, Frau Fluss y la Ichtiosaura -en el escenario de la Academia Española-, las hermosas italianas disecadas y las fantasías Schnorrer con la hija de Charcot, para desembocar en el gran amor cortés con Martha y en ese otro enigma que fue Minna Bernays. Su vida profesional estuvo llena de mujeres, “todas ellas figuras históricas en el desarrollo del psicoanáli sis”63. La primera fue la inolvidable Anna O., que Freud, por así de cir, tomó prestada de Breuer. A ella la sucede la histórica galería de histéricas que le enseñaron el arte de escuchar. Dora lo inició en los vericuetos de la transferencia. En años posteriores tenemos a las Se ñoras del Anillo, encabezadas por Lou Andreas-Salomé y la propia hi ja Anna: Marie Bonaparte, Ruth Mack Brunswick, Helene Deutsch y Dorothy Burlingham. En 1910, cuando el psicoanálisis era un asunto de hombres, Isidor Sadger, analista de Hug-Hellmuth, se pronunció contra la admi sión de mujeres, Freud disintió con firmeza: sería una “seria incohe rencia que excluyéramos a las mujeres por principio”64. Él acogió a Margarete Hilferding, la primera mujer aceptada en la Sociedad de Viena en 1910, aunque Jones observe: “Tal vez sea justo definir su opinión sobre las integrantes del bello sexo como que la función prin cipal de ellas es ser ángeles enviados para cuidar de las necesidades y el bienestar del hombre”65. Las mujeres servían mejor como madres sustitutas, lo que era un elogio grande pero dudoso; ellas se destaca ban desempeñando las tareas dictadas por la biología: la condición materna. ¿Era Freud antifeminista? Si lo fue, no debería haberlo sido. Freud tenía una enorme deuda con la mujer, ya que, ellas le abrieron las puertas al psicoanálisis. Por eso la cuestión feminista merece una digresión. Ya vimos cómo se posicionó él frente a las tesis de Stuart Mili. El desafío femenino fue un gran tema finisecular. Si buscamos la fuente del movimiento femi nista, debemos decir que nace con la mujer de la Revolución France sa, que no cerraba los ojos cuando rodaban las cabezas. Pero su ideóloga más articulada fue la escocesa Wollstonecraft, arquitecta del sufragismo. Las feministas tenían que combatir la voz de la época, según la cual el hombre, por supuesto, era superior en fuerza física, en carác ter, voluntad y superficie neuronal. De lo contrario, ¿cómo se explica que el manso Moebius escribiera un ensayo con el título: de Sobre la 328
imbecilidad fisiológica de la mujer? Moebius exponía una idea arrai gada en la época: que la mujer era el puente entre el hombre y el niño. Advierte “que si las mujeres no fuesen tan débiles mental y corporal mente, serían extremadamente peligrosas”66. La mayoría del feminis mo defendía la tesis alternativa de la igualdad de los sexos. Una terce ra tesis que progresivamente iba ganando adeptos encaraba las diferencias sexuales no en términos de superioridad o inferioridad, si no como un par complementario. En los extremos, con gritos extempo ráneos en medio de la noche, tenemos la vociferante ala radical sufra gista, que creía en la superioridad natural femenina, y la posición igualmente intransigente de Weininger que, en Sexo y carácter, pro clama que la mujer es sólo sexo, “una vagina caminando”, sin carácter. Ellenberger encuentra que los principales pioneros del universo psi adoptaron una de las tres tesis principales. Para Freud la supe rioridad del hombre era obvia; llegó incluso a hablar del masoquismo natural de la mujer. Ella era además la campeona del narcisismo, junto con los gatos, los niños y los criminales. Adler se presentó como un valiente defensor de la teoría de la igualdad sexual. En cuanto Jung, “con su teoría de la Anima en el hombre y el Animus en la mu jer, abrazaba la tercera tesis”67. Yo diría que Fliess, con su bisexualismo y la noción de que el hombre reprime su lado de mujer, y viceversa, se había anticipado a Jung. Juliet Mitchell es la feminista que mejor definió la postura de Freud, en la que se mezclan prejuicios, investigaciones experimenta les e ideas poco convencionales.68**3 Pero sucede que, con su insisten cia en la envidia del pene como fuerza central del desarrollo y el ca rácter de la mujer, él describió la feminidad enteramente a la sombra de la masculinidad. Hasta la libido es masculina para él, excepto cuando habla de la Diosa Libido para vengarse de Adler*4. Freud veía la sexualidad femenina en los términos de una carencia, razón por la cual consideraba que las mujeres tendían a ser subdesarrolladas in telectualmente y moralmente claudicantes, envidiosas, vanas y otras cosas por el estilo. Eran más pasivas y masoquistas que los hombres, tenían impulsos sexuales más débiles y menor autoestima. Al mismo tiempo, hemos visto que enfatizaba el poder paterno en el seno del complejo de Edipo, minimizando el papel de la madre en el desarrollo del hijo69. La mujer receptáculo. No resulta sorprendente que la desconfianza que Freud ponía de manifiesto en relación con el carácter femenino haya suscitado enér-
*3. Hoy en día, una ecofeminista como Carolyn Merchant criticaría más a Freud por su insensibilidad ecológica que por su prejuicio contra la mujer. *4. “No cometo, todo mundo é menino”, MD Magno, Polética, 1981, Río de Janeiro, Aoutra, pág. 230. 329
gicas refutaciones, comenzando por las de Adler. A lo que Freud lla maba “envidia del pene”, Adler lo denominaba “protesta masculi na”70, por considerar que la envidia femenina era un producto históri co más que una invariable biológica. No se puede, empero, rechazar la psicología freudiana de la mujer, como si fuera un mero accidente en el camino. No basta decir que el propio Freud reproduce la “protes ta masculina” característica de su tiempo y lugar. Su posición, como lo señala Juliet Mitchell71, cumple una función teórica vital en su edi ficio conceptual, en la medida en que él plantea un monismo libidinal. Esta actitud ya se manifiesta en L a in terp reta ción d e los s u e ñ o s , en la teoría de los símbolos oníricos. Citemos algunas definiciones del diccionario simbólico del “Libro de los sueños” y también de las C o n feren cia s d e in trod u cció n al p sic o a n á lisis. Una casa, una iglesia, una ciudad, eran símbolos femeninos, “debido a sus propiedades de ence rrar la figura humana”72. Cualquier cosa redonda y líquida es femeni na; los objetos puntiagudos y duros o de forma compleja son masculi nos. Las personas erguidas y alargadas, no importa el sexo, son símbolos masculinos; también los pájaros, aviones, dirigibles, globos y cometas, porque vuelan73. Los genitales femeninos representan “ór ganos”; los masculinos, “un mecanismo o aparato”74. Los símbolos masculinos son actividades, herramientas, maquinarias, las cosas creadas y creadoras; los femeninos son receptáculos y objetos natura les (como la madera y la “cajita de joyas” de Dora). En resumen, dividiendo la naturaleza entre los sexos, Freud atri buye significado masculino a los atributos elementales de “presencia” (extensión, solidez, saliencia), mientras que el “vacío” es propio de la mujer. La m a y o r ía de los símbolos son fálicos, declara Freud. La in tencionalidad y la decisión son atributos masculinos75. Rieff senten cia, “Freud proyecta en el sustrato fijo de la mente sus propios prejui cios contra la mujer”76. Sea como fuere, el simbolismo de Freud resulta demasiado generalizado para ser convincente. ¿Cuál es el estatuto y el estamento del amor para Freud? Él parte de la base de que el yo se empobrece al amar. Entre el amor y el estado de hipnosis existe “sólo un pequeño paso”, dice en su “Libro de las masas”. Y agrega: “Se encuentra la misma dependencia humilde, la misma sumisión, la misma ausencia de crítica ..., el mis mo debilitamiento de la iniciativa”77. El amor crea condiciones de “masa” en quien está amando. La “sobrevalorización” normal del ob jeto sexual disminuye [con el coito] y la libido del yo es restaurada en la obtención de gratificación, de manera que “la gratificación sexual a floja el relacionamiento sexual y reduce la necesidad con respecto al objeto amoroso y al valor de éste”78. “El placer -comenta Rieff- es de finido, a la manera de Schopenhauer, como un fenómeno negativo, co mo la lucha de la persona por librarse del displacer, de la tensión [se xual].”79 La “supervalorización sexual” es sinónimo de amor. Un amor ma330
sificado, “feminizado”. A esto se suma el estatuto problemático del placer. Si la función esencial del sexo es aliviar la tensión, comenta Rieff, “la idea de placer en la unión se vuelve paradójica, pues el an helo erótico es abolido en el momento de su realización”80. Todo esto hace pensar que Freud estaba imbuido de una tradi ción que viene de lejos y que encara el amor romántico cristianoburgués como una exaltación enfermiza y bizarra. La doctrina freu diana de la sexualidad puede verse como resultante de la cultura judía. Esa tradición judaica fundante se combina en Freud con una ética puritana cristiana. La ética del trabajo de su condición y su tiempo. Bentham y el Eclesiastés. Las normas puritanas y judías se potencian recíprocamente cuando encaran el amor en particular y el placer en general. Esa combinación genera una actitud opuesta al amor cortés. Desde el punto de vista judío tradicional, el amor cor tés, con sus refinamientos, era una forma d e g o y e n n a c h es (locura de gentil). Tanto Marthe Robert como Estelle Roith y el propio Rieff señalan la connotación peyorativa de esa supervalorización sexual que llama mos amor. Creo oportuno, no obstante, no subestimar ese profundo clivaje de Freud entre un lado hedonista que se manifiesta en el Cipión de la Academia Española, en la correspondencia con su Prince sa, y aquel otro, sombrío, misógino. Drama de un atormentado sibari ta, escindido entre la atracción y el asco por las figuras del deseo. Este paradigma de ambivalencia, dictado por la coexistencia de idea lización y denigración, traza las coordenadas de su safari por el Con tinente Negro. Rieff, comentando ciertos pasajes que hablan de la sexualidad, observa que existe “en los textos de Freud una curiosa tensión que so lía ser ignorada o vista en términos de realismo sexual crudo”81. Por ejemplo: “La posición de los órganos genitales - ín ter u rin a s e t f a e c e s sigue siendo el factor decisivo e inmutable ... Los propios órganos [se xuales] no participaron del desarrollo del cuerpo humano en el senti do de la belleza; siguen siendo animales, y por ello también el amor permaneció, en esencia, tan animal como siempre”82. En la misma línea Freud, en su especulación filogenética, afirma que fue la repugnancia por los genitales lo que llevó al hombre a asu mir la posición erecta, pasando del predominio olfativo a una supre macía visual. Encontramos una “proto-idea” de ese tipo en la corres pondencia coñ Fliess, donde reflexiona que “libido y repugnancia ... parecen estar vinculadas asociativamente”83. Esa postura erecta tuvo importantes consecuencias para la sexualidad humana y habla de una “represión orgánica” anterior a los orígenes de la civilización, ya que en la transformación “no fue sólo el erotismo anal el que corrió el riesgo de caer víctima de la represión orgánica, sino toda la sexuali dad”. De allí que la función sexual sea “acompañada por una repug nancia ... que impide [su] satisfacción completa, forzándola a desviar se del objetivo sexual, hacia sublimaciones y desplazamientos 331
sexuales”. Después de recordar nuevamente el ínter urinas et faeces, Freud acota: “Asimismo, los órganos genitales dan origen a intensas sensaciones olfativas, que muchas personas no pueden soportar y que estropean sus relaciones sexuales”84. El “tabú de la menstruación” proviene de una represión semejante, como defensa contra una fase del desarrollo que ya fue superada, en la que la psique masculina era solicitada por los estímulos olfativos menstruales85. En el ensayo “So bre la más generalizada degradación de la vida amorosa”86, Freud di ce que el acto sexual debe ser visto “básicamente como algo degradan te que ensucia él cuerpo”87. Concluyamos que el estatuto del amor era doctrinariamente con flictivo. La discusión sobre la psicología de la mujer, en los años 20, siem pre fue comedida, nunca bajó de nivel, pero su contenido concernía al núcleo mismo de la teoría psicoanalítica. Los artículos que Freud es cribió sobre la mujer a partir de 1924 dominaron el debate. La mayo ría de las discípulas de Freud siguieron el ejemplo de Jeanne Lamplde-Grot y Helene Deutsch, plegándose a la “línea” freudiana con pocos reparos y “correcciones sólo secundarias”88. En el tablero psicoanalítico de los años 20, la cuestión teórica difícil de asimilar era la torsión metapsicológica generada por la pulsión de muerte; las ideas sobre la feminidad, en cambio, eran ampliamente aceptadas por los psicoanalistas: “pasaron a ser más o menos canónicas”89. Lou Andreas-Salomé, amiga, cómplice, sin duda ejerció una sutil influencia en la posición de su “querido Profesor”. Ella era más freu diana que Freud en cuestiones de sexo, con la ventaja de que había acuñado sus ideas antes de conocerlo, a fines del siglo pasado. Las mujeres, según Lou, “libradas a sí mismas ... crearían continuamen te, por sí mismas, no sólo «hombres» sino también «dioses»”90. En un artículo publicado en 1899, “Herejías acerca de la mujer moderna”, ella discrepa con su amiga, la líder feminista Frieda von Bülow, por considerar que la mujer, al contrario del verdadero artista, tiene “me nos capacidad de diferenciación y, por permanecer eternamente liga da con su destino biológico, nunca puede ir más allá de la autoduplicación en el rol”91. La mujer replicante. En 1909, ya bajo la influencia de Freud, en el libro Eroticism —encargado por Martin Buber—ella encaró la sexualidad como prima riamente una necesidad física, a igual título que el hambre o la sed, fácilmente satisfecha y saciada, de manera que existe una necesidad continua de nuevos objetos. La propia creencia de Freud de que el va lor del objeto sexual disminuye después de la satisfacción sexual está en total concordancia con dicho modelo. Luego entra en el debate Karen Homey. La joven y valiente ana lista alemana, con más garra que metapsicología, fue capaz de desa fiar públicamente al Profesor en su propio terreno92. Analizada de Abraham, Karen Horney sostuvo que no se comprendía la psicología 332
femenina debido al prejuicio masculino imperante en el psicoanáli sis93. No se reconocía la importancia de los impulsos vaginales funda mentales. Ella cuestiona el papel fundante del pene en la sexualidad femenina, y presenta una tesis alternativa: “Existen sensaciones bá sicas e impulsos pulsionales en la vagina de la mujer (semejantes a los fálicos en el hombre) que proveen la fuerza motivadora de deter minados anhelos sexuales femeninos, como el deseo de tener un hijo, el deseo absorbente del coito y del orgasmo”94. Las sensaciones y fan tasías vaginales son muchas veces reprimidas debido al miedo y a la culpa originadas en la situación edípica*5. Karen Horney fue la pri mera en valorizar el orgasmo de la mujer, en detrimento del orgasmo masculino. Para ella la realidad cultural era más importante que la filogenética. La fase fálica femenina es secundaria; la supuesta igno rancia de la vagina es fruto de una represión. “Participando del movi miento culturalista, no niega el determinismo psíquico, pero describe las neurosis desde el ángulo de su integración en las diferencias cul turales.”95 También planteó el problema del miedo del hombre a la mujer. Cuando Marie Bonaparte, cierta vez, habló de ese miedo, Freud replicó: “Ellos tienen razón”96. En el campo masculino, Otto Fenichel sustentaba una posición semejante, aunque en una semicorchea menor. Fenichel pretendía más “complicar” que derribar el falocentrismo. Aceptaba las proposi ciones básicas de Freud, especialmente sobre la desilusión de la ni ña con la madre y la necesidad de transferir su libido al padre, pero para él la “mutilación” y la fase fálica femenina, aunque importan tes, “no constituían en absoluto experiencias psicológicas decisi vas”97. Jones, por su lado, basándose en los trabajos de Melanie Klein, “reinstala la anatomía en un lugar central para enfatizar su carácter instintivo. Él -como Homey- postula la existencia de una libido esen cialmente femenina y, por lo tanto, la “naturaleza innata” de la bisexualidad. En esa perspectiva, la sensación de la vagina realmente existe: la clínica lo confirma”98. Jones también introduce el concepto de afánisis, palabra griega que significa “hacer desaparecer”, en rela ción con el complejo de castración. La abolición por afánisis de la se xualidad no es lo mismo que la castración. “Muchos hombres desean ser castrados por razones eróticas, entre otras, de manera que su se xualidad no desaparece automáticamente con la pérdida del pene.”99 Si ambos conceptos parecen confundirse, ello se debe a que el miedo a la castración es la forma en que se presenta concretamente la idea más general de la afánisis100. Jones intenta describir la evolución de la mujer de manera más específica, poniendo el acento en una sexua-
*5. Karen Homey, “The denial of the vagina”, Int. J. Psychoanal.t XIV, págs. 57-70. 333
lidad femenina -junto con la primacía fálica- que tiene sus metas y su actividad propias. La afánisis, entonces, precede a la castración. Se trata de la desaparición del deseo sexual. Lacan trabaja este con cepto. Para él, Jones habría confundido el pene con el falo. El pene es el órgano propio del hombre; el falo, por así decirlo, es “bisexual”, pe ro, por encima de todo, entra en el orden simbólico. “El falo es signifi cante puro de la diferencia.” Tiene un valor y una función idénticos en el hombre y la mujer. Lacan parte del siguiente fragmento de “La organización genital infantil”101: “El carácter principal de esa «orga nización genital infantil» es, al mismo tiempo, lo que la diferencia de la organización genital definitiva del'adulto. Esta [diferencial reside en el hecho de que, en los dos [sexos] sólo desempeña un papel un único órgano genital, el órgano masculino. No hay primacía genital, sino primacía del falo”102. >
NOTAS %
1. Mane Bonaparte, A la mémoire des disparus, I, Derriére les vitres cíoses, 1958, París, PUF. 2. Roudinesco, Historia da psicanálise na Franqa. A batalha dos cem anos, 1986,1, Río de Janeiro, Zahar, pág. 325. 3. Geofírey Cocks, “Sur un réve de plats jetés par la fenétre”, Revue In ternationale d’Histoire de la Psychanalyse, 1992, V, pág. 19. 4. Roudinesco, ibíd., I, pág. 325. 5. Mane Bonaparte, op. cit., pág. 15. 6. Célia Bertin, A última Bonaparte, 1989, Río de Janeiro, Paz e Terra, pág. 31. 7. Claude Stein-Monod, “Marie Bonaparte, 1882-1962”, A historia da psicanálise através de seus pioneiros, Alexander, Eisenstein y Grotjahn, 1881, Río de Janeiro, Imago, pág. 446. 8. Roudinesco, op. cit., I, pág. 325. 9. Claude Stein-Monod, ibíd., pág. 448. 10. Marie Bonaparte, Monologues devant la vie et la morí, 1951, París, IMP, pág. 78,. 11. Célia Bertin, op. cit., pág. 50. 12. Ibíd., pág. 15. 13. Claude Stein-Monod, ibíd., pág. 448. 14. Ibíd., pág. 447. 15. Célia Bertin, op. cit., pág. 71. 16. Ibíd., pág 94. 17. Ibíd., págs. 174-5.' 18. Marie Bonaparte, Extraits du journal de Voncle Christian, citado por Célia Bertin, ibíd., pág. 142. 19. Célia Bertin, ibíd., págs. 149-57. 20. Ibíd., págs. 170-71. 21. Georges Suárez, Briand, II, pág. 438. 334
22. Citado por Célia Bertin, op. cit.t pág. 171. 23. Georges Suárez, op. cit., II, pág. 438. 24. Nota autobiográfica, citada por Claude Stein-Monod, ibíd., pág. 449. 25. Citado por Célia Bertin, op. cit., pág. 172. 26. Roudinesco, op. cit., 1, pág. 214. 27. Anette Troisier de Diaz, “Souvenir de Marie Bonaparte. Sa vie au Lys de mer, sur la plage de Salins, prés de Saint-Tropez”, Revue Internatio nale d ’Histoire de la Psychanalyse, 1993, VI, pág. 395. 28. Ibíd., pág. 396. 29. Jacques Chabannes, Aristide Briand, pág. 78. 30. Ibíd., pág. 188. 31. George Suárez, op. cit., IV, pág. 41. 32. Marie Bonaparte, Journal d ’analyse, 7-1-26, 1926, citado por Célia Bertin, op. cit.9 pág. 227. . 33. Célia Bertin, ibíd., pág. 238. 34. André Bourguignon, “Correspondance Sigmund Freud-René Laforgue. Mémorial d’une rencontre”, Mémoires, Nouvelle Revue de Psychanalyse, pág. 260 35. Carta de Freud a Laforgue del 14 de abril de 1925, citada por André Bourgignon, op. cit., pág. 260. 36. Roudinesco, op. cit.9 1, pág. 331. 37. Ernest Jones, A vida e a obra de Sigmund Freud, 1989, Río de Janei ro, Imago, pág. 133. 38. Carta de Freud a Marie Bonaparte del 4 de junio de 1926, citada por Ernest Jones, ibíd., III, pág. 133. 39. Célia Bertin, op. cit., pág. 274. 40. Ernest Jones, op. cit., III, pág. 153. 41. Célia Bertin, op. cit., pág. 255. 42. Ibíd., pág. 259. 43. Roudinesco, op. cit., I, pág. 334. 44. Gallimard, Archivos particulares, Freud, Un souvenir d ’enfance de Léonard de Vinci, 1927, París, Gallimard. 45. Roudinesco, op. cit., I, pág. 333. 46. Célia Bertin, op. cit., pág. 230. 47. Ibíd. 48. Célia Bertin, op. cit., pág. 269. 49. Roudinesco, op. cit., I, pág. 342. 50. Ibíd. 51. SE, XIX, págs. 141-8. 52. Ibíd., pág. 142. 53. C. Laurin, “Phallus et sexualité féminine”, en La Psychanalyse, 1964, pág. 15. 54. Peter Gay, Freud, urna vida para o nosso tempo, 1989, San Pablo, Companhia das Letras, pág. 467. 55. SE, XIX, págs. 248-60. 56. Ibíd., pág. 257. 57. Ibíd., págs. 157-8. 58. Ibíd., pág. 258. 59. Ernest Jones, op. cit., III, pág. 445. 60. Paul-Laurent Assoun, Freud e a mulher, 1993, Río de Janeiro, Za har, pág. 21. 335
61. Carta de Freud a Jones del 22 de febrero de 1928, R. Andrew Paskauskas editor (comp.), The Complete Correspondence de Sigmund Freud and Ernest Jones, 1908-1939, 1993, Londres, Harvard University Press, pág. 241. 62. SE, XX, pág. 212. 63. Peter Gay, op. cit., pág. 456. 64. Protokolle, II, pág. 440. 65. Ernest Jones, op. cit., II, pág. 468. 66. Moebius, Uberden physiologischen Schwachsinn, 1901. 67. Henri F. Ellenberger, The Discovery of the Unconscious, 1970, Nueva York, Basic Books, pág. 292. 68. Juliet Mitchell, Psychoanalysis and Feminism, 1975, pág. 117. 69. Estelle Roith, O enigma de Freud, 1987, Río de Janeiro, Imago. 70. A. Adler, “Der Aggression Triebreib im Leben und in der Neurose”, Fortschritte der Medizin, 1908, págs. 577-584. 71. Mitchell, op. cit. 72. SE, XVI, págs. 139, 145. 73. Ibíd., pág. 138. 74. Ibíd., pág. 135. 75. Ibíd., pág. 169. 76. RiefT, Freud, la mente de un moralista, 1966, Buenos Aires, Paidós, pág. 180. 77. SE, XVIII, pág. 114. 78. Ibíd., pág. 115. 79. RiefT, op. cit., pág. 155. 80. Ibíd., pág. 155. 81. Ibíd., pág. 154. 82. SE, XI, pág. 189. 83. Carta de Freud a Fliess del 24 de noviembre de 1897, Corresponden cia Sigmund Freud-Wilhelm Fliess, comp. por J. M. Masson, 1986, Río de Ja neiro, Imago, pág. 278. 84. SE, XXI, pág. 106. 85. Ibíd., pág. 206n. 86. SE, XI, pág. 186. 87. Ibíd. 88. Peter Gay, op. cit., pág. 455. 89. Ibíd., pág. 456. 90. Binion, Frau Lou, pág. 71. 91. Ibíd., pág. 233. 92. Peter Gay, op. cit., pág. 455. 93. Karen Horney, “The flight from womanhood: the masculinity complex in women as viewed hy men and women”, Feminine Psychology, Kelman (comp.), pág. 58. 94. Karen Horney, “The flight from womanhood: the masculinity complex in women as viewed by men and women”, Int. J. Psychoanal., 1926, VII, pág. 53. 95. Roudinesco, op. cit., pág. 191. 96. Diario de Marie Bonaparte, pág. 3. 97. Otto Fenichel, “The Pregenital Antecedents of the Oedipal Complex” y The Collected Papers of Otto Fenichel, comp. por Hannah Fenichel y David Rapaport, págs. 181-203. 336
98. Elisabeth Roudinesco, op. cit., II, pág. 549. 99. E. Jones, “Early development of female sexuality”, Collected Papers, págs. 439-40. 100. Laplanche y Pontalis, Diccionar io de psicoanálisis, pág. 11. 101. SE, XIX, págs. 141-9. 102. Ibíd., pág. 142.
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337
lo s s u e ñ o s ,
CAPÍTULO 57 JAMES STRACHEY Y LA S T A N D A R D E D IT IO N Hasta la llegada de los nazis al poder, en 1933, los congresos analíticos eran eventos fijos en el calendario europeo, ávidamente es perados y a los que se asistía con fidelidad. Freud, castrado por la prótesis, desistió de participar en ellos. “Usted tiene razón al obser var —le escribe a Abraham en marzo de 1925—que de nuevo hago pla nes [para asistir al Congreso de Bad Hombug], pero cuando llega la hora, el coraje me abandona.”1 Falta de coraje y, ¿por qué no?, coque tería. Era difícil para un expositor que había sido dueño de una voz ricamente matizada, presentarse con un timbre hueco y nasal. En su lugar iba Anna. El psicoanálisis crecía bajo un doble mecanismo de poder. La IPA daba continuidad a su trabajo unificador en medio de las disensiones, exclusiones y suicidios, mientras que el Comité Secreto dirigía los asuntos cruciales de la política del movimiento. A partir de 1927 y hasta 1939, con la disolución del grupo de los Señores del Anillo, la lí nea “liberal” triunfó sobre la “elitista”, aunque Jones salió más forta lecido que nunca, asegurándose, como él dijo, “su lugar en la histo ria”. El centro del psicoanálisis inicia su gradual deslizamiento hacia Londres y el Nuevo Mundo, mientras Strachey comienza la traduc ción monumental de las obras completas. En esos tiempos, en Ingla terra y Estados Unidos se instalaban videntes con el título de “espe cialistas formados en Viena”2. Los periódicos publicaban anuncios del tipo: “¿Quiere ganar mil libras anuales como psicoanalista?”3 El mo vimiento enfrentaba el mismo problema que había asolado al magne tismo animal un siglo antes: el charlatanismo. Para bien o para mal, el nombre de Freud estaba en la plaza pública. En enero de 1922 su fotografía apareció en la tapa del semanario T h e S p h e r e , la revista T im e del momento. Como era de esperar, esa difusión indiscriminada se veía acom pañada de una hostilidad ampliada por el clima germanófobo. Jones, guardián de la propagación del psicoanálisis en el mundo anglosajón, trataba de minimizar uth e G erm á n co n n ectio n ”, afirmando que Freud era austríaco, o tal vez checo, y sobre todo judío. En esa década de “mundialización” del análisis, la difusión era la meta central de las instituciones. Pocas veces los analistas escribieron tanto. Al mismo tiempo se empezaron a traducir sistemáticamente los textos rectores. Los T r e s e n s a y o s tuvieron nueve traducciones, y L a interpretación de 338
ocho. Las primeras versiones no siempre fueron felices. Las de Brill bordeaban la irresponsabilidad. Las traducciones siempre son un problema. La tarea ciclópea de Strachey, a pesar de sus grandes méritos, tiene serias fallas en cuan to a la dimensión de la metáfora poética en la pluma de Freud. El defecto más reconocido es el trueque de términos alemanes de uso co mún por neologismos sofisticados. El mejor ejemplo es “catexis”, voca blo ahora plenamente integrado en la terminología psicoanalítica in glesa y americana. “Catexis”, palabra griega, vierte el B e s e t z u n g freudiano, una palabra alemana de uso diario, rica en significados sugerentes, entre ellos “ocupación por tropas”, “carga eléctrica” o “inver siones bancariasV No es casual que en 1923 haya germinado la idea de publicar las obras completas, los G e s a m m e lte S c h r ifte n Ay en diez tomos, “ordena dos por temas”5. La presencia del cáncer fue decisiva en esta empresa que aspiraba a perpetuar la imagen del padre del psicoanálisis. El propio Freud contempló este proyecto con ambivalencia y en 1925 se lamentó en una carta a Ferenczi: “Como lo había previsto, la edición de las O b r a s c o m p le ta s fue una empresa insensata. ¡Parece que sólo se vendieron cien ejemplares de una tirada de 3.000!”6 Pero la histo ria comienza antes. En abril de 1922, Jones envía una larga y tediosa carta a Freud, en la cual se queja de medio mundo en general y de las traducciones de Brill en particular. A continuación viene una sentida promesa: “Debe saber que todos estamos trabajando para usted, razón por la cual su inspiración y aliento son tan importantes para nosotros. Si lo gro producir sus O b r a s c o m p le ta s en vida, sentiré que mi vida valió la pena de ser vivida ...”7 En esa carta nace la intención de “producir” la S ta n d a r d E d itio n . Pocas traducciones en el mundo han suscitado una polémica tan vio lenta. Por un lado están los elogios. Giovacchini opina que “la Edición Standard llega a superar el original”8. Rycroft piensa “que la traduc ción de Freud realizada por James Strachey es excelente, y le valió el premio Schlegel-Tieck de 1966”9. Jones concuerda con Giovacchini: “La traducción inglesa de la obra de Freud, bajo el título de S ta n d a r d E d i t i o n , será, desde el punto de vista editorial, considerablemente más confiable que cualquier versión en alemán”10. La lista de los crí ticos, del otro lado del río de tinta, es grande: Brandt (1961); Brierley (1966) ; Bettelheim, Brill (1975); Lacan (1977); Laplanche y Pontalis (1967) ; Mahony (1981, 1982, 1984)11; Ornston (1978, 1982, 1985)12. Tal vez la crítica más vitriólica sea la de Bettelheim, quien dice que la S ta n d a r d E d itio n es una obra que traduce “las pulsiones de muer te de los traductores”13. Palabras excesivas. La objeción más difundi da: 'Traición a la obra de Freud”. El lector sería inducido a adoptar ideas falsas acerca del Maestro, presentado como un hombre de cien cia, e inclinado -esto es, reducido- a la medicina. Ejemplo: toda refe339
renda al alma, s o u l , en el sentido popular e impreciso, fue eliminada en favor de la traducción sistemática por la palabra m ia d (mente). Como lo señala Bettelheim, la palabra S e e l e , alma, fue elegida por Freud precisamente a causa dé esa imprecisión. “La ambigüedad de la palabra habla de la ambigüedad de la propia psique.”14 Con todo, la verdad sea dicha, varias palabras objetadas por los críticos por ser demasiado “frías” fueron aceptadas o propuestas por el propio Freud en su momento. Tal sería el caso de “Ego”, sugerido a Jones en 191915. La traducción es una operación lingüística que no puede encarar se sólo como una cuestión técnica o instrumental. Para Octavio Paz, su problemática está en el centro mismo del pensamiento. La parado ja de la traducción reside en que una poesía es intraducibie y, al mis mo tiempo, exige una traducción. “Siempre tuve el sentimiento -con fía Derrida- de que sólo escribía verdaderamente en mi idioma cuando vertía cosas que se resistían a la traducción.”16 “Estoy sólita”, como dice Borges, es intraducibie. Freud también. En realidad el problema de las traducciones de Freud es tan viejo como la primera de ellas, publicada en 1910: la versión realizada por A. A. Brill de los T res e n s a y o s . Él es, sin duda, el villano Número Uno en esta historia de tra d itori. Las primeras traducciones fueron un de sastre; Brill era descuidado, y a veces “temerariamente impreciso”17. Strachey, que no tiene pelos en la lengua, opinaba que los traducto res, con Brill a la cabeza, habían sido “personas que no entendían el psicoanálisis, ni el alemán, ni el inglés”18. Jones, por su parte, opina ba que el L e o n a r d o traducido por Brill “tenía una puntuación más burda que la de una empleada doméstica”19. La traición máxima de Brill fue reemplazar los chistes judíos de la P sicop a tología d e la vida cotid ia n a por bromas de Brooklyn*1.
gresa a Inglaterra, vía Hamburgo. Ella vuelve a pie a su confortable pensión en el dorado barrio residencial de Grunewald20. Motivo de la separación: el psicoanálisis. Alix estaba en Berlín para analizarse con Abraham21. La vida de Alix y James Strachey fue el psicoanálisis. Inmediata mente después de casarse, en 1920, compartieron el diván del Profe sor. En realidad, habían ido a Viena para el análisis didáctico de James. Pero Alix tuvo un “ataque de palpitaciones” en una represen tación del G ó tte r d a m m e r u n g y pidió socorro. Freud aceptó tomar en análisis a los dos cónyuges simultáneamente, por un período de prue ba. Ésta fue -que yo sepa- la única vez que Freud intentó analizar a marido y mujer al mismo tiempo. Según Philip, hermano de Alix, ella sufría de melancolía. La plu ma ferina de Virginia Woolf la describe en su diario como “inmersa en una desesperación sepulcral”22. La siguiente entrada es ilustrati va23: “Alix sólo piensa en la posibilidad de encontrar algún día un li bro para leer. Probó con el libro de matemáticas de Bertie (o sea los P rin cip ia M a th e m a tic a de Bertrand Russell], pero lo abandonó, sin descartar totalmente, empero, mi sugerencia de que intente con his toria legal. Quiere trabajar en algo que no interese a nadie, que nun ca sea usado, visto o leído, y que sólo se pueda hacer durante tres ho ras diarias, ni más ni menos”24**2. La familia Strachey, por su parte, era magníficamente excéntri ca. El apellido era antiguo; había habido un Strachey en el siglo XVI, William Strachey cuya descripción de un naufragio en la costa de Bermudas fue la fuente de inspiración de L a te m p e s ta d de Shakes peare25. Después, durante la era de la reina Victoria, los Strachey pasaron a ser la quintaesencia de los personajes admirable y cruel mente descritos por Lytton Strachey en su clásico V ic to r ia n o s e m i nentes**.
En setiembre de 1924, en la confusión de la estación ferroviaria de Hauptbahnhof, en Berlín, Alix se despide de su marido. James re
*1. El caso de Jacques-Allain Miller con la obra de Lacan tal vez sea el peor. No se trata de una traducción, sino de una versión establecida. Cesare Colletta presenta tres tipos de “fallas” en la versión de Miller: “Primero, cada vez que hay un punto oscuro o incierto, automáticamente el pasaje en el cual se encuentra es suprimido. Segundo, nombres y palabras desconocidas, o en lengua extranjera, que faltan o están mal comprendidos en la transcripción, son suprimidos sin ningún cuidado por llenar las lagunas. Tercero, las citas y referencias realizadas por Lacan a lo largo de sus seminarios no son nunca verificadas con los originales” (Danielle Arnoux, “Urna escandalosa incorre cto feita no seminário de Jacques Lacan”. Carta publicada en el N° 31/32 de Littoral, citada por Denise Coutinho em “Controle de qualidade - ou nem to do que cai na rede é peixe”, trabajo presentado en la III Jornada del Espado Moebius, 1993). 340
Lytton y James eran compañeros inseparables. James, el benja mín, siete años menor, siguió los pasos de su brillante hermano. En Cambridge ocupó el mismo cuarto que había tenido su hermano en el T r in ity C o lle g e . El éxito social e intelectual de Lytton le abrió las puertas del club de los Apóstoles, el sa n cta sa n c to ru m de Cambridge. James ingresó en 1906; allí continuó floreciendo a la sombra de su hermano, y se ganó el apodo de uL ittle S tr a c h e y ” 26. Los Apóstoles fundaron una sociedad para combatir la hegemo nía de Oxford. Entre los miembros más famosos tenemos al propio Lytton, a Leonard Woolf, Maynard Keynes, el arquitecto de Bretton Woods y Roger Fry. Los Apóstoles eran un grupo decididamente ho-
*2. ¿Quién no le teme a la formidable Virginia Woolí? *3. “Un paradigma de biografía”, según el poeta y crítico de arte Fernán do Peres. 341
mosexual. Al principio Little Strachey siguió la senda libidinal de su hermano, enamorándose del buen poeta Rupert Brooke. Esa relación influyó mucho en él durante sus años en Cambridge, pero luego Ja mes se volvió “decididamente heterosexuar27. Decidida -diría y o- pe ro no completamente heterosexual. Subsistían algunas dudas. En 1914, de vuelta de una tournée europea, se dejó crecer la barba y le escribió a su hermano: “Aun ahora, que soy cosmopolita y tengo bar ba, me cuesta convencer a alguien de que cogí a una mujer”28. Cuando James conoció a Alix recibió una buena impresión. Fue en una fiesta del Club Fabiano: “Las mujeres -le escribe James a su hermano- eran un desastre, excepto una deliciosa Bedelía [Alix] que parecía un muchacho total”29. Buen comienzo para una pareja blasé y perfecta, a la moda de Bloomsbury, que compartía una total incerti dumbre en la cosa sexual y en el celo laboral. Se casaron, como vimos, en 1920. Ya llevaban un año viviendo juntos en un departamento que Alix había alquilado en Covent Garden. Tuvieron que legalizar su situación porque planeaban viajar por Europa y en esa época comenzaron las formalidades con los pasapor tes. Cinco días antes del viaje, James decidió ir a Viena para anali zarse con Freud: Tengo entendido que el Dr. Emest Jones le mencionó que deseo vehementemente ir a Viena para analizarme con usted. Supongo que le ha explicado que el objetivo de mi interés es obtener una base empírica necesaria para complementar mi conocimiento teó rico del psicoanálisis. Con tal fin estoy dispuesto a pasar por lo menos un año en Viena ... Temo, con todo, que la cuestión econó mica constituya un obstáculo. Ante la posibilidad ... de un análi sis prolongado, mi situación no me permite pagar más de un gui nea*4 por hora. No sé si, en estas circunstancias, hay arreglo posible, aunque debo enfatizar la expresión de mi deseo, difícil de exagerar, de que me sentiría afortunado dé obtener los beneficios de una experiencia personal en psicoanálisis*5. El día de su casamiento, Strachey recibe la respuesta de Freud: -V*
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ciona con tanta franqueza no es absoluto. De hecho, no habría existido antes de la guerra. Ahora, sin embargo, como usted bien sabe, las cosas han empeorado mucho. Soy de nuevo pobre y ten go que trabajar duro para solventar los gastos. De modo que no aceptaría a un paciente por el honorario de una guinea, pero el caso de un hombre que quiere ser discípulo y convertirse en ana lista está ñor encima de esas consideraciones30. El análisis comenzó en octubre. Un mes más tarde, James le es cribe a Lytton este magnífico relato de cómo era analizarse con Freud: Todos los días, excepto los domingos, paso una hora en el diván del Profesor (ya son 34 en total) y [en el análisis] me brinda una contracorriente para la vida. Ahora, respecto de lo que se trata, estoy más confuso que nunca, aunque, sea como fuere, es algo ex tremadamente excitante y, a veces, extremadamente desagrada ble, de modo que creo que para algo sirve. El Profesor es muy amable y brillante en su virtuosismo de artista. Casi toda sesión se articula como una unidad estética totalizante. Algunas veces el efecto dramático es devastador. Al comienzo todo es vago -una alusión oscura aquí, un misterio allá-, las cosas se ponen muy oscuras y uno se siente cada vez peor. Luego él da un ligero toque y uno vislumbra un pequeño hecho, y después otro, y de pronto se encienden una serie de luces; él hace la última pregunta, uno da una última respuesta y, cuando la verdad total se presenta, el Profesor se levanta, cruza el cuarto en dirección a la campanilla, y muestra la salida. Pero eso no sucede siempre: Otras veces uno yace toda una hora con una tonelada de peso en el abdomen, incapaz de proferir una palabra. Creo que eso, más que nada, lleva a creer en toda la cosa. Cuando se siente concre tamente la “resistencia” como algo físico ... uno queda perturba do por el resto del día31.
Dear Mr. Strachey, No sé si usted entiende y lee alemán, por lo cual voy a intentar mi mejor inglés, por malo que sea. El obstáculo que usted men
Ahora veamos el otro lado de la moneda. Freud, en una carta a Jones de la misma época, escribe: Tomé al Sr. Strachey por un guinea y no me arrepiento, aunque su habla resulte tan indistinta y extraña a mi oído que resulta una tortura para mi atención32.
*4. Una guinea vale una libra y un chelín. *5. Carta de James Strachey a Freud del 31 de mayo de 1920, Bloomsbury-Freud - Letters of James and Alix Strachey - 1924-1925, comp. por P. Meisel y W. Kendrick, 1990, Nueva York, Norton, pág. 28.
Una tonelada en la barriga del primero, una tortura en el oído del segundo y, entretanto, una de las mejores descripciones de aque llo de lo que se trata.
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Los Strachey eran un nuevo tipo de paciente, con un nuevo tipo de demanda, que prefiguraba al analizando actual. Sus neurosis no eran incapacitantes. En la búsqueda de ayuda había a p p ea l en el acto mismo de analizarse. Reich, Fenichel, Helene Deutsch, son otros tan tos ejemplares del “nuevo analizando”. Tausk y Rank habrían sido sus precursores. Y después tenemos el caso de la bella Joan Riviére. Su análisis con Jones termina en una tormenta transferencial. Freud comenta: “No parece ser el cuco que usted pinta. Es posible que los problemas aparezcan más tarde. Según mi experiencia, no es preciso escarbar muy hondo en la piel de las mujeres tenidas por masculinas para que aflore la feminidad. Me alegro de que no haya tenido relaciones se xuales con ella, como me temía. Sin duda fue un error técnico que in timaran antes que su análisis hubiese acabado”33***6. A vuelta de correo Jones se defiende: “Para satisfacer su vani dad, Joan siempre creyó que yo estaba enamorado de ella ... pero yo nunca pude confirmar eso en mi autoanálisis”34. Ella fue, quizá, la Sabina Spielrein de Jones. Con respecto al “caso Joan Riviére”, Freud mantuvo la misma ac titud dudosa que con Jung y Sabina, con Ferenczi y Gizela Palos. Su crítica a la transgresión es atemperada por una cierta complicidad entre hombres. Botón de muestra: Ella [J. Riviére] es sin duda un ácido concentrado que sólo bien diluido puede utilizarse con provecho35. Lo que no es el mejor de los “piropos”: Puedo imaginar —continúa la carta—cuál es su opinión sobre mí en este asunto. Usted piensa que la Señora R. se presentó con todo su encanto y me hechizó, seduciéndome para que saliese en su defen sa, de modo que ahora yo soy una marioneta en sus manos . 36 En 1923, los Strachey y Joan Riviére están de vuelta en Londres. Jones comienza a montar el sueño de su vida, las “Obras completas”. Con tal fin organiza el equipo que finalmente traducirá la S ta n d a r d E d itio n . El trabajo comienza con los C o llected P a p e rs en cuatro volú menes, en una esmerada traducción que tomó casi cinco años. Por primera vez Freud es traducido en una “empresa colectiva”, por un equipo cuyos principales actores eran James Strachey y su mujer Alix, Joan Riviére 7, John Rickmann, y, a modo de eminencia gris, Emest Jones. O sea, un equipo de primera línea. Aquí también puede
*6. ¡Antes que su análisis hubiese acabado! incomparable Joan Riviére, esa “alta belleza eduardiana con som344
ubicarse el comienzo de la hegemonía inglesa en el problema “políti co” del control en la difusión de la palabra freudiana. Steiner cuenta admirablemente la historia de la lucha por el po der en el seno de la IPA. Recuerda que el Instituto Británico, según constaba en sus estatutos, tenía como principal objetivo: “Imprimir, publicar y vender en todos los idiomas y en todo el mundo los traba jos sobre la ciencia del psicoanálisis”37. Se puede decir que lentamente, muy lentamente, fue creciendo la idea de publicar una S t a n d a r d E d i t i o n en inglés, de la misma manera que, a partir de 1921, el In te r n a tio n a l J o u r n a l o f P s y c h o a n a ly sis colideraba la producción científica junto con la ln tern a zio n a le Z eitsch rift fü r P sych o a n a lyse. Pero había una diferencia: no se trata ba de C o m p le t e W o r k s (G e s a m m e lte W e r k e ) t sino de una S t a n d a r d E d itio n . Cabe preguntar: ¿por qué “S ta n d a r d ”? , La guerra se avecinaba. En esa coyuntura, en ese G a t h e r in g S to r m del que habló Churchill, Jones se propone erigir el “único mo numento digno de Freud...” para las generaciones futuras. O sea que la S ta n d a r d E d itio n tiene más de mausoleo que de simple traducción. Como el propio Jones escribió a Sir W. Baggs, se trataba de elaborar una estrategia para salvar “nuestros tesoros culturales y científicos del Moloch de la destrucción”38. Jones, como la viuda del rey Mausolo, se constituye en “guardián de las reliquias”, elucubra la idea de una edición inglesa “sin mácula”, “uniforme”, “digna de confianza” y, so bre todo, “definitiva”39»*8. Jones está convencido de que su generación (los Señores del Ani llo), habiendo recibido la palabra directamente de los labios del Maes tro, puede garantizar mejor que nadie la transmisión “definitiva” pa ra la catequesis universal40. Era menester, entonces, “fijar” la palabra de Freud. Crear una unidad “s ta n d a r d ” para las generacio nes futuras: la S ta n d a r d E d itio n . “S t a n d a r d ” , palabra fuerte en inglés, por un lado recuerda la “unidad básica de referencia” guardada en Greenwich; por el otro, la
breros osados y sombrilla escarlata”, cuyas traducciones fueron, entre todas, las que mejor mantuvieron la fuerza estilística de Freud (Paula Heimann en el “Obituary of Joan Riviére (1883-1962)”, Int. J. Psychoanal.> vol. XLIV, 1963, pág. 233). *8. Por otra parte, ese año de 1924, junto con las Gesammelte Werke, una pequeña editora española, la Biblioteca Nueva de Madrid, inicia la tra ducción de las obras completas de Freud por la iniciativa del filósofo Ortega y Gasset. La traducción española de Luis López Ballesteros, salvo algunas omisiones, es excelente, y mereció una carta elogiosa de Freud. En esa opor tunidad Freud habló de su entusiasmo juvenil por “el inmortal Don Quixote” y la “adorable lengua castellana” (SE, XIX, pág. 289). Pregunta: ¿por qué se rá que Freud nunca visitó España? 345
bandera, el e sta n d a r te imperial. Como señala Moreau-Ricaud, es pre ciso develar “los parámetros humanos, institucionales, relaciónales -juegos de poder- económicos, materiales y lingüísticos que presidie ron la «fabricación» de la S ta n d a r d E d itio n ”41. El proyecto se concretó en setiembre de 1939. Freud acaba de morir. El psicoanálisis corre peligro. Viena, Budapest y Berlín están perdidas, y cae sobre los países anglosajones la “responsabilidad por el destino de esta ciencia”42. Se produce un movimiento de “diviniza ción”. Pero, a pesar de que hay quien afirma que los textos de Freud son de “una simplicidad extrema y de una transparencia cristalina43, traducir la Palabra, en su inmovilidad hierática, no es empresa fácil! En la obra freudiana convergen las tradiciones culturales más diver sas, articuladas en un diálogo complejo, conducido en varios niveles, consigo mismo, con diferentes autores y con ese interlocutor imagina rio que es el lector. El ritmo cambia de un momento a otro, dentro del mismo texto, como lo demuestra el análisis lingüístico que hizo Mahony del historial de Katharina. El propio Mahony recuerda la predi lección de Freud por Lessing, fundada en que Lessing, “entre los es critores de prosa alemana, era un notable maestro de la p e n s é e p e n s a n te , de la mente descubriendo su desarrollo, pensando mientras escribe”44. Pero si aceptamos que en el universo cultural de la escritura todo texto es una traducción, “el mundo se nos presenta como una super posición de textos, cada uno ligeramente distinto del anterior, tra ducciones de traducciones de traducciones ... cada texto es único y, simultáneamente, traducción de otro texto”45. Se trata de la intertextualidad del^ texto original. Además se puede decir, con Cotet y Ranzy, que Freud creó su propia lengua, que no es la lengua alema na46. James Strachey era la persona ideal para oficiar de traductor ofi cial. Es una figura que trae el aval de Bloomsbury, donde junto a Lytton Strachey encontramos a Bertrand Russell, H. G. Wells, Bernard Shaw y también a los Woolf, Virginia y Leonard. La crema de la cre ma. Entonces cabe preguntar por qué un grupo de indudable talento, que hizo un trabajo meritorio como hazaña editorial, no voló muy alto en la dimensión estética de la cosa. La traducción carece precisamen te de esa imaginación poética que era lo que sobraba en ellos: sensibi lidad, espiritualidad, fla ir. De hecho, L it t le S tr a c h e y tenía un formidable dominio del in glés. Su punto débil pudo haber sido el alemán. En 1914, en su to u rn é e por Europa, James le escribe a Lytton: “No entiendo nada de alemán, ni escrito ni hablado, y -a grega - no deseo entenderlo”47. Tenía 27 años, edad un poco avanzada para absorber una lengua que evidentemente no lo cautivaba. Siete años más tarde empezó a traducir. En realidad, ninguno de los primeros traductores de Freud (Chase, Sprott, Riviére, Jones) tenía un dominio perfecto del ale346
mán*9. Pero este argumento no me convence. Creo que se trata de un h a n d ica p ideológico. Riccardo Steiner nos recuerda que, cuando L a in terp reta ció n d e los su eñ os fue editado en Inglaterra, el prefacio advertía que “la venta de este libro está reservada a los miembros de las profesiones médica, docente, jurídica y eclesiástica”48. La tarea de Jones no era la S t a n d a r d E d itio n , además de uniformar la palabra freudiana, tenía una segunda función, más sutil y política: dar respetabilidad al texto. Con tal fin aparecen las raíces latinas y griegas, tomadas de la lengua de la medicina. M in d es más respetable que so u l, y así sucesivamente. Moreau-Ricaud concluye: “Steiner nos lleva a pensar sobre la cuestión de nuestras ilusiones en cuanto a una traducción que se pre tendería «ideal, standard y definitiva», congelando el texto en una «cientificidad» prestada. Y así nos invita a un nuevo «retorno a Freud» a través de una «verdadera» relectura, o sea, una relectura ac tiva y creativa”49. i No cabe duda de que el camino recorrido por Steiner es básica mente válido. Pero el énfasis en la empresa colectiva británica, en el esp rit d e co rp s, parece excesivo. No reinaba esa armonía en sus filas. La siguiente carta de James a Alix Strachey revela una situación muy diferente (y divertida): “Tuve hoy una hora de abrumadora dis cusión con Jones y Mrs. Riviére. El little 6easí*10 (si puedo usar esa expresión) es realmente insoportable ... Ellos quieren llamar I d al E s . Yo dije que todo el mundo iba decir “el Yidd”. Jones replicó que esa palabra no existía en inglés. Y agregó: -Existen las palabras Y id d is h y J u d e en alemán. -Discúlpeme, doctor -respondí-, Y id d es la palabra en jerga para judío. -¡Ah! -dijo él-. Una expresión popular. No puede estar muy difündida, entonces. Y todo eso porque ese bastardo de marca mayor nunca escuchó la palabra50. i Los traductores, sin duda, son traidores, pero los críticos de los traductores son fastidiosos que buscan pelos en la sopa. Yo creo que tenemos una deuda de gratitud con este excéntrico matrimonio que dedicó su vida a una ingrata y perversa tarea.
*9. La excepción sería el más traditore de todos: Abraham Arden Brill, que nació en Austria y emigró a América a los 15 años. *10. “Mostrenco”. 347
NOTAS
30. Carta de Freud a James Strachey del 4 de junio de 1920, ibíd., págs. 28-29.
1. Carta de Freud a Abraham del 3 de marzo de 1925 (Karl Abraham Papers, LC., citado por P. Gay, Freud, urna vida para o nosso tempo, 1989, San Pablo, Companhia das Letras, pág. 423). 2. V. Brome, Les premiers disciples de Freud, pág. 211. 3. Ernest Jones, Free Associations, 1959, Nueva York, Basic Books pág. 249. 4. Ernest Jones, A vida e a obra de Sigmund Freud, 1989, Río de Janei ro, Imago, III, pág. 69. 5. A. Freud, Vorwort der Herausgeber, 1952, pág. v. 6. Carta de Ferenczi a Freud del 1° de diciembre de 1925 (RIHP, V, 28). 7. Carta de Jones a Freud del 10 de abril de 1922, The Complete Correspondence of Sigmund Freud and Ernest Jones, 1908-1939, 1993, Londres, Harvard University Press, pág. 473. 8. P. Giovacchini, Roteiro á leitura de Freud, pág. vii. 9. Ch. Rycroft: Introdugao ao dicionário crítico de psicanálise, 1968, Río de Janeiro, Imago, pág. 19. 10. Ernest Jones, “Crítica a la traducción de Strachey de La interpreta ción de los sueños”, British Medical Journal ofPsychology, 1955, pág. 1119. 11. Mahony, Cries ofthe Wolf-Man, 1984, Int. Univ. Press; “Towards the understanding of translation in psychoanalysis, Meta, 2, Freud l’écrivain, etc. ... 12. Ornston, “On projection, a study of Freud’s usage”. 13. B. Bettelheim, Freud and Man’s Soul, 1983. 14. B. Bettelheim, Freud e a alma humana, 1982, San Pablo, Cultrix. 15. Carta de Freud a Jones del 18 de febrero de 1919, The Complete Correspondence of Sigmund Freud and Ernest Jones, pág. 334. 16. Entrevista a Jacques Derrida, Limiares do contemporáneo, org. por Rogério da Costa, 1993, San Pablo, Escuta, pág. 22. 17. Peter Gay, op. cit., pág. 423. 18. Carta de Strachey a Fenichel del 3 de agosto de 1945, Strachey Collection. 19. Carta de Jones a Freud del 15 de diciembre de 1921, The Complete Correspondence de Sigmund Freud and Ernest Jones, 1908-1939, pág. 448. 20. Meisel y Kendrick (comp.), Prólogo a Bloomsbury-Freud - Letters of James and Alix Strachey - 1924-1925, 1990, Nueva York, Norton, pág. 3. 21. Ibícj. 22. Annie Oliver Bell, editora, The Diary of Virginia Woolf, 5 volúmenes; 1977-84, Nueva York, Harcourt Brace Jovanovich, I, pág. 61. 23. Ibíd., I, pág. 61. Citado en Bloomsbury-Freud - Letters of James and Alix Strachey - 1924-1925, pág. 7. 24. Ibíd., I, pág. 63. 25. Meisel y Kendrick (comp.), op. cit., pág. 15. 26. Ibíd., pág. 16. • 27. Ibíd., pág. 18. 28. Carta de James a Lytton Strachey del 23 de enero de 1914 ibíd pág. 21. 29. Carta de James a Lytton Strachey del 12 de setiembre de 1910, ibíd pág. 23. 348
31. Carta de James a Lytton Strachey del 6 noviembre de 1920, ibíd., págs. 29-30. 32. Carta de Freud a Jones del 12 de octubre de 1920, The Complete Co rrespondence de Sigmund Freud and Ernest Jones, 1908-1939 , pág. 393. 33. Carta de Freud a Jones del 27 de febrero de 1922, ibíd., pág. 464. 34. Carta de Jones a Freud del 1° de abril de 1922, ibíd., pág. 466. 35. Carta de Freud a Jones del 11 de mayo de 1922, ibíd., pág. 475. 36. Carta de Freud a Jones del 4 de junio de 1922, ibíd., pág. 483. 37. R. Steiner, Urna marca de autenticidade mundialmente reconhccida ?, 1987, Río de Janeiro, Imago, pág. 15. 38. Carta de Jones a W. Baggs, pág. 47. 39. Carta de Jones a Strachey del 28 de setiembre de 1939. 40. Steiner, op. cit., pág. 22. 41. Moreau-Ricaud, op. cit., págs. 373-4. 42. Steiner, op. cit. 43. Ornston, “Strachey’s influence, Int. J. Psychoanal., vol. LXII, págs. 409-426. 44. Mahony, Freud as a Writer, 1982, pág. 164. 45. O. Paz, Traducción: literatura y literalidad , 1971, Barcelona, Tusquets, pág. 9. 46. Cotet y Ranzy, “Singularité d’une langue", Rev. Frang. de Psychanal.t vol. XLVII, pág. 126. 47. Carta de James a Lytton Strachey del 6 de enero de 1914, citada en Bloomsbury-Freud - Letters o f James and Alix Strachey - 1924-1925 , pág. 21. 48. Riccardo Steiner, carta de Strachey a Glover del 28 de abril de 1940, en “É urna nova forma de diáspora ...**, Revista Internacional da Historia da Psicanálise, 1988,1, pág. 26. 49. Michelle Moreau-Ricaud, reseña del artículo de Steiner, Revue Inter nationale dHistoire de la Psychanalyse, 1988,1, pág. 375. 50. Carta de James a Alix Strachey del 4 de octubre de 1924, Bloom s bury-Freud - Letters o f James and Alix Strachey - 1924-1925, pág. 83. Convie ne reparar que la discusión del término “Id* se remonta al año siguiente a la aparición de El yo y el ello.
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CAPÍTULO 58 LA BATALLA DE LOS “CURANDEROS DE ALMAS” Abraham planeaba pasar la Pascua en Viena. Freud aguardaba ese encuentro con ansiedad. Sabemos por Jones que Pichler estaba remodelando la prótesis; mientras tanto, Freud no podía hablar de modo inteligible. Para su gran pesar tuvo que prescindir de Abra ham, con la esperanza de verlo en el verano. Ésa fue la última opor tunidad para un encuentro, ya que en el verano Abraham estaba en convalecencia de la primera fase de su enfermedad fatal1. La relación entre los dos hombres pasaba por un momento difícil. El cine fue el responsable. Ésta es una historia ejemplar que muestra la turbulencia causada por el hecho de que el psicoanálisis se pusiera de moda. Samuel Goldwyn, un magnate de Hollywood, en camino a Europa, le dijo a un reportero del N e w Y ork T im e s que iría a visitar a Freud, “el mayor especialista en amor del mundo”2. Su finalidad: ofrecerle la “principesca” suma de 100 mil dólares*1. El reportero aco ta que Goldwyn pretendía persuadir a Freud de que “fuera a América y les diera un «impulso» a los corazones de esta nación”. La idea era que Freud colaborase en una película sobre el amor, en la que desfilarían los grandes amantes de todos los tiempos, co menzando por Cleopatra y Marco Antonio. A Freud, nos informa Jo nes, “lo divirtió ese ingenioso modo de explotar la asociación entre psicoanálisis y amor, pero naturalmente no aceptó la propuesta e in cluso se negó a recibir a Goldwyn”3. Freud estaba cobrando 20, como máximo 25 dólares la hora; ésa era una oferta que, observa Peter Gay, “no podía rechazar”4, pero lo hizo. El N e w York T im e s publica en primera página: F reu d le dice no a G o ld w y n 5..
Marthe Robert cuenta otro desenlace. Freud no se habría opues to a la popularización de sus ideas, y “no le molestaba esa propuesta, cuya seriedad, pensó, quedaría garantizada por su firma. Además, las arcas de la V e r la g estaban casi vacías y el contrato era muy tenta dor”. La tentación era tan grande que “aceptó y no tardó en arrepen tirse de su ingenuidad”6. Las conversaciones se interrumpieron.
No era la primera vez que Freud recibía una propuesta inusitada de los Estados Unidos. El año anterior, Randolph Hearst en persona -el supuesto inspirador del C itizen K a n e de Orson Welles- le ofreció “cualquier suma” para que fuera a analizar a dos asesinos que habían cometido el “crimen perfecto”7. La historia no termina allí. Después de Goldwyn, Neumann, un productor europeo, insistió en hacer una película que ilustrase los ca sos del psicoanálisis. Abraham suscribió el proyecto. Neumann era director del departamento cultural de la productora UFA. Se trataba de una propuesta más seria, menos sensacionalista. Abraham escribe a Freud: El director de una importante compañía cinematográfica vino a verme con la intención de producir una película de populariza ción sobre el psicoanálisis, con su autorización ... No preciso decir que este tipo de cosa no es muy de mi agrado. Tampoco preciso explicar que semejante proyecto está de acuerdo con el espíritu de la época y que c ierta m en te será ejecutado, si no con n o s o tr o s , por personas incompetentes. Tenemos en Berlín tantos analistas “salvajes” ... Citaré sólo a Kronfeld, Schultz, Hattinberg ... Es evidente que existe una notable diferencia entre esta propuesta y la del americano Goldwyn. El proyecto es el siguiente: la primera parte servirá de introducción, presentando ejemplos sugestivos para ilustrar la represión, el inconsciente, los sueños, los actos fallidos, etc. El director, que conoce sus escritos, se entusiasmó, por ejemplo, con la comparación que usted hace con el intruso, en las C in c o co n feren cia s para ilustrar la represión y la resisten cia. La segunda parte deberá presentar un destino humano a la luz del psicoanálisis, y mostrar cómo se curan los síntomas ner viosos ...8 Freud, una hora después de recibir la carta, responde: Estimado amigo: El famoso proyecto no me agrada ... Mi principal objeción es que no me parece posible hacer una presentación plástica mínima mente seria de nuestras abstracciones. No vamos ... a concordar con algo insípido. El Sr. Goldwyn por lo menos era lo suficiente mente inteligente como para atenerse al a sp ecto d e n u estro tem a qu e p e r m ite p e r fe c ta m e n te u n a p r e se n ta c ió n p lá s tic a , a sa b e r , el a m o r . El pequeño ejemplo que usted menciona, la presentación
de la represión a través de mi comparación de Worcester, me pa rece más ridículo que instructivo ... *1. “Principesca' relativamente. En el universo de Hollywood, la suma de 1 0 0 mil dólares no era gran cosa, si pensamos que Marión Brando cobró un millón por 10 minutos de participación como papá de Superman. 350
Su Freud9
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Y tenía razón. El ejemplo mencionado era el del intruso que sa can afuera por la puerta y vuelve por la ventana. En realidad, una es cena típica del cine mudo. Sabemos por Clark que Freud, después de su primera noche en el cine en Nueva York, había quedado irritado con las “locas persecuciones del cine mudo”10. Hubo un intercambio de cartas. Abraham escribe: “El trabajo de la película avanza bien. Sachs se dedica integralmente a él, con mu cho talento; por mi parte, intento dar lo mejor de mí*11. Pero el tráfico epistolar no es fluido: “Usted sabe, estimado profe sor, que no me agrada realmente volver a discutir este caso de la pelí cula. La acusación de aspereza (en su circular) me coloca nuevamente en una situación en la que lamentablemente me he visto muchas ve ces”12. De hecho, esta polémica sobre la “figurabilidad en el celuloide” tiene que ser considerada en el marco más general de las relaciones entre Viena y Berlín. Estas relaciones estaban bastante tensas desde el Congreso de Salzburgo, del cual, como vimos, había resultado la ruptura con Otto Rank. Tal vez esa riña fue la responsable del malentendido cinemato gráfico. Porque, ¿cómo es posible que el hombre que describió el tr a ba jo d e l su e ñ o y las condiciones de figurabilidad del proceso primario no reparase en la entrañable afinidad entre la imagen onírica y la imagen cinemática? El cine como fábrica de sueños. ¿Cómo es posible, en la misma línea, que Freud no explorase la “isonomía” plástica, en este año de 1925 en que acaba de explorar las posibilidades de la “pi zarra mágica”13. A todo esto, la filmación de la película continuaba de acuerdo con el cronograma. Georg Wilhelm Pabst, el director, tenía 40 años y ha bía comenzado su carrera en 1919. Su estilo fue caracterizado como “realismo fantástico social”, de base expresionista, típica de la bri llante camada de jóvenes directores alemanes de posguerra, como Fritz Lang y Lubitsch*2. Su última película, L a calle sin a le g r ía , es trenada en 1925, marcó la entrada triunfal de Greta Garbo. Pabst es un inspirador de la estética del cine de Deleuze. En la noche del estreno de S ecreto s d e un a lm a , la platea del Gloria-Palais aplaudió sin reservas; la reacción de la prensa alemana fue de una rara unanimidad. El B e r lin er M o r g e n p o st proclama: “El prin cipal problema era traducir en imágenes los sueños y visiones fantás ticas ... cosa que el realizador G. W. Pabst concretó con maestría. También aquí se pone de manifiesto la grandeza de su dirección, es
pecialmente en el trabajo de expresión de las sutilezas psicológicas. Esta película nos cautiva desde el primer instante, el suspenso y el interés humano no disminuyen en momento alguno ... Wemer Krauss interpreta el papel de paciente con maestría’"3 ... Provocó una ova ción”14. El éxito fue bombardeado por E l a cora za d o P o tem k in . La pelí cula de Eisenstein se estrenó exactamente un mes después de S e c r e tos d e un a lm a . “El éxito de P o tem k in prácticamente borró del mapa todo lo anterior”15. La imagética marxista triunfó sobre la freudiana. Jones asistió a la p re m ié r e , pero sólo comenta que la película tu vo una repercusión negativa en la prensa británica; dice que causó consternación saber que había sido autorizada por el presidente de la Asociación Psicoanalítica, o sea por Abraham. En la misma línea, en agosto, Freud se quejó de que la compañía cinematográfica, sin su consentimiento, estuviera presentando la película como realizada “con la cooperación de Freud”16. En Nueva York corría la voz de que “cada centímetro del celuloide había sido planeado y examinado por el Dr. Freud”17. Por otro lado, Sachs, principal responsable del filme a causa de la enfermedad de Abraham, se quejó de que Storfer hubiera publicado y distribuido un artículo desvalorizador de la película. Freud consideraba exagerado el punto de vista de Abraham; éste le envió una elaborada exposición de sus críticas y le recordó que su jui cio había demostrado ser correcto en el pasado. Eso irritó a Freud, to davía susceptible por el pleito anterior. Dijo que .no había razón para pensar que “el primer analista alemán” estuviese siem p re en lo cierto. La carta terminaba en ese tono, pero con Freud expresando calurosos deseos por la recuperación de Abraham. Cosa que no se produjo. Abraham, con todo, siguió escribiendo cartas optimistas. Y Fliess entró en la historia. Abraham escribe: Debo someterme ... a un tratamiento que concierne a mi nariz y garganta, con Fliess. Si esta carta no fuese tan larga, le contaría cómo mi enfermedad viene confirmando, de manera extraordina ria, los puntos de vista de Fliess sobre la periodicidad18. Las vueltas irónicas del destino. Abraham -e l Santo Tomás, el antisupersticioso, el “sobrio científico” como lo llama Max Schur- y Fliess19. La carta siguiente retoma el tema: T
Quizá le interese saber que Fliess, que tuvo noticias de su enfer-
*2. “Pabst es, entre los maestros, el que hace surgir un mundo extraño, cuyos elementos son tomados de la vida cotidiana ... Lo más importante para él era la composición de la imagen” (comentario de Jean Renoir en Patrick Lacoste, Psicanálise na tela, 1990, Río de Janeiro, Zahar, pág. 20).
*3. Wemer Krauss fue uno de los “monstruos sagrados” del cine alemán. Actuó junto con Greta Garbo en La calle sin alegría, pero su más importante papel fue el del Doctor Caligari (Psicanálise na tela, op. cit., pág. 66).
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medad hace dos años, me preguntó repetidas veces por el estado de su salud, con el más cálido interés20. Freud no acusa recibo de esos saludos, y en la circular que envía a los miembros del Comité comenta que “esta expresión de simpatía después de 20 años me deja completamente indiferente”21. La misma circular se refiere al “problema cinematográfico”, señalando la “grose ría de Abraham22. Sin duda a Freud no le cayó bien la manera elo giosa y admirativa con que era recordado Fliess. Su irritación con Abraham por la riña con Storfer habría sido, entonces, una reacción desplazada. Para Pentecostés, comenta Jones, Abraham dio conferencias en Holanda y volvió con una grave bronquitis. “La historia que nos con taron*4 en ese momento era que inadvertidamente había tragado una espina de pescado que se incrustó en un bronquio, provocando una in fección purulenta.”23 En julio fue a recuperarse a una casa de reposo. Durante el Congreso de Bad Hombug, en el que tuvo que ejercer la presidencia, se lo vio enfermo y bajo la influencia de la morfina, única manera de controlar la tos24. La salud de Abraham se deterioró rápidamente en setiembre de 1925, y nunca más pudo retomar su práctica psicoanalítica. Jones di ce que Fliess fue “el principal responsable de su tratamiento durante la enfermedad final”25. En octubre de 1925, el discípulo aún conti nuaba escribiendo cartas optimistas, pero después comenzó a hun dirse rápidamente y murió el día de Navidad de ese año. Todo hace pensar que su muerte se debió a un cáncer de pulmón, y que fue ace lerada por una operación de vesícula biliar realizada a fines de octu bre, en el día establecido por los cálculos de Fliess26. Su muerte súbi ta y prematura conmovió a la comunidad psicoanalítica. “Su muerte es una iniquidad del destino”, comentó Freifd, tomando coraje para escribirle a la viuda: “Desde que le mandé el telegrama, al recibir la noticia de la muerte de su marido, no conseguí escribirle. Era dema siado difícil y esperaba que se volviese más fácil ... Pero me doy cuenta de que postergar fue inútil: resulta tan difícil ahora como lo fue antes. No encuentro sustituto para él, ni palabras de consuelo para usted”27. Abraham fue uno de sus grandes muertos, junto con Sophie, su nieto y Antón von Freund. En una carta a Jones le abre su corazón: “Quién hubiera pensado, cuando nos encontramos en Harz, que él se ría el primero en partir de esta vida irracional. Debemos continuar trabajando, manteniéndonos juntos. Nadie puede personalmente sus tituir su pérdida en el trabajo, aunque nadie es indispensable. Pronto
voy a partir yo; los otros, espero que mucho después, pero nuestro trabajo debe continuar ...”28. Abraham, como vimos, había estudiado embriología antes que psiquiatría29. Su trabajo más importante versa sobre los estadios de desarrollo de la libido30-31. Él hizo más complejo el esquema epigenético de Freud, desdoblando cada uno de los estadios libidinales. Así tenemos una fase oral de succión y otra llamada oral-canibalística , bajo la primacía de los dientes; un estadio anal retentivo y otro expul sivo, antes que advenga una fase genital, pasaje previo al momento fálico final. Este cronograma se complica aún más porque marcha en paralelo con estadios del desarrollo del yo [autoerótico, narcisista y anaclítico] y estadios del desarrollo de las relaciones de objeto (par cial, total). La secuencia genética de Abraham gozó de mucho presti gio hasta los años 50. Luego, lo que se denominó el “estadismo” de Abraham comenzó a ser criticado, incluso por Anna Freud. Ella escri be: “La fase oral, por ejemplo, persiste por meses después del estable cimiento de la organización anal. Las manifestaciones sádico-anales no desaparecen con el comienzo de la fase fálica. El período de latencia está presente uno o dos años, coexistiendo con las tendencias del período infantil”32. Esa cronología fija no está en la obra de Freud, quien afirma: “Estamos retratando cada una de esas tendencias (se xuales) como una corriente que ha sido continua desde el principio de la vida, pero que dividimos, hasta cierto punto artificialmente, en su cesivas embestidas separadas”33. Lacan, por su lado, critica toda esta concepción del desarrollo que parte de un punto de vista genético, aunque su “estadio del espejo” se presenta como momento fundante.
4. ¿Quién la contó? Da la impresión de que la historia de la enfermedad de Abraham está mal contada.
Según Ernest Jones, 1926 fue un “año típico”34, sin grandes in tervenciones. ¡Sólo hubo 48 visitas al consultorio de Pichler, una biopsia, dos cauterizaciones y ensayos con tres prótesis! En febrero Freud sufrió accesos de angina en la calle y fue inter nado tres semanas en el Sanatorio Cottage, donde continuó atendien do a dos pacientes diarios. Desde el sanatorio le envió una extensa carta a Eitingon que traduce bien su situación física y emocional: “Sí, con certeza recibiré al Comité, a usted, Ferenczi, Jones y Sachs, a co mienzos de mayo. Pretendo interrumpir mi trabajo del 6 al 10 de ma yo para dedicarme exclusivamente a ustedes, mis huéspedes. Algo que contribuye a ese encuentro es la idea de que éste bien puede ser el úl timo con mis amigos. Digo esto sin animosidad contra el destino, sin ningún esfuerzo de resignación, sino simplemente como un hecho 35. Éste es un tema que reiterará en innumerables cartas: “Es indu dable que presento signos de una afección del miocardio que no se puede tratar simplemente dejando de fumar. Mis médicos dicen que es sólo algo leve, que pronto habrá una mejoría y cosas semejantes ... pensando ... que yo me comportaré bien y no atentaré contra las con venciones establecidas ”36.
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¿Cuáles son esas convenciones? Probablemente el suicidio, ya que Freud continúa: “Usted puede imaginar que ante esta conjunción de datos ... no puedo sentirme descontento por mi corazón, ya que la afección cardíaca abre ante mí la perspectiva de un final no muy dila tado ni demasiado desafortunado”37. “Evidentemente Freud tampoco podía escapar a la diferencia emocional entre enfermedad cardíaca y enfermedad neoplásica.”38 Ma les que están en las antípodas de nuestro imaginario. Es interesante consignar que el corazón es el único órgano que no acepta al cáncer. La muerte cardíaca podía ser un anhelo, pero el estado físico re sultante, combinado con el insulto corporal del neoplasma y sus se cuelas, habían minado las energías del viejo. Su estado anímico era pésimo. Reich, que lo vio en esa época, se espantó ante su “expresión triste, realmente desesperada”39. También a Ferenczi, que lo visitó de paso por Viena, lo alarmó el estado del Profesor. El húngaro ofreció quedarse en Viena para analizarlo40. Jones comenta que “Freud que dó sensibilizado por la oferta...”41. Junto a la enfermedad y sufrimiento físicos también estaba fres co el entierro de Abraham. Súmense a eso sus inminentes setenta años. Freud había dejado de frecuentar la Sociedad de Viena desde su gran operación, pero se empeñó en estar presente en la reunión en memoria de Abraham. El número siguiente de la Zeitschrift iba a de dicarse a la celebración de su septuagésimo cumpleaños, pero él ins truyó a Radó para postergarla en homenaje a la memoria del Primer Analista Alemán42. “No se puede celebrar ninguna fiesta hasta tanto no se cumpla con el deber del duelo.”43 Por otra parte, su cardiólogo, que había diagnosticado una mio carditis, le recomendó que dejara de trabajar por un tiempo, pero Freud decidió continuar con un régimen moderado de pacientes. De seaba seguir tratando a Marie Bonaparte, mientras ella estuviese en Viena. Notas de Pichler V Desde la última consulta, el paciente fue atendido dos veces por el Dr. Wolf a raíz de un absceso paradentario en el primer pre molar inferior izquierdo. Gran mejoría después del curetaje. Co mo el ápice puede ser alcanzado por el escarificador y el paciente está por ausentarse de Viena, el diente fue extraído con los dedos y sustituido por gutapercha blanca, en una reproducción de la prótesis. En cuanto a los 70 años, además del peso implícito de la edad, las conmemoraciones lo incomodaban. No estaba para fiestas. Por un momento pensó en escapar, enclaustrándose en una clínica, “pe ro concluyó que eso sería demasiado cobarde e indelicado con quie nes le deseaban bien”44. Llovieron telegramas y cartas. Los cinco 356
continentes lo saludaban: desde Rabindranath Tagore de la India hasta Honorio Delgado del Perú; desde Einstein hasta Salvador Da lí, pasando por Romain Rolland, Yvette Gilbert y la Universidad He brea de Jerusalén, de la cual él era uno de los directores honora rios45. La carta más conmovedora fue la de la viuda de Breuer, a la cual respondió como sigue: “Su carta trajo de vuelta, como un rayo, todas las cosas, desde el momento en que, al mirar por la puerta del consultorio, la vi por primera vez sentada con su hija de unos dos años de edad ... todos esos años en que casi pude considerarme como de su familia, y después todos los nuevos acontecimientos en mi vi da. Acepte mi agradecimiento más sentido, también en recuerdo del pasado”46. En esa época, Romain Rolland era una estrella de primera mag nitud. Freud no lo admiraba como maestro o conquistador, pero se entusiasmaba con el ideólogo, con el pacifista, con la sabiduría del hombre. Rolland había ganado el Premio Nobel de la Paz. Predicaba la justicia, la tolerancia, la reconciliación de los pueblos, como lo ates tigua su Jean-Christophe. Ecléctico en la visión presocrática del tér mino, él combinaba su pasión por las religiones orientales con, curio samente, una firme aproximación a la Unión Soviética. El asunto comienza con la timidez de los adolescentes: Freud es cribe a Monod-Herzen, en 1923: Ya que usted es amigo de Romain Rolland, puedo pedirle que le transmita la respetuosa admiración de un desconocido47. Así se inicia la historia de un conmovedor correo sentimental. Después de algunas cartas, los dos hombres deciden encontrarse; Stefan Zweig los pone en contacto. “En Viena, hacia las nueve horas de un jueves de mayo de 1924, Freud y Rolland saborearon un té chino y bombones.”48 Freud venía de su primera operación y su francés, que nunca fue bueno, necesitaba la traducción de Stefan Zweig. Hablaron de El al ma encantada, la última novela de Romain que Freud había leído con placer. La colección de antigüedades llamó la atención del visitante, quien luego le hará un comentario a un amigo sobre ese “departa mento lleno de pequeños dioses, de millares de monstruos en minia tura, fetiches, proyecciones alucinadas de los sueños religiosos y eró ticos de las razas humanas”49. Encuentro memorable, en el que Freud instaura a Romain Ro lland en el lugar fliessiano de su analista imaginario50: “Cuando es toy solo en mi gabinete de trabajo, a menudo pienso en la hora en que usted nos hizo el regalo de su presencia, a mí y a mi hija, y mi imagi nación lo pone de nuevo en la silla roja ...”51. Los confites van: ¡Hombre inolvidable -escribe Freud- que volaste a tales alturas 357
enfrentando tantas dificultades y sufrimientos! Que lo reveren cien como artista y apóstol del amor entre los hombres ...52 Y vuelven: ¡Que por mucho tiempo todavía -responde Romain Rolland- pue da la luz de su espíritu atravesar la noche de la vida ! 5 3
¿De qué amor se trata? Rolland es diez años menor y tiene la ce lebridad mundana de su lado. Antiguos sentimientos, antes suscita dos por Fleischl o por el propio Jung, despiertan ahora ante el padre de Juan Cristóbal. No todo son rosas en la correspondencia. Después de leer E l p o r v e n i r d e u n a i l u s i ó n , Romain Rolland le reprocha a Freud que no haya basado la vivencia religiosa en lo que él denomina “sentimiento oceánico”, expresión tomada de los místicos hindúes. Ese sentimiento para él es “completamente independiente de todo dogma, de todo credo, de toda Iglesia constituida, de todo libro santo, de toda esperanza de sobrevida personal, etc.; se trata de la sensación simple y directa de lo E te r n o ...”54. Freud no se siente cómodo en ese frente. Más tarde escribirá en E l m a le sta r en la c u ltu ra : “Las opinio nes expresadas por un amigo muy admirado ... me causaron bastan tes dificultades. Yo no puedo descubrir ese sentimiento «oceánico» en mí. No es fácil lidiar científicamente con sentimientos”55. Freud cree que tal sentimiento se basa en un deseo infantil de protección pater na y, de hecho, le reprocha a Romain Rolland que sea junguiano. Po demos considerar el primer capítulo de E l m a le s ta r . .. como una carta abierta a su amigo francés. Si bien Freud no experimentaba el senti miento oceánico, podía, “por lo menos, otorgarle, un estatuto metapsicológico”56. Era un retorno al estado de fusión del yo primitivo del be bé, un retorno a la simbiosis primordial con la madre. m Se puede conjeturar, empero, que hubo un cierto malestar entre el “animal terrestre y su amigo oceánico”57, según el sugestivo título del ensayo de Fisher. Freud demoró dos años en enviar el libro a su amigo. Luego hubo un silencio de cinco años, hasta que Freud, en ocasión de los 70 años de Romain Rolland, escribe la famosa carta en la que le confía el episodio de la Acrópolis. Carta que va derivando, en sus asociaciones libres, a la manera de una sesión psicoanalítica. Se puede decir que, en ese verdadero texto fundamental, Freud da término al autoanálisis que había iniciado con Fliess.
En el día de su aniversario, el 6 de mayo, los discípulos se reunie ron en la sala de espera de Berggasse 19 y le entregaron 30.000 marcos (4.200 dólares) reunidos entre los miembros de la Asociación. Él desti nó las cuatro quintas partes a la V e r la g , y un quinto a la Clínica de Viena. Ernest Jones, que estaba presente, recuerda que en el discurso de despedida, Freud hizo un llamado para que “diésemos testimonio frente a la posteridad de los buenos amigos que él tuvo”59. La parte más enfática, empero, fue su alerta para que “no nos ilusionemos por los éxitos aparentes, en la confrontación con las fuerzas de la oposición que aún no han sido superadas”60. Al día siguiente tuvo lugar la anun ciada sesión con todo el Comité. Duró siete horas y media. Ésa fue la última vez que Freud se reunió con los Señores del Anillo en pleno. La “fuerzas de la oposición”, en efecto, subsistían. El mundo aca démico de Viena ignoró por completo las celebraciones, y poco des pués hubo una ola de reacción negativa, en parte atribuida a la reper cusión de la acción judicial promovida contra Theodor Reik, acusado de “charlatanismo”61. Era el primer ataque dirigido contra un analis ta no médico, que planteó la importante cuestión del análisis lego.
Volviendo a los setenta años de Freud, todos los periódicos de Viena y la mayoría de la prensa alemana publicaron artículos espe ciales. El alcalde de Viena le entregó personalmente el diploma de B ü r g e r r e c h t de la ciudad y el periódico de la B’nai B’rith publicó un número de homenaje. Freud comentó: “Me considero uno de los más peligrosos enemigos de la religión, pero ellos no parecen tener la me nor sospecha al respecto”58.
La cuestión del análisis lego como causa, como síntoma de la institucionalización del psicoanálisis, merece especial atención. Polémi ca en la encrucijada de la década del 20. La prehistoria de este pro blema es antigua, él viene en la cola del cometa llamado hipnotismo. Hagamos historia. En agosto de 1889, después de su visita a Nancy, Freud viajó a París para asistir al P r im e r C o n g r e so In te r n a c io n a l d e H ip n o t is m o E x p e r im e n ta l y T era p éu tico , que tuvo lugar en agosto de ese año. En tre los inscriptos figuraban grandes pesos pesados del universo psi: Babinski, Bernheim, Binet, Delboeuf, Forel, Gilíes de la Tourette, William James, Lombroso, Van Emden, además del propio Freud. Ésa fue la primera vez que Freud, para dar una nota frívola, conoció a Yvette Gilbert, la ch a n son iére “irrespetuosa”62. Dos grandes polémicas dominaron ese congreso de fuertes pasio nes. La primera, más previsible, planteaba la vieja historia del esta tuto de la histeria, y podría resumirse como sigue: la hipnosis ¿era una forma artificial de histeria (Salpétriére), o un legítimo método te rapéutico (Nancy)? La segunda polémica -sutilmente relacionada con la primera- “fue más marginal y rápidamente ocultada por un voto casi unánime de los participantes”63. Se refería al estatuto del hipnotizador. ¿Quién estaba legitimado para practicar el hipnotismo? Paul-Louis Ladame, de la escuela de la Salpétriére, sostenía que era un asunto puramente médico, un recur so más de la panoplia terapéutica. Su oponente, Joseph Delboeuf, profesor de la Universidad de Lieja, sostuvo que no existía ningún ra p p ort entre la medicina y el hipnotismo, del mismo modo que no lo había “entre la geometría y la religión, ni entre la física y la música ... aunque lo ideal sea un hipnotizador médico”64. En 1889 (acababa
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de fundarse el Instituto Pasteur), el poder médico estaba en su apo geo, y la posición de ese teórico del hipnotismo que era Delboeuf fue violentamente rechazada. ¿Dónde se ubicaba Freud en este debate? Es una pena que en la correspondencia con Fliess haya una lagu na que va desde el 29 de agosto de 1888 hasta el 21 de julio de 1890. Se pensaba que Freud había favorecido las ideas de la escuela de la Salpétriére, tomando partido por Ladame y apoyando la limitación de la hipnosis para los médicos65. Desde hace poco, empero, gracias a Duyckaerts, sabemos que hubo entre Delboeuf y Freud un intercam bio de cartas en el cual el vienés le agradeció al hipnotizador de Lieja que lo hubiera “estimulado en la práctica de la hipnosis”66. Delboeuf, hoy olvidado, tenía gran renombre en la época. Con este precedente nos aproximamos a la cuestión del psicoanálisis lego tal como surgió en 1925. Antes de la Primera Guerra Mundial los psicoanalistas no médi cos eran escasos. Según Marthe Rohert67 no estaban más que el pas tor Pfister y la pedagoga Hermine Hug-Hellmuth, que se dedicaban exclusivamente al “paidoanálisis”*5. Inmediatamente después de la guerra Melanie Klein inició su brillante carrera de analista de niños, y Rank comenzó a realizar clínica. Anna Freud, otro tanto. Poco a po co se sumaron otros analistas no médicos y el tema del análisis lego pasó a ser importante dentro y fuera de la institución68. Theodor Reik todavía no tenía 22 años en 1910, cuando escribió su tesis de doctorado de filosofía sobre Las tentaciones de San Anto nio, de Flaubert. Le envió el manuscrito a Freud, que quedó intriga do y le dio cita en Berggasse 19. Reik, como Rank un lustro antes, nunca olvidó esa ocasión. Mientras subía las escaleras rumbo al con sultorio -recordaría treinta años después- “me sentía como una doncella yendo a un encuentro amoroso, a tal punto que me latía el corazón”69. Reik fue la “víctima” de la cuestión lega. Había pensado estudiar medicina como paso previo a su derrotero psicoanalítico. Freud, como en tantos otros casos, lo disuadió. “Él tenía otros planes para mí. Me alentó a que dedicase mi vida al psicoanálisis y a la investigación psi coanalítica.” Y así lo hizo. Pero Freud no se contentó con dar el conse jo. Nuevamente, como en el caso de Rank, le consiguió un empleo y, durante años, le pasó una cierta suma de dinero, porque Reik era un joven paupérrimo. Finalmente lo presentó a la Sociedad Psicoanalítica de Viena y, en 1914, en la hora de las trincheras, le consiguió una hora con Abraham. ^Todavía puedo ver su sonrisa cuando cierto día,
*5. Es posible que hubiera otros “analistas legos” clandestinos, a la ma ñera, por ejemplo, de Emma Eckstein, y sin dudas, Lou Andreas-Salomé. 360
después de afanarse subiendo los cuatro pisos a pie, apareció inespe radamente en mi departamento en Berlín. Yo acababa de casarme y era tan pobre como sólo un estudiante de filosofía puede serlo. Freud me trajo la noticia de que la Sociedad Psicoanalítica había resuelto concederme el premio establecido para el mejor trabajo psicoanalítico en el campo del análisis aplicado. Parecía un cuento de hadas, y el hecho más milagroso era la sonrisa de Freud; claramente se veía que lo hacía feliz entregarme la suma de dinero que no era muy grande, pero que para mí representaba una fortuna”70. La denuncia se produjo a comienzos de 1925, cuando funciona rios municipales, aparentemente alertados por Wilhelm Stekel, acu saron a Theodor Reik de ejercicio ilegal de la medicina71. Se le ordenó que interrumpiera los análisis”72. Reik continuó, y al año siguiente fue denunciado por un paciente norteamericano, llamado Newton Murphy, un médico que había ido a Viena para analizarse con el Profesor. Como no tenía hora libre, él lo envió a Theodor Reik, con quien Murphy trabajó algunas semanas. En ese lapso desarrolló una psicosis, en un caso dramático de transfe rencia enfermiza73. El llamado “proceso” a Theodor Reik (en realidad no hubo proce samiento judicial) tuvo lugar en un momento en que el psicoanálisis, entrando en una ola expansiva, amenazaba a sus rivales en un mer cado sofocado por la crisis económica74. La Asociación de Analistas Médicos Independientes, fundada y dirigida por Stekel, lanzó reitera dos ataques a la Sociedad Psicoanalítica de Viena, particularmente en torno de la cuestión de los analistas no médicos. En una conferen cia titulada El caso Hug-Hellmuth y el análisis profano, Stekel fue in cisivo: “Sólo un médico es capaz de hacer un diagnóstico diferencial entre la parapatía y la paralogía. El caso Hug-Hellmuth debe alertar nos sobre los peligros del análisis lego”75. El malestar por la cuestión lega, en efecto, se remonta al “caso Hug-Hellmuth”. También pesaba el suicidio de Tausk. Stekel, perso naje funesto en este momento de su historia, advierte: “¿No llama la atención que tantos analistas hayan puesto fin a sus vidas? Hombres de gran talento, hombres geniales, con grandes esperanzas para el fu turo... Me contentaré con mencionar a los vieneses Tausk, Schrótter y Herbert Silberer”76. En la cuestión lega todas mis simpatías acompañan a Freud, sin reservas. Él batalló con lucidez, sosteniendo una posición teóricamen te correcta, golpeando por encima de la cintura. Fue una lucha desin teresada, aunque desease legitimar a su hija. Su respuesta central se concretó en ¿Pueden los legos ejercer el análisis? (Laienanalyse)77. Pe queño libro singular, escrito en un mes al correr de la pluma. Por su contenido teórico, estipula la especificidad del campo psicoanalítico, pero también puede ser considerado un panfleto dirigido al exterior, al Consejo Médico, y al interior, como disparador de la discusión den tro de la IPA78. Lejos de ser una obra de popularización (se la inter361
pretó así, erróneamente), “la cuestión del análisis lego es la cuestión misma del análisis”79. Freud optó por el género del diálogo, forma literaria que se pres ta para una exposición informal6. Queda claro en el subtítulo: “Con versación con un interlocutor imparcial”. ¿Quién era ese interlocutor? Dos son los posibles candidatos: Alfred Durig, presidente del Consejo de Salud Pública de Viena, y Julius Tandler, secretario del Ministerio de la Salud. Para Karl Sablik80, es más probable que fuese este último, opositor benévolo de Freud, que lo llamaba cariñosamente “viejo salvaje”81. En 1990 apareció una carta inédita de Freud que expresa de la manera más simple y didáctica el punto central de la cuestión. Esta carta sin fecha ni nombre del destinatario probablemente fue dirigida a Tandler. “¿Qué es lo que hay que llamar laico o profano en materia del psicoanálisis? -se pregunta Freud-. Soy de la opinión de que [esas palabras] se aplican a quien no tiene una formación teórica y técnica suficiente en psicoanálisis, independientemente de que posea o no un diploma médico. Los médicos que no estudiaron psicoanálisis en nada se diferencian de los legos, siendo todavía más peligrosos porque no se sienten responsables, escudados tras el diploma.”82 En ¿Pueden los legos...? Freud sostiene que los médicos no tienen motivos históricos para considerarse los únicos que pueden tratar las perturbaciones neuróticas. En la Universidad, el futuro profesional recibe una enseñanza “que es casi la opuesta de la que se necesita pa ra la formación psicoanalítica, particularmente si se considera que la educación médica establece una actitud nociva en relación con las neurosis”83. En efecto, en el prólogo al libro pedagógico de Pfister, Freud ha bía escrito: La práctica del psicoanálisis tiene mucho menos necesi dad de formación médica que de una preparación educativa en psico logía y libre percepción humana. La mayoría de los médicos no están preparados para el trabajo del psicoanálisis”84. Arrastrar a los analistas a los tribunales era una arma más efi caz que las viejas calumnias. Freud le escribe a Eitingon: “El movi miento contra los analistas legos no me parece más que un residuo de la vieja resistencia contra el psicoanálisis en general. Considero todo este movimiento como una expresión de la ira de los vieneses ante el benévolo interés suscitado en el exterior por mi septuagésimo aniver sario. Por eso me siento parcialmente responsable”85. En Laienanalyse Freud toma en cuenta la problemática del diag nóstico, que sólo un médico puede realizar. “En cuanto al diagnóstico,
no cabe duda de que los médicos están mejor preparados que los le gos, ya que un paciente afectado de neurosis puede padecer también de otras patologías.”86 A veces la “neurosis” enmascara una grave psi cosis o un daño neurológico. “La batalla en favor del análisis lego debe emprenderse en algún momento y librarse hasta el final. Mientras tenga un soplo de vida, me opondré a que la medicina degluta el psicoanálisis.”87 En una car ta a Pfister va aún más lejos: “No sé si ha percibido el vínculo secreto entre análisis lego y [el porvenir de una] ilusión. En el primero deseo en aquel proteger al análisis contra los médicos, y en el segundo con tra los sacerdotes. Querría entregarlo a una profesión inexistente hasta ahora, una profesión de curadores legos de almas, que no tiene nada que ver con médicos ni con sacerdotes”88. Freud, como Feuerbach, prefería considerarse un “investigador intelectual de la naturaleza”89, a lo cual sumaba la necesidad de un programa epistemológico y político autónomo90. Para Freud la medicina no es el tabernáculo del psicoanálisis. El sueña con una Universidad Psicoanalítica en la que los estudiantes recibirían una formación humanista además de estudiar biología y psiquiatría. Eso era -y todavía es- una empresa utópica. Freud insis te en la especificidad de la práctica psicoanalítica, que define un nue vo territorio, fronterizo tal vez, pero independiente de la medicina. De hecho, Bemfeld, unos años antes, en 1919, había propuesto la forma ción de una sociedad de no médicos, afiliada a la Sociedad de Viena. El proyecto, respaldado por Ferenczi, no prosperó cuando fue pro puesto en el Congreso de Bad Hombug, en 1925. Hablando de uto pías, el movimiento surrealista, al final de la década del 20, tenía una postura todavía más radical en lo que concierne al análisis profano: el objetivo surrealista no era sólo conceder a los no médicos el derecho de hacer clínica, sino operar un corte radical entre el psicoanálisis y los preceptos médicos*7. En su libro, para darle fuerza autobiográfica a su posición huma nista, Freud declara: “Ya que mi persona está comprometida, puedo ofrecer a todos los interesados en tales asuntos una cierta idea de mis motivos personales. Después de 41 años de actividad médica, mi autoconocimiento me dice que nunca fui realmente un médico. Me formé como médico por un desvío forzado de mi intención original ... Pienso que mi falta de una auténtica vocación médica no perjudicó mucho a mis pacientes”91.
*6. Aquí Freud retoma con toda soltura el “estilo retórico” que Patrick Mahony analizó en el historial de Katharina (Patrick Mahony, Sobre a defi nido do estilo de Freud, 1986, Río de Janeiro, Imago, pág. 47).
¥7. El tema “enseñar psicoanálisis en la Universidad” es un hueso duro de roer. Laplanche le dedica una serie de reflexiones a lo largo de El incons ciente y el ello, donde plantea el problema del análisis personal obligatorio, que implicaría, “simplemente el fin del análisis como proceso independiente, atópico, no normativo” (Jean Laplanche, O inconsciente e o id, 1992, San Pa blo, Martins Fontes, pág. 2).
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En los años 20 los analistas tenían que manejarse cuidadosa mente con las instituciones médicas y psiquiátricas. Además, las So ciedades Analíticas estaban volviéndose corporaciones respetables. Los alumnos extranjeros, al volver a sus países de origen para hacer clínica, pensaban en las ventajas económicas del orden establecido. “En esa empresa, los analistas laicos eran vistos como intrusos ...”92 Las nuevas camadas querían ser cualquier cosa menos “curanderos laicos de almas*. La campaña de Freud en pro de la apertura del psicoanálisis nunca fue un punto pacífico para la grey. La cuestión se volvió alta mente contenciosa, generó debates inconciliables en las revistas psicoanalíticas y soluciones contemporizadoras en los congresos. El li tigio comenzó en el encuentro de La Haya, en 1920, y fue particular mente virulento en el Congreso de Innsbruck, en 1927. La mayoría de los institutos pasaron a exigir el título de médico. Ésta fue la única cuestión en que “los psicoanalistas que endiosaban a Freud y apela ban a sus textos como Biblia sagrada, desconocieron su voluntad y se arriesgaron a contrariarlo*93. A. A. Brill estaba hablando por esa mayoría: “Hace mucho, mu cho tiempo, que aprendí a aceptar lo que el maestro dice incluso an tes de convencerme por mí mismo, ya que la experiencia me enseñó que, toda vez que juzgaba que una afirmación era incorrecta, luego descubría que estaba equivocado. Por otra parte, durante muchos años he intentado concordar con el Maestro sobre la cuestión del aná lisis lego, pero no he sido capaz de aceptar su opinión*94. La cuestión laica se convirtió en una batalla en el seno de la Cau sa en el Congreso de Bad Hombug, en 1925. En esa ocasión se afilia ron cinco sociedades norteamericanas. Las nuevas fuerzas de ultra mar, masivamente antilegas, comenzaron a tener un peso político considerable. Al año siguiente el estado de Nueva York declaró ilegal el ejercicio del análisis lego. Antes, Brill ya había anunciado su deter minación de romper relaciones con Viena. Se comprende entonces que, cuando un paciente le pidió a Freud que lo recomendara al Co mité Psicoanalítico de la Sociedad de Nueva York, el Profesor le dijo: Usted tal vez no sepa que yo no tengo ni una mínima influencia so bre el grupo norteamericano*95. Como era de esperar, Freud descubrió que los verdaderos villa nos de la historia eran los norteamericanos. Él siempre criticó the American way o f life. Tal vez las púas más envenenadas aparezcan en algunos párrafos del Posfacio de 1930, que Eitingon consideró pru dente censurar*8. Allí Freud enumera varios de los vicios de la cultu
8. Este texto fue descubierto por Use Grubrich-Simitis y publicado en Zurück zu Freuds Texten, 1993, Francfort del Meno, Fisher Verlag, págs. 225*9« 364
ra americana, comenzando por el time is money: “No se comprende que intenten constantemente convertir el tiempo en dinero con tanta prisa”96. A esto se suma inescrupulosidad y deficiencia intelectual, ya que “los buenos libros en inglés son demasiado difíciles para ellos, y los alemanes, inaccesibles”97. Todavía peor: “Algunos de ellos, des pués de haber llevado durante años una vida de pirata, amasando fortunas, finalmente vienen a Europa, por escrúpulos de conciencia, a fin de legitimar su relación con el psicoanálisis ...”98. A. A. Brill es el mayor pirata yanqui99. Su posición contra los le gos ya se había puesto de manifiesto en 1921, cuando subrayó que el psicoanálisis lamentablemente había “atraído a muchos charlatanes y curanderos que en él encuentran un medio para explotarla las cla ses ignorantes, prometiendo curar todas las enfermedades”. Y agre gaba: “Como yo me siento un tanto responsable por el psicoanálisis en este país, quiero simplemente decir que, en la medida en que el psicoanálisis es un descubrimiento en la ciencia mental tan maravi lloso como, digamos, los rayos X en cirugía, sólo puede ser utilizado por personas formadas en anatomía y patología”100. Allí está el problema. Un psicoanalista no es un radiólogo . En realidad, la cuestión lega era el epifenómeno, crucial en esa coyuntu ra, de una problemática más vasta que tiene que ver con esa extraña nueva profesión de “analista”. Tras la cuestión lega, estaban en jue go posiciones más profundas, que tenían que ver, en última instan cia, con el lugar del psicoanálisis en el espectro de las ciencias del hombre. Durante toda su vida Freud afirmó que lo que él había des cubierto y el aparato teórico concomitante tenían un espectro de aplicación extremadamente amplio, que articulaba la totalidad de las ciencias sociales en una red en expansión. Mito, folclore, arte, historia, pedagogía, hasta los gambitos de ajedrez eran grano para su molino. “Todas esas infinitas potencialidades se perderían si el psicoanálisis acaba por quedar confinado a una pequeña sección del capítulo sobre terapias de un manual de psiquiatría, al lado de la su gestión hipnótica, la hidroterapia, etc. Eso podría ocurrir si el psi coanálisis pasara a encararse como una rama de la clínica médi ca.”101 En cierto sentido, el psicoanálisis es inclasificable e incalificable. Coincido con Lacan*10 en que quien puede autorizar a una persona
*9. Por cierto, un psicoanalista no es un radiólogo, pero Brill no era un médico común, como su historia lo demuestra. Entre 1908 y 1910, él fue el único analista de la ciudad de Nueva York -en verdad, de todo el país—. En 1911 fundó la Sociedad Psicoanalítica de Nueva York. Desde el comienzo fue el jefe incuestionable del movimiento en los Estados Unidos, donde reinará hasta su muerte, en 1948, ayudado por Jones y la IPA. *10. Con todo, hay que observar que Laienanalyse es un libro poco cita365
con edad para votar, docta o profana, hombre o mujer, homo o hetero sexual, para ser analista, es ella misma. La naturaleza íntima del “procedimiento” se opone a los reglamentos institucionales. Ésa es su fuerza y su flaqueza. Los analistas reunidos en Bad Hombug fundaron una comisión internacional para fijar los criterios de admisión a los institutos psicoanalíticos. Nace el análisis didáctico, la exigencia del análisis per sonal, además de seminarios y supervisiones. “La práctica del psicoa nálisis con finalidad terapéutica -decían los estatutos de la sociedad neoyorquina, ratificados en 1926- deberá limitarse a médicos gradua dos por escuelas médicas reconocidas, que hayan tenido formación es pecial en psiquiatría y psicoanálisis y se conformen a los requisitos de las leyes a las cuales están sujetos.”102 Después del Congreso de Bad Hombug, los ánimos se caldearon aún más. Ln 1928 Freud le dijo a Raymond de Saussure que los nor teamericanos habían instituido una Doctrina Monroe que impediría a los europeos cualquier injerencia en sus asuntos103. A fin de comprender mejor la batalla entre las márgenes del Atlántico conviene partir del hecho de que en los Estados Unidos la tradición psiquiátrica es menos fuerte que en Europa. El universo “psi” americano no comparte conceptos arraigados en el Viejo Mundo, como el de degeneración o las taras lombrosianas. Los yanquis con servan la idea de que cualquier terapéutica del alma debe formar parte del campo de la medicina, pero su concepción del saber médico es, desde el comienzo, más dinámica y alejada de cualquier configuración hereditaria. La visión norteamericana, como luego veremos, pri vilegia el yo en detrimento del inconsciente, en la medida en qué en cuentra en la doctrina freudiana los medios de adaptar al sujeto a una sociedad sin los vicios decadentes de la vieja Europa104. El riesgo de una escisión era real. Jones estaba convencido de que su acto institucional más importante fue mediar entre Nueva York y Viena, tarea ingrata que le valió la animosidad de Freud y de Bnll. A esta gestión diplomática él le dedica todo un capítulo (el IX) del tercer volumen de su biografía**11. Freud llegó a preguntarse si no sería razonable separarse pacífi camente de los analistas norteamericanos, y no ceder en su defensa del análisis lego. A estas alturas, empero, Brill desplegó cualidades de estadista; no quería llevar a sus colegas a una independencia du
do por Lacan, quien, además, tenía una sala de espera atestada de pacientes típico maltrato de los médicos. *11. La compleja actitud de Jones ante el “problema lego” ha sido bien estudiada por Claude Girard en “Positions de Emest Jones et de la API devant l’analyse «profane»”, Reuue Internationale d’Histoire de la Psychanalvse, 1990, III, págs. 105-27. J y 366
dosa. Hizo concesiones tácticas significativas; acordó que la Sociedad de Nueva York admitiría a algunos no médicos en sus filas105. “Estoy muy contento -le escribió Freud a Jones en esa época- porque el con greso transcurrió de manera tan satisfactoria.”106 Coincidentemente, Jones y Eitingon, o sea las nuevas eminencias grises, programaron “una discusión preliminar sobre la forma de los trabajos publicados en el International Journal y en la Zeitschrift, ór ganos de esa Asociación107”. Se publicaron veintiocho de esos traba jos, incluso dos epílogos de Freud y Eitingon108. El resultado fue ad verso a la causa laica. El Profesor no consiguió mantener alineadas ni siquiera a sus propias tropas locales. Varios antiguos adeptos deser taron. Eduard Hitschmann, patricio de la antigua guardia, un camarada de la clase 1905, dijo claramente: “Doy mi firme adhesión a la norma legal establecida por el Ministerio de Salud, de que el psicoa nálisis es un asunto de médicos”109. Isidor Sadger, pionero en la no ción de narcisismo, no fue menos categórico: “Sostengo sólidamente y por principio la opinión de que las personas enfermas deben ser tra tadas exclusivamente por médicos, y que cualquier análisis [lego] de esas personas debe ser evitado”110, *12. Ni siquiera el escurridizo Félix Deutsch hizo más que ocultar su opinión de que el “asunto de la cura era un problema del médico”111. Su mujer, Helene, estaba en el otro bando. Entre las dos líneas en debate, en su contribución al simposio, Jones se posicionó más cerca de la causa de los médicos que lo que consta en su biografía oficial. Inició su declaración de una manera mordaz: “En los primeros tiempos, cuando el psicoanálisis todavía te nía que luchar por su propia sobrevivencia, uno no podía darse el lujo de ser selectivo, «ya que los mendigos no pueden ser remilgados» [beggars are not choosers]. Cualquiera era bienvenido, si estaba dis puesto a luchar de nuestro lado”112. B Para Jones, el título de médico representaba una “garantía’ , ya que “no podía concebir ninguna formación previa que pudiese consti tuir una protección mayor contra ... los desvíos posibles en relación con las formas del pensamiento materialista 113. Además, la medicalización del psicoanálisis lo hacía más respetable -el psicoanálisis se vería protegido por las reglas deontológicas hipocráticas. Freud tenía sus defensores entre los participantes del simposio: varios psicoanalistas ingleses —John Rickmann y Edward Glover, en particular, y ni qué decir los Strachey—no veían nada objetable en la realización de análisis por terapeutas no médicos, siempre que se mantuviese la terapia “claramente diferenciada del diagnóstico” En Inglaterra prosperaban los analistas legos y cerca del 40 por cien to de los miembros de la Asociación eran no médicos115. En la trinche-
*12 Curioso, él fue el analista de Hug-Hellmuth.1 ¡
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.
ra del Profesor también estaba la Sociedad Psicoanalítica Húngara, la cual, con disciplina partidaria, afirmaba que el análisis laico, “con forme el libro de Freud lo demuestra teóricamente, no sólo está justi ficado sino que también es deseable para el progreso de nuestra cien cia”116. Los húngaros, comandados por Ferenczi, fueron los primeros en destacar que “el análisis personal debe representar lo esencial de la formación”117. La talentosa joven guardia, encabezada por Reik y Nunberg, y por supuesto Anna Freud, estaba a favor de la apertura lega. “Tengo la impresión -insiste Hermann Nunberg- de que la resistencia a la práctica del psicoanálisis por laicos no siempre se basa en considera ciones puramente teóricas. Me parece que otros motivos, como el prestigio médico y razones de naturaleza económica, desempeñan un papel. En nuestras filas, como en otras partes, la lucha económica en cuentra su ideología.”118 Con bastante ironía, Nunberg agrega que si el espíritu de sacrificio del médico es tan importante, “una enfermera religiosa obtendría el primer premio”119. Reich es el único de la joven guardia que se inclina por la medicina. Apasionado por cuestiones energéticas, consideraba indispensable la formación médica, en lo po sible pasando por una especialización neurofisiológica. “¿Por qué el prejuicio somático -se preguntaba- sería más dañino que el prejuicio filosófico?”120 Ésa era la temática en los tiempos en que fue escrito ¿Pueden los legos...? El debate eclipsaba un tema viejo y un tema nuevo, ambos candentes. El viejo era el problema Rank, que se arrastraba desde el año del cáncer de Freud. El nuevo, la disputa entre Anna Freud y Melanie Klein. Considero que en esta batalla de los curanderos de almas pesó mucho el hecho de que Freud estuviera ausente, desde 1924, de la arena de los congresos, ya que se reunió por última vez con el Comité en 1926. Su peso político menguaba junto con su salud declinante. El Freud de posguerra, digamos el del Congreso de La Haya, nunca ha bría tenido esa rebelión en la granja. Anna Freud fue al Congreso de Oxford, en 1929, como paladín de su padre, con la retaguardia cubierta por la princesa Marie Bonaparte. Su papel pacificador resultó exitoso. Llevaba una carta paterna para leer protocolarmente en el quincuagésimo cumpleaños de Emest Jones, la víspera del congreso, en la sala de recepción del Queen Anns College, bajo la mirada vetusta de un par de magníficos Dureros. Freud le aconsejó a su hija que no se tomara en serio el “congreso entero”. “Trata a Oxford como una aventura interesante, y de cual quier manera felicítate por no haberte casado con Jones.”121 En el largo plazo se puede decir que los perros ladraron pero la caravana laica pasó. Más aún: en las décadas siguientes el psicoaná lisis quedará en manos de dos analistas profanas, Anna Freud y Me lanie Klein.
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¿Cuál fue el rastro y el resto de esa feroz batalla por la posesión del psicoanálisis? La medicina perdió, la batalla fue ganada por la psicología y su ejército de psicólogas. Nunca una cátedra tuvo taniapa fuerza explosiva de crecimiento. En París, pero* también en Nuéva York, en Buenos Aires, los psicólogos entraron en la vida universita ria en número creciente y democratizaron el psicoanálisis. Hasta, ese entonces, la transmisión del pensamiento freudiano corría por cana: les elitistas. En adelante el saber se masifica, para mortificación de quienes lamentan una posible caída de la calidad. La vida se nos pre senta como una espiral siempre conflictiva, y podemos decir que el psicoanálisis, como el héroe de las historietas, se zafó de las garras de los médicos y del óleo santo de los curas, para caer en el subyugante abrazo amigable de las psicólogas.
NOTAS
1. Emest Jones, A vida e a obra de Sigmund Freud, 1989, Río de Janei ro, Imago, III, pág. 120. 2. New York Times, artículo del 21 de diciembre de 1924. 3. Emest Jones, op. cit., III, pág. 125. 4. Peter Gay, Freud, urna vida para o nosso tempo, 1989, San Pablo, Companhia das Letras, pág. 414. 5. New York Times, 24 de enero de 1925. 6. M. Robert, La revolución psicoanalítica, 1978, México, Fondo Nacio nal de Cultura, pág. 434. 7. Ernest Jones, op. cit., III, pág. 115. 8. Carta de Abraham a Freud del 7 de julio de 1925, Hilde Abraham y Emst Freud, A Psychoanalytic Dialogue: the Letters of Sigmund Freud and Karl Abraham, 1907 1926, 1965, Nueva York, Basic Books, pág. 362. 9. Carta de Freud a Abraham del 9 de junio de 1925, ibíd., pág. 365. 10. Ronald Clark, Freud, el hombre y su causa, 1985, Buenos Aires, Pla neta. 11. Hilde Abraham y Emst Freud, op. cit., pág. 392. 12. Carta de Abraham a Freud del 27 de octubre de 1925, ibíd., pág. 398. 13. SE, XIX, págs. 228-233. 14. Patrick Lacoste, Psicanálise na tela, 1990, Río de Janeiro, Zahar, pág. 60. 15. Siegfried Kracauer, De Caligari a Hitler, 1988, Río de Janeiro, Zahar. 16. Emest Jones, op. cit., III, pág. 125. 17. Revista Time, 27 de octubre de 1925. 18. Carta de Abraham a Freud del 8 de setiembre de 1925, Hilde Abra ham y Emst Freud, op. cit., pág. 395. 19. Max Schur, Freud, vida e agonía, 1981, Río de Janeiro, Imago, II, Pág. 475. 20. Carta de Abraham a Freud del 19 de octubre de 1925, Hilde Abra ham y Ernst Freud, op. cit., pág. 397. 369
21. Carta-circular del 20 de octubre de 1925 a los miembros del Comité. 22. Max Schur, op. cit., II, pág. 476. 23. Emest Jones, op. cit, III, pág. 122. 24. Ibíd., III, pág. 123. . 25. Ibíd., págs. 123-6. 26. Carta de Abraham a Freud del 19 de octubre de 1925, Hilde Abrahain y Erast Freud, op. cit., pág. 397. 27. Carta de Freud a la señora Abraham del 17 de enero de 1926 Hilde Abraham y Emst Freud, op. cit., págs. 399-400. 28. Carta de Freud a Jones del 10 de diciembre de 1925, The Complete Correspondence of Sigmund Freud and Ernest Jones, 1908-1939, 1993, Lon dres, Harvard University Press, pág. 591. 29. James Brown, Freud and the Post-freudians, 1961, Penguin Books pág. 21. 30. Karl Abraham, “Un breve estudio de la evolución de la libido consi derada a la luz de los trastornos mentales”, Psicoanálisis clínico, 1924, págs. 319-81. 31. Karl Abraham, “La formación del carácter en el nivel genital del de sarrollo de la libido”, ibíd., págs. 311-18. 32. Anna Freud, “Indications for child-analysis”, 1945, The Psychoanalvtical Study of the Child, I, págs. 215-45. 33. SE, XVI, pág. 340. 34. Ernest Jones, op. cit., III, pág. 135. 35. Carta de Freud a Eitingon del 19 de marzo de 1926, citada por Er nest Jones, op. cit., III, págs. 131-3. 36. Ibíd., pág. 132. 37. Ibíd., pág. 133. 38. José Schavelzon, Freud, un paciente con cáncer, pág. 101. 39. W. Reich: Reich habla de Freud, 1970, Barcelona, Anagrama, pág. 21. 40. Carta de Ferenczi a Freud del 26 de enero de 1926. 41. Emest Jones, op. cit., III, pág. 131. 42. Ibíd. 43. Carta de Freud a Radó del 28 de enero de 1926, citada por Ernest Jones, op. cit., III, pág. 131. 44. Ibíd., III, pág. 133. 45. Carta-circular de Viena, 18 de febrero de 1926. 46. Ernest Jones, op. cit., III, pág. 134. 47. Carta de Freud a Monod-Herzen del 8 de febrero de 1928, Sigmund Freud. Correspondencia de amor, 1981, Río de Janeiro, Imago, pág. 398. 48. E. Roudinesco, Historia da psicanálise na Franca. A batalha dos cem anos, 1986, Río de Janeiro, Zahar, I, pág. 97. 49. D. J. Fisher, “Sigmund Freud and Romain Rolland: the terrestrial ani mal and his great oceanic friend”, American Imago, 1976, XXXIII, págs. 1-59. 50. H. y M. Vermorel, “La correspondance de Sigmund Freud et de Ro main Rolland”, Revue Internationale d’Histoire de la Psychanalyse, II, pág. 284. 51. Colette Comubert, Freud et Romain Rolland: essai sur la découverte de la pensce psychanalytique par quelques écriuains francais, citado por H. y M. Vermorel, ibíd., pág. 284. 52. Carta de Freud a Romain Rolland del 29 de enero de 1926, Sigmund Freud. Correspondencia de amorf 1981, Río de Janeiro, Imago, pág. 420. 370
53. Carta de Romain Rolland a Freud del 6 de mayo de 1926, citada por Roudinesco, op. cit., I, pág. 97. 54. Carta de Romain Rolland del 3 de octubre de 1927, Cahiers de R o mán Rolland , 1967. 55. SE, XXI, págs. 64-5. 56. H. y M. Vermorel, ibíd., II, pág. 285. 57. David James Fisher, “Psicanálise e engajamento: Otto Fenichel e os freudianos políticos”, Revista Internacional da Historia da Psicanálise , I, 1988, Río de Janeiro, Imago. 58. Carta a M. Bonaparte del 26 de abril de 1926. 59. Ernest Jones, op. cit., III, pág. 135. 60. Ibíd. 61. Carta-circular del 19 de julio de 1926. 62. The Diary o f Sigmund Freud 1929-1939, editado por Michael Molnar, 1994, Londres, The Freud Museum, pág. 47. 63. Fran^ois Duyckaerts, “Delboeuf-Ladame: un conflit paradigmatique!”, Revue Internationale d ’Histoire de la Psychanalyse, III, 1990, pág. 26. 64. J. Delboeuf, Le magnétisme animal. A propos dune visite a l’Ecole de Nancy , 1889, París, Alean, citado por Fran^ois Duyckaerts, ibíd., III, pág. 27. 65. SE, I, págs. 75-88. 66. Frangois Duyckaerts, “Les réferences de Freud á Delboeuí , Revue International d ’Histoire de la Psychanalyse, 1993, VI, 1993, pág. 234. 67. M. Robert, op. cit. 242. 68. Ibíd. _ _ 69. Theodor Reik, From Thirty Years with Freud , 1940, Nueva \ork, Farrar & Rheinhart, pág. 45. 70. Ibíd., pág. 55. . 71. Carta de Theodor Reik a Abraham del 11 de abril de 1925, citada en Harald Leupold-Lowenthal, “Le procés Theodor Reik”, Revue Internationale d ’Histoire de la Psychanalyse, 1990, III, pág. 61. 72. Peter Gay, op. cit., pág. 445. 73. Harald Leupold-Lowenthal, ibíd., III, pág. 58. 74. Karl Sablik, “Sigmund Freud et Julius Tandler”, Revue Internationa le d ’Histoire de la Psychanalyse, 1990, III, pág. 91. 75. Harald Leupold-Lowenthal, ibíd., III, pág. 19. 76. W. Stekel, “Límites, peligros y abusos del psicoanálisis”, 1922. 77. SE, XX, págs. 183-257. 78. H. Leupold-Lowenthal, ibíd., III, pág. 62. 79. Citado por Jacques Schotte, “La signification de Tanalyse profane , Revue Internationale d ’Histoire de la Psychanalyse, 1990, III, pág. 40. Se re comienda la lectura del prólogo de Pontalis a la traducción francesa de este libro de Freud. 80. K. Sablik, ibíd., III, pág. 97. 81. Manuscrito N° 4017/22, de la colección de la Universidad Médica de Viena, citado por Sablik, ibíd., pág. 96. 82. Carta a un corresponsal anónimo, Revue Internationale d Histoire de la Psychanalyse, 1990, III, pág. 17. 83. SE, XX, pág. 252. 84. Prólogo al libro de Pfister, Die psychoanalytische Methode , 1913. 85. Carta de Eitingon del 17 de julio de 1926. 86. SE, XX, pág. 240. 371
87. Carta de Freud a Federn del 27 de marzo de 1926 citada cor Fe are th' fre“di“" S? ^ " marb *° »» unpubl¡.hed 88. Carta de Freud a Pfister del 25 de noviembre de 1926 Corresoon dance de Sigmund Freud avec le pastear Pfister, 1967, París, Gaílimard, pág. on pUf W‘,! j eUwrbach’ Das Wesen des Chnstentumes, 1843, pág x de l/n rin tnC^ di-Ma?CI0> “Psy9hanalyse, profanes et sauvagesfpféhistoire
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91. SE, XX, pág. 253. 92. Peter Gay, op. cit., pág. 449. 93. Ibíd.
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treal9pág. l 02eUd’ ÍnédÍt0”’ Trans revue de Psychanalyse, 1993, Mon97. Ibíd. 98. Ibíd. 99. Peter Gay, op. cit., pág. 451. pág. iv°' A A BrÍ11’ Fundamental Conceptions of Psychoanalysis, 1921, 101. Ernest Jones, op. cit., III, págs. 288-9 X
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iii-xif ° 4' C ° berndorf’ A Hlst°ny Of Psychoanalysis in America, 1953, pág. 105. Peter Gay, op. cit., pág. 454. 106. Carta de Freud a Jones del 4 de agosto de 1929 The Cnmniot» r rreSP° ^ e^ ^ ^ f mund Freud™d Ernest Jones,, 1908-1939, pág. 661.
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^ 294 109. En “Discussion on Lay Analysis”, loe. cit., VIII, pág. 124 II P Ibíd” 'm
C X i T hnf> rúr Pwch°a"°¡y*- 1S27- XIII. P ie 274 . 112. Susan Heenen-Wolff, “La discussion sur l’-analyse profane» de n » 113. Ibíd. 114. Internationale Zeitschñft für Psychoanalyse, 1927, XIII, pág 211 }}£• Ernest Jonea, op. cit., III, pág. 293. ’Pg 116. Discussion on Lay Analysis”, loe. cit., VIII, pág. 251. 118 i S u X T x m 'S f í f '
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En la mañana del 24 de enero de 1988, Peter Gay se llevó un sus to al abrir la parte literaria del New York Times. En ella Stephen Schwartz, identificado “como un miembro del Instituto de Estudios Contemporáneos de San Francisco”, hacía acusaciones gravísimas contra Max Eitingon1. Schwartz se basaba en la Historia de la KGB de John Dziak2, donde aparecían una serie de incriminaciones contra el último de los Señores del Anillo, fundadas en las revelaciones de dos disidentes soviéticos, Vitaly Rapoport y Yury Alexev3. Las acusa ciones, repito, eran gravísimas. Eitingon habría “participado en el proceso secreto de 1937, en el cual las más altas autoridades del ejér cito soviético, entre ellas el comisario en jefe y ocho generales, caye ron víctimas de la máquina de muerte estalinista”4. Se lo acusaba también de connivencia con Reinhard Heydrich, miembro del servicio de espionaje de Hitler, y de estar “implicado en el asesinato de Ignace Reis y en la desaparición del general Miller”, en 19405. Finalmente, aunque de modo indirecto, habría sido responsable del asesinato de León Trotsky ese mismo año. Frente a tamañas acusaciones, Peter Gay confiesa: “Ese artículo me resultó extremadamente inoportuno. Yo nunca había oído hablar ni leído nada al respecto sobre Eitingon, y los capítulos de mi biogra fía ya habían pasado por las pruebas de galera ...”6. Gay, de hecho, había pintado el Eitingon banal que nos ha legado Jones como única fuente de referencia7. ¿Quién fue entonces Max Eitingon? Pasemos del vuelo de pájaro a la lupa sherlockiana, ya que de una historia detectivesca se trata. La versión oficial jonesiana cuenta que nació en Rusia y que creció primero en Galitzia y des pués en Leipzig. Era el menor de cuatro hermanos y “pertenecía a una familia judía pudiente y ortodoxa. A los doce años comenzó a asistir a la escuela y le causó problemas una tartamudez que lo acompañó toda su vida”8. Pero al margen de su educación formal encontró la manera de estudiar historia del arte y luego filosofía en Marburgo con el neokantiano Hermann Cohén, gran campeón del racionalismo de las Luces9. Entró después en la escuela de medicina> de la que egresó sin pena ni gloria. Finalmente trabajó con 373
? 1f l!lerJ Unt0.a *!Ung’ Binswanger y Abraham en la clínica Burgho\zh. Ahí nació la amistad con el Primer Analista Alemán que iba a durar toda la vida L . Primer dato sugestivo: este joven de 26 años, tartamudo, de as pecto inofensivo, fue el primero del grupo suizo en aproximarse a r reud. Continuando con nuestra lectura desconfiada, llama la aten ción que el hábil Bleuler lo enviara a Viena “con la misión de avenp a r lo que puede aprender un psiquiatra”10. Asistió a la reunión de los miércoles del 23 de enero de 1907, como “invitado de la clínica Burgholzh , participando en la discusión11. Obsevamos también una semana después, en la reunión científica del 30 de enero, la temática delineada por Eitingon. Leemos en las Minutas: En el transcurso de la última reunión, el señor Eitingon, de la clínica de Bleuler, planteó los siguientes interrogantes sobre la etiología y la terapia de las neurosis: 1. ¿Qué otros factores deben entrar en funcionamiento, además de aquellos ya conocidos por nosotros? 2. ¿Cuál es la esencia de la terapia? ¿Está dirigida o no contra el síntoma? ¿Se sustituye el síntoma por otra cosa (según la for mulación de Jung, un complejo sustituye a otro) o se “extirpa” como lo expresa Freud al trazar una analogía entre la escultu ra y la pintura? ¿Cuál es el papel de la transferencia? 3. ¿En qué se convierte la histeria después del tratamiento psicoanalitico? ^ La discusión de este noche -termina el informe- tiene por objeti vo responder a estas preguntas12. •Resulta•evidente que Eitingon, en esa reunión de 1907, estaba bajando la linea burghólzliana” de Bleuler y Jung. De allí que Freud demorase anos en convencerse de su lealtad. Sólo en 1913 le escribirá en términos que recuerdan el Nuevo Testamento: “Usted fue el primero ep aproximarse al solitario y será el último en dejarlo”13. be dice que el análisis inaugural fue el de Jones con Ferenczi pe ro en realidad ese honor le cabe a Eitingon, si descartamos las ocho sesiones de Stekel con Freud. Se trató de una terapia peripatética
ion» ' ^ PnnciP10>C01) todo, Abraham no opinaba bien de Eitingon. En 1908, evaluando a sus colegas, afirmó que “no se puede contar con la colaboAhrnh aCtlV* de Eitingon aunque demuestre mucha comprensión” (carta de Abraham a Freud del 16 de julio de 1908, Hilde Abraham y Emst Freud A
,
vespertina de varias semanas de duración, iniciada en 1908 y reto mada en 1909. En la ocasión, Freud le informa a Jung: “Eitingon esta ahora en Viena y se deja analizar por mí en largos paseos que damos al caer la noche”14. _ . _ .Max Eitingon, como Rank, cambió con la Primera Guerra Mun dial Instalado en Berlín, tuvo un papel central en la fundación de la Policlínica de Berlín. Fue el factótum invisible de esa empresa desde el primer ladrillo, cuando confió la construcción a Ernst, hijo de Freud. Él se dedicó en especial a la formación de analistas, particularmente a las supervisiones. Como lo señala Moreau-Ricaud, su papeí institucional es notable: recibe a todos los pacientes ... decide so bre las admisiones y sobre las derivaciones entre los analistas de turno. Supervisa a los analistas en formación”15. En el informe de la Policlínica, el propio Eitingon define su función en los siguientes tér minos: “Soy yo el que tiene el control en las manos”16. Repito: soy yo el que tiene el control en los manos. En realidad, después de 1920, Eitingon tuvo muchas cosas en las manos En 1921 asumió la dirección de la Verlag, salvándola de la quiebra gracias a la Fundación Eitingon. A partir de 1925 ocupo la presidencia del Comité Internacional de Enseñanza, creado por el. En 1927 llegó a ser presidente de la Asociación Psicoanalítica Internacio nal. La cima de la pirámide burocrática. . Eitingon era el emisario elegido por Freud, responsable de los asuntos delicados17. En calidad de trouble soother dialogó con la So ciedad Suiza de Psicoanálisis. Freud le escribe a Pfister: “Liquidar es te asunto será la tarea de Eitingon; oficialmente yo no puedo inmiscuirme”18. Así se convirtió en “especialista en tratados de paz . U-ra un gran “agente camaleónico” de relación entre las corrientes psicoanalíticas: en Zurich era vienés; en Viena, berlinés, y en Berlín sonaba con Jerusalén. Roudinesco, que conoce bien la palabra justa, observa que “Eitingon fue el propio síntoma del psicoanálisis errante en busca de legalización”20. En eso lo ayudó el dinero. Él era rico, muy rico, y brindó un apoyo material constante a la Causa. Pero no estamos ante un simple benefactor bonachón. La temible Alix Strachey señala: El es totalmente implacable en su fanático celo filantrópico > . Los institutos actuales de psicoanálisis, por otra parte, le deben mucho. En el Congreso de Bad Hombug, en 1925, antes de la creación de la Comisión Didáctica, Eitingon presentó un proyecto que tema por objetivo homogeneizar la transmisión del psicoanálisis . La mo ción discutida con Abraham poco antes de su muerte, se basaba en tres propuestas. En primer lugar, la formación no debía depender de
m f S y1965, ^ DlN °gUVYork, hí LBasic ÜtterSBooks, ofSlZmund Freud and Kart Abraham, WV/-1V26, Nueva pág. 45).
*2 “Eitingon es una persona encantadora, ¿no te parece?; hay algo «fun dido» (melted) en él y temo que pueda sablearme [tap me}.... estoy convencida de que es totalmente implacable en su fanático celo filantrópico.
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iniciativas individuales, o sea, no debía estar bajo la jurisdicción del analista. Segundo, cada asociación debería responder por la acepta ción o el rechazo de un candidato local ante la IPA, que ratificaría la medida bajo su responsabilidad. El tercer punto introducía la regla mentación de la supervisión. A partir de esa fecha, el análisis pasó a ser necesario pero no suficiente; se estableció una supervisión deno minada “análisis de control”. A mediados de los años 20 no había criterios unificados sobre có mo realizar la supervisión. Simplificando, existían dos líneas: la de Viena y la de Berlín. En la capital alemana, el analista “didacta” no era la misma persona que supervisaba, mientras que en Viena se juz gaba que ese mismo analista - “instructor” en la terminología de la época- era la persona más apta para la tarea de control. La posición de Viena era compartida por Ferenczi y su escuela. Eitingon, tal vez por tratarse del legado de Abraham, no vaciló en tomar el partido de Berlín, “subrayando que ese punto de vista tenía la ventaja de pro porcionarle al futuro profesional una doble referencia y un aval más fuerte”23. La moción fue aceptada por unanimidad. Por otra parte, el hecho de que la elección del supervisor no fuera de la incumbencia del didacta” diluía el sentimiento de investidura del analista en esa transferencia en dosis doble. Freud le escribe a Jones: “Usted, Eitingon y Ferenczi son de he cho individuos cruciales en el movimiento, y el futuro depende princi palmente de la unanimidad entre ustedes”. Eitingon, a pesar de estos logros y hazañas, que incluyen un romance con Anna Freud (el único del que se tenga conocimiento)24, fue el último y más inexpresivo de todos los Señores del Anillo. En las fotos vemos a un hombrecito insignificante, de expresión pasmada, con un pequeño bigote y anteojos redondos. Recuerda a Hercule Poirot, el astuto antihéroe de Agatha Christie. Pues bien, ante las acusaciones de Schwartz, surge la duda y entonces pensamos: “Tiene la cara de ángel ideal para ser un superespía”. Ya que una fachada de inocua inocencia es el mejor atributo en el mundo de Mata Hari. • yolvjen d o al inicio de nuestra pesquisa, el alarmado Peter Gay decidió “investigar el asunto de manera exhaustiva, consultando a Wolfgang Leonhard, eminente especialista sobre la «iniquidad sovié tica». Leonhard nunca había oído hablar de Max Eitingon, y no consi guió encontrar nada sobre él en su vasta biblioteca especializada”25. Simpatizando con la aflicción de Peter Gay, decidimos revisar nuestras notas sobre Eitingon, desde una óptica paranoica. Entonces hallamos una serie de rastros ambiguos pero interesantes. El primero comienza en Florencia, al final del verano de 1907. Freud encuentra a Eitingon cortejando a una joven. El Profesor con versa benévolamente con Jung: “Parece que anda de nuevo detrás de una mujer, práctica que es un obstáculo para la teoría”26. “De nuevo” 376
hace pensar en donjuanismo. Y Jung responde: “Considero a Eitingon un infeliz totalmente inconsistente ... Sólo surge en mí ese pensa miento poco caritativo, y se me ocurre que tengo envidia de la abreac ción desinhibida que él hace de su instinto poligámico. Sin duda, nun ca llegará a nada; a no ser que un día se convierta en miembro de la Duma”27. ¿No será que Jung era brujo? La Duma era el infame Parla mento ruso. , , , . . , i De hecho, el “Caso M. E.” habla del valor del escándalo en la vida de los hombres. Este oscuro lugarteniente, que antes no se había ga nado una biografía comme il faut*3, a partir de 1989 se convirtió en objeto predilecto de los historiadores. Draper, Paskauskas, MoreauRicaud y Schrótter se ocupan de él. Draper nos recuerda que, si la acusación es cierta, “el Dr. Max Eitingon habría sido uno de los ma yores casos de double vie o personalidad doble jamás visto. En una de sus encamaciones era un hombre cuya existencia estaba aparente mente dedicada a la promoción del psicoanálisis. En la otra encama ción era miembro de una «unidad especial» que habría ejecutado al gunas de las misiones más asesinas de Stalin fuera de Rusia Paskauskas, por su lado, pontifica que “en el momento en que Schwartz sugiere que Eitingon es al mismo tiempo un profesional respetable, correligionario de Freud, y también un matador de la KGB, se aprende más sobre Schwartz que sobre Eitingon” . Claro ejemplo de terrorismo ideológico. Yo no quiero que el señor Paskaus kas sepa nada sobre mí, pero no se trata de pensar que ser correligio nario de Freud sea pasaporte seguro en el portal de San Pedro. Creo que, si M. E. es el espía que Schwartz nos cuenta, estamos de hecho frente al mayor escándalo de la historia del psicoanálisis. Entonces, ante este enigmático currículo, cabe la pregunta: ¿qué fue lo que Peter Gay no leyó o escuchó? Retomemos el tema de las mujeres. Max Eitingon se casa con Mirra Jacovleina Raigorodsky, actriz del Teatro de Moscú. Mirra era una vieja amiga de la cantante Plevitskaya, quien, por su parte, es taba casada con el general Skobline, agente doble comprometido en el secuestro del general Miller. El proceso resultante alcanza a Ei tingon, como sospechado de actividades criminales. Los analistas franceses, Marie Bonaparte y René Laforgue en particular, testimo nian en favor del colega30. “Hicieron de mí un personaje bizarro a partir de mi primo de Nueva York y de elementos misteriosos toma-
*3. Hasta hace poco tiempo, que yo sepa, sólo había sido “historiado en la minibiografía, simpática pero banal de Sidney L. Pomer (Sidney Pomer, A historia da psicaánalise através de seus pioneiros, Alexander, Eisenstein y Grotjahn, 1881, Río de Janeiro, Imago, págs. 65-78), y en las notas necrológi cas de Gumbel y Dreyfuss).
dos al azar. El proceso terminó el día 14 y la acusada recibió una pe na demasiado severa, a pesar de la ausencia de pruebas. Una histo ria horrible. 31 Pensamos en un contrapunto entre Freud y Eitingon que nos lle va al tema del doble, a la manera del Dr. Jekyll y Mr. Hyde o del Dr. Pichler y Mr. Hajek. Existe una obvia atracción entre los dos hom bres. Jerusalén está en la mira de ambos. Eitingon sueña con una Tierra Prometida. Judío errante, hijo de la diáspora, síntoma —como vim os- del psicoanálisis. Para él, la Tierra Prometida era un locus geográfico preciso. El organizó en Palestina, en tierra árabe, una so ciedad de psicoanálisis. M. E. concretará el sueño oculto de Freud: Jerusalén. “Para Freud, la soledad teórica; para Eitingon, el desierto de Moisés. Para Freud, el pansexualismo teórico; para Eitingon, la po ligamia de la vida cotidiana. Entonces, antes de proseguir, ¿cuál es el veredicto del lector*? ¿Inocente o culpable? '
, Márcio Gomes33, leyendo el primer tomo de la historia completa y exhaustiva de la Guerra Civil española34, de Hugh Thomas, tropezó con datos que arrojan una inesperada luz sobre esta historia Año 1936. Comienza la guerra civil. Cuando Franco todavía está en el sur de España, llegan contingentes de diversos países para suruarse a los dos lados de la contienda. Una legión de Camisas Negras, turistas armados”, como los llamó Winston Churchill, desembarcan en Cádiz, para reforzar las fuerzas franquistas, “en batallones co mandados con el uniforme de la Legión Extranjera Española. El nú mero de soldados y pilotos italianos en España alcanzó los 14.000 hombres . A ellos se suman 7.000 alemanes. El bando republicano recibió refuerzos -la mayoría ingleses y norteamericanos- provenientes de Francia. Por otro lado “en Moscú 17 pilotos fueron declarados «héroes de la Unión Soviética» por de sempeñar «tareas difíciles del Gobierno», esto es, por servicios en España. ...Otros oficiales rusos aparecían en Madrid, con misiones va nadas. No es fácil distinguirlos, pues usaban nombres falsos”36. Contra ese telón de fondo tenemos el siguiente pasaje: “El ruso que dirigió el sabotaje y las guerrillas en territorio nacionalista, bajo las órdenes de Orlov (que relató esos hechos ante el Subcomité del Congreso en 1957) fue Eitingon (también conocido como Kotov) Él era el amante de la comunista de Barcelona, Carmen del Río, cuyo hi jo, Ramón ... más tarde fue el instrumento del asesinato de Trotskv”37 (el énfasis en “Eitingon” es mío).
comité soviético y el libro de Hugh Thomas es considerado
ciÓn T definitivo sobre la Guerra Civil española. Cuestiono el silenel texto a ^ corredores de ia ¡PA. Me parece extremadamente cío sepu _ nadie conociera el planteo de Márcio Gomes, un aboÍmr°hahiano Típica historia “tapada”. gad F1 segundo punto es tal vez más significativo. Si Kotov es nuestro el que presentó la posición suiza en dos noches de los mieri c el óue fundó el brillante Policlínico de Berlín, el que estructuro u formación analítica en la IPA, el patrocinador del psicoanálisis a través de su Fundación, el presidente de la Asociación Psicoanalitica Internacional, el que comandó la guerra de guerrillas al sur de Alba cete aparece entonces como una eminencia gris de tales dimensiones que nos forzaría a emprender una revisión dramática de la historia del movimiento psicoanalítico. A , . . , P e r s o n a l m e n t e , me cuesta creer, desde el punto de vista econó m i c o freudiano, en una sola vida tan polifacética, con tantas investi duras. El propio M. E. habló de un primo en el proceso de París Michael Molnar cree en la existencia de un tal Leonid Eitingon ... E n t o n c e s , tal vez, quién sabe, quizá. Usted decide.
NOTAS 1. Peter Gay, Freud , urna vida para o nosso tempo , 1989, San Pablo, Companhia das Letras, pág. 670. T 2. John J. Dziak, Chevisty. A Study o f the KGB, 1987, Nueva York, Ivy Books. , . . r_ 3. V. Rapoport y Y. Alexev, High Treason, 1985, Duke Umversity Press. 4. R. Andrew Paskauskas, “Le théme du double et du secret dans la sociopolitique de la psychanalyse: le cas de Max Eitingon, Otto Fenichel et Wi helm Reich”, Revue Internationale d ’Histoire de la Psychanalyse , 1992, V, pág. 46. 5. Ibíd. 6. Peter Gay, op. cit.9pág. 670. 7. R. Andrew Paskauskas, ibíd. 8. Sidney L. Pomer, “Max Eitingon, 1881-1943. A organizado da forma d o psicanalítica”, A historia da psicanálise através de seus pioneiros9Alexander, Eisenstein y Grotjahn, 1881, Río de Janeiro, Imago, pág. 66. w 9. Michelle Moreau-Ricaud, “Max Eitingon (1881-1943) et la pohtique , Revue Internationale d'Histoire de la Psychanalyse, 1992, V, pág. 57. 1 0
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Sorprendente revelación. Por dos motivos. Primero, de ser núesí; ° ^ i tmg0n- y° ’ como Peter Gay, nunca, ni remotamente, sospeché de Eitingon antes de la denuncia de Schwartz. Pero luego la cosa se complica. Me cuesta creer que el eminente kremlinólogo Wolfgang Leonhard nunca haya leído nada al respecto: Orlov hizo su declara-
11. Reunión científica del 23 de enero de 1907, Actas de. la Sociedad Psicoanalítica de Viena, org. por H. Nunberg y E. Federn, 1979, Buenos Aires, Nueva Visión, pág. 103. 12. Reunión científica del 30 de enero de 1907, ibíd., pág. 113. 13. Ernest Jones, A vida e a obra de Sigmund Freud, 1989, Río de Janei-
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ro, Imago, II, pág. 34, y también Correspondance de Freud avec le pasteur Pfister, 1991, Gallimard, pág. 322. 14. Carta de Freud a Jung del 17 de octubre de 1909, Freud-Jung, Co rrespondencia completa, 1976, Río de Janeiro, Imago, pág. 307. 15. Michelle Moreau-Ricaud, ibíd., pág. 61. Eitingon, “Report on the Berlín Psychoanalytical Policlinic” 1923, Int. J. Psychoanal., I-II, págs. 254-9. 17. Michelle Moreau-Ricaud, ibíd., pág. 61. 18. Correspondance de Freud avec le pasteur Pfister. *9 p arta de Freud a Eitingon del 23 de setiembre de 1927, citada por Elisabeth Young-Bruehl, Anna Freud, a Biography, 1988, Londres, Summit Books, pág. 171. 20. E. Roudinesco, Historia da psicoanálise na Franga. A batalha dos cem anos, 1986, Río de Janeiro, Zahar, I, pág. 150. 21. Carta de Alix a James Strachey del 3 de diciembre de 1924, Bloomsbuiy-Freud- Letters of James and Alix Strachey - 1924-1925, editado por P Meisel y W.Kendrick, 1990, Nueva York, Norton, pág. 135. 22. “Preliminary Discussion of the Question of Analytical Trainine” Bo letín de la IPA del 3 de setiembre de 1925 23. Ibíd. 24. Athol Hugues, “Lettres de Sigmund Freud á Joan Riviére”, Revue In ternationale d’Histoire de la Psychanalyse, 1993, VI, pág. 429. 25. Peter Gay, op. cit., pág. 671. 26. Carta de Freud a Jung del 19 de setiembre de 1907, Freud-Jung Correspondéncia completa, pág. 131. 27. Carta de Jung a Freud del 25 de setiembre de 1907, ibíd., pág. 132. i i28, Th, £ ? per- “The miste,Y of Max Eitingon”, The New York Review, 14 abnl de 1988.* 29. R. Andrew Paskauskas, ibíd., pág. 51. 30. Michelle Moreau-Ricaud, ibíd., pág. 65. 31 Carta inédita de Eitingon a Freud del 19 de diciembre de 1938 citada por Moreau-Ricaud, ibíd., pág. 65. 32. Elisabeth Roudinesco, op. cit.f pág. 151. 33. Márcio Gomes, comunicación personal. 34. Hugh Thomas, A Guerra Civil Española, 1964, Río de Janeiro Civili zado Brasileira, en 2 tomos. o r i l /j ¥ „ #. 35. Ibíd., I, pág. 29. 36. Ibíd. 37. Ibíd., I, pág. 365. 38. Comunicación personal
CAPÍTULO 60 EL CASO REICH La travesía meteórica de Reich por el psicoanálisis merece ser contada en detalle. Protagonista del primer acto de la tormenta en ciernes. . En 1920 Wilhelm Reich le escribe una larga e insólita carta a Adler, tratándolo de igual a igual: “A pesar de toda la admiración que siento por su doctrina de la psicología del yo -o precisamente a causa de ella-, no puedo descartar ciertas dudas que me asaltan, no sobre su validez, sino sobre su aplicación general, especialmente en el cam po de las neurosis y las perversiones ... Me pregunto con perplejidad cómo usted, en una conferencia que se sumerge en las profundidades de la psicología individual, desatiende el fenómeno sexual, al punto de no mencionarlo Carta atrevida, escrita por un joven de 21 años; carta que lo pin ta de cuerpo entero. Dos años más tarde, todavía estudiante de medi cina, pasó a ser miembro de la Sociedad Psicoanalítica de Viena. En tre 1924 y 1930 fue director del Seminario de Terapia Psicoanalítica. El material obtenido en ese seminario clínico le proveyó^ las bases pa ra su primer texto importante, wÜber Charakteranalyse”1. Freud, al principio, gusta de él: “Tenemos aquí un Dr. Reich, un joven valiente, un poco impetuoso, que ahora saluda en el orgasmo genital al antídoto para todas las neurosis”2. Reich, en efecto, ya en esos tiempos daba prioridad a la genitalidad del paciente. “Un análisis no se puede considerar completo mien tras el paciente no libere su genitalidad del sentimiento de culpa, re tirándola del objeto incestuoso, superando de ese modo su nivel de organización pregenital. Los criterios de estos cambios se encontra rán en las fantasías y en los sueños transferenciales.”3 Los fundamentos de la técnica reichiana aparecen en un artículo titulado “La técnica de la interpretación y el análisis de la resisten cia”, publicado en la Zeitschrift de 19274. En este ensayo, Reich -c o mo luego Melanie Klein—enfatiza la importancia del análisis de la transferencia negativa, y adelanta una de las piedras angulares de su
*1- W. Reich, carta dirigida al seminario de sexología el 10 de marzo de 1920, en Reich habla de Freud, págs. 136-7. 380
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técnica: no dar “ninguna interpretación de contenido sin interpretar primero la resistencia al proceso de la asociación libre”. Aquí anticipa a Lacan, al introducir la resistencia del analista. Entre los tipos de resistencias que se encuentran en la clínica, Reich observa un “complejo defensivo” que denomina de “resistencia de carácter”. Aunque otros analistas, principalmente Alexander y Edward Glover, habían diferenciado la neurosis de carácter de la neuro sis sintomática, para Reich el carácter neurótico constituía la base subyacente de la neurosis sintomática. “La diferencia entre las neuro sis de carácter y las neurosis sintomáticas reside en el hecho de que, en estas últimas, el carácter neurótico también produce síntomas ... y cuanto más profundizamos en los determinantes de un síntoma, tan to más nos alejamos del terreno de la sintomatología propiamente di cha, y tanto más el sustrato caracterológico pasa a primer plano.”5 Reich siguió las huellas de Abraham, que ya en 1921 había publicado^u “Contribución a la teoría del carácter anal”. Abraham trazó una “tipología caracterología” del desarrollo libidinal, hablando de un yo oral, un yo anal y un yo genital. Pero para Abraham el carácter era una resistencia transitoria en el recorrido libidinal, mientras que Reich lo veía como una función estructurada del yo, cuya disolución pasaba a ser la meta central de todo análisis. Aun antes de su “Análisis del carácter”6, Reich ya había publica do diversos artículos que proponían una terapia más activa, próxima a la línea de Ferenczi y Rank. Debido a la inaccesibilidad de Freud (cuyo tiempo y energía estaban reservados para colegas más viejos y consagrados), los analizandos que viajaban a la meca psicoanalítica de Viena recibían de los analistas didactas de Nueva York, y de Ferenczi, el consejo de que realizaran sus análisis personales con Reich. Podemos imaginar, entonces, el impacto de este joven brillante y atrevido, dispuesto a darle a Adler lo que era de Adler, en el medio altamente competitivo de Berlín. Además Reich era comunista, con una militancia muy semejante a la de Adler. En esos años, marcados por el cáncer del Profesor, Paul Federa como vicepresidente de la Sociedad de Viena*2, comandaba la socie dad con tolerancia afable7. Parece ser que a Reich no le caía bien el patriarcal Federa. Hubo ásperas discusiones. En una oportunidad, Reich le escribió: Mi actitud que, junto a las cosas positivas, también tiene sus^aspectos negativos, me dio fama de comportarme en forma agresiva , y luego hace la siguiente comparación, que cala hondo: “Comparto esa suerte con Tausk”8. Wilhelm Reich da aquí un diagnóstico que tiene todo el brillo del
2. Freud era el presidente “en uso de licencia”; a fin de evitar que Rank ocupase ese cargo, Paul Federa actuaba en su lugar. 382
pensamiento paranoico: “Por favor, no me pregunte detalles sobre co legas que aparentan buenas intenciones para conmigo ... La actitud del Comité Ejecutivo sólo se explica si pensamos que nuestra asocia ción está infestada de envidias internas. Todo está inundado por un escepticismo paralizador”9. Probablemente tenía razón en sentirse perseguido: el grupo psicoanalítico acababa de experimentar un fenó meno revulsivo que había comenzado con Tausk, pasaba por Rank y Hug-Hellmuth, y había dejado a un lado el cadáver de Silberer. La “posición” paranoide, en el sentido kleiniano y lacaniano del término, piensa bien, pero actúa mal. De allí que Reich le escriba al Profesor, en abril de 1928: Mi querido Profesor: Le escribo en su calidad de presidente de la Asociación Psi coanalítica de Viena, para quejarme del Dr. Paul Federa, presi dente ejecutivo de las asambleas ... Con gran asombro de mi par te escuché al Dr. Federa declarar que lo que yo había cuestionado era algo tan trivial que lo consideraba impropio de la Asociación. Eso puede ser o no cierto, pero me considero obligado a protestar por el tono malintencionado y altanero ... Esa actitud tan poco digna de un profesional, de un presidente, no puede ni debe ser tolerada10. Carta a la medida para irritar a Freud. El carácter querellante de Reich, su énfasis en la sexualidad en una época errada, sus inno vaciones técnicas que lo aproximaban a Ferenczi, and last but not least su militancia política, le causaron diíicultades ya a fines de 1928. En 1952, poco antes del juicio que lo llevó a la cárcel, habló de esos años: “Quisiera formular una advertencia a cualquier movimien to de higiene mental del futuro: ¡no se debe llevar nunca la lucha al terreno político! Las personas reaccionarán con mucho entusiasmo. Se inflamarán. Arderán por uno. Pero sus estructuras no acompaña rán. La estructura del carácter no puede acompañar. Y ahí comien zan los enredos ... Yo fui demasiado lejos. Desplegué un entusiasmo excesivo desde el primer momento. Al mismo tiempo, me gané mu chos enemigos. ¿Freud? No lo sé. No creo que Freud estuviera contra mí. Los psicoanalistas, socialistas, comunistas y nazis, sí. Y los libe rales también. Todos estaban en contra”11. Antes del Congreso de Lucerna, después de las leyes de Nuremberg de 1933, se produjo un significativo intercambio de cartas entre Anna Freud y Jones, que ilumina un punto oscuro de la historia psi coanalítica. Reich, en su doble condición de judío y comunista, entra ba en el grupo de alto riesgo. Anna es muy explícita: “Todo el mundo sabe ya lo que las Actividades políticas de Reich pueden significar pa ra la comunidad psicoanalítica. Aquí estamos muy dispuestos a asu mir riesgos por el psicoanálisis, pero ciertamente no por las ideas de 383
Reich, que nadie suscribe. Como mi padre bien dice, si el psicoanáli sis debe ser prohibido, debe serlo por lo que es, y no por la mezcla de política y psicoanálisis encarnada en Reich”12. A Reich se lo ve, no sin razón, como un barril de pólvora. Había una imperiosa necesidad de alejar al máximo el psicoanálisis del comunismo, en la medida en que los nazis “tenían tendencia a confundir la Asociación Psicoanalítica Internacional con la Internacional Comunista”13. Pero Anna Freud se equivoca cuando dice que “nadie suscribe sus ideas”. Eso se aplicaba a la Vieja Guardia; Reich tenía sus seguidores, Otto Fenichel en pri mer lugar. El y su círculo suscribían, para irritación de Freud, el marxismo de Reich, tanto en público como en privado. Según Fisher14, Fenichel apreciaba la originalidad de Reich, particularmente su brillante estudio La psicología de masas del fascismo, publicado en 1933 3 El gran giro en la vida de Reich se produjo en'1933, junto con la publicación de su libro sobre el fascismo. Un mes y medio después de la toma del poder por Hitler, en una carta del 21 de marzo, Freud le pide a Eitingon que proteja el Instituto Psicoanalítico de Berlín y la Sociedad Psicoanalítica Alemana “cueste lo que costare”; ahora bien, Max Eitingon, en su calidad de judío ruso, no sería tolerado más tiempo por los dirigentes del nuevo orden. Para que el Instituto y la Sociedad continuaran funcionando, Eitingon tendría que renunciar, confiando la presidencia a una persona “indiferente como Boehm”15! Freud quería mantener el Instituto, aunque el precio fuese la “arianización” del Comité Directivo. A partir de ese momento, el psicoanáli sis, bajo el Tercer Reich, quedará en manos de Boehm y MüllerBraunschweig. Aun antes que la nueva dirección asumiera, Eitingon le comunicó a Reich que se le prohibía el ingreso al Instituto, por temor a que fue se arrestado en el lugar16. De esa época data la infeliz frase de Freud dirigida a Boehm: “¡Líbreme de Reich!”17 En realidad, las cosas no fueron tan simples. Anna Freud le pide a Jones su juicio sobre “el caso Reich”, y el presidente de la IPA le responde con prudencia: “Antes de dar una opinión, querría estar me jor informado . Jones caracteriza a Reich como un “analista bastante inteligente, pero demasiado fantasioso y poco confiable en sus posicio nes teóricas”18. En su opinión, “es considerado un buen analista didacta en Berlín ... y no veo cómo Eitingon o quien sea podría impedir su actuación 19. O sea que Jones, que tan a menudo aparece en estas páginas como el villano de la película, esta vez se salva, en la medida en que intenta alguna defensa. En mi opinión, el grupo inglés, en
3. Para un análisis inteligente de la relación entre Fenichel y Reich, vease el polémico libro de Russel Jacoby, The Repression o f Psychoanalysis, Otto Fenichel and the Political Freudians, 1983, Nueva York, Basic Books. 384
esos años de preguerra, tenía una mejor apreciación política del esce nario mundial, como lo prueban los artículos sociales de Jones y dos notables ensayos: War, Sadism, and Pacifism, de Edward Glover20 y Aspasia21, la utopía psicoanalítica de Money-Kyrle. Pero poco después Jones Cambia de opinión, y suscribe la expul sión de Reich del grupo berlinés. Dijo entonces, con carácter oficial. «No existe la menor sombra de duda de que, si le damos rienda suel ta las actividades de Reich comprometerán muy gravemente” la fina lidad científica de la IPA. Le recomendó a Anna que viera si el regla mento de la Sociedad de Berlín tenía, como el de Londres, una cláusula que permitiera la exclusión de miembros si la votaba una mayoría de dos tercios. “De ser así, [la Sociedad] tendría derecho a usar tales poderes.” A continuación agrega, esta vez con dudosa etica: «Ya que los miembros que permanecen en Berlín han decidido alejar a todos los judíos de las posiciones oficiales dentro de la Sociedad, es to demuestra que están tomados por un estado de ánimo tal que no vacilarían en la cuestión del comunismo, por las razones que alegué más arriba”22. Jones sugiere aprovechar la leyes nazis de Nuremberg para instrumentar la expulsión. El acto siguiente transcurre en Londres, donde Reich es interro gado por Jones, Melanie Klein y Joan Riviére. Como resultado de esa entrevista, Jones da una versión más blanda o más “ponciopilatica de sus intenciones, según surge de la carta del 9 de diciembre. Senti mos que sería demasiado rígido pretender que un analista pueda ser desautorizado para tomar parte activa en la vida y en los movimien tos sociales, cualesquiera que fueren, y pensamos que corresponde a la Sociedad del país donde se produzca un conflicto ... resolver esa cuestión”23 A continuación formula un juicio que luego contradecirá en su biografía cuando habla del “fanatismo” comunista de Reich: El co munismo de Reich no es tanto económico; él se aferra esencialmente a la convicción de que el comunismo procuraría mejores oportunida des para la reforma sexual, que es la gran concepción de su vida . Jo nes concluye diciendo: “Parece profundamente honesto y de extrema seriedad”. La suerte de Reich estaba echada. No renunció, como señala Jo nes, sino que fue “semiexpulsado” con la siguiente carta ambigua de Müller-Braunschweig del 1° de agosto de 1934: Estimado colega: Con motivo del próximo Congreso, el director de la IPA pro yecta publicar un registro que incluya a los miembros de la Aso ciación Psicoanalítica. Las circunstancias parecen exigir la elimi nación de su nombre del registro de la Sociedad Psicoanalítica Alemana. Sería sumamente grato que juzgara con comprensión nuestro pedido, dejando de lado cualquier sentimiento personal 385
en interés de nuestra causa psicoanalítica en Alemania, y mos trando su acuerdo con esta medida24. La carta termina solicitando “una respuesta inmediata”. Carta indefinida, escrita en condicional. ¿Se trata de una expulsión? ¿Qué significa, al fin de cuentas, esta omisión en el registro? Esa ambigüe dad llevó a Roazen a decir: “Reich creía que había sido expulsado de la Asociación Psicoanalítica Internacional, mientras que Jones era del parecer de que había dimitido”25. Reich, por su parte, es bien claro en la carta que le escribe a Anna Freud, secretaria general de la IPA: “Para la gente, la omisión de mi nombre significará que se me ha expulsado o que he renunciado. Pero como no tengo la intención de hacer lo segundo y como, según tengo entendido, no se trata de lo primero, la actual tentativa de re solver la dificultad no puede tener éxito”26. A continuación le pide que transmita al Comité Ejecutivo su “protesta contra tal medida y solici to una vez más que las actuales dificultades y cuestiones litigiosas se discutan, como es de práctica, ante la amplia tribuna de nuestros miembros y lectores”27. En su respuesta del 8 de agosto de 1934, Anna Freud miente: En cuanto a su queja contra la Sociedad Alemana, la remito al Dr. Jones. Desconozco en absoluto todo este asunto y le pregun taré a Jones si sabe algo. Él se comunicará directamente con us ted28. Reich, en vísperas del Congreso de Lucerna, se encuentra por azar con un miembro del Comité Ejecutivo en el palier. Esa persona no identificada le dice privadamente que la Sociedad Psicoanalítica Alemana ha acordado expulsarlo. También se entera de que ha sido Eitingon quien, ya el año anterior, inició, en carácter de presidente de la Sociedad Alemana, la démarche de su expulsión29**4. Así llegamos al Congreso de Lucerna. Los participantes recibie ron el anuncio de la retirada de Reich con perplejidad. Por un lado te nían la impresión de que la “omisión” de Reich era un mero formulis mo,, una precaución frente a las leyes de Nuremberg, y que él podíá pasar a ser miembro de la filial escandinava*5. El Comité Ejecutivo, empero, estipuló que se reconocería al grupo noruego siempre y cuan
4. Eitingon, al tomar conocimiento de esta versión, aseguró que no era correcta. Desde Palestina, le escribió a Reich: “En 1933, cuando yo aún esta ba en Alemania, me opuse a su expulsión de la Sociedad Alemana, llegando hasta señalarle al Comité Ejecutivo que durante mi mandato no permitiría una cosa semejante” (carta de Eitingon a Reich del 29 de diciembre de 1935). 5. Reich estaba en estrecho contacto con los analistas de Noruega, gru po éste que él ayudó a formar. 386
do no aceptase a Reich como miembro. De esa manera triste y, por lo menos, poco elegante, la IPA expurgó a su primer miembro. Ernst Federn, hijo de Paul Federn, llega a decir: “A pesar de todas las pruebas que demuestran lo contrario, hay hoy en día quien defiende la tesis de que fue excluido de la Asociación por causa de sus ideas políticas” (!!!). Ernst Federn merece un párrafo aparte, por representar la típica eolítica hipócrita de la IPA. Él abre su artículo “Sobre los psicoanalis tas políticamente activos”30 diciendo: “Mientras Freud estuvo vivo, esto es, hasta la declaración de la Segunda Guerra Mundial, el «movi miento psicoanalítico» se comportó de modo neutral”. Y da el ejemplo de Marie Langer, que pudo ejercer su “actividad política en Viena y España”31. Pero basta abrir la biografía de Marie Langer, donde ve mos que: “Para proteger el psicoanálisis y sus pacientes, el estado mayor que rodeaba a Freud decidió que ningún psicoanalista tenía derecho a realizar cualquier actividad en un partido político prohibi do y menos aún a tratar a sus miembros como pacientes. En aquella época [1934J, el Partido Socialista, el Partido^Comunista e incluso el Partido Nacionalsocialista estaban prohibidos”32. No cabe duda de que la expulsión fue una decisión política y no científica; decisión dictada por justificables reflejos de pánico ante una situación de gran riesgo real. Y el pánico, para Freud, es el fruto de una retirada libidinal previa. Reich, la verdad sea dicha, era una verdadera bomba de tiempo. De allí la coincidencia irónica de que, ese mismo año, él fuera también expulsado del Partido Comunista. La intuición de Reich al compararse con Tausk fue sin duda cer tera: los dos, por arrogancia e inestabilidad, provocaron la aversión del viejo Profesor. Como bien dice Roudinesco, Reich, para sustentar su tesis de una liberación pulsional, convoca a la genitalidad en el lu gar de la sexualidad, y hace de la potencia libidinal un equivalente de la felicidad social fuera del trabajo alienado. Si Jung desexualiza el sexo en beneficio de una especie de élan vital, Reich procede a una desexualización de la libido en favor de una genitalidad orgástica en perpetua expansión33. Dicho de otro modo, el desvío de Reich no es tanto una biologización de lo sexual como una “instintivización de lo sexual”34. La mística “energeticista” reichiana como la mística del cuerpo materno rankiana y la mística thalásica del fondo del mar de Ferenczi crearon una brecha cada vez mayor. Por todo eso, Reich fue el sín toma principal del malestar del psicoanálisis en la Europa convulsio nada de la preguerra. A vuelo de pájaro, Reich y Jung son las dos alas políticas del mo vimiento psicoanalítico: el suizo, a la derecha, equilibra al alemán. Jung se volvió religioso; Reich, político. Freud no estaba ni a la dere cha ni a la izquierda y, por el artificio de su metapsicología, tampoco en el centro35. Era posible tratar psicoanalíticamente las cuestiones políticas, pero el psicoanálisis no podía ser tratado políticamente. Ésa 387
8. Carta de Wilhelm Reich a Paul Federn del 12 de febrero de 1926, en Reich habla de Freud , 1970, Barcelona, Anagrama, pág. 147. 9. Ibíd., pág. 209. 10. Carta de Reich a Freud del 18 de abril de 1928, ibíd., págs. 149-50. 11. Entrevista del 12 de octubre de 1952, ibíd., pág. 87. 12. Carta de Anna Freud a Jones del 27 de abril de 1933, citada por Riccardo Steiner, “É urna nova forma de diáspora ...”, Revue Internationale d’Histoire de la Psychanalyse, 1988,1, pág. 260. 13. Pearl King, “Sobre las actividades y la influencia de los psicoanalis tas británicos durante la Segunda Guerra Mundial”, Revue Internationale d’Histoire de la Psychanalyse, I, 1988, págs. 119-46. 14. David James Fisher, “Psicanálise e engajamento: Otto Fenichel e os freudianos políticos”, I, Revista Internacional da Historia da Psicanálise, 1988, Río de Janeiro, Imago, pág. 333. 15. Carta de Freud a Eitingon del 21 de marzo de 1933, citada en Bemd Nietzschke, “La psychanalyse considerée comme une Science apolitique”, Re vue Internationale d ’Histoire de la Psychanalyse, pág. 172. 16. F. Boehm, “Informe a Jones” de 1934, citado por K. Brecht, “Ici la vie continué d’une maniere fort surprenante”, Revue Internationale d’Histoire de la Psychanalyse, 1987, pág. 99. 17. Ibíd. . 18. Carta de Jones a Anna Freud del 20 de abril de 1933, citada por Steiner, ibíd., I, pág. 261. 19. Ibíd. 20. E. Glover, War, Sadism, and Pacifism, 1933, Londres, Alien & Unwm. 21. R. Money-Kyrle, Aspasia , 1932, Londres, Unwin. 22. Carta de Jones a Anna Freud del 2 de mayo de 1933, citada por Stei ner, ibíd., I, pág. 261. 23. Carta de Jones a Anna Freud del 9 de diciembre de 1933, citada por Steiner, ibíd., págs. 261-2. 24. Wilhelm Reich: Reich habla de Freud, pág. 183. 25. Paul Roazen, Freud y sus discípulos , 1974, Buenos Aires, Alianza, pág. 525. 26. Wilhelm Reich: Reich habla de Freud, pág. 244. 27. Ibíd. 28. Ibíd., pág. 245. 29. Documento originariamente publicado en Zeitschrift für politische Psychologie und Sexualókonomie, vol. II, págs. 54-61; citado en Reich habla de Freud, págs. 242-47. 30. Emst Federn, “Sur les psychanalystes politiquement actifs”, Revue Internationale d ’Histoire de la Psychanalyse, 1991, V, pág. 37. 31. Ibíd., pág. 38. 32. Marie Langer, De Vienne á Managua. Itinéraire d’une psychanalyste, Friburgo, Kore, pág. 88. 33. Elisabeth Roudinesco, Historia da psicanálise na Franca. A batalha dos cem anos, 1986,1, Río de Janeiro, Zahar, II, pág. 59. 34. Jean Laplanche, Le fourvoiment biologisant de la sexualité chez ^arís, Synthélabo, pág. 19. 147 ^ triunfo da terapéutica , 1990, San Pablo, Brasiliense,
fue la herejía original de Reich. ttSi Freud era el economista clásico de la vida sexual, Reich aspiraba a ser su Karl Marx.”36 Fue Reich quien se aventuró a la mayor distancia de la actitud analítica, a una distancia tal que terminó ignorado como excéntrico. Continuando con la polifonía: “Por debajo del inconsciente de las represiones, donde Jung ubicaba los arquetipos, Reich había descubierto el inconsciente esencial de los «impulsos biológicos primarios». El instinto es puro, bueno y bello”37. Nadie está más lejos de la pulsión de muerte que Reich. Políticamente, Reich era un saint-simoniano; más anarquista que leninista. Los instintos nunca habían tenido, desde los tiempos del matriarcado, una oportunidad justa para expresarse. El hombre histórico está encorsetado en una estructura psíquica represiva que refleja a una sociedad vampirizante. La llave maestra de la represión es la familia. En ese sentido, Reich fue un precursor de antipsiquia tras como Laing y Cooper. No debe sorprender que su teoría haya ex perimentado un renacimiento después del mayo francés38. Es bien conocido -aunque folclóricamente- el destino ulterior de Reich. La teoría del “orgón” y la fabricación de acumuladores para la cura del cáncer, en mi opinión, posiblemente prejuiciosa, bordea el delirio; recuerda el “aparato de influir” de Tausk y la famosa baquet de Mesmer39. El uso de esa parafernalia lo lleva a un enfrentamiento con la Food and Drug Administration de los Estados Unidos. Coinci do con Roazen cuando sostiene que Reich “estaba probablemente trastornado mentalmente en la época de su juicio; su condena a pri sión es un ejemplo de la crueldad de que es capaz una sociedad mo derna. El gobierno norteamericano destruyó sus escritos y Reich mu rió en la cárcel federal en 1957”40.
NOTAS1 7 6 5 4 3 2 1. Reich, “ Über Charakteranalyse”, 1928, Int. Z. Psychoanal.. págs. 180-96. 2. Carta de Freud a Lou Andreas-Salomé del 9 de mayo de 1928, FreudLou Andreas-Salomé, Correspondencia completa, 1972, Río de Janeiro, Imago, pág. 228. 3. Trabajo presentado al Congreso de Salzburgo en 1924. 4. W. Reich, “The technique of interpretation and resistance analysis”, Int. J. Psychoanal., vol. VIII, págs. 142-159. 5. Wilhelm Reich, ‘The genital and the neurotic character”, en R. Fliess, The Psychoanalytic Reader, 1948, pág. 131. 6 . Wilhelm Reich, Análisis del carácter, 1957, Buenos Aires, Paidós. 7. Lrnest Jones, A vida e a obra de Sigmund Freud, 1989, Río de Janei ro, Imago, III, pág. 118.
36. Ibíd., pág, 149. 389
388
1
37. Ibíd., pág. 152. 38. Ernst Federa, ibíd., V, pág. 37. 39. H. Ellenberger, Freucl, pág. 245. 40. P. Roazen, op. cit., pág. 525.
CAPÍTULO 61 LA BATALLA DEL ANÁLISIS DE NIÑOS En 1920 Freud publica “Sobre la psicogénesis de un caso de ho mosexualidad femenina”1, que puede considerarse “el retorno de Do ra” después de veinte años. La nueva paciente también tenía 18 años en la hora del diván; ambas son descritas como bonitas e inteligentes y ambas entraron en análisis bajo la presión parental. La Sra. K de Dora fue en este caso una society lady, diez años mayor y bisexual. La paciente sentía una “devota adoración” por ella, para gran preo cupación de la familia, especialmente del padre. La amenaza de sui cidio, como en el caso Dora, impulsó a los padres a pedir ayuda. Las semejanzas son tan impresionantes que llevan a Azar y Sarkis a ha blar de una Dora II2. Al comprobar el parecido de ambas “Doras”, Guillaumin se pregunta cómo el propio Freud no reparó en el hecho3. Tal vez la falta de síntomas histéricos en Dora II hacía la diferencia. Freud habla de una paciente “que nunca fue neurótica”4, lo que no deja de ser sumamente sugestivo. La tentativa de suicidio las separa. No se trata de la nota fortui ta de Ida Bauer; la paciente homosexual se había arrojado al foso del tranvía y no murió de puro milagro. Esta seria tentativa de suicidio, que requirió hospitalización, se produjo después de que el padre le dirigiera una mirada colérica al sorprenderla en la calle en compañía de la fatal mujer fatal. Trabajo incompleto, mucho más fragmentario que el “fragmen to” del historial de Dora. Por empezar, la paciente no tiene nombre. A falta de seudónimo clínico, Lydia Flem la denomina la “Señorita de 1920”5. Además, el estilo de este historial es curiosamente neutro y poco intimista. Por otra parte, Dora II no tiene sueños; esto es, no tiene sueños cuyo contenido merezca ser interpretado. Freud juzgó que la producción onírica de la paciente era “falsa e hipócrita; con ella intentaba engañarme de la misma manera que habitualmente engañaba a su padre”6. Tenía sueños que anticipaban la cura de su omosexualidad y ponían de manifiesto su alegría en un escenario ae felicidad conyugal. Esto nos lleva al terreno de la transferencia. Freud se queja de 4 ^e solo hubo una manifestación de transferencia positiva por parte visto paciente>y ^ue>precisamente, en los sueños hipócritas. Por lo res T P? r(¡ce ser °Iue Ia contratransferencia tampoco era de las mejoodo hace pensar que el Profesor no se llevaba bien con las jóve390 391
nes histéricas. Con Dora, se compró una pelea transferencial; con Do ra II se muestra escéptico. Uno de los temas del trabajo es la analizabilidad. Hay un doble escollo. Primero está el problema de la demanda. Freud recuerda: la “situación ideal se da cuando alguien autónomo sufre un conflicto que no puede resolver solo; entonces lleva su problema al analista e im plora ayuda”7. Éste no era el caso, ya que la joven no se sentía “de ninguna manera enferma”8 y fue a parar al diván por la presión parental. En segundo lugar, por primera vez Freud se explaya sobre su experiencia en la clínica de la homosexualidad. Admite que los resul tados no son alentadores, por dos motivos: la resistencia a abandonar un objeto de placer y la naturaleza secundaria de la demanda - el ho mosexual quiere tratarse para huir del oprobio social. En realidad, el paciente preferiría una legislación más tolerante*1. El problema no consiste en resolver un conflicto neurótico “sino en convertir una va riedad de organización genital en otra”9. La salida más exitosa sería “restaurar la plena función bisexual”10. En relación con este problema de la demanda, Freud habla en términos que luego serán elaborados por Zetzel con su noción de “alianza terapéutica”n : “El médico trabaja entonces con una porción de la personalidad dividida, en contra de la otra parte en conflicto”12. Dora II era la segunda de cuatro hermanos, los otros tres varo nes. De la infancia sólo sabemos “que tuvo las características norma les de un complejo de Edipo femenino y luego comenzó a sustituir a su padre por el hermano mayor”. Fue en relación con este caso que Freud dijo que no veía “ningún sentido en introducir la expresión «complejo de Electra»”13. De ese modo se descarta la idea de una si metría en el desarrollo de ambos sexos. Electra no es el doble femeni no de Edipo, lo cual contradice la noción junguiana de la complementariedad de animus y anima. Cuando Dora II tenía 13 o 14 años desarrolló un “afecto intenso” por un chico de menos de tres años; ese afecto representó el despertar de sentimientos maternales. El apego se transformó después en indi ferencia, precisamente en la época en que la madre tuvo su cuarto hi jo. Fue en ese momento cuando comenzó a interesarse por mujeres atractivas, mayores que ella. Freud concluye: “El análisis demostró, sin sombra de dudas, que la society lady era un sustituto materno14. Ahora tenemos que pasar de Dora II a Anna Freud. En 1919, Freud analizaba a la paciente homosexual y a Anna Freud. No preci
*1. El panorama no ha cambiado sustancialmente en 1995. El sexólogo Tnpps afirma categóricamente: “Está comprobado que la homosexualidad y la psicoterapia son incompatibles” (C. A. Tripps, The Homosexual Matrix, 1995). Esta es una exageración, pero las Gay Clinics, en los Estados Unidos, obtienen mucho mejores resultados que las terapias convencionales, incluso el psicoanálisis. ffl 392
so gastar una flecha para concluir que Freud tenía a su hija presente mientras analizaba a esta paciente homosexual. El paralelismo es ob vio. Es muy posible que otra Freud, Martha Gertrude, también ocu pase su mente. Martha G. Freud era sobrina de Freud, hija de Mitsi. Joven talentosa, fue la autora de los primeros cuentos infantiles de orientación psicoanalítica15. A Martha G. no le gustaba su condición de mujer y cambió su nombre por el de Tom, en uno de los primeros pedidos de este tipo que llegaron al Registro Civil. Anna Freud co mentó: “Ella era una joven sumamente dotada, pero odiaba ser mu jer, razón por la cual se cambió de nombre”16. Tom tenía 26 años en la época en que Dora II fue analizada. En 1919, Freud comienza a preocuparse por la sexualidad ginecofílica de su hija*2. Le transmite su preocupación a íntimos como Eitingon: “Anna tiene una comprensible sed de amistad con mujeres, después de que partieran, por diversas circunstancias, la inglesa Loe [Loe Kann], la húngara Rata [Levy] y su Mirra [Eitingonl. Estoy con tento de verla madurar y sólo deseo que pronto encuentre una razón para cambiar la ligazón con su viejo padre por alguien durable” (lo que es una forma extraña de decir “más joven o más apropiado)17. Hay algo trágico en los Freud que padre e hija comparten, algo que tiene que ver con extremos y paradojas. Ese sentimiento que Unamuno definió como “la luz en las tinieblas”. Padre e hija, ambos conquis tadores presos. Sigmund, bohemio en noches propicias, hombre que saboreaba un buen vino, los anillos de humo azul y los Steinpiltz de la vida, vivía los tormentos plenos de su neurosis. Anna, esa niña en cantadora, de debut promisorio con su sueño de las frutillas y sus fantásticas fantasías, padecerá pesadillas nocturnas y una vigilia de solterona. Ella, la “Princesa” del psicoanálisis, heredera en teoría de una sexualidad liberada, nunca se casó, y todo hace pensar que murió doncella. Para ambos el sexo fue la llave y la cerradura*3. En el otoño de 1924, el psicoanálisis está a la orden del día en la Costa Este de los Estados Unidos. Morton Prince daba sus semina rios a dos cuadras de Wall Street. Putnam hablaba sobre Freud y Hegel en Boston. Obendorf y Frink acababan de regresar de análisis di dácticos con el Profesor, trayendo enigmáticas noticias de la pulsión
*2. Alguna vez había hablado de “androfilia” con relación a Breuer: “Él proporcionaría un bello ejemplo de las realizaciones en que es posible subli mar la corriente androfílica de los hombres” (carta de Freud a Fliess del 7 de agosto de 1901, Correspondencia Sigmund Frcud-Wilhelm Fliess, comp. por *^asson’ (>* Río de Janeiro, Imago, pág. 448). *3. Buen momento para introducir a otro hijo problemático, Oliver. El era el más hermoso de los tres hermanos varones y tal vez el más talentoso: 8!n duda el más neurótico. En la época en que Freud tomó a su hija en análi sis, envió a Oliver a Franz Alexander. 393
de muerte. Otto Rank, en Nueva York, el analista de los analistas hablaba por primera vez del trauma del nacimiento. El psicoanálisis ampliaba su espectro. Fue en ese otoño cuando Dorothy Burlingham, nieta del fabuloso Charles Tiffany, asistió a una conferencia de Otto Rank en la Acade mia de Medicina de Nueva York. El tema era el tratamiento de las llamadas enfermedades psicosomáticas, y se habló en particular de un caso de asma bien resuelto. Esa conferencia fue decisiva en la vida de Dorothy. A los 33 años, ella era una mujer admirada y criticada por igual. Su matrimonio estaba malogrado por la naturaleza ciclotímica de su marido, Robert Burlingham 4. La gran preocupación de Dorothy eran sus cuatro hijos, particularmente la salud de Bobby, de diez años, que sufría de una grave bronquitis asmática. En la ocasión del caso clíni co presentado por Rank, ella se enteró de que la hija de Freud había comenzado a analizar niños en Viena. Las noticias llegadas vía Obendorf eran entusiastas. Entonces decidió probar fortuna. Dorothy tenía un matrimonio amigo en Génova: Ruth y Arthur Sweester, que habían abierto una escuela para niños de habla ingle sa. Dorothy matriculó a sus cuatro hijos. Desde allí contactó a Anna Freud y pidió hora para Bobby. Pensaba permanecer seis meses en Europa, tal vez un año. Dorothy y los “Cuatro” -com o los llama su biógrafo y nieto M. J. Burlingham-18 “llegaron a Génova cuando la ciudad despertaba en una gloriosa primavera. Ella atravesaba el trá fico en su Ford T, bajo la mirada glacial del Mont Blanc, como sólo una norteamericana podía hacerlo”19. Su nieto desconoce los detalles del primer encuentro; sólo se sabe que Dorothy retomó a Génova con la noticia de que Anna había decidido tom ara Bobby en análisis. En una grabación hecha para Rodman Gilder 5 ella confiesa: “Bobby fue mi única razón para ir a Viena. Bob era difícil, me preocupaba, y ahí estaba yo”. Además de asmático, Bob tenía problemas de conducta y el síndrome de chico rico y mima do. Dorothy también pidió hora para ella a la analista de su hijo, pe ro, por cuestiones de setting, fue derivada a Theodor Reik. Las cosas comenzaban a ir por el buen sendero. Los Burlingham se instalaron en la casa de un príncipe húngaro, una mansión con amplio jardín en el exclusivo barrio de Dombach. Bob asistía diariamente a las “leccio nes con Anna Freud. Más tarde Mabbie, la segunda hija, entró tam bién en la cadena terapéutica, y otro tanto sucedió con una hija del
*4. Robert Burlingham era un cirujano que sufría una severa psicosis maníaco-depresiva, junto con alcoholismo, lo que motivó una serie de interna ciones. Finalmente consintió en consultar a Ferenczi en Budapest, pero esta ba totalmente en contra del psicoanálisis. *5. Rodman Gilder, psicoanalista, sobrino de Dorothy, grabó una larga entrevista poco antes de la muerte de su tía, en junio de 1978. 394
matrimonio Sweester. En la ocasión, Freud le escribe a su yerno, Halberstad t: “Anna está tratando a criaturas americanas maleducadas”20. Las almas gemelas se encuentran en el momento oportuno. Anna era cuatro años más joven que Dorothy. Ambas hijas menores de fa milias prolíficas. Introspectivas, solitarias, personas que soñaban con los ojos entreabiertos. Durante todo ese otoño e invierno anudaron la zos en largos paseos por los bosques de Viena sobre campos de fresas salvajes y sábanas de nieve. El hecho de tener auto, una rareza en la Viena de posguerra, hizo de Dorothy el chofer ocasional del Profesor. Antes de la llegada del verano, las amigas llevaron el Ford T a la campiña y Anna, como antes hiciera su padre con ella, le enseñó el secreto de los hongos. Otras veces, acompañadas por los “Cuatro , es calaban las mismas montañas que había escalado Freud. Recorrían los valles escondidos donde crecen las Walderdbeeren, habitados por elfos y otros portentos21, tirando el setting por la ventana. En esa época, Freud le hizo el siguiente comentario a Binswanger: “Nuestra simbiosis con una familia americana (sin marido), a cu yos niños mi hija está conduciendo analíticamente con mano firme, está cada vez más fuerte, de modo que compartimos el bienestar de este verano”22. Que yo sepa, Freud no habla de simbiosis en su obra, y sospecho que dicha palabra tiene un eco de ambivalencia. Michael Burlingham comenta que, “para Dorothy, el lado positivo de la sim biosis fue el estímulo generado por los Freud. ... Anna ejerció una in fluencia «nutricia» indudable sobre Dorothy ... ya que ella no era una intelectual nata y se metamorfoseó por amor a su amiga 23. La amistad con el propio Freud también crecía, y él le regaló a Dorothy un magnífico broche de ópalo de fuego en una montura de oro macizo. Dorothy perdió el broche en el acto. Eva Rosenfeld, amiga íntima de Anna, lo encontró semanas después entre las frutillas, don de había caído. La determinación de Eva de encontrar el broche habla de sus celos de esta americana que tan rápidamente había conquista do los corazones de los Freud. Lo cierto es que el Profesor sentenció: “Eva puede quedarse con el broche; ya mandé hacer otro para Do rothy”*6. De pronto Dorothy ya no estaba sola en este mundo. Aún no ha bían pasado nueve meses desde su llegada a Viena, cuando los í reud la invitaron al veraneo en Semmering, hazaña sólo superada por Fe renczi en 1908. Ella fue en su Ford con los Cuatro. Dorothy representa un nuevo tipo de analista mujer. Llegó en el momento exacto. En esa época las mujeres pasaron a tener un peso político y teórico de primera magnitud. Cambió el sociodrama analíti co. A partir de 1920, las mujeres reempazan a los hombres, en el co-
*6. Carta de Eva Rosenfeld, pág. 25, Ross Collection. 395
razón de Freud. Diez años después de la fundación de la mesa redon da artunana, las mujeres reciben sus anillos. Primero, Lou Andreasoalomé; luego, por supuesto, Anna; después se suman la norteamericana Ruth Mack Bruñswick, Marie Bonaparte, Helene Deutsch y Dorothy Burlingham. El de Dorothy era “un anillo de oro con una piedra de jade negro tallado con la figura de Zeus montado en su cuadri ga 24. Las Señoras del Anillo. A los 22 años, con el casamiento de Sophie, Anna, la única solte ra de la familia Freud, se quedó con los padres y Tante Minna. A ella, como vimos, no le interesaba la compañía masculina, con la ex cepción de Eitingon. El padre todavía tenía esperanzas de que Anna encontrase un pretendiente, pero el año en que llegó Dorothy él le escribió a su yerno, Max Halberstadt: “Ya cumplió sus treinta años y no parece inclinada a casarse”. Aparte de esto, esos años fueron deci sivos para la inclusión plena de Anna Freud como psicoanalista dis puesta a hacer su contribución. Estaba abriendo un campo nuevo de mostrando que tenía sangre de pionera. Los Burlingham pasaron a ser el vinculo transferencial de todo eso. Anna le escribe a Edith Jackson: A veces pienso que no sólo quiero que ellos [Bob y Mabbiel se curen, sino que también deseo que sean parte de mí misma. Por ahora, ese deseo es bueno para mi trabajo, pero llegará el momento en que pueda serles perjudicial. A ese anhelo mío sólo le cabe la pala bra «estúpido» Luego añade: “Con la madre de los chicos siento lo mismo . Y concluye la confesión diciendo: “Me siento muy avergonza da por estas cosas, especialmente ante papá; no se las cuento”25. Éste seria el ultimo capítulo de las fantasías annafreudianas Anna habla con Eitingon de la problemática de su deseo, de ese afán de actuar en la vida de los otros. Dorothy la comprende mejor que Lou Andreas-Salomé. “Una vez hablé con Lou -le confía a Do rothy- sobre esto, hace años. Ella estaba tan totalmente en otra cosa que terminamos riéndonos de nuestra completa incapacidad para comprendemos.”26 Lou no era filántropa. P Esta tendencia a velar por el otro le permitía vivir vicariamente su vida sexual. Anna no se permitía ser femenina, pero vivía esa fe minidad en la simbiosis con Dorothy y, en un segundo plano, con Eva Rosenfeld: dos figuras maternas que, en más de un sentido, compensaban las antiguas secuelas dejadas por la madre y Tante Minna. A medida que la persona de Dorothy crecía en importancia, ella pudo primero hacer de cuenta que apoyaba con altruismo el interés de su amiga por hombres, y después apoyarlo realmente, mientras esas re laciones íueran “platónicas y no amenazaran su amistad”27. Anna confiaba en que su amistad era “la relación más preciosa que Dorothy tenía . Esa fortisima relación entra las dos mujeres fue una persis tente fuente de rumores de lesbianismo20. El “amor ginecofílico” de que habla Freud en el caso Dora30. Elisabeth Young-Bruehl opina que ese amor no se concretó y que Anna, como dijo Marie Bonaparte, fue la “vestal” del psicoanálisis. 396
El historial de Bobby es uno de los 10 casos incluidos en la Intro ducción a la técnica del análisis de niños. Anna Freud habla de¡ per versiones, ansiedades diversas, actitudes semidelictivas . Se trata de un “niño de 10 años que presenta una oscura mezcla de ansiedades, falta de sinceridad y hábitos perversos infantiles 31. Agrega: Vanos pequeños robos y uno más serio se habían producido en los últimos años El conflicto con sus padres no era abierto m consciente y, a pn mera vista, no existía ningún insight de esa situación. Su actitud con migo era de total rechazo; todos sus esfuerzos estaban dingidos a protecer sus secretos sexuales de mi . . . o 8 Bobby estimaba que no tenía ningún problema y miraba a su analista con profundas sospechas. Este caso es particularmente in teresante por mostrar mejor que ningún otro el abordaje técnicod Anna Freud y la naturaleza de la polémica con Melanio Klein. Aquí aparece, por primera vez, la noción de “alianza terapéutica , bajo la forma de un “período preparatorio” que precedía al análisis propia mente dicho. Eso exigía que ella fuese “primero interesante, luego útil y finalmente indispensable para Bobby, poniéndose a su servi cio y^luego haciéndole todo tipo de pequeños favores, como dactilo grafiar sus cartas (largas) o protegerlo del castigo devolviendo el di nero robado”33. Es muy posible que las sesiones fuesen un infierno, con un pequeño millonario, un Hombre de los Lobos en miniatura suelto en el consultorio infantil, en el mejor estilo de La naranja meCtPasados algunos meses, Anna Freud observó que Bobby ya era “dependiente” de ella, de modo que había llegado el momento para exigir una mayor cooperación”34. El pequeño paciente comen»6 a comprender “el significado del análisis y su finalidad terapéutica , como surge del siguiente ejemplo: En un período pos erior e su análisis, él entabló una conversación en la sala de espera con un paciente adulto de mi padre. Este hombre le contó que su perro a a matado a la gallina del vecino, y que él tuvo que pagar por e a. «Tendrían que llevarle el perro a Freud», dijo mi pequeño pacien e, «necesita análisis». El paciente adulto dio muestras de disentir, ¡yue idea más extraña tenía este chico del psicoanálisis! En e perro no había nada mal: sólo quería matar la gallina, y la mató. Yo sabia exactamente lo que Bobby estaba pensando. «Pobre perro», debe de haber pensado, «hace todo lo posible para ser un buen perro, pero no puede. Algo dentro de él lo lleva a matar gallinas»".35 Difícil encon trar una viñeta más acabada de la filosofía terapéutica color e rosa de Anna Freud. .a En una evaluación de la terapia de Bobby, ella habla del carác ter pasivo-femenino del niño”, concluyendo que la “relación objetal con la madre había sido reemplazada por una identificación con ella. Su agresión masculina primitiva se manifestaba ocasionalmente en conductas agresivas con sus hermanos y en actos delictivos, que eran seguidos de violentos accesos de culpa y depresión”36. 397
Ademas de las marcas de la psicosis maníaco-depresiva del pa dre la analista estaba preocupada por la total identificación con la Cra “un. caso de Iibro de texto de homosexualidad laten te . Debido a eso hizo despedir al profesor de inglés, por ser dema siado apuesto Lo sustituyó el joven Peter Bloss*7, que iba a ser un psicoanalista de renombre.
mente, se trataba de un análisis á la Tiffany: ¡seis sesiones por sema na palacio de príncipe húngaro y Peter Bloss como profesor: Esto re cuerda el “socialismo a la Rothschild” de Gramsci 9.
na„oE1 -Mt0 de ? ° rothy Burlin£ham comenta, con conocimiento de ex*ste.■ninguna prueba de que la homosexualidad de Bobby haya sobrevivido a su «latencia» ... Sea como fuere, la orienta-
J^Eder ambos de la Sociedad Psicoanalítica Británica. Anna Freud iueabacomo visitante. Su trabajo se titulaba “Una contrapartida a las fobias de animales en niños”4!. No tenía “el tono polémico anti-
casamiento
” 0 8 6
tem3 princiPal en su análisis, aun después de su
Anna Freud, además de vocera del padre en la cuestión del “aná lisis profano”, presentó un trabajo al Congreso de Oxford, Melanie
enTambio una revisión crítica de Inhibición, síntoma y angustia; se lo puede considerar el primer paso en dirección a El yo y los meca nismos de defensa, que publicaría en un futuro cercano. Anna se va lía de dos ejemplos clínicos para refutar la aseveración de que la dife rencia entre Juanito y un niño con un Edipo “normal era la “ sustitución del padre por un caballo”40. Cuestionaba esa compara ción presentando el caso de un chico de siete anos que odiaba y temía S padre! como Juanito, pero que, a diferencia de éste, habla desarro
ba
La guerra entre Melanie Klein y Anna Freud se libró en varios frentes. Elisabeth Young-Bruehl observa que algunos jóvenes (y no tan jovenes) terapeutas y pedagogos ingresaron en la escuela de anáS 5í e fnin°ii en Vl6na C° m° parte de un ProgTama de activismo so cial. Entre ellos se contaron Bernfeld, Edith Sterba y Aichhorn, pione ro en el problema de la delincuencia juvenil. Según su biógrafo, Anna Freud no era socialista ni tenía militancia juvenil de izquierda pero sus simpatías estaban claramente volcadas hacia el socialismo, por motivos científicos y políticos. En contraste, Melanie Klein y el grupo inglés no se inclinaban a fundar instituciones comunitarias ... y sus tradicioneSade ckse alta y su conservadurismo político hacían toda la diferencia . Young-Bruehl da el siguiente ejemplo de “activismo social que no deja de ser un tanto cómico: “El primer experimento pe dagógico de Anna Freud fue una extensión práctica de su idea de que os mnos en análisis necesitan de un ambiente escolar psicoanalítico que os ayude a articular el trabajo analítico con su vida social diaria n n í i S 1’ ?°n a ayuda deEva R°senfeld, Anna y Dorothy montaron una escuela, que en un primer momento funcionó en la casa de Eva y luego en un pequeño edificio, construido especialmente, en el jardín de la casa de los Burlingham. Los niños Burlingham, los niños Sweester y algunos otros chicos de siete a trece años recibían lecciones de Peter Bloss y su asistente, un artista llamado Erik Erikson, que iba a ser el más famoso discípulo de Anna Freud”40- *8. ¡Se puede decir cualquier cosa, menos que esa escuela, construi da en forma de chale suizo en el jardín de la mansión de la nieta del fabuloso joyero, era el escenario de un experimento socialista! Real
íaT aterna ía naturaleza del desplazamiento contaba y marcaba a diferencia sintomática. Según Young-Bruehl, esta distinción entre lo normal y lo patológico puede considerarse una generalización de la propia experiencia de Anna narrada en -Fantasías de flagelación y ensueños diurnos”. “Ella era una «fantaseadora» que se había satisfe cho con su anhelo de que «Papá sólo me ame a mi», anhelo m alqu is ta pero no necesariamente neurótico.”44 Su paciente tenía su león imaginario manso -sustituto paterno- que el había domesticado, a que amaba y cuidaba. El otro caso, un chico de diez anos, tema no solo una fiera sino todo un circo de animales entrenados por el.. rero Melanie no era un león manso. “Anna no tenía lastre frente a ura cán kleiniano Melanie Klein aportó algo más ambicioso al Congreso de Oxford. “La importancia de la formación de símbolos en el desarro o e yo”46. Tanto este artículo como el de Anna parten de la revisión c i ca de la misma fuente: Inhibición, síntoma y angustia. En es e ex o se corrige la imagen un tanto patética del yo presentada en bl yo y e
_ *7' Pete/ Blos.s Posteriormente emigró a los Estados Unidos y alcanzó renombre internacional por sus trabajos sobre adolescencia. (Cf. On Adoles cente, Nueva York, Free Press, 1969). Treinta y och° años más tarde, en Stockbridge, Massachusetts, parr^-nf H 1 a comaa,dad terapéutica de lujo, con Erik Erikson, que en algo recuerda la “escuehta” de Anna Freud.
*9. En marcado contraste, en tierra socialista, en 1921, Vera Schmidt fundó la célebre Casa de los Niños de Moscú, inspirada en las ideas de esa Precursora que fue Tatiana Rosenthal. Esta institución fue el primer jardín de infantes psicoanalítico del mundo (S. Neidisch, “Die Psychoanalyse m Russland wáhrend der letzten Jahren”, Internationale Zeitschnft fur rsychoanalyse, 1921, VII, págs. 384-5).
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según la cual todas las instancias llevan al yo a la precaria con dición de payaso a la deriva en la vida. La nueva teoría situaba la angustia en el yo, postulando que ella actúa como señal en las situaciones de peligro (y no es fruto de la re presión). Ese ensayo de Freud favorecía la posición de Anna, al soste ner que “las primeras manifestaciones de angustia, que pueden ser de gran intensidad, ocurren antes de la diferenciación del superyó”47. Klein, por su parte, afirmaba que “los primeros estadios del conflicto edipico están dominados por el sadismo”48, y situaba la agresión en el centro del desarrollo infantil. A partir de la confrontación de Oxford las dos rivales elaboraron hipótesis sobre la defensa psíquica, basa das en el mismo texto de la angustia señal, pero siguiendo caminos radicalmente diferentes. Una diferencia sideral separa a la Erika de Melanie Klein, con su locomotora ardiente, del manso domador de leones. Este león, en realidad, merece ser considerado el punto de partida de la p s ic o lo g ía d e l y o , según la cual el yo puede domar los instintos y ser autónomo. La interpretación kleiniana de contenidos sádicos y agresivos no tenía nada que ver con la “alianza terapéutica” y el período preparatorio” preconizados por Anna Freud. La lucha continuaba. Para Melanie Klein, los métodos “pedagógicos” de Anna Freud eran un impedimento para el desarrollo del psicoanálisis infantil. So lía decir que Juanito constituía el prototipo de una terapia infantil conducida según los principios del análisis de adultos49. Consideraba que Anna -como mera “repetidora”50 de la posición teórica de su padre- resistía inconscientemente a los llamados del ello, debido a un análisis insuficiente y transferencialmente adulterado. Joan Riviére traductora y ex paciente de Freud, formuló de la siguiente manera,’ en el S y m p o s iu m de 1927, el meollo de la crítica kleiniana: ello ,
se ve fortalecida por mi admiración a las cualidades de ella, incluso las analíticas”52. ., * , , Freud no respondió directamente al tono perdonavidas del ga lés; utilizó el argumento ya empleado en el debate en torno de Rank: “Cuando dos analistas, con diferentes opiniones sobre un punto, asu men que el enfoque errado de uno de ellos se debe al hecho de que no está completamente analizado ... esto puede en ciertos casos estar perfectamente justificado, pero, en las polémicas prácticas, considero que dicho argumento es inadmisible, porque cada una de las partes puede hacer uso de él y no ayuda a aclarar cuál de la dos partes tiene razón”53. . , . , ^ , Por otra parte, Joan Riviére estaba ahora en la mira de rreud. Él que antes le había dado un tirón de orejas a Jones por criticarla, escribe: “Lo más desconcertante en esta tempestad en un vaso de agua son las proposiciones teóricas de Riviére, especialmente por la alta opinión que yo tenía de ella. Aquí debo recriminarle su excesiva
Joan Riviére está obviamente hablando de la pusilanimidad de Anna Freud. Este mensaje era la versión pública de una carta de Jo nes a Freud: “Lamento no poder concordar con algunas de las ten encias presentes en el libro de Anna, y sólo puedo pensar que se de ben a ciertas resistencias imperfectamente elaboradas. De hecho, creo que puedo demostrarlo en detalle. Es una pena que haya publi cado el libro tan encimado a sus conferencias, aunque espero que pueda, como el padre, estar abierta a la experiencia. Esa esperanza
Freud intentaba quedar fuera de la Batalla del Análisis Infantil. No obstante, reiteró su opinión de que “las posiciones de la Sra. Klein sobre la conducta del yo ideal (o superyó) infantil me parecen comple tamente inaceptables y entran en contradicción con todos mis su puestos básicos”55. El debate epistolar continúa y él sigue firme en su posición: “Quisiera contradecir a la Sra. Klein cuando considera que el superyó de los niños es tan independiente como el de los adultos. Creo que Anna tiene razón al enfatizar que el superyó infantil esta todavía bajo la influencia directa de los padres 56. Freud intentó ser neutral. Su fa ir p la y duró hasta el simposio de Londres. Tanto es así que su hija tuvo dificultades para convencerlo de que interrumpiera su descanso de vacaciones dando una leída a los artículos del simposio, que acababan de llegar a Viena. Con la ayuda de Ferenczi, que estaba de visita, ella lo forzó a leer lo que Melanie Klein, Joan Riviére, Susan Isaacs y el propio Emest Jones habían escrito como críticas a su libro57. Freud, furioso, mandó una car ta indignada a su futuro biógrafo, haciéndolo responsable de “organizar una verdadera campaña contra el análisis de niños de Anna”, y de permitir que Melanie Klein hiciera una declaración delibe radamente tergiversada58. Freud intentó contener su furia delante de Anna, del mismo mo do que su hija había refrenado su propia rabia contra Rank en una si tuación análoga. Con Eitingon, sin embargo, él explotó: Me irrita mucho más de lo que aparento frente a Anna. No disimulé nada con Jones [en la carta] y condené severamente su frivolidad, sus dudosas intenciones y el increíble disparate teórico que aparece [en el simpo sio] ”59. Está claro: quería crucificar a Jones, el hambriento Casio. Le reprochaba que traicionara el sentido del psicoanálisis tal como él y su hija lo habían concebido60. “No creo que Jones sea malintenciona do conscientemente, pero es una persona desagradable, está ansioso
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i . . lo que sucede en la imaginación de los ñiños provoca fuerte aversión y repulsa aun hoy en día. Por esto los analistas dudan en penetrar en esas profundidades. ero ésa es la cuestión misma del psicoanálisis, que no se intere sa por el mundo real, ni por la adaptación del niño o del adulto a ese mundo real. El psicoanálisis sólo toma en cuenta los ensue ños de la mente infantil, con sus placeres fantaseados y sus fan tasías temidas51.
por aparecer como líder, agitando y provocando, y entonces aflora su deslealtad de galés.”61 Freud le envió al “méntiroso galés” una carta que muestra mejor que nada las dificultades del momento. Él acababa a su vez de recibir una carta de Brill, “la primera en no sé cuántos años”62. En ella Brill manifiesta un acuerdo absoluto con Jones en la cuestión del análisis lego. Aparentemente había circulado el rumor de que Freud preten día expulsar de la IPA a la Sociedad de Nueva York. En la respuesta a Brill, el Profesor señala que ese rumor es infundado, pero lanza la siguiente andanada, “nada perderíamos a nivel humano, científico o material” si esa secesión se produjera”63. Dicho eso, Jones queda en la mira de munición aún más pesada: No comprendo su actitud. En el Congreso [de Innsbruck] usted fue quien amenazó con la secesión de la Sociedad de Nueva York. Pero [al mismo tiempo] estaba dispuesto a publicar los argumen tos de mi suplemento*10, que sin duda ofenderían a los líderes de la Sociedad de Nueva York, un texto que había sido escrito sólo para los amigos, sin la intención de hacerlo público. ¿Usted persi gue sus propios designios o está una vez más dejándose llevar por su inclinación a ser desagradable?64 ¿Cuál es la tuya, Jones? A continuación, Freud aborda el tema de la Batalla del Análisis de Niños: Eso no es todo. En Londres, usted está organizando una campa ña contra el análisis de niños de Anna, acusándola de no haber sido analizada en profundidad, como ya una vez usted me lo es cribió. Puedo garantir que Anna fue analizada durante más tiem po y más a fondo que, por ejemplo, usted65. Jones responde una semana más tarde. Primero se defiende: Cuando leí su pequeño ensayo [el suplemento] en La Haya, le co menté a Eitingon que creía que ni el tono ni el contenido podrían ofender a los americanos. La única reserva se refería a tres pá rrafos que sugerí fuesen omitidos66. Jones agrega que todo lo que Freud escribe merece ser publicado. Según él, su interés en este punto es “restaurar en lo posible la armo nía entre ellos y nosotros, tratando de reducir los factores que conspi ran contra esa armonía”. Aquí cabe añadir que ya vimos cuál fue la
incierta posición de Jones durante la cuestión lega: para él, el riesgo de escisión era inminente. En cuanto al segundo punto, Jones contraataca: Cuando Anna presentó su trabajo en Berlín ... Mrs. Klein envió su contribución escrita a la discusión, la cual fue suprimida. ... Yo le escribí a Radó pidiendo que el libro de Anna fuese reseñado simultáneamente por dos personas con diferentes puntos de vis ta, y su respuesta reveló que sólo se publicaría una reseña favo rable. ... Usted se puede imaginar que nunca pensé que ella ape laría a la inmunidad a la crítica de sus escritos y, menos aún, que usted reclamaría dicha inmunidad. Estaban en juego temas de gran importancia científica, y el curso lógico me pareció una discusión abierta entre todas las partes67. La pelea fue fea, la sangre casi llega al río. Con Abraham muerto y la disidencia de Rank, no es de extrañar que los restantes Señores del Anillo deshicieran su pacto. Ni Freud ni Jung creyeron nunca en la veracidad de Jones. ^ a en 1908 Jung había dicho lo siguiente: “Jones es un enigma para mí. La dificultad en comprenderlo es enorme y ya cae en el dominio de lo fantástico. ¿Hay en él más de lo que la vista divisa, o no hay absolu tamente nada? Sea como fuere, está lejos de ser simple ... Lo conside ro mentiroso, incomprensible”68. A lo que Freud responde: “No sé cuánto hay de verdad en ese retrato. Me inclino a pensar que miente con los otros, pero no con nosotros”69. Podemos suavizar las cosas di ciendo que Jones sólo mentía cuando la política ocupaba un lugar im portante. Y en este caso, al asumirse como campeón de Melanie Klein, Jones fue valiente y defendió una causa justa: así piensa este biógrafo con pasado kleiniano. En su correspondencia con Ferenczi y Eitingon, Freud habló abiertamente de que la hostilidad de Jones con su hija se debía al abortado romance de 19 1470. También sospechaba que Jones estaba valiéndose del trabajo de Melanie Klein para lograr una originalidad de la cual él nunca había sido capaz. “Desde la noción de racionaliza ción de su primer artículo, no ha tenido ni una sola idea original, y su transmisión de las mías no sale del nivel escolar. ’71 Freud es injusto con un hombre que habló de la afánisis, que hizo su aporte al tema de la sexualidad femenina y a la teoría del simbolismo; al mismo tiempo, Freud le hace justicia indirectamente a Melanie Klein, en la medida en que reconoce implícitamente la originalidad de ella*11.
11.
*10. Este “suplemento” luego apareció como epílogo del ensayo sobre análisis lego. 402
Freud le escribe a Eitingon: “Comparada con las opiniones de la ein» su posición [la de Anna] es conservadora, hasta se puede decir que accionaria, pero me da la impresión de que está en lo cierto” (carta de u a Eitingon del 21 de noviembre de 1926). 403
En público, Freud fue reservado y no hizo conocer su opinión so bre Melanie Klein. De hecho, nunca tuvo una pelea importante con ninguna mujer. La confrontación con la Sra. Klein sin duda fue la mayor de todas y, en vista de su incapacidad para disputar directa mente con su adversaria, el desplazamiento sobre Jones, como chivo expiatorio, era inevitable. Freud conjeturaba que el ataque de Jones a Anna constituía, a su vez, un desplazamiento táctico en la hija, y que el blanco era el padre, como “un fragmento de su superyó ... insa tisfecho con su yo”72. Ferenczi y Eitingon tenían hipótesis políticas. Especulaban en 1925 que Jones había realizado intentonas de rebelión palaciega, con Glover a la cabeza, y que había llevado a Melanie Klein a Londres pa ra reforzar las baterías. Adhesión interesada. Fuera cual fuere el pa norama, Freud tenía las manos atadas por la sospecha de parcialidad que flotaba en el aire. ‘Tenemos que evitar a cualquier precio la apa riencia de nepotismo.”73 Pasaron algunos años. Una mañana de abril de 1940, James Strachey se despierta engripado, y ésa tal vez fue la razón o el pre texto para no participar de otra de las desgastantes reuniones polé micas: Anna Freud versus Melanie Klein. Strachey está harto y le confía a Glover: Me siento en la piel de Mercutio. ¿Por qué es preciso que esos mi* serables fascistas y comunistas (malditos extranjeros) invadan nuestra tranquila isla? ... Pero veo que estoy más febril de lo que pensaba74. Si Strachey era Mercutio, ¿quién serían los Capuletos? Difícil imaginar a Anna Freud en el papel de Julieta. Pero la carta con tinúa: Quiero que usted sepa, para su gobierno, que ... soy ferozmente partidario de un acuerdo a cualquier precio. Todas las dificulta des me parecen provenir del extremismo de ambos bandos. Mi punto de vista es que debemos a la Sra. Klein algunas de las con... tribuciones de mayor importancia para el psicoanálisis, pero es absurdo sostener que agotan el asunto o que su validez es axio mática. Por otro lado, pienso que no es menos risible, por parte de la Señorita Freud, pretender que el psicoanálisis es el coto de caza privado de la familia Freud y que las ideas de la Sra. Klein deben ser necesariamente subversivas. Esas actitudes, de una parte o de otra, son sin duda puramente religiosas, y representan la propia antítesis de la ciencia75*76. Strachey tiene razón, especialmente si consideramos la religión como el brazo espiritual de la política, en una Sociedad donde la im
portancia del reclutamiento de candidatos genera una activa militancia partidaria, realizada con gran celo. En ese clima, cuando Strachey se manifiesta “ferozmente partidario de un acuerdo”, está enunciando el lema de la plataforma del Middle Group. El “Grupo del Medio” fue el importante “equilibrador” de la So ciedad Británica de Psicoanálisis; medio entre kleinianos y annafreudianos, posicionándose en general más cerca de Melanie que de An na. Formaron parte de él Winnicott, Marión Milner, Sylvia Payne, Rickmann, Masud Khan y el propio Strachey. Al mismo tiempo, coincido con Roudinesco en que, en la historia del movimiento psicoanalítico, el kleinismo representa, frente a la or todoxia de la IPA, la primera tentativa de un retomo teórico a Freud. Retomo en el sentido en que “Melanie Klein redescubrió el gesto freudiano inicial; lo hizo a partir de la infancia y, después, a partir de la psicosis, o sea, desde los campos que ella pasó a cultivar. Más que discípula, fue innovadora”77. Klein, en el rigor de su práctica, era discípula de Ferenczi y Abraham, cuya obra continuó. Sería entonces nieta de Freud, y no hija cismática a la manera de Adler o Jung. Tal vez esta distancia generacional y esta inversión de sexo permitió que su pensamiento quedase dentro de los confines de la Causa. Se puede decir que Melanie Klein, más que Anna Freud, fue el paradigma del “psicoanálisis no-médico”, la gran “curandera lega de almas” visualizada por Freud en su Laienanalyse. La senda está tra zada. Concuerdo con Roudinesco en cuanto a que, “a pesar de la pro funda divergencia teórica entre las dos elaboraciones, la aventura lacaniana está ligada al evento kleiniano. Existe una continuidad histórica entre los dos movimientos, uno de los cuales es el preludio del otro”78. Yo diría interludio más que preludio. El camino es el mis mo, se trata de una modulación de la misma cantata: un devenir teó rico del pensamiento de Freud. Existe un lugar histórico, una esquina geográfica, donde Klein y Lacan cruzan sus vidas. Marienbad, lugar de la película de los mil espejos, se constituyó en el escenario ideal para ese encuentro. Fue en 1932, en el Congreso presidido por Jones, donde Lacan presentó su trabajo sobre el estadio del espejo. Lacan era un ilustre descono cido que deambulaba por los dorados corredores del Hotel Royal de Marienbad. Jones interrumpió su ponencia cuando sólo había ha blado 10 minutos. La cólera de Lacan ante el desaire reverberó por los túneles del tiempo y treinta años más tarde, cuando publica su ensayo en los Écritsy él recuerda el día y la hora justa en que fue in terrumpido. En ese mismo lugar, en otra hora, pero tal vez el mismo día, Meanie Klein libró otro round de la desgastante pelea con Glover y Me* a Schmideberg. Curioso, el estadio del espejo y la posición depresia estaban presentes, pero nadie habría podido percibir ni inferir nada de ese hecho. Pero, en el caso de Klein, el retorno a Freud tiene una fuerte co405
loración política"12. Esto aparece claramente en una carta a Jones donde ella escribe que “el propio Freud, después de haber dado lo me jor de sí en Inhibición, síntoma y angustia, no sólo no fue más adelan te, sino que más bien retrocedió. En sus contribuciones teóricas ulte riores, algunos de sus hallazgos mayores se debilitaron o fueron olvidados, y sin duda no extrajo el máximo provecho de su obra. Pudo deberse a varios motivos, como la edad, la enfermedad y al hecho de que hubiera alcanzado el punto en que una persona, por genial que sea, no puede ir más allá de su propio descubrimiento. Estoy conven cida, hélas, de que la influencia de Anna fue uno de los factores que lo bloquearon ...”79. Lo que invierte el clásico clisé del padre castrador. En la misma línea de ese dudoso retorno a Freud se puede ubicar el siguiente co mentario realizado a Winnicott en el fragor de la lucha: “Sería peli groso dar la impresión de que [consideramos que] Freud es más o me nos historia antigua, por el simple hecho de no ser verdadero. Los escritos de Freud están muy vivos, y continúa siendo una guía para nuestro trabajo (aunque desde entonces se ha hecho mucho que va más allá de él o lo contradice); esta posición debe ser enfatizada por ser verdadera y por motivos tácticos”80. Strachey se engripaba y Jones hacía malabarismos en el medio, como lo demuestra la siguiente carta a Anna Freud, donde él intenta establecer su posición en el filo del conflicto: “Es cierto que considero que Melanie Klein ha hecho importantes contribuciones. Ahora bien, cuántas de ellas son realmente nuevas es otra historia, porque creo que es posible encontrar planteos previos, en la mayoría de los casos, en escritos psicoanalíticos anteriores ... Ella obviamente magnifica la novedad de su contribución, pero, en mi opinión, es indiscutible que su trabajo nos ha obligado a ver la gran importancia de los mecanis mos de introyección y proyección. También pienso que ella demuestra la existencia de estos y otros mecanismos en una edad más temprana de lo que se creía. ... Por otra parte, no tiene una mente científica u organizada. Y también es indudablemente neurótica, con una testa rudez que resulta fastidiosa”81.
NOTAS 1. SE, XVIII, págs. 147-74. 2. Amine Azar, y Antoine Sarkis, Freud, les femmes, Vamour, 1993, Pa rís, Z’Editions, pág. 156.
*12. El “retorno” lacaniano también, por supuesto, pero es más sutil, más platónico. ■- ‘
lean Guillaumin, “La technique de Freud en 1920 comme efíet d a- g'coúp tardif d’un échec thérapeutique, et défense differee contre le traP 1 Dsvchique du deuil relatif á Dora”, Psyché, études psychanalytiques sur Z r é S p s y c h w e , 1983, París, PUF, pág. 113. 4 . SE, XVIII, pág. 155. . 5 L. Flem, A vida cotidiana de Freud e seus pacientes, pag. 14 . 6. SE, XVIII, pág. 165. 7. Ibíd., pág. 130. 8. Ibíd. 9. Ibíd., pág. 150.
U. EUsábeth Zetzel, “The so-called good hysteric”, International Jour nal of Psychoanalysis, 1968, IXL, págs. 250-60. 12. SE, XVIII, pág. 150. 1 3 . Ibíd., pág. 155n. j 5 TheDidry^of Sigmund Freud 1929-1939, editado por Michael Molo- iQQ4 Londres, The Freud Museum, pág. 273. 16 Elisabeth Young-Bruehl, Anna Freud, a Bwgraphy, 1988, Londres, Sum^í|t Carta de^Fremf a Eitingon del 11 de noviembre de 1921. 18. Michael John Burlingham, The Last Tiffany, 1989, Nueva York, At heneum, pág. 154. 20. Lucy Freeman y Herbert Stream, Freud and Women, 1981, Nueva York, Frederick Ungar, pág. 81. 21 Michael John Burlingham, op. cit., pag. loo. . _ .. 22. Carta de Freud a Binswanger citada en Anna Freud, A Life Dedicated to Children, págs. 119-20. 23. Michael John Burlingham, op. cit., pag. ¿ ¿ ¿ ■ 24. Ibíd., pág. 192. .... , ooa 25. Cita de Michael John Burlingham, ibíd, pág. ¿ ¿ a . 26. Elisabeth Young-Bruehl, op. cit., pág. 133. 27. Ibíd, pág. 137. 28. Ibíd, pág. 138 29. Ibíd., pág. 196. 30. SE, VII, pág. 19. _ _i 31. Anna Freud, Introduction to the Technique o f Child-Analysis, en el capítulo sobre los diez primeros casos. 32. Anna Freud, The Writings o f Anna Freud , I, pág. 11. 33. Michael John Burlingham, op. cit., pág. 169. 34. Anna Freud, The Writings of Anna Freud , I, pág. 13. 35. Ibíd., págs. 17-8. 36. Michael John Burlingham, op. cit., págs. 163-7. E.f* 37. Ibíd., pág. 172. 38. Ibíd., pág. 173. 39. Elisabeth Young-Bruehl, op. cit., pág. 178. 40. Ibíd., pág. 178. gf; 41. Véase W ritings II, págs. 71-82. ; 42. Young Bruehl, op. cit., pág. 181. 43. Ibíd. 407
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44. Ibíd., pág. 182. 45. Elisabeth Roudinesco, H istoria da p sica n á lise na Franca. A batalha d os cem a n o s , 1986,1, Río de Janeiro, Zahar, I, pág. 158. 46. Melanie Klein, ^The importance of symbol-formation in the development of the childn, Int. J. P sych oan al., 1930, pág. 59. 47. SE, XX, pág. 94. 48. Melanie Klein, C o n t r i b u i d o á p s ic a n á lis e , 1964, Río de Janeiro, Imago, pág. 249. 49. S ym posium o f C hild-A nalysis, pág. 376. 50. Elisabeth Young-Bruehl, op. cit ., pág. 169. 51. S ym posium o f C hild-A nalysis, 1927, pág. 376. 52. Carta de Jones a Freud del 16 de mayo de 1927, R. Andrew Paskauskas (comp.), T he C om p lete C orresp on d en ce o f S igm u n d F reu d a n d E r n est J o n e s , 1908-1939, 1993, Londres, Harvard University Press, págs. 616-7. 53. Carta de Freud a Jones del 16 de mayo de 1927, ibíd., pág. 619. 54. Carta de Freud a Jones del 9 de octubre de 1927, ibíd., pág. 633. 55. Ibíd., págs. 618-9. 56. Anna Freud, The W ritings o f A n n a F reu d , I, pág. 512. 57. Elisabeth Young-Bruehl, op. cit ., págs. 170-1. 58. Carta de Freud a Jones del 23 de setiembre de 1927, citada por Eli sabeth Young-Bruehl, ibíd., pág. 171. 59. Carta de Freud a Eitingon del 23 de setiembre de 1927, íbíd., pág. 171. 60. Prefacio de R. Steiner a T he C om plete C orresp on d en ce o f S igm u n d F reu d and E rnest J on es , 1908-1939 , pág. xxxix. 61. Carta de Freud a Eitingon del 13 de octubre de 1927. 62. Carta de Freud a Jones del 27 de setiembre de 1927, T he C om plete C orrespondence o f S igm und F reu d and E rnest J on es ,.1908-1939 , pág. 623. 63. Ibíd. 64. Ibíd. 65. Ibíd. 66. Carta de Jones a Freud del 30 de setiembre de 1927, ibíd., pág. 625. 67. Ibíd. 68. Carta de Jung a Freud del 12 de julio de 1908, F reud-Jung, C orres p on d en cia com p leta , 1976, Río de Janeiro, Imago, pág. 211. 69. Carta de Freud a Jung del 18 de julio de 1908, ibíd., pág. 213. 70. Carta de Freud a Eitingon del 14 de enero de 1929. - 71. Phyllis Grosskurth, M ela n ie K lein , h er W orld a n d h er W ork, 1987, Cambridge, Harvard Univ. Press, pág. 386. 72. Carta a Eitingon del 14 de enero de 1929. 73. Carta a Eitingon del 20 de diciembre de 1929. 74. Riccardo Steiner, carta de Strachey a Glover del 28 de abril de 1940, en “É urna nova forma de diáspora ...", RIHP, I, pág. 26. 75. Ibíd. 1 76. Este tema del coto de caza de la familia Freud ya había sido emplea do por Jones 13 años antes (carta de Jones a Freud del 30 de setiembre de 1927, T he C o m p lete C o rresp o n d en ce o f S ig m u n d F reu d a n d E rn est Jones, 1908-1939 , pág. 629). 77. Elisabeth Roudinesco, op. cit., I, pág. 157. 78. Ibíd., pág. 158. 408
79.
C a r t a d e M e la n i e K le in a J o n e s , s i n f e c h a , c it a d a p o r E li s a b e t h
V n u n c -B r u e h l, op.
cit., p á g .
265.
,
oqq
i asssr.'ffifiSSAssass
de Jones, citada por Phyllis Grosskurth, ibíd., pags. 289-90.
«
C A P ÍT U L O 62 E L L IB R O D E L A D E S IL U S IÓ N
Desde la primera página El porvenir de una ilusión se presenta como un extraño panfleto. Las reflexiones iniciales sobre la cultura tienen una intención: laicizar el tema, comenzando por donde había terminado Tótem y tabú. La religión, inscripta en una antropología cultural se vuelve accesible a la investigación científica. Freud le nie ga a la fe cualquier estatuto de verdad revelada. Lo revelado tiene que ser develado. Las premisas son dos. La civilización se funda “en el hecho de \ res ? ° les gU8ta.’trabaJar y
S S l e a^ v m /á d o r de 18 SeSUnda PrÍVaCÍÓ" y *rabaj0 “ ,nsti' “y“ E l p o r v e n ir d e una ilu sión enumera las “privaciones” que la civi lización cobra a los seres humanos, el precio que impone para defen derlos de la naturaleza. Pero la naturaleza está muy lejos de haber sido conquistada. Hay una larga lista de calamidades telúricas y físi cas, desde terremotos hasta “el enigma doloroso de la muerte, contra la cual por el momento no se ha encontrado, y probablemente nunca se encontrará, ninguna hierba medicinal. Con esas fuerzas, la natu raleza se levanta contra nosotros, grandiosa, cruel, implacable. Para la humanidad como un todo, así como para el individuo, la vida es di fícil de soportar 2. Tal vez hoy en día sorprenda esta visión de una naturaleza “graníosa, cruel, implacable”. La naturaleza era majestuosa por su propia naturaleza, y nadie podía emular sus desplantes, hasta 1943. A partir de esa fecha el hombre incuba la temperatura del sol en el interior de una bomba y toma fotos del planeta verde-azul desde el suelo lunar. Y eso fue solo un aperitivo. Ahora la biología genética amenaza artificializar la naturaleza, lo que tal vez sea nuestro próximo desafío. La si tuación se ha invertido: la depredada natura tiene que ser protegida de nuestra voracidad tecnológica. Vivimos en un planeta mucho más tóxico, contaminado, hambriento de proteínas, apiñado, explosivo. En ese^sentido, Freud no tenía la menor preocupación ecológica. El térmi no ecología fue acuñado precisamente ese año por Charles Elton en su libro sobre la ecología del Polo Norte. Se puede decir en una gran 410
ampliación retrospectiva, que Jung, con su Grande Madre Naturale za fue más ecológico que Freud con su Padre Muerto. Está bien, la naturaleza perdió fuerza en el macrosistema Tierra, oero continúa siendo el agente de nuestra muerte. Y Freud dice que “ p r o b a b le m e n te nunca se encontrará ninguna hierba medicinal ** “probablemente”: sugestiva referencia en un hombre condenado a muerte por el cáncer. El fracaso de la ciencia le brinda, como señala
cambio, pasa a ser un ingrediente psicopatológico, responsable de las enfermedades individuales. Junto con eso, al definirse la cplpa como represión de la naturaleza baja del sujeto, se desenmascara el fondo traicionero de la piedad convencional. Freud ironiza: “El misticismo ruso llegó a la sublime conclusión de que el pecado es indispensable para gozar de todas las bienaventuranzas de la gracia divina, siendo, en consecuencia, grato a Dios”9. Punto importante: el “sentimiento de culpa” puede ser incons ciente, constituyéndose como una determinación esencial de la natu raleza humana. Esta idea ya había sido introducida, pero no elabora da, en el artículo “Acciones obsesivas y prácticas religiosas” publicado en 190710. El tema será examinado en detalle en E l m a lesta r d e la cultura.
Conviene apuntar que Freud, una vez más, no quedó nada con tento con el fruto de este “parto de los montes”, y descalificó a su E l p o rv en ir. .. como insignificante, “pueril”, con “contenido analítico muy ralo, e impropio como confesión personal”11»*1. Ese tipo de comentario “puerperal” se había convertido en un há bito. Pero tal vez se comprenda esta crítica si consideramos que el texto aporta poco de nuevo a lo dicho sobre el animismo y sobre la Iglesia como grupo artificial. Más aún: la visión que Freud tiene aquí de la culpa representa un paso atrás en comparación con Tótem y ta bú, ya que la considera sólo como ingrediente psicopatológico, mini mizando los datos presentados en el capítulo “Animismo, magia y omnipotencia del pensamiento”, sobre el valor fundante de este senti miento. Este punto de vista fue posteriormente elaborado por Melanie Klein, con su noción d e p o s ic ió n d e p r esiv a 12, en la cual la culpa representa un factor de integración del sujeto, en la medida en que moviliza el mecanismo de reparación del objeto destruido*2. Tal vez sea mejor pensar en dos tipos de sentimientos de culpa, como lo hace Melanie Klein: una culpa depresiva y una culpa paranoide13. Esta indefinición en el concepto de culpa sólo será superada en la elaboración postuma del M o is é s , precisamente al hablar de la contri ción de los israelitas por el asesinato del Patriarca. De esa represión, , de esa fértil culpa sofocada, nace la religión monoteísta que Moisés nos legó. Por otros caminos, la idea de que la culpa redime (con inter pretaciones diferentes, tanto laicas como sacras) es compartida tam bién por la religión, punto que, por motivos doctrinarios, Freud no es taba dispuesto a aceptar.
*1. No queda claro cuál es la “confesión personal”, a menos que se trate de esa alusión indirecta al filtro de la inmortalidad. *2. El propio Freud habló de culpa y reparación en el primer artículo pa ra la Enciclopedia Británica (1922) (SE, XVIII, págs. 235-255). 412
Este ensayo, fiel al título, es un estudio sobre la ilusión. Un nue vo lugar le es concedido a este espejismo que no cesa cuando es reco nocido como tal. Lo ilusorio, pasado y futuro se presenta como un fe nómeno esencial en el proceso civilizador. No sólo la ilusión religiosa, sino “también otros factores culturales que tenemos en alta conside ración y por los cuales dejamos que nuestras vidas sean reguladas”14. O sea que, junto con las religiosas, tenemos las ilusiones políticas, eróticas, artísticas, etc. ¿Qué es una ilusión? Se trata, para Descartes, de la malicia del genio maligno: Va mos a suponer que hay ... un cierto genio nocivo, tan astuto y enga ñador como poderoso, que utiliza toda su capacidad para engañar nos”15. La ilusión cartesiana se confunde con el fraude. La posición racionalista es clara: de un lado tenemos la ilusión, el genio maligno; del otro, el pensamiento verdadero, Dios como guardián universal. La posición freudiana es más compleja, aunque a veces retorne a la postura clásica16. , ttTT .. Precisemos mejor el estatuto de lo ilusorio en Freud: una ilu sión no es lo mismo que un error; tampoco es necesariamente un error”17. Ejemplo: ver quebrado un bastón sumergido en agua. La ilu sión es indiferente a la realidad, existe fuera de cualquier razón. Pue de ser un trom pe-oeil , un truco telúrico, un arco iris. De todas las ilu siones, la religiosa es la más inexplicable y la más tenaz. Se basa en el amor a un objeto invisible. Luego veremos que la transferencia es el paradigma de la quimera, pero para eso tendremos que aguardar la llegada de Winnicott y Marión Milner. “Lo característico de las ilusiones es que derivan de deseos hu manos.”18 Transportan la insistencia de una pulsión y están muy “próximas a los delirios psiquiátricos”19. Freud, como Marx, considera que la teología es una gran pero hueca superestructura cultural. Hu mo que obnubila en el fumadero de opio de los pueblos. De allí que meta la teología racional de Santo Tomás de Aquino y la lógica afila da de Calvino en la misma bolsa que los clavos de Lutero y el sudario de Cristo como paradigmas de la insensatez de la humanidad. Pavos reales y toros sementales, tótems en procesión ante los hermanos de la tribu, familias reales unidas por pactos, ritos de iniciación e imáge nes de fertilidad: esto es para Freud la religión.”20 Un circo imagina rio de dimensiones planetarias. En el rechazo de toda ilusión, él se asume como ateo inveterado. Por ello el psicoanálisis se presenta co mo una ciencia de la desilusión 21. En contraste con la “fe atea” freudiana22, Breuer se consideraba agnóstico, y aceptaba la ilusión en el límite de la racionalidad. En una carta a su amigo Brentano se inscribió en la línea de Renán: “To do es posible, hasta Dios”23. Pero Breuer no creía en “un dios extratett'eno hecho a imagen del hombre”24. Un agnóstico es un ateo soñador. Kant, con su “noúmeno , esto es>su objeto de conocimiento intelectual puro, era agnóstico sin sa413
berlo. “Agnosticismo” es un término moderno, acuñado por Thomas Huxley, el abuelo de Aldous y Julien, en 1867, en oposición a los “gnósticos” medievales. Darwin se declaró agnóstico en una carta pú blica; Spencer, también., Brücke era ateo, pero Du Bois-Raymond, en su enunciado de L o s siete en igm a s del m u n d o , con su famoso Ignoram u s socrático, demostró ser agnóstico. 1927, año triste aunque relativamente calmo. La primavera avanzaba lluviosa, color de nieve sucia. La batalla contra el cáncer no daba tregua. La enfermedad continuaba, con su calvario de prótesis. El fantasma del momento, junto con el “Monstruo” en forma de próte sis, era la economía estancada de la V erla g "3. Se arrastraban otros problemas, ya crónicos, como la cuestión lega, la confrontación Anna Freud-Melanie Klein, el fantasma Rank y la nostalgia por los campos en flor. Schur pasó a ser el médico de la muerte de Freud -el Fliess eutanásico, como lo denomina Cristina Ferraz25- , mientras Lou AndreasSalomé era su confidente y cómplice generacional. Lou residía en Gotinga, con su marido viejo y abstinente m a lg ré lu i, y viajaba poco; Freud estaba enclaustrado en Viena. Se veían muy pocas veces. La fuerte amistad, con su transferencia de sentimientos, no se había agotado, porque él admiraba el espíritu “indómito” de esa gran mujer del látigo y la seducción. Tal vez recordara aquellas noches antiguas de los miércoles en las que su mirada se perdía en una silla vacía... ¡Mi querida e indómita amiga! Leí su carta de aniversario con la misma sensación que se tiene, sentado al lado de la chimenea, en el invierno, recibiendo su calor. Pero a mí me ha llegado la edad del de sasosiego, un estado de total desilusión, cuya esterilidad total es com parable con un paisaje lunar, con una edad del hielo interior ...”26 En el páramo, como el Ave Fénix, quizá surja alguna cosa de las cenizas lunares: "... Tal vez el fuego central aún no se ha extingui do ... y la esterilidad sólo afecte las capas periféricas y ... pueda haber una nueva erupción ...”27. Necesita una ilusión para renacer. Como lo señala Gay, “la autoflagelación de Freud no debe oscurecer el hecho de que E l p orven ir de una ilusión era un libro que él tenía que escribir”28. Por una cuestión de principios. Se puede decir que el psicoanálisis fue “la última gran formulación del laicismo del siglo XIX, completa, con su doctrina y culto sustitutos. En efecto, la tesis psicoanalítica es vasta, ecuménica, de amplitud semejante al cálculo social de Bentham, a la sociolatría de Comte y al materialismo dialéctico de Marx”29. Pero, a diferencia de Bentham y de Comte, él no siente necesi-
*3. ¿Por qué la V e r l a g siempre estuvo al borde del caos? ¿Por qué su hermana inglesa, la Hogarth Press, siempre fue rentable? 414
dad, mejor aún, no se digna diferenciar “cultura” de “civilización”. Veamos, más de cerca, lo que Freud entiende por el término cultu ra”: “La cultura humana, entendiendo por ella todo lo que en la vida del hombre supera sus condiciones zoológicas y se distingue de la vi da de los animales ... presenta ... dos aspectos diferentes al observa dor. Comprende por un lado todo el saber y el poder conquistado por los hombres para llegar a dominar las fuerzas de la naturaleza y ob tener bienes materiales para satisfacer las necesidades humanas y, por el otro, todas las organizaciones necesarias para regular las rela ciones de los hombres entre sí y, en particular, la distribución de las riquezas alcanzables”30. . . . . . , Según Kaufmann, Freud no separa civilización de cultura por que la solidaridad entre estas dos nociones revela la propia constitu ción de las organizaciones sociales que resultan de la superación de la vida animal”31. Superar la bestia implica respetar la exigencia civili zadora de que “los individuos que, como tales, son «virtualmente» los enemigos de la civilización, acepten sacrificios que acarrean la renun cia a los instintos antisociales, esto es, anticulturales”32. Surge enton ces la gran cuestión: “¿Hasta qué punto es posible disminuir la carga de los sacrificios pulsionales impuestos a los hombres, reconciliándo los con aquellos que necesariamente deben permanecer, proporcio nándoles alguna compensación?”33 Freud se pregunta si la culturización civilizadora no ha ido más lejos de lo que debía, si pensamos en términos de neurosis. La cultu ra, melliza de la civilización, es la insoportable amiga del hombre. Aquí, entonces, aparece la primera ilusión psicoanalítica. ¿será posi ble, en el nivel macro, sacudir significativamente el yugo que la cul tura nos impone? ¿Es posible suavizar lo que luego, en E l m alestar de la cultura, se llamará superyó colectivo, esa agencia que prohíbe los tres deseos antisociales básicos: asesinato, canibalismo e incesto? Ese bestialismo nuestro, ¿no puede ser programado de otra manera.'* Interdicciones antiguas, indispensables en la construcción de la humanidad34. Pero la identidad entre civilización y cultura trae sus problemas. La civilización se aproxima más a colonización que a cul tura. La civilización doma la pulsión; la cultura, no. Consecuente mente, en la visión política del fenómeno, Freud se ubica en un lugar que privilegia el carácter represivo de ese frente común que sería lo social. Sostiene que los anhelos de la sociedad y del individuo son irreconciliables. El dominio de las elites se justifica por las tenden cias anárquicas, pasivas e indolentes de las masas. La genealogía de esa idea parte de la creencia liberal vigente, darwinianamente orto doxa, que postula el agenciamiento de privilegios por parte de líderes Poderosos. Se trata de la “pereza” arraigada de las masas. Esto apa rece de modo inequívoco tanto en E l p orven ir de una ilusión como en su Psicología de las m a sa s. En ambos textos el tema es expuesto con c aridad: los hombres tienen que trabajar. El sudor del castigo bíblico es convertido en fuente de maduración y perfeccionamiento personal. 415
Si tomamos en cuenta que los “hombres no son, por naturaleza, amantes del trabajo”, y si añadimos la “ineficacia de los argumentos contra las pasiones”, llegamos a “las circunstancias ampliamente di fundidas entre los hombres”35 que hacen inevitable la coerción social. Freud, liberal empedernido, tiene la firme convicción de que las masas son irracionales. Admite que pueden llegar a experimentar sentimientos sublimes “de abnegación, desinterés y sacrificio por un ideal”, pero a sus ojos eso no basta para redimirlas. El logro moral grupal palidece ante el hecho de que los poderes de raciocinio quedan obnubilados en el calor de la camaradería. Desde esa perspectiva, Rieff tiene razón al afirmar que “la racionalidad opera como un desin tegrador de la vida grupal”36. La tesis igualitaria no es considerada. Si la sociedad, gracias a la dependencia y el respeto por el líder, determina una relación de po der, ese vínculo, esa transferencia, habla de una desigualdad consti tutiva en el corpus social; la libertad y la fraternidad tal vez subsis tan, pero no se puede ni pensar en la igualdad. Quizá sea su vena mesiánica la que lo lleva a admirar a las mi norías despóticas37. En las Nuevas conferencias..., Freud imagina una república platónica. Escuchemos este pasaje un tanto escalo friante: “El hecho de que los hombres se dividan en dirigentes y diri gidos es una expresión de su desigualdad innata e irremediable. Los subordinados forman la inmensa mayoría y necesitan de una autori dad que tome decisiones por ellos, para someterse a ellas incondicio nalmente ... Es preciso poner el mayor empeño en educar a un estrato superior de hombres dotados de pensamiento independiente, inaccesi bles a la intimidación, que luchen por la verdad y a los cuales les co rresponde la dirección de las masas dependientes ... La situación ideal sería la de una comunidad de hombres que hubiesen sometido su vida pulsional a la dictadura de la razón”38. “Freud, ¿reaccionario empedernido?”, se pregunta Renato Mezan. Y responde que la postura freudiana “no es una apología, sino una ve rificación”. Ocurre que tanto Mezan como Ernest Jones y Peter Gay intentan justificarlo, cosa que yo ni siquiera me siento tentado a rea- * lizar. El Profesor era sordo en asuntos políticos, así como carecía de ' oído musical. Sus argumentos tienen un olor rancio. La “nueva dere cha francesa” es mucho más persuasiva. La tolerancia benévola de la desigualdad es típica del pensamiento liberal. Se considera necesaria una cierta manera de coerción social*4. La consigna tácita es la ade cuación a la estratificación social, y no su abolición. El hecho de que
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ortodoxia estricta: Jacob Freud * * « ; , los dientes? Tanbien permisivo. ¿Contra cluien’ , ensayos atingentes a Dios, el to en su El p o r v e n ir ... de la religión en general, tiene en la S r í t l m S Iglesia Católica Apostólica Romana es ei en ■“ " Ü Ü Í S Í con esa leves, hasta tibiamente cordial . de la religión judía como de cualqui compadre Abraham dijo sin ironi q
„ rQ en una carta a su ^ ca|nin0 a \a verdad es mu-
teriales existentes y en los arreglos para raba^compulsivo y la renuncia brimiento de que toda cultura reposa e . despierta la oposición de instintiva, y do por lo tanto, ¿cursos, los los afectados por tales exigencias, resu /Retribución no pueden ser ya medios para adquirirlos y los arreglos para su ^ rebeldía y por la característica esencial o única; pues son amenazados por ia 3?) las pasiones destructivas de los miembros de la cultura ... I?»»,
*4. Más de una vez Freud expuso públicamente su actitud con relación al socialismo marxista. En E l p o r v e n i r d e u n a ilu sió n él abre un capítulo di ciendo: “Al principio nos tentó ver la esencia de la cultura en los recursos ma-
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cho más Simple para el Pueblo Elegido de Jehová, gracias a la “arquitectura anímica del judío44. 1 Lo mejor que podía decir en favor de las creencias religiosas era que eHas domesücqn al individuo y lo amparan de la soledad. A pro posito del Hombre de los Lobos, aclaró: “Podemos decir que en este caso la religión realizó todas las cosas para las cuales es introducida en la educación del individuo. Ella domó sus luchas sexuales ofre ciéndole una sublimación y un sólido apoyo ...”45 ’ La religión corresponde a la infancia, medrosa y obsesiva, del es píritu humano. Además de infantil, Freud la considera fundamental mente femenina. Esto no quiere decir que son más las mujeres que van a misa. Le parece lamentable que el hombre religioso se vea “for zado, como una mujer, a una obediencia incondicional”46 Ser religioso equívaíe a ser pasivo, complaciente, dependiente: rasgos esendalmente fememnos. El delirio de Schreber (volverse una mujer misión'teísta4^ Dl0S maSCulmo) es tomado como paradigma de la su•i iTer? ’ h.abIando de ilusiones, el escéptico Freud alberga su propia ilusión: la de que la ciencia pueda vencer. Esa hipótesis esperanzada es el complemento de la critica a las ilusiones pasadas. Por esto se puede decir que, al contrano de lo que se piensa, éste es su libro más optimista con ecos del discurso utópico de 1918 en el Congreso de Budapest, donde Freud soñó con una sociedad futura que brindara asistencia psicológica a los menesterosos. El tono, por momentos triunfalista , contrasta con el pesimismo de E l m alestar en la cultum . El confia en el renacimiento y en el progreso constante de la histona europea. Valora la postura” científica: El espíritu científico genera una cierta postura en relación con las cuestiones de este mundo50. Se detiene un instante, vacila, y finalmente traspone el umbral: En este proceso no hay obstáculos; cuanto más accesible se vuel va el tesoro de nuestros conocimientos, más aumentará el abandono de la creencia religiosa; al principio sólo [se abandonarán] sus ropajes más obsoletos y estridentes, pero después también sus pensamientos fundamentales51.
Oskar Pfister. Tal vez, para Pfister, Freud era un “inveterado paga no” ñero el reverendo amaba entrañablemente al Profesor. Por otra parte, el Laienanalyse está sutilmente ligado a este texto: No sé si usted ha advertido la vinculación secreta entre L a ien a nalyse y E l p orven ir de una ilusión. En el primero deseo proteger al análisis de los médicos y, en el último, de los curas . Viejos amigos, Freud y Oskar Pfister se encontraron en 1908. Pfister fue uno de los extranjeros que visitaron al Profesor ese ano le encuentros con personajes notables. Era de Zurich, pastor e hijo de nastor Había tomado conocimiento del psicoanálisis vía Jung y Bleufer En el año cismático de 1913, él siguió fiel a la tesis vienesa, a pe sar de su resistencia en la cuestión de la sexualidad. La relación de amistad entre los dos hombres fue creciendo, a medida que Freud ^ Slebre carta donde comparó al buen analista con el pintor que que ma los muebles a fin de calentar el taller para su modelo (desnuda, eVldpasada la guerra, el pastor pasó a ser interlocutor privilegiado, su Hombre en Zurich. La correspondencia previa entre ellos, que pa rece salida del Siglo de las Luces, fue una densa aunque amigable po lémica religiosa que culminó en este “debate científieo^ Conviene re cordar que, fuera del libro, Pfister respondió en un folleto titulado “La ilusión de un porvenir”, con un “quiasmo com o el que Marx ha bía aplicado a Proudhon, convirtiendo L a filosofía d é l a m iseria en miseria de la filosofía. Sólo que Pfister no era Marx El Hombre de Zurich tampoco era medico pero pretendía est blecer vínculos entre el diálogo pastoral y la relación analítica ere en la posibilidad de que los ángeles ayudaran en la limpieza de la chi menea. Así, Pfister siempre estuvo interesado en una forma de peda gogía adaptativa “que consistía en apoyar a las ovejas infehces en ^ esfuerzo por curarse de sus síntomas” . Freud respondió con el viej argumento del bisturí, la «neutralidad analítica»: el psicoanalista no puede buscar recursos en otro lugar que no sea su ciencia, no dene aconsejar a su paciente, ni dirigir sus pensamientos, sino s o escu charlo e interpretar sus sueños y sus síntomas. . . . En el penúltimo capítulo, Freud propone a su opositor la siguien te definición.
Éste es el meollo del pensamiento freudiano: la percepción inte gral de las cosas nunca fue fuente de optimismo. En eso Freud se pa rece a La bontaine. En segundo lugar, las propias premisas de la ciencia son incompatibles con la fe. La religión es el otro de la ciencia. En el L a ien a n a lyse Freud había apelado en su retórica a un “in terlocutor ímparcial” en la figura de Julius Tandler; en los dos últi mos capítulos de E l p o rv en ir de una ilusión vuelve a utilizar ese re curso. Esta vez el “opositor” angelical no podía ser nadie más que
*5. Roudinesco recuerda la polémica entre Freud y Pichón. I ero en ese «aso se trató más de paronimia que de quiasmo. Frente a El malestar en cultura, Pichón escribió El bienestar de la cultura (E. Roudinesco, Historia da psicanálise na Franca. A batalha dos cem anos, 1986, Rio de Janeiro, ¿ahar, II, pág. 145).
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Las ideas religiosas constituyen enseñanzas y afirmaciones sobre datos y condiciones de la realidad externa (o interna) que infor man de algo que [el paciente] no descubrió por sí mismo y que configura una apelación a su creencia53.
3 . Max Schur, F r e u d , v id a e a g o n ía , 1981, Río de Janeiro, Imago, II, pág.
483' 4 . Carta de Freud a Eitingon del 6 de junio de 1927, citada por Schur, 5 Y r X s t 4 Jones, A v id a e a o b r a d e S i g m u n d F r e u d , 1989, Río de Janei
ro, Imago, III, pág. 464. 6 . SE, XXI, pág. 22.
Y “Pfister” replica: El deseo de salvación es coextensivo a la salvación, y ésta queda ría completamente arruinada si desapareciese el pedestal religio so en el cual se funda”54. En ausencia de un Ser Todopoderoso y Justo, el hombre se senti ría “exento de toda y cualquier obligación ... y el caos que desterra mos a través de muchos millares de años de trabajo civilizador retor nará una vez más”55. Considero legítimo pensar que este opositor imaginario, este pastor en la incómoda postura de abogado de Dios, expresa en parte el pensamiento del propio autor, “exactamente la parte contra la cual se defiende y que le angustia”56. La tesis es sóli da y bien fundada; tal vez Freud pensó en el régimen estalinista que acabó con Dios para poner en su lugar una religión del Estado aún más monolítica. Si la religión es un factor de orden, hay que conser varla. Y si se la destruye, los hombres se ven llevados a construir otro sistema doctrinario57. Contra esta tesis se aducen tres argumentos: Io) la religión no es una necesidad intrínseca de la civilización; 2°) ella es solamente una fase de la evolución humana; 3o) es posible implantar una educación que permita la liberación de tales ilusiones. “Freud intentaba demostrar que no se podía conciliar la religión con la ciencia ni la práctica del inconsciente con las ilusiones de una pedagogía directiva.”58 “Pfister”, por su parte, denunciaba mansa mente las ideas cientificistas de Freud. En realidad, resulta difícil de cidir quién salió mejor parado del debate. Por momentos los argu mentos del opositor parecen más fuertes. De allí, tal vez, la virulencia de la autocrítica freudiana que ya comentamos. Frente a la ilusión teísta, no sabemos si los hombres pueden obedecer a leyes temporales que no sean garantidas por un orden trascendental, no sabemos si pueden vivir en la incertidumbre, adoptando una actitud científica. Pero, por encima de todo, el elogio a la ciencia, hoy en día, en el final del segundo milenio, después de Hiroshima, es insostenible.
NOTAS1 2 1. SE, XXI, pág. 8. 2. Ibíd., pág. 47. 420
8 . Rieff^ F reu d , la m e n t e d e u n m o r a l i s t a , 1966, Buenos Aires, Paidos,
pág» 270. 9. SE, XXI, pág. 38. 10. SE, IX, págs. 9 y 123. 11 Carta de Freud a Ferenczi del 23 de octubre de 19¿7. 12 Melanie Klein, “Mourning and its relationship with mamc-depressi19 4 0 T h e W r itin g s o f M e la n ie K le in , I, págs. 344-69, VC 13. Melanie Klein, “On the theory of anxiety and guilt”, 1948, ibíd., III,
págs. 3-24.
14. SE, XXI, pág. 34. „ 15 Renato Descartes, “Primera Meditación . . r/ , 16. Eugéne Enriques, D a h o r d a a o e s ta d o , 1990, Rio de Janeiro, Zahar,
pág. 86. 17. SE, XXI, pág. 30. 18. Ibíd., pág. 31. 1.9. Ibíd. 21. Fabio H em ñ n n /‘Mal-estar na cultura e a psicanálise no fin do secu to”, P e r tu r b a d o r m u n d o n o v o , 1994, San Pablo Escuta, pag^ , . 22. Jacques Lacan, L ’é t h i q u e d e la p s y c h a n a l y s e ■ L e S e m .n a i r e , liv r e 1986, París, Seuil, pág. 227. ... j ofn 23. Emest Renán, “Examen de conscience philosophique . F e u ille s d e ta ch ées, 1892, París, pág. 1169. , & - A 24. Albrecht Hirschmüller, J o s e f B r e u e r , 1991, París PUF, pag. .4. 25. Ensayo leído en las J o r n a d a s d e C a c h o e ir a s en 1991, medito. 26. Carta de Freud del 11 de mayo de 1927, F r e u d -L o u A n d r e a s -S a l o m e , 1972, Río de Janeiro, Imago, pág. 215 27. Ibíd., pág. 216. Q p K. 28. Peter Gay, F r e u d , urna v id a p a r a o n o s s o t e m p o , 1989, ban i amo, Companhia das Letras, pág. 476. 29. Rieff, op. cit., pág. 253. 30. SE, XXI, págs. 5-6. , , . * .. , _ 31. P. Kaufmann, “Freud, la théorie freudienne de la culture , citado en Eugéne Enriques, op. c it., pág. 1 1 2 . 32. Ibíd., pág. 83. 33. SE, XXI, pág. 10. 34. Eugéne Enriques, op. c it., pág. 83. 35. SE, XXI, pág. 13. 36. Rieff, op. c it., pág. 244. HhAf- 37. Ibíd., pág. 243. R 38. SE, XXII, pág. 212. 39. Rieff, op. c it., pág. 258. 40. SE, XXI, pág. 32. V il,
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42. Carta de Freud a Martha del 16 de diciemhrp Hp iq « q o;„
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46. SE, XXI, pág. 161. 47. Rieff, op. cit., pág. 262. 48. SE, XVII, pág. 167. pág. 218PatriCk J' Mah° ny’ F r e U d ’ 50. SE, XXI, pág. 34. 51. Ibíd., pág. 31.
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1990>París, Les Belles Lettres,
52. Carta de Fieud a Píister del 25 de noviembre de 1 9 9 » Págala?
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Freud avec le Pasteur Pfister, 1967, París,’ Gallimard’
53. SE, XXI, pág. 25. 5 4 .Ibíd. 55. SE, p : i , págs. 34-35. 56. Eugéne Enriques, op. c it., pág. 90 57. Ibíd. 58. E. Roudinesco, op . c it., pág. 144.
CAPÍTULO 63 . EL MANDAMIENTO IMPOSIBLE se abre con una visión fantástica de Ro ma. En esa gran metáfora arqueológica, el “viejo edificio” del alma es comparado con la Ciudad Eterna, donde se han levantado sucesivas capas urbanas. Pero, a diferencia de Roma, ninguna parte de la psi que sepultada puede haber sufrido una destrucción total: “Todo suce de como si los palacios de los Césares aún estuviesen de pie en el Pa latino y ... como si el Palazzo Caffarelli se elevara en el mismo lugar del templo de Júpiter Capitolino, y no sólo con el aspecto con que lo vieron los romanos en los tiempos de los Césares, sino también con su apariencia inicial, cuando aún tenía un perfil etrusco y adornos de te rracota”1. Freud remata esta metáfora pluridimensional comentando: “No tendría sentido llevar esta fantasía a su límite, porque ella conduce a representaciones absurdas. Cuando se quiere traducir en términos espaciales una secuencia histórica, no lo podemos hacer a menos que pongamos una cosa junto a otra en el espacio; la unicidad de un lugar no tolera dos contenidos diferentes. Nuestra tentativa parece un jue go fútil. Sólo se justifica para hacernos ver cuán lejos estamos de po der percibir, mediante imágenes visuales, las características de la vi da del espíritu”2. Imposible, en aquella época, aunque no sé lo que sucedería ahora con un buen programa de realidad virtual. Por otra lado, como veremos en el artículo “Construcciones”3, el analista trabaja con un método semejante al del arqueólogo, pero le lleva ventaja, porque dispone de un dispositivo de gran valor: la repe tición4. La metáfora arqueológica retoma la idea de la zeitlos, la “atem poralidad del inconsciente”, tema que ahora se liga a la pulsión de fuerte. Por otra parte, la muerte está al acecho en las esquinas de as gandes ciudades alemanas. Hitler ya proyecta su sombra sobre el continente europeo. Impera una grave crisis económica. Así como la echa de aparición de La interpretación de los su eñ os había sido alte rada, el M a lesta r salió de la imprenta el 29 de octubre de 1929, pero la contratapa se leía “1930”5. O sea que conoció la luz una semana de la quiebra de la Bolsa de Valores de Nueva York, en la caw^ofe de Wall Street que dio comienzo a la Gran Depresión6. ja p. vivamos al verano de ese promisorio año de 1907. Freud, desde ludad Eterna, le escribe a Jung: “Aquí, en Roma, llevo una exisE l m alestar en la cultura
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tencia solitaria, inm erso en fantasías ... Al principio de las vacaciones me alejé resueltam ente de toda ciencia, pero querría ... regresar a la n orm a lid a d y p ro d u cir a lg u n a cosa. E sta ciu d ad in com p a ra b le es ideal para eso. A pesar 'de que m is trabajos principales probablem en te ya fueron realizados, alim ento la esperanza de m antenerm e en sin tonía, por el tiem po que m e sea posible, con usted y los m ás jóvenes. C uando logre dom inar com pletam ente mi libido (en el sentido com ún) com enzaré a escribir una «H istoria Sexual de la H um anidad»”7. El tiem po llegó, pero entonces, veintidós años después, Freud es taba pronto para escribir una historia m ucho más som bría, m ás fan á tica. El tem a cen tra l de su H istoria de la H u m an idad, com o vim os, tiene que ver con el irrem ediable antagonism o de las exigencias p a sionales y las restricciones im puestas por la cultura8. En la p rim era versión del m an u scrito, el títu lo p rovision a l era D as U n g lu ck in d er K u ltu r9, con “ U nglück” en lugar de “U nbehagen”, dada la difícil tradu cción de la prim era de estas voces al inglés De h aber quedado con el título origin al, tendríam os E l in fortu n io en la cultura, que en cierto m odo creo que transm ite m ejor la idea de la re signación freudiana. Texto “m ás fácil de leer con placer que de resum ir” 10. De allí que sea uno de los libros m ás leídos y m enos citados de Freud. Fue nece saria la obra de N orm an Brown E ros y T ánatos11 y el “ M ayo Francés” para que p u d iéram os com p ren d er que se trata de la “com probación más violenta ja m á s elaborada sobre las consecuencias nefastas de la obra civilizadora” . Está prohibido prohibir. El año 1928 fue tan d ep rim en te y su frid o com o el anterior. “El M onstruo” continuaba siendo su tortura diaria. En ju lio Freud le con fió a Jones “un pequeño secreto que debe continuar secreto” . Estaba pensando en abandonar a Pichler. “Este últim o año sufrí m ucho bajo los esfuerzos de Pichler por conseguir una prótesis m ejor ... y el resul tado fue m uy poco satisfactorio. Así, finalm ente, cedí a la presión de diversos lados para que busque a otra persona.” 12 Las notas de Pich ler sobre el caso son, en efecto, desalentadoras. f%/ká •* N otas de P ich ler VII 16-4-28: T od o va m al. D olor en la reg ión p osterior, donde se observan edem a, eritem a e hiperalgesia en la pared faríngea pos terior. R em oción de la gu taperch a en la parte superior; soporte derecho cam biado por soporte de oro m acizo13. 24-4-28: La prótesis 5 no puede ser usada, m uy grande y gruesa. Parte de la pasta rem ovida es sustituida por laca. Todavía muy grande. Se rebaja el punto de presión de la prótesis 4 14. ** ■ A n te esta boca llaga d a, F reud se con ven ció de que le convente 424
procurar la asisten cia del em in en te p rofesor S chroeder. P arece ser aue el propio Pichler estuvo de acuerdo con la decisión. Freud se tras ladó a Berlín. Todo fue altam ente confidencial. “Por el m om ento se va a decir que estoy visitando a mis hijos. Ergo: discreción.” 15 Los exám enes y ajustes en B erlín fueron desagradables en extre mo, pero a él le gustó Schroeder. La excursión médica dio fruto: la nue va prótesis era mucho m enos incóm oda; aliviaba el dolor, aunque dis torsionaba su voz más que las de Pichler, dificultando el trabajo clínico. Ese año Freud tuvo la últim a cita con su am iga Lou. En la auto biografía, ella describe ese en cuen tro final, fuera de Viena, cerca de Bellevue: “Sentía dentro de mí la pena por aquellos espantosos, terri bles y difíciles años que él v en ía sop orta n d o; años en que todos los que lo rodeábam os nos preguntam os cuánto m ás podían aguantar sus fuerzas. En ese m om ento algo sucedió, algo que no pude controlar, al go que escapó de mis labios trém ulos, en protesta contra su destino y su m artirio: «¡T odo lo que yo algu n a vez expresé en mi entusiasm o, usted lo realizó!» Espantada por la franqueza de mi alusión, lloré rui dosa e incontrolablem ente. Freud no respondió, sólo sentí su brazo en torno de m f 16. _ , . , , A Pero el vínculo epistolar continuó. En el com ienzo del verano de 1929, lejos del m undo, en Schnew inkl, Freud le escribe: Carísima Lou Con su agudeza habitual, usted debe de haber adivinado por qué dem oré tanto en responder a su carta. A nna ya le contó que estoy trabajan do sobre un cierto a su n to y h oy escribí la últim a frase, que, en la m edida de lo posible, sin una biblioteca, com ple tó mi trabajo. ¿De qué trata el trabajo? Trata de la civilización, del sentim iento de culpa, de la felicidad y de tem as elevados por el estilo, y m e parece, sin duda con razón, muy superfluo, en contraste con trabajos anteriores, que siem pre brotaron de una necesidad interior. Pero, ¿qué más puedo hacer? No se puede fum ar y ju ga r a las cartas todo el día ... Por lo tanto escribí, y de ese m odo el tiem po pasó de m anera bastante agrada ble. E scribien do este libro d escu b rí de n u evo las verdades m ás banales17. C arta extrañ a, p arece e scrita en el v ie jo estilo id iótico. F reud proclama que el libro no nace de una necesidad interior, pero sin embargo toma com o punto de partida el fin a l'd e El porvenir de una ilu*!l6n- En realidad, estam os ante un texto casi apocalíptico; de allí la lr°n ía sobre p asa r el tiem p o “de m a n era b a sta n te a gra d a b le ; en cuanto las “verdades banales” , ellas lo llevan a considerar la posible 425
d la raza hun“ana. Por otra parte, la comparación entre este texto y fumar y jugar a los naipes va lejos. “Pues fumar, para al guien que sufre de cáncer, no es una actividad insignificante ”18 Hu mo y tarot: un juego ferino con la muerte. ontirni«¡m> n p o rv en ir de una ilu sión termina con una nota de optimismo. La ilusión tiene un porvenir en la ciencia. En El m alestar en la cu ltu ra , el tono cambia. Ya no hay certidumbre de que exista una salida científica: desaparece el estilo normativo de una reflexión que se pretende segura de sí misma y portadora de la verdad19. Estamos ante un libro trágico.
Fn la guerra perdida del hom bre por la felicidad tenem os las “po sibilid ad es su b lim a toria s”27. E lla s no pueden am p liarse en exceso, dvierte Freud, tal vez pen san do en su h ija A nna. El business-m an nn Done todo su capital en una sola canasta28. . Pp ero la su blim ación “p osib ilita la rea liza ción tra n sa ccion a l del deseo a través de una form ación de com prom iso, sin recurrir a la re^ e s ió n , aunque sea una form a de re to m o de lo reprim ido 29. P Freud dice que la sublim ación posee un carácter particular que, por cierto, algún día podrem os caracterizar m etapsicologicam ente .
texto fluido, escrito con el estilo que los críticos echaron de menos en Inhibición, síntom a y angustia 20. Mahony habla Friulr Ppr«tS1° n a e S ,tl ° ar
Frente a los “ infortunios” de la vida, se yergue la civilización, de finida en térm inos sem ejantes a los utilizados en El porven ir de una ilusión “ La palabra civilización describe la sum a integral de realiza
E l m a le s ta r ...,
se a í e i a Í Í T y El- mf eStar l n la cultu™21- Aquí, nuevamente, Freud se aleja de la paciente investigación del pasado. Es el porvenir lo que e interesa. Se pregunta: ¿adonde lleva esa cultura elevada de la cual el hombre actual esta tan orgulloso? ¿Adonde vamos? ¿Vamos? 11D i " ? 0,S’ sin 5®medl0> di«ses caducos; “Dioses protéticos” para usar la feliz metáfora que luego discutiremos. El cuerpo adolece y deunepInnatUra 623 " u 3C0Sa C° n SUS truenos. eI Prójimo nos asalta en un callejón oscuro. Hacemos desesperados esfuerzos para atravesar los campos minados de la vida. Somos perversos lobos rapaces, hamnentos como todo lobo de ley. Bajo la influencia del principio de pla cer nos procuramos “diversiones poderosas, que nos permítan mini mizar nuestra miseria, gratificaciones paliativas, sustancias tóxicas que nos hagan insensibles a ella”22. El brillo de la “droga mágica”. Infelices, buscamos la felicidad. La paz de ser feliz. Pero los placeres no se comparan con la dosis diaria de infortunio en nuestro val ^ e,lagrim as,La cu®stlón es “el sentido de la vida”22. La vida en esS S ió n ° 68 dUr3' C° r ° VÍm° S en El P °rvenir d e una ilu sión , la “N ifm ínf í Pe? 3S Un pallatlvo°Pio también. El trabajo es mejor. »„ S a ^ programáti“ al “ « ^ 0 a la realidad E 1
hnmh1 trfabaj°ú 61 famos„° s,udor bíblico, es una “bendición maldita”. El hombre tiene aversión al trabajo25: “La posibilidad que ofrece para el desplazamiento de grandes cantidades de componentes libidinales, ean e os narcisistas, agresivos o hasta eróticos ... le confiere un vanada despreciable ... como algo indispensable para la preservación y justificación de la existencia en sociedad. La actividad profesional es una importante fuente de satisfacción cuando ha sido libremente escogida ... Con todo, como camino a la felicidad, el trabajo no es valo rizado por los hombres. La gran mayoría de las personas sólo traba jan por pura necesidad, y la reticencia natural del hombre ante el tra bajo plantea un considerable problema social”26. El trabajo y su contrafigura, la desdicha. 426
No es fácil ser sublime.
proteger a los hom bres contra la naturaleza, y el de ajustar las relaCi0n
*1. Freud habla de adelantos tecnológicos, tema iniciado en su Noto bre la «pizarra mágica»”, donde aborda la existencia de aparatos auxiliares de nuestros sentidos “construidos sobre el modelo de los órganos sensonale (SE, XIX, pág. 228), y comenta que todavía no se ha podido auxüiar a la «noria (la “pizarra mágica” sería un intento). La prótesis mnemica 25 años en desarrollarse bajo la forma de la computadora. 427
os, garantizando que una ley, una vez creada, no sea violada en favor del individuo' . En consecuencia, el derecho impide la libertad !n ? ,que Ileva a Freud a escribir su célebre frase: “La liber tad del individuo no constituye un don de la civilización”37. Esa libertad individual, en estado natural, no es más que la ley de la selva Pero también existe la libertad en el movimiento de rebehon del individuo frente a las instituciones consideradas injustas. Entramos en la dialéctica del opresor y el oprimido. Las tesis expuestas en Tótem y tabú y en P sicología d e las m asas aquí son revisadas desde la idea del poder y su equilibrio. Toda civilización debe asumir compromisos con las exigencias individuales, debe “encontrar una acomodación conveniente -esto es, una acomodación que traiga felicidad_ »38trDUna reiv“ dicación del ind>viduo y las reivindicaciones del graP° :, ™ ro sucede que esa acomodación se basa en “la renuncia pulsional , lo cual acarrea graves peligros. La sublimación tiene sus imites, deyonir libros, como dice Lacan, no sacia el hambre40. Los ^sacntidos de esa represión se manifiestan en el malestar cultural Es una locura forzar la naturaleza más allá de cierto punto, es una la subhmacion de la libido humana contornos indefi nidos. Freud vaticina: “La cuestión de la suerte de la especie hu mana parece plantearse del siguiente modo: el progreso de la civiliza ción ¿podra ... dominar las perturbaciones introducidas en la vida en común por los impulsos de agresión y de autodestrucción? Desde ese punto de vista, la época actual merece particular atención. Los hom bres de hoy han llevado tan lejos el dominio sobre las fuerzas de la naturaleza que con esa ayuda les resulta fácil exterminarse mutuaEllosio sabea- y esto explica buena parte de su agitación ac tual, de su infelicidad y de su angustia”42. ! p,nLr ; hK°mbreS de ho/ ’ de los que habla Freud en ese turbulento , .. estaban preparándose para la más sangrienta guerra de todos los tiempos. i C° m° senala peter Gay, “E l m alestar en la cultura es el más lúgubre de los libros de Freud”43. En realidad, la teoría social pesimista ya había aparecido en T ótem y tabú, “haciendo nacer a la humanidad de un crimen cometido en conjunto, crimen del cual la humanidad no podra jamas liberarse”44. Un punto es incuestionable: “la felicidad humana no parece ser el propósito del universo”45. a i u' ^ Pesimismo no abraza ninguna utopía que aguarde al final del túnel. La satisfacción es el espejismo del deseo. “El malestar en la cultura es reducible, de hecho, al malestar del deseo.”46 La felicidad, como la zanahoria del burro, es un señuelo para que sigamos arras trando la carga. Estamos inmersos en el malestar de la imposibilidad. • uÁ eSt j 3 an° S luz de aquel J°ven que Ie babía confiado a su no via: Cuando seas mi querida esposa ante el mundo, y uses mi apelli do, pasaremos nuestra vida en calma felicidad, ... en trabajo fervoroso para la humanidad, hasta que cerremos nuestros ojos en un sueño eterno ... 47. J 428
M arcado contraste. M arcado contraste, tam bién, con el estado de psuíritu de 1913, cu an do escribió su artícu lo “ La tra n siton ed a d En esa época aún despertaban su jú b ilo los cam pos floridos. La p ro pia evanescencia de la flor de un día realzaba su belleza huidiza. Las ?osas contaban, antes de la Prim era G uerra M undial. Eso había ter m inado, p éta lo por pétalo. De hecho, el pesim ism o nace de una íluS ó n perdida, la que se encuentra en el párrafo que ya hem os citado, de una carta a Jung: “Estoy convencido de que la bandera del psicoa n á lisis d eb e on d ea r sobre el te rrito rio de la v id a am orosa n o r m al...”49. El ensayo que estam os considerando podría denom inarse Libro de la culpa” : “ Escribí este libro con intenciones puram ente analíticas, p re o cu p a d o por llev a r a sus ú ltim a s con secu en cia s la n ocion de sen tim ien to de cu lp a ... A h ora les to ca a u sted es ju g a r con esa A
” 50
V e u d tam bién ju ega con el papel de la m ujer en el destino de la civilización. Ella ocupa un lugar com plejo, a veces contradictorio. La m ujer es la guardiana de Eros; resiste a la co m e n te civilizadora, que le roba una parte de la libido de su com pañero: ... la m ujer se descu bre relegada a un segundo plano por las exigencias de la civilización, y adopta una actitud hostil”51. Ella, que en un principio sentó las ba ses de la civilización por la fuerza de su am or , ahora ejerce una ín fluencia “retrógrada” , anclada en la fam ilia: “ Una cualidad antisocia caracteriza a todas las relacion es sexu ales. L a pareja se ba sta a si m ism a, y las fam ilias tam bién resisten la in clu sión en asociaciones más am p lias”53. “V ín cu los que con figu ran el espacio donde se d esa rrolla lo que está e n ju e g o en la paternidad y en la m aternidad. Ellos constituyen ... el úuico lugar donde el p la cer del cuerpo y el P ^ e r del alm a pueden no ser disociados.”54 E n riques realiza una interesante elaboración de la posición freudiana sobre el amor. Para el, la m ujer es la que dice la verdad sobre el am or. L a m ujer, en suma, desconfía de esa civilización construida en los andam ios de un vinculo hom ose xual m asculino. Ella sabe que el grupo que se sustenta en el vinculo libidinal es en realidad el sepulturero del verdadero am or que se n u tre de «diferencias», de hesitaciones, de rem ordim ientos y de creativi dad”55. En esa época Freud se enteró de la existencia de un m ago protetico arm enio, llam ado V araztad K aran jian , cirujano oral de B oston que hacía m aravillas. Ruth M ack B runsw ick hizo la conexión, begun M olnar, la respuesta de Freud, a la prótesis de prueba de K aranjian fue asom brosa56. Freud escribe: “Sucedió lo increíble: en un día y m e dio, el m ago im provisó una prótesis provisional que pesa la m itad de las an teriores, con la cual puedo m asticar, hablar y fum ar an 1 , como antes”57. Pero no fue tan así. La prótesis definitiva de 6 m il do lares term inó creando problem as. 429
Freud retom a aquí el tem a del pasaje a la posición erecta. Se tra ta de un tu rm n g p oin t filogenético: “Dicho de m odo grosero, el recuer do realm ente apesta, de la m ism a m anera que, en el presente, el obje to h u e le m al; y, del m ism o m od o que a leja m os n u e stro órg a n o sensorial (la cabeza y la nariz) de los genitales, el preconsciente y el se n tid o de la con cien cia se a p a rta n del recu erd o. E so es la rep ref • La rePresión, entonces, “surge de la sexualidad (virtual) extinta ; o sea, a cuestas del olor fuerte del sexo. La m ism a idea aparece en los Tres en sa yos, cuando se habla de los determ inantes del período de iatencia: Se tiene la im presión de que la construcción de esos d i qu es de contención, en las criaturas civilizadas, es el produ cto de la educación, y no cabe duda de que la educación participa. En realidad em pero, ese desarrollo aparece orgán icam en te determ in ado y fijado por la herencia ...”60. J J U na tra v e sía an áloga está p resen te en E l m a le s t a r ..., d on d e h reud señala que la visión pasa a ser el factor determ inante cuando el h u m a n o id e asu m e la p osición vertica l. N u ev a m en te h a b la de la d esv a loriza ción de las sen sacion es olfativa s com o resu lta d o de una represión orgán ica”, precondición para la aparición de la excitación con sta n te, paso previo, a su vez, del nacim iento de la institución so cial. El pasaje del hom bre a la posición vertical se en con traría e n tonces, en el origen del proceso cultural ... La concatenación evolutiva pasa de la desvalonzación de las sensaciones olfativas y el aislam iento de la m ujer m enstruante, al predom inio de los estím ulos visuales, la invisibihdad de los órganos genitales ... y la fundación de la fa m i lia, llegando con ésta al um bral de la civilización hum ana”61. La bipedestacion com o evento fu n d a d or en la cam inata del h um anoide62. Este s e n a el m ito prehistórico que precede a la em ergencia del tem ible padre de la horda. En 1894 F reud había escrito: “C onfidencialm ente, no cedo a n a d ie la p riorid a d de la idea; en m i caso, esa n oción esta b a lig a d a al p a p el m o d ifica d o d esem p eñ a d o por las se n sa cion es del olfa to: la adopción de la m archa erecta, la nariz alejada del su elo y, al m ism o tiem po, la transform ación de diversas sensaciones que antes desper taban interés, ligadas con la tierra, en sensaciones repulsivas ...”63 Esl extraño; treinta años m ás tarde reaparece, sacada de la gale ra, la n ariz” de Fliess. Freud, en realidad, nunca suscribió la tesis de H ie ss sobre la “neurosis nasal”, idea que sólo se reconoce en la teoría por no llam arla fantasía filogenética”- de la bipedestación y el asco. i a Pleza m aestra de E l m a lesta r... se encuentra en el capítulo V, don de F reud continúa elaborando su concepto de pulsión de m uerte, cu rio sa m e n te silen cia d o en E l p o r v e n ir ... El p u n to de p a rtid a es: A m a a tu prójim o com o a ti m ism o” . Esta m áxim a fundam ental de la devoción cristiana es problem ática para Freud. “Mi am or es algo vaíoso para mí, y no debo desperdiciarlo indiscrim inadam ente.”64 elo por el am or, particu larm en te cuando el prójim o es m i ene m igo y m erece mi odio. Enfrentam os, concluye Freud, la gran ilusión 430
a eu stin ia n a de la b on d a d h u m an a. En rea lid a d , “ el p rójim o es a l guien que intenta satisfacer su agresividad, explotar la capacidad de trabajo [de los hom bres] sin com pensarlos, utilizar al otro sexualm ente sin su consentim iento, apoderarse de sus bienes, hum illarlo, cau sarle sufrim iento, torturarlo y m atarlo. H o m o h o m im s lu p u s . ¿Quien, con toda su experiencia de la vida y de la historia, tendrá el coraje de discutir esta aseveración?”65 , No será Sade. responde Lacan. En efecto, el párrafo citado parece extraído de la plum a del M arqués66. Freud aquí dem uele la proposi ción de hacer bien al próxim o, el m andam iento im posible. “La acusación es violenta y severa. N o se trata de la benigna pu sión de dom inación que subyace en la crueldad infantil, sino de una pulsión m ortífera que recorre todos los cam pos del com portam ien to humano, expresándose tanto a través de las conductas sociales im pe rantes (explotación del trabajo del otro) com o a través de conductas asociales: asesinar. En esas condiciones, se puede afirm ar que la e x plotación del trabajo es una form a de a sesin a to del individuo C o mo dijo un an alista anónim o: “V iv a la pulsión de m uerte .F r e n te a una postura tan radical, el lobo necesita vestirse de oveja. De allí la necesidad tam bién radical del “ideal im puesto de am ar al próxim o co mo a sí m ism o”68. Freud está con H obbes, en oposición a Rousseau. N o se trata de que el h om bre sea esen cialm en te bueno y la sociedad m ala, sino de que el hom bre es anárquico y la sociedad lo refrena. El hom bre n atu ral es antisocial por naturaleza. El h om o h o m im s lupus del autor del Leviathan atraviesa toda la psicología social de Freud. Esta m etáfora “lobisoniana” no tiene sentido, en la opinión de los etólogos, ya que el lobo nunca ultim a a su rival vencido. Som os, eso si, rapaces y egoís tas. Con todo, a diferencia de H obbes - d e vuelta en la hit parade filo sófica a c tu a l-, F reu d ta m b ién recon oce la sociabilid ad h u m an a in trínseca, la “pu lsión gregaria” , com o la denom ina Lacoste , " u ®st™ in cesan te in te n to em ocion a l de in te g ra rn os en u n a com u n id a d . El hom bre n atu ral es lib id in a l por in stin to. E stos opu estos se en cu en tran en la “ley de la am bivalencia prim ordial” que asigna a todo odio una co n tra p a rte de am or, y re co n o ce en tod o acto de agresión una contraparte de culpa*2. ', _ , . „ Ni H obbes, tu tor m aquiavélico de C arlos II, m Freud se con ten taron con suponer que la vida social es in stitu ida por la fuerza ru a. Am bos im a g in a ron que el E sta d o tien e u n a base m ás perm an en te, en la que el consenso m odela una especie de idea germ inal, un con trato social” . H ay una diferencia: las teorías sobre el contrato social,
*2. “El caníbal tiene un afecto devorador por sus enemigos, y sólo come a aquellos que le gustan” (SE, XVIII, pág. 105). 431
que formularon tanto Hobbes como Locke y Rousseau, tenían por ob jetivo la Legitimación de la sociedad. La ficción antropológica de un contrato de base que Freud propone con su mito de los orígenes de sempeña un papel diferente. La legitimidad no lo preocupa; la filosofia soda1no es su coto de caza. En vez de tratar a la sociedad política como un artefacto, producto del miedo y de la prudencia (Hobbes) autoridaadCOnSldera 6XpreSÍÓn del anhel° N acional de restaurar lá La pulsión de muerte no se manifiesta en su muda mudez. Pero también puede aparecer como agente transformador, y por tanto al f la c «vdlzacion' Freud, es cierto, opone Eros, con su poder ” af lutinar a mdividuos humanos aislados, después a familias ... h n m V n T Í 08 t w " 68’ 6n una Única gran unidad- la unidad de la nnnTrc d^d ’ rePre8entado por la “hostilidad de cada uno contra todos y la de todos contra cada uno”™. Aquí estamos ante una í w S f Parad°Ja: Posible que la disyuntiva tanática sirva a la cohesión civilizadora? La respuesta está en el sentimiento de cul pa. Lo que nos remite nuevamente a Melanie Klein. Freud habla ahora de dos fuentes del sentimiento de culpa Una na T h !na en-!a perdlda del amor: el niñ0 teme el castigo de la perso no nr QUe 6 inviste de omnipotencia, castigo que tomará la forma 8
La agresión es internalizada, volviéndose contra el yo, bajo la forma de sentimiento de culpa. Pero el acto identificatorio, en sí mismo e ? l9 1 2 n lpa’ uCOm,° Ferenczi ^a 10 había comprobado ? 1 E la relacion ambivalente con el padre, el niño no tiene otra salida que identificarse con él. El superyó funciona entonces co mo instancia que sociabiliza” la pulsión asesina. Así se desarrolla Domí r £ T te’ Unisentimient0 difuso de culpa, que atraviesa todos los poros de lo social y que se muestra tanto más activo cuanto que nine“ eL“re¿P °nsable' P»d™ » s. Enriques, taluHón 1 f pensamiento de Freud de la siguiente manera: “La evou n S de destrucción- Cuanto más se manifiesta la vida, más ■dachi^eróticasn se construyen y, correlativamente, la pulsión de estniccion encuentra mas objetos para agredir. Se podría hablar de un desafio pulsional. En ese escenario, cada uno representa para el otro alguna cosa de la imagen paterna, y cada uno puede desear ocu par la posición de padre. La agresividad dirigida contra el padre aho ra se dirige hacia afuera del grupo. Para impedir esta posibilidad de dc^cldpa^,7^ ^ e^a^2a^a, ^ c^v^ zacrán debe reforzar su sentimiento Eros, por su parte, también representa el deseo imposible de in™??íaípdad; Eros>s.egún la feliz frase de Wilber, es “hambre ontológica . I anatos es el Señor del Tiempo. Frente a la muerte, se puede hablar de una angustia patológica, generadora de sentimiento de cul pa y de una angustia de otro tipo, de la percepción de una verdad in432
.prior En otras palabras, Tánatos no es una pulsión suicida, ciega, í aían aborda este tema cuando, en “El mito individual del neurotin»74 incluye la muerte como un cuarto elemento para completar la CO
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Tánatos era el signo del momento. La sombra de Hitler brillaba sobre el incendio del Reichstag en 1933. Un ano antes, coincidiendo con la aparición de Mein Kampf, Einstein le había escnto a Freud: Caputh, cerca de Potsdam, 30 de julio de 1932 Querido Profesor Freud, La Liga de las Naciones ... me ha pedido que invite a una persona escogida por mí para un franco intercambio de puntos de vista sobre cualquier problema, también de mi elección. Aprov cho la oportunidad para intercambiar ideas con usted sobre una cuestión que, en el momento actual, parece ser la mas apremian te que la civilización enfrenta. El problema es el siguiente ¿exis te una forma de liberar a la humanidad de la amenaza de la guerra?75 Con esta invitación se inició un intercambio de cartas entre los meses de julio y setiembre de 1932. En 1933, el año en que Hindenburg designó a Hitler canciller alemán, las cartas fueron editadas si multáneamente en francés, inglés y aleman. Su circulación fue prohi bida en el Tercer Reich. , Como recuerda Daniel Pick™, Einstein escribe su carta exacta mente un siglo después del clásico bélico Sobre la guerra, de Clausewitz, año en que los ingleses invadieron las islas Malvinas. Los f sofos de la guerra”, esto es, Clausewitz, Hegel y Proudhon, no son tenidos en cuenta. Freud señala claramente cual es su an o. guerra está en radical oposición a la actitud psíquica impuesta sobre nosotros por el proceso de la civilización, y por esa razón tenemos que rebelamos contra ella. Éste no es un mero repudio intelectual o emo cional; nosotros, los pacifistas, tenemos una intolerancia constitucio nal frente a la guerra ...”7-7. , ., , __ _ El problema de la supervivencia de la humanidad aparece como una angustiante pregunta que alimenta el pacifismo pesimista de Freud. El “proceso evolutivo de la cultura”, al cual “le debemos lo me jor de lo que somos”, es igualmente responsable “de una parte de lo que sufrimos”78. Este proceso “bien puede conducir a la extinción de la raza humana, ya que, de varias maneras, se opone a la función sexua , las razas incultas y las capas inferiores de la población ya se muitip ican con mayor rapidez que las más cultas 79. Aquí, una vez mas, P^r sisten los ecos leboniamos, en la medida en que Preud por momen os incurre en la larga y controvertida tradición del darwimsmo socia 433
acerca de la superioridad y, a la inversa, de la degeneración de ciertos componentes de la especie”»». Duele, una vez más, comprobar con qué facilidad Freud habla de “razas incultas” y “capas inferiores”. Por otra parte, frente al pacifismo ingenuo de Einstein, Freud presenta un pacifismo más militante, más subversivo, que tuvo in fluencia en los escritos de los analistas ingleses de la década en par ticular en ese extraño clásico de Glover que fue El peligro de ser humano81, escrito en 1936. En la hora en que Freud moría, Einstein estaba inmerso en un epilogo tremendo a sus cartas sobre la paz. No cabía ninguna duda sobre su propósito. Era clara la naturaleza del conflicto: había que impedir, por un lado, que la ciencia fuese el Merlín de la guerra ban dera crucial en la correspondencia con Freud, y, por el otro, se corría el riesgo de que, en una nueva edad tecnológica, Alemania, bajo la inspiración de Hitler, dueña de los nuevos medios de destrucción pu diese inaugurar una era de dominio mundial. ¿Existe una forma de liberar a la humanidad de la amenaza de la guerra7, había preguntado Einstein en 1932. Siete años más tarde escribio otra carta tal vez la más cargada de consecuencias del siglo XX. Estaba dirigida a Franklin Roosevelt. Comenzaba así: Algunos trabajos recientes de Enrico Fermi y Leo Szilard, cuyos manuscritos leí, me llevan a pensar que el elemento uranio pue® Vf . Q energía en un futuro inmediato82. La carta continúa con un tono de urgencia. Dada la situación in ternacional, Einstein piensa que tiene el “deber de elevar a la consi deración de ustedes los siguientes datos”: Joliot Curie, en Francia, y 4' G i ^ ®z^ar(*> en l°s Estados Unidos, habían demostrado que era factible generar reacciones nucleares en cadena con grandes masas de uranio, de modo que resultaba posible construir bombas de extre ma potencia83. Una sola bomba de este tipo, transportada por un navio o detona-~ da en un puerto, podría destruirlo por completo junto con una gran parte del territorio circundante84. Habla de puertos y navios porque los padres de la bomba atómica aún no tenían los medios para construir un artefacto que pudiera transportar un avión, dando comienzo a la tecnología de la miniaturización. La última parte de la carta dice: He sabido que Alemania suspendió las ventas del uranio extraído de las minas checoslovacas. Parece extraño e interesante que el hijo del subsecretario del Estado alemán esté trabajando en el 434
Instituto Kaiser Wilhelm, un instituto de física de Berlín, donde se están repitiendo algunos trabajos con uranio85. La intención de Einstein: construir una bomba para destruir una bomba. Esa carta tenía un peso difícil de sobrestimar. Hoy en día no existe ni físico ni hombre de ciencia del calibre político de un Albert Einstein en los años 30. Roosevelt responde: A gradezco su carta reciente y el m aterial que anexa. Esos datos son tan im portantes que convoqué a una sesión extraordinaria .
El resto es historia oficial: se lanzó el “Proyecto Manhattan" Fer mi y Oppenheimer, en Los Álamos, escribieron el primer capítulo del folclore atómico. La historia cambia de cara en un mundo radiactivo. El m alestar,., podría ser un epitafio premonitorio de los tiempos que vendrán. Podemos, con Lyotard, puntuar el fin de la historia evolu cionista. El posmodernismo nace en 1943, en los campos de concen tración de Dachau, y recibe su bautismo en Hiroshima8 . La acelera ción histórica” pasó a ser “pulverización histórica”88.
NOTAS 1. SE, XXI, pág. 69. 2. Ibíd., págs. 70-1. 3. SE, XXIII, págs. 355-70. 4. Sophie de Mijolla-Melhor, “Construiré son histoire , Revue Internatio nal d’Histoire de la Psychanalyse, 1993, VI, pág. 21. 5. James Strachey, Notas del editor, SE, XXI, pág. 59. 6. Peter Gay, Freud, urna vida para o nosso tempo, 1989, San Pablo, Companhia das Letras, pág. 493. 7. Carta de Freud a Jung del 19 de setiembre de 1907, Freud-Jungt Co rrespondencia completay 1976, Río de Janeiro, Imago, pág. 131. 8. SE, XXI, pág. 60. 9. Ibíd., pág. 59. __ _■», , T 10. Ernest Jones, A vida e a obra de Sigmund Freud, 1989, Rio de Janei ro, Imago, III, pág. 336. 11. Norman Brown, Life Against Deathy 1959, Middletown, Wesleyan. 12. Carta de Freud a Jones del Io de julio de 1928, The Complete Correspondence of Sigmund Freud and Ernest Jones, 1908-1939, 1993, Londres, Harvard University Press, pág. 648. 13. Ernest Jones, op. cit., III, pág. 464. 14. Ibíd., pág. 465. , ^ 15. Carta de Freud a Jones del Io julio de 1928, The Complete Corres pondente of Sigmund Freud and Ernest Jones 1908-1939 pág. 648. 16. Lou Andreas-Salomé, Mirada retrospectiva págs. 151-2. ,
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Imago, pág. 237.
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Pág. H EUgéne EnriqUeS* hord° «« astado, 1990, Río de Janeiro, Zahar, 19. Ibíd., pág. 96. 20. SE, XIX, págs. 228-34. *
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1986, Río
22. SE, XXI, pág. 75. 23. Ibíd. 24. Ibíd. 25. Ibíd., pág. 80. 26. Ibíd., pág. 80n. 27. Ibíd., pág. 84. 28. Ibíd. cas, % % £ H0n,Sl' ¡n’ C“™ 30. SE, XXI, pág. 79. 31. Ibíd., pág. 89. 32. Ibíd., pág. 92.
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pág. 111.
S ' SE, S tew ray’ °P C¿t ’ Pág- 495’ 34. XXI, pags. 91-2. 35. Ibíd., pág. 97. 36. Ibíd., pág. 95. 37. Ibíd. 38. Ibíd., pág. 96. 39. Ibíd., pág. 97. vil,
57. Carta de Freud a Eitingon del 3 de agosto de 1931, citada por Michael Molnar, pág. 102. 58. Ibíd., pág. 281. 59.Ibíd. 60. SE, VII, págs. 177-8. 61. SE, XXI, pág. 90n. 62. Renato Mezan, Freud, pensador da cultura, 1985, San Pablo, Brasiliense, pág. 486. 63. Carta de Freud a Fliess del 14 de noviembre de 1897, Corresponden cia Sigmund Freud-Wilhelm Fliess, comp. por J. M. Masson, 1986, Río de Ja neiro, Imago, pág. 280. 64. SE, XXI, pág. 109. 65. Ibíd., pág. 111. 66. Jacques Lacan, op. cit., pág. 217. 67. Eugéne Enriques, op. cit., pág. 109. 68. SE, XXI, pág. 122. 69. Patrick Lacoste, Psicanálise na tela, 1990, Río de Janeiro, Zahar,
de 1(1 psychanalyse - Le Séminaire, livre
nal de Cultura, pág L^ volucwn PSicoanalítica, 1978, México, Fondo Nacio42. SE, XXI, pág. 145. 43. Peter Gay, op. cit., pág. 193. 45' ? ^ ? rJones, EnriqUe8’ °P- CÍt’ pág-337 29-. 45. Emest op. cit, III, pág. pág, 122
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70. SE, XXI, pág. 122. 71. Sandor Ferenczi, “Le concept d’introjection”, Psychanalyse, Oeuvres completes /, 1912, París, Payot. 72. Eugéne Enriques, op. cit., pág. 115. 73. Ken Wilber, El proyecto Atman, 1989, Barcelona, Kairós, pág. 170. 74. Jacques Lacan, “El mito individual del neurótico o poesía y verdad en la neurosis”, Centre de Documentation Universitaire, 1953, establecido por J. A. Miller, Ornicar?, 1979, págs. 289-307. 75. SE, XXII, pág. 199. 76. Daniel Pick, “«Pourquoi la guerre?»: Freud-Einstein et le XIX siécle”, Revue Internationale d'Histoire de la Psychanalyse, 1992, V, pág. 117. 77. SE, XXII, pág. 215. 78. Ibíd., pág. 214. 79.Ibíd. 80. Daniel Pick, ibíd., pág. 117. 81. E. Glover, The Danger of Being Human, 1936, Londres, Alien & Unwin. 82. Citada en Giovanni Berlinguer, “Einstein: política e ciencia”, Questóes de vida, 1991, San Pablo, Hucitec, pág. 124. 83. Ibíd. 84. Ibíd. 85. Ibíd. 8 6 .Ibíd. 87. Frangís Dosse, “L’histoire devient le caractére psychique de son obJfcct”, Histoire Internationale de la Psychanalyse, 1993, VI, pág. 149. 88. Jean Chesneaux, De la modernité, 1973, París, Maspero.
55 K i t ™ EnrÍqUeS) op cit >páS- 105.
nar, 1994, iln d S , The F reud''iluíeuifplg. f o ? ’ edÍtad° ^
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CAPÍTULO 64 EL AZAR Ese año 1932, Einstein entra nuevamente en la vida de Freud. Esta vez ambos están decididamente en el mismo lado. El 20 de octu bre el Profesor recibe una sugestiva carta de la princesa Bonaparte: He conocido aquí [en Copenhaguel a Niels Bohr, quien, como us ted debe saber, es uno de los más eminentes físicos de nuestro tiempo. Con todo, no puedo aceptar uno de los puntos de sus teo rías sobre el “libre albedrío” del átomo. El átomo ahora debe ser excluido del determinismo. Me reconfortó saber que Einstein lo había objetado diciendo: “No puedo imaginarme a Dios jugando a los dados”1. Dos días después, Freud, inmediatamente antes de terminar las Nuevas conferencias, responde: Lo que usted me dice sobre los físicos modernos es realmente no table. Es allí donde efectivamente se está realizando la cosmovisión de nuestros días. No nos queda más que esperar para ver^. ¿Qué es lo que vemos, después de más de sesenta años? El siglo XIX estuvo marcado por la noción del proceso histórico, en su aspecto de progreso de la razón y de la sociedad. En una visión iluminista, ciertas categorías descriptivas abarcativas revelaban el desarrollo cultural de la época: racionalismo-romanticismo, indivi dualismo-socialismo, realismo-naturalismo. A pesar de su reduccio- • nismo, ellas sirvieron para descifrar la producción cultural con el sen tido más amplio de la vida3. Ésta fue nuestra amarra y éste nuestro legado. Ya avanzado el nuevo siglo, tropezamos con “la muerte de la his toria y el fin del determinismo. Nuevas construcciones quebrantan los principios de unificación y cohesión, y lo que entonces se nos pre senta es una gran fragmentación en el teatro de las ideas4. ] Mucho ha sucedido en este tiempo, que es el nuestro. Asistimos al fin del determinismo. La vieja doctrina filosófica que pregonaba el encadenamiento riguroso de causas y efectos ha sido “dada de baja”. Freud era determinista al postular que, en el dominio psíquico, todo es pasible de interpretación. Fue categórico: “Si alguien quebranta un 438
solo punto del determinismo de la naturaleza, echa por tierra toda la cosmovisión científica. En este sentido, podemos ver cuánto más con secuente consigo misma es la cosmovisión religiosa que asegura ex plícitamente que ningún gorrión cae del tejado sin la voluntad expre sa de Dios”5. El determinismo, como nos lo recuerda Hornstein, tiene un as pecto positivo, la predicción, y uno negativo, el fatalismo6. Para un determinismo absoluto, el futuro es totalmente dictado por el presen te. Toda reflexión sobre el futuro es una reflexión que concierne a la historia. Todo es previsible, hasta el azar, en un mundo de casualidad causal... La ciencia siempre detestó el azar. Su gran triunfo sobre lo for tuito culminó en el siglo XIX, con el mecanicismo. El azar “parecía haber sido pulverizado a golpes de ecuaciones diferenciales . Para la ciencia, las secuencias deterministas constituían el modelo concep tual por excelencia; lo aleatorio constituía la excepción. Hoy en día se acepta la idea opuesta. Tanto Einstein como Freud apostaron siem pre a la hipótesis de variables ocultas para negar la existencia de la indeterminación. “Complejizar”, para mantener el principio del deter minismo, era la única salida posible en la época. Cuando los sistemas se alejan del equilibrio termodinámico, sus soluciones pierden unicidad. Ellas se bifurcan, pero sólo una vale. El azar decide cuál es la verdadera. Los sistemas que se alejan del equi librio, como sucede con el ser vivo, tienden a formar nuevos estados imprevisibles -llamados estructuras disipativas por Prigogine-, que suponen un nuevo estado de la materia. Éste nuevo orden se denomi na orden por fluctuaciones8. Atlan titula su libro Entre el cristal y el humo. El cristal -con el perdón de los holistas- representa el modelo de la redundancia, de la repetición rígida. El humo es la metáfora de la variedad. Lo vivo se sitúa entre el cristal y el humo, ya que posee una estructura de terminada, pero es capaz de modificarse, adquiriendo nuevas propie dades. Nuestro ser o en todo caso los microelementos de nuestro ser, to dos esos cuatrillones de átomos en sus infinitas órbitas, tienen dispo nibilidad para el cambio continuo. Heráclito lo sabía: somos perpetuo cambio en nuestra perpetua repetición. Para dar cuenta de esa diver sidad sin fin —mejor dicho, oponiéndose dialécticamente a esa fuerza cósmica—, existe algo que se puede llamar esencia, un elemento de contención que da continuidad a nuestras biografías. Si los microelenientos se nos presentan como paradigma de la metonimia, la Esen cia en cambio es metafórica. Se puede decir —Fliess tal vez lo sabía l e la salida de la repetición está en el ritmo. La pulsación ritualiza repetición. Por otra parte, nuestra esencia, nuestra repetición, no es sólo “mismidad” ciega. Poseemos conciencia, tenemos necesidad de esa mismidad, de lo 439
contrario, entraríamos en el delirio estelar de los esquizofrénicos. En tre el cristal y el humo. La ciencia y la filosofía, como vimos, repudian el caos, en la medi da en que el orden implica una reducción de lo arbitrario, de lo que no es inteligible. ‘ La gran amenaza a la inteligibilidad plena es el pu ro azar, el azar que no es considerado desvío del orden sino pura aleatoriedad.”9 En el mundo cartesiano no hay nada arbitrario. La ciencia newtoniana, ciencia moderna, perla del iluminismo, constituye un orden eterno regido por un pequeño número de leyes inmutables. Nos pre senta una naturaleza concebida como un robot perfecto, regido por las leyes matemáticas de un Dios Relojero. Ese Dios Relojero comienza a ser desmontado con la aparición de la termodinámica. Vislumbrada por Herón de Alejandría, en el pri mer siglo de nuestra era, pero sólo conceptualizada en la primera mi tad del siglo XIX. El azar adquiere estatuto de cientificidad. Se trata aún del azar original, como el concebido por Lucrecio ... pero ya per mite percibir una brecha en el orden absoluto proclamado por la cien cia clásica10. Importancia del azar en la biología molecular: la evolución no es explicada en los términos de una necesidad ciega, sino como produc to del azar. Las alteraciones accidentales que modifican el código ge nético son expresiones de puro azar11. El hombre es un accidente, como tantos otros. “El universo no estaba grávido del hombre”, dice Monod; el hombre es producto del azar, y no de la necesidad divina. “Entre los incontables acontecimientos únicos ocurridos en la biosfe ra, uno fue la aparición del lenguaje simbólico.”12 Desde nuestra es pantosa singularidad, Monod murmura: “Es preciso que el hombre por fin despierte de su sueño milenario para descubrir su soledad to tal, su extrañeza radical. Ahora sabe que, como un gitano, está al margen del universo en el que debe vivir. Universo sordo a su músi ca, indiferente a sus esperanzas, como a sus sufrimientos o a sus crí menes”13. ¿Qué hacer, entonces? Prigogine propone una nueva alianza, a partir de la irreversibili dad deUtiempo. “El empleo en física de una concepción del tiempo considerado como irreversible aproxima las ciencias naturales a las ciencias humanas, reconciliándolas.” ' itS Antes la macrofísica era tratada como un esquema determinista, mientras que la microfísica era probabilista. La novedad de Prigogine reside en que aplica el probabilismo a los conjuntos macroscópicos14. La termodinámica introduce la irreversibilidad del tiempo. La irreversibilidad no es ya la marca de lo negativo, sino una caracterís tica fundamental de un mundo en el cual el azar desempeña un papel tanto o más importante que la necesidad. En esa nueva alianza, el mundo natural tiene que ser referido necesariamente al hombre. ¿Es to no implica una dosis de idealismo? 440
Lo no reversible está directamente ligado a la entropía. La entro pía*1 es una magnitud que expresa la irreversibilidad de un proceso y que al mismo tiempo nos habla de la degradación de la energía de un sistema físico. No se trata ya de un desorden derivado del orden, sino de un desorden constitucional15. La idea de que el orden y el desorden surgen simultáneamente plantea la cuestión sobre nuevas bases. El desorden, antes identifica do con la degradación y la muerte, pasa ahora a designar también en cuentros aleatorios, dispersión, desigualdad, turbulencia, ruptura, ca tástrofe, inestabilidad, difusión, etc.16 La física actual no descarta la idea de un caos original, cosmogó nico. Una nueva concepción del caos, en la cual deja de ser identificado con lo negativo y se lo considera dotado también de positividad17. Esta transformación sufrida por la idea de desorganización -que de degra dación y muerte de un sistema se convierte en azar creadorlH- resulta enfatizada cuando tratamos del concepto de pulsión de muerte™. Las pulsiones se constituyen con el nacimiento del lenguaje, y también son ordenadas por efecto del lenguaje. El cuerpo resul tante de ese ordenamiento pasa a ser un cuerpo sometido al or den simbólico, un cuerpo apropiado e informado por el lenguaje. Será, por lo tanto, cuerpo-lenguaje ... la verdadera dualidad en psicoanálisis no pasa por el par cuerpo-lenguaje, sino por la anti nomia cuerpo-lenguaje versus pulsiones anárquicas. Esa oposi ción recíproca podría ser concebida como Orden versus Azar ... 20. El Demiurgo creó en el hombre una réplica de su propia persona. El Demiurgo platónico construye el mundo sensible a imagen y seme janza del mundo de las Ideas. “Se constituye una naturaleza primera en relación con la cual la naturaleza actual es una degradación. El factor de esa degradación es la emergencia del hombre.”21 El hombre, por su autonomía, quiebra el orden natural. Ese corte que Platón le atribuye al hombre es fruto del lenguaje, el gran desnaturalizados “El hombre es así, simultáneamente, parte de la naturaleza y princi pio de perversión.”22 Lo que tenemos aquí es el orden y su desvío. No hay en la filoso fía platónica lugar para el azar. Para Garcia-Roza, ése sería el punto de vista freudiano, dos milenios después, en la primera teoría de las pulsiones, cuando nos presenta la pulsión como un desvío del instinto. Retomemos la antinomia cuerpo-lenguaje versus pulsiones-anár quicas. Volvamos al cuerpo erógeno, o sea, al cuerpo sometido al len guaje23. La verdadera dualidad para el psicoanálisis sería la consti-
*1. Concepto introducido por Rudolph Clasius en 1851. 441
tuida por lo que es ordenado (que incluye tanto el lenguaje como la representación del cuerpo) y lo que es exterior al orden: las pulsiones en estado bruto. Lacan es claro: el lenguaje transforma el organismo vivo en cuerpo. El cuerpo de la histérica, que también llamamos de cuerpo erógeno, siempre será un cuerpo imaginario y no un cuerpo pulsional. El cuerpo pulsional es de otro orden. No es representable, no es atravesado por el lenguaje, no se constituye como sentido, no es del orden del acontecimiento. El cuerpo pulsional se distingue tanto del cuerpo simbólico como del cuerpo biológico. Es el cuerpo del azar ¿Qué es lo primero: el esqueleto del hombre o su palabra? “El «dato» primero del psicoanálisis no es el cuerpo anatómico smo el lenguaje. El huevo mítico del psicoanálisis es el discurso”24. Al mismo tiempo, como consecuencia de la desnaturalización del cuerpo y de la pulsión, el objeto absoluto falta, y ésta es la marca antimetafísica del psicoanálisis. Por “objeto absoluto” debemos entender aquel que haría posible la satisfacción plena. Ese objeto absoluto es la Cosa a la cual Freud hace referencia en el “Proyecto” como un va cío en tomo del cual se organizan las Vorstellungen. La pulsión se caracteriza por no tener objeto propio. Un objeto sólo se constituye en objeto de la pulsión si es objeto del deseo. Si el objeto absoluto falta, algo queda en su lugar para marcar esa falta. Lacan lo denomina objeto a. El objeto a no es el pecho, no es el cuerpo de la madre, ni tampoco se identifica con la Cosa; es aquello que, en el espacio de la representación o en la red de los significantes, apare ce como falta central. Lo que puede ser considerado real no es este o aquel objeto, sino precisamente el agujero, la falta25. Carecemos de certeza objetal. Frente a ese agujero, mejor dicho, en el reborde de ese agujero, se estructura lo que René Thom denomina el “ser vivo considerado en su pregnancia,^como un potencial que se actualiza al mismo tiempo que se conserva”26. La ausencia evoca una presencia27. Consideradas en sí mismas, las pulsiones se caracterizan por lo que Lacan denomina “deriva” 28 (Trieb se puede traducir como “pen sar a la deriva”)29. Estar a la deriva es ser remitido al azar de los en cuentros. Encuentros siempre con falta, que van a ser ordenados por el mundo de los signos. Esa deriva pasional es “ordenada” por la red de significantes, y encuentra siempre una satisfacción parcial en un campo que no le es propio. La satisfacción plena es imposible en el castillo de arena de las pulsiones. Cuando la pura deriva se canaliza, a cambio de la satisfacción total quimérica, se multiplican lasposibilidades de satisfacción. “Éste es el equívoco fundamental de la pul sión. 30 El mundo al cual ella se dirige es un mundo prestado, y ella busca un objeto perdido que jamás lo habitó. Caza de minotauros con escopetas de juguete; en el mejor de los casos, conseguimos subli mar. No obstante, nos advierte Freud, hablando del malestar en la 442
cultura, todo tiene su precio. La sublimación va lejos, pero conoce su límite. La pulsión, por su propia naturaleza, exige una medida real de satisfacción. Y también exige la mediación de un objeto tangible, no sublimatorio. . El microcosmo de las imágenes ligadas con las pulsiones no tiene absolutamente nada que ver con el macrocosmo. “Está claro que la li bido —nos aclara Lacan—, con sus características paradójicas, arcaicas, denominadas pregenitales, con su eterno polimorfismo, con su galaxia de imágenes ligadas con los modos pulsionales de los diferentes esta dios ..., en síntesis, [está claro] que este microcosmo no tiene nada que ver con el macrocosmo y sólo engendra un mundo de fantasía ■ En su ensayo sobre Das Ding, en 1954, Heidegger se pregunta qué es una cosa. ¿Cómo se diferencia del objeto? “Objeto es aquello que se pone ante nosotros, aquello que se distingue del acto por el cual es pensado. En ese sentido un objeto no implica una existencia en sí. Se puede pensar en un objeto alucinatorio. El objeto de la per cepción, de la memoria y de la imaginación se pone «ante nosotros» como una imagen. ** La Cosa, das Ding, a diferencia del objeto, se caracteriza por su “posición autónoma”33. Lo que hace de la cosa una cosa no es el hecho de que sea un objeto representado34. No debemos confundir la objeti vidad del objeto con la cosa-en-sí. ¿Cuál entonces es la “cosidad” de la cosa? Para Heidegger, el ja rro es una cosa. Lo que hace un jarro de un jarro es su cualidad de continente. Una vez producido, el jarro se mantiene por sí mismo. Lo que hace del jarro una Ding no reside en la materia que lo constituye, sino en el vacío que contiene. Para Freud, das Ding es un objeto perdido que hay que reencon trar. “En esa búsqueda de la Cosa se forma la trama de las represen taciones a través de los caminos de la memoria, caminos que fueron marcados otrora por la Bahnung, por la facilitación. 35 Freud hace distintos usos de dos términos que en lengua alema na significan “cosa”: die Sache y das Ding (Sache es cosa; Ding es Co sa). Esto significa claramente que las cosas (Sachen), por constituir un mundo organizado, pasan por la palabra, y están sometidas al or den simbólico ya presente desde el inicio. Das Ding designa la Cosa que habita otro lugar, más allá del universo del lenguaje. Fue en los artículos “Lo inconsciente” y “La represión”, ambos de 1915, donde Freud opuso la “representación-cosa” (Sachenvorstellung) a la “representación-palabra” (Wortuorstellung). Mientras que la primera se da en el inconsciente, la segunda pertenece al preconsciente-consciente. Pero, en el inconsciente, la Sachenvorstellung no formaría un mero conjunto aditivo de representaciones anárquicas, sino, según Lacan, una verdadera estructura del significante. Cabe trazar una distinción entre el lenguaje como función y el lenguaje como estructura. La función tiene que ver con el ejercicio de lo simbólico, que se da en el nivel del preconsciente-consciente; el se443
gundo aspecto se refiere al lenguaje como estructura-estructurante de la red de significantes, en el nivel del inconsciente. Para Freud, la Vorstellung es la forma de presentificación de la pulsión en el aparato psíquico; alude al elemento imaginario del obje to, lo que Lacan llamó '“sustancia de apariencia”36. “La Vorstellung es lo que se constituye alrededor de la Cosa (Ding) como «aparición»; co mo fantasma. 37 Esas representaciones no tendrían ninguna realidad para la con ciencia si no fuesen mediadas por el discurso. Son las palabras las que articulan las representaciones en el preconsciente. En función de esa articulación entre Sache y Wort, Lacan se aventura a formular h T c o s lSt düS W° rt deS Dlnges' 9ue die Sache es la palabra de El principio de realidad no dice nada respecto del mundo exterior como tal, sino que se refiere a los signos que aluden a ese mundo. El principio de realidad actúa en el nivel del proceso secundario regu ando lo que Freud denomina Note des Lebens, necesidades vitales, no las necesidades de la biología, sino algo más apremiante: el “estado de urgencia de la vida” del que nos habla Lacan. ,. f aP,arato psíquico, teniendo como referencia la experiencia de satisfacción, produce una acción específica cuyo objetivo es encontrar 1
es d?SacA e Cia’ Mt° ^ reencontrar das Ding>Pero lo que encuentra El aparato psíquico, tal como fue concebido a partir de la iraumdeutung, opera la relación con el mundo de la cosa-Sache mientras que el aparato neuronal del «Proyecto», fue concebido para explicar la relación con el mundo de la Cosa-Ding En la relación madre-hijo, la Cosa-madre ocupa el lugar de das Ding en la medida en que ella es el centro en torno del cual gravitan las Sachenvorstellungen. Desear a la madre es, por lo tanto, desear das Ding Sabemos que esa “Cosa-madre” no es accesible en cuanto tal, sino solo como Sache. La “madre-Cosa” es interdicta por la cultura, y ese interdicto nos constituye como humanos. Según Garcia-Roza, podemos decir que, si el deseo de poseer das Ding se satisficiera, cesaría toda demanda, pe ro es precisamente esa demanda la que funda el inconsciente huma no. Pienso que en ese sentido Jung habla del papel fundante de la fantasía de incesto40. , Aunque ^as Ding no habita el aparato psíquico, algo al nivel de os significantes señaliza la Cosa. Ese vacío, que no puede ser colma do por objeto alguno, es lo que Lacan denomina “objeto a”. El objeto a, entonces, no es siquiera el objeto del deseo, pero sí el “objeto causa del deseo El objeto del deseo es la fantasía. La función del objeto a, causa del deseo, es ser productor de la falta, y su relación con la pul sión es ser contorneado por ella. „ ^as referencias de Freud a das Ding se encuentran en el “Proyec to y en su monografía sobre las afasias, donde se habla de algo, un . ” 3 9
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“interior excluido”, que permanece alejado de la organización psíqui_ Rse “interior excluido” es el Real-Ich, el “real postrero de la orga nización psíquica”41. Se trata de un estado originario del psiquismo pn el cual aún no hay distinción entre el yo y el mundo exterior ni tampoco está la oposición placer-displacer pues el yo satisface ¡.a® pulsiones en sí mismo (auto-eróticamente). El bebe sale del limbo del Real-Ich cuando aprende a distinguir “interior” de exterior por la V acción muscular. El estímulo que viene de afuera puede ser eludido, ñero no hay fuga posible ante los estímulos internos_ Estos últimos con la marca del mundo interior. A partir de esta diferenciación, el Real-Ich inicial se transforma en Lust-Ich. Este pasaje marca el co mienzo de la organización psíquica, caracterizada por la dominante función del Vorstellungsreprasentant. Lo real, como tal, jamás es dado, será siempre supuesto y, por tanto, sólo objeto del pensamiento y no de la percepción. Le cabe a a filosofía construir sus teorías sobre lo real y su articulación con lo imaginario. La filosofía, a partir de Platón, considera que lo real es impensable. Más de veinte siglos después, volvemos a encontrar o real con Kant, identificado con la cosa-en-sí, con lo que esta mas alia de la “pensabilidad” científica. Esa extraterritorialidad no es un de fecto del pensamiento filosófico, sino lo que constituye su campo pro pio. Todo saber tiene su más allá. No hay universo sin su mas alia. ;Qué es, entonces, lo real para el psicoanálisis / Tiene que ser aquello que queda fuera de lo simbólico y de lo imaginario. No se identifica con la realidad percibida ni con la realidad psíquica, que designa la realidad del inconsciente, del deseo y de sus fantasías La realidad exterior es identificada por Freud con el mundo material en cuanto percibido por el sujeto. Lo real psicoanalítico se sitúa mas aquí y más allá del orden y de la ley, fuera del campo del principio de P Retomando la idea de inconsciente, en la primera tópica la pala bra se emplea como sustantivo para designar su propiedad sistemica. En la segunda tópica se adjetiva, por ser algo que se aplica tanto al ello como al yo y al superyó. El inconsciente de 1900 no es el mismo que se piensa hoy, con las contribuciones de la lingüística y i. a e , nología, después de la lectura que hizo Lacan de la obra de Freud. Para Lacan el inconsciente está estructurado como un lenguaje. En Freud, el inconsciente piensa; Lacan agrega: esos pensamientos se forman a partir de una red de oposiciones significantes. Lacan ilustra su tesis con la noción de función simbólica clasificatoria primaria, tomada del Pensamiento salvaje de Levi-Strauss. Este pensamiento en “estado salvaje” es irreflexivo e ingenuo, y la función simbólica clasificatoria primaria desempeña un papel funda mental, resultante de la propia relación que el hombre mantiene con la naturaleza: “La naturaleza provee ... significantes, y esos signiticantes organizan de modo inaugural las relaciones humanas, les dan las estructuras y las modelan”42. Son estos significantes los que %an a 445
brindar la estructura fundamental del inconsciente humano y a con ferirle su estatuto43. El mundo natural “sugiere” ciertos temas de oposición: día-noche, alto-bajo, móvil-inmóvil, caliente-frío, fort-da, macho-hembra, y de ese modo se van organizando los ladrillos dé nuestro universo. No sé trata de una teoría sobre el origen natural del lenguaje, pero casi lo es. Esas son algunas de las cosas que suce den entre el cristal y el humo.
NOTAS 1. MaX Schur, Freud, vida e agonía, 1981, Río de Janeiro, Imago, III, pág. 5o5. 2. Ibíd. 3. C. E. Schorske, Viena fin-de-siecle: política e cultura, 1988, San Pablo Companhia das Letras. ’ 4. Ibíd. 5. SE, XV. 6- Luis Hornstein, “De la repetición a la verdad histórica”, Manuscrito del Colegio de Estudios Avanzados en Psicoanálisis pág. 14 7. Ibíd., pág. 15. . Pn^°^ine e r- Stengers, Entre el tiempo y la eternidad, 1990, Ma drid, Alianza. 9. L A. Garcia-Roza, O mal radical en Freud, 1980, Río de Janeiro, Zahar, pag. 38. 10. Ibíd., pág. 40. 11. J. Monod, Acaso e necessidade, pág. 137. 12. Ibíd., pág. 190. 13. Ibíd. 14. Garcia-Roza, op. cit.t pág. 44. 15. E. Morin, La Méthode, cap. I. 16. Ibíd. 17. Garcia-Roza, op. cit., pág. 51. Poers^er» self-organizing systems and their environments , Self-Organizing Systems. 19. Garcia-Roza, op. cit., pág. 50. 20: Ibíd., pág. 19. 21. Ibíd., pág. 23. 22. Ibíd. ^ Serge Leclaire, O corpo erógeno, 1992, San Pablo, Escuta, págs. 83-
30. Garcia-Roza, op. cit., pag. 70. 31. Lacan, op. cit., pág. 110. 32. Cf. Uimaginaire, de Sartre, cap I. 33. M. Heidegger, “La chose”, en Essais et conférences. 34. Garcia-Roza, op. cit., pág. 84. 35.Ibíd. 36. J. Lacan, op. cit., pág. 86. 37. Garcia-Roza, op. cit., pág. 86. 38. J. Lacan, op. cit., pág. 82. 39. Ibíd., pág. 87. 40. R. Stein, Incest and Human Love, 1974, Baltimore, Penguin. 41. J. Lacan, op. cit., pág. 128. 42. J. Lacan, Le moi dans la théorie de Freud et dans la technique de la psychanalyse - Séminaire I I , 1957, París, Seuil, pág. 26. 43. Ibíd., pág. 97.
A . A. V / •
24. Garcia-Roza, op. cit., pág. 61. 25. Ibíd., pág. 68. 26. René Thom, Esquisse dune sémiophysique, 1966, París, Interditions. . Pichel Porte, “Atemporalité, histoire e sémiophysique”, Revue Inter nationale de la Psychanalyse, 1993, VI, pág. 172. M 28. Garcia-Roza, op. cit., pág. 70. ' 29. Lacan, Séminaire VII, pág. 108. 446
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lativizar la culpa del estad ista am ericano. Freud responde: “E ntonces
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CAPÍTULO 65 MOISÉS CREÓ A LOS JUDÍOS Wilson fue el tercer paciente sin diván, pero, a diferencia de Schreber y Leonardo, el presidente de los Estados Unidos no fue pintado con compasión Hubo una total falta de empatia. Allí tal vez se escon da la razón del poco éxito del estudio, aunque esa falta sea, en sí misma, interesante. Thomas Woodrow Wilson: un estudio psicológico1 presenta los problemas de una obra escrita a cuatro manos por dos personas de di ferente estatura. Además el hecho de que un coautor fuera paciente ^r. __ 1•A^ •• a( ^ ^a pesar de que Jones afirma que no es difícil distinguir las contribuciones analíticas de uno de los autores de las contribuciones políticas del otro”2. Freud participó en la redacción, salvo en el capítulo de Bullitt so bre la infancia y juventud de Wilson: “En lo tocante a la parte analíti ca, somos ambos igualmente responsables”3. Pero, el manuscrito que Jones leyó en 1956, ¿es el mismo del que Freud habla en 1936? Hay dudas en el aire. La historia de la concepción, elaboración y publica ción de este libro -el único escrito en colaboración después de los Estudios sobre la histeria—es laberíntica. Schur, años después, conversó con Bullitt sobre este tema y su po que cuando el diplomático “tuvo que dejar París con prisa, duranguerra>todas las notas y cartas fueron quemadas por descui do . Por sugerencia de Schur, Bullitt envió el manuscrito original a Anna Freud, quien concluyó “que solamente la Introducción presen taba, inequívocamente, el carácter del estilo de Freud, así como su pensamiento” Otros autores, como Erikson, coinciden con ella6, tmairn Samuel Katz, en su excelente presentación de la traducción rasi eña, va aún más lejos, pues dice que “ni el primer capítulo nos suena como «un Freud»”7. Pero es “un Freud”. En carta a Marie Bonaparte, a fines de 1933, Freud escribe: “No tengo noticias directas de Bullitt. Nuestro libro [Unser Buch] nunca será publicado”8 (el én fasis es mío).
él no debería haber hecho todas esas p rom esas”9. L a an im osid ad contra W ilso n fue viru len ta y d uradera. C u an do Freud tom ó a B u llitt en an á lisis en 1 9 2 0 , é ste habló de su deseo de escribir un libro sobre el Tratado de V ersa lles, donde el arquitecto de la Liga de las N aciones tendría el papel estelar de vü lan o. En la oca sión “los ojos de F reu d -n a r r a B u llit t - brillaron . B u llitt sedujo a Freud. E l paciente diplom ático com enta: “M e dejó atónito al decir que le g u sta r ía colab orar conm igo en la p rep aración del ca p ítu lo sobre W ilson *11. B u llitt es recordado com o encantador, im p u lsivo, trabajad or in cansable, gran causeur, “entrador” de dudosa fam a: cualidades idea les para u n diplom ático de “diez p u n tos”. Conocía a m edio m u n d o y, como v ere m o s, fu eron su s contactos los que en el m om en to decisivo hicieron p osib le el éxodo de su “ am igo de V ie n a (com o lla m a b a al
Profesor).
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Freud, aunque tentado a em barcarse en la colaboración, retrocedió por pen sar que “el psicoanálisis no debe practicarse en un m d m duo [histórico] v iv o ” 12. E se tip o de vivisección no se ría ética. O cho años después, em pero, cedió a la tentación, prestándose a ese proyec to “clandestino”: la em p resa se m antuvo en secreto. E n ese m om ento le confió a A m o ld Zw eig que estaba “n u evam en te escribiendo u n a in troducción para algo que está haciendo otra persona. N o le puedo de cir de qué se tra ta , pero es un análisis y, al m ism o tiem po, un asunto de gran interés contem poráneo, casi político. U sted nunca podrá adivinario” ^ . N os resta ad ivin ar por qué Freud se em barcó en e sta a ven tu ra. P eter G a y p ie n s a en u n a razón econ óm ica. L a Verlag e s ta b a u n a vez m á s al borde del a b ism o 14. U n libro sobre el polém ico e sta d ista te n ía u n é x ito de v e n ta s a se g u ra d o *1. “ B u llit t e s tá aq u í de n u ev o - l e escribe F reu d a E itin gon a fin es de 1 9 3 1 - p a ra p rosegu ir el tra bajo en su a n á lisis y sobre W ilso n . D e hecho, sigo ten ien do la espe ran za de qu e e ste libro ayude a la Verlag a su p erar el periodo m á s difícil de su recu p era ció n fin a n c ie r a .” 15 D ich o y h ech o : e se m ism o año, él recibió de B u llitt 1 0 .0 0 0 d ólares com o anticipo de derech os A u n q u e los d ó la r e s y la a n im o sid a d p e rso n a l fu ero n fu e r te s acicates p a ra e s ta a v e n tu r a , h u b o ta m b ié n otro m o tiv o , m á s su til: W ilson era el “doble nefasto” de Freud. W ilso n era todo lo que¡el abo m inaba, lo que él “no era” y no quería ser. U n anti-Leonardo. C om p árense estas dos introducciones:
La historia comienza con la actitud del Profesor para con Wilson. Jones cuenta que Freud, como muchos europeos, al principio se entu siasmó con este Quijote yanqui. Pero ya en 1919, cuando el Tratado de Versalles comenzó a revelar su cara utópica y cruel, Freud se desilusiona y se irrita en un encuentro con Jones, cuando éste intenta re-
*1. La aparición del libro en 1967 fue un éxito editorial y podemos considerarlo el único best-seller de Freud.
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[Leonardo], alto y bien proporcionado, [tenía] rasgos ... de una hermosura enorme y estaba dotado de un cuerpo fuera de lo co mún. Hombre encantador, elocuente sin par, alegre y amable con todo el mundo. Amaba la belleza de las cosas de su entorno ... se rodeaba de música y de poetas que recitaban odas16. Por otro lado, Debo comenzar con una confesión: la persona del Presidente nor teamericano me resultó antipática desde el principio, y esta aver sión no hizo más que aumentar a medida que iba conociéndolo mejor ,..17 Mayor contraste, imposible. El propio Bullitt nos da una pista so bre la animadversión freudiana cuando señala que el interés de Freud surgió al descubrir que “ambos habían nacido en 1856”18. Ésa es la senda que toma Roazen al observar que ellos tenían hábitos y vicios en común, como el placer oral en la oratoria del Presidente y en los cigarros del Profesor. “A los dos les faltaba amplitud mental, ambos crecieron rodeados de hermanos, ambos eran inválidos y vivían en un relativo aislamiento.”19 El juego identificatorio de Roazen suena forzado, bullittiano. Los 14 puntos del Tratado de Versalles, anunciados con la fanfa rria reservada a los eventos que conmueven al mundo, traen a la me moria las Tablas de la Ley. En efecto, Freud, en su P sicolo g ía d e las m a s a s , ya habla de las “fantásticas promesas de los 14 puntos del presidente americano”20. Wilson “confiaba salir de la guerra como el Salvador del Mundo”21. Este “estudio psicológico” de Wilson pinta al padre del Tratado de Versalles como un sujeto preso de una antigua identificación con la persona de su incomparable padre”, pastor presbiteriano y gran predicador. Wilson se tomará inicialmente por el hijo de Dios, antes de convertirse a una nueva religión, en la cual se atribuía el lugar del propio Dios. Para realizar sus sueños mesiánicos, escogió la carrera de estadista, procurando asemejarse a Gladstone, cuatro veces p r i mer ministro inglés22. Era un hombre enfermizo. Es retratado como un estadista inca paz de interpretar los trágicos datos de la guerra, como alguien que creía que Dios era bueno y la enfermedad mala, ya que la enferme dad estaba en contradicción con la naturaleza divina. “¿Cómo espe rar —escribe Freud—que un terapeuta de esa escuela se interese por la sintomatología? ’ “Feo, mediocre, neurasténico y miope”, Gérard Miller lo compara con el P ére U b u 23, personificación de un soberano demente, una marioneta ávida, imbécil y cobarde; alienado del mun do real, pretendía aplicar a la política los métodos de la Christian S cien ce.
Wilson pasó a la historia como un puñado de dilemas: brillante y 450
obtuso, resuelto y confuso, emotivo y gélido, combativo y tímido, acti vo y pasivo24. Parece ser que, como rector de la Universidad de Princeton, antes de asumir la presidencia, introdujo reformas notables en el sistema educacional, pero sus buenas intenciones fueron subverti das por lo que Freud y Bullitt denominaron su tendencia inconscien te al martirio"25. , , Como Katz lo señala, según la tesis central del libro el protago nista es un sujeto “fijado para siempre en la pasividad reprimida por su relación con el padre”26. En consecuencia, él “tenderá a volver al núcleo psíquico así formado, que contiene todas las posibilidades, no sólo del psiquismo, sino de la historicidad de Wilson 27. Pero esto se ría simplificar en exceso la coyuntura histórico-social de la Liga de las Naciones, como si la política norteamericana hubiera sido deter minada por los procesos psíquicos de su presidente28. Además, esa pasividad de boy scout no era tan grande como pare cería. Durante su gobierno, los Estados Unidos intervinieron activa mente en la política filipina, transformaron Haití en un protectorado norteamericano, invadieron Santo Domingo y lucharon contra Pan cho Villa. “¿Esto es pasividad?”, se pregunta Katz. Sin haber salido nunca de las fronteras de los Estados Unidos, Wilson no conocía la geografía de Europa y no hablaba ninguna otra lengua fuera de la materna. En poco tiempo, este gran pequeño hom bre se vio atropellado por una colosal tragedia de la cual nada cono cía: la guerra internacional, la guerra global. Quiso ser el misionero de la paz y se convirtió en el artífice de una nueva guerra, al fundar la Liga de las Naciones antes de discutir las condiciones del armisti cio. Creía tener en los 14 puntos la clave de la fraternidad planetaria. En esa calidad de iluminado trasnochado, era el reverso de Aníbal; mejor aún, Wilson era el anti-Moisés. Un Moisés schreberiano. El relato del caso constituye, según Roudinesco, “un segundo fascículo de las aventuras del Presidente Schreber”29. Buena parte del ensayo está dedicado a describir la per sonalidad del Presidente como malograda entre una parte femenina, frágil, retraída, fantasiosa, y una parte masculina, que, en la visión de Freud, se asemeja a una parodia del cowboy. La redacción del libro marchó a ritmo lento, acompañando la sa lud claudicante de Freud. Finalmente el manuscrito fue completado en abril de 1932. Pero la publicación demoró 35 años. Bullitt la frenó por motivos políticos, ya que su partido, que era el de Wilson, estaba en el poder: el Estudio psicológico sería munición ideal para los repu blicanos. Posteriormente, es muy posible —como especula Roazen“que Bullitt haya resuelto editar el libro debido a su precaria salud, pudo suponer que el texto sería revisado por alguien de la familia de Freud, si era publicado después de su propia muerte”30. Una de las razones de la demora fue la longevidad de la segunda Sra. Wilson, que murió en 1961. 451
La aparición del ensayo, a pesar de su éxito como best-seller pue de considerarse un fiasco. Abundaron las críticas, comenzando por las de los propios psicoanalistas. “El estilo es espantosamente malo”, se espanta Roazen31. Las frases cortas son impropias de la fluidez freudiana: las interpretaciones son mecánicas y sin ilación. Para Gay se trata de una “caricatura de análisis aplicado”32. , . ,Jo™ s' al leer el manuscrito en 1956, llegó a cuestionar su auten ticidad33. Este repudio masivo y emocional despierta sospechas. La prime ra de ellas se basa en el hecho de que el libro no es ni fue leído: es ra ro encontrarlo en las bibliotecas de los analistas. ¿No será que Freud nos ha contagiado su aversión por el presidente Wilson? Tal vez nos moleste esa mala alianza con Bullitt, ya que, hablando en términos de huevos de cuclillo” (según la metáfora de Freud en el caso Dora) sentimos que el diplomático americano depositó su huevo parásito en el regazo del viejo Profesor. Pero el ensayo tiene sus defensores. Roudinesco opina “que este retrato psicoanalítico es una de las grandes obras de Freud. El habla “ ®¿a Pohtica Y del gobierno a la manera del Príncipe de Maquiavelo Gérard Miller suscribe ese juicio, ratificando que este libro nos muestra “un Freud sorprendente, casi «brechtiano» ...”35. Creo que cabe llamar la atención sobre este texto olvidado Re pensarlo, sin exagerar. Bullitt no es Maquiavelo y Wilson no es el Pére Ubu 2. Por el momento, yo diría que Wilson fue un borrador del Moisés de Freud. Una excavación arqueológica descubrió la tumba de un cierto príncipe Thothmes en Tel-el-Amama. Impresionado, Freud sospecha que podría ser “su Moisés”. La figura del Gran Profeta siempre lo ha bía fascinado. Conocía su historia. Moisés no fue sólo el más influyen te judio de la antigüedad, sino también el único que causó impacto en el mundo pagano. Los griegos consideraban que él había inventado la escritura hebraica. Para Eupolemo era el primer sabio en la epopeya e la humanidad. Artapanos le atribuía la organización del sistema egipcio de gobierno, y Aristóbulo creía que Homero y Hesíodo se ha bían inspirado en él. Josefo le atribuye la invención de la palabra ley entonces desconocida en Grecia, y dice que fue el primer legisla dor del mundo. Numenio de Apamea, siglo II d. C., pensaba que Plaon era como un Moisés que hablaba griego. En síntesis, los escritores antiguos lo consideraban una de las figuras forjadoras de la cultura en la cuenca del Mediterráneo. Maneto, 250 a. C., uno de los autores
consultados por Freud, había sido el primero en conjeturar que Moi sés no era judío, sino un sacerdote egipcio36. Ése era el Moisés de Freud, quien a su vez, era un nuevo Moisés que hablaba alemán. Pero existía otro candidato: Theodor Herzl. Herzl, cuatro años más joven que Freud, era hijo de un banquero mi llonario de Budapest, que perdió su fortuna en el colapso de 1873. Había recibido una educación semejante a la de Freud; no aprendió hebreo ni pasó por la iniciación del bar-mitzvá. Vestía elegantemente, como Freud, pero, en contraste, se casó con una mujer inmensamente rica lo que le permitió dedicarse a las letras y al ocio. Ostentaba una exuberante barba negra al estilo asirio y sus ojos negros tenían un brillo romántico.”37 Su porte era magnífico, digno de un profeta, y sus maneras teatrales emulaban a Disraeli. Franz Rosemberg decía que Herzl “demostraba que Moisés había sido una persona real . En efecto, las masas judías lo consideraban un nuevo Moisés, condenado a no conocer jamás la Tierra Prometida. Es curioso que Freud en su correspondencia con Amold Zweig, nunca mencione al padre del sio nismo. Zweig, gran admirador de ambos hombres, hubiera sido el puente natural entre ellos. Tal vez el mundo era demasiado pequeño para dos “Moiseses”. . . La vieja cuestión de ser judío. En el discurso pronunciado en la B’nai B’rith, en 1926, aparece una declaración de tono testamentario: El hecho de que ustedes sean judíos no puede dejar de serme agradable, porque yo mismo lo soy, y negarlo siempre me pareció indigno y literalmente absurdo. Lo que me ha ligado al judaismo -debo confesarlo- no fue la fe, ni tampoco el orgullo nacional, pues nunca fui creyente, por haber sido educado sin religión ... Cuando me sentí inclinado a la exaltación nacional, siempre me esforcé por reprimirla como algo catastrófico, e injusto, asustado como lo estaba por el ejemplo de los pueblos entre los cuales vivi mos nosotros, los judíos. Pero quedaban muchas cosas capaces de hacer irresistible la atracción del judaismo y de los judíos, mu chas oscuras fuerzas afectivas, tanto más poderosas cuanto que eran difíciles de captar en palabras, más la clara conciencia de una identidad interior, el sentimiento íntimo de una misma ar quitectura psíquica39.
*2. Recomiendo un interesante ensayo de Charles Deikman, “The Spiritual Fighter”, en el que se equipara la personalidad de Wilson con la de Foreman, el “boxeador místico” (Sources, reseñado en Revista Hueso, Lima, 1991).
Para Freud, ser judío significaba identidad e historia. Este tema merece una digresión. Analistas escépticos tratan de demostrar que el psicoanálisis no busca la verdad histórica: las construcciones só o deben aspirar a ser verosímiles. Ellos minimizan la importancia que Freud le adjudicaba a la búsqueda de núcleos de verdad histórica . No podemos olvidar que en 1938, en su artículo sobre las Construccio nes, escribió: “Ninguna verosimilitud, por seductora que sea, nos res guarda del error; aunque todas las partes de un problema parezcan
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ordenarse como las piezas de un rompecabezas, es preciso tener en cuenta que lo verosímil no es necesariamente verdadero, y que la ver dad no siempre es verosímil”41. Lo que está en juego es la “verdad histórica”, que algunos consi deran una fantasía retrospectiva, proyectada en el pasado. Según es te criterio, hacer historia es un asunto ilusorio. Tema candente en el mundo posmoderno. Hoy en día, la historicidad está siendo interrogada. La cuestión es vital en la medida “en que la meta del trabajo ana lítico consiste en realizar una historización simbolizante”42. Porque en análisis la historia no se resuelve en un registro olvidado y conge lado del pasado: se trata de un trabajo que se hace en la sesión, don de el pasado es apropiado y transformado. El diván sería el lugar de interfaz. Esta historia se funda en el olvido. En efecto, el trabajo de la amnesia infantil no hace al pasado ineficaz: al contrario, la amnesia hace al pasado perpetuo”43. El problema de la verd a d y la m en tira ya había sido considerado en P sicop a tolog ia d e la vida co tid ia n a 44, para resurgir, años después, previa escala técnica en la G r a d iv a en el epílogo de su P resen ta ció n a u to b io g rá fica . Al principio él concibe la construcción como el deve lar de una verdad preexistente, como una recuperación del pasado. A partir de E l p o r v e n ir d e una ilu sió n 46, precisamente al trabajar la no ción de ilusión, Freud entiende la verdad histórica como algo que hay que construir. 4 5
Freud produce una “novela histórica”. Pero su M o is é s alberga la esperanza de haber construido una verdad histórica. Freud no se con tenta con encarar a su héroe mosaico como un mito; busca verdades objetivas. No escribe una teoría de los dioses, pero se acerca mucho47. Le Guen opina que la cuestión de la verdad histórica es el tema defmitono que determinará el futuro del pensamiento psicoanalítico48, para lo cual vemos un doble impedimento: primero, el obstáculo mecamcista de creer en una verdad objetivable y fija; segundo, el obstáculo idealista de “negar toda referencia a un núcleo de realidad histórica, limitando lo real al discurso del aquí y ahora”. El historiador no “en cuentra la historia, ella se hace al andar, como manda el poeta. La fuente de las religiones de Occidente es el monoteísmo judío. Moisés marca el acto fundante. Profeta que baja de la montaña y ve su Ley burlada, para luego ser reverenciada y amada como palabra divina. Freud, perturbado por el problema de sus orígenes, espantado por la virulencia del antisemitismo nazi, intuye que la fórmula está en Moisés. En él busca la clave de esa “cosa misteriosa que es el he cho de ser judío 49, escrutando la vida del Profeta como otrora lo hizo con la Efigie. En vista de las recientes persecuciones -le escribe a Arnold Zweig-, cabe la pregunta de cómo los judíos han llegado a ser lo que son y por qué atraen ese odio indeleble. Pronto descubrí la fórmula: 454
Moisés creó a los judíos. Entonces mi ensayo ... recibió el título de El hombre Moisés, una novela histórica”50. Curioso alambique: para des tilar la esencia de lo judío, Freud convoca a quien creó los judíos, sin ser judío él mismo. . _ El texto se basa en dos hipótesis atrevidas: 1) Moisés tue asesina do; 2) Moisés era egipcio. Osadas, aunque no totalmente originales. En 1922, Ernst Sellin, profesor de Antiguo Testamento de la Uni versidad de Berlín, publicó un libro que causó revuelo en la época, ti tulado M o i s é s y su sig n ifica ció n p a r a la h isto ria isra elita y j u d í a . En este ensayo, Sellin propone la idea de que Moisés fue víctima de un asesinato colectivo, ratificando la tesis darwiniana expuesta por Freud en T ó te m y ta b ú . Ahora el propio Freud se vale del ensayo de Sellin, que “encontró en el profeta Oseas (segunda mitad del siglo VIII a. C.) pruebas irrefutables de que el fundador de la nueva reli gión había muerto de muerte violenta”, a manos de su pueblo5 . Freud tampoco ignoraba que Goethe03, más de un siglo antes, ha bía lanzado una hipótesis semejante, sosteniendo que Josué y Caleb, impacientes por la indecisión de Moisés en cuanto a entrar en la Tie rra Prometida, asesinaron al viejo54. Vemos que Freud, al tema del asesinato original, le suma el del origen egipcio de Moisés. Encontraba allí la confirmación de las posi ciones analíticas sobre la novela familiar del neurótico y sobre el mito del nacimiento del héroe. En 1909, Rank había dado una nueva inter pretación a la leyenda con la cual los pueblos glorifican sus pro hombres: desde Moisés hasta Edipo, pasando por Rómulo y Remo. Los héroes fundadores siempre son presentados como criaturas aban donadas por los padres en razón de un vaticinio nefasto55. Aquí se ex presaría, en forma inversa, lo que encontramos en la novela familiar del neurótico: los héroes se libran de una familia real para crearse una familia conforme a sus deseos. Digamos en un aparte: la leyenda de que Moisés fue recogido del Nilo por una princesa egipcia lleva a Krüll a concluir que estamos aquí ante la fantasía de Freud de ser el hijo de Mónica Zajic; ella también era una “egipcia”, en el sentido de no-judía. Por otra parte, esta identificación con la “niñera idólatra podría estar en el origen de su pasión de coleccionista de estatuillas antiguas de divinidades. S i non é vero, é ben e trova to. Por otra lado, la “desjudaización” de Moisés tampoco era una idea totalmente nueva; ésta fue una posibilidad explorada por histo riadores y egiptólogos, comenzando por el ya citado Maneto. Freud le explica “su Moisés” a Lou Andreas-Salomé. En una larga carta aparece el guión de la “novela histórica 3. Aquí se pregunta
*3. La novela histórica, que cayó en desuso después de Alejandro Dumas hijo, volvía a estar de moda gracias a las Historias de José, de Thomas Mann, el Napoleón de Emil Ludwig y las biografías noveladas de Stefan Zweig. 455
por prim era vez quién era ese hom bre. “La respuesta a esa pregunta ha sido dada en una especie de novela histórica. Él no era ju d ío , sino un egipcio de alta cuna, un alto oficial, tal vez un sacerdote y un de tensor celoso de la fe m onoteísta, que el Faraón A m en h otep IV había convertido en religión dom inante hacia el 1 3 5 0 a. C .”56.
Freud continúa tejiendo su relato novelado: después de la caída de Amenhotep, Moisés, decide valerse de una tribu semita para a b a n d o n a r su tierra n a ta l y crear u n a n u ev a n ación ” , d e stin a d a a
cultivar la religión monoteísta e “introducir la circuncisión, que era u n a costu m b re entre los egipcios y solam en te entre ellos ... C on esa opcion y con el don de la nueva religión, él creó al ju d ío”57. E l pueblo
judio carecía de fibra moral para tolerar la exigente religión del Dios Atón y, luego de una revuelta, Moisés fue asesinado. Posteriormente el D ios m osaico fue am algam ado “con el culto a un dios volcánico que v iv ía en el M o n te S in a í y q u e se d e n o m in a b a J a h v é ”. E l re m o rd í-
miento por la muerte del Profeta continuó actuando en forma sorda y con el tiem p o, el belicoso J a h v é de las Doce T ribu s acabó perdiendo
sus atributos guerreros y “se fue transformado en una réplica del Dios de Moisés . E n este ensayo, Freud reconoce que la civilización puede ser m ovída por m alestares espirituales tanto como por m alestares p a s i o n a les. M á s aun, sostiene que “las religiones deben su poder com pulsivo al retorno de lo reprimido. Son recu erd os rea ctiv a d o s de ep iso d io s m u y an tigu os, olvidados y a lta m e n te em ocionales de la h isto ria hu m an a. Y a dije eso en Tótem y tabú. A h ora lo expreso con la fórm ula sig u ien te: la fu erza de la religión no reside en su (verdad] material sino en su verdad histórica”58. ’
Moisés y la religión monoteísta
e s, entonces, una n otab le excep-
re * d h a b la P ° sitiv a m e n te de la religión . E n la n u e v a versión, el Profeta es repudiado por su pueblo adoptivo. E l triunfo de su d octrin a d ep en d e p recisa m e n te del fracaso o sten sib le del héroe, oob re este punto reposa toda la reconstrucción freudiana del m ono teísm o hebreo y ... del cristianism o: derrocam iento del héroe m oral y los r e m o rd im ie n to s s u b s ig u ie n te s .”59 C reo que R ie ff tie n e razón cuan o dice que en la m itología freudiana de los orígenes del m o n o -; teísm o se ad m ite la posibilidad de u n a rebelión contra el con form is m o m oral en nom bre de un ideal aún m ás estricto”60. Pero, y a que h a blam os de m itos, da la im presión de que, para Freud, M o isé s nunca tue ju d io , o m ejo r, n u n ca fu e u n a fig u ra relig io sa . C om o fu e n te de identificación, era un conductor de pueblos, “esa figura m á s que h u m a n a de la que nos h a b la en “E l M o isés de M igu el Á n g e l”, “con su en orm e poder físico que no es m á s que una expresión concreta de la rea liza ció n m e n ta l m á s e lev a d a que es posible en un h om b re: la de lu ch ar contra u n a pasión in terna en beneficio de u n a cau sa a la que el se consagra”61.
vieja noción de “período de laten cia” . E sta expresión, legado fliessiano cuya fu n ción aparece en los Tres ensayos, h a b ía sido resu citad a ñoco antes en El malestar... con referencia a la extinción de la fase ol fativa en la posición erecta. Del m ism o modo que existe una etapa de detención” en la evolución de la se x u a lid a d , que m arca el ocaso del com plejo de E dipo, ahora se p ostu la un período de latencia, durante el cual los procesos de “n a tu ra leza sex u a lm en te agresiva ... son d es viados y olvidados”, aunque dejen un rastro perm anente Puesto que la huella queda, el asesinato de M oisés no señ ala el fin del m onoteís mo- al contrario, pasada la latencia, perm ite que se consolide la idea de un Dios único. O sea que la historia de la hum anidad es analoga a la h istoria del individuo. Freud es explícito: “ ... existe una conform i dad casi com pleta entre el individuo y el grupo”; en este, una im pre sión del pasado es consignada en rastros m ném icos inconscientes E n 1 9 6 3 , E is s le r llevó e s ta a n a lo g ía h a s ta su s ú ltim a s e l o cuencias, sugiriendo que la historia de los g n ip o s podía ser estudiada v m odificada com o si fuese la h istoria psicológica individual. E l cree aue así com o “la revelación de lo reprim ido m ed ian te la in terp reta ción psicoanalítica capacita al paciente p ara liberarse de sín tom as e inhibiciones anteriores, lo m ism o puede suceder con las naciones • En consecuencia, dice el Moisés de Freud, al revelar la culpa edipica, parricida e inconsciente de los ju d íos, actuó como una su p en n terp retación, tan exitosa que les hizo posible a los judíos refundar su patria en Israel. L a interpretación freudiana h abría sido casi m as poderosa que la h a za ñ a de M oisés al dividir las agu as del M a r Rojo. T a l vez, quién sabe, quizá. R esu lta ilustrativo com parar el trato benévolo otorgado a la reli gión ju d ía con las observaciones sobre el cristian ism o en El porvenir de una ilusión. M oisés fue el gran profeta que marcó al pueblo judio pero Freud no le asigna a Jesú s u n a posición sem ejan te. M in im iza el dram a del G ólgota, como una m era “repetición del prototipo m osaico . T a m b ién d escarta la s en señ a n za s de M a h o m a “como u n a repetición a b re v ia d a de la religión ju d ía ”63: “S i M o is é s fu e el p rim e r M e s ía s , Cristo fue su su stitu to y sucesor, y P au lo pudo proclam ar con cierta ju stifica ció n h istórica: «¡P resta d aten ción ! E l M e sía s h a vu elto: fue asesinado ante vuestros propios ojos». A q u í tam bién h ay un fragm en to de verdad h istórica, porque J esú s era M o isé s resurrecto y, detrás de él, el padre de la horda prim ordial ...”64. A h ora bien, resu lta problem ático p en sa r la m uerte de C n s to co mo repetición del asesinato de M oisés. Secuencia com plicada si consi deram os que en ese texto el Profeta funciona como padre. J esú s, por
*4. Kurt R. Eissler, “Freud and the psychoanalysis of history”, J. P ara dar cuenta de este reto m o de lo reprim ido, Freud apela a la
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Psychoanal. Ass.f 1963,
XI, pág. 683.
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Amer.
su propia naturaleza, asume el papel de hijo. Para concluir: si el ase sinato del padre es el gran ausente en la tradición judía, podemos de cir que el asesinato del hijo se convirtió en el gran ausente en la doc trina psicoanalítica, una vez que la teoría de la seducción pasara a un segundo lugar, oficiosamente"5. Pero, ¿cómo se articulan ambas felo nías? ¿Cuáles son los mecanismos por los cuales el hijo muerto pasa a ser el padre muerto?65 ¿Dónde el filicidio se convierte en parricidio?*6 El M o is é s es la última etapa de un largo proyecto iniciado con T ó tem y ta b ú . La pretensión inicial se amplifica y, más allá del totemis mo, contemplamos el nacimiento de las religiones. El tema había sido esbozado en E l p o r v e n ir d e una ilu sión y en E l m a le sta r en la cu ltu ra . Pero Freud aún no trataba de la religión judeocristiana. Ahora se permite pintar un gran fresco, en relación con el cual él tiene una in tuición que desemboca en una teoría de la cultura”66. La linterna de la Academia Española, iluminando su caminata en busca de Dios, lo lleva hasta aquí. En setiembre de 1934 le anuncia el proyecto a Arnold Zweig; dice que, “no sabiendo qué hacer con mi tiempo libre, he escrito algo que, contra mi intención original, me absorbió tanto que hice a un lado to do lo demás”67. Fue en ese período, después de un intervalo de un año y medio, cuando Schur observó la aparición de una lesión más sospechosa que cualquier otra anterior68. Pichler realizó una amplia electrocoagulación en abril de 1935.
gioso judío, sea o no ortodoxo, sostener que el hijo dilecto de las Doce Tribus era egipcio y no judío, sólo puede compararse, echando mano a una analogía futbolística, a proclamar que Maradona es gallego: una filiación inconcebible para todo argentino. Por otra parte, los críticos más importantes de la hermenéutica bíblica descartan la versión oficial de que Moisés vivió en Egipto, y sostienen que fue un sacerdote madianita del Dios volcánico local.
*5. El problema del filicidio constituye uno de los temas básicos de la obra de Arnaldo Rascovsky, con una serie de artículos a partir de “Del objeto interno al objeto externo” (Revista de Psicoanálisis, 1956, XIII). *6. En mi ensayo “Una fantasía teogenética” hablo de la triple muerte de Dios: la primera se produjo en el episodio con Lucifer; la segunda en el Gólgota, y la tercera, el siglo pasado, en la inversión antropológica de Feuerbach.
Una digresión sobre este judío que fue egipcio nos lleva a Abraham; a dos Abrahames, para ser más preciso. El primero es Karl Abraham. El segundo desmayo de Freud, en Munich, había sido provocado por la crítica de Jung al trabajo de Abraham sobre Amenhotep IV. Sucede que Freud, al redactar su Moisés, omitió toda referencia a ese trabajo de Abraham, lo que fue considerado por el propio Freud como una especie de acto fallido. El segundo Abraham es el patriarca de Ur, Caldea, padre de Isaac, genitor de las Doce Tribus, o sea o tr o padre de los judíos. El primer padre, ya que llevó a las tribus a Egipto, donde Moisés entró en la historia y, en un segundo tiempo, las condujo a la Tierra Prome tida. Uniendo las dos historias, ¿no será que el lapsus de Freud fue do ble? En ese caso, por detrás del olvido del “primer analista” alemán habría borrado la imagen del patriarca de Ur, que era caldeo. Tal vez sea exagerado admitir -y aquí lanzo mi flecha- que los judíos tuvie ron dos padres no-judíos, el segundo de los cuales invirtió la intención del primero. ¡Complicado! Sucede que, si Moisés no era egipcio, merecía serlo; esto tiene sentido histórico. Cabe preguntar: ¿por qué el hecho de que Moisés inventó a los judíos está en la base del antisemitismo? ¿Una vieja me moria racial de “Moisés” reemplazado? Como si hubiese algo encerra do en esta narración en la que el Pueblo Elegido de Dios fue escogido por un hombre. Relato prodigioso: “Creo que es el único ejemplo de este tipo en la historia de las religiones. Comúnmente, Dios y el pue blo están indisolublemente ligados, desde el inicio de las cosas. Sin duda, a veces oímos hablar de un pueblo que adquiere un Dios dife rente, pero nunca de un Dios que busca a un pueblo diferente”71. Como lo señala Enriques, “Freud ... realiza una pirueta teórica de gran porte: retoma la teoría de la seducción que yacía semiabandonada”72. Vemos entonces que el líder, en el proceso identifícatorio, se vale de los mecanismos de la fascinación y la seducción, procurando formar a la multitud a su imagen. Con esa perspectiva, Freud escri be: “Un gran hombre se vuelve un día importante. Sabe que en la ma sa humana existe una poderosa necesidad de una autoridad que pue de ser admirada, ante la cual inclinarse ... Ya aprendimos con la psicología de los individuos cuál es el origen de esa necesidad de las masas: se trata de un anhelo de padre”73. La tentativa de seducción y el deseo de sumisión van de la mano.
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N o ta s d e P ich ler V III
30-4-1935: Infiltración del área con 1,5 cc de novocaína sin adre nalina, y amplia [electro] coagulación de la región modificada; te jido coagulado retirado con pinzas69. Los resultados de la biopsia fueron sombríos: “Leucoplasia proli ferante, probablemente en estadio precanceroso”. Pero el tumor maügno aún no había sido diagnosticado70. Hubo que construir una nue va prótesis para reemplazar una bóveda de la boca casi totalmente extirpada. El M o is é s de Freud tenía que pasar entre el Escila de la teología ortodoxa judía y el Caribdis de los bibliólogos modernos. Para un reli
íí| POn T OSJniagÍnar^ na inocencia original ni una violación primorT
,fe ,H P7 feí 3 e,SCÜge 3 SU PUGbl° ’ 10 ÍUnda
el líder conduce a los esclavos al mundo de la cultura. Moisés, libertario el reverso del jefe de la horda, es su encarnación y, por la lógica
montaña. ¿Recuerdan este pasaje?: “¡Cuántas veces he subido la em pinada cuesta que va desde el feísimo Corvo Cavour hasta la plaza solitaria donde se encuentra la iglesia abandonada, tratando de so portar la mirada colérica del héroe bíblico! Innumerables veces me deslicé temeroso ... como si yo mismo fuera uno de aquellos a los que él fulminaba con su mirada, esa gentuza incapaz de mantenerse fiel a convicción alguna, que no tiene fe ni paciencia y que se regocija al reruoerar sus ídolos ilusorios 81. . . — , . P Este pasaje explica los ataques de desprecio de Freud por la “g en tu za ” ju d ía . P arad ójicam en te, los añ os del n azism o despiertan
r * rae con sin ia mmrte m gran «• Marthe Robert sentencia: “El psicoanálisis nació del drama de la uerte de Jacob Freud y, aunque haya recorrido un círculo enorme sa d p íT fa 6 1 1
M ° lsésy ,la rel¿S“>n monoteísta,
M ciói”^
com o u n a v is ió n g r a n d io -
dl° JUdl° ’ d Pnmer aCt° qUe da inici° a toda una civili-
Aquí encontramos una vez más la tesis lamarckiana de la heren cia de los caracteres adquiridos. Para Freud, sólo así se explica la “o r e ^ n te e íf * * g o l i s m o d el lenguaje. La función simbólica, Z T . r lT ¡ revelaría la existencia de ^¡nculaclenea del peaBamiento entre ideas ... establecidas durante el desarrollo del haAsí hagamos a la parte más problemática del ensayo: tanto el pa ralelo entre un periodo de latencia individual y un período de latencia colecüvo como la teoría de la conservación filogenética de las huellas no e^np? SU6nan P° COCOn'íÍrlCentes. Concuerdo con Enriques en que “Todo acón?” 0 n° CÍÓn de P r e n d a de las huellas. Todo acontecimiento importante es un acontecimiento simultáneanueva W F n t * tra ™ f r e s o r - Li(luida la ley antigua y funda una \
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con la prohibición de fabricar una imagen de D?os! °e
rt» renuncias ™ ? rnl° Cadai V“ ”?á3J,Son de pulsionales 79. el decur3° de I»* siglos, en una religión . MEn !a renuncia. el mensaje del padre es fundamental. En el caso de Moisés, tenemos un mensaje divino. Estamos frente a una paternidrp phnTr!Ca y partfen°Sea,oa>lo que acarrea la transformación del pa dre en líder espiritual del Pueblo Elegido por Dios80. M oisés es el Z aratu stra de Freud; el gran hom bre que baja de la
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ese viejo antisemitismo que una vez vimos en el tren de vuelta ¡¡* Freiberg. A propósito, Jones nos cuenta que en la época circulaba una historieta de humor negro sobre una “supuesta manifestación j dios en Berlín que llevaban pancartas con la inscripción «/Afuera con nosotros.'» Típico humor macabro judío; Freud lo toma en serl° J le es’ cribe una implacable carta a Arnold Zweig, en la cual dice que la fa ta de dignidad revelada era típica de los judíos . “Moisés y la religión monoteísta se desvía de los trabajos habitua les de Freud. Uno de los más peculiares aspectos de sus libros reside en su fascinante estructura arquitectónica. En general los textos freudianos se despliegan ante el lector “como un único y gran silo^smo”83. Éste no es el caso. Por otra parte, así como el se había refuta do en el anonimato con “El Moisés de Miguel Angel , en este caso de moró la edición de su “novela histórica”, para finalmente publicarla, capítulo por capítulo, como si fuese un folletín. , Coincido con Marthe Robert en que, si Freudhubiese llevado a cabo la idea inicial de producir una “novela histórica , se habría c tado buena parte de las críticas vitnólicas. Todos tenemos el derecho balzariano de discutir el estado civil”8*. O sea que en el universo de la novela-ficción, el autor puede crear la filiación de SUb paraaaajC ’ ya que el punto en cuestión es la verdad psíquica. Pero el to en que abandona su proyecto novelesco y entra en la palestra com escritor “serio”, las cosas se complican. La primera en sentir e pisotón en el callo fue la teología; luego vinieron la filología, la arqueólo gia y¿ 3í T r t e m S Abraham Shalom Yashuda, famoso estudioso de la Biblia, rechaza en bloque los argumentos genealógicos y termma su reseña de la siguiente manera: “Me parece que en esas palabras oímos la voz de uno de los más fanáticos cristianos en su «dio a Is rael, y no la voz de un Freud que odiaba y despreciaba tales fenatismos con todo su sentimiento y fuerza Ésa fue a cri íc mún. Pero la peor de todas era que Freud habría dado nenda suelta su odio secreto al espíritu judío. ttriionj . lin En el jardín de los elogios, Salo W. Barón declara: Cuando pensador de la estatura de Freud toma posición sobre una cuestión que le interesa vitalmente, el mundo debe escucharlo 461
No cabe dudar de que Freud fue un parricida contrariado. Prime ro postuló la pedofilia de los padres, esto es, la predisposición perver sa paterna; luego montó el derrotero parricida del hombre: trilla que va desde el padre de la horda hasta Moisés, a través de Edipo. Pero Freud, ese “viejo salvaje”, no quiere ser Moisés, no quiere ser parte de esa filiación asesina que caracteriza nuestro valle de lágrimas. Él, co mo el terrible padre de la horda, no quiere ser hijo de nadie. Estamos de acuerdo con Marthe Robert cuando señala que Freud no quiso ser Shlomo, hijo de Jacob: “él no es más judío que Moisés ... él quiere ser el hijo de su obra”87. En esa fantasía teogenética, Freud es Dios. El Siglo del Psicoanálisis vive en ese planetario.
NOTAS
1 Sigmund Freud y William C. Bullitt, Thom as W oodrow W ilson: um re trato p sicológ ico, 1984, Río de Janeiro, Graal, págs. 18-269. 2. Ernest Jones, A vida e a obra de S igm und F reud, 1989, Río de Janei ro, Imago, III, pág. 159. 3. Sigmund Freud y William C. Bullitt, op. cit., pág. 21. 4. Max Schur, F reu d , vida e a g o n ía , 1981, Río de Janeiro, Imago, III. pág. 606. 5. Ibíd. 6. E. H. Erikson, “Reseña do libro Thom as W oodrow W ilson: um retrato p sico ló g ico ’’, Int. J. P sych oanal., 1967, XLVIII, págs. 462-8. J Chaim Samuel Katz, presentación de la traducción brasileña, T hom as W oodrow W ilson: um retrato p sicológico, pág. 8. 8. Max Schur, op. cit., III, pág. 548. 9. Ernest Jones, op. cit., III, pág. 34. 10. Sigmund Freud y William C. Bullitt, op. cit., pág. 15 11. Ibíd. 12. Carta de Freud a Hale del 20 de enero de 1922, citado por Gay, F reu d , urna vida p a ra o n osso tem p o, 1989, San Pablo, Companhia das Le tras, pág. 508. 13. Carta de Freud a A. Zweig del 7 de diciembre de 1930, The L etters o f S igm u n d F reu d and A rn old Z w eig, 1970, Nueva York, New York University Press, pág. 25. • 14. Peter Gay, ibíd. 15. Carta de Freud a Eitingon del 15 de noviembre de 1931, citada por Gay, op. cit., pág. 509. 16. SE, XI, págs. 64-5. 17. Sigmund Freud y William C. Bullitt, op. cit., pág. 18. 18. Ibíd., pág. 15. B 19. Paul Roazen, F reud, p en sa m en to p o lítico e socia l, 1973, San Pablo, Brasiliense, pág. 203. 20. SE, XVIII, pág. 95. 21. Sigmund Freud y William C. Bullitt, op. cit., pág. 240. 462
22. Ibíd., pág. 88. 23. G. Miller, “Thomas Woodrow Wilson: entre Maquiavelo y Ubu”, Magazine Littéraire, 1989, pág. 38. 24. Peter Gay, op. cit., pág. 505. 25. Sigmund Freud y William C. Bullitt, op. cit., pág. 90. 26. Chaim Samuel Katz, ibíd., pág. 9. 27. Ibíd. 28. Ibíd. 29. Elisabeth Roudinesco, Historia da psicanálise na Franga. A batalha dos cem anos, 1986,1, Río de Janeiro, Zahar, I, pág. 141. 30. Paul Roazen, op. cit., pág. 196. 31. Ibíd., pág. 195. 32. Peter Gay, op. cit., pág. 507. 33. Carta de Jones a Bullitt del 7 de junio de 1956. 34. Elisabeth Roudinesco, op. cit., I, pág. 141. 35. G. Miller, ibíd., pág. 38. . 36. Paul Johnson, Historia dos Judeus, 1987, Río de Janeiro, Imago, pág. 39. 37. Ibíd., pág. 390. 38. Ibíd. 39. SE, XX, pág. 271. 40. Luis Hornstein, “De la repetición a la verdad histórica , Manuscrito del Colegio de Estudios Avanzados en Psicoanálisis, pág. 2. 41. SE, XXIII, pág. 268. 42. M. Dayan, “Réalité psychique et vérité psychique”, Psychanalystes, 1985, pág. 20. " , „ , , 43. Luis Hornstein, “Recordar, repetir y reelaborar: una lectura , Lectu ras de Freud, 1990, Buenos Aires, Lugar. 44. SE, VI, pág. 256. 45. SE, XX, pág. 72. 46. SE, XXI, pág. 44. T ■ r 47. Jacques Lacan, L ’éthique de la psychanalyse - Le Seminaire, Livre Vil, 1986, París, Seuil, pág. 203. 48. Le Guen, La psychanalyse, une Science?, 1989, París, Relies Lettres. 49. Carta de Freud a Barbara Low del 16 de abril de 1936, citada por Marthe Robert, D ’Oedipe a Moise, 1974, París, Calman-Levy, pág. 63. 50. Carta de Freud a Arnold Zweig del 3 de setiembre de 1934, The Let ters o f Sigmund Freud and Arnold Zweig, pág. 91. 51. Emst Sellin, Moise und seine Bedeutung für die israelitisch-jüdische Religionsgeschichte, 1922, Leipzig. 52. SE, XXIII, pág. 36. 53. J. W. von Goethe, Noten und Abhandlungen zum besseren Verstandnis des westóstlichen Diwans, 1981, Bonn, Hempel, IV. 54. SE, XXIII, pág. 89. 55. Otto Rank, Myth ofthe Birth o f the Hero, 1913, J.N.M.D., XI. 56. Carta de Freud a Lou Andreas-Salomé del 6 de enero de 1935, Freud-Lou Andreas-Salomé, Correspondencia completa, 1972, Río de Janeiro, Imago, págs. 265-6. 57. Ibíd., pág. 266. m r , . 58. Carta de Freud a Arnold Zweig del 6 de enero de 1935, The Letters of Sigmund Freud and Arnold Zweig, págs. 266-7. 463
•g. Z07l O. QRiefT’ FreUd' la mente de un morallst^ 1966, Buenos Aires, Paidós P& 60. Ibíd. 61. SE, XIII, pág. 133. ■ 62. SE, XXIII, pág. 94. 63. Ibíd., pág. 92. 64. Ibíd., pág. 90.
CAPÍTULO 66
w 6.5-. Erns„t Sellli 1- °P; «*•> y Jean-Pierre Winter, “Acerca de «Moisés e o Monoteísmo» , en ¿El psicoanálisis es una historia judía?, pág. 98 . Eugéne Enriques, Da horda ao estado, 1990, Río de Janeiro, Zahar
F IN IS A U S T R IA E
pag. oU.
67. Carta de Freud a Amold Zweig del 3 de setiembre de 1934, The Letters o f Sigmund Freud and A m old Zweig, pág. 91. 68. Max Schur, op. cit., III, pág. 557. 69. Emest Jones, op. cit., III, pág. 475 70. Ibíd. 71. SE, XXIII, pág. 45. 72. Eugéne Enriques, op. cit., pág. 122. 73. SE, XXIII, pág. 109. 74. Eugéne Enriques, op. cit., pág. 123. 75. Marthe Robert, op. cit., pág. 12. 76. Eugéne Enriques, op. cit., pág. 125. 77. SE, XXIII, pág. 99. 78. Eugéne Enriques, op. cit., pág. 127 79. SE, XXIII, pág. 118. 80. Eugéne Enriques, op. cit., pág. 132 81. SE, XIII, pág. 213. 82. Ernest Jones, op. cit., pág. 204. *
*
Wu,* / An aPPreciation o f Freud’s Moses and Monotheism", en Max EUingonin M em onam , Sociedad Psicoanalítica de Israel, pág 141 84. Marthe Robert, op. cit., pág. 269. 85. Citado por Ernest Jones, op. cit., III, pág. 363
«7 Yerushalmi>U M °ise de Freud, Libération, 1993. 87. Marthe Robert, op. cit., pág. 278.
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En los años 30; desde la óptica de un freudiano, los conceptos de Jung fueron haciéndose cada vez más ambiguos. Ese estilo impreciso permitió a los racistas usar el “inconsciente colectivo” para sus pro pios fines, una falsa interpretación que Jung no suscribe, pero que tampoco refuta. El inconsciente colectivo tiene tres dimensiones: la humanidad, la tribu y la familia. La segunda vertiente -la tribu- es el inconsciente étnico, noción un tanto resbaladiza, que designa un conjunto sociocultural y un sustrato arquetípico, pero también puede ser empleada, en la mira racista, para designar un “grupo genobiológico” determinado. Y ésa fue, precisamente, la interpretación adopta da por la Alemania hitlerista. Pesan sobre Jung acusaciones serias de simpatía pro nazi y anti semitismo. Figuras como Franz Alexander y Erich Fromm, en el campo freudiano, y los “posjunguianos” en general lo han defendido, pero subsiste la sospecha de que colaboró con el nazismo. Esta mácu la se basa en su participación en la D e u ts c h e A llg e m e in e Á r z tlic h e G e se llsc h a ft fü r P s y c h o th e r a p ie , entidad organizada en 1933 por el Dr. Mathias Goering, primo del nefasto mariscal Hermann Goering. Mathias Heinrich Goering, figura clave de la psiquiatría del Tercer Reich, “analizado por dos adlerianos, era un pietista confeso y un na zi temible”1. Tenía cara de ángel, de allí el seudónimo de “Papá Noel”2. Jung asumió la presidencia y fue editor de la publicación oficial Z e n tr a lb la tt fü r P s y c h o th e r a p ie , órgano de la D e u ts c h e A llg e m e in e A rztlich e G esellsch a ft fü r P sych o th era p ie. En uno de los primeros nú meros, en 1934, el suizo presenta este perfil del judío simbiótico: “Los judíos tienen esta peculiaridad en común con las mujeres: como son físicamente más débiles, necesitan atacar en las rendijas de la arma dura del adversario ... También deben a la experiencia de una cultu ra antigua la capacidad de convivir conscientemente con sus propios defectos y tener con éstos una actitud benévola, cordial y tolerante, mientras que nosotros somos tan jóvenes que aún tenemos ilusiones con respecto a nosotros mismos ... El judío, como individuo relativa mente nómade, nunca produjo y probablemente nunca producirá una cultura propia, ya que todos sus instintos y dones requieren, para desplegarse, un pueblo más o menos civilizado que lo hospede ... El inconsciente ario tiene un potencial más alto que el judío”3. 465
Tenemos, entonces, un pueblo “parásito”, término predilecto en el vocabulario de Hitler4. En el primer númpro de la revista, Mathias Goering escribe: “Se espera que todos los miembros de la Sociedad ... lean con detenimien to e ínteres científico el libro fundamental de Adolf Hitler Mein Kampf, y reconozcan que es esencial [para el trabajo]”’ 1. La tormenta se desencadena cuando Gustav Bally, psiquiatra y psicoanalista suizo, publica un artículo donde señala que la Zentralblatt se ha nazificado” y que Jung es responsable de su contenido Bally cita en particular el siguiente pasaje: “Las diferencias que exis ten entre la psicología germana y la judía, que siempre fueron recono cidas por las personas inteligentes, no pueden ser subestimadas y 'no hacerlo] será benéfico para la ciencia”5. ’ Jung contestó pronta y detalladamente: “¿Debería yo, como neu tral prudente, retirarme a la seguridad de este lado de la frontera y lavarme las manos en señal de inocencia, o debo arriesgar la piel v exponerme a los inevitables malentendidos que se producen cuando por alta necesidad, se tiene que pactar con los poderes políticos existentes en Alemania? 6 Esa “alta necesidad” que lo llevará a pactar se debía al temor de que la psicoterapia desapareciese de la Alemania nazi. En esa misma linea de pensamiento, Jung continúa diciendo que la “medicina no tiene nada que ver con la política ... Los médicos que durante la gue rra asisten a los enemigos heridos, por cierto no pueden ser conside rados traidores a la patria”7. Pero, en este caso, el herido, la “víctima” asistida, no era el judio sino el opresor. Además, ¿cómo se justifica el siguiente pasaje de otro artículo de Jung, publicado al año siguiente? La raza judía como un todo -a l menos en mi experiencia- posee un inconsciente que sólo con muchas reservas puede ser compa rado con el inconsciente ario. Con la excepción de los individuos creativos, el judio medio es demasiado consciente y está demasia do diferenciado para hacer suyo el futuro que aún no nació. El in consciente “ano” tiene un potencial mayor que el judío; ésa es, al mismo tiempo, la ventaja y la desventaja de una juventud que áun no ha superado una cierta barbarie8.
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l L ALauuelaCͰneS de Goerin& con Jung no eran tan buenas. En una cara a A. Aichhorn, el alemán definió como sigue sus intenciones ideológicas: Lo que mas me importa es uniformar las diferentes orientaciones a fin de crear una psicoterapia alemana: ella no puede reposar sobre ninguna base judia (Freud, Adler), ni sobre un fundamento occidental (Jung). Tiene que ser específica (citado por H. Leupold-Lówenthal, “L’émigration de la famille ,eud en 1938”, Revue Internationale d’Histoire de la Psychanalyse, 1990, II, pag. 452). 466
Luego le lanza una estocada directa a Freud: En mi opinión, ha sido un grave error aplicar indiscriminada mente categorías judías de psicología médica a la cristiandad germánica y nórdica. Debido a eso, el secreto más precioso del pueblo germánico -la profundidad intuitiva y creativa de su alma- fue explicado como si fuese un charco de infantilismo banal, mientras mi voz de alerta, durante décadas, despertó la sospecha de antisemitismo. La sospecha emanaba de Freud. El no com prendía a la psique germánica, como tampoco comprendió a sus seguidores germanos. ¿Acaso el formidable fenómeno del nacio nalsocialismo, que el mundo mira con ojos atónitos , no le ense ñó una lección? ¿Dónde estaba esa energía sin par cuando aun no existía el nacionalsocialismo? Un movimiento que moviliza a to da una nación tiene que haber madurado también en cada indivi duo9. El número VII de la Zentralblatt, el primero con el nombre de Jung en la tapa, enturbia aún más las aguas. Allí aparece un articulo de K Gauger, titulado “Psicoterapia y política global , que contiene el siguiente párrafo: “A partir de Adolf Hitler, las palabras Volk y pa tria, disciplina, fidelidad y honra recobraron su importancia biológica en Alemania ... La medicina adquirió una significación política que nadie se habría atrevido a prever. Aquí me basta con referirme a los grandes proyectos políticos concernientes a la población, planeados por el Führer, orientados con sentido médico, que establecen medidas extraordinariamente significativas en cuestiones de higiene racial y otros asuntos”10. “Higiene racial” aquí significa el exterminio de los enfermos men tales, llevado a cabo por los psiquiatras alemanes. Se calcula que cer ca de 350.000 locos fueron asesinados*3' n . Los “otros asuntos”, si cabe, deben de haber sido aun peores. En 1938 Jung concede una entrevista al reputado corresponsal extranjero H. R. Knickerbocker, en la que llama la atención su evi dente complacencia para con Mussolini y la descripción sibilina que hace de Hitler. Mussolini -dice- era un “hombre de estilo y buen gus to, cálido y humano. No puedo evitar tenerle simpatía • e 1 ei" afirma: “No me cabe duda de que Hitler pertenece a la ca egoria c chamán místico (medicine man). Como alguien comento en la ultima convención del partido en Nuremberg, desde los tiempos de Mahoma
*2. Cabe que miremos con ojos atónitos los ojos atónitos de Jung. *3. Mitscherlich, un psicoanalista alemán, fue evitado por sus c después de escribir el libro. 467
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el mundo no ha visto nada igual. Esas características marcadamente místicas de Hitler son las responsables de que él haga cosas que pa recen ilógicas, inexplicables, curiosas e insensatas ... De modo que Hitler es un chamán, una forma de vaso espiritual, un demiurgo o, mejor aún, un mito”12. Cuando este artículo apareció en la cadena pe riodística Hearst, Freud ya se había refugiado en Londres, salvándo se por poco ... En 1948, respondiendo a la acusación de nazi y antisemita lanza da por el S a tu rd a y E uening P ost, Jung intenta una defensa. Con refe rencia a su declaración de que el judío era parasitario, con un incons ciente inferior al ario, dice: “Yo tenía que ayudar a esa gente [¿qué «gente»?]. Tenía que dejar en claro que yo, ario fuera de Alemania, lu chaba por una abordaje científico de la psicoterapia. ¡Ése era el pun to! [¿qué «punto»?] No consigo ver nada en esa exposición, absoluta mente nada que pueda ser interpretado como antisemitismo”13 (los interrogantes son míos). a La obra de JunS está salpicada de comentarios racistas. Dice que el americano nos presenta un extraño cuadro: un europeo con manierismos negros y alma india"14. Lo mismo se puede decir de sus escri tos sobre Africa y los africanos. En un artículo reciente, Dalal conclu ye que Jung era racista, ya que consideraba a los negros inferiores y no simplemente diferentes: les faltaba -según él- un “estrato de con ciencia 15. Por mi parte, creo que era un racista “global”, no muy dife rente, en este sentido, del propio Freud, que hablaba de “razas incul tas y “capas inferiores”16. Si el racismo viniera en bolsas Jung cargaría tres, y Freud una o dos. Según el argumento cojo del que se valieron los defensores de Jung, en las filas junguianas, ése era el espíritu de los tiempos. Un antisemitismo banal, social, imperante en la cultura. Una variante de esta defensa contrasta el comportamiento de Jung con su producción intelectual. Pero, como lo señala Samuel, no podemos olvidar que él fue el autor de la teoría de las “coincidencias significativas”; esto es, de la “sincronicidad”*4- 17. Por otra parte, Peter Gay, ese incansable buscador de huellas, encontró “un relato muy interesante” de Barbara Hannah, biógrafa de Jung. Parece ser que Franz Riklin Júnior, hijo del viejo pionero zuriqués del mismo nombre, “había sido elegido por algunos judíos ri cos para que fuera in m ed ia ta m en te a Austria, con una considerable suma de dinero, e hiciera todo lo posible a fin de convencer a los ju díos importantes de que abandonaran el país”18. Riklin hijo no tuvo
4. La sincronicidad implica que el mundo psíquico y el mundo material están entrelazados de manera a-casual. El concepto de sincronicidad partió de la lectura del I Ching (Henri F. Ellenberger, The Discovery o f the Unconscious, 1970, Nueva York, Basic Books, pág. 721). 468
éxito con Freud. Ante su insistencia, Freud fue brusco. Según Han nah, le dijo: “Me niego a ser deudor de mis enemigos”. El hecho de que Riklin afirmase que ni su padre ni Jung tenían “ninguna animo sidad contra Freud” no lo hizo cambiar de idea19. La pesquisa de Gay sacó a luz otra información que “en parte co rrobora pero modifica significativamente la versión de Hannah”. Apa rentemente, “no fueron los judíos ricos sino Riklin y Jung quienes reunieron 10.000 dólares de su propio peculio y destinaron ese dinero exclusivamente a Freud. Cuando Riklin llegó a Berggasse 19, Anna Freud sólo entreabrió la puerta y no le permitió entrar en el departamentó, aduciendo que su padre no lo recibiría. Entonces Freud se acercó y pronunció las palabras que Hannah le atribuye: Me niego a ser deudor de mis enemigos”20. Coincido con Gay en que esta versión parece más fidedigna y, entre otras cosas, habla de la complejidad de ese místico que iba a la taberna con un revólver en el cinto. Por otra parte, Jones, en 1936, tuvo una reunión con el Goering de la Zentralhlatt -o sea, el Goering de Jung- y le pareció “una persona bastante amable y sensible”21. Es muy posible, entonces, que por esas piruetas del destino, Jung haya sido un instrumento para salvar a Freud. Finalizada la guerra, la postura de Jung dio un giro completo. En su artículo más conocido, “Después de la catástrofe , Hitler es lapida do con calificaciones como “psicópata megalómano” y “espantapájaros psíquico ...”22. _ Muchos analistas junguianos, particularmente E. A. Bennet (M eetin g w ith J u n g ), Aniela Jaffé (F r o m the L ife a n d W ork o f C . G . J u n g) y Lauren van der Post (J u n g a n d the S to r y o f our T im e) han intentado justificar la actitud de Jung “durante” la catástrofe, y Ben net llega a afirmar que “Jung estaba en la lista de muerte de los na zis”. En el campo opuesto, según Roazen, existía un d o ssier contra Jung en el Foreign Office inglés, y se pensó incluso en juzgarlo como criminal de guerra23. Para completar el cuadro de insania total, yo habría propuesto que Eitingon fuera el juez de ese tribunal. En esta historia se destaca la postura de Jaffé, la secretaria y discípula fiel de Jung, la que considera que él cometió “un grave error humano”24. Yo mismo, pensando que algunos de mis peores amigos son antisemitas, concluyo que al biógrafo le resulta difícil alcanzar un juicio ponderado en este asunto. Es muy probable que Jung aya sido sincero al afirmar que asumió esos cargos e iniciativas para te ner un mayor margen de acción, que le permitiese ayudar a colegas judíos. También es probable que, esa vez, en la encrucijada, el haya escuchado la “Voz del Diablo”, en lugar de la voz de la conciencia. Conviene recordar que las teorías de Jung desempeñaron un gran pa pel en la N o u v e lle D roite de la década del 7025. La posteridad, por otra parte, lo ha juzgado más severamente que a Heidegger, aunque éste estuvo más comprometido con la ideología hitlerista y fue miem bro activo del partido nazi. 469
Estamos ante un problema particularmente difícil, porque se tra ta de ese hueso indigerible que fue la Segunda Guerra Mundial, con su genocidio y su Hiroshima. Money-Kyrle, en su ensayo sobre las ^creencias , escrito poco después del fin de la guerra, afirma que, en esa guerra estaba claro que existía un bien y un mal claramente si tuados, en un mundo de luz y tinieblas26. En 1994, en el cincuentenario del desembarco aliado en Normandía, Ernst Nolte publicó un artículo en el Frankfurter Allgemeine Zeitung, comparando el genocidio de los judíos con el de los armenios por los turcos y, especialmente, con las matanzas estalinistas. Nolte agrePj Parte de lo que los nazis hlcieron>con la excepción del mé todo del gas, fue realizado [antes] por los turcos en Armenia” Esta posición desató una tormenta de protestas. El filósofo Habermas res pondió en la revista Die Zeit: “Los crímenes nazis se vuelven com prensibles si los comparamos con las amenazas de exterminio bolche vique. Auschwitz queda reducido a una innovación técnica ...”. Nolte es acusado de dar argumentos a la extrema derecha. Algo está claro: mientras la historia está caliente, no puede ser objetiva. De allí que Habermas considere inconveniente que un suceso se vuelva comprenMble. Tuvieron que pasar siglos para que fuera posible evaluar la cul pa de Nerón por el incendio de Roma. En este “juicio” a Jung, creo que la posición de Rieffes la más lú cida. El parte de la premisa de que “era razonable esperar de Jung que interpretara su vida en términos junguianos”27. ^>ara el suizo, el inconsciente es un “Dios subterráneo”, que también puede ser un Dios-Demonio, Jung legitima lo demoníaco y des tructivo como “teniendo derechos propios basados en la fuerza de su potencial terapéutico”28. Por lo tanto, “cuando el Dios subterráneo irrumpe desde el inconsciente de los alemanes, Jung no se indigna ni se siente moralmente ofendido. Por lo contrario, había razones junguianas para suponer que esa erupción era un realineamiento tera péutico de un inconsciente colectivo alemán desequilibrado”29. Esta concepción romántica de un inconsciente arquetípico, wagnenano, influida por la cosmovisión de Carus30, explica a Jung pero no se si lo justifica. Este argumento también sería válido para Heidegger. Cuando se construye sobre la base del “mito personal”, la pro pia psicología se vuelve cosmogónica. Samuels, analista junguiano y judío, concuerda con Rieff. Intenta comprender a su Maestro a partir del concepto de “sombra” En el prefacio de un ensayo de 1947 titulado Essays on Contemporary tvents, Jung menciona la necesidad de saber que el “peor enemigo está en Jo más profundo de cada uno”, y trata a la sombra como aqueo que nadie desea ser’, pero que de una u otra manera somos. Para aamuels, ese ensayo de 1947 fue un intento de Jung de integrar su sombra personal31. La sombra personal cotidiana de Freud, a veces aparecía en su 470
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diario. Hubo tres diarios en su vida. El primero fue escrito en los años color de rosa del noviazgo. Durante dos años, ese diario bipersonal, redactado alternadamente por el novio y la novia, narró a cuatro manos una saga de amor. El segundo diario es de 1916: un registro de guerra, en el que la ansiedad por los hijos en el frente y la ubicui dad de la muerte eran los temas ineludibles. El tercer diario, llamado Segunda crónica, fue más dilatado en el tiempo: cubrió desde 1929 hasta 1939, desde el día en que Wall Street quebró hasta una semana antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Resultó, por tanto, otro diario de guerra. , „ , Al escuchar los gritos de los canillitas en la calle tumultuosa, ese sábado por la tarde, Freud le dice a Paula, la empleada. -Paula, pronto, traiga eXAbend [La Tarde]. La mujer cruza la calle y vuelve con el periódico. Freud lee los ti tulares y luego escribe en su Segunda crónica'. Finis Austriae . Max Schur, al enterarse de la noticia, va en taxi hasta Berggasse 19. Las calles’estaban colmadas de tropas de asalto. Algunos amigos se ha bían reunido en la casa de Freud y todos intentamos convencerlo de que abandonara el país. Al día siguiente pareció dispuesto a hacerlo, pero ya era tarde, y fue necesario esperar un «permiso especial». Una negra sombra pesaba sobre Austria. Freud, el 28 de febrero de 1938, escribió en su Diario: “Malos días”34. El día anterior había anotado una sola palabra: “Shusschnigg”. El futuro de Austria pare cía depender de él. Una semana antes, Hitler había llamado al canciller austríaco, Kurt Shusschnigg, a la Berchtesgaden, para entregarle un ultimá tum. Le ordenaba nombrar a cinco nazis en los puestos clave de su ministerio, y libertar a los prisioneros políticos nazis. Caso contrario: invasión alemana. Shuschnigg intentó zafarse, nombrando a hombres que optaban por una Austria nazi autónoma de la Alemania hitlensta. Al mismo tiempo, el canciller anunció la celebración de un plebis cito el día 12 para saber si el pueblo austríaco deseaba conservar su independencia. Los analistas políticos del Reich estimaron que solo el 33 por ciento de la población favorecía la anexión. Hitler ordeno la in vasión sin demora. “Austríacos -exclamó Shusschnigg por la radio-, Hitler ha pedido mi renuncia y la cancelación del plebiscito. Si no di mito en una hora, las tropas alemanas invadirán a Austria. He dimi tido, para evitar el derramamiento de sangre. ¡Que Dios salve a Aus tria!” Horas después, mientras Shusschnigg iba rumbo a la cárcel, una lluvia de volantes caía sobre Viena proclamando “¡La Austria na zi da la bienvenida a la Alemania nazi! La invasión parecía inminente desde el inicio del año^ Freud, en la tensa espera, le escribió a Eitingon: Nuestro bravo go íerno, sin cero a su modo, está más enérgico que nunca en la defensa contra.ios nazis, aunque, en vista de los más recientes acontecimient os en mania, nadie puede estar seguro de cuál será el desenlace 471
bravo gobierno cayo, y el nazi austríaco Seys-Inquart reemplazaba a Shusschmgg. Su primera medida consistió en invitar al ejército aleH6 entrara en el paif- A1 amanecer, una división Panzer, con S “ T UV ! érC,t° de bra“ s alzadi, de Heü Hitler. . A p a r e c i ó tnunfalmente en el balcón del Hotel Impei I h ’ 6n u lugar donde>el ano anterior, Thomas Mann había presen tado un homenaje a Freud por su octogésimo cumpleaños”. Gran desfile a paso de ganso por la Ringstrasse. Como el propio Shusschnigg eSC¡\ib!i) ea sus memorias, Hitler, aunque nacido en Austria odiaba a su Madre Patria y estaba determinado a destruirla36. En la madrugada del 11 de marzo de 1938, la Luftwaffe inicia el Anschluss volando a baja altura sobre la ciudad de Viena. Ernst hijo de Sophie, el famoso inventor del fort-da, fue despertado por él es truendo de los aviones y abrió la ventana de su pequeño departamen to en Eroicagasse. Más tarde recordará que no reaccionó “sólo con espanto y miedo, sino con una cierta fascinación por los pilotos que volaban bajo sobre los techos”3?. Pasado ese primer bautismo bélico el muchacho, que tema 23 anos, decidió que el refugio más seguro sena Berggasse 19. Allí, además del (dudoso) escudo del nombSTde su Dahan’lte*!fna 3 protección de los extranjeros. Los Burlingham ocu paban los dos pisos superiores; se contaba además con la presencia constante de Jones y la princesa Marie Bonaparte Ernst fue acomo dado en el sofá de la sala de Tante Minna. °' P ío .?+in Pí d:dade al día simiente, Anna convocó al Comité Ejecutivo de la Sociedad Psicoanalítica de Viena. En el orden del día \a disolución de la Sociedad. En adelante, la sede estaría donde estu viese Freud. Este comentó: “Después de la destrucción del Templo de cerío’Ssmo0 Aei r enHJabneh P3r3 el estudio de la Tora Vamos ana cer lo mismo. Al fin de cuentas, estamos acostumbrados a la persecurieñ d ^ erso?a l”38^tona' tradÍdÓn y>aIgUnos de
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ces larcaalTaHer p del-iSaqUe0- ? 3ndaS de las SA invadieron varias vecuen?a nue M fV? Ud y apos,taron un centinela en la puerta. Jones qf Martha invito al hombre a sentarse, porque a ella no le S z o a u m e n t é eXt™ñode pie en Su casa- “Eso cawó algún embaeran hahíid i 3 , PUS° S° bre la mesa con las Palabras que le oran habituales allí: «¿Los señores quieren servirse?»». Después Anna f E 2 ¿ - a?°mpanr° hasta la ca-ia Vierte, en otro cuarto, y la abrió”, botín de las SA fue de 850 dólares. Los visitantes, aparentemente 472
desconcertados, se batieron en retirada. Freud, al enterarse, comen tó con pesar que a él nunca le habían pagado tan bien por una única visita”40 Ernst, el hijo de Sophie, fue a la Ringstrasse para ver de cerca la entrada del ejército alemán, y comprobó con sorpresa que alpinos ve hículos militares aún eran tirados por caballos. Él esperaba que el “temible teutón” estuviese totalmente motorizado. Viena, aturdida era un remolino de rumores. En el mundo psi, cuenta Schur, com a el rumor de que en la cúpula del Partido Nazi se perfilaban dos tenden cias. La fracción Himmler-Goebbels, que apostaba al efecto parali zante del terror, proponía el exterminio de los analistas; Goering» P°* su parte, bajo la influencia de su primo psiquiatra, era partidario de la moderación41. En esa época, el Ministerio de Relaciones Exteriores alemán aún se preocupaba por la opinión pública internaciona . A todo esto, figuras claves del panorama político internacional estaban informadas de la riesgosa situación de Freud y dispuestas a intervenir, con diferente grado de compromiso. índusoRoosevelt ha bía sido alertado. El camino diplomático fue el siguiente. Willia • Bullitt, embajador de los Estados Unidos en Moscú, asigno a John Cooper Wiley, agregado en Viena, la misión de velar p0¿ E[ aad y familia. “Cuando Austria fue ocupada -narra Schur-, Bullitt inme diatamente le indicó a Wiley que «hiciese a(to de p r e s ^ . . A «mtaun aristócrata de carrera de la vieja guardia a quien expuso en ios más fuertes términos las consecuencias en los Estados Un:idcj cualquier afrenta a Freud ... Finalmente telefoneo a Washington soli citando que el presidente Roosevelt brindara un total apoyo a su ínterVRoosevelt sabía que la Princesa de Grecia acogería a Freud en Francia. Dio instrucciones a Cordell Hull para que enviara el s i e n te mensaje a Hugh Robert Wilson, embajador de los EstadosJ ^ ld en Berlín: “Wiley informó por cable ayer desde Viena, que teme q el Dr. Freud corra peligro a pesar de su edad y enfermedad. El Fres dente me ha ordenado que le pida a usted que se encargue de asunto personal y extraoficialmente ... Sería preferible, en mi opmión, que no mencione el nombre del presidente en este asunto, sino que senale que, en vista del lugar prominente que el Dr Freud ocupaenelrnu do científico, semejante acto de las autoridades austríacas contribuí ría a generar una opinión muy desfavorable en nuestro país y en e S No había pasado una semana desde la anexión cuando el eaibaja dor norteamericano en Berlín recibió nuevasinstruccionesi de*que m terviniera, sondando la situación en la capital alemana. ELvis to influente Víctor von Weizsácker, padre de la antropología 1^ 08100,^ d e s p u é s re d a c tó e l s ig u ie n te in fo r m e :
M e p a r e c ió
r e c ib id o u n
t e le g r a m a d e W a s h in g t o n e n e l q u e s e m e c o m u n ic a b a q u e e l P ro te so
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Freud viejo y enfermo, deseaba dejar Viena con su familia para ir a x ans, donde sus amigos se encargarían de él”44. En el otro bando, Edoardo Weiss contó a Jones que “Mussolini también hizo una dém arche directamente con Hitler o con el embaja dor en Viena. El Duce seguramente recordaba una cortesía de Freud para con el, cuatro años antes”45. Según Carloni, éste fue “un pequeno drama en dos actos’ . El tema se presta a confidencias, equívocos e interpretaciones múltiples. La historia comienza con Ethel Concetp V ™ í lflcl' paciente„d« Edoardo Weiss, hija del famoso dramaturgo Giovacchino Forzano- Weiss lleva a la paciente en consulta a Berggae ? H ™ ^ ° rZaT ’ ^ aií 5 ° del D u ce> los acom paña. El dram aturgo, a despedirse le pidió a Freud que firm ara una fotografía y le dedica-
d r , hb; ° 3 Mu,SSO mi Ei Profesor- algunos dicen que con ironía, le dedico ¿Por que la gu erra ?, pero ése era su último libro, el que tenía sobre la mesa Pero el problema es la dedicatoria: “A Benito Mussohm de un hombre viejo que saluda en el Duce al héroe de la cultura”. El Profesor era un eximio “dedicatorista”, pero esa vez, al hablar de heroe de la cultura” se le fue la mano. Estaba, digamos, en una sitarara delicada, en la medida en que el psicoanálisis en Italia venía S ^ n?° e a? UL impl?Cable del Vaticano. Imposible negarse al pe a lo, leones del Coliseo. Accerboni presume que tal vez á Freud ^ había impresionado la campaña de excavaciones patrocinadas en esa ton /ten í 6 ° UCe t a WC1S,S’ 3Un máS 8utU’ interpreta que esa dedicatona tema un sentido oculto: “«Yo lo admiro en la medida en que sir i p i 1j Í T ’ S°í° í entr° de 6S0S límites”49- RePÍto, esa dedicatoria ab a d° demasiado lejos, pero cuatro años más tarde, por los cami nos tortuosos de la vida, pudo haber ayudado a remediar la situación sa d í Í T e ™ ¿ nqUeS n GStaban 6n la calle>Wiley acudió a la casfmúenL n Para mo,ntar esquema de seguridad. Planearon lo Tue S h a Bur ingham tenía una línea telefónica privada que ligaba los dos departamentos. De esa manera los Burlingham es tarían informados de cualquier provocación nazi, y se pondrían en ontacto inmediato con Wiley. Personal de la embajada, entonces, caería por casualidad de visita a Berggasse 19. El Ee. ja d ía n las redes, comenzaban a tenderse desde ambos lados. El problema era triple: conseguir un permiso de salida, el visado del país anfitrión y, last but not least, convencer al propio Freud. El “vie jo salvaje , acorralado, vacilaba. Sus complejos motivos pasaban incluso por una fobia a emigrar y por su notable testarudez. Es muy probable que el hecho de que advirtiera las dificultades para obtener u^ a v'lsa, esto es, la posibilidad de que no lo recibieran con los brazos abiertos, hiriese su orgullo (y con toda razón). Los acontecimientos se precipitaban: el 15 de marzo los nazis irrumpieron en las instalaciones de la V erla g, arrestando a Martin freud. Lo retuvieron horas a punta de bayoneta. La editorial queda ba en Berggasse 7, a pocas puertas del departamento de los Freud. 474
“Estaba ansioso por mi padre ese domingo de mañana -relata Mar tin- pero preferí ir primero a la editorial.”50 Allí tenía una tarea deli cada. Como abogado, “debía destruir documentos legales de gran imP Había invertido en el exterior dinero de su padre y de otros clien tes y tenía la certeza de que “los nazis, hambrientos de dólares, lo considerarían un delito, y el castigo por lo menos seria la confisca ción”52. Tenían que desaparecer todas las pruebas. Pero una cuadrilla de nazis invadió la Verlag antes que tuviese tiempo de quemar los do cumentos. “Eran una docena, un extraño conjunto de andrajosos que incluía a un muchacho obeso de unos catorce años, el cual, a pesar de su edad, participaba de las discusiones y tenia voto. Un hombre enjuto, revólver en mano, vociferaba: “¿Por qué no terminamos con él? Deberíamos matarlo ahora”. El relato continúa: “Aunque estaba inmovilizado en el sillón de mi oficina y dos de mis guardias apreta ban sus rifles contra mi estómago, el tiempo pasó bastante rápido ... Lo irreal de mi situación se vio reforzado cuando apareció en la edito rial el doctor Ernest Jones, gran amigo de mi padre, y ahora su bió grafo. Después supe que había volado de Londres para ayudarlo en estos días críticos”54. , ., , __ Esa mañana, Ernest Jones había tomado el primer avión al con tinente. El aeropuerto de Viena estaba cerrado a los vuelos interna cionales. Él se dirigió a Praga, y allí tomó un monoplano biplaza rum bo a la convulsionada Capital del Vals. “El paisaje, en la 1 egada -narra Jones-, era desolador. La pista de aterrizaje estaba repleta de aviones militares que volaban constantemente para intimidar a los vieneses.”55 Jones va primero a Berggasse 7. Martin Freud -prosigue el galés- estaba sentado en un rincón, detenido, y las «autorida des» nazis se empeñaban en contar el poco dinero para gastos diarios que había en un cajón. Jones también fue detenido J Una hora des pués, tras el examen de sus documentos, recupero la libertad y se airigió al número 19. •, 00 Bajo ese impacto, el valiente discípulo tuvo una conversación ria con el Profesor. Jones “temía que Freud se inclinara a permanecer en Viena”. Adujo que su vida era muy preciosa como símbolo. Freud respondió: “Ah, si yo estuviera solo, hace mucho que habría puesto ti a mi vida”57. Dijo que estaba demasiado débil para viajar y que nin gún país permitiría su entrada. . Jones, en su biografía, pondera la validez de ese argumento. “Hoy es difícil comprender que los países eran violentamente mhóspi tos”58 Dicho eso, Jones se esmera en una explicación que, a mi ver, no tiene cabida en este caso: señala que el rechazo de inmigrantes se debía “al fuerte sentimiento relacionado con el desempleo . E,n reali dad, llama la atención que una figura de fama mundial, candidato a premio Nobel, que contaba con el apoyo de Roosevelt, de autoridades inglesas, de la Princesa de Grecia y hasta de Mussolini, haya encontrado tantos obstáculos. Se comprende que sus archienem igos e n 475
garan el permiso de salida, pero parecen absurdos los obstáculos para s a S w J ^ V1Sa de Un PaíS, alÍad0’ Podemos P^sar, con una dosis leneiÍ ,n L Í híaran° ia’iqU6Af Pslcoanáhsis g^era una macroambivaencia indeleble, o que los Aliados estaban aterrorizados por Hitler O ambas cosas. F u viva m os a la discusión de ese domingo aciago. Freud, presiona do por Jones, quema su último cartucho: partir sería abandonar su patria como un soldado que deserta. Jones, providencialmente, recorJ , K t hlS? ia oportuna. Parece ser que el segundo oficial del TitaSfld° Cí apultad° al mar P°r la explosión de las calderas del ransatlántico. Al ser amonestado con severidad por hacer abandono del navio, el oficial replicó, flemático: “Yo no abandoné el barco- el conCs„m4 abaní 0nf 3 ™ ”¡ Aas‘ ria>como él mismo había reconocido con su Finís Austnae , lo había abandonado. Freud, finalmente acepto la lógica del argumento y consintió en partir59. n_ Lfa j 0tA de agua(Jae c°lmó la copa, más que el T ita n io, fue el arresto de Anna por la Gestapo, una semana después de la primera v1S,ta de los SA. El peor dia eo la vida do Freud. Parece ser que en el rtf* general de la Gestapo, Anna se mantuvo calma. Su miedo principal era quedar abandonada en el corredor y olvidada hasta que el cuartel cerrase. En ese caso, temía ser arrestada con otros pri sioneros judíos y eventualmente deportada o fusilada60 61. Los nazis ? aar}aa ^formación sobre la naturaleza de la Asociación PsicoanalíiTanTl « a M,entí ,Ca y ap0l“ ica La 8ituadóa P^ciaOm inosa píre la analista Maenchen, amiga de Anna y Dorothy Burlingham montando guardia, vio el auto de la Embajada Americana patrullando por fumando sb!'para?“ un I
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„¡ f ’ la V0lvi0 a su *Ma- Muy Pocas veces Freud se mostraba expanv en su expresión de afecto, pero esa noche sorprendió a Schur64. ihn ^ ane BonaParte llega desde París el 17 de marzo. La princesa eud , mientras que Jones tenía la ardua tarea de obtener la autoen.trada e" ^nglaterra, para lo cual era esencial el apoyo de la influyente Royal Society británica. A dicho fin, Jones entró en
_a T *5\Ef e es el momento que Eric-Emmanuel Schmitt escogió para su pie‘ Le Vlsiteur' con Anna en la Gestapo, Freud mantiene un diálogo con un personaje que puede ser un loco, una alucinación o Dios. , , 6- Entretanto, elIa ]ogró retirar la correspondencia con Fliess de la caja de segundad del banco, y enviarla a Grecia. 476
contacto con su viejo amigo Wilfred Trotter, que formaba parte del Consejo de la Sociedad. Éste le dio una carta de presentación para Sir William Bragg, físico de renombre, presidente de la Royal Society. Bragg, a su vez, le dio una carta para Hoare. Jones “conocía superfi cialmente a Sir Samuel Hoare por pertenecer al mismo club de pati naje”65. “Para mi alivio, pero no para mi sorpresa -dice Jones-, Sir Samuel Hoare, sin ninguna vacilación, demostró sus habituales cuali dades filantrópicas y me dio carta blanca para llenar formularios in cluyendo el permiso de trabajo, para Freud, su familia, sus emplea dos, su médico personal y algunos de sus discípulos con sus respectivas familias.”66 . . , , Solucionado ese aspecto subsistía el problema principal, los na zis Para lidiar con una burocracia corrupta y voraz, Freud contrato a un abogado, el Dr, Alfred Indra, hombre de bien que hizo todo lo posi ble para suavizar la espera y buscar la salida en el laberinto de la^ le yes raciales. Freud había declarado en 1937 un patrimonio de 166 000 chelines austríacos. Tenía que pagar esa suma, como parte de la “desjudaización” de la economía, basada en la imputación de que los judíos, como parásitos de la nación alemana, debían indemnizarla°por el dinero qíe le hablan -chupado al pueblo*". Jones señala que los nazis “exigieron grandes sumas de dinero en concepto de impuestos imaginarios de todo tipo68. Mane Bonaparte adelanto los chehneSLosCtrámites demoraban, surgía un obstáculo tras otro. Era, evi dentemente, un caso de “complejo de Shylock invertido - p or suerte e comisario Dr Sauerwald, un nazi antisemita, designado por la Ges tapo para’ supervisar el trámite, resultó ser útil. Este supervisor admiraba al profesor Herzig, quien era un viejo amigo judio de Freud; Entonces, la excepción que hace la regla ... Por ejemplo en la declara ción constaba que él tenía dinero en el extranjero, hecho que compli caba el éxodo. Sauerwald, con gran riesgo para el mismo, ignoro ViPrhn ”69 , „ En esos tres meses de espera, de sustos y sobresaltos, ^ familia Freud conoció sus horas más negras. Anna Freud, desesperada lig ó a decir: “¿No sería mejor que todos nos suicidáramos? ¿Por que. -ai jo Freud-. Sería darles el gusto”70. , ,{n Jones, incansable, estuvo magnífico: un verdadero paladmde la Causa. Como por encanto, las diferencias entre ellos se esfu™* °¿e La siguiente carta, detrás del recato, muestra ei agradecimiento de Freud a este hombre que quiso casarse con su hija y que apoyaba Melanie Klein: A veces me perturba la idea de que pueda creer que u °8«tros pensamos que usted está simplemente cumphendc.con su deber, sin que valoricemos adecuadamente los profundos y smeerossen timientos expresados en sus acciones. Le asepiro que de eso, que reconocemos su amistad, que contamos con ella y q 477
NOTAS
es plenamente recíproca. Ésta es una expresión solidaria de mis sentimientos, pues entre amigos queridos mucho debería ser ob vio y permanecer tácito7*. Freud preparó la siguiente lista para que fuese considerada por Consulado Británico en Viena: 1 Prof. Sigmund Freud, 82 años 2 Su esposa, Martha, 77 años 3 Su cuñada, Minna Bernays, 73 años 4 Hija Anna, 42 años 5 Hijo Martin LL. D., 48 años 6 Mujer del hijo, Esti, 41 años 7 Su hijo Walter, 16 años 8 Su hija Sophie, 13 años 9 Su sobrino Ernst Halberstadt, 24 años 10 Hija casada Mathilde, 60 años 11 Su marido R. Hollitscher, 62 años 12 Su médico personal, Max Schur, 41 años 13-14-15 Su mujer y dos hijos pequeños 16 Su empleada doméstica, Paula Fichtl, 36 años72. Podemos imaginar la agonía implícita en la elección. ¿Quiénes quedaron fuera del Arca? Las viejas hermanas de Freud que, como luego veremos, tuvieron un triste fin. A comienzo de mayo ya se veía la luz al final del túnel. Jones na rra que una de las condiciones para la concesión de un permiso de sa lida era que Freud firmase un documento que decía lo siguiente: “Yo, Prof. Freud, por la presente confirmo que después de la anexión de Austria al Reich alemán fui tratado por las autoridades alemanas y, en particular por la Gestapo, con todo el respeto y consideración debi do a mi reputación científica; que pude vivir y trabajar en total liber tad, que pude dar continuidad a mis actividades como lo desease, que tuve pleno apoyo de todos los involucrados en este aspecto y que no tengo la menor razón para ninguna queja”73. Martin Freud acota que su padre, antes de firmar, “preguntó si podía agregar la siguiente frase: «Puedo recomendar calurosamente a la Gestapo a cualquier persona», usando el estilo de un comercial”74. No se sabe si esto es cierto o leyenda, pero se trata de un paradigma de humor judío. La primera en salir, por motivos no esclarecidos, fue Minna Ber nays, recién operada de cataratas. Luego les tocó a Martin Freud y a Mathilde. Finalmente, el 4 de junio de 1938, con todos los papeles se llados y en orden, Freud, con su mujer y su hija, se despidió de la abominable y querida Wien, ciudad de los sueños.
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30. Andrew Samuels, ibíd., V, pág. 204. 31. Ibíd., pág. 195. 479 478
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32. M. Freud, Sigmund Freud, mi padre, 1966, Buenos Aires, Hormé, pág. 174. 33. Max Schur, Freud, vida e agonía, 1981, Río de Janeiro, Imago, III, pág. 604. 34. Diario de Freud, Colchester, citado en Clark, Freud, el hombre y su causa, pág. 268. 35. Carta a Eitingon del 6 de enero de 1938, citada por Jones, op. cit., pág. 221. 36. M. J. Burlingham, The Last Tiffany, pág. 259. 37. W. E. Freud, “Souvenirs personnels á propos du «Anschluss» de 1938”, RIHP, 1990, pág. 410. 38. Ernest Jones, op. cit., III, pág. 226. 39. Carta de Freud a Fliess del 2 de febrero de 1896, Correspondencia Sigmund Freud-Wilhelm Fliess, comp. por J. M. Masson, 1986, Río de Janei ro, Imago. 40. Ernest Jones, op. cit., III, pág. 224. 41. Max Schur, op. cit., III, pág. 606. 42. Ibíd., III, pág. 605. 43. Correspondencia Hull-Wilson, 16 de marzo de 1938, National Ar chives. 44. Ibíd. 45. Ernest Jones, op. cit., III, pág. 225. 46. Glauco Carloni, “Freud and Mussolini: a minor drama in two acts, one interlude and five characters”, LTtalia nella psicoanalisi, 1989, Roma, Instituto della Enciclopedia Italiana, págs. 51-60. 47. Ana María Accerboni, “Psicoanálisis y fascismo: dos abordajes in compatibles. El difícil papel de Edoardo Weiss”, Revue Internationale d’Histoire de la Psychanalyse, 1988, I, pág. 201. 48. Ibíd., pág. 200. 49. E. Weiss, Sigmund Freud as Consultant, 1970, pág. 20. 50. M. Freud, op. cit., pág. 176. 51. Ibíd. 52. Ibíd., págs. 176-7. 53. Ibíd. 54. Ibíd. 55. Ernest Jones, op. cit., III, pág. 223. 56. Ibíd., pág. 224. 57. Ibíd. 58. Ibíd., págs. 224-5. 59. Ernest Jones, op. cit., III, pág. 225. 60. M. Freud, op. cit., pág. 214. 61. Elisabeth Young-Bruehl, Anna Freud, a Biography, 1988, Londres, Summit Books, pág. 227. 62. Max Schur, op. cit., III, pág. 607. 63. Wiley-Secretaría de Estado, Washington, a Bullitt, Nat. Arch. 64. Max Schur, op.cit., III, pág. 608. 65. Ernest Jones, op. cit., III, pág. 226. 66. Ibíd., pág. 227. 67. H. Leupold-Lówenthal, “L’émigration de la famille Freud en 1938”, Revue Internationale d'Histoire de la Psychanalyse, 1990, II, pág. 451. 68. Ernest Jones, op. cit., III, pág. 227. 480
n c S f deUFreSdCa JonesdS 28 de abril de 1938 R. Andrew Paskauskas (comp ), The Complete Correspóndete of Sigmund Freud and Ernest Jo nes, 1908-1939, 1993, Londres, Harvard Umversity Press, pag. 76 . 73 . Comunicación de
230.
R.^fene^feld, citada por Jones, op. cit, pág.
, 1QO 74. Martin Freud, op. cit., pag. íoy.
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C A P IT U L O 67 EN LA HORA DE LA M UERTE
En la madrugada del 5 de junio de 1938, Freud, con todos los pa peles en orden, toma el Expreso de Oriente rumbo a la frontera con Francia y, nos cuenta Jones, “dio un suspiro de alivio al pensar que nunca más tendría que ver a otro nazi” 1. Dejaba atrás la ciudad en que vivió 79 años. Marie Bonaparte lo recibe en París. Bullitt también está en la es tación. Freud, Anna y Martha pasan el día en la bella casa de la prin cesa, en la calle Adolphe Yvon2. Habían sido invitados algunos ana listas franceses. ¿Lacan? En esa tarde parisiense, tal vez lo más importante haya sido un encuentro que no tuvo lugar. En la década del 30, Francia era el pati to feo del psicoanálisis. París estaba fuera, muy lejos de la triangula ción Viena-Berlín-Londres. Lacan lo experimentó en su propia piel. En 1932, el joven analista francés, lleno de expectativas, le había en viado a Freud su tesis sobre la paranoia. Freud acusa recibo con “educación e indiferencia”3. Escribe: “Le agradezco el envío de su te sis”. No se interesa por las aventuras de Aimée, así como Charcot no había prestado oídos a las tribulaciones de Anna O. Gran desilusión de un Lacan dispuesto a ocupar el lugar de Jung como heredero inte lectual. De allí que no se presentara al segundo encuentro forjado por el destino. Fue invitado pero no concurrió. Más tarde dirá “que no quería hacer gentilezas a la princesa”4. Puede ser, aunque el “desai re recibido ocho años antes sin duda había dejado su marca L En el silencio de la madrugada del 5 de junio de 1938, Freud atraviesa el Canal de la Mancha en ferry. A los 82 años se realiza su antiguo deseo de vivir en Inglaterra. Esa noche sueña que llega a Pevensey, como antes que él, casi un milenio antes, había desembarca do Guillermo el Conquistador. Otro de la misma raza. Pero el viejo cuerpo desfallece. El esquife lo espera en el río Támesis.
*1. Roudinesco da dos versiones: en la primera, parece ser que Lacan no quiso asistir a ese encuentro (Elisabeth Roudinesco, Historia da psicanálise na Franga. A batalha dos cem anos, 1986, II, Río de Janeiro, Zahar, pág. 152), en la segunda, no fue invitado (Elisabeth Roudinesco, Jacques Lacan, 1993, París, Fayard, pág. 121). 482
Jones, en esta última escala, se comporta como un perfecto lord, solícito y eficiente. Ese galés tosco, de cuna casi proletaria, había lle gado muy lejos en Pall Malí, y eso ayudó. Su amigo el lord De la Warr obtuvo privilegios diplomáticos para la comitiva, que pasó por la aduana sin ninguna formalidad. En Londres Freud se convirtió en una celebridad instantánea. Su exilio, desplegado en la primera página de los periódicos, simbolizaba la barbarie de Hitler. Una multitud lo esperaba en la Victoria Station; Jones “consiguió que el tren se desviara hacia una plataforma que no era la habitual, a fin de engañar al batallón de periodistas y a la profusión de cámaras”5. Después de un itinerario turístico improvisado entre el Buckingham Palace y Picadilly Circus, pasando por la estatua de Eros, llena de implicaciones, llegaron a Elswoorthy Road 39, donde Ernst Freud había alquilado una casa para que los Freud hicieran pie, mientras él seguía buscando una vivienda permanente. j Los quince meses y veinticinco días que Freud pasó en Londres representaron el tiempo agridulce de los honores, de la gloria plena, de los encuentros, de las despedidas, del dolor y del “trabajo de muer te”. Miel y cicuta. Eros y Tánatos. Sabiduría y desesperación. Los honores fueron muchos y bien recibidos. El aplauso abriga a un alma que tiene frío. A veces Freud vibra: le informa con evidente orgullo a Arnold Zweig que tres secretarios de la Royal Society lo han visitado llevando “el libro sagrado de la Sociedad Real” para que lo firme. “Me dejaron un facsímil del libro y, si usted estuviese aquí, yo le podría mostrar las firmas, desde Isaac Newton hasta Charles Darwin.” ¡Buena compañía!6 El placer sin duda fue doble cuando supo que la visita de los se cretarios no tenía precedente: sólo una vez antes habían sacado el li bro para que alguien lo firmara, y el honrado había sido un rey. Los honores, la diferencia entre el viejo ilustre y el viejo anóni mo. ¿Es posible alcanzar la sabiduría en la tercera edad sin la cose cha de las fases anteriores? Creo que sólo un viejo notable se salva de la soledad del anciano. De todos modos, cabe acotar que Freud no fue un sabio: es difícil que un genio logre la sabiduría. A Freud le gustó el alboroto. Jones narra que en su primer paseo por el jardín, el impenitente exiliado levantó el brazo en forma carac terística y exclamó “Estoy casi tentado de gritar «Heil Hitler»!”7’ 8 Por otra parte, “cuando aquel que los vieneses dejaron partir como un cul pable fue acogido en Londres como un héroe, es imposible que no ha ya pensado una vez más en Edipo en el santuario de Colono 9. ^ Freud se deleita con este ostracismo de ostras y champaña. El “viejo salvaje” está libre: no le debe nada a nadie, ha cumplido su destino. , , Las primeras cartas tienen un estilo periodístico que recuerda la correspondencia con su novia desde París. Una en especial, dirigi a a Marie Bonaparte, refleja con fidelidad su estado de ánimo. 483
Hay muchas cosas por aquí, la mayor parte bellas, algunas inclu so muy bellas ... Estamos inmersos en un diluvio de flores. Las cartas son interesantes, sólo tres coleccionistas de autógrafos; una pintora que desea hacer mi retrato después que haya des cansado; también un único pedido de consulta de una hija para su madre, considerada incurable; además, el anuncio de una refi nada casa de D elikatessen ... y, como piéce de résistance, un tele grama extravagante de Cleveland, Ohio, firmado por los “ciuda danos de todas las religiones y profesiones”10. Imaginen, ¡un telegrama de cuatro páginas! Por un momento Freud se entusiasma, como lo había hecho casi cuatro décadas antes, ante ese otro diluvio de flores que recibió al ser nombrado Profesor. En una carta dirigida a Alexandre, su compañero de “perturbación” en la Acrópolis, completa la información: “Esta Inglaterra ... a pesar de todo lo que nos impresiona como extraño, singular y difícil (y de esto hay bastante), es un país bendito, feliz, habitado por un pueblo bienintencionado y hospitalario ... Recibimos una recepción cordial, más de lo que pueden expresar las palabras. Fuimos conducidos en las alas de una psicosis de masas (me siento llevado a expresarme poéticamente). Después del tercer día, el correo nos entregó cartas, sin error, dirigidas al «Dr. Freud, Londres», o a «Frente a Regent Park»; un chofer de taxi que trajo a Anna exclamó, al ver el número: «¡Oh, es la casa del Dr. Freud!»”11 En el British M ed ica l Journal apareció un editorial elogioso: “La clase médica de Gran Bretaña se sentirá orgullosa de que su país ha ya ofrecido asilo al Profesor Freud”12. Por su parte, The L a n cet , revis ta médica que siempre había brindado espacio a los opositores del psicoanálisis, dijo: “En cierto momento, sus doctrinas suscitaron con troversias agudas y fogosos antagonismos, como en los días de Darwin. Ahora, en la ancianidad, son pocos los psicólogos, de cualquier escuela, que no admitan su deuda con él”13. Los encuentros. Sam Freud, hijo de su querido hermano Emmanuel, llegó desde Manchester. Su nieta Eva, hija de Oliver, fue desde Niza. La lista de amigos, ex enemigos y admiradores era grande: Malinowsky, Dalí, H. G. Wells, Chaim Weizmann y el príncipe Loewenstein. El encuentro con Bronislaw Malinowsky representó la reconcilia ción después de una vieja disputa antropológica. Ya vimos que habían cruzado lanzas en torno de Tótem y ta b ú , aunque en aquella época fue Jones el caballero que defendió los colores freudianos. Freud se mos tró agradablemente sorprendido de que Malinowsky fuera un “adepto al psicoanálisis”14. Mucha agua había pasado bajo el London Bridgef desde los tiempos en que el antropólogo polaco consideraba que los tobriandeses no tenían erotismo anal y creían en la cigüeña.
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La visita de Salvador Dalí merece un párrafo aparte. Stefan Zweig acompañó al pintor, quien, en su autobiografía, cuenta lo si guiente: “Contrariamente a lo que había pensado, hablamos poco, pero nos devoramos con los ojos. Freud conocía mis pinturas, que admiraba ... Antes de irme quise entregarle una revista en la cual había publica do un artículo sobre la paranoia. Abrí entonces la publicación en la pá gina donde estaba mi texto, pidiéndole que lo leyera si disponía de tiempo para hacerlo. Freud continuó con su mirada clavada en mí, sin prestarle ni una mínima atención a la revista. Para interesarlo, le ex pliqué que no se trataba de un mero diuertim ento surrealista, sino que era un ambicioso artículo científico ... Su imperturbable indiferencia hizo que mi voz adoptara un tono más agudo y estridente. Entonces, insistiendo en contemplarme con una mirada fija en la que parecía concentrarse todo su ser, Freud, dirigiéndose a Stefan Zweig, exclamó: «Jamás vi un ejemplo más completo de español., ¡Qué fanático!»”. Al fin de la entrevista Dalí hizo un dibujo del ilustre vienés, con la cabeza en forma de caracol. Freud, que hasta entonces había mal tratado a los surrealistas, quedó impresionado, y al día siguiente le escribió a Stefan Zweig: “Realmente le agradezco que me haya traído la visita de ayer. Pues hasta ahora me inclinaba a considerar que los surrealistas, que aparentemente me han adoptado como su santo pa trono, eran idiotas completos (digamos al 95%, como el alcohol). Ese joven español, con sus ojos cándidos y fanáticos, y con su innegable maestría técnica, me ha hecho cambiar de opinión ... sería interesan te investigar analíticamente cómo creó ese dibujo15. Sí, el hombre viejo, que fulmina al otro con la mirada, es capaz de reformular una opinión y de reconocer su propio fanatismo en el fanatismo del otro; incluso imagina, lo que es aún más sorprendente, un posible ensayo futuro. Visitas a un Freud de visita, más cálidamente recibidas aquí que en Berggasse 19. Exhibe la tranquilidad del refugiado que ya no se sobresalta cuando golpean a la puerta. Hasta tiene nostalgias por Viena, o sea, la perdona: “El sentimiento de triunfo por estar libre -le cuenta a Eitingon- está fuertemente mezclado con pesar, pues siem pre amé inmensamente la prisión de la cual fui liberado”16. De modo que al final confiesa lo inconfesable: su apego a Viena. No se nos es capa la elección del interlocutor para esta confidencia: Eitingon, el misterioso judío errante, la gran posible eminencia gris. Continúa la serie de visitas: Leonard y Virginia Woolf fueron in vitados a un té en Maresfield Gardens. Ellos eran dueños de la H o garth P ress , la Verlag británica. Leonard Woolf, lleno de admiración, le dedica más de una página en su autobiografía: Freud “no era sólo un genio, sino también, al contrario de muchos genios, un hombre muy agradable”. Parece ser que el viejo Profesor “fue cortés en extre mo, y de una manera formal y antigua, le obsequió una flor a Virgi nia. Había en él algo como de volcán semiextinguido, algo sombrío, suprimido, reservado”17. Su mujer, Virginia, émula de Alix Strachey, 485
comentó: Un hombre muy viejo, encogido y contorsionado, con oios de mono18' 2. Tres días después del encuentro con Dalí, Freud, fanático a su vez de la escritura, retoma la pluma el 22 de julio*3 para iniciar su Esquema del psicoanálisis19. Escrito con fuerzas menguantes, febril mente. Strachey, en su excelente Nota del editor, nos señala su estilo inusual, con abreviaturas, casi telegráfico, en particular en el impor tante capítulo titulado “El desarrollo de la función sexual”20. El Esquema, aunque tenga forma de esbozo, no es un texto de di vulgación, todo lo contrario: se trata de una sobria revisión panorámi ca de la teoría y la técnica, con destino a analistas avezados. Es un texto que no puede leerse sin consultar el capítulo VII de la Traumdeutung y El yo y el ello. Para quienes conocen el psicoanálisis al de dillo, las setenta páginas del Esquema son una lectura fascinante. Además de actualizar allí la terminología, adecuándola a la segunda tópica, Freud reformula la noción de Spaltung*4, clivaje del yo, a par tir del estudio del fetichismo. Se puede considerar que este ensayo in concluso prolonga el breve trabajo “La escisión del yo en el proceso defensivo”21, escrito en la Navidad de 1937, también inconcluso, don de se elabora el tema de la “denegación”, matriz de la perversión, y, al mismo tiempo, se esboza una nueva metapsicología. “Freud nos dice ahí que el perverso, en función del proceso de de negación, mantiene una solución de difícil economía. Él, al mismo tiempo que niega la castración de la madre, la reconoce, lo que provo ca una escisión del yo. Con esta escisión, según Sande, podemos ha blar de una tercera tópica, aquí sólo esbozada.”22 El concepto de renegación (Verleugnung) fue introducido en 1923, en el ensayo “La organización genital infantil”, en relación con la cas tración. ante la ausencia de pene en las niñas, los niños “reniegan” la realidad de esta carencia23. La “renegación” fue retomada en “Algu nas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos , donde la Verleugnung aparece como un mecanismo normal en la infancia pero que “en el adulto constituye el punto de partida de una psicosis . En La escisión del yo en el proceso defensivo” y, en parti
2. En el último libro que Freud leyó, La piel de zapa, fábula fáustica de Balzac, el héroe pacta con el diablo y recibe un trozo de piel mágica de asno, capaz de satisfacer todos sus deseos. Pero, con cada anhelo cumplido, la piel se encoge y se acorta su vida. Freud comenta: “Exactamente el libro que te nía que leer trata del encogimiento ...” (Max Schur, Freud, vida e agonía, 1981, Río de Janeiro, Imago, pág. 643). *3. Jones, por su lado, dice en la biografía que Freud inició el libro en Viena, mientras aguardaba el exilio (Ernest Jones: A vida e a obra de Sigmund Freud, 1989, Río de Janeiro, Imago, III, pág. 242). *4. Spaltung aparece en el artículo “Neurosis y psicosis”, de 1923 (SE, XIX, págs. 149-55). 486
cular, en el Esquema, se introduce el concepto de Spaltung, “esci sión”, para aclarar los alcances de la renegación. Se trata de una esci sión conflictiva de dos partes del yo, una división salomónica en la cual el yo queda partido por el medio. De esa manera, en el capítulo VIII del Esquema del psicoanálisis, Freud se reconcilia con la idea breueriana de “estado hipnoide’ , cerrando el círculo teórico de su vi da. Fue también allí donde selló en forma definitiva la problemática del narcisismo primario, al afirmar: “El meollo de nuestro ser está formado por el oscuro ello”25. Comentando el estilo, Mahony señala: “Tal vez en ningún otro lu gar el estilo de Freud alcanza tal nivel de síntesis y de lucidez”26. To do el texto da una sensación de libertad en su presentación, que es exactamente lo que cabe esperar del último trabajo de un maestro de las ideas que le son propias”27. El Esquema es “un digno epílogo , un broche de oro. , . t En agosto de 1938, mientras Freud vivía en el Hotel Esplanade, mientras se refaccionaba su casa en Maresfield Gardens, se descubrió un punto sospechoso en la zona operada del paladar, cerca de la fosa orbital. La lesión continuaba creciendo. El examen radiológico no re veló signos patológicos, pero se realizaron dolorosas aplicaciones de diatermia. Fue consultado Cárter Braine, especialista en radium, quien reforzó la opinión de Max Schur sobre la necesidad de una in tervención quirúrgica. George Exner, por su parte, el especialista re comendado por Pichler, tenía sus dudas. Pero se decidió operar. El magnífico Pichler, una vez más, sacó 10 puntos. Con la guerra a las puertas, viajó desde Viena el 7 de setiembre, en el momento de la anexión de Checoslovaquia y en las vísperas de Munich. En efecto, la presa siguiente fue Checoslovaquia. La población de los Sudetes, en su mayoría germana, impulsada por la propaganda de Hitler, inició una intensa agitación política. El gobierno checo hizo concesiones pero, como en el caso de Austria, ellas no bastaron, y Ale mania ocupó la región. Esta iniciativa fue la antesala de Munich. Max Schur informa que Pichler, al llegar a Londres, lo consultó sobre si el corazón del paciente soportaría el trauma quirúrgico. “Le expresé mi convicción de que podía seguir tranquilamente preparan do la operación, pero dejamos la decisión final a Freud, que dio su consentimiento.”28 . Schur, curiosamente, no tiene en cuenta la historia cardiaca de Freud en los años 30. El Diario de Sigmund Freud, 1929-3929 consig na varios ataques cardíacos relativamente serios a partir del comien zo de la Segunda crónica en 1929. En noviembre de 1929 tuvo “Asma cardíaca” con insuficiencia ventricular izquierda30 y “arritmia y fibnlación” el mes siguiente. Hay también una entrada de setiembre de 1933 que dice: “Operación - Ataque cardíaco - Comienzo de enferme dad”31. Schur no toma en cuenta una entrada de las Notas de Pichler 487
que dice: 15/9/33. El paciente se siente muy mal después de una pe queña cirugía, angina de pecho con infarto coronario. Desarrolló, pos teriormente, una neumonía del lóbulo inferior derecho”32. En julio de tes”33 °tra 6ntrada del Dlano registra: “Ataque cardíaco - extrasístoLa operación se realizó en la London Clinic, utilizándose anestesm general e intubación endotraqueal por vía nasal, técnica que sign“ !ca j Un gran Progreso- Dato psicológico importante: Freud fue obligado una vez más a afeitarse la barba. Jones lo visitó en la ante sala quirúrgica y “por primera vez lo vi totalmente rasurado”, señala como si el Profesor estuviese desnudo”34. Él tuvo que enfrentar una nueva intervención sin patria, sin casa, sin cachorro y sin barba en la venerable impotencia de sus 82 años. El acto operatorio fue complejo: “Se aplicó una amplia incisión vertical, seccionando el labio inferior, siguiendo por el surco lateral derecho hasta la proximidad del párpado inferior. Quedó de esta ma nera expuesta la rama anterior del maxilar superior, que ya había si do comprometida en la primera cirugía (en 1923). Se resecó ampliamente con electrobisturí, aunque varias muestras examinadas por congelación no parecen carcinomatosas, sino simplemente tejido cicatnzal. Se efectuó la eletrocoagulación del tejido óseo remanente”35. Una década más tarde, cuando Pichler muere, Schur, en la nota ne crológica, señala que “hasta 1936 no hubo elementos patológicos de malignidad 36. 6 Entonces, una vez más, ¿hubo o no hubo cáncer?*5 Parece ser que fue una intervención desdichada, fruto del remoli no emocional colectivo del exilio. El propio Schur admite: “Esta vez el informe patológico sólo revelaba lesiones precancerosas, lo que provo co el comentario de Exner de que, al fin de cuentas, la operación pudo haber sido superflua. Este comentario me hizo aún más consciente de la carga de mi responsabilidad. Sentí la falta de Pichler ...”37. Ade mas, Schavelzon señala un error de técnica quirúrgica: “Electrocoagu ar el hueso es inaudito. Condena al paciente a la necrosis ósea y a grandes dolores”38. Después de la cirugía, Martha y Paula Fichtl, la empleada, ocu paron la casa de Maresfield Gardens, para una operación de limpieza y, al cabo de una semana, el Profesor y Anna las siguieron. La fiel memoria de Paula y el sentido arquitectónico de Ernst Freud logra ron reproducir en Maresfield Gardens, detalle por detalle, estatuilla por estatuilla e icono por icono, el consultorio de Berggasse 1939. Ma resfield Gardens —el actual Museo Freud—es una bonita mansión, si tuada en Swiss Cottage, lugar pintado por Tumer. Jones la describe,
*5. Véase el “Epílogo” a continuación. 488
comenzando por el jardín: “...vasto espacio atrás de la casa; sus can teros tenían muchas flores y arbustos, altos árboles lo separaban de las casas vecinas. Freud permanecía todo el tiempo posible en ese jar dín, en una confortable reposera dotada de un parasol. Su consultorio se abría, a través de french Windows, directamente al jardín, el lugar exacto donde murió, un año más tarde”40. . Martha comienza a hacerse cargo de su nuevo hogar británico. Como gran Hausfrau de Hamburgo, ella misma iba a la feria y fue, según su marido, la mujer de la familia que mejor se adaptó. Lo prue ba la carta que envió a sus cuñadas en Viena: “Seríamos completa mente felices si nuestros pensamientos no estuviesen fijos en los se res queridos que dejamos atrás. Ustedes no pueden imaginar cuan honrada se siente la ciudad por la presencia de nuestro modesto y amado viejecito”41. '* • Freud podía respirar aliviado, con gran parte de su familia mas próxima a salvo. Mathilde, Martin y Ernst estaban en Inglaterra con sus hijos. Oliver y los suyos se encontraban en Niza. Max Halberstadt, viudo de Sophie, había emigrado a Africa del Sur, con su hijo Ernst. Alexander iba rumbo al Canadá. La única sombra eran las cuatro hermanas que habían quedado en Viena. Freud y su hermano les depositaron la considerable suma de 160.000 chelines (22.400 dó lares), que serían suficientes para la vejez de ellas, siempre y cuando los nazis no los confiscaran. Tenía motivos para estar preocupado, particularmente después de noviembre de 1938, cuando los nazis, co mo represalia por la muerte de un diplomático alemán a manos de un joven judío polaco, iniciaron un vandálico pogrom, destruyendo siete mil tiendas, incendiando prácticamente todas las sinagogas y llevan do cerca de 50.000 judíos a los campos de concentración. Esas repre salias “exacerbaron el problema de lo que se debía hacer con las cuatro viejas hermanas, ya casi de 80 años”42. Marie Bonaparte, esa Antigua Princesa de la Guarda, intentó llevarlas a Francia, pero su démarche no dio resultado43. Freud sufría de lo que denominó, en car ta a Romain Rolland, “la culpa del sobreviviente”44. El juez Smirnow, de la Corte de Nuremberg, te pregunta al testi go: —¿Conoce usted a Kurt Franz? Testigo: -É l era el comandante delegado del campo de concentración, el representante de Sterner, y el principal asesino del campo .... Juez: -¿Puede contar de qué modo Kurt Franz mató a la mujer que se presentó como la hermana de Sigmund Freud? Testigo: -Sucedió de la siguiente manera. El tren llegó de Viena. Yo esta ba en la plataforma cuando las personas salían de los vagones. Una 489
mujer de edad (Rosa Freud tenía 82 años) se acercó a Kurt Franz mostrando su A u siu eis , y dijo ser la hermana de Sigmund Freud. Pidió que le dieran un trabajo de oficina. Franz examinó atentamente el A u sw e is y comentó que probablemente hubo un error; la llevó al ta blero de horarios de la estación y le garantizó que en dos horas ella volvería a Viena. Rosa podría dejarle todos los documentos y objetos de valor a él, ir a las duchas y después de tomar un baño, sus docu mentos estarían a su disposición. Naturalmente, ella entró en las du chas de exterminio y nunca más fue vista45. Rosa era la hermana favorita de Freud. De hecho, las cuatro viejas, a pesar de los esfuerzos realizados, no pudieron salir de Viena y murieron en las cámaras de gas de los campos de concentración 6.
Pasada la operación, Anna escribe su célebre frase: “Estoy con tenta de que ya sea hoy y no ayer”46. Pero ese 7 de setiembre de 1938 marca el fin de la producción escrita de Freud. Veinte días antes ha bía redactado la última entrada en su “Diario” de H a lla zg os , ideas y p r o b le m a s : ‘Mística, la oscura autopercepción en el reinado exterior al yo, al ello”47. ¿Cuál será ese reinado que está afuera en la realidad exterior? ¿Dios? Del mismo día hay otra entrada: “El espacio puede ser la proyección de la extensión del aparato psíquico. Ninguna otra derivación es probable, en lugar de los determinantes a p rio r i de Kant de nuestro aparato psíquico. La psique es extensa, ella no sabe nada de esto”48. Aquí Freud se aproxima al Principio Antrópico de Bergson. La escritura cesó con el E sq u em a d el psicoan álisis casi terminado. Freud continuaba activo y alerta, seguía los acontecimientos. Ha bía llegado la hora de Munich. Cuando H. G. Wells le preguntó qué necesitaba, Freud dio una respuesta extravagante: deseaba morir siendo súbdito británico. ¿Anglofiha? ¿Precariedad típica del exiliado49? ¿Chiste de S ch n orrer ? A todo esto, la situación internacional empeoraba sensiblemente. La amenaza de guerra “estaba suspendida sobre el mundo civili zado como una nube venenosa”50. El 29 de setiembre de 1938, Freud, convaleciente en su jardín, se enteró de que Daladier y Chamberlain se habían reunido con Hitler en Munich, evento que pasó q ser sinonimo de rendición cobarde51. Occidente padeció una funesta Verleugn u n g de la realidad histórica.
Anna y Schur se repartían toda la responsabilidad en la batalla contra el cáncer. Durante los últimos meses de la enfermedad, el pa ciente fue atendido durante las veinticuatro horas, lo que implicaba levantarse repetidas veces de noche para aplicar Orthoform en las heridas, así como el aseo constante de boca y prótesis. La vida de An na era cuidar al padre. En 1965, cuando leyó el Ultimo capítulo de Schur, ella comentó: “Allí está contenida toda mi biografía"52. Freud, en carta a Marie Bonaparte, después de quejarse de la imposibilidad de escribir, hablar y fumar, añade: Esta operación fue la peor [die schw erste], «la más negra» desde 1923. Estoy abominable mente cansado y débil hasta para moverme, aunque ya comencé con tres pacientes, pero no es fácil”53. (Increíble: ¡¡¡tres pacientes!!!) Los médicos le habían prometido una recuperación en pocas semanas, que no se produjo*7. “En realidad nunca se recuperó plenamente de los efectos de esa grave operación, y estaba cada vez más débil” . Schavelzon parece tener razón sobre la iatrogenia de la electrocoagulación; el hueso comenzó a crear problemas. Schur registra: “En la primera semana de diciembre observé, en el área necrosada, una hinchazón inequívoca, muy sensible, que se parecía a un proceso in flamatorio. La secreción se volvió fétida y Freud sentía dolores inten sos ... Teníamos la esperanza de que apareciese el fragmento del osí culo necrosado y lo esperábamos con impaciencia”55. Esta astilla enclavada fue objeto de ese extraño “humor patibulario” freudiano. En una carta a Eitingon, le comenta: “Estoy esperando, como un can hambriento, un hueso que promete aparecer, sólo que es un hueso de mi propio esqueleto”56. . El hueso, como dice Aragón, “nace fósil”; es nuestra percha calci ficada. El secuestro óseo se aproximaba a la superficie y, a fines de diciembre, Schur pudo “remover un fragmento óseo solitario y volu minoso. Esta medida le trajo un inmediato alivio y también alguna esperanza. De modo que el año de 1939 comenzó mejor. Por pocas se manas. Ya en el mes de enero apareció una nueva formación tumoral, cerca del área de necrosis, debajo del piso orbital, en una posición aún más alta e inaccesible”37. De entrada Max Schur sospechó que la nueva lesión era un epitelioma, o sea un carcinoma maligno. Pero “en esa localización, la ciru gía sería imposible de realizar ... por primera vez, nada se podía ha cer, sólo cabía una vigilancia constante”58. En abril de 1939 Italia invade Albania, mientras Alemania inicia sus negociaciones sobre el “corredor” polaco. El tablero macropolítico de Europa se complica con el pacto germano-soviético.
T6. Los intentos realizados están bien documentados en un artículo de Harajd Leupold-Lówenthal, titulado “L’émigration de la famille Freud en 1938” (Revue Internationale d ’Histoire de la Psychanalyse, 1990, II, págs.
449-462).
*7. Anna -d e tal palo ... tal astilla- atendía a seis o siete pacientes por día.
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En mayo de 1939, Indra, el abogado de Freud en Austria, lo visi ta de regreso de América, rumbo a Viena. Freud dice: “Así que usted regresa a ... ¿cómo se llama ese sitio?”59 Roazen duda de la interpre tación de Jones de que se trata de un falso olvido irónico60. Quien lee el Esquema advierte que las dudas de Roazen son absurdas. El viejo estaba lúcido. George Exner, después del fiasco de setiembre, se mantenía ex pectante. Pero Schur no puede refrenar su impaciencia -ni el peso de su responsabilidad médica- y solicita otra opinión. Freud fue enton ces examinado por Wilfred Trotter, esa rara combinación de cirujano y psicólogo, amigo íntimo, de infancia, de Jones. Trotter lo ve en tres oportunidades durante el mes de febrero, y se muestra renuente a adoptar una medida terapéutica drástica, para desesperación de Schur y Jones61. Pichler aconseja una nueva electrocoagulación y lue go tratamiento con radium. Finalmente se acude al Dr. Lacasagne director del Instituto Curie de París. Él revisa a Freud el 26 de febre ro de 1939, y “encuentra la lesión bastante sospechosa; solicita una biopsia, rayos X de la estructura ósea y una evaluación quirúrgica de la posibilidad de otra intervención”62. No recomendó la electrocoagulación (lo cual confirma el parecer de Schavelzon), por estimar que el peligro de necrosis ósea era grande. La biopsia fue realizada dos días más tarde. Se trataba de un epitelioma maligno típico: el primer diagnóstico inequívoco de cáncer. “El caso -sentencia Jones- pasaba a llevar el título fatal de cáncer incurable e inoperable.”63 En efecto, en una consulta final de la que participaron Trotter y el otorrinolaringólogo Hamer, se llegó por consenso a la conclusión de que un acto quirúrgico, a esa altura, con ese diagnóstico y en esa localización, era demasiado arriesgado; ese riesgo era inaceptable, pues los resultados serían magros. En su lugar, se decidió aplicar nuevamente radiotera pia, una vez más, el Dr. Schavelzon lo encuentra inexplicable64. Alertado sobre su estado, Freud le escribe a Eitingon el 5 de mar zo de 1939. Ahora sabemos, más o menos, dónde estamos. Una biop sia muestra que realmente tropezamos con una nueva tentativa del cáncer de ocupar mi lugar. Durante bastante tiempo dudamos acerca de las diversas posibilidades de defensa, pero ahora todos estamos de acuerdo con el tratamiento externo de rayos X, del cual todos los inte resados —no sé si debería incluirme- esperan buenos resultados”65. Las aplicaciones diarias dejaban al paciente exhausto. Aparecie ron las típicas reacciones a la terapia radiante: fatiga, vómitos y la barba del paciente fue quedando rala66. Además sufrió hemorragias recurrentes, que finalmente pudieron ser controladas. En este punto, Schavelzon comenta que el tratamiento radiante tuvo un efecto anal gésico inmediato. El paciente mejoró durante el mes de abril67. Schur aprovecha ese lapso de calma para viajar a Nueva York. Su decisión era acompañar a Freud hasta el fin, y luego emigrar a los Estados Unidos con su familia. De origen polaco, Max Schur logró ser incluido 492
en la reducida cuota de visas de entrada. Pero el plazo para ingresar en los Estados Unidos expiraba en abril. Partió entonces el 21 de abril, regresaría a Londres el 8 de julio. Esta partida fue “un golpe di fícil de superar”, comenta Jones, “ya que Freud dependía de su médi co personal”68. Esto se refleja en una carta a Marie Bonaparte: “Tan to mi pluma como mi médico me han abandonado, así como otros órganos externos”69. Aquí tenemos invertida la metáfora del cáncer. El “tejido neoplásico” lo invade, se instala, lo sustituye. Él, “como can hambriento , aguarda que aparezca su hueso, mientras desaparecen su pluma y su médico. Ellos son los “órganos externos”, las partes de su cuerpo, en este cuadro schreberiano de “cuerpo sin órganos , de huesos secues trados, astillados, fagocitados por ese maligno sosia caníbal. Freud se identifica con el epitelioma: él es el cáncer que ataca los órganos ex ternos de su cuerpo. La Blitzkrieg está pronta a comenzar en varios frentes. Los tan ques se concentran en las Ardenas, mientras el grueso del ejército se dirige a la frontera con Polonia. El Estado Mayor francés comien za a tener serias dudas sobre la invulnerabilidad de la línea Maginot. En la hora de la muerte llega el tiempo de las despedidas, por carta, con gestos, con algunas palabras sofocadas. Mane Bonaparte, que había hecho repetidos viajes a Londres, lo visita por última vez a fines de julio de 1939. Fue una despedida silenciosa70. En el día 5 de marzo Freud le escribe su última carta al “Maestro” Arnold Zweig: “Sólo espero al Moisés, que creo que saldrá en marzo; después no ne cesitaré ningún otro libro, hasta la próxima encarnación 71. Y agrega, entre paréntesis: “(No hay ninguna duda de que irrumpió un nuevo avance de mi querido y viejo cáncer, con el que comparto mi existen cia desde hace 16 años)”72. La actitud de Freud no fue la del estoico que mira a la muerte con indiferencia, ni mucho menos la del místico, ni tampoco la del re belde: fue el silencio de quien se muerde los labios para no llorar, por que el psicoanalista no llora73. Él tenía un tremendo apego a la vida pero después de esos trece años de sufrimiento, había ido más allá del límite de lo tolerable. En mayo de 1933, Freud escribió uno de sus obituarios más sen tidos, in memoriam de su discípulo y amigo Ferenczi. En esa ocasión recordó un cuento sufí: “El Sultán ordenó que dos sabios le hicieran el horóscopo. El primero dijo: «Su Excelencia ha nacido con una estrella en la frente. Está escrito en el cielo que verá morir a todos sus subdi tos». El profeta fue ejecutado. El segundo sabio dijo: «Su Excelencia ha nacido con una estrella en la frente. Está escrito en el cié o que so brevivirá a todos sus súbditos». Y fue ricamente recompensado . & 493
otras palabras, la rage de vivre. Esto vale como primera aproximación a la idea de muerte en Freud.
coinciden; entonces me he transformado completamente en un carci noma”80.
Tenemos una segunda aproximación en el verano en Semmering, una decena de años antes, cuando Freud le concede una entre vista al periodista norteamericano George Sylvester Viereck; allí ha bla con poesía y verdad de su posición ante la vida y la muerte:
Poco después del viaje de Schur a América, Dorothy Burlingham, que entonces vivía en el N° 2 de Maresfield Gardens, también decidió ir a Nueva York para el parto de su hija mayor. Otra separación. Ese 25 de agosto, que coincidió con la partida de Eva, la nieta preferida, Freud escribió la última entrada en su D ia rio : “K riegspanik ” (“pánico de guerra)81. El pánico de guerra se debía al fracaso de la última tentativa de Chamberlain de apaciguar a Hitler y evitar la invasión a Polonia. Hitler reaccionó redoblando sus exigencias. Alemania había firmado el “Pacto de Acero” con Italia, y otro similar con Japón. Cuando, dos días antes de la última anotación de Freud, el 23 de agosto, Von Ribbentrop suscribió el pacto de no agresión con Stalin, la suerte del mundo quedó echada.
Detesto mi maxilar mecánico porque la lucha con el aparato me consume mucha energía preciosa. Pero prefiero un maxilar mecá nico a ningún maxilar. Todavía prefiero la existencia a la extin ción. Tal vez los dioses sean gentiles con los humanos, al hacer nos la vida desagradable en la medida en que envejecemos. Al final la muerte nos parece menos intolerable que el fardo que cargamos75. Esto recuerda el día en que Freud supo, por boca de su madre, que alguna vez iba a morir. Y ya hemos citado otro comentario suyo: “No se debe dejar escapar nada, se debe aferrar lo que se pueda tener ... la vida es tan corta, la muerte inevitable”76. La entrevista continúa. El periodista narra: Estábamos subiendo por un sendero en la cuesta del jardín de la casa. Freud acarició tiernamente un arbusto en flor. “Me interesa mucho más este pimpollo que lo que me pueda suce der después de muerto”77. Luego el Profesor le explica al periodista la pulsión de muerte co mo “una necesidad biológica”: Tal vez morimos porque deseamos morir ... En todo ser normal el impulso de vida es suficientemente fuerte para contrabalancear el impulso de muerte. Podemos mantener la fantasía de que nuestra muerte viene por nuestra propia voluntad. Tal vez po dríamos vencer a la Muerte, si no fuera por el aliado que tiene dentro de nosotros78.
El “corredor polaco” está amenazado. La prensa británica co mienza a publicar noticias sobre el poderío alemán. Se aceleran los preparativos para la defensa civil de Londres, Liverpool y Manchester. Roosevelt lucha contra la fuerte tendencia pacifista americana, pero las fábricas de armamentos trabajan 24 horas diarias. Schavelzon observa que no se tienen datos sobre el estado de sa lud en el mes de junio, no porque hayan sido tiempos relativamente tranquilos, sino porque Max Schur, el cronista de la agonía, estaba en Nueva York. Ante esa ausencia, Anna se volvió aún más indispensa ble. Freud le escribe a Marie Bonaparte: “Usted sabe que Anna no va a la reunión en París; cada vez dependo más de ella”82.
Hacía cuarenta años que Freud albergaba ese sentimiento. En una carta a Fliess, en febrero de 1899, donde habla del arduo trabajo que le exigía L a in terpreta ción d e los s u e ñ o s , lo comparó con “una especie de tejido neoplásico que se infiltra en el ser humano y final mente lo sustituye. En mi caso, el trabajo y la actividad lucrativa
En la hora final, dos silencios resultan particularmente sugesti vos. En primer lugar, Martha. Ella, como personaje protagónico, de saparece después de la escena en Berggasse 19, cuando da dinero a los SA. Ya vimos la rivalidad de la hija, que la reemplazó junto al le cho del enfermo. Es probable que la quebrantada Martha haya que dado paralizada por el trauma de esa situación intolerable. Sabemos, por Dorothy Burlingham, que se negó a aceptar las máscaras antigás repartidas durante la crisis de Munich83. En segundo lugar, ¿qué pasó con Jones? Él mismo, en el último capítulo de la biografía de Freud, habla poco de su presencia en la ho ra de la agonía. Ese hombre, que en marzo de 1938 había alquilado un monoplano para llegar a la capital austríaca, ahora estaba ausen te, permanecía en su cottage de Essex. Según cuenta, “el 19 de se tiembre fui llamado para despedirme. Como Freud estaba adormeci do, lo llamé por el nombre. Él abrió los ojos, me reconoció e hizo una señal con la mano, dejándola caer con un gesto expresivo, que trans mitía diversos significados: nostalgia, despedida, resignación 8 .
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Y Freud redondea con un sonrisa: En este sentido, quizá se justifique decir que toda muerte es un suicidio disfrazado79.
Tal vez se pueda explicar la ausencia de Jones como una evita ción fóbica. El párrafo de su despedida está precedido por un relato dramático, tal vez el más patético de todos:
En 19 de setiembre, Freud escribe la siguiente carta: Estimado Sr. Schaeffer:
A
En agosto todo entró en una rápida declinación. Un síntoma incó modo era el desagradable olor proveniente de la herida. Así, cuando le llevaron su perra chow predilecta para visitarlo, ella se encogió en un rincón del cuarto, una experiencia mortificante que le reveló al hombre enfermo la situación a la que había llegado85. Jones hizo otro tanto: no toleró el fétido olor de la muerte. En el Diario la anotación del Io de agosto dice “Desbandada de los pacientes”86. Desde junio de 1938 hasta julio de 1939 Freud tuvo cuatro pacientes regulares. El colapso se produjo cuando él tuvo un ataque de asma cardíaca con fibrilación auricular”, aunque la causa de la “desbandada” fue el olor pútrido resultante de la necrosis ósea.
¡Qué carta tan inesperada y bienvenida! Cuántas veces pensé en mi poeta durante estos tiempos vacíos ... No todo lo que podría decirle a mi respecto coincidiría con sus deseos. Pero tengo más de 83 años, de hecho mi hora ya pasó, y realmente nada me res ta, a no ser seguir el consejo de su poema: Esperar, esperar ...89. Esta carta, según la Correspondencia de amor, es la última de Freud. Tendría que haberlo sido, pero en realidad no lo fue. La carta a Schaeffer*9 había sido escrita el 12 de agosto, y no el 21 de setiem bre. De hecho, las últimas cartas no tienen la menor importancia. El 21 de setiembre de 1939, en el primer día de otoño, Freud to mó la mano del médico y le dijo:
La guerra parece inminente. La expectativa de raids aéreos au menta. Cinco columnas Panzer, en un ataque relámpago, invaden el corredor polaco de Danzig.
Liebes Schur, querido Schur, seguramente usted recuerda nues tra primera conversación. Usted me prometió entonces que no me abandonaría cuando me llegase la hora; ahora todo es sólo una tortura y ya no tiene ningún sentido90.
El primero de setiembre, Max Schur, de vuelta de América, pasó a vivir en Maresfíeld Gardens, a fin de estar a mano ante cualquier eventualidad87. A esta altura de los acontecimientos, su médico per sonal se había convertido en alguien tan fundamental como Anna. Él era el vigía constante del estado físico de Freud, cada día más deplo rable. La figura de Schur iba creciendo a medida que el fin se aproxi m a * En ese sentido cabe decir que Schur fue el Fliess de la muerte de Freud 8. El Capítulo final” de Schur tiene la descripción siguiente:
Schur dio a entender que no había olvidado, y Freud “respiró con alivio, me tomó la mano con más fuerza y dijo: «Ich danke Ihnen» («Se lo agradezco») y, después de un momento de vacilación, agregó: «Sagen Sie es der Anna» («Hable con Anna»). Todo esto fue dicho sin aso mo de sentimentalismo y con plena conciencia de la realidad”9 . Esta es la versión que da Jones de la conversación final, eutanásica, entre el moribundo y su médico92. Schur termina su relato de la siguiente manera:
La enfermedad avanzaba, en su curso implacable. Sobre el hueso de las mejillas, la piel se volvió gangrenosa, abriéndose una co municación entre la cavidad oral y la parte externa. Esto trajo una ligera mitigación del dolor y toda el área se hizo más accesi ble a las aplicaciones de Orthoform, pero el mal olor resultaba aún más fuerte. Hubo que cubrir el lecho con un tul, porque el olor fétido atraía a las moscas88.
Informé a Anna de nuestra conversación, tal como Freud me ha bía pedido. Cuando él entró en agonía, le di una inyección de dos centigramos de morfina. En seguida se sintió aliviado y cayó en un sueño tranquilo. La expresión de dolor y sufrimiento desa pareció. Repetí esta dosis después de 12 horas. Freud, obviamen te, estaba tan próximo al fin que entró en coma y nunca más sa lió. Murió a las 3 de la madrugada del día 23 de setiembre de 193993.
En una palabra: caquexia. Boca sin bóveda, sin piel.
8. Recomiendo la lectura del ensayo de Cristina Ferraz sobre el contra punto entre Fliess, el médico del autoanálisis de Freud, y Schur, el médico de su eutanasia. 496
*9. Schaeffer fue un poeta que escribió un ensayo sobre el fuego, en el cual cuestionaba la teoría freudiana (The Diary o f Sigmund h reud 1. 1939, editado por Michael Molnar, 1994, Londres, The Freud Museum, pag. 296). 497
El cuerpo de Sigmund Freud fue cremado en Golder’s Green. Steían Zweig y Ernest Jones pronunciaron las oraciones fúnebres. Sus cenizas fueron colocadas en una urna italiana antigua, presente de Marie Bonaparte; en realidad,, era una vasija para mezclar vino94.
NOTAS 1. Ernest Jones, A vida e a obra de Sigmund Freud, 1989, Río de Janei ro, Imago, III, pág. 231. 2. Ibíd. 3. Roudinesco, Historia da psicanálise na Franga. A batalha dos cem anos, 1986, Río de Janeiro, Zahar, II, pág. 153. 4. F. Ansermet, “Entretien avec J. A. Miller”, Bloc-Notes de la Psychanalyse, 1985, París, Navarin. 5. Ernest Jones, op. cit., III, pág. 232. 6. Carta de Freud a Arnold Zweig del 28 de junio de 1938, The Letters o f Sigmund Freud and Arnold Zweig, comp. por Ernst Freud, 1970, Nueva York, New York Univ. Press, pág. 164. 7. Ernest Jones, op. cit., III, pág. 233. 8. Maren y Marcelo Viñar, Exilio e Tortura, 1992, San Pablo, Escuta. 9. O. Mannoni, Freud, el descubrimiento del inconsciente, pág. 145. 10. Carta de Freud a Marie Bonaparte del 8 de junio de 1938, citado por Max Schur, Freud , vida e agonía , 1981, Río de Janeiro, Imago, III, págs. 615-6. 11. Carta de Freud a su hermano Alexandre del 22 de junio de 1938, Sigmund Freud. Correspondencia de amor , 1981, Río de Janeiro, Imago, pág. 516. 12. Editorial del British Medical Journal del 11 de junio de 1938, citado por Ernest Jones, op. cit., III, pág. 234. 13. The Lanccty 11 de junio de 1938, pág. 1341, citado por Ernest Jones, op. cit.y III, págs. 233-4. 14. Manuscrito de la London School o f Economics, 22 de junio de 1938, citado por George W. Stocking, Revue Internationale d'Histoire de la Psychanalyset IV, pág. 449. 15. Carta de Freud a Stefan Zweig del 20 de junio de 1936, citada por Ernest Jones, op. cit., III, págs. 238-9. 16. Carta de Freud a Eitingon del 6 de junio de 1938, citada por Ernest Jones, ibíd., III, pág. 234. 17. Leonard Woolf, Downhill all the Wayf 1967, págs. 168-9. 18. V. Woolf, The Diary o f Virginia Woolf, 1984, V, pág. 202. 19. SE, XXIII, págs. 144-207. 20. SE, XXXIII, pág. 142. 21. SE, XXIII, págs. 271-8. 22. Eduardo Sande, “A metapsicología nao concluida-pérdida de Freud”, texto presentado en el Espacio Moebius en setiembre de 1992, Salvador, Bahía. 23. SE, XIX, págs. 143-4. 24. Ibíd., pág. 252. 498
25. SE, XXIII, pág. 197. 26. Patrick J. Mahony, Freud, Técrivaint 1990, París, Les Belles Lettres, pág. 36. 27. SE, XXXIII, pág. 143. 28. Max Schur, op. cit.y III, pág. 621. 29. The Diary of Sigmund Freud 1929-1939, editado por Michael Molnar, 1994, Londres, The Freud Museum. 30. Ibíd., pág. 55. 31. Ibíd., pág. 156. 32. Ernest Jones, op. cit., III, pág. 471. 33. The Diary of Sigmund Freud 1929-1939, pág. 187. 34. Ernest Jones, op. cit.y III, pág. 235. 35. J. Schavelzori, op. cit.y pág. 147. 36. M. Schur, “Necrology of Pichler”, Bull. Amer. Association ofPsychoanal.y 1949, V, pág. 74. 37. Max Schur, op. cit., III, pág. 622. 38. J. Schavelzon, op. cit.y pág. 147. 39. Ernest Jones, op. cit., III, pág. 236. ¿ 4 0 .Ibíd. 41. Carta de Martha Freud a las hermanas de Freud del 22 de junio de 1938, Biblioteca del Congreso. 42. Carta de Freud a Marie Bonaparte del 12 de noviembre de 1938. 43. Ernest Jones, op. cit., III, pág. 235. 44. SE, XXII, pág. 247. 45. Extracto del procedimento de la Corte Internacional Militar del Pro ceso de Nuremberg, tomo VIII, pág. 360, 27-2-46. (Citado por Harald Leupold-Lówenthal, “L’émigration de la famille Freud en 1938”, Revue Interna tionale dHistoire de la Psychanalyset 1990, II, pág. 460.) 46. Carta de Anna Freud a Marie Bonaparte del 8 de setiembre de 1938, citada por Max Schur, op. cit., III, pág. 622. 47. SE, XXIII, pág. 300. 48. Ibíd. 49. Maren y Marcelo Viñar, op. cit. 50. Peter Gay, Freud, urna vida para o nosso tempo, 1989, San Pablo, Companhia das Letras, pág. 573. 51. Ibíd. 52. Elisabeth Young-Bruehl, Anna Freud, a Biography, 1988, Londres, Summit Books, pág. 234. 53. Carta de Freud a Marie Bonaparte del 4 de octubre de 1938, citada por Max Schur, op. cit., III, pág. 623. 54. Ernest Jones, op. cit., III, pág. 236. 55. Max Schur, op. cit.y III, pág. 625. 56. Carta de Freud a Eitingon del 19 de diciembre de 1938, citado por Max Schur, op. cit., III, pág. 624. 57. Max Schur, op. cit., III, pág. 631. 5 8 .Ibíd. 59. Ernest Jones, op. cit., III, pág. 234. 60. Paul Roazen, Freud y sus discípulos, 1974, Buenos Aires, Alianza, pág. 558. 61. Max Schur, op. cit., III, pág. 631. 62. Ibíd., pág. 632. 499
63. Ernest Jones, op. cit., III, pág. 243. 64. J. Schavelzon, op. cit., pág. 153. 65. Carta de Freud a Eitingon del 5 de marzo de 1939, Max Schur, op. cit., III, pág. 634. 66. J. Schavelzon, pág. 153. 67. Ibíd., pág. 154. 68. Ernest Jones, op. cit., III, pág. 247. 69. Carta de Freud a Marie Bonaparte del 21 de abril de 1939, citada por Max Schur, op. cit., pág. 638. 70. Ibíd., III, pág. 642. 71. Carta de Freud a Arnold Zweig del 5 de marzo de 1939, The Letters of Sigmund Freud and Arnold Zweig, pág. 178. 72. Ibíd. 73. Zeferino Rocha, “O trabalho da morte na vida de Freud”, Freud: aproximagóes, 1993, Recife, UFPE, pág. 12. 74. SE, XXII, pág. 27. 75. George Sylvester Viereck, Glimpses of the Great, 1930, Londres, Duckworth, citado por Paulo César Souza, “O valor da vida”, Sigmund Freud e o gabinete do Dr. Lacan, 1989, San Pablo, Brasiliense, pág. 118. 76. SE, IV, págs. 207-8. 77. Paulo César Souza, ibíd., pág. 118. 78. Ibíd., pág. 121. 79. Ibíd. 80. (/arta de freud a Fliess dei 19 de lebrero de 1899, Correspondencia Sigmund Freud-Wilhelm Fliess, comp. por J. M. Masson, 1986, Río de Janei ro, lmago, págs. 345-6. 81. Elisabeth Young-Bruehl, op. cit., pág. 238. 82. Carta de Freud a Marie Bonaparte del 18 de abril de 1939. 83. Michael John Tiffany, The Last Tiffany: a Biography of Dorothy Tiffany Burlingham, 1989, Nueva York, Atheneum, pág. 274. 84. Ernest Jones, op. cit., III, pág. 248. 85. Ibíd. 86. The Diary of Sigmund Freud 1929-1939, pág. 269. 87. Max Schur, op. cit., III, pág. 643. 88. Ibíd., III, pág. 642. 89. Carta de Freud a Albrecht Schaeffer del 19 de setiembre de 1939, Sigmund Freud. Correspondencia de amor, pág. 529. 90. Ernest Jones, op. cit., III, pág. 249. 91. Max Schur, op. cit., III, pág. 445. 92. Ernest Jones, op. cit., III, pág. 249. 93. Max Schur, op. cit., III, pág. 645. 94. Detlef Berthelsen, Vida cotidiana de Freud (Las memorias de Paula Fichtl).
500
E P ÍL O G O
Gay, en una extensa nota que cierra su libro, presenta una ver sión sutil, pero significativamente diferente de la de Schur en Vida e agonía. Gay se basa en un memorando inédito del propio Schur, titu lado “La historia clínica de Sigmund Freud”, del 27 de febrero de 1954. Este informe estaba destinado a los Archivos Freud; su finali dad: servir de a id e-m ém oire para el último capítulo de la biografía de Jones. Gay considera que este “Memorando” es más fidedigno; a su juicio, tanto la biografía de Schur como la conferencia que dio en 1964, distorsionan los hechos por motivos de conveniencia legal, per fectamente razonables. En primer lugar, este “Fliess eutanásico”, como lo denomina Cristina Ferraz, minimiza el papel de Anna en la hora final. En el “Memorando”, en lugar de “hable con Anna”, se consigna un “Besprechen Sie es A n n a ” (“Discútalo con Anna”), lo que no es lo mismo. La hija habría participado en la decisión de la eutanasia. Gay concluye que “el consentimiento [de Anna] de dar fin al sufrimiento de su pa dre le valió un pesado fardo de culpabilidad”1. En segundo lugar, la dosis. Gay sostiene que la dosis de morfina aplicada fue mayor que la que Schur registró en su biografía. Él te mía complicaciones legales por haber practicado la eutanasia. No hay coincidencia con respecto a las dosis: Schur menciona dos inyeccio nes, y Jones sólo una. Schur, en la carta a Anna del 19 de marzo de 1954, reconoce haber “consultado con un abogado sobre la cuestión de la eutanasia, y que por eso atemperó los datos”2. Según los espe cialistas consultados por Gay, “una dosis de 3 centigramos sería prácticamente letal para cualquier persona”3. Por otra parte, resulta inexplicable que sólo en 1939 Lacasagne haya llegado a la conclusión de que la lesión era “bastante sospecho sa”, con lo cual, como dice Jones, “el caso p a sa b a a llevar el título fa tal de cáncer”. También me parece inexplicable que sólo a Schavelzon parezca incomodarlo esta incongruencia kafkiana. Me espanta que nadie diga: “Un momento: ¿era o no era un cáncer?” Ante semejante mala práctica médica, ni el valiente Pichler ni el fiel Schur se salvan de perder el diploma en una Corte Celestial. Me cuesta creer, por otra parte, que esta seguidilla de desacier tos, que comienza con Hajek y Félix Deutsch, pasa por enanos salva dores y termina en prótesis monstruosas y radiaciones contraindica das, sea fruto exclusivo de la idiotez imperante. En este punto, e
propio Freud es imputable: ¿cuál fue su papel en medio de tanta iatrogenia? Su relación con los médicos siempre fue problemática. No era fácil como paciente. En el episodio del “corazón partido”, fue Breuer, en calidad de médico, él abatido por el fuego cruzado de la transferencia negativa. Freud, como médico, resultó ser su propio Fliess. Esto es, errático y desacertado Fue un “trabajo de muerte”. Creo que Freud, como persona, cam bió para mejor en esta gesta. No olvidemos mi hipótesis de su pacto fáustico, sellado en torno del sueño de la Inyección de Irma. Con el cáncer pagó la deuda fáustica. En adelante pudo partir hacia la se gunda tópica. El cáncer como punto de mutación*1.
NOTAS 1. Peter Gay, Freud, urna vida para o nosso tempo, 1989, San Pablo, Companhia das Letras, pág. 653. 2. Citado por Peter Gay, ibíd., pág. 653. 3. Ibíd.
ANEXO
Transcribo a continuación las conclusiones de Schavelzon: Sigmund Freud padeció de una enfermedad tumoral no conocida en su época, denominada actualmente papilomatosis florida oral (o carcinoma verrugoso de Ackerman). Dicha conclusión resulta del es tudio de las biopsias y preparados histológicos enviados en consulta al Dr. Lacasagne, del Instituto Curie de París, desde 1927 hasta 1939. Además se fundamenta en el análisis de sus lesiones clínicas, in terpretadas a través de la “Historia clínica del paciente Freud” que confeccionó el Dr. Pichler ... así como de las publicaciones de su médi co personal, el Dr. Max Schur, y de la desbordante bibliografía inter nacional. Nuestro diagnóstico se basa, por lo tanto, en: 1) El aspecto clínico de las lesiones: leucoplasiformes, verrugo sas, vegetantes ... 2) El análisis de las imágenes microscópicas. 3) La tendencia, recidivante, pertinaz, con la aparición de nuevas lesiones en el mismo u otros lugares ... 4) La ausencia de adenopatías metastásicas y de fenómenos de generalización de la enfermedad. 5) La progresión de las lesiones, que en la etapa final alcanzaron a invadir el piso de la órbita derecha. 6) La evolución prolongada de la enfermedad. El desarrollo de la papilomatosis florida oral estuvo tal vez condi cionado por la existencia de “factores preneoplásicos” (tabaco, radiodermitis crónica, fibrosis cicatrizal) y también por la existencia de le siones distróficas ... Es posible que estos factores hayan actuado aumentando la tendencia recidivante y progresiva, solamente obser vable en los casos graves. Schavelzon llega a la siguiente conclusión:
*1. Recomiendo la lectura de O cáncer como ponto de mutaqao, de Lawrence Le Shan (San Pablo, Summus). 502
Las lesiones que presentó Freud probablemente se transforma ron en un cáncer típico por la acción carcinogenética de radiaciones aplicadas en exceso y a lo largo de 13 años.
503
IN D IC E D E N O M B R E S
✓ 9%
Abel, 149, 150 Abraham, Karl, 18, 19, 20, 31, 35, 36, 83, 95, 100, 103, 108, 126, 140, 141, 142, 143, 144, 145, 150, 159, 161, 167, 171-183, 193, 203, 228, 235, 236, 267, 268, 271, 273, 275, 289, 293, 303, 304, 305, 306, 307, 308, 313, 314, 332, 338, 341, 350, 351, 352, 353, 354, 355, 356, 360, 374, 375, 376, 382, 403, 405, 417, 459 Accerboni, 474 Adler, Alfred, 13, 17, 19, 21, 31, 34, 35, 37, 38, 39, 52, 64, 95, 102, 112, 120, 121, 125, 129, 130, 187, 211, 222, 223, 253, 285, 308, 329, 330, 381, 382, 405 Aichhorn, 179, 398 Alejandro Magno, 137 Alexander, Franz, 173, 230, 236, 270, 273, 382, 465, 484, 489 Alexandre, 484 Alexandre III, 321 Alexev, Yury, 373 Althusser, Louis, 155, 161 Amenhotep IV, faraón, 456, 459 Amenofis IV, 18 Andreas, Friedrich Cari, 117 Andreas-Salomé, Lou, 107, 142, 143, 179, 184, 185, 186, 187, 191, 202, 203, 204, 205, 238, 287, 323, 328, 332, 396,414, 455 Anzieu, Didier, 18, 262, 306 Aragón, 491 Aristóbulo, 452 Aristófanes, 229 Artapanos, 452 Atkinson, 71
Atlan, 439 Azar, 391 Babinski, 359 Bach, 39 Bagehot, 240 Baggs, W., 345 Balint,«Michael, 102, 173, 236 Balzac, Honorato de, 253 Bally, Gustav, 466 Barón, Salo W., 461 Bauer, Ida (Dora), 391 Baumeyer, 53 ben Sakkai, Jochanan, 472 Bennet, E. A., 469 Bentham, 331, 414 Berchtold, conde, 139, 140 Bergson, Henry, 88, 109, 223, 241, 323, 490 Berlinck, Manoel, 84, 163, 255 Bemardette, de Suecia, 321 Bernays, Edward, 203 Bernays, Martha, 198, 266 Bernays, Minna, 240, 328, 478 Bernfeld, Siegfried, 203, 280, 363, 398 Bernheim, Hippolyte, 244, 359 Bertin, Célia, 321 Besaron, Alain, 73 Bettelheim, Bruno, 11, 339, 340 Bibring, 325 Binet, 359 Binion, 119 Binswanger, Ludwig, 94, 374, 395 Bion, 83, 151, 243 Birman, Joel, 187, 191, 193 Bizet, Georges, 108 Bjerre, Paul, 110, 111, 235
505
Blanc, Frangois, 320 Bleuler, Eugene, 13, 29, 37, 40, 41, 52,94, 108,292,374,419 Bloss, Peter, 398, 399 Boas, 74 Boehm, 273, 384 Bohr, Niels, 438 Bokanowsky, Thierry, 82 Bonaparte, Marie, 112, 157, 219, 237, 241, 319, 322, 323, 326, 328, 333, 356, 367, 377, 396, 438, 448, 472, 476, 477, 482, 483, 489, 491, 492, 495, 498 Bonaparte, Napoleón, 319 Bonaparte, Pierre, 320 Bonaparte, Rolland, 321 Bonnet, 115 Borges, Jorge Luis, 339 Bragg, William, 477 Braine, Cárter, 487 Brandt, 339 Brentano, Franz, 413 Breuer, Josef, 126, 155, 241, 308, 309,313, 328, 357, 502 Briand, Aristide, 323 Brierley, 339 Brill, Abraham Arden, 96, 97, 110, 127, 339, 364, 365, 366, 402 Brooke, Rupert, 342 Brown, Norman, 424 Brücke, Ernst, 103, 124, 292, 414 Brüner, Franz, 39 Brüner, Gustav, 39 Brunswick, Ruth Mack, 218, 219, 325, 328, 396, 429 Buber, Martin, 332 Bucuré, Norberto, 217, 218 Buffon, 166 Bullitt, William, 448, 449, 450, 451, 452, 473, 476, 482 Burlingham, Dorothy, 328, 394, 396, 398,474, 476, 495 Burlingham, Michael, 197, 394 Burt, Cyril, 179 Caleb, 455 506
Calvino, 413 Carloni, 474 Carlos II, 431 Carlos V, 322 Carotenuto, 8, 11 Carus, 470 Cavour, Corvo, 461 Claparéde, 94 Clark, 352 Claus, Cari, 235 Clausewitz, 137, 433 Cleopatra, 350 Cohén, Hermann, 373 Comte, Auguste, 414 Concetta, Ethel, 474 Cook, 322 Cooper, 243, 388 Copérnico, 235 Cotet, 346 Curie, Marie, 175 Cuvier, 166 Chamberlain, 490, 495 Charcot, Jean Martin, 40, 81, 198, 241, 292, 322, 328, 482 Charcot, Jeanne, 186 Charleroi, 140 Chase, 346 Chauvelot, Diana, 46, 48, 49, 119, • 120, 185 Chiosa, 253 Christian IX, 321 Christie, Agatha, 293, 376 Chulez, Josefina, 196 Churchill, Winston, 142, 345, 378 Da Vinci, Leonardo, 51, 81, 450 Daladier, 490 Dalal, 468 Dalí, Salvador, 58, 357, 484, 485 Darwin, Charles, 67, 71, 73, 103, 166, 235, 292,414,483 Darwin, Erasmo, 166, 167 De la Warr, lord, 483 de la Tourette, Gilíes, 359 de Saussure, Ferdinand, 149
de Saussure, Raymond, 366 Delboeuf, Joseph, 359, 360 Deleuze, Giles, 54, 190, 253, 352 Delgado, Honorio, 357 Delp, Ellen, 187 Derrida, Jacques, 340 Descartes, René, 413 Desen, Paul, 112 Deuticke, Franz, 40 Deutsch, Félix, 279, 280, 281, 283, 286, 293, 294, 295, 367, 501 Deutsch, Helen, 178, 180, 189, 190, 193, 201, 219, 237, 268, 280, 296, 328, 332, 344, 396 Dietrich, Marlene, 116 Draper, 377 Du Bois-Raymond, 414 Durig, Alfred, 362 Durkheim, Emile, 69 Duyckaerts, 360 Dziak, John, 373 Ebbinhaus, Hermann, 112 Eckstein, Emma, 8, 18, 127, 284 Ecksterman, Abram, 151 Eder, David, 399 Edipo, 457 Einstein, Albert, 246, 357, 433, 434, 435, 438, 439 Eissler, 121, 457 Eitingon, Max, 35, 38, 40, 94, 95, 97, 100, 101, 139, 141, 145, 172, 173, 174, 181, 202, 207, 237, 295, 296, 301, 303, 305, 306, 362, 367, 373380, 384, 396, 401, 402, 403, 404, 411, 449, 469, 471, 485, 491, 492 Ellenberger, 316, 329 Ellis, Havelock, 129 Elton, Charles, 410 Engels, Friedrich, 274 Enriques, 432, 459, 460 Erikson, Eric, 24, 288, 304, 398 Eupolemo, 452 Exner, George, 487, 488, 492 Federico VIII, 321
Federn, Ernst, 387 Federn, Paul, 95, 189, 382, 383, 387 Félix, Marie, 320 Fenichel, Otto, 102, 173, 178, 213, 333, 334, 384 Ferenczi, Sandor, 11, 13, 30, 31, 32, 33, 34, 35, 38, 40, 41, 45, 46, 47,’ 48, 49, 64, 65, 66, 72, 76, 77, 82, 83, 95, 97, 100, 101, 102, 126, 127, 139, 142, 143, 144, 145, 146, 149, 150, 161, 165, 175, 181, 191, 193, 197, 213, 222, 230, 231, 236, 237, 244, 246, 253, 266, 267, 271, 274, 279, 289, 303, 304, 306, 307, 339, 344, 355, 356, 363, 368, 376, 382, 383, 387, 401, 403, 404, 405, 432, 493 Fermi, Enrico, 434, 435 Ferraz, Cristina, 414, 501 Feuerbach, Ludwig, 246, 363 Fichtl, Martha, 488 Fichtl, Paula, 488 Fisher, 358 Flaubert, Gustave, 360 Flechsig, 53, 54, 55, 56 Fleischl, 230, 292, 358 Flem, Lydia, 203, 391 Fliess, Robert, 161 Fliess, Wilhelm, 8, 19, 37, 39, 47, 48, 49, 52, 82, 100, 103, 124, 149, 158, 172, 173, 195, 198, 230, 258, 280, 284, 294, 329, 331, 353, 354, 358, 360, 414, 430, 439, 494, 496, 502 Fluss, Eleonora, 69 Flynn, Errol, 323 Ford, Henry, 84 Forel, Augusto, 29, 54, 359 Forzano, Giovacchino, 474 Franco, 378 Franz, Kurt, 489, 490 Frazer, James, 67, 68 Freud, Anna, 13, 103, 104, 112, 176, 177, 178, 180, 195-210, 252, 267, 274, 281, 283, 292, 295, 316, 317, 325, 327, 328, 355, 360, 367, 383,
507
384, 386, 391-409, 414, 448, 476, 477, 478, 482, 490, 491 Freud, Emmanuel, 484 Freud, Ernst, 143, 483, 488, 489 Freud, Heinele, 286 Freud, Jacob, 417, 460 Freud, Martha, 195, 478, 482 Freud, Martin, 141, 285, 474, 475, 478, 489 Freud, Matilde, 478, 489 Freud, Oliver, 143, 173, 174, 489 Freud, Rosa, 490 Freud, Sam, 484 Frink, 393 Frisch, Martha, 184 Fromm, Erich, 465 Fry, Roger, 341 Furtmüller, 39
Graf, Max, 39, 203 Graf-Nold, Angela, 175, 176 GrafT, James, 137 Gramsci, 399 Groddeck, Georg, 181, 230, 231, 252, 253, 254, 255, 257, 258, 268, 304, 314 Gropius, Walter, 107 Grosskurth, Phyllis, 77, 181, 267, 268, 275 Grote, L. R., 292 Grotjahn, Martin, 252, 254 Grubrich-Simitis, Ilse, 161, 166 Guattari, 54, 253 Guillaumin, 391 Guillermo, káiser, 138 Guillot, Hendrik, 113, 114, 117, 118
Garbo, Greta, 352 Garcia-Roza, 441, 444 Gardiner, Muriel, 219 Garma, Ángel, 173 Gauger, K., 467 Gay, Peter, 7, 13, 19, 51, 72, 76, 86, 124, 128, 139, 199, 200, 202, 213, 225, 228, 241, 252, 280, 296, 309, 313, 350, 373, 376, 377, 378, 414, 415, 428, 449, 452, 468, 469, 501 Geissmann, 266 Gertrude, Martha, 393 Gide, André, 236 Gilbert, Yvette, 357, 359 Gilder, Rodman, 394 Giovacchini, 339 Gladstone, 450 Glover, Edward, 171, 173, 191, 236, 274, 275, 367, 382, 385, 405, 434 Goebbels, 473 Goering, Hermann, 465 Goering, Mathias Heinrich, 465, 466, 469 Goethe, Johann Wolfgang, 14, 73, 127, 156, 166, 292, 455 Goldwyn, Samuel, 350, 351 Gomes, Márcio, 378, 379
Habermas, 470 Hajek, Markus, 280, 281, 282, 283, 284, 294, 295, 296, 297, 378, 501 Halban, 325, 326 Halberstadt, Max, 197, 231, 395, 396, 489 Hall, Stanley, 29 Hammerschlag, Anna, 198 Hammerschlag, Samuel, 195 Hannah, Barbara, 468 Hanold, 56, 286 Hansum, Knut, 112 Hartmann, Heinz, 173, 178, 229, 242,316,317 Hattinberg, 351 Hearst, Randolph, 351 Hegel, Georg, 109, 433 Heidegger, Martin, 443, 469 Heine, Heinrich, 38 Hell, Josef, 248 Heller, Hugo, 41, 120 Hellmuth Hug, Rudolf Otto, 177 Heráclito, 439 Herón de Alejandría, 440 Herzl, Theodor, 453 Hesíodo, 452 Heydrich, Reinhard, 373 Hilferding, Margarete, 39, 176, 328
508
Himmler, 473 Hindenberg, Gral., 143 Hirschfeld, 35 Hitler, Adolf, 247, 248, 300, 373, 384, 423, 433, 434, 466, 467, 468, 469, 471, 476, 483, 487, 490, 495 Hitschmann, Eduard, 39, 141, 367 Hoare, Samuel, sir, 477 Hobbes, 69, 431, 432 Hollitscher, R., 478 Homero, 452 Honegger, 31 Horney, Karen, 332, 333 Hornstein, Luis, 88, 439 Horsley, Victor, 98 Hug-Hellmuth, Hermine, 175, 176, 177, 178, 179, 180, 203, 268, 274, 328, 360, 382 Hull, Cordel 1, 473 Hunter, Richard, 53, 61 Huxley, Thomas, 103, 414 Hye, Barón, 39 Ibsen,119 Ignacio de Loyola, San, 59 Indra, Alfred, 477, 492 Isaacs, Susan, 274, 304, 401 Jackson, Edith, 396 Jackson, Hughlings, 313 Jaffé, Aniela, 469 James, William, 359 Janet, Pierre, 75, 98, 100, 101 Jekels, Ludwig, 189 Jennings, Emil, 120 Johnson, Paul, 248 Jones, Ernest, 11, 13, 14, 18, 20, 22, 29, 31, 32, 37, 38, 39, 46, 51, 64, 75, 76, 77, 83, 87, 94, 95, 96, 97, 99, 100, 101, 102, 103, 107, 108, 109, 110, 112, 124, 127, 128, 132, 137, 140, 141, 142, 143, 144, 145, 150, 153, 155, 174, 181, 191, 193, 199, 200, 203, 204, 207, 231, 232, 236, 240, 253, 258, 260, 267, 270, 273, 274, 280, 282, 283, 284, 288,
289, 292, 293, 294, 303, 304, 306, 307, 310, 313, 327, 328, 333, 334, 338, 339, 340, 342, 343, 344, 345, 346, 347, 350, 353, 354, 355, 356, 359, 367, 376, 383, 384, 385, 386, 400, 401, 402, 403, 404, 405, 406, 416, 448, 452, 469, 472, 474, 475, 476, 477, 478, 482, 483, 488, 492, 493, 495, 496, 497, 498, 501 Jones, Herbert, 13 Jones, Thomas, 98 Jorge I, 321 Josefo, 452 Josué, 455 Jung, Cari Gustav, 7, 8, 9, 10, 11, 13, 14, 15, 17, 18, 19, 20, 21, 22, 23, 24, 25, 29, 30,31,32,36, 37, 39, 40, 41, 49, 51, 55, 65, 66, 67, 83, 87, 90, 91, 94, 95, 97, 99, 100, . 101, 102, 108, 109, 114, 125, 127, 129, 130, 151, 156, 158, 167, 171, 172, 175, 187, 189, 198, 203, 211, 216, 219, 222, 223, 230, 242, 262, 270, 273, 276, 304, 308, 329, 344, 358, 374, 375, 376, 377, 387, 388, 403, 405, 411, 419, 423, 424, 429, 444, 465, 466, 467, 468, 469, 470, 482 Jung, Emma, 37 Kafka, Franz, 295, 296 Kann, Loe, 77, 101, 198, 200 Kanner, Leo, 270 Kant, Immanuel, 413, 445, 490 Karanjian, Varaztad, 429 Kardiner, 203 Katz, Chaim Samuel, 448, 451 Kaufmann, 415 Keynes, Maynard, 341 Khan, Masud, 405 Klein, Arthur, 266 Klein, Hans, 275 Klein, Melanie, 104, 130, 153, 174, 175, 176, 177, 178, 180, 197, 203, 207, 229, 252, 256, 260, 266-291, 304, 317, 333, 360, 367, 381, 385,
509
397, 398, 399, 400, 401, 403, 404, 405, 406,412,414, 432, 477 Klemperer, 39 Kijapp, H., 29 Knickerbocker, H. R., 467 Koerber, 35 Kohler, Wolfgang, 41 Kotov, 379 Kraepelin, 52, 212 KrafTt-Ebing, 67, 186 Krauss, Werner, 353 Kress-Rosen, 11 Kreuzlingen, 21 Krikalev, Sergei, 137, 138 Kris, 242, 258, 325 Kristeva, Julia, 158 Kronfeld, 351 Krüll, 455 Krupp (flía.), 138 Krupp, 141 Kun, Beia, 269 La Fontaine, 418 Lacan, Jacques, 17, 24, 33, 34, 40, 48, 54, 56, 58, 61, 73, 78, 84, 88, 89, 129, 151, 227, 236, 260, 262, 270, 334, 339, 355, 382, 405, 428, 431, 433, 442, 443, 444, 445, 482 Lacasagne, 282, 492, 503 Lacoste, Patrick, 431 Ladame, Paul-Louis, 359, 360 Laforgue, René, 323, 324, 377 Laing, R. D., 243, 388 Lamarck, Jean-Baptiste, 73, 165, 166, 167 Lampl, Hans, 203 Lampl-de-Grot, Jeanne, 104, 237, 238, 332 Landauer, Karl, 159 Lang, Fritz, 352 Langer, Marie, 387 Laplanche, Jean, 90, 129, 215, 216, 255, 256, 258, 262, 268, 316, 339 Le Bon, Gustave, 238, 240, 241, 242, 243, 248, 322, 323 Le Guen, Claude, 77, 454 510
Leandri, 321 Leonardo, 448 Leonhard, Wolfgang, 376, 378 Lessing, Gotthold, 346 Levi-Strauss, Claude, 69, 445 Linneo, 166 Lippman, Walter, 138 Locke, John, 432 Loewenstein, 484 Loewi, Hilde, 190, 191 Lombroso, 240, 359 Lopes, Syra Tahin, 286 Low, Barbara, 179 Lowenstein, Rudolph, 242, 323 Lubitsch, 352 Lucrecio, 440 Ludovika, Hermine Wilhelmina, 175 Lueger, Karl, 247 Lyotard, 435 Macalpine, Ida, 61, 53 Maclean, O., 175 Maclouglan, 89 Maday, 39 Maeder, A., 25, 94, 285 Maenchen, 476 Mahler, Alma, 107 Mahler, Gustav, 107, 108, 109 Mahony, P., 313, 339, 346, 426, 487 Malcolm, Janet, 60 Malinowsky, Bronislaw, 74, 75, 323, 484 Maneto, 452, 455 Mann, Thomas, 94, 472 Mannoni, Octave, 253 Maquiavelo, 452 Marcinowsky, 31 Marco Antonio, 350 Marett, R. R., 67, 71, 74 Marx, Karl, 69, 246, 247, 249, 274, 388,413,414,419 McCormick, 37 McDougall, William, 236, 238 Mead, Margaret, 71 Mesmer, Franz, 244, 388 Meynert, Th., 292
Mezan, Renato, 64, 67, 77, 142, 222, 245, 260, 416 Michaud, G., 54 Miguel Ángel, 124, 125, 456 Mili, Stuart, 328 Miller, Gérard, 450, 452 Miller, gral., 377 Miller, Henry, 309 Milner, Marión, 25, 405, 413 Mitchell, Antoinette, 133, 241 Mitchell, Juliet, 329, 330 Moebius, 328, 329 Moisés, 36, 453, 457 Molnar, Michael, 379, 429 Money-Kyrle, R., 385, 470 Monod, Jacques, 440 Monod-Herzen, 357 Moreau-Ricaud, M., 346, 347, 375, 377 Moreno, Jacob Levy, 41 Morphy, 104 Mounet-Sully, 321 Müller-Braunschweig, 384 Murphy, Newton, 361 Mussolini, Benito, 248, 467, 474, 475 Muthmann, 9 Nácke, Paul, 129 Napoleón, 246 Nasio, Juan David, 157, 286 Nerón, 470 Neumann, 351 Newton, Isaac, 483 Nicolás I, 321 Niederland, William G., 53, 54, 55, 58, 59, 60 Nietzsche, Elisabeth, 119 Nietzsche, Friedrich, 25, 110, 112, 114, 115, 116, 117, 142, 184, 252, 257 Nin, Anais, 309 Noire, Victor, 319 Nolte, Emst, 470 Nunberg, Hermann, 189, 260, 367 Numenio de Apamea, 452
Obendorf, C., 393 Odier, 173 Oppenheimer, 39, 285, 435 Orlov, 378 Ornston, 339 Oseas, 455 Pabst, Georg Wilhelm, 352 Palos, Elma, 77 Palos, Gizela, 344 Paskauskas, A. R., 377 Pauly, 165 Pavlov, Ivan P., 41 Payne, Sylvia, 274, 405 Paz, Octavio, 339 Peale, Norman Vincent, 71 Peres, Shimon, 137 Perón, Juan Domingo, 243, 247 Peters, H. F., 111, 113, 114 Petrov, Sergei (El hombre de los lobos), 86, 113, 136,211-221 Pfister, Oscar, 14, 83, 91, 94, 108, 109, 110, 176, 178, 253, 299, 360, 362, 363, 375, 419, 420 Piaget, Jean, 11, 274 Picbler, Hans, 281, 296, 297, 300, 312, 350, 355, 378, 411, 424, 425, 458, 487, 488, 492, 501, 503 Pick, Daniel, 433 Pineles, Zamek, 112, 117 Platón, 22, 30, 69, 229, 239, 261, 262, 441, 445, 452 Plevitskaya, 377 Poincaré, R., 222, 241, 323 Pontalis, J. B., 90, 129, 215, 216, 227, 255, 256, 258, 339 Postel, J., 212 Prigogine, I., 439, 440 Prince, Morton, 98, 393 Proudhon, Pierre-Joseph, 419, 433 Putnam, James Jackson, 108, 109, 110, 112, 127, 199 Rabelais, Fran^ois, 253 Radcliffe-Brown, Alfred, 74 511
Radó, Sandor, 173, 236, 269, 273, 356, 403 Raigorodsky, Mirra Jacovleina, 377 Rank, Otto, 39, 77, 95, 97, 100, 120, 142, 143, 181, 187, 268, 272, 274, 288, 289, 293, 303-311, 315, 316, 324, 344, 352, 360, 367, 375, 382, 383, 394, 401, 403, 414, 455 Ranzy, 346 Rapoport, Vitaly, 373 Rappaport, David, 236 Rappen, 175 Rée, Paul, 110, 112, 114, 115, 117, 118 Reich, Wilhelm, 15, 178, 275, 344, 356, 381-390,417 Reik, Theodor, 108, 127, 173, 359, 360, 361, 367, 394 Reis, Ignace, 373 Reizes, Moriz, 266 Rembrandt, 107 Renán, Ernest, 413 Ribot, 241, 323 Rickmann, John, 274, 344, 367, 405 Rieff, Philip, 239, 241, 261, 330, 331, 411,416, 470 Rigaud, 282 Riklin Júnior, Franz, 468, 469 Rilke, Rainer María, 41, 94, 112, 118, 119, 144 Ritter, 55 Ritvo, Lucille, 242 Riviére, Joan, 178, 236, 238, 272, 274, 344, 344, 346, 347, 385, 400, 401 Riviére, Pichón, 85, 185, 240, 267 Roazen, Paul, 38, 99, 102, 120, 175, 184, 185, 187, 189, 190, 192, 193, 386, 450, 452, 469, 492 Robert, Marthe, 119, 216, 217, 309, 331, 350, 360, 460, 461, 462 Rodin, Auguste, 112 Roheim, Geza, 71, 76, 236 Roiih, Estelle, 119, 121,331 Rolland, Romain, 110, 357, 358, 489 Romanov, Olga, 321 512
Roosevelt, Franklin, 434, 435, 475, 495, 473 Rosemberg, Franz, 453 Rosenfeld, Eva, 395, 398 Rosenfeld, Herbert, 268 Roudinesco, Elisabeth, 33, 73, 101, 126, 241, 246, 319, 320, 324, 375, 387, 405, 451, 452 Rousseau, Jean Jacques, 241, 431, 432 Roustang, 30, 77, 78, 102, 190, 193, 246, 246, 253 Russell, Bertrand, 341, 346 Rycroft, 25 Sablik, Karl, 362 Sachs, Hanns, 38, 39, 77, 97, 100, 142, 144, 173, 181, 269, 280, 296, 303, 352, 353, 355 Sade, 431 Sadger, Isidor, 39, 57, 95, 108, 127, 128, 129, 176, 328, 367 Samuels, Andrew, 65, 470 Sande, 486 Sarkis, 391 Sartre, Jean-Paul, 212, 294 Sauerwald, 477 Sayers, Dorothy, 293 Scháchtener, Miska, 48 Schaeffer, 497 Schatzman, Morton, 60 Schavelzon, José, 281, 282, 283, 284, 294, 295, 488, 491, 492, 495, 501, 503 Schiller, Friedrich von, 24, 108 Schmideberg, Melitta, 274, 405 Schnitzler, Arthur, 112 Schopenhauer, Arthur, 228, 330 Schott, Ada, 267, 270 Schreber, Daniel Gottlieb Moritz, 53 Schreber, Daniel Paul, 23, 48, 51-63, 64, 67, 108, 152, 154, 418, 448, 451 Schroeder, 300, 425 Schultz, 351 Schur, Max, 193, 218, 223, 279, 280,
282, 283, 28, 297, 300, 325, 353, 411, 414, 458, 471, 476, 478, 487, 488, 491, 492, 495, 496, 497, 501, 503 Schwartz, Stephen, 373, 376, 377, 378 Searl, Nina, 399 Segal, Hannah, 266, 270, 272 Seleznick, 23 Seligman, Charles, 74 Sellin, Ernst, 455 Seys-Inquart, Arthur, 472 Shakespeare, William, 104, 341 Sharpe, Ella, 274 Shaw, Bernard, 346 Shusschnigg, Kurt, 471, 472 Sidis, Boris, 98 Sighele, 238, 240 Silberer, Herbert, 156, 361, 383 Silberstein, 65 Simmel, Ernst, 145, 172 Skobline, 377 Smirnow, 489 Smith, Robertson, 71, 76 Sócrates, 22, 109 Sokolnicka, Eugénie, 178 Souza, Aurelio, 130 Spencer, Herbert, 414 Spielrein, Sabina, 7, 8 , 9, 10, 11, 77, 91, 127, 223, 344 Spitz, René, 236, 260, 304 Sprott, 346 Ssawely, 112 Stalin, 377, 495 Stegmann, Arnold, 31, 60 Stein, Conrad, 91 Steinach, Eugene, 299 Steiner, Max, 279, 283 Steiner, Riccardo, 39, 98, 99, 347 Stekel, Wilhelm, 18, 21, 31, 34, 95, 100, 101, 149, 156, 180, 186, 187, 223, 252, 361, 374 Sterba, Edith, 398 Stern, Fritz, 248 Stern, William, 177 Stierlin, H., 248
Storfer, 353, 354 Strachey, Alix, 175, 235, 236, 267 269, 273, 274, 319, 341, 344, 347* 367, 375, 485 Strachey, James, 102, 150, 158, 2 1 1 , 229, 236, 314, 315, 338-349, 367,’ 404, 405, 406, 486 Strachey, Lytton, 341, 343, 346 Strachey, William, 341 Strindberg, 112 Suárez, George, 323 Sulloway, Frank J., 15 Sweester, Ruth y Arthur, 394, 395 Swift, 253 Swoboda, Hermann, 39 Szilard, Leo, 434 Tagore, Rabindranath, 357 Taine, Hyppolyte, 240 Tandler, Julius, 362, 418 Tarde, G., 240 Tardieu, André, 323 Tasso, Torcuato, 228 Tausk, Hermann, 184 Tausk, Victor, 11, 59, 95, 127, 145, 180, 184-194, 230, 253, 254, 268, 296, 344, 361, 382, 383, 387, 388 Thom, René, 442 Thomas, Hugh, 378, 379 Thomson, J. J., 139 Thoreau, Henry, 110 Tiffany, Charles, 394 Tito, 472 Tomás de Aquino, Santo, 413 Tónnies, Ferdinand, 112 Trotsky, León, 373, 378 Trotter, Wilfred, 75, 98, 238, 240, 243, 477, 492 Trude, 269 Turgueniev, Iván, 112 Turner, Joseph Mallord William, 488 Tylor, sir Edward Burnett, 67, 75 Ulloa, Femando, 324
513
Unamuno, Miguel de, 393 Urbantschitsch, Rudolf, 306
Wiley, John Cooper, 432, 473, 474, 476 Wilm, Louise, 113 Wilson, Thomas, 51 Wilson, Colín, 14, 20 Wilson, Hugh Robert, 448, 449, 450, 451, 452, 473 Winnicott, Donald, 25, 61, 226, 304, 405, 406,413 Wittels, 34, 232 Wittgenstein, Ludwig, 239 Wolf, 356 Wollstonecraft, 328 Woolf, M., 72 Woolf, Leonard, 341, 485 Woolf, Virginia, 341, 485 Wrefel, Franz, 295, 296 Wundt, Wilhelm, 70
van Emden, 359 van der Post, Lauren, 469 Verne, Julio, 138 Viereck, George, 222, 228, 494 Villa, Pancho, 451 Vitz, S. C., 219 von Frankenstein, 246 von Freund, 279 von Nepallek, 107 von Ribbentrop, 495 von Bülow, Frieda, 332 von Freund, Antón, 230, 231, 354 von Freund, Tony, 41 von Meysenburg, Malwida, 114 von Salomé, Gustav, 113 von Weizsácker, Víctor, 473
Yashuda, Abraham Shalom, 461 Young-Bruehl, Elisabeth, 177, 197, 275, 301, 396, 398, 399
Wagner, Richard, 38, 112 Wagner-Jauregg, Julien, 186 Wallon, H., 262 Wasermann, Jacob, 118 Watson, John, 41 Weininger, 329 Weiss, Edoardo, 204, 474 Weizmann, Chaim, 484 Wells, H. G., 138, 346, 484, 490 Wernecke, 41 Wertheimer, Max, 41
Zajic, Ménica, 455 Zetzel, Elisabeth, 392 Ziehen, Theodor, 41, 212 Zilboorg, 230 Zola, Émile, 238, 240 Zweig, Arnold, 449, 453, 454, 458, 461,483, 493 Zweig, Stefan, 115, 179, 357, 485, 498
514
ÍNDICE DE OBRAS DE FREUD Cinco conferencias sobre psicoanáli sis , 351 Conferencias de introducción al psi coanálisis, 235, 316, 323, 330 Construcciones en psicoanálisis, 453 “De la historia de una neurosis in fantil", 2 1 1 - 2 2 1 El delirio y los sueños en la «Gradiva» de W. Jensen, 454 “El Moisés de Miguel Angel”, 461 El malestar en la cultura, 24, 48, 70, 358, 412, 415, 418, 423-437, 457, 458 El porvenir de una ilusión, 14, 293, 358, 410-422, 425, 426, 427, 430, 454, 457, 458 El yo y el ello, 151, 229, 256, 259, 260, 261, 262, 271, 279, 304, 399, 486 Ensayos preparatorios de metapsicologia, 150 Esquema del psicoanálisis, 166, 487, 490, 492, 486 Estudios sobre la histeria, 81, 448 Inhibición, síntoma y angustia, 312318, 399, 406, 426 La interpretación de los sueños (Traumdeutung), 20, 33, 39, 77, 81, 151, 152, 198, 214, 239, 253, 256, 284, 285, 304, 313, 314, 330, 338, 347, 423, 426, 486, 494 “Manuscrito E", 314 Más allá del principio de placer, 24, 41, 71, 8 8 , 151, 173, 222-234, 242, 256, 257, 261, 299, 426 Moisés y la religión monoteísta, 18,
310, 412, 448-464, 454, 456, 457, 458, 460, 461, 493 Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis, 259, 416, 438 Presentación autobiográfica, 292, 293, 454 Proyecto de una psicología para neu rólogos, 315 Psicología de las masas y análisis del yo, 31, 235-251, 415, 428, 450 Psicopatología de la vida cotidiana, 41, 57, 340, 454 ¿Pueden los legos ejercer el análisis?, (Laienanalyse) 362, 405, 418, 419 Sammlung kleiner Schriften zur Neurosenlehre (“Colección de pe queños artículos relacionados con la teoría de las neurosis"), 40 Schriften zur angewandten Seelenhunde (“Textos de psicología apli cada”), 40 Sobre las afasias, 313 Thomas Woodrow Wilson: un estu dio psicológico, 41, 448, 450, 451 Tótem y tabú, 33, 41, 64-80, 131, 238, 239, 245, 410, 411, 412, 417, 428, 455, 456, 458, 484 Tres ensayos de teoría sexual, 128, 129, 152, 159, 229, 314, 338, 340, 430, 457 “Puntualizaciones psicoanalíticas so bre un caso de paranoia (Demen tia paranoides) descrita autobio gráficamente", 51-63 Un recuerdo encubridor de Leonardo da Vinci, 325, 340
515
INDICE GENERAL
CAPÍTULO 33. EL TIEMPO DE LOS TRIÁNGULOS.............................
7
Sabina Spielrein. El mito de Siegfried. El triángulo de Freud, Sabina, Jung. Sabina Spielrein y la pulsión de muerte. Sabina Spielrein en el panteón de las feministas. Triángulos escalenos con Elma, Loe, etc. Elma, hija de Gizella Palos. El caso con Elma. El caso de Loe Kann. Los dos Jones. Freud se transformaba al hablar de sexualidad. Jung no era un buen administrador. Wandlungen II. Interpretación junguiana del incesto. El malentendido de Kreuzlingen. Segundo desma yo de Freud. Jung comienza a alejarse. Renuncia de Jung. Finalmen te, la guerra. Jung huele sangre. Final de la relación de Freud con Jung. Jung habla de lo doloroso que fue el alejamiento. Jung lleva a Freud a revisar su teoría de la libido. El inconsciente fue un minué metapsicológico. Los sueños según Jung. CAPÍTULO 34. ADLER Y EL GOLPE DE NUREMBERG......................
29
Segundo Congreso Psicoanalítico de Nuremberg. Tiempos triunfalis tas. La liga antialcohólica. Incompatibilidad de democracia y psicoa nálisis. Salzburgo fue un congreso científico; Nuremberg, un congreso político. Informe de Ferenczi. Guerra de guerrillas. Ferenczi hace la autocrítica del psicoanálisis. Roudinesco y la democracia. “Me niegan hasta la ropa que llevo puesta”. El Danubio siempre le pareció lodoso. Adler, presidente de la Sociedad Psicoanalítica de Viena. Stekel, vice presidente. Duplicidad chocante en las cartas a Abraham y Jung. Freud desbordaba alegría cuando hablaba de Jung. Adler no se con soló. Diferencias científicas de Adler. Presidencia de Adler. Crítica teórica a Adler. La excomunión de Judas. Freud sabía ser cruel. Ad ler, un Fliess redivivo. Renuncia de Adler. La explosión de la “Causa” psicoanalítica. Historia editorial. CAPÍTULO 35. ¿QUÉ SUCEDIÓ EN SIRACUSA?..................................
45
El viaje a Siracusa. Freud no puede ser feliz. ¿Qué sucedió en Siracusa? El complejo filial de Ferenczi. Ferenczi como passeur. Freud que ría hablar del demonio Fliess.
517
CAPÍTULO 36. ASESINATO DE ALMAS
51
El “caso Schreber”. La demencia precoz, la parafrenia y la esquizo frenia. Historia de Schreber. Infancia de Schreber. La segunda en fermedad de Schreber. Suicidio del hermano de Daniel Paul. Schreberismos. La fórmula de la paranoia. Revisión de Niederland. El “asesinato de almas”.
Tres “curas” relámpago de Freud. Putnam. Putnam funda la Asocia ción Psicoanalítica Americana. Bjerre. Lou Andreas-Salomé. El re cuerdo de Lucía Morawitz. Lou Andreas-Salomé y sus grandes hom bres. Louise Andreas-Salomé. Guillot. El hermano Rée. Nietzsche. Foto que congela el psicodrama. Zaratustra. Freiedrich Cari Andreas. Rilke. La hechicera de Hainberg.
CAPÍTULO 37. EL LIBRO DE LOS MITOS..............................................
CAPÍTULO 41. SOBRE BOMBAS Y PEDOS.............................................
64
La imagen del padre se problematiza. La religión es la neurosis obse siva de la humanidad. La metáfora del túnel. Freud se vuelve hacia los aborígenes australianos. T ó tem y ta b ú . El tabú, una cuestión del padre. El horror al incesto. La suegra, símbolo universal de la “ambi valencia totémica”. El tabú y la ambivalencia de los sentimientos. Tres tabúes esenciales. Animismo, magia y omnipotencia del pensa miento. El retorno infantil del totemismo. Acto criminal memorable. ¿Cómo fue recibido T ó tem y ta b ú ? La polémica con Malinowsky. T ó tem y ta b ú , pieza del autoanálisis de Freud. Comida totémica de los Señores del Anillo. CAPÍTULO 38. ARTÍCULOS TÉCNICOS...................... :..........................
81
Las perspectivas futuras de la técnica psicoanalítica. La contratrans ferencia implica autoanálisis. Diario clínico-técnico. El manejo de L a in terp reta ción d e los su e ñ o s en el psicoanálisis. Recomendación a los médicos que ejercen el psicoanálisis. Sobre el inicio del tratamiento. El papel del dinero. Qué, cómo y cuándo interpretar. El “psicoanálisis silvestre”. Recordar, repetir y reelaborar. Olvidar para poder recor dar. La dinámica de la transferencia. La transferencia como resisten cia. Tres tipos de transferencias. Observación sobre el amor de trans ferencia. CAPÍTULO 39. LOS SEÑORES DEL ANILLO........................................
94
en el hotel del lago. El “Grupo Freud” suizo. Primer Con greso en Salzburgo. Jones crea una ilusión de omnipresencia. Sadger y la homosexualidad. Jung: la noche de inanidad. Fin de una época. Jones y Brill viajan a Viena. Freud desconfía del galés. Brill era un ambicioso judío apátrida. Batman y Robin forman una pareja ideal. Trotter. Jones va creciendo dentro de la institución. Jones, presidente del Comité Secreto. La gran batalla entre Janet y Jones. Jones se analiza con Ferenczi. R e n d e z -u o ü s
CAPÍTULO 40. LA MUJER DE LOS HOMBRES.....................................
107
El Congreso de Weimar. Mahler. Continúa la historia del organito. 518
124
El Moisés de Miguel Ángel. La interpretación por Freud del gesto de Moisés. Moisés, historia de un hijo bastardo. Historia del movimiento psicoanalítico. Elogio a Breuer. El Profesor era cauteloso para citar a su discípulo. Jung no vale ni un pedo. Sobre el narcisismo. El sh o w case del narcisismo es el delirio megalómano. La metáfora de la ame ba. El ideal del yo. Yo ideal y yo actual. La doble elección de objeto. El gran amor es sólo cosa de hombres. CAPÍTULO 42. TIEMPOS DE GUERRA...................................................
136
El Archiduque, príncipe autoritario. Sarajevo, antes y hoy. La vuelta al mundo en ochenta días. El Káiser da el salto del gato sobre la neu tral Bélgica. Entusiasmo inicial por la declaración de guerra. Toda mi libido está entregada al Imperio Austro-Húngaro. Freud tuvo tres co rresponsales de guerra. La muerte y nosotros. Quinto Congreso Psi coanalítico Internacional. Las Potencias Centrales consideraban que había una oportunidad. Simmels, neurosis de guerra. Freud: líneas de avance en la terapia psicoanalítica. La estrella del húngaro brilla ba. Rank volvió cambiado de las trincheras. Tola Rank. CAPÍTULO 43. METAPSICOLOGÍA Y METABIOLOGÍA......................
149
La serie de artículos metapsicológicos. La significación antitética de las palabras primitivas. Pulsiones y destinos de pulsión. Formulacio nes sobre los dos principios. Algunas observaciones sobre el concepto de inconsciente. Las pulsiones y sus vicisitudes. Pulsión: transforma ción en lo opuesto. Pulsión: vuelta contra el sujeto. Represión. Lo in consciente. Suplemento metapsicológico. Carácter egoísta de los sue ños. La transitoriedad. Duelo y melancolía. Abraham y la melancolía. El trabajo psíquico del duelo. La manía. La tercera hoguera. Neurosis de transferencia. Una síntesis. La fantasía filogenética. Freud y Fe renczi entretejen una “utopía iluminista”. Thalassa. Lamarck. Freud creyó en el lamarckismo hasta el final. En el rastro de la memoria fi logenética. CAPÍTULO 44. CORAJE, CASIMIRO........................................................
171
Amputación en los Alpes. Abraham. El policlínico de Berlín. El poli 519
clínico, más promocional que social. Número 7. Abraham analizó a su hija. Hug-Hellmuth. Hermine Wilhelmina Ludovika Hug. Hug-Hellmuth, analista de segunda generación. Crítica de William Stern al paidoanálisis. Haia, cuna oficial del psicoanálisis de niños. Congreso de Haia. Rita es Hermine. Una falsificación de Stekel. Hermine asesi nada por su sobrino Rolf. El apóstol Simón se convirtió en Judas. Idi lio en el monte Harz. Banquete de despedida del Comité Secreto en los montes Harz. CAPÍTULO 45. EL HERMANO ANIMAL..................................................
184
Victor Tausk. Casamiento. Encuentro con Freud. Triangulaciones transferenciales. Lou percibió tensión entre los dos hombres. Helen Deutsch. Análisis de Tausk con Helen Deutsch. Suicidio. Testamento de Tausk. El silencio de los historiadores. CAPÍTULO 46. ANNA, LA MELLIZA DEL PSICOANÁLISIS................
195
Anna, si fuera mujer. Hija no deseada. Las dos madres. Josefina Chulez. Relación con la madre. Anna, complejo de patito feo. Un feto de seis meses. Dueto en la casa de Frankenstein. Romance con Jo nes. Freud exagera las cualidades de su hija. Paidofilia de Jones. Anna en el Liceo Cottage. Anna Freud comienza su práctica psicoanalítica. Una princesa en la corte psicoanalítica de Viena. Los prime ros pacientes. Freud analiza a su hija. Anna como Antígona. Cuando Jones leyó el epistolario amoroso. Fantasía de flagelación y ensueños diurnos. CAPÍTULO 47. EL HOMBRE DE LOS LOBOS........................................
211
El Hombre de los Lobos. Historia de una neurosis infantil. Baile de máscaras en el nosocomio. El sueño de los Lobos Blancos. Re construcción del sueño. Posterioridad. Ultimátum. Ruth Mack Brunswick analiza al Hombre de los Lobos. El Hombre de los Lobos, clon de Freud. Por qué el Hombre de los Lobos y no el Hombre de las Ratas. CAPÍTULO 48. MÁS ALLÁ DEL PRINCIPIO DE PLACER...................
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La guerra como dispositivo analítico. Un dualismo aun más radical. Más allá del principio de placer. La neurosis traumática. Juego infan til: el fort-da. Trabajo lúdico. Existe una tendencia irresistible a la re petición. La neurosis de transferencia. Instinto de muerte. La media naranja. La muerte de Antón von Freund. La muerte de Sophie. El Más allá fue el carretel de Freud. El sentido pleno del pesimismo de Freud.
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CAPÍTULO 49. EL LIBRO DE LAS MASAS
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El psicoanálisis como la enfermedad que pretende curar. Las tres he ridas narcisistas. La “Causa” crecía en forma exponencial. El nombre de Freud se estaba convirtiendo en moneda corriente. Jean Lamplde-Groot. Entrada en la psicología social. Continuación de Tótem y ta bú. El sexo siempre fue más que genitalidad. Platón, el padre de Eros. Los teóricos de la “Vieja derecha”. Le Bon. El papel de la identi ficación. Los grupos artificiales. Psicanalladas del psicoanálisis. El agua hierve a los cien grados. “Viena roja” y las provincias católicas. Hitler. Tanto Freud como Hitler se inspiraron en Le Bon. CAPÍTULO 50. EL YO, ESE PAYASO.......................................................
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Yo soy un psicoanalista salvaje. Tausk y Groddeck, hermanos de le che. El “ello” de Freud y el “Ello” de Groddeck. Groddeck es el arado. Las tópicas en Lapanche y Pontalis. El espectro del ello maligno en la boca. Reservorio de la libido. El ello freudiano y el sí-mismo nietzscheano. Por qué introducir un ello en el psicoanálisis. Orígenes del superyó: filogenético y ontogenético. Distinción entre yo ideal e ideal del yo. Origen relativamente tardío del superyó cuestionado. Freud y Platón. El yo como payaso. El yo es antes que nada un yo corporal. CAPÍTULO 51. EL HURACÁN KLEINIANO............................................
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La empleada me hizo pasar al consultorio. Melanie Klein fue la me nor de cuatro hermanos. Ferenczi analista de Melanie Klein. Su se gundo analista fue Abraham. Abraham, “mejor de diván”. Melanie Klein se instala en Berlín. Alix Strachey y el “Berlim by Nacht”. Me lanie Klein estaba en la berlina. Melanie Klein y el simbolismo, par tiendo de Jones. Los historiales presentaban un mundo apocalíptico. Cuestionamiento de la fecha de origen del complejo de Edipo. La fantasía inconsciente según Joan Riviére. La noción de objeto en Melanie Klein. Con la muerte de Abraham, ella perdió su escudo protector. Muerte de Hans Klein. La posición depresiva. Wallon y el espejo. CAPÍTULO 52. LA MALDICIÓN DE IRMA..............................................
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En febrero de 1923 Freud detectó un tumor en la boca. Félix Deutsch le diagnostica cáncer junto a la ventana. Hajek. El enano salvador. En resumen: la intervención fue un desastre. Retracción cicatrizal. El sueño de Irma ¿fue profético? La muerte de Heinele. Crisis institucio nal en la cúpula del Comité Central. Disputa entre Jones y Rank. El clima de irritación en el seno del Comité aumentaba.
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CAPÍTULO 53. DOCTOR PICHLER Y MISTER HAJEK
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Estudio autobiográfico. Epílogo. Tiempos perturbados. Lavarone. El increíble Hajek demora dos. semanas en responder. ¿Con qué dere cho? Tercera incongruencia. La complicadísima ambivalencia de los discípulos. Anna Freud, la cabeza más asentada. Franz Kafka. Helen Deutsch entra en escena. Freud es informado de su estado. Notas de Pichler I. Cuarta incongruencia. Pichler, primera intervención. Notas de Pichler II. Tercera cirugía. La prótesis, el “Monstro”. Notas de Pichler III. Operación de Steinach. Pichler, figura ejemplar. Anna cuida de su padre y retoma el análisis. CAPÍTULO 54. EL TRAUMA DEL NACIMIENTO..................................
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Disputas antes de Lavarone. La amistad de Rank, Ferenczi y Groddeck. El trauma del nacimiento. El año 1923... Circular de la barba afeitada. El trauma del nacimiento avalado por Freud. Freud critica a Abraham. “Mis discípulos son más ortodoxos que yo.” VIII Congreso de Salzburgo. San Cristóbal. Rank se convirtió en Judas. Rank en Nueva York. Freud realiza una “terapia breve” con Rank. La muerte de Breuer. El matrimonio Rank en París. Rank en M o i s é s y la r e li g ió n m o n o teísta . Rank murió menos de un mes después de Freud. CAPÍTULO 55. EL LIBRO DE LA ANGUSTIA........................................
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Notas de Pichler IV. Inhibición, síntoma y angustia. La libido se trans forma de “vino en vinagre”. Se retoma una “situación traumática”. La angustia como señal de alarma. Hartmann publica su monografía so bre el concepto del yo. Mecanismos de la anulación y el aislamiento. CAPÍTULO 56. ¿QUÉ QUIERE LA MUJER?...........................................
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Las memorias de Marie Bonaparte. Mi tío bisabuelo, ¡qué asesino mo numental! Infancia triste y solitaria. La abuela, “verdadera Yocasta”. Los tontos. “Los hombres que amé”. Marie Bonaparte y Le Bon. Amistad con Laforgue. Escena primaria del mayordomo de Mimi. Ella le presentó a Max Schur a Freud. Traducción del Leonardo. La función del clítoris era la cuestión del día. “¿Qué quiere la mujer?” Las Señoras del Anillo. El feminismo. Juliet Mitchell. La mayoría de los símbolos son fálicos. El simbolismo de Freud. Repudio del amor cortés. La repugnancia por los genitales. La psicología de la mujer en la década del 20. Karen Horney. Fenichel y la sexualidad femenina. Jones y la afánisis. CAPÍTULO 57. JAMES STRACHEY Y LA STANDARD EDITION .......
Strachey comienza la traducción. Los 522
C o lle c te d P a p ers.
Los
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G esa m -
Polémica en torno a la S ta n d a r d E d itio n . Bill, el vi llano número uno. La vida de Alix y James Strachey fue el psicoaná lisis. Lytton y James eran compañeros inseparables. Strachey le es cribe a Freud. Cómo era analizarse con Freud. El caso de la bella Joan Reviere. La lucha por el poder editorial. La S ta n d a r d E d itio n . Strachey era la persona ideal. La sucesión de Freud. Polémica sobre la palabra “/d ”. m elle S c h r ifte n .
CAPÍTULO 58. LA BATALLA DE LOS “CURANDEROS DE ALMAS” ...
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Samuel Goldwyn. Los secretos de un alma. La muerte de Abraham. El desarrollo de la libido. Lacan critica el cronograma de Abraham. 1926. Notas de Pichler V. Los setenta años. Carta a la viuda de Breuer. Romain Rolland: el sentimiento oceánico. Freud y el Hombre Inolvida ble. La última reunión de los Señores del Anillo. El análisis lego. La cuestión lega en la hipnosis. El proceso a Reik. Stekel y la cuestión le ga. Julius Tandler. Curadores legos de almas. La batalla en el seno de la “Causa”. Los rústicos norteamericanos. Brill. El Congreso de Bad Homburg. El riesgo de escisión era real. Húngaros e ingleses en la trinchera del Profesor. ¿Cuál fue el saldo de esa feroz batalla? CAPÍTULO 59. USTED DECIDE...............................................................
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Acusación de Stephen Schwartz. Eitingon, bajando la línea zuriquesa. El control en las manos. Hercule Poirot. Eitingon se casa con Mirra Jacovleina. ¿Inocente o culpable? Eitingon en la guerrilla espa ñola. Usted decide. CAPÍTULO 60. EL CASO REICH...............................................................
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Análisis del carácter. Reich irrita a Freud. El “Caso Reich”. La carta de renuncia. Anna Freud miente. La expulsión de Reich. Reich y Jung son las dos alas políticas de Freud. Reich muere en la cárcel fe deral en 1957. CAPÍTULO 61. LA BATALLA DEL ANÁLISIS DE NIÑOS....................
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Dora II. Pasando de Dora II a Anna Freud. Dorothy Burlingham. Se encontraron dos almas gemelas. Tirando el s e ttin g por la ventana. Simbiosis. Las Señoras del Anillo. El rumor de relación homosexual. Bobby. Filosofía terapéutica de Anna Freud. La guerra entre Melanie Klein y Anna Freud. “Socialismo a la Rotschild.” El Congreso de Ox ford. Revisión crítica de In h ib ició n , sín to m a y a n g u stia . Joan Ri viere en la mira de Freud. Freud intentó contener su furia con Jones. Freud no dejó trascender su opinión sobre Melanie Klein. Strachey y los malditos extranjeros. El M id d le G r o u p . Melanie Klein, primer re torno a Freud. Dos gestas: el análisis de niños y la cuestión lega. 523
CAPÍTULO 62. EL LIBRO DE LA DESILUSIÓN
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El futuro de una ilusión. Nadie podía emular sus desplantes, hasta 1943. Notas de Pichler VI. Sentimiento de culpa. Todo es posible, hasta Dios. Las finanzas de la Verlag. Schur. Paisaje lunar. Freud no separa la civilización de la cultura. La igualdad va por abajo. Freud es “un liberal a la antigua”. Religión y sublimación. En el lugar del Dios que mató Feuerbach. CAPÍTULO 63. EL MANDAMIENTO IMPOSIBLE.................................
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La gran metáfora arqueológica. La hazaña humana de la conquista del fuego. El libro más lúgubre de Freud. Notas de Pichler VIL El malestar en la cultura. El sentimiento de culpa. La mujer es la guardiana de Eros. La “Historia sexual de la humanidad” en 1907. La na riz alzada del suelo. La pulsión de muerte. Hobbes. Rousseau. La sombra de Hitler. Einstein escribe a Freud. El pacifismo militante de Freud. Carta a Roosevelt. CAPÍTULO 64. EL AZAR............................................................................
co Libro con las firmas de Newton y Darwin. Los encuentros. Dalí, ¡qué fanático! El magnífico Pichler. Martha se hace cargo de su nuevo hogar británico. Rosa en Treblinka. Anna y Schur en la batalla con tra el cáncer Freud se acerca a la idea de Dios. Leonard y Virginia Woolf Esquema del psicoanálisis. El estilo de Freud. Nuevamente Trotter. Las despedidas. El sultán y los dos sabios. Entrevista a Viereck. Viaje de Schur a América. Jones no tolera el olor fétido de la muerte. El cuerpo fue cremado en Golder s Green. 501
EPÍLOGO
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ANEXO..................
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ÍNDICE DE NOMBRES
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ÍNDICE DE OBRAS DE FREUD
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Bohr. La termodinámica. El universo no estaba grávido del hombre. Orden y azar. La Cosa. El cristal y el humo. CAPÍTULO 65. MOISÉS CREÓ A LOS JUDÍOS......................................
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La animosidad contra Wilson. Wilson, un Moisés schreberiano. La verdad histórica. Moisés, una novela histórica. Moisés creó a los ju díos. Retorno histórico de lo reprimido. Notas de Pichler VIII. Críti cas al Moisés. El Zaratustra de Freud. El antisemitismo en Freud. La crítica del “temible” Abraham Shalom Yashuda. Freud no quiere ser hijo de nadie. CAPÍTULO 6 6 . FINIS AUSTRIAE.....................................................
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El inconsciente étnico de Jung. Mathias Goering, “Papá Noel”. Jung y el inconsciente judío. La sincronicidad. Riklin golpea a la puerta de Freud. La Segunda Guerra Mundial, ese hueso indigerible. Jung in terpreta su vida en términos junguianos. Finis Austriae. Una banda de S. A. invaden la casa de Freud. Roosevelt. Mussolini. Los nazis en la Verlag. Jones da el primer aviso. Yo no abandoné el barco. El arresto de Anna por la Gestapo. Marie Bonaparte y Jones. ¿Suicidio? Freud se despide de la ciudad de los sueños. CAPÍTULO 67. EN LA HORA DE LA MUERTE......................................
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La madrugada del 5 de junio de 1938. Lacan no asistió. Rodeo turísti 525