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América Latina: Prisionera de los Commodities forrest Colburn, Proesor Visitante de INCAE
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os países de América Latina siguen siendo altamente susceptibles a las tendencias políticas y económicas internacionales. Desde el año 2002, la región ha prosperado: el crecimiento ha estado cercano al 6% anual: el más alto desde la década de los 70, y muy por encima del deslucido promedio del 3% que predominó por tanto tiempo. Este crecimiento surge en gran parte por una bonanza, la de los elevados precios
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internacionales de los commodities . Sin embargo, también debe dársele crédito a los gobernantes quienes han sabido implementar políticas macroeconómicas sobrias. Hasta la fecha, la región ha navegado los vaivénes del concomitante debilitamiento de los Estados Unidos, su socio comercial más importante, y el caos del mercado crediticio internacional. No obstante, las variaciones bruscas en los precios internacionales de las materias primas, desde el petróleo y el cobre hasta la soya, que hemos visto en los últimos años plantean preguntas inquietantes hacia el futuro. La saludable tasa promedio de crecimiento oculta debilidades. No todos los países de la región cuentan con una materia prima valiosa. Más aún, dentro de cada país hay muchos sectores que están estancados o en caída. En particular, al incipiente sector industrial no le va nada bien, con la dura competencia de China y otros países asiáticos (el mismo grupo de países a los que se les responsabiliza por la subida de los precios de las materias primas). Otros sectores, incluido el de la construcción, sufren las consecuencias del alza en esos precios. Los costos de energía y alimentos también suben, lo que afecta a los consumidores. Los conflictos políticos y la violencia son debilitantes. Algunos países dependen más del bienestar de la economía de Estados Unidos —y sus “porosas” fronteras— que de otros países. Pero lo más preocupante es la dependencia en un puñado de materias primas como supuesto motor de crecimiento. Ahora que los precios de estos materiales han caído, incluso en forma marcada, es urgente preguntarse sobre el papel de estos commodities en las economías de América Latina. ¿Puede el crecimiento motivado por las materias primas impulsar realmente el desarrollo económico general de estos países? Los economistas temen que un boom de los commodities pueda socavar los esfuerzos por desa-
rrollar economías equilibradas y robustas, impulsadas por la innovación y capaces de competir en la economía internacional. Las economías pueden estar dominadas por un puñado de industrias, pero al menos deberían estar constantemente incrementando su producción y productividad. En ausencia de esta mejora continua las economías de la región son especialmente vulnerables a la volatilidad de los precios. Este patrón de “auge y desplome”ha afectado a Latinoamérica desde la época de la colonia. Adicionalmente al riesgo de intoxicarse con la avalancha de fondos provenientes de la exportación de materias primas, existe la tentación de sucumbir a un ingenuo romanticismo acerca de la agricultura y de lo que queda de la cultura campesina. Con el alza de los precios de los alimentos, incluyendo los de granos básicos como el maíz, los frijoles y el arroz, surgen interrogantes respecto a la conveniencia de importarlos. Nuevamente, se oye hablar de “seguridad alimentaria”y “soberanía alimenticia”. Algunos opinan que los campesinos no deberían ser estimulados a dejar sus campos, sino a aferrarse a ellos para cultivar más alimentos y así proteger a sus hermanos de las ciudades de la crueldad del mercado internacional. Los campesinos con frecuencia son vistos como los guardianes de la cultura nacional, un baluarte contra la“globalización”, por lo que resulta muy tentador sugerir que se queden donde están, sobre todo cuando, como lo dice un colega,“ni mis hijos ni yo somos campesinos, viviendo en el barro y la miseria”. Asimismo, otros argumentan que se
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deberían detener las exportaciones de granos que sacan provecho de los altos precios internacionales. En su lugar, se propone usar los excedentes para forzar una reducción en los precios internos. Sorprendentemente, los tres países que se dice que son gobernados por la izquierda son los más dependientes del auge de los commodities. Venezuela y Ecuador estuvieron deslumbrados con los históricos picos de sus ingresos petroleros, así como Bolivia con el valor de su gas natural. (Nicaragua, su socio menor, ha depositado sus esperanzas en que Venezuela comparta con ella una parte de sus ganancias). En Venezuela, Ecuador y Bolivia, los hidrocarburos están firmemente en manos del Estado, y sus respectivos líderes—Hugo Chávez, Rafael Correa y Evo Morales—pretenden usar este valioso recurso para una transformación social. Sin embargo, la ideología dominante es poco más que resentimiento social y desconfianza hacia la iniciativa privada. No existe un nuevo modelo, concreto y viable, para organizar la economía. Un amigo salvadoreño, de piel oscura y corta estatura, me relató en privado una conversación con un ministro del gobierno de Morales: “Los blancos nunca nos han respetado. Ahora, los estamos enseñando a respetarnos por la fuerza. Pero sus políticas económicas no están funcionando; están creando más penurias. Por siglos, los blancos han estado robando a Bolivia, dejándonos nada, sólo miseria. Sí, pero lo que ustedes están haciendo no mejora la situación.
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Nos hemos ganado el derecho a estar equivocados”. El salvadoreño estaba impresionado por el rencor acumulado en Bolivia y su enorme injerencia en las políticas públicas, principalmente aquellas cuyo objetivo es el sector privado. En su país, los venezolanos perciben algo semejante. No obstante, allí el resentimiento social no se basa en la raza, sino en la clase social o nivel de ingreso. De hecho, un académico venezolano afirma que la “revolución” tiene que ver con venganza y no con mejorar las condiciones de vida de los pobres. Él sostiene que la mayoría de los pobres de Venezuela realmente no esperan que su vida se haga mucho más cómoda, pero que estarán más que complacidos si los supuestos responsables de su pobreza son castigados. En estos tres países, el sector privado ha sido intimidado, regulado por la fuerza o absolutamente desmantelado. Los ataques al sector privado son más pronunciados en Venezuela y adoptan diversas formas. Por ejemplo, el centro de la industria nacional está en Guayana, la mitad de las fábricas del parque industrial regional han cerrado, mientras que las que resisten sufren escasez de materia prima, agitación laboral y robos por parte de pandillas dispuestas a tomar cualquier cosa de valor. La escasez de insumos está ligada al control estatal de las divisas, necesarias para las compras en el exterior. Pese a las grandes reservas del país, la aprobación de las importaciones puede demorar meses. La mayor parte de la agitación laboral se cree que es inspirada y coordinada por instancias políticas. Incluso se especula que el crimen organizado tiene cuerdas políticas. El efecto neto es un descenso en la producción de todo, menos el petróleo. El Estado no tiene un “modelo”alternativo de producción, pero a Chávez eso no parece preocuparle: los faltantes en alimentos y bienes de consumo y de
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La saludable tasa promedio de crecimiento oculta debilidades. No todos los países y sectores en la región cuentan con una materia prima valiosa. capital se cubren con importaciones pagadas por los ingresos petroleros. El “modelo de desarrollo” venezolano es un extenso programa de caridad, financiado por las ventas internacionales de una sola materia prima, el petróleo. ¿Qué va a pasar ahora que el precio del petróleo está cayendo? Más allá de lo que Chávez pueda estar logrando, lo que sí es seguro es que está incrementando, aún más, la actualmente alta dependencia de Venezuela en la exportación de petróleo. En Ecuador y Bolivia, los resquemores políticos y la hostilidad generalizada hacia el sector privado han exacerbado las divisiones regionales. En la sierra de Ecuador, donde abunda la pobreza, la persecución al sector privado cuenta con gran apoyo popular. En contraste, en la costa, donde los empresarios producen bananos, camarones y otros bienes de exportación, hay mucha oposición al gobierno de Correa. Por su parte, los llanos de Bolivia, altamente productivos y de historia mas reciente, son opuestos a Morales, cuya base política se halla en las áridas montañas,
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asiento de la población indígena. En un esfuerzo por consolidar su poder, Morales convocó un referendo: lo irónico es que ganó lo que queda de Bolivia. De hecho, se dice que el mandatario no pudo siquiera visitar cuatro de los nueve departamentos (estados) del país, precisamente los cuatro que declararon su “autonomía”. Tanto en Ecuador como en Bolivia, los ingresos reales o anticipados por commodities parecen haber generado una especie de intoxicación política y han contribuido a las políticas divisorias. El resentimiento social no es una ideología ni una estrategia de desarrollo. A Venezuela, Ecuador y Bolivia no les está yendo bien; nada bueno presagia su futuro. Brasil, Chile y Costa Rica prueban una táctica diferente. Los tres están gobernados por líderes que aspiran a subsanar la pobreza. El brasileño Lula da Silva pertenece al Partido de los Trabajadores, la chilena Michelle Bachelet, al Partido Socialista, y el costarricense Óscar Arias encabeza el de Liberación Nacional. Brasil y Chile se han beneficiado del auge de las materias primas: Brasil, de una canasta de productos agrícolas (principalmente soya), petróleo y minerales, y Chile sobre todo del cobre. Lo que los diferencia a ambos de Venezuela, Bolivia y Ecuador es que aceptan e incluso fomentan la acti vidad económica privada que, a su vez, contribuye a una economía más sana. Costa Rica ha sufrido por la revaluación de los commodities (exporta aquellos cuyos precios se estancaron e importa los que subieron). No obstante, el país presenta una economía equilibrada, que obtiene ingresos del turismo, exportaciones tradicionales como café y bananos, y de otros productos, desde pescado seco a software y chips de computadores. En los tres países, el sector privado es regulado y gravado, pero no aporreado. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) ha publicado información sobre el gasto en bienestar social en la región. La sorpresa es que no hay necesariamente una correlación
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No hay mitos nuevos. Lo que más importa para promover el desarrollo económico es la armonía social, educación, infraestructura e inversión. entre la caliente retórica “revolucionaria”y el gasto público en seguridad social. Los gobiernos de Brasil, Chile y Costa Rica tienen un mayor gasto social per cápita que Venezuela, Bolivia y Ecuador. Como porcentaje del producto interno bruto (PIB), el gasto en seguridad social es más alto en Boli via que en Chile y Costa Rica, pero menor que en Brasil. Y este gasto en Brasil, Chile y Costa Rica es más alto que en Venezuela y Ecuador. Al observar a América Latina como región, la CEPAL sugiere que tampoco hay correlación entre el grado en que los países se han beneficiado del auge de sus materias primas de exportación y su compromiso con el bienestar social. Los mitos políticos de los 60, con la revolución cubana como telón de fondo, fueron abrazados, y aún persisten, en algunos rincones de América Latina. Pero ahora estos mitos parecen limitar la capacidad de avanzar. El desdén generalizado hacia la actividad económica privada parece gratuito, porque nadie (ciertamente no Hugo Chávez) ha presentado una forma alternativa de organizar la economía. El desmantelamiento del sector privado sólo genera un enorme cráter, y este cráter no se puede llenar con las exportaciones de los commodities controlados por el Estado. No hay mitos nuevos. Lo que más importa para promover el desarrollo económico es algo prosaico: armonía social, educación, infraestructura, ahorro e inversión, manejo de la moneda nacional, innovación, impuestos y calidad de la administración pública. Nada de lo anterior es emocionante. Asom-
bra, quizás, que contar con abundantes recursos naturales no parece ser tan importante a la hora de erigir naciones-estado saludables. Los valiosos recursos pueden ser tan seductores como la insultante retórica con carisma. Uno de los hechos más intrigantes pero más comentados de América Latina es que la pequeña Costa Rica, que no cuenta con materias primas valiosas, tiene un ingreso per cápita mayor que Venezuela con todos sus pozos petroleros. Sin embargo, debido a la complacencia generalizada en la región (y la distracción de bonanzas inesperadas), América Latina sigue siendo vulnerable a caídas en los precios de los commodities. Como decía con sarcasmo un peruano: “Los minerales son el tren de la economía peruana. Últimamente, nos ha ido muy bien. Pero, si los precios caen, vamos a terminar en el bote de la basura”. Ahora que los precios han caído, la economía peruana está en peligro. Tanto los líderes del sector privado como los gobernantes peruanos tienen que encontrar formas de evitar que el país caiga en serios problemas. Ahora, más que nunca, Perú y todos los demás países de América Latina requieren un manejo inteligente y ágil de sus economías. Es el momento para nuevas formas de pensar.
El último libro de Forrest D. Colburn es Varieties of Liberalism in Central America: Nation-States as Works in Progress , con la colaboración de Arturo Cruz S.
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