Revista de Psicoanálisis Publicación de la Asociación Psicoanalítica de Córdoba Sociedad componente de la Federación Psicoanalítica de América Latina y de la Asociación Psicoanalítica Internacional
Comité editor
Año 7 Número 5 Primavera 2009
Mariano Horenstein Director
Eduardo Kopelman Claudia Lara Daniela Lozita Mónica Santolalla Corresponsalía:
Federico Ossola Piazza (París) Eduardo Puch (Ginebra) Secretaría administrativa:
Fabiana Giomi Cuidado de la edición:
Cecilia Curtino Arte & diseño:
Di Pascuale estudio Traducción:
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Eduardo Kopelman secretario general
Mónica Santolalla prosecretaria
Carola Sepliarsky de Kuschnir directora de instituto
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Niris Peralta de Ribotta protesorera
Redacción y administración APC: Romagosa 685, B° Colinas de Velez Sarsfield, Córdoba (5000), República Argentina Telefax: (++54) (351) 4697186 E- mail:
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Tapa: Lucas Di Pascuale, Nollen (detalle) de la serie Colección Rijksakademie Bibliotheek 2008, tinta sobre papel, 32 x 25 cm.
Indice
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Editorial
Texturas freudianas
15
El poder de las comparaciones en la adolescencia: estímulo u obstáculo, por Luis Kancyper
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Los adolescentes hoy y la cultura de la acción, por Hugo Mayer
34
La adolescencia y sus trabajos. Lo homo está de moda, por Julieta Paglini y Silvia Tulián
42
Texturas inglesas
49
Las fronteras del psicoanálisis: nuevos pacientes, nuevos analistas, nuevos modelos, por Antonino Ferro
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Rapsodia, por Juan Baena-Cagnani, Nira Banhos, Victoria Cané, Griselda Gianello, Graciela Santiago
64
Adolescencia, adicciones y rock. “Cuando pegó esa sensación quedamos en presencia de la ausencia de dolor”, por Clara Nemas
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Texturas francesas
77
Adolescencia y actualidad: mal-estares más frecuentes, por Susana Baima
79
Melancolías, por Haydée Heinrich
87
Las adolescencias del siglo XXI, por Marcelo Viñar
95
Dossier: Juventud, divino tesoro.
117
Un observatorio desde el cual interrogar al mundo, entrevista a Mario Margulis y Marcelo Urresti
119
Tribus urbanas: jóvenes e identidad(es). Entre la afirmación subjetiva y la diferenciación social, por Constanza Caffarelli
127
Sin ley, por Roger Alan Koza
141
El gran misterio tribal, por Theodor Reik
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La filosofía y los adolescentes, por Alejandro Sarbach
157
Índice
Palabras Cruzadas: Lacan en IPA
169
Pequeño drama psicoanalítico, por Susana Baima, Alfredo Finola, Mariano Horenstein, Emilio Roca y Enrique Torres
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Combatir la pereza,inventar el futuro, por Carlos Barredo
174
¿Intentar que “los” lacanianos existan, o poner a trabajar nuestras diferencias?, por Alberto Cabral
177
Lacan aparecía como inexistente, por Isabel Dujovne y Oscar Paulucci
180
La marginación de Lacan de la IPA no podía extenderse a sus ideas, por Abel Fainstein
183
¿Lacan en IPA?, por Diana Paulosky
187
Un movimiento político para reincorporar a la persona de Lacan redivivo…, por José Rapela
189
Lacan en IPA o cómo se transmite el psicoanálisis. Testimonio de un montevideano sesentista, por Marcelo Viñar
190
A mí que me muestren cómo trabajan…, por David Rosenfeld
194
La enseñanza de Lacan… patrimonio de la humanidad… , por Ana Waisman
196
La enseñanza de Lacan en IPA, por Claudia Lara
201
Documentos
205
Te amo, por eso te ignoro, por Fred Busch
207
Contextos
217
Adolescencia en el tiempo de las tribus, por Mercedes Corcoba
219
Con memoria y con deseo
225
La leyenda del santo bebedor, por Mariano Horenstein
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Lecturas
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Compleja trama de la subjetividad, reseña de La ética del sujeto, de José Milmaniene, por Carola Kuschnir.
233
235 Reglamento de publicaciones
Índice
Elogio de la inmadurez
“La adolescencia era mi única institución cultural. Doblemente atrapado y limitado: una vez por mi pasado infantil del que no podía olvidarme; otra vez por el concepto infantil que otros tenían de mí, esa caricatura de mí mismo que ellos guardaban en sus almas…” Así habla el protagonista de Ferdydurke, novela inclasificable de Witold Gombrowicz, escritor polaco que recalara en Argentina e imposibilitado de volver a Europa, por el estallido de la Segunda Guerra Mundial, se quedara por veinticuatro años en nuestro país. Gombrowicz, que ha sido comparado con Kafka y Musil y es sin dudas uno de los grandes escritores del siglo pasado, escribió Ferdydurke en torno a dos nociones fundamentales: la Inmadurez y la Forma. Los hombres, decía, están obligados a ocultar su inmadurez, pues sólo suele exteriorizarse lo ya maduro. El problema, pensaba Gombrowicz, es que lo así expresado es una ficción divorciada para siempre de la realidad más íntima. “Mientras fingís ser maduros vivís, en realidad, en un mundo muy distinto”. La existencia humana es de algún modo un eterno combate entre esa Inmadurez, que de algún modo expresa lo mejor de nosotros, y la Forma que ahoga todo potencial creativo y, paradójicamente, nos pueriliza.
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Editorial
Es imposible no pensar en Gombrowicz cuando se trata de la adolescencia, el momento de la vida donde este combate se libra de una manera muchas veces espectacular. De cómo se tramite el mismo dependerá si nos encontraremos con jóvenes y luego adultos asfixiados por formas vacías y tediosas, maniatados por el orden represivo que están condenados a mantener, o ante jóvenes y luego adultos que guarden espacio en sus vidas para esa oxigenante inmadurez gombrowicziana, siempre ardiente de posibilidades, siempre creativa e inconciente, en el mejor sentido que podría dársele a ese término. Este número de Docta, al tratar sobre la adolescencia, trata sobre eso. Hemos intentado, en la medida de lo posible para una publicación psicoanalítica, hacer un número adolescente sobre la adolescencia. Esto es, apartarnos del sonoro aburrimiento que campea por buena parte de la bibliografía analítica sobre el tema, separarnos del par consabido “Niñez y Adolescencia”, que pareciera condenar a la adolescencia, tanto en lo temático como en la organización de nuestras sociedades, de sus departamentos o publicaciones, a ser un suburbio temático nunca separado del todo de la Niñez. Tratamos, sabiendo aún que fracasaríamos en conseguirlo, de estar a la altura de los jóvenes en este punto. El lector dirá si nos hemos acercado a ese objetivo o no. Siempre estamos atrasados los adultos -psicoanalistas incluidos- frente a los jóvenes. Siempre es fugaz e inaprehensible ese momento de tránsito donde todo desenlace parece aún posible. En este número de Docta hemos intentado capturar algo de ese instante provisorio, viajar al mundo adolescente como si fuera trasladarse a un país exótico, subrayando su singularidad y extrañeza. Lo hemos hecho, como siempre, a través de artículos de prestigiosos psicoanalistas argentinos y extranjeros, de nuestra sociedad, de otras sociedades de IPA y de fuera de IPA también. Pero también lo hemos hecho intentando consignar, aludir apenas, a lo que el arte ha podido captar de los jóvenes, a lo que la literatura ha podido descubrir de ellos, a las películas que mejor los muestran en movimiento. Siempre fracasando, pues incluimos cuadros cuando ellos pintan graffitis, retazos de novelas cuando están leyendo comics o mensajes de texto, películas cuando ven videoclips, pensando en el rock cuando ya bailan reggaetón o música electrónica. Pero de todos modos nos parece capital este movimiento que, aún condenado al fracaso, a dejar siempre afuera lo más importante, intenta capturar su mundo, cuya extrañeza y singularidad es conveniente preservar.
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Editorial
Así, verán a lo largo de nuestro dossier, sin duda el espacio más extranjero de Docta, obras de Klimt o de Balthus, de Egon Schiele junto a fragmentos de Hesse o de Nabokov, de Goethe o de Arlt, de Salinger o de Burgess, además de sugerencias de películas que planean en torno a la adolescencia. También encontrarán una nota del destacado crítico de cine Roger Koza, otra de la antropóloga Constanza Caffarelli sobre tribus urbanas, un escrito de Alejandro Sarbach, quien trabaja desde la filosofía con esos agudos filósofos naturales que son los jóvenes, y una entrevista a dos sociólogos argentinos, referentes indiscutibles en el tema, Mario Margulis y Marcelo Urresti. Se trata en todos estos casos de incitar al lector a incursionar por nuevos mundos, nuevas formas de aproximarse a los jóvenes y de una apuesta por evadirnos de la tentación, siempre presente en nuestra práctica, de aplicar con algún automatismo los conceptos y categorías analíticos a los jóvenes que puedan frecuentar nuestros consultorios. Completa el dossier un trabajo histórico del gran Theodor Reik sobre el misterio tribal, en un movimiento que intenta recuperar una tradición, tanto para acogerla como para cuestionarla. Nuestras secciones doctrinarias habituales –siempre con algún forzado encasillamiento formal inevitable–, las Texturas, incluyen trabajos variados, representativos de un abordaje de la adolescencia que refleja en su pluralidad la certeza de que no hay verdades consagradas sino provisorias. En Texturas Freudianas, publicamos junto a un trabajo de colegas de la APC, Julieta Paglini y Silvia Tulián, dos trabajos escritos por analistas porteños, Luis Kancyper y Hugo Mayer. En Texturas Inglesas, junto al trabajo de Juan Baena-Cagnani, Nira Banhos, Victoria Cané, Griselda Gianello, Graciela Santiago, de la APC, publicamos un texto de Clara Nemas, de Buenos Aires, más la primera traducción al español de un texto del prestigioso analista italiano Antonino Ferro, a quien entrevistáramos en nuestro número anterior. Texturas Francesas ofrece en este número una selección que incluye un trabajo de Susana Baima, integrante de nuestra Asociación, junto a otro sugerente escrito de una analista de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, Haydée Heinrich y un texto, tan extenso como recomendable, del entrañable analista uruguayo Marcelo Viñar, que aparece por partida doble en este número. En todos los casos, continuamos con nuestro intento de incluir en nuestra revista un panorama lo más abarcador y representativo posible, tanto de nuestra institución como de lo mejor del psicoanálisis contemporáneo. Quizás la sección Palabras Cruzadas de este número recoja un eco de aquella entrevista que le hiciéramos tiempo atrás, en nuestra revista, a Joyce
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Editorial
Mc Dougall. Decía allí la analista que, viviendo en París, efectuaba una práctica en absoluto sospechada de lacaniana, que habíamos hecho una tontería enorme en perder a Lacan. Algo de esa tontería, al decir de Joyce Mc Dougall, ha intentado remediarse a partir de la creación de un espacio inusual en IPA, donde hace tiempo muchos colegas leen a Lacan y orientan en mayor o menor medida su práctica en su pensamiento. Se trata del espacio “Lacan en IPA”, al cual le dedicamos la sección este número, un espacio inmaduro aún, y en tanto tal, preñado de posibilidades. Publicamos en este número de Docta, en lo que esperamos sea el inicio de un debate fructífero, once trabajos, once escritos donde aparecen opiniones muy diversas en torno al tema. El artículo que vertebra la sección es una suerte de drama que con alguna nota paródica intenta pincelar el estado de la cuestión. El mismo, escrito por miembros de la APC, fue presentado en una jornada en el Palacio Ferreyra de nuestra ciudad. Además de un artículo de Claudia Lara que da cuenta de su experiencia como candidata en relación a la enseñanza de Lacan en nuestra institución, hay otros nueve trabajos que muestran un abanico de versiones distintas de lo que puede ser la inclusión del discurso de Lacan en la IPA. Escriben allí Cali Barredo, inspirador de “Lacan en IPA” y presidente de APdeBA, institución donde se realizaron las primeras jornadas al respecto, junto a Oscar Paulucci e Isabel Dujovne, quienes desde APA organizaron otro encuentro importante este año. Junto a los autores de la ponencia cordobesa y también, seguramente, Alberto Cabral, quien también escribe algunas fértiles ideas al respecto, podrían representar algunas voces al interior de “Lacan en IPA”, espacio en modo alguno homogéneo y monocorde. Abel Fainstein, desde una reconocida experiencia de gestión, sitúa a “Lacan en IPA” en sus coordenadas institucionales. Incluimos además un trabajo de Marcelo Viñar y su espíritu que, además de montevideano y sesentista, es sobre todo librepensador. Dos respetadas colegas de la EOL y de la AMP, Diana Paulosky y Ana Waisman han tenido la amabilidad y el arrojo de exponer sus opiniones críticas, que además de personales reflejan de alguna manera cierta impronta institucional, en una revista de algún modo extranjera. Su crítica se amplifica quizás en las intervenciones de José Rapela y David Rosenfeld, quienes hacen audibles para la discusión algunas opiniones que no es raro escuchar en nuestras instituciones. En el presente número de Docta incluimos una nueva sección, Documentos, donde iremos incluyendo trabajos, ponencias, seminarios de
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Editorial
invitados de la APC. En este caso una conferencia de Fred Busch, de la American Psychoanalytical Association. En Contextos, Mercedes Corcoba analiza desde el psicoanálisis el fenómeno de las tribus adolescentes, recogiendo de algún modo los ecos del dossier. Lecturas incluye una reseña que hiciera Carola Kuschnir sobre el último libro de José Milmaniene. Y Con memoria y con deseo incluye un trabajo sobre Pichon-Riviere, indiscutido maestro del psicoanálisis desaparecido hace poco más de treinta años y uno de nuestros hombrecitos que, sea en tapa o contratapa, nos acompaña desde el nº 0 de Docta. Desde nuestro número inicial, la apuesta editorial de Docta ha sido por el pluralismo, por un pluralismo que sea más efectivo que proclamado, más agudo que cortés, sabiendo que se trata de una empresa difícil y que las más de las veces debemos conformarnos con un desarrollo de las distintas versiones teórico-clínicas del psicoanálisis por andariveles separados, que no se tocan demasiado entre sí. En este número, además de la pluralidad de autores, de teorías, de disciplinas y de filiaciones institucionales, el título mismo de Docta está en plural: Adolescencias. Es obvio que si son muchos los abordajes analíticos de la adolescencia, no lo son menos sus presentaciones clínicas y culturales, y queríamos puntuarlo para no olvidar esa diversidad, presente también en nuestro Symposium de este año, en el que buena parte de los analistas que publican sus ideas aquí las discutirán. A lo largo de seis números, esta publicación ha madurado, ha consolidado quizás un estilo propio, tanto gráfico como editorial, que se ha ganado un lugar entre otras revistas. Hemos crecido, y hoy en día son muchos más los trabajos que recibimos que los que podemos publicar, y número a número se suman nuevos autores deseosos de colaborar con Docta. De igual modo, cada número que pasa son más los integrantes de la APC que participan directa o indirectamente en Docta, junto a su comité editor, integrado por Eduardo Kopelman, Claudia Lara, Daniela Lozita, y Mónica Santolalla. Quizás sea esta incipiente madurez lo que nos permite apostar más fuertemente por la innovación y la irreverencia. Quizás sea el respeto que le tenemos a los grandes maestros del psicoanálisis lo que nos permite profanar de alguna manera sus imágenes intocables y hacer aparecer a Freud con cresta punk o a Melanie Klein con calzas tras un vestido transparente o figurar un Lacan flogger o un Pichon algo emo, quizás no demasiado distinto de lo que fuera en su adolescencia… La adolescencia es siempre inquietante, para los jóvenes mismos en primer lugar, pero también para los adultos y, last but not least, para los analistas a quienes puedan acercar-
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Editorial
se, que se ven confrontados en esa clínica a la manera en que ellos mismos han transitado por su adolescencia. Esa inquietante extrañeza aparece con claridad, junto a la sexualidad -siempre presente cuando se trata tanto de jóvenes como de psicoanálisis- en el arte de tapa, esta vez a cargo del responsable de arte & diseño de Docta, Lucas Di Pascuale. De alguna manera, los analistas también tenemos, como los adolescentes, nuestras tribus. La apuesta de esta revista, redoblada en este número sobre Adolescencias, es que nuestro mundo de tribus y clanes, nuestra alineación tras maestros más o menos totémicos, sirva menos a nuestra siempre ilusioria consistencia imaginaria que a una puesta en juego, difícil pero no imposible, de saludables debates, de discusiones aguerridas, de un inestable y deseado intercambio intertribal. Mariano Horenstein
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Texturas freudianas
El poder de las comparaciones en la adolescencia: Estímulo u obstáculo Dr. Luis Kancyper*
El saber popular afirma:”Todas las comparaciones son odiosas, pero algunas son más odiosas que otras”.Y sin embargo otras no lo son, resultan ser al contrario elocuentemente necesarias, pues durante el acto mismo de la comparación, es decir, del cotejo y confrontación de lo semejante, de lo diferente y de lo complementario con un otro, que opera como modelo, objeto, rival o auxiliar, se promueve una ganancia en la configuración y consolidación de la identidad propia y ajena. En este trabajo parto de la hipótesis de que las comparaciones representan un aspecto asombroso de la vida anímica de los seres humanos. Son manifestaciones de un silencio atronador, generado a partir del accionar inconsciente de traumas e identificaciones múltiples. Las intentaré articular dentro de nuestro edificio teórico.
ter y en la producción de los síntomas. El develamiento de las mismas en la situación analítica puede ser empleado como un instrumento y un punto de partida para colegir en una visión conjunta -como en el caso de Fabián, un adolescente que presentaba severos trastornos sexuales y de aprendizaje- los siguientes temas:. 1) La historización de los traumas e identificaciones que subyacen tras las comparaciones. 2) La encrucijada narcisista-objetal. 3) La fantasía básica que comanda inconscientemente a las comparaciones. 4) El desdoblamiento del sujeto como sujeto y objeto; sus respectivas oscilaciones y los recurrentes juegos de dominio que se reactivan durante cada comparación.
Las comparaciones tienen una importancia significativa en los trastornos del carác* Psicoanalista (APA)
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Luis Kancyper Texturas freudianas
Las comparaciones: tolerancia e intolerancia
La intolerancia es natural en el niño, al igual que el instinto de apoderarse de todo lo que le agrada. La tolerancia se aprende poco a poco, desgraciadamente, si bien el control del cuerpo se logra a temprana edad, la tolerancia requiere la educación permanente de los adultos. Umberto Ecco
Las comparaciones se presentifican en todas las etapas de la vida y suelen resignificarse de un modo muy elocuente durante la adolescencia, llegando al extremo de originar situaciones de acoso y violencia. En primer término diferencio las comparaciones estructurantes de las patogénicas. Estas últimas ponen de manifiesto la encubierta vulnerabilidad de una identidad que ha sido insuficientemente consolidada y que además se sostiene con precariedad y con agresión. Esto se da a partir de la “fabricación” de un otro al que se lo inviste en el lugar de un rival peligroso, del cual hay que salvarse y al que entonces se lo requiere combatir a través de: la denigración y el triunfo (comparación maníaca), la idealización y el sometimiento (comparación masoquista), la ofensa y el contraataque (comparación paranoide), el control omnipotente y la sofocación (comparación obsesiva). Las comparaciones estructurantes, a diferencia de las comparaciones tanáticas patogénicas, se hallan comandadas por Eros, pues garantizan la presencia de la diferenciación y la pluralidad entre los dife-
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rentes elementos cotejados. Además posibilitan al sujeto desplegar su inalienable derecho para el ejercicio pleno de una libre elección y se hallan signadas por la lógica de la tolerancia que posibilita el registro y la aceptación del otro, como un otro diferente. Tolerancia no significa complacencia, ni indiferencia, ni renuncia a las propias convicciones, sino el respeto a un principio: aceptar la existencia y la diversidad del otro que tiene el derecho a pensar y sentir distinto. Tolerar significa para Heritier F. (2002)”aceptar la idea de que los hombres no se definen simplemente como libres e iguales ante el Derecho, sino que la categoría de hombre corresponde a todos los seres humanos“. La respuesta del sujeto a las comparaciones tiene lugar sobre la base de sus pulsiones, de la forma en que están imbricadas, del hecho de que entre éstas prevalezca Eros o Tánatos. Cuando prevalece este último sobre Eros, el cotejo de lo diferente y de lo complementario es reemplazado por el acto intolerante de la provocación, que al generar un desafío hostil, detiene al sujeto y al otro en sus posibilidades de evolución. Así podemos ver que en la comparación masoquista el sujeto sobrevalora al otro y lo inviste como un modelo idealizado al servicio de acrecentar precisamente su megalomanía negativa: “yo, cuando me comparo, soy el peor de todo y de todos”. A través de esta comparación compulsiva, satisface el deseo de revolver en la llaga de su autodesvalorización hasta convertirse en el “atormentador de sí mismo” (Terencio).
Texturas freudianas Luis Kancyper
En efecto, la sobreestimación de lo negativo propio desencadena en el sujeto masoquista sentimientos de culpabilidad, vergüenza y autocondena; éstos reaniman el despliegue de la fantasía de “Pegan a un niño” (Freud,1919). En las comparaciones maníaca, obsesiva y paranoide el sujeto se identifica como un incuestionado amo detentor de un poder soberbio. La soberbia, a diferencia del orgullo, implica siempre un sentimiento de superioridad arrogante, de satisfacción y envanecimiento por la contemplación de lo propio con menosprecio de los demás. En efecto, en la comparación maníaca se activan los mecanismos de negación, denigración y triunfo sádico sobre un otro desvalorizado, mientras que en la obsesiva la agobiante comparación compulsiva implementa los mecanismos de control y dominio cruel y sádico, que socavan en forma gradual y progresiva la subjetividad del otro y del sí-mismo propio hasta llegar al extremo de la aniquilación. En la comparación paranoide, el sujeto se sobreinviste de una megalomanía persecutoria y el otro suele ocupar el lugar de un rival y/o enemigo al que con recelo se lo debe atacar y del cual se requiere huir defensivamente. En estas cuatro últimas comparaciones patogénicas, el sujeto adolece de una miopía afectiva. Fuera de la esfera de su sí mismo propio no ve a nadie, atribuyéndose a él solo todo el poder y permaneciendo finalmente como un ser intolerante, enaltecido y soberano, pero también incapacitado para respetar el poder y los derechos inalienables que detentan y poseen los otros junto a él.
Paul Ricoeur sostiene que “La intolerancia tiene su fuente en una disposición común a todos los hombres, que es la de imponer sus propias convicciones, dado que, cada individuo no sólo tiene el poder para imponerlas, sino que, además, está convencido de la legitimidad de dicho poder. Dos son los aspectos esenciales de la intolerancia: la desaprobación de las creencias y convicciones de los demás, y el poder de impedir a estos últimos vivir su vida como les plazca”. La observación clínica nos revela, que estas comparaciones patogénicas de tipo puras, suelen presentarse con mucha mayor frecuencia de un modo mixtas; configurándose entre ellas diversas y múltiples combinaciones .tales como: comparaciones maníaco-obsesivas o del tipo obsesivo-masoquistas o paranoide-obsesivas. En todas las comparaciones del tipo puras como mixtas se presentifica una fantasía relacionada con la intolerancia narcisista, que denominé:”fantasía del unicato”. “El unicato es una denominación acuñada a fines del siglo XIX, aplicada al gobierno de un solo partido reaccionario y corrupto. El eje de ese sistema político era una concepción absolutista de un poder ejecutivo unipersonal que inutilizaba y avasallaba a los demás, impidiendo el establecimiento de una oposición organizada”. (Romero J.L.1956). Con insólita frecuencia hallamos que el amor al poder absoluto que subyace en el deseo de permanecer en el lugar de la gloria y de la impiedad del unicato, se ha conservado en lo inconsciente y despliega desde la represión sus efectos particulares.
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Luis Kancyper Texturas freudianas
Esta fantasía se edifica como el Yo ideal mismo -que es un cultivo puro de narcisismo- sobre la base de desmentidas y, en virtud de éstas, conserva su existencia. Frente a la muerte, eleva su pretensión de inmortalidad y, frente a las angustias del mundo y sus contingencias, aferra su invulnerabilidad al peligro. Él, en sí y por sí, es digno del amor, del reconocimiento y de un poder ilimitado, incuestionado e inquebrantable. La fantasía del “unicato” sería entonces la vigente escenificación imaginaria de la hipótesis freudiana de la horda primitiva, cuando se reanima en el sujeto la creencia psíquica de ser el elegido incuestionable para ejercer un poder absoluto, a imagen y semejanza de un padre primitivo, despótico y brutal, que intimida a los demás para someterlos a los caprichos de su dominio. En efecto,”a quien aspira a reinar, cada hermano es un estorbo” (Calderón de la Barca). Esta fantasía sempiterna del anhelo de un poder irrestricto que subyace en la naturaleza humana, representaría la continua oscilación entre la nostalgia de un padre avasallador y dictatorial y la permanente lucha fratricida en pos de una herencia a la que cada uno se siente acreedor (Winocur.1996). La fantasía del “unicato” no representa la diseminación del poder, sino su antítesis: la acumulación del poder. No es lo múltiple, es lo uno. Es la muerte de la multiplicidad y de la diversidad. Esta fantasía mortífera suscita en cada sujeto la reviviscencia de las comparaciones patogénicas. Y éstas se escenifican ya desde los tiempos primordiales de La Biblia, por ejemplo, en las representaciones oníricas de los sueños de José, el hijo predilecto declarado de Jacob que despertó los acérrimos celos fraternos “y adónde
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pueden conducir estos celos, bien lo muestra la saga judía de José y sus hermanos” (Freud 1938:103). Las comparaciones patogénicas cobran una elevada importancia para el yo porque le deparan una satisfacción narcisista de la que estaba privado. Así podemos observar, según señala Freud (1926:95), que en las neurosis obsesiva y en la paranoia: “las formaciones de sistemas de los neuróticos obsesivos halagan su amor propio con el espejismo de que ellos, como unos hombres particularmente puros o escrupulosos, serían mejores que otros; las formaciones delirantes de la paranoia abren al ingenio y a la fantasía de estos enfermos un campo de acción que no es fácil de sustituirles”.
La genealogía de las comparaciones Para estudiar los orígenes y precedentes de las comparaciones estructurantes y patogéncias, se requiere diferenciar aquellas engendradas a predominio de la propia elaboración del sujeto, de aquellas otras que provienen de comparaciones impuestas por traumas e identificaciones no tramitadas de otras generaciones. En un trabajo anterior (Kancyper 2007:158)) señalé los influjos traumáticos ejercidos por las comparaciones patogénicas parento-filiales impuestas en la vida de Stanislaus Joyce, denunciadas con dolor y humillación en su libro Mi hermano James Joyce: “Mi padre me llamaba el chacal de mi hermano, y cuando se cansaba de repetir esto me explicaba científicamente que yo no tenía luz propia, sino que brillaba con la
Texturas freudianas Luis Kancyper
ajena, como la luna. Con este símil me molestó amorosamente hasta que le repliqué que en lugar de atormentarme con la luna, hiciera algo con su nariz, que comenzaba a brillar con luz propia” (Joyce, S.2000:215).
Estas comparaciones hostiles impuestas por los padres suelen fomentar, por un lado, profundos trastornos en la construcción de la identidad en los hijos. Por otro lado, al ejercer un poder maquiavélico de dividir para reinar, impiden el establecimiento de una cooperación horizontal y solidaria entre los hermanos, a su vez los padres continúan detentando de este modo un arbitrario poder vertical. Mijolla pone al descubierto, en su obra Los visitantes del yo, el nexo que se establece entre la metapsicología transgeneracional y la compulsión a la repetición de situaciones traumáticas e identificaciones impuestas no superadas de otras generaciones en las dinámicas parento-filiales. Lo ilustra a través de los efectos que han ejercido las comparaciones fraternas no resueltas de la madre de Simone de Beauvoir con la tía Lili y con el abuelo materno en el proyecto identificatorio de la escritora. Simone de Beauvoir, en el conmovedor librito que ha consagrado a la memoria de su madre, nos presenta una muestra perfecta de la repetición impuesta a tantos niños de un drama conflictivo transmitido por la generación precedente: “De mi abuelo, mamá me decía a menudo con resentimiento: ‘No veía más que por los ojos de tu tía Lili’’. Cinco años más joven que ella, rubia y sonrosada, Lili suscitaba en su hermana mayor unos celos ardientes e imborrables. ‘Hasta las proximidades de mi
adolescencia, mamá me atribuyó las más altas cualidades intelectuales y morales: se identificaba conmigo; humillaba y rebajaba a mi hermana: era la menor, sonrosada y rubia, y sin darse cuenta se tomaba con ella su revancha”
No nos engañemos, Simone de Beauvoir ha sacado múltiples ventajas conscientes e inconscientes de esta proyección en el pasado de los conflictos que la oponían a su propia hermana menor, aunque sólo fuese negando de esta forma su deseo personal de verla ‘humillada y rebajada’. Pero el juego de prestidigitación que nos describe se produce con mucha más frecuencia de lo que pensamos en familias donde los hermanos vuelven a representar entre ellos las escenas de tiempos pasados de los que, de hecho, sólo han adquirido un conocimiento fragmentario, transmitido y deformado por sus padres “(Mijolla, 1986:74).
Las comparaciones en la situación analítica Las comparaciones tienen en la clínica un alto valor heurístico, pueden ser empleadas durante el proceso analítico como un recurso para el descubrimiento y elaboración de situaciones traumáticas y de identificaciones que se producen como intento de desenlace de tales situaciones, y que de un modo latente subyacen tras la manifiesta compulsión repetitiva de las comparaciones. Partiré de esta hipótesis: las comparaciones manifiestas y latentes en la situación analítica representan un atajo privilegiado, porque abrevian el camino para reflexionar acerca de uno de los nudos privilegiados en
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Luis Kancyper Texturas freudianas
donde se refugia la intimidad más escondida de la encrucijada narcisista-objetal de cada sujeto, dentro de un campo dinámico de fuerzas. En toda comparación fraterna, edípica y narcisista se coteja la falta y/o el exceso en uno mismo y en el otro, a partir del cual se puede llegar a establecer la asunción de la diferencia, de lo semejante y de lo complementario. En algunos casos la falta o el exceso desencadenan sentimientos de compasión, ternura, amor y cooperación; en cambio, en otros reaniman sentimientos de odio, celos, envidia, resentimiento, crueldad, sadismo y persecución. Así, la cualidad positiva de la comparación fraterna puede llegar a fomentar sentimientos de concordia y camaradería. Al decir de Sábato “La solidaridad salvadora, reabre la posibilidad de recuperar cuanto de humano hemos perdido y además promueve la capacidad de imaginar al prójimo, que es un modo de inmunizarse contra el fanatismo” (Oz).
La fantasía inconsciente básica M Baranger (2005:54) señala que:”cada vez que se establece una relación bastante duradera, donde los roles se distribuyen y se cronifican o se intercambian sobre un fondo constante, estamos justificados de hablar de una situación de campo -así lo mismo en una pareja, una familia, un grupo profesional o institucional-”. En ese mismo sentido, también en las reiteradas comparaciones se establece una relación bastante duradera en la que se genera un campo dinámico de fuerzas, creador de una singular ”fantasía
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inconsciente básica“ (Baranger, M 1992: 223), a partir de la cual ésta determinará la dinámica de la comparación. En efecto, el que se compara lo hace desde una posición determinada por sus identificaciones inconscientes, en virtud de las cuales se coteja con un otro investido por él, quien, a su vez, asume y reasume ese rol definido a partir de la historia de sus propios traumas e identificaciones que inconscientemente comandan su vida. La fantasía inconsciente básica, que se origina previa y durante cada comparación, no tiene una clara existencia fuera de la situación de ese campo dinámico, si bien se enraíza en el inconsciente de cada uno de los participantes e incluye zonas importantes de la historia personal de los integrantes que asumen cada uno un rol imaginario estereotipado.”Esta fantasía no es una suma ni combinación de fantasías individuales de los integrantes de la comparación, es un conjunto fantasmático original creado por la misma situación del campo“(Baranger, M. 2005:63). Por intermedio de esta fantasía inconsciente básica y de sus transformaciones, cuando se la entiende y se la interpreta, podemos entonces comenzar a colegir el funcionamiento psíquico y la historia intrasubjetiva de cada uno de los integrantes. Desde la intersubjetividad a la intrasubjetividad; desde el hic et nunc, al pasado y al porvenir; desde esta comparación, aparentemente atemporal, a la temporalidad de la resignificación. ( Kancyper. 1997:347) .
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Fabián y las comparaciones masoquistas A continuación presentaré a través de un caso clínico cómo las comparaciones masoquistas regían fundamentalmente la vida atormentada de Fabián, un adolescente de 18 años de edad, que presentaba severos trastornos sexuales y de aprendizaje. Fabián había sido identificado en el medio familiar como el hijo “vago” y sufriente. Era el hermano mayor de otras dos hermanas: Jennifer, de 16 y Mercedes, de 12 años. También ellas presentaban dificultades en sus estudios. Con Jennifer se había configurado una relación fraterna signada por una hostilidad irrefrenable, en cambio con la hermana menor se estableció un vínculo tierno y solidario. La madre de 45 años y el padre de 52 años habían interrumpido sus estudios terciarios. En las dos sesiones que transcribo a continuación -que pertenecen a su primer año de análisis- se ponen de manifiesto: a) Las comparaciones masoquistas Fabián y sus oscilaciones.
de
b) Los nexos íntimos que se traman inconscientemente entre la sexualidad y el aprendizaje. c) Las comparaciones compulsivas como manifestaciones de un trastorno narcisista, edípico y fraterno.
Siempre me gusta no ser yo “Yo me comparo constantemente. Cuando voy con amigos a bailar y veo que
el otro puede hablar pelotudeces con las minas y yo no, me comparo y salgo perdiendo. Y cuando me comparo con un pibe que no salió ni quince veces en toda su vida salgo ganando y así es con todo. Cuando veo televisión y lo veo a Brad Pitt digo: ‘Mirá qué facha tiene el flaco y todas las minas que se le tiran’, allí salgo perdiendo y cuando lo veo a Tévez salgo ganando. Yo vivo comparándome y me molesta porque cuando me siento superior me hago el boludito para que el otro no se sienta mal. Analista: ¿Boludito o boludo? Yo soy un boludo porque no estudio, porque no me ocupo de lo mío, pero me hago el boludito ante los demás para que no me envidien. Yo soy un vago, un boludo, un pelotudo que todo lo analiza. Nunca llego a relajarme del todo. Con todos vivo comparándome. Veo un negro enorme y me imagino qué poronga deberá tener y a mí me gustaría tenerla grande como la de él. ¿Y conmigo quién se comparará? A mí me gustaría poder dejar de compararme pero no lo puedo controlar. Esto sí, me gustaría poder tener un control sobre mí. Analista: Le señalo que cuando se compara con los otros no focaliza su mirada en lo que él posee de valioso, sino que sus ojos funcionan como un limpiaparabrisas mirando hacia los costados. Además le pregunto de qué modo él se compara conmigo. Yo me imagino que cuando vos te ponés a leer un libro te concentrás en el libro. Yo no puedo estar concentrado en algo sin que me vengan otras cosas a la cabeza. Y hasta cuando estoy mirando TV e intento concentrarme,
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no acabo de ver un programa completo, no puedo concentrarme y esto me pesa. Intento leer. Leo y no me concentro y después no me acuerdo nada. Porque soy un pelotudo de mierda. Lo mismo me pasa con el tenis, no puedo estar concentrado todo el tiempo en la cancha. Yo no sé qué hacer. Las comparaciones son muy rápidas y me desconcentran. Yo no quiero tener más comparaciones. Yo veo a alguien y automáticamente lo pienso y empiezo a compararme con él y no lo puedo manejar. Me digo: ‘basta, no te compares’. Pero hay otra parte de mi cerebro que está allí comparando todo. Es como un diablo que me jode y no lo puedo dominar. Si voy caminando y no veo en los demás nada positivo, no pienso que yo tenga más que él. Yo nunca digo qué suerte tengo que yo soy así. Yo casi nunca me digo soy el mejor. No sé si alguna vez te conté que le tengo miedo al avión y cuando estoy esperando para hacer el check-in miro a la gente que está en la cola y me digo: cómo me gustaría ser ese que no tiene miedo a volar. Siempre me gusta no ser yo. Me gustaría tener la pinta de Brad Pitt, la poronga del negro, la capacidad de volar sin miedo que otro tiene y no yo, y además poder hablar con las minas sin problemas. Pero si tuviera todas esas cualidades no sería entonces yo. Estoy harto de vivir en la comparación”
Cambiarle el signo a mi confianza “El poco poder de la mente que tengo es enorme. Siempre trato de encontrar la excusa para no hacer algo, en vez de encontrar algo para incentivarme y hacerlo.
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Si tuviera más control sobre mi mente o sobre mi cuerpo me sentiría mucho mejor y podría hacerlo. Si yo tuviera una mente más fuerte podría aguantar mucho más y garcharía mejor. El problema mío, el de la eyaculación precoz, me saca muchísima confianza en mí. Parezco un boludito, por eso me da miedo y me da vergüenza y no lo hago. Por ejemplo, me encanta la amiga de mi hermana y yo sé que le gusto a ella, pero no me acerco y le tengo muchas ganas, pero no me animo, para que ella después no les diga a las amigas que estuvo conmigo y que yo estuve dos segundos con ella y que no pude. Esto me tira la autoestima por el piso y me siento un boludito, un forro. Cuando era chico me decía que quería tener 15 años porque pensaba que me las iba a coger a todas, y ahora que tengo 18 y es el momento mío no cojo. Yo no cojo no porque no quiera, sino porque no puedo. Me da muchísima bronca. Si cogiera bien sería distinto. Tendría más confianza en mí mismo. Analista: Le pregunto si él encuentra alguna relación entre lo que le pasa con el hecho de animarse y con el desanimarse cuando está con una mujer y lo que le pasa cuando tiene que tomar un libro entre sus manos y animarse a penetrar en él. Sí, seguro. Ante la menor dificultad lo dejo. Me digo: ‘igual no lo voy a entender’. Esto me da por las pelotas. También en el estudio me siento dos minutos y me levanto y me voy. Tampoco me concentro en las clases, me tildo, me voy enseguida para cualquier lado. Analista: Parece que es mucha tu confianza en que no podés acercarte y perma-
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necer. Tenés una fuerte creencia armada acerca de tu fracaso ya antes de penetrar en un lugar. En casi todas las situaciones parto de la idea de que me va a ir mal. Cuando cojo parto de la idea que voy a acabar rápido, y cuando estudio, que no voy a poder estudiar mucho. No me gusta como yo soy. Yo, sinceramente te digo Luis, que si no tuviera alguna esperanza de cambiar, me tendría que pegar un tiro, porque la verdad es que todos los objetivos de mi vida dependen mucho de este cambio. Yo quiero estudiar bien y creo que el estudio es más fácil de cambiar que el problema mío en las relaciones sexuales. Con el estudio puedo ya empezar a dominar un poco más mi concentración, noto un cambio que no es suficiente para nada. Cambio que tiene que seguir progresando bastante, porque así no vamos a ningún lado; pero cuando cojo siempre me pasa lo mismo y me pega más para abajo. Analista: También cuando te comparás con los otros, que según vos son tan fabulosos, terminás finalmente sintiéndote un boludito, porque esa comparación es una otra manera que tenés para pegarte vos a vos mismo. Creo que si tuviera la misma confianza en el éxito que en el fracaso sería muy distinto y estaría muy bien. Analista: ¿Y cuando venís a sesión? En realidad es bastante raro lo que me pasa. Cuando estoy acá en sesión me veo en algunos puntos mejor. Tengo confianza en que voy a poder. Llego y salgo de la sesión esperanzado. Pero cuando me encuentro con las minas y no les digo nada, me digo:
‘Yo no tengo cura. Soy un “boludito’, y me digo que para mí cogerme a una mina es una utopía. Yo quisiera coger una hora sin parar. Analista (En tono chistoso) ¿Durante una hora continuada? (Se ríe) Bueno, es un decir una hora. Me conformo con media hora, con veinte minutos, pero algo normal. Algo que no me sienta tan mal, porque me ataca la vergüenza y me mata. ¿Yo siempre voy a tener esta mentalidad de un débil que me hace tanto sufrir? Yo siempre imagino que el otro es mejor que yo, y no sé cómo yo seré. Yo tengo más ganas de cambiar que confianza en mí. Mis ganas son enormes. Pienso que tengo todo a mi alcance, absolutamente todo lo que quiero lo puedo obtener. Pero a veces me digo si yo podré algún día cambiar y cambiarle el signo a mi confianza para pasar del negativo al positivo”
A partir del discurso de Fabián me planteo los siguientes interrogantes: 1) ¿Cómo rescatar a Fabián de la palabra-cautiva ”boludo-boludito” que devastaba a su sentimiento de sí (Selbstgefühl) y lo instalaba en la posición de un mero objeto de desecho? 2) ¿Cómo liberarlo de la comparación patogénica masoquista que tenía efectos vejatorios y ultrajantes a su identidad, pero en la que además él mismo la provocaba, comandado inconscientemente por su devaluada autoimagen narcisista de ”vago”? 3) ¿Cómo hacer consciente la fantasía inconsciente básica de campo de “el débil”,
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que promovía la génesis y el mantenimiento de investir a un otro en el lugar de un sujeto rival y fuerte, mientras que Fabián se posicionaba subjetivamente como un objeto inerme y expuesto a la derrota? Fantasía de disputa tanática, que se desplegaba imaginariamente entre los dos extremos, basada en la certeza absoluta y sin posibilidad alguna de posiciones intermedias, en la que él mantenía la creencia psíquica de su impotencia erótica e intelectual. Esta fantasía solía tener además un aspecto defensivo que encubría, en realidad, una convicción omnipotente de superioridad que intentaba mantener en secreto y evitaba ponerla en juego. Fabián, como primogénito, mantenía la creencia psíquica de detentar poderes mayores y legítimos sobre los otros quienes para estudiar, requerían elaborar los conocimientos en forma gradual y sistemática. Mientras que él, con sólo dos noches previas a los exámenes, pretendía aprehender mágicamente los conocimientos que los demás habían procesado, como boludos, durante varios meses, y a los que denigraba y triunfaba sobre ellos maníacamente. Fantasía de excepcionalidad narcisista del “elegido”, sostenedora de una legitimidad propia que le confería condiciones para suspender la validez de un orden establecido por las normas educativas, colocándose él mismo fuera de ese orden. Este estado de excepcionalidad (Agambén), autoproclamado por Fabián por haber sido el hermano mayor, lo eximía de todo tipo de obligaciones. Pretendía además de ser aprobado por las autoridades, estar al mismo tiempo dentro y fuera de la ley.
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Pero cuando este deseo omnipotente de soberano y elegido se frustraba en la realidad material, Fabián regresaba entonces a su megalomanía masoquista tornándose en un ser superior y a la vez boludo- boludito y vago. Situación de víctima privilegiada (Kancyper,1991) que promovía un movimiento libidinal regrediente en Fabián, para refugiarse finalmente dentro de un muro narcisista -masoquista (Kancyper, 2007), erigido por él mismo con autorreproches y sostenido defensivamente a través de un acérrimo negativismo a estudiar. 4) ¿Cómo posicionarse el analista en la situación de ese campo dinámico como un aliado transitorio y no como un cómplice para que el analizando se anime a cuestionar y confrontar lo impuesto por otros y lo promovido y provocado por él mismo, desde el lugar de la responsabilidad y no desde la culpa, del remordimiento y de la vergüenza? Para saltar primero el cerco de la lógica belicista engendrada por la reactivación de la fantasía inconsciente básica del campo del débil y fracasado versus el fuerte y exitoso, y poder recién luego acceder a construir otra lógica, la de la solidaridad que posibilita la admisión de la diferencia, de la semejanza y de la diversidad entre el sujeto y los otros complementarios. Al decir de Levinas “Jamás existimos en singular, porque estamos relacionados con los seres y las cosas que nos rodean (…) Yo no soy el otro, pero no puedo ser sin el otro”. Fabián en sus comparaciones fluctuantes con el otro hacía un uso masoquista: (soy un vago, un boludito) y a la vez maníaco y paranoide del otro (Yo, en dos días estudio
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lo que otros boludos tardan meses, además a mí los profesores no me eximen porque me odia). Estas comparaciones patogénicas lo anegaban de angustia, vergüenza y dolor e interceptaban de un modo elocuente sus procesos de aprendizaje. En la mitad del segundo año del proceso analítico de Fabián se presentó un obstáculo en la dinámica del campo intersubjetivo. De un modo gradual y progresivo se había instalado un sistema ominoso de resistencias a la prosecución del tratamiento. Fabián desafiaba y obstaculizaba sistemáticamente mi función analítica, proyectando y escindiendo en mi persona una posibilidad remota de obtener un cambio psíquico. La dinámica del campo analítico se hallaba comandada por el retraimiento narcisista y la desesperanza. Su atmósfera se asemejaba a la de un campo kafkiano en el que habita “una sensación de opresión, de angustia, de incertidumbre, de imposibilidad de arribar a la meta, de errar sin rumbo ni destino por caminos no elegidos, de fracasos y negación.”(Modern, 1993:7).
teológicos, filosóficos, sociológicos, políticos, lingüísticos e históricos-, puede también ser empleado desde el psicoanálisis para describir a un atormentado mundo interno del sujeto que vive una existencia clausurada al cambio psíquico y signada bajo el peso de la desesperanza. Empleo el término campo analítico kafkiano para describir la presencia de un severo obstáculo en el proceso analítico, que intercepta y hasta llega a paralizar la dinámica del campo: el baluarte kafkiano intersubjetivo. El baluarte intersubjetivo es, según M. y W. Baranger, “una formación artificial, un subproducto de la técnica analítica. Se manifiesta como obstáculo al proceso analítico. Es una estructura cristalizada o una modalidad de relación inamovible entre ambos participantes. Proviene de la colusión entre aspectos inconscientes del analizando y aspectos correspondientes del analista. Crea una zona de desconocimiento que ambos participantes comparten, como si se hubieran puesto de acuerdo entre sí para no ver lo que pasa en ella”.
El término kafkiano se emplea en nuestra época como un adjetivo ligado a situaciones de condena y tenebrosidad, de injusticia y ominosidad.
En “El canon occidental”, H. Bloom destaca la importancia que tienen en la narrativa kafkiana los recurrentes temas referidos a la indestructibilidad de la culpa, de la desesperanza y del castigo. Nos dice: “Freud, siguiendo furtivamente a Shakespeare, nos ofreció el mapa de nuestra mente; Kafka nos insinuó que no esperáramos utilizarlo para salvarnos ni siquiera de nosotros mismos”. (Bloom.1997: 457)
Si bien se lo utiliza de un modo descriptivo -para referirse a los procesos circulares de encierro y sin posibilidad de salida en la realidad material desde diversos ángulos:
En nuestra práctica psicoanalítica, nos encontramos con ciertos analizandos que adolecen de la negatividad, retraimiento y desesperanza kafkianas; creándose con el
El campo analítico kafkiano y la necrópolis de analistas de Fabián
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analista un campo ominoso repetitivo. Campo que representa un preocupante reto para nuestra disciplina, ya que pone en cuestión los alcances y límites de la analizabilidad, y reabre a la vez la búsqueda de nuevos aportes metapsicológicos y técnicos. Empleo el adjetivo “kafkiano” en la situación analítica para designar a un repetitivo desafío y provocación que ataca al objeto del análisis, generando con el analista un particular campo que oscila entre la desesperanza y esperanza, entre la culpa y la condena; interceptando el despliegue normal del proceso analítico. Este campo ominoso se estructura a partir de una fantasía inconsciente básica, producto de un enganche inconsciente entre ambos integrantes de la pareja analítica. Fantasía que apunta a destruir la acción mutativa del psicoanálisis. El analizando, permanece aferrado regresivamente a una persistente y repetitiva actitud de desaliento, a una neurosis de destino de fracaso, e intenta derrotar y hasta sepultar el potencial rol terapéutico del analista, para reconducirlo a su privada necrópolis, en la que yacen otros analistas que han sido víctimas del accionar de una omnipotente fantasía mortífera. En esta fantasía el analizando se posiciona como un asesino serial de los analistas. Obtiene un elevado goce narcisista a partir de un renovado triunfo sádico sobre ellos, manifestación elocuente de la megalomanía negativa de su narcisismo tanático: “Conmigo no van a poder”; poniendo en jaque al analista y promoviendo en él., mediante sofisticadas y variadas sorpresas y tácticas, comparaciones repetitivas con otros analistas que ya han fracasado en sus terapias anteriores. El campo ominoso kafkiano se caracteriza por la presencia de los temas relaciona-
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dos con la culpabilidad ubicua, reparación y desesperanza; temas que tienen un nexo íntimo con la historia del analizando pero que también se enganchan inconscientemente y en forma conjunta, con ciertas páginas “mal encuadernadas” de la historia del analista, estructurándose entre ambos una mortífera fantasía inconsciente básica del campo analítico de dos gladiadores, en donde uno debe morir. A diferencia del campo perverso sadomasoquista o voyeurista-exhibicionista, resulta difícil, desentrañar en el campo kafkiano, el placer relacionado con el ataque al análisis y al analista. Así, como en el campo sado-masoquista, el analizando suele ser martirizado, o el analista flagelado o viceversa, en el campo kafkiano analista y analizando permanecen inmovilizados, ambos en una regresiva y repetitiva desesperanza. Una de las últimas frases de Kafka a su amigo Max Brod fue: “Hay muchas esperanzas pero no para nosotros”. Lo kafkiano estaría constituido probablemente por identificaciones primarias insuficientemente estructurantes que han resentido en el sujeto su Selbstgefühl, provenientes del desenlace de traumas narcisistas tempranos que han marcado toda imposibilidad para acceder al conocimiento de la palabra. No son asibles, porque al no pertenecer a la conciencia, no pueden reaparecer por el levantamiento de la represión. El desafío técnico consiste en cómo poder lograr poner en representación de palabra a estas identificaciones patógenas e historizar los traumas repetitivos para que alcancen a ser resignadas por otras, porque constituyen siguiendo la metáfora espacial de Wisdom-
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identificaciones nucleares y no orbitales en el sujeto resentido. El otro desafío consiste en cómo lograr que el analizando tome distancia de las mismas, para efectuar el reordenamiento identificatorio de estas identificaciones alienantes, generadoras de un repliegue regresivo de difícil acceso y de un muro de resentimientos y remordimientos manifiestos y latentes; por la pervivencia de arcaicas heridas narcisistas refractarias a la cicatrización e infectadas por la memoria del desquite y del pavor de un invencible pasado que, al no poder ser mantenido a distancia del presente, resulta incapaz de transformarse en historia.
Vencerme: Fabián y las comparaciones intrapsíquicas Fabián se había acantonado en el decurso de la cura analítica, tras un resistente “muro narcisista-masoquista” (Kancyper, 2007:189). Su tormento se sostenía a partir de la creencia psíquica que él jamás lograría consolidar una relación sexual feliz y que, además, no alcanzaría a modificar sus repetitivos fracasos en el estudio. Su rendimiento intelectual se hallaba totalmente bloqueado. No estudiaba ni siquiera lo mínimo necesario. Por lo tanto, sumaba renovados fracasos en la facultad, aumentando de este modo el tamaño de su desesperanza kafkiana. En la sesión siguiente que intitulé “Vencerme”, salieron sorpresivamente a la luz las comparaciones intrapsíquicas intrasistémicas de Fabián, manifestaciones del funcionamiento de escisiones en el interior de su Yo.
Éstas, se diferencian de las comparaciones intrapsíquicas interinstancias que se traman entre el Yo con el Ello, con el Superyo, con el ideal del Yo y con el Yo ideal. En las comparaciones intrasistémicas de Fabián, se escenificaban las pugnas escindidas que se desplegaban entre sus posiciones conflictivas ante la “realidad” de la castración y su repetición transferencial en la situación analítica. Fabián se presentó en la sesión que transcribo a continuación con una sonrisa amplia y en sus ojos ardía un destello de victoria.
“Fabián: Creo que pude vencer el hecho de mentirme. Yo en vez de estudiar dos días antes del parcial como siempre hago, pude por primera vez llamar a un profesor para que me explique y realmente me sirvió. Yo antes me mentía diciéndome que no me hacía falta, que yo iba a poder solo y la verdad es que me quedaba mirando televisión y no me movía de la cama. No sé cómo fue pero ahora ya no estudio más en mi casa. Cuando siento que me va a agarrar el aburrimiento salgo de mi casa y me voy a estudiar a un bar solo. Yo cuando estoy solo en casa no estudio. Y además lo llamé a un amigo mío que tenía que estudiar derecho comercial. Y esto para mí es como un triunfo, es vencerme. Analista: ¿Por qué vencerme? Fabián: Hay una publicidad de los Pumas que tiene relación con esto de vencerme. En esa publicidad hay una embarazada que está a punto de parir y tiene que bajar una escalera que tiene quince escalones. Se la ve agitada y con miedo, pero para darse fuerza se dice a sí misma: soy una Puma y
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empieza a mirar con atención para pisar bien cada escalón, porque si no se cae. Y así también los Pumas tienen que luchar contra la adversidad para poder vencer. Porque para lograr cosas tenés que tener convicciones para poder hacerlas. En cambio yo veía la escalera y decía, ‘yo voy a vencer’, pero no miraba cuántos escalones tenía la escalera. Y me caía de culo y fracasaba. Analista: O sea que antes pensabas que no necesitabas tomar muy en cuenta la realidad. Mientras que hoy pensás diferente: que para poder llegar se requiere no solamente ver, sino mirar cada escalón con atención. Pero además Fabián, en el rugby se requiere tomar en cuenta la presencia de los otros para poder llegar a formar un equipo. Y aquí conmigo en la sesión, ¿pertenecemos los dos al mismo equipo o estamos enfrentados entre nosotros? Fabián: Quiero decirte Luis que yo te quería vencer. Yo me decía, ‘este analista que lo ayudó tanto a mi primo, y que dicen que es tan bueno, conmigo no va a poder’, por eso y no sé por qué recién hoy, te puedo decir un secreto: yo tenía un Yo malo que decía, ‘vos Luis que te crees un capo, conmigo vas a fracasar’, pero mi Yo bueno también me decía ‘estoy desesperado y necesito que Luis me ayude’. Lo que pasa es que los dos recién ahora estamos en el mismo equipo. Antes necesito contarte que yo estaba presionado por mi Yo malo y no quería abrirme y aliarme con vos. Yo quería y venía con ganas a las sesiones pero mi Yo malo era más fuerte que mi Yo bueno. A ver como te puedo explicar: es como que… para darte un ejemplo ayer vi una película sobre los campos de concentración Habían unos nazis que decidían qué judíos iban a llevar al campo de exterminio, pero entre ellos había unos judíos que eran aliados de los nazis para salvar-
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se ellos mismos. Y yo ahora me siento que al estar con vos soy tu aliado para que las fuerzas de Estados Unidos y de Gran Bretaña me puedan ayudar contra los alemanes nazis que yo tenía guardados dentro mío. Mi Yo negado, creía que era el vencedor, sentía que no iba a encontrar fuerzas para poder ser vencido por mi otro Yo poderoso, el bueno que quiere estudiar y que quiere relacionarse bien con una mina. Pero cuando yo venía acá pensaba que vos tampoco podrías ayudarme a mí, porque mi Yo malo era invencible y me empecinaba en que tampoco vos ibas a poder. Yo me decía cuando venía caminando para acá: ‘estoy yendo a lo del psicólogo, estoy gastando mucha guita y él no va a poder’ y yo quería demostrarte a vos que conmigo, que con mi Yo malo, no ibas a poder. Yo sabía que con la mentira no iba a hacer ningún cambio, pero la verdad es que este, mi Yo malo, mi contra, siempre fue mi peor enemigo. Yo viví en un campo de concentración y recién ahora siento que le gané dos pequeñas batallas. El martes rendí matemáticas y el viernes contabilidad. No sé cómo serán los resultados. Silencio. Se distiende lentamente en el diván, y la atmósfera del campo analítico se torna por primera vez un poco más confortable luego de varios meses de un tenso y sostenido malestar. Cambia el tono de su voz, gira su cabeza para mirarme y pregunta: Fabián: ¿Te acordás la película” La vida es bella”, que cuando termina la segunda guerra mundial estaban el papá, el tanque y el pibito junto con los aliados? Analista: Creo Fabián, que en la sesión de hoy se produjo un giro, luego de varios meses de batallas entre nosotros dos.
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Tal vez viviste muchos años encerrado en tu propio campo de concentración, guardando un secreto y una creencia que te avergonzaban. Fabián: Sí, la vergüenza para mí es lo peor. A mí me limita, me mata. Te pone un freno y lo peor es que no la podés caretear. Analista: Tal vez esa vergüenza que no se puede caretear te generaba una comparación permanente con otros compañeros y con personajes que luchaban dentro tuyo y que recién te animaste a presentarlos en esta sesión, con tanta claridad y coraje. O sea Fabián, que antes, se libraba una guerra mundial no en Europa, sino dentro de vos mismo: entre lo que vos llamaste tu Yo malo y tu Yo bueno. Y hoy parece que tu Yo bueno obtuvo sus triunfos sobre tu Yo malo; ese Yo malo que te traicionaba y funcionaba como un entregador. Por otro lado, hoy me ubicaste como en la película” La vida es bella “ junto a vos en el lugar de un aliado y no como un enemigo.”
En esta sesión presenciamos cómo la desesperanza, la vergüenza y el resentimiento operaban en forma conjunta, alimentando en Fabián un torrente de resistencias complejas e intensas que impedían el establecimiento de la transferencia positiva, “por la certeza interior que la cura analítica no servirá para nada y de que no es posible obtener remedio” (Freud, “Análisis terminable e interminable” pág.253). Además, en esta misma sesión “vencerme”, se ponen de manifiesto, por un lado, el comienzo de una cierta superación del campo ominoso kafkiano, sostenido por la penumbra secreta de un inconfesable tor-
mento que condenaba a Fabián a oscilar entre la inmovilización de la vergüenza y la mortificación de la culpa. Por otro lado, la tramitación gradual del duelo acerca de su creencia psíquica relacionada con la indestructibilidad de su desesperanza y con su victoria “analicida” posibilitó abrir algunas grietas en el espesor de su muro defensivo, que impedía , a semejanza de una “roca de base”, la prosecución del proceso analítico. Es asombroso comprobar cómo el psicoanálisis y la literatura “afrontan en común la ciclópea tarea de escrutar los abismos del alma humana. Comparten el material y difieren en la metodología”. (Aguinis M. 1989:173) En este caso específico, relacionado con el tema del poder de las comparaciones intrapsíquicas e intrasistémicas, resulta sorprendente cotejar las semejanzas y diferencias entre la batalla que se libraba en el interior de Fabián en la situación analítica y la guerra desatada en el interior del autor de “El proceso” entre los dos combatientes, el malo y el bueno, relatados en la carta enviada por Kafka a su novia. El paralelo entre Fabián y Kafka no deja de asombrar. El 30 de septiembre de 1917 Franz Kafka envió a Felice Bauer “la carta más desagradable que haya escrito jamás”:
“Como sabes, hay dos combatientes en la guerra que se desarrolla en mi interior. Los días pasados he tenido menos dudas que nunca de que el mejor de ambos te pertenece a ti. Por medio de palabras y silencio, y una combinación de ambos, te mantuve sobre la evolución de la guerra durante cinco años, y la mayor parte de ese tiempo has sufrido por ello. Tú eres mi tribunal humano. De los dos
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que están en guerra en mi interior, o mejor dicho, cuya guerra soy yo -excepto un pequeño remanente atormentado-, uno es bueno y el otro es malo…La sangre derramada por el bueno (el que ahora nos parece) para ganarte a ti está al servicio del malo.Porque secretamente no creo que esta enfermedad sea tuberculosis, sino más bien una señal de mi quiebra general. Creí que la guerra podía durar más tiempo, pero no es posible. La sangre no sale de los pulmones, sino de una estocada decisiva asestada por uno de los combatientes.” (Murray, 2006:279)
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Antes de concluir quisiera señalar que los poderes de las comparaciones estructurantes y patogénicas operan no sólo en la psicología individual, también ejercen sus influjos tróficos y/o tanáticos en la psicología de las masas.
(1915) Los que fracasan al triunfar. Amorrortu XV.
Freud lo señala en El porvenir de una ilusión (1927:13):
(1926) Inhibición, síntoma y angustia. Amorrortu X X
“Con demasiada facilidad se tenderá a incluir entre las posesiones psíquicas de una cultura sus ideales, es decir, las valoraciones que indican cuáles son sus logros supremos y más apetecibles….la satisfacción que el ideal dispensa a los miembros de la cultura es de naturaleza narcisista, descansa en el orgullo por el logro ya conseguido. Para ser completa, esa satisfacción necesita de la comparación con otras culturas que se han lanzado a logros diferentes y han desarrollado otros ideales. En virtud de estas diferencias, cada cultura se arroga el derecho a menospreciar a las otras. De esta manera, los ideales culturales pasan a ser ocasión de discordia y enemistad entre diversos círculos de cultura, como se lo advierte clarísimo entre las naciones”
Freud, S: (1919) Pegan a un niño. Amorrortu XVIII (1921).Psicología de las masas y análisis del yo. Amorrortu XVIII (1923) El Yo y el Ello. Amorrortu X IX (1927) El porvenir de una ilusión. Amorrortu XXI (1937) Análisis terminable e interminable. Amorrortu XXIII Héritier, A.:(2002)”El yo, el otro y la intolerancia”, en La intolerancia, Barcelona, Granica. Joyce, S: (2000)” Mi hermano James Joyce”. Buenos Aires. A.Hidalgo. Kancyper, L.: (1985) “Adolescencia y a posteriori”, Rev. De Psicoanálisis XLIII.vol.42 n. 3, p.535-546. (1992) “El chancho inteligente.La resignificación de las identificaciones en la adolescencia”. Rev. de Psicoanálisis 1992: vol.49 n. 5 -6, p p. 751-772. (1997) “La confrontación generacional”. Buenos Aires, Lumen. Confrontacao de Geracoes. Sao Pablo, Casa do Psicólogo 1999. Il confronto generazionale .Milán. F.Angeli, 2.000. (1998)“Complejo de Edipo y complejo fraterno en la obra de Franz Kafka”. Rev. de Psicoanálisis vol.LV, n. 2. pp.324-355. (2004) El complejo fraterno. Buenos Aires, Lumen. Il complesso fraterno, Roma, Borla 2008. (2006) “Resentimiento y remordimiento”. Buenos Aires, Lumen. Ressentimento e Remorso. Sao Pablo, Casa do Psicólogo, 1994. Il Risentimento e il Rimorso.Milán F. Angeli, 2003. (2007) “Adolescencia: el fin de la ingenuidad”. Buenos Aires, Lumen.
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Texturas freudianas Luis Kancyper
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Los adolescentes hoy y la cultura de la acción Por Hugo Mayer*
I. Ser alguien o dejar de ser Los adolescentes siempre se nos anticipan. Sus vidas, aunque no lo sepan, reflejan antes que nada los cambios que se están dando en la cultura y preparan los que vendrán. Son una especie de tomografía viviente, que muestran con soltura lo que aún la mirada común no alcanza a percibir. Protagonistas de una época que expresan, construyen y que los marca, son convocados a asumir una identidad con la que se darán a conocer en ella. Pero una identidad, para constituirse, necesita nutrirse de los modelos de su entorno y ¿cuáles son ellos para los niños y jóvenes hoy en día? La disgregación de la familia, una creciente automatización del trabajo, la instrumentalización de una educación cada vez más selectiva, la despersonalización de la comunicación y una concepción hedonista e individualista, marcada por un afán insaciable de dinero, poder, belleza y juventud, ∗ Psicoanalista (APA)
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inducen a buscar el placer y a eyectar el dolor a voluntad, apoyándose muy a menudo en sustancias químicas. La sociedad, bajo los efectos de la globalización y dominada por las leyes del mercado, favoreció y estimuló esta mentalidad consumista deshumanizante. En sociedades como las nuestras, donde el enorme crecimiento de los recursos tecnotrónicos se ha puesto al servicio de acrecentar el poder, la riqueza, el éxito, el consumo de objetos y el placer individuales -o de grupos muy reducidos- frente a la miseria de tantos otros -con todos los cambios de valores que esto supone-, no puede resultar extraño que los ideales colectivos se alejen, se vacíen de contenidos humanistas, se desvanezcan, renaciendo en los individuos aspiraciones egoístas, tendencias antisociales y diversas expresiones de una psicopatología cada vez más narcisista, que no tiene en cuenta al otro como tal. “A cada hora -escribe Ernesto Sábato en
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“La resistencia”- el poder del mundo se concentra y se globaliza. Veinte o treinta empresas, como un salvaje animal totalitario, lo tienen en sus garras. Continentes en la miseria junto a altos niveles tecnológicos, posibilidades de vida asombrosas a la par de millones de hombres desocupados, sin hogar, sin asistencia médica, sin educación. La masificación ha hecho estragos, ya es difícil encontrar originalidad en las personas y un idéntico proceso se cumple en los pueblos, es la llamada globalización. ¡Qué horror!” Este fenómeno es notable en América latina, donde, mientras las corporaciones multinacionales compran, cada vez más, importantes empresas y mayores extensiones de las mejores tierras ricas en recursos naturales (como el agua), los países están cada vez más endeudados y empobrecidos patrimonialmente. En un medio social así, que sólo se interesa por lo que produce un beneficio inmediato y mensurable para cada individuo, no sólo se distancian los ideales, también se altera su estructura, apuntando a metas donde vuelve a prevalecer el narcisismo, empequeñeciéndose la capacidad mental para elaborar y superar conflictos afectivos. Todo esto influirá decisivamente en la formación -y deformación- de la personalidad desde las raíces infantiles hasta el despliegue adolescente en el que cada uno deberá orientarse a partir de su experiencia, y muy especialmente, de los modelos y valores que toman de su medio circundante en el curso de su historia. Este contexto, lejos de tender puentes entre las generaciones, ahonda su brecha, al sumarse a las diferencias de época, formación y al eterno conflicto entre padres e
hijos, un trastrocamiento por el cual la propia cultura de los adultos se muestra desencantada, ambigua, y en cierta medida, regresiva. Antes, no hace mucho, los adolescentes apresuraban su paso, ansiosos, por ser ya adultos. Ahora, los adultos pretenden ser eternamente adolescentes, y, a veces, compiten o tratan de confundirse con sus hijos. El empuje adolescente por ser alguien original y, especialmente, alguien distinto del camino que señalan los anhelos parentales o los patrones culturales, es obstinado. Busca expresarse de las maneras más llamativas y singulares, desde los tatuajes, aros, pulseras, piercing vestimentas o cortes de pelo extravagantes y hasta las actuaciones más escandalosas. No debe sorprender pues que los jóvenes se encuentren en la adolescencia ante la disyuntiva de tratar de ser lo que anhelan sus padres o su medio social, encarnar su Ideal, o rebelarse, emprendiendo, a menudo, un viaje regresivo que lo acerca a la omnipotencia del pensar, los sustrae de la realidad penosa y les confiere una identidad genérica, de masa, que comparten jubilosamente con sus pares. En ambos caminos se encontrarán con las sustancias psicoactivas como medio que vuelve más soportable el aburrimiento del ser sin deseos propios o el vértigo de ese viaje retrógrado que los aproxima al cumplimento alucinatorio de deseos. En esta última opción, la realidad no requiere ser transformada para adecuarla a sus deseos; ellos buscan, con exasperante pasividad, la ayuda de las drogas para lograr su modificación autoplástica. La brecha con el mundo de los adultos aparece tan insalvable y la frustración, cuando buscan comunicación -y comprensión-
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con ellos, es tan intensa y reiterada, que los adolescentes pueden terminar dándose por vencidos. Desganados, se retraen entonces en sí mismos y buscan un reparo en los sueños diurnos que estimulan la televisión, Internet y las drogas, como ruta imaginaria de evasión. En éste último caso, puede ocurrir que, en lugar de retraerse, se vuelquen a acciones transgresivas y violentas con las que intentan burlarse de las restricciones de la ley y de lo que se supone que se debe ser o hacer. Es su modo de decir en acto: “esto no ha servido para mí, soy distinto, y estoy por encima de la gente común”. El problema de la drogodependencia no es nuevo, viene de siglos. Sin embargo, su crecimiento sostenido en nuestra juventud, el consumo masivo sin respetar clases sociales, nivel intelectual, cultural o económico y la cada vez más corta edad en que se comienza a usar drogas para modificar estados mentales o afectivos, debe alarmarnos. Tanto como la falta de políticas gubernamentales eficaces, masivas y sostenidas en el tiempo, destinadas no sólo a disminuir la oferta sino, también y, sobre todo, a prevenir, a reducir la demanda por parte de los jóvenes. Fabuladores, deshonestos, manipuladores, egoístas, transgresores, irresponsables, incapaces de querer...esto y mucho más se dice de los adictos y, en lo manifiesto, parece una buena descripción, salvo que en ella no se da cabida a las circunstancias familiares y sociales de los que emergen. El aislamiento, el vacío, la incomunicación afectiva en el grupo familiar, las tempranas exigencias y responsabilidades pero, sobre todo, la falta de ellas y de una motivación genuina que le dé sentido a sus actividades en busca de una gratificación personal y de una realización social, son un
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cóctel explosivo para los niños que crecen. En pocas décadas se ha pasado sin mayores transiciones de una familia y de una cultura patriarcales, caracterizadas por el autoritarismo y la represión, a una modalidad permisiva sin modelos de autoridad definidos, que equiparó -equivocadamente- libertad con dejar hacer, sin poner ni sostener límites apropiados para un buen desarrollo. Las funciones tradicionales que se suponían propias del ser “hombre”, “mujer”, “padre”, “madre” o “hijo” fueron perdiendo la nitidez de sus contornos y quedaron indefinidos los roles e imprecisas sus atribuciones. Esta ambigüedad influyó en la formación de los hijos y en la relación con ellos, como así también en sus trastornos de personalidad. Gran cantidad de personas trataron de compensar el autoritarismo represivo que sufrieron de sus padres asumiendo con los hijos una actitud antagónica, con marcada tendencia a ceder frente a sus incesantes demandas. Creyeron ser buenos y fueron demasiado blandos. Los padres, con frecuencia, sobre todo cuando estamos angustiados, confundidos o simplemente no sabemos cómo proceder, oscilamos entre actitudes extremas. Nos comportamos como si ignoráramos que se puede ser firmes sin ser rígidos y flexibles sin ser ambiguos. Aspiramos a educar hijos que sean maduros, obedientes, responsables, generosos y, sin embargo, olvidamos algo obvio: en un principio somos nosotros los únicos responsables de que los pequeños salgan de una concepción egocéntrica del mundo. No dándole lo que necesitan -incluidos, por supuesto, amor y educación- o dándoles siempre a los pequeños lo que piden, jamás aprenderán a valerse por sí mismos, no
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sabrán cómo hacer para transformar lo que no les gusta de la realidad. El error, en este último caso, radica justamente en darles demasiado, en no privarlos de nada. Comportándose de esta manera, no se prepara a los niños para adaptarse creativamente a la realidad. Como consecuencia de tales actitudes parentales es previsible apreciar en los niños y los adolescentes una notable incapacidad para la espera, para pensar y para elegir antes de actuar. Abundan en ellos comportamientos a través de los cuales aspiran a descargar por la acción impulsos egoístas y antisociales, en lugar de procesarlos convirtiéndolos en fuerzas de amor, trabajo y creación. El resultado es que hoy en día los pequeños se desarrollan, a veces abandonados afectivamente, y otras veces muy sobreprotegidos, sin demasiados límites, y se habitúan a tomar lo que necesitan actuando (me refiero a una acción destinada aliviar rápidamente una tensión psíquica sin suficiente elaboración mental), en lugar de pensar, hablar o pedir. Así, se ha promovido una cultura de la acción donde falta una reflexión previa sobre las acciones que se realizan como así también sobre las consecuencias de ese accionar. Los modelos televisivos, fílmicos, muchos de los contenidos a los que se puede acceder por la Internet y los patrones culturales dominantes en la vida cotidiana, refuerzan esa modalidad de descarga. Y digo de descarga, en lugar de comunicación, para subrayar una relación donde el otro no cuenta como una persona con vida propia, sólo es tratado como objeto que se usa cuando se precisa y, luego, puede descartarse hasta la próxima necesidad. La capacidad empática con el otro real, con respeto de sus diferencias y de su singularidad, se
empobrece, mientras que la atracción por un estado de omnipotencia imaginaria, sea el generado por el efecto del uso de drogas o de la realidad virtual, se agiganta. De los muchos rasgos críticos de la sociedad contemporánea, hay tres cuya influencia me parece decisiva en la producción, el mantenimiento y el incremento de los comportamientos adictivos: 1) la dispersión del grupo familiar y su empobrecimiento como espacio de contención y elaboración de las contradicciones que plantea la vida social; 2) el acortamiento de los tiempos y la ampliación de los espacios que han impuesto los nuevos medios de comunicación al procesamiento psíquico de una información cada vez mayor y más variada; y, 3) la universalización del modelo consumista, acompañado de un crecimiento de la cultura oral e imaginaria a expensas de la cultura escrita y conceptual. Los adictos, que tanta irritación e indignación despiertan en el imaginario popular son generados por una dinámica social y familiar perturbada a la que ellos desafían e interpelan, pero que también reproducen. En efecto, en los drogodependientes pueden verse condensados los rasgos que reflejan grandes orientaciones de la sociedad actual, como si fueran una grotesca caricatura suya. Repasemos algunos: a) la alienación de un ser que rehuye su subjetividad y se aferra con desesperación a una sustancia, objeto, relación o actividad que le procura una imagen engrandecida de sí -o al menos no inferiorizadade la que terminará siendo cada día más esclavo;
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b) la intolerancia a la espera y la anulación de la esperanza, al quedar taponado el deseo por una demanda que exige cancelación inmediata; en efecto, los jóvenes contemporáneos rodeados de incertidumbre, sin un territorio propio, cada vez más diluido en un espacio universal, apresurados por un tiempo cuya aceleración crece a cada instante, caminan inseguros de una oferta en otra, de un consumo en otro. Se vuelcan al presente, a la imagen, a la intensidad de las sensaciones, al placer inmediato arrancado a voluntad a una vida insípida, por la vía química; c) el aferramiento a objetos externos que procura compensar una notable carencia de representaciones objetales internas e identificaciones, sobre todo, las que deberían constituirse en un sostén interior, en fuentes de estima y en modelos de relación amorosa, de autoridad y en ideales simbólicos; e) la soledad en grupo, donde el otro no cuenta como otro sino como mero proveedor de algo que se necesita para seguir “zafando”, como suelen decir muchos jóvenes; f) el avance de las preferencias homosexuales, autoeróticas o virtuales, a expensas del debilitamiento de las amorosas heterosexuales; g) el consumismo sistemático y compulsivo que se induce por identificación con ricos, bellos y famosos. Se alimenta la ilusión de una equiparación con ellos, con su imagen de triunfadores dichosos, a través del actos de consumo (en el que abundan las sustancias psicoactivas, especialmente bebidas alcohólicas y fármacos).
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II. Déficit indentificatorio y sociedad de consumo en la juventud actual Es necesario reconocer que la concepción del hijo como alguien tan frágil y el horror a que sufra no es un capricho antojadizo y aislado de ciertas madres sobreprotectoras. Refleja también las significaciones y los valores predominantes de una cultura que privilegia los objetos a las palabras, las acciones a los pensamientos y la satisfacción inmediata a la espera. Una cultura que sacraliza el placer y busca suprimir el dolor del modo más imperioso, sin dejar tiempo ni lugar para interrogarse sobre los medios y los costos de las acciones que se realizan en pos de esas metas. En una sociedad como la nuestra, abundan los padres que se desesperan frente al llanto del niño, que darían cualquier cosa para evitar su sufrimiento, sin percatarse de que éste es una parte importante del proceso madurativo. El infante tomará así de sus padres, en primer término, una actitud de intolerancia por la más mínima tensión, incertidumbre o frustración. Perdurará en él una expectativa de cancelación inmediata de sus impulsos, correspondiente a esa época arcaica en la que todavía no se discrimina el objeto del yo, ni el deseo de la necesidad. De este modo, en importantes zonas del psiquismo infantil no podrán estructurarse cadenas de representaciones, ni establecerse una organización fantasmática en la que sea posible reconocer un sujeto deseante y un objeto de deseo, y mucho menos una palabra que pueda darles expresión. Habrá sólo una tensión insoportable que exige un acto que permita la descarga a través de un objeto necesario. Los niños que no han tenido quien les enseñe ni los entrene para reconocer límites,
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tolerar esperas y enfrentar problemas, experimentan una notable dificultad para desplegar a través del juego y las fantasías sus deseos e identificaciones con sus familiares -con semejantes- como parte de un proceso elaborativo que los haga sentirse protagonistas, capaces de elegir entre las diversas alternativas que se les ofrecen, pudiendo adaptarse activa y creativamente a la realidad. Así, crecen pasivos o hiperquinéticos, pero carentes de ideales, proyectos e ilusiones. Al llegar a la adolescencia, que es cuando deben resignar de manera más decidida su lugar en la familia para conquistarlo en la sociedad, estos jóvenes suelen quedar paralizados y confundidos frente a un vacío que no saben cómo superar. Incapacitados para sentir la fuerza de su deseo, exigidos por metas a las que no les encuentran sentido, desbordados por una angustia impensable, se apartan de la vida familiar y social para replegarse de un modo solitario o para agruparse en una masa marginal, desestimando las restricciones normativas, desafiando a la autoridad y tratando de ir más allá de los límites convencionales de un modo tosco, más o menos violento. Sobre esa base, sin grandes apoyaturas afectivas ni identificaciones con roles definidos y modelos confiables, habiendo perdido la conexión con las raíces que dan la tradición, los ritos y la historia, cada uno deberá hacerse cargo de llenar su vacío con lo que tenga a mano. La individualidad debe ser construida tomando fragmentos de donde se pueda, debe ser producida por el propio sujeto y, en estos casos, suele tender a mostrar que se es alguien, antes que a descubrir quién se es. Sin ayer y sin mañana, sin ideales tras los cuales avanzar, sin capacidad para la intros-
pección ni para la espera y sin tolerancia para la frustración, las vidas de estos jóvenes estarán impregnadas de una sensación de tedio y de una vivencia de futilidad que reclaman un shock adrenalínico que les dé sentido. No importa demasiado si este shock se consigue robando, matando o matándose con sustancias psicoactivas. Dado el déficit en sus relaciones objetales y en los modelos identificatorios, marcado por una figura paterna inoperante y la fuerte influencia del vínculo maternofilial que imprimió una mujer con rasgos de madre abandonante, sobreprotectora, imprevisible o intrusiva, los niños tenderán a comportarse como si los otros fueran eternos proveedores, considerándolos partes suyas que deben someterse a su voluntad. Así, sin haber podido generar un espacio propio para crecer y diferenciarse, sin contar con una figura paterna valorizada y deseada, a quien amar, odiar, confrontar y con quien identificarse, inundados de ambivalencia, suelen buscar refugio en la ambigüedad, el desencanto, la ironía, la pasión, la violencia o el flash químico. Son recursos que les sirven para desmentir una dependencia patológica inaceptable y ubicarse como implacables críticos con todos los demás, aunque conserven una llamativa tolerancia para justificar sus faltas o excesos. El síntoma neurótico queda eclipsado en ellos tras acciones que molestan a la sociedad más que al propio sujeto. En esta transformación, a la que apelan muchos jóvenes para desmentir o mitigar su sufrimiento, en la que los efectos psicopatológicos parecen tener más resonancia y producir mayor malestar en el plano social que en el de su subjetividad, se ven reflejadas las contradicciones y disfuncionalidades institucionales
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de la cultura. La familia debería ser el ámbito para procesar y elaborar esas contradicciones, pero ella también está en crisis y agrega sus propios aspectos conflictivos. El resultado está a la vista: se estrecha el campo elaborativo a nivel del psiquismo individual y el yo se desborda con facilidad dando lugar a la actuación de los impulsos pulsionales y de los mandatos superyoicos de una sociedad globalizada gobernada por el consumo, en lugar de procesarlos, dándoles representación simbólica y expresión verbal. Estas personas difícilmente consulten a un psicoanalista por su voluntad, pero, si lo hicieran, aludirían a un sufrir que se refiere al cuerpo o al mundo externo, dejando poco margen para una interpretación que descubra las determinaciones inconscientes de su padecer. El abordaje de cuadros de este tipo, en los que el ámbito psíquico y su capacidad de representación son sobrepasados de un modo tan notable, requiere, muchas veces, de otros recursos terapéuticos además de los estrictamente psicoanalíticos. Pero, en lo que hace al campo específico del psicoanálisis, la tarea del psicoanalista en ellos no puede limitarse a levantar represiones y disolver transferencias; debería apuntar, también, a que emerjan investiduras que han quedado en estado embrionario o potencial, aplastadas por las huellas de relaciones narcisistas. De este modo, el análisis podría -y a mi criterio debería- promover una elaboración que aspire no sólo a que donde era eso (ello) pueda advenir yo, sino también a que pueda transformarse el yoIdeal en Ideal del yo, la repetición en historia y el narcisismo en autoestima.
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Resumen El autor muestra en este trabajo las dificultades que enfrentan los jóvenes, actores de una cultura cuya dinámica procura robarles su protagonismo para transformarlos en meros consumidores. Ellos se rebelan, no quieren ser tan sólo eso y, muy a menudo, recurren a las sustancias psicoactivas en busca de un “remedio” que les permita eludir la realidad penosa y acceder a un placer inmediato muy personal por un camino regresivo. Entre muchos rasgos críticos de la sociedad contemporánea hay tres cuya intervención señala en la producción y el incremento de los comportamientos adictivos: La dispersión del grupo familiar y su empobrecimiento como espacio de contención y elaboración de las contradicciones que plantea la vida social. El acortamiento de los tiempos que han impuesto los nuevos medios de comunicación al procesamiento psíquico de una información cada vez mayor y más variada. La universalización del modelo consumista.
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La Adolescencia y sus trabajos: “Lo homo está de moda” Julieta Paglini* Silvia Tulián* “En el horizonte del siglo XXI se presentarán otras formas de elegir el sexo y cierto equilibrio oscilará porque hasta ahora había una sola forma de hacerlo” Miller J.A. (2005)
Concebimos la adolescencia como “esa rica zona de transicionalidad suplementaria” (Rodulfo, 2004), caracterizada por la exigencia de diversos trabajos psíquicos, entendidos como una extensión -“infiltración”- del jugar en el trabajar. Alguno de estos trabajos son la reapropiación del cuerpo, la salida exogámica, la definición de la sexualidad. Lo suplementario tiene la virtud para este autor de incluir lo que no estaba antes (Rodulfo, 2004:28). Esto admite la potencialidad de engendrar, añadir, causar, hacer emerger algo nuevo e inédito, algo no predispuesto en aquella. Se refiere a lo no igual o no repetido que desborda el circuito cerrado de las series complementarias.
El ideal del púber es la macro alteración del carácter. No estar allí donde estuvo. El ideal sería la máxima diferencia. Se trata del rechazo puberal a ciertas identificaciones y el ensayo de nuevos injertos identificatorios. La pubertad y la adolescencia pugnan por la invención de un estilo. (Rodulfo, 2004:92-93)
Rodulfo especifica también: “se lo entiende mejor bajo la especie del pedazo de sobra, lo añadido, que asimila al juego”.
Notamos en varias de nuestras consultas algunas particularidades:
Desde la pubertad y en la adolescencia se activarían el “deseo de estar solo y deseo de no ser encontrado”, lo que daría visos particulares al análisis en esos tiempos. ∗ Psicoanalista (APC)
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Reflexionaremos sobre el procesamiento pulsional, inscripciones y reinscripciones psíquicas en medio de la tumultuosidad que desafía las identificaciones, particularmente en algunos pacientes adolescentes en los que algo de la actuación de la sexualidad está en juego.
-Alejandra, paciente neurótica, analizando fantasías homosexuales comenta… “Sofía (su mejor amiga), está en la onda de que es lesbiana, se hizo partícipe de un grupo de gays que reivindican la igualdad
Texturas freudianas Paglini / Tulián
de los sexos y hacen campamentos, se emborrachan, van a boliches gays. ¡! Yo no creo que ella sea gay!!!!...... ¡!Está de moda!!!!!.” -Nora, dice tener una amistad “rara” con otra chica, algo más que una amistad. Se lo comentó a su madre y es ella quién la envía a tratamiento. Comenzó yendo a bailar a boliches gays donde veía que las chicas se besaban. “Empecé pensando que era una joda, pero yo les digo a mis amigas, esto no es joda!!!!.” -Ximena es derivada a consulta por una profesional que detecta patología alimentaria desde hace un tiempo. Ximena, quien se manifiesta solícita, amable, distante, relata a poco de andar que tiene relaciones sexuales (ella lo llama “tener sexo”), con mujeres y con varones. Los contactos son variados, no identificables. No parece intervenir lo amoroso sino la acción. Al mismo tiempo tiene una mejor amiga con la que no tiene intimidad sexual, pero aquella sí, con otras mujeres. De Ximena impactan la no personalización de sus partenaires: “salgo con hombres”, “me acosté con una mujer”. Relata una decepción con su primer novio a edad muy temprana, quien de alguna manera siente que fue adoptado por su madre pasando a categoría de hermano-novio. Ximena en algún momento comenta el enojo que le produce que aún cuando aquel novio la traicionó con una amiga, sigue siendo el “hijo varón” para su propia madre y de quién tuvo que soportar que creyeran que era un amante de aquella. -Patricia (18), se vive como “rara” en el momento de la consulta, siente cosas en el cuerpo tanto por chicas cuanto por chicos.
Desearía casarse y tener hijos y aquello le inquieta aún cuando ese no es su motivo de consulta y pasa largo tiempo hasta que podemos abordarlo como parte de sus preocupaciones. Entendemos que atañe preferentemente a las mujeres porque esas son nuestras consultas, pero también nos fue posible observar en jóvenes varones de 15 y 16 años, quienes informaron a su familia de su elección sexual como gays. Tal vez como si el definir una identidad (en estos casos homosexual) tomara el color de una fuga que tranquiliza y al mismo tiempo obtura cualquier interrogación sobre sí mismos y la particular incertidumbre adolescente. Lo particular es ese “sin dudas”, sin mayores cuestionamientos del lugar. Sabemos que la pubertad en términos de Gutton es “traumática” en tanto acontecimiento de “lo inédito”, “lo nuevo” y por su percepción de la genitalidad, que habilita y hace posible esta vía de tránsito para la pulsión. En estos materiales clínicos nos interrogamos sobre sus posibles sin-con-secuencias para la vida erótica, al igual que sobre la asunsión de una identidad sexual y la adquisición de una posición sexuada en tanto tiempo de tránsito. También intentamos soslayar las diferencias de cada caso, tanto en su estructuración individual como en su problemática personal (que es lo específico de nuestra tarea en consultorio) para ensayar caminos hacia donde nos lleve la reflexión. Los casos trabajados -todos femeninosparecerían ser más abundantes, en su manifestación y expresión sintomal. Esto no es casual si recordamos aquello de la “femini-
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Paglini / Tulián Texturas freudianas
zación de la sexualidad contemporánea” (Miller J., 2005:390), que remite a los diferentes posicionamientos ante la ley y la legalidad y la laxitud en los modos de evaluación de la moral. De hecho nos remite a la sexualidad femenina y a la posición ante la castración. En fin, a un modo de relación erótica en un tiempo de la cultura en la que la figura masculina parecería estar “devaluada”. Sabemos del doble trabajo que la niña realiza en relación a la elección de objeto (cambio de objeto). Es la madre quien la inicia en el descubrimiento de las zonas erógenas (a partir de los cuidados corporales), y es también la madre quien prohíbe el placer sexual. La niña establece una prolongada relación preedípica, teñida de ambivalencia. Se trata de la “ligazón madre” en la que se juega la elección narcisista de objeto y la libido homosexual. Sabemos que con dolor y complejo de castración mediante se introduce en el Edipo. Según Freud los destinos de la mujer están fuertemente ligados al complejo de castración. No es lo mismo que reprima su envidia fálica a que la desmienta o que la elabore. En esto se juega la estructuración del psiquismo. Tres son los caminos posibles: la neurosis (con la consiguiente inhibición sexual), la homosexualidad (complejo de masculinidad) o el acceso a la feminidad. En la actualidad ¿nos encontramos además con otros caminos posibles de la sexualidad femenina? No olvidemos tampoco que la elaboración freudiana del malestar en la cultura (1932) y sus opiniones sobre la constitución del superyo, (continuidad de Psicología de las masa de 1925) son sucedáneos de aquellos en que aborda la problemática de la feminidad tales
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como “El sepultamiento del complejo de Edipo”, de 1925, y el artículo sobre la feminidad de 1932, publicado en 1933. No es nuestro interés eludir lo particular de la clínica en el “cada caso”, ni atribuir su importancia exclusivamente a un problema de los tiempos que vivimos, pero no deja de asombrar esa urgencia definitoria y básicamente la preeminencia de la actuación por sobre la fantasía. ¿Se trataría de fallas en la represión? ¿O simplemente que el juego erotizado dio paso a la acción erótica en la que no media el temor ni la repulsa propios de un estilo funcional de otros momentos fantasmáticos en el conjunto? No observamos compulsión ni una elección objetal exclusivamente homo u heterosexual. No existen relatos pasionales ni de descargas orgásmicas demasiado gratificantes. Es conocido que en la cultura existe cierta promoción de la bisexualidad, o al menos un corrimiento del velo que hacía de aquello algo diferente o lo “por fuera de la norma”. Si bien es propio de la adolescencia y sus tránsitos pulsionales la indefinición, los temores y la búsqueda, nos parece observar en la cultura cierta laxitud y en momentos una mirada propiciadora hacia la no diferenciación. Lo que es expresado por Alejandra como, “está de moda”. Tal vez alguno de estos puntos encuentren referencias si seguimos la frase de Rodulfo cuando dice “la adolescencia entra por los ojos”, tratando de explicar las vicisitudes de la imagen y del cuerpo en los trastornos de alimentación y algunas adicciones; la relación con cierta promoción mediática y su valor en el juego especular en el que el conjunto adquiere preeminen-
Texturas freudianas Paglini / Tulián
cia, mas allá del valor que adquiere la problemática en la fantasmática individual de cada quien. Un interrogante por el costado: ¿Qué influencia ejerce en la constitución del psiquismo la particularidad de la cultura de cada época? ¿Será sólo la máscara que da pie a un disfraz o tiene un efecto estructurante? Nos preguntamos si nos sirven los parámetros con que evaluábamos algunos actos como actuaciones en el sentido psicopatológico o debemos darle cabida a éstos como juegos, es decir, como partes del hacer adolescente y su transicionalidad. Y si así fuera: ¿existen consecuencias para la definición y para la vida erótica en su ejercicio genital? Nora dice: “yo les digo a mis amigas, esto no es joda” ¿Qué querrá insinuar con ello? Ella entiende que se metió para “joder” porque todas lo hacían. A sus 15 años la joda en su decir implica un: “me terminé enamorando de esta chica”, “parece un hechizo”, “va a terminar mal”. Nora registra cierto temor en este tránsito, da cuentas allí de un espacio otro -¿particular de la neurosis?- desde el que se interroga. Algo de lo igual puede terminar mal. Algo en su desear parece circular hacia un terreno menos hechizante. Aparece la palabra asfixia como indicio de que lo Uno como ideal, aunque particular de la adolescencia, es cuanto menos, amenazante. Ella tiene enamorados varones a los que no conoce en su faz sexual. Sin embargo se define como “bisexual”. A ese ensayo no se atrevió y aún no se atreve a pensar que le repulsa. Se ubica en el lugar de cortejada que se deja cortejar por ambos sexos pero ejerce desde la fascinación con uno de ellos. Seguramente deberemos transitar con Nora
los caminos que nos lleven a la imagen de varón y al temor que le implica su presencia y su reconocimiento si es que su desear apuntara hacia ese lado. Suponemos que “algo” no se sostiene en el espejo y que probablemente anticipa una ruptura…algo que es vivido como lo “no joda”, ¿Del crecimiento? ¿De la renuncia y el pasaje de este juego al trabajo de vivir con otros? ¿Del reconocimiento de diferencias? Alejandra agrega “está de moda”, casi como un ropaje o un estandarte que unifica a los grupos de cierta edad. Pero en estos casos toca el cuerpo, y el vestido se confunde con el hacer en el cuerpo, casi como un tatuaje, o una marca, una identificación. En Ximena creemos entrever algo de un deseo de hijo varón para la madre, lugar en el que se coloca y desde el que parece satisfacer la imaginería en la que sostiene este dual desvitalizado y casi anónimo mientras circula por los boliches gays y se emborracha. La facilitación de vías de tramitación ¿no producirá un detrimento de la confluencia libidinal en la sexualidad heterosexual? ¿No ocurrirá que la amenaza vivenciada supone que fácilmente se puede retornar a este igual sexual que garantiza de algún modo la idea de fusión narcisista infantil con todo lo que de no construcción de la subjetividad precisamente representa? El concepto de facilitación se vincula a la memoria o la falta de ella. Nos remitimos al texto freudiano: “uno puede decir: La memoria está constituida por las facilitaciones existentes entre las neuronas y supongamos que todas las barreras de contacto estuvieran igualmente bien facilitadas o, lo que es lo mismo, ofre-
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Paglini / Tulián Texturas freudianas
cieran la misma resistencia; entonces es evidente que no resultarían los caracteres de la memoria. En efecto, la memoria evidentemente es, en relación con el decurso excitatorio, uno de los poderes comandantes, que señalan el camino, y con una facilitación igual en todas partes no se inteligiría la predilección por un camino”. Por otra parte enlaza las facilitaciones a la cantidad y a la frecuencia con que una impresión se repite. (Freud, 1974:344-345) Sabemos que la descarga y la repetición en búsqueda de identidad de percepción son parte del procesamiento psíquico y que la tramitación en el cuerpo hace a la repetición. En este caso se trata de experiencias placenteras, no traumáticas ni repudiadas desde el preconciente, por lo que no se reprimen ni se censuran (¿constituciones caracteriales?). Entendemos que forman parte de la respuesta a la excitabilidad erógena. La acción en el cuerpo puede adquirir preeminencia lo cual no implica patología, y la elección y contingencia del objeto hacen que la problemática no pase por la opción sino por la fantasía que acompaña. Entonces ¿que ocurrirá en algunos de estos casos con la heterosexualidad? Ninguna reniega de ella como anhelo y en algunos casos como ejercicio. El cuerpo para el psicoanálisis es apropiación, es trabajo psíquico y construcción simbólica asociada en el mejor de los casos a la noción de clivaje y constitución de lo inconsciente, por tanto síntoma. También es pulsión y tramitación del deseo. Sabemos que Narciso se ciñe al “sí mismo y al propio cuerpo” como objeto contingente de la pulsión. El ello adviene abierto a lo somático y “el yo se constituye como una esencia-cuerpo”.
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El yo debe pues su génesis a la experiencia propia de cuerpo. Se trata entonces de un cuerpo abierto a las experiencias que no denotan (¿desmienten?) las diferencias. Así lo igual puede terminar en “¡no es joda!!!”o en “es la moda”, pero básicamente con prótesis en la constitución subjetiva y con un lenguaje corporal al menos ambiguo. Desde las distintas áreas del saber (antropología, sociología, biología, etc.) la noción de “cuerpo” adquiere variadas significaciones según sea la mirada disciplinaria desde la que se lo estudia. Remitimos al amplio desarrollo que hace Silvia Reisfeld acerca del cuerpo y un enfoque interdisciplinario para ampliar esta temática. Para nosotras -desde el psicoanálisis- este cuerpo, que no es el de la biología, se constituye en fenómenos o hace síntomas y, en tanto tal, se erige en nuestra tarea. En algunos de estos casos sin embargo el cuerpo no hace manifestaciones psicosomáticas, la queja no parecen remitir y estar claramente constituidos como formaciones sintomáticas. En “Tótem y tabú” Freud relaciona el movimiento pulsional del cuerpo y la cultura. Alude casi a una domesticación, a una renuncia al ejercicio de la pulsión directa como resultado de la interdicción paterna. Algo se puede perder en este tránsito. Condena al parricidio y al incesto producto de la represión de las mociones agresivas y sexuales y los ubica como pérdida necesaria para la inclusión en el conjunto de la lengua. ¿Se trata de la ausencia de renuncia, de fallas en la interdicción o de vicisitudes particulares en el tránsito de ingreso y de acceso a la vida adulta? Algo se hace en el cuerpo y desde el cuerpo. Si bien cada una de estas pacientes tiene
Texturas freudianas Paglini / Tulián
una psicopatología particular que se trabajará en transferencia, no nos parece encontrar en ninguna de ellas una definida estructura perversa, podríamos tal vez enunciar conductas o rasgos o haceres ligados a la no diferenciación. ¿Reinvenciones del acto sexual? ¿Neosexualidades no acompañadas de compulsividad? ¿Sexualidad arcaica? (J. Mc Dougall, 2000). Paul Shilder en “Imagen y apariencia del cuerpo humano” sostiene: “la imagen corporal no es una estructura sino una estructuración en permanente cambio que se construye sobre la base de una experiencia social”. En la mirada sobre este cuerpo -carne, falo, fetiche- que transita por los consultorios con mayor o menor sensación de angustias fantasmáticas o de descargas impulsivas no puede soslayarse el discurso social. Lo que suponemos que aparece en nuestras pacientes es “lo ajeno de la subjetividad”. Se trata de “un hacerse jugando” -en este caso en la sexualidad- para buscarse en otro igual. Espejo en que se pierde la distancia. Fusión que amenaza con la asfixia o el desmoronamiento subjetivo. Actuación del deseo de no ser encontrado en un mundo al que se juega sin pertenecer. ¿Existen consecuencias para la sexualidad adulta? Tratamos de no olvidar que éste es el medio y el mundo que habitan bajo premisas de factores culturales, científicos y económicos particulares y pleno de estímulos visuales, táctiles, etc. Y todo ello al interior de paradigmas que, en su construcción y de-construcción, arman y modifican soportes que de alguna manera tocan a la corporeidad y por tanto a la sexualidad en su expresión.
No sabemos si la salida a esta problemática es una inhibición de funciones, si es un preanuncio creativo de modos de relación y construcción psíquica, si supone la no elaboración de duelos por la bisexualidad o si ese abandono está demorado y ocurrirá en el devenir del trabajo adolescente. Rodulfo se pregunta “¿Qué ser es el de un “como sí ser”? El joven abre el espejo y derrama cosas, derrama por ejemplo no el apellido familiar sino todos los nombres de la historia. Derrama Guns and Rousses, derrama al marcar el fin de la infancia, a esa reaparición intensificada y reverberantemente “metafórica” del temor a la oscuridad, a los espejos en silencio que no dicen nada, y a la coladura de ese indicio de extraño que es lo más espantoso en la escrituración del verdadero “ser-no-ser de hijo. Narciso aterrado por sus propios pasos”. (Rodolfo, 2004:126) Nuestras pacientes pertenecen a un estilo adolescente, con un modo de tramitación en actos que si bien para nosotros es ajeno, no dejamos de reconocer como particular de este tiempo. En cuanto a la estructuración sintomal individual, creemos que la facilitación de vías de tramitación homosexual probablemente dificulte u obstruya la heterosexualidad incipiente. Esto propiciaría retornos hacia ese modo funcional promoviendo al menos una disminución de la carga y el placer erótico con cualquiera de los sexos. Suponemos que este tránsito por un tiempo especular de alguna manera inscribe un modo de relación en el que la pareja heterosexual, tal cual la conocemos, lleva las de perder.
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Resumen
Bibliografía
Las autoras plantean algunos de los trabajos psíquicos a los que se ve enfrentado el adolescente; como son: “la reapropiación del cuerpo, la salida exogámica, la definición de la sexualidad”.
Freud S. (1974) “Obras Completas”. Amorrortu Editores. Buenos Aires.
Se interrogan sobre el procesamiento pulsional, inscripciones y reinscripciones psíquicas en que desafía las identificaciones, en algunos pacientes adolescentes en los que algo de la actuación de la sexualidad está en juego. Presentan viñetas clínicas de adolescentes mujeres donde el definir una identidad (en estos casos homosexual), tal vez tomara el color de una fuga que tranquiliza y al mismo tiempo obtura cualquier interrogación sobre sí mismos y la particular incertidumbre adolescente. Lo particular es ese “sin dudas”, sin mayores cuestionamientos del lugar. Les asombra esa urgencia definitoria y básicamente la preeminencia de la actuación por sobre la fantasía. Se interrogan si se trataría de fallas en la represión, o simplemente que el juego erotizado dio paso a la acción erótica en la que no media el temor ni la repulsa propios de un estilo funcional de otros momentos fantasmáticos en el conjunto. Otra preguntas que se formulan: ¿Qué influencia ejerce en la constitución del psiquismo la particularidad de la cultura de cada época? Y ¿este actuar tiene consecuencias para la sexualidad adulta? Suponen que este tránsito por un tiempo especular de alguna manera inscribe un modo de relación en el que la pareja heterosexual, tal cual la conocemos, lleva las de perder.
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Gutton, P. (1993) “Lo Puberal”. Paidós, Psicología Profunda, Buenos Aires. Mc Dougall J. (2000): “Primera conferencia. Sexualidades y Neosexualidades”. http.//www.kalathos.com/ago2000/psicología/neosexualidades.html Miller J.A (2005): “El Otro que no existe y sus comités de ética”. Paidós. Buenos Aires. Reisfeld S. (2004). “Tatuajes, una mirada psicoanalítica”. ED. Paidós Diagonales. Buenos Aires. Rodulfo R. (2004). “El Psicoanálisis de nuevo”. Eudeba. Buenos Aires.
Texturas inglesas
Las fronteras del psicoanálisis: nuevos pacientes, nuevos analistas, nuevos modelos Antonino Ferro*
El tema propuesto me parece sumamente complejo. Podríamos abordarlo desde diferentes puntos de vista subrayando, por ejemplo, la difusión creciente de patologías como la crisis de pánico o de patologías graves de identidad, como los trastornos narcisistas que podemos asimilar a una predominancia de la cultura de la evacuación por sobre la cultura del rèverie. Quisiera plantear también otro punto de vista, que no sea ni pesimista (aumento de las patologías mas graves) ni optimista (los cambios del psicoanálisis son tantos que se oponen a esa tendencia). Propongo una perspectiva que considere los cambios al interior del campo cultural. A menudo hago hacer en los grupos de formación que dirijo, el “juego psicoanalítico” siguiente: hay que transcribir una sesión de análisis de niños transformándola en una de adultos o viceversa. Después de ese tipo de ejercicios propongo un juego un
poco diferente: transformar el relato de una sesión de un paciente, por ejemplo, obsesivo, en uno de un paciente hipocondríaco; o por ejemplo el de un paciente hipocondríaco, en el de uno fóbico o que tiene una enfermedad psicosomática. De esa manera voy proponiendo transformaciones cada vez más complejas: un niño de ocho años gravemente fóbico puede verse transformado en una mujer de cincuenta hipocondríaca, por ejemplo. Es evidente que esos “juegos” son simplemente ejercicios, algo así como “gamas musicales” a realizar fuera de la sesión. Pero estos ejercicios me han llevado a encontrar elementos variables y elementos invariables en el funcionamiento psíquico: un núcleo, un aspecto, un funcionamiento primitivo (o sicótico finalmente) puede ser manejado de maneras muy diferentes según las defensas que sean puestas en juego. Estoy convencido de que esas defen-
Versión traducida del francés por Eduardo Puch ∗ Psicoanalista (Sociedad Psicoanalítica Italiana)
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Antonino Ferro Texturas inglesas
sas dependen en gran medida de lo que encontramos al alcance de la mano.
tenía “a la mano” la elección de la sintomatología (o de la defensa del núcleo violento).
Recuerdo, por ejemplo, un niño de cinco años que me presentaron por un problema de travestismo: escondía en realidad una parte violenta que él temía sólo poder contener con ropas de niña: una especie de “estrogenisación” contínua de un toro furioso.
Lo que quiero decir, resumiendo, es que el mismo tipo de problema (en este caso una parte escindida violenta) puede entrar en escena con escenarios múltiples y variados.
Este niño podría haber utilizado otros mecanismos de defensa, por ejemplo una caracteropatía violenta como medio permanente de evacuar el “toro furioso” o una fobia por los cuchillos o rituales obsesivos referentes a las puertas de su casa por el temor de que un asesino pudiera entrar. Si pasamos a un paciente adulto podemos pensar en la fobia de las relaciones sexuales para evitar el acoplamiento con la parte “escindida” o también en un problema hipocondríaco grave a propósito de un “tumor” como lugar a donde condensar y controlar los aspectos violentos. En el caso concreto del niño que se travestía, me sorprendió el hecho de que sus padres tenían un negocio de lencería y que ellos también ocultaban las emociones violentas: él
Estimulación exteroPropio-ceptivas
Yo creo que el modelo de “aparato psíquico” postulado por Bion conviene para definir tres lugares de patología que pueden, cada uno, habilitar patologías comparables.
Un modelo de aparato psíquico El modelo de aparato psíquico al que me referiré es el modelo de aparato psíquico postulado por Bion (1962, 1963, 1965) con las modificaciones que he propuesto sobre algunos puntos (Ferro 2001 a, b; 2002 a, b, c). Como mi presentación será por el momento de una simplificación extrema del pensamiento de Bion, lo que ganaremos en claridad será perdido en precisión y complejidad, pero creo que vale la pena en un primer momento de aceptar esta forma de reduccionismo
Función digestivo-imaginopoiética del aparato psíquico
Capacidad narrativa del aparato psíquico
Pictogramas
Fig. 1
En la parte a del cuadro ponemos la sensorialidad, es decir todo lo que pasa o llega hasta nuestro aparato psíquico y que no fue aún “digerido”.
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En la parte b del cuadro ponemos la función metabólica del aparato psíquico, capaz de condensar en una imagen lo que hacía presión de manera no figurativa y el resulta-
Texturas inglesas Antonino Ferro
do de esta operación de alfabetización en pictogramas: el juego visual de lo que hacía presión en forma de estimulación, algo que es ahora fácilmente utilizable. En la parte c del cuadro ponemos la capacidad del aparato psíquico de tejer tra-
Elementos beta
mas narrativas coherentes, en cierta medida, con los pictogramas. Si intentamos reformular todo esto en el léxico de Bion, obtenemos el cuadro siguiente:
Función alpha Elementos alpha
♀ ♂
PS ⇔ D CN ⇔HS
Fig. 2
En la primera parte del cuadro ponemos los elementos beta (lo que quiere decir que los elementos beta no son “cosas malas” en sí mismas, al contrario, son la fuente de toda transformación posible). En la parte b ponemos la “función alfa”, cuya función es transformar los elementos beta no representables y no figurables en “imágenes visuales” o, mejor todavía, en “pictogramas emocionales” en los cuales lo que hace presión como sensorialidad y estimulación, puede encontrar una “figurabilidad” elementaria. Bion (1992) dice que un dolor intenso podrá ser “pictografiado” como un rostro bañado de lágrimas o como alguien que se masajea el codo: son los elementos beta que nuestro aparato psíquico produce permanentemente. Para poder ser elaborado a un nivel superior, la secuencia de elementos beta debe encontrar las “herramientas” descriptas en la parte c del cuadro, es decir, la oscilación entre ♀ y ♂, entre PS y D, entre CN y HS.
Entendemos ♀ como el lugar o el funcionamiento capaz de contener las emociones, los pensamientos y permitir así el desarrollo de ♂. Por PS-D entendemos la oscilación entre los niveles más fragmentados y niveles más compactos de emociones y pensamientos. Por CN y HS entendemos la no saturación (capacidad negativa) o la definición exhaustiva de pensamientos y emociones (hecho seleccionado) (Guignard, 1996). En c se encuentran todas las “herramientas para pensar” una vez que la matriz visual del pensamiento ha sido “formada” en sus sub-unidades elementarias (lo que sucede en b gracias a la función alfa). Si seguimos con el análisis de nuestro esquema (fig.3) podemos agregar todavía una cosa importante: los factores de “curación” con respecto a cada parte del esquema. Si la patología concierne únicamente a una acumulación de hechos no digeridos
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Antonino Ferro Texturas inglesas
(de hechos micro o macro traumáticos que han dado lugar a más estimulación que la que ha sido posible transformar en emocio-
nes o en pensamientos) el instrumento principal de la terapia es la interpretación.
c
b
a
OPERACIÓN DE REVERIE (ensoñación)
UNÍSONO
INTERPRETACIÓN
Fig. 3
Si al contrario el lugar de la patología concierne una carencia de la función alfa (y esto es sin duda la situación más grave), el factor terapéutico principal es la “capacidad de reverie” del analista que consiste en las operaciones (mentales) que el analista debe hacer y no decir: es decir que el analista debe activar su propia función alfa, debe transformar los elementos beta en alfa y debe, sobre todo, “pasar al paciente” día tras día el método que permite esta transformación. Si la patología concierne la zona b del esquema, el factor terapéutico por excelencia de parte del analista es estar al unísono o en sintonía con el paciente ( lo que permite el desarrollo de♀) y la capacidad de duelo y la creatividad del aparato psíquico del analista, que debería permitirle amplias oscilaciones entre PS-D y CN-HS, todo esto
♂ ♀
significa contenido significa continente PS posición esquizo-paranoide SANTA INQUISICIÓN
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trae una transformación de la técnica clásica : es la receptividad del analista, las transformaciones que él hace, su tolerancia frente a la duda (las interpretaciones no saturadas y las interpretaciones narrativas) que se transforman en la clave terapéutica, junto a la capacidad de modulación interpretativa. Si retomamos el discurso inicial, obtendremos la secuencia siguiente: Formación de un pictograma visual (elementos beta) à encadenamiento de pictogramas visuales (secuencia de elementos alfa) = pensamiento onírico del día à derivados narrativos. Si se crea en el campo analítico una situación de persecución y enseguida de alivio, los elementos alfa que se forman podrían ser los siguientes: D posición depresiva CN capacidad negativa HS hecho seleccionado
VENTANA ABIERTA
Texturas inglesas Antonino Ferro
Esta secuencia podría generar “derivas narrativas” muy diferentes: “Estaba aterrorizado el día del examen, pero después del primer encuentro con el profesor sentí confianza en mí”. O tal vez: “Recuerdo que tuve miedo cuando la policía me detuvo, pero encontré de nuevo la calma cuando entendí que era sólo un control de rutina”. O tal vez: “Cuando era chico tenía un miedo horrible del médico, pero cuando la consulta empezaba me tranquilizaba rápidamente”. O tal vez: “Soñé que era el blanco de preguntas de parte de mi suegro, pero enseguida entendí que en realidad él se preocupaba por mi situación”. Las “derivas narrativas” nos permiten también un “sondeo” continuo del campo, del sueño alfa, del paciente y del ciclo (que funciona o no), de las transformaciones que se van realizando entre identificaciones proyectivas y reverie (ensoñación) -ciclo que pienso como un evento continuo y constante del campo, según la concepción de Bion, quien considera fundamental ver las identificaciones proyectivas como un fenómeno normal de la comunicación de nuestra especie-. La elección del género narrativo es probablemente un serio problema. Esta elección no es fácil y depende a la vez del analista y del paciente; depende del analista en lo que concierne a las teorías explícitas o implícitas que él tiene a su disposición y que lo llevan a abrir diferentes escenarios según el modelo en el que se sienta más cómodo.
Un escenario narrativo puede ser por ejemplo la reconstrucción de la infancia y de la historia familiar, el modelo freudiano en su acepción más clásica. Otro tipo narrativo elegido por el analista puede ser un reconocimiento y un enfoque del mundo interno del paciente o tal vez una aclaración de las características de la relación actual entre el paciente y el terapeuta. Otro escenario narrativo puede ser la creación de un campo, de un teatro afectivo donde pueden desarrollarse, tomar cuerpo y palabra, todos los personajes que habitaron la pieza del analista, haciendo pensable y expresable lo que antes hacía presión bajo la forma de condensados inexpresables. ¿Pero por qué hablamos de una cosa hoy y de otra diferente mañana? ¿O por qué hablamos de ciertas cosas con un paciente y de otras con otro? El género narrativo es elegido también día tras día por el paciente. Lo importante es la emoción o la secuencia de emociones que el paciente expresa o quisiera expresar con la ayuda del analista. Miremos ahora más de cerca al paciente (si es que es posible mirar un polo de la pareja analítica sin implicar el otro polo). Imaginemos que un paciente tiene la sensación de estar desorientado, angustiado y solo. El paciente llega a su sesión sin estar necesariamente conciente de esas protoemociones. Éstas podrán expresarse con modalidades narrativas muy diferentes, por ejemplo, tipo gacetilla. El paciente dice: ”estaba en el aeropuerto de Malpesa y por culpa de la nieve todo el aeropuerto estaba bloqueado y nadie sabía cómo hacer frente a esta situación de urgencia”. Quiero señalar que el género narrativo es un precipitado, un derivado de la secuencia de emocio-
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nes que están presentes en ese momento preciso, y es eso lo que nos interesa. Nuestra atención al texto manifiesto es solamente aparente, en el sentido de que nos quedamos en el texto manifiesto, pero con la idea de poder ir gracias a él a “buscar” el contacto con las emociones que se encuentran detrás. Retomando la secuencia desorientación, angustia, sensación de soledad, otro paciente podría decir: “vi algo que me impresionó en la televisión: a causa de las lluvias torrenciales, un grupo de espeleólogos se encontraron encerrados adentro de una gruta; no sabían cómo salir, ya que la entrada de la gruta estaba bloqueada por las aguas del río en crecida; estaban en completa oscuridad y hacía frío”, o también, refiriéndose a la misma secuencia de emociones desorientación, angustia y soledad: “me acuerdo que una vez cuando era niño, mi madre llegó muy tarde a buscarme, llovía y se estaba haciendo de noche y yo tenía cada vez más miedo” o también, si se trata de un paciente adulto: “esperé mucho tiempo que Marina regrese para que hagamos el amor, pero en cuanto ella llegó, se puso el pijama y las pantuflas y se fue a la cama con un tremendo dolor de cabeza”, o también “haciendo el amor con Marina la sentí tan fría y distante que de pronto no entendí con quién estaba y qué estaba haciendo en ese lugar”. (Aquí se presenta el problema de qué estatus podemos dar en los diferentes modelos a los recuerdos de la infancia o a la sexualidad). Sería inoportuno decirle a un paciente, sin contar las eventuales angustias homosexuales que podrían provocar, “usted me está diciendo que ayer usted me sentía distante, frío, poco disponible, ausente”.
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Lo que es importante es entender la emoción que habita al paciente en ese preciso momento y recibir o recoger su sentimiento de desorientación de soledad y de angustia. Podríamos seguir hasta el infinito dando ejemplos, pero lo que quiero decir es: que el psicoanálisis puede ser el método que permite diluir las emociones dentro de una narración y crear narraciones que den cuerpo a las emociones y así poder éstas volverse visibles. Con esto quiero decir que no es el relato en sí mismo lo que importa, sino más bien el hecho de captar las emociones que están “río arriba” del relato, que es a su vez un derivado narrativo de la emociones. En otros casos, podemos ayudar al paciente a crear un relato que pueda vehiculizar emociones que el paciente no conoce. Pero podemos preguntarnos: ¿y qué hacemos de los relatos del paciente? Y la cosa se vuelve más compleja ya que están, conjuntamente, la complejidad de la formación de imágenes y el hecho de que las narraciones se desprenden a su vez de estas imágenes. Desde mi punto de vista, el rol del analista consiste en favorecer la creación de coordenadas afectivo-climáticas que activen las capacidades imagino-poiéticas del paciente, haciéndole “hacer su aprendizaje en el taller del analista”, lugar donde se forman imágenes a partir del relato y a partir de lo no dicho. La formación de la imagen fue durante mucho tiempo en el psicoanálisis el patrimonio del sueño: lo que nos sucede cuando estamos en nuestra cama y dormidos, pro-
Texturas inglesas Antonino Ferro
ducimos imágenes: el sueño como vía real hacia el inconsciente. Bion por el contrario, postuló, y es lo que intento demostrar desde el principio, que la actividad onírica es una actividad constante de nuestro aparato psíquico, incluso cuando estamos despiertos, lo que significa que todo el trabajo mental de la vigilia consiste en la formación de imágenes que resumen, como en el caso del sueño nocturno, la calidad emocional de lo que estamos viviendo en ese momento preciso. Lo que decimos es el derivado narrativo de esas imágenes. A través de esto quiero decir que cada paciente nos dice permanentemente cómo debemos ser, cómo debemos presentarnos para poder acercarnos: uno de los puntos de escucha de lo que el paciente nos dice después de una interpretación debe ser considerado como el comentario de la interpretación, comentario que según mi opinión no debe necesariamente ser interpretado (corremos el riesgo de generar una relación que se muerde la cola) pero que debemos utilizar dentro de la “cocina” analítica para encontrar todos los ajustes necesarios. No hay una sola comunicación del paciente, sobre su historia, sobre su infancia, sobre su sexualidad, sobre lo que le sucede en la vida exterior, que no pueda ser “escuchado” desde un cierto punto de vista, como una explicación de su sueño de la vigilia en ese instante. Sueño del día (vigilia) que encuentra, por supuesto, su origen en la historia, en el mundo interno, pero no debemos olvidar que esta fuertemente estimulado por nuestra presencia y por nuestra manera de tomar o no tomar posición: en otros términos todo lo que hace o deja de hacer el analista co-determina la sesión.
Esta atención puesta en el funcionamiento mental del paciente no tiene siempre la misma importancia: hay pacientes que tienen una estructura psíquica lo suficientemente sólida y con los cuales podemos trabajar sobre los contenidos, en cambio que con otros estamos obligados de ocuparnos primero de “reparar” su capacidad de pensar. Por ejemplo, hay pacientes con los cuales es posible de tocar de entrada, aunque sea a cuatro manos, una sinfonía, en cambio con otros hay que primero reparar el piano: es con estos últimos con los que es indispensable favorecer el desarrollo del aparato psíquico y de la capacidad de pensar antes de acceder a los contenidos.
Factores de enfermedad y factores de curación Sobre la base de nuestros esquemas simplificados no es difícil de distinguir tres lugares de patología: I. patología grave debido a una carencia de la función α II. patología debido a un desarrollo no adecuado de ♀♂, PS⇔D, C.N.⇔H.S III.patología debido a un exceso de “hechos no digeridos” pero con una relativa normalidad de los puntos a y b En todas las patologías de tipo “I” hay al origen un defecto en la formación de pictogramas visuales, que pueden ir hasta la no formación del aparato psíquico. En otros términos, es como si falta la “película”, esto es los fotogramas de base para la película.
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Dentro de las patologías de tipo “II” tenemos la formación de “elementos α“, pero el aparato que debe tratar esos elementos es defectuoso. La película recibe la impresión pero no hay revelado (carencia de derivados narrativos) o tal vez falta la función de puesta en escena del abanico de fotogramas formados, el trabajo PS⇔D, o quizás el lugar donde guardar la película revelada (carencia de continente), etc. Pero como decía, es posible también que haya una cantidad de estímulos sensoriales, extero-propio-ceptivos que superen la capacidad de la función α de formar elementos α o la capacidad para tratarlos. En las patologías de tipo “III”, que son patologías de acumulación, de traumatismo, es traumático toda situación que genere una cantidad de elementos β más grande de la que puede ser transformada en α, y después tratada y tejida en emociones y pensamientos. A esta altura, el discurso sobre los factores terapéuticos es simplemente el “positivo reparador” del negativo del que yo hablaba y que podemos repensar con respecto al punto “I”, al punto “II” y al punto “III”, sin olvidar que comúnmente cada paciente es una quimera de “I”, “II”,y “III”. De esta forma existen tratamientos analíticos en los cuales nosotros estamos en el tipo “III”, con pacientes con función intacta, con “aparato para pensar los pensamientos” (PS/D; ♀/♂, CN/HS) intacto, pero con un exceso de “hechos digeridos” generadores de transferencias y de identificación proyectivas que esperan que el analista colabore al trabajo de significación y resignificación.
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Esos pacientes forman parte de la categoría reducida de pacientes analizables según criterios clásicos: ellos toleran las interpretaciones clásicas y pueden incluso enriquecerse por que ellos tienen ya un “lugar a donde” ponerlas y “una manera” de elaborarlas. También hay tratamientos analíticos de tipo “II “ en los cuales antes de trabajar sobre los contenidos no digeridos, hay que trabajar sobre las funciones mentales que faltan: creencia de ♀, carencia en las oscilaciones PS⇔D, etc. Éstas son las patologías borderline, narcisistas, en donde hay una función α, adecuada pero los productos no son manejables: en ese caso la interpretación clásica genera más persecución que crecimiento, falta el lugar a donde guardarla y la “manera” de utilizarla. Tenemos finalmente los tratamientos analíticos de tipo “I”. Estos son los análisis de investigación en los cuales hay un defecto importante de la función α, y hay que “re-hacer” (en este caso hacer por la primera vez) el trabajo β-> α, transformando “cantidades discretas” de β en un elemento α, y permitir de esta manera la formación de elementos α y la introyección del método para hacerlo. Las interpretaciones clásicas, o interpretaciones elaboradas, son en este caso las estimulaciones ulteriores que provocan la evacuación, como lo dice el mismo Bion cuando afirma que incluso “pensamientos” pueden ser evacuados como elementos β, si falta la capacidad de contención. En el caso de un niño autista hará falta una elaboración puntual, pictograma por pictograma, en lugar de una interpretación
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complicada, elaborada y exhaustiva que sería solamente la evacuación de la verdad del analista pero con un receptor ausente. Llegados a este punto, podría haber elegido diferentes tipos de casos clínicos para representar cada “tipo de patología” y mostrar qué situaciones clínicas diferentes pueden ser comparables (o presentar numerosos elementos invariables). Pero prefiero proponer el mismo caso clínico visto en su paso a través de los tres “lugares” o tipos de patología. Creo que este ejemplo puede volverse una fuente de ejercicio, y ser transformado, como lo decía al comienzo, en otras patologías posibles sobre el mismo “lugar de patología”.
Ejemplo clínico: Diego Un diente a la vez
muy mal. Las raíces de 11 años de análisis son profundas, pero los sueños muestran también que renunciar a dos sesiones lo libera de la obligación de tener que llevar el traje a rayas de “condenado” en el trabajo forzado del análisis. En la sesión siguiente dice que le gustaría mucho ir a estudiar en un “colegio” pero que “cuesta muy caro” y no sabe si puede “permitírselo”. Después habla de algo que vio: había unos perros a los que, para reforzarles la mordedura, les hacían morder un pedazo de madera atado a una cuerda. Después tiraban de la soga haciéndola pasar por encima de la rama de un árbol, tiraban hasta levantar el perro que quedaba suspendido en el aire agarrado con los dientes. Más tarde me cuenta que el día anterior (martes, sin sesión) sus padres habían salido y él tenía que ocuparse de su hermanito, a quien quiere mucho. Pero Diego se enojó mucho con su hermanito porque éste no lo dejaba moverse de al lado de su cama. Diego perdió la cabeza y le pegó, pero se quedó muy asustado por lo que hizo. Esa noche hizo un sueño: tenía que cruzar un largo pasillo sombrío, en el que también podían haber arañas, pero finalmente lograba pasar.
Diego tiene 15 años y está en su quinceavo año de análisis. En el mes de septiembre él decide empezar a disminuir el número de sesiones, pasando de 4 a 3, y, enseguida, después de las vacaciones de navidad de 3 a 2. Él decidió esto porque dice que no logra hacer otra cosa que le interese; sin embargo esta decisión le da miedo, es más, lo aterra por momentos. Después de tomarla tuvo dos sueños: en el primero, árboles con raíces muy profundas estaban cortados; en el segundo, él quería ofrecerle a su hermanito, para sus dos años, dos ranas rayadas (como los trajes de los condenados) pero finalmente renunciaba porque costaba muy caro (el mismo precio de la sesión a la que él había renunciado).
Comentamos todo esto como el desarrollo de lo que habíamos empezado a decirnos: él querría su independencia, pero esta idea le cuesta mucho: la “toma” con respecto al análisis, su apego en muy fuerte; en el intervalo a él le costó mucho ocuparse del niño que quería compañía y que le habían confiado y en el sueño aparece el camino difícil y peligroso que ha tenido que hacer en el pasillo que va del lunes al miércoles.
Esos sueños nos muestran que haber “arrancado” la sesión del martes y después la del miércoles, le cuesta mucho, le hace
En ese momento, creó una imagen, una imagen que uno ve en ciertos westerns (más adelante veremos esto en mis reveries
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Antonino Ferro Texturas inglesas
iniciales) donde arrancan los dientes con una tenaza. Él sonríe, pero agrega que nunca hubiera creído que nuestra separación iba a ser una experiencia tan dolorosa. Pero veamos lo que pasaba tres años antes.
Las dimensiones del aparato psíquico Diego tiene doce años y empieza a hacerse preguntas sobre “personas” que él encuentra, personas que según él lo siguen. Después de contener el miedo y la inquietud que eso le genera, le digo que hay otros aspectos de él con los que está entrando en contacto y que tal vez él se pregunta con miedo y curiosidad “quiénes son”. Al día siguiente llega diciendo que tiene algo urgente que decirme: descubrió en un vagón del subterráneo que existe la profundidad, la altura y el espesor. Antes, su mundo había sido siempre plano, el está conmovido por este descubrimiento que significa para él ver el mundo de manera diferente, con un espacio, un aspecto tridimensional del que ni sospechaba la existencia. Pienso en “Flatlandia”, un hermoso relato sobre un mundo en dos dimensiones y le digo que desde mi punto de vista pasó de la geometría plana a la de los “sólidos”.
tenecen a su mundo interno, que él podría imaginarse como un pequeño albergue que puede “albergar” las diferentes partes que se articulan en él, incluso las más temidas y las más despreciadas… Desde ahora no es más la figura en dos dimensiones de un sueño, que le pegaba a todo el mundo cuando evacuaba emociones que después lo perseguían porque no podía “guardarlas adentro”. Diego agrega que él cree que todo esto no es debido al análisis si no al “medicamento” que toma, aunque pueda parecer ingrato cuando dice esto. Le digo que en el pequeño albergue debe haber también una habitación para los “ingratos”, que lo importante es que el “milagro” se haya producido, a que “santo” (en nuestra jerga analítica) se lo debe no me parece que sea lo esencial. Encuentro que Diego dice una gran verdad, no son sólo las interpretaciones, la actividad estrictamente analítica los que lo han ayudado a salir de “Flatlandia”, está también el “medicamento”: todas esas operaciones mentales que hice durante años durante las sesiones sin que surjan inmediatamente interpretaciones, el hecho de contener sus angustias y pasarle progresivamente “el método para tratarlas”.
Diego sigue hablando y me dice que entonces muchos aspectos de él se articulan unos con otros y adquieren espesor; antes se imaginaba a sí mismo de una manera o de otra o de alguna otra manera.
Esto me permite proponer una reflexión sobre el funcionamiento mental del analista con respecto a todas las operaciones “no interpretativas” que él hace: la interpretación, que esté saturada o no, es el último acto de una serie de procesos de transformación y de búsqueda de sentido.
Yo le digo que ahora hay una profundidad y un grosor que le pertenecen, que per-
Ahora, vamos a ir ocho años más hacia atrás.
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La formación de reveries Diego es un niño de cuatro años caracterizado por una violencia incontenible y desordenada que forma parte de un proceso evacuativo. No habla y presenta una serie de estereotipos. Después de un mes de análisis él hace una serie juegos que muestran el principio de un reconocimiento de ciertas “notas” o para decirlo mejor “ritmos de base del análisis” (juego del cucú, juego de bolas que se encuentran/se golpean/se separan, juegos que están ligados a las secuencias 1-2-3-4-32-1, lo que corresponde al número de sesiones. Esos momentos de “calma” son bruscamente cortados por tremendas “razzias” en las cuales pone, no sólo el consultorio del analista en un desorden tremendo, sino que también corre por el pasillo y la sala de espera donde tira todo lo que encuentra. La “reverie” que yo hago está ligada a imágenes de películas westerns: el cowboy que empieza a ocuparse del trabajo de la granja y, de repente, llega una banda de forajidos que destruyen todo y aterrorizan el pueblo. Es claro que en este momento hace falta una función de sheriff que contenga y ponga límites. Esa noche yo tengo una serie de sueños de contratransferencia fragmentados: una imagen, un color, otra imagen… ¿Qué pasaría si nos salimos de la metáfora, del mito del western, de la fila C de la tabla para conceptualizar lo que pasa? Seguramente podríamos hablar de funcionamiento en “D” que empieza a estar presente en la sesión, con otros más frecuentes donde aparece “PS”. Pero también podemos hablar de momentos en los que
empiezan a formarse en el aparato psíquico del analista ciertas “reveries” y momentos en los cuales la evacuación es reemplazada por instantes de pensamiento en el aparato psíquico del pequeño paciente. En otro lenguaje, podríamos decir que en un momento determinado hay una alfabetización de proto-emociones que “son sólidas y funcionan”, pequeños grupitos de sentido se forman, derivados narrativos, o mejor aun, lúdicos. Pequeñas secuencias de elementos α y de sueños del día. Después surgen torbellinos de elementos β, que destruyen todo, que sólo pueden ser evacuados violentamente. Los sueños de la noche nos muestran que el proceso de alfabetización continúa como una “tarea de la noche “ por la cantidad que sobrepasa la capacidad de la función de reverie diurna de elaboración. Este proceso continúa en el sueño al transformar cantidades de elementos β en pequeños fragmentos oníricos, que tienen todavía características de sensorialidad: pequeñas secuencias de α tal vez, o de balfa/alfa. Hemos seguido a Diego al revés en su recorrido hacia la adquisición de una capacidad de pensar autónoma, lo que yo llamo la introyección del “narrador”. Diego tenía dificultades, incluso al nivel de la formación del “pictograma emocional” (Barros 2000; Ferro 2002; Bion 1962). Entonces hizo falta hacer aportes mínimos de mi parte para no inyectar dosis de sensorialidad o de estimulación que habrían sido excesivas con respecto a su capacidad de alfabetización. No era posible tener ninguna actividad de interpretación activa centrada sobre el mundo interno del paciente o sobre la rela-
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ción. Las cantidades de proto-emociones que se hubieran activado habrían producido su evacuación inmediata, ya que falta la capacidad del aparato psíquico de transformarlas en imágenes, en emociones, en vivencias, en pensamientos. Durante mucho tiempo, yo me posicioné en una función de “coro griego” que comenta lo que pasa en la escena. Otro aspecto fundamental es la tonalidad afectiva, la calidad emocional de la voz. Esta tonalidad es percibida antes que todo contenido posible. Todo exceso de interpretación, incluso “justo” actúa como un voltaje excesivo que quema los cables que no son capaces todavía de soportarlo y que hace que se “caiga “ toda la red de comunicación. Poco a poco, vemos el salto hacia un desarrollo de la capacidad de formar imágenes, después el desarrollo de la interacción continente/contenido y, finalmente, la capacidad de entrelazar emociones con el sueño.
Conclusión En conclusión, creo que lo que ha cambiado en nuestra cultura analítica, son los criterios de analizabilidad que se han extendido hasta los tipos b y c. Numerosos son los analistas que se ocupan de pacientes borderlines, sicóticos y de otras patologías autísticas -sobre todo en niños-. Y si en nuestra cultura y sociedad hay un cambio progresivo hacia una cultura de la evacuación, me parece que en nuestra sociedad psicoanalítica nos equipamos cada vez más para ocuparnos de niveles del aparato psíquico que no se podían hacer antes.
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Lo importante es el trabajo que el aparato psíquico del paciente y del analista hacen juntos: de las situaciones más primitivas a las situaciones más evolucionadas. Me parece importante sugerir la existencia de un modelo que pueda percibir las invariantes del funcionamiento mental de nuestra especie. No creo que podamos darnos cuenta de los cambios de estructura en la manera de funcionar del aparato psíquico. Creo que sólo podemos limitarnos a observar que, por un lado, nuestro modo de abordar la cuestión se desarrolla hasta alcanzar niveles del funcionamiento psíquico que no eran accesibles antes; y, por otro, que los factores culturales pueden llevar a nuevas modalidades de expresión del sufrimiento psíquico, pero como “modalidades narrativas” diferentes de la misma calidad de sufrimiento. He intentado identificar tres niveles de “fallas” posibles dentro del sufrimiento humano. Quisiera agregar a título de conclusión que, como toda especie, la nuestra está en “riesgo”, porque estamos sometidos a una cantidad muy grande de tensiones, de sensorialidad, de proto-emociones, que van más allá de nuestra capacidad a transformarlas en pensamientos, fantasmas, emociones. Por ahora, evacuamos esas cantidades no transformadas en sufrimiento mental del individuo y en la locura colectiva que caracteriza -a menudo- nuestra especie.
Texturas inglesas Antonino Ferro
Resumen
Bibliografía
El autor propone desde distintos puntos de vista un abordaje de patologías que se presentan cada vez con más frecuencia, como las crisis de pánico o patologías graves de la identidad. Entre ellos toma el del interior del campo de la cultura, en el que opone la “cultura de la evacuación” a la “cultura del reverie”.
Bion, W. R.:
Propone una suerte de juego, que realiza en sus grupos de formación, que consiste en transformar la sesión de un niño, en una de un adulto o la de un paciente, por ejemplo fóbico, en un paciente hipocondríaco, con transformaciones de complejidad creciente.Esto le permite identificar núcleos primitivos (o psicóticos) que cada paciente maneja acorde a sus posibilidades. Tomando el modelo de aparato psíquico de Bion modificado por él mismo, define tres lugares posibles de patología que delimitan a su vez tres factores de curación, según que el paciente tenga intacta su función alfa, carencia de continente o de oscilación PS/PD (patologías borderline o narcisitas) o bien que esté presente un defecto importante en la función alfa.
- (1962) Learning from Experience. Heinemann. London. - (1963) Elements of Psycho-Analysis. Heinemann. London. - (1965) Transformations. Heinemann. London. - (1992) Cogitations. Karnac Books. London. Ferro A.: - (1992) The Bipersonal Field. Experiences in Child Analysis. New Library-Routledge London-New York.1999 - (1996) In the Consulting Room. Brunner-Routledge. 2001 London New York - (2001a) La séparation entre le rêve et l’ évacuation. Revue Française de Psychanalyse 2/2001/489-498 - (2001b) Rêve de la veille et narration.Revue Française de Pychanalyse LXV, 285-297 - (2002a) Some implications of Bion’s thought: the waking dream and narrative derivatives. Int. J. Psycho-Anal. 83,597 - (2002b) Fattori di malattia fattori di guarigione. Genesi e cura della sofferenza psichica. Cortina Editore Milano - (2002c) Superego Transformations through the Analyst’s Capacity for Reverie Psychoanal. Quarterly LXXI,477 Guignard F. (1997) L’interprétation des configurations oedipiennes en analyse d’enfants. Psychanalyse en Europe. Bulletin FEP, 50 Rocha Barros E. .(2000) Affect and Pictographic Image: The Constitution of Meaning in Mental Life. Intern.Journal.Psychoanal. 81,1087
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Rapsodia (obra compuesta de retazos ajenos) En búsqueda del sueño perdido Juan Baena-Cagnani*, Nira Banhos*, Victoria Cané* Griselda Gianello*, Graciela Santiago*
Introducción
que hace que un período como la adolescencia sea tan difícil, tanto para el adolescente como
Nos interesa centrar nuestro enfoque de la adolescencia como un estado mental que transcurre entre la latencia y la adultez, pleno de turbulencia emocional por las transformaciones que sobrevienen en el sujeto. Un período de la vida en el que “la turbulencia ocurre cuando la personalidad es suficientemente infantil como para recordar cómo es ser niño y lo suficientemente adulta como para sospechar cómo es ser adulto” ( Bion. 1978: 129). Desorden emocional inevitable en todo crecimiento mental, ya que pone en jaque lo sabido-conocido por lo no conocido: (…) de manera que de los mentales que se supone están muriendo y de los que se supone están naciendo surge una confusa situación. No es sencillo establecer si un determinado estado mental está decayendo o madurando. Esto es lo * Psicoanalista (APC)
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para el observador. (Bion. 1978: 130).
Todo crecimiento, toda adquisición de conocimientos son dolorosos.
Semblanza de una adolescencia Tomamos el cuento de Borges “Funes el Memorioso” desde dos puntos de vista: primero, para retratar el perfil de un tipo de adolescencia y, segundo, a modo de viñeta clínica para considerar dos modalidades del funcionamiento mental que en este texto literario pertenecen a un adolescente, pero que podrían estar presente en cualquier etapa de la vida. ¿En qué mundo habitaba en su niñez Irineo, el protagonista de la historia? No lo sabemos, pero su urdimbre mental del presente habla de un hoy congelado que detie-
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ne el pensar en una producción grandilocuente que lo des-vela. El pensar, función simbólica que resignifica la infancia en la adolescencia apuntalando el crecimiento mental, sufrió un duro golpe, trabando el acceso al crecimiento para evitar la frustración. El precio de esta huida es mantenerse “vivo” en un espacio inerte.
Desde el funcionamiento mental La inclusión del relato borgiano tiene como objetivo ilustrar clínica y metafóricamente nuestras reflexiones. De esta manera “Funes el memorioso” pasa a tener una particular interpretación que es la que nosotros le damos, quizás distante, cercana o parecida de la que pensó Borges cuando lo creó.
La oscilación Ps- D (desintegración-integración) está enlentecida en un extremo, el de la desintegración, creando un mundo propio identificado proyectivamente en lo externo, minuciosamente cosificado y ensalzado por la grandiosidad de su pensamiento vacuo. El cuerpo tullido fue testigo de su empobrecida “alma”. “Sabía la hora como nadie”, no necesitaba el reloj, pero detuvo su propio tiempo, no estaba “ni dormido, ni despierto”. Estaba en un campo de batalla en el puesto de un vigía sin descanso. Lo podía todo, aunque no podía nada. Enceguecido por la ilusión generó contenidos sin continente: acumuló, fabricó, inventó, almacenó en un depósito sin paredes ¡¡ Siempre más!! Todo estaba ahí alimentado por la pulsión de muerte como un polvorín listo para estallar, amenazado por la catástrofe impidiendo así el cambio catastrófico.
Se trata de un cuento fantástico donde quien relata en primera persona recuerda sus encuentros con un tal Funes, compadrito uruguayo cuya característica principal era su prodigiosa memoria.
Transitar la adolescencia sería humanizarse, elaborar el dolor de la pérdida, transformarse, “ser un hombre”. Sumido en la desesperación, Irineo Funes, desechó la esperanza.
El primer encuentro entre el relator e Ireneo Funes fue cuando éste tenía 16 años: “alcé los ojos y vi un muchacho que corría por la estrecha y rota vereda como por una estrecha y rota pared”. (Borges, 1944: 161).
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De todas formas, respetuosos de los derechos de autor, queremos comentarles que cuando estábamos llegando al final de este trabajo nos encontramos con una sorpresa que gratamente compartiremos con Uds. en las conclusiones. Ejemplificamos entonces con el relato dos aspectos del funcionamiento mental que trasuntan en este texto: prioritariamente el Funes-Borges donde las funciones yoicas son atacadas para no pensar y la del Relator- Borges, que se diferencia porque compone y describe al personaje de Funes en una producción literaria magistral.
Pedro Leandro Ipuche1 ha escrito que Funes era un precursor de los superhombres; “un Zaratustra cimarrón y vernáculo; no lo discuto pero no hay que olvidar que
1 No ignoramos que el Sr. Borges no era inocente en la elección que hacía de los nombres y citas, por lo que sospechamos que no es una casualidad que el poeta Pedro Leandro Ipuche haya sido uruguayo y su año de nacimiento 1889, o sea el mismo en que murió Ireneo. Ireneo significa pacífico, tranquilo, sosegado, que no provoca luchas o discordias. En paz, no alterado por guerras o disturbios.
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era también un compadrito de Fray Bentos, con ciertas incurables limitaciones”. (Borges, 1944:160). El relator vuelve al lugar en donde lo conoció, cuando Funes tenía 19 años. Al preguntar por él, le contestan que lo había volteado un redomón y que había quedado tullido, sin esperanza: Me dijo que antes de esa tarde lluviosa en que lo volteó el azulejo, él había sido como todos los cristianos: un ciego, un sordo, un abombado, un desmemoriado. (Traté de recodarle su percepción exacta del tiempo, su memoria de nombres propios; no me hizo caso.) Diecinueve años había vivido como quien sueña: miraba sin ver, oía sin oír, se olvidaba de todo, de casi todo. Al caer, perdió el conocimiento; cuando lo recobró, el presente era casi intolerable de tan rico y tan nítido, también las memorias más antiguas y más triviales. Poco después averiguó que estaba tullido. El hecho apenas le interesó. Razonó (sintió) que la inmovilidad era un precio mínimo. Ahora su percepción y su memoria eran infalibles. (Borges, 1944:167).
Desarrollo Esta situación produce un estado mental particular. No puede soñar porque probablemente esté aterrorizado. Debido a que no puede tener una pesadilla, no puede despertar ni dormir, permanece insomne en una vigilia que se prolonga: “Le era muy difícil dormir. Dormir es distraerse del mundo(…)”. (Borges.1944:172) En lugar de elaborar a través del pensar su nueva condición, se exacerba la repetición de datos, la creación de códigos propios, infinitas cantidades de nada. La vora-
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cidad por incorporar saber intenta apropiarse de todo lo que el objeto posee sin poder disfrutarlo, lo que produce más vacío que lleno, sólo una satisfacción arrogante. El conocer no se da por acumulación de información sino por captación de elementos cualitativos que se puedan abstraer: Había aprendido sin esfuerzo el inglés, el francés, el portugués, el latín. Sospecho sin embargo, que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casi inmediatos”. (Borges, 1944: 172)
La creación de un sistema de notación propio, lo sumerge en un mayor individualismo en desmedro de lo social. El aislamiento va acrecentándose simultáneamente con la curiosa voracidad: Me dijo que hacia 1886 había discurrido un sistema original de numeración y que en muy pocos días había rebasado en 24000 (…) Yo traté de explicarle que esa rapsodia de voces inconexas era precisamente lo contrario de un sistema de numeración. (Borges 1944:169-170)
Es un apetito de conocimiento que no lo conduce a un crecimiento mental, no se trata de la curiosidad que impulsa la creatividad, sino a una sumatoria sin fin producto de una pretendida omnisciencia. El pensar en Funes opera más como cosa en sí misma que como pensamiento dinámico capaz de evolución: Era incapaz de ideas generales, platónicas. No sólo le costaba comprender que el
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símbolo genérico perro abarcara tantos individuos dispares de diversos tamaños y diversas formas, le molestaba que el perro de las 3 y 14 (visto de perfil) tuviera el mismo nombre que el perro de las 3 y cuarto (visto de frente). Su propia cara en el espejo, sus propias manos lo sorprendían cada vez. (Borges, 1944: 171)
La arrogancia con que se refiere al accidente difiere y se contrapone a la posibilidad de tolerar la frustración y la incertidumbre: ”Llevaba la soberbia hasta el punto de simular que era benéfico el golpe que lo había fulminado.” (Borges, 1944:163) Hay una hipertrofia de la memoria promovida por la omnipotencia, que se retroalimentan mutuamente. Esto lo lleva al consumo de mayor cantidad de objetos, información bibliográfica, como por ejemplo aprendió latín en una semana y sin otra ayuda que la de los libros. Mecanismos que no propician la elaboración del dolor producido por el trauma. Estos objetos son evacuados con vanagloria y rivalidad hacia su interlocutor. No puede aprender de su propia condición ni la de los otros, ya que no dialoga con el visitante sino que lo usa para demostrar su portentosa memoria. El derrumbe mental en Funes está ligado a la omnipotencia y a la omnisciencia como diríamos en la jerga psicoanalítica. En Funes podríamos pensar que sus recuerdos son un exceso de contenidos que actuarían como ataques a la capacidad de vincular experiencias, sensaciones y emociones, que impiden la posibilidad de la emergencia de transformaciones que lo lleven, quizás, a ideas nuevas.
Sus recuerdos obturan, lo paralizan, evitando así el contacto con la realidad no deseada. El relator, en cambio, funciona como continente de las experiencias vividas poniendo la temporalidad como elemento vital. El recuerdo contiene la experiencia emocional. Dice Bion en los Seminarios de Sao Paulo:”El único tiempo que puedo vivir es siempre el presente; no tiene valor, por lo tanto lo que puedo recordar acerca de mi pasado, salvo aquello que no puedo olvidar por no poder recordarlo. En consecuencia, a menos que sepa en qué consiste ese pasado que llena mi mente no podré olvidarlo. De la misma manera, no podré prestar atención al presente, si me obsesiona el futuro acerca del que nada sé puesto que no ha ocurrido”. “El cronométrico” Funes ¿recuerda o repite? Recuerda y repite. Repetición enciclopedista de sucesos ajenos que lo enajenan de su propia realidad. Recuerda de esa manera repetitiva, para no pensar, para no sufrir. El relator recuerda a Funes y a sí mismo a través de sus vivencias y realiza una elaboración. Recuerda con un acopio de objetos sensoriales siendo su mente la que los contiene y permite la narración del cuento. La mente como continente funcionaría como trama y urdimbre de un telar en el que se irán tejiendo las narraciones, las nuevas formas de viejas imágenes. Si quien teje se encarga de memorizar lo viejo, repetirá incansablemente la secuencia, saturando con el mismo contenido la trama-continente.
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Si, en cambio, puede despojarse de ese contenido-recuerdo en particular, tal vez surja un entramado diferente donde el continente albergue nuevas ideas, promoviendo crecimiento recíproco entre continente y contenido.
Conclusiones Después de las asociaciones que dieron lugar a este trabajo, encontramos el libro “Conversaciones con Borges” de Roberto Alifano, en el que entrevista a Borges y le pregunta entre otras cuestiones acerca de este cuento. Las respuestas de Borges parecen confirmar nuestras ideas, por lo tanto nos damos licencia para utilizar las palabras del propio autor a modo de conclusión: Alifano: Una de las más admirables metáforas del insomnio que se haya escrito. Borges: Bueno, yo no comparto demasiado su criterio, pero ¡qué le vamos a hacer!... Ahora, le voy a revelar un hecho, que tal vez pueda interesar a los psicólogos. Usted sabe que una vez escrito ese cuento, una vez descripta esa horrible perfección de la memoria, que acaba matando a su hombre, el insomnio que tanto me angustiaba desapareció. Alifano: O sea que la consumación de ese cuento fantástico obró como terapia en usted. Hay mucha gente que sostiene que ese cuento es autobiográfico; sin duda lo es, ya que es una especie de hipérbole de un estado mental suyo. ¿No es así? Borges: Cierto, sólo que en lugar de decir Borges dije Funes. Yo me he quitado ahí algunas cosas, y obviamente me he agregado
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otras que no tengo. Por ejemplo, Funes, el compadrito, no hubiera podido escribir el cuento; yo, en cambio, he podido hacerlo y he podido olvidarme de Funes, y olvidarme también -no siempre- del desagradable insomnio. Ahora, yo creo que ese cuento debe su fuerza a que el lector siente que no se trata de una fantasía habitual, sino que yo estoy contando algo que puede tocarlo a él y me tocaba a mí cuando lo escribí. Todo ese cuento viene a ser una especie de metáfora, como señaló usted, o una parábola, del insomnio. (Alifano, 1984)
Texturas inglesas Juan Baena-Cagnani et al
Resumen
Bibliografía
Enfocamos nuestro trabajo a partir de la semblanza de una particular Adolescencia. Nos basamos en los desarrollos de Bion acerca de la teoría del pensar -que fue el punto de partida de nuestras reflexiones- y de un cuento de Borges, “Funes, el memorioso”, como viñeta clínica.
Alifano, Roberto
Con este cuento tratamos de ejemplificar dos aspectos del funcionamiento mental: el de Funes-Borges, donde las funciones yoicas son atacadas para no pensar, y las el Relator-Borges, que es quien escribe el cuento. Se analiza y describe el recuerdo despojado de emocionalidad como contenido que satura el continente y resulta un incesante repetir. La memoria como centro de la sed de conocimientos de Funes y de su inventiva que activa la omnipotencia y omnisciencia que no propende al crecimiento mental. El tiempo detenido a la misma hora. Mecanismos que evitan el dolor del trauma vivido. Funcionamiento mental que jaquea la mente del analista en su recurso técnico “sin memoria, sin deseo, sin comprensión”
1984. “Conversaciones con Borges”. Atlántida. Bs.As. Bion, Wilfred 1978. “Seminarios de psicoanálisis”.Paidós. Bs.As. 1990. “Volver a pensar”. Hormé. Bs.As. 1992. “Atención e interpretación”. Paidós. Bs.As. Borges, Jorge Luis 1944. “Ficciones” Emecé. Bs.As. Freud, Sigmund 1979. “Recuerdo, repetición, elaboración” en Obras completas Amorrortu. Bs. As. 1979.”Más allá del principio del placer” en Obras completa. Amorrortu. Bs.As 1979. “Proyecto de una psicología para neurólogos” en Obras completas. Amorrortu. Bs. As. Sor, Darío; Gazzano, M.R. 1980. “Cambio catastrófico”.Ed. Kargieman . Bs.As.
En las conclusiones se transcriben fragmentos de una entrevista del periodista Roberto Alifano a Jorge L. Borges que corroboran nuestro análisis del funcionamiento mental de Funes-Borges y lo autobiográfico del cuento, donde el autor confiesa que este trabajo de escribir fue la manera de elaborar y salir de un pertinaz insomnio al Relator-Borges.
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Adolescencia, adicciones y rock: “cuando pegó esa sensación quedamos en presencia de la ausencia de dolor” 1 Clara Nemas*
Presentación El origen de este trabajo está relacionado con una tragedia ocurrida en Buenos Aires que tuvo el impacto de una catástrofe social. El día anterior a Año Nuevo casi 200 jóvenes y algunos de sus familiares murieron en el incendio de un ‘boliche’ mientras tocaba una banda de rock popular llamada Callejeros. Los psicoanalistas fuimos convocados por esta tragedia, tanto desde el interior de nuestros consultorios como desde la sociedad que esperaba algunas respuestas. Uno de los temas que más se comentó fue la creciente preocupación por el consumo de drogas entre los adolescentes y la aparente promoción de su consumo por parte de las bandas de rock. Para mí fue muy interesante, y a veces sorprendente, escuchar las variadas respuestas y comentarios, no
sólo de los medios sino también de los colegas que nos reunimos en las instituciones para pensar y ofrecer nuestra experiencia para el tratamiento y contención de las personas involucradas en esta tragedia.2 Cuando pensamos psicoanalíticamente, intentamos comprender a una persona singular con una adicción, en todo caso tratamos de establecer nexos entre la influencia social y la trama mental de nuestros pacientes. Sin embargo, al compartir nuestras experiencias hacemos generalizaciones teóricas que en un camino de ida y vuelta irán enriqueciendo nuestra clínica. La salud, la patología y aún los dramas son algo que puede manifestarse o no de acuerdo con las circunstancias de la vida. Nunca es esto más cierto que en la adolescencia. Esto hace necesario que discrimine-
1 De la letra de la canción Sé que no sé del grupo de rock Callejeros. ∗ Psicoanalista (ApdeBA) 2 Los discursos sociales podrían dividirse en tres tipos: el medicalizante, que dispensa al toxicómano de toda responsabilidad en tanto enfermo necesitado de tratamiento, la banalización con su cuota de complicidad bonachona producto quizás de un cinismo inconsciente y de complacencia estética, con una valoración de la belleza lánguida de la delgadez y del descuido y el análisis paranoico que tiene su vertiente más obvia en las campañas publicitarias contra el consumo y la mirada escandalizada de algunos adultos.
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mos entre aquellas situaciones que involucran a toda la personalidad -adicción cristalizada- de aquellas situaciones episódicas características de la adolescencia y que son las que aparecen con más frecuencia en nuestros consultorios. En medio de la turbulencia de la adolescencia, esta situación transitoria puede cristalizarse en pacientes en quienes un aspecto más perturbado toma el comando de toda la personalidad. ¿Cuáles serían las características del mundo adolescente que pueden hacer a sus habitantes más proclives al consumo de drogas?3 Y aquí es donde querría retomar el trasfondo del que les hablé al comienzo. Decidí revisar las letras de las canciones de rock de los grupos más escuchados en la actualidad, ya que, como les comenté, había una idea que desde esos grupos se promovía el consumo de droga. Tomé especialmente las letras del grupo Callejeros como una base para acercarme al estado mental relacionado con las adicciones en el mundo adolescente.4 Me interesaba discriminar si estas letras expresan una simbolización que evidencia el despliegue de un acto creativo o si constituyen una referencia directa y no transformada de la experiencia concreta. Seleccioné tres perspectivas desde donde abordar la adolescencia: - la relación del adolescente con el tiempo - la omnipotencia vis-à-vis la lucha contra la dependencia - el vínculo con el grupo adolescente.
La temporalidad es una de las categorías a la que se han referido casi todos los psicoanalistas: la capacidad de espera, la respuesta a la frustración y a la postergación de la necesidad y del deseo, la capacidad de comprender la caducidad de la belleza, el tiempo del duelo; el tiempo para adelante, de la esperanza para sostener la confianza en los proyectos y el tiempo para atrás, de la memoria y de la nostalgia. En la adolescencia la relación con el tiempo se ve impregnada de una impaciencia intransigente. En los Seminarios Novara Meltzer plantea que los adolescentes desean apoderarse del conocimiento y la sexualidad que sienten como expresión del injusto poder que los adultos sustentan sobre el mundo. ¿Continúa siendo así en estos momentos? Parecería que para algunos grupos adolescentes no sólo estos privilegios relacionados con la sexualidad y el conocimiento se encuentran devaluados, sino que la transmisión de la experiencia de los adultos está descalificada por la caída del valor simbólico del maestro, en la medida en que éste representa un aprendizaje por etapas que requiere tiempo y paciencia. Esto podría ser simplemente la expresión de la brecha generacional, pero quizás lo novedoso es que estos ideales adolescentes se sostienen también en la cultura por el valor otorgado a la pronta resolución de los problemas y a una atracción por lo actual, lo inmediato y aún lo efímero. Pareciera que retornamos al contrapunto entre principio de placer y principio de realidad: para gozar hay que hacer un
3 Quisiera aclarar que pese a que coincido con Donald Meltzer acerca de que el estado mental adolescente puede aparecer en distintos momentos vitales, a los efectos de esta presentación haré coincidir el estado mental adolescente con la definición del mismo autor, quien considera a los adolescentes como “esa feliz-infeliz multitud atrapada entre la desestabilización de la pubertad y la estabilización de la adultez”. 4 Agradezco especialmente la colaboración del joven Federico Illanes, quien ha hecho una selección de letras de canciones que de modo directo o indirecto se refieren al tema de las drogas en el rock así como sus lúcidos comentarios sobre las mismas.
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esfuerzo. Ese esfuerzo implica una capacidad de espera y de tolerancia a la frustración de la satisfacción alucinatoria del deseo, pero sobre todo, el reconocimiento de la ineficacia de la omnipotencia infantil, algo que el adolescente no está dispuesto a admitir. La droga, y si somos sinceros, con más frecuencia el tabaco y el alcohol que las drogas prohibidas, provee de un objeto fácil de obtener y además indefinidamente renovable, lo que permite eludir la confrontación con los límites. La dependencia hacia los objetos y la lucha contra la misma absorben gran parte de las relaciones humanas, tal como se expresan en nuestro consultorio. Pero es en la adolescencia cuando esta lucha, confundida con la búsqueda de autonomía, adquiere una turbulencia mayor que en otros momentos y se expresa en defensas, a veces extremas, contra la dependencia, que paradójicamente pueden llevar a la adicción. En la base de esta lucha contra la dependencia está en juego una ansiedad, descrita inicialmente por Freud frente a la amenaza por la pérdida del objeto de amor. Melanie Klein retomó esta idea, pero le dio un giro particular al centrar esta pérdida en el objeto bueno interno y por lo tanto en el núcleo de la integridad del self. La lucha contra la dependencia de las figuras parentales adquiere en algunos adolescentes una forma cercana al delirio de autocreación del psicótico. En mi experiencia clínica con pacientes anoréxicas (pero pienso que esto se puede hacer extensivo a otras situaciones compulsivas de adicción), la negación de la dependencia llega a un intento de negar la escena prima-
ria. El propio cuerpo es esculpido como si fuera una creación personal o mejor dicho, para transformarlo en una creación personal. En las adicciones, no sólo se sustituye la dependencia hacia el objeto humano por un objeto inanimado, sino que se genera un vínculo que se sitúa más allá del hambre y de la sed que corresponden al cuerpo “dado” o recibido de los padres. Se crea algo que se presenta como un “nuevo instinto”, con una nueva fuente en el cuerpo que tiene que ver con la necesidad de la droga y cuyo objeto está fuera del vínculo corporal primario con la madre. Como consecuencia, el paciente adicto sostiene que no es el pecho sino la droga con quien mantiene una relación. Se disfraza de impulsivo algo compulsivo. Tal como describe magistralmente Melanie Klein en su artículo Personificaciones en el Juego de los Niños, se genera una complicidad entre el ello y el superyó que transforma el deseo en una orden, mientras el yo se somete al vasallaje del superyó. Tomemos finalmente el otro eje de la discusión, el vínculo del adolescente con el grupo. Meltzer sostiene que no importa cuán delirante o antisocial pueda parecer el grupo adolescente vis-à-vis el mundo adulto, se trata de una posibilidad de contención en relación con los procesos de splitting del self. Este autor propone que es a través de la diseminación de las partes del self adolescente en los miembros del grupo que se ponen en marcha procesos sociales que promueven la disminución gradual del splitting, de la omnipotencia y la ansiedad persecutoria por medio de logros en el mundo externo.5
5 En la latencia, el niño proyecta sus vínculos con los objetos y así el mundo se parece mucho a la estructura familiar. En la adolescencia, el joven proyecta aspectos de su propio self en los miembros del grupo que entonces refleja la fluctuante identidad adolescente.
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Al contener los aspectos escindidos y proyectados del self, el grupo está al servicio de asegurar los límites del adolescente frente al peligro de disolución de los bordes de la propia identidad. Este intento de organización puede volverse rígido, perder las características continentes y devenir un grupo de supuesto básico con su característico ordenamiento jerárquico, negación del paso del tiempo y relaciones sado-masoquistas. Bion considera que todo grupo puede estar sujeto a emociones que lo llevan a actuar como si compartiera ciertos supuestos básicos acerca de sus fines y propósitos. Él describe tres tipos de supuestos: el de ataque y fuga, en el que se supone que el propósito del grupo es luchar contra algo o huir de eso mismo, el de dependencia, con expectativas extremas de ser sostenido por un líder que proveerá para todos y el de apareamiento, con la implicancia de que el propósito del grupo es generar un salvador. Hay un continuo oscilar en el grupo adolescente que refleja las oscilaciones del sentimiento de identidad y la inestabilidad emocional de sus miembros. Una base para estudiar estos fenómenos grupales se encuentra en la “jerga” adolescente, lenguaje idiosincrático que por un lado es fuente de renovación del lenguaje, pero que puede funcionar como un ‘slang’ que excluya a los no iniciados y genere un espacio de marginalidad que al mismo tiempo los aprisiona. En alguna medida este grupo podría ser un representante del “pecho inodoro”, externalización de ese objeto parcial interno en el cual es posible evacuar el exceso intolerable de dolor mental para que el psiquismo pueda sobrevivir. Las defensas maníacas de negación de la realidad psíqui-
ca, triunfo y control omnipotente, permiten que la elaboración de las ansiedades depresivas sea más progresiva y gradual. Este objeto, receptáculo de la proyección de las ansiedades, ayuda a poder tolerar el dolor y reduce su evacuación o evitación. Pero, cuando las ansiedades son de una índole muy disruptiva o cuando el continente (materno-grupal) que debiera recibir la proyección no es adecuado, estas ansiedades adquieren una cualidad -no sólo una intensidad- que las hace intolerables y que Meltzer describió como “terror” y a la que otros autores, como Tustin o Winnicott, se han referido como el temor a la aniquilación del sentimiento de existir o de continuar existiendo (“fear of an annihilation of the feeling of being or “going-on-being”). Sin embargo, hay otra cualidad de ansiedades, las ansiedades depresivas, que han sido descriptas más recientemente en términos de dolor mental, que si no son tolerados aparecen como desesperación (despair), sentimientos de vacío que reflejan la sensación de aniquilación del self y la falta de esperanza. Quisiera presentarles en las palabras de los jóvenes algo de esta angustia tal como ellos la describen, cuando pueden hacerlo, en un lenguaje metafórico y simbólico producto justamente de la trama continente que permite expresar estas emociones sin sucumbir totalmente a ellas. Van algunos ejemplos que seleccioné, de los que leeré sólo algunos fragmentos para que quizás podamos reflexionar sobre ellos en la discusión.
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Una nueva noche fría (2003) Callejeros Van quedando pocas sonrisas, prisioneros de esta cárcel de tiza. Se apagó el sentido, se encendió un silencio de misa. Menos horas en la vida, más respuestas a una causa perdida: de porqué los sentimientos, vuelven con el día. Solo, como un pájaro que vuela en la noche (libre de vos... pero no de mí) Vacío, como el sueño de una gorra. Lleno de nada, sin saber dónde ir. Duro como un muerto en su tumba que murió de miedo, por el valor de vivir. Las nubes no son de algodones y las depresiones son maldiciones. Te va distrayendo, te enrosca, te lleva y te come. Te lastima y no perdona y en algún lugar te roba la cara, la sonrisa, la esperanza, la fe en las personas.
Presión Desesperación, desesperanza, ya nada te alcanza y encima te hicieron caer en sus tranzas. No te dan revancha, sólo quedan nervios y el miedo a quedarte bajo esta avalancha. Y todo te ayuda a aumentar... Cuando hay algo, hay algo que perder.
Sé que no sé Se hizo emoción la inocencia... cuando pegó esa sensación quedamos en presencia de la ausencia del dolor Sé que no sé Pero simple Siempre opino igual Escribo sin razonar Si lo que hago yo mismo está bien o mal. Se hizo emoción la inocencia... cuando pegó esa sensación quedamos en presencia de la ausencia del dolor
Aquí no podemos hacerlo Andrés Calamaro Morena con la piel de chocolate no dejaremos de ser dos amantes tú y yo siempre te llevo guardada muy cerca del corazón Aunque digan que aquí no podemos hacerlo… Dicen que aquí no podemos hacerlo Nunca quise apurarte y que te quemes mal mis dedos sólo sirven para tocarte a ti Un beso otro beso y la pena se va con el humo y dicen que aquí no podemos hacerlo. “Justamente la cabeza es el territorio oprimido Donde yo decido… Nada debería estar prohibido!” Creo que sé cómo hacer para resistir al tiempo sé cómo hacer para olvidar el dolor
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Espero que estas reflexiones resulten invitantes para compartir ideas, despertar controversias y abrir nuevos interrogantes. Esta es la trama que nos sotiene en este trabajo apasionante con nuestros jóvenes pacientes cuando emergemos de la intimidad del consultorio y nos encontramos con nuestros compañeros de ruta por estos caminos parcialmente conocidos e inexplorados del análisis. Pienso que un aspecto muy importante de estas reuniones es invitarnos a reflexionar sobre nuestras tomas de posición frente a problemas relacionados con la sexualidad, las nuevas configuraciones familiares, la extensión de las adicciones, los problemas de género y otros que nos convocan con mucha fuerza desde la cultura en la que estamos inmersos, que requiere de nuestro coraje para sostener con firmeza la perspectiva psicoanalítica de observación, y de honestidad para revisar nuestras ideas frente a la presión de lo políticamente correcto por un lado y de los prejuicios regresivos por otro.
Resumen La autora propone reflexionar acerca de las características del mundo adolescente que pueden hacer a sus habitantes más proclives al consumo de drogas. Se plantean tres perspectivas desde donde abordar la adolescencia: la relación del adolescente con el tiempo, la omnipotencia vis-à-vis en la lucha contra la dependencia y el vínculo con el grupo adolescente. Se ejemplifica con algunas letras de las canciones de rock de los grupos más escuchados en la actualidad, especialmente las del grupo Callejeros, como una base para el acercarmiento al estado mental relacionado con las adicciones en el mundo adolescente. El interés es discriminar si estas letras expresan una simbolización que evidencia el despliegue de un acto creativo o si constituyen una referencia directa y no transformada de la experiencia concreta. Se propone que las ansiedades presentes son de una índole muy disruptiva y adquieren una cualidad -no sólo una intensidadque las hace intolerables y que Meltzer describió como “terror”, y a la que otros autores como Tustin o Winnicott se han referido como el temor a la aniquilación del sentimiento de existir o de continuar existiendo. Sin embargo hay otra cualidad de ansiedades, las ansiedades depresivas, que han sido descriptas más recientemente en términos de dolor mental, que si no son tolerados aparecen como desesperación (despair), sentimientos de vacío que reflejan la sensación de aniquilación del self y la falta de esperanza.
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Bibliografía Harris, M.: (1998) “Adolescentes”. Spatia Editoria. Buenos Aires Meltzer, D.: (1967)” The psychoanalytical process”. Pershire. Clunie Press. Moguillansky, R. “Escritos clínicos sobre perversiones y adicciones”.Grupo Editorial Lumen. Buenos Aires- México Nemas, C.: (2004) “El adolescente frente al método psicoanalítico” Presentado en el Congreso de FEPAL de Guadalajara, Méjico
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