La gran fuerza de sus legiones Los años oscuros de
Calígula
D o c J U L L A u m e E R n t o O - C y s I A u i CL m h i s p A U t ó a c D I A r i c t o o
Los orígenes de la república Julio César: amado dictador Poder femenino en el gobierno Augusto, primer emperador La llegada de Cristo y los cristianos El ocaso de una época
ROMA NACIMIENTO DE UN IMPERIO
49.00 pesos El Salvador 3.75 Guatemala 23 Costa Rica 1,550
sumario 08 Con ellos
24 Legiones,
llegó el Imperio La irrupción de la dinastía Julio-Claudia en la política romana supuso el fin de la democracia senatorial, representada por una República con casi cinco siglos de vida.
04 El nacimiento de un Imperio
una formidable máquina bélica
16 El Divino Calvo
La fuerza armada más preparada y eficaz de la Antigüedad que evolucionó al compás de la historia de Roma. Lucharon contra todos y entre sí.
Miembro más notable de la gens (familia) Julia, la unión de ésta con la gens Claudia dio lugar al primer clan imperial de Roma. César tuvo más poder y mayor personalidad que todos sus sucesores.
Poco más de cien años separan el momento en que César, victorioso en la guerra civil, es nombrado dictator perpetuus (44 a. C.), de aquél en que el emperador Nerón, se ve obligado a suicidarse.
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La dinastía
Julio-Claudia
Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón eran descendientes de Julio César (ver árbol genealógico). Su vida privada y pública marcó el primer siglo del Imperio.
I / Un Imperio para una familia pág. 42
II / La consolidación del poder romano pág. 52
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sumario 32 La importancia
de llamarse Augusto Cayo Octavio Augusto gobernó por 43 años. El legado político del primer emperador romano ha persistido por más de dos mil años.
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78 Mujeres influyentes De Cleopatra a Popea, pasando por Livia, las Agripinas y Mesalina, una serie de féminas de gran carácter ejercieron su influencia sobre los hombres para obtener sus deseos.
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Tras Tras el magnicidio magnicidi o de Calígula, Calígula , su tío Claudio fue elegido emperador. Trece años después, este miembro de la familia imperial, entregado al estudio, estu dio, fue sucedido por un tirano excéntrico.
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86 Claudio y Nerón
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62 En tiempos de Cristo
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La vida de Jesús transcurrió entre los reinados de Augusto y Tiberio. Tiberio. Más tarde, Claudio expulsó de Roma a sus seguidores.
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70 Los años oscuros
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Uno no quiso nunca ser emperador y abandonó el gobierno gobiern o a su suerte; el otro pretendió ser mucho más que qu e eso, un dios tiránico y caprichoso.
© MUY INTERESANTE HISTORIA. Marca Registrada. Año IV N° 62. Fecha de publicación: 15-11-2018. 15-11-2018. Revista bimestral, editada y publicada por EDITORIAL ZINET TELEVISA, S.A. DE C.V., Av. C.V., Av. Vasco de Quiroga N° 2000, Col. Santa Fe, Del. Alvaro Obregón, C.P. 01210, 01210, Ciudad de México, tel. 52-61-20-00, 52-61-20-00, mediante convenio con GRUPO TELEVISA, S.A. Contenido C. bajo los derechos exclusivos de licenciado por ZINETMEDIA GLOBAL, S. L. S. EN C. bajo EDITORIAL ZINET TELEVISA, S.A. DE C.V. Editor C.V. Editor responsable: Porfirio Sánchez Galindo. Número de Certificado de Reserva de derechos al uso exclusivo del Título MUY INTERESANTE HISTORIA: 04-2015-030213083 04-2015-030213083500-102 500-102 de fecha 18 de abril de 2018, ante el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Certificado de Licitud y Contenido en No. 16611 de fecha 25 de noviembre de 2016 ambos con expediente No. CCPRI/3/TC/15/20545 CCPRI/3/TC/15/20545 ante la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas. Distribuidor exclusivo en México: Distribuidora Intermex S.A. de C.V., Lucio Blanco N° 435, Azcapotzalco, C.P. 02400, México D.F. Tel. 52-30-95-00. 52-30-95-00. Distribución en zona metropolitana: Unión de Expendedores y Voceadores Voceadores de los Periódicos de México A.C., Barcelona N° 25, Col. Juárez, México D.F. Tel. 55-91-14-00. ATENCIÓN A CLIENTES: a CLIENTES: a toda la República Mexicana tel. 01 800 REVISTA (7384782).
94 En toda Germania La humillante derrota romana en las selvas montañosas montañosa s de Teutoburgo Teutoburgo supuso el fin del primer gran sueño de una Europa unida.
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96 Días clave Tras Tras siete años de d e guerra, las Galias fueron conquistadas finamente por Julio César. La rendición de su adveradversario se convirtió en leyenda.
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HISTORIA
ROMA, DE JULIO CÉSAR A NERÓN
Cronología
El nacimiento de un Imperio
P
Roma, Roma, de Julio César César a Nerón
oco más de cien años separan el momento en que César, victorioso en la guerra civil, es nombrado dictator perpetuus perpetuus (44 a. C.), de aquél en que el emperador Nerón, caído en desgracia, se ve obligado a suicidarse (9 de junio de 68): un siglo clave en la historia de Roma. Durante ese tiempo, una misma familia, la Julio-Claudia –de la que el primero fue antecesor y el
segundo, su último representante–, regiría los destinos del mundo occidental a través del Imperio romano, mismo que puso fin a casi cinco centurias de gobierno republicano. republicano. Fue también el tiempo de Augusto, Tiberio, Calígula y Claudio, del nacimiento y muerte de Cristo –y del surgimiento del cristianismo– y de mujeres tan sobresalientes sobresalientes como Cleopatra, Livia, Mesalina o Agripina.
100 a. C.-44 a. C. Julio César, el Divino Calvo 100 a. C. Cayo Julio César nace en
509 a. C.-27 a. C. De la República a la Roma de los Césares 509 a. C. El rey Tarquinio el Soberbio es derrocado y se funda la República. Siglo V a. C.-siglo III a. C. Roma conquista progresivamente la Italia peninsular: guerras latinas (498 a. C.-338 a. C.), guerras samnitas (343 a. C.-290 a. C.)... Siglo III a. C.-siglo II a. C. Dominio romano del Mediterráneo y enriquecimiento sin precedentes: guerras púnicas contra Cartago (264 a. C.-146 a. C.), guerras macedónicas, guerra romano-siria... Siglo II a. C.-siglo I a. C. Se suceden los conflictos internos: guerras serviles (revuelta de Espartaco en 73 a. C.), asesinato de los Graco, guerras civiles (de las que emergen Julio César y su sucesor, Octavio)... 27 a. C. Octavio, designado princeps con el nombre de Augusto, inicia el Imperio. 4
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el seno de la gens Julia, en una rama familiar de escasa fortuna. 80 a. C.-60 a. C. Ascendente carrera política y militar: legado o general en Asia a los 20 años, cuestor o juez en Hispania con 30 30 y finalmente cónsul en Roma con 40. 60 a. C.-53 a. C. César forma con Pompeyo y Craso el Primer Triunvirato. Triunvirato. 58 a. C-51 a. C. Se consagra como genio militar en la Guerra de las Galias. 10 de enero de 49 a. C. Muerto Craso y rota la alianza con Pompeyo, cruza el río Rubicón: es el inicio de la guerra civil que lo llevará al poder absoluto. 48 a. C. Casado tres veces y amante de cientos de mujeres, su relación con la reina egipcia Cleopatra VII causa escándalo y tendrá como fruto un hijo, Cesarión. 15 de marzo de 44 a. C. César es asesinado en el Senado por un grupo de conspiradores.
88 a. C.-30 a. C. El ejército romano y las guerras guerras civiles Antecedentes. Tras varias reformas –Camilo en el siglo IV a. C., Cayo Mario en el I a. C.–, las legiones romanas se convierten en el más poderoso cuerpo armado de la Antigüedad. 88 a. C.-81 a. C. La Primera guerra civil enfrenta a los partidarios de Mario (populares) con los de Sila ( optimates optimates o conservadores), con victoria de éstos. 49 a. C.-45 a. C. En la Segunda, Julio César vence a Pompeyo. 43 a. C.-42 a. C. El asesinato de César desata un tercer conflicto entre sus herederos políticos, Octavio y Marco Antonio, y los magnicidas Bruto Bruto y Casio. 32 a. C.-30 a. C. Octavio y Marco Antonio, antes aliados, luchan por el poder en la Cuarta –y última– guerra civil. La batalla de Accio (2 de septiembre del 31 a. C.) sella su destino: Marco Antonio se suicida, Octavio queda al frente de Roma.
/RevistaEmpire
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HISTORIA
ROMA, DE JULIO CÉSAR A NERÓN
633 a. C.-14 6 Octavio Augusto, el creador del Imperio 63 a. C. Nace Cayo
Octavio Turino, cuya madre, Acia, es sobrina de Julio César. 44 a. C. Es adoptado y designado heredero por César en su testamento.
43 a. C.-38 a. C.
Forma con Marco Antonio y Lépido el Segundo Triunvirato. 39 a. C. Se casa en terceras nupcias con Livia. La única hija de Octavio Augusto, Julia, nace el mismo día en que su padre se divorcia de Escribonia, para desposar a Livia. 27 a. C.-14. Tras liquidar a sus rivales y adoptar el nombre o título de Augusto, regirá hasta su muerte y durante 41 años el principado principado o Imperio romano, siendo así el emperador de mandato más largo.
29-59
En tiempos de Cristo... y los cristianos Hacia 5 a. C. En la era de Augusto,
Jesús Jesú s nace nac e en Judea durante durant e el reinado reinad o de Herodes el Grande. 4 a. C. Herodes Antipas, hijo de éste, recibe a la muerte de su padre la tetrarquía de Perea y Galilea Gal ilea..
Hacia 27.
Jesús Jesú s es crucificado en la etapa de Tiberio, en el marco de una serie de revueltas judías. judía s.
19 de julio de 64. Se
produce el gran incendio de Roma, del que Nerón acusa a la secta cristiana.
41-68
Mujeres influyentes, mujeres sojuzgadas
Claudio y Nerón: el ocaso de una estirpe
29. Muere a los 87 años Livia, espo-
41-54. Elegido
sa (Augusto), madre (Tiberio), abuela (Claudio) y bisabuela (Calígula) de emperadores. Su matrimonio con Augusto, sobre el que ejerce gran influencia, dura 52 años y une a dos importantes gens de Roma: Julio –Octavio– y la Claudia –la suya.
59. Agripina, hermana de Calígula, sobrina y esposa de Claudio y madre de Nerón, Nerón, es asesinada por éste. Es la primera mujer del clan nombrada “emperatriz y augusta” tras Livia, con la que guarda muchos paralelismos: las intrigas para situar a Nerón en el trono, las acusaciones de envenenadora... 6
5 a. C.-64
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emperador tras el asesinato de Calígula, Claudio será un gobernante eficaz: conquista de Britania, prosperidad económica, grandes obras públicas... 54-68. Con Nerón se extingue el poder de la estirpe. Maltratado por la historia –ex travagante, travagante, déspota, responsable del incendio de Roma–, su suicidio dará paso al “año de los cuatro emperadores” y a una nueva dinastía: la Flavia.
14-41 Tiberio y Calígula: los años oscuros 14-37. Segundo emperador de la
dinastía, Tiberio pasa de la buena gestión a la apatía y la imposición de un régimen de terror contra sus adversarios. En el año 26 se retira a Capri, donde se entrega a una espiral de violencia y perversiones. 37-41. Le sucede Cayo Julio Augusto Germánico, conocido como Calígula, su nieto adopti vo. Su breve reinado pasará a la historia –exagerado por sus detractores– como un periodo de desastre económico, locura, tiranía y escándalos sexuales.
Siglo I a. C.-siglo I
Dosier: la dinastía Julio-Claudia Un Imperio para una familia.
Los casamientos, divorcios forzados, adopciones, incestos, conspiraciones y ase sinatos sina tos de heredero he redeross que configuraron su evolución.
Consolidación del poder romano. Sus innumerables aporta-
ciones a la política, economía, derecho, religión, urbanismo, ocio...
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ROMA, DE JULIO CÉSAR A NERÓN
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De la República a la Roma de los Césares C ésares
Con ellos llegó el
Imperio La irrupción de la dinastía Julio-Claudia en la política romana supuso el fin de la (relativa) democracia senatorial, representada por una República con casi cinco siglos de vida, y la implantación de un autoritarismo dictatorial (César) y más tarde imperial (Augusto). Por Nacho Otero
E
l Senado y el pueblo romano: eso –Senatus Populusque Romanus– significa el acrónimo SPQR que, en la última etapa de la República (desde el año 80 a. C.) y hasta muchos años después de que este sistema político desapareciera (hasta la época de Constantino, en el siglo IV), blasonó las monedas, los documentos, inscripciones en piedra o metal, monumentos y estandartes de las legiones como denominación legal de Roma. De origen incierto, pero muy anterior –probablemente, de la etapa fundacional de la ciudad-Estado republicana, cuyo nombre oficial entonces, sin embargo, era únicamente “Roma”–, resulta irónico que la frase que designa al Senado y al pueblo como depositarios de l a soberanía se institucionalizara, precisamente, precisamente, cuando dicha soberanía agonizaba, próxima a extinguirse, ahogada entre otras cosas por la lucha entre ambos estamentos: la patricia clase senatorial y el pueblo (la plebe). Esa contradicción de base, nunca resuelta, traería la decadencia de la República romana y, en último término, las guerras civiles, caldo de cultivo para la irrupción de diversos hombres providenciales o “salvapatrias”. Y serían el más exitoso de todos ellos el los –también el más int inteligent eligente, e, cautivador y capaz–, Julio César, y sobre todo su heredero, Octavio Augusto, quienes le dieran la puntilla a una forma de gobierno que parecía eterna aunque, en realidad, había nacido hacía menos de cinco siglos.
El último rey de Roma N Ó G A R A E D N Ó I C A T U P I D : S O T O F
Cambio de régimen. El último rey de
Roma, Tarquinio el Soberbio, enfureció a sus súbditos con su mal gobierno y tiranía. Su caída, tras la violación de Lucrecia, se representa en este cuadro historicista del pintor español del siglo XIX Casto Plasencia.
Antes de la llegada de la República, Roma era una monarquía de carácter electivo en la que el monarca era, por encima de todo, un jefe cívico-milita r proveniente de las gens (agrupaciones familiare s) más antiguas e ilustres. Lo que sabemos de este periodo, lo mismo que del arranque de la subsigu iente era republicana, se lo debemos sobre todo al muy posterior T ito Livio (59 a. C .-17), .-17), de modo que hay que hacer siempre salvedades respecto a la mezcla de historicidad y le yenmuyinteresante.com.mx
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HISTORIA
ROMA, DE JULIO CÉSAR A NERÓN
Violación Viol ación de Luc rec recia. ia. La agresión sexual Tito Livio lo relató.
Debemos al gran ensayista romano (59 a. C.-17; arriba, en un grabado) la historia de Roma desde su fundación hasta la muerte de Nerón; de él proceden muchos datos sobre la era de la República.
da. Sea como fuere, parece que el séptimo rey de Roma –que también sería el último–, Tarquinio el Soberbio, del clan de los Tarquinios, util izó en tal grado la v iolencia, el asesinato político político y el terror para mantenerse en el poder, derogando además reformas y beneficios sociales establecidos por sus predecesores, que los romanos empezaron a ver con malos ojos eso de la monarquía. Por si esto fuera poco, Tarqui nio acabó de enfurecer al pueblo al destruir todos los santuarios y altares sabinos de la Roca Tarpeya y aún más cuando permitió que su hijo Sexto violara a Lucrecia, una patricia romana. Llegado este punto, un pariente de ésta –y también de Tarquinio, en realidad–, Lucio Junio Bruto, convocó al Senado y, con el apoyo de la plebe, se decidió el destierro del indeseado rey y la abolición del sistema monárquico. Corría el año 510 a. C. Evidentemente, había que sustituir lo abolido con algo. Y el Senado, hasta entonces un órgano consultivo esporádico, esporádico, se hizo permanente y se convirtió, ya entrado el año 509 a. C., en la clave de la nueva forma de gobierno: la República de Roma.
Para sustituir sustitui r el liderazgo del rey de Roma, en 509 a. C., se creó el nu nuevo evo cargo de cónsul, asignado a dos senadores: Lucio Lucio Junio Bruto Br uto y Lucio Tarquin Tarquinio io Colatino. 10
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a esta patricia romana por Sexto Tarquino, hijo del rey, precipitó la abolición de la monarquía. Aquí, la ver sión del genial Tiziano (1568-1571). (1568-1571).
Organizando la “cosa pública” Su nombre en latín, Res publica o “cosa pública” –o, como diríamos hoy, esfera pública–, englobaba todo el conjunto de asuntos asunt os que se debía organizar para un armonioso funcionamiento de la emergente sociedad romana. Así, para sustituir el liderazgo de los reyes, se creó el nuevo cargo de cónsul, asignado expresamente a dos senadores: los primeros fueron el propio Lucio Junio Juni o Bruto y Lucio Tarquinio Tarquinio Colatino. De modo inicial, a los cónsules se les transfirieron todos los poderes que antaño tenía el rey, pero con la esperanza de que al compartirlos, actuara actuara así de contrapeso y se impidiera la tiranía. tiranía . Se estableció que sus mandatos fueran anuales y cada cónsul, cónsul , además, podía vetar las actuaciones o decisiones de su colega consular (intercessio ). Esta medida pronto se reveló insuficiente para evitar el abuso de poder. El primer acto de Bruto –antepasado, –antepasad o, por cierto, del Marco Junio Bruto que participaría siglos después en el asesinato de César– como cónsul fue obligar a Colatino a renunciar bajo el pretexto de que era un Tarquinio y de que Roma no sería libre hasta que todos los miembros de esta familia dejaran la ciudad. Colatino se autoexilió, y el Senado decretó el mismo destino destin o para todos los Tarquinio Tarquinios... s... con la salvedad del hábil Bruto, que aprovechó la ocasión para “colocar” como colega consular a su
M U E S U M M A I L L I W Z T I F ; S E G A M I Y T T E G : S O T O F
“Están locos, estos romanos...”
Y
a lo sentenció Marx en su famoso adagio burlón sobre Luis Bonaparte: “La historia ocurre dos veces: la primera como tragedia y la segunda como farsa”. farsa”. Y así, lo mismo que Benito Mussolini Mussolini no tuvo empacho en presentarse como “el heredero de Augusto”, el largo camino recorrido por las ilustres siglas SPQR (arriba, en una moneda) es el que va de un símbolo cargado de trágicos presagios –no duró, no podía durar ese poder del pueblo representado por un Senado aristocrático– a un mero emblema turístico o una oportunidad para la anécdota ligera y burda.
En cuanto a lo primero, las cuatro letras se usaron en numerosas ocasiones como seña de identidad de Roma –en el Renacimiento y, otra vez, en la dictadura dictadura fascista, fascista, que las puso hasta en las tapas de las alcantarillas en su vano y bufonesco intento de asimilarse al Imperio– y hoy siguen presentes en el escudo municipal de la Ciudad Eterna; también, “tuneadas” (SPQ seguido de la letra que toque), en escudos y edificios de otras muchas
amigo Publio Valerio Publícola. Como vemos, la corrupción y el tráfico de influencias empezaron pronto a causar estragos. Por ello, enseguida comenzaron las reformas. Las principales instituciones del nuevo régimen pasaron a ser el Senado, las magistraturas y los comicios. El Senado, pilar de la República y órgano político ante el que rendían cuentas los cónsules, estuvo originalmente constituido sólo por patricios, pero a partir de la Lex Ovinia (312 a. C.) se permitiría que los plebeyos formaran parte del mismo. La auctoritas del Senado daba validez a los acuerdos tomados en las asambleas populares o comicios; también resolvía las situaciones de interregnum o “vacío de poder”, que acontecían cuando moría un cónsul.
ciudades, de Reggio Emilia a Bremen. En cuanto a lo segundo, la cultura popular las ha usado con desigual burla. Quizá la mejor broma al respecto, por su pertinencia, sea la de los traductores al italiano de los cómics de Astérix y Obélix: el comentario habitual de este último poniendo en duda la cordura de los legionarios de César –“Ils sont fous ces romains” o “Están locos, estos romanos...”– aparece en su versión italiana con las iniciales en mayúsculas: “Sono Pazzi Questi Romani”.
los ejércitos rivales, lo que junto a su disciplina y entrenamiento las convirtió casi en invencibles. Además, a medida que avanzaba por el mapa itálico, Roma reclutaba asimismo como tropas auxiliares a los contingentes de las ciudades dominadas: una inteligentísima medida que fue dando forma a unas formidables fuerzas armadas y tejiendo una tupida red de alianzas. alianza s. Primero vinieron las ll amadas guerras latinas, dos conflictos acaecidos en siglos sigl os sucesivos –498 a 493 a. C., y 340 a 338 a. C.– que enfrentaron a la República con los pueblos del Lacio (latinos y faliscos). La victoria final de Roma le dio el domini o sobre este territorio y, casi al mismo tiempo, en 343 a. C., se inició la primera de las tres guerras samnitas, que acabaron en 290 a. C., con el completo sometimiento de la Italia central.
Pilar de la República. El
Senado, nació como un órgano consultivo en la monarquía, pasó a ser la institución central del nuevo régimen en el año 312 a. C. (abajo, pintura decimonónica Apio Claudio entra en el Senado romano ).
A la conquista de Italia
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Para limitar el mando de éstos, además, se crearon las restantes magistraturas, cargos absolutamente originales de l a República romana que estaban por debajo de los cónsules y dividían sus atribuciones. Las primeras –con el tiempo surgirían muchas otras– fueron la de pretor , que asumía las potestades judiciales otorgadas a los cónsules, y la de censor, que poseía el poder de controlar el censo. Con este sólido andamiaje administrativo y político, y debilitados los otrora poderosos etruscos, la ciudad-Estado de Roma se convirtió rápidamente en la nueva potencia hegemónica de la península Itálica. Así, los primeros siglos de la República (V-III a. C.) vieron la progresiva conquista de prácticamente toda la Italia peninsular por parte de los romanos. Las legiones, instrumento de dicha conquista, se componían de ciudadanos reclutados en tiempos de guerra e identificados con su objetivo, frente al carácter mercenario de muyinteresante.com.mx
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ROMA, DE JULIO CÉSAR A NERÓN
Ruinas de un Imperio. Cartago le
disputó a la República de Roma el dominio del Mediterráneo y perdió el envite: fue arrasada (arriba, sus ruinas cerca de la capital tunecina).
Para el primer cuarto del siglo III a. C., los romanos habían vencido sucesiva e imparablemente a todos sus rivales itálicos: aparte de los ya mencionados, etruscos, galos del Po, brutios, lucanos, sabinos, umbros, celtas del norte y, entre 280 y 275 2 75 a.C., a los habitantes habitante s del sur. Era el momento de expandirse más allá de sus fronteras peninsulares.
Hacia el primer cuarto cuart o del siglo III a. C., los romanos romanos vencieron a todos sus rivales itálicos: etr etruscos, uscos, latinos, faliscos, umbros, brutios, lucanos, sabinos.. sabi nos....
Resistencia numantina. La toma de Numancia
(arriba, vista aérea del sitio arqueológico, en Soria), en 133 a. C., tras un feroz asedio, les dio a los romanos el dominio definitivo sobre Hispania.
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Las guerras púnicas Porque, claro, el problema que lleva aparejado el crecimiento territorial está en seguir creciendo constantemente, para poder abastecer lo conquistado y protegerlo de agresiones externas: el eterno dilema histórico del colonialismo, colonia lismo, que llevó a la República a la contradicción de crear un imperio de facto, de proporciones cada vez más gigantescas, gigante scas, que acabaría por devorar devorar las instituciones republicanas pensadas para la eficaz administración de una ciudad-Estado. ciudad-Esta do. Así las cosas, Roma inició una larguísima escalada bélica que, a la postre, la convertir ía en la primera potencia del mundo mediterráneo. Las guerras púnicas marcaron la pri mera etapa de esta expansión. Mientr as los romanos se afianafia nzaban en Italia, la c iudad de Cartago, en la costa norteafricana, había puesto en pie un enorme imperio marítimo que dominaba todo el Mediterráneo occidental, con colonias estables en Hispania, Baleares y Sicilia, de donde había logrado expulsar incluso a los gri egos. En 264 a. C., la República romana puso los ojos en esta isl a y decidió ocupar las colonias cartagine sas sicilianas. Tras armar una poderosa flota de guerra, los enfrentamientos de distinto signo se sucedieron hasta que en 241 a.C. Cartago capituló: fue el fin de la primera guer ra púnica, merced a la cual Roma se apoderó asi mismo de Córcega y Cerdeña y penetró en la Galia transalpina, y en la que sobresaldría pese a su derrota el célebre general y estadista cartaginés Amí lcar Barca.
K C O T S I : S O T O F
Relieve etrusco del siglo VI a. C., que muestra guerreros con las típicas armaduras de origen griego.
Etruscos
Predecesores y rivales de Roma, su núcleo geográfico fue la Toscana, que les debe su nombre: los romanos los llamaron tusci. Fueron una gran potencia.
Sobre estas líneas, un cofre de bronce ornamentado de esta antigua civilización, que representa una cabaña. Procede del siglo VIII a. C.
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En este grupo escultórico
etrusco hallado en Marzabotto (Bolonia, Italia), una mujer le ofrece a un soldado una libación en un fiale (cuenco cerámico).
La sofisticación de su arte se nota en esta figura del siglo II a. C., que adorna la tapa de una urna funeraria y representa al difunto.
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ROMA, DE JULIO CÉSAR A NERÓN
Espartaco: jaque a la República
L
a revuelta de esclavos más famosa de la historia –por cortesía de la gran g ran película de Stanley Kubrick ( Espartaco Espartaco, 1960, protagonizada por Kirk Douglas y Laurence Olivier) y de la serie serie de TV homónima (2011-2013)– sucedió entre los años 73 y 71 a. C., y tuvo como instigador y líder, según las fuentes romanas, a un sier vo tracio, de 40 años años de edad, edad, que había sobrevivido sobrevivido como gladiador gracias a su increíble fortaleza física. Formado en la escuela de gladiadores de Capua, dirigida por Léntulo Batiato, cuentan los cronistas, culto e inteligente, Espartaco ideó y llevó a cabo una rebelión destinada, en principio, sólo a escapar de su encierro junto con varios compañeros. Pero en su huida se toparon con un convoy que transportaba armas y, tras apoderarse de él, se hicieron fuertes en las proximidades del Vesuvio. Vesuvio. Aquello fue el germen de la creación de un ejército de desposeídos que se conjuró para nunca volver a la l a esclavitud, plantando batalla a las legiones romanas durante casi dos años, en la que también es conocida como tercera guerra servil, guerra de los esclavos o guerra de los gladiadores. La situación se puso tan fea para Roma –el tracio llegó a reunir a 70,000 hombres y marchó hacia la Ciudad Eterna Eterna con ellos– que se colocó al mando del operativo para vencerlos al pretor Marco Licinio Craso (más tarde, triunviro con César y Pompeyo), quien además tenía un interés personal en el asunto: se dedicaba, entre otras cosas, al tráfico de esclavos. Finalmente, con la ayuda de Pompeyo y Lúculo, los revolucionarios fueron derrotados y mayoritariamente ejecutados, sin embargo, su sueño de libertad quedaría para siempre en los anales de la lucha por un mundo más justo y más humano.
Kirk Douglas (Espartaco) y Woody Strode Strode (Draba) en una escena de la película.
Su hijo, Aníbal, sería el protagonista en el ban- desmembración del imperio de Alejandro Magdo cartaginés de la segunda guerra púnica (218- no: a los reyes macedonios Filipo V (197 a. C.) y 201 a. C.), enfrentado a Publio Cornelio Escipión Perseo (168 a. C.) en las llamadas guerras maceel Africano, general y político romano que se alzó dónicas y a Antíoco III en la guerra romano-siria con la victoria en la batalla de Zama. En esta oca- (189 a. C.). Con sus sucesivas victorias sobre todos sión se dirimía la conquista de Hispania, que los ellos, Macedonia, Acaya y Epiro se convertirían romanos codiciaban por su riqueza en yacimien- igualmente en provincias romanas. tos de plata. Y aún habría una tercera guerra púRoma consolidó este dominio absoluto del Mare nica (149-146 a. C.), centrada en gran parte en el Nostrum con el establecimiento de numerosas asedio y batalla de Cartago, que se saldó con el colonias en la Galia Cisalpina y la definitiva ocusaqueo y la completa destrucción de la ciudad pación de Hispania (toma de Numancia en 133 mediterránea. Su población fue exterminada o a. C.) y de la Galia del sur, que, convertida en la esclavizada y su territorio pasó a convertirse en provincia Narbonense, permitió la unión terresla provincia romana de África. tre de Hispania con l a metrópoli a través de la Via Domitia, una fabulosa calzada que discurría en Dueños del mediterráneo paralelo al mar desde los Alpes a l os Pirineos. Paralelamente, en el Mediterráneo oriental, la Todas estas conquistas conllevaron una reinsaciable República de Roma se enfrentó a los volución económica: Roma, dir íamos hoy, pegó monarcas de los Estados helenos surgidos tras la un auténtico home run. Los botines e indemnizaciones de guerra, más los tributos pagados por las provincias, enr iquecieron al Estado de La insaciabl i nsaciable e Roma luchó en el colosal... y sobre todo a muchos parMediterráneo oriental contra los Estados Estados manera ticulares. Los miembros de la clase senatorial helenos helenos en las guerras g uerras macedónicas. acapararon las tierras que la República se ha14
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En el siglo I a. C., los esclavos se convirtieron convirt ieron en el estrato social más numeroso numeroso de Roma y protagonizaron las llamadas guerras serviles. serv iles. bía reservado (el ager publicus) y administraron la explotación de estos bienes públicos –de ahí su nombre de “publicanos”– entregados a una febril especulación. especulación.
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y la opulencia, así como a un arte orientalizado de influencia helenística. Y luego estaban los esclavos, un mero instrumento económico que podía comprarse y venderse; procedentes en su mayoría de los pueblos sometidos, se convirUna sociedad injusta e inestable tieron en el siglo I a. C. en el estrato social más En tanto, semejante riqueza, al mismo tiempo, numeroso y protagonizaron protagonizaron las guerr as serviles, trastocó el ya frágil equili brio social entre los si- una serie de leva ntamientos de los que el de Esglos II y I a. C. Era aquella una sociedad basada en partaco [ver recuadro] fue el único que puso en los estamentos, y la diferencia de estatus entre serio peligro a la República. la nueva aristocracia –formada por miembros de Esta situación sería el principio del fin del sisla antigua cla se patricia junto con nuevos ricos– tema republicano. Tras el asesinato de los Gray los patricios empobrecidos de la nobilitas y las cos –Tiberio Sempronio y Cayo Sempronio Sempron io Graco, masas populares (los plebeyos) aumentó hasta hermanos y políticos populares (izquierdistas, límites insostenibles. Paralelamente, muchos según el criterio actual) que intentaron reformas pequeños campesinos, arruinados por las cons- sociales– a finales del siglo II a. C., se desató un tantes guerras, emigr aron a Roma y engrosaron periodo de inestabilidad y conflictos internos esa plebe urbana, muy susceptible de manipu- incesantes, cuya máxima expresión serían las lación demagógica, al tiempo que los habitantes guerras civiles, que enfrentaron a los distintos de los territorios ocupados estaban desconten- sectores de la sociedad de l a República y dieron tos por la explotación a que los sometían sus alas a sucesivas dictaduras militares. Y de la dicgobernantes y deseaban la igualdad con los ro- tadura a una nueva forma encubierta de monarmanos (ciudadanía). Todo ello convivía con una quía –el Principado o Imperio– había un paso, desmedida afición de las cl ases pudientes al lujo como pronto se vio. muyinteresante.com.mx
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ROMA, DE JULIO CÉSAR A NERÓN
Julio César, César, precursor de la dinastía Julio-Claudia Julio -Claudia
Divino Calvo
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Miembro más notable de la gens la gens (familia) (familia) Julia, la unión de ésta ést a con la gens Claudia gens Claudia dio lugar al primer clan imperial de Roma. César tuvo más poder y mayor personalidad personalidad que todos sus sucesores. Por Alberto Porlan
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n siglo antes del nacimiento de Cristo, Roma era la más grande y bella de las ciudades del continente, orgullosa capital de la potencia hegemónica de Occidente. En unas cuantas generaciones, había pasado de ser una agrupación de tribus bárbaras establecidas en las colinas del Tíber, dominadas por los etruscos, a convertirse en el motor de la historia. Muchas causas confluyeron en aquella transformación, sin embargo, la principal de todas fue su forma de gobierno. Desde finales del siglo VI a. C., cuan do Tarquinio Tarquinio el Soberbio, último rey etrusco, fue derrocado, los romanos evolucionaron evolucionaron hacia una forma republicana de gobierno que habría de perdurar medio milenio. A efectos de perspectiva histórica, es como si en México estuviéramos viviendo en una República desde la caída de Tenochtitlan. Pero nada es para siempre, y la República romana (Senatus Populusque Romanus) empezaba a mostrar síntomas claros de decadencia. Nunca faltaron problemas de toda clase, porque su propio crecimiento dificultaba cada vez más el g obernarla. Con altibajos, con mayor o menor dignidad, el sistema consiguió perdurar y sobreponerse a su propio éxito. No obstante, al llegar el siglo I a. C., el mar de fondo de la desigua ldad social había fracturado tanto a la sociedad romana, que la estructura republicana se mantenía en pie pi e de milagro. La base de todos los problemas era la enconada resistencia de los opulentos aristócratas a ceder un palmo de sus privilegios, lo que había convertido al Senado, construido como el sagrado y lumin oso templo de la dialéctica, en un oscuro antro en el que los intereses particula res luchaban en la sombra entre conjuras y traiciones. La facción aristocrática (la “derecha”), liderada por el potentado Craso, había ganado para su causa al sector alto de la clase medi a, los optimates, frente a los populistas de Graco (la “izquierda”).
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El dictador republicano. Cayo Julio
César tuvo un poder omnímodo al final de su vida; con él la era de la República concluyó. Aquí, su estatua en el Foro de Roma.
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ROMA, DE JULIO CÉSAR A NERÓN
El paso decisivo. El cruce del Rubicón –río
del noreste de Italia– el 10 de enero de 49 a.C., fue el inicio simbólico de la guerra civil contra Pompeyo por el poder en Roma. Arriba, idealización manierista del episodio (F. Granacci). Granacci).
El hombre clave: Cayo Julio César Entre ellos había pocos secretos, porque Roma era una línea caliente para todas las habladurías. Más que una institución política, el Senado era entonces un mercado o una Bolsa en la que mandaba el dinero: con él se compraban opiniones y votos para obtener más poder y así hacer más dinero. Podría decirse que la República romana sucumbió finalmente ante la apoteosis de los mismos vicios humanos que acosan a las actuales democracias capitalistas: corrupción, avaricia, mentira, sectarismo, amiguismo y vanidad. El hombre clave en la agonía de aquella República iba a ser un ciudadano llamado lla mado Cayo Julio César, del que nadie hubiera creído cuando nació estuviera reservado a ejercer semejante protagonismo histórico. Su extracción era parecida a la de un hidalgo español del siglo XVII: de antigua sangre noble, con antepasados que se remontaban a la diosa Venus, pero de estatus económico econ ómico y social mediomedi ocre. Su bisabuelo y su padre solo habían llegado a ser pretores (magistrados públicos). Pero él era mucho más listo y muchísimo más ambicioso. César fue un hombre extraordinario, en el sentido lato del término. Su personalidad es una de las mejor conocidas de la Historia Antigua, gracias al interés por el detalle con que redactaron sus biografías Suetonio y Plutarco, dos autores coetáneos que escribieron a fines del siglo si glo I, o sea, siglo
Vanidades capilares En la imagen, estatua de Julio Cé sar, obra de Nicolas Coustou (1713 (1713), ), que se halla en el Museo Mus eo del Louvre L ouvre de París. En ella aparece con la corona de laurel especialmente frondosa que se hizo fabricar para disimular casi por completo su alopec ia, un rasgo físico que lo atorment aba desde joven y que le dio el apodo de “el Adúltero C alvo”.
y medio después de la muerte de su protagonista. Suetonio es ágil y ligero, mientras que Plutarco es denso y prolijo, pero la agudeza en el análisis de su común biografiado es patrimonio de ambos. No es que lo califiquen de bueno o malo, sino que penetran en el personaje a través de detalles sutiles como el que ofrece Suetonio: “Nunca alimentó un odio tan hondo como para no renunciar a él de buena gana si se presentaba la ocasión”.
Una personalidad deslumbrante Con la historia se está produciendo un fenómeno interesante. Los analistas han pasado de despreciar la anécdota a considerarla esencial para la comprensión de los hechos. Esto ya se sabía en el pasado: no sólo en los momentos decisivos se prueba la consistencia de un carácter, sino también en los detalles detalle s cotidianos. César, por ejemplo, era calvo desde joven y también presumido. Así que, cuando fue coronado con el laurel, se procuró una corona especial que disimulaba casi por completo su calvicie. Hasta entonces había usado un truco para peinarse al que llamaba irónicamente “traslado”, que consistía en echarse el cabello de la nuca y los aladares hacia lo alto del cráneo. Plutarco añade el detalle de que el César se rascaba la cabeza con un solo dedo para no alborotar tan delicada obra de precisión. Con las vueltas que da el mundo, ya saben a quién trata de emular el emperador actual. Aunque sólo podría emularlo en eso, porque Cayo Julio César era culto, ingenioso, elegante, generoso, refinado; su oratoria era la mejor de Roma, R oma, escribía como un maestro en prosa y verso, tenía un carácter estupendo y lo amaban todas las mu jeres. Demostró Demostró también unas capacidades militares fuera de lo común, y no sólo como estratega, vencedor en cien batallas, sino en lo que respecta al mando inmediato de las tropas. Porque se implicaba en las operaciones personalmente y sus hombres sabían que era una persona resuelta, resuelta , que
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Su extracción extr acción era como como la de un hidalgo español del del siglo XVII: XV II: antigua sangre sang re noble, noble, pero estatus económico y social soc ial mediocre.
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afrontaba los obstáculos de cara y los superaba con ingenio y decisión. Comía el rancho con los soldados y los cuidaba como a las niñas niñ as de sus ojos. Sabía ser inflexible cuando era necesario, necesa rio, pero por lo común era indulgente con la tropa, que se sentía comprendida por su general y daba lo mejor en el combate. Sus soldados le demostraron una fidelidad ciega, nacida de una confianza absoluta. Sabían que César no los traicionaría jamás, porque era de los suyos: lo habían visto caminar entre la lluvia y el barro delante de ellos. Cuando, en las horas decisivas del paso del Rubicón, reunió a su querida legión decimotercera para exponerle con franqueza la situación, situación , que les obligaba a marchar sobre la propia Roma enfrentándose al resto del ejército, confesó a continuación que no tenía dinero para pagarles, sus veteranos, aquellos que le habían acompañado durante 10 años de campañas, no sólo aceptaron seguirle, sino que contribuyeron a ello entregando voluntariamente voluntariame nte su botín personal de guerra para hacer posible la expedición. En el combate era prudente o atrevido en función de las circunstancias, pero como persona era inmoderado por naturaleza, lo que se dice un tipo capaz de todo. Capaz, incluso, de imponerse a su falta de moderación. Generoso hasta el derroche, pero también codicioso. Se aficionó con facilidad al lujo desde que lo empezó a disfrutar, disfrutar, y sus gustos por lo exquisito se fueron refinando. Sentía pasión por las piedras preciosas, las perlas grandes y los objeobje tos de oro, así como por los esclavos escl avos y esclavas más caros, que llegó a comprar a unos precios que le l e escandalizaban a él mismo. Tanto Tanto como para disimud isimularlos o escamotearlos en sus cuentas personales.
Pero también podía ser más austero que nadie si llegaba el caso. Toda su vida supo moderarse con el vino, cosa inusitada entre los potentados romanos. Y tampoco era demasiado exigente con la comida. De joven era delgado pero robusto; luego engordó hasta ponerse rollizo. Dejando a un lado los esporádicos ataques epilépticos que padecía (el mal sagrado), tenía una salud perfecta: en sus mejores tiempos militares llegó a hacer marchas de cien mil pasos, que vienen a ser unos 70 km.
Sexualidad desbordada Su desmesura se aplicaba especialmente al territorio sexual. No era agraciado: además de su calvicie, tenía el mentón prominente, la boca arqueada y el labio inferior más grueso que el superior y algo caído. Pero, así y todo, magnetizaba a las mujeres. Tenía una fama bien ganada de metrosexual, de rendir más en la cama que el me jor de sus legionarios, a los cuales, por cierto, les encantaba esa faceta de su general. Entraban en las ciudades al grito de: “¡Ciudadanos, escondan a sus mujeres que ha llegado el adúltero calvo!”. Tuvo tres esposas y centenares (tal vez miles) de amantes más o menos esporádicas. Entre ellas, buena parte de las mujeres de los ciudadanos más prominentes de Roma –incluida Mucia, esposa de su colega de tri unvirato Pompeyo–, Pompeyo–, lo que le granjeó el odio de muchos capitostes. Pero al parecer no toda la culpa fue suya, porque aquellas distinguidas damas se peleaban por acceder a la puerta de su dormitorio. En todo caso, parece que los dos grandes amores de su vida fueron Servi lia, la madre de Bruto –uno de sus asesinos y, según
Trass Pompeyo, Pompeyo, César llegó al país del Nilo y allí cayó rendido ante Fascinado por Egipto. Tra la reina Cleopatra, hermana de Ptolomeo XIII (aquí, su encuentro en un cuadro de Giandomenico Tiepolo, 1747). Tuvieron Tuvieron un hijo, Cesarión (der., en un relieve con su madre).
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ROMA, DE JULIO CÉSAR A NERÓN
Las reformas del calendario
El primer retoque del calendario juliano vino en el año 325 325 de la mano del Concilio de Nicea (arriba, un ícono conmemorativo).
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a intervención de Julio César en los asuntos de Estado produjo una revolución en las tradiciones romanas que muchos no le perdonaron nunca. Para empezar, reformó el calendario romano que, tras siglos de cambios y de días intercalados, ya no se correspondía correspondía con las estaciones. El calendario de César o calendario juliano, instaurado en 46 a.C., estableció la duración del año en 365 días y un cuarto, con lo que al intercalar un día cada cuatro años volvía a ajustarse el ciclo. Sin embargo, el cálculo no es correcto por poco, ya que la duración exacta del año es de 365 días, 5 horas y 48 minutos, o sea, un cuarto de día menos 12 minutos. Esto plantea un desfase considerable de 48 minutos por cada año bisiesto, que se traduce en la pérdida de 20 horas cada
siglo. Así y todo, rigió el mundo durante 1,600 años. Cuando, en el año 325, el Concilio de Nicea estableció que la Pascua debía celebrarse el domingo siguiente al primer plenilunio de primavera (como se continúa haciendo siete siglos mas tarde), se habían perdido más de tres días. Por ello, en el siglo XVI, el Concilio de Trento recogió la necesidad urgente de reformar el calendario, tarea que corrió a cargo del papa Gregorio XII, quien en 1582 eliminó 10 días completos: al 4 de octubre le sucedió el 15 de octubre, fecha en la que empezó a correr el nuevo calendario gregoriano, el cual es vigente hasta nuestros días. Resulta ser de una precisión muy notable, ya que sólo adelanta 26 segundos al año, lo que significa un error de un día completo cada 3,300 años.
César tuvo tres esposas, Cornelia, Pompeya Pompeya y Calpurnia, y cientos (o tal vez miles) de amantes; entre ellas, Cleopatra. 20
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rumores nunca probados, hijo suyo–, y Cleopat ra, reina de Egipto y madre de su hijo Cesarión. A pesar de esa probada fogosidad ante el estamento femenino, sus enemigos no habían olvidado que, siendo un muchacho, much acho, marchó a una de las guerras de Asia y, en vez de luchar, fue escogido por el rey de Bitini a, Nicomedes, a quien le encantaban los efebos, para formar parte de su séquito. Parece ser que algunos comerciantes griegos invitados por Nicomedes lo habían visto actuando como copero del rey en compañía de otros “mozos de placer”, y César hubo de soportar ser llamado reina de Bitinia por su rival Bíbulo o afrontar el dicterio de Curión, que llegó a referirse a él como “hombre de todas las mujeres y mujer de todos los hombres”.
Triunvirato y éxitos éxit os militares Fue una mujer quien le facilitó las cosas al principio de su carrera: su amante Tértula, esposa del potentado Craso, quien consiguió que su marido le hiciera un gran préstamo para comprar los votos senatoriales suficientes como para ser destinado a Hispania con un mando militar. César aprovechó sus éxitos hispánicos hispánic os para darse a conocer en Roma y, cuando regresó –el año 65 a. C. –, fue nombrado concejal de la ciudad, puesto en el que, según sus contemporáneos, organizó espectáculos nuevos y desconocidos hasta entonces. Se inclinó políticamente del lado de los populares alineándose con Graco, y el Senado consiguió quitárselo de encima nombrándolo propretor de España. Entonces aparecieron otros deudores –porque César se manejaba a lo grande– reclamándole, antes de marchar a Hispania, el pago de los 25 millones de sestercios que les debía. Craso volvió a ser su fi ador y, cuando re-
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“Tu quoque, fili mi!”. Según
Suetonio, eso exclamó César (“¡Tú también, hijo mío!”) al ver a Bruto entre sus asesinos (abajo, el magnicidio en un cuadro de Camuccini, siglo XIX), aunque es improbable que fuera su vástago,, pues vástago pues la relación con su madre, madre, Servilia, fue posterior a su nacimiento.
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gresó a Roma como vencedor de las tribus ibéricas y cargado de oro, su estimación política y su popularidad dieron un salto cualitativo. Fue elegido miembro del Primer Triunvirato, una alianza nunca reconocida oficialmente que repartió el poder entre Pompeyo, Craso y él. Craso marchó a luchar contra los partos, cuyas riquezas se consideraban fabulosas, y murió de una manera horrible cuando el general parto que lo había convocado a una conferencia de paz le ofreció aplacar su sed de oro definitivamente, para lo cual hizo que lo maniataran y le vertieran oro fundido por la garganta. Pompeyo se quedó en Roma y César partió a conquistar las Galias, que hasta entonces no habían despertado la codicia de Roma: era la franja mediterránea mediterránea que las legiones estaban obligadas a recorrer para llegar a Hispania. Fue César quien puso a Francia en los l os mapas, y sus tesoros en las arcas de Roma. Durante siete años luchó incansablemente contra galos, belgas y helvéticos dejando atrás un millón de cadáveres, según las estimaciones modernas (un auténtico genocidio); incluso se atrevió a desembarcar desembarcar en Inglaterra en busca de sus queri das perlas. Además, dejó escrita una crónica detallada de cómo lo hizo, su célebre De bello Gallico (Comentarios sobre la guerra de las Galias). Con la Galia sometida y un enorme prestigio acumulado, a su vuelta a Roma tuvo que enfrentarse a Pompeyo, que se había pasado al bando de los aristócratas. Cruzó el Rubicón con aquel famoso Alea jacta est (“El dado está en el aire”), el primer día del año 49 a. C., y en menos de tres meses entraba en Roma tras la vergonzosa huida de Pompeyo, Pompeyo, que contaba con fuerzas dobles que las suyas. La batalla decisiva se dio en la planicie de
César y los piratas cilicios
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odo ciudadano romano, hasta el más valiente, sentía pavor al ridículo. Y cuando unos harapientos piratas cilicios lo hicieron prisionero por pura casualidad siendo ya una dignidad de Roma, César se sintió ridículo. Los piratas, viendo la calidad de su presa, decidieron pedir un rescate fabuloso de veinte talentos, pero César se les rio en las barbas y les ofreció cincuenta, al tiempo que despachaba a parte de su escolta en busca del dinero. Mientras lo traían, se dedicó a insultar despectivamente a los piratas y a bromear bromear con la posibilidad posibilidad de crucificarlos crucificarlos.. Llegó el dinero, dinero, César César quedó libre y lo primero que hizo fue organizar una pequeña flota para apresar a sus captores. Recuperó el dinero y, tal como les había dicho bromeando, los crucificó. Pero, en uno de sus rasgos compasi vos, ordenó ordenó que fueran fueran degollad degollados os antes antes de ser clavados clavados al madero. madero.
Farsalia; allí fue donde César demostró su talento militar, y sus veteranos lo que habían aprendido en las Galias. El balance de pérdidas arrojó 200 muertos en el bando de César y 15,000 en el de Pompeyo, Pompeyo, quien huyó a Egipto con su mujer. Una vez allí, el faraón Ptolomeo XIII, que era vasallo de Roma y conocía el resultado de Farsalia, le cortó la cabeza para pa ra congraciarse con César. Y cuando éste desembarcó en Egipto siguiendo a Pompeyo con ánimo de capturarlo e indultarlo, el egipcio se la presentó en una bandeja.
Un talento era una unidad de medida de origen babilonio, (arriba), pero usada por griegos y romanos, que equivalía a la masa de agua necesaria para llenar un ánfora como la de la foto.
Los idus de marzo A pesar de que las cosas estaban cada vez peor en Roma, César permaneció nueve meses en Egipto, magnetizado (esta vez, él) por la hermana de Ptolomeo, Cleopatra. Al final, con sus soldados amenazando sublevarse, regresó a Roma y arregló a golpe de legión l os problemas en Hispania, de donde ya no llegaba trigo trig o a Roma, venciendo a los de Pompeyo en la batalla de Munda (la actual Montilla, Monti lla, en Córdoba). Pero el verdadero conflicto estaba dent ro, entre los suyos, una parte de los cuales desaprobaba la relación con Cleopatra y temía que la facción más fanática lo proclamara rey, rey, liquidando una República de cinco siglos. Así, se conjuraron para asesinarlo el día de los idus de marzo, o sea, el 15 de ese mes. Aquella mañana hubo señales y avisos: su esposa Calpurnia soñó que lo veía cubierto cubiert o de sangre y le rogó, sin éxito, que se quedara en casa. Un adivino callejero le advirtió a gritos que se cuidara de los idus de marzo, a lo que César respondió: “En ellos estamos”, y el adivino sentenció misterioso: “Pero aún no han pasado”. Minutos más tarde, en la sala del Senado, los conjurados lo apuñalaron uno un o por uno. El fiel Marco Antonio, al que habían entretenido en la entrada, lo descubrió tendido en un enorme charco de sangre: apenas una gota en el rojo mar que aquel asesinato iba a provocar en los años siguientes. muyinteresante.com.mx
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Julio César, César, el genio
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oma dio grandes generales en sus más de mil años de historia, pero ninguno como Cayo Julio César. Gran estratega, fue quien, en la práctica, creó el Imperio romano. Lo hizo desde lo político, dándole el empujón final a una República tambaleante, y también militarmente, al expandir sus fronteras conquistando la Galia, Egipto
y Britania. Además A demás emprendió ex itosas itosa s campañas en His pania y Lusitania Lusitani a y derrotó contunde ntemente a las t ribus germanas que asolaban la frontera norte de Roma. La más famosa de sus victorias, y la que permitió la conquista definitiva del país, fue la batalla de Alesia, en la que venció a 330,000 galos con apenas 70,000 legionarios.
Conquista de las Galias
La campaña de César en las Galias fue fulminante. En 58 a. C., fue elegido procónsul de las Galias y en tan sólo tres meses venció a los helvecios y a los germanos. En el año 57 exterminó casi por completo al pueblo belga –el más belicoso de los galos–. Entre los años 56 y 54 a. C., completó la invasión del sureste de Britania. En 55 y 53 emprendió expediciones de castigo contra los usípetas y los teneterias, dos pueblos germanos que asolaban el norte de las Galias. En el año 52 debió afrontar la sublevación de Vercingétorix, que había levantado a todos los pueblos galos contra Roma. Lo derrotó de manera brillante en la batalla de Alesia y al año siguiente pacificó por completo la Galia con su triunfo en Uxeloduno.
Tortuga indestructible
El scutum (escudo) permitía hacer formaciones compactas de legionarios. La más famosa de estas alineaciones era la tortuga, que protegía a los legionarios de las lluvias de flechas.
Tácticas de asedio Las legiones romanas también sobresalieron por su ingenio para apoderarse de territorios enemigos mediante la fuerza o el desgaste. Perfeccionaron las máquinas de asedio existentes, como el onagro o las torres de asalto móviles, y crearon nuevos dispositivos, como el escorpión.
Torres defensivas
Onagro
Máquina de tiro que arrojaba piedras o betún ardiente dentro de la ciudad sitiada.
Equipadas con arqueros y artillería, servían tanto tanto para vigilar como para defender.
Escorpión
Usado por primera vez en la campaña campaña de las Galias. Lanzaba proyectiles de hierro a distancias de 400 metros.
Balista
Era un arma de tiro tenso, no del todo eficaz, contra murallas bien edificadas. Lanzaba proyectiles incendiarios.
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Batalla de Alesia En septiembre de 52 a. C., César persiguió a Vercingétorix, Vercingétorix, líder de las tribus galas, quien se refugió con sus guerreros en la ciudad amurallada de Alesia. Mientras los galos esperaban la llegada de refuerzos, César mandó construir una muralla para sitiar la ciudad, y otra para detener a los refuerzos. Cuando éstos llegaron, los romanos se encontraron en una situación complicada; no obstante, se hicieron con la victoria.
Movimientos romanos Ataques galos
Contraataque
Ataque romano
Iniciativa y triunfo
César y 6,000 jinetes atacaron por sorpresa a la retaguardia, venciéndola en en su totalidad.
Las tropas que defendían las líneas romanas contraatacaron y los galos fueron masacrados.
Obra maestra El perímetro de asedio construido por César era una maravilla de ingeniería militar: una muralla interior, fosos profundos llenos de agua, fosos con estacas afiladas y pozos disimulados con puntas de hierro en su interi or.
Ataques desesperados Fuego y muerte
Los galos intentaban abrir brechas en la empalizada prendiéndole fuego.
Los galos atrapados en la ciudad hicieron cuatro intentos por sali r, pero fallaron.
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El ejército romano y las guerras civiles
Una formidable máquina bélica
Fueron la fuerza armada más preparada preparada y eficaz de la Antigüedad y evolucionaron al compás de la historia de Roma. Pero, además de someter a otros pueblos, lucharon lucharon entre sí en las contiendas intestinas que marcaron el fin de la República y el auge de César y Octavio. Por Nacho Otero
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Disciplina y sacrificio. Desde sus orígenes,
Roma formó a las tropas más sofisticadas e invencibles del Mundo Antiguo, capaces de marchar 30 km diarios en condiciones extremas (en la imagen, recreación moderna).
n tiempos de Julio César y Octavio Augusto –y en los siglos venideros del Imperio–, las poderosas tropas romanas no tenían igual en el mundo conocido e inspiraban en sus enemigos un temor reverencial. Mucho habían evolucionado desde los orígenes tribales de Roma. Pero ya entonces, cuando los romanos heredaron de los etrus cos gran parte de sus tradiciones, costumbres y modos de organización social, sus fuerzas de comb ate –las falanges– se distinguieron pronto por su sofisticación: lanzas de puntas de hierro y bronce, espadas rectas y curvadas, yelmos metálicos metálico s similares a los diseños griegos, lorigas (armaduras) de cuero con aplicaciones de metal, escudos redondos de bronce y grebas del mismo material. Asimismo, adoptaron adoptaron de los tirrenos la trompa metálica, un instrumento ideal para transmitir órdenes en el fragor de la batalla, y aparecieron enseguida los carros de combate tirados por dos caballos. muyinteresante.com.mx
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HISTORIA
ROMA, DE JULIO CÉSAR A NERÓN
Sus primeras pri meras fuerzas de combate, combate, las falanges, dieron paso en el siglo IV a. C., a las legiones leg iones.. En la época monárquica, las peculiares características de la monarquía romana –en esencia el rey, elegido entre los ciudadanos, era un jefe cívico-militar– impusieron una rápida superioridad sobre sus vecinos. Roma inició su política de expansión territorial y, a mediados del siglo VI a. C., se extendía 3,100 km; y este agrandamiento vino acompañado por el de su ejército, que pasó de las 30 centuri as y los 3,000 hombres de sus comienzos a los 20,000 infantes y 800 jinetes de la época de Servio Serv io Tulio Tulio (578-535 a. C.). Teniendo en cuenta que Roma tenía entonces 80,000 80,00 0 habitantes, ello signif ica que uno de cada cuatro era un guerrero. Tortuga guerrera.
Fue una típica formación de asalto de las legiones romanas, en la que un grupo de soldados se protegía con los escudos, como vemos abajo (imagen de una recreación, Jordania) y daba lugar a una especie de “tanque” humano.
De la falange a la legión Con la llegada de la República (509 a. C.), el ejército romano continuó su evolución. Así, tras la derrota de Alia (390 a. C.) frente a los galos y el posterior sitio y saqueo de Roma por parte de éstos, vendría la primera gran reforma mil itar. De la mano de Marco Furio Camilo, general, dictador y cónsul que reconstruyó el poderío bélico roma-
no, las falanges dieron paso a una nueva fuerza de combate: las legiones, un instrumento que sería clave para la creación del Imperio romano. Estas unidades estaban constituidas por milites reclutados entre los varones propietarios de tierras y ciudadanos de entre 17 y 46 años (edad máxima un tanto laxa, que se ampliaba hasta 50 y más en caso de emergencia o falta de efectivos). Había cuatro categorías de milites, diferenciadas por su equipamiento –relacionado con su estatus social, pues cada soldado lo costeaba de su bolsillo– y nivel de experiencia. Los más jóvenes jóven es y pobres pobre s eran los vélites, véli tes, que iban en vanguardia armados con venablos (lanzas cortas arrojadizas) de poco má s de un metro de largo, una espada, escudo circular y se protegían la cabeza con un casco recubierto con la piel o la cabeza de un lobo, para infundir terror en el enemigo. Les seguían los hastati o lanceros, hombres también jóvenes que portaban una espada corta (gladius), dos lanzas o pilum (una pesada y otra ligera) y un escudo pesado y largo de madera y metal (scutum ) y se cubrían con una armadura y un casco de bronce con carrill eras. A continuación, los principes princip es, columna vertebral de las legiones formada por padres de familia mayores de 30 años, equipados como los hastati, pero mejor
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protegidos (grebas, cotas de malla, lorigas) y con más experiencia. Y por último estaban los triarii (veteranos o triarios), que integraban las últimas filas, disponían de una lanza larga y constituían la reserva de sus camaradas más jóvenes –el combate había de estar muy apurado para que llegara hasta ellos, lo que dio lugar a la frase “Llegó hasta los triarios” para indicar que una disputa había sido muy reñida–. Aparte, claro está, de los jinetes o equites que formaban la caballerí a, un cuerpo exiguo y cuyos miembros procedían de las clases más altas, por lo caro que resultaba mantener un caballo. Una legión romana, inicialmente, se dividía a su vez en 10 manípulos de dos centurias cada una, que contaban con unos 120-160 hombres para las primeras fil as y otros 60-80 para la reserva. Y cada ejé rcito constaba de cuatro l egiones, además de un número análogo de tropas aliadas de otras ciudades italianas, que solían proporcionar la imprescindible caballería.
Cómo combatían los romanos
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Poco a poco, las legiones adquirieron una rígida estructura jerárquica –los centuriones, al mando de la centuria, los priore s, del manípulo, etc.– y, con ella, unas precisas formas de entablar combate que se convertirían en emblemáticas y les proporcionarían proporcionarían el dominio del Mundo Antiguo. Por ejemplo, la típica formación de asalto conocida como testudo o tortuga, en la que un grupo de legionarios se protegía con los escudos dando lugar a una especie de carro de asalto humano; o su eficaz mantenimiento del orden en el campo de batalla, tanto mediante las señales acústicas transmitidas por el cornicen o corneta como a través del estandarte o signifer, que indicaba la dirección a seguir. En combate, los vélites se encargaban de hostigar a las primeras filas enemigas y luego se retiraban entre los hastati y los principes princ ipes, que se desplegaban en una formación de cuadros con espacios intermedios, a modo de damero, que permitía a sus compañeros escabullirse entre los huecos y a los de las filas más atrasadas avanzar por ellos. La táctica se repetía hasta el nivel de los triarii, que, tras dejar pasar a los legionarios en reti rada, formaban una compacta muralla humana est rechando sus hileras en orden cerrado, muralla tras la cual se recomponían las filas. Arrojados durante la carga desde distancias inferiores a los 30 metros, los venablos y las pila (plural de pilum : lanzas o jabalinas) podía n perforar escudos y armaduras de un grosor de hasta 2.5 cm, impidiendo al clavarse, con su solo peso, el avance del enemi go. Era el momento aprove-
Marco Agripa, un general excepcional
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arco Vipsanio Agripa (63-12 a. C.) fue, junto con el propio Octavio Augusto, uno de los personajes centrales en la creación del sistema del Principado, que regiría el Imperio romano hasta la crisis del siglo III. Amigo íntimo, estrecho colaborador y encargado de los asuntos militares del futuro emperador desde que, en el año 45 a. C., Julio César los enviara a ambos a formarse junto a las legiones de Macedonia, llegaría a ser incluso su yerno –Augusto lo casó en terceras nupcias con su hija, Julia la Mayor,, con quien tendría cinco hiMayor jos, entre ellos Agripina la Mayor– y se dice dice que los celos de Livia por el gran influjo que ejercía sobre su marido llevaron a que se lo apartara de Roma en sus últimos años mandándolo con diversos cometidos al exterior. Se dice también que Augusto, enterado de su muerte por enfermedad, rompió a llorar desconsolado; además, le
dedicó un majestuoso funeral en el que él mismo leyó el discurso laudatorio, decretó un mes de luto, ordenó que lo enterraran en el mausoleo imperial y adoptó a dos de sus hijos. Entre sus méritos estuvieron las numerosas construcciones con que embelleció Roma –el paso “del ladrillo al mármol” del que se vanagloriaba Octavio se debió sobre todo a él, que había estudiado arquitectura–, como las termas de Agripa y el primer panteón, y también las provincias (hizo erigir el teatro romano de Mérida entre los años 16 y 15 a. C.); el mapa del Mundo Antiguo que elaboró con los datos obtenidos en sus viajes y, sobre todo, sus excepcionales cualidades como general. Venerado Venerado por los legionarios, fue el auténtico artífice de muchos de los éxitos militares de Octavio, como la victoria en la famosa batalla de Accio (31 a. C.), que culminó la cuarta guerra civil y supuso la derrota definitiva del bando de Marco Antonio.
chado por los legionarios para atacar con sus espadas cortas, diseñadas para pinchar y clavarse de frente, mientras se protegían protegía n tras los escudos. Esta forma de lucha frontal front al era mucho más mortífera que la lateral –la perforación, por pequeña que llegara a ser, causaba la muerte, mientras tanto, los cortes laterales no– y además evitaba tener que exponer el brazo derecho y parte del cuerpo fuera del escudo.
Inaugurado por Agripa en la colonia
de Emerita Augusta, el teatro romano de Mérida (arriba) es Patrimonio de la Humanidad.
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Panoplia legionaria
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segmentata ( 2 ), hecha de placas placas solapadas, pesaba hasta 9 kg y llevaba forro acolchado, aunque también podía ceñirse un cinto con faldellín de tiras de cuero claveteadas sobre túnica de lana. Escudo o scutum, redondeado o de forma alargada, de madera y metal ( 3 ), espada corta o gladius ( 4 ) y dos pila o venablos ( 5 ), una pesada y otra ligera, completaban el armamento.
l legionario debía ir bien protegido, pero también disfrutar de mucha movilidad. El casco y la coraza de hierro le resguardaban la cabeza, los hombros y el torso, pero tanto las piernas, en las que sólo llevaba a veces grebas sobre las espinillas, como los brazos quedaban al descubierto. Modelos de casco ( 1 ): a la izquierda, del del s. I, y a la derecha, del II y del III. II I. La coraza
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Maestros del asedio (y la defensa) A esta formidable máquina bélica hay que sumar la maestría de los romanos en el asedio a fortificaciones y ciudades amuralladas, lo que se conoce como arte de la poliorcética. Aparte de construir rampas y otros ingenios y excavar minas bajo el ti ro enemigo, aprendieron a diseñar grandes torres de asalto y eficaces arietes para abatir muros y puertas; estos últimos iban montados en armazones de madera con ruedas, se guarecían de los proyectiles incendiarios con pieles humedecidas y llevaban como remate en el extremo percutor una gruesa cabeza de carnero (aries: de ahí su nom bre). También destacaron en la fabricación y uso de máquinas de artillería: cada legión llegó a contar con 10 catapultas, 28
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¡Al asalto! Los romanos fueron
maestros de la poliorcética (técnicas de asedio): rampas, minas, arietes, catapultas, balistas y torres de asalto como las de este grabado coloreado.
60 carrobalistas (balistas montadas en carros) y otros artefactos ligeros, como los onagros y los escorpiones (una especie de ballesta). Como es lógico, un ejército tan poderoso y de t an grandes dimensiones, el cual debía operar cada vez más lejos de las metrópolis, no sólo debía saber atacar, sino también defenderse, y para ello necesitaba lugares seguros donde alojarse, descansar, protegerse de las inclemencias del clima y rearmarse. Los romanos perfeccionaron el campamento construyendo grandes castros fortificados, que a menudo acabarían por convertirse en ciudades amuralladas (Turín, (Turín, Cáceres, Colonia...). El castro romano solía alzarse en terreno llano, pero dominante, y cerca del agua; de forma cuadrada, tenía capacidad para dos legiones con sus tropas auxiliares, más la caballería y la impedimenta. Alrededor se cavaba un foso hondo y se erigía una alta empal izada. En el centro del campamento se abría un gran espacio para el altar y e l foro, donde asimismo se instalaban las tiendas de los jefes (comandante, cuestor y legados).
Las mulas de Mario La segunda gran reforma militar –toda una revolución– llegaría ya durante la República tardía, en los albores del siglo I a. C., y la emprendió un personaje excepcional: Cayo Mario (157-86 a. C.), único político y general elegido siete veces cónsul en la historia de Roma (y tío y primer mentor de Julio César, para más señas). Con él, las legiones pasaron a dividirse en 10 cohortes de 480 miembros cada una, se autorizó el reclutamiento de hombres que no fueran terratenien-
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Había cuatro cuatro categorías categorías de legionarios: principess y los vélites, hastati o lanceros, principe triarii, además de jinetes (equites). pedimenta (tren logístico que iba tras el ejército) y ganar a la vez in dependencia sobre el terreno. El resultado, no obstante sus efectos prácticos, fue que a los soldados cargados de semejante modo –entre 35 y 45 kg pesaba todo el equipo– se le s empezó a apodar “las mulas de Mario”. Y aun así, las sobrecargadas legiones romanas siguieron avanzando, en promedio, 25 o 30 km diarios en cinco horas de marcha, a las que seguían otras tres para plantar y fortificar el campamento.
Guerra civil: la República se desangra Fue precisamente Cayo Mario uno de los protagonistas del primero de los sangrientos conflictos fratricidas conocidos como las cuatro guerras civiles de la República Repúbli ca de Roma, que en el periodo final –y terminal– de este sistema enfrentaron a unas legiones contra otras a cuenta de las ambiciones de poder de sus generales, las tensiones tes –aunque sí debían seguir siendo ciudadanos entre facciones senatori ales y patricias, y la crisis romanos– y se profesionalizó la carrera militar: y decadencia generalizada tanto de la sociedad los milites se convirtieron en soldados (por la sol- como el gobierno republicano en el I a. C. Estas dada o paga que recibían). cuatro guerras, y otras varias menores, contribuEn tanto, los cambios más importantes se dieron yeron decisivamente al fin de la era republicana en el terreno logístico. Ahora, cada soldado había y el advenimiento del Imperio romano. de llevar consigo las herramientas necesarias El primero de tales antecedentes menores fue Castros militares. para el atrincheramiento –la dolabra (una espe- la llamada guerra social, guerra mársica o gue- Sobre estas líneas, que recrea el cie de hacha) y tres cippus, estacas de casi metro y rra de los aliados que, entre los años 90 y 88 acuarela castro (campamento medio de largo y doble punta con las l as que se levan- a. C., enfrentó a Roma con sus aliados itálicos, fortificado) de la VII legión en Viminacium taban los lirios o trampas defensivas– y su propio que deseaban obtener la ciudadanía romana a (hoy Kostolac, Serbia), equipo de cocina, para reducir el tamaño de la im- cambio de su colaboración. Mario y Sila coman- levantado en el siglo I.
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Los campamentos campamentos romanos tenían capacidad capacidad para dos legiones, más las tropas auxiliares auxilia res y caballería. caballería. daron conjuntamente a las tropas que derrotaron a los sublevados, pero esa unión se extingui ó el mismo año de la victoria: la facción de los populares (izquierdistas) (izquierdist as) que secundaba al primero y la de los optimates (conservadores), que apoyaba al segundo, iniciaron la guerra civil por sus desavenencias sobre sobre la campaña contra Mitrídates VI. Mario no vio el final de esta guerra –murió de causas naturales en 86 a. C.– y su hijo Cayo Mario el Joven, que continuó la lucha contra Sila, también sucumbió en ella (acorralado, (acorralado, se suicidó en 82 a. C.). El conflicto terminaría en 81 a. C., dando paso a la dictadura de Lucio Cornelio Sila.
César versus Pompeyo, duelo de titanes Los agitados años que siguieron vieron nacer y extinguirse, como se ha dicho, otros enfrentamientos subsidiarios: la guerra sertoriana o de Sertorio (80-72 a. C.), librada en Hispania y consecuencia de las mismas tensiones entre populares y optimates; la rebelión de Lépido (77 a. C.) contra el Senado silano y su abortado intento de marchar sobre Roma, o la famosa conspiración de Catilina ( 63 a. C.). En un tiempo, pareció que el Primer P rimer TriunviraTriunvirato –la alianza oficiosa de César, Pompeyo y Craso, que se prolongó entre los años 60 y 53 a. C.– alejaBarras de torsión
La reforma de Mario. El político y militar Cayo Mario (representado en el cuadro de arriba) profesionalizó el ejército romano y dividió las legiones en cohortes.
ba el fantasma de la autodestrucción republicana, pero pronto se vio que no iba a ser así. En efecto, en el año 49 a. C., las viejas heridas entre los populares –ahora reunidos en torno a Julio César– y los conservadores –partidarios de Pompeyo– se reabrieron con toda su crudeza en una segunda guerra civil. Fue ésta más breve que la primera –acabó en 45 a. C., con la victoria total ceMarco
(mediante cuerdas o tendones de animales)
Canal de tiro Disparador
Así operaba una balista romana Fue una de las armas de asedio más usadas por las legiones para arrojar piedras, jabalinas o materiales incendiarios. Similar a la ballesta medieval, pero de tamaño mucho mayor, necesitaba un trípode para equilibrarse y un mínimo de dos hombres para manejarla. Las había de tensión y de torsión (izquierda).
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Cabrestrante
Brazos de la balista
de carga con trinquete
Trípode Trípode
Barra de ajuste
Munición
(modifica la elevación del tiro)
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¡A mí la guardia... pretoriana!
A
Batalla de Farsalia. Fue el choque decisivo entre César y
Pompeyo y acaeció el 9 de agosto de 48 a. C. (arriba, en una miniatura medieval). Derrotado, Pompeyo huyó a Egipto, donde murió, aunque sus partidarios siguieron combatiendo.
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sariana, convertida convertida en dictadura vitalicia de tintes seudomonárquicos– seudomonárquicos– pero todavía más sangrienta, y en ella midieron sus fuerzas dos colosales líderes militares que habían sido amigos y aliados, sin embargo, eran demasiado ambiciosos para seguir siéndolo mucho tiempo: el vencedor de la Guerra de las Galias y Cneo Pompeyo Magno o Pompeyo el Grande. Ambos aspiraban aspiraban a dirigir dirig ir en solitario, tras la ruptura ruptu ra del Triunvirato, Triunvirato, el Estado Est ado romano, y ya sabemos quién se llevó la peor parte. Pero a César le duró poco la alegría –fue asesinado asesina do en los Idus de marzo de 44 a. C.–, y a la República, igual la paz. El vacío de poder generado g enerado con el magnicidio dio pie a varias pugnas inmediatas (guerra de Módena, guerra de Sicilia) en donde se vieron implicados los nuevos aspirantes a hombres fuertes de Roma; los más notables, Marco Antonio y el sobrino nieto niet o de César, Octavio, designado por aquél como sucesor. Per Pero o éste –entonces aún llamado Octaviano– y su rival, más Lépido, sellaron momentáneamente la paz con un Segundo Triunvirato, esta vez oficial, para dedicarse entonces a perseguir a los magnicidas Bruto y Casio: en eso consistió la tercera guerra civil, que acaeció entre 43 y 42 a. C., saldándose con la victoria de los primeros y la muerte de los segundos.
La victoria final de Octavio Todavía quedaba el cuarto y definitivo asalto. El Triunvirato Triunvirato se deshi zo en 38 a. C., Octavio se afianzó en Occidente, Marco Antonio se atrincheró –con Cleopatra– Cleopat ra– en Oriente y, del 32 a 30 a.
ugusto no fue, en puridad, el inventor de este cuerpo del ejército, pero sí quien le dio las señas de identidad por las que pasaría a la historia. La primera noticia documentada de la guardia pretoriana es del año 146 a. C.: Publio Cornelio Escipión Emiliano (abajo, en un cuadro de Federico de Madrazo), en su marcha hacia Numancia, se hizo acompañar de una escolta personal formada por 500 amigos que, por acampar junto al pretorio –la tienda de campaña del pretor o jefe máximo–, recibió dicho nombre. Desde entonces, muchos generales romanos copiaron la costumbre de escoger entre sus filas una fuerza privada y selecta de guardaespaldas, que solía contar con infantería y caballería. Durante las guerras civiles, la guardia pretoriana aumentó considerablemente tanto en número
de efectivos como en importancia. Sería Augusto, en efecto, el que estableciera sus funciones y tamaño: nueve grupos de guardias que en ningún caso podían superar los mil hombres. Además, dándose cuenta de que una formación así no sólo era útil en la guerra, sino también para la política en tiempos de paz, la convirtió en un cuerpo profesionalizado y muy bien entrenado al que dotó de numerosos privilegios: los soldados de sus cohortes recibían doble paga que el resto y cada uno de ellos, al cumplirse sus años prestados de servicio (que se establecieron en un máximo de 16), obtenía asimismo un “finiquito” de 20,000 sestercios. Andando el tiempo, la guardia pretoriana llegó a detentar tal poder en el Imperio romano que pondría y quitaría emperadores y asesinaría a varios de ellos. No obstante, ésa es otra historia.
C., se enfrentaron a cara a ca ra. El resultado de esta cuarta y última guerra civil fue la derrota y el suicidio de Antonio y la reina egipcia, la anexión del país del Nilo a Roma y el incontestable triunfo del heredero de Julio César –con la inestimable ayuda de su consejero consej ero y amigo Marco Vipsanio Agripa [ver recuadro 1]–, que poco después, en 27 a. C., pasaría a presidir un Imperio bajo el nombre de Augusto. Y con él, las invencibles legiones romanas seguirían ampliando sin tregua sus conquistas. muyinteresante.com.mx
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Octavio, el creador del Imperio
La importancia
Augus de llamarse
Cayo Octavio Augusto, el primer emperador romano, gobernó 43 años. Empezó como un joven inexperto y terminó siendo césar. Pese a no querer ser rey, ejerció como tal. Más de dos milenios no han podido borrar su legado político. Por Laura Manzanera
C
onocido como Octavio de 63 a 44 a. C., como Octaviano de 44 a 27 a. C., y como Augusto a partir de entonces, el primer emperador romano es considerado por muchos historiadores, asimismo, como el más importante y significativo. En el último siglo antes de Cristo, Roma había sufrido sangrientas guerras civiles y desuniones provocadas por las maniobras de sus generales, ansiosos de poder. Pero la llegada de Augusto lo cambiaría todo. Desde el principio buscó un nexo que uniera a los romanos: quería que creyeran que compartían pasado y futuro, futu ro, y basó su estrategia en dos pil ares. Por un lado, actuó como un imperialista a ultranza, deshaciéndose de sus rivales y unificando los territorios desperdigados para formar un Imperio ordenado y coherente. Por otro, dio a éste un nuevo orgullo, empezando por un completo lavado de cara a su capital. Su objetivo era canalizar el orgullo colectivo, “nacional”, en su persona, y para ello grabó su leyenda en piedra. Además, cuidaba mucho su imagen. Según su biógrafo, Suetonio, era rubio, de talla media y nariz prominente y con pocos dientes. Pero sus imágenes, poco o nada realistas, lo mostraban con proporciones heroicas.
Heredero de Julio César Nacido en el año a ño 63 a. C., Cayo Octavio Turino Turino era nieto de una hermana de Julio César, cuyo nombre completo era Cayo Julio César Octaviano. Puesto que aquél lo nombró heredero, adoptaría en su honor el nombre de Julio César Octaviano. Durante los primeros años de su vida pública se mostró hábil aliándose con sus principales oponentes, a la espera del mejor momento para eliminarlos. eliminarl os. 32
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En el trono imperial. En este óleo de Giovanni Battista Tiepolo (1696-1770), (1696-17 70), titulado Mecenas presentando las artes liberales al emperador Augusto , las bellas
artes, música y arquitectura se postran ante el emperador; a la derecha de éste, Cayo Mecenas.
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Dispuesto a todo para alcanzar el poder, luego no dudó en enfrentarse militarmente a la mano derecha de César, Marco Antonio. Y su ambición lo llevó a sacrificar la vida de Cicerón para lograr la alianza del Segundo Triunvirato Triunvirato (43-38 ( 43-38 a. C.), que formó junto a Marco Antonio y Lépido, los más fieles colaboradores de César.
regímenes personales: la dictadura de César y los triunviratos. A cambio, se le concedieron ciertos poderes y honores; el principal de ellos, el título de Augustus , que significa noble, venerable y sagrado, pero también viene de augere (engrandecer). Había logrado un nombre con santidad, Augusto el Venerado, pero para ser omnipotente necesitaba Talento político más autoridad, así que decidió Aun así, nunca destacó como honrar la memoria de su padre militar. Si bien se le atribuyen adoptivo y encargó una estaalgunos triunfos, como la batatua de Julio César para un temEn la foto, el Clipeus virtutis lla de Filipos (42 a. C.) frente a plo, colocándola junto a Marte o Escudo de la virtud, que fue concedido a Augusto los asesinos de César, en realiy Venus. Así, si César era un en el año 27 a. C., por el dad los logró Marco Antonio. Y dios, él era el hijo de uno. Eso Senado romano. El Clipeus con el tiempo sería el general abrió la puerta a la autocracia autocracia y original era de oro y hoy no Marco Agripa, su gran amigo, llevó implícita la construcción se conserva, pero ha llegaquien le ayudaría a combatir de templos y altares en honor do hasta nosotros la copia en mármol de Arlés: una de a sus antiguos aliados. Agripa de Augusto, nombre que llevalas muchas que se hicieron actuó siempre en los momenrían desde entonces todos los en las diversas ciudades tos precisos, pero Octaviano se emperadores. del Imperio. llevó el éxito. Un buen ejemplo Entre las atribuciones exes la batalla naval de Accio (31 traordinarias que recibió estaa. C.) contra Marco Antonio y su aliada Cleopa tra. ban un amplio poder legislativo, el gobierno de las Aparte del poder, estaban en juego dos modelos provincias aún por pacificar, las gestiones del fispolíticos imperiales distintos. Octaviano estuvo co, del censo y la creación oficial de la guardia prea punto de perder. Según las malas lenguas, se toriana, la primera fuerza armada a las órdenes mareó en cubierta y fue Agripa quien hubo de ac- de un dirigente romano con carácter permanente tuar en solitario para derrotarlos. y capaz de mantener el orden en la capital. Con el Aunque no la milit ar, sí demostró su valía po- tiempo recibiría otro título honorífico de manos lítica a través de las reformas que darían lugar del Senado: “Padre de la Patria”, y parece ser que al régimen llamado Principado de Augusto (27 lo hizo visiblemente em ocionado. a. C.), por haber recibido su artífice el título de pri nceps nce ps . Probablemente, su mejor arma fue la paciencia. A diferencia de César, no quiso precipitarse al imponer una reforma monárquica; prefirió conceder tiempo a la oligarquía senatorial, claramente republicana, para que aceptara sus reformas. Y aunque para restituir la República en un nuevo contexto, el Principado, hubo de eliminar a algunos oponentes, en general empleó la política de pactos. Simbólicamente, devolvió el poder al Senado y terminó con los
Escudo de la virtud
Aunque Aunque no en la militar mi litar,, sí demostró su valía política p olítica con las reformas reformas que dar darían ían lugar al régimen régi men del Principado. 34
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Periodo de bonanza.
Con la pax romana, la economía imperial se vio favorecida y los intercambios comerciales entre las provincias aumentaron. Aquí, monedas de oro acuñadas con la imagen de Augusto.
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Expansión y reformas En manos de Octavio, la República había muerto para dejar paso al modelo seudomonárquico, seudomonárquico, y entonces él demostró ser muy hábil a la hora de camuflar su absolutismo bajo una apariencia “democrática”. Sus reformas se basaron en el miedo de los ciudadanos a una nueva guerra civil. Como monarca de facto, y con la excusa de consolidar un nuevo sistema imperial más allá de las ciudades-Estado, llevó a cabo profundas reformas tanto políticas como sociales y territoriales. Pretendía limar los desequilibrios que habían llevado a la República a la crisis. Así, dejó al Senado el gobierno de muchas provincias y concedió a éstas bastante autonomía económica, aunque apenas capacidad política. Puesto que había aumentado mucho el número de senadores, usó su cargo de censor para purgar el Senado y eliminar a los que se mostraban menos dispuestos a perder poder. pode r. Logró someterlos, pero el sueño de la vuelta de la República no había terminado. termi nado. Por eso, en el año 23 a. C., hubo un complot fallido para asesinarlo. Augusto destacó especialmente en su política exterior, exterior, ésta se basó en la fundación de colonias por todo el Imperio –donde cedía el poder a las élites locales–, el reparto de lotes de tierra a muchos soldados veteranos y la consolidación de un ejército permanente, que mantenía la seguridad en las fronteras imperiales y hacía de eje central de la administración y el control de los tributos. Así, la pax romana favoreció la integración económica entre provincias y territorios, dándose intercambios comerciales, culturales y étnicos sin parangón.
El intento de volver a la tradición
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Representación del “Salvador de Roma”.
Esta escultura, conocida como Augusto de Prima Porta, de mármol con restos de policromía, puede verse hoy en los Museos Museos Vaticanos. Datada en el año 20, fue hallada en 1863 en la Villa de Livia, cerca de Prima Porta (Roma).
Augusto tuvo éxito en l a gestión administrativa administrativa y económica, pero fracasó en la política social e ideológica. Creía que el abandono de las t radiciones se había traducido en una ruptura del orden Augusto demostró ser muy hábil a la social y en una gran corrupción, y para recuperar hora de camuflar su absolutismo absoluti smo bajo bajo el virtuosismo había que empezar por respetar el estatus. ¿Cómo podía un senador casarse con una una apariencia “democrática”. prostituta o un liberto ser más rico que su anti guo Trató de restablecer las antiguas reglas sociadueño? Había que mantener la preeminencia de les a través de leyes y medidas políticas, pero las élites senatoriales y económicas y dar a las no- fue inútil. Su modelo legal resultó más ideolóblezas provinciales acceso a los mecanismos del gico que realista, pues era imposible ralentizar poder; y al mismo tiempo, mantener la estabili- una sociedad tan dinámica con medidas tan dad de las clases cl ases medias. Por supuesto, sus medi- anticuadas. La realidad terminó imponiéndodas no beneficiaban en nada a la plebs, los grupos se. Un buen ejemplo son las leyes relacionadas inferiores que debían ser mantenidos por las con la familia, dirigidas a limitar el rol de las élites. Y aún beneficiaban menos a l os esclavos mujeres para asegurar la natalidad: intentaban y libertos, quienes vieron drásticamente limita- frenar el adulter io y el alto número de divorcios das sus posibilidades de promoción. No obstante, y penalizaban a los no casados y a los que no desarrolló en Roma una política de repartición de tenían hijos otorgando privilegios a los matrigrano y de espectáculos públicos. monios con tres o más. muyinteresante.com.mx
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En la foto, panorámica
nocturna del foro de Augusto en la ciudad de Roma.
El gran constructor de Roma
A
bigarrada y caótica. Así era Roma, ya con un millón de habitantes, antes de que Augusto la remodelara urbanísticamente. “Encontré Roma como una ciudad de ladrillo y la dejé de mármol”, sentenciaría él mismo, orgulloso. Para lograr popularidad, construyó almacenes, acueductos y termas (las primeras públicas), dos teatros, un anfiteatro y una una bibliotec biblioteca. a. Quiso Quiso dejar su huella, huella,
sobre todo, en el Foro, el gran espacio simbólico. Así, junto al templo dedicado a Marte hizo colocar estatuas de los antepasados de la familia Julia, logrando un equilibrio entre tradición y actualidad. Pero la mayor transformación se dio en el Campo de Marte, una planicie que transformó en un gran complejo monumental. Entre sus construcciones principales estaban el teatro de Marcelo, el anfiteatro de Estatilio Tauro, las termas de Agripa, el Reglas antiguas. La política
social emprendida por Augusto fracasó en una sociedad dinámica, que no aceptaba medidas anticuadas. Aquí, detalle de un mosaico romano en una villa tunecina, que representa a un noble con su esclavo recibiendo a un mensajero.
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Panteón, el mausoleo de Augusto y el Ara Pacis Augustae (Altar de la Paz Augusta), que celebraba sus éxitos en Hispania y la Galia. Con él, se presentaba como un nuevo dios enviado para pacificar y hacer posible una nueva etapa de prosperidad. Fue una iconografía renovada al ser vicio del nuevo nuevo poder poder.. Augusto Augusto lo había había alcanzado tras una guerra civil, pero supo aportar a Roma la estabilidad que la l a con vertiría en dueña dueña del Mediterr Mediterráneo. áneo.
Pese a su gran esfuerzo por volver “a las prácticas modélicas de nuestros modélicos antepasados”, en sus propias palabras, a Octavio Augusto le fue imposible limitar la cambiante sociedad altoimperial romana. Por otra parte, el entorno privado del emperador estaba muy lejos de seguir el modelo que él pretendía imponer, como demuestra el caso de su hija, Julia la Mayor. Mayor. Cuando tenía 14 años, la casó con su primo Marco Marcelo, que murió a los dos años sin descendencia. Enton ces volvió a casarla, esta vez con su amigo Agripa, que le dio tres hijos, hij os, dos de ellos varones: Cayo y Luci o. Cuando Agripa falleció en el año 12 a. C. , la casó por tercera vez con Tiberio, hijo mayor de su esposa Livia. Pero Tiberio, que se vio obligado a divorciarse, preferiría preferiría abandonar su carrera como sucesor y exiliarse a Rodas. Parece ser que, desde entonces, Julia se dedi có a coleccionar amantes. Séneca habla de “rebaños”
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El emperador creía que el abandono abandono de las tradiciones se había traducido traducido en una ruptura r uptura del orden orden social y en una gran g ran corrupción. corr upción. de ellos y la califica como “mujer infiel trans- ban por dominar áreas no urbanizadas donde la formada en prostituta”. Cierto o no, en el año estrategia del ejército romano era mucho menos 2 a. C., su propio padre la acusó de inmoralidad efectiva. Primero escogió zonas montañosas, y la confinó a una pequeña isla. Y sus supuestos como el Pirineo y la cornisa cantábrica en la pecómplices en un complot para asesinar a Augus- nínsula Ibérica o los Alpes en las Galias. Una vez to fueron ejecutados. Se ignora si ella participó sometidas éstas, se hizo con la Iliria interior (en conscientemente o fue util izada. la actual Serbia). Sin embargo, en Oriente las cosas fueron muy Pax romana... muy relativa distintas. Tenían un serio problema en la fronDiez años después, la hija de Jul ia y nieta de Au- tera romana del río Éufrates, donde se topaban gusto fue acusada de adulterio y también exi- con dos terribles enemigos: partos y armenios. liada. Unos meses más tarde, le tocó el turno a A los primeros, ni siquiera Marco Antonio había Ovidio, quien tras ser señalado de inmoralidad conseguido doblegarlos, así que Augusto pen só recibió la orden de irse a la última frontera del que lo mejor era pactar con ellos. Como lo imImperio, a una fortaleza en el mar Negro. Allí portante era recuperar el dominio de Armenia, pasaría sus últi mos años y todas sus peticiones bajo influencia parta, consiguió que el rey parto para volver fueron infructuosas. En tanto, aún le devolviera las insignias perdidas por Licinio se desconoce qué provocó exactamente su caída Craso en la batalla de Carrás (actual Turquía), en en desgracia. el año 53 a. C., y que hubiera en Armenia reyes Roma había crecido casi ininterrumpidamente de Roma. Con esa magnífica puesta en escena, la desde el siglo IV a. C., y esta expansión era real- recuperación de Armenia se vivió como si de un mente difícil de parar y también de mantener. Se verdadero triunfo se tratara, cuando en realidad necesitaban constantemente más esclavos, más no hubo ninguna lucha. Además, los armenios, tributos y nuevas tierras. Por eso, pese a decla- súbditos en teoría, eran en la práctica totalmente rarse partidario partida rio de la pax romana, Augusto se vio independientes. indepen dientes. Ésta fue, a buen seguro, una vicobligado a continuar las conquistas. Sólo queda- toria de la diplomacia; eso sí, muy efectiva.
Altar de la Paz Augusta. El Ara Pacis
Augustae (en la foto),
construido entre los años 13 y 9 a. C., estaba ubicado en el lado oeste de la vía Flaminia, en el Campo de Marte. Cada año, se debía sacrificar un carnero y dos bueyes ante él.
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HISTORIA
ROMA, DE JULIO CÉSAR A NERÓN
Una familia nada tradicional
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En la foto (derecha) el busto en mármol de Julia la Mayor (39 a. C.-14), hija del emperador Augusto y esposa de Marcelo, Agripa y Tiberio.
on su historia familiar, Augusto no fue precisamente un buen ejemplo en su pretensión de proteger la “tradición” y volver a la “rectitud “rectitud moral” de tiempos pasados. Para empezar, se casó con una hijastra de Marco Antonio para sellar el pacto del Triunvirato y se divorció de ella enseguida –según se rumoreó, sin haber consumado el matrimonio– para poder casarse de nuevo y lograr otra alianza política; esta vez, con Escribonia, nieta de Pompeyo y madre de dos hijos, a la que obligaron a descasarse. Escribonia le dio una
hija, Julia, y el mismo día que ésta nació, Augusto se divorció de ella, enamorado de Livia, con la que se casó al día siguiente. Livia, que también hubo de separarse de su anterior marido, tenía ya un hijo, el futuro emperador Tiberio, y estaba embarazada de Druso. Ciertamente, su vida privada no respondió para nada al modelo de familia estable y virtuosa que él mismo predicaba.
Victoria germana. En este grabado se representa
la batalla del bosque de Teutoburgo, en el año 9, en donde las fuerzas de Varo fueron masacradas por los queruscos de Arminio, cerca del río Weser.
Por último, centró sus intereses en Germania. Sus hombres no tuvieron demasiados problemas en alcanzar el valle del Elba y, aunque no se logró un control totalmente efectivo, una destacada parte de las tribus germanas terminó entregando sus armas y tributos. tri butos. Todo Todo iba bien hasta h asta que, en el año 9, esta expansión por Germania terminó drásticamente. El comandante romano en el Rin, Publio Quintilio Quin tilio Varo, Varo, confió para su retirada en un jefe querusco que había sido auxiliar de las tropas romanas, Arminio. Pero éste lo traicionó esperándolo con sus tropas en el bosque de Teutoburgo, donde tres legiones romanas fueron casi aniquiladas por completo.
La difícil sucesión Aparte de la expansión, el otro gran problema en sus últimos años fue el de la sucesión. Había asentado su régimen, un ficticio aunque efectivo equilibrio entre república y monarquía. Pero ¿cómo conservar el Principado a su muerte sin otro príncipe legítimo? Es más, ¿cómo podía traspasar sus poderes a alguien si en teoría no era un monarca? Augusto carecía de hijos varones, así que sus nietos Cayo y Lucio parecían sus mejores car tas. Por eso, les aseguró una carrera polít ica, sin embargo, y por si acaso, también apostó por otros candidatos, entre ellos el segundo hijo de su esposa Livia: Druso.
Tras la muerte muert e de sus nietos, Augusto se centró en Tiberio, Tiber io, que que se había casado casado con su hij h ija a Julia. 38
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El reparto de grano En este relieve del partenón de Éfeso (Turquía) está labrada en piedra una cesta con espigas de trigo. Este detalle ilustra la importancia de los cereales en la alimentación en el Imperio romano. El emperador Augusto estipuló una férrea repartición de grano y así pudo organizar su producción y distribución.
El destino quiso que no fuera ninguno de ellos: Druso murió inesperadamente inesperadamente en el año 9 y Lucio y Cayo también, en plena juventud y con sólo 18 meses de diferencia. Llegó a hablarse de asesinatos, de un complot de Livia para promover la candidatura de su hijo Tiberio... Tiberio... y no sería descabellado pensarlo. pen sarlo. De hecho, otro posible sucesor, Germánico, sobrino de Tiberio, fue envenenado en Siria en el año 19, quién sabe si con la aquiescencia del propio Tiberio.
Divinizado para la posteridad Como fuese, tras la muerte de sus nietos, nie tos, Augusto se centró en Tiberio, que se había casado con su hija Julia unos años antes. No era el ideal, mas no había alternativa, así que le concedió suficientes poderes para que, a su muerte –que sucedió en Nola en el año 14 (en la actual Campania)–, tuviera su futuro asegurado. A Augusto le importaba cómo lo recordarían; por eso, construyó un mausoleo. Alguien como él no podía desaparecer sin más. Un senador aseguró haber visto su alma subir al cielo. Así
empezó el culto al Divus Augustus, cuya primera sacerdotisa fue la misma Livia. Se erigieron templos en su honor y todos los futuros emperadores llevaron su nombre. Nada parece poder borrar el legado del primer emperador romano. Tanto es así que, cuando el último, últ imo, Rómulo Augústulo, abdicó en 476, su nombre pasó a ser el de un mes: agosto. Y hasta hoy h oy..
Monumento funerario.
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En la foto, las ruinas del mausoleo de Augusto, en Roma. Construido por el emperador en el año 29 a. C., tras haber conquistado Egipto, están enterrados allí los principales miembros de la dinastía Julio-Claudia. muyinteresante.com.mx
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La dinastía
Julio-Claudia Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón eran descendientes de Julio César (ver árbol árb ol genealógico). Su vida privada y pública marcó el primer siglo del Imperio. II / La consolidación del poder romano pág. 52
I / Un Imperio para una familia pág. 42
Livia Drusila 58 a. C. - 28 d. C.
(Árbol genealógico simplificado) Emperador
Adopción
1
Descendencia
Matrimonio
Adopción
Adopción
Julio César
Julia Cesaris
Cayo Julio César
Hijos 100 a. C. - 44 a. C.
76 a. C. - 54 a. C.
140 a. C. - 85 a. C.
Julia la Menor
101 a. C. - 51 a. C.
40
Hija
Acia
Hijo
2 Augusto
85 a. C. - 43 a. C.
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63 a. C. - 14 d. C.
Druso el Mayor
Hijo
10 a. C. - 54 d. C.
5 Tiberio Claudio 10 a. C. - 54 d. C.
Hijos
3 Tiberio 42 a. C. - 37 d. C.
6
Hijo A d o p c i ó n
Nerón Claudio 37 - 68 d. C.
Germánico 15 a. C. - 19 d. C.
Agripina la Menor Hijos
Julia la Mayor
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Agripina la Mayor
4
15 - 59 d. C.
Calígula (Gaius Julius Caesar Augustus Germanicus)
39 a. C. - 14 d. C. 14 a. C. - 33 d. C.
12 - 41 d. C.
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HISTORIA
ROMA, DE JULIO CÉSAR A NERÓN
DOCUMENTO LA DINASTÍA JULIO-CLAUDIA
Elegido para la gloria.
Octavio Augusto, sobrino nieto y heredero heredero de César y fundador de la dinastía Julio-Claudia y del Imperio romano, fue glorificado ya en vida. Aquí, Aquí, en un relieve junto a la musa de la historia. historia.
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Un Imperio
Familia para una
Desentrañar el “quién es quién” en el lío dinástico de los Julio-Claudios no es sencillo: la endogamia predominó, lo mismo que las adopciones y las intrigas para asegurar la sucesión. Su origen fueron dos de las gens las gens o o familias más destacadas de la historia de Roma.
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uchacho, tú se lo debes todo a tu nombre”. La frase se la lanzó con desprecio Marco Antonio al joven Octaviano, el sobrino nieto de Julio César. Aunque cometía con ella el error de menospreciarlo, parte de razón tenía el popular cónsul romano al referirse al que había sido el inesperado heredero salido del testamento de César, sólo conocido tras su traicionero asesinato. Desde su tumba, el líder más admirado de la época adoptó formalmente al h ijo de la hija de su hermana, Julia la Menor, y le dio su nombre; a partir de entonces se l e conocería como Cayo Julio César Octavio. Eso se convertiría en el mejor salvoconducto: un pasaporte al poder, que fue aprovechado con gran habilidad por el inteligente chico (por algo lo había escogido el lúcido César). Y de él saldría toda una familia imperial, la dinastía Julio-Claudia, que dio cinco imperators a Roma. Los Julios formaban una de las mejores gens (agrupaciones familiares) romanas. Por supuesto se trataba de patricios, que remontaban sus orígenes hasta Julo, un personaje que habría sido nada menos que nieto de Eneas, el héroe troyano huido a la península Itálica tras la destrucción de la mítica mí tica ciudad. Ya Ya en Italia Itali a habían tenido a algunos de sus más lejanos ascendientes entre los reyes de Alba Longa, una ciudad de la región del Lacio en los montes Albanos, destruida por Roma en el siglo VII a. C. Tras la campaña
contra Alba Longa, algunas familias locales destacadas, como los Julios, habían sido perdonadas y llevadas a Roma, permitiéndoles ingresar en el patriciado. Prueba de su excelente asimilación es que un Julio llegó l legó a cónsul ya en el siglo V a. C. Se iniciaba así su participación sobresaliente en la alta política. Durante estos siglos, mantendrían la costumbre de que todas las mujeres de la familia llevaran como nombre Julia. Los Claudios, por su parte, procedían de los sabinos, uno de los principales pueblos prerromanos, que habitaron el área de los montes del mismo nombre, al este del río Tíber. El fundador de esta gens en el siglo V, V, Apio Claudio Sabino, huyó de su tribu natal al ser partidario de la unión con Roma; decisión acertada, ya que llegaría a cónsul de ésta. El mismo cargo lo alcanzarían muchos otros de sus descendientes. Ambas familias se distinguieron por una gran endogamia: los matrimonios entre parientes fueron la norma, e incluso se darían algunos casos de incesto. Estuvieron muy mezclados entre ellos, y éste es el motivo por el que la historia los aúna como miembros de una misma dinastía.
Druso el Mayor
Fue la primera opción de Augusto para resolver el problema sucesorio, ya que el emperador sólo había tenido una hija, Julia. Así que adoptó al hermano menor de Tiberio, nacido del primer matrimonio de su mujer, Livia, al que apreciaba sinceramente. Pero Druso tuvo un accidente ecuestre durante la campaña militar de Germania y falleció prematuramente.
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ROMA, DE JULIO CÉSAR A NERÓN
DOCUMENTO LA DINASTÍA JULIO-CLAUDIA
En la dinastía Julio-Claudia las bodas entre parientes fueron la norma, e incluso se dieron casos de incesto.
patricios que lideraban ejércitos en grandes guerras contra pueblos extranjeros, no hacían sino complicar la sucesión dinástica. Ya el propio Julio César h abía carecido de desA pesar de este pan orama, curiosamente, nin- cendencia masculina, y esto lo llevó a fijarse en guno de los cinco emperadores de la dinastía Octaviano. En realidad, sí tuvo con Cleopatra, reisería hijo del anterior. De la misma forma que na de Egipto, Eg ipto, un hijo varón, Cesarión (o Ptolomeo César había adoptado a Octavio, éste haría lo XV), pero, como ésta no era su esposa y el niño tepropio con su sucesor, su cesor, Tiberio, y éste a su ve z con nía muy corta edad cuando él murió, nunca conCalígula. En el caso de los otros dos, Claudio y tó para la sucesión. Convertido el sobrino-nieto Nerón, intervendrían factores más propios de la en el hombre fuerte de Roma y con el nombre de lucha por el poder, ya que sus respectivos ante- Octavio, Octavio, él sí prestaría mucha atención al riesgo cesores fueron asesinados. potencial que aquel hijo mitad egipcio de César representaba para él y ordenaría matarlo tras deEmperador busca heredero rrotar a Marco Antonio y Cleopatra. Así cortaba La adopción fue una práctica muy habitual en- de raíz cualquier posible reclamación dinástica. tre estos mandatarios por una doble razón: a La falta de un heredero varón varón se repetiría en el la carencia de descendencia directa se unía la caso de Octavio (que para entonces ya sumaba voluntad de escoger al “mejor” para el puesto también a su nombre el de Augusto). A pesar de como resultado de una cierta reminiscencia de casarse tres veces –con Claudia, Escribonia y Lila meritocracia inherente a la República, la cual via–, sólo tuvo una hij a, llamada Julia la Mayor, Mayor, había sido la forma de gobierno durante siglos de quien además resultó ser bastante problemátiRoma, y su orgullo. Buscar al superior pa ra la más ca: casada a los l os 14 años con su prim o, Marcelo, a alta magistratura fue siempre una preocupación la muerte de éste se había entregado a una vida esencial de estos emperadores. Y los factores de constantes aventuras amorosas que la connaturales, como la corta esperanza de vida en la virtieron en “la Viuda Alegre de Roma”, en expreépoca, o el riesgo que sufrían muchos de estos sión del escritor Indro Montanelli.
El año sabático de Octavio en Tarraco
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urante algo más de un año, del 26 al 24 a. C., Octavio Augusto residió en Tarraco (Tarragona) para recuperarse de problemas de salud que le afectaron durante la mayor parte de su vida: sufrió constantes eccemas, colitis y gripes de los que sería curado más tarde por un médico griego, Antonio Musa, que con ello ganó la libertad. Fue sin duda una decisión excepcional del emperador la de pasar tanto tiempo alejado de Roma, pues
tuvo que ejercer in absentia absentia su noveno consulado y parte del décimo. También se dice que en las guerras cántabras, de las que venía cuando decidió pasar ese año sabático en Tarraco, estuvo a punto de recibir el impacto de un rayo, lo que le habría inquietado. Hay quien habla de su miedo ante la ferocidad de los cántabros y la inesper inesperada ada resisten resistencia cia que que opusieopusieron a las legiones, factores que habrían aconsejado poner tierra de por medio respecto al frente de batalla. En cualquier
caso, durante ese tiempo, ti empo, Tarraco floreció como “capital provisional” del emperador, quien contribuyó a su engrandecimiento (en la foto, anfiteatro anfite atro romano de Tarragona). Además, durante su estancia Augusto tomó decisiones de gran importancia para Hispania: en el año 25 a. C., fundó la ciudad de Emerita Augusta (Mérida), en la que licenció a los veteranos de las guerras cántabras, y más tarde Iliua Ilici, origen de la actual Elche, en donde se establecieron más soldados licenciados.
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Del matrimonio de Agripa y Julia la Mayor nacieron cinco hijos, dos de ellos varones, pero Augusto Augusto les sobrevivió a ambos. La longevidad de Augusto A estos problemas propiamente familiares se uniría para Augusto la complicación de que él había realizado una gran transformación de la política y la sociedad romanas que aspiraba a perpetuar a través de su continuador. Por ello, resultaba muy recomendable que éste fuera un personaje bien visto por las élites más influyentes, comenzando por el Sena do. Su primera opción había sido Druso, uno de los dos hijastros aportados al matrimonio por su tercera esposa, Livia. La desgracia querría que muriera prematuramente al caer de su caballo durante una campaña en la región de Germania. Descartada esa opción, había pensado en esperar a que su hija Julia le diera algún nieto, para lo cual la casó con su colaborador más cercano y apreciado, Marco Vipsanio Agripa, gran vencedor de la batalla de Accio contra Marco Antonio y Cleopatra. De este matrimonio nacieron cinco hijos, dos de ellos varones, pero nunca llegarían a obtener el poder, porque su abuelo los sobrevivió a ambos. La longevidad d e Octavio Augusto se convertía así en un nuevo obstáculo.
El objetivo de Livia
N A Z A K , N Á T S R A T A T E D A C I L B Ú P E R A L E D S E T R A S A L L E B E D L A N O I C A N O E S U M ; L G N M : S O T O F
Antes de que sus hijos murieran, la “alegre” Julia Juli a había h abía vuelto vuel to a enviudar. enviu dar. Su padre la casó entonces con su otro hijastro, Tiberio, Tiberio, al que no había tenido tan en cuenta como a Druso (pero, a medida que había menos opciones, su nombre empezaba a tener más posibilidades). Su principal valedora era su madre, Livia, a la que se adjudica haber propagado la leyenda de excesos sexuales que acompañaba a Julia, de quien se decía que había tenido relaciones con miembros de prácticamente todas las clases sociales (incluidos esclavos) y que una noche organizó una orgía en la plaza del mercado de Roma. Finalmente, Livia conseguiría su objetivo de que Tiberio fuera adoptado por el ya mayor y achacoso Augusto. Julia también fue castigada por su “libertinaje”, fuera real o exagerado. Su padre la exilió a la isla de Pandataria, en el mar Tirreno, un desti-
La excesiva Mesalina
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a tercera esposa de Claudio (a la derecha, en un cuadro ruso del siglo XIX) se ha convertido en un símbolo de la relajación de las costumbres sexuales entre las altas esferas de la Roma imperial. Formaba parte de la dinastía, pero sus padres no se contaban entre los miembros más prominentes de la misma y tenían problemas económicos. Por ello, Mesalina, una joven de 15 años de excepcional belleza, no podía aportar una gran dote al matrimonio, algo que la descartaba en el juego de los enlaces de conveniencia. Esta situación la llevó a aceptar el cortejo de Claudio, considerado por entonces el tonto de la familia imperial. Cuando inesperadamente Claudio alcanzó el trono, Mesalina se encontró con un gran poder, ya que él, muy enamorado, seguía ciegamente sus consejos. Fue a partir de entonces cuando ella desató su ninfomanía, según escribieron sus detractores, que la llevó incluso a desear ejercer de prostituta. El poeta Juvenal le atribuye que “tan pronto como creía que su marido estaba dormido, esta prostituta imperial vestía la capa que llevaba por la noche y salía de la casa acompañada de
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una esclava, puesto que prefería un lecho barato a la cama real. Disimulaba su cabello negro con una peluca rubia y se dirigía al lupanar de tapicerías gastadas donde tenía reservada una cámara”. En aquel prostíbulo del barrio de Subura ejercía bajo el seudónimo de Lycisca (la Loba). Se le atribuye haber competido con la suripanta más conocida de Roma por ver quién podía mantener más relaciones en una noche. Claudio la haría ejecutar, con sólo 23 años cumplidos, por mantener una relación bígama con el cónsul Cayo Silio, con el que habría planeado una conjura.
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no poco agradable que más adelante compartirían también otras mujeres de la dinastía. Tiberio, por su parte, vería condicionada su biografía por un ambiente cada vez más convulso dentro de su núcleo familiar y político. En vida de Augusto, había sido obligado por éste a divorciarse de su esposa, Vipsania, con con la que se entendía muy bien, para casarse con su licenciosa hija, Julia la Mayor. La situación resultó un difícil trago
El último recurso Tiberio, en principio, principio, no entraba en las “quinielas” de Octavio para sucederle (ni tampoco él lo deseaba), pero la muerte de Druso y otros candidatos –y las intrigas de su madre, Livia, según algunos– lo colocaron en primera línea. muyinteresante.com.mx
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ROMA, DE JULIO CÉSAR A NERÓN
DOCUMENTO LA DINASTÍA JULIO-CLAUDIA
El templo de los semidioses
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ugusto inició una tradición que continuaría a lo largo del Imperio: la construcción de templos dedicados a honrar a la familia imperial, si bien la deificación como tal se producía post mortem (sólo Domiciano se declaró a sí mismo dios mientras vivía, lo que causó escándalo). El único templo romano que se conserva con su forma original, la Maison Carrée (Nimes, Francia), estuvo precisamente consagrado a la familia del primer emperador; concretamente, a Cayo y Lucio, sus nietos e hijos de su amigo Agripa, a los que adoptó. Erigido en 16 a. C., según unos, o entre los años 1 y 4 de nuestra era, afirman otros, cumple con las características clásicas de la arquitectura religiosa romana (abajo, reconstrucción): es rectangular, hexástilo –seis pilares en el pórtico–, descansa sobre un pódium y lo rodean columnas corintias adosadas a la cella, el área destinada al culto imperial.
Maison Carrée (Nimes, Francia)
LIVIA CAYO LUCIO AUGUSTO
Capitel corintio
Pórtico hexástilo Escalinata
Pódium
Falso peristilo de columnas adosadas
Cella
Columnas exentas
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Un incendio sin un claro responsable
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xiste mucha disputa sobre si Nerón ordenó realmente incendiar Roma en el año 64, una teoría que, por otro lado, está muy extendida desde hace siglos. Fue la historiografía cristiana la que fomentó la leyenda sobre su loca decisión de provocarlo para así poder culpar luego a los cristianos (algo que parece que, efectivamente, sí ocurrió), mas hay historiadores quienes señalan que esta atribución es muy posterior a los hechos, y otros más que hablan simplemente de un accidente.
Se trata de una polémica abierta, en la cual, si acudimos a las fuentes primarias de los propios historiadores romanos, nos damos cuenta de que muchos de ellos apenas citan el hecho. Porque, al fin y a la postre, Roma sufría múltiples incendios debido a que los materiales utilizados en la construcción de sus edificios facilitaban la combustión. El historiador que más trata el episodio es Tácito, quien señala que Nerón no estaba en Roma, sino en Antium (Anzio) cuando se desató el fuego y que la famosa imagen
para Tiberio, Tiberio, aunque debemos recordar que en la Roma de entonces el matrimonio no se decidía en absoluto por amor, sino que tenía la función primordial de producir una descendencia legítima. Los maridos tenían una posición de dominio y mantenían otras relaciones con quien quisieran, fueran mujeres u hombres.
Grabado coloreado que recrea el famoso y controvertido Gran Incendio Incendio de Roma del año 64, que la historiografía tradicional atribuyó al emperador Nerón, pero que hoy se cree que fue meramente accidental.
de él tocando la lira mientras las llamas arrasaban cuatro distritos de la ciudad no es más que un simple rumor.
Augusto dictó las leges Iuliae sobre moral y vida privada con el objetivo de aumentar la natalidad. las orgías; esto lo compaginó con sus aventuras homosexuales, siendo famosa su pasión por un histrión (actor) llamado Mnéster, al que, según Suetonio, besaba en pleno teatro. tea tro.
Germánico y su hijo Calígula
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Pero el control que sobre la vida de Tiberio ha- La doble moral imperial bía ejercido Octavio no se limitó a eso. También Asesinado en una conspiración, le sucedió su tío lo obligó a adoptar a Germán ico, joven miem- Claudio, quien, para sorpresa de todos –ya que bro de una rama de la familia, como parte de era generalmente considerado un tartamudo unos arreglos dinásticos. Curiosamente, ésta más bien tonto–, se desempeñaría como un exdemostró ser una gran elección, y a que Germá- celente emperador. Sin embargo, tenía una alarnico se revelaría como uno de los personajes mante debilidad en la vida privada: su carácter más brillantes de la época. Lastimosamente mujeriego. Ya Ya se había casado ca sado dos veces antes an tes de para todos, fue ase sinado por el gobernador de llegar a la cúspi de del Imperio, y solía engañarSiria. Luego, la muerte violenta le sobreven- las a todas. Su tercera esposa, Mesalina, causaría causarí a dría a l propio hijo del emperador, emperador, Druso el Jo- el escándalo [ver recuadro] de una manera sólo ven, que caería fruto de las conspiraci ones para comparable a la provocada anteriormente por hacerse con el poder del prefecto Sejano, un Julia la Mayor, hija de Augusto. siniestro personaje que sembró el terror en la Los escándalos sexuales y la vida licenciosa de ciudad. Eso condujo a Tiberio a adoptar, como los últimos emperadores Julio-Claudios y de sus última opción, al hijo de Germánico, Cayo, esposas resultan una tremenda paradoja en una más conocido por el sobrenombre de Calígula dinastía que había intentado reformar las por vestir desde pequeño la indumentaria de costumbres y, muy en particular, la molos legionarios –creció en Germania acompa- ral privada. Ése fue uno de los grandes ñando a su padre –, incluyendo sus populares objetivos de Octavio Augusto, quien sandalias o caligae. había dictado las llamadas leges IuAunque nada hacía pensar que este emperador liae, que regulaban diversos aspecfuera una mala elección, y durante sus pri meros tos de la moral y la vida privada con compases en el cargo se mostró como un buen el objetivo de aumentar la natalidad administrador, de repente, se instaló en la locura, parece que a consecuencia de una enfermedad. Sus Este busto tradicionalmente se identifica con el excesos sexuales fueron los peores retrato de la emperatriz y segunda esposa de Nerón, de la dinastía: mantuvo relaciones una de las mujeres más bellas de su tiempo, según incestuosas con su hermana, Dru Tácito. Se dice que se bañaba en leche de burra burra para mantener la tersura y blancura de su piel. sila, y se dice que a sus otras hermanas las obligó a prostituirse en
Popea Sabina la Menor
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ROMA, DE JULIO CÉSAR A NERÓN
DOCUMENTO LA DINASTÍA JULIO-CLAUDIA
Tipos de
vivienda
Insulae
L
a domus (abajo, reconstrucción) era la casa unifamiliar habitual entre las gentes adineradas, mientras que la insulae (a la derecha) era el bloque de apartamentos donde vivían los trabajadores. La distribución que vemos abajo corresponde a la domus de Trebio Valente. Era una propiedad amplia, de unos 280 m, y fiel a la filosofía romana de dedicar dedi car más espacio al uso público que al privado: es decir, había más estancias desti nadas a los invitados que para el empleo exclusivo del dueño y su familia, como el cubiculum (habitación o dormitorio). Se accedía al hogar por el vestibulum, que conducía al atrium, donde eran recibidos los visitantes. Allí se situaba el impluvium impluvium, el cual recogía el agua de la lluvia para su utilización utiliz ación en la vida doméstica. Tras la cocina y el triclinium, o comedor, se llegaba a otra de las zonas más importantes de la vivienda: el perystilum perystilum, un patio ajardinado destinado al paseo y la meditación.
Compluvium
Cubierta de madera
Tablinum Atrium (patio) Impluvium Vestibulum
Ostium
(puerta principal)
Triclinium
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Grafitis
Casa de Trebio Valente (Pompeya)
La lava de la erupción del Vesubio en el
año 79 ha conservado casi intactas las estructuras originales de muchas casas de Pompeya, permitiéndonos conocer cómo vivían los romanos de clase alta en el inicio de la era imperial. La de Trebio Trebio Valente (izquierda) es un magnífico ejemplo.
Exedra
Perystilum (jardín)
Cubiculum
Máscaras de antepasados
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Letrinas
Culina
Porticus
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ROMA, DE JULIO CÉSAR A NERÓN
DOCUMENTO LA DINASTÍA JULIO-CLAUDIA
Una dinastía muy literaria... y cinematográfica a época de los emperadores Julio-Claudios ha sido una de las que más páginas ha llenado y más metraje fílmico ha ocupado. Su vida privada resultó tan ajetreada que ya fue glosada con delectación en sus detalles más morbosos por autores romanos como Tácito, Plutarco o Suetonio, aunque siempre queda la duda de si lo hacían con objetivos políticos para dañar su memoria ( damnatio damnatio memoriae ). Pero ha sido en el siglo XX cuando sus más libertinos y despiadados personajes han fascinado a lectores y espectadores. Sin duda, la obra cumbre en este aspecto es la celebérrima novela histórica Yo, Claudio, publicada Claudio, publicada por Robert Graves en 1934 y llevada a la televisión en 1976 en una serie de culto de la BBC, en la que Derek Jacobi interpre taría de manera inolvidable al
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emperador romano que se hacía pasar por tonto. La familia también ha dado lugar a obras de teatro, como Calígula de lígula de Albert Camus (1944), y a superproducciones superproduc ciones de la época dorada de Hollywood, como Cleopatra (1963, Cleopatra (1963, Joseph L. Mankiewicz), con Elizabeth Taylor, Richard Burton Bur ton y Rex Harrison en el triángulo amoroso Cleopatra-Marco Antonio-César. Por su parte, Peter Ustinov fijaría la imagen de Nerón como emperador loco en Quo Vadis (1951). Ha habido hasta cintas pornográficas, como la polémica Calígula, de Calígula, de Tinto Brass (1979). En la actualidad, la pasión por esta época ha pervivido con series como Roma (2005). Roma (2005).
Sobre estas líneas, los actores
británicos Sian Phillips (Livia) y Brian Blessed (Augusto) en una escena de la mítica serie de la BBC Yo, Claudio (1976), (197 6), basada en la novela homónima de Robert Graves.
Gran aficionado al arte y las diversiones, Nerón fue un emperador muy popular entre las clases clase s bajas. bajas. (ya se utilizaban métodos contraceptivos, algunos copiados de los egipcios) y también para limitar las relaciones entre distintas clases sociales. Esto llevó a regular el concubinato, con la función práctica de permitir a los hombres unas relaciones fuera del matrimonio (frecuentemente, con mujeres de menor clase social, pero sin que los hijos de éstas pudieran reclamar derechos legales). Con estas normas, también se quiso poner coto a la prostitución y el proxenetismo.
El nombre de Calígula A la izquierda, una caliga o sandalia de legionario (fragmento de una estatua). De su costumbre de usarlas desde niño –cuando acompañó a su padre, Germánico, en sus campañas militares– le vino a Calígula (derecha) su apodo. Se llamaba Cayo Julio César Augusto Germánico. Germánico.
Asimismo, Claudio también reguló aspectos morales. Pero, como Augusto, no aplicaba el mismo rasero a su ámbito privado y eran harto conocidas sus infidelidades y, en particular, su debilidad por las sirvientas. Pero, a la luz de lo que iba a ocurrirle, seguramente la inmoralidad era menos peligrosa que la ambición. Su cuarta esposa, Agripina, la que sucedió a Mesalina, aunque virtuosa en el lecho, no tenía otro objetivo en la cabeza que conducir hasta el trono a su hijo Nerón, proveniente proveniente de un matrimonio anterior. Y para ello estaba dispuesta a pasar por encima de su propio esposo (que también era su tío, pues Agripina la Menor era la hija mayor de Germánico). Claudio era ya para entonces un sexagenario y se dejó convencer por Agripina para que adoptara a Nerón. A partir de ahí , el viejo emperador dejó de ser necesario para su codiciosa mujer, a quien se señala como culpable de su repentina muerte: ordenó que, en una comida, le sirvieran setas envenenadas. El ágape, sin embargo, sólo le causó molestias intestinales. En tan-
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De tal palo, tal astilla. Agripina
se deshizo de quien hi ciera falta para llevar al trono a su hijo, Nerón, y éste, agobiado por su influencia, acabó matándola (aquí, Nerón ante el cadáver de su madre en un óleo decimonónico).
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to, como Agripina buscaba terminar con él a toda costa, mandó a su médico personal, Jenofonte, que le administrara una nueva y letal dosis de veneno con la cual, finalmente, Claudio expiró a los 64 años de edad.
Nerón fue muy muy popular entre entre las clases bajas, a quienes quiso complacer con la instauración de unos juegos quinquenales.
Nerón: puro teatro
Este carácter popular (hoy diríamos populachero o populista) le acarreó no pocas antipatías en el Senado, siendo el órgano que al final lo depondría y le obligaría a marcharse precipitadamente de Roma. Pero a Nerón su amor al arte lo acompañó hasta el mismo momento de su muerte, cuando, en plena huida, ordenó a su fiel secretario, el liberto Epafrodito, que lo apuñalara mientras él pronunciaba una recordada frase: “¡Qué gran artista muere conmigo!”. O así, al menos, nos lo han contado conta do a través de los siglos.
Nerón, por su parte, no mostraría muchos más escrúpulos que su madre; es más, incluso se dice que qu e llegó a ordenar varias veces su asesinato. asesin ato. El motivo generalmente admitido es que ella le impedía casarse con su amada Popea, quien se había quedado embarazada del emperador, aunque otros historiadores mantienen que aquella madre tan dada a la conspiración intentaba concertar una rebelión contra él por sentirse postergada en su influencia. influencia . Gran aficionado al arte y las diversiones, a Nerón se le recuerda como frecuentador de los prostíbulos y las tabernas en su juventud, e incluso participó en los Juegos Olímpicos del año 67, en donde estuvo a punto de morir al sufrir una caída del carro que conducía. Fue un emperador muy popular entre las clases bajas, a las que quiso complacer con la i nstauración de unos juegos juego s en Roma, llamad l lamados os Quinque Qui nquenale naless Neronia, éstos incluían interpretaciones de poesí a y teatro, géneros a los que é l era muy afici onado, aun llegando a participar como actor y cantante. Esto, sin embargo, no gustaba demasiado a los patricios, ya que entre las clases altas el teatro se consideraba generalmente inmoral y vulgar.
Cae finalmente el telón Asimismo se dice que, años más tarde, el emperador Domiciano (curiosamente, también el último de su estirpe: en este caso, la dinastía Flavia que vendría a suceder a la Julio-Claudia y que, al contrario de ésta, apenas duró 27 años en el mandato imperial) ordenó que Epafrodito fuera ejecutado por haber acabado con la vida de Nerón. De este modo, el telón caía póstumamente por última vez para éste, y también para toda la dinastía Julio-Claudia, cuyos peculiares integrantes cumplieron sobradamente la teatral máxima de que la realidad supera a la ficción. muyinteresante.com.mx
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La consolidación
poder ro del
El sistema político imperial que nació con Augusto, cuya estela siguieron sus herederos con desigual fortuna, trajo estabilidad –la pax –la pax romana– romana– y numerosas reformas en la economía, las infraestructuras o la cultura que han dejado una profunda huella en el mundo actual.
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finales de julio del año 43 a. C., un centurión del ejército de Octavio se plantó ante el Senado con una petición muy clara: su general, que estaba dando la batalla contra Marco Antonio en nombre del pueblo romano, quería ser nombrado cónsul, cargo que se hallaba vacante. Los escandalizados senadores se opusieron rotundamente. Entonces, el centurión respondió con una acción que dejó helados a todos aquellos provectos políticos: echó hacia atrás su capa y puso la mano
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sobre su espada mientras decía: “Si ustedes no lo hacen cónsul, entonces esto lo hará”. Lo que estaba teniendo lugar era “la muerte de la República”, en expresión del historiador británico Tom Holland. Octavio estaba dispuesto a someterse a las formas y los rituales políticos republicanos, pero si los acomodados patricios se empeñaban en ponerle demasiados obstáculos a él, que afirmaba estar protegiendo el espíritu de Roma frente a las veleidades monárquicas y orientalizantes de Marco Antonio, no le quedaría más remedio que imponerse por la fuerza de las armas, con el apoyo de las legiones.
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Los senadores se vieron así obligados a decidir sobre una disyuntiva que había atenazado a Roma durante todo el siglo I a. C.: la elección entre libertad o seguridad. Entre una República que había degenerado en continuas guerras civiles o una autocracia más o menos disfrazada, pero que ofrecía tranquilidad y estabilidad, poniendo fin a inacabables conflictos internos. No tuvieron apenas elección, porque el pueblo romano estaba harto de desangrarse en luchas cainitas, y eso acabó llevando a Augusto a una posición desde la que iba a detentar mucho más poder que el de cónsul. Una vez derrotados sus rivales en el Triunvirato y en especial Marco Antonio (aliado de Cleopatra), pudo ejercer sin oposición el rol de hombre fuerte que su tío abuelo Julio César nunca había logrado consolidar y que incluso acabó por costarle la vida.
Un imperator, paso a paso De esta forma se pusieron los mimbres del sistema político imperial, sucesor del republicano. Octavio tardaría mucho tiempo en ejercerlo sin tapujos. Fue añadiéndose títulos –que le dotaban cada vez de más poder– a lo largo de 26 aaños, ños, tiempo que tardó en arrogarse una larga lista de cargos: príncipe de los senadores, augusto y emperador, tribuno vitalicio, cónsul vitalicio, vitali cio, prefecto de las costumbres, gran pontífice y padre de l a patria. Fue muy paciente, paso a paso, en su ob jetivo de acumular acumula r un mando casi absolut o, y se diría que durante toda su larga etapa de primacía (murió a los 76 años) intentó maquillar y suavizar lo que estaba haciendo. Pero cuando su vida acabó, había alterado de forma decisiva los equilibrios del régimen político, con un Senado muy debilitado, de forma que los sucesores de Octa-
La batalla de Accio.
En la foto, un relieve de un monumento conmemorativo del enfrentamiento entre las tropas de Octavio, dirigidas por Agripa, y las de Marco Antonio y su aliada Cleopatra, en el año 31 a. C.
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La cultura, gran favorecida de la prosperidad romana
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os emperadores fueron, entre otras cosas, grandes impulsores de la cultura, gracias a las enormes ganancias extraídas de los territorios conquistados. Tanto las artes como los juegos circenses experimentaron una edad de oro. Cayo Mecenas, confidente y consejero político de Octavio Augusto, se convirtió en ejemplo del financiador desinteresado de las artes (su nombre ha quedado como sinónimo de tal función), noble tarea que correspondía a los persona jes principales principale s de la sociedad sociedad.. Él fue el descubridor de Horacio, un sencillo hijo de liberto al que cubriría de riquezas y patrimonio que le permitieron dedicar-
En la foto, turistas dentro de
las ruinas de un antiguo edificio de la Roma de Augusto.
se a la poesía. También ayudó a Virgilio, el autor de la Eneida, quien estudió poesía y retórica gracias a su protección. El legado monumental de los emperadores Julio-Claudios llenaría páginas: tan sólo durante el reinado de Octavio, se podrían citar el Ara Pacis (Altar de la Paz), el Arco de Augusto o el teatro de
vio Augusto irían acomodándose de una manera cada vez más evidente en el puesto de imperator. En definitiva, el principal legado político de la dinastía Julio-Claudia es haber sido la primera con rango imperial, instaurando un régimen que Roma ya nunca abandonaría y que duraría más de cuatro siglos. Una conclusión habitual es que las conquistas habían hecho a Roma demasiado grande como para ser gobernada mediante sus instituciones republicanas tradicionales. Se necesitaba unidad en la cúspide del poder, que evitara las continuas disensiones entre bandos del Senado que amenazaban con hacerlo zozobrar. Ciertamente, el Imperio funcionó mientras estuvo en manos de buenos gestores, y el primero de ellos fue claramente el mejor: Octavio Augusto emprendió toda una serie de reformas legales y organizativas, como más adelante veremos, que permitieron gobernar con estabilidad un ámbito territorial que, de tan enorme, para cualquier otro hubiera resultado inabarcable: más de media Europa, el norte de África, Egipto, Medio Oriente...
La seguridad de Roma El centurión (izquierda, relieve) es el rango militar que ha recibido una mayor atención por parte de los estudiosos del ejército romano. Los centuriones llevaban un bastón de mando, habitualmente una vara de vid llamada vitis, como símbolo de su autoridad; durante las maniobras de entrenamiento, lo utilizaban para golpear a los torpes y rezagados.
Mérida. Incluso los emperadores con los que la historia ha sido menos benevolente alentaron obras magníficas: Calígula puso en pie grandes proyectos de ingeniería, como los acueductos Anio Novus y Aqua Claudia ; en el caso de Nerón, es admirable su Domus Aurea (Casa de Oro).
Dos modelos de gobernante Esta gigantesca estructura política iba a tambalearse cuando al frente de ella llegaran líderes menos capaces –como, por ejemplo, Calígula– u otros que, simplemente, no consiguieron ganarse el respeto del Senado, que mantenía rescoldos de su poder (situación que experimentó Nerón en carne propia). Esta dualidad entre un Imperio fuerte y otro que parecía poder desmoron arse ante el empuje de cua lquier pueblo invasor extranjero o ante un complot palaciego perviviría en posteriores dinastías. Fuera cual fuera la siempre difícil evolución del Imperio romano, debemos reconocer que en la época Julio-Claudia se pusieron en marcha unas formas de ejercer el poder de manera muy estructurada que influyeron en la organización política posterior no sólo de Roma, sino de todo el mundo de forma casi ininterrumpida, llegando su eco prácticamente hasta nuestros días.
Augusto, el gran gestor Augusto es de nuevo la pieza clave c lave en estos avances. Su decisión de rodearse de un Consejo del Príncipe –que es algo muy parecido a nuestros actuales consejos de ministros– le permitiría gobernar de una forma más estructurada, delegando diferentes parcelas de poder en hombres de su confianza, que incluso podían llegar a sustituirlo tituirl o durante sus ausencias de Roma. Los principales “ministros” de Augusto fueron Agripa y Mecenas, éste además famoso por la protección que le dedicó a los artistas. La capacidad organizativa de Augusto le llevó también a optar por la creación de equipos especializados de lo que hoy llamaríamos “funcionarios”, encargados de la realización de de-
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Poeta imperial. Virgilio escribió la Eneida por encargo del emperador
Augusto. Aquí, el cuadro neoclásico de Jean-Joseph Taillasson Taillasson Virgilio leyendo la Eneida a Augusto y Octavia (1787).
Octavio Augusto Augusto emprendió una serie de reformas legales y organizativas que permitieron gobernar con estabilidad un enorme territorio.
funciones públicas. Augusto creó dos cuerpos que hoy son de la máxima relevancia en nuestro día a día: la policía (cohortes urbanae), encargada de mantener el orden, y los bomberos, que en una ciudad como Roma, cuyos edificios eran fácilmente combustibles y solían ser pasto de incendios, tendrían una misión fundamental. Prueba terminadas tareas muy específicas de servicio de la estrecha vinculación entre ambos cuerpos público. Muchas de las funciones que ejercieron, eje rcieron, fue que Augusto puso a ambos bajo la autoridad como las finanzas o la correspondencia imperial , de un mismo responsable político: el praefectus praefectu s se confiaron a libertos (antiguos esclavos), sobre vigilum, o prefecto de vigilancia. A su vez, éste y todo a partir de la época de Claudio, quien de esta otros cargos directivos estaban sometidos a la auforma hizo posible su ascenso social. La segu- toridad del praefectus urbi, un cargo que prefigura ridad fue la más prioritaria de todas las nuevas el de alcalde de la ciudad. La preocupación de
¡Qué emperador más divino!
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na de las grandes novedades de la dinastía fue la de promover el culto hacia los emperadores, que en mayor o menor medida se fueron acercando a la consideración de “divinos”. Trazó la senda Octavio Augusto, August o, quien divinizó a Julio César y se declaró a sí mismo divi filius (hijo del dios), lo cual ya era una forma de situarse en una condición especial. Sin embargo, se mantuvo cuidadosamente un paso por detrás de su propia divinización, que no comenzaría, sino hasta después de su muerte. Tiberio tampoco quiso ser divinizado, pero en cambio su sucesor Calígula fue todo lo contrario: hizo que se le construyeran tres
templos (dos en Roma y uno en Mileto), aparece mencionado en ocasiones como Júpiter, en Egipto se emitieron monedas suyas como el dios Sol (tradicional divinidad egipcia) e incluso, en el apogeo de su locura, se presentaba vestido de Mercurio, Apolo, Hércules y –para gran escándalo– incluso como Venus. Promovió también la divinización de su amada hermana Drusila. Los emperadores, además, comenzaron a inter venir en en cuestiones cuestiones religiosas religiosas desde que que Augusto Augusto decidió adquirir el título de Pontifex Maximus (gran pontífice). En esta condición, Tiberio expulsó de Roma a los caldeos, y Claudio, a los judíos.
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Derechos para los esclavos esc lavos En la imagen, parte del monumento funerario de Lucius Antistius Sarculo, sacerdote romano nacido libre, y su esposa liberta, Antistia Plutia. Augusto otorgó derechos a los libertos (antiguos esclavos); entre ellos, el de casarse con ciudadanos romanos y convertirse así en miembros de pleno derecho de la sociedad.
La guardia g uardia pretoriana fue determinante en el inesperado ascenso al poder de Claudio, Claudio, tras el asesinato de Calígula. Augusto por la seguridad también le llevó a decisiones organizativas mucho más cuestionables, cuesti onables, como es la creación de una fuerza de pretorianos para su protección en Roma, cuando estos guardias privados hasta entonces se habían utilizado únicamente para la defensa de los generales en el campo de batalla. Tiberio les concedería una posición más preminente, al establecer su campamento junto a Roma. El problema en este caso fue que los pretorianos, por su cercanía al emperador, emperador, acabarían por convertirse en un poder fáctico capaz de jugar un papel decisivo en cualquier enfrentamiento interno por el poder, siendo siendo capaces de influir con su fuerza la balanza en favor de uno u otro candidato al trono imperial. imperi al.
Consolidación de las colonias El propio Tiberio sufriría este e fecto indeseado, al ser casi derribado por el excesivo poder del que gozaría Lucio Elio Sejano, el prefecto pretoriano (su máximo comandante). Más tarde, los pretorianos serían aún más determinantes en el inesperado ascenso al poder de Claudio, tras el asesinato de Calígula. El programa reformista de Augusto requería de paz en los muchos frentes que tenía abiertos el Imperio por los cuatro puntos cardinales. Esto lo llevó a acabar con la política expansiva y sustituirla por la consolidación de las colonias ya anexionadas y el mantenimiento de las fronteras, estrategia que dio lugar a la llamada pax romana, que en realidad primero se conoció con el nombre de pax augusta en homenaje al emperador. Fue él quien cerró las puertas del templo de Jano, que sólo estaban abiertas en tiempo de guer ra, cuando dio por derrotados a los cá ntabros en 24 a. C. Su pasión por la organización política y administrativa de sus territorios, y no por la conquista de más, Un emperador muy bien asesorado. Uno de los más
célebres generales romanos, Marco Agripa, fue la mano derecha de Augusto. En este cuadro de Alma-Tadema, Alma-Tadema, de 1876, Una audiencia con Agripa, se representa a este gran político y estadista.
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la plasmó en una con ocida frase: “Alejandro Magno no habría considerado que poner orden en el imperio que había ganado era una tarea más encomiable y grandiosa que ganarlo”. Tiberio seguiría la estela de su antecesor en la política exterior, sin embargo, Calígula rompería parcialmente con ella al anexionarse Mauritania de una forma ignominiosa tras asesinar al último rey del país, Ptolomeo, quien era nieto de Marco Antonio y Cleopatra. Se ha señalado que pudo considerarlo un rival. El mismo Calígula intentó sin éxito invadir Britania, viejo sueño de Julio César. Más gloria tendría su sucesor Claudio, que retomó el proyecto en el año 43 y le dedicó muchos recursos: nada menos que cuatro legiones, un total de 20,000 soldados. Entre ellas estaba la Legio IX Hispana. Britania iba a constituirse en la última frontera occidental del Imperio, aunque también sería fuente de no pocos problemas, puesto que la resistencia de sus líderes tribales, tribal es, como la famosa reina Boudica, resultó encarnizada, por lo que los avances fueron inevitablemente inevitablemente lentos.
Desafortunado final de Nerón Nerón acabaría por quedar preso de la política exterior, terior, al hacer bascular el peso de sus ambiciones hacia la frontera oriental. El error no estuvo sólo en la política exterior, sino en volver a resucitar la idea de un rey autocrático, al estilo de los que eran habituales en aquella parte del mundo, pero que resultaban prácticamente un anatema para los romanos. Este pensamiento orientalizante recordaba al de Marco Antonio, por lo que n o es de extrañar que ambos tuvieran un desafortunadesafortuna do final cuando entre los habitantes de la urbe se
Personaje legendario. Corocotta aparece en
la historia cántabra como un héroe mítico de la resistencia ante Roma: habría sido el unificador y caudillo durante las guerras guerras cántabras contra contra Augusto. Ésta es su estatua en Santander.
La intelligentsia imperial: imperial: intelectuales orgánicos e incómodos purgados
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n la política romana tenía una importancia capital la opinión pública. Aunque no fuera una democracia, el estado de opinión resultaba vital para la popularidad de un emperador, que solía verse refrendada –o no– cuando se celebraban juegos circens circenses, es, a los que que acudía acudía toda la ciudad. En la formación de ese estado de opinión jugaron un papel fundamental los intelectuales, a quienes los mandatarios trataron de conquistar. Octavio lo hizo con Cicerón, el gran orador de la época final de la República, que fue un azote azot e para César y Marco Antonio. Para evitar que
éste llegara al poder y gobernara Roma como una satrapía, Cicerón apoyó con entusiasmo al joven Octavio, sólo para darse cuenta más tarde de que iba a imponer una autocracia igual o mayor. Cicerón murió ejecutado por los partidarios de Marco Antonio. Cicerón denunciando a Séneca sufrió altibajos muy Catilina, fresco de Cesare Maccari (1888; Palazzo Madama, Roma). similares. El mejor orador del Senado en tiempos de Calígula concitó los celos de éste, quien quiso episodio del asesinato de su madre, ajusticiarlo. Se salvó y luego fue el tutor Agripina. Nerón se lo pagaría acusándolo de Nerón, con quien colaboró y cuya de una conjura magnicida, lo que arrastró imagen ayudó a limpiar después del a Séneca finalmente hacia el suicidio.
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El ejército, fuente de problemas para la dinastía
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os perdedores de las luchas por el poder en esta época –e incluso a veces los hijos de los vencedores que no eran favorecidos en la sucesión– encontraron su único refugio en el ejército, lejos de las intrigas de Roma. Con el tiempo, se crearon clientelas en torno a figuras militares carismáticas, que gozaban de bastante poder en las provincias donde gobernaban. Así, desde las colonias empezaron a surgir iniciativas de oposi-
ción a la autoridad de los emperadores y se utilizó utiliz ó en ellas a las legiones legi ones de las que se disponía, e incluso se reclutó a otras. Éste sería el sistema utilizado por Galba, quien a la postre pondría punto final a la dinastía de los Julio-Claudios al derrocar a Nerón. También la guardia pretoriana ejerceej ercería una perniciosa influencia, iniciada por su temible prefecto Sejano, quien puso en jaque al mismísimo Tiberio. Proveniente de la orden ecuestre –por
extendió la sensación de descuido hacia ellos y sus expectativas. En el caso de Nerón, su voluntad de acumular más poderes ya le había acarreado conflictos con la clase senatorial, y el largo pulso entre ambos llevaría a la rebelión contra el primero. Y aunque Nerón tratara de cortar por lo sano y optar por la represión sangrienta –llevando a opositores tan destacados como Séneca al suicidio–, finalmente no tendría apoyos suficientes para im-
tanto, de una clase social media–, Sejano se convirtió a pesar de ello en el principal colaborador del emperador, quien delegó en él mucho poder. Sejano utilizó esa posición en el gobierno para protagonizar grandes purgas de opositores en el Senado, mediante juicios para los l os que se obte nían pruebas a través de una red de espías que manejaba implacablemente. Tiberio finalmente se desharía desharía de él, y fue ejecutado mediante estrangulamiento.
ponerse a una aristocracia cada vez más unida y acabaría teniendo que abandonar Roma.
Aumenta el censo romano Las tensiones con la aristocracia no eran algo nuevo, porque Augusto ya se había esforzado por disminuir el poder de las viejas grandes f amilias promoviendo el ascenso por meritocracia de una nueva clase social, el orden ecuestre (los caballe-
A rey muerto, rey puesto. Calígula gobernó Roma desde el año 37 hasta su asesinato en el 41. Alma-Tadema pintó en 1871 la escena en la que, muerto el emperador, se proclama sucesor a un aterrorizado Claudio.
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ros), que conseguía su promoción bregándose en los diferentes escalones de la administración administración militar, política o financiera. En el plano de la vida cotidiana, la época Julio-Claudia fue testigo de una extensión muy notable de la estructura urbana en todo el Imperio. Ésta se manifestó a través de dos tipologías: por un lado, los municipios, municipios, surgidos de los privilegios privilegi os dados a aquellos territorios que menos oposición habían mostrado a la conquista con quista romana. romana . Por otro, las nuevas ciudades fundadas o colonias, la mayoría de las cuales acogía a los veteranos de las legiones, como es el caso en Hispania de Itálica (en la provincia de Sevilla) o E merita Augusta Augusta (Mérida). Esto llevó a que el número de ciudadanos romanos censados creciera de manera notable, pasando de cuatro millones en la época de Augusto a casi seis en la de Claudio.
La dinastía dinast ía impulsó la construcción, que se convir convirtió tió en un eficaz mecanismo para generar empleo en obras públicas en todo el Imperio.
Lideresa de los britanos
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La reina guerrera Boudica lideró el mayor levantamiento de Britania contra la ocupación romana entre los años 60 y 61, durante el reinado de Nerón. Aunque su nombre significaba “victoria”, “victoria”, el resultado fue una masacre: en la batalla final, los britanos retrocedieron aplastándose unos a otros mientras los romanos avanzaban implacables. A la derecha, su estatua de bronce en Londres, erigida en 1902.
Obras públicas, motor del empleo La propia ciudad de Roma fue escenario de reformas de gran calado. Augusto, supuestamente, dijo aquello de “he encontrado una ciudad de ladrillo y la he dejado de mármol”. No sólo construyó nuevos nuevos edificios, como el templo del Divino Julio –dedicado a César–, el de Apolo o la Curia Romana, sino que embelleció calles y fachadas y consiguió que los senadores contribuyeran a ello, para que no todo el dinero saliera del erario público. Además, el impulso a la construcción se convirtió en un buen mecanismo para generar empleo en las obras públicas, una táctica que hoy sigue siendo muy socorrida entre los políticos de cualquier latitud.
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Nuevas Nuev as ciudades T Tras ras la muerte muerte de de Julio Julio César César,, con con Hispania Hispania pacificada, pacificada, Augusto emprendió una serie de reformas administrativas en las provincias de la península Ibérica. Ibérica. Aquí, tres ejemplos ejemplos de urbes que gozaron gozaron desde entonces de la ciudadanía y el derecho romanos.
Itálica Este antiguo asentamiento situado en la actual población de Santiponce (Sevilla) fue la primera ciudad romana fundada en Hispania y también fuera de territorio italiano. italiano. En el año 45 a. C., Itálica Itálica obtuvo de Julio César el estatus jurídico de Municipium Municipium Civium C Romanorum Romanorum, como recompensa por el apoyo de la ciudad frente a Pompeyo en la guerra civil.
Baelo Claudia Bilbilis A escasos kilómetros de Calatayud (Zaragoza) se encontraba la ciudad de Bilbilis, cuyos habitantes pertenecieron a la tribu de los lusones hasta que, en el siglo I, la cultura y las costumbres romanas fueron asentándose y se asimilaron como propias.
Situada en la ensenada de Bolonia (Cádiz), Baelo Claudia nació a finales del siglo II a. C. Esta metrópoli metrópoli portuaria se dedicaba principalmente a la pesca y la salazón de atunes, at unes, así como a la producción de garum (salsa de pescado). Estas actividades tenían lugar en los meses de verano y atraían a numerosos trabajadores temporales.
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Cavea
Mástiles (de madera)
Velario (tela, vela o lino)
Scalae
Cunei
Vomitorium Praecinctios
Tribuna imperial imperial Arena
Cubierta de madera
Alto pódium Fosa bestiaria
Media Cavea
Anfiteatro de la capital. Con una capaci-
dad para 50,000 espectadores, más de 9,000 fieras pasaron por la arena del Coliseo de Roma en su inauguración, año 80, una fiesta que duró cien días.
Imma Cavea
Vientos (para desplegar las velas)
Hipogeo
Puertas de acceso
Summa Cavea
Baltei
Tiberio, que se encontró la s arcas casi vacías al acceder a la máxima magistratura, optaría por realizar una política restrictiva (austera, diríamos hoy). Consiguió durante su principado un enorme superávit fiscal, que le permitió reaccionar cuando se presentó una de las primeras crisis económicas que conocemos: la del año 33, en la que un efecto dominó provocado por las quejas respecto a los elevados tipos de interés degeneró en una contracción del crédito, y la economía romana amenazó con colapsarse. Primera fila. Este grabado coloreado representa una escena en la que Nerón y su esposa sentencian a muerte a un gladiador derrotado en el circo, mostrando el pulgar hacia abajo.
S E G A M I Y T T E G : O T O F . S A Ñ E P O I N O T N A É S O J : O C I F Á R G
En realidad, Augusto favoreció al pueblo llano de una forma aún más directa: mucha de su riqueza la donaba al pueblo, en lo que hoy llamaríamos “subvenciones a fondo perdido”. El objetivo fue casi siempre aumentar su popularidad, y utilizó este recurso desde un primer momento como una de las herramientas para imponerse en la pugna con Marco Antonio. Esta medida, que resultó muy rentable para él, tuvo la contrapartida de generar más inflación (que ya venía de la época de César) y vaciar las reservas del Estado, ya que cada vez se confundió más el patrimonio privado del emperador con el e l fiscus público, porque Augusto adquirió poderes que le facilitaron recaudar de manera directa, sin que el Senado, como hasta entonces, interviniera.
De la recuperación a la bancarrota Tiberio tuvo que “inyectar” cien millones de sestercios (unos 2,000 millones de dólares actua les) para que volviera a haber dinero en el sistema bancario, medida que muchos economistas comparan con la reciente “expansión cuantitativa” a base de dólares colocados por la Reserva Federal estadounidense para paliar la última crisis económica que sufrió Estados Unidos. Lástima que las sofisticadas habilidades financieras de Tiberio Tiberio no fueran hereda das por ninguno de sus sucesores. Nerón propició una bancarrota de la economía romana por su elevado gasto en obras públicas y en entretenimientos para el pueblo, una situación que seguramente tuvo mucho que ver en el abrupto final de su reinado, que fue también la conclusión de una dinastía que había consolidado el Imperio más grande jamás visto hasta entonces. muyinteresante.com.mx
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Las relaciones de Judea y Roma
En tiempos de
Cristo... y los los cristi cristiaanos
La vida del fundador del cristianismo transcurrió transcurrió entre los reinados de Augusto y Tiberio. Más tarde, Claudio expulsó de Roma a sus seguidores, aunque fue Nerón quien se llevó la tal vez injusta fama de perseguirlos. Por Fernando Cohnen
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l nacimiento de Jesús hubo de estabilidad estabili dad a Judea, pero en sus últimos años de producirse en torno al año 4 o 5 vida el monarca se comportó como un para noia. C., en la aldea galilea de Naza- co que veía enemigos en todas par tes, incluso ret. La tradición cristiana afirma en su propio palacio. que sus padres se llamaron José y Así, convencido de que su esposa, Mariamme, María, y es probable que tuviera lo había engañado con otro hombre, Herodes orvarios hermanos. En sus años de denó asesinarla. Su hijo mayor, Antípatro, inició infancia, infanci a, Herodes el Grande gobernaba Judea con un complot para acabar con su enfermo y desmano de hierro gracias al apoyo de Roma, cuyos quiciado padre. Pero la conspiración conspira ción llegó a oídos senadores le dieron carta blanca para controlar del rey, quien acusó a su pri mogénito de traición, las sesiones de la asamblea de Jerusalén, mane- por lo que fue encarcelado y ejecutado. Herodes jar a su antojo ant ojo el poder religioso relig ioso y llevar a cabo el Grande murió en el año 4 de nuestra era, cuangrandes construcciones, como el Segundo TemTem- do Jesús debía tener unos 10 años de edad. plo de la capital hebrea y las fortalezas de MasaEl emperador Augusto resolvió la sucesión en da y Herodión. el trono judío dividiéndolo entre sus tres hijos. Si los judíos crit icaban a Herodes por su afán A Arquelao le concedió el control sobre Judea, de ajustar las trad iciones de su pueblo a los pa- Idumea y Samaria; a Herodes Antipa s, el de Garámetros de la cultura g recorromana, recorromana, el empe- lilea y Perea, y a Filip o, unas tierras menores. El rador Augusto estaba encantado con su fér reo gobierno de Arquelao fue un desastre, y el emgobierno, ya que evitaba revueltas y tensiones perador lo destituyó en el año 6, convirtiendo en la reg ión. Sin duda, su reinado proporcionó sus territorios en una provincia romana al man-
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Entre el mito y la historia. Hoy no
cabe duda de la historicidad de Jesús, pese a que poco se sabe de él más allá de las fuentes evangélicas (cuadro de Ingres, siglo XIX). En pág. izq., lápida con una de las más antiguas inscripciones cristianas de Roma.
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ROMA, DE JULIO CÉSAR A NERÓN
Augusto resolvió la sucesión sucesión en el trono judío dividiénd divid iéndolo olo entre Arquelao, Arquelao, Herodes Antipas y Filipo.
La grandeza de Judea. Durante el
reinado de Herodes el Grande se erigieron el Segundo Templo de Jerusalén y las fortalezas de Herodión y Masada (arriba, vista aérea del sitio arqueológico de esta última).
do de un prefecto. La caída en desgracia de Arquelao coincidió con el levantamiento de Judas de Gamala en Galilea, que pronto fue liquidada por la poderosa maquinaria bélica del Imperio. Al fallecer Augusto en el año 14, el poder de Roma pasó a manos de Tiberio, uno de los hombres más capacitados de la aristocracia romana, cuyas habilidades mil itares habían quedado demostradas en sus campañas en las regiones septentrionales del Imperio, aunque el Senado siempre lo percibió como un tirano. En los territorios de Galilea y Perea, Herodes Antipas colaboró tan estrechamente con Tib erio que no dudó en fundar en su honor una nueva ciudad, a la que puso como nombre Tiberíades.
Jesús en su contexto cont exto histórico histór ico Todas las fuentes históricas sobre Jesús de Nazaret se encuentran en textos que se escribieron años después de su crucifixión, como los Evangelios canónicos. El más antiguo es el llamado Papiro P 52, que contiene un fragmento del Evangelio de Juan, del año 125. Estas fuentes asegu-
El final del Jerusalén judío
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ras las revueltas judías de los años 66-73, que fueron sofocadas por el emperador Vespasiano, Vespa siano, ayudado por su hijo Tito, Judea Judea quedó muy mermada. mermada. Roma nombró un gobernador y en las ruinas de Jerusalén se estableció un contingente militar, la Legio X Fretensis. En el año 132, los líderes judíos planearon una segunda rebelión contra el Imperio que tanto los había humillado. El organizador de la misma fue Bar Kojba, cuyos hombres derrotaron a las falanges
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ran que la vida pública de Jesús se inició con su bautismo por el predicador Juan el Bautista en el río Jordán, convirtiéndose desde entonces en el líder de la primera comunidad cristiana. Acompañado por un grupo de fieles, entre los cuales se encontraban los 12 apóstoles, Jesús recorrió Galilea y las regiones aledañas transmitiendo un mensaje de esperanza a los desposeídos, marginados y pecadores. Posteriormente, según cuentan los Evangel ios, el nazareno se trasladó a Jerusalén para celebrar la Pascua con sus discípulos, donde fue aclamado como un rey por la multitud. “He aquí que tu rey viene a t i, manso y montado sobre un asno.” Estos textos cuentan la v isita de Jesús al Templo de Jerusalén, donde expulsó a los cambistas y comerciantes, y la celebración de la Última Cena junto a sus apóstoles, durante la cual predijo que sería traicionado por uno de ellos, llamado Judas Iscariote. Los textos de los evangelistas también hacen referencia a otros capítulos de la v ida de Jesús, como su subida al monte a orar, cuando algunos de sus apóstoles contemplaron la transfig uración de su maestro y la aparición de las figuras de Moisés y Elías, mientras se oía una voz celestial que decía: “Éste es mi Hijo eleg ido. Escuchadle”. En el año 26, cuando cuand o Tiberio Tiberio nombró a Poncio PiPi latos gobernador de Judea, Juan el Bautista predicaba en las plazas y en el Templo Templo de Jerusalén la próxima llegada del reino de Dios Di os y del Apocalipsis, una revelación del fin del mundo y del surgimiento del nuevo mesías, que Jesús adoptó con un cambio sustancial: sustancial : “El reino de Dios ya ha llegado y se encuentra entre nosotros aquí y ahora”. a hora”. La destrucción del Templo de Jerusalén por las tropas de Tito, acaecida en el año 70, en un cuadro de 1638.
romanas. Tres Tres años después, las tropas imperiales acabaron con las fuerzas rebeldes judías en la fortaleza de Betar. En represalia por la sublevación, el emperador Adriano mandó ejecutar a numerosos rabinos y eruditos, prohibió la Torá y ordenó la quema de los rollos sagrados del Templo. No contento con eso, decidió construir sobre las ruinas de Jerusalén una judío. La ciudad que fundara el rey David nueva ciudad romana. Aquellos ajustes mil años atrás quedó fuera del control desembocaron en la diáspora del pueblo judío durante más de 18 18 siglos.
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“Aquella modif icación fue esencial pa ra lo que vino después. Si el mensaje del Bautista era apo calíptico, el de Jesús era de felicidad y de liber ación”, ción”, afi rma Ar mand Puig, profesor de Nuevo Testamento en la Facultad de Teología de Cataluña y autor de Jesús, una biograf b iograf ía. Mientras el nuevo mesías predicaba sus enseñanzas en Galilea, el tetrarca de ese ter ritorio, Herodes Antipas, cometió el error de contraer matrimonio con una mujer de mediano parentesco (mitad sobrina), llamada Herodí as, lo que desató el escándalo entre los judíos, pues veían con malos ojos una relación que consideraban incestuosa.
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¡Fuera los mercaderes! En el óleo Expulsión de los mercaderes del Templo Templo (1610, Cecco del Caravaggio) se
recrea la famosa escena evangélica en la que Jesús echa del lugar sagrado de Jerusalén a los cambistas y comerciantes.
En el Evangelio de Ma rcos se dice que Juan el Bautista condenó también la conducta de Herodes, por lo que su joven mujer exigió l a ejecución de aquel incómodo predicador, a lo que accedió el tetrarca de Galilea. Según Marcos, Herodes ordenó la decapitación de Juan, cuya cabeza le fue entregada a Herodías en un plato. El historiador judío Flavio Josefo cuenta asimi smo esa condena en Anti güedade s judí as, una obra en la cual el autor trata de demostrar que el pueblo hebreo es el más antiguo de todos los existente s y en la que aparece de pasada la figura de un personaje llamado Jesús. Muchos judíos veían al hijo de José y María como un hombre incómodo y peligroso quien hacía tambalear el equilibrio religioso que mantenían a duras penas los dirigentes del Templo. Ésa fue la razón por la que las autoridades de Jerusa Jer usalén, lén, encabeza enca bezadas das por el sumo sacerdote Caifás, decidieron acabar con su vida. Sin embargo, el gobernador romano Poncio Pilatos no encontró motivos para condenarlo. condenarlo. Fue entonces cuando sus enemigos lo presentaron como un impostor ambicioso que pretendía proclamarse rey de los
Del Bautista al Mesías. Según los
Evangelios, la vida pública de Jesús se inició con su bautismo por el predicador Juan el Bautista en el río Jordán. A la izquierda, el cuadro del pintor flamenco Patinir que recrea la escena bíblica.
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Las dudas de Pilatos. Fue nom-
brado gobernador de Judea por Tiberio en el año 26. La insistencia del sumo sacerdote Caifás lo llevó a ocuparse del que se decía “rey de los judíos” (arriba, en un cuadro historicista).
Muchos Muchos judíos veían a Cristo como alguien incóm i ncómodo odo que hacía hacía peligrar peligra r el equilibrio político y religioso. relig ioso. cr ucifixión ixión.. A los ro judíos, jud íos, el único úni co a specto spe cto que podía pod ía hacer hace r camca m- Jesús de su tumba tras su crucif manos les debió tomar desprevenidos la propabiar de parecer a Poncio Pilatos, que final mente gación del mensaje de que ese supuesto mesías rubricó la condena a muerte de Jesús. En la crucifixión, la agonía de los condenados se había resucitado, lo que podía dar lugar a tumulregión.. En un intento de alargaba bastantes horas e incluso días. Los cuer- tos y sublevaciones en la región pos se iban deformando por las múltiples heridas frenar casos similares en el futuro, las autoridainfectadas y por la progresiva asfixia. asf ixia. Además, otro des imperiales decidieron castigar severamente de los horrores vinculados a este castigo era el robo de cadáveres en Judea. dejar los cuerpos insepultos. Sin embarSegún el Nuevo Testamento, la persecugo, la agonía de Jesús fue relativamente ción de los primeros cristianos comenzó rápida –duró entre dos y tres horas– y sus poco después de la supuesta resurrección discípulos pudieron bajarlo de la cruz de Jesús. El principio cristiano de que él y darle sepultura. Los romanos, que no era el único “señor de señores” se ñores” y “el único querían intervenir en cuestiones reliDios verdadero” fue percibido por los romanos como una rebelión polítigiosas en los territorios ocupados, ca contra el Imperio. Otras ideas así lo permitieron. que predicaban los apóstoles y Un mensaje subversivo sus seguidores también fueron Pero pronto se arrepintieron de vistas como una amenaza para su decisión, tal y como recoge un el orden social romano. La creenedicto imperial descubierto en cia de que “todos somos hijos de Nazaret hace unos años, cuyo Dios” y el alegato contra la riquetexto revela las penas de muerte za y las prácticas comunistas de que impusieron los romanos a los primeros cristianos, que poFue durante su mandato al los violadores de tumbas en Panían a disposición de la comufrente del Imperio romalestina. La dureza de esas disponidad todos sus bienes cuando no (años 14-37) cuando siciones se ha relacionado con entraban a formar parte de ella, el la, murió Cristo. El sucesor de Augusto era íntimo del rey la sustracción del cadáver de chocaban frontalmente con la Herodes Antipas.
Tiberio
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sociedad romana, cuyos pilares eran el esclavismo y la defensa de la propiedad privada. A los cristia nos les perjudicó en principio que su fe se extendiera t an rápidamente entre los humildes y quienes sufrían injusticias, cuyas filas fila s componían la mayor parte de la población del Imperio. Roma no estaba dispuesta a tolerar una religión que preconizaba a voz en grito la igualdad entre los seres humanos, un principio que podía alentar la sublevación, al señala r como culpables de esa desigualdad social a los más poderosos y privilegi ados de Roma.
De Calígula a Claudio
días turbulentos, los barrios de Roma incrementaron su población con la llegada de judíos, negros africanos, germánicos, griegos, sirios y gente proveniente de los rincones más recónditos del Imperio. A ese crisol de pueblos se unieron los judíos-cristianos, que en el año 49 fueron expulsados de la capital del Imperio por provocar graves disturbios en sus calles. En sus escrit os, Suetonio recuerda que los tumultos comenzaron cuando los cristianos anunciaron que Jesús, el hijo de Dios y por extensión la encarnación de Dios mismo, iba a inaugurar una nueva era para la humanidad. Esa proclama chocaba de frente con el arraigado monoteísmo del pueblo hebreo, lo que provocó en-
Penúltimo episodio. En varios Evan-
gelios se nos cuenta la celebración de la Última Cena de Jesús con sus apóstoles, antes de ser traicionado y ejecutado (arriba, la versión del tema por Juan de Juanes, 1562). 1562).
Sin embargo, no hay pruebas documentales de que Calígula, sucesor de Tiberio, reprimiera a los cristianos que vivían en la capital o en otros territorios imperiales. De lo que sí dejaron constancia los historiadores Tácito y Suetonio fue del comportamiento disoluto y perturbado de este emperador, al que acusaron de ser un hombre profundamente cruel y desequilibrado, cuyas orgías sexuales y relaciones incestuosas con sus hermanas escandalizaron a toda Roma. Hartos de sus arbitrariedades, los componentes de la guardia pretoriana acabaron con él y declararon emperador a Claudio, tío de Calígula. En aquellos . O D A R P L E D O E S U M : S O T O F
El comunismo de los primeros primeros cristianos chocaba con el esclavismo de la sociedad soc iedad romana.
Condenado y ejecutado. Los romanos no
mostraron mucho interés en Jesús, pero los dirigentes del Templo los hicieron cambiar de parecer. Aquí, el Calvario en un cuadro de Valdés Leal (siglo XVII).
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ROMA, DE JULIO CÉSAR A NERÓN
Roma se hace cristiana
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a presencia del cristianismo en el Imperio comenzó a ser muy visible en el siglo II. Roma solía respetar los dioses de los territorios que iba ocupando, siempre que los pueblos aceptaran, a su vez, las instituciones instituciones imperiales imperiales y se mantuvieran mantuvieran al margen de disturbios. Pero la insólita pureza de los ritos cristianos, incomprensibles para la mentalidad romana, y la difusión difusión de su fe fe entre los esclavos y libertos, la convirtieron en una amenaza para el orden social, provocando momentos de gran tensión que desembocaron
en persecuciones. La espectacularidad de los castigos a los cristianos, quienes murieron por miles en el circo devorados por fieras, y su actitud estoica ante la muerte contribuyeron a difundir su religión. Con el paso del tiempo, esta fe fue cobrando poder entre las clases privilegiadas. Fue en torno al año 311 cuando el emperador Constantino autorizó oficialmente el nuevo credo, que pronto pasó de ser perseguido a perseguidor de las religiones paganas, bajo el pretexto de defender la pureza de la fe y velar por las almas del pueblo romano.
El cristianismo se convirtió en la
religión oficial del Imperio en el año 311, por decisión de Constantino (en la foto, su estatua en York, Inglaterra).
frentamientos entre las familias ortodoxas judías y las comunidades cristianas. Aquel conflicto llegó a su fin cuando el emperador ordenó la inmediata expulsión de los cristianos de la ciudad.
Realidad y mito en torno a Nerón Tras la muerte de Claudio, el cetro imperial pasó a manos de Nerón, el último emperador de la dinastía Julio-Claudia. Gracias a los historiadores romanos, su imagen cantando un poema mientras observaba a Roma en llamas ha quedado en la memoria colectiva como paradigma de la frivolidad y la maldad. Pero las crónicas de los cronistas romanos no siempre responden a la verdad histórica. El drama se produjo el 19 de julio juli o del de l año a ño 64, cuand c uandoo se desató desat ó un incendio ince ndio en el Circo Máximo que se expandió velozmente destruyendo buena parte de la ciudad. Pronto corrieron rumores de que el fuego había sido provocado por el propio emperador, cuyo sueño era destruir la antigua Roma para construir sobre sus rui nas Nerópolis, la nueva capital del Imperio. Pero Nerón no fue un pi ró68
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El emperador Claudio fue el primero que actuó contra los cristianos cri stianos y ordenó su expulsión de Roma. mano, sino el emperador que reaccionó al desastre actuando con diligencia para paliar los efectos devastadores del fuego. Entonces, ¿quién fue el culpable? Algunos historiadores afi rman que la devastación de Roma por las llamas fue accidental y que fue el emperador quien buscó un chivo expiatorio para acallar la s voces que lo señalaban. Y el mejor recurso que tuvo a mano Nerón fue l a comunidad cristiana que viv ía en la capital, a la que acusó de haber provocado el desastre. Al menos eso es lo que creíamos gracias a los escritos de los historiadores Cornelio Tácito y Suetonio, quienes narraron a comienzos del siglo II la cruel represión que sufrieron los cristia nos tras el incendio de Roma. Sin embargo, investigaciones publicadas en 2015 parecen demostrar que aquellas persecuciones, en las que se sentaron las bases del martirologio cristiano, fueron un mito. Ésa es la hipótesis hipótesi s que defiende Brent D. Shaw, Shaw, catedrático de Historia Clásica de la Universidad de Princeton ( Nueva Jersey, EUA), EUA), cuyas conclusiones pueden alterar la visión que tenemos de los primeros cristianos.
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Mártires discutidos. Según recientes
estudios, el martirologio y persecución de los cristianos no empezó sino hasta la época de Domiciano. Arriba, plegaria antes de la inmolación en un cuadro de Jean-Léon Gérôme (siglo XIX).
Este profesor cree que las persecuciones se produjeron produjeron tra s el i ncendio, aunque no fueron dirigidas contra los cristianos, que en aquel entonces eran muy pocos y no amenazaban la paz social. La v inculación de éstos con la destrucción de Roma se produjo posteriormente, en torno al año 100 de nuestra era. A l construir el relato de los orígenes de su fe, autores cristi anos como Eusebio culparon a Nerón del asesinato de miles de fieles, haciéndose eco de las cr íticas que sufrió el emperador por parte de las élites romanas de la época, que lo habían descrito como una persona perversa y malign a. En realidad, el martir io de los cristianos cristia nos se proproduciría más tarde, con los emperadores Domiciano, Trajano, Marco Aurelio, Septimio Sev ero, Decio y Diocleci ano. Fue este último el que puso en marcha la gra n persecución, también denominada Era de los Márti res (año 303), durante la cual se destr uyeron los templos cristianos y se asesinó a miles de fieles a lo l argo y ancho del Imperio; entre ellos, al diácono Román de Antioquía, al que le amputaron la lengua antes de ejecutarlo. Aquella sangrienta etapa concluyó cuando Constantino autorizó el culto crist iano en torno al año 311 de nuestra era.
Excepción a la regla. A los crucificados
se les dejaba insepultos, pero Roma permitió que los discípulos de Cristo lo bajaran de la cruz y lo enterraran (arriba, El Descendi miento, Weyden, 1436).
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El segundo princeps Tras . Tras los logros de Augusto, Tiberio pasaría a la historia como un hombre apático, cruel y contradictorio. Aquí, en una estatua siendo coronado; derecha, en una moneda con Germánico.
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Tiberio y Calígula
Los años
oscuros Uno no quiso nunca ser emperador y abandonó el gobierno a su suerte; el otro pretendió ser mucho más que eso, un dios tiránico y caprichoso. Ambos reinaron mediante el terror y dejaron un rastro de depravación y locura. Por Beatriz González
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ontaba Suetonio que Tiberio, por quien un pescador había escalado un acantilado para ofrecerle su mejor captura, obligó a su entregado súbdito a frotarse la cara con el pescado que le ofrecía para cerciorarse de que no había nada en él que pudiera pudi era provocarle la muerte. En mitad de aquel suplicio, el hombre se congratuló de no haberle regalado una gran langosta que había capturado. Entonces, Tiberio la mandó traer e hizo que le restregaran también con ella el rostro. rostro.
Anécdotas como ésta hicieron que el princep pri ncepss Tiberio Tiber io pasara a la historia como uno de los gobernantes más crueles. Él, y después Calígula –a quien se atribuye la f rase “que me odien con tal de que me teman”–, sucedieron al primer emperador de Roma, Augusto, que había logrado un largo periodo de paz. Al contrar io que su predecesor, convirtieron sus gobiernos en una época de caos y excesos que acabó en autént ico terror. Casi tres décadas que la historia del Imperio recuerda como “los años oscuros”. oscuros”. Entre los dos escribieron el principio del fin de la dinastía Julio-C Jul io-Claudi laudia. a. muyinteresante.com.mx
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Los hijos de Livia Drusila En la imagen, un denario (moneda romana de plata) ilustrado con las efigies de Tiberio y Druso el Mayor, hermanos e hijos del primer matrimonio de Livia con Tiberio Claudio Nerón, Nerón , entregándole a su padrastro, Augusto, el laurel de la victoria tras la conquista de Recia, provincia romana próxima a Germania. A ambos se les preparó para un futuro en la política, pero Druso murió a los 29 años tras un accidente ecuestre.
Muerte de Germánico. Tiberio adoptó a
su sobrino, uno de los generales más jóvenes y queridos de Roma, como heredero, pero murió envenenado y hubo quien acusó al propio emperador (cuadro de Poussin).
El padrastro de Tiberio, Agusto, primer emperador de Roma, siempre lo trató como a un hijo, igual que a su herman o, Druso el Mayor, Mayor, también hijo del primer matrimonio de Livia Drusila. A ambos se les preparó para un futuro que los contemplaba como posibles sucesores: se formaron en política e iniciaron carreras militares que los llevaron a luchar por el Imperio. Además, se les casó con otros miembros de la familia de Augus-
to o de su círculo: a Druso, con una sobrina del emperador, y a Tiberio, Tiberio, con la hi ja de Agripa, el fiel amigo de Augusto. Por Por entonces, el futuro de Tiberio parecía prometedor y feliz: regresó sano y salvo de las guerras cántabras y de Oriente, donde todo había sido éxito. Y aunque su carácter reservado y algo distante no lo hacía muy popular, se había ganado el respeto de las legiones.
El más triste de los hombres Para cuando llegó la hora de suceder a Augusto,Tiberio era la única posibilidad. Su hermano Druso había muerto tras un accidente de caballo, al igual que los nietos de Augusto, Lucio y Cayo. Con su otro nieto, nie to, Agripa Póstumo, dest errado, Tiberio Tiberio era el único candidato posible. Para entonces ya era hijo legal de Augusto, quien lo adoptó cuando Tiberio tenía 45 años. “Lo hago por el bien de la adopción . res publica”, dijo, misterioso, tras la adopción. Q ue ue todo se hubiera aliado para que fuera TibeTiberio quien tomara las riendas de Roma no quiere decir que las quisiera. Aunque en su juventud fue un excelente general, parece que nunca quiso gobernar. Y lo cierto es que pasó a la histo-
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Herencia imperial. El mapa
muestra la distribución de los vastos territorios del Imperio en la etapa de Tiberio, una una organización en provincias senatoriales, imperiales y reinos vasallos heredada heredada de Augusto.
Provincias senatoriales Provincias imperiales Reinos vasallos
BRITANIA BRIT ANIA
GERMANIA INFERIOR
B E L G I C LUGUDONENSIS A
GALLIA
GERMANIA
RÆTIA NORICUM PANONIA
AQUITANIA T A R R NARBONENSIS A C O N E N LUSITANIA S I S
HISPANIA
BÉTICA MAVRITANIA TINGINATA
ILYRICA
CORSICA
I T A DALMATIA L I A
DACIA
MOESIA
MACEDONIA
SARDINIA
MAVRITANIA CÆSARENSIS
REGNUM BOSPORI
ASIA MINOR
I A C O D GALATIA A P A C
LICIA CILICIA SICILIA
NUMIDIA
I A N E M R A
BYTINIA ET PONTUS
PARTIA PA RTIA
SIRIA
ACAIA XIPRE
AFRICA
JUDEA
LYBIA ÆGYPTUS CIRENAICA
Augusto, padrastro de Tiberio, Tiber io, lo trató siempre siempre como a un hijo, hijo, y en el año 4 lo adoptaría oficialmente oficialmente para qu que e le sucediera.
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ria como un emperador completamente infeliz, como mostró Plinio el Viejo al llamarlo Tristissimus hominum (el más triste de los hombres). La mayoría de los historiadores sitúa el comienzo de esa desdicha en el momento en que Augusto le impuso el matrimonio con su hij a Julia, viuda de Agripa, que entonces ent onces era el suegro de Tiberio. Para casarse con Julia tuvo que divorciarse de Vipsania, Vipsania, con quien había sido padre por primera vez, un matrimonio bien avenido hasta esa fecha. Además, su futura esposa lo despreciaba. Por eso no ocultaba sus infidelidades, lo que suponía un escándalo por el que acabó condenada por su propio padre al exilio en la isla de Pandataria, donde tenía prohibido cualquier lujo, el vino y también la compañía masculina. Para entonces, hacía tiempo que Tiberio Tiberio había renunciado a ese matrimonio. Cuando estaba a punto de asumir el mando del este, con el que pasaría a ser el segundo h ombre más poderoso de Roma, anunció que abandonaba la política y se retiraba a Rodas. Podía tratarse de una venganza hacia Augusto, quien lo quería como sucesor sólo hasta que sus nietos crecieran. crecieran . Pero, para otros historiadores, la razón era que no deseaba el papel que el emperador deseaba otorgarle y
ésta era una forma de desbaratar sus planes. La tensa situación con Julia tampoco ayudaba. Aunque Augusto Augusto se negó en un primer momento, Tiberio estaba tan determina do a retirarse a Rodas que hizo una huelga de hambre, tras lo que su padrastro le dio permiso. Sin embargo, lo consideró una traición personal y, cuando Tiberio quiso volver a Roma, Augusto tardó en aceptar. Por fin regresaría con 45 años, aunque sin ningún papel público hasta que el emperador tuvo que cambiar de planes tras perder a sus dos nietos. El carácter meláncolico de Tiberio Tiberio siguió presente también en su regreso y acabaría agravándose tras la muerte de su propio hijo, Druso el Joven, en el año 23, fecha a partir de la que se aisló aún más y comenzó, al mismo tiempo, un periodo terrorífico en su gobierno. Los años de mandato del emperador que no deseaba ser emperador pasaron por varias etapas. Tomó las riendas de Roma en el año 14, y al principio ni siquiera se n otó que Augusto había muerto: todo funcionaba según las bases marcadas por el anterior princeps princep s. No obstante, hubo rebeliones de quienes no lo querían como gobergobernante, la primera de ellas en Germania, donde siete legiones se amotinaron al enterarse de la muyinteresante.com.mx
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ROMA, DE JULIO CÉSAR A NERÓN
Retirada a Capri.
Sobre estas líneas, un cuadro del francés Félix-Joseph Barrias (1822-1907), famoso por sus escenas mitológicas, históricas y religiosas, recrea la llegada de Tiberio a su dorado exilio.
muerte de Augusto. Lo hicieron en favor de Germánico, hijo de Druso, a quien consideraban el legítimo sucesor. Sin embargo, el propio Germánico acabó con la revuelta pidiendo que obedecieran a su nuevo princeps prince ps, Tiberio, amenazando con suicidarse si no lo obedecían. La apatía del nuevo emperador era entonces evidente. Pero cuando se decidió a gobernar, el terror inundó el Imperio. Fue tras la muerte de su hijo Druso el Joven, con quien compartía poderes tribunicios desde poco antes de que muriera en extrañas circunstancias. Es entonces cuando muestra su lado paranoico y más cruel. Con el objetivo de silenciar a sus enemigos invoca la lex maiestatis, algo similar al delito de alta traición, que además permitía al Estado recibir part e del patrimonio del reo una vez ejecutado. En cuanto a sus colaboradores, para llegar a acuerdos con ellos usaba más las amenazas o la mano dura que las negociaciones. Las cosas no fueron mejor cuando, cansado de la política, decidió retirarse a Capri, dejando el gobierno en manos de su amigo Sejano. Éste
Cansado pronto pronto de la política, Tiberio Tiber io dejó dejó el gobierno g obierno en manos de su amigo Sejano y se recluyó en la isla de Capri. Capri. 74
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aumentó la atmósfera de miedo a través de una red de informadores cuyo incentivo para acusar a los demás de traición era hacerse con parte de las propiedades del señalado tras su reclusión y muerte. Por eso, los juicios por traición estaban a la orden del día. Mientras tanto, comenzaron a correr rumores sobre la vida disoluta que Tiberio llevaba en Capri, aunque lo cierto es que eran sus enemigos quienes la describían. El historiador Suetonio aseguraba que “tenía una habitación destinada a sus desórdenes más secretos, guarnecida guarneci da toda de lechos en derredor. Un grupo elegido de muchachas, muchacha s, de jóvenes y de disolutos, inventores de placeres monstruosos y a los que llamaba sus maestros de voluptuosidad, formaban allí entre sí una triple cadena y entrelazados de este modo se prostituían en su presencia para despertar, desperta r, por medio de este espectáculo, espect áculo, sus estragados deseos”. Así, los rumores de sadomasoquismo, prostitución e incluso pedofilia corrían por las calles de Roma mientras Sejano, su íntimo amigo, se preparaba para traici onarlo. Tramaba Tramaba aliarse aliars e con sus sucesores y junto a Livila, su amante y sobrina de Tiberio, ejercer como regentes de los jóvenes Tiberio Gemelo y Calígula. Sin embargo, el princeps prince ps lo descubrió, y entonces no le tembló la mano. Lo condenó a muerte, pero no a cualquier
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El complejo que amargó a Tiberio
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egún las descripciones de la época, el princeps Tiberio era alto y tenía buena salud, pero desde joven estuvo acomple jado por una alopecia prematura que no soportaba. Por eso se dejaba crecer el pelo que tenía por detrás y, para disimular su calvicie, se lo peinaba hacia delante, al igual que hicieron otros muchos miembros de su familia, empezando por el mismísimo Julio César. Dicen que parte de su timidez se debía a la vergüenza que sentía por esta calvicie, que llegó a sumirlo en periodos depresivos. También achacan su
carácter cínico y amargado a su complejo, que le afectaba de tal forma que no permitía que nadie mencionara nada relacionado con su cabello, hasta el punto de que se cuenta que la verdadera razón por la que condenara a Lucio Cesiano tras la conspiración de Sejano fue que se había burlado en público de su calva. También padeció unas úlceras faciales que le afeaban el rostro y que, junto a lo anterior, hacían que Tiberio odiara aparecer en público y lo evitara al máximo. Busto de mármol del emperador Tiberio, que vivió acomplejado acomplejado por su físico.
muerte: sería estrangulado estrangula do y su cadáver arrojado a la plebe, que lo temía tanto como a él. Todos quienes habían colaborado con Sejano fueron juzgados. juzgad os. “Las ejecuciones se han convertido en un estímulo para su furia, y ha condenado a muerte a todos los encarcelados acusados de colaborar con Sejano. Allí se encuentran, separados o en montones, un sinnúmero sinnú mero de muertos de todos los sexos sex os y edades”, escri bía Tácito. Tácito.
Tiberio Tiber io conocía la naturaleza naturaleza depravada de su heredero, pero no hizo nada por impedir su ascenso. El cruel sucesor de Tiberio. El depresivo heredero
de Augusto vio en las estrellas que debía promocionar al pérfido hijo de su llorado sobrino Germánico, Cayo Calígula (en este lienzo, haciendo depositar en el panteón familiar las cenizas de su madre y su hermano).
Calígula, el tirano demente
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Aficionado a la ciencia de las estrellas, dicen que Tiberio vio en éstas que su sucesor sería Calígula (el apodo de Cayo Julio César Germánico por sus sandalias), hijo de su sobrino Ge rmánico. Tiberio conocía su naturaleza cruel y depravada depravada –según algunos, él mismo la habría estimulado en Capri–, pero no hizo nada por evitar al pueblo el sufrimiento que preveía si Calígula gobernaba. “Dejo vivir a Cayo para su desgracia y la de todos”, sentenció. A pesar de ser considerada una tragedia el que fuera sucesor, los primeros siete meses del gobierno de Calígula, que comenzó en el año 37, estuvieron marcados por la aceptación del pueblo, el cual quería mucho a su padre, Germánico. Suetonio cuenta que se sacrificaron 160,000 animales en honor de Calígula durante los tres primeros meses. Además, había prosperidad. Asimismo, no tardaría en perder tanto la popularidad como la riqueza. Sus extravagancias, crueldades y caprichos superaron, con mucho, las descritas por los enemigos de su antecesor. antecesor. Si en sus primeros meses como cabeza del Imperio había perdonado a los exiliados y condenados a muerte y regalado dinero al pueblo, ahora su gobierno se basaba en abusar de su poder para matar, torturar o enriquecerse. Lo primero que hizo tras recuperarse de una enfermedad que muyinteresante.com.mx
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¿Estaba enfermo Calígula?
S
on varios los historiadores –entre ellos, Filón y Dion Casio– que hablan del grave padecimiento que sufrió Calígula a los pocos meses de subir al poder. Y aunque no se sabe a ciencia cierta cier ta de qué enfermó, se mencionan unas fiebres altas que algunos estudiosos modernos relacionan con una posible encefalitis, que podría estar relacionada con su trastornado comportamiento. Calígula sería entonces un hombre mentalmente enfermo a quien no se podría responsabilizar de sus crueles acciones. De igual modo, hay más acuerdo entre los autores que piensan que su enfermedad no influyó en su carácter. Recuerdan que Calígula ya era aficionado a las torturas y los excesos antes de llegar el poder, y creen que esto no hizo más que acrecentar sus
vicios. Para Séneca, Séneca, el emperador se transformó en un hombre aún más arrogante, iracundo y grosero tras su ascenso al trono, teoría que también mantiene Josefo; éste asegura que fue el poder lo que hizo de Calígula un soberbio con complejo de dios.
Sobre estas líneas, reconstrucción moderna de un busto de Calígula.
El gran g ran amor de Calígula fue su hermana, Drusila, a cuya muerte muerte decretó luto luto oficial y abandonó Roma. Por eso, le ofreció un cargo en Egipto e hizo que lo acusaran de inducir a su esposa a prostituirse. Él mismo aseguraba dar fe de ello porque había sido amante de Enia, la mujer de Macrón. La pareja se suicidó para que sus bienes l os heredaran sus descendientes. Muestra de su endiosamiento es que mandó destruir las estatuas de hombres ilustres que Augusto había llevado del Capitolio al Campo de Marte, al igual que ordenó asesinar a Ptolomeo, tras pedirle que viniera de su reino y rendirle honores, porque el público lo siguió con la mirada al entrar en el circo, admirado por su manto de púrpura.Y Calígula no podía consentir que nadie le hiciera sombra. Tampoco fueron bien las cosas en el aspecto económico. El Imperio ya vivía una crisis financiera e incluso hambrunas cuando Calígula decidió poner en marcha una serie de obras urbanísticas colosales que terminaron de vaciar las arcas. Fue entonces, acuciado por las deudas, cuando puso en marcha marcha medidas muy impopuimpopulares, como la de pedir dinero a la plebe en los actos públicos. Además, estableció nuevos impuestos en juicios o bodas, además de organizar subastas de gladiadores en los espectáculos.
sufrió a los pocos meses de ser nombrado emperador fue mandar asesinar a las personas que habían prometido sus vidas a los dioses si el soberano se recuperaba. Sus detractores dicen que obligó a suicidarse a su suegro, mientras que a ¿Realidad o leyenda? Tiberio Gemelo ordenó lo mataran. mataran . Su argumen- Para gran parte del pueblo, no había más explicato era que el medicamento que Gemelo ción para su comportamiento que la locura. Esta tomaba para la tos olía a antídoto, idea se ha visto apoyada por muchas fuentes clácomo si tuviera miedo de que Ca- sicas, aunque es difícil discernir lo que hay de lígula fuera a envenenarlo. “¿Un realidad y leyenda en los relatos sobre Calígula. antídoto contra César?”, le pre- Por ejemplo, en Las Vidas de los doce césares de d e guntó con sorna. Suetonio, se cuenta que, en la expedición a BritaTambién decidió ejecutar a nia, ordenó a los soldados que, en vez de atacar, Macrón, sin cuya ayuda proba- recogieran conchas como “tributo que el océano blemente no habría sido aclama- debía a la Colina Capitolina y al Monte Palatino”. do por el pueblo en sus i nicios. El Según Calígula, habría sido Neptuno quien mahistoriador Filón asegura que un lograra el ataque. De vuelta a Roma, según este día Calígula se despertó odiándolo mismo relato, hizo un anuncio que dej ó a todos sin más, y decidió que no merecía vi- sin palabras: quería que su caballo preferido, Invir. “Ahí llega el maestro de quien ya citatus, para quien ya había construido un estano necesita lección alguna... ¿Cómo se blo de mármol y un pesebre de marfil y a quien atreve alguien a enseñarme a mí, que aun había regalado una casa con sus esclavos, fuera antes de ser engendrado fui modelado nombrado cónsul. emperador? ¿Cómo se atreve un ignorante a enseñar a quien sabe?”, sabe?” , se preguntó. Un sinfín de amantes Su vida sexual, según estas fuentes, fue tan caCuidado con la tos, Gemelo... Se dice prichosa como el resto de su ruti na. Tras casarque Calígula mandó matar a su primo Tiberio se con Junia Claudila, que murió en el parto de Gemelo (izq.) por sospechar que su jarabe para para la tos era un antídoto. su primer hijo, tuvo como esposa a Livia Oresti76
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. Y L A T I , A I R U G I L , I N U L N I M U E S U M L A C I G O L O E H C R A L A N O I T A N ; S E G A M I Y T T E G : S O T O F
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la, a quien se llevó de su ba nquete nupcial no sin antes decir al recién estrenado marido que de jara de manosear mano sear a su mujer. Después vend rían ría n Lolia Pauliba, de quien se encaprichó tras escuchar que su abuela había sido la mujer más bella del Imperio, y Cesonia, a l a que sí dijo querer. Con ella tuvo a su hija Julia Drusila, que solía arañar la cara de los otros niños cuando jugaba. Su padre decía, orgulloso, que eso probaba que era descendiente suya.
Calígula y Mesalina. Es el título de este filme erótico y pseudohistórico de 1981. Ella fue mujer del tío de Calígula, Claudio, pero ambos han quedado en el imaginario colectivo como íconos de depravación sexual y promiscuidad.
Cuentan que mientras comía o fornicaba le gustaba presenciar torturas o decapitaciones. decapitaci ones. Y hacía ambas cosas a menudo. También tuvo bastantes relaciones homosexuales. Entre sus amantes estuvieron el actor griego Mnéster, su primo Emilio Lépido y varios de sus esclavos. Respecto a sus amantes femeninas, su cortesana favorita fue Pirilis, aunque también mantuvo relaciones con nobles a las que obligaba a asistir a sus banquetes y así elegir a una cuando le apetecía . De igual modo, la mujer por quien perdió la cabeza fue su hermana, Drusila, con quien vivió como si fuera su legítima esposa. La nombró heredera del Imperio, y cuando murió decretó luto oficial y abandonó Roma. A su regreso tenía el pelo y la barba largos, como si se hubiera abandonado. Dicen que también mantuvo relaciones relacione s con sus otras hermanas, mas no las quiso tanto, y corría el rumor de que incluso las prostituyó entre sus amigos. Después las acusó de adúlteras y de maquinar maquin ar complots contra él, por lo que acabaron desterradas. Y, Y, no contento con expulsarlas de Roma, las amenazó de muerte: “No sólo dispongo de islas, también de espadas”, les dijo para aterrorizarlas.
Divino caballo.
La ilustración de aquí representa a Incitatus, el equino favorito de Calígula, al que éste, según distintas versiones, habría querido nombrar cónsul o senador, e incluso deificar.
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El poder femenino en la dinastía
Mujeres influyentes, mujeres mujer es sojuzga sojuzgadas das De Cleopatra a Popea, pasando por Livia, las Agripinas y Mesalina, una serie de féminas de gran carácter ejercieron su influencia sobre los hombres utilizando a menudo el sexo y los venenos como como armas. Así es al menos como como nos ha llegado, llegado, probablemente probabl emente una mezcla de mito y realidad. Por Rodrigo Brunori
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Trass dos fracasos conyugales, conyugales, Legendaria lujuria. Tra
el emperador Claudio tomó como esposa a Mesalina, un tercer matrimonio que acabó en traición. En el cuadro de Nicolaes Knüpfer Escena de burdel (1655) (1655) se representa a la emperatriz y a su amante Cayo Silio, con quien se casó cometiendo bigamia.
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ROMA, DE JULIO CÉSAR A NERÓN
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a dinastía Julio-Claudia está recorrida de arriba abajo por mujeres excepcionales que ejercieron un verdadero poder en la sombra y tuvieron una influencia capital en el desarrollo de los primeros casi cien años del Imperio romano. La historiografía clásica las ha encasillado en dos estereotipos: depredadoras sexuales, que provocan la perdición de los hombres, o envenenadoras capaces de determinar el curso de una dinastía quitando de en medio a emperadores emperadores y herederos sin dejar rastro. Por supuesto, de ambas cosas hubo –cada cual utilizaba los medios que tenía a su alcance–, pero esta concepción tiene mucho que ver también con la misoginia de la época y el testimonio de escritores –Tácito, Dion Casio y otros– que, en el contexto del paso de la República al Imperio, explicaban explicaban así una i nfluencia femenina en los asuntos públicos que consideraban indeseable. La primera de estas mujeres no pertenece a Roma ni a ninguna de sus familias, pero ocupó un lugar destacado en las lucha s que desembocaron en la creación del Imperio. Se t rata de Cleopatra VII, últi ma reina de Egipto, un Estado que para Roma tenía una importancia est ratégica fundamental como reserva inagotable de cereales y riquezas. Además de por su af ición al lujo, Cleopatra ha pasado a los anales de la historia por haber seducido a dos prohombres romanos: Julio César y Marco Antonio. Su enfrentami ento con un tercero, Octavio –futuro emperador Augusto–, fue el fin fi n de su reinado. En 47 a. C., Julio César llegó a Egipto persiguiendo a su enemigo Pompeyo y se vio rápidamente envuelto en la lucha por el poder que enfrentaba a la reina Cleopatra con su hermano y esposo Ptolomeo XIII. El hastiado César, que por entonces tenía 53 años, cayó enseguida atr apado por el embrujo embrujo
La historiografía clásica las ha encasillado en dos estereotipos: depredadoras depredadoras sexuales o envenenad envenenadoras. oras. de la joven y exót ica Cleopatra, de sólo 19, quien se coló en su palacio envuelta en una al fombra. Del romance entre ambos nació un hijo – Cesarión– y, cuando tres años más tarde César fue asesinado, Cleopatra se encontraba con él en Roma, instalada en una vi lla al otro lado del Tíber como su concubina. Julio César estaba casado por entonces con Calpurnia, quien, a pesar de lo enfadada que debía estar, intentó disuadirlo de que acudiera esa maña na al Senado porque porque había presentido su asesinato en una visión.
La reina corruptora La estancia de Cleopatra en Roma provocó escándalo y la convirtió en objeto de una enorme animadversión. El hecho de que la máxima autoridad de un Estado fuera una mujer era inconcebible y peligroso para los romanos. Además, se le atribuían todo tipo de excesos sexuales y alcohólicos y se la hacía responsable de la corrupción moral de César en Egipto, donde se decía que se había convertido en “el marido de todas las mujeres y la mujer de todos los hombres”. Peor aún, se la culpaba de las tentaciones monárquicas de Julio César, que en los últimos tiempos de la República eran motivo de honda preocupación y acabaron llevando al complot para acabar con su vida. En este común desprecio a Cleopatra destacó Cicerón, quien habló de su arrogancia y su insolencia, dejando escrito cuánto la detestaba (entre otras cosas, porque al parecer ella le había prometido una serie de fastuosos regalos que nunca llegó a entregarle). Por supuesto, Cleopatra era mucho más que eso. Era una mujer extraordinariamente inteligente, de exquisita educación grieg a y gran cultura, que hablaba numerosas lenguas y fue la primera de la dinastía ptolemaica en aprender egipcio. Y de hecho cuando, muerto Césa r, tuvo
La opinión de Cicerón El reconocido orador romano Cicerón (en el busto) trató en persona con Cleopatra, de quien dijo: “Si la nariz de Cleopatra hubiera sido más pequeña, habría conquistado el mundo”. Con estas palabras parecía reconocer la inteligencia de la emperatriz egipcia, aunque se sabe que no tenían una estrecha amistad, sino más bien al contrario. En sus obras, Cicerón también expuso cuál era la posición que la mujer debía ocupar en la sociedad romana: “Nuestros antepasados decidieron que todas las mujeres, en razón de su debilidad de espíritu, estuvieran bajo la potestad de tutores”.
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que regresar de manera precipitada a Egipto y gestionó los asuntos públicos con eficiencia. eficienci a. Un proceso de seducción similar se repitió, años después y aún más acentuado, con Marco Antonio, quien, en un famoso encuentro en la ciudad turca de Tarso –relatado por Plutarco y recreado por Shakespeare–, quedó atrapado al instante por el boato y la voluptuosidad de Cleopatra, con la que se instaló en Egipto y tuvo t res hijos. Esto permitió a Octavio – que de ser aliado había pasado a mortal enemigo– construir un relato propagandístico de enorme éxito en el que presentaba al antiguo g eneral como un hombre feminizado, orientalizado, entregado al placer y desprovisto ya de cualquier virtud tradicionalmente romana. Marco Antonio y Cleopatra fueron derrotados en la batalla de Accio (31 a. C.), que abocó a ambos al suicidio; él por amor –creía que Cleopatra se había suicidado previamente– y ella porque sabía que su único destino era desfilar cargada de cadenas por las calles de Roma como botín de guerr a.
Livia o la austeridad
Ambición y poder. A Livia, es-
posa de Augusto, se le atribuye un gran ascendente político en la toma de decisiones de su marido como emperador. La estatua representa a la emperatriz consorte.
Así llegó Octavio al poder absoluto, y esto catapultó al primer plano de la política a su esposa, Livia, que representaba todo lo opuesto a la reina egipcia. Pese a la flagrante contradicción de no tener hijos con el emperador, Livia encarnó a la perfección a la matrona romana. El matrimonio duró 52 años, hasta la muerte de Augusto, y se presentó como un ejemplo sobre el que debía modelarse la nueva sociedad del Imperio. Livia y Augusto hicieron de su austeridad, austerida d, real o supuesta, un acto de ostentación permane nte. Habitaban una vivienda modesta, él vestía la ropa que ella cosía en casa, se alimentaban frugalmente y censuraban el uso excesivo de joyas. Todo esto acompañado de un puritanismo sexual que culminó en las leyes contra el adulterio de los años 18 a. C. y 2 a. C. Había algo, sin embargo, en lo que Livia se apartaba de la tr adición romana, y era el uso del poder. Livia ejerció a través de su marido una influencia política hasta entonces inaudita en una mujer, cosa que, además de obedecer a su formidable personalidad, fue también un signo de los tiempos.
Mito histórico.
Cuando pensamos en la última reina de Egipto, nos viene a la memoria Elizabeth Taylor Taylor (en la foto), quien la interpretó en el filme Cleopatra (Joseph L. Mankiewicz, 1963) mitificando una belleza que igual no fue tanta, todo lo contrario que su inteligencia.
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A través t ravés de su marido, el emperador emperador Augusto, Livia ejerció ejerció una influencia política hasta entonces entonces inaudita en e n una u na mujer. mujer.
Pactos e intereses.
Tras Tras la muerte de Agripa (12 a. C.), Tiberio, hijo de Livia y futuro sucesor de Augusto, se casó con Julia la Mayor, en lo que fue un enlace infeliz. Arriba, estatua del emperador en Capri.
Con la llegada del Imperio, el Senado perdió una capacidad de decisión que pasó a ejercer se en el ámbito doméstico del emperador, donde las mujeres sí podían hacer valer su ascendiente. El cambio disgustó a alg unos autores clásicos –Tácito, en particula r– y está en el origen de la imagen negativa que se ha transmitido de las pocas mujeres que en la época tuvieron alguna oportunidad oportun idad de ejercer un poder real. Existe también una leyenda negra sobre Livia, que parte del posible papel jugado para situar a su hijo Tiberio –hijo de un matrimonio anterior con Tiberio Claudio Nerón– como sucesor de Augusto, tal como ocurr ió después de que varios de los herederos naturales de éste fueran muriendo, uno tras otro, en sospechosas circunstancias. Para que Tiber io llegara a ser emperador, emperador, antes tuvieron que desaparecer Marcelo, sobrino de Augusto, y Cayo, Lucio y Póstumo, sus tres nietos. Los ru mores que adjudican a Livia el papel de envenenadora los recogen Dion Casio y Tácito, que incluso insinúan la posibilidad de que envenenara al propio Augusto. Nada de esto aparece en Suetonio, sin embargo, otra fuente
fundamental sobre la época. Son acusaciones de las que no hay pruebas y sobre las que difícilmente habrá una respuesta definit iva. Lo cierto es que Augusto adoptó a Tiberio, pese a que le tenía en poca estima, y éste le sucedió en el año 14. Durante los primeros años de su reinado, Livia siguió gozando de una importante influencia, pero según diversos testigos Tiberio no soportaba las interferencias de su madre ni tampoco la conciencia de deberle el poder, por lo que, poco a poco, la fue relega ndo. Su retiro voluntar io en Capri se interpreta como medida para alejarse de ella. Cuando, con 87 años, Livia murió, el cruel y taciturno Tiberio Tiberio recibió la noticia con frialdad, le negó todos los honores y no fue a su funeral (mandó a Calígula). Pero eso no es todo. Cuenta Suetonio que Tiberio retrasó la decisión de asistir o no durante días, de forma que al final hubo que enterrar el cuerpo a toda prisa debido al avanzado estado de descomposición en que se hallaba.
Las indomables Agripinas A Tiberio se le debe el asesinato de una mujer excepcional, Agripina la Mayor, esposa de Germánico, el general que podía haberlo sido todo y murió también, cómo no, en extraña s circunstancias. La desaparición del aclamado y adorado Germánico –que, a instancias de Augusto,
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Julia en la isla de las desterradas
E
s paradójico que un hombre que alentaba tanto la procreación como Augusto no tuviera más descendencia que su hija Julia la Mayor, nacida de su matrimonio con Escribonia, y para colmo ésta le dio el que seguramente fue el mayor disgusto de su vida. Augusto casó a Julia sucesivamente sucesivamente con Marcelo, Agripa y Tiberio, Tiberio, siempre por por razones de Estado. Los dos primeros la dejaron viuda –si bien con Agripa cumplió pariendo cinco hijos– y con el tercero tuvo un matrimonio profundamente infeliz. Fue entonces cuando Julia se entregó a la promiscuidad promiscuidad y empezó empezó a coleccionar coleccionar amantes. Se supone que Tiberio se marchó a Rodas para no estar presente y que Augusto no quiso enterarse hasta que se produjo un escándalo mayúsculo, agravado por el hecho de que tanto él como Livia mantenían una cruzada contra el adulterio. Augusto la castigó recluyéndola en durísimas condiciones tiempo Julia pudo regresar a la Península. Según la tradición, en una diminuta isla del Mediterráneo, Pandataria, que luego cuando Tiberio subió al poder, la dejó morir de hambre por se convirtió en el destino común de otras desterradas; sus venganza. Y durante su reinado, la hija de Julia, conocida conocida como amantes fueron también desterrados u obligados a suicidar Julia la Menor, murió desterrada desterrada en Pandataria por el mismo se. Augusto y su hija nunca volvieron a verse, aunque con el delito que su madre.
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había sido adoptado por Tiberio– despejó convenientemente el camino a la sucesión de Druso, el hijo biológico del emperador. Éste, no obstante, murió tre s años después envenenado por su propia esposa, Livila, que actuaba en confabulación con Sejano –hombre fuerte de Tiberio –, de quien era amante. Agripina era una mujer famosa por su carácter y su valentía – acompañaba a su marido en las campañas y se había convertido en heroína popular por su forma de enfrentarse en solitar io a tropas amotinadas en el Rin– y se empeñó en aclarar la muerte de Germánico hasta las últimas consecuencias, cosa que no podía termi nar bien. El resultado fue un agr io enfrentamiento con Tiberio y Livia que duró años y acabó con Agripina desterrada en la isla de Pandataria, donde murió de hambre, y con do s de sus hijos asesinados. Durante la detención, los soldados se comportaron con ella de forma tan brutal que Agripina Agripi na perdió un ojo. Pero quien fue realmente influyente en la dinastía fue su hija Ag ripina la Menor, hermana de Calígula, sobrina y esposa del emperador Claudio –al que supuestamente envenenó–, emperatriz de Roma y madre y vícti ma de Nerón. Agripina la Menor adquirió protagonismo al comienzo del reinado de su her mano, de quien, al igual que sus otras dos hermanas, Drusila y Julia Jul ia Liv L ivil ila, a, se supone s upone que era er a ama nte (se dice, dic e, además, que por capricho del emperador las tres se prostitu ían con miembros de la nobleza).
El inevitable choque con Mesalina En el año 39, Agripina fue desterrada por participar en una conjura palaciega contra Calígula a la misma isla que su madre, Pandataria, de donde años después la rescataría el siguiente emperador, su tío Claudio, que por entonces estaba casado con Mesalina. La historia ha retratado a Mesalina como una mujer cruel, aficionada a ejecutar a personas a capricho –por ejemplo, a Julia Livila, por un supuesto adulterio con el filósofo Séneca–, y se supone que entre ambas se estableció una creciente rivalidad. Suetonio recoge el rumor de que Mesalina mandó a sicarios a estrangular al hijo de Agripina mientras dormía, el niño Nerón, porque lo veía como una amenaza para el futuro de su hijo. Esta operación se frustró cuando salió de debajo de la almohada una serpiente que hizo huir a los asesinos.
En la foto, las ruinas de la Villa Julia en la isla italiana de Pandataria, adonde Julia la Mayor llegó exiliada por su padre, el emperador Augusto, acusada de adulterio.
Bigamia y envenenamiento Además, Mesalina encarna como nadie el mito de la depredadora sexual, aunque sobre esto hay también bastantes dudas, dado que quienes, varias décadas más tarde, lo transmitieron –Tácito, Suetonio, Juvenal, Plinio el Viejo– confiesan que escribían basándose en rumores. Lo que nos ha llegado, en cualquier caso, es la historia histori a de una emperatriz dominada por la pasión sexual que no sólo se prostituí a en el barrio romano de Subura , bajo el seudónimo de la “Loba”, sino sino que lanzó un desaf ío a las meretrices de Roma para ver quién era capaz de atender a más hombres a lo largo de una noche (se supo-
Quien realmente fue influyen in fluyente te fue f ue Agripina Agr ipina la Menor, Menor, hermana de Calígula, Calígu la, sobrina y esposa de Claudio y madre de Nerón. muyinteresante.com.mx
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MUY INTERESANTE
HISTORIA
ROMA, DE JULIO CÉSAR A NERÓN Enredos de familia. El militar romano de
la dinastía Julio-Claudia, Germánico, adoptado por su tío Tiberio, se casó con Agripina la Mayor, con quien fue padre de nueve hijos. Este cuadro de Rubens representa al matrimonio.
ne que aquéllas enviaron a su mejor representante, una tal Escila, que por supuesto acabó rindiéndose). Leyendas al margen, parece claro que Mesalina sí tuvo numerosos amantes y que la relación con uno de ellos, el
Mesalina encarna como nadie el mito de la depredadora, aunque hay bastantes dudas dudas al respecto. senador Cayo Silio, fue lo que precipitó su caída. Hay discrepancias sobre la s verdaderas intenciones de la pareja –seg ún parece, deponer a Claudio–, pero lo cier to es que, aprovechando su ausencia, Mesalina y Silio cometieron la osadía de pretender casarse y organizar una boda con todos sus aditamentos: velo, festejos, banquete y lecho nupcial. Claudio, que se encontraba en Ostia, fue advert ido de las intenciones bígamas de su mujer por el liberto Narciso y volvió a toda prisa a Roma. La noticia cor rió como la pólvora y la ceremonia acabó precipitadamente, los invitados salieron huyendo y Mesalina se echó a la calle para ir al encuentro de Claudio y solicitar clemencia. Aquí las versiones dif ieren, pero se supone que Claudio estuvo tentado de perdonarla y que fueron sus hombres de confianza, los libertos, quienes decidieron ejecutarla de inmediato para que no tuviera la oportunidad de ablandar al emperador con su belleza. Esa misma noche se le ordenó que se suicidar a, cosa que no fue capaz de hacer –según Tácito, “porque su alma estaba cor rompida por la lujuria”– y hubo de ser ajusticiada. Cuando al día sig uiente se le comunicó a Claudio el hecho, éste se limitó a murmurar y pedir otra frasca de vino. Llegó entonces la gran oportunidad de Agripina la Menor, una mujer manipuladora y ambiciosa –al menos, según la tradición historiográfica– que llevaba años intrigando para situar a su h ijo en la cúspide del poder. El papel de Agripina con Nerón ha sido com-
Matrimonios de conveniencia
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Julia (en el busto) fue la
única hija biológica de Augusto, aunque éste adoptó después a varios miembros masculinos de su familia.
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ntre la aristocracia romana, el amor tenía poco que ver con el matrimonio. Tanto mujeres como hombres eran peones de un simple juego de poder. No sólo los casamientos se arreglaban por interés, a veces desde la misma cuna, pues era algo habitual que el emperador ordenara divorcios para que nuevos enlaces pudieran realizarse. Por supuesto, a nadie le pasaba por la cabeza desobedecer. Tiberio Claudio Nerón, primer primer marido marido de Livia, por ejemplo, tuvo que aceptar que su mujer se divorciara de él para casarse con Augusto, quien se había enamorado a primera vista de ella (bien es cierto que
así consiguió que le perdonaran su apoyo a Marco Antonio y que de este modo salvó la vida). Mucho más traumático fue el caso del futuro emperador Tiberio, obligado a divorciarse de Vipsania, de la que estaba profundamente enamorado, para casarse con Julia la Mayor, hija de Augusto, que le inspiraba una marcada antipatía. Todo esto podía suceder a muy temprana edad. No está muy claro cuántos años contaba Mesalina cuando fue entregada a Claudio: entre 13 y 18, según la fuente que se consulte. Él, en cualquier caso, pasaba de los 50. ¿Tendrá esto alguna relación con el comportamiento casquivano de la emperatriz?
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parado a menudo con el de Livia con Tiberio. Agripina –de quien se sospechaba que había envenenado a su segundo marido pa ra quedarse con su fortuna– se casó con Claudio y lo convenció de que adoptara a Nerón, al que situó por delante de su propio hijo, Británico, en la línea sucesoria (Mesalina no andaba tan desencaminada, después de todo). Se supone que con el tiempo Claudio se arrepintió de esta deci sión y pensó en revocarla, pero no pudo hacerlo porque
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falleció en el año 54 tras ingerir unas setas venenosas. Todas las fuentes antiguas coinciden en que Agripina estuvo detrás de su muerte, si bien los autores modernos lo ponen en duda, dado que era una acusación habitual en la época.
El naufragio de Agripina. En el
cuadro, Agripina en el mar a bordo de un barco saboteado por orden de su hijo, Nerón, que pretendía así deshacerse de ella.
Popea, otra mujer cuestionada
Sea como fuere, Agripina se encontró con un hijo aún más desagradecido que Tiberio: en el año 59, después de varios intentos, Nerón consiguió por fin deshacerse de su madre. Las raMuerte de una reina. Cuando Claudio supo de la bigamia de zones del asesinato son confuMesalina, ordenó que ella se suici dara. Pero al no cumplir ella misma sas, pero entre ellas siempre se el mandato, fue decapitada por un centurión (en el cuadro). mencionan las constantes críticas de Agripina a la conducta de Nerón y los caprichos de su vida amorosa. Tácito, Tácito, cómo no, sitúa a una nueva mujer en el centro de la trama. Según su versión, fue la bella Popea, una de las jóvenes más hermosas de su tiempo, quien convenció al emperador para que se librara primero de su madre y luego de su esposa, Octavia, a quienes veía como los principales impedimentos para cumplir su deseo de convertirse en emperatriz. muyinteresante.com.mx
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Emperador por sorpresa. En este cuadro
de Alma-Tadema (1836-1912) se representa el momento en que Claudio, descubierto tras unas cortinas, es aclamado emperador por la guardia pretoriana que ha acabado con Calígula.
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Claudio y Nerón
el ocaso de una estirpe Tras el magnicidio de Calígula, su tío Claudio fue elegido inesperadamente emperador. Este miembro marginado de la familia imperial, entregado al estudio, se convirtió en el hombre más poderoso de Roma. Trece años después, el tirano y excéntrico Nerón sucedió a su tío abuelo, lo que significó el inicio de la decadencia de Roma. Por Roberto Piorno
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as turbulencias de la tardorrepública en el proceso de transmisión de poder habían quedado postergadas durante el Principado Principa do de Augusto y Tiberio. La muerte de César y los estragos de las guerras civiles habían dado paso a un periodo de aparente estabilidad institucional vertebrada alrededor de la obra de Augusto y el esbozo de un principio dinástico que consolidaba consolidaba el poder en manos de los Julio-Claudios. Pero la púrpura, una vez más, volvió a teñirse de rojo en el año 41 cuando los excesos de Calígula y las continuas afrentas a los miembros de la clase senatorial vertebraron una conjura a gran escala en la que estaban implicados senadores, sena dores, miembros del ororden ecuestre, pretorianos y algunos de los colaboradores más íntimos del emperador. Calígula fue asesinado pero, pese a las trágicas circunstancias de la muerte del princeps y el vacío de poder resultante, el espectro de una hipotética restauración del viejo orden republicano no estuvo nunca sobre la mesa. Nadie discutía, ni siquiera el Senado, que un Julio-Claudio habría de heredar el cetro del desmesurado Calígula.
Los pretorianos, piezas clave No fue, sin embargo, como habría sido preceptivo, el Senado el que designó al sucesor del ma logrado monarca. Simplemente, no hubo tiempo para hacer demasiadas cábalas, porque la guardia pretoriana maniobró con rapidez tomando la iniciativa e inaugurando así un largo periodo de más de cuatro siglos en donde el prefect o del pretorio y sus hombres habrían de convertirse en una pieza central del t ablero político, deponiendo y acla mando emperadores a su antojo. Lo que ocurr ió después es algo que ni el más certero de los augures habrí a podido pronosticar unos años antes. De los dos hijos de Druso el Mayor era el carismático Germánico, el padre de Calígula, Calígula, un m ilitar de historial rut ilante, quien estaba destinado a vestir la púrpura. Su hermano Claudio era una presencia invisible dentro de la familia i mperial. Dedicado al estudio y la erudición, recluido entre
Claudio
El emperador culto y burócrata que fue Claudio (en el busto) promovió el nacimie nto de una pujante
nueva nobleza en la sociedad romana. Su llegada al gobierno del Imperio fue ine sperada para todos; sorprendió incluso a los miembros de la familia imperial, pues su carácter enfermizo y algunas deficiencias físicas hacían suponer que nunca podría ocupar tan alto cargo.
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los muros de palacio, decir que era impopular sería adjudicarle una visibil idad que en verdad no tenía. Cojo, físicamente poco agraciado, tartamudo...: eran tantos sus defectos que nadie le habría considerado nunca apto para el gobierno. Y gracias, probablemente, probablemente, a su aparente insigni ficancia, se libró li bró de las purgas de Tiber io. Pero el 24 de enero del año 41 los pretorianos opt aron por el más improbable de los candidatos: Claudio, que tenía 52 años cuando se convir tió en el hombre más poderoso de Roma, fue el elegido para reemplazar al depuesto y asesinado Calígula.
Ambicioso reformista Claudio tenía todas las papeletas para convertirse en un emperador títere, o cuando menos en un gobernante maleable y fácilmente manipulable; al menos, eso era lo que esperaba el Senado. Se equivocaron: Claudio dotó de mayor poder real y simbólico a la figura del princeps princep s, como cabeza visible del ejército y la administración, ganándose desde muy pronto la hostilidad de la vieja y decepcionada aristocracia senatorial. Quien esperaba un principado de transición pronto se percató de su error. Claudio fue un ambicioso reformista que dejó su impronta en la práctica totalidad de los ámbitos del gobierno. Suyo fue el impulso de crea r una administración estatal, altamente especializada, que centralizaba por primera vez competencias que hasta entonces habían recaído en el Senado. Hizo lo propio con las finanzas decretando la creación de un Fiscus Caesaris, la primera tesorería imperial, y estrechando a la vez la vigilancia sobre el Aerar ium Satur Sa turni ni, cuya administración dependía directamente del Senado: una nueva injerencia en los “intocables” asuntos de la casta política de Roma. La consecuencia de todo este proceso fue la sensible multiplicación del número de burócratas imperiales, la mayoría de ellos procedente del orden ecuestre ( procuratores procu ratores ), lo que a la postre dio lugar a la gestación de una nobleza de nuevo cuño, que pronto haría sombra a la aristocraci a senatorial, convir tiéndose en actor principal principa l en la vida polít ica romana de los siglos sucesivos.
Nerón
El último prince princeps ps de la familia Julio-Claudia fue Nerón, quien, a pesar de haber reinado sólo
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14 años, años, dejó un terrible halo de ruina tras él . Recordado por sus excentricidades , hasta el Senado –si empre complaciente con los caprichos imperiale s– declaró a Nerón enemigo público e incluso sus guardias se vol vieron en su contra. Sin ningún lugar adonde ir y temiendo por su vida, Nerón se suicidó. Fue el primer emperador romano en hacerlo.
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ROMA, DE JULIO CÉSAR A NERÓN Obra de Manuel Domínquez Sánchez
La conjura de Pisón
(1840-1906): la muerte de Séneca, forzado (1840-1906): a suicidarse por Nerón, quien había sido su discípulo, cortándose las venas.
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espués del incendio del año 64, los delirios urbanísticos de Nerón (incluida la construcción de su Domus Aurea ) llevaron al Estado al borde de la ruina. El emperador recurrió a las confiscaciones de propiedades de senadores para paliar el desastre, y ello colmó la paciencia de muchos de ellos. Liderados por Cayo Calpurnio Pisón, que estaba llamado a sentarse en el trono una vez que triunfara el complot, los descontentos –senadores, equites, militares e incluso miembros de la familia imperial– planearon minuciosamente el magnicidio: Nerón sería asesinado a
puñaladas en el Circo Máximo mientras asistía a los Juegos de Ceres, en el año 65. Pero un liberto de uno de los conjurados, Flavio Escevino, reveló la conspi-
ración, desencadenando una represión sin precedentes. Nerón aprovechó para ejecutar a Séneca, que probablemente nada tuvo que ver con la conjura.
Agripina Agr ipina decidió acelerar los tiempos y envenenó a Claudio para acercar a Nerón al Pri P rincipa ncipado. do. Todas estas políticas desataron, como no podía ser de otro modo, las iras de la clase senatorial. Y Claudio reaccionó con mano dura poniendo en marcha numerosos procesos para purgar a los elementos más díscolos de la instit ución y decretando la ejecución de un total de 35 senadores, por lo que no es de extra ñar, habida cuenta de la gran cantidad de cronistas adscritos al Senado, que la imagen del tercer emperador de Roma para la posteridad tenga un sesgo tan poco favorable y tan abiertamente hostil a sus años de gobierno.
Innovación urbanística.
En la foto, el acueducto de Aqua Claudia (Roma), cuyas obras fueron iniciadas por Calígula en el año 38 y serían culminadas por Claudio en el 52.
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Fue mucho más que un emperador burócrata y su política exterior fue tanto o más ambiciosa, mediante la creación de seis nuevas provincias en regiones especialmente conflictivas: Mauretania Ting itana y Mauretania Cesariensis (en el norte de África), Judea, Tracia, Licia y Britania, cuya conquista completó un ambicioso lavado de cara en el mapa provincial. Las operaciones de la g uerra de Britania fueron supervisadas en el frente por el propio emperador y se saldaron con la romanización de la mitad sur de la isla, completándose así el proyecto de expansión que Julio César no t uvo tiempo de ejecutar. En Obras públicas y política exterior paralelo, consolidó el proceso de romanización Claudio cuidó además en extremo la proyección de las provincias mediante la fundación de nude su imagen de cara a la opinión pública, ganán- merosas ciudades y la extensión del derecho de dose las simpatías de la plebe con un ambicioso ciudadanía a los veteranos de los cuerpos auprograma de obras públicas y con políticas des- xiliares xili ares de las legiones (formados íntegramente tinadas a garantizar el abastecimiento de trigo por provinciales), quienes, mediante su asenentre las clases más necesitadas. tamiento en enclaves coloniales clave una vez
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Nerón apostó por una estética greco-oriental greco- oriental que era un ataque ataque frontal a la cultura y el modo de vida tradicional de los romanos. retirados del servicio activo, se convirtieron en uno de los principales vectores de expansión de la romanización. Lo cierto es que Claudio encontró encontró uno de sus más aguerridos enemigos en el seno de su propia familia: sus sucesivas esposas ejercieron una influencia decisiva en el ámbito de la política. Mesalina fue responsable de la ejecución de numerosos miembros de la clase senatorial y del orden ecuestre, hasta que sus continuas intrigas, a la par que sus escandalosas infidelidades, obligaron al princeps prin ceps a quitársela de en medio decretando su condena a muerte. Más éxito tuvo su siguiente esposa, Agripina la Menor, cuya cuya ambición política sin límites se proyectó hacia su hijo Nerón. Desde que se convirtió en emperatriz, su única obsesión fue garantizar que la sucesión recayera sobre aquél, para lo cual logró que el emperador nombrara a Nerón tutor de Británico, fruto de su matrimonio con Mesal ina y, a priori, legítimo heredero al trono.
Proclamación de un nuevo emperador
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Finalmente, y tras la eliminación de numerosos rivales políticos, Agripina decidió acelerar los tiempos y envenenó a Claudio para lograr la proclamación de Nerón como nuevo emperador pasando por encima de Británico, a quien no dudó en asesinar unos meses después. Corría el 13 de oct ubre del año 54 cuando, nuevamente, los pretorianos decid ieron que el hijo de Agripina era el candidato más “calificado” para el puesto. Los 15,000 sestercios destinados a cada uno de los miembros de la guardia, sin duda, fueron un i nestimable empujón a la hora de tomar la decisión. El Senado, una vez más, no tuvo más alternativa que ratificar el nombramiento, a pesar de que el nuevo prince ps no había cumplido aún los 18 años. Agr ipina se aseguró de que su hijo recibiera la mejor de las educaciones del prefecto del pretorio Afranio Burro y, muy especialmente, del f ilósofo Séneca. Influido aún por las enseñanzas de sus dos maestros, Nerón dio inicio al llamado Quinquennium aureum, un lustro marcado por un gobierno eficaz y competente, escrupulosamente fiel a la tradición y comprometido en la protección de los atávicos privi legios de los miembros de la clase senatorial. Poco a poco, Nerón se “independizó” de su madre, que fue perdiendo
poder paulatinamente hasta desaparecer casi por completo del vértice de las decisiones políticas. Pero la inf luencia de Séneca y Burro acabó convirtiéndose en un a rma de doble filo, pues exacerbó sus tendencias absolutistas en la e speranza de los dos mentores de poder manejar a su antojo a un princeps prince ps que acumulaba en torno a sí cada vez más y más poder.
La música de fondo. Nerón, desde
la cúspide de la torre de Mecenas, contempla el Gran Incendio de Roma, mientras canta La destrucción de Tro ya. Así se le representa
en una ilustración de Scarpelli de 1934.
Giro radical hacia el despotismo La errática política fiscal del emperador en este primer periodo de su reinado terminó por consolidar el divorcio entre Nerón y la clase senatorial. Paralelamente, Séneca y Burro iban perdiendo influencia en las decisiones del emperador, emperador, que se apoyaba en nuevos consejeros: muy especialmente en su amante, Popea Sabina, decisiva decisiva a la hora de empujar al princeps a desembarazarse, de una vez por todas, de su madre asesinándola, en la peor tradición de intrigas familiares de la dinastía. Con sus dos mentores y consejeros cada vez más limitados en su capacidad de influencia muyinteresante.com.mx
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ROMA, DE JULIO CÉSAR A NERÓN
sobre el joven y ambici oso emperador, Nerón dio finalmente un giro radical hacia el despotismo más exacerbado, dispuesto a dejar su huella en la historia transformando por completo los fundamentos políticos y sociales del régimen.
Ataque frontal a la cultura
En honor de la nueva provincia romana. Claudio se
lanzó a la conquista de Britania (en este relieve se le representa matando a una joven britana) y, entusiasmado por sus triunfos en aquellas islas, le dio el nombre de Británico a su hijo.
Exhibición sangrienta. Este cuadro de Henryk
Siemiradzki, de 1897, 1897, muestra una escena en el anfiteatro romano en la cual el emperador Nerón y miembros de su corte observan el cadáver de una joven, tras terminar un espectáculo.
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Nacía así el “neronismo”, un intento por transformar el Principado en una suerte de monarquía teocrática de corte helenístico que socavaba desde la raíz los cimientos mismos de la por entonces ficticia República romana, para indignación de los perplejos e impotentes senadores. Nerón apostó por una monarquía no sólo de sustancia, sino también de extravagante estética greco-oriental que era en sí misma un ataque frontal a la cult ura y el modo de vida tradicional de los romanos. Fue lo sufic ientemente hábil como para conquistar el favor de la plebe y de amplios sectores del orden ecuest re, lo que dejaba a los senadores solos en su oposición a las megalómanas políticas del emperador. Con la inestimable colaboración de su nuevo prefecto del pretorio, el siniest ro Ofonio Tigelino, Nerón reactivó las purgas contra el Senado celebrando procesos de lesa majestad, una de cuyas vícti mas más ilustres fue Octavia, la propia esposa del emperador, cuyo asesinato fue aprovechado por la intrigante Popea para ocupar la “vacante” de emperatri emperatri z.
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El año de los cuatro emperadores
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oventa y ocho años después del fin de la guerra que vio alzarse a Octavio con el control de Roma, la Ciudad Eterna volvía a sufrir los estragos del vacío de poder y de una sangrienta contienda. Todo empezó con la fallida rebelión en la Galia de Cayo Julio Vindex en abril del año 68. Su principal aliado, Galba, gobernador de Hispania Citerior, marchó sobre Roma con sus legiones para reclamar la púrpura. La revuelta de Vindex fue sofocada por las legiones del Rin, aún leales a Nerón, que ya se preparaba para huir de Roma. Galba entró en la capital y fue proclamado emperador por el Senado. Pero no tardó en granjearse numerosos enemigos, incluso en las filas del ejército al negarse a pagar las recompensas prometidas. El descon-
Un creciente desastre
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Nerón hizo gala de su proverbial populismo con un amplio plan de obras públicas y espectáculos. El celebérrimo incendio del verano del año 64, cuyas causas aún desconocemos, fue, de hecho, la excusa perfecta que necesitaba el emperador para reconstruir Roma y convertirla en la ciudad grandiosa con la cual soñaba. El prin ceps , entre tanto, no mostraba interés alguno por lo que se cocía en las provincias y su política exterior fue casi inexistente. A consecuencia de ello, la falta de control y de jadez en la l a administrac adm inistración ión propició el estallido estall ido de una grave revuelta en Britania en los años 60 y 61 liderada por Boudica, reina de los icenos, y finalmente sofocada por Suetonio Paulino. Pauli no. Tanto o más preocupante y gravosa para las arcas del Estado fue el estallido de otra rebelión en Judea, donde se estaba gestando uno de los focos de resistencia al Imperio que más quebraderos de cabeza iba a proporcionar a Roma en los tiempos venideros. Nerón confió la pacificación de la provincia a un veterano general de nombre Tito Flavio Vespasiano, futuro emperador de Roma y primer eslabón de la dinastía Flavia, que habría de poner fin a la era de los Julio-Claudios. Mientras, en Roma, la situación de las finanzas, consecuencia de la costosísima y megalomaníaca reconstrucción de la ciudad tras el incendio, disparaba el número de opositores y ciudadanos descontentos. Nerón trató de desviar la atención señalando como culpables a los cristianos, quienes fueron perseguidos, quemados y sacrificados en los juegos del circo, devorados públicamente por las fieras. Pero la crisis era cada vez más y más profunda: el monarca procedió a devaluar el denario (moneda romana), disparando la inflación, y se vio obligado a subir impuestos y a multiplicar los procesos de lesa majestad para “hacer caja” expropiando a los más ricos.
tento de las legiones del Rin desencadenó finalmente una guerra civil. Aulo Vitelio, gobernador de Germania, fue proclamado emperador por sus tropas. Mientras, Marco Salvio Otón perpetraba en Roma un golpe de Estado convenciendo a los pretorianos para eliminar a Galba. Durante este tormentoso periodo, Galba, Vitelio y Otón fueron efímeros emperadores hasta que finalmente Vespasiano Vespasiano (a la derecha, su busto), proclamado como tal por sus huestes en Judea, logró poner orden orden en el caos fundanfundando una nueva dinastía: la Flavia.
Ante una crisis cr isis cada vez más más profunda, Nerón procedió a devaluar el denario, denar io, disparando la inflación in flación,, y tuvo que subir los impuestos. En el año 65, el malestar creciente cuajó en una conjura liderada por Cayo Calpurnio Pisón, que intentaba asesinar al emperador y acabar de una vez por todas con la espiral de decadencia. Pero la conspiración fue descubierta y la represión fue salvaje [ver recuadro]. Nerón aprovechó la ocasión para erradicar de una vez por todas a los superviv ientes de la nobleza de alcurnia, emparentada con las más viejas y reputadas familias republicanas. Una nueva conjura en el seno del ejército pocos meses después privó al pri nceps nce ps del último gran pilar en el cual apoyarse: las legiones. Se había quedado definitivamente solo. Fina lmente, su tumba política se esculpió en las provincias a las que tanto había denost ado.
Caos en el Imperio Así, el hartazgo de los ejércitos provinciales cristacrista lizó en la rebelión de la Galia, donde el legado Cayo Julio Vindex –con –con el apoyo apoyo de Servio Sulpicio Galba, gobernador de la Hispania Citerior, Ci terior, y del legado de Lusitania, Salvio Otón– encabezó una revuelta contra la que el emperador ya no tenía capacidad de respuesta [ver recuadro]. Mientras, en Roma, Nerón se vio privado de su último pilar: la guardia pretoriana, quedando completamente aislado y, en la práctica, sin recursos para hacer valer su autoridad. Así las cosas, tras ser declarado enemigo público por el Senado, huyó de la Ciudad Eterna y, en su desesperación, se quitó la vida el 9 de junio del año 68. Tiempos Tiempos oscuros estaban por cernirse sobre un Imperio sumido en el caos. muyinteresante.com.mx
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ROMA, DE JULIO CÉSAR A NERÓN
¿Y si... Roma hubiera ganado en el bosque de Teutoburgo?
En toda Germania Germania ya se habla latín atín
La humillante derrota romana en las selvas montañosas de Teutoburgo supuso el fin del primer gran sueño de una Europa unida. Todo habría sido muy distinto si Varo no hubiera caído en la trampa germana. Por José Pardina
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n septiembre del año 9, Publio Quintilio Varo, gobernador de la provincia romana de Germania inferior, al mando de tres legiones, se enfrenta al caudillo germano Arminio en el bosque de Teutoburgo (Baja Sajonia). La batalla se salda con una catastrófica derrota para los romanos: 15,000 muertos, las legiones XVII, XVIII y XIX borradas de la historia y sus oficiales torturados y sacrificados; el propio Varo Varo se suicida, y su cabeza es enviada a Roma. Tras el desastre, el limes romano retrocede hasta el Rin y se abandona para siempre la efímera provincia de Germania Magna. La masacre supone un duro golpe para el prestigio militar del Imperio.
¿Y si Arminio hubiera perdido? ¿Qué habría pasado si Varo, nieto político de Augusto, no hubiera caído en la emboscada del astuto querusco querusc o Arminio, si la lucha se hubiera desarrollado en campo abierto –las legiones allí eran invencibles– y los germanos hubieran sido aplastados? Pues que Roma habría continuado su expansión hacia el este –hacia el Elba y más allá, hasta la península de Jutlandia, hoy Dinamarca– en busca de hierro, cobre, sal y, sobre todo, tierra abundante y fértil para alimentar al Imperio. La conquista
de Germania Magna, con sus cinco millones de habitantes, habría hecho a Roma tan poderosa que la historia de Europa hubiera sido completamente distinta. Augusto tenía el proyecto visionario de “romanizar Germania”. El escritor italiano Valerio Valerio Massimo Manfredi, arqueólogo y autor de la ficción histórica Teutoburgo, cree que, si lo hubiera conseguido, “Europa estaría unida hace mucho, quizá no habría habido invasiones bárbaras y tal vez no hubieran existido un Felipe II, un Napoléon, un Hitler”.
Mito romántico nacionalista Una cosa es segura. En el contexto del agresivo ultranacionalismo alemán de la segunda mitad del siglo XIX, sus románticos propagandistas convirtieron a Arminio y Varo en símbolos de la eterna oposición entre los ‘nobles y salvajes’ arios y sus decadentes enemigos latinos, evocando la rivalidad entre Alemania y Francia afirmada tras la guerra franco-prusiana de 1870. En 1875, se levantó en Grotenburg una estatua de Arminio de 17 metros cuya espada apunta a Francia. Se la conoce como Hermann (Armin, Arminio) e indica la dirección del enemigo eterno de Germania. Si los germanos hubieran perdido en Teutoburgo, quizás nos habríamos ahorrado dos guerras mundiales espantosas y en toda Europa se habría hablado latín.
Cronología Siglo I Las legiones de Augusto y Tiberio cruzan el Elba, llegan a la península de Jutlandia y consolidan la provincia de Germania Magna, frente al mar del Norte. En 98, Tácito ya menciona más de 40 pueblos germánicos (celtas) diferentes: hermiones, istvaeones, ingvaeones, vándalos, bastarnos... 94
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Siglos II y III Pastores y agricultores seminómadas hasta la llegada de los romanos, los germanos se con vierten en la mano de obra militar especializada del Imperio. Grandes guerreros, a las órdenes de Trajano y Adriano, se expanden expanden hasta el Vístula, en la Europa Oriental.
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Desastre total. Invencibles en campo
abierto, las legiones de Publio Quintilio Varo cayeron en la trampa que les tendió el caudillo querusco Arminio en el bosque de Teutoburgo. Balance: 15,000 muertos.
Siglos IV y V
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Las legiones romano-germánicas romano-germánicas frenan a los hunos, procedentes de Asia Central. En 451, Teodosio II vence a Atila a las puertas de Constantinopla. Del Atlántico a los Urales, la pax romana romana se extiende por una Europa en la que se habla latín.
Año 711 Las provincias de Hispania (Baetica, Tarraconensis, Tarraconensis, Carthaginensis, Gallaecia, Balearica y Lusitania) resisten la invasión musulmana. La provincia Mauritania Tingitana cae en poder del Islam. Comienza la Guerra de los Ochocientos Años. muyinteresante.com.mx
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ROMA, DE JULIO CÉSAR A NERÓN
“Vercingétorix arroja sus armas a los pies de Julio César” (1899). Lionel-Noël Royer (1852-1 (1852-1926). 926).
Días clave
Victoria
decisiva
“Julio César pone sitio a Alesia, 52 a. C.” Grabado de la enciclopedia Francia a través de los siglos, Vol. 1 (1882-1884).
ulio César escribió: “La Galia está dividida en tres partes: una que habitan los belgas, otra los aquitanos, la tercera los que en su lengua se llama n celtas y en la nuestra galos”. Aquel territorio, que hoy conocemos como Francia, era el paso obligado para a lcanzar Hispania (la península Ibérica), región que César ya había convertido en parte del Imperio romano. El general se puso entonces como objetivo conquistar la Galia , enfrentando la férrea resistencia de las tribus que la habitaban. La empresa no fue nada fácil: tuv ieron que pasar siete años de combates. Pero no sólo eran las riquezas de la comarca (para pagar sus deudas) y el valor estratégico de la misma (los pueblos bárbaros eran una constante amenaza) lo que estaba en juego, sino también la reputación del general y sus legiones: la victoria le dar ía un enorme empuje político para sobresali r en el triunv irato que había conformado junto con Pompeyo y Craso. En el clímax del conf licto, el líder guerrero galo Vercingétorix fue nombrado rey por la tribu de los arverni, convir-
tiéndose en el caudillo de facto de todos los habitantes de la vasta región para enfrentar a la maquinaria de g uerra romana. Aunque obtuvo algunas v ictorias, nada pudo hacer contra el ingenio de Julio Cé sar durante el asedio de 40 d ías en la ciudad fortificada de Alesia. La Galia se convertiría desde entonces en provincia romana. El pintor fra ncés Lionel-Noël Royer (1852-1926) (1852-1926) imaginó el episodio de la rendición ocurrida en octubre del año 52 a. C., en una pintura titulada precisamente Vercingétorix arroja sus armas a los pies de Julio César (1899). El líder galo fue hecho prisionero y enviado a Roma encadenado. Cinco años más tarde sería ejecutado y olvidado, hasta que en el siglo XIX se recuperó su memoria convir tiéndose en uno de los héroes folclóricos de Francia. La victoria de Julio Césa r en las Galias expandió las f ronteronteras del Imperio, le otorgó experiencia militar a sus legiones y le dio la confianza suficiente para marchar hacia Roma; tras la huida de Pompeyo hacia Eg ipto (Craso había sido muerto por los partos) reclamó para sí el poder absoluto de Roma.
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Por Gerardo Sifuentes
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, SII G U E N O S S
y f o r m a p a r t e dee n u e s t r a d coo m u n i d a d c ,