Nick Land y el Aceleracionismo
Ray Brassier
Voy a estar hablando acerca del trabajo de Land. Voy a hablar acerca de él filosóficamente, y explicar la razón, porque creo que es una clave para entender cuáles pueden ser sus ramificaciones políticas. Si quieres entender si una política de aceleracionismo es posible o factible, necesitas confrontar las inteligibilidad conceptual interna del programa aceleracionista. Muchos de nosotros aquí hemos aquí hemos sido influenciados por el trabajo de Land de un modo u otro. Una vez tuve una conversación con él, que consistió en un desacuerdo por medio de la cual el insistía que yo seguía trasladando lo que él considera que son asuntos pragmáticos, asuntos de lo que él llama “práctica maquínica”, en asuntos conceptuales. El me acusó de conservadurismo filosófico, por insistir en trasladar lo que él considera lo pragmático a lo teorético. Pero quiero insistir en que esto es necesario, porque este “practicismo maquínico” en que Land insistió nos lleva a un tipo de impotencia práctica. Entonces quiero insistir que es necesario confrontar asuntos conceptuales fundamentales antes de que puedas entender realmente que es eso que estás haciendo. Y en ese aspecto, no compro toda esa retórica acerca de la necesidad de desechar la representación. Creo que si tratas de ir mas allá de la representación conceptual, terminas engendrando contradicciones performativas, no solo teoréticas. Contradicciones al nivel de los conceptos que se manifiestan como una incapacidad al nivel de la práctica. Esa es la razón por la que voy a operar de este modo, y voy a hacerlo esquematizando el trabajo o la agenda de Nick en términos de tres contrastes explícitamente dialécticos. Donde un pragmatismo maquínico insiste en la necesidad de resistir y obviar cualquier tipo de antagonismo dialéctico u oposición, creo que es necesario hacer eso para ser capaz de identificar sus fortalezas y debilidades. Los tres puntos en los que deseo enfocarme, o las tres díadas, son: crítica y materialismo, teleología y escatología, y practicismo y voluntarismo. Robin Mackay y yo estamos editando un volumen de los escritos de Land, llamado Fanged Noumena. Estos textos son bastante extraordinarios. Como Mark dijo, no importa cuánto detestes su ánimo retorico, simplemente no es suficiente ignorarlos como un tipo indulgente de pueril híper‐Nietzscheanismo. Es mucho más sofisticado que eso, incluso si pienso que esta obstaculizada por incoherencias, y de cualquier manera, estos son textos extraordinarios. Proveen un satisfactorio contraste con la estupidez flácida del vitalismo Bergsoniano contemporáneo. El filósofo francés Vincent Descombes una vez describió Anti‐Edipo de Deleuze & Guattari y Economía Libidinal de Lyotard como manifestaciones de lo que él llamó “Hegelianismo oscuro y demente”. Un intento de encontrar la prosecución de un tipo de materialismo Marxista que de alguna forma seria anti‐Hegeliano. En el mismo aspecto, el trabajo de Land es un “Deleuzianismo
oscuro y demente”, un intento de voltear el ímpetu vitalista de Deleuze, la elán afirmacionista que anima el corpus Deleuzoguattariano en algo ostensiblemente mucho más desagradable, pero también mucho más liberador conceptualmente. Lo que es realmente interesante en estos textos es el modo en que hay una extraordinaria re‐ elaboración de la negatividad, un tipo de negatividad no‐conceptual, y estos textos están llenos con este tipo de furia sublimada, y eso es lo que los hace realmente poderosos. Porque quiero mostrar que es posible rehabilitar los poderes de lo negativo contra lo que Ben Noys ha llamado el “consenso afirmacionista” en la teoría contemporánea, este es un momento en el trabajo de Land en el que estoy intensamente interesado, aunque trataré de explicar porque pienso que no tiene éxito en extraer lo negativo de, y de prevenir de que sea subordinado a, un tipo de afirmacionismo. Primero que todo, Land está operando bajo el aegis del trabajo de Deleuze y Guattari. El propone radicalizar la crítica, de convertir el condicionamiento ideal de la representación de la materia al condicionamiento material de la representación ideal. En el aparato Landiano, la materialidad es construida solamente como la producción de producción. El materialismo trascendental en su versión Landiana se vuelve una materialización de la crítica. La crítica de la crítica Kantiana de la metafísica, de la cual hay muchas versiones, suplementada en varias configuraciones de la filosofía continental del siglo XX, es convertida en una metafísica materialista de la crítica, colapsando la jerarquía de lo trascendental y lo empírico. El primer movimiento, el movimiento realmente interesante, y de hecho, la clave para entender el concepto Deleuzoguattariano de la desestratificación en el Landianismo, es que lo primero que necesita ser desestratificado es la diferencia empírica/trascendental. Esto es a ser considerada la condición permisiva para la filosofía crítica. Pero ya no es una sublimación Hegeliana o dialéctica de esta diferencia. Es no‐dialéctica. Es una reducción de la diferencia a la materia, porque Land afirma que el pensar es una función de la materialidad, y el pensamiento representacional, eso es decir, la categorización conceptual e incluso, sobre esta explicación, la lógica de la dialéctica en sí, es simplemente una versión circunscrita o despotenciada de una potencia funcional generada por la materia en sí. La afirmación es que la materia es sintética y productiva. La materia es el proceso primario, y todo lo que se desenvuelve en el nivel de la representación conceptual es meramente secundario y derivativo. La síntesis es primaria y productiva, y toda síntesis es la unión de términos heterogéneos. Lo que Land se propuso obtener de Kant era el énfasis sobre la eficacia trascendental de la síntesis, la primacía de la síntesis trascendental, pero ya no como la síntesis de los elementos empíricos, objetos de experiencia anclados en un sujeto constituido. Es una potencia auto‐ sintetizante que lo que llamo materialidad intensiva. Esto se convierte en el término clave. Es una explicación brillante de la operación lógica que Deleuze y Guattari llevan a cabo vis‐a‐vis al Kantianismo en Anti‐Edipo. La materia es nada excepto producción maquínica, auto‐ diferenciación, y la binaria fundamental que organiza esta metafísica materialista es que entre la
materialidad intensiva, que el identifica con el cuerpo sin órganos, y la muerte, este momento de indiferencia absoluta como la diferencia absoluta. Land es bastante explicito acerca de la conexión a una cierta versión de Schellingianismo aquí. El explícitamente conecta Deleuze y Guattari a Schelling. La binaria entre lo que llama cero intensivo como materia en sí y cada tipo de binaria conceptual entre conceptos y objetos, o representar y representado: la declaración es que nivelando este dualismo fundamental, el dualismo de la forma trascendental y el contenido empírico, obtienes este monismo materialista donde explicas como la materia en si genera su propia representación. Genera su propia representación, y por esta explicación, la representación en si es relegada al estatus de una ilusión trascendental. Es un aprisionamiento de los procesos primarios; esta en el nivel de los procesos meramente secundarios. Pero esta crítica materialista de la crítica trascendental, sostengo, reproduce el problema crítico de la conexión entre pensamiento y realidad. ¿Por qué? Porque el problema se vuelve: ¿Cómo puedes simplemente rodear la representación, y hablar de la materia en si como proceso primario, acerca de la realidad en sí? Este proceso, el cual obviamente es el problema que subyace la crítica Kantiana en primer lugar. Pero el problema es particularmente agudo, y esto es donde la eliminación Landiana del componente Bergsoniano en el pensamiento de Deleuze se vuelve extraño, y genera una dificultad para él. ¿Por qué? En muchos modos, puedes alinear la crítica Deleuziana de la representación con la crítica Bergsoniana de la representación. Mucho de lo que Deleuze dice que es problemático acerca de las categorías de la representación, acerca de la representación como el marco mediador que segmenta y parcela el mundo, el flujo de duración, en objetos discretamente individuados… la tesis es que tú tienes una capa sub‐representacional de experiencia que es posible acceder a través de la intuición. La crítica Bergsoniana de la metafísica y la destitución de la representación intuye las diferencias reales en el ser, puedes intuir la naturaleza real de la materia, el tiempo; la duración en el registro Bergsoniano. Hay un problema aquí para el Landianismo, porque él no puede hacer esto. Él ha suplantado la representación, pero él quiere suplantar este tipo de fenomenología vitalista Bergsoniana por un tanatropismo inconsciente. El punto es: ¿Cómo accedes al inconsciente maquínico? No es dado simplemente. Land insiste en esto una y otra vez, nunca nada es dado, todo es producido. El problema es que la liquidación materialista de Land de la representación, porque no quiere reafirmar, supuestamente, la primacía de la experiencia sub‐representacional, que Bergson y la fenomenología hacen en varios modos… él tiene que explicar de qué es lo que está hablando. Él está haciendo un tipo de metafísica materialista, y hay un asunto acerca de qué tipo de tracción este aparato conceptual extraordinariamente sofisticado puede ganar sobre el proceso de producción primaria, lo real como diferencia intensiva, la materia en si, como sea que quieras llamarlo. Esta es una dificultad filosófica inicial, la cual interesantemente el mismo Land en una conversación trato de rechazar diciendo “bueno, tienes que entender que el pensamiento en si ya
no se trata sobre la congruencia entre conceptos y objetos, ideas y cosas, pero es en sí un proceso productivo”. La discusión del mapeo maquínico versus el calco representacional en la meseta inicial de Mil Mesetas, Deleuze y Guattari afirman que el esquizoanálisis, o rizomática, como sea que quieras llamarlo, es en sí mismo una práctica, un hacer. Hay una retroalimentación positiva entre eso sobre lo que estás pensando y tu pensamiento. De forma que tu práctica conceptual ya no son estructuras inteligiblemente calcables de una realidad pre‐existente prefabricada, realmente está trazando movimientos y tendencias en procesos materiales. Se vuelve auto‐ legitimante en ese sentido. La pregunta se vuelve entonces una de intensificación. Ya no es una pregunta epistemológica de la legitimidad o la validez de tu pensamiento vis‐a‐vis una supuesta realidad independiente, es simplemente una cuestión de cómo tu practica esquizoanálitica acentúa o intensifica la producción primaria, o en lo contrario, la retrasa o la inhibe. La verdad o la falsedad se vuelven subordinadas a la díada intensificatoria/desintensificatoria. Este es el tropo conceptual que se vuelve traducido a un registro político. En el nivel de eso que estás haciendo como un materialista maquínico, intensificando la producción primaria; todas tus prácticas se vuelven gobernadas por el imperativo a intensificar y acelerar. A demoler sin piedad cualquier obstáculo que amenace a retrasar o inhibir esto. Creo que hay un problema aquí, y el problema es este: el concepto de intensidad se vuelve fatalmente equívoco en este registro. Hay una equivocación entre la charla Kantiana de intensidades en el nivel de las apariencias, y la charla Bergsoniana de diferencias intensivas como diferencias cualitativas de experiencia de la duración. Cuando Bergson está hablando de intensidad, él se refiere a una diferencia en cualidad que nunca puede ser mapeada en una magnitud o extensidad. Pero esta experiencia de la intensidad tiene un correlato fenomenológico. Por lo tanto, el vitalismo es por eso todo sobre tener experiencias intensas. Pero el Landianismo no puede beneficiarse a sí mismo de este registro de intensificación, porque él no está interesado en la subjetividad fenomenológica y él no está interesado en las experiencias en la medida en que son experiencias de un sujeto en el registro Deleuzoguattariano: un organismo, con una cara y una identidad personal, etc. Todas estas cosas son las que se supone que necesitan desestratificación. La afirmación de que puedes prescindir de la necesidad de cualquier legitimación epistemológica para tu metafísica simplemente diciendo que no se trata de verdad o falsedad, solo se trata de la intensificación del proceso primario, es incoherente, porque la materia en si como producción primaria, o la muerte, no es traducible a cualquier registro de experiencia afectiva o intensidad afectiva. Esta es la razón porque encuentro esta táctica inconvincente, la afirmación de que puedes seguir intensificando e intensificando. El segundo problema surge aquí: un tipo de imperativo a afirmar re‐emerge, porque la afirmación es que, en mapear el proceso de movimientos de desterritorialización y reterritorialización parcial, estas mapeando la actividad en sí, porque esta anidada en los estratos, ocupa una posición inmanente vis‐a‐vis estos procesos materiales; ya no tienes la exterioridad trascendente entre teoría y mundo. La teoría en si está implicada en la realidad que está describiendo. Entonces las cosas se vuelven poco claras.
Hay una sustitución, de una sublimada escatología materialista, para todas las formas de teleología racionalista. ¿Por qué mantener intensificando? Porque siempre hay un excedente de estratificación. Uno no necesitaría desterritorializar y desestratificar a menos que siempre haya un complemento de reterritorialización y restratificación. Solo necesitas desterritorializar porque hay estratos. ¿Por qué hay estratificación en primer lugar? Porque hay un dualismo organizante. La afirmación es que, aunque lo real en si está absolutamente desterritorializado, el grado cero de intensidad absoluta, siempre esta diferenciado y estratificado, sedimentado en varias formas complejas. Una vez que el pensamiento en si se vuelve subordinado al imperativo a intensificar y desestratificar, está claro que debe haber un punto limitrófico de absoluta desterritorialización hacia el cual el proceso de afirmación o aceleración tiende. Si estas acelerando, hay barreras materiales sobre tu capacidad de acelerar, pero también debe haber un límite de velocidad trascendental en algún punto. El límite final no es un límite en absoluto para él, es la muerte, o la esquizofrenia cósmica. Ese es el horizonte final. Land despreocupadamente apoya esta sorprendente tesis de Anti‐Edipo, pero la despoja de todas sus atenuantes, acerca de cómo esto puede generar nuevas formas de existencia creativa, etc. Para él solo es: “al final del proceso hay muerte.” El título de uno de los textos de Nick es llamado “Haciéndolo con la muerte”, un título brillante. Porque la muerte es inherentemente productiva, es el motor, el modo de antiproducción que genera toda producción, la producción de producción. Esto no es simplemente “Mas allá del principio del placer” de Freud, donde la vida misma y las diferencias vitales son desviaciones unilaterales de la muerte intensiva. La afirmación es que tú tienes un momento de convergencia con la intensidad absoluta, o la desterritorialización absoluta. ¿Qué es esto, quien sería el transportador, que vehículo continuaría existiendo para ser el transportador de esta aceleración tanatrópica? No la especie humana, ciertamente. La afirmación es que toda la existencia terrestre es una historia de intensificación, de organización social humana y los desarrollos de la sociedad capitalista avanzada solo son un momento o una fase de este proceso. La continuación o intensificación del proceso exige la eliminación de la humanidad como un substrato para el proceso. La pregunta es entonces, ¿Bajo qué condiciones? Aquí pienso una contradicción fundamental, una incoherencia conceptual emerge: ¿Cómo puedes intensificar cuando ya no que nada para intensificar? Si tu práctica esquizoanalítica es alimentada por la necesidad de siempre intensificar y desterritorializar, viene un punto en que ya no queda agencia: tú has sido disuelto de vuelta al proceso. Una producción secundaria ha sido re‐intregada o retroalimentada a la producción primaria, irónicamente lo que obtienes es una extraña mimesis de la serpiente del conocimiento absoluto, excepto esta vez, es la serpiente de la producción absoluta.
El punto es que los sujetos humanos orgánicamente individuados no pueden posicionarse vis‐a‐vis a este circuito o proceso. Está pasando sin ti de todos modos. No te necesita. El propio concepto de agencia es eliminado. Hay una cita de Land: “Está sucediendo de todas formas y no hay nada que puedas hacer al respecto”. Algo está trabajando a través de ti, no hay nada que puedas hacer al respecto, así que mejor fusiónate. Este es un problema filosófico. Es una retención de esta idea romántica Schopenhaueriana de fusión entre lo personal y lo impersonal, el sujeto individuado y la esquizofrenia cósmica, el proceso primario impersonal. Pero para Schopenhauer aún tiene sentido postular eso. El momento en el cual la voluntad se vuelve contra si misma gobierna toda la filosofía ética y practica de Schopenhauer. Para Land, ya no hay ningún tipo de fulcro para este punto de reversión, la conversión desde el proceso secundario al primario, porque ya no quedan portadores individuados. Esta convergencia no se despliega al nivel de la experiencia. En ese aspecto, la totalidad del vocabulario de intensificación y desintensificación se vuelve redundante. La paradoja simplemente es esta: ¿Bajo qué condiciones puedes desear la imposibilidad del deseo? ¿Cómo puedes afirmar eso que incapacita toda afirmación? Este es el problema conceptual con las interesantes consecuencias prácticas y políticas. Tiene una valencia política, porque pienso que explica la trayectoria política de Nick desde un tipo de radical anarquismo de ultra‐izquierda. Desde un punto donde, en un texto llamado “Kant, el Capital y la prohibición del incesto: una introducción polémica a la configuración de la filosofía y la modernidad”, él dice “el aparato de estado de una sociedad industrial avanzada puede ciertamente no ser derrotada sin un deseo de escalar el ciclo de violencia sin límites”. Interesantemente, en este artículo, son las militantes guerrillas radicales lesbianas feministas quienes son los sujetos revolucionarios. Él se mueve desde este momento, donde él está perfectamente dispuesto a apoyar o afirmar los radicales, donde su crítica de la izquierda Marxista es que no es lo suficiente radical, revolucionaria o critica, y después cinco y seis años después pareciera darse cuenta que ya no queda portador de intensificación revolucionaria. En consecuencia la política debe ser desplazada, debe ser delegada, y todo lo que puedes hacer es apoyar o afirmar los procesos impersonales los cuales al menos albergan la promesa de generar o acomodar la siguiente fase de desterritorialización. ¿Qué significa esto? Significa afirmar el libre mercado, la desregulación, la profanación capitalista de las formas tradicionales de organización social, etc. ¿Por qué? No porque él piensa que está promoviendo la democracia individual y la libertad. Él tiene que instrumentalizar el neoliberalismo en nombre de algo supuestamente mucho más oscuro y más corrosivo potencialmente, pero en el proceso pareciera que terminas… si el enemigo de tu enemigo es tu amigo, llega un punto peligroso donde tu olvidas las condiciones bajo las cuales hiciste esta alianza estratégica, porque ya no puedes ver, ya no puedes identificar mas cual es el objetivo. Terminas promoviendo y acogiendo un tipo de política o ideología liberal, y la pretensión de distancia instrumental, que esta puede ser el ingenio de la razón esquizofrénica, rápidamente se evapora porque ya no es posible disociar la praxis de los objetivos identificables.
En otras palabras, una vez que disocias las tácticas y la estrategia – la famosa distinción entre táctica y estrategia donde la estrategia es teleológica, trascendente, y representacional y la táctica es inmanente y maquínica – si no tienes estrategia, alguien con una estrategia pronto comandará tus tácticas. Alguien que sabe lo que quiere empezara a usarte a ti. Te vuelves el peón de otro tipo de fuerza impersonal, pero ya no es el tipo de fuerza impersonal y seductora con la que esperabas hacer un compacto, es un tipo de capitalismo libertariano más cínico.