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Acerca de ese beso About That Kiss
por Trish Kerr (Poppas) Traducido por: Kamill. Corregido por Julieta “Meltryth”
Descargo : Los personajes de Xena y Gabrielle pertenecen a Renaissance Pictures / MCA
Universal. Fueron tomados sólo por un rato. No se pretende infringir ningún derecho de auto autorr que que MCA MCA Univ Univer ersa sall o Rena Renais issa sanc nce e Pict Pictur ures es pued puedan an tene tener. r. El rest resto, o, es obra obra y paciencia de una excelente autora, Trish Kerr, yo sólo he traducido con la mayor fidelidad posible su historia. Advertencia : Esta historia es maintext, vale decir, contiene escenas de sexo entre dos
mujeres, mujeres, si eres menor de 18 años y/o no estás estás de acuerdo con este tipo de relación, relación, click click back con el mouse, que hay muchas buenas historias en el xenaverso para elegir, ¡así de fácil! Empieza después del episodio "Un mal necesario" y " La búsqueda", y es en absoluto una maravillosa historia acerca de un beso.
“Efini”, “Solare”, “vacante” “vacante” (¿estaba (¿estaba Descargo de corrección: Mis ojos sangraron con cosas como “Efini”, libre?) por bacante, así que agradezcan que ahora se puede leer decentemente. Julieta “Meltryth”.
Prólogo
Xena y Gabrielle han atrapado victoriosamente a Velasca y a Callisto en un foso de lava –encerradas –encerradas por toda la eternidad, eternidad, entrelazadas entrelazadas en una batalla– (pero quizás esto no sea así… ¿La próxima temporada?)
Capítulo 1 – El foso de lava.
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Dos mujeres permanecían en lo alto de un empinado acantilado que sobresalía en la lejanía, por sobre el río de lava que corría a través del cañón. Ambas observaban la lava fundida, roja, ardiente y humeante, contemplando la maldad que ahora yacía atrapada en su fiero fiero vientr vientre. e. El cielo cielo pintad pintado o de un azul azul hermo hermoso so
le daba daba al exube exuberan rante te folla follaje je que
rodeaba las montañas un brillante y profundo verde. La más alta de las dos, una mujer de fuer fuerte tess y bien bien form formad ados os músc múscul ulos os con con cabe cabellllos os negr negros os,, bajó bajó la mira mirada da con con los los más más hermosos ojos azules. Ella vestía un traje de cuero, con armadura, que se detenía a la mitad de sus bien esculpidas caderas. Los rayos luminosos del sol quedaban atrapados en el borde de su peto de bronce, con intrincados diseños en espiral que se arremolinaban en su pecho. Volteó para ver a su compañera, pequeña, de cabello rubio rojizo y ojos verde esmeralda encendidos por el sol. Vestía un pequeño top verde entrelazado en el frente basta bastante nte corto corto como como para para revela revelarr su defin definido ido abdomen abdomen muscula muscular. r. La pequ pequeña eña falda acentuaba sus bien definidas piernas, endurecidas por las muchas millas de camino. "¿Gabrielle?" Xena, la mujer alta y de cabellos negros habló con suavidad. "Debemos irnos, mi espada todavía está al otro lado de este cañón y ahora tendremos que
tomar
el
camino que lo rodea para recuperarla, sin mencionar todo nuestro equipo de acampar. Nos tomará la mayor parte del día
regresar."
"¿Creí que habías dicho que teníamos tiempo?" Respondió Gabrielle, ligeramente molesta. Xena siempre estaba apurada, nunca calmada del todo. Gabrielle todavía observaba hacia abajo, como si temiera que las dos diosas malvadas salieran volando del foso de lava, dire direct cto o a su cora corazó zón. n. Pero Pero Call Callis isto to y Vela Velasc sca a no se most mostra raro ron. n. Desd Desde e que que Vela Velasc sca a reapareció milagrosamente en la ceremonia de coronación de Ephiny, la nueva reina de las Amazonas, habían estado corriendo por sus vidas –y Gabrielle había sido la perseguida. perseguida. No había relajado ni un sólo músculo en día y medio– pero todo ya había terminado. Suspiró, pensando en Callisto otra vez. Se aferró a esa pequeña parte de su corazón que creía que Callisto lamentaba toda las maldades que hizo, necesitaba creer esto o no hubiera podido dejar ir el increíble odio que sentía por esta mujer. Había matado a su esposo Pérdicas, apenas un día después de su matrimonio, a sangre fría, como demoníaco regalo para ella y Xena. Pero entonces, las cosas habían cambiado, ¿o no? "Sí tenemos tiempo... partimos ahora". Masculló Xena, impacientándose, impacientándose, y un poco nerviosa de no encontrar su querida espada cuando regresaran al otro lado. "Tu báculo está al otro lado también, lo sabes", dijo esto esperando lograr que Gabrielle se moviera. Entonces 2
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Dos mujeres permanecían en lo alto de un empinado acantilado que sobresalía en la lejanía, por sobre el río de lava que corría a través del cañón. Ambas observaban la lava fundida, roja, ardiente y humeante, contemplando la maldad que ahora yacía atrapada en su fiero fiero vientr vientre. e. El cielo cielo pintad pintado o de un azul azul hermo hermoso so
le daba daba al exube exuberan rante te folla follaje je que
rodeaba las montañas un brillante y profundo verde. La más alta de las dos, una mujer de fuer fuerte tess y bien bien form formad ados os músc múscul ulos os con con cabe cabellllos os negr negros os,, bajó bajó la mira mirada da con con los los más más hermosos ojos azules. Ella vestía un traje de cuero, con armadura, que se detenía a la mitad de sus bien esculpidas caderas. Los rayos luminosos del sol quedaban atrapados en el borde de su peto de bronce, con intrincados diseños en espiral que se arremolinaban en su pecho. Volteó para ver a su compañera, pequeña, de cabello rubio rojizo y ojos verde esmeralda encendidos por el sol. Vestía un pequeño top verde entrelazado en el frente basta bastante nte corto corto como como para para revela revelarr su defin definido ido abdomen abdomen muscula muscular. r. La pequ pequeña eña falda acentuaba sus bien definidas piernas, endurecidas por las muchas millas de camino. "¿Gabrielle?" Xena, la mujer alta y de cabellos negros habló con suavidad. "Debemos irnos, mi espada todavía está al otro lado de este cañón y ahora tendremos que
tomar
el
camino que lo rodea para recuperarla, sin mencionar todo nuestro equipo de acampar. Nos tomará la mayor parte del día
regresar."
"¿Creí que habías dicho que teníamos tiempo?" Respondió Gabrielle, ligeramente molesta. Xena siempre estaba apurada, nunca calmada del todo. Gabrielle todavía observaba hacia abajo, como si temiera que las dos diosas malvadas salieran volando del foso de lava, dire direct cto o a su cora corazó zón. n. Pero Pero Call Callis isto to y Vela Velasc sca a no se most mostra raro ron. n. Desd Desde e que que Vela Velasc sca a reapareció milagrosamente en la ceremonia de coronación de Ephiny, la nueva reina de las Amazonas, habían estado corriendo por sus vidas –y Gabrielle había sido la perseguida. perseguida. No había relajado ni un sólo músculo en día y medio– pero todo ya había terminado. Suspiró, pensando en Callisto otra vez. Se aferró a esa pequeña parte de su corazón que creía que Callisto lamentaba toda las maldades que hizo, necesitaba creer esto o no hubiera podido dejar ir el increíble odio que sentía por esta mujer. Había matado a su esposo Pérdicas, apenas un día después de su matrimonio, a sangre fría, como demoníaco regalo para ella y Xena. Pero entonces, las cosas habían cambiado, ¿o no? "Sí tenemos tiempo... partimos ahora". Masculló Xena, impacientándose, impacientándose, y un poco nerviosa de no encontrar su querida espada cuando regresaran al otro lado. "Tu báculo está al otro lado también, lo sabes", dijo esto esperando lograr que Gabrielle se moviera. Entonces 2
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quizás quizás ella dejaría dejaría de pensar mucho –Xena no quería quería que Gabrielle Gabrielle piense demasiado demasiado sobre este asunto– Callisto era una fricción entre ellas, que ahora esperaba se haya ido para siempre, sólo podía tener la esperanza, estas cosas regresaban como en círculos. ¿Acaso nadie permanece muerto por aquí?. Bueno, ¡Gracias a los Dioses, yo no! , Rió por
dentro. Y este es el primer día en que puedo empezar a vivir otra vez… "Xena", suspiró Gabrielle. " Acabas de volver a respirar apenas hace dos días, crees que hayas hayas apren aprendid dido o algo algo acerca acerca de tu muerte muerte,, como como disfru disfrutar tar cada cada precio precioso so momen momento… to…"" Gabrielle movió sus manos en el aire, buscando la manera perfecta de describir esto. "¿Quieres decir como si fuera el último?" Xena cortó la elocuente prosa de Gabrielle "¡No!", Gabrielle respondió. "Bueno, sí... quizás. Pero, acabo de regresarte de la muerte así que yo me refería en realidad a algo que afirme más la vida que a eso", dijo y miró hacia Xena, apartando al fin su mirada del brillante foso de lava al cual apenas evitó caer hace unos momentos. Su alie alient nto o qued quedó ó atra atrapa pado do en la garg gargan anta ta mien mientr tras as fija fijaba ba la mira mirada da en los los ojos ojos increíblemente azules de Xena, " Yo, ehh, en realidad, tienes razón, ¿qué pasaría si alguien util utiliz iza a mi bácu báculo lo para para hace hacerr una una foga fogata ta?" ?" Dios Dioses es,, esta estaba ba balb balbuc ucea eand ndo o otra otra vez. vez. caramba, Gabrielle, Gabrielle, "Hagámo "Hagámoslo… slo…quie quiero ro decir, decir, vámonos" vámonos".. Terminó Terminó demasia demasiado do rápido, rápido, caramba, ¡Estás mal!
Xena la miró inquisitivamente, buscando cualquier rastro de furia que Gabrielle guardara contra ella por haber sacado a Callisto de su prisión inmortal. Odiaba el haberla herido pero no vio otra alternativa
bajo las circunstancias. circunstancias. No podía perderla, no, no perdería a
Gabrielle. Si eso significaba sacrificar todo entonces así sería. Pero no veía furia…. Sólo un rasgo de… no estaba segura. Tenía otra vez la mirada fija en los ojos verdes verdes de Gabrielle, Gabrielle, y con el viento agitándole ligeramente el cabello sobre el rostro, sintió un cálido sentimiento difundirse a través de su corazón. Tuvo que mirar a otro lado antes de decir algo en verdad estúpido. El corazón de Gabrielle naufragaba imperceptiblemente mientras Xena rompía la eléctrica mirada que ambas sostenían. Y por primera vez se sentía torpe, de algún modo, y un poco acalorada… el sol debe estar fuerte aquí en las montañas. O quizás me estoy enfermando, ¡sí, claro!… o quizás es hora de que hablemos acerca de…
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" Entonces..." Interrumpió Xena, " debemos…" extendió su mano para ayudar a Gabrielle a levantarse, ya que estaba arrodillada. "Marcharnos". Terminó Gabrielle, tomando con gusto la mano de Xena, esperando romper ese incómodo momento. Xena la levantó, la sostuvo un ligero segundo más de lo necesario y luego volteó con rapidez para encaminarse hacia el sendero.
Capítulo 2 - La larga caminata
Habían estado caminando por más de tres buenas horas con casi ninguna palabra dicha entre ambas. El hermoso cielo azul fue reemplazado con lentitud por una ola de peligrosas nubes que amenazaban derramarse desde los cielos en cualquier momento. Xena estaba empezando a sentirse increíblemente incómoda. La bardo nunca estuvo así de callada. Quizás todavía estaba molesta por lo de Callisto. Bueno, tendría que sencillamente romper este silencio aturdidor. Una mujer de pocas palabras. Tendría trabajo con esto. "El cielo luce mal"…dijo Xena. Increíble, pensó, muy original … "Sí, así es…" Gabrielle continuó… hermoso, una respuesta muy poética para una bardo – por los dioses. ¿Cuándo todo esto se volvió tan difícil? Bueno, ya había tenido bastante.
Era hora de que ambas hablaran al respecto, ya no lo postergaría más. Parecía como si ella tuviese que poner la cosa en movimiento porque si esperaba a Xena, podría pasar, bueno, una buena cantidad de tiempo, en verdad. ¿Pero cómo empezar? En realidad no había tenido tiempo de pensar desde que Xena regresó a ella, y con sus emociones descoordinadas estos dos últimos días. Para colmo, se le empezaba a dificultar el respirar cerca de ella y esto no era nada bueno, o quizás lo era. Dioses, estaba confundida, pero al mismo tiempo no, ¿o sí?
"Espero que las nubes se contengan hasta que lleguemos a las ruinas…" Xena intentó de nuevo, esperando esta vez algo más que una respuesta de tres palabras. Esto de las palabras era más engorroso de lo que pensaba…y , aparte, ¿Cuándo se volvió tan difícil?
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Xena siempre se sintió tan familiarizada con Gabrielle pero esto era nuevo… cada fibra en ella tenía la urgencia de abrazarla, enterrar la cabeza en su hermoso cabello dorado y quedarse allí para siempre. Desde que escuchara las súplicas de Gabrielle desde el otro mundo para que regresase a ella porque la necesitaba, una puerta se abrió dentro de su corazón y no se cerraba con facilidad… y cuando se le apareció a través del cuerpo de Autolicus, sintió derretirse y el beso… "¿Xena?" Gabrielle inquirió sin esperar respuesta. " ¿Sí?" Respondió Xena a nada…esperando, su mente afirmada otra vez en el presente. "¿Puedo preguntarte algo?" Dijo Gabrielle haciendo el intento. "¿Sí, Gabrielle?", dijo Xena con una leve punzada nerviosa en su voz. "Bueno, estaba pensando…" Como siempre, Gabrielle, pensó. ¡Vamos, chica, tú eres una poeta, por Dios santo! "Cuando estabas muerta…" continuó.
"Siiiii…" Xena respondió, la frustración empezaba a mostrarse en su voz ante la lentitud de esta conversación, a la cual le faltaba mucho por encontrar su punto. "Cuando te apareciste ante mí a través del cuerpo de Autolicus…" se aventuró Gabrielle a adelantarse. "Sí" respondió Xena, su corazón empezaba a apretarse tan sutilmente. Estamos llegando allí , pensó.
" Y me besaste…" Gabrielle continuó dolorosamente, con la esperanza de que su voz no se quebrara. Enfoca, Gabrielle, permanece calmada, enfoca, enfoca. "¿Sí?" Preguntó Xena. El viento empezaba a soplar alrededor como si los dioses mismos temblaran con anticipación. " ¿Sentiste…?" Gabrielle se interrumpió, buscando las palabras apropiadas para describir el sentimiento, pero de todo su amplio vocabulario, nada indicado le venía a la mente. Xena se detuvo y volteó para mirar los ojos de Gabrielle, ambas mujeres se congelaron en el camino. Xena abrió su boca para decir algo pero fue cortada en el acto. El destello brillante de un relámpago rasgó el cielo, seguido por la explosión de un trueno. Xena y Gabrielle se contuvieron mirando con prontitud hacia el cielo, luego la mirada entre ellas de 5
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nuevo, pero ya era demasiado tarde. El cielo se precipitó sobre ellas en forma de una corriente furiosa y cualquier palabra contemplada con rapidez desapareció. Xena observó a su alrededor con desesperación buscando cualquier forma de refugio que pudiera guarecerlas pero no habían rocas o cuevas, sólo abundantes helechos y pasto crecido a lo largo del camino. No había nada entre ese lugar y las ruinas sino follaje, y en silencio se reprendió por no haberlo anticipado. La posibilidad más cercana era un gran roble a unos cientos de yardas camino abajo, pero no era una opción segura. El rayo podría golpear el árbol ya que era muy alto. Observó a cierta distancia algunos árboles más altos, así que balanceó las posibilidades y tomó una decisión. Este es el más elegible, pensó. "¡Gabrielle!" Gritó por sobre el ensordecedor ruido de la copiosa lluvia. " ¡Por aquí!", Señaló al árbol más cercano y Gabrielle asintió mientras Xena la agarraba y arrastraba al mismo tiempo. El viento azotaba vastamente mientras se abrían camino hacia adelante, pedazos de hojas y pequeñas ramas atrapados en la furia de la
tormenta se estrellaban en sus cuerpos
contendientes. Se hacía difícil ver mientras la lluvia continuaba cayendo y el progreso era lento. Al final, después de lo que pareció una eternidad, alcanzaron la relativa seguridad del árbol. Todo esto ocurrió en menos de un minuto, pero ambas estaban enteramente empapadas. Xena recostó su espalda contra el tronco para encontrar apoyo y jaló a Gabrielle desde atrás, abrazándola con fuerza por temor a que su bardo saliera disparada en esta insólita muestra de furia de los cielos. Bueno, no existía el temor de hablar ahora ya que era imposible decir cualquier cosa. El viento se precipitaba muy rápido para que cualquier palabra pudiera llegar a su destino. Xena empezaba a preocuparse de que esto pudiera terminar en un tornado, y con este nuevo pensamiento temeroso jaló a la bardo al piso y apretó sus brazos aún más fuerte alrededor de Gabrielle, enterrando su cabeza en los hombros de ella para poder respirar. ¿Era esa acaso la razón? Se preguntó.
No podía ver el rostro de Gabrielle ya que le daba la espalda, pero creyó sentir, o quizás imaginó, un ligero temblor que venía de ella. Quizás empezaba a sentir frío, pero Xena no, aunque debería. De hecho era exactamente lo opuesto. Cualquier lugar de su cuerpo que hiciera contacto con el de la bardo sentía un intenso calor, lo cual era contrario al helado viento y lluvia
torrenciales
que
combatían
sus 6
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pequeñas formas en esta furia de los cielos. Empezaba a desear no haber jalado a Gabrielle tan embarazosamente cerca, pues temía que al sentir ella el calor de su cuerpo, llegase a creer que Xena sufría de una gran fiebre. Cerró sus ojos y trató de evitar todo pensamiento y terminar con esta situación, por el momento no tenía otra opción. Gabrielle maldecía por dentro. Había trabajado con tanto esfuerzo para llegar al momento que habían compartido en el sendero y esta tormenta desvaneció todo el progreso que habían
hecho. ¡Por los dioses que estaba molesta! Tan cerca, y sin embargo, de
regreso hasta donde empezaron. Maldita sea esta lluvia, maldita sea esta endemoniada lluvia… estuvo apunto de gritarlo a toda voz, a pesar del viento golpeando su boca, pero
entonces Xena enterró su cabeza en su cabello, y la maldición murió en sus labios. Gabrielle se sumió en esta cercanía, sus ojos se cerraron y todo se disipó, la lluvia, el viento, el frío, a excepción del cuerpo de Xena envuelto ajustadamente alrededor del suyo. Cada parte de su cuerpo que hiciera contacto con el de Xena irradiaba calor. A pesar de la condición atmosférica el bochorno que se producía dentro de ella era alarmante, ¡comenzó a pensar que en realidad estaba transpirando! Y ahora estaba segura que ya no respiraba. Lentamente, Gabrielle reclinó su cabeza en el hombro de Xena y suspiró profundamente, tomando su primer respiro después de mucho tiempo. Después de todo, esta terrible tormenta no era una enemiga. De hecho, era el cielo. Gabrielle acercó aún más su cuerpo a la forma acurrucada de Xena, tomando completa ventaja de esta maravillosa situación. Sus brazos, capturados entre los de Xena, se elevaron con ligereza, mientras sus manos se abrían paso hacia la libertad. Cubrió delicadamente las manos de Xena con las suyas y sintió un pequeño temblor venir del cuerpo de la guerrera. Su corazón se estremeció ante esto y una pequeña sonrisa se esparció a través de su rostro, ya que ahora tenía la confirmación de que su contacto era tan eléctrico para Xena como lo era el de Xena para ella. Oh, sí, Xena, Gabrielle pensó, adoro tu plan del árbol, sí, este fue un buen plan, adoro este árbol, grandioso árbol .
Justo cuando Gabrielle movía su mano para sumergirla en la suavidad del hermoso cabello de Xena, el cielo desplegó una cegadora luz y la mano de Zeus descendió sobre su amado árbol. Un penetrante sonido rompió el viento mientras el rayo golpeaba en lo alto del roble y lo partía atravesando el tronco, como una eléctrica y poderosa espada. Xena y Gabrielle alzaron sus cabezas y otra vez voltearon para fijar la mirada en cada una "Oh - Oh", ambas articularon en silencio. Y en esa mitad de segundo Xena estaba impulsando a la bardo y a ella misma lejos del árbol mientras el estrepitoso rayo se estrellaba, seguido por el árbol.
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Aterrizaron envueltas y rodaron juntas lejos de las ramas que caían. Xena, aún ceñida a Gabrielle, lanzó una mirada a los restos que se estrellaban. No tenía tiempo para moverse, así que por instinto cubrió todo el cuerpo de la bardo con el suyo y enterró la cabeza en su espalda con la esperanza de que no fuera atravesada por los pesados trozos que ahora caían a su alrededor. Ambas yacieron congeladas en el tiempo. Sus cuerpos tensos en anticipación de los inmensos trozos que aterrizaban y salvando sus vidas de ellos. Ramas enredadas y hojas caían a su alrededor, arañando la piel expuesta de Xena. La tierra tembló ante el peso de los trozos gigantes haciendo contacto. Ninguna de las mujeres se atrevió a respirar. Y entonces todo terminó. Xena alzó la mirada con cautela para inspeccionar los daños. Justo al lado de su cabeza, a tan sólo pulgadas de ella, yacía la mitad del inmenso tronco del roble… sólo un poco más cerca y ambas hubieran muerto. Tembló e instintivamente bajó la mirada para ver si Gabrielle se encontraba bien. La cabeza de la bardo estaba volteada, observando también el árbol. Sus ojos estaban desmesuradamente abiertos al comprender su estrecho escape. "Bonito árbol" Gabrielle articuló con suavidad… Xena no pudo entender lo que acababa de decir pero le era suficiente saber que Gabrielle aún
respiraba y que estaba bastante
viva. "¡Uff!.." Exhaló Xena pensando en la adrenalina descargada. Su corazón aún latía acelerado en sus venas. Sus instintos de guerrera se encontraban ahora tan agudos como el filo de su espada, tomó unos cuantos respiros profundos para recuperar el sentido de la calma y levantarse. La lluvia aún caía con regularidad, pero el viento moría mientras el centro de la tormenta empezaba su lento viaje hacia el este. Extendió su mano a Gabrielle. La bardo todavía temblaba y con mucho gusto la tomó, dejándose jalar hacia ella. Se sintió un poco mareada por el impacto e instintivamente se reclinó en Xena. Luego la preocupación cruzó su rostro mientras empezaba a palpar a la guerrera para buscar cualquier signo de daño. "¿Estás bien Xena?" Preguntó temblando, su respirar aún acelerado por el temor y la preocupación. "Estoy bien Gabrielle" respondió segura. "¡En verdad… mira!" Se apartó y dio una vuelta.
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¡Ouh! , pensó mientras hacía esto y sentía las áreas dañadas de su piel, en su mayoría
arañazos de ramas pequeñas. "¡Oh, Xena!" gritó Gabrielle. "Tienes un horrible corte en la espalda, y algunos arañones aquí", decía mientras tocaba la parte posterior de su brazo con delicadeza. "Estoy bien, Gabrielle". Eliminó el afecto maternal, volteó y empezó a trabajar. "Será mejor que nos marchemos. Parece que la lluvia está cediendo y todavía podemos encontrar nuestras cosas si nos apuramos. Tenemos que encender una fogata y entrar en calor antes que nos resfriemos". Aunque no era muy probable, pensó, no había sentido este tipo de calor desde cuando? ¿Marcus? Quizás ni siquiera en ese entonces…
Hubo una pausa extraña, mientras Gabrielle buscaba en los ojos de Xena alguna señal de emoción. Xena había erguido su muralla de guerrera y nada salía. "Bueno, aún quiero atender esas heridas…" su voz se entrecortó. Vaya que sí quiero, pensó. "Después de todo, acabas de salvar mi vida... otra vez. ¡Es lo menos que puedo hacer!" "Después", dijo Xena. "Apurémonos", añadió algo ansiosa. ¿Acaso hay algo de pánico Xena, grandulona?, pensó. Moverse está bien, necesitaba
tiempo para pensar, para refrescarse, para respirar. Respira Xena, se decía, respira, cálmate, respira, cálmate. Muy bien, muévete. "Vámonos" dijo Xena, y se fue. Se movía muy rápido, Gabrielle lo notó. Tuvo que correr para alcanzarla. Estoy justo detrás de ti, Xena, pensó, y te tengo en la mira.
Capítulo 3 - Secándose
La lluvia se había detenido por completo para cuando llegaron a las ruinas. Transcurrió más de una hora de rápido caminar y otra vez pocas palabras se intercambiaron. Muchos pensamientos iban y venían – pero ninguna palabra salió de sus labios. Ambas mujeres estaban congeladas hasta los huesos y la prioridad a la llegada era hacer una fogata.
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"Estará oscuro dentro de una hora Gabrielle. Buscaré algo de leña... Espero encontrar algo que no esté completamente mojado. Tú recoge los víveres para que intentemos secarlos". "Dejamos la mayor parte de nuestras cosas con Argo, en la aldea de la villa", dijo Gabrielle. "Necesitaremos cazar la comida, ¿no es así?" añadió en expectativa "Estoy hambrienta", exclamó a través de sus dientes crujientes. "¿Qué hay acerca de la comida?" Xena suspiró. Pareciera que Gabrielle estaba siempre hambrienta. "Yo me encargaré, después de que hayamos encendido el fuego, no quiero que mueras de frío. ¡Tus labios ya están azules!" Añadió Xena con algo de preocupación. Y con eso se fue. Acamparon un poco más allá de las ruinas, en un pequeño conjunto de árboles. Xena trató con empeño de encender la fogata mientras Gabrielle maldecía en exceso, al tiempo que continuaba sacando objeto tras objeto empapado de su bolso. Ambos cobertores estaban mojados. Los colgó en una rama baja, al borde del fuego y rezó por que se secaran antes de que los necesitaran. Ya no tenía el calor del cuerpo de Xena y un frío que calaba los huesos empezaba a esparcirse a través de ella. Después de lo que pareció una eternidad Xena obtuvo una
llama. El fuego iluminó el
claro con un suave resplandor naranja. El sol había desaparecido por el horizonte y la oscuridad abrazó su pequeña ensenada. "Gabrielle, deja esas cosas y ven aquí, cerca al fuego para que te calientes", Xena dijo con preocupación. "Regresare rápido con algo que podamos comer". Gabrielle obedeció con mucho gusto y se sentó tan cerca del fuego como le fuera humanamente posible sin chamuscar su cabello. El calor era un compañero bienvenido. Pero su estómago era una queja estruendosa en ese momento. Observó desaparecer a Xena en la oscuridad que bordeaba el claro esperando que no sea por mucho. Ya la extrañaba. El campamento era de repente un lugar muy solitario sin su guerrera a lado. Xena no había tenido tiempo para buscar su espada, lo que maldijo por dentro. Se sentía más segura con esta a su alcance, tendría mucha suerte si la encontraba ahora en esa oscuridad. Pero al menos conservaba el chakram aún y era suficientemente bueno para esta caza. Se deslizó entre los árboles y se volvió tan invisible como el aire alrededor de
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ella. Se movió a través del bosque con una gracia predadora y silenciosa. Después de todo, era una experta cazadora, uno de sus muchas habilidades. Xena regresó media hora después, cargando triunfalmente un conejo en una mano alzada, y el báculo de Gabrielle en la otra, con su sonrisa iluminando el claro. "¡Mi báculo!" Los ojos de Gabrielle lanzaron destellos. "¡Gracias, Xena!" La guerrera lo lanzó hacia ella, cerca del fuego, la bardo lo cogió y le dio unos giros jugando. Lo sentía bien en sus manos, estuvo algo incompleta sin él hoy día. "¿Encontraste tu espada?" Preguntó Gabrielle. "Todavía no", suspiró Xena. "Tendré que esperar hasta la luz del día". Gabrielle asintió, sabiendo que Xena apreciaba esa espada y que se sentía desnuda sin ella. Temió en secreto que no la encontrase. Habían muchas posibilidades de que cayera al foso de lava para siempre. Gabrielle volteó hacia el fuego, ya había hecho un asador, confiando en la habilidad de la guerrera. El fuego era constante ahora y los cobertores empezaban a secar. Se ocupó de preparar el conejo mientras Xena tomaba un cobertor algo húmedo y se sentaba cerca al fuego, tratando de calentar sus congelados miembros. La adrenalina de la caza estaba desapareciendo y empezaba a sentirse muy incómoda en sus cueros empapados por la lluvia. Gabrielle puso al fin la preparación en el fuego. Con esta última tarea completada, sólo les quedaba ser pacientes y esperar a que se cocine. Gabrielle observó atribulada a Xena, sabiendo que en estos momentos habría de estar congelada. Se le acercó y se arrodilló tras ella. Tenía en su mano el ungüento médico que siempre llevaban –algo esencial en su línea de trabajo. Cualquier excusa para acercarse era buena. Tenía algunas que podía utilizar, así como también otras de refuerzo. "Xena, hay que quitarte esa armadura, quiero atender esos cortes". Se acercó y empezó a abrir los broches del peto.
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Xena suspiró y cerró los ojos, disfrutando ese momento, algo que siempre está deseando, que la bardo removiera con delicadeza su vestimenta. Pero esta noche las manos de Gabrielle temblaban tenuemente, y no pasó desapercibido para la guerrera. Empezó a quitarse los protectores de sus muñecas pero Gabrielle se acercó desde atrás y se los quitó con suavidad. A pesar del frío en el aire, Gabrielle empezaba a calentarse bastante. Muy acalorada en realidad , pensó. El calor está bien, respira Gabrielle, ya has hecho esto antes. Pero nunca así , se dijo a sí misma, sólo lo había soñado… sus pensamientos se mezclaron…
Y luego regresó la vista a la espalda de su guerrera. Un espasmo de dolor cruzó su corazón mientras revisaba los pequeños cortes y arañazos que dejaron las ramas del árbol. Y luego se conmovió ante el recuerdo de Xena salvaguardándola del árbol en caída. Siempre se estaba sacrificando por ella. Las lágrimas bordearon sus ojos y dejó escapar un grito sofocado. "¿Estás bien, Gabrielle?". Preguntó Xena, mientras una sombra de preocupación bailaba a través de un océano de emociones que empezaba a crearse en ella. "Estoy bien, Xena". Respondió Gabrielle con docilidad. "Tienes un horrible corte aquí en tu espalda, tendré que aplicarle algo de ungüento. Puede que duela un poco". Se mordió los labios para ganar un poco de autocontrol mientras maniobraba las hombreras de cuero. Las removió con delicadeza asegurándose de que no rozaran el corte. Luego acomodó el cabello húmedo y enmarañado de Xena haciendo una nota mental de que este era extremadamente sexy y pensó en quedar atrapada en la lluvia otra vez, no en mucho tiempo. Gabrielle se agachó con la intención de aplicar la crema pero en lugar de esta sus labios llegaron y besaron con suavidad la espalda desnuda. El cuerpo de Xena se puso tenso y respiró con urgencia. Por un segundo Gabrielle temió haberse equivocado y cuando estaba a punto de alejarse, la mano de Xena se extendió internándose en sus cabellos, acercándola más. "Gabrielle..." Dijo con la voz entrecortada. Una pequeña sonrisa se expandió a través del rostro de Gabrielle al tiempo que empezaba a dibujar una línea de besos a lo largo del cuello de Xena. Los dedos de la guerrera se
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adentraron más en el cabello de la bardo mientras se sumergía en el contacto de sus labios con su piel, que ahora se hallaba en llamas. Entonces Xena volteó y observó sus ojos. La luz del fuego bailaba en aquel verde profundo y sus pupilas eran oscurecidas por el deseo. Gabrielle se introdujo en el azul de aquellos ojos, inclinándose para besar sus labios. Todo se desvaneció, todo sonido y visión, a
excepción del dulce y suave beso que
ahora compartían. Fue largo y exquisito y ninguna quiso romper el hechizo de este momento congelado en el tiempo. Finalmente se separaron y se miraron a los ojos. Sin necesidad de palabras, Xena hizo que Gabrielle diera con delicadeza un giro, hasta estar frente a ella. La bardo estaba ahora de espalda al fuego, Xena la acercó aún más, las piernas de Gabrielle se envolvían con suavidad alrededor de su cintura. Cogiendo su rostro entre las manos Xena la besó profundamente, saboreando la dulzura de su boca. "Eres hermosa". Susurró mientras empezaba a trazar una línea de sus propios besos en el cuello de la bardo. Gabrielle cerró sus ojos y dejó dominarse por la sensación de esos labios sobre su cuerpo. La guerrera hizo una pausa en el hoyuelo de su garganta, y con suavidad deslizó su lengua a través de él, haciendo secuencias circulares en su piel. Sobresaltada se aferró a los cabellos de Xena, tratando de acercarla más con la necesidad de abrazarla. En donde sea que los labios de Xena la tocaban una ola de deseo se esparcía. "Xena…", gimió Gabrielle. "Shhhhh". Susurró la guerrera, dibujando una nueva línea de besos en su pecho. Hizo una pausa y aspiró profundamente la esencia de su suave piel. "Paciencia…" Aunque dijera esto, no estaba segura de que ella misma permaneciera fiel a estas palabras. Había soñado con este momento desde hace mucho y ahora se deshacía entre el intenso deseo de causar estragos en Gabrielle y otro igual de saborear cada precioso momento de esta primera vez. Su amor por esta mujer era tan grande que amenazaba con consumir su propia alma. Sin alejarse mucho empezó a desatar el top de Gabrielle, sus manos temblaban levemente, como nunca, mientras removía la barrera entre aquel busto y su lengua exploradora.
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Recibiendo ambos pechos en sus manos, hizo bailar con delicadeza su lengua a través de los ahora inflamados pezones de la bardo. Gabrielle respiraba con dificultad. Se inclinó hacia adelante descansando su cabeza en la de Xena. Entonces Xena jugueteó un poco más mordiendo con suavidad un pezón, extrayendo más gemidos de la temblorosa bardo. Sabía que no podría hacer esperar más a la poeta. Y esto también la estaba volviendo loca ante su propio deseo. Suficiente con la paciencia, pensó, cogiendo a Gabrielle por los hombros y empujándola hacia el cobertor. Se arrodilló sobre ella contemplando su hermosa figura. Deslizó su falda tratando de mantener algún resto de control. Difícilmente podía tranquilizarse. Nunca nadie la hizo sentir así de vulnerable, con este dolor. Ni siquiera Marcus, a quien amó profundamente, llegó así de cerca como para estrujar su corazón como lo estaba haciendo esta joven bardo ahora. Había regresado a través de las tierras del Tártaro para estar con Gabrielle y las emociones que ahora se arremolinaban en su cabeza la mareaban, robándole el poco aliento que tenía. Su corazón se apretaba con fuerza en el pecho mientras la sangre bombeaba ferozmente a través de sus venas. Lentamente empezó a remover su túnica de cuero. Gabrielle contemplaba sin respirar a la mujer de sus sueños. Sus ojos estaban fijos en la hermosa diosa. Xena se quitó la vestimenta
y se arrodilló frente a ella. La fogata
formaba sombras danzantes a través de su bien torneada figura. Su suave y ligeramente bronceada piel se mostraba luminosa en contraste con el cielo nocturno. Por los dioses que desnuda lucía hermosa. Su cabello caía con suavidad sobre sus pechos y Gabrielle ansiaba sumergirse en ese espacio para nunca retornar. Su cuerpo se arqueó para acercarla más y sus brazos se alzaron para atraerla. Xena reposó sobre la bardo, cuidando de no poner su peso entero sobre ella, y la besó con fiereza. Su lengua, que exploraba esa boca, fue recibida por la lengua igualmente apasionada de Gabrielle. Entonces Xena empezó el lento trazo de besos que la llevarían hacia el indómito centro de Gabrielle. Se detuvo en sus pechos y pasó preciados momentos succionando sus endurecidos pezones. Gabrielle tomó los cabellos de Xena con ambas manos, gimiendo con fuerza con cada movimiento de su lengua. El fuego se reflejaba a través de la piel de Gabrielle que ahora relucía del sudor.
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Sintiendo que la bardo no resistiría mucho, continuó su línea de besos hasta descansar con suavidad entre sus piernas. Se sumergió en ella mientras saboreaba el suave líquido ardiente que se creaba dentro de la bardo. Gabrielle dio un grito y se irguió encontrando los labios de Xena, con sus dedos hundiéndose en el fondo de su oscura melena. Un profundo gemido gutural empezaba a formarse en la garganta de la bardo mientras aquella lengua continuaba su lento baile seductor; sus caderas ahora se movían a la cadencia de Xena, la inestabilidad de sus latidos se incrementaba. La guerrera extendió sus manos apretando con delicadeza los pezones de Gabrielle, sabía que esto haría enloquecer a la bardo. Y no la decepcionó. Gabrielle se sentía a punto de explotar mientras que un lento calor empezaba a crearse dentro de ella. Su cuerpo temblaba sin control mientras una ola de bochorno y placer azotaba su ser. Erigiendo sus caderas hacia lo alto una última vez exclamó el nombre de Xena, colapsó hacia el piso sintiendo que su cuerpo se fundía con el cobertor con un débil pulsar. Xena supo instintivamente que necesitaba, acunándola en sus brazos. Las lágrimas de emoción corrían por su rostro, y se detuvo para besar con suavidad cada una de ellas. Gabrielle no pudo hablar. Probablemente, pensó, por primera vez en su vida. Envolvió sus brazos alrededor de Xena y la abrazó tan fuerte que temió sofocarla. Pero tenía que tenerla cerca, necesitaba tener su cuerpo enlazado con el de ella, como uno sólo. Nunca sintió tanto amor como ahora. Finalmente se había abierto paso entre las barreras emocionales que Xena construyó con celo y llegó hasta el más hermoso corazón que permanecía escondido. Sólo hace unos días Xena yacía en un ataúd, y el mundo de Gabrielle había colapsado. ¿Hizo falta esta tragedia para forzarla a contemplar los verdaderos sentimientos en su corazón? Tembló al pensar que hubo la posibilidad de nunca poder compartir este increíble amor que ahora ataba su ser alrededor del corazón de Xena. La guerrera la observaba, muy sonriente ahora. " ¿Sin palabras, mi querida bardo?", preguntó con malicia; Gabrielle murmuró una respuesta, pero su voz falló. "Bueno, entonces…" rió Xena, " ¡Tomaré eso como un cumplido!" Se sentía tan eufórica en ese momento que temió levitar y alejarse si no estaba aferrada a Gabrielle. Dioses, sí que había ansiado esta cercanía. Alejó algunos cabellos húmedos del rostro de su bardo. "Bueno, nos secaremos eventualmente… Eso espero". La miró riendo, jugando con su cabello otra vez, haciendo girar los mechones en patrones circulares. 15
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Gabrielle se las arregló al fin para esbozar una sonrisa, concediéndole a Xena esta pequeña victoria de palabras. "Así que la guerrera puede hablar", dijo débilmente Gabrielle. "¿Quizás me robaste la voz en ese dulce intercambio?", añadió suavemente, con una sonrisa que ahora se formaba en su rostro. "¡Yo no robo!" exclamó Xena" Soy una guerrera honorable". "SI, así es. Yo, sin embargo, no soy tan honorable". Hizo un gesto exagerado con su mano hacia el cielo nocturno. "¿Oh?" Respondió Xena frunciendo su frente en pregunta. "Me temo que he robado tu corazón", dijo Gabrielle. "Sí", respondió Xena, seria de repente. "Estoy segura de que lo has hecho". "Y no lo voy a regresarlo", declaró Gabrielle. "No, no creo que lo hagas". Respondió Xena con suavidad, mirando a los ojos de su amante. Y empezó a besar con delicadeza su frente otra vez. "Ok, Xena, ya puedo respirar de nuevo". Xena se detuvo, levantando una ceja. "Es mi turno de volverte gelatina", dijo Gabrielle con confianza. "¿Ah sí?" Respondía Xena burlándose. Empezó a reír, pero se detuvo al tiempo que Gabrielle la hizo
rodar con suavidad hasta colocarla de espaldas.
"Si, así es". Gabrielle declaró, y se inclinó cubriendo la boca de Xena con la suya, para asegurarse que la guerrera no proteste más. Esta va a ser una larga noche, suspiró Xena por dentro, y estoy disfrutando cada momento.
Capítulo cuatro - Buenos días.
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Gabrielle yacía junto a la guerrera, con una ceja levantada,
contemplando la hermosa
figura ante el sol brillante de la mañana. No podía creer con cuánta paz dormía Xena. Tampoco que había despertado antes que ella. Esto sí que era nuevo. Su mano dibujaba líneas desde el rostro de la guerrera hasta sus brazos, explorando tranquilamente, deteniéndose en ocasiones en un lugar particularmente sexy. Suspiró con profundidad. Qué noche increíble habían compartido.
Sabía que debería sentirse cansada, imaginando que tal vez habría dormido poco más de unas horas, pero estaba cargada de energía. Sólo le quedaba contenerse mientras cada fibra de su ser únicamente quería devorar a Xena, una vez más. Sonrió por dentro mientras recordaba cómo hizo que la poderosa guerrera pidiera misericordia, entonces las aves ya habían empezado a cantar, pensó. Una sonrisa recorrió su rostro ante este nuevo poder sexual revelado. Podría ser algo inexperta, pero aprendía rápido. Y tenía la atención indesviable de Xena. Quería sorprenderla con algo especial, tenía que despertarla. No había forma de que esperara allí echada por una eternidad, su estómago gritaba estruendosamente, comida, murmuró, ahora ya serían dos días que no comen nada. Miró hacia el fuego, y al oscurecido trozo que sólo adivinando podría decir que era el conejo. Oh, bueno, se consoló, eso ya no es una opción.
De repente se sintió muy vacía. Se levantó sigilosa y se vistió. Xena gimió tenuemente entre sueños al no sentir la presencia de la bardo. Gabrielle sonrió y prometió en silencio que regresaría pronto. Xena soñaba con delicados cuidados cubriéndola. Una cobija de calidez la envolvía y se sumergía entre los pliegues profundos de esta suave sensación. Volteó hacia la luz brillante que relucía sobre ella y más labios dulces la recibieron. "Xena". Susurró Gabrielle con suavidad. Los ojos de Xena se abrieron con pereza. Observó a una sonriente Gabrielle. Después de todo, no había estado soñando. "Hola, dormilona" Le sonrió Gabrielle.
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"… Buenos días", la voz de Xena algo entrecortada, el sol brillaba con intensidad sobre sus ojos entreabiertos. "¿Hace cuánto que estás despierta?" Preguntó tratando de disfrazar su sorpresa. "Bastante", la miró con una sonrisa maliciosa. "¡He esperado una eternidad para que despiertes!" "Ajá..." Dijo Xena en voz baja. "¿No estás cansada?" Preguntó agotada, esperando encontrar un punto débil en la armadura de la bardo. "¡No!" Exclamó Gabrielle. "¡Estoy hiperactiva esta mañana!. ¿No es un hermoso día?" Su mano se movía alrededor, en un gesto de animada exuberancia. Caramba, masculló Xena por dentro. "Sí, Gabrielle… es un buen día".
"¿Te he dicho lo estupenda que luces desnuda?" Exclamó Gabrielle. "Sí, como quince veces hasta ahora". Suspiró tratando de aparentar aburrimiento. "Ah, pero estaba oscuro Xena, ahora con la luz del día…" señaló hacia el cielo. "Ah, está soleado, sí". Respondió con dolor. Una ligera sonrisa empezaba a surgir en los bordes de su boca. Entonces la bardo la miró otra vez, con más seriedad. "¿Te he dicho cuánto te amo?" "Sí, Gabrielle, me temo que he perdido la cuenta". Gabrielle empezó a trazar sus manos sobre los pechos de Xena. "No puedo quitar mis manos de ti", declaró. "Gabrielle…" gruñó tratando de sonar firme. No funcionaba. Atrapó las manos de la pequeña mujer con la suyas, deteniéndola antes de que estas cubrieran sus pechos y empezar así toda esa locura otra vez. "Paciencia, mi pequeña bardo". "¿Así, Xena?" Respondió con una enorme sonrisa iluminando su rostro. "¿No eras tú quien me enseñó acerca de eso anoche?" "Sí, supongo que sí…" dijo la guerrera con voz entrecortada, sabiendo que no ganaría esta batalla. No era competencia para la bardo en este campo. "¡Tengo una pequeña sorpresa para ti!" Exclamó Gabrielle. 18
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"¿Ah?" Las cejas de Xena se arquearon. "Cierra tus ojos". Ordenó. "Con gusto", respondió, esperando con ligera anticipación, insegura de saber con qué podría sorprenderla ahora. Los labios de Gabrielle cubrieron los suyos con un delicado beso. Una calidez se esparció a través de ella mientras su cuerpo respondía al contacto de Gabrielle, a pesar de estar completamente agotada. Sus labios eran dulces, deliciosos… y su lengua guardaba una delicada y redonda cereza. Sus ojos se abrieron en sorpresa y miró a Gabrielle. "¿Te gusta?" Preguntó Gabrielle. "¿En donde encontraste cerezas?" Preguntó con incredulidad, saboreando la dulzura, antes de pasarla finalmente. "He estado por allí. ¡Tenía que hacer algo mientras esperaba a que te levantaras!" Dijo, "Tienes suerte de que te haya dejado dormir todo este tiempo". De repente Xena se dio cuenta de cuánto hambre tenía. Gabrielle le dio una a una las cerezas en su ansiosa boca. Así es como se debe tomar desayuno todo el tiempo, pensó Xena disfrutando este divertido intercambio. No puedo creer que haya esperado dos años para este desayuno, quizás si era paciente después de todo.
Cuando las cerezas se terminaron los ojos de Gabrielle chispeaban de deseo otra vez. "¡Ah no, no empieces!" Gruñó Xena. "¡Necesitamos comer algo más sustancioso primero! ¡Y necesitamos una ducha!" Gabrielle suspiró asintiendo. Tenía razón. Siempre la tenía.. "Hay un pequeño río camino abajo, podemos bañarnos y yo pescaré algo". La animó Xena. El estómago de Gabrielle luchó una batalla interna con su deseo. "¿Quieres decir que vamos a mojarnos otra vez?" Preguntó con anticipación. "Bastante", respondió sonriendo. Al fin la convenció. "¡Vamos!" Xena tomó una prenda, gracias a los dioses, seca al fin, algo de jabón, y se encaminaron. 19
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Entraron al claro que circulaba el lago, buena pesca, pensó Xena. Se fijó en Gabrielle, quien estaba observando el agua. Gabrielle siempre se sumergía en la belleza del momento. Eso es lo que la hacía tan buena bardo. Xena jugaba delicadamente con el cabello de Gabrielle mientras esperaba que la bardo absorbiera todo el entorno. Tenía la increíble urgencia de tomarla allí mismo, en ese instante, sobre el pasto, pero se controló antes de que las cosas estuvieran fuera de control, otra vez. Había mucho tiempo para eso, después. Se tranquilizó y empezó a trabajar. Una de ellas tenía que hacerlo. Ambas se ocuparon en sus tareas, tomando turnos para lavar el cabello de la otra. Habían hecho esto antes, muchas veces, pero ahora cada gesto tenía una nueva cualidad sensual. Gabrielle montó sobre Xena, besándola mientras flotaban con delicadeza sobre el agua. "Oh, Xena" gritó Gabrielle, "¡Nunca cure tus heridas!", Ahora miraba la espalda de Xena. Había un pequeño corte allí. "No luce tan terrible a la luz del día". "Es sólo un raspón" respondió. "Sí, creo que es sólo un raspón en realidad… quizás sería mejor ¿Que lo bese?" Se inclinó besando su cuello. "Gabrielle", suspiró Xena, "¿Por qué no tomas un poco de sol en las rocas mientras yo intento pescar algo para comer? Ya estoy bastante débil ante tu contacto. Tendré bastante suerte si logro pescar algo en este estado". Gabrielle aceptó aunque de muy poca gana, y nadó hasta la orilla dejando que Xena luchara por el desayuno. Se acostó en la orilla, cerró sus ojos y sobre su forma desnuda se descendió el calor del sol de la mañana. Estaba a punto de quedarse dormida cuando escuchó a Xena dejar escapar un grito de triunfo. Se levantó para verla sosteniendo una gran trucha en una mano, sonriendo abiertamente. Xena se acercó y se sentó cerca a ella. "Te sorprendí durmiendo, ¿cierto?" "No", respondió Gabrielle sonriendo, observando el increíble cuerpo desnudo de Xena destilando agua.
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"Así," dijo Xena, "Bueno, descansa porque tengo planes." "Oh – Oh " Gabrielle hizo una mueca de miedo. Xena hizo trazos con sus dedos sobre el endurecido abdomen de Gabrielle. Y se detuvo. "¡Pero primero comamos! Tu descansa aquí un rato y yo cocinaré esto." Gabrielle accedió con agrado. El cansancio estaba dominando ahora sus músculos, al mismo tiempo que la adrenalina de la mañana se desvanecía con lentitud. "Te amo", dijo Xena y se inclinó para besarla. "También te amo", suspiró Gabrielle, sus ojos se cerraron, mientras se quedaba dormida. Xena se vistió y se encaminó hacia el campamento, pescado en mano. Tenía una enorme sonrisa en la cara que le era imposible borrar. Pero murió en su rostro en el instante que de pronto percibió movimiento en el claro, camino arriba.
Capítulo cinco - Una mala señal.
Xena dejó caer en silencio el pescado al piso, examinando la situación. Pudo contar seis hombres a caballo; dos ya habían desmontado. Estaban fisgoneando entre sus cosas. Buscó su chakram y se maldijo por dentro al darse cuenta de que lo había dejado en el campamento. Su espada todavía se encontraba en algún lugar cerca al foso de lava. Dioses, ¡Si que fue descuidada! Bueno, al menos tenía ropa puesta, pensó, no estaba del
todo desnuda. Casi había entrado por completo al claro sin siquiera haber notado a los hombres. Sus usuales instintos guerreros se habían quedado bien lejos, probablemente bajo ese árbol, pensó con ironía. Cada músculo estaba tenso como un resorte, y su corazón latía con tanta fuerza que temió que la escuchasen. ¡Maldición! , Exclamó otra vez. Estaban tomando el chakram en alto, con su superficie
metálica brillante ante el sol.
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"Este es definitivamente el chakram de Xena" gritó emocionado el tosco hombre de cabello oscuro. Un hombre caminó hacia otro más alto en caballo, quizás el líder del grupo. " ¡Mira Tylus, esta parece ser también su armadura!" Entonces la conocían, pensó Xena, pero ella no reconocía a ninguno de ellos. Esta no era buena señal. Un mal presentimiento se empezaba a formar en el fondo de su estómago. "Él dijo que estaba seguro que había muerto" Exclamó Tylus. "Quizás esa pequeña y molesta bardo con quien viajaba guardó estos recuerdos de su guerrera muerta." "No, no estoy seguro." Continuó el otro hombre. "Aquí veo dos juegos de huellas." Y dos juegos de botas alzó la mirada de nuevo "Ella no se hubiera quedado con las botas, ¿O sí?" "No lo creo." Confirmó Tylus. Xena permaneció inmóvil contra el árbol. Agazapada como una serpiente, evaluó sus oportunidades. Al parecer estaban buscando su cuerpo muerto, quizás para llevárselo a algún guerrero que tendría planes impensables para ella. Xena, ya
sea viva o muerta,
sería un tesoro atractivo para tal escoria. Podría asaltarlos ahora, aunque contase sólo con sus manos, o quizás podría regresar al lago, buscar a Gabrielle y esconderse. Ninguna de las opciones parecía prometedora. No tenía armas y no era de las que se escondían. La decisión fue hecha por el tercer hombre, que aún en caballo dijo, "Busquemos en el lago, quienquiera que esté aquí tal vez está tomando una ducha matutina. Nada como una mujer desnuda para levantar el ánimo, ¿No Fergus?" Se codeó con su compañero. "¡Barrance!" Advirtió el hombre llamado Tylus, "Estamos aquí por negocios. ¿Recuerdas?", Suspiró. Siempre era difícil mantener a sus hombres en línea. "Pero por supuesto" respondió Barrance sonriendo."Revisaré el lago." "Eso no será necesario chicos". Xena salió hacia el claro, sus ojos oscurecidos por la furia apenas controlada. "¡Es Xena!" Exclamó uno de los hombres, pasmado y con temor creciente. "Así parece …" respondió Tylus con malicia y con el corazón acelerado. El grupo volteó para verla. "Veo que los reportes acerca de tu muerte han sido enormemente exagerados.". 22
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"Así parece." Gruño Xena. Tylus apenas podía contener su emoción. Había sido mandado por Helcus en una misión para capturar el cuerpo de Xena y llevárselo para ser exhibido en una pica en los flancos de su castillo, como advertencia a todo el que entrara. Era un premio por el cual todos los guerreros darían lo que sea. Era mucho más valioso que el oro mismo. Pero este descubrimiento había sobrepasado considerablemente sus más atrevidos sueños. Si sólo pudiera entregarla viva a Helcus la recompensa otorgada de seguro significaría un asiento permanente al lado del mismísimo malvado guerrero. Comenzaron a circularla con lentitud, como lo harían con una cobra, pero ella era mucho más mortal que eso – y todos ellos lo sabían. Hubo una pausa letal mientras cada uno se dio una miraba. Todos
habían escuchado historias acerca de ella, sin saber cuanto
pudieron ser exageradas… si es que fueron así, y sabían lo suficiente como para no tomar nada por contado. "La quiero viva." Le dijo Tylus con
malicia a su tropa, "Helcus nos
recompensará enormemente por nuestro detalle". ¡Helcus! Pensó Xena. Ese cobarde llorón que una vez estuvo en su ejército. Lo había
expulsado sin mucha ceremonia ni honor hace mucho tiempo. Pareciera que las heridas en su orgullo estaban aún frescas a pesar del paso del tiempo. Era sádico y cruel y había violado a numerosas mujeres en muchos asaltos a las villas, la situación la había hartado, a ningún hombre que montase junto a ella se le permitía tal comportamiento. Incluso cuando era seguidora de Ares, aún entonces había mantenido algunos valores, a decir verdad, ella fue algo mejor que la basura que había guiado en batallas. Xena dejó escapar un grito de batalla y aterrizó junto al más cercano de los hombres.
Capítulo seis – La pelea.
Gabrielle despertó con un sobresalto. " ¡Xena!" Gimió. Examinó preocupada la orilla. Estuvo soñando a Xena en peligro. De repente se relajó al recordar la mañana que pasaron juntas. Xena cocinaba la pesca en el campamento ya que ella estaba hambrienta. No se encontraba en peligro y ella se bronceaba gloriosamente con este sol.
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Fue sólo un sueño, se dijo en silencio. Sólo estás un poco sensible ahora, siguió diciéndole
a su voz interna que continuaba gritando que en realidad no todo estaba bien. Un sentimiento de terror atravesó su corazón e inmediatamente se vistió. Ató los lazos de su top mientras caminaba por el sendero. Entonces percibió el primer sonido de lo que se escuchaba como una feroz batalla adelante y un frío corrió por su espalda. Empezó a correr. La pelea se había desatado. Xena había subyugado a dos hombres tan sólo con sus manos y conseguido un espada corta del hombre inconsciente que yacía a sus pies. Ahora era el baile del gato y el ratón. Los cuatro hombres que aún estaban en caballo la circularon, y ella tenía que seguir moviéndose para asegurarse que nadie se le acerque por su lado descubierto. Ya estaba cansándose, deseaba haber dormido aunque sea un poco más, y quizás algo de comida. Pero luego pensó en Gabrielle, yaciendo indefensa por el lago y de lo que estos bastardos le harían si llegasen a ponerle las manos encima. Con esto renovó fuerzas e hizo un movimiento. Dio un salto en el aire y le dio una patada limpia en el pecho al jinete más cercano. Cayeron juntos, en un montón, y ella asestó un golpe directo a su rostro. Dos de los otros hombres desmontaron y saltaron sobre ella, la batalla se definía. Estos dos aterrizaron sobre ella creando un cruce de manos y piernas golpeando y pateando. Ninguno estaba seguro de a donde llegaban los golpes. Sobre ellos ó sobre la mujer de quien rápidamente descubrieron tenía una fuerza increíble. Tylus observó desde su montura con nuevo respeto por esta mujer. Pero este no era momento para ponerse suave, y podía ver que ella estaba ganando, incluso a tres de sus hombres más fuertes. Estaba a punto de desmontar cuando sus ojos se abrieron sorprendidos al ver a una hermosa rubia pelirroja salir hasta el claro dirigiéndose a la pelea. En su vehemencia no lo vio, sólo estaba enfocada en la difícil situación de su guerrera. Esto se pone bueno, pensó. Desmontó con rapidez y atrapó a la mujer que estaba a punto de unirse al montón. Gabrielle fue atrapada por detrás y se maldijo en silencio por no haber pensado antes de actuar. Xena no lo aprobaría y sólo esperaba vivir lo suficiente para que ella la castigase. Dio una fuerte patada al asaltante que la alejaba de la batalla desarrollándose enfrente, pero este asimiento era fuerte y real. Sintió el frío metal de una daga en su garganta mientras le gritaba que dejara de patear.
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"¡Suficiente!" Gritó Tylus a las cuatro figuras mezcladas frente a él. Todos lo observaron al unísono como despertados de un sueño para ver a Tylus sosteniendo a una mujer con una daga en su garganta. Los ojos de Xena se abrieron desmesuradamente, al tiempo que un tirón en su estómago empezó a formarse. "Gabrielle", susurró por dentro mientras su mirada se entrelazaba con la de ella. La bardo le respondió un "lo siento" y su corazón se rompió al ver la desesperación de Xena en su rostro. " ¡No te muevas o le cortaré el cuello ante tus mismísimos ojos!", Profirió Tylus, esperando que la severa amenaza fuese suficientemente buena para atrapar a su feroz presa. Sin embargo, supo que así era al ver el dolor que cruzaba el rostro de Xena mientras obedecía con rapidez y se separaba de los hombres. Uno de ellos se revolcaba, cogiendo cada parte de su cuerpo, deseando poder arrastrarse a cualquier otro lugar y morir. Otro yacía muerto, irónicamente con una de las espadas de su propio compañero enterrada en el pecho. Sin embargo Barrance estaba furioso, y no prestaba atención al dolor y golpes que ahora cubrían su cuerpo. Agarró a Xena por los cabellos y la obligó a arrodillarse. Le encantó ver el dolor que ahora él infligió y el sentimiento de dominio que expresaba, aunque haya sido a través de una treta. La desgraciada sólo había tenido suerte, eso es todo, Barrance era un hombre fuerte y no
tomaba a la ligera una herida en su orgullo. "¡Fergus!" Gritó Tylus al hombre que estaba en el suelo quejándose y retorciéndose. "¡Consigue una cuerda y ata sus manos y pies!" El hombre se levantó de mal gusto y fue a buscar la soga. Luego Tylus volteó hacia la mujer que ahora estaba arrodillada ante él. "Helcus estará muy complacido. Pero no deseamos matarte prematuramente, ¿no es así?" dijo con malicia, "No hagas nada estúpido o tu hermosa compañera morirá lentamente" Los ojos entrecerrados de Xena expresaban una furia apenas contenida, tan grande que las manos de Tylus empezaron a transpirar a pesar que mantenía él esta ventaja. Si las miradas matasen, Tylus imaginó que ya estaría viajando muy feliz en una barca a lo largo del río Estigia, con todos los gastos incluidos. Decidió terminar todo esto lo antes posible. "Sólo déjala ir y no te daré ningún problema" dijo Xena con rabia, tratando de tragar la furia que allí se escondía. No quería que supieran cuánto significaba esta mujer para ella, o sería 25
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la muerte para ambas. "Sólo es una niña que me acompaña y cuenta historias". Continuó "No es nada para ustedes y no es nada para mi." Las palabras de Xena cortaron como un cuchillo el corazón de Gabrielle. Aunque sabía que no eran verdad. "¿En verdad?" Le respondió Tylus, sin creer una palabra. "Estas previsiones para dormir son demasiado buenas para alguien que significa nada para ti". Sus ojos señalaban el íntimo arreglo al lado del fuego. Oh, si que empezaba a disfrutar esto. Fergus ya había regresado y empezó a atar las manos de Xena tras su espalda. Barrance seguía cogiéndola del cabello con fuerza. Ahora tenía su cuchillo en la garganta de Xena. "Sirve para mis necesidades." Declaró Xena. No podía ver a Gabrielle a los ojos, o moriría como si hubieran hundido la daga en su corazón. "Seguro que sí" añadió Barrance, examinando a la bardo de pie a cabeza. " Estoy seguro que lo hace muy bien", repitió lamiéndose los labios. "¡Barrance!" Gritó Tylus, "atengámonos al programa, ¿Ok?" Fergus había atado tanto las manos como los pies de Xena. Mantenía su espada tras la cabeza de la guerrera, deseando poder hundírsela para hacerle pagar el dolor que su cuerpo atravesaba ahora. Aún así, Tylus no se sentía seguro. La lógica lo hizo razonar más y se detuvo, aguijoneado por que la temida mujer contraatacara. El juego ya se había extendido, y existía demasiado en riesgo. "Está bien", declaró. "La dejaremos ir", le sonrió a Xena. Xena lo miró a los ojos y de inmediato supo que no pretendía mantener su parte del trato hasta el final. Comprendió su error, no debió haber permitido que la atasen. Tylus vio esto en sus ojos, y le dio un rápido asentimiento a Fergus. Xena se abalanzó hacia adelante sin prestar ninguna atención a la daga que estaba en su cuello, pero ya era demasiado tarde, pues el mango de la espada de Fergus golpeó terriblemente su cabeza. Cayó al piso, mientras el mundo se oscurecía. "Gabrielle…" fue la última palabra que salió de su boca al tiempo que se deslizaba hacia la oscuridad. 26
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"¡Xena!" Gritó Gabrielle adelantándose, tratando de liberarse del aprisionamiento de Tylus. Era todo lo que él podía hacer para contenerla, incluso algo de pena lo invadió, pero desapareció prontamente cuando Gabrielle hundió el talón en su pie. "¡Owwww, maldición!" Gritó Tylus. "¡No te muevas!" Se maldijo a sí mismo por este momentáneo desvarío. Muy viva, pensó. Incluso excitante. Que pena que tenga que matarla.
"¡Fergus!", Gritó. "Atala, ¿quieres?". "Yo lo haré". Barrance se adelantó, mostrando mucho entusiasmo. Tylus suspiró, Barrance era un problema, pero también era su mejor luchador y su más peligroso asesino a sangre fría. Era un hombre grande, el más alto de todos, su fuerza era incomparable. Bueno, quizás no, pensó, mientras miraba a la mujer que yacía inconsciente a sus pies. Sin embargo, era una buena combinación, y buena ayuda era difícil de encontrar en estos días. Dejó que el hombre grande atase las manos de Gabrielle. La bardo estaba asustada, pero lo enterró muy dentro de ella, en una parte secreta de su ser, ya que no tenía tiempo para esto. Había sentido que la desesperanza descendía sobre ella como una negra manta, pero percibió un rayo de confianza de poder lograr algo en ese gran y repugnante hombre que ahora ataba sus muñecas con fuerza. Xena yacía allí, inconsciente, y eso dejaba a Gabrielle sola para salvar a ambas. Tenía que ser fuerte. Tenía que pensar. Empezó a formar un plan en su mente. Ella podía manejar el habla. Ya se había salvado antes de problemas de ese modo, después de todo era una bardo . Úsalo Gabrielle, se dijo así misma. Es todo lo que tienes.
Una vez que sus muñecas estuvieron seguras Tylus deshizo la presión que atrapaba a Gabrielle y dejó que fuera agarrada por el hombre más grande. "¡No dejes que escape!" Le advirtió a Barrance. Y fue a revisar a los otros dos hombres que tan indecorosamente habían sido abatidos por los poderosos golpes de la guerrera. Empezaban agitarse y quejidos escapaban de sus labios. Tylus pateó los pies de ambos y les ordenó que se levantaran y se pusieran en movimiento. Lo hicieron muy a su pesar y empezaron a reunirse, mirando asombrados el escenario que se mostraba ante ellos.
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"Pónganla en el caballo" Tylus le gritó a Fergus, este asintió y fue a recoger el cuerpo inconsciente de Xena. Le dio una patada directa en un flanco, como medida de seguridad antes de levantarla. "Eso fue por mi amigo muerto" le escupió. "¡Hey!" gritó Tylus, "No te atrevas a tocarla otra vez. Helcus no estará complacido si su premio es entregado en pedazos". Fergus refunfuñó algo y empezó a levantarla, acomodando el cuerpo de la guerrera en la silla de montar. Estaban listos para partir. Todos habían montado, a excepción de Barrance. Fergus retenía las cuerdas del caballo extra, una vez del hombre muerto, ahora el desafortunado transporte de Xena. Tylus se fijó en la joven y Barrance. Ella le hablaba muy animada y el hombre estaba envuelto en sus palabras. Demonios, pensó Tylus, aquí vamos de nuevo.
"Barrance." Dijo Tylus, interrumpiendo la conversación de la bardo y del grandote. Barrance alzó la vista, sus ojos brillaban con lo que podía ser sólo deseo. "Tienes media hora" dijo con malicia. Barrance asintió, lamiendo sus labios secos de anticipación. "Pero Barrance…" dijo Tylus, con voz baja para que sólo los dos escuchasen, "Puedes hacer lo que quieras con ella, sin embargo asegúrate de matarla cuando termines, no quiero cabos sueltos, ¿Entiendes?" "Perfectamente", sonrió Barrance. "Te alcanzo en el castillo", añadió, "No tomará mucho tiempo" . Con esto Tylus volteó e hizo que los demás se movieran. Ya antes había cedido a las necesidades de Barrance muchas veces, era un humilde intercambio por los beneficios obtenidos con este hombre de su lado, pero una pequeña parte de él, una que conscientemente no reconocía, se preocupó al pensar que este sería un error que pagaría con creces.
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Capítulo siete - El grandote
Los ojos de Gabrielle siguieron la partida del grupo. El corazón de la bardo gemía mientras veía cómo Xena era alejada de ella. Tuvo que apartar la mirada por miedo a estallar en lágrimas. A cambio, observó a la fornida figura acercarse, dioses, si que era grande. Había tal hambre en sus ojos que hizo dar vuelcos a su estómago, amenazando con vomitar lo poco que contenía. Se mordió el labio inferior para ganar algo de control y empezó a enfocarse en la tarea pendiente. Trató de sacar una mirada de deseo que se comparase a la de él. Una cooperación fingida era esencial si tenía alguna esperanza de salir con vida de esto. Él se arrodilló sobre ella, jadeando visiblemente. Ella había pasado los diez últimos minutos, antes de que los otros partieran, hablándole de manera sugerente. Dioses, esto la mataba, pero tenía pocas opciones al respecto. "Tus brazos son tan... inmensos y poderosos." Comenzó Gabrielle. ¡ Agh!, pensó. "Ansío por sentir que me abracen." Los ojos de él estaban semi cerrados mientras ella continuaba el asalto verbal sobre sus sentidos. Que asco, Que asco, Que asco , se repitió por dentro, "Necesito sentirte cerca de mí."
Gabrielle habló con suavidad a su oído mientras él se reclinaba y empezaba a trabajar con su falda. Él estaba ahora sobre ella, perdiendo todo el auto control. Las palabras sensuales y eróticas de ella lo volvían loco como también las hermosas curvas de su cuerpo fresco y joven. Estaba maniobrando sus pantalones, incapaz de contenerse más. "¡Espera!" Gimió ella. Él obedeció, mirándola a los ojos. Ella mantuvo en alto sus manos frente a él, atadas con fuerza. "Si pudieras desatarme podría hacerte el servicio más pródigamente." Una sonrisa lenta y seductora se esparció por el rostro de ella. La imaginación de él voló, y con rapidez sacó la daga de su cinturón y cortó la soga que ataba las manos de ella. Después de todo, no pesará más de 55 kilos y era difícilmente un oponente para alguien tan poderoso como él. Quizás si él hubiera prestado atención en su
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juventud a la historia de David y Goliat, lo hubiera reconsiderado. Pero Barrance era hombre de poco pensar y no tenía paciencia para cuentos estúpidos. Gabrielle dio un grito interno de alegría ante esta pequeña victoria y con nueva fuerza encontrada adquirió más atrevimiento. Lo engatusó para llevarlo de espaldas y empezó a quitarle la ropa. Durante todo el tiempo que hizo esto, manteniendo al tembloroso hombre bajo ella, loco de deseo, mantuvo la vista en su báculo, el cual se encontraba a unos metros. Le retiró con triunfo toda la ropa y armadura, trazando con seducción sus dedos por su repugnante pecho transpirado. Sin embargo ya no se sentía tan asqueada y disfrutaba el explayar este poder que ejercía sobre él tal como una afilada espada. Se arrodilló sobre él, los ojos de este se cerraron de anticipación ante su suave contacto. Un suave gemido empezó a formarse en su garganta pero fue interrumpido de golpe y de inmediato reemplazado por un aullido de dolor, al tiempo que la rodilla de ella se estrellaba en su parte más sensible con una furia que ella jamás pensó poseer. La bardo se puso de pie y lanzándose por su báculo. El grandote se revolcó de dolor retorciéndose como un animal herido,lo que era con certeza, pensó ella. Estaba enfurecida. La emoción era tan fuerte que la atravesaba como un rayo de Zeus y lo atacó otra vez colisionando su báculo con increíble fuerza sobre su rostro. Aulló otra vez, mientras el estrepitoso crujir de su cráneo resonaba a través del claro. Aquel golpe pudo haber derribado hacia la inconsciencia a cualquier hombre normal, pero él era fuerte y grande. Se puso de rodillas. Loco de furia y dolor, se abalanzó sobre ella. La bardo estaba ya en su postura de batalla y maniobró bajo y fuerte, estrellando el báculo contra la pierna que sostenía su poderosa forma. Él cayó al suelo ante el golpe y tuvo poco tiempo para pensar en el dolor que atravesaba su piel antes que otro golpe mortal aterrizara de lleno sobre su mandíbula lacerada. El mundo se apagó y el último pensamiento mientras se deslizaba hacia la inconsciencia era de cuán grande la diminuta rubia de repente lucía; mientras ella observaba la forma desfalleciendo del grandote. El aliento de Gabrielle venía en jadeos mientras lo observaba. Mantuvo su báculo en guardia por algunos segundos más, pero supo que ya no lo necesitaría. Ahora temblaba visiblemente. Sabía que tenía poco tiempo para saborear esta pequeña victoria, empezó pronto a reunir las cuerdas que una vez la ataron y comenzó a atar las manos del hombre a su espalda. 30
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Observó el sendero por el cual Xena había sido alejada y le susurró a su amor "Ya voy por ti Xena, por favor espérame." Las lágrimas empezaron a llenarle los ojos, pero las disipó con celeridad. No era hora para lágrimas, tenía que conseguir ayuda. Encontró cuerdas extra en el equipaje de Barrance y ató con destreza su cuerpo desmayado. Necesitaba asegurarse que no se moviera mientras ella no esté. Con esta tarea cumplida le dio una mirada al elevado caballo negro que se alzaba sobre ella. Dioses, odiaba montar caballos, siempre prefirió caminar, sólo en ocasiones montaba con Xena y usualmente como excusa para acercarse a ella, que como una oportunidad de cabalgar. Se maldijo por dentro al no ser más instruida en esto. Se imaginó el rostro de Xena y con rapidez olvidó el miedo a las alturas y montó el gran animal. Le dio una suave patada con su bota y partió. Montó a todo galope hacia el campamento amazona.
Capítulo Ocho – La Cabalgata.
Montó por dos horas seguidas a un paso increíble. La silla del caballo estaba empapada, pero este continuó con su velocidad asfixiante al sentir la urgencia de la mujer. Se fundía también en el calor de este nuevo jinete. Olía mucho mejor que su jinete varón, y era una pluma en su lomo a comparación del otro. El caballo había adoptado un lazo instantáneo con ella, y aceleró ante su insistencia sin quejas. Se acercaba a la frontera amazona por lo que bajó la velocidad, sabiendo que no sería sabio llegar como un cañón ya que había
guerreras
patrullando
los
límites
del
campamento. Oyó el inconfundible llamado del ave, la señal de que un extraño se acercaba y respondió con otro. Este fue recibido con uno de bienvenida y en cuestión de segundos Solari y otras amazonas aparecieron de los arbustos a su izquierda. "¡Gabrielle!" Gritó Solari, corriendo hacia ella". Estábamos a punto de mandar a un grupo en búsqueda de ustedes dos…", su voz se volvió imprecisa al ver el rostro de Gabrielle. 31
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"¿En donde está Xena?" Preguntó Solari, un miedo pernicioso empezó a formarse dentro de ella, " ¿Acaso Velasca…?" "NO", interrumpió Gabrielle. "Ella y Callisto están enterradas en el río de lava justo al norte de las ruinas". "¿Entonces en donde?" Preguntó Solaris tentativamente. Gabrielle la interrumpió. "¿En donde está Ephiny? ¡Xena ha sido capturada y no tenemos tiempo que perder!" Las palabras salían atropelladas de su boca. Solari sabía lo suficiente como para no preguntar más y la llevó con prontitud hacia la reina. Llegaron al centro del campamento. Las mujeres estaban ocupadas reconstruyendo las viviendas destruidas por Velasca tan sólo unos días atrás. Parecía una eternidad para Gabrielle ya que habían pasado tantas cosas desde entonces. Ephiny, la nueva reina, salió a recibirlas, Gabrielle desmontó con rapidez, corriendo hacia ella, las lágrimas inundaban sus ojos, incapaz de contenerlas más. Cayó en los brazos extendidos de Ephiny y rompió en profundo llanto. Los ojos de Ephiny se fijaron en los de Solari inquisitivamente. "Xena ha sido capturada." Declaró Solari, " Eso es todo lo que sé hasta ahora." Las mujeres llevaron a Gabrielle a la cabaña de Ephiny y la sentaron. Solari trajo algo de agua y trataron de calmar a la mujer. "Respira, Gabrielle." Habló Ephiny en forma tranquilizante. "Y dime todo". Gabrielle asintió con fragilidad y empezó a contarle lo que había ocurrido, obviando los momentos íntimos, insegura aún de cómo describir ese asunto. Las otras amazonas se habían reunido afuera de la cabaña en espera. La princesa amazona había llegado al campamento visiblemente angustiada y ellas esperaban con impaciencia para ver cómo podrían ayudarla. Ephiny salió de la cabaña. "Necesito cada guerrera disponible. Alisten sus armas y caballos, salimos en diez minutos". Dicho esto desapareció al interior. Había un nerviosismo y excitación general entre las mujeres mientras se preparaban con urgencia para partir, y la adrenalina de una batalla en potencia estimulándolas.
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Entró a la cabaña y observó a Gabrielle, quien miraba al piso, temblando aún. Su corazón se quebraba por ella, pero no había tiempo para sentimentalismos. "Gabrielle." Le preguntó levantando su barbilla con la palma abierta. "¿Crees que puedas cabalgar?" "Sí", se paró Gabrielle. "Estoy lista" Ephiny le dio un ligero apretón a su barbilla y asintió. "Tu montarás conmigo. El caballo que trajiste al campamento necesita descansar." Gabrielle asintió con gusto. De todos modos no estaba segura de tener
fuerzas
para
montar. "Por favor, Ephiny." La miró con firmeza. "Tenemos que..." las lágrimas amenazaban con escaparse otra vez. Ephiny la abrazó con fuerza. "NO dejaremos que Xena muera, Gabrielle, la salvaremos." Dijo estas palabras con firmeza, pero temió en silencio no poder cumplir su palabra. El grupo de guerra se alejó del campamento. Ephiny guiaba la banda, marcando un tórrido paso, con el temor envolviendo su corazón. Gabrielle estaba sentada tras ella, con sus brazos envueltos apretadamente alrededor de su cintura. Sus ojos estaban cerrados con fuerza combatiendo las lágrimas mientras internaba su cabeza en las profundidades de los bucles dorados de Ephiny, asiéndose a la vida. Sus pensamientos eran sólo para Xena, y en silencio le susurró que ya iba a salvarla, esperando que escuchase su corazón, rompiéndose por ella, y así sobreviviese lo suficiente para que la abrazase otra vez.
Capítulo nueve – La Herida.
Los brazos de Gabrielle se extendían hacia ella, las lágrimas caían a través de su rostro, el dolor y pena eran tan grandes en los ojos de su bardo que tuvo que cerrar sus propios ojos y voltear. No podía soportar más el ver romperse el corazón de su amada. Pero una vez más escuchó su voz llamándola con suavidad y fue forzada a mirar de nuevo en ese verde profundo que eran sus ojos, y el miedo y la desesperación que vio allí la hirió con tanta severidad como una espada. Los brazos abiertos de Gabrielle se extendieron una vez más hacia ella y luchó para levantar los suyos y abrazarla. Sus brazos eran tan pesados como el plomo y no pudo levantarlos aunque lo intentó con desesperación. Estaba ahora tan cerca a ella mas no podía sumergirse en su abrazo. Nuevas olas de dolor se esparcieron por su 33
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cuerpo mientras que el brillo de la visión enviaba dagas a través de sus ojos, hasta su espalda. Estaba agonizando, y fue obligada otra vez a cerrar los ojos con fuerza, la visión ardía dolorosamente dentro de su alma. Una ola de fría y húmeda furia cubrió su forma y gimió, su boca se abría en el aire. Abrió con dolor sus ojos otra vez, sofocándose y atragantándose. Pero Gabrielle ya no estaba allí. Su visión se empañó y volvió a enfocar mientras observaba frente a ella un muro de ladrillos, a sólo unos centímetros. Cerró sus ojos con fuerza otra vez, al tiempo que una nueva ola de aflicción golpeaba su cabeza. Los abrió de nuevo, a tientas, esperando poder ver a Gabrielle otra vez, pero no hubo visión alguna. Sólo los fríos y oscuros ladrillos que yacían frente a ella. Otra ola de agua fría se estrelló en su rostro y gimió, atragantándose nuevamente. Trató con impotencia de alejarse de la fría y dolorosa opresión, pero sus brazos no le permitían. Otro agudo dolor cruzó su cabeza mientras la movía hacia un lado. No necesitaba mirar para confirmar sus sospechas, pero lo hizo de todos modos, y su corazón se estremeció al ver las tortuosas cadenas envueltas alrededor de sus muñecas, con la completa comprensión de su problema golpeándola como una marea. "¡Creo que está despertando Tylus!" dijo Fergus entusiasmado. Tylus estaba molesto con este hombre. Apenas contenía su furia. " ¡¡¡Te dije que la quería en una pieza para Helcus!!!" Le gritó al hombre, unos centímetros más pequeño que él, y achicándose con cada momento que pasaba. "Siii… así fue." Tartamudeaba Fergus, empezando a temer por su vida. "¡Veo que has estado usando el látigo!" Le gritó Tylus, amenazante sobre su forma temblorosa. "Sólo… estaba..." La voz de Fergus se entrecortó. "Y cual ‘es’ con exactitud el objetivo de azotar a alguien cuando está inconsciente. ¡¡IDIOTA!!" Le gritaba ahora más fuerte. Algunos guardias en el pasillo exterior se encontraban ahora visiblemente encogidos también. Tylus era el hombre de confianza de Helcus y no era alguien a quien se quisiera ver molesto con uno. La boca de Fergus seguía abierta, sin palabras sabias que salieran. Un golpe apagado rompió el silencio cuando el balde de agua cayó de sus manos y rodó alejándose.
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"Ella mató a mi mejor amigo." Respondió al fin Fergus, su voz era apenas un susurro, retrocediendo, esperando que toda la furia de Tylus lo destrozara justo en donde estaba parado. Tylus temblaba de furia. Quería matar a este hombrecillo, pero sólo era porque una furia más profunda, y quizás miedo, había trepado por él la última hora. Encerró con prontitud esto, en su mente inconsciente, y regresó al asunto inmediato. "¿Ya regresó Barrance?" Preguntó, aunque ya sabía que no. "Y era eso lo que en realidad lo había estado molestando en ese momento, ¿O no?" "No, señor." Respondió Fergus con rapidez, con la esperanza de cambiar de tema y quizás evitar su ejecución. "¡¡¡Maldición!!!" Tylus profirió por dentro. Entonces volteó para ver a la guerrera, colgando de las cadenas, y sintió un leve encogimiento al contar mentalmente las marcas de los azotes que cubrían su espalda sangrante. Deben haber al menos quince o más quizás. Volteó, con la furia otra vez erigiéndose en su pecho. "Helcus está dando una fiesta en su honor esta noche. Ha invitado a todos sus amigos." Sus ojos eran unas líneas y parecían disparar dagas invisibles al rostro de Fergus." Y será mejor que la hagas ver de forma más o menos presentable porque será la atracción para este evento de gala. Y tenemos que mantenerla viva lo suficiente para que Helcus mismo le corte la cabeza." Le gritó, y luego añadió." Y te hago a ti responsable directo si algo sale mal. ¿Escuchaste eso miserable?". Fergus no podía responder, utilizaba toda su energía para controlar su temblor. La guerrera estaba concentrándose con dificultad en bloquear el dolor de su espalda que la partía en dos y se extendía hasta su cabeza, manteniendo sus labios cerrados con fuerza para no gritar. Necesitaba escuchar la conversación. Su memoria, aunque vaga, estaba regresando. Y, con cada rayo de evocación, su corazón se hundía más en la desesperación. Sólo los dioses sabían qué le habían hecho a Gabrielle luego de ser golpeada y desmayada. Ni siquiera pudo atreverse a visualizar tales horrores. Se rehusó a creer en alguno de ellos. ¿Acaso Gabrielle no estuvo con ella hace unos momentos?. Pero sólo fue un sueño. Ni siquiera podía pensar que Gabrielle estuviese muerta. Lo habría sentido tan seguro como una daga atravesando su corazón. Sentía su presencia tal como su propio corazón latente... porque ya hubiera muerto ahora con seguridad si el corazón de la bardo ya no latiese.
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Tylus caminó hacia la mujer, jaló su cabeza y la miró a los ojos. Regresó con ligereza hacia Fergus, con una nueva furia creciente. "¡¡¡Casi la mataste imbécil!!!" Demonios, tenían bastante trabajo, se inquietó, "Bájala de esas cadenas y consíguele un curandero, quizás pueda remendarla lo suficiente para que pase por un cadáver viviente durante la cena." Esta era su oportunidad de ganarse la confianza completa de Helcus y marcar con seriedad su posición como capitán general y no iba a dejar que este idiota llorón lo arruinase todo. "Sí, ahora mismo". Saltó Fergus en acción, casi golpeando el balde de agua caído a sus pies. Tylus salió a zancos del cuarto. Volteó por última vez, " ¡Y cuando Barrance regrese dile que lleve su pellejo a mis cuarteles!" Vociferó. "Tiene mucho que explicar. Y recuérdenme nunca dejarlo relegarse para que satisfaga sus deseos." Fergus asintió otra vez, esperando que se apurase y se vaya. Necesitaba ir al baño. ¡¡Ahora!!. Xena escuchó con atención estas últimas palabras. Un pequeño destello de fe ardio muy dentro de ella. Si Barrance no había regresado quizás existía una pequeña esperanza… tenía que creerlo así, o no viviría. Sintió que las cadenas eran removidas y cayó al piso, hacia los brazos ansiosos de la oscuridad, otra vez.
Capítulo diez – Las ruinas.
Solari lo abofeteó más fuerte. " No despierta." Volteó hacia Ephiny. "No importa", respondió Ephiny, "ya lo hará, y lo necesitaremos después. Súbanlo al caballo, no tenemos tiempo que perder." Ya sabía a dónde ir. Helcus estaba a sólo unas horas montando hacia el norte de aquí en las estribaciones de Pasidon. Su reputación era ampliamente conocida, y su frialdad no tenía igual. Nunca habían cruzado su camino en el tiempo que él estuvo aquí, desde hace casi dos años. Su ejército nunca se atrevió a entrar al territorio amazona, tal como la mayoría de los guerreros que no querían pelear con ellas.
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Ephiny envió un pequeño grupo explorador a adelantarse. No quería desperdiciar tiempo ni siquiera esta corta parada. Volteó para ver a Gabrielle, buscando en el campamento. Su corazón se deshizo ante esta visión. Gabrielle recogió el chakram de Xena, armadura y túnica en sus brazos y los mantuvo cerca a su pecho. Ephiny descubrió un nuevo respeto hacia esta joven mujer, al tiempo que volteaba para ver a tres amazonas esforzándose por levantar el enorme cuerpo del hombre hasta el lomo de uno de los caballos. Ni siquiera podía ver a Gabrielle derribando tan inmenso hombre, menos aún golpeándolo tan fuerte; que se preocupó que les fuera de poco uso en días. Ephiny volteó para ver a la bardo empacar las pertenencias de Xena en su alforja. La vio recoger su báculo, odiando romper el hechizo de este momento privado. Había visto el amor que Xena expresaba en sus ojos por esta pequeña mujer, incluso desde que la reina Melosa estaba viva y Gabrielle era tan joven e ingenua. Ahora veía ese mismo amor en los ojos de la bardo. Estaba segura ahora que Gabrielle no le dijo con exactitud todo lo que sucedió aquí. Se acercó y colocó su brazo alrededor del hombro de la bardo. "No dejaré que le pase nada, Gabrielle, te lo prometo." Declaró, haciendo el voto en silencio que permanecería fiel a su palabra ahora. Gabrielle miró los ojos de Ephiny y vio el sello de una promesa allí. "Yo sé que está viva, Ephiny, puedo sentirla aquí mismo." Señaló su corazón y volteó con rapidez, por miedo de sucumbir otra vez ante las lágrimas que amenazaban con derramarse. Ephiny montó el caballo y la miró extendiendo su mano. "Entonces vamos a buscarla." Le susurró con suavidad. El grupo de treinta mujeres amazonas atravesó el claro y desapareció sendero abajo, dejando una hilera de polvo tras él.
Capítulo once – El plan.
El sol bajaba en el horizonte para cuando las amazonas alcanzaron el perímetro del castillo de Helcus. No podían acercarse más sin correr el riesgo de ser detectadas por los vigías,
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que de seguro estarían cuidando el área. El pequeño grupo de amazonas que se había adelantado esperaba impaciente a Ephiny y al resto. Las amazonas desmontaron y esperaron las órdenes de Ephiny. Una mujer pequeña, de cabello largo y marrón se adelantó para recibir a la reina amazona. Deliberadamente se alejaron de Gabrielle para conversar sobre lo descubierto. Una vez que se aseguraron estar lejos lo suficiente, Thalia empezó a reportar lo que había encontrado. El rostro de Ephiny estaba endurecido, y un tinte de furia se percibía por su superficie... esto y un temor creciente. Thalia le contó sobre la fiesta en honor de Xena. Los amigos de Helcus habían estado llegando en la última hora, aproximadamente, en anticipación de la gran comida, buen vino y la oportunidad de poder dar el último golpe a la
guerrera caída.
Thalia calculó por lo menos cien hombres, las sobrepasarían de tres a uno. No sería problema en un combate de mano a mano, ya que las guerreras eran mucho más diestras que ellos, pero primero tendrían que entrar. Este era el verdadero problema. Ephiny llamó a Solaris para que se les reunirse. Necesitaban discutir un plan de acción. "Lo que sea que hagamos tendrá que esperar hasta que oscurezca." Dijo Thalia. "Tendremos poca probabilidad de sorpresa y quizás no entremos al castillo." "Lo sé, " respondió Ephiny, "Necesitamos conseguir acceso y llegar al banquete." Una idea se estaba formando en su mente, la moldeó con lentitud, buscando puntos débiles y/o posibles huecos. "Nuestra mejor oportunidad es ingresar través de la cocina. Helcus necesita abastecer tal fiesta, y nosotras tendremos que ayudarlo, ¿No es así?" "Si pudiéramos interceptar uno de esos vagones podríamos hacer un lento y silencioso intercambio." "¿Tendré que ponerme vestido?" Preguntó Thalia en tono de burla, tratando de alivianar el sombrío humor. "Tu serás la primera Thalia." Dijo Ephiny con rigor, no obstante le agradó el ligero comentario que rompió este oscuro momento. Pero luego su rostro se endureció otra vez. " Thalia, toma un pequeño grupo para interceptar al primer vagón que veas. Ten cuidado de no herir a las mujeres – son poco más que esclavas de la aldea." Thalia asintió con prontitud, otra vez a trabajar.
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Volteó hacia Solari. "Necesito información detallada
sobre los trazos del castillo".
Volteó para ver al hombre que era bajado de uno de los caballos. "¿Crees que puedas sacárselo?". "Oh, creo que me las puedo arreglar." Respondió Solari, con una pequeña sonrisa formándose en su rostro. Solari se alejó de ellas y se encaminó hacia las otras amazonas. "¿Asara? Necesito tu ayuda con un asunto muy delicado". Le dijo sonriendo, mientras se acercaba y ponía su brazo sobre el hombro de la otra mujer. "Este es el plan…" Ephiny y Thalia se separaron. La reina amazona lanzó una mirada a Gabrielle, sentada en un tronco cercano, retorciendo sus manos con nerviosismo, y esperando por su regreso. Dio un respiro profundo y fue hacia ella.
Capítulo doce – El curandero
Yacía sobre una superficie dura, observando a Gabrielle, con el miedo cubriendo su hermoso rostro. Trataba con exasperación de sentarse y abrazarla, pero no se podía levantar. Su cuerpo entero estaba pesado como el plomo, aún así luchaba por acercarse a su bardo. Sus manos
parecían
estar
atadas,
luchó
con
impotencia contra
el
aprisionamiento, intentando liberarse. Gabrielle se agachó, puso su mano sobre las muñecas de Xena y las mantuvo allí. Se inclinó y la miró. El corazón de Xena se rompió al ver la tristeza en los ojos de Gabrielle. Le hablaba. No podía entender sus palabras. Entonces la bardo levantó una de sus manos y golpeó con rudeza su rostro. Cerró sus ojos con fuerza y lidio contra las lágrimas. Miró otra vez a Gabrielle pero fue recibida por un rostro que no reconoció. Su visión se desenfocó, trabajó arduamente para recuperarla. "¡Deja de luchar!" Le dijo el hombre observándola, "¡Sólo te estás hiriendo más!". Obedeció, al tiempo que una ola de dolor golpeaba su cabeza. Su espalda adolorida gritaba por atención. Trató de hablar pero sus labios estaban demasiado secos y resquebrajados. Se atragantó, permaneciendo inmóvil. 39
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El curandero volteó y miró a Fergus." Está despierta… pero no sé por cuanto. Me temo que es lo mejor que puedo hacer." "¿Crees que podamos mantenerla viva hasta el banquete?" Preguntó Fergus nervioso, retorciendo sus manos. Su orgullo dependía de esto. El curandero movió su cabeza con lentitud. "No sé. Tengo hierbas aquí que se pueden inhalar y mantenerla despierta. Pero no hay promesas. El golpe en su cabeza fue terrible y está débil por los azotes." Lo miró disgustado. Fergus estaba visiblemente empequeñecido ante esto, y se maldecía en silencio ante esta nueva desgracia. "Tráele algo de agua, pero no mucho porque podría
devolvértela
al
instante,
¿entendido?" El curandero miró a Fergus. Por los dioses que odiaba esta parte del trabajo. Era un curandero no un resucitador. Había sido llamado más de una vez al castillo de Helcus para tan desagradable trabajo, siempre para prolongar los últimos y tortuosos días de algún pobre desafortunado. Helcus pagaba atractivamente por estos servicios, pero no era eso por lo que él seguía regresando. Era la amenaza contra el bienestar de su familia, lo que lo motivaba. Pero esto era peor. Nunca había atendido a tan magnífica mujer. Era un crimen desplegar tanta vileza sobre alguien tan bello. La miró. Ella le observaba de soslayo, con cautela, ahora por completo despierta. Podía ver en sus ojos el dolor atravesándola, obligándolo a voltear. Buscó en su bolso y sustrajo una tela pequeña. Fergus trajo el agua. El curandero echó unos polvos en la taza, se inclinó y lo puso en sus labios. "Esto aliviará el dolor", dijo con calma. Xena observaba al hombre que la atendía. Pensó ver compasión en algún lugar de esos ojos, pero no estaba segura. Escuchó a través de su dolor la conversación entre los dos hombres. Ahora entendía la suerte de estar echada y no colgando de alguna cadena. Se sentía muy mal, quizás por la intensa punzada en su cabeza. Mientras ellos discutían los planes para el banquete su estómago se apretaba más. Cuando se inclinó para ofrecerle la taza otra vez, ella lo aceptó con gratitud, pues sabía que este sería un alivio para un mayor
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dolor que habría de serle impuesto después. Sólo esperaba que no la hicieran gritar antes que Hades se la lleve. Era una guerrera y quería morir con orgullo. Cerró sus ojos y esperó su destino.
Capítulo trece – Preparaciones finales.
" A mí me toca ahora cortar las bolas." Discutía Asara
con Solari. "Tú lo hiciste
la última vez." "No lo creo Asara." Respondió Solari. Sostenía una gran daga, recorriendo juguetonamente su mano a lo largo del afilado borde.
"Recuerdo muy bien a ese desgraciado de
Thesia que chillaba como un cerdo, ¿No es así?". "Oh, ese no cuenta, ¡Apenas si eran más grandes que unas nueces!". Respondió Asara. Señaló al admirado hombre sentado a sus pies, atado fuertemente a la base de un árbol. Gotas de sudor empezaban a formarse en su arrugada frente. "Estas son mucho más grandes. ¡No es justo!." "Bueno quizás tengas razón." Consintió Solari. "¿Qué tal si cada una toma una?" "¿Pero, quién va primero?" Preguntó Asara. "Oh, ¿cuál es la diferencia?" Respondió Solari impaciente. "Lancemos un denario." Barrance se atragantó, mientras sus ojos se agitaban con desasosiego
entre
las
dos
mujeres discutiendo acerca de él. Trató de humedecer sus labios ya que estaban increíblemente secos, pero sirvió de poco porque su boca estaba árida. Contempló el infernal destino de sus adoradas joyas y de inmediato empezó decirles todo lo que sabía.. y algo más. Gabrielle estaba sentada junto a Ephiny, lejos de aquellos procedimientos. No quería saber qué estaba pasando por ese árbol. Ephiny tenía su brazo envuelto alrededor de ella tratando de explicarle las cosas. "Tenemos que ser pacientes Gabrielle. Xena está viva y tenemos que asegurarnos de ejecutar todo a la perfección. Un error y todas podríamos morir." 41
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Gabrielle asintió entendiendo. "Quiero que te quedes aquí." Dijo Ephiny. "Estás muy débil para pelear." Y por dentro añadió que también se hallaba demasiado involucrada sentimentalmente para permanecer objetiva. " Yo voy contigo". Se paró Gabrielle temblando de furia. "Gabrielle, " habló quedamente tratando de calmarla. "No puedo correr el riesgo…" La bardo la cortó en medio de la oración. "¡No voy a hacerme a un lado y verla morir! ¿Me entiendes? NO PUEDO, ¡¡NO LO HARÉ!!." Empezó a descomponerse, las lágrimas llenaban sus ojos. "Está bien." Concedió Ephiny, sabiendo que no ganaría esta discusión. Y comprendiendo que insistiría en ayudar todo lo posible si las cosas se complicaban añadió, "….pero con una condición." Gabrielle escuchó. "Debes quedarte en los cuartos de servicio. No podrás salir al banquete. ¿Está entendido?" Ordenó. Gabrielle asintió débilmente. Sabía por qué Ephiny no lo permitía, y estaba segura que su imaginación no sería tan horripilante como lo que verían sus ojos si tuviera la oportunidad de tal visión. Thalia entró al claro y se apresuró hacia Ephiny. "Tenemos
el
vagón".
Reportó
emocionada. Solari se acercó, con la daga en la mano aún. "Y creo que tenemos suficiente información como para reconstruir el castillo desde sus bases, sin ser vistas". Dijo sonriendo. "¡Excelente!". Dijo Ephiny, mirando el sol poniente. "Es hora de empezar. Ahora recuerden, una vez que todas estén en posición, nadie hará ningún movimiento hasta que yo de la señal. ¿Entendido?" Las mujeres asintieron en consentimiento. Se transmitió la información y las amazonas se alistaron. Había un canturreo emocionado entre ellas mientras se preparaban para partir, cada una teniendo diferentes roles y
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responsabilidades para la noche. La espera había creado una ola de nerviosa energía, abrazando con gratitud el manto nocturno que les permitiría su tan necesitada liberación.
Capítulo catorce – Invitada de Honor.
"¿Y cómo está mi más preciada y bella posesión, Tylus?" Le preguntó Helcus a su capitán. Los dos hombres se encontraban de pie, en el salón del banquete, observando cómo se desarrollaban las preparaciones. Helcus no era más alto que Tylus, pero sí más grueso. Se había ensanchado de una manera poco agraciada, más, desde que tomara posesión del castillo, o mejor dicho, lo robara. El comer se volvió una de sus más grandes pasiones desde que se estableció, ese y otros placeres poco agradables de mencionar. "Bien, muy bien. Fergus la traerá dentro de poco." Dijo Tylus quedamente. Dentro de si, su estómago hacía pequeños revoltijos, y empezaba a desarrollar un simpático dolor de cabeza para acompañar esto. "Los invitados están por llegar Helcus." Dijo Tylus con prontitud, con la esperanza de cambiar el tema. "¿Los conducimos aquí?" "No hasta que tenga mi pieza de atracción orgullosamente desplegada. ¡Quiero que esta sea una fiesta para recordar!" Helcus, emocionado, movió sus manos en el aire. El cuarto había sido hermosamente decorado. Delicados tapetes entretejidos, robados del este, colgaban de las paredes de piedra. Cada uno de ellos de intrincado diseño y coloreados con resplandor. Diseños de oro yacían entrelazadas en los tapices de la pared y la luz de las antorchas brillaba a través de ellos. La mesa de cenar era casi tan grande como el salón mismo. Estaba en el centro, y en su magnificencia exigía la atracción visual de cualquiera. Había mujeres ocupadas alrededor preparando la mesa para el cercano festín. Dos hombres llegaron cargando un gran trono, pugnando por subirlo al centro de la gran mesa.
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Helcus sonrió al imaginar la noche que le esperaba, y la invitada especial que ocuparía ese asiento. Había esperado buen tiempo por este momento, y quería que todo estuviese perfecto. Vociferó algunas órdenes a las mujeres que salían de los cuartos de servicio. "¡Aseguren de usar sólo los mejores utensilios! ¡Y las más finas copas! ¿Entendido?" Gritó, su gran estómago temblaba al ritmo de su voz. Las mujeres asintieron, inclinándose con prontitud ante él y siguieron con sus preparaciones. Si fuera un hombre astuto hubiera visto la fría mirada de acero y furia de la rubia de bucles dorados, pero no era así, tan sólo era un hombre que tenía poder, y que lo manejaba como un niño malcriado. " ¡Ve y tráela Tylus!" Dio una palmada en la espalda de su hombre de confianza, "¡Qué estás esperando!" "¡Enseguida, señor!" Dijo Tylus con entusiasmo, deseando por dentro sentirse así. Dejó el cuarto y se dirigió hacia los calabozos para sacar el premio de guerra, rogando en silencio que aún estuviese con vida. Tylus se dirigió al área de prisión a ver cómo le iba a Fergus. Hizo una nota mental de trasladarlo a los trabajos de establo cuando todo terminase. Unos meses de trabajo con la pala haría maravillas en él. Y Barrance lo acompañaría, tan pronto como llegase. Entró al cuarto donde Fergus y el curandero vestían a la mujer. Habían encontrado unas prendas de algún guerrero que le
daban. Deseó haber sido un poco más atento y haber
recogido las de ella, pero era un poco tarde para eso. Tendrá que servir. Fergus y el curandero estaban esforzándose por mantener a la mujer de pie. Al menos estaba viva todavía. Gracias a los dioses, se dijo. Después de todo quizás vería el mañana
"Llevémosla arriba." Les dijo a los hombres. "Helcus está esperando, y no es un hombre paciente". Añadió. Xena miró al hombre que entró al cuarto. Sus ojos estaban negros de furia. Si tan sólo pudiese hablarle a su cuerpo para un poco de cooperación estrangularía al hombre justo en donde estaba. Pero se encontraba viendo a dos de ellos y no sabía cuál era el verdadero y cuál ilusión. Sólo podía luchar débilmente contra las cuerdas que ataban sus manos a la espalda.
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" ¡Deja de moverte tanto, maldición!" Le gritó Fergus a la mujer. Cada vez que intentaba liberarse vanamente, otra ola de dolor se dispersaba a través de ella. Estaba agonizando, a pesar de lo que el curandero pudiese haberle dado, cedió al fin cuando la invadió otra ola de mareo y no pudo ver más. "Mujer terca." Refunfuño Fergus, mientras la arrastraban fuera de la celda, encaminándose hacia el festín.
Capítulo quince – Labores de cocina.
Las mujeres estaban ocupadas en colocar la comida en las bandejas. Todo el personal contratado fue reemplazado con pocos problemas. Los guardias que vigilaban la entrada de los sirvientes habían sido despachados con poco decoro. Si uno realmente se acercaba a esa entrada en particular, los
guardias lucirían más torneados que en otros días,
pero estaba oscuro y nadie alrededor se interesaba en tales cosas. Ahora todas las amazonas vestían largas faldas, sus armas ingeniosamente escondidas bajo la cubierta de sus prendas. "Sabes, estos vestidos si son útiles para algo, después de todo". Le susurró Asara a otra amazona algo más alta, llamada Kauri. "Creo que sí, pero se me está haciendo difícil no tropezar cada vez que camino. ¡No puedo creer que de verdad las mujeres
vistan estas ridículas prendas!". Respondió Kauri. "Y
las estoy viendo negras tratando de esconder mi arco por aquí abajo." "¿Era eso?" Rió Asara, mirando su falda y alzando una ceja. " Muy chistosa." Dijo Kauri. "¿Ustedes dos se están divirtiendo o estamos aquí para salvar la vida de alguien?". Dijo Solari escudriñando sobre sus hombros, viéndolas colocar delicias sobre las bandejas. "Lo siento". Dijo Kauri con rapidez. "Es sólo que estos malditos vestidos…" dijo, jalando la tela.
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"Es una falda Kauri." Respondió Solari. "Lo que sea que desees llamar a este instrumento de tortura, no puedo esperar a quitármelo." Le masculló en respuesta. Luego levantó la bandeja y se dirigió hacia la entrada del salón del banquete, y casi tropieza con el dobladillo. Maldijo en silencio y dejó el cuarto. Kauri regresó apresurada. Su rostro había tomado un tinte pálido. Asara y Solari voltearon al verla entrar. "¡Es Xena!" Gritó Kauri. Todos apartaron la vista de lo que estaban haciendo y escucharon atentas. "La han puesto en el asiento". Gabrielle retiró con rapidez la vista y trató de concentrarse en la bandeja que estaba armando. Sus manos temblaban visiblemente mientras trataba de colocar trozos de carne de jabalí salvaje en formas de ridículos diseños que dudó cualquiera de esos hombres apreciaría. Sus ojos se empañaron, tomó el borde de la mesa para sostenerse, temiendo caer desmayada. Ephiny corrió hacia ella y la cogió del brazo. " ¿Estás bien?" Le preguntó. Alzó la vista y asintió débilmente. "Estoy bien, Ephiny, de verdad." Sabía que Ephiny le creía tan poco como ella misma. "Tan bien como se puede estar bajo estas circunstancias…" añadió. Fijó la vista en el rostro preocupado de Ephiny, en forma de ruego. "Tengo que verla". Le susurró. "Por favor." Ephiny luchó contra sus emociones. "Hiciste una promesa, Gabrielle". Le dijo. "No te lo permitiré. Ella no hubiese querido que la veas así" Continuó, "Te ama demasiado para eso". Terminó sabiendo que esto sería suficiente para la bardo. "Lo sé." Respondió Gabrielle débilmente y regresó a terminar la bandeja. Ephiny la dejó y se dirigió hacia Solari. "Haz que todas estén listas y en posición. No podemos esperar mucho, el riesgo es demasiado, y no sé cuánto podrá resistir Xena."
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Capítulo dieciséis – El festín
El banquete había empezado, los hombres no sentían más dolor debido a la abundante carne y vino que consumían. Se rellenaban de pedazos de carne y otros platos deliciosos, con sus propias manos, el fino utensilio yacía olvidado sobre la mesa. La muchedumbre era ruidosa y tumultuosa, Helcus los hacía estallar en risas mientras les contaba otra broma relacionada con su nuevo premio. "Por su puesto que era ella más joven entonces…" rió Helcus, con lágrimas en los bordes de sus ojos, mientras una nueva ola de risas estúpidas amenazaba con sacarlo de sí otra vez. Alzó su copa en alto. " ¡Propongo un brindis!" Todos alzaron sus copas y esperaron. "Por la grandiosa princesa guerrera……" "¡¡¡Por la grandiosa PRINCESA GUERRERA!!!" Gritó la muchedumbre regocijada. "Que descanse en pedazos…quiero decir en paz…" Aulló de risa ante su broma, y el grupo estalló en risas junto con él. Tylus se hundió en su silla, deseando de pronto estar en algún otro lugar. Los procedimientos habían empezado a enfermarlo, o quizás era Helcus quien en realidad le empezaba a repugnar. Por los dioses, pensó Xena, no puedo creer que alguna vez dejase a este hombre cabalgar en mi propio ejército. Lo miró con repugnancia. Forcejeó, con pocos resultados, contra la
soga que la ataba al trono, cada esfuerzo enviaba una nueva ola de martirizante dolor a través de su cuerpo. Habían atado su frente al respaldar del trono para asegurar que permaneciera erguida. Sus manos estaban atadas con firmeza a unos largos brazos de madera y sus pies ajustados a la base de las patas. Se esforzó por mantener los ojos abiertos. Cada vez que amenazaban con cerrarse ese estúpido hombrecillo que estaba sentado a su lado golpeaba su pie fuertemente, con una copa, para asegurarse que se mantuviera despierta. Pero esto no era lo que la molestaba en realidad. Era la comida, que varios hombres le habían estado arrojando la última media hora lo que la enfureció. El olor la hacía sentir en 47
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extremo enferma, sin mencionar lo repulsivo que resultaba, ya que algo de eso había salido directo de sus bocas. Intentó arduamente no pensar en eso. Pero había algo más. Su visión estaba empañada y su pensamiento no era claro del todo, pero algo en el fondo de su mente permanecía inquieto. No podía descifrarlo, estaba simplemente fuera de su alcance. Algo acerca de esas mujeres paradas en el fondo del salón. Cerró sus ojos y trató de enfocarlos otra vez. Un golpe de dolor viajó a través de su columna cuando Fergus estrelló nuevamente la copa en su pie. Sus ojos se abrieron en respuesta y combatió la necesidad de vomitar, rehusaba ser humillada de esta forma frente a estos cerdos. Pasó saliva con esfuerzo y usó sus habilidades mentales para ignorar la escena que era obligada a presenciar. Imaginó a Gabrielle otra vez, flotando libre en el estanque, con sus brazos alrededor de ella, parecía ahora una eternidad. La había besado suavemente y la calidez que sintió en su corazón… sus pensamientos vagaron hacia esto mientras dejó otra vez que su mente se deslizara a otro lugar. Pero se controló otra vez mientras sus instintos guerreros la forzaron a mirar nuevamente lo que la perturbaba acerca de esta escena. Sus ojos se entrecerraron al tiempo que se empeñaba por ver a las mujeres en el fondo del salón. "¡Necesitamos más vino!" Gritó uno de los hombres con su copa vacía. El ruido era demasiado y ninguna lo escuchó. Se levantó de la silla tambaleándose y se dirigió rabioso hacia la cocina. Entró abruptamente a través de la puerta y recorrió el camino hasta una hermosa y joven rubia pelirroja; casi golpeando la bandeja que ella cargaba, "¡Tú, trae eso por acá, ahora!". La tomó del brazo y se la llevo deprisa a través de la puerta antes que cualquiera de las amazonas tuviera la oportunidad de reaccionar.
Capítulo diecisiete – La pelea.
Gabrielle fue arrojada al salón del banquete, se esforzó por sostener la bandeja antes que esta se estrellara en el piso.
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Se compuso de inmediato y volteó hacia la gran mesa. Miró el horrible trono que servía como centro de esta macabra reunión y su rostro se quedó pálido. "¡Xena!" Gimió y dejó caer la bandeja a sus pies en el acto. La bandeja hizo un estruendoso sonido y todos voltearon a mirarla. "¡Hades!" Gritó Ephiny, corrió hacia la puerta del salón de banquete. Hizo la llamada del ave que que era era la seña señall para para ataca atacarr y salt saltó ó haci hacia a espa espaci cio o abie abiert rto. o. Aquí acabó el elemento sorpresa, pensó.
Los ojos de Xena captaron la conmoción en las puertas de la cocina. Una pequeña mujer rubia había tirado una bandeja. Su corazón se detuvo detuvo al reconocer reconocer de inmediato inmediato la figura, a pesar que apenas podía ver. Ephin Ephinyy llegó llegó atacan atacando do desde desde la puerta puerta,, despu después és de su salvaj salvaje e grito grito de batal batalla, la, con la espada levantada por arriba de su cabeza y las amazonas cayendo sobre la muchedumbre. Los ojos de Xena se abrieron desmesuradamente al ver la lucha que se desató frente a ella. Los hombres habían sido sorprendidos con la guardia baja, pero cogieron sus armas y empezaron a atacar salvajemente a las amazonas. Salían de todas partes y los hombres empez empezaba aban n a perder perder terren terreno. o. Había Había una una gran gran colisi colisión ón de acero y flech flechas as mientr mientras as las mujer mujeres es que habían habían perma permane necid cido o en el fondo fondo del gran salón salón descub descubría rían n sus arcos arcos y empezaban a derribar a los hombres uno a uno. El salón de banquete banquete se convirti convirtió ó en un baño de sangre sangre en segundos segundos y las toscas risas risas de unos momentos atrás se volvieron furiosos gritos y maldiciones. Los guardias corrían desde afuera hasta el salón, para ver qué demonios pasaba. Gabrielle se abría paso a través de la lucha hasta el trono. Helcus todavía de pie, copa en mano, vociferaba a boca abierta. Ephiny estaba gritando órdenes a las chicas. "¡Solari, por allí! ¡Los guardias!." Hundió su espada en un guerrero que se le abalanzó. Luego volteó para enfrentar a otro atacante, derribándolo de un sólo golpe en la cabeza. Solari le hizo una seña y apuntó a unas cuantas amazonas para que corrieran hacia las puertas del sur y se prepararan. 49
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Kaur Kaurii era era una una exce excele lent nte e arqu arquer era, a, en un inst instan ante te dest destro rozó zó su fald falda, a, reve reveló ló su port porte e amazónico, y corrió al centro del salón, empezando a infligir graves daños. Asara dirigía un pequeño grupo hacia el norte del salón, anticipando anticipando un nuevo grupo de tropas que estarían llegando por la puerta en cualquier momento. Tylus gritaba órdenes a sus hombres, de quienes temió estaban demasiado asustados en ese momento, para su propio bien. Este no sería un buen día después de todo. Gabrielle tomó la daga de un cuerpo caído y saltó a la mesa corriendo hacia Xena. Los ojos de Xena se encendieron ante la visión de su amada, pero se estremecieron con rapidez ante el temor de ver a Helcus aparecer sobre la mesa tras Gabrielle, espada en mano y con la mira en su cabeza. "¡Gabrielle!" Gritó, o trató de hacerlo, ya que salió como un susurro. La bardo no escuchó su grito y no sintió la presencia de Helcus – su instinto de pelea no se encontraba en ningún lugar, ya que sus emociones habían tomado posesión. Finalmente Gabrielle vio la mirada de terror en los ojos de Xena, pero era demasiado tarde, volteó para ver a Helcus tras ella, con su espada dirigida directo a su corazón. Su sonr sonris isa a desq desqui uici ciad ada a se cong congel eló ó en el rost rostro ro,, y lueg luego o una una mira mirada da de sorpr sorpres esa a la reemplazó y cayó hacia adelante, muerto antes de golpear la superficie. Su ancho cuerpo estr estrem emec eció ió la mesa mesa al caer caer,, una una espa espada da ente enterr rrad ada a prof profun unda dame ment nte e en su espa espald lda a permaneció clavada allí, la mano de Ephiny sostenía aún el arma mortal. La retiró rápido, miró a Gabrielle, y luego a Xena, una promesa no dicha pero cumplida y se dirigió hacia el combate. Tenía una cita con Tylus que no pensaba perder. Tylus vio a la rubia derribar a Helcus y encaminarse directo hacia él. Ahora sabía que no viviría para ver otro día. Las manos de Gabrielle temblaban desesperadas mientras intentaba cortar las sogas que ataban a su guerrera. Besó a Xena con suavidad en los labios, la guerrera colapsó en sus brazos dejándose sostener. Cerró finalmente sus ojos y se deslizó hacia la inconsciencia, mientras Gabrielle le decía palabras tranquilizantes.
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Capítulo dieciocho – La espera.
La curan curander dera a Amazo Amazona na había había estad estado o allí allí por por lo menos menos una
hora. hora.
Gabrie Gabrielle lle
se
encontraba desesperada ante la preocupación. Cavilaba de un lado a otro afuera de la cabaña, Ephiny la observaba atenta, su caminar la estaba dejando ligeramente mareada. Otras pocas Amazonas también esperaban silenciosas afuera. Solari y Kauri aguardaban su turno para ser atendidas, ya que fueron levemente heridas en la batalla. Las Amazonas habían sobrevivido con pocos daños. Ninguna murió, lo cual era increíble porque habían derribado a más de cien hombres. Con el tiempo ese número se multiplicaría cinco veces más cuando las historias se llevasen a través de las generaciones. La curandera hizo entrar a Gabrielle a la cabaña. Ephiny la
siguió.
"La he curado lo mejor que pude. Los latigazos en su espalda sanaran bien. Tuvo suerte que alguien los atendiera antes de infectarse demasiado. Ahora está débil por la fiebre. El golpe en la cabeza es preocupante. Pero no la ha matado todavía". Gabrielle se encogió visiblemente ante esto. La mujer se levantó y puso sus brazos sobre los hombros de la bardo y prosiguió, "Es una mujer muy fuerte... con una gran razón para vivir. Ahora dejaré que la ayudes, tú eres su mejor medicina". Reunió sus cosas para irse. "Permanece cerca a ella, a estado pronunciando tu nombre y necesita que la calmes. Aquí hay algo de té. Asegúrate que lo tome. Ahora me voy, tengo a otras que atender". Y se fue. Ephiny se acercó y le dio a Gabrielle un fuerte abrazo. "Las dejaré a ustedes dos solas, hazme saber si necesitas algo, estaré cerca." Xena soñaba estar en un lugar ardiente. Gotas de sudor bajaban por su rostro, teniendo que entrecerrar sus ojos para ver a través del agua que inundaba su visión. Unas manos suaves estaban cuidándola delicadamente, eran frescas y reconfortantes contra el fuego de su piel. Había un zumbido incesante en sus oídos, y se esforzaba por descifrar la conversación sin sentido. 51
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"¿Alguna vez te conté acerca de Zeus y la bandada de pájaros, Xena?" Le hablaba Gabrielle. Limpiaba con delicadeza el sudor de la frente de la guerrera y seguía aplicando la esponja húmeda en su cuerpo febril. Estaba muy cansada en ese momento pero no había otro lugar en el que prefiriese estar. "¿verdad?." Se respondió a sí misma. "Bueno, entonces así es como comienza…" Estuvo hablando por horas, pero Xena yacía aún en sus manos ardiendo en fiebre. Se estaba quedando ya sin repertorio. Incluso empezaba a dormirse, con los ojos dándole vueltas. Xena estaba envuelta en un cálido abrazo. No podía moverse y sus ojos se esforzaban por ver cuál era el objeto de tal calidez. Finalmente los abrió y examinó a su alrededor. Su visión se empañó, luego se aclaró. Estaba observando a un tejado de paja, el cual sabía que debía reconocer, alguien yacía envuelta sobre su cuerpo y la rubia pelirroja era inconfundiblemente su Gabrielle. Sonrió y levantó su mano para acariciar su cabello. Xena estaba débil y con algo de dolor pero la fiebre se había ido y ahora pensaba claro otra vez. Los acontecimientos del día anterior regresaban en pequeñas piezas fragmentadas. Su cabeza palpitaba, como recordatorio de su batalla contra los hombres de Helcus. No sabía cómo escapó Gabrielle y cómo las Amazonas se las habían arreglado para rescatarla, pero nada de eso importaba mucho ahora, estaba en los brazos de la mujer que amaba y se deslizó hacia un pacífico sueño, con sus manos envueltas firmemente alrededor de la bardo.
Capítulo diecinueve - Un errante
"No me iré por mucho Ephiny". Le dijo. Estaban paradas en la entrada de los establos, sacando el caballo negro que fue una vez de Barrance. Argo había sido traído de la villa ayer pero ella prefería al caballo negro, ya que este confió en ella y ayudado cuando no hubo nadie más.
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"Gabrielle, no es que no confíe en ti, pero Xena me mataría si algo te ocurriese. Lo entiendes, ¿No es así?" Rogó Ephiny. "Y aparte, hoy tenemos una celebración especial en honor de ustedes dos. ¿Qué pasaría si no llegas a tiempo?" "Si llegaré a tiempo, Ephiny". Dijo Gabrielle. "Quiero hacer esto por Xena, es muy importante." Ephiny suspiró y cedió ante la determinación de la joven. " Está bien, pero necesitarás una escolta. Thalia irá contigo". Le hizo una seña a Thalia quien tuvo la mala suerte de pasar por ahí en ese momento. "¡Fantástico!" Respondió Gabrielle con voz emocionada. Una gran sonrisa cubrió su rostro. Ephiny la miró y sonrió también, su naturaleza bondadosa era contagiante y no pudo más que ceder ante ella. "¿Qué le diré a Xena si pregunta por ti?" Preguntó Ephiny, odiaba mentir, en especial a Xena, ya que era alguien que podía ver a través de ella. Ephiny le ayudó a montar el caballo. "Oh, estoy segura que pensaras en algo, después de todo eres la reina amazona". Gabrielle sonrió mirándola. "¡Huy! Había olvidado que alto estaba acá arriba." Pasó un gran trago. Podía hacer esto, se dijo así misma. "Regresare pronto, ¡Y no te atrevas a decirle nada!" Le advirtió Gabrielle. Thalia y Gabrielle montaron fuera del campamento dejando que Ephiny se preocupara ella sola. Quizás podría evitar a Xena por el resto del día, de hecho planeaba hacerlo así. Xena estaba ya levantada finalmente, sólo con un ligero malestar al moverse, sus heridas habían sanado casi por completo. Apenas ayer se las había arreglado para levantarse, sin embargo, estaba impaciente por andar otra vez y emocionada ante el prospecto de marcharse mañana. El quedarse en un sólo lugar por mucho tiempo siempre la ponía nerviosa. Salió de la choza buscando a Gabrielle. No la había visto por más de dos horas y se empezaba a preocupar. Quizás si pudiera encontrar a Ephiny, sabría decirle. Se encaminó hacia su choza. Kauri interceptó a Xena mientras cruzaba el campamento.
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"Xena, ¿Crees que puedes ayudarme aquí?. Necesito unas manos fuertes para que sostenga esta viga mientras yo la ato." Las amazonas tenían mucho por reconstruir ya que Velasca en su furia destruyó la mayor parte del campamento, después que probara la ambrosía y convertido en diosa. Todo aquel trabajo se detuvo cuando acudieron a rescatar a Xena, pero ahora estaban de nuevo trabajando sin parar. Xena siempre estaba dispuesta a ayudar, se acercó a Kauri y sostuvo la viga. Kauri examinó en dirección hacia la choza principal, en donde se llevaban a cabo las preparaciones para la celebración de esta noche. Vio a Ephiny asomarse hacia la puerta dándole una señal silenciosa. Respondió con una ligera sonrisa, escondiéndola rápidamente al voltear para ver a Xena. Ephiny había dado instrucciones de mantenerla ocupada hasta que Gabrielle y Thalia regresen. Xena preguntó sosteniendo la viga. "¿Has visto a Gabrielle?" "Creo que ella y Thalia se fueron a nadar. No estoy segura". Respondió Kauri. Xena la miró y trató de imaginar por qué no le creía, pero no hizo caso. Siguió sosteniendo la viga mientras
gotas de sudor empezaban a formarse en su frente. Quizás no estaba
tan descansada como esperaba. Solari se acercó y le ayudó. Cuando la tarea terminó, Xena se levantó para irse. Solari puso un brazo alrededor de su hombro. "Xena, necesito algo de ayuda con aquella pared. ¿Podrías?". Le pidió cortésmente, sonriendo a la jadeante guerrera. Oh Hades, pensó Xena. " Seguro, Solari, estoy a tu servicio."
Siguieron aplicando este juego a la pobre Xena por dos buenas horas. Estaba tan cansada para cuando terminaron con ella que tuvo que acostarse y recuperarse. Xena colapsó en la cama y cayó de inmediato en un profundo sueño.
Capítulo veinte – Hora de siesta.
"No la mataron, ¿Verdad?" . Preguntó Ephiny escudriñando la choza y a la guerrera caída. 54
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"¡Casi!" rió Solari. Escucharon la voz de llegada y voltearon para ver a Gabrielle y a Thalia llegar a caballo. "¡Ya era hora!" Ephiny le masculló a Gabrielle. Gabrielle tenía una sonrisa emocionada en su rostro "¿En dónde está Xena?. No le dijeron, ¿Verdad?" Añadió con una ligera preocupación. "No, Gabrielle, pero tuvimos que rematarla. Está en la cama". Los ojos de Ephiny señalaron la choza y estalló en risas y Solari la siguió. "Ahora te toca a ti". Añadió Ephiny mirando a Gabrielle. "Tienes que levantarla a tiempo para las celebraciones. Empezamos en una hora". Ambas mujeres se alejaron sonriendo entre dientes. Thalia y Gabrielle se miraron mutuamente. Thalia sólo se encogió de hombros y volteó para llevar los caballos a los establos. Gabrielle entró a la choza y su corazón se derritió una vez más al ver a su amor yaciendo pacíficamente en la cama. Lucía tan hermosa cuando su rostro no estaba oscurecido por la preocupación o la concentración de salvar alguna aldea. Bueno, quizás más hermosa, pensó, mientras se acostaba en el borde de la cama para observarla más de cerca. Su dedo recorrió la línea de la mandíbula de Xena y siguió su camino por el cuello. Gabrielle amaba el sentimiento de este pequeño ritual. Ahora tenía privilegios completos en lo referente al contacto y parecía que no podía evitar apartar sus manos de ella. No habían hecho el amor desde lo de las ruinas, ya que no quería arriesgarla a que se debilitara, pero no estaba segura de cuánto más podía esperar. El tan sólo sentarse al lado de ella hacía que todo su interior se inquietase. Xena había abierto un mundo de sensaciones completamente nuevo, ella era joven y estaba ansiosa por explorarlo una y otra vez. Suspiró al saber que Xena necesitaba descansar, pero sus manos no le obedecían. Trazó una línea sobre su brazo y levantó una mano hasta su boca. Besó la palma con delicadeza y lentamente empezó a besar cada uno de sus dedos. Xena retozó entre sueños respondiendo por instinto al contacto de la bardo.
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Sus besos continuaron hasta su brazo, y se detuvo en la suavidad interior del codo. Prosiguió hasta que alcanzó la línea del cuello y se detuvo allí. Succionó con delicadeza en un lugar particularmente sensual, hasta que pudo escucharla gemir entre sueños. Sonrió por dentro, preguntándose qué podría estar soñando ahora. "Gabrielle…" susurró Xena en sueños, y así
tuvo su respuesta.
Maldición, pensó. La inquietud en ella se volvía más fuerte, pero sabía que no debería
atreverse a despertarla... tenían una celebración en honor a ellas y no quería aparecerse sola. Xena necesitaba dormir . Suspiró y se alejó. Pero cuando mejores no voy a dejarte en paz …, sus pensamientos oscilaron.
Entonces sus ojos se abrieron ligeramente al ver el cuello de Xena, y una mancha rojiza oscura, formándose justo en ese instante. "Oh-Oh". Dijo en tono alto y luego hizo un voto silencioso de no mencionarlo. Le dio medía hora más para dormir y luego la despertó. Se paró cerca a la guerrera, moviéndola. "Xena". Le dijo con suavidad primero, luego más fuerte. "Xena, ¡Despierta!" Los ojos de Xena vacilaron y ella la sacudió aún más. Xena cedió al fin y abrió los ojos para ver a la impactante mujer que ahora era suya. No podía creer su suerte. "¡Hola! ¿En dónde has estado?". Masculló, tratando de lucir molesta pero sin mucho resultado. "Las celebraciones están empezando Xena. Tienes que levantarte". Dijo Gabrielle, evitando el tema. Xena suspiró y cerró sus ojos otra vez. "Estoy cansada." " Te vas a levantar, ahora". Añadió Gabrielle con fuerza. "¿Ahora?" Se quejó Xena. "¡Vamos!" Gabrielle la levantó de los brazos. "¡Estamos perdiendo tiempo!" "¡Ah! Así que ahora eres tú quien está apurada, ¿no?". Preguntó Xena, sabiendo como le disgustaba a Gabrielle que la molesten.
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"Muy chistosa". Respondió Gabrielle, y luego intentó una nueva táctica. "Entonces tendré que bailar con Thalia". "Ya me levanté, ya me levanté". Suspiró Xena pesadamente y dejo que la bardo la condujese hacia las festividades.
Capítulo veintiuno – La fiesta.
La comida que habían expuesto en las mesas era un placer para los ojos, tanto como para el paladar. Estaba desapareciendo, ya que la mayor parte de la cena estaba terminada. Ahora casi todas las mujeres bailaban o estaban sentadas bebiendo un buen vino, ocupadas en conversar o en algunas otras intimidades. La música tribal sonaba seductoramente en el ambiente, mientras Gabrielle estaba sentada, conversando con Thalia, y mantenía un ojo atento sobre su guerrera quien se encontraba charlando con Solari y otras más. Posiblemente algún tipo de conversación sobre armas, pensó. Gabrielle volteó hacia Thalia y continuó su relato sobre una de sus historias, esta era acerca de su aventura con Baco. "Bueno, yo estaba bailando en aquel bar con estas mujeres, y no era muy diferente a la música que ahora están tocando, pensándolo bien", dijo. Thalia era joven, como Gabrielle, y estaba metida en exceso en la parte más festiva de la celebración. Asintió, envuelta en la historia de Gabrielle, en realidad lo estaba más en sus ojos verdes. Gabrielle tomó otro sorbo largo de su copa. "Esto si que es bueno, Thalia". "¿Quieres otra?" Preguntó con malicia. "¡Seguro!", respondió Gabrielle entusiasmada, vaciando las últimas gotas de su copa. En verdad que empezaba a pasarla bien. "Entonces, si lo tiras apropiadamente hará contacto en donde apuntes y al final regresará contigo. Pero debes tener cuidado de no herirte cuando lo recibas." Xena sostenía su chakram mientras explicaba los puntos más delicados a Solari y Kauri. 57
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Ambas se estaban riendo de ella, como si supieran algo que ella no. Esto empezaba a molestar a Xena. Estas no eran las primeras amazonas que la observaban así esta noche. Kauri seguía intentando mirarla sin reírse, pero salía perdiendo, notándose en las esquinas de sus labios. Solari asentía respondiéndole, pero también se esforzaba por contener la risa. Finalmente Xena no pudo soportarlo más. "¿Me estoy perdiendo de algo o es que un chakram es así de chistoso?" Gruñó; sus ojos empequeñecidos contemplaban amenazantes a las mujeres. "Lo siento, Xena", respondió Solari. " Debe ser el vino". Y le hizo una señal a Kauri con la ceja. "¡Claro!" Soltó Kauri, tratando con desesperación de controlarse y sin permitir en definitiva que sus ojos vagasen por la gran marca púrpura en el cuello de Xena. No mires hacia abajo. Mantén la vista en su frente, Kauri se repetía en silencio. Enfoca, Kauri, enfoca muchacha. "Sí que es una increíble arma letal que tienes, Xena". Dijo al fin Solari, tratando de cambiar de tema. "Así es". Respondió Xena peligrosamente. "Creo que necesito un trago". Y dejó la compañía de las mujeres que ahí se encontraban. Evitó volver la vista al escucharlas perder el control finalmente y estallar en grandes risotadas. "... así que le mordí el cuello y la volví también una bacante". Prosiguió Gabrielle contándole su historia a Thalia. Thalia escuchaba atenta. " ¡Uau, eso suena increíble!". Exclamó. "¿Qué sentiste?". Preguntó muy curiosa al respecto Thalia. "No recuerdo mucho sobre eso, ¡pero creo que fue grandioso!" Respondió Gabrielle. Examinó a la muchedumbre para ver en donde se encontraba Xena. Estaba por allí, hablando con otro grupo de Amazonas. Sostenía su chakram en el aire otra vez. Quizás otra conversación sobre armas, pensó. Por los dioses que lucía hermosa. Y luego añadió. "
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No, ¡estoy segura que fue grandioso!. Y creo que a ella también le gustó, después de todo, ¡Gimió bastante!" Miró a Thalia y ambas rompieron en risas. "¿Otro?" Preguntó Thalia, con lágrimas en los ojos. " ¡Otro!" Gabrielle levantó su copa en un ademán de brindis. Ephiny observaba los procedimientos en la esquina del aposento. Gabrielle y Thalia sostenían una conversación muy animada. Chocaban copas e ingerían más alcohol del que podían
manejar. Suspiró, recordando los tiempos en que fuera tan joven; ser capaz
de provocarse tal daño y vivir para ver el mañana. O mejor dicho, desear vivir para ver el mañana. Pensó que mejor sería acercárseles antes que sea demasiado tarde. " …y luego Xena lo atravesó con un hueso y prácticamente lo reventó". Terminó Gabrielle. "Sólo así, ¿Lo reventó?". Preguntó Thalia incrédula. "Sip". Respondió, " Sí, reventó... a decir verdad reventó bien". Luego ambas se volvieron a mirar y estallaron en nuevas risas. Estaban ahora retorciéndose, incapaces de contenerse. "¡Thalia!" Gritó Ephiny. Estaba de pie, observándolas. "¡Effffinia!" Exclamó Thalia notablemente incoherente. Ambas jóvenes dejaron de reírse y observaron a la reina. "¿Por qué no vas y ayudas a servir los postres de medía noche?" Dijo Ephiny. Thalia sabía que este no era un pedido sino una orden. "¡Claro, Ephinyii!" Thalia se levantó con prontitud, casi cayó, pero Ephiny la agarró por el brazo y la atrapó. Thalia contuvo la risa al mirar a Gabrielle. "Chau, Gabiii... ¡inkreible ishtoria!" y procedió a caminar tentativamente hacia las mesas. Ephiny suspiró y se sentó junto a Gabrielle, poniendo su brazo alrededor de ella. Ambas escudriñaron la fiesta, pensando.
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"¿Estás bien?" Preguntó Ephiny. "Nunca había estado mejor". Respondió Gabrielle observando a su alta, encantadora y orgullosa guerrera cruzar la habitación. Ephiny observó también, sabiendo a dónde se dirigían los ojos de Gabrielle. Gabrielle tomó otro sorbo de vino y suspiró. " No es hermosa." " Así es". Asintió Ephiny. Gabrielle le sonreía ensoñadoramente a Xena. Volteó hacia Ephiny, con una expresión seria. "Efoneee", ahora hablaba con dificultad. "¿¿¿La has visto desnuda???" Ephiny se rió ante esto, pero se rehusó a responder. Gabrielle se recostó en ella, buscando apoyo, "Tienes que verla desnuda Efonee". De repente se le estaba haciendo muy difícil pronunciar su nombre. "Ella lucze taaaaaaaaan bien desnuda". "Bueno, quizás algún día…" Ephiny dijo quedamente, bromeándole a la bardo. Por ahora estaba completamente ebria, pero su entusiasmo era contagiante y Ephiny no pudo sino reír con ella. "¡No lo creeriaash!". Sus manos se movían con entusiasmo en el aire, por la cabeza de Ephiny. " ¡No puedo apartar mmmish manos de ella!" Exclamó Gabrielle. "Estos han sido unos díash muy largos, ¿sabesh?!" Le guiñó. "Sí, así ha sido". Respondió Gabrielle sonreía observando otra vez a Xena. Luego volteó otra vez hacia Ephiny, con cierta seriedad en su voz. "¿Ephiny?" "¿Sí, Gabrielle?" Respondió esperando. "¿Puedo hacerte una pregunnnnta?." Balbuceó, pero mantenía seriedad. " Claro". Respondió Ephiny. No puedo esperar a escuchar esta, pensó. 60
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Gabrielle frunció el ceño y preguntó. "¿Alguna vez has sentido la suavidad de los pechos de una mujer?" Ephiny mantenía una increíble lucha interna para no estallar en risas. Su rostro observaba con severidad a Gabrielle. " Gabrielle, soy una Amazona". Declaró. " Cljaro, cljaro… por… su… peshto, lo siechnto…" se disculpó Gabrielle. Tomó otro gran sorbo de su copa. " Pero tuvishte un bebé centauro." Comentó Gabrielle. Hubo una pausa embarazosa. "¿Y lo que tratas de decir…*es*…?" preguntó Ephiny lentamente. "¿Lo que trató de decir?" Gabrielle miró hacia el techo buscando inspiración. "¿Cuál ffue la pregunsta?" Oh, dioses, pensó Ephiny, "¿No crees que ya has tenido bastante de…?"
Gabrielle la interrumpió a medio hablar. "Tienes que verla desnua Ephinyyyy… luce taaaaaaaaan bien desjnuda!". Gabrielle estaba ahora observando dificultosamente a Ephiny. Ella no la miraba. Observaba atenta algo justo frente a ellas. Gabrielle volteó para ver a unas hermosas piernas frente a sus ojos, las recorrió con la vista hasta que se dio cuenta que estaba observando a su guerrera, quien parecía estar un poquito perturbada. "¡Xxxennna!" Gritó Gabrielle. "¿Qué estás haciendo allá arriba?" Xena lanzó una mirada a Ephiny. Ella sólo pudo sonreír y encogerse de hombros. "Vamos, Gabrielle". Masculló Xena, mientras trató de jalar a la bardo y ponerla de pie, pero las piernas de Gabrielle protestaban. "¡Hey Uau!." Gritó Gabrielle, tratando de balancearse. Luego miró a Xena otra vez. "Eres hermosa, sabes…" "Aja". Respondió Xena mientras se agachaba y la levantaba para llevarla en hombros. "Hora de dormir". Exclamó y le hizo un guiño a Ephiny mientras volteaba para irse.
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"¡Hey!" Exclamó Gabrielle, " ¿El cuarjto, eshta de kabezza?!." "Sip", dijo Xena mientras la cargaba cruzando el grupo de Amazonas, quienes trataban de no reír demasiado en temor a la furia de Xena.
Capítulo veintidós – Hora de dormir.
"Uoou.. ¡Xena!" Masculló Gabrielle mientras fue tirada con poca ceremonia en la cama. " Quédate echada y te quitaré las botas." Dijo Xena
tratando de sonar firme, pero con
pocos resultados. Estaba luchando con la bota de Gabrielle cuando fue jalada hacia abajo. "Hey". Se quejó Xena al perder el equilibrio y caer en la cama. "¡Cuidado!" Gabrielle tenía sus manos alrededor del cuello de Xena y la jaló para darle un beso. Xena cedió ante el beso y luego se alejó. "Estás ebria, Gabrielle". "¿Lo estoy?" Respondió sorprendida. Ahora estaba jalando la armadura de Xena. "¡Tienes que verte dessshnuda Xena!." "Gabrielle". Empujó a la bardo hacia la cama otra vez, sujetando sus hombros. "Duerme un poco". "¡DORMIR!" Gritó Gabrielle. " ¡Eso es lo que he hecho desde hace cinco días! ¡No quiero DORMIR!" "Gabrielle". Dijo Xena lentamente, mirándola con seriedad. "Por favor, Xena." Gabrielle la miró a los ojos suplicante. Xena suspiró. Nunca podía negarse a la bardo y ella lo sabía. Se ablandó. Liberó los hombros de Gabrielle, y se arrodilló en la cama encarándola.
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"No te irás a arrojar sobre mí, ¿verdad?" Preguntó Xena con cautela. "No". Respondió Gabrielle. Observaba intensamente a Xena, quién empezaba a remover su armadura. "Así que quieres verme desnuda, ¿es cierto?" Xena habló con voz severa, molestando indirectamente a la bardo. Gabrielle asintió con rapidez. "Muy bien, entonces… enseguida una guerrera desnuda". "Eh, Xena, ¿Crees que puedas mojar tu cabello?" "¡Gabrielle!" Xena advirtió. " Lo siento… lo siento, no importa". Gabrielle mantuvo su boca cerrada. Esto no le era fácil. Pero mientras observaba a Xena remover con lentitud su peto, se quedó muy callada de pronto. Xena lidio pausadamente con los cierres de su armadura. Quiso hacer esperar a Gabrielle. Disfrutaba el efecto que estaba teniendo sobre la bardo, mientras se tomaba fastidiosamente su tiempo. Gabrielle levantó sus manos para ayudar a acelerar esta tortuosa exhibición, pero Xena no lo permitió. "Oh no, ¡Tú no!" Xena dijo alejándose de su alcance con certeza. Finalmente, tras lo que pareció una eternidad a Gabrielle, Xena se quitó el peto. Retiró sus protectores de los brazos, con calma, y luego los brazaletes. Gabrielle la estaba pasando mal en verdad, tratando de permanecer tan sólo quieta. Con cada artículo que su guerrera se quitaba se iba excitando más. Observó mientras Xena desataba su vestimenta de cuero y jalaba
con
tranquilidad
las tiras por sus hombros, una a la vez. El cuero se deslizó para revelar su túnica. Los ojos de Gabrielle se encontraban oscuros ahora y reflejaban la luz de la vela que ardía en la mesa de noche, a lado de la cama. Tomó otra gran bocanada de aire y siguió contemplando la exhibición frente a sus ojos.
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Por último, Xena tomó la túnica y la levantó despacio sobre su cabeza, para revelar su forma desnuda bajo ella. Era magnífica. Se colocó sobre la bardo, arrodillada y mirando en sus ansiosos ojos. " ¿Bueno?" Preguntó Xena "…increíble……desnudez……" Fueron todas las palabras que se pudieron formar en la boca de Gabrielle. Sin habla, nuevamente. Gabrielle se levantó para acercarla. "Ah – ah". Xena regresó. La bardo se encontraba fuera de sí. Xena aún no la había tocado, pero por dentro su cuerpo pulsaba dolorosamente. Xena se agachó con calma y empezó a desatar el top de Gabrielle. El contacto de las manos de Xena sobre ella le hacían respirar con dificultad. Deshizo los lazos despacio y con delicadeza removió el top. Se resistió ante la urgencia de internar su cabeza entre sus pechos, y se sentó otra vez. Esta noche se sentía particularmente fastidiosa e iba hacer esperar a la bardo. " Xena…" Gabrielle gimió mientras la guerrera se alejaba de ella. Luego, con tranquilidad, tiró de la falda de Gabrielle para revelar su desnudez allí escondida. Xena observó a Gabrielle y de repente se le hizo difícil el jugar su propio juego. Luchó ante esta urgencia y se inclinó sobre el cuerpo de Gabrielle, cogiendo sus manos con las de ellas y alzándolas por sobre la cabeza de su bardo. Se arrodilló hacia adelante, con las manos de Gabrielle aprisionadas, y permitió que su largo y oscuro cabello acariciase con suavidad el cuerpo de Gabrielle. Se agachó y permitió que sus labios rozaran ligeramente la piel de la bardo. Una ola de deseo cruzó a través de ella, al sentir el calor de la piel de Gabrielle en sus labios.
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La bardo temblaba bajo su aprisionamiento. Con cada roce de los labios de Xena su cuerpo se erigía para encontrarse con ella, pero en cada momento Xena se alejaba antes que pudiera sentir su contacto. " Xena, por favor". Rogó Gabrielle. Xena se movió y puso su pierna entre los muslos de Gabrielle. El cuerpo de la bardo se tensó de inmediato y gimió con suavidad. Xena se agachó otra vez, y rozó el pezón de Gabrielle, ahora henchidos de deseo. Se debilitaba en su resolución de aguantar y finalmente empezó a circular su pezón con la punta de su lengua. Gabrielle dio un grito en respuesta. Esto envió a través de Xena olas renovadas de deseo. Recorrió su lengua a través del pecho arqueado de la bardo, y succionó el otro pezón, mordiéndolo juguetonamente. Gabrielle hervía en un océano de sensaciones. Su cuerpo entero se hallaba vivo y con cada toque de aquellos los labios el calor que se creaba dentro de ella se intensificaba. Xena la estaba volviendo loca con su
lenta seducción, pero poco podía hacer para aliviar
esto, ya que sus manos estaban atrapadas con delicadeza, y aunque esto la volvía loca, parte de ella lo adoraba. Xena se retiró otra vez y observó en los ojos de su amante. Luego se agachó de nuevo y pasó su lengua por la línea del cuello de la bardo. Sumergió su cabeza en el cabello de ella y respiró su esencia. Luego mordisqueó con suavidad su oreja. Gabrielle hacia pequeños ruidos jadeantes. "¿Te estoy desesperando?", Susurró Xena en la oreja de la bardo. "¡Sí!" Gabrielle gimió. "Lo mismo me sucede a mí". Respondió con suavidad. Por último, Xena no pudo esperar más para probar sus tiernos labios. Primero la besó con suavidad, mordiendo su labio inferior. Tenía sabor a fino vino y a una dulzura que sólo podría ser ella. Gabrielle levantó su cabeza para encontrar los labios de Xena antes que los alejara de nuevo y pudo al fin atrapar a la guerrera en su propio juego. 65
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Xena devoró sus labios, mientras permitía que su lengua se enlazara con la de Gabrielle. De repente estaba muy hambrienta de sentir el
cuerpo de la bardo y se echó sobre ella,
rindiéndose ante la calidez que la recibía allí. Liberó la presión sobre las manos de Gabrielle y dejó que la bardo explorase. Gabrielle sumergió sus manos de inmediato en el cabello de Xena y mantuvo su cabeza en sus labios, colocando ansiosos besos sobre su rostro. Xena rodó hacia un costado, jalando a la bardo consigo. Dejó que Gabrielle la cubriera con suaves besos. Amaba la energía del deseo de la bardo, permitiendo que su ser se consuma en ella. El calor que se formaba entre las dos mujeres se volvía insoportable. Xena recorría las curvas del cuerpo de Gabrielle con su mano y luego la deslizó entre los receptivos muslos de la bardo. El grito de Gabrielle murió en su garganta cuando Xena cubrió su boca con un profundo beso. La conmoción surgió a través del cuerpo de Xena al sentir la increíble humedad del deseo de Gabrielle. La penetró lentamente, sintiendo la dureza del centro de la
bardo bajo sus dedos.
Gabrielle emitía pequeños quejidos bajo los labios de la guerrera. Xena estaba en verdad disfrutando el forzado silencio de su bardo y siguió cubriendo su boca con la suya. Sonreía por dentro, pero su propio aliento quedó atrapado súbitamente cuando Gabrielle deslizó su mano entre los muslos de ella. Esta sería una pelea a muerte. Gabrielle igualó con ansia los ataques de la guerrera. A Xena se le volvía muy difícil respirar, trataba de retirar sus labios de la boca de Gabrielle, pero ella no lo permitiría. Tanto las caderas de Gabrielle como las de Xena se movían a la cadencia de sus dedos penetrantes. Mientras el nivel de su deseo bordeaba el desenlace, la velocidad de sus manos se incrementaba. Ambas mujeres jadeaban con fuerza, pero mantenían sus labios en un sello mortal. 66
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Xena deslizó dos de sus dedos dentro de Gabrielle, y continuó expertamente, penetrándola más fuerte. Gabrielle dio un grito, pero se recuperó con rapidez e igualó el asalto a sus sentidos por parte Xena con uno propio. Xena gimió con fuerza entre los labios de Gabrielle, enviando ondas de calor a través del centro de la bardo. Al fin, fue Xena quien se ablandó, ya que la presión por liberar era demasiado intensa para que ella pudiese aguantar. Una ola de orgasmo se esparció a través de su cuerpo, empezando en su centro, ondeándose en los dedos de sus manos por completo, hasta los de sus pies y en todo el recorrido hacia su cabeza. Xena alejó su boca de la de Gabrielle y gritó con fuerza mientras las olas de placer pulsaban a través de su cuerpo y no pudo permanecer más en silencio. "¡¡¡Gabrielle!!!" Gritó su nombre. Esta palabra desató la propia liberación de la bardo. Un increíble calor se formaba profundamente en ella. "¡¡¡Xena!!!" Gritó Gabrielle, mientras se convulsionaba y cedió ante la ola de un insondable orgasmo. Su cuerpo se estremecía salvajemente bajo las manos de Xena, mientras ola tras ola de placer recorrían su ser. Temblaron abrazadas, mientras pequeños espasmos pulsaban a través de sus cuerpos. Por último, yacieron ambas, enlazadas en un abrazo. Ninguna pudo hablar por unos momentos, así que permanecieron así, mirándose a los ojos. Xena empezó a cubrir con delicadeza el rostro de la bardo con suaves besos. " Gané, ¿no es así?" Susurró la bardo a su amante. "Sí, así fue". Sonrió Xena y la besó otra vez. Hubo una pausa y luego Gabrielle jaló a Xena hacia ella y miró en sus ojos. "No me dejaste ganar, ¿verdad?" "No". Suspiró Xena, " Me venciste limpiamente".
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"¿En verdad?" Respondió de pronto Gabrielle, sintiéndose muy orgullosa. Xena estaba cobijada en los hombros de la bardo ya que el gasto de energía fue muy grande para ella, y empezaba a quedarse dormida. Se estaba deslizando hacia un pacífico lugar cuando la bardo la codeó ligeramente. "¿Xena?" Susurró Gabrielle. "¿Ummm?." Respondió la guerrera medio inconsciente. " No estás durmiendo otra vez, ¿eh?". Gritó Gabrielle. "Sí lo estaba", respondió tranquila… " Espera, tengo algo para ti". Le susurró. " ..no puedes esperar hasta…" Xena desvarió, tratando con dificultad de hablar. "No. ¡No puedo!" Gabrielle saltó de la cama y sacudió a Xena. Se sentía revitalizada". Me siento increíble, ¡El mundo es fantástico! ¡Todo es fantástico!" La bardo hablaba libremente una vez más. "¿No es cierto Xena?" Le preguntó, inclinándose sobre ella, tratando de levantar a su amante. "… Sí…grandioso…" murmuró Xena. "¡Sólo cierra tus ojos mientras traigo tu sorpresa!" Exclamó. " ¡No mires, hasta que yo lo diga!" "No hay problema". Masculló la guerrera. Gabrielle saltó de la cama y cayó de inmediato al piso. "¡Ouch!" Gritó. Xena se sentó asustada cuando escuchó el golpe. Sus ojos se abrieron. "¡Gabrielle! ¿Estás bien?" "Sí, lo tengo Xena, no hay problema". Respondió Gabrielle bajo la cama. Reapareció, sonriendo mientras se levantaba por un lado del lecho. Tardó unos segundos, luchando por encontrar equilibrio. "Ok, ¡Cierra tus ojos!". Xena espero impaciente. Ya estaba despierta, así que mejor era seguir el juego. Se encogió visiblemente cuando escuchó a Gabrielle golpearse con algo más, pero mantuvo sus ojos
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cerrados, conteniendo una sonrisa. Gabrielle iba estar algo lastimada mañana, no había duda de eso, pensó Xena, sonriendo por dentro. Finalmente Gabrielle regresó, relativamente sana y se sentó con las piernas cruzadas frente a Xena. Se inclinó y la besó en los labios. "¡Puedes abrir tus ojos ahora!" Xena abrió los ojos para descubrir a una sonriente bardo sentada frente a ella, sosteniendo su espada en las manos. "¡Gabrielle!" Gritó Xena."¡Encontraste mi espada!" Su rostro se encendió con una gran sonrisa. "¡Pensé que la había perdido para siempre!" La colocó con suavidad a un lado de la cama y le dio a Gabrielle un poderoso abrazo. "¿Cómo? ¿En dónde?" "No importa". Respondió la bardo con suavidad. "Te amo". Susurró Xena. "¿Me amas lo suficiente como para hacerme el amor otra vez?" Le preguntó sonriendo. Hubo una pausa embarazosa. "En realidad no". Respondió Xena. "¡Xena!" "Bueno quizás…" sonrió la guerrera y jaló a Gabrielle sobre ella. ¿Quién necesita dormir de todos modos?, pensó.
Capítulo Veintitrés – Un lugar especial.
"¡¡¡Despierta, Gabrielle!!!" Xena la sacudía ahora con fuerza. " ¡¡¡Nooooo, Xena!!!" Se quejaba Gabrielle. "¡Gabrielle!" Xena masculló. Estaba inclinada sobre la bardo, vestida por completo, ansiosa por marcharse. Ya había esperado lo suficiente.
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"Ouuuu." Masculló la bardo. "No tan fuerte". Rodó hacia un lado y tapó sus orejas con sus manos. "Es hora de irnos. Levántate y vístete". "Creo que me voy a enfermar". Se quejó Gabrielle. "Bueno, ¡Eso debería levantarte!" Respondió la guerrera conteniendo la risa. "Ohhh, Xena…mi cabeza…" Gabrielle gimió rodando visiblemente adolorida. Pero al final, se dio por vencida y se levantó. Estaban despidiéndose por última vez de todas. Gabrielle y Thalia se apoyaban una en la otra para mayor soporte. "Cuida al caballo por mí, ¿sí, Thalia?" Le susurró Gabrielle. Hoy hablaba especialmente bajo. Le gustaba aquel caballo negro pero no disfrutaba el cabalgar así que se lo dio a las amazonas como muestra de su aprecio. "Seguro". Respondió Thalia, mirando de soslayo, ante el extremo brillo del sol sobre sus ojos. " Quizás puedas contarme algunas historias otra vez. ¿Algún día?" "Mientras no tenga que beber". Masculló Gabrielle y ambas sonrieron, a pesar del dolor. Ephiny se acercó y le dio a Gabrielle un gran y fuerte abrazo. "Cuida a esa gran tonta guerrera por mí, ¿sí?" "Te lo aseguro, Ephiny". Le respondió, abrazándola con fuerza. "Gracias por todo". "Escuché eso, Ephiny". Gritó Xena. Estaba en su caballo, Argo, esperando. Se inclinó, extendiendo su mano a Gabrielle. La bardo se le unió, sentándose al frente, para asegurase de mantener sus ojos en la línea del horizonte esta mañana. Se sumergió en el abrazo de Xena, cuando deslizó su brazo alrededor de su cintura y la sostuvo con fuerza. Montaron fuera del campamento, alejándose de las Amazonas. Habían montando tan sólo diez minutos, pero la bardo ya estaba inquieta.
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